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Territorio, espacio

público y género
Perspectivas urbanas para la igualdad sustantiva
Territorio, espacio
público y género
Perspectivas urbanas para la igualdad sustantiva

Lina María Arias Saldaña


Eréndira Álvarez Morales
Ricardo Antonio Tena Núñez
(coordinadores)
Van Ostade núm. 7, Alfonso XIII, 01460,
México, Ciudad de México.

Primera impresión: 2021

Territorio, espacio público y género, perspectivas urbanas para la igualdad sustantiva

Coordinadores: Lina María Arias Saldaña, Eréndira Álvarez Morales y


Ricardo Antonio Tena Núñez
Cuidado de la edición: Adlaí Navarro García
Diseño de portada: Intervención de Bernardo Navarro sobre obra de Tonatiuh Santiago Pablo
Diagramación: Rafael Franco Calderón

ISBN: 978-607-8789-06-1

D.R. © Ediciones Navarra


Van Ostade núm. 7, Alfonso XIII,
01460, México, Ciudad de México

www.edicionesnavarra.com
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www.edicionesnavarra.tumblr.com
@Ed_Navarra

Queda prohibida, sin la autorización escrita del titular de los derechos, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Impreso y hecho en México.


Índice

Introducción | 9
Lina María Arias Saldaña y Ricardo A. Tena Núñez

1. La compleja relación entre urbanismo y género | 17


El espacio donde respiramos y el género: relaciones de poder en los espacios
públicos y privados | 19
Margarita Dalton Palomo

Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización


sociocultural | 25
Ricardo Antonio Tena Núñez

Equipamiento urbano de salud, un elemento de integración o segregación


socioespacial | 53
Carlos Antonio Mata Rodríguez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

2. Relación género-patrimonio urbano, un proceso de resignificación | 63


Políticas urbanas y conflicto por el territorio: identidad y exclusión en ba-
rrios originarios. Xoco en Ciudad de México | 65
Ireri Niño Martínez

Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.


Una mirada desde el arte y la perspectiva de género | 73
María Guadalupe Valiñas Varela

Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos de


construcción y preservación del patrimonio | 91
Eréndira Álvarez Morales

La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público


patrimonial | 104
Veronica Zalapa Castañeda

3. La violencia como punto focal en la ruptura entre género y ciudad | 125


La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio la Alameda Central
de la Ciudad de México | 127
Elsa Leyva Hernández

Transición urbana, violencia y género | 142


Felipe Heredia Alba
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo
de las mujeres | 164
Sheila Asnet Espinosa Cortés

Repensar la violencia de género en el espacio público.


Mirada desde Ecatepec | 179
Alejandra Calva Avalos

4. Sexualidad y género: dicotomía en el espacio público | 207


Sexualidades, género y espacio público | 209
Jessica Reyes Sánchez

La desheterosexualización de la Ciudad de México | 224


Michaela De Marco

5. Apropiación: de la participación individual a la colectiva | 257


Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo
de la Ciudad de México | 259
José Luis Anaya Alpide

Apropiación del espacio público en la migración desde una perspectiva


de género | 273
Homero de Jesús Angeles de Paz

Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas | 295


Lina María Arias Saldaña

6. Género y ciudad a través de la manifestación cultural | 321


La mujer y la Ciudad de México en la literatura de finales del siglo XX
e inicios del siglo XXI | 323
Ulises Paniagua Olivares

Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el Festival


de Cultura Musical Vive Latino | 347
José Antonio García Ayala

Semblanzas | 361
Introducción

Por primera vez, el Seminario Departamental de Urbanismo del Programa de


Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo del Instituto Politécnico
Nacional encaró el desafío de abordar el complejo tema de “la perspectiva
de género” en los estudios urbanos, gracias a la iniciativa impulsada por las
alumnas del Taller de Ciudad y Cultura,1 con la participación de los Talle-
res de Espacio Público, Ordenamiento Territorial y Planeación Urbana, a la
que sumaron invitadas como ponentes externos,2 cuyos resultados se plasman
en esta publicación, de la que esperamos mayores frutos y contribuciones a
nuestras disciplinas, tan necesarias a la sociedad, pero tan afectadas por las
ideologías dominantes.
También hay que señalar que esta iniciativa se inscribe en una coyuntura
particular que destaca por la intensificación de la violencia contra las mujeres y,
en respuesta, el creciente reclamo e indignación que ha generado una protesta
social vigorosa y legítima contra un régimen patriarcal cada vez más injusto,
autoritario y perverso, que burla las disposiciones legales, judiciales, adminis-
trativas y organizativas, generadas en las últimas décadas a favor de los dere-
chos de la mujer en los diferentes ámbitos sociales (públicos y privados), y aun
en las instituciones de educación superior, de las que somos parte.3 De igual
forma, hay que añadir que el trabajo del Seminario se dio en el contexto de la
pandemia covid-19, donde una parte se realizó a distancia, dejando otra gran
experiencia que aún falta valorar, preferentemente con perspectiva de género.
Con lo anterior, el abordaje académico del tema proviene de diversos es-
tímulos críticos —la mayoría procedentes del feminismo y los estudios de gé-
nero— que han interpelado desde hace décadas a diferentes disciplinas y, en

1  Las alumnas son arquitecta Lina Arias Saldaña, ingeniera arquitecta Alejandra Calva Avalos, ingeniera
arquitecta Ireri Niño Martínez, arquitecta Eréndira Álvarez Morales e ingeniera arquitecta Elsa Leyva
Hernández.
2  Se trata de las maestras Sheila A. Espinosa de la uam-Xochimilco, Jessica Reyes del cinvestav y la
doctora Margarita Dalton Palomo del ciesas-Oaxaca.
3  Entre las demandas feministas más significativas se aprecian en movimientos como: “#Metoo” (Yo
también) iniciado en 2017, en los “tendederos” de denuncia de acoso sexual en las escuelas desde
2019 —año que en México se reportaron más de 23 mil casos—; y particularmente en las grandes
manifestaciones de los días 8 y 9 de marzo de 2020, en muchas ciudades de México.
Lina María Arias Saldaña y Ricardo A. Tena Núñez

particular, al urbanismo, donde han sido poco estimados;4 por ejemplo, no han
sido considerados al valorar las persistentes crisis urbanas en su interpretación
teórica, ausencia que es parte de la inconsistencia, simplicidad y fragmenta-
ción de las concepciones urbanas, ya que constituye un vacío importante en
el debate epistemológico (por ejemplo, sobre los nuevos paradigmas), o entre
las visiones que dominan en la disciplina (progresistas y culturalistas), en las
escalas del análisis urbano (macro, meso y micro), así como en la consideración
del territorio y sus distintas dimensiones (históricas, jurídico-políticas, ideoló-
gicas, económicas, culturales, geográficas, ambientales). Carencia que, paradó-
jicamente, no ha impedido que en los últimos años se incluya la perspectiva
de género en la legislación y en algunas iniciativas de planeación, de gestión e
intervención territorial (rural y urbana).5
Esta situación obliga a reflexionar sobre la brecha que separa al urbanis-
mo —como disciplina— de las iniciativas gubernamentales, empresariales o
sociales que se emprenden a su nombre, ya sea como parte de la gestión, la
intervención y las prácticas, y que, como tal, son parte de su objeto de estudio,
como se puede ver al valorar la gran ausencia de la perspectiva de género en los
estudios urbanos.
En nuestro caso, asumimos que ha sido un proceso lento y discontinuo,
basado en la construcción transdiciplinaria de una postura crítica y autocrítica,
que ha requerido encarar la incertidumbre y no pocos obstáculos epistemológi-
cos para operar bajo nuevos paradigmas, como el enfoque de Proyecto Urbano,
el concepto de urbanización sociocultural y la teoría de los Sistemas Complejos,
con los cuales ahora buscamos a analizar la ciudad con perspectiva de género.
En este proceso podemos referir algunos antecedentes de aproximación al
tema, en dos vertientes. Por un lado, la reflexión sobre las revoluciones del siglo

4  De los pocos autores que refieren aspectos de género en los estudios urbanos destaca Carlos García
Vázquez (2004): “La ciudad de los diferentes; la ciudad de las mujeres”. En México, entre los primeros
estudios sobre la “mujer y la ciudad”, destacan los realizados por el Observatorio Urbano de la Ciudad
de México (ocim), el Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos, AC (cenvi) y la uam-Azcapotzalco,
publicados entre 1990 y 1999 (Sánchez Mejorada y Herrasti, 1999).
5  Si bien la lucha feminista en México tiene importantes antecedentes (Galeana, 2017), es a partir de
los foros internacionales (onu: 1952, México, 1975; cedaw 1979, Beijín 1995) cuyas recomenda-
ciones comprometen a los gobiernos en la adopción de iniciativas en favor de la igualdad sustantiva
para eliminar la violencia contra las mujeres, así como para incluir la perspectiva de género en la
legislación, como en la Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo
Urbano (2016), en la Constitución de la Ciudad de México (2017), o en modelos como las llamadas
“ciudades incluyentes y seguras”, con medidas referidas al transporte, el espacio público y la vivienda
(INNOVA, 2019).

10
Introducción

xx y las condiciones prevalecientes después del movimiento estudiantil de 1968


—donde cobraron fuerza las consignas de “liberación femenina”, vinculadas al
debate sobre los derechos de las mujeres y de los homosexuales—, y, por otro
lado, la apertura de trabajos de investigación en materia de antropología urba-
na —que, en nuestro caso, abrió una ventana crítica a las hipótesis culturales
del proceso de urbanización y la relación campo-ciudad, primero, centrado en
el estudio de la vivienda y los barrios en poblados rurales, y luego, en la Ciu-
dad de México—, con una perspectiva de Proyecto Urbano sobre los procesos
socioculturales en los barrios de Los Ángeles (1991) y La Merced (1999), con
miras a la participación ciudadana y con ello, de la mujer.6
En un segundo momento, ya como parte de los estudios sobre la dimen-
sión cultural de la ciudad, surgen nuestras primeras exploraciones sistemáticas
con temas de género, vinculadas a trabajos de tesis propuestos por alumnas del
programa de maestría —pioneras del tema en nuestra escuela—: son las tesis
de Gabriela Loaeza Díaz (2011), “Espacio urbano, género y vida cotidiana.
Urbanización sociocultural y el ama de casa en la colonia Jardín Balbuena”; la
de Andrea Dolores Alderete Islas (2013), “Género, violencia e imaginarios del
miedo en el espacio público. La percepción de los feminicidios en la colonia El
Molinito”; y la de Jessica Reyes Sánchez (2014), “Espacio público y circuitos
de encuentro sexual en la Ciudad de México”.
En forma paralela, en proyectos de investigación y en otras tesis incluimos
una mirada más atenta a las expresiones y prácticas socioculturales de mujeres y
personas con diversas preferencias sexuales, al estudiar, por ejemplo, el tiempo
libre en la configuración de pedazos de barrio, manchas, circuitos y paisajes
culturales, en el espacio público y en equipamientos de la Ciudad de México,
en estudios de centros comerciales y pasajes, en la Zona Rosa y barrios como
Santa María la Ribera y La Merced, espacios públicos como la Alameda Central
y la plaza Garibaldi en el Centro Histórico, entre otros.
En 2019, a iniciativa de la doctora Guadalupe Valiñas Varela y de las alum-
nas del taller, encaramos el reto de realizar un proyecto de investigación para es-
tudiar el Centro Histórico de la Ciudad de México con perspectiva de género,
articular trabajos de tesis y abrir el debate en otros espacios académicos, como
el Seminario Departamental de Urbanismo y el taller de “Movilidad Interna-

6  El caso de la conferencia “Sexo-Derecho-Estado” (Tena y Bañuelos, 1984, fm, unam); a los talleres
de investigación sobre “Vivienda tradicional” en Malinalco y Tepoztlán (enah, 1985-1991). Las in-
vestigaciones de los barrios: Los Ángeles (1991, Rafael López Rangel) y La Merced (1999, Salvador
Urrieta García).

11
Lina María Arias Saldaña y Ricardo A. Tena Núñez

cional sobre Género y Patrimonio” organizado en la Facultad de Arquitectura


de la unam, en 2020, entre otros.
En relación con el Seminario Departamental de Urbanismo desarrollado en
la Maestría en Ciencias en Arquitectura y en Urbanismo de la esia Tecamachal-
co del Instituto Politécnico Nacional de México, y en su ejecución durante el
primer semestre de 2020 donde se desarrollaron diferentes sesiones en torno a
la temática propuesta por el taller de Ciudad y Cultura a través de los conceptos
de territorio, espacio público y género, nace esta compilación con 18 contribu-
ciones donde los diferentes autores abordan el género desde diferentes perspec-
tivas, las cuales agrupamos en seis apartados con base en su afinidad temática.
El primer apartado, “La compleja relación entre urbanismo y género”,
aborda algunos problemas teóricos y prácticos que enfrentan las teorías ur-
banas para valorar el feminismo y la pertinencia de incorporar los estudios de
género. Este apartado pretende abrir un debate singular y está conformado por
tres trabajos: “El espacio donde respiramos y el género: relaciones de poder en
los espacios públicos y privados”, de Margarita Dalton Palomo, invitada del
ciesas Unidad Pacífico-Sur (Oaxaca), plantea una amplia reflexión en torno al
género y como éste se relaciona con las diferentes escalas urbanas y, a su vez, en
la dicotomía de espacio público y espacio privado. “Territorio, ciudad y géne-
ro. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural”, de Ricardo Antonio
Tena Núñez, coordinador del Taller de Ciudad y Cultura, aborda la reflexión
entre los conceptos de ciudad, cultura y género, retoma los antecedentes de
la investigación urbana, la dimensión cultural de la ciudad y el concepto de
urbanización sociocultural. Por último, “Equipamiento urbano de salud, un
elemento de integración o segregación socioespacial”, de Carlos Antonio Mata
Rodríguez y Delia López-Araiza Hernández del Taller de Ordenamiento Te-
rritorial, considera los equipamientos y cómo son impactados desde las luchas
sociales y el género.
En el segundo apartado “Relación género-patrimonio urbano, un proceso
de resignificación”, se abordan el impacto y las relaciones engendradas desde
el género en el patrimonio urbano, además de que propone una reflexión en
torno al patrimonio y cómo se manifiesta en los diferentes roles de género. En
este apartado se presentan cuatro trabajos: “Políticas urbanas y conflicto por
el territorio: identidad y exclusión en barrios originarios. Xoco en Ciudad de
México” de Ireri Niño Martínez del Taller de Ciudad y Cultura, que reflexio-
na respecto de las relaciones de poder, la gentrificación y la apropiación social
en un barrio originario en la Ciudad de México; “Complejidad urbana, arqui-

12
Introducción

tectura y patrimonio desde la perspectiva de género en el Centro Histórico de


la Ciudad de México” de María Guadalupe Valiñas Varela, docente del Taller
de Ciudad y Cultura, en el cual reflexiona sobre la relación que mantienen
las manifestaciones sociales y las expresiones artísticas que se configuran a
través del grafiti y las esculturas como clamores sociales; “La conservación
del patrimonio desde una perspectiva de género. La presencia y labor de la
mujer en los procesos del patrimonio” de Eréndira Álvarez Morales del Taller
Ciudad y Cultura, donde hace un recorrido por los términos de género y pa-
trimonio, en la búsqueda de visualizar la relación constante entre ambos, en la
determinación de los roles impuestos, heredados u obviados en las relaciones
de género y cuál ha sido el papel de la mujer en la preservación y creación
del patrimonio, y, por último, “La resignificación de la mujer en el espacio
patrimonial” de Veronica Zalapa Castañeda del Taller Espacio Público Patri-
monial, el cual propone diferentes ángulos para comprender la participación
femenina en la conservación del patrimonio además de establecer como éste
se resignifica por las mujeres.
El tercero apartado titulado “La violencia como punto focal en la ruptura
entre género y ciudad”, considera cómo el concepto de violencia es significado
y resignificado desde una perspectiva de género y que, además, impacta en
que las personas identificadas desde géneros no privilegiados se enfrenten a
reacciones y acciones dentro de la ciudad. En este apartado presentamos cua-
tro trabajos: “La noche en el espacio público, género y recorridos” de Elsa
Leyva Hernández del Taller de Ciudad y Cultura, donde aborda la dicotomía
día/noche reflejando los imaginarios de la ciudad nocturna y cómo éstos son
percibidos; “Transición urbana, violencia y género” de Felipe Heredia Alba,
docente del Taller de Ciudad y Cultura, quien expone una reflexión entre la
construcción histórico-social y urbana relacionando los conceptos género y
violencia; “Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo
de las mujeres” de Sheila Asnet Espinosa Cortés, invitada de la uam Xochimil-
co, quien reflexiona sobre la violencia y el miedo, factores que repercuten en
las decisiones y acciones de las mujeres dentro de la ciudad, y, finalmente, “Re-
pensar la violencia de género en el espacio público” de Alejandra Calva Avalos
del Taller de Ciudad y Cultura, quien comparte una interesante reflexión sobre
el ejercicio conceptual y práctico de la violencia de género.
El cuarto apartado, titulado “Sexualidad y género: dicotomía en el espacio
público”, aborda cómo la sexualidad y el género como dicotomía se desdibuja
en el espacio público y establece roles de género. Aquí se exponen dos traba-

13
Lina María Arias Saldaña y Ricardo A. Tena Núñez

jos: “Sexualidades, género y espacio público” de Jessica Reyes Sánchez invitada


del cinvestav, propone una reflexión sobre el urbanismo y su relación con el
cuerpo y la sexualidad, explorando diversos aspectos de las practicas urbanas; y
“La desheterosexualización de la Ciudad de México” de Michaela De Marco,
invitada del Programa de Doctorado, aborda las problemáticas de la comuni-
dad lgbtqi+, y muestra cómo, a pesar de los esfuerzos estatales, aún se vive
discriminación para ellos, lo que implica replantearse la ciudad desde una pers-
pectiva que elimine su carácter heterosexual dominante.
El quinto apartado titulado “Apropiación: de la participación individual a
la colectiva”, reúne trabajos relativos a los procesos de apropiación territorial
en la ciudad y cómo permea a través del género: “Espacio público, género y
civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México” de José Luis
Anaya Alpide del Taller de Espacio Público Patrimonial, donde busca definir
el papel de la mujer en el espacio público, tomando como referencia la marcha
de las mujeres del 8 de marzo de 2020; “Apropiación del espacio público en la
migración desde una perspectiva de género” de Homero de Jesús Angeles de
Paz del Taller de Espacio Público Patrimonial, en el cual analiza las tensiones
por el uso y apropiación del espacio público y su relación e impactos desde
la migración y el género, y al final, “Apropiación colectiva, espacio público y
movimientos feministas” de Lina María Arias Saldaña del Taller de Ciudad y
Cultura, trabajo que aborda el problema de las prácticas urbanas colectivas de
las mujeres, como un instrumento necesario para entender cómo las manifesta-
ciones femeninas resignifican y feminizan el espacio público.
Finalmente, el sexto apartado que titulamos “Género y ciudad a través de
la manifestación cultural”, trata de la relación e injerencia del género en la ciu-
dad y cómo se expresa a través de las manifestaciones culturales. Este apartado
cuenta con dos trabajos: “La mujer y la Ciudad de México en la literatura de
finales del siglo xx e inicios del siglo xxi” de Ulises Paniagua Olivares, invitado
del programa de doctorado, es un trabajo que busca establecer algunos ante-
cedentes y actualizaciones en cuanto a la visión femenina de la capital y sus
procesos de transformación urbana en distintas obras literarias —contrapuestas
entre el feminismo y la “dominación masculina”—, y, por último, “Escenarios
de entretenimiento masivo, género y equidad en el Festival de Cultura Musical
Vive Latino”, de José Antonio García Ayala, docente del Taller de Ciudad y
Cultura, el cual se propone la reflexión sobre las diferencias y similitudes de
la equidad de género contextualizado en el Festival de Cultura Musical Vive
Latino que se celebra en la Ciudad de México.

14
Introducción

Estos trabajos son testimonio de una reflexión colectiva sobre el territorio,


espacio público y género, donde afloran perspectivas urbanas para la igualdad
sustantiva; es, sin duda, una iniciativa que aboga por incluir la perspectiva de
género en los estudios urbanos, ya que enriquece y complementa las anterio-
res. Además, permite abordar nuestro objeto de estudio: la ciudad, con un
nuevo enfoque para incluir, visibilizar y acompañar los procesos urbanos de
los menos representados en ella: a los “otros” que se ven como contrapuestos
al usuario tipo.7

Lina María Arias Saldaña y


Ricardo Antonio Tena Núñez
Septiembre de 2020
(año de la pandemia covid-19).

7  Identificado desde la epistemología feminista como el hombre blanco, heterosexual, saludable y activo
económicamente.

15
Las mujeres dominan la plaza. ratn. Puebla, Puebla, 2016.

1. La compleja relación entre


urbanismo y género
El espacio donde respiramos y el género:
relaciones de poder en los espacios públicos y privados
Margarita Dalton Palomo

Preámbulo

Hablar de centros urbanos y género es un tema extraordinariamente amplio.


El género está dondequiera que existan hombres y mujeres interrelacionados.
Todo lo referido al género conciernen a la vida cotidiana, la casa, el campo y
la ciudad.
El primer gran tema es un problema binario; “espacio público, espacio pri-
vado”. Éste es a la vez un tema transversal al comportamiento del núcleo fami-
liar y político.

El feminismo ha construido nuevas categorías de análisis

A través de una crítica pertinente y razonada, en antropología, sociología, his-


toria, el feminismo ha desmontado viejos postulados teóricos sobre lo que sig-
nifica ser hombre y ser mujer, a partir de preguntas lógicas como, por ejemplo,
¿es la mujer a la naturaleza lo que el hombre a la cultura?, y la respuesta ha sido
contundente: tanto hombres como mujeres están relacionados con la naturale-
za y ambos han producido cultura y civilización.
En la segunda ola del feminismo, Kate Millet, Joan Scott, Sherry Ortner y
muchas feministas académicas denunciaron, a través de sus trabajos de investi-
gación, la existencia de un sistema patriarcal, androcéntrico y discriminatorio,
que había excluido a las mujeres de la toma de decisiones, así como de la postu-
lación de teorías que explicaban relaciones humanas y conductas, y cuando las
incluían, las consideraban envidiosas, chismosas, débiles e incapaces de generar
conocimiento. Estas teorías crearon, así, formas de pensar e ideologías exclu-
yentes y discriminatorias.
Margarita Dalton Palomo

En 1970, Gayle Rubin construyó la teoría del sexo/género. Tras analizar a


Hegel, Marx, Levi-Strauss y Freud, pensadores del siglo xx, demostró que éstos
subestimaron a las mujeres o las excluyeron de sus teorías. Señaló que, aun-
que aceptadas como conocimiento verdadero, estas teorías son reduccionistas,
porque descartan a las mujeres —la mitad de la humanidad—, y, por tanto,
cuestiona su validez científica.
A partir del movimiento feminista, y de estos trabajos, surge la categoría
de género. Al inicio, hablar de género se refería sólo a hombres y mujeres. Esto
significaba una forma binaria de entender el género, pero ello cambio poco a
poco. Esto no ha sido accidental, pues implican demandas sociales de recono-
cimiento, que han prevalecido en el cambio del concepto de género.
Una de las demandas ha respondido a la persecución de homosexuales. En
varias ciudades del mundo se ha reconocido el 28 de junio como el “Día del
orgullo gay”, en memoria de cuando la policía irrumpió en un bar gay de Nueva
York, en 1969. Apenas se conoció este acontecimiento, iniciaron las protestas y
manifestaciones en Estados Unidos, primero, y, después, en otros países.
Las demandas sociales de los homosexuales, lesbianas, transgéneros, como
de las feministas y todas las que denuncian el racismo, el sexismo, el clasismo y
el neocolonialismo han permitido cambios en el pensamiento, las leyes y en el
concepto de “género” o “perspectiva de género”.
Pensar en género es pensar en una diversidad múltiple de personas. Si pen-
samos que género es sólo mujeres, o mujeres y hombres, estamos limitados; si
pensamos que también son personas clasificadas por su opción sexual o per-
formativa se abarca los derechos humanos de cualquier persona viva. Encon-
tramos que ciertos discursos sobre los cuerpos afectan las identidades de las
personas, sean de diferentes razas, clases sociales u opciones sexuales. Lesbianas,
gays, bisexuales, transgéneros, transexual, travesti, intersexual, queer, todas estas
identidades garantizan la libertad de romper con esquemas y patrones genéri-
cos y realizar sus opciones identitarias.
Todos tienen derechos y éstos han sido establecidos por la convención in-
ternacional de los derechos humanos, establecida como norma por las Nacio-
nes Unidas.

¿Cómo afecta la ideología y el mal llamado sentido común?

Una vez popularizadas, las ideas androcéntricas se vuelven parte del sentido
común que, aceptado como denominador común, establece juicios de valor

20
El espacio donde respiramos y el género:
relaciones de poder en los espacios públicos y privados

sobre las personas, estableciendo el qué, cómo, cuándo y dónde se puede ac-
tuar y ejercer un oficio, trabajo, religión, opción sexual o identitaria y opinión.
Es una forma de esquematizar el comportamiento de las personas. Por tanto,
establece de forma subjetiva el prestigio, la dignidad y el reconocimiento social.
Sin duda, se reconoce el peso de la ideología en los juicios de valor (Van
Dijk, 2000).
Los juicios de valor involucran la construcción subjetiva en psicología, so-
ciología, historia y arquitectura. Las concepciones acerca de las necesidades
humanas en ciudades, viviendas, lugares de recreación, en muchas ocasiones
son pensadas desde el androcentrismo y no resuelven los espacios de acuerdo
con las necesidades de quienes van a ocupar los espacios. Debido a los roles
sexuales, hombres y mujeres ocupan espacios diferenciados en la casa y pocas
veces se consideran las necesidades de las mujeres. Un ejemplo: en las viviendas
populares, los espacios de cocina, sala, recámaras, no están pensados para quien
los ocupa; así, en muchas ocasiones, a la cocina se le da un espacio mínimo.

Edificios como metáfora de cuerpos

Al analizar los roles sexuales, no se puede por menos que pensar en el cuerpo.
Así, mediante la crítica a ciertas habitaciones, viviendas, casas, por la confor-
mación de los espacios, el cuerpo se vuelve una nueva categoría de análisis para
tomarse en consideración cuando se va a construir un espacio arquitectónico.
La construcción de los roles sexuales está vinculada, sin duda, a las funcio-
nes biológicas de hombres y mujeres. La capacidad de gestación de las mujeres
ha sido el origen de la división del trabajo, que en la prehistoria podía tener un
sentido, pero no en la actualidad. La paternidad responsable ha sido impulsada
por el feminismo, pues ha demostrado que los trabajos de cuidado pueden ser
ejercidos también por los hombres, ya que este trabajo no es biológico sino so-
cial. Así, los roles sexuales, o los estereotipos, se vuelven caducos, porque no ex-
presan en realidad la urdimbre y el entramado de los comportamientos sociales.
Para explicarlo mejor, falta algo importante: el papel que desempeña el po-
der y la dominación. Para esto es importante tomar en cuenta la construcción
de ciertos dispositivos en las redes del poder, “…como observó Foucault, se
caracteriza por ser una red de relaciones heterogéneas (discursos, instituciones,
arquitecturas, reglamentos, enunciados científicos, etcétera), en la que el pro-
pio dispositivo es el que establece la naturaleza del nexo de la red, el nexo que
liga a todos los elementos heterogéneos” (Arranz, 2015: 59).

21
Margarita Dalton Palomo

Por otra parte, en las relaciones sociales se han establecido actitudes varia-
bles, no sólo en cuanto al género y los roles sociales, sino en cuanto a la diferen-
ciación según la clase, raza y situación geográfica, puesto que todo esto afecta
la agencia de transformación y cambio. Bourdieu habla del habitus, como un
aprendizaje inconsciente, interno y externo; “como matriz estructurante de las
percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes de cara a una coyun-
tura o acontecimiento y que él contribuye a producir” (Bourdieu, 1972: 178).
El conocimiento de estos conceptos y las teorías que los sustentan ayudan
a quienes se dedican a la construcción a añadir valor a sus diseños técnicos de
estructuras más orgánicas. Es bueno recordar que “Un factor fundamental en
la teorización del habitus es su relación con el cuerpo: el habitus se aprende
mediante el cuerpo —se incorpora—: mediante un proceso de familiarización
práctica, que no pasa por la conciencia, con un universo de prácticas” (Bour-
dieu, 1980: 117).

El espacio y tiempo del ser humano: mujer y hombre

Una ciudad o un centro urbano no es lo mismo para un hombre que para una
mujer. Recapacitar sobre los varios tipos de mujeres, por clases, etnias, edades,
colonias y opciones sexuales y el habitus de sus orígenes. Cuando se habla del
espacio público se piensa en varones y respecto del espacio privado se piensa en
mujeres. Este condicionamiento hace mella en actitudes y pensamientos. Sin
ir más lejos, en la lengua castellana, al asociar una mujer al espacio público, se
la llama “mujer pública” y cuando se asocia a un hombre al espacio público se
le llama “hombre público”. No cabe duda que los dos significados tienen dis-
tintas apreciaciones subjetivas. Una mujer de la calle, mujer pública, significa
una prostituta; un hombre de la calle, un hombre público, es un gobernante,
o funcionario que gobierna. Este sencillo ejemplo nos habla de una forma de
pensar, de una ideología androcéntrica.
Si pensamos en los condicionamientos sociales de las mujeres, encontramos
que, para ellas, una serie de prescripciones tiene que ver con los espacios. Una
mujer sola en la calle puede provocar acoso o hasta violencia. Por lo mismo,
a la mujer se la conmina a no salir de noche y a tener mucho cuidado, lo cual
produce un temor inscrito en el aprendizaje de la identidad, en su habitus
interno que se proyecta hacia el exterior. Se añaden las experiencias dolorosas
personales o relatadas de violaciones y feminicidios. En resumen, una ciudad
tiene dos espacios: uno de noche y otro de día.

22
El espacio donde respiramos y el género:
relaciones de poder en los espacios públicos y privados

Frente a la violencia que permanece en las ciudades, la precaución y el mie-


do, en medio de la incertidumbre, son compañeros importantes de las mujeres.
Miedo a la violación, a la muerte y al despojo. El miedo que perpetúa la inesta-
bilidad emocional, y se piensa que la noche se hizo para los hombres

El poder está en las manos de quienes construyen

Lo que no se nombra no existe. De ahí que la historia de las mujeres ha sido in-
visibilizada por muchos siglos. ¿Qué ideas existen detrás de una construcción?
¿Cuáles son los contenidos de su percepción? ¿Cuál es la ideología de quien
construye? Cuando en el siglo xv, Christine de Pizan escribe La ciudad de las
damas (Le livre de la cité des dames, de 1405), no era una ciudad como podemos
imaginar hoy, sino una colección de historias de heroínas del pasado. Pero fue
una forma para establecer la valía de las mujeres. Utilizando el título de Pizan
como una metáfora, podemos pensar que “la ciudad de las mujeres debe ser
una donde las mujeres se sientan seguras”, donde no exista temor al salir a la
calle de noche.
Quien nombra, tiene poder. Definir la función de un espacio empodera a
quien lo hace. Diseñar es pensar, imaginar, crear y no se hace en el vacío. Quien
lo hace, ejerce su conocimiento y su poder, sus valores, juicios y prejuicios.
Quien construye un edificio, un área urbana, un parque, una plaza, tiene poder
y éste puede ser autocrático o democrático; es decir, impositivo o, por el contra-
rio, basado en la opinión de quienes van a utilizar la casa, el edificio, la ciudad.
Para todas las ciencias, incluyendo la arquitectura e ingeniería, debería ser im-
portante pensar en el género, cuando se inicia un proyecto. Por experiencia he visto
que se construyen cocinas donde el lavatrastos, la estufa y varias áreas, miran a una
pared desnuda en vez de a una ventana. ¿Qué significa esto, si se piensa en la fun-
ción de la cocina y que quien la ocupa la mayor parte del tiempo son las mujeres?
El feminismo ha hablado mucho sobre que vivimos en una sociedad pa-
triarcal. Pater, padre, patriarca, patrimonio, patrimonial… Cómo se mantiene y
construye la ideología. Al reproducir ideas que conservan el statu quo, parecería
no logramos liberar de “dispositivos”, habitus, y agencias que construyen modelos
patriarcales. Estamos en un mundo con una mentalidad patriarcal. No se puede
negar. Sin embargo, estamos también en un periodo de transición hacia nuevas
mentalidades, hacia nuevos modelos arquitectónicos más acordes con las necesi-
dades del planeta y de todos y todas las humanas. En el siglo xxi se están vislum-
brando nuevos contenidos de cambios sustanciales para la convivencia humana.

23
Margarita Dalton Palomo

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24
Territorio, ciudad y género.
Una perspectiva desde la urbanización sociocultural
Ricardo Antonio Tena Núñez

Género y ciudad ¿desde dónde?

Estudiar el “género” y su relación (implicación) con la ciudad es un desafío


que no todos los investigadores están dispuestos a asumir; unos porque carecen
de conocimientos (herramientas) para ello; otros porque desprecian el tema
por “feminista” y prefieren ignorarlo; algunos otros, porque se resisten a salir
de la “zona de confort” creada en sus respectivas especialidades; y otros tantos
porque el tema carece de “estímulos” (financiamiento, puntos, contratos de
obra…); además, aun no es exigencia del urbanismo —como en su momento
fue la pobreza, la modernidad, el cambio social, la reconstrucción, el desarrollo
económico y la sustentabilidad—; además, el urbanismo es una disciplina que
se caracteriza por la heterogeneidad de concepciones y diversidad de enfoques,
incluso para concebir y delimitar su objeto de estudio (la ciudad, lo urbano),
sus teorías, métodos, modelos analíticos; lo que afecta su sentido práctico: ha-
cer ciudad (urbanizar), ligado usualmente al poder (económico, político y pa-
triarcal) del Estado, y con ello a la crisis urbana.
De esta forma, estudiar la ciudad con perspectiva de género depende en
gran medida de las motivaciones teórico-prácticas de las y los investigadores y
de la voluntad de asumir un nuevo compromiso social vinculado al feminismo,
ya que implica introducir cambios significativos en los estudios que se realizan.
Aunque sólo se pretenda generar un movimiento simple (como agregar la “va-
riable de género” a los estudios urbanos), ocasiona cambios en la investigación,
en objetivos, hipótesis, procedimientos, datos, resultados y consecuencias, o,
bien, que se aspire a emprender un trabajo de mayor calado y complejidad
(problemas epistemológicos, alcances explicativos del urbanismo, implicacio-
nes prácticas, etcétera). Este alcance tiene implicaciones significativas, como
Ricardo Antonio Tena Núñez

“impensar la ciudad” (López Rangel, 2008), que apuntan a la emergencia de


paradigmas que afectan a la disciplina en tanto conocimiento de la ciudad,
como a las condiciones y formas de vida urbana.
Entre estos dos extremos de las motivaciones para abordar el tema del géne-
ro en los estudios urbanos, ya sea para documentar algún problema o para pro-
blematizar la disciplina, es necesario, al menos, brindar un encuadre de cómo y
desde dónde se concibe y define cada uno de estos conceptos (ciudad y género),
para vislumbrar su complejidad histórica y los dispositivos que operan en sus
respectivos cuerpos teóricos (metodológicos y prácticos), identificar puntos o
áreas de cruce, las maneras en que se afectan (determinan) mutuamente y las
consecuencias (efectos e implicaciones) de esa compleja relación.
Por lo anterior, este trabajo se propone explorar la relación ciudad-géne-
ro desde nuestra posición y experiencia en el campo de los estudios urbanos;
por ahora, baste con señalar que concebimos a la ciudad como un proceso
socioespacial complejo, histórica y culturalmente determinado; postura que
dentro del urbanismo nos ubica en el enfoque de Proyecto Urbano (Tomas,
1996, 1998), cuya actitud crítica y concepción histórica definen un abordaje
a escala humana (local), con un carácter sociocultural que reivindica el “dere-
cho a la ciudad” y a la identidad, en una disposición técnica-cooperativa con
los habitantes. Este enfoque permite articular y operar los conceptos de Ciu-
dad y Cultura (Giménez, 2005) con el de “urbanización sociocultural” (Tena,
2007) que empleamos para estudiar la dimensión cultural de la ciudad; esto,
como veremos, refiere un campo teórico-metodológico y práctico para valorar
la compleja relación ciudad-género.

Nota breve sobre el estudio de la ciudad

Aunque la existencia de las ciudades es muy antigua, el estudio científico de


ellas es muy reciente. Es en el siglo xix cuando ocurre el proceso de gestación
del urbanismo. Las primeras referencias ubican al arquitecto catalán Ildefon-
so Cerdá,8 sin perder de vista que tanto en Europa como en otras partes del
mundo (América, por ejemplo) la preocupación por el conocimiento y trans-
formación de las ciudades era ineludible, dadas las grandes transformaciones

8  Ildefonso Cerdá (1815-1876) fue un arquitecto catalán que, además, estudió la infraestructura y co-
municaciones, con las ideas sociales de la época (socialismo utópico, igualitarismo) creó el Urbanismo
como una disciplina; electo diputado de Barcelona y desde otros puestos, entre 1851 y 1874, realizó
los proyectos de “ensanche” de vialidades de esa ciudad.

26
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

sociales iniciadas al final de la Edad Media en el contexto del Renacimiento y


el mercantilismo, seguidas por los efectos de las revoluciones francesa e indus-
trial, cambios que fueron objeto de una importante reflexión filosófica y teórica
durante la Ilustración.
Sobre el proceso de nacimiento y desarrollo del urbanismo, F. Choay
(1965) identifica dos posturas (visiones) dominantes y confrontadas: la cultu-
ralista y la progresista. La primera se interesa por la continuidad histórica de las
ciudades, la identidad, el patrimonio y el lenguaje, destaca el valor de uso de
la ciudad: comunidad, socialidad y calidad de vida de los habitantes son, así,
valores importantes, y concibe la ciudad como un entorno polifuncional; tiene
como referencia la ciudad existente, sus cambios y las iniciativas de regenera-
ción urbana. La progresista se asume como moderna, es indiferente al pasado
—es un obstáculo—, mira al futuro con la transformación radical de la ciudad
(destrucción creativa), propone una zonificación funcional, prioriza las vías de
comunicación y el automóvil, considera a la ciudad como un dispositivo básico
para la economía (producción, circulación y consumo), con lo que destaca su
valor de cambio (mercantil), apuesta por una ciudad “tipo”, mundial, basada
en el desarrollo tecnológico; tiene como referencia dos vertientes distintas: la
“ciudad industrial” (Morris) y la “ciudad jardín” (Howard).
Por su ubicación histórica y características, Choay concibe como “preur-
banistas” a los autores del siglo xix (Fourier, Saint Simon, Owen, entre otros
“socialistas utópicos”); se trataba de filósofos, políticos, empresarios y artistas
que realizan propuestas urbanas en un contexto de intervenciones impor-
tantes (París, San Petersburgo, Barcelona, Londres, Manchester), y conside-
ra “urbanistas” a los autores del siglo xx —reconocido el urbanismo como
disciplina (1904) propia de expertos—, usualmente arquitectos e ingenieros
(Gropius, Le Corbusier, etcétera), que mantienen el debate, mientras las aca-
demias entran en crisis y surgen nuevas escuelas politécnicas (la Bauhaus, por
ejemplo) y eventos, como las guerras mundiales, generan nuevas expresiones
nacionales e internacionales, en exposiciones universales y congresos, como
los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (ciam) y los de ur-
banismo y vivienda.
Confrontadas las dos tendencias dominantes, éstas se desarrollaron antes,
durante y después de las dos guerras mundiales, en distintos escenarios con-
tinentales, nacionales, regionales y locales, con efectos diversos, aun sin tener
suficiente claridad sobre las implicaciones de una y otra. Era cada vez más un
trabajo de expertos vinculados o contratados por el Estado (responsable de las

27
Ricardo Antonio Tena Núñez

políticas territoriales), los gobiernos y el capital (básicamente inmobiliario y


financiero), que si bien asumen un carácter social, eluden la participación de
los habitantes.
En general, casi todas las intervenciones progresistas tomaron un carácter
funcionalista y modernizador (plano regulador, plan de desarrollo urbano o
proyecto de renovación urbana), ajenos a la población local, al patrimonio edi-
ficado y a la naturaleza, y de ahí que arrasaron pueblos y barrios completos para
crear zonas fabriles, residenciales, escolares, de salud y deportivas, unidades ha-
bitacionales, centros comerciales y terminales de transporte, además de abrir ca-
lles y avenidas, desecar lagos, entubar ríos, introducir servicios y redes urbanas,
tanto en los procesos de baja expansión urbana (durante la primera mitad del
siglo xx), pero con mayor intensidad a partir de la década de 1960, con los pro-
cesos de metropolización, configurando megaciudades y áreas metropolitanas.9
La visión progresista se institucionalizó con la planificación urbana, dirigi-
da principalmente al desarrollo económico, con una visión macro del territorio
y un carácter normativo, basada en modelos formales y cuantitativos con datos
demográficos para interpretar áreas, configuraciones urbanas, insumos para los
planes de desarrollo urbano, con los cuales trata de enfrentar el crecimiento
desordenado, la concentración excesiva, la carencia de suelo, la anarquía in-
mobiliaria, la falta de servicios públicos, equipamiento e infraestructura, los
problemas de comunicación y transporte, la falta de agua, los desastres, el dé-
ficit de vivienda, la contaminación ambiental y, en general, los problemas de
habitabilidad, entre muchos otros, que expresan la persistentes crisis urbanas
del siglo xx y lo que va del xxi, a las que se suman los efectos de la globalización
económica, caracterizados por la creciente migración internacional, los movi-
mientos populares urbanos, la fragmentación y la segregación socioespacial, en
un contexto de debilitamiento gradual del poder del Estado (Borja y Castells,
1997; Sassen, 2007).
Ante este escenario, donde las evaluaciones internacionales (onu-Hábitat),
basadas en estudios macro, resultan contradictorias en sus diagnósticos y objeti-
vos, insuficientes para comprender y explicar los problemas urbanos en su escala
micro (humana y local), como lo hace el Proyecto Urbano y los estudios cultura-
les, en una perspectiva de análisis de los sistemas complejos (López Rangel, 2008).

9  Un estudio que da continuidad al trabajo de F. Choay (1965) es el de Carlos García Vázquez (2004)
donde despliega, confronta e interrelaciona, cuatro tendencias dominantes que definen la ciudad
contemporánea: culturalista, sociológica, organicista y tecnológica.

28
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

De la cultura urbana a la urbanización sociocultural

El concepto de urbanización sociocultural (Tena, 2007: 351) es resultado de la


reinterpretación del concepto de cultura urbana —concebido en general como
la “vida en la ciudad” y desarrollado por la antropología urbana (Hannerz,
1980; Signorelli, 1999)—. Este proceso teórico-metodológico parte de la revi-
sión de dos conceptos fundamentales, estrechamente relacionados: el concepto
de cultura, entendida como: conjunto de formas simbólicas en contextos his-
tóricamente específicos y socialmente estructurados bajo tres formas de exis-
tencia: objetivada, subjetivada y actualizada (Giménez, 2005: 75); y el de urbe
o ciudad —concebida como un complejo proceso socioespacial (Tena, 2007),
situado en el enfoque de Proyecto Urbano (Tomas, 1996, 1998), que opera en
la escala local y ciudadana, concebido como un instrumento técnico en favor
de la residencia, la memoria, el patrimonio, el espacio público y el derecho a la
ciudad (Borja, 2003).
En esta perspectiva, la reinterpretación del concepto de cultura urbana se
realiza con base en la hermenéutica profunda expuesta por Thompson (1990),
fundada en la concepción semiótica de la cultura y en la crítica a la postu-
ra interpretativa de Geertz (1999). El método considera tres momentos: 1)
la interpretación de la vida cotidiana (doxa); 2) el análisis (sociohistórico y
discursivo —nosotros agregamos el socioespacial—); y 3) la reinterpretación,
que aporta nuevos elementos a los existentes (preinterpretados) de la realidad
sociocultural, cuyos resultados afectan los campos teórico-metodológicos y teó-
rico-prácticos.
Para documentar el primer momento empleamos el método de Etnografía
Urbana desarrollado por Magnani (1998) a partir de una definición descriptiva
de la cultura urbana,10 el cual estudia la dimensión cultural de las prácticas
urbanas, considera las discontinuidades que arman categorías de análisis (pe-
dazo de barrio, mancha cultural, pórtico, etcétera) que integran una distinción
cultural (simbólica) de los escenarios urbanos (lugares),11 así como los actores
sociales, las reglas y la territorialidad.

10  José Magnani (1998) define la cultura urbana como: “el conjunto de códigos inducidos por y exigidos
para el uso de equipamientos, espacios e instituciones urbanas responsables del desempeño de las
formas de socialidad adecuada […]”
11  En los últimos años incluimos los estudios etnográficos de Abilio Vergara, referidos a expresiones de
la cultura urbana en México, Perú y Canadá, entre ellos destaca Etnografía de los lugares. Una guía
antropológica para estudiar su concreta complejidad (Vergara, 2015).

29
Ricardo Antonio Tena Núñez

Con este instrumental, el análisis del significado del escenario urbano de-
bió realizar dos movimientos: desmarcarse de las posturas que conciben la
ciudad como una variable independiente de lo social (cosificada como recurso
o como recipiente), y aproximarse a un enfoque transdiciplinario para consi-
derar la ciudad como una parte indisociable de la experiencia sociocultural y
de la formación de sentido, que conciba objetiva y subjetivamente los espacios
urbanos y destaque su forma activa, unida a los procesos que la definen y que
configuran un modo particular de vida, aportando su naturaleza material y
simbólica al análisis de la relación ciudad-ciudadano desde el punto de vista
de la cultura.
El análisis hermenéutico realizado y la reinterpretación de los conceptos de
ciudad y cultura urbana motivaron la formulación del concepto de urbaniza-
ción sociocultural, necesario para explicar la importancia y los efectos cultu-
rales (simbólicos) que produce la ciudad sobre sus habitantes, lo que modifica
radicalmente la valoración de los espacios urbanos, problematiza las iniciativas
públicas y privadas de intervención urbana en espacios significativos (históri-
cos, tradicionales o valorados localmente), ya sean determinados por la residen-
cia o por las prácticas culturales asociadas a identidades urbanas, puesto que
revalora las prácticas culturales en escenarios diferenciados; también, el concep-
to permitió abrir una línea de investigación nueva sobre la dimensión cultural
de la ciudad, que a quince años de distancia cuenta con resultados sumamente
alentadores en materia de investigación urbana, aborda temas diversos y encara
nuevos desafíos.
Los primeros trabajos de investigación sobre cultura urbana tenían un ca-
rácter exploratorio, orientados a la formulación del concepto de urbanización
sociocultural (usc) y se llevaron a cabo en los centros históricos de las ciudades
de México y São Paulo, donde se estudiaron prácticas culturales cuyas carac-
terísticas respondieran de manera significativa a las configuraciones urbanas,
como las que generan las principales plazas públicas (Zócalo y Se) y las que se
territorializan por su vínculo con la vida festiva o con la lucha por el espacio
(Tena, 2015).
La formulación del concepto de urbanización sociocultural (usc) y el
registro etnográfico de la cultura urbana para ser procesada con un análisis
hermenéutico motivaron el despliegue de nuevos proyectos de investigación,
cuyas problemáticas demandaron la incorporación de conceptos fundamen-
tales: cultura popular, territorio, tiempo libre, industria cultural, imaginarios,
habitus, género y patrimonio, entre otros; abriendo así, el análisis con otras

30
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

perspectivas teórico-metodológicas, como los sistemas complejos, que incorpora


el análisis histórico, la sustentabilidad y la genealogía del poder, por mencionar
sólo algunas.
Por lo anterior, una buena parte de los trabajos iniciales se enfocaron a
registrar las prácticas culturales relacionadas con el tiempo libre y el espacio pú-
blico, logrando registrar diversas manchas culturales en espacios diferenciados
del área metropolitana. Destacan estudios sobre los circuitos culturales (Audi-
torio Nacional) y comerciales (Toreo de Cuatro Caminos), y sobre el espacio y
la vida cotidiana en conjuntos habitaciones (género y ciudad en la JF Kennedy,
y fragmentación socioespacial en Las Américas) (López y Tena, 2015). Otros
trabajos se enfocaron al estudio de las prácticas culturales en el espacio público
del Centro Histórico de la Ciudad de México, como el turismo y los paseos
dominicales. En otro momento se abordaron las prácticas del tiempo libre que
se caracterizan por su masividad y expresión territorial diversa y la generación
de circuitos, como la lucha libre, el circo, el cine, el futbol y el automovilismo
deportivo, del cual derivó un estudio específico sobre las artes escénicas y su
liderazgo en la urbanización contemporánea (Tena, García y Heredia, 2012).
Entre los trabajos más recientes, se pueden referir los que se dirigen al
estudio del espacio público y los equipamientos (mercados, clínicas, mu-
seos, escuelas, hoteles, gobierno, transporte, etcétera) del Centro Histórico
de la Ciudad de México, universo que acoge y propicia una amplia gama de
prácticas culturales que configuran un tejido diverso de manchas culturales
y pedazos de barrio que interactúan y se retroalimentan cotidianamente en
un contexto de fuertes tensiones generadas por el conflicto de intereses (in-
mobiliarios, patrimoniales, económicos, políticos, culturales, entre otros) que
se articulan con iniciativas gubernamentales (o gracias a la ausencia de ellas).
Por lo anterior, en la parte final de este trabajo se expone una perspectiva
de estudio que recupera algunas referencias generales sobre el feminismo, y los
conceptos de género, perspectiva de género y violencia contra las mujeres.

Feminismo: género, perspectiva de género y mujer

Sobre el feminismo
Para abordar y entender la problemática histórica y social en torno del sexo y
el género —características, implicaciones y consecuencias— es necesario partir
del feminismo, por ser la principal fuente de reflexión crítica y de lucha de las
mujeres por la igualdad sustantiva, pero también, por ser el referente primor-

31
Ricardo Antonio Tena Núñez

dial de la mayor parte de las formulaciones teóricas (metodológicas y prácticas)


que existen hasta fecha procedentes de distintas disciplinas —incluso como
una vertiente especifica de ellas— donde han surgido sus principales paradig-
mas, y por tanto, donde convergen y se despliegan los principales debates.
De esta forma, el feminismo, construido históricamente como movimien-
to político internacional con expresiones nacionales y regionales diversas, se
propone un objetivo social de largo aliento, y, como tal, no contiene una sola
visión sobre las vías, formas y condiciones para alcanzarlo; por ello, lejos de
presentar una Unidad de pensamiento es el campo de un vigoroso debate, mar-
cado por diferentes etapas. Lo mismo ocurre, bajo condiciones y características
distintas, en el campo epistemológico (teórico, metodológico, práctico) que se
ha conformado para dar “armas” (argumentos, explicaciones, pruebas) que for-
talecen y retroalimentan las luchas feministas —y otras también libertarias—
en pro de sus objetivos.
Sobre ambos procesos existe una abundante literatura, a la que contribuye
de manera notable el movimiento feminista en México, historia documentada
por Patricia Galeana (2017), en la que se identifican las principales reivindica-
ciones y su vinculación con la investigación en distintas disciplinas (humani-
dades, ciencias sociales, derecho, medicina, etcétera) sobre tópicos diversos en
los que —sin pretender ser exhaustivo— destacan: diferencia sexual y género,
sexualidad, dominación masculina, trabajo doméstico, ciudad, violencia, de-
mocracia, derechos sexuales y reproductivos, participación política, políticas
públicas, mujeres indígenas, territorio y espacio público, generidad, estigmas,
segregación, entre muchos otros.12
Con estas consideraciones nos aproximamos al significado del género.

El género
El término “género” es muy antiguo y presenta un amplio repertorio polisémi-
co13 —incluso en arquitectura se identifican géneros de edificios—, pero como

12  Para tener una idea se puede ver en la bibliografía: Lamas (2002); Lagarde (1990); Sánchez Mejorada,
Herrasti (1999); Dalton, Aranda y Jurado (2015; 2018); Bolos (2008), entre otras.
13  Joan Corominas (1976) identifica la palabra género, hacia 1440, del latín genus-ěris, “linaje”, “espe-
cie”, “género” (derivado de gigněre “engendrar”), y tiene como derivados: Congénere. Degenerar, hacia
1570, del latín degenerare; desdecir del linaje; degeneración, 1604; degenerativo (pp.296). Por su parte,
Larousse (1976) define el significado de la palabra género (lat. genus, generis), como: Colección de seres
que tienen entre sí analogías importantes y constantes: el género humano (Sinón. V. Especie.) // Clase,
manera: género de vida. // Clase: mal género. // Mercancía: los géneros viajan… // Cualquier clase de
tela: géneros de algodón. // Hist. Nat. […] variedades o individuos. // Gramática, Forma que reciben

32
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

concepto es más reciente, pues fue incorporado en la década de 1970 a los es-
tudios vinculados con el pensamiento feminista —centrado en el análisis de la
asimetría sexual— por antropólogas norteamericanas de la escuela culturalista
(Lamas, 2002). Hoy el concepto de género es objeto de un importante debate
en y entre diferentes disciplinas (humanidades, ciencias sociales y ciencias mé-
dico-biológicas). A cincuenta años de distancia presenta un desarrollo signifi-
cativo que aporta mayor claridad sobre sus implicaciones y potencial heurístico
(explicativo). Además, está incorporado a los derechos humanos y recomenda-
ciones de Naciones Unidas.
Marta Lamas (2002) expone el contexto, la importancia y las tensiones
que desató la incorporación del concepto de “género” en los estudios femi-
nistas, documenta las rupturas que forjó la concepción cultural del género
(guiada por la dicotomía cultura-naturaleza expuesta por la tradición cultu-
ralista norteamericana —Boas, Benedict, Mead— y por la etnología francesa
presentada por Claude Lévi-Strauss en 1973), frente a la designación biológica
(natural, genética) del sexo, lo que cambió el terreno del debate: refutó la idea
de subordinación natural de la mujer al hombre, pero fundamentó la subor-
dinación cultural:
La crítica feminista amplio el repertorio de la interrogación antropológica al re-
gistrar las formas en que el cuerpo es percibido por un entorno perceptivo es-
tructurado por el género. El género se conceptualizó como el conjunto de ideas,
representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla,
desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres, para simbolizar y cons-
truir socialmente lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) y lo que es
“propio” de las mujeres (lo femenino) (Lamas, 2002: 131-132).

La conceptualización cultural del género, con el enfoque culturalista nortea-


mericano, encontró un soporte importante en la psicología conductista y en el
psicoanálisis (por la importancia que tienen las representaciones simbólicas y
lo “otro”), lo que acentuó su carácter normativo y la búsqueda de leyes cultura-
les (Giménez, 2005), además de la diferencia sexual entre hombres y mujeres,
como “naturaleza” cultural (ahistórica), lo que lleva a problematizar su histori-
cidad según los procesos sociales y culturales de constitución del género:

las palabras para indicar el sexo: el género masculino. // en Literatura: estilo, tono de una obra y también
categoría de obras definidas por ciertas reglas comunes y características semejantes: género dramático. //
Pintura: pintor de género. // Género chico, en teatro español de fines del siglo xix, se da este nombre a las
obras cortas de género festivo. // Géneros de punto: los tejidos hechos en forma malla (p. 433).

33
Ricardo Antonio Tena Núñez

Una oposición binaria básica, la de mujer/hombre, genera una simbolización de


todos los aspectos de la vida. El género es el conjunto de ideas sobre la diferencia
sexual que atribuye características “femeninas” y “masculinas” a cada sexo, a sus
actividades y conductas, y a las esferas de la vida. Esta simbolización cultural de
la diferencia anatómica toma forma en un conjunto de prácticas, ideas, discursos
y representaciones sociales que dan atribuciones a la conducta objetiva y subjetiva
de las personas en función de su sexo. Así, mediante el proceso de constitución de
género, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres,
de lo que es propio de cada sexo (Lamas, 2002: 57-58).

Este planteamiento, derivado de la relación naturaleza/cultura en el marco de


la antropología estructural (Levi-Strauss), parte del supuesto de que en tales
formas de simbolización se distinguen las culturales: “esencialmente humanas”,
de las que corresponden a las culturas (pueblos), como las relaciones de paren-
tesco, matrimonio y compadrazgo, que dicen poco sobre los determinantes his-
tóricos de las “relaciones de género”, pero afirman la hipótesis de su naturalidad
estructural y funcional, y aporta elementos para documentar las expresiones
socioculturales, lo que en el límite desarma la consigna feminista del cambio de
las relaciones de poder, tal como se han ejercido, al menos en el mundo occi-
dental, bajo la dominación masculina (Bourdieu).
Ante esa perspectiva, Marcela Lagarde, como parte del desarrollo de una
antropología de la mujer, aborda la sexualidad de las mujeres en nuestra cul-
tura —donde se vive y experimenta de manera “natural”—, con un sentido
histórico y etnológico, labor que requiere teorizar la historia de la mujer y de
su cuerpo:

Una antropología de la mujer significa entonces ubicar el análisis en el ámbito de


la cultura, y mirarla con esa peculiar mirada etnológica que analiza, indaga, inte-
rrelaciona y nombra modos de vida que le son ajenos. Este elemento del método
consiste en analizar nuestra cultura y, en mi caso, la propia condición genérica,
con esa distancia que los antropólogos de la otredad han tenido en relación con
otras culturas, […] (Lagarde, 1990: 26).
Por cultura entiendo esa dimensión de la vida, producto de la relación dialéc-
tica entre los modos de vida y las concepciones del mundo […], históricamente
constituidos. La cultura es la distinción humana resultante de las diversas formas
de la relación dialéctica entre las características biológicas y las características so-
ciales de los seres humanos […] (Lagarde, 1990: 27).

34
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

Con la perspectiva histórica, Marcela Lagarde identifica un problema central:

La condición de las mujeres es histórica en tanto que es diferente a lo natural. Es


opuesta a la llamada naturaleza femenina. […] (1990: 33).

Lagarde cuestiona las cualidades y características que se atribuyen sexualmente


a las mujeres, desde la ideología patriarcal que las naturaliza y vacía de signi-
ficado. Parte de una hipótesis sobre la condición genérica de las mujeres que
está estructurada en dos ejes: “La sexualidad escindida de las mujeres, y la defi-
nición de las mujeres en relación con el poder —como afirmación o como su-
jeción—, y con los otros.” (op. cit.: 35); de tal manera que socialmente, la vida
de las mujeres se define por el predominio de uno de los ejes, lo que le permite
identificar grupos diferenciados de mujeres (tipologías), cuyo problema central
son los “cautiverios” de las mujeres, forma cultural que está determinada polí-
ticamente por su relación con el poder en el mundo patriarcal:

En contradicción con la concepción dominante de la feminidad, las formas de


ser mujer en esta sociedad y en sus culturas, constituyen cautiverios en los que
sobreviven creativamente las mujeres en la opresión. Para la mayoría de las mujeres
la vivencia del cautiverio significa sufrimiento, conflictos, contrariedades y dolor;
pero hay felices cautivas (op. cit.: 36);

Así, Lagarde afirma que si bien todas las mujeres están cautivas (sin libertad,
oprimidas), observa que lo están de diferente forma y en distintas condiciones,
y que socialmente existen pocas formas de ser mujer, dado que las opciones
culturales dominantes las ubican en ciertos grupos estereotipados de la condi-
ción genérica (positivos y negativos), con modos de vida que problematizan la
sexualidad erótica y su relación de dependencia de los otros; como grupos que
se oponen y complementan recíprocamente. Para su registro y análisis define
una tipología: “madresposas, putas, monjas, presas y locas”, con los cuales do-
cumenta las formas culturales de “Los cautiverios de las mujeres” y los espacios
que representan y ocupan: la casa, el burdel, el convento, la cárcel y el manico-
mio (Lagarde, 1990).
Sobre este valioso estudio de Marcela Lagarde, cabe señalar su vigencia e
importancia pedagógica por el abordaje temático, teórico y metodológico, al
desarrollar —desde su concepción de la cultura— un innovador proceso de
investigación con una clara orientación feminista que encara el tema de la se-

35
Ricardo Antonio Tena Núñez

xualidad, problematiza la condición de género (genérica) y desarrolla una for-


ma particular de registro etnográfico propiamente urbano, que estimuló otros
estudios con otros enfoques y desde otras disciplinas.14
En la línea de los estudios de género que enfatizan la sexualidad, destaca un
trabajo reciente de Patricia Ponce (2018). Parte —con Foucault— de la crítica
a la tradición judeocristiana que limita el sistema sexual al matrimonio religio-
so y sólo con fines reproductivos, desaprobando la sexualidad realizada sólo por
placer y el rechazo al homoerotismo. Instituida como “la moral cristiana” a par-
tir del siglo xviii y a lo largo del xix, surgen instituciones “laicas” que heredan
esa moral cuya valoración de la sexualidad se incorporó a los cánones de la hi-
giene social y mental, modelando las formas culturales y los comportamientos
sexuales que configuran el Estado moderno y su desarrollo (Foucault, 1976).
Ponce retoma la crítica del proceso histórico que convierte “los pecados
en enfermedades y los confesionarios en clínicas”, como parte de la institucio-
nalización de la sexualidad heteronormativa, ligada a la política demográfica
(como la nueva racionalidad familiar y reproductiva), donde la sexualidad sigue
sujeta al juicio de sacerdotes y al dictamen científico de psiquiatras, sexólogos
y médicos. El análisis de las prácticas sexuales deja ver que el deseo es peligroso
y el cuerpo un elemento “sucio” que es necesario aprender a controlar. Los
discursos médico y psiquiátrico, en tanto que “científicos”, logran constituir
un campo de poder sobre el cuerpo y la sexualidad, que ha venido cambiando
gradualmente.

Hasta hace algunos años eran pocas las personas autorizadas para hablar, investigar
y escribir sobre sexualidad, casi todas ellas pertenecían al ámbito religioso, médico,
pedagógico, psiquiátrico o psicológico y, para que sus discursos fueran aceptados
como verdaderos o científicos debían contar con títulos de reconocidas universi-
dades. Aun no hay suficientes revistas y libros académicos que nos hablen sobre
la construcción y el ejercicio de las sexualidades; no obstante, en la vida cotidiana
la sexualidad se practica, se vive, se disfruta y forma parte del lenguaje del día a
día a través del cine, el teatro, de señas, gestos, chistes, albures, décimas, bailes y
canciones (Ponce, 2018: 95).

14  Ver el trabajo de Víctor Manuel Ortiz Aguirre (2008) Mujer ante todo(s). Trabajadoras sexuales y psico-
logía sexual, donde profundiza y desarrolla el estudio de la prostitución (comercio sexual) en México
desde la psicología social, como un aporte singular a la reflexión del género y problematiza la distancia
socialmente establecida entre la mujer “decente” y la trabajadora sexual.

36
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

La autora señala la pertinencia de la mirada transdiciplinaria en los estudios de


la sexualidad y refiere la corriente construccionista15 (teoría de la construcción
social), que sostiene:

La sexualidad no es un hecho dado, ni fijo, ni vinculado directamente con un


impulso biológico natural, las diferencias anatómicas o las relaciones coitales, sino
una construcción histórica y sociocultural cambiante de acuerdo a la cultura, la
época, la región geográfica, el grupo social, las generaciones y las etnias, y es pro-
ducto de una compleja y diversa red de prácticas discursivas y sexuales, en donde
las premisas, significados y acciones son participes en las percepciones que los seres
humanos construyen sobre su conducta sexual; al mismo tiempo que orientan y
regulan sus sentimientos, deseos y fantasías eróticas (Ponce, 2018: 95).

Sobre la polémica generada por este enfoque, la autora recupera la posibilidad


que brinda de avanzar respecto de varios supuestos esencialistas que consideran
la sexualidad como fuerza biológica o psicológica natural autónoma, ahistóri-
ca, que da forma a las instituciones, ni como una “energía rebelde” que puede
ser modelada y controlada. Otro aporte valioso radica en que sostiene que la
sexualidad no se puede comprender de manera simple, ni como una forma ho-
mogénea; al tiempo que invita a dejar de ver el desarrollo histórico del campo
sexual como una lucha permanente entre “represión y liberación”, sino como
un producto de negociación, lucha y acciones humanas, para verla como una
construcción susceptible de ser transformada.
Para documentar esta perspectiva teórica, Ponce expone el caso de Boca
del Cielo, Veracruz. Lo ubica y describe la atmósfera cultural del pueblo y los
rasgos de la sexualidad; aborda las sexualidades, el género y las generaciones;
analiza la sexualidad de mujeres y hombres; explora los “contrapoderes feme-
ninos” y las relaciones homoeróticas. Es un texto breve que motiva la reflexión
teórica y práctica:

Ciertamente, las culturas costeñas prefieren el modelo tradicional dicotómico-he-


terosexual: hombre/mujer, pero también es cierto que tal aceptación de las relacio-
nes lésbicas/gays nos habla de un trato un tanto “más libre” frente a la sexualidad,

15  Refiere los siguientes autores: Jeffrey Weeks (1998) Sexualidad, Paidós-unam, México; Patricia Ca-
plan (1987) Introduction, en Patricia Caplan (comp.) The Cultural Construction of Sexuality, Paidós,
México, pp. 1-30; y Carol Vance (1991) Anthropology Rediscovers Sexuality: […]. Social Science and
Medicine, Vol. 33: 8.

37
Ricardo Antonio Tena Núñez

de una permisión mayor con la o el diferente, de cierta participación social frente


al homoerotismo y, finalmente de una opinión pública que no se rige del todo por
normas fijas y rígidas, sino de alguna manera flexibles, que tienden a adaptarse a
las diversas circunstancias y a comprender la situación específica de las y los otros,
esperando el mismo respeto para su persona y actos (Ponce, 2018: 108).

Otro abordaje que resulta interesante para estudiar la relación entre género
y ciudad es el que presenta Miriam Calvillo (2012) titulado “Territorialidad
del género y generidad del territorio”. Es un texto que de manera breve pero
rigurosa, expone la complejidad que implica “esclarecer los lazos que vinculan,
no únicamente los conceptos —género y territorio—, sino dos perspectivas
teóricas de la realidad social” (p. 263). Por tanto, el trabajo avanza en una bús-
queda por descifrar las interrelaciones entre dos construcciones sociales que se
determinan mutuamente (de manera similar a lo que hemos planteado con el
concepto de urbanización sociocultural, entre ciudad y cultura).
Es interesante la reflexión sobre la relación entre género y espacio, no sólo
por la crítica a la dicotomía convencional: hombre/mujer y público/privado,
sino por el cambio de paradigmas que han permitido la formulación del géne-
ro como un concepto explicativo de las relaciones asimétricas que ocurren en
espacios (lugares) específicos e históricamente determinados, las que expresan
un espacio social, que explica —con Giménez (1997)— como un “sistema de
diferencias sociales jerarquizadas en función de ciertas legitimidades socialmen-
te establecidas y reconocidas en un momento dado” (Calvillo, 2012: 265).
Por último, además de considerar una lectura más detenida, es importante
ver los desarrollos que surgen del planteamiento de la identidad y los límites
territoriales, que ayuda a entender las formas en que los territorios se presen-
tan como “generizados” y territorializados. En este sentido, destaca el estudio
de la relación casa/cuerpo para el análisis de las formas de control y disciplina
que regulan la visibilidad femenina. Sin duda, el esfuerzo más destacado es la
formulación del concepto de “generización del territorio”, el cual por sus im-
plicaciones conviene explorar en casos particulares, que la autora no expone.

Perspectiva de género
Para cerrar esta breve exploración sobre la relación entre ciudad y género convie-
ne recuperar la definición más normalizada del concepto perspectiva de género,
expuesta por onu-Mujeres, básicamente por sus implicaciones sociopolíticas,
pero principalmente porque es resultado de la lucha feminista internacional

38
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

y ahora se percibe un alejamiento de éste —con un presencia importante de


este movimiento en México y donde el gobierno usualmente va a la zaga16—,
y porque sintetiza logros significativos para enfrentar las relaciones asimétricas
de género en los diferentes espacios y sectores de sociedad, donde se asienta
la responsabilidad de los estados para su solución, recomendaciones que no
han resultado sencillas y se puede afirmar que actualmente “se aplica pero no
se cumple”, por razones que falta investigar y que son parte del debate actual.
Los acuerdos internacionales suscritos por México en materia de derechos
para las mujeres se remontan a 1936, cuando suscribió la Convención sobre
la Nacionalidad de la Mujer (1933, Montevideo, Uruguay); en 1938 sobre la
Represión de la Trata de Mujeres Mayores de Edad (Sociedad de las Naciones/
onu, Ginebra, Suiza, 1933); en 1948 la Declaración Universal de los Dere-
chos Humanos (Art. 2; onu, 1948, y de forma puntual en 1993); en 1952 la
onu establece el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer;17 en 1954
la Convención Interamericana sobre Concesión de los Derechos Civiles a la
Mujer (oea, Colombia, 1948); en 1979 la Convención sobre la Nacionalidad
de la Mujer Casada (onu, 1957); en 1981 Convención Interamericana sobre
Concesión de los Derechos Políticos a la Mujer (oea, 1948) y la Convención
sobre los Derechos Políticos de la Mujer (onu, 1953); en 1975 en la Primera
Conferencia Internacional sobre la Mujer (onu, México), y en 1981 la Con-
vención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer (onu, 1979) (Arámbula, 2007).
Los acuerdos tomados en 1975 en México se retomaron hasta 2000, cuan-
do la onu (en Nueva York) evaluó la plataforma de la 4ª Conferencia Mundial
realizada en Pekín (China, 1995), teniendo como antecedente la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mu-
jer (oea, Belém do Pará, Brasil, 1994).

La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en 1995 defendió la


incorporación de una perspectiva de género como un enfoque fundamental y estra-

16  Ciertamente que este proceso se puede documentar en distintas fuentes, entre ellas destaca la obra de
Georges Duby y Michelle Perrot (1990) “Historia de las mujeres”, para la época contemporánea son
de gran utilidad los tomos 4 y 5; para el caso de México, destaca la obra de Patricia Galeana (2017)
donde registra los movimientos políticos más importantes de las organizaciones de mujeres trabajado-
ras, por derechos civiles y el voto en 1953, entre otras luchas.
17  En memoria de las 130 trabajadoras muertas en el incendio de la fábrica textil donde protestaban por
sus derechos laborales, Nueva York, 8 de marzo de 1908. La primera conmemoración se realizó en la
2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (Dinamarca, 1910).

39
Ricardo Antonio Tena Núñez

tégico para alcanzar los compromisos en igualdad de género (igualdad sustantiva


entre hombre y mujeres). La Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing resul-
tantes, instan a todas las partes interesadas relacionadas con políticas y programas
de desarrollo, incluidas organizaciones de las Naciones Unidas, Estados Miembros
y actores de la sociedad civil, a tomar medidas en este sentido. Existen compro-
misos adicionales incluidos en el documento final del vigésimo tercer periodo
extraordinario de sesiones de la Asamblea General, la Declaración del Milenio y
diversas resoluciones y decisiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social (ecosoc) y la Comisión
de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (onu-Mujeres, 2020).

De esta forma, en las conclusiones del ecosoc de 1997 se adoptó la incorpo-


ración de la perspectiva de género para la evaluación de las consecuencias para
mujeres y hombres de cualquier actividad planificada, inclusive las leyes, polí-
ticas o programas, en todos los sectores y a todos los niveles:

Es una estrategia destinada a hacer que las preocupaciones y experiencias de las


mujeres, así como de los hombres, sean un elemento integrante de la elaboración,
la aplicación, la supervisión y la evaluación de las políticas y los programas en to-
das las esferas políticas, económicas y sociales, a fin de que las mujeres y los hom-
bres se beneficien por igual y se impida que se perpetúe la desigualdad. El objetivo
final es lograr la igualdad [sustantiva] entre los géneros (op. cit.).

Así, se asume que la igualdad de género es el objetivo de desarrollo general a


largo plazo, mientras que la perspectiva de género es la estrategia global para
lograrlo, que comprende enfoques específicos y estratégicos, con procesos téc-
nicos e institucionales que se adoptan para alcanzar ese objetivo de igualdad
de género en las organizaciones (públicas y privadas) de un país, en políticas y
en programas de servicios y sectoriales. Se propone transformar instituciones
sociales, leyes, normas culturales y prácticas comunitarias que son discrimina-
torias, como las que limitan o restringen el acceso de las mujeres a derechos de
propiedad o al espacio público.
Por tanto, la perspectiva de género es una herramienta conceptual que: a)
analiza e interpreta las situaciones desde un punto de vista que toma en cuenta
cómo se construyen diferenciadamente los papeles masculinos y femeninos en
una sociedad; b) observa la forma cómo se relacionan mujeres y hombres en
nuestra sociedad y cuestiona dichas relaciones desde tres aspectos fundamenta-
les: 1. El reconocimiento de una distribución desigual de poder entre mujeres y

40
Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

hombres; 2. La valoración del trabajo de las mujeres y su aporte a la formación


del ingreso y el patrimonio familiares y, por tanto, al ingreso nacional, y 3. El
impacto diferenciado que las políticas públicas tienen sobre mujeres y hom-
bres; c) busca encontrar una solución a las desigualdades que resultan de las
diferencias entre hombres y mujeres (inmujeres; 2014).
Es hasta junio de 2010 cuando la onu “crea una nueva entidad para ace-
lerar los procesos de atención de las necesidades de las mujeres y las niñas
del mundo”: onu-Mujeres, integrando a organismos formados entre 1946 y
1976.18 Se trata de una instancia internacional dedicada a operar las estrategias
y políticas internacionales que prescribe la perspectiva de género.

Perspectiva de género y violencia, el debate actual en México

Como hemos podido observar, la síntesis del discurso internacional se enfrenta


necesariamente a las condiciones nacionales y regionales, en el cual el movi-
miento feminista, en sus distintas etapas y corrientes, no han dejado de pre-
sionar al Estado y sus instituciones para que detengan la violencia contra las
mujeres y los menores, cuyas expresiones se han intensificado en los últimos
años, desde los feminicidios hasta las formas más sutiles de violencia de género
(el “techo de cristal”), pasando por las violaciones, el acoso, el maltrato, el abu-
so, la discriminación y la segregación en sus diferentes dimensiones (históricas,
sociales, económicas, culturales, ideológicas y políticas), expresiones y ámbitos
de la sociedad: urbanos, rurales, migratorios, domésticos, educativos, laborales,
recreativos, deportivos, religiosos y políticos.

[…] La bibliografía sobre violencia de género hacia las mujeres es extensa y en


los últimos años ha proliferado. Las denuncias que se expresan sobre la violencia
contra las mujeres han llamado la atención para profundizar en los estudios psico-
lógico, sociológico, económico y antropológico, que buscan explicar las causas de
la violencia y como poder frenarla. Cómo poder entender la violencia de género
para establecer formas de educación y control que puedan lograr lo que muchas
mujeres desean: vivir la vida libre de violencia simplemente por ser mujeres (Dal-
ton y Aranda, 2015: 10).

18  Son: la División para el Adelanto de la Mujer (daw, establecida en 1946; el Instituto Internacional
de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (instraw, establecido en 1976);
la Oficina del Asesor Especial en Cuestiones de Género (osagi, establecido en 1997); y el Fondo de
Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (unifem, establecido en 1976).

41
Ricardo Antonio Tena Núñez

En este contexto, llama la atención el trabajo de Flora Gutiérrez (2015) acerca


de la influencia del feminismo en la legislación actual respecto de la violencia
contra las mujeres. La autora señala que los conceptos de género y violencia de
género se han extendido y han salido del feminismo (movimiento político y
teoría crítica) para adentrarse en el campo de las políticas públicas destinadas
a las mujeres, generando un proceso de institucionalización con dependencias,
planes, programas y acciones para “contrarrestar” las desigualdades entre muje-
res y hombres y la violencia contra las mujeres.
Considera que hoy el concepto de género creado por la teoría feminista es
insuficiente para explicar y enfrentar la violencia contra las mujeres: “¿es lo mis-
mo violencia contra las mujeres y violencia de género? No, no es lo mismo” (p.
58), puesto que se trata de dos conceptos distintos: el primero se refiere sólo a la
mujer y el otro a la mujer, al hombre y a otras personas con identidades distin-
tas. De manera que el desplazamiento de la violencia contra las mujeres ocurrió
con la incorporación del concepto de violencia de género en los organismos in-
ternacionales al final del siglo xx, quedando establecido en la declaración de la
Convención para la Eliminación de Todas las formas de Discriminación contra
las Mujeres y ratificado por la Conferencia de Derechos Humanos de 1993.

De la noche a la mañana el discurso internacional proclama la perspectiva de gé-


nero y la violencia de género. México no es la excepción: la política pública y los
programas divulgan el uso de la perspectiva de género en todos los rincones del
país, es la panacea en la reivindicación de los derechos de las mujeres; sin importar
la diversidad cultural del país, de pronto se quiere homogenizar a las mujeres en el
reconocimiento de sus derechos, lo que necesita la mestiza, la urbana, la indígena
o la mujer del campo, lo que conceptualiza una así lo debe conceptualizar la otra
(Gutiérrez, 2015: 59).

Gutiérrez sostiene que es preferible utilizar el concepto de violencia contra la


mujer, ya que es ella la “sujeta” de derechos o de violación de ellos. Así, analiza
los cambios en la legislación mexicana y destaca la orientación a la prevención.

Conclusiones: perspectiva de género desde la usc

Después de este breve recorrido de exploración sobre la relación entre la


ciudad, la cultura y el género, o, más bien, entre esos conceptos, podemos
afirmar que nos acercamos a la problemática dual del feminismo, aun con
más dudas que respuestas puntuales a los problemas que supone investigar la

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Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

dimensión cultural de la ciudad con perspectiva de género. Ya que se trata de


campos que se cruzan en diferentes puntos (como las formas simbólicas del
cuerpo, la sexualidad, el erotismo, las diferencias genéricas, el espacio y el te-
rritorio), algunos enfoques subrayan la pertinencia política del feminismo sin
que eso implique una postura teórica, como las que explícitamente atraviesan
el campo epistemológico, operan bajo el paradigma del género y encaran los
debates teórico-metodológicos que asumen los enfoques más críticos, como
aquéllos que ponen el acento en los derechos de las mujeres a una vida libre
de violencia.
En este contexto, la perspectiva se abre aun con mucha incertidumbre: el
panorama para los estudios urbanos con una perspectiva de género presenta
grandes desafíos —por el caos que expresa y por la complejidad que reviste—
entre ellos por el “ajuste” que requiere la investigación de la dimensión cultural
de la ciudad con el concepto de urbanización sociocultural (usc), donde la
idea de “generidad del territorio” puede ser útil para sugerir la dualidad género/
espacio, pero aún falta someterlo a la prueba “práctica” con la etnografía urba-
na, los registros de campo para descubrir formas particulares en determinados
pedazos de barrio, en la configuración de manchas culturales y en las redes que
forman tramas urbanas, según las practicas sociales más significativas. Con
esos elementos se puede perfilar una posible interpretación de su compleji-
dad —como proceso (sistemas) complejos— y tratar de reinterpretarlos con la
hermenéutica profunda.
Para avanzar en esa dirección, conviene plantear un bosquejo (idea general)
de la investigación que se puede realizar con el concepto de usc y la etnografía
urbana, la cual cuenta con un acervo de trabajos realizados y documentados
que pueden servir de base para incorporar la perspectiva de género (pg); lo que
puede ayudar a contrastar resultados (con o sin pg), o iniciar trabajos con este
propósito y generar los protocolos correspondientes; ambas vías son factibles.
Entre los trabajos de investigación que hemos realizado destaca sin duda
el caso del Centro Histórico de la Ciudad de México, en consideración de las
discontinuidad socioespacial y cultural que presenta —por su carácter patri-
monial— respecto del resto de la ciudad; los barrios como entidades residen-
ciales (La Merced, San Juan, Atzacualco, Santa María la Redonda, Tepito…),
o atendiendo a las prácticas culturales que se vinculan directamente con la
trama (configuración) urbana del espacio público (calles, plazas, jardines) y con
determinados equipamientos, o en la consideración polifuncional que refiere
el cruce de diversas condiciones urbanas (residencial, económica, política, et-

43
Ricardo Antonio Tena Núñez

cétera), donde indudablemente el concepto de pg orienta la investigación, ya


sea en términos de relaciones genéricas o de tipologías de actores definidos por
sus prácticas culturales en escenarios específicos y bajo determinadas “reglas”
(Tena, 2007).

Por ejemplo, si consideramos los estudios que permiten identificar la man-


cha cultural de “las novias” en la zona de Santo Domingo (Tena, 2015), con-
figurada por diversas prácticas culturales de carácter popular que convergen en
un complejo escenario patrimonial formado por el entramado de calles, plazas
y mercados, que destaca por su función residencial, se concentra una gran can-
tidad de establecimientos dedicados a la exhibición, confección, fabricación y
venta de trajes (vestuarios), accesorios, recuerdos, invitaciones, calzado y un
sinfín de servicios para fiestas y ceremonias religiosas: bautizo, confirmación,
primera comunión, quince años, graduación y boda, entre otras; indumenta-
ria que, además de atender a los actores principales del evento (quinceañeras,
novias…), incluye atuendos para los otros participantes directos (padres, pa-
drinos, madrinas, chambelanes, testigos) y diversos elementos que son parte y
complementan la fiesta.

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Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

En esta mancha cultural las mujeres son las protagonistas (actores principa-
les); son las que planean y llevan a cabo la fiesta en todos sus detalles, de acuer-
do con la tradición, la costumbre, las formas propias de sus lugares de origen, la
moda y los recursos disponibles. Ellas son las que conocen la zona, el universo
de posibilidades, las ventajas que tiene y las formas de seleccionar y comprar en
esta zona, así como los diversos complementos que se adquieren en el tejido de
senderos y lugares del Centro Histórico.
Con lo anterior, en estas prácticas culturales, el liderazgo lo ejercen las
madres y/o las abuelas con una presencia significativa en todo el proceso, y
la indumentaria desempeña un papel simbólico central en el ritual y en la
memoria; esto se aprecia, por ejemplo, en las formas en que se realizan los pro-
cesos de selección, negociación y compra de un vestido de novia a la medida,
proceso que usualmente se lleva a cabo en tres momentos, como visitas con
distintas características.
En la primera visita se realizan recorridos para apreciar los modelos, colores,
texturas y precios en los aparadores durante varias horas (3 a 5). Aquí se apre-
cian pequeños grupos de mujeres donde invariablemente está la madre y/o la
abuela, la novia y una hermana, eventualmente la suegra o una amiga, algunas
llevan revistas y recortes de modelos, otras toman fotos con el teléfono, pero
todas opinan, comparan y sugieren; cuando un modelo les llama la atención,
responde al llamado de la vendedora en turno y pasan a verlo, tocarlo y probár-
selo (sin compromiso), ver cómo luce, comparar muestras de colores, tipos de
tela y precios, incluso regatear.

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Ricardo Antonio Tena Núñez

Los hombres se ven poco, pues la selección de su traje es más simple y es-
tereotipada (el clásico esmoquin), y no obstante ser los que usualmente pagan,
participan de manera secundaria; sus opiniones respecto del traje de la novia
son limitadas, por lo que se dedican a acompañar a las mujeres y a seleccionar
insumos complementarios (invitaciones, servicios de video, adornos de mesa,
recuerdos, etcétera), características y contenidos que deben ser aprobados por
esposa/madre y la novia, antes de hacer la compra o el pedido.
Si la primera visita fue exitosa y se hizo el pedido del traje de novia (con un
anticipo y a liquidar en la entrega), la segunda visita está destinada a la realiza-
ción de pruebas y ajustes del traje con las costureras; a esta visita se suman las
madrinas, por lo que se aprovecha para seleccionar su indumentaria (que com-
bine y no compita con el de la novia), lo que genera otros breves recorridos de
manera similar a la primera, pero sin tanto rigor; también la madre y la novia
dedican esta segunda visita para seleccionar y adquirir complementos básicos:
zapatos, bolso y guantes que combinen con el traje, trayecto que va desde el
mercado de zapatos de La Lagunilla y diferentes establecimientos; mandar ha-
cer o recoger las invitaciones en las imprentas de los portales y los recuerdos,
entre otras tareas.
La tercera visita está dedicada a recoger el vestido de novia, previa prueba
y ajustes necesarios; eventualmente, las madrinas acompañan para hacer prue-
bas y ajustes con las costureras; también se aprovecha para hacer recorridos de
Santo Domingo a los Portales del Zócalo y Madero, para seleccionar y adquirir

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Territorio, ciudad y género. Una perspectiva desde la urbanización sociocultural

en el camino otros complementos del ritual: azares, lazo, anillos (alianzas), mi-
sales, velos, medias y ramo de flores; contratar las fotos del estudio, la limusina,
la música, la grabación en video de la boda, y, si se puede, la indumentaria
para la noche de boda y la luna de miel, de acuerdo con el lugar previamente
seleccionado por la pareja.
Incluso las visitas pueden incluir la selección y compra de muebles (sala,
recámara y comedor) y aditamentos domésticos (almohadas, sábanas, toallas,
manteles, trastos, vajillas…) para la casa de los recién casados, contando para
ello con los mercados de La Lagunilla, Atzacualco y La Merced, donde también
se realiza el abasto de alimentos para la comida o cena de la boda y sus secuelas.

Con esta breve descripción de las prácticas culturales que configuran la


mancha cultural de las novias, es posible dar cuenta del proceso de urbanización
sociocultural que genera este proceso, la manera en que las fiestas relacionadas
con los rituales, en este caso las bodas que se celebran en el área metropolitana
de la Ciudad de México y en estados próximos, se concentran en esta zona del
Centro Histórico y se reproducen de manera permanente generando un proce-
so de circulación cultural con elementos de alta significación, documentando
una forma particular de la centralidad cultural que usualmente se omite.

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Ricardo Antonio Tena Núñez

Ahora, con una perspectiva de género, este estudio nos lleva a reflexionar
sobre el proceso de construcción cultural de las “madresposas” (Lagarde, 1990)
considerando el significado del vestido de novia en el contexto de los procesos
preliminares de la boda, donde la “madresposa” encabeza y hereda el ritual de
paso, entrega a la hija a su nueva condición de sacrificio conyugal, envuelta en
la imagen del amor romántico alcanzado con un vestido virginal, que la puri-
fica y somete a una sexualidad reproductiva, casada, de buena esposa y digna
madre de los futuros hijos.
En contraste, como expresión dialógica, está la dimensión cultural y urbana
del erotismo y sexualidad, con otras mujeres cautivas en el Centro Histórico de
la Ciudad de México, tema central de un proyecto en desarrollo sobre género
y ciudad.

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Equipamiento urbano de salud, un elemento
de integración o segregación socioespacial

Carlos Antonio Mata Gutiérrez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

Los equipamientos urbanos, espacios de integración social

El equipamiento urbano determina muchas actividades cotidianas de la po-


blación y éste debe satisfacer diferentes necesidades para la misma; son, en
general, “dotaciones que la comunidad entiende como imprescindibles para el
funcionamiento de la estructura social y cuya cubertura ha de ser garantizada
colectivamente” (Hernández, 2000).
El equipamiento es pensado como el lugar donde se concreta la interacción
pública, “que es para todos”, donde se espera que no existan restricciones explí-
citas de acceso para nadie (Valcárcel, 1997: 185), que está lejos de ser equitati-
vo; por el contrario, es el entorno donde se presentan muchas exclusiones. “Las
desigualdades entre hombres y mujeres son una construcción de orden social”
(Zúñiga, 2014).
El acceso a la educación, la salud, los recursos económicos y el empleo debe
ser igualitario y no depender del género de las personas; esto se da a partir de
espacios pensados para estas actividades de forma equitativa. Estos espacios han
sufrido cambios de acuerdo con las luchas sociales, donde las más importantes
han tenido que ver con la equidad de “género”.
Es claro que, más allá de las diferencias físicas, el género es una conceptuali-
zación social, influida por la cultura y la valorización del estereotipo vigente, de
un ser mujer o un ser hombre. Sin embargo, esto ha cambiado paulatinamente
y el uso de espacios inclusivos que satisfagan las necesidades de todos es esencial
en la erradicación de la brecha de género en nuestro país.
Con el Índice de la Brecha de Género (ibg), presentado en 2006 ante el Foro
Económico Mundial, se mide el tamaño de la desigualdad de género, en la par-
Carlos Antonio Mata Gutiérrez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

ticipación en la economía y el mundo laboral cualificado, en política, acceso a la


educación, así como la esperanza de vida. Por ello es importante considerar a los
indicadores de género, los cuales tienen la función de visibilizar los cambios que
se presentan en la sociedad entre los hombres y las mujeres a lo largo del tiem-
po, para finalmente resaltar la reducción en la brecha; es decir, en las diferencias
entre géneros en el uso de equipamientos, ya sea como empleadas o pacientes,
maestras o alumnas. Consideramos sólo estos dos subsistemas por abarcar toda la
escala espacial presentada por la Secretaria de Desarrollo Social; por ejemplo, en
los nosocomios dedicados a la salud mental existían pabellones especiales para la
atención femenina, lo cual no ha cambiado en cuanto a la atención, pero sí para
quienes laboran en este tipo de equipamientos y será básicamente en quienes nos
enfocaremos, pues las oportunidades laborales para mujeres son limitadas.

