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Laura Isabel Piedrahita García

El malestar en la cultura. Capítulo V

"... cosas terribles, muchas hay, pero


ninguna más terrible que el hombre..."
Antígona de Sófocles.

El capítulo quinto de El malestar en la cultura tiene como premisa el amor y el odio que se
profiere al prójimo.

Freud en un principio para abordar esta problemática, aclara la postura del neurótico como
resultado de la frustración que ocasiona el denegar la vida sexual. Lo que conlleva a la
creación de líneas de fuga que pueden ocasionar placer o displacer, si bien, las vías de fuga
que causan placer son en primera instancia fáciles de comprender, las que se vuelven
conflictivas son aquellas que producen sufrimiento. Para desenmarañar este panorama,
Freud partirá de la imposición que hace la cultura más allá del placer sexual.

Para esto, toma como ejemplo la oposición entre sexualidad y cultura que se encarna en el
amor sexual o romántico en el que existe una idealización de la pareja. En efecto, la pareja
se convierte en el centro para el sujeto, este enamoramiento saciaría libidinalmente al
individuo, sin embargo, se establece que si esto fuera completamente factible la cultura no
tendría que intervenir en la cohibición de la “energía sexual”. Por eso, al contrario de lo que
podríamos pensar, la cultura mueve lazos e identificaciones entre sus miembros para lograr
ligazones más fuertes mediante diferentes tipos de vínculos.

En este punto, trae a colación una cita que es conocida universalmente: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” debido a que es una frase con una carga simbólica que permea el
pensamiento del individuo y pone en tela de juicio la relación que se tiene con el otro. Si el
otro representa una extrañeza para mí ¿cómo es posible que sea digno de mi amor? ¿es
acaso posible equiparar ese amor con las personas que ya son parte de mis vínculos
cercanos? Lo que implica la otra cara de la moneda, no sería factible suponer que ese
extraño en realidad es más digno de mi odio, puesto que, no hay correspondencia hacía mi
amor.

Coherente con esto, el amor y el odio plantean otra problemática de discusión: la postura
ética que califica las acciones humanas en “buenas” y “malas” que condensan en sí la
posibilidad de bondad y maldad, al poner en tela de juicio estas posturas, nos lleva a
comprender que muchas veces se recompensan acciones que evocan maldad o crueldad. Lo
que da paso a Freud para confrontarnos con la famosa frase de “Homo homini Lupus” que
permite negar esa naturaleza humana que esta lineada para ser amable y sumisa; se devela
otro rostro del sujeto con los actos crueles que ha cometido históricamente. Entre los
ejemplos que Freud expone: están las invasiones bárbaras, las cruzadas, los horrores de la
primera guerra mundial, entre otros.

Al existir una bifurcación en el ser que confronta la maldad con la bondad, la cultura tiende
a estar contantemente amenazada a su disolución. Lo cual obliga a la cultura a poner límites
a está pulsión destructora inherente al humano, intentándola encausar. Para hondar en este
problema, trae otro ejemplo a colación: el comunismo, pues su piso teórico propone un
acabar de la maldad si desapareciera la propiedad privada, sin embargo, la naturaleza
agresiva del hombre prevalecería porque como bien lo menciona, la institución privada no
es la creadora de la agresión. E incluso, si se liberara la vida sexual y, por ende, se
eliminará a la familia que es la base de la cultura, se podría afirmar que la agresión seguiría
siendo parte de la esencia del ser.

Coherente con esto, al considerar que el sujeto tiene una inclinación de agresión hacía el
otro, ¿cómo es posible que se logre vivir en comunidad? Freud para analizar esto recurre a
lo que llama “narcisismo de las pequeñas diferencias” 1 que es una manera de cohesión para
satisfacer esa pulsión agresiva.

Lo que se presente en este capítulo es como la cultura no solo limita la sexualidad, sino, la
agresividad que parece es inherente en todo ser, se renuncia al goce por seguridad. Pero, el
otro, es tanto objeto de deseo, amor y odio. A manera de anotación final, Freud advierte
sobre “La miseria psicológica de las masas” que es más proclive en la conexión libidinal de
los miembros participes de una comunidad.
1
Podría entenderse como una agresión a aquellos que son más idénticos a nosotros.
Preguntas

Si el neurótico es el resultado de la denegación de la satisfacción sexual. Por ende, ¿no


seríamos todos neuróticos?

Si el hombre se supone que busca el placer ¿por qué al renunciar a la satisfacción sexual
que se ha impuesto por la cultura se busca una vía de fuga que en realidad es dolorosa o
displacentera?

¿Es factible pensar que tanto el amor como el odio tiene una carga narcisista? Sin embargo,
¿por qué de manera paradójica el amor es una renuncia del narcisismo?

¿El humor sería uno de los medios de cohesión de esa agresividad?

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