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Últimos Títulos Publicados:

V
118  Tres Disparos sobre Valdivia, Pedro Guiller- aldivia ya estaba
mo Jara, narrativa, 2009.
119  Prensa para Tod@s, Cristián Opaso, perio- de diversos modos
dismo, 2009. en otras obras de
120  Acuso Recibo, Carina Decker, narrativa, 2009.
121  Escrituras de la Traducción Hispánica, creación: en fotografías, Álvaro Pereira Molina (Santiago de
varios autores, ensayo, 2009. en documentales, en Chile 1980), escritor, Psicólogo y Licencia-
122  Adiabática, Ivonne Coñuecar, poesía, 2009. do en Psicología. Reside en Valdivia desde
123  Tarde Vuelvo al Redil, Juan Carlos Vergara, dramaturgias, en 2006.
poesía, 2009. música. También en Parte de su poesía se encuentra an-
tologada en los volúmenes Sur Itinerante,
124  Tierra de Tehuelches, Varios autores, Foto-
grafía, 2009. alguna narrativa o Poetas del Sur de Chile (2009) y Contra la
Corriente (Backdoor, 2008). Sus textos
125  Diccionario Tehuelche / Español / English, poesía, pero como también aparecen publicados en las revis-
Varios autores, Diccionario, 2009.
126  Guaitecas, Jorge Velásquez Ruiz, Poesía, 2009. telón de fondo, tas El Puñal de Santiago, Contrasorites y La
Locomotora de Valdivia y La Unión, donde
127  Historias del País de las Aguas, Mario Con- escenario de otros aporta paralelamente con columnas de
treras, Cuento, 2009. corte crítico. Ha participado en variados
128  De la naturaleza al Paisaje, Luis Otero, argumentos. Aquí, encuentros (inter)nacionales de poesía
Ensayo, 2010. la ciudad se eleva a –Riesgo País, Descentralización Poética,
Encuentro Internacional La Ruta de Ner-
129  Actas del XVII Congreso NAcional de Ar-
queología Chilena I y II, Varios autores, En- la categoría de un uda, entre otros–. Coorganizador del En-
cuentro Nacional de Poesía Riesgo País/
sayo, 2010. Otro con el que

Ediciones Kultrún   Pájaros en la Ciudad  Álvaro Pereira


Valdivia en su versión 2008. Como poeta
130  Estero Collico/Leña Seca, Varios autores,
Ensayo, 2010. Alguien dialoga o ha sido becario del Consejo Nacional de la

Pájaros
Cultura y las Artes en 2009. Pájaros en la
131  ¡Chuchetas! Resistencia y Esplendor de una se insulta. Como Ciudad es su primer libro.
Banda de Cuatreros en el Norte chico, Gus-
tavo Boldrini, Novela, 2010. una vieja amistad
132  Las Tablas de Pedro, Carina Decker, Cuento, hecha de afecto y Publicaciones Colectivas
2010.
odiosidades, de ofensas y Blog Frontera Sur: http://alsuryponiente-

   en la
133  Alto Palena, Bernardita Hurtado, edit., Foto-
porlospoetas.blogspot.com/2010/03/
grafía, 2010. gentilezas. la-copia-feliz-del-eden-de-alvaro.html
134  Letra Chica, Varios autores, Varios, 2010. (Última consulta 09.11.2010).

Ciudad
135  La Bala que Acaricia el Corazón, Pedro Gui- Antología Sur Itinerante, Poetas del Sur de
llermo Jara, Nanonovela, 2010. Chile, Sur Itinerante, 2009.
136  Literatura Infantil y Escuela, un Diálogo Revista Literaria El Puñal, Santiago, 2009.
Posible, Felipe Munita, Ensayo, 2010. Antología Poética Contra la Corriente,
137  Idea de la Persona Ética, Fernando Oyarzún Backdoor Producciones, 2008.
Peña, Ensayo, 2010. Revista Literaria Contrasorites, Valdivia,
138  Niebla. de Nuevas Historias a Nuevas Rura- 2007.
Revista Literaria La Locomotora, La
lidades, Luis Aguirre C., Sociología, 2010.

