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Bruna la carbonera de Eugenio Diaz:

el proletariado naciente y su devenir histórico


en la Confederación Granadina (1858-1863).

Tanto para la crítica como para los lectores en general, la obra más reconocida de Eugenio Diaz
Castro ha sido Manuela, la cual ha ameritado varios estudios que resaltan la importancia de esta
obra en nuestra tradición literaria. Manuela se considera, junto a María, como una de las novelas
más representativas del siglo XIX en Colombia. A raíz de ello, el resto de la obra de Díaz, que
comprende una buena cantidad de cuadros de costumbres y una serie de novelas, ha sido olvidada
sistemáticamente por la crítica en nuestro país.
Elisa Mujica, en 1985, realiza una recopilación del resto de la obra de Diaz en dos tomos en los
cuales se encuentran Los aguinaldos de Chapinero, Bruna la carbonera, Pioquinta o el valle de
Tenza, María Ticince, El rejo de enlazar y una serie de cuadros de costumbres. Este trabajo
realizado por Mujica es un primer gran gesto de reivindicación de la obra del autor
cundinamarqués.
Entre estas novelas se encuentra nuestro objeto de estudio, Bruna la carbonera, la cual fue
publicada de forma póstuma, catorce años después de la muerte de Diaz, en el periodico
conservador dirigido por Manuel Briceño, El bien social. Su publicación se realizó por entregas
entre el 21 de noviembre de 1879 y el 7 de mayo de 1880. Luego del trabajo de Mujica, solo hasta
2011 aparece una segunda versión de la novela editada en Argentina por Vi-Da Global, sin
embargo, esta es la misma edición que realiza Mujica y no cuenta ni con un prólogo, ni comentario
crítico introductorio, ni con aparato de notas, ni con algún comentario sobre por qué en este país
se decide editar la obra de Diaz.
Los pocos detalles que existen de la publicación de Bruna se pueden rastrear en el trabajo hecho
por Mújica. Citando algunos artículos publicados en el periodido El Iris, en el número dedicado a
Eugenio Diaz en el segundo aniversario de su muerte, Mujica afirma que Bruna fue parcialmente
leída por parte del pequeño círculo literario de la época, fundamentalmente por Vergara y Vergara
y por Nicolas Ponton. Este último manifiesta en uno de los artículos publicados: “Cuando
publicamos “Las flores de Pascua”, nos proporcionó un artículo de su Bruna, la carbonera, que
está inédita aún, porque él no tuvo tiempo de ponerla en limpio para imprimirla por más ofertas
que al efecto le hice” (Mujica, p. 459,). Además de esto, a partir de la biografía que escribe Vergara
y Vergara, se puede inferir que, tras entrar en enfermedad, Diaz probablemente terminó de poner
en limpio Bruna, en los últimos años de su vida, entre 1861 y 1865. Así mismo, como lo afirma
Mujica, (p. 213) y según se puede inferir de la biografía escrita por Vergara y Vergara, Bruna tenía
como nombre primitivo Las aventuras de un geólogo.
A pesar de estos importantes detalles de la composición y publicación de Bruna existen algunas
omisiones e inconsistencias en la edición de Mujica. Fundamentalmente omite un detalle de la
publicación de Bruna en El Bien Social, el cual es importante traer a la luz. En la primera entrega
del 21 de noviembre de 1879 en la primera página del periódico en el apartado “Nuestro Folletín”,
se dice lo siguiente:
“Engalanamos hoy nuestras columnas principiando con la publicación
de la preciosa novela de costumbres nacionales, BRUNA LA
CARBONERA, último trabajo del célebre escritor don Eugenio Diaz
Castro, autor de la Manuela, María Ticince, El rejo de enlazar etc.
Enfermo el señor Diaz, y cercano ya al instante supremo de rendir el
viaje de la vida, escribió las últimas páginas de esta preciosa colección de
cuadros de costumbres. El último de ellos lo título Una tumba, y su
mirada investigadora parecía recrearse en la morada de la muerte, que
llama: “solemne museo con galerías adornadas con estatuas e
inscripciones, adecuadas por revelar sus misterios a los que no piensan
que hay más allá de esa puerta de la eternidad que se llama Tumba”.
BRUNA LA CARBONERA fue considerada por Vergara y Vergara
en mucho superior a LA MANUELA, que conquistó al señor Díaz
fama imperecedera. Nuestros lectores serán los mejores jueces de estos
Cuadros copiados al natural” (p1, número 24, El bien Social,21 de
Noviembre de 1879)

Esta presentación de la obra en el periódico, que omite Mujica, no nos permite hacer argumentos

de carácter estético, pero nos esclarece más el ámbito literario de la época. El juicio que se cita de

Vergara sobre Bruna si bien hay que entenderlo como una estrategia de promoción de la novela, a la

par, nos deja comprender varias cosas sobre la novela antes de ser publicada. Se puede inferir que

muy probablemente Bruna fue leída en alguna tertulia literaria o comentada entre Vergara y

Briceño. Así mismo podemos comprender que, durante por lo menos catorce años, el manuscrito
de Bruna muy probablemente estuvo rondando entre las manos de Vergara y Briceño. Cuestión que

cobra sentido ya que ambos fueron importantes agentes literarios de la época, pues promovieron la

literatura nacional en diferentes periódicos y escribieron varios artículos sobre la obra de diferentes

escritores, no sobra mencionar que Vergara incluso escribió una historia de la literatura nacional.

Vergara falleció en 1872 y muy probablemente es Briceño quien hereda estos manuscritos y es

gracias a él, y a su importancia como agente literario que le debemos que Bruna haya sido publicada.

Por otro lado, las inconsistencias a las que me refiero son sobre el Epílogo, Mujica al presentar

Bruna afirma que este no es escrito por Diaz y que muy probablemente lo escribió Briceño; sin

embargo, ella no argumenta ni señala ninguna razón por la cual el Epílogo no sea escrito por Diaz.

Al revisar la última entrega publicada el 7 de mayo de 1880, en el número 48, no se evidencia

ningún comentario por parte de los editores del periódico que nos permita inferir lo asumido por

Mujica. Además de ello, en el análisis textual y estético del Epílogo, se puede inferir que este es

escrito por Diaz, ya que se escribe en primera persona y se hace mención de la obra compuesta, se

plantea una intervención como autor a un modo cervantino, en el cual se puede terminar de

comprender la escéptica posición de Diaz frente a la realidad del país para entonces. Es decir, el

Epílogo hace parte de la obra y esto nos permite comprender de otra manera la totalidad

composicional de Bruna.

Lo que señala Mujica para presentar Bruna en su estudio introductorio crítico-autobiográfico

resulta problemático, pues si bien es un gran gesto de reivindicación publicar la obra olvidada de

Díaz y una primera guía para entrar en Bruna, la omisión mencionada y la tergiversación de la

composición del Epílogo pueden confundir al lector y entorpecer su lectura.

Además de ello, Mujica realiza una breve síntesis argumental y algunos cortos comentarios que se

quedan solo en la importancia documental en la escritura de Díaz, su criterio de juicio radica en la

importancia de describir lugares, cosas y fenómenos léxicos que aún existen y no profundiza en los

problemas que plantea la novela. Solo tiene una afirmación de carácter estético, pues manifiesta que

Bruna “adolece de fallas y que en ocasiones recuerda los lances del folletín”, pero que a “a pesar de
sus lunares viene a ocupar puesto interesante en la narrativa del siglo XIX” (Mujica,p.34); sin

embargo, no argumenta las razones de su afirmación, pues no menciona en qué radican estas fallas y

tampoco señala por qué, a pesar de estas, Bruna es importante en la literatura colombiana del siglo

XIX. Estos comentarios, que apenas completan página y media, son superficiales y evaden el

carácter estético de la novela y los problemas humanos que se plantean.

Estas cortas afirmaciones sobre Bruna son las únicas que existen sobre la novela. Ni siquiera es

mencionada por algún historiador o economista para acercarse, por ejemplo, al problema del

proletariado, el carbón o los problemas sobre el complejo proceso histórico en que transcurre, ni

respecto a la dictadura de Melo, ni sobre las Guerras de la Soberanía, ni la consolidación de la

Confederación Granadina.