La reducción de la brecha de género en México

En los últimos años se ha mantenido su evolución positiva del ibg a nivel na-
cional, pero aún hay mucho que trabajar para reducir más esa diferencia.
Según datos del último censo de población (2010), la población total ascien-
de a 112,322,757 personas, de la que 57,464,459 son mujeres y 54,858,298
hombres. Es una población diversa en territorio, costumbres, idiomas e ideolo-
gías, con arraigadas y renovadas desigualdades sociales.
En los grupos más jóvenes, de 15 a 29 años, el porcentaje de analfabetismo
de hombres y mujeres es de 1.8 por ciento y 2 por ciento, respectivamente.
El analfabetismo y la brecha por sexo se incrementa considerablemente en el
grupo de 75 años y más, con 26.1 por ciento de hombres y 35.3 por ciento de
mujeres, lo que puede considerarse como un rezago de paradigmas de género
“del pasado”.
Si bien en los niveles básicos la matrícula escolar es casi equivalente, con
apenas un diferencial de un punto porcentual entre hombres y mujeres —pri-
maria: 51.2 por ciento de hombres y 48.8 por ciento de mujeres; secundaria:
50.2 por ciento de hombres y 49.8 por ciento de mujeres (sep, 2007)—, este
equilibrio se distorsiona conforme se avanza en los niveles de instrucción y
áreas de conocimiento evocando un “techo de cristal” en la trayectoria educa-
tiva de las mujeres.
Hace casi dos décadas, en 1990, sólo una tercera parte de la matrícula de
posgrado correspondía a las mujeres (32.2 por ciento), pero en 2007 su partici-
pación porcentual alcanzaba 49.4 por ciento del total. En el país la formación

54
Equipamiento urbano de salud, un elemento de integración o segregación socioespacial

Figura 1. Población de 15 a 24 años de edad que asiste a la escuela por género.

Fuente: Elaboración propia con datos de inegi,


Censo de Población y Vivienda 2000, 2010, 2015.

de investigadores es prácticamente masculina pues ellos representaban en 2006


más de dos terceras partes del total de los registros del Sistema Nacional de
Investigadores (sni). Entonces, el sni cuenta con 13,485 personas dedicadas a
la investigación; de éstos 9,202 son hombres (68.2 por ciento) y 4,283 mujeres
(31.8 por ciento).
En rigor, las mujeres muestran mayores tasas de graduación de educación
universitaria que los hombres: 21 por ciento comparado con 18 por ciento
(ocde, 2018) y para 2012, las mujeres terminaron sus estudios universita-
rios con mejores calificaciones que los hombres. Sin embargo, antes de que
cumplan los treinta años, devengan ganando 10 por ciento menos que ellos
(gem, 2012).
El acceso a la salud es un punto importante a remarcar en las estadísticas
del inegi, que demuestran que el acceso a la salud es equitativo para ambos
géneros.
La diferencia entre igualdad y equidad radica en que con la igualdad la
justicia se aplica a todos los ciudadanos de manera uniforme, mientras que
en la equidad se pueden hacer excepciones, siempre y cuando no se compro-
meta el sentido de imparcialidad. Podemos definir al género como un patrón
de conducta cultural inducido y esperado por la sociedad para cada una de

55
Carlos Antonio Mata Gutiérrez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

Figura 2. Distribución porcentual de las mujeres y de los hombres


usuarios de servicios de salud, según tamaño de localidad.

Fuente: Elaboración propia con datos de inegi. Encuesta intercensal 2015.

las personas, de acuerdo con sus diferencias fisiológicas, aunque se consideran


las creencias y actitudes individuales acerca de los comportamientos esperados
para ambos géneros en nuestra sociedad (Fitzpatrick, Salgado, Suvak, King y
King, 2004).
No obstante, las actividades consideradas adecuadas para el hombre y la
mujer son diferentes en cada cultura (Coon, 1999), así como las prescripciones
y creencias social y culturalmente establecidas acerca del comportamiento y
emociones de hombres y mujeres (Anselmi, 1998).
En la cultura mexicana, como la visión del hombre está asociada con el
prototipo del rol instrumental (atributos dirigidos hacia las tareas), a la mujer
se le relaciona con actividades encaminadas al rol expresivo (atributos dirigidos
a la expresión de afectos) y en expresividad (Díaz-Loving y Rocha, 2005).
Estas creencias de comportamientos esperados deben ser modificadas y re-
dirigidas a las habilidades que cada ser humano tiene y puede desarrollar, y no
al papel que la sociedad espera que tomes o los estereotipos que se piensan son
los correctos.

Brecha de género

El Índice de la Brecha de Género analiza la división de los recursos y las opor-


tunidades entre hombres y mujeres en 149 países. Mide el tamaño de la brecha

56
Equipamiento urbano de salud, un elemento de integración o segregación socioespacial

de dicha desigualdad de género en la participación en la economía y el mundo


laboral cualificado, en política, acceso a la educación y esperanza de vida.
México tiene una brecha de género del 72.1 por ciento. Con ese porcentaje
México se sitúa en el puesto 50 del ranking de brecha de género, luego de que
disminuyeran las diferencias entre hombres y mujeres (Expansión, 2018).
La siguiente tabla nos marca los primeros cinco países, la posición de México,
y los últimos cinco países en el ranking mundial de brecha de género de 2018.

Tabla 1. Primeros 5, posición de México y últimos 5, en el Ranking global del ibg

Ranking País Índice de bg


1 Islandia 85 por ciento
2 Noruega 83 por ciento
3 Suecia 82 por ciento
4 Finlandia 82 por ciento
5 Nicaragua 80 por ciento
50 México 72 por ciento
145 Chad 58 por ciento
146 Siria 56 por ciento
147 Irak 55 por ciento
148 Pakistán 55 por ciento
149 Yemen 49 por ciento
Fuente: elaboración propia con datos del Índice de Brecha de Género Mundial.

En México, durante los 19 años que representan los datos, se ha reducido


la brecha entre los géneros, como lo podemos demostrar mediante los equipa-
mientos y servicios públicos.
Aquí se pretende centrar la atención en la importancia del análisis en tor-
no a las brechas de género en lugar de hacer una revisión exhaustiva de datos
estadísticos sobre mujeres para identificar indicadores claves que confirmen
las tareas pendientes en torno a las desiguales condiciones y posiciones entre
mujeres y hombres en México.
Así, cuando se hace referencia a las brechas de género, señalamos la distan-
cia entre mujeres y hombres con relación al acceso, la participación, la asig-

57
Carlos Antonio Mata Gutiérrez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

nación, el uso, el control y la calidad de recursos, servicios, oportunidades y


beneficios del desarrollo en todos los ámbitos de la vida social (Pérez Haro,
2005); estas brechas pueden abarcar el ámbito económico, al social, político,
cultural o tecnológico.
Se sabe que la diferencia entre mujeres y hombres se inscribe en el cuerpo.
Sin embargo, seguimos interrogando sobre el por qué las diferencias anatómi-
cas y fisiológicas (categorías biológicas) se traducen en desigualdades sociales
(categoría sociológica). Por ende, para lograr la equidad de género hay que
eliminar los obstáculos a la igualdad entre los géneros independientemente de
su origen sociocultural.

Equipamientos con equidad

Las diferentes actividades sociales se espacializan en entornos específicos; por ejem-


plo, la educación se imparte en una escuela, los servicios de salud se brindan en
las unidades médicas y hospitales, la recreación en parques y espacios temáticos,
la cultura en teatros y museos, aunque se hará referencia sólo a los primeros dos.
De la mano del debate teórico y metodológico sobre las desigualdades entre
mujeres y hombres van las estadísticas que, sin duda, constituyen una herra-
mienta imprescindible para visibilizar las distintas expresiones de las desigual-
dades de género. Por ello se usaron indicadores que en conjunto proveen un
amplio panorama en términos primordialmente cuantitativos, de las situacio-
nes en materia demográfica y familiar, los niveles educativos y el acceso a la sa-
lud de las mujeres en comparación con los hombres. Los indicadores de género
tienen la función de señalar los cambios sociales en términos de relaciones de
género a lo largo del tiempo. Su utilidad se centra en la habilidad de:

•  Dar cuenta de la situación relativa de mujeres y hombres.


•  Visibilizar los cambios producidos entre las mujeres y de los hombres en
distintos momentos del tiempo y ámbitos sociales.
•  Remarcar la reducción en la brecha y en las diferencias entre géneros en el
uso de equipamientos.

La brecha de alfabetización en los géneros ha disminuido en los 17 años


marcados en la gráfica, pasando de una diferencia en 2000 de 0.4 por ciento
posicionando al género masculino por encima y en 2017 al 0.1 por ciento al
género femenino, pese a que las mujeres tienen mayores tasas de graduación de

58
Equipamiento urbano de salud, un elemento de integración o segregación socioespacial

Figura 3. Evolución de la tasa de alfabetización de mujeres y de hombres de


15 a 24 años de edad. Serie anual de 2000 a 2017 (%).

Fuente: inegi. Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica. Catálogo Nacional de Indica-
dores. En: www.inegi.org.mx (2 de mayo de 2018).

educación universitaria que los hombres (21 por ciento comparado con 18 por
ciento) (ocde, 2018; inegi, 2018). Para 2012, las mujeres terminaron sus es-
tudios universitarios con mejores calificaciones que los hombres. Sin embargo,
antes de que cumplan los treinta años, devengan 10 por ciento menos que ellos
(gem, 2012; inegi, 2018).
A principios de marzo de 2020 en México se empezó a hablar del virus sars
cov2, mejor conocido como covid-19, el cual afectaba las vías respiratorias y
que se propagaba muy rápidamente por Asia y Europa. Se tenía poca informa-
ción al respecto, pero donde se empezaban a registrar casos, rápidamente se
presentaban defunciones, por lo que las autoridades internacionales, como la
Organización Mundial de la Salud, alertaron al mundo, pidiendo que se sus-
pendieran las actividades concentradoras de personas, iniciando por el sector
de educación. La Ciudad de México no fue la excepción de modo que fueron
suspendidas las clases presenciales.
En cuanto a los servicios de salud, para el 14 de septiembre de 2020 se es-
tableció lo que en México se ha denominado fase 3 color naranja del semáforo
epidemiológico, donde los casos de mujeres enfermas es de 47.89 por ciento
de las cuales sólo el 26.83 por ciento requirió algún tipo de hospitalización, en
las 1,338 camas disponibles con equipo de intubación se encuentra en uso el
34.6 por ciento en la capital del país; de las defunciones confirmadas el 35.19
por ciento eran mujeres y 64.81 por ciento hombres; es decir, que los hombres
presentan una mayor tasa de mortalidad frente al covid-19 en México.

59
Carlos Antonio Mata Gutiérrez y Delia Patricia López-Araiza Hernández

Espacios para disminuir la brecha entre géneros

La forma como se constituye el medio urbano es fundamental en la vida de


las personas (Bofill 2003), porque, como lo conceptualiza Martínez (2003), el
espacio de las ciudades “es una manera de habitar colectiva desde el punto de
vista existencial”, de tal manera que “para comprenderlo y sentirlo, las mujeres
y los hombres necesitan orientarse e identificarse en y con el espacio”.
Es claro que el género, más allá de las diferencias físicas, es una conceptuali-
zación social influida por la cultura y la valorización del estereotipo vigente, de
un ser mujer o un ser hombre. Sin embargo, esto ha cambiado paulatinamente
y el uso de espacios inclusivos, que satisfagan las necesidades de todos, es esen-
cial en la erradicación de la brecha de género en nuestro país.
Si bien los hombres y las mujeres estaban separados socialmente y el acceso
a los servicios era más complicado para las mujeres, se ha visto que la brecha
disminuye año con año, posicionando a ambos géneros con las mismas opor-
tunidades de acceso a la educación y a la salud.
Actualmente, de acuerdo con las cifras de inegi, la brecha de género en la
educación se puede considerar como erradicada, pues el acceso, así como los
espacios, es igualitario. Hablando de la crisis medica que estamos viviendo a
nivel global, podemos decir que, en México, el acceso a los servicios médicos
es igualitario para hombres y mujeres y que la diferencia de mortalidad men-
cionada en las estadísticas obedece al descuido personal en la salud de cada
individuo y no está relacionada con la segregación por género.
Los equipamientos son espacios donde se elimina la discriminación social,
para servir a toda la población por igual y asegurar su desarrollo. El fácil acceso
a todos los servicios es fundamental para tener una sana convivencia entre los
géneros.

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2. Relación género-patrimonio urbano,


un proceso de resignificación
Políticas urbanas y conflicto por el territorio:
identidad y exclusión en barrios originarios.
Xoco en Ciudad de México

Ireri Niño Martínez

El territorio es objeto de distintas apropiaciones traducidas en relaciones de


poder en las que se basa la organización social. Es evidente la existencia de un
conflicto por el territorio, al observar los procesos de transformación del espacio
urbano, además de las relaciones, significaciones y prácticas de éste. La hipótesis
central del presente artículo se refiere a que los procesos de urbanización, do-
minados por el capital inmobiliario impulsados por las políticas urbanas, gene-
ran efectos de desterritorialización, exclusión y fragmentación socioespacial en
barrios originarios dentro de las ciudades. Se tratará de comprender y explicar
estos procesos de urbanización y sus efectos en la identidad socioterritorial de
los barrios originarios afectados por la privatización del territorio en un contex-
to neoliberal.
Para lograr dicho objetivo se utilizará un método de investigación empírico,
cualitativo e inductivo, mediante el uso de observación y análisis del discurso
de las políticas urbanas adoptadas, medios de comunicación y los actores en los
barrios. Los ejes de análisis que conducirán el presente documento serán el de
la relación de los conceptos de cultura con ciudad, y economía con sociedad;
de cada uno de estos conceptos se han adoptado subtemas para describir los
hechos que competen a esta investigación en concreto: barrios originarios-pro-
cesos de urbanización, y capital inmobiliario-identidad respectivamente a los
ejes mencionados. El enfoque de la investigación está guiado por una mirada
antropológica de la ciudad, desde la urbanización sociocultural propuesta por
Ricardo A. Tena (2007), en el cual el proceso de transformación de la ciudad
incide en la cultura que posee una sociedad, siendo dicha sociedad la que trans-
forma el entorno urbano desde su dimensión cultural.
Ireri Niño Martínez

Los principales actores participantes en dicho conflicto por el territorio


son los pobladores del barrio originario, las inmobiliarias y las autoridades.
Estos dos últimos entienden la privatización del territorio y la especulación
inmobiliaria como crecimiento económico, desarrollo y modernización, y, por
el contrario, los pobladores como encarecimiento de la vida y fragmentación
socioespacial e identitaria. Para profundizar en ello es importante llevar a cabo
una aproximación teórica del concepto de territorio en un contexto del mundo
visto como un gran mercado global, donde se hace presente una desterritoria-
lización de corte económico, social y cultural.

Identidad socioterritorial

El territorio es el espacio apropiado y valorizado por los grupos humanos, don-


de se materializan las relaciones de poder y los actores sociales proyectan su
concepción del mundo. Los territorios pueden transformarse continuamente
en razón de la mundialización geopolítica y geoeconómica (Gilberto Giménez,
2000: 27), pero también es importante enfocarse en la relación del territorio
con la cultura y la identidad, para comprender cómo lo viven los actores que se
apropian de dicho espacio. En principio, podemos identificar dos tipos de te-
rritorios en un mismo espacio: los territorios vividos, donde el papel primordial
lo desempeña la sociabilidad, hace referencia al barrio, a la comunidad; y los
territorios abstractos, con una percepción más subjetiva donde es posible tener
nociones de una frontera simbólica relacionada con el poder, es más conceptual
y se relaciona a los territorios de la globalización. Estos conceptos se retoma-
rán posteriormente, pero por ahora nos centraremos en el papel del territorio
identitario: el barrio.
Los barrios originarios son territorios que han pasado históricamente por
una serie de procesos de sincretismo cultural que les ha forjado una identidad
colectiva; así como de procesos de urbanización que incluyen redensificación
y modernización aparente traducida en las transformaciones de su entorno
que fungen como una barrera simbólica que invisibiliza al territorio, las rela-
ciones y las prácticas de un barrio popular. Es importante aclarar que, a pesar
que las realidades de las ciudades aquí analizadas son muy distintas por su
origen, procesos de urbanización y de apropiación, se quiere realizar un con-
traste tomando el discurso de los actores que habitan dichos espacios, quienes
hacen énfasis en una situación de transformación del territorio que ha tenido
efectos en su cotidianeidad, haciendo referencia principalmente al concepto

66
Políticas urbanas y conflicto por el territorio:
identidad y exclusión en barrios originarios. Xoco en Ciudad de México

de gentrificación. Estos procesos urbanos normalmente han sido impulsados


por un elemento normativo aunado al diseño espacial que se ha reflejado en
grandes cambios que han dado pie a una nueva forma de relaciones y prácticas
del espacio.
La identidad colectiva está constituida por un sistema de creencias, acti-
tudes y comportamientos que le son comunicados a cada miembro del grupo
por su pertenencia a él. La identidad de los barrios remite a su cultura, cuando
los barrios son sometidos a una relación de colonización, dependencia o mar-
ginación por otros que adoptan un valor subordinado, adquieren una imagen
desvalorizada. La preservación de la propia identidad es un elemento indispen-
sable de la resistencia a ser absorbidos por la cultura dominante, por lo que la
búsqueda de la propia identidad abre una alternativa. Una opción es el retorno
a una tradición propia, el repudio del cambio, el rechazo a la modernidad; la
otra alternativa es la construcción de una representación de sí mismo en que
pudiera integrarse lo que una comunidad ha sido con lo que proyecta ser.
Las manifestaciones culturales de los otros barrios son percibidas a menudo
como posibilidades propias. Cada cultura es una forma de vida que se ofrece
como ejemplo a las demás. La identidad permite dar una continuidad a la his-
toria, al prestarle un sentido.

El conflicto por el espacio

El pueblo originario de Xoco se encuentra en la zona centro-sur de la Ciudad


de México. Ubicado actualmente dentro de la alcaldía Benito Juárez, delimi-
tado por avenidas de grandes dimensiones, redes importantes de movilidad
dentro de la Ciudad de México que conectan centros de poder por su carga
cultural y económica que han hecho de Xoco un nodo destacado en la ciudad,
al menos a simple vista.
Desde los años cuarenta, Xoco ha pasado por un proceso de transformación
urbana que no ha parado hasta nuestros días. Se pueden identificar cuatro eta-
pas de conurbación del pueblo que han dejado huella hasta nuestros días: en
primer lugar, Xoco fue un lugar de producción agrícola, cuyas actividades eran
posibles por la cercanía del pueblo con el río Churubusco, el cual fue intuba-
do alrededor de los años cincuenta. Es ahí cuando las actividades comerciales
agrícolas de Xoco dan un giro hacia la etapa industrial, destacando la industria
cultural. Como una tercera etapa, en los años setenta la conurbación se hace
notar con la construcción de la primera plaza comercial de la Ciudad de Méxi-

67
Ireri Niño Martínez

co, la cual provocó que Xoco y sus alrededores fueran lugares de interés para la
población, por lo cual comenzó una urbanización habitacional vertiginosa con
fraccionamientos en las periferias del pueblo.
Actualmente, Xoco está pasando por una cuarta etapa de redensificación y
modernización que se puede observar en las periferias del pueblo, encontran-
do altas torres de departamentos de lujo, supermercados, tiendas de prestigio,
medios de transporte de todos tipos; el comercio local ha desaparecido casi por
completo, así como la horizontalidad de la vivienda y la vida barrial, éstas son
algunas de las barreras simbólicas que han invisibilizado el paisaje, las relacio-
nes y las prácticas de un barrio popular y tradicional.
Los habitantes que llegaban a residir a Xoco en décadas pasadas lograron
integrarse en cierto grado a las prácticas tradicionales del pueblo. Sin embargo,
se puede notar la diferencia en algunos casos, sobre todo con los vecinos que
llegaron a los complejos de las torres construidas en la periferia del pueblo, así
como los habitantes de los fraccionamientos en el interior de Xoco. El tejido
social de los habitantes de Xoco muestra claras diferencias; se puede identificar
fácilmente a los habitantes originarios de los nuevos, tomando como habitante
nuevo a aquel que llegó a residir a Xoco sin haber tenido un vínculo familiar
previo en el sitio, y quien, además, no ha creado vínculos de arraigo hacia las
tradiciones y la espacialidad del lugar.

Globalización y políticas urbanas como agentes del conflicto

Se dio un giro en la concepción de lo urbano: la institucionalización del mode-


lo de ciudad global (Novoa Gutiérrez, 2018), que hace referencia a un modelo
de ciudades interconectadas entre ellas, con una preponderancia económica
del sector servicios. El diseño del espacio se vuelve una manera de orientar las
relaciones hacia una ciudad exitosa. Este giro hizo que políticas como las de
redensificación adquirieran expresiones distintas ligadas a procesos de moder-
nización y comercialización del espacio.
A lo largo del tiempo se han dado transformaciones en el territorio de los
barrios originarios, donde se dio una coexistencia de distintas formas de rela-
ciones y prácticas del espacio. Si bien estas transformaciones orientaron de ma-
nera distinta la relación de la comunidad con su espacio, alejada de un pasado
agrario y ya con fuertes componentes urbanos, tanto espaciales como relacio-
nales, no implicaron conflictos por el espacio que sí se dieron después de 2009.
Si ya se habían dado cambios drásticos en el diseño urbano de Xoco ¿por

68
Políticas urbanas y conflicto por el territorio:
identidad y exclusión en barrios originarios. Xoco en Ciudad de México

qué es hasta 2009 que se convierte en un problema mayor para el pueblo? La


especulación inmobiliaria se ve reflejada en la zona donde se encuentra, dado
que a partir del año 2000 el Gobierno del Distrito Federal, con las políticas
urbanas del llamado Bando 2 a cargo del entonces jefe de gobierno y actual
presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dio oportunidad
de realizar desarrollos inmobiliarios para resolver un supuesto problema de
despoblamiento del área central de la ciudad, lo que incluía a la delegación
Benito Juárez. Sin embargo, las licencias de construcción otorgadas no fueron
utilizadas únicamente para construcción del ámbito habitacional, sino también
al comercial y de servicios, impulsando así a la iniciativa privada a establecer
nuevas oportunidades en esta parte central de la ciudad y así crear oportunida-
des de empleo. A partir de entonces, las áreas que rodean a Xoco entraron en el
campo de batalla por la lucha del suelo, que se fue encareciendo a medida que
pasaba el tiempo, en las grandes avenidas se adquirieron predios donde había
construcciones habitacionales de uno o dos niveles, las cuales fueron demolidas
para levantar edificios habitacionales y de comercio que transformaron la ima-
gen urbana de esta parte de la ciudad.
Al interior del pueblo las políticas no fueron muy distintas, a pesar de ser
un pueblo originario, ya que con el objeto de hacer compatibles las categorías
patrimoniales de la Ley de Salvaguarda del Patrimonio Urbanístico y Arqui-
tectónico con las de los programas delegacionales de desarrollo urbano, se es-
tablecieron políticas y programas que modificaron el uso del suelo en el área
patrimonial perteneciente a Xoco, permitiendo así la posibilidad de levantar
un proyecto de tal magnitud como el de Mítikah. Los cambios en la estructura
espacial de Xoco fueron continuos desde la mitad del siglo xx, pero no fue hasta
que el proyecto Mítikah que el conflicto por el espacio fue evidente.

Efectos de la gentrificación: espacios polarizados

Lo que inició con intenciones de mejorar la calidad de vida a través del re-
poblamiento de la ciudad central ayudando a las familias de escasos recursos,
terminó en una disputa por el territorio donde el suelo se ha encarecido y trans-
formado; todo esto derivado a la falta de un análisis profundo y un control de
hasta dónde podía redensificarse cada zona de la ciudad central por parte de
las políticas y la modificación indiscriminada de los programas de desarrollo
urbano implementadas con el Bando 2, especialmente en la delegación Benito
Juárez, donde se percibe un claro problema de densificación y gentrificación.

69
Ireri Niño Martínez

Erick Clark define “gentrificación” como la reestructuración espacial de un


área urbana mediante la inyección de capital fijo en el mercado inmobiliario y
de infraestructura, orientada al reemplazo de usuarios de ingresos medio-bajos
por usuarios de poder económico superior, en un contexto de mercantilización
de suelo (Clark, 2005). El concepto de gentrificación ha sido apropiado por los
habitantes de los barrios y la carga simbólica que contiene deja ver que dichos
actores tienen una fuerte postura contra el desarrollo inmobiliario, no tanto
con los nuevos vecinos que puedan llegar.
Dentro de los barrios originarios se perciben dos tipos de espacios: uno de
consumo y otro como histórico identitario, los cuales coinciden a la vez en un
mismo territorio. En cuanto a las nuevas edificaciones, ya sea al interior o al
exterior, existe una frontera simbólica que filtra, según su situación de clase, a
aquella otredad con la que se tendrá contacto, pues las formas y capacidades
de consumo son específicas. La temporalidad de esta función del espacio es
corta y funciona solamente en el presente, pues el consumo se satisface en la
inmediatez. Lo inmediato es observado por Bauman (1998) como una caracte-
rística general del tiempo y su percepción en lo que define como “modernidad
líquida”, donde la espera se ha dejado de lado. Existen espacios internos que
promueven comunidades cerradas, intentan aislar del entorno donde habitan,
y externos como espacios de consumo.
Por otro lado, los espacios históricos identitarios son el espacio de contacto
del pueblo; en este caso, la iglesia es el centro simbólico y vinculante entre los que
se reconocen como lugareños. Un espacio vinculante que sobrepasa lo religioso,
ahí se da la conexión entre lo sacro y lo profano, espacio de identidad no sólo
por religiosidad. La temporalidad de la función del espacio en este caso es larga
y se configura como tal a partir de la relación entre lo tradicional y la identidad
colectiva, en la que el espacio desempeña un papel especialmente importante.
Con la anterior puede decirse que el funcionamiento del espacio de contac-
to del barrio crea un vínculo de comunidad y convierte ese vínculo en organiza-
ción de la vida social relacionada con el espacio. Podemos observar dos formas
de organizar la vida social, formas de consumo, temporalidad del espacio y lo
identitario. En ambas formas de organización, el paisaje “antiguo” puede tener
un lugar. Por un lado, puede ser de sentido comunitario que permite al actor
pensarse como parte de una colectividad en un espacio o, por el otro, un lugar
que no tenga quién lo practique y sólo sirva como imagen de fondo. Es impor-
tante destacar que en los espacios de encuentro siempre existe el contacto con
lo otro, pero no necesariamente la generación de un vínculo con el lugar.

70
Políticas urbanas y conflicto por el territorio:
identidad y exclusión en barrios originarios. Xoco en Ciudad de México

Reflexiones finales

La incompatibilidad para compartir un espacio no se da por la presencia de una


otredad, la incompatibilidad se da cuando la presencia del otro implica elemen-
tos normativos y reguladores de la vida social que atentan contra la permanen-
cia de los originarios. Elementos normativos que no tienen que ser explícitos,
como la situación de clase que norma, a partir del costo de vida, quiénes pue-
den habitar el espacio. Mientras la presencia de otro implique la expulsión de
los originarios, la coexistencia de formas distintas de organizar la vida alrededor
del espacio se vuelve inviable.
La transformación urbana y sociocultural en los barrios originarios implica
la llegada de una otredad que practica y significa el espacio, de tal forma que
la continuidad de las significaciones y prácticas propias sobre el espacio se ven
amenazadas. No tiene que ver con aceptar a lo distinto, tiene que ver con re-
laciones de poder. El discurso conciliador oculta dinámicas excluyentes, que
desarticulan vínculos comunitarios con el territorio, fomentan el desarraigo y
hacen del espacio de un barrio una imagen que funciona como un contraste
entre el pasado y el presente.

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d=y>, consultado el 18 de noviembre de 2018.

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Reflexión urbana en la arquitectura y
el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

María Guadalupe Valiñas Varela

Introducción

Los acontecimientos de la última década del siglo xx, ya finalizada, y el co-


mienzo de la primera década del siglo xxi, han dejado muchos cambios para
las mujeres, quienes por siglos han sufrido lo que implica un sistema de pa-
triarcado en muchas culturas. Si bien esto se ha modificado con el pasar de los
años, aún en nuestros días se sigue padeciendo en gran parte discriminación,
desigualdad, violencia, acoso, maltrato, etcétera. Si el género puede referirse
tanto a hombres como mujeres,19 lo cierto es que las últimas son las más vul-
nerables. Así, sin abordar las distintas vertientes en las que pudieran dividirse
serán el tema de este documento.
Lo anterior quiere decir que en muchos casos ni siquiera tienen los mis-
mos derechos que los hombres; lo que es peor, actualmente se ha incre-
mentado la violencia doméstica, las violaciones y asesinatos contra mujeres,
lo que se ha tipificado penalmente como feminicidio.20 Es a partir de la
búsqueda de la liberación que se presentan casos con mayor violencia, re-
lacionados con la continuidad del dominio y control representado por la
masculinidad. Con lo anterior se conforma el planteamiento del problema
en el presente trabajo.

19  El género se clasifica en hombre y mujer. Sin embargo, hay variantes en cuanto a preferencias sexuales
y modificación de sexo. Se abordarán estas dos concepciones, aunque cabe aclarar que los que no se
sienten identificados en estas dos, por diversas circunstancias han optado por incluir en el lenguaje
una “x” o una “e” por ejemplo: todas, todos y todes.
20  Es la muerte violenta de las mujeres por razones de género.
María Guadalupe Valiñas Varela

Se parte del supuesto hipotético de que la represión hacia las mujeres, ejer-
cida por los hombres a lo largo de la historia, se relaciona con los roles apren-
didos desde la infancia, relacionados con la educación. Por ello, para romper
paradigmas es necesario una reparación social por medio de la concientización
del problema a nivel mundial. Esto puede ser posible mediante expresiones
artísticas que constituyan un medio de comunicación que pueda transformar
a la sociedad.
Pregunta de investigación principal: ¿qué situaciones sociales han orillado a
las mujeres de la Ciudad de México a atentar contra elementos arquitectónicos
y patrimoniales en el espacio público?; además, ¿será posible revertir el daño
por medio del arte y la perspectiva de género?
Preguntas secundarias: ¿en qué condiciones se encuentran edificios patri-
moniales, monumentos, además del espacio público después de las marchas
feministas en el centro de la Ciudad de México?, ¿cuáles son los mensajes que
dejaron grabados en monumentos y edificios estos colectivos?, y ¿qué signifi-
can? ¿Cómo se puede lograr una reparación del daño en el patrimonio y en la
sociedad? ¿Puede ser por medio del arte?
El objetivo general será, por ello, evaluar las situaciones sociales que han
generado a las mujeres el atentar contra la arquitectura y el patrimonio de la
Ciudad de México, así como las condiciones de éste, además de la posibilidad
de generar arte en el espacio público por medio de la escultura, la pintura y la
danza, para generar conciencia del respeto a las mujeres como parte medular
de la sociedad.
Objetivos secundarios: conocer las condiciones de edificios patrimoniales,
monumentos, además del espacio público después de las marchas feministas en
el centro de la Ciudad de México; sintetizar los mensajes en las pintas a monu-
mentos y edificios de carácter patrimonial; analizar los mensajes asentados en
ellos como signo de protesta, desde el análisis del discurso; explicar la escultura
en la actualidad como producción social de comunicación, así como la pintura,
el grafiti urbano, la música, la danza, entre otros y su relación con la arquitec-
tura y el patrimonio.
Formulada en un inicio por Edgar Morín, la metodología estará sustentada
en el pensamiento complejo, donde se apliquen los siguientes principios: la re-
cursividad, lo hologramático (ir del todo a la parte, y de la parte al todo), la dia-
léctica, además de la contradicción para llegar a la obtención de conocimiento.
Se aplicó, así, una investigación de corte cualitativo, por medio de recorridos,
registros, y observación de forma deductiva.

74
Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

El tema no sólo se justifica, puesto que es totalmente necesario el análisis


y reflexión de lo que ocurre para buscar alternativas de solución en este nuevo
siglo xxi, al marcar una diferencia en igualdad de género, equidad y respeto
entre hombres y mujeres.

Antecedentes históricos

Tanto en Europa, como en América y en otros continentes, para las mujeres


las condiciones no han sido fáciles, pues desde tiempos inmemoriales ciertas
ideologías las marcan como objeto de pecado, traición, maldición, etcétera. En
1405, Christine de Pizán rechazó los principios o afirmaciones hacia las muje-
res de la época, y para la construcción de una ciudad alegórica hecha por muje-
res nombró tres conceptos fundamentales: la rectitud, la justicia y la razón. En
este libro ella hace un compendio de mujeres ilustres que niegan lo establecido
por la sociedad en cuanto a los preceptos religiosos.
En América, desde la Conquista, la mujer ha desempeñado ciertos roles
establecidos por los grupos sociales que la han limitado a cumplir el papel de
madre, satisfactor sexual, sin voz ni voto en la toma de decisiones.
Casos en la historia se pueden mencionar varios, pero el de la Malinche es
fundamental. Malinalli Tenépatl, hija de los caciques de Painala, cerca de Coat-
zacoalcos, quien, según Bernal Díaz del Castillo, fue regalada a Hernán Cortés,
quien la utilizó como intérprete y la convirtió en una de sus muchas mujeres.
Con ella tuvo un hijo, Martín Cortés. Ella fue pieza clave en la conquista espa-
ñola, pues, a pesar de ser descendiente de la nobleza mexica, fue tratada como
esclava y otorgada como un obsequio, pero su inteligencia y dominio de varias
lenguas hicieron que se volviera indispensable para lograr el apoyo de otros gru-
pos hacia los españoles. Ejemplo de ello fue la unión de tlaxcaltecas y españoles,
lo que provocó la caída de los mexicas y de Tenochtitlan, la cual yace hoy bajo
el Centro Histórico de la Ciudad de México, y aunque algunos historiadores di-
fieren en fechas, han pasado aproximadamente quinientos años de estos hechos.
Otro caso importante es el de sor Juana Inés de la Cruz, quien vivió en el si-
glo xvii durante el virreinato de la Nueva España, totalmente expuesta a la poca
libertad de que disfrutaban las mujeres de entonces, así que prefirió recluirse
en un convento para convertirse en una escritora novohispana. Fue máximo
exponente de la literatura de su tiempo y una de las primeras en analizar las
desigualdades entre hombres y mujeres, como lo deja entrever en su poesía.
Muestra de ello es “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón…” Este

75
María Guadalupe Valiñas Varela

escrito da muestras claras de su cuestionamiento acerca del comportamiento


desigual e injusto, establecido entre hombres y mujeres en la época.
Sin embargo, pasaron varios siglos para que se pudiera notar un cambio en
la sociedad. En el caso de México fue hasta el inicio del siglo xx cuando co-
menzaron las primeras oleadas feministas. La primera oleada con el Congreso
Feminista en Mérida, Yucatán, en 1916, organizado por la profesora Consuelo
Zavala, al que se adhirió Hermila Galindo Acosta, quien solicitaba desde la
Constitución de 1917 el voto de la mujer, el cual llegó hasta la segunda oleada
feminista, con Adolfo Ruiz Cortines como presidente. Fue el 3 de julio de
1955 la primera vez que la mujer mexicana ejerció su derecho de sufragio.
Posteriormente vino la tercera oleada, entre 1960 y 1980, que reclamaba el
derecho de decidir sobre la reproducción. En ese lapso, el 3 de octubre de 1970
se dio la marcha de la minifalda en la Ciudad de México, con la intención de
producir un cambio social.
Entonces en América y México, empezaron a surgir nombres de mujeres de
importante trayectoria en las artes como Alfonsina Storni, un referente en la
poesía feminista. De origen suizo, luchó por el reconocimiento de las mujeres
en la literatura, desde su condición de madre soltera, con poemas como “Tú
me quieres blanca” o “La loba” que reflejaban su combate diario con su tipo
de vida no aceptada ni bien vista en la sociedad. En 1938, decidió suicidarse
en Argentina.
Alaíde Foppa, una poetisa feminista, crítica de arte, huyó exiliada de Gua-
temala a México, donde se convirtió en profesora de la Facultad de Filosofía
y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fundadora de la
revista Fem, en 1976. Desapareció en Guatemala en 1980, objeto quizás de una
venganza por sus ideas feministas y activistas.
Por otra parte, sin lugar a duda, Frida Kahlo marcó un antes y un después
en la pintura en México. Sus cuadros, en los cuales se pintaba a sí misma, re-
flejan el dolor del cual era víctima por su mala salud e infelicidad al lado de su
esposo, Diego Rivera. La vida de esta importante mujer en la historia de Méxi-
co concibió un apego tradicionalista cuya vida trascendió al cine en numerosas
películas, las cuales hablan de su vida, historia y aportación artística.
Y no podía faltar Ángela Gurría Davo, quien en los inicios de su carrera
firmaba como Ángel Gurría; sí, como hombre. Sin embargo, se convirtió en
una de las más importantes escultoras en México y América Latina. Logró ser
la primera mujer miembro de la Academia de Artes, cuya obra Señales es una
herradura suelta en blanco y negro que forma parte de la Ruta de la Amistad

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Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

realizada para los Juegos Olímpicos de 1968. Sus obras suelen ser de acero,
monumentales, para el espacio público, como Eclipse donada en Bogotá, Co-
lombia, en la cual maneja la dualidad luz-oscuridad y urbano-naturaleza.

Figura 1. Escultura Río Papaloapan, obra de arte escultórica en acero de Ángela Gurría, ubicada en la
entrada del Museo de Arte Moderno y del lado derecho una foto de una exposición exterior “Desde
nosotras”,21 en las galerías abiertas de las rejas de Chapultepec. Archivo personal 29 de julio de 2020.

En la arquitectura del siglo xx, si bien hay graduadas por las universidades,
no hay muchas mujeres de las cuales hablar, pues en las construcciones que
suelen abundar, los nombres que aparecen como referentes son de hombres.
Pocas se pueden mencionar, quizás a Lina Bo Bardí, nacida en Italia y que vivió
en Brasil, donde se encuentra la mayoría de sus obras arquitectónicas, como el
Museo de Arte Popular, el Museo de São Paulo, la casa de cristal y la Iglesia del
Espíritu Santo de Cerrado.
En México Ruth Rivera, hija de Guadalupe Marín y Diego Rivera, fue la
primera mujer en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto
Politécnico Nacional. Participó en la construcción del Centro Médico Nacio-
nal y el Museo de Arte Moderno.
Otra importante arquitecta fue Estefanía Chávez Barragán, quien fundara
la Asociación de Mujeres Arquitectas Urbanistas en México.

21  Obras relacionadas con el fotoperiodismo desde una visión femenina.

77
María Guadalupe Valiñas Varela

Y a nivel internacional Zaha Hadid fue una arquitecta anglo-iraquí y la


primera mujer en obtener el Premio Pritzker en 2004.
Es claro que las mujeres se han ido abriendo camino en distintas artes, pero
cuando se compara el porcentaje de hombres y mujeres en las distintas discipli-
nas, las mujeres siempre forman parte de una escasa minoría.

Marco teórico

Este trabajo fue elaborado a partir de dos ejes de análisis: a) arquitectura y pa-
trimonio y b) arte y género. Por tanto, empezamos por ponerlos en contexto.
Antes que nada, debemos saber que además de la pintura, la música, la escul-
tura, la literatura, la danza y el cine, la arquitectura es una de las bellas artes.
Para algunas personas la construcción no es considerada en sí misma como
arquitectura, pues debería generar emociones. Sin embargo, es conveniente leer
algunas definiciones de distintos teóricos:

El arte, cuyo secreto resorte es la esencia de la belleza que a nuestra vista se ostenta,
produce obras en las que ella se revela y manifiesta…
Basta al caso hacer constar los hechos transitorios anteriores a un hecho ca-
pital, y los que a éste sucedieron inmediatamente, a fin de poner en relieve el no
conocimiento del principio allí, y la desviación aquí de él o su completo olvido,
origen y causa siempre de toda decadencia (Cabello y Aso 1876: 143: 148).

El autor anterior es del siglo xix, por lo cual se nota en la expresión de su len-
guaje, pero ¿cómo se define el arte en nuestra contemporaneidad? El siguiente
teórico es del siglo xx:

No sabemos cómo empezó el arte, igual que ignoramos cual fue el comienzo del
lenguaje. Si tomamos la palabra arte para significar actividades como construir
templos y casas, realizar pinturas y esculturas o trazar esquemas, no hay pueblo en
el mundo que carezca de arte. Si, por otra parte, entendemos por arte una especie
de lujosa belleza, algo que puede gozarse en los museos o exposiciones o una cosa
especial que sirva como preciada decoración en la sala de mayor realce, tendre-
mos que advertir que este empleo de la palabra corresponde a una evolución muy
reciente y que muchos de los mayores arquitectos, pintores y escultores, jamás
pensaron en ello (Gombrich, 1950: 21).

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Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

Para entender lo anterior, arte no significa lo mismo para todos, pero es un he-
cho que el arte está ligado a la estética. Aun así, que algo sea estético tampoco
quiere decir que sea bello, porque lo que para unos es bello para otros puede
no serlo. ¿Entonces?

La estética es el arte de la filosofía que estudia los efectos que produce la per-
cepción de las obras y situaciones objetivas artísticas dentro de un estado crítico
evaluativo de la realidad en la conciencia que analiza lo bello, lo sublime, lo gran-
dioso, lo gracioso, lo dramático, etc. (Camacho, 2007: 359).

Sin embargo, en muchas ocasiones el arte y la arquitectura han quedado re-


legados a un capricho de la forma, sin expresión y sin significado. “No se
trata de una cuestión de ética o significado simplemente forma en su estado
desnudo y obsceno: la forma por la forma” (Leach, 2001: 127). Prevalece la
necesidad en la sociedad de generar utilidades y de utilizar el arte como pro-
ducto de cambio.

El análisis de la producción cultural y de la formación de los juicios estéticos a tra-


vés de un sistema organizado de producción y de consumo mediado por comple-
jas divisiones del trabajo y practicas promocionales y disposiciones de marketing
(Harvey, 2008: 378).
Partiendo de que las artes son productos culturales, no se debe tomar el fenó-
meno sociocultural de cada arte como algo concreto y unitario, se deben redefinir
las artes de acuerdo a nuestras realidades, al ser la educación deficiente modifica-
mos esas realidades. Es verdad que como no teorizamos, desconocemos nuestras
realidades estéticas y artísticas (Acha, 1997: 77).

No obstante, como se menciona en el párrafo anterior, el arte está relacionado


con la cultura y no con la generación de una utilidad económica.
Ahora bien, ¿qué enfoque puede tener la arquitectura en relación con el
género? Se relaciona con las distintas dualidades, con lo interno y lo externo,
con lo permitido y lo no permitido por la norma establecida, como se observa
en la siguiente definición:

En la arquitectura desde un enfoque político, el género es la construcción cultural


de roles atribuidos a los sexos que asigna espacios y establece prioridades: lo pri-
vado y lo público, pares complementarios y antagónicos: a la vez lo cotidiano lo
interior y lo privado son secundarios y relativos: el exterior y lo público son prin-

79
María Guadalupe Valiñas Varela

cipales e importantes, y por tanto sólo pueden formularse desde teorías neutrales,
racionales y abstractas y no desde la experiencia personal. Esta valoración discri-
minadora tiene su formalización en el orden doméstico (Montaner, 2017: 197).

En la arquitectura, podemos determinar algo como patrimonio histórico o


artístico. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(inah), el primer caso considera a edificios y monumentos anteriores al siglo
xix, mientras que el segundo es regulado por el Instituto Nacional de Bellas
Artes y Literatura (inbal), y son edificaciones y monumentos recientes, por
decirlo de alguna manera, del siglo xx.

Roberto Marcelo Álvarez define patrimonio como: conjunto de bienes valiosos,


materiales tangibles o inmateriales-intangibles heredados del pasado. Este con-
junto de bienes a los cuales los individuos tienen acceso como miembros de co-
munidades, reflejan el espíritu de una época, de una comunidad, de una nación y
de la propia humanidad. El patrimonio urbano y arquitectónico forma parte del
patrimonio cultural, en cuanto a clasificación por escala. Urbano: son los conjun-
tos, centros, sitios históricos e hitos urbanos que evidencian la existencia de una
identidad cultural tangible en el medio que los rodea, y el arquitectónico son los
edificios y monumentos cuyo valor cultural es asignado debido a los materiales
que los constituyen, a su técnica de manufactura, época, tipo de objeto, entorno,
autor y significado (Álvarez, 2010: 6-10).22

En 1980 se declaró Zona de Monumentos Históricos al Centro Histórico de


la Ciudad de México y en 1987 Patrimonio de la Humanidad; se trata del co-
razón el país, que cuenta con una riqueza extraordinaria tanto histórica, como
artística, en edificaciones patrimoniales y elementos urbanos.
Las dicotomías o dualidades mencionadas no sólo se relacionan con la ar-
quitectura, sino también con la identidad y el patrimonio urbano, como, por
ejemplo, ciertos espacios públicos como plazas al aire libre que muestren un
elemento icónico y funcionen como puntos de encuentro.

Identidad y Patrimonio Urbano: nos encontramos ante la dicotomía civiliza-


ción-cultura, característica de la identidad cultural, que definimos como la in-
tegración de determinados individuos por medio de una identificación con una

22  Tomado del Módulo Preservación del Patrimonio Urbano Arquitectónico de la Maestría en Proyec-
tos Arquitectónicos y Urbanos, España: Fundación Universitaria Iberoamericana, elaborado por R.
Álvarez, A. Gaspar Vera y M. Quiroga, 2010.

80
Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

cultura, ya sea por medio de sí mismo o de un tercero y la aceptación de valores


éticos y morales (Cedeño 2015: 50).

En este trabajo se analizan las problemáticas que en el patrimonio causan las


marchas en la vía pública, lo cual nos lleva a pensar en técnicas de restauración
conforme a la magnitud de los daños ocasionados, por ejemplo, la anastilosis
o reintegración, término que proviene del griego y se refiere a la reparación de
columnas; es asimismo un término arqueológico que se refiere a la integración,
restauración o reconstrucción por medio de un estudio metódico del ajuste de
los diferentes elementos que componen su arquitectura. “Es la recomposición
de los elementos originales” (Larios 2009: 34).
Pero, ¿nos hemos cuestionado alguna vez qué pasa si el patrimonio es pin-
tado? ¿Se pensará que es parte de una nueva decoración? Por supuesto que no.
Esto ha sido discutido desde el inicio del grafiti y sus distintas modalidades.
Un contexto de retroceso y represión, la guerra declarada del grafiti en 1972 en
Nueva York, aunque la propia cuna del grafiti es Filadelfia, una de las primeras
ciudades en instaurar una guerra de represión. Con la ascensión del movimiento
y de su repercusión mediática, se recrudece la polémica sobre si esta forma de ex-
presión que surgió en los metros y en los muros es arte o una forma de vandalismo
(Danysz, 2013: 81).

Muchos artistas urbanos dedicados al grafiti son cuestionados regularmente


sobre si lo que hacen es arte o no. Debemos tener presente que, antes que nada,
generar arte no autoriza a infringir la ley y la regulación del patrimonio. Desde
luego, el fin no siempre justifica los medios, pero es importante considerar el
esfuerzo de los artistas cuando eligen como fondo un espacio adecuado para tal
fin; es decir, con las debidas autorizaciones correspondientes tanto de propieta-
rios como del gobierno en su respectivo caso.

Cuando se acepta lo que están haciendo los artistas, resulta posible admirar su
esfuerzo. La obra deja entonces de ser una prueba, de la validez de las intenciones
del artista: son sus intenciones las que deben probar la validez de su obra (Berger,
2016: 118).

Giunta sostiene que “El inicio de una historiografía del arte feminista puede
situarse en 1971, cuando Linda Nochlin escribe su emblemático artículo “Why
Have There Been No Great Women Artists?”, o “Por qué no ha habido grandes

81
María Guadalupe Valiñas Varela

mujeres artistas” (Giunta 2019: 31). Esto es muy interesante, porque ella atri-
buye la falta de artistas a la falta de educación escolar. Sin embargo, si algo tuvo
el siglo xx fue la apertura de las universidades y academias a las mujeres. Enton-
ces el motivo no era tener cierta formación o no. Desde luego, la educación es
relevante, pero no en las academias, sino en el hogar, desde el establecimiento
de roles aceptados y no aceptados de acuerdo a lo masculino y lo femenino. Las
mujeres podrán en muchos casos tener infinidad de estudios, pero la sociedad
patriarcal no dejará que las mujeres pasen a ciertos ámbitos; a esto se le deno-
mina “techo de cristal”.

La perspectiva de género está basada en la teoría de género y se inscribe en el


paradigma teórico histórico crítico y en el paradigma cultural del feminismo…el
análisis de género es la síntesis entre la teoría de género y la llamada perspectiva
de género, derivada de la concepción feminista del mundo y de la vida. Esta pers-
pectiva se estructura a partir de la ética y conduce a una filosofía poshumanista
por su crítica de la concepción y androcéntrica de la humanidad que dejó fuera a
la mitad del género humano: las mujeres (Lagarde, 2019: 13).

Metodología

Con un enfoque complejo y aplicando, la visión de un sistema que no puede


ser explicado de una forma aislada y desde una sola disciplina, se irán realizan-
do los distintos pasos para analizar la situación del patrimonio en la zona cen-
tro de la Ciudad de México después de varias marchas feministas, para observar
la realidad como elementos conectados.
En otros términos, en el mundo real, las situaciones y los procesos no se presentan
de manera que puedan ser clasificados por su correspondencia con alguna disci-
plina en particular. En ese sentido podemos hablar de una realidad compleja. Un
sistema complejo es una representación de un recorte de esa realidad, conceptuali-
zando como una totalidad organizada (de ahí el nombre de sistema), en la cual los
elementos no son “separables” y, por tanto, no pueden ser estudiados aisladamente
(García, 2006: 21).

Lo anterior quiere decir, que a cada acción corresponde un efecto o reacción,


por lo tanto, mediante recorridos y entrevistas en la zona, se adquiere un pano-
rama general de la situación del espacio público, y del patrimonio, tanto his-
tórico como artístico, de acuerdo con las formas de expresión mediante grafiti,

82
Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

y los diversos recorridos elegidos con la finalidad de identificar los puntos pri-
mordiales de reunión de colectivos feministas desde una percepción del espacio
urbano a través de la experiencia de ellas.
Entonces, mediante los escritos, dibujos y el reconocimiento de los mismos
se irán obteniendo los mensajes diversos para acercarnos a la zona cero, deter-
minada en esta investigación como el lugar donde se asienta la monumenta,
frente al Palacio de Bellas Artes. En la avenida Paseo de la Reforma se encuen-
tra el Ángel de la Independencia, hito urbano arquitectónico, referente para
la reunión de los mexicanos ante cualquier evento importante. Actualmente
se encuentra tapiado y sostenido por cables y en él se alcanza a leer “México
feminicida”; como se puede observar en la figura 2, este elemento fue construi-
do para conmemorar el centenario de la Independencia de México en 1910, y
tiene una figura humana asexuada, misma que representa un ángel que no es ni
femenino ni masculino.

Figura 2. El Ángel de la independencia, acercamiento a pinta feminista. Archivo personal 29 de julio de 2020.

Al continuar por dicha avenida, se encuentra la Diana Cazadora, también


denominada “La flechadora de estrellas del norte”; ésta no parece tener daños;
consta de una figura femenina desnuda, posada en una fuente con un arco, y

83
María Guadalupe Valiñas Varela

fue realizada en 1942 por el arquitecto Vicente Mendiola Quezada y el escultor


Juan Fernando Olaguíbel; sin embargo, pasaron muchos años para que se su-
piera el nombre de la modelo, pues ante el miedo de ser repudiada por la socie-
dad se mantuvo en el anonimato, pero en 1992 se supo que había sido Helvia
Martínez Verdayes la chica representada en el monumento. En los alrededores se
contempla también con gran majestuosidad el Monumento a la Madre, el cual
fue erigido en 1922 y reconstruido en 2018 debido a daños por temblores. Di-
cho monumento no presenta grafitis, pero la plaza aledaña, del Jardín del Arte,
está saturada de grafitis y se puede apreciar la leyenda “las chicas patinamos” que
muestra la discriminación hacia la mujer en la práctica de esa actividad.
En la Avenida Juárez, donde se ubica la Alameda, se observan diversas edi-
ficaciones patrimoniales con leyendas de distintos tipos como “unam violenta”.
Cabe aclarar que, a finales de 2019 y a inicios de 2020, la Universidad Nacional
Autónoma de México fue vandalizada por grupos feministas, quienes reclama-
ban problemas de acoso, abusos y violaciones hacia estudiantes. Probablemen-
te, algunas alumnas formaban parte de las marchas. Más adelante, se encuentra
el Hemiciclo a Juárez que ha sido uno de los más afectados y actualmente
está rodeado por una tapia que dice las siguientes frases: “vivas las queremos”,
“empatía”, “somos caos y a la formación de un orden impredecible”, “México
lindo feminicida”, “unam encubre feminicidios”. Más adelante, en la misma
situación se encuentra la estatua de Francisco I. Madero a caballo, la cual tiene
las siguientes frases: “la policía viola”, “muertas”, “fue el Estado”, “asesinos” y
al seguir avanzando se encuentra, haciendo frente al Palacio de Bellas Artes, la
monumenta o también denominada antimonumento feminista, fue colocado el
8 de marzo de 2019 y es una escultura rosa con el símbolo femenino, rodeada
en el piso por cruces con el nombre de cada estado de la República Mexicana,
que representa la ola de feminicidios que ha ocurrido por todo el país.

Resultados

Se comprueba mediante enfoques teóricos, estado del arte y trabajo de cam-


po, que efectivamente los hombres han reprimido a las mujeres a lo largo de
la historia y, en la actualidad, que ha excluido a la mitad de los seres huma-
nos imponiendo roles de comportamiento desde edades tempranas, generando
conductas violentas y machistas en la edad adulta. Lo anterior se comprueba al
entrevistar a varias mujeres, quienes reconocen incluso como madres, educar de
esa manera a sus hijos varones.

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Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

Figura 3. Antimonumento feminista y de frente estatua de Madero en avenida Juárez Centro Histórico
de la Ciudad de México. Archivo personal, 29 de julio de 2020.

En estos movimientos que iniciaron bajo el himno de “Un violador en tu


camino” se interpreta un dolor profundo y una sed de justicia a nivel global que
necesita ser reparados con la aplicación de leyes justas para sancionar conductas
dañinas a mujeres, y, a su vez, promover una concientización del problema a ni-
vel mundial. Esto puede ser posible mediante expresiones artísticas, de diversos
tipos, de la música, con distintas canciones, de la pintura en murales urbanos,
con publicidad, y talleres de educación ambiental.
Es necesario también preservar, conservar y cuidar el patrimonio histórico,
y los monumentos, pero para eso se deben buscar las causas de ese grito social,
pues las mujeres son la columna de la sociedad, por lo cual es necesario fomen-
tar relaciones cordiales entre hombres y mujeres.
Las situaciones sociales que han orillado a las mujeres a atentar contra ele-
mentos construidos y edificados en la Ciudad de México son reflejo de su
desesperación y lucha ante constantes injusticias en el día a día. Según fuentes
oficiales, en 2019 se presentaron a nivel nacional un total de 1,010 feminici-
dios en comparación de los 913 de 201823 (El Financiero, 2020).

23  El Financiero (Julio, 2020) “Se registran 73 feminicidios durante enero de 2020”, en <https://www.el-
financiero.com.mx/nacional/se-registran-73-feminicidios-en-mexico-durante-enero#: ~: text=A%20
nivel%20nacional%2C%20en%202019,del%20primer%20mes%20de%202019>.

85
María Guadalupe Valiñas Varela

La reparación no puede ser sólo material; es decir, en la arquitectura o en el


patrimonio, sino que debe darse una reparación integral en la sociedad, incluso
como una buena alternativa se encontró publicidad dirigida a generar concien-
cia, como podemos ver en la figura 4.

Figura 4. Edifico Nacional de Correos, con publicidad para detener la violencia contra las mujeres.
Archivo personal, 29 de julio de 2020.

Se encontraron expresiones musicales como la interpretación de “Un viola-


dor en tu camino”, o el tema “Canción sin miedo”, de Vivir Quintana, acom-
pañada por El Palomar, así como murales urbanos realizados por diversos ar-
tistas en distintas temporalidades con la finalidad de generar conciencia, arte y
una perspectiva de género eficaz, además de la visualización de la importancia
de la mujer en el contexto socio-urbano, como se ve en la figura 5.
El arte urbano se ha dirigido a generar conciencia en la sociedad. Diversos
artistas han hecho trabajos en las cortinas de los locales por todo el Centro
Histórico con imágenes de mujeres, como podemos observar en la figura 6. Sin
embargo, éstos sólo se ven cuando las tiendas están cerradas; pareciera tener
relación con el acto de cerrar de los ojos de la sociedad ante el descontento de
las mujeres.

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Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

Figura 5. Mural de chicas asesinadas de la uacm en el Centro Histórico, Calle Fray Servando Teresa de
Mier. Archivo personal, 29 de julio de 2020.

Figura 6. Arte urbano en las cortinas de los locales en referencia a las mujeres en la calle de Pino Suarez.
Archivo personal, 19 de septiembre de 2020.

Conclusión

La sociedad es excluyente, pero no es determinada por el sexo, sino por com-


portamientos aprendidos desde la infancia, que se atribuyen al género. Un
cuerpo sexuado debe reconocer las diferencias, pero no de un aspecto físico
sino como una identidad construida culturalmente desde la niñez. Reconocer-
nos como diferentes promueve el orden y la equidad, pero con derechos igua-

87
María Guadalupe Valiñas Varela

litarios a la justicia, al desempeño de actividades laborales, a la contribución


del trabajo, así como a una vida libre de violencia, pues las mujeres representan
aproximadamente la mitad de la población mundial. Por tanto, se debe evitar
la segregación y la exclusión.
En la arquitectura se intuye que el espacio público se relaciona con el hom-
bre y su masculinidad y el espacio privado con la mujer y su feminidad.

De acuerdo con Gabriela Loaeza y José A. García Ayala, la cuestión de género es


una categoría que al afectar a 50 por ciento de la población, incide de forma deter-
minante en la segregación urbana que viven principalmente las ciudadanas de las
ciudades contemporáneas (López Rangel (ed.), 2015: 61).

El lenguaje, a su vez, puede ser incluyente si se maneja de forma correcta. Sin


embargo, es un tema complicado, pues la utilización de palabras que no exis-
ten en el Diccionario de la Lengua Española puede ser considerado como una
atribución para la cual no estamos facultados.
Las luchas feministas tienen una fuerte incidencia en la política de los paí-
ses, aunque en determinados momentos las formas tampoco son las adecuadas
para expresarse y luchar por los ideales. Empero, esas mujeres que han tenido
valor para no quedarse calladas han conseguido el sufragio, y formar parte del
medio laboral y la política.
Ante esta situación, que conllevaba rastrear los edificios patrimoniales y el
daño causado a éstos por medio del grafiti y otros, se descubrieron mensajes
fuertes en una sociedad que no parece volver a quedarse callada ante el su-
frimiento y el dolor por la pérdida de una hermana o una hija. Estas luchas,
reflejadas por medio de marchas, bailes, música y dibujo, tal vez no muestren
un cambio inmediato, pero seguramente se ha dado un cambio en el espa-
cio-tiempo y en la conciencia grupal del ser humano como ente formado por
la dualidad hombre-mujer.
Este tipo de investigaciones generan nuevos saberes que se deben imple-
mentar en el seno familiar y en la educación en los primeros años escolares. El
año 2020, por muchas situaciones adversas, nos enseñó a pensar y a considerar
lo que siempre observamos como normal, además de cuestionarlo.
La mirada de arte y perspectiva de género concluye con una mirada feme-
nina hacia la ciudad construida, donde para las mujeres lo menos importante
son las piedras que ellas nunca acomodaron ni planificaron en esa arquitectura
ya existente, porque, para valorar el patrimonio, se debe participar haciendo

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Reflexión urbana en la arquitectura y el patrimonio en la Ciudad de México.
Una mirada desde el arte y la perspectiva de género

ciudad. El objetivo primordial es la reflexión. Las mujeres reclaman, gritan, por


una ciudad donde se les respete, donde la ciudad sea también de ellas, donde
puedan salir sin miedo, una ciudad que no les quite a sus mujeres, sino que les
dé lo que se necesita para lograr el bienestar social en conjunto como humani-
dad, a la vez de un disfrute del espacio público como comunidad.
La relación de perspectiva de género y arte es aún más compleja, porque
retrata el dolor de sí mismas ante toda clase de emociones, ante una vida en la
cual ellas están excluidas de la justicia, la libertad, y el derecho de habitar un
lugar donde puedan estar tranquilas, sin riesgos ni amenazas, con un desarrollo
integral para ellas y sus familias. El grafiti, como arte, tiene la posibilidad de
contar con un alto grado de visibilidad, y las mujeres no han sido visibles por
siglos. En muchos casos la escultura es parte del espacio público que nos comu-
nica emociones, pero la arquitectura es, ante todo, el arte de proyectar, diseñar
y construir, pero no sólo lo físico sino también lo inmaterial.
El resultado es la construcción de sociedades más equitativas y con me-
jor calidad de vida. En este trabajo se propone un neologismo denominado
anastilosis social que considera a las mujeres como la columna vertebral de la
sociedad al comparar simbólicamente el daño en el patrimonio con el sufrido
históricamente y manifestado con protestas de manera violenta que atentan
contra el mismo, y que, al igual que esta técnica de restauración, requiere de
estudios metódicos por parte de distintas disciplinas para encontrar soluciones,
que consideren sus problemáticas con leyes más justas, cuya finalidad sea hacer
una reintegración de ellas al tejido social, como si de piedras se tratara.

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90
Patrimonio y perspectiva de género.
La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

Eréndira Álvarez Morales

…la vida de las mujeres en la ciudad —en todos los entornos urbanos mo-
dernos— es diversa, varía conforme avanzan en edad y progresan a lo largo
de su vida y, además, puede verse afectada por privilegios o desventajas espe-
ciales en razón de su clase, raza, religión y (dis)capacidad corporal o mental.

Susan Yeandle

La mujer y la ciudad se dan la mano por intermedio de la poesía y del trián-


gulo establecido entre la artista, la mirada y la pieza escultórica. Ciudad y
mujer son de género femenino.

Vicente Quirarte

Introducción

El presente artículo pretende analizar y explicar si la preservación y construc-


ción del patrimonio está apoyada en una perspectiva de género, en un esfuerzo
por reivindicar el papel histórico de la mujer y, por consiguiente, en la pa-
trimonialización. Actualmente, entre los movimientos y cambios surgen dos
paradojas al respecto.
La primera es la autoinclusión de la mujer en esa reivindicación histórica,
de la cual ha sido excluida. Asimismo, debe desempeñar el papel de traer a
la memoria algunos aspectos históricos, sociales y culturales, el cual ha sido
impuesto desde tiempos antiguos: ser preservadora de memorias y a veces de
aspectos patrimoniales. En la actualidad se busca su inclusión en esos aspectos
al tiempo de reconocer su participación en los procesos de patrimonialización.
La otra paradoja es el movimiento feminista actual. Las mismas mujeres
han estado debatiendo para definir su papel en la sociedad. En la búsqueda del
respeto y de ciertos derechos, y en un afán por ser oídas y vistas, se vuelcan en
Eréndira Álvarez Morales

manifestaciones y marchas; han llegado, pues, a apropiarse y afectar los espa-


cios patrimoniales, con lo cual su actitud es señalada como impropia.
Lo anterior ha generado puntos de conflicto, los cuales llegan a afectar po-
sitiva o negativamente la inclusión del papel de la mujer en el uso, preservación
y determinación del patrimonio, y a la vez con la lucha de las organizaciones
feministas, las cuales no ven en el patrimonio un aspecto de identidad sino, al
contrario, pueden sentirse excluidas o subvaloradas ante el mismo.
En una labor loable algunos grupos han intentado integrar y reivindicar
ambos papeles. Sin embargo, se observan coincidencias y disidencias por igual
conforme a los valores de cada grupo. En el papel del profesionista se entienden
ambos aspectos con ambivalencia y al mismo tiempo se disiente con algunos.
Esto se ha observado en mujeres que tratan de preservar el patrimonio y se
topan con la lucha feminista, donde algunas se frenan, otras la ignoran y unas
más buscan una conciliación.
Desde mediados del siglo pasado existe a su vez una mayor afluencia de mo-
vimientos y posturas de investigación y propuestas sobre visibilizar el papel de
la mujer dentro de la sociedad, que han llevado a cuestionar y replantear aspec-
tos mencionados con anterioridad, de mayor auge e impacto en ese momento.
Así, hablar de la mujer y su papel en la vida pública se volvió una prioridad,
así como la búsqueda por reivindicarla en la sociedad, en medio de una lucha y
una desigualdad que hasta la fecha no se ha podido desarraigar.
Entender los planteamientos y conceptos desde sus inicios, así como los
avances y conflictos presentado en el camino, ayudará a comprender su impacto
e influencia en lo planteado actualmente. Al retomar autores como Marta La-
mas, Joan Scott y Judith Butler, entre otras, se observa la definición de género y
la nueva propuesta del papel de la mujer a través de los movimientos feministas.
Por otro lado, se retoma histórica, cultural y socialmente el concepto de
patrimonio, así como la influencia y el papel femenino en su creación, preser-
vación y difusión, la identidad que trae consigo a través del momento histórico
de su creación y su trascendencia hasta la actualidad y su aportación en la bús-
queda de reivindicar la perspectiva de género.
Todo lo anterior tiene el propósito de enlazar y plantear para su obser-
vación, su evolución y la actual relación entre ambos aspectos, el impacto
generado en la época actual por los movimientos feministas, tanto aquéllos
formulados desde la academia y en la sutileza de una labor profesional, como
los que en un grito por ser vistas y lograr justicia se han hecho visibles de forma
más radical en el espacio público y patrimonial.

92
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

Hablemos de conceptos

Para iniciar se plantea una definición de género, lo cual es primordial debido


a la dificultad generada por las diferentes teorías que debaten acerca de cuál es
la naturaleza real del género, de las diferencias entre hombre y mujer, las cuales
no son sólo biológicas, sino que también se marcan dentro de un contexto
social y cultural.
Citando definiciones y textos para enmarcar el concepto a usar, se encuentra
este comentario de Judith Butler que data de la década del noventa del siglo pasado:

El género no siempre se constituye de forma coherente o consistente en contextos


históricos distintos y porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase, ét-
nicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente constituidas” (Judith
Butler, 1990).

Otra autora más actual, con gran impacto, es Marta Lamas, la cual inició su
labor en el siglo pasado, como fundadora de la revista Debate Feminista. Éste es
su concepto de género:

Conjunto de creencias, prescripciones y atribuciones que se construyen socialmen-


te tomando la diferencia sexual como base. Tal construcción social funciona como
una especie de “filtro” cultural para interpretar al mundo, y como una especie de
armadura con la que se definen las decisiones y oportunidades de las personas
dependiendo de si es mujer u hombre. Todas las sociedades clasifican qué es “lo
propio” de las mujeres y “lo propio” de los hombres, y desde esas ideas culturales
se establecen las obligaciones sociales de cada sexo, con una serie de prohibiciones
simbólicas (Marta Lamas, consultado en junio de 2020).

A continuación, la definición de la unesco sobre género:


Por “género” se entienden las construcciones socioculturales que diferencian y
configuran los roles, las percepciones y los estatus de las mujeres y de los hombres
en una sociedad (Indicadores unesco, 2014).
El género es una construcción cultural y social, definida por las relaciones
de poder entre hombres y mujeres y por las normas y valores relativos a los roles
“masculinos” y “femeninos” con respecto al comportamiento. La interpretación
cultural y la negociación del género resultan fundamentales para la identidad (in-
cluyendo la identidad de género) de las personas y sus comunidades (Igualdad de
Género, unesco, 2014).

93
Eréndira Álvarez Morales

Para este artículo, tomando en cuenta las anteriores definiciones, se considera


al género como:

Una construcción sociocultural, donde se definen comportamientos y relaciones


entre hombres y mujeres, configurando roles, normas y valores, que pueden variar
de acuerdo al contexto histórico, así como por aspectos raciales, de clase o étnicas
que se conjugan para dar una identidad.

De los movimientos y estudios feministas

Conforme el contexto histórico y cultural, las investigaciones académicas, así


como de las políticas y acuerdos a nivel local e internacional, surgen matices
y variaciones. En todo ello es clave el trabajo de los movimientos y estudios
feministas realizado desde hace ya casi cien años.
A través de estos últimos, se observa la estructura de las relaciones, en la que
la diferencia sexual depende de lo físico y lo anatómico para definir el destino
y la función de las personas, con base en atribuciones, ideas y representaciones
sociales construidas a lo largo de los años, que han ayudado a esa determina-
ción de roles, donde se define a la mujer inmersa en una vida privada, mientras
el hombre goza de libre acceso a la vida pública. Asimismo, bajo la perspectiva
de la diferencia en las funciones biológicas, se recurre a las características mo-
rales y psíquicas para a lo largo de la historia subordinar de las mujeres, tanto
social, cultural y políticamente.
En la década de 1950, en Francia, Simone de Beauvoir, una de las precur-
soras del movimiento feminista, abordó temas, considerados controvertidos en
su tiempo, sobre la emancipación de la mujer, su papel en el hogar y la opresión
y la limitación de su independencia. Ella decía:

El cuerpo femenino debe ser la situación y el instrumento de la libertad de las


mujeres, no una esencia definidora y limitadora (Simone de Beauvoir, citada por
Judith Butler, 1990).

Actualmente, los estudios de género han tratado de plantear medidas y políti-


cas mediante las cuales se genere una igualdad de oportunidades entre hombres
y mujeres a través de cambios en los aspectos políticos y eliminar obstáculos
para la igualdad real, ya sea en las normas, los hábitos y las costumbres, para
compensar los efectos de la discriminación.

94
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

Desde el siglo xixi, las mujeres han luchado por sus derechos a ejercer el
poder de elección, una lucha truncada en diferentes momentos por los sucesos
históricos surgidos a inicios del siglo xx, culminando entre las décadas de 1930
y 1960, cuando algunos países otorgaron a la mujer el derecho al voto y, en mu-
chos de ellos, también el acceso a la educación fuera del hogar, permitiéndoles
estudiar ciertos tipos de carreras conformes a los roles preestablecidos del papel
femenino. Así, en la década de 1960 la mujer empezó a estudiar en ámbitos
predeterminados para los hombres, tal es el caso de la Bauhaus. Al tener acceso
a otras profesiones hasta entonces no permitidas, también se le reconoció y
permitió desempeñar un papel más notable en la determinación de la historia,
no porque antes no lo hiciera, sino porque no se le había reconocido como
forjadora de aspectos determinantes dentro de la herencia que por años se ha
dejado en las culturas y ciudades.
Los movimientos por los derechos acompañaban esta transformación para
desentrañar y reconocer nuevos valores y bienes culturales. Representantes de
minorías, habían sido excluidas o marginadas en los discursos patrimoniales. La
cuestión del género se ha quedado al margen muchas veces de esas transformacio-
nes, aun con las olas feministas que debaten la situación vivida por las mujeres.
Como cita Laura Jane Smith (2008: 159), “el género se ha pasado por alto
en los debates patrimoniales y esto ha supuesto una clara ‘masculinización del
patrimonio’, excluyendo e invisibilizando a las mujeres”.
Es necesario abordar las relaciones de poder o dominación sobre las mujeres
en el campo del patrimonio, porque implica observar las relaciones de género
en su contexto político, económico, histórico y cultural, donde se denota la
prioridad otorgada a la figura masculina.

Patrimonio

Proviene del latín patrimonium, que en el Derecho Romano representaba el


bien otorgado por herencia o legado familiar. Es importante mencionar que
en la mayor parte de la historia ese patrimonio era solamente otorgado a los
herederos varones.
Veamos algunas definiciones más recientes:

Actualmente se habla de patrimonio como un “bien común”, donde se incluye un


conjunto selecto de vestigios y productos del pasado que pueden ser tanto mate-
riales como ideales e intangibles, tanto naturales como culturales, lo que amplia

95
Eréndira Álvarez Morales

y diversifica la noción del patrimonio […] el patrimonio cultural es siempre un


patrimonio fuertemente territorializado (Gilberto Giménez, 2005).

Dentro de estos bienes comunes, Giménez hace notar el privilegio de algunos


de ellos al considerarlos una representación totalitaria de la cultura, “y en últi-
ma instancia, de su identidad ”. Así, aunque no representa toda la cultura de un
grupo, región o país, el “patrimonio cultural” es una selección cuya función es
metonímica de los valores emblemáticos de un grupo o región, lo cual genera
su territorialización.

Patrimonio cultural

Es el conjunto de bienes y manifestaciones tangibles e intangibles, presentes o


pasadas, producto de la acción conjunta o separada del hombre y la naturaleza,
que tiene una relevancia histórica, estética, arquitectónica, urbanística, económi-
ca, social, política, tradicional, etnológica, antropológica, científica, tecnológica e
intelectual para un pueblo o nación (J. Ernesto Becerril M., 2003).

El patrimonio pasó de ser los bienes con valor económico y legal, heredados
por vía paterna, de generación en generación, a convertirse en ciertas edifica-
ciones, obras de arte y algunos objetos con un papel simbólico otorgado hege-
mónicamente, para darle identidad a un país o localidad, e incorporando de tal
forma en la actualidad múltiples elementos determinados como parte del patri-
monio de una nación. Esta labor internacional intenta cumplir ciertas normas
y recomendaciones dictadas por la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) y el Consejo Internacional de
Monumentos y Sitios (icomos) bajo las cuales muchos países toman sus refe-
rencias para definir normas y leyes patrimoniales.
En este proceso de definir los espacios patrimoniales, se han tomado ele-
mentos representativos e identitarios de una nación o comunidad. Sin embar-
go, no siempre se incluyen los diversos aspectos de la identidad de un país o
una localidad, pues frecuentemente se excluye o invisibiliza a algunos sujetos y
elementos que componen la diversidad identitaria de un territorio.
Tal es el caso de las mujeres, cuya exclusión y desigualdad tienen muchos
años de trayectoria. La carencia de derechos civiles, así como el rol impuesto de
una vida circunscrita a los espacios privados, fueron, en un tiempo, el marco
para cumplir su papel en la sociedad, alterado cuando se iniciaron los movi-

96
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

mientos sociales y feministas que cambiaron muchas dinámicas de segregación


de la mujer, a la vez que se logró cuestionar e investigar los roles impuestos, lo
cual ha generado cambios y la inclusión de la mujer en ciertos aspectos sociales.
Aun así, esa exclusión se mantiene hasta el día de hoy, ha llevado a una búsque-
da de reivindicar el papel de la mujer en la historia, que incluye ser reconocida
en los aspectos patrimoniales e identitarios.

Patrimonio y género

Al considerar género como una categoría que implica relaciones de poder […]
podemos observar que género atraviesa la sociedad en su conjunto. No es posible
pensar la vida social sin contemplar las relaciones de género […] todo hecho cul-
tural, lo cual incluye todo aquello que pudiera considerarse patrimonio cultural,
está atravesado por el género (Rostagnol, sf ).

Un comentario suelto por un investigador fue: “…el aspecto cultural no tiene


sexo ni género”. Sin embargo, precisamente los roles definidos para cada género
se asignan en el entorno cultural y social del individuo, definiendo el papel a
cumplir, y ello forma parte de una herencia generacional reflejada en las diferen-
tes formas objetivadas que representan el patrimonio cultural de un grupo social.
Y es ahí donde diferentes profesiones buscan ser incluidas en el reconoci-
miento de la labor, realizada por años, por hombres y mujeres, para reconocer
tras bambalinas las formas objetivadas determinadas durante el paso del tiempo
para hacerlas visibles y dejar de considerarlas parte de lo cotidiano.
El planteamiento de las leyes, normas y políticas para la regulación del
patrimonio, así como la inclusión y preparación de profesionistas, han desem-
peñado un papel activo y común en la participación de personas sin importar
su género, tanto en la elaboración del marco legal, como en la preservación y
creación del patrimonio. Repasar algunos sucesos históricos, además de algu-
nos personajes que a lo largo de los últimos años han impactado por su apor-
tación a la creación y preservación del patrimonio, necesita ser un papel a ser
desempeñado de manera recurrente.

Territorio, identidad, cultura es una unidad que es imposible de fragmentar. Es un


cordón umbilical, que nos va constituyendo, nos constituimos a partir del terri-
torio. Plantear patrimonio cultural vivo sobre todas las cosas se debe pensar en la
vida, en el recuerdo de la vida… (Moira Millán, activista).

97
Eréndira Álvarez Morales

Laurajane Smith declara:

El patrimonio marcado por el género, ya que usualmente es ‘masculino’, y relata


ésta una historia centrada predominantemente en el hombre, promueve una vi-
sión masculina y elitista esta visión del pasado y del presente (Smith, 2008).

En México podemos ver la influencia de las mujeres, desde la época prehispáni-


ca, continuando a lo largo de diferentes etapas de la historia, pues a través de las
leyendas heredadas encontramos mujeres antes de la colonización influyendo
en su entorno, y ya en el Virreinato, la Independencia, la Reforma, la Revolu-
ción y la Época Moderna, la huella de las mujeres es ineludible; su labor como
apoyo a la causa, a sus esposos, a su familia y a la sociedad, marcaron cambios
para irse incluyendo en el sistema educativo y lograr ser maestras, profesionis-
tas, escritoras, proclamando su autonomía, libertad y presencia dentro de su
entorno, incluyéndose en la historia y en la creación del patrimonio que iba
también heredando y preservando (Hurtado Azpeitia, 1997).
Aquí algunas mujeres que han marcado un cambio y logros en la historia.
Como la primera mujer arquitecta titulada en el mundo está Julia Morgan,
quien obtuvo su diploma en 1902. Se dedicó a diseñar y construir, no sólo en el
aspecto arquitectónico, sino también para transformar la manera de pensar de
su época, donde no se consideraba adecuado que las mujeres estudiaran y ejer-
cieran dicha carrera. Pionera en incluir la opinión del cliente en la planeación
de los proyectos, sus obras han perdurado en el tiempo; entre ellas destacan la
reconstrucción del hotel Fairmont, la casa de la Heritage Reiterement Commu-
nity, la Derge House, y el Roman Pool del Hearst Castle.
Sin duda, su impacto llegó a diferentes naciones, pues la inclusión en profe-
siones dominadas por los hombres fue avanzando en Europa y Latinoamérica.
Así, en México, María Luisa Dehesa Gómez Farías fue la primera mujer mexi-
cana y latinoamericana titulada como arquitecto, con estudios en la Academia
de San Carlos de la Universidad Autónoma de México. A pesar del marcado
machismo de su época que fluía entre maestros y compañeros, logró terminar
su carrera en 1939. Su aportación a la arquitectura fue introducir elementos
innovadores en proyectos de casas unifamiliares. Fue reconocida por el Colegio
de Arquitectos, ya siendo mayor, justo cuando la labor de la mujer empezaba
a ser valorada.
Siguiendo la tesis de maestría de María Eugenia Hurtado, cada vez hubo
más mujeres en las filas de estudiantes de Arquitectura, en la unam, y pos-

98
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

teriormente en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del ipn,


donde en 1947 se titula la primer mujer ingeniero–arquitecto, Clara García
Olivera.24
Hacia la segunda mitad del siglo xx, no sólo en Arquitectura el número de
mujeres fue aumentando, también en otras profesiones relacionadas al patri-
monio y los aspectos culturales. Tal es el caso de la Antropología y la Arqueolo-
gía, con Beatriz Barba (Boletín 1307, inah), quien en los años 50 se convirtió
en la primera arqueóloga mexicana en titularse con Cum Laude, en la Escuela
Nacional de Antropología e Historia. Reconocida por su participación en el
Museo Nacional de Antropología y el Museo Nacional de las Culturas, trayen-
do a México colecciones provenientes de todo el mundo.
En cuanto a la antropología, encontramos a Eulalia Guzmán, reconocida
por su trayectoria académica. Además de ser una de las dos mujeres que forma-
ron parte de la primera generación de antropólogos en México en el siglo xx,
participó en exploraciones y hallazgos, no sin cierta polémica; aun así, ha sido
reconocida por su trabajo no sólo en el área de la antropología, sino también en
los movimientos feministas de su época, sobresaliendo la búsqueda por el voto
femenino (Boletín 856, inah).
Posteriormente, con una larga trayectoria, está Lourdes Arizpe Schlosser,
quien ya con una licenciatura en Historia por la Facultad de Filosofía y Le-
tras de unam en 1965, estudió una Maestría en Ciencias Antropológicas con
especialidad en Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
en 1970, y un doctorado en Filosofía con especialidad en Antropología por
la London School of Economics and Political Science en 1975. Se ha desa-
rrollado como profesora-investigadora del Centro Regional de Investigacio-
nes Multidisciplinarias de la unam y directora del Instituto de Investigaciones
Antropológicas de la misma institución, subdirectora General para la Cultura
(unesco), entre otras funciones.
En estos ejemplos, se observa a mujeres que aspiran a tener una carrera,
muchas de inicio normalistas, otras con influencia o apoyo que les permitió
estudiar y buscar cambios en su entorno. Además, las pioneras tuvieron un al-
cance que se amplió en las siguientes generaciones, hasta lograr no sólo influir
en su área de conocimiento, sino también en puestos administrativos, donde
podían llegar a tener voz y voto.

24  Hurtado muestra una lista donde se indica el aumento de mujeres en cada generación, en las diferen-
tes escuelas donde se impartía esta carrera.

99
Eréndira Álvarez Morales

Actualmente, la labor de la mujer en la preservación del patrimonio le ha


permitido realizar diferentes papeles, como aquéllas de perfil bajo, pero cons-
tante, para defender y/o cuidar del patrimonio histórico, tal es el caso de un
mayor número de arqueólogas que participan en la restauración y preservación
de zonas arqueológicas, así como las promotoras de la antropología social.
Otras han logrado incursionar en niveles administrativos y directivos en los
organismos públicos y, desde su posición, logran promover de alguna manera
la preservación y cuidado del patrimonio. Se puede empezar desde la Jefa de
Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. En las últimas décadas
el papel directivo de algunas mujeres es más constante y abierto. Se les ha visto
como directoras en el inba, en la autoridad del Centro Histórico, o la seduvi,
y como representantes de México en algunas organizaciones internacionales
como icomos o la unesco.

El contraste

Sin embargo, existe un contraste, el cual ha sido muy palpable en las mani-
festaciones realizadas en los últimos años, donde la mujer reclama su derecho
a vivir, a no tener miedo, a no ser asesinada. Paradójicamente, mientras las
mujeres tienen la oportunidad de aspirar a desempeñar un papel más pre-
ponderante en la vida y la dirección pública, también encuentran obstáculos
para avanzar.
El movimiento del 8 y 9 de marzo de 2020 fue un grito en pro de defender
y visualizar la lucha constante de la mujer. Sin embargo, ya con anterioridad
han habido movimientos cuyo fin fue también visualizar de forma más radical
la situación de la mujer. La controversia surgió por la afectación al patrimonio,
lo cual fue el estandarte para llamar la atención de autoridades y ciudadanía.
Edificios y monumentos se vieron pintados con frases y demandas en pro
de la lucha feminista. La sociedad volteó a ver, pero no necesariamente para
apoyar, sino para condenar los actos realizados por cientos de mujeres en dis-
tintos espacios.
La Cooperativa y Restauradoras con Glitter hicieron propuestas para restau-
rar los espacios dañados, no sin antes documentar las peticiones de las mani-
festantes. De hecho, se propuso tomar como parte del patrimonio las pintas
hechas en 2019 en el Ángel de la Independencia por las manifestantes. La
propuesta no rindió mayor fruto, pero hacia el evento de marzo en este año se
sigue manteniendo la lucha por una vida tranquila y segura para la mujer.

100
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

Lo que molesta no es la pintada sino visibilizar la violencia machista, de los


feminicidios, del abandono del Estado. Escribir en una pared implica obligar a
ver lo que nadie quiere ver, y a hablar de lo que nadie quiere hablar. Es un grito
desesperado que busca salir de lo privado y se amplifica en un lugar público.

Conclusión

Hasta aquí se manejan diferentes semblantes de las dos caras de la moneda. Por
un lado, la búsqueda de las mismas oportunidades para las mujeres, a través de
los años en los cuales diferentes pioneras han logrado avances cualitativos y de
trascendencia en los distintos aspectos de la vida cotidiana. Esta lucha callada,
pero constante, como la preparación en múltiples profesiones de mujeres que
actualmente continúan abriendo camino y apoyando a tantas más del géne-
ro femenino, circunstancia en otro tiempo criticada, hoy pareciera una lucha
aceptada por hombres y mujeres, aun con sus recelos, pero al parecer esperando
que la mujer no luche por más, aunque los puestos directivos conseguidos son
los mínimos y siguen estando condicionados.
Esas mujeres hoy en puestos importantes aún encuentran obstáculos, cri-
ticas, condicionadas. Sin embargo, muchas de ellas continúan manteniéndo-
se en la búsqueda y la espera de un tiempo más benévolo para su labor y su
superación.
La otra cara es el hartazgo de esas barreras, algunas discretas y otras muy
marcadas, donde la mujer sigue estando sujeta a estándares impuestos, don-
de no puede aspirar ni siquiera a la vida, porque se la arrebatan, porque no
merece sobresalir, no le es permitido superarse o siquiera tener el derecho a
decidir sobre sí misma. Y ahí es donde la lucha desaprobada es vista, criticada,
ridiculizada, a la vez que se vuelve feroz, tenaz, sin límites, a veces sin razonar,
atacando y dañando y vulnerando, en nuestro caso los bienes patrimoniales,
y lo justifican, pues ellas mismas han sido atacadas, vulneradas, heridas o in-
cluso asesinadas.
La pregunta que queda en el aire es la retórica de sus demandas: ¿cuál es el
patrimonio más importante? Para la sociedad, para los profesionistas, para el
gobierno, para la mujer… ¿Cuál se escogerá ante el siguiente conflicto?
La posición como profesionista se vuelve ambivalente, pues algunas pro-
curan preservar el patrimonio construido, mientras se debaten contra aquellas
preservadoras de la vida como patrimonio. Unas más buscan mantener ambos
aspectos, pero con poco apoyo. Ojalá en un futuro considerar la vida sea lo su-

101
Eréndira Álvarez Morales

ficientemente importante, porque sin ella no hay continuidad de patrimonio,


porque parte de la labor de preservarlo está en manos de cualquier individuo,
independientemente del género. Pero el papel de la mujer de preservar la me-
moria es parte de una labor que sigue manteniendo y continuando por genera-
ciones. A lo largo del tiempo la vida de mujeres fortaleciendo y promoviendo
un papel más significativo en los campos y áreas de la ciudad, del patrimonio,
de la política, de la cultura, puede también empezar a marcar una manera dife-
rente de preservar la relación del género y el patrimonio, salvaguardando la vida
y cualquier otro bien, lo cual constituye un reto.

Bibliografía

Butler, Judith (2007) El género en disputa. el feminismo y la subversión de la


identidad, Barcelona, Paidós Ibérica,.
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102
Patrimonio y perspectiva de género. La labor de la mujer en los procesos
de construcción y preservación del patrimonio

Páginas electrónicas

<https: //www.inah.gob.mx/en/boletines/1307-inah-rinde-homenaje-a-la-an-
tropologa-mexicana-beatriz-barba>.
<https: //www.inah.gob.mx/boletines/856-reivindicar-a-mujer-en-histo-
ria-de-arqueologia-mexicana-deuda-pendiente>.
<https: //mujermexico.com/heroinas/maria-luisa-dehesa-la-primera-mujer-ar-
quitecta-de-mexico/>.
<http: //centrotepoztlan.org/wp-content/uploads/2017/08/cv_lourdes-ariz-
pe-schlosser_2016.pdf>.
<http: //bitacora.arquitectura.unam.mx/la-revolucion-silenciosa-mujeres-mo-
dernidad-y-arquitectura-en-la-prensa-mexicana/>.
<https: //latfem.org/restauradoras-con-glitter-las-pintadas-y-graffitis-co-
mo-patrimonio/>.

