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MAESTROS
11 Jornadas de
Sociología de la Educación
en Escuelas Universitarias·
de Magisterio:
«La Sociología de la
Educación en la formación
y el ejercicio profesional del maestro»
Granada, 12, 13 y 14 de Mayo de 1983
Ponentes:
611 YU .......... 1.' Jallo 11011 Nllll. 11 Carlos Lerena, Gonzalo Anaya, Fabricio Caivano,
1111_ .. ..,....,. . . . . ., ......... Christian Baudelot, Jean Claude Passerón
--1
サセェ@
N. 0 2
diciembre, 1983 Revista de la E. U. de Magisterio (Granada)
ESCUELA DE MAESTROS
CONSEJO DE REDACCION
J· •
IN DICE
Pág.
PONENCIAS
Sociología y Ciencias de la Educación. Carlos Lerena 11
¿Tiene alas la sociología? Reflexiones acerca de las sociologías, los maestros y las edu-
caciones. Fabricio Caivano 31
COMUNICACIONES
. Sociología y fセャッウヲ■。@ de la Educación. José Luis Mora 71
DOCUMENTO-CONCLUSIONES
La Sociología de la Educación en las Escuelas de Magisterio. 143
Agradecimientos
Queremos expresar nuestro agradecimiento a todas las personas e Instituciones que
contribuyeron con su esfuerzo y su ayuda a la celebración de las Jornadas.
-A los Ponentes, por su colaboración total y desinteresada, algunos a pesar de las dis-
tancias y de duras circunstancias de trabajo .
La Comisión Organizadora
Francisco Fernández Palomares
M. a del Carmen Lara Nieto
Anastasio Alonso Rodríguez
S
Presentación
En su momento, concebimos estas JI Jornadas como continuación de las primeras que ce-
lebramos en Cartagena. AlU pretendimos reflexionar sobre el por qué y el para qué de la
Sociología de la Educación en la formación del maestro; como quedaba reflejado en las áreas de
trabajo que se propusieron a los grupos: «l. ¿Qué es la Sociología de la Educación? 2. Impor-
tancia de la Sociología de la Educación en la formación del futuro maestro. 3. Situación actual y
propuestas alternativas».
Aunque el intercambio fue rico, a juicio de muchos faltó una dinámica de trabajo que
materializara todo aquello en conclusiones. Por ello en estas JI Jornadas nos planteamos el
concluir lo que se inició en Cartagena. Hemos pretendido <<clarificar, fundamentar y potenciar»
la presencia de la Sociología de la Educación en la vida de nuestros Centros dedicados a la for-
mación de maestros. Eso, pues, planteamos a los ponentes y sobre el por qué y el para qué de la
Sociología en la formación y el ejercicio profesional del maestro hay multitud de reflexiones en
estas páginas. Para asegurar esta dinámica en las Jornadas, elaboramos un documento base que
analizaba la situación de la Sociología de la Educación en las Normales y que, debatido por los
grupos de trabajo y enriquecido por sus aportaciones, se transformó en el documento de conclu-
siones que ha sido enviado a la Secretaría de Estado de Universidades. El documento base fue
elaborado en una reunión celebrada en Valencia, a la que asistimos José M. a Rotger, José Dal-
mau, Gonzalo Anaya, Ernesto García, Pedro Sánchez Vera y yo.
Creo, por tanto, que la publicación de los materiales de estas JI Jornadas en este número
extraordinario de la revista «Escuela de Maestros» de la Escuela de Magisterio de Granada,
cierra un paso importante en el camino que hemos andado y seguiremos andando juntos, pues
queda mucho por hacer, un grupo, cada vez más amplio, de personas dedicadas profesional-
mente a esta disciplina en la formación de maestros, y que creo tenemos en común la sensibili-
dad y el compromiso por transformar y adecuar la formación de los futuros maestros a las exi-
gencias del cambio que se está produciendo en la sociedad española, es decir, a una sociedad de-
mocrática.