Álvaro
Unión/ Valdivia, 2007 a 2010.
139  Selva Valdiviana. Voces y Silencios, Ramón
Quichiyao, Poesía, 2010.

Pereira
140  Así Fue el Terremoto del 60, Varios autores,
Crónica, 2010.

e.kultrun@gmail.com
hr_mendoza@ya hoo.com
.
La escritura de este libro fue posible gracias a la

Beca de Creación Literaria 2009

del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura

CONSEJO NACIONAL
DE LA CULTURA Y LAS ARTES
FONDo de Fomento
del Libro y la Lectura

.
.
Pá j a ro s e n l a C i u da d


Á l va r o P e r e i r a M .
Fotografía de portada

Marcelo Olivares Gaete

.
Una Extr aña Felicidad 5

C asi no hay prólogo que no Tambalee entre el elo-


gio que dicten la amistad o el encargo, y las exégesis más
o menos trabajosas, según la distancia de la academia a la que
se ubique la benevolencia del encargado de adelantar las bon-
dades del texto que sigue.
Difícil hurtarle el cuerpo a este circunstancial destino de
prologuista, y algunos bienes pueden derivar de su ejercicio.
Así que, motivado por estos pájaros en la ciudad, aprovecho
la oportunidad para explorar esa emoción que subyace y pre-
cede a la insistencia con que nos arriesgamos a leer nuevos
libros, de autores nuevos o desconocidos para nosotros.
De modo sedentario y cómodo, debe parecerse a la que
movía al genuino explorador de geografías: mezcla de sor-
presa y maravilla, y una extraña alegría ante el despliegue de
territorios desconocidos, donde también esperaban el terror
o la angustia. Aunque me atrevo a decir que las aventuras li-
terarias casi nunca se aventuran por mundos nuevos, por más
extremo que parezca el delirio verbal del autor.
Porque, al contrario del que se embarcaba en naos análo-
gas, los galeones del conquistador verbal por lo general descri-
ben una trayectoria invertida: recorren siempre hacia atrás lo
6 que conocen; o, como las naves de Magallanes, circulan hacia
• el punto de partida. Y por mucho que lo disimule aun para
sí mismo, el territorio que descubre no es sino el mismo que,
transferido a palabras, compartimos todos: más o menos tan-
gible, más o menos espiritual.
Su triunfo y su alegría, entonces, es devolvernos sobre los
maravillosos dominios físicos y mentales que ya poseíamos,
reinos perdidos que se iluminan ahora desde otro ángulo, de
un modo que nos los muestra con más profundidad.
Que este enriquecimiento suponga casi siempre un en-
frentamiento especular que nos obliga, mínima honestidad
de por medio, a reconocer las feas arrugas que nos va dejando
la mala leche propia y ajena, es, más acá de la inquietud que
provoca toda incómoda verdad, prueba de un viaje verdadero.

Y ya que estamos en ello, repitamos lo que ya dijeron tantos:


novedad es lo que hemos olvidado, un olvido que parece estar
en el pasado. Lo prueban los poemas homéricos, por poner
un caso, ¿ cuántas veces hemos sobrevolado sus deslumbran-
tes paisajes verbales, y no los hemos visto ? La buena leche de
Confucio o de Rabelais, por decir otros, y así: separadas por
siglos, voces estentóreas o murmullos, pero hablándonos al
oído; Kipling o González Vera, si prefieren cuentos del ve-
cindario.
Es que sólo parecen del pasado: su rotunda vitalidad per-
tenece al presente: clásico «es un libro que las generaciones de 7

los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor •
y con una misteriosa lealtad», decía un amigo mío.
Baste por ahora afirmar lo que es de perogrullo: que no
son las cinemáticas batallas de Ilión (que el cine no ha podido
igualar) ni las fantasmagóricas calles de Alhué (para juntar a
dos remotos parientes), lo que concita, desde hace milenios,
nuestra misteriosa lealtad.
Debe ser, anoto para mí, ese cuerpo que se desprende y
avanza como un vapor desde las palabras hacia el lector y que-
da ahí, suspendido en la lectura y mientras esta dura, nunca
lejos de aquellas ni enteramente en nosotros.

