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MASONERÍA Y REGLA BENEDICTINA

Los dos mejores libros que existen acerca del desarrollo del ritual masónico durante la etapa operativa (en
realidad, los dos realmente serios) son obra del masonólogo francés Patrick Négrier, Uno es La TULIP. Histoire du
rite du Mot de Maçon de 1637 à 1730, y el otro es Le rite des Anciens Devoirs (Old Charges 1390 - 1729), ambos
publicados por Edition Ivoire-Claire en 2005 y 2006 respectivamente.

En La Tulip Négrier ya plasmaba una idea que desarrolló posteriormente en Les Anciens Devoirs: que el Rito de
los Antiguos Deberes, rito que emplearon los masones operativos para pasar a un aprendiz al grado de
compañero desde finales de los 1300, era una adaptación de la Regla de San Benito de Nursia, fundador de los
Benedictinos.

Para cuando se redacta el primero de los Antiguos Deberes que se conservan (el Manuscrito Regius, 1390), los
normandos llevaban ya más de doscientos años gobernando Inglaterra. En 1066 Guillermo el Conquistador,
duque de Normandía, derrotaba en Hastings a último rey anglosajón, Harold II. El hecho de que la masa social
anglosajona se encontrase con una élite francesa supuso todo un cataclismo cultural. Se desarrolló una especie
de lengua anglonormanda y el latín entró como referencia cultural, apareciendo igualmente el anglo latín para la
documentación escrita. 

Durante los Siglos XII y XIII se produciría un fenómeno religioso de origen francés: la Orden del Cister, que
gracias a la energía de Bernardo de Claraval se extendería por toda Europa. La Orden del Cister practicaba la
Regla de San Benito, y dado el extraordinario desarrollo y peso específico de esta Orden, su Regla se convirtió en
un paradigma ritual. En una Inglaterra bajo gobierno normando, su desarrollo fue inmediato. Sin duda no solo
fueron únicamente los usos masónicos los que se inspiraron en la Regula Monachorum, sino sin duda todos los
gremios, máxime si tenemos en cuenta que la Iglesia era el principal cliente de muchos gremios. Era la etapa de
las Cruzadas y el comienzo de la construcción de las grandes catedrales.

Personalmente, he de reconocer que no domino el latín más allá de los rudimentos que me quedan del
Bachillerato, de modo que la comparación la he llevado a cabo con una versión en inglés de la Regula
Monachorum. Aparte de los numerosos párrafos detrás de los cuales podemos reconocer el origen de hábitos
masónicos, es común encontrar palabras que son muy familiares para los que trabajamos el ritual en inglés: zeal
(celo), senior, square, stability etc. Obviamente las semejanzas entre la Regla y el ritual masónicos se aprecian en
los rituales en lengua original inglesa como Emulación o York. Vamos a ver algunos de los elementos masónicos
en los que se reconoce la Regla Benedictina.

La labor del Guarda templo está inspirada en el capítulo LXVI "Del portero del monasterio":

A la puerta del monasterio póngase a un anciano discreto, que sepa recibir y dar respuestas, y cuya madurez no
le permita estar ocioso. Este portero debe tener su celda junto a la puerta, para que los que lleguen encuentren
siempre presente quién les responda. En cuanto alguien golpee o llame un pobre, responda enseguida "Gracias a
Dios" o "Bendíceme", y con toda la mansedumbre que inspira el temor de Dios, conteste prontamente con fervor
de caridad.

Resulta obvio que la llamada a la puerta de la abadía conllevaba un breve intercambio de frases ("dar y recibir
respuestas"), por lo general bendiciones.

