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Las intervenciones de la profesora Diana Diaconu del Departamento de Literatura en el debate

del grupo de docentes ocasionado por la carta abierta de los egresados del Departamento de
Filosofía (18-27 de febrero de 2023)

Carta abierta de egresadxs a profesorxs del Departamento de filosofía de la UNAL, Colombia

Departamento de filosofía

Universidad Nacional de Colombia,

Profesores y profesoras,

Escribimos como egresadas y egresados del Departamento de filosofía de la Universidad Nacional


de Colombia para alzar públicamente nuestra voz y condenar los actos punibles del ahora ex-
profesor Porfirio Ruiz. Gracias a medios de comunicación alternativos, primero, y a medios de
comunicación nacionales e internacionales, después, nos enteramos de que el ahora ex-profesor
Ruiz fue objeto de un proceso disciplinario por acoso sexual a estudiantes de la Universidad Nacional
cuyo fallo en primera instancia ha mandado que sea destituido de sus funciones e inhabilitado por
veinte años. Son hechos muy graves que comprometen directamente al Departamento en un
contexto generalizado de acoso sexual a hombres y mujeres en la Universidad Nacional de Colombia
y en las universidades del país.

Nos dirigimos a ustedes directamente para demandar el reconocimiento público de la existencia del
proceso adelantado ante el Tribunal Disciplinario de la Universidad Nacional y su fallo en primera
instancia, información toda de dominio público. Además, exigimos que sean comunicadas
públicamente las acciones en el corto, mediano y largo plazo que tomará el Departamento de
filosofía para reparar a las víctimas, acabar con la impunidad frente al acoso sexual y el abuso de
poder por parte de docentes, y evitar la repetición de estos hechos. Les hacemos un llamado al
reconocimiento de su responsabilidad por no haber brindado un entorno académico seguro a lxs
estudiantes del Departamento, jóvenes hombres y mujeres que en ningún caso deben sufrir de
acoso o abuso sexual en el contexto de su formación universitaria.

Finalmente, esperamos que aprovechen esta lamentable situación para ponerse del lado de
estudiantes activxs y de egresadxs, y expresen la disposición del Departamento de filosofía de
acompañar y procurarle garantías a cualquier víctima de acoso o abuso sexual dispuesta a
denunciar.

Confiamos en que a ustedes, como a nosotrxs, les interesa la existencia de un Departamento de


filosofía, y una academia en general, libre de estas prácticas.

Cordialmente lxs abajo firmantes,

1. Ana María Amaya Villarreal (2007 y 2015)

2. Ann Spanger (2013)

3. Diana Milena Patiño (2007)

4. Paula Maldonado Currea (2007)

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5. Miguel Gualdrón Ramírez (2009)

6. Jineth Sofía Rubiano Acosta (2014)

7. Marcela Guarnizo Marin (2008)

8. Alejandro Farieta Barrera (2005)

9. Vanessa Villegas Solórzano (2004)

10. Adrián Leonardo Flórez Rico (2017)

11. María Teresa Flórez Rico (2015)

12. Rosalba Del Valle Reina Calderón (2006)

13. Camilo Ordóñez (2008-2012)

14. Laura Quintana Porras (2003 y 2007)

15. Ximena Gama Chirolla (2007)

16. Camila Rueda Ramírez (2009 y 2011)

17. Indalecio García (2006)

18. Yecid Muñoz Santamaría (2006)

19. Javier Guillot (2007)

20. Nancy Prada Prada (2006)

21. Marcela Tovar Thomas (2004)

22. Liliana Patricia Chaparro C

23. Laura Flórez León (2008)

24. Paula A. Gutiérrez Castaño (2010)

25. Carmen Paola Chamorro Salas (2006)

26. Luz Adriana Tamayo Duque (2013)

27. Carolina Patiño Cuéllar (2013)

28. Carolina Gómez Ortiz (2013)

29. María Lorena Riaño Leal (2008)

30. Melissa Dixon Carvajal (2012)

31. Juliana González Villamizar (2012)

32. Omar Daniel Contreras Gutiérrez (2009 y 2018)

33. Diego Duque (2007)

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34. Carlos Barbosa Cepeda (2007, 2011) —con profunda tristeza

35. Laura Juliana Castro Henao (2013) por las víctimas, por mi amigo.

36. Juan Pablo Bermúdez (2005, 2007)

37. Miguel Garzón Martínez (2008, 2011)

38. Angie Xiomara Bernal Salazar (2013)

39. María del Rosario Acosta (2007)

40. Juan Camilo Espejo Serna (2009)

41. Sonia Marcela Naranjo Morales (2009)

42. Eduardo Otálora Marulanda (2004)

43. Jaime Santamaría (2011)

44. Laura Matallana (2014)

45. David Racero (2008)

46. Sebastián Alberto Hernández Hernández (2015)

47. Luisa Fernanda Barrero (2005 – 2010)

48. Sofía Parra (2008)

49. Sylvia Cristina Prieto (2017)

50. Camilo Moncada

51. Madeleine Gutiérrez

52. Sebastián Rudas

53. Manuel Sebastián Tusso Zambrano

54. Fernanda Rojas

55. Juan Ardila Suárez

56. Laura Guevara

57. Paula Ruiz:

58. José Álvarez Sánchez

59. Jorge Sierra

60. Felipe Grismaldo Sandoval (2013)

61. Wendy Rodriguez

62. Diego Andrés Ávila Jacobo

3
63. Daniela Rojas

64. mateo diaz

65. Mauricio Moreno

66. Laura Valencia Hernández (2003)

67. Héctor Acero Ferrer

68. Carlos Gardeazábal Bravo (2000)

69. Heiler Zárate Arbeláez (2009)

70. Sergio Augusto C

71. Marcela del Pilar Gómez

72. Andrés Henao Castro

73. Luisa Rivera

74. Liliana Orjuela (2008)

75. Nicolás Mujica Urrego

76. Juan Felipe Montealegre

77. Angie Katerine Sabogal Joya

78. Diego Quintero Romero

79. Alberto César Beltrán Otálora

80. Joam David Gil Bermudez (2013-2017)

81. María Daniela Parra Bernal

82. Natalia Michelle Pineda Zorro (2018)

83. Esteban Quesada (2018)

84. Luz Teresa Gómez de Mantilla (1988)

85. Ginna García (2009)

86. Tomás Collazos Garay (2019)

87. Tomás Granobles (2022)

88. Yissel Andrea Garzón Herrera (2019)

89. Cristian Moreno (2016)

90. Víctor Andrés Arévalo Cabra (2007)

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91. Sofía Carreño (2020) (Con profundo arrepentimiento por no haber alzado la voz cuando
pude haberlo hecho)

