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y patrimonio
Complejidad desde una perspectiva de género
Procesos urbanos, arquitectura
y patrimonio
Complejidad desde una perspectiva de género
Coordinadoras: María Guadalupe Valiñas Varela, Wendy Torres Castañeda y Lina María
Arias Saldaña
Cuidado de la edición: Adlaí Navarro García
Diseño de portada:
Diagramación: Rafael Franco Calderón
ISBN: 978-607-8789-35-1
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@Ed_Navarra
Queda prohibida, sin la autorización escrita del titular de los derechos, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
Agradecimientos |
Prólogo |
Delia Patricia López Araiza Hernández
Introducción |
María Guadalupe Valiñas Varela
Introducción
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El Barrio de la Merced, dos expresiones femeninas del comercio: marchantas y alegres...
Por tanto, y para efectos de este trabajo, con el fin de identificar la relación
entre determinadas prácticas urbanas y construir las manchas culturales que
se configuran en el espacio urbano (Magnani, 2004; Tena, 2015), se ha esta-
blecido una analogía temática y representativa-no única ni restrictiva entre
la categoría de madresposa con la de marchanta; y entre la categoría de puta
con la de “alegre” (sexoservidora). Entendiendo que una y otra pueden ocupar
éstas y otras designaciones tipológicas, dependiendo del “circulo” en el que, en
un momento dado, se desenvuelven, pero sin perder de vista que lo que inte-
resa destacar es la manera como el espacio urbano (la ciudad) genera este tipo
de efectos culturales, construye a los ciudadanos y, al mismo tiempo, espacia-
liza los cautiverios de las mujeres, siguiendo a Lagarde, pero manteniendo la
perspectiva de problematizar la perspectiva de género en los estudios urbanos
contemporáneos.
Igualmente es importante señalar que el abordaje de estos temas y proble-
mas, resulta delicado y riesgoso en muchos sentidos, pero, en particular, en
tanto que en el debate actual algunas personas pueden interpretar que se exage-
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relación, lo que se puede explicar como parte del entramado de prácticas cul-
turales y territorialidades que se configuran en este complejo entorno patrimo-
nial, significado como mujer y llamado por ellos: La Meche.
Para comprender la problemática del Barrio de la Merced, es necesario valo-
rar sus condiciones históricas, las características socio-territoriales, los factores
económicos y los procesos de urbanización sociocultural, ligados con la ubica-
ción y límites, que para efectos de este trabajo sólo se esbozan.
Desde hace varias décadas, el Barrio de la Merced ocupa un polígono deli-
mitado por las siguientes vialidades: al norte, Corregidora; al oriente, Francisco
Morazán y Congreso de la Unión; al sur, Fray Servando Teresa de Mier; y al
poniente, José María Pino Suárez. Se trata de un polígono cuya jurisdicción
compete a dos alcaldías (Cuauhtémoc y Venustiano Carranza) y a los dos pe-
rímetros de la zona patrimonial (A y B), con 117 manzanas y una población
aproximada de 20 mil habitantes (2010).
Al interior del barrio, existen varias discontinuidades socioespaciales, donde
se pueden distinguir tres zonas diferenciadas por los habitantes: una que llaman
“antigua” donde se localiza el exconvento de la Merced (patrona del barrio) y el
antiguo mercado; otra que llaman San Pablo (dos templos y exconvento); y la
que denominan “las naves” (del Mercado de la Merced y otros diez mercados,
a los que se deben sumar el de San Lucas y la Plaza Pino Suarez ubicados en el
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área de San Pablo). Las zonas están separadas por vialidades que desempeñan
un papel importante: Avenida San Pablo (que con trazo irregular va de este a
oeste) y separa la zona “antigua” de la de San Pablo; y Anillo de Circunvalación
(norte-sur) que separa la zona de las “naves” de las otras dos.
A la diferenciación anterior hay que agregar otras de carácter administra-
tivo: Avenida Anillo de Circunvalación es también el límite entre las dos al-
caldías, dos colonias y los dos perímetros patrimoniales del Centro Histórico
en las que se ubica el barrio: al poniente, en parte de la Colonia Centro de la
alcaldía Cuauhtémoc corresponde al perímetro “A” (zonas Antigua y San Pa-
blo) y al este, en parte de la Colonia Merced Balbuena de la alcaldía Venustiano
Carranza corresponde al perímetro “B” (Las Naves).