Todo esto viene de lejos y creo tenemos por delante una larga e importante tarea a reali-
zar. La transición democrática fue vivida con especial intensidad en el mundo de la enseñanza
donde surgieron con abundancia, iniciativas, ilusiones, esperanzas... Ahí están, por ejemplo, los
documentos de las «:Alternativas»; las Escuelas de V-erano, los Movimientos de Renovación Pe-
dagógica, etc... Este importante movimiento abrió perspectivas nuevas y nos llevó a muchos de
nosotros a dedicarnos, dentro de las cátedras de Filosofla de las Normales, a la Sociología de la
Educación porque veíamos en ella la posibilidad de conectar y abrir a los futuros maestros y a
nuestros centros con la nueva sociedad que estaba surgiendo en España. En ello jugó un papel
importante, aunque quizá aquí expreso mi .experiencia personal, la aparición de la obra de
Carlos Lerena, «Escuela, ideología y clases sociales en España», que nos mostró que era posible
concebir y afrontar la enseñanza de manera diferente a la «espiritualista» e «idealista» dominan-
te.
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Nuestros encuentros en las Jornadas han sido una solución, aunque incompleta, al auto-
dldactismo obligado y al aislamiento, a veces muy duro, en que nos hemos encontrado los que
en las Normales nos hemos dedicado a esta materia. Por eso es necesario que cuanto antes, co-
mo planteamos en las conclusiones, se creen departamentos de Socio/ogfa de la Educación en to-
dos los centros de formación de profesores donde puedan surgir equipos de trabajo que hagan
más factibles y fáciles los frutos de nuestros esfuerzos. Por otra parte seria deseable la
ampliación de la red de Facultades de Sociologfa, pues es muy lamentable que hasta ahora los
sociólogos se formen y «se encuentren agusto» sólo en !4adrid.
Algún dfa habrá que estudiar el papel de la Enseñanza en la transición democrática. Sin
entrar en poMmica con los que no conceden a la Escuela importancia como factor de cambio so-
cio/, pienso que un Sistema Educativo Renovado, en cuanto agente socializador y ámbito de ex-
periencias, tiene que jugar un papel importante e imprescindible en la consolidación y el perfec-
cionamiento de la democracia, aunque sólo sea por aquello que plantean lJerger y Luckman
acerca de que, la realidad subjetiva construida socialmente en la socialización, refuerza a la rea-
lidad objetiva construida en la institucionalización-legitimación, dada la relación dialéctica, si-
multánea y permanente de ambos aspectos del proceso global de construcción social de la reali-
dad. Y a ello creo puede aportar, y puede hacerlo ya, mucho la Socio/ogfa de la Educación. Por
lo que vamos construyendo y consiguiendo que llegue a ser la Sociologfa de la Educación entre
nosotros, vamos llegando a una concepción más realista y concreta de las posibilidades del Siste-
ma Educativo como parte del Sistema Social global, as( como de la acción profesional del maes-
tro, y creo que podemos ir viendo por lo menos lo que no debe ser la práctica escolar, pero tam-
bién algo de lo que debe ser.
Por todo ello esperamos con ilusión el encuentro de Salamanca, y los que vengan des-
pués. En Granada nos llegamos a juntar alrededor del centenar de profesores de Normales, unos
30 de Facultades de Ciencias de la Educación, unos 50 de lJVP y FP, unos 30 maestros en ejerci-
cio, y alrededor de 300 alumnos de las Escuelas de Magisterio. La cosa va siendo importante,
aunque desde luego la cantidad no debe preocupar tanto como la calidad.
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PONENCIAS
Sociología y Ciencias de la Educación
Carlos Lerena
Bacón decía que utilizar demasiadas palabras antes de entrar en materia es enojoso, pero
que no utilizar ninguna es grosería. Grosería quizá fuera no empezar reconociendo que invitán-
dome a estar con ustedes aquí, esta mafiana, se me ha hecho un honor: lo que se dice, un honor,
o más bien, lo que se decía. Que este lenguaje sea anacrónico acaso indique que tratar de expre-
sar sentimientos sencillos, e incluso tenerlos, es también quizás un anacronismo, lo que de ser
cierto, sería preocupante. Se me ha propuesto que les h,able a ustedes de Sociología y Ciencias de
la Educación. Entiendo que se trata de plantear las relaciones condensadas en esa «Y» copulativa
y griega: relaciones históricas, relaciones epistemológicas, entre sociología y ciencias de la edu-
cación. Atendiendo a la realidad actual, y mirando de cara al porvenir, el problema podría ser
cómo sustituir esa «Y» griega que une esas dos expresiones por un juego preposicional:
sociología en o dentro de, las ciencias de la educación, sociología entre las ciencias de la educa-
ción, sociología para las ciencias de la educación. Con esto entro ya directamente en el objeto de
la reflexión.
