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Juan Rial: Cientista político uruguayo. Investigador Jefe del Centro de Informacio-
nes y Estudios del Uruguay (CIESU).
medida se hizo para defender al Estado, por cuanto en tanto fuerzas armadas son,
precisamente una fuerza estatalista. Ese Estado que había perdido su carácter
representante de la sociedad civil, se separaba de ella para reprimirla, ante la
imposibilidad de continuar, sin implementar cambios, de realizar "anticipación
bonapartista".
"Bastaron no más de siete meses para que el aparato sedicioso, brazo armado de la
subversión, fuera destrozado por una acción militar lo necesariamente enérgica y coherente
como para restablecer la confianza que el Estado, durante años de desidia y politiquería,
había venido perdiendo progresivamente como instrumento de orden, de paz y de
progreso".
Ahora era la fuerza armada la que buscaba influir en la sociedad. Una forma sería
la de proporcionarle un modelo, un objetivo. Los famosos comunicados 4 y 7 del 9
de febrero encandilaron a muchos que creyeron que las fuerzas armadas optaban
por un proyecto "peruanista". Pero lo que se puso en práctica fue una nueva
Lograr este resultado supuso, previamente, librar una guerra interna, que continuó
a lo largo del tiempo durante el régimen militar. Los miembros del cuerpo de
oficiales que no estaban de acuerdo con la conducción del mando superior fueron
sucesivamente apartados y purgados de la institución. En 1973 el Cuerpo de
Oficiales coincidía en la necesidad de derrotar a los grupos armados y sólo un
pequeño grupo estuvo comprometido con esos movimientos guerrilleros. Pero no
todos estaban dispuestos a seguir adelante.
Dado que el país se encontraba en un grado alto de bloqueo, de empate social entre
las diversas fuerzas sociales y políticas que eran incapaces de proponer un nuevo
estilo para adaptarse a la cambiante y nueva coyuntura internacional, pronto
quedó en evidencia que quizás el único lugar en donde esos bloqueos se podrían
reflejar, pero de algún modo resolverse eran las fuerzas armadas. Su fuerte
autonomía de la sociedad civil, su alto carácter estatalista, su dependencia fuerte
de la supervivencia y afirmación del Estado y el hecho de que toda la sociedad civil
uruguaya siempre fue débil y subordinada a un Estado paternalista, facilitaron la
tarea. Pero el Estado, encarnado ahora por esa fuerza militar dudó entre aplicar un
plan reductor del mismo, tal como era preconizado por los economistas
neoliberales que, finalmente, fueron los únicos que proporcionaron un modelo
alternativo, y continuar con la tarea del "ogro filantrópico", aunque reorientándolo
de modo que ya no fuera el Estado el paternalista, sino las fuerzas armadas y,
sustancialmente dentro de ellas el ejército, el que asumía ese rol.
A último término, sin embargo, fue la propia corporación militar la que se reservó
el mando supremo. Diversas instancias, crecientemente institucionalizadas, dieron
origen al predominio de los militares en la conducción política y a su constitución
como "partido militar sustituto".
b) Alta autonomización dentro del Estado. Dejaron de ser un "brazo armado" del
poder ejecutivo, autonomizándose del mismo para la designación de sus mandos y
la autorregulación de la corporación, en su presupuesto, normas de manejo,
fijación de objetivos.
8 Rial, Juan: Partidos Políticos Democracia y Autoritarismo, EBO, Montevideo, 1984; "Los límites
del terror controlado" CIESU DT 97/85, Montevideo, 1985.
NUEVA SOCIEDAD NRO. 81 ENERO-FEBRERO 1986, PP. 106-116
de la fuerza en 1973.
Como tal, ello las empuja a reforzar su posición estatalista y a controlar o al menos
a presionar fuertemente al Estado para obtener recursos. La autonomización es por
lo tanto doble, tendiente a separarse de la sociedad y aún dentro del Estado a
constituir un segmento diferenciado.
El gran problema era cómo hacerlo manteniendo a su vez como ejército (como
fuerzas armadas si se extiende a las otras dos fuerzas que actuaban subordinadas a
este), como corporación. Si se deseaba a la vez mantener una fuerza militar
profesional y "hacer política" (aunque fuese intentar negarla, privatizando lo
publico) había que llegar a la síntesis del "soldado-político" de lo cual ya había
ciertos antecedentes en otros regímenes totalitarios.
verdaderos soldados rechazamos de cuajo. Ejército civilista, sólo pueden expresarse, de este
modo, aquellos que influidos por mezquinos intereses o por repugnantes ambiciones
políticas, conspiran contra la auténtica función del ejército y se confabulan para socavar el
enaltecido espíritu que debe regirla misión de sus integrantes.
No basta a una nación poner un ejército, es preciso que ese ejército esté animado de una
cabal conciencia militar, si se desea que él responda fielmente a sus fines naturales, porque
muy mal se avendría a las necesidades de la guerra moderna e ideológica, si no alcanza las
exigencias de efectividad y capacidad en el combate".
Esta doble acción de la fuerza, sin embargo, supone cierto grado de disociación.