Nos encontramos ante una obra que no ha sido comentada ni estudiada. Por ello, el análisis que

planteo sobre esta novela se fundamenta en una lectura que tenga en cuenta el global de la obra de

Díaz, fundamentalmente su estrecha relación con Manuela, la que considero su obra más

representativa, que configura un proyecto estético y sobre la cual los críticos han llamado más la

atención. En este sentido, para plantear una lectura crítica de Diaz consideró que el estudio

crítico-didáctico que realiza Padilla Chasing en Manuela y el socialismo utópico: Eugenio Diaz ante

la reforma liberal en la República de la Nueva Granada (2021) es una hoja de ruta para analizar el

grueso de la obra del autor cundinamarqués.

Así pues, Padilla plantea una lectura sobre muchos de los problemas concernientes a Manuela,

pero que se pueden observar en toda la obra de Díaz. Considero que los argumentos sobre la

tensión entre novela costumbrista, realista y social romántica; la intención y sentido histórico del

autor; la postura política que obedece a la corriente cristiana del socialismo utópico y la condición

de la mujer en Manuela son presupuestos fundamentales para seguir estudiando la obra de Díaz y

comprenderla como un proyecto estético que se interrelaciona.

En este sentido, tomando como punto de partida el análisis de Padilla, consideró que en Bruna se

plantean otra serie de problemas. La preocupación de Diaz sobre el proletariado lo lleva a registrar
en esta novela la aparición del proletariado en el marco de un sistema económico precapitalista que

empieza a tener sus primeras manifestaciones en el país, en la capital, hacia mitad de siglo. Este

precisamente es el centro problemático de la novela, la aparición del proletariado y sus condiciones

de existencia ante la hegemonía económica de Bogotá y el devenir histórico en el que se encuentran

los carboneros ante esta realidad económica y social. Pues el complejo proceso histórico en el que se

encuentra el país para entonces, la Confederación Granadina (1860-1862), lleva a la novela a

preguntarse por el lugar y sentido de las revoluciones en el país y las consecuencias que estas tienen

en el proletariado y en el pueblo en general.

También, como lo observaremos, este análisis que realiza Diaz sobre los carboneros y la realidad

económica del país en esta novela está ligado a la visión sobre el socialismo utópico de tipo cristiano

que plantea Diaz en Manuela. En esta novela, podremos observar que Diaz plantea una

confrontación ideológica entre visiones del socialismo utópico, entre los personajes Jorge, Amilcar y

los proletarios. A partir de esta confrontación, veremos que Diaz integra varias posiciones

correspondientes a diferentes teóricos del socialismo utópico a partir de la confrontación que hace

entre estas visiones y que finalmente plantea una posición política sobre los problemas planteados

desde su propia visión del socialismo utópico.

El proletariado y la sociedad industrial en Bruna.

En la obra de Eugenio Diaz, tanto en sus novelas como en sus cuadros de costumbre, podemos

encontrar una preocupación constante y transversal por el pueblo, fundamentalmente por los

trabajadores, que él denomina con el moderno término de “proletariado”. Término que parece muy

atípico para la época pero que al acercarnos a las ideas del socialismo utópico en Europa y su llegada

a América empieza a cobrar sentido. Para comprender en qué consiste el problema del proletariado

en Bruna es necesario esclarecer qué es el socialismo utópico y por qué las ideas que se leen en sus

obras se relacionan con esta corriente política.


Tal como lo aclara Padilla en su propuesta de lectura, es necesario diferenciar este primer

socialismo de carácter romántico, que se desarrolla a inicios del siglo XIX y que tiene como

máximos representantes a Saint-Simon, Owen, Fourier, Lammenais y Proudhon, del socialismo

científico que promulgan Marx y Engels años después. Así como lo señalan los filósofos alemanes en

el Manifiesto Comunista, la principal diferencia entre estos socialismos radica en que para los

primeros el problema no se plantea en una lucha de clases. ( Padilla, p. 126-127).

Este primer socialismo es de carácter filantrópico, preocupado por el bienestar social de la clase

proletaria y desconfiado del poder del Estado. Sus teóricos no proponen un cambio de sistema

económico, porque según su lectura la realidad es inevitablemente capitalista, sin embargo, sí

proponen un cambio en las relaciones sociales entre el proletariado y los industriales. Realizan un

énfasis en cómo el capitalismo ha tenido efectos nefastos en el desarrollo moral del ser humano.

Varios de estos teóricos también basaron sus tesis en una reinterpretación cristiana del mundo y

humanizan a Jesús como un revolucionario, interpretan el cristianismo bajo las consignas de la

igualdad y la caridad.

Estas ideas, como lo señala la investigación de Padilla, ya se encontraban en el ambiente político de

la República de la Nueva Granada hacía mitad de siglo XIX, primordialmente en periódicos

liberales de carácter radical. (Padilla, p.128). En Manuela, se pueden leer fundamentalmente las

ideas de Saint-Simon y Lamennais, las cuales se encuentran en libros como lo son el Nuevo

Cristianismo (1825), Palabras de un creyente (1833) y Libro del pueblo (1837), las cuales se

relacionan con el personaje del cura en las propuestas e ideas políticas que manifiesta

constantemente en la novela. (Padilla,p.151-152). De este modo, en Manuela, desde la visión social

cristiana de Díaz, hay una preocupación por los proletarios que trabajan en las haciendas. Los

trabajadores hacen parte de un modelo económico y de explotación que es de carácter feudal y que

obedece a los rezagos de la vida colonial que aún prevalecían en el país para ese entonces. (Padilla, p.

128).
La lectura de Padilla sobre Manuela es una base para seguir comprendiendo el socialismo utópico

en el proyecto estético de Diaz. Pues la preocupación por los pobres, la clase proletaria, los

campesinos e indígenas atraviesa la obra de Diaz constantemente. En Bruna podemos seguir esta

preocupación del autor bajo los presupuestos del socialismo utópico y de la intención y sentido

histórico que plasma en el autor en sus obras.

Si bien entre Bruna y Manuela se abren puentes problemáticos que unen a las dos novelas, como

por ejemplo el tipo de novela practicada, la cual pone en tensión las técnicas ligadas al

costumbrismo, el romanticismo social y el realismo, como en los problemas sociales abordados,

existen también algunas acentuaciones a problemas que el autor analiza y enfoca de distinta forma.

En este sentido, el principal problema que se plantea en Bruna, y que se traza de distinta forma en

esta novela, es el del nacimiento del proletariado y sus condiciones de existencia en la Confederación

Granadina.

En Manuela, hay una preocupación central por las condiciones de los trabajadores, la lectura de

Diaz sobre este problema se vuelca sobre las haciendas y en las condiciones de trabajo coloniales que

aún existían en el país hacía mitad del siglo XIX en la República de la Nueva Granada. En esta

novela, en contraste con Manuela, no estamos ante los trabajadores de un sistema de haciendas,

sino que tenemos como protagonistas de la novela a una familia carbonera que tiene su pequeña

fábrica detrás de las montañas de Monserrate y Guadalupe la cual se enfrenta a un nuevo sistema

económico que empieza a aparecer en el país.

Como lo plantea el mismo título de la novela, en Bruna la carbonera, observamos que hay una

preocupación focalizada en el proletariado. Esta es una novela tan polifónica como lo es Manuela,

aunque si bien en esta última encontramos debates y planteamientos ideológicos intensos como los

que tienen Demóstenes y el cura, en Bruna, la técnica del diálogo permanece y plantea problemas

constantemente. Esta técnica, como lo analiza Padilla en su investigación, se remite a la que

planteaba Victor Hugo sobre la nueva novela del genio creador de Walter Scott, en la que el diálogo

permite poner en situación, sin que la narración deba extenderse y seguir a sus personaje
ampliamente, Hugo indica que la técnica del drama permite aprovechar de manera más profunda y

oportuna lo planteado. Señala Padilla, que esa es la técnica utilizada por Diaz en Manuela, pues esta

permite: “limitar las funciones del narrador y fortalecer la confrontación axiológica de los

personajes” (Padilla,p.74). Como lo observaremos en Bruna, esta técnica es utilizada de la misma

forma en esta novela, pues Diaz en todos los cuadros pone en situación dialógica a los personajes, lo

que permite observar sus diferentes visiones de mundo.