Desde una perspectiva que se presenta ya con los presupuestos del positivismo Comte ha
tratado de coronar toda su obra con un titulado y frustrado «Tratado de educación universal».
Religión, pedagogía, sociología y política constituyen aquí cuatro nombres de lo mismo: el posi-
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tivismo comtiano, el célebre sociologismo. Sobre esta plataforma han venido históricamente
montadas, a mi juicio, las inestables relaciones entre sociología y educación, entre sociólogos y
pedagogos. Históricamente puede constatarse que los clásicos de la sociología, en unos o en
otros términos, han constituido este ámbito de estudio en una de sus preocupaciones centrales.
Asimismo es fácil observar que los especialistas en temas de educación han mostrado una conti-
nua y firme voluntad de aproximarse de algún modo a la sociología.
Sin embargo, todo parece indicar que el encuentro entre unos y otros han sido más nomi-
nal que real. Un balance en mi criterio poco fecundo. Car.acterísticamente estas relaciones se han
parecido, no a un diálogo de sordos, sino a un entrecruzamiento de lenguajes distintos. Se diría
que unos y otros hablan de lo mismo, pero se refieren, desde perspectivas diferentes a distintos
temas. Ahora bien, trabajar desde diferentes perspectivas lejos de ser por sí mismo un escándalo
constituye una obviedad en el proceso de conocimiento, no importa de qué objeto se trate. No
parece que haya sido é-sta sin más la base de las reservas, de las reticencias o del recelo entre pe-
dagogos y sociólogos. En suma, lo que realmente es necesario poner en cuestión, en mi criterio,
no es la legítima duplicidad de perspectivas, sino el carácter convergente o divergente, parcial-
mente complementario o parcialmente excluyente de esas dos perspectivas, al modo como han
venido tratando de relacionarse una y otra. Pues bien, en mi criterio todo parece indicar que
dentro de estas relaciones los puntos básicos de desencuentro han sido tres. Paso a considerar la
cuestión en los términos que voy a plantear. Esos tres puntos serían. Uno las insostenibles pre-
tensiones del sociologismo. Dos, la axiomática idealista característica del pensamiento pedagó-
gico tradicional, la cual ha dejado a este pensamiento fuera del campo de las ciencias humanas.
Tres, la nunca puesta en claro disputa acerca de la normativa y de su lugar en el proceso de cono-
cimiento.
Tratemos de ver un poco más despacio de qué se trataba en aquel contexto histórico. Du-
rante las últimas décadas del siglo pasado y primeras del actual, en el plano epistemológico, se
sabe que se ha abierto un debate la crisis y la puesta en cuestión de la legitimidad del pensamien-
to pedagógico tradicional. Conforme al signo de los tiempos, aquella vieja pedagogía quería ser
ahora ciencia de la educación. De un modo más o menos claro .se percibía que no bastaba la
filosofía y la ética para fundar o para fundamentar científicamente el trabajo de reflexión en es-
te campo. Giner de los Ríos, en 1879, escribe sobre la ya llamada ciencia de la educación desde
un planteamiento que es lógico que hoy nos parezca completamente insuficiente.
Con el regeneracionismo se sabe que la pedagogía se ha convertido fundamentalmente en
el nombre de una fiebre y de una superstición. Cossío da a finales de ese siglo {el cual, como es
bien sabido, ha sido llamado siglo pedagógico) una conferencia sobre lo que enuncia también
como ciencia de la educación. Pero el nombre parece que no basta para ocultar una ambigüedad
de fondo manifiesta. Durante esa época se lleva a cabo en lo esencial la política de escolarización
que ha construido el tradicional sistema de enseñanza en los países europeos que conocemos.
Concretamente en el caso de la sociedad francesa es la época del establecimiento de la escuela
obligatoria, gratuita y láica y es el tiempo de la creación de un cuerpo profesora! adherido a una
fuerte burocracia estatal.
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Durkheim dentro de este contexto ha comenzado su carrera académica con un curso en
Burdeos sobre ciencia de la educación en 1883. Quien se consideraba la sociología en persona ha
dedicado al menos dos tercios de su tarea profesora! a sus cursos, primero en Burdeos y luego en
París, sobre ciencia de la educación. Asimismo se sabe que la sociología se ha institucionalizado
académicamente en el país vecino, dando nombre a una disciplina, precisamente por esa vía, es-
to es, de la mano, o del brazo, de la educación. Efectivamente, la primera cátedra de sociología
(1913) la ha regentado Durkheim, y se llamaba: Ciencia de la Educación y Sociología.