92. Viviana Castiblanco (2017)

93. Natalia Tamayo (2020)

94. Andres Camilo Misnaza (2019)

95. Felipe León (2008, 2013)

96. Juan Diego Morales (2009, 2011 y 2015)

97. Juan Diego Bogotá (2017, 2019)

98. César Esteban Táutiva (2016)

99. Leonardo Gómez (2011)

100. Wilson Camilo Sarmiento Caro (2019)

101. Kevin Zafra Rodríguez (2019)

102. Carlos Acuña (2015)

103. David Alejandro Roa (2021)

104. Rogelio Acevedo Oquendo (2007)

105. Carlos Cortés (2016)

106. Tatiana Alexandra Perilla Méndez (2020)

107. Rodolfo Arango (1995)

108. Daniel Orlando Ávila Martínez (2018)

109. Fernán Ramírez Meléndez (2002)

110. Carolina González Agudelo (2012)

111. Sebastián Guzmán Becerra (2018)

112. Jem Marlon Casallas (2020

Primer mensaje (18.02.2023)

Apreciados colegas,

Veo con preocupación este comunicado que se permite acusar de encubridores a todos los
profesores de filosofía, en bloque, sin prueba ni argumento algunos. Reconozco allí unas constantes
muy peligrosas del discurso en contra de la violencia de género. Ante su falsa moral (pues es una
moral que se aplica siempre al otro y que nunca abarca también a los propios denunciantes), sus
contradicciones, incoherencias, generalizaciones indebidas, confusiones y desenfoques urge salir en

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defensa del pensamiento crítico y de la auténtica ética que deberían estar en casa en el medio
universitario. Por esta razón me permito hacer un llamado a matizar este discurso acrítico,
maniqueo y reductor, que lo confunde todo: ¡Profesores y estudiantes, antes de verterlo en
comunicados o publicaciones en redes es imprescindible pasarlo por el filtro de la razón crítica y de
la auténtica ética profesional, humana! Hacer justicia no es echarle la culpa al otro, de manera
impulsiva, sino practicar el examen crítico y autocrítico.

Estoy convencida de la necesidad de defender causas muy justas como la equidad de género y la
lucha en contra de la violencia sexual (y creo que, si bien no faltan los impostores e hipócritas que
aprovechan este discurso, muchas personas de buena fe llevan esta bandera), pero también creo
que es hora de tomar una posición crítica frente a esta retórica, esta narrativa muy esquemática
que se volvió una verdadera moda y un nuevo dogma. Es inadmisible que el discurso que reclama
justicia sea, a su vez, tan injusto, tan arbitrario, que el discurso en contra de la violencia sea tan
agresivo e intimidante. Que el discurso que defiende la igualdad y el respeto por el otro, sea tan
poco empático, haga oídos sordos a la razón, circunstancia, condición del otro, rechace todo punto
de vista ajeno, calle las otras voces y aspire a una verdad monológica, tan autoritaria y despótica
como el autoritarismo que denuncian pero, paradójicamente, cultivan, en detrimento del
pensamiento crítico. Que sus repetidores se crean con derecho de abusar porque denuncian el
abuso, de acosar e intimidar con el buen fin de combatir el acoso, de atropellar quejándose de los
atropellos. Que exijan, que alcen su voz demandando respeto a través de un comunicado que falta
al respeto a muchos profesores admirables y totalmente inocentes, culpando de manera
indiscriminada y temeraria a todo un departamento de los más pensantes.

Sin conocer personalmente a los colegas de filosofía, me resulta comprensible que, como personas
sabias, no se apresuran a posar de Gran Justiciero, como lo hacen las personas que de manera
acrítica abrazan el discurso de género, sino que se dan cuenta de que la realidad es más compleja y
no es totalmente de su competencia, ni de la competencia del Departamento de Filosofía. No
publicar no tiene por qué ser siempre sinónimo de ser cómplice o encubrir, como en la visión
simplificadora que está tan de moda. Bien puede tratarse de dejar en manos del órgano competente
un problema que no es prudente tratar de resolver entre colegas, porque muy probablemente es
complejo, como lo fue, desde los comienzos de la humanidad, la sexualidad, que precisamente por
eso ha merecido tantos estudios filosóficos, psicológicos, psiquiátricos, médicos, antropológicos y
ha tenido tanta importancia en la literatura. Un problema que no se resuelve con un discurso
simplificador y maniqueo que de antemano sabe quién es el culpable y quién es la víctima. Pueden
resultar necesarios otros puntos de vista, otros conceptos, como por ejemplo el médico, el
psiquiátrico, el psicológico, etc.

Es difícil imaginar que, a raíz de la lectura de unos periódicos y del fallo del Tribunal Disciplinario, un
filósofo considere que está en posesión de la verdad, con base en la cual debe actuar. Entonces,
¿para qué presionarles a decir o a hacer lo que está de moda? ¿Qué querrán que hagan? ¿Qué
saquen la filosofía antigua del pénsum, como medida de prevención? ¿Qué saquen un comunicado
a la opinión pública? ¿Qué elaboren un Protocolo del Hombre Sabio? (disculpen, de la/le/el
hombra/e/o sabia/e/o, lo puse así, rápido, pensando que, para los colegas de filosofía, “hombre”
todavía es sinónimo de “ser humano”, a la antigua).

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Segundo mensaje

Apreciada profesora Merry: mis comentarios no son desviaciones, sino críticas. O bien, desviaciones
del dogma. Otra mirada, que pone de manifiesto las múltiples contradicciones, incoherencias y la
doble moral del discurso de género. El problema es la carta de los egresados en la medida en que
este documento es un reflejo del molde discursivo que lo produce: el enfoque de género, que es
demasiado pobre, reductor, esquemático, maniqueo, antiético y por eso no es capaz de comprender
de manera matizada, humana y justa la compleja realidad. De manera que esta retórica no soluciona
la violencia, sino que, al contrario, engendra más violencia e injusticia. El ejemplo lo aporta esta
carta ya mencionada: ¿cómo se les ocurre a los autores culpar sin pruebas ni argumentos a todo un
departamento de profesores, solamente porque no actúan según el guion de las denuncias de
género? Y claro que no actúan así, porque son personas que tienen otro tipo de lecturas y de
horizonte cultural. ¿Y cómo se hace que a varias profesoras les parece muy apropiada y digna de
aplaudir su carta? Todo esto ocurre por la mediación de un modelo discursivo, un estereotipo que
condiciona sus escrituras respectivamente lecturas. De estos anteojos deberíamos librarnos, a mi
modo de ver.