103
La resignificación del monumento a través
de la mujer en el espacio público patrimonial

Veronica Zalapa Castañeda

Introducción

Desde hace algunos años, con el fin de salvaguardarlo el espacio público pa-
trimonial ha pasado por una serie de intervenciones, desde el mantenimiento
a los monumentos, mobiliario e instalaciones hasta la introducción de nuevos
elementos que lo componen, junto con la conservación los monumentos. Tam-
bién han pasado por procesos de resignificación en la historia; por ejemplo:
el Monumento a la Revolución actualmente en la Ciudad de México. Des-
de la mirada de la mujer, el espacio público patrimonial es parte importante,
en su composición monumental, de significados y simbolismos que, desde las
manifestaciones (léase movimientos sociales), se utilizan para expresar cómo
conciben su entorno social y espacial. Por tal motivo, es necesario hacer una
reflexión crítica de cómo estos componentes urbanos patrimoniales que son
monumentos podrían ser sujetos a una resignificación, quizá no institucional-
mente, pero sí socialmente.
Por lo que partiendo del supuesto de que, debido a la dinámica social en
la cual nos vemos envueltos actualmente, guiada en parte importante por mo-
vimientos encabezados por las mujeres, exige que su papel sea resignificado y
revalorado, todo esto en el espacio público, el cual constituirá eventualmente
un espacio público patrimonial en el área central de la Ciudad de México.
Se plantea que se están creando nuevas categorías de monumentos. ¿Cuáles
podrían ser estas categorías? ¿A partir de qué se podrían redefinir? Entonces,
¿podría haber una resignificación?
Dicho lo anterior, el objetivo de este artículo es principalmente plantear
una propuesta de posibles categorías de monumentos que se identifican en el
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

espacio público patrimonial a partir de los elementos por los cuales se creen
nuevos monumentos. Por tanto, se realiza una revisión teórica para entender
cómo se dan los procesos de resignificación de los monumentos en el espacio
público patrimonial a partir de la coyuntura mencionada.
Los elementos que dan pie al proceso de resignificación se identifican en
la literatura de los principales exponentes en la relación monumento-patri-
monio-significado. Con estos elementos se analizan tres casos específicos: el
Monumento a la Madre, la Diana Cazadora y la reciente antimonumenta a los
feminicidios de mujeres ubicada frente al Palacio de Bellas Artes.
Los resultados se categorizan en tres vertientes: a) monumentos que reflejan
cambio de forma de pensar, por lo cual es difícil que tenga la aceptación de
todos; b) monumento como símbolo de expresión de violencia femenil y c) los
nuevos monumentos (antimonumentos) que recomponen el espacio sin tener
la certeza de su duración.
Finalmente, se deja a discusión la definición y permanencia de estos nuevos
tipos de monumentos en la ciudad y la resignificación en la que se ven involu-
crados diferentes actores. Es pertinente apelar a la memoria y a la historia para
reconsiderar el papel de la mujer en la sociedad contemporánea que ha dado un
giro en la forma en que la mujer se concibe a sí misma y en lo que proyecta en
su entorno. Históricamente ha habido una lucha para conseguir que se les mire
como un ser clave en ámbitos sociales, políticos, académicos, artísticos, y no
sólo como proveedoras de vida. Es importante tener en cuenta que los tiempos
y las generaciones cambian para entender cómo las personas significan los espa-
cios que habitan y viven cotidianamente para construir su propio patrimonio.

La voz femenina en el tiempo

La presencia y expresión de las mujeres se ha visibilizado en el mundo con


el paso del tiempo. Actualmente es uno de los movimientos que ha tomado
una fuerza notable, abarcando desde la exigencia de cambio frente a abusos
de diversa índole, hasta la lucha por temas ambientales, como la emprendida
por Greta Thunberg,25 la adolescente sueca que comenzó a hacer huelgas

25  Greta Thunberg ha expresado que su preocupación ante el cambio climático comenzó desde pequeña:
“Cuando tenía 11 años empecé a estar muy deprimida: dejé de comer, hablar e ir a la escuela. Esto
tenía que ver mucho con el cambio climático: yo estaba muy preocupada. No sabía qué hacer”. Según
nota periodística del sitio Semana Sostenible; Fuente: <https://sostenibilidad.semana.com/impacto/
articulo/quien-es-greta-thunberg/46842>.

105
Veronica Zalapa Castañeda

escolares contra el cambio climático frente al parlamento sueco todos los


viernes y, logrando que miles de personas participen en las protestas que
encabeza, ha hecho llegar su mensaje a todo el mundo. Por estos eventos en
los que destaca la presencia de figuras femeninas, se hace pertinente hacer
un recuento histórico por algunos de los eventos documentados a través del
tiempo con la atención centrada en las mujeres, a fin de analizar los movi-
mientos sociales femeninos.
Desde el siglo xix, con un mensaje de reivindicación de su papel en la so-
ciedad, en la primera manifestación en 1848, año en el que, motivadas por las
prohibiciones que sufrían que les impedían ejercer sus derechos, se congregaron
en Nueva York, Estados Unidos, para celebrar la primera convención nacional
por los derechos de las mujeres. En 1893 Nueva Zelanda fue el primer país en
reconocer el derecho al voto de las mujeres. En años posteriores se desataron
otras movilizaciones de obreras, costureras, planchadoras, que reclamaban sus
derechos a expresarse, a votar, a participar en eventos públicos, entre otros mo-
tivos (Organización de las Naciones Unidas [onu] Mujeres, s.f.).
En la primera década del siglo xx, en 1911, más de un millón de muje-
res europeas se unieron a fin de exigir los derechos laborales para las mujeres.
Desde entonces cada año se conmemora el Día Internacional de la Mujer el 8
de marzo. Instaurada esta fecha como referente de la unión de las mujeres que
alzan su voz contra de las prácticas que limitan sus derechos, suceden otros
hechos; uno de los más notorios ocurrió en Nigeria en 1929 cuando las mu-
jeres Igbo, actualmente una de las tribus más grandes e influyentes en Nigeria
(Adeboyejo, 2018), enviaron mensajes en hojas de palma a otras mujeres en
el sureste de Nigeria, quienes asistieron de forma solidaria a la protesta ante
los abusos autoritarios del gobierno, los cuales finalmente logran eliminar. Es
preciso apuntar en este evento la forma de atraer mediante una invitación con
instrumentos rudimentarios a más personas a unirse a la lucha, forma de con-
vocatoria actualmente común mediante herramientas virtuales, además de que
ya no sólo son consignas o pancartas, sino los bailes, golpes a construcciones e
incluso la destrucción de los tejados de sus casas forman parte de la manifesta-
ción (Organización de las Naciones Unidas [onu] Mujeres, s.f.).
Para la década del cuarenta surgieron el símbolo del empoderamiento fe-
menino: el retrato ilustrado de Rosie the riveter (Rosie la remachadora), y se
fundó la Organización de las Naciones Unidas tras finalizar la Segunda Guerra
Mundial con la misión de fomentar la cooperación internacional, así como
para defender los derechos de las mujeres. Bajo esta premisa nació en 1946

106
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, primer órgano


intergubernamental mundial sobre igualdad de género (Organización de las
Naciones Unidas [onu] Mujeres, s.f.).
El año 1960 marca una fecha determinante en el movimiento feminista y su
lucha contra los abusos y desigualdades, cuando las hermanas Mirabal, conocidas
como las Mariposas, se pronunciaron contra la dictadura en República Domini-
cana y fueron asesinadas el 25 de noviembre, fecha hoy conmemorada como el
Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres. En 1993 nació la Declara-
ción sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, primer instrumento
internacional para abordar explícitamente y definir formas de violencia contra las
mujeres (Organización de las Naciones Unidas [onu] Mujeres, s.f.).

Y las mujeres en México…

Si bien los movimientos femeninos se dan a nivel mundial, también se desa-


rrollan a menor escala en diversos territorios. En México el recorrido histórico
comienza en 1922 con la participación femenina en las elecciones municipales
en Yucatán. En 1937 se lanza la Iniciativa de reforma al Artículo 34, conside-
rado como el primer paso para reconocer la ciudadanía de las mujeres, pero el
derecho al voto femenino es reconocido en 1953 y, cinco años más tarde, en
1958, las mujeres mexicanas votaron por primera vez en unas elecciones pre-
sidenciales. Por su parte, 1959 y 1964 son años en que las mujeres ocuparon
cargos públicos por primera vez, y en 1974 la igualdad de hombres y mujeres se
incorpora en el Artículo 4 constitucional. La primera candidata a la Presidencia
de la República Mexicana fue Rosario Ibarra de Piedra en 1982.
A pesar de lo que parece ser un avance importante en favor de las mujeres,
en 1990 se documentaron las agresiones y casos de feminicidios en México. En
1993 se encontró la primera mujer asesinada en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Tal fue la repercusión de una serie de feminicidios que en 2001 sale a la luz el
documental Señorita extraviada (Logros por los derechos de la mujer mexicana,
s.f.), en el cual se denuncian los abusos, la impunidad y la indiferencia de las
autoridades hacia las denuncias de desaparición; en él se refleja la indignación,
desesperación, dolor de los familiares, y de algunas víctimas sobrevivientes
(Téllez, 2017).
Según apunta la nota de cimac Noticias en su portal web:

107
Veronica Zalapa Castañeda

…las jóvenes asistentes no ocultan su asombro y su disgusto. Al llamado de las


activistas a participar en la movilización nacional del próximo 25 de noviembre en
demanda de justicia y un alto al feminicidio, ellas no dudan: estarán ahí presentes
(cimac Noticias, 2002).

El siglo xxi marcó el inicio de acciones importantes en la trayectoria de la


mujer en México, pues para 2001 se creó el Instituto Nacional de las Mujeres
(inmujeres). Un año después, en 2002, se establece que el 30 por ciento de las
candidaturas de los partidos políticos deben ser femeninas. Cuatro años des-
pués, se promulgó la Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres.
Sin embargo, también fue una de los periodos en que la violencia contra las
mujeres fue más visible: Ciudad Juárez fue la ciudad más violenta del mundo
en 2008 con sesenta asesinatos por cada cien mujeres en 2010. En 2015 se
anuncia la primera alerta por violencia en el Estado de México (Logros por los
derechos de la mujer mexicana, s.f.).
Actualmente, los eventos que violentan a las mujeres física, psicológica, y
socialmente siguen presentes al grado de representar una amenaza para el des-
envolvimiento de la vida cotidiana de las mujeres. Este panorama contrapuesto
a la implementación de leyes, estrategias por parte de organismos gubernamen-
tales, campañas de la sociedad civil autoorganizada que, a sus actores se suman
hombres, que salen a las calles a patrullar, en algunos casos con sus mascotas,
así como el sector comercial que se suma a la solidaridad para enfrentar a la
inseguridad en las calles al ofrecer sus establecimientos como refugio en caso
de situaciones en las que peligre la vida de las mujeres. Es evidente que este
fenómeno es fundamental en la actualidad para entender la vida urbana desde
la dimensión del espacio público que eventualmente será un espacio público
patrimonial y su significación, así como su relación con el patrimonio.

Espacio público patrimonial y los monumentos

Hablar de espacio público patrimonial conduce, en primera instancia, a dirigir


la reflexión hacia la ciudad, un magma de elementos materiales e inmateriales,
desde los espacios físicos, hasta los espacios simbólicos, edificaciones, escena-
rios naturales, hasta inclusive conceptos más complejos como la identidad y la
espiritualidad. Todo ello forma parte de un conjunto dinámico en constante
transformación donde intervienen actores de diversa índole (sociales, políticos,
simbólicos, por mencionar algunos). De tal modo, la ciudad concebida en un

108
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

sentido totalitario ha sido objeto de abordajes y apreciaciones. En este sentido,


para Marcel Hénaff (2014) la paradoja que se debería valorar: “…es en el mo-
mento en que nos parece que el mundo deviene ciudad, cuando precisamente
la ciudad deja de ser un mundo…” (Hénaff, 2014: 12).
Esto conduce a reconsiderar la existencia de la ciudad y no sólo limitarse a
referir al espacio estrictamente físico, como ya se ha planteado.
El espacio público, concepto romantizado por muchos e idealizado como
aquel espacio de encuentro que ofrece la posibilidad de ser disfrutado y vivido
por todos, como lo apunta Nora Rabotnikof (2008), es desde nuestra perspec-
tiva un espacio donde se dan encuentros entre los diferentes, aunque la con-
vivencia y los encuentros no son en igualdad de condiciones y oportunidades,
pues cada sujeto tiene diversos intereses y diversas formas de pensar, de vivir y
experimentar el espacio, lo que conduce a un ambiente de conflictividad; como
lo apunta Fernando Carrión (2003): “es, más bien, un ámbito contenedor de
la conflictividad social, que contiene distintas significaciones dependiendo de
la coyuntura y de la ciudad de que se trate” (Carrión, 2003: 1), constituido
por atributos espaciales, culturales y simbólicos forma parte de aquel magma
entendido como ciudad. Así, en palabras de Jordi Borja (2010):

…la ciudad es la calle y hay ciudad cuando hay centros, lugares significantes por
su historia y su patrimonio físico, por su memoria colectiva y su polivalencia, por
su animación y su capacidad de sorprender… (Borja, 2010: 11).

En este sentido, se encuentra una estrecha relación entre la ciudad y el espacio


público o bien —la calle— que, no sólo se remiten a contenedores ni a conte-
nido, sino a conceptos ambivalentes, pues el uno no sería entendido sin el otro.
Entonces, partiendo de la premisa delimitada, entendemos como espacio
público aquel de interés colectivo donde se llevan a cabo encuentros de dife-
rentes sujetos e intereses que conducen a una eventual conflictividad y tensio-
nes, que no siempre está abierto a la colectividad de oportunidades desde su
dimensión simbólica. Sin embargo, puede estar envuelto de atribuciones físicas
y espaciales que inviten a la identificación entre los diversos, si bien no siem-
pre integración. Esto nos conduce a cuestionarnos ¿es propiamente el espacio
público objeto de disputas o son los sujetos quienes disputan el poder espacia-
lizado y esto es objetivado espacialmente?
Aunque el espacio público sin el atributo de patrimonial, ni como espacio
público, con las características que lo componen, no solamente deberían ser

109
Veronica Zalapa Castañeda

pensados de forma limitada como la calle, puesto que las plazas, los jardines y
otros espacios, como el hogar de las personas, que en el abordaje político filosó-
fico de Hannah Arendt podría ser un espacio público en tanto espacio político,
en el cual se entablan relaciones políticas de acuerdo con Fernando Carrión
(2003) el espacio público es:
…un concepto difuso, indefinido y poco claro, que puede incluir la plaza, el par-
que, la calle, el centro comercial, el café y el bar, así como la opinión pública o la
ciudad, en general; y que, por otra parte, puede referirse a la esfera pública, allí
donde la comunidad se enfrenta al Estado, constituyéndolo como un espacio de li-
bertad. En este sentido, el espacio público no se agota ni está asociado únicamente
a lo físico-espacial (plaza o parque), sea de una unidad (un parque) o de un sistema
de espacios… (Carrión, 2003: 1).

Así, la relación entre ciudad y espacio público patrimonial está ahí y ha estado
ahí desde el nacimiento de la misma ciudad, porque la urbe se construye y se
transforma dinámicamente al igual que el espacio público. Esto dirige a cues-
tionarnos: ¿es la misma ciudad la que vivimos cada día? ¿Es el mismo entorno
y su ambiente los que predominan sobre los actores que la viven y la transfor-
man? o ¿son los actores quienes viven a diario la ciudad y los elementos que la
constituyen los que inciden sobre la concepción y constitución del espacio? y
¿cuáles son los elementos constituyentes de la ciudad que se ven afectados en
las transformaciones?
Los habitantes de las ciudades intervienen en la dinámica de transforma-
ción de los espacios en diferentes escalas, pero a su vez son permeados por los
mismos espacios. Es una relación constante, los espacios invitan a ser vividos,
experimentados, significados, ya sea por su ambiente o por sus elementos físi-
cos, pero, desde otro punto de vista, los espacios son producto de quienes los
viven y los experimentan, en tanto que significados por aquéllos que constru-
yen memorias y le atribuyen valores o los conservan en torno a determinados
elementos o hechos que los convierten en espacios valiosos y significativos para
una colectividad.
Al respecto Salvador Urrieta (2011) dice:

…estos lugares de alto significado además de las imágenes que proveen de tipo
histórico, mítico, social o cultural, también dan cuenta de la realidad de la ciudad,
sus problemas (de tráfico, marginalidad o contaminación) y de sus aspiraciones
como sociedad (culturales o sociales) (Urrieta, 2011: 41).

110
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

Entonces, la construcción de los espacios es constante: se ven transformados


conforme a contextos y temporalidades específicas que los modifican efímera
o permanentemente para las colectividades que los significan de acuerdo con
estos factores, dando cuenta de que “en las ciudades actuales se puede observar
el constante vaivén de monumentos que tratan de evocar algún hecho o figura
memorable, pero que son susceptibles de estar de acuerdo con las necesidades
que vaya demandando la ciudad […] dándole configuraciones patrimoniales
a los espacios públicos, lo que implica que alcance mayor valor…” (Moreno,
2011: 72). Entonces el espacio público patrimonial es construido por las signi-
ficaciones de sus habitantes, aquellas memorias que evocan hechos históricos y
elementos que los consolidan: los monumentos.
Como parte del conjunto de elementos físicos que constituyen el patrimo-
nio urbano y que a su vez sirven para contextualizar al propio espacio público
o espacio público patrimonial. Los monumentos son “…aquello que interpela
a la memoria […] que suscita con la emoción, una memoria viva…” (Choay,
1992; 12), de modo que, en términos identitarios, dan cierta certeza y seguri-
dad a quienes lo edifican y lo reciben. Por otro lado, tenemos los monumentos
históricos que, de acuerdo con Choay (1992) y Riegl (1987), son elementos
seleccionados, de entre otros tantos, que representan un momento especifico
e importante de la historia. Así, podemos hablar de los monumentos volunta-
rios e involuntarios; los primeros son los creados específicamente para recordar
algún evento, personaje, y los involuntarios son aquéllos que con el tiempo ad-
quirieron significados de acuerdo con su temporalidad. En este sentido, cum-
plen con su fin: “…revivir en el presente un pasado sumergido en el tiempo…”
(Choay, 1992).

Los movimientos sociales como génesis de la resignificación


del monumento. De la tradición al devenir conceptual

Choay mencionaba, en su texto de 1992, que, en su sentido original, el papel


del monumento ha perdido su importancia de forma progresiva en las socie-
dades occidentales, tendiendo a borrarse ya que el término mismo adquiriría
otras significaciones.
Manuel Castells (1974) define los movimientos sociales urbanos como “…
sistemas de prácticas sociales contradictorias que controvierten el orden esta-
blecido a partir de las contradicciones específicas de la problemática urbana”
(Castells, 1974: 3). En este sentido, se abordan especialmente los movimientos

111
Veronica Zalapa Castañeda

recientes protagonizados en diversos sentidos por las mujeres, al ser monu-


mentalizadas, es decir, al ser directamente vinculadas a los monumentos hasta
convertirlas en uno (estático o no) para inmortalizar hechos a su alrededor.
Tal parece que en México y probablemente en otras partes del mundo, la
sociedad actual está en un vaivén de reconstrucción interna; ésta es expresada
en el espacio público, el cual es el vehículo por excelencia de las reivindicaciones
sociales, culturales, políticas, económicas, ya que, al ser escenario de interacción
social, de acuerdos pero también de conflictos, conducidos por la diversidad de
los actores y sus intereses, también se produce una especie de lucha constante
por reclamar el espacio que cada colectividad asume como “su lugar”, cargado
de atribuciones simbólicas, humanizadas, así como económicas, culturales. En-
tonces se ven orillados a “…movilizarse inalcanzablemente para revolucionar
periódicamente la vida urbana…” (Harvey, 2013: 171).
Estas reivindicaciones de la colectividad que, en este caso, son las muje-
res, se observa mediante la toma y resignificación de los espacios, que fueron
concebidos a partir de hechos históricos que trataron de conmemorar y re-
cordar, los cuales ahora son transformados por los nuevos hechos, expresados
y materializados comúnmente de forma efímera para el resto de la sociedad,
pero interiorizados permanentemente por quienes se encuentran en la lucha
en y por la ciudad, sus monumentos y la eventual transformación del espacio
público patrimonial.

Análisis diacrónico para la evaluación de la significación y


resignificación de los monumentos en el espacio público patrimonial
a partir de los movimientos sociales representativos de la mujer

Para esta investigación se desarrolló una metodología de análisis diacrónico


del registro de las marchas feministas durante un periodo de trece años que va
de 2007 a 2020. Para esto se identificaron diferentes variables clasificadas de
la siguiente manera: temporales (año, mes), de identificación (física o virtual,
nombre de la manifestación, pacífica o violenta), espaciales (ruta de la mani-
festación, monumentos presentes en la ruta) y de significación (motivo de la
manifestación), con lo que se diseñó una tabla de registro como instrumento
metodológico. Asimismo se elaboró una cédula de registro donde se puntuali-
zan y resaltan datos indispensables de los monumentos que se observan como
parte importante de las manifestaciones, y donde se detalla su localización,
nombre oficial, número de niveles, altura, autor, material, época de construc-

112
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

ción del monumento, corriente arquitectónica, significado institucional, signi-


ficado social, y afectación sufrida.
Con lo anterior, el objetivo del trabajo es llevar a cabo una reflexión aca-
démica en torno a una propuesta de posibles categorías de monumentos que
se identifican en el espacio público patrimonial, a partir de los elementos que
llevan a crear nuevos monumentos o monumentos resignificados, y que se de-
finieron hipotéticamente como 1) monumentos que reflejan cambio de forma
de pensar; aquéllos que han estado ahí históricamente, aunque no siempre se
han considerado monumentos y han sido referentes de movimientos sociales
que llaman al cambio por medio de nuevas formas de nombrarlos o ser punto
de partida o llegada de alguna manifestación que se visibiliza en él; 2) monu-
mentos como símbolo de expresión de violencia femenina, que son el vehículo
de expresión y representación simbólica objetivada, donde se plasman los even-
tos que marcan la violencia hacia las mujeres y a través de ellos se busca llamar
la atención en torno al tema; 3) los nuevos monumentos que buscan llamar al
cambio y se les puede considerar efímeros, que no fueron concebidos de esa
forma y que antes de las manifestaciones tampoco habían sido vistos como
monumentos, pero a partir de ser el escenario y componente de la espacializa-
ción de las manifestaciones, se convierten de forma efímera o permanente en
monumentos y por lo mismo en referentes en dichas manifestaciones.
A partir de la recopilación estructurada de datos, se obtuvieron los siguien-
tes resultados: un registro de 63 manifestaciones graficadas, de tal forma que
se observó que en el periodo de trece años, comprendido en el que se realiza-
ron diversas manifestaciones motivadas principalmente por temas relacionados
con faltas hacia las mujeres, entre las que se encuentran feminicidios, la discri-
minación de género, por discapacidad, acoso y abuso sexual, derechos de las
mujeres, se observa que de 2007 al 2009 aumentan las manifestaciones (figura
1). Esta tendencia primero desciende pero luego crece exponencialmente para
llegar a su punto más alto en 2017, decreciendo para los siguientes años. Según
esta tendencia, en 2017 se manifestaron grupos femeninos y feministas una
mayor cantidad de veces, debido a la creciente violencia relacionada con las
mujeres en términos de muertes, abusos físicos y laborales.
Llama la atención el crecimiento en la cantidad de manifestaciones en 2017,
a un año del final del gobierno de Enrique Peña Nieto, tomando en cuenta que
el sexenio de Felipe Calderón es considerado como el sexenio más violento en
lo que va de este siglo. De la misma manera invita al análisis el considerable
descenso observado en 2018, de acuerdo con eventos recabados y registrados.

113
Veronica Zalapa Castañeda

Figura 1. Gráfica de manifestaciones feministas, en la que se observa la cantidad


de manifestaciones celebradas de 2007 hasta marzo de 2020.

En el registro de los datos se observa que la dimensión física del espacio no es


la única a la que se recurre para manifestarse, pues actualmente otras formas y
opciones, como el espacio virtual (figura 2), permiten a las manifestaciones ser
concretadas. Generalmente, éste se asume como el escenario apto para manifes-
taciones simultáneas solidarias en distintos puntos del mundo.
Referente a la espacialización de las manifestaciones, se observa que 59
de las 65 manifestaciones en la Ciudad de México, documentadas en la ta-
bla —que representan el 91 por ciento del total contra el 9 por ciento de las
manifestaciones—, se llevaron a cabo como movilizaciones físicas en la calle,
y el resto de forma virtual, respectivamente, a través de campañas en las cuales
se hizo el llamado mediante el uso de hashtags relacionados con el movimien-
to. Cabe mencionar que algunas se llevaron a cabo de forma simultánea en
diversos países.
La ocupación física de las manifestaciones se identificó con relación a los
puntos cardinales: al tener como delimitación espacial la Ciudad de México
como área de interés para la identificación de los movimientos sociales de mu-
jeres, en la gráfica correspondiente a esta categoría (figura 3), se observa que
una cantidad representativa del total de movilizaciones tuvo como escenario el

114
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

Figura 2. Gráfica de espacialización de manifestaciones.

centro, el oriente de la ciudad no figuró en la información de las movilizacio-


nes recopiladas. Sin embargo, el norte, el poniente y el sur fueron ocupados en
menor medida.

Figura 3. Gráfica de zona de ocupación de las manifestaciones en la Ciudad de México.

115
Veronica Zalapa Castañeda

Las diferentes zonas de ocupación de las marchas fueron identificadas y


diferenciadas por la ubicación relacionada con los puntos cardinales. De este
modo, se observa que el centro de la Ciudad de México fue el escenario recu-
rrente de las manifestaciones, y de forma descendente se observa la ocupación
virtual en redes sociales, mientras que el sur fue escenario de tres marchas y el
norte y el poniente de la Ciudad de México solamente albergaron una mani-
festación, respectivamente.
Los motivos de las manifestaciones son diversos: desde feminicidios, dis-
criminación y la defensa del petróleo, por mencionar algunos de los referidos
y observados en la gráfica resultante (figura 4). Sin embargo, éstos podrían, a
su vez, conformar un solo motivo en conjunto que detone el enojo de la co-
lectividad en cuestión: las mujeres. No obstante, algunos de estos motivos se
resaltan en las reivindicaciones de la colectividad, que en cada manifestación se
visibiliza mayormente una causa, y es así que se desagregan.

Figura 4. Gráfica de motivos de manifestaciones.

Se observan los motivos que llevan a la manifestación a ocupar la Ciudad,


identificados y —desagregados—, entre los que se identificaron la violencia
contra las mujeres, que es la causa que predomina por sobre las demás. Aparte

116
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

de los feminicidios en distintas entidades del país y visualizados a través de ma-


nifestaciones en la Ciudad de México por sus crecientes cifras, se encuentran
los abusos por autoridades policiacas y militares hacia las mujeres y particular-
mente adolescentes y jóvenes, así como la despenalización del aborto, la dis-
criminación por género, condiciones físicas, preferencias sexuales, además de
la muerte de personas altamente visibles, el acoso y abuso sexual, los derechos
laborales, las madres que buscan a sus hijos desaparecidos y que exigen que sean
aclarados sus casos, los derechos de las mujeres, todos estos motivos a los que
se suman el hartazgo de las mujeres que salen a la calle a exigir justicia ante los
motivos expuestos que probablemente forman parte de una lista más amplia.
La recurrencia de los monumentos relacionados con las manifestaciones
traza el camino hacia el entendimiento de la resignificación de algunos de ellos
en las categorías propuestas, en la que intervienen los motivos de la manifesta-
ción. En este sentido, se observa en la gráfica respectiva (figura 5) que el Ángel
de la Independencia es el monumento que aparece con una importante cons-
tancia. De este modo, cabe cuestionarnos la relación del monumento con las
manifestaciones que recurren a él como parte de la expresión.

Figura 5. Gráfica de monumentos recurrentes en las manifestaciones en la Ciudad de México.

117
Veronica Zalapa Castañeda

En cuanto a los monumentos, inmuebles y espacios recurrentes en las ma-


nifestaciones como parte de su recorrido en sus puntos iniciales, medios o fi-
nales, se observan en su totalidad que están ubicados en la zona central de la
Ciudad de México y la mayoría en el Centro Histórico; predomina el Ángel
de la Independencia, seguido por el Hemiciclo a Juárez que, según se refiere en
uno de los documentos consultados, es un “espacio que es símbolo de libertad”
en la capital del país. El Zócalo de la Ciudad de México también se encuentra
recurrentemente en las manifestaciones, y en menor medida la Diana Cazado-
ra, Palacio Nacional y los demás elementos físicos urbanos y espacios que se
encuentran en la gráfica.
Una vez observada la dinámica en la que se ven circunscritos diferentes
espacios y monumentos localizados en el área central de la Ciudad de México,
éstos son agrupados dentro de una de las tres propuestas de categorización a
partir de los acontecimientos que dan lugar a una resignificación de dichos
espacios y monumentos. De modo que, de acuerdo con los datos recopilados
y observados, se propone que en la primera categoría correspondiente a los
monumentos que reflejan cambio de forma de pensar (figura 6), se encuentren
la escultura de Madero, el Hemiciclo a Juárez, Palacio Nacional (y el espacio
exterior inmediato), el Palacio de Bellas Artes (y su explanada), la Catedral de
la Ciudad de México, el Exconvento de Regina, la Alameda Central, la Plaza
de las Tres Culturas, el Monumento a la Revolución (y la Plaza de la República
en su conjunto), y el Zócalo. Esta primera propuesta de categoría pretende
englobar a aquéllos espacios, monumentos y/o conjuntos, a través de los que
se exterioriza la transformación del modo de pensar y vivir de las generaciones
venideras, como se apunta en la propuesta conceptual.
El caso de la escultura de Francisco I. Madero representa un caso peculiar,
en torno al que ha habido distintos pronunciamientos orales posteriores a las
acciones de las que fuera objeto, y que resulta pertinente recordar, debido a
la intervención de actores como el propio escultor que la creó. En la manifes-
tación del 8 de marzo de 2019, algunas de las mujeres que participaron en el
movimiento realizaron pintas sobre la escultura. Ante tales hechos se abrió un
debate, de manera que, respondiendo a ello, fue visible la irrupción de una
participante (figura 7) en la manifestación en el momento en que, desde su
perspectiva, estaban dañando la escultura y, por tanto, dañaban un elemento
patrimonial. Sin embargo, el artista plástico Javier Marín, autor de la mencio-
nada escultura, se pronunció con una postura que contrastó con la opinión de
la mujer que impidió que siguieran pintando la escultura en aquella marcha, así

118
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

como la de otras tantas personas, pues Marín (2019) celebró que su obra fuera
tomada como vehículo de expresión en la manifestación y expresó a manera de
deseo que “Ojalá se quedara así como testimonio de esta protesta” (figura 8).
Con estas dos posturas —encontradas— se deja abierta la discusión sobre
el uso, valor, significación y resignificación de los elementos que constituyen el
patrimonio urbano —en este caso de la Ciudad de México—, los cuales remi-
ten a la noción de monumento involuntario (Choay, 1992) y que son relativos
de cada forma de pensar, contexto social y político que encierra las acciones que
permean sobre ellos.

Figura 6. Primera categoría propuesta. Elaboración propia, de acuerdo a la información recabada.

Por otro lado, se encuentra la segunda categoría propuesta (figura 9), la


de monumentos como símbolo de expresión de violencia femenina, los cuales
son el vehículo de expresión y representación simbólica objetivada. En ellos se
plasman los eventos que marcan la violencia hacia las mujeres y a través de ellos
(los monumentos) se trata de llamar la atención en torno al tema. En esta cate-
goría se propone considerar a la Glorieta de Cuitláhuac, la Glorieta de Colón,
la Glorieta de Cuauhtémoc, el Ángel de la Independencia, el Monumento a la
Madre y la Diana Cazadora.
Finalmente, la tercera categoría, la de nuevos monumentos que no fue-
ron concebidos como tales se propone encontrar a la Antimonumenta contra

119
Veronica Zalapa Castañeda

Figura 7. Usuaria de la red social Twitter comparte un video del momento en que una mujer defiende
la escultura de Francisco I. Madero. Fuente: <https: //aristeguinoticias.com/0903/mexico/javier-marin-
autor-de-escultura-de-madero-celebra-pintas-en-su-escultura-y-pide-que-la-dejen-asi/>.

Figura 8. El artista plástico Javier Marín, autor de la escultura de Madero, se pronunció a través de la
red social Twitter por los hechos ocurridos el 8 de marzo de 2019, en la que se vio intervenida la escul-
tura referida. Fuente: <https: //aristeguinoticias.com/0903/mexico/javier-marin-autor-de-escultura-de-
madero-celebra-pintas-en-su-escultura-y-pide-que-la-dejen-asi/>.

120
La resignificación del monumento a través de la mujer en el espacio público patrimonial

feminicidios. Cabe señalar que en el caso particular de este texto se aborda


la temática relacionada con las mujeres. No obstante, al abrir el panorama y
diversificar las características y contextos de acompañar a otros monumentos,
podrían incluirse algunos más, por ejemplo, el monumento a los 43 (estudian-
tes de Ayotzinapa desaparecidos en 2016).
Sin embargo, esa reflexión se deja abierta al voltear la mirada a escenarios
que no se vean acentuados por características específicas del objeto de estudio.

Figura 9. Segunda categoría propuesta. Elaboración propia, de acuerdo a la información recabada.

Conclusiones

Las expresiones y manifestaciones en torno a determinadas problemáticas que


congregan a las personas a externar su posición ha sido observado desde tiem-
pos remotos. A través del tiempo, los actores que llevan al espacio público sus
reivindicaciones han impregnado en él de forma simbólica, material, efímera
o permanente las huellas de éstas, las cuales eventualmente trascenderán en la
forma de concebir tal espacio a través de sus cualidades o las de un elemento
que lo conmemore, como un monumento.
En el caso de este artículo, espacializado en la Ciudad de México, es perti-
nente recurrir a la noción de relación entre ciudad y monumento para intuir el
por qué de las manifestaciones en el centro de la Ciudad de México, la ciudad
tradicional, ya que ésta:

…se afirma como monumento y más precisamente como monumento que resume
el universo, como si la obra de los hombres fuera también el hogar de los dioses,
como el corazón de un espacio político del cual es expresión, imagen, pero tam-
bién instrumento (Henaff, 2014: 20).

121
Veronica Zalapa Castañeda

Se observan momentos que dan pie a la resignificación, no sólo de los monu-


mentos como elemento aislado en la ciudad, sino también como conjunto.
En otras palabras, el monumento y su contextualidad, así como los espacios
públicos patrimoniales, son incididos por los usos que se les da y los tiempos
en que son ocupados en las manifestaciones. Por su parte, el espacio público
se transformará eventualmente en un espacio público patrimonial aceptado de
forma generalizada o por una colectividad en específico.
Al hacer el recorrido diacrónico, para encontrar la información para al-
canzar el objetivo planteado, se encontró un universo amplio. De tal manera,
resultó valioso y pertinente ampliarlo y no solamente responder a la delimita-
ción inicial en torno a tres monumentos, de forma que se toman los tres monu-
mentos principales encontrados en el objetivo que motivó el presente trabajo,
así como los monumentos y espacios que se encuentran en las propuestas de
categorización no contemplados.
La resignificación que recae sobre el espacio simbólico y/o físico, sobre los
monumentos y/o sobre las ciudades puede encontrarse de forma efímera o per-
manente, simbólica o materializada. En ello se ven relacionados factores como
la receptibilidad de cada espacio en el cual se sitúen los acontecimientos que
dan lugar a dicha resignificación.
La resignificación simbólica está presente en la cotidianeidad relativa de
las colectividades de las urbes, las cuales dibujan y desdibujan los espacios, las
fronteras, las ciudades y su narrativa. Es menester recurrir a la memoria histó-
rica, pero también a la memoria colectiva, y situarlas en las temporalidades que
ayuden a darles un sentido, para con ello acompañar a la reflexión que permita
responder a las interrogantes a las que los hechos que resignifican de forma per-
manente o efímera la ciudad, sus espacios y monumentos —sin dejar de lado a
su sociedad—, hacen surgir.

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123
3. La violencia como punto focal en
la ruptura entre género y ciudad
La ciudad de noche, una visión de género, caso de
estudio la Alameda Central de la Ciudad de México26
Elsa Leyva Hernández

En este artículo se aborda la noche como un espacio distinto al día. En el libro


La cultura de la noche Mario Margulis menciona a Murray Melvin (1994: 25)
quien indica:

la última gran oleada de inmigración humana se está produciendo en el tiempo y


el espacio, influida por la colonización del tiempo. Ademas de ser una opción de
“descongestionamiento urbano” amplía el tiempo de actividad, y de generación de
recursos, bienes y servicios.

Como vertiente filosófica, la perspectiva de género se gesta a finales del siglo


xviii. En paralelo, en el siglo siguiente la noche como espacio de uso propicia
la necesidad de la electrificación. Fue una época de gran efervescencia en el
pensamiento del movimiento social y artístico. La Ilustración, la cual afianza
la idea de la igualdad social, junto con los prolijos descubrimientos científicos,
abonó a la posibilidad de la noche como espacio activo.
El término “género” o “perspectiva de género” surge a raíz de la reflexión
de la lucha feminista por erradicar la desigualdad entre hombres y mujeres y
con otros grupos minoritarios, contra la primacía del patriarcado hegemónico,
el cual sólo beneficia al hombre blanco adulto. Por su parte, como objeto de
estudio, la noche es identificada una vez que se manifiestan en el espacio públi-
co prácticas que no existían antes de la posibilidad de contar con luz estable y

26  Este artículo se presenta como parte de los avances de la tesis de maestría en Ciencias de Arquitectura y
Urbanismo, en el Instituto Politécnico Nacional y con registro ante conacyt. La tesis aborda el tema
de la ciudad de noche, y para el presente artículo se agrega a los anteriores la perspectiva de género,
que es el tema seleccionado en el ciclo de una de las cátedras que se imparten en la maestría.
Elsa Leyva Hernández

permanente, lo cual obligaba a los gobiernos de las ciudades a reaccionar para


resolver las nuevas necesidades marcadas por las prácticas sociales derivadas de
los intereses económicos que las establecen.
Como tema de estudio, el movimiento feminista y la noche tienen su pro-
pia evolución. Se presentan aquí en su desarrollo cronológico paralelo hasta el
momento actual y se describen las prácticas nocturnas en un espacio público,
la Alameda Central de la Ciudad de México, como referente para exponer las
prácticas nocturnas y la interacción con la perspectiva de género.
La ciudad, dice Jordi Borja (2003: 8), es el espacio jurídico y de la conviven-
cia, mientras que el espacio público la hacen las interacciones entre las personas.

El espacio público ciudadano no es un espacio residual entre calles y edificios.


Tampoco es un espacio vacío considerado público simplemente por razones jurí-
dicas. Ni un espacio “especializado”, al que se ha de ir, como quien va a un mu-
seo o a un espectáculo. Mejor dicho estos espacios citados son espacios públicos
potenciales, pero hace falta algo más para que sean espacios públicos ciudadanos
(Borja, 2003: 8).

¿Qué posibilidades de derecho tienen los ciudadanos si están en la calle duran-


te el periodo en que la mayoría duerme y qué interacciones sociales se realizan
de noche?
El espacio jurídico que menciona Borja se ve afectado por este cambio de
día a noche:

Los tiempos sociales y modos de vida han cambiado, dando lugar a nuevos ritmos
y, por ende, a diversas temporalidades urbanas (Hernández, 2016).

Regularmente, salvo excepciones que van en aumento, las ciudades se piensan


para el día (Seljas, 2017: 2). Algunas de las primeras reuniones para abordar el
tema es la de Manchester en 1994, donde surgen términos como “ciudades de
24 horas y economía nocturna” (Landín, 2018).
Para efectos de análisis, se toma el horario nocturno de 6 pm a 6 am de la
mañana del siguiente día, a fin de estandarizar un intervalo fijo que posibilite
la interacción y gestión para cada actor que intervenga e interactúa en las ciu-
dades de noche.
Si bien en las Bellas Artes es común aludir a la noche, no ocurre así como
tema científico. Esta ausencia se debe probablemente a que es también reciente

128
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

la incorporación de un medio permanente de visibilidad nocturna en los espa-


cios públicos y en todas las ciudades. Hay que recordar que antes de la aparición
de energía eléctrica en el siglo xix no era posible llevar a cabo actividades noc-
turnas permanentes. En 1880, cuando el inventor Thomas Alva Edison logra
estabilizar el bombillo (ya descubierto), se posibilita la distribución comercial
de una fuente de luz no ignífuga, autónoma y constante. Por otro lado, otro
inventor, Nicola Tesla, con la propuesta de generación de electricidad mediante
corriente alterna (1882), fijó un medio de dotación eléctrica también constante
y masivo. Estos dos inventos sentaron las bases para que la electricidad sirviera
para iluminar la noche de las ciudades, como nunca se había hecho. Nació de
esta manera una nueva industria, y todo un nuevo modo de vida.
Junto con el avance tecnológico hubo en consecuencia un cambio sociocul-
tural. Lilian Briseño (2008: 41) describe en su libro Candil de la calle, oscuridad
de su casa cómo el mundo pasó de tener ciudades y poblados sincronizados con
la luz de la luna y sus fases, donde se podía salir con visibilidad cuando era luna
llena y sólo si era en verdad necesario o urgente en los días con poca o sin luz
de luna.

No imaginaban que con la electricidad y su aprovechamiento para el alumbrado


público se abriría todo un universo de actividades y de prácticas que daría como
consecuencia la invención de la noche. Invención en el sentido de que la pobla-
ción crearía una nueva vida a realizar durante aquellas horas, las cuales hasta en-
tonces se habían considerado muertas (Briseño, 2008: 41).

Se pasó a tener luz toda la noche, constante, sin depender de un “sereno”,


persona encargada de apagar las farolas a gas u otro combustible. Con la elec-
tricidad se podía encender y apagar las farolas sin preocuparse del fuego, la
combustión, ni obligarse a sostener actividades sincronizadas con las fases de la
Luna, que se volvieron sólo un dato cotidiano. Y la luz eléctrica era de mayor
intensidad que la ignífuga.
La noche en la ciudad tal vez exacerba la formulación de imaginarios, que
podrían aumentar si se aborda mediante una perspectiva de género. Entendien-
do el imaginario urbano, como “La noche se hizo para los hombres”, citan a
Keijizery Rodríguez (2002: 97) y así titulan este libro donde plasman los resul-
tados de una investigación sobre las prácticas en un poblado semirrural en Mé-
xico. Recordando el comentario de un poblador de la comunidad que estudian,
al preguntarle por los hábitos nocturnos de los habitantes hombres y mujeres,

129
Elsa Leyva Hernández

responde que la noche es para ellos, que para eso está hecha y básicamente no
hay nada más que decir, pues “las cosas así son”.
Entendamos qué se dice cuando se escribe género. El artículo 26 del Re-
glamento Nacional de la Ley General de Población, publicado el 14 de abril de
2000, describe el género como “…el conjunto de ideas, creencias, representaciones
y atribuciones de nuestra cultura tomando como base la diferencia sexual”.
Para la unesco (2014) la igualdad de género significa igualdad de derechos,
responsabilidades y oportunidades para mujeres y hombres y niñas y niños, con
base en sus intereses, necesidades y prioridades, y con reconocimiento de la
diversidad de los grupos de personas, tales como personas de minorías étnicas
o con orientación sexual o identidad de género diferente (unesco: 2016).
La perspectiva de género se origina en el movimiento feminista. Múltiples
reflexiones, investigaciones y ensayos han demostrado la veracidad de que exis-
te una desigualdad basada en el patriarcado que impone diferencias a hombres
de mujeres.

…evitar conceptualizar en nombre del feminismo cualquier serie de adjetivos o de


prácticas que están distantes del respeto a los derechos de las personas (Maharba
Annel González García, 2018).

El feminismo como corriente filosófica e ideología nació en el siglo xviii junto


con el movimiento de la Ilustración. Hasta ese momento el mundo se regía
por los nobles y el clero como grupo dominante, por un lado, con leyes a su
favor y cargos públicos asignados sólo en su beneficio y, la población, por otro
(Gamba, 2008). La libertad de pensamiento y nuevas ideas que se gestaron en
la Ilustración y produjo que se demandaran igualdad de derechos, los cuales
fueron aceptados mediante “La carta de derecho del hombre y el ciudadano”
(1789), pero no abarcaba a las mujeres, ni a nativos de las colonias conquista-
das, ni a negros, pues sólo abarcaba al hombre blanco.
Así, la continuación de la demanda queda en manos de las mujeres. Dado
a que ellas exigen igualdad, se lo cataloga movimiento feminista, aun cuando
lo que lo antecede, que libertó a hombres no fue clasificado como masculino.
La primera fase del movimiento, que se llama de consolidación o primer ola
del feminismo, inició en este periodo. Esta fase tiene mayor fuerza en Europa
Occidental (Gamio, 2008, 2). Sus principales representantes fueron Olimpia
de Gouges (pseudónimo de María Gouze), quien fuera una aristócrata francesa
quien, después de quedar viuda, descubrió sus habilidades literarias. Así que

130
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

escribió el documento Los derechos de la mujer y de la ciudadana en 1791 (Gam-


ba, 2008) en respuesta al recién promulgado para los hombres y con el que se
estableció la igualdad y el derecho al voto masculino. Fue guillotinada debido
a su prolija labor como escritora para la causa feminista y porque en varios de
sus panfletos criticó al gobierno francés (Lira, 2017).
La segunda ola del feminismo es la llamada sufragista, que abandera la peti-
ción del derecho a votar y ser votadas. Con mayor representación en Inglaterra
y Estados Unidos (Gamba, 2008), el primer país en otorgar ese derecho fue
Nueva Zelanda en 1893. El final de este periodo coincide con la terminación
de la Segunda Guerra Mundial.
Esta guerra mundial propició una modificación en las prácticas. Las muje-
res incursionaron al campo laboral, y se las debió aceptar porque, en los países
en guerra, la mayoría de los hombres se encontraba al frente de batalla; debido
a la necesidad patriótica de cubrir las actividades laborales, en la mayorá de
países se otorgó el derecho al voto para las mujeres, aunque de manera incon-
sistente y con base en negociaciones que daban y quitaban y volvían a dar ese
derecho; en rigor, se dio primero el voto a la mujer blanca, años después a hom-
bres y mujeres nativos. Es decir, no fue un acto de un movimiento, pues hubo
que estar en constante fricción para que se aceptara la igualdad homogénea de
hombres y mujeres (Gamba, 2008).
De tal manera, el derecho al voto se fue conquistando durante el siglo xx.
Y en 2011 el último país que dio el derecho al voto a las mujeres fue Arabia
Saudita.
Por su parte, volviendo a la noche, cuando la electricidad fue incorporada
a las ciudades desde finales del siglo xix, la presencia de luz eléctrica que en-
cendiera las ciudades toda la noche se dio en el periodo moderno e influyó en
la posmodernidad y no se diga en la globalización. Las ciudades cambiaron a
tener luz artificial toda la noche, lo que posibilitó la jornada laboral nocturna,
que benefició a las industrias y diversificó la oferta de empleo con empresas
abiertas 18 y/o 24 horas (Seljas, 2018: 6) y fue el primer indicio de nuevo uso
que se podía dar a la noche.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, y la llegada del posmodernismo, las
economías vivieron un proceso de terciarización. Así se van creando propuestas
de ciudades que brindan servicios de esparcimiento, diversión, recreación, y
de abasto nocturno. La noche, como un espacio separado del día, va tomando
fuerza, generando sus propias dinámicas y separando de manera natural a la
población (¿gentrificación de tiempo?), debido a que la noche se vuelve tam-

131
Elsa Leyva Hernández

bién elitista, en el sentido de que, al no contarse con la facilidad de transporte


diurno, se limita el acceso sólo a quien cuenta con vehículo propio y/o medios
para pagar uno privado.
La primera mención de la noche como espacio independiente del día fue
en la conferencia de Manchester en 1994, donde se presentan de manera
oficial términos como “ciudades de 24 horas y economía nocturna” (Lan-
dín: 2018).

Ejemplos de ciudades de 24 horas están: Nueva York, con línea de metro con
operación continúa las 24 horas y servicios como peluquería, no sólo los tí-
picos de la noche, Tokyo, Ámsterdam, Barcelona y Las Vegas (Gastón, 2016)
ya se detectan 40 ciudades con un cargo administrativo, que varía en el título
otorgado al cargo en cada país pero que es encargado de la gestión pública de
la economía nocturna.

Mientras tanto, el movimiento del “Nuevo Feminismo” inició a finales de los


años sesenta en Estados Unidos y Europa, con ejes temáticos que incluyen la
redefinición del concepto de patriarcado, la reformulación de espacio público
y privado, y el estudio de la vida cotidiana (Gamba, 2008), por mencionar los
temas que aluden al espacio urbano. Como precursor de la tercera ola feminis-
ta, algunos datan de la caída del Muro de Berlín en 1989 (Gamba, 2008). En
esta etapa se reconoce que es insuficiente que la legislación indique la igualdad
si en la práctica no se cumple. Esta etapa ha sido de dispersión del movimiento,
con la llegada del posmodernismo, la proliferación de ongs, y la discusión del
movimiento feminista en tesis académicas y documentos científicos.
Surgen en este nuevo feminismo varias tendencias, entre las décadas de los
años sesenta a los ochenta del siglo xx. Destacan tres líneas: radical, socialista y
liberal (Gamio, 2018); es radical en el sentido de abolir el esquema patriarcal,
puesto que indica que la mayor contradicción social se produce en función del
sexo (Gamio, 2008). Cada una de estas vertientes tiene representación diferen-
ciada en distintos países.
Paralelamente, respecto de la noche como espacio de estudio, han surgido
los llamados alcaldes nocturnos, que administran los intereses durante la noche
en las ciudades de 24 horas, como Ámsterdam, Las Vegas, Nueva York, Barce-
lona, y con el tiempo no ha cesado la migración a las ciudades nocturnas, lo
que representa no sólo el título, sino que implica una administración para la
noche, así como un cargo público nuevo y personal y la gestión de varios ser-

132
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

vicios, principalmente de transporte, sin dejar de lado la infraestructura y una


zonificación de zonas de 24 horas y zonas que duermen dentro de cada ciudad
de 24 horas:

Alcalde nocturno: “un mediador y un intermediario entre el sector de negocios


nocturnos y los organismos públicos” (Shawn Townsend, “alcalde nocturno” de
Washington dc desde 2018).

La unesco en 2004 crea el programa de las “ciudades creativas” para promover


prácticas culturales entre ciudades encaminadas a:

…posicionar la creatividad y las industrias culturales en el centro de su plan de


desarrollo local y cooperar activamente a nivel internacional en la materia (unes-
co México: 2020).

Pinitas (2019) expone una perspectiva de género interseccional:

La interseccionalidad es el fenómeno por el cual cada individuo puede sufrir opre-


sión u ostentar privilegios en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales.

Esta vertiente surge en la “tercer oleada feminista” (Pinitas, 2019). En 1989,


en un artículo publicado por la Universidad de Chicago, la activista feminista
Kimberlé Crenshaw propuso la diversidad de variables, permutables entre sí,
que multiplican la cantidad de actores a ser tomados en cuenta en los estudios
de género.
En respuesta al reconocimiento de múltiples diferencias, no sólo la de mas-
culino y femenino, se identifican otras como edad, condición física, etnia, pre-
ferencia sexual, principal pero no exclusivamente. Reconoce derechos a hom-
bres y a mujeres por igual. En la figura 1 se presenta la gráfica de las distintas
discriminaciones, la cual es tomada de un artículo en internet, cuyo el autor
con pseudónimo “Pinitas” explica:

La interseccionalidad sugiere que los clásicos modelos de opresión dentro de la


sociedad […] sin dejar de nombrar el “especismo” como forma de opresión a otros
seres vivos del planeta, […] no actúan de forma independiente entre sí, sino que
se interrelacionan creando un sistema de opresión que refleja la “intersección” de
múltiples formas de discriminación (Pinitas, 2019).

133
Elsa Leyva Hernández

Figura 1. Propuesta de las diversas formas de opresión, delineadas bajo el criterio de Género
Interseccional. <https: //www.pnitas.es/interseccionalidad-feminismo-interseccional/>.

La línea horizontal divide lo positivo (parte superior) de lo negativo (parte


inferior) dando, sin embargo, a todos los rubros, tanto positivos como negati-
vos, un carácter de opresión.
En el estudio de caso se busca identificar lo que se enfrenta en el espacio
público nocturno; desde la interseccionalidad se presenta el sistema patriarcal,
no como una alusión a los hombres sino como un sistema que afecta a hombres
y mujeres por igual con todas las demás diversidades. La masculinidad es un
tema abordado científicamente para identificar las vicisitudes que enfrentan
los hombres. Ello no implica la realidad documentada de prácticas violentas
dirigidas en su mayoría hacia las mujeres y se discuten la de los hombres, que
también las hay.

134
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

La Alameda Central, Ciudad de México

La Alameda de la Ciudad de México es un espacio abierto, de importancia


patrimonial y con actividad permanente. Es “el parque urbano más antiguo de
América Latina” (pdm, 2012: 1). Se ubica dentro del perímetro A del Centro
Histórico, con una superficie de 92,000 metros cuadrados. Fue construida du-
rante la colonización española (1529) por instrucción del virrey Luis de Velasco
en el siglo xvi (Oficialía, historia) como un paseo para embellecer a la ciudad
y lugar de recreo a sus habitantes. Se le dio el nombre de Alameda debido a la
siembra de álamos.

Imagen 1. Alameda Central (Plan de manejo y conservación del parque urbano Alameda

Formaba parte de la traza elaborada por Alonso García Bravo, quien inició
la construcción de la “nueva ciudad” sobre la traza de la original Ciudad de Mé-
xico Tenochtitlan (Hernández, 2008: 73). En su tesis Hernández describe que
“el perímetro de la Alameda estaba delimitado por acequias (2008. 74) […]
además de que, dadas sus características, como un espacio de carácter estratégi-
co, fundacional, ritual, funcional y monumental (2008: 73). Durante la época
virreinal desde el siglo xvi fue el paseo más antiguo (Hernández, 2008: 73) y
un espacio exclusivo para los españoles y criollos, que la población en general
sólo podía ver desde afuera, hasta que se abrió a todo el público y se comenzó a
decorar con monumentos, si bien pasó por periodos de abandono por las inun-
daciones constantes. Es de recordar la crónica que relata que, si bien la ciudad
prehispánica se iluminaba con fogatas, los dos primeros siglos posteriores a la

135
Elsa Leyva Hernández

En la figura 2 se aprecia una escena cotidiana del siglo xix.

Imagen 2. Escena en la Alameda Central, 1831, por Juan Moritz Rugendas, en <https: //mediateca.
inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/pintura%3A4084>.

llegada de los españoles fueron en penumbra debido a que había asuntos más
urgentes que resolver que dotar las calles de luz para las noches.
Fue intervenida en 2010. En el periódico La Jornada del 26 de abril de ese
año (2010: 36) Laura Gómez Flores describe la intervención que en general
implicó la mejora de los pavimentos, las fuentes, los monumentos, así como la
restauración del arbolado y la jardinería, la reubicación de los vendedores am-
bulantes, la iluminación de las fuentes y de todo el parque, aunque el mismo
artículo refiere:

…algunos trabajadores de oficinas ubicadas en los alrededores comentaron que


también es una zona de peligro, pues al anochecer niños y jóvenes ofrecen servicios
sexuales; mientras otros aprovechan para asaltar a quien lo atraviesa, ante la falta
de iluminación y vigilancia, pues los policías se retiran a descansar a las 18 horas
(Gómez, 2010, en La Jornada: 36).

136
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

Fue reinaugurado en 2012 con un proyecto de iluminación integral. Desde


entonces ha sido percibido como un espacio seguro, aun cuando las zonas de
menor luz obligan a estar alerta; básicamente son las áreas ajardinadas cercadas
que no deberían tener acceso peatonal. En la imagen 3 se aprecia el resultado
de la remodelación.

Imagen 3. Imagen de la reinauguración de la Alameda Central; se cambia la iluminación,


pavimentos, jardinería, y se da mantenimiento a esculturas y fuentes (Construlita, 2019: 5,
en <https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/pintura%3A4084)>.

En la Alameda Central, aunque sea muy transitada, la vigilancia no es visi-


ble, pese a estar a unos metros la calle de Madero, ya que la Ciudad de México
tiene zonas que funcionan las 24 horas, que requiere vigilancia nocturna.
La noche “es una categoría socialmente construida, determinada por pro-
cesos históricos y culturales” (Margulis, 1997: 24). En lo que respecta al géne-
ro, la noche destaca un concepto de igualdad que defiende, por una parte, el
imaginario de diversión que representa salir de noche, al tiempo que por otra
parte, presenta el otro imaginario de inseguridad con mayores peligros para las
mujeres. La noche lleva a moverse en grupo, como parte del ambiente festivo
donde “los géneros de noche parecen tener distinta relación con el espacio”
(Margulis, 1997: 23).
Esto entraña regularmente el porte de ropa festiva, un arreglo mayor, dis-
tinto al de asistir a trabajar, o el de un día regular. Por lo mismo, es otro el
paisaje y la presencia de los asistentes a la noche. En virtud del arreglo festivo

137
Elsa Leyva Hernández

es más probable en el caso de mujeres que, por estar solas, se le percibe como
disponibles, o que ellas están propiciando ser abordadas por un hombre, o en
franca oferta de servicio sexual, ante las que si alguien se interesa hará muestra
de la intención, acercándose, o preguntando directamente.
Para un hombre, ir solo y arreglado puede interpretarse como que se tras-
lada a algún sitio o remotamente pueda despertar inseguridad, por sospecharse
que, por el hecho de ir solo, se considere un posible agresor. Se ha consultado a
varios conductores de taxi o Uber si llevarían a un hombre solo en un servicio
durante la noche y todo responden que no; después ellos acotan que tal vez lo con-
siderarían si no les inspira desconfianza, aunque sea un servicio contratado me-
diante una aplicación, lo que regularmente no le ocurre a una mujer sola. En la
mayoría de los casos, algunos conductores refieren que al ir sola ella podría estar
coludida con alguien, aunque son los menos; si se tratara de un hombre lo que
priva es en casi en todos los casos la desconfianza. Por lo que, en ambos casos
durante la noche, es mejor ir en un grupo mixto, pues ello puede neutralizar
los imaginarios de hostilidad. Si bien, de las personas entrevistadas, hombres y
mujeres toman distintas precauciones al día, todos refieren que con ello salen
con seguridad. Quienes cuentan con automóvil propio aseguran poder despla-
zarse solos sin que ello les represente un riesgo adicional.
En el caso de la Alameda Central, citando nuevamente a Margulis, anota
que:

…un espacio pasa a convertirse en un lugar, a partir del sentido que le es conferido
por las interacciones físicas, afectivas y simbólicas de quienes lo frecuentan (1997:
23).

Con este enfoque, la Alameda Central es depositaria de sentido para varios


grupos. De día uno muy notorio es el que se agrupa en los domingos. Como es
día de descanso, acuden trabajadores del interior de la república, de extracción
humilde, traídos por algún familiar o porque trabajan de servicio en una casa,
en su mayoría menores de edad. Para muchos es la primera vez que salen de su
tierra natal, en una ciudad de este tamaño, y saber que irán a ese lugar, donde
es probable que se encuentren a su grupo de paisanos, familia, amigos con los
que trabajan o asisten juntos.
Durante la noche otro grupo manifiesta su presencia, aunque más velada y
que genera polémica, en la clandestinidad aparente, cada vez más notoria. Los
grupos de homosexuales que, tanto de día como de noche asisten a conocer

138
La ciudad de noche, una visión de género, caso de estudio
la Alameda Central de la Ciudad de México

parejas de un momento a la Alameda Central, con la diferencia nocturna de


que el ligue se puede convertir en una práctica sexual en la plaza; lo llaman
cruising. En internet se puede encontrar información en mapas con ubicaciones
de los sitios donde suelen reunirse, y la Alameda Central es uno de ellos, dado
que muchas o todas las autoridades del parque se retiran después de las 6 p. m.
Viridiana Hernández indica:

…en las jardineras (que colindan con la calle Doctor Mora) también es un lugar
de encuentro por la noche, señores gay de 40 años en adelante se sientan esperando
la llegada de jóvenes gay (2018: 151).27

Las prácticas socioculturales que ella describe representan una herramienta va-
liosa para identificar más rubros a comentar en el tema del espacio público y el
género, que se salen del alcance del presente estudio.

Conclusiones

…la cultura de la noche tiende a exacerbar los sistemas de dominación y de legiti-


mación urgentes en la sociedad (Margulis, 1997: 18).

La ciudad de noche es un conjunto de espacios simbólicos significativos que


configuran el paisaje social y las prácticas nocturnas, que tienen su propio
comportamiento. Es importante abordarlas desde la perspectiva de género para
identificar los diversos escenarios manifiestos y responder a las solicitudes de
cada uno, y valorar la pertinencia de conservarlos, fomentarlos o delimitarlos
de acuerdo con lo que dicte el bien común, el marco legal y el fomento a la
seguridad e integridad de todos los actores.
Es importante asimismo valorar la gestión de la noche como acto inde-
pendiente y la presencia de la autoridad en los espacios que no duermen, para
que ayude a regular las prácticas, así como la dotación de servicios, y planear y
proponer para evitar responder a los actores que, en varios casos, por no decir
todos, son los que actúan en función de sus intereses y determinan las prácticas
nocturnas, cuando lo ideal es que sea el Estado el que lo proponga en función

27  Hay más grupos y comportamientos, pero el alcance de este análisis sólo abarca uno representativo.
Un análisis detallado se puede encontrar en la tesis de maestría de Viridiana Hernández Escobar, de
2019 en el repositorio digital de sepi esia Tecamachalco-Regina.

139
Elsa Leyva Hernández

de lo que beneficie a la sociedad y no que los actores actúen libremente en


función de sus intereses.
Toda la sociedad requiere visibilizar el género, no verlo como un discurso
sólo por y para mujeres. Debe entender la fuente de las acciones que inciden en
todas las áreas de la vida, y nos afecta a todos, que la dominación hegemónica
patriarcal se refiere a un sistema, no a los hombres. Aun se reflexionan varias
variantes de la interseccionalidad, que brinda múltiples áreas de análisis. En el
espacio público se reflejan varias, por lo que es necesario hacer conciencia de
ellas para identificarlas. La masculinidad, tema también de reflexión de género,
puede sumar a quitar prejuicios en el imaginario del género.

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141
Transición urbana, violencia y género
Felipe Heredia Alba

Introducción

Uno de los objetivos de este texto es presentar una breve reflexión teórica en
torno a la transición epocal, la ruptura de valores y el género. En el primer
subcapítulo, intentamos de manera general explicar si las condiciones de tran-
sición o cambio epocal propician el aumento en las formas de violencia social
y de género, y en el tercero intentar definir y explicar brevemente a qué refiere
la categoría de género, la generidad o la transgeneridad.
Como idea central del trabajo se consideró que el cambio epocal (entre
modernidad inconclusa y posmodernidad) ha contribuido a la liberación de las
prácticas de género, pero, por otro lado, este proceso coincide con el aumento
descontrolado y desmedido de la violencia social y de género, en proporción al
grado como los valores y normas sociales (como principios colectivos de orden
y sentido) se desvanecen de las conductas y comportamientos sociales.
Los cambios epocales y sus transformaciones representan un periodo de
crisis coyuntural que conserva y “libera” relativamente a la sociedad de los vín-
culos y normas de control tradicional, de los ritos, mitos y del orden patriarcal
interiorizados en las conductas sociales. Se presenta como un proceso en el cual
la sociedad enfrenta violentamente la fuerza del orden patriarcal y su orden
androcéntrico.
Es el arribo de esta realidad doble (posmoderna y globalizada) lo que inten-
ta por diversos medios (políticos, culturales y urbanos) forzar, cambiar o dar
nueva continuidad al orden y los roles tradicionales, hasta subsumirlos e inte-
grarlos a las dinámicas económicas del sistema. En su intento por reorganizar
a la sociedad y al territorio, el nuevo orden global confunde, excluye, margina
y violenta la percepción y las formas de organización tradicional, la identidad
y las relaciones sociales.
Transición urbana, violencia y género

Transición y cambio epocal

Históricamente, los cambios epocales o los periodos de transición entre una


sociedad y otra han sido objeto de diferentes interpretaciones y análisis según la
disciplina que los aborde o trate. Estos periodos abren umbrales por los cuales
transita la sociedad en medio de una multitud de cambios en las formas tradi-
cionales de vida social y urbana.
Pero, en todos los casos, los periodos de transición de la sociedad humana
(entre la antigüedad y el régimen esclavista, entre éste y el feudalismo, y final-
mente su transición al capitalismo) están envueltos en transformaciones que
perturban la vida social, económica, política y cultural, entre otras. Las transi-
ciones son periodos de tiempo marcados por el desmoronamiento del sistema
anterior; es decir, la transición genera numerosos riesgos, amenazas, violencias
(social e institucional) y conflictos sociales que desintegran lentamente las for-
mas de relación social establecidas.
Sábato asegura28 que uno de los factores que han incidido en las transfor-
maciones de la sociedad ha sido la pérdida o sustitución de valores sociales y
urbanos que han provocado inseguridad e incertidumbre. El autor trata de
responder a estos cambios epocales y revive imágenes con gran nostalgia de
cómo se vivía y cuáles eran los valores sociales que sostenían a la vieja sociedad
(Argentina). Menciona que en aquella ciudad “…la vida de los hombres se
centraba en valores espirituales, hoy casi en desuso, como la dignidad, el desin-
terés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores
como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por
los demás, no era algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas”
(2019: 42).
Históricamente, la pérdida y sustitución de estos valores y ambientes so-
ciales, por otros distópicos, como dice Sábato, han transformado las relacio-
nes sociales entre grupos y los géneros. Este proceso es un fenómeno global
que asume diferentes formas y realidades (localmente), pero, sin duda están
ligados a procesos de desacralización y racionalización de la vida social, que
llevan finalmente a una especie de “desencantamiento del mundo” (tradicio-
nal). Girola dice:

28  Ernesto Sábato (2019) La resistencia. Una reflexión contra la globalización, la clonación, la masificación,
Buenos Aires, Planeta, Colección Ensayo.

143
Felipe Heredia Alba

…los actores sociales abandonaron no sin dolor, la idea de este como un espa-
cio encantado: la magia las supersticiones se consideran demoniacas y el hombre
debió enfrentarse solo a su destino. La ciencia y la técnica ocuparon el lugar que
antes había ocupado la brujería y la alquimia… (1993: 166).29

Esta condición de cambio y modernización lleva particularmente al hecho “de


que la modernidad conduce en forma inevitable a la secularización, entendida
ésta como la pérdida de influencia de las instituciones religiosas en la sociedad
y como la pérdida de credibilidad de las interpretaciones religiosas en la con-
ciencia de la gente” (Berger y Luckman: 71).30
La Revolución Industrial de finales del siglo xviii y la expansión del libe-
ralismo por Europa y en América durante el siglo xix modernizaron, desacra-
lizaron y fracturaron las viejas instituciones y estructuras sociales, económicas
y religiosas, así como las formas de organización, producción y la propia men-
talidad epocal. Las relaciones sociales de género que se asumieron con esta
condición quedaron supeditadas a una relación de propiedad, pero ligadas a las
nuevas formas de poder y control económico.
En estos periodos de transición los cambios tecnológicos tuvieron y des-
empeñan hoy un papel destacado en las formas como estas innovaciones han
incidido en las conductas y comportamientos, revolucionando las formas de
intercambio y consumo.
La nueva era del capitalismo tardío revoluciona el tiempo y trae consigo la
aceleración de la vida social y con eso transforma las anteriores formas cultura-
les de aprehensión y comprensión del tiempo. Esta revolución impone ritmos,
rompe ciclos e introduce nuevas modalidades y dinámicas en las relaciones
espacio temporales de la ciudad.
En este proceso de transición se modifican las prácticas y los espacios so-
ciales (y urbanos), porque los lugares de trabajo y de encuentro colectivo se
han dispersado y transformado o han desaparecido del paisaje de la ciudad; en
todo caso, el territorio-ciudad pierde sus antiguos valores urbanos, se flexibiliza
y desregula instaurando violentamente un nuevo orden social. Por otro lado,
con el incremento de la percepción de la violencia social y el resurgimiento de
sentimientos como el miedo o la inseguridad urbana, estos cambios están de-

29  Lidia Girola (1993) “Ni racionalistas ni desencantados. Peculiaridades socioculturales el proceso de
modernización a la mexicana”, Sociológica, año 8, número 22. uam-a.
30  Peter L. Berger y Thomas Luckmann (1997) “Modernidad pluralismo y crisis de sentido”, Madrid,
Paidós Ibérica.

144
Transición urbana, violencia y género

terminados por la reorganización del sistema y la estructura de dominación, al


modificar la estructura de producción mundial y manipular tecnológicamente
los procesos de compactación del tiempo/espacio.
La velocidad, como símbolo de la nueva modernidad, acelera la vida social,
“destruye” y transforma entornos urbanos, altera las relaciones sociales (voláti-
les) y modifica los ritmos de vida urbana, dado que “Las nuevas tecnologías han
surgido como parte de la configuración de la sociedad moderna y responden a
diversas necesidades derivadas del aparato productivo o financiero, del merca-
do y de estrategias militares…” (Chauvet, 1997: 6).
Al modernizarse, la ciudad se fragmenta progresivamente y crea, como efec-
to social, fenómenos temporales, sociales y urbanos como la exclusión, la segre-
gación y la inseguridad crónica, así como coadyuba al incremento de conductas
y comportamientos sociales que rechazan o no se ajustan al nuevo modelo u
orden social.
Algunos textos han remarcado los efectos de estos procesos de moderniza-
ción (siglos xviii y xix) con la sustitución del tradicionalismo y con el adve-
nimiento de nuevas relaciones de poder, así como de modernas instituciones
públicas, encargadas de corregir las desviaciones sociales y conductuales que el
nuevo modelo de sociedad genera, como, por ejemplo, Durkheim31 al analizar el
“suicidio”, o Foucault al estudiar el papel de la disciplina corporal y el castigo.32
Ambos estudios giran alrededor del análisis sobre los efectos y cambios que
genera el nuevo proceso modernizador en la sociedad, la ciudad, en la mentali-
dad epocal y en los cuerpos sin diciplina.
La sociología ha señalado algunos de los rasgos que caracterizan a estos pro-
cesos de cambio moderno, como la “imposición y homogenización de “marcos
normativos valorativos de corte universalista, (la) progresiva conformación de
sociedades de masas, recomposición de las bases de la solidaridad social e in-
dividualismo creciente son algunos de estos elementos” (Girola, 1993: 164).33
Como réplica a la transformación global que padecen las sociedades, obser-
vamos el despliegue de respuestas contra el sistema, como el “resurgimiento de
conflicto religiosos, étnicos y nacionales de un tipo que parecía superado poco
tiempo antes… (por ejemplo). El fundamentalismo religioso (no sólo en los paí-
ses musulmanes, también en sectores del cristianismo occidental), los procesos

31  Emile Durkheim, El suicidio, México, Varias ediciones.


32  Michel Foucault (2009) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI.
33  Lidia Girola (1993) “Ni racionalistas ni desencantados. Peculiaridades socioculturales el proceso de
modernización a la mexicana”, Sociológica, año 8, número 22, uam-a.

145
Felipe Heredia Alba

de limpieza étnica y el surgimiento de los skinheads y los movimientos neonazis


son la punta del iceberg que se hace patente en zonas de reconversión política”
(Girola, 1993: 170-171). La emergencia de estas nuevas dinámicas glocales habla
de nuevos fenómenos y sus efectos sociales y culturales que están reconfigurando
las ciudades en el mundo.
Con los cambios epocales, las antiguas formas de vida y los valores asocia-
dos a estas sociedades se transformaron coyunturalmente en estructuras flexi-
bles o “maleables”, con poca eficacia real y sin un “anclaje” permanente en el
territorio. Sin poder de cohesión, la sociedad experimenta, en este periodo de
transición, una sensación de “vacío”, una “ausencia” de valores y de sentido en
las relaciones sociales, respecto de los anteriores patrones o modelos de compor-
tamiento (roles y principios) que regulaban la conducta social.
Sábato recuerda y revive la imagen de esos momentos pasados:

El tiempo de la vida no era de la prisa de los relojes, sino que aun guardaba espa-
cio para los momentos sagrados y para los grandes rituales, donde se mezclaban
antiguas creencias de estas tierras… (2019: 41).

Ahora, el tiempo se guía por modernos dispositivos tecnológicos (electrónicos)


y financieros, los cuales decodifican y recodifican veloz y violentamente sím-
bolos y códigos sociales alterando la dinámica del tiempo, la comunicación y
la movilidad en la ciudad, pues ella, responde a las necesidades económicas del
mercado (real y virtual).
En la transición epocal, la ciudad moderna introduce y construye sus pro-
pias representaciones y exclusiones sociales, refuerza roles sociales y crea una
tipología de actores sociales, de tipos ideales, que siguen y emulan las nuevas
normas impuestas por el sistema, con las que comparativamente se denuesta
y margina al “otro”, al que se vuelve reacio a las normas o a las tipologías im-
puestas por el sistema y victimiza al que es considerado “sospechoso”, al que
“vagabundea”, el que “deambula”, o el que no se ajusta a las reglas del orden
establecido, es estigmatizado y desacreditado socialmente (Piccato, 2010).34
Digamos que el “otro” es quien no se ajusta a los roles sociales y de género
establecidos por el sistema patriarcal vigente y es susceptible de ser sancionado,
estigmatizado y excluido socialmente.

34  Pablo Piccato (2010) Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México, 1900-1931, México, Casa
Chata, ciesas, conaculta.

146
Transición urbana, violencia y género

El arribo de la nueva realidad llamada posmoderna y global no ha estado


libre de incertidumbres, violencias sociales y de género, de guerras y conflictos
(globales o locales) ni de las transformaciones de los órdenes sociales, cultura-
les, territoriales y urbanos de la sociedad. Ciudad y entorno urbano se han con-
vertido territorialmente en un escenario caótico, difuso y enfermo, inestable
y fracturado por el arribo de nuevos valores y practicas (como el hedonismo,
hiperindividualismo o el consumismo), de símbolos y ambientes (hiperreales)
que rechazan las formas de habituales de vida, así como los valores, los símbolos
y las normas rectoras de la conducta y comportamiento.
La nueva ciudad que resurge violentamente de los cambios es una ciudad
de fragmentos que han nulificado su significado y representación. Martínez
Assad35 describe y recrea esta imagen de la ciudad (años noventa) caracterizada
por la lenta destrucción y el abandono de sus antiguos paisajes, de sus anti-
guos referentes históricos y urbanos: la “modernidad urbana ha destruido los
cascos antiguos, los resguardos ecológicos, ha afectado el medio ambiente con
los desechos industriales, las emanaciones vehiculares y el ruido. Se destruye
simbólicamente la historia; las referencias arquitectónicas dejan de existir per-
didas entre la modernidad implacable…” (Martínez Assad, 1994: 44).

Violencia e inseguridad (social)

Hemos intentado explicar que la ciudad es un territorio urbano siempre en


transformación, un espacio que se reconstruye a partir de prácticas y a partir
de relaciones de poder entre los géneros. Entre ciudad y violencia existe una
relación histórica de poder basada en la imposición de modelos (urbanos, so-
ciales o culturales) y poderes (institucionales) que conservan un orden político
y social sin la modificación de los roles sociales. Sin embargo, las relaciones de
poder no se explican por el componente esencial que lo nutre, la propiedad. Las
relaciones de propiedad en la sociedad no sólo incluyen los bienes materiales
adquiridos, sino también simbólica y materialmente al grupo familiar que se
conforma como un bien que se invierte y se conserva a través de un acuerdo y
enlace matrimonial.
La violencia es, de esta forma, un fenómeno cultural, pero a la vez un acto
intencional (individual y social) con el fin de dañar, someter o controlar. Como

35  Carlos Martínez Assad (1993) “Cuando el futuro nos alcanzó”, Suplemento La Jornada Semanal 225,
México, La Jornada.

147
Felipe Heredia Alba

construcción social, tiene efectos en diversos órdenes y campos de la sociedad,


en las relaciones de género, en el individuo (psicológica y biológicamente) y
en el territorio. No se trata de un evento aislado, sino de un acto aprendido y
transmitido socialmente. Kurnitzky comenta que esta práctica y las conductas
violentas son parte de la historia y esencia de la sociedad humana. En su texto
argumenta:

La violencia […] se inscribe en el proceso de civilización. La historia de la civili-


zación puede ser leída como la historia del manejo de la violencia (1988: 128).36

Entonces, la violencia forma parte de los acontecimientos que intencionalmen-


te propician los medios para el surgimiento y fundación de la misma sociedad,
así como a partir de acuerdos o de pactos entre los miembros, para establecer
una forma vida regulada y permanente.
De igual manera, los sentimientos son consideradas como producto y res-
puestas bio-emocionales y afectivas derivadas de un acontecimiento perturba-
dor. Estos sentimientos de miedo e inseguridad (o de temor), vistos desde la
óptica urbana, se materializan en el paisaje urbano de la ciudad, en las nue-
vas urbanizaciones que muestran tímidamente sus edificaciones al transeúnte
como espacios “atrincherados”, “amurallados y vigilados”, con entornos semi-
vacíos. En ellos, se expresan material y simbólicamente sentimientos de rechazo
a la violencia y la inseguridad social.
Como fenómeno histórico, la violencia social forma parte de la transición
epocal (moderna) y amenazan recurrentemente el acuerdo o el contrato social
que la ciencia política y liberal teorizó en los siglos xviii y xix para enfrentar el
o los conflictos de la transición capitalista. En el contexto actual posmoderno,
el antiguo contrato social está desfigurado e implicado en “…procesos de rup-
turas, infracciones manifiestas y violencia política” (Gerard Imbert, 1992),37
haciéndolo improcedente.
La ruptura del “pacto social”, como categoriza Imbert al proceso de cam-
bio, ha favorecido la ingobernabilidad política y hace que la violencia (políti-
ca, social o de género) se libere y asuma formas difusas y expresiones diversas
(homicidios, feminicidios, secuestros, masacres etcétera). Sin embargo, en este

36  Horst Kurnitzky (1998) Vertiginosa inmovilidad. Los cambios globales en la vida social, México, Blanco
y Negro.
37  Gerard Imbert (1992) Los escenarios de la violencia. conductas anómicas y orden social en la España
actual, España, Icaria Editorial.

148
Transición urbana, violencia y género

contexto, el miedo es más temible, “…cuando es difuso, disperso, poco claro;


cuando flota libre sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos”.
Cuando la sociedad ha perdido el control sobre este sentimiento, no hay
norma que lo inhiba ni mito que nulifique, dejándole libre y sin ataduras;
aunque sea un sentimiento que revive y reencarna plenamente en cada situa-
ción crítica, es un sentimiento social que vive espacializado, en estado latente,
que una vez invocado no se detiene. Pero lo que tienen en común la violencia
(difusa o localizada), “… es que estas ponen en evidencia el quiebre de la ins-
titucionalidad y el fortalecimiento de una para-legalidad que mina el pacto
social” originada por “la ausencia histórica o el repliegue de las instituciones
del Estado en numerosos territorios sociales (físicos, como simbólicos), el cual
“genera un vacío, pero el vacío social no existe y cuando una fuerza se retira,
otras tienden a ocupar su lugar (Reguillo, 2005: 398),38 como, por ejemplo, las
numerosas regiones y estados controlados por la violencia y el narcotráfico, en
los últimos diez años.
Considerando el clima de violencia e incertidumbre actuales en el mundo,
Octavio Ianni39 presagia que “las sociedades nacionales contemporáneas y la
sociedad global en el pasaje del siglo xx al xxi, se volverán un vasto escenario de
violencia; son muchas las formas de violencia, antiguas y recientes, conocidas y
desconocidas, que se manifiestan en esas sociedades” (2001: 58).
La anterior cita ayuda a explicar parte del problema; es decir, cada época
en la historia en la humanidad acarrea cambios y transformaciones violentas
en las formas de vida, producción y comunicación, pero, contradictoriamente,
dichos cambios “liberan”, como mencionamos, redes y valores de sus arraigos
tradicionales (y territoriales).
De esta forma, en sus distintas formas y expresiones, la violencia no se
considera un fenómeno de origen biológicos o psicológico, sino histórico y
sociocultural. El miedo es, de igual forma, un sentimiento que se construye
socialmente, o, como asevera el autor, “… es un juego con los límites, una no
aceptación de los límites” (Imbert, 1992: 23), que se transforma en un acto de
organización y resistencia.
Entonces el miedo y la inseguridad son dos procesos sociales y sistémicos
moldeados por la historia y la cultura. Sin embargo, tampoco constituyen

38  Reguillo Roxana (2005) “Ciudades y violencias. Un mapa contra los diagnósticos fatales”, Ciudades
traslocales: espacios, flujos, representación, México, iteso-ssrc.
39  Octavio Ianni (2001) “La violencia en las sociedades contemporáneas”, Metapolítica, Siglo XXI,
Continuidades y rupturas” Vol. 5, Centro de Estudios de Política Comparada.

149
Felipe Heredia Alba

una respuesta “instintiva” o “innata”, ni psicológica, ante la amenaza o el


peligro, sino una “mediada” y simbolizada, que se “experimenta individual-
mente, socialmente es construida y culturalmente compartida” (Reguillo,
2008: 101).40 En este sentido, “es la sociedad la que construye las nociones
de riesgo, amenaza y peligro, y genera unos modos de respuesta estandariza-
da” (Reguillo, 2001: 73).41
Ciertamente, como lo menciona Imbert, en la modernidad ya no hay ob-
jetivos, “ya no hay violencia orientada, como tampoco ideologías, ni proyecto
histórico que canalice las energías”. En este sentido, “el miedo es difuso, pero la
inseguridad no es terror, es la probabilidad de lo imprevisible” (Imbert, 1992:
43), porque la modernidad ha destruido la seguridad, los medios y las rituali-
dades que impedían cada acto violento, como recuerda Sábato.
En las sociedades tradicionales, “los mitos de creación dictaban el orden a
través de los ritos de iniciación, como instituciones de conservación”. La fun-
dación de mitos y su eficacia simbólica permitieron controlar y domesticarla.
Permitieron a Kurnitzky señalar que “la domesticación de la violencia […] fue
el fundamento de la constitución de los seres humanos en sociedad. Las fiestas
de sacrificio fueron la expresión sensorial de un sistema de dones y contra do-
nes de economía” (1998: 127).
Como sabemos hoy, la violencia es un acto irracional social e históricamen-
te organizado. Visto desde aquí, “la historia de la civilización puede ser leída
como la historia del manejo de la violencia. Los cultos, las religiones, el Esta-
do y finalmente la sociedad civil son formas de una organización social de la
violencia”. Estas formas de organización de la violencia, como las llama el autor,
“simbolizan las fuerzas cohesivas que unen a los seres humanos…” (Kurnitzky,
1988: 128)
La historia real de la humanidad ha sido desde entonces una lucha constan-
te para establecer, normar y organizar la libertad de conciencia y controlar la
violencia, con el objetivo de minimizar los actos que amenacen o intenten al-
terar o desviar el orden social pactado e instituido colectivamente, resurgiendo
en cada momento histórico, nuevos sistemas de reglas culturales que corrijan
conductas y sancionen los excesos de estas libertades y los irrefrenables impul-
sos sexuales (libido).

40  Roxana Reguillo (2008) “La construcción social del miedo y la formación de imaginarios urbanos
maléficos”. Revista Iztapalapa No. 64-65, enero-diciembre, México, uam-i.
41  Roxana Reguillo (2001) “Miedos: imaginarios, territorios, narrativas”, Metapolítica, Vol. 5, N° 17,
México, conaculta.

150
Transición urbana, violencia y género

Ianni, por su parte, señala, desde una visión global, que la violencia es un
evento heurístico de excepcional significación, que invade al ser y su entorno
porque, la violencia “…revela lo visible y lo invisible, lo objetivo y lo subjetivo
en lo que se refiere a los social […] Nace como técnica del poder, se ejercita
también como modo de preservar, ampliar o conquistar la propiedad” y se
perfila “como un elemento importante de la cultura política con la cual se
ordenan, modifican o transforman las relaciones entre los dueños del poder”.
En este sentido, aclara que “es válido reconocer que cada siglo, época o con-
figuración histórico-social, se caracteriza por formas y técnicas de violencia
arraigadas y juegos de fuerzas sociales y tramas de sociabilidad” (2001: 59).
La incertidumbre, la inseguridad (como lo imprevisible) y la violencia
son sentimientos y prácticas reinventadas cíclicamente por los cambios en
el sistema económico y político epocal; no son sentimientos “aislados” o co-
yunturales, sino actos sociales que deben ser mirados como un hecho social
total, por la complejidad de sus implicaciones y efectos diversos (psicoló-
gicos, bio-sociales o territoriales), y porque la violencia es una práctica que
“invade” todos los órdenes y escalas de la vida social, y “no puede desvincu-
larse de las condiciones económicas, ni de las representaciones colectivas y
del imaginario” (Imbert, 1992: 11-12); agregamos que ni de las relaciones
de poder. Entonces, el miedo es un sentimiento que surge de una relación
de poder; es decir, el miedo es un “objeto construido que se impone en las
mentes, mediante la construcción de un referente (enunciado/contenido de
la información)” y, segundo, la violencia posee “un discurso, relacionado
con la crisis de valores colectivos y el cuestionamiento del modelo capitalista
(Imbert, 2006: 23).

Género(s), roles y poder

Como vimos, la violencia (práctica) y el miedo (sentimiento) son actos que se


construyen social e históricamente, viven territorializados y forman parte de
la vida social y cotidiana los habitantes de la ciudad. Y forman parte de este
periodo de transición epocal, donde la inseguridad y violencia se reproducen o
reaparecen con nuevas modalidades de control social.
Cada formación social incorpora nuevas formas de control y símbolos de
poder, que se reproducen a partir de una imposición generalizada de códigos en
los roles y en las conductas sociales de sus habitantes, que los llevan a compor-
tarse de una manera u otra. Pero, también, las transiciones epocales constituyen

151
Felipe Heredia Alba

procesos que liberan normas y modelos sociales, así como llevan a rupturas del
orden y a empoderamientos sociales importantes.42
Uno de los efectos y aportes más importantes del movimiento de mujeres
y feministas los encontramos en el área académica y científica. La producción
de nuevos estudios e investigaciones sobre el tema de género fueron resultado
de los nuevos cambios. Melucci (1999) explicaba43 que “la novedad del movi-
miento de las mujeres no reside en su diferencia ‘natural’, aquella entre macho
y hembra, que se revela en las bases de muchas otras diferencias, en el poder, en
sus funciones, en las formas de organización social; sino porque puso en discu-
sión algunas certidumbres y conquistas de la conciencia progresista, marxista
o no”. Sin embargo, “el movimiento de las mujeres sostiene otra libertad: no
ya la libertad por la necesidad, sino la libertad de la necesidad, no la lucha por
la igualdad, sino por la diferencia, no ya la libertad de hacer, sino la libertad
de ser” (1999: 132). Es decir, “… la posibilidad de vivir la sexualidad como
elección, como fuente de placer, instrumento de comunicación, eros no enca-
minado a la reproducción” (1999: 138).
Sin duda, el que el movimiento feminista haya logrado separar la sexuali-
dad y los roles de las viejas visiones, es uno de los logros del movimiento social
de los años sesenta y setenta. Posteriormente ejercieron una gran influencia
en las prácticas de género y en la sexualidad de la ciudad. La separación entre
sexualidad y reproducción biológica “…toma simbólica y prácticamente, las
dos formas típicas de la contracepción y de la fundación artificial, a saber, la
condición de una sexualidad sin reproducción […] la segunda, la sexualidad
humana llega a ser un campo de experiencia abierto sobre lo posible, un área
de inversión simbólica y de producción de sentido, confiada en aquéllos que la
viven” (Melucci, 1999: 138).
El movimiento feminista sufragista de antaño fue un movimiento activo,
cuestionador y liberador del rol social y de la visión reproductivita y biológica
de la mujer, con el cuestionamiento al mismo orden y del rol masculino como

42  Resumidamente, los movimientos sociales que cuestionaron al orden (autocrático y androcéntrico)
fueron, a escala nacional e internacional, los movimientos Beat (eua), estudiantil, ecologista, hippie de
antiguerra, feministas, o los movimiento sindicalista, etcétera, también, en el contexto internacional,
aparecieron movimientos armados triunfantes, como las revoluciones (China, Cuba o Vietnam),
las cuales determinaron el surgimiento de guerrillas en México (y en América Latina), como los
movimientos armados de Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres, Genaro Vázquez (Estado de
Guerrero) o la Liga Comunista 23 Septiembre a nivel urbano.
43  Alberto Melucci (1999) Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, Centro de Estudios Sociológicos,
El Colegio de México.