La fragmentación socioespacial y político-administrativa del Barrio de la
Merced es resultado de iniciativas emprendidas durante el siglo xx por los go-
biernos del Distrito Federal (hoy Ciudad de México): el ensanche de las avenidas
20 de noviembre y Pino Suarez (1934), la apertura del Anillo de Circunvalación
(1941) —uno de los primeros proyectos urbanos para aliviar la circulación vehi-
cular en la Ciudad de México— y el de Avenida Fray Servando Teresa de Mier
(1952) —que separó los mercados de la Merced y del de Sonora—; la demo-
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1 Esta cifra representa la mitad de la población total de la Ciudad de México y la cuarta parte de la
población del Área Metropolitana, en un espacio de 10 kilómetros cuadrados.
2 Datos basados en los aforos de transporte público (Metro, peseras y autobuses), sin considerar el priva-
do (automóviles y vehículos de transporte de carga), cuya referencia es el aforo de los estacionamientos
públicos (Tena y Urrieta, 2009).
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3 Marchante o marchanta en México es una persona que, al tener preferencia por un puesto, el vendedor
se hace su “marchante o marchanta”, se amarchantan. El Diccionario del Español de México (Colegio
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de México) define “marchante” como: Persona que compra habitualmente en un mismo puesto de
mercado o tienda, con respecto a quien le vende y vendedor con respecto a la persona que habitual-
mente le compra en su puesto o en su tienda. Corominas ubica la etimología de palabra marchante
(antes merchante) como un derivado de “mercado” y “merced”, hacia 1612 del francés marchand.
También resulta interesante su relación con la palabra merced, 1140, del latín merces,-êdis, “paga”
“recompensa”, de la misma raíz que mercado, comercio y mercero (p: 392).
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mancha cultural: hoy las terminales del Metro Merced y Pino Suarez son muy
concurridos y más recientemente los paraderos del Metrobús, aunque también
destacan los extremos norte y sur de Anillo de Circunvalación y, sin duda, los
ingresos por las avenidas San Pablo y Fray Servando. Otros puntos de ingre-
so y salida son los paraderos de peseras (microbuses) distribuidos en distintos
puntos del barrio, dependiendo de las rutas. También hay que observar que el
horario más concurrido es el de por la mañana —entre las ocho y la una— que
es el horario de la escuela de los niños o del trabajo de maridos e hijos mayores,
aunque eventualmente puede prolongarse unas horas, dependiendo del plan de
compras, lo que implica paradas para tomar alimentos o antojitos, ya sea en los
comedores de los mercados o en las rutas de salida, donde abundan taquerías,
torterías, juguerías y puestos de sopes.
Otra mancha cultural que se mezcla y cruza con la de las marchantas es
la que llamamos de “Los Chefs” se trata de actores “especializados” o pres-
tadores de servicio, cuyas compras son más grandes, pero sin ser mayoristas,
como son las cocineras y cocineros de fondas y restaurantes. Entre ellos los
más especializados son los chefs —que se distinguen de las multitud por sus
casacas blancas o negras—, que se trata de un grupo de actores que prefieren
surtir personalmente sus insumos y tienen identificados a sus marchantes,
incluso hacen los pedidos con antelación; usualmente llevan vehículos par-
ticulares para transportar las mercancías y desplazarse a otros mercados más
especializados, como el de La Viga, San Juan, Sonora o Jamaica, y, aunque
los pórticos coinciden, los senderos se inician en los estacionamientos de
la zona, y eventualmente la búsqueda de artículos de cocina (cacerolas, cu-
chillos, bateas, etcétera) y comedor (cubiertos, vajillas, y demás) en tiendas
especializadas de la zona.
