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Georgina Cabello

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UNIDAD 5: EPISTEMOLOGÍA DE LAS CLASIFICACIONES PSIQUIATRICAS

🡺 Lo normal y lo patológico en la perspectiva de Canguilhem


🡺 La configuración disciplinar y normalizante de las ciencias humanas desde la perspectiva de
Foucault
🡺 El nominalismo dinámico de Ian Hacking

Avanzamos sobre el fundamento epistemológico de las clasificaciones y como objetivo la problemática de las
clasificaciones psiquiátricas.
❖ Primer problemática: a qué le llamamos salud y a qué le llamamos enfermedad.
❖ Segunda problemática: lo normal y lo anormal.
❖ Tercer problemática: la cultura y el avance de la ciencia van incidiendo sobre lo normal y lo patológico.
En los años 50 se preguntaban si la homosexualidad era normal o anormal.
Esta unidad tiene que ver con los diagnósticos, estos devienen de una clasificación, cree que tiene que hacer un
diagnóstico a partir de una clasificación.

CANGUILHEM- "Lo normal y lo patológico"

Canguilhem dice que es de interés filosófico cualquier materia extranjera o exterior a la filosofía. Saca un poco la
idea de que la filosofía siempre piensa en el ser, en el ente, en qué es pensar. Hay una cierta decisión de parte de
Canguilhem de ir abandonando una posición pasiva y comenzar a tener una posición más activa, actuando como
médico.
Este texto es una tesis filosófica acerca de la medicina. Va a ir produciéndose una complegización a partir de dos
parcelas de la medicina: la fisiología y la patología.
¿Qué relaciones existen entre la historia de la terapéutica y la historia de la fisiología? (Hilo conductor de toda la
tesis de Canguilhem) La fisiología es una rama de la medicina y la biología que se interesa por procesos normales.
¿Procede esa historia de acuerdo con el esquema lógico según el cual a través de la patología, la fisiología
gobernaría a la medicina?
El dogma es que lo patológico es una variación cuantitativa de lo normal que estudia la fisiología. La TERAPEUTICA
siempre se presenta como un intento de restaurar lo normal.
Contra la idea positivista por la cual lo normal sería un promedio estadístico, Canguilhem en nombre del vitalismo
insiste en que esa concepción supone un tratamiento generalizado del organismo.
El criterio cuantitativo va a ligar la cuestión a la física, la patología se va a determinar por un conjunto de
cualidades fisicoquímicas.
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La defensa de Canguilhem es pensar un orden de propiedades específicas. Lo esencial de lo normal es que eso
tiende a ser normativo, obedecer las normas y cambiar las que se van constituyendo.
Dos ideas de la patología:
Una ontología del mal, que la enfermedad es algo que le sobreviene al hombre porque hubo una invasión de algo
en el organismo. Ejemplo: infección.
Si no se produce una variación ese organismo puede reacondicionarse progredientemente, es decir, normalmente.
Si hay variaciones de las condiciones de este funcionamiento el organismo no es progrediente sino que es
regrediente, y hay una patología.

Capítulo 1: INTRODUCCIÓN AL PROBLEMA (teoría ontológica de la enfermedad)


El punto de partida es el reconocimiento de la existencia de dos concepciones de la enfermedad: ❖ Teoría
ontológica: considerar a todo enfermo como un hombre al cual se le ha agregado o quitado un ser. La
enfermedad es algo que le sobreviene al hombre, si se confía a la técnica – mágica o positiva – la tarea de
restablecer la norma deseada al organismo afectado, es porque nada bueno se espera de la naturaleza de por
sí.
❖ Teoría dinamista o funcional: Concepción propia de la medicina griega (corpus hipocrático). “La naturaleza
(Physis), tanto en el hombre como fuera de él, es armonía y equilibrio. La enfermedad es la perturbación
de ese equilibrio, de esa armonía. La enfermedad es una reacción generalizada con intenciones de
curación.” A diferencia de la teoría ontológica, el optimismo está aquí en el sentido de la naturaleza y no
en el efecto de la técnica humana. Se trata de una concepción naturista, que “poco espera de la
intervención humana para la restauración de lo normal.”
Ambas teorías tienen en común que: “consideran a la enfermedad – o mejor, a la experiencia del enfermo – como
una situación polémica, ya sea como una lucha entre el organismo y un ser extraño, ya sea como una lucha interna
de fuerzas enfrentadas. La enfermedad difiere del estado de salud, lo patológico de lo normal, como una cualidad
difiere de otra, ya sea por presencia o ausencia de un principio definido, ya sea por reelaboración de la totalidad
orgánica heterogeneidad de los estados normal y patológico”
Las dos teorías, pero sobre todo la dinamista o funcional, enfrentan el mismo problema: ¿Cómo sostener la
alteración cualitativa que separa lo normal y patológico?
Para el filósofo inglés Francis Bacon, sólo se gobierna la naturaleza obedeciéndola. Por eso, “gobernar la
enfermedad significa conocer sus relaciones con el estado normal que el hombre vivo desea restaurar.” Para poder
llevar a cabo esa restauración, es preciso fundar una patología científica. En esta línea hay que ubicar al médico
inglés Thomas Sydenham, quien afirmaba que para ayudar al enfermo es necesario deslindar y determinar su mal.
Como resultado del desarrollo de esta línea de pensamiento médico, se dio la “formación de una teoría de las
relaciones entre lo normal y lo patológico de acuerdo con la cual los fenómenos patológicos sólo son en los
organismos vivos variaciones cuantitativas, según el más y el menos, de los respectivos fenómenos fisiológicos.
Semánticamente, lo patológico es designado a partir de lo normal como hiper o hipo. Por más que se
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conserve la confianza tranquilizante de la teoría ontológica en la posibilidad de vencer por medios técnicos al mal,
se está muy lejos de creer que salud y enfermedad sean opuestos cualitativos, fuerzas en lucha. La necesidad de
restablecer la continuidad, para conocer mejor con el fin de actuar mejor, es tal que en última instancia el
concepto de enfermedad desaparecería. La convicción de poder restaurar científicamente lo normal es tal que
termina por anular lo patológico.”
En el siglo XIX los biólogos y médicos convirtieron en dogma la “identidad real de los fenómenos vitales normales
y patológicos” En Francia, los máximos representantes de dicha concepción fueron Auguste Comte (1798-1857) y
Claude Bernard (1813-1878).
🡺 En el caso de Comte, “el interés se orienta de lo patológico hacia lo normal, con el fin de determinar
especulativamente las leyes de lo normal, puesto que la enfermedad se muestra digna de estudios
sistemáticos como substituto de la investigación biológica a menudo impracticable, especialmente en el
hombre. La identidad de lo normal y de lo patológico es afinada para beneficio del conocimiento de lo
normal.”
🡺 En Bernard, “el interés se orienta de lo normal hacia lo patológico, para actuar racionalmente sobre lo
patológico. La identidad de lo normal y de lo patológico es afirmada para beneficio de la corrección de lo
patológico.” El conocimiento de la enfermedad es buscado por medio de la fisiología.
El método patológico se apoya al mismo tiempo en la observación pura y en la experimentación. Es un poderoso
medio de investigación.
En este punto, Canguilhem sintetiza así la relación entre ciencia y sociedad: “La historia de las ideas no es
necesariamente congruente con la historia de las ciencias. Pero como los científicos desarrollan su vida de
hombres en un medio ambiente y en un entorno no exclusivamente científicos, la historia de las ciencias no puede
dejar de lado a la historia de las ideas.”

Capítulo 5: LAS IMPLCACIONES DE UNA TEORIA


La medicina es una de las cosas más estrechamente vinculadas con la cultura, ya que toda transformación en las
concepciones médicas, está condicionada por transformaciones en las ideas de la época. El rasgo distintivo de la
medicina del siglo XIX, sobre todo antes de Pasteur, es su carácter MONISTA. La medicina del siglo anterior, por
influencia de los animistas y vitalistas, había sido una medicina dualista, la salud y la enfermedad se disputaban al
hombre como el bien y el mal lo hacían con el mundo.
Broussais, a comienzos del siglo XIX, era enemigo de toda ontología médica. El rechazo de una concepción
ontológica, es ante todo el rechazo más profundo a reconocer el mal.
Si se afirma la “homogeneidad” y la “continuidad” reales entre lo normal y lo patológico, es para que la fisiología
tenga fundamentos para regir la actividad terapéutica por intermedio de la patología.
Bernard dirá que las enfermedades sólo son en el fondo fenómenos fisiológicos en condiciones nuevas que se
trata de determinar. Para el que conoce la fisiología, las enfermedades verifican la fisiología que el mismo conoce,
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pero en el fondo no le enseñan nada. Los fenómenos son los mismos en el estado patológico y en el estado sano,
sólo sus condiciones varían.
Pero lejos de ser el fundamento de la patología, la fisiología sólo podía surgir de la patología. A partir de los
cambios impresos en las funciones por la enfermedad de un órgano conocemos su uso e importancia. Ha sido la
patología, ayudada por la anatomía patológica, quien creó a la fisiología.
Bernard afirma con su postulado determinista que “fisiología y patología son una sola cosa”. Existió una físico
química fisiológica, de acuerdo con las exigencias del conocimiento científico, una fisiología que incluía leyes
cuantitativas verificadas por la experiencia, mientras que la patología estaba aún atestada de conceptos pre
científicos. De ahí que los médicos del siglo XIX hayan considerado a la fisiología como el modelo que podían
proponerse más cercano al ideal. La ciencia rechaza lo indeterminado, y cuando en la medicina se fundan
opiniones sobre el tacto médico, sobre la inspiración o intuición, se está fuera de la ciencia. Como consecuencia de
este postulado determinista, la identidad fundamental de lo fisiológico y de lo patológico, implica la reducción de
la cualidad a la CANTIDAD.
Resulta totalmente ilegitimo sostener que el estado patológico es la variación en más o menos del estado
fisiológico:
❖ O bien a ese estado fisiológico se lo concibe como teniendo para el ser vivo una cualidad y un valor,
entonces es absurdo prolongar ese valor hasta un estado llamado patológico cuyo valor y cualidad
presenta una diferencia con el primero
❖ O bien lo que se entiende por estado fisiológico es un mero resumen de cantidades, sin valor biológico, un
mero hecho o sistemas de hechos físicos y químicos, peo entonces este estado no posee ninguna cualidad
vital y no puede decirse ni que es sano, ni normal ni patológico.
Al estudiar un estado que se denomina “fisiológico”, el fisiólogo lo está calificando. Pero ese estado fisiológico
calificado no es como tal aquello que se prolonga hasta otro estado capaz de adoptar la cualidad de mórbido. Con
esto Canguilhem impugna el hecho de que los términos más y menos, cuando entran en la definición de lo
patológico como variación cuantitativa de lo normal, tengan una significación cuantitativa pura. Impugna el
principio de Bernard “el desorden de un mecanismo normal consistente en una variación cuantitativa, una
exageración o atenuación, constituye el estado patológico.
Cuando se afirma que salud y enfermedad están vinculadas por todos los estados intermedios y cuando se
convierte a esa continuidad en “homogeneidad”, se olvida que la diferencia sigue estallando en los extremos, sin
los cuales los estados intermedios no podrían desempeñar su papel de mediación.

