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Es descabellado estar sano

Angélica Gutiérrez Guasca

Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y ciencias Políticas, Universidad de

Cundinamarca

Electiva de Profesionalización 801T: Psicopatología y Ecología 

Adrián Galindo 

 8 de Marzo de 2023
En nuestro tiempo actual 2023 es muy común hablar de “enfermedad mental” o de “locos” y la

respuesta es casi obvia para toda persona: “ve con un médico” o “¿qué te ha dicho el médico?”

respuestas casi de inercia dada a cada persona que se siente mal por un tiempo sea (o las personas

a su alrededor se sientan mal por lo que esa persona dice o hace) por x o y razón, según los

“expertos” es indicador de enfermedad mental y debes hacer algo al respecto ya, porque nadie lo

hará por ti y qué mejor forma  para arreglarte a ti mismo que tomar una pastilla para arreglarte

(prácticamente como única opción), pero como dicha pastilla solo tiene efectos momentáneos

tienes 2 opciones o te arreglas rápido o tomas pastillas de por vida, ya que si no las tomas eres

irresponsable contigo y con quienes te rodean.

Reconozco el afán de las personas por estar constantemente bien, después de todo, en un sistema

desesperadamente capitalista, donde el enfermo es una carga para los que “sí hacen algo

productivo” es una culpa inmensa que está muy marcada (por más de un grupo poblacional como

adultos con mayoría de edad), pero las respuestas al desear ser tan inmediatas nos impiden ver

todo el panorama del problema, concentrándose en ser productivos y retornar a la “normalidad”,

por nuestros propios medios claro, o avanzar con esta terrible enfermedad llegando a lo

“anormal” (McNamee. 1996) y lo problemático, por no cuidar tu salud mental,  consideremos,

que para la ley Colombiana 1616 del 2013 la salud mental es: “

“de interés y prioridad nacional para la República de Colombia, es un derecho

fundamental, es tema prioritario de salud pública, es un bien de interés público y es

componente esencial del bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de

colombianos y colombianas.” 
Ni en mi propio país de residencia, ni en ningún otro creo que la salud mental sea una prioridad

para nadie y no me refiero a que los países no se interesen por sus ciudadanos, si no el cómo y

por qué se están internado tanto en el tema de la salud mental (más aún si consideramos la

carencia de profesionales en esas leyes). como lo dijeron Hartmann (1960); Masserman (1960)

citados por Gergen en 1996:

Aunque intentan ocupar una posición de neutralidad científica, desde hace mucho tiempo

se reconoció́ que las especialidades de ayuda se basan en determinadas suposiciones

sobre el bien cultural

Primeramente, como ya lo mencione, el problema más grande de cómo estamos entendiendo el

problema, tanto en la política como en nuestra ciencia, estamos cargando los problemas en los

individuos, como si todo lo que pasa es culpa de esa persona y esta puede controlarla, por tanto si

puede controlarla puede cambiar ese problema por sus propios medios (me recuerdan a la

premisa de los libros de autoayuda), pero la verdad es que los individuos son sujetos: sujetos a los

acontecimientos de su ambiente, a la cultura, a los discursos que las personas permiten y aceptan

como posible realidad, y a lo que nos interesa, está sujeto a los problemas que ocurran a su

alrededor y como se suelen solucionar en su entorno, pero al contrario, se ha querido sujetar al

“paciente” (González & Pérez. 2007) para que sea una tarea casi imposible separarlo de esa

etiqueta, lo que a la larga degrada las relaciones del sujeto en su sistema social, casi desatando al

sujeto de su entorno.

Si ignoramos todo el contexto y nos concentramos solo en lo económico y productivo que desea

ser la persona (o las personas que estén a su alrededor) entonces podremos aprovecharnos de eso
para crear una solución para acabar con el problema rápido, sin dolor y de paso hacer un poco de

dinero del proceso, por supuesto que sí, estos, infiero, eran los objetivos de las empresas

farmacéuticas al momento de decidir crear pastillas antipsicóticas. 

Una perfecta solución que obedece principios capitalistas, a problemas vistos desde esta lógica, la

tarea de etiquetar y solucionar, no eran nada nuevo en las prácticas del bienestar físico, porque no

hacer algo similar, con la complejidad de la mente, pero, para esta tarea primero había que crear

una biblia de consenso que identifique el problema sin rastros de duda y así mismo, que sea

defendida por todos los fieles de la misma quienes pretendan resolver estas crisis (Tomm. K.

1990).

