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Lo que Minera Alumbrera nos dejó a las mujeres.

Conversaciones desde el Feminismo


Antiextractivista.
Marianela Gamboa. CITCA/CONICET
mariugamb@hotmail.com

Antecedentes y lectura política del modelo extractivo minero y Minera Alumbrera.

¿En qué suelo están mis pies? ¿Qué privilegio tengo?


¿En qué tiempo me encuentro? ¿Cuánto tiempo tengo?
Estoy donde quiero y donde quiero hecho raíz…
Y si hecho raíz, esa tierra ya es mi cuerpo.

La perspectiva de análisis socio-bio-política desde la cual construyo/construimos nuestra praxis


política, en asambleas y espacios colectivos –académicos y no-académicos-, parte de entender el
extractivismo minero como una de las expresiones del sistema mundo moderno colonial
capitalista-patriarcal, basado en un régimen de alterización (Segato 2016) y apropiación
material y simbólica de las energías vitales y las capacidades de producción y reproducción de
lo común de las comunidades (Linsalata y Salazar 2016; Gutiérrez et al. 2017).

En el marco de la expansión del capital trasnacional y las políticas neoliberales de los años
noventa del siglo pasado, Minera Alumbrera (Ltd.) se instaló en el oeste de la Provincia de
Catamarca, conformándose como el primer laboratorio para la experimentación de la
megaminería a cielo abierto en el país. Este proyecto inició su construcción en el año 1995 y su
explotación en 1997, a cargo de una unión transitoria de empresas (UTE) constituida por la
empresa estatal YMAD (Yacimientos Mineros Agua de Dionisio) con Minera Alumbrera
Limited controlada por Xstrata PLC hasta 2013, cuando Glencore (UK y Suiza) se convierte en
el titular del contrato confidencial UTE con la República Argentina.

Desde los primeros años, los diversos gobiernos nacionales y provinciales han sembrado el
relato del modelo minero como única vía de “modernización y desarrollo” para la provincia,
generado una profunda reconfiguración en las dinámicas de la vida: económicas, ecológicas,
políticas, psíquicas, sociales, culturales, espirituales, etc. (Machado Araoz 2009, 2015).

En Argentina, diversos investigadores y equipos de investigación han estudiado el proceso de


radicación y expansión de la minería transnacional a gran escala (Svampa y Antonelli 2009;
Alimonda 2011; Colectivo Voces de Alerta 2011; Wagner y Giraud 2011; Ciuffolini 2012, entre
otros). Particularmente, el caso de Minera Alumbrera reúne diversos estudios (Gómez Lende
2003; Machado Aráoz 2009, 2010, 2012, 2014; Red Sombra de Observadores de Glencore
2017, entre otros), los cuales han puesto el acento sobre las dinámicas expropiatorias que
involucran los enclaves mineros y sus consecuencias socioterritoriales, así como también
análisis de las dinámicas de conflictividad socioambiental producidas por este tipo de
explotaciones y el estudio, documentación y seguimiento de las políticas estatales-empresariales
sobre la “sostenibilidad” de las empresas trasnacionales.

A su vez, varios estudios en otros países han dado cuenta de cómo el extractivismo minero ha
afectado las bases sociales y ecológico-productivas de las economías rurales (Bury 2007;
Damonte 2007); otras investigaciones se han centrado en entender cómo la conflictividad
minera afecta los tejidos comunitarios de las localidades donde se radican (Bebbington 2007;
De Echave et al. 2009; Hoetmer et al. 2013). Sin embargo, las perspectivas de análisis
nombradas han contemplado parcialmente la mirada que puede darse desde un estudio que
contemple el sistema de sexo-género colonial moderno (Lugones 2008) y la matriz de opresión
múltiple (Hill Collins 1990), como dimensiones claves para entender los efectos que produce la
megaminería en los cuerpos y los territorios sacrificables para el capital.

