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Autor

Revista de Estudios de la Mujer

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Titulo

Co-Editoras

María Herminia Di Liscia (UNLPam)


Marta L. Carrario (UNCo)
Cecilia Lagunas (UNLu)

Responsable de la edición de este volumen


Secretaria de redacción: Mónica Adriana Morales
Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (UNLPam)

Consejo Editorial

UNLPam UNCo UNLu

María José Billorou Griselda Fanese Rosa María Becerra


Stella Cornelís Adriana Hernández Carlos Cansanello
Mariana de Dios Herrero Nilda León Mabel Fernández
Marcela Domínguez Laura Méndez Susana Fioretti
Virginia González Alejandra Minell Liliana Gastrón
Ana María Lassalle Lidia Ozonas Cristina Gutiérrez
Alejandra Erica Montaña Carmen Reybet Gloria Lynch
Mónica Morales Marta Flores Adriana Martínez
Lía Norverto Patricia Talani Griselda Negri
María Betsabé Policastro Nora Mantelli Alicia Palermo
Natividad Ponce Mariano Ramos
Daniela Zaikoski Estela Salles
Amalia Testa
Brisa Varela

Consejo Asesor

Dra. Reyna Pastor (CSIC-Madrid-España) Dra. Elena Chiozza † (UNLu-Argentina)


Dra. Gloria Bonder (CEM-Argentina) Dra. Cecilia Grossman (CONICET-Argentina)
Dra. Nélida Bonaccorsi (UNCo) Dra. Karen Offen (Stanford University-USA)
Dra. Eva Giberti (Psicóloga-Argentina) Dra. Donna Guy (Arizona University-USA)
Dra. Mary Nash (Universidad de Barcelo- Dra. Susana Socolow (Emory University-USA)
na-España) Dr. José Maristany (UNLPam-Argentina)
Dra. Eni De Mezquita de Samara (Universi- Dra. Mónica Bendini (UNCo-Argentina)
dad de Sáo Paulo-Brasil) Dra. Capitolina Díaz Martínez (Universidad de
Lily Sosa de Newton (Historiadora-Argentina) Oviedo-España)
Dra. Hebe Clementi (Fundación Otra Histo- Lic. José Luis Moreno (UNLu-Argentina)
ria-Argentina) Dra. Carmen Ramos Escandón (CIESAS-Mé-
Dra. Dora Barrancos (CONICET-Argentina) xico)
Dr. José Carlos Escudero (UNLu-Argentina) Marta Goldberg (UNLu)

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Autor

Volumen XX Año 2016


ISSN 0328-6169
Santa Rosa - La Pampa

Revista de Estudios de la Mujer

Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer


Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa

Centro Interdisciplinario de Estudios de Género


Facultad de Humanidades
Universidad Nacional del Comahue

Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer


Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Nacional de Luján

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Titulo

Misión:
La Aljaba, segunda época. Revista de Estudios de la Mujer, es una publicación anual editada
por las Universidades de La Pampa, Luján y Comahue, cuyo fin es contribuir al conocimiento
de los Estudios de la Mujer, mediante la publicación de trabajos de investigación, ensayos
de reflexión, artículos de divulgación y estudios aplicados. Los trabajos se distinguen por su
calidad, claridad y cientificidad, todos ellos escritos y avalados por autoras/es nacionales y ex-
tranjeros que dan a conocer el estado y las nuevas tendencias de la problemática de la mujer y
del género. Esta revista está destinada al público lector interesado por las contribuciones que
los Estudios de la Mujer y el enfoque de género aportan al desarrollo científico de las diversas
áreas del conocimiento.

Intercambios y pedidos:

Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer


Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa
Coronel Gil 353 – 6300 – Santa Rosa – La Pampa

Centro Interdisciplinario de Estudios de Género


Facultad de Humanidades
Universidad Nacional del Comahue
Avenida Argentina 1400 – 8300 – Neuquén

Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer


Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Nacional de Luján
Cruce Ruta 5 y 7 – 6700 – Luján – Buenos Aires

Responsable de la edición:
Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa
Coronel Gil 353. 3er. Piso, oficina 306
Tel.: 54-2954-451663
Email: institutodelamujer@humanas.unlpam.edu.ar

Diagramación y diseño de tapa: Lucía Bernardi


Ilustración de tapa: Isabel Di Liscia “Fedra” Acrílico 50x70, 2015.
Responsable de la impresión: Universidad Nacional de La Pampa, 2016
Registrada en el directorio de LATINDEX por el CAICYT – CONICET, Nº 2471.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11723 - ISSN Nº0328-6169

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Autor

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Titulo

Universidad Nacional de La Pampa Universidad Nacional del Comahue

Rector: CPN Sergio Baudino Rector: Lic. Gustavo Crisafulli


Vicerrector: Mg. Hugo Alfonso Vicerrector: Mgr. Juan D. Nataine
Facultad de Ciencias Humanas Facultad de Humanidades
Decano: Lic. Sergio Maluendres Decano: Dra. Beatriz Gentile
Vicedecana: Prof. Beatriz Cossio Vicedecana: Dra. Norma Steimbreger

Universidad Nacional de Luján

Presidente: Ana María T. Rodríguez Rector: Ing. Agr. Osvaldo Pedro Arizio
Director de Editorial: Rodolfo Rodríguez Vicerrector: Ing. Agr. María Cristina Serafini
Consejo Editor de EdUNLPam: Pedro Moli- Departamento de Ciencias Sociales
nero, María Ester Folco, María Silvia Di Liscia, Director Decano: Prof. Omar Horacio Gejo
Estela Torroba, Liliana Campagno, Celia Ra- Vicedirectora Decana: Lic. Amalia E. Testa
botnikof, Alicia Sáenz, Edith Alvarellos, Yamila
Magiorano, Paula Laguarda, Marisa Elizalde,
Ricardo Tosso, Mónica Boeris, Rubén Pizarro,
Jorge Olivares, Griselda Cistac, Raúl Álvarez

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Autor

Índice / Summary

María Herminia Di Liscia Presentación y despedida 11

Nélida Bonaccorsi
Mujeres, violencia estatal y Derechos Humanos: a 40 años del golpe
cívico-militar en Argentina 15
Women, state violence and Human Rights: a 40-year civil-military coup
in Argentina

Artículos

Dora Barrancos
Feminismos entre la paz y la guerra 19
Feminisms between peace and war

Graciela Di Marco
Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la in-
clusión plena de las mujeres en las teorías y prácticas democráticas.
Un estudio comparativo de las transiciones en América Latina y el norte
de África desde una perspectiva sur - sur 35
And challenges surrounding the full inclusion of women in democratic
theories and practices. A comparative study of the transitions in Latin
America and the north of Africa from a perspective south - south

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Titulo

Gabriela Castellanos Llanos


Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos
el concepto de generolecto 69
Gender styles and tyranny of binarism: Why we need the concept of gen-
derlect

María Belén Caballero Baez


El Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico La
Pampa 89
Movement for Women´s Rights of General Pico La Pampa

Carolina Folmer
El impacto del abolicionismo y/o reglamentarismo en la vida cotidiana
de mujeres en situación de prostitución. Santa Rosa La Pampa, año
2015 105
The impact of abolitionism and/or reglamentarism in the daily life of wom-
en in prostitution. Santa Rosa La Pampa, 2015.

María Virginia González


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la Antorcha y
pronunciar el Verbo 123
Hortensia Maggi’s Natalia Mértens (1996). Take up the Torch and pro-
nounce the Verb

Graciela Hernández
Pliegues y repliegues del género y la memoria. La poligamia en un tra-
bajo de historia oral con mujeres, en espacios de alfabetización de adul-
tos/as. Bahía Blanca (1995-2013) 145
Folds and creases of genre and memory. Polygamy in an oral history work
carried out with women in adults’ literacy courses. Bahía Blanca (1995-
2013)

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Autor

Jesús Jaramillo
“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en es-
pacios urbanos 167
“Walk all day”: constructions of gender of children and girls in urban spaces

María José Ortega Chinchilla


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en
Portugal en el siglo XVIII 187
“A pernicious custom”. Discourses on wage breastfeeding in Portugal in the
eighteenth century

Oliva Solís Hernández


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana 205
The role of women inside Norteña mexican music

Brisa Varela
Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios esco-
lares: entre la vigilancia y la displicencia 223
Geography gender and body discourses in school microspace: between mo-
nitoring and nonchalance

Actividades Académicas

Vanina Guazzaroni y Belen Pissarello. IV Encuentro Internacional


de Investigación de Genero: cultura, sociedad y política en perspectiva
de género 245

Cristina N. Gutierrez Dipróspero. Trabajo remunerado y no remune-


rado en el mundo doméstico y académico de varones y mujeres del Depar-
tamento de Ciencias Sociales-UNLu 247

Mónica Molina: La palabra. Una herramienta de acción política para


deconstruir el lenguaje prostibulario 251

Segunda época, Volumen XX, 2016, 1-10


Reseñas

Eleonora Gómez Castrilli


María de los Ángeles Dicapua, Julieta Mascheroni y Melina Perbellini
(compiladoras) (2013), Detrás de la mirilla. Trabajo y género en las nue-
vas formas de asociatividad 261

Damian A. Cipolla
Vélez Sainz Julio, “De amor, de honor e de donas”. Mujer e ideales cor-
teses en la Castilla de Juan II (1406-1454) 265

Jessica Eileen Jones


Susan Howe, Estratos de una voz femenina estadounidense 267

María Morales y Giulietta Piantoni


Nadia Fink y Emiliano Saá, Colección Antiprincesas + Antihéroes 271

Rayén Daiana Pozzi


Alicia Genovese, La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas 275

Marta Urtasun
Anamaría Mayol, (2015). En los gestos de la noche 279

Pautas para las/os colaboradoras/es 285

Los Artículos y comentarios son de exclusiva responsabilidad de sus autores/


as. Está prohibida la reproducción total o parcial y por cualquier medio,
sin permiso expreso de las editoras.
María Virginia González

PRESENTACIÓN Y DESPEDIDA

María Herminia Di Liscia


Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
UNLPam

M e ha tocado el privilegio de editar el volumen 20 de nuestra revista, lo que


supone muchos recuerdos y evocaciones.
Allá por el 95, Cecilia Lagunas me invitó a editar una revista de Estudios de
la Mujer. De manera absolutamente inconsciente, rápidamente le dije que sí. La
inconsciencia tiene que ver con los ímpetus por generar acciones significativas, sin
medir que no sabíamos nada de edición. Nadie nos había formado ni enseñado so-
bre esta disciplina, pero igualmente comenzamos haciendo camino al andar.
Así nació La Aljaba, primera revista de Estudios de la Mujer editada por tres
universidades nacionales.
Y año a año veía la luz un nuevo número, con dificultades, tropiezos, pero siem-
pre aprendiendo e intentando mejorarla. Avatares económicos y académicos no nos
vencieron, por el contrario, fortalecieron los vínculos para seguir concretando esta
experiencia de reunión de tres mujeres y tres universidades que crearon y produjeron
una revista.
Nuestra vida académica se fue nutriendo de nuevas exigencias, y mientras íbamos
editando la revista, concursamos, hicimos maestrías y nos doctoramos.
La Aljaba fue creciendo en calidad, uno de los indicadores sin dudas fue la Men-
ción en el Concurso de Revista de Investigación en Historia y Ciencias Sociales
organizado por la Fundación Compromiso y la Fundación Ford, obtenido en 2004.
En este número podemos contar con contribuciones de dos excelentes académi-
cas argentinas y amigas, que generosamente han producido estos artículos que hoy
ponemos a disposición. Me refiero a Dora Barrancos con el sugerente análisis sobre
las cuestiones bélicas y el pacifismo producidas por grupos feministas y a Graciela
Di Marco, con su novedoso estudio sobre el feminismo en Africa en una perspectiva
comparativa con los países del sur americano.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 11-13 11


Presentación y despedida

Asimismo en este número damos ingreso a un artículo de una académica re-


conocida dentro de las ciencias sociales latinoamericanas y los estudios de género:
Gabriela Castellanos Llanos, editora de La Manzana de la Discordia de la Univer-
sidad del Valle de Cali Colombia. Su artículo sobre el concepto de “generolecto” es
iluminador respecto del lenguaje y del discurso feminista.
No quiero olvidar mencionar que este volumen 20 de 2016 se edita a los cua-
renta años del golpe civico-militar en nuestro país. Por la memoria de todas y todos
es que nuestra revista se hace eco de esta recordación a través del artículo de Nélida
Bonaccorsi.
Y como es habitual, los demás artículos son estudios –en algunos casos regiona-
les- producidos por profesionales pertenecientes a las tres universidades nacionales,
además de las secciones de reseñas bibliográficas y actividades académicas.
Agradezco a quienes a lo largo de estos veinte años, han colaborado con sus
artículos en un abanico de diversidades de temas, enfoques y disciplinas donde ha
radicado la riqueza del complejo mundo investigativo que responde a un ideario
plural y a la heterogeneidad de la escritura que evoca las diferentes situaciones y
condiciones de las mujeres y sus formas de elaboración cultural alternativa.
El derrotero en todos los números muestra la vigencia y cada vez más profundo
abordaje, por distintas disciplinas, de los temas sobre las mujeres y el enfoque de
género.
Esta presentación es también una despedida ya que este volumen será el último
que edite, por cuanto dejo esa responsabilidad en una persona más joven que ya está
formada para hacerlo.
En mayo de este año el grupo de “La Aljaba” como solemos llamarnos nos en-
contramos en la Universidad de Luján para participar del IV Encuentro Internacional
de Investigación de Genero: cultura, sociedad y política en perspectiva de género. En estas
jornadas, en las que se abrieron nuevas perspectivas de trabajo e intercambio, reno-
vamos nuestro compromiso con los estudios de género, con la universidad pública
como institución formadora y con la sociedad.
Sin dudas que dentro de este compromiso la continuidad de La Aljaba es central
y está garantizada.

12 Segunda época, Volumen XX, 2016, 11-13


Nélida Bonaccorsi

MUJERES, VIOLENCIA ESTATAL Y


DERECHOS HUMANOS: A 40 AÑOS DEL
GOLPE CÍVICO-MILITAR EN ARGENTINA

“En el golpe de Estado cívico militar del 76 fueron vulnerados los


Derechos Humanos” ¿A qué nos referimos con esta frase tan repetida?

E
n esos años nefastos mujeres y varones fueron encarcelados, torturados,
asesinados, perdiendo el derecho a la libertad de expresión y actuación.
Quienes fueron a las cárceles se les negó el “habeas corpus”, el juicio y de-
fensa. Y por el hecho de ser “mujer” ellas sufrieron vejámenes, violaciones,
violencia psicológica, secuestros de sus hijos, entre otras aberraciones. Es necesario
vincular la problemática de la violencia contra las mujeres por una cuestión de género.
Situación que se desprende acerca de la concepción moralizadora de mujer-ma-
dre-cuidadora…que las presas transgredieron. Los militares argentinos sostenían
esas ideas sexistas y violentaron los cuerpos a esas mujeres “subversivas” como me-
canismo perverso del ejercicio de poder. Si, ellas querían subvertir, transformar ese
modelo cultural y social que oprimía a los argentinos y a las mujeres en particular.
Los testimonios de las que sobrevivieron, hacinadas en cárceles, y en especial la
de Villa Devoto, narran en el libro Nosotras, presas políticas, 1974-19831 con ira,
indignación tanta humillación recibida por esos seres “inhumanos”. Pero también
exaltan la sororidad, empatía entre las presas de todas las edades, de distintas partes
del país y con miradas políticas diferentes, con la esperanza constante de la libertad
y justicia.
La militancia de las mujeres por los derechos de igualdad y equidad no se inicia
en los años 60-70. La historia registra testimonios de mujeres que lucharon por los
derechos al trabajo asalariado, las sufragistas por voto femenino y ser elegidas en
puestos políticos. Además, mujeres pioneras en vindicar los derechos humanos para
las mujeres como Juana Manso, Julieta Lanteri, Alicia Moreau, Eva Perón y tantas

1 Viviana Beguán (coord.), 2006, Buenos Aires, Nueva América.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 15-16 15


Mujeres, violencia estatal y Derechos Humanos: A 40 años del golpe cívico-militar en Argentina

otras. Algunas con la palabra, otras con reflexiones escritas, o con denuncias con-
cretas dejaron testimonios de sus voces levantadas a la injusticia de ser consideras
inferiores, subordinadas. A lo largo de la historia comprobamos que muchas fueron
perseguidas, presas, ridiculizadas en una sociedad patriarcal dictaminadora sobre
las mujeres que deben estar en el espacio doméstico, procreando y en los oficios de
mantenimiento y cuidados de los otros miembros de la familia.
Si bien los Derechos Humanos fueron vulnerados en la época dictatorial no quie-
re decir que con la redemocracia todos los derechos fueron garantizados. Las mujeres
seguimos sufriendo inequidad, discriminación, maltrato…femicidios, cada vez más
nombrados en su verdadera significación. Leyes y más leyes se proponen para defen-
der a las mujeres para vivir en una sociedad igualitaria. Pero, esas leyes quedan en
la escritura, pocas son cumplidas. Entonces los colectivos de mujeres crean políticas
públicas, estrategias para garantizar la igualdad de oportunidades y trato para poder
vivir en una sociedad más justa que respete los derechos humanos en los hechos.
En el abordaje de la violencia contra las mujeres se debe tener en cuenta el respe-
to de la dignidad, autonomía e inviolabilidad como cuestión de derechos humanos.
Las mujeres sensibilizadas con estos principios se transforman en ciudadanas activas
capaces de dirigir sus propios destinos libres de violencia. Sin embargo, es un largo
camino al que no todas pueden acceder. La falta de una justicia convencida de apli-
car las leyes, falta de políticas claras y eficientes, lugares de contención hacen que las
más vulnerables no puedan revertir su situación.
Los estereotipos que las culturas fueron tejiendo se imponen y si bien hay una
resistencia mundial con el protagonismo de muchos varones, aún perduran en men-
talidades conservadoras-sexistas esos modelos de inferiorizar al otro/a como objeto
y no sujeto pensante.
Para que “el nunca más” sea efectivo es indispensable rescatar la memoria de las
luchas de mujeres y varones contra la injusticia social, y replantearse los valores de
una sociedad defensora de la libertad, la equidad y los Derechos Humanos.

Nélida Bonaccorsi
Centro Interdisciplinario de Estudios de Género,
Universidad Nacional del Comahue

16 Segunda época, Volumen XX, 2016, 15-16


Nélida Bonaccorsi

Artículos

Segunda época, Volumen XX, 2016, 15-16 17


Dora Barrancos

FEMINISMOS ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA1


Feminisms between peace and war

Dora Barrancos
(UBA/UNQ/CONICET)

Resumen
El trabajo examina las posiciones tomadas por las feministas europeas
durante la Primera Guerra Mundial, circunstancia que dividió aguas en-
tre las pacifistas y las belicistas. Las mujeres a favor de la paz realizaron
en 1915 el Congreso Internacional de la Haya que solicitó el inmediato
fin de la contienda. También se reunieron en Berna, Suiza, las pacifistas
de la social democracia, en oposición a sus compañeros varones, que
votaron los créditos de guerra en donde eran representantes. La guerra
fracturó al feminismo que sólo pudo recomponerse a propósito de la
demanda de derechos después de 1918. El trabajo analiza también el
pensamiento de Virginia Woolf contra la guerra en Tres guineas, obra
en la que responsabiliza al patriarcado pero señala la connivencia que
suelen poner en evidencia las propias mujeres.

Palabras claves: feminismo europeo – belicismo – pacifismo - Virginia


Woolf

Abstract
The paper examines the positions taken by European feminists during
World War I, a fact which divided waters between the pacifists and war-
mongers. Pacifists women held ​the International Congress of The Ha-
gue in 1915 that requested the immediate end of the war. The pacifist
women of social democracy also met in Bern, Switzerland as opposed to
their male peers, who voted for war credits. The war broke feminism that
could only compose herself about demand rights after 1918. The paper
also analyzes the thought of Virginia Woolf against the war in her book

1 Este texto forma parte de la conferencia brindada por la autora en el XVII Congreso Colombiano de Historia,
bajo el lema “La paz en perspectiva histórica”, Bogotá, 5-7 de octubre de 2015, organizado por la Academia
Colombiana de Historia y la Asociación Colombiana de Historiadores.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 19


Feminismos entre la paz y la guerra

“Three Guineas”. She blames the patriarchy by wars, but she says that
wars can be sustained with the cooperation of women.

Keywords: european feminism - warmongering - pacifism - Virginia


Woolf

E
n abril de 2015 se cumplió el centenario del Congreso Internacional por
la Paz que reunió a cientos de mujeres en La Haya para reclamar el fin de
la contienda, y también en 2015 se cumplieron cien años de la reunión
contra la guerra que hicieron las mujeres socialistas en Berna, a contrapelo
de muchos compañeros de la social democracia que no estaban de acuerdo con este
encuentro. Me propongo revisitar las dramáticas circunstancias de la guerra y sus re-
percusiones en las filas feministas, los enfrentamientos habidos entre sus adherentes,
los disensos profundos que separaron a las militantes, con el propósito principal de
disuadir cualquier construcción representacional destinada a consagrar el pacifis-
mo inmanente de la condición femenina. Aunque la crítica feminista ha sido muy
incisiva respecto a desarraigar completamente el “ideal femenino” cimentado en la
perspectiva de las conductas morigeradoras de los conflictos, se encuentran voces
que han inclinado la balanza de los valores éticos del cuidado como inherentes a
las mujeres (Gilligan, 1985), y en el campo historiográfico no faltan abordajes que
proponen la predisposición conciliatoria de los grupos femeninos (Aguado, 1999).
El feminismo, surgido a mediados del XIX, había forjado un camino tan interna-
cionalista como el de las nacientes organizaciones del proletariado, de modo que los
aprestos bélicos -que ya se insinuaban en las últimas décadas de ese siglo-, motivaron
manifestaciones pacifistas por parte de no pocas militantes. Se ha sostenido que la
primera agrupación de mujeres por la paz surgió en Ginebra en 1868 (Ubric Raba-
neda y Martínez Martínez, 2015:192) y piénsese en el difundido alegato de Bertha
von Suttner con su célebre Abajo las armas! de 1889. Los congresos feministas de
inicios del XX a veces plantearon la necesidad de hacer votos por la paz, y parecía ha-
ber existido una sensibilidad común de las diversas cuencas feministas acerca de esta
posición, en verdad una noción más atribuida que propiamente constatada en las
manifestaciones de la época. Resultaba un “dato natural”, y por lo tanto indubitable,
que las mujeres se opusieran a las guerras porque estaba en su irrenunciable “natura-
leza maternal”, y puede recorrerse la miríada de ensayos aparecidos sobre esta condi-
ción cardinal femenina, comenzando por la que subrayó el propio feminismo de la
época. Como escribía una destacada militante feminista pacifista, Crystal Eastman a

20 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

otra igualmente destacada feminista, Jane Addams – que en 1931 recibiera el Premio
Nobel de la Paz, compartido con Nicholas Murray Butler:

As mothers or potential mothers, women have a more intimate sense of the value of hu-
man life (…) therefore (…) there can be more meaning and passion in the determination
of a women’s organization to end war than in an organization of men and women with the
same aim” (Gordon, 1990:624).

El maternalismo constituyó una clave en la agenda de los feminismos, un térmi-


no que vinculaba centralmente la demanda de prorrogativas. La perspectiva de la in-
justicia ondeaba sobre la falta de reconocimiento a la dignidad del maternaje. Y vale
la pena recordar al notable sociólogo, probablemente uno de los más amigos de la
causa femenina a inicios del XX, Georg Simmel que veía en la mujer el auténtico re-
poso del ser metafísico por su ínsita condición de reproductora. Simmel aseguraba:

De las mujeres podría decirse que viven en cierto sentido más, que deben tener una vida
más concentrada y disponible que los hombres porque han de proveer con ella también al
hijo (…) Se trata para ella (…), no de una oposición entre proceso y resultado o idea, sino
de la vida, en un sentido tan unitario que no se disgrega en proceso y resultado” (Simmel,
1999:94-95)

Nuestro autor pensaba que las mujeres “representaban el fondo de las cosas”, y
no vacilaba en sostener

que descansan inconmovibles y profundamente inmersas en la última instancia de su pro-


pio ser, y que precisamente por esto y en esta medida el fondo de la existencia como tal, la
unidad secreta, incognoscible, de la vida y del mundo, es su propio fundamento” (Simmel,
1999: 110).

Era el diferencial del “sentido materno” lo que confería a las mujeres la “unidad
de la existencia”, circunstancia que las hacía menos “históricas”, esto es, menos pro-
clives a los cambios epocales que los varones. Eran las depositarias por lo tanto del
sentido de lo absoluto, y por esa circunstancia revelaban una axiología que se sustraía
al paso del tiempo pues la sustancia valorativa era trans-temporal. Las consecuencias
acerca del deber de conservación de la paz que les competía resultan bien imagina-
bles. Y aunque hubo un notable cambio de agenda entre la “primera ola” feminista
y la iniciada a mediados del siglo pasado, ya que medió una alteración completa del
antiguo esencialismo ontológico conferido a las mujeres, tal como señaló Linda

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 21


Feminismos entre la paz y la guerra

Rennie Forcey – una destacada especialista en estas cuestiones –, el pacifismo pareció


ser un punto compartido por la humanidad femenina:

“The connection between women and peace is ancient; peace is often symbolized as the
mother, the preserver of life, the angel in the house” (Forcey, 1991:332).

Cuando Simmel escribía su ensayo en 1911, los fragores de la guerra ya se aus-


cultaban. Las feministas inscribían con más fuerza los reclamos de equiparación civil
y política, aunque abundaban las divisiones sobre todo en torno de la estrategia de
la reivindicación. Sólo a título de ejemplo recordaré lo que ocurría en Inglaterra en
donde de modo incisivo las cuestiones de metodología de la acción enfrentaban a
los dos grupos principales encabezados por singulares militantes. De un lado se en-
contraba Emmeline Pankhurst a quien secundaban, entre otras, sus hijas Christabel
y Sylvia, aguerridas militantes por los derechos políticos femeninos, fundadoras del
WSPU (Women’s Social and Political Union), grupo que se tornó célebre por la
radicalidad de las medidas de acción directa. Recordaré que eran conocidas como
las sufraggetes – con cierta ironía - y que sus características temerarias a menudo
también fastidiaban a muchas feministas. Fueron célebres sus enfrentamientos con
la policía, los atentados que produjeron - tales como los incendios en estaciones fe-
rroviarias y hasta alguna bomba que estalló en la acera de la casa del Ministro David
Lloyd George, originando repetidas detenciones de las líderes. No puede omitirse
que su metodología - nada comedida con el orden inglés-, incluyó la inmolación de
la joven militante Emily Davison quien se arrojó a las patas del caballo del rey en el
Derby de 1913.
De otro lado se congregaban las militantes que rodeaban a figuras como Lydia
Becker y Millicent Garrett Fawcett - una de las primeras mujeres que escribió so-
bre economía – y que sostuvieron el NWSS (National Union of Women’s Suffrage
Societies). El estilo de su acción era completamente contrapuesto, y también había
algunas diferencias sociales, pues Emmeline representaba a los estratos medios de
las mujeres inglesas y Millicent pertenecía a una familia más acaudalada. La estra-
tegia fundamental que guiaba a las moderadas de la NWSS consistía en convencer
paulatinamente a la sociedad y al poder político acerca de la justicia de la igualdad
entre los sexos, se identificaron como adherentes suffragists y en todo caso desea-
ban diferenciarse de las alborotadas conductas del otro bando. Esperaban obtener
derechos mediante la adhesión por parte de los representantes parlamentarios, y sus
propósitos, que vinculaban a casi quinientas organizaciones con alrededor de 60 mil
adherentes, estaban enmarcados en las reglas de la persuasión y el convencimiento.

22 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

Pero cuando estalló la guerra en 1914, ambas mujeres coincidieron. Parecía in-
audito que Emmeline, que siempre había contestado al orden patriarcal inglés y
protestado contra sus formas represivas, y que había adherido al naciente Partido
Laborista, ahora se pusiera a favor de los impulsos nacionales bélicos. Millicent, que
compartía los valores liberales y decididamente maternalistas, no dudó en defender
el derecho británico a la contienda. En la vereda de enfrente se situaron las voces
de pacifistas como Mary Sheepshanks, que no vacilaba en decir que la guerra era
“una completa auto inmolación”, una “masacre devastadora” (Offen, 2000:258), y
de Mary Sargent Florence quien escribió un texto emblemático con Charles Ogden
–un amigo de la causa de la liberación femenina – Militarism versus Feminism: An
Enquiry and a Policy Demonstrating that Militarism involves the Subjection of Women,
en 1915. Para los autores, el feminismo debía ser pacifista, no cabía otra postura.
No obstante, y tal como ocurría con Panckhurst y Garret Fawcett, no faltaban las
militantes que apoyaban a sus países en la decisión de la Primera Guerra, tal lo que
ocurría con las líderes de la BDF – la Federación de Asociaciones de Mujeres Alema-
nas – que pedían que las mujeres secundaran a Alemania en la contienda. Una si-
tuación particular se vivió en Francia donde la mayoría de las feministas renunciaron
a su discurso internacionalista y adoptaron una “retórica nacionalista y patriótica
en el marco de una cultura de guerra”2. Algunas figuras fueron emblemáticas como
Marguerite Durand, Cécile Brunschvicg y Jane Misme quien el 19 de diciembre
de 1914, declaró: “Mientras dure la guerra, la mujer del enemigo será también el
enemigo” (Albistur y Armogathe, 1977:370). Las feministas francesas de la UFSF
(Unión francesa para el Sufragio de las Mujeres) y del CNFF (Comité Nacional de
Mujeres francesas) consideraban la guerra como una “causa sagrada” en contra de “la
barbarie y del militarismo prusiano”. Llamaban a sus compatriotas a ser “sembrado-
ras de valentía” y a “no debilitar el sentido del deber”3.
Como puede observarse, aunque algunas feministas parecieron converger con
sentimientos y proclamas antibélicas, fracciones importantes, o mejor dicho, las re-
presentantes destacadas de dichas fracciones, tomaron la posición nacionalista de
justificar la guerra y no cambiaron de idea aun cuando los enfrentamientos incre-
mentaron su brutalidad, ocasionando la muerte de miles y miles de jóvenes. De
modo que cuando las feministas pacifistas decidieron reunirse en La Haya, ni la ai-
rada Emmeline ni la más contenida Millicent, estuvieron presentes. Hubo notables
dificultades para cruzar el Canal de la Mancha ya que las autoridades había prohi-
bido la asistencia a la Conferencia – no se otorgaban pasaportes - y se establecieron

2 www.conesud.com/.../El_feminismo_en_Francia_durante_la_Pr0imera Guerra

3 www.conesud.com/.../El_feminismo_en_Francia_durante_la_Primera Guerra

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 23


Feminismos entre la paz y la guerra

severos controles para impedir los traslados. Esta circunstancia explica que aunque
las inscriptas inglesas llegaron a cerca de doscientas, sólo un muy escaso número
acudió a la Conferencia. No obstante, Inglaterra estuvo entre los países aliados que
menor severidad tuvo en la expedición de pasaportes. Entre las representantes de
Gran Bretaña se destacaron la matemática escocesa Crystal Macmillan – la primera
mujer a egresar de la Universidad de Edimburgo, y debe subrayarse la rara especia-
lidad para una mujer en el periodo –, y Kathleen D’Olier Courtney (Liddington,
1991: 96), ambas militantes de la NWSS. Pareciera que el número de pacifistas fue
mayor en este grupo, y que hubo mayor concentración de militantes contra la guerra
en Gales y Escocia.
Pero no sólo las inglesas tuvieron dificultades para asistir a La Haya, ya que en
todas las fronteras europeas – y en algunas con más saña que en Gran Bretaña- hubo
impedimentos, pero finalmente más de mil quinientas mujeres arribaron a los Países
Bajos para reclamar por la paz. Un párrafo aparte merecen Jane Addams – quien
había fundado el Partido de Mujeres por la Paz en EEUU y que fue electa Presidenta
del Congreso -, la holandesa Aletta Jacobs, la germana Anita Augspurg, la belga
Eugénie Hamer, la húngara Rosita Schwimmer. Las francesas pacifistas no pudieron
llegar a La Haya debido a que no pudieron obtener sus visas. Aletta Jacobs sostuvo
en la inauguración:

Se ha afirmado (…) que deberíamos haber limitado nuestro programa a una mera protesta
contra la guerra y que la reclamación del voto para las mujeres estaban fuera de lugar en el
programa de una conferencia de paz. Sin embargo, las que hemos convocado este congreso
nunca lo hemos llamado un Congreso de paz sino un Congreso Internacional de mujeres
reunidas para protestar contra la guerra y para sugerir pasos que pueden conducir a que la
guerra sea imposible.”4

Las cuestiones centrales abordadas por el Primer Congreso de La Haya fueron


la condición femenina y la guerra, los principios para asegurar una paz permanente,
la cooperación Internacional y la educación de la infancia como un presupuesto
para crear sociedades pacíficas. Se propuso que los países neutrales gestionaran el
inmediato arbitraje mediante una conferencia internacional y que se escuchara espe-
cialmente a las mujeres que debían reunirse en una conferencia “ad hoc”. Se resolvió
que las medidas adoptadas se hicieran saber a todos los países, contendientes y no
contendientes, y especialmente al Presidente Wilson, de los Estados Unidos, y se ha
sostenido que el documento de La Haya inspiró bastante sus posiciones al terminar

4 www.seipaz.org/documentos/2014WILPF.pdf

24 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

la guerra (Magallón, 2006). La síntesis de las declaraciones del centenario Congreso


se sustenta en la idea de que era esencial erradicar la violencia entre las naciones,
como había que erradicarla en las propias sociedades, y que la justicia era promete-
dora de la paz, siendo esencial igualar a las mujeres con los varones.
En marzo de 1915, un poco antes del congreso de La Haya, las mujeres socialistas
contrarias a la guerra se convocaron en el territorio neutral de Suiza, en Berna. Debe
recordarse que en 1907 habían fundado en Stuggart la “Internacional de Mujeres
socialistas”, gracias especialmente a la tarea de Clara Zetkin. Frente a la declaración
de la guerra, como es bien sabido, las fracciones dirigentes de los partidos socialde-
mócratas de los países beligerantes coincidieron en la dramática decisión de aban-
donar la neutralidad y apoyar a sus respectivos países. Fue el golpe de gracia para la
II Internacional. Resultaba pasmoso que los principales líderes alemanes, franceses,
belgas, adhirieran a las posiciones de cada uno de su gobiernos, que votaran créditos
para auxiliar en la guerra –como fue el caso de los representantes alemanes–, o se
incorporaran a los gabinetes de sus respectivos gobiernos en orden a cerrar filas na-
cionales. El caso austríaco fue, además, muy dramático en términos personales para
el destacado dirigente Victor Adler. Sus posiciones a favor de la guerra lo enfrentaron
con su propio hijo, Friedrich, quien en 1916 terminó asesinando al Primer Ministro
de su país, el Conde Karl von Stürgkh5. Pero buena parte de las mujeres socialistas
se opusieron a sus respectivos partidos y de modo desafiante se reunieron en Suiza.
Clara Zetkin, había arengado en la reunión de la Internacional Socialista en Basilea,
en 1912, acerca del significado temible de la guerra, véase:

Mujeres socialistas de todos los países, en unión inseparable con la Internacional Socialista,
combatan contra la guerra. La guerra moderna significa destrucción masiva y matanza
masiva. Pero la guerra sólo es la extensión de la matanza masiva que el capitalismo desata
cada hora de cada día contra los proletarios. Año tras año, cientos de miles de víctimas
caen en el campo de batalla laboral de las naciones capitalistas desarrolladas, muchas más
que en cualquier guerra. Entre esas víctimas, las mujeres son un número cada vez mayor.
La guerra es sólo la explotación masiva más alocada por medio del capitalismo. Son los

5 Fue notable su alegato a favor de la paz, al momento de ejercer la defensa. Fue condenado a muerte pero
luego se modificó la pena y finalmente fue liberado por la revolución de 1918. En el juicio dijo: “Ahora vemos
en esta guerra que el movimiento obrero se ha desviado de este viejo principio y que los socialdemócratas han
adoptado el modo imperialista de pensamiento, y estamos defendiendo un programa en el que no defienden
el alemán Estado -que nacional correspondería con la defensa nacional de los franceses y los belgas, pero
la integridad del Imperio alemán, incluyendo hasta sus colonias.(…)Los socialdemócratas sacrificaron el
carácter internacional de su movimiento al apoyar abiertamente una política de poder y valores estratégicos
(…)Ha habido socialdemócratas que han ido tan lejos como para entregarse a la política desvergonzada de
la conquista de una burguesía imperialista(…)La causa socialista, siempre he mantenido, es mucho mayor
que cualquier formación del estado temporal, y por lo tanto hay que negarse a transigir o comprometer a su
destino por una identidad íntima con el destino de una nación, un error que se cometió en el pasado”

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 25


Feminismos entre la paz y la guerra

hijos de los proletarios quienes deben enfrentarse, matarse entre sí. Las mujeres y las ma-
dres deploran ese crimen y no sólo porque mutila los cuerpos de sus propios familiares,
sino también porque destruye las almas. La guerra amenaza con todo los que las madres
enseñan a sus hijos sobre la solidaridad y la comunidad internacional. Las mujeres pueden
instilar en sus hijos profundos sentimientos contra la guerra, pero esto no significa que las
mujeres no quieran hacer sacrificios. Ellas saben que es necesario luchar y morir en la lucha
por la libertad. La lucha contra la guerra, y la lucha por la libertad, no pueden librarse sin
las mujeres”.6

Frente al estallido de la contienda, se impuso entre las socialistas llevar adelante


el encuentro de Berna. La propia Clara Zetkin - con el auxilio de Rosa Luxemburgo,
Luise Saumoneau, Alejandra Kollontay entre otras líderes - sostuvo aquel congreso
sorteando muchas adversidades (Evans, 1976). Piénsese que ninguno de los países
litigantes otorgaba visas para estas reuniones y que la mayoría de los líderes socialde-
mócratas justificaban a sus respectivos países en el ingreso a la guerra. Aun así, se en-
contraron alrededor de setenta mujeres de diversas latitudes y su lema central puede
encontrarse en la frase “guerra a la guerra” (Offen, 2000: 258). Su declaración volvía
sobre las relaciones entre el capitalismo y el belicismo y reclamaba a todas las muje-
res oponerse al flagelo que atrasaría la liberación del proletariado y de ellas mismas.
Entre las pacifistas francesas, además de la enérgica Saumoneau, ocupa un lugar
prominente Marie Verone, cuya saga a favor de la paz le trajo numerosas contrarie-
dades, pero seguramente no tanto como ocurrió con su compatriota Hélène Brion,
tal vez un símbolo de los empeños a favor de la paz. Brion estaba lejos de congraciar-
se siquiera con los sindicalistas – aunque el sindicalismo francés fue uno de los más
resistentes a la guerra, y que en su calidad de maestra, estaba afiliada a la CGT. Brion
sentía que su posición feminista debía significar inexcusablemente una adhesión an-
tibélica, tal lo que proclamaba en un folleto que vio la luz en 1916, La voie féministe,
donde reprochaba a los partidos políticos y al propio sindicalismo estar muy lejos de
comprender la verdadera situación de las mujeres en el hogar y en el trabajo. Hélène
exhibía especial bizarría al vestir ropas masculinas, lo que aumentaba la desconfianza
contra su persona, y corrió la especie de que su pacifismo era en verdad una treta
para esconder que era una espía al servicio de los alemanes. Fue arrestada en 1917
– se ha dicho que su caso pudo representar la segunda versión Dreyfus (Albistur et
Armogathe, 1977:363) -, condenada a tres años de presión y exonerada de sus fun-
ciones en el magisterio, al que sólo pudo regresar en 1925.
Más tarde que las mujeres, se reunieron los socialistas opositores a la guerra, y
también se están cumpliendo cien años de ese acontecimiento. Ya he dicho que el
6 http://www.socintwomen.org.uk/es/history.html

26 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

flagelo fue un antes y un después para los principios de la internacional socialista.


El mismo Lenin estuvo presente en la Conferencia que se celebró nuevamente en la
neutral Suiza, en Zimmerwald en septiembre de 1915 y que fue el germen de la III
Internacional. Fueron muy pocos los asistentes; los representantes británicos, por
ejemplo, no consiguieron sus pasaportes. Sólo se registró un total de 42 delegados
entre los que hubo algunas mujeres, tal el caso de Angélica Balabanova (rusa residen-
te en Italia que fue representando a este país) – y pacifistas como los franceses Alfred
Merrheim – líder de los metalúrgicos -, y Albert Bourderon, los alemanes George
Ledebour y Adolf Hoffmann, y el italiano Oddino Morgari. Debe recordarse que
el socialismo italiano fue bastante excepcional pues la mayoría de sus líderes se pro-
nunciaron contra la guerra, y entre los que sostenían esta posición se encuentra Be-
nito Mussolini a la sazón adherente. No faltaron representantes de Holanda, Suecia,
Noruega, Rusia (de todas las fuerzas contestatarias importantes), Polonia, Rumania,
Bulgaria y del Bund judío (Cole, 1974: 36-37). Se ha sostenido que Lenin tuvo un
papel muy importante en la declaración que atribuyó la

culpa de la guerra a los gobiernos capitalistas reaccionarios y a los que los apoyaban, de-
nunciando la apostasía de los socialistas probelicistas en los países beligerantes, y termi-
nando con la demanda de una paz sin anexiones ni indemnizaciones, y con un llamado
a los trabajadores de todo el mundo a unirse “por encima de las fronteras, los campos de
batalla y las ciudades” (Cole, 1974:38)

Hacia 1919, finalmente se originó la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y


la Libertad (Women’s International League for Peace and Freedom, WILPF), por la
que había bregado el encuentro de La Haya. Y también en mayo de 1919 hubo una
Segundo Congreso Internacional de mujeres por la paz, esta vez en Zurich, cuando
ya se entreveían las tremendas consecuencias de Versalles y los estados perdedores se
preparaban para desgajar territorios, contraer deudas e hipotecar el futuro que no
parecía ser otro que el de una nueva contienda.
Casi una década más tarde de estos acontecimientos la notable escritora Virginia
Woolf publicó “Tres guineas”. No sólo realizó un brillante análisis de crítica cultural
–tal vez uno de los más importantes relativos a la sociedad inglesa-, sino que fue una
de las más contundentes contribuciones relacionadas con la responsabilidad política
del orden patriarcal por las contiendas bélicas. Recordaré que la autora ordena el
desarrollo del texto en torno de la presunta oferta de un caballero que se dispone
a retribuir con tres guineas –moneda de oro que salió de circulación en 1971-,
para resolver la cuestión de cómo pueden evitarse las guerras. El libro de Woolf
presenta una saga de argumentaciones todavía notables, una punzante incisión en

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 27


Feminismos entre la paz y la guerra

las vísceras del sistema patriarcal y capitalista, y lo es especialmente por el contexto


de la escritura. Aunque el libro llevó mucho tiempo y se originó en una conferencia
en la National Association for Woman en 1931, no puede dejar de pensarse en que
se publicó en 1938, cuando ya las bombas del Tercer Reich caían sobre Inglaterra,
y que Virginia estaba casada con el judío Leonardo Woolf. El libro, que resultó
muy poco confortable para la época por su contenido y por su estilo mordaz, es
anticipatorio de la actual historiografía sobre las mujeres. Sorprenden sus hallazgos
históricos, y no hay duda del empecinado rigor que Woolf empleó para cuestionar
la supremacía masculina y la discriminación histórica de las mujeres. En el juego
de la retribución de las guineas para resolver la cuestión de la guerra, la primera se
ofrecerá para reconstruir el sistema educativo de los varones, aunque también de
las mujeres. Las clases altas – en donde se sitúan “los hombres con educación” - de
especial referencia en el texto – han instituido la histórica contabilidad del FEA, el
“fondo de educación de Arthur”, denegando la posibilidad de educarse a las mujeres
de la familia. Se trata en verdad de la articulación yuxtapuesta de poder económico,
político y cultural masculino. Pero la educación que han recibido los varones no
sólo no asegura la libertad, sino que no registra ni un gesto “de aborrecimiento de la
guerra”, más bien todo lo contrario, es la responsable de que las haya, por lo que hay
que reconstruir todo el sistema educativo, asegurándose otro “joven y pobre”, “que
no tenga capillas”. En el nuevo sistema:

No se enseñarán las artes de dominar el prójimo, ni las artes de mandar, de matar, de ad-
quirir capitales y tierras. Esas artes exigen demasiados gastos generales, salarios, uniformes
y ceremonias (…) Debería enseñar las artes de la humana relación; el arte de comprender
la vida y la mente del prójimo, y las artes menores del habla, el vestir, la cocina que están
aliadas con las anteriores (…) Deberá explorar las sendas mediante las cuales el cuerpo y la
mente pueden cooperar” (Woolf, 2015:67).

Si los varones gozaban de todos los usufructos sociales, las jóvenes inglesas fue-
ron educadas para casarse en condición sumisa, tal su principal destino. Hay pues
sinergia entre el dominio patriarcal, la educación que lo perpetúa, el acatamiento
por parte de las mujeres, y la guerra, que si es formulada por los varones que gobier-
nan, atrapa a las mujeres y gracias a esa influencia inconsciente - dice Woolf – se la
favorece. Porque aún la guerra – como ocurrió en 1914 – aparece como una manera
de ser considerada públicamente. ¿De qué otro modo puede explicarse que “las hijas
de los hombres educados” hayan acudido presurosas a asistir los heridos, trabajar en
tareas impensables y hasta convencer a “los hombres jóvenes de que luchar era heroi-
co”? He aquí un orden concomitante que conduce al belicismo de las congéneres,

28 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

“conscientemente” –dice Woolf– “deseaban nuestro espléndido imperio; incons-


cientemente, nuestra espléndida guerra”. Esa primera guinea es entonces para re-
construir el sistema educativo, base de la cadena cultural que conduce a la guerra.
La segunda guinea se ofrece en torno de la necesaria profesionalización de las
mujeres. La única arma que pueden tener contra la potestad patriarcal es “tener
ingresos independientes”, y conseguir igual retribución. No vacila en colocar bis a
bis las declaraciones de líderes nazifascistas con las de los conspicuos liberales en lo
que concierne a la común idea de que el lugar de las mujeres es el hogar, el principio
compartido de la esencial diferenciación de los sexos. La cuestión del derecho al tra-
bajo femenino es fundamental en las tesis de Woolf – su libro antecesor, Un cuarto
propio puede ofrecerse como una muestra de uno de los más importantes combates
en torno de esa prerrogativa -, y nuevamente reflexiona acerca de la contribución
fundamental para la liberación femenina. Es decisivo obtener una profesión, pero la
profesionalidad no puede inducir a lo que es propio de los varones, al individualis-
mo y la competición, fenómenos en los que cifra una amenaza para la paz. Al otorgar
la segunda guinea para evitar la guerra, advierte:

Debe jurar usted que hará cuanto pueda para exigir que toda mujer que ingrese a una
profesión de modo alguno pondrá obstáculos para impedir que otro ser humano, hombre
o mujer, blanco o negro, siempre y cuando esté capacitado para dicha profesión, ingrese en
ella, sino que al contrario hará cuanto pueda para ayudarle” (Woolf, 2015:117).

Su alegato recuerda a las congéneres que no sólo se trata de obtener el desempeño


deseado en el mercado laboral, sino de las condiciones capitalistas de ese desempeño:

A nuestra espalda tenemos el sistema patriarcal, el hogar con su inanidad, su inmoralidad,


su hipocresía, su servilismo. Ante nosotras tenemos el mundo de la vida pública, el sistema
profesional, con su carácter absorbente, sus celos, su competitividad, su codicia. El prime-
ro nos encierra como esclavas en un harén; el segundo nos obliga a dar vueltas y vueltas
como la oruga con la cabeza junto a la cola, alrededor del morral, del sagrado árbol de la
propiedad” (Woolf, 2015:129).

La autora realiza una especie de auto de fe acerca de la profesionalidad de las


mujeres con trazos exigentes, entre los cuales está conseguir experticie, denunciar
las práctica de abuso o tiranía, renunciar a aspirar a grandes retribuciones, recha-
zar los honores superfluos, analizar cómo se usan los bienes públicos y privados
con especial ejercicio de supervisión sobre lo que se enseña en las escuelas y en los
púlpitos – y dedicó muchas páginas a cuestionar el apartamiento de las mujeres de

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 29


Feminismos entre la paz y la guerra

las funciones sacerdotales. De modo que las mujeres deben profesionalizarse y no


abandonar la posición crítica:

“Al criticar la educación, contribuirán a crear una sociedad más civilizada que protegiera
de la cultura y la libertad individual. Al criticar la religión, intentarían liberar el espíritu
religioso de su servidumbre (…) (Woolf 2015:198).

El alegato de Woolf incluye un pasaje notable sobre la prostitución, sin que la


mencione:

“No debería ser difícil trasmutar el viejo ideal de la castidad del cuerpo en un nuevo ideal
de castidad mental: afirmar que si estaba mal vender el cuerpo a cambio de dinero, es
mucho peor vender la mente a cambio de dinero (…)( Woolf 2015:127).

La oferta de la tercera guinea – tal vez un capítulo central del libro - da por des-
contado de que impedir la guerra y asegurar la paz duradera supone “la protección
de los derechos del individuo, la oposición a los regímenes dictatoriales, la defen-
sa de los ideales democráticos, la igualdad de oportunidades para todos” (Woolf,
2015:154). Pero el foco está puesto en cómo disuadir a las congéneres de cualquier
aprestamiento en sintonía con la guerra, en llevarlas a eludir cualquier compromiso
bélico. En verdad, la población femenina, debido a la exclusión, podría constituir
una asociación que irónicamente podría llamarse “Las de afuera”. Punzaré sólo al-
gunos párrafos, e invito a pensar que Woolf escribía mientras Inglaterra enfrentaba
al nazismo y que hubiera podido justificar la contienda hasta en su condición de
casada con un judío:

Cuando él diga, como demuestra que ha dicho la historia y probablemente vuelva a decir:
“Yo lucho para proteger nuestro país”, y busque de esa manera encender en ella el senti-
miento patriótico, ella tendrá que preguntarse: “¿Qué significa “nuestro país”, que soy “de
afuera”? Para responder a esa pregunta, analizará el significado que “patriotismo” tiene para
ella. Se informará acerca de la situación de su sexo y de su clase en el pasado. Se informará
a acerca de la cantidad de tierra, riqueza y propiedad que su sexo y su clase posee en la
actualidad: ¿Cuánto “de Inglaterra” le pertenece en realidad? (…) Se informará acerca de
la protección legal que le otorgaron las leyes en el pasado y que le otorgan en la actualidad.
Y si él agrega que “lucha para proteger el cuerpo de ella”, ella reflexionará acerca del grado
de protección física del que goza actualmente cuando las palabras “PRECAUCIONES
ANTE UN ATAQUE AEREO” están escritas en las paredes. Y si él aduce que lucha para
proteger a Inglaterra del dominio extranjero, ella reflexionará que para ella no existen los
extranjeros pues la ley hace de ella una extranjera si se casa con uno” (Woolf, 2015:164).

30 Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33


Dora Barrancos

No puede eludirse considerar el patetismo de la reivindicación de la lucha pa-


triótica que exigían los varones ingleses – como ocurría en todas las sociedades con-
tendientes – a quienes habían sido excluidas del estado de ciudadanía. Por lo tanto
su alegato destinado a las mujeres inglesas valía para cualquier mujer del orbe. Véase

Se dará cuenta que no tiene ningún motivo bueno para pedirle a su hermano que luche
para proteger “nuestro” país. “Nuestro país” – dirá ella – durante la mayor parte de su
historia me ha tratado como a una esclava, me ha negado la educación y cualquier forma
de participación en sus ventajas. “Nuestro país” deja de ser mío si me caso con un extran-
jero (…) Por lo tanto si ustedes insisten en sostener que luchan para protegerme, a mí o a
“nuestro país”, con seriedad y racionalidad, aclararemos que no luchan para satisfacer mis
instintos, ni para protegerme a mí, o a ”mi país”, sino para satisfacer un instinto sexual
que yo no comparto, para procurarse beneficios de los que yo nunca participé, y de los que
probablemente nunca participaré. Porque la verdad – dirá “la de afuera” – es que como
mujer yo no tengo país. Como mujer, no quiero ningún país, como mujer mi país es el
mundo entero” (Woolf, 2015:265 – 266).

Virginia Woolf ocupó la cabecera de la retórica antipatriarcal y pacifista de su


tiempo, y no le escapó que no bastaba la liberación de las mujeres, sino una altera-
ción completa de la cultura individualista y egoísta, que no se trataba de sustituir al
amo, sino de encarar la construcción de una sociedad nueva que si estaba basaba en
la autonomía, no podía escindirse de la solidaridad.

Conclusiones
Me propuse desarrollar, con la evocación de los congresos pacifistas femeninos de
hace un siglo, que la expectativa sobre la ínsita no agresividad del modelo construido
patriarcalmente para las mujeres, está muy lejos de tener asidero habida cuenta que
esos congresos significaron una solicitud particular para que aquellas fueran efectiva-
mente agentes de paz. El feminismo tuvo una grave fisura con la Gran Guerra, como
ocurrió con el socialismo internacionalista. Hubo una gran cantidad de feministas
que detuvieron sus demandas y fueron arietes belicistas en sus propios países, y aun-
que entre las mujeres socialistas hubo resistencias a emular la conducta de los líderes
- ganados por el nacionalismo bélico-, tampoco pudieron constituir una corriente
expresiva, aunque es evidente que 1914 fue un parte aguas, y que la radicalidad
del socialismo ingresó a nuevas vertientes a causa de la guerra y, desde luego, del
triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Nada más inapropiado que asegurar que la
“naturaleza” de las mujeres propende al entendimiento y la reconciliación, de ahí el
alegato de Virginia Woolf en el texto analizado, y en todo caso – como esa gran voz

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 31


Feminismos entre la paz y la guerra

enunció en uno de los peores momentos de la historia del siglo XX, – la guerra es
el resultado de las condiciones competitivas y excluyentes de determinados grupos,
proyectados como necesidades del estado-nación. Entraña lógicas patriarcales, pero
la subordinación femenina no ha cesado de ser coadyuvante. No pocas mujeres,
representando el nacionalismo encarnado por los países de la órbita occidental en
el siglo pasado, estuvieron en las antípodas del ideal cooperativo y solidario, de la
justicia social que reclamaba Woolf, y forjaron el espejo del espíritu bélico que carac-
terizaba a los patriarcas ingleses que tan agudamente describió en Tres guineas. Debe
pensarse que los feminismos quedaron divididos por la correntada mortífera de la
guerra y que pudieron restañarse las heridas a propósito de la gran retomada de las
acciones a favor de los derechos, justamente cuando las mujeres pudieron constatar
que habían valido muy poco sus esfuerzos durante la contienda pues debían desocu-
par los trabajos al regreso de los varones. Terminada la guerra volvieron a agudizarse
las voces que proclamaban la igualdad jurídica y el estado de ciudadanía, y al calor
de esas demandas pudieron opacarse las diferencias entre pacifistas y belicistas. Es
muy probable que las organizaciones feministas hayan aprendido las duras lecciones
del pasado, aunque es muy difícil pedirle lecciones a la Historia.

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Recibido: 15-03-2016
Aceptado: 25-03-2016

Segunda época, Volumen XX, 2016, 19-33 33


Graciela Di Marco

LAS DEMOCRACIAS, LAS DEMOCRA-


TIZACIONES Y LOS DESAFÍOS EN TORNO A LA
INCLUSIÓN PLENA DE LAS MUJERES EN LAS
TEORÍAS Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS.
UN ESTUDIO COMPARATIVO DE LAS
TRANSICIONES EN AMÉRICA LATINA Y EL
NORTE DE ÁFRICA DESDE UNA PERSPECTIVA
SUR -SUR

And challenges surrounding the full inclusion of


women in democratic theories and practices
A comparative study of the transitions in Latin America and
the north of Africa from a perspective south - south

Graciela Di Marco
Centro de Estudios sobre Democratización y Derechos Humanos
Universidad Nacional de San Martín

Resumen
Las revueltas y cambios políticos ocurridos en el norte de África desde
2011 ponen en primer plano las categorías de democracia y democrati-
zación y el desafío de abordarlas con sus especificidades, teniendo en
cuenta no solo los aspectos formales, sino también si se basan en la
representación popular y la profundización de las instituciones demo-
cráticas, la igualdad de género y los derechos humanos. Los objetivos
de este artículo son analizar y comparar la emergencia de identidades
políticas, la ampliación de los derechos de las mujeres y la formación
de agendas en torno a los procesos que están en desarrollo en Tú-
nez y Egipto para compararlos con las transiciones llevadas a cabo en
tres países de América Latina: Argentina, Chile y Brasil. Nos basamos
en un enfoque sur-sur y desde una visión crítica derivada de la teo-
ría de la hegemonía acerca de las conceptualizaciones vigentes de las

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 35


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

democracias y las democratizaciones, en su mayor parte de cuño libe-


ral. Hemos realizado entrevistas a activistas y académicos de los países
referidos, observaciones, revisión de literatura y seguimiento de noticias
en Internet.
Palabras claves: Democracias, democratizaciones, igualdad de géne-
ro, derechos humanos.

Abstract
Riots and political changes taking place in North Africa since 2011 highli-
ght the categories of democracy and democratization together with the
challenge of addressing them with their specificities, taking into account
not only the formal aspects but also whether they are based on popu-
lar representation and the deepening of democratic institutions, gender
equality and human rights.
The main aims of this work are to analyze and to compare the emer-
gence of political identities, the situation of women’s rights and the
agendas around the processes that are developing in Tunisia and Egypt
to compare them with the with the transition processes in three Latin
American countries: Argentina, Chile and Brazil. We base the analysis
on a south-south perspective and the critical approach derived from the
theory of hegemony on the current conceptualizations of democracy and
democratization, mostly of liberal stamp.
Our methodology includes conducting interviews with activists and
scholars from the countries concerned, performing observational work,
reviewing literature and monitoring of Internet news.

Keywords: Democracies, democratization, gender equality, human


rights.

Sumario: Introducción. Los casos estudiados en el Norte de África. Las


transiciones. Los movimientos de mujeres en el norte de África. Las
mujeres en las revueltas. Después de la primavera. Los discursos sobre
la transición en Túnez y Egipto. Conclusiones. Bibliografía.

Bienvenidas a la asamblea de mujeres del foro social mundial

“Nosotras, las Mujeres Tunecinas en Movimiento del FSM, hacemos un llamado a las
mujeres de todo el mundo a unirse en una reunión de mujeres para el 26 de marzo a las 10
de la mañana “Derechos de las mujeres”.
La Asamblea de las Mujeres es un momento crítico para nosotras las mujeres, para que
podamos unirnos para expresar nuestra solidaridad con todas las mujeres en la lucha
y nuestro rechazo del capitalismo salvaje y de cualquier modelo de desarrollo que nos

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Graciela Di Marco

cosifica, nos margina, comete violencia contra nosotros, nos abandona con el desempleo y
la precariedad, y nos excluye de los centros de poder y riqueza.
Queremos que nuestra presencia sea tan grande como son nuestras luchas contra la dis-
criminación, como diversas son las formas de violencia a las que estamos sometidas y tan
importantes como nuestra lucha para hacer posible otro mundo.
Hagamos de este espacio un momento de solidaridad y experiencias compartidas, un mo-
mento para recargar nuestra creatividad militante, nuestro espíritu de lucha y formas de
resistencia y de lucha: la lucha contra la violencia contra las mujeres tanto en el ámbito
público y privado, tanto en los momentos de conflictos como en la paz ; la lucha contra la
feminización de la pobreza y la precariedad; la lucha por el acceso a la tierra y la vivienda;
la lucha por nuestros derechos sexuales y reproductivos; la lucha por la preservación de
nuestro planeta y nuestra salud.
Queremos que nuestra presencia en el nuevo Túnez de la dignidad sea la voz de la revolu-
ción y no una voz de la libertad suprimida.
Vamos a reunir a las voces de las mujeres contra el patriarcado dominante y contra todas
las formas de fundamentalismo, que quiere apoderarse y controlar nuestros cuerpos.
Su presencia es una expresión de solidaridad con nosotras, las mujeres de Túnez y con
todas las mujeres en el mundo árabe que luchan para asegurar que el proceso revolucio-
nario sea permanente y para los derechos y libertades y la justa distribución de la riqueza.
Enfrentemos juntas los desafíos, exijamos juntas nuestros derechos humanos universales e
indivisibles, nuestra dignidad, nuestra ciudadanía, nuestras libertades.
Por un mundo igualitario y justo, para decisiones económicas que favorezcan al pueblo
y no un sistema de explotación impulsado por las ganancias, y los dictados de la deuda”.
Asamblea de Mujeres del Foro Social Mundial http://www.fsm2013.org/en/node/11888.

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Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

Introducción1

E
l 26 de marzo de 2013 se realizó la Asamblea de Mujeres, como acto in-
augural del Foro Social Mundial (FSM) que tuvo lugar en Túnez, en la
que participaron más de tres mil personas, de las cuales un tercio fueron
varones. Dada la ubicación del FSM, más del ochenta por ciento de las/
os participantes eran de Oriente Medio y el Norte de África (MENA). En la decla-
ración que transcribimos al comienzo de este artículo se presentaron las principales
demandas de las mujeres tunecinas en el FSM, que pueden hacerse extensivas a
todas las de la región.
En la Asamblea el énfasis estuvo puesto en la lucha por la democracia y la igual-
dad de derechos. Las activistas que tomaron la palabra enfatizaron la necesidad del
fortalecimiento de la democracia, el debate y la lucha en torno al secularismo. Las
demandas más específicas fueron desarrolladas en los talleres, en especial los convo-
cados por la Asociación de Mujeres Demócratas de Túnez, quienes aclararon que en
su país había habido un intento de retroceso en la igualdad de derechos, manifestado
en el borrador de la nueva constitución, que se pudo frenar a través de las manifes-
taciones en oposición a que figurase en la misma la complementariedad de varones
y mujeres y no la igualdad, como estaba presente en la constitución anterior, hasta
que el partido En Nahda llegara al gobierno2.
Las demandas cubren varias dimensiones:

1 Este artículo es parte de la producción academica del Proyecto « Estudio comparativo sobre la lucha por
los derechos humanos, los derechos de las mujeres y el laicismo, en los procesos de transición desde los
regímenes autoritarios a la democracia en el cono sur de América Latina (Argentina, Chile y Brasil) y el norte
de África (Túnez, Egipto y Marruecos) », Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín –
UNSAM-.Equipo: Graciela Di Marco; Ana María Mendes Diz, Patricia Schwarz, Oscar Grillo. Este proyecto
es continuación del: “Estudio comparativo sobre la Democratización de lo público y lo privado en países
de América Latina, América Central, Asia y África. UNSAM-International Research Centre -IDRC-. Canadá.
Período: 2008-2010” Producto del mismo es el libro publicado en 2011: Feminismos, democratización y
democracia radical: Estudios de caso de América del Sur, Central, Medio Oriente y Norte de África, que presenta
capítulos de académicas miembros de la Red Global de Estudios de género y feministas. Hemos realizado
observaciones participantes en el FSM, realizado en Túnez (2013) y asimismo, participamos en la Cuarta
conferencia anual del The Program on Arab Reform and Democracy, POMED, de la Universidad de Stanford,
denominada Building Bridges: Towards Viable Democracies in Tunisia, Egypt, and Libya, también realizada
en Túnez, en la misma fecha, lo que nos permitió observar el despliegue de dos enfoques contrastantes, el
del FSM, y el de los demócratas liberales. En la conferencia mencionada hicieron presentaciones los líderes
Rachid Ghanuchi, presidente de Ennahda, y de Mohamed Beji Caid Essebsi, presidente del Nidaa Tunis, con
sus diferentes perspectivas sobre las transiciones. En esta comunicación presentamos el análisis de Túnez
y Egipto.

2 Renacimiento-partido islamista moderado.

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Graciela Di Marco

a) Vinculadas a la laicicidad: carácter necesariamente laico del estado; colocar los


Derechos Humanos en la introducción de la constitución (en Túnez), ya que
en el primer borrador, se basaba en la shari’a (legislación islámica);
b) Énfasis en el lenguaje de derechos de las mujeres: especificación de los avances
de las mujeres y de sus derechos, no fórmulas vacías; generizar el lenguaje
constitucional;
c) Noción de democracia: introducir los derechos de las mujeres al concepto tra-
dicional de democracia y tomar las convenciones internacionales, en especial
la CEDAW y la firma de su protocolo facultativo;
d) Igualdad de oportunidades mujeres y varones: los mismos derechos sociales y
económicos y derechos políticos (derecho a votar y a ser elegidas, distribución
igualitaria para los cargos electivos: “50 y 50”).
e) Protección contra la violencia, tanto en la esfera privada como en la pública,
incluyendo el ámbito laboral. Derogar el estatuto legal del avenimiento (en
Marruecos).

A partir de las revueltas en el Norte de África, englobadas en la expresión “prima-


vera árabe” -con activa participación de mujeres y jóvenes- activistas y académicas/os
se preguntan por los procesos de transición en los países de la región, a los que las
estudiosas feministas agregan otras preguntas: transición a qué tipo de democracias?
¿Esas democracias darán respuestas a las demandas de las mujeres? ¿Les será reco-
nocido su importante rol en las revueltas? ¿Habrá más mujeres en las posiciones de
poder institucional?
Este artículo se propone reflexionar acerca de las transiciones, a cinco años de
iniciadas en Túnez y Egipto, para lo cual consideramos tanto sus devenires como los
discursos que intentan comprenderlas (y también, marcar sus derroteros). El enfo-
que elegido está atento a evitar las perspectivas orientalistas y eurocéntricas (Said,
1978; Quijano, 2000; de Sousa Santos, 2009). El análisis se realizara teniendo en
cuenta los siguientes puntos: a) la emergencia de identidades políticas, entre ellas,
las de las mujeres en lucha involucradas en la búsqueda de expansión de derechos,
y el potencial efecto democratizante de sus prácticas, c) los logros en términos de
derechos de las mujeres, b) la comprensión, de las disputas teóricas y de formación
de agendas de diferentes enfoques acerca de las transiciones.
Las manifestaciones que sacudieron el norte de África se iniciaron en Túnez de-
tonadas por el suicidio de un vendedor ambulante de frutas, Mohamed Bouazizi,
que se prendió fuego públicamente debido a sus condiciones económicas y el trato
recibido por la policía. Las protestas se extendieron por el mundo árabe, incluidos

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Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

Marruecos, Egipto, Siria y Libia. En estos cinco años los procesos de transición han
seguido diferentes trayectorias en aquellos países.
Dentro del vasto campo de estudios sobre los procesos sociales, políticos e ins-
titucionales del norte de África, existen varios grupos de investigación en Estados
Unidos y Europa, que en general abordan las transiciones mayormente desde la pers-
pectiva de la democracia liberal (entre otros, Brumberg, 2002; Linz y Stepan, 1996,
2013). Otra vertiente de estudios es la que desarrollan académicas/os y activistas
feministas, que contribuyen al acervo teórico y descriptivo sobre los feminismos en
el Norte de África y su impacto en la igualdad de género y en la democratización
(entre las más recientes, Moghadam, 2013, 2011; Arfaoui, 2011; Arfaoui y Tchai-
cha, 2013; Ennaji 2011; Sadicqi 2011, Di Marco, 2011; Kandiyoti, 2011, 2012;
Regan, 2012). Moghadam, Kandiyotti y Di Marco, hacen además comparaciones
con las transiciones en América Latina y los movimientos de derechos humanos y de
mujeres. También se han intensificado los estudios sobre las juventudes en el Norte
de África, dado el rol jugado por los jóvenes en las revueltas (Al-Momani, 2011;
Halaseh, 2012, Mendes Diz y Di Marco, 2015).
Distintas agencias de Naciones Unidas (en especial, UNESCO y PNUD) tra-
bajan activamente para favorecer los estudios comparativos y los contactos para
que muchos países de América Latina compartan sus experiencias respecto de las
transiciones democráticas con los países del Oriente Medio y el Norte de África
(UNESCO, 2012). El secretario general de la UN, Ban Ki-moon, en un discurso
ante el Consejo Permanente de la OEA, subrayó las experiencias de América Latina
en las transiciones democráticas en materia de justicia y derechos humanos y afirmó
que estos procesos han generado lecciones valiosas que pueden usarse más allá de
la región. En el informe de UNESCO (2011), se resaltan a las mujeres y a los/as
jóvenes, como motores de la revolución árabe, y a estos últimos/as como protagonistas
ineludibles, a la vez que se considera que el logro de los derechos de las mujeres son
la otra revolución necesaria.
Sostenemos que una mirada desde el sur global puede aportar a la reflexión sobre
las transiciones en el norte de África, con aportes de una visión crítica acerca de las
teorías de las democratizaciones, con estudios comparativos que aborden no solo
América Latina sino otras regiones, como se ha realizado con el estudio de las dife-
rentes olas democratizadoras en la región mencionada, Europa del Este y Sudáfrica3.

3 En el caso de América Latina los más notorios estudios congregaron a importantes cientistas políticas/
os (O’Donnell, Schmitter, Whitehead,1986; O’Donnell, Schmitter, Lowenthal, Wolfson, Oszlak,1988;
O´Donnell,1996; Nun,1989, 1991; León, 1996; Jaquette y Wolcbick ,1998; Álvarez, Sonia, 1999; Jelin,1990;
Jelin y Herhberg, 1996; Garretón y Newman, 2001; Garretón,1990,2012; Schmitter, 2011).

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Graciela Di Marco

La evolución de las democracias en América Latina tiene implicaciones para


otros países que se enfrentan a obstáculos similares de las que encuentran los países
latino-americanos hace casi 40 años. También es importante tomar en consideración
que las transiciones no fueron uniformes entre los países latinoamericanos, debido
a sus heterogeneidades culturales, históricas, económicas y políticas. Para nuestro
análisis nos referiremos a Argentina, Chile y Brasil.
El surgimiento y la consolidación de las transiciones estuvieron condicionados
por la agenda neoliberal, mediante la alianza entre los diferentes sectores de poder,
que no solo implementaron las políticas de ajuste estructural, sino que conformaron
el neoliberalismo como cultura, en un escenario en el que las desigualdades sociales
eran un desafío para profundizar las democracias. Por lo menos hasta mediados de
2000, cuando un nuevo proceso de democratización comenzó a llevarse a cabo, so-
bre todo en Brasil y Argentina. Los gobiernos de Luis Inazio Da Silva y Dilma Rous-
sef (Partido de los Trabajadores) en Brasil desde 2002 y de Néstor Kichner y Cristina
Férnandez de Kichner (Partido Justicialista) desde 2003 en Argentina, tuvieron en
cuenta las críticas a las políticas neoliberales y en consecuencia trataron de generar
políticas redistributivas y ampliar el alcance de la ciudadanía. El proceso seguido en
la última década implicó un avance en los derechos económicos sociales y cultura-
les. No obstante es incompleto, debido a la magnitud de los factores estructurales
históricos y el impacto de las políticas neoliberales sobre la población. En Chile, las
políticas neoliberales fueron establecidas por el gobierno autoritario represivo de Pi-
nochet y continuaron en la transición debido, entre otros factores, a las condiciones
establecidas por la dictadura.
En general, en Brasil y Argentina se había revalorado el papel del Estado y se
llevaron a cabo reformas estructurales para revertir las políticas neoliberales, junto
con el fomento de la representación popular y la profundización de las instituciones
democráticas en tres dimensiones clave: a) política, como un espacio necesariamen-
te conflictivo, la activación de los actores colectivos, y la ampliación del alcance
de la ciudadanía democrática; b) económica, orientada a la redistribución y a la
supervisión y control de la economía por parte del Estado; c) cultural, tendiente al
reconocimiento de derechos de las diversidades (géneros, sexos, razas, etnias, etc.).
Más allá de sus diferencias, se hizo hincapié en la lucha contra la exclusión social, la
búsqueda de una mayor igualdad y equidad y el ejercicio efectivo de las instituciones
democráticas y los derechos humanos.
Un punto central de la comparación que proponemos en esta investigación es el
sentido mismo de la teoría y práctica de los procesos de transición democrática. En
los estudios de las transiciones en América Latina la única fuente fue la democracia

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Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

liberal, que en aquel entonces solo existía en unos veinte países del mundo. Por otra
parte, el estudio de las democratizaciones estuvo centrado en sus aspectos políticos,
y dejó de lado los referidos a la vida cotidiana, a lo privado, atravesados también por
varios tipos de autoritarismo. Aun hoy se observa que es frecuente encontrar que los
teóricos de las transiciones hacen escasas referencias a la ciudadanía de las mujeres
afectada negativamente por las desiguadades de genero (Schmitter, 2011; Garreton,
2012).
En nuestro estudio analizamos lo público macro-social en la búsqueda de la iden-
tificación de la emergencia de identidades políticas orientadas hacia la articulación
de las luchas populares que pueden encarnar la construcción de contra-hegemonías
sustentadas en las demandas en torno a la expansión de derechos (Laclau y Mouffe,
1985, Laclau, 2005; Mouffe, 1999). Al escribir sobre las transiciones en América
Latina, José Nun (1989:63) identificó el espacio de la democracia como uno de
indecibilidad, que requiere de la atención puesta en su condición de construcción
histórica y de la comprensión de las democracias liberales como producto de la
interacción de capitalismos en expansión, welfare states, sistemas de articulación
y representación política y aparatos estatales densos y experimentados. Aludió al
conjunto de reglas de procedimiento que preside la formación de las decisiones co-
lectivas en un régimen democrático representativo. No obstante, señaló el carácter
formal, indispensable, pero insuficiente, y a veces coyunturalista en el análisis de las
transiciones y aseveró que cuando se trata de procesos políticos, las reglas no alcan-
zan para definir las prácticas de los actores, que son prácticas sociales protagonizadas
por los sujetos productores de lo social y no apenas por individuos aislados, y se
ubican en el plano de la reproducción social y de la constitución de los sujetos como
agentes históricos (Nun, 1989:105). Justamente la perspectiva de democratización
aborda no solo el nivel de la esfera político institucional, sino simultáneamente al del
conjunto de prácticas a través de las cuales los actores interpelan y negocian las rela-
ciones políticas, en la esfera pública y político institucional antes señalada y también
en la esfera privada y en las relaciones entre los sujetos (Nun, 1989; Nun 1991; Di
Marco, 2009, 2011 a, b; de Souza Santos, 2009).
Mientras que los estudios sobre las transiciones a la democracia como tipo de
régimen político se ocupan del modo de gobierno y de la ampliación de la ciuda-
danía, los referidos a la democratización incluyen los procesos de incorporación de
la ciudadanía a la vida social y sus beneficios, a la igualación de oportunidades, y
a la participación en las diversas esferas que afectan la vida individual y colectiva.
Frecuentemente se superponen ambos conceptos, así como también existe una ten-
dencia a priorizar el tema del régimen democrático como una finalidad en sí mismo,

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Graciela Di Marco

y como condición de la democratización. Quizás, porque los años pasados bajo los
regímenes autoritarios - sean militares o autocracias semi-liberalizadas (Brumberg,
2002)-, la concentración del poder en las elites y la cruda represión operada en aque-
llos, ponen en primer plano el tema del régimen democrático como una urgencia.
Entonces, la democratización queda pendiente. La subordinación de ésta a aquel
se desvanece cuando se hace visible que la consolidación democrática depende en
gran parte de que se resuelva el problema de la democratización (Garretón ,1990;
Jelin, 2007). En ese punto es conveniente tener en cuenta la advertencia de Nun
(1989:12): “Lo que está en juego es mucho más profundo: se trata de revindicar y poten-
ciar los contenidos políticos de la cotidianeidad de todos los sectores oprimidos… Pero ni
estos contenidos de la cotidianeidad están ahí, ya dados, listos para ser aprehendidos en
clave empiricista. Requieren ser construidos como objeto e interpretados…”.
El desafío de los procesos de democratización social consiste en la posibilidad
de construcción de sujetos democráticos populares y la transformación de relaciones
sociales, instituciones y elementos culturales y religiosos, que subsisten como encla-
ves autoritarios. La participación y la ampliación de los espacios de igualdad no se
refieren solamente a la ciudadanía política, civil y social, sino que se extienden a las
relaciones de género, de generaciones, a los diferentes modos de vivir las culturas,
los cuerpos y las sexualidades. Las democratizaciones políticas no implican en forma
automática la democratización de la esfera privada. No obstante, cuando ambas
están articuladas pueden favorecer la ampliación de derechos y de la ciudadanía,
así como contribuir a la profundización y madurez de la democracia. Estas articu-
laciones adquieren diversas especificidades y espesores en diferentes culturas. Las
categorías mencionadas nos permiten leer los cambios producidos en los diferentes
contextos, en clave de avances o retrocesos en las luchas contra hegemónicas, anti-
patriarcales y anticapitalistas (Di Marco, 2009, 2011 a y b; Grosfoguel, 2006; 2008,
de Sousa Santos, 2009). De allí que consideramos que los derechos de las mujeres
no son una nota al pie de página en los procesos de democratización, sino que están
en la médula de los mismos. En el mismo sentido Valentine Moghadam (2011:46)
afirma que “…una democracia sin participación política por parte de las mujeres no
es sino una forma inferior de democracia”.