Estos carboneros, contrario a los proletarios de Manuela, no obedecen a un patrón, sino que

trabajan en su pequeña fábrica, sobreviven ante la realidad económica de Bogotá y el complejo

proceso político que se vive en el país. Se enfrentan fundamentalmente a las consecuencias de la

Reforma Liberal, la consolidación de la Confederación Granadina y la realidad bélica tras el golpe

militar del General Melo en 1854 que conllevó a un conflicto civil conocido como las Guerras de la

Soberanía (1860-1862), en las cuales termina la acción de la novela con la declaración de guerra del

General Mosquera a la Confederación Granadina.

Así como el término “proletariado” podemos rastrearlo en los socialistas utópicos,

fundamentalmente en Saint-Simon, es importante también traer a colación la importancia del

término “industrial” para estos pensadores y contrastarlo con lo que plantea Diaz en Bruna. Varios

de los socialistas utópicos manifestaron una profunda preocupación en pro de un ideal de

organización de lo que ellos denominaron una nueva sociedad, la sociedad industrial, en la cual los

protagonistas eran la clase proletaria y el industrial. De hecho, uno de los primeros en utilizar este

término es Saint-Simon, según lo señala Cole en La historia del pensamiento socialista:

“Saint-Simon y sus partidarios fueron llamados con frecuencia los “industriales”, y la verdad es que

a él le debemos la introducción de la palabra “industrial” en la terminología moderna para definir las

nuevas condiciones debidas a lo que más tarde se llamó la revolución industrial” (Cole,p.68).

La preocupación de Saint-Simon sobre el proletariado hay que comprenderla en su análisis de la

naciente sociedad industrial, sus aspiraciones utópicas apostaban por una fraternidad digna entre el

industrial y el proletario. Si bien, la obra de Diaz se compone medio siglo después de los
pensamientos de Saint-Simon, lo que es importante señalar aquí es la preocupación de Diaz por

observar y registrar en su novela este fenómeno social que también observó Saint-Simon. Así como

los socialistas utópicos se preocupan por la naciente sociedad industrial, Diaz se preocupa y señala

una naciente sociedad proletaria medio siglo después en otras condiciones sociales, culturales y

económicas. En esta novela, Diaz se enfoca en los primeros destellos de una sociedad precapitalista y

precaria que empieza a emerger.

La propuesta política de Saint-Simon se basa en una planificada organización económica de la

sociedad que tenga “una dirección de la producción en beneficio del interés general” (Cole,p.54).

Por lo tanto, el problema del trabajo es transversal ya que para Saint Simon existe una prioridad para

proteger los derechos del proletariado, para así tener una mejor producción y acumulación de

riquezas.

Profundizando un poco más en las reflexiones de Saint Simon, y a partir de la lectura de Capelleti

en El pensamiento Utópico, el pensador francés desarrolla detalladamente el asunto de la sociedad

industrial y plantea tres tipos de industriales: “1- Los cultivadores o agricultores. 2-Los fabricantes,

empresarios, obreros, artesanos 3- Los negociantes, comerciantes y transportistas.” (Capelleti,p. 34).

Esta división de los tipos de industriales la podemos pensar en términos históricos y sociológicos en

la Confederación Granadina. En Bruna podemos observar que los proletarios hacen parte de esta

segunda categoría denominada por Saint-Simon. Esta clasificación resulta apropiada para pensar en

el marco del movimiento de artesanos en el Golpe de Melo, de los cuales tenemos algunos

personajes en la novela, y sobre todo respecto a la naciente clase obrera, que protagoniza esta ficción.

Es decir, podemos pensar este problema en contraste con lo que ocurría en el país para entonces y la

posición de Diaz en la novela, en el apartado sobre el devenir histórico me referiré a esto.

En Bruna, a partir de la división planteada por Saint-Simon, se observa que los carboneros

pertenecen a la segunda categoría, son fabricantes, obreros que no sirven a un industrial. Así lo

podemos observar en el segundo cuadro de la novela, “La Fábrica”, el cual desde el mismo título ya

afirma en la ficción un modelo económico industrial:


“El lector conoce ya la familia y la estancia de ñor Lécio.
Lo convido ahora a que fije sus miradas en la columna
de humo que se levanta por entre las ramas de un
pequeño grupo de laureles…
De repente aparecen allí dos estancieras jóvenes trayendo
cargados a sus espaldas algunos trozos de madera que
arrojan al suelo. Son las hijas de ñor Lécio que cargan
leña para hacer carbón.” (Díaz,p. 226)

La primera frase del cuadro, bajo la técnica costumbrista realiza una intervención de autor-narrador

que guía al lector, una característica constante en la obra de Diaz. Nos presenta el paisaje industrial y

más adelante a las obreras de esta familia quienes llevan a sus espaldas parte de la materia prima que

fundamenta su trabajo. El costumbrismo aquí cumple la función de acercarse a la realidad de forma

crítica para presentarnos un problema. No solo nos describe, sino que nos acerca a los problemas

humanos que viven los obreros de esta fábrica. De hecho, el narrador-autor en el primer cuadro de

la novela llega a advertir al lector: “Tal vez el paisaje y los actores, que hemos copiado del natural, no

despierten el interés, ni ofrezcan al lector grandes sensaciones. Eso no puede ocultársenos: nos

proponemos hacer una relación sencilla y dar a conocer las mil penalidades que rodean a nuestro

pueblo” (Díaz, p. 225). Al comenzar la novela Diaz deja en claro que lo que se va a presentar no es

para complacer al lector con descripciones de costumbres o de importantes personajes, sino que el

centro de la narración se enfocará en los carboneros y sus problemas.

Siguiendo el desarrollo de este capítulo, central para comprender la lectura de Diaz frente a este

fenómeno, se nos presentan unos diálogos entre proletarias los cuales problematizan su condición

de obreras y plantean un contraste frente a la realidad económica presentada en Manuela:

“-Me tiene cansada la carbonería.


-¿Y qué remedio? dijo Bruna.
- Tengo ganas de jornalear en una hacienda.
- ¿A dónde irá el buey que no are? le objetó Bruna.
- Pero no ve que ya no alcanzamos ni para vestirnos y
trabajando los días enteros.
- Lo mesmo que en una hacienda cualquiera, y aquí
siquera tenemos el placer de que no nos regañan sino
nuestros taitas, y en una hacienda iremos a sujetarnos a
los caprichos de un mayordomo que nos tratará muy a la
baqueta, diciéndonos que somos esto y el otro: y no
dejándonos descansar cuando lo tengamos bien; y que
no pagan sino un mero rial y la comida, que es un
cuartillo de chicha y una mogolla al almuerzo y le mesmo
la comida. Lo cierto es que el peón no sale de capa raja.
- Pero el amo si gana en el año una porcionera de plata.”
(Díaz,p.126-127)

Aquí, precisamente las mismas proletarias plantean una diferencia de carácter laboral frente al
trabajo en las haciendas; si bien señalan que son explotadas y que no viven en condiciones dignas,
aquí nos enfrentamos a otro escenario económico que ya no obedece al de las haciendas, en las
cuales estarían al servicio de un feudal. Aquí se presenta una realidad industrial muy particular, pues
los proletarios no trabajan para un burgués, sino que trabajan como núcleo familiar para sobrevivir.
Bruna, en toda la obra defiende esta posición ante Tomasa y los demás personajes. Aquí se
manifiesta una pequeña sociedad industrial con cierta autonomía, con cierta similitud a la que
soñaban algunos socialistas utópicos para la época, pero anclada a la cruda realidad del proletario en
la realidad social de la Confederación Granadina que la hace imposible de realizar.
En este asunto hay planteamientos similares a aquellos ideales, sobre todo de Fourier, Robert
Owen y Kinsey Owen, los cuales soñaban con crear nuevas sociedades industriales planificadas
desde cero, en las cuales las relaciones entre el burgués o industrial y el proletario fueran mucho más
dignas y humanas y los pagos a los obreros fueran justos1. El mero hecho de que la familia carbonera
sea parcialmente autónoma en Bruna es un hecho a resaltar y se vincula con aquellas ideas
pertenecientes al socialismo utópico; la autonomía económica en la sociedad industrial de algunos
de sus teóricos se contrasta con la familia carbonera en la novela. Sin embargo, a pesar de que en
Bruna hay una afirmación de la posible existencia del proletario que no depende directamente del
industrial o el burgués, como se observa en el anterior pasaje, no hay condiciones laborales dignas
para este. En el transcurso de la novela se observa que estos carboneros son aniquilados por el
caótico proceso social del país y las dinámicas económicas bogotanas.
Existe un pequeño destello utópico que se difumina rápidamente, la compleja realidad del país
borra toda posibilidad de supervivencia de una pequeña asociación industrial autónoma la cual sea

