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El apocalipsis climático

I.- El apocalipsis climático, un arma letal contra la


propiedad privada: Sánchez y sus ecologistas queman
los bosques

El apocalipsis climático que a propósito de cualquier noticia, desde el


tiempo a la violencia familiar, proclaman prácticamente todos los
medios de comunicación y exhiben los gobiernos como argumento
supuestamente científico avalado por la ONU, para justificar cualquier
política económica, es una conjetura científica, no probada, que
empieza por negar la historia misma de la ciencia, que no admite como
científico ningún dato que no esté sujeto a continua comprobación,
debate, matización, o, incluso, anulación.
Pero los políticos y los medios, o viceversa, nos presentan el cambio
climático no como deducción científica sino como argumento de fe,
que exige, salvo excomunión social, acatamiento y respaldo a las
medidas de los sacerdotes-políticos ante la "emergencia climática". El
cambio lo han proclamado ellos, la emergencia climática, también, y
las medidas, como únicas posibles, las han decidido ellos. Y ojo con
criticar. Si lo haces eres un negacionista, como los que niegan el
Holocausto; en resumen: un nazi y un criminal. Nunca en la historia de
la Humanidad un hecho tan discutible ha producido efectos tan graves
en tanta gente y de forma menos discutida.

El "socialismo científico" del Siglo XXI


El "cambio climático" es el "socialismo científico" del siglo XXI. Se dirá
que ahora hay muchos científicos, agrupados tras el Panel de la ONU,
que dan datos para sustentar su teoría. Pero también hubo científicos,
mejor informados que Marx, que percibieron los cambios de la
sociedad industrial y el capitalismo de la época, señalando sus efectos
negativos en diversos sectores, desde el abandono del campo a la crisis
familiar, pero de ello no dedujeron la necesidad de acabar con la
propiedad privada e instaurar el comunismo. Hoy, hay científicos que
niegan la gravedad del cambio o que discuten la idoneidad y eficacia
de las medidas contra él, pero, como pasa desde 1848, son
considerados gente insensible al sufrimiento ajeno. ¿A qué
sufrimiento? Al del planeta. Porque cambio climático, sensibilidad
social y militancia ecológica van de la mano. Y para resumirlo,
cualquier escolar debe repetir, so pena de suspenso, que le
preocupa "salvar el planeta".
El culto a la Tierra es una tradición religiosa ancestral, que casi
desapareció justo en la época de Marx: la de la revolución industrial.
Hoy, los sacerdotes de la Pacha Mama son influencers, youtubers,
periodistas y políticos, que esgrimen evangelios científicos contra los
incrédulos. Y si los incrédulos son científicos profesionales se les
amordaza. Las miserias del mundo científico y universitario han
quedado tan en evidencia a cuenta del covid-19 que sorprende que
haya tanta gente y tantos medios que muestren un asentimiento
absoluto a las medidas económicas para "parar el cambio climático",
dando por indiscutibles ese cambio y ese paro, pero así es.
Lo que convierte el apocalipsis climático en peligro mortal para la
propiedad privada es la autoridad moral de que se invisten sus
defensores. Se puede impedir la caza, la pesca, el pastoreo y todas las
costumbres del mundo rural, pero, si es para "salvar el planeta", ¿qué
egoísta las discutiría? Los que defienden el mundo rural reciben hoy el
mismo trato que, en los tiempos de Marx, sufrían los campesinos,
gente "retardataria", "antigua" y apegada al peor pecado para
la ingeniería social: la propiedad privada. Y lo que hoy se hace en
nombre del cambio climático, sin que los que arguyen que sólo
defienden que ese cambio existe critiquen sus efectos prácticos, es la
expropiación de la propiedad del campo… en nombre de la Naturaleza.
Los cientificistas del cambio climático que se desentienden de las
aplicaciones de su teoría son como los enemigos de la propiedad
privada que se desentienden de los efectos del comunismo, su ruina y
sus masacres. Les basta tomar una posición moral, por encima del
vulgo, y lamentar lo que se hace mal en nombre de lo que
indudablemente representa el bien. No será bueno si produce tanto
mal, pensará alguien. Minucias para los entregados a la causa de salvar
al Planeta y a la Humanidad de los seres humanos. Porque para
los ecologistas radicales, que marcan el camino de los gobiernos,
aunque no lo parezca, la única especie que sobra, capaz de destruir el
planeta y empeñada en hacerlo, es la humana. Si hay que destruir todo
lo que creó, se destruye. La causa lo merece. "Para construir hay que
destruir", decían los comunistas. Nunca con menos obstáculos que
ahora.

Sánchez y sus ecologistas de cabecera


Poco después de retratarse ante las cenizas del parque de Monfragüe,
cuyo incendio prueba que la política de Parques Naturales y Reservas
de la Biosfera es la peor destructora de masas forestales de toda
nuestra Historia, Sánchez y la vicepresidenta de Transición Ecológica,
se reunieron con las cinco organizaciones "no gubernamentales",
archigubernamentales todas. ¿Quiénes y para qué? Según la web
oficial de Moncloa, acudieron "la directora ejecutiva de SEO/Birdlife
(Sociedad Española de Ornitología), Asunción Ruiz; el secretario
general de WWF España, Juan Carlos del Olmo; la coordinadora
de Amigos de la Tierra, Blanca Ruibal; la directora ejecutiva
de Greenpeace España, Eva Saldaña, y el coordinador general
de Ecologistas en Acción, Luis Rico".

En la foto oficial, los cinco invitados, ataviados


de mendigos, posan sonrientes con el espantapájaros de los montes
convertidos en cenizas, y, sin un solo reproche que hacerle a él o que
hacerse ellos, pasaron a lo serio: "Se han abordado los retos de
ambición climática de España, en línea con el objetivo europeo
de bajar las emisiones de CO2 un 55% en 2030, a lo que se suma el
impulso del Plan de Recuperación, con un 40% de los fondos
destinados a transición verde. Asimismo, se han destacado los
compromisos de biodiversidad, se ha analizado la evolución de las
directivas de eficiencia energética y renovables, y se ha subrayado la
promoción de inversiones sostenibles en el Plan de 130 medidas de
Reto Demográfico."
¡"Ambición climática"! De los incendios, ni palabra. ¿Pero cómo van a
criticar los teóricos de la lucha contra el beneficio a quien tan
eficazmente arruina a los que viven del campo? En realidad, esos
grupos acogidos con afecto por Sánchez se reunieron con él apenas se
hizo con el Gobierno. El 12 de marzo de 2019, Jara y Sedal denunciaba
que Sánchez ya se había reunido dos veces con ellos, empeñados
siempre en perseguir la caza, y que habían recibido millones de euros,
difíciles de rastrear. De hecho, el 29 de enero, WWF, Ecologistas en
Acción, SEO/BirdLife Amigos de la Tierra y Greenpeace le habían
pedido subir los impuestos a cazadores, ganaderos y agricultores,
además de subir el precio del gasoil. En esta segunda reunión, según
la revista clásica del campo, se abordaron "la descarbonización, el
impulso a las energías renovables, el autoconsumo, la movilidad
sostenible o el desarrollo del medio rural, (…) y retos de futuro
centrados en políticas de biodiversidad, salud y contaminación". Entre
los "retos de futuro", no se olvidaron del presente, y pidieron una
rebaja fiscal para sus organizaciones.
Entonces aún no decía Sánchez que los bosques se quemaban por el
cambio climático. Pero sí cabe constatar el resultado de esa alianza
política que desde que llegó al poder mantiene Sánchez con esos
grupos "verdes" o "sandías": las zonas protegidas están más
desprotegidas que nunca. Los amigos subvencionados de la
Naturaleza ayudan a destruirla. Y Sánchez, en su Falcon, es un
ecologista "sandía" ejemplar. Él y sus ecolojetas son los que queman
los bosques, porque les privan de sus protectores seculares.
Como ha denunciado brillantemente en Libertad Digital Miguel del
Pino y ha resumido perfectamente Marta Arce según las denuncias de
agricultores, ganaderos y selvicultores, los incendios forestales
recientes nada tienen que ver con el cambio climático, sino con
la política forestal de Sánchez y sus comunistas, que convierten las
zonas supuestamente más protegidas en las más vulnerables. Reserva
de la Biosfera, llaman pomposamente a parques en los que no se deja
entrar a pastar a las ovejas, se prohíbe quitar matojos y hacer
cortafuegos, medios tradicionales de hacer rentables los montes.
¿Rentabilidad? ¿Beneficio? ¿Dinero? ¡Atrás, Satanás! ¡No tiñas con el
brillo equívoco del oro la gratuita magnificencia de la Naturaleza! ¡Sólo
faltaría que, para salvar el planeta, cayéramos en el egoísmo
capitalista! Sin embargo, hasta ahora, todas las actividades
inteligentes de conservación de la naturaleza en todas las sociedades
humanas, conscientes de que para explotar se debe mantener lo
explotable, han buscado beneficio duradero. Nadie aprecia más la
conservación del bosque que los que viven de él. Y nadie lo desprecia
más que los que desprecian a los que en él y de él viven.