Capítulo 5: FISIOLOGIA Y PATOLOGIA


Definir la FISIOLOGIA, como la ciencia de las leyes o las constantes de la vida normal no sería tan exacto por dos
motivos:
❖ Ante todo porque el concepto de normal no es un concepto susceptible de por sí de medición objetiva
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❖ Y luego porque lo patológico tiene que ser comprendido como una especie de los normal, ya que lo
“anormal” no es aquello que no es normal, sino otra normalidad.
Esto no quiere decir que la fisiología no sea una ciencia. Lo es en cuanto a su indagación de constantes e
invariantes, por sus procedimientos métricos. Resulta fácil determinar por su método Cómo la fisiología es una
ciencia, pero no definir en cuanto a su objeto, ciencia de qué es.
Si dijéramos que es la ciencia de las condiciones de la salud, la definiríamos como la ciencia de las funciones
normales de la vida, y se distingue entonces entre un estado normal y la salud. Pero hay una dificultad, cuando se
piensa en el objeto de una ciencia, se piensa en un objeto estable, idéntico a sí mismo. La vida es evolución,
variación de formas, su estructura es histórica e histológica.
Para definir a la fisiología todo depende de la idea que se tenga de salud.
Los hombres de comienzo del siglo XVI al fundar la anatomía, privilegiaron el aspecto estático, deslindado de la
forma viva. Médicos del siglo XVII comienzan a interesarse por el movimiento, nace así la anatomía animada: la
fisiología. No se ve en el cuerpo sólo la forma sino también el movimiento. La idea funcional en medicina se
conecta con el arte de Miguel Ángel y la mecánica dinámica de Galileo. Este espíritu de la fisiología naciente,
entiende a la fisiología como ciencia de las condiciones de la salud.
Canguilhem define a la fisiología como: ciencia de los modos de andar estabilizados de la vida. A partir de ésta
definición propuesta es posible deslindar más correctamente las relaciones entre fisiología y la patología. Entre los
modos de andar en la vida pueden distinguirse dos tipos:
🡺 Los que se estabilizan en nuevas constantes pero cuya estabilidad no presentara un obstáculo. Se trata de
constantes normales con valor propulsivo
🡺 Y los que son constantes normales pero con valor repulsivo. Son patológicos, a pesar de ser normales
mientras el ser vivo vive en ellas.
En el momento de una ruptura de la estabilidad fisiológica, en un periodo de crisis evolutiva, la fisiología pierde
sus derechos. No sabe de antemano si el nuevo órden biológico será fisiológico o no.
La enseñanza de la medicina comienza justamente por la anatomía y la fisiología del hombre normal a partir de
las cuales se puede deducir admitiendo ciertas analogías mecánicas, la causa de ciertos estados patológicos. Pero
todo parece indicar que el órden de adquisición de tales correspondencias anátomo-fisiológicas es inverso. El
enfermo es quien comprueba un día que “algo anda mal”, equivocado o no llama la atención del médico. Alertado
por el enfermo, el medico explora metódicamente los síntomas patentes y latentes. Si en enfermo muere se
realizara una autopsia para comparar órganos de otro muerto sin esa patología. Se produce aquí un olvido
profesional, el médico tiende a olvidar que son los enfermos quienes llaman al médico. El fisiólogo tiende a
olvidar que la medicina clínica y terapéutica precede a la fisiología. La experiencia de un obstáculo vivida por un
hombre concreto, con la forma de enfermedad, es lo que ha suscitado la patología, en sus dos aspectos:
semiología clínica e interpretación fisiológica de los síntomas. Si no existieran obstáculos patológicos tampoco
existiría la fisiología porque no existirían problemas fisiológicos por resolver. Lo ANORMAL suscita el interés
teórico por lo NORMAL.
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La enfermedad tiene norma biológica propia, la nueva norma NO es la norma de antes.
Somete a examen la pretensión de Bernard y Virchow de ambicionar construir una patología objetiva. Tendían a
incorporar la patología a las ciencias de la naturaleza, a fundar la patología sobre las bases de la ley y del
determinismo. Canguilhem dice que si no es posible mantener la definición de la fisiología como “ciencia de lo
normal”, parece difícil admitir que pueda existir una ciencia de la enfermedad, o sea, que pueda existir una
patología puramente científica.

La distinción entre fisiología y patología sólo puede tener un alcance clínico. Por esta razón, proponemos, al
contrario de todas las costumbres médicas actuales, es médicamente incorrecto hablar de órganos enfermos, de
tejidos enfermos, de células enfermas. La enfermedad es un comportamiento de valor negativo para un ser vivo
individual, concreto, en relación de actividad polarizada con su medio ambiente. En este sentido, no sólo para el
hombre —si bien los términos "patológicos" o "enfermedad", por su referencia a pathos o al mal, indican que esas
nociones se aplican a todos los seres vivos por regresión simpática a partir de la experiencia vivida humana— sino
para todo ser vivo, sólo hay enfermedad del todo orgánico.
En la medida en que el análisis anatómico y fisiológico disocia el organismo en órganos y en funciones
elementales, tiende a situar la enfermedad en el nivel de las condiciones anatómicas y fisiológicas parciales de la
estructura o del comportamiento conjunto. De acuerdo con los progresos del análisis, se ubicará la enfermedad en
el nivel del órgano (y este es el caso de Morgagni), en el nivel del tejido (Bichat), en el nivel de la célula (Virchow).
Pero al hacer esto se olvida que, históricamente, lógica e histológicamente, se llegó hasta la célula en marcha
regresiva, partiendo del organismo total. Se buscó en el tejido o en la célula la solución para un problema
planteado, primero al enfermo y luego al clínico, por el organismo entero. Buscar la enfermedad en el nivel de la
célula significa confundir el plano de la vida concreta donde la polaridad biológica hace la diferencia entre salud y
enfermedad, con el plano de la ciencia abstracta donde el problema recibe una solución. No queremos decir que
una célula no puede estar enferma, si se entiende por célula un todo viviente, como por ejemplo un protista, sino
que queremos decir que la enfermedad de un ser vivo no está alojada en las partes del organismo.
Toda parte enferma del cuerpo se encuentran en relación parasitaria con el resto del cuerpo sano al que
pertenece, y vive a expensas del organismo". Actualmente parece que ya se está mucho más allá de esa patología
atomista y que se considera a la enfermedad mucho más como una reacción del todo orgánico frente a la
extravagancia de un elemento, que como atributo del elemento mismo.
Cuando se habla de “patología objetiva”, cuando se piensa que la observación anatómica e histológica, que el test
fisiológico, que el examen bacteriológico son métodos que permiten formular científicamente, y algunos piensan
incluso que pueden hacerlo en ausencia de todo interrogatorio y exploración clínica, el diagnóstico de la
enfermedad, se es víctima —creemos de la confusión filosófica más grave y terapéuticamente a veces más
peligrosa. Un microscopio, un termómetro, un caldo de cultivo, no conocen una medicina que el propio médico
ignoraría. Dan un resultado. Ese resultado no tiene de por sí ningún valor diagnóstico.
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Para formular un diagnóstico es necesario observar el comportamiento del enfermo. En materia de patología, la
primera palabra, históricamente hablando, y la última palabra, lógicamente hablando, le corresponde a la clínica.
Ahora bien, la clínica no es una ciencia y nunca será una ciencia, incluso cuando utilice medios cuya eficacia esté
cada vez más científicamente garantizada. La clínica es inseparable de la terapéutica y ésta es una técnica de
instauración o de restauración de lo normal cuyo objetivo, a saber la satisfacción subjetiva de que una norma está
instaurada, escapa a la jurisdicción del saber objetivo. No se dictan científicamente normas a la vida. Sino que la
vida es esa actividad polarizada de debate con el medio ambiente que se siente o no normal, ya sea que se sienta
o no en posición normativa. El médico ha tomado partido por la vida. La ciencia le sirve para la realización de los
deberes que surgen de esa elección*. El eco de este llamado patético es el que hace calificar de "patológica" a
toda ciencia que utiliza la técnica médica para auxiliar a la vida. Así es como existe una anatomía patológica, una
fisiología patológica, una histológica patológica, una embriología patológica. Pero su calidad de patología es algo
que proviene de la técnica y por ello es de origen subjetivo. No existe una patología objetiva. Se pueden describir
objetivamente estructuras o comportamientos, pero no puede decirse de ellos que son "patológicos" refiriéndose
a un criterio puramente objetivo. Objetivamente sólo se pueden definir variedades o diferencias, sin valor vital
positivo o negativo.

CONCLUSIÓN En la primera parte hemos investigado las fuentes históricas y analizado las implicancias lógicas del
principio de patología —tan frecuentemente invocado aún— de acuerdo con el cual el estado mórbido sólo sería
en el ser vivo una mera MODIFICACIÓN CUANTITATIVA de los fenómenos fisiológicos que define el estado normal
de la respectiva función. Creemos haber establecido que semejante principio es estrecho e insuficiente. Durante
la discusión —y a la luz de los ejemplos introducidos— creemos haber proporcionado ciertos argumentos críticos
en apoyo de las proposiciones de métodos y doctrinas que constituyen el objeto de la segunda parte, y que
podríamos resumir así: Podemos calificar de normales a tipos o funciones, porque hacemos referencia a la
polaridad dinámica de la vida. Si existen normas biológicas, es porque la vida, al no ser sumisión al medio
ambiente sino institución de su propio medio ambiente, por ello mismo pone valores no sólo en el medio
ambiente sino también en el organismo mismo. Denominamos a esto "NORMATIVIDAD BIOLÓGICA". Es posible
denominar "normal" —sin caer en el absurdo— al estado patológico, en la medida en que éste expresa una
relación con la normatividad de la vida. Pero esa normalidad no podría ser identificada —sin caer en el absurdo—
con la normalidad fisiológica, porque se trata de normas diferentes.
Lo anormal no es tal por ausencia de normalidad. No hay ningún tipo de vida sin normas de vida, y el estado
mórbido es siempre una cierta manera de vivir. Más que el estado normal, el estado fisiológico es el estado sano.
Es aquel que puede admitir el paso a nuevas normas. El hombre es sano en la medida en que es normativo con
respecto a las fluctuaciones de su medio ambiente.
Según nuestra opinión las constantes fisiológicas tienen, entre todas las posibles constantes vitales, un valor
propulsivo. El estado patológico, por el contrario, traduce la reducción de las normas de vida toleradas por el ser
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vivo, la precariedad de la normalidad establecida por la enfermedad. Las constantes patológicas tienen valor
repulsivo y estrictamente conservador.
La curación es la reconquista de un estado de estabilidad de las normas fisiológicas. Está tanto más cerca de la
enfermedad o de la salud cuanto esa estabilidad está menos o más abierta a eventuales reestructuraciones. En
todo caso, ninguna curación es un retorno a la inocencia biológica. Curarse significa darse nuevas normas de vida,
a veces superiores a las antiguas. Hay una irreversibilidad de la normatividad biológica. El concepto de norma es
un concepto original que no se deja reducir —en fisiología más que en cualquier otra parte— a un concepto
objetivamente determinable por métodos científicos. Por lo tanto, hablando con rigor NO hay una ciencia
biológica de lo normal. Hay una ciencia de las situaciones y condiciones biológicas llamadas "normales". Esta
ciencia es la FISIOLOGÍA. La atribución a las constantes —cuyo contenido es determinado científicamente por la
fisiología— de un valor de "normalidad" traduce la relación de la ciencia de la vida con la actividad normativa de
la vida y —en lo que hace a la ciencia de la vida humana— con las técnicas biológicas de producción e instauración
de lo normal, más específicamente con la medicina. Sucede con la medicina lo que con todas las técnicas. Es una
actividad que se arraiga en el esfuerzo espontáneo del ser vivo por dominar el medio ambiente y organizarlo de
acuerdo con sus valores de ser vivo. En este esfuerzo espontáneo halla la medicina su sentido, si bien no desde un
primer momento toda la lucidez crítica que la haría infalible. He aquí por qué, sin ser ella una ciencia, la medicina
utiliza los resultados de todas las ciencias para servir a las normas de la vida. Por lo tanto, hay medicina ante todo
porque los hombres se sienten enfermos. Sólo secundariamente los hombres, porque hay una medicina, saben de
qué están enfermos. Todo concepto empírico de enfermedad conserva una relación con el concepto axiológico de
la enfermedad. Por consiguiente, no es un método objetivo lo que permite calificar de patológico a un fenómeno
biológico considerado. Siempre es la relación con el individuo enfermo, por intermedio de la clínica, la que
justifica la calificación de patológico. Por más que se admita la importancia de los métodos objetivos de
observación y análisis en la patología, no parece posible hablar con pleno rigor lógico de "patología objetiva". Por
cierto, una patología puede estar metódica, crítica y experimentalmente armada. Por referencia al médico que la
práctica, se la puede denominar "objetiva". Pero la intención del patólogo no determina que su objeto sea una
materia vacía de subjetividad. Es posible practicar objetivamente, es decir imparcialmente, una investigación cuyo
objeto no puede ser concebido y construido sin referencia a una calificación positiva o negativa, cuyo objeto por
consiguiente no es tanto un hecho como un valor.