152
Transición urbana, violencia y género

efecto. Pero también fue crítico del concepto y modelo tradicional del matri-
monio (monogámico) y de la familia (patriarcal), ambas condiciones “basados
en la propiedad privada”, que “crean una doble moral sexual según esta sea para
el hombre o para la mujer” (Oranich, 1976: 41).44
Menciona Vázquez que, a finales de los setenta, el feminismo se filtró en
la sociología, la geografía, la antropología y la crítica literaria. Así “nacieron
los Women’s studies, una de cuyas primeras publicaciones fue Women in the
American City”. De orientación marxista, “el argumento que vehiculó sus rei-
vindicaciones fue la detección en la cotidianidad urbana, de una misoginia que
favorecía los valores e intereses masculinos a costa de los femeninos” (García
Vázquez, 2016: 161).
En este contexto inician asimismo los estudios sobre la identidad homosexual
y Queer (posteriores a los trabajos de Foucault). Ambos movimientos, señala Gar-
cía Vázquez, “compartían un presupuesto: la ciudad era un territorio social di-
señado por el hombre para excluir al ‘otro’, léase, ‘homosexual’ o ‘mujer’. En el
primer caso, la suposición de que la heterosexualidad era la expresión ‘normal’ de
la sexualidad…” (García Vázquez, 2016: 162). Posteriormente, el movimiento
se intensificó en 1980, de manera que “las nuevas demandas estuvieron relacio-
nadas con el cuerpo, la sexualidad, el aborto, los derechos y la libre expresión”.
Pero ¿existe una ciudad sin género o asexuada? Diríamos que no hay histó-
ricamente una ciudad con esas características en virtud de que quien la domina
mantiene simbólica y espacialmente una relación de poder y dominación mas-
culino sobre las expresiones de género.
Harvey decía (narrado por García Vásquez, 2016)45 que “…el espacio urba-
no no es algo neutro u objetivo, sino un ente predispuesto a que los poderosos
ejercieran su domino sobre los débiles…” y prosigue García Vázquez:

La novedad radicaba en el reconocimiento de que las lógicas subyacentes tras estas


prácticas de imposición y subordinación no eran únicamente de clase; también en
torno a la raza, la sexualidad, el género, la edad o la enfermedad se habían articu-
lado estrategias segregacionistas (García Vázquez, 2016: 159).

Dicho razonamiento permitió, como señala, un estudio más particular y deta-


llado sobre la situación de grupos y minorías urbanas no estudiadas.

44  Olga Oranich (1976) Qué es el feminismo, España, La Gaya Ciencia.


45  Carlos García Vázquez (2016) Teoría e historias de la ciudad contemporánea, España, Gustavo Gili.

153
Felipe Heredia Alba

Algunos de ellos fueron abordados e investigados por los llamados Estudios Cul-
turales, uno de ellos fueron los estudios sobre el poscolonialismo y el segundo el
género… (Vázquez, 2016: 161).

En un interesante artículo, Chris Booth (1998)46 analiza las disparidades e in-


equidades sociales y de género que enfrentan las mujeres dado que “…nuestras
ciudades están embebidas de patriarcado, presente en la piedra, el ladrillo, el vi-
drio y el hormigón…” y describe algunas características del sistema dominante,
considerando que “el patriarcado es literalmente el poder ejercido por el varón
en el seno de la familia […] adopta muchas formas y cambia con el tiempo.
Coexiste con la mayoría de los sistemas económicos […] está profundamente
arraigado en las relaciones sociales que mucha gente no identifica…” (1998:
116); señala un modelo de relación que está históricamente interiorizado en la
estructura y sistema social, en las conductas y comportamientos, en las obras y
en las intervenciones urbanas.

Género como construcción social

Como hemos leído, las relaciones entre territorio y género no se construyen en


un vacío, sino que se articulan a partir de prácticas y en lugares concretos que
han sido apropiados y significados por prácticas de género, “la construcción de
identidades se da desde algún lugar o sitio”. Como asevera Calvillo (2012),47 lo
anterior no refiere a una construcción social al vacío, sino que está envuelta en
redes espaciales y simbolizada con apropiaciones particulares.
Además de reflexionar que el género se reproduce espacialmente, Calvillo
destaca que el género es un fenómeno social, “…una teoría y una perspectiva
de la realidad y, en segundo, considera que el territorio no es un espacio físico
delimitado”, sino una “construcción social que incluye acciones (comporta-
mientos…) y relaciones sociales” (Calvillo, 2012: 263). Incluso, en este caso,
género, territorio y violencia deben considerarse construcciones temporales
y sociales que interactúan y se reproducen cotidianamente, forman parte de
nuestros entornos sociales y de las relaciones sociales.

46  Chris Booth (1998) La vida de las mujeres en las ciudades. La ciudad, un espacio para el cambio, España,
Narcea.
47  Miriam Calvillo Velazco (2012) “Territorialidad del género y generidad del territorio”, en María
Eugenia Reyes Ramos y Álvaro F. López (coords.) Explorando territorios. Una visión desde las ciencias
sociales, Vol. 2, México, uam-Xochimilco.

154
Transición urbana, violencia y género

Mas adelante, la autora, en un afán teórico y metodológico que tome en


cuenta y considere a otras expresiones del género y prácticas sexuales, propone
la categoría de Generidad, “para refutar la exclusividad y la universalidad de la
división binaria de los sexos” (Calvillo, 2012: 264). Según esta propuesta teóri-
ca, nos permite, entre otras cosas, actualizar las indagaciones y poner atención
en los efectos que los cambios globales y las transformaciones sociales actuales
o epocales tienen en la revaloración o liberación de las visiones tradicionales
sobre la organización familiar y el género.
Por su parte, Lagarde (1996) 48 coincide con Miriam Calvillo al considerar
que el género, más que una categoría, es un fenómeno social:

…es una teoría amplia que abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y co-
nocimientos relativos al conjunto de fenómenos históricos construidos en torno
al sexo. El género está presente en el mundo, en las sociedades, en los sujetos
sociales, en sus relaciones, en la política y en la cultura. El género es la categoría
correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad:
la sexualidad a su vez definida y significada históricamente por el orden genérico
(Lagarde, 1996: 11).

Al respecto, podríamos argumentar que como proceso social, el género es una


construcción de sentido, pues es resultado y parte de un sistema clasificatorio
que, en los inicios de la sociedad humana, fincó las bases de organización y
orden social. Históricamente, la clasificación social separó y agrupó ya sea por
afinidad o repulsión a las cosas y grupos. Internalizadas las relaciones de poder
en el sistema de organización social, las distinciones devaloraron la sexualidad
y pusieron el acento en los papeles y roles sociales a desarrollar.
Como mencionamos, la ciudad no puede entenderse sino como un espacio
territorializado y vivido, donde se espacializan las prácticas y donde marcan
fronteras entre los géneros. Pero la territorialidad tampoco está dada, se cons-
truye “y es atravesada real y simbólicamente por la experiencia y la idea de
género” (Calvillo, 2012: 67). Visto así, el territorio de la ciudad es asimismo
un espacio atravesado por discursos de género, porque en ella dialogan, inter-
cambian, identifican y se trazan experiencias, sentimientos y conductas socia-
les. El género se identifica con gramáticas y símbolos particulares que “orientan

48  Marcela Lagarde (1996) “El género”, fragmento literal: ‘La perspectiva de género’, en Género y
feminismo. Desarrollo humano y democracia, España, Horas y horas, pp. 13-38.

155
Felipe Heredia Alba

ciertos usos y comportamientos, dependiendo de las circunstancias particulares


de los sujetos, entre otras cosas, el género…” (Calvillo, 2012: 267).
El género es un fenómeno (histórico y cultural), pero “…desde la com-
plejidad, se convierte en una relación dialógica, una reinterpretación continua
del individuo […] es a esta transacción dialógica de configuración y reconfi-
guración identitaria, en virtud de los preceptos sexuales a lo que he llamado
generidad”. Esta generidad “destaca la apropiación y construcción antes que la
adscripción o atribución, […] refiere a la convivencia no siempre pacífica de
concepciones distintas, capaces de coexistir parcialmente en una misma perso-
na” (Calvillo, 2012: 282-283).
Lagarde (1996) destacó, por su parte, las siguientes referencias: al igual que
Calvillo considera que el “género es una categoría relacional que busca explicar
una construcción de un tipo de diferencia entre los seres humanos…” y consi-
dera que “las teorías feministas, ya sean psicoanalíticas, posmodernas, liberales
o críticas coinciden en el supuesto de que la constitución de diferencias de
género es un proceso histórico y social y en que el género no es un hecho na-
tural… pues la construcción e interpretación de la diferencia anatómica es ella
misma un proceso histórico y social”. Para finalmente distinguir que “el sexo
y el género no se relacionan entre sí como lo hacen la naturaleza y la cultura
pues la sexualidad misma es una diferencia construida culturalmente” (Lagar-
de, 1996: 11).
Los artículos de Alejandra Massolo (1988),49 “Gestión, uso y significado de
la vivienda” y de Olivia Domínguez50, “El comercio en la vía pública desde la
perspectiva de género. La vendedoras y lideresas en las calles de la Ciudad de
México”, señalan que el género (femenino) es un proceso de construcción social;
en este caso, en el trabajo en calle se construye cotidianamente la identidad y el
género. Massolo define al género como una “construcción simbólica establecida
sobre una base biológica” y “una categoría de análisis que ha permitido redi-
mensionar la vida social…” (1988: 34). Al igual, Olivia Domínguez considera
que el género es una construcción social: “…un elemento constitutivo de las re-
laciones sociales basadas en las diferencias que distinguen a los sexos […] es una
forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1999: 61, citado
por Domínguez, 2000: 117).

49  Alejandra Massolo (1988) Red nacional de investigación urbana, uam-Azcapotzalco. México.
50  Olivia Domínguez Prieto (2002), versión abreviada de tesis de maestría México, enah.

156
Transición urbana, violencia y género

A su vez, Marta Lamas,51 considera desde una visión antropológica que


cada cultura define y manifiesta las diferencias de conductas y comportamien-
tos en los roles o papeles:

…estos papeles que marcan la diferente participación de los hombre y mujeres en


las instituciones sociales […] incluyen las actitudes, valores y expectativas que una
sociedad dada conceptualiza como femeninos o masculinos (Lamas, 2002: 23).

Como en todos los casos, la institución de la cultura decide los roles, “incluso
la posición de las mujeres, sus actividades, sus limitaciones y sus posibilidades
varían de cultura en cultura” (2002: 30). Como se lee, se trata de construccio-
nes simbólicas y sociales regidas por relaciones de poder institucionalizadas en
la sociedad.
De igual forma, Rosanna Reguillo (2013) apunta,52 al hablar sobre jóvenes,
que el género “es utilizado para referirse a la construcción social y cultural de
la feminidad y la masculinidad en su relación”. Buena parte de los estudios de
género tienden “… a explicar las razones y las fuentes de la opresión y subor-
dinación de las mujeres, encontrando que radicaban en la cultura y estructura
social más que en la biología” (2013: 42). Las críticas al sistema de relaciones de
género dominante desarrollaron una nueva visión y “…contribuyeron a revelar
que las asimetrías entre hombres y mujeres están asociadas con construcciones
simbólicas sobre lo que significa ser varón y ser mujer y con las relaciones de
poder entre personas de distinto sexo” (Reguillo, 2013: 43).
Más adelante, Reguillo señala que la identidad y la construcción del género
son procesos culturales de diferenciación social, asociados “con la construcción
cultural del cuerpo a través de rituales de iniciación (al grupo), decoración de
los cuerpos, fachadas, estilos, consumos de música, de ídolos juveniles y exhi-
bición pública de roles masculinos” (Reguillo, 2013: 43). Reguillo indica una
estética corporal como un factor a través de la cual los jóvenes emulan potentes
estereotipos, como referentes identitarios y diferenciadores del género.
Lo anterior nos permite clarificar que las relaciones sociales de género son y
están mediadas por una estructura social y relaciones de poder que condiciona
sus actos y comportamientos. También sería correcto explicar que las desigual-

51  Marta Lamas (2002) Cuerpo: diferencia sexual y género, México, Taurus.
52  María Urteaga Castro Pozo (2013) “Género, clase y etnia. Los modos de ser joven”, en Rossana
Reguillo, Los jóvenes en México, México, fce, conaculta.

157
Felipe Heredia Alba

dades en los roles, como mencionamos, están relacionadas con la interiorización


de representaciones (simbólicas) y normas de poder cultivadas desde la infancia.

Masculinidades y empoderamiento social de género.


Empoderamiento social

El hartazgo de las formas de control social que el sistema ejerce sobre el cuer-
po, los pensamientos o la inmutabilidad de los roles de género tradicionales,
ha obligado a sectores de la población, masculina o femenina, a optar, como
respuesta ante este control y asedio permanentes, por una actitud y compor-
tamiento distinto a las formas introyectadas tradicionalmente, como sinóni-
mo y proceso de ruptura con el orden patriarcal. Villagómez53 señala a esta
actitud como empoderamiento femenino.54 Considera a este comportamiento
social “como un conjunto de actividades que buscan conseguir un objetivo
político-social: cambiar la naturaleza y dirección de las relaciones de poder,
que marginan a la mujer y a otros sectores en desventaja, en un contexto social
dado” (2008: 145). Esta actitud y comportamiento femenino, de acuerdo con
el autor, se han convertido hoy en emblema de cambio y liberación, en parti-
cular, para este sector mayoritario de la población.
En el mismo trabajo de Villagómez se presenta un estudio realizado a mu-
jeres afectadas por la violencia de género y las formas de empoderamiento que
algunas asumen como respuesta frente a la violencia masculina, y arriba a las
siguientes conclusiones: “tras la variable ‘poder decisión de la mujer’ (… se ha
hallado que incrementa el riesgo de violencia)” (2008: 149). Más adelante re-
fiere que los “análisis de regresión realizados […] encontraron que la variable
‘equidad en la pareja’ reduce el riesgo de experimentar maltrato entre 0.02 y
0.14 veces, dependiendo del tipo de violencia. ‘Participación activa en la vida
sexual’, también reduce el riesgo […] finalmente ‘mujer maltratada en la infan-
cia’, permanece en el modelo incrementando el riesgo de violencia entre 0.09 y
0.53 veces” y finaliza con algunas reflexiones: “Las causas de la violencia están
relacionadas con la inequidad de género”.
Por tanto, el empoderamiento femenino “…puede implicar una ruptura
con los roles tradicionales e incrementar el riesgo de violencia” (2008: 151); es

53  Candelas Villagómez, j. A., (2008) “Empoderamiento femenino y violencia contra la mujer: apuntes sobre
relaciones complejas”, en Memoria primer encuentro transdiciplinario. México. Casa de México en París.
54  Caro de Jesús cita a Breton para definir el término del inglés empowerment, como “…concienciación,
capacitación, fortalecimiento, autoafirmación, lucha y cambio social, todo a la vez” (2008: 265).

158
Transición urbana, violencia y género

decir, “altos niveles de empoderamiento podrían ser en realidad, altos niveles


de inequidad de género, lo cual resultaría teóricamente congruente con el in-
cremento en los niveles de violencia” (2008: 152).
Ramírez Hernández55 nos refiere que la violencia de género “…se define
como cualquier violencia ejercida contra una persona en función de su iden-
tidad o condición de género, sea hombre o mujer, tanto en el ámbito público
como en el privado […] De hecho, se debe entender a la violencia como la
negación extrema de los derechos humanos de las mujeres, la cual refleja y re-
fuerza los desequilibrios de poder entre mujeres y hombres” (Ramírez, sf: 52).
Finalmente, es importante considerar que el empoderamiento y la transgre-
sión de género son otras formas de resistencia y de sustentar la identidad de géne-
ro a través de una ruptura simbólica y discursiva con el orden patriarcal y andro-
céntrico de la sociedad. Esta condición de ruptura permite a los sujetos asumir,
compartir o subvertir roles de género. Ramírez56 señala que transgredir, cambiar,
derrocar o endurecer las normas que construyen el sistema de género “han forma-
do parte del devenir de la historia humana” (Ramírez Rocha, 2020: 2).

Masculinidades

Por otro lado, la masculinidad es una categoría social que representa una visión
y concepción del mundo que ha sido interiorizada y manipulada en el imagi-
nario colectivo como un símbolo de poder naturalizado en las relaciones y sím-
bolos sociales. La apropiación de excedentes, el establecimiento de la propiedad
como fundamento del sistema patriarcal, fue diseñado social y culturalmente
para controlar, cuidar y mantener en sujeción esos bienes en posesión personal,
incluyendo a los seres humanos.
En dado caso, son los mismos sistemas políticos epocales los que han lo-
grado sujetarse y reproducir estructuralmente modelos anteriores y roles de
género asociados a estructuras de poder. Como veremos adelante, el o los roles
masculinos no son comportamientos únicos o igualitarios. Por el contrario, la
masculinidad asume formas y roles aprendidos, interiorizados, codificados y
simbolizados espacialmente en la ciudad. La visión tradicional haría suponer
“que los varones sólo pueden vivir la masculinidad de una misma manera. Pero

55 Gloria Ramírez Hernández (sf ) “La violencia de género, un obstáculo a la igualdad”, Revista de
Trabajo Social, unam.
56  Tania Alejandra Ramírez Rocha (2020) “Las fronteras del género y sus grietas”, Suplemento cultural
El Tlacuache N° 934, Centro inah Morelos.

159
Felipe Heredia Alba

no es así, existen tantas formas de masculinidad como hombres existen en el


mundo y, por tanto, cada uno posee una distinta y propia expresión de ésta”
(Caudillo, 2009: 52).
Así como el género femenino se construye social y culturalmente, el rol
masculino se realiza y reproduce a partir de un proceso dialógico, como decía
Calvillo (2012). Visto desde la psicología, el género se construye “… a través
de procesos emocionales e intelectuales, pero sobre todo simbólicos y sociales.
Muchos de ellos provienen del inconsciente y son los que verdaderamente de-
terminan y dan forma a lo que entendemos como masculinidad” (Caudillo,
2009: 51).57
La masculinidad se edifica a través de representaciones sociales y practicas
sociales, donde “lo masculino aparece como una gran imitación o actuación de
ciertos modelos de conducta, copiados de personajes idealizados…” (Caudillo,
2009: 62). El problema es que la reproducción de estereotipos está en contra-
dicción con lo transmitido por la educación y las representaciones sociales,
aunque tampoco nulifica la desigualdad de los roles de género.
De igual forma, Martínez Hernández (2018)58 señala y aclara que “las mas-
culinidades son múltiples; se diferencian en tiempo, en el espacio, el contexto
y están interseccionadas con variables como la raza, la etnicidad, la clase y la
edad” (2018: 109).
Manuel de Jesús (2001)59 aclara a su vez que el “sexo no tiene un significado
en sí, sino que sólo tiene sentido […] dentro de una serie de construcciones
culturales”. De esta forma, “sexo y género son dos caras de un mismo comple-
jo” (2001: 258). Como mencionamos, la construcción de género es una prác-
tica que se construye socialmente, mientras que “la masculinidad no se tiene.
La masculinidad se representa, se ha de poner en constante funcionamiento”.
Como en una representación dramática su papel lo realiza a partir de un “…
guion que debe interpretarse primero y luego adaptarse a las circunstancias en
las que pone en escena” (2001: 259).

57  Carlos Caudillo Herrera (2009) “Las transformaciones de los estereotipos de la masculinidad”, en
José de Jesús González Núñez, Conceptos y reflexiones actuales sobre la masculinidad a partir de Freud,
México, iipcs-ipn.
58  Rabin Amadeo Martínez Hernández (2018) “La masculinidad como instrumento de diciplina en el
actual contexto de violencia ligada al crimen organizado”, en Luis Gerardo Ayala Real y Rodríguez Lanuza
(coords) Masculinidad, crimen organizado y violencia, México, Colofón, Universidad de Querétaro.
59  Manuel de Jesús, Caro (2001) “El papel del teatro en la diversificación de la masculinidad”, en
Rosaura Hernández Monroy y F. Medina Manuel (coords.) Las miradas de la crítica, los discursos de la
cultura hoy, México, uam-a, Biblioteca de Ciencias y Humanidades.

160
Transición urbana, violencia y género

Los géneros actúan y siguen roles (guiones) establecidos e interiorizados en


la conducta no determinados por la sexualidad sino por el comportamiento
(social) que se espera de ellos. De esta forma, el género es una “envoltura “so-
cial con la que se presenta y representa al cuerpo en la ciudad. Los papeles de
género son teatralizaciones que son impuestas previamente y que se reproducen
constantemente” (Butler citada por Martínez Hernández, 2008: 109).
Pero también los papeles o roles “son normalizadores porque buscan impo-
ner un orden: cualquier categoría de identidad controla el erotismo, describe,
autoriza y, en mucho menor medida, libera” (Fonseca y Quintero, citadas por
el autor). De esta manera, “el género es un sistema coercitivo, que se apropia de
los valores culturales asignados a los sexos, así la transgresión de las fronteras del
género se persigue con el castigo, que va desde la segregación y el estigma has-
ta la violencia” (Martínez Hernández, 2008: 109); citando a Connell (2003),
señala finalmente que el “género es una manera de estructurar la práctica social
en general y no un tipo de práctica, por lo tanto, es imposible entenderlo sin
otras estructuras; el género se articula con la raza y la clase social. La raza y la
clase dan lectura acerca de las múltiples masculinidades” (Martínez Hernández,
2008: 109).
Por su parte, el poder “es una relación de fuerzas…”, como decía Reguillo,
que mantiene una estructura masculina de control cultural, que atraviesa al
territorio y a los comportamientos de todos los sectores y grupos sociales que
la habitan y practican.
Es importante señalar que esta estructura de poder no puede concebirse, ni
explicarse sin considerar la forma como el sistema político y patriarcal convier-
te las relaciones de género y roles en comportamientos fijos, envueltos en rela-
ciones de propiedad eternas. En este sentido, el género es una envoltura social
que cambia y con la que simbólicamente el cuerpo se presenta como actor de
una obra que interpreta y reinterpreta muchas veces.
Dentro de la propia masculinidad están las hegemónicas, aquella masculini-
dad que mantienen relaciones de fuerza y poder sobre los miembros del mismo
género y el femenino, que “para mantener el orden y control sobre su entorno,
se asume como un sujeto con una superioridad que le dota de un poder” (sim-
bólico) y “hegemónico” sobre los demás géneros. Pero lo hegemónico no es un
fenómeno ya dado o establecido, pues se construye cotidianamente en cada
pensamiento y acto o ejercicio de poder sobre el “otro”.
Jesús Caro plantea que “esta hegemonía se ha conseguido no sólo a base de
coerción física, sino en un aparato discursivo “que dan a la macho-masculini-

161
Felipe Heredia Alba

dad la apariencia de ser la única masculinidad natural. Dicha opresión en gran


parte es algo mucho menos tangible pero siempre real (praxis opresivas) que
se desnaturalizan y desligan de su origen humano en ciertos individuos y por
tanto se constituyen en casi imposible de atacar” (2001: 263).
En su discusión sobre los efectos de la racionalidad capitalista y patriarcal en el
género, Ramírez Rocha aclara que no todas las personas de género o transgénero
por razones de utilidad económica no tienen el mismo valor económico o social
en la sociedad capitalista. “En palabras ‘llanas’ —dice—, no todos los ‘hombres’
‘valen’ lo mismo ante el sistema patriarcal, ni todas las mujeres” (2020: 2).
El carácter bipolar y utilitario del sistema patriarcal impide visibilizar a
otras formas o desplazamientos de género, “terceros géneros”, lo queer o “cuir” o
nuevas formas de reconstruir el género (nuevas masculinidades; nuevas femini-
dades). Todos estos términos apuntan a una dirección de maleabilidad, cambio
o flexibilidad de la norma… “De aquí nace en gran medida la búsqueda por
desgenerizar el lenguaje y criticar el uso de la terminación en masculino como
plural ‘neutro’. Por ejemplo, el uso de ‘todos’ cuando se hace referencia a muje-
res y hombres” (Ramírez, 2020: 3).

Conclusión

En La era del acceso, Rifkin (2000)60 decía que la época actual representa la
desintegración de los principios y fundamentos de la vida moderna, pues “una
nueva constelación de realidades económicas […] están contribuyendo a que
la sociedad reconsidere los tipos de vínculos y fronteras que definirán las rela-
ciones humanas en el siglo venidero”. Esto significa el fin del periodo moderno
iniciado con la Revolución Industrial de fines del siglo xviii, y culmina en dos
procesos: la destrucción violenta de los órdenes sociales y los modelos de urba-
nización e industrialización modernos instaurados durante siglo xx, y, segun-
do, un proceso de expansión terciaria tan violento como el anterior.
En estos procesos históricos de cambio, los valores como principios de or-
ganización entran en colisión, interactúan y conviven desigualmente con los
símbolos del orden anterior, los que, a su vez, provocan rupturas y discontinui-
dades sociales y culturales, debido a que cada época histórica impone y dispone
simbólica y territorialmente de símbolos, ambientes y nuevos principios nor-
mativos que dan continuidad al sistema patriarcal.

60  Jeremy Rifkin (2000) La Era del Acceso. La revolución de la nueva economía, España, Paidós.

162
Transición urbana, violencia y género

La violencia epocal de género se cierne cuando se fractuturan, cuando los


principios ordenadores o de sentido han sido banalizados y han perdido su
eficacia, cuando han sido nulificados simbólicamente por el arribo de nuevos
estilos de vida asociados a formas particulares de consumo e individualismo.
Los valores sociales fortalecen las formas de identidad individual, social,
colectiva o de género; en otros términos, estos principios crean sentidos diver-
sos de pertenencia, regulan y ordenan las distintas formas de conducta, pensa-
miento y los comportamientos sociales y colectivos. Las relaciones sociales y la
desigualdad de género forman parte de este conjunto complejo de principios
del orden social, apropiados históricamente por el sistema patriarcal.
Al desfigurarse los entornos y los valores urbano-territoriales que dan co-
hesión y solidaridad a las relaciones sociales, las conductas y comportamientos
se desgarran, se desfiguran, y la inseguridad y la violencia se hacen presente y
llenan el vacío producido por la ruptura de redes y relaciones. Los valores socia-
les son principios organizadores, pues son la “arcilla” que une al orden social, el
fundamento que integra, articula y cohesiona a los grupos de la sociedad, a los
grupos familiares, al género y al mismo entorno. Y otra cosa son las relaciones
de poder.
Ciudad y género son los actores principales en este drama y proceso violento
de transición epocal, inmersos en un lento y conflictivo proceso de reacomodo
y liberación de las formas y de las relaciones entre los géneros; es decir, ambas
enfrentan en esta transición epocal y posmoderna, un proceso de desmasculini-
zación y resistencia social a todas las formas y productos de la sociedad que el
sistema patriarcal y androcéntrico ha considerado como propias e inmutables.

163
Repensar el derecho a la ciudad ante la
violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

Sheila Asnet Espinosa Cortés

Violencia y miedo

En la situación actual la violencia se ha integrado no sólo en el vocabulario,


sino en la vida cotidiana, como parte de las actividades sociales, de educación,
culturales, de trabajo, incluso en la movilidad, las fiestas, las tradiciones; ha
penetrado, en fin, en todos los ámbitos, por lo que la sorpresa y acciones en
contra son cada vez menores.
La violencia es el acto de agredir o causar daño de diferentes formas a
otra persona. Dentro de este concepto hay diversas formas de ejercer la vio-
lencia, que pueden ser de forma directa o indirecta, e incluyen causar daño
a objetos como construcciones, elementos patrimoniales, o a seres, como
animales.
Pese a que, cuando es ejercida, la violencia muestra signos, como son gol-
pes, gritos, amenazas, existe otro tipo de violencia, como la violencia psicológi-
ca, cuyas secuelas se manifiestan más en la conducta, pues no deja huellas físicas
y es ejercida de diferentes maneras, ente ellas humillaciones, manipulación,
amenazas, chantajes.
A este respecto existe el concepto de violencia simbólica, acuñado por Pie-
rre Bourdieu en la década de setenta, que describe una relación social en la cual
el dominador ejerce un modo de violencia indirecta, y no directa físicamente,
en contra de los dominados, los cuales no la evidencian y/o son inconscientes
de dichas prácticas en su contra, por lo cual son cómplices de la dominación a
la que están sometidos (Bourdieu, 1994).
Existe una relación clara de violencia con el concepto de miedo; se debe
dejar claro que, a diferencia de la violencia, el miedo no es una acción, es un
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

sentimiento y reacción ante diferentes situaciones; debe enunciarse claramente


que la violencia es ejercida, mientras que el miedo es sentido.
Esta relación binaria de violencia-miedo tiene un lugar de injerencia: el
espacio social donde desarrollamos las actividades de cuidado, así como las de
trabajo remunerado, específicamente las mujeres, mantenemos una relación
que va más allá de la dicotomía espacio público-espacio privado. Y es precisa-
mente en estos espacios donde la violencia y el miedo son sufridos y ejercidos.
Históricamente, a partir de la Revolución Industrial, las mujeres han sido
relegadas a las labores de cuidado, en el espacio privado labores justificadas bajo
el canon y paradigma de lo que es y debe ser una mujer: cuidar a la familia,
hacer labores del hogar, atender y velar por el esposo e incluso extender estos
cuidados a la comunidad.
Mientras que con el cambio de modos de producción económicos el hom-
bre se dirige hacia la esfera pública, bajo esta asignación de roles por género,
éste debe desarrollarse en el ámbito público, o sea, salir al trabajo, gozar de los
espacios públicos de ocio, recreación y socialización, mientras que la mujer
debe estar encerrada en casa; es bajo esta lógica que corresponde —y no sólo de
forma literal—, que el cuerpo de la mujer es visto como una especie de templo
o cárcel; así, la mujer no puede disfrutar de la calle por miedo a la violencia de
la que puede ser objeto al ser vista como un ser frágil, débil, un objeto que debe
estar guardado.
Entonces la diferencia biológica es una justificación para actividades, el tra-
bajo y la forma de actuar en los espacios. Estos espacios también se ven modifi-
cados, la casa deja de ser el lugar donde se pueden generar no sólo las relaciones
sociales, sino el alimento y las actividades productivas, y pasa a ser el espacio
para lo privado, mientras que los trabajos son desempeñados en las grandes
fábricas, y en este el lugar es donde por antonomasia se ejerce poder, se genera
dinero y se controla el ámbito privado.
La Revolución Industrial ha transformado y desvalorizado lo desarrollado
en el espacio doméstico y, por ende, a la mujer, mientras que enaltece el trabajo
remunerado; brinda prestigio, autonomía y poder de decisión. Así, la cons-
trucción social engloba conceptos de reclusión para la mujer, puesto que en el
imaginario social la figura femenina debe estar resguardada, en un concepto
dicotómico de admiración, respeto y temor. Es inculcado que una buena mujer
no debe estar en la calle salvo sólo para lo necesario, ni mucho menos se puede
hablar de que la mujer pueda visitar lugares de ocio sin compañía, caminar
sola, o ser vista a altas horas de la noche. De tal manera, durante el siglo xix se

165
Sheila Asnet Espinosa Cortés

construyó y fortaleció esta idea en la cual la mujer no puede ni debe pisar luga-
res masculinos, como son cantinas, bares, centros de recreación, y en México,
hasta el siglo xx, en 1981, se quitó la prohibición de la entrada de mujeres a
las cantinas.
Estas construcciones socioculturales no sólo se reflejaron en la forma de
vivir la ciudad, sino también en la forma de hacer ciudad y en la atención de
las políticas públicas que se encargaron de construir una urbe para hombres,
disfrutada y pensada para ellos, mientras que las mujeres construían muros
invisibles de miedo, restricción y reclusión, dejadas sin el derecho al disfrute no
discriminatorio de los espacios públicos, puesto que ahí ocurren las agresiones,
la violencia, violaciones hacia ellas.
Estas condiciones reflejan asimismo las relaciones de poder gestadas y de-
sarrolladas a lo largo de los años. Puesto que el poder define lo que pueden
considerarse como reglas, lo bien visto, y si este orden establecido es roto, las
consecuencias serán graves; este orden determina quién pertenece a qué lugar
y bajo qué términos; el espacio público es, por lo mismo, un lugar ajeno e
inapropiado para las mujeres, dando ventaja a los hombres. Las dimensiones
políticas, sociales y económicas reflejan esta disparidad aun en estos días.
De vital importancia es romper con este enfoque de los espacios privados y
públicos, ya que, por una parte, sitúa determinadas experiencias y actividades
en un espacio, mientras que las excluye del otro y, por otra parte, perpetúa la
idea de que las cosas públicas son de responsabilidad común, pública, comu-
nitaria, en tanto que las cosas que pasan en el ámbito doméstico se quedan
en el ámbito de lo privado y, por tanto, se siguen reproduciendo jerarquías y
desigualdades basadas en el género (Valdivia: 2018).
Esta ruptura sobre lo público privado permite visibilizar las diferentes prácti-
cas que se llevan a cabo por parte de las mujeres, que siempre han estado presen-
tes en los espacios públicos de las ciudades, comprando y vendiendo mercancías,
caminando por las calles para ir a trabajar y participando en celebraciones reli-
giosas y civiles, organizando marchas para exigir vivienda, servicios, educación y,
a últimas fechas, exigiendo y reclamando un verdadero derecho a la ciudad, no
ser asesinadas sino visibilizadas junto con todas sus necesidades, metas y sueños.
Es necesaria también la ruptura de lo público privado para visibilizar que la vio-
lencia junto con el miedo se ejerce también en el espacio privado.
La concepción de miedo gestada en las ciudades se relaciona con los even-
tos registrados como asaltos, violaciones, agresiones, aunque también guarda
una estrecha relación con la configuración de espacios, callejones oscuros, ca-

166
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

lles abandonadas, falta de iluminación, calles maltrechas, parques en deterioro,


terminales de transporte abarrotadas por comercio informal, sin registro de
conductores, servicio deficiente, vagones y estaciones del metro que son ligadas
a la inseguridad y violencia, espacios configurados y asociados a la inseguridad,
violencia y miedo.

La experiencia más fea y que me ha molestado fue cuando un tipo que se iba mas-
turbando en el camión a lado de mí. Yo iba en la prepa y tardé mucho, mucho en
darme cuenta. Cuando lo hice me quise bajar del camión y el tipo también pidió
la parada. Todos lo vieron bajarse con el pene de fuera y la intención de seguirme.
Lo dejé bajar y regresé a mi lugar. Me enojé, todos habían visto pero nadie hizo
nada, ni siquiera dijeron algo (Citlalli).
He tenido varias experiencias relacionadas donde he sentido miedo. Sin em-
bargo, dos son de las más fuertes que una mujer puede vivir en esta ciudad. La
primera de ellas ocurrió cuando tenía unos 14 años; para llegar a casa después de
la escuela debía tomar un transporte. En esa ocasión el chofer nos bajó antes y tuve
que caminar para llegar a casa. En el trayecto una camioneta de valores de la em-
presa Cometra circulaba de frente a la calle donde iba. El chofer y el copiloto me
lanzaron miradas horribles, de lascivia. Sentí mucho miedo, me sentí amenazada;
no sabía bien de qué, pero percibí peligro. De repente uno de ellos grito ¡súbela
güey, súbela! Tuve mucho miedo, miré hacia abajo vi la avenida, ya que yo iba por
un puente; pensé si me quieren subir prefiero saltar y morirme a que me lleven.
Creo que ellos percibieron ese miedo y siguieron su camino, Sin embargo, esa
sensación de miedo aún ahora me causa nervios.
La segunda vez fue cuando iba a la licenciatura. Los domingos asistía a clases
de yoga. Caminaba por la calle con un pantalón blanco; de frente circulaba una
patrulla, los dos policías me vieron de una forma amenazante como con desespe-
ración, como diciendo con la mirada lo que me querían hacer. Por suerte y a pesar
de ser domingo, en la calle estaba una tienda abierta. Me metí y uno de los policías
aún se me quedo viendo. ¿No deberíamos poder confiar en la autoridad? (Mirell).

Estas dos experiencias reflejan de forma tangible cómo es vivir la ciudad para
las mujeres día a día, y por qué es importante de manera urgente que cambie
la forma de hacer ciudad, que las políticas públicas contemplen soluciones más
allá de colores rosas en el diseño, que recojan las experiencias y sean traducidas
en nuevas formas de pensar y repensar la ciudad.
Refiriendo al espacio privado, la casa es el lugar donde trascendemos a
través de las diferentes etapas que en ella desarrollamos; es el espacio que sig-
nificamos, vivimos y recordamos de diferentes formas, la casa es el primer uni-

167
Sheila Asnet Espinosa Cortés

verso, el lugar donde se nos permite soñar, refugiarnos, escapar de la realidad


(Bachelard: 2000). Sin embargo, esta visión no es real para una gran parte de
la población.
De acuerdo con el informe elaborado para la Relatora Especial de Nacio-
nes Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, la
violencia en los hogares se incrementó a partir del encierro generado por la
pandemia de 2020.61 El total de llamadas relacionadas con violencia sexual,
familiar y contra las mujeres se tradujo, en abril de 2020, en un promedio de
143 llamadas por hora; en lo que respecta a violencia letal contra las mujeres,
el total de mujeres asesinadas en abril de ese año significó, en promedio, 11.2
mujeres por día. Estas cifras visibilizan una realidad que ha sido denostada
por el gobierno sin que hasta ahora haya una respuesta clara que impacte po-
sitivamente en las mujeres que, bajo las nuevas condiciones, tienen que estar
enfrentadas a un espacio que originalmente se piensa que, al ser privado, es
seguro.
Entonces el espacio privado dista mucho de ser ese lugar sagrado para las
mujeres violentadas; se vuelve una especie de cárcel, obligadas a convivir con el
agresor o los agresores. Esta condición de violencia en muchos casos es también
vivida por mujeres y ancianos, y la relación directa que tiene con el espacio, su
hacinamiento, la falta de empleo, la transversalidad de trabajos llevados a cabo
impacta directamente en esta situación.
En el caso de los espacios abiertos y la concepción sobre violencia y miedo,
esto es diferente. Si bien los espacios de dimensiones considerables, con vege-
tación, representan la posibilidad de ejercer actividades físicas y de recreación,
en otros representa y son asociados con el peligro; en las periferias la existencia
de grandes lotes baldíos propicia diferentes actos de violencia, o son asociados
por las mujeres como peligrosos.
Se puede aludir a la memoria y el registro que ésta tiene para ligar espacios
considerados peligrosos. Aunque no se haya experimentado ningún tipo de
agresión, la memoria colectiva replica y asocia ciertos lugares como zonas de
peligro o violencia, lugares como parques, escuelas, estaciones de metro, gene-
rando una especie de fobia especial femenina.

61  En diciembre de 2019, noticias a nivel mundial daban cuenta de un virus nuevo con síntomas parecidos
a la gripe, pero con más intensidad y que cobraba vidas de forma rápida, el nombre establecido:
covid-19, la ciudad: Wuhan China, pronto se esparció por Europa, en México el primer registro se
dio en marzo. Las acciones del Gobierno fueron implementar la suspensión de labores escolares, el
trabajo desde casa, y una cuarentena prolongada.

168
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

Las redes entre mujeres e incluso los conocimientos entre generaciones lo


establecen, evitar ciertos lugares, no caminar a altas horas de la noche, y hasta
no vestir de alguna forma para evitar ser atacada o violentada.
Por ello, lugares donde han pasado acontecimientos de este tipo son re-
ferenciados, evitados o temidos. Por el contrario, aun cuando existen lugares
de los que se tiene poca referencia, historia o memoria de violencia y, por
ende, son ignorados en las restricciones que se autoimplementan, también
algunos espacios, pese a ser peligrosos, si la memoria colectiva no los signi-
fica, pasaran inadvertidos. Tal es el caso de grandes avenidas, cines, casa de
familiares o amigos.
A escala de ciudad existe este miedo y referencia a la violencia en diversas
colonias, barrios y lugares que son reconocidos históricamente con estos ante-
cedentes, y que, al no ser identificados por los ajenos al lugar, son estigmatiza-
dos y evitados.
Este contexto nos enmarca cómo en las ciudades la violencia y el miedo es
parte de la vida cotidiana de los habitantes e impacta directamente en la forma
de cómo se vive la ciudad, impacto mayor en las mujeres, que se manifiesta en
evitar lugares, duplicar precauciones, establecer redes de seguridad con familia-
res y amigas con las cuales compartir viajes, avisar donde se estará y si se llegó
bien, de tal modo que parece que la ciudad es vivida con miedo e inseguridad
ante la violencia.
Sin embargo, muchos de estos lugares significados y ligados a la violencia
y/o miedo no pueden ser evitados, ya que están dentro de la zona de trabajo,
escuela u hogar. Se debe reflexionar que los lugares serán significados por las
experiencias y conocimientos de cada mujer, pues lo que para algunas puede ser
peligroso, para otras puede ser centro de reunión o trabajo. Se puede agregar
a este respecto los lugares que, como ya mencionamos, colectivamente tienen
una memoria histórica y que por ello son evitados o visitados pese a la violencia
o miedo que generen o de las que se tenga referencia.
Al hablar de violencia simbólica podemos situar, como escenarios donde
se ejerce, espacios como la casa, la escuela, los espacios públicos, los que en el
imaginario colectivo son espacios seguros y, por ende, cuando se vive algún tipo
de violencia, el miedo pareciera no tener sentido, o no ser creído.
Estas condiciones impactan directamente en la vida diaria de las mujeres
que de alguna forma viven la ciudad de forma autoprohibida, donde se pro-
híbe estar en lugares públicos por peligrosos, donde pueden ser violentadas,
agredidas o acosadas. Entonces la vida se traslada a espacios privados o semi-

169
Sheila Asnet Espinosa Cortés

privados que, pese a no estar ajenos a la violencia, transmiten una sensación


de seguridad.
El espacio público retoma, por tanto, su condición de prohibido para las
mujeres, y esta vez la prohibición está enmarcada por el sistema patriarcal, su-
mando las construcciones socioculturales a las relaciones espaciales que tienen
que ver con el miedo, la violencia y la inseguridad.
El salir de los espacios considerados como seguros sólo si es necesario, lle-
var a cabo actividades de consumo, trabajo, escuela, que son modificados por
este miedo, los trayectos programados en transporte privado, salir en grupo o
acompañada, caminar de forma rápida si es de madrugada o tarde, buscar cons-
tantemente alternativas de seguridad para vivir en la ciudad que abarcan desde
la compra de artículos como gas pimienta, objetos paralizadores, silbatos, hasta
cursos de defensa personal, así como mantener en constante comunicación
dónde se encuentran o qué actividades se realizarán, hasta el evitar salir.
Bajo estas condiciones ¿se puede hablar realmente de un derecho a la
ciudad para las mujeres? ¿Se puede decir que la ciudad se vive, disfruta y
goza de la misma forma para todos sus habitantes? La respuesta tajante es
no; la ciudad sigue siendo planificada y con propuestas que engloban una
sola mirada: la patriarcal. Las políticas públicas omiten la vida diaria y el
enfrentamiento que se tiene a la violencia, el miedo y la inseguridad, se evita
la participación ciudadana que recoja las voces, experiencias y soluciones
generadas desde dentro.
Como hemos planteado, a partir de la Revolución Industrial, las ciudades
son creadas y planificadas con base en la división sexual del trabajo, y, por
ende, se generó una urbe con una mirada androcéntrica, donde las mujeres
parecen invisibilizadas en los espacios residuales, por siglos, o visibilizadas
sólo cuando se trata de feminicidios, marchas que exigen y reclaman dere-
chos, no regalos, y demandan cosas básicas de la vida urbana: movilidad acce-
sible, espacios para el disfrute de la ciudad, el poder salir de la casa sin pensar
si se regresará.
Éste es uno de los tantos desafíos que enfrentan las ciudades. Desde 1968
Henri Lefebvre, influido por los movimientos sociales desatados en ese mismo
año por las críticas al fracaso de las políticas de los Estados de Bienestar en
relación con la vivienda y a las condiciones de vida urbanas en los países capi-
talistas, denunció la apropiación de la ciudad por el capital y sus intereses. Y
abogó por la reapropiación del espacio por sus habitantes, los cuales debían ser
sus verdaderos protagonistas (Pérez, 2013).

170
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

Lefebvre planteó, pues, un derecho a la ciudad que contemple no sólo la


satisfacción de necesidades básicas, sino el disfrute de los espacios urbanos,
que fomente los lazos comunitarios y de identidad, y genere cultura y arraigo.
No se puede entender la exigencia del derecho a la ciudad sin los movimientos
sociales, puesto que no sólo lo han reclamado sino que también lo han llevado
a la práctica de diversas maneras.
Aparte de la violencia y la inseguridad, las ciudades presentan diversos
desafíos como la especulación inmobiliaria, la segregación espacial, el enca-
recimiento de la vivienda, el desgaste social, entre otros, por lo que exigir el
derecho a la ciudad es no sólo un tema vigente sino necesario, que engloba
diferentes aristas; una de ellas la voz de las mujeres.
La lucha de las mujeres por el derecho a la ciudad ha exigido una re-
visión teórica que incluya el trabajo de éstas que han visto cómo, pese a
su reclamo legítimo, incluye a los diferentes actores sociales que han sido
segregados y no contemplados. La exigencia de las mujeres ofrece distintas
visiones que propician repensar las ciudades y la forma como las vivimos,
visibilizando experiencias, movimientos, y las respuestas exitosas generadas
en comunidad.
Hemos hablado sobre la necesidad de romper el paradigma establecido bajo
una mirada androcéntrica de ver a la ciudad en tan sólo dos vertientes: pública
y privada. Debe contemplarse una vertiente de espacios intermedios y las múl-
tiples posibilidades que al plantearse se puedan establecer, dejando de lado la
distribución desigual de espacios entre hombres y mujeres. Si se logran plantear
espacios intermedios que abarquen las prácticas socioculturales que llevan a
cabo las mujeres, se podrá combatir no sólo la violencia y el miedo, sino tam-
bién se visibilizará su apropiación mediante el trabajo colectivo, las redes veci-
nales y las fronteras que se han roto en espacios públicos que históricamente se
les ha negado.
El avance en la apropiación de los espacios públicos parece estar retroce-
diendo a la reclusión de los espacios privados, por la condición de sentirse
seguras, protegidas e inclusive amadas. Sin embargo, quedan de lado los espa-
cios intermedios como lo son los espacios en las escuelas, los parques donde se
puedan llevar a cabo actividades de autocuidado sin temor, e incluso caminar
la ciudad sin prisas o buscando el camino menos peligroso.
Otra de las ventajas de romper esta dicotomía es quitar lo “sagrado” a los
espacios privados, situación que provoca la invisibilización de las violencias, los
abusos, las agresiones. Esta ruptura debe contemplar las prácticas de apropia-

171
Sheila Asnet Espinosa Cortés

ción y reapropiación que puedan resultar en un mayor ejercicio de ciudadanía,


ejercicio que muchas veces es omitido al referenciarlo al espacio privado.
No se debe olvidar que muchas mujeres —con base en las condiciones de
precariedad a las que están sometidas— generan acciones que de alguna forma
diluyen las fronteras entre lo público y privado. Ejemplo de ello son las ventas
afuera del hogar, en las cuales se fomenta el tejido social barrial, atenuando la
dimensión privada, haciendo conjunción del espacio público como una exten-
sión del hogar.
A la ciudad le falta algo cuando se empieza a separar la vida en partes que
al parecer no tienen que ver entre ellas. Las ciudades modernas sólo unen dos
puntos: el trabajo y el lugar donde vive la mano de obra, o sea las casas. Pero los
puntos que tienen que recorrer las mujeres no están relacionados. Está pensada
a partir de una clase poderosa, heteronormativa y blanca. Los políticos dirigen
su vida y la de los obreros (Muxí, 2020).
La postura feminista contempla un diseño de ciudad que cuestiona lo es-
tablecido. Esta mirada contempla el trabajo doméstico de las mujeres, alejado
de los parámetros del mercado, así como cuestiona una clasificación de la vida
social, androcéntrica, legitimada y naturalizada.
La mirada crítica de las mujeres abarca estas situaciones y puede ser en-
tendida a partir de todas las formas de exclusión del ámbito urbano, de las
vivencias diarias de miedo, violencia, de la reclusión a las que son sometidas,
de la contradicción de tener un derecho a la ciudad que se queda en una pura
superficialidad que contempla a todos.
Como escenario de los diferentes actores sociales, específicamente el caso de
las mujeres, la ciudad devela el espacio donde se practican todas las desigualda-
des, vejaciones y construcciones socioculturales que las han dejado de lado por
siglos. Si se aboga por un urbanismo que plantee repensar las ciudades, y que
éstas sean habitables, debe incluir la mirada de las mujeres y facilitar su vida
en ellas.
Una ciudad ideal sería una metrópoli compuesta de barrios donde viva
gente de diferentes condiciones sociales, se pueda trabajar, donde también haya
oficinas, donde haya escuelas, mercado, un buen transporte público, pero que,
sobre todo, en las calles, se pueda caminar y jugar tranquilamente por sus ace-
ras amplias y accesibles, donde los coches transiten a una velocidad controlada
y existan áreas de juegos, plazas, etcétera (Muxí, 2020).
Esta ciudad ideal puede ser a su vez construida y repensada con conoci-
mientos, no sólo pertenecientes al urbanismo o a la arquitectura, interesados en

172
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

diseñar ciudades más respetuosas con los intereses y las necesidades de las mu-
jeres, sino también con las ideas de los profesionistas de otras ramas que actúen
en la ciudad y aporten esta nueva postura de una ciudad realmente para todos.
A este respecto es necesario contemplar lo que destaca Paula Pérez: el espa-
cio debe definirse como una entidad socialmente construida, y, por tanto, con
ese enfoque, pone la posibilidad en manos de sus habitantes de concebirlo
como algo construible y transformable, susceptible de verse (re)apropiado; un
ámbito en el cual se pueden plasmar las necesidades y los deseos.
No se pide, además, que la mujer sea el centro de atención, pues se busca
que, al contemplar la postura feminista, se incorporen las experiencias cotidia-
nas que no han sido tomadas en cuenta. No se trata de cerrarse a otras situacio-
nes de desigualdad, como en el caso de los ancianos y niños que tampoco son
contemplados en la vida de ciudad. Se trata de que, desde esta perspectiva, sean
considerados los orígenes, las edades, las capacidades, las clases, etcétera. Hay
que participar recordando que no existe un tipo único de mujer ni un ámbito
urbano que se mantenga estable y sin cambios, necesario es reconocer que exis-
te diversidad en las relaciones, experiencias, percepciones, metas, deseos dentro
de una ciudad en cambio constante. Esto puede ayudar a reflejar las diversas
realidades, situaciones de desigualdad e ir más allá el observar cómo viven las
personas y cómo se usan los espacios. El diseño participativo es un punto clave
a la hora de reformular el derecho a la ciudad.
La violencia y el miedo deben dejar de ser parte de las precauciones de antes
de salir de casa, así como el evitar la ciudad y ciertos espacios, recluirse y no
disfrutar, los cuales deben ser eliminados del vivir diario de las habitantes de las
ciudades. Conociendo a fondo las preocupaciones y mecanismos que oprimen
y desalientan a las mujeres, se podrían establecer propuestas para mejorar sus
condiciones de vida en los contextos urbanos e ir más allá de los análisis des-
criptivos, el llevarlos a la práctica debe resultar en el disfrute total de la ciudad.
La concepción actual de la ciudad impulsa a las mujeres a ser cada vez más
temerosas, a evitar el contacto cotidiano, a vivir en aislamiento fomentando el
temor a relacionarse con los demás, y así, al mismo tiempo, evitar el reconoci-
miento, la identidad. Se vive de esta manera en una ciudad fragmentada, que
sin duda resuelve el trabajo, la escuela, la recreación, pero que no permite el
encuentro ni el goce, ni mucho menos la libertad.
No se pretende dirigir la mirada hacia una nueva construcción tangible de
ciudad. No se puede tirar todo y empezar de cero. Sin embargo, los habitantes
de la ciudad pueden intervenir en los sitios que ya habitan, tomando en cuenta

173
Sheila Asnet Espinosa Cortés

todos los procesos urbanos en los cuales se intenta hacer ciudades cuidadoras,
escuchando y recogiendo las experiencias de todos.
Hay que subrayar que las políticas públicas deben incluir en su agenda la
importancia de espacios de cuidado donde las mujeres puedan socializar sus co-
nocimientos, experiencias, alegrías, tristezas, que puedan expresarse sin miedo.
Estos espacios no tienen por qué ser los sobrantes de la ciudad, que tienen que
ser pensados y repensados por mujeres; espacios agradables que sirvan para so-
ciabilizar, pero también para refugiarse, descansar, reconocerse y auto conocerse.
Estos espacios de cuidado sirven también para romper la dicotomía entre
lo público y lo privado, e incluso se pueden generar espacios donde las muje-
res que sufren violencia en el hogar sean acogidas, escuchadas y atendidas por
otras mujeres, ampliando las redes que se generan a nivel barrial y de las que se
documenta muy poco, que, pese a tener experiencias exitosas, son raramente
replicadas o tomadas en cuenta.
Otro aspecto importante es dejar de pensar en ciudades sólo para el con-
sumo, en que se tengan que realizar trayectos que unan trabajo y casa. La vida
diaria va más allá; en específico la de las mujeres que conjugan labores de cui-
dado, labores de trabajo, labores de ocio, y que se desplazan e intentan tejer, de
alguna manera, todos estos fragmentos de ciudad. La idea de una ciudad más
humana, donde el miedo se quede de lado, es de las mujeres.
Al repensar la ciudad y exigirla desde las mujeres, el planteamiento es uti-
lizar el diseño como una herramienta de redistribución, inclusión y cuidados,
dejar de pensar que son utopías el pensar en ciudades ideales, que contemplen
la naturaleza y la relación con los habitantes, los efectos de beneplácito que pro-
duce, espacios que no inviten al consumo pero sí a conocer al otro, a escuchar,
incluir y visibilizar a los habitantes que por siglos han creado y modificado la
ciudad, como en una capa oculta, pero que están ahí.
Esta visión exige una toma de conciencia y de determinación para llevarse
a la práctica, exigir que el diseño sea público dejando de ponderar los intereses
privados, para hacerlo participativo, comunitario, que contemple los tiempos,
las actividades no remuneradas, como el ocio, el disfrute de las cosas que gustan
a cada persona, evitando la exclusión, el acoso, las agresiones; dejar de ver estos
últimos como algo normal debe llevar a retomar el placer de vivir en la ciudad
con todas las virtudes que ésta ofrece y que son sustentadas por las personas
que en ella viven.
Romper paradigmas anteriores de diseño exige voltear a ver que muchas de
las prácticas de la vida diaria han cambiado, que las mujeres han dejado de par-

174
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

ticipar, por ejemplo, en la cocina, y buscan espacios como comedores comu-


nitarios, que otras más no tienen el espacio en casa para lavar ropa y prefieren
asistir a lavanderías públicas; ¿por qué no voltear y rescatar esos espacios como
los lavaderos utilizados en las vecindades, espacios que permitían la sociabiliza-
ción y generación de ideas?
Dentro de esta ruptura de paradigmas, uno de los grandes pasos que se debe
dar es la toma de conciencia, voltear hacia atrás y, como una especie de marcaje,
trazar círculos en lo que no se ha visto, en lo que el tiempo ha querido invisibi-
lizar, y que corresponde a cada generación pensar y repensar. Con esos puntos
encontrados, hay que, por así decirlo, explotarlos, hacerlos visibles, mejorarlos,
pues se trata de que el derecho a la ciudad sea realmente para todos, y ese vol-
tear a la historia puede ayudar e incidir para que lo que se ha quedado oculto,
o se ha dado por sentado, sea presentado, pensado y diseñado.
Al concientizarse y tener presente que la ciudad es un producto sociocul-
tural, se toma en cuenta que siempre está en constante cambio, y que esto no
comienza desde cero, sino aprovechando todo lo que existe, recogiendo las
experiencias de las mujeres a lo largo de los años.
La violencia y el miedo a la ciudad, con todo lo que engloban, han desarro-
llado movimientos de autogestión como lo son transportes públicos por y para
mujeres, grupos donde se tejen redes de apoyo sin conocerse, y que cada vez
más mujeres encaran sin temor a sus agresores.
Al romper paradigmas en el diseño de la ciudad, la toma de conciencia debe
de tener en cuenta estas respuestas, así como la asociación de las mujeres con
las condiciones físicas y sociales del entorno, calles en malas condiciones, falta
de alumbrado, contaminación visual, callejones oscuros, que son asociados al
peligro y violencia y, por ende, al miedo.
Esta percepción y relación con el espacio nos brinda también otro para-
digma dicotómico: la identidad enmarcada con el barrio, que si bien al ser
habitante de éste causa una sensación de conocimiento y arraigo, por otro
incrementa la percepción de inseguridad por conocer de primera mano que
el lugar es inseguro, que tiene lugares con marcajes de memoria de violencia
y porque la exclusión e invisibilización hace que las redes vecinales sean cada
vez menores.
Un aspecto más a considerar en la relación de miedo, violencia y espacio
es la edad y temporalidad. De acuerdo con un estudio de Paula Soto, realiza-
do en 2012, la forma en que perciben la inseguridad las mujeres mayores de
cincuenta años es diferente a la de las mujeres más jóvenes, si bien las primeras

175
Sheila Asnet Espinosa Cortés

tienen cierto temor a circular y disfrutar el espacio público, su preocupación


principal es por la integridad física o psicológica de sus hijos/as o nietos/as
pequeños/as a su cargo.
Sin embargo, las mujeres jóvenes presentan un temor que escapa a la viven-
cia cotidiana, y se relaciona directamente con su espacio más íntimo “el cuer-
po”, que en la mayoría de los relatos se ve cristalizado en el miedo a la agresión
sexual y, en particular, en el “miedo a la violación”.
Estas diferencias tampoco son tomadas en cuenta a la hora de repensar la
ciudad, generalmente se engloba todo en el concepto de Mujer, como si todas
fueran y vivieran la ciudad de la misma forma. Estas omisiones deben sumarse
a la memoria que deja en el cuerpo el sentirse en peligro constante.

Los días que voy a la escuela, uso ropa holgada, no me maquillo, y camino rápido,
me gusta usar ropa corta pero sólo la uso cuando no voy a la escuela si estoy en mi
casa o si no voy a salir lejos o sola, porque me da miedo que me agarren o que me
pase algo, siempre pienso qué ropa se me ve más grande para utilizarla al ir lejos de
mi casa, porque siento que así ya no te pueden hacer caso, o no llamas la atención
(Dafne, 19 años).

Entonces las afectaciones del miedo y violencia en las mujeres toman otra di-
mensión, no sólo afecta, como hemos descrito, a la relación de la mujer con la
ciudad y las actividades que ésta realiza o deja de realizar, además de que im-
pacta en la relación con su cuerpo. Como lo narra la entrevistada, pareciera que
el cuerpo es una especie de cárcel que no permite ser mostrado ni disfrutado
por temor a ser visto, y, por ende, a ser agredido, otro disfrute más negado en
pro de la seguridad.
Estos temores, impactan en la movilidad y en la apropiación, en el uso y
disfrute del espacio público que hacen o no las mujeres, así como en las prácti-
cas que se replican u omiten dentro del espacio urbano, teniendo como justifi-
cación el entre más encerrada más segura.
Romper los paradigmas, replantear el derecho a la ciudad, rescatar las expe-
riencias exitosas, visibilizar y notar cómo viven las mujeres, escuchar sus voces y
verterlas en participación ciudadana a la hora de repensar la ciudad constituyen
las primeras acciones que pueden tomarse si queremos realmente una ciudad
para todos, una ciudad que no se crea utópica e ideal pero sí real, que rescate
las redes vecinales que tejen las mujeres y donde se puedan expresar y fomentar
los conocimientos de mujer a mujer.

176
Repensar el derecho a la ciudad ante la violencia-miedo, un reclamo de las mujeres

Revisar la historia, recordando que la ciudad no es estática y que los cam-


bios deben contemplar los movimientos sociales, demandas, espacios, nuevas
consideraciones y posturas a la hora de diseñar, son los primeros puntos que se
pueden considerar si queremos hablar de una mirada feminista, con perspecti-
va de género e inclusiva.
Merecemos una ciudad que nos brinde seguridad no sólo desde el diseño
sino, además, con la injerencia pertinente de las autoridades, que sean éstas
de confianza. Si bien la violencia está ligada a problemas sociales, el derecho
y reclamo de una ciudad para todas debe proporcionar realmente eso: una
ciudad donde se pueda caminar de día y de noche con la misma tranquilidad,
sin evitar lugares de significado histórico, familiar o de interés por estigmas de
inseguridad, una ciudad donde las mujeres no tengan que pensar si regresaran
o no a sus hogares, y donde estos últimos puedan extenderse a la calle como un
espacio seguro.
La ciudad de las mujeres, no porque sólo sea para ellas, pero donde sean
vistas, reconocidas, amadas y cuidadas, donde ellas no tengan que adecuarse a
los diferentes obstáculos que hoy enfrentan; se puede generar si se engloban los
diferentes actores que participan en la construcción de la ciudad y si se piensa
en el bien colectivo, no en el individual.

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178
Repensar la violencia de género en el espacio público.
Mirada desde Ecatepec
Alejandra Calva Avalos

Introducción

Actualmente los principales modelos teóricos sobre violencia de género propo-


nen tesis problematizando a la víctima y al agresor, muchas veces interpretando
como a los autores principales a la mujer y al hombre. Se piensa equivocada-
mente que la violencia de género es un problema aislado de mujeres y hombres.
En el siguiente texto problematizamos que la violencia de género, así como la
violencia hacia las mujeres, se focaliza desde el sistema político-social, caracte-
rizado por ser desigual.
En esta comprensión teórica y política, el proceso de comunicación en-
tre las instituciones y la sociedad se ve fracturado. Si bien diversas normas y
políticas públicas amparan y protegen de la violencia de género, la violencia
no cesa. La transformación base proviene de un trabajo de reflexión teóri-
co-político, en busca de una capacidad de comunicar que consiga persua-
dir, reflexionar, ser pedagógicos, construir discursos entendibles, humanos,
anular la retórica sensacionalista, producir, modelar un vocabulario que sea
apropiado y arraigado en la cultura por todos y que modifique los cotidia-
nos. La propuesta es trasformar las condiciones sociales empezando por los
abordajes desde una profunda perspectiva de género. Partiendo de esta pre-
misa, es necesario repensar la violencia de género y sus discursos teórico-po-
líticos con el objeto de conseguir una verdadera sensibilización y reflexión
en la sociedad.
El tema central de esta propuesta se basa en el análisis de los fundamentos
socioculturales y algunas de sus intercesiones conceptuales que se despliegan de
éste. Comprender el ejercicio desde la academia implica cuestionar la perspec-
Alejandra Calva Avalos

tiva de género con la que se investiga. De esta manera, resulta una necesidad
preguntarnos qué se está entendiendo sobre violencia de género.
El espacio público será esta plataforma de características urbanas y mediá-
ticas que concentra toda expresión pública. Cuando hablamos de lo público,
nos referimos a toda construcción relacional. Es pertinente aquí, por lo mismo,
cuestionarnos cómo se dan actualmente estas relaciones y prácticas de socia-
bilidad. Exponer una mirada desde Ecatepec ejemplifica de manera cruda la
naturalización de la realidad que se vive en relación con la violencia de género.

Complejidad en el concepto violencia

Actualmente, llegar a una aproximación conceptual que defina violencia de gé-


nero presenta un desafío en los diferentes niveles institucionales, así como en las
múltiples disciplinas. La vasta variedad semántica que involucra hablar de vio-
lencia y género es tan extensa que se convierte en difusa y confusa. La violencia
tiene muchas caras, como bien señala Sémelin (1983), así que no existe una teo-
ría capaz de explicar qué es la violencia. La definición encerrada en una palabra
no alcanza a señalar toda su extensión, que se manifiesta en diferentes procesos;
aunado a esto, la dimensión subjetiva que despide al pensar en violencia.
Para el ejercicio de este apartado centrémonos en el entendimiento de lo
que encierra lo entendido por violencia de género. Empecemos por reflexionar
sobre el concepto aceptado por la Organización de las Naciones Unidas en
1994,62 quien tipifica: como la violencia contra la mujer como todo acto de vio-
lencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual
o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la
privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en
la privada.
Partiendo de esta definición, se debe explicar y cuestionar lo que quiere
decir. El concepto encierra al género en el entendido de que se refiere a una
mujer. Sin embargo, si la violencia de género es padecida por un género o iden-
tidad sexual distinta a lo identificado socialmente como ser mujer, este marco
conceptual excluye y no profundiza en lo relativo al género, colocando en un
mismo nivel la violencia de género y la violencia contra la mujer.
Ciertamente, las cifras institucionales que objetivan este concepto apuntan
mayúsculamente a la mujer. Un ejemplo de ello es la Organización Mundial de

62  Artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, onu (1994).

180
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

la Salud, que estima que el 35 por ciento de las mujeres del mundo ha sufrido
en algún momento violencia física y/o sexual. Esto señala que las mujeres son
mayormente víctimas de violencia física, sexual y psicológica, así como de todo
aquello que agrede su libertad y su vida. Esta violencia no distingue espacios.
La violencia puede ser ejercida en contra de la víctima en cualquier lugar pú-
blico o privado. En este sentido, la violencia de género se reduce a la mujer y
abre una nebulosa brecha de diversas violencias. Es pertinente en este punto
replantearnos el entendimiento de tal concepto.
Existen distinciones relevantes entre estas dos vertientes conceptuales, lo
que hace necesario su examen de manera general, debido a que en las defini-
ciones conceptuales e incluso en las estadísticas, es decir, en materia subjetiva y
objetiva, persiste una fusión o anulación a la parte de género.
Por una parte, desde el punto de vista académico, la violencia de género
exige la reflexión preliminar de lo que universalmente se entiende por violencia
y por género. Cabe aclarar que eso reduce lo complejo de los conceptos, debi-
do a que la universalidad anula la lectura sensible que profundizaría en estos
dos conceptos. Sin embargo, como ejercicio literario y discursivo, se plantea
lo siguiente. En lo que respecta a la violencia y en función a la extensión del
texto y el objetivo del mismo, es preciso entender la violencia desde una visión
multidimensional y extensiva.
Abordar el entendimiento de la violencia no es unívoco, se podría come-
ter un error al definirla de manera abstracta: “la violencia trata de un fenó-
meno complejo, heterogéneo y pluridimensional difícil de atrapar en un solo
concepto” (Giménez, 2017: 10). Giménez sugiere que la violencia se explica
mejor concretizándola mediante clasificaciones o tipologías. Al sufrir tal frag-
mentación y dispersión en los estudios interdisciplinarios, la heterogeneidad
del concepto y del fenómeno pierden su ontología de manera profunda, al sub-
rayar que se convierte en difusa la función de la violencia entre sus conexiones
estructurales y sus diversas modalidades en diferentes escalas.
Previo a ilustrar lo que es la violencia, es fundamental tener presente que es
necesario ubicar en un tiempo y un espacio a cada definición, contextualizar y
personalizar estos visores conceptuales que, por así decirlo, ayudarán a enten-
der el por qué del fenómeno violento, sus condiciones geográficas e históricas,
así como considerar los procesos sociales, culturales, económicos y urbanos.
Quisiera citar a Bourgois que desde 2000 recogió en tres categorías a la
violencia, identificando ésta como un fenómeno que opera a lo largo de un
continuo. Realiza una categorización teórica concentrando lo que es la violen-

181
Alejandra Calva Avalos

cia en tres procesos inicialmente invisibles: la estructural, la simbólica y la nor-


malizada. De tal forma que enfocar la violencia en estas clasificaciones conduce
y articula de inmediato a las manifestaciones y formas específicas de la violencia
reconocida como física; sin embargo, las violencias invisibles son encontradas
en la vida cotidiana a través de la historia.

1. El concepto de violencia estructural lo recoge de Galtung en 1969 en


conjunto con Farmer 2004 […] Hace énfasis en la forma en la que grandes
fuerzas políticas y económicas históricamente arraigadas causan estragos en los
cuerpos de los sectores de la población socialmente vulnerables. […] la violen-
cia estructural está moldeada por instituciones, relaciones y campos de fuerza
identificables, tales como el racismo, la inequidad de género, los sistemas de
prisiones y los términos desiguales de intercambio en el mercado global entre
las naciones industrializadas y las no industrializadas (Bourgois, 2009: 31).
2. El concepto de violencia simbólica fue desarrollado inicialmente por Pie-
rre Bourdieu en los 70’s y se refiere al […] mecanismo por el cual los sectores
de la población socialmente dominados naturalizan el statu quo y se culpan a sí
mismos por su dominación, transformándola de este modo en algo que parece
legítima y “natural” (Bourdieu, 2000; Bourdieu y Wacquant, 1992). […] La
violencia simbólica se da a través del proceso vil del reconocimiento erróneo
por el cual los socialmente dominados llegan a creer que merecen los agravios
que sufren y que las jerarquías de estatus que les dominan son legítimas (Bour-
gois en 2009: 31).
3. La violencia normalizada ha sido un concepto inicial de la autora Sche-
per-Hughes en 1997 sobre violencia cotidiana, que incluye las prácticas y ex-
presiones diarias de violencia en un nivel microinteraccional: entre individuos
(interpersonal), doméstico y delincuencial. El fenómeno de la violencia norma-
lizada se concentra en la experiencia individual vivida que normaliza las peque-
ñas brutalidades y terror en el ámbito de la comunidad y crea un sentido común
o ethos de la violencia. La violencia normalizada nos permite ver cómo ciertos
discursos habituales vuelven invisibles unos patrones sistemáticos de brutalidad
(Bourgois, 2009: 32).

Estas violencias citadas conducen a cuestionarnos sobre qué sucede con la


violencia física, directa o explicita, es decir, la primera en la que todos pensa-
mos. Y es que es muy importante reconocer la violencia física, pero lamentable-
mente con frecuencia es la más comunicada y citada en numerosos artículos y

182
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

tesis académicas, además de ser politizada en todos los discursos institucionales


y gubernamentales. Por ello no se citará más adelante. Sin embargo, el objetivo
principal en este apartado es subrayar que las violencias invisibles son poten-
cialmente disipadoras de todas las violencias físicas. Explicando lo anterior en
otras palabras: las violencias visibles siempre criaran vínculos que articulen con
infinitas manifestaciones violentas en formas específicas; se podrá decir que
llegan a materializarse, se objetivan a tal grado que se invisibiliza su origen.
Porque la violencia no es una patología individual es un fenómeno colectivo, es
construida y aprehendida históricamente.
Tomando como base teórica la propuesta de Bourgois, hagamos el ejercicio
reflexivo de leer la violencia desde una sensibilidad que permita entender la
estructura de donde se producen las formas violentas. Al mismo tiempo pre-
guntémonos qué papel desempeña la cultura en la violencia, o la violencia en
la cultura. Resulta un punto de partida visibilizar o llegar a visibilizar las cone-
xiones estructurales que disiparan a la violencia directa.
El concepto mayormente aceptado por los teóricos en los avatares sobre
definir la violencia es el del sociólogo Johan Galtung, quien en los años no-
venta formuló una propuesta pedagógica para conocer cómo se configura la
violencia. Su visión sobre la violencia la encierra en un esquema triangular, en
el cual se observan distintas escalas que a su vez construyen un sistema. En este
esquema se distinguen tres violencias: la directa, la estructural y la cultural.
El siguiente esquema es conocido como “el triángulo de la violencia”.

Ilustración 1. Esquema con base en Galtung (1969). Triángulo de la violencia.

183
Alejandra Calva Avalos

Para complementar el vacío conceptual que deja este texto sobre la violen-
cia física, hemos de resaltar que la teoría de la violencia de Galtung ubica a la
violencia directa en el vértice superior del triángulo, simbolizando con ello las
manifestaciones y comportamientos visibles máximos, es decir, son las formas
expresadas en actos concretos que pueden ser verbales, físicos o psicológicos.

La violencia directa, física y/o verbal, es visible en forma de conductas. Pero la


acción humana no nace de la nada, tiene raíces. Se indican dos: una cultura de
violencia (heroica, patriótica, patriarcal, etc.) y una estructura que en sí misma es
violenta por ser demasiado represiva, explotadora o alineadora; demasiado dura o
demasiado laxa para el bienestar de la gente (Galtung, 1998: 15).

Por otra parte, la violencia cultural, se refiere a aquéllos aspectos de la cultu-


ra, la matriz simbólica de nuestra cultura, representado en nuestras, creencias,
tradiciones, memorias, lenguajes, mitos, artes, ciencias, etcétera. Es todo aquel
acto violento que se cobija bajo el discurso cultural. En función a esto llega a
legitimarse o incluso a naturalizarse. En resumen, la violencia cultural se vi-
sualiza en actitudes configuradas por estereotipos y expectativas. Recordemos
aquí, que es impensable no contextualizar esta violencia.
La violencia estructural es la entendida como indirecta o invisible. Sin em-
bargo, es más directa de lo que percibimos. Nace desde la estratificación; desde
la injusticia social, es la violencia presente en la desigualdad, en la pobreza. Po-
dríamos dar lectura a la violencia estructural en tres vertientes. Primeramente,
todo aquello que condiciona estructuralmente las oportunidades y el acceso a
bienes y servicios básicos, seguido de la represión política, la cual encierra todo
aquello que vulnere los derechos humanos. Finalmente, la alienación, o sea,
todo aquello que instituya económica, social, política o religiosamente, que
limite o dificulte la razón, los sentidos, el ser, el existir. En resumen, la violencia
estructural proviene de los sistemas que son estáticos y ocultos. En este sentido,
la violencia directa o física refuerza la violencia cultural y estructural.
Esta primera parte es útil para el entendimiento de la violencia en el sentido
colectivo dentro de un marco global. Esto nos permite tener un punto de parti-
da, una visión primera para reflexionar sobre qué de la violencia de género nace
y se reproduce. Imaginemos que ésta es la tierra fértil sobre la cual se germina
la maleza.
Finalmente, como conclusión conceptual y para fines de esta reflexión, Co-
llins (2008) ofrece una perspectiva teórica desde una microsociología en la

184
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

cual propuso un análisis para explicar elementos restrictivos que configuran


a la violencia. Sosteniendo que “no se trata de individuos violentos, sino de
situaciones violentas”, Collins invitaba al análisis mediante una teoría com-
pacta e incluso práctica, donde coloca a la violencia insertada en una dinámica
integral, y busca las condiciones sociales y sus conformaciones individuales, así
como emocionales.

Dos movimientos configurarán el análisis. En primer lugar, poner la interacción


en el centro del análisis, no el individuo, el trasfondo social, la cultura, o incluso
la motivación: es decir, buscar las características de las situaciones violentas. Eso
significa buscar datos que nos acerquen lo más posible a la dinámica de las situa-
ciones. En segundo lugar, comparar los diferentes tipos de violencia. […] Esto
convertirá la amplia variedad de violencia en una ventaja metodológica, dando
pistas sobre las circunstancias que explican cuándo y de qué manera se desarrolla
la violencia (Collins, 2008: 4).

Conforme a estas perspectivas teóricas, concluimos que la violencia es un pro-


ceso estructurado desde la cultura, que permanece es estado continuo. Éste se
manifiesta de formas múltiples. Con el fin de colocar a un sujeto o a varios
en una condición de desigualdad, muchas de estas condiciones son justifica-
das bajo la cultura o bajo la suma de eventos desafortunados que aceptamos
colectivamente de forma natural. Este proceso violento es configurado por la
fuerza y la psicología manifestadas en formas explicitas y dolorosas hasta llegar
a la muerte. La violencia se ayuda del miedo que surge por perder el control,
forma parte de una relación de poder que fracasa y suprime, y al mismo tiempo
se sirve de los procesos modernos que provocan desventajas urbanas, sociales,
geográficas, económicas, políticas, religiosas y culturales, convirtiendo la vio-
lencia en un producto que cohesiona la sociedad.
Existen diferentes perspectivas teóricas sobre la violencia. Sin embargo, la
reflexión que se propone es entender la violencia desde distintas realidades his-
tóricas y sociales, situadas en un marco moderno en el que se entretejen con
diversas representaciones culturales. ¿En qué parte la violencia se asocia con el
género? Este apartado supone el entendimiento primeramente por separado, es
decir, la violencia seguido del concepto de género, para posteriormente cons-
truir un concepto que sea lo más flexible para que pueda ser usado para el aná-
lisis institucional y la construcción de puentes teóricos que lleguen a brindarle
un lenguaje local a la sociedad.

185
Alejandra Calva Avalos

Complejidad en el concepto de género

Pensar prematuramente en el significado de género implica acudir a aproxi-


maciones conceptuales normalmente asociadas con algo íntimo, individual,
algo relativo al sexo o incluso al deber ser de un objeto o sujeto. El lenguaje sin
duda estructura la vida, al pensamiento mismo; bien lo explica el filósofo Fodor
(1976) para efectos de invitar a hacer una lectura breve de lo que se entiende
por género. El maestro Descartes (1637), en su obra el Discurso del método, nos
regala la frase: “primero pienso, luego existo”. Interpretando esta frase (en for-
ma de deducción y no de consecuencia), él busca una forma para acceder a la
validez y a la certeza, en la cual no cupiera la duda. Descartes buscaba someter
toda creencia a la duda llegando a la conclusión, de que si de algo no podría-
mos dudar era del mismo pensamiento, es decir, de la acción de pensar. No
solamente podemos ser engañados por la mente y por el cuerpo, sino el hacer
sostenible una verdad.
La capacidad de pensar permite dudar de esta misma capacidad de con-
vertirse en un ser pensante hasta “ser”. En este sentido, pensar sobre todo lo
que nos instituye (religión, tradiciones, lenguaje, cultura, historia, etcétera),
en función a la verdad, obliga a cuestionar todo lo que creemos, y no en la
capacidad misma que nos hace existir, que es la acción de pensar. Aunque
esta perspectiva filosófica pareciera lejana y descontextualizada, el pensa-
miento complejo justifica el hecho de trabajar los fenómenos en materia
interdisciplinar.
A todo esto, se preguntarán, ¿para qué el ejercicio filosófico?, y es que la
reflexión desde la filosofía ofrece una forma pedagógica de entender las raíces
del ser. Por este motivo, comenzar a reflexionar el género desde una ventana
filosófica es pertinente hasta el punto donde el género es relativo al ser y al
desafortunado deber ser.
¿Qué sucede en este sentido con el pensamiento? Esta capacidad de formu-
lar ideas y concepciones sobre una o varias realidades genera un acervo de cono-
cimientos fundados en imágenes y lenguajes. Durante este proceso está ausente
la práctica, y Descartes propone someter a duda al conocimiento que proce-
samos directa a o indirectamente para hacerlo nuestro. Aquí entra la cultura.
Geertz (1973), en La interpretación de las culturas, señala que el pensamiento
tiene su fundamento en el aspecto social y público, y explica que pensar consis-
te en un tráfico de símbolos significativos que son empleados como mecanismos
de control.

186
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

El pensar no consiste en “sucesos que ocurren en la cabeza”(aunque sucesos en la


cabeza y en otras partes son necesarios para que sea posible pensar) sino en un trá-
fico de lo que G. H. Mead y otros llamaron símbolos significativos —en su mayor
parte palabras, pero también gestos, ademanes, dibujos, sonidos musicales, artifi-
cios mecánicos, como relojes u objetos naturales como joyas— cualquier cosa, en
verdad, que esté desembarazada de su mera actualidad y sea usada para imponer
significación a la experiencia. En el caso de cualquier individuo particular, esos
símbolos ya le están dados en gran medida. Ya los encuentran corrientemente en la
comunidad en que nació y esos símbolos continúan existiendo, con algunos agre-
gados, sustracciones y alteraciones parciales a las que él puede haber contribuido o
no, después de su muerte. Mientras vive los utiliza […] (Geertz, 1973: 52).

Pero ¿qué relación tiene el pensamiento con la cultura? El proceso de practicar


una cultura y la dimensión de ésta no sólo se configura por el lenguaje y los
símbolos, sino por la experiencia; ésta moldea las representaciones mentales
que tenemos contenidas en nosotros y, en general, en un colectivo. Geertz
identifica lo capaz de conceptualizar, simbolizar y buscar significaciones, todo
lo cual abre camino al análisis sobre qué se está conceptualizando y, sobre todo,
por qué se está haciendo de esa forma y no de otra. Desde una perspectiva de
la antropología interpretativa, la cultura podría entenderse como la interpreta-
ción que le otorgan los actores sociales, las formas conductuales, las institucio-
nes, así como los procesos sociales.
El concepto de cultura que propugno […] es esencialmente un concepto semió-
tico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de
significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y
que el análisis de la cultura ha de ser, por tanto, no una ciencia experimental en
busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que
busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en
su superficie (Geertz, 1973: 20).

Tratar de esclarecer las estructuras de significación entretejidas en la cultura


es el principio del entendimiento hacia el género. A fin de conocer lo que éste
es y representa, es útil realizar una aproximación a la significación que hoy se
usa, como un intento de cuestionar y de someter a reflexión lo oficialmente
aceptado.
Un desafío inicial sobre entender el género es pensarlo y utilizarlo en el
discurso con una categoría, una clase o una especie para referirse a sujetos y
objetos. El género se emplea como una referencia gramática para referirse a

187
Alejandra Calva Avalos

lo conocido como femenino y masculino en pronombres, artículos, adjetivos


y subjetivos. No obstante, esto cambia dependiendo la región geográfica. La
palabra género también es empleada para homogenizar o encerrar un grupo de
sujetos u objetos en un todo masculino. Indagar por qué se le asigna una femi-
neidad o masculinidad a los objetos es un tema fuera del alcance de este texto,
pero es importante tener presente los usos y la dimensión del género.
El género es un concepto fundante en la sociedad que encierra una cos-
movisión de lo que es o debería ser, es decir, es un fenómeno cultural, que se
compacta en un conjunto de ideas y atribuciones que son recibidos por los
sujetos al ser concebidos de una u otra forma. Estas asignaciones van cambian-
do en tiempo y espacio. Lo interesante es que en un mismo tiempo y espacio
se utilizan diferentes esquemas de género. En una conferencia de 2011, Marta
Lamas habló de Las claves para entender al género mencionando que éste se
muestra también históricamente. Un ejemplo de esto es la convivencia de tres
tiempos históricos en México. Aunque las zonas rurales y pequeñas ciudades
están estructuradas conforme a un esquema de género del siglo xix, la mayoría
del país convive con un esquema del siglo xx, y existen minorías de grupos
que conciben el género con arreglo al siglo xxi. Esto conflictúa las relaciones,
de manera que estos choques entre lo que se espera que se sea y lo que es, no
coinciden con los esquemas ya internalizados.
El género en la anatomía forma parte de un lenguaje que clasifica a los seres
humanos por sus órganos genitales, es decir, por su sexo. De tal forma que si
se nace con genitales conocidos como femeninos, eres una mujer, y si se nace
con genitales masculinos eres un hombre. Lo femenino y lo masculino es una
construcción simbólica que se fundó de manera cultural e histórica con aso-
ciaciones conceptuales que parten de una genealogía de la moral fuertemente
establecida en las diferentes instituciones. Al analizar lo anterior, confirmamos
que se precisa revalorizar las posturas.
La filosofa Judith Butler sostiene que el género es una construcción social
compuesta por una serie de discursos que dictan una normatividad para todo lo
relativo a la sexualidad. Igualmente la concentración simbólica del sexo funcio-
na como dispositivo empleado como una oferta exclusivamente heterosexual
que caracteriza las sociedades. En este sentido, el género es un aparato que
produce e instituye lo relativo a ser masculino o ser femenina naturalizando
estas identidades binarias que culminan en normativas y estándares. El género
termina por ser una forma de poder social.

188
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

Afirmar que el género es una norma no es lo mismo que decir que hay visiones
normativas de la feminidad y de la masculinidad, aunque claramente existan di-
chas visiones normativas. El género no es exactamente lo que uno “es” ni tampoco
precisamente lo que uno “tiene”. El género es el aparato a través del cual tiene lugar la
producción y la normalización de lo masculino y lo femenino junto con las formas in-
tersticiales hormonales, cromosómicas, psíquicas y performativas que el género asume.
Asumir que el género implica única y exclusivamente la matriz de lo “masculino” y
lo “femenino” es precisamente no comprender que la producción de la coherencia
binaria es contingente, que tiene un coste, y que aquellas permutaciones del géne-
ro que no cuadran con el binario forman parte del género tanto como su ejemplo
más normativo (Butler, 2004: 72).

Además de ser un aparato de control sobre la identidad sexual, el género está en


función a las relaciones de poder social por medio de las instituciones (políti-
cas, económicas, religiosas y sociales). La histórica producción que emiten estos
organismos de poder genera formas culturales que son dadas a practicarse hasta
internalizarse. Promoviendo estereotipos, conductas, símbolos, mentalidades
que se normalizan colectivamente.
Lamas cita la conceptualización teórica de Scott (La construcción cultural de
la diferencia sexual) que propone una definición de género, cuyo aspecto central
es la “conexión integral” entre dos ideas:

El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las di-


ferencias que distinguen los sexos y el género, es una forma primaria de relaciones
significantes de poder (Lamas, 2013: 17).

Existe una confusión importante en lo que hoy se entiende por género; tanto
como se puede confundir con el sexo y con las creencias de que sólo existen dos
géneros, que ignora la existencia de diversas identidades sexuales, así como no se
alcanza a percibir que el género va más allá de indicar la sexualidad de alguien.
El término de género lo utilizó por primera vez en 1955 el psicólogo y
médico John Money al referirse a los modos de comportamiento. Desde en-
tonces el estudio de este concepto ha resultado en un importante interés para
las ciencias sociales. Al mismo tiempo, desde los años setenta, se ha utilizado el
concepto en varias teorías de la corriente feminista, de tal modo que se convir-
tió en una referencia pilar en numerosos argumentos políticos y sociales.
El entendimiento del género ha sobrepasado la clasificación lingüística y
se ha analizado con profundidad su extensión e impacto. Lo cual es un avance

189
Alejandra Calva Avalos

interdisciplinar importante en la academia: al descubrir la red que sostiene


este concepto, abre el debate para cuestionar las organizaciones sociales y las
relaciones de poder que habitan los diferentes espacios. En este sentido, el tér-
mino “género” dejó de ser una categoría para volverse un producto simbólico,
resultado del poder que establece relaciones basadas en las diferencias, lo que
provoca desigualdad social.
Al analizar el término de género llegamos a la conclusión de que tiene varias
acepciones; primeramente es un concepto con la cualidad de ser homónimo,
es decir, que tiene diversas significaciones bajo el mismo término lingüístico.
Los significados que mayormente se emplean en lo cotidiano tienen que ver
con la clasificación y nombramiento de los objetos que ya mencionábamos en
un inicio, por ejemplo, la silla y el libro. Sin embargo, esto está completamente
internalizado en el lenguaje. Segundo, hay que reconocer que el sexo se entiende
como lo biológico y el género es relativo a la cultura. Es decir, que se puede
coincidir en tener una misma anatomía, pero no la misma cultura; esto tendrá
un impacto importante en las relaciones sociales. No solamente es el lenguaje,
son los usos y las costumbres que determinaran de manera consciente e incons-
ciente. Por tanto, llegamos a afirmar que ciertas consideraciones biológicas son
determinadas histórica y socialmente.

¿Cuándo es que se violenta al género?

Es curioso, y un tanto subliminal, responder a este cuestionamiento; en re-


lación con todas las líneas anteriores expuestas aquí, podríamos decir que en
su dimensión conceptual y práctica, el género se inclina históricamente a una
aplicación violenta. En este sentido, el género es una extensión de la violencia
en muchos aspectos, desde la praxis hasta la teoría. Debido a esto conviene
exponer algunos lineamientos conceptuales que ayuden a reflexionar sobre la
violencia de género y cómo se están empleando para promover su significado.
Antes de continuar con la reflexión sobre violencia de género, es importan-
te mencionar que la preposición “de”, que une a violencia y al género, indica
que denota posesión o pertenencia, también describe el contenido de algo. El
“de” en violencia de género denota de dónde es; así lo indica la Real Academia
Española. Con base en las consideraciones anteriores sobre el lenguaje y el
pensamiento, pasemos a hacer un breve ejercicio sobre la violencia de género.
La figura que se muestra a continuación es una impresión de pantalla que se
tomó después de haber escrito en el buscador web de Google 2020: “violencia

190
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

de género”. Este ejercicio involucra al espacio público intangible, al internet;


hoy día funciona como un espacio que integra a la comunidad. Lo que convie-
ne revisar con una mirada crítica puesto que es un espacio de poder, además de
ser el medio de los medios.

Ilustración 2. Impresión de pantalla tomada en el buscador de Google 2020.