El mito del verano más caliente de la Historia

En fin, de creer a los medios, nunca hubo un verano tan cálido como
éste. Lógico, si el cambio climático provoca incendios inéditos, según
Sánchez. Pero esta es otra mentira de las que a diario consumimos sin
mirar. He aquí una prueba de que, en 1957, con muy pocos coches y la
décima parte de la población mundial, se alcanzaban los 50 grados.
Portada de El Español.

II.- El alarmismo climático contra la propiedad


privada: el ecologismo, último refugio de los políticos
canallas

La persona más contaminante de España es Pedro Sánchez. No sólo en


el terreno de las instituciones, que empuerca y embarra, de la
judicatura a la economía o a la continuidad de su Gobierno, pactada
con terroristas y golpistas a costa de la continuidad histórica de
España. Lo es también en el medidor ecologista: el CO2 que emite a la
atmósfera. Maite Rico, directora de La Lectura y colaboradora
de esRadio escribía en El Mundo del 24/7/22:
"nuestro presidente disfruta como nadie luciendo los atributos del
poder, y no me refiero a llevar el vaquero ceñido. Ir en helicóptero a la
boda del cuñado marcó un hito. Llevar a los amigos en Falcon a un
concierto tampoco estuvo mal. Pero donde ha pulverizado los récords
ha sido en la visita del lunes a Extremadura, para interesarse por los
incendios e inaugurar el No-Ave.

Atentos al despliegue: trayecto Moncloa-Badajoz en helicóptero Súper


Puma, desplazamientos por la zona en coche oficial Audi A8L (llegado
desde Madrid), regreso Badajoz-Torrejón en avión Falcon 900, y
trayecto Torrejón-Moncloa (26 kilómetros por la A-2) en otro
helicóptero Súper Puma. Nótese que esto implicó dos viajes en vacío de
los helicópteros, otros dos del Audi y uno del Falcon. A ver quién mejora
eso.

El mismo esquema se repitió en las visitas a Galicia o Zaragoza.


Sánchez movilizó el Súper Puma y el Falcon 24 veces en 72 horas, según
el cálculo de Vozpópuli. El helicóptero gasta unos 600 litros de
combustible por hora, y el avión, 1.300. Y contaminan. Mucho. Greta
llora."

Naturalmente, Greta no llora, salvo que cobre. Y aunque la ministra y


vicepresidenta de Transición Energética se declare gran admiradora
suya, no consta que vaya a protagonizar la próxima campaña electoral
del PSOE. Tampoco se descarta. En la última reunión
socialista, EcoSánchez dedicó treinta minutos a hablar del cambio
climático, del que se proclama flamante adalid, y cinco a la
decapitación de portavoces del Gobierno y el PSOE. No hay mejor
forma de saber por dónde irá Sánchez que seguir su propaganda.
Preparémonos, pues, para el combate contra el cambio climático para
bajar los precios, incluido el de la luz, que se cuadruplicará. Pero,
¿acaso vamos a condenar a muerte al Planeta por una mezquina
subida en la factura de la electricidad? Jamás. Ya se
encargarán EcoSánchez y los suyos de evitarlo.

Gore, Newsweek y otras canalladas


El derroche en aviones, helicópteros y coches oficiales del Gobierno
social-comunista no tiene parangón en nuestra historia democrática.
En las anteriores, obviamente, tampoco. Por falta de medios técnicos
y por ciertos complejos ideológicos, religiosos o morales que vetaban
el exhibicionismo. La religión ecologista, sin embargo, ha abolido esos
melindres. El mayor impulsor del alarmismo climático, el
vicepresidente USA Al Gore, paseaba por el mundo su panfleto Una
verdad incómoda cómodamente sentado en su avión personal, que
contaminaba mucho más que los de hoy. También era propietario de
una de las minas más contaminantes de América, sin por ello dejar de
condenar la minería, que deja cicatrices atroces en el Planeta.

Sólo por una charla en España, Al Gore se embolsó 600.000 dólares,


que no hubieran venido mal para limpiar bosques y prevenir incendios.
Pero todo conservacionismo es un negacionismo del cambio climático
desde que Newsweek, en la primera década del siglo XXI, en un
artículo célebre, llamó negacionistas a los que negaban el cambio
climático de origen antropogénico, comparándolos con los que
negaban el Holocausto. También les llamó, como Gore, asalariados de
las empresas petrolíferas, aunque ya entonces sólo recibían generosa
financiación, pública y privada, los afirmacionistas de la emergencia
climática.
Los científicos que, antes y después de Kioto, negaban el consenso
absoluto del sector, base de la que partían los políticos
ecologistas, fueron silenciados. En Las mentiras del cambio
climático (2007) Jorge Alcalde relata casos escalofriantes de la gran
cancelación, empezando por Science, que se negó a publicar
investigaciones o refutaciones científicas que eran políticamente
incorrectas. Hoy, en casi todos los medios de comunicación, deudos
del clickbait de la noticia, el sectarismo climático viene en el CV.

La banalización del término negacionista permite difamar a


cualquiera que discuta los datos del calentamiento antropogénico o
las medidas ecologistas para remediarlo. Será silenciado, condenado,
calumniado o ridiculizado. Y los pocos medios que siempre nos hemos
opuesto a esa ola irracional y, en última instancia, colectivista y
liberticida, somos amablemente marginados.

Sin embargo, varias décadas después del comienzo del alarmismo


climático, con la Agenda 2030 como guión oficial progresista, cuyo
pin exhibió Sánchez en el debate sobre el estado de la nación, la
invasión de Ucrania por Putin ha conseguido que la derecha política
despierte de golpe. En ese debate, el PP de Feijóo y, sobre todo,
Abascal de Vox, plantearon una enmienda a la totalidad de la política
energética del Gobierno, que es la de la Izquierda desde los años 80:
sí a las nucleares, a las prospecciones de petróleo, a la búsqueda de
gas por fracking, a las centrales térmicas y a la explotación minera de
todos los recursos naturales que pueda tener España.

Prohibir la minería es expropiar España


El paréntesis de la pandemia en los años 2020 y 2021 ha sido clave en
la aplicación sin debate de la agenda 2030 por el Gobierno, sin que en
los medios ni en la opinión pública se entreviera el alcance legal,
moral, político y económico de una serie de medidas que, por llevar el
marbete "eco" se suele considerar de tipo epidérmico y publicitario.

Al llegar la crisis de precios de la energía, agravada, no creada, por la


invasión de Ucrania, muchos se han caído del guindo de la
desinformación o del desinterés, porque bastantes problemas graves
afrontaban a diario como para preocuparse por la propiedad del suelo
y el subsuelo nacionales. Sin embargo, el problema de fondo no es
distinto al del separatismo porque se trata de ver quién es el
propietario legítimo de algo y puede disponer de él, en este caso, de
España como ente físico, legal, político e institucional.

Si el suelo y el subsuelo de España es de los españoles, el Gobierno,


aupado en una escuálida minoría parlamentaria y ocultando o
camuflando sus actos no puede privar del beneficio que la explotación
de sus recursos naturales reporta a sus dueños, que son los
ciudadanos, sujeto político de la soberanía nacional que no puede
enajenar ningún gobierno. Menos aún, si se actúa con la excusa
nebulosa del "cambio climático", que nada afecta a la prospección
petrolífera, gasista o minera. Se prohíbe "por si acaso" se contamina.
Pero antes se roba o expropia a sus dueños el área explotable. Y se
hace, por una serie de manías y supersticiones ideológicas que no
resiste el menor análisis y que, por otra parte, el Gobierno interpreta
a capricho.
Un ejemplo: la política oficial en materia de energía "apuesta por la
energía verde". El Parlamento Europeo declara la energía atómica y el
gas energías "verdes". Y el Gobierno se niega a admitir la
recomendación de usar esas energías para evitar la dependencia del
gas ruso. Paralelamente, se niega las restricciones del 15% en el uso
del gas propugnadas por la UE, e inspiradas por Alemania. O sea, que
Sánchez acata las resoluciones y exhibe el símbolo de la Agenda 2030,
evento celebrado a la sombra de Xi Jinping y que supone el
encarecimiento de la energía y el empobrecimiento paralelo de los
países europeos y occidentales que acepten sus dictados.

Los pobres pagan la satisfacción moral de los ricos


Esto se hace en nombre siempre del cambio climático cuyo origen
sería el hombre y cuyo remedio también sería suyo. Sin embargo, sólo
el 10% de los países que emiten CO2 acepta esos dictados ideológicos
de coste tan gravoso. ¿Por qué, pues, se imponen a trabajadores y
propietarios españoles, si el efecto sobre el planeta, caso de existir,
sería insignificante?