Los casos estudiados en el Norte de África

Decidimos acotar los casos de estudio a dos países, Túnez y Egipto, donde, con
cambiantes variantes, se realizaron procesos de transición, uno, no violento y el otro
extremadamente violento. La selección de Túnez y Egipto como el primer plano

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 43


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

desde el cual abordar las profundas transformaciones que agitan el norte de África
obedece a varias razones: a) estos países difieren entre sí en relación a su sistema po-
lítico: Túnez es una república presidencialista, con un poder legislativo, actualmente
la Asamblea Nacional; Egipto es un sistema semi-presidencialista bicameral. Los dos
pueden ser caracterizados como autocracias semi-liberalizadas (Brumberg, 2002) o
híbrido autoritario-democrático (Linz y Stepan, 2013); b) en Túnez y Egipto los
presidentes, respectivamente, Zine el Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, tuvieron
que renunciar; c) en 2011 en los dos países y en Marruecos, habían ganado las elec-
ciones los partidos islámicos en alianza con otros partidos, con lo cual controlaban
los nuevos gobiernos e influenciaban los contenidos de las nuevas constituciones; d)
presencia de una sociedad civil sólida en Túnez, con una poderosa central sindical,
organismos de derechos humanos y un movimiento de mujeres conformado por
organizaciones de larga data y otras conformadas con posterioridad a las revueltas
(Arfaoui, 2007, 2011). En el caso de Egipto, la sociedad civil, salvo algunas excep-
ciones, se encontraba desarticulada y perseguida.
Frecuentemente compararemos con Marruecos, que es una monarquía consti-
tucional, con legislatura bicameral, porque compartió también el clima de la pri-
mavera árabe en 2011. En este país fue el mismo rey Mohamed VI el que encabezó
rápidamente las reformas. Al igual que en Túnez y Egipto, las fuerzas islamistas se
consagraron con la victoria del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), partido islámico
moderado en alianza con otros partidos. La nueva Constitución mantiene al rey, con
cierto recorte de su poder a favor de la Cámara de Representantes y el Gobierno.
Las principales campañas democráticas en los países mencionados, han sido la
campaña feminista de once años de duración para la reforma del derecho de familia
(Mudawana) en Marruecos, que culminó con la reforma de 2003-04, el Movimiento
Kefaya (Suficiente) en Egipto 2005 y el Movimiento Juvenil 6 de abril en el mismo
país (surgido en 2008). Como ya se mencionó, en las revueltas han jugado un papel
muy importante las juventudes. En general los jóvenes de estos países son una gene-
ración más educada, formada y mundializada que sus mayores (UNESCO, 2011),
y profundamente descontenta de las posibilidades que los sistemas políticos de sus
países les ofrecen. El Movimiento Juvenil 6 de abril (Egipto) y el nuevo Movimien-
to 20 de Febrero (Marruecos), tomaron rápidamente el ejemplo de lo que había
sucedido en Túnez, y fueron los iniciadores de las protestas, al convocarlas a través
de las redes sociales, además de poner el cuerpo en cada una de ellas. Actualmente

44 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

ambos movimientos están ilegalizados y sus principales referentes y militantes, pre-


sos con condenas por incitar a las revueltas4 (Mendes Diz y Di Marco, 2015).

Las transiciones

Se hace necesario presentar una breve narración de los principales hechos sucedi-
dos en Túnez y Egipto, para contextualizar nuestras reflexiones. Del seguimiento y
análisis de los procesos seguidos en el norte de África en estos cinco años, en forma
provisoria identificamos como los principales actores de la disputa política y cultural
a los partidos islamistas, por un lado, y a un conjunto de fuerzas conformadas por
partidos laicos, movimientos sociales tales como los de trabajadores sindicalizados
y los de mujeres y de derechos humanos. Las contiendas están representadas por las
tensiones entre secularismo e islamismos, que han adquirido espesor en la confron-
tación por los contenidos de los borradores de los nuevos textos constitucionales en
esos países.
En Túnez, el presidente Zine el Abidine Ben Ali, quien gobernó desde 1987,
tuvo que renunciar en enero de 2011. Este constituyó el primer derrocamiento de
una dictadura en la región. Las reacciones populares se debieron a los efectos de las
políticas de privatización y liberalización económica (desempleo, alto costo de vida),
la corrupción generalizada; los excesos policiales y violaciones de los derechos huma-
nos. Luego del derrocamiento del presidente, y el triunfo de la coalición encabezada
por En Nahda, existía el temor de que los derechos, especialmente los de las muje-
res, fueran limitados por la influencia en el nuevo gobierno de los grupos religiosos
que retornaron después de años de exilio o encarcelamieno. Uno de los campos de
disputa en la transición, basado en la tensión entre secularismos e islamismos, fue la
redacción de la nueva Constitución. Entre otras cuestiones, el primer borrador fue
criticado por colocar demasiado énfasis en la identidad árabe-musulmán, el Islam;
y poca mención de los derechos universales. Además, en éste se proponía sustituir
la “igualdad entre sexos” por la “complementariedad entre varones y mujeres”. La
oposición a esa redacción articuló al sindicato mayoritario Unión General de los
Trabajadores Tunecinos (UGTT), la Asociación de Mujeres Demócratas (ATFD), la
Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTGH), entre otras asociaciones.
Estas tensiones y la conformación de un campo contra hegemónico son cen-
trales, con una demanda que al principio no estaba formulada y luego posibilitó la
articulación de actores: por un lado, el partido En Nahda y por el otro, la oposición

4 Para una descripción más completa de los movimientos juveniles, se puede consultar a Mendes Diz y Di
Marco, 2015.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 45


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

laica, en un contexto de demandas económicas, sociales, de derechos humanos. Las


críticas al gobierno de En Nahda, se concentraron en la gestión económica, la segu-
ridad, pero por sobre todo, en el intento de querer controlar totalmente el aparato
estatal y las orientaciones de la nueva constitución con una versión propia del islam.
A fines de septiembre de 2013 el gobierno de En Nahda acordó su dimisión
luego de arduas negociaciones. Las fuerzas opositoras – la UGTT, los partidos de la
oposición, y los activistas de los derechos humanos- intentaron de este modo evitar
una espiral de violencia como la de Egipto. El Frente de Salvación Nacional (FSN)
se organizó en julio, inmediatamente después del asesinato del líder opositor Mo-
hamed Brahmi. Incluye a las principales fuerzas de la oposición y está conformado
por el Partido Socialista, el Partido de los Patriotas Demócratas Unificado, el Par-
tido de la Vanguardia Árabe Democrática, así como grupos como la Organización
Tunecina contra la Tortura, Tamarod (Rebelión) y asociaciones de la sociedad civil.
En enero de 2014 la Asamblea Constituyente aprobó la Constitución, que define
un poder ejecutivo conformado por el presidente y el primer ministro y reduce el
papel del Islam en el país. También incluye, por primera vez en el mundo árabe,
listas paritarias de candidatos, con una alternancia de 50% de varones y de mujeres.
Finalmente, se votó una constitución laica, que respeta la igualdad de género y los
derechos humanos.
A fines de febrero de ese año, cayó el gobierno de En Nahda, frente a las protestas
y los enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los manifestantes que reclamaban
su salida, que dejaron un saldo de 3 muertos y 85 heridos. En octubre del mismo
año se realizaron las elecciones a la Asamblea de Representantes del Pueblo en la cual
el partido Nidaa Tunes ganó 85 de los 217 escaños. Sus votantes se reparten entre
intelectuales, sindicalistas, empresarios, militantes de izquierda, centro izquierda y
feministas. En las elecciones presidenciales del 21 de diciembre de 2014, Mohamed
Beyi Caid Essebsi, fundador de Nidaa Tunes, ganó con 55,68 % de los votos. Del millón
setecientos mil votos que obtuvo, más de un millón fueron de las mujeres. Su elec-
ción fue celebrada como la victoria de los laicos, lo cual volvía a poner en el centro
que ganó la demanda central, la laicicidad.
En Egipto, el 25 de enero de 2011 estalló la llamada Revolución del Loto en
la plaza Tahrir de El Cairo. Las redes sociales tuvieron un papel importante en la
convocatoria a las protestas contra el régimen autocrático del presidente Hosni Mu-
barak, que había gobernado el país durante 30 años, con rasgos sultanísticos5. No
obstante, el poderoso ejército egipcio siempre mantuvo un considerable margen
de autonomía, debido a la posición geopolítica estratégica de este país, cercano

5 Por ejemplo, entre otros, la preparación de su hijo para sucederlo y perpetuar su poder.

46 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

a los productores de petróleo, protegiendo a los regímenes del Golfo de posibles


agresiones6.
Las elecciones presidenciales se realizaron en 2012. Mohamed Mursi, presidente
del Partido para la Libertad y la Justicia, fundado por los Hermanos Musulmanes,
fue el ganador, con un 51,73%. La victoria de los Hermanos Musulmanes puede
comprenderse desde el voto de rechazo de la ciudadanía hacia el sistema político
monopolizado por el Partido Nacional Democrático (PND) y porque aquellos con-
taban con una organización y una estructura política lograda en décadas de traba-
jo (sindicatos, colegios profesionales, universidades)7. En cambio, los movimientos
opositores Kefaya y 6 de Abril eran de poca data y sin estructuras organizativas. Por
otra parte, el porcentaje de participación electoral fue bajo, ya que 25 millones de
egipcios no concurrieron a votar (47,75% de la población con derecho al voto).
El proyecto de Constitución fue aprobado a finales de noviembre de 2012 por la
Asamblea Constituyente dominada por los islamistas. Esta atentaba contra las liber-
tades de expresión y credo y la igualdad de género; mantenía los privilegios de los
militares y reforzaba el papel de la shari’a . El Frente de Salvación Nacional (FSN),
que agrupa a los principales partidos de oposición, intelectuales y figuras públicas
anunció que no reconocía la Constitución. Las asociaciones feministas denunciaron
la ausencia de derechos para las mujeres en la misma. Por otro lado, los partidos de
la yihad islámica también se opusieron a ella por considerarla demasiado alejada de
la shari’a.
En abril de 2013, activistas de la oposición -miembros del Movimiento Egipcio
por el Cambio, que se formó en 2004 para impulsar la reforma política- crearon la
base para el movimiento de protesta Tamarod (rebelión), que demandó nuevas elec-
ciones presidenciales y organizó protestas masivas. Las manifestaciones comenzaron
de modo pacífico en su mayoría, pero rápidamente se volvieron violentas. Ante
esta situación, el primero de julio, el general Al-Sisi declaró un ultimátum para la
dimisión del gobierno. El Ejército se reunió con varias fuerzas políticas del país para

6 Después de la guerra del Golfo, mediante la firma de los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y
Egipto en 1979, en los que EEUU actuó como mediador, el ejército de Egipto recibe de Estados Unidos 1300
millones de dólares e Israel, 3.000. Estados Unidos se convirtió en garante del cumplimiento de los acuerdos
y Egipto e Israel restablecieron su relación, lo cual contribuyó a que el último no se viera más amenazado por
el ejército egipcio, el décimo más numeroso del mundo. De este modo pudo impulsar la ocupación ilegal de
más territorios palestinos. La estabilidad de la península egipcia del Sinaí, que comparte frontera con Gaza e
Israel, requiere de la colaboración del Ejército egipcio.

7 La asociación Hermanos Musulmanes fue fundada en Egipto en 1928. Se destacó en la lucha contra el
dominio colonial británico. Tanto el régimen de Hosni Mubarak, como sus antecesores, la reprimieron,
persiguieron y encarcelaron a muchos de sus miembros. Desarrollo una intensa acción social y comunitaria
mediante escuelas y servicios sociales para los egipcios más pobres. Defienden la implantación en Egipto y
en todos los territorios musulmanes de la shari’a .

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 47


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

trazar una hoja de ruta ante la negativa del presidente Mursi a abandonar su cargo.
En la reunión, a la cual la Hermandad Musulmana se negó a acudir, se formó una
coalición entre los líderes del Frente de Salvación Nacional, Tamarod, el Partido al-
Nour, la autoridad islámica de al-Azhar, la iglesia copta. Ante la negativa de Mursi
a renunciar al poder, el día en que el ultimátum expiraba el presidente del Consejo
Supremo de las Fuerzas Armadas, Abdul Fatah Al-Sisi derrocó a aquely suspendió la
Constitución. En las elecciones celebradas en junio de 2014, Al-Sisi, quien dirigió
de hecho el Gobierno interino, ganó con el 96,9% de los votos. En los comicios no
pudo competir el mayor movimiento popular del país, los Hermanos Musulmanes.
El 2 de diciembre de 2013 se aprobó el proyecto de una nueva constitución. El
borrador retornó al modelo de la Constitución de 1971 y eliminó las provisiones
de corte más islamista. Los principios de la shari’a están sujetos a la interpretación
del Tribunal Constitucional, y se prohíben los partidos políticos con base religiosa.
Asimismo refuerza el papel del Ejército. Entre los artículos más controvertidos está
el que otorga derecho de veto al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas sobre el
nombramiento del ministro de Defensa durante los próximos ocho años. Además,
establece juicios militares a civiles, lo que representa una terrible derrota para los
activistas revolucionarios.

Los movimientos de mujeres en el norte de África

Como resaltan varios autores, el movimiento de mujeres en el mundo árabe tiene


una larga historia enraizada en la lucha anti-colonial, la independencia nacional y las
contiendas en torno a las reformas de las leyes de familia, los derechos económicos,
políticos y sociales y, más recientemente, por la democracia y los derechos humanos.
Las organizaciones de mujeres se constituyeron en las más vigorosas defensoras de
la sociedad civil en toda la región (Regan, 2012; Moghadam, 2007, 2010, 2013;
Arfaoui, 2007,2011, 2013; Sadiqi, 2011; Kandiyoti, 2011, 2012; Azaola Piazza,
2004; etc).
Algunas organizaciones de mujeres reclaman el derecho a reinterpretar las tra-
diciones y prácticas musulmanas mediante el razonamiento independiente8. Entre
las más importantes organizaciones se pueden mencionar en Túnez, a la Asociación
Tunecina de Mujeres Democráticas -ATFD-; el Centro para la Investigación, Estu-
dio, Documentación e Información sobre las Mujeres -CREDIF-; la Asociación de
Mujeres Tunecinas para la Investigación y el Desarrollo -AFTURD-; en Marruecos,
la Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos, la Coalición Primavera de

8 Ichtihad. Interpretación independiente del Islam

48 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

la Dignidad; en Egipto, la Coalición de ONG de mujeres; el Centro Egipcio para


los Derechos de la Mujer. Existen importantes redes regionales: Collectif Maghreb
Egalité 95; el Centro de las Mujeres Árabes para la Capacitación y la Investigación
-CAWTAR-; AISHA-Arab Women’s Forum-, que incluye organizaciones indepen-
dientes de mujeres de Argelia, Egipto, Jordania, Líbano, Marruecos, Palestina, Su-
dán y Túnez.
En Túnez, AFTURD y ATFD se formaron en 1989 y fueron las primeras organi-
zaciones autónomas. En cambio, la Unión Nacional de Mujeres Tunecinas (UNFT)
creada en 1956, se convirtió en el brazo político del régimen de Zine el Abidine
Ben Ali, en lo que se denomina feminismo de estado. En este caso, la creación de los
“aparatos” mujer y el otorgamiento de ciertos derechos, con el propósito de mostrar
un estado moderno como los de Europa (Arfaoui y Tchaicha, 2013:9; Regan, 2013:
239). En cambio, las organizaciones mencionadas en primer lugar desafiaron al ré-
gimen político y tuvieron un papel destacado tanto en la promoción de los derechos
de las mujeres como en la crítica a aquel y en la búsqueda de la democratización del
país y la vigencia de los derechos humanos.
Las organizaciones de mujeres en Egipto son unas de las más antiguas del mun-
do árabe. Debido a la oposición combinada de los conservadores, los islamistas y
el gobierno, por su desafío al orden patriarcal y la represión sobre los opositores,
se han concentrado en demandar el derecho de las mujeres a la educación y en la
reforma de las leyes que discriminan a las mujeres, también con campañas para
cambiar el Código del Estatuto Personal9. Arfaoui (2011) alega “..en Egipto, durante
los últimos años, los llamados a la democracia y a la reforma política parecen no haber
tenido en cuenta la cuestión del género y haber hecho caso omiso de las problemáticas de
inclusión, participación, y especialmente de los derechos de las mujeres. Estos llamados
quedaron atrapados en una retórica formalista, sin tomar conciencia de la sustancia –o
de la cualidad y el género– de la democracia. La Hermandad Musulmana, por ejemplo,
desea “la libertad de crear partidos políticos” y la “independencia del sistema jurídico”. Se
trata de objetivos encomiables, pero que requieren, también, “ajustarse a la Ley Islámica
de la Shari’a ”, lo cual no es propicio para la igualdad de género ni para la igualdad
de ciudadanos musulmanes y no musulmanes en ningún aspecto (Brown, Hamzawy y
Ottaway 2006)”.

9 En 2001 el Parlamento aprobó una nueva ley sobre el divorcio (ley Khôl) que permite a las mujeres solicitar
el divorcio unilateralmente por motivos de incompatibilidad (Regan, 2012:240). La misma es discriminatoria
puesto que mientras los varones pueden divorciarse unilateralmente sin necesidad de justificación, las
mujeres pueden lograr un divorcio “amistoso” (khol) si renuncian a sus derechos económicos. De otro modo,
deben demostrar que el daño ocasionado por sus esposos mediante presentaciones judiciales. (Amnistía
Internacional 2008.http://www.amnistia.org.ar/noticias-y-documentos/archivo-de-noticias/egipto-59)

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 49


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

Por su parte, Fatima Sadiqi (2011) considera que la gradual liberalización y de-
mocratización de Marruecos durante los noventa tuvo como actores centrales a las
organizaciones de mujeres, especialmente mediante las campañas llevadas adelantes
por las mencionadas organizaciones y por varones feministas por la reforma del Có-
digo de Estatus Personal. Según la misma autora, los grupos de mujeres se aliaron al
gobierno a fin de promover tanto los derechos de las mujeres como una organización
política democrática cuando fue nombrado Primer Ministro en 1998 Abdelrahman
Yousefi, un socialista y ex prisionero político que formó un gabinete progresista.
En la región, las principales demandas legales y de políticas públicas de los mo-
vimientos de mujeres se centran en la reforma de la legislación sobre las familias; la
penalización de la violencia contra las mujeres (crímenes de honor, el acoso sexual
en las calles y en los lugares de trabajo, violencia doméstica); la igualdad para las
mujeres casadas con extranjeros y sus hijos; los derechos de herencia y aumento de
la participación de las mujeres en los órganos políticos y en la fuerza de trabajo. La
democratización de las familias es un imperativo para las transformación de la cul-
tura patriarcal, que adquiere contenidos diversos, si los comparamos con las luchas
de los movimientos de mujeres en América Latina: mientras que en esta se luchaba
por el divorcio vincular y la patria potestad compartida, en los países el norte de
África se lo hacía por la reforma del código de familia musulmán, con excepción
de Túnez, que ya lo había reformado en 1957 y que, además, desde 1961 cuenta
con el aborto legalizado. Otro punto central en que se advierten las mismas luchas
tanto en esta región como en América latina, está constituido por la lucha contra los
fundamentalismos religiosos, que expresan su oposición a los valores laicos en forma
diversa en cada una: contra las leyes de familia en el Magreb; y contra el aborto legal
y el reconocimiento de los mismos derechos civiles para la población LGBTTTI, en
América Latina.
La ley de familia musulmana es el “locus de la discriminación civil y jurídica contra
la mujer”, como afirma Sadiqi (2011). En Túnez, el Código de Estatus Personal fue
instituido en 1956, a meses de la independencia. Este dio a las mujeres derechos
como la abolición de la poligamia y el repudio, el divorcio judicial, la igualdad en
cuanto a la educación y al trabajo fuera del hogar. Las mujeres también fueron alen-
tadas a deshacerse del velo. Hasta 2004 en Marruecos y 2005 en Argelia, todavía
necesitaban la autorización de sus padres o hermanos para contraer matrimonio,
aunque no había obstáculos para ejercer variadas profesiones u oficios. En Marrue-
cos, la reforma impulsada en 2004 por el rey Mohammed VI de la Ley de Estatus
Personal establece un nuevo Código de Familia, que sustituye a la antigua Mu-
dawana. Sin embargo, la Organización Marroquí de Derechos Humanos (OMDH)

50 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

demanda que se hagan efectivas las disposiciones del Código de familia, ya que su
aplicación no ha sido generalizada y además, sigue existiendo discriminación en
relación a asuntos tales como la herencia, el matrimonio y la custodia de los hijos e
hijas en caso de divorcio. Arfaoui (2011) afirma: “Eso es exactamente lo que se nece-
sita: que más personas tomen conciencia de la injusticia que hace que las hijas mujeres
hereden la mitad de lo que obtienen sus hermanos varones. Con el paso del tiempo, esto
podría derivar en el esperado cambio de las leyes. Claramente, la familia continúa siendo
el bastión del patriarcado”
La reforma de la Ley de Estatus Personal (Mudawana) parece constituir un paso
importante en el proceso de secularización de Marruecos (Ennaji, 2011). Por ello
Moha Ennaji afirma que “La sociedad civil feminista y democrática convirtió al Mu-
dawana en algo no tan sagrado”, contemplando dos aspectos: un feminismo que no es
solo portado por las mujeres, y la dislocación de lo sagrado, similar a lo que sucede
actualmente en Argentina. Arfaoui (2011) afirma que debe separarse la religión de la
política para lograr la igualdad de las mujeres y se pregunta “¿Puede existir la igual-
dad sin laicismo?”, respondiendo que no.

Las mujeres en las revueltas

Como ya se mencionó, tanto en Túnez, Egipto y Marruecos, como en Yemen,


Libia, Bahrein y Siria, las mujeres y las/os jóvenes fueron un porcentaje importante
de las/os manifestantes y se enfrentaron a los islamistas conservadores. El incre-
mento de la participación de las mujeres se debió, entre otros factores, a los avances
educativos, la capacidad que tuvieron para de organizarse en ONGs, las nuevas redes
de televisión por satélite, tales como Aljazeera y el aumento de la accesibilidad a In-
ternet y el desarrollo de las redes sociales10 (Regan (2012: 246, Moghadam, 2013).
Sin embargo, nos parece relevante señalar que las mujeres, tanto las organizadas
como las que no, vieron la oportunidad de desafiar al orden del estado autocrático
a través de ganar la calle en las protesta colectivas masivas, como no habían podido
hacerlo antes con esa magnitud. Según Kandiyotti (2011), hubo diferencias entre
las prácticas de las mujeres en ambos países. En Túnez las mujeres estuvieron a la
calle y abiertamente plantearon sus demandas y su preferencia por un estado laico,
posiblemente porque lo que estaba en riesgo eran los derechos otorgados por Habib
Bourghiba después de la independencia. Sin embargo, en El Cairo, mujeres y jóve-
nes participaron en la organización de las protestas, en especial en la plaza Tahrir

10 En Túnez la bloguera Lina Ben Mhenni ya en diciembre de 2010 alerto al mundo a través de su blog .(Regan,
2012: 246)

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 51


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

y en Alexandria. Según diversos relatos, durante los 18 días de la presencia de las


protesta en la plaza, las mujeres se sintieron libres, en el espacio público que siempre
les fue vedado. Mozn Hassan, directora de la organización Nazra for Feminist Stu-
dies, sostuvo en una entrevista que las mujeres “no están jugando un papel tradicional
en este conflicto como cuidadoras. Incluso las mujeres que nunca habían participado en
política ahora están decidiendo qué acciones deben llevarse a cabo. Han entrado en la
primera línea”11.
Al año siguiente, en la manifestación por el Día Internacional de la Mujer, fueron
objeto de violentas críticas y de provocaciones por parte de varones y mujeres tradi-
cionales, que consideraban que sus demandas no estaban relacionadas con la lucha
contra el régimen y la entorpecían. Además, la policía arrestó a muchas de ellas, a las
que sometió a un test de virginidad, una forma de violación. Fue una premeditada
intimidación, como medida para impedir que volvieran al espacio público.

Después de la primavera

Desde la perspectiva de casi 40 años desde las transiciones, la experiencia de los


países latinoamericanos (Argentina, Chile y Brasil) que hemos seleccionado para
nuestras comparaciones en la investigación en curso, nos muestra procesos comple-
jos de avances y retrocesos. Consideramos que al calor de los procesos en marcha en
el Norte de África quizás exista una exigencia (no solo por parte de los militantes,
sino también de parte de los cientistas políticos, como veremos mas adelante) de
resultados rápidos y exitosos en torno a las democratizaciones y la satisfacción de las
demandas que se conjugaron para dar origen a las revueltas, que merecen otra mira-
da, más matizada, sin pesimismos paralizantes ni optimismos ingenuos. Las demo-
cracias son construcciones políticas contingentes, no están predeterminadas (Lefort,
1990:190/191). Además, el litigio acerca de quién es entendido en la cuenta de la
democracia, o sea, la cuenta de los no contados, la parte de esos que no tienen parte, es
siempre conflictivo (Rancière, 1996: 42/45). Cada comunidad política articula las
diferencias de diferentes modos, por lo tanto si la democracia es contingente y con-
textual, no existe un modelo predeterminado, por ejemplo, en los temas de derechos
de las mujeres, derechos humanos y religiosos, para los cuales hay múltiples interpre-
taciones, dentro de los principios básicos de la democracia: la libertad y la igualdad.
En Argentina, Chile y Brasil, las organizaciones feministas y de mujeres, las de
Derechos Humanos, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (en Argentina), fueron
actores decisivos en las transiciones. Los movimientos de los ‘70 y ‘80 en América

11 http://ersiliacoop.es/mujeres-en-egipto/ 2011.

52 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

Latina se constituyeron simultáneamente a las luchas contra los gobiernos autorita-


rios, así como con las cada vez peores condiciones de vida y se relacionaron con la
lucha por los derechos humanos, los de los indígenas y el movimiento de mujeres en
todo el continente, que trajo a la arena pública el reclamo de sus derechos al denun-
ciar la violencia de género, la doble y triple jornada de trabajo, la falta de políticas de
salud reproductiva, la discriminación laboral, etcétera. En los años ochenta, varias
organizaciones, redes y alianzas lucharon para contribuir a la toma de conciencia de
las mujeres en torno a sus derechos. Comenzaron a discutirse cuestiones como la
subordinación, la violencia, el acoso sexual y a exigir derechos reproductivos, políti-
cas de salud, educación, acceso al mercado laboral y la necesidad de aprobación de
diversas leyes. El activismo de los movimientos de mujeres y la nueva agenda apro-
bada por los Estados de la región, a fin de cumplir con las normas internacionales y
mostrar algún tipo de liderazgo en cuestiones relativas a los derechos de las ciudada-
nas, resultó en un aumento gradual en el número de mujeres en las instituciones del
Estado (Ejecutivo y Legislativo), así como la elaboración de agendas de equidad de
género. En los tres países se crearon instituciones públicas de derechos de las muje-
res12 . Se aprobaron leyes relativas a la democratización de las familias: Patria Potes-
tad compartida (en Argentina en 1987), Divorcio (en Brasil, en 1977, en Argentina
en 1987; en Chile recién en 2004). También las referidas a la violencia contra las
mujeres (Brasil, Ley María La Penha, 2006; Argentina, la Ley de Protección Integral
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, 2008). Las Leyes
de Cupo o Cuota de participación femenina democratizaron parcialmente el acceso
de las mujeres a la representación política (Argentina 1991/2000; Brasil, 1997, Chi-
le, 2015). Sin embargo no se ha llegado aún al 50% en ninguno de los países. Las
cuestiones relativas a los derechos sexuales se han introducido en la agenda pública
en los últimos cinco años (Ley de matrimonio igualitario: Argentina: 2010, Brasil,
Uruguay: 2013; Argentina: Ley de Identidad de Género, 2011). La legalización del
aborto es todavía una deuda de la democracia en estos países, en los que la Iglesia
católica, a pesar de las controversias, es todavía muy poderosa.
Una dimensión importante de los procesos de democratización fue la forma en
que esos países se comprometieron con la justicia y la rendición de cuentas por
abusos contra los derechos humanos. En Chile y Brasil siguen vigentes las leyes de

12 Argentina: Consejo Nacional de la Mujeres (CNM); Chile: Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM); Brasil:
Consejo Nacional para los Derechos de la Mujer (CNDM), ahora Secretaría Especial de Políticas para las
Mujeres (SPM).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 53


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

amnistía de 1974 y 1979, respectivamente13. Con el retorno a la democracia en Ar-


gentina, en 1983, el gobierno puso en marcha el juicio a las juntas militares.- hecho
que distingue la Argentina del resto de países de América Latina en relación con el
enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad- que terminó con la condena a
sus integrantes. La Ley de Amnistía del gobierno militar fue revocada. La Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (Comisión Nacional sobre Desaparición
de Personas-CONADEP) fue creada en 1983 con el objetivo de aclarar e investigar
las desapariciones forzadas ocurridas durante la dictadura militar. Argentina comen-
zó el período más largo de su historia en la que no hubo ruptura del orden consti-
tucional, aunque enfrentó cuatro levantamientos militares entre 1987 y 1990, que
buscaban alterar el desarrollo de la democracia renaciente. Por otra parte, se dictaron
las leyes de Punto Final (1986), de Obediencia Debida (1987) y los decretos de los
indultos (1989-1990)14. Recién en 2003, el Congreso declaró su nulidad. En 2007,
la Corte Suprema declaró las leyes de amnistía inconstitucionales y sin valor, con lo
que puso fin a muchos años de impunidad. Por lo tanto, se aceleraron los Juicios
por la Verdad y la Justicia, que impulsados por Madres de Plaza de Mayo y otras
organizaciones de derechos humanos, comenzaron a finales de 1990.
Lo procesos estudiados dan cuenta de un lento camino hacia la consolidación
democrática, que evidencia la necesidad del estudios diacrónicos, ya que observamos
los disímiles recorridos seguidos por las iniciales transiciones, que fueron consoli-
dando regímenes más democráticos, aun con sus falencias. Si bien el clima de época
actual es muy diferente al de hace cuarenta, treinta o veinte, o tan solo, diez años.,
los procesos mencionados, los logros y las dificultades en términos de derechos de

13 En Chile, la ley de amnistía de 1974 no permite que los autores de crímenes cometidos durante la dictadura
militar sean procesados. La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig) fue creada
con el retorno a la democracia por el decreto de la presidencia y comenzó su trabajo en abril de 1990. La
definición de los derechos humanos y su violación limita la capacidad de la comisión y el castigo de los
agentes culpables de la crímenes. Brasil no logró formar una Comisión de la Verdad, por la Ley de Amnistía
de 1979. Esta ley permitía a los activistas exiliados regresar, pero también estableció mecanismos para
impedir el enjuiciamiento de las violaciones de los derechos humanos cometidas por agentes del Estado. En
diciembre de 2010, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos declaró ilegal a la ley de amnistía
debido a las disposiciones que “impiden la investigación y sanción de graves violaciónes de los derechos
humanos” y solicitó el estado hacer justicia y eliminar la Ley de Amnistía. La Comisión Nacional de la Verdad
Nacional –CNV- fue creada en 2013 por la presidenta, Dilma Rousseff. Investiga la tortura y las violaciones a
los derechos humanos que se produjeron entre 1964 y 1985. El 9 de abril de 2014, el Senado de Brasil aprobó
un proyecto de ley para la eliminación de la ley de Amnistía.

14 Las leyes de amnistía declararon exentos a los militares sobre el papel que jugaron durante la represión. La
Ley de Punto Final anuló todos los cargos penales por delitos cometidos antes de diciembre de 1983. La
Ley de Obediencia Debida proporcionó amnistía para los mandos medios y de menor rango de las Fuerzas
Armadas, la Policía, el Servicio Penitenciario y otras agencias de seguridad, en relación a los crímenes
cometidos durante la dictadura, ya que estaban obedeciendo las órdenes de sus superiores. Por lo tanto, los
comandantes en jefe, jefes de área y subárea estaban exentos de culpa.

54 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

las mujeres y de juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad, señalan que las de-
mandas van entrando al sistema político con un timing que depende de la situación
interna y externa de cada país.
En el caso de los países del norte de África estudiados, hubo ataques a mujeres en
universidades y escuelas, y en los comienzos del gobierno de En Nahda en Túnez se
las estaba obligando a usar la hijab. En Egipto, las mujeres estuvieron intensamente
movilizadas, y también fueron confrontadas y agredidas por quienes habían comba-
tido al gobierno de Mubarack en las calles, igual que ellas, un año antes (además de
los abusos policiales).
Algunas autoras alertan acerca del peligro de que los derechos de las mujeres se
conviertan en parte de negociaciones gatopardistas. En otras palabras, una de las
amenazas más inmediatas para la realización de la igualdad de género, es el grado en
que sean un elemento de “compromiso” en la agenda de reforma (Kandiyoti, 2011,
2012; Regan 2012). Moghadam (2013) menciona la paradoja entre la participación
activa de las mujeres en las protestas y el no tenerlas en cuenta para formar parte en
diversas comisiones y cargos públicos. Las críticas y prevenciones señaladas son per-
tinentes, ya que se ha observado el liderazgo de las mujeres en estos cinco años, pero
no ocupan el mismo sitio que ocuparon en la lucha, tensión que se ha observado
frecuentemente en todos los procesos revolucionarios, pacíficos o no. En Túnez muy
pocas mujeres ocuparon cargos de importancia.
Kandiyotti (2012:2) pregunta: “¿Por qué es que en las sociedades acosadas por una
miríada de problemas económicos y sociales inmanejables siguen ocupando los titulares
interminables debates sobre los derechos y la situación de las mujeres? Una forma de res-
ponderla es la consideración de la gran cantidad de mujeres y jóvenes en las protestas
en las calles que las visibilizó en la arena publica y llevo sus demandas a ser objeto de
debates, no solo en sus países, también en el mundo, al poner de relieve -para aque-
llos que lo ignoraban o estaban sumidos en cualquier tipo de prejuicios- la existencia
de organizaciones de mujeres democráticas y laicas en la región. La conformación
de nuevas organizaciones y coaliciones da cuenta de este proceso15. La otra, no es
menor el resultado del rechazo público por parte de las organizaciones de mujeres
en articulación con otros sectores democráticos y laicos de los borradores de las
reforma constitucionales de orientación islámica. En Egipto, en 2013 se aprobó la

15 La Coalición de Mujeres de Túnez fue fundada en 2012 por quince asociaciones. Al presente ya son treinta. Su
objetivo es promover los principios de derechos humanos, y la igualdad total de género, la plena ciudadanía
para todos a través del acceso a la cultura, y la lucha contra todas las formas de discriminación, especialmente
la discriminación de género. En el original: …and total gender equality, in irrevocable terms, and not liable to
interpretation. http://www3.e-joussour.net/files/COALITION%20FOR%20WOMEN%20OF%20%20TUNISIA-
Presentation%20190912.pdf

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 55


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

nueva constitución, donde se estableció que los principios de la sharí’a están sujetos
a la interpretación del Tribunal Constitucional, además de prohibirse los partidos
políticos con base religiosa. En Túnez en 2014, se votó una constitución laica, que
respeta la igualdad de género y los derechos humanos. Otro de los logros fue el retiro
de todas las reservas específicas a la CEDAW.
La caída del gobierno islamista y la victoria en el mismo año del candidato Mo-
hamed Beji Caid Essebi, del partido Nidaa Tunis, tiene una gran importancia, pues
el voto mayoritario que lo llevó al triunfo provino de las mujeres. El presidente
designó tres ministras (en los Ministerios de Cultura, Turismo y Mujeres, familias
y niños) y cinco secretarias de Estado. Se pasó así de una participación en el poder
ejecutivo entre el 7 y 10% a 19,5%.
El promedio regional de mujeres parlamentarias es de 10,7%, muy por debajo
del promedio mundial. En Túnez, por la ley electoral vigente, las mujeres tenían
el 25% de los puestos en las listas. Las elecciones de 2011 llevaron 49 mujeres a la
Asamblea Constituyente, esto es un 22, 56% de los escaños. Sin embargo, es ne-
cesario considerar que 42 de esas mujeres eran miembros de familias vinculadas al
partido En Nahda. Los activistas tunecinos de larga trayectoria temían que este par-
tido, que dominaba la asamblea, utilizara la presencia de las parlamentaristas para
restringir los derechos de las mujeres (Ennaji, 2013). En abril de 2013 se tomó una
iniciativa sin precedentes, no solo en el mundo musulmán: la paridad de varones
y mujeres -los 50 y 50 que demandaban las mujeres tunecinas en el FSM- en las
listas para las primeras elecciones democráticas en los 55 años de independencia del
país, en 2014. En aquellas se alternaron las y los candidatas/os de ambos sexos. Esto
llevo la representación de las mujeres a 68 escaños, o sea, al 31%16. En Marruecos,
la introducción de cuotas para las mujeres parlamentarias permitió un aumento de
6 % del número de mujeres en 2011, por lo que paso a ser de 17%. En cambio en
Egipto, se registró una caída del porcentaje de mujeres parlamentarias, pasando de
12,7% a poco menos de 2%. (Informe de la 126ªAsamblea de la Unión Interparla-
mentaria Mundial-UIP- 2012).

Los discursos sobre la transición en Túnez y Egipto

¿Cómo están abordando las transiciones del norte de África algunos de los teó-
ricos de las democratizaciones? Hacia mitad de los 90, Juan J. Linz y Alfred Stepan

16 No es la ocasión aquí para explicar el sistema electoral, que casi deja a las mujeres en la misma si-
tuación que antes. Para más información ver: Nihel Ben Amar, presidente de la Asociación “Tú-
nez Vota”. (2016) http://www2.warwick.ac.uk/fac/soc/pais/research/researchcentres/irs/euspring/
euspring_policy_brief_on_womens_rights_in_tunisia

56 Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67


Graciela Di Marco

(1996:4) retomaron las discusiones de los 80 que intentaban sistematizar un crite-


rio para distinguir la “transición” de la “consolidación”, y afirmaron que con una
“democracia consolidada” se referían a un régimen político en el que la democracia
como un sistema complejo de instituciones, normas, incentivos y desincentivos ins-
titucionalizados se hayan convertido, en “el único juego en la ciudad”. Recientemente
estos autores se han mostrado interesados en interpretar los procesos de transición
en algunos países del norte de África. En esta ocasión ven la necesidad de enfatizar
la contingencia de las democracias y no menos importante, que no hay un solo tipo
de democracia consolidada. Al referirse a las nuevas transiciones, consideran que
se abre una nueva área de investigación en torno a las variedades de democracias
consolidadas. Aclaran que estas pueden mejorar su calidad, atendiendo a los factores
económicos y a la profundización de la participación popular en la vida política y
social del país (Linz y Stepan, 2013: 16). Enuncian algunas condiciones, como la
posibilidad de desarrollo de la sociedad civil, una sociedad política relativamente au-
tónoma, una sociedad económica institucionalizada, un estado de derecho vigente
en todo el territorio del estado y una burocracia estatal imbuida de los principios
democráticos (Linz y Stepan, 2013: 20).
Dentro de lo que ellos denominan una nueva área de estudios, y de esas condi-
ciones que enuncian, no se desprende la consideración de los derechos humanos
y la ampliación efectiva de la ciudadanía económica, social, cultural, de género y
sexual. No reflexionan en torno a que no puede haber democracias sin derechos
de las mujeres, de las diferentes sexualidades, colectividades étnicas y religiones. Lo
cual podría ser interpretado en el marco de la continuidad de las discusiones de los
noventa, y sostener que en esa época no eran tan visibles como problemas a abordar
como lo están ahora. Sin embargo, la cuestión de los derechos humanos atravesaron
los procesos de democratización en América latina y en Europa oriental. El tema
de los derechos de las mujeres ya había sido levantado por las feministas de la se-
gunda ola y a nivel internacional habían tenido lugar las Conferencias Mundiales
de la Mujer, la primera en México (1975); la segunda en Copenhague (1980), la
tercera en Nairobi (1985) y la última en Beijing (1995). La Convención sobre la eli-
minación de todas las formas de discriminación contra la mujer, (CEDAW) había sido
aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el18 de diciembre de1979.
En las conferencias y en la convención se declararon los derechos civiles, políticos,
sociales, económicos y culturales de las mujeres. En esta misma dirección, Mogha-
dam (2013:395), afirma que si bien los estudios sobre las mujeres, la participación
política y la democratización comenzaron con las transiciones en América Latina y
en el Este de Europa, aquéllos continúan alejados de las tendencias dominantes en

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 57


Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

la literatura sobre la democratización. Es cierto que la problematización sobre el no


reconocimiento de las diferencias étnicas y religiosas y de las diferentes sexualidades,
son más propias y generalizadas de los debates de fines de los noventa y de este siglo.
Por otra parte, desde los estudios poscoloniales, varios/as académicos/as vienen ha-
ciéndose eco de las demandas de los movimientos indígenas y feministas.
En el análisis de las transiciones, Linz y Stepan (2013) consideran que los conflic-
tos en relación con la religión, o entre las religiones, no figuraron como algo notorio
en las transiciones de América Latina o del este de Europa. Sin embargo destacan el
papel positivo de la Iglesia Católica Romana, en las transiciones democráticas en Po-
lonia, Chile y Brasil. No aluden a las complicidades con la dictadura cívico-militar
en Argentina, por ejemplo. Ni que en Chile, no obstante haber cumplido un impor-
tante rol en la defensa de los perseguidos por la dictadura de Pinochet, se opuso al
divorcio vincular, y vetó toda iniciativa sobre los derechos sexuales.
Llama la atención que Stepan (2012:90) a solo un año de sucedidas las revueltas
en Túnez afirmara con cierta premura, sin tener en cuenta el seguimiento del proce-
so, “que Túnez logró una transición democrática exitosa, aunque todavía no es una
consolidación de la democracia”. Para la mencionada afirmación, Stepan (2012:90)
alega que Túnez había cumplido con los cuatro requisitos que Linz y él mismo ha-
bían argumentado, en base a sus previos estudios17. Esta transición fue exitosa por-
que se siguió el modelo de lo que denominó de “tolerancias gemelas”, que se refiere
a la tolerancia de los ciudadanos religiosos hacia el estado, esto es, que se acepten
las normas y funcionarios elegidos democráticamente con la libertad para legislar y
gobernar sin tener que enfrentar, en el caso árabe, reclamaciones religiosas sobre el
predominio de la shari’a como fuente de la ley y, simultáneamente la tolerancia del
Estado hacia los ciudadanos religiosos, o sea la libertad religiosa (Stepan, 2000). En
un artículo publicado con Linz, ambos sostienen que puede haber variados mode-
los de relaciones entre el Estado, la religión y la sociedad, o sea que pueden existir
“múltiple secularismos” (Linz y Stepan, 2013:17). Si bien se puede coincidir con
esta noción, que puede dar cuenta de contextos culturales e históricos específicos, la
medida de su aceptación depende de cómo se respetan los derechos de las mujeres y
sexualidades diferentes que han sido privadas de todos o muchos de ellos en virtud
de los mandatos religiosos patriarcales. Además es notable el lenguaje utilizado, que
se expresa en términos de tolerancia y no en términos de derechos.

17 “1-suficiente acuerdo sobre los procedimientos para producir un gobierno electo; 2- un gobierno que llega al
poder como el resultado directo de un país libre y el voto popular; 3-la posesión de facto de este gobierno
de la autoridad para generar nuevas políticas, y 4-el ejecutivo, el poder legislativo y judicial generados por la
nueva democracia no tiene que compartir el poder con otros organismos de jure “(como los militares o líderes
religiosos). Además de una constitución con protecciones contra la tiranía de la mayoría, un poder judicial
independiente, una sociedad civil fuerte y crítica, y una prensa libre” (Stepan, 2012: 90).

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Graciela Di Marco

Con respecto a lo que varios autores denominan sociedad política, Daniel Brum-
berg (2002:62) alude a que la presencia o ausencia de la misma es una función de
la política oficial, mediante un gradualismo democrático que debe presionar para la
creación de partidos políticos efectivos, parlamentos representativos, y el Estado de
Derecho. Estas afirmaciones han sido desafiadas por los sucesos que estamos anali-
zando, que comenzaron con las revueltas de la sociedad civil enfrentada a los estados
autocráticos. También Brumberg afirma que las transiciones deben ir acompañadas
de apoyo internacional para el seguimiento efectivo de las elecciones locales y nacio-
nales. Coincide en este punto con Linz y Stepan, al afirmar: “Si las fuerzas poderosas
desde el extranjero pesan en el lado de la democracia, puede seguirle una transición
democrática razonablemente rápida”. En ninguno de estos autores se atisba una consi-
deración de la posibilidad de cambios que podrían surgir desde los mismos pueblos.
Maged Mandour (2014) ha denominado “imperialismo liberal”, a la noción que
permite vincular el orden político actual con la ideología neo-colonial internacio-
nal. Las relaciones entre las elites nacionales y de los países capitalistas centrales han
estado presentes tanto en los aspectos ideológicos como económicos de la opresión.
El autor señala dos rasgos distintivos del “imperialismo liberal”: ..”el libre mercado
como elemento esencial para el orden democrático pleno (ajuste y reformas de mercado)
y la perspectiva orientalista “ que “….no transmite la verdad de cómo las civilizaciones
y culturas se solapan, confluyen y se nutren unas a otras” (Said, 2008:25). Este enfo-
que nacido en el mundo occidental, reduce al árabe, al musulmán, al “otro”. Para
los cientistas sociales latinoamericanos es bien familiar: se trata del colonialismo
económico y cultural. La versión orientalista se reproduce al interior de las mismas
sociedades, en las cuales las elites y muchos sectores educados y urbanos se ven a sí
mismos como liberales seculares y consideran a sus conciudadanos del pueblo, de
sectores rurales o menos educados, como incivilizados. El resultado de esta visión es
la necesidad de que sean guiados y controlados, en una típica operación que repro-
duce como estas elites son guiadas y controladas por las potencias de occidente. De
esta ideología se deriva la necesidad de la intervención directa o indirecta por el bien
de un cambio de régimen, y la “democratización”, al estilo de los países del norte.
En síntesis, los estudios de las democratizaciones que provienen de centros con
grandes recursos e influencia en aquellos países, sostienen un enfoque de democra-
cia liberal y no aparece como tema relevante el importante aporte ciudadano de las
mujeres a la democracia, más allá del voto, ni la participación popular. Moghadam
(2011) sostiene la misma crítica en torno a la ceguera sobre la participación activa
de las mujeres.

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Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

Conclusiones

Las identidades políticas en torno a los movimientos de mujeres, en alianza con


otros sectores han logrado algunas victorias, entre estas, el reconocimiento de las
organizaciones de mujeres democráticas y laicas y la conformación de nuevas orga-
nizaciones y coaliciones. El movimiento de mujeres articulado con otras identidades
laicas y antipatriarcales, consiguió que finalmente en Egipto se aprobara la nueva
constitución, donde se eliminaron los artículos más islamistas y en Túnez se votara
una constitución laica. Otro de los logros en ese país fue el retiro de todas las reservas
específicas a la CEDAW. Túnez también fue el primer país de la región que lo hizo.
El logro de la paridad en las representación parlamentarias es sin dudas destacable.
No empalidece porque en 2014 la proporción de mujeres electas haya sido del 31%,
ya que se necesita tiempo para que esta herramienta sea apropiada por las mujeres
y exigida en los partidos político democráticos, cuestión que puede suceder en las
sucesivas elecciones parlamentarias, entre ellas, las de 2017. También puede llevar
más tiempo, como ha sucedido en otros países, sin más lejos, en la Argentina. Tam-
bién puede contabilizarse la victoria del partido laico Nidaa Tunis como resultado
del voto de las mujeres.
Las teorizaciones sobre las democracias, acuñadas en el norte global y seguidas
frecuentemente en los estudios de las democratizaciones en América Latina y en el
este de Europa, con su concepción minimalista y sus listas de procedimientos, no
se detienen a considerar en profundidad las dimensiones vinculadas a la participa-
ción popular, la justicia social, los derechos económicos, sociales, culturales (no solo
civiles y políticos), los derechos de las mujeres y de las diferencias en virtud de la
sexualidad, la etnia, la religión, los derechos humanos. En general se parte desde una
concepción que, al mirar solamente la institucionalidad política, concluye apresura-
damente con reflexiones acerca de la “debilidad” de los países árabes para realizar los
procesos de transiciones democráticas y por consiguiente, se señala la necesidad de la
ayuda externa. Los “modelos” de democracia que se proponen son los de los centros
académicos de los países del norte global y los organismos de crédito internacionales,
en síntesis, democracias neoliberales.
Además de tener en cuenta los factores internos, como el tipo de organización
y articulaciones contra-hegemónicas de la sociedad civil y política de cada país, es
necesario considerar el contexto regional geopolítico y la posición estratégica de los
países, pues esto contribuye para la comprensión de las razones por las que la transi-
ción tunecina se llevó adelante hasta alcanzar niveles más democráticos, sin excluir al
partido En Nahda, ni perseguir a sus miembros, mientras que en el caso de Egipto,

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Graciela Di Marco

se persigue aun a los Hermanos Musulmanes, a los grupos opositores y a periodistas.


Las fuerzas externas cumplen un papel mucho más determinante, por la estratégica
posición de este país como llave del Golfo Pérsico.
En el caso de Túnez, como ya lo hemos mencionado, un aspecto relevante lo
constituye la división del campo político entre las identidades políticas islamistas y
las seculares, que se tensó especialmente en el proceso de sancionar la nueva cons-
titución. La conformación de las identidades políticas en torno a Nidaa Tunez, y
al Frente de Salvación Nacional, los sindicatos, movimientos feministas y de dere-
chos humanos, pueden dar una pista provisoria sobre una articulación de demandas
democráticas, enfrentada en los primeros años de la revolución al islamismo en el
gobierno. Como sucedió con el apresuramiento de Stepan que ya mencionamos, también
ahora los analistas dan por finalizada la transición en el país, ya que Mohamed Béji
Caïd Essebsi se convirtió en el primer presidente electo de la II República de Túnez.
Es necesario seguir analizando qué tipo de estrategias políticas emergen, esto es, si
es destino ineludible la democracia liberal y los ajustes de mercado. Es preciso ob-
servar cómo sigue este proceso, en riesgo por la situación económica, uno de cuyos
indicadores es la elevada tasa de desempleo, aún más alta que cuando comenzaron
las revueltas; y amenazado ahora por los ataques terroristas18. En Marruecos, las
reformas fueron dispuestas por decisión del mismo rey, la transición democrática
no se realizó y la represión continúa. Consideramos el caso de Egipto como una
transición fallida. El triunfo del general Al-Sisi vuelve la situación prácticamente a
su inicio, antes del enero de 2011. El proceso en estos cinco años, teñido de vio-
lencias de todo tipo, y con fuertes contenidos de autoritarismo, persecuciones y no
respeto a los derechos humanos, está abierto, y es preciso continuar profundizando
su estudio. No se pudieron articular las demandas que dieron origen a la revolución
para buscar una transición democrática. Coincidimos con Mandour (2014) en que
la actual situación en este país es fundamental para el estatus quo a nivel regional,
ya que ayuda en el flujo de la corriente de capital y petróleo del mundo árabe a los
países centrales. Esto se observa en las iniciales y retoricas declaraciones de condena
desde Washington el golpe de estado y su aceptación después. Mandour agrega, “se
mantiene a Egipto como un país periférico, ya que su avance de un estado semi-pe-
riférico implicaría un enfrentamiento directo con los intereses de los países centrales,

18 El Estado Islámico cometió en Túnez dos atentados durante 2015. En marzo, al museo del Bardo; en junio
en un hotel en la costa. Estos ataques ponen en situación de vulnerabilidad el turismo, que es la tercera
industria más importante en el país. En noviembre, hubo una explosión a bordo de un autobús de la seguridad
presidencial, del que no se conoce la autoría. Frente a este último hecho el presidente Essebi declaró el
estado de sitio.

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Las democracias, las democratizaciones y los desafíos en torno a la inclusión plena de las mujeres

principalmente en Estados Unidos, que no va a tolerar el surgimiento de otra potencia


regional, como Irán, que podría disputar su supremacía en el mundo árabe”.
Lejos de toda visión orientalista, se hace necesario además hacer un análisis tanto
sobre la democracia liberal como meta para las transiciones, como de los diversos is-
lamismos políticos, con sus discursos y estrategias. Entre otros, los del salafismo, los
del islam popular, comunitario y los del feminismo musulmán, que ha propiciado
un dialogo entre feministas religiosas y laicas a favor de la igualdad entre los sexos
(Rizzo et alt, 2007, Moghadam, 2002, 2008).
Las experiencias de los tres países de América Latina que hemos estudiado seña-
lan la posibilidad de transitar hacia democracias inclusivas y redistributivas, basadas
en la participación popular, pero al mismo tiempo alertan sobre los riesgos que
enfrentan en un contexto globalizado en los cuales las fuerzas hegemónicas del ca-
pitalismo están actuando con ferocidad para retrotraer esos caminos emprendidos.

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Recibido: 28-05-2016
Aceptado: 04-06-2016

Segunda época, Volumen XX, 2016, 35-67 67


Gabriela Castellanos Llanos

LOS ESTILOS DE GÉNERO Y LA TIRANÍA DEL


BINARISMO:
DE POR QUÉ NECESITAMOS EL CONCEPTO DE
GENEROLECTO
Gender styles and tyranny of binarism:
Why we need the concept of genderlect

Gabriela Castellanos Llanos


Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad,
Universidad del Valle, Colombia.

Resumen
En el presente artículo se analiza la cuestión de la relación entre género
y lenguaje, en especial el concepto de generolecto, arguyendo que pue-
de servirnos para acercarnos a la comprensión de cómo se construyen
las identidades femeninas y masculinas.
¿Qué es eso que llamamos femenino, y qué lo que denominamos mas-
culino? En la vida cotidiana todos y todas en algún momento describi-
mos una acción corporal o un acto de habla de alguien como femenino
o masculino, pero ni en las ciencias sociales ni en el análisis del dis-
curso se ha llegado a caracterizar estos estilos. La exploración de los
generolectos permitirá indagar sobre ellos, es decir, sobre lo que en un
contexto sociocultural específico se considera masculino y femenino,
como estereotipos que sirven para sancionar aquellos actos (y aquellas
personas) que se aparten de lo culturalmente esperado.
El trabajo se propone revisar una serie de definiciones básicas para
delimitar el alcance del concepto de generolecto, con base en algunos
hitos importantes de la literatura feminista y/o sobre género y lenguaje,
y finalmente examinar la importancia de este concepto para los estudios
de género.

Palabras claves: generolecto – femenino – masculino – literatura


feminista

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

Abstract
In this article the question of the relationship between gender and lan-
guage is analyzed, specifically the concept of genderlect, arguing that it
can help us to get closer to understanding how feminine and masculine
identities are constructed.
What is it we call feminine, and what masculine? In everyday life every-
one at some point has described someone’s bodily action or speech act
as feminine or masculine, but neither in the social sciences nor in dis-
course analysis have these styles been characterized. The exploration
of genderlects will allow us to discover what in a specific cultural con-
text is considered masculine and feminine, and how these stereotypes
are used to sanction those acts (and people) who do not meet cultural
expectations.
The work aims to review a number of basic definitions to define the
scope of the concept of genderlect, based on some important mile-
stones in feminist literature and in studies about gender and language,
and finally to examine the importance of this concept for gender studies.

Keywords: genderlect – feminine - masculine - feminist literature

Sumario: Introducción. Definiciones y precisiones. Género y lengua-


je: los generolectos. Los generolectos y el binarismo. Generolectos y
postmodernismo. Caracterización de los generolectos. A modo de con-
clusión. Bibliografía.

Introducción

L
a cuestión de la relación entre género y lenguaje se ha venido debatiendo en
la sociolingüística desde que en 1975 Robin Lakoff publicó su libro Lan-
guage and Woman’s Place1. En esa obra la autora exploró las diferencias en el
habla de hombres y mujeres, tanto las formas como el lenguaje (en su caso,
el inglés) trata a las mujeres, como las formas como las mujeres usan el lenguaje. Las
manifestaciones en el lenguaje de la subordinación sociocultural de las mujeres era
una consideración importante para esta autora. Desde entonces han corrido ríos de
tinta sobre el tema; sin embargo, la labor de presentar un estado de la cuestión de
las relaciones entre género y lenguaje está más allá de los alcances de este texto2. Lo
que me propongo hacer aquí es centrarme en el concepto de generolecto, arguyendo

1 Existe una versión en español de 1981: El lenguaje y el lugar de las mujeres (Barcelona: Hacer).

2 Dos ensayos relativamente recientes que revisaron la literatura sobre el tema fueron escritos por Deborah
Cameron (1998, 2005).

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que puede servirnos para acercarnos a la comprensión de cómo se construyen las


identidades femeninas y masculinas.
Ya en 1990 Judith Butler presentó su tesis de que las identidades de género se
construyen performativamente, es decir, por medio de la repetición ritualizada de
estilos de gestos y de posturas corporales, a la vez que de actos de lenguaje. Pero no
hemos avanzado en la definición de cuál es el contenido específico de esos estilos, en
qué consisten, cuáles son sus características. ¿Qué es eso que llamamos femenino, y
qué lo que denominamos masculino? En la vida cotidiana todos parecemos saberlo;
todos y todas en algún momento describimos una acción corporal o un acto de
habla de alguien como femenino o masculino, pero ni en las ciencias sociales ni en
el análisis del discurso hemos llegado a caracterizar estos estilos. Lo que arguyo aquí
es que es la exploración de los generolectos lo que nos permitirá indagar sobre estos
estilos, es decir, sobre lo que en un contexto sociocultural específico se considera
masculino y femenino.
En este trabajo me propongo revisar una serie de definiciones básicas para deli-
mitar el alcance del concepto de generolecto, con base en algunos hitos importantes
de la literatura feminista y/o sobre género y lenguaje, y finalmente examinar la im-
portancia de este concepto para los estudios de género.

Definiciones y precisiones

Género y discurso
El punto de partida del estudio de los generolectos lo constituye la articulación
entre dos campos relativamente nuevos del trabajo académico: la teoría del discurso
y la teoría de género. Por una parte, el lenguaje ha dejado de ser visto solamente
desde la perspectiva de las estructuras de la lengua, y se estudia hoy también como
discurso, es decir, como lenguaje en acto, o lenguaje en uso, lo cual implica atender
a “la forma como los significados se producen cuando se usa el lenguaje en contextos
particulares para propósitos particulares” (Cameron y Kulick, 2007:93). Al mismo
tiempo, para los teóricos críticos, sobre todo para Michel Foucault, quien definió el
“discurso” como “las prácticas que sistemáticamente forman los objetos de los cuales
hablan” (1972:149), los “discursos” son parte de las prácticas sociales (Cameron y
Kulick, 2007:93-94). Mientras los analistas del discurso lo definen como el lenguaje
en contexto, en acto, “para los teóricos críticos, los ‘discursos’ son un conjunto de
proposiciones en circulación acerca de un fenómeno particular, que constituyen lo
que la gente toma por la realidad de ese fenómeno” (Cameron y Kulick, 2007:93).
Sin embargo, como señalan, de nuevo, Cameron y Kulick, “los dos sentidos del

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

término ‘discurso’… se implican mutuamente en el proceso… [de] la construcción


y de la ‘realidad’ del sexo” (2007:93-94), y por supuesto, de las realidades culturales
de género. Por otra parte, es importante recordar que discurso no sólo designa el
lenguaje hablado y escrito, sino otros sistemas de significación relacionados, que
incluyen la gestualidad, las posturas y movimientos corporales, y otras formas de
relación entre los cuerpos de los interlocutores.

Sexo y género
Por otro lado, el campo de los estudios de género se ha formado a partir de la
indagación sobre las diferencias sociales y culturales entre los sexos. Partiendo de las
primeras definiciones del “sistema sexo/género” (Rubin, 1975), que nos remitían a
las interpretaciones culturales de las diferencias biológicas, y pasando por la discu-
sión de Joan Scott sobre el género como “un elemento de las relaciones sociales que
se basa en las diferencias entre los sexos” (Scott, 1990 [1986]:14), podemos hoy
definir el género como “el sistema de saberes, discursos, prácticas sociales y relacio-
nes de poder que les da contenido específico al cuerpo sexuado, a la sexualidad y a
las diferencias físicas, socioeconómicas, culturales y políticas entre los sexos en una
época y en un contexto determinados” (Castellanos, 2006:27). A partir de esta defi-
nición, el sexo aparece ya contenido en el género; es decir, se postula la construcción
socio-cultural de la sexualidad. Esta postura proviene de dos fuentes: por una parte,
las indagaciones de Michel Foucault (1980 [1976]) sobre el carácter histórico de la
sexualidad, y por la otra, las posiciones de algunas teóricas feministas sobre las rela-
ciones entre biología y cultura.
La necesidad de las feministas de refutar el determinismo biologicista que mi-
lenariamente había condenado a las mujeres al rol reproductivo como su función
social exclusiva, llevó a muchas teóricas a buscar formas nuevas de plantear las re-
laciones entre biología y cultura. Algunas feministas radicales de los años 70, como
Shulamith Firestone (1970), apelaron a la tecnología reproductiva como un modo
de trascender la esclavitud de la mujer a la reproducción, pero no llegaron a superar
la idea de que las mujeres recibían mayor influjo de la naturaleza que los hombres. Ya
en 1983, sin embargo, Alison Jaggar, en su influyente libro Feminist Politics and Hu-
man Nature, y siguiendo planteamientos de otras autoras feministas, como Andrea
Dworkin and Dorothy Dinnerstein, iba a afirmar que “la constitución biológica
humana… es un resultado a la vez que una causa de nuestro sistema de organización
social” (Jaggar, 1983:109)3.

3 Todos los textos citados que provienen de obras en inglés, han sido traducidos por mí.

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Para Jaggar, los aspectos biológicos y los sociales de la vida humana interactúan
a lo largo de su evolución en distintos medios, de tal modo que las características
físicas mismas se desarrollan dialécticamente: biología, ambiente y desarrollo tecno-
lógico como factor social entran en un juego de influencias mutuas que llega a dar
forma a nuestros cuerpos, tanto como a nuestras sociedades:

Como se concibe generalmente, el sexo aparece como un conjunto de características bio-


lógicas fijas, mientras que el género se construye como un conjunto de normas sociales va-
riables… Si, por el contrario, reconocemos que la biología humana, incluyendo la sexual,
se crea parcialmente en la sociedad, y si reconocemos que la sociedad humana responde
a la biología humana, perdemos la claridad de la distinción entre sexo y género (Jaggar,
1983:112).

A partir de esta idea, en 1987 dos etnometodólogos estadounidenses, Candace


West y Don Zimmerman, definieron el sexo como “una determinación hecha a
través de la aplicación de criterios biológicos acordados socialmente para clasificar
las personas como mujeres o varones” ( West y Zimmerman, 1987:127). Tres años
antes de la famosa declaración de Judith Butler de que “el sexo ya es género”, West
y Zimmerman concebían el sexo como una característica que se decide con base en
“acuerdos sociales” sobre cómo clasificar a los individuos. Estos dos autores propu-
sieron otras dos categorías complementarias de la de sexo: la “categoría sexual”, que
tiene que ver con “las demostraciones identificatorias exigidas socialmente que pro-
claman que pertenecemos a una categoría o la otra”, y la de género, definido como
“la actividad de manejar la conducta situada a la luz de concepciones normativas…
[consideradas] apropiadas para la categoría sexual de una persona” (West y Zimmer-
man, 1987:127).
Por otra parte, debemos fundamentalmente a Judith Butler, influida por Fou-
cault, el planteamiento del género como la base cultural sobre la cual se produce
performativamente tanto la identidad de género como la sexualidad misma (2001
[1990]). Y reconocemos que tanto él como ella han postulado la interacción funda-
mental entre el discurso y la construcción de las subjetividades, lo cual tiene especial
relevancia para el estudio tanto de las sexualidades como de los géneros femeninos y
masculinos, en toda su diversidad sociocultural.
A pesar de que estas posiciones teóricas han tenido una fuerte influencia en las
ciencias sociales y en las humanidades, no debe pensarse que exista unanimidad
sobre su validez. En ciertos contextos, sobre todo en agencias internacionales cuyo
trabajo se basa en una cierta concepción del desarrollo, género ha venido aparecien-
do “como un término inocuo, a menudo un simple sustituto para ‘mujeres’” (Scott,

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

2010:10). En la vida cotidiana también se generaliza ese sentido, ya incapaz de pro-


ducir controversia, pero también estéril en cuanto a su uso para reclamar y producir
cambios sociales y culturales profundos.
La diferencia entre una definición del concepto que lo puede convertir en una
herramienta revolucionaria de análisis e intervención, y otra que le da un sentido
ya neutralizado, yermo, estriba, según Scott, en si simplemente se emplea para se-
ñalar diferencias de roles sociales, pero conservando la concepción del sexo como
algo “natural”, o si se va más allá, para cuestionar la idea de que ser hombre o ser
mujer es estar dotado de una identidad fija, invariable. Para esta autora, el género
está condenado a perder su capacidad transformadora si no se adopta la posición
desconstruccionista, que sostiene que “ni el sexo ni el género [son] producto de la
naturaleza sino de la cultura” y que el sexo no es “un fenómeno transparente”, sino
que adquiere su estatus “natural” sólo “de modo retrospectivo, como justificación
para la asignación de roles de género” (Scott, 2010:10). Apoyándose en la investiga-
dora feminista Denise Riley (1988), Scott afirma que el cuerpo, ese sustrato supues-
tamente natural en el cual se basa la diferencia sexual, no es “un punto de origen
ni un término, es un resultado o un efecto”; es decir, un producto cultural. En ese
sentido, “género”, tal como se concibió en la literatura feminista en la década de los
80, nos advierte Scott, “era un llamado a trastornar el poderoso influjo de la biología
al abrir todo aspecto de la identidad sexuada al cuestionamiento” (Scott, 2010:11).
El tiempo pasado del verbo (“era”) en la oración anterior nos muestra que Scott
se está refiriendo a un movimiento de décadas pasadas, ahora gravemente amenaza-
do por la ola homogeneizante, neutralizadora, del uso globalizado del término “gé-
nero”. Del mismo modo que el de género, el concepto de “mujeres” y de “hombres”
debe relativizarse, pensarse en términos de los flujos de la historia y de los cambios
culturales, y no suponer que “nuestros cuerpos” “nos” definen (Scott, 2010:12).
Es de vital importancia, entonces, que mantengamos la pregunta abierta sobre
cómo se viven y se conciben el cuerpo, el sexo, las masculinidades y las feminidades
en contextos precisos:

Son precisamente [los] significados particulares [de masculino o femenino, varón o hem-
bra] los que necesitan ser extraídos de los materiales que examinamos. Cuando el género
es una pregunta abierta sobre cómo se establecen estos significados, qué implican, y en qué
contextos, entonces sigue siendo una categoría útil para el análisis, por ser crítica (Scott,
2010:14).

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Gabriela Castellanos Llanos

Para que la categoría de género sea profundizada y refinada en los estudios femi-
nistas, debemos alejarnos, desde el punto de vista teórico, de sus usos globalizados
y acríticos.

Generolectos: identidades y estilos


Con base en todas las anteriores consideraciones, defino el concepto de generolecto4
como el dialecto discursivo de género, es decir, las diferencias de estilo entre el dis-
curso femenino y el masculino, culturalmente concebidos. Los generolectos, en mi
definición, no son adscribibles a hombres o a mujeres como grupos biológicamente
determinados, sino que corresponden a la caracterización cultural de qué tipos de
expresiones y actitudes se consideran femeninos o masculinos en un contexto socio-
cultural específico, y por lo tanto qué tipos de conducta se esperan de hombres o de
mujeres.
Se trata por tanto de estereotipos culturales, que se emplean para juzgar el com-
portamiento de las personas como femenino y masculino, esperando que exista “co-
herencia” entre sexo biológico y estilo de género, alentando de diversos modos a los
sujetos y sujetas a comportarse de una manera considerada “coherente”. En aras de
lograr esta coherencia, se llega en algunos casos a conminar a los sujetos y sujetas
a comportarse del modo esperado, sancionando negativamente a quienes sean vis-
tos como “incoherentes”, o “desviados” de la conducta esperada. En otras palabras,
“sexualidad y género tienen una ‘relación especial’, una forma particular de depen-
dencia mutua” (Cameron y Kulick, 2003:7), y el uso de los discursos por hombres
y mujeres es juzgado a partir de esta relación. Es esta normatividad estilística, pro-
fundamente dicotómica y en muchos casos homofóbica, la que podemos explorar
mediante el uso del concepto de generolecto.
Por otra parte, en este punto se hace necesario discutir las diferencias entre los
conceptos de identidad de género, orientación sexual, identidad sexual, y estilos
de género. Se trata de una nomenclatura relativamente nueva; no hace tanto que
todos estos términos hubieran resultado superfluos, ya que las discusiones a las que
sirven de base se suponían resueltas simplemente recurriendo a la diferencia sexual
anatómica.

4 El término “generolecto”(en inglés “genderlect”) fue acuñado por Cheris Kramer (1974) originalmente, y
discutido extensamente por la sociolingüista estadounidense Deborah Tannen (1990), así como por otros
autores, y redefinido por mí (Castellanos, 2010). En ese trabajo elaboré una crítica de la concepción de poder
y de la tendencia esencialista de algunos de los planteamientos de Tannen, y replanteé el uso del término para
al análisis del discurso.

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

El tema de la identidad5 nos remite a la discusión política sobre multiculturalis-


mo, que tuvo sus raíces en la protesta contra el feminismo llamado de “la segunda
ola” por mujeres como Audre Lorde (1984) y Gloria Anzaldúa (1990), y de la cual
se han ocupado brillantemente, entre muchas otras, Nancy Fraser (1997:229-250),
Iris Marion Young (2000), Celia Amorós (2005). Al mismo tiempo, nos llevaría
también a la discusión sobre postcolonialismo y descolonialismo que han debatido
desde Gayatri Spivak (2011) hasta María Luisa Femenías (2005), pasando por María
Lugones (2010), y un largo y continuamente creciente etcétera.
Sin embargo, no nos ocuparemos a fondo aquí de las dimensiones políticas
que evoca el término desde la perspectiva de la lucha feminista en general, sino que
nos centraremos en los aspectos de la identidad de género que se relacionan más
estrechamente con la diversidad. Aunque, por supuesto, los conceptos de identidad
de género e identidad sexual no sólo son pertinentes para los no –heterosexuales, el
tema se ha puesto en discusión en gran parte en la medida en que se ha llegado a
aceptar la posibilidad y la validez ética de la transexualidad, o sea la transformación
de las características sexuales de una persona, y en la medida en que se ha elaborado
sobre el concepto de transgénero.
El término transgénero ha sido definido recientemente por la American Psy-
chological Association como aquel fenómeno en el cual la identidad, el estilo o la
conducta de una persona no coinciden con el sexo asignado desde su nacimiento
(LGBT Concerns Office, APA, 2006). Aunque el término se emplea por lo gene-
ral para referirse a quienes reclaman una identidad de género no coincidente con
su sexo asignado, tal definición de “transgénero”, al incluir no sólo la identidad,
sino también el estilo y la conducta en general, nos permite emplearlo en un sen-
tido más amplio. Todos y todas, en algunas ocasiones, tenemos comportamientos
y empleamos estilos de habla o de movimiento corporal que no corresponden a los
estilos convencionalmente asociados a nuestro sexo. Por lo tanto podemos concluir
que esta definición de “transgénero” ubica en un mismo plano, en primer lugar, la
identidad femenina en una persona considerada biológicamente masculina (“mujer
trans”) o la identidad masculina en una persona considerada biológicamente feme-
nina (“hombre trans”); en segundo lugar, las características más agudas de “ama-
neramientos” y presencia de estilos culturalmente considerados propios del género
opuesto; y finalmente, las consecuencias de lo que Freud llamó a lo largo de su obra
la “bisexualidad psíquica”6, como un rasgo común a todos los individuos.

5 Para una revisión del tema de la evolución filosófica del término “identidad” y su uso en las ciencias sociales,
véase Castellanos, Grueso y Rodríguez (2010). Véase también Castellanos (2008, 2010a y 2010b).