Ahora bien, ¿qué nos quiere decir esta suma de información? Sería una
atrocidad hacer un diagnóstico superficial; de hecho no es el objetivo en este
apartado. Sin embargo, resaltar lo esencial a la vista puede darnos respuestas
para reflexionar. Lo que se percibe en un primer plano es que muestra en un
estado vulnerable a la mujer, al género femenino. Seguido de que se interpreta
que la propaganda es dirigida también hacia la mujer. En tercer lugar, se ob-
servan figuras de manos pintadas, simulando detener “algo”. Hay una brecha
pequeña de palabras cortas que son: violencia, no más, género y mujeres. Todas

191
Alejandra Calva Avalos

estas observaciones parecieran que están relacionadas con una relación en pare-
ja, esta misma relación binaria de sexos que señalábamos anteriormente. Otra
observación importante es que no involucra al agresor a detenerse, solamente
se muestra como una figura de la cual se tiene que evitar o “parar”. Finalmente,
se observan colores en tonos morados, violetas y rosas.
Analicemos brevemente algunos cuestionamientos que surgen a partir de la
anterior descripción, sin profundizar. Se expondrán tres cuestionamientos ge-
nerales: el primer cuestionamiento que viene a la mente, después de haber leído
sobre el concepto de género, es por qué la mujer se asocia mayúsculamente a
la violencia de género. Esto es relativamente evidente, debido a que la mujer es
mayormente víctima de la violencia de género.

Las estimaciones mundiales publicadas por la oms indican que alrededor de una de
cada tres (35 por ciento) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual
de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida (oms, 2019).

De aquí que se homogeniza a la mujer como víctima de la violencia de género.


El diagnóstico sobre la violencia de género y social en la Ciudad de México explica
la relación de las mujeres en el término violencia de género apoyándose en la
Convención Sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación Contra
la Mujer (cedaw):

La cedaw define como discriminación de la mujer: “cualquier distinción, exclu-


sión o restricción de sus derechos y libertades por el mero hecho de ser mujer”.
Este es un concepto esencial por cuanto la diferencia entre las mujeres respecto a
otros grupos sociales en materia de derechos humanos con más vulnerabilidad; lo
que se estipula como violencia de género o discriminación de género, consiste en
que la discriminación o la violencia contra las mujeres se produce generalmente
por el solo hecho de ser mujeres, no por lo que hayan hecho o dejado de hacer
(observatorio, Violencia de género y social en la Ciudad de México 2017: 4).

En ese contexto, cuando se habla de la violencia de género, ya sea en políticas


públicas, organizaciones no gubernamentales, en la academia o en el discurso
colectivo en general, se refiere a la violencia ejercida sobre el género femeni-
no, colocando al masculino como el agresor. Esta consideración descarta otras
identidades sexuales desprendidas de la construcción sobre el género. Igual-
mente, esta percepción no involucra la violencia que pudiese ser ejercida de las

192
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

mujeres sobre los hombres, o sobre otras mujeres, desplaza asimismo la violen-
cia practicada de hombres sobre otros hombres.
Es importante rescatar en este primer cuestionamiento, acerca del ejercicio
anterior, que casi siempre la violencia de género atiende al ámbito de la pareja
sentimental o de una persona cercana a la víctima. Para concluir el primer
cuestionamiento, se reconoce que la violencia de género es entendida hasta hoy
por todas las instituciones como la que afecta únicamente a las mujeres; de ahí
que muchas veces el término violencia de género se ocupa igualmente como
violencia contra la mujer o violencia hacia la mujer.
Retomando el ejercicio de análisis que surgió a partir de la descripción
analizada en el primer apartado derivado del conjunto de imágenes que refiere
internet por violencia de género, el segundo cuestionamiento tiene que ver con
la estrategia política y social que se promueve en torno al centralizar la ayuda
únicamente en la víctima. En este punto el cuestionamiento central es ¿qué su-
cede con el agresor y las personas cercanas a la víctima? Aquí pudiera justificarse
en que también existe la ya clasificada violencia doméstica, que se centraliza en
el hogar o, mejor dicho, en el espacio privado ocupado por la institución de la
familia. Considerando que en cada tipo de violencia existe un actor principal
al cual atender, valdría la pena cuestionar aquí si la violencia tiene género o si
el género, como término lingüístico, es usado una vez más para difuminar des-
igualdad y centralizar una relación de poder.
El tercer cuestionamiento involucra la falta de información sobre la vio-
lencia de género en la propaganda. Observemos que el conjunto de imágenes
mostradas en la ilustración 2 refiere a un problema social sumamente im-
portante para promover la erradicación de la violencia de género. Si bien la
mercadotecnia es fundamental como herramienta para la promoción, ¿por
qué tratar un problema tan alarmante de esa manera? Con tanta sencillez, sin
un contenido crítico, quedándose en la simple descripción del problema. La
comunicación resalta únicamente los efectos de la violencia de género y no
sobre la violencia de género. Los productos informativos, como lo folletos,
carteles, trípticos, comerciales, anuncios, etcétera, son herramientas con un
significado que va directamente al ojo de la víctima y el victimario. En este
sentido, sería conveniente un diagnóstico sobre la limitación que presenta este
instrumento de divulgación, sobre todo porque mucho del trabajo científico
y teórico se queda en la academia, es decir, se detiene en una única esfera; en
este contexto, es preocupante que no se brinde un conocimiento científico
traducido a la sociedad.

193
Alejandra Calva Avalos

La crítica que se hace dentro de este marco se dirige hacia el desequilibrio


que presenta en cuanto a que existe un universo teórico y científico en el cual
se puede navegar e ilustrarse de cierta manera; en cambio, si nos vamos a los
espacios públicos, al discurso politizado, al diálogo que ofrece la prevención
en función al problema, la información queda a deber, pues no alcanza, ni
representa, ni dialoga con la sociedad, ni involucra a todos por igual en el co-
nocimiento. Por consiguiente, se podría interpretar vagamente que la desinfor-
mación y la ausencia de una divulgación teórica traducida a la sociedad no se
está ofreciendo. Sin mencionar lo difuso y vago que resulta entender el término
violencia de género.
Partiendo de este breve análisis, consideramos necesario conocer uno de
tantos significados teóricos sobre violencia de género. Esto permitirá vaciar
todo el discurso escrito anteriormente y dar pie a la reinterpretación. Para este
efecto, la antropóloga Marcela Lagarde asevera que es uno de los temas funda-
mentales con respecto de la investigación feminista, definiendo la violencia de
género de la siguiente forma:

La violencia de género es la violencia misógina contra las mujeres, por ser mujeres
ubicadas en relaciones de desigualdad de género: opresión, exclusión, subordi-
nación, discriminación, explotación y marginación. Las mujeres son víctimas de
amenazas, agresiones, maltrato, lesiones y daños misóginos. Los tipos de violencia
son: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial; y las modalidades de la
violencia de género son: familiar, laboral y educativa, en la comunidad, institucio-
nal y feminicida (Lagarde, 2017: 235).

Esta definición sirvió para la creación de categorías jurídicas que se encuentran


en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en
vigor en México desde el 2 de febrero de 2007. De esta manera la violencia de
género se define como toda conducta que violenta contra la vida o la integridad
física, psicológica, sexual, patrimonial y económica de una persona en razón
de su género; aquí agregaríamos la parte simbólica que afecta a las mujeres por
el solo hecho de serlo. En todo contexto cabe la violencia de género, de modo
que si traemos lo expuesto del apartado de la violencia, recordaremos que la
violencia produce esquemas de desigualdades donde se producen relaciones de
poder con el objeto de controlar y dominar la vulnerabilidad.
En la citada ley los tipos de violencia son clasificadas como: violencia psi-
cológica, violencia física, violencia patrimonial, violencia económica, violencia

194
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

sexual, violencia familiar, violencia laboral y docente, hostigamiento sexual,


violencia en la comunidad, violencia institucional y violencia feminicida (La-
garde, 2007: 128-129). Lo anterior da cuenta de cómo ésta es diversa y plural.
La violencia de género es un extenso fundante de la misma violencia, por ser
propia contra la mujer,
Ahora bien, sería interesante construir una imagen de lo que la mujer repre-
senta en todas sus dimensiones, esto podría otorgar sentido al entendimiento
sobre la violencia de género. Sin embargo, partimos de la idea de que es fun-
damental dar tratamiento al victimario en todo sentido, involucrarlo, en lugar
de segregarlo. No se malinterprete lo anterior con dejar de sancionar ni hacer
justicia crítica frente a un marco jurídico. Un ejemplo ilustrativo podría ser el
alcoholismo. La familia del paciente alcohólico es un organismo que también
padece fuertemente los efectos del alcoholismo en otras dimensiones. Muchas
veces conocida por los terapeutas como “la familia alcohólica”, dentro de este
sistema familiar se crean relaciones de codependencia y dependencia afectiva
que provocan trastornos conductuales que van normalizándose. A todo esto,
y sin extendernos más, se tienen múltiples tratamientos para todos los involu-
crados dentro del alcoholismo. Un ejemplo de esto es el Centro de Ayuda al
Alcohólico y sus Familiares (caaf ), cuyo principal objetivo es constituirse den-
tro de la comunidad, para la asistencia, orientación y rehabilitación de las y los
pacientes alcohólicos y sus familiares. Asimismo, sería pertinente que existan
organismos que sensibilicen y prevengan o incluso que desaprendan la vio-
lencia naturalizada. Porque, a todo esto, podemos resumir que la violencia se
aprehende, y uno se habitúa a consumir violencia. No precisamente tiene que
ser aparatosa ni ruidosa. Dejemos de difuminar hábitos violentos, comencemos
a cuestionar las relaciones que tenemos con otros y otras, así seamos víctimas o
victimarios o no seamos ninguno de éstos.
Pero ¿cuál es el problema de la praxis sobre el combate por la violencia
de género? ¿Por qué las normas no consiguen disipar la violencia de género?
Actualmente existen más programas y organizaciones que nunca. Se destapó el
silencio, ¿dónde? Lo que hoy vemos y sabemos es que hay violencia de género
y en su mayoría está afectada la mujer. Siempre lo ha estado, sólo que hoy se
sabe, se denuncia, se marcha. ¿Qué sigue? ¿Se está preparado para hacer algo
con todas la teorías y normas sobre el género?
Rita Segato, escritora, antropóloga y activista feminista, ofreció una confe-
rencia (en junio 2020) dirigido a funcionarios y autoridades de la unam, direc-
tores de los subsistemas de humanidades y de la investigación científica, con el

195
Alejandra Calva Avalos

objetivo de llevar un mensaje profundo y radical, acerca de una estrategia para


abatir la violencia y discriminación hacia las mujeres. Su mensaje se interpreta con
el siguiente esquema, el cual resalta tres niveles de soluciones a fin de detener
la violencia de género. En este momento se observan estrategias de emergencia
y de remedio, las cuales evidentemente no han tenido un resultado óptimo.

Ilustración 3. Esquema con base en Rita Segato (2020) sobre violencia de género.

Segato sostiene que la sociedad ya es violenta, por lo cual la violencia de gé-


nero es un desprendimiento de cotidianos violentos. Por ende, la atención debe
dirigirse a la trasformación de la sociedad. Ella parte de un nivel cero, desde una
base, con la propuesta de reestructurar los modelos estables y no trabajar solamen-
te con la superficie del problema. En párrafos anteriores cuestionamos el por qué
no funciona tanta norma y tanta política, a lo cual ella repuso que es precisamente
la clave de la transformación mediante el trabajo de reflexión teórico-político.

Sin esta última y sin una trasformación de las conciencias mediante discursos que
consigan dar palabras, nombrar la dificultad que enfrentamos, no hay camino
(Segato, 2020).

Por otra parte, Segato destaca la construcción de discursos que desemboquen


en una reflexión profunda y que a su vez puedan ser usados por todos de modo
que genere una modelización social, ya que las normativas no sacuden con-
ciencias, no sensibilizan. Ofrecer discursos sería permanente, de manera que las
soluciones actuales tienen una vigencia no entendida. Las soluciones no se han
podido arraigar ni internalizar.

196
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

La legislación que no persuade ni disuade, no tiene existencia material […] Si el


derecho no tiene una vigencia simbólica, si no se arraiga en nuestras conciencias,
si no transforma nuestra sensibilidad ética, entonces no se entiende que lo que
perjudica a las mujeres también daña a toda la sociedad, y que la violencia y la
discriminación de género no es un problema de hombres contra mujeres, o vice-
versa, sino de sistema, de estructura, de un orden político que es el patriarcado
(Segato, 2020).

En relación con las implicaciones anteriores, se vuelve necesario resaltar la es-


trategia de Rita. Dialogar con los académicos, es decir, con todos los que cons-
truyen un espacio universitario, es fundamental para la trasformación base en
la sociedad. Debido a que la educación busca producir y desarrollar estados
físicos, intelectuales y morales para crear un nuevo ser social. Para tal efecto,
comprender que lo que perjudica a las mujeres perjudica a todos, nos ayudará
a reestablecer metodologías pedagógicas que permitan nuevas formas de justi-
cia y nuevos discursos, sin olvidar la capacitación de los funcionarios públicos
como eje central para este cambio.

La relación de violencia de género en el espacio publico

Se decidió abordar hasta el último al espacio público, de manera que podemos


vaciar sobre un objeto todas las reflexiones argumentativas que se expusieron
en los párrafos anteriores. Comencemos esbozando que el espacio sirve como
un conductor, donde se articulan relaciones y se materializan las disputas
económicas, ideológicas, políticas, culturales y sociales. En este apartado se
visibilizarán las interrelaciones que suscitan en el espacio público en relación
con la violencia de género y las interrelaciones que actúan sobre éste.
El debate sobre el espacio público se ha abordado en la academia con el
propósito de comprender y conocer a fondo todo aquello que le da sentido
al espacio. Esto involucraría hablar de niveles, dimensiones y escalas infinitas;
es hablar de la ciudad, del paisaje, de todo lo urbano y toda la sociedad. Para
propósito de esta reflexión hablaremos de ese escenario público en el que la
violencia permea, legitima, natural e incluso invisiblemente.
La violencia y la violencia de género siempre ha preferido adueñarse de lo
íntimo y privado, ahí donde las políticas públicas casi no entran, en lo oscuro,
en lo personal. El fenómeno violento es cotidiano, es monótono, hasta llega a
ser familiar.

197
Alejandra Calva Avalos

¿Cuál de todos los espacios públicos es asaltado por la violencia y la violen-


cia de género? Creemos que todos en cierta escala. Sin embargo, el espacio que
más nos preocupa analizar es el espacio densificado, el masivo. Ahí es donde se
pierde el control, donde todo es anónimo. Nos referimos a dos: el primero es el
espacio cibernético, y el segundo las ciudades difusas donde sus espacios públi-
cos son cuestionables. Queremos invitarlos a reflexionar sobre el espacio gris, en
el cual las personas se pierden.
El espacio cibernético es el escenario respaldado con hechos reales donde se
vierte el ejercicio de la ciudadanía, las instituciones, la familia, el conocimiento
universal. Es un espacio en el cual de manera masiva se sociabilizan; los medios
de comunicación pasan a ser los caminos, los puentes, como las calles a la pla-
za pública. Esta plataforma no es ciertamente tan publica; hay que pagar este
“servicio” que nos “sirve” para comunicarnos y para que nos comuniquen. Para
aprender, pero también para ser aprehendidos por otros. Una característica glo-
bal de esta herramienta esclava de la globalización, es que el espacio se muestra
empático, sin desigualdad. En éste se unen las desigualdades y las diferencias y
es por ello el medio perfecto para convivir políticamente.
La velocidad con la que viaja la información es un factor fundante para
reflexionar este espacio. Es importante por el hecho de no tener el tiempo para
dudar de lo que vemos en la pantalla. Estos espacios presentan plataformas en
color azul, con iconos de pulgares arriba o con aves pequeñas que simulan un
aspecto confiable, feliz, divertido; un muro en el que uno puede expresarse,
en el que te muestras y te muestran lo que es y lo que no es; otros tienen ico-
nos de cámaras en tonos parecidos al de un atardecer, que parecen amigables,
positivos. En estos canales configurados para recrearse se recrean conceptos
y realidades que en segundos disparan información de todo tipo. Entre estos
espacios todas las violencias se filtran, estructuran el pensamiento hasta llegar a
un cotidiano, hasta llegar a habituarse.
El espacio público lo entenderemos como el lugar en el que suceden procesos,
que cohesiona los diversos encuentros y relaciones. En él se descubren actualmen-
te referentes sociales, históricos, políticos y culturales. Dentro de un espacio pú-
blico, ya sea cibernético o físico, se reivindican los derechos y se crearán vínculos
sociales directa e indirectamente. La violencia simbólica es aliada de estos vínculos.
Esta violencia refiere a una relación entre dominador y dominado, en el cual el
“dominador” ejerce una violencia indirecta, invisible, en significados y no física-
mente directa hacia los “dominados”. Esta violencia no se observa, se consume de
forma inconsciente en prácticas socioculturales, haciendo cómplice al dominado.

198
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

Bourdieu habla de que “se instituye entre dos ‘realidades’, el habitus y el campo,
que son dos modos de existencia de la historia, o de la sociedad, la historia hecha
cosa, institución objetivada, y la historia hecha cuerpo, institución incorporada
(Bourdieu, 1994: 9).

El espacio cibernético funge la posición de dominador, pues es el aparato de


control que instituye significados a gran velocidad repetida y repentinamente.
En este espacio no se puede dimensionar, no se tiene idea de lo que está pasan-
do ahí, no se tiene control, insensibiliza, se pierde la noción moral. Es como un
ring donde se vale todo. La violencia es normalizada y elaborada en productos
“amables” que se sociabilizan sin mayor análisis de su poder.
El género, por otra parte, está involucrado transversalmente en todos los
símbolos de manera histórica. El cuerpo de la mujer es, así, sexuado, explotado
y capitalizado. El espacio cibernético ha sido el medio para volver “fácil” todo
lo que antes costaba mucho trabajo, por ejemplo, comprar, hacer amigos, tener
relaciones amorosas, robar, movilizar un colectivo, etcétera. Se convierte cada
vez más un lugar “emosignificativo”, donde “dejar a alguien en visto” puede
causar una discusión, “bloquear a alguien”, darle “me gusta” a algo o a alguien,
virilizar a una lady o a un lord, darle “me divierte” o “me enoja”, publicar “me-
mes”, estar “en línea” y no responder a alguien. Enviar nudes y packs, el sexting,
impulsar la pornografía. Son algunos ejemplos de nuevas prácticas culturales,
las cuales están interiorizándose de manera violenta y rápida hasta el punto de
insensibilizar y normalizar.
La violencia de género se vuelve incontable e inmensurable en el espacio
cibernético. ¿Qué pasa con el espacio público físico? El espacio público, en el
que todos pensamos cuando escuchamos este término es el que expone todo
lo descrito anteriormente, es decir, lo que ya internalizamos cotidianamente.
Y esto último lo practicamos en la plaza, en la calle, en el barrio, en la acade-
mia, ejercicio que históricamente han realizado los medios de comunicación en
mancuerna con las instituciones. Permiten éstos que los espacios públicos sean
el escenario urbano donde ver a una mujer en el mercado y a un hombre en el
taller mecánico es normal, donde oír a un hombre diciéndole “mamacita” a una
mujer es normal. Y donde es anormal ver a un hombre llorar por alguna razón,
así como es anormal ver a un hombre pedir ayuda a otro hombre.
Los espacios públicos y las ciudades difusas se limitan a ser las calles, los
callejones, el mercado, la iglesia, el tianguis, la explanada municipal, la Bo-
dega Aurrerá, el Oxxo, la lechería, la escuela, la parada del camión. Están en

199
Alejandra Calva Avalos

extinción los parques, los quioscos y las alamedas, ni qué decir de los museos
y los teatros. La fragmentación de un territorio genera pobres urbanos, es aquí
donde las germinaciones de los espacios públicos padecen. A reserva de este
padecimiento, se practica el espacio cibernético que relativamente ofrece más
seguridad, con un vaciamiento de los espacios públicos y de sus prácticas cul-
turales. Esto quebranta el tejido social y a la comunidad misma, provocando
hostilidad e indiferencia hacia el entorno físico y social.
Patricia Ramírez Kuri cita a Lefebvre al sostener:

… la ciudad es pensarla como espacio social y simbólico percibido, vivido y apro-


piado por individuos y grupos diferentes, que tienen un papel activo en la defini-
ción del orden urbano y en la producción de la forma, la estructura y las actividades
socioeconómicas y político-culturales (Lefebvre, 2013).

Esto nos lleva a cuestionarnos ¿quiénes se están apropiando del espacio públi-
co? La violencia, la ausencia y los “residuos humanos”, citando a Bauman quien
consideraba que los procesos de la modernidad fabricaban residuos humanos,
y, coincidiendo con él, los procesos modernos, la construcción del orden y del
futuro mejor conduce al caos.
A partir de una reflexión sobre la experiencia de lo urbano en las ciudades
contemporáneas, por ciudades contemporáneas nos referimos a las urbes bastante
densificadas que sufren de una expansión desmedida. Los habitantes de estas urba-
nizaciones experimentan lo urbano desde realidades que incurren en la fragmenta-
ción del tejido socioespacial afianzándose de la violencia. Partimos de tres momentos
que se entretejen. El primero proviene de un urbanismo moderno; en esta etapa
se forman las condiciones estructurales. Como respuesta a esto, se observa una
estratificación en todas sus dimensiones, pobreza y vacíos. El segundo momento se
desprende del primero; en él se observa un estado de vulnerabilidad originado por
las condiciones estructurales en combinación con una sociedad violenta construida
histórica y culturalmente. Este momento condiciona el terreno y los escenarios
para acoger al tercer momento, que tiene a las violencias por protagonista.
Los espacios públicos dejan de practicarse: se quedan sin el transeúnte,
dando espacio para que cohabite la violencia. Las manifestaciones violentas se
producen históricamente en el espacio público para exhibir un castigo. Vale la
pena reflexionar sobre la resignificación del espacio público y cómo éste funcio-
na para expresar patologías sociales como la drogadicción, el alcoholismo, los
feminicidios, la prostitución y la pobreza.

200
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

En síntesis, los espacios públicos serán esos foros donde se expresa la cultura
y donde formas culturales, reglas y actores estructuran un cotidiano. El estudio
del espacio público hace ver los efectos del sistema político-social en el que hoy
vivimos. El espacio donde se construye el tejido social es igual de importante
que el de la transformación de los discursos, ya que en él se reflexionaran.

Una mirada desde Ecatepec

Para este apartado se consideró pertinente redactar la experiencia de una ha-


bitante de Ecatepec, nos negamos a reinterpretar su discurso, así que es libre
de interpretarse como el lector guste. Atendiendo a estas consideraciones, las
siguientes líneas darán a conocer de manera pedagógica una de muchas realida-
des anónimas que habitan en Ecatepec.
No sin antes hacer conocer ¿qué es Ecatepec? Existen muchas respuestas
para esta pregunta. Sin embargo, desde una perspectiva histórica y geográfica,
Ecatepec es un municipio vecino de la Ciudad de México, también el más
poblado de la República Mexicana. Actualmente se calculan 3 millones de
habitantes. Éste es un territorio conformado de elementos urbanos, culturales
e históricos urgentes de rescatar. Algunos de ellos son relativos a su impor-
tancia para el desarrollo de Tenochtitlan y de todo el valle de México, gracias
a su ubicación estratégica. Éste se caracterizaba por controlar la entrada de
agua hacia la ciudad. Por ser también un centro portuario de gran poder
económico y fungir como la entrada y la salida de lo que ahora es la Ciudad
de México. Sin embargo, todo eso se borró de la memoria y no sólo de los
ecatepenses, sino de todo México.
La mirada es mía, hablaré de ser mujer en Ecatepec. No represento a nadie.
Sería imposible generalizar, sólo soy un fragmento. Primeramente, quisiera que
supieran que compartiré mi realidad dejando fuera toda postura académica.
Cuando escucho el término de “violencia de género”, siempre proviene de
alguien que tiene algún poder mediático o institucional, que no conozco, que
no es uno de nosotros, que intenta decirnos que lo que nos está pasando se lla-
ma “así”. Lo que se me viene a la cabeza es que la violencia de género es que un
hombre abuse de una mujer o la lastime. Pero yo creo que ello es acaso una moda
política, como otrora lo fue la pobreza. En fin, están ensuciando el concepto.
“Este nombre que le pusieron a la violencia en contra la mujer, yo le llamaría
tradición”. “Le llamaría política pública”. “Les llamaría secreto a voces”. “Le
llamaría violencia capitalizada”.

201
Alejandra Calva Avalos

No diría que por ser mujer he sufrido violencia, diría que por ser “esta mu-
jer”, que creció con películas de “amor” y jugando a la “comidita”, la misma que
pasó a sentirse angustiada por no gustarle a ningún hombre cuando iba en la
secundaria, a la que le preocupaba si tenía las piernas velludas en clase de edu-
cación física. Fui la que decidió querer caerle bien a todos antes de que a mí, la
que renunció por no complacer los deseos de alguno que otro superintendente
en obra. Asimismo me asaltaron casi siete veces en el transporte público. Pero
no, no soy la víctima, no soy la que renunció a ser lo que fui. Creo que soy la
que quiere saber, la que quiere preguntar. Soy la que en vez de retirarse, hago
frente. Soy la que lastimaron un día, pero que se levantó los días siguientes. Soy
la que necesita entender el por qué no me siento compatible con las feministas
de ahora y sí con las de antes.
Me preocupa más mi Ecatepec, me preocupa saber que lo estamos estig-
matizado, violado, usado y burlando. Me aterra la violencia infantil, la que las
madres ejercen contra las hijas y los hijos. Quisiera que se cuestionaran a los
padres ausentes y violentos. Quisiera cuestionar a mis padres y a mis maestros.
Quisiera preguntar por qué al agresor se castiga con la cárcel. Quiero cues-
tionar a todas las reglas que nos inventamos y reinventamos cotidianamente.
Pero ¿para qué? A veces pienso que mejor podríamos inventar nuevas, cambiar,
visibilizar. La trasformación de la sociedad podría ser contagiosa, así como la
violencia. Tal vez en una de ésas todos comenzamos a ser iguales, a ser justos
con las y los indígenas, con las y los ancianos, con el campo, con el otro.

Aquí hay tanta norma, tantos programas, ¿para qué? ¿Para justificar un entregable
político?, ¿para remediar una alerta llamada violencia de género? ¿Una emergen-
cia? No. Esto no alcanza, no se puede remediar un sistema. Siento que los re-
miendos no es lo que necesitamos. Necesitamos una buena sacudida, palabras que
lleguen a nuestra alma. Queremos escuchar a seres humanos, a nuestros paisanos
hablándonos y no precisamente de un protocolo. Yo me pregunto, ¿cuánto van a
aguantar estas estrategias institucionales para disipar la violencia de género?
Mi mirada como mujer viviendo en Ecatepec es fuerte y melancólica, es deli-
cada. Me duele la indiferencia que sucede cuando encuentran a una mujer muerta
en las hierbas a la orilla del gran canal como la de este 20 de septiembre del 2020.
Me intriga saber si todas son de Ecatepec o ya la misma imagen del lugar resultó
ser el óptimo para alojar delitos. ¡Al fin! Aquí todos somos anónimos. Aquí se pue-
den matar y matar a mujeres y hombres y no se hace una marcha al Zócalo como
lo fue para Ingrid Escamilla. Todas esas mujeres somos Ingrid, todas las muertes
merecen ser marchadas. Basta de normalizar las muertes que suceden aquí, aquí en

202
Repensar la violencia de género en el espacio público. Mirada desde Ecatepec

mí Ecatepec. Creo que estamos cansados de que sean las calles y los pocos parques
que tenemos, los que padecen nuestra ausencia, estamos cansados de sentir miedo
por lo que se dice y también por lo que es. Mi mirada es valiente, vivir aquí me
ha dado la resistencia necesaria para ir a la ciudad y regresar (mientras leo esto me
tiembla la voz).

Reflexiones finales

La violencia de género en el espacio público entraña fenómenos extensos y


complejos. En un marco urbano y cultural, realizar generalizaciones e interpre-
taciones universales invita a un extenso análisis y limita la misma complejidad.
Existe una profunda ambigüedad en el concepto o tal vez podría entenderse
como flexibilidad. Esto permite que el género en todas sus dimensiones sea
utilizado como un instrumento para hacer y deshacer, construir y deconstruir
sobre este universo que se sirven de la cultura. Sin embargo, lo que realmente
se vulnera es el cuerpo y la identidad.
El género se servirá del sistema político-social para gestionar una estructura
sobre la sociedad y la relación con el entorno natural y artificial (el construido
por el hombre). Además, es conveniente para un discurso político, para un
mercado, incluso para adoctrinar relaciones objetiva y subjetivamente. El con-
flicto con estos fenómenos reunidos en el espacio público es alarmante porque
se espacializa en distintas dimensiones, como en el paisaje, en el discurso, en las
tradiciones, en toda una cosmovisión. ¿Qué está cohesionando todo? El mismo
conflicto sociocultural, que surge en condiciones vulnerables, en lugares públi-
cos y privados. La ciudadanía se limita así a conformarse en los espacios que les
sea posibles, los mayormente habitables.
En este mismo marco de reflexión, entendemos que la violencia adopta
numerosas caras, siempre con dos actores: el dominante y el dominado. Cui-
dado con leer la violencia de manera aislada o visible. Sugerimos practicar una
hermenéutica profunda de manera incesante. La violencia es un fenómeno que
debemos estudiar no sólo con definiciones que remitan a meras descripciones.
Expliquemos, reflexionemos sobre cuánto se puede expandir este proceso. El
género no está aislado, es un desprendido del deber ser. Esta condición debilita
profundamente el tejido social, así como el sentido de lo colectivo, y nos invita
al individualismo.
Este tema tiene más preguntas que respuestas, más descripciones que ex-
plicaciones, más estadísticas que testimonios. Nos preguntamos si, en mil años

203
Alejandra Calva Avalos

estas problemáticas seguirán existiendo. ¿Las condiciones van a seguir las mis-
mas, habrá logrado un cambio o generó más problemas?, ¿se habrá resuelto
algo con estos discursos académicos?, ¿con estas teorías y estos significados? Sin
duda, hay estragos que no se pueden evadir, como el que la diferencia sexual
produce desigualdad social. Así también como el que el concepto cambia de-
pendiendo su espacio y su tiempo. Que no se puede pensar en el género desde
un universal.
Invitamos a todos los artículos y discursos a ser traducidos para todos los
lenguajes y todas las mentalidades. Proponemos controlar los conocimientos.
Debemos dejar de ser únicamente un aparato científico. Trabajemos pedagógi-
camente sobre los temas más complejos y sirvamos a la sociedad. Capacitémo-
nos y capacitemos a funcionarios públicos. Hagamos de estos conceptos más
fáciles de leer. Usemos nuestros instrumentos de análisis, entre otros lentes,
para practicar la perspectiva de género y la lucha de clases. La condición actual
nos lo permite.

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205
Fuente: <https://cancunissimo.mx/asi-sera-la-marcha-del-orgullo-gay-en-mexico/>.

4. Sexualidad y género:
dicotomía en el espacio público
Sexualidades, género y espacio público
Jessica Reyes Sánchez

Introducción

Las ciudades son sin duda espacios políticos donde se organiza la vida colectiva,
y se presentan las diversas identidades y culturas de las y los urbanitas. Éstas
se encuentran determinadas por los procesos históricos de contextos situados,
lo que va a establecer cómo se concibe el espacio público (Carrión, 2007: 56).
En el mundo occidental el cuerpo ha dejado de ser un espacio primordial y
político para quedar subyugado, aparentemente, por las normatividades que
las sociedades han considerado las válidas. Y a partir de lo anterior se puede
afirmar que los dispositivos de control estatal y moral han reducido el vínculo
entre el espacio público y las ciudadanas y los ciudadanos.
La división de género determina cómo hombres y mujeres se apropian o
no del espacio en las ciudades. Las mujeres han estado subordinadas históri-
camente y han sido recluidas al ámbito privado, lo cual ha limitado durante
décadas su participación en el espacio público. Por mucho tiempo, para este
grupo, incluirse en lo público significaba que, en ciertos contextos, perdieran
respetabilidad y estatus debido a que se temía que perdieran la virginidad y que
las malas costumbres se apropiaran de ellas, mientras que los hombres han sido
asociados al ámbito público, lo que sin duda les ha dotado de ciertas libertades
(Sennet, 1994).
Basados en una visión que mercantiliza el erotismo, las sociedades posicio-
nan modelos que no se corresponden con la realidad, con el afán de convertir
al cuerpo y al placer en objetos de consumo. Las y los urbanitas han formado
su percepción de la sexualidad escuchando en instituciones, como la escuela
o el sistema de salud, discursos conservadores que limitan el goce y el placer,
y relacionan la sexualidad con la reproducción. Pero, por otro lado, escuchan
un discurso que, desde la mercantilización, busca hipersexualizar los cuerpos
Jessica Reyes Sánchez

y su entorno. Por ello, se viven contradicciones relacionadas con la sexualidad


que se reflejan en el ámbito público. Un ejemplo claro de lo anterior es que
la Ciudad de México se vende como incluyente por permitir los matrimonios
igualitarios, pero es de las ciudades con mayor número de crímenes por ho-
mofobia. Y también se encuentra entre los primeros lugares en feminicidios,
en tanto que en el discurso se pronuncia a favor de los derechos de las mujeres
(Soto Villagrán, 2007).
Es el cuerpo de las mujeres el que a lo largo de la historia se ha hipersexua-
lizado y ha sido exhibido en mensajes (carteles, espectaculares, etcétera) que
señalan que sus cuerpos son objetos de placer para los hombres. Si bien en
la actualidad las mujeres se han emancipado y ganado espacio en el ámbito
público, la segregación y desigualdad se ensaña más con ellas; por ejemplo, si
una mujer se expresa a favor de su propio placer sexual, resulta sospechosa y
probablemente sea estigmatizada, mientras que a los hombres, como parte de la
construcción de la masculinidad hegemónica, se les ha impulsado a tener una
vida sexual hiperactiva, que se demuestre en lo público (Sennet, 1994).
De ahí se desprende que se ha impuesto una visión que se aleja del placer,
del disfrute del cuerpo y que destaca el displacer y en la aceptación acrítica
de las normatividades. Entonces, como resultado el cuerpo sexuado se invisi-
biliza mediante dispositivos de poder que las instituciones han creado en pos
de regular la sexualidad. Históricamente, las normatividades inflexibles han
generado que las prácticas eróticas que se salen de los cánones establecidos
sean perseguidas, estigmatizadas y se busque eliminarlas. Y aunque no por
ello dejan de existir, se produce el linchamiento público y la penalización
física y simbólica sobre las personas descubiertas transgrediendo la “normas
sexuales” hegemónicas.
A pesar de las normatividades la ciudad se encuentra constantemente en
procesos de resistencia y se transformación. En este sentido, la ciudadanía
desempeña un papel fundamental ya que permite buscar relaciones más equi-
tativas. Por ello, las y los habitantes de las ciudades deben buscar ejercer su
ciudadanía puesto que es una forma en que puede hacer contrapeso a las insti-
tuciones del poder. Así, se puede afirmar que en la urbe las sexualidades alternas
o normativizadas se hacen presentes, se significan y resignifican, y, por tanto,
serán toleradas o marginadas.
Como se explicará en el siguiente apartado, a pesar de las restricciones,
en ciertos momentos un número importante de personas utilizan y se apro-
pian del espacio público a través de la sexualidad, transgrediendo así las nor-

210
Sexualidades, género y espacio público

matividades. De tal manera, se puede afirmar que, en el espacio público,


existen desigualdades, pero también existen oportunidades que se vinculan
con apropiarse de los espacios y ejercer la ciudadanía participativa (Delgado,
2007: 190-257).

La relación entre sexualidades, género, ciudad y espacio público

El cuerpo es el contenedor de todas las dimensiones del ser humano, incluida la


sexualidad,63 la forma en la que las personas la expresan se encuentra vinculada
innegablemente a las restricciones o libertades que las culturas imponen sobre
el mismo. El cuerpo, a través de los sentidos, es el primer lugar que conecta a las
personas con su entorno. Dicha vinculación se realizará por medio de los senti-
dos, que van a permitir la percepción del entorno urbano, mediante lo visual y
lo táctil. Percibir el entorno permite que lo signifiquen a través de códigos que
se diferencian a partir de género, edad y orientación sexual, entre otros (Joseph,
2002). Ya que las personas (y sus cuerpos sexuados) circulan por las ciudades
y se apropian de diversas formas de los espacios, se puede afirmar que tiene un
vínculo innegable con el espacio público. Y es innegable que la sexualidad (y su
ejercicio) es una parte intrínseca de la experiencia de las y los habitantes de las
urbes, por cual se expresa en su relación con el espacio público.
El espacio público es en teoría el espacio por excelencia de la diversidad, el
encuentro, el descubrimiento y donde coinciden prácticas diversas (Ramírez
Kuri, 2003). Pero también ha sido excluyente con personas que representan
un riesgo para la normatividad y la hegemonía. Lo que a lo largo del tiempo
se ha buscado suprimir o invisibilizar a los diferentes. Y aunque se ha buscado
invisibilizar la relación del cuerpo erótico con la ciudad y el espacio, es muy
claro que, al estar en una relación intrínseca, el cuerpo sexuado se apropia del
espacio. Por lo que negarlo no va a impedir las prácticas que se vinculan a lo
erótico en el espacio público.
Como se mencionó anteriormente, el espacio público es un sitio de en-
cuentro lúdico, pero también de exclusión y disputa, y, en ese contexto, pare-
cería que el cuerpo sexuado es uno de los elementos a suprimir, de modo que se
busca ocultarlo en pos de un discurso que se vincula con la moral y los valores.

63  En este trabajo la sexualidad se entiende como una construcción cultural que incluye componentes
biológicos. Además, se vincula a normatividades y a dispositivos creados por el sistema patriarcal
hegemónico heteronormado que van a reglamentarla. Por tanto, al estudiarla hay que tener en cuenta
que existen matices por época histórica y contexto social.

211
Jessica Reyes Sánchez

Si bien es cierto que existe un panóptico y dispositivos de poder que van a


intentar regular las prácticas en el espacio público, otras experiencias escapan
de los dispositivos de poder y desafían las normas (De Certeau, 2010). Así la
estructura estatal y las sociales son desafiadas por las prácticas transgresoras de
las y los habitantes de las ciudades.
La dicotomía público-privado ha ayudado a que se proyecten ciudades
masculinizadas (Soto Villagrán, 2007) que, además, tienden a ser estoicas, ya
que los placeres, no sólo eróticos, sino los vinculados con el disfrute estético
se encuentran muy limitados. Es necesario destacar que siempre han existido
elementos de la vida cotidiana que supuestamente pertenecen al espacio pri-
vado presentes en el espacio público. La sexualidad es uno de ellos; existe un
discurso que la encierra en las alcobas, pero otro que la lleva al espacio público
por medio de la hipersexualización del cuerpo femenino a través de carteles, o
espectaculares. La heteronormatividad64 determina cómo pueden o no pueden
relacionarse entre sí los cuerpos de las y los habitantes de las urbes. A través del
binomio hombre-mujer se regula la forma en que se presenta el cuerpo frente a
las otras personas en los espacios públicos (List, 2007). A partir de lo anterior,
se puede afirmar que la visión público-privado es difusa y a veces se entremez-
cla. Por ello la importancia que el urbanismo la analice desde una perspectiva
integral, que dé cuenta de las complejidades de los fenómenos que ocurren en
las urbes.
Es necesario sumar a la discusión que, además de la dicotomía público-pri-
vado, también otra que se presenta en el espacio público y es la dicotomía he-
terosexual-homosexual. Dicho binarismo ha difuminado la presencia en el es-
pacio público de las otras personas integrantes de la diversidad sexual llámense
trans*, travestis, bisexuales, intersexuales y lesbianas. Pero también ha generado
estigma y discriminación, lo que deriva en diversas formas de violencia.
A partir de lo anterior se puede afirmar que, cuando se habla de vincular
el cuerpo sexuado con la ciudad y el espacio público, es fundamental tener en
cuenta elementos como el género, orientación o preferencia sexual, la con-
dición etaria, el estatus social y el contexto histórico, que matizan las formas
como los cuerpos se presentan en el espacio público.

64  Retomo de Michael Warner (2004) la idea de que la heteronorma se basa en las relaciones de poder
por las cuales la sexualidad se reglamenta en nuestra cultura. Lo que implica la idealización e institu-
cionalización y las relaciones heterosexuales como lo deseable. Pero, además, reglamenta elementos
como el género, la raza y las prácticas sexuales.

212
Sexualidades, género y espacio público

Las sexualidades en el espacio público: dogging y cruising

Sin duda, las ciudades (y sus espacios públicos), además de ser sitios políticos
donde convergen las culturas, también son espacios donde se expresa la se-
xualidad. Como se verá en las siguientes líneas, aparte de las sexualidades que
encajan en la heteronorma, se presentan las sexualidades transgresoras. Y lo
relevante es que, por momentos, el ejercicio de la sexualidad en los espacios pú-
blicos crea rupturas entre las normas que impone el Estado, que históricamente
han sido vinculadas al displacer.
Pese a que los grupos conservadores lo nieguen, en la vida cotidiana muchas
personas piensan, fantasean y (algunas) llevan a cabo un tipo de práctica erótica
que consiste en tener relaciones sexuales en espacios públicos,65 generalmente
de forma anónima y sin vínculos de pareja. Dicha actividad suele realizarse en
parques, bosques, cines, baños públicos, en el transporte colectivo, como el
Metro y las áreas de descanso de las autopistas.66 Las personas67 efectúan dicha
práctica por los más diversos motivos, como son la falta de espacio, romper
las reglas, vivir experiencias nuevas, desafiar a la autoridad. En los encuentros
sexuales en el espacio público se transgrede la dicotomía público-privado, ya
que se coloca en el ámbito público al erotismo, al que las tradiciones estoicas
han destinado al ámbito privado.
Coloquialmente, a los encuentros sexuales heterosexuales se les denomi-
na dogging o “cancaneo” y a los homosexuales cruising. Hay diferentes formas
de llevar a cabo esta actividad; para algunas personas se encuentra a nivel de
fantasía y/o deseo, mientras que otras han experimentado la actividad por lo
menos una vez en su vida, y otras más para quienes representa el continuo en el
ejercicio de su erotismo. Este tipo de práctica sexual es ejemplo del desafío a la
normatividad sexual impuesta en las ciudades, ya que al momento de realizar el
cruising o dogging estas personas transgreden las normas y escapan de los dispo-
sitivos de poder que regulan a los cuerpos, para después volver a la cotidianidad
y a la “norma”. Los encuentros se vinculan en su mayoría a la clandestinidad, ya

65  Para este trabajo un encuentro sexual, incluye fajes y caricias hasta relaciones sexuales coitales, dicha
inclusión tiene que ver con descolocar a la sexualidad de la genitalidad.
66  Hay que aclarar que este trabajo retoma las características de los encuentros sexuales que se dan en la
Ciudad de México, por lo que no se puede generalizar las formas en que este tipo de práctica se llevan
a cabo en otras zonas del país.
67  Los encuentros sexuales en el espacio público trascienden el estatus social, la orientación/preferencia
sexual, la condición etaria o la escolaridad.

213
Jessica Reyes Sánchez

que las personas desconocen que en la Ciudad de México no existe una norma
jurídica que castigue dichos encuentros.
La materia prima de este tipo de encuentros es el cuerpo sexuado y el ero-
tismo. Es a través de los sentidos que los practicantes van resignificando los
espacios públicos que usan para fines sexuales, y rompen la lógica del uso del
espacio, es decir, los sitios son usados para un fin diferente para el que fueron
proyectados; en ese sentido, podemos hablar de apropiación del espacio (Mer-
leau-Ponty, 1998).
Es relevante que quienes desempeñan esta actividad crean tácticas que
incluyen la generación de códigos de ligue, que, por ejemplo, implica saber
cómo mirar a otra persona en la calle, hasta la creación de grupos virtuales y el
uso de aplicaciones para conocer personas. Esto sucede regularmente cuando
los encuentros se realizan con parejas casuales, mientras que las parejas esta-
bles elaboran códigos que posiblemente tienen que ver con la experimenta-
ción de la ludicidad del erotismo. En ambos casos es necesario crear códigos
de seguridad para evitar ser vistos e incluso molestados por personas ajenas a
la práctica.
Otra de las tácticas consiste en “rotar” de espacio público, puesto que el
uso continuo de ciertos parques o calles genera que se “corra la voz” y que un
mayor número de personas lo ocupe con fines sexuales. Con mayor número
de practicantes es mayor la posibilidad de ser descubiertos, por lo cual se debe
rotar de lugar, lo que, además, sirve para ampliar el número de lugares.
Considero que es a través de las tácticas creadas por los practicantes de los
encuentros sexuales que éstos logran escapar del control que se ejerce sobre el
cuerpo y se entremezclan con la actividad de las otras personas que habitan
las ciudades. Después de la transgresión vuelven a su papel de cotidianidad,
donde es probable que se alineen a los mandatos heteronormativos. A través
de los momentos de transgresión las y los practicantes de dogging y cruising se
apropian de diversos espacios públicos.
En la Ciudad de México, a través de rumores, pláticas e incluso vídeos, se
sabe de varios sitios donde ocurren encuentros de tipo sexual. Incluso por me-
dio de redes sociales y aplicaciones es posible conocer de forma geográfica los
lugares, y adentrarse en los códigos y normas que han elaborado las y los prac-
ticantes de estas actividades. Entre los lugares de encuentro sexual en la ciudad
destacan, por ejemplo, parques, bosques, el Metro y calles de colonias aledañas
a las estaciones de este sistema de transporte.

214
Sexualidades, género y espacio público

Cabe aclarar que en la actualidad no existe legislación68 en la Ciudad de


México que prohíba los encuentros sexuales en el espacio público, aunque es
una práctica vinculada a la clandestinidad, y es perseguida debido a conside-
raciones más morales que jurídicas. Por lo que es probable que las autoridades
engañen y extorsionen a las ciudadanas y los ciudadanos argumentando que
cometen faltas a la moral, por lo que pueden amenazarles con ser consignados.
Se puede afirmar que las y los urbanitas de la Ciudad de México descono-
cen sus derechos fundamentales. Lo que no solamente implica que conozcan
los reglamentos que rigen la vida de la ciudad, también que no ubiquen que
los cuerpos sexuados son sujeto de derechos y que en la Ciudad de México no
se les podrá consignar por ejercer su erotismo en el espacio público si es de
manera consensuada.
Aunque uno de los elementos atractivos del cruising y dogging tiene que ver
con la emoción de retar a la autoridad, es importante que las y los practicantes
conozcan la legislación para evitar que los extorsionen y que vean mellados sus
derechos. Y, enfatizando en este tema, dicha práctica se vincula con derecho al
espacio público y al expresar los afectos en éste. El Estado, por un lado, impone
estrategias, como cerrar los últimos vagones del Metro, vigilar los espacios que
se saben son de encuentro o estigmatizar a los practicantes. El desconocimiento
y el estigma sobre los encuentros sexuales en el espacio público da pie a que los
policías puedan extorsionar a los practicantes según sus criterios personales y
su necesidad de obtener una “mordida”. En este sentido, hay que decir que la
ambigüedad jurídica y el doble discurso van en detrimento de los derechos las
ciudadanas y los ciudadanos.
Contabilizar la totalidad de los espacios públicos de encuentro sexual sería
una labor titánica, ya que los lugares se van cambiando para evitar ser descu-
biertos. Pero ciertas huellas pueden ser leídas por los practicantes de cruising y
dogging y que les da pie para ir conociendo qué tipos de lugares son factibles
de ser erotizados. Reflexionar sobre este tipo de prácticas eróticas y su relación
con el espacio público permite que la ciudad pueda ser vista, en primer lugar,

68  La norma que rige el bienestar en el ámbito público es la Ley de Cultura Cívica publicada en 2004,
que sanciona prácticas como beber en la vía pública, obstruir o permitir la obstrucción de la vía pú-
blica y, entre otros, invitar a la prostitución, ejercerla o solicitar el servicio (en el espacio público). Las
relaciones sexuales en los espacios públicos no se encuentran mencionadas de manera explícita en el
documento, como sí lo estuvieron en el Reglamento Gubernativo de Justicia Cívica, donde realizar
actos obscenos, que causaran ofensa a una o más personas, implicaba hasta treinta días de multa y
hasta 36 horas de detención.

215
Jessica Reyes Sánchez

desde una perspectiva hedonista. Lo que puede coadyuvar a dar la vuelta al


urbanismo dominante, que deja de lado las complejas relaciones que se tejen
en las ciudades.
También se puede afirmar que las expresiones sexuales transgresoras sean
el inicio de una transformación que busque una nueva relación entre lo públi-
co y lo privado. Dicha transformación permitirá que las mencionadas sexua-
lidades transgresoras se politicen a través de cuerpos sexuados, se apropien y
se presenten en el espacio público de manera politizada. Lo que este trabajo
pretende es visibilizar la práctica y su relación con la apropiación del espacio
público de la Ciudad de México, con la intención de que el cuerpo sexuado y
su vínculo con el espacio público sea tomado en cuenta por quienes estudian
las ciudades.

Urbanismo y ciudadanía sexual

En este trabajo se analiza el cuerpo sexuado en su vínculo con la ciudad y


el espacio público desde un posicionamiento político, ya que, como se ha
comentado, en la cultura occidental persiste una desvinculación entre la se-
xualidad (representada a través de los cuerpos) y el espacio público. En el caso
de los encuentros sexuales en el espacio público, la postura de este trabajo no
pugna por la reglamentación o crear espacios destinados para ello, sino por
respetar la diversidad de usos que se le dan al espacio público, y uno de ellos
es, sin duda alguna, el ejercicio de la sexualidad (Sabsay, 2011). En este senti-
do, interesa reflexionar cómo la categoría “ciudadanía sexual” es un elemento
que puede aportar al urbanismo y a los estudios sobre el espacio público una
visión desde la integralidad y el bienestar. Y da la posibilidad de incluir el
cuerpo sexuado como un elemento legítimo de la ciudadanía.
Es innegable que el espacio público se construye desde una visión hetero-
normativa que determina cómo pueden relacionarse los cuerpos, y, por tanto,
regula los deseos y los placeres de las y los habitantes de las ciudades (Langarita,
2013). Además, ha generado históricamente la exclusión de la diversidad sexual
del ámbito público como expresión legítima de existir en éste.
Entender la práctica del cruising y dogging en el espacio público brinda la
oportunidad de visibilizarlo como un lugar sexuado, que representa una forma
de resistencia hacia la heterónoma, y muestra un lado lúdico y divertido de la
sexualidad que no cabe en los discursos hegemónicos que buscan regular los
placeres. Que las personas trasgredan las normas impuestas, y se apropien eró-

216
Sexualidades, género y espacio público

ticamente de ciertos espacios públicos, da pie para reflexionar cómo los cuerpos
pueden por momentos salirse de la sexualidad hegemónica.
Es interesante que las personas de la disidencia sexual y las heterosexua-
les pueden posicionarse como transgresoras y sostener prácticas sexuales en el
espacio público. Que la práctica no sea exclusivamente de un sector ayuda a
comprender la complejidad en la que se ven inmersas las sexualidades en los
ámbitos occidentales. Y se puede afirmar que los dispositivos sobre el cuerpo
pueden ser igual de fuertes para quienes se encuentran en las sexualidades pe-
riféricas como para quienes se adscriben dentro de la sexualidad considerada
“normal”. En ese sentido, hay que cuestionar la imposición de la heteronorma-
tividad y buscar posicionar a las formas alternativas como sujeto legítimo de
reconocimiento social.
Este trabajo busca evidenciar los elementos positivos del cruising y el dog-
ging, ya que representan una forma alternativa de vivir el cuerpo sexuado y de
vincularse, incluso de manera más democrática, con las ciudades. Su existen-
cia da cuenta de cómo en los ámbitos urbanos es posible vislumbrar espacios
que momentáneamente se vinculan al placer sexual y, ¿por qué no?, al disfrute
de la ciudad. En este punto es relevante mencionar algo sobre las posturas que
afirman que es “dañino” (sobre todo para los niños) tolerar encuentros eróti-
cos en espacios públicos. Desde ese punto de vista, se afirma que, con este tipo
de actividades, se ven afectados los derechos de los no practicantes. Y que los
espacios públicos deben usarse para lo que fueron construidos, por lo que es
impensable darle un uso erótico. Habrá que reflexionar por qué en el contexto
mexicano no se cuestionan los ataques por homofobia, los feminicidios o las
diferentes formas de violencia que se viven en la ciudad, pero se cuestionan las
expresiones vinculadas al placer erótico. Y, en este sentido, se puede afirmar
que cualquier expresión de violencia representa un mayor atentado contra la
ciudadanía que ver a personas expresándose eróticamente.
Los sitios donde ocurren los encuentros sexuales en el espacio público per-
miten generar experiencia urbana y democratizar los espacios, lo cual implica
un potencial enorme para los estudios urbanos, ya que permite entender de
forma diferente cómo se apropian las personas de ciertos espacios.
Sin duda, la estigmatización de este tipo del cruising y el dogging deja de
lado los aspectos positivos de la práctica, como pueden ser la creación de redes
de solidaridad, la transgresión de la normatividad vigente o la apropiación del
espacio público. Y lo más relevante desde mi punto de vista es que estigmatizar
y prohibir este tipo de actividades aborda la sexualidad desde un discurso que

217
Jessica Reyes Sánchez

tiene que ver con el miedo, el displacer, y descoloca a los practicantes como
sujetos que puedan decidir de manera libre ejercer o no la práctica. Por esto,
este trabajo apela por el rescate del placer mediante los usos diversos que dan
los urbanitas al espacio público.
Debido a que las reglamentaciones sobre el cuerpo casi siempre implican
que las ciudadanas y los ciudadanos vean sus derechos coartados, es necesario,
desde mi perspectiva, rescatar el vínculo de los cuerpos sexuados (politizados)
con la ciudadanía, puesto que permite cuestionar a la heteronorma. Lo que da
pie para que las ciudadanas y los ciudadanos se conviertan en actores activos,
que, además, puedan tener la oportunidad de cuestionar las formas en que las
instituciones intentan regular el placer.
En este trabajo se retoma la ciudadanía sexual69 como un discurso que pro-
cura el bienestar y ejercicio del placer colectivo e individual, aparte del recono-
cimiento de la diversidad sexual como derecho civil. La propuesta se encuentra
ligada a la exigibilidad de los derechos humanos con énfasis en los derechos
sexuales.70 Hay que subrayar que, desde esta perspectiva, es fundamental la
interrelación entre los derechos, pues lo que busca es el bienestar integral de las
ciudadanas y los ciudadanos. Por ello si se habla de ciudadanía y derecho a la
ciudad se debe hablar de los derechos sexuales.
La ciudadanía sexual permite que entre los ciudadanos exista diálogo, que
se generen lazos y redes de apoyo y que se movilicen social y políticamente.
Estoy convencida que dicha propuesta es un medio de vincular a los cuerpos
sexuados con el espacio público y con las ciudades; de ahí se desprende la im-
portancia de retomarla y de coadyuvar a que las ciudadanas y los ciudadanos
conozcan los derechos humanos, pero, sobre todo, que se apropien de las cate-
gorías y se sientan sujetos y sujetas de derecho, lo cual hace la diferencia entre
una ciudadanía que no participa y una que es proactiva y se defiende.
La ciudadanía sexual sirve para nombrar injusticias basadas en estigmas
sobre las sexualidades no heteronormadas. Asimismo, permite poner a debate
en la opinión pública la discusión de la inclusión de los límites de los ámbitos

69  El concepto “ciudadanía sexual” está en constante debate y construcción. Uno de los retos vinculados a
dicha categoría es, por un lado, posicionar al cuerpo como el primer territorio/espacio político sobre el
que sólo sus dueñas y dueños podrían decidir. Y, por otro, crear un corpus teórico que la sustente de ma-
nera académica y política. Lo relevante de dicha categoría es que destaca la relación del cuerpo sexuado
con el ámbito público y permite poner a discusión justo la relación de sexualidad y espacio público.
70  Con los derechos sexuales se ha puesto en la discusión internacional, regional y local el papel que des-
empeñan los cuerpos sexuados en el ámbito público. Con ellos se ha avanzado en acuerdos y creación
de legislaciones que pugnan por un mayor respeto de los cuerpos sexuados.

218
Sexualidades, género y espacio público

público y privado que históricamente han impactado en los cuerpos de las


ciudadanas y los ciudadanos. Hay que agregar que, desde esta perspectiva, se
postula establecer al placer como un derecho ciudadano legítimo que no tiene
que ver sólo con el ámbito sexual sino con el disfrute de las ciudades y los espa-
cios públicos (Klugman, 2008).
Desde mi perspectiva, la ciudadanía sexual tiene un vínculo con el urba-
nismo y el proyecto urbano,71 ya que a través de éstos se busca coadyuvar a
reflexionar sobre la complejidad de las ciudades, impulsar la participación ciu-
dadana y el diálogo con tomadores de decisión y del ámbito privado. Además,
se centran en la diversidad del espacio público como elemento de inclusión
social y en su relación con el entorno urbano. En otras palabras, al igual que
la ciudadanía sexual, buscan una forma alternativa e incluyente de entender
y explicar la ciudad, subrayando el papel de las ciudadanas y los ciudadanos
como agentes activos en la construcción del espacio público y, por ende, de
la ciudad. En ese sentido, el ejercicio de la ciudadanía tiene una conexión
fundamental con el espacio público, y el derecho a la ciudad permite que, no
sólo se pugne por vivienda o infraestructura, sino también por los otros dere-
chos humanos, en este caso con los derechos que se vinculan al ejercicio de la
sexualidad (Borja, 2013).
La ciudadanía sexual ve de forma integral la vinculación de los derechos
con el cuerpo, y pugna por ciudades más democráticas donde se respete cual-
quier expresión de la sexualidad que se exhiba en el espacio público. Por lo
que, además de exigir que las personas ejerzan su sexualidad como mejor les
convenga, apostará por la exigencia de derechos, como la vivienda, movilidad,
educación, ya que desde esta visión se considera que el cuerpo sexuado no se
encuentra desvinculado de las otras facetas que se relacionan con lo laboral,
la salud, la educación, entre otras. Además, incluye a la diversidad sexual, así
como la étnica, social, cultural, entre otras.
La ciudadanía sexual apunta a que el Estado legitime las prácticas eróticas
diversas, como un medio para evitar la violencia, la discriminación, la inequidad
y la vulnerabilización que viven las personas etiquetadas dentro de sectores de la

71  En este trabajo se define como una forma de urbanismo que de manera interdisciplinar busca “en-
tender” “explicar” e “intervenir” las ciudades. Incluye la gestión del territorio y dialoga con planes
urbanos a diferentes escalas (macro-micro), por lo que coadyuva a reflexionar sobre la complejidad de
las ciudades, impulsa la participación ciudadana y el diálogo con tomadores de decisión y del ámbito
privado, y destaca la diversidad del espacio público como elemento de inclusión social y en su relación
con el entorno urbano.

219
Jessica Reyes Sánchez

población considerados minoritarios. Si se hacen esfuerzos para que, tanto en la


sociedad como en el ámbito académico, se reconozca el derecho de las personas
a la ciudad desde una visión holista, es necesario que se reconozca asimismo que
los cuerpos, como primer territorio que se vincula con el espacio público, son
sexuados y que la sexualidad trasciende el espacio privado y se hace presente en
el espacio público. Las personas decidirán si la ejercen en éste o en otro lado.
Desde mi perspectiva, si sexualizar la ciudadanía representa un avance en la
visibilización de la diversidad sexual, también en las practicas eróticas transgre-
soras de personas que se establecen dentro de la heteronormatividad. Incluir la
perspectiva de la ciudadanía sexual en los estudios urbanos permite visibilizar
la relación entre el cuerpo y el espacio público como un asunto de derechos
humanos que destaca el placer de estar en la ciudad. Entonces se puede afirmar
qué aporta al urbanismo a entender de una manera integral los fenómenos que
ocurren en las urbes. Igualmente aporta la visión de derechos y de considerar al
cuerpo que, además, se encuentra presente en las ciudades como ente político,
sexuado y sujeto de derechos. Por lo que hay que generar las estrategias para
que se cumpla a cabalidad la premisa fundamental de que el espacio público es
el lugar de la diversidad. En ese tenor un paso es reconocer que los encuentros
sexuales en el espacio público son un fenómeno dinámico, que puede generar
apropiación de los espacios públicos.

Reflexiones finales

En primer lugar, es necesario destacar que es necesario estudiar el cuerpo desde


su construcción biopolítica, lo que permite entenderlo no sólo desde la opre-
sión sino como espacio de resistencia. Es importante reconocer los nexos entre
el cuerpo, la ciudadanía y el espacio público para enfatizar a este último como
el lugar donde se ejercen los derechos más fundamentales. Lo anterior hace
posible que las sexualidades transgresoras se politicen a través de los cuerpos,
los cuales pueden presentarse y apropiarse del espacio público, lo que los vin-
culará con la ciudadanía sexual. Entonces las expresiones sexuales transgresoras
serán el punto de una revolución sexual que busque una nueva relación entre
lo público y lo privado (Preciado, 2002). Dicha discusión es primordial, ya
que permite reflexionar sobre el estigma en torno a los encuentros sexuales en
espacios públicos. Esto da pie para llevar a cabo una mayor cantidad de trabajos
que partan de una visión integral y permite a su vez que el cuerpo se vuelva a
vincular con la ciudad y el espacio público.

220
Sexualidades, género y espacio público

Es necesario aclarar que la inclusión de la sexualidad como un objeto legi-


timo del urbanismo no debe hacerse sólo a través de los grupos históricamente
segregados, ya que es necesario incluir las sexualidades y prácticas de la po-
blación en general. Dicha aseveración es fundamental pues ayudará a, por un
lado, desestigmatizar a la población de la diversidad sexual y, por otro, a que
las prácticas trasgresoras, como los son los encuentros sexuales en el espacio
público, trasciendan la orientación sexual. Entonces será vital llevar el discurso
de la ciudadanía sexual a los ámbitos de discusión académica y del espacio pú-
blico para que las ciudadanas y los ciudadanos de a pie conozcan la propuesta
(Klugman, 2008).
Es a través del derecho al espacio público que se construye la tolerancia y,
por ende, la alteridad, pero debe hacerse de manera respetuosa debido a que
coincide con la heterogeneidad de la ciudad. Considera importante la institu-
cionalidad y políticas públicas para que procesen las diferencias, y exista armo-
nía. Además, en el espacio público convergen otros derechos humanos básicos
como el de asociación y el de identidad a la polis (Borja, 2013).
Sin duda, separar de manera binaria el espacio público y privado no aporta
a estudiar la complejidad de los fenómenos urbanos. Habrá que repensar la
forma en que hoy se manifiestan lo público y privado. Históricamente se ha
diferenciado de manera binaria el ámbito público del privado, pero, en lo prác-
tico, se desvanecen los límites que parecían tan claros. Además, hay que anotar
que en las sociedades se manejan los límites de lo público y lo privado según las
necesidades de los grupos en el poder. Por ello es fundamental reflexionar en
las interacciones de lo público y lo privado y su relación con las y los urbanitas.
Un elemento fundamental para el urbanismo consiste en comprender que
las diferentes actividades de las y los habitantes de las ciudades los vuelven ac-
tores activos que, a través de las apropiaciones y usos que hagan del espacio pú-
blico, van a territorializarlos. Lo que implica que las huellas dejadas por quienes
se apropien de las ciudades sean susceptibles de “leerse” como una forma para
comprender la ciudad.
Históricamente, al momento de planificar o reformar la ciudad, el urba-
nismo dominante (que es patriarcal) no ha tomado en cuenta a los grupos no
hegemónicos. Esto ha generado espacios “normalizados”, donde los deseos de las
y los urbanitas son invisibilizados, lo que excluye a grandes sectores de la pobla-
ción (Tello, 2009). Así, pues, puedo afirmar que es fundamental que el urbanis-
mo reconozca la complejidad de los fenómenos que ocurren en las ciudades y,
sobre todo, que reconozca al “cuerpo sexuado” como un eje de análisis legítimo.

221
Jessica Reyes Sánchez

Una conclusión fundamental de este trabajo es la necesidad de reconocer a


la sexualidad y todo lo que esta implica como objeto legítimo de estudio en el
urbanismo. Si bien los estudios urbanos han incluido el cuerpo, todavía faltan
muchos más que lo retomen, no desde la perspectiva displacente y referida a
la violencia, sino desde una perspectiva lúdica y del placer, y cómo estos ele-
mentos se conectan con la apropiación o no del espacio público, el territorio
y la ciudad.
Es importante sumar una visión interseccional que le permita al urbanismo
un mayor entendimiento de los fenómenos existentes, ya que no es lo mismo
vivir la ciudad como una mujer heterosexual católica que una mujer lesbiana
joven, y mucho menos apropiarla desde la vivencia de una mujer u hombre
transgénero. Lo que deriva en distintas apropiaciones del espacio público, im-
plica la generación de imaginarios y de códigos de conducta diferenciados. Por
ejemplo, en el conocimiento popular, “se sabe” en qué perímetros de calzada de
Tlalpan se ejerce trabajo sexual trans y en qué perímetros trabajo sexual femenil.

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pp. 29-46.
Tello Robira, Rosa (2009) “Las nuevas posibilidades de la ciudad diversa o la
insosteniblidad de la ciudad homogénea”, en Tello, Rosa, y Quiroz, Héctor
(eds.), Ciudad y diferencia. Género, cotidianeidad y alternativas, Barcelona,
Ediciones Bellaterra.

223
La desheterosexualización de la Ciudad de México.
Proyecto de regeneración urbana inscrito en la
lucha para el reconocimiento de las sexualidades
disidentes para una ciudad libre de la
heteronormatividad

Michaela De Marco

Introducción

La regeneración urbana debería tener como principal objetivo el bienestar ge-


neral de todas las personas y del medio ambiente. En este orden de ideas, debe
integrar tres procesos: la regeneración social y la regeneración medio-ambien-
tal, a través de intervenciones sobre el espacio físico/arquitectónico.72
En el presente capítulo nos centraremos en el primer punto: la regenera-
ción social a través de la regeneración del espacio urbano. Pero ¿qué significa
regenerar una sociedad? Consideramos que una sociedad “se regenera” cuando
se hace más justa, es decir, cuando las relaciones interpersonales y sociales que
se establecen en ésta se hacen cada vez más “simétricas”, basadas en el reconoci-
miento mutuo73 entre sus miembres,74 siendo el reconocimiento el fundamento
para una sana construcción de nuestra identidad y de nuestras relaciones inter-
personales y sociales.75
En esta lógica planteamos que co-construir una sociedad justa debería im-
plicar un cuestionamiento de todos aquéllos imaginarios sociales76 que signifi-

72  De Marco, 2021 (a).


73  Apartado 1.
74  En el presente capítulo utilizaremos un lenguaje inclusivo.
75  Ídem.
76  Con el término “Imaginario social”, nos referimos a aquéllos “magmas de significaciones imaginarias”
La desheterosexualización de la Ciudad de México

can a ciertos grupos de personas negativamente por ciertas características. Al


cuestionar estos imaginarios, habrá que evidenciar y combatir todos aquéllos
discursos y prácticas (individuales y colectivas) que se desprenden de estos ima-
ginarios y que provocan en sus víctimas un sufrimiento a menudo traumático.
En el presente texto nos centraremos en un colectivo específico de nuestras
sociedades: el colectivo lgbtqi+,77 constituido por personas no cisgénero78 y
que no encajan con el panorama cognitivo de una sociedad dominada por la
heteronormatividad79 y que viven, por tanto, en una condición (más o menos
elevada) de vulnerabilidad.80
Las mismas ciudades espacializan esta heteronormativización, haciéndose
excluyentes, peligrosas e inhibidoras para aquellas personas que transgreden
el sistema binario de género basado en la anatomía.81 En general, la hetero-
normativización del espacio urbano se materializa a través de la ausencia (o
la presencia enterrada) de lugares de esparcimiento y socialización para estas
personas, así como a través de fenómenos de guetización y autoguetización.

(Castoriadis, 1975), colectivamente construidos a través de la interacción comunitativa, que orientan y de-
terminan nuestros discursos en torno a la realidad y nuestras prácticas y acciones individuales y colectivas.
77  lgbtqi+ está por L (Lesbianas) G (Gay) B (Bisexuales) T (Transgénero) Q (Queer o Questioning) I
(Intersexual). Transgénero es un término “para definir una comunidad social y política que incluye
transexuales, transgéneros, travestis y otros grupos de género variable como drag queens y kings, lesbia-
nas butch, así como mujeres trans que cambian de sexo. Transgénero también se ha usado para referirse
a todas las personas que expresan el género de maneras no asociadas tradicionalmente con su sexo, se
identifiquen o no con el sexo de su nacimiento” (cfr. Whittle, 2000: 65, en Córdova Plaza, 2011: 55).
Por su parte, Queer (excéntrico) es usado para definir aquellas personas que expresan disenso ante la
heteronormatividad y el binarismo de género. Según una interpretación minoritaria, Q debería signi-
ficar questioning, es decir, aquéllas personas que aún no se sienten seguras de su orientación sexual y
aún se están cuestionando su propia identidad de género. Intersexual es aquella persona con caracterís-
ticas físicas diversas de aquéllas tradicionalmente asociadas a hombres y mujeres. La ciencia reconoce
cerca de cuarenta variaciones diversas de la intersexualidad (cfr. ídem). El “+” se usa para agregar a
la sigla todos los géneros, identidades y orientaciones sexuales que se llegaran a identificar. Algunas
personas han considerado necesario, por ejemplo, agregarle una “A” (para referirse a los “asexuales”)
y una “P” (para referirse a los pansexuales). Sin embargo, la sigla se presentaría demasiado larga y de
difícil difusión. No obstante, el debate en torno a esta sigla sigue abierto.
78  Con el término “cisgénero” nos referimos a todos aquéllos individuos cuya identidad de género coin-
cide con su fenotipo sexual (cfr. Schilt; Westbrook, 2009).
79  Con el término “heteronormatividad” entendemos la creencia de que la heterosexualidad sea la única
orientación sexual “normal” y, por tanto, legítima y aceptada normativamente (cfr. Harris, White,
2018) y que las relaciones sexuales y conyugales sean “apropiadas” sólo entre personas del sexo opuesto
(cfr. Goodman, Gorski, 2014).
80  La vulnerabilidad es aquella exposición al riesgo, aquella posibilidad de ser heridos y dañados sin la
posibilidad de sustraerse, que no permite el control individual y la libre elección (cfr. Fineman, 2009).
81  Con el término “binarismo de género” nos referimos a la convicción que existan sólo dos géneros: el
género masculino y el femenino.

225
Michaela De Marco

Esto hace que el espacio público no se pueda considerar verdaderamente tal, si


consideramos un espacio “verdaderamente público” cuando es de acceso libre,
abierto y seguro para todes, sin discriminación de algún tipo.82 En este orden
de ideas, regenerar el espacio público implicaría una serie de esfuerzos para vol-
verlo esencialmente “público”.
Evidentemente, los esfuerzos jurídicos hacia un mayor reconocimiento de
todas las personas sirven para crear un marco normativo que orienta a las per-
sonas hacia el reconocimiento mutuo y las obligue a reconocer a les demás. Sin
embargo, consideramos necesario emplear otras estrategias para que no haya
una desconexión entre sociedad y su propio marco normativo, orientadas a la
educación y a la sensibilización de la comunidad a un reconocimiento mutuo
entre todas las personas, más allá de las obligaciones legales.
En la Ciudad de México, así como en muchas otras ciudades del mundo,
se ha detectado una evidente desconexión entre el marco jurídico (cada vez
más abierto al reconocimiento de la comunidad lgbtqi+) y sus habitantes,
aún en su mayoría influenciades por el imaginario social conservador/hetero-
normativo.83 La discriminación, la marginación y la violencia que afronta la
comunidad lgbtqi+ ha hecho que estas personas hayan “salido del closet” y
hayan emprendido luchas para su reconocimiento,84 mediante presiones polí-
ticas a través de los medios y las redes sociales, negociaciones con las autorida-
des gubernamentales y reivindicando su derecho a la ciudad, apropiándose de
espacios urbanos específicos, retando abierta y provocativamente a la hetero-
normativización espacial. Una vez al año celebran su Gay Pride, manifiestan su
identidad y su orientación sexual en la calle, se han realizado murales y obras
de arte públicamente expuestas para expresar sus reivindicaciones sociales y su
derecho a amar libremente y sin miedo. La respuesta de los grupos conservado-
res ha sido violenta en muchas ocasiones.
Ante esta situación, en el presente trabajo, nuestro objetivo es analizar cómo
el espacio público plasma e influye en la marginación social y la exclusión de
la comunidad lgbtqi+ en la Ciudad de México, y cómo esto afecta en la auto-
construcción identitaria de les componentes de la mencionada comunidad. A
partir de esta reflexión, planteamos la necesidad de repensar a la regeneración
urbana como a una de las posibles estrategias para la sensibilización y la educa-

82  Rabotnikof, 2005: 28.


83  Apartado 2.
84  Apartado 1.

226
La desheterosexualización de la Ciudad de México

ción de la comunidad al justo reconocimiento de estos grupos vulnerables, con


el objetivo de construir colectivamente una ciudad y un espacio público que los
integre al resto de la sociedad.
Nuestra pregunta de investigación es la siguiente: ¿cómo tiene que plan-
tearse un proyecto de regeneración urbana en la Ciudad de México, inscrita
en el marco de las luchas para el reconocimiento de las comunidades citadinas
lgbtqi+?
Con el objetivo de responder nuestra pregunta de investigación, realizamos
una investigación de corte cualitativo, mediante entrevistas a personas de la co-
munidad lgbtqi+ de la Ciudad de México, para conocer su posición al respecto.
El presente trabajo está estructurado de la siguiente manera: en el primer
apartado analizamos la situación de la comunidad lgbtqi+ en la Ciudad de
México. En el segundo, expondremos el tema del reconocimiento y lo vincula-
remos a la situación específica de la comunidad lgbtqi+. Posteriormente, en el
tercer apartado, expondremos brevemente la metodología empleada para llevar
a cabo el trabajo de campo y, finalmente, en el último apartado, plantearemos
el análisis y la discusión para responder a nuestra pregunta de investigación.

La cdmx heteronormativa y la Ciudad de México


de las sexualidades disidentes

En los últimos veinte años, la Ciudad de México ha avanzado mucho en térmi-


no de desarrollo de los derecho legales de la comunidad lgbtqi+, mucho más
de muchas otras grandes ciudades del mundo y, seguramente, mucho más de
todas las demás ciudades de la República Mexicana.85

85  En 1997 la activista lesbiana Patricia Jiménez Flores ganó un escaño en el Congreso de la Unión; en
2000, otra activista lesbiana, Enoé Uranga, fue elegida como diputada de la Asamblea Legislativa de la
Ciudad de México; en 2002, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México estableció que la discri-
minación es un crimen. En 2006, el prd pudo incluir una plataforma lgbtq en el programa electoral
del partido, asignándole un espacio en su lista de candidatos. En 2008, se reconocieron las uniones no
contractuadas por matrimonio (“sociedad de convivencia”) también entre personas del mismo sexo. En
el mismo año, se estableció el acceso a curas hormonales y atención psicológica gratuita para el trans-
gender, además de facilitar la detección y cura de vih y otras enfermedades de transmisión sexual. En
2009, se reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho a adoptar. En 2011, se
reforzaron las medidas de la administración pública para prevenir y atacar la discriminación. Durante
los gobiernos de Marcelo Ebrard (2006-2012) y Miguel Ángel Mancera (2012-2018), la bandera del
arco iris ha sido utilizada como elemento simbólico para la promoción de la capital mexicana como
una ciudad abierta a la diversidad sexual. En 2013, las expresiones ofensivas hacia los homosexuales,
transgender, etcétera, se vieron vetadas y consideradas en el marco de la discriminación y de los daños

227
Michaela De Marco

Ya en los años ochenta y noventa, con la crisis de vih y la emergencia de


la cultura postmoderna/hedonista, animada por la liberación sexual y la dis-
co-music, se ha favorecido la ruptura del tabú de la diversidad sexual, abriendo
una reflexión colectiva en torno a la sexofobia, la heteronormativización y sus
consecuencias.86
En este contexto, los homosexuales han ido moviéndose en varios puntos
de la Ciudad de México, como la Zona Rosa y las colonias Roma, Condesa y
Juárez, y fueron autoconstruyéndose lugares donde pudieran sentirse libres de
explorar su sexualidad, sin sentirse limitades, juzgades o avergonzades87 y sin
miedo al acoso y a la violencia.
Estos espacios heterotópicos88 (inicialmente casi exclusivamente gay) favo-
recieron no sólo la construcción y la afirmación de una identidad de género
individual, libre del autoritarismo de las lógicas binarias de género, sino tam-
bién la formación de una identidad colectiva, capaz de organizar una resistencia
ante el imaginario social hegemónico conservador y articular una lucha por
el reconocimiento. Estas presiones políticas espacializadas han impulsado el
proceso de apertura política y jurídica hacia las personas pertenecientes a las
comunidades lgbtqi+ en general,89 aprovechando:
•  Las grandes dimensiones de la Ciudad de México que favorecen el contacto
interpersonal entre muchas personas;
•  La voluntad de la ciudad de entrar en el marco de las ciudades “globales”90
del planeta, que se estaban progresivamente adaptando al reconocimiento
de los derechos de la comunidad lgbtqi+ bajo sus fuertes presiones (como
New York, París y Londres);

morales, mientras, en 2014, la homofobia, la bisfobia, etcétera, fueron considerados crímenes. A


partir de 2015, es posible pedir una nueva acta de nacimiento donde se registra el sexo que el usua-
rio quería transmitir, sin tener que demostrar de haber sufrido una cirugía de cambio de sexo. Cfr:
Manzur Soda, 2017. Recientemente (para julio de 2020), las llamadas “terapias de conversión sexual”
se fueron tipificadas como delito. <https://elpais.com/mexico/sociedad/2020-07-27/salgan-demo-
nios-de-la-homosexualidad-en-el-nombre-de-cristo-la-trampa-de-las-terapias-de-conversion.html>,
y <https://www.lavanguardia.com/politica/20200724/482485030060/ciudad-de-mexico-sanciona-
ra-con-prision-las-terapias-de-conversion-sexual.html>, consultados el de30 de julio de 2020.
86  Ídem.
87  Ídem.
88  David Harvey habla de espacio heterotópico refiriéndose al sentido lefebvriano del término: un espa-
cio construido por grupos “diversos”, personas que no encajan en el mapa cognitivo construido por
el imaginario social dominante, un espacio “donde (este) algo diferente no sólo es posible, sino básico
para la definición de trayectorias revolucionarias” (Harvey, 2003).
89  Manzur Soda, 2017.
90  Sassen, 2011.

228
La desheterosexualización de la Ciudad de México

•  La presencia de muchos extranjeros de la comunidad lgbtqi+ en la Ciudad


de México, con buenos puestos de trabajo, y la necesidad de la ciudad de
manifestarse disponible hacia sus derechos;
•  El secularismo bien radicado en la constitución mexicana;
•  La transición política hacia la democracia y los gobiernos de izquierda más
progresistas y abiertos hacia la diversidad en general (la transición del pri91
al prd92 y hoy a Morena93 ha sido crucial).94

Como resultado de estos procesos, hoy los espacios urbanos desheterosexuali-


zados van perdiendo sus delimitaciones y van extendiéndose progresivamente
a otros espacios de la ciudad,95 reaccionando a la sexualidad heteronormativa,
percibida como moralista y “santurrona”. Estos espacios se configuran como
lugares de esparcimiento y socialización, donde el sexo libre de los códigos
autoritarios conservadores y la adrenalina erótica, que se desprende de esta
liberación, desempeña el papel protagónico.
Así se fueron multiplicando bares, antros, baños, “cuartos oscuros”, expo-
siciones artísticas, proyectos culturales/artísticos y galerías de arte temáticas,
sesiones de yoga desnudo, fiestas, fiestas secretas, espacios para recibir masajes
eróticos y hasta un lugar para experimentar sadomasoquismo, todos destinados
a la comunidad lgbtqi+.
Sin embargo, hay que puntualizar que muchos de estos espacios, a pesar
de ser reacciones abiertas y provocadoras de las restricciones heteronormativas,
a menudo se presentan restringidos a ciertos sujetos: en algunos no pueden
entrar las mujeres, en otros no son agradecides les heterosexuales y/o bisexuales
y/o queer/questioning, en varios no se agradece (o no está permitido) el ingreso
de personas transgénero. De esta forma, estos lugares espacializan las divisiones

91  El pri (Partido Revolucionario Institucional) es un partido político mexicano fundado en 1929 y
representa uno de los partidos más importantes de la historia contemporánea de México.
92  El gobierno del prd nace en 1989, y en 1997 gana la jefatura del gobierno del entonces Distrito
Federal (hoy Ciudad de México), en abierta oposición a las políticas del pri, consideradas represivas,
proponiendo una forma de gobierno más democrática y más abierta también hacia las demandas de
la comunidad lgbqi+ (Manzur Soda, 2017: 45).
93  Morena (conocido también como Movimiento de Regeneración Nacional, por el nombre de la aso-
ciación civil que le dio origen) es un partido político mexicano de izquierda, creado en 2011 e impul-
sado por el actual presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Actualmente, la jefa de
gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, pertenece a este partido.
94  A mediados del siglo XIX, el gobierno mexicano decidió separar la Iglesia del Estado. Este secularismo
se reafirmó en la Constitución de 1917 (Manzur Soda, 2017).
95  Ídem: 40.

229
Michaela De Marco

internas de la comunidad lgbtqi+ y la interiorización, por parte de ciertos


grupos, de la tendencia heteronormativa de categorizar a las personas a partir
de su identidad y orientación sexual.96
Abrirse a la comunidad lgbtqi+ ha sido conveniente también para el Go-
bierno de la Ciudad.

Al otorgar derechos de bajo costo (principalmente derechos civiles y políticos que


no representan grandes gastos), el gobierno obtiene beneficios económicos y so-
ciales (Manzur Soda, 2017: 53).

Es un hecho que la Ciudad de México, a través de estas estrategias, pudo


controlar las presiones de los activistas de la comunidad lgbtqi+ citadinas,
además de construir de sí misma la imagen glamourosa de una ciudad “abier-
ta” a la diversidad sexual, favoreciendo el turismo lgbtqi+.97 La industria del
turismo gay aumentó sus ingresos en los últimos años: en 2019 representó el
15 por ciento de toda la industria turística mexicana y se registraron 2.9 mi-
llones de turistas no-cisgénero cada año, quienes, en promedio, gastan 1,550
dólares por viaje (el 50 por ciento más que el turismo cisgénero).98 De esta
forma, los negocios de y para las sexualidades disidentes, al salir de la clandes-
tinidad, pudieron apoyar a la ciudad en sus entradas y en el enriquecimiento
de su agenda cultural.99
A pesar de esta apertura, la situación de la comunidad lgbtqi+ en la Ciu-
dad de México todavía no es la mejor. Primero, su desheterosexualización se
ve obstaculizada por las divisiones internas: en las entrevistas realizadas a lo
largo del trabajo de campo pudimos corroborar que la comunidad lgbtqi+ no
siempre se muestra unida en su interior, como debería, para afrontar la hetero-
normatividad.100 Además, como hemos mencionado, el país sigue enclaustrado
en una mentalidad conservadora, poco abierta al reconocimiento adecuado de
estas personas,101 lo cual hace que difícilmente los espacios heterotópicos lgbt-
qi+ se integren al resto de la ciudad y obstaculiza que estas personas se sientan

96  Profundizaremos este punto en el Apartado 4.


97  Manzur Soda, 2017: 53.
98  Fuente: <https://momentofinanciero.mx/turismo-gay-en-mexico-importante-en-la-economia/>,
consultado el 16 de agosto de 2020.
99  Manzur Soda, 2017: 53-54.
100  Apartado 4.
101  Fuente: <https://transrespect.org/en/map/trans-murder-monitoring/>, consultado el 20 de julio de 2020.

230
La desheterosexualización de la Ciudad de México

seguras y libres de manifestar su identidad y orientación sexual en el espacio


público en general.102
En el caso específico de las personas transgénero en la Ciudad de México,
la situación es aún más complicada. Un estudio realizado por la investigadora
Rocío Córdova Plaza en 2011 revela que muchas de estas personas han sufri-
do violencia, expulsión o abandono en sus familias. Además, una vez afuera,
encuentran muchas dificultades para encontrar un trabajo y una posición en
la sociedad. En algunas ocasiones hallan trabajo en los espacios de diversión
nocturna. Sin embargo, no son bien remunerados, por lo cual muchas veces la
prostitución es una elección obligada, a pesar de sus muchos riesgos.103
Consideramos que esta penosa situación se debe a que, por un lado, las
autoridades políticas trabajan con les activistes lgbtqi+ para mejorar el marco
legal y la industria turística de la ciudad trabaja para abrirse a este segmento
poblacional y, por el otro, aún no se han empleado estrategias adecuadas para
educar y sensibilizar a les habitantes al reconocimiento adecuado de la comu-
nidad lgbtqi+.
Podríamos decir que en su afán de aparentar ser progresista y cool, como
otras ciudades “globales” del planeta, la Ciudad de México ha sido atropellada
por el tren del progreso sin pasar por la historia (y no sólo en el específico tema
de los derechos de las comunidades lgbtqi+).
El resultado es que el espacio público, que debería ser de libre y fácil acceso
para todes sin discriminación, no lo es para muchas personas: se puede conside-
rar “verdaderamente público” sólo para los heterosexuales, lo cual significa que
no es “verdaderamente público”.
La actual jefa del Gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum Pardo,104 en
su “Ciudad de México: ciudad de la innovación y la esperanza. 2018-2024”,105
publicado en 2018, expresó las propuestas del nuevo gobierno para la erradica-
ción de los problemas de la urbe, manifestando ser consciente de las problemá-
ticas que afectan a la comunidad lgbtqi+. El documento se divide en grandes
áreas temáticas, dentro de las cuales se coloca el apartado “Fortalecimiento
y ampliación de derechos sociales para promover la igualdad y la inclusión”.
En éste la gobernadora propone programas para educar a una “cultura de la

102  Profundizaremos este punto en el Apartado 4.


103  Córdova Plaza, 2011: 61-65.
104  Doctora en ingeniería ambiental y activista del Partido de Regeneración Nacional (morena) y jefa
del Gobierno de la Ciudad de México a partir del 5 de diciembre de 2018.
105  Sheinbaum, 2018.

231
Michaela De Marco

paz”. En otro apartado, “Igualdad de derechos y equidad de género. Mejores


opciones de vida para las mujeres, garantizando y fortaleciendo el derecho a la
diversidad sexual”, se habla de la necesidad de afrontar las visiones conserva-
doras y la necesidad de dar a las mujeres y a les pertenecientes a la comunidad
lgbtqi+ todas las condiciones necesarias para elegir en total libertad, a través
de diferentes estrategias: 1. fortaleciendo los derechos logrados y combatiendo
la violencia de género y transhomofóbica; 2. fortaleciendo el sistema de cui-
dados establecido en la Constitución de la Ciudad; 3. integrando un gabinete
con participación paritaria y promover la paridad de género en todos los de-
más puestos gubernamentales de alta jerarquía; 4. ampliando los programas
de educación sexual; 5. creando campañas, redes solidarias y programas para
la seguridad ante la violencia en los diferentes ámbitos relacionales; 6. fortale-
ciendo y ampliando los derechos humanos, civiles y sociales para la diversidad
sexual; 7. generando campañas de sensibilización; 8. creando protocolos para
la Alerta de Violencia de género en las cuatro alcaldías con mayores índices de
violencia, y 9. apoyando la implementación de observatorios e instancias de
gobierno por la igualdad, no discriminación y acceso a la justicia de la comu-
nidad lgbtqi+.106 Consideramos interesante evaluar, en el futuro, los logros
de estas políticas.

