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DE DETERMINACIÓN ENTITATIVA
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(11) Cf. OSKÁR BAUHOI ; ER, Das Geheimnis der Zeiten, Kosel, Miin-
chen, 1935, págs. 19 y sigs.
(12) V. sobre lo que sigue KLEMENS BROCMÓLLER, Christenlum am
Morgen des Atomzettalters, Knecht, Frankfurt, a. M., 1954, págs. 28 y si-
guientes, aunque las conclusiones que deduce para nuestro tiempo sean,
sumamente discutibles.
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(26) Cf. A. DEMPF, «Die gestige Stellung Berhards von Clairvaux ge-
gen die Cluniazansische Kunst», en Die Chimare seines Jahrhunderts. Vier
Vortriige über Bernhar von Clairvaux, Werkbund V., Würzburg, 1953,
página 38.
(27) Cf. F. HEER, Europáisches Gesttesgeschichte, Europa V., Ziirich,
págs. 93 y sigs.
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(28) Cf. E. ANITCHKOF, Joachim ele Flore et les milieux courtois. Colle-
zione Meridionaie Ed. Roma, 1931, págs. 232 y sigs. El conjunto de la
literatura sobre joaquinismo en HERBERT GRUNDMANN, Neue Forschungen
über ¡oachtm von Fiore, Simons V., Marburg, 1950 que había dado ya la pri-
mera monografía fundamental sobre el monje calabrés, Studien über foa-
chim vom Flons, Leipzig, 1927.
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mente la condición de ley —o non videtur esse lex quae justa non
fuerit», dice San Agustín en De Libero Arbitrio— en el Defen-
sor Pacis se deja por completo de lado esa esencial reducción
de la ley a un principio como el de justicia, que presupone refe-
rencias categóricas a una inteligencia trascendental de la convi-
vencia humana. La inscripción metódica de la realidad social «¡n
praesente saeculc» la cual se lleva a cabo en oposición consecuente
a la idea agustiniana de la civitas peregnnans como miembro en
la tierra de la ciudad de Dios, no significa meramente lo que se
viene entendiendo por seculanz.acíón. No supone tan sólo que el
hombre trate de encontrar una configuración en el mundo de su
existencia, sino en primer término la fijación de la existencia en
en un nuevo marco ontológico que es justamente la sociedad.
Con esta mentalidad se pone en marcha un proceso intelec-
tual que hace crisis en nuestros días y que persigue el fijar la
estructura entitativa de esa nueva realidad conformadora de la
existencia humana. La persecución de este nuevo universo exis-
tencial teóricamente esquivo, pero que el hombre moderno palpa
vitalmente en cada gesto, constituye la lógica interna de todo el
el pensamiento filosefico-social —y no sólo social— del Occidente
moderno. En manera alguna se trata de un experimento pura-
mente intelectual, sino de algo mucho más hondo y exigitivo. Ni
siquiera se agota la cuestión en la necesidad práctica de calcular
estructuras político-sociales adecuadas. Menos aún puede mante-
nerse el problema dentro del marco académico de los sistemas
filosóficos, por cuanto sus vías de ataque y los supuestos de su
planteamiento, se descubren por doquier en la trama general de
la vida social. La constitución del Estado moderno como el naci-
miento de la moderna economía capitalista han sido intentos de
establecer la mecánica inmanente de la sociedad, pero también
lo han sido la idea histórica de nación por una doble vía romántico-
democrática, la teoría de la evolución con su organismo biológico
como fondo o la idea de una religión civil tal como queda apuntada
en Rousseau. El nervio de la cuestión está en que el desvaneci-
miento tenaz del encuadre teológico de la convivencia, la frus-
tración histórica de la existencia social cerno «lugar teológico» de
la idea del mundo, como «peregrinado» termina por desarticular
todos los supuestos de orientación ontológica del hombre en el
mundo al tiempo que postula existencialmente un nuevo encuadra-
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(47) Systéme social, ed. original Londres, 1774, ch. VI, pág.
(48) Ib., ch. VI, pág. 57.
49) Ib., ch. I, pág. 11.
(50) Ib., ch. I, pág. 1; ch. II, p. 20.
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(Continuará)