La disposición de la mesa durante el Ágape, con el Venerable presidiendo la Mesa de Honor y los dos Vigilantes
cuidando de las columnas, está inspirada en el capítulo LVI "La mesa del Abad":
Reciba siempre el abad en su mesa a huéspedes y peregrinos. Cuando los huéspedes sean pocos, puede llamar
a los hermanos que él quiera; pero procure dejar uno o dos ancianos (Seniors) entre los hermanos, para que
mantengan la disciplina.
La asamblea y el Comité de Logia parecen estar inspirados en el capítulo III "El Consejo comunitario":
Siempre que en el monasterio haya que tratar asuntos de importancia, convoque el abad a toda la comunidad, y
exponga él mismo de qué se ha de tratar. Oiga el consejo de los hermanos, reflexione consigo mismo, y haga lo
que juzgue más útil. Hemos dicho que todos sean llamados a consejo porque muchas veces el Señor revela al
más joven lo que es mejor.
Los hermanos den su consejo con toda sumisión y humildad, y no se atrevan a defender con insolencia su
opinión. La decisión dependa del parecer del abad, y todos obedecerán lo que él juzgue ser más oportuno. Pero
así como conviene que los discípulos obedezcan al maestro, así corresponde que éste disponga todo con
probidad y justicia.
Pero si las cosas que han de tratarse para utilidad del monasterio son de menor importancia, tome consejo
solamente de los ancianos (Seniors), según está escrito: "Hazlo todo con consejo, y después de hecho no te
arrepentirás".

En el capítulo LVIII, "El modo de recibir a los Hermanos", encontramos algunos detalles de la ceremonia de
Iniciación. Se hace mucho hincapié en que se lea y relea la Regla al candidato, del mismo modo que se hacía
mucho énfasis, no solo en los Antiguos Deberes, sino también en la Masonería especulativa, a que se leyesen los
Estatutos (aunque el 12 de septiembre de 1979 la UGLE decidió que se comenzasen a eliminar las
recomendaciones de leer los Estatutos).
No se reciba fácilmente al que recién llega para ingresar a la vida monástica, sino que, como dice el Apóstol,
"prueben los espíritus para ver si son de Dios".
Por lo tanto, si el que viene persevera llamando, y parece soportar con paciencia, durante cuatro o cinco días, las
injurias que se le hacen y la dilación de su ingreso, y persiste en su petición, permítasele entrar, y esté en la
hospedería unos pocos días. Después de esto, viva en la residencia de los novicios, donde éstos meditan, comen
y duermen. Asígneseles a éstos un anciano que sea apto para ganar almas, para que vele sobre ellos con todo
cuidado.
Debe estar atento para ver si el novicio busca verdaderamente a Dios, si es pronto para la Obra de Dios, para la
obediencia y las humillaciones. Prevénganlo de todas las cosas duras y ásperas por las cuales se va a Dios. Si
promete perseverar en la estabilidad, al cabo de dos meses léasele por orden esta Regla, y dígasele: He aquí la
ley bajo la cual quieres militar. Si puedes observarla, entra; pero si no puedes, vete libremente.
Si todavía se mantiene firme, lléveselo a la sobredicha residencia de los novicios, y pruébeselo de nuevo en toda
paciencia. Al cabo de seis meses, léasele la Regla para que sepa a qué entra. Y si sigue firme, después de cuatro
meses reléasele de nuevo la misma Regla.
Y si después de haberlo deliberado consigo, promete guardar todos sus puntos, y cumplir cuanto se le mande,
sea recibido en la comunidad, sabiendo que, según lo establecido por la ley de la Regla, desde aquel día no le
será lícito irse del monasterio, ni sacudir el cuello del yugo de la Regla, que después de tan morosa deliberación
pudo rehusar o aceptar.
El que va a ser recibido, prometa en el oratorio, en presencia de todos, su estabilidad, vida monástica y
obediencia, delante de Dios y de sus santos, para que sepa que si alguna vez obra de otro modo, va a ser
condenado por Aquel de quien se burla.

