Está en la página 1de 10

PSICOLINGÜÍSTICA Y DESARROLLO DEL ESPAÑOL II

Autores: Luis Barrera Linares


Lucía Fraca de Barrera

CAPITULO V

LOS COMPONENTES O NIVELES DE LA LENGUA Y EL PROCESO DE DESARROLLO DEL LENGUAJE.

Premisas básicas:

1. Aunque el proceso de desarrollo integral del lenguaje es uno solo, metodológicamente se


hace necesario analizar la evolución de cada componente partiendo de una diferenciación
que explique sus especificidades.
2. Aceptando para el caso particular de los componentes, la necesaria delimitación de etapas
o estadios, todavía se hace indispensable distinguir metodológicamente entre etapas
tempranas y etapas tardías. Teóricamente, tal división se justifica debido a dos razones
fundamentales:
2.1. Los límites entre unas y otras no son iguales a la hora de resaltar la especificidad de
cada componente; es decir, no son ciclos de etapas atribuibles de igual manera al
conjunto global de la adquisición de la lengua. Las condiciones cognoscitivas del sujeto
son distintas cuando se aborda el límite entre lo temprano y lo tardío correspondiente
a cada nivel o componente de la lengua.
2.2. La división resulta altamente relevante cuando se analizan las implicaciones
psicolingüísticas tipificadoras de la transición entre los primeros estadios del
desarrollo del lenguaje (etapas tempranas) y los últimos (etapas tardías). Partiendo de
dos extremos, puede considerarse, por ejemplo, el nivel del estatus cognoscitivo típico
de la transición entre el desarrollo fonetológico temprano y tardío (anterior a los
cuatro años de edad), frente a los límites correspondientes al desarrollo pragmático o
semántico (que probablemente supere los siete u ocho años de edad).
3. También es obvio que esa separación resulte muy pertinente ante el requerimiento de
diferenciar las etapas propias de la producción y la comprensión. La psicolingüística
precedente ha privilegiado siempre la delimitación de etapas o períodos del desarrollo del
lenguaje a partir de los datos (observables, medibles, cuantificables, clasificables)
aportados por los procesos de producción verbal. Cuando se ha dicho que el lenguaje de
un niño es característico de una determinada etapa, se está haciendo alusión al hecho de
que es “capaz de producir” tales o cuales estructuras en sus eventos comunicativos. Ni
siquiera los investigadores más rigurosos lograron evadir esta tendencia. Y resulta muy
lógico, por las dificultades que acarrea el intentar establecer rasgos propios de los
mecanismos de comprensión. No obstantes, dichas dificultades no deben constituir un
obstáculo para que se busque describir cabalmente la realidad del desarrollo del lenguaje.
es preciso entonces que toda investigación de psicolingüística evolutiva que toque el área
de las etapas, aborde los datos de la producción como un conjunto de indicios y un punto
de partida necesario para llegar a desentrañar los procesos relativos a la comprensión y
procesamiento. Toda prueba que intente medir niveles psicolingüísticos debe incluir las
necesarias estrategias para investigar simultáneamente niveles de comprensión y
producción.
4. Asimismo, de acuerdo con algunas propuestas clásicas de la neuropsicolingüística, se
consideró el período crítico como un lapso integral durante el cual las condiciones de
flexibilidad cerebral del niño están en condiciones óptimas para los procesos de desarrollo
del lenguaje, hecho que justifica la facilidad del pequeño para apropiarse de varias lenguas
simultáneamente y que también ha sido utilizado como argumento para explicar las
dificultades de la mayoría de los adultos en la adquisición de segundas lenguas. La
investigación más reciente ha insistido en la siguiente hipótesis: la presencia del período
crítico tiene, obviamente, mucho que ver con los fenómenos de maduración del cerebro,
pero más que el lenguaje per se, pudiera obedecer al hecho de que al alcanzar sus niveles
máximos de madurez, el funcionamiento de ese órgano se hace más resistente a
modificaciones o adiciones que impliquen un cambio de programación de las conductas
habituales del hombre (Kess, 1992), lo que implicaría que no es exclusivo de las
habilidades verbales. Por otra parte, el período crítico para el desarrollo de la lengua
escrita (lectura-escritura) es distinto y debe ser explicado a partir de otros criterios.