No es mi propósito detenerme en la consideración de la posición durkheimiana en
nuestro campo. Durkheim creo que se contradecía a sí mismo, al menos en dos puntos. Que la
sociología no puede ser la ciencia de la educación, en contra de lo que sostuvo, cabe dedurcirlo
del propio planteamiento que él mismo defendía. Si una ciencia se define por su objeto, como él
pensaba y escribió, no hay una ciencia sino múltiples ciencias, tantas como perspectivas. Si el
mismo objeto no es eso que crea una perspectiva, esto es, si el objeto no es un objeto de conoci-
miento sino un objeto real, entonces la disciplina que lo trata es una ciencia relativamente distin-
ta de las otras: una teoría práctica, un saber sobre un hacer, un arte racionalizado, una ciencia
aplicada.
Como quiera que se mire, la identificación que hace el lenguaje durkheimiano entre cien-
cia de la educación y sociología, me parece internamente contradictorio. Si educación quiere de-
cir realidad empírica, por ejemplo, mundo de la educación, la ciencia que estudia ese objeto no
es ciencia en sentido estricto. Y si educación expresa un objeto construido por una perspectiva
entonces hay varias educaciones, diversas perspectivas, y e'J fin, diferentes ciencias. Pero hay
otra contradicción. Durkheim, a mi juicio, tiene razón: el trabajo de conocimiento en sentido
estricto comienza cuando el saber importa por sí mismo, cuando la pasión de conocer no impone
condiciones, no repara en medios ni en gastos, ni se ocupa en las consecuencias concretas desde
un punto de vista concreto. Precisamente por adr1'1itir esto se ha de reconocer que buena parte de
la labor de nuestro clásico la ha realizado éste dentro de lo que él mismo parecía rechazar, esto
es, dentro del normativismo franco.
Con relación a las reglas del método sociológico el planteamiento durkheimiano está.in-
corporado, lo sabemos muy bien al oficio de sociólogo. Pero sus posiciones doctrinales, y preci-
samente en el campo de la educación más claramente que en otros campos, quedan lejos de las
actuales perspectivas. Ha sido necesario hacer una crítica de la filosofía positivista para que las
relaciones de las que nos estamos ocupando puedan plantearse en términos más claros y más jus-
tos. Pero esta crítica ha venido en mi opinión, después. Ha venido no hace mucho; cosa de los
últimos diez o quince años. •
Más allá de esta posición durkheimiana, y más allá de otras contribuciones pioneras en
las cuales no parece procedente detenerse, con referencia a las primeras décadas de este siglo
podría preguntarse: en materia de educación, ¿qué han hecho realmente los señores sociólogos?
Efectivamente, existe el riesgo de olvidar que la institucionalización académica de la sociología
se ha producido primero y sobre todo después de la segunda guerra mundial, y ello ::ti otro lado
del océano, o sea, en la sociedad norteamericana.
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de Arboleya, de 1956. Más allá de la pequei'la anécdota, ninguno de estos tres estudios bibliográ-
ficos incluye un solo trabajo clasificable propiamente en nuestro campo. Que Aznar haya estu-
diado el origen social de las vocaciones eclesiásticas, o es anécdota, o es excepción. Han tenido
que pasar muchos ai'los, para que los sociólogos incorporen explícitamente a su campo de traba-
jo empírico la reflexión sobre el sistema de ensei'lanza y sobre el sistema de educación.
Dentro de un nuevo contexto social las posiciones más características parecen haberse
apeado ya del triunfalismo con el que durante doscientos años se han venido conjugando los tér-
minos educación y sociedad. Se ha producido, lo sabemos, un profundo replanteamiento. De es-
te replanteamiento, el cual incorpora una crítica del positivismo sociológico, ha nacido la
sociología de la educación como especialidad y como profundización de la sociología a secas.
Pues bien, veamos ahora la cuestión desde el otro costado, no desde el lado de los sociólogos, si-
no desde el lado de los pedagogos.
