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PREFACULTATIVOS INFORMÁTICA

CIENCIAS PURAS
UMSA
TEXTO 2

El hombre que no conoce más que su propia opinión, no conoce gran cosa. Tal
vez sus razones sean buenas y puede que nadie sea capaz de refutarlas, pero
si él es incapaz igualmente de refutar las del contrario, si incluso no las conoce,
se puede decir que no tiene motivos para preferir una opinión a la otra. No basta
que un hombre oiga los argumentos de sus adversarios de boca de sus propios
maestros y acompañados de lo que ellos ofrecen como refutaciones: se les debe
oír de boca de las mismas personas que creen en ellos y los defienden de buena
fe. Es necesario conocerlos en todas sus más atrayentes y persuasivas formas,
y sentir plenamente la dificultad que embaraza y entorpece el problema
considerado. De otra manera nunca un hombre podrá conocer aquella porción
de verdad que precisa para afrontar y vencer la dificultad presente.

El noventa y nueve por ciento de cuantos se consideran hombres instruidos,


incluso aquellos que pueden discutir normalmente en favor de sus ideas, se
encuentran en esta extraña situación. Su conclusión puede ser verdadera, pero
puede también ser falsa sin que ellos lo adviertan. No se ponen jamás en la
posición mental de los que piensan de otra manera, ni ponen en consideración
lo que esas personas tienen que decir; en consecuencia, quienes así obran no
conocen, en el verdadero sentido de la palabra, la doctrina que profesan. No
conocen aquellas partes de la doctrina que explican y justifican el resto, ni las
consideraciones que muestran que dos hechos, contradictorios en apariencia,
son reconciliables, o que, de dos razones que parecen buenas, una debe ser
preferida a otra. Además, solo la conocen realmente aquellos que han
escuchado los dos razonamientos con imparcialidad y que han tratado de ver
con la máxima claridad las razones de ambos. Esta disciplina es tan esencial a
una justa comprensión de los problemas morales y humanos, que si no existieran
adversarios para todas las verdades importantes, habría que inventarlos, y
suministrarles lo más agudos argumentos, que el más hábil abogado del diablo
pudiese imaginar.

Lic. Canisio Choque T. Docente de Comprensión Lectora


PRUEBA

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1. Esencialmente, Stuart Mill se esfuerza en sostener que
A) la confrontación con posturas contrarias a la propia es un imperativo
cognoscitivo.
B) el debate es crucial para la comprensión cabal de las ideas de corte
humanístico.
C) la falta de empatía hacia las opiniones opuestas resulta una actitud
imperdonable.
D) conocer exclusivamente la opinión propia es contraproducente en algunos
casos.
2. En el texto, el término DECIR connota
A) enunciación.
B) corroboración.
C) dilucidación.
D) argumentación.
3. Según el texto, respecto a los hombres instruidos es válido afirmar que
A) algunos desconocen ideas contrarias a las que defienden cotidianamente.
B) no han conseguido problematizar ni su propia posición ni sus argumentos.
C) un porcentaje de ellos es capaz de defender sus ideas frente a los demás.
D) por lo general, son incapaces de asumir posiciones contrarias a las suyas.
4. Del texto se infiere que, para Stuart Mill, el auténtico conocimiento de una
doctrina
A) requiere un compromiso absoluto con los postulados científicos de la
época.
B) involucra el rechazo de las ideas contrarias que podrían generar
convicción.
C) solo está al alcance de los hombres instruidos en las verdades de la
ciencia.
D) debe pasar necesariamente por un proceso de duda y
autocuestionamiento.
5. Si una sociedad determinada decidiera prescindir por completo del debate de
ideas, entonces, en términos de Stuart Mill, dicha colectividad
A) habría superado el dilema del conocimiento auténtico de los dogmas.
B) renegaría de la posibilidad de educar hombres instruidos y correctos.
C) habría renunciado a la comprensión cabal de los problemas morales.
D) ignoraría por completo las definiciones probables de doctrina política.

Lic. Canisio Choque T. Docente de Comprensión Lectora

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