Varias activistas e intelectuales feministas (marxistas, ecofeministas, decoloniales y feministas


populares de Abya Yala, entre otras) han señalado ya cómo el Capitalismo y el Patriarcado
Moderno han cercado la tierra y los cuerpos, han escindido la producción de la reproducción, la
economía de la política, la naturaleza de la cultura, etc., generando a su vez una pérdida de las
autonomías de las comunidades, principalmente de las mujeres y disidencias (Mies y Shiva
1998; Federicci 2004, Herrero 2013, Navarro 2014, Korol 2018, entre otras). Siguiendo a estas
autoras, el extractivismo y el patriarcado colonial-moderno comparten formas de violencia
dirigidas a destruir los múltiples modos que las comunidades han generado a lo largo del tiempo
para re-producirse, privatizando los cuerpos y la sexualidad de las mujeres, atentando
principalmente contra las tramas comunitarias antagónicas al proyecto del capital (Gutiérrez
Aguilar 2015).

Un antecedente importante en el estudio de los efectos de la megaminería en los cuerpos de las


mujeres y las respuestas de ellas ante el avance de la violencia extractivista en Latinoamérica, es
Astrid Ulloa (2014, 2015, 2016, entre otros). Sin embargo, los contextos que Ulloa trabaja
(Colombia principalmente, México, Guatemala entre otros), presentan particularidades muy
diversas a las que podemos observar en el oeste catamarqueño y en Argentina, que involucran
militarización extrema de los territorios, minería ilegal, asesinatos sistemáticos y
criminalización en maza de las y los defensores de la madre tierra, legislaciones estatales
diferentes, etc. con un despliegue que no permite trazar analogías directas a las situaciones
vividas en nuestro país aunque haya ejes vertebradores comunes.

La pregunta por las prácticas y sus transformaciones.


El transitar por espacios asamblearios en un principio socioambientales, ecologistas o
antimineros, el paso por la universidad como estudiante activista, la arqueología como arena de
disputa de sentidos, el habitar las tierras catamarqueñas y las rupturas que todo ello produjo en
mí, son los motivos por los cuales mis preguntas e inquietudes políticas se convierten en
preguntas de investigación como sustrato integral del devenir feminista en este paisaje.
Resumidamente las indagaciones que me propongo a largo plazo, giran en torno a las
transformaciones de las prácticas de cuidado, producción y reproducción de la vida colectiva,
humana y no humana (Composto y Navarro 2014, Gutiérrez Aguilar 2015), llevadas a cabo por
mujeres1 -en relación con otros y otras- en las diferentes localidades de los departamentos
Andalgalá, Belén y Santa María. Abordo las metamorfosis de dichas prácticas considerando los
impactos producidos por la instalación y explotación de Minera Alumbrera (Ltd.) en el oeste
Catamarqueño desde 1995 hasta la actualidad y la implementación de políticas públicas y
empresariales neoliberales basadas en el modelo de desarrollo minero impulsado por el Estado
provincial, nacional y el capital financiero internacional. Sin embargo, la propuesta de trabajo
comprende una segunda dimensión temporal, más profunda que implicará la reflexión y
problematización de las configuraciones geopolíticas que se sucedieron en los actuales
territorios definidos como departamentos (Andalgalá, Belén y Santa María) de la Provincia de
Catamarca, desde momentos coloniales.

La escala espacial que contemplo está definida a partir de la ubicación de la planta de


operaciones de Minera Alumbrera y sus zonas de impactos directos: los departamentos
mencionados, que a su vez son los puntos de resistencias sociales más fuertes en la provincia.

Este abordaje no lineal del tiempo y las transformaciones producidas por el impacto de minera
Alumbrera en las prácticas de cuidado, producción y reproducción de la vida, implica un
ejercicio genealógico feminista (Ciriza 2015) que contempla la construcción de una trama
transhistórica desde las memorias y narrativas de las mujeres y los diferentes archivos (De Oto
2018) o fuentes recolectadas, posibles de ser excavados y analizados respecto de los procesos de
larga data, coloniales y estatales en la región, como así también de los procesos de lucha y re-
existencias que se sucedieron en torno a las múltiples violencias ejercidas sobre los cuerpos de
mujeres desde la colonial modernidad.