Volviendo a este prólogo: sentí esa extraña alegría cuan-


do leí este libro. No creo que pruebe su calidad ni digo que
va para clásico (…«abájate Pacheco»); pero decirla es al menos
testimonio y convicción personal de su eficiencia literaria, de
que he sentido salir de él aquel cuerpo vivo que no está en las
palabras, sino un poco más acá, a medio camino de la calzada
del puente de la lectura.
Valdivia ya estaba de diversos modos, en otras obras de
creación: en fotografías, en documentales, en dramaturgias,
en música. También en alguna narrativa o poesía, pero como
telón de fondo, escenario de otros argumentos.
Aquí, por fin la ciudad se eleva a la categoría de un Otro
8 con el que Alguien dialoga o se insulta. Como una vieja amis-
• tad hecha de afecto y odiosidades, de ofensas y gentilezas.
En el transcurso del texto parecemos descubrirla, o se nos
hace verla por vez primera en claroscuro, bajo una luz crepus-
cular o auroral en la que advertimos, con inquietud creciente
como una luna mala, esas vetas, imprecisas, grietas significan-
tes que no nos deja ver su cotidiano de cables, eriazos deveni-
dos en estacionamientos, pequeños triunfos del hormigón y
derrotas de la madera, el agua sempiterna que algunos odian
y otros amamos.
Esas grietas que sugiere o nos deja adivinar el libro, nos
acercan a lo que de veras ha hecho de esta una ciudad tan
odiosa y amable como el agua que literalmente la nutre: la tra-
gicomedia humana donde cada uno de nosotros protagoniza
su monólogo o se integra al elenco ciudadano, en un espacio
irrepetible.

Ricardo Mendoza Rademacher / Valdivia, Primavera de 2010.


Soy ese tipo de personas que
no acaba de comprender las cosas
hasta que las pone por escrito.

Haruki Murakami
.
I

DESENCANTO


.
La ciudad revelada 13

Incluso ahora, todavía, lo primero que recuerdo


son algunos instrumentos
de agua atravesada, ríos a la fuerza,
rastros de humedad, esta enredadera aprendiz
de hueso tengo miedo a herirte:
se me viene bien esta calle
el amargo que parece nunca,
y a la hora de uno o ninguno pronto,
la ciudad revelada.

Para no sentir miedo


–miedo a morir en el infierno
como se educa a cualquier cristiano–,
para muchas noches transité de forma indefinida
con una patria empotrada en los ojos,
asociadas tras de mí las calles
y razón de huesos y exclusión de tiempo,
puentes deshechos ríos y humedales:
con un aspecto de hundimiento reciente
en el fondo
no son más que un viaje
de gotas rodando
interminablemente
por las ventanas:
apenas mi propia disminución
y más,
creo que podrías ser tú Valdivia.
14 Nos devuelvan los pájaros

Un poco la madera un poco el agua


al fondo de las palabras
poco a poco en la memoria
hay surcos en mi mejilla,
se deshoja el otoño
un acecho
de invierno en mis calles
a veces sacudido:
a medida que las hojas desenredan
el sonido
no me quedó claro
si el mundo se construye de tumbas
abiertas o si a esta patria le cabe
un latido reciente de pasos
que se pierden en el viento.

Desde entonces
nadie se repite,
se me viene bien esta calle
esta sal consignada al suelo
y en seguida los puentes,
a causa de esta nueva institucionalidad
me parece que pude ver
una especie de espacio vacío
de hondura entre los dos,
15

cabellos arrastrados en el pavimento,


y no pude qué decir,
y callé.

A la mañana siguiente
volví a escribir con las cucarachas
cosidas al suelo, después
de cerrar la puerta
con cuidado y reciclar
los sedantes de madrugada,
salimos a ver si en la humedad
de las calles los paraguas se alzan
o florecen, por un momento
a ver el sonido de la tierra golpeada
habernos devuelto los pájaros
habernos devuelto el latido escondido.