1
Véase los ensayos “Un sueño de una ciudad ideal” de Robert Owen y “Petición a la República de
México” de Kinsey Owen recopilados en Utopismo Socialisa (1830-1893) por Carlos M. Rama, libro
que gira en torno al socialismo utópico en Latinoamérica.
remunerada de manera justa. Esto se empieza a evidenciar en el tercer cuadro, “La venta del carbón”,
allí Diaz narra cómo Bruna recorre la ciudad ofreciendo carbón y plantea una serie de problemas
frente a la realidad económica a la que se tienen que enfrentar los carboneros:
“Pero sigamos a Bruna, que lleva sus cargas por el
centro de la calle, y que va de puerta en puerta
tocando con su zurriaga y gritando: “que si
comprarán carbón”. Inútiles habían sidos sus ofertas
en muchas casas, y después de andar algunas calles,
oyó la alentadora contestación:

-A ver.
Una señora de edad, peinada y vestida a la moda,
abrió la puerta y le preguntó a Bruna:
-¿Qué vale tu carbón?
-Ocho riales, mi señora.
-¿Estas loca?
-Es de encenillo, mi señora, y el trabajo que cuesta,
que sólo Dios lo sabe…
-Y el trabajo que cuesta para buscar la plata con este
gobierno de musulmanes.
-Le rebajare un rial.
-¿Quieres cinco reales?
..
-Es muy poquito, mi señora.”(235)

Así como lo ha planteado Diaz en cuadros de costumbre como Maria Ticince o los pescadores del
Funza, en ese caso los indígenas, en este los proletarios, se encuentran marginados tanto espacial
como económicamente de la capital. En este cuadro podemos observar que Bruna se topa con la
apatía de los ricos cachacos de la ciudad quienes no pagan de forma digna el trabajo hecho por la
familia carbonera. La pequeña asociación industrial autónoma tras producir el carbón choca con la
realidad económica de la capital, el ideal utópico del trabajador autónomo quien podría ser bien
asalariado se diluye.
Además, como sabemos en el desarrollo de la novela, los carboneros también deberán asumir que
los ricos bogotanos comienzan a vender carbón en Bogotá, sus quejas al respecto se observan en
varios pasajes de la novela: “los ricos han dao en trer carbón en los carros... agora no se les ha escapao
este negocio miserable, con ser que tienen toos los negocios que hay en este mundo, porque to lo
abarcan para ellos”2, (Díaz,p.227) “¡Y querernos quitar el negocio del carbón! Ya presto verá cómo se
meten los ricos a pescadores en el Junza pa que los indios no tengan ese, negocio.” (Díaz,p.227). Si
bien estas otras fábricas no son escenarios en los que transcurre la novela, los reclamos de los
carboneros hacía los industriales bogotanos sugieren que empiezan a aparecer manufacturas en la
ciudad, las cuales plantean una competencia a los carboneros. En este sentido, en Bruna se puede
observar cómo Diaz registra los comienzos de una sociedad precapitalista en el país, la cual no solo
describe sino que problematiza. Desde la perspectiva del proletariado sugiere una serie de
cuestionamientos a las relaciones sociales y humanas de este nuevo sistema económico que se está
empezando a establecer en el país. En la realidad económica plasmada por Diaz en la ficción se
observa que en la Confederación Granadina para ese entonces resulta casi imposible una autonomía
económica justa para la supervivencia del proletario. Los carboneros no tienen condiciones dignas
de trabajo y no tienen un buen pago por sus productos debido a la competencia que empieza a
surgir por parte de los industriales bogotanos.

Tensión entre clases sociales y la visión proletaria cristiana.

Si bien Diaz expone el problema humano que se deriva de unas nuevas relaciones económicas, a la
par, desde la visión del proletariado y de Jorge, el geólogo, hay una propuesta de carácter cristiano
utópico hacía estos problemas. A partir de la conciencia de la realidad económica en la que se
encuentran los carboneros ante los industriales bogotanos, y en general ante la clase alta bogotana,
la novela plantea una tensión entre clases que se evidencian en los diálogos entre ambas. Diaz, en
línea con lo que planteaban los socialistas utópicos, no plantea una lucha de clases entre sus
personajes, pero sí sugiere una tensión problemática entre estas. Hay una inconformidad expresada
en boca de los personajes proletarios y por el narrador ante los ricos bogotanos.
Constantemente en Bruna hay un reclamo contra la apatía, crueldad, desinterés y desigualdad en
la que se encuentran los proletarios frente a los ricos bogotanos. El problema atraviesa la novela en
varios de los pasajes, tanto en boca de los personajes proletarios: “Yo me reigo de todas sus igualdaes

2
En este fragmento, y en algunos que siguen, se puede observar cómo Diaz deliberadamente se preocupa por un
registro de la lengua diferente por parte de los proletarios. Algunas de estas palabras no son errores de la edición de
Mujica, pues revisando la publicación original en El bien social es evidente que Briceño respeto la voluntad de Díaz
respecto a este registro de la lengua en los personajes proletarios.
cuando veo que los probes estamos siempre pior que los ricos.” (230), como en las reflexiones del
narrador: “Esta es la justicia y esta la ley de igualdad: ancha para los ricos, angosta para los pobres.”
(Díaz,p. 233).
En esta novela, frecuentemente estos ricos son liberales, lo cual se debe entender como una crítica
de Diaz al modelo político liberal que promulgó la igualdad pero que en realidad no se cumplía en el
país, problema que también se plantea en Manuela. Sin embargo, no en todos los casos el reclamo se
refiere a liberales, pues las afirmaciones del narrador y de algunos personajes también aluden en
general a esa clase rica bogotana. Por ejemplo, en el cuadro VIII “Las frutas fósiles”, podemos
observar las posiciones de los carboneros frente a esto, en este caso Bena, la madre de Bruna: “Lo
que nosotros vemos es que los ricos, aunque están ricos, todavía le sacan el sol del cuerpo a los
pobres, y que lo mismo son los liberales que los conservadores.” (Díaz,p.280), aquí, Bena manifiesta
no una oposición bipartidista, pues la clase proletaria en la novela no hace parte ni del partido liberal
ni del conservador, sino que enfatiza en unos reclamos a una clase social, sean de un partido o del
otro, tiene los mismos comportamientos hacía los pobres.
Además de esta posición del personaje hacia la clase alta bogotana también este pasaje nos permite
comprender que la posición de Díaz no corresponde a la del partido conservador3, como lo han
sugerido algunos críticos, sino que en sus novelas adquiere una posición más neutra y por ende
crítica ante su realidad social, lo cual hace que su obra sea una de las más auténticas de la literatura
colombiana del siglo XIX.4 (Padilla, p. 189)
Esta perspectiva de Diaz sobre las clases sociales está fundamentada por el cristianismo de tipo
social, correspondiente a la corriente de Lamennais y Saint Simon. Bajo esta visión, en la novela se
puede observar que siempre habrá ricos y pobres en la tierra, no se pretende anular a la clase social
dominante. Sin embargo, a pesar de afirmar que en el mundo se debe convivir entre clases sociales,
en Bruna, Diaz sugiere que la organización social y la relación entre clases en la tierra debe cambiar.

