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Cundinamarca
Adrián Galindo
8 de Marzo de 2023
En nuestro tiempo actual 2023 es muy común hablar de “enfermedad mental” o de “locos” y la
respuesta es casi obvia para toda persona: “ve con un médico” o “¿qué te ha dicho el médico?”
respuestas casi de inercia dada a cada persona que se siente mal por un tiempo sea (o las personas
a su alrededor se sientan mal por lo que esa persona dice o hace) por x o y razón, según los
“expertos” es indicador de enfermedad mental y debes hacer algo al respecto ya, porque nadie lo
hará por ti y qué mejor forma para arreglarte a ti mismo que tomar una pastilla para arreglarte
(prácticamente como única opción), pero como dicha pastilla solo tiene efectos momentáneos
tienes 2 opciones o te arreglas rápido o tomas pastillas de por vida, ya que si no las tomas eres
Reconozco el afán de las personas por estar constantemente bien, después de todo, en un sistema
desesperadamente capitalista, donde el enfermo es una carga para los que “sí hacen algo
productivo” es una culpa inmensa que está muy marcada (por más de un grupo poblacional como
adultos con mayoría de edad), pero las respuestas al desear ser tan inmediatas nos impiden ver
por nuestros propios medios claro, o avanzar con esta terrible enfermedad llegando a lo
que para la ley Colombiana 1616 del 2013 la salud mental es: “
colombianos y colombianas.”
Ni en mi propio país de residencia, ni en ningún otro creo que la salud mental sea una prioridad
para nadie y no me refiero a que los países no se interesen por sus ciudadanos, si no el cómo y
por qué se están internado tanto en el tema de la salud mental (más aún si consideramos la
carencia de profesionales en esas leyes). como lo dijeron Hartmann (1960); Masserman (1960)
Aunque intentan ocupar una posición de neutralidad científica, desde hace mucho tiempo
problema, tanto en la política como en nuestra ciencia, estamos cargando los problemas en los
individuos, como si todo lo que pasa es culpa de esa persona y esta puede controlarla, por tanto si
puede controlarla puede cambiar ese problema por sus propios medios (me recuerdan a la
premisa de los libros de autoayuda), pero la verdad es que los individuos son sujetos: sujetos a los
acontecimientos de su ambiente, a la cultura, a los discursos que las personas permiten y aceptan
como posible realidad, y a lo que nos interesa, está sujeto a los problemas que ocurran a su
“paciente” (González & Pérez. 2007) para que sea una tarea casi imposible separarlo de esa
etiqueta, lo que a la larga degrada las relaciones del sujeto en su sistema social, casi desatando al
sujeto de su entorno.
Si ignoramos todo el contexto y nos concentramos solo en lo económico y productivo que desea
ser la persona (o las personas que estén a su alrededor) entonces podremos aprovecharnos de eso
para crear una solución para acabar con el problema rápido, sin dolor y de paso hacer un poco de
dinero del proceso, por supuesto que sí, estos, infiero, eran los objetivos de las empresas
Una perfecta solución que obedece principios capitalistas, a problemas vistos desde esta lógica, la
tarea de etiquetar y solucionar, no eran nada nuevo en las prácticas del bienestar físico, porque no
hacer algo similar, con la complejidad de la mente, pero, para esta tarea primero había que crear
una biblia de consenso que identifique el problema sin rastros de duda y así mismo, que sea
defendida por todos los fieles de la misma quienes pretendan resolver estas crisis (Tomm. K.
1990).