¿Pudiera ser que en el siguiente párrafo, del mismo capítulo LVIII, estuviese el origen del Testamento Filosófico y
el examen escrito previo que se realiza al Candidato en el R.E.A.A.? 
De esta promesa suya hará una petición a nombre de los santos cuyas reliquias están allí, y del abad presente.
Escriba esta petición con su mano, pero si no sabe hacerlo, escríbala otro a ruego suyo, y el novicio trace en ella
una señal y deposítela sobre el altar con sus propias manos. Una vez que la haya depositado, empiece enseguida
el mismo novicio este verso: "Recíbeme, Señor, según tu palabra, y viviré; y no me confundas en mi esperanza".
Toda la comunidad responda tres veces a este verso, agregando "Gloria al Padre".

El siguiente párrafo es, con toda probabilidad, el origen de que el Candidato entre a la Logia medio vestido y
medio desnudo. 
Después, en el oratorio, sáquenle las ropas suyas que tiene puestas, y vístanlo con las del monasterio. La ropa
que le sacaron, guárdese en la ropería, donde se debe conservar, pues si alguna vez, aceptando la sugerencia
del diablo, se va del monasterio, lo que Dios no permita, sea entonces despojado de la ropa del monasterio y
despídaselo. Pero aquella petición suya que el abad tomó de sobre el altar, no se le devuelva, sino guárdese en el
monasterio.
El Brindis por los Hermanos Ausentes está probablemente inspirado en el capítulo LXVII, "Los hermanos que
salen de viaje":
Los hermanos que van a salir de viaje, encomiéndense a la oración de todos los hermanos y del abad. Y en la
última oración del oficio divino, hágase siempre conmemoración de los hermanos ausentes.

La Escalera de Jacob, que aparece en el Tablero de Trazo de Primer Grado, aparece en el capítulo VII "La
humildad":
Debemos erigir la escalera que se le apareció a Jacob en su sueño, por la cual se le mostraron los ángeles
subiendo y bajando. Sin duda, entendemos esto como el ascenso que experimentamos por la humildad y el
descenso que sufrimos por el orgullo.
En el capítulo LVIII "Del orden en el monasterio" encontramos esta alusión a los tratamientos:
Al nombrarnos unos a otros nadie podrá dirigirse a otro solo por su nombre, sino que los más viejos se dirigirán a
los más jóvenes hermanos (brethren), como hermanos (brothers); no obstante los más jóvenes se dirigirán a sus
ancianos (elders) como "padre", lo que implica que les deben la reverencia que se debe a un padre.
En ocasiones nos encontramos curiosas coincidencias. Por ejemplo si comparamos este párrafo del Manuscrito
Dumfries nº 4 (documento de corte arminiano, mucho más próximo al catolicismo que el calvinismo imperante en
la zona)

5.- ¿El misterio de los querubines?


R.- Primero significaban la gloria celestial y la vida eterna que debe venir. Pintados a imagen del hombre,
representan el coro de los santos ángeles y de los santos, que cantan el Te Deum laudamus. 
con este párrafo del capítulo XI "Vigilias dominicales":
Después del cuarto responsorio empiece el abad el himno Te Deum laudamus. Una vez dicho, lea el abad una
lectura de los Evangelios, estando todos de pie con respeto y temor.
O este párrafo del capítulo II:
Un abad digno de presidir un monasterio debe acordarse siempre de cómo se le llama y hacer que sus obras
estén en la escuadra (make his works square)con su nombre de Superior.

Seiscientos años son muchos años, máxime si tenemos en cuenta las transformaciones que ha experimentado la
Masonería. Pero no podemos olvidar que, en sus orígenes operativos, antes de la Reforma Protestante y de la
creación de la Iglesia Anglicana, los masones constituían un gremio minuciosamente católico, al punto de que las
primeras quemas de documentación masónica tienen lugar en Inglaterra cuando la corona inglesa empieza a
acosarlos por mantenerse en su fe católica y su resistencia a aceptar el anglicanismo. Paulatinamente, y sobre
todo desde la introducción del calvinismo en Escocia por John Knox, la Masonería comenzaría a evolucionar hacia
algo distinto.

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