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DERECHO DE LA SEGURIDAD SOCIAL.

FACULTAD DE DERECHO

Carlos Álvarez Álvarez


Javier Fernández Rodríguez
Noelia Martin Álvarez
Andrea Muñoz Taborda
Ana Argüelles Álvarez
1- Julio Doblas trabaja para una gestoría. Las instalaciones de la gestoría están divididas
en tres plantas de un mismo edificio. Algunos trabajadores se ven obligados a acudir a
otra planta para realizar determinadas gestiones, y para ello pueden utilizar las escaleras
o el ascensor. Julio siempre utiliza las escaleras, porque considera el ascensor “demasiado
lento”. Además, tiene la costumbre de bajar los escalones de tres en tres, para “no perder
tiempo”. En una de esas ocasiones Julio no apoyó bien el pie y cayó rodando por la
escalera, fracturándose un brazo.

En primer lugar, debemos encuadrar este supuesto dentro del artículo 156 de la ley general de la
seguridad social que define el concepto de accidente de trabajo y recoge unas previsiones que
permiten concretar el alcance de dicho concepto.

Según el artículo 156. 1 “Se entiende por accidente de trabajo toda lesión corporal que el
trabajador sufra con ocasión o por consecuencia del trabajo que ejecute por cuenta ajena”.

De este primer apartado del artículo de la Ley, y sin perjuicio de los restantes, se deduce que el
concepto de accidente de trabajo se compone de tres elementos: el trabajador por cuenta ajena
que sufre el accidente, el daño corporal producido y la relación de causalidad entre dicho daño y
el trabajo que desempeña.
 
Pasamos por tanto a analizar estos tres elementos para este caso concreto:

-Trabajador por cuenta ajena: están regulados en el artículo 7.1. a) LGSS, que hace expresa
referencia al artículo 1.1 del Estatuto de los Trabajadores. Teniendo en cuenta estos dos
artículos y apreciando en el caso las notas de voluntariedad, retribución, ajenidad y
dependencia, determinamos que efectivamente Julio Doblas es un trabajador por cuenta ajena.

-Lesión corporal: en este caso se produce ya que se ha fracturado el brazo. Para reforzar esto
señalamos la sentencia del TSJ de Andalucía 11806/2002, que considera accidente laboral la
fractura de un brazo con motivo de una caída.

-Relación de causalidad: en este caso se cumple la presunción del artículo 156.3 que establece
que se presumirá, salvo prueba en contrario, que son constitutivas de accidente de trabajo las
lesiones que sufra el trabajador durante el tiempo y en el lugar del trabajo. Esta presunción
legal entra en juego cuando concurren las dos condiciones de tiempo y lugar de trabajo, lo que
determina, por su juego, que al demandante le incumbe la prueba del hecho básico de que la
lesión se produjo en el lugar y en tiempo de trabajo; más con esa prueba se tiene por cierta la
circunstancia presumida y quien se oponga a la aplicación de los efectos de la presunción tendrá
que demostrar la falta de conexión entre el hecho dañoso y el trabajo (SSTS 03/12/14).
La Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 20 de noviembre de 2006, RJ
2006\8367 establece que la presunción de laboralidad «contiene la doble exigencia de que la
lesión que sufra el trabajador se produzca durante el tiempo y en el lugar de trabajo». Es decir,
deberán concurrir los dos requisitos, no siendo suficiente uno u otro por separado.
Además, resaltar la sentencia TSJ Castilla-La Mancha, S 15-5-2000, nº 574/2000, rec.
804/1999, en la que el trabajador sufre el accidente cuando esta materialmente en el lugar de
trabajo, pero sin estar en el lugar concreto en el que desarrollaba su actividad.
 
Por lo tanto, se llega a la conclusión de que nos encontramos ante un accidente de trabajo.
Pasamos a señalar ahora varias sentencias de relevancia en esta cuestión que hacen referencia a
caídas por escaleras:

 STSJ GAL 9947/2010: El tribunal considera accidente de trabajo la caída de un


bombero por unas escaleras.
 STS 1900/2022: consideración de accidente de trabajo de una caída por las escaleras de
una profesora en su trayecto para acceder a un aula.