1 Siguiendo a Ochy Curiel (2013) y los planteamientos teóricos del feminismo descolonial y el lesbofeminismo
autónomo latinoamericano, entenderé por “mujeres” una categoría social-cultural construida políticamente,
resultado de la ideología de la diferencia sexual que deriva de la división sexual del trabajo en diferentes
sociedades y de la concepción moderna-patriarcal sobre los cuerpos sexualizados desde la diferencia respecto
del universal Hombre. Reconociendo que la categoría “mujeres” puede invisibilizar las diversas expresiones
corporales que se autoperciben o son adscriptas a “lo femenino” (lesbianas, travestis, trans, queer y no
binaries), asumo que dicha categoría me permitirá realizar en este trabajo una articulación política de las
opresiones comunes en torno a la alterización sexo-genérica.
Las preguntas se reformulan en el mientras tanto de la investigación, pero todas giran en torno a
realizar una arqueología del extractivismo minero entendido como expresión moderna del
sistema Patriarcal colonial-capitalista-estatal. Las preguntas son muchas, y lejos estoy/estamos
de tener respuesta a todas ellas. Sin embargo, compartirlas como interrogantes para ponerlas en
tensión, en debate, expuestas de forma cruda, para repensarlas con otras, otros y otres, me
parece un ejercicio necesario en esta instancia de mi trabajo.

¿Qué sucede y qué sucedió con las mujeres y sus dinámicas de vidas -singulares y colectivas-,
en los departamentos de Belén, Santa María y Andalgalá desde el desembarco de Minera
Alumbrera en sus territorios hasta la actualidad? ¿Qué procesos de cambio económicos-
sociales-culturales son percibidos por las mujeres y sus familias en la dinámica social? ¿Qué
conflictos, tensiones y negociaciones se han sucedido en este tiempo?

¿Ha afectado a la división sexual de trabajo la instalación y explotación de Alumbrera? ¿Cuáles


son los roles/tareas asignados a las mujeres en dicho contexto megaminero? ¿Cómo se vivencia
el “trabajo doméstico” en las diversas comunidades? ¿Se ha transformado desde la llegada de
Alumbrera? ¿Qué vinculaciones laborales establecen/establecieron las mujeres con la empresa?

¿Cómo ha impactado en las comunidades indígenas de la región? ¿Hay vinculación en los


procesos de organización y visibilización indígena y el avance de los proyectos mineros en sus
territorios? ¿Cómo perciben las mujeres indígenas y campesinas la mirada desarrollista del
discurso estatal-empresarial prominero?

¿Cuántas mujeres y sus familias han sido desplazadas, desterritorializadas y despojadas de sus
lugares de vida por el impacto de la megaminería a cielo abierto? ¿Cómo ha sido el proceso de
reasentamiento y reorganización de la vida de estas mujeres? ¿Ha habido impactos,
transformaciones y continuidades de las formas políticas previas de producción y reproducción
de los medios de existencia?

El feminismo en territorio como propuesta metodológica

En términos teóricos-metodológicos esta investigación está situada desde la perspectiva


feminista descolonial (Espinosa et al. 2014, Espinosa 2016) retomando algunos aportes de la
Ecología Política del Sur, la Ecología Política Feminista y la Perspectiva crítica mexicana,
recuperando aportes de la Antropología de la dominación (Curiel 2013) y la Etnografía
dialógica (Clifford 1991, 2001). A su vez, los desarrollos teóricos de activistas y académicxs de
diversas disciplinas sociales en relación al binomio Modernidad/colonialidad y los diversos
tipos de colonialidades conceptualizadas: colonialidad del poder, del ser, del saber y de género,
son el marco general dentro del cual nos situamos las feministas decoloniales. En este sentido,
consideramos que para realizar un “estudio científico” desde esta mirada, no es suficiente
estudiar “el género” y dar a conocer las relaciones de poder que evidencian que “las mujeres”
son más subordinadas que los hombres de los sures geopolíticos. Es necesario ir más allá de la
propuesta clásica del feminismo liberal, blanco y burgués que plantea que las diferencias entre
hombres y mujeres son constructos sociales que crean desigualdades jerárquicas, superables si
se alcanza la “igualdad o equidad de género” en términos cívicos y sociales.