La respuesta es sencilla: porque se trata de un ataque deliberado a la


propiedad privada de la gente humilde, dejando fuera a los
millonarios que, como Bill Gates, son los primeros en especular con un
futuro en el que los gobiernos prohibirían la carne y recomendarían
sus hamburguesas verdes. Las grandes compañías y fondos de
inversión quedarían, en principio, al margen de este intervencionismo
estatal, que ataca a la pequeña propiedad y al comercio. El
intervencionismo arrastraría finalmente a todos, pero el primer
destrozo se daría en la base, donde masas de indigentes se verían
empujadas a la invasión de la propiedad ajena por políticos de
izquierdas.
Esto no es un futurible. Está sucediendo ya en la Argentina, donde el
control cambiario supone la incautación de los dólares de los
ciudadanos. Y donde el sindicalista favorito del Papa, un indeseable
llamado Grabois, que pertenece a un dicasterio vaticano, anuncia que
correrá la sangre de "los gauchos" y "las gauchas", es decir, que está
dispuesto a matar; y que hay que asaltar los silos de grano que esperan
a que se fije el cambio del dólar para vender lo que puedan. Robar y
matar: he ahí el mensaje evangélico del Papa, que, a través de su
monaguillo sindical, bendice la violencia contra la propiedad, siempre
que la ejerzan mafias sindicales socias de los Kirchner. Las cuales
amenazan de muerte o con saqueos y se manifiestan en la calle ¡a
favor del gobierno! En realidad, para asegurar las decenas de millones
de dólares que controlan a través de los "planes sociales",
subvenciones sin control de las que la mafia sindical o se queda un 20%
o no las comparte.

El campo no es del Gobierno


Todos los ataques a la libertad empiezan por la propiedad privada. Y
los ataques que sufre el mundo rural en nombre del cambio climático
son el modo de legitimar lo ilegítimo y después legalizar lo que debería
ser ilegal. Ya vimos en la entrega anterior cómo las bandas ecologistas
aliadas de este gobierno se permiten decidir las fuentes de energía que
podemos usar o no. ¿Y quiénes son esos pelanas de pelanas vestidos?
¿Quién les ha dado poder para decidir el destino de propiedades
agrarias o ganaderas, de costumbres seculares que han mantenido un
ecosistema en el campo español? Nadie.

Es urgente desenmascarar a estos farsantes y sus socios de este


Gobierno, que escudado en una supuesta emergencia climática está
provocando una situación de auténtica emergencia en todo el sector
productivo rural. Son ellos los que destruyen el equilibrio ecológico y
los que vacían el campo. Cobran millonadas por asesorar cómo
eliminar lo que dicen defender. Y es natural. No hay forma de
encontrar a un ecologista que no sea socialista.

El problema de los medios


A mi juicio, el problema de los sectores que salieron a la calle en la
gigantesca manifestación del campo es que no ligan sus
reivindicaciones con la propiedad privada como fuente de legitimidad
frente al Gobierno. También, que los medios son ciegos y sordos a los
problemas reales del campo porque los periodistas son de izquierdas
y no saben dónde cae. Los que nacimos en la España rural, más o
menos poblada, ni vacía ni vaciada, somos una minoría que, gracias al
aumento en las expectativas de vida, no vamos a extinguirnos pronto,
pero la sensibilidad acerca de los animales no es la misma. Los
urbanitas ven en ellos mascotas —hay más perros que niños en
Madrid—, los que venimos del campo vemos peligro o ayudas
laborales. Nuestra relación, sea amistosa u hostil, es la tradicional. La
posmoderna es deudora de los dibujos animados y los cuentos
amables, nada de Perrault o Andersen, cuyos relatos inducían la
prudencia en el niño mediante el terror.
Hay, por tanto, dos caminos que transitar ante el "cambio climático":
el de los conceptos y el de la comunicación. El primero, hasta ahora,
está confuso; necesita desbrozar el problema de los precios; el
segundo, está casi por estrenar: llevar a los periodistas al campo.
Pero, ante todo, hay que entender que se trata de un problema
político, de relaciones de poder, de ideas sobre la libertad o la
servidumbre de la sociedad, que puede ser dueña de lo suyo y de sí
misma o estar enajenada a un Gobierno que administra el apocalipsis
por decreto-ley. De ello trataremos en la próxima entrega.

III.- El alarmismo climático contra la propiedad


privada: el cambio climático sólo funciona como
miedo a lo desconocido

"Alrededor del año 2030, en diez años, 250 días y diez horas, estaremos
en una posición en la que desencadenaremos una irreversible reacción
en cadena más allá del control humano que probablemente conducirá
al fin de nuestra civilización tal como la conocemos. ¡No quiero que
tengas esperanza; quiero que entres en pánico!"

Así habló Greta Thumberg en Davos, en enero de 2019, a los políticos


y millonarios allí sentados, que quizás se pusieron en pie para aplaudir
a ese símbolo de lo que ella llama "cambio de nuestra civilización tal
como la conocemos".
Lo es. Desde la "cruzada de los niños", que acabó en la muerte y
cautiverio de decenas de miles de adolescentes camino de Jerusalén,
nunca se ha prestado tanta atención a un mensaje tan emocional,
contradictorio y estúpido. Pero en las películas de terror nada da más
miedo que los niños, así que, para provocar pánico, la "Carrie" de las
coletas estaba bien elegida.
Profetisas zumbadas y políticas irresponsables
Nadie reparó en la primera imprecisión con que la joven con TOC y sin
el bachillerato terminado ornaba la precisión matemática de su
profecía: "alrededor de…". Y con tal inseguridad, ¿se pueden asegurar
las horas y minutos que nos quedan? Evidentemente, no. Pero una cría
que se supone que representa al planeta en calidad de zombi, puede
pasar en un segundo del "alrededor de" a precisar los días que nos
quedan de civilización. Y al "alrededor" debemos añadir el
"probablemente", que alguien puso para darle barniz científico a la
profecía. Resultado: más imprecisión. Tampoco sabemos nada de la
"reacción en cadena", ni de quien pierde "el control" sobre el clima, el
factor más cambiante desde que la Tierra gira en torno al Sol y recibe
de él toda su energía. ¿Pero qué sabe Greta del Sol salvo que perjudica
a la piel? ¿Qué sabe de las "manchas" y cómo afectan al clima, según
las tesis de Svensmark? ¡Pero si no ha terminado el bachillerato!
Da igual. Greta está para producir miedo, no cautela fundada en el
conocimiento científico. Cuanto más grite y escupa al auditorio, mejor.
En la UNESCO, que le daba un millón de dólares, gritó: "¡cómo os
atrevéis!". Y, en efecto, cabe preguntarse: ¿cómo se atreven a darle
ese dineral? ¿No hay en África poblados sin agua corriente ni vacunas
que lo precisen más?
El miedo a lo desconocido, porque no hay nada menos cognoscible que
el clima en términos seguros, es la única herramienta de que disponen
los políticos sin escrúpulos para posar de salvadores del planeta. Y la
usan, vaya si la usan. Una versión política de Greta es Alexandra
Ocasio-Cortez, congresista por el partido Demócrata de 29 años, que
dijo en defensa de su Green New Deal: "el mundo va a terminarse en
doce años si no abordamos el cambio climático ¡y ustedes preguntan
cómo lo vamos a pagar! ¿Cosas de juventud? ¡Ojalá! Biden le lleva
medio siglo y es igual de irresponsable.

Pero ¿qué es, según la ciencia, el cambio


climático?
El cambio climático es difícil de entender en términos científicos.
Sobre todo, porque, digan lo que digan los medios, que son los grandes
responsables del alarmismo climático por sectarismo ideológico, por
su negocio de "vender miedo" y la búsqueda de clicks y trending
topics, no hay un consenso científico absoluto sobre el CO2 producido
por los seres humanos y su efecto en la atmosfera. Si reputados
mentirosos como Al Gore, Obama y Pedro Sánchez lo aseguran, dese
por hecho que es mentira.
El nivel del mar, que nos dicen que va a anegar la Tierra, ha
subido menos de dos centímetros en el último siglo; exactamente 1’9
cm. En el peor de los casos, en 2100, subiría dos centímetros más. La
adaptación del ser humano a cambios mucho más drásticos y sin la
capacidad tecnológica de hoy está archiprobada. La última época
cálida fue hace seiscientos años. Y no les fue nada mal a las cosechas.
Se perdieron cultivos en algunas zonas, que compensaron otros
cultivos y zonas ahora propicias. Los mapas tramposos de los medios
sobre las tierras que se perderán ante el mar son, en su mayoría tierras
ganadas al océano, desde los Países Bajos al Mekong. Pero si se
publica que en 2100 el mar tal vez subirá dos centímetros, ¿quién leerá
la noticia? ¿Quién entrará en pánico? Hay que extrapolar y disparatar.
El alarmismo climático se ha convertido en los USA, cuna de todos los
fenómenos neocomunistas, desde la ideología de género
al indigenismo, en un rasgo ideológico de la nueva izquierda. El efecto
es que, en el votante conservador, que lo era también del medio
ambiente, se ha producido un rechazo radical a todas las noticias y
propuestas políticas al respecto. Como sucede en España, el
ecologismo preocupa a la izquierda tanto como irrita a la derecha,
hasta el punto de hacer imposible un consenso medioambiental.
Una razón de esa ruptura, amén del rechazo a Greta y compañía, es
que el fanatismo de la lucha contra el cambio climático se ha desligado
de la protección del medio ambiente y la lucha por la salubridad en
los países pobres, que está ligada al medio actual, no al del futuro. La
mitad de las muertes por contaminación se producen por falta de
higiene dentro de los hogares. Mueren siete veces más personas en el
mundo de frío que de calor, por falta de calor en las casas. Pero eso no
es noticia. La muerte por golpe de calor, sí. Y ya se encargarán los
medios de ligarla al cambio climático.