Tercera intervención (19.02.2023):

Apreciadas profesoras,

Con mucho gusto aclaro mi posición de distancia con respecto al discurso feminista masivo, posición
que hasta ahora he tratado de resumir y abreviar lo más que pude por pudor, para no enviar
mensajes demasiado largos, ni intervenir demasiado a menudo en esta discusión.

Me es importante aclarar desde un comienzo que me refiero a este tipo de discurso, banalizado y
aligerado de contenido crítico, pero muy exitoso y que está muy de moda, y no a todo discurso de
género, del cual los docentes especializados en el asunto conocen, desde luego, mucho más. Un
discurso de género que fue reducido y simplificado, convertido a un formato de difusión masiva
para tocar la sensibilidad de las multitudes y cooptar a toda una masa irreflexiva, con
comportamientos y actitudes kitsch. A mí, como profesora de literatura me interesa, entre otras, la
problemática de las modas críticas y culturales y sus repercusiones en el campo académico o en la
crítica literaria. Por lo tanto, aquí les planteo el análisis de un discurso. El discurso de género
mediatizado e institucionalizado, el modelo discursivo que está detrás de esta carta abierta y de la
narrativa mediática que denuncia el caso del profesor Porfirio Ruiz. Discurso que representa una
versión adulterada, corrompida, de lo que era o debía ser un discurso crítico, de auténtica denuncia,
a servicio de la justicia y de la igualdad, y que es asimilado por el discurso oficial, de manera que hoy
es un discurso hegemónico más.

Y como discurso del poder que es, le encanta sembrar terror, dominar por el miedo. Esta discusión
en el grupo de docentes es una viva prueba de ello. Si este debate, tan importante que interesa a
toda la comunidad universitaria, es todavía tan poco nutrido y da la impresión de que hay casi
consenso, exceptuándome, alrededor del discurso masivo de género y sus planteamientos, esto se
debe precisamente a que se trata de un discurso institucionalizado, tan autoritario como cualquier

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discurso del poder, que “logró” con sus prácticas acallar, amedrentar, intimidar a todo el mundo
que piensa diferente, de manera que parece que soy la única que critica este discurso. Lo cual no es
cierto, hay muchos docentes que tienen puntos de vistas afines al mío y mucha más experiencia y
conocimiento que yo, que podrían aportar reflexiones muy valiosas a esta búsqueda común tan
necesaria de vías alternas para solucionar el problema de la violencia de género (y, en el fondo, de
la corrupción). Pero si seguimos en el callejón sin salida al que nos llevó el discurso que critico, que
no soluciona nada porque no dispone de los medios para hacerlo, es porque todas estas voces
distintas fueron acalladas. Y las personas amenazadas, amedrentadas o profundamente
decepcionadas y desmoralizadas, dejan que se imponga y se institucionalice esta visión única, la
políticamente correcta, antes que meterse en un lío. ¿Es éste el entorno seguro que nos brinda el
discurso masivo de género, que acaba con el debate y con la diversidad y pluralidad mientras
pretende defenderlas? Pero las defiende solo cuando es de su conveniencia e impone por el miedo
un falso consenso, fingido. Acaba con el diálogo crítico, libre, e instaura el terror de la corrección
política. Pensar diferente ya es un delito para este discurso. Quien no está con nosotros, está en
contra de nosotros. Véase el caso, iluminador en este sentido, del profesor Renán Vega Cantor de
la Universidad Pedagógica, expuesto al muro de la infamia y amenazado de muerte por no abrazar
por consigna el discurso de género, porque no quiere enseñar en sus cursos la corrección política
de moda. ¿No son más bien fascistas estas prácticas? Ni se diga dónde quedan entonces todos
estos derechos que tanto defendemos, la libertad de cátedra, de expresión, de pensamiento, de
opinión, la autonomía universitaria…

¿La justicia? ¿Cómo se va a hacer justicia con un planteamiento tan pobre y superficial que solo da
para el desquite y la venganza primitivos? Que pregona la inclusión pero practica la exclusión y
proscribe el diálogo y el análisis crítico. Aspira al monologismo y a la verdad única y trata de venderse
como discurso “progre” y de izquierda, vean ustedes el sancocho. Uno de los axiomas de este
dogmático, inquisitorial discurso es la descalificación, escarnio o eliminación de quien lo critique o
no lo adopte. Se le deshumaniza por completo y se le descalifica, se le tacha enseguida de
encubridor, delincuente, abusador, maltratador, etc. Y este proceder no solo no es “progre”, ni tiene
nivel universitario, sino que es una manera fascista, en esencia, de sembrar terror: si no estás de
acuerdo, eres un abusador y serás el próximo blanco. Y ya sabes como nos ensañamos con la víctima,
qué digo, con el victimario. Nos encanta la crueldad como espectáculo masivo. Si seguimos así,
dentro de unos años va a ser muy natural (como hoy lo son los muros de la infamia, reales o
virtuales), descabezar al supuesto victimario y jugar fútbol en la Plaza Che con su cabeza o exhibirla
por todo el campus. Con la sorpresa de que en algunos casos, muchos años después, nos
enteraremos de que se trataba de una confusión, un equívoco que, a estas alturas sería mejor callar
para no confundir a la opinión pública. No más violencia de género, muy de acuerdo con ustedes,
pero no tratemos de servir esta causa promoviendo la violencia. No más muros de la infamia,
tampoco, por favor, porque esto destruye la comunidad universitaria y es de trogloditas, no de
gente pensante. No se puede enseñar en un ambiente de terror y estigmatización, que no es
compatible con el ejercicio de la libertad y del espíritu crítico.

Que alguien piense diferente y critique el discurso masivo de género no significa que aboga por la
impunidad, que no le importan los estudiantes, que defiende la violencia o demás anatemas que
este exitoso discurso suele lanzarle al que se resiste a ser seguidor de esta tendencia. En esto, el
discurso masivo de género calca un discurso igualmente exitoso, pese a su alto grado de pobreza y

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podredumbre, el discurso uribista: si estás en contra del uribismo, eres enemigo de Colombia y por
tanto tu eliminación se convierte en una buena acción, un acto ético, no solo justificado sino incluso
necesario y digno de aplaudir. A mí me importan mucho los estudiantes y la universidad, tengo un
sentido muy agudo de la justicia (por eso decidí escribir aquí) y precisamente por eso denuncio la
doble moral y la pobreza extrema del discurso masivo contra la violencia de género, un nuevo
discurso del poder. Mi forma de respetar a mis estudiantes es contribuir a la formación y desarrollo
de su pensamiento crítico, en vez de complacerlos en todo y darles siempre la razón, porque no son
clientes, ni adeptos que hay que ganar de cualquier forma, sino que son estudiantes. Hoy siento que
debo advertirlos sobre la trampa de este discurso adulterado, que es lo contrario de lo que promete,
que proscribe el análisis crítico y trata de convertir a sus adeptos en marionetas, que posan en vez
de tomar posición.

