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Nadie, ni siquiera un padre, puede exigir, como si fuera un derecho, ser amado. El amor es por definición libre y
gratuito. Un amor impuesto no es amor. Tampoco Dios te obliga a amarlo. El Dios que Jesús te revela es el Dios de
la vida y la libertad. Porque es Padre, quiere que sus hijos lo amen libremente. Él te ofrece siempre su amor, pero tú
puedes acogerlo o rechazarlo. Dios desea, espera tu amor, pero no lo exige. A tí te toca tomar la decisión de
permanecer en su casa participando de todo lo que él tiene (Lc 15, 31) o partir hacia un país lejano y allí malgastar
todos los bienes recibidos de Dios. Esta mañana Dios Padre misericordioso nos invita y nos espera con los brazos
abiertos a pesar de no portarnos como buenos hijos él está ahí como un Padre que nos ama infinitamente.
Hagamos un alto en el camino de nuestra vida, en este momento personal de encuentro a solas con Dios, Nos
ponemos en la presencia de Dios y cierra la puerta a otros pensamientos. Recítalas despacio; que cada palabra salga
de tu corazón. Añádeles tus propias palabras, llenas de confiada ternura y de amor filial, quédate unos momentos en
silencio, deja que Dios te hable y después plática con Él, compártele tus inquietudes, tus deseos, tus sufrimientos.
Pídele a la Virgen María que te ayude, que te lleve de su mano, para que puedas aprovechar todas las gracias que
Dios te ha regalado.
Ahora es el momento dejar la dureza de corazón y pedir y suplicar tener un corazón de carne limpio.
Agradece al Señor este rato de estar con Él, agradece su Presencia.
En oración, más importante que lo que le decimos al Señor o
lo que Él nos pueda decir es el haber estado juntos,
MONICION DE ENTRADA
Queridos hermanos: Les damos una cordial bienvenida a la casa de Dios para celebrar esta Santa Eucaristía; y
saludamos de manera especial también a quienes nos sintonizan a través de la radio.
Con alegría hoy celebramos el Tercer domingo del tiempo ordinario, en el que Dios nos hablará de la eficacia y
autoridad de su palabra. La Palabra que en Jesús se hizo carne, y que fue dirigida en aquel tiempo el pueblo de
Israel, hoy nos es anunciada a nosotros, miembros de un solo cuerpo, que es la Iglesia.
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenos días tengan todas y todos! Reciban nuestra más cordial bienvenida a la celebración del día
consagrado al Señor, el Domingo, cuando escucharemos a Dios, nos encontraremos con Jesús y su Santo Espíritu
nos restablecerá y animará; así como María, la Madre, estará entre nosotros, intercediendo por sus pequeños.
Por supuesto, esta Eucaristía debe hacernos vivir mejor nuestra fe. Para ello hemos de esperar y recibir la
Palabra que Dios nos ha de dar, con corazón humilde, sabiendo de nuestra condición de debilidad y de nuestra
necesidad de la Misericordia de Dios. Y, guiados por su Palabra, el Señor nos irá modelando para que podamos
actuar según la necesidad del Cuerpo de Cristo, que es su Iglesia, y llevar –con el ejemplo- la Palabra recibida a
todos los ambientes de nuestras vidas como evangelizadores de la Misericordia de Dios.
ACTO PENITENCIAL
1. Porque no buscamos leer tu Palabra, Señor, ni le prestamos atención cuando se la proclama en las misas. ¡Señor,
ten piedad! (Se escucha: ‘Los abuelos son los que leen la Biblia.’)
2. Nos han enseñado que somos el cuerpo de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Pero no nos gusta que Él piense o
intervenga en las decisiones de ese, su cuerpo. Cristo ten piedad (Se escucha: ‘¿Y qué si Dios no quiere?’)
3. Nos admiramos por la sabiduría de la Palabra de Dios, pero no nos disponemos a hacerla viva en nuestro cada
día. Cristo ten piedad (Se escucha: ‘Jesús hacía eso porque era Dios; yo no. Así que, olvídate.’)
OFERTORIO
1) Te entregamos nuestros sentidos, nuestros pensamientos, nuestros horarios y nuestras adicciones, para que sean
llenos de Ti y nos ayuden a frecuentar tu Palabra y hacerla parte de nuestro cada día. (Pasan 5 niños haciendo
gestos: 2/ sentidos, vista y oídos; 1/pensamiento; 1/ reloj o celular; 1/celular. Todos se postran ante el altar, en
gesto de entrega.)
2) Los muñecos representan a las personas. Tienen un cuerpo y una cabeza. Al ofrendarlos queremos aceptar el
planteamiento de san Pablo sobre la Iglesia, reconocernos cuerpo místico de Cristo, nuestra cabeza, y ofrecer
nuestra disposición a formarnos y servirte como miembros de tu Iglesia, Señor.
c) Entregamos el pan y el vino, que se convertirán en el alimento que nos fortalece. En ellos presentamos, además,
nuestras vidas, para construir la Iglesia de Jesús.
ORACIÓN FINAL
Gracias, Señor, por enseñarnos con tu Palabra y acompañarnos con tu Presencia. Que, dócil a tu Santo Espíritu, tu
Iglesia cause admiración en todos por el amor. Amén