Yo llegué a abrir los ojos este día.


16 Pájaros en la ciudad

A otras, no caben a otras las cicatrices los restos


de manos cuando se rasuraba las piernas
y la lengua, acercando el olvido como cuchillo,
acechando las sombras cuando estás sola
como un suicidio.

Hace mucho yo quería herirte por todos


lados, bajo el crepúsculo del sol que aplasto
los sábados, con fragor de estudiante jubilado,
trágico y envuelto en ropajes de amor
que en el día naturalmente me arremango,
con ocho personas observándolo todo
como cajero que padece males de ciudad:
hace mucho, yo estaba destituido de toda
conducta poética y a veces, de los pájaros.

Pero de noche sólo, no sólo, mi pesado


suero se recoge y navega hondamente al sonar
de las olas,
con humedad de delgada corteza,
lleno de pestañas que son pesadas
marejadas al borde del quebranto
pero verdaderamente:
17

ante los deseos incontenibles de escapar


de Valdivia, apenas respondes al nombre definitivo
de los corredores o cuando está sembrado
de rosas el piso y entre medio se pierde un anillo:
sigo siendo única cascada
de barro,
frondoso manantial
de cabelleras ensombrecidas.
.
II

ESCENARIO

Casi cruzo la barrera


del espejo para ver
lo que no se puede ver:
el mundo como sería
si la realidad copiara,
y no al revés, el espejo
llena, por fin, de su nada.

Enrique Lihn
.
Absolutas 21

Lo primero que digo es que mientras


ellos facultan de metal las cortinas,
mientras ellos fundan bosques
por cataratas de cemento:
el río se derrama lentamente hacia fuera.
Nacidos estuvieron para guardar luto
en los ministerios: nacidos otra vez para privatizar
el canto de los pájaros y lo que crean que es suyo:
nacidos estuvieron para privatizar todos tus muertos:
en la economía del miedo que gobierna
está claro que usted:

espantapájaros lluvioso:
lo mejor que ha escrito:
es el silencio:

Tinta en las portadas,


balada de frentes fruncidas,
sordomudos de permanencia,
no se cansan
ahora que lo recuerdo
me parecen llenos de rabia, como explico,
no son pocos,
caminan rápido
22

como arrastrados o escapando de la muerte,


si alguna vez la sentiste a eso me refiero.

No he podido dormir esta noche.


Una cinta es otra cosa,
seda desplegada en la pampa,
desde que aprendimos la forma de la palabra
es difícil mantener la calma:
pretenden incendiar la Patagonia esta noche:
pretenden inundar la Patagonia, esta noche,
se apaga la ciudad y un sueño me persiste:
después de retornar
fulguraciones al puente
reuní alrededor de una caja-cartón
aviones de papel congelados:
fracciones de sueños:
caricia desarrollada en la lluvia:
conversaciones
desgastadas en el tiempo:
piedras en los civiles:
raíz de entraña absoluta:
humus de día y tierra de noche.

Fragmentos de Dios dañado.


Economía poética 23

— Cuanto menos queda qué esperas


   para sacarte los ojos, hacia donde vayamos
   es saliendo de la lluvia, y esto no es más que un árbol
   constituyéndose a sí mismo:
— no gracias, nada dulce por ahora,
   cristales detonando en los charcos
   y comienzo otra vez:
   la ambición como selección natural,
   la represión en 15 minutos más,
   vuelvo hacia dentro y el resto de los días es otra ceguera.
24 La deshabitada

Antes que la lluvia se repliegue


al Sur de las casas yo me retiré
con una sensación de presentimiento
en los huesos, desangrando
ciénagas furias y cadáveres de Valdivia,
preguntando si eras tú esta silenciosa
fiesta de invierno.