Ahora que ya hemos establecido la situación como un accidente de trabajo toca descubrir si el
hecho de que bajara los escalones de tres en tres podría ser calificado como imprudencia
temeraria
 
La Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social, Sección 1ª), de 18 de septiembre de
2007, RJ 2007\8446 señala «la imprudencia temeraria, a la luz de lo dispuesto en el artículo 115
de la Ley General de la Seguridad Social se diferencia de la imprudencia profesional de manera
palmaria en el precepto; esta última especie de imprudencia, que no rompe el nexo causal entre
la lesión y el trabajo, es consecuencia del ejercicio habitual del trabajo y se deriva de la
confianza que éste inspira por la repetición de unos mismos actos, en tanto que la imprudencia
temeraria presupone una conducta en la que su autor asume riesgos manifiestos, innecesarios y
especialmente graves ajenos al usual comportamiento de las personas; en otras palabras, puede
concebirse como el patente y claro desprecio del riesgo y de la prudencia más elemental
exigible, definida en la sentencia de esta Sala de 16 de julio de 1985 como aquella conducta del
trabajador en que excediéndose del comportamiento normal de una persona, se corra un riesgo
innecesario que ponga en peligro la vida o los bienes, conscientemente».
 
A este caso a nuestro parecer, se podría adecuar la frase del TSJ de la Sentencia nº 2658/2016
de 29 de abril que dice: «responde más a un exceso de confianza (…) que a una voluntad
deliberada de asumir el riesgo que entrañaba su posición».
Por lo tanto, dado que el accidente se produjo más bien por un exceso de confianza derivado de
una conducta que el trabajador repetía a diario, este caso debe ser calificado como una
imprudencia profesional del art 156.5.a y por tanto no impedirá la calificación como accidente
de trabajo. A destacar el auto ATS 17171/2021 que hace referencia a una sentencia dictada a
favor de un trabajador que se cayó de una escalera de mano por no tomar las medidas de
seguridad adecuadas y lo califica como imprudencia profesional y no temeraria.

2- Maribel Almansa, Juana Martínez y Manuela Jiménez son abogadas al servicio de una
multinacional, y prestan servicios en Oviedo. Las tres acuden a un seminario de
especialización celebrado en Sevilla. La empresa paga los gastos de Maribel y Juana, en el
marco de un programa de formación, mientras que Manuela no disfruta de tal beneficio y
acude por considerar que puede resultar interesante. En el marco de una visita guiada, a
cargo de los organizadores del seminario, Maribel, que sufre vértigo de nacimiento, tiene
un episodio de vértigo en lo alto de la Giralda, y cae por las escaleras. Juana y Manuela
intentaron sujetarla, pero perdieron el equilibrio, sufriendo las tres lesiones de distinta
relevancia que han exigido su hospitalización.
En primer lugar, debemos analizar si esta situación constituye un supuesto de accidente en
misión (in misión).
Para ello, se han de considerar dos elementos:
• El desplazamiento del trabajador para cumplir la misión.
• La realización de una actividad encomendada por el empresario, o que se realice en interés del
buen funcionamiento de la empresa, que puede ser ajena a la actividad habitual que tiene
atribuida en virtud del contrato de trabajo (artículo 156.2.c) de la LGSS).
El Tribunal Supremo ha señalado en diversas sentencias (por ejemplo, la STS 1876/2007) que
no todo lo que sucede durante la misión tiene una conexión necesaria con el trabajo, por lo que
es necesario determinar si existe o no dicha conexión para saber si la actividad se encuentra
protegida por la presunción de laboralidad del artículo 156.3 LGSS.
En este supuesto, pese a que en principio una visita guiada no guarda relación con la actividad
laboral que las interesadas desempeñan, podemos considerar que tanto Maribel como Juana se
encuentran en tiempo de trabajo, puesto que se trata de una actividad a cargo de los
organizadores del seminario.
Por otra parte, el caso de Manuela es más complejo, ya que es habitual que se descarten los
supuestos en que el trabajador realiza desplazamientos distintos a los derivados del trabajado y
por iniciativa propia. En este sentido, podemos mencionar la STS 220/1979, o la STSJ de
Andalucía, de 2 de febrero de 2005, que no considera accidente laboral el causado cuando el
trabajador realiza un curso de formación solicitado voluntariamente, fuera de su jornada laboral
y sin que fuera ordenado por la empresa. Las más reciente jurisprudencia declara al respecto que
la ruptura del nexo causal dependerá de que se produzcan hechos que, en efecto, se aparten de la
situación que es laboral por extensión. En este caso, por los motivos señalados anteriormente,
no consideramos el nexo causal roto.
Pasamos a continuación a examinar en profundidad el accidente de Maribel:
El TS establece que la presunción «iuris tantum» del art. 156.3 LGSS se extiende no sólo a los
accidentes, sino también a las enfermedades que por su propia naturaleza puedan ser causadas o
desencadenadas por el trabajo. Para ello se exige, al menos, que el trabajo actúe como
circunstancia que permita el accidente, de forma que, sin él, la lesión no se habría producido
(SSTS 1876/2007 y 7306/2013).
Por tanto, consideramos accidente laboral la caída por las escaleras de Maribel, ya que esta no
se habría producido sin el episodio de vértigo, y este a su vez no se habría producido si no
hubiese acudido a la visita guiada programada por los organizadores del seminario.
Nos basamos para ello en dos sentencias, a saber:

 STSJ de Andalucía, de 28 de abril de 2014, que declara accidente laboral una caída por
un mareo en el camino al trabajo, puesto que de no ser por el trabajo, no se hubiera
desplazado y no hubiera sufrido la caída.
 STS de 29 de abril de 2014, que considera accidente laboral el ictus sufrido por un
trabajador, a pesar de que tenía un cuadro clínico previo, debido a que se entendió
provocado por el esfuerzo del trabajo.
Si, por el contrario, no apreciásemos relación entre el episodio de vértigo (y por consiguiente la
caída y las lesiones) y el trabajo, entraría en juego el artículo 156.4 LGSS, que contempla la
ruptura del nexo causal por fuerza mayor extraña al trabajo. Por ello, no se trataría de un
accidente de trabajo, sino de un accidente no laboral.
En cuanto a Juana y Manuela, consideramos que el suyo es el supuesto de accidente de trabajo
contenido en el artículo 156.2 d) LGSS: “Los acaecidos en actos de salvamento y en otros de
naturaleza análoga, cuando unos y otros tengan conexión con el trabajo.”
El requisito de conexión implica una relación de causalidad entre el acto de salvamento y la
actividad laboral del empleado, aunque no siempre la puramente estricta de su puesto de trabajo.
La STSJ Castilla y León, de 13 de junio de 2011, da a entender que esta conexión debe ser
probada por el trabajador. Bastaría para ello con señalar que están amparadas por la presunción
de laboralidad mencionada anteriormente.
3- Soledad Sánchez, de nacionalidad chilena, es becaria en el departamento de recursos
humanos de una empresa asturiana. La beca ha sido concedida por la propia empresa, y
Dña. Soledad percibe 300 euros mensuales. En el transcurso de una huelga Dña. Soledad
intenta acceder al centro de trabajo, pero los piquetes se lo impiden y la amenazan con
una agresión. Soledad, que lleva años en tratamiento psiquiátrico por depresión, sufre un
ataque de ansiedad y debe ser hospitalizada. ¿Cambiaría en algo la respuesta si estuviera
haciendo prácticas en el marco de una asignatura universitaria? ¿Y si Dña. Soledad no
hubiera obtenido una autorización de residencia?

Para comenzar consideramos necesario dar un breve concepto de beca entendida esta como una
ayuda económica con el fin de facilitar la realización de unos estudios determinados, de los que
lleva control, más o menos preciso, el otorgante de la beca, sin que normalmente sea exigible al
becario la realización de ningún tipo de actividad en favor del becante o de terceros.

El problema de este caso se suscita sobre el deslinde de aquellas figuras que se encuentran bajo
el ámbito de aplicación del Estatuto de los Trabajadores y del Derecho a la Seguridad Social,
con aquellas otras figuras jurídicas, que, si bien guardan similitudes en relacion a las principales
características, se hallan excluidas de aplicación.