Aparentemente, nada tiene que ver el aumento de una milésima de


grado al año en la temperatura del planeta, que es lo científicamente
real e indiscutido, con el golpe de calor en una obra o en un hogar. Da
igual: la prensa se encargará de asociarlos. ¿Más calor? El cambio
climático. ¿Más frío? El cambio climático. Si el efecto invernadero del
CO2 calienta la atmósfera, ¿cómo puede provocar frío? Un
presentador de TV lo aclaró ante el volcán de La Palma: "entre todos,
estamos volviendo loco al planeta". Sesenta años antes, en la última
erupción, ¿qué hicieron, sin coches ni gases, para volverlo tarumba?
Entonces -dirán- la actividad del volcán era normal, no como ahora. Y
la culpa es del desarrollo capitalista.
El desarrollo capitalista mejora el medio ambiente
Sucede que el crecimiento económico, hijo del desarrollo capitalista,
es el que, en España como en todo el mundo, ha mejorado
radicalmente la higiene, la salubridad y la expectativa de vida. Ha
acabado con los focos de contaminación en chozas y casas, antes
unidas a los establos, ha llevado el agua corriente y las alcantarillas a
los pueblos, y aunque sigue provocando contaminación al consumir
combustibles fósiles, ya no son excrementos de vaca o maleza de la
selva, sino electricidad. Por la experiencia en todo el mundo desde
la Revolución Industrial, hay que lograr un equilibrio entre desarrollo
económico y medio ambiente, que es lo que conviene a todos. Pero un
equilibrio de ese tipo es incompatible con el apocalipsis climático. Si
vamos a morir, ¿para qué mejorar? Sólo los pobres no están de
acuerdo.
Los ricos, sí, porque el ecologismo es superstición de países ricos. Los
países pobres y los más poblados, como China e India, no cumplen ni
piensan cumplirlos acuerdos sobre el clima. Y si la gran mayoría de los
habitantes del planeta no cumplen ese proyecto disparatado de
suprimir la mitad del CO2 que vierten los humanos a la atmósfera, ¿por
qué imponer a la economía de la UE y los USA, que dicen que
cumplirán, aunque no lo pueden hacer, un acuerdo como el de París
que arruina a sus habitantes?
Aunque las cifras de esa ruina las tratamos en otro capítulo de esta
serie, ¿cómo pudo Biden, al llegar al poder, anunciar un gasto público
para combatir el cambio climático de dos billones de dólares, 500.000
millones anuales? Y todo para lograr una disminución de cuatro
centígrados en la temperatura del planeta en 2100, y sólo en el caso
de que se mantuviera ese ritmo de gasto hasta entonces, que es
imposible. Evidentemente, porque los medios de comunicación han
inducido tal pánico, tal régimen de terror en la opinión pública, que un
político puede predicar la ruina sin perder votos.

El origen alemán del alarmismo climático


El primer alarmista climático fue Noé. Es lógico, pues, que fuera en la
tierra de Lutero, artillero de la Biblia, donde apareció la primera revista
que proclamó en portada "Die klima-katastrophe" (Der Spiegel,
1/8/1986), con la catedral de Colonia semihundida en un inmenso lago
gris. Era una apelación sutil a ese episodio bíblico al que dedico
capítulo aparte, porque el "diluvismo" me parece el antecedente
directo del ecologismo actual.
Veo esa portada en La verdad sobre el cambio climático (2022) breve
libro de Alejandro Kaiser, autoeditado, que prueba la diferencia de
medios de los calentólogos y sus adversarios, y que salvo el capítulo
de Sajarov, un delirio soviético inducido, tiene muchísimos datos de
interés. Otro caso aún más meritorio de autoedición, con argumentos
y datos tan copiosos como irrebatibles, pero de anticomercial formato,
es el de Hugo Rubio Cambio climático. ¿Hecho o fraude? (2021). Los
encontré en Amazon, por casualidad, mientras veía, horrorizado, la
enorme cantidad de libros para niños, perfectamente editados, sobre
el cambio climático, un caso de adoctrinamiento criminal que
desemboca en la niña que, cartel al cuello, dice al transeúnte: "Tú, no,
pero yo moriré del cambio climático". ¿Cuántas mentes tiernas anda
pudriendo ya esta propaganda neocomunista?
El alarmismo climático tiene un defecto: sus profecías han fracasado
siempre. A cambio, tiene una virtud: la gente está deseando ser
convencida de que el fin del mundo se acerca para todos. Y si además
se le puede echar la culpa a alguien, en este caso al desarrollo
capitalista, el ancestral pecado de avaricia, mejor. Junto a la portada
de Der Spiegel, Kaiser trae esta de Bild: "Informe climático secreto:
¡Sólo nos quedan 13 años para salvar la tierra!" (p. 81). Antes de nacer
Greta, su espíritu flotaba sobre el Rin. Y más Bild:
"¡Impactante informe sobre el clima mundial!¡Nuestro planeta se está
muriendo! Ya es oficial: ¡La Tierra está cada vez más caliente! La peor
concentración de dióxido de carbono en 650.000 años. Olas de calor y
catástrofes meteorológicas cada vez más frecuentes. El nivel del mar
está subiendo dramáticamente. Kiel, Hamburgo y Rostock en peligro.
¡Y el ser humano es el responsable de todo! (op. cit. p. 82)

Todas las frases de Bild, que tiene millones de lectores, son falsas, pero
¿no se parecen a las que a diario vemos en la prensa o la televisión? A
los medios, por otra parte, les da igual llevar a portada un cataclismo
o su contrario. Kaiser recata tres portadas de Time en los años 70
(p.85) sobre el enfriamiento global y otras tres de hoy sobre el
calentamiento global (p.86). Infinidad de libros en los últimos setenta
años nos han alertado sobre la desertización, luego sobre
las inundaciones, y ahora sobre ambas cosas. El caso es vender, y nada
vende como una mala noticia con vitola científica.
El miedo es libre, suele decirse. En realidad, nadie está libre de tener
miedo. Pero nada suscita hoy temor más fundado que el cambio
climático como arma de los liberticidas, desde Sánchez a los Kirchner
y Maduro. Si, para empezar, las empresas del Ibex 35, a las que, tras
verlas genuflexas y rendidas, culpa Fráudez de la subida de precios,
dejaran de financiar la propaganda climática y de género, daríamos
por bien empleado el verano.

IV.- El alarmismo climático contra la propiedad


privada: La propiedad y la libertad son las mejores
armas contra el cambio climático

Si tomamos como referencia los tres autores más destacados en la


crítica razonada al alarmismo climático, Lomborg, Shellenberger y
Epstein, vemos que, por encima de las diferencias —Lomborg es
intervencionista con moderación; Shellenberger es contrario al
intervencionismo; y Epstein es partidario de aumentar la producción y
consumo de las energías fósiles—, los tres coinciden en la necesidad
del análisis racional de los hechos, la previsión de las consecuencias de
reaccionar ante ellos y la situación desde la que podemos encarar
sistemáticamente ese estudio y esa reacción.
El ecologismo contra la democracia
Pues bien, toda actitud crítica necesita la existencia de la libertad de
expresión, y toda capacidad de reacción libre del ciudadano se basa
en la seguridad jurídica de su propiedad y en la libertad de votar lo que
en cada momento le parezca mejor para él y para su comunidad
política. El cambio climático no es distinto de los impuestos o la
Memoria Histórica: debemos poder votar la derogación de leyes
injustas o perjudiciales, no importa la túnica sagrada con que se
vistan. El ambientalismo es un historicismo, de tipo apocalíptico, pero
historicismo al fin. Y como tal, fatalista, enemigo de la libertad y de la
experiencia científica y democrática de prueba y error.
No es de extrañar que los comunistas declaren científica su política
climática, como Marx proclamó científico su socialismo frente al
utópico. El comunismo es siempre liberticida y cuando toma el poder
dice que es "para siempre". Y contra ese "siempre" se alza la
democracia liberal. Pero ya hay ecologistas, y cada vez más, que
predican y ejercen la violencia, y, en el ámbito legal, ven intocables
todas las prohibiciones ambientales. La democracia existe para
revocarlas. Havelock y otros ecologistas ya hablan de una
"suspensión temporal de la democracia", y es natural: el despotismo
climático, como el ilustrado, lo hará todo para el pueblo, pero sin el
pueblo. El pueblo no puede ni debe opinar contra su bienestar.
Volvemos al XVIII.

