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FACULTAD DE DERECHO
En primer lugar, debemos encuadrar este supuesto dentro del artículo 156 de la ley general de la
seguridad social que define el concepto de accidente de trabajo y recoge unas previsiones que
permiten concretar el alcance de dicho concepto.
Según el artículo 156. 1 “Se entiende por accidente de trabajo toda lesión corporal que el
trabajador sufra con ocasión o por consecuencia del trabajo que ejecute por cuenta ajena”.
De este primer apartado del artículo de la Ley, y sin perjuicio de los restantes, se deduce que el
concepto de accidente de trabajo se compone de tres elementos: el trabajador por cuenta ajena
que sufre el accidente, el daño corporal producido y la relación de causalidad entre dicho daño y
el trabajo que desempeña.
Pasamos por tanto a analizar estos tres elementos para este caso concreto:
-Trabajador por cuenta ajena: están regulados en el artículo 7.1. a) LGSS, que hace expresa
referencia al artículo 1.1 del Estatuto de los Trabajadores. Teniendo en cuenta estos dos
artículos y apreciando en el caso las notas de voluntariedad, retribución, ajenidad y
dependencia, determinamos que efectivamente Julio Doblas es un trabajador por cuenta ajena.
-Lesión corporal: en este caso se produce ya que se ha fracturado el brazo. Para reforzar esto
señalamos la sentencia del TSJ de Andalucía 11806/2002, que considera accidente laboral la
fractura de un brazo con motivo de una caída.
-Relación de causalidad: en este caso se cumple la presunción del artículo 156.3 que establece
que se presumirá, salvo prueba en contrario, que son constitutivas de accidente de trabajo las
lesiones que sufra el trabajador durante el tiempo y en el lugar del trabajo. Esta presunción
legal entra en juego cuando concurren las dos condiciones de tiempo y lugar de trabajo, lo que
determina, por su juego, que al demandante le incumbe la prueba del hecho básico de que la
lesión se produjo en el lugar y en tiempo de trabajo; más con esa prueba se tiene por cierta la
circunstancia presumida y quien se oponga a la aplicación de los efectos de la presunción tendrá
que demostrar la falta de conexión entre el hecho dañoso y el trabajo (SSTS 03/12/14).
La Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 20 de noviembre de 2006, RJ
2006\8367 establece que la presunción de laboralidad «contiene la doble exigencia de que la
lesión que sufra el trabajador se produzca durante el tiempo y en el lugar de trabajo». Es decir,
deberán concurrir los dos requisitos, no siendo suficiente uno u otro por separado.
Además, resaltar la sentencia TSJ Castilla-La Mancha, S 15-5-2000, nº 574/2000, rec.
804/1999, en la que el trabajador sufre el accidente cuando esta materialmente en el lugar de
trabajo, pero sin estar en el lugar concreto en el que desarrollaba su actividad.
Por lo tanto, se llega a la conclusión de que nos encontramos ante un accidente de trabajo.
Pasamos a señalar ahora varias sentencias de relevancia en esta cuestión que hacen referencia a
caídas por escaleras:
Ahora que ya hemos establecido la situación como un accidente de trabajo toca descubrir si el
hecho de que bajara los escalones de tres en tres podría ser calificado como imprudencia
temeraria
La Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social, Sección 1ª), de 18 de septiembre de
2007, RJ 2007\8446 señala «la imprudencia temeraria, a la luz de lo dispuesto en el artículo 115
de la Ley General de la Seguridad Social se diferencia de la imprudencia profesional de manera
palmaria en el precepto; esta última especie de imprudencia, que no rompe el nexo causal entre
la lesión y el trabajo, es consecuencia del ejercicio habitual del trabajo y se deriva de la
confianza que éste inspira por la repetición de unos mismos actos, en tanto que la imprudencia
temeraria presupone una conducta en la que su autor asume riesgos manifiestos, innecesarios y
especialmente graves ajenos al usual comportamiento de las personas; en otras palabras, puede
concebirse como el patente y claro desprecio del riesgo y de la prudencia más elemental
exigible, definida en la sentencia de esta Sala de 16 de julio de 1985 como aquella conducta del
trabajador en que excediéndose del comportamiento normal de una persona, se corra un riesgo
innecesario que ponga en peligro la vida o los bienes, conscientemente».
A este caso a nuestro parecer, se podría adecuar la frase del TSJ de la Sentencia nº 2658/2016
de 29 de abril que dice: «responde más a un exceso de confianza (…) que a una voluntad
deliberada de asumir el riesgo que entrañaba su posición».
