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Resumen

Pantoja Cruz Arely


Filosofía
El malestar en la cultura. Sigmund Freud

Introducción.

Sigmund Freud fue un neurólogo austriaco nacido en 1856 en Freiberg, Moravia (en la

actualidad, Příbor en la República Checa). A los 17 años ingresó a la Universidad de Viena,

con el propósito de estudiar derecho, sin embargo terminó estudiando medicina y

especializándose en enfermedades nerviosas; posteriormente trabajó como ayudante en su

misma universidad. No fue sino hasta tiempo después de haber abandonado su trabajo

como teórico que trabajó en el Hospital General de Viena en donde se dedicó a la

psiquiatría. Después de haber estudiado también en Paris con el neurólogo Jean Martin

Charcot fue que se encaminó hacia la psicopatología. El malestar en la cultura es un

ensayo publicado en 1930 y es considerada como una de sus obras más importantes, pues

abarca muchos temas que engloba la cultura, y explica de donde proviene el malestar, por

qué causa sufrimiento sobre sus exigencias. Se afirma que guarda estrecha relación con la

sociología, también es considerado una especie de compilación de sus obras más

importantes.

Inicia explicando que frente a las constantes incompatibilidades entre el pensar y el

actuar del hombre respecto a lo que desea para sí, se desprenden una serie de implicaciones

que nos ayudan a vislumbrar un poco de dónde y en qué consiste este enorme y colectivo

problema, pues no sólo se construye a sí misma, sino que también es capaz de destruirse.
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Pantoja Cruz Arely
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Hay que partir del sentimiento oceánico1, es decir de una entera totalidad y

pertenencia hacia el mundo que le rodea2, por ello presupone el motor principal del sistema

religioso, aunque ésta no se encuentre íntimamente ligada al dogma, pues se puede percibir

aunque el individuo no pertenezca a ninguno, en palabras de Freud "sólo gracias a este

sentimiento oceánico podría uno considerarse religioso, aunque se rechazara toda fe y toda

ilusión" (8)3

Sin embargo este sentimiento de pertenencia, entendido como el yo, que está perfectamente

delimitado con el exterior, es decir el ello se ve afectado durante el enamoramiento, pues el

yo se ve unido con un tú, es uno de los estados más claros de esta anomalía del estado

yoico, aunque de esta se desprendan otras tantas. Esto implica que el individuo reconozca

las fuentes de excitación como «objetos» pues traen consigo sensaciones de placer y

displacer, siendo las segundas las que se evaden la mayoría del tiempo, no obstante, no

siempre se originan en el exterior, sino también en el interior, es decir en el yo.

Existen varias maneras de liberar las pulsiones4 y a su vez obtener aunque sea por

un tiempo breve una sensación placentera, que no es precisamente capaz de suplir los

verdaderos deseos “se diferencian según la fuente de displacer a que conceden máxima

atención” (21): aislamiento voluntario, intoxicación (drogas), sabidurías orientales,

dominación de los instintos, sublimación de los instintos y satisfacciones imaginativas.

1Freud
también lo llama «sensación de eternidad»
2El
autor lo entiende más bien como "una penetración intelectual acompañada, naturalmente, de
sobretonos afectivos", aunque no pueda negar ni afirmar la existencia de dicho sentimiento
3 En adelante todas las citas de Freud se señalarán sólo con el número de página, pues todas son tomadas

de la misma edición.
4 Aun así, Freud señala que además de los que enumera en su ensayo, existen muchos métodos más.
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De entre todas estas las que más nos interesan es la sublimación y las satisfacciones

imaginativas, pues estos impulsos se encausan hacia producciones artistas o intelectuales; la

única desventaja es que no todos son capaces de lograr dicha sublimación. También las

satisfacciones imaginativas guardan relación estrecha con la sublimación, pues los

espectadores logran (aunque en menor medida) encontrar un disfrute en la contemplación

de lo que se produce mediante la sublimación de instintos. En este sentido el artista es un

“introvertido próximo a la neurosis” (Freud, 84), alguien sumamente capaz de lograr la

sublimación, pues al no poseer todo lo cuanto desea prefiere ignorar la realidad y plasmar

en su arte todos los deseos de su libido, sus sueños y además los exagera y los vuelve

bellos. Su sublimación se vuelve su consuelo, pues logra finalmente lo que desea: honor,

poder, amor e incluso riqueza.