GEORGES CANGUILHEM (otro resúmen)

“Lo normal y lo patológico”: Tuvo inquietud por acercarse a problemas humanos complejos; desde su
práctica teórica como filósofo, se interesó por la práctica clínica, por la medicina: atención de subjetividad
sufriente. Su interés radicaba en transportar conceptos de la biología a otras ciencias. Verá a la MEDICINA
como la TECNICA O ARTE que está en la encrucijada de muchas ciencias; antes que una ciencia, la medicina
es para él una técnica. Rescata el carácter individual y subjetivo de la misma, tanto del lado del médico que
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implementa la técnica, como del sujeto sufriente al cual se le aplica dicha técnica (el sujeto sufriente es quien
en la CIENCIA desaparece: no habla de un sujeto sufriente en particular, sino que establece generalidades).
Para Canguilhem, la base de toda ciencia es la VIDA= donde se dan las actividades normativas, reglas para el
funcionamiento del hombre, en un ambiente en el cual se juegan riesgos para seguir viviendo (riesgos a
enfermar). En 2° lugar, surge la TECNICA= recurso del sujeto, la creatividad del mismo para no enfermar, una
invención del saber. En 3° lugar, luego de la técnica se arma el corpus teórico: la CIENCIA (generalizaciones)
En 4° lugar, la CONCIENCIA= capacidad humana para reflexionar, valorar la vida, la técnica, la ciencia.

GENTE SUFRE (VIDA) NECESIDAD DE ALIVIAR SUFRIMIENTO (TECNICA= MEDICINA) GENERALIZACION DE


LEYES ESTABLES DE LO VIVIENTE (CIENCIA= ENFERMEDAD)

REFLEXION (CONCIENCIA)

Critica al dogma del S. XIX= Se tenía una concepción de que la ENFERMEDAD no era cualitativamente
diferente del estado NORMAL. Lo patológico era visto como un aumento o disminución del estado normal=
existe una diferencia meramente CUANTITATIVA, es sólo un “m|s” o un “menos” respecto del estado “normal”
(Implica una CONTINUIDAD). La TÉCNICA se reduce, así, a la aplicación de una teoría; se pretendía reducir
las desviaciones para reconstruir de esta manera lo “normal”= ADAPTACION. La enfermedad era vista como
algo objetivo, un mero concepto; una cosa es la enfermedad para el médico y otra cosa lo es para el sujeto que
sufre (es subjetivo); en lo patológico siempre hay sufrimiento para el enfermo. Dicho dogma se corresponde
con un IDEAL SOCIAL propio de la época: IDEAL DE ORDEN Y PROGRESO= SALUD MENTAL (NORMAL) 4
POSTULADOS CONTRA EL DOGMA = no hay realidad del mal: concepción optimista del mal, es una
desviación de lo “normal”. Existe una técnica que puede reducir dicha desviación. = la técnica es sólo una
aplicación de la ciencia (teoría) previa: todo se soluciona con dicha aplicación de la técnica que reestablece el
“orden”, el “estado normal de las cosas”. = reducción de la cualidad a la cantidad = no existen diferencias entre
fisiología y patología (aumento o disminución en términos cuantitativos).
FOUCAULT- “El nacimiento de la clínica” (la configuración disciplinar y normalizante de las
ciencias humanas)

La idea de “El nacimiento de la clínica” es la misma que la de sus primeros trabajos: ¿Cómo es posible lo que es? Y
la premisa de la que parte vuelve a ser la de siempre: las cosas perfectamente podían haber sido de otra manera.
Nada es necesario, todo es contingente. Si hemos llegado hasta aquí, no es porque una ley natural nos haya
traído, ni porque nos estemos acercando a una verdad final, sino por pura contingencia histórica. Entendemos las
cosas y actuamos como lo hacemos porque las cosas se dieron de una determinada forma, pero podían haber sido
distintas. De acuerdo con esta premisa, el filósofo y el sociólogo tienen que hacer arqueología,
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buscar en los discursos, en las instituciones, en las relaciones sociales, en las administraciones, modelos de
enseñanza, instituciones políticas, decisiones económicas, etc... para ver cómo hemos llegado hasta aquí.

En éste libro, Foucault se pregunta cómo es posible que concibamos la medicina como lo hacemos, cómo la
percibimos, cómo hablamos de ella y cómo actuamos con respecto de la enfermedad. Para ello traza el desarrollo
de la observación médica y de sus métodos, específicamente la clínica.

Empieza oponiendo dos textos, uno de Pomme escrito a mediados del siglo XVIII, y otro de Bayle cien años
posterior. Estos dos textos reflejan dos concepciones históricas distintas de la medicina y la discontinuidad que se
da entre ambas. En cuanto al lenguaje mismo se pregunta a partir de qué momento, de qué modificación
semántica o sintáctica, se puede reconocer que se ha transformado en discurso racional. El paso de una a otra se
dio después de sucesivas elaboraciones y reelaboraciones. Para comprender cuándo se ha producido la mutación
del discurso, es importante interrogar algo más que los contenidos temáticos, y recurrir a la región en la cual las
“cosas” y las “palabras” no están aún separadas, dónde aún se pertenece al lenguaje (manera de ver y manera de
decir). El texto de Pomme, en el que se relata la curación de una histérica, es un compendio de fantasías y
fantasmas, expresados en el momento en que, por ejemplo, la curación de la histérica supone el desollado interno
de los órganos y su expulsión en piezas por el vómito y la expectoración. Cien años después, Bayle nos habla de
determinadas lesiones anatómicas que ocurren en algunos casos de meningitis, en los cuales se expulsan coágulos
de sangre más o menos decolorada producida por una organización de falsas membranas producto de la
enfermedad. Entre ambos lenguajes media un mundo. Un mundo que, en primer lugar, establecemos como una
diferencia textual y una diferencia de visibilidad. Ambos textos no observan lo mismo: la mirada es diferente y,
fruto de esta diferente mirada, la escritura se enraíza en regímenes discursivos inconmensurables: los fantasmas,
la fantasía y la monstruosidad enigmática contra la positividad de la mirada escrutadora sobre el organismo.

(DE UN RESÚMEN DEL LIBRO) La diferencia mostrada responde al nacimiento de la mirada clínica, que
Foucault establece como «el acontecimiento decisivo en la relación del hombre consigo mismo y del lenguaje
con las cosas» (y que permite al saber médico contemplar a la vez como objeto y sujeto el cuerpo humano sin
que la objetividad del discurso se vea alterada. Acontecimiento fundamental, es decir, fundacional, del
discurso médico moderno que marca el priori histórico que la Arqueología pretende determinar. A la hora de
caracterizar este a priori histórico del saber médico como mirada clínica, Foucault nos traslada al siglo XIX y,
particularmente, a la obra de Bichat. Bichat representa el fin de la concepción del cuerpo como fábrica o
mecanismo (fábrica de humores, mecanismos aislados pero interconectados) para alcanzar el concepto de
organismo a través, sin embargo, de un movimiento que no es macroscópico, sino microscópico: el de la
mirada atenta a los tejidos. Pero hasta la aparición de Bichat y de la Clínica, media toda una historia
compleja, la del destino del cuerpo como fábrica. La antigua mirada anatómica sobre el cuerpo – cuerpo
como objeto- pretendía fundar el saber médico sobre una concepción mecánica del ser humano, es decir,
reductible a extensión. Desde el mecanicismo cartesiano se observó la obra de Vesalio como el modo de
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proceder consonante con el mecanicismo. La mirada anatómica sobre la fábrica y la mirada mecanicista
sobre el cuerpo convergían en la visión médica del XVII. «Para Descartes y Malebranche, ver era percibir (y
hasta bajo las especies más concretas de la experiencia: práctica de la anatomía en Descartes, observaciones
microscópicas en Malebranche); pero se trataba, sin despojar la percepción de su cuerpo sensible, de hacerla
transparente para el ejercicio del espíritu»

Los trabajos médicos de Descartes, su oposición a la medicina de corte galénico y aristotélico, expresada en
su discusión con Harvey, ejemplifican de un modo paradigmático el progresivo hundimiento de la mirada
anatómica clásica en problemas de compleja solución. El interés cartesiano en el cuerpo no remite
únicamente, como marca Foucault, a un ejercicio de transparencia de lo sensible. En el límite, si recorremos
sus últimos tratados (Tratado del Hombre, Descripción del Cuerpo, el Tratado de las pasiones del alma, la
Generationem Animalium, y los breves textos Remedia Vires Medicamentorum, y Anatómica), reconocemos
la agonía de una mirada anatómica que quiere hacer del cuerpo un mecanismo, un resto, una fábrica opaca y,
a la vez, transparente para el espíritu, como afirma Foucault. Pero, al mismo tiempo, tal pretensión obliga a
Descartes a medirse con la otra gran corriente médica dominante en el siglo XVII, es decir, la representada
por Harvey. Y su desavenencia se da en el terreno de la vida. Harvey todavía presentaba una idea de alma
como primer motor del ser humano, como esa especie de aliento primero que pone en movimiento la
circulación de la sangre. Sin embargo, Descartes se niega a reconocer elementos de la antigua medicina
galénica en su sistema, e intenta responder a la pregunta por el origen de la vida atendiendo a las causas
físicas de la generación de la misma. Utilizando la misma mirada anatómica que inauguró Vesalio, Descartes
avanza por el mundo de la Generatio animalum, explicando de qué modo el mecanismo del cuerpo se va
articulando de modo detallado y coherente incluso cuando la vida misma se está generando, siguiendo leyes
físicas fácilmente constatables. Descartes llega a la conclusión de que el principio de la vida, situado en el
corazón, responde a causas físicas como son la dilatación y contracción producidas por el calor debido al
movimiento rápido de las partículas. Y dicho movimiento queda articulado a través de un enigmático
dinamismo que va conformando, según el modelo hidráulico de la sangre, todos y cada uno de nuestros
órganos. Parece que en ese movimiento bullente de la sangre, del calor excitado de repente por el encuentro
entre dos principios, para Descartes no se exprese otra cosa que el vértigo de la vida. La sangre se apelmaza,
se contrae y expande y en su finalidad se coagula creando un órgano-mecanismo encargado de realizar y
facilitar el dinamismo funcional, la finalidad del movimiento de flujo. El cuerpo ya no es resto, se encuentra
formado y atravesado por un impulso que lo forma, lo conforma en cada uno de sus órganos, huecos,
humores, nervios. Y, sin embargo, esa aparente finalidad de la vida no es atribuida al alma, sino a una
química enigmática de la materia. Desde la anatomía, entonces, Descartes abrirá la posibilidad de la pregunta
por el motor de la vida, a través de las relaciones entre anatomía, fisiología y biología (Roger, 1963). Serán
entonces la fisiología y la biología las encargadas de replantear esta mirada anatómica pura del XVI,
llevándola hacia la mirada clínica. La anatomía comparada de Cuvier es el siguiente paso en la reorientación
de dicha mirada, concretamente en su modo de articular el ordenamiento anatómico en base a una finalidad
Georgina Cabello