Porque, además, este discurso que defiende a las víctimas y a los ofendidos, a su vez ofende y
produce víctimas (que esconde), entre los profesores y también entre los estudiantes. ¿No será
posible defender a las víctimas sin producir más víctimas como supuesto efecto colateral
inevitable? Las prácticas recomendadas por este discurso conducen a menudo a pensamientos
suicidas, tentativas de suicidio y suicidios, estos sí muy poco mediatizados porque no están de moda.
Ante estos casos, de los que es directamente responsable, este discurso de doble moral calla, como
si no se tratara también de estudiantes que hay que proteger, porque a veces no son culpables en
absoluto, otras veces no son los únicos culpables y de todos modos, no se merecen la tortura
psíquica y a veces la muerte a la que los condenan los bárbaros y arbitrarios muros de la infamia,
reales o virtuales. A veces se descubre después de que la víctima de este discurso se haya suicidado
o haya ingresado en el psiquiátrico que fue un error, no se trataba de un violador, pero el muchacho
no aguantó el linchamiento mediático y toda la campaña de difamación. Otras veces se arrastra a
un respetable profesor septuagenario digno de toda estima y libre de toda culpa ante el tribunal
disciplinario: a una muchacha que iba perdiendo la asignatura la amiga militante le aconseja acusar
al profesor de acosador para no perder los créditos. Si este discurso fuera justo y ético, reconocería
la responsabilidad y censuraría a los culpables también en estos casos, pero no lo hace jamás porque
no es autocrítico, ni es coherente, ni es realmente ético sino que solamente finge serlo. ¿Esto no
nos debería preocupar, que al profesor que está ya coronando una carrera sin tacha le puede dar
un infarto al verse ninguneado y tratado como delincuente cuando no lo es? ¿Quién responde por
todos estos errores, producto del carácter rudimentario y esquemático del juicio, y que a veces
acaban literalmente con la vida de la persona y otras la dañan definitivamente? Al final, una vez
deshecho el equívoco, al profesor no le dijeron ni “perdón”. A mí me duelen y me inquietan los
casos de violencia de género, como a ustedes, pero también me duelen estos otros casos
provocados precisamente por el discurso que debería evitarnos la violencia, no traernos más de
lo mismo. Son muchas, demasiadas, las preguntas que este discurso no se plantea. ¿Es femenino
publicar, exhibir la intimidad ajena? ¿Es absolutamente necesario, o llega a convertirse en morbo,
crueldad y goce perverso con el dolor ajeno? ¿Aporta esto realmente algo? ¿A quién le debería dar
vergüenza: al escarnecido o al escarnecedor? Si no fuera sesgado, maniqueo y antiético, este
discurso, en todos estos casos también pondría el grito en el cielo: ¡Nunca Más! Ni uno más! Ni una
más! Pero calla, solo ve lo que le conviene y solo hace justicia cuando le conviene, es decir, NO hace
justicia.

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Por último, el carácter maniqueo y simplificador de este discurso se hace patente en lo esquemático,
reductor y estereotipado de la situación que siempre plantea: un denunciante, que siempre es
víctima en un ciento por ciento y tiene la razón en un ciento por ciento, y dudar de esto está
prohibido. No existe el otro, ni la razón del otro. Y así como se idealiza a la supuesta víctima, así se
sataniza y deshumaniza al supuesto victimario y se le desacredita totalmente desde un principio.
Una vez eliminado el diálogo y la razón ajena, el juicio es fácil. Pero la falta de análisis y de
perspectiva, de contexto, la miopía del planteamiento conduce a menudo a confusiones,
arbitrariedades, exageraciones que traen más sufrimiento que justicia. La narrativa mediática sobre
el caso del profesor Ruiz ilustra muy bien este carácter maniqueo del discurso mediático de género
que idealiza a los que identifica como víctimas y sataniza al que considera victimario. Hace tabula
rasa del contexto, pierde de vista los matices.

Y por favor no crean que defiendo a una persona, a la que no conozco siquiera, ni me apliquen la
tópica intimidación del discurso de marras, como se acostumbra, sino que me avergüenza que en la
Universidad Nacional de Colombia de la que estoy tan orgullosa y que veo como un reducto del
pensamiento crítico, se está procediendo de manera tan irreflexiva, deshumanizando y culpando en
un ciento por ciento al profesor de una situación muy lamentable y también muy compleja, por la
cual él no es el único responsable, en vez de quitarse los anteojos de este discurso y analizar a fondo
este asunto para solucionarlo con verdadera humanidad y ética y así, tratar de que no se repita. Mi
causa no es ni una persona en concreto, ni un género en concreto. Lo que defiendo es el
pensamiento crítico, libre, autónomo en nuestra universidad. Soy mujer y como a ustedes,
profesoras, me indigna el machismo, pero veo con horror que con este discurso masivo de género,
la cura nos sale peor que la enfermedad. Pareciera, según este discurso, que una no puede ser mujer
sino de acuerdo a sus patrones estereotipados. Para mí, ser mujer es ser libre y pensante y dentro
de estas casillas no se puede pensar, hay que liberarse de ellas y más bien, en nombre de la
universidad y de la academia, poner en el muro de la infamia este discurso de segunda mano que
es una vergüenza y construir un nuevo discurso crítico y plural.

Cuarta intervención (20.02.2023, el día del pronunciamiento de la Facultad de Ciencias Humanas.


Sugerencia: adjuntar el comunicado):

Primero que nada, quisiera agradecer a las directivas de nuestra facultad por ilustrar mi
planteamiento con el comunicado de hoy, muy oportuno en cuanto aporta la prueba actual,
contundente de que el discurso masivo de género es un discurso hegemónico, con todas sus
características y no un discurso progresista, ni de izquierda, ni de la justicia, libertad e igualdad, ni
de defensa de las víctimas, como quiere aparentar. Y con esto aportan también el mejor argumento
para contestar al asombro de la profesora María Luisa, que no ve el vínculo entre este discurso y el
poder y, sobre todo, a las inquietudes, éstas sí, muy legítimas, de la profesora Mery. Seguramente,
la profesora conoce muy bien, de su práctica como representante profesoral, las falacias de los
discursos hegemónicos, sus planteamientos y sus falsas soluciones, pues fingen resolver problemas
reales cuando, en realidad, usan el discurso en función de intereses personales, y no colectivos,
relacionados, de una forma u otra, con el poder.