“Las religiones de la humanidad deben ser consideradas como semejantes delirios

colectivos” (25). El hombre ha creado a la religión como forma de consuelo ante el peligro

que supone el mundo exterior; se siente desprotegido y vulnerable ante todas las amenazas

y carencias que sólo el amor y comprensión de la figura paterna puede sosegar, se torna

totalmente como necesidad de índole infantil. Por esto se le da a un Dios la figura de un

padre, que no obstante, al ser sumamente abstracto (variando en cada religión) posee la

cualidad de ser todopoderoso, y piadoso, pues se cree que al implorar su atención y auxilio,

su Dios encontrará la manera de ayudar al hombre. La religión no solo provee al hombre de

consuelo, sino que además piensa que completa una finalidad a su vida, pues el individuo

nunca tiene claro cuál es el fin, simplemente evita el sufrimiento: "Quien fija el objetivo

vital es simplemente el programa del principio del placer" (20)


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Pantoja Cruz Arely
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El desconsuelo humano emana de tres fuentes de la cultura: de la manera en que la

Naturaleza es incontrolable para el ser humano, de lo efímero del cuerpo y de las relaciones

humanas, y por ultimo del Estado y la sociedad. Hay que entender a la cultura como toda

construcción del ser humano5 cuyo origen es la familia; conforme progresan estas

producciones humanas, evoluciona la cultura y nuevas preocupaciones acontecen para el

ser humano. Así como tiene preocupaciones nos limita, pues establece fantasías, como la

belleza6, el orden y la limpieza, todas autónomas y a su vez dependientes unas de otras.

La cultura no es un hecho estático, ergo, tampoco es incuestionable ni mucho menos

indestructible, por ello depende de la solidez de «las alianzas fraternas». Por ello

desarrollan dos fases dentro de la familia primitiva, el tótem y el tabú, que posteriormente

le permitirían garantizar un flujo de relaciones que va a permitirle a la cultura seguir

evolucionando en sí misma. En primer lugar está la fase totémica que dio lugar al primer

Derecho, que le permite mediar sus relaciones amorosas y sus relaciones con el exterior7. El

“amor” también rompe las relaciones humanas y poco a poco destruye la poca solidez de la

cultura, pues se empeña en cercar la conducta sexual del hombre, por tanto necesita de una

fuerza opuesta8 que le permita fortalecer las uniones entre los grupos sin aislarlos

definitivamente. La cultura aunque “obedece al imperio de la necesidad psíquica

económica” (47) dispone del tabú, la ley y las costumbres para establecer un cerco mucho

5 Como sinónimo Marx explica que el hombre produce sus propios medios de producción y estos a su
vez producen relaciones de producción.
6 Abarca también la sublimación de pulsiones, es decir el arte y a los espectadores
7 “De tal manera, Eros y Ananké se convirtieron en los padres de la cultura humana, cuyo primer

resultado fue el de facilitar la vida común a mayor número de seres” (43)


8“... es causada por las mujeres, que no tardan en oponerse a la corriente cultural, ejerciendo su

influencia dilatoria y conservadora [...] [sin embargo] son las que originalmente establecieron el
fundamento de la cultura” (46)
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más delimitado para el placer sexual; no obstante la sociedad también ejerce su yugo sobre

este asunto.

En la Europa occidental se reprime a la libido desde la niñez para garantizar en la

vida adulta una productividad económica, se busca que dominen el uso de canales que se le

han dejado abiertos para la liberación de estas pulsiones dentro de las relaciones humanas

en cada comunidad9.