También hay que mencionar una mancha cultural que podemos llamar del
“amor y la magia”, que, si bien se articulan con las anteriores y son parte de la
zona de las naves, aquí se configura con escenarios diversos donde destaca el
Mercado de Sonora; esta mancha cultural se forma con las prácticas culturales
de mujeres y hombres jóvenes, pero también de un selecto grupo de hombres
y mujeres adultos mayores (parteras, hierberas, curanderas(os), brujas(os), hue-
seros), y se caracterizan por la búsqueda de productos y servicios relacionados
con prácticas curativas, mágicas y mítico-religiosas de carácter popular y tradi-
cional (herbolaria, santería, espiritismo, brujería y chamanismo, entre otras),
donde destacan los “remedios para el amor”:
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Esta mancha cultural contiene una gran cantidad de significados para los acto-
res, donde casi siempre lo que está en juego es la voluntad de una persona, ya
sea para el control de la voluntad del “otro” o de “lo otro” y su destino, siempre
y cuando convenga al que busca el “remedio”, ya sea para enamorar o embrujar
a otra persona, o para quitar un hechizo o curar un “mal de ojo”, ahuyentar
a los espíritus y las envidias que acechan los negocios prósperos, el lugar de
trabajo y la casa, con plantas (sábila, por ejemplo) o agua bendita. Se trata de
prácticas muy arraigadas en las culturas populares y, como tal, la importancia
que tiene el mercado para las marchantas usuales o para los “expertos” que ha-
cen los trabajos por medio de distintos rituales:
“Por ejemplo, el pachuli’ para el amor y los siete machos, se revuelve con el ‘pachu-
li’ y se pone. Hay que ponerse tres cruces en la frente, tres en la nuca y tres en las
palmas de la mano”, explicó el brujo Carlos Córdoba (Ibidem).
Así, esta mancha que alude al “amor imposible-posible” se vincula con otra
que es más práctica y se refiere más específicamente al uso de otro recursos: el
cuerpo y el erotismo; se trata de la mancha de la “belleza”, de la que hablaremos
más adelante, pero por ahora vale la pena señar que se trata de prácticas cul-
turales definidas por cierto tipo de consumidores (hombres y principalmente
mujeres) que buscan “mejorar” o cambiar el aspecto físico, ya sea personal o de
sus clientes (cuando son dueños o empleados de un negocio de belleza). Es una
mancha cultural que se focaliza en el aspecto físico para destacar sus atributos o
inventarlos según la “moda” o las aspiraciones de los clientes, ser encantadora,
atractiva o seductora para los otros(as): pareja, novio, esposo o amante, como
parte del juego del amor romántico idealizado.
Esta mancha cultural se despliega a lo largo de la calle de Talavera, desde
República del Salvador hasta Corregidora, donde se proporcionan servicios de
corte y teñido de pelo, cejas, pestañas y uñas —naturales o postizas—, bron-
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4 También se registran cambios en las formas de violencia que ejercen los “padrotes” (lenones) sobre
las mujeres que controlan y explotan, debido al incremento de operativos y el endurecimiento de las
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causas y razones históricas que identifican al sexoservicio como parte del “bajo
mundo”, están permanentemente expuestas al abuso y la violencia de los clien-
tes, aparte de que se les ubica en lugares donde se cometen prácticas delictivas,
como el tráfico de drogas y armas, extorsión al comercio, asalto y robo.
La Merced es uno de los prostíbulos más grandes del mundo que opera las 24
horas. En este barrio de la Ciudad de México hay cerca de 3,000 mujeres laboran-
do, de la calle San Pablo hasta Corregidora. Varían en número, pero siempre hay
alguien trabajando. Aún en las noches gélidas, las más audaces visten ombligueras
y minifaldas alrededor de una fogata. El padrote, el hotelero, el cliente, los hijos
apremian y hay que satisfacerlos. El negocio da y en cantidades demenciales. El
Foro de Viena para Combatir la Trata de Personas considera que la explotación
penas desde 2014 en la Ciudad de México, donde el castigo por explotación sexual puede llegar hasta
cincuenta años. Por ello “los padrotes se las han ingeniado para recurrir menos a la violencia física y
más al convencimiento pacífico”, como el chantaje con los hijos o la exhibición con su familia para
evitar que huyan o los denuncien (Cruz, 2016).
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sexual es el tercer ilícito más lucrativo del mundo, sólo debajo del tráfico de drogas
y de armas, y que anualmente produce ganancias estimadas entre 32 mil y 36 mil
millones de dólares. En México es el segundo, sólo debajo del narcotráfico (Cruz,
octubre de 2016).