UNSL12
de unidad de tipo que permite manejar ese antiguo enigma de la vida, llevándolo hacia una ordenación de las
condiciones reales de la existencia, ahora subsumidas en clases, órdenes y géneros. El órgano se define por
su función, y la correlación de funciones establece un plan organizativo de las condiciones de vida (Foucault,
1997:268). La vida no es sino la coherencia con la cual ésta se expresa en la organización efectiva de los seres
vivos traída al análisis a través de la anatomía comparada. De este modo, Cuvier sienta las bases que
permitirán a Bichat establecer de un modo definitivo la reorganización de la mirada médica que, según
Foucault, constituirá el a priori histórico de la medicina contemporánea – y también permitirá insistir en la
llamada de atención arqueológica sobre el hecho de que las ciencias humanas en pleno participan de estas
modulaciones discursivas. La aparición en las primeras décadas del XIX de la obra de Bichat desarmará la
mirada médica al uso al preguntarse por las relaciones entre enfermedad y lesión. Esta pregunta apunta al
corazón mismo de la esencia de la enfermedad, la cual ya no se continuará observando bajo el imperio de los
síntomas. La anatomía patológica - salvando los problemas a los que se enfrenta (tomar enfermedades por
síntomas y por síntomas la degradación propia de la muerte) a través de la comparación-, permite a Bichat
realizar un gesto doble que fundará la mirada clínica. Este gesto doble responde a dos claves de mirada que
se co-implican: 1) la mirada sobre los tejidos 2) la mirada sobre la muerte En primer lugar, la atención
microscópica a la singularidad de los tejidos permite a Bichat aplicar la anatomía comparada a la fisiología,
reduciendo la complejidad funcional de los organismos a la simplicidad de los tejidos. No importa dónde esté
el órgano, ni siquiera qué órgano sea, lo fundamental para Bichat pasa a ser en análisis patológico en las
superficies de tejidos. Los tejidos son contemplados bajo un principio de homogeneidad que conforma las
patologías generales de los mismos. Y esta mirada tisular lo que hace es anatomizar por sí misma: en el
corazón, aparece el pericardio, en el cerebro, la aracnoides, en el intestino, las mucosas. La mirada médica se
posa sobre un cuerpo, anatamizándolo y patologizándolo a través de toda una serie de prácticas de
observación orientadas a singularizar el análisis sobre superficies perceptibles. Se trataba de encontrar las
unidades anatómicas más simples, hallando en el tejido la unidad mínima morfológica y fisiológica. La
enfermedad no es sino la mirada analítica sobre la lesión real en un tejido. Ya no hay observación de la
enfermedad, sino sede de la misma: «Para Bichat y sus sucesores, la noción de sede está liberada de la
problem|tica causal […] est| dirigida hacia el futuro de la enfermedad m|s que hacia su pasado; la sede es el
punto del cual irradia la organización patológica. No causa última, sino centro primitivo» (Foucault,
2001:199). Con ello, Bichat modifica los principios de la mirada médica, liberando a la medicina de la
metafísica de la enfermedad, ciñéndola a una organización patológica situada en los tejidos. La preocupación
anatómica por la vida, por su organización, por su desarrollo, desaparece. Se sustituye por la fascinación que
este nueva mirada obtiene de la enfermedad hallada en una singularidad real. El médico comienza a crear no
sólo la enfermedad, sino también al enfermo. Fruto de este abandono de la enfermedad esencial, la mirada
clínica provoca un cambio en la concepción médica clásica de la muerte. Es Xavier Bichat (1864:1) quien
afirma que «la vie est l’ensemble des fonctions qui resistent { la mort», quien otorga a la muerte el mayor
valor epistemológico. La muerte ya no será aquella gran oscuridad con la que todo acaba, sino que poseerá
una claridad epistemológica con la cual la mirada clínica observará el cuerpo enfermo. El ser humano ya no
Georgina Cabello

UNSL13
muere porque haya caído enfermo. Sino que, al contrario, es porque puede morir, por lo que el ser humano
llega a enfermar- y, por lo tanto, a vivir. Las relaciones entre la vida y la muerte se modifican, hasta el punto
de que la enfermedad es un modo patológico de la vida. De hecho, es la muerte la que revela la verdad de las
patologías, lo cual quiere decir que no es sino lo que destruye la vida lo que hace comprender su constitución
(Vandewalle, 2006:57). Ya no hay cuerpo aquejado de enfermedad, sino tejidos inflamados, infectados,
lesionados, pero organizados según una estructura patológica que nos llevará invariablemente a la verdad de
la muerte. Es la muerte lo que separa al organismo de lo no vivo. Y dicha muerte poseerá una organización
patológica observable a través de la mirada clínica. El cambio de coordenadas es fundamental para la mirada
médica, y Foucault así lo señala, estableciendo ahora el a priori histórico del saber médico del XIX como una
mirada clínica fundada sobre la muerte y la patología del tejido. La vieja continuidad de las obsesiones
milenarias que colocaban en la vida la amenaza de la enfermedad, y en la enfermedad la presencia
aproximada de la muerte, est| rota […] Desde lo alto de la muerte se pueden ver y analizar las dependencias
orgánicas y las secuencias patológicas. En lugar de ser lo que había sido durante tanto tiempo, esa noche en
la cual se borra la vida, en la cual se confunde la enfermedad misma, está dotada, en lo sucesivo, de este gran
poder de iluminación que domina y saca a la luz a la vez el espacio del organismo y el tiempo de la
enfermedad (Foucault, 2001:205). A priori histórico del saber, la mirada clínica pasa a fundar las condiciones
de nacimiento del discurso médico moderno. Y, precisamente, esta fundación que no responde sino a una
mutación concreta del saber médico puesto en relación con el resto de saberes que van conformando la
mirada sobre el ser humano, está inserta en una red de prácticas que la abrazan, que la refrendan y que
dependen de ella al mismo tiempo, que conviven en el mismo espacio teórico y práctico que posibilita el
hecho de que estos discursos sobre la medicina y el cuerpo hayan llegado a conformar la formación
discursiva que detenta toda una serie de prácticas asociadas. A priori histórico, entonces, de una mirada, de
una práctica, de un saber que va dibujando pacientemente el rostro del hombre.

ENTRE EL HOSPITAL Y CLÍNICA: PRÁCTICAS PATOLÓGICAS Foucault observa a través de su análisis


arqueológico el modo en que la nueva mirada clínica del XIX comienza a crear, a partir de sus observaciones y
prácticas, no sólo una nueva concepción de la enfermedad sino también un nuevo cuerpo enfermo. El mismo
cuerpo que siglos atrás era el templo que debía ser respetado, aún más cuando moría, se convierte en el
campo de ensayo de la medicina clínica, ampara no sólo por su definitoria mirada clínica -que desvela la
organización de la enfermedad- sino por toda la batería de autopsias forenses, disecciones, y prácticas
clínicas en las cuales el cuerpo va a quedar encerrado y definido como cuerpo enfermo. La enfermedad no es
una afección abstracta, sino una organización patológica que cristaliza en la objetivación de un cuerpo
enfermo, a merced de la mirada clínica y sus intervenciones: «Lo que hace que el enfermo tenga un cuerpo
espeso, consistente, espacioso, un cuerpo ancho y pesado, no es que haya un enfermo, es que hay un médico.
Lo patológico, no forma cuerpo con el cuerpo mismo sino por la fuerza, espacializante, de esta mirada
profunda» (Foucault, 2001:195). Medicina, Biología, Fisiología y Psiquiatría van a ser algunas de las ciencias
humanas convocadas en este agenciamiento del cuerpo por parte de la mirada médica. Un agenciamiento de
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importantes consecuencias antropológicas, pues, lo que se jugará es una nueva experiencia de la
enfermedad. Así, la arqueología de este saber médico, una vez ha historizado las formaciones discursivas,
mostrado sus transformaciones y establecido sus condiciones específicas de nacimiento definiendo sus a
priori históricos, va a apuntar hacia las implicaciones prácticas. La medicina clínica introduce una serie de
desplazamientos fundamentales con respecto a la práctica médica anterior -la llamada medicina de las
especies. Uno de los cambios que más interesa a la Arqueología foucaultiana es el modo en que, durante el
siglo XVIII, la clínica y los hospitales comienzan una relación inédita a partir de la cuestión pedagógica y
asistencial. Durante la época de la Revolución, la Comisión Nacional realizó varias reorganizaciones de la
clínica francesa a partir de 1794 (año III) que desembocan en una ley fundamental para que la clínica se
convierta en institución: la ley del 19 Ventoso del año XI, en la que se establece la prohibición de que nadie
fuera de los oficiales de salud o de los médicos acreditados por la Escuela de Salud ejerciera la medicina, bajo
pena de prisión (Foucault, 2001:121). El médico, acreditado tanto teóricamente como prácticamente por la
clínica y el hospital, se convierte en una figura institucional clave para este saber médico, apuntando ya hacia
una reorganización hospitalaria en torno a la figura de la clínica (Morey, 2014:119). En tanto la enseñanza y
la práctica deviene un requisito indispensable para el ejercicio institucional de la medicina -ya no hay otro
espacio-, los hospitales y las clínicas pasan a compaginar las tareas pedagógicas y asistenciales, uniendo el
interés médico, el político y el interés del capital. El hospital asistencial, donde se cura a los pobres, se
transforma en un espacio dónde la mirada clínica transforma en objeto experimental al paciente: al
mantener los hospitales, los ricos pagarán para que se conozcan las enfermedades que a él pueden afectarle:
«Este enfermo que se acuesta en el lecho que vosotros le habéis preparado experimente en el presente la
enfermedad por la cual no tardaréis en ser atacados vosotros mismos»2 . El hospital, por lo tanto, se hace
rentable para el capital y se convierte en la práctica necesaria para una clínica teórica y abstracta que pasa a
detentar el centro de la mirada médica. Así, toda una serie de intereses se entremezclan en este nacimiento
de la clínica moderna. No se trata de un saber teórico aislado, sino de un cuerpo discursivo que toma forma
en una red de prácticas que, ya con la práctica hospitalaria y el cuerpo enfermo tomado como objeto, se
entrelaza con una trama jurídica, psiquiátrica, que va a dar lugar a un cuerpo de instituciones organizado en
torno a una constitución de lo social. Relaciones ente la institución médica y jurídica, entre el hospital y la
cárcel, es decir, entre todas aquellas prácticas institucionales encaminadas a delimitar y tratar lo patológico
en toda su amplitud. De hecho, el análisis del saber médico no es sino un modo de encarar el tratamiento
social de lo patológico que, a lo largo de su obra, Foucault ha encarado desde varios frentes: la cárcel, la
sexualidad o la locura. Con ello vemos que la clínica se establece como un modo de pensar lo patológico. Pero
no sólo eso. La Arqueología nos muestra que el saber también actúa contra lo patológico, lo gestiona desde
las instituciones, desde toda una red de prácticas –que posteriormente Foucault llamará disciplinas- médicas
encofradas en la mirada analítica de la clínica. De hecho, a estas alturas, ya podemos definir esta Arqueología
emprendida en El nacimiento de la Clínica como una descripción de una unidad de discurso llamada
medicina a partir de la negatividad que la funda -patología. Dicho análisis implica, a su vez, una articulación
con otros saberes institucionales y con toda una serie de prácticas normativas (reglamentos institucionales,
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encierro, normativización, experimentación, análisis, prescripciones terapéuticas, estadísticas, higiene,
compartimentación, comparación, protocolos epidemiológicos (Foucault, 1969:48)3 ) encaminadas a dibujar
el objeto propio del saber médico: lo patológico, lo anormal, lo que se desvía de la vida: el cuerpo enfermo- y
posteriormente, en la década de los 70, Foucault ampliará el cuerpo enfermo a lo social4 . En este cuerpo
enfermo que Foucault nos invita a pensar como construcción del saber y de las prácticas médicas, como el
verdadero objeto –descubierto, inventado- del saber médico, podemos hallar una de las claves de la
Arqueología foucaultiana, que impulsará su reflexión sobre el saber médico desde los lugares de El
nacimiento de la clínica hasta las consideraciones sobre el poder y, posteriormente, el biopoder y la
subjetividad. Porque este cuerpo enfermo, esta enfermedad que define al sujeto muriente, no es otra cosa
que la conformación médica de una experiencia de sí. Del mismo modo que la medicina del siglo XIX acabó
con los monstruos convirtiéndolos en una anormalidad patológica, el cuerpo enfermo se convierte en una
patología, en una anormalidad, conformándose una nueva experiencia de la enfermedad, del sujeto enfermo.
Lo anormal ya no será una mera anomalía, un error en las leyes naturales, sino una forma patológica de la
vida. Vida y vida patológica, entonces, serán conceptos clave que Bichat extraerá de la observación de la
enfermedad, de los tejidos, de los órganos, de la degeneración. La mirada médica, centrada a partir de ahora
en lo patológico, establecerá en el individuo aquellos signos mudos de lo patológico -que sólo darán cuenta
de su particular relación negativa con la vida-, se ocupará, con toda la fuerza que tenga al alcance, de
reorientar el camino que lo patológico inicia en el signo visible de posteriormente Foucault llamará
disciplinas- médicas encofradas en la mirada analítica de la clínica. De hecho, a estas alturas, ya podemos
definir esta Arqueología emprendida en El nacimiento de la Clínica como una descripción de una unidad de
discurso llamada medicina a partir de la negatividad que la funda -patología. Dicho análisis implica, a su vez,
una articulación con otros saberes institucionales y con toda una serie de prácticas normativas (reglamentos
institucionales, encierro, normativización, experimentación, análisis, prescripciones terapéuticas,
estadísticas, higiene, compartimentación, comparación, protocolos epidemiológicos (Foucault, 1969:48)3 )
encaminadas a dibujar el objeto propio del saber médico: lo patológico, lo anormal, lo que se desvía de la
vida: el cuerpo enfermo- y posteriormente, en la década de los 70, Foucault ampliará el cuerpo enfermo a lo
social4 . En este cuerpo enfermo que Foucault nos invita a pensar como construcción del saber y de las
prácticas médicas, como el verdadero objeto –descubierto, inventado- del saber médico, podemos hallar una
de las claves de la Arqueología foucaultiana, que impulsará su reflexión sobre el saber médico desde los
lugares de El nacimiento de la clínica hasta las consideraciones sobre el poder y, posteriormente, el biopoder
y la subjetividad. Porque este cuerpo enfermo, esta enfermedad que define al sujeto muriente, no es otra cosa
que la conformación médica de una experiencia de sí. Del mismo modo que la medicina del siglo XIX acabó
con los monstruos convirtiéndolos en una anormalidad patológica, el cuerpo enfermo se convierte en una
patología, en una anormalidad, conformándose una nueva experiencia de la enfermedad, del sujeto enfermo.
Lo anormal ya no será una mera anomalía, un error en las leyes naturales, sino una forma patológica de la
vida. Vida y vida patológica, entonces, serán conceptos clave que Bichat extraerá de la observación de la
enfermedad, de los tejidos, de los órganos, de la degeneración. La mirada médica, centrada
Georgina Cabello