La relacion contractual de los becarios es una de esas figuras con las que el contrato de trabajo
guarda notables afinidades y ante esto, la delimitación de ambas es complicada. Esa semejanza
se produce porque tanto con una beca como en un contrato de trabajo se desempeña una
actividad la cual es objeto de remuneración y ahí esta la zona fronteriza entre ambas. Al final, la
actividad exigida al becario en este tipo de relaciones es debida a la prestación económica que
este recibe y de la cual se derivan determinadas obligaciones. Cabe mencionar que en no pocas
ocasiones, se suele encontrar un verdadero vínculo laboral entre quien otorga la beca y quien la
recibe produciéndose un fraude, lo que da lugar a múltiples ventajas para el empresario y las
consiguientes desventajas para el trabajador que no se encontrará cubierto por la Seguridad
Social, ni tendrá derecho a las múltiples prestaciones que este ámbito ofrece.

En el caso que nos atañe, se menciona expresamente que la beca es concedida por la propia
empresa, y Dña. Soledad percibe 300 euros mensuales en razón a la actividad que desempeña en
la misma. Para ello es importante traer a colacion los rasgos definidos por la jurisprudencia para
marcar la diferencia entre una beca y un contrato:

1. La esencia de una beca de formación es conceder al beneficiario una ayuda económica


de cualquier tipo para permitir una formación adecuada al titulo que se pretende o ya se
ostenta.
2. El importe de la beca no constituye una retribución de servicios.
3. Las labores encomendadas al becario deben estar relacionadas con la finalidad de la
beca y, si no es así y las tareas que se le ordena realizar integran los cometidos propios
de una categoría profesional, la relación entre las partes será laboral.
4. La relación laboral común no contempla ese aspecto formativo y retribuye, en los
términos fijados en convenios colectivos o contratos individuales, los servicios
prestados por cuenta y a las órdenes del empleador, con independencia de que la
realización de los trabajos encomendados pueda tener un efecto de formación por la
experiencia.
Teniendo en cuenta esto, la conclusión en la que desembocan estas consideraciones es que ha de
tratarse como contratado laboralmente al becario cuyas labores carecen de perfil formativo o de
aprendizaje y se identifican por completo con las de una categoría profesional. Tambien hay que
tener en cuenta lo expresado por el Tribunal Supremo, el cual aduce a que: “solo cuando el
aspecto productivo prime sobre el formativo, la actividad del becario será considerada como
laboral, en cuanto incorporada a la organización o institución». En el caso que nos atañe, no se
nos dice nada acerca de las tareas que lleva a cabo dentro de la empresa la Sra. Soledad, de tal
manera que marcaremos dos supuestos:

1. Supuesto en el que la Sra. Soledad este llevando a cabo tareas con el fin de formarse y
aprender para obtener así el título universitario (practicas curriculares de aprendizaje).
En este caso no hablaríamos de un contrato laboral. Consideramos que es fundamental y
muy aplicable la mencionada doctrina del Tribunal Supremo, puesto que puede suceder
que al final la Sra. Soledad si este llevando a cabo un contrato en practicas de
aprendizaje, pero puede darse el supuesto de que desempeñe labores propias de un
verdadero trabajador contratado. Es aquí donde el alto tribunal menciona que en el caso
de que el beneficio predominante se lo lleve la empresa por el trabajo realizado por el
becario, es decir, cuando prima el aspecto productivo al formativo, la actividad del
becario será considerada como contrato de trabajo.
2. En el supuesto de que la Sra. Soledad este llevando los cometidos propios de una
categoría profesional y ya dicho trabajo no es encaminado a la formación o al
aprendizaje (practicas extracurriculares), estaríamos hablando de un contrato laboral.
Es mediante la Sentencia de 21 de mayo de 2013, donde se dictamina la obligación de cotizar
por aquellos becarios universitarios o de formación profesional que reciben
contraprestación económica durante sus prácticas. Mediante esta cotización se cubrirán
las contingencias de seguridad social, excepto el desempleo. Por tanto, el becario tendrá
derecho a las prestaciones de jubilación de jubilación, invalidez, e incapacidad temporal tanto
por accidente de trabajo como por enfermedad común.