El precio de la política ecologista


Para saber si algo nos perjudica y cuánto, debemos calcular lo que nos
cuesta. Y la única forma de fijar los precios de las cosas es mediante la
ley de la oferta y la demanda, a partir de la propiedad privada y del
Estado de derecho que protege esa propiedad y la libertad de usarla
de su dueño. No hay propiedad legal sin libertad, ni libertad política
sin propiedad legal. Hay empresas mafiosas y regímenes totalitarios
que se apoyan en una u otra con éxito temporal, pero al final la fijación
de precios con criterios de Poder, hágalo el Partido Comunista Chino o
el cartel de los Soles, produce una distorsión del mercado, lo vuelve
ineficiente y provoca carestía. En el caso de la moneda, que es otra
mercancía, el resultado es la inflación, el colapso de los precios, el
desabastecimiento y el caos social. De monetae o Tratado de la
moneda de vellón, de Juan de Mariana, sigue siendo, cuatro siglos
después, el gran libro para entender la inflación y sus calamidades.
El mercado es el mejor mecanismo de asignación de recursos que la
Humanidad ha encontrado a lo largo de la Historia. Los ha probado
todos, pero, al final, no ha habido forma de encontrar ninguno capaz
de competir con él. Aunque parezca sencillo, lo que garantiza su éxito
es su enorme complejidad, ya que parte del respeto a la ilimitada
capacidad de variables personales y sociales que operan para
determinar el "precio justo" de una cosa. Tantas que, en frase de un
sabio de la Escuela de Salamanca, "sólo lo sabe Dios; los humanos
debemos conformarnos con el precio de mercado".

Como el funcionamiento del mercado depende de la propiedad


privada, y será tanto mejor cuanto más protegida esté por la Ley esa
propiedad, el mejor modo de aproximarnos a lo
que Lomborg considera clave para evitar el alarmismo climático, que
a sus ojos es contraproducente, porque ha ido tan lejos en su
politización que sólo lo tienen las izquierdas, no las derechas,
es valorar la adaptación, poner precio a lo que nos cuesta
adaptarnos a ese cambio si finalmente se produce en los términos
anunciados, que en ningún caso son apocalípticos, ni traen sequías,
huracanes o inundaciones. Eso son manipulaciones mediáticas y
políticas, no datos científicos.

Los medios, del obrerismo al ballenismo


Los medios, grandes responsables del alarmismo climático, buscan,
evidentemente, un beneficio económico con noticias de sesgo
catastrofista, con el reportero de héroe en primer plano, presentando
siempre la parte por el todo y sembrando el miedo al "cambio
climático". Pero esa mendacidad tiene ideología: la vieja coartada de
la "buena causa" que aún hoy disimula los crímenes del comunismo.
Es un propagandismo sutil que ha sustituido al obrero por la ballena.
Pero si uno se fija bien en los textos, esa amenaza que para la
humanidad supone el cambio climático viene del mismo Gran Satán de
Marx y Lenin: la propiedad privada. Por eso, ante los incendios
forestales, se condena lo que más debería propugnarse: la explotación
del bosque por sus propietarios, siempre los más interesados en
conservarlo.
Ante este ecologismo liberticida que en España ha usado el déspota
Sánchez para justificar sus errores, deberíamos hacer un nuevo
catastro de la propiedad privada nacional. Hay que recordar las veces
que haga falta que lo que es de los españoles no es del Gobierno, y
que éste no puede enajenarlo ni dejarlo en baldío ni prohibir su
explotación para lograr un beneficio, que es un derecho que dimana
de la existencia de la propiedad.

Propiedad estatal y propiedad comunal


Conviene disipar también un equívoco que se está difundiendo con
ínfulas ambientalistas: no es lo mismo la propiedad estatal que la
comunal. Mi comarca de origen, los Montes Universales, se llama así
porque el monte es propiedad de una mancomunidad de veinticuatro
municipios. La explotación depende de lo que la mancomunidad
decida, de acuerdo con la legislación vigente y con la supervisión
técnica de los funcionarios de Montes: lotes de pinos a subastar,
cantidad de madera gratis a recoger por los vecinos, limpieza de ramas
secas, zonas de repoblación, etc. Pero los vecinos no sienten que el
monte es del Estado sino suyo, del pueblo, por eso se esmeran en
luchar contra los incendios, abrir cortafuegos y hacer lo que hace todo
propietario con lo que le da de comer: cuidarlo cuanto puede. Es
un triunfo casi ancestral de la gestión privada, aunque no sea
individual.

Los números de Biden y la UE para el cambio


climático
Sólo un país, Nueva Zelanda, ha hecho el trabajo de calcular cuánto le
costaría reducir a cero las emisiones de CO2: el 16% de su PIB. Para
España o cualquier país de la UE, eso significaría una reducción drástica
del gasto social: peor sanidad, peor educación, peor atención a los
mayores, peores comunicaciones y, por qué no, menos dinero para
investigación. Si no se pueden calentar los asilos, ¿vamos a calentar
mejor los laboratorios?
Pero las grandes cifras de gasto ecológico de los USA y la UE son, sin
duda, la gran aportación del libro de Lomborg. Vamos con ellas. El día
en que asumió el poder, Biden anunció la vuelta de los USA al Acuerdo
de París, la cancelación del oleoducto Keystone XL y de los
arrendamientos de petróleo y gas natural en terrenos públicos y zonas
marítimas, para así eliminar el CO2 de las emisiones eléctricas en 2035.
¿Y a cuánto llegaría esa reducción? Equivaldría a 11 días de lo que
aumentó China la emisión de CO2 en el mes diciembre de 2020. En
cuanto a la vuelta de los USA al acuerdo de París, sólo reduciría la
temperatura global 0,008ºC en 2100.
Según el modelo climático de la ONU, que Lomborg acepta y otros no,
pero sirve de referencia, si todos los países del Acuerdo de París lo
cumplen en 2030 y las siete décadas posteriores, la temperatura
prevista en 2100 bajaría cuatro centésimas de grado: el 0,04%. ¡Según
la ONU! ¿Y para esa rebaja imperceptible se mueven gigantescos
recursos económicos?
Como en las grandes hambrunas comunistas, en especial la del Gran
Salto Adelante de Mao, que costó sesenta millones de muertos, en la
lucha contra el cambio climático lo que prima es la "voluntad política",
al margen del costo humano en vidas y recursos, del placer de cumplir
esa voluntad. El ministro de energía japonés apareció un día
anunciando la reducción de CO2 de su país en un 47%. Cuando vieron
que costaría el 3´5% del PIB, dijo que "se le apareció como una sombra,
una visión". O sea, como a Mao.

¿Arruinar Europa para bajar 0,004ºC en 2100?


¿Cuántos millones de personas en el mundo podrían salvar su vida o
mejorar su salud si los países ricos no gastan su dinero en reducir
cuatro centésimas de grado la temperatura en 2100 sino en mejorar
su forma de vida, asegurando la potabilidad de las aguas, mejorando
la contracepción, y abandonando combustibles fósiles como
excrementos, petróleo y madera? La mayor parte de las muertes por
insalubridad sucede dentro de las casas. Pero estas almas bellas,
políticos y ecologistas, prefieren posar a actuar.

Como este derroche ideológico produce fatalmente paro, se insiste en


los empleos verdes que se crearían. Según Boris Johnson, cinco
millones en Gran Bretaña. Alguien estudió cuántos se perderían. Diez
millones. En el mejor de los casos, los trabajos "verdes" serían los
mismos que destruirían. En general, menos. Y a escala mundial,
compararlos es un ejercicio de humor negro. La Agenda 2030 suena a
escarnio para los países pobres que intentan mejorar su alimentación
con más carne, porque son vegetarianos a la fuerza, y su consumo de
energía, dejando de quemar boñigas y maleza para cocinar con energía
eléctrica. No hay precedentes en la historia de un movimiento tan
radicalmente egoísta disfrazado de redentorismo universal.

Como todo es presumir de "voluntad política" para salvar el planeta,


la UE decidió ir más lejos que los USA en su restricción de emisiones
de CO2. Y cada vez que había una reunión de políticos, a la que
llegaban en sus reactores, subían la apuesta. En la Cumbre de París de
2015, la UE prometió reducir el 40% de sus emisiones en 1990. Pero a
los activistas les pareció poco, y subió al 55%. ¿Y cuánto reduciría la
temperatura en el planeta en 2100? Sólo el 0,004 %. ¿Y para bajar
cuatro milésimas de grado dentro de 80 años se pone patas arriba la
política energética de 27 países? Claro, como ocultan el efecto real,
parece que salvan algo. Sólo su imagen.