3
Resulta paradójico que a pesar de algunas sutiles críticas al partido conservador Bruna la
carbonera se publique en un periodico profundamente conservador, el cual incluso se encontraba
en plena disputa por consolidar el proyecto Regeneracionista en sus publicaciones. Aquí, de
nuevo, hay que resaltar la importancia de Briceño como un verdadero agente cultural que en su
criterio editorial le daba una verdadera importancia a las obras literarias a pesar de que en ellas
hubiese una que otra crítica a su partido.
4
Padilla observa en su análisis sobre Manuela y María que las posiciones neutras de ambos
autores, las cuales no se ligan al partido conservador, permiten que sus obras artísticas tengan un
mayor valor artístico.
Esto se puede comprender gracias al carácter dialógico de la novela que permite inferir una
propuesta social cristiana al problema. En la novela podemos observar que, como personajes, hay
dos claros voceros del socialismo utópico, dos jóvenes liberales que visitan a los carboneros y plantan
una amistad con ellos, Amílcar Rodríguez y Jorge, el geólogo. Amílcar, más cercano a las ideas de
Fourier, que defienden una visión de mundo materialista y de goce del hombre en la tierra5: “La
religión verdadera no conoce infierno ni purgatorio, porque el hombre ha nacido para gozar… Esa
doctrina se opone a todos nuestros placeres. Es menester destruirla si queremos gozar de los aires
embalsamados de la libertad.” (Díaz,p.241), manifiesta Amílcar en un diálogo con Bruna. Y Jorge,
más cercano al socialismo de Saint-Simon y Lamennais: “Cuánto van a sufrir los pobres, los
humildes, los moderados y los virtuosos con la demagogia de los violentos, si no se varía el sistema
de la impunidad.” (Díaz,p. 284), manifiesta Jorge en un diálogo con Bruna, el geólogo encarna a un
desencantado romántico de la clase alta bogotana que cree profundamente en la caridad.
El carácter dialógico de la novela adquiere gran riqueza en las conversaciones en las que se
encuentran los voceros del socialismo utópico y los proletarios, puesto que el planteamiento de los
problemas permite al lector entender las posiciones y tomar distancia. Los diálogos entre las clases
permiten comprender y leer entre líneas una construcción de sentido ligada a una propuesta de tipo
socialista cristiana frente a los problemas planteados, la cual es más cercana a la visión del proletario
que a la de los jóvenes liberales, sobre los cuales el autor-narrador toma una distancia crítica:
“-Y agora nos vamos a poner más probes, dijo ñor Lecio.
-¿Por qué? le preguntó don Amílcar.
-Porque los ricos venden carbón en Bogotá, contestó
aquel con la mayor tristeza.
-¡Ah! dijo don Amílcar, con razón los apóstoles del
cristianismo y del socialismo maldicen a los ricos, y sobre
ellos pesa la maldición de Dios, y día llegará en que nadie
tenga derecho a lo superfluo mientras otros carezcan de lo
necesario.
-Yo no quero que les quiten nada, que a quien Dios se lo
dio San Pedro se lo bendiga; pero sí sería güeno que nos
dejaran algún negocito a los probes.
-Sacuda usted su ignorancia, dijo don Amílcar: ese es el
fatalismo con que los clérigos engañan a los ignorantes. La
tierra como el sol y el aire pertenecen a todos, y es una

5
Según Fourier el hombre debería buscar ante todo su bienestar individual, en la búsqueda de
gozo y placer. (Capelleti p )
injusticia que unos tengan ricas haciendas y otros sólo
posean unos pocos pies de tierra para dormir el sueño de
la muerte.”(Díaz,p. 241-242)

En este diálogo encontramos a Amílcar, quien desde su visión materialista y paternalista señala
injusticias a las que están siendo sometidos los pobres. Por su parte, ñor Lécio, padre de la familia
carbonera, señala unos malestares en los que su clase se ve afectada. Sus reclamos se fundamentan en
una justa competencia económica respecto a la venta de carbón, una verdadera igualdad en la que se
defiende, en este caso por el proletario, la propiedad privada.
En el desarrollo de la novela, Diaz va planteando esta serie de problemas en el choque de estas dos
clases. En los diálogos siempre se encontrará la posición del proletariado al respecto, de toda la
familia carbonera e incluso de algunos artesanos que aparecen en algunos cuadros. Sin embargo, son
diferentes las conversaciones que tienen los proletarios con la visión atea de Amílcar que con la
visión cristiana social liberal de Jorge. De hecho, la relevancia en la trama novelesca de Jorge tiene un
peso mayor que la de Amílcar, su papel es importante ya que visita constantemente a la familia
carbonera y conversa constantemente con los proletarios. La relación entre este personaje y los
carboneros permite observar que, en Bruna, si bien existe una tensión de clases, también hay una
conciliación entre estas. La intervención del geólogo casi siempre es de carácter autorreflexivo:
“-Eso no es nada, todos los que vivimos en la alta sociedad,
estamos obligados a servirles, porque de la sociedad es que
hemos recibido los medios para elevarnos. El médico que se
ha enriquecido recetando al pueblo, el hacendado que está
bien acomodado por el servicio de los proletarios, el
comerciante que está poderoso con el consumo que le ha
hecho el pueblo, el sacerdote que tiene un capital adquirido
con las limosnas de su grey, todos están obligados a socorrer
al pueblo, porque de éste les ha venido la riqueza; y tan cierto
es esto, que sin los brazos del proletario, sin los cuartillos del
consumidor, sin las limosnas de los creyentes, no se habrían
hecho ricos ni el médico, ni el comerciante, ni el hacendado,
ni mucho menos el sacerdote.”(Díaz,p. 280i)

Hay una cierta conciencia de clase en este personaje, sus intervenciones están constantemente
cuestionando el deber ser de las clases altas bogotanas, el origen de sus riquezas. Jorge, un
desencantado de clase, realiza constantemente juicios contra la apatía que tienen los ricos con el
pueblo y plantea soluciones políticas desde su visión liberal: “si yo fuera al Congreso propondría
una ley para que se obligue a todos los ricos a dar una contribución para las escuelas de los pobres en
los sitios o partidos distantes de las parroquias, para que hagan algo bueno por los pobres, ya que les
dan tan malos ejemplos.” (Díaz,p.266). Este personaje se puede comprender como la representación
de un héroe romántico social que manifiesta su inconformidad del mundo en el que vive.
De este modo, aquel esquema planteado por Saint-Simon, una posible fraternidad entre proletario
e industrial, en la cual existe una relación más digna y humana entre ambos se plantea como posible
en la novela gracias al personaje del geólogo. De hecho, a pesar de que los proletarios en la novela
tienen una negativa posición frente a la mayoría de los ricos, la familia carbonera de forma unánime
considera que Jorge y don Cecilio son una excepción:
“De todos los ricos que pasan por este camino y que nos
suelen ocupar, sumercé y don Cecilio son los únicos que
nos dan la mano y nos tratan con sumo cariño, los demás
nos tratan como si juéramos sus esclavos. Hasta lo hemos
tenido a sumercé por santo, de ver las obras de caridad que
hace con todos los probes.
-No, señora, dijo don Jorge con viveza, es que yo estoy en
la firme persuasión de que debo a la sociedad la elevación
en que me hallo, con respecto a todos los pobres; y el que
debe está obligado a pagar, si es un hombre de bien. Por
esto es que les doy a los pobres algunos socorros, y no es
porque yo sea santo, como usted lo dice. Es que todos
estamos obligados a socorrer a los pobres.
-Eso que sumercé dice lo predican los padres, y lo reza la
santa doctrina cristiana, católica, apostólica, romana; la
cual nos enseña la caridad hasta para con los enemigos,
que es hasta donde se puede decir. Muchísimas veces les
he oído repetir a los curas, que es mucho más fácil que un
camello entre por el ojo de una aguja, que un rico por la
puerta del cielo, pero dicen también los curas, que esto no
se entiende sino con los ricos, que jamás se sacian con lo
que tienen, y que exprimen a los probes mucho más de lo
que es necesario.” (Díaz,p.281)