Desgraciadamente la satisfacción sexual es limitante en sí misma, por ello las

personas denominadas neuróticas son incapaces de tolerar estas frustraciones, pues no son

capaces de liberar sus pulsiones aún en los métodos alternos; como consecuencia exhorta al

hombre a realizar otro tipo de uniones, a pesar de que la cultura repudia relaciones

amorosas entre más de dos personas en una comunidad se ha desarrollado el famoso

precepto «Amarás al prójimo como a ti mismo», sin embargo el otro, al ser tan ajeno a mí,

al no poseer ningún lazo afectivo no puedo ofrecerle el amor que siento por mí mismo,

representa en todo caso una amenaza para mí y se vuelve acreedor de mi odio y hostilidad,

además es probable que disfrute hacerlo, pues los impulsos agresivos son patentes; si por el

contrario le muestro respeto al prójimo y él a mí no habrá daño alguno, entonces es posible

sustituir el primer precepto por «Amarás al prójimo como el prójimo te amé a ti». Debido a

esta hostilidad, la sociedad vive constantemente al límite de la desintegración. Es correcto

afirmar que la cultura no permite al hombre alcanzar la felicidad. Aquí, Freud hace una

clara y sutil relación con lo que establece Marx, al hablar de la utopía que supone el

comunismo, y afirma que al desaparecer la propiedad privada se eclipsaría la agresividad

humana.

9 La cultura sólo permite coito en el matrimonio heterosexual únicamente con fines reproductivos.
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Pantoja Cruz Arely
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El amor está impulsado por el deseo de preservar la especie, involucra instintos

libidinosos y este mismo sentido narcisista de posesión de los objetos.

Existe una fuerza opuesta a Eros {"el término libido puede seguir aplicándose a las

manifestaciones del Eros para discernirlas de la energia inherente al instinto de muerte} que

no obstante permite el flujo constante de la vida: el instinto de muerte, que se refleja en el

exterior como destrucción y destrucción y se efectúa en algo ajeno al individuo y así evita

que se destruya a sí mismo; algunas veces puede estar disfrazado con el erotismo. La

tendencia agresiva que además es innata detona el instinto de muerte, y juntos son la

principal amenaza de la cultura

Frente a esto la cultura se ve en la necesidad de utilizar al menos una herramienta

que le permita compensarse ante todas estas amenazas, y precisamente la toma del instinto

agresivo que se reinserta en el yo, pero aquí sufre un cambio, se pasa al super-yo y se

vuelve conciencia. Esta conciencia que se gesta desde la niñez y viene del sentimiento de

amor y odio hacia el padre dan origen al sentimiento de culpabilidad, lo que nos permite

sentir una especie de arrepentimiento o sanción interna ante lo que el hombre hace o piensa.

En conclusión, se evidencia a la cultura como un reflejo humano con una fragilidad

innegable, pues existe y evoluciona, pero está constantemente amenazada por todos los

problemas que ya se han resumido, si bien ella misma utiliza sus propios instrumentos, tal

parece que no todos son capaces de poder suprimir estas pulsiones que se manifiestan de

diversas formas, pues todos son gestados y reprimidos desde la niñez, no es posible

garantizar una erradicación de los mismos, pues si no el ser humano sufriría de un

desequilibrio psíquico que posiblemente llevarían a la humanidad a destruirse en sí misma.


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Pantoja Cruz Arely
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Aunque Freud desordena algunas de sus ideas, pues las deja y las retoma para luego

desarrollarlas páginas adelante su Malestar en la cultura hace que entendamos desde otra

perspectiva al arte, si bien es cierto que no cualquiera puede ser artista, se puede entender

que tampoco todos pueden apreciar el arte, ya que cada persona debe encargarse de

encontrar sus propios métodos de liberación de pulsiones.

Referencias:

Freud, Sigmund. El malestar en la cultura y otros ensayos. Alianza 2008.

Freud, Sigmund. “El arte y la fantasía inconsciente .” en Antología. Textos de estética y

teoría del arte de Sánchez Vázquez, Adolfo. Universidad Nacional Autónoma de México.

1978.

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