6 El término fue acuñado por Freud desde su obra temprana, en Tres ensayos de teoría sexual (1993 [1905]).

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De este modo, la coexistencia de estilos culturalmente considerados femeninos y


masculinos en la conducta y los discursos de todos los sujetos y sujetas, como un ras-
go a la vez universal y que muchas veces se manifiesta solamente de modo ocasional,
no se diferenciaría en lo básico de los casos de “afeminamiento” en algunos hombres
o de talantes “hombruno” en algunas mujeres, o finalmente, de los “cambios” de
identidad. La distinción entre estos tres tipos de casos sería de grado, de ubicación a
lo largo de una misma gama, no de naturalezas distintas de todos estos tipos de fe-
nómenos. Las consecuencias políticas de este concepto, entonces, pueden llegar a ser
importantes para quienes defienden el derecho a la diversidad sexual y de géneros.
Pasemos ahora a definir la identidad de género como el sentido de sí mismo/a o
del yo en lo que respecta a, o bien sentirse hombre o mujer, o bien sentirse incapaz
de optar por “pertenecer” a uno de los dos sexos, o fluctuar entre ambos. En cuanto
al estilo de género, éste corresponde a lo que se espera culturalmente de una persona
en cuanto a su manera de pensar, moverse, y expresarse, así como otras conductas
relacionadas con la apariencia (vestido, peinado, uso de accesorios, etc.) con base en
si se le considera hombre o mujer7.
En cuanto a la identidad sexual, recurro nuevamente a Cameron y Kulick, quie-
nes definen el término como “un estatus social basado en la auto-definición del
individuo como heterosexual, gay, lesbiana, bisexual, etc.” (2003:3). Como lo señala
Jules Falquet, esta “auto-definición” no siempre ha sido necesaria; de hecho, “Apenas
recientemente, y en el pensamiento occidental, es que se empieza a atribuir a la gen-
te una personalidad e identidad sexual específica y (relativamente) fija, con base en
sus prácticas sexuales” (Jules Falquet, 2006:19). Ya Foucault había señalado que fue
apenas en la modernidad, específicamente en el siglo diecinueve, cuando lo que ha-
bía sido considerado una conducta “antinatural”, un pecado habitual (la sodomía),
pasó a convertirse en una “naturaleza singular” (el homosexual): “El sodomita ha-
bía sido una aberración temporal; el homosexual era ahora una especie” (Foucault,
1980:43). Ahora bien, si bien el surgimiento de las categorías de “homosexual” y
“heterosexual” es reciente, y si se debe a una tendencia histórica de la “biopolítica” a
controlar la sexualidad, esta misma categorización ha sido adoptada por quienes se
resisten a este control, enarbolando un término que apareció originalmente como
instrumento de dominación política, ahora como una bandera de emancipación.

7 Mi definición de “estilo de género” corresponde en líneas generales a lo que la Oficina de Asuntos LGBT de la
APA llama “expresión de género”: “la expresión de género se refiere al modo en que una persona comunica
su identidad de género a otras a través de conductas, su manera de vestir, peinados, voz o características
corporales” (LGBT Concerns Office, APA, 2006). Por otra parte, se asemeja también a la definición de
“categoría sexual” por parte de West y Zimmerman (1987) a la cual ya nos referimos.

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

Como ya se dijo, todas estas definiciones se derivan en gran parte de la tendencia


en los últimos tiempos a una mayor conciencia de la gran diversidad que presenta
la sexualidad humana, y de la variedad de elementos que intervienen en sus conse-
cuencias para el comportamiento de las personas. ¿Qué falta en todo este catálogo
de componentes del género, en este sondeo de las facetas, de los modos como nos
construimos en seres sexuados? Falta el contenido simbólico de lo femenino y lo
masculino; faltan los modelos cambiantes, diversos, pero que al mismo tiempo nos
brindan el espejismo de una sustancia natural, de una regularidad binaria, de una
norma sólida, de un más y un menos, de un hombre y una mujer. Faltan los metros
con los cuales verificamos el alto, el ancho, el grosor, de cada gesto, de cada palabra
de cada individuo, para intentar encajarlos en los moldes imaginarios donde nunca
cabrán. Faltan los generolectos.

Género y lenguaje: los generolectos

Según Deborah Cameron, en las últimas décadas ha habido, en los estudios so-
bre género y lenguaje, una tendencia a alejarse de generalizaciones globales sobre el
lenguaje de las mujeres que eran comunes en los primeros estudios sobre el tema:
“El enfoque ahora se centra en la especificidad (mirar a las mujeres y los hombres
particulares en contextos particulares) y en complejidad (mirar las interacciones de
género con otros tipos de categorías de identidad y de relaciones de poder)” (Came-
ron, 1998:946). En estas categorías y en estas especificidades, debemos incluir las
distintas identidades sexuales y de género, además de la clase, la etnia, la raza y las
generaciones o los grupos etarios, entre otros parámetros.
Por otra parte, nos recuerda Cameron, la actuación lingüística es profundamente
intersubjetiva; es decir, se basa en las relaciones entre interlocutores, de modo que
los enunciados de un/a hablante llevan la impronta de lo que se dijo antes en esa
conversación, de múltiples maneras, y se les da forma en anticipación de lo que
vendrá después: “Muchos analistas hoy enfatizan que los “selves”8 [sí mismos, “yos”
o identidades] que se producen en la interacción lingüística son ‘co-construidos’ o
‘logrados conjuntamente’” (Cameron, 1998:952).
Por todas estas razones, no podemos continuar identificando el lenguaje em-
pleado por una persona de determinado género con el lenguaje de ese género. En
el primer caso, estamos ante una categoría empírica del lenguaje, el discurso de
este hombre, o de esta mujer, mientras que en el segundo se trata de una categoría

8 Plural de “self” en inglés.

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Gabriela Castellanos Llanos

simbólica, una construcción cultural (Gal, 1995:171). Es aquí donde entra en juego
el concepto de generolecto.
Los generolectos, entonces, son códigos que deben verse como herramientas cul-
turales simbólicas, compuestas por prototipos dotados de eficacia para producir con-
ductas culturalmente esperadas, y que fundamentalmente sirven para clasificar los
actos discursivos, así como los corporales (gestos, posturas, marcha, etc.), como más
o menos femeninos o masculinos. En suma, en una cultura determinada, los modos
en que sujetos reales, hombres y mujeres, usan el lenguaje, y los repertorios de gestos
y de actitudes, son interpretados o “indizados” como femeninos o masculinos a par-
tir de los generolectos como códigos culturales. Se hace necesario, en primer lugar,
distinguir entre las prácticas discursivas reales de los sujetos y la ideología sobre esas
prácticas, pues si bien en la vida cotidiana los individuos de uno y otro sexo tienden
a exhibir en su discurso características del generolecto de signo opuesto a su identi-
dad de género, ya sea ocasional o habitualmente, ideológicamente encontramos la
suposición generalizada de que los hombres emplean el generolecto masculino y las
mujeres el femenino.
No se trata, además, de una mera suposición, sino de una verdadera imposición,
ya que el hombre que no siga consistentemente esta norma será considerado sospe-
choso en su virilidad, y por lo tanto será estigmatizado como “afeminado” y sancio-
nado negativamente. Igualmente, la mujer que no se exprese, se vista y se mueva,
en general, de acuerdo con la norma cultural del estilo femenino, es decir, aquella
que no actúe de modo “femenino”, según la definición ideológica de la feminidad,
será tildada de “marimacha” y recibirá el peso de la censura de su medio. Estamos
entonces ante un sistema binario y hegemónico, que se supone universal y natural,
cuando en realidad tiene como uno de sus fines el encubrir y eliminar desviaciones
y diferencias, en la medida en que los individuos que se apartan de encajar en él su-
fren no sólo reprobación, sino fuertes sanciones de variados tipos. Además, estamos
refiriéndonos a estereotipos culturales que tienen un gran poder, no sólo represivo,
sino probablemente también productivo de las mismas identidades y los estilos de
género, en la medida en que los individuos se apropien performativamente de las
normas culturales.

Los generolectos y el binarismo

Existen múltiples estudios sobre “cómo las identidades de género se logran me-
diante el uso del lenguaje” (Cameron, 1998:950). En un volumen titulado Gender
Articulated. Language and the Socially Constructed Self (1995), las editoras, Kira Hall

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Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

y Mary Bucholtz recogen 19 artículos que informan sobre investigaciones enca-


minadas a identificar las ideologías dominantes de género. Aunque no emplean el
término “generolecto”, muchos de estos ensayos examinan el papel que juega el len-
guaje en el control social que busca mantener las ideologías hegemónicas de género.
Ahora bien, en la introducción, Hall y Bucholz (1995) nos cuentan que entre
los más intensos consumidores de libros de las diferencias de los estilos de habla
femeninos frente a los masculinos encontramos a los individuos “transgenerizados”
que buscan orientación para actuar de manera más acorde con la identidad de géne-
ro que han escogido, o que de hecho tienen, en contra de lo asignado al momento
de su nacimiento. Efectivamente, en una investigación sobre los “expertos” que se
dedican a asesorar a mujeres trans sobre cómo feminizar sus estilos de conversación,
se encontró que éstos “entrenan a sus clientes para producir las características de lo
que Lakoff [llamó] ‘lenguaje de las mujeres’” (Cameron, 2005:492). Sin embargo,
en un artículo sobre los estilos de habla de trabajadoras de “sexo por teléfono”, Kira
Hall (1995) reporta que en su trabajo ellas usan un registro lingüístico indicativo
de sumisión, típico del habla femenina que Robin Lakoff (1981 [1975]) describió
como una demostración de falta de poder. En una situación donde sólo la voz puede
usarse para exhibir características de género, estas trabajadoras sexuales emplean el
estilo de feminidad que los clientes desean comprar, a pesar de estar conscientes de
que están desempeñando (performing) un rol ficticio, operando como “actrices”.
Podría pensarse que estas mujeres en su trabajo están exagerando unas características
que posiblemente estén presentes, aunque con menor intensidad, en otros tipos de
actuaciones lingüísticas de muchas otras mujeres.
Como puede apreciarse, los generolectos parecen tener como fin último la de-
fensa o la intensificación del binarismo sexual y de género. Se trata de una división
binaria que ha sido y es cuestionada por muchas lingüistas feministas. En el men-
cionado artículo donde hace una revisión de la literatura sobre el tema de lenguaje,
discurso y género, Cameron (1998) informa sobre las investigadoras e investigadores
que, una y otra vez, se pronuncian en contra del binarismo. Particularmente intere-
sante es el caso de las autoras de uno de los artículos contenidos en la compilación
titulada Rethinking Language and Gender Research (1996). En el artículo, titulado
“The Question of Questions: Beyond Binary Thinking” (“La cuestión de las pre-
guntas: Más allá del pensamiento binario”), las autoras afirman que “quienes contri-
buyen a este volumen cuestionan la división del habla sobre la base de una división
binaria por género o sexo” (Bing y Bergvall, 1996:3, citado en Cameron, 1998:952).
Sin embargo, Cameron observa que esta posición teórica de rechazo del dualismo de

80 Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88


Gabriela Castellanos Llanos

género como una postura simplista, contrasta con lo encontrado en muchos de los
estudios empíricos que la siguen:

Lo que es impactante sobre [estos estudios empíricos] es la evidencia que suministran


de que el dualismo de género, a pesar de que sus formas son variables y culturalmente
específicas, sigue siendo una fuente potente de significados que continúa dándole forma a
las creencias y la conducta de los usuarios del lenguaje. Las [investigadoras] sí enfocan el
binarismo hombre-mujer de manera crítica, pero en la mayoría de los casos sus datos las
obligan a reconocer la importancia de este binarismo para los hablantes que estudian….

Aunque el abandono de concepciones ingenuas y esencialistas sobre género en la sociolin-


güística es sin duda bienvenido, ello no necesita, y con base en la evidencia, no debería,
implicar que desconstruyamos los dualismos de género hasta hacerlos desaparecer [de las
investigaciones]. Puede argüirse que lo que las feministas necesitamos explicar es más bien
el poder que siguen teniendo [estos dualismos] en las comunidades de habla del mundo—
aunque sin perder de vista la diversidad de formas que toman… (Cameron, 1998:953).

Por ejemplo, en estudio tras estudio encontramos referencias a la feminidad y la


masculinidad “convencionales”, o a lo que Cameron (2005:491-493) en un artículo
posterior, llama lo “simbólicamente femenino” o masculino, no como formas de
conducta usuales en todos los hombres o todas las mujeres, sino como herramien-
tas lingüísticas empleadas de diversos modos para dar una impresión de feminidad
o de masculinidad, o para poner en juego cualidades femeninas o masculinas en
una determinada situación donde se piensa que sería ventajoso hacerlo. Lo intere-
sante aquí es que no encontramos que esas cualidades aparezcan siempre como las
convenciones parecerían demandarlo, sino que los hablantes en ocasiones aparecen
actuando conforme a los estereotipos, mientras que en otros momentos negocian su
masculinidad y su feminidad buscando evitar extremos de excesiva masculinidad o
feminidad, de modo que inclusive los mismos sujetos exhiben “una gama de actua-
ciones (performances) generizadas”.
Sin embargo, tanto los sujetos como las investigadoras en algunos de los estudios
feministas sobre lenguaje y género que reseña la autora mencionada en el párrafo an-
terior, parecen estar conscientes de esos estilos discursivos de género convencionales
que hemos llamado generolectos, y emplean esa feminidad o masculinidad simbóli-
cas en sus interacciones y en sus análisis. Por ejemplo, en un estudio sobre discusio-
nes en clases de Inglés en colegios mixtos, se vio que aquellos estudiantes que pueden
calificarse como “contestatarios respecto al género”, porque ignoran o van en con-
tra de las expectativas de estilos correspondientes a su género (estudiantes varones

Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88 81


Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

feminizados o estudiantes masculinas), son rechazados por su grupo de pares, “lo


cual limita la efectividad de sus contribuciones” a las discusiones en grupo. En otros
casos, encontramos que el ingreso de mujeres a profesiones tradicionalmente mas-
culinas, como las mujeres sacerdotes ordenadas en la religión anglicana, va aunado
a la expectativa de que sus cualidades “femeninas” produzcan cambios positivos en
la comunicación en la institución, en este caso la Iglesia Anglicana. Desafortunada-
mente, en vez de que las mujeres cambiaran las normas de los discursos eclesiásticos,
lo que sucedió entre los anglicanos fue que los varones “se especializaron en las tareas
lingüísticas que requerían actuación pública de autoridad, como predicar o dirigir
reuniones, mientras que las mujeres se especializaron en las tareas asociadas con el
cuidado, como atender a los familiares de los difuntos o a parroquianos con proble-
mas” (Cameron, 2005:497). O sea que nuevamente se impusieron los estereotipos,
lo cual demuestra la inercia cultural, la eficacia simbólica de los generolectos.
En suma, el rechazo feminista al pensamiento binario no puede conducirnos a
creer que aquello que rechazamos por razones teóricas ha desaparecido en la práctica
de los comportamientos de género, o que ha perdido su eficacia. Por el contrario,
es precisamente ese binarismo lo que debemos estudiar, y para ello, es importante
recuperar el concepto de generolecto.

Generolectos y postmodernismo

Tal vez por razones muy similares a las que acabo de resumir, un sociolingüista,
Heiko Motschenbacher, ha planteado “una redefinición postmodernista” del térmi-
no generolecto.

La sociolingüística podría ser una de las disciplinas que proporcione… la conexión entre
el pensamiento postmodernista de Butler y sus consecuencias para las prácticas generizadas
reales. En el corazón mismo de la lingüística postmodernista sobre género, entonces, esta-
ría la meta de mostrar cómo el binarismo de género se construye lingüísticamente y cómo
lucirían las alternativas al binarismo normativo (Motschenbacher, 2007:259).

A partir de la recomendación de que se considere la concepción performativa


de género en relación con la interpretación de la variación generizada de lenguaje
como registro o como estilo, Motschenbacher revisa la literatura sobre estilos de
habla y género y concluye que, en general, “los estilos pueden entenderse como
formas de actuación [performance]. Los estilos de generolectos, entonces, son las
maneras variables como las personas actúan [o realizan] el género lingüísticamen-
te” (2007:262). Después de resumir su propia investigación sobre generización

82 Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88


Gabriela Castellanos Llanos

lingüística en discursos publicitarios, este autor plantea la necesidad de “estudiar el


rol que juega la estilización por medio de generolectos en la formación discursiva de
las identidades generizadas” (2007: 268). Esto lo conduce a una re-definición de la
noción de generolecto:

Los generolectos… no son índices o síntomas de identidades de género pre-existentes. Más


bien representan puntos de referencia que a lo largo del tiempo se han materializado en su
conexión performativa con el género. Los generolectos, por lo tanto, proporcionan recur-
sos para las actuaciones [performances] de identidades de género que pueden ser explotados
estratégicamente (por ejemplo, en la publicidad) o usados como una forma de práctica
ritualizada en las comunidades cotidianas (Motschenbacher, 2007:268).

El autor concluye sugiriendo que la diversidad de condicionamientos sociales


conduciría a “un número infinito de generolectos correspondientes a grupos especí-
ficos de mujeres/hombres u hombres/mujeres en ciertas comunidades y contextos”
(Motschenbacher, 2007:269). En mi opinión, la idea de “un número infinito de
generolectos” debe ser reconsiderada, en la medida en que los generolectos pudieran
ser vistos más bien como tendencias estilísticas que interactúan de diversos modos
con condiciones de etnia, clase, raza, generación, etc., en vez de como entidades dis-
cretas; sin embargo, los planteamientos del autor en torno a las relaciones entre per-
formatividad, estilos y generolectos representan aportes conceptuales importantes.

Caracterización de los generolectos

¿Cómo son, entonces, los generolectos? ¿Cómo podemos describirlos? Las ca-
racterísticas de los generolectos femeninos y masculinos difieren, como ya hemos
dicho, entre culturas y subculturas; también varían de acuerdo con otras dimensio-
nes identitarias como la clase, la etnia, la raza, la ocupación, la generación, etc., y
cambian a lo largo del tiempo. Pero parecen existir ciertas tendencias predominantes
en lo que llamamos feminidad o masculinidad. Inclusive, podemos encontrar simili-
tudes en la descripción de lo femenino y lo masculino en dos autoras en otros puntos
muy disímiles como son Deborah Tannen (1990) y Deborah Cameron (2005).
Es cierto que la teoría esbozada por Tannen sobre la formación de los generolec-
tos difiere en muchos puntos de la recomendada por Cameron para el estudio de
las relaciones entre lenguaje, género y sexualidad. La primera autora postula dife-
rencias en los procesos de socialización de hombres y mujeres que supone producen
características de género en la infancia, que luego permanecen relativamente fijas,
y aunque asegura que los dos generolectos pueden ser empleados por ambos sexos,

Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88 83


Los estilos de género y la tiranía del binarismo: De por qué necesitamos el concepto de generolecto

generalmente cae en generalizaciones que parecen remitirla a diferencias entre hom-


bres y mujeres como sujetos empíricos, en vez de referirse a diferencias culturales
simbólicas, además sin atender a otras dimensiones identitarias, a la vez que supone
que el sexo es algo natural9. Cameron, en cambio, en lo que llama el nuevo “enfoque
postmoderno” al estudio de lenguaje y género, suscribe la idea de la performativi-
dad, según la cual el género es algo que se hace, no que se es, y que se produce a lo
largo de la vida; adicionalmente recomienda para el estudio de los discursos partir de
la diversidad entre diferentes grupos, y cuestiona la naturalidad del sexo.
A pesar de estas diferencias, los contenidos de lo que llamamos lo femenino y
lo masculino no difieren mucho en las dos autoras. En la revisión de la literatura
sobre “Lenguaje, género y sexualidad” que hace Deborah Cameron, encontramos
una y otra vez que tanto las sujetas y los sujetos estudiados, como las investigadoras,
demuestran que existe una especie de sustrato ideológico, de corriente subterránea
en los intercambios discursivos, a partir del cual lo femenino y lo masculino tienen
una serie de características más o menos claras. Aunque Cameron no reúne en una
caracterización generalizante los distintos rasgos encontrados, por efecto acumu-
lativo podemos decir que del lado de lo simbólicamente (o convencionalmente)
masculino, aparece la idea de que priman actitudes de poder y autoridad, deseo de
competir, interés por la superioridad jerárquica, distancia emocional y el uso ocasio-
nal o habitual de lenguaje grosero o vulgar; mientras que del lado de lo simbólica-
mente femenino aparecen la falta de poder, la sumisión, las relaciones horizontales,
el interés por las relaciones interpersonales, por establecer conexiones, la capacidad
para escuchar con sensibilidad y empatía, y el lenguaje cortés y refinado.
Ahora bien, esta caracterización que emerge de las investigaciones revisadas por
Cameron, es en líneas generales muy similar a la hecha por Deborah Tannen con
base en múltiples investigaciones realizadas en Estados Unidos y en algunos otros
países. Para Tannen, el generolecto femenino aparecía caracterizado por una visión
del mundo como una red de relaciones, un interés por entablar y mantener rela-
ciones interpersonales, las cuales eran altamente apreciadas, y la aspiración a lograr
conexiones, compañía, intimidad. Según la misma autora, el generolecto masculino
se basa en ver el mundo como una jerarquía, una actitud hacia la comunicación
como un modo de impartir y recibir información, aprecio por la independencia y
la libertad, e interés por el éxito, más que por formar y mantener relaciones. Como
puede verse, los dos cuadros que emergen tienen muchos rasgos en común.
Falta mucho, evidentemente para que podamos decidir los contenidos de los
generolectos como estereotipos, como orientaciones ideológicas, en su diversidad y

9 Para un resumen de las principales críticas a Tannen (1990), véase Castellanos, 2010a.

84 Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88


Gabriela Castellanos Llanos

en sus tendencias comunes. Necesitamos muchos estudios empíricos sobre grupos


diversos para poder establecer propensiones, estilos, y necesitamos también hacer
avanzar la teoría en torno al concepto de generolecto. Pero no me queda duda de la
conveniencia y la importancia de estos propósitos.

A modo de conclusión

Debemos proponernos, entonces, caracterizar los lineamientos generales de los


dos generolectos, y mostrar la necesidad política de reconocer la existencia del siste-
ma a fin de combatir la ideología que trata de imponer el generolecto masculino a
los hombres y el femenino a las mujeres, con graves consecuencias para quienes no
correspondan a los estereotipos; al mismo tiempo, debemos admitir la necesidad de
aceptar tanto a los sujetos que se adecúen a la norma como a quienes se aparten de
ella.
Se hace necesario explorar también algunos aspectos de los procesos mediante
los cuales los generolectos contribuyen a la construcción performativa de las iden-
tidades femeninas y masculinas. En otras palabras, el concepto de generolecto nos
permite develar, y por lo tanto nos pone en camino de rechazar, los modos en los
cuales en nuestra cultura se tiende a exigir un estilo de comportamiento y discurso
femenino a las mujeres y masculino a los hombres, con la consecuente sanción social
negativa a quienes no cumplan con esta exigencia. Al mismo tiempo, en el plano
ético, considero importante aceptar tanto a quienes no cumplen con ella, como a
quienes sí lo hacen; es decir, no estigmatizar ni a aquellos y aquellas que podrían ser
acusados, por quienes quieren imponer la hegemonía heterosexual, de incoherencia
por su falta de alineación entre su sexo asignado y su estilo de género, ni a aquellos
y aquellas que podrían ser criticados, por quienes luchan contra esa hegemonía,
debido a su adherencia a la coherencia culturalmente esperada.

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Recibido: 14-04-2016
Aceptado: 24-04-2016

88 Segunda época, Volumen XX, 2016, 69-88


María Belén Caballero Baez

EL MOVIMIENTO POR LOS DERECHOS DE LAS


MUJERES DE GENERAL PICO LA PAMPA
Movement for women´s rights of General Pico La Pampa

María Belén Caballero Baez


Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
Universidad Nacional de La Pampa

Resumen
Desde la vuelta de la democracia en nuestro país, muchos movimientos
sociales se gestaron con diferentes fines, entre ellos los que luchan por
la defensa de los derechos de las mujeres. La provincia de La Pampa,
no ha estado exenta de este fenómeno. En un período de más de tres
décadas aparecieron en el escenario social pampeano diversos movi-
mientos. Pero es sobre fines del siglo XX, que emergen varios otros
cuyos objetivos son claramente feministas y están ligados a la defensa
expresa de los derechos de las mujeres.
Este es el caso del Movimiento por los Derechos de las Mujeres de
General Pico, objeto de estudio en este trabajo. Ubicándome en una
perspectiva regional y de género, la presente investigación es motoriza-
da por los siguientes interrogantes: la constitución de este movimiento
¿implicó una re-significación y reconstrucción de las identidades, indivi-
duales y colectivas, de sus integrantes? ¿En qué sentido? ¿En qué con-
texto deciden agruparse? ¿Cuáles fueron o son sus objetivos? ¿Qué
planes de acción tienen? ¿Han obtenido logros? ¿Cuáles?

Palabras claves: Movimientos sociales - Género - Feminismo - Identidad

Abstract
Since the return to democracy in our country, many different movements,
having different aims appeared. Among them, those which would strug-
gle for the defence of women’s rights. The province of La Pampa has
not been exempt from this fenomenon. In a period of more than three
decades flourished in the pampean social scenery several movements.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 89


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

Nontheless, it is about the end of the 20th century that many other
emerged, whose objectives are clearly feminist, and they are bound to
the express defence of women’s rights.
This is the case of Movement for Women’s Rights of General Pico”,
subject of study in this paper. Adopting a regional perspective, from a
gender viewpoint, this research is powered by the following question-
ings: Did the constitution of this movement implied a resignification and
reconstruction of both, individual and collective identities of its mem-
bers? In what sense? In which context do they decide to group? Which
were, a still are their aims? Which lines of action do they have? Have
they achieved any goals? Which ones?
Key words: Social movements / Gender / Feminism / Identity.

Sumario: Introdución. Escenario de emergencia: ¿por qué surgen? Pi-


lares teóricos. El Movimiento por los Derechos de las mujeres de Gene-
ral Pico. Palabras Finales

Introducción

D
esde la vuelta de la democracia en nuestro país, muchos movimientos
sociales se gestaron con diferentes fines, entre ellos los que luchan por
la defensa de los derechos de las mujeres. La provincia de La Pampa,
no ha estado exenta de este fenómeno. En un período de más de tres
décadas aparecieron en el escenario social pampeano diversos movimientos. Pero es
sobre fines del siglo XX, que emergen varios otros cuyos objetivos son claramente
feministas y están ligados a la defensa expresa de los derechos de las mujeres.
Este es el caso del Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico,
objeto de estudio en este trabajo. Ubicándome en una perspectiva regional y de
género, la presente investigación es motorizada por los siguientes interrogantes: La
constitución de este movimiento ¿implicó una re-significación y reconstrucción de
las identidades, individuales y colectivas, de sus integrantes? ¿En qué sentido? ¿En
qué contexto deciden agruparse? ¿Cuáles fueron o son sus objetivos? ¿Qué planes de
acción tienen? ¿Han obtenido logros? ¿Cuáles?

Escenario de emergencia: ¿por qué surgen?

Si bien muchos movimientos surgieron a fines de la última dictadura, es con


la gran crisis del 2001 cuando esas agrupaciones sociales eclosionaron con mayor

90 Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103


María Belén Caballero Baez

fuerza. Esta crisis ha quedado grabada en la memoria de los argentinos como una de
las más severas y cuyos latigazos se sienten aún.
¿Qué llevó a nuestro país a sufrir tan terrible caída? Es una pregunta que muchos
científicos se formulan. Lo cierto es que fue (cómo todo fenómeno histórico) el
resultado de una conjunción de factores. Hilda Sábato, en su artículo ¿Democracia
en agonía?, hace referencia a la pesada herencia que dejó el gobierno menemista. No
obstante, no puede atribuírsele toda la responsabilidad. El gobierno que asume la
presidencia en 1999, lejos de cumplir lo que había prometido en su campaña electo-
ral, defraudó las –bajas– expectativas del pueblo argentino. “Los grados de libertad
para el nuevo gobierno eran sin duda muy estrechos, pero no inexistentes. En lugar
de aprovecharlos, o buscar crear nuevos espacios, ese gobierno (…) terminó por
anularlos, yendo de traspié en traspié, equivocando casi todas las políticas y demos-
trando una incapacidad para gobernar que desembocó en la crisis actual” (2002:47).
Esta crisis se dio en todas las esferas de la sociedad argentina. Fue económica,
fue social, fue cultural, fue política, e incluso de representación partidaria. El pue-
blo argentino dejó de creer. Sábato escribía en esos años “…estamos a la deriva y en
quiebra…” (2002:48). La gente, el pueblo, la sociedad argentina ya no podía creer
más que en su propia realidad, plasmada muy claramente en la emergencia de los
movimientos piqueteros y en el club del trueque.
Con respecto a esa crisis de representación partidaria, Juan Carlos Torre, dice que
en las elecciones de ese año se da un cuestionamiento que no es hacia la democracia,
si no, hacia el desempeño de los partidos y sus dirigentes. “El clima de cuestiona-
miento que rodea a los partidos indica en verdad la distancia entre lo que la oferta
partidaria ofrece y las mayores y plurales exigencias de sectores importantes de la
ciudadanía…” (2003:647). Se crea un vacío de poder. Un vacío en donde los parti-
dos existentes parecen no ser suficientes para satisfacer las demandas del electorado,
ni mucho menos, las de toda la sociedad.
Por otra parte, Di Marco (2013:19) plantea que en esos años se produce una
disociación entre la “…sociedad y el sistema político que había debilitado la capaci-
dad del sistema de partidos para ejercer su rol de mediación”. Este espacio vacío fue
llenado por esos movimientos sociales que emergieron con el fin de satisfacer las
expectativas para las que el sistema político aparecía como totalmente incapaz. Fue
el Movimiento por los derechos humanos que surgió en la última dictadura quien
ofició de inspiración, según Torre, a “…una segunda ola de movimientos que colocaron
sus demandas en términos de derechos…” (2003:656).
La provincia de La Pampa, no ha estado exenta de este fenómeno. En un período
de más de tres décadas aparecieron en el escenario social movimientos tales como el

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 91


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

de los Derechos Humanos (Asquini y Pumilla 2008; Morales 2010 y 2013). Otros
que centraron sus demandas en la recuperación de puestos de trabajo. Si bien estos
movimientos estaban compuestos en su mayoría por hombres, la presencia femenina
se hizo notar. Así lo muestra Morales (2010) al hablar del proceso de constitución
del Movimiento de Derechos Humanos en La Pampa. La participación de las mujeres
tuvo un alto impacto en la primera etapa […], en tanto que, sin desaparecer, la misma
tendió a ser menos significativa en la segunda fase (Morales, 2010:163).
Si bien este movimiento es uno de los primeros en surgir en el territorio pampea-
no, sobre fines del siglo XX, emergen varios movimientos cuyos objetivos son clara-
mente feministas, y están ligados a la defensa expresa de los derechos de las mujeres
y de los sectores más vulnerados de la sociedad. Mujeres por la Solidaridad, Movi-
miento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, Agrupación de Amas de Casa de Santa
Rosa, Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico, Tamboras del
Viento, Tamboras de Santa Rosa, Agrupación Pan y Rosas, son algunos ejemplos
que se pueden citar1. Todas ellas luchan o lucharon por la liberación de las mujeres
dentro de una sociedad machista y patriarcal, que tiende siempre a la opresión de
quienes considera más débiles.
Algunas de estas agrupaciones se diluyeron en el tiempo. Otras, como Mujeres
por la Solidaridad surgieron en la década del 90 y aún hoy tienen presencia activa.
Así mismo, el Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico, Tam-
boras o Pan y Rosas son agrupaciones cuyas integrantes son en su mayoría mujeres
jóvenes, que se aglutinaron en los últimos años, reclamando por casos de violencia
contra las mujeres.

Pilares Teóricos

Para poder llevar a cabo el estudio propuesto en la introducción, es necesario


definir y aclarar los conceptos de los que se nutre la perspectiva teórica adoptada.
Género, Feminismo y Movimientos Sociales emergen como los pilares de este análisis.
Si bien estos tres conceptos son ejes fundamentales, es menester incluir también, las
teorías que se ocupan de la construcción de la identidad colectiva. Los cuatro pilares
han sido intensamente analizados y trabajados a lo largo de las últimas décadas,
desde diferentes posturas y atendiendo a diversos paradigmas.
El concepto de género quizá sea uno de los conceptos más complejos y analizados
en el campo de la historia de género. Muchos autores lo han definido, ajustándo-
se a múltiples visiones, paradigmas y contextos. Joan Scott (1996), es una de las

1 Confr. Di Liscia (2008, 2012, 2014); Pilkowicz (2003) y Santillán (2015)

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María Belén Caballero Baez

historiadoras que ha teorizado sobre género, viéndolo como una categoría útil de
análisis, y sin duda, una referente a la hora de definir dicho concepto.
En tanto categoría analítica, según la autora, “género” hace referencia, a grandes
rasgos, a los estudios sobre la mujer. No obstante, es mucho más que eso. Siguiendo
a Scott, la definición de género tiene dos aspectos: “…es un elemento constitutivo
de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen a los sexos y […]
es una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1996:23). De
esto se deduce que el género, además de ser una construcción socio – cultural, con-
diciona a los actores y actoras sociales en cuanto a las relaciones sociales que entablan
entre ellos y dentro de una sociedad, condicionando incluso su identidad. Por otro
lado, el género marca y define las relaciones de poder de la misma sociedad, que
bajo la justificación de superioridad masculina, ubica a las mujeres en condiciones
de desigualdad e inequidad.
Otra autora, la italiana Teresa de Lauretis, en su escrito La tecnología del género
(1989:7), también analiza el concepto de género. Desde el inicio, sostiene como
necesaria una nueva conceptualización de género, una que no lo defina como mera
diferencia sexual, porque “la diferencia sexual es en primera y última instancia una
diferencia de las mujeres respecto de los varones…”. Propone, siguiendo la línea
de Foucault, que el género “…en tanto representación o auto-representación, es el
producto de variadas tecnologías sociales –como el cine– y de discursos institucio-
nalizados, de epistemologías y de prácticas críticas, tanto como de la vida cotidiana”
(De Lauretis, 1989:7-8). De manera similar a Scott, De Lauretis, sostiene que el
género no es una pre-condición, si no, algo que el individuo va construyendo a lo
largo de su vida, influenciado, no sólo por su contexto socio-familiar-cultural, si no
también, por las tecnologías mismas.
El segundo pilar de este trabajo, Feminismo, presenta aún mayor complejidad
que el concepto anterior para su definición. Lejos de hablar de feminismo, el con-
cepto correcto a utilizar debe ser Feminismos. Las mismas historiadoras feministas lo
definen como un término muy complejo y de muchas aristas.
Susana Gamba, feminista y directora del Portal Agenda de las Mujeres, definió
feminismo de la siguiente manera: “El concepto se refiere a los movimientos de libe-
ración de la mujeres, que históricamente han ido adquiriendo diversas proyecciones.
[…]. El feminismo propugna un cambio en las relaciones sociales que conduzca a la
liberación de las mujeres a través de eliminar las jerarquías y desigualdades entre los
sexos” (Gamba, 2007:144).
Por otra parte, Pilar Sánchez Álvarez, sostiene que se puede definir de varias ma-
neras el feminismo, pero todas ellas tienen como denominador común hacer visible

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 93


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

a las mujeres y emanciparlas de la subordinación respecto del varón. Victoria Sau,


quien es citada por la autora antes mencionada, lo define de la siguiente manera “…
es un movimiento social y político que se inicia formalmente a fines del siglo XVIII
-…- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo
humano, de la opresión, dominación, y explotación de que ha sido y son objeto por
parte de los varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de
modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con
todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera” (Sánchez Álvarez,
2008:1).
Queda claro que es un movimiento cuyo objetivo es la liberación de las mujeres,
lo complejo radica en la multiplicidad de enfoques que hay en su interior. Si bien,
dice Gamba, no es homogéneo, es un movimiento político integral que lucha contra
el sexismo en todas las esferas de la sociedad.
Es pertinente aquí destacar que los feminismos contemporáneos, sobre todo en
la Argentina, tienen cuatro ejes principales de luchas: “…la lucha por el aborto legal,
gratuito y seguro; las leyes contra el proxenetismo y la trata de personas; la creación
de espacios que contengan a las mujeres víctimas de la violencia machista y, por últi-
mo, la inclusión de las orientaciones sexuales diversas por la educación sexual obliga-
toria en las escuelas, a través de ESI (Educación Sexual Integral)” (Masci, 2014:34).
Movimiento social por excelencia, el feminismo durante los últimos años, ha
adquirido en América Latina una gran fuerza y se preocupó por articular las luchas
propias de las mujeres con las luchas antiimperialistas de los países dependientes.
“Los movimientos de mujeres, sumamente heterogéneos, están constituidos básica-
mente por grupos de amas de casa, villeras, pobladoras, sindicalistas, trabajadoras de
la salud, etc., en general pertenecientes a los sectores populares” (Gamba, 2007:148).
He aquí el tercer pilar del trabajo: Movimientos Sociales. Los movimientos so-
ciales han sido estudiados en profundidad a lo largo del siglo XX, utilizando cate-
gorías de análisis micro y macro. Revilla Blanco (1994:1), intenta un acercamiento
hacia una definición de los movimientos sociales entendidos como “…procesos de
construcción social de la realidad”. A partir de un proceso de (re)construcción de la
identidad, el individuo logra identificarse y satisfacer sus expectativas socio-políticas
a través de la identificación con una identidad colectiva. Así, agrega: “El movimiento
social surge cuando la situación de disonancia o incertidumbre entre preferencias
y expectativas me coloca en una situación, vivida individualmente, de “exclusión”
respecto de las identidades colectivas y las voluntades políticas que actúan en una
sociedad en un momento dado” (1994:11). Desde una misma perspectiva, Graciela
Di Marco (2003) ve a los movimientos sociales como los espacios que encuentra el

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María Belén Caballero Baez

individuo para expresarse cuando ya no le son suficientes los partidos políticos o las
asambleas barriales.
No es casualidad que estos movimientos hayan surgido en nuestro país en un
momento de extrema crisis social, política y de representación: 2001 – 2002. Di
Marco (2013:19) plantea que en esos años se da una disociación, tal como se dijo
anteriormente, entre la sociedad y el sistema de representación partidaria. Fue en ese
espacio vacío de poder, pero lleno de una masa poblacional a la deriva, donde emer-
gieron los movimientos sociales, con el fin de satisfacer las expectativas para las que
el sistema político aparecía como totalmente incapaz. Estos movimientos, que sur-
gen y se consolidan fuera de las estructuras políticas y organizativas preestablecidas,
son, según Revilla Blanco el resultado de un “…proceso de (re)construcción de una
identidad colectiva, fuera del ámbito de la política institucional, que dota de sentido
(certidumbre) a la acción individual y colectiva en la articulación de un proyecto de
orden social” (1994:15). Es decir, que en esos movimientos –de diversos objetivos,
de diversos orígenes, de heterogénea composición– esa masa poblacional que anda a
la deriva, encuentra un lugar, un algo que los une y los identifica.
Se hace pertinente a esta altura, hablar sobre las teorías que se ocupan de los pro-
cesos de construcción de identidades colectivas. Sin bien son varios los sociólogos,
historiadores, y demás teóricos que se ocupan de esta temática, nos centraremos en
el análisis que hace Alberto Melucci. Este sociólogo italiano, sostiene que la identi-
dad colectiva se construye a través un proceso “que se realiza a partir de la práctica
de los/as actores/as, junto con la emergencia del movimiento social” (Di Liscia,
2015:20). Es un proceso que se nutre del contexto en el cual está inmerso el movi-
miento, de su capacidad de permanecer en el tiempo, de reconocerse y ser reconoci-
do y que contiene una gran inversión emocional, es decir, que muestra “…sentido
de pertenencia a la comunidad…” (Chihu Amparan y Lopez Gallego, 2007:143).
Lejos de ser algo dado por la clase social de los individuos o creados dentro de las
márgenes institucionales establecidas,

…la acción colectiva se considera el resultado de intenciones, recursos y límites, una orien-
tación intencional construida mediante relaciones sociales desarrolladas en un sistema de
oportunidades y obligaciones. No puede, por tanto, considerarse exclusivamente como
el efecto de las precondiciones estructurales o como la expresión de valores y creencias.”
(Melucci, 1994:157)

De los análisis anteriores se desprende que el género de los diferentes actores de la


sociedad se va construyendo junto con la identidad de los mismos, a la vez, que es un
elemento determinante en las relaciones sociales y de poder. Estas relaciones están

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 95


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

marcadas y caracterizadas por el patriarcado, que ubica los varones en una situación
de superioridad absoluta con respecto de las mujeres. En este tipo de sociedades
(como la nuestra), la construcción de la identidad genérica del individuo está con-
dicionada por sus características biológicas, cerrando así la posibilidad a cualquier
otro tipo de identidad de género que no se ajuste al patrón binario varón – mujer.
En este contexto de cercenamiento de libertades, los movimientos feministas
enarbolan la bandera de la libertad de género, haciéndose eco de las opresiones a las
que las mujeres son sometidas. El feminismo –o los feminismos, dada la gran diver-
sidad de enfoques que se hallan en su interior– como movimiento social, no sólo
defiende la libertad de las mujeres de decidir sobre el funcionamiento de su propia
vida, como en el caso de la defensa por un aborto seguro, legal y gratuito, sino que
también protegen y defienden los derechos de aquellos grupos sociales cuya voz no
es escuchada y cuyos derechos también son vulnerados.
Estos movimientos sociales feministas, surgen, de manera clara, para satisfacer
ciertas expectativas para las que las estructuras tradicionales de la sociedad, incluido
el Estado, aparecen como incapaces. La identidad de estos movimientos es cons-
truida a partir de ese objetivo de satisfacción y en relación contestataria con las
estructuras tradicionales, mostrándose como algo que no está predeterminado, pero
sí organizado.

El Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico

Tal como se indica en el apartado anterior, el género y las relaciones sociales


que de él se desprenden, definen las relaciones de poder que se construyen dentro
la sociedad. Una sociedad caracterizada por diferencias sexuales que delimitan la
existencia de la mujer en tanto existe el hombre. Una sociedad donde se avala la
superioridad masculina, y consecuentemente, la violencia de esos superiores hacia
las inferiores.
Esa violencia hacia lo que no se define como masculino, brinda el contexto y las
bases para el surgimiento de identidades colectivas, dando forma a los movimientos
feministas. Esas identidades, que no están prescriptas ni condicionadas, surgen para
satisfacer necesidades que las estructuras tradicionales no pueden.
Los movimientos sociales que surgen luego de la dictadura, y con mayor fuerza
luego de la crisis de 2001 – 2002, en nuestro país, llevan consigo objetivos y fines
diferentes. Lo que aparece como constante, según Di Marco (2003: 24) es la gran
presencia femenina en los mismos. “El movimiento de mujeres en Argentina y en la
mayor parte de los países latinoamericanos es caracterizado por la participación de

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María Belén Caballero Baez

las mujeres en los movimientos de derechos humanos (…), por las de los sectores
populares (...) y por las mujeres del movimiento feminista (...)”.
El Movimiento por los Derechos de las Mujeres de General Pico nace a partir de
la necesidad de varias mujeres de reclamar justicia ante casos de violencia de género
que se dieron en la ciudad. Este movimiento tiene su fecha fundacional el 25 de no-
viembre de 2009. Claudia Giacobbe, en una entrevista que se le realizó, lo recuerda:
“…fue nuestra primera manifestación pública, no masiva… hace seis años”. En ese
momento sus integrantes eran: “Aixa Fayolle, Ana Ferraris, Adriana Longoni, An-
drea Talone, Claudia Giacobbe, Paula Félix, Anaclara Félix, Nilda Masci, Olga Pe-
rez, Sonia Moreira, Silvia Ramos y más tarde se agregaría Nerina Bracconi” (Masci,
2014: 48). Hoy, Nilda Masci, Adriana Longoni y Claudia Giacobbe, no pertenecen
ya al movimiento, y Silvia Ramos, que era concejal, falleció. En este último tiempo
se ha sumado Natalia Voragini Weth. Cabe destacar que este movimiento está for-
mado por mujeres de diferentes edades y formación, aunque predominan docentes.
Como todos los movimientos sociales que se enmarcan bajo el feminismo, estas
mujeres se plantearon (Masci, 2014:8).
Una de sus primeras manifestaciones públicas es recordada por Paula Félix:

…lo que se logró, yo lo veo como positivo, son folletos, […], esto se distribuyó con los
impuestos municipales, esto llegó a todas las viviendas de Pico.

Esos folletos tuvieron como objetivo concientizar a las mujeres víctimas de vio-
lencia de género sobre qué hacer en caso de ser abusada o violentada. Meses más
tarde, hicieron su aparición en el escenario político, cuando presentaron ante el
Concejo Deliberante de la ciudad una solicitud con más de ochocientas firmas, para
peticionar un refugio para las mujeres víctimas de la violencia machista.
De aquella petición al Concejo surge del poder ejecutivo la propuesta de confor-
mar una Comisión de Políticas de Género. Las mujeres del Movimiento se unieron
a esa Comisión que estuvo integrada por concejalas, abogadas, asistentes sociales,
empleadas del Municipio, psicólogas del hospital, personal de la Unidad de Género,
dos fiscales del poder judicial, mujeres de la iglesia evangélica y personas indepen-
dientes (Masci, 2014: 48). Pero ellas sabían que ese no era su lugar. Estructuras po-
líticas, partidismo, absorción y cooptación no eran cosas que fueran con sus ideales,
ni mucho menos con la identidad que estaban construyendo. Se autodefinen como
un movimiento sin tendencia política alguna, horizontal y auto-gestionado, razones
por las cuales, terminaron saliendo de esa comisión.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 97


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

…no es lo mismo estar en un movimiento social que estar metida dentro de una institu-
ción municipal, con toda la puja partidaria que hay dentro de ella, dice Claudia.

Es justamente esa convicción ideológica la que marca y caracteriza sus estrate-


gias, planes de acción, y da cuerpo a su identidad colectiva. Todas las actividades las
realizan en forma conjunta y unificada. Cuentan, en ciertas ocasiones, con la par-
ticipación de la agrupación Tamboras del Viento. Sus planes de acciones se nutren
de paciencia y fuerte identificación colectiva. La presencia del Movimiento en las
manifestaciones de los resonantes casos de Carla Figueroa2 y de Sofía Viale3 es una
clara muestra de sus objetivos de lucha y de forma de expresión. Manifestaciones,
puebladas, pintadas, solicitadas, publicaciones en periódicos, lobby, campañas de
concientización, charlas sobre aborto, violencia, prostitución, abuso, son algunas de
sus estrategias. Al momento de decidir cuál usar, se somete a votación y se realiza
lo que decide la mayoría. La democratización de la que habla Di Marco (2003) es
un fuerte rasgo de este movimiento, que surge, al igual que otros, para satisfacer
expectativas para las que el Estado o las estructuras políticas tradicionales, aparecen
como incapaces.
La fuerte presencia que tienen en la sociedad piquense es otra de sus característi-
cas. Los periódicos, todos, publican sus solicitadas y publicitan sus actividades. Las
autoridades de la ciudad las tienen en cuenta –y hasta suelen temerles–, al momento
de realizar alguna actividad relacionada con las mujeres. Una anécdota que ellas

2 Carla fue asesinada el 11 de diciembre de 2011 por su pareja. Este hecho se dio luego de que el juez Jensen
ignorara la “perspectiva de género” del caso y subestimara la historia de violencia a la que la joven había
estado sometida desde niña y los antecedentes del detenido de haber abusado sexualmente de Carla. El
magistrado utilizó la figura de avenimiento (reconciliación) que le otorgó la libertad al abusador para formalizar
un matrimonio con su víctima (Masci, 2014:49). El Diario Clarín así reza: “Al final, Marcelo Tomaselli, el
violador de 26 años que estaba preso, se casó con su víctima y de esa manera consiguió salir en libertad,
terminó asesinando a la mujer. En la madrugada del sábado, a la vista del hijo que la pareja tenía, le aplicó a
Carla Figueroa (19) casi una decena de puñaladas con un cuchillo de cocina: una de ellas mortal, en el cuello.
La policía llegó al lugar poco después del crimen. Tomaselli estaba ahí, con el pequeño en brazos” (Diario
Clarín, 11/12/2012).

3 Sofía desapareció en agosto de 2012. Su familia hizo la respectiva denuncia y casi de inmediato se iniciaron
los procesos de búsqueda. Los días pasaban y no había noticias de la niña de 12 años. Luego de dos meses
de búsqueda (31 de octubre de ese año), por azar hallaron su cuerpo. Por azar se dice, porque fue gracias a
otro delito que cometió quien luego fuera el acusado de su asesinato: intentó violar a una nena de 14 años. A
consecuencia de esto, su familia hizo la denuncia y pidió se allanara el lugar. Y ahí estaba, en el patio de la
casa de Janssen, a pocas cuadras de la casa de sus padres el cuerpo violado, golpeado y sin vida de Sofía
Viale. El Diario Popular del 6 de noviembre de 2012 inicia así la noticia sobre Sofía: “El cuerpo de Sofía Viale,
la niña de 12 años que había desaparecido hace más de dos meses en la ciudad de General Pico de La
Pampa, fue encontrado enterrado en la casa de Juan José Janssen, un hombre con serios antecedentes por
violación, al que le allanaron la casa tras atacar a una adolescente.
Sofía, que había desaparecido el 31 de agosto pasado, salió con un carrito a vender alimentos y nunca más
volvió…”.

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María Belén Caballero Baez

recuerdan como muy graciosa, y que muestra el peso político y la fuerte identidad
que han logrado, es la siguiente:

… ¿Dos años será? Para un 8 de marzo iban a hacer una actividad y no sé por qué alguna
en el movimiento de Tamboras, que éramos como 30 en ese momento dijimos: tendría-
mos que ir a manifestarnos para impedir, que se yo. Corrió el rumor, nunca en realidad lo
dijimos, no lo pensamos en serio. ¡¡SUSPENDIERON TODO!! ¿Te acordás? (A Paula).
En la presentación del libro de la Piñeiro…” (Claudia Giacobbe, 2015).

Ellas tiene muy claro qué buscan: igualdad de género, el fin de una sociedad
patriarcal, el fin de la violencia contra la mujer y justicia en los casos de violencia de
género (en todos, no sólo en los que han llevado a la muerte a la víctima). Luchan
también por la abolición de la prostitución en La Pampa y por el derecho de las
mujeres a decidir sobre su propio cuerpo (aborto no punible). Cada vez que creen
necesario, hacen su aparición en el escenario social y político para hacer oír sus voces
en contra de una sociedad que parece cada vez más machista. Al oírlas hablar se des-
prende algo claro: ellas no se reconocen fuera del Movimiento, su identidad ha sido
(re)construida en torno a los objetivos y causas del mismo.

Palabras Finales

Es claro que las relaciones de poder dentro de una sociedad están marcadas y
pautadas por las relaciones de género que se entablan al seno de la misma. Histórica-
mente, la mujer ha estado subordinada al varón; mientras que éste ha sido ubicado
como líder y protector, por ende, como un ser superior, siguiendo los patrones de
las diferencias sexuales de las que habla De Lauretis (1989). Es en este contexto de
cercenamiento de libertad y de insatisfacción de expectativas, en el que surgen los
movimientos sociales feministas.
El vacío que se genera en la sociedad argentina con la crisis partidista de los años
2001 – 2002, hacen posible la emergencia de esos movimientos, como lugares de
participación y democratización. No es casual, como dice Di Marco, que la mayor
cantidad de miembros de esos movimientos sean o hayan sido mujeres. “Casi todas
las mujeres refieren que en los momentos límite, emergieron las capacidades para
la lucha y para ejercer liderazgo, aprendidas en la vida familiar, a través de las duras
condiciones de vida de madres trabajadoras” (Di Marco, 2003: 27).
Estos movimientos, como el caso del Movimiento por los Derechos de las Mu-
jeres de General Pico, nacen y se consolidan en espacios sociales en donde el Estado
parece ausente o insuficiente. A lo largo de su trayectoria, las/los integrantes de

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 99


El movimiento por los derechos de las mujeres de General Pico La Pampa

esos movimientos van construyendo su identidad individual alrededor de la identi-


dad colectiva del movimiento social al que pertenecen, generando lazos de lealtad y
compromiso para con la causa defendida. Siguiendo a Melucci (1994), al momento
de definir esa identidad colectiva se da muestras de inversión emocional y de que
ningún movimiento social está fijado de antemano, ni se guían por un modelo es-
tratégico de acción. “Más bien se guían por un modelo expresivo de acción social,
en donde lo que se busca no son recursos materiales, sino identidad, autonomía y
reconocimiento” (Chihu Amparan y Lopez Gallego, 2007:142).
Tras los pasos de Revilla Blanco (1996), y luego de haber realizado entrevistas a
las miembros del Movimiento, se considera que todas, o casi todas las integrantes del
mismo han vivido una importante resignificación y (re)construcción de su propia
identidad, a partir de la constitución de una nueva identidad colectiva. La fuerte
convicción que muestran al momento de defender los derechos de las mujeres y las
acciones colectivas que realizan, son muestra clara de la cohesión identitaria que
poseen. Ellas no se reconocen fuera del Movimiento. La lucha por la liberación de
las mujeres es su identidad individual y colectiva.

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Diarios - Periódicos:
Diario Clarín: http://www.clarin.com/crimenes/violador-caso-victi-
ma-final-asesino_0_607139398.html (visitada 18/06/2016)
Diario Popular: http://www.diariopopular.com.ar/notas/136124-so-
fia-viale-vendedora-ambulante-asesinada-un-violador-libertad (visi-
tada el 18/06/2016)

Recibido: 07/6/2016
Aceptado: 12/6/2016

Segunda época, Volumen XX, 2016, 89-103 103


Carolina Folmer

EL IMPACTO DEL ABOLICIONISMO Y/O


REGLAMENTARISMO EN LA VIDA COTIDIANA
DE MUJERES EN SITUACIÓN DE
PROSTITUCIÓN. SANTA ROSA LA PAMPA,
AÑO 2015
The impact of abolitionism and/or reglamentarism in the
daily life of women in prostitution. Santa Rosa La Pampa, 2015

Carolina Folmer
Universidad Nacional de Villa María

Resumen
El presente artículo se desprende de un trabajo final de grado para la
Licenciatura en Trabajo Social y se propone analizar y reflexionar sobre
las experiencias de mujeres en situación de prostitución en el año 2015
en la ciudad de Santa Rosa, a la luz de los paradigmas abolicionista y/o
reglamentarista. De esta manera se busca conocer los significados que
atribuyen las mujeres a la práctica de la prostitución y las relaciones que
se dan en ella.

Palabras Claves: prostitución – abolicionismo – reglamentarismo

Abstrac:
This article follows a final degree for the Bachelor of Social Work and
intends to analyze and reflect on the experiences of women in prostitution
in 2015 in the city of Santa Rosa, in light of the abolitionist paradigms and/
or regulationist. In this way it seeks to understand the meanings attributed
women to practice prostitution and relationships that occur in it.

Key words: Prostitution - abolitionism - reglamentarism

Sumario: Introducción a la problemática de la prostitución. Comienzos


en la prostitución. Un Estado Proxeneta. El patriarcado como organizador
de la vida familiar. Encuentro con el prostituyente. Reflexiones sobre la
prostitución como trabajo. Reflexiones finales.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 105


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

Introducción en la problemática de la prostitución

E
n el presente proyecto, se concibe a la prostitución como la venta de ser-
vicios sexuales a cambio de dinero o cualquier otro bien (OMS 1989). El
término prostitución proviene del latín “prostituere”, que significa “exhibir
para la venta”. En este ámbito, la mayoría de las personas prostituidas son
mujeres pero también existen travestis, hombres, niños y niñas en menor propor-
ción; asimismo, los mayores consumidores de prostitución como de explotación son
hombres.
La dinámica del capitalismo configura un contexto social que estructura a los su-
jetos, las relaciones y la vida cotidiana en general. Según datos de la CEPAL (2012)
la pobreza sigue en disminución en América Latina pero aún afecta a 167 millones
de personas. Las cifras indican que el 10% más rico de la población latinoamericana
recibe el 32% de los ingresos totales, mientras que el 40% más pobre recibe solo el
15%. De esta manera la salud de las mujeres se ve influida de manera definitiva por
factores sociales y económicos, como el acceso a la educación, el nivel de riqueza
familiar y el lugar de residencia. La violencia es otro riesgo importante para la salud
sexual y reproductiva de las mujeres ya que puede ocasionar trastornos mentales y
otros problemas crónicos de salud (OMS 2009).
A pesar de los grandes avances que ha logrado la mujer en la sociedad, la igualdad
de género es uno de los grandes desafíos de estos tiempos. Aún para muchas mujeres
y niñas la discriminación, la desigualdad, la violencia y la privación de derechos son
una realidad diaria.
Joan Scott (1990) ha profundizado el concepto de género desde una perspectiva
histórica. Permite pensarlo como elemento fundamental en la organización social de
las relaciones, destacando que se refiere a las relaciones construidas entre los sexos
(hombre y mujer).
La autora afirma que por un lado, el género es un elemento constitutivo de las
relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y, por otro lado
el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder.
Según estadísticas de la OMS (2009) la violencia contra la mujer está generaliza-
da en todo el mundo. Las mujeres que han sido víctimas de abusos físicos o sexuales
presentan tasas más elevadas de enfermedad mental, embarazo no deseado y aborto,
tanto espontáneo como inducido, que las que no han sufrido esos abusos. La mayo-
ría de las agresiones contra las mujeres son cometidas por varones con los que tienen
una relación íntima. Recientemente se ha comenzado a visibilizar la violencia sexual
como táctica de guerra.

106 Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122


Carolina Folmer

La convención para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ratificada


por Argentina en el año 2000, otorga un marco legal para manifestarse en contra de
todas aquellas acciones u omisiones que vulneren los derechos humanos fundamen-
tales para las mujeres. Sin embargo dentro de este sistema, el patriarcado se presenta
como el escenario donde las relaciones desiguales de poder pueden llegar a hacerse
reales y desarrollarse sin inconvenientes.
El término “patriarcado” es conceptualizado como un sistema de relaciones so-
ciales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la
solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo
social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma
individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus
cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violen-
cia. Los estudios feministas sobre el patriarcado, y la constatación de que se trata de
una construcción histórica y social, señalan las posibilidades de cambiarlo por un
modelo social justo e igualitario (Fontela 2004).
Es así, como desde la organización patriarcal, se construye una determinada se-
xualidad masculina y femenina que avala y legitima la desigualdad de género. En
consecuencia, la sexualidad debe dejar de ser entendida como manifestación de un
instinto natural y un destino biológico y poder concebirla como una construcción
social e histórica (Elizalde, Felitti y Queirolo 2010).
Desde la perspectiva de género en el complejo fenómeno de la prostitución, las
relaciones que se desarrollan en ella se fundan en la desigualdad de género, la ma-
yoría de las personas que son prostituidas son mujeres y la mayoría de personas que
consumen son hombres.
María Lourdes Molina (2008) señala que existen distintas miradas con respecto
a las personas en situación de prostitución:
a) Mirada Prohibicionista: Pretende eliminar de la sociedad el ejercicio de la
prostitución. Establece la represión penal ante cualquier oferta sexual pública
o privada que implique una retribución monetaria. La mujer que esta en
prostitución se torna en una “delincuente” y debe responder ante la justicia
sobre su conducta, lo que puede originar castigos que van desde el encarce-
lamiento hasta multas o medidas reeducadoras para quien la ejerce, organiza
o promueve.
b) Mirada Reglamentarista: Considera a la mujer prostituida como una traba-
jadora sexual, cuya actividad debe ser controlada por el Estado. Consideran
que la prostitución se debe reglamentar porque es la forma más idónea de
defender los derechos de las mujeres prostituidas.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 107


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

c) Mirada Abolicionista: Realiza una crítica radical a la prostitución como fe-


nómeno social, cuestionando la estructura que subyace de subordinación y
explotación sexual de la persona prostituida.

Comienzos en la Prostitución

Interpretar el comienzo en la prostitución solo en términos de libertad de elección


ofrece una imagen distorsionada y sesgada de la complejidad de la problemática. A
continuación, se ofrecen testimonios de mujeres1 que describen escenarios sociales
con características comunes o similares que es imposible dejar de lado a la hora de las
interpretaciones. Todas ellas afirman que comenzaron entre los años 2000 y 2002, y
en este escenario se hace imposible no mencionar que en esos tiempos la política del
Estado Argentino no buscaban la garantía de los derechos sino que, provocaron la
fragmentación y exclusión social de amplios segmentos de la población.
El comienzo en la prostitución se presentó como única opción ante un horizonte
pobre de oportunidades, y en un contexto donde la explotación sexual ya estaba
naturalizada en el seno de la vida familiar. La combinación de familia numerosa,
precariedad laboral y entornos de violencia resultan un “combo” de fragmentación
familiar y exclusión social que impulsan a las mujeres al mundo de la explotación
sexual. De esta manera, los escenarios sociales en los que se encontraban condicio-
naban la decisión de comenzar en la prostitución.
Las mujeres lo relatan de esta manera:

…Cuando yo me separé, me separé porque él me mataba a palos y cuando lo sacaron de


mi casa…y después viene todo esto de la prostitución. Entonces decidí quedarme sola,
pase frio, pase hambre, de todo. Yo tenía a mi hermana que ejercía la prostitución, y ella
me dijo, Sonia vos estas pasando esto porque vos querés, y me dice ¿por qué no lo dejas al
plan? tengo un amigo que si vos querés salir te paga…tenés que acostarte con él y te paga.
Y Mirta me dice si es un ratito pero que se cuide, no vayas a hacer nada que vos no quieras.
Si el tipo te quiere hacer cosas decile que te dé más plata (Sonia 2015).

…Llegué a la prostitución por necesidad….alquilábamos, el papá de los nenes trabajaba


de changas…Yo a veces necesitaba plata, lo básico lo teníamos, pero yo a veces veía que
la hermana de él (que ejercía la prostitución) le compraba a los chicos de ella, en cambio

1 La muestra que se seleccionó para este trabajo de investigación fueron 4 mujeres que estuvieron o están en
situación de prostitución ya sea en la vía pública o en ámbitos privados y además residen en la ciudad de
Santa Rosa.

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Carolina Folmer

ellos me pedían algo y yo no se lo podía comprar al no tener trabajo ni siquiera cobraba


salario ni nada… (Marta 2015).

Tenía una amiga Tucumana (Tamara) a quien conocí porque vivía en el barrio de mi tía
con su Marido. Un día, le conté por todo lo que estaba pasando con el padre de Demian y
le dije que me quería ir lejos de mi casa; en ese momento, Tamara me habla de la oportuni-
dad de trabajar en un bar de acá de La Pampa y que podíamos hacer buena plata juntas…
Todavía no había cumplido los 2. En ese momento, venía a Santa Rosa, me hacía unos
mangos y me volvía a La Rioja. Después de un tiempo, me vine definitivo (Soledad 2015).

Mi hermana más grande había empezado la calle antes que yo…lo hacía por su familia.
Todos empezamos cuando aprieta el bolsillo, cuando no tenés para darle de comer a tu
familia, o cuando no tenés para comprar los medicamentos para tus hijos (Patricia 2015).

Las mujeres entrevistadas narran que en medio de este escenario de soledad, estar
en prostitución presentaba diferentes ventajas. Una de ellas es la facilidad en la flexi-
bilidad del tiempo y espacio, generalmente realizaban la actividad durante la noche
cuando sus hijos dormían y de esta manera no requerían contratar una niñera o acu-
dir a los favores de algún familiar. También les permitía, cumplir con las actividades
del hogar y de sus hijos. Otra de las características importantes de la prostitución es
que no se requiere una formación específica ni formal y tampoco se necesita dinero
para ingresar en el mercado de la explotación sexual, y lo más importante, es que les
permitía tener el dinero al instante.

Un Estado Proxeneta

El Estado Proxeneta es aquel que mantiene a las personas en situación de explota-


ción otorgando tarjetas, cajas alimentarias, subsidios esporádicos pero no brinda una
ayuda radical para salir de la situación de prostitución (Sánchez 2007).
Es oportuno considerar que las historias de las mujeres entrevistadas se encuen-
tran atravesadas por una evidente ausencia del Estado en todas las esferas de su
vida. Sus historias no son hechos aislados sino que están vinculadas a la historia de
la Argentina, con el rol que ocupó el Estado desde mediados de los años 70 con
sus políticas neoliberales, como se fueron profundizando en los años ´90 y como
se terminaron de consolidar con el estallido de la crisis social que se vivió en 2001.
Las transformaciones de las políticas públicas en Argentina tienen dos periodos
históricos claves, por un lado el Estado de Bienestar a mediados del siglo pasado, y

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 109


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

por otro, los avances de las políticas neoliberales que se profundizaron en la década
del 90 barriendo con todas las conquistas sociales logradas en la etapa anterior.
“En la década de 1990, con la asunción del Presidente Carlos Menem, se produ-
ce la reforma del Estado. De manera similar a otros países de la región, las políticas
de ajuste estructural se basaron en una estricta aceptación de las propuestas de los
organismos internacionales de financiamiento como el FMI, Banco Mundial entre
otros, en lo referente a la desregulación de la economía y los mercados, apertura ex-
terna, privatización de las empresas públicas de servicios de uso económico masivo y
productivas estratégicas, cambios profundos en la legislación laboral tendientes a la
flexibilización, modificación de la orientación de las políticas públicas y del rol social
y económico del Estado. A partir de la desregulación del mercado, el sector privado
comienza a ocuparse de los servicios básicos como educación, salud, obras sociales,
pensiones, jubilaciones, riesgos de trabajo, entre otros. La política social del Esta-
do Neoliberal tenía como objetivo fundamental atender las situaciones de pobreza
extrema, lo cual implicaba el abandono de otros objetivos como la reducción de la
incertidumbre, la distribución progresiva de los ingresos y la movilidad social” (Lo
Vuolo et al, 2002 citado en Hintze 2007).
De esta manera, el achicamiento del Estado que propuso el neoliberalismo, im-
pactó de lleno en las historias de las mujeres entrevistadas. Patricia y Sonia, relatan
cómo llegaron las políticas de ajuste a su vida:

El plan jefes y jefas de hogar me lo dieron en el año 2001, tiempo después de que tuve
a Micaela. Este plan sale en los diarios para personas de bajos recursos y que no estaban
empleadas y fui a anotarme para que me lo den. Igualmente no era que te lo daban y listo,
sino que debías cumplir 6 horas diarias de trabajo en la Municipalidad. Nos pagaban mise-
ria, eran solo $150 por mes y nos explotaban. A mí no me alcanzaba para vivir, tenía a mi
hija que criaba sin ayuda del padre, así que me la empecé a rebuscar sola por otros lados.
Empecé en la calle… (Patricia 2015).

En ese momento no te aumentaban el sueldo cobraba $150 del plan y $50 por la Muni-
cipalidad, tenía que pagar un alquiler de $300, no tenía para comer me daban la vianda.
Me daban la bolsa de la mercadería de la Municipalidad que eran víveres secos que me
duraban 5 días (Sonia 2015).

En consonancia con el énfasis en la atención de la pobreza, durante la primera


mitad de la década de los ’90 las políticas focalizadas en grupos social y biológica-
mente vulnerables fueron las intervenciones públicas asistenciales de mayor visibili-
dad. En la segunda mitad de la década del 90, los planes de empleo se presentaron

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Carolina Folmer

como respuesta al acuciante problema de la desocupación. Con variaciones, consti-


tuyeron en general subsidios directos a desocupados (sujetos a capacitación o con-
traprestación laboral), creación de empleo público temporario (bajo modalidades de
pasantías) y subsidios a la generación de empleo en el sector privado (Hintze 2007).
En relación a lo mencionado Montaña y Policastro (2012), expresan que por lo
general, el estado ha ignorado la perspectiva de género al momento de diseñar las
políticas sociales, reproduciendo asimetrías y discriminación económica a la mujer,
sin redefinir las asignaciones simbólicas para ambos géneros.

El patriarcado como organizador de la vida familiar

“La familia como principal agente socializador configura el campo de las rela-
ciones afectivas más profundas y constituye uno de los pilares de la identidad de
un sujeto. De esta manera en el seno de la vida familiar es donde los sujetos tejen
los lazos afectivos primarios, los modos de expresar las emociones, la vivencia del
tiempo y, del espacio, las distancias corporales, el lenguaje, la historia de la familia
grande, extensa, que comprende a las distintas generaciones que nos precedieron; es
decir, todas las dimensiones humanas más significativas se plasman y transmiten en
la cotidianeidad de la vida en familia” (Baeza 1999:1).
Las familias de origen de las entrevistadas se caracterizan por ser familias nume-
rosas que están atravesadas por problemáticas de violencia, pobreza y, en algunos
casos, situaciones de adicción. En varias ocasiones las mujeres relatan que se des-
prendieron de sus hogares desde muy adolescentes, pero más tarde por diferentes
motivos debieron regresar.

Mi papá era empleado municipal y mi mamá nos criaba, éramos 8 hermanos…viví con el
miedo a que la matara porque él era violento. También era alcohólico…Termine la prima-
ria y no seguí más la escuela. Me puse de novia a los 15 años y a los 16 me fui de mi casa;
mis papás nunca me dijeron nada, de hecho con mi mamá no teníamos una relación fluida
y nos veíamos muy de vez en cuando. A los 20, quede embarazada y obviamente no lo bus-
que. Cuando mi pareja se enteró al principio no quería saber nada, pero después lo acepto
y estuvimos juntos todo el embarazo. Él trabajaba en una empresa de limpieza y yo me
quedaba en la casa donde alquilábamos. A los dos años de mi hija Micaela, nos separamos
y me echo de mi casa porque tenía una amante, así que no me quedo otra alternativa que ir
de nuevo a la casa de mi mamá. En ese momento me encontré sola con mi hija de 2 años,
sin mantención, sin trabajo, con un plan y sin un lugar propio donde vivir, y para colmo
mi hija se había enfermado y no tenía plata para comprar la medicación (Patricia 2015).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 111


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

Tengo 5 hermanas mujeres menores que yo, mi papá tiene 56 años y es mecánico en un
taller automovilístico y mi mamá (Mabel) falleció cuando yo tenía 14 años. Así que tuve
que dejar de estudiar y ponerme a trabajar para mantener a mi familia, ya que mi viejo no
podía cuidarnos ni mantenernos porque se había tirado al alcohol (Soledad 2015).

En el caso particular de Sonia, vivió su niñez y adolescencia en la zona rural de La


Pampa con su madre y con su padrastro, que falleció hace unos años por alcoholis-
mo. Sonia tiene 10 hermanos, ella y su hermana mayor no eran hijas del señor X. So-
nia relata que se encontraban en situación de pobreza y además su padrastro abusaba
sexualmente de su hermana mayor con quien tuvo un hijo; y también maltrataba a
su madre. Alrededor de los 11 años escapa del campo junto a un tío materno que le
brinda su ayuda.

… Y me acuerdo clarito que los patrones, por ahí ellos iban y llevaban mercadería y eran
todos víveres secos para 15 días, la carne la sacábamos de ahí porque ahí carneaban. Había
una bolsa de galletas que más de una vez estaba verde y tenías que comer lo que había...Y
en la mesa notaba la discriminación que yo no era hija de él, porque estaban todos mis
hermanos comiendo y primero le daba a los hijos de él y después a mí y yo le decía a
mamá: Mamá tengo hambre, ¿puedo repetir? y ella me decía No, porque tiene que comer
tu padre.

…Mi padrastro a mi mamá la golpeaba, con nosotros fue un ejemplar padre porque nunca
nos puso una mano encima. Yo le tenía miedo porque él nos estaba criando para él…a
mi hermana se la empezó a agarrar de chica…yo le tenía miedo…y mi mamá nunca lo
vio porque ella era limpiar, lavar, planchar todo el día y mi hermana era más grande y se
quedaba limpiando la casa…

…Mi padrastro falleció hace 8 años, él tomaba y le pegaba a mi mamá, con lo que tenía
en la mano o con un palo le pagaba en la espalda o en los brazos en cualquier lado le
pegaba…Yo me escape porque yo le tuve miedo a él, porque él me amenazo, me dijo vos
abrís la boca y vas a ver lo que te pasa. Y él se la seguía agarrando a mi hermana, y yo dor-
mía vestida con un calor que se partía la tierra y dormía envuelta con una sábana porque
tenía miedo que se sacara la ropa y me agarrara. Andaba atrás de mi mamá, siempre tuve
miedo… (Sonia 2015).

Los relatos develan como el sistema patriarcal, atraviesa toda la organización


del grupo familiar. Si bien el patriarcado es una estructura invisible, se manifiesta a
través de la desigualdad de poder en torno a las relaciones de género. En las familias
de estas mujeres, los hombres tenían el poder de decidir sobre la vida de todos los

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Carolina Folmer

miembros pero, especialmente, decidían sobre la vida de las mujeres y sus cuer-
pos, no como sujetos con derechos sino como objetos a utilizar en función de sus
necesidades.
El hombre de la familia, reencarnaba la figura del patriarca. Su autoridad, ejer-
cía el poder a través de la división sexual del trabajo. La esposa reservada al ámbito
privado, realizaba el trabajo doméstico que contenía el cuidado de la casa, la crianza
de los hijos y la atención del marido. Mientras que para el hombre, estaba reservado
el acceso a los bienes a través del trabajo remunerado, tenía el privilegio de apelar al
ámbito público, donde se obtienen los recursos indispensables para la reproducción
de la vida familiar. A partir de allí, de ese lugar de poder, decidía y administraba el
dinero. También ejercía todo tipo de violencia, especialmente el maltrato físico y
sexual a las mujeres de la familia.
De esta manera, como se puede observar con la ausencia de intervención de las
instituciones estatales, las leyes del patriarcado se impusieron en el seno de las fami-
lias sin ningún cuestionamiento.
Facio (2005) señala que en todos los sistemas patriarcales nos vamos a encontrar
con una serie de características comunes; para comprenderlo debemos primeramen-
te saber que tiene orígenes culturales y no naturales, pero por sobre todo requiere de
la fuerza y el temor - en otras palabras la aplicación o amenaza del dolor- para man-
tener y reproducir los privilegios de aquellos que dominan. Dicha violencia se instala
en los cuerpos de las mujeres quienes quedan sujetas al control sexual y reproductivo
de los varones, en particular de aquel que se atribuye su dominio.
La cultura sexista y patriarcal, se instala como parte de la identidad de varones
y mujeres reproduciendo roles y estereotipos de género que legitiman la violencia
contra las mujeres. Las narraciones dejan ver como los vínculos de las familias de
nuestras testimoniantes se volvían a reproducir a la hora de conforman una pareja y
posteriormente tener hijos.