Dentro de la psicolingüística evolutiva, hay quienes han propuesto la necesidad de pensar no en


un solo período crítico para el desarrollo del lenguaje en general, sino en varios subperíodos (cinco
en este caso), relativos cada uno a los distintos componentes de la lengua (cfr. Taylor, 1990). Este
hecho facilitaría la comprensión de los aspectos relacionados con la evolución de cada
componente y la pérdida de las habilidades innatas inherentes a su desarrollo en el niño.
Verbigracia: muchas de las dificultades para que un adulto se apropie del sistema fonológico de
una segunda lengua radicarían en el hecho de que el período crítico correspondiente a ese
componente es uno de los primeros en finalizar: sólo un constante entrenamiento puede
contribuir a que su vigencia se mantenga por más tiempo del necesario para la adquisición de la
lengua materna. Y esto también se relacionaría con los problemas para aprender segundas lenguas
en situaciones no naturales: aparte de la ausencia del contexto social adecuado, el aprendiz ha
superado muchas de las ventajas implícitas en el subperíodo crítico correspondiente al
componente pragmático. De allí que el adulto sea mucho más habilidoso en estrategias para el
desarrollo del vocabulario, por ejemplo, cuyas exigencias cognoscitivas mantienen cierta
flexibilidad hasta bien entrada la adultez.

Especificidad de los componentes

Cinco serían los componentes de la lengua a ser considerados en este caso: en términos muy
globales puede hablarse de cuatro niveles formales y uno funcional. Los cuatro primeros han sido
suficientemente estudiados tanto por la psicolingüística de corte estructuralista-conductista como
por la tendencia chomskiana-neorracionalista: se trata de los componentes fonético-fonológico,
morfológico, sintáctico y semántico. Un quinto nivel ha sido integrado al conjunto, principalmente
a partir de la sistematización (más reciente) de la teoría de los actos de habla, la pragmática y la
lingüística del texto: se trata del componente pragmático.

Ateniéndonos a una propuesta más reciente del hecho, ha sido preciso reformular parcialmente
este conjunto para distinguir, mejor, los cinco componentes del siguiente modo: fonetológico,
morfolexical, sintáctico, semántico y pragmático. La denominación “morfolexical” se ajusta más a
que el desarrollo del vocabulario está mucho más vinculado a la adquisición del sistema
morfológico que al del componente semántico, lo contrario de lo que se pensó durante la etapa
estructuralista. Veamos las especificidades generales de cada uno de los niveles mencionados,
para el proceso de desarrollo de la lengua oral.

1. Componente fonetológico. Se refiere al desarrollo de lo que según A. Martinet (1968) se


conoce como “segunda articulación del lenguaje”, correspondiente a las llamadas
“unidades mínimas distintivas” dentro del sistema de la lengua, los fonemas, analizados a
partir de sus implicaciones con los elementos del sistema fonético, los sonidos. Incluye
además lo referido al nivel suprasegmental de la lengua (entonación, acentuación e
intensidad, por ejemplo).
1.1. Se trata de un nivel formalmente limitado a un inventario cerrado de los elementos
que lo constituyen en cada lengua: el subsistema fonológico, contentivo de un
conjunto de formas abstractas carentes de significado independiente, pero
generadoras indirectas de significado mediante la puesta en funcionamiento dentro
de unidades mayores como los morfemas y las palabras. Parece ser el componente de
la lengua cuyo proceso de adquisición finaliza más temprano.
1.2. Su desarrollo tiene que ver fundamentalmente con la aparición de ciertas capacidades
perceptivas necesarias para diferenciar los rasgos (distintivos y no distintivos) típicos
de los fonemas; de acuerdo con la investigación acumulada hasta ahora (buena parte
de ella centrada en la teoría clásica de Roman Jakobson), este mecanismo se inicia con
la adquisición de algunos rasgos muy generales (y no de fonemas específicos), a través
de los que el niño establece las primeras oposiciones fonológicas de la lengua, que en
sus estadios de origen suelen ser extremas: por ejemplo, la consonante más cerrada y
perceptualmente más accesible de una lengua suele ser asociada con la vocal más
abierta de la misma (caso de /p/ y /a/ en español, la consonante más cerrada frente la
vocal más abierta).
1.3. En el desarrollo del sistema fonetológico intervienen igualmente varios factores,
vinculados a un orden específico de aparición, como los siguientes:

_La relación entre los rasgos del fonema y su mayor o menor facilidad perceptual de
acuerdo con los órganos articulatorios participantes, las características fónicas de los
rasgos, y las posibilidades de discriminación nítida dentro del espectro acústico.
Veamos, por ejemplo, el orden más usual de aparición de tres fonemas consonánticos
y tres vocálicos.