La ruina del covid-19 durante treinta años


En 2020, año del covid-19 y del colapso económico internacional se
deberían haber reducido las emisiones de CO2 a gusto de los
ecologistas y la UE. Tampoco. Apenas llegó a la mitad en los países más
ricos. De los pobres, ni hablar. Las pérdidas de la UE en ese año fueron
del 6,1% del PIB, 1´25 billones de dólares. Para alcanzar el gasto del
Acuerdo de París, haría falta el 2,15% durante 30 años. Y Lomborg
asegura que, como ese gasto se calcula siempre a la baja, el coste real
sería tres o cuatro veces mayor. ¿Y cuánto retrasaría la subida de
temperatura del planeta ese gasto? Menos de seis semanas. La
temperatura del 1 de enero se alcanzaría el 11 de febrero. Nunca se
dan estas cifras, que son las del efecto real de la famosa política
climática. ¿A qué extremo de manipulación y desinformación han
llegado todas las democracias del mundo para dar por bueno
semejante disparate?
La mejor forma de resistirnos a este desastre social, infinitamente peor
que el cambio climático, es defender la propiedad, rechazando toda
expropiación o saqueo fiscal en favor de la naturaleza, y la libertad
política, para desalojar democráticamente y cuanto antes a estos
malditos gobiernos.

V.- El alarmismo climático contra la propiedad


privada: Noé, primer caso de alarmista climático y
ejemplo de los que le siguieron

Acierta Alejandro Kaiser al señalar la astucia de Der Spiegel cuando en


la primera portada alarmista sobre el clima puso la catedral de Colonia
anegada por las aguas, evocando el Diluvio Universal. No la sumergió
para mantener el efecto dramático, aunque se alejara del relato
bíblico. No sólo bíblico. Además del Gilgamesh, hay cientos de
versiones en todas las culturas de un gran diluvio en venganza por los
pecados de los hombres. La base histórica de nuestro Diluvio Universal
está muy estudiada y aparecen a menudo restos del Arca. Pero sucede
igual en latitudes lejanas, así que se trata de diluvios que afectaron
tanto a las sociedades que los sufrieron que se convirtieron en símbolo
y en escarmiento: nunca olvidar la ley de Dios. Pero, a mi juicio, lo
realmente interesante del Diluvio son Noé y el Arca.

Noé aparece en el Génesis


Noé aparece en Génesis 5 como nieto de Matusalén, el más longevo
de todos los humanos que parecen en el Antiguo Testamento desde
Adán. Todos eran viejísimos: Adán pasó de los 900 años y Matusalén,
hijo de Henok, fue engendrado cuando su padre tenía ya trescientos.
Y tuvo más.
Como vivían tanto, engendraban sin prisa, aunque sin pausa. A los
ciento ochenta y siete años, Matusalén engendró a Lamek, y aún vivió
setecientos ochenta y dos, en los que engendró muchos hijos e hijas.
Y dice el Génesis: "Resultaron, pues, todos los días de Matusalén,
novecientos sesenta y nueve años; luego murió."(…) "Lamek tenía
ciento ochenta y dos años cuando engendró a Noé, diciendo: este nos
consolará de nuestro trabajo y de la fatiga de nuestras manos por el
suelo que Yahvé maldijo". Se refería, naturalmente, a la expulsión del
Paraíso de nuestros primeros padres y a la maldición a Adán: "Ganarás
el pan con el sudor de tu frente". Pero las cosas rodaron de forma muy
distinta para el hijo de Lamek.
Sucedió que Yahvé se indignó tanto viendo la tendencia al pecado de
sus criaturas que decidió ahogarlas a todas: "He decidido el fin de
toda criatura (…) y he ahí que voy a exterminarlos con la tierra". Pero
Noé era "varón justo, perfecto entre sus contemporáneos", y decidió
salvarlo. Como tenía tres hijos: Sem, Cam y Jafet, todos casados y con
hijos, el plan tuvo que modificarse; y para salvarlos a todos, "le mandó
construir un Arca".
Yahvé no se anduvo con simbolismos ni concedió a Noé libertad de
interpretación: le dio las dimensiones exactas que debía tener el Arca
y quienes debían subir a bordo, así como la forma de superar el diluvio:

"Fabrícate un arca de madera de ciprés, haz en el arca diversas


estancias y embréala por dentro y por fuera con brea. De esta suerte
la has de fabricar: longitud del arca trescientos codos, su anchura,
cincuenta codos y treinta codos su altura (unos 125 metros de largo,
30 de ancho y 20 de alto). Harás al arca una lucera y un codo más arriba
darás remate a aquella. Pondrás la puerta del arca a uno de sus
costados; plantas bajas, segundas y terceras le harás. He aquí que yo
voy a traer el diluvio de aguas sobre la tierra para destruir todo ser
corpóreo en el que aliente un soplo de vida bajo los cielos. Todo cuanto
existe en la tierra, expirará. Pero estableceré un pacto contigo, y
entrarás en el arca tú y tus hijos y tu mujer y las mujeres de tus hijos
contigo. Meterás además en el arca, de ente todo lo viviente, de todo
ser corpóreo, dos de cada clase para conservarlos en vida contigo;
serán macho y hembra; de las aves, las bestias y todos los reptiles de
la tierra en sus respectivas especies, dos de cada clase vendrán a ti para
conservarles la vida. Pero tú provéete de todo alimento comestible y lo
almacenarás contigo para que os sirva a ti y a ellos de sustento". Hízolo
Noé conforme a cuanto ´Elohim le había ordenado, tal hizo".

(Génesis, 6. Sagrada Biblia Cantera-Iglesias. BAC. 1975)


El Génesis no habla de los peces. Ni de cómo Noé y los suyos, tras
construir el arca, atraparon tantas fieras y reptiles. Pero subieron y
empezó el diluvio: cuarenta días y cuarenta noches; y la tierra quedó
bajo las aguas:
"Las aguas, pues, crecieron muy mucho por encima de la tierra, de
suerte que quedaron cubiertas todas las más altas montañas que bajo
el cielo entero existían. Quince codos más arriba crecieron las aguas y
quedaron cubiertas las montañas. De esta suerte expiró cuanta
criatura bullía sobre la tierra, en aves, ganados, fieras y todo el pulular
de seres que pululaban sobre la tierra, así como toda la humanidad.
(…) Así fue exterminado cuanto ser existía en la superficie del suelo,
desde el hombre hasta la bestia, el reptil y el ave de los cielos inclusive;
quedaron exterminados, restando tan sólo Noé y lo que con él estaba
en el arca. Ciento cincuenta días prevalecieron las aguas por cima de
la tierra".

(Op cit. Génesis.7)

El diluvio bíblico fue el último


Fernando Díaz Plaja, en La biblia contada a los adultos, se habría
explayado en los cinco larguísimos meses que anduvo sesteando
Yahvé:
"Entonces se acordó Êlohim de Noé y de todos los animales y todas las
bestias que estaban con él en el arca, e hizo pasar Êlohim un viento
sobre la tierra, tras lo cual las aguas se calmaron. Se cerraron, pues,
los manantíos del abismo y las compuertas de los cielos y el aguacero
del cielo se paró. Con esto las aguas fuéronse retirando gradualmente
de sobre la tierra, decreciendo las aguas al cabo de ciento cincuenta
días. En el mes séptimo, el día diecisiete del mes, descansó el arca sobre
las montañas de Ararat." (Gen.8) Y les dijo: "procread y multiplicaos"
(…) "establezco, pues, mi alianza con vosotros y no será exterminada
criatura alguna por las aguas del diluvio ni habrá más diluvios sobre
la tierra." (Gen.9)
Este es un asunto esencial: no habrá más diluvios. De hecho, al poco
tiempo, Yahvé se había convencido de que sus criaturas no tenían
remedio, porque apetecían el mal y lo buscaban y perpetraban de
todas las formas. Sin embargo, no recurrió, entre tantos castigos a su
impiedad, al diluvio. Tal vez ése sea uno de los motivos de su encanto:
sólo sucedió una vez. Y por eso, desde el Gilgamesh, se hable
del Diluvio, uno y con mayúsculas. Una catástrofe que, por su carácter
simbólico y ejemplar, sólo sucedió una vez. Para Noé y los suyos, el
Diluvio fue una lotería: empezar la vida en la tierra seca y fértil, seguros
de que no tener que volver a construir un Arca. Pero enseguida
volvieron a las andadas, y la última imagen que tenemos de Noé es
borracho y desnudo a las puertas de su tienda, mientras Cam se ríe y
Sem y Jafet lo tapan piadosamente, "andando hacia atrás", para no
verlo. El pecado siguió y el Antiguo Testamento es una mina de
divinas venganzas. ¿Dónde está, pues, el encanto del mito casi
universal del diluvio?