(   Tic
   ac T
    iT c
     Tac
       Tic   
)

Antes que las manos se empañen de silencio y vidrierías


poco valor tienen las cosas separadas de sí mismas

madera levemente
voz desvanecida
silencio consciente
huella precipitada

vudú retirado

deshabitación.
Cada uno de los instantes 25

Luego cada uno de los instantes, supongamos


que provenga desde la muerte esta inconstancia
de la materia, supongamos que venga a constatar
ahora la pequeñez de la palabra vacío,
no existe el silencio entre las melodías, ella
me sigue y me toca en la piel.

Es la visión cataclísmica del mundo


la que me trae el alma a pedazos.
Si fuera ciego diría han cambiado tanto las cosas
y las personas siguen siendo las mismas,
la noche cae a jirones, la boca es un hilo.

Supongamos que abrí la puerta y observé


toda la vida que escondes, sentado a la mesa un hombre
remienda el cuero fragmentado, esquirlas de fuego
fueron halladas en su piel

y ella no deja de hablar sino de velados naufragios


que piensa habitan tras de mí.
26 Las piedras a dientes apretados

Tengo deseos de empapelar la ciudad en mentiras,


mentiras que sean la verdad de esta nueva ciudad:
mi tragedia es no atrapar con mi lengua tu sabor,
mi tragedia es no catar tu sabor en mi paladar,
no tengo nada porque perdí todo no quepo en nada
porque el día me quedó vacío.

La boca es una herida abierta que no calla,


me duelen los dientes:
¿ tú sabes lo que es que te duelan los dientes
atravesar conversaciones esconderse
en el silencio ?

Es volver a la humedad de la madera, respirar


cerca del suelo para evitar que te oigan
sin una bala en el corazón.

Le eché cemento y estuco a la propiedad exacta


del papel, y humea algo sagrado en la ciudad,
algo se pudre en el gesto noble del río
y del humedal, y olerá peor mientras más falsa
sea la ciudad.

Tengo deseos de invocar la lengua y la piedra


a dientes apretados,
27

¡ la farsa en la ley de la patria potestad !


que se tricen la noche el papel la cal y el aliento
en la punta del olvido, tengo deseos de empapelar
la ciudad en mentiras, contener los muros
con los párpados bien apretados.
28 Valdivia adelgazadA

Que la muerte no exista sin que los pájaros sean


resulta en mi dormitorio como permanencia
de canto señalado, a ella,
sangre de sangres:
se abre la poesía y yo la seguí repleto
de circunstancias por los húmedos paños,
resolviendo la noche en mañana revelada.

Luego cayendo como irremediables cáscaras


en los ministerios de otras oscuridades,
una tarde inhabitable, sin parroquias,

sin alas los pastizales:

tengo atrapado el aire que rompe los cristales,


tengo el aliento seco de los inmuebles
como aroma triste que se respira en las esquinas.

Y en el fondo cuando no entró más luz en las avenidas,


suponiendo un destrozo organizado
de dientes integrados en las manos,
con horror de baúles al fondo del océano,
adentrados en la aspereza y en las tardes
de merkén ceremonioso: fallamos en Valdivia
con tanto fuego que nadie anotó el desconsuelo
que significa nuestro viento adelgazado.
Orden de casa 29

Desaparecidamente

No quiero una casa al borde del camino


inviernos desorganizados
espacio en las gavetas

Por sobre cataratas de humo


puertas y ventanas:

pretendo orden de vapores,


alianza de piso y respiración.
30 Acercamiento al fulgor

Campo de rosas bestiales, señal derrumbada:


guárdame para ella mañana que sí pudo
volverme transparencia con su suave castigo,
que la balada dolorosa de sus pies azotando
el pavimento es lo que me descalza,
y nuestro arrebatamiento se dispersa en la casa
recubriéndose de llanto preñado apenas,
de niñez.

Dime si no fuera extraña esta coincidencia,


es posible que me sienta viejo para sobrevivir
de espanto,
de presentimiento,
que no encuentre la sangre
de los fallecidos que quemaron todo,
excepto las estrellas de papel soldadas en la calle.