Lo pertinente desde nuestro abordaje teórico-metodológico, es integrar la colonialidad del


género (Lugones 2008) como parte constitutiva de las relaciones de dominación moderna, pero
no la única. Es por ello que resulta interesante traer aquí los aportes de Ochy Curiel (2013), que
entrama las formas de la colonialidad de manera situada y asume la(s) diferenciación(es) (no la
diversidad) o en palabras de Rita Segato (2016) los procesos de alterización, como un
fenómeno colonial, aportando desde el campo de la antropología al feminismo descolonial,
entendido como una práctica corpórea, enraizada a un cuerpo investigador que se pregunta en
territorio -en contexto- desde las experiencias que nos habitan.

Es por ello que este posicionamiento se teje con una práctica territorial, que entrama nuestro
devenir feminista en el contexto extractivista, que hemos nombrado feminismo en territorio y
que también hemos intentado narrar en talleres vivenciales en espacios comunitarios, jornadas,
encuentros y algunas presentaciones con compañeras del Observatorio Feminista de
Catamarca2 (Gamboa et al. 2018, Gamboa 2019, Gamboa et al. 2019).

Uno de esos espacios de reflexión y construcción política, de compartir, poner en cuestión y re-
significar saberes y conocimientos, ha sido lo que nos dimos en llamar (ambiciosamente)
Encuentro Plurinacional de Feministas Antiextractivistas del Sur, realizado en la localidad de
Famatanca, Dpto. Santa María (Catamarca) este verano de 2019 –días previos al casamiento de
la compañera que nos recibió en su finca (sí, encuentro feminista y acollaramiento), entre cocina
y huertas-, con algunas compañeras feministas de asambleas socioambientales de la regional de
la UAC Cuyo-Noa3, de comunidades indígenas de la región y de la organización FemiCoyas de
Santa María.

Situar las experiencias, las memorias y las narrativas propias, de otras mujeres, de nuestros
linajes maternos, del territorio, son parte de la metodología que construimos para contar nuestra
historia, para analizar nosotras mismas el impacto del modelo extractivista sobre nuestras raíces,
nuestros devenires, nuestros amores, nuestro caminar y nuestras prácticas de cuidado,
producción y reproducción de lo común; y así también, sanar.

2 Espacio colectivo feminista que integro actualmente, como tallerista e investigadora independiente.
https://www.facebook.com/observatoriofeministacatamarca/
3 La UAC es la Unión de Asambleas de Comunidades (ex Unión de Asambleas Ciudadanas), que tiene sus

espacios de encuentro y discusión regionales. Catamarca junto con La Rioja, San Juan, Mendoza, Tucumán,
Salta y Jujuy, conforman la Regional Cuyo-Noa. https://asambleasciudadanas.org.ar/
Pretendo traer aquí una mirada feminista de las tensiones territoriales que se suceden tanto en el
oeste catamarqueño como en la capital catamarqueña donde vivo actualmente, desde los relatos
y memorias de diversas mujeres con quienes he trabajado en esta primer etapa de la
investigación, con la intención de poner en diálogo y sujetar a la crítica el abordaje que vengo
realizando en mi trabajo de investigación como activista feminista antiextractivista.