5 Una estimación general y con promedios brutos dan como resultado que cada sexoservidora tiene en
promedio al día entre cinco y diez servicios, lo que supone un ingreso mínimo que va de los 750 pesos
a los 1,500 pesos al día (noche), es decir, de 5,250 a 10,500 pesos a la semana y de 21,000 a 42,000
pesos al mes, sin contar lo que les quitan los lenones (padrotes) y otro tipo de extorsionadores.
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diez o quince minutos—, incluso varía en el costo del cuarto de hotel, y para
los más poderosos hay servicio a domicilio —individuales y colectivos—, en
hoteles y residencias fuera del barrio, o de la ciudad (Cruz, 2016).
Lo que hace del mercado del sexo en la Merced una experiencia particular es su
carácter público (callejero), desinhibido y alegre de las “chicas” (sexoservidoras),
como una forma sociocultural que detona y marca el sentido de las prácticas:
el cliente común es un hombre sensible a la ausencia del placer erótico en las
formas sociales del amor romántico (noviazgo o matrimonio) y el no sentirse
“amado” (valorado sexualmente) o en soledad; es el deseo de todo ello lo que
busca y como tal reacciona al ser interpelado con una frase seductora que lo
mira, saluda e invita: “¡Hola mi amor…!”
En esta mancha cultural, a diferencia de las otras donde las practicas están
asociadas a objetos, cosas o imágenes; aquí las prácticas culturales están enfo-
cadas a personas y al imaginario del placer erótico que buscan principalmente
hombres; por ello, la mancha cultural se conforma por el entrecruzamiento de
dos “tipos” de actores básicos: los clientes (marchantes o frecuentadores) y las
“chicas” (sexoservidoras) o como les llamamos siguiendo su referente prehispá-
nico: las “alegres” (ahuaianime en náhuatl).
El escenario de las prácticas culturales vinculadas al sexoservicio en la Mer-
ced, no sólo se caracteriza por los lugares donde se localizan las sexoservidoras
—como se muestra en los planos— sino por las discontinuidades socioes-
paciales que conforman, ya sea por las diferencias que presentan los grupos
de mujeres atendiendo a los lugares que les asignan los lenones (padrotes),
los tratos que tienen con los hoteles, la edad, la hora o bien por la preferen-
cia-personal o de grupo —de determinados lugares para atraer a cierto tipo
de clientes y ocuparse.6 Esto remite a una diferenciación del espacio y del am-
biente que se genera por la presencia de grupos de mujeres que ya tienen “su
lugar”, lo que genera una marca de apropiación y territorialización visible para
los “entendidos” (frecuentadores) y una manera particular en que se organiza
el espacio.
6 Cabe señalar que hasta ahora esta información se basa principalmente en registros de observación, en
registros de otros estudios y en la documentación periodística, debido a que por la pandemia no ha
sido posible realizar un trabajo de campo más exhaustivo. Sin embargo, existen testimonios de clientes
y sexoservidoras que son muy valiosos para entender los proceso y las prácticas (Goded, 2016).
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7 Una idea de cómo eran las “pasarelas de Manzanares” se puede apreciar en el video con información
oficial: https: //m.youtube.com/watch?v=C4QasQ5ryuc, Además existen en la literatura y en la tra-
dición oral del barrio una gran cantidad de leyendas sobre mujeres que han hecho historia por su be-
lleza, sensualidad o calidad humana, como “La Suspiros”, ahora colaboradora de Brigada Callejera de
Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” fundada hace treinta años (Ver: Humberto Ríos Navarrete, 2016,
en https: //www.milenio.com/estados/la-suspiros-y-otros-personajes-de-la-merced); o la impactante
historia real de Jorge Riosse, el asesino serial de trece sexoservidoras de la Merced entre 1991 y 1993,
llevada al cine (ver: https: //www.infobae.com/america/mexico/2020/01/29/quien-fue-jorge-rios-
se-el-asesino-serial-de-prostitutasde-la-merced/)
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8 Al respecto, se puede consultar el video: El Otro México: El callejón de la Belleza. 2017, en https://www.
youtube.com/watch?v=3utjvS8tFxc
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Bibliografía
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