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OBJETIVOS DE CONOCIMIENTO
• Conocer los cambios de la relación médico-paciente en las últimas décadas.
• Definir el paternalismo y el autonomismo.
• Comprender la justificación que tradicionalmente ha tenido el paternalismo.
• Reseñar el proceso histórico de superación del paternalismo, y hacer ver que el
autonomismo es expresión de una tendencia que finalmente ha llegado a la medicina.
• Exponer los fundamentos teóricos del autonomismo.
• Describir los cuatro modelos actuales de relación con el paciente y explicar por qué es más
aconsejable el modelo deliberativo.
• Explicar la decisión centrada en el paciente.
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Este modelo desechaba las opiniones y las preferencias del paciente porque, si eran
diferentes a las del médico, sólo podían provenir de la ignorancia científica del enfermo
o de la supuesta debilidad moral que la enfermedad conlleva.
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El paternalismo médico tradicional se había guiado siempre por los principios de:
“favorecer y no perjudicar”, los cuales hoy son llamados: principios de beneficencia y
de no maleficencia. Estos principios siguen siendo válidos, pero ahora la diferencia es
que debe ser el paciente quien estime lo que constituye su propio bien.
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médico y que no sea indulgente con su propia voluntad.” (Comentario I a los aforismos
de Hipócrates)
En el siglo XIV, cuando Henri de Mondeville quiso elevar el rango de los cirujanos
por el procedimiento de hacerles semejantes a los médicos, recomendó: “Los pacientes
deben, en todo lo que concierne a sus enfermedades, obedecer a los cirujanos; no
deben oponerse a sus operaciones o a sus consejos, pues esto, además, desagrada a los
cirujanos y les hace indiferentes, y la operación se torna más peligrosa”. (Chirurgie)
Y el influyente moralista San Antonio de Florencia en el siglo XV, no dudaba en
afirmar que: “Si el enfermo se niega a tomar las medicinas que se le dan, un médico al
que él o sus parientes hayan llamado puede tratar al paciente contra su voluntad, del
mismo modo que un hombre debe ser sacado contra su voluntad de una casa que está a
punto de hundirse”. (Summa moralis theologiae)
Etapa autonomista
Finalmente apareció un modelo autonomista, inspirado en el libre consumidor de
servicios. De modo que el paciente puede exigir que atiendan sus deseos.
En Estados Unidos las declaraciones paternalistas empezaron a desaparecer en los
Principles of Medical Ethics de la AMA en 1957. Aunque el paternalismo no quedó
oficialmente eliminado hasta la revisión del Código de ética de 1980, en el cual se
reconoce que: “La profesión médica ya no se concibe como el único guardián de la
salud pública, y en consecuencia el tradicional paternalismo de esta profesión entra en
conflicto con la sociedad”.
La doctrina del consentimiento informado y las declaraciones de derechos de los
enfermos son expresiones de la nueva mentalidad autonomista.
Han surgido, no obstante, algunas críticas y reparos al autonomismo exagerado. Las
críticas actuales no niegan el valor de la autonomía. Se acepta en general que el paciente
debe participar en la toma de decisiones. Y debe poder decidir de acuerdo con sus
propios valores y prioridades. Este es el derecho que reconoce el “consentimiento
informado”.
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Pero también se dice que es necesario armonizar el derecho del enfermo con el
compromiso que tiene el médico de buscar siempre el mayor beneficio de su paciente y,
ante todo, no perjudicarle. También se pretende tener en cuenta las necesidades del
conjunto de la sociedad, introduciendo con ello el principio de la justicia.
Es decir: se pretende alcanzar un equilibrio ponderado entre los cuatro grandes
principios de la bioética: beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia.
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En todos los casos, las revoluciones liberales y sociales modernas han potenciado la
mentalidad autonomista. Eso puede explicar que en los países donde esas revoluciones
han tenido menos fuerza, el autonomismo médico haya aparecido después y sea más
débil. Y que lo sea más aún en las sociedades menos influidas por la cultura europea.
Pero, lo importante es darse cuenta de que el autonomismo médico no es una
anomalía ni una moda pasajera, sino la culminación inevitable de un largo proceso
histórico internacional, que no puede ser negado ni ignorado.
“La única finalidad que justifica el ejercicio del poder sobre cualquier
miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar el daño a
otros. Su propio bien, ya sea físico o moral, no es justificación suficiente.
…Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es
soberano.”(On Liberty).
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También se ha dicho que la relación M-E sigue distintos modelos: la relación entre
amigos, entre socios, entre los firmantes de un contrato, los contrayentes de un
compromiso, o los negociadores de un convenio.
Cada uno de estos modelos y metáforas destaca algunos aspectos y oculta otros. Sin
embargo, en la práctica médica conviene diferenciar cuatro modelos descriptivos de la
relación clínica que han sido analizados por Ezequiel y Linda Emmanuel (JAMA, 1992,
267, 2221-6):
1. Modelo paternalista, o sacerdotal. Afirma que hay valores objetivos que el médico
debe promover, con independencia de las opiniones del paciente. En este modelo el
médico es el tutor del mejor interés del enfermo.
2. Modelo informativo, técnico o autonomista. Piensa que el paciente tiene valores
propios preestablecidos, y que elige de acuerdo con ellos, tras conocer la
información objetiva. El médico aquí sólo es el técnico experto que conoce los
hechos, pero se abstiene en materia de valores.
3. Modelo interpretativo. Considera que el paciente también necesita aclarar sus
valores mal definidos y resolver sus conflictos. Ante ello, el médico es el consultor
y consejero cuya función es interpretar, apoyar y aplicar las preferencias del
paciente.
4. Modelo deliberativo. Asume que el paciente está abierto a la revisión, hallazgo y
desarrollo de sus mejores valores. El médico es entonces el amigo o el maestro que
delibera conjuntamente sobre los valores más adecuados.
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Ahora se piensa que las decisiones deben estar centradas en el paciente y que la
decisión ya no está centrada en el médico.
De esta forma, tanto el objetivo como los medios diagnósticos y terapéuticos deben
ser el resultado de un consenso. Y para llegar al consenso es preciso que ambas partes
argumenten explícitamente y permanezcan abiertas a la posibilidad de persuasión
mutua.
La toma de decisiones debe ser participativa. Las decisiones son tomadas
conjuntamente entre el médico y el paciente. Y en caso de conflicto se concede mayor
peso a las preferencias del paciente, aunque no de un modo absoluto sino con ciertas
restricciones.
Aparece así el concepto de plan terapéutico consensuado, que sustituye al antiguo
concepto de tratamiento médicamente indicado e individualiza las decisiones contando
con el punto de vista y las preferencias del enfermo.
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