La lucha para el reconocimiento de las sexualidades disidentes

Reconocer es significar como valiosa a otra persona: conocerla, respetarla y


valorar su contribución en la sociedad,107 considerarla partner con nuestros
mismos derechos en la interacción intersubjetiva y capaz de asumir responsabi-
lidades, ejercer autoridad y hacer frente a compromisos y deberes.108
Las relaciones de reconocimiento orientan las relaciones sociales: al reco-
nocerse mutuamente, los sujetos producen relaciones interpersonales positivas,
“simétricas”,109 que garantizan una buena vida en una sociedad justa.110 Al con-

106  Ídem: 45-46


107  Ricoeur, 2005: 24.
108  Brandom, 2007, en Iser Mattias, 2013.
109  Honneth, 1992, 1997: 158; Ricoeur, 2005: 81.
110  Los conceptos de “buena vida” y “sociedad justa” pueden resultar controvertidos: ¿Desde qué punto
de vista cultural calificamos una vida como buena y una sociedad como justa? Para contestar a esta
pregunta, nos referimos a la visión de Axel Honneth, quien, en su texto Patologías de lo social (Hon-
neth, 1994), precisa la necesidad de reconstruir “algunas condiciones elementales de la vida humana”
que todas las personas necesitan para sentirse a gusto, y la condición intersubjetiva para alcanzar una

232
La desheterosexualización de la Ciudad de México

trario, el no-/mis-reconocimiento111 construye relaciones “asimétricas”, descritas


por Hegel a través de la relación entre un “patrón” y su “esclavo”.112 En este
orden de ideas, la mutualidad es un requisito fundamental de las relaciones de
reconocimiento: el reconocimiento recibido por quienes no valoramos nunca
podrá ser “valioso” para nosotres113 y la falta de mutualidad compromete la si-
metría interpersonal y social, lo cual es fuente de malestar (como veremos más
adelante). Un verdadero y pleno reconocimiento no puede tampoco darse por
interés, no sería sincero; es, por tanto, necesario que se dé por empatía, para el
otro,114 porque asumimos su perspectiva115 y entendemos el sufrimiento que le
podríamos provocar116 al no-/mis-reconocerlo.
Las relaciones de reconocimiento, además de construir las relaciones inter-
personales y sociales, determinan y orientan la relación que el sujeto construirá
consigo mismo, su autoestima y autoconciencia.
De acuerdo con los estudios de diferentes teóricos del Reconocimiento,117
por efecto de la constitución intersubjetiva de la identidad, el reconocimiento
es requisito de una identidad bien lograda:118 las significaciones que la persona
atribuirá a sí misma dependerán de las significaciones que le serán atribuidas
por les otres.119 Más en detalle, Honneth demuestra cómo el no-/mis-reconoci-

“buena vida” es que el individuo reciba un adecuado reconocimiento (Honneth, 1994, en Piroma-
lli, 2012: 258). En este orden de ideas, una sociedad será considerada justa sólo si las expectativas
morales de todos sus miembros, su necesidad de sentirse reconocidos, serán plenamente satisfechas
(Piromalli, 2012).
111  Consideramos “misconocimiento” al no reconocer la humanidad del otro y “mal reconocimiento”
cuando no cuestionamos su humanidad, pero la consideramos de valor inferior (De Marco, 2021-a).
112  Al quererse superponer por encima del otro, en nombre de la propia auto-afirmación, se crea una
relación que Hegel describe a través de la imagen de la relación entre el esclavo y su patrón. A di-
ferencia de lo que superficialmente podríamos afirmar, al reducir el otro, tampoco el patrón recibe
un reconocimiento adecuado, porque el reconocedor ha demostrado ser un “mero” esclavo que no
cuenta como un juez autónomo y competente (Hegel, 1801-1806, en Iser Mattias, 2013). Por tan-
to, el reconocimiento de un esclavo no es verdaderamente suficiente para construir nuestra plena
autorrealización. Para que el yo se autorrealice, necesita reconocer al otro (Hegel, 1801-1807, en
Honneth, 1992).
113  Honneth, 1992, 1998: 28; 53; Honneth, 2010: 9.
114  Hegel, 1801-1807, en Honneth, 1992, 1997: 10-19; 29-30; Honneth, 2010: 8.
115  Honneth, 2010: 11.
116  De Marco, 2021-a.
117  Aquí, nos referimos en particular a los estudios de Hegel (1801-1807), Honneth (1992, 1998,
2010), Iser Mattias (2013) y Ricoeur (2005).
118  La identidad de un sujeto puede considerarse bien lograda cuando es “libre de orientaciones estables
y profundas a la prevaricación del otro y capaz de reaccionar al misconocimiento” (Piromalli, 2012:
186) y al no-reconocimiento.
119  Honneth, 1997; Iser Mattias, 2013.

233
Michaela De Marco

miento hace que las personas manifiesten la tendencia a sufrir de “sentimientos


de reacción negativa”, es decir, sentimientos de resentimiento, enojo y ver-
güenza,120 además de sufrir de “indeterminación”: una sensación de vacío, so-
ledad y apatía.121 Más grave aún, es el caso de los “esclavos felices”:122 aquellas
personas que viven el mis-/mal-reconocimiento sistemáticamente durante sus
vidas (“por ser estas prácticas hacia el otro emanaciones de un imaginario social
institucionalizado, interiorizado y vivido de forma totalmente heterónoma”123),
y, por tanto, no son plenamente conscientes del mal trato que sufren, conside-
rado, más bien, como algo “inevitable” y “normal”, haciendo que se conviertan
en cómplices de aquel sistema que los no-/mis-reconoce.124
En nuestro caso específico, las identidades y las orientaciones sexuales de
las personas lgbtqi+ se ven significadas por la sociedad heteronormativa como
“antinaturales” y patológicas. Estas significaciones se manifiestan a través de
prácticas negativas hacia estas personas: estigmatización, discriminación, acoso
y violencia, en el contexto familiar, educativo, sanitario, jurídico, laboral, reli-
gioso y comunitario.125 A consecuencia de la construcción intersubjetiva de la
identidad, algunas de estas víctimas llegan a atribuir a sí mismas las significa-
ciones que se les atribuye, llegando a internalizar la fobia y el rechazo hacia su
propia condición.126 Más en detalle, se ha estudiado que las personas lgbtqi+
que llegan a internalizar la transhomofobia, sufren de ansiedad y depresión
(minority stress127), y falta de tolerancia y/o empatía hacia sí mismas.128 Un estu-
dio ha revelado que las personas lgbtqi+ tienen 2.5 veces más probabilidades
de tener un historial de trastornos mentales durante la vida, en comparación
con los heterosexuales.129 Los resultados de varias investigaciones médico-psi-
quiátricas y psicológicas confirman que muchas de estas personas llegan a te-
ner autoestima baja,130 ansiedad, vergüenza, una sensación de insuficiencia e

120  Honneth, 1992, 1997: 165.


121  Honneth, 2001, en Piromalli, 2012: 140 y 258.
122  Hegel en Piromalli, 2012: 192.
123  De Marco, 2021-a.
124  Piromalli, 2012: 289; De Marco, 2021-a.
125  Bazargan y Galvan, 2012; Dispenza, Watson, Chung y Brack, 2012.
126  Fuente: Istituto A.T. Beck: <https://www.istitutobeck.com/mindfulness/minority-stress-omosessua-
lita-e-mindfulness>, consultado el 29 de julio de 2020.
127  El minority stress es estrés sufrido por los miembros de grupos minoritarios estigmatizados (Meyer, 2003).
128  Stitt, 2020.
129  Ídem.
130  Newcomb, Mustanski, 2010.

234
La desheterosexualización de la Ciudad de México

inferioridad, así como expectativas de rechazo social y no aceptación,131 por lo


cual manifiestan la tendencia a encerrarse y a ocultar su verdadera identidad
y orientación sexual y muchos llegan a manifestar un verdadero odio hacia
otras personas lgbtqi+. En algunos casos, presentan pensamientos suicidas (y
algunas llegan a suicidarse132), comportamientos autolesivos, uso de drogas y
alcohol,133 trastornos autísticos, frustración, depresión y sentimientos de sole-
dad.134 Además, como nuestro estado mental está ligado a nuestro estado de
salud física, se ha demostrado que las personas lgbtqi+ tienen un mayor riesgo
de manifestar algunos tipos de cáncer y disfunción inmune.135
Evidentemente, estos malestares dependen mucho del contexto cultural y
familiar de pertenencia, de la edad, del nivel educativo, de la posición social y
laboral, de las condiciones de salud y económicas, entre otros factores.136
Muchas veces se culpan a las mismas personas lgbtqi+ de su situación
de vulnerabilidad. A menudo se “esconden las responsabilidades sociales en la
permanencia de las desigualdades”137 y aquí coincidimos con Martha Fineman,
quien considera la necesidad de analizar el tema de la vulnerabilidad siempre
considerando la dimensiones estructurales, sociales, económicas y culturales de
la desigualdad y de la distribución del poder, responsables de la vulnerabilidad
que ciertas personas sufren dentro de sus sociedades.138
En este contexto, es importante precisar que las personas “despiertas” ante
estas injusticias tienen mayores posibilidades de rescatarse psicológica y social-
mente, además de ser las únicas capaces de “liberar” también a todas aquellas
personas que sufren la injusticia pasivamente. En este orden de ideas, la lucha
para el reconocimiento de los grupos lgbtqi+ es legítima y necesaria. Por el
contrario, la lucha de los grupos más conservadores en su contra no puede
ser considerada tal, por ofender y patologizar la condición del otro, contrapo-
niéndose a éste con la finalidad de prevalecer, estableciendo con este grupo de

131  Istituto A.T. Beck: <https://www.istitutobeck.com/mindfulness/minority-stress-omosessuali-


ta-e-mindfulness>, consultado el 29 de julio de 2020.
132  Cochran, Mays, 2000; Gilman, Cochran, Mays, Hughes, Ostrow, Kessler, 2001. Cochran, Mays,
2000; Burgard, Cochran, Mays, 2005.
133  Meyer, 2003; “Guidelines for Psychological Practice with Transgender and Gender Nonconforming
People”, American Psychological Association, 2009, en <https://www.apa.org/practice/guidelines/trans-
gender.pdf>, consultado el 29 de julio de 2020; Cochran, Mays, 2000; Burgard, Cochran, Mays, 2005.
134  American Psychological Association, 2012.
135  Bowen, Boehmer, y Russo, 2003; Lick, Durso, y Johnson, 2013.
136  Idem.
137  Casalini, 2011: 360.
138  Fineman, 2009.

235
Michaela De Marco

personas una relación asimétrica139 y, por tanto, injusta y dolorosa. Siempre es


importante tener en mente que una verdadera lucha para el reconocimiento es
siempre “una lucha colectiva finalizada a la instauración/restauración de rela-
ciones simétricas”.140
¿Cómo podemos apoyar a estas personas en sus luchas para el reconoci-
miento? La American Psychological Association indicaba, en su reporte de
2012, la necesidad de rehabilitar psicológicamente a estas personas, además
de participar en la construcción de un ambiente social más reconosciente. En
sus guidelines se hace también referencia a la necesidad de cuestionar las cons-
trucciones sociales alrededor del género por ser inadecuadas para alcanzar el
bienestar y la justicia social.141
Es evidente que muchas de las personas mis-reconocientes no sean ni siquiera
plenamente conscientes de las repercusiones psicofísicas del misconocimiento
que otorgan a las personas lgbtqi+, además de vivir de forma del todo hete-
rónoma con los imaginarios sociales culpables de esta situación. A partir de
esto, planteamos la necesidad de actuar para revertir esta incómoda situación,
mediante estrategias de carácter pedagógico y no sólo jurídico.
Si consideramos que el espacio en que vivimos es un producto de nues-
tros imaginarios y del sistema (político, económico, social y cultural) que de
estos imaginarios se desprende, es evidente que éste materializa espacialmente
la marginación social, socioeconómica y sociocultural (y los productos de esta
marginación) de ciertos grupos, en las ciudades y pueblos donde vivimos. Por
tanto, consideramos que a partir de una reformulación de nuestro espacio vital,
podríamos revertir la marginación que éste espacializa, si bien esta reformula-
ción asume un carácter pedagógico.
En el presente capítulo nos preguntamos: ¿cuál podría ser el rol que un
proyecto urbano de regeneración puede desempeñar en el marco de esta lu-
cha? Por medio del trabajo de campo, pudimos explorar la posición que les
mismes miembres de la comunidad lgbtqi+ de la Ciudad de México tienen
al respecto.

139  Honneth en De Marco, 2021-a.


140  Piromalli 2012, en De Marco 2021-a.
141  Guidelines for Psychological Practice with Transgender and Gender Nonconforming People. Ame-
rican Psychological Association, 2009: <https://www.apa.org/practice/guidelines/transgender.pdf>,
consultado el 29 de julio 2020.

236
La desheterosexualización de la Ciudad de México

Marco metodológico

Nuestro instrumento de investigación fue un microtrabajo de campo mediante


entrevistas estructuradas virtuales142 a 17 personas de diferentes identidades u
orientaciones sexuales, a partir del empleo del método empírico, cualitativo y
fenomenológico. También se empleó la técnica “bola de nieve”.143
Las edades de nuestres entrevistades oscilan entre 20 y 40 años, pertenecen
a niveles educativos superiores o universitarios distintos, desempeñan diversas
actividades laborales y, todes, actualmente viven y/u operan en la Ciudad de
México. Elegimos este segmento a partir de la necesidad de confrontarnos con
personas “despiertas”, es decir, personas instruidas, conscientes de las injusticias
que la comunidad lgbtqi+ sufre y conscientes de la importancia de la inclusión
de la comunidad en la ciudad y en el espacio público.
En el próximo apartado expondremos la discusión y los resultados de nues-
tra investigación. A continuación, exponemos la identidad/orientación sexual
de nuestres entrevistades, a quienes atribuimos seudónimos (tabla 1):

1.Elektra Lesbiana
2.Blanca Lesbiana
3. Ricky Demi-sexual
4. Ángel Bisexual
5. Pray Queer
6. Damon Gay
7. Esteban Gay
8. Stan Bisexual
9. Candy Bisexual, “pero no practicante”
10. Lemar Gay/Pansexual
11. Lulu Queer
12. Costas Gay
13. Shadow Gay
14. Chris Gay

142  Larazón del uso de la herramienta virtual es la pandemia covid-19 que nos afectó en los
trabajos de campo, para esta investigación.
143  Técnica que consiste en identificar un narrador a partir de otro.

237
Michaela De Marco

15. Manhattan Gay


16. Jonas Gay
17. Tess Homoflexible

Tabla 1. Elaboración propia.144

Las preguntas de las entrevistas se dividen en tres grupos: con las del primer
grupo tratamos de individualizar el perfil de nuestres entrevistades; con las pre-
guntas del segundo grupo, exploramos la relación que les entrevistades tienen
con su entorno urbano, mientras, con las preguntas del grupo 3, tratamos de
entender las significaciones que estas personas tienen alrededor de la regenera-
ción urbana y su posición en torno a la función que ésta podría desempeñar en
las luchas para el reconocimiento de la comunidad lgbtqi+.

Discusión

De acuerdo con las entrevistas analizadas, el presente apartado está estructura-


do de la siguiente forma: 4.1. “Identidad lgbtqi+ en el espacio público de la
Ciudad de México”: 4.2. “¿Qué es la regeneración urbana?” y 4.3. “Regenera-
ción urbana reconociente de la comunidad lgbtqi+”.

Identidad lgbtqi+ en el espacio público de la Ciudad de México

Nuestres entrevistades manifestaron relaciones diferentes ligadas al espacio públi-


co de la Ciudad de México. Todes sienten que la capital satisface sus necesidades,
por su grandes dimensiones y su gran oferta cultural y de servicios. Sin embargo,
la mayoría percibe el espacio público de la ciudad “hostil”, percibe miedo e inco-
modidad a la hora de vivirlo, a pesar de todos los logros legislativos.145
A lo largo de nuestras entrevistas hallamos que el miedo está vinculado a
sus identidades y orientaciones sexuales: no hay espacio totalmente seguro para

144  Desafortunadamente a causa de la emergencia sanitaria que estamos viviendo no logramos ponernos
en contacto con personas transgénero: una comunidad, indiscutiblemente importante, para enten-
der el fenómeno estudiado de forma más completa. De hecho, sería interesante mejorar los resulta-
dos de esta investigación, a través de un trabajo de campo más extenso, posiblemente no virtual, a
través de entrevistas semiestructuradas, con una muestra de entrevistades más heterogénea desde el
punto de vista socio-económico, sociocultural e identitario.
145  Apartado 1.

238
La desheterosexualización de la Ciudad de México

quienes desafían las estrictas reglas de la heteronormatividad. Les úniques tres


entrevistades que manifestaron sentirse “segures” en el espacio público de la
Ciudad de México, de toda forma, se refirieron a la incomodidad que viven al
sentirse observades, lo cual es percibido como una forma de acoso, y admiten
la existencia de actos de violencia en contra de la comunidad lgbtqi+. Aquí
reportamos un fragmento de estas narrativas:

No he restringido mis comportamientos afectivos y nunca he sido víctima por


ello. Sin embargo, he sido testigo de actos de violencia contra otras personas lgb-
tqi+ […] (Elektra).

Asimismo observamos que las mujeres, en general e independientemente de su


orientación e identidad sexual, no se sienten seguras y libres de vivir el espacio
público, debido a la inseguridad general que se vive en México, a la cual se agre-
ga aquélla generada por, entre otras cuestiones, la cosificación, la sexualización
y la vulneración de la mujer en el imaginario social dominante (en México y en
muchos otros países del mundo). Cosificación, sexualización y vulneración que
se manifiestan, entre otras cosas, a través de acciones, prácticas ofensivas y vio-
lentas hacia las mujeres, que, en ocasiones, llegan a desembocar en asesinatos:
en 2019, los feminicidios en la Ciudad de México crecieron en 58 por ciento,
en comparación con 2018, y hubo 68 víctimas.146 Esto hace que las mujeres,
en general, sientan la necesidad de pasar lo más “desapercibidas” posibles en el
espacio público, casi autocensurando su feminidad, para limitar al máximo la
posibilidad de sufrir acoso y violencia:

En cuanto mi manera de vestir, trato de ser lo más sencilla y precavida que puedo
con lo que uso, ya que la Ciudad de México es un sitio peligroso para las mujeres
y tengo miedo de ser violentada o atacada sexualmente (Ángel).

La condición de la mujer en México (y no sólo en México) se liga también a las


significaciones colectivas atribuidas al hombre: el hombre heterosexual se ve, a
menudo, significado como el sujeto “fuerte”. A esta fuerza se le atribuyen cier-
tas características, entre las cuales destacan la invulnerabilidad, el pragmatismo,
la falta de sentimentalismo y la agresividad (Serrano Gallardo, 2012). A partir

146  <https://www.eleconomista.com.mx/politica/Feminicidios-crecen-en-la-Ciudad-de-Mexi-
co-20200219-0123.html>, consultado el 10 de agosto 2020.

239
Michaela De Marco

de estas significaciones, al hombre se le proporciona, en general, la función de


“protector” de la mujer y se le considera más peligroso a la hora de afrontarlo.
Esto, además de enclaustrar el sujeto masculino en una identidad preconstitui-
da, limitando su libertad de autoconstruirse su propia identidad, hace que las
mujeres se sientan “seguras” sólo en compañía de un hombre.
Cuando las mujeres son bisexuales o lesbianas, la situación se complica,
porque, además de “vulnerables”, se perciben como transgresoras de la hete-
ronormatividad. A esto se le agrega el morbo que se construye socialmente
alrededor de la “pareja lesbo”, probablemente ligado a cierta pornografía no
acompañada de una adecuada educación sexual. Por esta razón, en general,
hallamos que las lesbianas/bisexuales manifiestan sentirse aún más “incómo-
das” cuando manifiestan su atracción o afecto hacia otra mujer en el espacio
público. A este propósito seleccionamos las siguientes intervenciones:

No me sentiría del todo cómoda de manifestar mi identidad sexual con personas


que no fueran “opuestas” a mi género, de la única manera en que es aceptado,
porque se vería en riesgo tanto la integridad de la otra persona como la mía […]
habría una cosificación y sexualización de lo que sería una pareja lesbo (Lulu).
Cuando salgo con chicos no hay nada de qué preocuparse, sin embargo, cuan-
do deseo besar o simplemente tomar de la mano a otra chica, puedo percibir en
el entorno el acoso de la gente, las miradas prejuiciosas, el morbo, e incluso, he
sufrido discriminación e insultos por expresar libremente mi identidad sexual.
Estos duros acontecimientos han ocurrido tanto en la calle como en el transporte
público como Metro y Metrobús (Tess).

También los hombres bisexuales/homosexuales afirman sentirse en peligro o,


por lo menos, incómodos al manifestar públicamente afecto o atracción hacia
personas del mismo sexo. La homo-/bi-sexualidad parece provocar la pérdida
de aquella invulnerabilidad y fuerza, atribuida exclusivamente al hombre hete-
rosexual, por ser los homo/bi-sexuales significados como “menos-hombres” de
los hombres heterosexuales. Sus identidades y orientaciones sexuales se signifi-
can, a menudo, como una culpa, una enfermedad o una debilidad que, para al-
gunos, necesita ser castigada. A continuación, reportamos una de las narrativas
de nuestres entrevistades:
Sinceramente no [me siento seguro]; hoy en día la sociedad aún sigue un poco
desinformada acerca de qué es ser una persona homosexual y piensan que al be-
sarnos o tomarnos de la mano estamos haciendo un daño al mundo y la realidad
es otra (Manhattan).

240
La desheterosexualización de la Ciudad de México

El temor de estas personas se extiende a la relación con las instituciones, aún


percibidas profundamente machistas: en este caso, al odio homofóbico se le
agrega el sistema corrupto que las domina. Aquí seleccionamos una de las na-
rrativas que refleja esta situación:

Llegan a causar temor los de la policía, ya que ellos llegan a extorsionarte con el
pretexto que realizas faltas a la moral sin haber realizado algún acto sexual u otro
que justifique la acción (Shadow).

Aunque no tuvimos la oportunidad de entrevistar a personas transgénero,


nuestres informantes aseguran que la condición de un trans es más dura aún. La
sexualidad de las personas trans se percibe como ambigua, desafía las fronteras
entre géneros, diluye los límites corporales, contradiciendo el modelo básico
utilizado para categorizar a las personas (Douglas, 1973). Uno de nuestres en-
trevistades nos cuenta:

Sólo en una ocasión fui discriminado. Se trató de una ocasión en la que por expe-
rimento escolar, me vestí de mujer y caminé por la calle y pedí un taxi para llegar
al aula. Dos taxistas me rechazaron diciendo que les habían llamado para realizar
un servicio y que por tanto no podía subirme. Llegando al sitio donde estaba mi
aula, dos señoras me fotografiaron (Damon).

A lo largo de nuestro análisis corroboramos que el misconocimiento que


estas personas sufren cotidianamente se extiende, a menudo, a todas las
esferas relacionales: las esferas primarias (las relaciones con la familia, les
compañeres de escuela y trabajo, parejas, entre otras), en las relaciones con
la sociedad civil y con las instituciones. Ante esta situación, detectamos que
también varies de nuestres informantes, de nivel sociocultural relativamente
alto y conscientes de la problemática que les aflige, llegan a experimentar
diferentes “sentimientos de reacción negativa”: entre ellos figura la rabia
ante la injusticia, que hace que la víctima quiera retar la arrogancia de su
agresor, provocándolo, para liberarse de la victimización y pretender su re-
conocimiento:

Aun así, si no me siento inseguro, incluso lo hago a propósito para molestar a


quien me mira mal (Damon).

241
Michaela De Marco

Sin embargo, hallamos que la reacción más evidente entre nuestres informantes
es la de evitar el conflicto disimulando la propia identidad y orientación sexual
en el espacio público. En muchas ocasiones, al haber vivido discriminación y
violencia sistémica a lo largo de sus vidas, las personas llegan a generalizar a sus
interlocutores y les consideran todes potencialmente discriminadores y violen-
tos. Por esta razón, ocultan en público su verdadera identidad, exponiéndola
exclusivamente en el ámbito privado. Seleccionamos la siguiente narrativa que
nos muestra esta realidad:

Cuando salgo con una mujer suelo ser más conservadora y dejar las muestras de
afecto en lo privado, ya que esto causa cierto morbo en los espectadores, lo que
suele ser incómodo (Ángel).

Sin embargo, uno de nuestres entrevistades manifiesta ser consciente de que


ocultar su identidad y orientación sexual no es lo adecuado para resolver el
problema que aflige a su comunidad: al no cuestionar abiertamente la hetero-
normatividad se le concede la victoria sin que haya luchado:

Lo que definitivamente me permitió hablar y expresar mi sexualidad con amis-


tades y familia (los más cercanos) fue el hecho de tener pareja. Todo lo dicho se
enmarca en una serie de conductas que no dejo de heterosexualizar, de performan-
cear [sic] para ser más parecido a un heterosexual. Lo comprendo y es algo que
intento todo el tiempo modificar para partir de una postura política liberadora, en
la que las valoraciones de masculinidad o feminidad dejen de estar en dos polos y
sobre todo en valoraciones positivas y negativas (Costas).

Otra reacción que observamos es la interiorización de la necesidad de catego-


rizar a las personas según su identidad y orientación sexual, dentro del mismo
grupo lgbtqi+, lo cual produce una “marginación dentro de otra margina-
ción”. A continuación tres segmentos de las entrevistas en lo que podemos dar
cuenta de esto:

Las personas trans y queer siguen siendo discriminadas aun dentro de la misma
comunidad. Esto es: son personas marginadas dentro de la marginación (Chris).
El mayor rechazo lo he sufrido, no por parte de mis núcleos sociales más cer-
canos, sino más bien por el grupo de la comunidad lgbtq+, ya que las personas
bisexuales siguen viéndose como seres confundidos y curiosos (Ángel).

242
La desheterosexualización de la Ciudad de México

Batallo mucho con las etiquetas, sorprendentemente más de parte de la comu-


nidad lgbtqi+. La identidad sexual, me parece, se considera un aspecto rector del
cual se espera que dicte conductas, vestimentas, posturas, lenguaje y mucha otras
cosas […] esas etiquetas resultan rígidas y opresivas. Al intentar definirse, la gente
reproduce discursos parecidos de los que se pretende liberar […] ha resultado
difícil relacionarme cuando la comunidad lgbtiq+ exige comportamientos de la
misma manera que hace la heteronormatividad (Pray).

Podríamos interpretar esta tendencia como un intento por parte de les “escla-
ves” de colocarse, respecto de otros sujetos igualmente devaluados y margina-
dos, en la posición del “patrón”.147 Al sentirse “patrones” de ciertos sujetos,
logran sentirse “liberades” de la humillación, que es intrínseca de su condición
de “esclavitud” en el ámbito de la sociedad heteronormativa.
A través de nuestras entrevistas, corroboramos que la marginación social de
estas personas se materializa espacialmente en el hábitat que viven cotidiana-
mente y llega a manifestarse en la percepción que las mismas personas constru-
yen alrededor de su espacio.
Por ejemplo, varies de nuestres entrevistades diferencian su percepción de
la seguridad en el espacio público según el barrio donde se encuentran: hay
barrios donde se sienten más cómodes y segures, y barrios donde perciben más
hostilidad. A seguir, reportamos sólo dos de este tipo de narraciones:

En zonas más abiertas (Condesa, Roma, Narvarte, Ciudad Universitaria), me sien-


to libre de manifestar mi identidad sexual. Hay zonas que prefiero no besarme con
mi pareja o ser más recatado por seguridad (El Centro, la Doctores, Tepito). Hay
zonas en las que me siento juzgado por besarme o mostrar afecto a mi novio por
prejuicios morales (Polanco, Las Lomas) (Damon).
En el sur y norte de la ciudad es un poco estilo provincia. Las personas siguen
siendo mochas y conservadoras. Es sólo en las áreas centrales que me siento con
total libertad de besarme en la calle (Chris);

Como hemos explicado (Apartado 1), la hostilidad percibida hacia su iden-


tidad y su orientación sexual en el espacio público en general hizo que estas
personas se hayan reapropiado de ciertos espacios de la ciudad (en la Ciudad
de México, así como en otras urbes del mundo). Nuestres informantes nos
confirman que en ciertos espacios en la cdmx sienten poder actuar libres de los

147  Nos referimos aquí a la relación esclavo-patrón ilustrada por Hegel. Apartado 2.

243
Michaela De Marco

condicionamientos sociales ligados a las categorizaciones heteronormativas de


las cuales son víctimas, donde pueden encontrarse y manifestar su verdadera
identidad y orientación sexual sin sentirse avergonzades o juzgades, y, de esta
forma, experimentan finalmente el reconocimiento que necesitan:148

Me gusta mucho que existan (barrios como éstos). Cuando comencé a explorar
mi identidad sexual, estos barrios […] han representado para mí un refugio libre
de discriminación que me permitió expresar libremente mi sexualidad sin sufrir
algún tipo de violencia (Tess).

Estes informantes hacen asimismo referencia al sentimiento de pertenencia que


estos espacios producen: al ser misconocides por la sociedad heteronormativa,
estas personas se autoconstruyen en estos espacios, una “nueva familia”, libre
de la violencia y del moralismo de los núcleos sociales en los cuales crecieron,
creando, de esta forma, un nuevo núcleo social donde logran experimentar el
reconocimiento que necesitan y así recuperarse psicológicamente y rescatarse
socialmente. En estos espacios, finalmente libres de las categorizaciones hetero-
normativas, además de explorar su identidad sexual individual, logran construir
una identidad colectiva junto con les demás. En palabras de nuestres narradores:

Creo que es bueno que haya (de estos espacios) en la ciudad, dan un sentimiento
de pertenencia (Lemar).
[En estos espacios] puedes encontrar personas que te ayudan a descubrirte y
deconstruirte más a fondo […] cada vez que voy obtengo experiencias que me
hacen deconstruirme como persona […] (Ángel).
Es importante ver a otros como tú, reconocerte en sus expresiones de afecto,
lenguajes (Costas).
Creo que (estos barrios) son importantes porque permiten que la gente con
visiones similares del mundo generen puntos de encuentro y de articulación social
[…] (sintiéndose) segures y arropades por su comunidad (Ricky).

Por lo general, hallamos que a mayor apropiación espacial corresponde ma-


yor visibilización, lo cual favorece la construcción de un espacio más libre
y tolerante:

148  La mayoría de nuestres informantes coincide en que la Zona Rosa (Colonia Cuauhtémoc) y al Cen-
tro Histórico sean los más “abiertos” y a estos siguen la colonia Condesa, Roma y Juárez.

244
La desheterosexualización de la Ciudad de México

Un área segura (es un área) con gran presencia de espacios para personas lgbt
(Shadow).
Hay colonias en los que la comunidad lgbtqi+ está más presente, donde se
han apropiado del espacio para la expresión de su identidad sexual de forma más
abierta (Pray).

Aunque no todes lo perciban, estos espacios, al ser reinterpretados y recons-


truidos por estes habitantes, también se manifiestan, a menudo, con una es-
tética diversa:

La Zona Rosa es (de hecho) más “afeminada”: colorida, erótica, desafiante (Damon).
[…] Porque la cultura queer se ha hecho de una estética propia, muchas veces
basadas en el kitsch, el camp y el cringe, que son estéticas que representan posturas
éticas, políticas e identitarias. Los espacios reproducen estas estéticas como una
forma de apropiación (o incluso desterritorialización) y expresión de la identidad
sexual (Pray);

Sin embargo, algunes de nuestres informantes no perciben estos espacios como


verdaderos “barrios lgbtqi+”, y no les agradan por abrirse a la comunidad nada
más durante las horas nocturna, para luego incorporarse a la ciudad heteronor-
mativa durante el resto de la jornada. Por ejemplo:

Me da la impresión de que las personas de la comunidad que los frecuentan pocas


veces viven ahí, por lo que no necesariamente pienso que sean “barrios gay”, ya que
yo asocio el concepto de barrio no solamente con las actividades económicas, sino
con la residencia y lo que ello conlleva: actividades íntimas y personales (Elektra).
Casi siempre hago lo mismo (en estos espacios). Es un lugar de citas y para
salir a bailar y divertirme con mi pareja […] puesto que de día no hay más activi-
dades qué hacer (Tess).

En el presente estudio pudimos corroborar que el reconocimiento que estas


personas necesitan no se puede reducir sólo a los momentos de ocio (y menos
al ocio exclusivamente nocturno): necesita más bien manifestarse durante toda
su vida cotidiana.
También, a lo largo de nuestras entrevistas, hallamos que algunes de nues-
tres informantes perciben a estos barrios más bien como “guetos” para “personas
diversas”, lo cual resulta desagradable:

245
Michaela De Marco

En cdmx no existen barrios lgbt, existe una zona roja que se volvió de tolerancia
para las personas lgbt y en donde se concentran la mayor parte de sex shops, salo-
nes de belleza, billares, bares y discotecas gay o gay friendly (Blanca).

En estas entrevistas se hizo varias veces referencia al tema de la autoguetización.


Estes informantes describen estos espacios como pequeñas zonas de confort
donde algunas personas se han encerrado por miedo a la ciudad heteronormati-
va, cuando más bien deberían esforzarse para pretender el reconocimiento que
merecen e integrarse con el resto de la ciudad (y de la sociedad). Estas posturas
se ven bien resumidas por la narrativa de nuestro entrevistado Jonás:

No me gusta estar en lugares en donde se autosegregan las personas. Es como un


lugar para puros indígenas o lugares para puros blancos. Escojo mis lugares por lo
que el lugar me ofrece, no por quien lo frecuenta (Jonás);

En este orden de ideas consideramos interesante la propuesta de Costas, quien


sugiere cuestionar las construcciones simbólicas heteronormativas del espacio,
con el objetivo de superar el fenómeno de la guetización/autoguetización de la
comunidad lgbtqi+ dentro de la ciudad:

[Se debería favorecer el cuestionamiento de los] clichés que suponen que los ho-
mosexuales [que es desde donde hablo yo] habitan ciertos espacios y otros no, lo
que significaría “tolerancia” ahí, pero no en los espacios que no les corresponden,
como si existir fuera de ellos tuviera que penalizarse (Costas).

En todas sus intervenciones, nuestres informantes manifestaron su necesidad


de ser finalmente reconocides por el resto de la comunidad y expresaron su
necesidad de integrarse plena y libremente en la vida citadina como cualquier
otra persona heterosexual.

¿Qué es la regeneración urbana?

A partir de las definiciones proporcionadas al término “regeneración urbana”


por nuestres informantes, reflexionaremos en torno a las significaciones que
estas personas construyen alrededor de este tema.
Sólo cuatro de nuestres diecisiete informantes ofrecen una definición muy
general de regeneración urbana y algunes la asocian estrictamente a procesos

246
La desheterosexualización de la Ciudad de México

destinados a la mejoría del espacio físico-arquitectónico. De los cuatro, Elektra


señala los riesgos de estos procesos a nivel social. A continuación, mostramos
su visión:

Asocio la regeneración urbana con una serie de procesos que buscan revalorizar
espacios urbanos que están perdiendo las condiciones positivas de imagen y usos
mediante la inversión en espacios públicos y privados. Incluye riesgos como el
encarecimiento del suelo y la consecuente limpieza social (Elektra).

Sin embargo, todes les demás informantes asocian la regeneración del espacio
físico-arquitectónico con la necesidad de adaptar la “estructura-ciudad” a los
nuevos requerimientos de la sociedad. Evidentemente, cuando hablan de “nue-
vos requerimientos”, se refieren a las necesidades de las personas de sentirse
finalmente libres y segures de explorar y expresar su identidad y orientación
sexual. A partir de esto, consideran la “regeneración urbana” como el conjunto
de procesos que acompañan a las ciudades a ser más incluyentes y seguras para
todes, sin discriminaciones. En palabras de nuestres narradores:

[“Regeneración urbana” es] volver a construir los cimientos para tener un “edifi-
cio” [arquitectónico-urbano] adecuado, que aguante las nuevas estructuras [socia-
les] (Stan).
Para mí [“regeneración urbana”] significa hacer un análisis de los espacios y sus
funciones para quienes los transitan y/o habitan y evaluar si contestan a las necesi-
dades de nuestra época. Entonces, volver a planificar y diseñar, el establecimiento
de áreas comunes y locales que mejoren las condiciones de vida para las personas
de la ciudad (Tess).
[Regenerar una ciudad es] volverla incluyente en sentidos simbólicos, de acce-
sibilidad, mobiliario y también con respecto a límites que permitan a las personas
realizar sus actividades y prácticas sin ser violentadas o agredidas (Costas).
La regeneración urbana significa, para mí, que la ciudad sea un lugar de en-
cuentro entre personas y visiones del mundo, un espacio de recreación y esparci-
miento físico, emocional, sexual, psicológico y artístico (Ricky).

La mayoría de nuestres informantes coincide en considerar la regeneración


de un espacio como un instrumento de reformulación de la socialidad entre
las personas. Por tanto, la creación de un espacio más amistoso e incluyente
podría favorecer el bienestar general de las personas y las comunidades. Por
ejemplo:

247
Michaela De Marco

[Regeneración urbana es] resolver los problemas que enfrenta una ciudad, tanto
sociales, económicos y ambientales, reconfigurando las relaciones sociales a través
del espacio y su significación (Pray).
Un proyecto urbano es de gran importancia, ya que de alguna forma se crean
las condiciones en las que se va a desarrollar la sociedad (Tess).

En algunos casos, dentro de este grupo de informantes, intuimos una confu-


sión entre lo que es “regeneración urbana” y lo que es “regeneración social” y
aquí reportamos sólo una de estas intervenciones:

[Regenerar una ciudad] sería principalmente desechar muchas ideas que llevamos
cargando como sociedad desde hace mucho tiempo y empezar a aceptarnos o al
menos respetarnos unos a otros (Esteban).

Ahora bien, consideramos que esta confusión sea “natural”, si estamos hablan-
do de un grupo de personas que vive sistemáticamente acoso y discriminación
y siente la urgencia de mejorar su entorno social a través de cualquier medio.
En este contexto, la regeneración urbana se percibe como uno de los medios
posibles a este fin. Exploraremos este punto en el próximo apartado.

Regeneración urbana reconociente de la comunidad lgbtqi+

Finalmente, preguntamos a nuestres informantes cuál podría ser el rol del


proyecto de regeneración urbana en la lucha para el reconocimiento de las
personas lgbtqi+ en la Ciudad de México. Entre todes, sólo uno de nuestres
informantes no cree que la regeneración urbana pueda constituir una he-
rramienta de lucha. Mientras, el resto de nuestres narradores, como hemos
constatado en el apartado anterior, opina de forma diferente, considerando
al espacio y los procesos reinterpretativos y reconstructivos físico-arquitectó-
nicos y simbólicos del mismo, como estrategias de rearticulación social. Así,
pues, afirman que si la “regeneración urbana” quiere mejorar las relaciones
sociales, necesita crear espacios bien integrados con el resto de la ciudad,
capaces de integrar a las comunidades citadinas. He aquí algunos ejemplos
que muestran esta mencionada situación:

[La comunidad no debe estar] segregada a barrios sino que forma parte de su te-
jido social (Damon).

248
La desheterosexualización de la Ciudad de México

[Es importante] que se abran los espacios a que los miembros de la comunidad
puedan sentirse libres fuera de los barrios típicos (Candy).
Para mí [regenerar una ciudad] significaría crear, para las nuevas generaciones,
espacios donde no se divida, sino que se integre […] [hay que] facilitar la conexión
humana; estamos diseñados biológicamente para tal propósito, a falta de conexión
hay sufrimiento y dolor (Chris).
Se tendría que descentralizar el negocio lgbt y también diversificarlo para que
la gente común se familiarizara con las identidades lesbianas, trans, gay y no binarias
en espacios donde los intereses sean comunes y no específicos de les lgbt (Blanca).

Según nuestres entrevistades, una estrategia podría ser mejorar la visibilidad de


la comunidad lgbtqi+ para que las personas en general se familiaricen con la
sexualidad no-cisgénero y afrontar, de esta forma, las visiones “estereotipadas y
heteronormadas”:

La visibilización es indispensable para que se puedan cuestionar las conductas


estereotipadas y heteronormadas […] (Costas).
(Es necesario) cambiar la educación sexual y cívica, la representación urbana
de les héroes, próceres e ideólogues de la nación para que la historia de les lgbt y su
lucha fuera conocida y reconocida. [De esta forma se lograría] desheterosexualizar
el espacio público (Blanca).

Mejorar la visibilidad de la comunidad y difundir informaciones en torno a


las diferentes identidades y orientaciones sexuales; además, podría ser útil para
aquellas personas que se sienten “solas” en su forma de vivir la sexualidad y la
afectividad, para que dejen de sentirse “defectuosas” y puedan tener con quie-
nes compartir dudas y posturas:

[Al hablar con la gente, conocí] sobre dicha identidad sexual [demisexual: entre
heterosexualidad y asexualidad]. [Esto] hizo que tuviera mucho sentido la forma
en que he vivido mi sexualidad, la cual durante mucho tiempo sentí que era de-
fectuosa (Ricky).

Nuestres informantes sugieren el establecimiento de servicios de (y para) las


personas lgbtqi+ y la creación de proyectos para su integración. Además, pro-
ponen dar mayor visibilidad a las barreras arquitectónicas y simbólicas que
separan la comunidad lgbtqi+ del resto de la sociedad. Aquí reportamos las
siguientes intervenciones:

249
Michaela De Marco

Se consideren espacios para el comercio y servicios de las personas lgbtqi+ se


estará en posibilidad de favorecer actividades para la comunidad y sin duda ello
impacta en la visión que tienen las personas acerca de la diversidad (Elektra).
Creo que el rol más importante es el de la integración de la comunidad lgb-
tq+, los espacios seguros para esta comunidad deben enfrentar las barreras simbó-
licas que aíslan a la comunidad del resto de la ciudad (Pray).

Hay quien propone servirse de los medios de comunicación, de los espacios


publicitarios (televisivos, virtuales y callejeros) y de diferentes estrategias de
marketing para favorecer una mejor visibilidad de la comunidad lgbtqi+:
Se podría hablar con marcas importantes que posean el alcance a través de sus
espacios publicitarios, como propaganda en la calle, comerciales en la televisión y
en el internet en el que se vean representadas personas pertenecientes a la comuni-
dad lgbt+ consumiendo el producto que se esté promocionando, así al tener más
representaciones se iría normalizando. Incluso desde generaciones tempranas que
verían esto en la calle o en cualquier lado (Esteban).

Sin embargo, la mayoría puntualizó que la integración de la comunidad lgbt-


qi+ y su visibilidad no sólo provenga a través del consumo, sino, sobre todo, de
estrategias educativas, culturales y sociales:

[Es importante] que estos espacios no sólo sean integrados mediante el consumo (Pray).
Abrir una zona segura para personas lgbt+, pero que no se mantenga sólo en antros
y bares; creo que deberían existir sitios culturales o de ayuda e información (Shadow).

La participación de les miembres de la comunidad lgbtqi+ y la adquisición


de una perspectiva de género en estos proyectos se consideran herramientas
fundamentales para lograr la plena integración de esta comunidad con el resto
de la sociedad, por lo cual se sugiere que haya mayor difusión en torno a los
proyectos. Todes nuestres informantes, de hecho, manifestaron su disponibi-
lidad a participar en estos procesos, sobre todo en los barrios donde viven.
Sin embargo, entre elles hubo quienes han denunciado que esta aproximación
participativa no está suficientemente desarrollada en México. Aquí reportamos
una de las intervenciones que resume a todas las demás:
Indispensable [es] considerar las [voces] propias de las personas de la comunidad
lgbtq+, ya que de no hacerlo, se construiría una ciudad binaria y patriarcal que
excluya de sus espacios a la comunidad, provocando violencia y discriminación

250
La desheterosexualización de la Ciudad de México

[…] Para una buena organización urbana, es necesario escuchar las solicitudes de
los habitantes y de esta forma enfocarse en cubrir sus necesidades de relacionarse,
expresarse y sentirse seguros en cualquier lugar […] Jamás me han pedido mi
opinión respecto a la regeneración de un espacio urbano. La mayoría de las trans-
formaciones de espacios públicos ocurre de manera que no se consulta a la gente
y mucho menos; se piensa con perspectiva de género, ni se dirigen a las personas
de la comunidad. Por lo que me encantaría que consideraran mi punto de vista
en un proyecto para la regeneración en el espacio en el que vivo y me desarrollo
como persona (Tess).

Sin embargo, nuestres entrevistades son conscientes de que esto sigue siendo
una tarea difícil: algunes explican las dificultades de operar en conjunto debido
a la conflictividad que reina en nuestras sociedades, mientras otres se refieren
a la falta de tiempo y voluntad de actuar para el bien público. Estas dificulta-
des son fácilmente comprensibles en un contexto cultural dominado por el
imaginario social capitalista/neoliberal (y el sistema que de este imaginario se
desprende), caracterizado por la competencia entre las personas y los ritmos
rápidos y el individualismo que esta competición genera:149
Creo que es fácil cuando se pueden coordinar los esfuerzos de varios grupos, la
parte difícil es enfrentar los conflictos mediante la negociación (Pray).
Creo que es fácil [involucrarse], pero a veces me hace falta tiempo y voluntad
para ser más activo en este tema (Ricky).

Conclusiones

Como señala David Harvey, en su Ciudades rebeldes (2013), los deseos de las
personas lgbtqi+ (y de todas aquéllas que las apoyan “desde afuera”) pueden
considerarse quiméricos, si consideramos las dificultades y los obstáculos que
tienen que afrontar. Sin embargo, las luchas políticas por el derecho a la ciudad
de estos grupos “cobran aliento tanto de los deseos quiméricos cuanto de las
razones prácticas” (Harvey, 2003: 9-10). Coincidimos con él al considerar que:

Tales prácticas crean espacios heterotópicos por todas partes. No tenemos que
esperar a que la gran revolución construya estos espacios […] lo espontáneo con-
fluye en un momento de “irrupción” cuando diversos grupos heterotópicos ven de
repente, aunque sólo por un momento efímero, la posibilidad de la acción colec-
tiva para crear algo radicalmente diferente (Harvey, 2003: 9-10).

149  De Marco, 2021-b.

251
Michaela De Marco

En este orden de ideas, podríamos repensar a la regeneración urbana como esta


“acción colectiva para crear algo radicalmente diferente”, mediante un proyecto
urbano auténticamente “reconociente” hacia todas las personas, que adapte la
ciudad-estructura a las nuevas exigencias de la población, prestando atención,
sobre todo, a los grupos más vulnerables de nuestras sociedades (dentro de los
cuales se inscribe la comunidad lgbtqi+).
En este sentido, “desheterosexualizar” la ciudad significaría repensar y re-
construir simbólica y físicamente el espacio público urbano, creando nuevas
áreas de “esparcimiento físico, emocional, sexual, psicológico y artístico”, a
través de las cuales se rearticule nuestro tejido social urbano, haciéndolo más
incluyente y más abierto a la sexualidad no-heteronormada.
Los proyectos deberían trabajar para que los “barrios lgbtqi+” se revelen
cada vez más obsoletos: en todos los barrios de la ciudad debería, si existe la
necesidad, manifestarse esta apertura hacia las sexualidades no estrictamente
heteronormativas.
¿Cómo? Inspirándonos en las intervenciones de nuestres entrevistades,
planteamos que este objetivo se pueda lograr:
•  Favoreciendo la participación auténtica y transparente de estos colectivos ya
organizados en los procesos regenerativos de ciertas áreas urbanas, como
representantes y catalizadores de participación de todas aquellas personas
no-cisgénero que viven y/u operan en el espacio que es objeto de trans-
formación. Es un hecho que, a través de su participación directa en la
regeneración espacial y la imposición inducida150 de relaciones basadas en
el mutuo reconocimiento en el ámbito de las actividades que componen
los procesos regenerativos. Estas personas reducidas en nichos de (más o
menos alta) vulnerabilidad, puedan rescatarse psicosocioculturalmente,
sintiéndose útiles para la comunidad, valoradas en los procesos decisiona-
les y finalmente aceptadas en su identidad.151 La inclusión de les “esclaves
felices” puede finalmente guiarles a canalizar, compartir y colectivizar sus
sentimientos de reacción negativa, producidos por el misconocimiento su-
frido a lo largo de sus existencias, concientizándose, de esta forma, en torno
a la necesidad de dar lugar a una lucha para el reconocimiento. Además, al
protagonizar el cambio espacial, el espacio se transforma en un producto

150  Coincidimos con Axel Honneth en pensar que los proyectos cooperativos de rescate psicológico y social de
las víctimas de no-/mis-reconocimiento, deban ser inducidos por aquellas personas conscientes y “despiertas”
ante las injusticias que dominan el sistema en donde estas personas operan (Honneth en De Marco, 2021).
151  De Marco, 2021 (a).

252
La desheterosexualización de la Ciudad de México

de las actividades de les participantes, lo cual reformula, en un sentido po-


sitivo, la relación que estas personas articulan con su propio espacio vital.152
•  Promoviendo la perspectiva de género a la hora de plantear un proyecto. Para
este propósito, sugerimos que, en sus etapas de ideación-realización-retroa-
limentación, el proyecto urbano se vea animado por momentos de reflexión
colectiva, cooperativa e inducida, capaz de favorecer un cuestionamiento
profundo de la heteronormatividad. El objetivo sería resignificarla como
una mera construcción social que puede (y debe) cuestionarse por las des-
igualdades y el sufrimiento que genera.
•  Promoviendo la creación de espacios públicos de uso compartido que respondan
a las necesidades y a los requerimientos de toda la comunidad y la integren, es-
pacios donde todas las personas se sienten invitadas a convivir y a participar
en su co-creación, independientemente de su edad, posición socioeconó-
mica, socio-cultural, raza, etnia, identidad y orientación sexual. Para este
propósito consideramos importante:
*  Visibilizar la comunidad lgbtqi+, su historia, su imaginario social y sus
dificultades a través de eventos, actividades, intervenciones artísticas y arqui-
tectónicas, narrativas urbanas, servicios de y para la comunidad lgbtqi+, entre
otras estrategias en todos los barrios de la ciudad (no sólo en unos). Estas
estrategias necesitan tener una adecuada difusión, a través de los principa-
les medios de comunicación e información, para que: 1. todas las personas
se familiaricen con la sexualidad no-heteronormada; 2. se creen espacios
de reflexión abierta y colectiva en torno a la heteronormatividad y sus ries-
gos, y 3. las personas que aún no se atreven a “salir del closet”, tengan un
espacio donde explorar y expresar su sexualidad, sin miedo o vergüenza.
*  Promover espacios comunitarios de esparcimiento afectivo, psicológico y sexual
no exclusivamente centrados en el consumo, para que todas las personas,
independientemente de su identidad y orientación sexual, compartan sin
restricciones informaciones y experiencias en torno a la sexualidad y la
afectividad, retando “espacialmente” no sólo los estereotipos ligados a la
sexualidad propuesta por los grupos más conservadores, sino también los
que dividen la comunidad hetero de la no-hetero y los que dividen la
misma comunidad lgbtqi+.153

152  Idem.
153  Dos ejemplos en la Ciudad de México son Casa Gomorra (para mayor información: <https://twitter.
com/casagomorra>; <https://www.facebook.com/pages/Casa-Gomorra/1489033594702375>) y Casa
Roshell (para mayor información: <https://www.facebook.com/ClubRoshell/?ref=page_internal>).

253
Michaela De Marco

Para concluir, a partir de las reflexiones de nuestres informantes, consideramos


importante que la integración de la comunidad lgbtqi+ con el resto de la
sociedad se plantee a nivel espacial no sólo a través del consumo, y durante
los momentos de ocio y/o durante ciertas horas nocturnas, sino durante toda
la jornada, por medio de diferentes estrategias políticas, lúdico-pedagógicas,
artísticas, sociales y económicas.
El objetivo que queremos alcanzar es que estos proyectos urbanos, coo-
perativos, inducidos, inclusivos y participativos, favorezcan una reflexión co-
lectiva en torno al problema del misconocimiento, junto con les miembres de
la comunidad lgbtqi+ y, al mismo tiempo, reformulen el espacio físico-ar-
quitectónico para que guíe y plasme una visión renovada de la sociedad en
la cual vivimos, finalmente libre de la heteronormatividad y del dolor que
ésta conlleva.

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5. Apropiación: de la participación
individual a la colectiva
Espacio público, género y civilidad: la marcha del
8m en el Zócalo de la Ciudad de México
José Luis Anaya Alpide

Introducción

El presente trabajo pretende reflexionar en torno al papel de las mujeres en


el espacio público, tomando como referencia las acciones llevadas a cabo du-
rante la manifestación del 8 de marzo de 2020, en el Zócalo de la Ciudad de
México. Es mediante un enfoque deductivo que se identifican algunas de las
causas que motivan la movilización de miles de mujeres alrededor del país, en-
tre las que encontramos, la violencia de género y los feminicidios. Las formas
de apropiación y uso del espacio público que realizaron las mujeres durante la
marcha fueron interpretados por algunas personas como vandálicos, mientras
que por otras fueron justificados. Más allá de si son o no cuestionables, ponen
en evidencia el papel activo que las mujeres desempeñan en la sociedad actual,
alejadas de los estereotipos, al hacerse responsables de ejercer y exigir que se
garanticen sus propios derechos, como lo es a una vida libre de violencia o al
aborto legal. Planteamos la civilidad como una categoría para reinterpretar y
permitir la convivencia con la nueva figura pública que han asumido las muje-
res empoderadas y libres, cada vez más alejadas del dominio masculino.
La conclusión a la que se pretende llegar parte de resaltar el valorar el espa-
cio público como eje integrador de la vida asociativa, de un bien común que
no tiene género, ni es una manifestación más de machismo o hembrismo, sino
que es un espacio incluyente que admite una pluralidad de opiniones, mas no
cualquier manifestación de violencia.

Las mujeres en México, una historia de desigualdad y lucha

El Día Internacional de la Mujer se conmemora anualmente el día 8 de marzo,


y más que una celebración, es un recordatorio de la búsqueda asidua por parte
José Luis Anaya Alpide

de las mujeres del mundo para garantizar la igualdad de derechos, así como su
acceso a las mismas oportunidades que los varones. Las mujeres, históricamente
relegadas al hogar y a trabajos no remunerados, iniciaron a principios del siglo
xx un proceso de autorreconocimiento y visibilización de la desigualdad que
prevalece y se extiende a distintas dimensiones de la vida pública y privada. El
8 de marzo de 1908, en una fábrica textil de Nueva York, Estados Unidos, 129
mujeres murieron en un incendio, luego de que se declararan en huelga con
permanencia en el lugar. El siniestro ocurrió mientras permanecían encerradas
por orden del dueño de la fábrica. Este acontecimiento trágico fue retomado en
1910 por la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Di-
namarca. En él se estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer
Trabajadora, para honrar la memoria y lucha de las mujeres caídas en aras de la
igualdad. En México se conmemoró por primera vez en 1935.
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer en México se ha
centrado, desde hace varios años, en visibilizar la crisis social, de impunidad y
de violencia hacia las mujeres históricamente presente en la sociedad mexicana.
Un hecho significativo de violencia contra las mujeres lo constituye las Muertas
de Juárez, en Ciudad Juárez, Chihuahua. La desaparición y asesinato de cientos
de mujeres en esta ciudad fronteriza fueron perpetrados, en su mayoría durante
la década de los noventa, sin que la autoridad estatal esclareciera los hechos, ni
aclarara la discrepancia en el número total de víctimas, en comparación con los
reportados por la Secretaría de Gobernación (Segob).
El contexto que se vivía en Ciudad Juárez y en el resto del país, en los años
noventa, era de una apertura económica con la entrada en vigor del Tratado
de Libre Comercio para América del Norte (tlcan), en 1994. La industria
maquiladora y automotriz, entre otras, se vio favorecida por las grandes inver-
siones de capital que desarrollaron regiones geográficamente estratégicas, apro-
vechando la cercanía y los beneficios de la circulación transfronteriza de bienes
y servicios. El acceso de la mujer al mercado laboral a gran escala se convirtió
en una constante que el tlcan fortaleció. Otro elemento contextual es la con-
solidación del neoliberalismo en México y sus repercusiones en la estructura del
Estado, que paulatinamente abandonó la condición de benefactor para asumir
una más identificada con las funciones de regulador. Pese a que el tlcan y el
cambio al modelo neoliberal fueron vendidos como grandes promesas para
alcanzar el progreso y desarrollo social, la realidad que enfrentó la mayor parte
de la sociedad fue muy distinta, ya que los niveles de pobreza y de inseguridad
no dejaron de aumentar, principalmente ocasionados por los grupos de delin-

260
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

cuencia organizada que se convirtieron en un problema de carácter federal.


En este sentido, las políticas públicas emprendidas por el entonces presidente
Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) contra el narcotráfico terminaron por
crear un campo de batalla nacional, problema que recrudeció los niveles de vio-
lencia y terminó por diseminar los grupos de delincuencia organizada a zonas
limítrofes. Aún hoy vivimos con las consecuencias de esa guerra fallida contra
los cárteles de la droga.
La inseguridad como fenómeno nacional está motivada por distintos fac-
tores, como el desempleo, la aplicación de una mala política de seguridad o
la desigualdad. Estos factores, entre otros, se entrelazan a aspectos culturales
propios de la idiosincrasia de algunas sociedades, como el patriarcado y el ma-
chismo, que no sólo definen el estatus de la mujer con respecto del varón, sino
que, además, perpetúan estereotipos.
El patriarcado y el machismo como sistemas de referencia no se limitan a la
vida privada, sino que permean en los ámbitos laborales, académicos e incluso
de impartición de justicia, lo que los convierte en una desventaja para las mu-
jeres que, muchas veces, sufren violencia de género y deciden no denunciar por
la pasividad y descalificación que reciben por las autoridades. Es desde estos
sistemas de referencia que la vida e integridad de algunas mujeres se ve soca-
vada, como lo demuestra la información publicada en La violencia feminicida
en México (onu, 2017) publicada conjuntamente por la Organización de las
Naciones Unidas (onu), el Instituto Nacional de las Mujeres (inmujeres) y la
Secretaría de Gobernación: de 1985 a 2016 se registraron 52,210 muertes de
mujeres en las que se presumió homicidio, de las cuales el 29.8 por ciento, es
decir, 15,535 ocurrieron en los últimos seis años; la cifra más alta se registró en
2012, con 2,769 presuntos homicidios.
La violencia contra la mujer, por cotidiana que parezca, no es un problema
endémico, ni exclusivo de América Latina, es un fenómeno mundial que la
Organización Mundial de la Salud (oms), autoridad encargada de coordinar
las acciones sanitarias de la onu, cataloga como un problema de salud global
de proporciones epidémicas. La violencia contra la mujer (oms, 2020) la define
como todo acto de violencia de género que resulte, o pueda resultar, en un daño
físico, sexual o psicológico para la mujer, e incluyen las amenazas de tales actos,
la coacción o la privación arbitraria de libertad, indistintamente si se producen
en la vida pública o privada. Si bien la violencia contra la mujer en México es
un problema que se intensifica y recrudece, otra parte de ésta son los feminici-
dios, que La violencia feminicida en México (onu, 2017) define como la muerte

261
José Luis Anaya Alpide

violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la
familia o en cualquier otra relación intrapersonal, en la comunidad, por parte
de cualquier persona (individuo responsable) o que sea perpetrada o tolerada
por el Estado y sus agentes, por acción u omisión.
La responsabilidad que tienen el Estado en el aumento de los feminicidios
es incuestionable y, pese a que un cambio en la ideología política nacional —
de centro derecha a izquierda— se vivió el pasado 1 de diciembre de 2018,
la denominada Cuarta Transformación encabezada por el presidente Andrés
Manuel López Obrador ha tenido resultados poco satisfactorios para invertir la
tendencia ascendente de sexenios anterior y disminuir los asesinatos por cues-
tiones de género. El aumento del índice delictivo de 2015 a 2020 presenta un
alza como se muestra a continuación en la siguiente tabla y gráfica:

Incidencia delictiva del fuero común

Porcentaje en relación
Año Tipo de delito Nacional cdmx
con el total nacional
2015 411 56 13.62%
2016 604 46 7.61%
2017 741 37 4.99%
Feminicidio
2018 891 43 4.83%
2019 983 71 7.22%
2020 375 29 7.73%
Tabla de elaboración propia con la información proporcionada en el índice delictivo del fuero común (Se-
cretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2020) actualizada hasta el mes de mayo.

Como se aprecia en la gráfica, a nivel nacional se observa una tendencia de


crecimiento sostenido en el número de presuntos feminicidios, que en cinco
años ha registrado 4,005 casos. En el mismo periodo la Ciudad de México
contabilizó 282 casos de feminicidios, que representan el 7.04 por ciento del
índice nacional. Debido a la tendencia ascendente de presuntos feminicidios en
la Ciudad de México, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, activó la alerta
de violencia de género el 21 de noviembre de 2019 en la Ciudad de México:

Todos y todas en esta ciudad debemos decir alto, basta. Por mi parte enfrento la
realidad y mi gobierno defenderá con fuerza a las mujeres, niñas y niños víctimas
de los agresores sexuales (El Economista, 2020).

262
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

Gráfica de elaboración propia con la información proporcionada en el índice delictivo del fuero común
(Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2020) actualizada hasta el mes de mayo.

La alerta de violencia de género consiste en un conjunto de acciones guber-


namentales de emergencia para erradicar la violencia feminicida y restablecer
el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres, en un territorio
determinado.
Las acciones emprendidas por el gobierno de la Ciudad de México para
atender el tema de violencia de género no son una respuesta unilateral, sino,
más bien, un trabajo conjunto que se ve impulsado por el interés y deman-
da de justicia social que ejercen distintas activistas, organizaciones no guber-
namentales (ongs) y colectivos feministas. Desde la participación bilateral se
pretende alcanzar una pronta impartición de justicia y una disminución en el
índice delictivo.
La participación ciudadana, como ejercicio de libertad de expresión y aso-
ciación, no siempre se da en un contexto pacifico ni libre de violencia. En
algunas ocasiones se recurre a acciones ciertamente cuestionables para trasladar
la indignación, el repudio y el hartazgo que acompaña a las mujeres mexicanas.
Uno de estos hechos cuestionables ocurrió en la estación Glorieta Insurgentes
del Metrobús y en el Monumento a la Independencia en la Ciudad de México,
el pasado 16 de agosto de 2019, por un grupo de mujeres que con la consig-
na de “no me cuidan, me violan” realizaron destrozos y pintas para condenar

263
José Luis Anaya Alpide

la presunta violación de una joven de diecisiete años por policías capitalinos.


Otro episodio es el ocurrido el 25 de noviembre de 2019 en la marcha por el
Día Internacional de Eliminación de Violencia contra la Mujer, donde varias
manifestantes realizaron pintas sobre monumentos ubicados en el Paseo de la
Reforma y el Hemiciclo a Juárez, en la Ciudad de México. Más allá de si las
acciones son justificadas o no, demuestran que la irrupción de las mujeres en el
espacio y la vida pública se perpetúa y consolida.

Las mujeres en el espacio público en contra de los estereotipos y a favor


de los derechos de la mujer

El espacio público del siglo xxi en la Ciudad de México pasa, al igual que la
sociedad misma, por una reconfiguración social e institucional que pretende
transformar tanto la espacialidad física, simbólica e histórica, como los usos de
un bien en constante apropiación y disputa. Es el espacio común —de todos—,
en el cual la sociedad contemporánea promueve y reafirma sus nuevos valores
de convivencia y que, como refiere Berroeta (2012), es también el modo en
que (de)construimos un discurso societal. La incorporación de la epistemología
feminista a la discusión hace indispensable repensar la visión androcéntrica que
se tiene del mundo creado por el varón y la mujer.
El espacio público al ser un constructo sociocultural está condicionado por
una temporalidad que define sus atributos, lógicas y valores, es decir, carac-
terísticas que permiten identificar y generar un distanciamiento de éste, con
respecto de otros históricamente heredados. A diferencia de otros espacios, el
público contemporáneo tiene como característica la inclusión de diferentes ac-
tores históricamente invisibilizados y relegados a espacios privados, como las
mujeres, los miembros de la comunidad lgbtttiq, las minorías raciales o per-
sonas con capacidades diferentes. El espacio público debe ser, hoy por hoy, un
espacio de integración social, antes que, de exclusión, un espacio de encuentro
abierto a la diversidad donde la democracia se negocia y reafirma una suma de
actores cada vez más heterogéneos.
El concepto de espacio público refiere a una polisemia que se puede ex-
plicar desde distintas dimensiones, como la filosofía política, el urbanismo, el
derecho, entre otras. Es a partir de esta relación que se entreteje una red con-
ceptual y que, al respecto (Carrión 2016: 17), define el espacio público como
el escenario de la conflictividad, que puede tener una función u otra, depen-

264
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

diendo de los pesos y contrapesos políticos y sociales. Para que este escenario de
la conflictividad —espacio— adquiera un sentido público debe presentar tres
características: la primera es que sea de interés y utilidad común; la segunda es
que sea conocido y ostensible; la tercera es que sea abierto y accesible (Rabotni-
kof, 2011: 9). Estas cualidades de público permiten a los espacios físicos desa-
rrollar una polivalencia y multifuncionalidad de usos que van de un espacio de
tránsito y encuentro social a un escenario de representación y acción colectiva
al que los ciudadanos trasladan sus conflictos públicos y privados.
El espacio público, como escenario de conflictividad, permite a los ciuda-
danos desempeñar un rol distinto al de habitante y manifestar abiertamente su
repudio, inconformidad o solidaridad en temas de interés común. La diferencia
entre el ciudadano y el habitante está dada por el grado de responsabilidad
social que se ejerce: mientras que para el ciudadano implica una acción activa
y participativa, para el habitante es más una actitud pasiva y delegativa (Mires,
2001). El rol de ciudadano es un ejercicio asociativo que incluye el derecho de
manifestación y asociación, ambos contemplados en los artículos Sexto y No-
veno de la Constitución. Mientras que el Artículo Sexto refiere que la manifes-
tación de ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa,
sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terce-
ros, se provoque algún delito, o perturbe el orden público. El Artículo Noveno
señala que no se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente
con cualquier objeto lícito, pero solamente los ciudadanos de la República po-
drán hacerlo para participar en los asuntos políticos del país. Ninguna reunión
armada tiene derecho de deliberar. Estas consideraciones que hace la ley con
respecto de las formas implican el reconocimiento del concepto de ciudadanía
que Villavicencio (2007) define como el estatus que garantiza a los individuos
el mismo acceso a derechos y obligaciones, libertades y restricciones. Aunque
formalmente los hombres y las mujeres somos iguales ante la ley, es mediante
la asociación pacífica y la manifestación de ideas que las mujeres visibilizan
las desigualdades que han sido normalizadas y tradicionalmente ejercidas por
algunos sectores de la sociedad. El espacio público es afectado por ese cambio
porque las mujeres se han legitimado a usarlo y apropiárselo como ciudadanas
que ejercen sus derechos.
Actualmente, en la Ciudad de México existen una gran cantidad de espacios
públicos que por sus cualidades patrimoniales y culturales son muy represen-
tativos para la sociedad mexicana en general, pero ninguno quizá con la tras-
cendencia e influencia —a nivel nacional e internacional— como la Plaza de la

265
José Luis Anaya Alpide

Constitución, conocido coloquialmente como “Zócalo”, ubicada en el Centro


Histórico, perímetro “A”, de la Ciudad de México. El Zócalo es un espacio
público que, por su centralidad histórica, urbana y política, es el epicentro de
innumerables actos de opinión pública y que para este artículo nos centramos
en la manifestación del 8 de marzo de 2020, también conocida como 8M. En
esta edición de la 8M se manifestaron aproximadamente 80 mil personas, se-
gún informaron las autoridades de la Ciudad de México (El Universal, 2020).
El recorrido de la manifestación que se tenía previsto iniciaría a las 14 horas
en el Monumento a la Revolución y concluiría en el Zócalo capitalino con un
mitin y diversos actos simbólicos en contra de la violencia y el patriarcado.
La marcha del 8M fue organizada principalmente por colectivos feminis-
tas, que marcharon bajo diferentes visiones del feminismo para denunciar y
demandar, entre otras cosas: un alto a la violencia de género, justicia para las
víctimas de feminicidio y una reivindicación de los derechos sexuales y repro-
ductivos de las mujeres. El orden de los contingentes fue establecido por distin-
tas asambleas feministas y quedó dividido en los siguientes bloques: el primero
formado por familiares víctimas de feminicidios, el segundo por madres con
hijas e hijos menores de doce años, el tercero por contingentes de mujeres, el
cuarto por contingentes mixtos y el quinto por grupos mixtos sin contingentes.
Desde el inicio del recorrido de la marcha en el Monumento a la Revolu-
ción, el espacio público, como ese bien material en constante apropiación y
disputa, atravesó por distintas facetas que por momentos lo convirtieron en un
espacio de asociación y expresión colectiva, para después transformarlo en un
espacio de confrontación entre el grupo Atenea, perteneciente a la Secretaría de
Seguridad Ciudadana (ssc), con algunos grupos de choque que pretendían al-
terar el patrimonio material de algunos espacios públicos y privados con pintas
y otras acciones disruptivas como fogatas, ruptura de cristales, entre otras. Uno
de los episodios de tensión que se vivió en la 8M, se dio al llegar al Antimonu-
mento contra los feminicidios ubicado en Avenida Juárez frente al Palacio de
Bellas Artes. La relevancia y significado que este Antimonumento tiene para
el movimiento feminista ocasionó que algunas participantes reaccionaran de
manera descontrolada e intentaran acceder el cerco de seguridad instalado en el
perímetro de Palacio de Bellas Artes para cometer actos de expresión, para al-
gunos considerados como vandálicos. Otro de los momentos de mayor tensión
que se desarrollaron en la 8M fueron los ocurridos frente a Palacio Nacional
con la explosión de artefactos incendiarios (bombas molotov) que provocaron
quemaduras a una periodista gráfica y a un miembro de la ssc, así como la con-

266
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

frontación frente a la Catedral Metropolitana entre el grupo Provida y algunas


manifestantes que pretendían acceder al recinto religioso.
La relación entre el patrimonio material público y privado y la 8M se da a
partir de las acciones disruptivas que se llevaron a cabo en el espacio público
por algunos individuos y grupos que dejan tras de sí una serie de mensajes con-
tundentes, como Estado patriarcal, violencia machista, “fuimos todas”, “ni una
menos”, entre otros. Sin ser una práctica exclusiva de la 8M, se deja la sensación
de que existe una confrontación directa de algunas mujeres contra el sistema
patriarcal vigente representado no sólo en la figura del Estado, sino también en
los espacios públicos y privados diseñados históricamente bajo la óptica mas-
culina. El patriarcado, como sistema de referencia, es para Quintero (2007: 98)
una forma de organización social en que el varón ejerce la autoridad —moral,
religiosa— en todos los aspectos de la vida y sobre el resto de los integrantes,
especialmente las mujeres. El patriarcado asegura la transmisión del poder y la
herencia por vía masculina, favoreciendo un sistema político-histórico social
basado en la construcción de jerarquías.
El patriarcado y el patrimonio, además de compartir el nombre masculino,
tienen una relación etimológica si no de origen sí de significado. Mientras el
patrimonio proviene del latín patrimonium, que significa conjunto de bienes
de titularidad jurídica del jefe de familia —es decir, del patris (padre)—, el
patriarcado es una derivación de patriarca que viene del griego patriárkhes que
significa jefe de familia y se vincula con la figura del padre. Ambos significados
resaltan la jerarquía del padre por encima de la madre y lo legitiman como
tomador de decisiones y auténtico propietario de los bienes dentro del linaje
o núcleo familiar. Tanto el patriarcado como el patrimonio material son una
herencia que privilegia al varón con respecto de la mujer, por lo que genera una
desigualdad cuyos efectos se perciben de distintas formas; una de ellas se mani-
fiesta en los espacios públicos que resultan complejos y, en ocasiones, peligrosos
para la vida asociativa de las mujeres, lo cual representa una forma de exclusión
que permite mantener el control sobre la libertad de transitar y participar en la
vida pública y democrática del país.
A pesar de vivir en una constante desigualdad, las mujeres en México ejercen
cada vez con mayor notoriedad y masividad —como se comprobó en la 8M—
el apoyo a causas de interés común como el aborto, el derecho a una vida libre
de violencia, entre otras, y que representan un cambio de paradigma, con res-
pecto de la posición social, familiar y laboral tradicionalmente ocupada por las
mujeres. El género, como una construcción cultural que a partir de la categoría

267
José Luis Anaya Alpide

biológica del sexo: hombre y mujer, asocia e impone valores como lo masculino
y femenino, es decir, fronteras entre lo que representa el ser hombre y ser mu-
jer. El género lo define Lourdes Benería (Martín 2008: 40) como el conjunto
de creencias, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres por
medio de un proceso de construcción social que se compone por un momento
histórico que se desarrolla a diferentes niveles, como el Estado, la familia, las
relaciones interpersonales, y otro que supone la jerarquización de estos rasgos
y actividades, de tal modo que a lo masculino se le atribuye mayor valor. Las
conductas y las actividades asociadas a lo femenino han ido cambiando dentro
del hogar —espacio privado— y más visiblemente en el espacio público. Con-
cretamente, en la 8M pudimos constatar que, mediante la desnudez y el enfado,
el uso del lenguaje soez y la violencia, las mujeres abandonan la represión de los
prejuicios y estereotipos de las relaciones de poder que condicionan su modo de
pensar y de vivir.
Desde la reinterpretación de lo que significa ser mujer, y consecuentemente
de lo femenino, se entrelaza el feminismo como movimiento social que invo-
lucra principalmente a mujeres que buscan, entre otras cosas, contrarrestar las
inequidades que los sistemas de poder dominantes han ejercido históricamente
sobre los grupos no hegemónicos, en este caso las mujeres. Actualmente distin-
tas visiones del feminismo se distinguen entre sí por sus referentes ideológicos,
así como por su propia interpretación del ser y sentirse mujer en un contexto
geográfico, político, religioso, socioeconómico y cultural determinado. El fe-
minismo es para Lagarde (1997: 16) un detractor del orden patriarcal, ya que
lo considera nocivo y productor de una organización social basada en la des-
igualdad, la injusticia y la jerarquización política de las personas basada en el
género, como conjunto de normas que dan sentido y orden al mundo. Tanto el
orden como el sentido que cuestiona Lagarde son susceptibles de una decons-
trucción y una resignificación alejada del androcentrismo y etnocentrismo más
propio de una modernidad rígida que de un periodo de transición, como en el
que actualmente nos encontramos entre lo moderno y lo posmoderno.
Aun cuando la perdida de fe en el proyecto de la modernidad ha resultado
en un proceso de transición paulatino y asimétrico, persisten algunas de las
interpretaciones de ese mundo construido; entre ellas encontramos la homo-
geneización del individuo por las grandes instituciones modernas —el Estado
nación, las ideologías políticas— que justifican los procesos civilizatorios y los
universalismos como modelo de asimilación que elimina la diferencia en favor
de la idea de progreso. Como parte de esta homogenización, la cultura pasa a

268
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

ser concebida como un elemento monolítico y uniforme que reafirma la iden-


tidad del ser hombre y ser mujer, de los roles y funciones que les toca desem-
peñar como productores a los individuos, es decir, preservar la heterónoma y
formar una familia.
Como una alternativa a la hegemonía de la modernidad, la posmodernidad
ha establecido desde sus inicios un distanciamiento, si bien no dualista, por-
que retoma el individualismo de la modernidad y lo exacerba, sí admite unos
valores flexibles alejados de los rigorismos de la modernidad que reconocen la
diversidad y el multiculturalismo, las identidades construidas a partir de la sin-
gularidad y la personalización. La capacidad de elegir, más allá de transformar-
nos en consumidores, nos confiere otro tipo de libertad mucho más liviana y
seductora, esto es, que se abandonan los modelos e ideologías políticas impues-
tas para sustituirlas por ideologías sociales bastante particularizadas, optativas y
con gran mutabilidad. Abandonar los roles de género y la feminidad impuesta
exclusivamente a las mujeres forma parte de esa liberación que implica la auto-
formación del ser y sentirse mujer.
La 8M, como un medio para visibilizar no sólo los problemas inherentes a
las causas feministas sino también como una forma de expresar abiertamente
la autopercepción de lo que significa ser mujer, actualmente genera opiniones
encontradas entre los habitantes de la Ciudad de México de si las acciones ge-
neradas en el espacio público son actos vandálicos o una expresión de desafío
ante los sistemas de dominación masculina que limitan el comportamiento y las
actividades de las mujeres en público, de acuerdo con ciertos preceptos femeni-
nos. Los ataques a Palacio Nacional y a la Catedral Metropolitana son muestra
de ese repudio hacia el control patriarcal. Si bien las autoridades mantuvieron
una actitud de tolerancia y cuidado de las manifestantes en todo momento, esto
no significa que apoyen un cambio o aporten soluciones al tema de exclusión
del espacio público que viven las mujeres por el tema de inseguridad o el siste-
ma patriarcal que las mantiene “seguras” en el espacio privado.
Entrar al espacio público implica relacionarse directa o indirectamente con
individuos que tienen distintas cosmovisiones y que eventualmente pueden
resultar conflictivos para varones y para mujeres. Una forma de garantizar la
convivencia entre los habitantes es mediante La Ley de Cultura Cívica de la
Ciudad de México (paot, 2020) que tiene por objeto establecer las reglas y
valores mínimos que favorezcan la convivencia armónica entre los habitantes.
Desde esta relación de jerarquía Estado-persona jurídica se genera un marco
normativo que explica cuáles son las formas cívicas para relacionarse.

269
José Luis Anaya Alpide

Mientras lo cívico se aplica de manera general, la civilidad es un constructo


cultural que se gesta como un acuerdo entre los mismos miembros de la comu-
nidad. La civilidad es, para Cohn (2003: 22), una orientación de la conducta
que genera la responsabilidad de reconocer al interlocutor a quien se responde;
caso contrario sería la incivilidad que se define como todo acto de indiferencia.
La responsabilidad de reconocer al interlocutor implica distinguir en el otro
a la persona como semejante, por encima del sexo o de la autoconstrucción
de género, implica garantizar un entendimiento que nos beneficie mutuamente
desde la igualdad. Desde este punto de partida, de cero, se puede acceder a una
orientación de la conducta, facilitar la reinterpretación de las identidades que
componen el anonimato de la ciudad. Para Richard Sennett (Bauman 2017:
103), la esencia de la civilidad es usar una máscara para asumir el rol de persona
pública con el propósito de proteger a los demás de la carga de uno mismo, del
verdadero “yo”. Una forma de garantizar la inclusión en el espacio público de las
mujeres es “usar” la máscara para minimizar el alcance de los prejuicios y estereo-
tipos que forman parte de la propia identidad de algunos individuos y así facili-
tar la convivencia entre personas lejos de los sistemas de organización desiguales.
La civilidad, desde cero, permite reconocer la desigualdad entre los varones
y las mujeres, y establecer una dialéctica con una máscara distinta a la cotidia-
na, es decir, asumir el rol de persona pública para transformar los propios.

Conclusiones

El espacio público como un bien común en constante apropiación y disputa es


susceptible de acciones espontáneas que transforman su sentido y función in-
mediata. La 8M, como ese acontecimiento que alteró la dinámica cotidiana del
espacio, restringiendo su accesibilidad y modificando su morfología, sirvió de
escenario para visibilizar los hechos y las causas que llevaron a miles de mujeres
a marchar en nombre de sus derechos y exigencias. Independientemente de si
las acciones sean justificadas o no, permiten resaltar las cualidades de integra-
ción, de polifuncionalidad y polivalencia que traspasan la dimensión física del
espacio público.
El espacio público no es a priori un espacio social ni un espacio incluyente,
depende de la voluntad de los ciudadanos organizar y consolidar un cambio que
permita la inclusión y la participación de los grupos tradicionalmente relegados
a los espacios privados. En la 8M la apropiación del espacio público por las
mujeres forma parte de esa coyuntura que exige formar parte de la vida pública.

270
Espacio público, género y civilidad: la marcha del 8M en el Zócalo de la Ciudad de México

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el-dia-de-la-mujer-en-cdmx-reporte-final-80-mil-asistentes-y-seis>, con-
sultado de 12 de agosto de 2020.

272
Apropiación del espacio público en la migración
desde una perspectiva de género en la
Ciudad de México

Homero Jesús Angeles de Paz

Introducción

Actualmente las ciudades representan un lugar preponderante en el tejido de


una vida globalizada, producto de un proceso donde la velocidad y el mo-
vimiento son característicos y en el cual la experiencia vital de todo lo que
contiene se conjuga para construir un conjunto de realidades, realidades con
características específicas que constituyen fenómenos económicos, políticos,
sociales y culturales que hacen de estas ciudades globalizadas los espacios donde
se agudizan nuevos procesos de producción del hábitat.
Esta configuración de las nuevas ciudades como espacios globalizados se
produce por efecto de las relaciones societales y relaciones de poder de las
personas que habitan en ellas en relación con el mundo. Se observan, en
primera instancia, las relaciones sociales y el ejercicio del poder inherente en
ellas (construcción social del espacio-ciudades). Estas relaciones se dan en el
marco de la asignación del rol que los individuos deben desempeñar dentro
de una estructura social conformada por la nueva globalización, es decir,
desde este punto se ha de reflexionar en la capacidad de producir el espacio
como resultante de la posibilidades de las que estén dotados los habitantes
para incidir dentro de este territorio globalizado. En este sentido, las cues-
tiones de género y origen que atribuyen a las personas un rol dentro de esta
estructura serán las categorías de análisis del presente trabajo, dada la impor-
tancia que dichas categorías representan para la actual coyuntura histórica de
desigualdad.
Homero Jesús Angeles de Paz

•  Con el transcurrir de los años, la perspectiva de género se ha vuelto uno


de los tópicos de las discusiones dentro de las ciencias sociales que han
ganado mayor peso en el debate actual, cambios producto de la lucha de
sectores de la población sensibles a las desigualdades estructurales del siste-
ma heteronormado que rige actualmente la vida social del contexto urbano
contemporáneo.
•  Y, desde la categoría de origen, por el tipo de migración que la globalización
profundiza y produce, se hace referencia, en este sentido, a la migración de
carácter global (transnacional) y dinámico en términos de la dirección de flu-
jos (velocidad y movimiento exacerbados por la globalización) en los cambios
mundiales del mercado laboral que se agudiza en las ciudades globalizadas.

Estas categorías de análisis teóricas abordan un fenómeno que las engloba den-
tro de un mismo marco en el cual las ciudades globalizadas y el mundo de los
flujos es causa (y es parte de sus contradicciones), que son las desigualdades
y las barreras socioespaciales que irónicamente se constituyen entre los indi-
viduos por estos procesos de urbanización a escala global; a pesar de ser estas
barreras objetos simbólicos o espaciales que la tesis de la globalización, o mejor
dicho del movimiento y velocidad, dicen romper con la fluidez de la vida con-
temporánea, en realidad terminan por constituir nuevos obstáculos que frag-
mentan el espacio urbano mundial.
Desde la óptica del presente trabajo, estas desigualdades entre los indivi-
duos determinan la configuración del espacio urbano globalizado. Y la gestión
de la diversidad (género y origen) legitima dichas desigualdades en un marco de
una falsa equidad, simetría de oportunidades, y libertad del hombre por expre-
sar la cultura que lo define frente a otros, es decir, se produce una contradicción
del derecho a la ciudad.
Esto se refiere al estudio de las relaciones sociales en su dimensión políti-
ca por el ejercicio del poder; en primera instancia, entre los ciudadanos y, en
segunda, por la legitimización del Estado de ciertas pautas culturales, y de la
predilección por ciertos modos de vida sobre otros, que tienen que ver con el
género y el origen.
En este sentido, se habrá de abordar el tema de la desigualdad social que
configura la ciudad, producto de esta realidad globalizada y explicarla desde
la perspectiva de género para entender las disparidades y contradicciones del
espacio urbano, y las relaciones sociales, por la incapacidad del mundo contem-
poráneo por reconocer y gestionar las identidades diversas (género y origen).

274
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

Ciudades globalizadas

La globalización es un fenómeno que ha permeado diversos ámbitos de las


sociedades contemporáneas occidentales. Los aspectos culturales, políticos
y económicos, por citar algunos, son aquéllos rasgos donde los efectos del
mundo interconectado se han visto reflejados. Esto ha propiciado a su vez en
aquellas ciudades que puedan denominarse globalizadas la conformación de
espacios urbanos contemporáneos. Enlazados con otros, estos espacios urba-
nos propician la movilidad y ha aumentado la velocidad con la cual se llevan
a cabo todos los procesos urbanos y las practicas espaciales, lo que reconfigura
de manera constante el tejido social y fragmenta la ciudad. El efecto de lo
global en lo local ha sido diferenciado, lo que, para algunos, significa una
oportunidad sin precedente de sobrepasar obstáculos, desplazarse y actuar a
distancia, para otros es signo de incapacidad de apropiarse y dominar la loca-
lidad (Bauman, 2016: 25).
Esto se ve exacerbado en el contexto urbano donde en consecuencia se
agudizan procesos de exclusión socioespacial e imposibilita a aquéllos grupos
incapaces de incorporarse a este mundo de escala global, lo que perpetúa la bre-
cha entre el privilegio y la marginación de las minorías a incorporarse a la vida
pública de la ciudad y apropiarse de ésta. Así, pues, las ciudades que se deno-
minan globalizadas reúnen ciertas características que permitan el movimiento,
con la velocidad para desarrollarse de tal manera que el contexto global pueda
ser una realidad haciendo de éstas el nodo sobre el cual la red que imbrica a las
ciudades del mundo se mantenga unida. Este espacio (ciudad) tendrá que dar
soporte a todo aquello que permita la temporalidad instantánea y que, en lo
sucesivo, permita unir a las personas más allá de los obstáculos físicos (Bauman,
2016: 24).
Así, la tesis de la globalización y su efecto dentro de las ciudades se interpre-
ta como una especie de homogenización del espacio urbano, sobre el cual to-
dos aquéllos lugares que se interconecten estarán ligados, cultural, económica,
social y políticamente. Aquí la distancia pierde su significado por la velocidad
de las interconexiones y lo local se pierde en torno a lo global. Pues no podrían
estar más equivocadas estas interpretaciones, ya que, si bien, en efecto, los ligá-
menes a escala mundial, producto de este fenómeno de la interconexión, son
innegables, no convierten el espacio urbano de manera homogénea. Sus efectos
se reflejan dentro de la ciudad, fragmentando el espacio, excluyendo a los que
no puedan incorporarse a los beneficios de la globalización.

275
Homero Jesús Angeles de Paz

Esta fragmentación del espacio urbano puede también entenderse como


una diferenciación entre un espacio u otro dentro de las ciudades que genera
efectos negativos dentro de éstas (Bauman, 2016: 30), como:
a) Reconfiguración del espacio urbano a través de la nueva fragmentación.
b) Disminución y desaparición del espacio público.
c) Disgregación de la comunidad urbana.
d) La extraterritorialidad de la nueva elite con la territorialidad forzada del
resto.
Todos estos aspectos en los cuales la globalización incide en la configura-
ción del espacio urbano engloban un mismo producto elaborado en procesos
de exclusión que permiten a aquéllos con privilegios apoderarse de la nueva
vida extraterritorial a escala mundial. Mientras las minorías y el resto de la
población que no cuente con estas ventajas estarán destinados a vivir una loca-
lidad forzada.
Entonces desde hace un par de décadas la globalización ha perpetuado
cambios dentro de las ciudades. En 1970, cuando el mundo entró en este
proceso mundial, se impuso un nuevo pensamiento ideológico con nuevas
lógicas económicas y políticas en las cuales la liberación, la privatización y el
abandono paulatino de la provisión social ha ocupado prácticamente en su
totalidad la geografía del mundo occidental. Este nuevo modelo presente en
los nuevos modos desempeña un rol hegemónico en el mundo contemporá-
neo, cuyas prácticas han modificado las sinergias que configuran el espacio
urbano —las que serán exploradas en el presente trabajo—, ya que el enten-
dimiento de los procesos de globalización en el espacio urbano contextualiza
la realidad y las lógicas de operación de las ciudades contemporáneas occiden-
tales globales.
Este proceso de globalización ha penetrado todas las dimensiones y catego-
rías en las ciudades, desde la división extensiva del trabajo, las formas de vida
y de pensamiento, las relaciones sociales entre los habitantes y su relación con
el territorio; en definitiva, la globalización se ha convertido en el discurso po-
lítico que sustituye el orden trazado con anterioridad (Harvey, 2007). En este
sentido, la configuración de las relaciones sociales de las minorías urbanas se
encuentran dentro de este contexto mundial en el cual la lucha incesante de la
producción del hábitat acontece a partir de una lucha local en contraposición
a lo mundial.
Las acciones de los habitantes de una ciudad producen lugares dentro de la
ciudad. Mediante sus aspiraciones e intenciones se moldean y crean el entorno.

276
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

Una vez que el espacio urbano ha sido valorizado y la naturaleza domesticada es


cuando el espacio puede denominarse lugar y éste generará en quien lo produ-
jo sentimientos de arraigo, dominio, control, resistencia y posesión (Ramírez
Velázquez, 2015).
Éstos a su vez producirán diversas reacciones dentro de los habitantes como
son:
a) Aspecto de identidad. Aquéllos signos de los cuales los conjuntos sociales
conforman su concepción de nosotros frente a los otros.
b) Aspecto relacional. Por la relación de todos sus elementos, tanto espa-
ciales como sociales que se yuxtaponen y entretejen en relación a otros lugares.
c) Aspecto histórico. Signos del pasado materializados en un espacio (Augé,
2000).

Figura1. Foto tomada por Homero de Jesús Ángeles de Paz, junio de 2020.