La STSJ de Castilla y León, 360/2021, nos dice que existen cuatro supuestos de enfermedades
que se consideran accidentes de trabajo:

 Enfermedad profesional (art 157 LGSS): “Se entenderá por enfermedad profesional la
contraída a consecuencia del trabajo ejecutado por cuenta ajena en las actividades que
se especifiquen en el cuadro que se apruebe por las disposiciones de aplicación y
desarrollo de esta ley, y que esté provocada por la acción de los elementos o sustancias
que en dicho cuadro se indiquen para cada enfermedad profesional.”
 Enfermedad agravada (art. 156.2.f) LGSS): se da cuando una enfermedad que ya se
tenía empeora a consecuencia de la lesión sufrida por un accidente.
 Enfermedades intercurrentes (art. 156.2.g) LGSS): supuesto en el que la lesión sufrida
en un accidente de trabajo empeora por una enfermedad que la complica o que se
contrae en el nuevo medio en el que se le está tratando de aquella.
 Enfermedad exclusiva (art. 156.2.e) LGSS): se da cuando se comprueba que la
enfermedad es causada exclusivamente por el trabajo.
Para entender que estamos ante una enfermedad profesional se exige, por tanto, que el trabajo
sea el único factor causal de la enfermedad. No es suficiente, dice la sentencia, “con que la
patología se desencadene a consecuencia del modo en que el trabajador vive determinados
avatares de la relación laboral, sino que también ha de darse que no confluyan otros elementos
desencadenantes y, además, que no venga provocada por una personalidad de base del afectado,
que le hace vivir mal, enfermando, lo que normalmente no desencadena patología alguna.”
Sentencias, como la del Juzgado de lo Social nº5 de Madrid, de mayo de 2022, o la del TSJ de
Castilla La Mancha, de 13 diciembre de 2021, reconocen como accidente laboral la baja por
salud mental de trabajadores con episodios de ansiedad derivados del trabajo. Ambos supuestos
gozan de presunción de laboralidad, y en ambos se defiende que no se trató de un estrés normal
del trabajo el que desencadenó los ataques. Además, no se declaró que ninguno sufriera de
ansiedad previamente.
En el caso de Dña. Soledad, podemos decir que goza de la presunción de laboralidad, puesto
que se hallaba en tiempo y lugar de trabajo. Sin embargo, teniendo en cuenta el requisito de la
enfermedad laboral (que el trabajo sea la causa única de la enfermedad), y pese a que la
ansiedad y la depresión son afecciones diferentes (que, no obstante, suelen manifestarse juntas y
tienen tratamientos similares), no creemos que el suyo sea un supuesto de enfermedad
profesional, sino de enfermedad común. Se trata de enfermedades que, no siendo profesionales,
agravadas, ni intercurrentes, han tenido en el trabajo uno de sus elementos causales, pero no ha
sido ese el único (art. 158.2 LGSS).
¿Cambiaría en algo la respuesta si estuviera haciendo prácticas en el marco de una asignatura
universitaria? Como mencione anteriormente, en el caso de la “doctrina del beneficio
predominante, si el becario (Dña. Soledad) obtiene de esa práctica profesional un beneficio
formativo predominante no basado exclusivamente en la adquisición de experiencia, sino en
una mayor capacitación, la beca será legítima. En cambio, si la empresa obtiene el beneficio
principal de la relación, porque el supuesto becario desarrolla un trabajo productivo, habrá
nacido una verdadera relación laboral”. Actualmente solo existe la obligatoriedad por parte de
las empresas de dar de alta en la seguridad social a aquellos estudiantes que realicen prácticas
remuneradas curriculares/ prácticas de aprendizaje o practicas extracurriculares. En este caso,
como Dña. Soledad percibe una remuneración y si tanto si hablamos de prácticas curriculares
como si hablamos de prácticas extracurriculares, tendrá derecho igualmente a obtener una
incapacidad temporal por accidente de trabajo.

¿Y si Dña. Soledad no hubiera obtenido una autorización de residencia? La autorización de


residencia se trata de un permiso que habilita a residir en España y a participar en un programa
de prácticas mediante la firma de un convenio de prácticas o contrato de trabajo en prácticas con
el fin de mejorar los conocimientos, la práctica y la experiencia en un entorno profesional. De
conformidad con el art. 166 LGSS los trabajadores comprendidos en el RGSS se considerarán
de pleno de echo en situación de alta a efectos de accidente de trabajo, enfermedades
profesionales y desempleo, aunque el empresario hubiera incumplido sus obligaciones de
afiliación o alta. (STS, rec. 2153/2002, de 07 de octubre de 2003). El apdo. 1 del art. 7 de
la LGSS, nos permite concluir que el extranjero que resida o se encuentre legalmente en España
y realice una actividad profesional queda dentro del campo de aplicación del sistema de la
Seguridad Social.