Este es uno de los pasajes que se torna revelador en la novela. Aquí, podemos leer claramente las
ideas social cristianas de Diaz planteadas en la visión de dos personajes de clases diferentes. A pesar
del distanciamiento que el narrador-autor tiene con Jorge, aquí las ideas respecto a la caridad y el
deber ser cristiano del rico representan el ideal social que plantea la novela. La idea de caridad se
evidencia como fundamental tanto para el liberal letrado como para el proletario que se instruyo en
la iglesia. Se llega a una conciliación entre las clases respecto al deber ser en el mundo y las relaciones
entre ricos y pobres.
Las acciones de Jorge en el desarrollo de la trama novelesca también se sustentan en una defensa de
la caridad. Jorge, es el único rico que apoya económica y moralmente a la familia carbonera tras la
tragedia de la muerte de Bruna y su hijo. Siendo liberal pero cristiano, el valor de la caridad es
trascendental para Jorge, y en la trama novelesca este gesto es de suma relevancia en el marco del
universo cristiano de la obra. La relación de Jorge con la familia carbonera encarna los presupuestos
utópicos de la propuesta de Saint-Simon, una relación digna entre ricos y pobres, o entre
industriales y proletarios que se evidencia como fraternal. Pero esto solo es en esta relación, pues los
proletarios, como lo señalamos, plantean un distanciamiento y unos reclamos hacía la clase rica
bogotana. Incluso, plantean diferencias frente a Amílcar y Cecilio, ya que representan ideas liberales
de carácter radical:
“¿Por qué no queren don Amílcar y don Alonso que Bruna
crea en el infierno y en el purgatorio, y en la misa, y en el Papa,
y en las reliquias, y en la religión Católica, Apostólica,
Romana? ¿Por qué es ese empeño que tienen en que deje los
temores de la religión?.. Y me admiro más porque don Amílcar
y don Alonso nos están hablando siempre de la igualdá.
Igualdá fuera que ellos no buscaran a las descalzas, así como
nosotros los descalzos no vamos a buscar a los calzados...”
(Díaz,p.289)

Las ideas del socialismo cristiano que comparte Diaz, que, si bien son representadas por Jorge en
el desarrollo final de la trama, ante todo son enunciadas por los proletarios a lo largo de la novela,
como lo acabamos de observar en el diálogo de Bena, y en este último del leñador Fulgencio. La
posición del autor-narrador en Bruna está a favor de la clase proletaria y su humilde visión cristiana
del mundo.
Díaz, en la novela confronta diferentes posturas del socialismo utópico. Considero que el principal
distanciamiento es frente a las que representa Amilcar, más cercanas a las ideas de Fourier. Pues este
personaje es presentado como un letrado que trata de bárbaros a los carboneros, su visión letrada del
mundo lo aleja de la realidad del pueblo, muy similar a lo que pasa con Demóstenes en Manuela,
sin embargo, en este caso el personaje no pasa por un etapa de aprendizaje como sí ocurre en la otra
novela. El gozo y el materialismo que representa Amilcar no son las ideas centrales que busca
integrar Díaz en su discurso novelesco, en su visión política. Padilla, en su investigación sobre
Manuela señala que las ideas de Fourier también se encuentran presentes en la propuesta de Diaz,
en esa novela las ideas del pensador frances se encuentran en la prosa de Diaz en su gran mayoría, a
excepción con las que se refieren a la union de parejas del mismo sexo en el matrimonio, puesto que
como lo sabemos, el matrimonio es fundamental en la visión social cristiana de Diaz. Sin embargo,
en Bruna Diaz toma una distancia frente a cómo se han asumido las ideas de Fourier por parte de los
letrados bogotanos. El distanciamiento crítico que plantea con Amilcar permite inferir esto y por lo
tanto observar que la novela se acerca más a las ideas que representan Jorge y el grueso del
proletariado en el caso de Bruna.
Díaz fundamenta su visión en el pacifismo de Lamennais y el cristianismo social de Saint-Simon.
Su posición en la novela se integra con las posiciones de Jorge y los proletarios. Jorge, quien encarna
la caridad e incluso es visto por el narrador con semejanza a los dones de Jesucristo:“Se representa
uno a Jesucristo curando enfermos, al ver un médico homeopático haciendo cesar las dolencias
humanas con la mera imposición de un polvito en la lengua del paciente.” (Díaz,p.280), dice el
narrador. La comparación y el sentido que da la novela a Jorge permite comprender que Diaz ve en
Jorge un ideal de ser, un romántico que encarna los valores de la caridad sin importar que sea liberal.
Diaz respalda a su personaje en este sentido, pues a pesar de que la novela está plagada de críticas al
partido liberal y sus políticas, Diaz rescata a Jorge y lo llega a comparar con la figura pacifista pero
revolucionaria de Jesucristo. Así mismo los proletarios por su constante reclamo por una verdadera
igualdad y por la paz del pueblo representan las ideas de Lamennais. Diaz integra estas visiones sobre
el socialismo utópico en la novela para proponer su propia visión política de carácter socialista
cristiano. Uno que es posible desde las clases altas pero que se construye desde la base del
proletariado a partir de los valores cristianos.