Aquella pedagogía que a finales de siglo quiere ser ciencia de la educación, en ese tiempo
y en las décadas posteriores se psicologiza, se biologiza, se sociologiza. Acéptese como una opi-
nión, allá por donde va, recoge lo peor. Y lo peor se llama psicologismo, biologismo, socio logis-
mo. Piensa que ni la filosofía, ni la ética, son avales suficientes y los busca en el ciencismo, en el
ciencismo positivista, el cual por lo demás tiene en esa época su esplendor. Mientras la filosofía
sigue poniendo el idealismo, y mientras la psicología individual pone el lenguaje y la psicotecnia
pone la tecnología, la ética aviva el fuego de los ardores de un moralismo que se diría que se con-
sume en las puras voluntaristas ganas de acertar.
Pero frente a los muertos es absurdo tratar de tener razón, tenemos no más razón que
ellos, sino otra razón. Hicieron lo que se podía hacer, tomaron de la sociología lo que tenían
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más a mano. Esto fue por ejemplo la célebre «erlucational sociology» norteamericana, o sea, la
sociología educativa o educacional. Aparecidéi· ésta en ¡a primera década del siglo, los propios
sociólogos estadounidenses, allá por los años cincuenta la borraron del mapa oficial de la
sociología. Aquel burdo empirismo, aquel pragmatismo inmediato y aquella rudimentaria
tecnología que caracterizaron a la que se presentaba como trabalenguas, (sociología pedagógica,
pedagogía social, pedagogía sociológica, sociopedagogía) eran demasiados palmarios.
Pero está la inercia, esa inercia académica que se arrastra aquí con sus seculares pies de
plomo. No otra cosa que el de la rutina y el de la inercia, es en mi criterio, ese, no del todo infre-
cuente discurso que, en nuestro ámbito, sigue utilizando en vano el nombre de sociología. Como
debiera ser más sabido, ese discurso continua en mi criterio aún estampándose en libros de texto,
y sigue, no se sabe hasta cuando, subiendo a la profesora! tarima para celebrar todos los días lec-
tivos la ceremonia de la confusión.
Con esto 1-l.egamos a la expresión que en adelante nos va a ocupar: ciencias de la educa-
ción, no en singular sino en plural. Como sabemos, no se trata de un simple cambio semántico,
éste que se introduce en España en la década de los años treinta, y concretamente en 1932, según
célebre decreto en que se pluraliza la denominación ciencia de la educación, plural con el cual se
llega a nuestro tiempo. Debajo de dte cambio semántico, hay un cambio, al menos como preten-
sión, en cuanto al estatuto epistemológico de la materia o de la disciplina de la que estamos
hablando. Pero hablar de esto es colocarse en un terreno más difícil, o sea, dialogar, no con los
muertos, sino con los vivos. Ajustar cuentas con el pasado no es difícil. Hacer de fiscal del pre-
sente tampoco parece que lo sea. Pero no se trata de eso, sino de reflexionar sobre la realidad
propuesta, y ello de cara a la realidad actual, y de cara a un porvenir más o menos inmediato.
Como decía al principio, se trata de ver con qué preposiciones podríamos llegar a conec-
tar el término sociología y el término ciencias de la educación; hasta qué punto podríamos jugar
con un entre, con un a, con un dentro, con un para, entre esos dos términos. Quizás esta bús-
queda de preposiciones pueda suponerse que se trate de un problema falso; quizás se piensa que
no se necesitan preposiciones y que basta con la expresión puente: sociología de la educación .
No es ese mi criterio. Ciertamente, la sociología de la educación puede ser considerada como
una de la ciencias de la educación. Ello es incluso obvio, pero en el plano epistemológico esto no
es decir nada, y no decir nada ya se sabe lo que suele suponer; dar cuerda a la confusión . Asimis-
mo se sabe cuál es esa confusión; la confusión, más bien implícita que explícita, entre sociología
y pedagogía y viceversa. Contra io que quiere la lógica institucional y la lógica de los intereses,
esa confusión es claro que ha ido y está yendo y todo indica que va a ir en perjuicio de la respeta-
bilidad de ambas, de la respetabilidad de la sociología y de la respetabilidad de la pedagogía .
Sociología de la educación es uno de los nombres, solo que más concreto, de la sociología
a secas. Añadir que es una de las ciencias de'la educación es insistir en lo obvio, como he dicho.