Aquí vamos a analizar dos supuestos, en funcion de si consideramos que Dña. Soledad padece
una enfermedad laboral o por el contrario padece una enfermedad común:

 Que consideremos que estamos ante una enfermedad profesional.


En este caso, nos basamos en las siguientes sentencias para concluir que Dña. Soledad
tendría derecho a la prestación por enfermedad profesional:
 STS, de 7 de octubre de 2003, que concede el derecho a la prestación de
incapacidad permanente en grado de absoluta derivada de accidente de trabajo a
un trabajador colombiano que carecía de permiso de residencia y de trabajo, y
que no estaba de alta en Seguridad Social.
El Tribunal Supremo se basó para ello, entre otras cosas, en el Convenio
número 19 de la OIT, cuyo principio de reciprocidad obliga a conceder el
mismo trato a los trabajadores extranjeros y nacionales en materia de
indemnización por accidente de trabajo. Ello es relevante porque España y
Chile han ratificado dicho Convenio.
 STS, de 9 de junio de 2003, relativa a la concesión de la prestación a un
trabajador ecuatoriano que sufre un accidente de trabajo.
En este caso, el Tribunal fundamenta su decisión, principalmente, en el artículo
57.5 de la LO 8/2000: la sanción de expulsión no podrá ser impuesta a los que
sean beneficiarios de una prestación por incapacidad permanente para el trabajo
como consecuencia de un accidente de trabajo o enfermedad profesional
ocurridos en España.
Este precepto reconoce, de manera indirecta, que los extranjeros en situación
irregular tienen derecho a prestaciones por enfermedad profesional.

 Que consideremos que estamos antes una enfermedad común.


En este caso, creemos que Doña Soledad no tendría derecho a obtener una prestación.
Para llegar a esa conclusión, nos basamos en:
 La redacción dada al artículo 14.2 y 3 de la LO 8/2000, que reconoce a los
extranjeros residentes el derecho a los servicios y a las prestaciones sociales,
tanto a los generales y básicos como a los específicos, lo que podría referirse a
la protección por contingencias comunes; mientras que a los demás extranjeros
les reconoce solo el derecho a los servicios y prestaciones sociales básicas.
 El hecho de que para el disfrute de las prestaciones por contingencias comunes
se exija la acreditación de períodos mínimos de cotización, así como períodos
de carencia, difíciles de reunir por un trabajador irregular.
 Por último, también nos gustaría hacer referencia a una frase del jurista Alfredo
Montoya Melgar: “qué sentido tiene distinguir entre inmigrantes legales e
ilegales si se les va a reconocer el mismo estatuto jurídico.”

4- D. Ángel Guirola presta servicios como dependiente en un pequeño comercio, con