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a partir de ahora en lo patológico, establecerá en el individuo aquellos signos mudos de lo patológico -que
sólo darán cuenta de su particular relación negativa con la vida-, se ocupará, con toda la fuerza que tenga al
alcance, de reorientar el camino que lo patológico inicia en el signo visible de la vida que es el organismo. De
este modo, la vida late en el centro de la mirada médica: «Bichat […] sitúa la vida a un nivel ontológico m|s
profundo y más enterrado: es para él no un conjunto de caracteres que se distinguen de lo inorgánico, sino el
fondo a partir del cual puede percibirse la oposición del organismo a lo no vivo» (Foucault, 2001:218). La
equiparación de lo anormal y lo patológico resultará fundamental, no sólo para el posterior desarrollo de la
biología y la fisiología contemporánea, sino para el establecimiento de la medicina legal como medicina
social, es decir, como saber autorizado para gobernar la vida. Esta unión entre medicina y derecho es
manifiesta en la medicina legal que comienza a desarrollarse a partir del siglo XVIII. El médico pasará a ser el
experto encargado de tomar decisiones sobre el cuerpo en base a la vida, sustituyendo al antiguo saber
común con el que se tomaba tales decisiones. Determinará lo anormal como patológico y lo patológico como
lo opuesto a la vida misma. Las antiguas excepciones, antaño toleradas por las reglas familiares y sociales
como pequeñas desviaciones de la norma, a partir de ahora, se convierten en patologías médicas y legales en
sujetos médica y legalmente instituidos como enfermos. Este movimiento del saber médico es patente en el
caso de la psicología, que se arma con la fuerza legal del experto que decide no sólo el encierro del enfermo
mental, sino su incapacidad jurídica. Será en el enfrentamiento de la medicina con la locura cuando la
medicina legal cobre una mayor fuerza legislativa, tal y como nos muestra Foucault en su Historia de la
locura. Progresivamente, observamos de qué modo la medicina legal va estableciendo la multiplicidad de
anormalidades que pueden ser abarcadas desde el saber médico positivo: desde la locura hasta la
monstruosidad, desde la criminalidad hasta la perversidad. Estudios como el de Lombroso nos muestran la
ambición de una mirada positiva empeñada en naturalizar la anormalidad a través del poder ejercido por el
experto. Si la medicina legal persigue el objetivo de la naturalización de la anormalidad a través de la
objetivación del individuo patológico, a finales del siglo XVIII y principios del XIX las consideraciones sobre la
vida abren nuevas perspectivas médicas, sustituyendo la categoría de individuo por la de población. La
medicina legal naturalizadora de la anormalidad se convierte en medicina social, primero en la formas de la
medicina de estado en la Alemania del XVIII y en la medicina urbana de la Francia del XVIII, y más tarde en la
medicina de la fuerza laboral inglesa del XIX El discurso biológico, a través de la centralidad del concepto de
vida, comienza a expandir el concepto de cuerpo individual al de cuerpo biológico. El individuo se integra en
la población, es el cuerpo colectivo el gran organismo que resiste a la muerte. Y, precisamente, el nexo entre
individuo y cuerpo colectivo, el hilo que trenza la visión de lo social como organismo y como vida, no es otro
que la capacidad reproductiva del individuo. La sexualidad y, por lo tanto, los discursos médicos sobre la
misma van a resultar fundamentales para que la medicina social halle un estatuto positivo y legal para
comenzar a convertirse en biopoder. Desde esta perspectiva, aquellas silenciosas excepciones que la
medicina de las especies había dejado en suspenso, reaparecen con un nuevo sentido. El hermafrodita, que
había sido negado en su existencia por la razón ilustrada, que había sido resuelto por el dictamen del experto
en la medicina legal, vuelve a presentarse como un enigma a resolver: el de la identidad sexual. Es preciso
Georgina Cabello

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delimitar los contornos exactos y positivos de la sexualidad, y, por lo tanto, apuntalar las desviaciones y
anomalías que tales hermafroditas presentan: Dado un sujeto de sexo dudoso, dirán la Embriología y la
Teratología, ¿de qué clase es la alteración que presenta? ¿Se trata de un vicio de conformación o de una
monstruosidad? ¿es producto de un retraso en el crecimiento o de una detención del desarrollo? La Medicina
Legal preguntará por su parte, ¿qué sexo verdadero se encuentra enmascarado por esa deformidad? ¿de qué
tipo de hermafroditismo aparente se trata? ¿puede ser corregido mediante una intervención quirúrgica que
ponga al descubierto el auténtico sexo? El discurso biológico asume la tarea de especificar el género de
anomalía al que corresponden las alteraciones antaño presentadas como hermafroditismo (Vázquez y
Cleminson, 2011:37). Porque será la sexualidad el lugar en dónde a partir del siglo XIX se va a buscar las
verdades más profundas de los individuos a partir de una profusión de discursos científicos acerca de la
relación identidad-sexo -con el psicoanálisis como uno de los momentos más evidentes de esta centralidad
de la pareja verdad- sexualidad. La apertura de la vida que hay en el individuo permite un nuevo control
sobre el cuerpo, sobre la verdad íntima de sí, al mismo tiempo que establece unos mecanismos de higiene y
salud pública en virtud de su implicación con el organismo social. Habrá una verdad de la sexualidad
(Fernández, 2011), y esa verdad representará la identidad de un individuo que, en el siglo XIX, comienza a
definirse primordialmente no por su cuerpo anatómico individual, sino por la unión entre su cuerpo y el
cuerpo social que permite la constitución del cuerpo enfermo.
CONCLUSIÓN: EL ENFERMO Y LA POLÍTICA Hemos visto de qué modo, a través del análisis de unas páginas
de El nacimiento de la clínica, escrita a principios de los años 60, es posible reconstruir buena parte del gesto
foucaultiano con el que hoy en día podemos reconocer su estilo de pensamiento. La Arqueología nos
permitía historizar el saber, desmitificarlo, encofrarlo en una época y un tiempo dados, que, a su vez, nos
permitían delimitar el a priori histórico que constituía su acta de nacimiento -irreductible a anteriores
épocas. Además, a través del análisis de esa mirada clínica, Foucault nos ofrece una descripción de las
saberes asociados a la medicina en torno a una red institucional, puesta en práctica a través de reglamentos,
normas, disciplinas, exclusiones, y orientadas a la constitución de un cuerpo enfermo, trasunto médico y
legal de una tendencia que empapa las redes discursivas -y prácticas- del XIX: la patologización de la
anormalidad, a partir de ella, la constitución de la normalidad y su gestión. Posteriormente, su obra detallará
cada uno de los modos mayores en que esta patologización de la anormalidad compete a la experiencia de
nosotros mismos en tanto sujetos. Desde la locura hasta la cárcel, desde la sexualidad hasta la bio-economía.
Incluyendo la vida misma. En el caso del análisis arqueológico de la mirada clínica, lo que se nos muestra es
un análisis de las condiciones de posibilidad de nuestra experiencia reciente, es decir, del modo en que nos
constituimos y experimentamos como sujetos enfermos. Analizar la gama de lo posible que se abre con la
delimitación de nuestro cuerpo a partir de la dicotomía sano/enfermo, trasunto de la dicotomía
normal/anormal, será la clave para entender la experiencia del uno mismo, asunto, por otra parte, que es una
constante a lo largo de la obra entera de Foucault. De hecho, en el primer volumen de su Historia de la
sexualidad, ya ubicado en la última fase de su pensamiento, Foucault marca su tarea de un modo muy
Georgina Cabello

