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Perspectiva de los trastornos mentales en México.

Los trastornos mentales no se presentan de igual manera ni en la misma magnitud entre mujeres y
hombres, y se espera que la prevalencia aumente debido al incremento de factores de riesgo como
la pobreza, la violencia, el abuso de drogas y el envejecimiento de las poblaciones, entre otros.
Quienes padecen enfermedades crónicas como el VIH-SIDA.Además, algunas personas se
encuentran en riesgo de padecer este tipo de alteraciones por predisposición genética. Los
problemas de la salud mental afectan a la sociedad en su totalidad, por lo que representan un
desafío para su desarrollo (OMS, 2004; UNAM, 2004).

salud mental
La salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales. La salud mental y física y el
bienestar social son componentes vitales de las personas y están inextricable- mente ligados. En
este sentido la salud mental puede definirse, según la Organización Mundial de la Salud, como “el
estado de bienestar que permite a los individuos realizar sus habilidades, afrontar el estrés normal
de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera, y hacer una contribución significativa a sus
comunidades” (OMS, 2004).

Investigaciones recientes dan cuenta de la necesidad de invertir más en salud mental, en términos
financieros y en recursos humanos, tanto para la atención de la población que sufre algún
trastorno mental como para generar trabajos de investigación y promover la salud mental.
El riesgo de sufrir enfermedades mentales se incrementa en ciertos grupos, entre otros, aquellos
que viven en pobreza extrema, los desempleados, las personas con bajos niveles de instrucción, las
víctimas de violencia, los migrantes y refugiados, los indígenas, las mujeres, hombres, niños y
ancianos maltratados o abandonados.

el documento tiene como objetivo presentar un panorama general de lo que implican las
enfermedades mentales y su importancia en México, algunas diferencias entre mujeres y hombres,
y la manera en que los trastornos mentales afectan a los individuos, a las familias y a la sociedad
en general.
En el mundo actual, México no es la excepción, las enfermedades mentales ocupan los primeros
lugares en la carga de enfermedad, son responsables de 7.5% de la carga global, lo que representa
15 millones de días perdidos por mortalidad prematura o por discapacidad; ocupan en el mundo el
lugar 11 de 88 condiciones analizadas, con un avance de cuatro lugares si se le compara con el
lugar 15 que ocupaban en 1990, en la región de América latina Central, en donde México ocupa el
quinto lugar (Murray et al., 2012).
En México los trastornos mentales son responsables de 25% de años de vida asociados con
discapacidad (AVD) en los hombres y de 23% en las mujeres; la depresión ocupa el primer lugar
entre
todas las causas de AVD en las mujeres y el segundo en los varones, después de la lumbalgia
(lozano et al., 2013).
las enfermedades mentales impactan de manera importante la calidad de vida de la población y
afectan el curso de otras enfermedades crónicas; por ejemplo, la depresión afecta el pronóstico y
la sobreviva de pacientes con enfermedades del corazón o con cáncer (Satin, 2009; Doyle, 2010). la
depresión es 3.4 veces más frecuente entre quienes cursan con una condición de dolor (Ohayon,
2003). Según datos de la Encuesta Mundial de Salud Mental, el riesgo de tener depresión cuando
se tiene diabetes es 2.2 veces más frecuente que cuando no existe esta condición, y se tiene 2.8
veces más probabilidad cuando se trata de obesidad; en México la presencia de ansiedad es 4.4
veces mayor cuando se trata de obesidad grave (IMC 35+), en comparación con una obesidad
media (IMC 30-34.9). la frecuente concurrencia de condiciones crónicas y trastornos del afecto y de
la ansiedad y la necesidad de una terapéutica combinada refuerzan la conveniencia de integrar los
servicios de atención a la salud mental a los servicios de salud en los tres niveles de atención.
A pesar de su alta prevalencia –12% de la población entre 18 y 65 años (Medina-Mora et al.,
2003)–, sólo una pequeña proporción de los enfermos recibe tratamiento (17.7%), que se duplica
(34.4%) en los casos de trastornos graves, que incluyen cualquiera de las siguientes condiciones: la
presencia de un trastorno bipolar tipo I, medicación antipsicótica, intento suicida, al menos un día
de hospitalización o cualquier diagnóstico con una evaluación global de funcionamiento igual o
mayor a 40, que indica un nivel de moderado a grave de discapacidad (Borges et al., 2007). Aun
así, la mayor parte de los enfermos no recibe atención.
El tiempo que transcurre entre que ocurre la enfermedad y que se llega a tratamiento es largo, con
15 años en promedio para los tras- tornos del afecto, 25 años para trastornos del impulso y
ansiedad y más de 25 años en promedio entre que aparece el trastorno por abuso de sustancias y
se llega a tratamiento. la mayor proporción de los casos son atendidos en tercer nivel de atención
(Wang, 2007).
El tratamiento más frecuente lo ofrecen especialistas no médicos (9%), seguidos por la medicina
alternativa (6%); 4.7% de los casos con trastorno en los últimos 6 meses fue atendido por médicos
generales y sólo 1.7%, por psiquiatras. En la atención de casos graves participa con mayor
frecuencia el psiquiatra, 5%, proporción más cercana a la atendida por otras especialidades (5.7%);
estos ca- sos son atendidos en mayor proporción por los médicos generales (7.9%) (Borges et al.,
2006).