Por lo tanto, dado que el accidente se produjo más bien por un exceso de confianza derivado de
una conducta que el trabajador repetía a diario, este caso debe ser calificado como una
imprudencia profesional del art 156.5.a y por tanto no impedirá la calificación como accidente
de trabajo. A destacar el auto ATS 17171/2021 que hace referencia a una sentencia dictada a
favor de un trabajador que se cayó de una escalera de mano por no tomar las medidas de
seguridad adecuadas y lo califica como imprudencia profesional y no temeraria.
2- Maribel Almansa, Juana Martínez y Manuela Jiménez son abogadas al servicio de una
multinacional, y prestan servicios en Oviedo. Las tres acuden a un seminario de
especialización celebrado en Sevilla. La empresa paga los gastos de Maribel y Juana, en el
marco de un programa de formación, mientras que Manuela no disfruta de tal beneficio y
acude por considerar que puede resultar interesante. En el marco de una visita guiada, a
cargo de los organizadores del seminario, Maribel, que sufre vértigo de nacimiento, tiene
un episodio de vértigo en lo alto de la Giralda, y cae por las escaleras. Juana y Manuela
intentaron sujetarla, pero perdieron el equilibrio, sufriendo las tres lesiones de distinta
relevancia que han exigido su hospitalización.
En primer lugar, debemos analizar si esta situación constituye un supuesto de accidente en
misión (in misión).
Para ello, se han de considerar dos elementos:
• El desplazamiento del trabajador para cumplir la misión.
• La realización de una actividad encomendada por el empresario, o que se realice en interés del
buen funcionamiento de la empresa, que puede ser ajena a la actividad habitual que tiene
atribuida en virtud del contrato de trabajo (artículo 156.2.c) de la LGSS).
El Tribunal Supremo ha señalado en diversas sentencias (por ejemplo, la STS 1876/2007) que
no todo lo que sucede durante la misión tiene una conexión necesaria con el trabajo, por lo que
es necesario determinar si existe o no dicha conexión para saber si la actividad se encuentra
protegida por la presunción de laboralidad del artículo 156.3 LGSS.
En este supuesto, pese a que en principio una visita guiada no guarda relación con la actividad
laboral que las interesadas desempeñan, podemos considerar que tanto Maribel como Juana se
encuentran en tiempo de trabajo, puesto que se trata de una actividad a cargo de los
organizadores del seminario.
Por otra parte, el caso de Manuela es más complejo, ya que es habitual que se descarten los
supuestos en que el trabajador realiza desplazamientos distintos a los derivados del trabajado y
por iniciativa propia. En este sentido, podemos mencionar la STS 220/1979, o la STSJ de
Andalucía, de 2 de febrero de 2005, que no considera accidente laboral el causado cuando el
trabajador realiza un curso de formación solicitado voluntariamente, fuera de su jornada laboral
y sin que fuera ordenado por la empresa. Las más reciente jurisprudencia declara al respecto que
la ruptura del nexo causal dependerá de que se produzcan hechos que, en efecto, se aparten de la
situación que es laboral por extensión. En este caso, por los motivos señalados anteriormente,
no consideramos el nexo causal roto.
Pasamos a continuación a examinar en profundidad el accidente de Maribel:
El TS establece que la presunción «iuris tantum» del art. 156.3 LGSS se extiende no sólo a los
accidentes, sino también a las enfermedades que por su propia naturaleza puedan ser causadas o
desencadenadas por el trabajo. Para ello se exige, al menos, que el trabajo actúe como
circunstancia que permita el accidente, de forma que, sin él, la lesión no se habría producido
(SSTS 1876/2007 y 7306/2013).
Por tanto, consideramos accidente laboral la caída por las escaleras de Maribel, ya que esta no
se habría producido sin el episodio de vértigo, y este a su vez no se habría producido si no
hubiese acudido a la visita guiada programada por los organizadores del seminario.
Nos basamos para ello en dos sentencias, a saber:
STSJ de Andalucía, de 28 de abril de 2014, que declara accidente laboral una caída por
un mareo en el camino al trabajo, puesto que de no ser por el trabajo, no se hubiera
desplazado y no hubiera sufrido la caída.
STS de 29 de abril de 2014, que considera accidente laboral el ictus sufrido por un
trabajador, a pesar de que tenía un cuadro clínico previo, debido a que se entendió
provocado por el esfuerzo del trabajo.