UNSL18
similar: «¿A través de qué juegos de verdad se da el hombre a pensar su ser propio cuando se percibe como
loco, cuando se contempla como enfermo, cuando se reflexiona como ser vivo, como ser hablante y como ser
de trabajo, cuando se juzga y se castiga en calidad de criminal?» (Foucault, 1998:10). A través de qué juegos
de verdad se da el hombre a pensar su ser propio cuando se contempla como enfermo. Parece una definición
precisa de la labor emprendida en la Arqueología del saber médico. Mostrar los modos de producción de una
subjetividad enferma, que a su vez marcan las experiencias posibles de la enfermedad. Pero, sin embargo, el
envite no es meramente epistemológico. Revelar las coordenadas arqueológicas de la constitución de un
saber no es una tarea desinteresada. En el momento en que Foucault debe analizar la novedad experiencial
que supone la mirada clínica con respecto al antiguo paciente hospitalario, tratado en su lecho de muerte del
ancestral mal que le aquejaba, certifica toda una serie de novedades que la clínica introduce y que cambiarán,
para siempre, la experiencia del enfermo (Foucault, 2001:92): 1) En la clínica, el paciente no es el sujeto de la
enfermedad, sino el objeto del cual la enfermedad se ha apoderado. 2) El enfermo es aquello a través de lo
cual se da a leer el texto de la enfermedad. 3) El papel del médico es descubrir la enfermedad que se halla
velada en el cuerpo: el cuerpo del enfermo deja de ser un cuerpo propio, y pasa a ser el texto de la verdad
médica. 4) Es la mirada médica la que crea la enfermedad, el cuerpo enfermo. 5) El cuerpo enfermo se
moldea en la carne del paciente a través de los exámenes, análisis, intervenciones médicas, pero también a
través de un modo legal y social de normas y disciplinas que se alían con la clínica. Demistificar y mostrar
descarnadamente los procesos de constitución de la experiencia del uno mismo en tanto sujeto enfermo
posee una intención que, claramente va más allá del mero interés epistemológico. Sin mitos, desvelado su
funcionamiento descarnado, la subjetividad que se ve emplaza a constituirse como sujeto enfermo -un sujeto
que es objetivado- no deja de elaborar estrategias de resistencia a la mirada médica (Vandewalle, 2006:14).
El cuerpo se rebela contra una nueva constitución que implica todo un modo de experimentar la vida y la
muerte novedoso, impuesto, objetivado a partir de la mirada médica. El enfermo no reconoce su cuerpo
como cuerpo enfermo, no se atribuye a sí mismo las regiones de lo posible que el nuevo eje experiencial de la
enfermedad le marca y confiere. La extrañeza, la dificultad de reconocerse como un cuerpo enfermo no es
superada sino al final de un largo camino en el cual la mirada médica, unida a prácticas y saberes, impone
finalmente su mirada. En este camino, hay toda una batería de contraconductas, pequeñas rebeliones
subjetivas, fruto de la incomodidad de la carne que no se reconoce como carne organizada en cuerpo
enfermo, que desea subvertir tal organización de lo posible. Hay en la enfermedad toda una fenomenología
de la subversión de la carne contra el cuerpo, de la vida contra la enfermedad, que posee su expresión más
intuitiva en el modo en que el enfermo no acepta la arquitectura de la experiencia posible que le viene dada
desde la mirada médica, y, por ello mismo, el deseo de la transgresión aparece como una suerte de
reivindicación de sí. Deseo de ser otro. Deseo de ser sano. Deseo de deshacerse del cuerpo enfermo. Estas
pequeñas transgresiones no son sino una muestra del deseo de cortocircuitar la continuidad entre saber,
poder y subjetividad que Foucault nunca dejará de recorrer a lo largo de su obra. La tarea epistemológica,
entonces, no hace sino abrir la posibilidad de reconocerse de otro modo, de subjetivarse de un modo
diferente al que pretende la mirada médica. Años más tarde, en el curso Hermenéutica del sujeto, Foucault
Georgina Cabello

UNSL19
volverá sobre esta antigua idea: Creo que hay con ello la posibilidad de hacer una historia de lo que hemos
hecho que sea al mismo tiempo un análisis de lo que somos; un análisis teórico que tenga un sentido político;
me refiero a un análisis que tenga un sentido para lo que queremos aceptar, rechazar, cambiar de nosotros
mismos en nuestra actualidad. Se trata, en suma, de salir a la búsqueda de otra filosofía crítica: una filosofía
que no determine las condiciones y los límites de un conocimiento del objeto, sino las condiciones y
posibilidades indefinidas de transformación del sujeto (Foucault, 2005:485). A través de este análisis de la
Arqueología, podemos entrever que el horizonte de inteligibilidad de la misma no es sino crítico. Este gesto
crítico, consistente en dibujar los límites de un saber, en desvelar su Ser mistificado, ¿no es el gesto que
Foucault marcaba como el propio de la transgresión, aquel que lleva aquello que lo limita hasta el extremo
dónde desvela su verdad5 ? La experiencia entendida como experiencia-límite, cuyo modelo viene dado por
la reflexión literaria sobre Bataille y Blanchot que Foucault está desarrollando en esta misma década de los
60, ¿no es acaso el modelo bajo el cual se ampara una tarea de certificar la arqueología del saber que, ahora
observamos como la delimitación de aquello que limita nuestra experiencia? (Fortanet, 2013:127). Una
transgresión cuyo único objetivo será el de ampliar lo posible, la propia experiencia, modificar ese Ser que
nos es dado a través de toda una gama de producciones culturales. Deleuze, hablando del abandono del
romanticismo de Historia de la locura y de la adopción foucaultiana del método arqueológico, certifica esta
transgresión inherente al método arqueológico mismo, esta politización consubstancial a la Arqueología: No
cabe lamentar el abandono del romanticismo que en gran medida constitu a la belleza de istoria de la locura,
en beneficio de un nuevo positivismo. Quiza el efecto de ese positivismo rarificado, a su vez poe tico, sea
reactivar en la diseminacio n de las formaciones discursivas o de los enunciados una experiencia general que
siempre es la de la locura, y en la variedad de las posiciones en el seno de esas formaciones, un
emplazamiento mo vil que siempre es el de un me dico, el de un cl nico, el de un diagnosticador, el de un
sintomatologista de las civilizaciones Que es la conclusio n de La arqueolog a sino una llamada a una teor a
general de las producciones que debe confundirse con una pra ctica revolucionaria, en la que el discurso
activo se forma en el elemento de un afuera independiente a mi mida y a mi muerte (Deleuze : ). As , el ana
lisis del saber nos lleva a la necesidad de politizar ese saber. A trave s de la historizacio n de la medicina, su
desmitificación, el gesto intempestivo de Foucault al certificarla como un saber reciente hallando, a su vez,
sus a prioris históricos mostrando así la crudeza de sus producciones y objetivaciones en relación con
nuestra experiencia en tanto sujetos constituidos, Foucault muestra claramente que la cuestio n arqueolo
gica nunca ha sido otra cosa que la opcio n pol tica con la que se intenta sacudir la inmensa maran a de los
archivos, con la que se intenta abrir la experiencia posible, transgredir las cristalizaciones del saber. En el
momento en que Foucault, con motivo de las preguntas del Círculo de Epistemología y de la revista Esprit,
afirme en su Arquelogía del saber que todo esto es un asunto político, que a la pregunta por la intención
última de la Arqueología no hay sino una respuesta política (Foucault, 1969:273), no solo anticipa la
genealogía, sino que nos proporciona la clave de su mirada. Como si nos dijese que, a partir de ahora, la
epistemología será un asunto político. Que la experiencia de la enfermedad es un asunto político. Que la
relación entre el saber y el uno mismo es siempre política. Que ya no podemos analizar el saber sin pensar
Georgina Cabello

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que siempre es política la posición de quien analiza un saber – y que la pregunta, entonces, se tiñe de
resonancias nietzscheanas: ¿ a quién sirve, a quién interesa, a quién beneficia lo que se dice?. Que la única
cuestión que debemos decidir es entre eso que somos y eso que podríamos ser. Que ya no podemos seguir
creyendo que la verdad, el conocimiento o las ciencias son territorios neutrales, guardados por antiguos
dioses.

La medicina moderna fijo su fecha de nacimiento hacia fines del siglo XVIII. A principios del siglo XIX, los médicos
describieron lo que durante siglos había permanecido por debajo del umbral de lo visible y enunciable, no es que
ellos se pusieron de nuevo a percibir o a escuchar más a la razón que a la imaginación, En el camino encontramos
diferentes concepciones de la medicina: la medicina de las especies, la medicina de las epidemias, la medicina de
los síntomas, la medicina anátomo-patológica y la medicina de las fiebres.

a) La medicina de las especies: Pensaban que la enfermedad era una esencia morbosa que se apoderaba de los
cuerpos de las personas. El hospital es un espacio propio de la civilización y, como tal, es un lugar artificial. Por eso
la enfermedad corre el riesgo de perder su identidad. En el hospital se mezclan enfermos de todo tipo y las
patologías y los síntomas pueden hibridarse. Para encontrar y tratar la enfermedad en su esencia natural es
necesario sacarla de estos hospitales artificiales, y llevarla a su lugar natural, que es el hogar, la casa con la familia.
El médico tiene que ir de casa en casa, cuidando a los enfermos a domicilio. Para que los médicos puedan atender
a los pacientes en sus casas, tiene que haber una estructura socialmente controlada del ejercicio del arte de curar.

b) La medicina de las epidemias: enfermedades como fenómenos grupales y globales.

Tanto la medicina de las especies como la medicina de las epidemias se enfrentaron a la necesidad de determinar
el estatuto político de la medicina. En los años inmediatamente posteriores a la Revolución Francesa surgen dos
mitos:

1. Una profesión médica estatal construida sobre el modelo del clero, pero, en lugar de ocuparse del alma, lo hará
de la salud y del cuerpo.

2. La enfermedad desaparecerá si volvemos a la salud originaria. Esta vuelta será posible si se construye una
sociedad sin disturbios, pobreza, ni pasiones.

El estado asume la medicina como parte de sí mismo. En este camino se crea la Sociedad Real de Medicina, con la
función de controlar las epidemias, y escuelas de salud al margen de la universidad, que daba una educación
teórica basada en el libro. Desde el momento en que la medicina se vincula al estado, esta, además del cuerpo de
las técnicas y conocimientos de la curación, se convierte también un conocimiento del hombre sano, del hombre
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no-enfermo, del hombre modelo. Por eso la medicina en el siglo XIX se preocupa más por la normalidad que por la
salud. El campo queda dividido entre lo normal y lo patológico.

Después de la Revolución en Francia tienen lugar unas reformas de las instituciones de la medicina en las que
convergen la ideología política de la época y la tecnología médica.

❖ En primer lugar se descentraliza la asistencia médica. Paralelamente a esta descentralización, se medicaliza


el ejercicio de la asistencia. El médico será el encargado de decidir a quiénes va a asistir, acerca de la moral
y de acerca de la salud pública.
❖ En segundo lugar, se abolen las corporaciones y se regula la enseñanza de la medicina. Ahora hacen falta
estudios universitarios.