En la presente imagen se puede apreciar la plaza de acceso del Palacio de


Bellas Artes en la Ciudad de México. Este lugar ha sido apropiado por la so-
ciedad que lo habita (mexicanos) y ha incidido en ellos de las tres maneras que
Augé explica:
Aspecto de identidad: se ha instituido en el imaginario social como lugar de
todos los mexicanos, que representa la ciudad por su belleza y trasciende las
barreras sociales y culturales como patrimonio urbano-arquitectónico que los
representa.
Aspecto relacional: el Palacio de Bellas Artes se encuentra en el primer cua-
dro de la Ciudad de México en el Centro Histórico. Éste se articula con la vida
social, cultural y política de este polígono de la ciudad, y forma en su conjunto
un todo (Centro Histórico) sin el cual éste no pudiera ser concebido.

277
Homero Jesús Angeles de Paz

Aspecto histórico: por su trascendencia estética y ubicación geográfica, el


palacio cuenta con un lugar proverbial en la historia de los citadinos: aquí
numerosas expresiones políticas han transitado, como la marcha de los 43 de
Ayotzinapa, los pueblos indígenas y las marchas feministas, etcétera, siendo
este lugar (contexto del Centro Histórico) el espacio sobre el cual se escribe la
historia de la ciudad.
La relación de estos factores incide en la producción y apropiación del es-
pacio público y el espacio urbano que determina lugares dentro de la ciudad.
Esto explica la manera en que las personas viven y cómo se relacionan con otros
dentro de los lugares que denominan suyos. Así, a través de la vida colectiva
que esto genera, se produce el espacio público, lugar dentro del cual están tanto
los ganadores de la globalización, como los excluidos de ésta.

Espacio público

La ciudad está compuesta de diversos componentes espaciales y sociales, con


características esenciales que la diferencian de otros asentamientos humanos,
como la densidad de población, la extensión territorial, la diversidad de servi-
cios, heterogeneidad social, la concentración de poder económico, etcétera. La
síntesis entre la diferencia y la variedad de sujetos, pensamientos y actividades,
nos lleva a pensar que la ciudad es el espacio donde se produce el encuentro
de lo diverso.
El espacio público debe ser entendido como escenario o ámbito de la con-
flictividad social, con diversas funciones y en constante cambio, siempre en
relación a una coyuntura histórica y a consecuencia de las relaciones de los
actores políticos y sociales que lo habitan (Carrión, 2016).
Entonces, el espacio público es una representación de la(s) colectividad(es),
es decir, de la gran diversidad de grupos sociales que cohabitan la ciudad —y
por ende el espacio público—, define la vida colectiva de dichos grupos. Este
elemento le da sentido y forma a la vida colectiva en dos modalidades.
•  Desde aquí lo público define su lógica y razón, constituida desde la visión
de lo residual de la ciudad, como un mal necesario resultante sólo después
de definir las actividades mercantiles y de vivienda de la urbe.
•  A través del uso colectivo del espacio público es que se ofrece la posibilidad
de que sus habitantes se apropien de éste y vivan la ciudad resultado del
ejercicio de su libertad.

278
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

El espacio público se refiere a la construcción social del hábitat, es decir,


a una construcción colectiva, lo que da como hecho que el resultado de esta
producción sea un bien común, un bien colectivo. Pero, en primera instancia,
para que esto suceda tienen que producirse relaciones sociales que lo permitan,
encuentros, conflictos y acuerdos que lo construyan, o sea, el espacio público
es también una construcción política, constituidas por las relaciones de poder
en torno al espacio que permite, regula la manera de producirlo.
Por esta razón se considera al espacio público como espacio político, por-
que a través del dominio y de la apropiación de estos lugares se han de permitir
la expresión colectiva, las manifestaciones y la visibilidad de los distintos gru-
pos sociales, pues será el medio por el cual la ciudadanía ejerza sus derechos
(Borja, 2000).
La ciudad crea un mundo entre los individuos capaz de generar un espacio
de libertad, en el cual los ciudadanos, a través de sus actividades de trabajo, pen-
samiento y acción, transforman y configuran el espacio socialmente construido.
Esta libertad cobra vida en el espacio público y su cualidad de configurarlo sólo
se hace presente a través de la acción. Según Arendt, esta acción guarda una
relación con las condiciones sociales y de la vida, es decir, la acción política es
una acción social.
De ahí que la actividad político-social sea concebida como la acción huma-
na que estructura y determina las relaciones sociales de los habitantes en rela-
ción a sus pares y al entorno. La política es el espacio intermedio de mediación
entre los ciudadanos: “donde quiera que los hombres se reúnan, se intercala
entre ellos un mundo, y es en este espacio intermedio donde transcurren los
asuntos humanos”; es el espacio que está entre los hombres (Merlín, 2005).
El hecho y característica de las ciudades, como portadoras de una gran
diversidad cultural por sus habitantes, torna al espacio público en un espacio
diverso en el sentido de sus funciones, usuarios y modos de apropiación. Esta
diversidad promueve su polivalencia, convirtiéndolo en espacio cotidiano de
los encuentros y de las relaciones. Al ser esta diversidad otra característica in-
herente a la conformación del espacio público, esta sociedad heterogénea que
habita el espacio habrá de relacionarse políticamente para hacer uso de éste,
conformando redes de signos y símbolos que le permitan a los individuos des-
plegarse y relacionarse con los demás habitantes a través del espacio urbano.
El espacio público se refiere a un hecho socializable, en torno al cual siem-
pre están implicados los actores que lo habitan, usuarios que se convierten en
sus titulares, aquéllos que establecen las reglas de apropiación, las leyes de uso,

279
Homero Jesús Angeles de Paz

y los recursos con los que se ha de vincular el espacio con las personas (Subirats,
2016). Lo que se entiende aquí es que el espacio público es un bien común en
teoría y por definición. Sin embargo, lo que se observa en el espacio, producto
de la segmentación urbana, es su privatización, y su incapacidad de ser inclu-
yente para todos los habitantes.
Esto se explica de la siguiente manera: en primera instancia, el espacio pú-
blico está constituido por una red compleja de instituciones culturales, tradi-
ciones y reglas que regulan el uso y legitiman las prácticas sociales de los indi-
viduos; estos conjuntos de personas operan en lo colectivo como sus titulares
(en calidad de usuarios, actores), es decir, el espacio público de una ciudad está
conformado por todas las entidades y sinergias que se encuentran dentro de él
y del cual sus habitantes son dueños, componiendo así una red de reglas de uso,
disfrute y salvaguarda.
El espacio público también se rige por normas jurídicas y sinergias que lo
controlan y lo determinan. En esta definición lo público se vuelve propiedad
atribuida a algún propietario en lo individual o lo colectivo. Así, pues, la pro-
piedad siempre se atribuye a alguien, individual manejado colectivamente o
privado manejado institucionalmente, “nos concierne a todos”, ejemplifica el
efecto de la construcción del bien común sobre el espacio público.
Sin embargo, es pertinente exponer que el concepto de bien común no
debe confundirse con el término de bien universal. Como ya se dijo, los bienes
comunes se basan en el conjunto de bienes e implicados (titulares o usuarios)
sobre los cuales se aplican las reglas de apropiación, límites de uso y sanciones
a todo aquel que use el espacio público. Esta compleja estructura social, com-
puesta por los habitantes, instituciones y tradiciones que restringen su uso, está
constituida por las estructuras sociales que gestionan los bienes comunes de
su realidad inmediata. En cierto sentido, éstos privatizan los bienes comunes
cuando gestionan, administran y ejercen su poder colectivo. Aquí se produce la
articulación y reforzamiento de las interdependencias de todos aquéllos a quie-
nes les concierne el bien común. Resultado de esta gestión colectiva del espacio
público es cómo se pueden producir las ventajas del compartir o las tendencias
a segregar (Subirats, 2016).
Lo que se observa es que estas relaciones sobre el espacio público, enten-
dido como un bien común, crean fenómenos simbióticos entre los elementos
que conforman la estructura social de un lugar. Todos estos procesos giran en
torno a la capacidad de cada uno de los elementos para ejercer el control de
un bien o un objeto, en este caso el objeto es el espacio público, en el cual se

280
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

busca siempre una retribución por satisfacer las necesidades de una persona o
un grupo en lo individual o en lo colectivo.
En todo caso, el espacio público, entendido como un bien común, se refiere
a la relación de los bienes con las personas desde esta perspectiva cualitativa
basada en la inclusión y el acceso compartido a un mismo espacio, como una
posibilidad de ejercer la libertad de los habitantes con su entorno. Sin embargo,
el ejercicio de las libertades está regulado por sinergias que controlan y regulan
al hombre y la estructura social, la relación del ciudadano con el Estado y la
gestión del territorio (ciudad y el espacio público), y su posibilidad de ser usado
de manera equitativa recae en el ejercicio de la ciudadanía, es decir, de la liber-
tad de actuar en lo individual o en lo colectivo de los habitantes de una ciudad.
Ahora bien, este sentido, que incluye a todas las personas que habitan la
ciudad y hacen suyo el espacio público, denota una asimetría entre quienes
pueden, de manera legítima, usar el espacio público y los incapaces de hacerlo.
A esto se refiere este trabajo con la exclusión de las minorías en el espacio urba-
no y la dificultad de las mismas por generar lugares y ser parte de ellos.

Migración

En este apartado se estudia a los migrantes internacionales, producto de la


globalización, los cuales fueron mencionados en un principio, ya que por el
intercambio del mercado laboral a escala global ésta se ha visto exacerbada y es
de interés académico entender el medio por el cual estos nuevos habitantes ha-
brán de hacerse del espacio público, desplegar su cultura en el espacio urbano
y conformar lugares con los suyos, pero también a través del intercambio cul-
tural, personal y afectivo con los residentes que con anterioridad han habitado
estos espacios.
Los nuevos y modernos procesos de migración ponen en duda la capacidad
de las ciudades y de la sociedad para gestionar estos fenómenos de movilidad
humana, así como su inserción a la sociedad desde el punto de vista políti-
co-administrativo, en tanto ocurra una verdadera inclusión a la vida pública de
la sociedad de acogida.
Efectivamente, los procesos de migración responden a fenómenos de la
globalización donde la velocidad y la movilidad de personas, a lo largo y an-
cho del mundo, entraña un corto periodo de adaptación, que se convierte en
un reto para ambas partes del proceso de asimilación, tanto de los autóctonos
como de los migrantes. Ambas caras de dicho proceso de entendimiento con-

281
Homero Jesús Angeles de Paz

forman una nueva identidad con respecto del otro (sujetos) y a lo otro (sus
prácticas culturales).
En este sentido, la relación entre unos y otros se da por medio del entendi-
miento entre ambos a través de sus pautas culturales que constituyen todas las
valoraciones y sistemas de orientación con las que cuenta un grupo social para
orientarse en su realidad, como pueden ser usos, hábitos, leyes y etiquetas. Y es
así como el individuo conforma su mundo social donde lleva a cabo y desen-
vuelve sus expresiones humanas (Simmel, 2012).
Así con este conocimiento adquirido los miembros de un grupo social ad-
quieren la capacidad de comprender y ser comprendidos en el mundo que
los rodea. A éste se le conoce como el pensar habitual, el cual mantiene cierta
congruencia, siempre y cuando mantenga cierto orden que no desestabilice la
idea de los sistemas de relevancia que se ha construido. Esta desestabilización
del pensar habitual entra en crisis siempre que el grupo que lo creó se encuentra
con otro grupo que no comparte sus mismas pautas culturales (Simmel, 2012).
Esto se puede ver reflejado en la relación entre los migrantes y los autóctonos
de una ciudad, cada uno con pautas culturales distintas que, en un principio,
instituye en ellos una imagen del otro que regula cómo se debe actuar en rela-
ción a lo desconocido. Este desequilibrio en el pensar habitual de ambos gene-
ra condiciones de desconocimiento del otro, ya que las pautas culturales sólo
abren la capacidad de interpretar el mundo, mas no cómo interactuar con él.
Así se va conformando una imagen de relación entre ambos, es decir, del
yo frente al otro entre dos grupos diferenciados, el residente establecido y el
forastero ajeno, produciendo una relación de poder, cuyas fuerzas entre ambos
grupos y los resultados de esta relación construyen una identidad de sí mismos
frente a lo distinto, o lo que le es ajeno. En un principio, esta imagen de domi-
nación por el ejercicio de poder que construye una imagen de lo que es bueno y
malo o, lo que es mejor y peor, en torno a sus pautas culturales y las expresiones
de estas mismas.
A estos imaginarios se les llama “prejuicios medios”, por los cuales miem-
bros de un grupo legitiman ciertas prácticas en torno a otros, de acuerdo con
una interpretación de un grupo diferente al que consideran inferior. Este pre-
juicio es conformado por una relación de interdependencia del cual ambos
grupos en cuestión aceptan desempeñar un rol dentro de esta conjunción. El
reparto desigual del poder entre los grupos como resultado de este proceso es
lo que termina por producir tensiones y estigmatizaciones de unos con otros
(Simmel, 2012).

282
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

Dentro de la Ciudad de México, los migrantes se han ganado espacios de


manera gradual a lo largo del tiempo. En diversas zonas de la urbe se han
asentado comunidades que, a lo largo del tiempo, han marcado estas colonias
conformando lugares y apropiándose del espacio público haciendo uso de éste.
Norteamericanos, sudamericanos y europeos son los lugares de procedencia de
estos nuevos habitantes que, en conjunto, con la población ya residente han
reconfigurado la ciudad.
En la siguiente gráfica se muestra la población total de migrantes en México
y su proporción porcentual dividida entre los países de procedencia. Como se
puede ver, América del Sur, Norteamérica y Europa son los principales lugares
de procedencia de los extranjeros que residen en México.

Grafica 2. País de origen de los migrantes en México, representado en cantidad y en porcentaje (inegi, 2019).

En la presente gráfica (2) se puede observar los principales estados donde


los migrantes deciden asentarse y llevar a cabo su vida cotidiana. Se puede ob-
servar que la Ciudad de México es la entidad federativa con mayor índice de in-
migración, ocupando un tercio de las personas que llegaron a México en 2019,
lo que está relacionado directamente con la vocación de la capital como centro

283
Homero Jesús Angeles de Paz

financiero, económico y cultural del país. Como se explicó en un principio, la


globalización es una de las fuentes principales de la migración en nuestros días.
Aquellas ciudades que capitalizan estos efectos del mercado global tienden a
requerir personal cualificado procedente de otros países para operar.

Grafica 3. Lugar de residencia en las entidades federativas en México representado en miles


de habitantes y porcentajes (inegi, 2019).

En las dieciséis alcaldías que conforman la Ciudad de México hay espacios


que por tradición histórica han recibido una mayor cantidad de habitantes
procedentes de otras nacionalidades, como, por ejemplo, la Colonia Condesa,
que en la primera mitad del siglo xx recibió a residentes extranjeros judíos.
Otra comunidad de gran número que se ha asentado en estas colonias ha sido
la española. Es importante notar que la migración se produce a través de redes
familiares y de amistad, por lo que si algunas colonias o alcaldías presentan un
gran número de migrantes de una nacionalidad en específico, ésta siempre se
encuentra en constante crecimiento, ya que las comunidades tienden a congre-
garse entre sí de acuerdo con ciertas similitudes con el lugar de origen, así como
gracias a los nexos de amigos y familiares.
En la siguiente gráfica se muestra el porcentaje de migrantes en la Alcaldía
Cuauhtémoc, tercer lugar a nivel nacional, donde se encuentra el objeto de

284
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

estudio con las características que buscamos. Nos indica que la posibilidad de
encontrar migrantes tiende a ser muy probable por la cantidad de personas
procedentes de otras nacionalidades que viven aquí.

Grafica 4. Lugar de residencia de los migrantes dentro de las alcaldías o municipios del país
en miles de habitantes y porcentaje (inegi, Extranjeros residentes en México, 2019).

Pero las migraciones son producto del mercado laboral a escala mundial,
producto de la globalización. Existe en la actualidad una considerable fuerza
de atracción en los mercados laborales de los países desarrollados y las ciuda-
des globalizadas, donde se vive una reorganización del trabajo que obliga a
estos espacios urbanos a demandar mano de obra calificada que les permita
incorporarse a las actividades económicas que demandan estas ciudades. En
ocasiones, las ciudades no logran cubrir los puestos necesarios para cubrir di-
chas vacantes y recurren al trabajo especializado de los migrantes para lograr
dicho fin. Por ejemplo, para que una empresa multinacional opere dentro de
una ciudad, es imperante que cuente con una amplia red de filiales en dis-
tintas regiones del globo terráqueo que, de manera estratégica y en conjunto
con otras filiales, configuren los mercados laborales globales (Cervantes-Be-
llo, 2019: 205).

285
Homero Jesús Angeles de Paz

Esto conforma espacios transnacionales de actividad económica, de las cua-


les las ciudades globalizadas actúan como nodos de esta red, enlazando terri-
torios con otros, lo cual produce al menos tres fenómenos en el sector laboral:
•  La contratación directa de mano de obra especializada por parte de em-
presas, gobiernos o traficantes (Cervantes-Bello, 2019: 207).
•  Los puentes de contacto que se forman por los lazos generados por la
globalización económica, que surgen previamente por la contratación de tra-
bajadores extranjeros, divididos en categorías: la presencia de empresas multi-
nacionales, la internacionalización de la producción, la inversión extranjera y
la fuga de cerebros (factor determinante de la demanda de trabajadores inmi-
grantes) (Cervantes-Bello, 2019: 208).
•  Conformación de mercados globales y el fortalecimiento de redes trans-
locales y transnacionales que produzcan métodos de comunicación a distancia
con el desarrollo de nuevas tecnologías (Cervantes-Bello, 2019, pág. 209).
En la siguiente gráfica podemos observar el porcentaje de población provenien-
te otros países en México por motivos de trabajo principalmente, lo que nos lleva a
seleccionar esta razón de permanencia entre las características de los migrantes por
el hecho de 1) conformar porcentualmente la mayor razón de estancia en el país.

Grafica 4. Distribución de la población migrante dentro del territorio nacional y la relación entre su
estancia y el motivo de la misma expresado en porcentaje (Chávez, 2020).

286
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

Estas características de la migración en un mundo globalizado generan lu-


gares transnacionales, los cuales se mencionaron, sitos entre lo local y lo global,
que generan un entorno único multicultural por medio de la relación entre la
diversidad de las sociedades conformadas de esta manera.

Figura 2. Imagen del parque México. Foto tomada por Homero de Jesús Angeles de Paz, 2020.

Es la Colonia Condesa, lugar dentro de la Ciudad de México, la que por su


historia ha sido espacio de acogida de la diversidad migratoria y que ha gene-
rado en este espacio un entorno social diverso y diferenciado de otros espacios
urbanos, donde la relación del migrante y residente se ve exacerbada por el
intercambio sociocultural que permite este espacio.
Esta relación de interdependencia que se genera de ambos grupos a partir
de la asimilación de las pautas culturales de los otros genera un proceso de
conformación de identidad en tres sentidos; por los migrantes, por un lado, los
autóctonos, por otro, y, tres, como una sociedad en conjunto, reforzado por el
imaginario instituido por el Estado sobre la identidad de cada uno como gru-
po socialmente diferenciado. La concomitancia de estos tres factores termina
por producir una identidad colectiva y ésta a su vez imprime sobre el espacio
urbano un sentido al cual, quienes hagan uso por apropiación de estos lugares,
tendrán que adaptarse. Aunque se pueda pensar que la conformación de lu-
gares por medio de la interrelación de la diversidad crea espacios incluyentes,
en realidad lo que provoca es la legitimación de ciertas prácticas espaciales y la
marginación de otras y, por ende, de la exclusión de sectores de la población
que, en tendencia, son las minorías y grupos vulnerables que son incapaces de
hacerse un espacio dentro de estos lugares. En este sentido, una de las dimen-
siones que legitima estas prácticas es el género, que incide en la reconfiguración
de estos espacios desde una visión heteronormada.

287
Homero Jesús Angeles de Paz

Integración sociocultural desde un enfoque de género

Como paradigma y como una categoría de análisis, el género se refiere a las cua-
lidades culturales y sociales que se asocian simbólicamente a las personas según
las formas de concebir las identidades genéricas (de género). Las teorías relati-
vas del género abarcan componentes asociados al conocimiento de las ciencias
sociales que parten de la filosofía existencialista de Simone de Beauvoir.
Éstas aportan una perspectiva cultural comparativa que indica que el sexo y
el género no son necesariamente entendidos de manera universal. Éstos siem-
pre se construyen en un contexto y una coyuntura específicas (Casares, 2008).
Entre las características que la definen se pueden identificar los conceptos teó-
ricos que explican la desigualdad de género como la capacidad de incidir en la
construcción social del hábitat, por los efectos asimétricos que produce entre
los diversos actores sociales como:

Relaciones de género

Éstas son las relaciones de dominación, conflicto o igualdad que se establecen


entre los géneros en una sociedad determinada. De ahí que hay que conocer
el grado de poder, dominación o equidad entre los géneros y estudiar cómo se
originan, legitiman socialmente y se construyen simbólicamente las relaciones
entre las personas a partir de estas ideologías de género.

Roles de género

Son éstas las actividades, comportamientos y tareas que cada cultura asigna
a cada sexo, como las habilidades sociales y formas de actuar que se piensan
apropiados para los miembros de una sociedad (Casares, 2008).

Estereotipos de género

Construcciones sociales que forman parte del mundo simbólico que funciona
como mecanismo ideológico que apunta a la reproducción y reforzamiento de
la desigualdad, entendidas como el conjunto de ideas arraigadas en la concien-
cia que escapan a la razón (Casares, 2008).

288
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

Estratificación de género

Se refiere a las desigualdades entre los géneros, reflejando la jerarquización so-


cial de dominación entre uno y otros, con el fin de conocer los modelos de
estratificación y jerarquía que subyacen a un sistema de género (Casares, 2008).

Identidad genérica

Proceso elaborado de definiciones sociales recibidas que autodefinen al sujeto,


que se origina en la relación de los sentimientos, actitudes, modelos de identifi-
cación o de rechazo que provocan una distinción con los demás (Casares, 2008).
Cada uno de estos aspectos se ven reflejados en la experiencia urbana que
viven las personas dentro del espacio urbano, de acuerdo con el género con el
cual se identifican. Habría que hacer hincapié en que, si bien el género es una
construcción social, ésta se transforma a lo largo del tiempo; asimismo se tiene
que dejar en claro que las personas no constituyen la idea del género de manera
asimétrica. El poder de participación de este concepto es diferenciado, y en el
cual las minorías quedan excluidas de reconfigurar estas nuevas identidades, y
aunque ellas vivan su sexualidad de manera cotidiana dentro del espacio urba-
no, es difícil que puedan cambiar lo que se piensa en torno a ellas. Por ello se
dieron los estallidos sociales dentro de la Ciudad de México.

Figura 3. Monumento frente al Palacio de Bellas Artes que fue intervenido por acción
de las manifestaciones feministas en la Ciudad de México en marzo de 2020.

289
Homero Jesús Angeles de Paz

Lo que da por hecho que la estratificación de género es una realidad en la


construcción del hábitat y el espacio público es el sistema patriarcal heteronor-
mado, el cual gobierna y configura el espacio urbano sin tomar en considera-
ción a grupos vulnerables, como las mujeres. En respuesta a esta asimetría por
el derecho y la libertad de incidir en las políticas públicas que ordenan el es-
pacio público, tomaron las calles para protestar en contra de quienes, desde su
privilegio, han invisibilizado esta problemática. La lucha de clases (género) y de
poderes en esta estratificada estructura social ha provocado las manifestaciones
y las reacciones de un grupo sobre otro, y como resultado del mismo también
se ha llevado a estigmatizar y a estereotipar al género femenino por luchar por
sus derechos.
En el contexto de la migración, la invisibilidad de las personas con una
identidad genérica diversa, comparten ciertos rasgos de exclusión y margina-
ción de la esfera pública en un doble sentido; primero, por pertenecer a un
grupo vulnerable por su identidad de género y, segundo, por su condición mi-
gratoria; en otras palabras, para ellos la imposibilidad de hacerse de la ciudad
viene sesgado de dos frentes, por su lugar de origen y por su identidad sexual.
Estos conceptos explican las desigualdades en las ciudades globalizadas de-
bido a la polarización y fragmentación exacerbada de la población que las habi-
ta. En este sentido, esta sociedad heterogénea vive la vida colectiva a través de la
negación de lo diferente (como contradicción de la diversidad del nombre que
este lleva), o sea, que se vive en comunidad únicamente con quienes comparten
ciertas características de clase, de poder, de etnia, raza, etcétera. Abordar estas
desigualdades desde un enfoque de género implica, por otra parte, reconocer
aquéllos aspectos por los cuales se producen los desequilibrios sociales que im-
piden el libre desenvolvimiento de la vida humana y la expresión cultural de la
diversidad (género) y que producen fenómenos de exclusión sociocultural en
la población migrante.

Reconocimiento

Para que las personas puedan recibir un trato igualitario sin importar su origen
y su orientación sexual, y las ciudades globalizadas puedan ser vividas en un
marco democrático de entendimiento y de respeto hacia la diversidad, es nece-
saria una transformación.
Para lograr este reconocimiento es importante enfocar la visión sobre dos
problemas esenciales: la identidad y la diferencia, concepción sobre la cual el

290
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

ser humano y las colectividades entienden la diversidad como algo negativo y,


por tanto, que tiende a eliminar lo que nos hace diferentes al tratarnos a todos
por iguales. El problema radica, por tanto, en que se tiende a homogeneizar a
los grupos y colectivos minoritarios mediante prácticas de discriminación hacia
sus pautas culturales, imponiendo a estas personas criterios y pensamientos de
clase, género, raza, nacionalidad, de manera obligatoria con el fin de legitimar
la igualdad entre todos (Butler, 2000).
Esto deja a los grupos discriminados en una clara desventaja para producir
su hábitat y hacerse del espacio público, ya que de vivir de manera digna su
identidad como minoría (origen-género), conforma un panorama negativo de
discriminación hacia los otros por sus pares ciudadanos, así como en ciertas
circunstancias por el Estado y las instituciones, lo cual legitima las actividades
y actitudes de un sector de la población.
En el marco de la globalización también se ven imbricadas fuerzas externas
que inciden en el reconocimiento de actitudes en el espacio urbano, sobre todo
el capitalismo y sus agentes, que son los que legitiman algunas y denigran a
otras, siempre con el objetivo de conseguir un beneficio económico, y al ser los
que tienen tomados los medios reales para gobernar sobre el territorio, reducen
al Estado a ser un mero facilitador del sector económico, quien dentro de la
justicia social de reconocimiento de las minorías (origen y género), desempeña
un papel importante en el reconocimiento de éstas (Butler, 2000).
Así pues, la dominación cultural impuesta por la globalización afecta a to-
dos por igual, tanto a residentes como migrantes, pero está claro que siempre
se impondrá con mayor facilidad a los olvidados, a los marginados, y a quienes
históricamente han tenido pocas oportunidades para ser reconocidos dentro de
la sociedad que segrega y fragmenta el espacio urbano cada vez más.

Conclusión

Las desigualdades creadas en el contexto de la globalización tienen reper-


cusiones que se hacen visibles sobre todo en el espacio urbano, siendo las
ciudades el nodo en cual las redes del mercado global se sustentan. Éste tiene
una especial fijación por ordenar y gobernar estos lugares, siempre desde una
visión mercantilizadora de la ciudad, vista ésta como un conjunto de plazas,
calles, monumentos y viviendas sin vida, sin historia, una visión totalmente
deshumanizada del hábitat sobre el cual imperan los intereses económicos
sobre las personas.

291
Homero Jesús Angeles de Paz

En este sentido, sus consecuencias humanas son preocupantes no sólo para


lograr una calidad de vida para los habitantes de las ciudades, sino para el mismo
sistema capitalista, ya que lograr la cohesión social (en ciertas circunstancias)
es también de su interés, pues sin ésta es imposible que siga perpetuando su
modelo, por lo que es de interés común entender de qué manera afecta la vida
cotidiana de quienes por la extensiva movilidad a lo largo del globo se ven en la
necesidad de cambiar su residencia de su lugar de origen. La violencia, la xenofo-
bia y las practicas poco incluyentes hacia las minorías representan un factor esen-
cial que se tiene que erradicar para una sana convivencia dentro de las ciudades.
Comprender que ver este problema desde una perspectiva de género ayuda
no sólo a entender la dinámica social dentro de las ciudades de manera distin-
ta, sino deja en claro algunas otras disparidades dentro de la ciudad, las cuales
terminan por fragmentar el espacio urbano. Visualizar este problema desde
su génesis y no sólo desde las consecuencias, el comprender la producción del
espacio urbano a través de esta visión, nos lleva a entender por qué el sistema
heteropatriarcal termina por reafirmar conductas de dominación y violencia
hacia quienes viven y conciben su realidad de manera distinta. Si la ciudad es
reflejo de quienes la habitan, cabe la pregunta, ¿qué ciudad estamos constru-
yendo y heredando?, ¿es la ciudad desde esta visión que excluye, invisibiliza y
violenta la diferencia y la diversidad?
Es importante subrayar que el reconocimiento de la multiculturalidad en el
entorno urbano, por medio de la aceptación de la diferencia y no por el de la
homogeneización, es el camino por el cual, quien escribe el presente artículo,
concuerda y toma postura teórica para lograr la equidad entre los habitantes
de la ciudad, a través de reconocer que todos somos diferentes, y que debemos
propiciar espacios de entendimiento y diálogo para lograr las trasformaciones
necesarias para que nuestras ciudades sean lugares donde cualquier persona, sin
importar su origen o género, sea capaz de desenvolverse en un marco de liber-
tad y oportunidades simétrico para todos.
El campo del urbanismo y los estudios del espacio deben buscar nuevos
enfoques desde los cuales acercarse a los fenómenos que desean estudiar, ya que
esto permite no sólo la transversalidad de disciplinas, sino permite observar
cambios, indicadores y hallazgos dentro del campo del conocimiento al que
evocan. Las sociedades que habitan las ciudades se vuelven cada vez más com-
plejas, por lo que es imperante que las investigaciones de esta disciplina com-
paginen con nuevos paradigmas del conocimiento que, en conjunto, puedan
dar explicaciones a nuevas realidades.

292
Apropiación del espacio público en la migración desde
una perspectiva de género en la Ciudad de México

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294
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos
feministas. Manifestación femenina,
marcha del 8 de marzo de 2020

Lina María Arias Saldaña

El por qué de la marcha

A primera vista, la manifestación del 8 de marzo de 2020 se constituyó como la


“más” masiva de la última década en México, donde se reunieron y acompaña-
ron alrededor de 80 mil154 personas entre ellas familiares de las víctimas, colec-
tivos feministas, mujeres, niñas, niños y algunos hombres con el propósito de
dejar en manifiesto y recordación las violencias vividas por las mexicanas y que
se han acrecentado en los últimos años. Para llegar a este punto, varios hechos
detonantes han fortalecido la reunión y la manifestación, tanto la “pacifica” a la
que llamaremos pasiva155 y la “violenta” a la que llamaremos activa.156
Agrupando estos hechos, podemos describirlos en tres puntos que englo-
ban los diferentes detonantes y accionadores para la masividad de esta marcha;
en primer lugar, la brecha de género y desigualdad; ¿por qué la brecha de
género y desigualdad es un hecho detonante? En México, la Comisión Na-
cional de los Derechos Humanos (cndh), en el diagnóstico de la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos como integrante de los grupos que dan
seguimiento a los procedimientos de alerta de violencia de género contra las
mujeres (avgm) establece:

154  Según cifras oficiales del Gobierno de la Ciudad de México publicadas en su cuenta oficial de Twitter
@GobCDMX, en <https://twitter.com/GobCDMX/status/1236835601736859648>.
155  Entendemos pasiva como el no uso de grafitis, elementos de combustión y de contacto (piedras,
ladrillos, etc.). Es decir, sólo la apropiación del espacio público (calles, banquetas, plazas) y la mani-
festación por medio de arengas y performance culturales.
156  Entendemos activa como el uso de grafitis, pintas, intervención sobre el patrimonio y el uso de ele-
mentos de combustión y de contacto (piedras, ladrillos, etcétera).
Lina María Arias Saldaña

Foto 1: Marcha del 8 de marzo de 2020, Monumento a la Revolución en la Ciudad de México.


Fuente: Archivo personal de Kevin Vega.

…las brechas de desigualdad entre mujeres y hombres, se constituyen como un


freno para el acceso, goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres, entre
ellos, los civiles, sociales, económicos, políticos y culturales. Asimismo, representan
factores detonantes para la generación y agudización de contextos de violencia femi-
nicida,157 pues conjugan elementos culturales, sociales, políticos, económicos y
normativos que permiten directa o indirectamente la discriminación por razones
de género y que toleran, a la vez que sostienen, la violencia contra las mujeres158
(Comisión Nacional de los Derechos Humanos, s.f.).

En consecuencia, podemos encontrar estas desigualdades reflejadas en las ci-


fras en el Atlas de género159 elaborado por onu Mujeres, el inmujeres, la cepal

157  Uso de cursivas en este texto, no en el original.


158  Diagnóstico de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos como integrante de los grupos que dan
seguimiento a los procedimientos de alerta de violencia de género contra las mujeres 2019, en <https://
www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2019-11/Estudio-AVGM-2019.pdf>.
159  Atlas de género desarrollado por inmujeres, onu Mujeres, cepal e inegi, en <http://gaia.inegi.org.
mx/atlas_genero/>.

296
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

y el inegi, donde podemos identificar, por ejemplo, tan sólo el 44.89 por
ciento160 de las mujeres mayores de 15 años tienen una participación econó-
mica a diferencia de los hombres que tienen 77.07 por ciento, lo que arroja
una brecha en la participación económica de 32.19 por ciento. Datos simila-
res se presentan en la tasa de informalidad laboral donde a nivel nacional las
mujeres tienen un porcentaje mayor de 57.32 por ciento; es decir, las mujeres
se encuentran más propensas a desempeñarse de manera informal, lo cual
ocasiona un descenso en la calidad de vida en ellas y sus familias.
Estos datos reflejan el trabajo remunerado sea formal o informal. Pero las
diferencias porcentuales se agudizan cuando empezamos a hablar del uso de
tiempo, donde, por ejemplo, el promedio de horas a la semana que dedica la
población de doce años o más a realizar trabajos dentro del hogar no remu-
nerados: a nivel nacional las mujeres dedican 48.55161 horas a la semana en
contraste con los hombres que sólo dedican 19.57 a la semana, menos de la
mitad de lo que una mujer mexicana dedica a su hogar. También la población
que desempeña este trabajo no remunerado consiste en el 88.82 por ciento por
mujeres. Además, hay que tomar en consideración las dificultades de entrar a
la esfera económica de manera formal, tienen ocupadas más de cuarenta horas
por semana al cuidado del hogar; en otras palabras, las mujeres dentro de la
sociedad mexicana realizan una doble jornada; puesto que deben cumplir con
sus actividades económicas ya sean formales o informales, deben cumplir con
la jornada (equiparable en horas) doméstica sin recibir remuneración.
A partir de estas diferenciaciones (en este caso, económicas) podemos ver
la desigualdad en la que se encuentra la mujer mexicana, pues se puede ver
porcentualmente el reflejo de los roles de género (asignados dicotómicamente
femeninos/masculinos, mujer/hombre) que aún siguen presentes dentro de la
sociedad mexicana, espacializando162 lo femenino y lo masculino. El espacio
público y la esfera pública (poder) es considerado el espacio para el hombre
tipo mientras que lo privado y doméstico (lo subordinado) como espacio para
las mujeres (en ejercicio de los cuidados).
En segundo lugar, tenemos el tema de la impunidad y el acceso a la justi-
cia. Estas desigualdades reflejadas en el acceso al poder y, en particular, en lo

160  Datos recopilados en Atlas de género, en <http://gaia.inegi.org.mx/atlas_genero/>.


161  Datos recopilados en Atlas de género, en <http://gaia.inegi.org.mx/atlas_genero/>.
162  El termino espacializando es utilizado desde la relación de espacio y género, donde el espacio se cons-
truye y significa a través de la experiencia misma del género; en este caso los roles de género que le
atribuye carácter ya sea femenino o masculino.

297
Lina María Arias Saldaña

económico, nos hace cuestionarnos ¿por qué hablamos de la impunidad y el


acceso a la justicia como un hecho detonante? Como vimos en cifras anteriores,
las mujeres mexicanas desempeñan una doble jornada que se desarrolla en la
esfera privada y en lo doméstico y su incursión en la esfera pública y de poder
se encuentra mermada; esto nos hace cuestionarnos si el acceso a la justicia es
equitativo. ¿Cómo podríamos hablar de justicia equitativa? Si, por ejemplo,
la distribución de juezas, jueces, magistradas y magistrados en los juzgados y
tribunales superiores de justicia estatales, las mujeres sólo representan el 38.94
por ciento,163 en la distribución porcentual de las diputaciones de los congresos
estatales ascienden al 48.20 por ciento, al tiempo que en la distribución por-
centual de las presidencias municipales representan el 14.10 por ciento, en la
distribución de las regidoras y regidores de los gobiernos municipales el 35.10
por ciento y en la distribución de los síndicos de los gobiernos municipales el
25.70 por ciento.
Estas desigualdades en los cargos de poder y toma de decisiones acarrean
consecuencias que podemos ver en las altas cifras en relación a la violencia con-
tra la mujer, como lo explica la Comisión Mexicana de Derechos Humanos y
el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal:
…han denunciado que de las más de 89 mil violaciones sexuales contra mujeres
en el país, ocurridas durante el periodo 1997-2003, el Ministerio Público logró
la consignación de la averiguación previa en 39 por ciento de los casos (con o sin
detenidos), pero al final, sólo 25 por ciento de los detenidos recibieron sentencias
condenatorias. Es decir, de las violaciones denunciadas, en 60 por ciento de los
casos no hubo detenidos, pero cuando se logró hacerlo, 75 por ciento de los vio-
ladores lograron impunidad absoluta164 (Cosme, 2006).

¿Cómo garantizar justicia si el 75 por ciento de los violadores detenidos salen


con impunidad absoluta? En el artículo de “Alto a la impunidad”165 por onu
Mujeres, dice que “de acuerdo con la envipe en 2019, sólo 56 por ciento de
las mujeres confía en instituciones como el ministerio público y procuradurías
o fiscalías estatales y la mitad percibe que su desempeño es inefectivo. Esto in-
cide en el bajo porcentaje de denuncias de delitos por parte de las mujeres (6.3
por ciento)” (Luque, 2020); además, resalta la ineficiencia en la resolución

163  Datos recopilados en Atlas de género, en <http://gaia.inegi.org.mx/atlas_genero/>.


164  Cosme, J. L. 2006. Violencia de género: impunidad e injusticia como problemas estructurales. Per-
inatol Reprod Hum, 20(4), pp. 49-51, en <http://www.scielo.org.mx/pdf/prh/v20n4/v20n4a1.pdf>.
165  <https://mexico.unwomen.org/es/noticias-y-eventos/articulos/2020/03/alto-a-la-impunidad>.

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Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

de los casos denunciados y sucedidos en los cuales “de las 3,418 defunciones
femeninas con presunción de homicidio registradas en 2017, sólo se iniciaron
741 averiguaciones previas y/o carpetas de investigación por el delito de fe-
minicidio y únicamente se emitieron 16 sentencias condenatorias en ese año
por dicho delito” (Luque, 2020), es decir, esos 741 corresponden sólo al 21.6
por ciento y de éstos sólo 16 se han sentenciado, o sea, al 2.1 por ciento; en
suma, únicamente el 2.1 por ciento de estas defunciones ha sido sancionada
en tan sólo 2017.
Además, en las cifras presentadas por el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (inegi), la violencia de género afecta en mayor porcentaje a la pobla-
ción femenina al tiempo que en promedio el 82 por ciento de los imputados
por violencia de género son hombres. En rigor, es la representación (física y vio-
lenta) de la dominación masculina. En la figura 1 podemos ver los porcentajes
de la violencia de género vivida por mujeres y hombres. También nos muestra
que en la violencia intrafamiliar el 82 por ciento de los imputados también son
hombres, en materia de acoso sexual166 el 93 por ciento, en los casos de hosti-
gamiento sexual167 el 95 por ciento, en la violencia sexual el 90 por ciento, en
los casos de incesto el 64 por ciento, en los casos de rapto el 86 por ciento y,
por último, en los casos de acoso el 88 por ciento.
En relación con lo anterior, y por último, está el acoso y el feminicidio.
¿Por qué hablamos de acoso y feminicidio cómo hechos detonantes? Dentro de
la marcha y las manifestaciones organizadas por los movimientos feministas,
la principal solicitud es detener la violencia en todas sus expresiones, incluido
el acoso y el feminicidio. Es preocupante cómo estos dos hechos de violencia,
tanto urbana como de índole privado, se han acrecentado en la última década y
aún más estos dos últimos años, incluyendo el actual que, a pesar de encontrar-
nos en un contexto de pandemia, y de restricciones en las formas de contacto,
sigue en alta.
Tan sólo de enero a octubre de 2020 han sumado alrededor de 801168 femi-
nicidios en todo el país, doce más que en el mismo periodo en 2019, además de

166  El acoso sexual “se considera una forma de violencia que conlleva un ejercicio abusivo de poder,
aunque no haya subordinación de la víctima; coloca a la víctima en un estado de indefensión o de
riesgo; y se concreta en uno o varios eventos” (cndh, 2017).
167  El hostigamiento sexual “es el ejercicio del poder en una relación de subordinación real de la víctima
frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas,
relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva” (cndh, 2017).
168  De acuerdo con el reporte de seguridad nacional.

299
Lina María Arias Saldaña

Figura 1, Violencia de género. Fuente: Elaboración propia a partir


de la información encontrada en Inegi.org.mx/temas/victimas

que las cifras de feminicidios han aumentado; por ejemplo, en 2015 la tasa de
feminicidios fue de 426, en 2016 fue de 645, en 2017 fue de 766, en 2018 fue
de 913, en 2019 fue de 963,169 como también podemos observar en la figura 2.
Por ello las manifestaciones femeninas que se presentan en las diferentes
ciudades de México como contraposición a las violencias, el acceso a la justicia
y la desigualdad son relevantes para la apropiación y uso del espacio público.
Como indica Teresa Pérez Vázquez del Centro de Investigaciones para la Equi-
dad Política Pública y Desarrollo:

El problema de la violencia contra las mujeres ha sido un problema constante dentro


de la sociedad mexicana, sin embargo, ha sido hasta los últimos años que la percep-
ción de la violencia ejercida contra las mujeres ha cambiado radicalmente. Esta situa-

169  De acuerdo con el informe mensual de seguridad de noviembre de 2020, en <https://www.gob.mx/


cms/uploads/attachment/file/592974/Informe_Mensual_Noviembre_19.11.2020_SSPC_-_SE-
DENA-__GN_V_0.pdf>.

300
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Figura 2. Feminicidios.
Fuente: <http://mexicosocial.org/feminicidios-en-mexico-tendencia-imparable/>.

ción se da sobre todo a partir de que la violencia contra las mujeres pasó de ser un tema
del ámbito privado a convertirse en un problema del ámbito público170 (Vázquez, s.f.).

Además, en el mismo documento la autora explica:

La puesta de la violencia en la escena pública permitió entender que era necesario


trabajar por su erradicación en contra de las mujeres, ya que representaba un obstá-
culo para el efectivo goce y ejercicio de sus derechos fundamentales, que permeaba todos
los ámbitos de desarrollo171 (Vázquez, s.f.).

Por tanto, el fin de este artículo es reflexionar e identificar los procesos de


apropiación del espacio público por movimientos feministas en la Ciudad de

170  Las cursivas agregadas en este texto, no en el original.


171  Las cursivas agregadas en este texto, no en el original.

301
Lina María Arias Saldaña

México, específicamente en el recorrido de la marcha del 8 de marzo de 2020,


desde el Monumento de la Revolución hasta el Zócalo del Centro Histórico
de la Ciudad de México. Para ello se abordarán estos procesos de apropiación
desde ejes de análisis, correspondientes a la apropiación colectiva del espacio
público y movimientos feministas.

De la apropiación colectiva, el espacio público


y los movimientos feministas

Apropiación
Para empezar, la apropiación colectiva parte de lo que Melucci define como
“identidad colectiva”, es decir, no podemos concebir el término de “apropia-
ción colectiva” sin entenderla desde el proceso de identidad. Para Melucci, una
identidad colectiva “es una definición interactiva y compartida, producida por
varios individuos que interactúan y que hace referencia tanto a las orienta-
ciones como al ámbito de oportunidades y restricciones en el que tiene lugar
su acción” (Melucci, 1989: 34; Tejerina, 2012: 80); también ejemplifica que,
dentro de esta identidad, hay tres elementos que pueden diferenciarle; en pri-
mer lugar, habla de los aspectos que refieren una definición sobre los fines, los
medios y lo concerniente a la acción colectiva, siendo esto un nivel cognitivo
que se muestra y está presente en los rituales, las prácticas y las producciones
culturales que generalmente se manifiestan desde la acción colectiva coherente-
mente y, además, allí se producen circunstancias y visiones divergentes que se
agrupan en esta acción.
En segundo lugar, estas identidades colectivas se pueden definir como una
red de relaciones en la cual hay jerarquías, identidades individuales e influen-
cias. Estas redes se comunican, influyen, interactúan y llegan a acuerdos entre
ellas, para así llegar a acciones e identidades conjuntas, o sea, colectivas. Cada
una de estas redes de actores pueden tener diferentes tipos de liderazgos, orga-
nización, tipos de comunicación, pero al final se evocan en una acción colectiva
unísona (como podemos identificar el día 8 de marzo de 2020).
Por último y, en tercer lugar, Melucci habla sobre la implicación emocio-
nal, es decir, que dentro de estas acciones e identidades se permean por unas
emociones en común. Ello permite que los actores se puedan implicar pro-
fundamente con las acciones que realizan, evidenciadas en la marcha del 8 de
marzo de 2020. Este tercer punto es, para Melluci, definitivo en cuanto esta
implicación emocional permite toda identidad colectiva y, a su vez, la consti-

302
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

tución y consolidación de los movimientos sociales. Puesto que “las emociones


también forman parte de una identidad colectiva, su significación no puede ser
enteramente reducida a un cálculo de costes y beneficios, y este aspecto es espe-
cialmente relevante en aquellas manifestaciones menos institucionalizadas de la
vida social como son los movimientos sociales” (Melucci, 1989, 1995 y 1996).

Espacio público
Dentro de la apropiación colectiva y las identidades y acciones colectivas, el
espacio público se torna como lugar articulador que permite la elaboración y
desarrollo de dichas acciones. Por ello es importante definir al espacio públi-
co como ente social y político, además de las diversas significaciones que éste
puede tener.
En primer lugar, como lo define Ricardo Tena, en Ciudad, cultura y urba-
nización sociocultural, “el espacio público se reconoce como lugar de relación e
identificación; hoy cobra importancia el papel de los gobiernos locales, parti-
dos, organismos formales y de organismos sociales de acción colectiva”172 (Tena,
2007: 287); en otras palabras, el espacio público incorpora todos los procesos
de relación de las acciones colectivas, tanto las redes gubernamentales como las
de movimientos sociales, como las redes de las identidades colectivas, como los
movimientos feministas, son, al final de cuentas, las que realizan un proceso de
identificación, apropiación y territorialización.
Aparte de definir y concebir el espacio público como un lugar de relación,
podemos identificarlo, como lo propone Salvador Urrieta: “espacio público
como lugar de penetración y flujo […] un espacio cargado de valores y signi-
ficaciones” (Urrieta, 2019: 29). Además de ser de relación y de identificación,
el espacio público está cargado de valores y significaciones. Por ejemplo, el
Centro Histórico de Ciudad de México se compone de pedazos históricos in-
trínsecos y yuxtapuestos en el plano físico (arquitectura y calles) que relatan,
desde sus modificaciones, el paso del tiempo, la historia y valores que han cons-
tituido a la urbe y a la nación. Desde la época prehispánica, la colonización,
la revolución hasta el día de hoy, en sus fachadas y calles se recoge la memoria
histórica donde estos grupos de identificación colectiva pueden reconocerse y
/o identificarse o no.
Estas dos definiciones se complementan y atribuyen al espacio público des-
de un componente social, una mirada profunda en cuanto a las relaciones que

172  Las cursivas en este texto, no en el original.

303
Lina María Arias Saldaña

allí se tejen desde las significaciones que produce la memoria histórica del lugar.
Esto hace preguntarnos si todos interactuamos de la misma forma con estos
espacios o, en esta misma relación con ellos, nos identificamos o no. Como pa-
rece suceder, los movimientos sociales feministas se contraponen en el espacio
público cargado de memoria histórica en el centro de la Ciudad de México.

Movimientos feministas
En relación con los dos apartados anteriores, de apropiación colectiva del es-
pacio público, se ven permeados por las acciones colectivas de las identidades
conjuntas, como en nuestro lugar de estudio los movimientos sociales feminis-
tas que allí se desarrollan, desde una manifestación en primer lugar, pero que,
en la última década, se ha implicado lo político.
En primer lugar, como define Benjamín Tejerina en su articulo “Movi-
mientos sociales, espacio público y ciudadanía: los caminos de la utopía”:

…los movimientos sociales se sitúan en un espacio de privacidad compartida que


hace posible la conversión de intereses privados en cuestiones de debate en la
esfera pública, y permite encontrar una estructura de plausibilidad173 para vivir la
ciudadanía vicaria174 (Tejerina, 2012: 81).

En otras palabras, los movimientos sociales se construyen en lo privado, pero


exploran sus acciones en la esfera pública y espacio público. Lo que hablare-
mos más adelante en la metodología, donde se analizan cómo los movimientos
feministas se desarrollan dentro de tres temporalidades para que, con sus ac-
ciones colectivas, apropiarse del espacio público en temporalidades definidas,
como la marcha del 8 de marzo de 2020.
En segundo lugar, los movimientos feministas se componen desde una vi-
sión de género, que es el concepto central que permite articularse con los luga-
res, como lo explica Miriam Velasco en su capítulo “Territorialidad del género
y generidad del territorio”, donde aborda cómo el género es parte fundamental
en el proceso de apropiación y territorialización de los lugares.

173  Plausibilidad definida por la Real Academia Española como: atendible, admisible, recomendable.
También puede ser definido como posible.
174  Vicaria definida por la Real Academia Española como: Que tiene las veces, poder y facultades de otra
persona o la sustituye; persona que en las órdenes regulares tiene las veces y autoridad de alguno de
los superiores mayores, en caso de ausencia, falta o indisposición. También puede ser definida como
facultad de reemplazar a otro individuo.

304
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Pero ¿qué es género? ¿Cómo se relaciona con el espacio y el territorio? y


¿cómo se articula con los movimientos feministas?

Género, espacio público y territorio


El “género”, definido por Joan Scott como “un elemento constitutivo de las re-
laciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos175” (Scott,
1986). En esta breve definición podemos entender desde lo biológico y dicotó-
mico del sexo (femenino/masculino, macho/hembra) y desde la construcción so-
cial del término, donde a los sexos se les define un rol de género que cumple con
las funciones destinadas por el sistema patriarcal a él, es decir, la implicación de
cómo actuar o el “debe ser” impuesto sólo por nuestra definición biológica (sexo).
Pero Scott no termina allí. También define que el género “tiene elementos
interrelacionados a) Los símbolos culturalmente disponibles; b) los conceptos
normativos que dan significado a los símbolos; c) las nociones políticas, insti-
tucionales y las organizaciones sociales y d) la identidad significativa” (Scott,
1986). Aquí profundiza en los roles de género, en los estereotipos y en cómo
este concepto es una construcción social del patriarcado, que tiene compo-
nentes simbólicos y se reproduce e institucionaliza a partir de la política y lo
gubernamental, además de proporcionar a los individuos permeados por él una
identificación significativa dentro del sistema y, por medio de estas identifica-
ciones, brindar significado a sus símbolos.
Pero esto, ¿cómo define el actuar de dichos movimientos? En primer lugar,
el movimiento feminista se define como contracultura, es decir, en contra de los
símbolos, significaciones, roles y estereotipos que, a partir de la cultura, se cen-
tran como valores establecidos, natos e incuestionables. En segundo lugar, tene-
mos su extensa critica al papel y los roles que se le asignan a la mujer por el hecho
de serlo. En la marcha se acrecienta esta contraposición al reflejarse el descontento
por las disputas de la incursión femenina en el espacio público y la esfera pública.

Género, espacialidad y territorio


¿Cómo el género se relaciona con el espacio? A juicio de Miriam Velasco:

La espacialidad, territorialidad y el género son entendidos como construcciones


sociales en donde los primeros dos significan mediante la experiencia de género en
ellos, es decir, “espacio vivido y representación (Velasco, 2012: 267).

175  Desde la visión dicotómica de lo masculino y femenino, macho y hembra.

305
Lina María Arias Saldaña

El espacio y el territorio no se podrían definir ni significar sin la experiencia del


género, pues nuestra escala de medición, para identificarnos dentro de los espa-
cios públicos y privados, establece que “los territorios proporcionan un espacio
en el que el género adquiere significado a partir de las restricciones, normas y
consistencias” (Velasco, 2012: 267). Además, por su modo de operar, el género
es un elemento territorializante, al mismo tiempo que es territorializado desde
las condiciones de su formación.
Pero ¿cómo el género territorializa? Velasco define:

…los espacios transformados en territorialidad no dejan de mantener una huella


de género, pero ya no pueden vislumbrarse separados, están invariablemente con-
dicionados por la dominación, pero también abiertos a la transgresión y reformu-
lación (Velasco, 2012: 277).

Los espacios están configurados de manera simbólica (construidos socialmen-


te) como masculinos y que toda generación o inclusión de nuevos simbolismos
(o construcciones sociales) implican romper el discurso de dominación (pa-
triarcal), o sea, trascender los límites físicos y simbólicos para configurar una
nueva territorialidad.
Esto nos da a entender que los movimientos feministas, a partir de las mar-
chas y manifestaciones, generan nuevos simbolismos o inclusiones en contra-
posición al discurso de dominación, como las pintas, las expresiones culturales
y los antimonumentos.

Metodología
Este artículo se configura a partir de la construcción del espacio público pen-
sado y construido desde una visión patriarcal, que se ha configurado como un
espacio para el disfrute en el tiempo libre, a la que se dota por lo mismo de
temporalidades específicas, donde se desarrollan prácticas de acuerdo con la vi-
sión hegemónica de la ciudad, y en función a los estereotipos y roles asignados
a los individuos en él.
Por ello es relevante identificar y reflexionar las nuevas significaciones y/o
apropiaciones por parte de discursos contrapuestos a los establecidos, como
los actuales movimientos feministas que, en sus representaciones colectivas, se
establecen y reúnen en espacios públicos de significación nacional y jerárquicos
dentro de la Ciudad de México. Así, se identifica como hipótesis si la apropia-
ción del espacio público por los movimientos feministas cambia el sentido de

306
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

las practicas, el territorio y el tiempo.176 Se transforma asimismo en una tempo-


ralidad de carácter femenino, particularmente evocando una reivindicación y
recordación a través de los antimonumentos177 y lo apatrimonial,178 a partir de
una metodología cualitativa, inductiva y descriptiva, y a través de un análisis
del ‘periodo liminar’179 de la marcha del 8 de marzo de 2020.

Patrimonio, antimonumento y a-patrimonial


En primer lugar, hay que definir tres conceptos claves para el análisis de la apro-
piación de los movimientos feministas en el espacio público y el patrimonio.
En su artículo “Un zombi de la modernidad: el patrimonio cultural y sus lími-
tes”, Hernández define que “en términos generales, el patrimonio cultural pue-
de ser definido como una construcción social, entendida ésta como la selección
simbólica, subjetiva, procesual y reflexiva de elementos culturales180 (del pasado)”
(Hernández, 1997: 27); en otras palabras, el patrimonio es configurado desde
un componente simbólico que, a través de su periodicidad, significa y lo resig-
nifica de acuerdo con los símbolos culturales vigentes y portadores de valores.
Se entienden los cambios originados por los diversos movimientos políticos,
económicos y, en mayor medida, el camino tomado a la globalización. De ahí
que el patrimonio cultural sea valorado a través de la significación que se le
haya dado por las diversas sociedades que se desarrollaron en él.
En segundo lugar, hablamos de antimonumento como lo define Lacruz:

…el prefijo anti significa “opuesto” o “con propiedades contrarias”. Sin embargo,
la creación de esta idea no es simplemente una contraposición u oposición a la de
monumento, sino la deconstrucción de la misma (Lacruz, 2017: 88).

También podemos entenderlo como contraposición al monumento, además de


servir como crítica y recuerdo ante hechos específicos todavía no solucionados
por las naciones.
En Ciudad de México actualmente hay diez antimonumentos: el +43 por
los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, ubicado en el camellón central

176  Se describe el tiempo, como el límite temporal en donde ocurre la marcha del 8 de marzo de 2020.
177  Antimonumento: son aquéllos que son recordatorio público, donde se rememora.
178  A-patrimonial: se toma el significado del prefijo “a” que indica carencia de “patrimonio” o de esos va-
lores y símbolos que evocan los patrimonios actuales y se resignifican a través de las manifestaciones.
179  Descrito y utilizado por Víctor Turner.
180  Las cursivas en este texto, no en el original.

307
Lina María Arias Saldaña

del Paseo de la Reforma en el cruce con Bucareli y Avenida Juárez; el 49 abc


para recordar a los 49 niños y niñas fallecidos en el incendio de la guardería
abc frente a las oficinas del Instituto Mexicano del Seguro Social en el mismo
Paseo de la Reforma; también por los 49 niños se instalaron otros tantos cru-
ces con nombres en la Secretaría de Gobernación el 3 de noviembre de este
año; el de David y Miguel es un memorial del secuestro de David y Miguel,
ubicado en el Paseo de la Reforma frente de la Torre del Caballito. También se
encuentran dos antimonumentos por el desastre minero de Pasta de Conchos,
el +65, ubicado frente el edificio de la Bolsa Mexicana de Valores junto con
una canastilla metálica con 63 cascos; un antimonumento en la jardinera en la
calle de Madero y el Zócalo conmemora al movimiento estudiantil de 1968 en
su cincuentenario; con una placa frente al Palacio de Bellas Artes se encuentra
la antimonumenta colocada en la marcha del 8 de marzo de 2019 por madres y
familiares de víctimas de feminicidio.
Como define Seligman, “El antimonumento corresponde a un deseo de
recordar de modo activo el pasado (doloroso), toma en cuenta también las
dificultades del ‘trabajo de luto’”181 (Seligmann, 2016: 51). En otras palabras,
transforma el dolor en una expresión material, que evidencia ese trabajo de
luto, pero recuerda activamente este hecho, como en el caso de la antimonu-
menta en Bellas Artes que permite apropiarlo para recordar, nombrar y exigir
acciones frente a la violencia feminicida.
En tercer lugar, “a-patrimonial” parte de la búsqueda de nombrar y resigni-
ficar las acciones efectuadas por los movimientos feministas sobre el patrimo-
nio y durante la marcha, no como hechos vandálicos sino como contraposición
al valor del patrimonio. Por ello se toma uno de los significados del prefijo
“a” que indica carencia. Así, a-patrimonial se toma, pues, como carencia de
“patrimonio” o carencia de esos valores y símbolos que evocan los patrimonios
culturales actuales, además de constituir el proceso de resignificación (de valo-
res y símbolos) por los movimientos feministas a través de expresiones artísticas
(como los grafitis) sobre el patrimonio en las manifestaciones.
En conclusión, a-patrimonial implica negar el valor y significación actual del
patrimonio, para reivindicarlo mediante la manifestación del descontento, en bús-
queda de una identificación en él donde se puedan sentir incluidas y escuchadas.

181  Traducción hecha por la autora: “O antimonumento corresponde a um desejo de recordar de modo
ativo o passado (doloroso), mas leva em conta também as dificuldades do trabalho de luto” (Selig-
mann, 2016: 51).

308
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Foto 2: Antimonumenta frente al Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.


Fuente: Archivo personal de Lina María Arias, tomada el 10 de marzo de 2020.

Foto 3. A-patrimonial Zócalo, Ciudad de México.


Fuente: Mónica González, en elpais.com182

182  Consultada el 10 de septiembre en <https://elpais.com/elpais/2020/03/08/al-


bum/1583706015_252082.html#foto_gal_28>.

309
Lina María Arias Saldaña

Teniendo estas definiciones, y cómo impactan a los movimientos feminis-


tas, se realiza el análisis desde el “periodo liminar”.

Periodo liminar en la marcha


Qué es el “periodo liminar” y cómo Víctor Turner lo utiliza para identificar
rituales dentro de grupos de identidades colectivas.
En primer lugar, el “periodo liminar” ha sido utilizado en los rituales ca-
racterizados por Arnold van Gennep con el nombre de rites de passage (ritos
de transición en español). Este proceso de análisis de los rituales está dividido
en tres fases: primera fase: separación que Turner define como “una conducta
simbólica que signifique la separación del grupo o el individuo de su anterior
situación dentro de la estructura social o de un conjunto de condiciones cul-
turales (o “estado”)” (Turner, 1967: 104); segunda fase: liminar, “el estado del
sujeto del rito (o “pasajero”) es ambiguo, atravesando por un espacio en el que
encuentra muy pocos o ningún atributo, tanto del estado pasado como del ve-
nidero” (Turner, 1967: 104); tercera fase: agregación, “el paso se ha consumado
ya. El sujeto del rito, tanto si es individual como si es corporativo, alcanza un
nuevo estado a través del rito” (Turner, 1967: 104).
Es claro que estas fases no pueden ser traducidas literalmente al objeto
de estudio, la marcha, pero a partir de estas tres fases se puede temporalizar e
identificar cómo a través de estas temporalidades los movimientos feministas
construyen y se apropian de los espacios públicos, además de reivindicarse a
través de los antimonumentos y lo a-patrimonial.
Por ello, en la aplicación para el análisis de la marcha se identificarán tres
temporalidades nombradas: temporalidad A, temporalidad B, temporalidad C,
caracterizadas en la figura 3.

Figura 3. Aplicación de la marcha del 8 de marzo de 2020. Fuente: elaboración propia.

310
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Temporalidad A: se plantean las prácticas cotidianas y los rituales prelimi-


nares, desde una semana antes de la marcha, desde la realidad virtual (redes
sociales) y en las instituciones y puntos físicos de los movimientos se activan
protocolos de convocatoria, medidas de seguridad y la identificación de la ruta
a tomar, además de los protocolos en las paradas específicas. En la marcha del
8 de marzo de 2020 se trazó la ruta desde el Monumento a la Revolución, con
parada en la antimonumenta, para finalizar en el Zócalo. Se formularon, por
demás, los protocolos de seguridad y encontrar puntos de encuentro, de eva-
cuación, sanitarios y de hidratación. Asimismo, por medio de las redes sociales
después de convocar, asegurarse de ir en bloques de conocidas para el recorrido.
En esa semana se verificaron amenazas, burlas de personas que se contraponen
a las manifestaciones femeninas que se iban a realizar.

Foto 4. Ruta tomada en la marcha del 8 de marzo del 2020. Fuente: publicado en Milenio.183

Temporalidad B: en esta temporalidad se identifica el punto de encuentro,


el Monumento a la Revolución, donde se reunieron los grupos feministas, las
mujeres y hombres, para iniciar el recorrido de la marcha.

183  Consultado el 10 de julio en <https://www.milenio.com/politica/comunidad/mujer-2020-ruta-mar-


cha-cdmx-8-marzo>.

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Lina María Arias Saldaña

Foto 5. Llegada a Monumento a la Revolución. Fuente: archivo personal de Kevin Vega.

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Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Recordemos que, dentro de la marcha, cada contingente tenía un orden


especial de salida: iniciaban los familiares y madres de víctimas de feminicidios,
después venían las madres con hijas e hijos menores de doce años; a conti-
nuación, los contingentes de mujeres y, por último, los contingentes mixtos,
tanto los pertenecientes a organizaciones políticas o económicos, también los
sindicatos y los no identificados dentro de estas organizaciones. Al final de toda
la marcha, se desplegaron grupos mixtos sin contingentes, o sin representación
por parte de organizaciones políticas o sindicatos.

Foto 6. Ruta tomada en la marcha del 8 de marzo de 2020. Fuente: publicado en Animal político.184

184  Consultado el 10 de julio de 2020 en <https://www.animalpolitico.com/2020/03/marchas-8-mar-


zo-horarios-estados-rutas-recomendaciones/>.

313
Lina María Arias Saldaña

También se identifica la llegada a la antimonumenta donde se pide un minu-


to de silencio por las víctimas de feminicidio; después se declaman los discursos
de sus familiares, recordando la vida y muerte de estas mujeres, la mayoría de
cuyos expedientes no se han cerrado.

Foto 7. Parada Antimonumenta. Fuente: publicado en Latinus.185

Temporalidad C: en esta temporalidad se identifica el recorrido al Zócalo de


la Ciudad de México, donde se evidencia esa contraposición activa denomina-
da a-patrimonización sobre la calle de Madero, el Zócalo y el Palacio Nacional.

185  Consultado el 10 de julio de 2020 <https://latinus.us/2020/03/08/imagenes-marcha-8m-ciu-


dad-mexico/>.

314
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

Foto 8. Recorrido por la calle de Madero. Fuente: archivo personal Lina María Arias.

Foto 9. Zócalo. Fuente: Reuters/Gustavo Graf publicado en infobae.186

186  Consultado el 10 de julio de 2020 en: <https://www.infobae.com/america/mexico/2020/03/08/


minuto-a-minuto-de-la-marcha-por-el-dia-internacional-de-la-mujer-comienzan-pintas-en-la-plan-
cha-del-zocalo-de-la-cdmx/>.

315
Lina María Arias Saldaña

Resultados

Contraste entre las tres temporalidades


Al revisar las tres temporalidades dentro de la marcha, y al contrastarlas con
los conceptos, se puede evidenciar, en primer lugar, la configuración de las
identidades colectivas a partir de acciones, como se realiza en la temporalidad
A, en cuanto se convoca a la marcha y se identifican entre ellas, a través de la
emotividad producida por los feminicidios y las violencias vividas por ellas. Allí
se conforman las identidades y acciones colectivas.
Por ello, en la B se territorializa y espacializa con carácter femenino toda la
ruta de la marcha cuyos puntos jerárquicos eran el Monumento a la Revolu-
ción, la antimonumenta —donde el proceso de apropiación por estas identida-
des colectivas se evidencia a partir de manifestaciones culturales, como lo son
los minutos de silencio, los discursos, arengas y cantos—; y el Zócalo, donde
se materializa la apropiación a partir de la ocupación, el uso, las expresiones
artísticas, las arengas, los cantos y los procesos de a-patrimonialización durante
la marcha.
Por su parte, la temporalidad C ejemplifica los procesos de a-patrimonia-
lización, puesto que es el punto más activo de la marcha. Al cruzar por la calle
de Madero y al llegar al Zócalo, más se evidenció la contraposición de las mar-
chantes con lo que se identifica como patrimonio. Dentro de este proceso de
a-patrimomalización, este patrimonio se resignifica evocándolo contestatario y
reclamativo, evidenciando las violencias, negligencias y deficiencias del Estado
y en sí de la sociedad.

¿Cómo se feminiza la ciudad en la marcha?


En la temporalidad de la marcha la ciudad se feminiza a través de las manifes-
taciones realizadas en ella, desde los procesos de apropiación con los antimo-
numentos hasta los procesos de a-patrimonialización, a partir de la experiencia
del género y desde la rebeldía y la emotividad que emana la marcha, con-
textualizada dentro de la creciente violencia contra ellas en México y a nivel
internacional.
Esta temporalidad se revela femenina desde el momento en que los lugares
se espacializan desde su género femenino y se manifiestan desde las expresiones
culturales, las puestas en escena, los letreros, los cantos, las arengas y los grafitis.
Todas estas expresiones se realizan desde una visión femenina y feminista con-
traponiéndose a los estereotipos y roles engendrados desde la visión patriarcal

316
Apropiación colectiva, espacio público y movimientos feministas.
Manifestación femenina, Marcha del 8 de marzo de 2020

con la que fueron configurados estos espacios, además de las diferentes relacio-
nes que se entablan y consolidan dentro de esta temporalidad, desde el inter-
cambio de elementos básicos de cuidado hasta el escudar y cuidar a las otras en
los momentos de represión por parte de las autoridades.
Es asimismo de carácter femenino desde el momento en que las mujeres
asistentes lo apropian desde su expresión de género opuesto a la visión patriar-
cal por la cual éste fue concebido.

Conclusiones

Al analizar la marcha desde el “periodo liminar” se identifican en la actualidad


rituales de paso, que nos cambian y provocan nuevas intervenciones en la socie-
dad actual y en los espacios públicos, patrimoniales, en la Ciudad de México.
Estos rituales se celebran desde las identidades colectivas que se reflejan
en los diferentes movimientos sociales en los cuales están insertados los movi-
mientos feministas, reflejando así que, a pesar de los procesos de globalización
y el sistema económico actual que nos convoca a un individualismo acrecen-
tado, estas identidades se movilizan desde objetivos comunes, emotividades
conjuntas y acciones colectivas.
Los antimonumentos siguen siendo una acción colectiva contestataria con-
tra el Estado. Recuerdan y evocan a las víctimas de manera digna, además de
evidenciar el no olvido de cada hecho inmortalizado en estos productos ma-
teriales físicos. Asimismo, se consolidan como lugares al ser territorializados y
apropiados por están identidades.
Los procesos de a-patrimonialización, como formas activas de manifestarse
en la temporalidad de la marcha, validan cómo estas identidades colectivas se
relacionan con el patrimonio y el espacio público patrimonial, al realizar pintas
y acciones activas en él. También se identifica esta necesidad de contraponerse
a lo hegemónico y entablar mensajes más fuertes y activos contra las entidades
y la sociedad en general para hacerse escuchar, identificándose como una sola.
Es claro que, desde los medios de comunicación y el discurso enviado por
los entes de poder —el Estado y periódicos— se dirige a estas acciones activas
llamándolas “vandalismo”, desconociendo que, dentro del proceso de la marcha
de los movimientos sociales y, en este caso, de los movimientos feministas, estas
formas activas representan un llamado de atención al Estado, los medios y la so-
ciedad, sobre un tema específico, además de no reconocer, en el caso de las muje-
res, su identidad desde la experiencia de género en el patrimonio cultural actual.

317
Lina María Arias Saldaña

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319
La generidad de los muros. Juan Manuel Lira, Centro Histórico, 2019.

6. Género y ciudad a través de la


manifestación cultural
La mujer y la Ciudad de México en la literatura
de fines del siglo xx e inicios del xxi.
Una visión de género

Ulises Paniagua Olivares

La visión de género en los estudios de imaginarios literarios y urbanos

En su libro Cine y estudios de género (2006), Paula Laguarda considera al cine


como productor de imágenes, ideal para el análisis de representaciones en el es-
tudio de género. Dicha visión puede aplicarse al arte en general, y a la literatura
en particular. Así, la literatura, en tanto productora de imágenes, representacio-
nes, significados e ideologías, aparece como un terreno óptimo para el rastreo
del modo en que se han construido las subjetividades (Laguarda, 2006: 1). En
este sentido, el arte en general, y la literatura en particular, ofrecen un campo
ideal para el análisis de las representaciones socioculturales.
Aunque, en especial, la literatura urbana ofrece una fuente de primer orden
para el análisis de las representaciones socialmente dominantes acerca de lo
femenino y lo masculino y las características asignadas a cada uno, nos permite
reconocer formas simbólicas, significaciones y significantes desde los escena-
rios, los personajes y las tramas de sus historias. La literatura urbana se convier-
te, de este modo, en una categoría de análisis urbano.
En materia literaria, el presente estudio parte del concepto denominado
“literatura urbana”. Para asimilar ésta acudimos a la definición que el escritor
mexicano René Avilés Fabila (2016) propone. Para él, la literatura urbana, un
fenómeno complejo y reciente, responde al surgimiento de las ciudades mo-
dernas. Tal arte no es simplemente temático, es también formal y proporciona
a la novela estructuras más elaboradas, producto de los nuevos adelantos de la
ciencia y la técnica, de los avances culturales del ser humano. Las características
de la literatura urbana son las rupturas temporales, los juegos tipográficos, las
Ulises Paniagua Olivares

historias que van y vienen con impetuosidad, lo que permite la intromisión de


elementos ajenos al discurso literario, tiene una marcada influencia cinemato-
gráfica y, por tanto, deja de ser lineal para entrar en el mundo de los planos
diversos (Avilés Fabila, 13 de marzo de 2016).187
Volviendo al tema del género, para el presente estudio entenderemos tal
concepto como: “la organización social de las relaciones entre los sexos” (Scott,
a través de Laguarda, 2006: 1). También entendemos su construcción como
la simbolización de la diferencia sexual que se construye culturalmente en un
conjunto de prácticas y discursos (Lamas, a través de Laguarda, 2006: 1). Esto
quiere decir que es imposible desligar el género de las intersecciones políticas y
culturales en que invariablemente se producen y se mantienen, donde se criti-
ca la idea de patriarcado universal y la oposición binaria masculino/femenino
por considerar que descontextualizan la especificidad de lo femenino, y que la
separan analítica y políticamente de la constitución de clase, raza, etnia y otros
ejes de relaciones de poder que constituyen la identidad.188
Para ejercer una visión de género en el campo de la literatura urbana es ne-
cesario reconocer una lista de autoras que, durante siglos, fueron marginadas,
en el sentido de que no formaron ni forman parte del imaginario de la crónica,
la poesía y la narrativa sobre la Ciudad de México. Dicho de otro modo, es
indispensable visibilizar a las escritoras y a sus obras al respecto, para brindarles
voz. Ahora bien, aunque la teoría feminista es una sola, mantiene dentro de
ella diferentes perspectivas y matices. Es necesario asumir un punto de vista
dentro del movimiento. Esta investigación se manifiesta (después de indagar
en diferentes materiales y lecturas) desde la teoría de la dominación sociológica
sobre la mujer, que se describe en el libro La dominación masculina, de Pierre
Bourdieu (2000). No se ingresó tanto a la teoría de la corporalidad de Judith
Butler (2010), aunque sí se cita en este trabajo, y de paso se aborda la visión de
Virginie de Despentes, en su Teoría King Kong (2010), donde se considera que,
dentro del feminismo, se viven escalas, pues no es la misma violencia social la

187  El concepto de “novela urbana” que propone el colombiano Álvaro Pineda Botero (2017), por su
parte, se entiende como la expresión de los problemas filosóficos del hombre contemporáneo, donde
la ciudad dista de ser un elemento meramente mimético en las formas estéticas de la literatura, para
dar lugar a elaboraciones sensibles que configuran condiciones de posibilidad sobre las diferentes
cartografías que se trazan en el devenir ciudad del sujeto urbano (Pineda Botero, a través de Moreno,
Pierre, 18 de octubre de 2017).
188  Judith Butler (2010), por su parte, embiste las ideas esencialistas sobre la inmutabilidad de las iden-
tidades de género que encontrarían arraigo en la naturaleza o el cuerpo, y aquéllas que se basan en la
preconcepción de una heterosexualidad normativa y obligatoria.

324
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

que experimenta una mujer de un sector económico medio o alto, por ejemplo,
que la que vive una mujer proletaria, una mujer obrera. Es, a través de esta dis-
quisición, que llegamos a la postura de Pierre Bourdieu al respecto.189 Bourdieu
establece en su libro La dominación masculina (1998), cómo la mujer padece
la opresión del patriarcado porque el reconocimiento que hace de sí misma lo
hace desde la mirada del hombre. El autor comenta:

La estructura impone sus coerciones a los dos términos de la relación de domina-


ción, y por consiguiente a los propios dominadores, que pueden beneficiarse de
ella sin dejar de ser, de acuerdo con la frase de Marx, “dominados por su domina-
ción” (Bourdieu, 1998: 89).

Dicho de otro modo, la mujer busca “ser” en un mundo establecido por hombres.
Por ello, se siente atraída, por ejemplo, por tipos de mayor estatura. El feminis-
mo es importante, en palabras del sociólogo, porque visibiliza. El movimiento
feminista ha contribuido notablemente a una considerable ampliación del área
de lo político o de lo politizable, haciendo entrar en la esfera de lo políticamente
discutible o contestable objetos y preocupaciones descartados e ignorados por la
tradición política, porque parecen corresponder a la esfera de lo privado, aun-
que en realidad pertenecen a lo público. Ello, por supuesto, incluye a la ciudad.
Este estudio busca establecer la visión de la libidio dominantis (Bourdieu, 2008),
donde la mujer se describe en los textos como rota, fragmentada, duplicada o
evaporada, una mujer fantasma.190 Y lo hace desde una reinterpretación herme-

189  Esta idea me obligó a revalorar, para mi trabajo de tesis, que el imaginario de la ciudad para la mujer
depende también, como ocurre en el caso de los hombres, de la posición social del actor participan-
te, es decir, se halla pendiente del personaje descrito, y de la mirada de la autora, en función de la
posición que ambos elementos constituyen dentro de un campo cultural. Bourdieu considera que
no existen precisamente las clases sociales, lo que no exime de la discriminación económica, racial o
sexual en el ámbito sociocultural; para él cada individuo forma parte de un campo cultural o habitus,
donde desempeña un rol que puede ser intercambiable con respecto de la posición que ocupa, tanto
en representaciones económicas y de poder, dentro de la sociedad. Bourdieu analiza la novela Al faro,
de Virginia Woolf, como la muestra de un padre de familia que actúa como un rey arcaico, enfermo,
envuelto en un ridículo patriarcado, que no deja de ser infantil, y sobre todo solapado por la esposa.
Establece que la dominación masculina encuentra uno de sus mayores aliados en el desconocimiento
que favorece la aplicación al dominador de categorías de pensamiento engendradas en la relación
misma de la dominación, libido dominantis (deseo del dominador), que implica la renuncia a ejercer
en primera persona la libido dominandi (deseo de dominar) (Bourdieu, 1998: 102).
190  El método que se propone aquí es el de la hermenéutica profunda, diseñado por John B. Thompson
en su libro Ideología y cultura modernas (1993), ligado al método interpretativo, cinematográfico y
literario, propuesto por Lauro Zavala (2012) y Pulecio Mariño (2018) en sus respectivos libros (que

325
Ulises Paniagua Olivares

néutica, en una visión compleja, que parte del análisis interpretativo, literario y
cinematográfico, que proponen Lauro Zavala (2012) y Pulecio Mariño (2018),
donde una obra literaria o cinematográfica puede ser revisada desde tres de sus
elementos básicos: la trama, los personajes y los escenarios.191

Antecedentes en la literatura universal: ¿por qué una visión de género?

Vicente Quirarte, en su libro Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de


México, 1850-1992 (2004), declara que “La ciudad es mujer”, y que “La mujer
es la ciudad”. Dedica las últimas tres páginas de la obra a la visión femenina con
respecto de las historias, los paisajes y los escenarios urbanos del otrora Distrito
Federal. Esto resulta interesante si tomamos en cuenta que el libro consta de
poco más de seiscientas ochenta páginas. Es decir, que la construcción de la
mujer en el imaginario literario, en la identidad capitalina de los siglos pasados,
es casi nula. Sobre todo, la que proviene de la pluma de las propias autoras.
Desde luego, Quirarte no tiene culpa de esta omisión. Ni siquiera puede ca-
lificarse como tal, pues los documentos al respecto, desde los siglos xvi hasta
inicios del xx, son insuficientes o inexistentes para reconstruir el punto de vista
de las capitalinas. Dicho de manera simple, a la mujer le impidieron dos licen-
cias fundamentales: escribir y recorrer las calles. No es extraño que la mayoría
de las crónicas urbanas provengan de una visión masculina. Años más tarde, el
propio Quirarte, en su libro México, ciudad que es un país (2018), se hace cargo
de resarcir esta primera distracción sociohistórica. Ofrece un capítulo, “Ciudad
con Ángel”, a aquellas damas que han conformado el imaginario de la capital
mexicana, ya sea como artistas, modelos, figuras públicas o políticas. De este
modo, Quirarte reivindica la importancia de los estudios de género dentro de
los estudios literarios y citadinos.
No obstante, la reivindicación desde la mirada de la masculinidad, lo cierto
es que la Teoría de género ha enseñado a la mujer a apropiarse de las calles y las
páginas, suyas por derecho, sin la intercesión de los hombres. De este modo,
cuestiona las viejas conceptualizaciones estéticas para internarse en la visión de
la metrópolis desde otra voz, desde el ejercicio del espacio público como un de-
recho fundamental de su ciudadanía. Pensar que la polis es mujer es reducirla,

aparecen en la bibliografía). Se trata de la unión de dos metodologías, en una intervención para


lograr un análisis literario, urbano y sociocultural complejo.
191  (Cita en blanco en el original)

326
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

en una visión decimonónica y chauvinista, al mero ejercicio de mercancía u ob-


jeto ¿Por qué no podría ser un hombre, para goce estético de ellas? Y, aún más,
en una concepción profunda, ¿por qué la ciudad no podría ser un ser asexuado
o andrógino que incluya a todos? Ésa es la premisa a la que pretendemos llegar
a través de este breve enfoque de género, que invitamos a ampliar y a extender
hacia la visión de la comunidad lgbttti, que tiene mucho que aportar.192 Es
necesario hacer un alto en las investigaciones literarias para ahondar, en pleno
2021, en la teoría de género a través del análisis literario, pues hay apreciacio-
nes que aparecen en los libros del siglo xix, que hoy resultan verdaderas bar-
baridades. Por ejemplo, en el siglo xix, el escritor Francisco Zarco declaraba:

Las mujeres que reinan en la familia, que seducen en la tertulia, que fascinan en
el baile parecen hallarse entorpecidas en la calle. Las que van solas, o son de edad
avanzada, o esposas o viudas. Las niñas necesitan compañía […] Para las demás
la calle es una región extraña; se cansan pronto, las lastima el piso, las sofoca la
multitud, les molesta el bullicio, andan como aves espantadas que abandonan el
nido y caen entre breñales (Zarco, en Quirarte, 2018: 200).

¿Cuál era, entonces, el uso y la exhibición del cuerpo femenino en ese entonces?
La mujer era relegada a la casa, mientras el hombre era amo y señor tanto del
hogar como de la calle. Si a la mujer se atrevía a salir al espacio público, se le
llamaba “callejera”. Si no quería permanecer en sus habitaciones, le restaba el
recurso del convento. La mujer era esposa, o monja o prostituta. No había otra
opción. Lo público estaba vedado para ella, incluso de manera cultural. Y, sobre
todo, su participación política. Esta sumisión queda de manifiesto de manera
corporal, y en el modo de vestir. Monserrat Galí, escritora perteneciente a la era
del romanticismo, lo deja claro en el retrato que hace de las damas de su tiempo:

No hay libertad de movimientos; la pequeñez del pie nos indica que no camina ni
hace ejercicio. Las faldas forman un verdadero cerco de protección que impediría
el acercamiento a otros cuerpos […] cintura estrecha, torso de esquema corazón y
falda ancha de globo. Dicho de otra manera: cuerpo dividido, vestido que obliga al
aislamiento, a la inacción y a disponer de mucho tiempo libre […] Moda costosa
que aislaba socialmente a las usuarias, marcando el status y el nivel económico de
los padres o esposos que lo proporcionaban (Galí, en Quirarte, 2018: 201).

192  Basta recordar Estatua de sal de Salvador Novo (1945) o El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata
(1979), como libros emblemáticos de la comunidad lgbttti y de la Ciudad de México.

327
Ulises Paniagua Olivares

Bajo estos argumentos, debemos internarnos en la historia de la literatura para


descubrir el largo silencio de las autoras en la producción artística de la hu-
manidad. Una extensa ausencia como protagonista no sólo de la metrópolis,
sino de la literatura universal, en un tema que incluye lo mismo la perspectiva
europea que la del resto de los continentes. Son numerosos los casos en que la
mujer fue, y ha sido, objeto de la indiferencia y el olvido de distintos regíme-
nes socioculturales, quienes veían en su presencia a una enemiga, una extraña.
Esto es curioso porque, según algunas visiones, el primer registro que se tiene
de una novela (como se entiende como tal en la modernidad), pertenece a una
mujer. Brenda Lozano comenta que la primera novela fue escrita por la autora
Murasaki Shikibu, en el Japón del siglo xii, con el título de La historia de Genji.
Mucho antes, entre los griegos, aunque no a través de la pluma de ellas, asisti-
mos a una postura contra el patriarcado. Ejemplo de esto son obras de teatro
como Electra, de Sófocles, o Lisístrata, una comedia de Aristófanes donde las es-
posas protestan mediante la abstinencia sexual, el único recurso que la sociedad
les permitía a sus manifestaciones pacifistas.193 Si bien hay ejemplos aislados,
habría que esperar hasta la aparición de la modernidad para encontrar aquéllos
que defienden la postura de la mujer. Aunque no son escritos por una de ellas,
La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne (1850), Madame Bovary, de Gusta-
ve Flaubert (1857), Ana Karenina, de León Tolstoi (1877), y Veinticuatro horas
en la vida de una mujer, de Stefan Zweig (1929), son libros que profundizan en
las razones y los sentimientos del género femenino. Era necesario, sin embargo,
que las autoras hicieran acto de presencia en el panorama literario para dejar
atrás siglos de represión, y tomar el lugar que les corresponde. Así, en el siglo
xiv apareció en Europa Christine de Pizan, quien deslumbra con su tenacidad,
su inteligencia, y su magnífico libro La ciudad de las damas (1405). En 1792
se publicó en Inglaterra Vindicación de los derechos de la mujer, obra de Mary

193  En Otelo de William Shakespeare (1603) asistimos a la historia de un feminicidio. En realidad, a dos,
si atendemos la muerte de Desdémona, esposa de Otelo; y de Emilia, consorte de Yago. Aunque se
trata de una obra escrita bajo la mirada de una sociedad misógina, son interesantes la duda de Otelo
al cometer el asesinato de Desdémona ante su supuesta infidelidad (lo que habla de su titubeo ante
la presión chauvinista); los diálogos de Emilia hacia la posición patriarcal: “Qué rápido se delatan
los hombres. Todos son estómagos, y nosotras, comida. Primero nos devoran, y luego, nos vomitan”
(Shakespeare, 1603) o “Sepan los maridos que las mujeres también son seres humanos” (Shakespea-
re, 1603); y el que Otelo, a pesar de poseer un rango importante, es acusado y perseguido por su
crimen, es decir, el feminicidio no queda impune. Lo mismo ocurre en el caso de Yago (hecho que
resultaría insólito en el México del siglo xxi). Es necesario, entonces, encontrar en Otelo (1603) una
crítica al sistema patriarcal de aquéllos años.

328
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Wollstonecraft, madre de Mary W. Shelley.194 Otras autoras importantes en


la visión universal de la literatura son Santa Teresa de Jesús, con sus poemas
erótico-místicos; sor Juana Inés de la Cruz, a través de los sonetos y su mag-
nífico poema extenso, Sueño, conocido como Primero sueño (1692). También
encontramos ya en el siglo xix a Emily Dickinson, con su delicada poesía,
urdida desde la introspección de la casa; y entrado el xx, los diarios eróticos de
Anaïs Nin, que escandalizaron a la sociedad de esos años. “Una no nace mujer,
a una la vuelven mujer”, dijo Simone de Beauvoir en su imprescindible ensayo
El segundo sexo (1949). Así lo demuestran sin duda, la visión del mundo, y en
pleno siglo xxi, la ciudad en la visión de la mujer. Se trata de un asunto deli-
cado y ominoso.
En cuanto a la visión femenina en la literatura de la Ciudad de México, el
atraso parece ser mayor. La primera escritora que aborda de manera indirecta
algunas cuestiones urbanas junto con escenarios y costumbres cercanos al con-
vento de San Jerónimo, hoy Claustro de Sor Juana (Isabel la Católica y José
María Izazaga), fue precisamente sor Juana Inés de la Cruz. Años más tarde,
Madame Calderón de la Barca, cuyo nombre real era Frances Erskine Inglis,
turista inglesa casada con un importante diplomático español que le legó su
apellido, escribió un libro de viajes llamado La vida en México durante una
residencia de dos años en ese país (1842), libro que le valió severas críticas por
parte de algunos intelectuales mexicanos, entre ellos las de Ignacio Manuel Al-
tamirano y Guillermo Prieto.195 Después, las mujeres parecen desaparecer del
panorama hasta el arribo, a mediados del siglo xx, de escritoras como Rosario
Castellanos, Elena Garro, Dolores Castro y Concha Urquiza, quienes se mues-
tran interesadas en argumentos localizados más bien en provincia, en zonas
rurales del país, o en temas amorosos.
Josefina Vicens, en El libro vacío (1958), es probablemente la primera es-
critora que aborda la ciudad como personaje. En esta novela, el protagonista,
José García, actúa como un álter ego de Vicens al quejarse de la imposibilidad
de escribir su obra ante las responsabilidades sociales y domésticas. En la obra
José García se interna en las calles para iniciar conversaciones con extraños,

194  Como dato curioso, Mary W. Shelley tuvo que esperar a que su nombre como autora de la novela
Frankenstein o el moderno Prometeo apareciera hasta 1823, en lugar del de su marido, Percy Bysshe
Shelley, porque se sospechaba de la capacidad de una mujer para escribir una obra espléndida.
195  Vicente Quirarte, en México, ciudad que es un país, menciona que una de las mucamas de la empe-
ratriz Carlota hace una descripción del castillo de Chapultepec y su paisaje cercano, descripción que
fue registrada por escrito.