jornada de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Todos los días acude al trabajo desde su
domicilio en su vehículo particular. El trayecto le lleva 15 minutos, por lo que suele salir
de su casa a las 8:40. El 26 de octubre recibió una comunicación de su banco, indicándole
que había un descubierto en su cuenta. La sucursal se encontraba a 500 metros de la casa
de D. Ángel, en la misma dirección que su trabajo, por lo que decidió acudir a la hora de
apertura, las 8:30 del 27 de octubre, solucionar el problema y continuar el viaje para
llegar puntualmente a su puesto. A las 8:32 minutos, mientras D. Ángel hablaba con el
interventor de la sucursal -D. Marcelino Pardal-, dos atracadores entraron en el banco y
apuntaron a D. Marcelino con la pistola en la cabeza, exigiendo todo el dinero que hubiera
en caja en aquel momento. D. Ángel se levantó de su silla y gritó «malnacidos» a los
atracadores, pidiéndoles que «se dedicaran a trabajar para ganarse la vida, y no a robar a
la gente honrada», lo que motivó que uno de los atracadores le disparase, alcanzándole en
una pierna. En ese momento, D. Marcelino, el interventor de la sucursal, sufrió un ataque
al corazón.
Conforme al art. 156.2.a) TRLGSS, son accidentes in itinere “los que sufra el trabajador al ir o
volver del lugar de trabajo”. Se trata de un supuesto en que el onus probandi recaerá siempre en
la persona trabajadora o en su causahabiente al no operar, por la propia naturaleza del accidente,
la presunción iuris tantum del art. 156.3 TRLGSS. Pese a la escasa regulación legal, debe
tenerse en cuenta de que se trata de una figura de configuración jurisprudencial, de forma que
habrá de acudirse a esta fuente para apreciar si se cumplen los requisitos del accidente in itinere
en el presente supuesto:
Elemento subjetivo (trabajador por cuenta ajena): pese a que el accidente in itinere se regula
también para el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos en el art. 316 TRLGSS; en este
caso resultará aplicable el art. 156 TRLGSS que se halla inserto dentro de la regulación del
Régimen General de la Seguridad Social. El dependiente se encuentra en este régimen dada su
condición de trabajador por cuenta ajena (art. 136.1 TRLGSS); esta conclusión se obtiene
apreciando la concurrencia de todas las notas de laboralidad del art. 1.1 ET (voluntariedad,
retribución, ajenidad y dependencia).
Elemento objetivo (lesión corporal): la asimilación a accidente de trabajo de los accidentes en
el trayecto se restringe solamente a los accidentes en sentido estricto (lesiones súbitas o
violentas producidas por un agente externo) habiendo incluido la jurisprudencia en tal concepto
a los actos terroristas (STS de 14 de diciembre de 1981) y también, y con relevancia en el
presente caso, los disparos provenientes de unos desconocidos que secuestran a una persona al
salir del trabajo (STS de 21 de diciembre de 1982). Sin duda, el disparo en la pierna que recibe
Ángel Guirola puede subsumirse en el concepto de lesión corporal.
Nexo causal (trabajo-lesión): la causa mediata o remota del accidente in itinere debe ser la
realización de un desplazamiento que viene impuesto por la obligación de acudir al trabajo (STS
de 19 de enero de 2001) y que el trabajador no realizaría si no fuese a realizar la prestación
laboral (STS de 16 de noviembre de 1998). El cumplimiento del nexo de causalidad es bastante
dudoso pues, en caso de que el descubierto en el banco se hubiera producido en un día de asueto
del trabajador, resulta bastante probable que hubiera acudido de todas formas a la sucursal
bancaria para realizar tales gestiones.
Debemos valorar la concurrencia de todos los elementos que conforman el nexo de causalidad y
apreciar su cumplimiento o no,

 Elemento teleológico (el trabajo es la finalidad principal y directa del viaje): el