Surge así lo que Foucault llama una "protoclínica" -que no es la clínica con la que nos encontraremos
posteriormente-. En este protoclínica se debe hacer sensible el cuerpo de la nosología antes que estudiar sucesiva
y colectivamente los casos. Los cuerpos que están allí son de la enfermedad, no de los enfermos. Los enfermos no
son más que casos particulares, ejemplos de esa enfermedad. Esta protoclínica no es una estructura de la
experiencia médica, sino una prueba del saber ya constituido.

Para los gobiernos revolucionarios franceses la clínica fue un pilar sobre el que reorganizar la relación Estado
medicina. Gracias a la clínica pudieron resolver dos problemas antitéticos que los amenazaban: una peligrosa
anarquía postrevolucionaria y, al mismo tiempo, restaurar ciertas estructuras del régimen monárquico. Frente al
saber teórico basado en los libros de la universidad, en la clínica los futuros médicos pueden aprender de forma
práctica y experimentar. El gobierno se aseguraba de que estos nuevos médicos estuviesen formados, para lo que,
alrededor de esta formación práctica en la clínica, se creó un sistema de estudio y exámenes.

La experimentación fue fundamental en la concepción de la clínica. De acuerdo con el razonamiento


revolucionario, el enfermo también debía devolver a la sociedad parte de lo que esta le había dado. Sin la
sociedad, la enfermedad no tiene cura, porque son otros, y no el enfermo, los que la curan gracias a sus
conocimientos, sus medios y su piedad. En contrapartida, es justo que se experimente e investigue a la
enfermedad en los pacientes. Los ricos se interesarán en los hospitales, a los que ayudarán económicamente,
porque en un futuro pueden verse beneficiados de los avances médicos.

En el entorno del Gobierno revolucionario, Pierre-Jean-Georges Cabanis, profesor de la escuela de medicina de


París y posterior diputado al Consejo de los Quinientos, se preguntaba cómo crear un sistema coherente entre la
libertad de la industria, la libertad económica fundamental y la necesidad de los gobiernos de fijar los precios de
aquellos bienes que son necesarios para la subsistencia de los ciudadanos. Según Cabanis la solución a este dilema
pasaba por distinguir entre un juicio acerca de los productos (que recae sobre los consumidores) y un juicio acerca
de la competencia de quien los produce (que recae en el gobierno). Si bien las propuestas de Cabanis
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no fueron aceptadas, terminaron siendo la solución adoptada para dar a la medicina el estatuto de profesión
liberal y que aún hoy en día sigue vigente. Edgardo Castro lo explica así:

El principio de control será establecido a partir de la noción de competencia, es decir, de las virtualidades que
caracterizan a la persona misma del médico (saber, experiencia, probidad). Es aquí donde la relación adquisición
del saber / examen será determinante. “De este modo, dentro de un liberalismo económico manifiestamente
inspirado en Adam Smith, se define una profesión a la vez ‘liberal’ y cerrada” (NC, 81). Cabanis distingue, además,
entre los doctores y los oficiales de la salud que se ocuparán sobre todo de la gente de vida más simple (los
trabajadores, los campesinos). “Conforme al orden ideal del liberalismo económico, la pirámide de las cualidades
corresponde a la superposición de los estratos sociales” (NC, 82).

La filosofía liberal se extendió a todo el sistema médico/clínico. Hubo, por tanto, que reorganizar los hospitales.
Dado que era impensable una sociedad sin enfermos, y su hospitalización era demasiado costosa, los hospitales
quedaron a cargo de las comunas -al nivel de los ayuntamientos-, quedando así el Estado liberado de este gasto y
los ideales del liberalismo intactos, ya que "entre los pobres y los ricos, el sistema de obligación y de
compensación no pasaba más por la ley del estado, sino por una especie de contrato variable en el espacio,
revocable en el tiempo, que, situado en el nivel de las municipalidades, era más bien del orden del libre
consentimiento”

La estructura lingüística del signo y a la estructura aleatoria del caso fueron fundamentales en la nueva
concepción del medicina clínica. La relación síntoma-enfermedad se invirtió con respecto del orden anterior.
Antes, los médicos reconocían la enfermedad en los síntomas. Ahora, la enfermedad está presente en esos
síntomas, de modo que el ver y el decir se superponen, es decir, se unen el acto perceptivo -ver el síntoma- y el
elemento del lenguaje -decir la palabra-.

c) La medicina anátomo-patológica: Con la medicina anátomo-patológica el cuerpo perceptible por los sentidos
se convierte en el eje de la experiencia clínica. La antigua pregunta que le hacían los médicos de la medicina de los
síntomas a los pacientes, ¿qué tiene usted?, se sustituye en la medicina anátomo-patológica por ¿dónde le duele
a usted? Con la anatomía patológica, a diferencia de lo que sucedía en el siglo XVIII, la relación entre la vida, la
enfermedad y la muerte será pensada científicamente. La enfermedad ingresa en su relación interior, constante y
móvil de la vida con la muerte. Los cadáveres ponían al hombre ante la temporalidad de la vida y la muerte. Así se
invierten las relaciones entre vida, temporalidad y muerte. La muerte se convierte en condición de posibilidad de
la enfermedad y de conocimiento de la vida. No morimos porque nos enfermamos, sino que nos enfermamos
porque podemos morirnos. Aparace aquí el gran tema de Foucault: la analitica de la finitud. La encontramos en
los cadáveres. Por eso la medicina es fundamental en la constitución de las ciencias humanas, que son las que se
centran en la analítica de la finitud. La medicina muestra el tiempo de la muerte, la finitud de la vida. Ahora no es
la salvación lo que está en juego, sino la salud.
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d) La medicina de las fiebres: une la medicina anátomo-patológica con la de los síntomas. Pasamos de la
anatomía a la fisiología. Sus momentos son bastante similares a los de nuestros días:

❖ se identifica qué órgano está enfermo.


❖ se explica cómo llegó a enfermar.
❖ qué hay que hacer para determinar la enfermedad.

EN RESÚMEN: La medicina se convirtió en ciencia con el advenimiento de la clínica, y en su trayectoria se asoció


con otras ciencias en auge, como la anatomía, la psicología, la química y la biología. Al ocupar un sitio en la
sociedad institucionalizada, la medicina entró en relación con las estructuras políticas y sociales. La idea de
«normalidad» (a diferencia de la de salud) adquirió, inevitable e insidiosamente, connotaciones políticas y
sociales. Foucault intenta mostrar un paralelismo con su Locura y civilización, donde la locura (otro concepto
opuesto al de «normalidad», definido científicamente y aceptable socialmente) es aislada en el manicomio. De
forma similar, surge la clínica en medicina.

IAN HACKING- “Configurar gente”


y
“Ontología histórica y nominalismo dinamico: la propuesta de Ian Hacking para las ciencias
humanas”- MARIA LAURA MARTINEZ.

Se interesa en las clasificaciones de gente, cómo éstas afectan a las gente clasificada, y cómo los efectos sobre la
gente a su vez cambian las clasificaciones. Se puede pensar en muchas clases de gente como OBJETO de
indagación empírica, a veces para ayudarlas, controlarlas, organizarlas, admirarlas, etc.
Los tipos de gene como CLASES DEFINIDAS, que se definen por propiedades definidas, y se supone que a medida
que llegamos a saber más acerca de esas propiedades, somos capaces de:

∙ controlarlas
∙ ayudarlas
∙ cambiarlas
∙ emularlas mejor
pero esto NO es totalmente así, porque son blancos móviles, la investigación interactúa con las personas y las
cambia, el blanco se va corriendo. A esto lo llama EL EFECTO DE AJUSTE.
Llama “configurar gente”, al hecho de que la ciencia configura, crea, tipos de gente que en cierto sentido NO
existían antes.
Cuáles ciencias? Las que llama ciencias humanas, que incluyen muchas ciencias sociales, la psicología, psiquiatría,
la medicina. Las nombra como ciencias vivas, están siempre cruzando límites y tomando prestado unas de otras.
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Las nociones con las que Hacking trabaja el ámbito de las ciencias humanas son: nominalismo dinámico, ontología
histórica, construir personas, efecto bucle, clases interactivas y nicho ecológico.
Los dispositivos empleados en estas ciencias son dispositivos de descubrimiento pero también dispositivos para
configurar gente.
ONTOLOGÍA HISTORICA
Dicha ontología se ocupa de objetos, clasificaciones, ideas, personas, tipos de personas e instituciones que surgen
en la historia a partir de ciertas posibilidades, que no existen en ninguna forma reconocible hasta que son objeto
de estudio científico.
Influida por el pensamiento foucaultiano, esta noción tiene relación con los tres ejes a que refiere el filósofo
francés: conocimiento, poder y ética .Conocimiento en cuanto verdad a través de la cual puede constituirse a sí
mismo como objeto de conocimiento, poder que le permite constituirse en sujeto que actúa sobre los demás, y
ética que lo constituye en agente moral.
Hacking apela en este punto a la estabilidad de los fenómenos. Si bien los fenómenos naturales son creados en un
momento histórico, luego se vuelven estables, indiferentes al cambio teórico, y en ese sentido es que no son
constituidos históricamente. Ocurre lo contrario con los fenómenos estudiados por las ciencias humanas,
sometidos a lo que Hacking llama el efecto bucle de las clases humanas, es decir, a la interacción entre las
personas y las formas en que son clasificadas. En lo humano, dice Hacking, la formación de las clases y su
reconocimiento como tales son simultáneos. Las clases y sus objetos emergen al mismo tiempo. Muchas veces la
creación de una clase provee el espacio para que ciertos seres ajusten en ella y, en cierto modo, para que esos
seres sean. Nuevas clases llevan a nuevos tipos de personas o, lo que es lo mismo, la creación de clases humanas
posibilita la “construcción” de personas. La postulación de una clasificación y su aplicación a las personas produce
efectos en los individuos así clasificados, que reaccionan ante la descripción que de ellos se hace modificando su
conducta y produciendo un cambio en la clasificación existente para que se adapte a las nuevas características de
sus miembros. Este proceso de feedback, o efecto bucle, hace que los fenómenos estudiados por las ciencias
humanas no sean estables, como los naturales, sino objetivos móviles. Pero la interacción no es meramente entre
los nombres y lo nombrado, sino entre al menos los siguientes elementos:
1. La clasificación y sus criterios de aplicación. La clasificación –y sus efectos– es el elemento central del proceso.
Esta interacción modifica no solamente a las personas en tantos individuos sino a las clases mismas. 2. Las
personas y los comportamientos clasificados.
3. Las instituciones que rodean al tema en cuestión.
4. El conocimiento, tanto el especializado como el popular.
No hay dos maneras idénticas de construir personas.
Cuáles son los vectores implicados en el proceso de construir personas?. Otra noción clave en el tratamiento de
las ciencias humanas por parte de Hacking: la noción de “efecto bucle”, la forma en que una clasificación puede
interactuar con las personas clasificadas. Es decir, el proceso de feedback que sufren las clases humanas, debido a
la interacción entre las personas y las formas en que son clasificadas, lo cual hace que, a diferencia de los
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fenómenos naturales, los fenómenos estudiados por las ciencias humanas no sean estables sino objetivos móviles.
Su análisis viene a rellenar lo que el filósofo francés plantea en términos más abstractos y generales. Foucault
explica cómo ha ido cambiando la locura, los locos en general y las instituciones que de ella se ocupan. Hacking,
por su parte, explica uno o el mecanismo a través del cual ese cambio se lleva a cabo, siendo, ese mecanismo, a la
vez causa y consecuencia de dichos cambios, a pesar de que Hacking no tematiza el poder, defiendo que este
último está claramente presente en la noción de efecto bucle y lo está a la manera foucaultiana. Las clasificaciones
al interactuar con aquello a lo que clasifican cumplen con lo que según Foucault constituye la naturaleza específica
del poder: su ejercicio no es simplemente un relacionamiento entre interlocutores, individuales o colectivos, es un
modo en que ciertas acciones modifican a otras. Pero la construcción de personas se da en un espacio de
posibilidades que Hacking caracteriza como “nicho ecológico”, inspirándose en la noción de formación discursiva
de Foucault. Algunos de los vectores:
🡺 el vector médico, la necesidad de que la patología se ajuste en alguna taxonomía de enfermedades 🡺 el
vector polaridad cultural, la enfermedad se incrusta en un sentido bipolar, bueno/malo, de la cultura 🡺 el
vector observabilidad, la enfermedad debe ser visible como tal
🡺 y el vector liberación, en tanto la patología debe proveer alguna liberación que no puede satisfacerse en
otra parte de la cultura en la cual prospera.
En este proceso actúan los tres ejes de Foucault ya mencionados. El conocimiento, porque el individuo se
reconoce como teniendo una clase de comportamiento y un sentido de sí mismo en relación con la enfermedad.
Además, las nuevas clasificaciones pueden modificar no sólo el presente y el futuro, sino reinterpretar el pasado
de cada individuo. Si una descripción no estaba disponible en el pasado, no se podía actuar intencionalmente bajo
la misma. Pero cuando se crea esa descripción, el pasado puede ser reorganizado a la luz de la nueva
categorización.
El otro eje es el poder, el poder conceptual anónimo acerca de la enfermedad, que actúa sobre la vida del
enfermo y de los demás.
Finalmente la ética, en cuanto los eventos relacionados con la enfermedad tienen que ver con valores que
posibilitan elecciones, formas de ser y formas de verse a sí mismo y a los demás.
Hacking sigue el camino marcado por Foucault en cuanto a pensar la constitución de los sujetos no en términos
universalizables, sino como un proceso que se da en un tiempo y lugar, en formas locales e históricas específicas, y
utilizando materiales organizados en una forma histórica distintiva. Refiere más al espacio de posibilidades que
rodea a la persona para la formación de su carácter y que crea la potencialidad para la experiencia individual, que
a la formación del carácter mismo.
Tiene relación con los tres ejes a que refiere Foucault: conocimiento, poder y ética. La historia puede enfocarse en
una estructura de cinco partes:
1º. Tenemos una CLASIFICACION, ej “personalidad múltiple”, asociada con lo que se llama un trastorno. Este
tipo de persona es luego un blanco móvil
2º. La gente, “LOS INSATISFECHOS”
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3º. Las INSTITUCIONES, que incluye clínicas, congresos, programas de TV, etc.
4º. El CONOCIMIENTO, no la creencia verdadera justificada, sino el conocimiento en el sentido de Popper de
conocimiento conjetural, suposiciones, que se enseñan, diseminan en el contexto de las instituciones. Hay
un conocimiento experto, el de los profesionales, y un conocimiento popular. También hay una difusión,
en parte gracias a los medios de comunicación.
5º. Finalmente están los expertos o profesionales que: generan el conocimiento, juzgan su validez y lo ponen
en práctica. Trabajan a su vez en las instituciones que garantizan su legitimidad, autenticidad y estatus
como expertos. Estudian, tratan de ayudar o aconsejar sobre el control de la gente quienes son
clasificados como un tipo dado.
La siguiente noción que se aborda es la de “construir personas”, es decir, las formas en que una nueva
clasificación científica puede hacer que aparezca una nueva clase de persona, concebida y experimentada como
una forma de ser persona. Las estadísticas a partir de las que trabaja Hacking no son meros reportes sino que ellas
crean nuevas clases de personas, y en consecuencia, nuevas formas de ser y de comportarse. Dada una etiqueta,
existe una clase concreta de persona a ser etiquetada. Este fenómeno, propio de las clases de personas, es lo que
se denomina construcción de personas y le debe mucho a la idea de constitución de sujetos de Foucault.

