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Por qué aún hay esperanza de revertir el daño que le hemos hecho a la Tierra
Lo que revela el nuevo mapa más completo de la Vía Láctea
De la astronomía a la ecología
Lovelock basó su hipótesis inicial en su observación científica de la atmósfera de la Tierra y… de Marte.
Por aquel entonces, a mediados de la década de 1960, trabaja como parte del equipo de exploración
espacial de la NASA en el Laboratorio de Propulsión a Chorro en Pasadena, California.
Como experto en la composición química de los dos planetas, Lovelock se preguntó por qué nuestra
atmósfera era tan estable.
Consideró que, a diferencia de Marte, algo debería estar regulando el calor, el oxígeno, el nitrógeno y otros
componentes esenciales.
"La vida en la superficie es la que debe estar haciendo la regulación", escribió junto a la microbióloga
estadounidense Lynn Margulis, quien fue coautora del estudio sobre Gaia.
El estudio que afirma que el interior de la Tierra se está enfriando más rápido de lo esperado (y las
consecuencias que implica para la evolución del planeta)
Muchos científicos consideran también que está débilmente respaldada o en desacuerdo con la evidencia
disponible al punto de que algunos como Tyler Volk la han llamado "pensamiento optimista".
Más allá de los que todavía defienden o cuestionan la teoría, para muchos uno de sus principales aportes fue
también el lugar que da a los humanos dentro de ese sistema y cómo nos presentó como una de las
principales amenazas para el equilibrio natural de la Tierra.
"Estamos jugando un juego muy peligroso. Estamos interfiriendo directamente en los principales
mecanismos de regulación de Gaia ", dijo Lovelock a la BBC en 2020.
"Mi razón principal para no jubilarme es que, como la mayoría de ustedes, estoy profundamente preocupado
por la probabilidad de un cambio climático enormemente dañino y la necesidad de hacer algo al respecto
ahora", agregó.
El albedo es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella. Las
superficies claras tienen valores de albedo superiores a las oscuras, y las brillantes más que las mates. El albedo medio de
la Tierra es aproximadamente 0.3.1 Este valor es adimensional y se mide en una escala de cero (correspondiente a
un cuerpo negro que absorbe toda la radiación incidente) a uno (correspondiente a un cuerpo blanco que refleja toda la
radiación incidente).
Es una medida de la tendencia de una superficie a reflejar radiación incidente.
Un albedo alto enfría el planeta, porque la luz (radiación) absorbida y aprovechada para calentarlo es mínima. Por el
contrario, un albedo bajo calienta el planeta, porque la mayor parte de la luz es absorbida por el mismo.
La presencia de agua en la Tierra crea una interesante realimentación positiva para el albedo, ya que las bajas temperaturas
incrementan la cantidad de hielo sobre su superficie, lo que hace más blanco al planeta y aumenta su albedo, lo que a su
vez enfría más el planeta, creando nuevas cantidades de hielo; de esta manera, teóricamente al menos, podría llegarse al
punto en que la Tierra entera se convertiría en una bola de nieve.
En astronomía ofrece un medio indirecto de averiguar la naturaleza de un astro mediante la comparación de su albedo con el
de materias conocidas. El más alto registrado hasta el momento en el sistema solar corresponde al del
satélite Encélado de Saturno, y el más bajo, al de algunos asteroides carbonáceos, así como a los satélites
marcianos Fobos y Deimos.