Los niveles de ejecución deben estar imbuidos de la posición ideológica sustentada
por la corporación, pero no pueden decidir, deben aceptar el verticalismo total de
la organización. Quienes deciden se encuentran al tope de la escala jerárquica. Y
allí debe producirse un doble proceso de profesionalización-desprofesionalización,
si adoptamos criterios como el sustentado por Varas 9. Deben por un lado conducir
una fuerza militar importante. El Comandante en Jefe del Ejército, Gral. Queirolo,
lo había manifestado claramente: "un ejército reducido de efectivos pero de alta
capacitación técnico-profesional"
a) Predominio de una de las fuerzas sobre las otras, hegemonía acatada, sin
protestas en razón de la diferencia de potencial militar entre ellas. El ejército era el
líder del proceso. Dentro de las otras dos armas, aunque por antigüedad debiera
corresponder a la armada la segunda precedencia, el enfrentamiento de febrero de
1973 la perjudicó de modo que siempre estuvo casi en condiciones de igualdad con
Teniendo en cuenta otros ejemplos, como el argentino, donde las luchas entre
facciones y camarillas llegaron en alguna oportunidad al enfrentamiento violento y
abierto, como en 1962 entre azules y colorados10, las fuerzas armadas en tanto
corporación mantuvieron su cohesión mediante el mecanismo del funcionamiento
corporativo vertical, bajo el mando de las Juntas de Oficiales. Esto suponía:
2. Imposición por la vía vertical del mando militar jerárquico de estas decisiones al
resto de la corporación que no puede deliberar y menos aún decidir.
10 Rouquie, Alain: Pouvoir militaire et sonate politique en la Republique Argentine, FNSP, París,
1978.
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Es política, porque los que se preparan para sacrificarse y morir por la patria, deben saber
qué cosa es la patria, la esencia y el fin, lo que la fortalece, y lo que la debilita, lo que la
confirma en su ser, y lo que la niega. Deben saber, el verdadero sentido y el valor del
sistema institucional. En qué medida, conforma o contradice el Ser Nacional. No es una
fuerza ciega y muda, instrumento pasivo de la autoridad civil, que se usa excepcionalmente
con carácter represivo, y se posterga en la participación nacional.
Y deben saber, además, que las FFAA son parte constitutiva e indivisible del poder político:
la fuerza que funda y sostiene la soberanía, el orden y la paz interna" (Discurso del 14
de abril de 1980).
c) Los comandantes en jefe serían electos de una terna de generales mas antiguos
(entre los dos de la "derecha" en las otras fuerzas) directamente por el Presidente
de la República, sin necesidad de venia, manteniendo el criterio de "primus inter
pares".
Este acuerdo se hizo en base a una nueva Acta Constitucional que regiría durante
un año (1985) al asumir el nuevo gobierno democrático y debía ser confirmada o
rechazada por el parlamento en tanto asamblea constituyente, que, a tales efectos,
deberá tratar ese temario a partir de julio de 1985 y luego ser sometida a plebiscito
al cuerpo de ciudadanos. Saliendo del gobierno, fundamentalmente para proteger
a la institución, se complementó por otra serie de medidas. Una nueva Ley
Orgánica del Ejército votada en noviembre de 1984 reorganizó el número de
efectivos, racionalizando fuertemente la composición del cuerpo de comando de
modo de convertirlo nuevamente en una pirámide y aumentando los tiempos de
permanencia en los grados subalternos. En el ejército, 1.440 oficiales de la jerarquía
de teniente 2° a teniente general compondrán el cuerpo de oficiales en unión de
todos los alféreces que vayan egresando cada año de la Escuela Militar.
Lograr este resultado suponía hacer un cambio fuerte en las jerarquías de coronel.
Disposiciones transitorias permitieron eliminar a 85 coroneles pasados a retiro con
la remuneración más alta posible.
Oficialmente la nueva doctrina que se intentaba asumir claramente por parte del
nuevo régimen restaurado fue el viejo control civil sobre una fuerza puramente
"profesional", brazo armado del poder ejecutivo, de acuerdo con la concepción
"noroccidental", propia de países desarrollados acerca de las fuerzas armadas.
Obviamente, para los actores políticos partidarios era la única salida que quedaba
y el presidente Sanguinetti lo expresó rotundamente en su discurso inaugural al
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afirmar que asumía el "mando de las fuerzas armadas". Pero para el actor político
fuerzas armadas había que marcar claramente que difícilmente se resignaría a un
rol tan pasivo, en lo profundo, que si se aceptaba esta posición era para pasar a
desempeñar una situación de "corporativización condicionada" como afirma
Varas11, en la cual el control civil sobre las FFAA intenta ser fuerza, pero la
corporatización militar también es alta, que intenta pasar a ser "autonomización
profesionalizada" como afirma el mismo autor.
Pero hay otros hechos alarmantes. La revista El Soldado, del Centro Militar, dedicó
su número 100, salido en marzo luego de la asunción del gobierno democrático, a
defender fuertemente a la corporación y su acción de gobierno entre 1973 y 1984,
justificando la acción durante el gobierno autoritario. Y hasta con la firma de un
coronel se incluye un cuento (con moraleja) que en realidad no es más que la
expresión de una amenaza. La codificación de la misma bajo forma de un cuento
con un referente claro está señalando otra alternativa: es necesario defender y
atender los intereses de la corporación si se pretende mantener el actual régimen.
Las condiciones que se imponen son importantes: deben atenderse los reclamos. La
fuerza ilocutoria es clara y marcada.
Parece evidente, entonces que, pese a que oficialmente se mantiene la doctrina del
control civil, de acuerdo a lo previsto en un régimen democrático-liberal, que
reserva sólo un rol "profesional" subordinado a las fuerzas armadas, estas seguirán
constituyéndose como un actor político relevante. Muchos de los oficiales
asumirán simpatías partidarias en orden de asegurarse ascensos, pero, en conjunto
la corporación parece afirmada en su autonomía y en su posición ideológica.
El entorno regional con procesos de salida de los militares del primer plano
favorece esta retirada de escena, pero parece mas de carácter táctico que
estratégica, empleando la jerga militar. Por lo tanto se requerirá gran imaginación
para poder manejar a una corporación que puede estar jaqueando, condicionando
constantemente a los otros actores políticos.
Referencias
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