/p/ /s/ /r/ /a – i – u/

1 2 3 1 2 3

_El nivel de complejidad implícito en los rasgos que constituyen un fonema; a menor
complejidad, más temprana adquisición. Como por ejemplo, podemos citar el caso de
tres fonemas bilabiales: /p/ >>> /b/ >>> /m/

La progresiva complejización de rasgos iría desde la forma más simple


hasta la más compleja:
/p/ oclusivo, bilabial, sordo (no hay vibración de bandas vocales)

/b/ oclusivo, bilabial, sonoro (sí hay vibración de las bandas vocales)

/m/ oclusivo, bilabial, sonoro, nasal (hay bifurcación de la corriente de


aire

Proveniente de los pulmones, a través de la cavidad nasal)

_El nivel de frecuencia de los fonemas en la lengua particular incide en su orden de


aparición:

Ej. (español): /b/ ___________ /g/ /m/ ___________ /n-palatal/

1 2 3 4

_La posibilidad de los fonemas para integrar sílabas abiertas o trabadas influye
también en la evolución del sistema fonológico. Hay una tendencia a que aparezcan
primero las vocales, debido a que pueden formar sílabas por sí solas; luego las
seguirían algunas consonantes capaces de constituir sílabas abiertas con las vocales y,
finalmente, se harían presentes algunas consonantes cuya característica es poder
integrar tanto sílabas cerradas (o trabadas) como sílabas abiertas, por ejemplo, las
llamadas consonantes líquidas:

Ej.: /a, e, o/ /b, p, t, d/ /l, r/

1 2 3

De allí se deriva que los esquemas silábicos más sencillos (vocal, consonante – vocal) se consoliden
primero que los más complejos (CVC, VC) y también que la tendencia inicial del niño sea a
simplificar todas las sílabas en el modelo CV o V.

Como ejemplo totalizador, puede decirse que es un hecho suficientemente demostrado en varias
lenguas que los fonemas oclusivos y fricativos se adquieren primero que los africados y líquidos en
el siguiente orden y de acuerdo con el nivel global de sus rasgos articulatorios:

En el caso de los oclusivos, los órganos articulatorios se juntan completamente por un breve lapso
para cerrar el paso de la corriente de aire proveniente de los pulmones y se abren
repentinamente, produciendo una especie de explosión, como ocurre en el caso de /p/ , /b/ y /m/
/juntura total y apertura repentina de los labios) ; /t/, /d/ (juntura y apertura repentina del ápice
de la lengua con los dientes incisivos superiores); /k/ y /g/(juntura y apertura repentina del dorso
de la lengua con la parte posterior del paladar).

Los sonidos fricativos resultan algo más complejos que los oclusivos por lo siguiente: su
articulación implica igualmente el acercamiento de los órganos articulatorios que, sin llegar a
tocarse completamente, dejan un mínimo espacio a través del cual pasa rozando la corriente de
aire. Son sonidos fricativos del español, por ejemplo, /f/ (acercamiento del labio inferior hacia los
dientes superiores); /s/ (acercamiento de la parte anterior de la lengua hacia los alvéolos).

El orden siguiente de aparición corresponde a los sonidos africados, cuyo rasgo tipificador es que
combinan dos rapidísimos momentos articulatorios, los de los oclusivos y los fricativos. En el caso
del español el sonido africado más común es el que precede, por ejemplo, a las palabras < choza>,
<chico>, <chévere>.

La aparición de las llamadas consonantes “líquidas” suele ser más tardía que las anteriores;
agrupan a las llamadas laterales y a las vibrantes (en ese mismo orden de aparición). Las laterales
se distinguen porque, al producirlas, los órganos articulatorios se juntan completamente 8de
modo similar a las oclusivas), pero permiten el escape de la corriente de aire a través de los lados
de la lengua (de ahí su denominación de “laterales”). La más frecuente de las líquidas es, por
ejemplo, /l/ (la parte anterior de la lengua se junta con los alvéolos y la corriente de aire fluye por
los lados). En el caso de las vibrantes, hay igualmente un ligero contacto de los órganos
articulatorios (por ejemplo, entre la parte anterior de la lengua y los alvéolos), acompañado de
una o varias vibraciones (lo que distingue la vibrante simple /r/ de la múltiple /rr/).