El devenir histórico del proletariado en Bruna

Para analizar la perspectiva histórica que plantea la novela traigo a colación los planteamientos que
hace al respecto Padilla en su investigación sobre Manuela. En esta propuesta de lectura se plantea
que hay una conciencia histórica deliberada por parte del autor narrador plasmada en la
composición de la obra, Diaz en Manuela carga de sentido e intención histórica su novela, lo que
“le permite al lector entender la manera como el recorrido histórico afecta al sujeto y su presente”
(Padilla,p.94). Existe una toma de conciencia histórica por parte de Díaz, pues no solo se refiere a la
historia de forma referencial sino que plantea una posición sobre la historia desde la misma obra
artística. En su composición novelesca captura “las diferencias y divergencias , de las diferentes
visiones de mundo en contienda” (Padilla,p.115), lo que le permite evaluar su realidad y por ende el
proceso histórico en el que se encuentra. Así mismo, también se plantea como un presupuesto
básico que la relación entre novela e historia es un principio rector de muchos escritores del siglo
XIX. Por lo tanto, el costumbrismo, en estos casos, viene a ser una técnica que se pregunta cómo las
costumbres nacionales hacen parte de la constitución de los seres humanos en determinado
espacio-tiempo.
Como lo he señalado, Diaz probablemente empezó a escribir Bruna hacía 1858, y a partir de lo
que señalan Vergara y Nicolas Ponton, termina de escribirla entre 1861 y 1865, años en los que se
encontraba enfermo. Comprender la intención y sentido histórico que Diaz plasma en sus novelas ,
entendiendo su obra como un proyecto estético que se interrelaciona, nos permite observar que
Diaz se preocupó por el proceso histórico posterior a los problemas planteados en Manuela. En esa
novela podemos observar cómo Diaz reflexiona y evalúa sobre la realidad de la Nueva Granada y
sobre cómo se llega a ese momento histórico, desde el proceso colonial, la gesta de independencia y
los primeros años de vida republicana hasta 1856; así como también trae a colación los procesos
políticos que más le preocupan en la vida reciente de la República de la Nueva Granada, que son los
que devienen de la Reforma Liberal y el Golpe de Melo.
En Bruna, así como en Manuela, Diaz delimita su obra en un periodo histórico determinado, en
Manuela entre el 5 de mayo y el 20 de julio de 1856 en la República de la Nueva Granada y en
Bruna entre 1861 y 1862 en el marco de la Confederación Granadina. Si bien no se señala en qué
fecha exacta comienza la novela se puede identificar debido a que constantemente se hace alusión a
la posible llegada del general Mosquera a la capital, en lo que se conoció como su declaración de
Guerra ante la Confederación Granadina, la cual triunfó el 10 de junio de 1861 con el
derrocamiento de Julio Arboleda. Este periodo se conoció como las Guerras de la soberanía, las
cuales acontecieron entre 1860 y 1862. Este periodo, a pesar de ser poco conocido actualmente por
los colombianos, es de una constante inestabilidad social. El final de la década del 50 trae consigo
uno de los primeros grandes sucesos bélicos de nuestra historia, pues allí tenemos el alzamiento de
guerrillas conservadoras y de levantamientos militares liberales en diferentes zonas del país.
Este periodo histórico en el que ocurre la acción de la novela no solo es un telón de fondo, sino
que es un motivo de desarrollo de la trama y los problemas humanos que se plantean. La conciencia
de este proceso histórico atraviesa a todos los personajes, no solo de los sucesos inmediatos sino
también los que han ocurrido en la última década. La convulsión social en que se encuentra el país
tras las Reformas Liberales y el Golpe de Melo en 1854 tienen su eco en Bruna.
Diaz, en la novela, en su propósito de registrar la aparición de los proletarios y su realidad
económica en Bogotá plasma toda una intención y sentido históricos. La conciencia histórica de
Díaz, en contraste con Manuela, se evidencia en su gesto de querer capturar ya no la realidad
económica y humana de las haciendas sino acercarse al nacimiento del proletariado en nuestro país
unos años más adelante. Su foco se ubica en otro espacio tiempo diferente, no es un lugar hipotético
como en Manuela, pues aquí existe un lugar determinado en el cual se ubica la trama novelesca,
Bruna se desarrolla detrás de los cerros de Guadalupe y Monserrate, lo que permite a Díaz plantear
problemas frente al poder y la hegemonía económica bogotana.
Por otro lado, pensar este problema en contraste con la realidad política del país para ese entonces
nos puede brindar una lectura que permite comprender la riqueza de Bruna y la visión histórica que
Diaz plasma en su novela. Me permito analizar este problema en contraste con la interpretación que
hacen los historiadores y sociólogos del origen de la clase obrera en Colombia y la postura de Diaz
en Bruna al respecto.
Se ha señalado que los orígenes de la clase trabajadora en el país derivan fundamentalmente del
movimiento de la sociedad de artesanos, la cual, en efecto, fue una organización de trabajadores
trascendental para la ejecución del Golpe de Estado de Melo en 1854. El origen de la sociedad de
artesanos se remonta a 1847, los artesanos se organizan para plantear algunos reclamos frente a la
llegada de manufacturas foráneas, su fin era defender las producciones locales. Estos se dedicaban a
diferentes oficios en la capital, en las artesanías y en el comercio.. A estos también se les denominaba
como “la primera clase industrial de bogota”(, Santander, p. 71), como lo señala Eliseo Santander en
un cuadro de costumbres de la época titulado “Los artesanos”.
La sociedad de artesanos también fue apoyada por un sector del partido liberal, la línea que
correspondía al socialismo utópico, pues se pueden encontrar defensas por parte de simpatizantes
liberales al movimiento. Los artesanos rápidamente se convierten en un brazo político y militar muy
poderoso, así lo señala Jose Maria Samper: “Al cabo de muy pocos meses, esa Sociedad levantada del
seno de las clases oprimidas, i cuyos miembros al principio no habían excedido de ocho o diez,
constaba de más de cuatro mil ciudadanos… Ellas eran los centros del movimiento, los focos de la
revolución (Samper,p. 513).” . Estudios como el de Gustavo Vargas Martinez, Colombia 1854: Melo,
los artesanos y el socialismo, afirman que la importancia del movimiento de artesanos radica en que
estos se convierten en un brazo militar del general Melo y son determinantes para que el país por
primera vez en la historia no sea dirigido por las oligarquías que ostentaban el poder hasta entonces,
así halla sido por un corto lapso.
Llamó la atención sobre esto, porque en los estudios de carácter histórico se ha señalado que la
sociedad de artesanos fue uno de los movimientos de trabajadores vinculado con las ideas del
socialismo utópico. Considero que en Bruna, si bien no hace una alusión directa a la sociedad de
artesanos, si se hace constantemente al Golpe de Melo, sus alusiones sobre la revolución de Melo
permiten comprender una posición de Diaz frente a este proceso desde su visión del socialismo
utópico cristiano.
Bruna se enfoca en registrar un fenómeno social que estaba debajo del movimiento de la sociedad
de artesanos, Diaz toma como protagonistas a humildes carboneros que se encontraban marginados
a todo este proceso social los cuales también encarnan el origen de la clase obrera. Sin embargo,
Diaz se distancia de los procesos revolucionarios armados en los que participan los artesanos, su
posición radica en unos cambios en la sociedad que no son por la vía bélica sino por una
transformación desde el cristianismo socialista. La novela, como lo señalamos en el apartado
anterior, presenta una propuesta pacífica que es representada por Jorge y los proletarios, que
presenta una solución de los problemas del país que viene de abajo hacía arriba, como lo señala
Vergara. La propuesta política de la novela se distancia de los procesos revolucionarios de carácter
bélico porque estos dejan desposeídos a los proletarios, para Díaz, son ellos quienes terminan siendo
las víctimas de estos procesos.
La realidad de los carboneros en la novela se encuentra atravesada por sucesos bélicos que ya han
afectado la humanidad de los personajes en su pasado. Por ejemplo, un rasgo que atraviesa las obras
de Diaz es el reclamo de las madres a quienes les arrebatan sus hijos para llevarlos a la guerra:
“Probe de mi hijo Menegildo que aquí en el patio lo amarraron de los
lagartos los liberales del año de 54 para hacerlo ciudadano armado,
como dijeron los soldados que lo apresaron. Y miré sumercé que lo
que siente una probe madre al ver amarrar al hijo de sus entrañas para
echarle a las tropas, eso no lo comprende sino la que es madre. Dios
perdone a los que no quieren que vivamos en paz en esta tierra.”
(Díaz,p.282)

Este tipo de reclamos también los podemos encontrar en novelas como, por ejemplo, Los
Aguinaldos de Chapinero y en Manuela, Diaz, en estas novelas plantea este problema, su
preocupación y denuncia radica en que son los hijos de las familias proletarias son los que
terminan siendo reclutados y los que posteriormente acaban siendo asesinados, sin siquiera
estos entender las realidades del conflicto.
Esta puesta en perspectiva de Diaz en Bruna ubica al lector en un pasado reciente en el que la
realidad del proletariado en la guerra ya ha tenido unas consecuencias. Por ejemplo, en el
cuadro “Cacería de escopeta” en el cuarto de Bruna se hace una analogía entre la historia de la
geografía y la historia del país, allí se encuentran partes de periódicos como El poRvenir, Gaceta
de cundinamarca, La bagatela y el 17 de Abril, estos recortes colgados en la habitación hacen
alusión a hechos que vuelcan a la independencia, a la dictadura de Bolívar, al Golpe de Melo, al
gobierno conservador de Ospina, entre otros. Jorge plantea una analogía entre las capas de la
tierra y los sucesos de los últimos 50 años en el país. Todos estos elementos ubicados
conscientemente por Díaz hacen explícita una conciencia de la historia política del país y
permiten al lector evaluar el proceso político que se ha llevado a cabo hasta 1862.
Así como se hace una referencia al pasado la novela plantea una posición clara sobre la
realidad inmediata que viven los personajes: las Guerras de la Soberanía y el levantamiento del
General Mosquera. El desenlace de la trama novelesca se funde en estos sucesos. El narrador, en
el último tramo de cuadros va saltando en el tiempo deliberadamente, y, al final, desde la
perspectiva de Jorge presenta lo que acontece con la familia proletaria, especialmente con
Bruna, su esposo y su hija, quienes terminan siendo aniquilados por estos sucesos.
En el penúltimo cuadro que transcurre en Monserrate, desde la perspectiva de un sacristán
artesano se relata el último tramo de vida Bruna, quien luego de un tiempo vuelve a aparecer en
la novela,andando en harapos y olvidando todo su pasado. La perspectiva que brinda este
personaje permite evidenciar cómo el levantamiento de Mosquera invadió gran parte del país,
pues este artesano, quien era parte del ejército de la Confederación es presentado como testigo
del proceso político que se está viviendo en el país para ese entonces. Él relata el combate detrás
de los cerros de Monserrate y Guadalupe realizado por parte del General Mosquera, el cual en
su acción militar termina despojando de su hogar a la familia carbonera, pues tras un combate
la pequeña choza de la familia termina envuelta en llamas y llevándose la vida del hijo de Bruna.
Así mismo, en el último cuadro, tras la muerte de Bruna, nos enteramos que su esposo
Fulgencio, se enlista en la guerrilla conservadora de “Los Guascas'' por venganza hacía el
movimiento encabezado por Mosquera y muere en combate. Diaz presenta estos catastróficos
desenlaces como consecuencia de estas revoluciones.
La guerra aquí termina siendo no un telón de fondo sino un motivo de reflexión de Diaz. La
novela plantea el problema sobre qué pasa con los proletarios en las guerras que se están
llevando a cabo en el país. Su crítica es directa frente al movimiento de artesanos que encabezó
Melo, por las consecuencias trágicas para la realidad del país que trajo este. Porque tanto los
soldados artesanos, los soldados del levantamiento de Mosquera y los combatientes de la
guerrilla conservadora "Los guascas" son quienes terminan siendo las víctimas, ellos y sus
familias. Tal como afirma el autor narrador en el epílogo final, las revoluciones “no hieren a los
grandes sino a los débiles y pequeños.” (Díaz,p.354).