desplazamiento realizado debe tener como finalidad principal y directa acudir al lugar
de trabajo, para ello resulta esencial su no interrupción. No obstante, existe una
relativa tolerancia a los desvíos y paradas en el trayecto siempre que no impliquen una
dedicación voluntaria a menesteres extra laborales o no supongan una
permanencia prolongada en lugares de asueto; en el presente supuesto apreciamos
claramente que la asistencia a una oficina bancaria supone un desplazamiento que
responde a la conveniencia personal del trabajador al tener por finalidad la gestión de
asuntos privados (STS de 2 de noviembre de 1970) pudiendo realizarse una clara
analogía con la realización de gestiones de tipo tributario a que se refiere la STS de 29
de marzo de 2007. Por ello, pese a que el destino principal sea acudir al lugar de
trabajo, existe una interrupción que rompe el nexo causal por la desviación del
recorrido por motivos extra laborales que no responden a ninguna de las circunstancias
especiales a que se refiere la STS de 27 de junio de 1966: ponerse a cubierto de un
temporal, tomar un refrigerio, satisfacer una necesidad fisiológica, evitar un camino
difícil, arreglar una avería del vehículo en que se desplaza o conversar con personas que
se encuentre en el camino.
 Elemento cronológico (proximidad horaria a la hora de entrada al trabajo): el
accidente debe producirse dentro del tiempo prudencial que se invierte en el trayecto
debiendo de ser este tiempo razonable en función de la distancia y otras circunstancias
En este sentido, la iniciación anticipada del recorrido hasta el centro de trabajo no
rompe el nexo de causalidad; en el presente caso, el trabajador ha debido de salir de su
domicilio al menos 20 minutos antes para poder encontrarse en la sucursal bancaria a
las 8:30; en este sentido, hay pronunciamientos apuntando a que las alteraciones de
media hora del tiempo de itinerancia no rompen el nexo causal (STS de 10 de abril de
1975) aunque sí se aprecia esta ruptura cuando el tiempo empleado en las interrupciones
es excesivo (STS de 15 de julio de 1986). Por ello, podría decirse que sí concurre el
elemento cronológico dada la cercanía horaria del momento de los hechos con la
entrada en el trabajo que convierten en razonable que el trabajador se encontrase
acudiendo al trabajo en esos momentos pese a la interrupción.
 Elemento mecánico (idoneidad del medio de transporte en que se realiza el
desplazamiento): el desplazamiento puede realizarse mediante cualquier medio de
transporte; en este caso, el desplazamiento parece realizarse en el vehículo privado del
trabajador. No es un elemento que plantee especiales problemas siempre que el medio
de transporte empleado sea uno de los utilizados corrientemente (STS de 22 de marzo
de 1969). Se cumple el elemento mecánico sin mayor problema.
 Elemento topográfico (recorrido idóneo para acudir al puesto de trabajo): se
requiere la utilización del trayecto normal y habitual para cubrir el desplazamiento, sin
que un mínimo desvío se considere relevante para romper el nexo de causalidad; en el
presente supuesto, el trabajador realiza el trayecto habitual dado que la sucursal
bancaria se encuentra en el propio trayecto que realizaba al trabajo y la realización de
una ligera desviación para verificar una compra o cualquier otra diligencia no rompe el
elemento volitivo de acudir al trabajo (STS de 28 de diciembre de 1962) Por ello,
concurre el elemento geográfico o topográfico al encontrarse la oficina bancaria
dentro del trayecto idóneo para realizar el desplazamiento del domicilio al trabajo.
Por todo lo anterior puede afirmarse que concurren todos los elementos del nexo causal entre la
lesión y el trabajo con la salvedad del elemento teleológico en la medida en que la asistencia a
la oficina bancaria interrumpió el trayecto ordinario en respuesta a intereses privados de la
persona que, dada su entidad y relevancia, hubiera sido realizada por el trabajador en cualquier
circunstancia con independencia de la existencia o no de la jornada laboral (i.e. si el percance se
hubiera producido en su día de descanso, habría acudido igualmente a la oficina bancaria). El
hecho de que se cumpla el requisito geográfico al hallarse la sucursal en el camino al trabajo es
una cuestión meramente coyuntural o accidental pues, si la oficina hubiera estado fuera del
camino habitual de la persona, también habría acudido a la misma para realizar las gestiones
que se pretendían.
Pese al análisis anterior, debemos apreciar también otros factores que determinan la inexistencia
de accidente de trabajo in itinere, no por la falta del nexo causal ya analizado, sino por otros
factores que delimitan la aplicación de esta figura jurídica:

 Apreciación de la existencia de imprudencia temeraria por parte de Ángel


Guirola: la existencia de imprudencia temeraria excluye la tipificación de una conducta
como accidente de trabajo (art. 156.4 TRLGSS) en la medida en que se ha cometido una
imprudencia de gran gravedad consistente en enfrentarse a un sujeto armado
exponiéndose voluntariamente a un peligro cierto en forma consciente y por
motivaciones totalmente ajenas al trabajo (STS de 13 de noviembre de 1968).
Ángel Guirola se ha incrementado por sus actos propios el riesgo inherente a la propia
situación del atraco insultando y enfrentándose a una persona que se encontraba
armada; asimismo, el disparo responde a su actuación de sublevación pues en caso de
haberse mantenido en una conducta silente y sosegada, el atracador no le habría herido.
 Apreciación de culpabilidad criminal de un tercero en un supuesto que NO guarda
relación con el trabajo: conforme al art. 156.5.b) TRLGSS se permite la tipificación
como accidente de trabajo de aquellos supuestos en que concurra la culpabilidad
criminal de un tercero en la producción de la lesión; no obstante, este supuesto exige
que los hechos guarden relación con el trabajo.
En el presente supuesto, considerando que no opera la presunción del art. 156.3
TRLGSS debe decirse tajantemente que no existe ninguna relación con el trabajo al
desarrollarse los hechos en un lugar y por un motivo completamente ajenos a la
actividad laboral de dependiente.
Por todos los elementos de Derecho anteriores debe concluirse que, las lesiones sufridas por
Ángel Guirola no tienen la consideración de accidente de trabajo en los términos del art. 156.2.a
y en consecuencia, deben reconducirse al régimen jurídico de las contingencias comunes
(accidente no laboral).

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