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En segundo lugar, debo agradecer el mensaje de la profesora María Luisa, que nos ofrece una buena
muestra de lo violento, arbitrario y descalificador que puede ser el discurso estudiado cuando se
enfrenta al examen crítico, que no aguanta. Solo se le puede enfrentar con insultos, amenazas y
anatemas, tratando de apelar, una vez más, al terror y al tabú para acallar todo cuestionamiento
crítico, ya que no tiene respuestas. Sin embargo, la profesora que se permite hacer afirmaciones,
todas ellas lugares comunes de este discurso, que me pueden volver blanco de agresiones (me
señala, sin sustento alguno, como adversaria de los derechos de las víctimas de violencia de género
y defensora de los agresores, que culpa a las víctimas y no es solidaria, además, me acusa de
asociarme con los más fuertes cuando yo defendí a los sin voz, pero, sobre todo, el pensamiento
crítico frente al superficial). Estas calumnias y amenazas son prácticas terroristas, afirmaciones que
me exponen a agresiones verbales y físicas, lo cual es delicado, profesora.

Pero me gustaría contestarle más en detalle a la profesora Mery, a la que, si bien no conozco mucho,
siempre saludo con simpatía y de la que estoy convencida que actúa de buena fe y tiene un gran
corazón, igual que todos los profesores de enfermería que he conocido. Como trabajamos en áreas
tan distintas, usted sanando heridas reales y yo tratando de enderezar males escribiendo, entiendo
perfectamente que a usted le parezca muy abstracto todo mi discurso y dude de su incidencia en la
realidad concreta. Pero el análisis de un discurso no es nada abstracto, es entender qué hay detrás
de unos propósitos que se presentan como lo que no son y engañan y manipulan a mucha gente.
Creo que todos tenemos reciente la experiencia dolorosa de conversar con personas honestas que
abrazaban el uribismo creyendo que defendía a la gente de bien, sin caer en cuenta de que eran las
víctimas de este discurso precisamente.

Profesoras que me ornan con los epítetos rituales de este discurso: yo no abogo por la impunidad,
ni estoy a favor de la agresión, que más bien ustedes practican, ni soy indiferente al sufrimiento de
las verdaderas víctimas, ni soy antifeminista. Y esto está clarísimo en mi planteamiento. Estoy a
favor de la justicia y de la libertad y en contra de la violencia, que este discurso masivo de género
que se ha institucionalizado no ha sabido solucionar, sino que nos ha traído más violencia y terror.
Es obvio que es necesario un cambio de carril o una ampliación de la mirada, que debe ser plural.
Hay más cosas en el mundo de las que caben en este limitadísimo molde narrativo del discurso
masivo de género. Para esto es necesario el debate amplio, en un ambiente propicio al diálogo.
Deben participar y poder hablar sin censura no solo juristas, sino sociólogos, politólogos, psicólogos,
psiquiatras, médicos, científicos de todas especialidades etc., y sobre todo los filósofos, que nos
pueden hablar de la ética auténtica, tan diferente de su versión institucionalizada. Pero este discurso
banal y poderoso los tiene encarcelados y sin poder hablar, según el testimonio de uno de los
profesores que, en el ambiente de terror creado por este discurso masivo, se siente excluido y
marginado por su condición de hombre y de profesor de filosofía del Departamento de la UNAL.
¿Pero no se llama esto discriminación, justo lo que un verdadero discurso de género debería
combatir? Pues sí, pero resulta que este discurso masivo la combate y la cultiva cuando le conviene.
Esto no es coherente.

No me culpen de la manera como instrumentaliza una persona u otra mi discurso, porque el discurso
de género es de los más instrumentalizados y hubiera sido muy necesario asumir la tarea de estudiar
esta instrumentalización, denunciarla y tomar distancia de este discurso adulterado, deslindar de él
al discurso feminista crítico y, al parecer, no lo hicieron. ¿Que no hable porque no soy experta como
ustedes? ¿Que no proponga otra mirada, desde otra perspectiva, es decir, que se evite todo diálogo

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y mirada interdisciplinaria? ¿Toda perspectiva diferente? Ahí está pintado el discurso monológico y
autoritario que critico. Pues esto se hizo y miren dónde estamos. Es necesario hacer lo contrario,
abrir el debate entre todos, con participación de toda la comunidad.

Crear unión, empatía, confianza, acercamiento y no distanciamiento, histeria, terror, censura. Y en


un ambiente así, desde una mirada abarcadora, se podrá hacer justicia con ecuanimidad. Que cada
uno responda por lo que hace, pero no por lo que no hace, porque ya vemos como ustedes,
tergiversándolo todo de acuerdo al guion de género, me acusan de algo que yo no he hecho ni he
dicho. Me acusan de fomentar la violencia y otros horrores que ustedes mismas están inventando,
por tanto son ustedes las que deben responder por eso.

De lo contrario nos hundimos en un mundo de odios y venganzas sin fin, vamos para atrás, hacia el
mundo de Crónica de una muerte anunciada.

Última intervención (23.02.2023) con su documento adjunto, la carta abierta del profesor Renán
Vega Cantor al Rector de la UPN

Voy a intervenir por última vez en esta discusión, porque en realidad, mi intención inicial era pedir
que se respete, como se debe, a los profesores del Departamento de Filosofía y que no se los culpe
sin investigar, sin argumentos, ni pruebas. La universidad y los colegas no pueden desacreditar a los
colegas del Departamento de Filosofía siguiendo un discurso de masas y una moda, por más firmas
que lo pidan y por más presión que hagan. No antes de que se investigue debidamente y sin sesgo
el caso y se imparta justicia, de la cual nadie se puede apoderar, monopolizándola. Tampoco pueden
callar e intimidar a los profesores de filosofía, al contrario, los tienen que consultar sobre problemas
tan importantes como la lucha en contra de la violencia de todo tipo y de la corrupción.

En otras épocas hubiera resultado impensable que, sobre los problemas importantes de la sociedad,
en vez de que se pronunciaran los sabios, hablaran los necios. Y todavía menos admisible que una
institución que goza de un merecido prestigio como la nuestra se viera forzada a adoptar por
corrección política, los mismos patrones de pensamiento y conducta de un discurso de masas. Me
veo entonces obligada a aclarar unas tergiversaciones de mis planteamientos y unas confusiones
que me parecen graves, aunque hubiera sido deseable que aquí se expresara una pluralidad de
voces en vez de que intervengamos siempre los mismos. Pero esto no está ocurriendo, porque no
existe el ambiente necesario para un debate amplio y un real diálogo. Por este medio no se puede
hablar por las prácticas intimidatorias como la amenaza y la difamación, porque se presta para
distorsionar las palabras de los otros y para llevarlo todo a las redes, el espacio donde el discurso
para las masas se siente como pez en el agua. (Yo no he sacado de aquí nada de nuestra
conversación, porque a mí me interesa la universidad no las redes, soy académica y no
propagandista, y me entero con sorpresa de que nuestra discusión está en las redes). Una prueba
contundente de estas prácticas son las acusaciones infundadas, los señalamientos que me vuelven
blanco de agresiones y las calumnias que recibo por parte de la defensora de víctimas y mujeres,
María Luisa Rodríguez y de la defensora de derechos humanos, Mónica Godoy, por haber propuesto
un análisis crítico de un discurso adulterado que, al volverse masivo, perdió lucidez y cayó en lo
kitsch, se volvió moda frívola. Es decir, por haber hecho un ejercicio de pensamiento crítico. Y estos
ataques por pensar diferente y no decir lo mismo que la ortodoxia de género, se me lanzan, ¡fíjense
bien en el disparate!, en nombre de la defensa de las víctimas, de la defensa de la mujer y de sus
derechos, de la defensa de los derechos humanos y de la justicia.