2. Componente morfoléxico: Integra en desarrollo del vocabulario con el sistema


morfológico. Este último también constituye un inventario bastante limitado dentro de las
posibilidades de las lenguas en general y mucho más en el caso de las lenguas romances y
sajonas. No obstante, en el caso particular del español resulta más amplio que el sistema
fonológico, razón por la cual su desarrollo suele extenderse a edades que sobrepasan los
siete u ocho años.
2.1. Se trata de un componente autónomo, aun cuando muchos investigadores lo
consideren subsidiario del sintáctico o del semántico. Tanto es así que muchos de los
rasgos morfológicos básicos hacen su aparición antes de la iniciación de la sintaxis en
el lenguaje infantil (período de combinación de dos o más palabras).
2.2. Dentro de este componente habría que ubicar la llamada “etapa holofrástica del
lenguaje” (una palabra cada vez), vinculada con la producción y comprensión léxica de
un conjunto de vocablos aislados cuyas primeras discriminaciones aparecen entre el
primero y segundo años de edad y se basan más que todo en la alternancia de rasgos
morfológicos, desde los más generales, como el tiempo verbal, la persona gramatical y
los grados del adjetivo, por ejemplo.
2.3. Suelen desarrollarse primero los paradigmas correspondientes a las llamadas palabras
autosemánticas (las que tienen un significado, independientemente del contexto,
como los nombres, los verbos, los adjetivos) que los de las parasemánticas (cuyo
significado es principalmente contextual, como las conjunciones, los artículos, las
preposiciones). Esto explica que el lenguaje de las primeras etapas o fases del niño
esté mucho más cargado de sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios (palabras
autosemánticas), y que la utilización de las categorías parasemánticas sea de
consolidación posterior.
2.4. El desarrollo del componente morfoléxico incluye también los procesos de
producción-comprensión de prefijos y sufijos (des-componer, in-satisfacción, carr-ito,
chiqu-it-ic-o) y la formación de palabras mediante procesos como la derivación
(grande -> grandeza, grandísimo, grandote; útil -> inútil, utilidad; viento -> ventear,
ventolera), la composición (de palabras compuestas; por ejemplo: cubrecama,
pararayos, aguardiente) y el fenómeno conocido como parasíntesis (adición de sufijos
a palabras compuestas; por ejemplo, telefonista: tele+fono+ista; aguardentoso:
agua+ardiente+oso).
3. Componente sintáctico: Se trata en realidad de un nivel muy importante para el desarrollo
de la lengua, por cuanto con su iniciación se acrecienta notablemente las capacidades
expresivas del niño. De allí que buena parte de la psicolingüística evolutiva estructuralista
y generativista lo haya considerado (implícita o explícitamente) como el más relacionado
con el desarrollo general de la lengua.
3.1. Facilita además el desarrollo de las relaciones semánticas implícitas en la estructura
profunda del lenguaje (organización proposicional Agente – Acción – Objeto) y de los
vínculos externos de cohesión entre las formas combinadas: reglas morfosintácticas.
3.2. En términos superficiales y perceptibles, suele iniciarse con la etapa de combinación
de dos palabras, continúa con la llamada “etapa telegráfica”, para seguir con el acceso
del niño al conjunto de reglas más generales de la llamada gramática básica. Viene
después un período de apropiación de las llamadas estructuras complejas
(coordinación, subordinación, formas verbales perifrásticas, tiempos del modo
subjuntivo, combinación de diversos órdenes del discurso, etc.).
3.3. Es el componente donde se percibe más nítidamente la separación entre etapas
tempranas y etapas tardías. Las primeras se vinculan con la organización de las reglas
correspondiente a las estructuras simples de la lengua (oraciones simples), mientras
las segundas se caracterizan por la apropiación de las llamadas estructuras complejas
(oraciones complejas). Recuérdese que el desarrollo de la organización del discurso
infantil se inicia con el uso reiterado de la yuxtaposición de oraciones, para integrar
después el de algunas conjunciones (coordinación) y ampliarse mediante la inserción
de nexos de subordinación.