Defender la vida colectiva y la autodeterminación de los territorios cuerpo-tierra

Los procesos de desterritorialización y despojo se evidencian en casos como los


desplazamientos forzados de familias que habitaron ancestralmente localidades como Vis Vis,
Amanaos o Los nacimientos4, las enfermedades de las personas, la muerte del ganado, la flora y
la fauna silvestre, la destrucción de las fincas agrícolas, la gran disminución del acceso al agua
principalmente de los productores del departamento Santa María, la contaminación de los ríos,
el aire y la tierra, las amenazas de nuevos proyectos en las zonas, la represión policial y la
criminalización de manifestaciones sociales, etc. son algunos de los impactos verificados que
produjo Minera Alumbrera.

Como disparadores, quisiera compartir algunos interrogantes y reflexiones que han surgido en el
proceso dialógico en curso, en entrevistas singulares pero principalmente en las conversaciones
colectivas, en los encuentros y talleres realizados durante la última mitad del año 2018 y lo que
va del 2019, que han surgido muchas veces problematizando consignas feministas
internacionales, que el poder se las ha devorado, y que muchas veces repetimos casi sin
pensarlas en territorio.

¿NO es No? ¿Qué pasa cuando las mujeres decimos NO y expandimos el universo del “No”
vinculado a lo sexual y lo pensamos en el pluriverso de la emancipación cuerpo-tierra,
recomponiendo el metabolismo social entre el binomio moderno Naturaleza-cultura? ¿Qué pasa
cuando el NO es respecto a la supervivencia y la reproducción-cuidado de la vida toda, humana
y no humana?

La contradicción nos habita, y si bien reivindicamos muchas veces la consigna “Mi cuerpo es
mío”, en el masticar esta certeza, algo se nos mueve y nos pone en dudas: ¿no encierra acaso

4 Los poblados afectados directamente por la Planta de Operaciones, en particular por los desechos arrojados
al dique de colas que produjo filtraciones en la Cuenca del Río Vis Vis, son Amanaos y Vis Vis del Dpto.
Andalgalá. En el caso de Amanaos es significativo el impacto en la desterritorialización sufrida por sus
habitantes. Los datos censales registran que en el año 1991 -antes de la instalación de Minera Alumbrera-
vivían 98 personas, disminuyendo a 49 personas cuatro años después de la instalación, pasando a ser 29
habitantes según último censo 2010. El caso de la Familia de Rosalinda Flores Casas–antiguos habitantes de
Vis Vis denunciantes civiles de Alumbrera- ejemplifica esta situación: la pérdida de potabilidad del agua, de
sembradíos y ganado, es decir, de la capacidad re-productiva de la tierra y las personas, ha desplazado a la
familia de su territorio.
esta idea una lógica racional-occidental moderna de entender al cuerpo como propiedad
privada? como “objeto” desconectado del tejido de la tierra.

La maternidad será deseada o no será. ¿Cómo y quienes gestionan/producen los


deseos(nuestros)? ¿Se puede desear maternar libremente en un territorio mineralizado, destruido
por el saqueo extractivista? ¿Cómo hablamos de despenalización y legalización del aborto en
territorios donde las mujeres pierden embarazos y sus hijxs por la contaminación?

Despatriarcalizar el propio feminismo. ¿Qué pasa con el feminismo urbano que cree las
“mujeres del interior” están más oprimidas que aquellas “empoderadas y sororas/fraternas” de la
ciudad? ¿Qué pasa con las decisiones de las lesbianas, travestis y trans por fuera de la
institucionalidad estatal? ¿Queremos ser incluidas en la estructura heternormativa del Estado?
¿Esa es nuestra disputa? ¿la igualdad, la paridad, el poder? ¿A quiénes nos queremos igualar?
¿Al Hombre individuo/modelo que definió la modernidad como “sujeto de derechos”?