Si, por el contrario, no apreciásemos relación entre el episodio de vértigo (y por consiguiente la
caída y las lesiones) y el trabajo, entraría en juego el artículo 156.4 LGSS, que contempla la
ruptura del nexo causal por fuerza mayor extraña al trabajo. Por ello, no se trataría de un
accidente de trabajo, sino de un accidente no laboral.
En cuanto a Juana y Manuela, consideramos que el suyo es el supuesto de accidente de trabajo
contenido en el artículo 156.2 d) LGSS: “Los acaecidos en actos de salvamento y en otros de
naturaleza análoga, cuando unos y otros tengan conexión con el trabajo.”
El requisito de conexión implica una relación de causalidad entre el acto de salvamento y la
actividad laboral del empleado, aunque no siempre la puramente estricta de su puesto de trabajo.
La STSJ Castilla y León, de 13 de junio de 2011, da a entender que esta conexión debe ser
probada por el trabajador. Bastaría para ello con señalar que están amparadas por la presunción
de laboralidad mencionada anteriormente.
3- Soledad Sánchez, de nacionalidad chilena, es becaria en el departamento de recursos
humanos de una empresa asturiana. La beca ha sido concedida por la propia empresa, y
Dña. Soledad percibe 300 euros mensuales. En el transcurso de una huelga Dña. Soledad
intenta acceder al centro de trabajo, pero los piquetes se lo impiden y la amenazan con
una agresión. Soledad, que lleva años en tratamiento psiquiátrico por depresión, sufre un
ataque de ansiedad y debe ser hospitalizada. ¿Cambiaría en algo la respuesta si estuviera
haciendo prácticas en el marco de una asignatura universitaria? ¿Y si Dña. Soledad no
hubiera obtenido una autorización de residencia?
Para comenzar consideramos necesario dar un breve concepto de beca entendida esta como una
ayuda económica con el fin de facilitar la realización de unos estudios determinados, de los que
lleva control, más o menos preciso, el otorgante de la beca, sin que normalmente sea exigible al
becario la realización de ningún tipo de actividad en favor del becante o de terceros.
El problema de este caso se suscita sobre el deslinde de aquellas figuras que se encuentran bajo
el ámbito de aplicación del Estatuto de los Trabajadores y del Derecho a la Seguridad Social,
con aquellas otras figuras jurídicas, que, si bien guardan similitudes en relacion a las principales
características, se hallan excluidas de aplicación.
La relacion contractual de los becarios es una de esas figuras con las que el contrato de trabajo
guarda notables afinidades y ante esto, la delimitación de ambas es complicada. Esa semejanza
se produce porque tanto con una beca como en un contrato de trabajo se desempeña una
actividad la cual es objeto de remuneración y ahí esta la zona fronteriza entre ambas. Al final, la
actividad exigida al becario en este tipo de relaciones es debida a la prestación económica que
este recibe y de la cual se derivan determinadas obligaciones. Cabe mencionar que en no pocas
ocasiones, se suele encontrar un verdadero vínculo laboral entre quien otorga la beca y quien la
recibe produciéndose un fraude, lo que da lugar a múltiples ventajas para el empresario y las
consiguientes desventajas para el trabajador que no se encontrará cubierto por la Seguridad
Social, ni tendrá derecho a las múltiples prestaciones que este ámbito ofrece.
En el caso que nos atañe, se menciona expresamente que la beca es concedida por la propia
empresa, y Dña. Soledad percibe 300 euros mensuales en razón a la actividad que desempeña en
la misma. Para ello es importante traer a colacion los rasgos definidos por la jurisprudencia para
marcar la diferencia entre una beca y un contrato:
1. Supuesto en el que la Sra. Soledad este llevando a cabo tareas con el fin de formarse y
aprender para obtener así el título universitario (practicas curriculares de aprendizaje).
En este caso no hablaríamos de un contrato laboral. Consideramos que es fundamental y
muy aplicable la mencionada doctrina del Tribunal Supremo, puesto que puede suceder
que al final la Sra. Soledad si este llevando a cabo un contrato en practicas de
aprendizaje, pero puede darse el supuesto de que desempeñe labores propias de un
verdadero trabajador contratado. Es aquí donde el alto tribunal menciona que en el caso
de que el beneficio predominante se lo lleve la empresa por el trabajo realizado por el
becario, es decir, cuando prima el aspecto productivo al formativo, la actividad del
becario será considerada como contrato de trabajo.
2. En el supuesto de que la Sra. Soledad este llevando los cometidos propios de una
categoría profesional y ya dicho trabajo no es encaminado a la formación o al
aprendizaje (practicas extracurriculares), estaríamos hablando de un contrato laboral.