4. Componente semántico: un poco por la influencia de la lingüística formalista, este


componente ha sido uno de los más descuidados por la psicolingüística evolutiva. Es
curioso que ni siquiera los manuales más actualizados se hayan dedicado a sistematizarlo,
como se ha hecho con el sintáctico y el fonológico (excepción hecha de Clark y Clark, 1977;
Halliday, 1975, 1982). En realidad, muchas de las indagaciones en esta área no han pasado
de establecer recuentos léxicos y niveles de incremento del vocabulario, terreno que -
como hemos visto - corresponde más al nivel morfoléxico.
4.1. Ello resulta curioso debido a que a fin de cuentas la finalidad básica de la lengua
consiste en la comunicación de significados, lo que implica a su vez que sin la
existencia del significado el lenguaje sería inútil. De allí la importancia que autores
como M.A.K. Halliday le confieren a este componente.
4.2. Si el fonema, el morfema y la oración constituyen las unidades básicas de los
componentes fonetológico, morfoléxico y sintáctico, respectivamente, la del
compoente semántico sería la proposición, entendida en el modo como dentro de ella
se organizan las relaciones semánticas entre las instancias que la integran. Agente,
acción y objeto u objetos se interrelacionan dentro de la proposición siguiendo las
reglas de combinación atinentes a los rasgos semánticos específicos de cada uno. Ej:

Agente Acción Objeto


[+humano] [+humano] [+/-
humano]

Los psicolingüistas Ingieren Alimentos


(indudable)

Los psicolingüistas Ingieren Teorías


(probable)

*Los psicolingüistas Ingieren Piedras


(poco probable)

**Los psicolingüistas Ingieren Niños


(menos probable)

***Los psicolingüistas Ingieren Libertad


(difícil)

Aquí la noción de probabilidad se maneja independientemente de las posibilidades


ofrecidas por el discurso de la ficción y la metáfora, explicables a partir de otros
mecanismos cognoscitivos, posteriores a los estadios iniciales del desarrollo
semántico. Es lo que explica, precisamente, el carácter literal del componente
semántico en las primeras etapas. Y lo que hace improcedente exigir a un niño de
preescolar la “interpretación” de los contenidos metafóricos implícitos en la
adivinanzas, los dichos o los refranes, para citar tres casos. La percepción que un
niño de tres, cuatro, y hasta cinco tiene de frases como <<No entres allí porque te
van a sacar los ojos con los precios>>, <<Camarón que se duerme se lo lleva la
corriente>>, <<Haz el bien y no mires a quien>>, etc., no pasa de una
interpretación literal de los significados de tales expresiones. De manera que
<<sacar los ojos>> allí es realmente percibido como <<acto de despojar de los
órganos de la visión a alguien>>, igual que <<dormir>> y <<mirar>> no son
procesados a partir de los significados subyacentes que en esas frases contienen,
sino en su significación no metafórica. El dominio de tal discriminación de
significados literales y no literales aparecerá realmente en etapas más tardías.

4.3. De ahí que el componente semántico se distinga por la adquisición y desarrollo de los
significados, pero entendidos éstos no a partir de las palabras aisladas sino de un
orden relacional y necesario entre los diferentes componentes de las proposiciones
subyacentes al discurso. El procesamiento de esas relaciones subyacentes va
creciendo y ofreciendo mayores posibilidades en la medida en que las capacidades
cognoscitivas del niño se van ampliando, hasta permitirle distinguir no solamente las
diferentes instancias de la realidad (realidad real, realidad ficticia) perceptibles
mediante la constitución del lenguaje doblemente articulado, sino también las
diferencias inherentes a las distintas materias discursivas (narración, descripción,
exposición, etc.).
4.4. Igual que para los otros componentes de la lengua, es muy natural que el proceso de
adquisición y desarrollo de los significados inherentes a la lengua vayan desde las
formas más simples (etapas tempranas) hasta las más complejas. Así, por ejemplo, en
el nivel de los significados de las distintas categorías gramaticales, suele ocurrir que
aparezcan primero algunos vocablos relacionados directamente con el entorno físico,
para que más adelante se hagan presentes otros cuyos referentes son más abstractos.
Palabras como <<silla>>, <<bañarse>>, y <<caliente>> podrían hacerse presentes muy
temprano en el repertorio lexical del pequeño (independientemente del modo como
las produzca), antes que otras de adquisición más tardía como <<también>>,
<<empujar>>, <<paseo>>.