¿Qué legitimarán las mujeres en el poder ocupando el 50% de los cargos parlamentarios? ¿A
quiénes beneficia esta ley? ¿Es casual que sea una política internacional bajada a todos los
países del llamado “tercer mundo” y que argentina sea la primera en sancionarla? Si quien nos
manda a reprimir es una gobernadora y una presidenta ¿es menor la violencia? ¿Qué pasa con la
racionalidad masculina moderna del mundo encarnada en “cuerpos de mujeres” que ocupan
lugares del poder?

¿Qué nos dejó Minera Alumbrera a (algunas) mujeres que habitamos Catamarca desde
las Resistencias asambleadas?

Aclaro (nuevamente) el algunas, para no generalizar la experiencia de “las mujeres” ni


homogeneizar sentires; digo desde la resistencias asambleadas, porque las conversaciones
pendientes con las mujeres que no han participado de procesos asamblearios –que resisten de
otros múltiples modos- son infinitas aún e inagotables. Y porque a veces estas “aclaraciones”,
estos pararse a explicar qué queremos decir con algunos conceptos que tan normalizados están,
hacen la diferencia política y nos permiten ubicarnos nuevamente, en la disputa de sentidos, en
la contradicción de lalengua, de los significantes y las representaciones sociales.

La pregunta por Alumbrera, entre nosotras, se responde visceralmente.

La voz de quien intenta sintetizar con palabras las emociones que brotan ante semejante vacío,
nace desde las tripas y se expande por todo el cuerpo; es una voz vibracional que implica
muchos silencios, suspiros, dolores y movimientos corporales que manifiestan desde otros
lenguajes la herida del cuerpo-territorio y el territorio-tierra, la herida colonial de la que nos
habla Silvia Rivera Cusicanqui y tantxs otrxs luchadorxs de nuestra Abya Yala.

En el decir escuchando, en la escucha política del compartir, del diálogo como encuentro sin
jerarquías (cualquier forma de diferenciación bases de la sociedad racista occidental
heteronormada: clase, raza, género, edad, etnia, prestigio/trayectoria, etc.), se produce el
ejercicio de la memoria histórica, entramada, colectiva, que nos permite hilar fino, bien finito
como lana de vicuña, el proceso del cual somos parte, que nos remonta a pensarnos mirando el
pasado, como posición política para disputar el futuro generacional. Así, limpiamos los vellones
de ideas, sacamos (algunas) basuritas con las que nos han contaminado la percepción, y
conectamos las desigualdades de género previas al proceso de conquista de nuestramérica, con
la instauración de nuevas formas de violencia, sistematizadas en la producción de un sistema
mundo moderno/colonial que en nuestros territorios tiene sus propias particularidades, sus
concreciones geohistóricas, y comenzamos a trazar correlaciones entre la feminización de la
naturaleza, la deshumanización de las mujeres, las disidencias, lxs negrxs, lxs indixs, lxs
migrantes, lxs otrxs: las, los y les de abajo.

La lucha contra el extractivismo minero en nuestros territorios no se resume a un No. En este


proceso de salir ante la amenaza instintivamente, ferozmente, a cortar la ruta, el camino, a
folletear, a preguntar, a repudiar, a leer para informarnos, a exigir que se nos consulte, a
organizarnos y producir nuestra propia verdad y autonomía sobre la tierra que habitamos, hay
una profunda conexión con la naturaleza de la que somos partes.

Nuestras experiencias de “activismo” están vinculadas a la defensa de la madre tierra, de


nuestras cuerpas y nuestras economías, nuestras vidas colectivas relacionales en
interdependencia con otros seres. Hay una visibilización de un común que nos integra, más allá
de las diferencias políticas atravesadas por el colonialismo interno y la fragmentación que ha
producido en nosotros el proceso de socialización dentro de las familias nucleares, las
instituciones y aparatos estatales, etc.