Una revelación para pocos y el juego de las casitas


A mi juicio, el encanto del arca es que supone un privilegio y un juego
típicamente infantil. En todas las culturas, los niños juegan –o lo
hacían antes del móvil– a las casitas. Y hacer una casa en una barca
colma todas las expectativas de aventura. Es una tarea improvisada,
encargada a gente sin experiencia, como los niños, y que los mayores
no entienden. Sin embargo, el desdén de los adultos acarrea el castigo
por su incomprensión. Sólo los niños se salvarán, sólo los que están en
el secreto saben para qué sirve algo tan absurdo como una casa en una
barca en un lugar donde no hacen falta la una ni la otra. Ese secreto
los enaltece y les divierte. Todas las burlas de que son víctimas los
fabricantes del Arca será castigadas con la muerte de los que se ríen
de ellos. Venganza de Dios con crueldad de niño.
En algunas religiones primitivas y casi todas las sectas, existe una
revelación sobre la vida y la muerte. Su ignorancia conlleva la condena
de la masa amorfa. Se salvan sólo unos pocos elegidos, que avisan en
vano a los ignorantes. Una ignorancia con las togas de la ciencia y la
experiencia, pero sin la fe o la limpia intuición del que adivina el futuro
en el presente.

Cambios en la trompetería apocalíptica


La idea de un apocalipsis climático, fruto de un cambio que ahora se
debe al calentamiento, antes al enfriamiento, antes aún a la
superpoblación –el mundo no podría alimentar a más de mil millones
de personas, decían–, a la falta de combustibles fósiles, porque el
petróleo y el gas tenían sus días contados, a la desaparición de la capa
de ozono, a la nueva edad de hielo de hace cincuenta años, al deshielo
de los polos de ahora, con su oso polar en su trocito de hielo, a las
sequías, a las inundaciones, a la falta de alimentos, a la manipulación
genética de los granos, al consumo de carne, al maltrato de los
animales que comemos, al cultivo intensivo, a la falta de cultivos, a la
superpoblación, a la caída de la natalidad… etcétera. Cambia el
arma, la amenaza "científica" es la misma. E igual de falsa. Todas las
predicciones de Al Gore en Una verdad incómoda resultaron falsas. Y
la Greta que quería "provocaros pánico" aburre a los que ayer
fascinaba. Eso sí: el negocio verde de sus padres le evitó la escuela y la
ha hecho millonaria.

La realidad helada y la calentología mediática


La invasión de Ucrania por Putin y la crisis de la energía debilitan la
demagogia climática en Occidente. Salvo Japón, las democracias
orientales no la padecieron, y las dictaduras comunistas la
aprovecharon. La política energética de la UE es grotesca. Alemania
obtiene la mitad de su energía del carbón, y por el CO2 proscribe la
nuclear. El 75% de Francia es nuclear, el 10% hidroeléctrica, pero
reivindica el Acuerdo de París, que nunca cumplirá. Los USA afrontan
las elecciones mid-term en recesión y con Biden y los dos billones
contra el cambio climático…congelados.
La realidad ha enfriado el calentón ideológico neocomunista y el
hervor político que marcan esta década. Pero los medios de
comunicación siguen manipulando descaradamente los datos del
clima. Y la estrategia Thumberg de aterrorizar a los niños puebla los
libros y las escuelas. Y es que el relato, como ahora se llama a la
propaganda, sigue siendo verde. Mientras esto no cambie, Noé y el
Arca seguirán siendo modelos políticos.
VI.- El alarmismo climático: Sobre Lomborg,
Gerondeau y Sven Teske, el Lysenko del alarmismo
climático
Libertad Digital ha recuperado, y es imperativo verlos, algunos de los
programas que, antes del covid, dedicamos a la crisis energética y
al mito del cambio climático supuestamente producido por el CO2,
hijo del desarrollo industrial. En teoría, estas dos experiencias, la de la
pandemia y la ruina que produjo su nefasta gestión por la casta política
(Ayuso fue la excepción) y la crisis de abastecimiento
energético agravada, no producida, por la invasión de Ucrania,
debería haber frenado el discurso a lo Greta Zombi o su fan Teresa
Ribera, nuestra ministra de Transición Energética.
En realidad, se ha producido el efecto contrario: mientras cada país de
la UE hace la guerra del abastecimiento por su cuenta, el alarmismo
climático sigue marcando la actividad política y legislativa en los países
occidentales. Sólo en ellos, porque el ecologismo anticapitalista es un
virus incubado en las universidades anglosajonas de élite y asumido,
como es lógico, por toda la izquierda y, como era de temer, por parte
de la derecha, que confunde la defensa del medio ambiente con el
apocalipsis climático.

La necesidad de información y de crítica


Los pocos grupos mediáticos liberales -en español, LD, y gracias- que
estamos en contra del mayor ataque a la Propiedad y a la Libertad que
se ha producido desde la Caída del Muro debemos proporcionar a una
opinión pública desconcertada y desinformada por la inmensa mayoría
de los medios, que a su vez acallan a los políticos que no tragan su
discurso, las referencias científicas, políticas, económicas e ideológicas
de algo que viven, a la vez, contrariados e indefensos. Hay que dar voz
a los libros y autores que nunca la tendrían, porque se alzan ante
el himalaya de mentiras y el decrecimiento económico, vulgo ruina,
que se nos viene encima. Eso no significa aceptar todo lo que dicen,
porque no todos dicen lo mismo, pero, sin ocultar la discrepancia,
convertirlos en referencia casi obligada.
Ya he citado antes a Lomborg, que, desde El ecologista
escéptico a Falsa alarma, ha sido y es un activista insomne contra
los calientólogos. Pero quiero recordar dos frases del último libro,
absolutamente esenciales:
"Para retrasar el calentamiento global tan sólo dos semanas a final de
siglo, la UE está proponiendo que todos sus ciudadanos paguen más
que el coste total de la crisis de la covid más todo el paquete
monetario de su recuperación."
"Aunque todo el mundo rico redujera hoy a cero todas sus emisiones
de CO2 y no volviera a verter una tonelada más -una opción
absolutamente devastadora que cada año resultaría vente veces peor
que los cierres mundiales impuestos por el covid en 2020- sólo serviría
para rebajar el calentamiento global a fin de siglo en menos de 0´4 º
C."
Es decir, que estamos ante la decisión económica más suicida de la
historia por parte de los dirigentes occidentales, basada en
la ocultación de datos científicos que destrozan toda la propaganda
del alarmismo climático.
Ahora, dos discrepancias. La primera es que no es verdad, como dice
Lomborg, que "el cambio climático existe y lo hemos provocado
nosotros". Ese cambio ha existido y existe al margen de la actividad
humana en todas las épocas. El hombre tiene poca influencia en él y,
como Lomborg prueba, ninguna capacidad de cambiarlo. Sí puede
mejorar su entorno; no el clima.
La segunda discrepancia es sobre las cinco soluciones que propone
ante el fenómeno: "un impuesto moderado y gradual sobre el
carbono, innovación verde, adaptación, geoingeniería y prosperidad".
Si la acción del carbono, esencial para la vida, escapa a la capacidad de
los países ricos, ¿por qué multar a sus
ciudadanos, moderada o gradualmente? ¿No son estas dos excusas
adverbiales, sin concreción alguna, formas de postrarse ante la
superstición del alarmismo climático? Lo mismo que hablar
de "innovación verde". ¿Ha de tener color la innovación técnica en
materia de energía? La geoingeniería ya existe, y prosperaría más si las
empresas invirtieran en ella lo que derrochan en publicidad para
"salvar el Planeta". ¿"Prosperidad"? No añada más impuestos verdes a
los que ya padecemos.
Me quedo con lo esencial: la adaptación. Es lo que ha permitido que
el hombre sobreviva a cambios climáticos infinitamente mayores que
el de hoy; y lo que, mediante el clásico cálculo coste-beneficio puede
evitar que la maquinaria burocrático-política proteccionista destruya
la naturaleza real en favor de la mítica del ecologismo político.
Adaptarse al cambio y a un precio asequible ha sido la forma de
sobrevivir de la especie humana. No debería, y aunque lo intentara no
podría, hacerlo de otra manera.