5. Componente pragmático: Se relaciona con el uso real de las formas lingüísticas aportadas
por los otros cuatro componentes en situaciones concretas de comunicación. Aunque
notablemente descuidado por la lingüística y la psicolingüística formalistas, su valor
primordial guarda vínculos muy estrechos con la organización de las reglas sociales de uso
del lenguaje, formas discursivas y funciones comunicacionales del diálogo.
5.1. Esto significa que su pertinencia particular tiene que ver con todos los elementos
formales de la lengua, pero puestos a funcionar en la actualización dialógica. Su centro
de interés son entonces los llamados <<actos da habla>>, o más concretamente, la
interacción lingüística. Mientras los componentes formales aparecen asociados a lo
que Chomsky denominó la <<competencia lingüística>> (conocimiento intuitivo de las
reglas formales de una lengua), en este caso se hace preciso hablar de una
<<competencia pragmática>> (que implicaría las reglas formales pero también los
aspectos psicosociolingüísticos implícitos en el valor social o interactivo del lenguaje).
5.2. Para analizar el proceso de desarrollo del lenguaje, el nivel pragmático es mucho más
importante de lo que pueda creerse, debido a la necesidad que tiene el hablante –
oyente de internalizar las reglas de uso del lenguaje, en situaciones específicas: hablar
para el otro, escuchar al otro, considerar las características y los conocimientos del
otro, entender las habilidades comunicativas del otro, lo que Grice (1975) definió
como el <<principio de la cooperatividad>>.
5.3. El componente pragmático suele regirse por tres tipos de reglas que gobiernan el
ejercicio de la comunicación lingüística concreta (cfr. Taylor, 1990, pp. 31-32):

5.3.1.Reglas prescriptivas: relacionadas con el comportamiento aceptado o prohibido


en un contexto situacional determinado. Se rige por una formulación general, cuya
aprehensión por el niño es muy importante desde las etapas tempranas: [Ejecute o
evite ejecutar el comportamiento lingüístico X en una situación Z]. por ejemplo, asumir
una actitud comunicativa formal dentro de un contexto situacional de informalidad:
iniciar una conversación cotidiana (oral) con la novia(o) la madre o la amiga diciéndole
<<Para tu conocimiento y fines consiguientes, me dirijo a ti con la finalidad de…>>.

5.3.2.Reglas descriptivas: describen un tipo de comportamiento normal, habitual o


frecuentemente aceptado dentro de una situación comunicativa específica y suelen
ser aprehendidas a partir de la siguiente fórmula: [El comportamiento lingüístico X
ocurre dentro del contexto Z]. Por ejemplo: utilizar el vocabulario adecuado de
acuerdo con las características de la audiencia: iniciar una conferencia sobre lenguaje
diciendo <<El homo loquens resalta dentro de la escala zoológica debido a su facultad
para hacer uso de fonemas, morfemas y lexemas…>> puede ser un exabrupto si la
misma no va dirigida a oyentes conocedores del vocabulario de la lingüística.

5.3.3.Reglas constitutivas: regulan una actividad lingüística cuya existencia es


lógicamente dependiente de la regla psicosociolingüística que la rige. De una manera
abstracta, puede simplificarse como sigue: [El comportamiento lingüístico X se
constituye como Y dentro del contexto C] Por ejemplo, exponer conceptos de la
termodinámica ante un grupo de niños de Educación Básica no puede ser igual a
hacerlo para una audiencia de estudiantes universitarios de Ingeniería Química: muy
probablemente el grupo infantil deba ser introducido en el tema mediante ejemplos
ilustrativos concretos, expresados a través de un orden discursivo muy familiar para
ellos como la narración.

6. En síntesis, dentro del componente pragmático, la conversación, el ejercicio de la real y


concreta interacción lingüística mediante el diálogo, consiste en un conjunto de intercambio de
significados cuyo objetivo final es más funcional que formal (aunque las formas estén altamente
conectadas al funcionamiento). Así el intercambio debe entenderse entonces como la unidad
mínima de interacción dentro de un evento comunicacional, el cual contiene por lo menos dos
instancias: la iniciación (I) y su respuesta (R), correspondientes respectivamente al emisor y al
destinatario:

Diálogo --------- Interacción (I + R)

Dentro de ese proceso, toda iniciación es útil para predecir una respuesta determinada (o, por lo
menos, esperada), así como toda respuesta está a su vez constreñida por su correspondiente
iniciación. Y también eso forma parte del proceso de desarrollo del lenguaje; también ese
conocimiento es aprehendido, internalizado e incorporado a la memoria semántica por el niño,
razón más que suficiente para que también sea objeto de análisis de la psicolingüística evolutiva.

Bibliografía

Barrera L. Luis y Fraca de B. Lucía. 1998. Psicolingüística y desarrollo del español II. Caracas: Monte
Ávila Editores.

También podría gustarte