Ese común, citando a Raquel Gutiérrez, refiere a la:

“acción colectiva de producción, apropiación y reapropiación de lo que hay y de lo que es


hecho, de lo que existe y de lo que es creado, de lo que es ofrecido y generado por la propia
Pachamama y, también, de lo que a partir de ello ha sido producido, construido y logrado por
la articulación y el esfuerzo común de hombres y mujeres situados histórica y geográficamente”
(2017:75).
Cuando hacemos memora de esas prácticas de producción de lo común, es cuando podemos
dimensionar los impactos de Alumbrera, que una compañera asambleísta, música y productora
Santamariana nos compartía con las siguientes palabras, que resumen y manifiestan los
sentipensares sobre lo que Alumbrera nos deja a las mujeres:

“Los impactos de minera Alumbrera se notan cuando se habla cómo era antes la subsistencia...
el trabajo en la casa, en la finca, era repartido. Vivian varios en la casa. La finca daba la
subsistencia de las familias. Si bien las mujeres tenían el cargo de las tareas domésticas, los
varones también participaban en algunas cosas, ya sea la carneada del animal, obviamente la
parte de agricultura era lo mismo, había una reciprocidad en lo familiar... con la llegada de la
megaminería se cambia el paradigma, como en muchos lados que el campo es abandonado, y
acá el trabajo de finca también se empieza a subestimar y a considerarlo trabajo de pobre. Y
bueno, la gente empieza a dejar la finca, se va cambiando, se va urbanizando en algún
aspecto... y con la esperanza de entrar a la mina... Acá más que nada el varón tiene esa
expectativa de entrar a la mina. Por ahí nunca lo logra, porque el porcentaje de personas que
trabaja con respecto a todo los que son trabajadores, es muy bajo... no es significativo. Pero
igual se vive de esa fantasía de que uno va a entrar a la mina. Lo que hace la minería, es que
se abandone las economías regionales, agricultura, artesanía, turismo... no se pone la energía
en esos trabajos... estamos siempre a la espera de entrar a la mina. Los que lo logran se vuelve
un asalariado, y al abandonarse la finca, las mujeres obviamente solas no pueden hacer ese
trabajo de la finca porque es duro, y hay como un retroceso porque tiene que depender del
hombre en el salario, pierde mucha autonomía al tener que depender de su esposo-compañero
que va a trabajar a la mina, y bueno depende de ese sueldo.

Eso por un lado.

Otra cosa que genera todo esto, es la exacerbación de la masculinidad. Eso de tener el dinero,
de tener más ingreso que cualquier otro sueldo promedio que pueda tener un docente o
cualquier otro trabajo que se haga aquí. Eso ha vuelto a los varones... los ha vuelto más...
este... prepotentes. Se le da mucha importancia a la casa de dos pisos, a tener la hilux (...) es
como un símbolo de poder, de masculinidad, y eso ha embrutecido a los hombres en algún
aspecto y ha embrutecido el vínculo con las mujeres (...)

Claro que tuvo un impacto negativo, porque se ha perdido la mirada hacia lo comunitario. Con
la llegada del extractivismo lo comunitario ha pasado a ser una cosa de pobre o de indio, eso lo
he escuchado, “que la finca es cosa de indios”, y se fue hacia lo individual, ganar dinero y que
solo importe eso, no importa los efectos negativos y ambientales -que son obvios y todo el
mundo conoce- que tiene la megaminería en lo ambiental, sino lo que importa es el dinero. Y
bueno. Grandes dificultades con los vínculos hacia las personas y hacia la naturaleza, porque
no se respeta nada. El mismo vínculo que se plantea hacia lo femenino, hacia la mujer, también
es el mismo vínculo que se hace con la Pachamama, con lo femenino de la tierra. Esa cosa en
general, como con los rally, esa cosa de meterse e ir y romper... que son lugares que tienen que
estar protegidos, se va y se los rompe. No importa si matan plantas o animales, esa cosa de ir a
cazar está bien aquí, bien presente, exacerbadas en las prácticas masculinas típicas de
mineros...5