Era enfermo de los celos tenía que llegar a la hora que él me decía porque si llegaba dos o
tres minutos después ya se enojaba. Hasta embarazada me agarraba de los pelos me arras-
traba y me golpeaba; es hasta el día de hoy que me peino y me duele el cuero cabelludo...
Me tenía que poner con el sin tener ganas y en esas ganas que no tuve también nació mi
hijo...me tuve que poner porque él se tenía que sacar las ganas. Yo tenía miedo de que él
se fuera con otra y me dejara sola con los nenes... entonces me tenía que poner…ese dolor
no me lo voy a sacar hasta el día que me muera. Entonces, yo me tenía que aguantar eso
por la luz, por el gas, por el techo, porque me ampliaba la casa, no es que yo pensaba en la
comodidad sino que pensaba en mis hijos. Para que no estuviera en la calle y con mis hijos
rodando por ahí (Sonia 2015).

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El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

Yo estuve muy enamorada de él, pero me hizo mucho daño. El me pegaba, me maltrataba
y me vivía (Soledad 2015).

El patriarcado le ha inculcado a Sonia, como a muchas otras mujeres, que la


sexualidad masculina tiene un origen natural, que es necesario satisfacer y que las
mujeres son las responsables directas de esa satisfacción. Dentro de este escenario de
tortura, los sentimientos y deseos se van adormeciendo; y las mujeres interiorizan
la idea de que su cuerpo ya no les pertenece, que ya no tienen poder de decisión
sobre él. Ese cuerpo enajenado pasa a convertirse en una máquina para satisfacer los
deseos sexuales del hombre y en la práctica se confirma la idea de que la sexualidad
femenina se subordina a la sexualidad masculina.
Tal y como señalan Navarro y Celay (2002) una de las manifestaciones psicológi-
cas del patriarcado se observa en la falta de autoestima de las mujeres, inducida por
la educación y la violencia del entorno. Esto se traduce en una permanente actitud
de resignación, de “sacrificio” mal entendido, de búsqueda permanente de la aproba-
ción de los demás (especialmente de los varones), no tener confianza en las propias
fuerzas, estar permanentemente inseguras de sí mismas, sentirse culpables de lo que
les pase a otros, como por ejemplo a sus hijos.
Los autores ponen en evidencia el miedo a la libertad que tienen muchas mujeres
inmersas en situaciones de violencia, que desarrollan cierta dependencia psicológica
hacia los hombres violentos, y romper con ello requiere de desnaturalizar y poner
en cuestión normas, creencias y valores que dan lugar a prácticas violentas. Sonia lo
cuenta de esta manera:

yo mentía cuando me golpeaba, inventaba muchas excusas...él me daba puñetazos en las


piernas y los brazos y me decía ahora anda y contale a tu amigas y vas a ver cómo te va a
ir...Me trataba verbalmente mal, me desgastaba psicológicamente en todo, no me daban
ganas de hacer nada. Te sentís obligada a seguir porque no tenés otra cosa…Entonces yo
tenía que hacer todo lo que él decía. Y un día una compañera me dijo que no tenga miedo,
deja que te pegue en la cara que te desfigure y ahí llamas a la policía y así te lo sacan de
la casa. Sino tenés desfiguración de rostro la policía no te va a creer. Y es verdad, me hice
romper toda la cara, los pómulos, la boca, que por ahí tengo un tajo largo. Se me cayó la
boca en pedazos. Ese día lo encare y le tire un grabador, y le dije no me pegues más, me
tenés cansada Ariel, y ahí me agarro contra la pared, me pegaba piñas… y yo puse la cara.
Salí con la cara llena de sangre con mi hijo, llamé a la policía y ahí se lo llevaron preso.

Antes había ido a la policía pero no me creían…esos moretones te lo podes haber hecho
vos me dijo el oficial de la Seccional Primera en aquellos años. Cómo sabemos si te pego él,
capaz que vos viniste y te pegaste con un martillo, y dijiste lo quiero denunciar porque hay

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Carolina Folmer

mujeres que andan con otros tipos y con tal de sacarlo de la casa. Y yo le decía no es así, y
bueno pero como hacemos para creerte y bueno podes conseguir testigos… (Sonia 2015).

Encuentro con el Prostituyente

En el pensamiento colectivo, la palabra prostitución está asociada a la imagen de


una mujer, pero no habría mujer prostituida sin un hombre que demandara la pros-
titución. No es casual, que la imagen del cliente ha sido ocultada en el imaginario de
la explotación sexual. Cabe señalar que la prostitución, no debe ser definida como
el oficio más antiguo del mundo sino como la actividad que responde a la demanda
más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder al cuerpo de una mujer
y lo logra a cambio de un precio (Cobo Bedia, 2014:3).
El patriarcado silencia el rol del cliente, situándolo en una posición casi secun-
daria en la problemática. Cada vez que se habla de prostitución todas las referencias
están orientadas hacia las mujeres; se invisibiliza la figura del prostituyente, descon-
textualizando la vinculación de la estructura patriarcal que la contiene.
En el ejercicio de la prostitución, todas las mujeres se exponen a experiencias po-
tenciales de maltrato, denigración y humillación, e incluso se enfrentan con el temor
a lo desconocido. Es importante señalar, que en el contacto genital con el hombre,
las mujeres se encuentran expuestas a situaciones que las violentan en forma con-
tinua (cansancio de su cuerpo, desagrado de ciertos aspectos del cliente o prácticas
sexuales riesgosas) pero que desde su perspectiva estas agresiones son representadas
como aspectos negativos que forman parte de la cotidianeidad-normalidad de este
contexto.
Dicho lo anterior, en el encuentro íntimo con el otro-desconocido se presentan
diferentes situaciones estresantes, que dan origen al conflicto y que la mujer debe
aprender a negociar para salir ilesa de él. Las entrevistadas, señalan que los ejemplos
más significativos son cuando los hombres se presentan agresivos, cuando no están
higienizados o han ingerido alguna sustancia, y otra de las situaciones conflictivas,
cuando se niegan a utilizar el preservativo y pagar por la actividad.
Los encuentros sexuales con sus clientes, se describen a partir del desagrado y el
desprecio que les produce la relación sexual aun cuando se trate de un cliente habi-
tual o un desconocido.

…Me da asco y siento asco del hombre, me humillo como persona, me humillo como
mujer. Yo nunca tuve ningún sentimiento lindo con esos tipos…les tengo asco y bronca.
El hombre me humilló moralmente. Conseguí una persona mayor, era un asco porque
me sentía violada. Me tenía que acostar y ponerle la boca…abrirle las piernas y me decía

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 115


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

no tengas vergüenza…el tipo te va haciendo a que hagas esas cosas. No tengas vergüenza
sácate la bombacha, sácate el corpiño y me quedaba como una tabla dura…el tipo se tiraba
arriba se ponía un forro y me hacia lo que él quería…me daba asco porque ya de por si
es una violación…y bueno terminaba y hacia lo que tenía que hacer el tipo y ya está…
el me daba la plata y era la plata fácil pero a la vez no es plata fácil porque la humillación
que siente la mujer, el asco no te lo saca nadie. Cobraba $300 y yo capaz que estaba 20
minutos con la persona en la habitación. Era plata, imagínate que me bancaba el alquiler
y le agarraba gusto a la plata que era plata fácil pero vos pagabas el alquiler y te quedabas
seca ¿y que te quedaba? Te quedaba lo que te había hecho el tipo, que era asco. Y te largabas
a llorar…yo hasta el día de hoy me acuerdo y me da asco (Sonia 2015).

…A veces estaba en el momento ese y me daba tanto asco que lloraba. ...porque te da rabia
de que no querés estar con cualquiera…y lo tenés que hacer. La mayoría de los hombres
venían higienizados pero por ahí me sabía tocar algún sucio, de ultima vos podías elegir si
ya habías trabajado le decías que no. Los del campo eran por ahí los que venían más sucios
pero ellos traían más plata, venían con toda la plata y traían para gastar. Yo les sabia decir al
padre de los chicos míos que yo sabía salir llorando de ahí, me daba bronca de estar ahí, del
asco de estar acá y venirme caminando a las 4 de la mañana sola…Yo a la gente que siem-
pre le tuve miedo, le decía que no por más que me faltara la plata. Yo tuve suerte de poder
decir que no con los sucios. En esos momentos que yo a veces me largaba a llorar o estaba
mal en el momento en que estaba con el hombre ellos ni se daban cuenta (Marta 2015).

Había veces que me hacia la borracha y la que no aguantaba para que no me exigieran
hacer nada. Como así también, tengo situaciones que pase que no quisiera ni volver a
recordar, ni volver a vivir (Soledad 2015).

Marisa Ortiz (1998) explica que el mecanismo de disociación en las relaciones


con sus clientes, les permite separar temporalmente la relación YO-CUERPO; de
esta forma logran sobrevivir a la repulsión física que les produce el contacto con
algunos clientes y a la doble moral que socialmente tienen que jugar, la de mujer
(madre-señora) y la de prostituta. A pesar de los mecanismos de disociación y for-
mas de control que adoptan con sus clientes, algunas no dejan de sentir una gran
frustración, presión moral y resistencia física al establecer sus contactos sexuales,
sobre todo, al establecer estas situaciones de manera diaria y sin otras alternativas.
Ante el encuentro con un hombre, las mujeres siempre deben estar alertas sean o no
clientes habituales. Puede ser que el encuentro se desarrolle con normalidad donde
se cumpla todo lo pactado antes de la relación sexual, como la higiene, el uso del
preservativo, la forma de trato, el lugar de encuentro y el pago adelantado, pero no
siempre sucede lo que se pactó. La atención de alerta se produce cuando los clientes

116 Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122


Carolina Folmer

se presentan habiendo ingerido alguna sustancia o cuando se acercan y generan


desconfianza a la mujer. Esta actitud se desarrolla a partir de las experiencias traumá-
ticas que han sucedido en contextos de prostitución. Todas narran experiencias que
no han querido vivir, por eso desarrollan actitudes de cuidado ante alguna situación
sospechosa.

…Yo una vuelta estuve ahí en el mate, en la Luro y se baja un tipo de un remis y me dice
yo vivo acá a dos cuadras veni, vamos…y me dice tengo miedo que la policía nos esté
mirando o tu marido, y le digo no, mi marido no está y la policía no la veo por ningún
lado. Cuando iba caminando me dice adelantate que yo voy a orinar y para ese momento
ya habíamos hecho una cuadra, faltaba una más…ya ahí desconfiaba. Había unos depar-
tamentos que estaban sin terminar, y le digo ¿y dónde está tu casa? Me dice ¿que estas
apurada? No, pero yo tengo que seguir laburando. Es acá, ¿que estas de sereno? No, vos
subí. No págame acá en la luz porque allá dentro no hay luz. Ya te voy a pagar, si acá
tengo la billetera. Págame porque si no me vuelvo. Y saca un revolver debajo de la ropa y
me dice metete adentro, así que tuve que entrar. Subimos una escalera caracol y me dice
sacate la ropa y le digo no, la ropa no me la voy a sacar. Si querés plata yo no tengo recién
llego. No me hagas nada porque yo tengo a mis hijos que me están esperando en mi casa,
y me dice bueno, vos mira, hizo lo que tenía que hacer y terminó. Y me dice cuando vos
sientas el tropel recién ahí baja. Yo muchas veces tenía desconfianza. Venían muchas veces
consumidos o te invitaban a consumir (Marta 2015).

Del bar no me iba con cualquiera. Una sola vez… estábamos con mi amiga y dos hombres
“clientes” tomando algo en el bar. Después de un rato, mi amiga se va a la habitación con el
chico y yo me quede en el bar con el otro hombre. En un momento nos fuimos del bar. En
el camino me empezó a pedir que tengamos relaciones sin preservativo; así que le dije que
no, que yo no me manejaba así. Ahí fue donde el hombre me abrió la puerta del auto y me
tiro, dejándome abandonada por unas calles oscuras y muy lejos del bar (Soledad 2015).

El relato de Soledad, evidencia los riesgos a los que se expuso al salir del ámbito
privado donde tenía cierto resguardo de sus compañeras. Allí en la calle aumentaba
la probabilidad de que los hombres atenten contra su integridad física exponiéndose
a la violación, contagio de enfermedades de trasmisión sexual, embarazos no desea-
dos o la misma muerte.
Esta actividad de sometimiento y maltrato, es considerada en muchas partes del
mundo necesaria para satisfacer la sexualidad masculina, reivindicando de esta ma-
nera el ejercicio de la violencia de género, la desigualdad y vulnerabilidad femenina
que está siendo naturalizada por hombres, mujeres y niños/as. La naturalización de
la prostitución y su uso por parte de los “consumidores”, da lugar a que la brecha

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 117


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

desigual “hombre-mujer” se amplíe generando una exclusión laboral, percibiendo


como única posibilidad de salir adelante el camino de la prostitución.

Reflexiones sobre la prostitución como trabajo

La problemática de la prostitución implica una serie de debates respecto si debe


ser reglamentada como trabajo sexual o abolida del sistema social. Argentina tiene,
desde el año 1936, una posición abolicionista que actualmente constituye el discur-
so hegemónico en el debate sobre prostitución.
Dentro del movimiento feminista, quienes sustentan el enfoque reglementarista
propugnan el concepto de trabajadoras sexuales. Afirman que en la prostitución se
intercambian servicios por dinero, alguien ofrece una mercancía alguien paga por
ella. Cualquier contrato entre adultos en que haya sexo y consentimiento debe ser
respetado y tal vez legitimado. También sostienen que la legalización acabaría con
las mafias y los problemas que sufren las trabajadoras sexuales, como el tráfico y el
estigma que proceden de la falta de reconocimiento social, no de las características
intrínsecas al oficio (Álvarez, 2012:58).
Mientras que el abolicionismo, habla de mujeres en situación de explotación.
Dentro de esta corriente se concibe a la prostitución como violencia contra las mu-
jeres y afirman que no es comparable a ningún trabajo. La prostitución se encuentra
anclada en la desigualdad de género, y a partir de allí, afirman que las mujeres son
víctimas de una sociedad capitalista y patriarcal.
Expuestas las diferencias de una postura y la otra, podemos observar que en el
discurso de las entrevistadas ninguna conoce los debates que se están dando a nivel
nacional, latinoamericano y mundial sobre su situación de prostitución. Ninguna
de ellas, tenía conocimiento sobre estas reflexiones dentro del movimiento feminis-
ta. Pero a la hora de indagar sobre la visión que considera a la prostitución como
trabajo y cómo las mujeres se inician, todas coinciden en que lo hacen por falta de
trabajo, de formación educativa, por condiciones precarias de salud, por no tener ac-
ceso a una vivienda, por falta de alimentos, todos aspectos que producen situaciones
de derechos humanos vulnerados.
Sonia, Marta y Soledad lo expresan de esta manera:

…No sé, nunca escuche este tema… que sea un trabajo. En su momento cuando te toca
hacer eso no tenés otra opción… Para mí no es un trabajo, no es un trabajo que una perso-
na te basuree que te tenga que pagar y decirte haceme esto, haceme lo otro... El trabajo es
que vos hagas lo que vos sientas como yo atender a los chicos, higiene, la limpieza de acá.
Hubiese preferido, siempre dije, de estar fregando zócalos…limpiando a hacer eso… Para

118 Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122


Carolina Folmer

mí no tendría que estar legalizado, si quieren hacer eso…como que eso es un trabajo…No
es nada honrado, no es un trabajo…es lo más bajo que hay para mí (Sonia 2015).

La prostitución es sobrevivir, lamentablemente si tuviera que volver a hacerlo, lo haría solo


por ellos (hijos) y para darles todo a ellos; no me permitiría que sufran porque les falte
algo (Soledad 2015).

…A comparación de otros trabajos que yo he tenido, la prostitución es fácil en el sentido


que yo no tenía que cumplir un horario, si estaban enfermos lo chicos faltaba, no tenía una
patrona…en la prostitución vos hacías lo que tenías que hacer y te pagaban, pero cuando
vos te subís a un auto a veces te vas tranquila porque es gente conocida pero a veces te
levantaba gente desconocida y vos ibas pensando con quien te vas y si va a estar todo bien.
Para mí la prostitución es como un trabajo y las mujeres necesitan ayuda. Yo creo que la
prostitución existe porque hay falta de trabajo. A mí me pasó porque no tenía trabajo,
tenía uno y me fue mal, busque y no conseguía…Yo si pudiera elegir un trabajo, a mí me
gustaría vender ropa, andar casa por casa vendiendo ropa (Marta 2015).

Las mujeres ponen en evidencia que el comercio sexual no es la elección menos


mala sino que es el único horizonte posible, en un mundo donde la prostitución
esta naturalizada como forma de subsistencia de las mujeres, en el momento que el
Estado deja de ser el organizador de la vida social.

Reflexiones Finales

Defagó y Riviera (2007) señalan que la situación socioeconómica de la familia de


la mujer en situación de prostitución, condiciona en gran medida sus posibilidades
reales de desarrollo. Para una familia en situación de pobreza, el principal problema
es la subsistencia, por lo tanto, sus esfuerzos están dirigidos a la obtención del ali-
mento, la vivienda y el vestido; la recreación es casi nula y la salud muy precaria, las
posibilidades de educación de sus miembros, limitadas al máximo y, en gran medi-
da, la ulterior posibilidad de empleo. En general, la condición psicoafectiva está ca-
racterizada por indiferencia y madurez temprana de sus miembros y “...el ciclo de la
vida familiar está ligado a las fluctuaciones del desarrollo de la economía doméstica”.
Por consiguiente, las familias se ven presas de los mecanismos del mercado ca-
pitalista que saca provecho de su condición de vulnerabilidad, especialmente de
las mujeres que se ven más expuestas. Esto no solo sucede porque se enfrentan a
la explotación capitalista sino también porque deben hacer frente a la explotación

Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122 119


El impacto del abolicionismo y/o Reglamentarismo en la vida cotidiana de mujeres

patriarcal. Por un lado sufren por su carácter de género (ser mujer) y por otro lado,
en su carácter de clase (por su pertenencia a sectores populares).
El Estado como regulador de la vida social tiene el deber de respetar, prote-
ger, promocionar y garantizar los derechos humanos fundamentales que establece la
constitución nacional. Es allí, frente a la organización del Estado y la forma de sus
políticas públicas, es que la ciudadanía debe reclamar y exigir por la restitución de
sus derechos.
Del mismo modo, las entrevistadas coinciden que han dejado de prostituirse
cuando sus condiciones económicas han mejorado. Sonia dejo de salir con sus clien-
tes cuando llego a ser parte de la planta permanente Municipal, Marta cuando con-
siguió trabajar cuidando abuelos en un geriátrico y algunos empleos de limpieza,
Soledad cuando se clausuró el cabaret y consiguió trabajo en el Estado Provincial a
través de un monotributo; y Patricia cuando conoció a su pareja con el que formó
una familia. Además, ha colaborado la existencia de Programas del Estado Nacional
que permiten satisfacer las necesidades básicas de las familias y han brindado un
respiro a las mujeres para no depender puramente de los ingresos que provenían de
la prostitución. Las principales políticas fueron la Asignación Universal por Hijo,
Pensión por Madre de 7 Hijos y las Pensiones no contributivas.
En otras palabras para ninguna de ellas la prostitución fue un trabajo, es decir,
una alternativa laboral posible de continuar realizándola; en el momento en que
aparecieron otras alternativas decidieron abandonar la explotación sexual.
Gracias al acceso al empleo formal o informal y las políticas estatales las familias
se encuentran en mejores condiciones económicas y sociales. Las jefas de hogar, tie-
nen más libertad para proyectarse en el futuro lejos de la prostitución.
Para finalizar y haciendo referencia a la prostitución como trabajo, retomó las
palabras de las propias protagonistas para describirla:

yo creo que la prostitución existe porque hay falta de trabajo (Marta 2015).

Me da asco y siento asco del hombre, me humillo como persona…para mí no es un trabajo


que una persona te basuree (Sonia 2015).

La prostitución es sobrevivir (Soledad 2015).

Si bien las mujeres, que brindaron su testimonio, han salido de la prostitución las
huellas de esa experiencia en sus memorias y en sus cuerpos aún persisten.

120 Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122


Carolina Folmer

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Recibido: 22/05/2016
Aceptado: 21/06/2016

122 Segunda época, Volumen XX, 2016, 105-122


María Virginia González

NATALIA MÉRTENS (1996) DE HORTENSIA MA-


GGI. EMPUÑAR LA ANTORCHA Y PRONUNCIAR
EL VERBO1
Hortensia Maggi’s Natalia Mértens (1996). Take up the Torch and pronounce
the Verb

María Virginia González


UNLPam

Resumen
La figura de Hortensia Maggi se configura en torno a dos variables que
atravesaron tanto su participación pública como su producción escrita:
ser mujer y militante en el Partido Socialista. En 1996 publica Natalia
Mértens, una novela con rasgos autobiográficos en la que funciona un
entramado de valores y concepciones ideológicas que superponen la
trama ficcional con la militancia política de la autora. La protagonista de
la novela se delinea como un sujeto que tiene conciencia de la situación
marginal de la mujer y de las injusticias sociales. Esta caracterización
se vincula con las particularidades que adquiere la voz narradora om-
nisciente en esta novela. El análisis permite leer las filiaciones y afilia-
ciones, en términos de Edward Said (2004), que se configuran en esta
novela.

Palabras claves: Hortensia Maggi; mujeres socialistas; ficción

Abstract
Hortensia Maggi’s figure is set around two variables that crossed both
its public participation as their written: being female and member of the
Socialist Party. She publishes Natalia Mertens in 1996; a novel with au-
tobiographical traits in which a framework of values ​​and ideological con-
cepts that overlap the fictional plot with political militancy of the author
works. The protagonist of the novel is outlined as a subject who is aware

1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación “Política, género y escritura. Legado de la militancia
socialista” dirigido por la doctora María Herminia Beatriz Di Liscia.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 123


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

of the marginal status of women and social injustice. This characteriza-


tion is linked to the particularities acquires omniscient narrator’s voice in
this novel. The analysis allows to read filiation and affiliations, in terms
of Edward Said (2004), which are configured in this novel.

Keywords: Hortensia Maggi; socialist women; fiction

Sumario: Tramas del discurso. La escritura como puente: dibujar el


pasado para proyectar el futuro. Empuñar la antorcha y pronunciar el
verbo.

L
a necesidad de un cuarto propio y quinientas libras al año que pregonara
Virginia Woolf en su ensayo publicado en 1929, aún es actual y se resignifi-
ca cada vez que accedemos a documentos en los que las mujeres empuñan el
Verbo para contar, de diferente modo, su propia historia. Un caso singular
es el de Hortensia Eugenia Maggi (Guatraché, 1912-Santa Rosa, 2006) quien desde
el inicio de su militancia en el Partido Socialista se erige en una destacada disertante;
así lo atestigua, por ejemplo, Nicolás Repetto quien la califica como “Oradora de pa-
labra precisa y a veces incisiva”, en referencia a su primera intervención pública en la
ciudad de Buenos Aires2. También fue asidua colaboradora y corresponsal del diario
La Vanguardia y luego, cuando asienta su residencia en la capital de la provincia de
La Pampa durante el último período de su vida, escribe columnas de opinión en for-
ma ininterrumpida para el diario La Arena. En la editorial de este diario publicó Los
nazis en la Argentina. Virajes en la vida política (sin fecha de publicación). El libro,
prologado por Armando Luis Zapata y Juan José Reyes, consta de capítulos muy
breves en los que fustiga al peronismo desde la interpretación que los socialistas han
hecho de este movimiento. Más allá de la producción urgente que implica el trabajo
escrito en el fulgor de la contienda política y que Maggi ha cumplido con presteza,
expresa en una entrevista que recién pudo dedicarse a escribir en la última etapa de
su vida: “Hace tres años que estoy sola, y que puedo dedicarme a lo que realmente
me interesa, a escribir, porque para eso se necesita tiempo para pensar mucho” (Di
Liscia, 1996). El ejercicio de la escritura aludido en sus palabras parece vincularse a
la producción ficcional. Es posible afirmar esto porque publicó en diarios a lo largo
de su trayecto vital y, en cambio, en la etapa que refiere en esta entrevista se vincula
con la publicación de los dos libros más cercanos a la ficción en el término de dos
años: Vivencias de ayer y de hoy, en 1994, y Natalia Mértens dos años después, ambos

2 La cita textual del diario La Vanguardia está incluida en el libro Vivencias de ayer y de hoy en la página 13.

124 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

impresos en la editorial del diario La Arena3. La única excepción es el cuento “Los


álamos” que apareció en la revista Vida Femenina en 19434. En otro contexto y con
otras variables en juego, las palabras de Maggi reactualizan la consigna woolfiana:
el cuarto propio es el espacio simbólico y material que cada mujer debe conquistar.
Para reflexionar en torno a la figura y a la obra de Hortensia Maggi, resulta inelu-
dible tener en cuenta dos variables intrincadas: ser mujer y militante en el Partido
Socialista porque signaron cada acto de su vida y dejaron una huella indeleble en su
producción escrita. Es posible afirmar esto porque sus libros están atravesados por
esta marca: Los nazis en la Argentina responde a la caracterización que hizo el partido
socialista sobre el peronismo y Vivencias de ayer y hoy reúne anécdotas de su vida
política y su experiencia junto a varios socialistas famosos como Alfredo Palacios,
Nicolás Repetto, Alicia Moreau de Justo y Mario Bravo5. Pero es en Natalia Mértens
el espacio en el que estas variables adquieren otra densidad ya que utiliza la ficción
como un medio para la reflexión social. Esta obra tiene rasgos autobiográficos que se
pueden constatar en una entrevista en la que la propia autora indica que el título de
la novela es el nombre de su abuela pero que el personaje alude a su madre6. Aunque
tengo en cuenta estas consideraciones para la interpretación de la trama narrativa, no
pretendo detenerme en la constatación de estos elementos (aspecto complejo por las
escasas fuentes a las que podría recurrir) sino que me interesa analizar cómo se cons-
truye el sujeto femenino protagonista de la novela. En la configuración se delinean
elementos de un sujeto que tiene conciencia de la situación marginal de la mujer y
de las injusticias sociales. Esta caracterización se vincula con las particularidades que

3 María Herminia Di Liscia realiza una aproximación a Vivencia de ayer y de hoy en la ponencia “‘Dale a tu
voto el valor que tiene: votá con conciencia’. Escritura, Socialismo y Política en la obra de Hortensia Maggi”
presentada en el IV ENCUENTRO INTERNACIONAL DE INVESTIGACION DE GÉNERO que se desarrolló
en Luján entre el 12 y14 de mayo del corriente año.

4 Por otra parte, en el diario La Arena, el domingo 5 de junio de 2016 (página 19) en una nota recordatoria por
los diez años de su muerte, Juan José Reyes menciona Dos mujeres en la vida política y social Argentina,
libro que, en el proyecto que enmarca este trabajo, no hemos podido conseguir. Además, en la revisión de sus
papeles personales de la escritora encontramos varias obras de teatro inéditas.

5 La crítica ha investigado los vínculos entre dirigentes socialistas de la capital con lo que entonces era Territorio
Nacional de La Pampa. En este sentido, son notables las fluidas relaciones que mantuvo Antonio Buira con
Nicolás Repetto y Juan B. Justo así como los vínculos intelectuales a nivel nacional y latinoamericano de
Salomón Wapnir, un militante del socialismo local. Estos aspectos los desarrolla in extenso Lanzillota (2011)
y Martocci (2015). Sería interesante investigar los lazos intelectuales de Maggi con Buira y Wapnir.

6 En la entrevista que le realizó María Herminia Di Liscia (1996) se señala que “La novela recientemente
presentada en Buenos Aires de Hortensia Maggi lleva el nombre de su abuela, pero el carácter del personaje
es el de su madre. Esto lo contó cuando le pregunté por ella: ‘Mi madre era adorable. Leyó siempre, desde
joven, de todo, estaba siempre compenetrada de todo, no había tema sobre el que no se pudiera conversar
con ella, tenía un carácter fuerte y era un ser extraordinario. Era una vieja moderna, leía diarios, tenía
argumentos para todo’”.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 125


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

adquiere la voz narradora omnisciente en esta novela. A partir de estos elementos


se observa una intencionalidad manifiesta en una obra que parece tramarse sobre la
base de una historia de amor y desamor pero vela, aunque no demasiado, la colum-
na vertebral que organiza el relato: denunciar la situación marginal de la mujer a
comienzos del siglo XX en nuestro país. En esta novela publicada a fines del siglo
pasado, la literatura se asocia con la idea de contenido, de doctrina y encuentra en la
estética realista su formulación. A grandes rasgos se puede señalar que a comienzos
del XX, la apelación a esta estética se fundó en pensar la literatura como una vía para
desentrañar la “realidad” y, en este sentido, la descripción iba acompañada de un
juicio ético sobre la temática abordada7. Esta concepción de la literatura funciona
en Natalia Mértens porque la trama condensa situaciones de opresión para poner en
evidencia la lucha de clases, aunque el eje central es la denuncia de las desigualdades
de género. A partir de estas consideraciones es posible advertir que Maggi realiza una
operación singular: para contextualizar una obra que se enmarca a comienzos del si-
glo XX, apela a una forma que signó los debates estéticos y políticos de ese período8.
Con esta lectura intentaré leer las filiaciones y afiliaciones, en términos de Ed-
ward Said (2004), que se configuran en esta novela. Said menciona dos formas de
vinculación de la conciencia crítica con la cultura, a través del trabajo intelectual: la
filiación y la afiliación. La primera es natural, biológica, refiere a los vínculos entre
padres e hijos, a la extracción social y a la transmisión por vía filial de un patrón
de valores y concepciones ideológicas; mientras que la afiliación serían los vínculos
sociales de segundo orden: un partido político, una institución, una cultura, un
conjunto de creencias que proporcionan una nueva forma de relación. Esta dupla
teórica resulta productiva para analizar Natalia Mértens porque me permitirá ir y ve-
nir de la novela a la escritora, dos términos complejos pero que acá inevitablemente
se contaminan porque resulta imposible borrar los rastros de las relaciones sociales y
políticas de la autora. Esto sucede porque en el caso de la obra de Maggi, la afiliación
reproduce la filiación, y viceversa.

7 Para revisar los debates estéticos y políticos a comienzos del XX en Argentina resulta fundamental tener
en cuenta no sólo la contienda ideológica entre Boedo y Florida, sino un proyecto anterior del que luego se
vinculan algunos de sus integrantes con el grupo de Boedo: la editorial Claridad. Antonio Zamora encabezó
este proyecto que incluyó a diversas posiciones políticas que iban desde la izquierda revolucionaria a una más
moderada. Para pensar los vínculos con el socialismo resulta interesante tener en cuenta que los padrinos
virtuales de este proyecto fueron sus amigos Juan B. Justo, Alfredo L. Palacios y Mario Bravo. Sobre este
tema consultar: Prieto (1959); Montaldo (1987); Altamirano y Sarlo (1997); Ferreira (2005); De Diego (2006);
Candiano y Peralta (2007), entre otros.

8 El referente artístico del socialismo fue Roberto Payró, uno de los fundadores del partido. En su obra buscó
analizar en forma exhaustiva la sociedad argentina y, para esto, apeló a la sátira y el humor. Sobre este autor
consultar: Sarlo (1984) y Dalmaroni (2006).

126 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

Tramas del discurso

Los umbrales del texto (Genette 2001) aportan sentido para la interpretación y
este caso no es la excepción: la tapa, de color gris, tiene una fotografía de una flor
de jazmín y en la contratapa se incluye un fragmento de Las fuerzas morales de José
Ingenieros. Luego, en la primera hoja, el título está acompañado de un paréntesis
que funciona a modo de aclaración y advertencia para el lector, “Natalia Mértens.
(Novela)”. También los umbrales están constituidos por un prólogo de Saúl Hugo
Santesteban y una dedicatoria: “A mi madre y amiga, Mathilde Vermeulen”. Más
adelante retomaré estos elementos significativos.
Natalia Mértens es una novela de corte realista-costumbrista con un narrador
omnisciente que relata en veinticuatro capítulos el itinerario de la protagonista des-
de su vida en el campo hasta sus vivencias en la ciudad. El marco temporal de la
historia abarca desde comienzos del siglo XX hasta 1932, en el último capítulo,
cuando se menciona que Agustín P. Justo asume la Presidencia de la Nación. La pri-
mera etapa centrada en los avatares de las actividades cotidianas en el ámbito rural
ocupa la mayor parte del libro y se detiene en la narración de una serie de sucesos
que marcan el trayecto vital de la protagonista: el nacimiento de Alberto, su primer
hijo; la sospecha de la infidelidad de Andrés, su marido; el derrumbe del amor cuan-
do descubre que asiste al prostíbulo del pueblo; el nacimiento de Rosalía; la muerte
de su hijo en un accidente con un caballo y la de su marido en una riña poco clara.
Luego de este incidente, Natalia no puede afrontar los problemas económicos del
campo y se traslada con su hija a la ciudad en busca de un trabajo.
Relatada de este modo puede parecer que la historia gira en torno al amor y al
desamor. Esta línea de lectura se puede seguir ya desde el capítulo que abre la no-
vela con rasgos marcadamente románticos: la protagonista contempla extasiada la
naturaleza en estado puro, tópico del beatus ille, que se condice con la plenitud de
su cuerpo a punto de dar a luz a su primer hijo. Esta situación idílica armoniza con
las referencias al amor que siente hacia Andrés:

Ella se sentía feliz compartiendo la vida con él –aún en esa soledad—bajo ese cielo infinito,
límpido. Las noches silenciosas sin nada que perturbara el placer del amor, el deseo insa-
ciable de sus besos. Natalia sentía que en su panza tenía la sublimación de ese amor (12).

Aunque ya desde el primer capítulo el lector advierte la posibilidad de las rela-


ciones furtivas del esposo, el momento de quiebre de la historia de amor se produce
cuando Natalia descubre que Andrés es asiduo visitante de un prostíbulo y, aunque
ya sospechaba de su infidelidad, este hecho desencadena el derrumbe de su amor.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 127


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

Desde esta lectura, el momento clave del conflicto estaría en el capítulo VI en el que
la pareja concurre a un baile en el pueblo y la protagonista llora mientras escucha el
vals “Loca de amor” de Ricardo Podestá. Cuando regresan al hogar, Natalia se niega
a tener relaciones sexuales pero Andrés se impone por la fuerza y el acto se configura
como una violación. Entonces, como la loca de Podestá que “en tiempos pasados/
habitara en las horas de amores,/ en la pampa que duerme en la paz”, Natalia aban-
dona el lecho conyugal para vagar, descalza, en el campo nocturno hasta que pierde
las referencias espacio-temporales. La voz narradora señala:

Contra su voluntad había asistido al derrumbe del amor. Para ella lo más sublime de la
vida. Edificador de cosas hermosas, el amor derrumba muros. El amor todo lo puede,
cuando realmente existe. Con estas reflexiones quedó dormida (80).

Esta trama de romance se cierra en el final de la novela cuando Natalia rechaza


el amor de Rufino, el médico rural que visita la ciudad en busca de la posibilidad de
redimir(se) el amor de la protagonista. Luego de verlo partir, Natalia toma entre sus
manos el libro Caballería roja de Isaak Bábel y lee: “Quisiera saber, a toda costa, qué
es lo que el hombre lleva adentro” (223).
Pero en la trama de Natalia Mértens el amor y el desamor son una excusa o,
dicho en otros términos, funciona como telón de fondo para hablar de un tema
que constituye la columna vertebral que organiza el relato: la situación marginal
de la mujer en esa época y, en este sentido, el texto se erige como una denuncia de
estas condiciones, realizada desde una matriz socialista. Desde esta interpretación es
posible revisar el modo en que la protagonista se constituye como un sujeto cons-
ciente de su lugar marginal y de las injusticias que vive no sólo el sexo femenino
sino que también advierte esta situación en otros sectores. A lo largo de la novela,
Natalia Mértens se configura como un sujeto carente de derechos políticos pero con
conciencia de la situación marginal de la mujer y con capacidad para analizar los
avatares sociales y políticos del momento. Así, se observan diálogos con su hermana
Julia en los que comentan aspectos cotidianos que marcan la desigualdad ya sea en
aspectos legales (los hombres se encargan de los bienes materiales de la familia, pue-
den votar) como en cuestiones del ámbito de las construcciones sociales de los roles;
por ejemplo, está aceptado que sean sólo ellos los que conduzcan autos, trabajen
en el ámbito público, mantengan una doble vida y, por el contrario, a la mujer le
corresponde el ámbito de lo doméstico. Sin embargo, las hermanas desnaturalizan
estos roles y realizan una precursora denuncia de la doble jornada femenina:
— ¿Cuándo termina de trabajar la mujer? dijo Natalia

128 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

— Cuando duerme y eso con suerte, le contestó Julia, mientras arrojaba baldes
de agua en el patio para asentar la tierra (26)9.

Del mismo modo, es recurrente la denuncia de las prácticas políticas de la época


así como la exclusión del voto de la mujer. Para Natalia, las prácticas de los partidos
que se presentaban a elecciones –en la novela se mencionan los boinas blancas y los
boinas coloradas, en alusión a los radicales y a los conservadores— era la misma
respecto de la exclusión de la mujer:

Las mujeres no votamos, pensaba, se nos niega ese derecho. Sólo tenemos obligaciones.
Para ambos las mujeres somos buenas para limpiar los comités y hacerles las empanadas.
Para la cama, criarles los hijos y servirlos. En cuanto a los derechos como seres humanos
iguales a los hombres, ahí ya no (88).

También se incorporan análisis sobre la situación política de la época y, en varias


oportunidades, la voz narradora omnisciente parece incorporar estas reflexiones en
el pensamiento de la protagonista. Digo “parece” porque resulta forzado el modo en
que se introducen y la narración no fluye; la dificultad para configurar la voz narra-
dora es un problema recurrente en esta novela. Así, por ejemplo, en lo que podría ser
un monólogo interior pero que no llega a serlo por las intervenciones del narrador,
Natalia reflexiona mientras mira el galpón repleto de estibas:

—¡Qué país maravilloso es esta Argentina!, se decía Natalia mientras continuaba mirando
el campo.
Pero… ¡siempre nos joden!... la estudia para buscar la vuelta.
—El precio que se nos fija desde arriba nunca es el mismo cuando vamos a cobrar. No da
el peso específico… esta chuzo… o tiene carbón. Cuántas cosas y sólo éllos (sic) están en
el control, en eso no tenemos parte los productores.
(…)
Estaba al día con los problemas del país. Compraba el diario La Nación no sólo por la his-
torieta que publicaba en sus ediciones llamada “Sisebuta y Trifón”10

9 Aunque no es objeto de este trabajo, deseo advertir que en la novela se observan problemas en la
configuración de la voz del narrador y de los personajes. Generalmente se usa estilo directo o indirecto pero
no se utilizan signos que permitan distanciar la palabra de los personajes de la intervención del narrador. No
es, sin embargo, porque utilice discurso indirecto libre. Por ejemplo, en la cita trabajada abre pero no cierra la
raya de diálogo. También se observan problemas en la sintaxis oracional. Por ejemplo: “Esa mañana era una
de las tantas, se había hartado de mate y también realizado algunas tareas” (33). O cierra un signo y no lo
abre (49).

10 Sin punto final en el original.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 129


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

Era muy cómica. Sisebuta con su palo de amasar y su guiso de repollo.


Siempre se hacía tiempo para leer robándole horas al descanso y gastándose la vista a la
luz de la lámpara a keroséne o a veces, de una vela. Los diarios eran los únicos medios de
información con que se contaba (35).

En otra ocasión, cuando los esquiladores entregan a Natalia un vellón y mientras


lo manipula reflexiona, en el mismo tono que el ejemplo anterior, sobre la situación
ventajosa del acopiador que buscará pagar menos la lana (capítulo III). Este análisis
que atraviesa el ámbito de lo personal para trasladarse a una visión general de la
situación política y social del país se reitera a lo largo de la novela pero hay un caso
ejemplificador sobre el que me detendré por sus características particulares. Es el
momento en que Natalia descubre que su marido que integra el Partido Conserva-
dor (en la novela se los menciona como “los boinas coloradas”) se presta a la práctica
política que consistía en realizar un festejo en el prostíbulo del pueblo, “Fue como si
le corrieran un velo adelante de sus ojos y de pronto le dejara ver la luz” (63). Pero el
velo que se corre no es el de la desilusión amorosa como podría interpretarse en una
línea de lectura centrada en la el tema amor/desamor, sino que esa revelación sirve
para una reflexión político-social:

No lo aceptaría –pensaba— no estaban vedados a su conocimiento los problemas políticos


y sociales de la hora que se vivía en el país. Aún en el campo se podía estar informada. Ella
lo estaba, pero no era suficiente.
Sabía precisamente, que en las cámaras legislativas se habían presentado varios proyectos
de divorcio, ellos beneficiarían su situación. La mujer separada era marginada.
También sabía que Alfredo Palacios logró sancionar la ley –que lleva su nombre—de re-
presión a la trata de blancas.
Se llamaba así al tráfico de mujeres de distintos países del mundo, llevadas a la fuerza para
someterlas al mas (sic) ignominioso de los comercios: La prostitución (64).

Esta extensa cita permite advertir dos cuestiones centrales. En primer lugar,
como ya señalé, la voz narradora configura a un sujeto femenino que se erige como
portador de la voz de las marginadas por género (la mujer no puede votar ni tampo-
co puede administra los bienes materiales) y que denuncia la explotación sexual11.
En ese fragmento se alude a la primera ley contra la Trata de Blancas, conocida como

11 A comienzos de siglo en Argentina, la prostitución es una problemática que analizan las posiciones más
diversas de la sociedad, desde la iglesia hasta las posiciones más radicales, como el anarquismo. En
un marco higienista, concluyen en argumentos similares; señala al respecto Mabel Bellucci: “bajo una
mirada paternalista hacen notar que la prostitución es una consecuencia directa de la falta de educación e
imposibilidad de conseguir trabajo y oficios respetables por parte de las mujeres” (1990: 155).

130 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

Ley Palacios (ley Nº 9.143) sancionada en 1913. Natalia se pone del lado de las
explotadas y a partir de ese momento quiere averiguar la situación de una mujer del
pueblo, Rosita, porque sospecha que un compadrito la introdujo en la prostitución;
luego se entera de que apareció muerta en un pozo y de que así fue tapado su caso.
Cuando otra mujer la pone al tanto de estas novedades, Natalia opina: “Esto es el
submundo del hampa, de la gente de la política sucia. Todo se apaña, todo se mien-
te, ¿qué valor tiene para ellos la vida de una pobre chica? vale más la libertad de los
malandras, siendo de su entorno” (67).
En segundo lugar, el fragmento sirve como ejemplo de un aspecto central
que atraviesa estructuralmente la novela: la voz narrativa omnisciente interviene en
los comentarios de los personajes, evalúa y responde aquellas preguntas sin respues-
tas. En este sentido es importante destacar que esta modalización se realiza desde
una perspectiva socialista que se exterioriza, en este caso, porque alude a leyes im-
pulsadas por miembros del partido. En otros momentos, también la voz narradora
enmarca la marginalidad de la mujer no sólo en las leyes como manifestación del
machismo de la época sino también en la anuencia de la religión.
Esta lectura permite, por lo tanto, entablar un diálogo y una identificación
entre la configuración del personaje de Natalia y la voz narradora que asume, en su
focalización, la perspectiva ideológica de la protagonista. Así, por ejemplo, al entie-
rro de Andrés asiste un miembro del partido conservador, un “caudillo” (149) dueño
de la estancia “La Lonja” y la voz narradora lo describe “negrero como tantos… ex-
plotador de nativos… peones de su estancia…hombreadores y hacheros sometidos
a una vida penosa por un salario miserable. Un pedazo de tumba y galleta dura por
comida” (149). Pero en esta valoración no se explicita una distancia entre el pensa-
miento del personaje femenino y la voz narrativa, por lo tanto, se superponen.
Luego de la muerte de su marido, Natalia debe afrontar la cosecha de trigo pero
no tiene medios económicos para hacerlo. Entonces entabla un diálogo con su padre
y su hermano en el que aflora una crítica al gobierno por la situación del campo así
como una denuncia a los bancos que favorecían sólo a un sector:

—Los agricultores ocupamos el último lugar en la consideración, no obstante ser esta ex-
plotación el motor que impulsa la grandeza del país. Funda pueblos y alimenta industrias.
Prácticamente los chacareros trabajamos para los dueños de la tierra, los banqueros y los
cerealistas exportadores, decía Natalia a lo que su padre agregó:
—No influimos en lo más mínimo en las luchas políticas y sociales. No estamos organi-
zados gremialmente. El movimiento cooperativo aún no es importante (152, la cursiva me
pertenece).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 131


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

En este diálogo con una construcción forzada se analiza la situación de despro-


tección de los trabajadores del campo y con el uso de la primera persona del plural se
explicita la adhesión familiar al movimiento cooperativo –columna vertebral sobre
la que se asentó el socialismo12.
Después de que Natalia llega a la ciudad, la novela se vuelve panfletaria. Se pue-
de decir esto, sin riesgo de caer en la exageración, porque comienzan a abundar
las consignas y las referencias a hechos que involucraron al Partido Socialista. Sin
intención de realizar valoración respecto del mensaje, deseo señalar que es notorio
este giro dentro de la novela. Un ejemplo ilustrativo: los personajes conversan sobre
las elecciones y Agustín, un amigo de Natalia, advierte que

hay una alianza que sería una buena solución para el país, pero si el fraude no les fuera
suficiente se las ingeniarían para no entregar el poder. La Alianza Demócrata-Socialista.
Lisandro De la Torre-Nicolás Repetto. Dos personalidades capaces y honestas dispuestas
a darse por el país (203).

Luego de esta afirmación continúan una serie de comentarios sobre la imposi-


bilidad de votar las mujeres así como de los beneficios logrados con la aprobación
de la ley de Derechos Civiles. Cabe recordar que en las elecciones presidenciales
de 1932, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista concretaron una
alianza electoral y presentaron la fórmula Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto que
fue derrotada con un fraude patriótico.
En esta misma línea, cuando la protagonista tiene necesidad material de ingresar
al mercado laboral –un espacio público del que la mujer estaba relegada— en busca
de sustento económico, la voz narradora reflexiona sobre la situación de la mujer
en el mundo del trabajo y, con una modalización que fluctúa confusamente con el
pensamiento de la protagonista, realiza una crítica a la situación de inequidad de
género13:
12 Cuando en el siglo XIX surgen en nuestro país las primeras cooperativas a partir de la influencia innegable
que tuvieron los inmigrantes europeos que desarrollaron sus actividades en forma asociativa, uno de los
casos más significativos fue la Cooperativa Obrera de Consumos fundada en 1898 por iniciativa del Dr. Juan
B. Justo. Esta cooperativa sirvió de base de lo que luego fue El Hogar Obrero”. En 1915 el Diputado Juan
B. Justo presenta el primer proyecto de Ley General de Cooperativas. Esta y otras iniciativas fueron la base
para que en 1926 se sancionara la Ley Nacional 11.388, que estableció los requisitos para el funcionamiento
cooperativo (reemplazada en el año 1973 por la ley 20.337). Sobre la historia del movimiento cooperativo en
Argentina consultar: Haddad 2003; Montes y Ressel 2003; Plotinsky s/f.

13 Sin embargo, Natalia no ingresa a una fábrica, como esperaría el lector según el contexto que enmarca
el relato, sino que se dedica a las labores de manos: modista. Este aspecto también tiene rasgos de la
biografía familiar de Maggi; en la entrevista publicada en el diario La Arena, señala que no pudo estudiar en
la Universidad porque “yo le ayudaba mucho en el trabajo a mi madre, que era modista fina”. Hacia el final de
la novela, Natalia es dueña de un modesto negocio de ropa.

132 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

¡Oh, injusticia! El sueldo o salario no era igual. A las mujeres se les pagaba menos. No era
cosa del dueño de la fábrica, en este caso de Agustín, sino de las leyes que discriminaban
a la mujer.
¿Por qué? ¿por el sólo hecho de ser mujer? ¿Igual trabajo igual salario? ¡Ni qué pensar!
La mujer cada vez en mayor número salía a trabajar fuera de su hogar, iba ocupando
puestos de trabajo pero, también adquiriendo conciencia de ese nuevo mundo que estaba
formándose a su alrededor (173).

Y cuando Natalia sale de la fábrica ve mujeres jóvenes pegando carteles en las pa-
redes en los que reclamaban “la aprobación del proyecto presentado por el legislador
socialista Mario Bravo, sobre Derechos Civiles de la Mujer, ley que las igualaba a los
hombres” (174). Por lo tanto, la representación de esta situación permite apuntar a
dos reivindicaciones centrales de la lucha socialista: la situación laboral de la mujer
y la problemática de la igualdad civil ya que llamaban la atención sobre el tutelaje
en el que vivían las mujeres en lo concerniente sobre todo a los bienes, de ahí el
consignismo explícito que implica la alusión a lo que poco tiempo después sería la
Ley 1135714.
Pero el punto cúlmine de esta explicitación del móvil de escritura que sustenta
esta novela es cuando Rosalía le pregunta a Natalia sobre su ideología y responde:
“yo no me he puesto a pensar qué soy. Pero si el socialismo es como dicen; decencia,
honestidad, justicia, luchar contra la persecución de las ideas, como en este caso en-
tonces sí, soy socialista” (183). Del mismo modo que en el registro de sus Vivencias
y en sus discursos políticos, Hortensia Maggi configura en la ficción un sujeto fe-
menino que aúna el rol de género con el rol socialista: Natalia Mertens constituiría,
entonces, otra vida ejemplar.

La escritura como puente: dibujar el pasado para proyectar el futuro

Como en todos los relatos de memorias, en Vivencias se observa una tensión


no resuelta entre el recuerdo de lo efectivamente vivido, la incidencia del factor

14 El 25 de septiembre de 1924, los senadores socialistas Mario Bravo y Juan B. Justo presentaron un proyecto
que titularon Derechos civiles de la mujer soltera, divorciada o viuda. Este proyecto fue considerado y
aprobado por el Senado el 25 de septiembre del año siguiente. Sobre la aprobación de esta ley señala
Dora Barrancos que “La opinión especializada se refirió a esto –y a menudo se refiere— como a un paso
que significó la adquisición de la ‘capacidad civil plena’ por parte de las mujeres. En realidad, cayeron las
trabas más escandalosas: ya no fue necesario pedir al marido autorización para estudiar, profesionalizarse,
comerciar, testimoniar o pleitear. Tampoco el marido administraba los bienes que la esposa había adquirido
antes del matrimonio, aunque este siguió al frente de la administración conyugal. Comprar, vender o cualquier
forma de contrato requería autorización del marido; la patria potestad siguió siendo una facultad de los
padres varones y el domicilio conyugal era fijado por el marido” (2007: 139). Sobre el tema consultar también
Giordano (2004).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 133


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

emocional y la construcción de una subjetividad: el sujeto que opera sobre su pasado


jerarquiza, selecciona, asocia, borra y omite, por mencionar algunas de las operacio-
nes básicas de este proceso. Pero ese pasado adquiere significado a partir del presente
desde el que se recuerda y, en este sentido, en esta obra de Hortensia Maggi los des-
tinatarios sustentan la operación de recordar:

[las vivencias] van dirigidas a las mujeres argentinas y en especial, a las militantes del
socialismo.
Son, al mismo tiempo, un homenaje a aquellas que lucharon para obtener un espacio en la
vida cívica y social, sin renegar de su deber de madres, ni de su integridad moral. Me gra-
tifica saber que he sido parte de ese quehacer a la par del hombre y al igual que el hombre.
Pretendo ser coherente con mis principios y mis ideas.
Mediante estas páginas, ratifico mis objetivos y deseos de lucha.
Confío en que, en la Argentina, la mujer logrará su plena inserción en todas las actividades
sociales. A pesar de todos los obstáculos que se le interpongan. Incluido el machismo (1).

En estas palabras, Maggi construye e incluye su relato personal en el marco del


Partido Socialista y alude, explícitamente, a la igualdad entre los géneros como un
rasgo central de esta fuerza política15. En el mismo gesto, rememorar el pasado le
permite no sólo poner en discusión el presente de enunciación sino proyectar el
futuro deseado. A partir de la entrevista realizada por M. Herminia Di Liscia (1996)
es posible afirmar que el contexto de producción de la obra es durante el segundo
mandato presidencial de Carlos Saúl Menem. En la entrevista le preguntan por la
situación de las mujeres en el plano laboral y responde:

estamos con un gobierno de la misma ideología que el que supuestamente defendía a los
trabajadores. Yo creo que con este gobierno no se favorece nadie, no hay derechos, los
gremios están sometidos y corruptos. También los gremios de la otra época del peronismo,
¿acaso no fueron sometidos y dirigidos?

La dedicatoria de Vivencias, entonces, batalla con un presente signado por la


corrupción y la precarización laboral y programa la posibilidad de un futuro promi-
sorio con un rol protagónico de las mujeres (socialistas).
Aunque en forma solapada, este ejercicio retórico también funciona en la ficción.
Esta afirmación se sostiene si pensamos, por ejemplo, en el lector implícito que

15 Con respecto al socialismo, Dora Barrancos sostiene que “Sin duda, se trató de la primera fuerza partidaria
que insufló aliento a la participación política de las mujeres (…) y sus representates fueron defensores
destacados de los derechos femeninos” (2007, 122).

134 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

configura el texto: un sujeto femenino que no conoció la dura vida en el campo de


comienzos del siglo XX. De ahí también los rasgos costumbristas de esta novela: la
voz narradora explica detalladamente, por ejemplo, la preparación de sopa de gallina
y la purguita para la recién parturienta (capítulo I), la esquila (capítulo III), la ela-
boración de las tabaqueras (95), la descripción de la “trenza” o “Viveza criolla” (en
alusión a las prácticas eleccionarias fraudulentas en el capítulo VIII), la elaboración
de adobes (capítulo XII), la yerra (capítulo 13), la calefacción (capítulo 16), entre
otras. Este lector que se delinea en la novela está imbricado con las características
que tiene la voz narradora omnisciente: se erige como figura de saber, es decir, otorga
al lector la información necesaria para comprender la historia narrada. Es evidente
que estos rasgos son propios de cualquier narrador omnisciente pero aquí tiene tin-
tes específicos vinculados a la función ideológica que cumple a lo largo de toda la
novela: desde una posición jerárquica respecto de la interpretación del relato, realiza
digresiones morales, comentarios o contrastes entre el pasado y el presente16. Esto
permite pensar que la literatura es concebida como vehículo de enseñanza para es-
clarecer el pensamiento del lector, es decir, con un fin pedagógico, un modelo que
marcó algunos proyectos editoriales de fines del siglo XIX y comienzos del XX en
nuestro país17.
Para confirmar esta intencionalidad didáctica de la literatura señalaré dos ele-
mentos centrales de los umbrales del texto que mencioné en el primer apartado. En
primer lugar, la decisión (ya sea de la autora o del editor) de incluir un fragmento de
Las fuerzas morales en la contratapa en el que José Ingenieros convoca a los jóvenes a
“ensanchar los cimientos de la justicia” cuando el presente se “abisma en la inmorali-
dad y la injusticia”. No está de más recordar que Ingenieros fue fundador del Centro
Socialista Universitario (1894) y que tuvo una activa participación en el proceso que
derivó en la fundación del Partido Socialista en 189618. También el prólogo de Saúl
Santesteban confirma la intención aleccionadora de la novela:

16 Sin intención de entrar en estos debates y aún consciente del riesgo de caer en generalizaciones, deseo
señalar que a fines del siglo XX cuando se publica esta novela, el uso del narrador omnisciente ha caído
en desuso. En la novela histórica contemporánea, que es tal vez donde pueda encorsetarse esta novela de
Maggi, se dejó de lado, entre otras cosas, este tipo de narrador para optar por el uso de la primera persona
que implica una apuesta por la subjetivación de la historia. Esto va acompañado del uso de la yuxtaposición
de perspectivas sobre el mismo suceso.

17 Sobre este tema consultar: Prieto (1959); Montaldo (1987); Altamirano y Sarlo (1997); Ferreira (2005); De
Diego (2006), entre otros.

18 En 1902 José Ingenieros renuncia a la afiliación del Partido Socialista. También es importante tener en cuenta
que Las fuerzas morales es una obra póstuma; allí se recopilan escritos (o “sermones laicos” como él los
llama) que había publicado en revistas universitarias entre 1918 y 1923 para generar lo que entendía como
un nuevo espíritu en América Latina. Consultar: Biagini (1985), Terán (1986) Lafforgue (2004), entre otros.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 135


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

Abunda allí la mención de costumbres y cosas en un relato ameno que puede contribuir
en los jóvenes –y los que no lo son tanto—, a comprender y valorar los esfuerzos y las
dificultades que hallaron sus padres y abuelos al radicarse en la llanura recién habitada y
en los pueblos que comenzaban a modelarse bajo la influencia del caudillaje político (6).

Las palabras de Santesteban explicitan, entonces, esta intencionalidad instructiva


que sustenta la novela: para poder revisar el presente es necesario conocer (y valorar)
el pasado signado por el esfuerzo y la ejemplaridad. En estas palabras del prologuista
resuena el último apartado de Vivencias que Maggi titula “Puentes”. La elección de
este término le permite concluir sus memorias con un legado ético para las nuevas
generaciones: “Un pasado que no podemos ni debemos ignorar, olvidar, desconocer
ni negar, sino estudiar y comprender –sin fanatismo, que ciega la razón—, para
enmendar errores y proyectarnos a un futuro justiciero y solidario” (117). Aunque
utiliza la primera persona del plural, resulta evidente que el sujeto de la enunciación
está en la etapa final de su vida y se coloca en el lugar del “deber cumplido” (expre-
sión que, por cierto, se repite a lo largo de todo este libro), como remedando el gesto
de pasar la antorcha a la generación siguiente.
En la presentación de Santesteban resulta llamativo el supuesto sobre el que se
asienta el sacrificio de los “padres y abuelos” (en alusión a la inmigración que se pro-
dujo con el modelo agroexportador): decir que la llanura estaba “recién habitada”,
supone leer el proceso histórico desde los presupuestos positivistas que entendía
como desierto cualquier espacio no poblado por hombres blancos y “civilizados”19.
No me detendré en estas disquisiciones pero me permiten señalar que estos presu-
puestos también sustentan la perspectiva de la voz narradora en la novela. Por ejem-
plo, cuando Natalia con su hija toman el tren que las traslada desde el campo a la
ciudad en busca de trabajo, la voz narradora comenta: “El ferrocarril era importante,
la gente le tenía cariño. Con él había llegado la civilización a lo largo de las inmensas
y despobladas llanuras (159). Además, la visión paternalista de la voz narradora se
traslada a las descripciones de los personajes de la historia, en este sentido, resulta
singular la caracterización del peón Cayupil. En la trama de la historia, Natalia y
Cayupil se delinean como unidos por un mutuo afecto y complicidad ya que, por
ejemplo, es el encargado de averiguar cuál fue el destino de los lechones que se llevó
el comisario con el consentimiento de Andrés. Y en esa misión el peón descubre la
fiesta que los boinas coloradas organizaron en el prostíbulo. La expresiones que utili-
za el narrador para caracterizar a este personaje son: “Cayupil, el fiel peoncito indio”

19 En realidad este presupuesto es anterior al Positivismo. Se puede rastrea sobre todo en la Generación del
37 y particularmente en Domingo F. Sarmiento. Sin embargo, lo señalo así en el cuerpo del trabajo porque el
contexto histórico que enmarca la novela responde al período de consolidación del pensamiento Positivista.

136 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

(13), “Era un paria en su propia tierra. Analfabeto… pero respetuoso y…enemigo


de lo ajeno” (20), “El pobre indiecito no sabía que eso era la delincuencia de guante
blanco” (60). “Era analfabeto, pero humano para entender tamaña aberración” (62)20.
Estas expresiones permiten percibir la visión paternalista que adopta la voz narrado-
ra para explicar lo que el peón (parece) no puede entender y se pueden vincular con
la concepción que el Partido Socialista tuvo sobre los sujetos sociales y que los hizo
sobredimensionar el rol pedagógico del Partido21.
Esta visión paternalista se observa, también, en el cuento “Los álamos” que Ma-
ggi publicó en 1942 en la revista Vida femenina. La revista de la mujer inteligente22.
El protagonista, Nemesio, un peón de estancia, se rebela ante el patrón y formula un
discurso en el que denuncia la situación marginal del trabajador rural:

No da pa más, no da para pagarnos a nosotros porque a Vd. le interesa más la sangre de


sus novillos que la salud de los hijos de la patria que le ha dado riquezas y bienestar. No
da para pagarnos a nosotros, burros de carga, que trabajamos de sol a sombra, quemán-
donos sobre el lomo del caballo en el rigor del verano o haciéndonos sopa cuando llueve
y quedándonos duros de frío en crueles días de invierno, y en las pocas horas que nos
quedan para descansar tenemos por cama un catre y bolsas por colchón y unos ponchos
para taparnos, tirados en un rincón del galpón peor que las herramientas de trabajo y sólo
cada quince días podemos ir a ver a nuestra familia. Y por toda esa vida que vamos dejando
poco a poco se nos paga cincuenta pesos mensuales, mientras que Vd. tiene su familia en
su chalet a todo lujo con tres o cuatro sirvientas, automóviles para que las niñas gasten
nafta todo el día y derrochen plata yendo a veranear a todas partes, tirando en los casinos
lo que nos corresponde y... (43)

Pero cuando Nemesio se enfrenta a su patrón (y, de este modo, al sistema “cau-
dillista” de la política nacional) tampoco es comprendido por los otros peones, por
eso la voz narradora, al igual que en la novela, interviene para proyectar el futuro de
la lucha “Si los demás hubiesen comprendido su gesto. Pero pasaría mucho, quizás”
(43). Finalmente, el cuento se cierra con una crítica al latifundio y una alusión a la
posibilidad de un cambio (drástico) en el uso y tenencia de la tierra y, del mismo

20 En todas las citas, las cursivas me pertenecen.

21 Consultar: Aricó (1999).

22 Entre el período que se extiende desde principios del siglo XX y el momento que se logra la ampliación de la
ciudadanía política de la mujer, hubo un gran producción de revistas (sobre todo, socialistas) como forma de
intervención pública de grupos femeninos que luchaban por la igualdad con los varones en términos
políticos y sociales. Ana Lía Rey (2011) realiza un estado de la cuestión sobre los estudios que abordan estas
publicaciones. Vida femenina integra este catálogo, circuló entre agosto de 1933 y junio de 1941.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 137


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

modo que en la novela, adquiere relevancia el análisis que realiza la mirada paterna-
lista de la voz narradora:

—La patria es grande —pensó— y... algún día nos pertenecerá. Entonces si... si... Y entre
la bruma de sus ideas recordó la fortuna inmensa que tenía con el cariño de su mujer y de
su hijo. En ese amor que es tan puro en el corazón de los pobres porque él no se empaña
con frío interés material, sino que sólo sabe de ternuras (44).

Del mismo modo que en la novela escrita en 1996, en este cuento resuena la
propuesta de Juan B. Justo destinada a desarticular el poder económico y político
concentrado en el sector oligárquico-terrateniente. Este plan proponía modernizar
el campo y transformar la estructura de la propiedad de la tierra para conformar una
clase de medianos propietarios rurales que promoviera el progreso económico y la
democratización del país, condición previa a la realización del socialismo23. Resulta
sugestivo que al año de la publicación del cuento, Edelmiro Farrell decretara el Es-
tatuto del Peón Rural por propuesta del Secretario de Trabajo y Previsión, Juan Do-
mingo Perón. Comienza, poco después, el descalabro dentro del socialismo, un par-
tido que hasta ese momento había logrado incidencia social y una gran masividad24.

Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

El diálogo de la novela con el libro de memorias, Vivencias, permitió revisar


algunas operaciones discursivas en la producción escrita de Hortensia Maggi, una
mujer que se constituye, en primer lugar, desde su elección política y de género. El
análisis de Natalia Mértens permite confirmar la hipótesis de que las dos formas de
vinculación de la conciencia crítica con la cultura (filiación y afiliación) se fusionan
en el trabajo de esta escritora. La lectura puso en evidencia el entramado de valores y
concepciones ideológicas que superponen la trama ficcional con la militancia políti-
ca de la autora así como con rasgos de su biografía familiar, aspecto en el que no me
detuve aunque realicé varias alusiones, sobre todo, en las notas al pie. En la novela

23 Sobre este tema, consultar Tortti (s/f y 2007), Camarero (2005), entre otros.

24 La crítica ha señalado cómo el primer peronismo implementó las históricas reivindicaciones del programa
socialista como, por ejemplo, mejoras en los salarios y en las condiciones de vida de los trabajadores,
reglamentación de la jornada de trabajo, voto femenino y la participación de los obreros en actividades
culturales, etc. Además se realizó un intento de expropiación de tierras con la Ley de Colonización Nº 5.286,
promulgada en 1948, y la creación del Instituto Autárquico de Colonización para la elaboración de planes de
expropiación, colonización, arrendamiento, administración y venta de las tierras. Sobre este tema consultar:
Altamirano (2001), Camarero (2005), Herrera (2005), Tortti (2007), entre otros.

138 Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143


María Virginia González

funciona, además, la importancia que asignó el Partido Socialista al fin pedagógico


y moralizante del discurso.
El recorrido realizado en estas páginas también permitió advertir otro aspecto
relevante de la trama discursiva de la novela: los rasgos de la protagonista, un eje
que permite también aunar filiación con afiliación en la obra de Maggi para quien
su militancia siempre fue de la mano con su lugar como mujer. En Natalia Mértens
se configura un sujeto femenino que establece rupturas respecto de los modelos vi-
gentes en el contexto en que se enmarca el relato. Natalia se delinea como un sujeto
que comienza a (re)pensarse de manera autónoma y que cuestiona el imaginario
social instituido en la sociedad argentina, y el rol de la mujer dentro del núcleo
familiar. Aunque la protagonista continúa viviendo con su marido hasta que este
muere, interiormente logra separarse de la idealización del amor y del matrimonio
así como también cuestiona la situación de opresión social y política de la mujer.
Además, adscribe al socialismo, aunque su adhesión no esté vinculada a la afiliación
partidaria sino a sus principios. Sin embargo, tal vez no sea aventurado señalar que
el cuestionamiento de las relaciones jerarquizadas en la estructura familiar parece
acercarla más al anarquismo, aunque Natalia está muy lejos de adscribir al ideal del
“amor libre” como una salida que este sector libertario pregonaba como respuesta
al matrimonio burgués25. Como ha señalado la crítica, fueron las anarquistas a co-
mienzos del siglo XX quienes problematizaron acerca de las relaciones jerárquicas y
desiguales entre los géneros masculino y femenino, y particularmente, el autorita-
rismo que ejercía el hombre sobre la mujer al interior de la estructura familiar. En
cambio, para el socialismo “la desigualdad entre los géneros radicaba fundamental-
mente en el sistema capitalista y las instituciones legales del Estado, y no al interior
de la estructura familiar” (Macoc, 2011:159).
Luego de la muerte de su madre y de su marido, Hortensia Maggi se dedica a
una actividad postergada: la lectura y la escritura. Por eso, poner en diálogo la trama
de la novela con el momento de la escritura permite confirmar que, en esa etapa
de su vida, su modo de militar en el socialismo está vinculado a la pluma. Incluso,
en Vivencias, señala que en “la cabecera del hoy” tiene “el resto de las energías, que
mi entusiasmo pone al servicio de la tarea de desenredar esta complicada madeja
política, social y económica que tenemos por delante” (117). Es el tiempo del reco-
gimiento en el “cuarto propio” para escribir ficción. La operación que despliega esta
escritora se puede leer desde los aportes de Reinhart Koselleck (1979) quien advierte
que toda lectura del pasado es siempre una experiencia del presente a la vez que una

25 El anarquismo pasó por diferentes etapas en sus reivindicaciones por los derechos de las mujeres. Sobre
este tema se puede consultar: Bellucci (1990), Barrancos (2007), Macoc (2011), entre otros.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 139


Natalia Mértens (1996) de Hortensia Maggi. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

expectativa sobre el futuro. Desde esta perspectiva resulta evidente que, en su novela,
Maggi revisa y aquilata el pasado enmarcado en el período de mayor masividad del
Partido Socialista en nuestro país porque después de los sucesos que derivan en la
presidencia de Juan Domingo Perón, este partido pasa a ser una fuerza minoritaria
frente a la masividad del peronismo. Esta afirmación también se puede constatar en
Vivencias porque allí hay fotos de diarios porteños que dan cuenta de la multitud de
gente que se reunía en los actos del Partido Socialista. Incluso, Maggi señala como
comentario de esas fotografías que “Desde esa fecha [1 de mayo de 1942], el gobier-
no de facto y los posteriores del mismo signo, destruyeron demagógicamente sus
cimientos, quitando a la clase trabajadora el poder de una fuerza política que real-
mente defendía sus derechos” (29). En la novela, la revisión de este pasado le permi-
te pensar el presente en que se hallaba inmersa y, de este modo, delinea también los
trazos de un futuro posible aunque ya no vivible desde su propia experiencia vital.
Esta lectura del pasado se puede leer también en la fotografía elegida para la
imagen de la tapa: sobre la encuadernación gris descansa una flor de jazmín. Y en
ese gesto de reposo, la flor/libro se deposita como homenaje; en otras palabras, si la
historia tiene rasgos fuertemente autobiográficos como la misma escritora ha dejado
entrever, el libro es un (auto) homenaje a su madre a quien, además, dedica la nove-
la. Y con este gesto abraza también a aquellas mujeres socialistas que lucharon desde
diferentes posiciones y con distintas herramientas por conseguir una sociedad más
justa. Esas mujeres que, como Hortensia Maggi, empuñaron la Antorcha y pronun-
ciaron el Verbo, como invoca José Ingenieros en la contratapa del libro. Por lo tanto,
la novela se puede leer como un símbolo que consiste en pasar la antorcha a la nueva
generación de mujeres (socialistas) para que continúen la lucha por la construcción
de la igualdad.

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Recibido: 04/07/2016
Aceptado: 02/08/2016

Segunda época, Volumen XX, 2016, 123-143 143


Graciela Hernández

PLIEGUES Y REPLIEGUES DEL GÉNERO Y LA


MEMORIA. LA POLIGAMIA EN UN TRABAJO DE
HISTORIA ORAL CON MUJERES, EN ESPACIOS
DE ALFABETIZACIÓN DE ADULTOS/AS. BAHÍA
BLANCA (1995-2013)
Folds and creases of genre and memory. Polygamy in an oral history work ca-
rried out with women in adults’ literacy courses. Bahía Blanca (1995-2013)

Graciela Hernández
Investigadora Independiente CONICET
Prof. Adjunta UNS

Resumen
El objetivo general de este artículo es realizar un estudio sobre los re-
cuerdos, la memoria y el género sobre la poligamia masculina, en un
espacio no hegemónico, conformado por una diversidad cultural entre
la que encontramos particularidades consideradas propias de la “cultura
mapuche”, que a veces la observamos como algo visible en el ámbito
urbano y otras como algo no tan tangible.
Las perspectivas teóricas que guían el trabajo responden a un armado
en el que se considera que los recuerdos son individuales y sociales, y
que con ellos se construyen memorias en las cuales se quiere incluir
el género. También se pretende tener en cuenta a los lineamientos que
dan fundamental importancia a la figura de la mímesis, tanto en los pro-
cesos de evocar el pasado -que siempre es desde el presente- como en
los mecanismos que permiten pensar en el armado de las familias, so-
bre el que pesa el modelo a imitar: la pareja monogámica heterosexual.
El diseño metodológico es del tipo cualitativo etnográfico, los documen-
tos a analizar son textos surgidos de la oralidad y de la observación
participante, a partir de la realización de talleres en alfabetización de
adultos. El recorte temporal y espacial está dado por un trabajo de cam-
po realizado entre los años 1995-2013 en Bahía Blanca.

Palabras claves: Memoria. Mímesis. Género. Poligamia.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 145


Pliegues y repliegues del género y la memoria

Abstract
The general aim of this article is to carry out a study about recalls, me-
mory and gender about male polygamy, in a non-hegemonic cultural
area made up of a cultural diversity which comprises the mapuche cul-
ture, sometimes visible in urban areas and sometimes not so tangible.
The theoretical perspectives which have guided our work fit a framework
in which recalls are considered to be individual and social, and are used
to generate memories in which genre is included. We also mean to bear
in mind the outlines which give fundamental importance to mimicry, in
the process of reminisce –which is always from the present- as well as
in the mecanisms which lead to consider the family assembly process,
on which the model to imitate is the heterosexual monogamic couple.
The method used is the qualitative ethnographic one, the documents
to be analised have arisen from orality and participant observation in
adults’ literacy courses. The temporal and special dimensions are given
by a field work carried out between 1995 and 2013 in Bahía Blanca.

Key words: Memory. Mimicry. Gender. Polygamy.

Sumario: Introducción. Perspectivas teórico-metodológicas. Los testi-


monios. Análisis de los testimonios orales. Palabras finales.

Introducción

E
n este trabajo intentaremos sumergirnos en el armado de los recuerdos y
la memoria sobre la poligamia masculina en un espacio cultural no hege-
mónico. Con la guía de este objetivo trabajaremos con los testimonios de
mujeres que han participado directa o indirectamente de los Talleres de
Historia y Memoria que hemos realizado en distintos establecimientos educacio-
nales provinciales y municipales1. Estas mujeres vivieron en ámbitos rurales de la
Patagonia argentina y en la actualidad viven en Bahía Blanca (provincia de Buenos
Aires). Cuando registramos los testimonios sobre los que vamos a trabajar, la mayo-
ría de ellas se encontraba cursando los primeros ciclos de la educación primaria. El

1 Desde el año 1995 estamos realizando Talleres de Historia y Memoria, primero en la Escuela Provincial
de Adultos Nº 705 en como proyecto institucional, este establecimiento educativo tiene sedes de distintos
sectores de la ciudad y trabajamos en todos ellos, luego realizamos la misma actividad en los Centros
de Alfabetización Municipales. Los talleres devinieron en una actividad de las mujeres debido a que eran
ellas las que participaron voluntariamente, los varones no demostraron interés. Los varones adultos mayores
concurren a las distintas instancias de alfabetización y educación primaria para concluir el ciclo y obtener su
certificado, esta actividad no es un espacio de socialización como lo es para las mujeres; muchas concurren
a espacios de aprendizaje y producción de productos artesanales.

146 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

pasado patagónico de nuestras interlocutoras, en contacto también con el pasado de


las y los las migrantes que llegaron desde Chile, nos pone en contacto de diversas
maneras con el universo de las identidades y de la cultura mapuche, que se presenta
a veces como algo tangible y otras como algo esquivo y difuso.
Cuando surgió el tema de la poligamia masculina como un hecho frecuente en
las familias de las participantes a los talleres, vimos que había un consenso grupal
en considerarlo como algo que “antes era común”, algunas lo consideraban una
“costumbre de la gente de antes”, y de alguna manera se lo relacionaba con el uni-
verso cultural mapuche, “de los paisanos”, “de la gente de campo”. Esta situación
nos llevó a vincular a la poligamia masculina que estamos analizando como una de
las particularidades de los “pliegues fragmentarios” a través de los cuales aparecen
características del orden pre-intrusión en nuestras sociedades de los que habla Rita
Segato (2011:27).
En otras oportunidades hemos ahondado en los recuerdos acerca de las clasifi-
caciones parentales, en especial en la de tíos/primos paralelos y cruzados, la impor-
tancia del tío materno, y del matrimonio preferencial (Hernández, 2003), mientras
que ahora queremos hacer un recorte en los recuerdos y las memorias sobre las
uniones matrimoniales y sus particularidades. No pensamos en analizar modelos
clasificatorios, sino en internamos en el fragmentado espacio de las experiencias de
vida de las mujeres con las cuales trabajamos a lo largo de muchos años. Además
pretendemos realizar este abordaje desde el género y el feminismo, mejor dicho des-
de los feminismos, señalando las tensiones que existen en su interior, especialmente
entre el feminismo “eurocéntrico” y los feminismos que denuncian el colonialismo
dentro del propio movimiento de las mujeres. No esperamos generar explicaciones
universales, sólo queremos focalizar en los testimonios que surgieron en nuestras
prácticas de investigación y extensión universitaria. Para realizar este proceso traba-
jamos la temática en los citados talleres, aunque nunca seleccionamos a la poligamia
masculina como tema central de ningún encuentro, sino que fue apareciendo en
forma transversal en distintos momentos.
En el universo cultural mapuche estaba aceptado que un varón tuviera varias
esposas, pero estas modalidades matrimoniales fueron criminalizadas por la juris-
prudencia que reglamentó la vida del estado-nación argentino. La ley no terminó
definitivamente con la poligamia, ya que veremos que de alguna manera subsistió
en algunos espacios, según la información ya editada y los testimonios orales de las
personas con las que interactuamos.
En términos generales podemos decir que la poligamia masculina es mucho más
frecuente que la femenina, en muchas sociedades esto está ajustado a las leyes y en

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 147


Pliegues y repliegues del género y la memoria

otras es ilegal. En nuestros países americanos es ilegal porque quebranta la ley de la


monogamia que impuso el régimen colonial. Sin embargo, aunque jurídicamente
es ilegal, sabemos que en algunos contextos está legitimada socialmente, esto sucede
cuando quienes la ejercen son varones con poderío económico, pertenecientes a la
cultura hegemónica, aunque no pasa lo mismo con los sectores no hegemónicos.
La poligamia fue una práctica cultural de los pueblos originarios que fueron de-
rrotados y ubicados en lugares subalternos a través de las campañas de exterminio
dirigidas al Chaco y a la Patagonia, sin embargo de alguna manera la poligamia
tuvo cierto grado de continuidad y nos interesa indagar acerca de cómo se la re-
cuerda, y qué memoria se construye sobre ella. Además hay que tener en cuenta
que esta práctica fue publicada en trabajos antropológicos y en el film Araucanos de
Ruca Choroi del documentalista Jorge Prelorán. El protagonista, Damasio Caitruz
o Caitrú aportó particularidades acerca de las características de su vida como varón
que tenía dos esposas, ambas con hijos e hijas, los cuales fueron recopilados en la
década del sesenta en diversas investigaciones que fueron publicadas en distintos
momentos (Burruat de Bun, 1970:1-11) y (Prelorán, 1983:167-169). El antropólo-
go Miguel Ángel Bartolomé anota que su viaje de antropólogo joven a la Patagonia,
y especialmente con la cena compartida con Caitrú y “todas” sus esposas, le sirvió
para aproximarse a “la teoría del amor mapuche” y a “la diversidad de la experiencia
cultural humana” (2002: 41).

Perspectivas teórico-metodológicas

Memoria y género
La familia poligámica en la que un varón podía tener más de una esposa, es un
tema/problema en el que tensionan las particularidades culturales y la políticas de
derechos universales, que las luchas de las mujeres han puesto en las agendas na-
cionales e internacionales en la búsqueda de la paridad con los varones. La univer-
salidad se ha convertido en uno de los temas más controvertidos de la teoría social
reciente. Según la filósofa del género Judith Butler las lecturas constructivistas y
posestructuralistas de la universalidad no logran una delimitación sustantiva o pro-
cedimental de lo que en el plano de la representación política es común a los seres
humanos en tanto sujetos, es así que siempre se imponen enfoques que ubican a la
racionalidad en un lugar central y a las particularidades no tan visiblemente racio-
nales en el lugar de la sospecha. Por otra parte todo lo “sospechoso” legitima a las
potencias coloniales a intervenir de distintas formas.

148 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

La cuestión de la universalidad ha emergido tal vez de manera más crítica en aquellos dis-
cursos de izquierda que advirtieron el uso de la doctrina de la universalidad al servicio del
colonialismo y el imperialismo. El temor, por supuesto, es que lo que es nombrado como
universal sea la propiedad parroquial de la cultura dominante, y que la “universalidad” sea
indisociable de la expansión imperialista (Butler, Laclau y Žižek, 2011: 23).

Las tensiones entre universalidad y particularidades también se reflejan en la


memoria y los recuerdos sobre el pasado y en la interpretación de los procesos socia-
les cercanos, dado que la universalidad genera fuertes representaciones en el plano
simbólico, llegando a hegemonizar el sentido de las prácticas culturales y políticas.
Las relaciones entre historia y memoria se pueden abordar desde distintas pers-
pectivas, la memoria –como lo señaló el historiador francés Le Goff- es un término
polisémico y algo bastante más complejo que los recuerdos individuales (Le Goff,
1991: 149).
Según Paolo Montesperelli la memoria es una construcción que toma elemen-
tos de los recuerdos individuales desde un presente que piensa el pasado colectivo.
Este autor sustenta gran parte de su análisis en los trabajos de Jedlowski, Berger,
Luckmann Schütz y Halbwachs entre otros. De Jedlowski y Schütz toma la idea de
relevancia e irrelevancia de los recuerdos; ellos sostienen que la relevancia se produce
cuando en un grupo social muchos individuos confirman un recuerdo, cuando
nadie lo hace, éstos tienden a desaparecer o se vuelven irrelevantes (2004:14). De
Berger y Luckmann tomó la idea que la memoria no es sólo un acervo de cono-
cimientos de cada individuo, sino que se proyecta al exterior y se vuelve colectiva.
De Halbwachs tomó especialmente el concepto de “marcos sociales de la memoria”
fundamentales para entender cómo el recuerdo individual se encuentra sustentado
y organizado por la memoria colectiva, en la que participan: el lenguaje que está en
relación con el pensamiento, las representaciones sociales de tiempo/espacio y las
relaciones que el individuo mantiene con la memoria de las demás personas en un
mismo contexto social. Halbwachs sostenía que las personas evocan sus recuerdos
apoyándose en los marcos de la memoria, que son sociales (Halbwachs, 2004: 172).
Consideramos que en nuestro trabajo de campo hemos sido testigos de los com-
plejos procesos que dan lugar a la memoria individual y colectiva. Se trata justamente
de establecer relaciones con una memoria no hegemónica, en algún caso débilmente
entrelazada con la mapuche y en otro considerada claramente como parte del pasado
y presente de este pueblo originario que sufrió el ataque de las fuerzas militares con
la llamada “Conquista del Desierto”, en una de las masacres más devastadoras de la
historia argentina del siglo XIX.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 149


Pliegues y repliegues del género y la memoria

Hemos visto que cuando se piensa a la familia, su organización, miembros que


la componen y roles de género desde el presente, se lo hace desde representaciones
hegemónicas que han fijado imágenes de la familia nuclear, el amor romántico, la
maternidad y la paternidad. Este universo simbólico ha llegado a casi todas partes
de múltiples maneras, desde las imágenes de los textos escolares, de las radio/teleno-
velas, los medios de difusión masiva y los discursos sobre la “familia” en general. A
partir del reconocimiento de este proceso consideramos incluir a la figura de la mí-
mesis en su relación con la memoria. Por otra parte, la mímesis ha sido reconocida
tanto desde los estudios sobre colonialismo como sobre el género.
El antropólogo australiano Michael Taussig ha estudiado rituales de distin-
tos pueblos de América y ha señalado cómo estas prácticas de los pueblos originarios
pueden incorporar a los sistemas jerárquicos coloniales, y aunque le otorguen nue-
vos sentidos no quedan excluidos de sus influencias. Este proceso no se da sólo en
los rituales, sino que el cotidiano y la vida social transforman lo nuevo en lo antiguo,
incorporando y absorbiendo lo externo. Entre los fundamentos teóricos de Taussig
se encuentran las reflexiones de Walter Benjamin sobre la mímesis, otras influencias
de la Escuela de Frankfurt y la obra literaria de Franz Kafka.
Taussig ha problematizado las circunstancias por las cuales la mímesis –en
tanto copia de lo real- se asume como lo real y señala que historia y mímesis transi-
tan por una calle de doble vía en la cual las historias entran en la lógica del funcio-
namiento de la facultad mimética y la facultad mimética entra en la lógica de esas
historias. Opina que no podemos separar estos procesos miméticos del colonialismo
que sufrieron los pueblos americanos (Taussig, 1993: XIV).
Desde ciertas perspectivas del género, en las que se destaca Judith Butler, se
sostiene que la pareja heterosexual es una invención con capacidad de producir copia
o mímesis a partir de lo que denomina la “metafísica de la sustancia”. Es así que esta
idea de pareja genera representaciones –en el cine, la literaria, el arte en general y en
la legislación- pero a la vez se retroalimenta de las mismas. Para esta autora el género
no puede ser explicado como las construcciones culturales que se generan sobre los
cuerpos sexuados, sino que sostiene que el género es performativo y conforma la
identidad imponiendo lo que se supone es. Estas relaciones de performatividad y
género operan para constituir la materialidad de los cuerpos y para materializar el
sexo en el cuerpo, “para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar un
imperativo heterosexual” (Butler, 2010:18). Para la autora la performatividad no es
mera teatralidad, opina que no dista mucho de la teoría de la hegemonía en el sen-
tido que ambas ponen el acento en el modo en que el mundo social es construido y

150 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

por la forma en que se ejerce el poder a través de mecanismos ocultos de persuasión


(Butler, Laclau y Žižek, 2011: 22).
En suma, consideramos a la mímesis –tanto desde la perspectiva de Taussig
como de Butler- como un concepto significativo para pensar cómo se ponen en mar-
cha los dispositivos mentales que van a articular los recuerdos y las memorias para
explicar el sentido y las valoraciones de la poligamia masculina.

Historia oral y etnografía


Realizaremos este análisis sobre las valoraciones y la memoria de la poligamia en
sectores no hegemónicos partir del análisis de documentos orales producidos en una
experiencia en historia oral sustentada en el método etnográfico. Los fundamentos
de las estrategias cualitativas los tomamos de trabajos como los de Hammersley y
Atkinson sobre la investigación etnográfica (Hammersley y Atkinson, 1994) y la
noción de “relato de vida” de Daniel Bertaux (Bertaux, 1999, 2005)2. En los es-
trechos vínculos que en nuestra práctica de investigación tiene la historia oral con
la etnografía encontramos una manera de registrar testimonios a los que converti-
mos en documentos que nos dan indicios para comprender procesos sociales en los
cuales está incluido el género. Es así que nos internamos en un espacio específico
para trabajar en conjunto con las estudiantes de alfabetización convertidas en tall-
eristas. En estos encuentros se propició que circulara la palabra y que se pudieran
realizar producciones en favor de una lecto-escritura que surgiera de las necesidades
grupales. En este contexto surgió la necesidad de hablar del tema seleccionado para
este artículo. A esta estrategia de recolección de fuentes sumamos las entrevistas y la
observación participante.
En estos talleres se trabajó mucho el tema de la historia desde el cotidiano, desde
la alimentación, el trabajo, el lugar de la escuela y en todos los casos se hacía presente
el tema de los cambios en la vida cotidiana y en la idea de familia ocurridos a lo largo
de sus vidas, en especial entre su origen rural –al que algunas identifican como “ma-
puche”, pero también otras simplemente como “de los Menucos”, “de Aluminé”, o
“de Curacautín”, “de allá de Temuco” en el caso de Chile (en este trabajo no inclu-
imos testimonios de mujeres llegadas desde este país limítrofe). Los espacios en los
que se realizaron estas actividades se relacionan con distintas instituciones barriales

2 Para establecer las diferencias entre historia de vida y relato de vida tomamos los aportes de la sociología a
la historia oral, en especial las conceptualizaciones sobre historia y relatos de vida de Daniel Bertaux. Este
sociólogo francés trabajó desde una perspectiva etnosociología en el estudio de fragmentos de la realidad
histórico social. Es así como relaciona a los relatos de vida con las life stories, diferentes de las historias de
vida, life histories.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 151


Pliegues y repliegues del género y la memoria

como sociedades de fomento, unidades sanitarias, guarderías municipales y otros a


los que citaremos a lo largo del trabajo.
Para analizar a estos testimonios vamos a buscar “puntos nodales” o “significantes
claves” en cada uno de los relatos para interpretar su sentido en el contexto situado
de su enunciación. Para realizar esta tarea seguimos la estrategia que propone Home-
ro Saltalamacchia para el análisis de los testimonios en historia oral. Este autor nos
remite a los trabajos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes a su vez sigui-
eron las sugerencias de Lacan y puntualizan en la identificación de points de capito
(puntos nodales para Laclau y Mouffe) “a los que se le podía atribuir la función
de fijar el sentido de toda la cadena de significante en cada uno de los discursos
que habían habitado al testimoniante en cada una de las épocas de su vida” (Salta-
lamacchia 1992: 139). Por su parte Laclau y Mouffe han trabajado largamente estos
nudos del relato y su articulación en el interior del campo discursivo, de este modo
el concepto “articulación” pasa a tener un lugar fundamental en su teoría, dado que
nos ubica en el plano de lo contingente, de aquello que fija el sentido solo parcial y
momentáneamente (Laclau y Mouffe: 2004: 129).

Los testimonios

Seleccionaremos cinco testimonios. En primer término puntualizamos en la


transcripción y contextualización de dos documentos orales que rememoran hechos
ocurridos durante la infancia de dos mujeres en su edad adulta. El primero de los re-
latos puntualiza sobre una situación ocurrida en la zona cordillerana de la provincia
de Neuquén y el segundo en el interior de Río Negro.
En segundo término focalizamos en tres testimonios en los cuales los hechos que
analizamos estaban ocurriendo en nuestro “presente etnográfico” y al cual preten-
díamos aprehender con nuestro trabajo en historia oral. Se trata de situaciones que
pudimos observar, de cuestiones que intentamos conocer desde una epistemología
del sujeto cognocente, desde la mirada de quien quiere ingresar y comprender a un
universo del que sabe muy poco.

1. Mi papá era cacique y tenía dos mujeres, antes era así


El testimonio que veremos pertenece a A. C., nacida en la región del Lago Hue-
chulafquen en la provincia del Neuquén, en 1943. Debido a que hemos trabajado
largamente con esta mujer que se considera así misma “mapuche”, algunas de sus
intervenciones fueron publicadas como una “historia de vida” que escribimos hace
más de una década, y otra parte es producto del trabajo que continuamos realizando

152 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

y que permanece inédito. El fragmento que transcribiremos corresponde a la versión


editada, en la cual el tema en cuestión aparece enunciado muy brevemente. En aquel
momento nos centramos en las razones por la que ella quería contar su historia para
legitimar la cultura mapuche, para que se “conozca cómo somos los mapuche” de-
cía. En varios momentos ella recordó que su padre tenía dos esposas cuando ella era
una niña y que antes de juntarse con su madre había tenido otra mujer que había
fallecido.

¿Las dos mujeres, es decir tu mamá y otra esposa vivían juntas?


No, ¡se armaban cada líos! Cada una tenía su casa y trabajaban en huertos separados. Yo
era chica pero me acuerdo que mi papá me llevaba a la casa “de la vieja”. Me llevaba a mí
porque era la más chica, bueno, después nació Juanita. Yo me acuerdo que Rita –así se
llamaba- le hablaba mal de mamá, le decía que no lo atendía a mi papá. A mí me daba
bronca pero no se lo contaba a mamá (Hernández, 2000: 348-349).

Luego seguimos trabajando, realizamos muchas actividades en conjunto y co-


nocimos muchas de las consecuencias que tuvo para ella y su familia el desarmado
de la familia bígama que había realizado su padre. Supimos que cuando falleció el
padre de A.C. los hermanos mayores, hijos de la otra esposa, sacaron a su madre del
lugar que ocupaban y también les sacaron a sus hijas a las que “regalaron”; a las dos
menores, A.C y J.C, las llevaron al destacamento militar de Junín y las otras dos
quedaron con familias del lugar. A los siete años A.C. fue llevada a vivir a Buenos
Aires por la familia de un militar que la tomó como empleada doméstica y niñera
de sus hijas. Años después se trasladó a varios lugares en busca de trabajo, entre ellos
volvió en los veranos a su lugar de origen como cocinera y se encontró con algunos
de sus hermanos y las dos hermanas de padre y madre que habían quedado allí, se
casó y se quedó a vivir en Bahía Blanca. De su hermana menor nadie sabía nada,
aunque en el 2000 nos enteramos que siempre había estado internada en un hospital
psiquiátrico de la ciudad de Buenos Aires.
Entre las actividades en conjunto que realizamos en estos años se encuentra un
video para el Museo Histórico de la Municipalidad de Bahía Blanca, sobre el cual
presentamos una ponencia a un congreso de arqueología (Pupio y Hernández, 2004).
Durante la filmación describió y explicó el uso de un conjunto de piezas arqueo-
lógicas a partir de sus conocimientos en la realización de comidas y procesamiento
de cueros, carnes y semillas. Durante este trabajo ella recordaba permanentemente
a su padre de manera muy positiva, como un hombre trabajador y buen padre, que
tenía dos esposas en una época en la cual eso era lo habitual, dado la condición de
cacique del mismo.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 153


Pliegues y repliegues del género y la memoria

Mi papá estaba todo el día ocupado, siempre estaba haciendo algo, lo iban a buscar a cada
rato, si alguien se peleaba, si había algún problema...siempre lo llamaban a papá, como
era el cacique tenía que estar. Mi papá recibía a los curas también, cuando pasaban por el
Huechulafquen mi papá siempre los recibía, será por eso que yo he trabajado tanto con
los curas.
El tenía dos mujeres, es mejor así, yo siempre pienso que es mejor así, para que haya más
mapuches. El a las mujeres las tenía como unas reinas, no les faltaba nada.
Pero cuando falleció eso fue un problema
Eso pasa en todas partes, la gente siempre se pelea por la herencia. Yo pienso que mi papá
hizo las cosas bien. Yo sufrí mucho ¿sabes lo que es no saber hablar nada? ¿no decir ni agua
en castellano? Dejar el campo para estar en Buenos Aires con gente rica. A mi me hubiera
gustado seguir con mi mamá aunque sea comiendo pankutra [especie de sopa] y nada
más...pero ya no les tengo odio a mis hermanos.

2. Nosotros nos criamos con el abuelito, mi papá no se quedaba con nosotros...


A. Ñ era una de las alumnas del Centro de Alfabetización Municipal del Barrio
Pampa Central y participó activamente en los talleres de historia y memoria que rea-
lizamos allí, le gustaba hablar de su pasado, en especial de su madre y de su abuelo, a
quien recordaba con mucho cariño. En el momento de los talleres, en 1995, tenía 65
años, se había criado en la zona rural del interior de Río Negro, antes de llegar a Ba-
hía Blanca había trabajado en establecimientos rurales como cocinera, allí conoció a
su esposo que con el tiempo se convirtió en empleado ferroviario, esta situación les
permitió venir a radicarse en la ciudad, lugar que eligieron porque había un impor-
tante hospital ferroviario en el que podían atender a los hijos, especialmente al que
había nacido con varias patologías.
En varias oportunidades dijo que ella al padre lo vio pocas veces, que éste se
quedaba unos días y se iba, es así que su madre había tenido seis hijos pero siempre
sola. Su padre tenía otra esposa y otra familia en otro lugar; ella nunca dijo saber
más de él.
Esta situación hizo que la madre de nuestra narradora se convirtiera en una teje-
dora capaz de trabajar hasta el límite de sus fuerzas y de exigir un comportamiento
similar al suyo a sus hijas que debían hilar y realizar todas las tareas domésticas en
el duro ámbito rural en el que vivían. Sus recuerdos del pasado están centrados en
su vida en un ranchito, con su madre, sus hermanas, hermanos y su abuelo, con un
padre al que vio pocas veces y del que nunca quiso hablar, en cambio, siempre tenía
expresiones cariñosas para su describir al “abuelito”, bueno con ellas y su madre.

Mi mamá tejía mucho, pasaba tejiendo, pasaba hilando, hilando,...Todo hacía mamá,
hacía matra, cojinillo, pelera, ponchos, un montón de cosas hacía y las venían a buscar.

154 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

También tejía medias, todo tejía; usted le vía y tenía mi mamá todo hiladito, así matra
laboreada, todo...
¿A quién le vendía?
Venía mucha gente del pueblo, muchos turcos iban; los turcos nos compraban todo,
salían en...Venía mucha gente del pueblo, muchos turcos iban; los turcos nos compraban
todo, salían en camionetas, iban a allá a buscar.
¿Qué compraban con la plata de los tejidos?
Harina...nosotros nos criamos solos con mi mamá, mi papá se fue, nunca estaba, era
muy malo...Nos criamos con mi abuelito, él nos dejó chivas, ovejas, muchos yeguarizos...
¿Quién esquilaba?
Esquilábamos todos, mi mamá, mis hermanos, todos... tenía dos hermanos, uno se fue al
servicio y ya no volvió con nosotros, quedó uno solo. Esquilábamos todos, señalábamos,
cortábamos las orejas, capábamos, todo... No ocupábamos a ninguna persona, tenía mu-
chos yeguarizos mi mamá, lo dejó mi abuelito finado.
¿Qué les vendía el turco?
Cambiábamos por vicios, cambiábamos por harina, en invierno nos dejaba 6 ó 7 bolsas de
harina, yerba, para que no falte. Ellos vendían bien...Nosotros nunca tuvimos ni zapati-
llas, siempre mal vestidos. Teníamos que salir con la nieve, teníamos que amamantar a los
chivitos para que no se mueran... Los tamangos eran de cuero de caballo, los envolvíamos
con arpillera por la nieve. Mi mamá nos hacía los tamangos. La primera vez que tuve alpar-
gatas me las compraron en Jacobacci, una tía, a mi me daba vergüenza andar vestida así...

Para dar cuenta de lo dura que era su vida y la de su madre A.Ñ. decidió contar-
nos cómo fue el nacimiento de su hermana menor:

Le voy a contar cuando mi mamá tuvo a mi hermana Rosa, la más chica. Mi mamá la
tuvo y no la dejaba ver hasta el cuarto día, la tenía tapadita. La tuvo sola, no quería que la
vieran. Después no quería que la alzáramos porque iba a ser llorona. ¿Quién la iba a cuidar
después?. No conocíamos cuna, nada, le hacíamos cuerito de oveja, de chiva, de chivita,
montoncito así, uno arriba del otro, ahí lo teníamos. Para que no caiga la poníamos con
hilo hilado, todo, no tenía donde caer la nena. Así lo crió. Mi mamá trenzaba esa lana
hilada, un poquito grueso lo hilábamos vio? Así se hacía la cunita. Mi mamá se curaba
sola, cuando enfermaba nos mandaba a buscar remedio. Tomillo tomaba mucho, acá no
hay de ese tomillo, es muy bueno.

También nos cantó la canción de su madre, esto le produjo a ella una emoción
muy grande y a nosotros también, se trató de una experiencia muy conmovedora de
la que nuestra interlocutora trató de salir diciendo: “pobrecita mi mamá, siempre
trabajando”.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 155


Pliegues y repliegues del género y la memoria

3- Estaba recién casada y él trajo otra mujer.


En nuestros trabajos de investigación y en distintas actividades culturales, de ex-
tensión y de acciones realizadas en ámbitos barriales, entre ellos unidades sanitarias,
hemos escuchado reiteradamente decir a las mujeres que sus maridos han sugerido
que ellos podrían tener más de una esposa, porque antes era así y que ellas les recor-
daron que las cosas han cambiado y que ahora no es así, pero claramente el tema de
la poligamia masculina, no es ajeno al ámbito urbano.
El caso más claro de la existencia de este tipo de uniones la escuchamos en el Ta-
ller de Historia y Memoria realizado en el Barrio A. de Bahía Blanca (2012), en estos
talleres habíamos trabajado el tema de la violencia familiar y casi todas las alumnas
de alfabetización recordaron hechos de violencia familiar o institucional. En esta
oportunidad cobró relevancia el testimonio de C.P. (59 años, nacida en Los Menu-
cos, Río Negro), quien recordó las características violentas de su ex marido, todas las
compañeras, vecinas del barrio, asentían y le aconsejaban que se fuera olvidando de
las situaciones pasadas.
Las maestras de alfabetización identifican a C.P. como una mujer muy proclive
a deprimirse y con estados de ánimo muy cambiantes, un día de octubre de 2013,
llegó Centro de Alfabetización con las huellas de haber llorado y dijo que no iba a
hacer las manualidades que acostumbran hacer. En esa oportunidad habíamos pasa-
do simplemente para saludar y cuando vimos esta situación nos quedamos un rato
para escuchar lo que pasaba y colaborar con la maestra. C. P. había estado con los
trámites del divorcio y separación de bienes, se encontraba muy sensible y contraria-
da con la situación que estaba viviendo. Logramos registrar en forma escrita algunos
fragmentos de su historia:

Yo lo conocía a mi marido de Los Menucos, la familia de él y la mía se conocen, ellos iban


a los camarucos [ceremonia mapuche] que hacía mi papá…
Yo no tendría que haber aceptado –me da tanta vergüenza- que el trajera a vivir a mi casa
a otra mujer…¿Dónde se ha visto eso? Estaba recién casada y el trajo otra mujer…a la
Rosa…ella no tiene la culpa… En mi familia me dijeron que no fuera mañosa…a mi no
me gustaba pero no podía decir nada, el siempre estaba pegando… mi familia es así, le
dan la razón a él. Como él siempre tuvo trabajo, siempre cobró un sueldo, siempre trabajó
en la cárcel, pensaban que yo tenía que estar contenta, pero yo siempre trabajé. Siempre
trabajé afuera y venía a mi casa y tenía que seguir trabajando y el me pegaba con lo que
tenía a mano...

Varias de las asistentes hicieron gestos y enunciaron algunas palabras breves a


través de las pudimos ver que este caso no les resultaba para nada extraño, sino que

156 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

por el contrario, la habían visto en situaciones similares y escuchado sus argumen-


tos. C.P. insistía en la rareza de la situación, en cómo un hombre va a vivir con dos
mujeres y nosotros le preguntamos si antes, en el campo, allá en el interior de Río
Negro no sería así, por eso la familia consentía esta unión. Nuestra intención fue la
de aliviar la situación, tratando de darle un marco que desdramatizara a una práctica
que habría sido culturalmente aceptada. La protagonista de la historia amplió su
testimonio y señaló que su padre también había tenido dos mujeres y que por ese
motivo ella había sufrido mucho en su infancia. Consideraba que el hecho que su
padre tuviera dos esposas y muchos hijos no le había permitido vivir dignamente
y siempre había sido muy pobre. Entre las cosas que recordó en ese momento fue
que nunca había tenido zapatillas, en otra oportunidad volvió a hablar del tema del
calzado y eso sí lo grabamos y transcribimos:

Allá en Los Menucos es todo jarilla, alpataco, todo con espinas, yo tenía las piernas y los
pies todos lastimados de las espinas. ¡Como antes no nos compraban zapatillas y andába-
mos con las alpargatas rotas y chicas siempre teníamos los pies lastimados! Yo me curé los
pies recién cuando vine a Bahía, una señora que sabía de eso me dijo que me curara con
jugo de tomate, todos los días me curaba, pero me quedaron las marcas.

Ya sabíamos que ella había migrado y llegado a Bahía Blanca cuando era una
adolescente y como tenía hermanos y hermanas en la ciudad contaba con contactos
para trabajar en el servicio doméstico. Después de esta conversación supimos que su
marido había construido dos casas en el mismo lote, en una vivía ella con sus hijos
y en la otra la segunda esposa con su hijos, que los hijos de ambas tienen buenas
relaciones. C.P. está separada de su esposo, quien vive en otro lugar, y su mayor pre-
ocupación en este momento es la subdivisión de la propiedad.

4- Me obligaba ir a su casa para que les cocine a los nenes...


Una historia con muchos puntos en común con la que estamos analizando es
la L.C. En este caso el tema de la organización familiar bígama no es expresado
directamente por la protagonista, pero nosotros pudimos observar directamente
situaciones en la cual su ex-esposo expresaba directamente que el tenía derechos
sexuales sobre ella a pesar de tener una nueva mujer con la cual convivía. Con L.C.
nos conocimos en un jardín maternal (antes guardería) a la que llevaba a su hijo
más chico, nos presentó un trabajador social muy preocupado por la situación de
esta mujer que era “una mamá de la guardería” a la cual encontraba muy decaída y a
cargo de sus cinco hijos, uno de ellos era un bebé de meses. En ese momento junto
con los trabajadores sociales incentivamos a L.C. para que diera un taller de tejido

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 157


Pliegues y repliegues del género y la memoria

en telar en una Biblioteca Popular en un barrio cercano al suyo, dado que ella se
sentía reconocida enseñando algo que sabía hacer y además cobraba por ello, ya que
esos talleres eran pagos y había un reconocimiento institucional, porque se trata de
una biblioteca que está incluida en la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares
(CONABIP).
Tenemos una entrevista grabada en la que narra cómo fue su rápida salida
de su hogar y anotaciones sobre las situaciones que siguieron en su corta vida, ya que
L.C. falleció en 2011 de cáncer. Transcribimos parte del relato de vida de L.C. en
el cual narra su vida de niña que desde muy pequeña tuvo que ir a trabajar y criarse
fuera de su casa, luego logró salir de allí, conoció otras empleadoras, trabajó en otras
condiciones y hasta asistió a la escuela secundaria. Cuando tuvo un hijo volvió a
Aluminé y se encontraba en una situación económica que ella consideraba buena,
ya que trabajaba en un kiosco y había conseguido la adjudicación de un terrero para
hacerse su propia casa. Veamos esta historia en sus palabras:

Nací en Aluminé, Provincia del Neuquén, el 27 de julio del año 1966. Cuando yo era
chiquitita, me crié hasta los 9 años con mi familia, con mi mamá y papá, en un hogar, con
mis hermanitos, luego por la falta de alimentos y la falta de educación nos mandaban a
trabajar. Porque mi mamá no nos podía tener, entonces nos mandaba a trabajar. Trabajaba
con un matrimonio que el hombre era policía y la señora era inválida, tenía reuma, no sé
que problema tendría que no podía hacer nada, vivía sentada, estaba todo el día sentada. A
mi me hacía hacer de todo, limpiar, lavar, cocinar, yo no sabía cocinar, pero ella me decía
todo lo que yo tenía que hacer y yo iba poniendo todo. Me hacía cuidar el caballo, porque
tenían caballo, perro, chanchos, criaba chanchos, gallinas ¡Qué se yo que más tenía! Me
hacían cuidar eso, aparte teníamos que traer el agua de afuera, cerca del río y me hacía lavar
afuera, cuando llovía, nevaba, me hacía lavar afuera.
Vos me decías que tu mamá vivía cerca…
Cerquita, a una cuadra, a una cuadra de dónde yo trabajaba, pero pasaban 4 ó 5 [meses] o
hasta el año y no la íbamos a ver porque esa señora no nos permitía ir. No dejaba que no-
sotros charláramos con nadie, ni siquiera que habláramos en la escuela de lo que hacíamos
en el trabajo porque ella me amenazaba, me tenía amenazada. Después pasaron los años y
a los 12, 13 años o más, como a los 15 años me fui de esa casa. Me fui a trabajar a otra casa
porque la señora falleció, cuando la señora falleció yo me fui, pero ella ya estaba en malas
condiciones, entonces me fui a trabajar a otro lugar y después me fui de Aluminé a Plottier.
Porque trabajé con esta otra señora que era buenísima, estaba en un estado económico
bueno, bien. Ella me enseñó muchas cosas, ya no era el temor, ya no había que temerle a la
gente, sino aprendimos a ganar el dinero, en la primera parte donde trabajaba no pagaban.
Nosotros trabajábamos por la comida y la cama, decía ella.

158 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

Vemos que comenzó a contar su historia mirando el espejo del modelo de fami-
lia hegemónico, de mamá, papá y hermanitos pero eso no fue posible por “la falta
de alimentos”, por la pobreza. La otra parte de la historia la conocemos por haber
estado cerca de ella, por los diálogos que tuvimos con la trabajadora social de la sala
médica de su área y con el equipo trabajo de la guardería de su hijo más chico, y es
la parte que da cuenta de su nueva partida desde Aluminé a Bahía Blanca después de
juntarse con el que fue el padre de los cuatro hijos que nacieron en esta ciudad. El
hombre con el que armó su familia era de su mismo lugar de origen, tenía un mer-
cadito en el barrio Villa Nocito, había sido también pastor de una iglesia evangélica
y se consideraba un hombre exitoso. Cuando fuimos a su vivienda y comercio pu-
dimos ver que en la fachada aún conservaba el cartel que identificaba al lugar como
una iglesia evangélica. Esta historia nunca la grabamos, debido a la carga emotiva de
todas las situaciones que fueron realmente de mucha violencia.
Fueron varios los momentos en los que pudimos ver que su ex-esposo considera-
ba que el tenía derechos sexuales sobre ella, la obligaba ir a su casa para que poder
estar con sus hijos, había logrado sacarle la tenencia de los hijos y la llamaba para que
los cuidara, ante los ojos de su nueva esposa, una mujer con la que nunca pudimos
hablar. La última vez que ocurrió una situación de este tiempo fue cuando L.C. fue
enviada a esta casa desde el hospital porque el ranchito donde ella vivía no reunía
las condiciones para albergarla mientras estaba con un tratamiento de quimiotera-
pia, sin embargo, la historia volvió a repetirse y la atacó sexualmente. Unos meses
después falleció.

5- Mi marido decía que los mapuche tenían muchas mujeres y yo le dije: “a vos ni
se te ocurra”
Citaremos fragmentos del relato de vida de R. H. realizado el marco de uno de
los Talleres de Historia y Memoria en el barrio Vista Alegre en 2001 (Nacida en Los
Menucos, provincia de Río Negro, en 1942).

Yo se que mi mamá era familia de los Namuncurá, venía a ser sobrina del cacique Na-
muncurá, por intermedio de – no sé cómo venía el parentesco- el asunto es que mi papá
todavía lo recuerda y el dice: ‘yo soy sobrino de Namuncurá’ [el matrimonio entre primos
–cruzados- fue una característica del parentesco mapuche]. Tenían campo en San Ignacio,
por San Martín de los Andes, llegando a la Cordillera, tenían un campo muy grande, in-
cluso tenían chacras, eso fue herencia de mi abuelo Mariano, el papá de mi mamá. Ellos
quedaron en el campo ese, era un campo y una chacra muy grande, o sea que toda esa
parte de San Ignacio tenía un límite tremendo, después de la caída, que creo que fue con

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 159


Pliegues y repliegues del género y la memoria

Rosas, fue entonces cuando él repartió su campo, quedaron los más cercanos de la familia
de él con un límite de campo, que ya le digo, quedó mi abuelo.
¿En San Ignacio?
Por Copahue, por allá, se llama San Ignacio3 El abuelo Mariano le dejaba el campo a la
hija, es decir a la señora de mi papá, para que dividiera a todos los hijos, le iba a tocar la
parte de la chacra a todos los hijos, pero mi papá no quiso ir, estaba instalado el Paraje Los
Menucos, afuera, en Comicó, ahí tenía mi papá campo y no quiso ir, dijo que se tenía que
cruzase todo en mulas, con chatas –porque antes no había ni camiones- y no le convenía.
Dijo que los caballos no iban a resistir. Mi papá tiene 90 años y está muy bien, vive en Villa
Rosario, cerca de la terminal.
¿Cuánto hace que está en Bahía?
Yo que vivo acá en Bahía hace veintipico de años. Me vine de grande, después de casada,
con los chicos. Estuve en muchas partes, de mi casa me fui cuando tenía ocho años, nueve
años, me mandaron a criarme a una casa, a trabajar. Así que yo volví a mi casa cuando
tenía catorce años, pero no me quedé en mi casa, yo me casé a los veintitrés años y viví en
toda la zona de Chubut, conozco todo: Trelew, Rawson, Playa Unión –vivimos dos años-,
en Trelew vivimos dos años también, mi marido era contratista de obras, después nos vini-
mos a Cutral Co, de ahí nos vinimos a Bahía, después que murió mi marido.

Esta historia fue publicada en un cuadernillo que daba cuenta de lo narrado en


este taller, en el cual R.H. participó activamente orgullosa de su identidad mapuche
y de su cercanía a Ceferino Namuncurá, situación que deslumbraba a algunas de
sus compañeras del aula (las que no son evangélicas) y a las maestras. Como tantas
mujeres mapuche que viven actualmente en Bahía Blanca, dejó su casa de niña, la
mandaron “a criarse a una casa”. En uno de los talleres de historia salió el tema de la
poligamia relacionado con la historia de los Calfucurá-Namuncurá. En esa oportu-
nidad se habló de las esposas de Calfuncurá, entonces ella dijo contundentemente:
“Mi marido siempre decía que los mapuche tenían muchas mujeres y yo le dije: ‘a
vos ni se te ocurra’”, esto provocó el apoyo de sus compañeras que aseguraron que
estaba bien ser decidida y no permitir que los hombres hagan lo que quieran, sos-
tuvieron que las mujeres “se tienen que hacer respetar”, en este caso ninguna pensó
que lo que estaba en juego era el desconocimiento de una pauta cultural mapuche
avasallada por la cultura hegemónica a la que ellas muchas veces denostaron. En este
grupo había muchas mujeres llegadas desde Chile y según venimos viendo desde que
realizamos la tesis doctoral casi todas habían tenido alguna relación con el pueblo
mapuche y pudimos ver que tenían una valoración muy positiva de su cultura y de
su gente, sin embargo ninguna aprobaba la poligamia (Hernández, 2002).

3 En 2009, en el paraje San Ignacio –ubicado a 60 km de Junín de los Andes- se realizó un santuario a Ceferino
Namuncurá y se depositaron sus restos allí.

160 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

Análisis de los testimonios orales

En el primero de los testimonios el punto nodal lo ubicamos en la valoración


positiva de la bigamia en tanto forma de organización familiar mapuche que servía
a los objetivos de un pueblo perseguido y masacrado. Un hombre con más esposas
tenía más hijos, tan necesarios para asegurar la continuidad del pueblo mapuche,
según el razonamiento de A.C. La emisora del testimonio tiene buenos recuerdos de
su vida en el seno de una familia en la cual su padre era bígamo, en todo momento
pensó que “antes era así”, que los problemas se suscitaron después de la muerte de su
padre fueron consecuencia de la avaricia de sus medios hermanos. Para ella se trató
de problemas puntuales no estructurales, que podrían haberse dado en cualquier
contexto cultural.
Ella no se mira en el espejo de la familia nuclear “occidental”, más bien busca
encontrar la lógica mapuche. Acepta que la bigamia ocasionaba disputas entre las
mujeres pero no considera que esto fuera realmente una problemática muy diferente
a las que tienen las familias en general.
En el segundo testimonio, de A.Ñ, la memoria sobre el pasado se centra en el
recuerdo de una madre trabajadora porque no había un padre, ya que éste esta-
ba siempre de paso porque tenía otra familia. Esta madre fue demasiado exigente,
aunque esto era compensado por la presencia de un abuelo muy bueno. En ningún
momento pensó que se trataba de una “costumbre mapuche”. Sus memorias se ar-
ticulan en torno al trabajo excesivo en su infancia, luego el cuidado de sus hijos
por parte de ella y su esposo –la enfermedad de uno de ellos los llevó a radicarse en
Bahía Blanca- y por otra parte las ganas de aprender a leer y a escribir. Más allá de
los testimonios, vimos por años sus esfuerzos por escribir su nombre, las miradas
compasivas a sus propias manos y al reuma, al que consideraba una consecuencia
del trabajo excesivo. Inferimos que para ella la legitimidad –aunque sea en el plano
privado- de la bigamia entre los mapuche fue un problema, en ningún momento
pensó que esto podía tener algún elemento positivo.
En los dos casos siguientes, los de C.P. y L.C. el significado de la bigamia ya no
se lo piensa desde la experiencia de la familia de origen, en la cual el bígamo era el
padre, sino que es la propia experiencia en la cual sus esposos o ex-esposos esperaban
detentar con este privilegio que ellos consideran un derecho. A través de estos testi-
monios intentamos de alguna manera hacer audible las voces de las mujeres que en
los últimos años pasaron por la experiencia de estar unidas a un hombre que tenía
otra mujer y consideraba que esto debía ser aceptado. En los dos casos se trata de
mujeres más jóvenes que las anteriores. Además, ambas eran el blanco de la violencia

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 161


Pliegues y repliegues del género y la memoria

de sus parejas, aunque de alguna manera esto excede al tema que estamos analizan-
do, dado que no tenemos espacio para analizar cómo se puede llegar a conjugar la
violencia de género en estas situaciones de diversidad y desigualdad cultural. En
ambos casos el peso del arquetipo de la familia monogámica, ha generado muchas
contradicciones para pensar en su propia experiencia de vida. Por momentos la con-
dición de considerarse mapuches –que algunos momentos habían manifestado con
orgullo- pasaba a ser visto como un hecho que las ubicaba en el centro de muchas
tensiones, ya que aquello que les ocurría no era ajeno a su cultura de origen, a la
que defendían. Los relatos de vida de ambas están atravesados por estos conflictos.
Podríamos decir que el punto nodal de estos documentos orales es la visibilización
de la existencia de la poligamia en espacios urbanos contemporáneos en contextos
de violencia de género.
Por último, el testimonio de R.H. nos pareció significativo en cuanto da cuenta
de un relato de vida en el cual la identidad mapuche se relaciona con un ícono del
catolicismo como es la figura de Ceferino Namuncurá. En este caso hay un fuerte
rechazo a la idea de la poligamia, pero en el contexto del testimonio nos parece que
este rechazo no se debe solamente a la imposición de un ethos cristiano, sino que
veían a la poligamia como una atribución masculina que dejaba a las mujeres en un
plano de desigualdad que no estaban dispuestas a aceptar. En este “centro” de alfa-
betización concurrían solo mujeres que habían permanecido mucho tiempo juntas,
además había una maestra que lograba que se generaran espacios de diálogo, en los
cuales eran posibles intercambiar ideas y pensarse como grupo. En estos talleres
vimos que el punto nodal para las participantes era que consideraban a la poligamia
algo equivalente a la infidelidad, un “derecho” que han tenido y tienen los varones,
pero que ellas no estaban dispuestas a aceptar.

Palabras finales

Hemos realizado un recorrido sobre los recuerdos y memoria de la poligamia


masculina que surge de un trabajo etnográfico centrado en prácticas de la historia
oral, en el análisis de testimonios orales recopilados en nuestros trabajos de campo.
El tema central del trabajo es analizar las memorias existentes acerca de la poliga-
mia masculina desde una perspectiva de género que se hace preguntas e intenta tener
en cuenta a las tensiones entre universalimo-particularismo. Intentamos un análisis
situado en un entramado de la memoria y el género para aproximarnos al tema/
problema de la poligamia masculina, que sin dudas constituye un recuerdo relevante

162 Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165


Graciela Hernández

y genera memorias encontradas a las que analizamos a partir de la identificación de


puntos nodales, siguiendo la propuesta de Saltalamacchia para la historia oral.
Intentamos comprender los sentidos que se le pueden dar a la poligamia masculi-
na en los distintos testimonios recopilados. Nos pareció importante señalar que para
ahondar en las memorias sobre la familia tenemos que reconocer el peso de las imá-
genes impuestas por sistema colonial con sus construcciones de género que organiza
memorias y recuerdos a partir del uso de la facultad mimética. Estamos pensando
en la mímesis que reproduce al sistema colonial, tal como la planteó Taussig, pero
también en la que identifica a la pareja heterosexual conformada por un varón y una
mujer como el único modelo a seguir, tal como lo señala Butler.
A partir de este análisis, producto de un estudio centrado en una metodología
cualitativa etnográfica, podemos afirmar que al menos para una de nuestras interlo-
cutoras que su padre fuera bígamo le parece un hecho positivo, una particularidad
cultural que tuvo un sentido y ella lo reivindica, mientras para las demás mujeres, en
situaciones diferentes, la bigamia ha sido un problema o la ven como algo negativo.
La mirada positiva sobre la bigamia masculina surge de una mujer que ha participa-
do en varias instancias reflexión y participación política en eventos de revalorización
de las culturas de los pueblos originarios. En los otros casos las mujeres con las que
trabajamos han sostenido que el género femenino en general tiene menos derechos
que el masculino y consideran que la poligamia se alinea en este sentido, es decir,
refuerza las asimetrías de varones y mujeres en las sociedades contemporáneas.
La escasa defensa de la poligamia que encontramos en estos testimonios no sig-
nifica desconocer que pueden surgir nuevas valoraciones sobre esta práctica, tanto
desde el reconocimiento de las culturas no hegemónicas -como la de los pueblos
originarios-, como desde la diversidad sexual –que propone nuevas formas de or-
ganización familiar- e interpelen a las imposiciones de la monogamia heterosexual
como único camino a seguir.

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Recibido: 29 de abril de 2016.


Aceptado: 8 de julio de 2016.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 145-165 165


Jesús Jaramillo

“ANDAR TODO EL DÍA”: CONSTRUCCIONES


DE GÉNERO DE NIÑOS Y NIÑAS EN ESPACIOS
URBANOS

“Walk all day”: constructions of gender of children and girls in urban spaces

Jesús Jaramillo
Becario CONICET
Universidad Nacional del Comahue

Resumen
En este artículo analizo los sentidos del “andar” otorgados por un gru-
po de niños y niñas con los que realicé una investigación etnográfica,
con el objetivo de reconstruir las prácticas de género agenciadas en el
contexto urbano de la ciudad de Neuquén, provincia homónima, situada
al norte de la Patagonia Argentina. Específicamente, el trabajo apunta
a visibilizar la manera en que los movimientos de los niños y las niñas
por el barrio conformaban un uso y una construcción particular de la
espacialidad que funcionaba como significante clave en las relaciones
sociales y, más específicamente, en los modos de construir social y sim-
bólicamente identificaciones con la masculinidad. De este modo, focali-
zo en las construcciones de género como mecanismo de socialización
y estrategia cotidiana para la vida local.

Palabras claves: género, identificaciones masculinas, socialización,


etnografía con niños y niñas, espacio urbano

Abstract
In this article I analyze the meanings of “walk” granted by a group of chil-
dren with conduct an ethnographic research, with the aim of reconstruc-
ting gender practices are agency found in the urban context of the city
of Neuquén province, located north of Patagonia Argentina. Specifically,
the work aims to visualize how the movements of the children in the nei-
ghborhood formed a use and a particular construction of spatiality that
functioned as a key signifier of social relations and, more specifically,

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 167


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

modes social construct and symbolic identification with masculinity.


Thus, I focused on gender constructions as a means of socialization
and everyday strategy for local life.

Keywords: gender, masculine identifications, socialization, ethnogra-


phy with children, urban space

Sumario: Introducción. El escenario y el trabajo de campo. De un lu-


gar a otro: movimientos esencialmente masculinos. La espacialidad de
la construcción masculina. Virtudes y distinciones masculinas: lo que
“hace andar”. Conclusiones

Introducción

E
ste trabajo recupera algunos resultados parciales de mi tesis de maestría so-
bre procesos de socialización de niños y niñas en contextos urbanos1, en el
marco de una investigación etnográfica colectiva desarrollada en un barrio
periférico de la ciudad de Neuquén, al norte de la Patagonia Argentina2.
Allí indagué, a través de la incorporación de un grupo de niños y niñas colabora-
dores, los sentidos y prácticas puestas en juego en las identificaciones con la mas-
culinidad desplegadas en su vida cotidiana. Las prácticas y dinámicas barriales, y el
conjunto de relaciones sociales que mis colaboradores agenciaban, jugaban un papel
fundamental en sus procesos de socialización, en los que iban produciendo y repro-
duciendo identificaciones de género como mecanismo de sobrevivencia cotidiana.
En los últimos veinte años, diversos trabajos de corte etnográficos han situado
a los niños y las niñas como actores sociales partícipes de la dinámica cultural y sus
actuales procesos educativos (Holloway y Valentine, 2000; Christensen y O’Brien,
2003; Cohn, 2005; Milstein, 2008 y 2013; Padawer, 2010; Szulc, 2011; Tammara-
zio, 2014; entre otros). Estas investigaciones describieron en diferentes contextos
principalmente urbanos y a través de distintos abordajes metodológicos, los apren-
dizajes subyacentes a las prácticas de niños y niñas para la reproducción social. Y al
hacerlo, profundizaron el debate sobre las condiciones actuales de socialización en
1 Tesis de maestría “Masculinidades al andar. Identificaciones y procesos de socialización en un grupo de niños
de la ciudad de Neuquén”, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, julio de 2015.
Directora: Dra. Diana Milstein

2 Proyecto de Investigación “La escuela y las infancias: otras dimensiones de lo político. Un estudio etnográfico
en escuelas primarias de la ciudad de Neuquén”, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional
del Comahue, 2010-2012; y Proyecto PICT 1356-2010 “Un nuevo lugar social para la escuela estatal. Entre
la irrupción de la política y la emergencia de nuevas infancias y adolescencias”. Investigadora Responsable:
Diana Milstein. Financiado por ANPCYT/FONCYT – Préstamos BID 2437.

168 Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186


Jesús Jaramillo

la medida que exaltaron otros modos de aprender la vida social y cultural, muchas
veces en contradicción con las formas legítimas de socialización que las instituciones
modernas como la familia y la escuela supieron mantener por largo tiempo.
En la profundización de esta perspectiva analítica la intención del artículo es
explorar las construcciones de género desplegadas por los niños y las niñas en sus
experiencias cotidianas, en particular en espacios urbanos de sectores populares del
interior del país3. Para ello, el trabajo plantea inicialmente una breve descripción del
escenario y el trabajo de campo de una investigación en colaboración realizada en
el barrio “Toma Norte” a partir de 2010, y se detiene luego en los modos en que
los movimientos del “andar” por el barrio conformaban un uso y una construc-
ción de la espacialidad que funcionaba como significante clave en las relaciones de
género y, más específicamente, en los modos de construir social y simbólicamente
identificaciones con la masculinidad. El conjunto de estas descripciones permitirá
comprender las relaciones sociales constitutivas de los espacios barriales, algunos de
los principios distintivos que los niños y las niñas ponían en juego en sus procesos de
identificación y diferenciación, así como los procesos a través de los cuales aprendían
a integrarse al flujo de la vida social local.
Este recorrido analítico incluye, al menos, tres encuadres teóricos fundamentales
e ineludibles que deben ser explicitados en la medida que iluminan el argumen-
to del trabajo: me refiero al género, los movimientos del “andar” y el espacio. En
cuanto al primero, retomo los análisis críticos de West y Zimmerman (1999:111)
para entender el género como un logro rutinario, metódico y recurrente, un hacer
relacional y situado realizado en presencia de otros que actúan como referentes
constantes de esa producción genérica. En consecuencia, “Más que una propiedad
individual, consideramos el género como un elemento emergente de situaciones
sociales: es tanto el resultado como la razón fundamental de varios arreglos sociales
y un medio de legitimar una de las divisiones más fundamentales de la sociedad”.
Para desarrollar las implicaciones de esta afirmación, no sólo me detengo en las cla-
sificaciones de categorías inherentes tales como niña o niño, o varón y mujer, sino
que describo un tipo de práctica social de género – el “andar” – realizada a través de
la interacción cotidiana con los otros. Esto nos lleva al segundo encuadre teórico,
los movimientos del “andar” considerados prácticas sociales que expresan modos de
pensar y de sentir, anclados esencialmente en un modo particular de vivir la niñez
en el barrio. Marcel Mauss (1979) fue quien advirtió el carácter simbólico y por lo
tanto social del caminar, destacando con ello la incorporación de un habitus a través

3 Agradezco a Carmen Reybet los comentarios y sugerencias efectuados, que permitieron mejorar
sustantivamente esta nueva versión del texto para su publicación.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 169


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

de la mediación práctica de una cultura o grupo social particular. Sus planteos re-
tomados y teorizados luego por el sociólogo francés Pierre Bourdieu (1991) fueron
los que establecieron definitivamente para las ciencias sociales la necesidad de pensar
al cuerpo como producto social modelado por condiciones materiales y culturales
de existencia en tanto se incorporan disposiciones más o menos permanentes, que
incluyen la postura corporal, las maneras de moverse, de hablar, de oler, de mirar,
de percibir, de clasificar y jerarquizar. Ambos autores advirtieron la experiencia de
socialización al caminar en la medida que existe un aprendizaje corporificado de una
sintonía con el medio y con otros, un estilo y un ritmo particular, una manera de
mirar y vínculos muy especiales y particulares de cada lugar.
Estos planteos teóricos dialogan directamente con otros, cuyos objetos de es-
tudio han articulado género, niñez y espacialidad. En este sentido, los clásicos de
Barrie Thorne (1993), Doreen Massey (1994) y las compilaciones de Holloway y
Valentine (2000), así como de Christensen y O’Brien (2003) me ayudaron a mirar
las prácticas masculinas de acuerdo a cómo los espacios de la calle, las “bardas”4 y
canchas de fútbol eran habitados por los niños y las niñas. En este punto, las lectu-
ras más generales de Lefebvre (1974) y De Certeau (2007) resultaron sustanciales
para mirar analíticamente el espacio habitado, vivido y representado, y no solamente
geométrico, homogéneo y abstracto (Segaud en Lemay, 2009). Estas dimensiones
adquieren especial relevancia para el caso que propongo analizar, en tanto que los
discursos y las prácticas de mis colaboradores constituían un posicionamiento dife-
rente en el barrio vinculado a los espacios que recorrían y las relaciones de género
que con ello producían.

El escenario y el trabajo de campo

El barrio al que se refiere este artículo está situado en una geografía extensa par-
ticular: suelos más o menos irregulares que ascienden hasta las “bardas”, especie de
terrenos arcillosos y ondulados con alturas que no superan los 150 metros de altura
debido a la erosión del viento, propio de la zona de mesetas en la que se encuentra
ubicada la ciudad capital de Neuquén. Allí se concentraron los grupos más desfavo-
recidos de los recursos económicos.
Dicho proceso de movilidad poblacional, había comenzado a notarse ya en los
años 1960 en el contexto político y económico del partido que desde hace cincuenta

4 Respecto de esto me referiré en el apartado sobre escenario y trabajo de campo.

170 Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186


Jesús Jaramillo

años gobierna la provincia: el Movimiento Popular Neuquino5. En esos momentos,


el auge del petróleo, gas y la construcción de obras hidroeléctricas en la provincia
constituyó una posibilidad de puestos de trabajos para grupos de familias que es-
taban sufriendo las consecuencias de políticas restrictivas en el plano nacional y
aquellas provincias que no otorgaban posibilidad de cubrir las necesidades básicas
del trabajo, salud y vivienda. Sin embargo, fue en los años 1990 cuando se produjo
un crecimiento poblacional desmesurado en la zona de “bardas”6. Al fenómeno de la
migración externa se sumó la situación social y económica regional, por entonces la
desocupación que era del 7% a comienzos de la década, pasó al 17% en 1995; a lo
que se agregaba la subocupación, la marginalidad y pauperización creciente (Favaro,
2002).
El origen del barrio “Toma Norte” data de aquellos años, momento en que el
gobierno provincial construyó allí algunos planes de viviendas con trabajadores traí-
dos desde el interior, otras provincias –principalmente del norte argentino– y países
limítrofes –como Chile y Bolivia–, que optaron por la “toma” de terrenos para cons-
truir sus casas y radicarse en la capital. Más adelante, en los inicios del nuevo siglo,
fueron los grupos de familias pertenecientes a otros barrios populares de la ciudad
los que ocuparon terrenos en la zona. Al momento de hacer trabajo de campo vivían
allí unas 800 familias, algunas pocas ligadas a empleos estatales –municipio, escuela,
policía y hospital–, y la mayoría ligadas al trabajo en la construcción, temporario e
informal, y a subsidios estatales. Estas condiciones socioeconómicas y políticas afec-
taron a los hombres, a las mujeres, a los niños y niñas, así como a las dinámicas del
espacio en tanto limitaron o posibilitaron relaciones sociales –en las cuales el género
jugó un rol importante– que ayudaron a valorizar y aprovechar esos espacios alejados
del centro de la ciudad.
Con la intención de acercarme a ese mundo social y compartir, observar y escu-
char sus experiencias cotidianas, el trabajo de campo incluyó la incorporación de un
grupo de niños y niñas colaboradores durante dos etapas. Esta experiencia realizada
en el marco de un proyecto más amplio, abarcó los meses de junio a diciembre en

5 El MPN, así nombrado localmente, es un partido provincial fundado en 1961 con la figura de Felipe Sapag
en el contexto de la proscripción del peronismo. Durante los años ’90, sus gestiones respaldaron las políticas
nacionales del entonces presidente Menem que establecieron, entre otras cosas, la privatización de la
empresa nacional YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), concentrada en las localidades de Cutral Có y
Plaza Huincul, ubicadas a unos 100 km de la ciudad neuquina.

6 Alrededor de catorce fueron los barrios que comenzaron siendo “tomas” en la zona, lugar donde
aproximadamente reside un tercio de la población actual de la capital. No obstante, muchas de estas “tomas”
no figuran en los mapas municipales y tampoco son considerados barrios aunque algunas cuenten con
servicio de luz, agua y/o tenencias de terreno precarias.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 171


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

2010 y de marzo a octubre en 20117. En esos primeros meses, el grupo lo conforma-


ron ocho niños y tres niñas: Violeta, de 9 años; Fernanda, Ernesto y Yony de 14, 15 y
10 años, respectivamente; y Alejandro, de 7 años. Al poco tiempo se sumaron Ruth
y Elías, de 14 y 12 años, respectivamente, hermanos de Violeta; y más tarde, Yon,
Marcos, Pedro y Nico, que tenían entre 11 y 12 años y jugaban en el mismo equipo
de fútbol junto con Elías. En el segundo año, el grupo se terminó de conformar por
siete niños y dos niñas: Violeta, Ruth, Elías, Yon, Marcos, Pedro, Nico, Jorgito y el
“Pipi”. Estos dos últimos de 10 y 12 años de edad, respectivamente.
Con el grupo utilizamos metodologías y técnicas antropológicas para que los
niños y las niñas adoptaran el rol de etnógrafos y registraran su cotidianidad no sólo
en palabras sino también en registros escritos, de audio, y a través de imágenes. Para
ello, se programaron una serie de actividades según las propuestas y los intereses
del grupo orientadas a realizar conversaciones grupales, caminatas por el barrio,
observaciones, entrevistas a vecinos, registros fotográficos, dibujos de planos, visitas
a sus casas y recorridos por las “tomas” aledañas. El conjunto de estas actividades,
que muchas veces eran simultáneas y ocurrían en períodos de tres a cuatro horas
con mayor frecuencia los fines de semana, fueron plasmadas en un libro de cartón
confeccionado por el grupo y titulado “Conociendo Toma Norte”. De manera que
la investigación en colaboración fue fundamental para conocer de primera mano los
significados y las prácticas que estos niños y niñas organizan en torno al género y el
uso de los espacios. (Figura N°1: Mapa del barrio elaborado por Lucas. El mismo
aparece en la Sección “Planos” del Libro “Conociendo Toma Norte”).

De un lugar a otro: movimientos esencialmente masculinos

En el barrio los encuentros con el grupo eran modificados sobre la marcha, ma-
yormente las veces que los niños y las niñas se demoraban en llegar al comedor
comunitario o, una vez en el lugar, sabíamos que estaban en la vereda de alguna
casa, la “canchita” o algún festejo barrial. En una oportunidad, decidimos con mi
compañera salir a buscarlos. Comenzamos a caminar cuando a lo lejos vimos un
grupo de varones que venían a nuestro encuentro. Eran Elías, Yon, Nico, Claudio
y otros tres compañeros de fútbol de los que no recuerdo sus nombres. Caminaban
en hilera, uno al lado del otro, todos masticando chicles y chupetines, uno de ellos
cargaba una caja de alfajores. Muy eufóricos se acercaron hacia nosotros:

7 En el transcurso de esos años, el trabajo de campo lo realicé de manera conjunta con la directora del proyecto,
un grupo de colegas de la facultad –María Teresa Pujó, Carmen Reybet, Silvina Fernández–, y una colega de
España –Raquel Borrero López– durante el periodo que realizó una pasantía de investigación. Por eso el uso
del plural en este apartado.

172 Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186


Jesús Jaramillo

Yo: -¿Y de dónde vienen?


Elías: -¡¡De una fiesta!! (…) –exclamó gritando.
Yo: -¿Cómo no nos invitaron a la fiesta?
Claudio: -Porque llegaron muy tarde…
Elías: -Ni sabíamos que había fiesta nosotros
Yo: -¿Y cómo se enteraron?
Elías: -Y porque fuimos a jugar –dijo con voz gruesa
Claudio: -Fuimos a jugar y pintó
Yon: -¡Vamos a la fiesta! –gritó al grupo
(Registro de campo, 20 de agosto de 2011)

Las conversaciones fueron simultáneas y tocaron diferentes temas, pero nuestro


interés y el del grupo por saber más de las “fiestas” en el barrio hizo que nos acer-
cáramos a otro festejo similar organizado por una de las iglesias evangélicas. Esto
me hizo suponer que del mismo modo que los niños se habían enterado de la fiesta
andando por las canchas, nosotros supimos de los festejos del niño andando por el
barrio. La frase “fuimos a jugar y pintó” indicó la espontaneidad de la actividad, y
el “vamos” de Yon la forma de participar en grupo. “Andamos desde las diez de la
mañana” dijeron los niños en referencia al partido que habían disputado y al festejo
del que habían participado luego. Es decir que gran parte de ese día habían estado
en contacto con esas personas. Y si bien se los notaba cansados, los varones se mos-
traron dispuestos a seguir caminando y participar de esas “otras” fiestas como la de la
iglesia. En cada una de esas instancias en que les preguntaba cómo sabían de alguna
actividad, el argumento era el mismo: “Salimos y pintó”. En cierta forma, aquello
me conectaba con la manera que tenían los varones de embarcarse en las actividades
barriales y la forma particular de estar entre varones vinculado al “andar”.
Sin demasiada anticipación, los varones decidían qué hacer sobre la marcha, so-
bre todo cuando la actividad en las que estaban llegaba a su fin –el final de un
partido de fútbol, por ejemplo– o cuando el interés era mayor, como lo fueron esas
“fiestas del niño”. Esto le permitía no sólo participar de actividades como las que
acabo de describir, sino también relacionarse con diferentes actores sociales como los
dirigentes y los jugadores de la liga de fútbol, los encargados del comedor comunita-
rio, los dirigentes políticos, los responsables de iglesias, los policías y organizaciones
de distinta índole. En el caso de las niñas, sus participaciones y relaciones con fre-
cuencia eran contempladas en función de las tareas del hogar, por lo que varias veces
tuvieron que negociar algún permiso para “andar” por el barrio. Una mañana la
mamá de Fernanda nos dijo que no la dejaba ir porque la tenía que ayudar a “colgar

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 173


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

la ropa”. Estas tareas y otras como las de cuidar algún sobrino o hermano pequeño,
lavar los pisos y acompañar a sus madres para las compras, eran actividades frecuen-
tes en las niñas que las demoraban en llegar a los encuentros o les impedía participar
de las actividades en el barrio.
Estas responsabilidades asumidas por las niñas y reforzadas por las familias, ha-
cían que las posibilidades de moverse de un lugar a otro para participar de eventos
y relacionarse con diferentes actores sociales, fueran mayores para los niños. Podría-
mos decir entonces, que estas conductas funcionaban como un principio de dife-
renciación de género, adaptado y reproducido mediante disposiciones que se hacían
pasar como naturales o eternas al ser incorporadas y programadas en el juego simbó-
lico de las estructuras del espacio –ayudar hacer las tareas de la casa vs “andar” en la
calle– y las estructuras del tiempo –más o menos permiso de participar del grupo.
Según Bourdieu (1998), los esquemas mentales y corporales de apreciación, pen-
samiento y acción que estructuran el habitus de cualquier grupo social son, en su
aspecto más primario, esquemas de género resultantes de la división sexual del tra-
bajo y de la división social del trabajo sexual. Esto quiere decir que en las sociedades
modernas la división entre sexos se presenta en estado objetivado en el mundo social
y en las cosas (en la casa por ejemplo, con todas sus partes sexuadas), y en estado
incorporado, en los cuerpos y habitus de sus agentes. Esto presupone en nuestro tra-
bajo que las conductas y actitudes tanto de las niñas como de los niños, eran susten-
tadas por una práctica en apariencia normal y natural, apropiada para sus categorías
sexuales. Mientras que las niñas debían anticipar a sus madres lo que tenían ganas de
hacer en el día y las actividades de las que querían participar, los niños tenían mayor
permiso para involucrarse en una actividad después de otra y decidir los lugares en
cuáles participar. El argumento de fondo era que el “andar callejeando” implicaba
una conducta de masculinidad y no de feminidad. En las niñas, esas diferencias de
género también eran establecidas en relación a ciertas diferencias etarias. Violeta, por
ejemplo, era la menor de las niñas y la que tenía mayor permiso para “andar” por el
barrio y participar del grupo de colaboradores. Era la primera que solía esperarnos
en la puerta del comedor y la que participaba sin ningún régimen de horario, incluso
la única que estuvo en casi todos los encuentros que mantuvimos con los niños. De
manera que los recortes etarios o los distintos momentos de la vida de las niñas co-
adyuvaban a reforzar la esencialidad de su género. Las responsabilidades que las niñas
asumían en sus hogares ocurrían de acuerdo a la percepción que ellas y sus adultos
hacían respecto del ser “más chica” o “más grande”. Esta clasificación condicionaba
de alguna manera los usos del tiempo de “andar callejeando” en las niñas y por lo

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Jesús Jaramillo

tanto las maneras de habitar los espacios. En cierto modo este era un argumento
válido para habilitar ciertos permisos para Violeta.
Sin embargo, aún cuando esos permisos podían sugerir alguna contradicción
de roles al asumir Violeta comportamientos asociados con la masculinidad como
el “callejear”, su persona estaba sujeta a una evaluación en términos de conceptos
normativos de actitudes y actividades apropiadas a su categoría sexual de niña y
debía probar entonces que era un ser esencialmente femenino (West y Zimmerman,
1999). Por lo tanto, siguiendo estos mismos planteos teóricos, el ser un niño o una
niña en “Toma Norte” no era sólo asumir roles, sino fundamentalmente ser com-
petentemente femenino o masculino, es decir, aprender a producir demostraciones
de comportamiento identificados con la feminidad o masculinidad esencial. En los
apartados que siguen me ocuparé en analizar esas demostraciones realizadas por los
niños a través de la interacción como parte de la socialización del género masculino.

La espacialidad de la construcción masculina

Espero haber dejado claro que la práctica del “andar” era un atributo masculino
antes que femenino. Los movimientos de un lugar a otro fueron permanentes en
los niños, así recorrimos los espacios de la calle, la “barda” y canchas de fútbol, y al
mismo nos relacionarnos con actividades y referentes barriales. Estos niños tenían
un conocimiento detallado sobre las formas de ocupar esos espacios y las relaciones
sociales que lo constituían. “Andamos siempre por acá” y “sabemos el camino de
memoria, somos re capos”, solían decir los niños a medida que atravesábamos los
lugares. Tanto lo recorrían que sabían, por ejemplo, hasta del lugar apropiado para
hacer un descanso, donde conseguir un kiosco o mercado y también anticiparnos en
detalle lo que podíamos encontrar al caminar: “bocha de gente”, “casas más gran-
des”, “canchas más feas”, “un montón de árboles”, así como las casas de familiares y
conocidos. En esos recorridos las niñas acompañaban el “andar” del grupo, hacían
comentarios y conversaban entre ellas, con los niños y los/as investigadores/as, sin
embargo muy pocas veces fueron las que propusieron u orientaron recorridos. Fren-
te al caminar de los niños que solía ser disperso y apurado para guiar los recorridos,
las niñas tenían un andar más pausado, un ritmo que podía seguir y que solíamos
compartir tomados del brazo. Sin embargo, aquello no era una limitación para que
también las niñas ocuparan esos espacios públicos.
Una mañana estando en una cancha cercana al barrio, mientras los varones se
ponían las camisetas y yo buscaba un lugar para sentarme, Ruth me avisó que se vol-
vía a su casa. Aquello me había preocupado porque minutos antes tanto Ruth como

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“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

su hermana dijeron no conocer la cancha en la que estábamos y tampoco el camino


que habíamos realizado para llegar. Entonces le pregunté desconcertado como iba
a hacer si no sabía el camino, pero su respuesta fue categórica: “yo me acuerdo”.
Acordarse el camino fue la manera que tuvo Ruth de reafirmar un desconocimiento
del recorrido y al mismo tiempo un reconocimiento de las formas que tenía de mo-
verse en el barrio. Como la mayoría de las personas del barrio, el caminar era una
práctica diaria en la vida de Ruth y las niñas. Para juntarse en alguna casa, acudir al
comedor, las clases de apoyo, participar de las “fiestas” y asistir a la escuela, las niñas
debían caminar por el barrio y atravesar algunos lugares próximos al mismo. Es decir
que las niñas sabían “callejear” y conocían muy bien los espacios del barrio. En un
trabajo anterior (Milstein, Pujó y Jaramillo, 2011), advertimos el modo particular
en que las niñas miraban el barrio al trepar una de las “bardas”. Mientras los varones
corrían, caminaban, tiraban algunas piedras y se apoyaban contra el alambrado para
conversar con un policía, Fernanda señaló desde arriba “la parte de mayor pobreza”
refiriéndose a un conjunto de casillas de madera y nylon construidas al pie de la
“barda”. Esa indicación de Fernanda establecía miradas y saberes diferentes ligados
a vínculos familiares. Así como los varones sabían de lugares, historias y personas,
las niñas sabían de miradas. Allí donde los adultos y los niños veíamos parecidos de
colores y construcciones, Fernanda señaló diferencias de casas y grupos sociales: los
pobres y los “más pobres”.
En tal caso, estos relatos reflejan las tácticas de apropiación que utilizaban los ni-
ños sobre espacios que no les pertenecían exclusivamente. De Certeau (2007:116) al
pensar en las artes del hacer con que las clases populares inventan lo cotidiano, advir-
tió que la acción del caminar producía temporalmente una apropiación del espacio
y una distinción en las relaciones entre posiciones diferenciadas. “Andar es no tener
un lugar”, afirma el autor y agrega: “se trata del proceso indefinido de estar ausente
y en pos de algo propio. El vagabundeo que multiplica y reúne la ciudad hace de
ella una inmensa experiencia social de la privación del lugar”. En esas prácticas del
“andar”, los niños construían y transformaban en otra cosa cada significante espacial
de “la Toma” en intersección y disputa con las niñas y otros varones que también
caminaban el barrio y producían significantes.
Esto último puede vincularse con lo que Doreen Massey (1994) llamó geometría
del poder para enfatizar el carácter político del espacio como producto de acciones,
relaciones y prácticas sociales. Esto implica reconocer que la producción del espacio
es, en su misma constitución, un espacio de relaciones de poder. Al referirse enton-
ces a las identidades de género, lo hace aludiendo a relaciones extendidas en un espa-
cio sobre la base de negociaciones, conflictos, contienda entre distintos grupos, con

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Jesús Jaramillo

intereses materiales y posiciones sociales muy diferentes. En ese sentido, evoca tam-
bién un espacio más activo, el espacio como una simultaneidad de historias y una
multiplicidad de trayectorias inacabadas y en vías de producción. “Espacio se crea
a partir de la inmensa complejidad, la increíble complejidad de la interrelación y la
no interrelación, y las redes de relaciones a cualquier escala, desde lo local hasta lo
global (…). Al ver el espacio como un momento en la intersección de las relaciones
sociales configuradas (en lugar de una dimensión absoluta) significa que no puede
ser visto como estático. Además (…) el espacio, por su propia naturaleza, está lleno
de fuerza y simbolismo, una compleja red de relaciones de dominación y subordina-
ción, de solidaridad y de cooperación” (Massey, 1994:265, mi traducción).
En esa coetaneidad de negociaciones y disputas señalada por la autora, los niños
colaboradores producían una espacialidad al “andar” no sólo en la puesta en práctica
del caminar, sino también en los relatos que dibujaron y que luego incorporaron
como “planos” al interior del libro. En todos esos dibujos, la calle principal “Rode”,
la cancha y la “barda” fueron espacios significativamente más grandes que otros. En
el caso puntual del plano dibujado por Lucas –ver Anexo– se destaca además una
parada de colectivo, un cerco, un arco, un espacio para un acilo, el “puesto de segu-
ridad” y el “tanque de agua” sobre la “barda”, y más abajo dos escuelas primarias, una
jardín y una comisaría. Lo particular de aquella actividad fue que Ruth y Fernanda
no estuvieron ese día, sin embargo éstos y otros lugares ya habían sido nombrados,
fotografiados y recorridos también por las niñas. Y aunque Violeta estuvo presente y
también sabía de esos lugares, al tomar la hoja decidió copiar en silencio el plano tal
cual lo hizo una de las investigadoras.
Escenas como éstas refuerzan esa mayor apropiación que los niños hacían de los
espacios públicos atribuyéndole una visibilidad masculina omnipresente. Apropia-
ción que también hacían con sus relatos al dibujarlo, comentarlos y describirlos: el
cerco y el arco tenían la inscripción “robados”, el asilo fue caracterizado como un
espacio que también habían “robado” para su construcción, y las líneas de color ver-
de de la cancha representaba lo opuesto a lo que realmente era en tanto afirmaban
“acá tiene que haber césped”, “lo pinto de verde”, “así tiene que ser”, “acá jugamos
nosotros”. Cuando le preguntamos a los niños sobre aquello que habían dibujado
dijeron que se repetía la “canchita”, que aparecía en todos lados porque “ahí hacen
entrenamiento y juegan a la pelota”, y porque “esa cancha es nuestra”, afirmó Elías.
Tal era la identificación del grupo con la cancha, que al poco tiempo de conocer-
nos algunos niños decidieron contarnos parte de la historia del barrio a través del
espacio de la cancha: “ahí antes había una placita”, “antes había yuyo acá”, “esto era
un descampado”, “les decimos a los políticos que arreglen la cancha pero no hacen

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“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

nada”. “Está la cancha, mi casa, la casa de Nico”, “yo vivo en frente de la cancha”
explicó Pedro.
Lejos de remitir esto a una masculinidad identificada con el deporte –en este
caso el fútbol– como estrategia de despliegue de ciertas virtudes masculinas (Ar-
chetti, 2003), lo que estos niños establecían a través de la jerga futbolística era ante
todo una virtud masculina de apropiación e interacción del espacio público. Aquella
práctica deportiva los identificaba con la cancha pero también con la calle y las “bar-
das”, espacios que solían ocupar y que al mismo tiempo los incluía en una red de
relaciones sociales con vecinos, organizaciones e instituciones barriales. A través de
la concepción de esos espacios como propios, los niños expresaban su ubicación en
las relaciones sociales. Esto era para mis colaboradores otra manera de hacer fútbol.
De hecho, saber o no jugar al fútbol no era condición para hacerse varones. Jor-
ge, por ejemplo, era considerado por sus compañeros “medio madera”, y Claudio
“lenteja” haciendo alusión a su condición física, más gordo y grandote que el resto.
El mismo Claudio que se mostraba incómodo ante las bromas de sus compañeros
sobre lo apretado de su camiseta y el modo lento de moverse en la cancha, era fes-
tejado por el grupo cuando se movía ligeramente entre los bancos y las mesas del
comedor, llegando a trepar con astucia una media estructura de cemento afuera del
comedor. El mismo Jorge que corría todo el tiempo por la cancha casi sin tocar la
pelota y acataba cada palabra de Elías sobre el juego, era el que improvisaba bromas
durante los recorridos causando risas en el grupo. Estas situaciones además de dife-
renciar las distintas imágenes y conductas contenidas en la noción de masculinidad
al interior del grupo, daban cuenta del rasgo distintivo de su masculinidad: el “an-
dar”. Los varones movían sus cuerpos por el barrio y ocupaban los espacios con el
tacto y la virtuosidad con la que jugaban al fútbol.
En la sección “Lugares” del libro elaborado por el grupo, se muestra y describe
la calle “Rode” ubicada por los varones “cerca de la canchita”; el ciber 312 “donde
van muchos chicos a jugar a la compu”; el kiosco “la familia”; la garita del colectivo
“donde pasa el 1A al frente del comedor”; una cancha de fútbol en la que suelen
entrenar los varones con la referencia “hace tres semanas estaba así ahora está muy
buena”; el club Maronese ubicada entre “La toma norte II y alto Godoy”; la barda
roja “con hermosos colores rojizos” un poco más alejada; algunos techos de casas; la
cancha Toma Norte “donde se realizan fiestas del grupo JEO8 para los niños” y una
parte verde de la plaza. Lo que quiero resaltar, entonces, es la idea de que los niños

8 Se trataba de un grupo de jóvenes del lugar coordinados por una maestra y una psicóloga dependientes
del Consejo Provincial de Educación, y Elisa, una vecina ligada al barrio y una iglesia. Sus actividades en el
barrio consistían en ofrecer ayuda social a través de clases de apoyo, la copa de leche, venta de ropa y la
organización de eventos barriales como el “día del niño” y “día de la familia”.