NOMINALISMO DINAMICO
Hacking distingue tres formas de nominalismo, está interesado en la interacción de los nombre con lo nombrado
🡺 En primer lugar, EL TRADICIONAL, que sostiene que las categorías, clases y taxonomías son creadas y
establecidas por el hombre, y que si bien pueden ser desarrolladas o revisadas, una vez establecidas permanecen
básicamente fijas y no interactúan con lo clasificado. Considera a este nominalismo erróneo y misterioso, porque
hace de nuestra interacción y descripción del mundo un misterio absoluto. 🡺 En segundo lugar, EL NOMINALISMO
REVOLUCIONARIO (HISTÓRICO), atribuido por Hacking a Thomas Kuhn –entre otros–, quien dio cuenta de cómo
al menos un grupo importante de categorías surge en el curso de las revoluciones científicas, de la génesis y
transformación de los sistemas de nombrar. Hay una construcción de nuevos sistemas de clasificación acordes con
ciertos intereses por describir el mundo, intereses estrechamente conectados con las anomalías sobre las cuales
la comunidad se centra en los períodos de crisis. El nominalista tradicional supone que nuestros sistemas de
clasificación no pueden alterarse radicalmente. Kuhn cambió esa visión, mostrando que las categorías se alteran
sucesivamente y proponiendo un nominalismo menos misterioso al describir los procesos históricos por los que
aparecen nuevas categorías de objetos y formas de distribuirlas. De cualquier modo, este nominalismo
revolucionario no es aún, según Hacking, estricto y verdadero, puesto que para que una revolución sea reconocida
como tal, primero deben surgir las anomalías. El nominalismo revolucionario de Kuhn invita a historizar el cambio
de categorías, pero los objetos de las ciencias, aunque descriptos por sistemas cambiantes de categorías, no
aparecen como constituidos históricamente. Si uno hace ciertas cosas, aparecen determinados fenómenos. El
hombre lo hace. Pero lo que ocurre está constreñido por el mundo
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🡺 Hacking, por su parte, caracteriza EL NOMINALISMO DINÁMICO como un nominalismo en acción, dirigido a
clasificaciones nuevas o que cambian. Se ocupa de las diversas formas en que las clasificaciones
interactúan con los individuos a los que se aplican. Es el único nominalismo que puede ilustrar cómo la
categoría y lo categorizado se ajustan mutuamente, y el único que tiene implicancias para la historia y la
filosofía de las ciencias humanas al argumentar que ciertas clases de seres y de acciones humanas surgen
conjuntamente con la invención de las categorías que las etiquetan. Es el único en que, como se dijo, la
historia juega un rol esencial en la constitución de los objetos. Nuestros dominios de posibilidad y
nosotros mismos somos, en algún sentido, construidos por los nombres y lo que a ellos se relaciona.
Fue atraído por este tipo de nominalismo estimulado por teorías acerca de lo homosexual y lo
heterosexual

CLASES HUMANAS Existen, según Hacking, las clases naturales?.


La respuesta breve es: no. Las clases son construidas por las personas. Sin embargo, respecto de esta pregunta,
pueden distinguirse al menos dos momentos diferentes en su obra. En el primero Hacking propone una noción
modesta de clases naturales, en tanto considera que una noción de tal tipo es productiva cuando ofrece
indicaciones respecto a hechos y distinciones sobre el mundo. En 2007 sostiene de manera más radical que no
existe lo que Bertrand Russell (1905) llamó “la doctrina de las clases naturales”. Hacking sostiene que el
nominalismo tradicional es estático, se define a sí mismo como un “nominalista dinámico”, en cuanto le interesa la
interacción entre la clasificación y los individuos clasificados. Considera que Nietzsche y Foucault pueden ser
reivindicados como antecedentes de dicho nominalismo, más allá de que ninguno de ellos se haya definido a sí
mismo como tal. En especial, Hacking se detiene en el nominalismo foucaultiano interesado en el rol esencial que
juega la historia en la constitución de sus objetos, las personas y sus modos de comportamiento.
Dado que en las clases de las ciencias humanas se presenta el efecto bucle ya reseñado, Hacking propone la
existencia de diferentes tipos de clases. Hacking plantea que es posible reconocer más de un tipo de clases
naturales, pero rápidamente y como consecuencia de la observación del efecto bucle en las clases de personas,
propone distinguir entre clases naturales y clases humanas. Posteriormente, y otra vez atendiendo a la presencia o
no del efecto señalado, bautiza a las primeras como clases indiferentes, y a las segundas, clases interactivas, y
pretende establecer a partir de ello una diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias humanas.
❖ las ciencias naturales son aquellas que trabajan con clases indiferentes,
❖ las ciencias humanas son las que lo hacen con clases interactivas.
Finalmente, Hacking abandona esta distinción entre las ciencias y el uso de la noción de clase interactiva, a pesar
de que Hacking sigue reivindicando la existencia de la interacción entre la clase y lo clasificado.

Las clasificaciones empleadas en las CS SOCIALES son CLASES INTERACTIVAS, los objetos a los que apunta las están
en continuo movimiento debido a los EFECTOS BUCLE (dualismo entre clasificaciones/personas clasificadas). Se
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trata de clasificaciones que cuando son conocidas por las personas, cambian las formas en que esas personas se
ven a sí mismos. Esta interacción ocurre en una matriz social que rodean esta clasificación. Las clasificaciones
empleadas en las CS NATURALES en cambio, son CLASES INDIFERENTES. Los objetos a los que apunta son
estacionarios, es decir que las cosas clasificadas o los términos de clase natural no tienen conocimiento de cómo
son clasificadas y no interactúan con sus clasificaciones.
Habla también de definir la “enfermedad mental como transitoria”, no en el sentido de que afecta a una persona
en singular por un tiempo y luego desaparece. Sino en el sentido de que existe sólo en cierto tiempo y lugar. Las
enfermedades mentales transitorias pueden ser apreciadas en mayor grado en términos de los nichos ecológicos
en los cuales pueden aparecer y prosperar.

Plantea los dispositivos para configurar gente: los primeros siete están pensados para el descubrimiento, el
octavo es un dispositivo de práctica, el noveno de administración y el décimo es de resistencia. 1º. Cálculo
2º. Cantidad: la cuantificación
3º. Normas: “Lo normal y lo patológico” de Canguilhem, demostró como la medicina adquirió el concepto de
normalidad no mucho después del 1800. Se preguntó que estaba primero, si la norma o la desviación,
algunas veces una, algunas veces la otra, a veces se dan simultáneamente.
4º. Correlación: es un dispositivo esencial para las ciencias sociales. Comenzó alrededor de 1870, con el
coeficiente de correlación de Galton.
5º. Medicina clínica: se medicaliza, no siempre con éxito, a la gente desviada
6º. Biología (incluida la neurología): se trata de buscar causas biológicas, específicamente neurobiológicas.
Uno de los grandes beneficios morales de biologizar es que se exime a la persona de alguna
responsabilidad.
7º. Genética: tendencia creciente a rastrear lo medico en lo biológico, y lo biológico en lo genético. 8º.
Normalización: en muchos casos de trata de llevar las desviaciones lo más cerca posible de lo normal. 9º.
Burocracia: pone énfasis en un aspecto positivo de la burocratización, en el sentido de que la mayoría de
las naciones desarrolladas cuentan con burocracias complejas que captan a los niños con problemas de
desarrollo en los primeros años de escuela y los asignan a los servicios asistenciales.
10°. Resistencia: los tipos de gente que son medicalizadas, normalizadas, administradas, tratan cada vez más de
sustraerse de los expertos y de las instituciones, a veces creando nuevos expertos y nuevas instituciones.
Se reclaman las identidades.

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