Excepto cuando arrastras un tierno contorno rojo


sospecho, te guía más que el arma de las aves:
un octubre cualquiera cosechas el ocaso,
despegas del suelo largos trozos de carne, sombras
y será como siempre, catástrofe diurna
en la ciudad:
dolorosas huellas
aves que vuelan y no regresan,
excepto cuando te calza el rojo:
nunca tuve ceñido al pecho tanto fulgor.
La copia feliz del edén 31

(  Cuando al fin desperté tuve un libro entre las manos:


de las páginas emergían calles:
árboles: pájaros:
personas.
Certificadas las alambradas,
desplegados los hechos
pretendí que las personas se reconocieran con tan sólo mirarse:
sin abecedario.
Yo adelgacé las luces de la casa para aumentar el efecto dominante
de la lluvia: sobre cada escalón.
Digamos una patria como ella pero no conseguí olvidar
y esta fue la primera visión que tuve:
muerto y a pocos años de experiencia
fuimos capaces de la vida que nos espera.

Porque siendo capaz de la poesía presentí un poco de ciudad


que nos iban removiendo a culatazos,
porque si callamos tanto fue porque otro tanto
queremos decir:
es una terrible mentira como los payasos
que van sacando un trapo de la boca,
un piano por la puerta, o el alma de los ojos.  )
.
III

Pa s e o L i b e rta d

Y también me trajo ante los ojos,


calles que ahora se volvieron irreconocibles,
locales llenos de movimientos que se acabaron,
y teatros y cafés que alguna vez existieron.

Constantino Kavafis
.
Identidad de la noche 35

Ahora que su mano me cayó como tumba sobre el pecho


o cerrojo de nuevo vacío,
muéstrame la vida bien escondida –me dice–,
en qué viento callado la poesía no entra,
en qué sólidas bocas las palabras se caen
la problemática de la inercia terminó,
campanas de emergencia me atraviesan,
dejaron de llegar noticias acerca de ella.
Yo no creo que ese espacio sea un ojo mínima cristalería,
es una excusa para escapar de adentro hacia afuera
y viceversa,
de cada sueño que salgo el aire escasea
ahora todo el mundo tiene deseos de respirar:
qué truco, la noche momentánea la poesía atormentada –le dije–,
esto no es más que el reflejo
de papeles y reverberación en mi propia ventana,
pronto: a mí también me duele marzo.
36 Levantamiento sin primavera

No es oscuridad la manta que compré a bajo


costo, el artefacto que en la superficie me espera
ese asunto de pestañas sin levantar,
la sensación de compañía hasta lejos,
en las ventanas, tanto mérito de agua que secunda
los tejados y un golpe en la espalda que me avisa,
deshilachándome,
de todo cuerpo,
de cada tragedia:
del tiempo traído a esta casa,
al final siempre se sabe de lo que se trata:
la casualidad del invierno cuya tribulación
son mis labios o la mañana que interrumpe la noche
sin embargo, imposible de apagar.

Pero tanto peso en las manos me devuelve el alma


y la ropa que no recuerdo, la parte de mí que soy ahora,
al cabo de ciertas relojerías, trizaduras, rendiciones,
con velos y actos saliendo de las alcobas, prefiere el silencio.
El humedal 37

No fui
insistir
como pesadas
gotas
los días
a la humedad.

Mientras
salía
del mar
otra
extensión
también
olvidaba,
soy
el último
pasajero
de
este tren,
humo
en las chaquetas,
sacaron
tras
de ti
las vísceras,
el humedal.
38 Juguetes de otoño

No fui yo quien equivalente a la proclama de


un cristal visita tu cabeza cada día. No fui yo
quien en el fondo de las manos describe un re-
cuerdo de uñas, viajes y cabelleras. Se diría en
la lentitud que yo he decidido perdonar antes de
conocerte, que es lo mismo decir los dolores se
administran como apariencias sin instrumento
y los vidrios son tratados de humedad estableci-
da, y más, si estuve instantáneo para cerrar los
ojos y recordar un día adecuado para despedir-
me, diría no fui yo quien después de dos invier-
nos seguidos permanece abotonado.
Epitafio 39

A las próximas juventudes les diría :