Pero para la sorpresa de nadie, estas soluciones que se basaban en medicar a las personas, no
funcionaron, entonces ¿por qué se siguen usando estas soluciones inservibles? fácil, porque si
benefician a alguien, quien se aprovecha de estas necesidades y son tan descarados, que si las
pastillas que promueven no produce dependencia, si promueven este consumo por un periodo
prolongado o en el peor de los casos de por vida, con pésimos efectos secundarios, que
potencialmente deteriora de la calidad de vida de las personas diagnosticadas, “el hecho de que
estos efectos sean involuntarios (aunque no sabemos si están ahí para requerir más pastillas, que
siguen lucrando a las empresas farmacéuticas) no los hace menos dañinos” (Tomm. K. 1990).
precisamente este beneficio a la larga y llegando a más personas puede ser sumamente lucrativo,
pero no se pueden crear las enfermedades… ¿o sí? bueno según González. y Pérez. en el libro
claro que esto es posible, enfermedades como: el estrés postraumático, la depresión, la fobia
social y muchos otros más, son problemas que surgieron de forma análoga, con esto, no quiere
decir que los problemas mentales, se limiten a ser simples invenciones creadas para sacarle
dinero a la gente, son problemas reales, pero se abordan de tal manera que es casi imposible
distinguir al que no tiene problemas del que si los tiene y cómo este límite es en extremo difuso,
se puede presentar al público en general, ya que cualquier persona puede estar enferma y necesita
Por la misma dificultad de diferenciar al “sano” del “enfermo” ¿cómo saber si una persona
realmente mejoró? ¿Cómo saber que no tendrá más problemas significativos a lo largo de su vida
o que el mismo problema no volverá a la vida de esa persona? en caso de que vuelvan
dificultades similares a las vidas de las personas, puede que acudan directamente a medicarse, sin
detenerse a pensar, ¿porque sigue ocurriendo esto? ¿puede que en mi sistema social haya algo
Un gran ejemplo de lo anterior es la esquizofrenia (Cancrini, & La Rosa, 1996), puede que haya
problemas familiares que hagan imposible el hecho de mejorar por cosas que la familia prefiere
solo evitar mencionar, o hacen parte de la vida común donde se ve todos los días y se considera
escucha activa y la resolución de conflictos, en cambio llevar al “paciente” a una clínica para que
“solucionen sus problemas” (porque quién es más apto y experto en la vida de una persona es
precisamente esa persona, por lo cual si se hablara con ella activamente, sería innecesario asistir a
lugares con profesionales, que no son profesionales en la vida de esa persona esperando que así
se le arregle la vida por obra y gracia del DSM y unas pastillas) solo le causara más problemas, al
que de por sí ya desborda de ellos y aún peor lo sujetara a una etiqueta a la cual su círculo social
puede usarla para incapacitar y vulnerar los derechos, así como medicarlo sin reparo,
probablemente durante toda su vida o que directamente lo alejen de todo circulo social para
hubiera solucionado si su círculo social aceptaba sus falencias y hacia algo al respecto.
Con las etiquetas y antipsicóticos solo arruinamos vidas y quitamos la oportunidad de ver cual es
el verdadero problema.
¿Qué necesita la persona que está frente a mí? ¿Qué es lo que desea o necesita para cambiar esta
situación? ¿Por qué el problema se mantiene? son algunas de las preguntas que me parecen que
son útiles hacernos al momento de estar frente a una persona que sufre, los textos que he leído
hasta ahora me parecen una invitación a resignificar el concepto de la etiqueta, a que las
narraciones de las crisis ajenas pueden estar dirigiéndose para ocultar otros problemas y para
prestar más atención a la manera en que nos acercamos a las personas, tanto con el objetivo de
conocer al otro como que el otro me conozca a mi o a la psicología, estos discursos de poder tan
allegados a estas, pretenden darnos el poder para dar juicios de valor, considerando que no somos
expertos en la vida de esa persona, a veces, solo conocemos un momento que no comprende la
complejidad de lo que representa el problema, por lo tanto, hay que tener cuidado de que
Referencias
Cancrini, L., & La Rosa, C. (1996). La Caja de Pandora: Manual de Psiquiatría y Psicopatología.
Sh. McNamee y K. Gergen (Eds), La Terapia como Construcción Social. Barcelona: Paidós.