Es mediante la Sentencia de 21 de mayo de 2013, donde se dictamina la obligación de cotizar
por aquellos becarios universitarios o de formación profesional que reciben
contraprestación económica durante sus prácticas. Mediante esta cotización se cubrirán
las contingencias de seguridad social, excepto el desempleo. Por tanto, el becario tendrá
derecho a las prestaciones de jubilación de jubilación, invalidez, e incapacidad temporal tanto
por accidente de trabajo como por enfermedad común.
La STSJ de Castilla y León, 360/2021, nos dice que existen cuatro supuestos de enfermedades
que se consideran accidentes de trabajo:
Enfermedad profesional (art 157 LGSS): “Se entenderá por enfermedad profesional la
contraída a consecuencia del trabajo ejecutado por cuenta ajena en las actividades que
se especifiquen en el cuadro que se apruebe por las disposiciones de aplicación y
desarrollo de esta ley, y que esté provocada por la acción de los elementos o sustancias
que en dicho cuadro se indiquen para cada enfermedad profesional.”
Enfermedad agravada (art. 156.2.f) LGSS): se da cuando una enfermedad que ya se
tenía empeora a consecuencia de la lesión sufrida por un accidente.
Enfermedades intercurrentes (art. 156.2.g) LGSS): supuesto en el que la lesión sufrida
en un accidente de trabajo empeora por una enfermedad que la complica o que se
contrae en el nuevo medio en el que se le está tratando de aquella.
Enfermedad exclusiva (art. 156.2.e) LGSS): se da cuando se comprueba que la
enfermedad es causada exclusivamente por el trabajo.
Para entender que estamos ante una enfermedad profesional se exige, por tanto, que el trabajo
sea el único factor causal de la enfermedad. No es suficiente, dice la sentencia, “con que la
patología se desencadene a consecuencia del modo en que el trabajador vive determinados
avatares de la relación laboral, sino que también ha de darse que no confluyan otros elementos
desencadenantes y, además, que no venga provocada por una personalidad de base del afectado,
que le hace vivir mal, enfermando, lo que normalmente no desencadena patología alguna.”
Sentencias, como la del Juzgado de lo Social nº5 de Madrid, de mayo de 2022, o la del TSJ de
Castilla La Mancha, de 13 diciembre de 2021, reconocen como accidente laboral la baja por
salud mental de trabajadores con episodios de ansiedad derivados del trabajo. Ambos supuestos
gozan de presunción de laboralidad, y en ambos se defiende que no se trató de un estrés normal
del trabajo el que desencadenó los ataques. Además, no se declaró que ninguno sufriera de
ansiedad previamente.
En el caso de Dña. Soledad, podemos decir que goza de la presunción de laboralidad, puesto
que se hallaba en tiempo y lugar de trabajo. Sin embargo, teniendo en cuenta el requisito de la
enfermedad laboral (que el trabajo sea la causa única de la enfermedad), y pese a que la
ansiedad y la depresión son afecciones diferentes (que, no obstante, suelen manifestarse juntas y
tienen tratamientos similares), no creemos que el suyo sea un supuesto de enfermedad
profesional, sino de enfermedad común. Se trata de enfermedades que, no siendo profesionales,
agravadas, ni intercurrentes, han tenido en el trabajo uno de sus elementos causales, pero no ha
sido ese el único (art. 158.2 LGSS).
¿Cambiaría en algo la respuesta si estuviera haciendo prácticas en el marco de una asignatura
universitaria? Como mencione anteriormente, en el caso de la “doctrina del beneficio
predominante, si el becario (Dña. Soledad) obtiene de esa práctica profesional un beneficio
formativo predominante no basado exclusivamente en la adquisición de experiencia, sino en
una mayor capacitación, la beca será legítima. En cambio, si la empresa obtiene el beneficio
principal de la relación, porque el supuesto becario desarrolla un trabajo productivo, habrá
nacido una verdadera relación laboral”. Actualmente solo existe la obligatoriedad por parte de
las empresas de dar de alta en la seguridad social a aquellos estudiantes que realicen prácticas
remuneradas curriculares/ prácticas de aprendizaje o practicas extracurriculares. En este caso,
como Dña. Soledad percibe una remuneración y si tanto si hablamos de prácticas curriculares
como si hablamos de prácticas extracurriculares, tendrá derecho igualmente a obtener una
incapacidad temporal por accidente de trabajo.
Aquí vamos a analizar dos supuestos, en funcion de si consideramos que Dña. Soledad padece
una enfermedad laboral o por el contrario padece una enfermedad común: