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Cecilia, el sueño de ser médico

© UNICEF/Gua06/ElenaPrieto

Cecilia cuida de su hermanito Erick


Antonio cuando no va a la escuela.

Nacer en el área rural de Guatemala, en una familia de escasos recursos y además, ser la octava
de once hermanos limita las oportunidades de poder acudir a la escuela y mucho más, de pensar
en estudiar en la universidad. Cecilia Esperanza Buitán Alonso, tiene 10 años y un sueño, ser
médico.

Ella es la única de su numerosa familia que acude a diario a la escuela. Cuando inició el año
escolar lo hacía junto con dos hermanos más, de 11 y 15 años, pero según iba avanzando el
curso, dejaron de asistir “los dos varones comenzaron el año bien. Estaban en tercer grado, pero
se salieron y por gusto pagué pisto. Ahorita trabajan con su papá doblando y chapeando milpa”,
explica la mamá de Cecilia.

Los veinte quetzales de inscripción, más el costo de los útiles, por cada hijo, supone un gasto
importante en la familia Buitán Alonso “uno de pobre anda prestando para comprar algún
cuaderno que le haga falta. Uno va juntando, apurando y ajustando para el pedido de los
cuadernos. Todos estos libros cuestan 2, 4, 6 quetzales y entre todos es bastante. A uno le cuesta
mucho ganar ese pisto. Aquí el que bien paga, paga 25 quetzales al día y ese dinero se gasta en
comprar frijol, jabón…”, añade.

Cecilia escucha a su mamá mientras habla, y baja la mirada, quizás sintiéndose culpable del
esfuerzo que sus papás hacen por ella. Es una niña muy responsable y así lo demuestra. No pierde
ni un segunda de vista a su hermanito Erick Antonio, de 2 años y benjamín de la familia. A ella le
ha tocado el cuidado del pequeño. “A las cuatro de la mañana me despierta mi hermanito. Yo trato
de que se duerma algo más y me levanto a las cinco. Acarreo agua y barro la casa. Luego me voy
para la escuela, y cuando regreso lavo los trastes y hago la tarea.”

© UNICEF/Gua06/ElenaPrieto
Cecilia sueña con ser médico desde
que era muy pequeña.

La escuela, su pasión

Cuando habla de la escuela se le iluminan los ojos. Esboza una gran sonrisa en su rostro y ase-
gura que disfruta aprendiendo. “Me gusta mucho ir a la escuela. Aprendo bastante. Quiero
terminar mi sexto, y luego seguir estudiando para ser doctora. Tengo muchas amiguitas en la
escuela: Glenda, Keyla, Wendoly, Nuria…pero no mucho jugamos. A mí no mucho me gusta jugar
y en la escuela en los recesos más que nada me pongo a ayudar con la refacción. Pelo papas, saco
agua para el fresco…”

Los comienzos fueron difíciles. Las hermanas que la siguen eran muy pequeñas entonces y ella
tenía que ayudar más en la casa “primer grado lo perdí porque mucho faltaba. Iba a hacer masa y
llegaba tarde y la seño ya no me dejaba entrar. A veces sí entraba, pero ya no encontraba lugar.”
Su perseverancia pudo con las dificultades, y al año siguiente logró superar el primer grado. Y este
año superará el segundo grado.

El apoyo de su mamá lo tiene “a mí si me gustaría que estudie porque sabiendo estudiar, leer y
escribir, se gana un dinero más fácil y no en un trabajo tan duro. Y se ganan unos centavitos más
también.”

Cecilia es lista y sabe que los obstáculos son muchos. Nadie en su familia ha llegado a sexto
grado. Su sueño queda aún más lejano. Pero ella no pierde la esperanza de conseguirlo y lograr
algún día “trabajar en un hospital grande y curar a los enfermos.”

 
http://www.unicef.org/guatemala/spanish/recursos_20347.htm

La futura profesora

© UNICEF/Gua2006/D.Ochoa

Recién finalizó su sexto grado de primaria, pero dice estar conciente de que debe seguir sus
estudios para ayudar a su comunidad en Chinique, Quiché. De momento, afirma Elda, piensa
continuar los básicos y se ha trazado el objetivo de ser maestra de educación media.

Elda Maritza Pérez Ruiz, de 12 años, ya tiene planificado su futuro en la aldea Choaxán, del
municipio de Chinique, departamento de Quiché. Explica, con mucha propiedad y soltura, que
cuando sea grande va a estudiar Profesorado en Educación Media para ayudar a los niños de su
aldea. Luego seguirá psicología o pedagogía en una universidad.

Concluyó el sexto grado de primaria y durante sus vacaciones trabajó junto a su padre para arrear
el ganado, alimentar las reses y en los oficios domésticos. Elda estudió en el establecimiento
escolar de su comunidad que forma parte del programa de la Nueva Escuela Bilingüe Intercultural,
impulsado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, desde 1992, y que es
apoyado por el Estado de Guatemala.

Ella es la menor de sus hermanos y quizá la más privilegiada pues ahora su familia está consciente
de su formación y de su superación. Con el tiempo, la niña se convertirá en líder comunitaria,
según lo expresa ella misma.

Este modelo sienta las bases de una educación bilingüe e intercultural, a partir de la realidad
lingüística y cultural de los niños y las niñas. Actualmente existen más 645 escuelas que han
adoptado esta metodología activa que da protagonismo al alumno en el proceso de enseñanza en
su idioma materno. En esta experiencia participan activamente los padres de familia, mientras que
los maestros y maestras reciben capacitación especial y materiales didácticos adecuados.

Elda es un ejemplo de ello. Durante su último año de estudio fue tesorera del gobierno escolar,
una estructura estudiantil que decide, junto a los docentes y padres de familia, el futuro de la
escuela y las políticas a seguir. “La organización nos hace sentir bien porque así trabajamos en
beneficio de los estudiantes y las compañeras. A principio de año decidimos qué cambios íbamos a
hacer en la escuela y durante los siguientes meses los realizamos, gracias a las rifas que hicimos.
A mí me tocó guardar el dinero y cuando lo necesitaban siempre lo tenía”, cuenta emocionada
Elda.
© UNICEF/Gua2006/D.Ochoa

Su gobierno escolar, explica la niña, tuvo la fortuna de organizar talleres de discusión con los
alumnos de todo el establecimiento. La idea era conocer qué opinaban acerca del ornato, la
limpieza y el orden. Gracias a esos talleres el ciclo escolar finalizó con la escuela pintada, las
canchas totalmente limpias y las banderas izadas en sus respetivos lugares.

Guadalupe Pérez Ruiz, padre de Elda, dice que ya inscribió en el ciclo básico a su hija. “Quiero que
estudie. Noté los cambios en su personalidad, pues luego de la muerte de su mamá era muy
tímida. Ahora es una niña muy activa y más colaboradora en la casa”, afirma Pérez.

Elda quiere que sean más los niños y jóvenes beneficiados, porque, agrega, ese tipo de escuelas
los hace sentirse importantes.

La lideresa infantil afirma que ha hecho conciencia entre los demás niños y niñas de que la escuela
debe estar bien. “Les dije que si la escuela está bien, ustedes también estarán bien”, señala. Con
la mirada puesta en su establecimiento escolar, Elda enfatiza que le gusta participar y que cuando
sea grande quiere ayudar a arreglar su municipio.

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