tratamiento
la Secretaría de Salud ha propuesto nuevos esquemas para atender a los pacientes en atención
primaria; uno de ellos permitiría la detección, tratamiento y canalización a servicios especializados
más efectivos, cerrando así la brecha de atención, el Catálogo Universal de Servicios de Salud
(CAUSES). Éste ha incluido las principales enfermedades con hospitalización breve, atención
ambulatoria, farmacoterapia y psicoterapia; el tratamiento ambulatorio y la medicación se
proporcionan en primer nivel, pero hay pocos servicios con equipo de salud mental que puedan
hacer frente a la creciente demanda. A pesar de importantes variaciones nacionales, hoy por hoy
pocos enfermos elegibles surten sus recetas, por lo que es necesario desarrollar y evaluar mejores
esquemas. Como se verá en un capítulo posterior, la familia de las personas que enferman requiere
también de atención (Rascón et al., 2014). Se cuenta también con métodos costo-efectivos para
atender las principales enfermedades (lara et al., 2010a, 2010b; OMS, 2008).
El reto es aumentar la cobertura de atención y revertir la distribución del gasto con énfasis en la
atención comunitaria y primer nivel, para avanzar hacia la universalidad y atender las necesidades
de los grupos en condiciones de mayor rezago, pero también proponer nuevos y mejores
tratamientos, asegurar que llegan a la población y que reciban el mejor tratamiento posible y
construir un puente entre las necesidades sentidas por la población y la oferta de servicios que
redunden en una mejor búsqueda de atención y apego al tratamiento, es decir, avanzar también
en la reducción de la brecha entre la generación del conocimiento y la aplicación de éste en la
comunidad.

Conclusión
Ampliar el concepto de salud mental para abarcar su sentido positivo e integrar la promoción de la
salud y la prevención de enfermedades, junto con el tratamiento y la rehabilitación, incluyendo la
atención de las necesidades de las familias con énfasis en los cuidadores de los enfermos

Apoyar la integración de los sectores en torno a un Programa Nacional de Salud Mental de la


Población, elaborado dentro de un marco de salud pública que modifique el paradigma de la
atención, para que se desarrolle con base en un modelo de atención comunitaria y con énfasis en
el primer nivel y las primeras etapas de vida

Incluir la atención a la enfermedad mental en hospitales generales y de especialidad


Academia Nacional de Medicina

Fortalecer y ampliar los programas de atención a víctimas

Establecer los lineamientos para el desarrollo de un observatorio de salud mental que incluya la
vigilancia del problema y también el avance en los programas y la evaluación de las acciones a
partir e indicadores medibles sobre el impacto directo en la salud física y mental de las personas

Fomentar la investigación por misión y de responsabilidad social orientada a enfrentar los


principales retos, a desarrollar y evaluar modelos adaptados a las necesidades de los grupos a los
que van dirigidos, incentivando su participación en su creación, y apoyar la divulgación de los
resultados y la traducción del conocimiento , con el fin de que llegue a la comunidad, cerrando así
la brecha entre la generación del conocimiento y su aplicación

Incorporar a economistas de la salud en la evaluación de programas que muestren costo beneficio


e impacto de la modificación del paradigma de la atención

Incidir en la formación de médicos y otro personal de salud con el fin de que incorpore la atención
de la salud mental y su educación continua con base en las guías desarrolladas por la OMS
fundamentadas en la evidencia existente

Incorporar estrategias para la identificación y atención tempra- na de problemas de salud mental


que permitan retrasar la progresión de los síntomas
Desarrollar estrategias de vinculación de acciones preventivas entre la comunidad, el sector salud
y educativo

Crear los mecanismos para la reinversión de los recursos de ciencia y tecnología en acciones de
política pública para llevar a cabo la transferencia tecnológica de intervenciones psicosociales en
las comunidades más vulnerables

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