Gerondeau y el descubrimiento de Sven Tesk


Por supuesto, el IPCC, referencia "científica" de la ONU y de la política
mundial, odia a Lomborg. Rajendra Pachauri, su jefe, dijo, tras 16 años
en el poder y antes de dimitir por acoso sexual: "Si se aceptan las ideas
de Lomborg, ¿quizás lo de Hitler no estuvo mal?". Y se definió así:
"Para mí, la protección del planeta, la supervivencia de todas las
especies y la durabilidad de nuestros ecosistemas eran más que una
misión. Era mi religión."
El mejor análisis reciente que conozco sobre la estafa intelectual del
cambio climático es el de Christian Gerondeau en La religión
ecologista (2021) y Las doce mentiras del IPCC -GIEC, por sus siglas en
francés- (2022) (ambos, Ed. L´Artilleur). Si el comunismo es "una
pasión francesa" también lo es el anticomunismo minucioso de los
Aron, Revel, Courtois, Wolton… y Gerondeau. A sus 85 años, este
profesor de la Polytechnique tiene presente la mayor estafa científica
de la Historia, el Caso Lyssenko, descubridor de la "ciencia proletaria"
frente a la "ciencia burguesa" y que, con el apoyo decidido de Stalin,
capataz de la dictadura del proletariado de la URSS en nombre del
"socialismo científico" de Marx, calificó de nazis, (como Pachauri a
Lomborg) y mandó al paredón o al Gulag a quienes no lo aceptaron.
Stalin no era idiota. Pero como gran sociópata vio que aquella
mascarada cientificista de Lyssenko le permitía controlar a un sector,
el de la investigación científica, que le preocupaba, sobre todo en el
área militar.
En el Caso Lyssenko hay un factor originario, el del científico rojo, y
otro decisivo, Stalin. Y en medio, miles de científicos de verdad que se
callaron porque temían o no les convenía decir lo que pensaban. Por
lo mismo, todos los partidos comunistas del mundo acataron la ciencia
proletaria. Pero no fue un error científico, una investigación que
resultase equivocada, algo normal, sino una operación ideológica
para desacreditar la ciencia. Lo mismo pasa con el IPPC, que nació en
1988 y cuyos informes esenciales son dos. El de 2001 decía, citando
245 escenarios investigados, pero teniendo en cuenta sólo uno, que la
temperatura del planeta subiría 6 grados por el CO2 humano. El de
2011, también sin pruebas, decía que las energías renovables podían
abastecer a la humanidad en un 80% en 2050.
El primer informe, era el del susto. El segundo, el de la ruina. Y los dos
vienen de una organización de supuestos sabios sobre el clima donde
no hay un solo climatólogo, y donde la política y el activismo ecologista
han logrado impedir la crítica de unos informes científicos, que, en
rigor, no existen. Los Protocolos de los Sabios de Sión, evangelio
antisemita de la policía del Zar, son un modelo de rigor al lado de los
estudios del IPPC.

Ni expertos ni nada: burócratas y activistas


Para empezar, contra lo que muchos creen, el IPPC no está formado
por expertos en climatología. Los medios repiten "expertos" y
"científico", cuando no hay expertos ni científicos. Es un Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático, que recoge
información y aconseja a los países en la línea de la ONU: vaguedades
antidemocráticas y anticapitalistas. El IPPC recoge lo que quiere y dice
lo que quieren Greenpeace y demás ONG. Funcionarios fijos, tiene
diecisiete, hospedados en Ginebra por la Organización Meteorológica
Mundial. En 2011, cuando se hizo el informe sobre las renovables, los
jefes eran dos viejos funcionarios de la ONU, uno, especialista en
biociencia y otro en zoología. Del clima, no sabían nada. El
presidente, Pachauri, es ingeniero de ferrocarriles, amén de sacerdote
para todas las especies, algo que la Historia de la Evolución siempre ha
negado.
De sus tres vicepresidentes, el sudanés Guizuli tiene un master en
investigación operativa y el coreano Lee es economista de la energía.
Los países de la ONU, en su inmensa mayoría, no tienen climatólogos
por la sencilla razón de que lo último que les preocupa es el clima.
Están ahí por cuota política. Del clima, ni idea. ¿Y el resto de los 17
miembros del Buró, de países donde hay expertos? ¿Por qué callan?
Porque los nombran sus ministros de Ecología. ¿Qué dirán: que su
cargo y su sueldo son un robo?
En realidad, el grupo del IPPC se ha configurado en casi tres décadas
como un grupo de militantes ecologistas que mienten por una buena
causa. Nada distinto del Caso Lysenko: la buena causa
comunista exigía mentir. ¿Y qué votan en la ONU 159 países que no
tienen ni idea de lo que votan? Lo que les pongan por delante con
cierta vitola científica y respaldado por los países ricos, que son los que
quieren arruinarse por el cambio climático.

La frase que está arruinando a Occidente


Gerondeau demuestra que una sola frase, del 9 de Mayo de 2011, es
la que ha producido el inmenso derroche de los países occidentales,
con los USA y la UE a la cabeza. El informe de 2001, el del CO2, no
tenía a priori consecuencias. Pero alfombró al segundo, el de 2011,
que mostró el camino a seguir: "Casi el 80% de las necesidades
energéticas de la Humanidad podrían cubrirse mediante energías
renovables en 2050" (Close 80 percent of the world´s energy supply
could be met by renewables by mid century".
Pachauri aseguró: "El IPPC hay recogido la mejor información y más
apropiada para dar al mundo una estimación científica del potencial
de las energías renovables y reducir el cambio climático. Este Informe
Especial puede servir de base sólida a los responsables políticos para
afrontar el mayor desafío del siglo XXI"

Pero ¿de dónde venía ese Informe? Del grupo III del IPPC que en dos
años consultó a 389 expertos, y los reunió cuatro veces en distintos
lugares del mundo. Otros 787 expertos o representantes de sus
gobiernos añadieron 24.766 comentarios. Al final, 1176 nombres
firmaban el informe aprobado por unanimidad en Abu Dabi por los
países del IPCC y la ONU.

Había un pequeño problema, que Estevan Bolea subraya en LD. La


Agencia Internacional de la Energía, esta sí compuesta por expertos,
había concluido que, en 2040, las energías eólica y solar cubrirían en
2040, como máximo, el 5%; y en 2050, el 10% de las necesidades
energéticas. Hoy, se cree que su intermitencia no les dejaría superar
el 2% de forma autónoma.
¿Y cómo habían firmado 1176 expertos lo que la AIE negaba? Por la
sencilla razón de que ninguno firmó la nota de prensa de Abu Dabi. El
proceso de reducción de los supuestos dos años de trabajo con los mil
investigadores a la frase famosa era fruto de esta jibarización
intelectual:

• El Informe Especial del grupo de trabajo tenía 1.544 páginas.


• El resumen técnico del informe, también ininteligible, 178 páginas.
• El resumen dirigido a los responsables políticos, 25 páginas.
• El comunicado de prensa de Abu Dabi, 6 páginas.

Y la única frase que los medios reprodujeron fue la ya citada: "Casi el


80% de las necesidades energéticas de la Humanidad podrían cubrirse
mediante energías renovables en 2050".

El responsable del Informe fue Ottmar Edenhoffer, que respaldó el


comunicado de Abu Dabi. Y Pachauri exhortó al mundo, a lo Greta
Zombi: "Suplico a los dirigentes políticos: ¡estudiad el cambio
climático!" A lo que Gerondeau añade "mientras él mismo no tenía el
menor conocimiento".

El negocio de Teske
Sin embargo, esta inmensa estafa mediática y política, adoptada por
la Agenda 2030 de Davos, bajo la mirada paternal de Xi Jinping,
funcionó por el pánico creado a partir del informe de 2001, el del CO2.
Y ahí es donde Gerondeau se convierte en Maigret y desvela el crimen.
El único escenario de los 162 estudiados por el IPPC que adivinaba, sin
prueba alguna, el aumento del 6% de la temperatura en la Tierra por
el CO2, no era lo anónimo que dictan las normas de investigación. Y
con razón, porque Sven Tesk, el Lysenko del cambio climático, ni
siquiera era doctor, como presumía, a los 35 años, época del informe.
Le dieron el título ya a los 40. Y el Lead Author del capítulo 8 del
Informe, el esencial, era "Coordinador internacional de Greenpeace
para asuntos climáticos". El IPPC, llamémosle Stalin, le encargó a este
militante ecologista, llamémosle Lysenko, elegir el único escenario que
favorecía la propaganda apocalíptica.
Sven Tesk tiene además otro aspecto que lo emparenta con Greta y
demás publicistas de las renovables. Según Gerondeau, pertenece a
la "European Photovoltaic Industry Association", un lobby que lleva
años predicando la necesidad de financiar con dinero público estas
energías que apenas cubren una mínima parte de la necesidad de la
gente a la que salva.
Así resume Gerondeau su investigación sobre Sven Teske:

"Era, pues, un dirigente oficial de Greenpeace, falso doctor por


añadidura, pagado por el lobby de la industria fotovoltaica, el que
está en el origen del único escenario que afirma, contra toda evidencia,
que casi el 80% de la energía del planeta podría ser producido por
energías renovables, mientras que en realidad roza el 10%. ¡Fue un
auténtico golpe montado desde el principio por el IPPC y el Informe
Especial era sólo un disfraz!"

Sánchez, hermano de Teske


Pues bien, España está a punto de adentrarse en un otoño terrorífico
porque Sánchez se ha empeñado en imponernos esas mentiras
programadas del cambio climático. Quiere devolvernos a la miseria de
la pandemia, que aprovechó para cerrar ilegalmente las Cortes. Pero
España no necesita más restricciones que las que impone la crisis a las
familias, sino energía barata. ¡Bajen los impuestos, que son media
factura de la luz! En cuanto al gas, ya ha traicionado a Ucrania y se ha
entregado a Putin, al que comprábamos el 10% y ahora el 25%. Así
tapa lo de Argelia. ¿Y el problema es Ucrania?
El problema es el socialismo corrupto, golpista y energéticamente
suicida de Cum Fraude. ¿Alguien duda de que, si Sánchez encuentra en
La Mareta a Sven Teske, le abrirá los brazos diciendo "¡Hermano,
hermano!"

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