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del grupo habitaban los espacios de la calle, la cancha y la “barda” como forma de
legitimar su masculinidad expresada en conocimiento, autonomía y jerarquía. El
uso de esos espacios y otros alejados del barrio, dependió en buena medida de una
táctica masculina explícita: los varones eran los “capos” y “genios” por conocer esos
lugares más visibles y saber habitarlos corporalmente. En efecto, estos niños habían
aprendido a “andar” y, a través de ello, a ocupar espacios y saber participar de rela-
ciones que allí construían. Esto fue lo que posibilitó que dibujaran y comentaran
los planos sin dificultad y mucho entusiasmo, así como la oportunidad de relatar
sucesos y conflictos vividos en primera persona.

Virtudes y distinciones masculinas: lo que “hace andar”

He mostrado hasta aquí, que el caminar con otros –pares y adultos– era para
estos niños un hacer rutinario que le permitía transitar las historias de un lugar,
establecer contactos más allá del grupo y construir una espacialidad eminentemente
masculina. Mostraré ahora, la manera en que el conjunto de esas situaciones sociales
proporcionaban escenarios posibles para exhibirse como varones y, al mismo tiem-
po, aprender a serlo.
Una mañana, luego de haber andado por arriba de una de las “bardas”, los va-
rones decidieron descender por un camino alternativo. Así fue que caminamos por
un sendero de tierra que conectaba con muchas de esas casillas de madera a las que
Fernanda se había referido, y con perros que ladraban muy enfurecidos.

Yo: -Tere –dije refiriéndome a mi colega– le tiene miedo a los perros


Tere (investigadora): -Elías recién me mostró –hace el gesto como de tomar una
piedra– y estos dos perros se fueron. Pero estos eran muchos, yo no me animo,
¿ustedes cómo hacen?
Yon: -Pasas con un perro y le tienen miedo (…)
Tere: -Bueno…ustedes…¿han pasado por acá?
Yon: -Sí. No muerden los perros
Tere: -Bueno, vamos..
Yony emprendió la avanzada. Elías también pero esperaba nuestro pasos lentos.
Yon había decidió esperar a Diana, Raquel y Ruth que venían un poco más atrás.
Yo: Esperemos que vamos juntos –había empezado a preocuparme (…)
Nuevamente los perros empezaron a ladrar (…)
Tere: -Yony, vayan ustedes que conocen un poco…
Otra vez los ladridos hacia nosotros, pero cada vez eran más fuertes.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 179


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

Yo: -¡Esperen! ¡esperen!


(Registro de campo, 4 de junio de 2011)

Continuamos caminando y más adelante otra vez estuvimos rodeados de perros.


Los ladridos nos asustaban cada vez más y hacían de nuestro caminar un paso muy
lento, con temor a que nos muerdan. “Mírelo a los ojos –dijo Elías fijando su cabe-
za– y eso significa guerra para los perros”. Los perros no dejaban de ladrar y Tere otra
vez temblaba. Decidimos acercarnos al caminar de una mujer de unos cincuenta
años que salía de su casa de la mano de una niña:

Yo: -Estamos rodeados acá, vamos todos juntos –dije en tono de broma– a ella
la deben conocer
Señora: -Sí
Elías: -¿Le tiro esto? –mostrando una madera.
Ruido de pies
Señora: -Piedra hay que agarrar. Cuando se acercan los perros les tiras las piedras
y listo. Yo hago así. Te desconocen los perros…
(Registro de campo, 4 de junio de 2011)
Esos movimientos de cabeza y formas de poner las manos no sólo hicieron pensar
que los niños estaban dispuestos a cruzarnos caminando y protegernos, además mos-
traban la manera que tenían de aprender su género. El gesto agarrar una piedra y lue-
go simular tenerla fue clave para visibilizar el manejo de los niños de los elementos
del contexto, así como para transmitir un saber que tanto para las niñas como para
los adultos investigadores significó aprender a caminar con perros. En esa invitación
de movernos en grupo, los niños demostraban conocimiento, autonomía, valentía y
coraje. Por eso los movimientos y desplazamientos eran deseados y valorados por los
niños, pues se trataba de formas de habitar espacios y al mismo tiempo de exhibir
su capital.
Según Bourdieu (1997), la noción de capital simbólico hace referencia a cualquier
propiedad de capital físico, económico, cultural o social, percibida por los agentes
sociales como distintiva al conferirle algún valor. Esta categoría analítica le permitió
mostrar al autor cómo en las economías arcaicas, cuando los capitales simbólicos no
estaban institucionalizados, emergían los instrumentos de demostración del poder
mediante la exhibición del capital que contribuía a reproducir y legitimar el mundo
social. En los niños de la “Toma Norte”, al igual que en las economías arcaicas, aquel
mecanismo de diferenciación masculina del “andar” tampoco estaba institucionali-
zado, por eso la validez del mismo se ajustaba a su exhibición.

180 Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186


Jesús Jaramillo

En las etnografías sobre los boxeadores en Chicago (Wacquant, 2006), los ven-
dedores de crack en Harlem (Bourgois, 2010) y los integrantes de una hinchada
de fútbol en Buenos Aires (Garriga Zucal, 2007), pueden observarse algunos ejem-
plos en que los saberes y resistencias corporales, el manejo de la venta de drogas
y las prácticas del aguante –formas de ser muy particulares y muy distintas– con-
formaban verdaderos capitales sociales entre sus protagonistas como alternativas de
reproducción social. Así subrayo la manera en que esos capitales eran herramientas
de posicionamiento identitario, y muy particularmente de pertenencia a un univer-
so determinado de género masculino. En mi estudio, aquellos niños que querían
identificarse como masculinos debían compartir formas de ser y de hacer respecto
al ethos del “andar”. Aquello compartido por el grupo de varones y el grupo de cola-
boradores era distintivo y a su vez generaba fuertes sentimientos de pertenencia en
la medida que era exhibido y transmitido.
En ese aprender a caminar con perros, la posesión del capital remitió a expe-
riencias que iban acompañados de formas corporales, gestos, miradas respecto a
la “protección”. Este es un rasgo que, según el antropólogo David Gilmore (1994:
217), en la mayoría de las sociedades prevalece como uno de los tres requerimientos
socioculturales de los hombres: “preñar a la mujer, proteger a los que dependen de
él y mantener a los familiares”. Según sus planteos, se trata de una masculinidad
hegemónica que requiere, como contraparte, de la feminidad subrayada: por su fra-
gilidad, la mujer requiere de protección hacia un “afuera” amenazante. Este último
aspecto representaba un ideal masculino entre los niños y las niñas, incluso entre los
adultos. En el caso de Fernanda, por ejemplo, la presencia de Ernesto, su hermano
mayor, otorgaba cierta “seguridad” a sus padres para andar en la calle y con el grupo.
Desde el primer momento la mamá fue categórica con su permiso: “Bueno, [Fer-
nanda] va a ir pero después que me ayude y cuando venga su hermano el Ernesto
para que la acompañe”. Con Violeta y Ruth esa “protección” era algo distinto. Si
bien estas niñas gozaban de cierta autonomía de la presencia de su hermano Elías,
cada tanto ambas reclamaban a mí y a sus compañeros la presencia varonil al “an-
dar por ahí”. En varias oportunidades Ruth se refirió al “cuidado” que debía tener
Ernesto para con ella: “él me tiene que cuidar bien”, “no me tiene que pelear”. Los
adultos también solían hacernos bromas con respecto del peligro de las niñas. El
papá de Fernanda, por ejemplo, en cierta ocasión dijo sonriendo: “va ir, no se la van
a llevar”. Estas expresiones aún en la broma evidenciaban el peligro de las niñas en el
barrio por su condición de mujer y la virtud de los niños por su condición de varón
y su capacidad de “cuidar” y “proteger” por “andar callejeando”.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186 181


“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

Al mismo tiempo, esta “protección” que las niñas recibían y a veces demandaban,
tenía como contrapartida el “cuidado” que las niñas ofrecían. Por ejemplo, cuando
cuidaban de sus hermanos o sobrinos más pequeños en la casa o la calle. Sin embar-
go, esos “cuidados” nunca fueron transmitidos tan visiblemente para con otros que
no fueran de su grupo familiar. De alguna manera, esos “cuidados” ejercidos por
las niñas seguían conservando su clasificación como mujer. Esos comportamientos
seguían la lógica de lo que Barrie Thorne (1993:63-68, mi traducción) llamó trabajo
de frontera para referirse a aquella “interacción que pretende superar los límites de
género, pero que permanece anclada en ellos e incluso llega a reforzarlos”. Al igual
que los juegos de persecución y toqueteo analizados por la autora en los patios de
escuela, esos juegos de “protección y cuidado” que los niños y las niñas desplegaban
en la calle conservaba la asimetría de las relaciones de género. Eran los varones los
que controlaban esa forma específica de “protección” por su permanente “andar”.
Esos movimientos colocaban a los niños en una posición más elevada que las niñas
al autodefinirse “capos” o “genios”, y al ser reconocidos así por las propias niñas
que demandaban sentirse “protegidas/cuidadas” y por los/as adultos/as al reclamar
la presencia varonil. Cuanto más hábil era la capacidad del niño para “andar” por
el barrio, mayor era su virilidad. Todos estos niños, en algún momento, debían
experimentar aquel acto distintivo y diferenciador para diferenciar las cualidades
masculinas que ponderaban el coraje, la habilidad y el prestigio.

Conclusiones

Las interacciones del “andar” fueron situaciones que me permitieron articular las
perspectivas de espacio, género e infancia. Las jornadas destinadas a caminar y reco-
rrer lugares predispusieron un marco distinto en donde poder observar construccio-
nes de género y procesos de socialización: en las interacciones del caminar las calles,
al trepar y bajar una “barda”, en el interés de participar del grupo, en las formas de
estar en las fiestas barriales y en el modo de caminar con perros. En esa cotidianidad
estos niños ponían en juego una serie de prácticas y sentidos masculinos a través de
los cuales desplegaban aprendizajes y estrategias sobre cómo usar la calle, recorrer
muchos lugares y conocer muchas historias a la vez, proteger a los “otros” al caminar,
tener pasión por el fútbol y saber relacionarse con una variedad de instituciones y
actores barriales. Por lo tanto, esos aprendizajes no estaban meramente situados en la
práctica –como si se tratara de algún proceso independiente realizable, localizado en
algún lado–, sino que eran parte integral de la práctica social por la que se integraban
al flujo de la vida local (Lave y Wanger, 1991). Lo que pretendo advertir con esto es

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Jesús Jaramillo

que en las condiciones estructurales socio-económicas de la “Toma” ligadas a la po-


breza, la precariedad y la marginación, los niños promovían a través de las nociones
de masculinidad una forma de sobrevivir y reproducirse.
“Andar todo el día” refería a una cuestión temporal y sobre todo a movimiento
permanente, atributo valorado entre los varones como capital para construir autono-
mía, valentía, dominio, fuerza y protección. Estos valores y actitudes considerados
aceptables según sus parámetros para vivir en “la Toma” y en la ciudad, establecían
una jerarquía respecto de otros al autoafirmarse “capos” o “genios” por conocer luga-
res y saber vincularse con diferentes actores sociales. Esto último implica reconocer
al menos dos cosas: por un lado, que la construcción de esa masculinidad era pro-
ducida temporalmente por el hecho de constituirse en un proceso de apropiación
de espacios que, como ya señalé, no les pertenecían absolutamente; por el otro, la
dominación relativa de esa masculinidad. De hecho, esa construcción masculina no
era hegemónica ni siquiera al interior del propio grupo. Lo que compartían todos
estos niños, aún cuando establecían esas jerarquías, era el habitus con el clasificaban
y valoraban como positivo el capital del “andar” para mostrar y mostrarse masculi-
nos. La particularidad de los niños era hacer de eso una marca de identificación y
diferenciación al mismo tiempo.
De esta manera, los niños ofrecieron otra perspectiva a la presencia infantil en las
calles de la ciudad como un “problema”. En contra de las perspectivas pesimistas de
los adultos, los diferentes usos de la calle aparecieron como espacios importantes y
de vehículos para la construcción de género. Mirar estas formas de socialización que,
como el caminar o el “andar”, aparecen diversificadas y muy a menudo descalifica-
das, permite pensar en modos de aprender y transmitir conocimientos culturales en
movimiento. Aprehenderlo es todo un desafío.

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“Andar todo el día”: construcciones de género de niños y niñas en espacios urbanos

Anexo

Figura N°1: Mapa del barrio elaborado por Lucas.


El mismo aparece en la Sección “Planos” del Libro “Conociendo Toma Norte”

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Recibido: 29 de abril de 2016.


Aceptado: 21 de junio de 2016.

186 Segunda época, Volumen XX, 2016, 167-186


María José Ortega Chinchilla

“UNA PERNICIOSA COSTUMBRE”. DISCURSOS


SOBRE LA LACTANCIA ASALARIADA EN
PORTUGAL EN EL SIGLO XVIII

“A pernicious custom”. Discourses on breastfeeding wage in Portugal in the


eighteenth century.

María José Ortega Chinchilla


Centro de História d’Aquém e d’Além-Mar
Universidade Nova de Lisboa e Universidade dos Açores

Resumen:
Este artículo aborda la problemática de las nodrizas en Portugal en el
siglo XVIII. Además de aquellas que eran contratadas por las adminis-
traciones municipales para trabajar en las instituciones de beneficencia,
fueron muchas las mujeres que a lo largo del siglo XVIII desempeñaron
la práctica de la lactancia asalariada en el seno de familias urbanas
pertenecientes a la clase obrera. A pesar de la escasa información que
existe sobre este último colectivo de trabajadoras -debido a la ausencia
de relaciones contractuales-, he tratado de aportar algunos apuntes de
carácter socio-económico sobre las mismas. No obstante, el grueso del
estudio se centra en dibujar la imagen social de estas mujeres construi-
da a partir de los discursos médicos, memorialistas y literarios (literatura
de cordel); una imagen nefasta que se proyectó a través de distintos
medios e instrumentos de expresión (tales como obras de teatro popu-
lar o tratados médicos).
Centrarse en los discursos sobre el ama de leche supone asumir la
importancia del proceso de objetivación de sus cuerpos, esto es, su
conversión en objeto de discusión teórica, en instrumento o vehículo
mediante el cual argumentar, justificar, defender y elaborar nuevos mo-
delos en el cuerpo social.

Palabras claves: nodrizas, Portugal, siglo XVIII, discursos

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 187


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

Abstract:
This article discusses the problem of wet nurses in Portugal in the eigh-
teenth century. In addition to those who were hired by the city to work in
charities administrations were many women throughout the eighteenth
century played the practice of salaried breastfeeding within urban fam-
ilies belonging to the working class. Despite the limited information that
exists on this last group of -due to the absence to contractual relations
workers, I have tried to provide some notes socio-economic character
on them. However, the bulk of the study focuses on drawing the so-
cial image of these women constructed from doctors, memorialists and
literary discourses (cordel); a nefarious image was projected through
different means and instruments of expression (such as work of popular
theater or medial treatises).
Focus on the speeches about wet nurses is to assume the importance
of the process of objectification of their bodies, that is, its conversion
into an object of theoretical discussion, instrument or vehicle by which to
argue, justify, defend and develop new models in the social body.

Keywords: wet nurses, Portugal, XVIII century, speeches.

Sumario: Una «perniciosa costumbre». El trabajo de las nodrizas en el


seno de familias urbanas. Algunos apuntes sobre su perfil socio-econó-
mico. Las nodrizas y el discurso sobre la degeneración de la especie.
Conclusión.

Una «perniciosa costumbre».


El trabajo de las nodrizas en el seno de familias urbanas

A
diferencia de las nodrizas que trabajaban en las instituciones de benefi-
cencia o al servicio de casas reales y nobles, sobre las amas de leche que
desempeñaban su actividad en el seno de familias urbanas portuguesas no
poseemos mucha documentación. Entre los motivos destaca la inexisten-
cia de huellas contractuales de dicha labor. De este modo, tan sólo podemos hablar
a través de testimonios indirectos, eso sí, bastante elocuentes, sobre esta actividad
asalariada que llegó a constituirse en una auténtica moda en el Portugal dieciochista.
En el Tratado da educação fysica dos meninos para uso da nação portuguesa (1790),
su autor, el médico Francisco de Mello Franco, hará referencia a este hecho de la
siguiente manera: «Una cosa que para mí es más fuerte que lo precedente es la moda

188 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

abominable y la perniciosa costumbre de que los niños no se críen con la leche de


sus madres»1, y continuará más adelante incidiendo en la misma idea:

De todas las modas y costumbres absurdas (…) ninguna es tan perjudicial ni tan irracional
como la común introducción de las amas, alquiladas para criar a hijos ajenos; y se ha hecho
tan general este pésimo contagio, que hasta se ha hecho un hueco en las personas de la más
baja esfera. Pero la moda es de naturaleza tan poco apadrinada por la razón que siempre la
procuran cubrir con algún velo de honestidad, pues casi todas recurren a la debilidad de
la constitución y a la insuficiencia de fuerzas para tamaño peso (…) Cuando la verdadera
causa es no querer confundirse con la ínfima plebe y no parecer menos que las otras2.

De las palabras de Francisco de Mello Franco, así como de otros testimonios do-
cumentales de la misma naturaleza3, se deduce que la contratación de nodrizas –algo
habitual entre las familias aristocráticas y de buena posición económica-, acabó por
convertirse en un signo de distinción, provocando un fenómeno de imitación entre
distintos sectores del cuerpo social. A pesar de los discursos críticos, contar con el
servicio de un ama de leche en el hogar pasó a considerarse, por tanto, como un
testimonio público del estatus de la familia o incluso en signo de promoción social.
Por estos motivos, pero también, indiscutiblemente, por mera necesidad eco-
nómica en un momento de mayor accesibilidad de la mujer al mercado de trabajo
-debido al auge de determinados negocios e industrias en contextos urbanos- el con-
tratar a un ama de leche se convirtió en una práctica frecuente en un amplio espectro
de grupos sociales4. Para que las madres pudieran seguir trabajando y aportando un
salario sin los inconvenientes derivados de la lactancia, fueron muchas las familias,

1 DE MELLO FRANCO, Francisco (1790), Tratado da Educação Fysica dos meninos, para uso da nação
portugueza, Lisboa, Academia Real de las Ciencias de Lisboa, capítulo VI “A especie humana tem degenerado
e sensiblemente degenera na Europa e por que motivos”, pág. 28. BNP S.A. 8192 P.

2 DE MELLO FRANCO, Francisco, Tratado… op.cit., capítulo VIII “De quanto diz respeito ao modo de nutrir as
crianzas”, artículo III, “Quaes sao as mais que legítimamente estao despensadas de crear seus filhos”, pág.
48. BNP S.A. 8192 P.

3 Me refiero a otros tratados médicos dedicados al cuidado del niño durante sus primeros años de vida en los
que se incide en esta idea, la de una práctica que estaba convirtiéndose en auténtica moda incluso entre
las clases más populares. Tratados como el de DE ALMEIDA, Francisco José (1791), Tratado da educação
fysica dos meninos para uso da nação portuguesa, Lisboa, BNP, obra digitalizada que puede consultarse en
la siguiente dirección http://purl.pt/6378. En los demás tratados consultados, y que iremos citando a lo largo
del texto, aparece también esta idea expresada de forma implícita.

4 Mónica Bolufer (1992) refiere este mismo fenómeno para el caso español. Tras analizar los anuncios de
nodrizas en el Diario de Valencia entre 1790 y 1800 en los que se demandan los servicios de estas mujeres,
observa cómo la mayoría de los padres demandantes se declaran artesanos, lo que lleva a la autora a
corroborar la amplitud social del fenómeno.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 189


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

incluso de un poder adquisitivo no muy alto, que contrataron los servicios de nodri-
zas haciendo de esta práctica una costumbre.
La literatura médica va a advertir de los peligros de dicha moda, especialmente,
entre las clases más pobres puesto que las madres sin recursos que optaban por con-
tratar a una nodriza lo harían sin la recomendación de ningún sujeto instruido y, por
tanto, sin los criterios necesarios para optar por una buena ama. En la obra Medicina
Domestica ou tratado completo dos meios de conservar a saúde, del doctor Guilherme
Buchan, traducida al portugués por el doctor Francisco Pujol de Padrell, se reprende
la indiferencia con la que los oficiales mecánicos, artistas y mercaderes eligen a las
amas para que alimenten a sus hijos, entregándolos «sin ni siquiera preguntar el
nombre de la receptora». Según las observaciones de Buchan:

[Estas clases populares] las más numerosas en las ciudades populosas y las más reticentes
en consentir que sus esposas alimenten a sus propios hijos, entregan a amas de leche de-
pravadas a sus tiernos retoños que serán transportados hasta las zonas rurales en las más
pésimas condiciones: en carros, sin toldos y, a veces, en tal número, que van amontonados
unos sobre otros, expuestos al frío, la lluvia y el viento, alimentados con leche seca, viciada
por la fatiga y abstinencia de las amas5.

La diferencia entre unas clases y otras a la hora de contar con los servicios de una
nodriza la encontramos, por tanto, en la calidad del ama (las que reúnen las caracte-
rísticas adecuadas según el criterio médico y las que no), pero también en la moda-
lidad de contratación y en las motivaciones que llevaban a emplear a estas mujeres.
Si bien la baja burguesía urbana se podía permitir -no sin cierto esfuerzo- contratar
un ama de leche interna para trabajar en el propio hogar de los padres, los operarios,
artesanos, tenderos etc. entregarían a sus hijos al cuidado de nodrizas residentes en
los alrededores (zonas rurales) para que sus esposas pudieran continuar ejerciendo
sus trabajos y contribuir con sus salarios a la menguada economía familiar (Lebrun,
1983:121 y ss.).
Sin embargo, como afirma Carmen Sarasúa, desde mediados del siglo XVIII
se produce en Europa un proceso de urbanización de la lactancia asalariada. La
crítica médica hacia las nefastas condiciones en las que se criaban los niños que

5 PUJOL DE PADRELL, Francisco (1788), Medicina Domestica, ou tratado completo dos meios de conservar a
saúde, e de curar e precaver as enfermedades por via do regime, e remedios firmes: obra util e acomodada á
capacidade de todas as pessoas de qualquer estado, e condiçao, pelo doctor Guilherme Buchan, trasladada
em vulgar para utilidad na nação pelo doctor Francisco Pujol de Padrell, Lisboa. En esta obra Buchan nos
habla de la existencia en la ciudad de Lyon de la figura de la mensajera o corretora, mujeres que actúan
de intermediarias entre los padres y las amas de leche. Buchan ataca duramente a estas mujeres por la
negligencia con la que tratan al recién nacido.

190 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

eran entregados a amas residentes fuera del hogar de los padres –sobre todo en
ámbito rural-, además de ese fenómeno de imitación que llevaba a las clases popu-
lares a contratar a nodrizas como parte del servicio doméstico, provocó que muchas
mujeres acabaran trasladándose a las ciudades para ejercer esta actividad (Sarasúa,
1994:141).
Además de la literatura médica, encontramos otros testimonios en los que se
critica la expansión de la lactancia asalariada entre la clase obrera. Me refiero a la
popular literatura de cordel portuguesa6. El dramaturgo Manuel Rodrigues Maia
dedicó varios entremeses a las amas de leche en los que elaboraba una crítica mor-
daz sobre estas mujeres tildándolas de mentirosas, aprovechadas y estafadoras7. Sus
escritos, realizados en estilo desenfadado, en prosa o en verso, contienen una aguda
crítica moral a las costumbres de su tiempo, por lo que no se resiste a escribir sobre
esta «abominable moda» que estaba extendiéndose en Portugal, incluso entre los sec-
tores más populares. En una de las obras dedicadas a este asunto le da voz a Brazia
Fagundes, quien se dirige a su amiga Brites Martha en estos términos:

Hace un tiempo era rarísima la persona que tenía ama en casa, ahora ya no hay perro ni
gato que no haga una moda de esto (…). Ya no hay carpintero que no se venda a la moda
de tener ama en casa8.

Brazia vierte un sinfín de argumentos en contra de las nodrizas después de ha-


berlas «sufrido» durante unos meses, los cuales refuerzan esa imagen negativa de este

6 La literatura de cordel, de gran popularidad en España, Portugal y Brasil, toma su nombre de la forma en que
eran exhibidas las obras, expuestas para la venta prendidas en cordeles. Los textos que pertenecen a esta
tipología, además de tener en común géneros y temáticas (acontecimientos históricos, fenómenos naturales,
milagros, relatos de crímenes, experiencias y obras de personajes célebres, apariciones de monstruos),
también comparten características formales: obras en pequeño formato, de escaso número de páginas, baja
calidad del papel, la impresión y la edición en general, presencia de ilustraciones y elementos decorativos.
La literatura de cordel portuguesa muy activa durante cuatro siglos es hoy día una fuente documental de
gran valor. Para profundizar en diversos aspectos teóricos generales sobre la literatura de cordel en Portugal
consultar la obra de Ana Margarida Ramos (2008).

7 Según los datos que nos proporciona Inocéncio Francisco da Silva en su Diccionario Bibliographico
Portuguez, (1858-1878), Manuel Rodrigues Maia (174?-1804) ejerció de profesor de gramática latina en
Lisboa donde también dirigió un colegio particular. Fue un prolífico escritor de obras de carácter popular entre
las que destacan pequeñas piezas de teatro. Firmaba bajo el pseudónimo de Matusio Matoso Matos da Mata.
Algunos datos biográficos de este autor así como un índice de algunas de sus obras pueden consultarse en
João Madeira Martins (1982).

8 RODRIGUES MAIA, Manoel (1786), Entretenimento que em huma visita tiverão as duas amigas Brazia
Fagundes e Brites Martha, a’cerca das amas de leite, em que se monstrou pelo alto as inclemencias
desnecesarias que supportão todos aquelles que cahem na esparrella de amurallas. Obra muito util e
proveitosa áquelles que ainda não estiverem escaldados, dada a’luz por Matusio Matoso Matos da Mata,
Lisboa, pág. 6. BNP L. 41627//6P, se puede consultar también en la dirección web http://purl.pt/16413.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 191


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

colectivo de trabajadoras que se pretende transmitir a la opinión pública. Además de


arruinarle el matrimonio se queja ante Brites de su «desvergüenza en el comer», su
«descaro y holgazanería» –pues incluso obligan a las mozas del servicio a estar a su
cuidado-. El personaje de Brites, que encarnaría el modelo de madre que toda esta li-
teratura (divulgativa, popular, pedagógica, médica, etc.) trata de desterrar, acaba por
aceptarlas como un mal menor en tanto que es lo que «está al uso y es una moda»:

Yo antes quiero prefiero sufrir carros y carretas que no ser señora de mi voluntad. La gente,
en cuanto cría, es peor que esclava negra. Y si tiene ama, puede salir fuera, ir de visitas y
hacer cuanto quisiere9.

Resulta difícil seguir el rastro de estas mujeres en tanto que su trabajo no dejó
ninguna huella contractual. Los acuerdos entre empleador y empleada se realizaban
mediante recomendación de vecinas, conocidas o a partir del consejo de otras amas de
leche. Rodrigues Maia retrata también muy oportunamente este fenómeno, esta vez
mediante la voz del ama Serafina, quien se dirige a su amiga embarazada Briolanja del
siguiente modo: «Cuando usted para, hable conmigo y deje el negocio por mi cuenta.
Yo le enseñaré cómo usted se ha de comportar»10. Serafina trata de convencerla para
que busque trabajo como nodriza persuadiéndole con los múltiples beneficios que
supone desempeñar esta lucrativa actividad. De hecho, ella misma dice ingresar con
esta labor más de 30.000 reales11. Quince meses dice Serafina haber estado criando
fuera en esta ocasión -pues también se refiere a otras crianzas anteriores-, «al hijo de
un sujeto que tiene oficio allá abajo»12. Se lisonjea del buen negocio que ha hecho con
este trabajo en los siguientes términos: «que el niño quedara bien criado, eso importa
tanto como dos caracoles; a lo que me refiero es al lucro que obtuve»13. Con estas pala-
bras, Rodrigues Maia incide en los pocos escrúpulos que se les supone a estas mujeres,
más interesadas en la ganancia que en el bienestar de los niños a los que dan de lactar.

9 Ibídem, pág. 11.

10 RODRIGUES MAIA, Manoel (1786), Alcorão das amas de leite ou marmota em que se vem mais claras que
a luz do dia as metafisicas de que usão estas sanguexugas para sacar o sangue das casas onde crião. Obra
muito util e necessaria a todos que desejarem saber por onde o barco faz agua, ou o gato vai ás filhofes.
Composta por hum escaldado; e dada a’luz por Matusio Matoso Matos da Mata, Lisboa, pág. 9. Sobre estas
dos obras de Rodrigues Maia (Entretenimento y Alcorão), una historiadora portuguesa escribió hace ya más
de dos décadas un pequeño estudio: María José Moutinho Santos (1987).

11 Ibídem, pág. 7.

12 Ibídem, pág. 5. Con este comentario incide en la idea de que operarios, mercaderes, etc., es decir, las clases
medias más populares de las ciudades también contrataban a estas mujeres.

13 Ibídem, pág. 7.

192 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

Este sería uno de los rasgos más destacados en los distintos discursos de entre los que
dibujan la imagen social de las amas de leche.
También jugaron un papel importante las propias comadronas o comadrones e in-
cluso los médicos a la hora de poner en contacto al cliente con la potencial trabajadora
(Sarasúa, 1994:168). La intermediación del médico era defendida en los tratados de
higiene y textos similares como un medio de evitar la contratación de amas inade-
cuadas. Pero sólo las familias más pudientes podían contar con esta colaboración. Lo
habitual era que funcionaran, como apunto más arriba, las recomendaciones de las
propias comadronas, vecinas, etc., sin olvidar el recurso a anunciarse en la prensa. De
hecho, los anuncios en la prensa escrita del XVIII y XIX constituyen uno de los más
importantes conjuntos documentales que arrojan algo de luz, no sólo sobre la repre-
sentatividad de este servicio en el conjunto del mercado laboral, sino también sobre
la identidad y el perfil social de las jóvenes que se ofertan (Ribeiro, 2007; Sarasúa,
1998).

Algunos apuntes sobre su perfil socio-económico

A partir de testimonios indirectos podemos trazar algunos rasgos del perfil so-
cio-económico de estas nodrizas portuguesas. En este sentido, las obras de Rodrigues
Maia ya referidas, además de para esbozar la imagen colectiva o popular que la socie-
dad lusa tenía de las amas de leche a finales del siglo XVIII, coadyuvan a arrojar algo
de luz sobre las características socio-económicas de este conjunto de trabajadoras.
Maia se refiere, siempre en tono jocoso, al bajo nivel de vida de quienes desempeña-
ban esta actividad en el seno familiar de las clases obreras lisboetas. Hará alusión al es-
caso poder adquisitivo, no sólo del ama, sino también de quien contrata sus servicios:

Brazia: - (…) El pobre hombre, no teniendo ni para un capote, que andaba algunas veces
que era una vergüenza, metiendo agujas por alfileres, aún mucho antes de que ella pariera
ya estaba el ama en casa14.

Estas mujeres veían en este empleo, por tanto, un modo de mejorar su calidad
de vida, no sólo por el salario percibido sino por el trato dispensado por parte de las
familias que las empleaban:

¿Puede haber algo mejor bajo el sol que ir una de nosotras (…) para una casa, donde es
tratada a las mil maravillas (…), a cambio de unas gotitas de leche (…)? ¿Hay cosa como

14 RODRIGUES MAIA, Manoel, Entretenimento…, op. cit. pág. 12.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 193


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

comer una de nosotras lo que, cómo y cuando quiere, y encima ganar dinero? La gente, si el
niño tiene cualquier catarrillo, ya andan con ella en paños calientes15.

Él [el marido de la ama] trabajaba en una obra allí mismo, mas no gastaba un real en comer,
porque ella, todo cuanto podía aprovechar del almuerzo y de la cena, lo guardaba. (…)
Ellas en su casa se las pasan, como Dios sabe, tocando las almas con los dientes y viendo las
estrellas al medio día; pero cuando se hacen amas, cuidan de que el rey sea su porquero; se
hacen de manto de seda, queriendo picos de ruiseñores16.

También la literatura médica se hace eco de sus deficiencias alimenticias debido a


que «por su pobreza o rusticidad no comen en sus casas buenos alimentos»17. El doc-
tor Francisco da Fonseca Henriques, a quien pertenecen estas palabras, confiesa que
«a las muchas amas que tuve (…) siempre las dejé comer lo que quisieran, conforme a
su costumbre y crianza, y así criaron muy bien a los niños, sin queja ni lesión alguna».
Si ya resulta difícil obtener datos objetivos acerca de las condiciones contractuales
de esta actividad, sobre la identidad y perfil de estas amas de leche o sus condiciones
económicas y extracción social, una mayor complejidad supone desentrañar aspectos
más controvertidos como el de su concepto de maternidad o sentimientos de amor
maternal. Recordemos que se trata de testimonios indirectos vertidos sobre unas mu-
jeres que no tienen espacios de expresión y en un contexto de crítica generalizada
sobre una profesión que llegan a tildar de aberrante. En este sentido se nos retrata a
unas personas sin escrúpulos a las que no les importa abandonar a sus propios hijos
en manos de «amas aún más miserables», cuando no en las casas de roda18, para ir a
lactar a los niños de otras. Esta es la idea que transmite Rodrigues Maia y que apuntala
la literatura médica.

15 RODRIGUES MAIA, ManoeL, Alcorão…, op. cit. pág. 8.

16 RODRIGUES MAIA, Manoel, Entretenimento…, op. cit. pág. 10. Tanto en esta cita como en las dos anteriores,
Rodrigues usa expresiones populares para hacer referencia al hambre que sufrían las nodrizas en sus
hogares: «tocando las almas con los dientes y viendo las estrellas al medio día», así como a las exigencias de
éstas en cuanto eran contratadas en el seno de una familia: «cuidan de que el rey sea su porquero; se hacen
de manto de seda, queriendo picos de ruiseñores».

17 DA FONSECA HENRIQUES, Francisco (1731), Medicina Lusitana ou Socorro Delphico a os clamores da


Natureza humana, para total profligação de seus males, Lisboa, (primera edición 1710), pág. 137. BNP S.A.
6513 A.

18 Estas casas deben su nombre al sistema por el cual los niños abandonados eran introducidos en el edificio:
la rueda o torno giratorio embutido en la pared del edificio en el que era depositado el niño de forma anónima
y recogido en el interior del mismo.

194 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

Serafina: - (…) Este último mío lo mandé para allá afuera y vino tan gordo que se podía
lavar con una garrafa de agua.
Briolanja: - ¿Y no es mejor que la gente críe a sus propios hijos en lugar de estar aguantan-
do los de nadie? (…)
Serafina: - (…) Por ir a ser ama se dejan barcos y redes. ¿Cuántas hay por ahí que dejan a
sus hijos en la roda, diciendo a las vecinas que se le murieron al nacer para ir a criar a los
de otros?19

En el discurso médico se observa también, como acabo de señalar, un interés por


esta otra vertiente de la personalidad de las amas. Así, Francisco José de Almeida
aconseja interesarse por las siguientes cuestiones:

¿Tiene esta [el ama] un hijo?, ¿qué destino le ha dado? ¿Cómo dispone a su respecto?
¿Ya no lo tiene? ¿Qué le ocurrió? Si murió, habría que saber de qué molestia, hereditaria,
contagiosa, si procedía del vicio de la madre, si ocurrió por descuido de ella, mal trato,
alimento impropio y extraño, o si murió por molestia accidental, en que no puede acha-
carse ni al temperamento de la madre ni a falta de desvelo. Pero si ella conserva su hijo
y determina abandonarlo por un extraño, es mucho de recelar que sea mala cuidadora,
que ni para sus hijos sabe ser madre. No faltan mujeres que por ambición y la mayoría
de las veces por miseria, emprenden dos crianzas juntas cuando mal bastarían a la que la
naturaleza les destina20.

En otro tratado médico de 1787 se advierte de esta necesidad de vigilar el destino


de los hijos de las amas para prever su comportamiento con los hijos ajenos: «Sería
pues importante que un ama mercenaria ya nunca más fuese alquilada para criar un
hijo ajeno a menos que ya haya desmamado el suyo»21.
En resumen, nos encontramos ante una práctica sólidamente asentada en la so-
ciedad portuguesa del siglo XVIII. Ante la profesionalización de un servicio tan útil
como denostado. Carmen Sarasúa afirma que junto a esta profesionalización de la
lactancia asalariada se dio una especialización regional. Estos serían los rasgos que,
según esta autora, caracterizaron al mercado de amas de leche en todos los países

19 RODRIGUES MAIA, Manoel, Alcorão…, op. cit. pág. 9. Aquí se hace referencia al abandono al que eran
sometidos los propios hijos de las amas de leche en las casas de roda (casas de expósitos) por parte de sus
madres con el fin de que éstas pudieran criar a los hijos de sus contratantes.

20 DE ALMEIDA, Francisco José, Tratado da educação fysica…, op.cit. pág. 54.

21 MONIZ BARRETO, Luis (1787), Tratado da educação fysica e moral das crianzas de ambos os sexos,
traduzido do franzes em linguagem portugueza pelo bacharel Luiz Carlos Moniz Barreto, Lisboa, capítulo II
“Dos principios da educação até a idade de três ou quatro anos”, s. I “Obrigação que tem as mais de criarem
a seus filhos e utilidades que daqui lhes resultão”, pág. 59.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 195


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

europeos. Esta aseveración generalizadora sobre este último punto resulta, sin em-
bargo, excesiva para el caso portugués. En España es cierto que las más cotizadas
fueron las nodrizas cántabras del Valle del Pas, a las que era fácil identificar por su
porte y vestimenta, convirtiéndose en un signo de afirmación de la categoría social
de quien las contrataba. Pero para el caso portugués, resulta más difícil llegar a con-
clusiones similares. No parece ser que existiera ninguna zona geográfica concreta en
la que el componente femenino de la población se especializase en esta actividad (Da
Fonte, 2004).
En los escasos estudios que existen sobre la procedencia geográfica de las mujeres
que trabajan como nodrizas en territorio portugués se hace alusión tan sólo a aque-
llas que lo hacen en las instituciones de beneficencia (casas de expósitos). En este
caso, las mujeres acudían a las casas de roda más próximas a su lugar de residencia:
zonas rurales de alrededor o incluso de la misma ciudad en la que se ubicaba la insti-
tución. Isabel dos Guimarães Sá apunta que la explicación de que la mayor parte de
las amas de leche que trabajaban en estos lugares fueran oriundas del propio pueblo
o ciudad donde se ubicaba dicha institución puede encontrarse en el hecho de que
la administración prefiriera las mujeres casadas a las solteras «por ser de leche mas
pura y regularmente de mejor procedimiento». En este sentido, sería menos habitual
que las amas casadas emigrasen del campo a la ciudad porque ello hubiera implicado
también el traslado de sus cónyuges con la complicación que ello supondría (Gui-
marães Sá, 1985:179).
Llegados a este punto, propongo a continuación evidenciar el papel que juega la
figura del ama de leche en la articulación de uno de los discursos de mayor calado
social enmarcado en el contexto de la Ilustración portuguesa. Me refiero a las di-
sertaciones sobre la degeneración de la especie humana y, en concreto, al declive de
la población portuguesa. La nefasta imagen social de estas mujeres planea entre las
argumentaciones que médicos y memorialistas elaboran para alertar de los peligros
que acechan a la población, convertida en este periodo -siglo XVIII- en centro de las
preocupaciones políticas y en objeto de estudio científico.

Las nodrizas y el discurso sobre la degeneración de la especie

A comienzos del siglo XVIII empiezan a trazarse las líneas de un discurso que
gozará de gran trascendencia social en la segunda mitad de dicha centuria y parte de
la siguiente: el de la degeneración de la especie. No resulta muy difícil averiguar el
recorrido de esta asociación. Haciéndonos eco de las palabras del investigador Bruno
Barreiros, el interés por la conservación y el incremento poblacional, en un contexto

196 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

de estancamiento demográfico como era el portugués, condujo a «una preocupación


creciente -individual y colectiva, médica y política- relativa al perfeccionamiento del
hombre, del cuerpo y de la especie» (Barreiros, 2011:43).
La asociación salud/robustez o, en contrapartida, la pérdida de vitalidad de la
población portuguesa, acaparan buena parte de los discursos que desde los ámbitos
médico, filosófico y político se elaboran sobre la cuestión poblacional por consi-
derarse condiciones indispensables para la felicidad y el progreso públicos. Es aquí
donde nos encontramos, entre otros argumentos, la referencia a la actividad desem-
peñada por el ama de leche como de una de las causas principales de la mortalidad
infantil cuando no, de la decadencia física y moral de los futuros ciudadanos, abo-
cando a Portugal, irremisiblemente, hacia una sociedad débil y decadente.

Si las madres criasen por sí mismas a sus hijos seguirían de ello las mayores ventajas, así
para la sociedad como para los individuos. No se verían más a las mujeres pobres arrastra-
das por el interés a abandonar a sus propios hijos para criar a los de los ricos. Esta barbari-
dad hace perder a la sociedad un número considerable de sus miembros útiles22.

El trato negligente al que eran sometidos los niños, los malos hábitos en sus
cuidados alimenticios y de higiene, así como en el vestir (uso de fajas y alfileres), el
contagio de enfermedades al recién nacido a través de la leche y un largo etcétera,
son algunas de las causas que se alegan para argumentar la decadencia de la pobla-
ción portuguesa23.
El discurso médico penetra en los más diversos estratos de la sociedad por diver-
sos canales. Un texto que ilustra muy bien dicha influencia en las preocupaciones de
cariz poblacionista entre la clase política es el redactado por Joaquim José Marques
Torres Salgueiro, proveedor de la comarca de Évora, quien en 1793 realiza un infor-
me sobre la situación de Villaviçosa en el contexto de la reforma de las comarcas que
tuvo lugar en 179124.
22 MONIZ BARRETO, Luis, Tratado … op.cit. capítulo II “Dos principios da educação até a idade de três ou
quatro anos”, s. I “Obrigação que tem as mais de criarem a seus filhos e utilidades que daqui lhes resultão”,
pág. 59.

23 En la citada obra Medicina Domestica…, de G. Buchan, traducida al portugués por F. Pujol Padrell, se
destacan los defectos de las amas que los padres más deben vigilar: dormirlos con narcóticos, mecerles y
cantarles para que cojan el sueño, dar alimentos inadecuados, dejarles llorar durante horas –lo que provoca,
entre otras cosas, inflamaciones de garganta-, no asearlos debidamente, ocultar enfermedades y accidentes
a los padres, etc. op. cit., págs 109-116.

24 Portugal experimentó una reforma territorial a finales del siglo XVIII (1790), a raíz de la publicación de Lei
da reforma das comarcas. Dicha ley evidencia un discurso racionalista y uniformizador acorde con el ideario
político de la ilustración, en el mismo tono en el que se venía dando en países como España y Francia. Para
conocer más sobre esta reforma consúltese la obra de Ana Cristina Nogueira da Silva (1998).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 197


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

Este escrito resulta interesante en tanto que recoge muchos de los planteamientos
que conforman el cuadro mental dieciochista en materia económica y social pero,
sobre todo, por la relevancia que asigna a las amas de leche en la exposición de sus
argumentos, poniendo en evidencia el papel que esta figura tenía en el imaginario
colectivo del siglo XVIII.
Torres Salgueiro al enumerar las causas del descenso de población en Portugal ha-
blará de los siguientes temas: la nefasta influencia del lujo, la desigualdad económica
de los matrimonios, el celibato, la tolerancia de los vagabundos, libertinos, concu-
binos y meretrices y, por último, el método de criar a los hijos: «desgraciadamente se
ha introducido la moda de asalariar a mujeres para la crianza de los hijos sin advertir
tal vez de las funestas consecuencias de un error tan pernicioso»25. Los argumentos
que plantea a la hora de criticar esta práctica son de distinta naturaleza. Por ejemplo,
alude a razones médicas relacionadas con la alimentación: los estómagos de los re-
cién nacidos no estarían preparados para asimilar una leche de varios meses; en este
sentido se pregunta: «¿cómo puede aprovechar el nacido de pocos días la leche que
la naturaleza formó para el sustento del que ya cuenta muchos meses?». Se interroga
además sobre la manera en la que se podría poner remedio a los daños resultantes de
«una leche infectada por el veneno sutilísimo de la cualidad venérea que fácilmente
se encuentra en las mujeres que profesan la vida y oficio abominable de amas de
leche?». No falta tampoco el argumento moral de culpabilizar a las madres que «para
horror de la naturaleza» entregan a sus hijos «al cuidado de mujeres mercenarias
que teniendo el valor y crueldad de dejar a los propios hijos, ¿cómo han de criar los
de otras?».
Este texto -bastante más amplio y sustancioso- es interesante, además, por el
hecho de que, a pesar de ser un discurso de carácter político-administrativo inscrito
en un contexto muy específico como es el de la reforma de las comarcas, recoge las
preocupaciones latentes en la sociedad portuguesa del XVIII sobre esta moda de la
lactancia asalariada y las repercusiones que tiene a nivel poblacional: decadencia y
disminución de la población.
No son muy diferentes las causas a las que se refiere el político Torres Salgueiro de
las que da Francisco de Mello Franco: la invención de la pólvora «que ha eliminado
la lucha cuerpo a cuerpo y por tanto, ya no se practica el ejercicio físico como an-
taño», la economía política de los Estados de Europa, es decir, la tranquilidad entre
la naciones vecinas que hace que los hombres ocupados en el ejército, en tiempo de

25 Arquivo Histórico Parlamentar de Lisboa, Mazo 104, caja 152, documento 29. Sobre J. J. Torres Marques
Salgueiro escribe Inocéncio Francisco da Silva en su Diccionario Bibliographico…, op., cit., tomo IV, pág. 109
que se había formado en Derecho en la Universidad de Coimbra, aunque era natural de Beja.

198 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

paz sean «corrompidos y arruinados por el libertinaje», las meretrices, charlatanes,


las viviendas poco saludables, la suciedad de los barrios y, también, la «moda abomi-
nable y perniciosa costumbre de que los niños no sean alimentados con la leche de
sus madres, así como de ser vestidos con fajas en cuanto nacen»26.
De Mello Franco es quien más se detiene a argumentar este fenómeno. Lo com-
probamos de nuevo en las palabras que dirige directamente a las madres que:

(…) sufriendo mal y tal vez con indignación los nueve meses de preñez, luego que dan a
luz los hijos, los apartan de sí para un ama desconocida de la que no tienen ninguna infor-
mación y algunas veces a muchas leguas de su vista (…). Este origen de la despoblación y
de la degeneración de la especie humana merece toda la atención del ministerio, porque
sin vasallos robustos, el Estado necesariamente irá a quedar paralítico, sin fuerzas, sin
energía y tendiendo cada día para su completa ruina27.

Otros médicos como Francisco José de Almeida particularizan este discurso de


la degeneración de la especie en la figura de la mujer, que tiende cada vez a ser me-
nos vigorosa y robusta y, por tanto, a dar a luz a vástagos débiles28. Por continuar
descendiendo en la escala de las particularizaciones, José Manoel de Chaves, en su
Memória sobre o tratamento dos meninos ofrecida a la Academia Real de las Ciencias
en 1791 -que nunca llegó a publicarse-, se referirá también a la degeneración de las
propias madres que, de no dar leche, quedarán sin ella:

Además de esto, si hubiera una serie de mujeres nacidas de la misma línea que sean criadas
con leche de amas, yo creo que se perderá en ellas la leche y quedarán en esta parte mancas
por la propia naturaleza (…), puede suceder que se obstruyan de tal forma los canales de
los pechos y queden las mujeres exentas de leche29.

26 DE MELLO FRANCO, Francisco, Tratado…op.cit., capítulo VI: “A especie humana tem degenerado e
sensívelmente degenera na Europa e porque motivos”, pág. 28.

27 DE MELLO FRANCO, Francisco, Tratado da Educação Fysica…op.cit., prefacio, pág. VI.

28 Mujeres, dice el médico, cada vez más pusilánimes e impresionables «por una noticia desagradable, una
representación triste, un sobresalto o ¡el olor de una flor!», DE ALMEIDA, Francisco José , Tratado da
educação fysica…op., cit., pág. 2.

29 CHAVES, JOSE MANOEL (1791), Memória sobre o tratamento dos meninos que pelo depravado appeite de
comer terra, carvoens, cal, gesso, ou barro contrahirão o habito cachetito de que vem a morrer hydropicos,
porque repugnão tomar remeios; queixa esta que mata hum grande numero de meninos, e para que os
autores medicos ainda não tem dado suficientes meios, Lisboa, fol. 290. Esta memoria, designada con el
número 31, se encuentra en el códice 377 Memórias de Física oferecidas á Academia Real das Ciências que
não foram julgadas poder entrar nas suas colecções, tomo 5º (1780-1813), de los Manuais Azuis ubicados en
la Biblioteca de la Real Academia de las Ciencias de Lisboa.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 199


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

La lactancia mercenaria se cita, pues, entre las causas de la decadencia y degenera-


ción de la población portuguesa, uno de los discursos de mayor calado en la sociedad
lusa del XVIII, no sólo entre las élites intelectuales, sino del que también se hará eco
la prensa periódica y la literatura más popular, como la de cordel, que dedicará un
importante número de páginas a hablar de partos monstruosos acontecidos en tal o
cual lugar, como signo de esa degeneración de la población30.
Junto a las amas de leche, las parteras poseen también este nefasto privilegio de
influir negativamente en el curso demográfico. Así se pone de manifiesto en obras
como el Novo Methodo de Partejar: «de la falta de buena instrucción de ellas [las
parteras] se pueden seguir daños gravísimos a las parturientas y a los mismos fetos,
así como la despoblación de una gran parte del mundo»31.
En realidad, como apunta Claudia Rosas, estas preocupaciones se inscriben en
un discurso higienista de carácter burgués más amplio. Las diatribas contra las amas
de leche y las parteras encajan en el contexto de las preocupaciones ilustradas por la
mejora de los hospitales, las transformaciones en la forma de los enterramientos, en
la limpieza de las calles, etc. Todo ello, como apunta la autora, estaba orientado a la
prosperidad pública, «por lo que la lactancia materna no era solamente una cuestión
privada, sino también pública, pues la mujer debía criar a los futuros ciudadanos
sanos, robustos y fuertes» (Rosas, 2005:332).
Es decir, estas disertaciones sobre la degeneración de la especie en las que planea
la sombra de la nodriza, se conectan con otros discursos de gran transcendencia en
el contexto intelectual de la Ilustración como son los relacionados con el cuerpo, la
salud, la higiene y la construcción del nuevo ideal de familia burguesa en los que se
viene a definir el nuevo rol de la mujer como madre-educadora.

Conclusión

En el caso del ama de leche se concreta de una forma muy esclarecedora una de
las constantes históricas más evidentes: la desconexión entre la norma, la prescrip-
ción, la obligación, la prohibición, el control y la realidad poliédrica que discurre
en multitud de direcciones y bajo un sinfín de formas. De este modo, en el siglo
XVIII se radicaliza en Portugal un discurso, el de la criminalización de la lactancia

30 Según el estudio de Ana Margarida Ramos (2008:100), los nacimientos insólitos se revelan tan importantes que
darán lugar a clasificaciones meticulosas y pormenorizadas de todos los nacimientos monstruosos ocurridos,
llegando a conformar colecciones y a propiciar el nacimiento de los estudios modernos en teratología (ciencia
que estudia las malformaciones físicas de los seres humanos y animales).

31 AFFONSO, Manoel Jose y DE MELLO FRANCO, Francisco (1772), Novo Methodo de Partejar, recopilado dos
mais famigerados e sabios autores, Lisboa, pág. 29.

200 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

asalariada, que ya se venía articulando desde distintas instancias (religiosa, médica,


filosófica) desde mucho antes -al menos desde el siglo XVI-. Sin embargo, a pesar
de sus combativos detractores, la realidad es que la contratación de nodrizas expe-
rimentó una importante expansión entre las clases urbanas portuguesas de finales
del siglo XVIII, continuó siendo importante durante el siglo XIX y perduró hasta
bien entrado el XX (finales de la primera Guerra Mundial), cuando se generalizó en
Europa el uso de la leche de origen animal como sustituto de la leche materna.
El discurso crítico contrasta, por tanto, con la dinámica que se impone desde
mediados del siglo XVIII pero, además, presenta una palmaria contradicción. Si
bien por un lado se demandan durante ese periodo y buena parte del siglo XIX los
servicios de la nodriza para trabajar en las instituciones de beneficencia (lactancia
de expósitos), se las tolera por considerarlas necesarias, se reglamenta su actividad,
etc., por otro lado se criminaliza a la mujer que, escapando a cualquier tipo de
control institucional, utilizaba su leche a cambio de un salario pagado por familias
particulares.
Esta actividad se convertirá en el blanco de las críticas contenidas en el discurso
médico, literario y memorialista, de lo que se puede deducir la importancia de dicho
fenómeno en el seno de la sociedad portuguesa dieciochista y la preocupación que
despertó entre diversos sectores de opinión. Preocupación o alarma que, a la luz de
lo que acabamos de analizar, no sólo deberá de interpretarse desde la perspectiva del
contexto ilustrado que aboga por nuevos valores morales y éticos, nuevos comporta-
mientos de salud e higiene o nuevos ideales de familia y maternidad, sino también
por puro pragmatismo de cariz demográfico y económico. El feroz ataque contra las
amas mercenarias y contra las madres que por «capricho» delegan esta «sagrada fun-
ción» de lactar a sus propios hijos en «mujeres viciosas y crueles», podría entenderse
como el argumento moralizante de una necesidad perentoria: la de colocar a estas
mujeres bajo la órbita del Estado con el fin de paliar, gracias a sus servicios de lactan-
cia, la elevada mortalidad infantil. La pérdida de efectivos para un país era sinónimo
de disminución de su riqueza en el imaginario político del siglo XVIII. De ahí la
instrumentalización del cuerpo de la mujer, su conversión en una propiedad estatal
puesta al servicio del bien común.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204 201


“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

Fuentes históricas

AFFONSO, Manoel Jose y DE MELLO FRANCO, Francisco (1772),


Novo Methodo de Partejar, recopilado dos mais famigerados e sabios au-
tores, Lisboa.
CHAVES, José Manoel (1791), Memória sobre o tratamento dos meninos
que pelo depravado appeite de comer terra, carvoens, cal, gesso, ou barro
contrahirão o habito cachetito de que vem a morrer hydropicos, porque
repugnão tomar remeios; queixa esta que mata hum grande numero de
meninos, e para que os autores medicos ainda não tem dado suficientes
meios, Lisboa.
DA FONSECA HENRIQUES, Francisco (1731), Medicina Lusitana ou
Socorro Delphico a os clamores da Natureza humana, para total profli-
gação de seus males, Lisboa
DE MELLO FRANCO, Francisco (1790), Tratado da Educação Fysica
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las Ciencias de Lisboa.
DE ALMEIDA, Francisco José (1791), Tratado da educação fysica dos me-
ninos para uso da nação portuguesa, Lisboa.
MONIZ BARRETO, Luis (1787), Tratado da educação fysica e moral das
crianzas de ambos os sexos, traduzido do franzes em linguagem portugue-
za pelo bacharel Luiz Carlos Moniz Barreto, Lisboa.
PUJOL DE PADRELL, Francisco (1788), Medicina Domestica, ou trata-
do completo dos meios de conservar a saúde, e de curar e precaver as en-
fermedades por via do regime, e remedios firmes: obra util e acomodada á
capacidade de todas as pessoas de qualquer estado, e condiçao, pelo doctor
Guilherme Buchan, trasladada em vulgar para utilidad na nação pelo
doctor Francisco Pujol de Padrell, Lisboa.
RODRIGUES MAIA, Manoel (1786), Entretenimento que em huma vi-
sita tiverão as duas amigas Brazia Fagundes e Brites Martha, a’cerca das
amas de leite, em que se monstrou pelo alto as inclemencias desnecesarias
que supportão todos aquelles que cahem na esparrella de amurallas. Obra
muito util e proveitosa áquelles que ainda não estiverem escaldados, dada
a’luz por Matusio Matoso Matos da Mata, Lisboa.
RODRIGUES MAIA, Manoel (1786), Alcorão das amas de leite ou mar-
mota em que se vem mais claras que a luz do dia as metafisicas de que
usão estas sanguexugas para sacar o sangue das casas onde crião. Obra
muito util e necessaria a todos que desejarem saber por onde o barco faz

202 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


María José Ortega Chinchilla

agua, ou o gato vai ás filhofes. Composta por hum escaldado; e dada a’luz
por Matusio Matoso Matos da Mata, Lisboa.

Bibliografía

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“Una perniciosa costumbre”. Discursos sobre la lactancia asalariada en Portugal en el siglo XVIII

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tico en la formación del mercado de trabajo madrileño 1758-1868, Ma-
drid, Siglo XXI.

Recibido: 29 de abril de 2016


Aceptado: 24 de Junio de 2016

204 Segunda época, Volumen XX, 2016, 187-204


Oliva Solís Hernández

EL PAPEL DE LAS MUJERES EN EL DISCURSO


DE LA MÚSICA NORTEÑA MEXICANA
The role of women inside norteña mexican music

Oliva Solís Hernández


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Universidad Autónoma de Querétaro, México
Profesora-investigadora, Miembro del SIN-NI

Resumen
La música norteña, entendida como aquella que caracteriza fundamen-
talmente al nororiente de la República Mexicana, es uno de los ele-
mentos integrantes de la identidad nacional. Sus canciones, ritmos,
instrumentos, espacios y prácticas forman parte de una tradición que
identifica una región geográfica. A partir de la Independencia de México
se ha tratado de construir y homogenizar una identidad “nacional”, a
la cual se le ha dotado de significaciones que tienden a “borrar” las
particularidades de las regiones. Junto con la identidad nacional o local
existe la identidad de género, también construida históricamente. En la
segunda mitad del siglo XX, el crecimiento de los medios de comunica-
ción permitió que estas identidades permearan en el imaginario social. A
partir de lo anterior preguntamos ¿Qué tipos de identidades genéricas
para hombres y mujeres propone la música popular mexicana conocida
como música norteña? Cuando ponemos en juego la categoría música
norteña con la de género, consideramos, se podrían revelar algunos de
los mecanismos a través de los cuales, culturalmente, se reproducen
los discursos que tienden a perpetuar un sistema cultural. Proponemos
que la música norteña mexicana tiende no sólo a reproducir sino inclu-
so a exacerbar los prototipos tradicionales de hombre macho y mujer
sumisa.

Palabras claves: México, música norteña, identidad nacional y de


género.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221 205


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

Abstract
The norteña music, known to be the one who characterize fundamen-
tally the Norwest of the Mexican Republic, it is one of the integral ele-
ments of the national identity. Their songs, rhythms, instruments, spaces
and practices form part of the tradition that identifies a geografic region.
From the Mexican Independence it has tried to build and homogenize
a “national” identity, at which it has been provided of significations that
tend to “erase” the particularities of the regions. With the national or
local identity exists the gender identity, also constructed historically. In
the second half of the XX century, the growth of the media allowed that
this identities permeate in the social imaginary. From above we ask,
what types of generic identities for men and women the popular Mexi-
can music known as the northern music propose? When we put in game
the category of northern music with the one of gender, we consider, it
could reveal some of the mechanism from which, culturally, are reprodu-
ce the speeches that tend to perpetuate a cultural system. We propose
that the Mexican Norteña music tends not only to reproduce but also to
exacerbate the traditional prototypes of male and submissive woman.

Keywords: Mexico, norteña music, national identities and gender.

Sumario: Introducción, Mujeres ideales, Construyendo nuevas identi-


dades, El análisis: entre pétalos y espinas, Reflexiones finales.

Introducción

E
n este trabajo nos preguntamos ¿Qué tipos de identidades de género para
hombres y mujeres propone la música norteña mexicana? Proponemos que
la música norteña mexicana tiende no sólo a reproducir sino incluso a
exacerbar los prototipos tradicionales de hombre macho y mujer sumisa.
Cuando ponemos en juego la categoría música norteña con la de género, consi-
deramos, se podrían revelar algunas de las desigualdades que reproducen los discur-
sos que tienden a perpetuar el sistema patriarcal donde impera la cultura machista.
En este trabajo, analizamos el discurso de algunas letras de las canciones más
representativas de la música norteña, entre ellas, las de grupos como Los Tigres del
Norte, Ramón Ayala, Los Huracanes del Norte y Los Cadetes de Linares, por mencionar
sólo algunos.
El trabajo está estructurado en tres partes: en la primera hacemos un esbozo de la
idea de la mujer heredada por la tradición, la cual a su vez está fundada, principal-
mente, en la religión católica. Luego abordamos el concepto de identidad nacional,
regional y de género, mostrando cómo entre estas dimensiones existen características

206 Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221


Oliva Solís Hernández

que se comparten y que, a través del discurso, se reproducen. En la tercera parte


hacemos el análisis de las letras de algunas de las canciones norteñas seleccionadas y,
finalmente, presentamos algunas conclusiones.

Mujeres ideales

A lo largo de la historia, la idea que se ha tenido de la mujer ha sido poco halaga-


dora. Ya desde la época clásica la mujer era considerada como “un animal de cabellos
largos e ideas cortas”, según lo expresó Aristóteles. Se creía que por naturaleza la
mujer era inferior al hombre y su forma de ser la convertía en el ser más peligroso
para la sociedad. El mito de Pandora ejemplifica esta idea, pues por su curiosidad
entraron los males en el mundo. Una mujer era considerada poco prudente y muy
parlanchina, de ahí que se aconsejaba que no participara en las conversaciones sobre
la cosa pública. Su ignorancia, las hacía doblemente peligrosas pues no sólo habla-
ban mucho sino mal.
Por otro lado, en el Antiguo Testamento encontramos frases como: “más amarga
que la muerte es la mujer” (Eclesiastés, 7-26) o, según lo expresó Pablo, que la mujer
tiene que estar sometida al hombre y no se le puede dejar a su arbitrio pues eso ori-
ginaría la ruina de la casa. Ambas ideas, heredadas a occidente por el cristianismo,
han pervivido en mayor o menor medida a lo largo de la historia.
Las ideas anteriores fueron transmitidas en México por los españoles. La per-
sistencia de ellas ya ha sido evidenciada por Herón Pérez Martínez (2005) en un
trabajo sobre la idea de la mujer y el caballo en el refranero popular mexicano, así
como por otras investigadoras quienes han mostrado el papel de las mujeres en el
siglo XIX en México, ubicándolas en el ámbito de lo privado y privadas, a su vez, de
otras oportunidades que no estuvieran ligadas a su sexo y el ideal que de ellas se ha-
bía construido como ángeles del hogar. El modelo femenino y masculino heredado
de la tradición luego se insertaría en la construcción de otras identidades.

Construyendo ¿nuevas identidades?

La identidad nacional
A partir de la Independencia de México se ha tratado de construir y homogenizar
una identidad “nacional”, a la cual se le ha dotado de características y significaciones
que tienden a “borrar” las particularidades de las regiones. Sin embargo, como parte
de esta identidad, subsisten prácticas más o menos homogéneas entre la población,
tal es el caso de la identidad regional y la denominada identidad de género. Estas

Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221 207


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

identidades, que forman parte de la identidad social, son producto del proceso de
socialización. En México, la identidad femenina ideal, heredada de la tradición cris-
tiano-católica, se asocia con la pasividad, hermosura, honradez, pureza, dulzura,
comedimiento, cuidado, etc. La identidad femenina no deseada, pero presente de
muchas maneras, es la de la pecadora, infiel, interesada, despiadada y traidora, pero
de una belleza sin igual.
La identidad masculina, por su parte, se asocia con el machismo. El machismo,
dice Páramo, es una expresión peculiar de la masculinidad que está inserta en la
cultura, de donde resulta que no hay que hablar de “machismo” sino de “cultura
machista”. La autora señala que la característica central de la cultura machista es la
dominación y la superioridad masculina, la cual se complementa con la inferioridad
y la sumisión femenina (Páramo, s/f ).
La identidad es el resultado de un proceso de construcción social que, a decir de
Giménez, “se construye precisamente a partir de la apropiación, por parte de los ac-
tores sociales, de determinados repertorios culturales considerados simultáneamente
como diferenciadores (hacia afuera) y definidores de la propia unidad y especificidad
(hacia adentro). La identidad no es más que la cultura interiorizada por los sujetos,
considerada bajo el ángulo de su función diferenciadora y contrastiva en relación
con otros sujetos” (Giménez, s/f ). Así pues, la función principal de la identidad es
la de diferenciar a un sujeto de otro o a un grupo de otro. En términos de la identi-
dad nacional, la del mexicano ha sido el resultado de un proceso de construcción en
donde se conjugan una serie de elementos de la vida cotidiana de la mayoría de la
población, elementos que el cine, el cual jugó un papel muy importante en la cons-
trucción de la identidad masculina, potenció al adjudicárselos al ranchero protago-
nista de numerosos filmes de la época de oro del cine mexicano (Villarreal, 2006).
A. Knigt (2010) señala una serie de problemas al tratar de dar cuenta de una
identidad nacional, pues afirma que debajo de lo nacional coexisten una gran va-
riedad de identidades que están en constante movimiento. Para el autor, estudiar la
identidad nacional supone hacer cortes que distinguen identidades objetivas y sub-
jetivas que se basan más en estereotipos y falsas generalizaciones que en realidades
empíricas. Knigt (2010) argumenta que para que algo sea un marcador y moldee
las conductas como mexicano deben alcanzar un umbral de significado nacional; no
regional o sectario. Siguiendo este criterio, pocos serían los elementos que distingui-
rían a lo mexicano, por ejemplo, la Virgen de Guadalupe, la geografía, la geopolítica
y, destacadamente, la historia compartida.
Después de la Revolución, el nuevo Estado buscó con afán organizar un gobier-
no fuerte y centralizado, que girara en torno a la idea de una sola nación a costa de

208 Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221


Oliva Solís Hernández

negociaciones y pactos con las regiones y sus líderes. Dice A. Knight que en este
intento se puso a los medios de comunicación, al cine, el arte, las escuelas o los de-
portes, al servicio del Estado para forjar este imaginario. La idea que se proponía era
más aspiracional y normativa que objetiva y poco se pudo lograr pues, por debajo
de lo nacional, siguió persistiendo lo local. Sin embargo, pese a este “fracaso”, algo
se pudo hacer, ya que el modelo mexicano que se proyectó al exterior cumplió con
la finalidad de diferenciarnos de otros grupos, de forma que en Europa o América
Latina, ser mexicano era sinónimo de ser charro, imponiéndose en el ámbito inter-
nacional la identidad local de Jalisco como la identidad del mexicano. Este prototipo
quedó expresado también en las canciones, por ejemplo en El mexicano, cuya letra
dice:

Yo soy mexicano, mi sangre es bravía, palabra de macho que no hay otra tierra más linda
y más brava que la tierra mía. Yo soy mexicano, y a orgullo lo tengo, nací despreciando
la vida y la muerte, y si echo bravatas, también las sostengo. Mi orgullo es ser charro,
valiente y bragado, traer mi sombrero con plata bordado, que nadie me diga que soy un
rajado. Jugar a los gallos, saberme afamado, pero más que todo, ser enamorado. Yo soy
mexicano, muy atravesado. Yo soy mexicano, y por suerte mía, la vida ha querido, que por
todas partes se me reconozca por mi valentía, yo soy mexicano, de nadie me fío y como
Cuauhtémoc, cuando estoy muriendo, antes que rajarme, me aguanto y me río. Usar mi
sombrero, echado de lado, cargar mi pistola, cacha de venado, fumar mi cigarro en tabaco
picado, correr mi caballo, a pelo montado, pero más que todo, ser enamorado. Yo soy
mexicano, muy atravesado.

La canción conjunta una serie de características descriptivas sobre las que se


construyó la identidad nacional, la del charro-macho.

El macho
Si bien la cultura mexicana ha sido considerada en términos generales como ma-
chista, el norte de México ha sido caracterizado como un espacio donde esta cultura
alcanza uno de sus máximos exponentes. El “macho mexicano”, prototipo ideal mas-
culino, se forjó en torno a dos aspectos: la parte moral incluía hombres fuertes, va-
lientes, trabajadores, mujeriegos (aunque sólo amen verdaderamente a una mujer),
pendencieros, buenos en todo lo que hacen (lazar animales, jugar barajas, disparar,
amar a las mujeres) y la parte física los presentaba como fuertes, guapos, bigotudos y
hábiles en el trato con las mujeres. El prototipo del hombre “norteño” por su parte,
también fue producto de una construcción en donde el cine y la música jugaron un
papel central. “Piporro” fue el arquetipo del hombre del norte (Montoya, 2014).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221 209


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

La difusión de estos estereotipos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX,
gracias al crecimiento de los medios de comunicación (cine, radio, industria disco-
gráfica) permitió que estos ideales permearan en el imaginario social y que buena
parte de la población se apropiara de ellos. Esto puede quedar evidenciado en los
discursos pronunciados en la música popular.

El discurso
Dado que en este trabajo abordaremos sólo las letras de las canciones, dejaremos
de lado los estereotipos visuales que están construyendo el género. Las letras, por su
parte, serán analizadas como un discurso. Siguiendo a Foucault, entendemos por
discurso no sólo aquello que ha sido dicho o pronunciado en su realidad material,
sino también aquello que tiene una existencia transitoria, una duración que no nos
pertenece. El discurso es pues no sólo el conjunto de palabras dichas, sino también
el conjunto de procedimientos que le rodean y las dimensiones que encarna. En
el discurso, dice Foucault, se vinculan el deseo y el poder, ya que el discurso no es
solamente lo que manifiesta o encubre el deseo, es así mismo, el propio objeto del
deseo. Es aquello por lo que y por medio del cual se lucha (1992).
Foucault ha señalado, como parte de los procedimientos de producción del dis-
curso, el papel que tienen los que pronuncian el discurso y el lugar desde donde lo
hacen, pues hay en ello un afán de exclusión y de verdad. En este sentido, el discurso
pronunciado en las canciones, es emitido, mayoritariamente, por varones, quienes
desde una posición de poder, otorgado por su popularidad y por el dominio que
muchos de ellos tienen del espacio musical y discográfico, difunden una serie de
ideas que son repetidas y, en muchos casos, apropiadas sin que ello pase por el tamiz
de la crítica.

La norteña
La música norteña es entendida como aquella que caracteriza fundamentalmente
al nororiente de la República Mexicana. Sus canciones, ritmos, instrumentos, espa-
cios y prácticas forman parte de una tradición que permite identificar a los habitan-
tes tanto de una región geográfica como de un grupo cultural. Cuando se habla de
música norteña tal región se circunscribe a tres estados: Coahuila, Nuevo León y
Tamaulipas. Culturalmente, esta zona comparte una serie de características como el
tipo de comida, la forma de vestir, las variaciones en el lenguaje, los deportes que se
practican y, por supuesto, la música.
La música norteña se define, desde lo instrumental, por el uso de un acordeón y
un bajo sexto. Partiendo de los géneros musicales que le dan cuerpo, la norteña se

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Oliva Solís Hernández

identifica por la ejecución de géneros dancísticos europeos como la polka y el vals,


además de géneros mestizos nacidos en América como el corrido, la canción ranche-
ra, el bolero y la cumbia (Montoya, 2014).
A decir de Montoya (2014) y Olvera (2014), la norteña es una música que tiene
sus orígenes tanto en el norte de México como en Estados Unidos y ha sido allá don-
de el género ha alcanzado su concreción al conjuntarse los elementos técnicos que
le abren la puerta a la industria discográfica con la migración. Su auge puede expli-
carse por lo que los estudiosos de la comunicación han denominado convergencia,
entendida como la tendencia integradora de la información a partir de los avances
tecnológicos, lo que permite a las industrias, en este caso a las culturales, generar
nuevas pautas de consumo creciente debido a: la baja de los costos de producción y
distribución, la diversificación de los medios a través de los cuales se puede acceder
a la información y la obsolescencia programada que implica nuevas actualizaciones
de los soportes materiales. Como evidencia de lo anterior, podemos citar el caso
de la existencia de canales televisivos especializados en géneros musicales1, los cua-
les se pueden acceder vía cable o internet. Los canales, donde se proyectan vídeos,
complementan la producción musical y difunden un estereotipo de masculinidad
y feminidad que cada vez más tiende a ser imitado, en donde los hombres, en una
actualización de la indumentaria “norteña”, visten pantalón de mezclilla, camisa a
cuadros, bota vaquera, cinturón “piteado” y sombrero “norteño o texano”. El atuen-
do es completado por un “buen caballo” o un “buen coche”, joyas, bebidas, casas o
ranchos lujosos y mujeres hermosas, las cuales aparecen como parte de la escenogra-
fía en la historia que se cuenta.
Así pues, el auge de la industria de la música norteña está posicionando un nue-
vo modelo de masculinidad, vinculado muchas veces al mundo del narcotráfico y
reproduciendo un estereotipo femenino negativo que tiende a perpetuar los roles
tradicionales.