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Varios profesores lo han manifestado: no pueden hablar porque son hombres, ¡habrase visto!, y
porque en seguida este discurso arbitrario los acusa de potenciales delincuentes, así, en bloque, sin
argumento alguno y en nombre de la justicia y de los derechos humanos y de todo su sancocho, este
sí posmoderno light. Todo un Departamento de Filosofía sin poder decir ni mú porque está
conformado por una mayoría de hombres. ¡Por favor, salgamos de lo ridículo! Es impresionante la
cantidad de correos que me llegan por parte de profesores de todo el país que, por ser hombres,
sienten que se les quitó el derecho a la libre expresión. ¿Me van a decir que todos estos colegas
míos son unos tarados y si no son abusadores, son abusadores en potencia? Me entero de
demasiadas vidas dañadas, gente amenazada, acusada sin el debido proceso, cuya salud física y
emocional se va deteriorando. Sería urgente que la universidad propiciara un auténtico debate y
una auténtica reflexión, ofreciendo el espacio y las garantías, porque, a todas luces, este correo del
grupo de docentes y las redes sociales no son los canales adecuados para llevar esta discusión. Así
que doy por terminadas mis intervenciones aquí y no contesto más preguntas.

No existe mayor ofensa que se le pueda hacer a la víctima auténtica que poner el victimismo de
moda para que masas de impostores y seguidores se autodeclaren “víctima”, como si esto fuera un
juego, cuando ser víctima es algo grave, serio, doloroso e instrumentalizar el sufrimiento es tan bajo
que no tiene nombre.

No entiendo cómo es posible que alguien de buena fe deduzca de mis planteamientos que yo invito
a no denunciar. Desde pequeña, la gran mujer y profesional que fue mi abuela materna, cirujana
obstetra, me enseñó a no aguantar nunca ningún maltrato y a hacerme respetar, que es lo que
enseño, a mi turno, a mis estudiantes. A pensar por sí mismos, a exigir sus derechos, a denunciar los
abusos y a los abusivos, lo que yo misma hice siempre que lo sentí necesario y lo que estoy haciendo
en este mismo instante. Pero hay que aprender, y luego enseñar, a hacer que este gesto sea
genuino, consciente, reflexivo, producto del pensamiento crítico y del libre albedrío, y no inducido
por un lavado de cerebro y por una moda kitsch. A que resulte de una toma de posición, no de una
pose. Por lo tanto, me parece muy valioso que los estudiantes denuncien todo abuso, siempre y
cuando piensen antes de denunciar, lo hagan con criterio y no según un guion pobre, que lleva a
confusiones, distorsiones y exageraciones. Estas últimas producen más abuso y violencia,
deslegitiman la denuncia digna y fundada, desvirtúan la lucha legítima, porque mezclan
arbitrariamente justos y pecadores. Que los estudiantes y los profesores no se aguanten ni se
resignen, pero que tampoco se acostumbren a culpar o señalar de manera irresponsable, sin
argumentos, ni pruebas, respaldados por un consenso tan masivo como irreflexivo. Que se
denuncien los abusos, pero que no se abuse del denuncio, ni se culpe o intimide temerariamente al
inocente en nombre de la defensa de las víctimas, porque esta no es sino revictimización e
instrumentalización, vil aprovechamiento de las víctimas, y no su noble defensa.

Este discurso de género para las masas es el primero en faltarle el respeto a la verdadera víctima y
en atropellar su dignidad, porque transforma en moda y pose, banal, frívola, un asunto serio y grave
como la existencia de las víctimas reales; trafica con el sufrimiento ajeno. Las usan como
combustible para la verdadera empresa de la denuncia que montaron también en la universidad y
que atiende víctimas reales, pero que, cuando no las hay en suficiente número como para justificar
tanto personal dedicado a la empresa, las fabrica. Más de una persona, en vez de dedicarse
fundamentalmente a su labor docente e investigadora, elige el camino fácil de esta dudosa lucha
que consiste en atizar la siderúrgica prendida de las denuncias, fundadas e infundadas, mezcladas

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indiscriminadamente. El ejercicio de animar denuncias convertido en quehacer de tiempo completo,
de “experta”, convierte a la universidad en un refugio para la mediocridad: esta clase de feminismo
adulterado, igual que el machismo, lleva a la formación de las roscas. Veamos lo que el discurso
masificado de género produjo aquí, en este correo colectivo, como respuesta a mis diferencias: una
sarta de ataques personales que parecían salidos de cualquier lugar menos de la universidad más
prestigiosa de Colombia. Institucionalizado, este discurso masificado y banal nos trae una dictadura
de la ignorancia y de la vulgaridad. Es la caída en el terror, el kitsch y la violencia; desprestigia, incluso
calumnia, a nuestra universidad, presentándola en los medios como el recinto de degenerados
morbosos que no es.

Amenaza con convertir a la universidad en un circo. Un circo de la crueldad. La literatura del absurdo
le queda pequeña a esta realidad que sería cómica, si no fuera trágica. Callan a los sabios para que
hablen los necios, que llevan la batuta y que quieren forzar a los primeros que actúen según un
guion telenovelesco. Los sabios, cuyas reflexiones harían tanta falta y cuyos testimonios deberían
ser la primera fuente para investigar el caso ocurrido, están proscritos, y los dueños del circo
hablando el lenguaje de la corrección política. Hemos caído muy bajo, urge recuperar la dignidad
humana, como comunidad universitaria.