329
Ulises Paniagua Olivares

convencido de que lo más urgente para los habitantes es poder comunicarse.


Más tarde, en la década de los años sesenta, setenta y ochenta, aparecen los
cuentos, las novelas, y, sobre todo, las crónicas de autoras como María Lui-
sa, “la China Mendoza”, Elena Poniatowska y Cristina Pacheco. A inicios de
este siglo, son notables los ensayos históricos sobre los cafés de la Ciudad de
México del siglo xix de Clementina Díaz de Ovando, y las crónicas urbanas,
arquitectónicas y gastronómicas de Ángeles González Gamio. Finalmente, no
podemos asumir el fin del siglo xx, y este inicio del xxi, sin la obra de mu-
jeres que reivindican el uso del espacio y el transporte público, como ocurre
en obras como Los deseos y su sombra de Ana Clavel (2000), donde aparece
una mujer que se desvanece mientras recorre el interior del Palacio de Bellas
Artes y el arroyo vehicular del Paseo de la Reforma; Fuego 20 de Ana García
Bergua (2017), novela que da cuenta de una mujer fragmentada en el año del
incendio de la antigua Cineteca Nacional; o Bibiana Camacho, que en Tras las
huellas de mi olvido (2010) ofrece la imagen de una mujer fracturada, emocio-
nalmente hablando, que se interna a las calles del Centro Histórico. De estos
tres últimos ejemplos, producto del siglo xxi,196 hablaremos en el siguiente
apartado, a través de su reinterpretación hermenéutica.

Análisis literario de tres novelas del siglo xxi


Los deseos y sus sombras de Ana Clavel: la ciudad de las evaporadas

La trama
Soledad es una mujer que decide desaparecer, en la Ciudad de México, ante la
sutil violencia que ejercen sus familiares, su novio y su jefe. La trama muestra
una mujer desgarrada, que encuentra en las avenidas y los monumentos his-
tóricos (con los que habla) un anclaje para encontrar una posición dentro del
caos urbano. Es decir, en una ciudad violenta socioculturalmente hablando, el
patrimonio histórico, pero sobre todo el simbólico, se convierte en una referen-
cia existencial para la protagonista de la historia.

196  Aparece el siglo xxi. Las publicaciones se multiplican. El feminismo se consolida, es una
realidad, una fuerte influencia en la transformación social y literaria. Los feminicidios, por
otra parte, aumentan de manera alarmante en el país. El mundo editorial se descentrali-
za. Ya no es el aparato estatal el único en autorizar editar, o no, un libro. Las editoriales
independientes y las grandes casas comerciales dan lugar a distintas voces femeninas que,
aunque publicadas después del año 2000, recurren a los recuerdos de los años ochenta y
noventa del siglo pasado (algunas sí abordan las primeras décadas de la nueva centuria).

330
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Los personajes
En la novela Los deseos y su sombra (2000), Soledad, la protagonista, es violen-
tada por un sistema social que se instala en la cotidianidad urbana. Ante la sutil
violencia familiar en su infancia, inventa una personalidad alterna: Lucía. Lucía
es el álter ego de la pequeña, un desdoblamiento que le permite sobrevivir en un
mundo machista. Como adulta, la protagonista decide esfumarse entre la mul-
titud; está viva, aunque ronda las calles como si se hubiese convertido en un
fantasma: asistimos a la presencia de una mujer desvanecida dentro del sistema
económico y sociocultural que representa la polis. Soledad (un nombre simbó-
lico, sin duda) es joven, posee un cuerpo atractivo, por lo que los hombres la
miran como un objeto. En algún momento de la historia conoce a Péter Nagy,
un fotógrafo húngaro de quien se enamora, y quien la abandona sin explica-
ción alguna. Tiempo después, acosada por su nuevo jefe, y luego despedida,
entra en crisis, desaparece. No está muerta, pero nadie, excepto las estatuas,
los monumentos y los muertos, pueden verla. Ésa parece ser la sensación de
la mujer en la ciudad, la de convertirse en un ente invisible en un mundo de
hombres. El espectro se pasea por el Castillo de Chapultepec, recorre el Paseo
de la Reforma y dialoga con sus héroes de bronce. En las entrañas del Palacio
de Bellas Artes descubre los vestigios de un mundo subterráneo que tiende
puentes con la ciudad prehispánica y colonial: enfrenta una Ciudad de México
mágica, terrible y deslumbrante, llena de personajes híbridos y alucinantes.197
De la protagonista se puede extraer una interpretación hermenéutica intere-
sante: la de una chica que desde niña ha sido ignorada, y quien, al crecer, pasa
del control del patriarcado familiar al de la pareja y los jefes. Se trata de la do-
minación masculina a la que refiere Pierre Bourdieu (1998), un mundo donde
el orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada pueda hacerse,
sino una construcción mental con la que el hombre satisface su sed de dominio.
Una visión que las propias mujeres, sus víctimas, han asumido, aceptando su
supuesta inferioridad.198

197  A través de Soledad es posible interpretar una categoría de ciudad, la ciudad de las mujeres evapo-
radas. Dicho término lo toma la escritora Eve Gil del escritor Flaubert, quien considera como una
“mala” contemporánea, una “evaporada”, a una mujer que no es sexualmente liberada, aventurera o
desobediente, sino una que se deja arrastrar por el infortunio, pasiva ante la destrucción, temerosa de
la gloria y esclava de sus miedos, complejos y pasiones (Flaubert a través de Gil, 2018: 6).
198  Es curioso cómo al mencionar a las mujeres se tiende a hablar de ellas como una minoría. Esta visión
desacertada salta a la vista si se considera que las mujeres constituyen el 52.6 por ciento de la pobla-
ción total de la Ciudad de México, con un total de 4,687,003 mujeres, contra 4,231,650 hombres,
que representan apenas el 47.4 por ciento de dicha población (inegi, 2015).

331
Ulises Paniagua Olivares

Los escenarios
En el libro aparecen lugares de uso cotidiano, pero también turístico. Se pre-
sentan, en sus páginas escenarios significativos como el Paseo de la Reforma, la
Plaza Santo Domingo, el Castillo de Chapultepec y el Palacio de Bellas Artes
(ver imágenes 1, 2 y 3). Ana Clavel se interna, desde un interés literario, en
un estudio urbano paralelo a la historia. Le interesa describir los paisajes que
conforman la urbe de los años ochenta del siglo pasado. Es importante señalar
que, entre los tres libros analizados, esta autora es quien presenta una mayor
inquietud por extraer el imaginario de la Ciudad de México para plasmarlo en
sus páginas: los mitos, las trazas mentales, las leyendas urbanas y las fantasma-
gorías (Silva, 2015), que conforman nuestra ciudad.

Imagen 1: Mapa mental de la autora acerca de los escenarios de Los deseos y su sombra.
Elaboración: Ana Clavel.

Uno de los personajes del libro habla, con escepticismo, de una circunstan-
cia que, como representación mental, es una verdad: debajo de la ciudad pos-
moderna que vivimos se hallan las huellas, los símbolos, los signos, las marcas,
las ruinas y el esplendor de la ciudad modernizada; debajo de ella hay una ciu-
dad porfirista, art decó y art nouveau, que encubre el esplendor de la arquitec-
tura virreinal y posindependentista. Y debajo de todas ellas, como un corazón
latiendo, se encuentra México-Tenochtitlan, la ciudad subterránea que alimen-
ta la historia y las imaginerías colectivas (ver imagen 4). Nuestra ciudad es cada
una de estas capas. Así lo hace saber el diálogo en la novela de Ana Clavel:

332
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Imágenes 2 y 3. El Palacio de Bellas Artes y el Paseo de la Reforma, espacios históricos y simbólicos que
aparecen, como escenarios, en la novela de Clavel. Fotografías: Ulises Paniagua.

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Ulises Paniagua Olivares

O si lo quiere ver en un sentido urbanista, ese mundo subterráneo, mítico, sub-


consciente sería la ciudad prehispánica sobre la que edificaron la colonial, y sobre
la colonial la moderna…Así que, a estas alturas, ese mundo de túneles, créamelo,
está más en nuestras cabezas que en el subsuelo (Clavel, 2000: 173).

¿Y qué es nuestra ciudad sino aquello que está principalmente en nuestra ca-
beza, o, en cierto modo, en nuestra significación emotiva? Y puede dejar de
serlo en cuanto la pensemos de otro modo. De ahí la importancia de que las
intervenciones urbanas se realicen con conciencia de las capas históricas y de
los imaginarios socioculturales que la conforman. No se debe intervenir una
ciudad sin conocerla.

Imagen 4. Tenochtitlan en el imaginario y dentro del corazón de sus habitantes.


Imagen elaborada por Ana Clavel.

Clavel se adentra en la toponimia de las calles. Para aquéllos que no están ha-
bituados a las referencias católicas o al mundo antiguo, una calle como Niño
Perdido, o una calle de Escalerillas, puede despertar evocaciones extrañas e
interesantes, como las que despiertan en Soledad:

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La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

A espaldas de Catedral no había ninguna calle de las Escalerillas. Era de noche


pero los letreros metálicos de las esquinas sólo anunciaban la de República de
Guatemala. Soledad recordó que alguna vez siendo niña le había fascinado la
calle de Niño Perdido. En su imaginación surgían escenas de un niño robado
por gitanos de una feria, que lo transformaban en un niño lagarto irreconocible
(Clavel, 2000: 214).

La ciudad es antes que nada aquélla que reina en el imaginario de sus habitan-
tes; se transforma en nuestra concepción colectiva, en especial cuando, a través
de nuevos procesos históricos, aparecen nuevas nomenclaturas, casi siempre
ligadas a un cambio institucional:

…la cabeza se le llenaba con el recuerdo de otras calles de nombres sugestivos que
no había conocido pero que formaban parte del mapa de leyendas de su ciudad y
que su padre le contara algunas noches: callejón de Salsipuedes, de los Espantos,
del Monstruo, de la Buena Muerte… pero al igual que la del Niño Perdido, esas ca-
lles no existían más: por obra y gracia de una toponimia oficialesca que por la zona
de la Catedral agradeció a las repúblicas del orbe el reconocimiento del gobierno
revolucionario, la ciudad olvidaba sus nombres y su pasado (Clavel, 2000: 214).

Fuego 20 de Ana García Bergua: la ciudad aspiracional

La trama
La protagonista, Saturnina, una vez que su familia ha venido a menos tras la
muerte del padre (líder familiar), se ve protegida por un tío, piloto comercial,
quien le permite a la madre y a la hija, desamparadas, seguir disfrutando de
un mundo de viajes y lugares exclusivos. Al acentuarse la crisis económica,
con la consiguiente pérdida de sus privilegios, la protagonista finge ser otra, de
nombre Ángela, para acceder al mundo social y urbano al que aspira. Ángela
decide acercarse a las reuniones que Victoria, una mujer millonaria, organiza en
el número 20 de la calle Fuego. Allí conoce a César Augusto, un tipo elegante
que la seduce, ejerce violencia sobre ella, y prácticamente, en contubernio con
Victoria, intenta encerrarla en la casona (en un asunto de trata de blancas),
de la que al fin Saturnina escapa. Mientras tanto, de forma paralela, sucede el
incendio de la Cineteca Nacional, en pleno 1982, con un fantasma, éste sí real,
Arturo, quien narra parte del argumento. De forma similar a la novela Casi el
paraíso, de Luis Spota (1959), nos encontramos ante una impostora en medio

335
Ulises Paniagua Olivares

de un universo de reuniones y cocteles resultantes de la corrupción, el robo y


el saqueo financiero. La ciudad lujosa que se retrata en la historia es, a fin de
cuentas, producto de la ilegalidad.199

Los personajes
En Fuego 20 (2017), vemos, de nuevo, a una mujer jugando a representar un
personaje para encajar en una ciudad que la abruma. Saturnina, la protagonista
del libro, también flota como un espectro, se vuelve invisible. De nuevo, la
mujer, se evapora:
Floté por todo Insurgentes y subí por Copilco hacia Revolución, como si fuera
en coche. Yo sabía que quizá iba a poder elevarme encima de los edificios, dar
grandes saltos hacia la noche, pero todo eso no me asustaba, me daba vértigo.
Quizá a Ángela se le hubiera hecho muy divertido andar invisible por la ciudad,
enterándose de toda clase de cosas, se hubiera metido en todos lados, empezando
por las discotecas y los lugares llenos de gente, para tocarlos y sentirlos sin ser vista
(García Bergua, 2017: 239).

Desde el análisis de este par de novelas es importante establecer un cuestiona-


miento acerca del vínculo entre la identidad y el cuerpo, ¿es posible existir, ser
y actuar sin carne y sin hueso, vivir en calidad de fantasma? ¿Seremos todos
un cúmulo de espíritus errantes con la única flama ardorosa del deseo? Espe-
cialmente, ¿lo serán las mujeres? ¿Son obligadas, culturalmente, a serlo? ¿A la
mujer se le niega la corporalidad, de manera metafórica y material? De allí la
importancia, entonces, de la teoría sobre el cuerpo que, desde el feminismo,
elabora Judith Butler (2010).
Las aspiraciones de Saturnina se presentan en una ciudad de los años ochen-
ta, en medio de la burocracia del aparato estatal, de los primeros empresarios y
de un partido único. En este escenario político, es evidente el binomio que se
establece entre el sistema patriarcal y el poder:

Nora y Fabiola acaban de entrar a estudiar Letras Inglesas, son como de otro pla-
neta. El papá de Nora es un empresario de lana, su hermano trabaja en Relaciones
Exteriores. En cambio, el de Fabiola es periodista dizque de avanzada […] Están
hablando de las elecciones que se avecinan y que ganará como siempre el pri, de
libros, de películas y lo que sea (García Bergua, 2017: 174-175).

199  (Cita en blanco en el original)

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La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

En este contexto sociohistórico, las mujeres terminan por convertirse en seres


aspiracionales bajo la presión de aquello que se anhela, pero no se puede tener.
Se presume, por otro lado, lo que sí se tiene:

A eso de las siete regresó muy alborotada. ¿No estás lista? Prepárate porque tus
amigas y yo tenemos un plan para tu cumple. El plan consistía en ir a ver 10: La
mujer perfecta al Manacar, y luego irnos a cenar y a bailar a un sitio divertido que
ellas proponían (García Bergua, 2017: 63).

Hablamos entonces de ciudades que no coexisten de forma horizontal, social-


mente hablando, ciudades segregadas de manera física y virtual. Es la ciudad
dual a la que alude García Vázquez (2004): una ciudad de muy pocos ricos y de
muchísimos pobres (a los que sólo les queda soñar con tener lo que ni siquiera
les brindará felicidad). ¿Qué tipo de ciudad queremos? ¿Era éste el modelo que
planteaban las utopías de Julio Verne de fines del siglo xix, un modelo posi-
tivista en la búsqueda de la felicidad del ser humano? Si la ciudad nos vuelve
fantasmas, ¿no habría que recuperar un modelo de ciudad que nos haga sentir
personas, seres materiales y espirituales?

Los escenarios
Se presentan lugares elegantes, de “relevancia social”. Aparecen sitios como la
esquina corporativa de La Fragua y Reforma; la colonia Nápoles (residencial
de clase media alta), alguna agencia de viajes internacionales (indicios sim-
bólicos de un capital cultural ajeno a las prácticas socioculturales populares).
Se presentan, en adición, escenarios urbanos que hablan de su importancia
en los años ochenta, entre ellos: a) El Panteón Jardín, lugar de la memoria
(García Bergua, 2017: 25); b) la oficina de boletos de Aeronaves Mexicanas,
ubicado en Reforma, lugar de la memoria (García Bergua, 2017: 29); c) Bellas
Artes, punto de reunión (García Bergua, 2017: 55); d) el cruce de Insurgentes
y Félix Cuevas, lugar de accidentes de tránsito (García Bergua, 2017: 71);
e) las callejuelas de Coyoacán, lugar de conversación (García Bergua, 2017:
138); y f) la Cantina La Guadalupana, de Coyoacán, lugar de diversión (Gar-
cía Bergua, 2017: 293).
Aparecen calles y monumentos importantes en la morfología de la ciudad,
en este caso próximos al Paseo de la Reforma:

337
Ulises Paniagua Olivares

Llegamos a Reforma y doña Victoria me pidió que diera vuelta en Lafragua, hacia
el monumento a la Revolución. Ahí, en un edificio de grandes ventanales, se en-
contraban las oficinas de Triunfo 70. Pero antes debía dejarla a ella en el Sanborns
a dos cuadras, pues tenía una cita de trabajo (García Bergua, 2017: 57).

La ciudad que describe Fuego 20 (2017) es la ciudad del glamour. El lujo se


hallaba, en ese entonces, en las colonias del sur del entonces Distrito Federal
(Santa Fe o Interlomas no eran siquiera un plan urbano). De este modo, se na-
rra un Pedregal donde las casonas, construidas con jardines amplios y muros de
piedra basáltica, eran diseñadas, por capricho de sus dueños, por los arquitectos
más famosos del momento. Se menciona también Ciudad Satélite:

En realidad, me subía al Maverick a dar vueltas por la ciudad, recordando los pa-
seos que a veces dábamos Rafa y yo por rumbos que a él le fascinaban: Las Lomas,
Ciudad Satélite, San Ángel, el Pedregal. Cómo le gustaba llevarme a pasear y soñar
con que nos mudábamos ahí; luego me invitaba a comer helados al Dairy Queen
o, desde que cumplí quince, una copa al lobby de un hotel elegante en Reforma.
Al volver yo le mentía a mamá que había visto los departamentos y les inventaba
defectos […] A veces me quedaba llorando en el coche estacionado en la lateral del
Periférico (García Bergua, 2017: 29).

Se describe, por otra parte, la atmósfera solitaria de Pedregal de San Ángel


(imágenes 5 y 6), y se establece el origen dudoso de muchas de las casonas de
la colonia, producto ya sea de la corrupción de los políticos, o, bien, de los
negocios ilícitos de los empresarios:

El Pedregal seguía desierto como la otra vez y sin embargo los camellones amplios,
regados con esas máquinas en las que el chorro de agua gira y te persigue, olían a
pasto recién cortado. Las casas silenciosas como extraños gigantes me hacían pen-
sar en el cuento que me leía mamá de niña, donde un joven valiente se aventuraba
en un bosque de árboles torcidos y llenos de espinas, con estatuas de piedra que no
podían hablar […]. Después de todo, se decía que en el Pedregal vivía toda clase
de gente, el dinero no garantizaba que una persona fuera recomendable, incluso
podía ser al revés, como pasaba con tantos políticos y abogados ladrones (García
Bergua, 2017: 41).

De la novela, es destacable el retrato literario de un incidente, tanto históri-


co, en materia urbana, como de nivel patrimonial: el incendio de la Cineteca

338
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Nacional, ocurrido en 1982, donde perecieron algunas personas, entre ellas


Arturo, personaje de la novela, y cientos o miles de cintas que formaban parte
del archivo histórico cinematográfico del país. García Bergua reconstruye el
evento. Se trata de un evento que marcará, de forma profunda, el imaginario
de la Ciudad de México200 (imagen 7).

200  “El efecto de la explosión llega hasta el gabinete de estudios médicos Laroche, a tres cuadras del otro
lado de la calzada […] Todos salen a la calle sin saber qué pasa, aterrados […] Se está quemando la
Cineteca, les dicen, miren […] Arturo se echa a andar junto con su compañeros entre humo y patru-
llas, hasta un punto en el que pueden detenerse y ver, desde el otro lado de Tlalpan, a los bomberos
que luchan por apagar el incendio, y las ambulancias que van y vienen sacando a los niños de la casa
de Cuna que está a una cuadra […] El edificio de la Cineteca parece una enorme muñeca con la ropa
en jirones, un fuego enorme la hace bailar […] ni siquiera tiene caso intentar trasladarse a algún otro
sitio, si no es a pie: la garganta arde, el tráfico está muerto, los autos prácticamente estacionados en
Tlalpan y Churubusco, resoplando sin avanzar. Hay grandes colas en los teléfonos públicos de los
alrededores, la gente se desespera: muchos no sirven, para variar, y los que sirven no tienen línea”
(García Bergua, 2017:17-18).

339
Ulises Paniagua Olivares

Imágenes 5 y 6 de El Pedregal, específicamente de la calle Fuego, que aparece en la novela


de Ana García Bergua (el número 20 no existe en realidad).
Fotografía: Ulises Paniagua.

Imagen 7. La antigua Cineteca Nacional, ubicada en la esquina de Río Churubusco y Tlalpan,


donde actualmente se hallan las instalaciones del cenart.
Fuente: <https: //www.gaceta.unam.mx/a-37-anos-del-incendio-en-la-cineteca/>.

340
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Tras las huellas de mi olvido de Bibiana Camacho: la ciudad neonómada

La trama
Étel despierta un día y descubre que algo le hace falta, que ha olvidado algo.
Frustrada por la violenta relación entre su madre y su padrastro, cansada de la
violencia psicológica de su novio, decide de vez en cuando beber, embrutecerse
con el alcohol. Vemos a un personaje femenino del siglo xxi: una mujer que
compra licor en la vinatería, que viaja en Metro, que fuma marihuana sin ser
considerada como en las novelas del siglo xix o xx una prostituta o una peca-
dora. Decide, en la historia, iniciar una aventura urbana tratando de recordar
lo que olvidó. Al final, descubrimos que se trataba de sus zapatos, aunque éstos
representan en todo caso un símbolo de su cordura.

Los personajes
Étel, una joven del siglo xxi, ejerce el uso del espacio y el transporte público,
no sin ciertos riesgos por ser mujer. Como respuesta a la violencia intrafamiliar
en la que vive, y ante la presión de Rosendo, un novio asfixiante y posesivo,
se convierte en una neonómada, una mujer que recorre la ciudad para escapar
de sí misma, tratando de recordar qué olvidó. En cierta forma, al igual que el
personaje de la novela de Ana Clavel, Étel encuentra en la ciudad el escenario
perfecto para deambular, ajena a la realidad social. Caminar la ciudad es desa-
parecer. En Tras las huellas de mi olvido (2010), Camacho confronta un proble-
ma del habitante contemporáneo, la pérdida de la memoria. La convicción de
haber perdido un recuerdo que podría salvarnos la vida es explorada hasta sus
últimas consecuencias. Amenazada por la inminencia de un crimen terrible,
Étel decide recorrer el centro de la Ciudad de México. Durante una semana
crucial, la protagonista oscila entre la certeza de que un evento siniestro está
por suceder y las ideas de vacío y sinsentido que la han invadido, interrumpidas
por sueños absurdos y claustrofóbicos, o la visión de una ciudad que parece una
maqueta monstruosa “a la que alguien olvidó agregar personas”. Los encuen-
tros tienen un carácter espectral y divertidos: el travesti Isaac estrena pechos
de silicón; Ramón y Lucía sufren un arresto que resulta ser una farsa policíaca.

Los escenarios
Aparecen escenarios de tipo popular, espacios públicos de tránsito, principal-
mente: el Metro Hidalgo, la Alameda Central, el Zócalo capitalino y el Palacio
Nacional. Se muestran una vecindad en el Centro Histórico, y el departamento

341
Ulises Paniagua Olivares

donde vive Étel, ambos lugares de clase media baja. Asistimos, mediante el libro,
a la representación de una mujer libre que disfruta de recorrer las calles, las plazas
y las avenidas, quien goza los olores y los colores que conforman la identidad
urbana de los capitalinos. Uno de sus lugares predilectos es el Centro Histórico,
un sitio heterodoxo plagado de puestos ambulantes, a la par que es flanqueado
por espacios y monumentos arquitectónicos e históricos. De estos recorridos,
extraemos algunos párrafos. El primero de ellos, acerca del Zócalo capitalino:

El día me había avanzado mucho y seguía sin saber qué hacer. Me gustaba estar en
la plancha del Zócalo y observar a la gente que desfilaba por ahí o se quedaba a ven-
der o ejecutar acrobacias. Pensar en otra cosa me ayudaba a distraer la amnesia que
ahora sentía lejana, como el eco permanente de una enfermedad que nos recuerda
lo frágiles que somos (Camacho, 2010: 39) […]
Descendí del pesero y mientras caminaba por el Zócalo recordé el incidente
con Ramón y Lucila […] Seguí caminando, con la mirada perdida en mis miedos.
Me detuve en un changarro sobre Isabel la Católica, y mientras comía vi salir al
abuelo de una de las cantinas (Camacho, 2010: 86).

La autora describe atmósferas y paisajes sonoros y urbanos:

Dirigí mis pasos atrás de Palacio Nacional. Caminé algunos minutos sin encontrar
una pista. Los vendedores ambulantes con sus estructuras metálicas acaparaban
el entorno. Los gritos y la música me distraían continuamente. Había gente por
todos lados, pero nadie compraba nada. Caminé como en procesión de un lugar a
otro con el ritmo que la multitud y los escasos espacios libres marcaban. La satu-
ración del espacio me impedía reconocer la fachada que buscaba y tampoco podía
mirar todo el tiempo hacia arriba como imbécil, pues corría el riesgo de pisar la
mercancía de alguien o ser presa de los ladronzuelos (Camacho, 2010: 45).

Sin embargo, no sólo los edificios monumentales conforman el paisaje urbano


del Centro Histórico. Las vecindades y las casonas abandonadas, cada vez me-
nos frecuentes en el paisaje urbano de nuestros días, también forman parte de
la historia y de la Historia:

Ramón y yo entramos a la casona y las mujeres desaparecieron entre la multitud.


Cerró la puerta, acomodó las cadenas y puso un enorme candado. Mientras atra-
vesábamos el patio vacío, me explicó que los vecinos se turnaban para montar
guardia. El dueño quería echarlos para vender el inmueble, y es que ya no obtenía
ganancias con las rentas congeladas que ya ni le pagaban (Camacho, 2010: 47).

342
La mujer y la Ciudad de México en la literatura de fines del siglo xx
e inicios del xxi. Una visión de género

Étel utiliza el transporte público, en especial, hace uso del Metro. Ello podría
parecer un dato intrascendente, pero no lo es, si tomamos en cuenta que desde
su nacimiento en 1969 el Metro ha sido utilizado por millones de mujeres de la
capital, en especial de condiciones proletarias o de clase media, para quienes for-
ma parte de su imaginario y sus memorias. Aquí aparece el Metro Hidalgo, cuya
una de sus entradas está ubicada prácticamente en la Alameda (ver imagen 8):

Salí de casa como si fuera a la universidad. Cuando llegué a la estación Hidalgo del
Metro, en lugar de cambiar de tren, salí a la calle. Era poco después de las seis de la
mañana y la luz natural alumbraba todos los rincones […] Caminé por las orillas
de la Alameda (Camacho, 2010: 39).

En la novela, aparecen también elementos, equipamientos y servicios urbanos,


que conforman parte de las nuevas identidades urbanas de los chilangos: a) el
lugar donde se vende marihuana (Camacho, 2010: 51); b) el establecimiento
de los tacos (Camacho, 2010: 87); c) el taxi (Camacho, 2010: 113); d) el pesero
(Camacho, 2010: 113), y e) la vinatería (Camacho, 2010: 115).

Imagen 8. Alameda Central. Escenario de la novela Tras las huellas de mi olvido.


Fotografía: Ulises Paniagua.

343
Ulises Paniagua Olivares

Conclusiones

Es interesante reinterpretar que, en los casos de las novelas analizadas, encon-


tramos protagonistas que desean huir de sí mismas, desaparecer. Mujeres que
aspiran a ser otra que fingen o simulan serlo. Dos de ellas sufren violencia
intrafamiliar; dos de ellas violencia por parte de sus parejas. Se retrata en es-
tas historias dos modelos de ciudad: la ciudad de las mujeres evaporadas, y la
ciudad aspiracional (un espejismo sociocultural). En la obra de Clavel (2000),
Camacho (2010) y Bergua (2017), existe, de manera conjunta, una urbe pa-
triarcal, que, de forma sistemática, oprime a las mujeres hasta hacerles sentir
invisibles, es decir, desear no ser nadie. Para estas protagonistas, en general
neonómodas, el espacio público y el patrimonio histórico y arquitectónico re-
presentan un modo de fuga de la presión social. A diferencia de las mujeres que
vivieron entre los siglos xvi y xix, estas nuevas formas de la feminidad ejercen
su derecho al espacio público, como una conquista de sus derechos. Es decir,
que ellas reconquistan la urbe con su uso.
Otro punto a considerar es la revisión de los archivos históricos y literarios,
tanto en documentos públicos como privados, con la intención de hallar en
ellos diarios, poemas o cuentos escritos por mujeres mexicanas, que nos per-
mitan descubrir su percepción sobre la urbe en centurias pasadas. Finalmente,
es claro que el reto, en un futuro próximo y no tan próximo, es que la ciudad
no sea mujer, sino que se convierta en la ciudad de las mujeres. Las marchas
feministas están escribiendo esta historia, a través de una narrativa reciente.
Hay mucho por hacer, desde el aspecto urbano también, para que esto ocurra.
Llegará, sin duda, un tiempo donde al proyectar sus personajes en las novelas
las mujeres no se rompan, como desconsoladas Coyolxauhquis, sino que se
desenvuelvan entre calles, plazas, hoteles, antros y sueños, con la mayor natu-
ralidad. ¿Qué clase de literatura urbana?, ¿qué agradables sorpresas esparcirá
esta ola de literatura femenina y feminista de inicios del siglo xxi? ¿Qué depa-
rará la ciudad en las próximas décadas? Sólo el tiempo podrá contestarlo. Las
interpretaciones científicas y los análisis literarios, sin embargo, apuntan a un
rumbo distinto, prometedor, gracias a las luchas femeninas y feministas que se
han emprendido hasta ahora.

344
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346
Escenarios de entretenimiento masivo, género y
equidad en el Festival de Cultura Musical Vive Latino

José Antonio García Ayala

Los escenarios de entretenimiento masivo y la equidad de género

En términos generales, el entretenimiento está relacionado con prácticas sin


remuneración, y que simplemente constituyen una satisfacción para los in-
dividuos; es el tiempo que el ser humano asigna a la diversión, aunque lleva
a un aprendizaje y al desarrollo individual, independientemente que lleve o
no a su satisfacción interior. Por otro lado, se relaciona conceptualmente con
actividades recreativas regladas, valoradas como productos seriales que desem-
bocan en el consumo de bienes y servicios proporcionados por la industria de
la cultura, que ha denominado a los centros dedicados al tiempo libre como
centros de entretenimiento, porque lo considera como activo para quien sirve
y para quien recibe. Al proporcionar gustos y gozos durante el tiempo libre, el
entretenimiento puede ser considerado como una experiencia de vida con ca-
rácter lucrativo para dicha industria de la cultura que satisface las necesidades
de recreación, diversión y descanso (Muzí, 2004: 99-101).
Así, pues, la creación de eventos de entretenimiento fuera de casa ha estado
dirigida mayormente a satisfacer a todo tipo de público sin importar el género
o la edad. Sin embargo, en algunos eventos se privilegia a asistentes de edades
o géneros específicos, incluso se limita (aunque sea implícitamente) el acceso
de ciertos asistentes, debido al tipo de oferta producida por la industria de la
cultura, la cual dirige sus productos no sólo a un sector de la población con
determinados gustos y aficiones, sino que tratan de brindar un oferta específica
para quienes les representa la mayor parte de su mercado.
Un ejemplo de esto es el espectáculo “Solo para mujeres”, dirigido prin-
cipalmente al público femenino, o las funciones de teatro infantil diseñadas
José Antonio García Ayala

primordialmente para captar a los niños. Otros casos menos evidentes son los
de la lucha libre, el box y el automovilismo deportivo, considerados como es-
pectáculos deportivos ofrecidos fundamentalmente a un mercado de aficiona-
dos masculinos, y, por esta razón, en cada función de lucha libre o de box, así
como en una carrera de autos, se hace indispensable la figura femenina con
atractivo visual.
El género es una condición cultural e identitaria basada en principio en las
diferencias sexuales entre hombres y mujeres, pero va más allá de estas caracte-
rísticas biológicas para designar una construcción sociocultural orientada a visi-
bilizar un complejo conjunto de determinaciones y características económicas,
sociales, legales, políticas, psicológicas y culturales que conforman lo que en
cada periodo histórico se observa como diferencias y desigualdades socialmente
construidas e internalizadas simbólicamente entre lo femenino y lo masculino.
Desde una perspectiva de género compleja y cercana a la interseccional
(Expositó, 2012), esta condición esta interrelacionada con otras categorías
socioculturales, como la etnia, la clase, la orientación sexual, la religión, las
castas, la discapacidad, la nacionalidad, la edad, entre otras, conformando
identidades colectivas imbricadas que interaccionan y se interconectan entre
sí, a distintos niveles y escalas, interdefiniéndose de manera que cada rasgo de
una identidad colectiva se encuentra vinculado de forma hologramática con
todos los demás elementos que constituyen el total de las identidades sociales
adscritas a esa colectividad.
A partir de esta concepción, un atributo de una identidad de género con-
tiene la casi totalidad de la información de las identidades sociales a las que está
adscrita esa colectividad, y éstas, a su vez, están en este elemento identitario.
Así, para entender la condición de género de los aficionados a un evento de
entretenimiento masivo, es necesario entender cómo operan otras identidades
sociales en estos asistentes según su grado de importancia, así como las condi-
ciones temporales y territoriales que se manifiestan.
En estos eventos de entretenimiento masivo lo deseable sería que en el
territorio, y durante el tiempo donde se efectúan, existan las mejores condicio-
nes de equidad dentro de lo posible. La equidad es, al igual que la igualdad,
dimensiones de la justicia social, pero ambas no significan lo mismo, y tienen
distintas implicaciones en la aplicación de los derechos ciudadanos y sus con-
siguientes obligaciones.
En la igualdad las condiciones son las mismas sin importar las diferencias
de aquéllos que hacen valer sus derechos y obligaciones ciudadanas. Estas cir-

348
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

cunstancias uniformes para todos serían distintas bajo el enfoque de equidad,


que consiste en dar a cada cual lo que se merece en función de sus caracte-
rísticas, méritos, contextos o condicionantes, de suerte que las condiciones
son distintas conforme a las diferencias de aquéllos que aplican sus derechos
y obligaciones.
En el ámbito del tiempo libre todo ciudadano que habita en las ciudades
tiene derecho a su disfrute. Una manera de hacerlo es en los escenarios donde
se efectúan los espectáculos organizados por la industria de la cultura, la cual
tiene la obligación de ofrecerlos en las mejores condiciones posibles a todos los
asistentes que pagan por vivir la experiencia que implica este entretenimiento
masivo, y esto implica a los organizadores garantizar circunstancias equitativas
de acuerdo con las diferencias entre los aficionados a los que sirven, entre las
cuales se encuentran las de género, interrelacionadas con otras a la vez, en el
periodo en que se apropian física, simbólica y emocionalmente del territorio
donde se escenifican estos eventos.
Estas diferencias identitarias entre las colectividades que asisten definen la
forma en que disfrutan de estos espectáculos de entrenamiento masivo, donde
las condiciones temporal y territorial, al parecer, hacen que los asistentes se
integren a una comunidad genérica cuyo rol queda postergado, pero no así
su habitus a partir del cual reaccionan de acuerdo con los contextos sociales
en los que interactúan con otros integrantes de los mismos con arreglo a su
posición de poder. Estos contextos forman parte de los ambientes que los con-
dicionan conforme sus propiedades físicas, sociales, culturales, económicas,
psicológicas, estéticas, ecológicas, políticas, administrativas, y varias más, y su
grado de importancia.
De ahí que garantizar condiciones de equidad en estos espectáculos implica
que éstos puedan ser disfrutados por los asistentes según la importancia de las
distintas características de las identidades colectivas que los identifican, hasta
donde sea posible, tomando en cuenta el papel de cada una de las propiedades
de los ambientes conformados alrededor de estos eventos de entretenimiento
masivo, como condicionantes que limitan o facilitan el goce de este territorio
en ese tiempo preestablecido.
Lo anterior se basa en la consideración de que el público que acude a un
espectáculo, en un territorio y un tiempo determinado, las identidades colecti-
vas que los caracterizan no operan de la misma forma, ni con el mismo grado
de importancia. De ahí que se tiene que hacer una interpretación de éstas que
permita un entendimiento profundo de cómo se interrelacionan con las pro-

349
José Antonio García Ayala

piedades de los ambientes que las condicionan, y los efectos que provocan en
la definición de las prácticas, pautas de comportamiento y hasta en las expre-
siones corporales características de los miembros de estas colectividades que, a
partir de la acción, interdefinen las identidades a las que están adscritos.

Características del Festival de Cultura Musical Vive Latino

Muestra de lo anterior es el Festival de Cultura Musical Vive Latino, evento


de entretenimiento masivo fuera de casa presentado en la Ciudad Deportiva
Magdalena Mixiuhca, caracterizado por su apertura a la música rock en espa-
ñol, principalmente, y estilos musicales afines, al cual acuden jóvenes de varias
edades y de distintos géneros, fundamentalmente masculino y femenino. Este
complejo deportivo es un espacio público emblemático del tiempo libre en la
Ciudad de México, en el cual convergen actualmente, varios espectáculos de
entretenimiento celebrados en escenarios masivos distribuidos en instalaciones
como el Foro Sol, el óvalo del Autódromo Hermanos Rodríguez y el Estadio
Jesús Martínez “Palillo”, donde se realiza este festival de rock, que forma parte
de la oferta que cada vez demandan más los habitantes de ciudades en creci-
miento, desarrollo y consolidación urbana del mundo contemporáneo.
El Vive Latino, como se le conoce comúnmente, es organizado por la Ope-
radora de Centros de Espectáculos Sociedad Anónima (ocesa) y patrocinado
principalmente por empresas como la Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma, a
través de marcas como Cerveza Indio, y se celebra cada año. Su primera edición
se organizó en 1998. Los dos únicos años en los cuales no se celebró fue 1999
y 2002. Cuenta con varios escenarios de música; en las primeras dos ediciones
hubo dos escenarios en dos días, en la de 2001 se instalaron tres escenarios en un
día, en 2003 fueron cuatro escenarios en un día, volviendo a tres escenarios en
un día para 2004, lo que se mantuvo en 2005, mientras que en 2006 fueron tres
escenarios en dos días, al igual que en 2007 y 2008 (Wikipedia, s/f ).
Para 2009 se instalaron cuatro escenarios en dos días, en tanto que en 2010
se mantuvieron los cuatro escenarios pero en tres días, lo que siguió en 2011,
2012 y en 2013 se continuaron los cuatro escenarios pero en dos días, para
2014 iban a ser cinco escenarios en cuatro días, pero finalmente se canceló
un día y terminaron siendo tres, pero volvieron a ser cinco escenarios en tres
días en 2015, y para 2016 fueron seis en dos días, al igual que en 2017, 2018
y 2019, aumentando a siete escenarios en dos días para 2020 (Wikipedia, s/f ),
con lo que, con el paso del tiempo, se ha buscado aumentar la diversidad de

350
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

conciertos simultáneos en una menor cantidad de tiempo, aunque, en la prác-


tica, esta tendencia fue frenada en 2020 por la pandemia de covid-19.
Durante el tiempo en que lleva realizándose el festival, han llegado a alter-
nar más de cien bandas en una edición, y más de 80 mil asistentes por día, que
permanecen más de diez horas continuas al día. Estos datos son una muestra
de la consolidación del festival que transformó una idea en casi una necesidad
para la escena del rock en Iberoamérica. Pero esta consolidación del Festival
Vive Latino ocurrió desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo.
Actualmente se encuentra entre los eventos masivos roqueros más impor-
tantes del mundo (la revista especializada en música Billboard lo colocó en la
lista de los diez festivales de rock más importantes del mundo), junto a Glas-
tonbury en Inglaterra y Coachela en Estados Unidos. De tal forma que, a lo
largo de sus ediciones, el Festival Vive Latino ha dejado a tras a otros festivales
importantes en Iberoamérica, como el Pepsi Music (antes Quilmes Rock) y el
Cosquín Rock (ambos celebrados en Argentina), el Rock al Parque (de Colom-
bia) y el Rock en Río (originario de Brasil); inclusive ha exportado su concepto
como festival a Chile donde en 2007 celebró su propia edición del Vive Latino.
Así, pues, Vive Latino es considerado como el festival de rock más impor-
tante de habla hispana, no sólo por reunir a grandes bandas, tener gran poder
de convocatoria de público y artistas, por la inmensidad y diversidad de sus
instalaciones y espacios, sino, fundamentalmente, por revalidar a través de la
música, en conjunción con otras artes, la identidad iberoamericana.
Su trascendencia radica en que cada año Vive Latino es visto por la comu-
nidad roquera como una verdadera oportunidad de conocer nuevas propuestas
y participar de un evento a gran escala, que se caracteriza por ser una apuesta a
la diversidad, al reunir a grupos de diferentes estilos, desde sonidos pop, hasta
hip hop, hardcore, reggae, ska y metal, por mencionar algunos. Así, han pisado el
escenario notables bandas como Café Tacuba, Molotov, Julieta Venegas, Control
Machete, Plastilina Mosh, Los Fabulosos Cadillacs, Catupecu Machu, Babasóni-
cos, Rata Blanca, Lucybell, La Ley, Chancho en Piedra, The Mars Volta, The Wai-
lers, Maldita Vecindad, Jaguares, Zoe, Kinky, entre otros.
Vive Latino es más que un festival, es un concepto, un punto de reunión; es
el espacio donde se juntan distinto actores del rock a disfrutar de la música, el
arte, el teatro; es una oportunidad única de mirar más allá de las propias fron-
teras, donde se puede ver y escuchar a los grupos más representativos del género
en Iberoamérica y las bandas latinas de Estados Unidos de América, aunque
no está cerrado a propuestas musicales de habla no hispana como en la edición

351
José Antonio García Ayala

2007, donde se presentó de The Magic Numbers y la edición de 2008 que contó
con la presencia de Motorcycle, mientras que en la de 2011 se presentó The Che-
mical Brothers, y en la de 2020 participó Guns N’ Roses, por mencionar algunos
casos que se salen de la norma general del festival.
Hoy, Vive Latino reúne diversos estilos musicales más allá del rock en español
(aunque éste sigue siendo la base), que funcionan como unidades independien-
tes, que han desarrollado sus propios códigos de identidad internos, con los cua-
les son conocidos y reconocidos. Establecen sentidos de diferencia y adscripción
entre sectores amplios de la sociedad, basados en las cosas que tienen en común.
Sin embargo, al analizarlos al detalle, se atomizan en las cosas que los distinguen.
En otras palabras, son géneros musicales cuyas identidades se establecen con base
en similitudes y disimilitudes, las cuales, a pesar de ello y a consecuencia de ello,
en un plano de mayor generalización con un sentimiento en particular, se susten-
tan en lo que se entiende con el ser y él debe ser de estas culturas que comparten
un origen común, una música hecha por y para los jóvenes.
Así, Vive Latino es el manto bajo el cual todos pueden convivir, con todo y
sus particularidades. Como todo festival, Vive Latino es una excelente oportu-
nidad para conocer bandas que, de otra manera, pasarían inadvertidas. En su
mayoría, los grupos ofrecen una colección de grandes éxitos, un poco por las
limitaciones de tiempo y otro tanto por la variedad y eclecticismo del público.
Así, un encuentro de este tipo permite, y hasta promueve, la tolerancia musical,
la combinación de gustos y el pleno disfrute de un concierto masivo, multitu-
dinario y de varias horas sin incidentes que lamentar.
Con veintiún ediciones, Vive Latino se ha transformado en una imperdible
fiesta musical del rock en español, que, desde sus inicios, se ha caracterizado por
mezclar cultura y tradición por medio de reconocidas bandas internacionales y
diversas muestras artísticas de fotografías, grafiti, carteles y posters, performan-
ces de danza, instalaciones de artes plásticas, cine y ópera rock, entre otras mues-
tras culturales de arte urbano de toda Iberoamérica, así como con la asistencia
del Tianguis Cultural del Chopo, en casi todas sus ediciones.
Vive Latino es un conjuro de tradición y encuentro cultural, el cual significa
identidad, toda vez que hace ya muchos años que el rock en español ha sido
apropiado y resignificado en esta región del mundo, desencadenando sentidos
de adscripción y diferencia, a través de productos culturales, como las músicas,
los bailes, las vestimentas, los lugares y muchos otros elementos característicos,
de un sector fundamentalmente de la población joven iberoamericana que se
distinguen por su gusto por este estilo de vida y su visión de la realidad.

352
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

Equidad de género en el Festival Iberoamericano de


Cultura Musical Vive Latino

El Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino reúne fundamen-


talmente a grupos de jóvenes, aunque también adolescentes, adultos y, en
menor medida, adultos mayores, que dan cuenta de la buena aceptación de
un evento primordialmente musical. Un aspecto a considerar en todo Festival
Vive Latino es que está organizado a partir de la realización de varias activida-
des y espectáculos musicales simultáneos, por lo que los jóvenes, adolescentes
y el público en general tienen que elegir lo que prefieren, y dejar pasar otros
que estén más alejados de sus intereses, reuniéndose en un escenario con
otros actores similares con respecto de su edad y gustos, que comparten las
mismas condicionantes espaciales.
Aunque la participación del género masculino en este tipo de eventos sigue
predominando frente al género femenino, es importante mencionar que la par-
ticipación femenina, conforme han pasado las ediciones, va en aumento. Por
consiguiente, las mujeres tienen que adaptarse a las condicionantes establecidas
para atender fundamentalmente a un asistente tipo joven, del género masculi-
no y sin discapacidades.
Un ejemplo de estas condicionantes ocurre cuando las asistentes tienen que
usar uno de los núcleos sanitarios situados debajo de las gradas de este escena-
rio, que tienen once pc más que los destinados para los hombres, los cuales, a
cambio, tienen acceso a mingitorios generales, lo cual resulta ser insuficiente
durante el festival por lo que se pueden observar enormes filas de mujeres sa-
liendo de cada uno de los núcleos que les corresponden, cosa que no ocurre en
los destinados para los asistentes masculinos, e incluso en repetidas ocasiones
se puede observar a distintas féminas entrando a los baños para hombres para
usar un retrete, lo cual ocurre dada las características fisiológicas de ellas; éstas
ocupan más tiempo los muebles sanitarios que les corresponden, los que no
alcanzan a desocuparse a tiempo para satisfacer la demanda.
Lo anterior da cuenta de la necesidad de una mayor equidad que considere
estas diferencias, sin dejar de lado las pautas de comportamiento que impone
este tipo de experiencias entre identidades colectivas distintas, que se expresan
con la mayor libertad dentro de lo posible. Con el paso del tiempo se han con-
siderado otras dentro del festival, como las de los asistentes discapacitados, por
ejemplo, a los cuales se les ha habilitado gradas con asientos especiales adecua-
dos a sus circunstancias.

353
José Antonio García Ayala

En estas actividades la participación del género femenino es cada vez más


frecuente, lo cual ha abierto una brecha en la equidad no sólo en el uso del es-
pacio sino del tiempo libre destinado a la asistencia de un evento de entreteni-
miento masivo. Las prácticas desarrolladas por el género femenino y masculino
dentro del Festival Vive Latino son ilimitadas, ya que cada individuo satisface
sus propias necesidades culturales; por un lado, hay una satisfacción personal
de confirmar gustos de grupos musicales y, por otro, está conocer otras alterna-
tivas de música que generan una convivencia abierta en cada grupo de personas
que asisten.
La diversas prácticas culturales que se presentan en esta fiesta es innumera-
ble para cada género. Las actividades desarrolladas abarcan desde la compra y
venta de recuerdos, la asistencia a museos temáticos, las actividades de grupos
de danzas regionales, los eventos de concursos, stands donde se vende todo tipo
de accesorios (playeras, libros, discos, gorras), los stands informativos, donde las
personas reciben información, las áreas destinadas para bailar, el disfrute de todos
los escenarios y, principalmente, la convivencia e interacción de las personas.
Desde un inicio, el Festival Vive Latino fue concebido como un evento
plural que aglutinara las diferentes tendencias de la música rock, motivo por
el cual en los cuatro escenarios principales se presentaron propuestas roqueras
de la más diversa índole y nacionalidad. Lo anterior permitió mezclar algunas
de las múltiples identidades juveniles que se han conformado en la Ciudad de
México, muestra de la heterogeneidad de los discursos, estilos de vida y visiones
del mundo, que puede agrupar un tipo de música, como el rock que, desde sus
inicios, se ha caracterizado por su carácter híbrido y siempre cambiante, que
le ha permitido fusionarse con otros estilos musicales provenientes de otros
países, como el ska y la música tropical, entre otras.
Así, entre los asistentes al Festival Vive Latino encontramos grupos de ska-
tes, hipitecas, roqueros alternativos, punketos, electrónicos, poperos, regueseros
y metaleros, entre otros, que durante un día del evento se trasladan de un esce-
nario al otro en busca de la presentación de su músico favorito, haciendo uso
de su poder de elección como consumidor e incentivando la dinámica dentro
entre los escenarios, en un ir y venir, que, a pesar de su aparente caos, mantiene
la lógica dialógica que lo divide y une: al permitir durante ciertos lapsos de
tiempo, el encuentro de distintos tipos de usuarios en su camino, para ir a uno
de los diversos escenarios del festival.
Sin embargo, en estas identidades juveniles, las identidades de género pare-
cieran pasar a segundo término, al verse determinadas fundamentalmente por

354
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

las semejanzas de edades al interior, que los diferencia con respecto de otros sec-
tores de la población. Es de destacar las diferencias entre hombres y mujeres, así
como las similitudes entre las jóvenes regueseras, poperas, roqueras alternativas,
metaleras, etcétera, que las hermanan a pesar de sus diferencias de acuerdo con
su condición de género, que las distingue con respecto de los varones de las
diferentes identidades juveniles que ahí se encuentran e interaccionan.
Al respecto, basta con observar con detenimiento algunas de las pautas de
comportamiento que adoptan hombres y mujeres en el Festival Vive Latino.
En este ambiente festivo, con condiciones temporales y espaciales iguales para
todo asistente, y donde las diferencias parecen desvanecerse, en ciertos casos
estas prácticas manifiestan las divergencias de género, a partir de los cuerpos
que expresan el disfrute de la música en este evento.
En el escenario principal instalado en el Foro Sol, la dinámica es muy par-
ticular, en la que la figura femenina se convierte en el atractivo principal, que
no sólo atrae las miradas de otros (en su mayoría hombres), sino que propicia
actuaciones. Los animadores y edecanes invitan a asistentes del público del
género femenino y masculino a participar en las dinámicas que organizan, tales
como bailes que son aplaudidos y fotografiados por el público que se aglomera
en torno al escenario. El público recibe regalos como gorras y playeras con lo-
gotipos de las marcas patrocinadoras, en un ambiente que invita a la fiesta y al
relajo, donde adolescentes y jóvenes conviven en estas prácticas culturales en el
contexto de este evento.
En el escenario localizado sobre la explanada de dispersión del Foro Sol, el
grupo de espectadores, aunque no sea el más numeroso, es el más interactivo
con los músicos. Estos músicos mostraban cómo los objetos de limpieza del
hogar encerraban melodías; así tinas, cubetas y trapeadores recreaban ritmos
que atrapaban la atención del público, que era invitado por los propios músicos
a integrarse al ambiente musical.
Fue en ese mismo lugar donde las jóvenes se integraban a un baile frenético
de slam, que, desarrollado al ritmo de la música, pareciera que su condición de
género no les inhibía a participar con otros hombres y, por algunos instantes,
se podía apreciar que, incluso las más desinhibidas, impulsivas y escandalosas
eran ellas, ante la mirada atónita de otros jóvenes de ambos géneros dentro del
publico espectador, que observa cómo las diferencias entre hombres y mujeres
se desvanecían aparentemente; incluso, el poder tradicionalmente asociado en
la sociedad con el género masculino era tomado por las mujeres; ahora con este
cambio sutil los inhibidos eran los jóvenes, que cuidaban de no usar excesiva-

355
José Antonio García Ayala

mente su fuerza, para preservar, dentro de la lógica de contactos y colisiones del


slam, la integridad de sus compañeras de baile, todo desde una perspectiva de
género más equitativa dentro de lo posible.
Parecería demostrarse algo que siempre se ha sabido, pero que a veces se ha
tratado de negar: en la realidad no existen géneros débiles, más bien diferentes,
cada uno tiene sus propias fortalezas, las cuales se ponen en juego dentro de
estos campos de interacción, con el propósito de obtener ese protagonismo,
que hombres y mujeres tienen tanto la capacidad como el derecho de poseer, y
si de lo que se trata es gozar del placer de interaccionar con otros jóvenes con
los cuales se comparten una identidad común, aunque sea por unos instantes,
es necesario no olvidar la condición de género, sino actuar a partir de ella, en
el entendido que ésta no es una limitante, sino más bien una fortaleza, de-
pendiendo de cómo y con qué interés se invierta, al estar consciente de qué se
quiere obtener.
Otro ejemplo, aunque no el último —porque se podrían hablar de muchos
más— sobre las expresiones de la condición de género en el Festival Vive Lati-
no, se marca en las pautas de comportamiento de las jóvenes mujeres en el esce-
nario principal del evento. Frente al Foro Sol, en la explanada rodeada por tres
de sus flancos por las gradas de espectadores, se podía apreciar cómo diversas
mujeres eran impulsadas por los aires, mientras gritaban de júbilo y emoción,
extasiadas por la adrenalina de esta experiencia.
Lo anterior dentro de un frenesí donde el miedo y la duda quedaban a un
lado, apenas unos instantes atrás, cuando se colocaban sobre una manta impro-
visada con el recubrimiento del campo de beisbol del foro, el cual previamente
había sido arrancado por el grupo de jóvenes, principalmente varones, para
disponerse no sólo a convertir a la mujer en cuestión en protagonista, que se
atrevía a emprender el vuelo, sino que intrínsecamente se comprometen a re-
cibirla, para preservar su integridad física, y que volviera a vivir la experiencia
por varias veces más, en condiciones equitativas, gracias a las capacidades de los
hombres y mujeres que intervienen.
En este campo de interacción, tanto los jóvenes como las jóvenes cumplen
su papel —indispensable para que esta pauta de comportamiento se dé—, sus-
tentada en el mutuo respeto de las diferencias, pero indudablemente y, sobre
todo, en la confianza que da saber que, a pesar de éstas, se comparten iden-
tidades e intereses mutuos tan sólidos, que lo que se puede considerar como
peligroso, no lo es tanto en un ambiente festivo y de tolerancia que invita al
disfrute de esos gustos que los distingue de otros jóvenes de la sociedad.

356
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

Un ambiente que impulsa a ciertas mujeres del público a subirse sobre los
hombros de su acompañante, en el entendido de que no sólo podrán observar
mejor el especulo ofrecido en el escenario, sino que, tarde que temprano, serán
tomadas por las cámaras de televisión que captan las acciones del festival, para
ser proyectadas en las pantallas panorámicas del foro, sobre todo si éstas se
mueven provocativamente al ritmo de la música, mientras en las pantallas se
muestran frases que las impulsan a desinhibirse y seguir con esta pauta de com-
portamiento, las cuales no son tomadas como ofensivas, sino como inherentes
a las experiencias que se quieren vivir en este campo de interacción y, por tanto,
son aceptadas, al parecer con naturalidad, pues el goce de la música invita al
disfrute del cuerpo y de las miradas.
Por último, en este festival, las jóvenes asistentes no sólo son cada vez
más, sino que este aumento ha venido aparejado del incremento en el nú-
mero de artistas mujeres programadas, que dan cuenta del crecimiento de
un poder femenino que se apropia de cada uno de los escenarios dispuestos
en el festival, con canciones que llevan discursos en sus letras y melodías que
conectan más con un público femenil, como en el caso de Carla Morrison.
Así, se puede observar un mayor número de mujeres que de hombres como
parte de los espectadores, quienes escuchan, gritan, aplauden, tomas fotos,
prenden la luz de su celular, se suben a los postes de la carpa que cubre al
publico en general para observar el espectáculo de alguna de ellas, al ritmo de
canciones como Déjame llorar.
El aumento en la inclusión de artistas en los carteles oficiales del festival
ha sido producto de un esfuerzo que da cuenta de los cambios que ha tenido
la escena de la industria musical, que hoy se caracteriza por accesibilidad
de las redes sociales, la centralización de medios especializados, festivales o
foros, así como una cultura de consumo musical afectada por las plataformas
de streaming que, si bien incrementan la pluralidad, reduce las posibilidades
de ser escuchado al haber más voces, por lo que la responsabilidad de incre-
mentar la equidad, no sólo en el número de participantes sino en el tipo de
escenarios donde se presentan, está en diversos actores de esta escena, pero,
sobre todo, de los espectadores femeninos o masculinos, de todos los tipos
de estilos musicales que ahí se congregan y de todas las edades que acuden a
este evento.

357
José Antonio García Ayala

Reflexiones sobre los escenarios de entretenimiento masivo


y la equidad de género

A lo largo de este texto se presenta un panorama que da cuenta de la impor-


tancia de reflexionar sobre las diferencias de género en el ámbito del entreteni-
miento masivo fuera de casa, lo que implica el hecho de presentar argumentos
y planteamientos por un derecho al tiempo libre con equidad, que debe ser dis-
frutado de acuerdo con las diferencias de género, edad y capacidad física entre
hombres y mujeres, y con pleno respeto a ellas, pero también en la búsqueda
de crear ambientes culturales donde se sientan arropadas y en la plena libertad
de expresarlas, en total confianza de poder gozar de sus gustos sin inhibiciones.
En lo que respecta al disfrute de las experiencias recreativas del entrete-
nimiento masivo fuera de casa, es importante reconocer que en la Ciudad de
México aún falta mucho por hacer para crear escenarios que alberguen ambien-
tes culturales, donde las condicionantes sociales, económicas, espaciales y de
distintos ordenes permitan que hombres y mujeres disfruten de su ciudad, en
el libre ejercicio de su derecho sobre ésta, pero también de su derecho al tiempo
libre, condición indispensable para elevar la calidad de vida de sus habitantes,
que, no obstante el aparente caos de la metrópoli, encuentran el placer en re-
crearse en ella, de acuerdo con sus condiciones de género, entre otras.
En lo que respecta al Festival de Cultura Musical Vive Latino, a pesar de sus
características como negocio producido por la industria del entretenimiento,
es un evento excepcional por el ambiente cultural que promueve festivo y tole-
rante, con la libertad suficiente para que se expresen las diferencias de jóvenes
con distintas identidades colectivas, como las de género, a partir de las cuales
se integran a los diferentes campos de interacción construidos durante este
evento, que se distingue por la intención de sus organizadores por la búsqueda
de la pluralidad, heterogeneidad, equidad, así como de la hibridación, la capa-
cidad de elección de sus asistentes, pero también del pleno reconocimiento y
aceptación de las diferencias.
Aunque lo anterior no está del todo logrado, y aún falta muchas cosas por
hacer al respecto, en esa búsqueda de alcanzarlo, la importancia del Festival Vive
Latino estriba en parte en el nivel que ha alcanzado en el circuito de festivales de
rock a nivel internacional, al constituirse en un evento que, en primera instancia,
es propio de la Ciudad de México y sus habitantes, pero que, a partir de este
arraigo, siempre está en constante renovación, y no podría ser de otra forma de-
bido a que el rock es un género musical en constante cambio, hecho a partir de

358
Escenarios de entretenimiento masivo, género y equidad en el
Festival de Cultura Musical Vive Latino

la mezcla de lo diferente, aunque no para homogeneizarlo sino para hacer algo


nuevo, que respete la esencia de lo que une y, a partir de ésta, cree algo nuevo.
Éstas son parte de las propiedades que han permitido que las condiciones
de género se expresen hasta cierto punto, de acuerdo con las reglas implícitas
y explicitas que ahí se establecen, no sólo los representantes de la industria del
entretenimiento, sino fundamentalmente aquéllas que hombres y mujeres asis-
tentes establecen y se dan a sí mismos.
En un festival como éste entran en juegos distintas características de sus
asistentes al momento de disfrutar del ambiente festivo que ahí se conforma,
las cuales se adaptan a las canciones de la programación, las condiciones espa-
ciales, económicas, estéticas y hasta climatológicas, principalmente, que son las
mismas para todos, pero que no por ello son equitativas, ante todo si conside-
ramos las diferencias de género entre hombres y mujeres.
De ahí que avanzar en términos de una equidad posible dentro de lo de-
seable en el Festival Vive Latino implica considerar que no sólo son jóvenes en
general los que ahí se aprestan a disfrutar de las distintas prácticas que ahí se
ofrecen para ellos, sino que éstos guardan distintas características que van más
allá de su edad y gustos musicales y que los definen, entre las que destacan la
de género, donde se puede apreciar que, para las mujeres, es necesario tener
condicionantes más acordes a ellas, toda vez que es evidente que todavía esa
generalización basada en un espectador tipo es la que sigue imperando.
Ante el aumento en el número de las asistentes al festival, estas inequidades
ante las cuales se enfrentan, se hacen más evidentes, y aspectos como lograr
obtener mayores y mejores oportunidades para las artistas que se presentan en
éste se hacen indispensables. Para esto principalmente el público asistente debe
tomar conciencia de ello, y demandar éstos y otros cambios al evento y, más
allá de éste, para que se pueda no sólo tener una mayor diversidad de opciones,
sino más acordes a las distintas identidades musicales y de género que ahí se
conjugan, sin olvidar otras, como la edad o las capacidades físicas, que imperan
en los diversos grupos que acuden o que dejan de acudir por no tener las con-
diciones que los motiven a hacerlo.
De ahí que en los escenarios de entretenimiento, dotar de condiciones de
equidad más profundas para todos los asistentes, deben conjugar hasta donde
sea posible las condiciones que consideren las diferencias entre los distintos
grupos de asistentes, varios de las cuales se interrelacionan transversalmente, lo
que haría pensar en el enorme crisol de identidades fundamentalmente juveni-
les que ahí se conjugan y que enriquecen al festival.

359
José Antonio García Ayala

Bibliografía

Wikipedia. La enciclopedia libre (s/f ) Vive Latino, en <https://es.wikipedia.


org/wiki/Vive_Latino>.
Expósito Molina, Carmen (2012) “¿Qué es eso de la interseccionalidad? Apro-
ximación al tratamiento de la diversidad desde la perspectiva de género en
España”, Revista Investigaciones Feministas, Universidad Complutense, en
<https://revistas.ucm.es/index.php/INFE/article/view/41146>.
Muxí, Zaida (2004) La arquitectura de la ciudad global, Barcelona, Gustavo
Gili.

360
Semblanzas

Margarita Dalton Palomo

Ciudad de México, 1943. Es profesora e investigadora del Centro de Investigaciones


y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) Oaxaca. Es licenciada en Histo-
ria (Cuba), maestra en Estudios de África (Ghana) y doctora en Geografía e Historia
(Barcelona, Cum Laude). Ha sido profesora de historia en la uabjo, el Instituto Mora
y otras universidades de Ghana (África), Estados Unidos (Minnesota, Oregón y New
Jersey) y en Europa (Zürich y Berlín). Sus investigaciones se han centrado en temas de
historia, literatura y cultura. Desde hace treinta años realiza investigación con perspec-
tiva de género: las mujeres y el poder, el caso de las presidentas municipales en el Istmo
de Tehuantepec, la Mixteca y la Sierra norte y sur de Oaxaca, que derivó en la serie de
videos Las presidentas y su libro Democracia e igualdad en conflicto: el caso de las presi-
dentas municipales en Oaxaca. Ha editado y coordinado varias obras. Con más de una
docena de libros publicados, un centenar de ensayos y artículos en libros y revistas.
Fue directora del ciesas Oaxaca y ocupó cargos en la Universidad Autónoma Benito
Juárez de Oaxaca (uabjo), el Instituto de Investigaciones Sociológicas y la Facultad de
Humanidades; Directora General del Instituto Oaxaqueño de las Culturas del gobier-
no de Oaxaca, Secretaria Técnica del Consejo Estatal de Población, directora de las
revistas Desacatos y Entrelíneas. Fue fundadora en 1977 del Grupo de Estudios sobre la
Mujer “Rosario Castellanos” e integrante de la Asociación Mexicana Pro-Derechos de
la Mujer: Semillas y de la Academia Mexicana de la Ciencia. Actualmente impulsa la
Cátedra Marcela Lagarde y de los Ríos sobre la violencia de género.
Ricardo Antonio Tena Núñez

Ciudad de México, 1953. Es profesor e investigador de la Escuela Superior de Inge-


niería y Arquitectura (esia), Unidad Tecamachalco del Instituto Politécnico Nacional
(ipn), en la Academia de Teoría de la Arquitectura en el programa de licenciatura y en
los de doctorado y maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo donde coordina
la línea de Ciudad y Cultura. Es doctor en Urbanismo (unam), doctor Honoris Causa
(cdhc), maestro en Estudios del Tercer Mundo (ceestem) y licenciado en Etnología
(enah). Realizó estudios de Arquitectura (ipn) y una estancia doctoral en la Univer-
sidad de São Paulo, Brasil. Es miembro de la Red de Expertos en Sistemas Complejos
del ipn, del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Internacional de Monu-
mentos y Sitios (icomos-México), de la Junta Directiva de la Universidad Autónoma
Metropolitana, de la Comisión Dictaminadora de la Facultad de Arquitectura de la
unam; de la Red de Centros Históricos de Ciudades Mexicanas (conacyt) y de la
Red Internacional sobre Globalización y Patrimonio Construido (rigpac, Colombia).
Autor de los libros: Cultura urbana en las megalópolis de América Latina: México y São
Paulo, y Ciudad, cultura y urbanización sociocultural. Conceptos y métodos de análisis
urbano; y coautor de Los nuevos paradigmas en los análisis urbanos. Complejidad y Urba-
nización Sociocultural en la Ciudad de México (con Rafael López Rangel), Escenópolis:
pautas culturales de la urbanización del siglo xxi (con J. García y F. Heredia) y El barrio
de La Merced. Estudio para su regeneración integral (con S. Urrieta). Ha publicado,
asimismo, más de cuarenta artículos y capítulos de libros, dictado conferencias en ins-
tituciones educativas, en diversos foros nacionales e internacionales. Ha sido coordina-
dor y conductor del programa La Esquina en Radio ipn (95.7 FM) y en 2019 recibió
el “Micrófono de Oro” de la Asociación Nacional de Locutores de México.

362
Semblanzas

Carlos Antonio Mata Rodríguez

Estado de México, 1989. Es licenciado en Ingeniería y Arquitectura egresado del Insti-


tuto Politécnico Nacional por medio del seminario de titulación de Mercados Inmobi-
liarios en 2016; estudia en la Sección de Estudios de Posgrado e Investigación de la esia
Tecamachalco en México, en el programa de Maestría en Ciencias en Arquitectura y
Urbanismo, en la línea de investigación de Ordenamiento y Planificación Urbana bajo
la dirección de la doctora Delia Patricia López Araiza Hernández, con temas relativos
a los equipamientos urbanos, megaproyectos y suelo urbano. Ha participado en foros
institucionales como los Segundo y Tercer Coloquio de Estudiantes de Maestría en
Ciencias en Arquitectura y Urbanismo con el tema “Transformación del suelo urbano
en el entorno del megaproyecto de Equipamiento Aeropuerto Ciudad de México”.

Delia Patricia López-Araiza Hernández

Es profesora e investigadora de la esia-Tecamachalco del ipn, arquitecta y licenciada


en Urbanismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), maestra
y doctora en Desarrollo Regional por El Colegio de Tlaxcala. Pertenece al Sistema
Nacional de Investigadores de conacyt. Ha impartido cátedra en las universidades:
Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep), Cuauhtémoc-Puebla, del Desarrollo

363
del Estado de Puebla, Iberoamericana de Puebla y Tijuana y en la licenciatura, la maes-
tría y el doctorado en el ipn. Ha dirigido siete proyectos de investigación en la línea de
Ordenamiento Territorial Sustentable, sus publicaciones giran en torno a esa temática
y las más recientes sobre movilidad urbana y complejidad del hábitat desde la teoría
general de sistemas y los fractales, su libro más reciente es “Fractalidad en el análisis de
los espacios impermeables urbanos que impactan en la recarga del acuífero”. Ha ocu-
pado cargos en el gobierno de la Ciudad de México y es consultor independiente en
temas de Ordenamiento Territorial y Urbano. Coordinó los quince primeros progra-
mas territoriales operativos que dieron pie a los Programas de Mejoramiento Urbano.

Ireri Niño Martínez

Ciudad de México, 1992. Es ingeniera-arquitecta por el Instituto Politécnico Na-


cional (ipn). Se tituló con la tesis Centro de desarrollo comunitario y Fábrica de Artes
y Oficios “El FARO”, Pachuca (2017), dirigida por la maestra Martha Mejía Flores.
Ha trabajado en despachos de ingeniería dando servicio a clientes como Cargill y
femsa. En su interés por la construcción realizó cursos, certificaciones y diplomados
en idiomas y software de arquitectura en diversas instituciones. Es alumna del Taller
de Ciudad y Cultura de la Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo de la
Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura Unidad Tecamachalco del ipn, y trabaja
en la tesis Conurbación de los pueblos originarios y urbanización sociocultural, dirigida
por el doctor Ricardo Tena. Participó como ponente en el Segundo y Tercer Coloquio
de Estudiantes de Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo, y el Segun-
do Encuentro de las esia’s en Zacatenco. Realizó una estancia de investigación en el
Centro Estudos Arquitectura e Urbanismo de la Universidade do Porto, Portugal. Es
becaria de conacyt y beifi (ipn) en proyectos de investigación del Taller de Ciudad
y Cultura, como el de Rehabilitación de Plazas Públicas Patrimoniales en el Centro
Histórico de la Ciudad de México. Fue tallerista en el Intercambio Académico Inter-
nacional México-Ecuador 2020, dirigido a alumnos de Arquitectura de la unam y la
Universidad de Cuenca en Ecuador.

364
Semblanzas

María Guadalupe Valiñas Varela

Ciudad de México, 1975. Es profesora e investigadora de la esia-Tecamachalco y


Regina del ipn, licenciada en Arquitectura (ulsa), maestra en Administración de la
Construcción, maestra en Valuación Inmobiliaria e Industrial por la Cámara Mexica-
na de la Construcción, maestra en Diseño, Gestión y Dirección de Proyectos Arqui-
tectónicos y Urbanos por la Universidad de León, España y doctora en Urbanismo por
la unam. Cursó un posdoctorado en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo en ipn y
una estancia corta posdoctoral en la Universidad Politécnica de Valencia, España. Es
Investigadora Nacional Nivel 1 que ha impartido cátedra en la carrera de Arquitectura
y en el posgrado en diversas instituciones: Instituto Politécnico Nacional, Instituto
Tecnológico de la Construcción, Instituto Tecnológico de Monterrey, Universidad La-
tinoamericana y Facultad de Estudios Superiores de Acatlán (unam). Es autora de los
libros Procesos urbanos, arquitectura y patrimonio (2019); y Complejidad urbana, centros
comerciales y gentrificación (2016); es coautora de varios libros, entre los que destacan
Diseño arquitectónico de edificios sismorresistentes para una ciudad resiliente (2015, Espa-
ña); y Complejidad Urbana, desarrolladores inmobiliarios, comercio de vivienda masiva
en México. De igual forma, ha publicado varios artículos en revistas especializadas de
México y el extranjero.

365
Eréndira Álvarez Morales

Ciudad de México, 1974. Es arquitecta por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán,


Universidad Nacional Autónoma de México (unam), titulada con el Diplomado en
Arquitectura del Paisaje y Urbanismo y Tesina: “Proyecto de Regeneración Urbana, La
Mancha III, Naucalpan, Estado de México” (2018), asesorada por la maestra en Urba-
nismo Mónica Pallares. Actualmente cursa el quinto semestre de la Maestría en Cien-
cias en Arquitectura y Urbanismo en la esia-Tecamachalco del ipn, con el proyecto de
tesis Patrimonio, ciudad y cultura ante el paradigma de la sustentabilidad, dirigida por el
maestro Felipe Heredia Alba en el Taller de Ciudad y Cultura. Realizó su movilidad en
la Universidad de las Américas de la Ciudad de México en 2019, con el curso Derecho
urbanístico y ejercicio de ciudadanía con el doctor René Coulomb. Profesionalmente
se ha desarrollado como diseñadora de fachadas prefabricadas, en proyectos como el
Teletón del Estado de México y en Guadalajara, así como edificios de oficinas y corpo-
rativos en Santa Fe, Ciudad de México, en la empresa: Grupo Pretecsa, así como en
proyectos de departamentos en la Zona Metropolitana en asociación con otros colegas,
y en proyectos de mejoramiento a centros comunitarios en Chimalhuacán, Estado de
México, en Grupo Bethel. También se ha desempeñado en proyectos propios de huer-
tos urbanos y verticales. En 2019 participó como tallerista en el Intercambio Académi-
co Internacional México-Ecuador, Género, la plaza y el patrimonio, Centro Histórico de
la Ciudad de México, con la ponencia Ciudad, cultura y sustentabilidad en el Encuentro
de Inter Sepis del Instituto Politécnico Nacional en el mismo año. En 2020 en el Tercer
Coloquio de Estudiantes de Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo pre-
sentó su tema de tesis.

366
Semblanzas

Veronica Zalapa Castañeda

Ciudad de México, 1990. Es ingeniera-arquitecta (2016) por el Instituto Politécnico


Nacional (ipn), con la tesina Hotel Aleph. Molino de Flores, Texcoco, Estado de México. En
2019 y 2020 fue estudiante de la Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo en
la línea de urbanismo en el Taller de Espacio Público y Proyecto Urbano, en la Sección
de Estudios de Posgrado e Investigación (sepi) en la esia Unidad Tecamachalco, con la
investigación titulada La sociedad frente a su patrimonio urbano. Los casos de las colonias
Clavería y San Álvaro en la Ciudad de México. Ha participado en distintos foros, en-
tre los que se encuentran: Coloquio sobre Cultura, Derechos Culturales y Patrimonio
Cultural y Natural (Suprema Corte de Justicia de la Nación); 1st International Students
Workshop on Research Experiences Exchange in Architecture and Urban Planning
(ipn esia Tecamachalco-University of Edinburgh) y el noveno Encuentro “Problemas
y Dilemas de la Ciudad a partir del covid 19”. Ha trabajado en la iniciativa privada
como arquitecta, desempeñando actividades de supervisión de acabados interiores.

Elsa Leyva Hernández

Ciudad de México, 1975. Es ingeniera arquitecta, ipn, en el diplomado en Valuación


Inmobiliaria, de la Maestría en Ciencias de Arquitectura y Urbanismo. Actualmente está

367
elaborando su tesis titulada Ciudad nocturna. Espacio público patrimonial e iluminación
artificial. Caso de estudio: imaginarios urbanos en Plaza de la Constitución y Plaza de la
República, cuyo director es el doctor José Antonio García Ayala. Desde 2000, es direc-
tora de Taller de Proyectos de Iluminación y Control de Iluminación. Ha desempeñado
residencias y administración de obra. Sus proyectos representativos son: Hotel Dreams
Puerto Vallarta y Dreams Costa Rica (proyecto), la remodelación del hotel Hyatt Polan-
co (ejecución), oficinas corporativas axa en Félix Cuevas (ejecución), remodelación de
Oficinas Corporativas III (proyecto y ejecución). Es miembro ies desde 2014, coordinó
la mesa “Juego de Luz” (2013); eild, Workshop en 2012 México; 2014 Colombia y 2016
Brasil. Obtuvo el tercer lugar en el cuarto concurso a nivel nacional “Pon a México en
el mapa”, Zonas Arqueológicas, por Google e inah, con el modelado en SKETCHUP
de la pirámide del Tepozteco, en 2012. Ha participado en coloquios de estudiantes de
la Maestría de esia Tecamachalco y en talleres, como “Género, la plaza y el patrimonio”,
chcdmx y en los intercambios académicos México-Ecuador (fa, unam, esia-tec, ipn,
2020), ¿Patrimonio cultural, de quién? y ¿para qué? (uacm y cdmx, 2019); y “La técnica
al servicio del corazón de la patria” (ipn/ach 2019).

Felipe Heredia Alba

Ciudad de México, 1959. Es licenciado en Antropología Social y maestro en Antro-


pología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), profesor e
investigador del Instituto Politécnico Nacional (ipn), adscrito al Programa de Maestría
en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo, donde imparte los cursos de Cultura urba-
na, Urbanización sociocultural, Ciudad y Patrimonio, Técnicas de investigación docu-
mental y de campo, y en licenciatura ha impartido cursos en la Academia de Humani-
dades. Desde 1993 ha participado en diversos proyectos de investigación: Difusión de
los acervos fotográficos de la Fototeca Nacional (inah), Diagnóstico sociocultural del
Barrio de la Merced (ipn); Programa parcial de desarrollo urbano del Centro Histórico
de la Ciudad de México (Diagnóstico socioeconómico, caracterización sociocultural y
prospectiva de desarrollo urbano y de participación ciudadana) (cenvi-indal, 1999);

368
Semblanzas

Políticas públicas y urbanización sociocultural. Intervenciones recientes en el Centro


Histórico de la Ciudad de México (2015); Equipamiento y urbanización sociocultural
en el Centro Histórico de la Ciudad de México; Complejidad urbana, arquitectura y
patrimonio, desde una perspectiva de género, en el Centro Histórico de la Ciudad de
México; y Complejidad y vivienda rural. Ha dictado conferencias en foros nacionales
e internacionales, entre las que destacan: Las prácticas de entretenimiento cultural en
el Centro Histórico de la Ciudad de México: La Plaza Garibaldi; Paisajes culturales. El
Carnaval como símbolo de identidad urbana: el pueblo de Santa Isabel Tola; Turismo,
redes y procesos culturales (rigpac); Diagnóstico general del Barrio de San Sebastián Atza-
coalco. Políticas públicas y procesos urbanos; Plazas y jardines en el Centro Histórico de la
Ciudad México; La ciudad oculta. Un acercamiento desde la cultura a la problemática del
covid-19. Es conductor del Programa La Esquina en Radio ipn (95.7 FM).

Sheila Asnet Espinosa Cortés

Ciudad de México, 1981. Es profesora e investigadora de la División de Ciencias y


Artes para el Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco y arqui-
tecta (uam-x, 2014) y maestra en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo (2017) por
el Instituto Politécnico Nacional (ipn). Ha participado en proyectos de investigación
como: Espacio público y rehabilitación barrial; vivienda popular y urbanización socio-
cultural en el Centro Histórico de la Ciudad de México; Intervenciones urbanas en el
Centro Histórico de la Ciudad de México y su impacto; y en el proyecto “Propuesta
del programa territorial operativo en zonas marginadas del estado de Jalisco (Programa
de mejoramiento urbano, sedatu, 2019-2020)”, Es analista especializada en el área
de patrimonio cultural urbano para la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda.
Equipo de reconstrucción tras el sismo de 2017 en la Ciudad de México. Tomó los
cursos de actualización en perspectiva de género y feminismo (Facultad de Arquitec-
tura, unam) y de Introducción a las Teorías feministas (Facultad de Filosofía y Hu-
manidades, Universidad de Chile). Ha participado en la coordinación y organización
de eventos como “Encuentro anual sobre la ciudad Concurso anual de estructuras de

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espagueti (uam-x)” y diversos talleres con perspectiva de género. Es socia y fundadora
en urbanasmx colectivo feminista, y socia en la Asociación Mexicana de Arquitectas
y Urbanistas (amau) y colabora en el equipo editorial desde 2020.

Alejandra Calva Avalos

Estado de México, 1991. Es ingeniera-arquitecta egresada del Instituto Politécnico


Nacional (2014). Su experiencia laboral comenzó en 2013 cuando tomó la decisión
de estudiar el posgrado en la Sección de Estudios de Posgrado e Investigación de la
Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, Unidad Tecamachalco, en el área de
Urbanismo y en el Taller de Ciudad y Cultura. Actualmente realiza su tesis de gra-
do sobre Procesos de urbanización contemporánea, fragmentación y violencia en el
Municipio de Ecatepec; en marzo de 2020 realizó una estancia de movilidad por tres
meses en la Universidad de Porto, Portugal. Se ha presentado en distintos foros, entre
ellos, en el Tercer Encuentro Interpolitécnico y Segundo Encuentro Virtual de la Red
de Expertos en Sistemas Complejos con la ponencia Urbanización y complejidad en
Ecatepec de Morelos y en el Tercer Coloquio de Estudiantes de Maestría en Ciencias
en Arquitectura y Urbanismo de la sepi-esia Tecamachalco del Instituto Politécnico
Nacional de México, con Urban Perspectives and New Sociocultural Challenges in Porto.
Reflections on Urban Policies and their Effects.

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Jessica Reyes Sánchez


Ciudad de México, 1983. Es­licenciada en Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología
e Historia, con la tesis Detrás del closet: eros y sexualidad masculina entre hombres que tienen sexo
con hombres (2011). Es asimismo maestra en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo por el Insti-
tuto Politécnico Nacional con la tesis Espacio público y circuitos urbanos de encuentro sexual en la
Ciudad de México (2014). Se doctoró en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados con
la tesis Otredad, resistencia y vida escolar. Antropología de la transexualidad en educación superior
(2020). Ha participado en diversos coloquios, encuentros y congresos entre los que destacan el
Segundo Coloquio Internacional Experiencias, Cuerpos y Corporalidades en Espacios de Encie-
rro. Subjetividades y Emociones (2020) donde presentó la ponencia Transformar el cuerpo y las
emociones a través de la danza árabe: la experiencia de un grupo de mujeres en situación de reclusión.
En el Tercer Encuentro Latinoamericano de Investigadores sobre Cuerpos y Corporalidades en
las Culturas (2018) participó con la ponencia Hacer agua de limón: aplicación del método Core
Danzaterapia con personas viviendo con vih. En el tercer Congreso Internacional sobre Género y
Espacio (2019) presentó la ponencia Espacios escolares, sexualidades y heteronorma.

Michaela de Marco

Grottaglie, Taranto, Italia, 1983. Es licenciada en Lingue Culture dell’Asia e dell’Africa” por
la Universidad l’Orientale de Nápoles (Italia) y maestra en Storia, Lingue e Cultura Islamica
e dei Paesi del Mediterraneo por la misma universidad. Actualmente es tesista en el pro-

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grama de Doctorado en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo de la Escuela Superior de
Ingeniería y Arquitectura Unidad Tecamachalco del Instituto Politécnico Nacional en Mé-
xico. Tiene como líneas de investigación: Sociedad Urbana, Reconocimiento Social, Pro-
yecto Urbano, Regeneración Urbana, Democracia Urbana, Espacio Público, entre otros.

José Luis Anaya Alpide

Tula de Allende, Hidalgo, 1988. Es ingeniero-arquitecto por la Escuela Superior de In-


geniería y Arquitectura (esia), Unidad Tecamachalco del Instituto Politécnico Nacional
(ipn), por la opción de Seminario de Titulación (Diseño de interiores). Actualmente es
tesista en el programa de Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo del ipn, en
el Taller de Espacio Público, donde desarrolla la tesis La condición de civilidad y otredad
en el espacio público bajo la dirección del doctor Ricardo Medina Audelo. Profesional-
mente se ha desempeñado como residente de obra civil en la empresa Be Grand. Ha par-
ticipado en distintos foros académicos, entre los que destaca el Coloquio de Estudiantes
de Posgrado de Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo del ipn.

Homero de Jesús Angeles de Paz

Estado de México, 1993. Es ingeniero-arquitecto por el Instituto Politécnico Nacional


y estudia la Maestría en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo en la Sección de Estu-

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dios de Posgrado e Investigación de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura


Unidad Tecamachalco. Dentro del Taller de Espacio Público y Proyecto Urbano lleva
a cabo su investigación titulada Espacio público y la incidencia de sus significados en las
relaciones migrante-residente, caso de estudio: Parque México. Dicha investigación y sus
avances han sido presentados en diversos foros, congresos y encuentros académicos
dentro de la unam-uacm-ipn. Realizó una estancia de investigación en Barcelona, Ca-
taluña, en el Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En la administración pública se ha desempeñado como auxiliar técnico en distintas
dependencias como son la Autoridad del Espacio Público, en la Secretaría de Infraes-
tructura del Estado de México y con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
a través del Museo de la Ciudad de México.

Lina María Arias Saldaña

Bogotá, Colombia, 1992. Es arquitecta (2018) por la Universidad la Gran Colombia,


con la tesis Redes para la convivencia, proyecto urbano en el barrio El Listón y La Saba-
na-Bogotá. Cursó el diplomado “Equidad de Género” (2019) de la Escuela Superior
de Administración Pública de Bogotá y actualmente cursa la Maestría en Ciencias en
Arquitectura y Urbanismo del ipn (México) en el Taller de Ciudad y Cultura con el
proyecto “La Ciudad de las mujeres, una conexión entre espacio público y género”;
y el curso “Formación política de la Escuela de Verano Feminista 5ª Generación”
(Constituyentes, cdmx). Ha participado en el taller “Género, la plaza y el patrimonio
en el Centro Histórico de la Ciudad de México” en el Intercambio Académico Inter-
nacional México-Ecuador: (2020, unam-ipn); en el Tercer Coloquio de Estudiantes
de Maestría de esia Tecamachalco como parte del Comité organizador y ponente del
trabajo La ciudad de las mujeres, una conexión entre espacio público, género y paisaje
urbano (julio, 2020); en el Noveno Encuentro: Problemas y Dilemas de la Ciudad a
partir del covid 19, con la conferencia La Ciudad de las mujeres, una conexión entre
espacio público, género y paisaje. Reflexión en tiempos del covid 19 y en el taller “Espacios
menstruantes”; en el Tercer Encuentro Inter Politécnico, el Segundo Encuentro de la

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Red de Expertos en Sistemas Complejos, con la conferencia Patrimonio y representa-
ción femenina, la complejidad en el discurso de la apropiación e identidad y en el Tercer
Encuentro de esia’s, con la ponencia La ciudad de las mujeres, una conexión entre es-
pacio público, género y paisaje urbano (reconocimiento a mejor ponencia). Es alumna
consejera del Posgrado de esia Tec (2020-2021).

Ulises Paniagua Olivares

Ciudad México, 1976. Es ingeniero-arquitecto y maestro en Ciencias en Arquitectura


y Urbanismo por el Instituto Politécnico Nacional (ipn); actualmente estudia el doc-
torado en Ciencias en Arquitectura y Urbanismo en esia Tecamachalco del ipn en la
línea Ciudades y Procesos Urbanos. Tiene un diplomado en Literatura Española por
el cce. Es escritor y autor de trece libros y ganador del concurso internacional en la
categoría de cuento de la Fundación Gabriel García Márquez en 2019. Ha publicado
en aibr, España, en la Academia Uruguaya de Letras y en la uam; y en revistas y diarios
internacionales. Conductor del programa Todos los libros, el libro (Radio sogem) y del
programa, Emotrópolis, la dimensión emocional de las ciudades (Radio ipn).

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José Antonio García Ayala

Ciudad de México, 1976. Es profesor investigador de la esia-Tecamachalco y Regina


del Instituto Politécnico Nacional (ipn). Ingeniero-arquitecto y maestro en Ciencias
en la Especialidad de Arquitectura por el ipn, y doctor en Urbanismo por la unam,
es autor y coautor de varios libros, entre los que destacan Lugares de alta significación.
Imagen urbana y sociabilización en la Jardín Balbuena; Escenópolis II. El séptimo arte y
la urbanización en el siglo xxi; y Cine, ciudad y arquitectura […] (con Rocío González).
Ha participado en eventos como el Congreso Nacional de Ciencias Sociales en sus
ediciones quinta (2016) y séptima (2020) con las ponencias Circuitos complejos del
tiempo libre y urbanización sociocultural. Metodología para un análisis urbano de cerca
y por dentro e Imaginarios urbanos, identidad y entretenimiento. Narrativas de las elites
empresariales y gubernamentales con respecto al Gran Premio de México, respectivamen-
te; además en 2014 participó en el Seminario Permanente del Centro Histórico de la
Ciudad de México con la conferencia Espacio público, patrimonio y turismo. Corredor
del tiempo libre: Zócalo-Alameda-Plaza de República.

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Territorio, espacio público y género, perspectivas urbanas para la igualdad sustantiva,
se terminó de imprimir en los talleres de
Ediciones Navarra, Van Ostade #7,
Col. Alfonso XIII, Ciudad de México, CP 01460,
en el mes de febrero de 2021,
en tiro de 500 ejemplares.

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