De estas conversaciones, se desprenden algunas “conclusiones” a seguir pensando, basadas en


las vivencias y experiencias de mujeres de diversas generaciones, quienes percibimos que en los
contextos de explotación metalífera a cielo abierto, donde las mujeres somos afectadas de
manera específica y sistemática, por diversos motivos:

a) hemos sido y somos quienes garantizamos de maneras diversas la reproducción de la vida


colectiva sintiendo el impacto en las tramas familiares y vinculares, de la introducción de una
actividad de enclave como Alumbrera;

b) hemos sufrido en los cuerpos la explotación y la apropiación de la fuerza productiva,


distorsionando nuestra capacidad creadora y re-creadora de vida volviéndonos maquinaria para
la procreación de mano de obra barata para las empresas, y

c) nuestros cuerpos son constituidos como objetos de consumo para la sexualidad masculina
heteronormada que transita y habita las zonas operativas de la mina, entre otras violencias y
modificaciones de nuestras subjetividades.

Otra compañera, docente y defensora de Andalgalá, recuerda el tiempo de corte permanente de


ruta y guardias en El Algarrobo, y piensa la resistencia como una posibilidad de salir de la casa
para las mujeres y dejar la cotidianeidad que estaban puestas como tareas de las mujeres... en
esas guardias se jugó mucho del tiempo y de lo que se entendía como familia, llevando a
muchas y muchos a tener problemas con sus maridos y parejas... “algo muy común en las luchas
sociales” me dice. También menciona cómo la lucha nos produce rupturas, nos damos cuenta de
cosas que antes no las veíamos o notábamos, “una piensa que antes vivíamos en un termo (se
ríe), vivía en su casa y con sus problemas cotidianos cuando salís a una resistencia como esta
te das cuenta que el mundo es muy complicado, que es mucho más que lo que vos tenes en tu
casa, madurás muy de golpe... y a veces es difícil... es difícil aguantar, llevar muchos años esto.
Me ha hecho llegar muchas veces a crisis, creo que ahora estoy en una, por distintas razones
viste... por distintas razones que uno ve, se va dando cuenta de que... para el gobierno sos solo

5 Las transcripciones son mías.


un número, que todo lo que te han enseñado que es la patria, que es... no sé mira, muchos
conceptos se han ido reformulando en mí”.

El dolor y la angustia, las crisis y la ruptura del imaginario colectivo sobre “nuestra identidad”,
“la patria”, “los derechos”, son costos y aperturas políticas que Alumbrera nos dejó.
Transitamos momentos de acuerpamientos fuertes, que nos han acercado a muchas personas,
pero también nos significaron rupturas al interior del entramado familiar, en pueblos como
Belén donde en la mayoría de las familias ya no se puede hablar de la minera, porque duele...
porque hay un hermano, padre, tío o hijo minero. Porque nos han desgarrado internamente, no
sólo en las familias, sino también en las asambleas... donde se ha infiltrado la duda, la
desconfianza y la mala política. Estos sentires reflejan un entramado de violencias que se
remontan a la estructura patriarcal estatal, con sus instituciones de normalización como lo son
las escuelas, y las familias nucleares con sus roles de género, que cuando generamos
corrimientos o rupturas, todo aquello que nos sostiene –la comunidad escolar, los vínculos
familiares, la nacionalidad, etc.- se desaparece y se abre un abismo y un camino de preguntarse
por una misma y el sentido de nuestro quehacer cotidiano. Y sucede que empezamos a enseñar
diferente, a cuidar diferente, a ocuparnos de otras tareas, a dialogar con lxs vecinxs y buscar
organizarnos.

Siempre hay movimiento, metamorfosis y reacomodamiento de los sentires... el tiempo y el


encuentro del diálogo a través del arte viene haciendo su trabajo de hormiga. Hay un semillero
de resistencia en cada cuerpo marcado por la represión, por la persecución y el miedo. Hay una
capacidad de germinar cuando se nos riega con un poquito de esperanza, entendida como
capacidad de ver el mundo con los ojos de la posibilidad de ser y habitar sanamente nuestra
tierra.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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