El verdadero enemigo de este feminismo banalizado, de masas es el pensamiento crítico. Quisiera


acabar con él y, por tanto, con la calidad y la excelencia académica. Lo voy a demostrar
desmontando, al mismo tiempo, una falacia más: el mito de que este discurso posmoderno banal
es un discurso luchador, de izquierda. La “lucha” de género basada en este discurso masivo reductor
y adulterado, nada, absolutamente nada tiene que ver con la izquierda pensante y la militancia de
izquierda animada por la buena fé. Tiene que ver con el terror, el matoneo y el fascismo. Y para
dejarlo muy claro adjunto la iluminadora carta del muy respetable profesor Renán Vega Cantor. Lo
hago sobre todo porque me duele como manipulan a ciertos estudiantes no muy críticos, que llegan
a actuar según un guion pobre y violento que convierte la digna lucha de género en una farsa.

¿Qué se ve con toda claridad en la carta abierta del profesor Renán Vega? Que el discurso feminista
de masas, ya institucionalizado, se ensaña con un profesor de excepción, un admirable
representante de la izquierda pensante y militante, que no tiene absolutamente nada que ver con
ninguna violencia de género, ningún acoso, ningún abuso, y al que los practicantes de este discurso
sin norte difaman en los muros de la infamia y amenazan de muerte. Las directivas cobardes,
disculpen el pleonasmo, en vez de solidarizarse con esta víctima del matoneo de género salen con
el comunicado de cajón: condenan toda violencia de género y se solidarizan con el tópico de las
víctimas de la violencia de género, en vez de proteger y solidarizarse con la víctima real: la víctima
del discurso mediático e institucionalizado sobre la violencia de género. Con base en este discurso
masivo en alianza con el poder hostigan al profesor y lo quieren eliminar porque piensa diferente y
no comparte la perspectiva de género, que es la única políticamente correcta. La representante
estudiantil es la única que les da a todos los del CSU una clase de dignidad. Suficiente ilustración.
Espero haber dejado muy en claro ahora que mis planteamientos, a diferencia del discurso que
critico, nada tienen que ver con la derecha, ni con el oficialismo y que por eso no pueden servir a
ningún agresor y abusivo que se quiera defender con mis argumentos. Así que todo intento de
asociarme y de responsabilizarme como ideóloga de la agresión y la revictimización fracasa y
constituye una calumnia y una agresión.

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Pero lo terrible es que el discurso de marras ya se ha institucionalizado y es según sus patrones
estrechos y con sus protagonistas como que se imparte la justicia incluso en la universidad, la casa
de la razón crítica. Los profesores de filosofía no son ni cómplices, ni indolentes: son civilizados y
pensantes. Tienen razón y actuaron bien precisamente porque no se dejaron llevar por la moda de
la corrección política de género. A todas luces, el caso del profesor Porfirio Ruiz debe ser investigado
con ecuanimidad y seriedad, y no llevado ante un tribunal semejante a la inquisición, que actúa
según las leyes atávicas de la venganza. Y esto, en primer lugar, no por una persona u otra, un caso
concreto u otro. Sino por el buen nombre y la dignidad humana y pensante de la universidad, pues
es una vergüenza que nuestra universidad actúe de esta manera. No se trata de esconder nada, ni
de encubrir a nadie, ni de dejar ningún delito impune. Se trata de investigar el caso de manera
inteligente, justa y civilizada, digna y responsable. Mientras no haya todavía una investigación seria
y un fallo jurídico no se puede satanizar y deshumanizar, sometiendo al escarnio a un profesor que
la vida entera estuvo al servicio de la universidad. No digo en ningún momento que el profesor no
responda por sus actos, pero que se analice de forma ecuánime y racional su caso (y ¿cómo se va a
hacer eso sin dejar hablar a sus colegas de filosofía?), no de una manera telenovelesca, vulgar,
kitsch, porque esto no lo envilece en primer lugar al profesor implicado, sino que ensucia el nombre
de la universidad. Entiendan que no se trata de personas y casos concretos, sino de un
planteamiento más general, que implica, más que a personas y casos concretos, a la vida de la
universidad. Por eso no se debe llevar todo al plano del chisme y del ataque personal, porque la
universidad no es un espacio para esto. Hay que hacer justicia verdadera con altura.

Por último, como ya dije, mi propósito no ha sido criticar los estudios de género, sino un discurso
de masas, banalizado y reductor, que no puedo identificar con la condición femenina. Para mí, ser
mujer es todo lo contrario de ser convencional y psicorrígida. Es precisamente salir del estereotipo
y de lo políticamente correcto y no caer en él, ser pensante, libre, creadora, diferente. Según el
discurso dogmático, si no pienso y siento igual, soy antifeminista, ya no soy ni siquiera mujer. ¿Acaso
solo se puede ser mujer según los patrones de la corrección política y de la mediocridad? ¿Seré un
hombre disfrazado? No, no se puede encasillar a la mujer en un único patrón, y menos en un patrón
tan limitado, porque esto significa reducir e irrespetar a la mujer. La facultad de superar la ambición
de poder y los intereses personales para luchar causas más nobles, colectivas, como el bien común
es definitoria precisamente del genio femenino. Se trata de un atributo y de una ventaja de lo
femenino. En respuesta a las interpelaciones temerarias que nos reprochaban en bloque nuestra
“poca investigación y lectura”, me pregunto si estas lecturas podrían incluir la obra de Julia Kristeva,
o bien ella también está en la lista negra por heresiarca, porque no está dentro de la corrección
política.

Soy mujer y no puedo estar en contra de mí misma, alego a favor de la liberación de la mujer de este
discurso kitsch que la ha empobrecido. Ser mujer, en realidad, es todo lo contrario de ser vulgar y
banal, actuar en manada, en virtud de la moda y de lo convencional. Estoy totalmente en contra del
machismo, pero no entiendo que la lucha por los derechos de la mujer implique la discriminación
del hombre y el atropello de su derecho, como ser humano, a la libertad de pensamiento y
expresión. No se puede discriminar a alguien por ser hombre, es decir por su sexo, bajo la bandera
de la lucha por la igualdad de género y en contra de la discriminación. Quien pretende hacer justicia
a unos, haciendo injusticia a otros y disculpando su proceder de manera maquiavélica, no hace

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justicia sino que lucha por el poder. Porque entonces, estas nobles causas no son servidas, sino
instrumentalizadas. Reducidas a meros pretextos para atizar la violencia y la injusticia.