El género
Cuando al análisis de la música norteña añadimos la variable género como ca-
tegoría analítica se abren nuevas posibilidades. El género, según lo han señalado las
teóricas Scott (2008), Lamas (1996), Burin y Meler (2010), es entendido como una
construcción cultural que permite explicar las formas en que hombres y mujeres se
han relacionado históricamente. El género pone el énfasis no en la división sexual
del mundo establecida por el sistema patriarcal, sino en los factores culturales que

1 Algunos de estos canales son, por ejemplo: MTV, VH+1, Ritmoson, etc., los cuales transmiten durante todo el
día vídeos, documentales, recopilaciones musicales, etc.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221 211


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

han permitido que el varón domine a las mujeres, tratando de desentrañar aquellos
elementos que se han utilizado para legitimar tal orden, partiendo del supuesto de
que una vez visibilizados es más factible su transformación. Como categoría ana-
lítica, el género es siempre relacional, es decir, implica no sólo a las mujeres sino
también a los hombres, de forma que hablar del papel de la mujer en las letras
de las canciones norteñas nos remite necesariamente a dar cuenta del papel de los
hombres. La comparación de ambos nos permitirá luego dar cuenta de las relacio-
nes asimétricas y desiguales desde las cuales se visualiza y se valora. Finalmente, el
género es contrario a las ideas esencialistas que suponen la existencia de una natu-
raleza dada. Por el contrario, al suponer la identidad genérica como resultado de un
proceso socio-histórico-cultural, destaca la idea de que la forma de ser hombre y ser
mujer es aprendida y que parte de esos aprendizajes pueden proceder de las ideas
estereotipadas que la música reproduce.

Las fuentes
Las canciones analizadas tienen diversos emisores en términos de autoría, sin
embargo, coinciden en el hecho de que han sido escritos por hombres, de donde
suponemos que lo dicho refleja la forma de pensar no sólo de los autores, sino de un
sector social más amplio: el masculino (con las excepciones que pueda haber al caso).
Los autores a su vez tienen diferencias etarias pues muchas de las agrupaciones que
aún siguen vigentes, comenzaron a crecer entre la década de los cincuenta y sesenta:
por ejemplo, los Rancheritos de Topochico, Los Gorriones de Topochico o Carlos y José,
quienes desde la década de los cincuenta y finales de los sesenta formaron sus res-
pectivas agrupaciones. A estas, se sumarían después Los Cadetes de Linares, Ramón
Ayala o Los Tigres del Norte, quienes desde finales de la década de los sesenta se han
mantenido en las preferencias de un amplio público. A estos primeros grupos de
éxito le han seguido otros muchos, destacándose en la actualidad, además de los
anteriores, Intocable, La Reunión Norteña, Sueño Norteño, Conjunto Azabache, entre
otras, incluyendo holandeses como Dwayne & Geert Verheyden. Sin embargo, pese
a estas diferencias etarias, encontramos en las letras ciertas similitudes, lo cual puede
ser indicativo de la persistencia tanto de las temáticas como de las ideas.

El método
Dado que la producción de música norteña ha sido creciente en las últimas déca-
das, es imposible analizar el total de las obras producidas, por ello, recurrimos a una
muestra. A partir de una serie de listados, elaborados tanto por radiodifusoras como
por conocedores de este género, se eligieron aleatoriamente una serie de canciones

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Oliva Solís Hernández

entre las que se incluyeron “las clásicas”. El listado resultante incluyó más de sesenta
canciones. Sobre esta primera lista realicé una búsqueda, la cual fue completándose
con las recopilaciones discográficas de lo que la industria disquera considera como
los “éxitos norteños”. Estas recopilaciones aparecen tanto en formato de disco com-
pacto como en las búsquedas de internet, donde se pueden localizar tanto los éxitos
norteños como los éxitos de cada una de las agrupaciones. De éstas buscamos las
letras para, con ello, realizar el análisis. Éste se hizo en dos fases: la primera consistió
en una lectura general de las obras para comenzar a identificar posibles categorías
de análisis. Después, es una segunda etapa, a partir de las categorías analíticas, se
trabajaron las letras.

El análisis: entre pétalos y espinas

Las canciones adoptan la forma de corridos o de baladas rancheras y tienen como


escenarios lugares ubicados en el norte de la República Mexicana o la frontera con
los Estados Unidos, los cuales, para quienes habitan aquellos lares, pueden ser iden-
tificados con claridad: Laredo, Miguel Alemán, el Río Bravo o Río Grande, Saltillo,
Reynosa, Monterrey, Guerrero, China, Allende, llegando incluso a Guadalajara o
lugares ubicados en el centro del país. Los temas giran en torno a historias en don-
de los protagonistas son bandidos, capos del narcotráfico, políticos o personas del
común del pueblo a quienes ocurren tragedias, traiciones o desengaños que, por sus
características, merecen ser recordados y pasar a la historia. En algunas ocasiones, las
mujeres también aparecen como protagonistas, tal sería el caso de la famosa Camelia
“La Tejana”. Sin embargo, en la mayoría de las canciones, las mujeres aparecen como
fuente de inspiración. De todas las canciones, se tomó como elemento de análisis el
papel de las mujeres expresado en la letra.
El análisis de las canciones nos permite reflexionar sobre algunos puntos:
1. El uso de diminutivos para referirse a las mujeres: chiquita, chiquilla, piquito
de oro, etc. El uso del diminutivo resulta interesante pues pareciera que se usa como
signo de cariño, sin embargo, aunque esto es lo primero que aparece, lo que está al
final es la inclinación de la mujer a ser adulada (Mi piquito de oro, Ramón Ayala).
2. El uso recurrente de alegorías de aves para dar cuenta de las mujeres: palomas,
gaviotas, golondrinas, chuparrosas, etc., o de flores: siempre viva, rosa –“rosita de
olivo, blanca flor de azahar” (Rosita de Olivo, Los Tigres del Norte)– o jazmín (Los
Canelos de Durango). Como flores, las mujeres se equiparan a un jardín en el cual
los varones cuidarán “con amor” de la integridad de la flor (Jazmín, Los Canelos
de Durango) o como flores-objeto que pueden ser cortadas, aún a despecho “del

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El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

jardinero”, es decir, de su cuidador (Flor Morena, El Chapo de Sinaloa). En Zenaida


Ingrata (Los Alegres de Terán), la mujer es una flor que embriaga con su perfume
y hace desear al varón “embriagarse con su dulce miel” lo cual hace referencia a un
goce sensual. En A ellas, Los Tigres del Norte señalan que las mujeres “… son como
una diosa, adorables y divinas, pero son como las rosas, tienen pétalos y espinas”.
La advertencia es clara: cuidado con las mujeres pues pueden ser suaves y tiernas o
pueden herir y causar daño.
El uso de estas analogías sirve para ejemplificar situaciones de vida, por ejemplo
en Gaviota Traidora, interpretada por las Hermanitas Calle, se da cuenta de una ga-
viota (mujer) que está a punto de dejar a un hombre para echarse a volar. El hombre
le dice que volar es peligroso, que se puede caer al mar y que, aunque parece tranqui-
lo, sus profundidades pueden ser causa de muerte. Sin embargo, dado que la gaviota
parece estar decidida a volar, sólo le advierte que, cuando regrese, porque está seguro
que lo hará, no lo busque, pues él, no está dispuesto a cargar con “sus pecados”. La
analogía es clara: las mujeres no tienen derecho a “echarse a volar”, es peligroso y se
pueden perder moralmente y por lo mismo, serán despreciadas.
También encontramos animales despreciables, como la “mosca prieta”, donde la
mujer es tan mala que ya hay cuatro que por ella suspiran, deja a los hombres a dieta
y durmiendo en la banqueta (Los Cadetes de Linares).
3. El hacer referencia a características físicas o morales es también una constante:
chaparrita, morena o morenita, prieta, etc., sin embargo, las características morales
son las más importantes en la caracterización femenina. En las letras de las canciones
analizadas identificamos una serie de calificativos que o alaban la belleza e integridad
de la mujer o señalan sus defectos físicos y, sobre todo, morales, en este sentido,
seguimos oscilando entre los modelos de la virgen y la pecadora. Entre la lista de
estos defectos morales aparecen el orgullo, el desdén, la infidelidad, la avaricia, la
mentira o la traición. En Hermosa Tirana, por ejemplo, el protagonista le dice a la
tirana, cuyo concepto ya de por sí es peyorativo, pues hace referencia a una persona
que ejerce el poder sin justificación y a medida de su voluntad (RAE, 2012): “eras
orgullosa y mala conmigo, y con tus desdenes me hacías sufrir, pero con el tiempo tú
te diste cuenta que solo quería que fueras feliz”, el orgullo y el desdén son la esencia
femenina. En Golpes en el corazón (Los Tigres del Norte), el varón clama porque él
le regalaba todo, todo lo que le pedía, y le reclamaba cuando él le daba hasta la vida.
En la canción Recordando a María, de Los Canelos de Durango, María, la mujer
protagonista, es presentada como una “joven vampiresa”. Según el diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española, una vampiresa es una mujer fatal, una mujer
que “aprovecha su capacidad de seducción amorosa para lucrarse a costa de aquellos

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Oliva Solís Hernández

a quienes seduce” (RAE, 2012). En este caso, la muerte de María ha llenado a todos
de tristeza y nadie se resigna con su muerte pues los hombres con sus besos se per-
dían. En la canción Dices que te vas (Canelos de Durango) se señala que las mujeres
son mentirosas pues dicen que se van y no se deciden.
4. Existe una serie de ideales que proyecta el hombre sobre la mujer: debe ser
cariñosa y estar siempre disponible.
Las mujeres, pero no las de carne y hueso, sino las imaginadas, sirven de inspi-
ración no sólo para exaltar el amor, la felicidad o los buenos sentimientos, como en
Mujer Ideal (Los Mier), sino para imaginar una forma de ser distinta. Así, en Buscan-
do a mi morena, de Los Rancheritos de Topochico, el protagonista jura que una vez
que encuentre a la morena de su vida, cambiará y dejará a sus amigos, a la diversión
y a la parranda, para consagrarse a su amor. Sin embargo, también sirven las mujeres
para desviarse del recto camino pues por el amor de una fémina los hombres son
capaces de hacer locuras. En Prieta Casada, de Los Tigres del Norte, la mujer llora y
suplica al varón que se la lleve con él y él, profundamente enamorado, aunque sabe
que está casada, se propone llevársela, “aunque sea una temporada”.
5. Las canciones también distinguen tipos de mujeres. La madre ocupa un lugar
privilegiado, es idolatrada y su imagen, cercana a la de la Virgen María, es idealizada
a tal grado que sólo ella posee las virtudes femeninas en grado heroico. En la canción
de A mi madre, de Chuy Vega dice el autor, que sigue recordando su amor, su amor
con mucho cariño, pues la madre lo acompañaba, lo arropaba y lloraba con él. En
Madrecita querida, Los Cadetes de Linares exaltan la figura de la madre y la compa-
ran con el cariño de la otra, la traidora. Según el autor, sólo ella comprende y sólo
ella ama, incluso cuando el varón ha sido malo, pobre y perdido. Junto a la madre
todo se tiene, amor puro y sincero, de forma que sólo en ella se puede confiar. Los
Razos, en Anoche soñé a mi madre, aconsejan a los oyentes, pidiéndoles que quienes
todavía tienen una madre la disfruten, y recuerda lo que les decía: portarse bien,
quererse. La madre, dicen, es lo más lindo que Dios hizo. Del mismo grupo es Per-
dóname madrecita, donde se expone el arrepentimiento de un varón pues hizo sufrir
a su madre, “que es ternura, que es bondad y que es muy buena, la mujer que con
su vida dio su ser y que en pago sólo recibió más penas”. Ahí, en medio del dolor, se
consagra la madre como la gran sufridora, la que ofrenda su vida por otro, en este
caso por el hijo, un hijo que además es borracho y vago.
Contrastando con la madre está la puta, la otra, la que se encuentra en “el arro-
yo”. Ella es fácil, es infiel y traicionera. Pero es bella: “cara preciosa, boca exquisita,
cuerpo de mujer”. En Me equivoqué contigo, de Los Barón de Apodaca, el protago-
nista se equivoca al vincularse con una mujer “por su carita buena” y por haberla

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El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

encontrado en la iglesia. Sin embargo, entre la mujer ideal y la mujer real, hay una
profunda decepción. Eso queda evidenciado de nuevo en Golpes en el corazón pues
ella le dio sólo “falsas promesas de amor”. Aquí, se resume la comparación: “Yo te
regalaba todo, con mi madre discutía, me quería abrir los ojos, perdóname madre
mía”.
Dado que el uso de la categoría género es de carácter relacional es importante
que, para dimensionar a mujeres y varones, los comparemos.
6. Destaca como otro punto importante el papel en el que se posicionan los
varones: por un lado son víctimas y por otro machos. Como víctimas aparecen al
caer en las redes de vampiresas como María. La canción dice que María trabajaba en
una cantina, suponemos que como prostituta, y añade que con su hermosura y sus
besos perdía a los hombres, de forma que cuando ella murió, todos la recordaban y
le lloraban, pues la amaban. Aparecen también como víctimas cuando caen prenda-
dos de las mujeres y sienten que sin su correspondencia no podrían vivir, juran que
se morirían y por lo mismo esto aparece o como un ruego para seducir o como un
chantaje. Esto pasa, por ejemplo, en Cariño Santo, de Los Barón de Apodaca, donde
“… toda la culpa la tienes tú… Cariño santo, como me duele, que tus caricias no
tenga yo, pero te juro, que aquí en mi pecho, se está muriendo mi corazón”.
Como víctimas también los encontramos suplicantes, pidiendo perdón, pidien-
do que se queden, incluso ofrendando su libertad y solicitando la esclavitud a cam-
bio de no ser abandonados. Como machos, encontramos una serie de frases que nos
muestran que la idea de virilidad está anclada en el ejercicio del poder y la domina-
ción. Los hombres-machos se presentan como valientes en oposición a la cobardía,
la cual se manifiesta en el “rajarse”, atacar a traición, por la espalda, o traicionar al
apropiarse de la mujer de otro. El hombre-macho aguanta, recibe “lo que venga”:
golpes, balazos, “se raja el cuero”, “se rifa el destino”. El hombre-macho es “un gallo
jugado”, “un gallo fino”, “un gallo muy giro”, un gallo adulto y no un pollo que
puede ser desplumado, es una fiera que con sus rugidos controla una manada (Co-
rrido de Caro Quintero, Ramón Ayala), es decir, un animal dispuesto a la pelea para
conservar su libertad, su territorio y sus posesiones. Estos hombres-macho, “amigo
de los machos” ejercen su poder sobre otros hombres pero, sobre todo, sobre las
mujeres en varios aspectos: control del amor, disfrute de su cuerpo y, sobre todo, de
su virginidad, lo que les permite alardear de ser el primero, pero más allá de eso está
también el control de la mente. Como machos, les gustan las coleaderas, la fiesta, las
carreras de caballos (Corrido de Lucio Peña, Los Cadetes de Linares), la embriaguez
es una constante, pero no beben porque les guste, sino para olvidar. Por ejemplo, en
la misma canción de Cariño Santo dicen: “Si ando tomando, para olvidarte y hasta

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Oliva Solís Hernández

en mi copa te vuelvo a ver…”. En La Revolcada, de Religión Norteña, dice la can-


ción: “…estoy ahogando el corazón en el alcohol, estoy quemándome las venas…”
y todo porque la mujer resultó más falsa que una moneda de tres pesos al imaginarla
mejor que una princesa. A estos hombres-macho “les gusta tener de a dos, para no
andar batallando, cuando una me dice adiós, la otra ya me está esperando” (Me gusta
tener de a dos, El Halcón de la Sierra).
En esta visión de la masculinidad destaca un elemento: las lágrimas. Si bien en el
imaginario popular los hombres no lloran, “se aguantan como los meros machos”,
en la música norteña el llorar no es necesariamente un signo de debilidad o cobardía,
por el contrario, es un signo de entrega incondicional y por lo mismo son valoradas,
esto se evidencia en la frase:

“Me paro en la esquina al verla pasar. A ver si le duele de verme llorar. De verme llorar por
fin se arrendó, a hacerme preguntas: por quién lloro yo. Y yo le contesto, con grande dolor:
No lloro por nadie, sólo por tu amor” (Rosita de Olivo, Los Tigres del Norte).

Esto mismo queda evidenciado en la ya citada canción de Recordando a María,


donde todos los hombres lloran con amargos sollozos por el recuerdo de María.
La masculinidad incluye también la defensa del honor. El honor, como lo ha
mostrado Seed (1991) radica fundamentalmente en la mujer, de forma que si una
fémina engaña o traiciona a un hombre, éste tiene el derecho de “limpiar” su honra,
justificándose incluso el asesinato. Esto queda evidenciado en Bonita finca de adobe
de Ramón Ayala, quien dice en la canción, dirigiéndose a la finca: “si me roban sus
amores, muy cruel será mi desquite, jamás, jamás me traiciones, que si su amor se
me pierde, a ti, a ella y a ese hombre, los quemo con leña verde”. Otra evidencia
de machismo está en la frase “Que soy hombrecito y te puedo cumplir” (Rosita de
Olivo, Los Tigres del Norte).
Existen también canciones en forma de corridos en donde las protagonistas son
mujeres quienes, por sus actitudes, más parecen hombres y, por eso mismo, algunas
son cuestionadas y otras alabadas. En estos casos, existen zagas que nos cuentan una
historia; tal sería el caso de La venganza de María, o de Zenaida y La Nueva Zenaida.
La venganza de María narra la historia de una mujer que en un baile mata al hombre
que mató a su padre. Laurita Garza es otra protagonista de una historia de venganza,
pero en este caso por haber sido engañada y abandonada por su novio. La Chacha,
de Beto Quintanilla, es otra historia de venganza pero, en este caso, por la muerte a
traición del hermano. En todos los casos, las historias nos presentan a mujeres que
no olvidan, no perdonan y empeñan sus vidas en la venganza. En este grupo de his-
torias, el modelo presentado no se ve de forma negativa, por el contrario, de alguna

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El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

manera se esperaría que las mujeres fueran así, leales hasta después de la muerte y
capaces de dar su vida por sus hombres. En Mujer Ideal, de Los Mier, esa es una
cualidad de la mujer quien dice “recuerda que siempre te esperaré”.
En otra categoría están las protagonistas que son modelo pero en sentido negati-
vo. Una de las clásicas es Camelia “la tejana”. La trama de la historia resume lo bueno
y lo malo de las mujeres. Dice la letra, asumiendo que Camelia es “una hembra de
corazón”: “Una hembra si quiere a un hombre, por él puede dar la vida, pero hay que
tener cuidado, si esa hembra se siente herida, la traición y el contrabando, son cosas
incompartidas” (Los Tigres del Norte). La estrofa distingue entre la mujer ideal que
por amor puede entregarse completamente, incluyendo la vida y la mujer “herida”
que traiciona. El corrido de Camelia tendrá luego sus secuelas. En Ya encontraron a
Camelia, Los Tigres del Norte cuentan el sufrimiento de Camelia después de haber
matado a Emilio y la búsqueda que de ella hacen los de la banda para ejecutarla.
Esta parte de la historia termina con la muerte de Camelia, quien ve en ella la opor-
tunidad de reunirse con su amor. Finalmente, El hijo de Camelia, concluye la saga.
El hijo conduce un auto muy veloz y viste mezclilla, chamarra, botas de vaquero y
sombrero tejano, y va recorriendo los caminos vengando la muerte de su madre.
La tragedia es romanticismo puro: el amor que en vida no pudo ser, idealmente se
realizará después de la muerte y la mujer en su pecado llevó la penitencia pues pese
a que se quedó con el dinero nunca pudo alcanzar la felicidad.

Reflexiones finales

En este trabajo nos preguntamos ¿Qué tipos de identidades de género para hom-
bres y mujeres propone la música popular mexicana conocida como música norteña?
Las letras de las canciones analizadas revelan algunos de los mecanismos a través
de los cuales, culturalmente, se reproducen los discursos que tienden a perpetuar
el sistema patriarcal donde impera la cultura machista. Las identidades derivadas
de este sistema, terminan siendo, como lo ha propuesto A. Knigt, subjetivas, es
decir, que se basan más en estereotipos y falsas generalizaciones que en realidades
empíricas.
Para la mujer existen una serie de cualidades que no aplican para el varón, lo
que nos permite evidenciar la desigualdad: las mujeres deben esperar, los hombres
no (“Vuela vuela chuparrosa y no dejes de volar, anda y dile a mi amorcito, que ya
no me haga esperar” (La Chuparrosa, El Halcón de la Sierra); las mujeres deben ser
fieles, los hombres pueden tener “de a dos”; la mujer debe ser sumisa, el hombre es
“un gallo”.

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Oliva Solís Hernández

La mayoría de los autores son varones. Son contadas las mujeres que aparecen
como autoras, tal es el caso de Gabriela Beltrán, sin embargo, al interpretar las
canciones los varones, las letras son adecuadas para que haya consonancia en los
géneros. El hecho de que sean mayormente los hombres quienes cantan, invisibiliza
la perspectiva de las mujeres, de ahí la necesidad de ampliar esta investigación para
recuperar la voz de ellas, no sólo en la interpretación, sino fundamentalmente en la
autoría.
La identidad que propone la música norteña para los varones está en consonancia
con la que propone la identidad nacional: machos, que no se rajan, valientes, que
no le temen a la muerte. Para las mujeres, sigue siendo la misma que ha propuesto
la tradición: hermosas pero ingratas, orgullosas, mentirosas, traicioneras, y una larga
serie de calificativos despectivos. De entre todas las mujeres sin embargo se rescata
la madre, en quien se encuentran condensadas todas las virtudes: cariñosa, atenta,
incondicional y sufridora. Así, la idea de mujer que propone la música norteña
mexicana contiene una doble naturaleza femenina que se sigue moviendo entre la
puta y la santa, entre la pecadora y la virgen. A la primera se le usa, se le quiere o
se le desprecia, a la otra solo cabe amarla. La ambigüedad, como quedó señalado
claramente en A ellas, es lo que caracteriza a las mujeres: tienen pétalos y espinas.
El modelo pues se mueve más en el campo de lo ideal que de lo real y se construye
más sobre generalizaciones que tienden a difundir la idea de que todas las mujeres
son iguales.
El discurso propuesto por la música norteña mexicana es aspiracional y norma-
tivo. Intenta moralizar e imponer normas de conducta que perpetúen los roles de
género tradicionales. Las mujeres que son rescatadas y que han actuado mal, siempre
terminan mal. En este proceso de construcción identitaria, se ponen en juego el po-
der y la dominación, el poder ejercido por el varón y la dominación de las mujeres
quienes siguen pensándose como objetos que pueden ser poseídos o como sujetos
desiguales que deben ser “protegidos”.
Reflexionar sobre el discurso que proponen las canciones puede ser una vía para
reflexionar sobre la necesidad de construir relaciones más igualitarias entre varones
y mujeres.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 205-221 219


El papel de las mujeres en el discurso de la música norteña mexicana

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Recibido: 06/06/2016
Aceptado: 7/7/2016

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Brisa Varela

GEOGRAFÍA DE GÉNERO Y DISCURSOS DEL


CUERPO EN LOS MICROESPACIOS ESCOLARES:
ENTRE LA VIGILANCIA Y LA DISPLICENCIA

Geography gender and body discourses in school


microspace: between monitoring and nonchalance

Brisa Varela
Universidad Nacional de Luján

Resumen
En este artículo se reflexiona desde la perspectiva de la geografía de
género, sobre la diversidad de prácticas sociales y espaciales de los
niños y niñas en su contexto escolar considerando sus acciones en los
momentos de juegos libres. El estudio del espacio geográfico se propo-
ne aquí como dialéctico porque las situaciones que estudia son dialécti-
cas en un marco de asimetrías propias del sistema patriarcal.

Palabras claves: Género, geografía cultural, escuela, metodología


cualitativa.

Abstract
From the perspective of gender geography, in this article studies the
diversity of spatial and social practices of the children and school con-
text considering their actions in moments of free play. The study of geo-
graphical space is proposed here as dialectical because the situations
are studied dialectic within a framework of asymmetries patriarchal own
system.

Key words: gender, social and cultural geography, school, qualitative


methodology

Sumario: Introducción. Encuadre, problemas y metodologías. El recreo


escolar ¿espacio de libertad? De la teoría al campo: el uso del espacio
por varones y mujeres en el recreo. Conclusiones.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 223


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

Introducción

E
n este artículo se analiza la apropiación diferenciada de microespacios esco-
lares por parte de los niños y las niñas, naturalizada por los adultos como
producto de una construcción histórica y social en la que la escuela se
encuentra inserta y en la que la valorización de lo que se entiende por “lo
femenino” se encuentra subordinado a “lo masculino”.
El campo epistémico en el que nos situamos es el la geografía que incluye tanto
la revisión de la noción de espacio geográfico como la perspectiva de género y en el
que los trabajos feministas han sido sustanciales para la construcción de una teoría
crítica del espacio.
El desarrollo de las geografías feministas ha permitido explorar las diversidades
de escalas, puestas en diálogo, en nuestra vida cotidiana y resignificar aquellas zonas
invisibilizadas o subconsideradas, aquellos márgenes no tratados que quedaban fue-
ra de las categorías hegemónicas (Puente Lozano, 2011).
La revisión de la perspectiva androcéntrica ha alentado la instalación de nue-
vas problemáticas como objeto de estudio, y legitima, como objeto de estudio, por
ejemplo las interacciones de género en los microespacios y también, fomentando el
trabajo interdisciplinar.
Desde la sociología, las artes, la literatura, la historia, la antropología y la edu-
cación física se ha trabajado sobre el estudio del control de los cuerpos y desde lo
conceptual se ha introducido la conceptualización de microespacios y la noción
de “extrañamiento” o distanciamiento para estudiar un espacio que antes resultaba
“familiar”.
La geografía de género ha impulsado, tardíamente en relación con otras discipli-
nas, la indagación del el vínculo entre la espacialidad y el poder, Estévez Villarino
(2012) retoma la posición de Hannah Arendt quien politiza el espacio y lo concibe
como un “espacio de aparición” en el que la acción y el discurso crean un espacio
entre los participantes que puede encontrar su propia ubicación en todo tiempo y
lugar. Se trata del espacio de aparición en el más amplio sentido de la palabra, es
decir, el espacio donde yo aparezco ante otros como otros aparecen ante mí (…) La
comprensión de este vínculo ha sido un elemento central para avanzar en la lucha
por romper los límites que han constreñido los espacios materiales, discursivos o
conceptuales y simbólicos de las mujeres (Puente Lozano, 2011).
Epistemólogas de la geografía como Dolors García Ramón (2012), en especial
desde los años ochenta, han incorporado la categoría de género redefiniendo las
dimensiones de la espacialidad, al entender que las relaciones entre corporeidad,

224 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

género y espacialidad no son neutras, las acciones de las personas en los espacios es-
tán cargadas de intencionalidad e historicidad (Perrot, 2008). Las formas de situarse
en el presente están afirmadas en estereotipos que, aunque velados, están vigentes
y construyen subjetividades e identidades que remiten a lo material, lo imaginario
y lo simbólico. Retomando los sugerentes trabajos de Henri Lefebvre (1976, 1981)
Jaques Derrida (1997) y Michel Foucault (1976) entre otros intelectuales, puede
afirmarse que las identidades de género se construyen en y por medio de la acción
socioespacial.
Lefebvre (1976) expuso las debilidades teóricas de las definiciones de espacio
geográfico producido por la geografía moderna de los siglos XIX y XX y afirmó que
todas las nociones y los niveles del espacio son productos sociales, por lo tanto todo
espacio es un espacio social. Este “espacio” no es ni transparente ni natural y cada
época tiene modos de producción de espacio(s) que se expresan en lugares específi-
cos, jerarquías y conjuntos espaciales.

El espacio no es un objeto científico descarriado de la ideología o de la política; siempre


ha sido político y estratégico. Si el espacio tiene apariencia de neutralidad e indiferencia
con respecto a sus contenidos, y por eso parece ser puramente formal y epítome de la abs-
tracción racional, es precisamente porque ha sido ocupado y usado, y ya ha sido foco de
procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el paisaje. El espacio ha sido
formado y modelado por elementos históricos y naturales, pero siempre políticamente.
El espacio es político e ideológico. Es un producto literalmente cargado de ideologías
(Lefebvre, 1976: 46).

Además de los aspectos materiales, es significativo considerar las representaciones


sociales y discursivas sobre el espacio, ligadas a las relaciones de producción, al orden
que se impone y se asienta en una estructura de poder. Los espacios de representa-
ción relacional y social ofrecen, a la vez, una región de posibilidad y de resistencia
simbólica.
Otra característica del espacio geográfico es que sólo es entendible dialéctica-
mente, es una construcción social que refleja la estructura de poder de la sociedad
articulando clase y género, pero a la vez ejerce su influencia sobre ese orden social
petrificándolo y la separación de funciones sigue reflejando la ideología de la domes-
ticidad (Karsten y Meertens, 1992).
Este trabajo propone un análisis del espacio vivido, me interesa compartir aquí
los resultados de las indagaciones sobre el sexismo en la escuela realizado con la
participación de estudiantes del Profesorado de Educación Primaria (PEP) N2 Ma-
riano Acosta, futurxs maestrxs, en la asignatura “Trabajo de campo: experiencias en

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 225


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

investigación educativa”. Entiendo que la perspectiva de género implica necesaria-


mente lograr visibilizar la estructura patriarcal y reformular estrategias pedagógicas
que permitan desmontar su vigencia en las distintas relaciones sociales, instancias
institucionales y espacios diversos de constitución de lxs sujetos, entre ellos el de la
escuela.
Desde el punto de vista metodológico la visibilización del sexismo implicó un
proceso de diseño, observación, construcción de registros de campo e interpretación
desde la pedagogía crítica y la perspectiva de género, de los momentos escolares co-
nocidos como “recreos” en los que el juego invita y se caracteriza por ser un lugar de
“libertad supervisada” o “libertad controlada” (Pavía, 2005). Sostener la perspectiva
de género requirió revisar la carga de prejuicios y subvaloraciones persistentes en los
recreos como espacio y tiempo particular.
Como afirman Karsten y Meertens (1992) el espacio desborda su marco geográ-
fico y se convierte en un concepto que remite a las nociones de autonomía e iden-
tidad, y también a las prácticas sociales concomitantes. En los estudios de geografía
de género se trata de integrar tanto 1os procesos histórico-estructurales en que se
enmarca la vida de las mujeres y niñas como las prácticas cotidianas.
En relación con la temática estudiada son de considerar aquellos estudios que,
por fuera de la geografía, se vienen realizando desde hace décadas investigaciones
sobre educación y género. Recientemente los estudios sobre las geografías de las in-
fancias han iniciado un tránsito incipiente. Anna Ortiz Guitart (2007) ha relevado
los esfuerzos autorales e institucionales referidos a esta cuestión:

La revista de geografía que más artículos ha publicado desde sus inicios (en 2003) ha
sido Children’s Geographies. Esta publicación nació con la voluntad de cubrir un vacío
en nuestra disciplina y crear un forum de discusión para todos aquellos geógrafos inte-
resados en investigar para y con los más jóvenes (Matthews, 2003a). En ella publican los
mejores y más prolíficos especialistas sobre el tema, como Hugh Matthews (editor de la
misma), Gill Valentine, Sarah Holloway, Tracey Skelton (todas ellas procedentes de uni-
versidades británicas), Stuart Aitken y Cindy Katz (de Estados Unidos) y Lia Karsten (de
los Países Bajos). Otras revistas de geografía sensibles a este nuevo enfoque han sido las
siguientes: Area (número monográfico titulado «Geographies of Childhood» aparecido en
el año 2001, vol. 33, n. 2), Annals of the Association of American Geographers, Antipode,
Environment & Planning D: Society and Space, The Professional Geographer y Tijdschrift voor
Economische en Sociale Geografie. (…) El trabajo de Thomson (2005) es un buen ejemplo
de utilización de la observacióncomo método de análisis para estudiar como los niños y los
adultosterritorializan6 y reterritorializan los espacios de juego de la escuela, con elobjetivo
de controlar, dominar y resistir el espacio de los otros (Ortiz Guitart, 2007:199).

226 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

Encuadre problemas y metodología

En el Plan de Estudios de Formación Docente para el Profesorado de Educación


Primaria (Resolución Nº 6635 /2009) se propone que, como experiencia formativa,
se desarrolla el espacio curricular “Trabajo de campo: experiencias en investigación
educativa”. Se aspira a promover el acercamiento a diversos aspectos de la realidad
educativa a partir de las diversas metodologías y enfoques que asume cada disciplina
o área de enseñanza y ofrecer oportunidades para que lxs estudiantes se pongan en
contacto con situaciones escolares, problemáticas o cuestiones específicas relativas a
estudios de caso. Entre las herramientas que pueden dotarse a lxs estudiantes se en-
cuentran metodologías relativas a la observación y registros de situaciones escolares;
el análisis del material didáctico ofertado por editoriales comerciales y la aplicación
de marcos interpretativos que permitan pasar de la descripción a las diversas explica-
ciones y contrastaciones posibles.
En cuanto a las opciones metodológicas acordamos con el posicionamiento de
Estévez Villarino (2012) quien afirma:

Para enfrentarse a un objeto de estudio relacional y múltiple que, además, emana de los
cuerpos, la etnografía parece la herramienta más apropiada, entre otras cosas, porque per-
mite enfrentarse al espacio público desde la consciencia de que la vida excede las con-
diciones normativas que representan sus categorías. Por etnografía no me refiero tanto
a la puesta en práctica de algunos métodos cualitativos, como al compromiso decidido
de registrar lo concreto y lo cotidiano, atendiendo y respetando sus lenguajes (Estévez
Villarino 2012:159).

En el ida y vuelta de la teoría a la escuela y de ella nuevamente a la conceptuali-


zación, se generó un ámbito que invitó a la reflexión sobre el proceso de producción
de conocimientos con base en la investigación; posibilitar experiencias para la reco-
lección, sistematización y análisis de referentes empíricos; la promoción del análisis
de las diferentes dimensiones de la realidad educativa, dando sentido a los nuevos
enfoques e introduciendo la perspectiva de género, estimulando reflexiones sobre el
rol docente a partir de la construcción de una mirada que favorezca y valorice las
prácticas no sexistas en el aula, desnaturalizando estereotipos, en el ejercicio de la
práctica docente.
Previo al trabajo de campo se debatió sobre la importancia del relato biográfico,
las historias de vida, la subjetividad del investigador y se propició la autoindagación
en referencia al interés por el tema objeto de estudio y el peso de lo biográfico en las
decisiones profesionales.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 227


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

También se abordó la definición del problema de estudio y el área de interés, lo


académico, su necesidad institucional y los criterios de validez científica. Por último
se construyó una propuesta etnográfica de trabajo en campo con lxs estudiantes a
partir del registro de observaciones participantes y de entrevistas.
En este artículo se toman los resultados de dos investigaciones en campo concre-
tadas por Rocío y Lisandro1, estudiantes del último año de la carrera de profesores de
educación primaria del PEP N 2 CABA, que pudieron indagar sobre el espacio dado
a niñas y niños, de diez y once años, en los “recreos” en dos instituciones escolares,
una de gestión privada y otra estatal con alumnos de sectores medios bajos. Se prestó
especial.atención a los intersticios y rugosidades de las prácticas cotidianas en los que
las desigualdades de género puedan llegar a ser problematizadas.

El recreo escolar ¿espacio de libertad?

El objetivo de la propuesta pedagógica formulada en esta investigación apuntó


a la descripción de relaciones de género entre lxs niñxs a partir de sus prácticas y
hábitos en los recreos y a conocer las representaciones sobre ellxs mismxs y sus elec-
ciones durante el recreo accediendo a los significados del texto espacial a través de
las actividades prácticas que ocurren en tal espacio, y del conocimiento que estas
implican de parte de los actores sociales como afirma Henrietta Moore (1986).
La palabra recreo, según el diccionario2 remite al “sitio o lugar apto o dispuesto
para diversión” (de recrear, “divertir, alegrar o deleitar”), y el tiempo y lugar del
recreo significa un corte en relación con el horario de “clase” y se organiza según las
pautas del mundo adulto.
En Argentina a fines del siglo XIX se instituyó el recreo siguiendo el modelo
francés, su fundamento para la implementación de los recreos escolares se apoyó en
la biología, la fisiología y la higiene y el objetivo expresado fue el de “reponerse de
la fatiga mental”. Fue Juana Manso quien impulsó la práctica de los recreos y los
patios y la ley 1420 lo incorporó como normativa obligatoria. En el artículo 14º se
establecía: “Las clases diarias de las escuelas públicas serán alternadas con interva-
los de descanso, ejercicio físico y canto”. Para ese momento se recomendaban las
diferenciaciones por género: “En las escuelas mixtas los patios deben ser separados
para ambos sexos y también separados los de niños pequeños y los mayores”. Las
posibilidades edilicias no necesariamente se ajustaron a esta recomendación, pero los

1 Rocío presentó un texto con el título “La vinculación “espontanea” de lxs niñxs en las instancias de recreo” y
Lisandro presentó un texto con el título “Androtecto”.

2 Diccionario Enciclopédico Peuser, Buenos Aires, 2000.

228 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

juegos separaron a ambos sexos durante muchos años. Con el correr de los tiempos
y tal vez también por cuestiones de reducción espacial, los recreos se desarrollan en
el mismo patio tanto para niñas como para niños (Linares, 2010).
Desde los comienzos de la escolarización queda planteada una dicotomía entre
“el aula” y “el patio”. En el aula, generalmente, lxs niñxs no podían decidir con quién
sentarse, mientras que en el patio podía elegir con quién jugar; el aula era un espacio
cerrado, el patio era abierto; en el aula el control es casi total, en el patio es difuso.
Al considerar al patio y al recreo como escenarios, también se disponían elementos y
objetos que, de alguna manera condicionan a lxs niñxs que los usan.
El recreo significa, aún en la actualidad, el momento en el cual niñxs se sienten
en libertad de poder expresarse de manera espontánea dejándose llevar por su pro-
pio sentir, en un ambiente libre. Estos son los motivos por los cuales se consideró
al recreo como el momento propicio para observar las conductas de lxs niñxs, sus
maneras de relacionarse, los roles que asumen, los estereotipos naturalizados, así
como algunos otros aspectos.
Iniciadas las observaciones ambos estudiantes refieren que en los recreos escolares
se multiplican los estereotipos inculcados durante generaciones. El recreo es la so-
ciedad en pequeño, los varones ocupan todos los espacios y las niñas lo naturalizan.
Los estereotipos de género tipifican el ideal masculino o femenino, son el con-
junto de características que la sociedad “espera” del “ser varón” o “ser mujer” y las
conductas prescriptas (permitidas) y proscriptas (prohibidas) por la sociedad para
cada género. Ambos estereotipos encierran alto contenido valorativo y son la repro-
ducción de conductas esperadas que niños y niñas deberían llevar a cabo en su vida
adulta, encuadrados en un juego de relaciones asimétricas de poder.
Retomando la mirada de Bourdieu y Passeron (1972) hemos enmarcamos las
relaciones de género, como prácticas de reproducción, en el espacio escolar. Foucault
(1976) que dice que lo que caracteriza al poder es un juego de relaciones entre las
personas y el entramado de relaciones entre ellos y afirma que no vivimos en un
vacío sino en el interior de un conjunto de relaciones.
Rocío y Lisandro iniciaron las observaciones en campo tras fundamentar su
trabajo.

Desde una perspectiva heteronormativa, los adultos nos hemos ocupado durante gene-
raciones de inculcar a nuestros niños y niñas la identidad sexual, de acuerdo con si ha
nacido varón o niña. Según Bourdieu, el notable éxito que ha logrado mantener durante
siglos la “dominación masculina” se relaciona con la manera en que instituciones como
la familia, la escuela, la Iglesia, el Estado, los medios de comunicación y la práctica de los
deportes han otorgado un velo de “naturalidad” a la desigualdad social y cultural entre

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 229


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

los géneros. De todas estas instituciones, en la que haré hincapié en esta ocasión es la
escuela, ya que es el microcontexto en el que se desarrolla el escenario a describir, pensar
y analizar. Elijo abordar las manifestaciones infantiles en las instancias de recreo ya que es
en el patio y durante este momento, que se dan de manera espontánea ciertas relaciones
y ciertas distribuciones corporales en el espacio sin estar atravesadxs por la cohesión del
ámbito áulico (Rocío).

Androtecto es un trabajo realizado para la materia del profesorado de enseñanza primaria


“Trabajo de campo”. En la actualidad este trabajo se mira en el espejo de un reconoci-
miento de la lucha de identidades que fueron sometidas mediante discursos, políticas re-
presivas, normas sociales e imposiciones de hábitos de todo tipo. Rompiendo con la lógica
imperante llevada a cabo por la visión occidental de la historia hubo, hay y habrá mujeres
luchando, participando de la política entendida como una función común de todas las
prácticas sociales más allá de sus diferencias y distancias, es decir, desnaturalizando a la
práctica política como uso restringido (Lisandro).

Desde la cátedra se les propuso que en sus indagaciones revisaran los mecanismos
sutiles e invisibles de los diferentes aspectos relacionados con el género en la comu-
nidad educativa, más específicamente en el recreo, teniendo en cuenta la trama de
relaciones, roles estereotipados y situaciones de discriminación que contribuyen a
reforzar la desigualdad.
Partimos de considerar que el recreo puede ser un momento de gran potenciali-
dad para intervenir, operar y generar acciones, en función de modificar actitudes y
cambios que posibiliten la igualdad de oportunidades y la equidad entre los géneros.
En sus intervenciones en el momento del análisis teórico Rocío presentó sus
interrogantes:

¿Cómo se relacionan niñas y niños durante el recreo? ¿Cómo se dan las relaciones de
género entre niñas y niños durante el recreo?¿Qué modelos guían las conductas de lxs
niñxs? ¿A qué prefieren jugar? ¿Por qué lo eligen?¿Qué roles asumen? ¿Asumen roles este-
reotipados? ¿Qué espacios ocupan en el patio? ¿Con qué elementos juegan niños y niñas?
¿Existe igualdad de oportunidades en las actividades de descanso y esparcimiento durante
el recreo? ¿Se da una relación asimétrica de poderes entre niñas y niños que juegan en el
recreo?¿Qué trama de relaciones se plantean en este ámbito?¿Las niñas o los niños ejercen
la dominación durante las actividades de descanso y esparcimiento del recreo? ¿Cómo es
la acción de unos sobre otros?

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Brisa Varela

Lisandro polemizó con los enfoques sexistas que relevaba en sus observaciones
exploratorias:

La práctica docente en la actualidad ya no puede mirar a un costado ni desentenderse


sobre el espacio de lucha que conquistó la mujer y que debe seguir peleando para construir
una sociedad justa e igualitaria no solo en relación al género, sino al respeto por las diferen-
cias. Las escuelas son un claro reflejo del entramado machista social que reina y que cada
vez va descubriendo más grietas en su interior. El androcentrismo no solo se proyecta en
las representaciones sociales sino que también se proyecta en el espacio, entendido como
una arquitectura hecha para y por los hombres, reflejando nuevamente pero esta vez ya con
la mira en donde va a desarrollarse el trabajo, en la escuela, en sus paredes, en sus patios,
en sus techos y columnas.

De la teoría al campo: el uso del espacio por


varones y mujeres en el recreo

Primer caso
La información relevada pertenece a una escuela privada ubicada en el centro de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las que Rocío es maestra3, acceden niñxs
de clase media. Las observaciones se realizaron en el espacio del recreo de lxs niñxs
de cuatro divisiones de 5to y 6to grado.
En esta institución no se pueden llevar herramientas ligadas a la tecnología a la
escuela, por ende están prohibidos los usos de celulares, computadoras, tablets. La
institución con esta decisión “preventiva”, se anticipa e impide que se rompan, que
se pierdan o que se extravíen los objetos. De esta manera, se distancia de la respon-
sabilidad de educar acerca del cuidado de los bienes materiales, refugiándose en la
necesidad de evitar determinados conflictos con las familias. ¿Quién se haría cargo si
algo de lo anterior sucediera? … La escuela ya tiene demasiadas obligaciones.
A principios de abril, ante la cantidad de niñxs golpeadxs, aparece una norma
nueva: “en los recreos se prohíbe correr”. Lxs niñxs quieren moverse y lxs docentes
deben controlar sus movimientos, cada vez normativamente más reducidos.
La hipótesis que Rocío formuló, a partir de observaciones preliminares en los
recreos, fue la siguiente: Durante los recreos, los niños elijen juegos activos, que
involucran desplazamiento y actividad física. Sin embargo, las niñas prefieren di-
námicas estáticas, pasivas, sin incluir el ejercicio de destrezas físicas. Esta división

3 El GCBA ha declarado la emergencia educativa motivo por el cual los estudiantes avanzados en su carrera
docente pueden ocupar puestos supletorios de maestros.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 231


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

entre grupos de juegos de, niñas por un lado y, niños por el otro, cada uno con sus
características, responde a pautas culturales instaladas en el sentido común.
Rocío aclara:

Todxs nos enfrentamos al desafío de intentarlo. A la mancha jugaban todos, a la escondida


también. ¿Y ahora qué?
Aparece la pelotita de goma y el “Picapared” como la actividad que permite desarrollar el
mayor movimiento posible sin correr que, al mismo tiempo pone en evidencia otra vez, la
división lúdica por géneros.
En la misma institución se legitima la fragmentación del trabajo por géneros. Me atrevo a
afirmar que normativizada e incluso, justificada con argumentos pedagógicos:
Las niñas y los niños se separan en la hora de educación física.
Los niños se suben a un micro y van al “sindicato”.
Las niñas se suben a otro micro y van al “gimnasio”.
Los niños entrenan deportes. Futbol sobre todo.
Las niñas entrenan gimnasia artística. Son especialistas en coreografías.

Podemos advertir que en las escuelas existen “prácticas habituales que –muchas
veces sin intenciones conscientes o explicitas- reproducen cuestiones y estereotipos
sobre los “lugares de mujeres y varones” Infinidad de actitudes que conducen a una
desigualdad en el trato ejercido en relación con la diferencia de sexo se sostienen en
representaciones cristalizadas como la idea de que las niñas son ordenadas, prolijas,
tranquilas, buenas alumnas, rosas, educadas, delicadas, y respetuosas por nombrar
algunos adjetivos. En oposición los niños serían rebeldes, desordenados, acelerados,
violentos, contestatarios, distraídos, “maleducados” y desprolijos, contraponiéndose
casi antagónicamente a las caracterizaciones de las niñas. Todas las sociedades hu-
manas esperan y conducen hacia determinados tipos de comportamientos según los
sexos de que se traten. Los comportamientos “esperables” no son naturales sino que
se construyen históricamente sobre cada uno de los sexos” (Varela y Ferro, 2000).
En ocasión de nuestra investigación el “cuándo” y “dónde” suceden las acciones
son esenciales, el escenario es un patio de terraza de 10 metros por 3 metros habita-
dos por aproximadamente cincuenta niñxs. El tiempo: 15 minutos de recreo.
Basta una mirada durante los 15 minutos de recreo en el patio, para apreciar la
fragmentación de lxs estudiantes en grupos donde el rasgo observable que los dife-
rencia es el sexo. Una descripción de un recreo bastará para hacer visible esta domi-
nación, representada en el uso y distribución del espacio.

232 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

Para comenzar el recreo deben atravesar el disciplinado laberinto que los conducirá al pa-
tio. Salen del aula y deben formar en dos filas alineadas, una de nenas y otra de nenes. Me
detengo delante de ellxs y aguardo. Lxs niñxs están dispersxs en pequeños grupos. Con
pelota en mano algunos niños que se ordenan cantando. Otros pegados a la pared, tocando
el marco verde de la ventana gritan ¡pido!
Las nenas en ronda aguardan con libros bajo el brazo. Una sola tiene una soga y espera en
la fila. Me acerco a algunos y algunas recordándoles que deben formar (Rocío).

Rocío aplaude y mira a cada uno forzando un rostro de enojo o, aburrimiento,


seguimos ahora sus impresiones:

Cuando considero apropiado el momento, o me canso de insistir con algo que no me im-
porta, subimos por una escalera. En medio del trayecto debo detenerme para recordarles
que aún no comenzó el recreo y deben caminar ordenados. Se miran entre ellos y se ali-
nean. Continuamos, atravesamos un pasillo, subimos un escalón, la luz natural comienza a
hacerse notar, tres ansiosos niños se adelantan y avanzan corriendo.

Llegan y se dispersan. Un grupo de nenes festejan a los gritos haber conseguido


la pared grande. Acelerados le piden que cierre la ventana de un aula del secundario
que da al patio. Lo logra y ellos festejan otra vez.

¡Pri, segun, ter, cuar, quin, sexti, septi, octi!


En ese orden se alinean en horizontal.
Uno lanza la pelota y comienza el juego. Picapared.
Quemado, directa, risas, uuuuuuuuuuu que genio, pique.

Concentrados se encargan de que la pelota repita su ciclo: mano, pique, pared,


pique, mano, pique, pared. Todos juegan, todos respetan su turno. Al fondo un
grupo de ocho niños juegan al futbol con una pelota de goma espuma.

No todas las niñas llegaron al patio. Se dispersaron, entraron al baño, se distrajeron en


la cafetería. Tan solo algunas, cinco se organizan en un rincón para saltar la soga. Dos la
sostienen de los extremos y por turnos saltan al son de canciones que se aceleran. Pasan
unos minutos y llega otro grupo de varones. Frente a otra de las paredes arman un círculo,
se enumeran, pica la pelota y ¡atención!
En el centro del patio, un grupo de seis niñas y un niño arman dos grupos. Dividen el es-
pacio teniendo como referencia las líneas de alquitrán del piso. Lanzan la pelota y cuidado,
cualquiera puede ser quemado.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 233


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

Al fondo, apoyados sobre la pared un grupo mixto conversa. Abrazos van, empujones
vienen. Dos niños tomados de la mano estiran sus brazos y comienzan a dar vueltas. Ríen.
Otros dos niños se codean y comienzan a copiar la conducta.

Una docente se acerca y les señala que no es un juego adecuado para el recreo.
Que podían lastimarse y podían lastimar a otros. Pasa un niño perseguido por una
niña. Ambos se dispersan entre el montón.
En la sombra, en un pasillo pequeño en el que no llegan a entrar todas, un grupo
de siete niñas practica una coreografía con verticales contra la pared mientras dos
niñas apoyadas contra una columna observan.
Queda reflejada en esta primera observación que, lxs niñxs en cuestión no son
más que un absoluto reflejo del sistema de representaciones sobre los géneros de
esta sociedad occidental en la que están insertxs y que es performativa. Sin lugar a
dudas, las niñas también tienen destrezas físicas y motoras, acciones como saltar la
soga y crear coreografías son las que se manifiestan en el relato. Lo interesante de este
testimonio es el lugar físico que ocupan las niñas en relación con el de los niños, a
ellas les corresponden rincones y son esos recovecos suficientes para desarrollar sus
actividades elegidas.
Otro día Rocío registra:

Ingreso al aula, saludo a varios niños y niñas con un beso. Me detengo a escuchar algunas
quejas, otras anécdotas mientras recuerdo con la voz y con el cuerpo que es momento del
recreo y les pido que se alisten para subir.
Un grupo de seis niñas se acercan y me piden ir a la biblioteca acompañadas por la seño
Dani, del comedor. Asiento con la cabeza, ellas se adelantan y bajan por las escaleras.
Los niños y niñas se agrupan cerca mío, porque saben que soy quien decide cuándo es
momento para subir. Nombro a algunos niños y a otras niñas, comento ¡vamos!, me doy
vuelta y camino hacia la escalera. El grupo me sigue. Al llegar al segundo piso nos detene-
mos a esperar al grupo, varios niños corren.
¡Esperen, no corran!
Ellos continúan y los imitan otros con pelota en mano.

Ocho niños se dispersan a lo ancho del patio, ocupando una franja limitada por
las esquinas, el tacho de basura y una columna. Pelota al suelo y pie. Un grupo de
tres niñas y dos niños se enumeran y juegan al “Picapared”.
Luego de observar reiteradamente esta situación le pido a Rocío que entreviste a
cada unx de lxs integrantes del grupo. Planteamos los siguientes objetivos: conocer
los argumentos e ideas de lxs niñxs sobre sus elecciones y actitudes en los recreos;

234 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

identificar las representaciones que tiene lxs niñxs sobre ellxs mismos y hacer ex-
plícitos los motivos de sus elecciones con respecto a los juegos compartidos con las
personas del otro sexo4.
Es relevante considerar que el motivo de la elección de los juegos, en el 90% de
las respuestas, fue “porque es divertido”.
En la instancia del “pueden”, todos asumen que es posible que ambos géneros
jueguen juntos, con la excepción de algunos casos en que contestaron:
“No, porque los distintos sexos se pelean.”
“Pueden jugar juntos si los varones son menos brutos.”
Sin embargo, en el momento de asumir lo que sucede aparecieron opiniones
como:
“No juegan juntos porque cada género elige distintas cosas.”
“No porque los varones juegan bruto.”
“Los varones juegan bruto y salen lastimados.”
Una niña invitada a jugar por los niños dice “cuando juego con los varones me
parece gracioso que todos se tiren para pegarle a la pelota porque no hace falta.”
Una niña del grupo mixto, explica “Juego con los que me siento cómoda, porque
no hacen trampa y no me van a burlar.”
A Rocío le aparece una contradicción entre introducir una mirada de género en
los juegos del recreo o respetar ese espacio de libertad y actividades libres, me dice:

Tras una breve conversación sobre las respuestas de las entrevistas y lo sucedido en los
recreos, les propuse armar un torneo de “Picapared” mixto.
Caras de enojo, gritos de bronca y un coro de “nooo” rotundo fueron las respuestas
Por el momento, contando con tanta resistencia de parte de lxs niñxs, decidí no seguir
adelante con la propuesta, y restringir mi marco de acción al aula.

Segundo Caso
En el segundo caso retomamos las observaciones de campo y entrevistas reali-
zadas por Lisandro durante dos meses en los patios, techados y destechados, del
histórico Normal del Barrio de Balvanera, durante los recreos del turno tarde del
segundo ciclo del nivel primario.

4 Las preguntas de las entrevistas fueron: ¿A qué jugas en los recreos?¿Por qué elegís ese juego?¿Con quién
jugas?¿Jugas siempre con las/los mismas/mismos?¿A qué te gustaría jugar?¿Los varones pueden jugar con
mujeres?¿Las mujeres pueden jugar con varones?¿juegan juntos? ¿Por qué? Contá alguna anécdota en la
que hayas jugado con algún varón/mujer.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 235


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

El patio destechado de la escuela es verdaderamente grande en relación al resto de


las escuelas públicas de la ciudad autónoma de Buenos Aires y su composición, casi
en su totalidad, está dada por dos arcos de fútbol y una enorme cancha para jugar.
La suma de los tres patios techados apenas supera la mitad del destechado y el
juego predominante de los niños es el futbol, el de las niñas no es uno en particular
sino varios.

En quinto grado del turno tarde tengo la suerte de conocer no solo como docente sino
como persona a un maestro quien al contarle lo que estuve observando y compartiendo
en mis registros nos pusimos de acuerdo en que en una cultura futbolera y en una escuela
en donde el patio grande es una cancha de futbol hay una clara tendencia machista en
la distribución del espacio en relación al juego en los recreos. Le pedí además el favor de
realizar una encuesta en su grado, formado por 14 varones y 12 mujeres para poder definir
qué juegos son los preferidos de los niños, dónde se juegan, si juegan entre niños y niñas
(Lisandro).

La entrevista permitió cuantificar los datos: sus resultados son tajantes: Niñas:
futbol 2% Niños 50% futbol.

La encuesta fue realizada durante los recreos y era notable como el único juego organizado
y que se jugaba en la mayoría del espacio era el fútbol y era jugado por chicos, se podría ob-
servar alguna chica quizás pero la relación de cantidad por sexo era drásticamente amplia.
Las niñas en los recreos se las veía sobre todo corriendo, conversando, jugando a la mancha
pero nunca con algún juego claro con una determinada organización que lo diferencie de
los otros. En los patios internos me gustaría comentar que la disposición de las columnas
forman como una especie de arcos de fútbol que no necesitan mucha imaginación dado
que los niños de uno de los dos patios lo usan como una cancha y se ve claramente como
las niñas terminan jugando al costado de la cancha imaginaria que es un espacio reducido
en relación al que usan los chicos. Por último no había una propuesta abarcadora de nin-
guno de los dos sexos de jugar en conjunto, quizás la mancha zombi era una propuesta
pero todavía no consigue su éxito (Lisandro).

Las nenas proponen otros juegos como mancha venenosa, charlar, dibujar, es-
condidas, Angry Birds5 y muñecas barbies.

El patio de afuera es el sitio elegido por la mayoría de alumnos y alumnas. Los chicos en
su mayoría prefieren jugar al fútbol y es justo en el patio de afuera donde en la mayor

5 Juegos para celulares

236 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

parte de su extensión se ubica una gran cancha de fútbol. Las chicas no tienen un juego
determinado como el preferido sino que son varios y no tienen un espacio que contenga
características para desarrollar un juego organizado ni que las represente. El fútbol se ve
representando no solo por el gusto y la preferencia de los chicos también por el espacio,
por la estructura de un patio grande en el cual su cancha de fútbol ocupa más de la mitad
de su espacio.
Entiendo que de los participantes de la encuesta la mitad aproximadamente de los distin-
tos sexos confirman la posibilidad de poder jugar entre ambos (Lisandro).

Lisandro concluye puntualizando la perspectiva de género que esta experiencia le


ha permitido construir trabajando etnográficamente en campo.

Quizás las modalidades de las relaciones entre chicos y chicas no permitan la conciliación
para llegar a un juego menos sexuado o desafectar lo sexual de un juego y compartir el
espacio material y lúdico para poder compartir en esencia el juego en sí, considerándose
iguales unos a los otros. La desatención quizás sobre esta realidad y la poca incidencia de
los mayores en los recreos sumados al contexto social son en conjunto con las representa-
ciones que genera la sociedad motivos que logran conservar directa e indirectamente esta
realidad. Esas modalidades están imantadas a un tipo de sociedad, por una familia cons-
tituida en una concepción androcéntrica no solo del espacio sino también de la cultura.
El cambio de la situación de falta de representatividad por parte del espacio hacia el géne-
ro femenino en el contexto de juego de recreo no va a surgir solo del espacio sino de un
cambio más profundo y de las personas, pienso que la propuesta que surge del trabajo no
como solución total sino como más bien parcial, es la participación del docente o de un
encargado que forme parte de la interacción de los niños y niñas en los recreos. Buscando
la unión y defendiendo el uso del espacio como algo compartido y no de uso machista,
sería bueno a partir de todos los cambios sociales que viene ocurriendo en Argentina en
relación a la lucha de género, aprovechar y lograr un cambio institucional que incida des-
de el juego del recreo hasta el currículo de estudio no como algo oculto sino como algo
notorio, materialmente expreso (Lisandro).

Conclusiones

A modo de reflexión final expresamos que en el momento de concretar la in-


vestigación desconocíamos el trabajo de Pearce, G. and Bailey, R. (2011) Football
pitches and Barbie dolls: young children’s perceptions of their school playground realizada
casi sincrónicamente a la nuestra. Lxs autorxs señalan expresamente que los patios
y los tiempos de juego han sido relativamente estudiados por los Investigadores

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 237


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

Educativos y de Salud si se compara con los estudios del currículo formal6 y la


investigación es aún incipiente, y que se presenta una oportunidad única para la
indagación7.
Con metodología más amplia en cuanto a cantidad de entrevistas a niñxs y por
la inclusión del personal docente, la lectura de sus resultados resultan y sumamente
interesantes por las similitud a los que obtuvimos, registrando una constante en paí-
ses tan disímiles como Gran Bretaña y Argentina. Su estudio se centró en los cam-
pos de juego para niños y las actividades en las que participan en el espacio escolar,
adoptaron métodos orientados a los niños inspirado en el enfoque de mosaico. Los
principales temas de las entrevistas de grupos focales fueron juegos sociales (amis-
tad, la soledad / soledad y el juego limpio); la actividad física juego (actividades y
justificación); (riesgo de lesiones y la intimidación); y el género (acción / quietud y
roles de género. A modo de síntesis del trabajo realizado sobre niñxs de cuatro a once
años, los autores sostienen que: “Hubo una abrumadora sensación en las conversa-
ciones con los niños en esta escuela que la segregación de género y los estereotipos
fue tomada simplemente por sentado” (2011:1375).
En nuestros dos casos estudiados, tanto a través de las observaciones como de
las entrevistas son coincidentes en varios aspectos referidos al uso del espacio para
juegos en los tiempos libres de estudio por varones y mujeres. Esta realidad la hemos
podido observar arraigada en muchas otras instituciones por lo que nos animamos a
pensar que es una cuestión generalizada.
El espacio de los juegos es estructurado por los varones que asumen como propio
el espacio central dejando a las niñas rincones y recovecos marginales en una verda-
dera jerarquización de espacios que recuerda la reproducción del living y el espacio
de las hornallas en la unidad doméstica. Efectivamente se dan relaciones de género
entre lxs niñxs de 5to grado durante el recreo. La particularidad de las relaciones de
género radica en que se establecen mediante la omisión de un intercambio verbal
o corporal directo es decir, su especificidad está en la distribución desigual en el

6 En las Jornadas Internacionales de Investigaciones de Género (2016) realizadas recientemente en la


Universidad Nacional de Luján una mesa se dedicó a presentar diversas investigaciones que, en el campo de
la educación física, trabajaban los diseños curriculares desde una perspectiva de género.

7 El estudio se llevó a cabo En Una Escuela Primaria es el sur-oeste de Londres. La ciudad en la que
reside la escuela es predominantemente blanca (12% Grupos Étnicos minoritarios) y rica (341 de 354 en
los índices generales de privación). la escuela atrajo una población más diversa que la mayor parte de las
salas circundantes, incluyendo los niños de familias de Europa del Este de Asia y de inmigrantes. En el
momento del estudio era una “escuela promotora de la salud ‘, y la invitación se basó en un compromiso
expreso de desarrollar los factores relacionados con el bienestar de los niños. El personal había expresado su
preocupación por que algunos niños parecían nerviosos y aislados en el parque infantil (patio de juegos). El
Proyecto de Investigación fue percibido como la primera etapa de una evaluación y rediseño de los espacios
de juego de la escuela.

238 Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241


Brisa Varela

espacio físico del patio, una apropiación desigual de éste, fundamentada por los roles
y estereotipos prescriptos para cada uno, sumado a ello la estructura de los patios
que también es condicionante de las actividades a desarrollar.
Lxs niñxs generalmente no comparten las actividades de descanso y esparcimien-
to: los niños juegan al “Picapared”, Los varones son quienes ocupan la mayor parte
del espacio de los patios: más del 80% de la superficie y quienes además se quedan
jugando aún después del toque de timbre. Las niñas se distribuyen aleatoriamente
en los recovecos disponibles y aceptan finalizar el juego, o al menos acotarlo8, cuan-
do el tiempo es señalado. A la vez el movimiento de los varones es lineal del aula
al juego de pelota, en tanto que los desplazamientos de las niñas se realizaban en
movimiento de zigzag acotándose a los rincones y esquivando pelotazos.
En los márgenes aparecen algunos juegos mixtos y juegos “de mujeres” que rea-
lizan unos pocos varones.
Existe en ambos casos una contradicción entre lo que se dice y lo que se hace: si
bien la mayoría asume que niños y niñas pueden jugar juntos, no eligen hacerlo. Si
bien admiten lo “políticamente correcto” afirman que es aceptable pero continúan
prefiriendo estar acompañadxs por niñxs del mismo género en los juegos. Las niñas
se refiere al uso del cuerpo los varones son “muy “brutos”.
Un último aspecto es la naturalización y consecuente inacción de lxs docentes
tanto en las iniciativas personales como en la ausencia de algún proyecto pedagó-
gico institucional tendiente a transformar esta situación. Es a esta posición docen-
te a la que aludimos en el título de este trabajo cuando mencionamos el término
“displicencia” que se define9 como “desaliento en la ejecución de una acción, por
dudar de su bondad o desconfiar de su éxito”, mostración de apatía o indolencia
en estos casos, frente a la cuestión de género. Algunos autores utilizan para calificar
estas situaciones con el término “ceguera de género” para definir la incapacidad para
percibir la desigualdad en las prácticas de discriminación (Bascón, Rebollo, Prados,
Saavedra, Sala e Ignacio, 2010).
Por último como afirma Pierre George (1973) el estudio de la geografía ha de
ser dialéctico porque las situaciones que estudia son situaciones dialécticas. Conse-
cuentemente y observando las conductas de lxs niñxs, se encontró una pauta de la
apropiación del espacio por parte de los varones que se naturaliza tanto por niñxs
como por adultxs y es producto de una construcción histórica y social de la que for-
ma parte la escuela en la que lo femenino es disciplinado por lo masculino.

8 En ocasiones continúan sus juegos con celulares dentro del aula.

9 Real Academia Española

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 239


Geografía de género y discursos del cuerpo en los microespacios escolares

El rol asumido por lxs niñxs, es el que la sociedad ha reproducido y la domina-


ción, con tinte de “expansión imperial”, queda evidente también en la apropiación/
expropiación de los microespacios escolares.

Bibliografía

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Recibido: 06/06/2016
Aceptado: 11/07/2016

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 241


Brisa Varela

Actividades
Académicas

Segunda época, Volumen XX, 2016, 223-241 243


Vanina Guazzaroni y Belén Pissarello

IV ENCUENTRO INTERNACIONAL DE
INVESTIGACIÓN DE GÉNERO:
CULTURA, SOCIEDAD Y POLÍTICA EN
PERSPECTIVA DE GÉNERO

Vanina Guazzaroni y Belén Pissarello


Comité Organizador IV Encuentro
Internacional de Investigación de Género.

E
n los días 12, 13 y 14 del mes de Mayo del año 2016 tuvo lugar en la Uni-
versidad Nacional de Lujan – Argentina, el IV Encuentro Internacional de
Investigación de Genero. Este evento, estuvo convocado por el consorcio
de Universidades mexicanas-argentinas integrado por las siguientes insti-
tuciones: Universidad Autónoma de Querétaro; Universidad Autónoma de Guerre-
ro; Universidad Tecnológica de Querétaro; Universidad Autónoma del Estado de
México; Universidad Autónoma de Zacatecas; Universidad Autónoma de Tlaxcala;
Universidad Nacional de Luján; Universidad Nacional del Comahue. Su organiza-
ción, estuvo a cargo del Área de la Mujer (PEMyG) del Departamento de Ciencias
Sociales y las Carreras de Posgrado de Especialización y Maestría en Estudios de las
Mujeres y de Género de la Universidad Nacional de Luján.
Los ejes conceptuales para reflexionar y orientar la presentación de las produc-
ciones científicas fueron:
• Las mujeres y la cultura material y simbólica
• Las mujeres en la vida social.
• Las mujeres y la política.
En el IV Encuentro, participaron investigadoras/es de múltiples disciplinas, tales
como: sociología, educación, literatura, medicina, historia, psicología, derecho, en-
tre otras. Dentro de las mesas más convocantes se destacaron las referidas a las cuatro
primeras áreas mencionadas. Los temas abordados tienen que ver con la violencia

Segunda época, Volumen XX, 2016, 245-246 245


IV Encuentro Internacional de Investigación de Género

de género, el aborto y políticas de salud reproductiva, la mujer y el mercado laboral,


la vida cotidiana, las mujeres en la historia Argentina, el género en las didácticas,
reflexiones sobre la educación física, política pública y derechos humanos, el patri-
monio cultural de las mujeres, etc.
Asistieron más de 400 especialistas, del exterior y de nuestro país, que a través de
sus investigaciones debatieron y reflexionaron en veintiuna mesas, seis simposios y
tres paneles. Analizando los datos recogidos, se permite visualizar que las/os parti-
cipantes a este evento fueron un 87% de mujeres y un 13% de varones, mostrando
un incremento del 5% de participación de investigadores varones en relación a las
X Jornadas de Historia de las Mujeres, que se realizaron en esta Casa de Estudios en
el año 2010. Además de investigadoras/es nacionales y extranjeros, concurrieron un
88% de estudiantes y graduados de las provincias de Buenos Aires, Mendoza, San
Juan, Jujuy, Córdoba Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Chaco y Salta. En cuanto a
las/os docentes extranjeros, un 4%, venían de México, 2,9% de Colombia, 2,7% de
Brasil y un 3% restante de España, Ecuador, Uruguay, Chile, Polonia y Estados Uni-
dos. Destacamos, también, la presencia de las Direcciones de la Mujer y Género de
diferentes municipios de la Provincia de Buenos Aires y de mujeres funcionarias en
actividades de gestión políticas: legisladoras nacionales, provinciales y municipales,
como también, mujeres académicas en ejercicio de funciones políticas en Universi-
dades Nacionales.
A todas/os agradecemos su participación en este Evento, extensivo al público
asistente y particularmente a los estudiantes de Educación Media de distintos esta-
blecimientos educativos de la zona. El alto nivel académico de las ponencias, los/as
numerosos/as expositores/as y la gran y variada cantidad de asistentes, revelan gra-
tificantemente que las cuestiones de género son cada vez más visibles y convocantes
en nuestra sociedad.

246 Segunda época, Volumen XX, 2016, 245-246


Cristina N. Gutierrez Dipróspero

TRABAJO REMUNERADO Y NO REMUNERADO


EN EL MUNDO DOMÉSTICO Y ACADÉMICO DE
VARONES Y MUJERES DEL DEPARTAMENTO DE
CIENCIAS SOCIALES-UNLU

Cristina N. Gutierrez Dipróspero


Universidad Nacional de Luján
Argentina

H
acia el año 2013, un grupo de investigadoras de varias disciplinas
de la UNLu, considerando el lugar del género en el mundo aca-
démico a escala internacional y local, unido a una rica experiencia
de trabajo en la Especialización en Estudios de la Mujer y género,
dirigido por la Dra. Cecilia Lagunas, decidimos desarrollar un proyecto denomina-
do: Trabajo remunerado y no remunerado: Hacia la medición del uso del tiempo en los
docentes del la UNLu.
Luego de cierto tiempo de elaboración, fue aprobado en 2014 por el Consejo
Directivo Departamental de Ciencias Sociales, el Proyecto de Investigación dirigido
por Amalia Testa, con el equipo de trabajo que incluye a Viviana Escanes, Vanesa
Repetto, la autora de esta miscelánea (Investigadoras del Depto. De Cs. Sociales) y
Susana Filippini (del Depto. De Cs. Básicas), así como estudiantes avanzados de la
carrera de Trabajo Social. El relevamiento continúa hasta el presente (2016), con
posibilidades que se extienda hacia otro período adicional para cubrir la totalidad de
la Encuesta diseñada.
Así, el Proyecto tiene como finalidad proceder al relevamiento del trabajo remu-
nerado y no remunerado del total de los docentes, investigadores y extensionistas
regulares, tanto mujeres como varones, en las distintas sedes de la Universidad Na-
cional de Luján, con el objetivo de otorgarle un enfoque de género.
Tratamos de analizar la carga horaria de las tareas remuneradas y no remuneradas
que realizan en sus especialidades académicas en los Centros Regionales (Campana,

Segunda época, Volumen XX, 2016, 247-250 247


Trabajo remunerado y no remunerado en el mundo doméstico y académico de varones y mujeres

San Miguel, Chivilcoy, San Fernando) y en la Sede Central de Luján para los 4
Departamentos existentes (Cs. Sociales, Educación, Cs. Básicas y Tecnología) y para
las diversas carreras que se dictan (de grado: 3 Ingenierías, 14 Licenciaturas y 6
Profesorados)1.
A nivel de los objetivos específicos de nuestra investigación, pretendemos el
análisis de las actividades y la distribución del tiempo de las personas según sexo,
edad, nivel de instrucción alcanzado, inserción laboral y cuidado de las personas.
También queremos comparar el uso del tiempo de la población en estudio
(Varones y mujeres) entre la población total de la casa, sosteniendo una perspectiva
de género.
Finalmente deseamos relacionar las actividades desarrolladas por la población
en estudio (Docentes varones y mujeres con distintas cargas horarias y jerarquía
académica) y el ciclo familiar en que se encuentran.
El relevamiento propuesto e iniciado es uno de los primeros que se realizan en
nuestro país dentro del mundo académico, con el objetivo de poner en evidencia
la diferencia en el Uso del Tiempo de ambos sexos dentro de nuestra Universidad,
esto es, responder a la pregunta si existe una división sexual-académica del trabajo
en nuestra Universidad para varones y mujeres.
Para ello, el equipo de trabajo se basó en varias fuentes primarias y secundarias:
en textos de varias Universidades de América Latina, en especial, sobre el Uso del
Tiempo de las mujeres y varones, así como varios Documentos de Organismos In-
ternacionales (BID, BM, CEPAL), Países miembros de OEA, ONU, CEE, Revistas
Internacionales y locales (Fundación Encuentro de España, Instituto de la Mujer
de países europeos y de América Latina, Asuntos de Género de la CEPAL, etc.),
estadísticas del Uso del Tiempo producidas por el Instituto Nacional de Estadísticas
(INEGI) de México, de Cuba, de Costa Rica, España2, Buenos Aires, Rosario y San
Juan. En cuanto a los métodos de medición se seleccionó una muestra probabilística
por conglomerado, considerando como dominio a las carreras de grado. Esto se

1 No se consideran dentro de esta Encuesta de Uso de Tiempo a los docentes, varones y mujeres que se
encuentran en los Posgrados (2 Doctorados, 6 Maestrías y 9 Especializaciones) así como a las 2 carreras de
Pregrado.