Pero para la sorpresa de nadie, estas soluciones que se basaban en medicar a las personas, no

funcionaron, entonces ¿por qué se siguen usando estas soluciones inservibles? fácil, porque si

benefician a alguien, quien se aprovecha de estas necesidades y son tan descarados, que si las

pastillas que promueven no produce dependencia, si promueven este consumo por un periodo

prolongado o en el peor de los casos de por vida, con pésimos efectos secundarios, que

potencialmente deteriora de la calidad de vida de las personas diagnosticadas, “el hecho de que

estos efectos sean involuntarios (aunque no sabemos si están ahí para requerir más pastillas, que

siguen lucrando a las empresas farmacéuticas) no los hace menos dañinos” (Tomm. K. 1990).

precisamente este beneficio a la larga y llegando a más personas puede ser sumamente lucrativo,

pero no se pueden crear las enfermedades… ¿o sí? bueno según González. y Pérez. en el libro

“La Invención de Trastornos Mentales: ¿Escuchando al Fármaco o al Paciente?” dejan muy en

claro que esto es posible, enfermedades como: el estrés postraumático, la depresión, la fobia
social y muchos otros más, son problemas que surgieron de forma análoga, con esto, no quiere

decir que los problemas mentales, se limiten a ser simples invenciones creadas para sacarle

dinero a la gente, son problemas reales, pero se abordan de tal manera que es casi imposible

distinguir al que no tiene problemas del que si los tiene y cómo este límite es en extremo difuso,

se puede presentar al público en general, ya que cualquier persona puede estar enferma y necesita

fármacos aunque esté sano y sin problemas significativos.

Por la misma dificultad de diferenciar al “sano” del “enfermo” ¿cómo saber si una persona

realmente mejoró? ¿Cómo saber que no tendrá más problemas significativos a lo largo de su vida

o que el mismo problema no volverá a la vida de esa persona? en caso de que vuelvan

dificultades similares a las vidas de las personas, puede que acudan directamente a medicarse, sin

detenerse a pensar, ¿porque sigue ocurriendo esto? ¿puede que en mi sistema social haya algo

que no está bien y por eso me siento así? 

Un gran ejemplo de lo anterior es la esquizofrenia (Cancrini, & La Rosa, 1996), puede que haya

problemas familiares que hagan imposible el hecho de mejorar por cosas que la familia prefiere

solo evitar mencionar, o hacen parte de la vida común donde se ve todos los días y se considera

como problema pero se culpabilizan constantemente en juegos de poder y no se le da cabida a la

escucha activa y la resolución de conflictos, en cambio llevar al “paciente” a una clínica para que

“solucionen sus problemas” (porque quién es más apto y experto en la vida de una persona es

precisamente esa persona, por lo cual si se hablara con ella activamente, sería innecesario asistir a

lugares con profesionales, que no son profesionales en la vida de esa persona esperando que así

se le arregle la vida por obra y gracia del DSM y unas pastillas) solo le causara más problemas, al

que de por sí ya desborda de ellos y aún peor lo sujetara a una etiqueta a la cual su círculo social
puede usarla para incapacitar y vulnerar los derechos, así como medicarlo sin reparo,

probablemente durante toda su vida o que directamente lo alejen de todo circulo social para

vestirlo de blanco y quitarle toda posibilidad de resolver un problema que perfectamente se

hubiera solucionado si su círculo social aceptaba sus falencias y hacia algo al respecto.

Con las etiquetas y antipsicóticos solo arruinamos vidas y quitamos la oportunidad de ver cual es

el verdadero problema.

¿Qué necesita la persona que está frente a mí? ¿Qué es lo que desea o necesita para cambiar esta

situación? ¿Por qué el problema se mantiene? son algunas de las preguntas que me parecen que

son útiles hacernos al momento de estar frente a una persona que sufre, los textos que he leído

hasta ahora me parecen una invitación a resignificar el concepto de la etiqueta, a que las

narraciones de las crisis ajenas pueden estar dirigiéndose para ocultar otros problemas y para

prestar más atención a la manera en que nos acercamos a las personas, tanto con el objetivo de

conocer al otro como que el otro me conozca a mi o a la psicología, estos discursos de poder tan

característicos de la ciencia, de la academia, e incluso de las mismas personas que sufren o

allegados a estas, pretenden darnos el poder para dar juicios de valor, considerando que no somos

expertos en la vida de esa persona, a veces, solo conocemos un momento que no comprende la

complejidad de lo que representa el problema, por lo tanto, hay que tener cuidado de que

comunicamos y de cómo lo comunicamos, porque puede crear relaciones de poder que

obstaculizan diversos procesos sociales, incluso en nuestra vida íntima.

Referencias 
Cancrini, L., & La Rosa, C. (1996). La Caja de Pandora: Manual de Psiquiatría y Psicopatología.

Capítulo 2: El área de desvinculación y de la psicosis 

Ley 1616 .POR MEDIO DE LA CUAL SE EXPIDE LA LEY DE SALUD MENTAL Y SE

DICTAN OTRAS DISPOSICIONES. 21 de enero del 2013.

McNamee, Sh. (1996). Reconstrucción de la identidad: la construcción comunal de la crisis. En

Sh. McNamee y K. Gergen (Eds), La Terapia como Construcción Social. Barcelona: Paidós. 

Gergen, K. (1996). Realidades y Relaciones. Aproximaciones a la construcción social. 

Tomm, K (1990). A Critique of the DSM. Dulwich Centre Newsletter

González, H. y Pérez, M. (2007). La Invención de Trastornos Mentales: ¿Escuchando al Fármaco

o al Paciente?. Madrid: Alianza Editorial.

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