¡ Arreglen esto, que es una mierda !
40 Olor a petróleo

Así me gusta verte cruzar


Sentada en el living de la casa
En la proa
Dirigiendo todo al azar

Te traspasan las cosas


verdes venas sobre la piel

En el traslado del alma


Vuelves como marinero
frente al mar
Trayendo hasta lo que sueñas
La pesadez del mundo
Estrellas de mar

Olor a petróleo
en la habitación

Un agujero
Donde habita un soneto
Una foto amarilla
Una caja de fósforos encendida

Las grises nubes


las dejamos justo donde quisimos
41

Entre la mesa de centro y el televisor

Así me gusta verte reír


Sobre el camino infinito
Hecho antes de mí.
42 Las campanas

Uno

Nosotros seguimos escuchando


a través de la calle lentitud de caballos:
bombas sembradas
galope de aromas,
la felonía ciertamente
intrascendente:
la piel política, los ojos continuaron
temblando no por estrategia o vanidad,
sino por invalidez.

Dos

En tu casa resuena una pesada


cuenca de fierro,
nos saldrán a ladrar perros de todos modos,
cadáveres envueltos en sus tumba,
paraguas difuntos:
que vos seáis completamente inmundo no significa
nada para nosotros: sshhhhhhhhhhhhhh,
a ellos les basta estar ahí, inmóviles,
sin decir nada,
sentados a complacer como se estrecha
pálidamente la cerradura.
43

Tres

Pregunté a mi lenta compasiva,


la más extraña de todas,
si recordarás todas las muertes causadas
por falta de adiestramiento:
si con la mejilla golpeada,
brotada, enraizada,
dejarías de subir pájaros por falta de gravedad.

En los zapatos no queda nada,


no está lo bello en lo estático que se derrama,
tierra lanzada al aire, polvo en los ojos, guantes de seda:
lo importante queda en los relojes,
la hora de hablar llegaraá como entonces, después.

Cuatro

Quizás este viento resbale en el espacio


que tus campanas esperan, quizás este eco
se transforme en ronca forma de piedra,
a salvo en el aromo como interminable
corrección pido todo se suspenda
en el tiempo y el agua,
donde hay metal tú estás hecha de fieltro,
de un grave pestañeo que son cuchillas para mí,
44

cae el otoño cuando vienes a destruir


como el llanto al consuelo
las hojas al vacío.

Por la manga oscura de la noche


mi calle es evacuación repentina de pájaros:
vuelo no aclarado: ropas como banderas al viento:
me deslizo como manto arrodillado
sobre el tibio césped
ya sé el nombre de las cosas que se me allegan,
estoy esperando bajo las cenizas
el llamado del viento y azahares.

.
.
Contenido

Una Extraña Felicidad  5

I DESENCANTO 11

La ciudad revelada  13
Nos devuelvan los pájaros  14
Pájaros en la ciudad  16

II ESCENARIO  19

Absolutas 21
Economía poética  23
La deshabitada  24
Cada uno de los instantes  25
Las piedras a dientes apretados  26
Valdivia adelgazada  28
Orden de casa  29
Acercamiento al fulgor  30
La copia feliz del edén  31

III Paseo Libertad  33

Identidad de la noche  35
Levantamiento sin primavera  36
El humedal  37
Juguetes de otoño  38
Epitafio 39
Olor a petróleo  40
Las campanas  42
Esta primera edición, en 450 ejemplares, de
Pájaros en la Ciudad
de
Álvaro Pereira Molina,
se terminó de imprimir en Valdivia
en noviembre de 2010,
en los talleres de Imprenta América,
☎ (63) 212003, info@iamerica.cl
para Ediciones Kultrún,
☎ (09) 873 5924,  653,
e.kultrun@gmail.com
hr_mendoza@yahoo.com
Valdivia, Chile.

Diseño y cuidado de la edición a cargo de


Ricardo Mendoza Rademacher.

Todos los derechos reservados.


Se autoriza su reproducción parcial
para fines periodísticos,
debiendo mencionarse la fuente editorial.

© Álvaro Pereira Molina, 2010.


RPI 198.452 / Noviembre de 2010.

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