Conclusiones

El objetivo de esta investigación, es por medio de los problemas analizados resaltar la riqueza
y valor literario de Bruna, la cual considero ha sido olvidada sistemáticamente tanto por la
crítica como por los lectores en general. Bruna es una novela que se encuentra sepultada en el
baúl de los archivos, como tantas otras novelas del siglo XIX colombiano. La importancia del
análisis de los problemas que se refieren a la aparición, condiciones de existencia y el devenir
histórico del proletariado en Bruna permite comprender el valor literario y vigencia de la
escritura de Díaz. Tal como sucede en Manuela, el carácter problemático de Bruna obliga al
lector a cuestionar la realidad política del país para entonces y lamentablemente, para el lector
contemporáneo, toparse con que muchos de los problemas planteados adquieren suma
vigencia.
En este sentido es necesario y fundamental analizar Bruna en contraste con Manuela,
porque Manuela es la obra más reconocida del autor y la segunda en publicarse en su
producción artística, pues la primera es una novela corta titulada Una ronda de don ventura
ahumada. La conciencia de Diaz en plasmar un proyecto estético de largo aliento obliga a
pensar estas novelas en su conjunto, incluso se hace necesario pensar la relación que se podría
plantear también con Los aguinaldos de Chapinero, El rejo de Enlazar o Pioquinta o el valle de
Tenza, puesto que en Bruna, como lo observamos, hay una preocupación muy clara por el
devenir histórico del país. Y precisamente en esto radica la importancia de la obra de Díaz, pues
si bien hay unos problemas transversales, en las otras novelas al margen de Manuela hay una
preocupación focalizada en otros problemas, en el caso de Bruna, en el nacimiento y devenir
histórico del proletariado y en las otras novelas en otros aspectos.
Así mismo, podemos comprender que la axiología correspondiente al socialismo utópico de
tipo cristiano en Bruna adquiere otros tintes en comparación con Manuela. En esa novela
tenemos al representante más digno de la propuesta política de Díaz: el cura, quien predica con
base a los presupuestos del primer socialismo de tipo cristiano. En cambio, en Bruna tenemos
otro ángulo sobre el asunto del socialismo utópico. Aquí observamos que existen dos
representantes de estas ideas en la ficción, por un lado Amilcar que representa las ideas de
Fourier y por el otro Jorge que representa el ideal de Lamennais y Saint Simon. Aquí, el
narrador autor se acerca más a las ideas representadas por Jorge, a pesar de ser liberal.
Sin embargo, además de tener estos dos representantes del socialismo utópico, la novela en sí
integra las ideas de estos pensadores y plantea su propia postura de carácter social cristiano.
Pues en el análisis casi de tipo sociológico que hace de la realidad de la Confederación
Granadina se acerca profundamente al análisis hecho por Saint-Simon de la naciente sociedad
industrial hacía finales del siglo XVIII, el desglose entre clases y el análisis de los nuevos
protagonistas de una sociedad pre capitalista: el proletariado. Esta similitud en el análisis de la
sociedad tiene unas variantes con respecto a la teoría de Saint Simon, pues Diaz piensa los
problemas en otra realidad y en otro proceso histórico, social y cultural. La preocupación de
Diaz por llamar la atención sobre el proletariado se debe comprender con base a la propuesta
política de carácter social cristiano pero entendiendo que Diaz entiende sus problemas como
sujeto histórico en el marco de 50 años de un proceso republicano en el país.
Es por ello que en la novela podemos observar un primer nivel, o una primera capa, que
pertenece al orden interno de la ficción, en la cual existen dos personajes que tienen como
principios dos teorías del socialismo utópico. Y como segunda capa la que pertenece al narrador
autor quien en su composición de la obra plasma una visión del socialismo cristiano, una
posición política desde la novela como artificio. Y en esto radica una novedad en la obra de
Diaz. Pues hay un debate sobre las ideas del socialismo utópico entre personajes y una
intervención desde la visión del autor que concilia y plantea una propuesta política ligada a esta
misma teoría.
Por último, así como en Manuela, la conciencia histórica que plasma en Bruna es de una
profunda preocupación existencial. Las preguntas: ¿Qué pasa con los proletarios en las
revoluciones? ¿Cuáles son las consecuencias de estas en el pueblo? son cuestionamientos que
atraviesan toda la novela. La composición de esta, en la que el autor narrador deliberadamente
indica al lector que se realizará una relación histórica en diferentes cuadros sugiere, y nos deja
comprender, que Diaz señala a su lector unas preocupaciones muy puntuales frente al devenir
histórico del país y del proletariado.
La preocupación de Diaz sobre este problema es muy profunda, por ello el Epílogo cumple
una función fundamental en la visión que el autor al final de su vida y de su obra da sobre el
país. La intervención como autor narrador, a modo cervantino en el Epílogo, permite observar
un profundo escepticismo de Díaz. Pues a pesar de que en la novela se lee una propuesta
política al problema, la novela tiene un desenlace sumamente trágico y fatídico y la posición
explícita del narrador al final de la obra deja entrever que Díaz observaba que en su momento
histórico era muy crítico y que la continuidad de la realidad bélica del país no traería buenos
resultados en materia política.
Como lo señalamos, la obra de Diaz se interrelaciona profundamente, y así como la de Balzac,
es un proyecto estético de largo aliento. Y también en este sentido y junto a los otros problemas
señalados, Diaz es uno de nuestros autores más modernos del siglo XIX junto a Isaacs, Vergara
y Soledad Acosta de Samper. Sin embargo, en el panorama literario colombiano del siglo XIX
ningún escritor se preocupó de forma tan comprometida por el pueblo o el proletariado como
Diaz. Y en el grueso de su obra Bruna es la novela que tiene una preocupación más focalizada
en el proletariado.
Resulta excepcional que un escritor tenga una preocupación tan brillante sobre el origen y la
condiciones de existencia de la clase obrera, incluso no solo en nuestro país sino a nivel
latinoamericano. Habría que analizar detalladamente cómo la preocupación de Diaz por el
proletariado se puede equiparar con la búsqueda de otros escritores, pues el compromiso que
plasma Diaz para con el pueblo posiblemente sea uno de los más originales en el Siglo XIX
latinoamericano. No sobra dejar la pregunta abierta aquí ¿Cuál es el primer escritor a nivel de
latinoamérica en observar el origen del proletariado y señalar sus condiciones de existencia?
Así mismo, a pesar de que el socialismo utópico fue una corriente que se conoce que tuvo una
acogida por el sector liberal en colombia y en latinoamérica, las investigaciones al respecto de
este problema siempre han omitido a Diaz como un gran representante del socialismo utópico.
A nivel latinoamericano Diaz, por lo menos para los libros de crítica más reconocidos, ha
pasado desapercibido, por ejemplo, Cappelletti y Carlos Rama en sus libros de la historia sobre
el origen de las ideas socialistas en latinoamérica a pesar de ser muy buenos y de citar a otros
escritores parece que no estaban enterados de la obra de Diaz.
Así mismo, a nivel de la crítica literaria latinoamericana Diaz es un escritor olvidado. Ni
Ureña ni Ángel Rama, en sus clásicos textos sobre literatura latinoamericana mencionan a
Diaz. Posiblemente si pensamos el análisis de los problemas que plantea La ciudad letrada
podríamos añadir un apartado sobre la figura de Díaz y su atípica irrupción en la elite letrada
siendo un escritor de “ruana” que vivía en las haciendas que rodeaban a Bogotá el cual irrumpe
la ciudad con su auténtica propuesta literaria.
Considero que en su debido momento, primero analizando la obras de Diaz en un contexto
local, en relación con el círculo literario de la época, los problemas socio culturales de nuestro
país y comprendiendo el proyecto estético de Diaz que abarca sus novelas y cuadros de
costumbre, se deberá hacer una comparación con la literatura latinoamericana. Para así abrir un
diálogo con la producción literaria latinoamericana y ver cómo el grueso de la obra de Díaz, que
ha sido olvidada en la tradición latinoamericana, pueda obtener un lugar allí y poder
seguramente plantear una serie de problemas debido a la riqueza de su obra.
Bibliografía:

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