Urge romper el silencio, hablar del tabú, restablecer el diálogo, tan importante en la universidad,
reponer en sus derechos al pensamiento crítico que, para contestarle a mi colega del conservatorio,
no es abstracto y sí es comprometido. Lo que pasa es que no se ubica de manera partidaria, no se
casa con un enfoque, porque entonces se volvería sesgado y rígido, perdería lucidez. Se alza por
encima de las ideologías, para no ser miope. Su compromiso es con el ser humano y con las causas
de todos. En este sentido, no se identifica ni con la izquierda, ni con la derecha, ni con un género en
particular, sino con la humanidad, en general. No es nada abstracto, ni neutro: Es vital para
conservar nuestra condición humana y combatir el pensamiento banal, lo cual no es un
“malabarismo intelectual”, sino una necesidad apremiante para no caer en la barbarie y prender la
hoguera. Porque la banalidad no es inocente y su poder de destrucción es terrible. Deberíamos tener
muy presentes las advertencias de Hannah Arendt cuando reflexiona sobre la banalidad del mal.
Que el pensamiento crítico esté por encima, no quiere decir que flota por las nubes. Hace mucha
falta en una sociedad polarizada en extremo, como la nuestra, que no consigue encontrar el centro
y superar los radicalismos. Pero, según explicaba un profesor de filosofía en Razón pública, apostarle
al centro no significa ser neutro, lo cual no es siquiera posible, sino tomar posición de forma
equilibrada, sensata, combinando lo mejor de dos propuestas antagónicas, superando el binarismo
dañino. Demasiado a menudo se oye el prejuicio de que comprometerse y tomar posición significa
ser radical y todos ustedes, nacidos aquí, conocen mucho mejor que yo el inmenso daño que este
pensamiento banal le hizo a Colombia.

Se adjunta la carta abierta del profesor Renán Vega Cantor titulada “El matoneo de profesores y
el silencio cómplice de la administración de la Universidad Pedagógica Nacional”

Última breve precisión, respondiendo solicitudes recibidas (24.02.2023):

Apreciados colegas,

Siéntanse libres de difundir y debatir mi propuesta, respaldándola o criticándola, modificándola,


ampliándola, etc., siempre y cuando lo hagan como ejercicio del pensamiento crítico, me citen
fielmente y no me atribuyan afirmaciones o adhesiones que no son mías, ni hagan señalamientos a
mi persona que me puedan convertir en blanco de grupos radicales. La hice precisamente con el
ánimo de dar pie a un debate, que por este medio y en el actual contexto no fue posible, para tratar
de iniciar un proceso colectivo de reflexión.

Tengan la certeza de que no me voy a aliar en ningún momento con las directivas que, a mi modo
de ver, cargan con la responsabilidad de haber institucionalizado un pensamiento banalizado, en el
sentido filosófico antes comentado, sin haberlo sometido al examen crítico, ni a la aprobación por
parte de la comunidad universitaria, en condiciones que garanticen la libertad de expresión.

La intención es proponer y no imponer, desde abajo, centro, diría yo, actualizando y poniendo en el
contexto colombiano el lema de la digna resistencia chiapaneca. La causa es la defensa del
pensamiento crítico y de la calidad de la enseñanza universitaria en la Universidad Nacional de
Colombia la cual, como casa del espíritu crítico, tiene entre sus misiones fundamentales combatir
las actitudes irreflexivas y los radicalismos y promover el diálogo. Como educadora del pueblo, tiene

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la misión de abrirle los ojos a los fanáticos. Debemos tener en alto la bandera del pensamiento
crítico y de la calidad académica para poder dar el cambio también en nuestra universidad.

Un abrazo de despedida y gracias a todos,

Diana

No duden en escribirme si quieren reflexionar sobre toda esta problemática, desde el punto de vista
de su especialidad, para una eventual investigación y publicación colectivas.

Reacción a la denuncia por VBG contra el profesor Carlos Medina Gallegos, 27.02.2023:

Apreciados colegas,

Lamento que todo esto se ganó con el precio de las acusaciones de las que fueron víctimas los
profesores Carlos Medina y Oswaldo Ordóñez, pero me parece que valió mucho la pena el sacrificio
porque salieron a flote revelaciones de primera importancia. La queja por VBG y la acusación de
acoso se hace a menudo, como en estos casos, por diferencias con los adalides de la lucha en
contra VBG. Es muy importante observar que a menudo NADA tiene que ver ni con la violencia, ni
con el sexo, pues los dos profesores acusados, lejos de sentirse atraídos sexualmente por las señoras
que los acusan, se sienten, al contrario, indignados y horrorizados ante el modelo de mujer que
promueve el discurso de género para masas, el cual definitivamente degeneró. Esto es obvio ahora,
para nosotros que conocemos el contexto y los personajes. Pero años después, ante estas quejas
de VBG publicadas en internet y que avanzan sin pruebas en vez de ser enseguida archivadas, en
virtud a a la institucionalización de este enfoque pobrísimo, el panorama se va a ver muy confuso.
A quien no le conste, como a nosotros ahora, cómo fue que pasaron las cosas, con razón podría
sospechar que acaso los profesores acusados no supieron controlar su sexualidad y tuvieron
comportamientos lascivos en su lugar de trabajo. Ante la imposibilidad de aclarar el caso, ante la
incertidumbre, todo el mundo, prudentemente, se retira. Prefiere callar, evita pronunciarse y tomar
posición o partido por miedo a equivocarse y a meterse en un lío. Aquí está la fuerza disociadora de
este discurso que acaba con la solidaridad y la unión. Pues otra perversión de este discurso es que
trae a la esfera pública hechos de la vida íntima, privada, y los juzga según las leyes y las lógicas
propias de otro campo de la actividad humana. No se puede permitir que en la universidad
prosperen semejantes equívocos, que son perversos.

Pero además de que este mecanismo está ahora a la vista de toda persona de buena fe, ocurrió otro
hecho que me tiene muy contenta y esperanzada. Pudimos ver aquí, dos profesores cuyos perfiles
no podían ser más distintos, el uno, conocido por su posición de izquierda, el otro, declaradamente
de derecha, cuyas posiciones, que parecían irreconciliables, se acercaron en el terreno de la
academia. La pasión política y la ceguera que de ahí se deriva fueron superadas con altura por dos
académicos que se dieron la mano en su lucha común en contra de la corrupción, la violencia y el
fanatismo y en defensa del pensamiento crítico y de la calidad de la enseñanza en nuestra
universidad.

Estas son nuestras causas y no las personales, ni tampoco el “antifeminismo”. Así que, por favor,
queridos colegas, pase lo que pase, no salten más a defenderme, porque, además, a mí los insultos
y las amenazas me excitan el intelecto, me ponen en modo “creativo”. Me brota idea tras idea y no
tengo ni tiempo de apuntarlas. Toda esta riqueza, esta inspiración, se la debo a la colega que me

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atacó (y a su amiga), sin cuya amable colaboración no hubiera tenido siquiera la ocasión de explayar
mis ideas. Me hubiera limitado a protestar en contra de la injusticia y el irrespeto de los cuales fue
víctima el Departamento de Filosofía. Bienvenidas a nuestra conversación en el grupo docente, yo
les doy las gracias por alimentar el debate e ilustrar aquí de la manera más clara posible la
problemática enfocada.

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