2 Queremos reconocer a la Dra. María Ángeles Durán, profesora del Centro de Investigaciones Sociales
de Madrid que afirma que “No es sensato la distribución del tiempo que hacemos ahora mismo porque se
produce una excesiva acumulación de obligaciones en un tiempo relativamente corto, el período laboral, y a
la vez la esperanza de vida es cada vez mayo y “sobra Tiempo”, en: El valor del Tiempo (2000), ESPASA; El
valor del tiempo ¿Cuántas horas te faltan al día? (2006), ESPASA Calpe; La investigación del uso del tiempo
(2009), CIS.

248 Segunda época, Volumen XX, 2016, 247-250


Cristina N. Gutierrez Dipróspero

realiza mediante una encuesta de tipo transversal, auto-administrada y a nivel de la


población seleccionada.
Debido a problemas de coordinación y de instrumentación de la Encuesta ya
diseñada3 y debatida por parte del Equipo de Investigación, en parte por demoras
para la obtención de información en la totalidad de los Departamentos de la UNLu,
porque además no se pudieron realizar los Talleres de Capacitación al equipo de
trabajo de Campo, debimos aplicar un método alternativo al que originalmente nos
planteamos. Así aplicamos la Encuesta a una pequeña muestra de 30 académicos
de la casa. Esperamos que dicho relevamiento continúe en el futuro, para obtener
conclusiones sobre el análisis completo.
Producto de una amplia discusión académica que hemos debatido y de la que
también participamos como investigadoras y desde nuestra acción como docentes,
notamos que es a partir de los ´90 que en nuestro país el mejoramiento de la medición
del Uso del Tiempo de la Mujer y el varón se refleja en la captación de su inserción
en el mercado de trabajo en general –y en particular el académico- privilegiando la
actividad sobre la inactividad, que no necesariamente significó en el caso de activi-
dad, un trabajo no remunerado (por caso el servicio doméstico o tareas parcialmente
remuneradas). Sin embargo el trabajo académico está remunerado en las UUNN de
nuestro país pero el tema es observar la comparación con otras actividades profesio-
nales no académicas y su estatuto social para el género en lo local.
Así vimos que las mujeres que trabajan en general y en el mundo académico, en
particular, deben tener las mismas posibilidades que los varones al ser contabiliza-
das en las estadísticas oficiales en torno a lo laboral y de esta manera contribuir a la
reducción de la subestimación de la población femenina en la participación laboral4.
En consecuencia, hemos acordado que el abordaje del mercado de trabajo gen-
eral –y académico- desde la perspectiva de género, atañe para una mirada multidi-
mensional, sujeta a cambios, y que además es producto de su dependencia histórica
y material de las transformaciones sociales.
En esta esfera, la inequidad de género está presente, como el resto de los es-
pacios económicos y sociales, al considerar que el trabajo no remunerado –y

3 También una estudiante de Estadística de la carrera de Lic. en Biología participó en el diseño de la muestra.

4 En el caso de Argentina se han realizado, de acuerdo a las fuentes consultadas tres mediciones de Uso
del Tiempo: la primera en Buenos Aires, en 2005, la segunda en la Pcia. de San Juan entre 2008/2010
y finalmente la realizada en Rosario, Pcia. de Sta. Fe durante 2010. Hubo también antecedentes con una
encuesta de opinión realizada en 2006 por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) donde
se entrevistaron a 1.600 mujeres en Gran Rosario y Gran Córdoba, pero faltó la consulta a los varones. En
1998 en la Cd. de Bs. As., Ma. Lucía Colombo y Alejandro Rupnick, dentro del Consejo Nacional de la Mujer,
realizan un relevamiento, pero no es considerado relevante por las expertas.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 247-250 249


Trabajo remunerado y no remunerado en el mundo doméstico y académico de varones y mujeres

remunerado- limita las opciones y libertades de las mujeres para realizar su au-
tonomía económica, el acceso a mejores puestos de trabajo de acuerdo con sus com-
petencias e intereses, su participación política y las actividades de esparcimiento y
cuidados personales.
En tal sentido, el equipo se propone al finalizar el proyecto:
1. Identificación y sede de los docentes de la UNLu,
2. Características del hogar en que vive,
3. Organización del hogar,
4. Características sociodemográficas,
5. Condición de actividad y características del trabajo académico,
6. Movilidad de acceso al trabajo,
7. Trabajo doméstico no remunerado.
En consecuencia, el Proyecto de investigación requiere responder si la/os docen-
tes de la UNLu, en el Siglo XXI tienen más ó menos trabajo que en el siglo anterior
ya que las relaciones sociales de género son dinámicas y modificables a través de las
interacciones humanas para distribuir mejor el tiempo, porque las responsabilidades
del cuidado han cambiado, de forma que tanto varones como mujeres asuman la
totalidad de sus actividades productivas y reproductivas y que el tiempo libre sea
común a ambos.

250 Segunda época, Volumen XX, 2016, 247-250


Mónica Molina

LA PALABRA: UNA HERRAMIENTA DE ACCIÓN


POLÍTICA PARA DECONSTRUIR EL LENGUAJE
PROSTIBULARIO

Mónica Molina
Integrante de Periodistas de Argentina en Red
por una comunicación no sexista (Red PAR).
Docente de la carrera de Comunicación Social de la UNLPam

E
n marzo pasado, en la conmemoración del Día Internacional de la Mu-
jer, la red PAR- Periodistas de Argentina en Red- la asociación Akun y la
carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Humanas de
la Universidad Nacional de La Pampa conjugaron un interés común en la
charla pública “La explotación sexual, un desafío para los medios de comunicación”
en la que se problematizó desde las palabras el universo discursivo que nombra a la
prostitución y las características que asume en el imaginario social.
Desde la Red PAR, la licenciada y militante feminista Gabriela Barcaglioni intro-
dujo las razones que llevaron a la red que trabaja por una comunicación no sexista
a producir el “Decálogo para el Tratamiento Periodístico de la Trata y la Explota-
ción Sexual”. Este documento de realización colectiva que nuclea a más de ciento
cincuenta periodistas de todo el país tuvo como objetivo elaborar diez premisas
que, a manera de recomendación, se propone en las redacciones de los medios de
comunicación.
Desde su militancia popular, la co autora del libro “Ninguna Mujer Nace para
Puta”, Sonia Sánchez, que fuera prostituida le puso la voz potente y política a las
distintas formas de nombrar todo el andamiaje que de manera sistemática replica el
lenguaje “fiolo”, al decir de la feminista.
El contexto de la charla pública desde dos miradas convergentes fue una interpe-
lación y un desafío para quienes estudian la carrera de Comunicación Social y perio-
distas en ejercicio de su profesión, en estos últimos en la idea de cuestionar su propia

Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257 251


La palabra. Una herramienta de acción política para deconstruir el lenguaje prostibulario

práctica y, en quienes han elegido la formación en las ciencias de la comunicación


tienen la tarea de problematizar los contenidos desde una perspectiva de género.
En el libro Pensamiento y Acción el sociólogo Pierre Bourdieu (2002) lanza en
uno de sus capítulos una interpelación sobre la práctica periodística, no lo hace des-
de un punto de vista de género, no es por ello que lo convoco en estas líneas, sino
más bien desde el rol acerca de la propia actividad, no obstante advierte, que no se
trata de un “ataque” a la prensa. Introduzco en este artículo la reflexión de Bourdieu
porque el autor toma la precaución que no sea mal interpretada su visión del trabajo
periodístico.
Por ello, y previo a focalizar en la actividad pública de referencia, me resultó
interesante esta consideración porque si hay algo que resulta molesto para quienes
desarrollan –desarrollamos- el ejercicio periodístico es ser incomodado o interpelado
en su profesión, en definitiva es cuestionar su pensamiento; éste se traduce a partir
del manejo de las palabras y, a la vez, éstas comunican el pensamiento, que entraña
puntos de vistas, imaginarios, un enfoque ideológico acerca de determinados temas,
en definitiva las palabras conforman el sentido.
Bourdieu se pregunta respecto de los/as periodistas: ¿qué es lo que realmente está
en su poder? Entre las cosas que dependen de ellos figura el manejo de las palabras
porque a través de las palabras producen ciertos efectos y ejercen una violencia sim-
bólica. De allí, entonces que podamos intersectar nuevos sentidos a un andamiaje
discursivo donde la palabra contribuya a transformar un estado de cosas1.

Incomodando el discurso de los medios

El Decálogo para el Tratamiento Periodístico sobre Trata y Explotación Sexual


viene a irrumpir en una modalidad perpetuada en el discurso periodístico de los me-
dios al recomendar otra producción de sentido respecto de la prostitución al momen-
to de elaborar la información que será comunicada en un medio de comunicación.
Gabriela Barcaglioni, una de las autoras del equipo de redacción del Decálogo,
en la introducción a su exposición se refirió al rol intelectual y militante de quienes
conformamos la red y, al papel que tenemos como profesionales comprometidos
con la realidad. Una de las contribuciones de esta Red federal propende a una mejor
calidad periodística en el marco de los Derechos Humanos y, en particular de las
mujeres.

1 Intervención en un coloquio de Periodistas sin Fronteras, publicada en Les mensonges du Golfe (Las mentiras
del Golfo, Artlea, Paris, 1992, P.27-32).

252 Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257


Mónica Molina

En este sentido, un objetivo claro que se fijó PAR con esta producción es que
las personas afectadas por el delito de explotación sexual no sean convertidas nueva-
mente en víctimas –esta vez, de los medios de comunicación- en el momento de ser
contadas sus historias.
Ahora bien, el medio no es el único responsable en el sentido que otorga a sus
producciones comunicacionales, sino que convergen otros discursos, dice Barcaglio-
ni, en ellos confluyen la iglesia y la familia, entre otros. Es cierto, que los medios
construyen sentido, de allí la decisión política e intelectual de incidir para cambiar
la mirada y el abordaje que las personas tienen sobre la trata y la explotación sexual.
Los medios promocionan el uso de los cuerpos de las mujeres, siguen mostran-
do a los cuerpos de las mujeres como eróticos y pasivos, acá es posible ver como se
deslizan en la redacción de los textos y selección de imágenes los patrones culturales
que se traducen en estereotipos sexistas. Entonces, en términos generales las mujeres
son representadas como deseadas e incapaces de poder decidir sobre lo que deseamos
y queremos.
Desde PAR entendemos que los medios de comunicación socializan una sexua-
lidad masculina basada en la dominación, y es lo que queremos romper de los dis-
cursos, enfatiza Barcaglioni, quien además es docente de periodismo en la carrera de
Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata.
Entonces, el basamento desde donde se parte es ideológico, se pretende cambiar
un estado de cosas. A través de los diez puntos planteados en el Decálogo se deja en
claro que la trata por explotación sexual es un delito complejo, que nos referimos
a un sistema que vulnera los derechos de las mujeres. La ausencia de una mirada
de género y un enfoque abolicionista, en el tratamiento de este tema en particular,
restringe la producción comunicacional como si se trataran de hechos aislados y
esporádicos; eludiendo abordar las historias como parte y producto de un delito.
Un sistema prostituyente donde conviven complicidades y responsabilidades, del
poder político, económico, judicial y policial, aunque también la sociedad lo es en
tanto reproduce las prácticas prostibularias con la aceptación social.
Desde la red PAR planteamos que en las mujeres víctimas de trata, hay una serie
de factores que confluyen para afectarlas y dentro de ellos, tienen singular impor-
tancia sus propias historias.
La otra cuestión central respecto de introducir una mirada distinta en el abordaje
es discutir y plantear claramente: la trata no se puede escindir de la prostitución. Un
circuito que se retroalimenta, por ello este Decálogo apunta a desmontar a la pros-
titución como trabajo. La naturalización dificulta entender este nexo entre ambas

Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257 253


La palabra. Una herramienta de acción política para deconstruir el lenguaje prostibulario

problemáticas. Lo vinculamos porque, tanto la trata como la explotación están cen-


tradas en esa sexualidad.
El Decálogo se plantea en sus tres primeros puntos caracterizar el delito y de-
construir el mito de que las mujeres están en la prostitución porque quieren. Sino
dimensionar que se trata de una violación a los derechos humanos; este aspecto
como comunicadoras/es es necesario despejarlo.
La otra cuestión en los puntos que siguen refieren al contexto en que se produjo
la captación: se debe dejar claro qué sucedió y poner en evidencia las complicidades
del sistema prostituyente (del sistema político, judicial, policial).
Nos referimos sin eufemismos a la situación de prostitución, erradicamos el con-
cepto de “cliente” por el de prostituyente, visibilizando la relación de poder desigual
y, como tal, no se trata de una transacción comercial entre pares. Sino que desoculte
los delitos de proxenetismo y de trata de personas con fines de explotación sexual.
Por lo mismo, no nos referiremos en la cobertura periodística sobre la prosti-
tución y/o trata con las expresiones de “servicio sexual” ni “trabajadora sexual” o
“víctima de trata de personas”, ni prostituta, sino “mujer prostituida”, con el mismo
criterio no utilizaremos la expresión “prostitución infantil” sino “explotación sexual
infantil”.
Revisar la práctica en el ejercicio periodístico y hacerlo desde lo que las comuni-
cadoras feministas llamamos “buenas prácticas con enfoque de género” modificaría
sustancialmente las miradas sobre cuestiones cotidianas que tienen a las mujeres
como protagonistas, sobre todo contribuirá a transformar las relaciones desiguales
de poder.
A esta intención de transversalizar la perspectiva de género en la comunicación
y el periodismo propuesto por PAR es sustancial y necesario intersectar la palabra
convertida en acción política de la militante popular, Sonia Sánchez.

Ninguna Mujer nace para puta

Quizá como nadie, desde su traumática experiencia de mujer prostituida, re-


construyó con voz potente y rebelde, desobediente como ella gusta llamarse, las
huellas dejadas en su cuerpo para devolverlas a la sociedad a partir de una dura
interpelación.
Ninguna Mujer nace para puta, así lo pienso y así lo digo yo, así se presenta,
desafiando los eufemismos que circulan y permean el imaginario social. Se planta
con toda su humanidad, mirando ese espejo social que la pretendió construir en un
momento de su vida como la puta de todos y todas.

254 Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257


Mónica Molina

Puta, prostituta, dama de compañía, perra, mujer de la vida fácil, cual será la vida
de la mujer difícil, se pregunta y, enfatiza con una mirada que interpela.
Sonia Sánchez menciona las palabras, con una contundencia que no da lugar a
dudas: no son solo adjetivos, sino términos de acción directa violenta y lo repite,
por si no quedó claro, sobre niñas y niños, por lo tanto para mi la prostitución no
es un trabajo. La prostitución es una violación para los derechos civiles, económicos,
sociales en una persona.
Una definición ideológica clara que pone sobre el tapete los intentos permanen-
tes en Argentina de abandonar la tradición jurídica abolicionista y abrir la puerta al
reglamentarismo con la legalización de la prostitución como “trabajo”.
Certeramente expone: el primero en violar los derechos es el Estado luego, todos/
as por acción o por omisión somos responsables.
¿Cómo yo llegué a ser la puta de todos y todas? Cuando mi madre me parió y, soy
la cuarta de siete hermanas, no dijo Sonia vas a ser la puta de la familia. El peso de
sus palabras y su interlocución con quienes la reciben, habla del poder de la palabra
y de la posibilidad que emana de ello para deconstruir los discursos prostibularios
montados sobre una justificación de la “libre elección” premisa neoliberal si las hay.
Cada una de sus palabras, repican en el ambiente como un cachetazo por tanto
dolor recibido en su cuerpo, cobrándole a la sociedad la acallada complicidad.
Sin que le tiemble la voz dice: Ni puta Ni peronista, después dirá porque ese
título elegido para su nuevo libro, que sintetiza la rebeldía de la humillación vivida
en su Chaco profundo. La palabra viva, amasada en escritura, palabra propia que le
reclama en su texto La puta esquina a las feministas, a las que cuestiona ser portavo-
ces de la voz de las putas.
Sonia Sánchez denuncia que la prostitución es un campo de concentración a cie-
lo abierto, donde se entra y se desaparece producto de la tortura diaria con la dureza
que pueden implicar las palabras, pero no más que las acciones; sostiene: “los penes
son picanas, las palabras son latigazos que nos enmudecen”.
Alza su voz rebelde para denunciar que la prostitución es una práctica constante
de femicidio maquillado con un lenguaje que distorsiona, tapa y mantiene los lu-
gares asignados por el patriarcado. Por ello, asigna a la palabra un poder de haber
perpetuado un estado de las cosas.
Para tomar la palabra primero tuve que tener voz propia!! Se rebela y lo enfatiza.
“Porque sostengo que cuando estás siendo prostituida los varones prostituyentes y
fiolos hablan a través de una; y cuando eres persona prostituida organizada, además
de los fiolos y prostituyentes se suman las agencias internacionales y el Estado”.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257 255


La palabra. Una herramienta de acción política para deconstruir el lenguaje prostibulario

Como reconstruyendo cada marca de su cuerpo Sonia Sánchez pone el acento en


el lenguaje, al que tuvo que desafiar, tuvo que “oxigenarse” de esa violencia. Como
desmenuzando cada una de las palabras que la nombró durante un momento de
su vida describe como una mujer pierde su propia voz y comienza a incorporar un
lenguaje prostibulario como: “cliente”, “empoderamiento”, “sensibilización”, “traba-
jadora sexual”, “mujer en situación de prostitución”, “compañera”, “pase” la recupe-
ración de su palabra propia se rebeló al discurso alquilado, impuesto y extendido en
el mundo del sistema prostibulario, discurso “fiolo” que considera prestado.
Tener voz propia y tomarla como herramienta de resistencia y lucha fue el primer
acto de desobediencia que hice en mi vida, expresa con una claridad sin cita de autor
más que su vida misma, constituyéndose en un acto de reparación mental, física y
emocional.
Las razones que explican su postura abolicionista emanan de su propia
subjetividad.
Cuerpos sacrificables es la crónica de cuerpos que solo importan como un pro-
ducto comercial, como objetos de placeres e intercambios para y entre varones, un
envase donde pueden depositar su semen, rabias, deseos de humillar, sus violencias
los torturadores prostituyentes, dice sin más. Se refiere a esos cuerpos penetrados
hasta treinta -30- veces de forma bucal, anal y vaginal diariamente, hablo de cuerpos
enfermos, infectados por VIH/SIDA que deben seguir produciendo dentro de la
prostitución.
Denuncia toda vez que levanta su voz contra la academia, las agencias interna-
cionales, la CTA., los laboratorios, los jueces, los políticos, los medios de comunica-
ción, el sindicato de trabajadoras sexuales, los proxenetas, y los varones prostituyen-
tes que tratan como cuerpos sacrificables a los cuerpos sometidos a la prostitución.
En su palabra estos cuerpos sacrificables son los que siguen produciendo dinero
e información.
Con total crudeza de una realidad que no es visibilizada desde los medios, Sonia
Sánchez desnuda un sistema que pasa inadvertido por lo naturalizado cuando des-
cribe que es a través de la información que brinda una vagina, boca y ano prostitui-
do, el sindicato de trabajadoras sexuales, los laboratorios, ONG´s y agencias inter-
nacionales, fundaciones, academia y el Estado convierten en proyectos dolarizados
que las personas prostituidas jamás verán uno.
Cuando hablamos de desmontar un discurso a partir del tratamiento que se hace
de los medios de comunicación nos referimos a las fuentes que hay que consultar,
a las líneas de investigación que hay que seguir, compartimos la expresión de esta
militante popular cuando dice que: solo hay apropiación del saber –el que surge de

256 Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257


Mónica Molina

los cuerpos sacrificables- pero no hay un estudio serio sobre los efectos dañinos que
sufre un cuerpo prostituido y como esto repercute en lo psicológico y en su alma y
en toda su descendencia.
Como una resignificación del deseo y la intención política de alzar la voz en estos
tiempos vale recordar a las mujeres anarquistas que a finales del siglo XIX sacaron
a la luz el periódico comunista-anarquista La voz de la mujer. Desde su primer edi-
torial se levantaba en un rechazo a la condición de opresión sufrida por las mujeres.
En aquel momento, arrancaban: compañeros y compañeras ¡salud! Y bien: hastiadas
ya de tanto y tanto llanto y miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro
que nos ofrecen nuestros desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón,
hastiadas de pedir y suplicar, de ser el juguete, de ser el objeto de nuestros infames
explotadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto
social y exigir, exigir decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida (La
voz de la Mujer, 1997: 19).
A la consigna Ni Dios, ni Patrón, ni Marido La voz de la mujer irrumpió como
una voz disonante en 1896 como antecedente de demandas que no parece tener
distancia entre las de aquel momento y el actual. La palabra es interpelación a un
estado de cosas, es en definitiva una herramienta para la acción.

Bibliografía

BOURDIEU, Pierre (2002), Pensamiento y acción, Buenos Aires, Libros


del Zorzal.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES (1997), La voz de la
mujer, periódico comunista-anárquico, Buenos Aires. Colección La
ideología argentina, dirigida por Oscar Terán.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257 257


Mónica Molina

Reseñas

Segunda época, Volumen XX, 2016, 251-257 259


Eleonora Gómez Castrilli

Detrás de la mirilla. Trabajo y género en las


nuevas formas de asociatividad.
María de los Angeles Dicapua, Julieta Mascheroni y Melina
Perbellini (compiladoras) (2013), Rosario, Ediciones del Revés, 176
páginas.

D esde hace más de una década el Centro de investigaciones y Estudios del


Trabajo (CIET) de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacio-
nales de la Universidad Nacional del Rosario, promueve producciones científicas
que invitan a reflexionar acerca de los vínculos laborales en una modalidad que
emergió en Argentina luego de la crisis de 2001. Se trata de las nuevas formas
asociativas que han hallado trabajadoras y trabajadores para rescatar, gestionar,
permanecer y reivindicar las empresas recuperadas.
Con un primer escenario en el Gran Rosario y luego extendido a la provincia
de Santa Fe, según los casos, un equipo de trabajo interdisciplinario impulsó
cuatro Proyectos de Investigación y Desarrollo que fueron combinando diferen-
tes inquietudes respecto de este fenómeno de empresas recuperadas. El aborda-
je consistió en indagar cómo eran estas formas asociativas desde su definición
y complejidad, cuáles eran los cambios y continuidades que se percibían en el
transcurso de los años, qué problemas de identidad y género configuraban nuevas
identidades en el seno de las empresas y si dentro de ellas se vive aún una situa-
ción de precariedad.
Los cuatros proyectos de investigación, dirigidos por María de los Ángeles Dica-
pua, permiten visualizar un hilo que enhebra las vivencias de las y los trabajadores
de estas empresas y las inquietudes de las y los trabajadores de la academia, como
el mismo equipo de la universidad se autodenomina.
El primer relato de la construcción colectiva de ese conocimiento, se circuns-
cribe al inicio del proyecto de investigación “Estrategias de asociatividad en la
reconstrucción de los lazos sociales a través del trabajo: pymes y empresas recuperadas”
(2003-2006).

Segunda época, Volumen XX, 2016, 261-264 261


Detrás de la mirilla. Trabajo y género en las nuevas formas de asociatividad

Según se traduce en los artículos que refieren a la trayectoria de este trabajo, la


fragmentación social heredada de los noventa y posterior crisis de 2001, y la
búsqueda en la recuperación de derechos sociales, fueron elementos que esta-
blecieron el reclamo por mantener la fuente de trabajo y su visibilización, que se
constituyó en algo más que una demanda laboral y se transformó en acción polí-
tica a través de la conformación de cooperativas de trabajo. Es una mirada general
de una experiencia que fue solidaria en la difusión de sus luchas y permitió que
grupos en similar situación pudieran aprender de ella.
El análisis preciso de la regularidad de los obstáculos que han atravesado traba-
jadoras y trabajadores están bien definidos. Los obstáculos jurídicos que estaban
dados por marcos legales que dispusieron una mirada capitalista y no social de la
economía; los económicos determinados por la dificultad de mantener y actua-
lizar la tecnología de máquinas e instalaciones que se deterioraban por el estado
de cierre de muchas fábricas y la espera de su reapertura; y los organizacionales
cruzados por la inexperiencia en gestión y la falta de calificación de las y los traba-
jadores en estos saberes. En este marco, ¿cuáles son las estrategias alcanzadas para
no sucumbir en este intento de mantener la fuente laboral? El trabajo indaga sobre
las maneras, a veces creativas, de sobrellevar estos conflictos e invita a recapacitar
sobre las posibilidades de “invención” de cada grupo donde el estado asambleario
compone el ámbito en el que la autogestión se acrecienta y manifiesta.
El grupo de investigación propone un segundo proyecto: “La organización y ges-
tión del trabajo en las empresas recuperadas. Un estudio de caso” (2006-2009) que
refiere a tres análisis que identifican procesos innovadores o continuidades que se
manifiestan en estos espacios.
Un ejemplo de cambio concreto es en el rol de las mujeres en el proceso de recu-
peración de las empresas cuando defienden el puesto de trabajo de sus cónyuges
en un lugar que, según las y los investigadores, traduce registros de la vida privada
que marcan la configuración del espacio público. Con esclarecedores testimonios
de esta lucha, el trabajo apunta a visualizar el papel de las mujeres que relatan
en primera persona, las estrategias de recuperación de la fuente laboral, la con-
secuente ruptura de los estereotipos de género y la posterior asunción de roles
protagonistas dentro de la empresa.
Si de continuidades de trata, el segundo artículo manifiesta la persistencia del
oficio como estructurador de una identidad que, sustentada en la tradición, con-
forma la carrera profesional ya que la calificación obrera es necesaria para la per-
vivencia de la empresa recuperada. La identidad está claramente ligada al oficio
y su transmisión, y se estructura en torno a él, una comunidad donde es posible

262 Segunda época, Volumen XX, 2016, 261-264


Eleonora Gómez Castrilli

reflexionar sobre las tensiones entre los portadores del saber y las nuevas gene-
raciones que, incorporadas a la cooperativa, no alcanzan a proyectar un futuro
dentro de ella.
La tercera mirada de este proyecto refiere al componente más tirano: el tiempo.
La espera que han tenido las recuperadas en lograr estabilizar su situación econó-
mica, jurídica y política, las denominadas precariedades, ya sea por la imposibili-
dad de sostener una fabricación continua o por la indefinición en la expropiación
y posible propiedad de la empresa, todo es tiempo que no puede esperar de defi-
niciones políticas o legales porque en ello va la subsistencia. Ante este panorama,
la conformación en cooperativa constituye un aprendizaje más en un grupo que
pugna por la fuente laboral y la manutención de los medios de producción.
Los últimos dos proyectos de investigación que forman parte del libro, han sido
casi simultáneos y colocan el foco en los cambios que se producen en las relacio-
nes sociales cuando la empresa deja de tener la forma jurídica original, para ser
recuperada y adoptar la forma de cooperativa de trabajo. Se trata de una “Nueva
identidad y precarización laboral: mujeres y varones redefiniendo sus relaciones de
género. Estudio de casos” (2009-2012) y “Regularidades y rupturas en la construcción
de las relaciones sociales e identidades en los procesos de recuperación de empresas.
Estudio exploratorio y comparativo de las empresas recuperadas en el municipio de
Rosario” (2010-2012).
Un primer artículo relata el cambio que se evidencia en los vínculos interpersona-
les en el pasaje, conflictivo a veces, de ser asalariado a socio de una cooperativa. El
carácter horizontal de estas organizaciones, y la ausencia de la figura del patrón,
obligan a refuncionalizar la producción y la gestión y sitúa la atención en el grado
de compromiso que todos debieran de asumir de manera colectiva. Este último
aspecto es el más sensible, la solidaridad también forma parte de un aprendizaje
y de una multiplicación.
A continuación, un segundo trabajo se posiciona en la incorporación de las mu-
jeres a un mercado del trabajo que precariza e invisibiliza la doble o triple jornada
laboral femenina. En este marco las autoras se preguntan si existe un cambio en
las representaciones de género cuando una empresa se transforma en cooperativa
de trabajo. Se abordan así algunas cuestiones vinculadas a cómo juegan los este-
reotipos femeninos y masculinos en el interior de la gestión de las cooperativas,
de qué manera tensionan los espacios que cada uno ocupa en el trabajo manual
e intelectual, cuáles son los prejuicios que predominan en el clima laboral y si
existen preconceptos que perviven en el funcionamiento cotidiano de las fábricas.
Con una serie de testimonios que sustentan, de manera contundente el artículo,

Segunda época, Volumen XX, 2016, 261-264 263


Detrás de la mirilla. Trabajo y género en las nuevas formas de asociatividad

se perciben además, las dificultades que atraviesan las mujeres en la toma de de-
cisiones y la distribución de tareas y cómo la lógica doméstica-privada es traída al
espacio de trabajo por las y los trabajadores.
El último aporte del libro lo constituye una indagación necesaria: cómo se incor-
poran las empresas recuperadas como actores en el mercado de trabajo. Se pro-
fundiza en las dificultades que afrontan al momento de competir y la demanda
de nueva fuerza de trabajo para cumplir con un estándar de producción. Esto
repercute en las tensiones que se generan entre los asociados y los no asociados en
el colectivo de trabajo.
Cada artículo que compone este libro, despliega una profunda descripción his-
tórica y social del contexto en el que surgen las empresas recuperadas y aporta
un marco teórico que permite comprender categorías conceptuales que definen
una realidad. La lectura es dinámica, en un lenguaje que convierte en cercana la
experiencia.
“Detrás de la mirilla” es más que una compilación de trabajos de investigación,
es una invitación a asomarse a un espacio de trabajo, de lucha, de recuperación y
formas laborales horizontales y, a su vez, complejas. Es un modo de asomarnos a
un fenómeno que modificó trayectorias laborales, impulsó otras formas de pro-
ducción no capitalista y transformó ciertas representaciones sociales. Sin dejar de
advertir que esa lucha está signada de contradicciones, tensiones, matices y fisuras
en un orden capitalista y patriarcal.
Pero la mirilla nos permite no sólo mirar al interior de estas fábricas, sino también
ver quién llama a la puerta de estas experiencias de autogestión que propician una
economía más justa y solidaria.

Eleonora Gómez Castrilli


Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
FCH-UNLPam

264 Segunda época, Volumen XX, 2016, 261-264


Rayén Daiana Pozzi

“De amor, de honor e de donas”. Mujer e


ideales corteses en la Castilla de Juan II
(1406-1454)
Vélez Sainz Julio, (2013), España, Ediciones UCM, 247 páginas.

E sta publicación aborda un análisis que vincula los ideales corteses y las muje-
res a través de un importante abanico de textos literarios contemporáneos al
reinado de Juan II de Castilla. Muchos de los autores de estos textos participaban
en la Corte de Juan II, por lo cual esta investigación permite desentrañar estos
ideales mediante los cual se expresan diversos mecanismos de articulación que se
encuentran dentro de un sistema social.
En las Siete Partidas de Alfonso X queda de manifiesto que la Corte medieval es
un espacio de aprendizaje. La Corte se constituye en un sitio donde el comporta-
miento de la nobleza expresa su educación artística, literaria e incluso deportiva;
por lo cual estas representaciones públicas mediante la utilización de la cortesía
simbolizan un corpus de conocimientos que son aprendidos dentro del ámbito
nobiliar, e incluso entrelazados con la costumbre social. “A lo largo del bajo Me-
dievo, la cortesía si bien favorece un conjunto de valores también se convierte en un
baremo para la permanencia en la corte. Aquellos que quieran formar a pasar parte
del espacio cortesano deben no ya pertenecer a ella tras haber aprobado los rigores del
linaje sino los de las costumbres.(…) los ideales corteses pues hacen primar la nobleza
de acto sobre la de linaje, la cortesía en la Edad Media era más bien un ornato, un
comportamiento social, algo exterior y una marca de diferencia entre aquellos que la
poseen y los que no”.
Por lo tanto, los ideales corteses se deben entender como una praxis que se pue-
den aprender. Estos conocimientos son apropiados por la nobleza a través de su
desenvolvimiento en la Corte. Dentro de estas acciones se encuentra reflejado en
la literatura, el amor cortés. Esta práctica es producto de un ideal amatorio en
el cual se replica los esquemas sociales feudales en el cual el amor es presentado
como un impulso, una guía o un deseo. En este punto, el autor sostiene que “el

Segunda época, Volumen XX, 2016, 265-266 265


Vélez Sainz Julio, “De amor, de honor e de donas”

amor cortés encierra una especie de juego profano en el que se busca la promoción del
amante al exagerar la posición de la amada que se convierte en el medio de obtención
de algún beneficio. La amada (dona) otorgaría un don (regalo) por medio de un vo-
cabulario tomado del prebendismo y que semióticamente simbolizaría la entrega de
parte de sí misma.” En este punto, se puede observar el rol de las mujeres dentro de
este sistema social, ocupando un papel destacado en el entramado sociopolítico.
Por lo tanto, debemos entender que los grupos sociales hegemónicos – Rey y
nobles – están en conflicto por el control de recursos materiales y políticos, por
ende las alianzas o los variados pactos políticos - de naturaleza feudal – como
son el clientelismo, la amistad (amisticiae) u otros instrumentos culturales como
será a posterioridad la cortesía - se constituyen al interior de estos grupos – tanto
horizontal como verticalmente entre los actores sociales y sus familias y/o linajes
- , entablando vínculos que permiten concretar el acceso al poder. La presencia
femenina no esta ausente, su presencia en las alianzas matrimoniales se evidencia
en el corpus documental utilizado por el autor, sin embargo los roles de las mu-
jeres serán determinantes a la hora de reconocer por los papeles asignados a éstas-
reproductivos en primer lugar- y políticos cuando las situaciones demandaban, al
conducir las estrategias familiares de sus linajes.
De tal manera, esta publicación nos brinda la posibilidad de reflexionar en torno
a comprender a la Corte como un espacio político donde los nobles buscan el fa-
vor del Monarca en beneficio de su linaje, aunque con el transcurso del tiempo la
utilización de la educación se constituye en un instrumento central en el proceder
y en las formas de relacionarse entre los nobles que se convirtió en determinante.
Es por ello, que la cortesía se estableció como un medio de construir, mantener y
reproducir poder al relacionarse con mujeres de otras casas nobiliares, generando
alianzas y pactos entre familias. Por lo tanto, es una forma más de adquirir poder
al vincularse con otros linajes, de esta forma el espacio de la Corte es un lugar
no solamente para enlazarse de forma diplomática y pacifica sino también que se
constituye en un espacio de aprendizaje, es decir adquirir el conocimiento para
proceder correctamente dentro del juego del poder político. Dentro del accionar
cortés podemos decir que se conforma en un recinto (la Corte) donde se pre-
sentan tensiones, alianzas o pactos políticos donde todos los sujetos (varones y
mujeres) cumplen una función determinante dándole vida al entramado social
medieval.

Damian A. Cipolla
UNLu/ UNO/UNLaM

266 Segunda época, Volumen XX, 2016, 265-266


Jessica Eileen Jones, Ph.D.

Estratos de una voz femenina estadounidense


Susan Howe, (1993) Middletown, CT: Wesleyan University Press, 208 páginas

Los sonidos y los espíritus (fantasmas si se quiere) dejan rastros en una geografía... Por más
cerca que piensas que estas cerca de capturar las particularidades de un escritor, más par-
ticularidades piensas que has encontrado, más lejos estás de donde pensabas que ibas a ir.
Estoy finalmente aprendiendo a dejarme ir a la deriva. Pero hay diferentes ríos y corrientes
por donde se puede meter. Cada balsa o escritor está hecha de materiales diferentes. La
diferencia entre Melville y Dickinson sería (además del género) que Melville es de un lado
del Río Connecticut y ella es del otro lado. Hay una diferencia enorme entre la historia
del noroeste del estado de Nueva York y la historia de Massachusetts. Confia en el lugar
para formar la voz.

Susan Howe, Birth-mark.


unsettling the wilderness in American literary history

S
usan Howe. Nacida en Boston, Massachusetts, juventud en Cambridge.
Epicentro del proyecto colonial. Epicentro del proyecto WASP. Blanco. An-
glo-Sajón. Protestante. Más: Varón. Dominio de Reverendo Cotton Mather,
pastor nacido en el nuevo mundo cuya Historia Christi Americana. Una his-
toria eclesiástica de nueva Inglaterra (1702) llena siete volúmenes, ochocientas pági-
nas. Un documento, refleja Howe, cuya “combinación idiosincrática de historia, fic-
ción, sagradas escrituras, drama elizabetiana y barroca” refleja el estilo de otro tomo
enorme, meditativo, famoso, que vendrá después: Moby Dick. La ballena blanca. Un
epicentro de espada y de pluma, entonces, que es también una vorágine y un mar
que se abre para tragar barcos.
Boston Massachusetts. Hogar de los Massachusett, los Algonquinos. El desti-
nario -- “la Ciudad de la Colina” – revelado al reverendo John Winthrop, en un
barco, en el medio de un mar, para la fundación divina de un mundo en base de la
erradicación de otro.
El Pequod desaparece bajo el mar pero la balsa de Ishmael flota: el narrador llega
a la orilla. Boston Massachusetts. Un lugar desde donde una ciudad no tan lejana

Segunda época, Volumen XX, 2016, 267-270 267


Estratos de una voz femenina estadounidense

en Amherst Massachusetts Emily Dickinson escribe algunos poemas que manda por
carta a sus íntimas, a un posible editor, un conocido, un Maestro, en Boston, pero
a los que la mayoría, cosidos a mano, guardados por ella misma con cariño en un
cajón de escritorio en la casa paternal que no serán conocidas hasta después de su
muerte.
Boston, Massachusetts. El epicentro de las cazas de brujas, luchadas también con
espada y pluma. Donde la poderosa voz de Anne Hutchinson, mandada al exilio
después de un largo juicio de antinomismo, sigue en los márgenes de documentos,
ventriloquiada, pero perceptible. “El Capitán Johnson excoria a Anne Hutchinson
en capítulo tras capítulo. Ella es la hidra de su Canto de América...” dice Howe. Y
cita los ventriloquias del capitán”..Ella y los de su consorcio que luchan contra la
educación, y intentaban convencer a todos que podían de no hacerle caso... segura-
mente si hubiera durado esta Secta, hubieran hecho una nueva Biblia”.
Harvard University, fundado en 1638, después de los ataques de indios, las pre-
dicaciones de Anne Hutchinson, la censura civil, las deportaciones, los masacres;
y la muerte del Señor John Harvard, quien deja el dinero suficiente para pagar la
construcción de la primera universidad en Nueva Inglaterra. “Del gran Terremoto
en Nueva Inglaterra” escribe el Capitán Johnson, “y de la lamentable fin de algunas
personas erróneas, la primera fundación de Harverd Colledge”.
Harvard University cuyo editorial publicará muchos años después los libros de
Emily Dickinson, borrando los guiones que ella ponía entre sus palabras, borrando
las marcas extráenas de la autora, poniendo números a los poemas, limpiando las
páginas, instalando un orden. Hogar también de los primeros estudios americanos,
de críticos como F.O. Matthiessen cuyo American Renaissance. Art and Expression
in the Age of Emerson and Whitman, va a contar con los Thoreau. Con los Emer-
son. Con los Whitman. Pero no va a mencionarle a Emily Dickinson. Ni a Harriet
Beecher Stowe. Ni a Margaret Fuller. Y mucho menos a Frederick Douglass. “Un
renacimiento intelectual y poético” con sustracciones.

“Es ese tipo de contradicción que me llama...O sea, es importante ir a los substratos de la
historia oficial de Harvard. ¿Qué representaría este otro lugar? No puedo con simplicidad
decir que crecí en una comunidad falsa -- una comunidad que pretendía ser liberal. No
quiero juzgarla tan fuertemente porque eran intelectuales honorables, cuidadosos, y eso
era su profesión; lo sentían como una vocación. Pero hay que decir que sí era falso si eras
una niña o una mujer que no estaba contenta con ser de segundo orden.”

Susan Howe. Nacida en 1937, años de la administración de Roosevelt, todavía


en un país en recuperación de la Depresión, pero de generación de la post-guerra, de

268 Segunda época, Volumen XX, 2016, 267-270


Jessica Eileen Jones, Ph.D.

los tiempos después de la segunda guerra mundial y una posición geopolíticamente


favorable que le asegurará esa Ciudad en la Colina ser un microcosmo de un país que
ocupará el lugar en el centro del escenario mundial.
Su madre era Mary Manning, dramaturga irlandesa. Su padre, Mark Dewolfe
Howe, era profesor en la Escuela de Derecho de Harvard University. F.O. Matthies-
sen y Perry Miller son amigos de la familia.
La tierra tiembla y en el epicentro, Susan Howe zambulle en las ruinas de la
biblioteca de la universidad de Harvard. “Siento en mi trabajo la necesidad de ir
atrás, no a los Hittites, sino a la invasión y el asentamiento....Quiero entender ¿por
qué todo se fue tan mal cuando los europeos llegaron? Vinieron aquí por algo, algo
les motivó. ¿Qué fue? ¿No es una ironía amarga que muchos de ellos escaparon de
la devastación causado por las leyes de acercamiento en Inglaterra, y la primera cosa
que hicieron aquí era construir cercos?”.
En un tiempo de post-guerra y contra la marcha lineal y progresista de la histo-
ria, Susan Howe va atrás, hacía las sincronicidades. Inhabita los márgenes, las zonas
feminizadas.

La singularidad...es el punto cuando hay un cambio repentino a otra cosa. Es un punto


caótico. Es el punto donde lo caótico entra el cosmos, la articulación instantánea. Y enton-
ces hay un salto a otra cosa. Depredación y captura son términos que usa constantemente.
Pensé en que eso era una metáfora por los europeos que llegaban a este continente, cuando
una suerte catastrófica tuvo que acontecer -- un nuevo sentido de las cosas por los habitan-
tes originales, los emigrantes y para la tierra también. Y parecía una manera de describir
esos poemas míos. Son obras singulares en las páginas de un libro y, tomados como un
conjunto, fracturan el lenguaje; están cargados.

El lenguaje de Susan Howe traza singularidades, como su propia voz es singular.


De libros, historias, naciones, individuos, saltamos a un mar tempestuoso que traga
los confines para convertir lo que era definido, contenido, en su anfípodo. “Los
caminos ambiguos de las afinidades me llevan por sentidos opuestos a la vez.” Hay
mujeres y hombres pero no hay un género literario y no hay un género. Hay una voz,
la voz de la poeta, salada con fuego.
Howe escribe libros de poesía y de ensayo literario desde lo inmarcable, pero tam-
bién desde una fascinación con los marcos. Desde un romper con el alambramiento
de la palabra. Los títulos no encierran, sino abren: The Nonconformist’s Memorial
(1993). Hinge Picture (1974). The Western Borders (1976). The Liberities (1980). Su
escritura aparta.”Y la narrativa [de la captiva de Mary Rowlandson, la primera narra-
tiva de una mujer blanca en estas tierras] está divida en capítulos llamados apartados.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 267-270 269


Estratos de una voz femenina estadounidense

Cada apartado es una marcha esforzada lejos del racionalismo occidental, cada vez
más profundo hacía lo sin límite, donde toda ilusión de la volición, toda la identidad
individual puede ser transformada--asimilada”.
¿Por qué escavar la voz de Susan Howe? ¿Por qué Susan Howe escava la voz de
Emily Dickinson? Otros mundos yacen en las grietas. Entender eso es entender la
potencia de un terremoto y aprender a leer bien la balsa que queda de nuestro nau-
fragio americano.

Jessica Eileen Jones, Ph.D.


Visiting Research Scholar, Duke University

270 Segunda época, Volumen XX, 2016, 267-270


Rayén Daiana Pozzi

Colección antiprincesas + antihéroes1


Nadia Fink y Emiliano Saá, (2015) Buenos Aires, Editorial Sudestada
y Chirimbote.

D esde muy temprano entre las comunidades humanas fue necesario organizar
instrumentos que condicionaran y convirtieran a los niños y niñas, aislados
del mundo adulto, paulatinamente y por medio de múltiples mecanismos, en
sujetos plausibles de “pertenecer” de forma plena a dichas sociedades.
Uno de estos dispositivos fue sin lugar a dudas el “cuento”, utilizado como una
herramienta de aprendizaje, de estructuración del pensamiento, y sobre todo
como mecanismo transmisor de valores que, al reconfigurar la realidad y dotarla
de sentido, influyen en los autoconceptos y prejuicios. En primera medida, el
cuento funcionó como limitador: el qué “no” hacer, lo prohibido: los cuentos
atemorizaban a niños y niñas para evitar determinados eventos.
Desde la hiperglobalización y el mundo de mercado el cuento es pensado como
promotor: el que “debo” ser, condicionando los modelos a los que niños y niñas
deben aspirar, pero sobre todo a consumir. En contrapartida, la colección “Anti-
princesas-antihéroes- ofrece otra mirada, permite pensar el que “puedo” ser. Esta
visión propedéutica de las “antiprincesas” y “antihéroes” son un canal de resignifi-
cación, un puente entre el mundo y lenguaje de los adultos/as y el de los niños/as.
Este proyecto busca ser disruptivo en la forma de instalar la discusión sobre
los formatos de familia de estructura monogámica en la que hijos e hijas están

1 Colección Antiprincesas
# 1: Fink Nadia y Saá Emiliano, “Frida Kahlo para chicas y chicos”, Buenos Aires, Editorial Chirimbote, 2015.
ISBN 978-987-33-9158-3.
# 2 Fink Nadia y Saá Emiliano, “Violeta Parra para chicas y chicos”, Buenos Aires, Editorial Chirimbote, 2015.
ISBN 978-987-33-9159-0.
# 3 Fink Nadia y Saá Emiliano, “Juana Azurduy para chicas y chicos”, Buenos Aires, Editorial Chirimbote,
2015. ISBN 978-987-33-9157-6.
# 4 Fink Nadia y Saá Emiliano, “Clarice Lispector para chicas y chicos”, Buenos Aires, Editorial Chirimbote,
2016. ISBN 978-987-42-0190-4.
Colección Antihéroes
# 1 Fink Nadia y Saá Emiliano, “Julio Cortázar para chicas y chicos”, Buenos Aires, Editorial Chirimbote, 2015.
ISBN 978-987-33-9820-9.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 271-274 271


La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas

subordinados a sus progenitores, y la mujer al marido; las familias ensambladas; el


rol de la mujer y la visión sobre los géneros y las sexualidades, -sí, así, en plural-;
los estereotipos físicos, culturales o económicos; ponen de relieve además, el fin
de la mujer como un objeto frágil y débil que debe ser protegida o rescatada: son
mujeres que toman las riendas de sus vidas a pesar de las condiciones en las que
se criaron, de su entorno y los mandatos externos; son hombres que lejos de tener
superpoderes o imponerse por la fuerza, utilizan la palabra, la fantasía y la utopía
para hacer de este mundo un lugar mejor.
Los textos que constituyen esta propuesta promueven el respeto por la diversidad
comprendiendo y valorando la especificidad, lo particular y lo único de cada niño
y niña con sus posibilidades y proyecciones. Esta colección expone algunos casos
entre miles y rescatan valores de hombres y mujeres comunes que decidieron
“ser” dentro de un mundo que intenta homogeneizar, que lucharon por ideales
y convicciones lejos del legado patriarcal y religioso que América Latina heredó
de sus conquistadores y que regula la vida de niños y niñas con el fin de hacerlos
“encajar”.
Este conjunto de historias se inició en junio de 2015 con la saga de antiprincesas
y rápidamente dio inicio al ciclo de antihéroes. A la fecha, se han publicado cin-
co tomos ilustrados que narran la vida de diversos personajes latinoamericanos:
Frida Kahlo, Violeta Parra, Juana Azurduy, Julio Cortázar y Clarice Lispector. La
calidad del material es excelente a un muy buen precio, pero lamentablemente
por las lógicas del mercado y por tratarse de una editorial independiente, todavía
es complejo adquirirlos lejos de Buenos Aires y los grandes centros urbanos.
Si bien son concebidos por los autores como cuentos, en realidad no respetan la
dinámica y estructura como tal, tienen más que ver con micro-biografías. En los
textos no dejan de utilizar términos complejos y explicarlos. Se trata de conceptos
clave que son desarrollados en apartados que dan la sensación de “hipervínculos”,
haciendo a estas biografías didácticas y dinámicas. Algunos ejemplos que resaltan
son “judaísmo”, “represión”, “revolución”, “surrealismo”, “desarraigo”, “nómade”,
“tiranía”, “colonias”, “dictadura” o “mitología”, lo que enriquece la propuesta al
aportar al proceso de construcción de nociones y conceptos de una manera muy
didáctica, permitiendo profundizar algunos puntos nodales.
En cada número es recurrente la presencia de algún personaje ligado al protago-
nista que hace preguntas e interviene en la narración, haciéndola más dinámica.
Entre ellos, se destacan “el sable preguntón de Juana” y “Ulises el perro preguntón
de Clarice”.

272 Segunda época, Volumen XX, 2016, 271-274


Rayén Daiana Pozzi

Al finalizar el recorrido biográfico lectores y lectoras se encontran con un apar-


tado donde se proponen actividades y juegos que instan a recuperar lo leído y
con el que los autores pretenden despertar el interés y la imaginación al mismo
tiempo que juegan a ser Frida, Violeta o Julio.
El volumen inicial está basado en la vida de Frida Kahlo: una mujer que pensó su
cuerpo como bandera a pesar de su renguera, que pintó en una tela los momentos
más felices y más tristes de su vida, una mujer alegre y defensora de su cultura, sus
raíces y los derechos de su pueblo y que dijo ser hija de la revolución mexicana.
Violeta Parra, la segunda antiprincesa, fue una soñadora y cantautora, que buscó
la música y canciones en cada rincón de su Chile. De origen humilde y familia
numerosa rompió con los moldes de la familia tradicional, se casó dos veces y
tuvo dos hijos en cada matrimonio, desafió el yugo patriarcal siguiendo su pasión
y forjando su destino. En tercer lugar apareció Juana Azurduy, flor del Alto Perú,
que luchó por la liberación de América Latina, y que comandó las tropas contra
los realistas, al mismo tiempo que fue esposa y madre de cinco hijos, condecorada
con el cargo de Teniente Coronel, falleció de viejita, sin honores en su humilde
vivienda un 25 de mayo, día en el que se conmemora la libertad.
La escritora ucraniana - brasileña Clarice Lispector es por el momento la más
reciente antiprincesa: “que lo tenía todo”, que rechazó la vida acomodada junto
a su marido diplomático, y que “podría haber sido una princesa pero no quiso”.
Se volvió a Brasil y trabajó de periodista desempeñando su pasión por escribir
cuentos, novelas y crónicas, junto a su dedicación de madre. Como no le gustaba
dar por terminadas las cosas, muchas de sus historias no tenían finales.
El primer antihéroe de la colección es Julio Cortázar, en este caso, más allá de
introducir algunos pocos datos sobre su vida personal, el libro se centra en su obra
y en explicar la forma de escribir del autor: “la travesura más grande de Cortázar
fue crear un mundo de seres imaginarios”. Al incluir el relato biográfico de un va-
rón, la colección abre un interesante camino que transita a la categoría de género,
como relacional, a la vez que la asume como metodología de análisis.
Si bien los autores hacen hincapié en “hablar claro” y considerar a los y las peque-
ños/as lectores/as (6 a 12 años) capaces de comprender los “temas de adultos” es
contradictorio que por ejemplo no incluyan el suicidio como la verdadera causa
de la muerte de Violeta Parra y dejen la narración abierta: “¿y qué pasó después
con Violeta? Esa ya es otra historia… una que habrá que contar en otro cuento o
que vas a tener que buscar en otros libros, en otras voces…” (#2; pág. 22). Otro
ejemplo en el mismo sentido, es que no exponen con claridad la bisexualidad y
bigamia de Frida Kahlo, los autores en este caso apelan a una bellísima fórmula

Segunda época, Volumen XX, 2016, 271-274 273


La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas

poética para expresarlo “tuvieron otros amores, aun estando juntos. Como otras
cosas, compartían ese sentimiento más de lo acostumbrado para la época. Así los
amigos y amantes eran muchos, y para Frida el amor se reflejaba en hombres y
mujeres (#1, pág 14). En el intento por romper con los estereotipos quedan algu-
nos elementos aún conservadores al no exponer los hechos y explicarlos.
Se trata de una experiencia que se multiplica: la fuerza de estos proyectos radica
en que impulsan transformaciones en conglomerados comunicacionales, aunque
sean marketineras, que hasta Disney necesita buscar novedosas estrategias discur-
sivas con su más reciente eslogan “soy princesa siendo yo”. Es un paso, pero faltan
muchos porque la realeza sigue siendo un modelo al cual aspirar, con estándares
de belleza marcados e impuestos desde afuera.
Las antiprincesas no sólo son mujeres. No sólo son distintas a aquellas de plástico
y fantasía. No sólo derrumban mitos y lógicas misóginas. Son reales, son de acá,
son nuestras. No sólo por ser americanas, sino por ser pueblo.
Porque contra el cuerpo femenino atacan, Frida el cuerpo usa como bandera;
porque contra los pobres arremeten, Violeta los acompaña; porque contra la ex-
presión se lanzan, Clarice entonces grita; porque por la fuerza someten, Juana nos
defiende. Para escapar y soñar, Julio nos propone fantasías pequeñas basadas en
hechos reales, contra las injusticias sociales. El chico con cuerpo de grande que
nunca quiso abandonar su inocencia nos invita a ser como él. Cortázar nos invitó
a jugar, y el próximo número, el próximo antihéroe, Eduardo Galeano, nos invita
a la utopía. Lo esperamos.

María Morales y Giulietta Piantoni


Universidad Nacional del Comahue.
Centro Regional Universitario Bariloche.

274 Segunda época, Volumen XX, 2016, 271-274


Rayén Daiana Pozzi

La doble voz. Poetas argentinas


contemporáneas
Alicia Genovese, (2015) Buenos Aires, EDIVUM, 188 páginas.

A licia Genovese es una poeta de extensa trayectoria y una ensayista que hasta
la actualidad ha publicado trece poemarios y dos libros de estudios sobre
poesía, el aquí reseñado y Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco (Fondo de cultura
económico, 2011). Desde 1977 –año en que apareció su primer poemario-, su
predilección por la poesía se ha complementado con preocupaciones de género,
que se perciben en primer plano en poemarios como Anónima (Editorial Tierra
Firme, 1992) y La hybris (Bajo La luna, 2007) y que se aglutinan en el libro La
doble voz. Poetas argentinas contemporáneas. Esta obra, publicada originalmente
en 1998 como resultado de su tesis doctoral, se ocupa de delimitar una zona del
campo literario que comienza a visualizarse con mayor claridad a partir del retor-
no a la democracia en el país en 1983. Se trata de la proliferación de escrituras de
mujeres que dejan de ser una rareza en el caudal de libros literarios que circulan
en la época. Si bien, como aclara Genovese, otras poetas las habían precedido
(como Alfonsina Storni o Alejandra Pizarnik), en el periodo de estudio recortado
que se extiende desde 1983 a 1993 se registra una abundante producción literaria
a cargo de un número creciente de poetas mujeres. Este dato, que la autora co-
rrobora mediante un relevamiento de escritoras y obras, reviste gran importancia
puesto que tradicionalmente las mujeres ocupaban el lugar de objeto en la poesía,
no de sujeto. Por esta razón la categoría de doble voz que anuncia desde el título
se instrumenta con el fin de atender a ese diálogo entre la cultura dominante y
el lugar específico que ocupa la mujer cuando asume el lugar de enunciación, es
decir, cuando toma la palabra.
La categoría de doble voz implica una primera voz, aquella que se teje en el dis-
curso social hegemónico y que responde también a las exigencias de la crítica y a
las pautas del canon literario (marcadamente androcéntrico); y una segunda voz
que se presenta como una disonancia que dialoga, burla, confronta a la primera.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 275-277 275


La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas

Para delimitar esta categoría, la autora coloca en diálogo nociones como la de


“palimpsestos” de Sandra Gilbert y Susan Gubar, “wild zone” de Elaine Showal-
ter, o bien, las “tretas del débil” de Josefina Ludmer, a las que suma el elemento
dialógico, pensado desde la teoría de Mijail Bajtin. Si bien las teóricas a las que
se remite (Gilbert y Gubar, Showalter, y también Alice Ostriker, Nancy Miller)
la enlazan a una tradición de estudios feministas norteamericanos (que se expli-
ca por una larga estadía de la autora en Estados Unidos), Genovese realiza una
incursión en la tradición francesa (Luce Irigaray, Hèléne Cixous, Julia Kristeva)
aunque para diferenciarse. En este aspecto, en los primeros capítulos de La doble
voz… Genovese precisa su posicionamiento: se distancia de la crítica alentada por
los teóricos estructuralistas que decretaban la “muerte del autor” (Roland Bar-
thes, Michel Foucault) para insistir en la importancia del lugar de enunciación,
es decir, intenta desarticular la neutralización de las diferencias que se imprimen
en los textos en función de la situación o posición que asume un/a autor/a frente
a la cultura hegemónica.
Cabe remarcar que Genovese no propone volver a explicar la obra a través de la
biografía de su autor/a sino considerar la posición del sujeto (social) en su inser-
ción en una cultura androcéntrica. Por ello insiste en que las escrituras de esas
poetas contienen un “plus”, algo que excede las estéticas a las que se las asocia
(neobarroso, neorromanticismo, objetivismo) y que también escapa a las cate-
gorías tradicionales de análisis literario: ese “plus” la autora lo interpreta como
resonancia diferenciadora vinculada al lugar de enunciación. En este sentido,
algunos críticos señalaron con posterioridad que la propuesta de Genovese es
riesgosa en tanto delimita un corpus de estudio a partir de un dato empírico que
es la condición de mujeres de las escritoras y aborda la lectura de las obras desde
una categoría teórica que señala la existencia a priori de dos voces. En cuanto al
primer aspecto, para la autora se trata de admitir que las mujeres asumen un lugar
de enunciación diferenciado frente a una sociedad y un campo literario notoria-
mente androcéntricos. Ahora bien, en la actualidad también se podría objetar la
preeminencia de una mirada que no escapa a la dualidad masculino/femenino,
pero a nuestro entender esas limitaciones no invalidan ni la riqueza del aporte ni
su necesidad si consideramos que La doble voz… constituyó en los años ’90 uno
de los primeros abordajes sistemáticos de un corpus tan heterogéneo como, por
entonces, indeterminado.
En cuanto al segundo aspecto, la categoría de doble voz resulta para Genovese más
un punto de partida que un condicionante para sus lecturas. Si bien esa perspec-
tiva teórica brinda unidad a sus estudios y le permite dar cuenta de un fenómeno

276 Segunda época, Volumen XX, 2016, 275-277


Rayén Daiana Pozzi

más amplio, la autora centra su atención en cinco poetas que lee atendiendo a la
complejidad estética que sus obras presentan, sin ceñirlas sólo a la comprobación
de una doble voz. Genovese examina las producciones de Irene Grus, Tamara
Kamenszain, Diana Bellessi, María del Carmen Colombo y Mirta Rosenberg. La
doble voz en esas poéticas se delinea por ejemplo en los modos de resignificación
del espacio doméstico en Grus y Kamenszain; en el jardín entendido como fron-
tera entre lo público y lo privado y como lugar de creación poética en Bellessi; en
la apropiación de tradiciones marcadamente androcéntricas como el tango o el
género gauchesco en Colombo; o en el cuidado formal y el distanciamiento que
proponen un modo de hacer poesía alejado del estereotipo del sentimentalismo
en el caso de Rosenberg. Estos ejemplos, que no agotan la riqueza de los análisis
que Genovese desarrolla, muestran que esta perspectiva de género no sólo atiende
a nuevas figuraciones de la mujer (escritora) sino también a una renovación que
se opera en el lenguaje a través de resemantizaciones y de la exploración de nuevas
significaciones posibles que contribuyen a delinear subjetividades alternativas.
Si en 2015 La doble voz… vuelve a publicarse sin mayores cambios que la suma
de un breve prólogo -en el que Genovese explica los motivos de la reedición- el
gesto da cuenta de las repercusiones que tuvo su primera aparición y de la vigen-
cia de su estudio. Quince años después, esta obra continúa siendo una de las más
sistemáticas en el examen de esa zona poco explorada de la literatura argentina
y, mirada retrospectivamente, fue acertada en la selección del corpus en tanto
estas poetas constituyen hoy voces insoslayables dentro del campo de la poesía.
La doble voz… se presenta entonces como un estudio arriesgado en su contexto
de producción, como un aporte que enriquece los modos de lectura atendiendo a
una perspectiva de género y como una invitación a leer poesía.

Rayén Daiana Pozzi


CONICET
Universidad Nacional del Comahue

Segunda época, Volumen XX, 2016, 275-277 277


Marta Urtasun

En los gestos de la noche


Anamaria Mayol, (2015), Santa Rosa, Editorial Voces, 145 páginas.

D os son las preguntas que organizan esta lectura del libro de poemas En los
gestos de la noche, de la escritora patagónica Anamaría Mayol: ¿cuál es la
genealogía literaria que puede trazarse a partir de su poemario? y ¿qué clase de yo
es el yo del poema?
En cuanto a la primera, es una buena estrategia analizar la red de elementos pa-
ratextuales de su edición. El prólogo “Una poesía en cuarto creciente” a cargo de
Edgar Morisoli, sitúa a Mayol en una filiación posible con otros poetas pampea-
nos y, desde el punto de vista geográfico, más allá de los límites de su Victorica
natal, con San Martín de los Andes. El pueblo y el lago neuquinos atraviesan sus
poemas como escenario y habilitan también la vinculación de ciertos sentimien-
tos con elementos del entorno cotidiano.
En esta introducción, además, Morisoli alude al crecimiento de los recursos li-
terarios y de la sabiduría poética de la autora. Por otro lado, advierte que los
tres apartados que organizan el libro “Yo que soy mujer”, “Cosa de pájaros” y
“Máscaras” no constituyen poemarios diferenciados sino un libro unitario y es-
tructurado. Se trata de un texto con “un ritmo vital” cuyo eje es el amor, “el eros
poético en la plenitud del recuerdo”.
Dos epígrafes iniciales rearman la serie literaria. Uno de ellos es de la escritora
pampeana Olga Orozco (1920-1999) (“Olga ronda la casa”) con el que Mayol
establece una línea filiatoria explícita a través de una figura retórica recurrente, la
sinécdoque; en este caso, sus manos que recogen lo que otras manos tatuaron. El
segundo epígrafe es de su propia autoría y anticipa el tema del amor y la noche.
Los nombres de Alejandra Pizarnik (1936 -1972, en el poema “Nada es posible
(87), José Saramago (1922- 2010), en “Promesa” (31), Álvaro Olmedo (poeta
argentino, 1961) en Destierro” (137) y Horacio Hídrovo Peñaherrera (poeta
ecuatoriano, 1931-2012) en “Homenaje” (57) son algunos de los escritores que
completan esta genealogía que arma la autora y en la que sitúa su poética.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 279-281 279


En los gestos de la noche

El interrogante acerca de qué clase de yo es el yo del poema, implica reflexionar


acerca del concepto “autor” para quebrar cualquier ilusión de lectura biografista.
Diversos estudios críticos se han preocupado por esta figura como una función,
un efecto producido por el vínculo con otros discursos. También se ha hablado de
la muerte del autor y el nacimiento del lector. Asimismo, del autor como sujeto
de la enunciación que detiene su mirada en la posición del escritor ante la cultura
y las relaciones intertextuales. Y hasta en el discurso de una voz femenina no solo
la escrita por mujeres sino también por varones, que amplía la práctica textual de
una voz que se opone al orden patriarcal hegemónico y así sus elecciones poéticas
establecen una lucha simbólica por organizar una discursividad de género.
Asimismo, en relación con conceptos tradicionales como el de “yo lírico” o “suje-
to poético” resulta fructífera la noción de “sujeto imaginario” en tanto conceptua-
lización teórica que reúne todas las articulaciones de persona y del yo.
Anamaría Mayol, entonces, materializa una voz femenina en el amplio arco de
un sujeto imaginario que privilegia, en el espacio del poema, una relación yo-tú
amorosa, anticipada desde una de las dedicatorias (“a los amores que aún pervi-
ven en los gestos de la noche”). La otra dedicatoria es a sus hijos, la primera en
orden de aparición, y actualiza el tema de ser madre que solo aparece una vez más,
replicado en el poema “Yo que soy mujer”: “la maternidad fue el único milagro/
reconocido en mi vida” (15).
Del mismo modo que Mayol esboza una línea genealógica, gesto borgeano fun-
dacional, plantea los rasgos estilísticos de su poemario. Así, varios de sus textos
saturan los versos de sintagmas nominales (“inaugurando lenguajes/ de miradas
sudores silencios”) que en muchas ocasiones se reiteran en la conclusión de los
versos finales.
La representación de la figura de los pájaros es un tópico recurrente que hilvana
temas y procedimientos: el poema “Pájaro” (21) el – cuarto del primer aparta-
do, – alude a un ave herida que se posa sobre el cuerpo del yo del poema. Este
apartado, además, se cierra con “Solo obstinados pájaros”, en tanto insistencia de
volver sobre un amor terminado. El hilo conductor se refuerza con el nombre del
segundo apartado “Cosa de pájaros” (51), el símil en este caso, propone que el
yo se quede solo consigo mismo y con el invierno como los pájaros Finalmente,
en “Hendija”, el yo se suicida de pájaros (69). Cabe recordar que también ha
escrito otros libros de poemas en los que retoma el tema: Poemas pájaros (2006) y
Para no espantar los pájaros (2011).
También es de destacar el uso provocativo de ciertos lugares comunes para el lo-
gro de un efecto estético, por ejemplo ante la acción de llorar, puede leerse “llorar

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Marta Urtasun

a mares”, “llorar hasta cansarse”, “vaciar los ojos”. Asimismo, la poeta trabaja con
paradojas inusitadas: títulos que anuncian morfologías imposibles como “Adjeti-
vando”, que a través de un gerundio propone una serie de adjetivos que arman un
campo semántico compacto (“perfecto, logrado, rotundo, inmensurable, hermé-
tico”) y un cierre con predominio de sustantivos: “ y este silencio/con sus adioses
cadáveres deambulando el hastío” (18).
El poemario, además, despliega juegos semánticos y espaciales: en “Veril” el signi-
ficado literal acerca del borde entre una zona profunda y otra no, parece repetirse
en el quiebre de la sintaxis de alguno de los versos: “Camino/ los pies desnudos
efímeros pases en la arena” (41).
Hay ciertas figuras retóricas que apuntan a relaciones especulares como el quias-
mo en “Besos”: “tus mis ojos tuyos/mis tuyos ojos mí” (53). En otros poemas, hay
versos entre paréntesis. Puede hacerse un ejercicio de lectura, que tal vez exceda
las intenciones de producción, y leer los versos encerrados en los signos de pun-
tuación armando un único poema a lo largo de los distintos apartados.
A medida que la escritura avanza, el lector atiende a juegos discursivos con la
espacialidad geográfica: el caldenal del mundo de la infancia, el lago Lacar, el
pueblo de San Martín de los Andes y el Ecuador americano. En otras ocasiones,
el sujeto imaginario coloca la emoción en un objeto – “correlato objetivo” desde
la teoría poética – sin aludir a un yo tangible. Es el caso del despliegue cromático
que se da en varios poemas de la tercera parte” Máscaras”. El amarillo para refe-
rirse al mundo de la infancia, el violeta y el ocaso con la recuperación del juego
infantil de deshojar una margarita. El gris y su relación con el olvido, el rojo
símil con la sangre y el abismo, el verde en alusión a la oxidación del poema y,
finalmente, “pensar en azul” para aludir a la distancia y al alejamiento amoroso.
Afirmar que detrás de Anamaría Mayol hay una poética implica la legitimación
de una voz que tiene algo para decir. Por eso, citamos a modo de cierre las pala-
bras de Morisoli en la contratapa del libro: “la poeta sabe– de casta le viene al
tigre – que por encima de los siete significados (…) que el diccionario da a la pa-
labra, la poesía es mucho más: una forma de asumir la existencia, un compromiso
ineludible con la palabra y la verdad del corazón”.

Marta Urtasun
Instituto de Investigaciones Literarias y Discursivas
Departamento de Letras, UNLPam

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Marta Urtasun

Pautas para las/os


colaboradoras/es

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Revista de Estudios de la Mujer

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1. La Aljaba, segunda época. Revista de Estudios de la Mujer publica un volu-


men anual en noviembre.

2. La recepción de artículos no implica la obligación de publicarlos. El Consejo


Editorial de la Revista es el encargado de seleccionar aquellos que ameriten
publicación según criterios establecidos de calidad y contenido.

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del Consejo Asesor con el contenido de los artículos. Las/os autoras/res son
responsables directos de las ideas, juicios, opiniones, enfoques, etc. expuestos
en ellos.

4. Los artículos deben ser originales e inéditos. También se aceptan revisiones


de literatura, adaptaciones y traducciones, siempre sujetas a lo indicado en la
pauta número dos.

5. Las editoras, previa consulta con el Consejo Editorial, se reservan, el derecho


de aceptar y publicar trabajos no inéditos. La/el autor/a deberá manifestar ese
hecho e incluir la referencia bibliográfica correspondiente.

6. Los artículos tendrán dos instancias de evaluación. Inicialmente las/os miem-


bros del Comité Editorial definirán la aceptación o rechazo del artículo. En
un segundo momento los artículos aceptados serán revisados por evaluadores
externos a la Comisión. En este caso, el trabajo puede ser aceptado, acepta-
do con recomendaciones o rechazado. Después de la evaluación, la/s autores
tendrán 20 días para efectuar las correcciones basadas en las recomendaciones
del evaluador/a.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 285-289 285


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7. Deben presentarse dos (2) copias del trabajo en papel, tamaño carta, mecano-
grafiado a doble espacio y con hojas numeradas, en archivo Microsoft Word o
con extensión TIFF o JPEG en caso de tratarse de gráficos. No incluir subra-
yado, negrillas ni mayúsculas fijas. El texto debe estar justificado.

8. El título de los artículos deberá estar en español e inglés, con resumen (en
español e inglés) de no más de 200 palabras, 4 a 5 palabras claves (en español
e inglés) y un sumario.

9. Los cuadros y gráficos se incluirán en hojas separadas del texto con indicación
de las fuentes correspondientes.

10. Las llamadas de las notas del texto se enumerarán consecutivamente con
números arábigos, en posición superpuesta y figurarán a pie de página con un
tipo menor.

11. Las referencias bibliográficas se realizaran en el texto y entre paréntesis se-


ñalando el apellido del autor/autora, año de la edición y página. Ej. (Scott,
1996:43). Al final del trabajo se remitirá a una bibliografía de las obras cita-
das, conteniendo los siguientes datos: Apellido (en mayúscula fija) y nombre
del autor/a, b) (Fecha de edición, entre paréntesis), c) Título del libro en cur-
siva, d) lugar de edición, e) editorial, f ) volumen, tomo, si correspondiere.
En el caso de artículos de revistas, el título del artículo deberá estar entre co-
millas y el nombre de la revista en cursiva. Incluir el número total de páginas
del artículo.

13. Indicar a continuación del título datos académicos del autor (Universidad,
Institución a la que pertenece, si es investigador, etc.).

14. No superar las 7000 (siete mil) palabras o 38000 (treinta y ocho mil) carac-
teres sin espacios para los artículos; las 1300 (mil trescientas) palabras o 6800
(seis mil ochocientos) caracteres sin espacios para notas, comentarios y críticas
bibliográficas. Todos los textos deben estar a espacio y medio y sin sangrías.

15. Los artículos presentados serán sometidos a arbitraje salvo aquellos cuyas/os
autoras/es han sido invitadas/os a publicar.

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16. Las colaboraciones presentadas, aún en el caso de no ser publicadas, no se


restituyen.

17. El Consejo Editorial asume el derecho de no aceptar para publicación, tra-


bajos que no se ciñan a esta reglamentación.

Guidelines for contributors

1. La Aljaba, segunda época. Revista de Estudios de la Mujer publishes an an-


nual volume in November.

2. The reception of articles does not imply the obligation to publish them. The
Editorial Council of the magazine is the one in charge of selecting those arti-
cles that merit publication according to stated criteria of quality and content.

3. Publication of the articles does not imply agreement with their content on
the part of the editors, the Editorial Council or the Assessment Council. The
author/s is/are sole responsible for the ideas, opinions, approaches, etc con-
tained in them.

4. Articles must be original and unpublished. Literature reviews, adaptations


and translations, always subject to the pattern indicated in number two are
also accepted.

5. The editors, after asking for advice to the Editorial Council, keep the right
to accept and publish unoriginal works. The author/s will have to express this
fact and include the corresponding bibliographical reference.

6. Articles have two instances of evaluation. Initially the members of the Edi-
torial Board will define the acceptance or rejection of the article. In a se-
cond moment accepted papers will be reviewed by external evaluators to the
Commission. In this case, the work can be accepted, rejected or accepted
recommendations. After evaluation the authors will have 20 days to make the
corrections based on the evaluator’s recommendations.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 285-289 287


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7. Two (2) copies of the work on paper, letter size, typed double-spaced and
numbered sheets in Microsoft Word file or TIFF or JPEG extension in case
of graphics should be provided. Do not include underlining, bold or fixed
capital. The text must be justified.

8. The title of the items must be in Spanish and English, with an abstract (in
Spanish and English) of no more than 200 words, 4 to 5 keys (Spanish and
English) words and a summary.

9. Charts and graphics will be included in separate sheets from the text with an
indication of the corresponding sources.

10. Notes must be numbered consecutively with Arabic numerals, appear supe-
rimposed position and footnotes with a lower rate.

11. Bibliographical references have to be included in the text must contain the
following information in the stated order: author’s surname, date of edition
and page number: egg. (Scott, 1996:43). At the end of the article, it will be
remit to a bibliography of the cited book with the following facts: a) author’s
surname (fixed capital) and the name, b) Date of edition between parenthesis,
c) Title of the work in cursive, d) Place of edition, e) Publishing House, f )
Volume, tome, page number (if appropriate). In the case of magazine articles,
the title of the article should be between inverted commas and the name of
the magazine in italics. Include the total number of pages of the article.

12. Indicate after the title the academic facts about the author (University, Insti-
tution he/she belongs to, if he/she is a researcher, etc).

13. Do not exceed 7000 (seven thousand) words or 38000 (thirty-eight thou-
sand) characters without spaces for papers; 1300 (one thousand three hun-
dred) words or 6800 (six in 1800) characters without spaces for notes, com-
ments and bibliographical review. All texts must be 1.5 line spacing and
without bleeding.

14.All articles submitted will undergo arbitration except those whose authors
have been invited to publish.

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15.The contributions submitted, even if not published, will not be resorted.

16.The Editorial Council assumes the right of not accepting for publication
works that do not observe this regulation.

Segunda época, Volumen XX, 2016, 285-289 289


Este libro se terminó de imprimir en el mes de NOVIEMBRE de 2016
en la Imprenta de la Universidad Nacional de La Pampa,
dependiente de la Secretaría de Cultura y Extensión Universitaria
(UNLPam). Cnel. Gil N° 353, CP L6300, Santa Rosa, La Pampa.
Tirada de esta edición: 300 ejemplares.

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