Pero es no decir nada, porque realmente hay tantas educaciones como perspectivas de conoci-
miento, o sea, como ciencias, o si se quire, como disciplinas básicas . O dicho con otras palabras:
parece claro que las ciencias de la educación tienen todas ellas el mismo objeto real, el mismo
ámbito, la misma jurisdicción física, pero no tienen el mismo objeto de conocimiento. Si lo tu-
viesen es evidente que menos una de ellas, las demás sobraban. A esto obedece la pluralización,
por ejemplo en otros campos, en otras disciplinas; así la pluralización de las llamadas ciencias de
la salud, de las llamadas ciencias económicas y de las que se quiera.
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risa confundir a un sociólogo de la medicina con un médico, esperar lo mismo de uno que de
otro. Y más grave sería que un médico se llamase sociólogo, o que un sociólogo se tomase a sí
mismo como médico. Creo que va apareciendo cada día más claro que el célebre problema de las
llamadas ciencias fundantes, esas que dan y que quitan la legitimidad, constituye un problema
falso: éste sería precisamente el caso de la pedagogía.
Dentro de este planteamiento, creo que todo mueve a pensar que, desde hace un período
relativamente reciente, nos encontramos en un momento en el que, tanto por razones de orden
social, como por razones de orden epistemológico, las ciencias de la educación, y en medio de
ellas la pedagogía, o como quiera que se la llame, están llamadas a incorporarse a las ciencias
humanas. Ateniéndose a la consideración de su objeto real, esto es de su jurisdicción, las cien-
cias de la educación son ciencias humanas, o si se quiere, ciencias sociales. Como voy a tratar de
señalar, todo parece mostrar que se está dando un proceso de convergencia de orden epistemoló-
gico dentro de las distintas disciplinas o ciencias humanas, por lo demás cada vez más interde-
pendientes entre sí, y al mismo tiempo con una especificidad más profunda.
Para empezar, puede uno preguntarse qué está siendo de la clásica dicotomía entre cien-
cias de la naturaleza y ciencias del hombre, entre ciencias naturales y ciencias humanas. Sobre
esta distinción la experiencia histórica revela que quienes se complacen en la imagen positivista
del conocimiento concluyen en algo parecido al razonamiento que justifica la tontería célebre
que cometió el asno de buridán, o sea, permanecer quieto, quedarse clavado.
Las ciencias naturales no explicarían nada y las ciencias humanas serían un imposible be-
renjenal. Cada día parece estar más claro que ese foso entre juicios de valor y juicios de realidad
y que esa escisión entre la operación de jugar y la de comprender se da y es propia de un determi -
nado contexto histórico. Ahí, en ese contexto, es donde está clavado el asno de buridán. Como
trata de explicar la sociología del conocimiento ese foso y ese parón constituye una representa-
ción mental que no obedece de hecho a la realidad del trabajo del conocimiento·en ningún cam-
po . Con estas o las otras reglas, bajo esta perspectiva o bajo la otra, frente a un objeto o frente a
otros, todos usamos la misma herramienta, o sea, la razón. Las ciencias humanas son igual de
ciencias que las ciencias naturales, sólo que más difíciles.
Históricamente, otra de las representaciones falsas del trabajo del conocimiento ha veni-
do siendo la infausta polémica acerca de la normatividad. Como es sabido, la sociología delco-
nocimiento está tratando de dar cuenta de cómo y cuándo y por qué surg.e esa prohibición legal
de no ser, ni lo que se llama despectivamente utópico, ni normativo. Y está estudiando qué me-
canismos hacen que el prestigio social de las ciencias parezca estar jerarquizado en relación in-
versa a la voluntad que se muestre de aparentar permanecer en la luna. O dicho de otro modo, se
abre paso a mi juicio, cada vez más claramente, la idea de que lo que se ha llamado normativi-
dad es una simple cuestión de grado, no de naturaleza.
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Lógicamente existe una normatividad inadmisible; la que no reflexiona sobre la raciona-
lidad de sus objetivos, la que descansa en una axiomática racionalmente insostenible. Pero no
son exactamente los juicios de valor, ni es la normatividad lo que realmente están puestos en
juego. Este falso problema, en mi criterio, está siendo sustituido por otro. Ya se trate de hacer
un puente, fabricar una bomba, curar a un enfermo o enseñar a un niño, se trabaja sobre objeti-
vos propios y conscientes, o se trabaja sobre objetivos inconscientes o impuestos desde fuera.
Además, la racionalidad de unos objetivos u otros se puede hasta cierto punto establecer, y des-
de luego discutir. Unas y otras opciones y objetivos no parece que nazcan por generación espon-
tánea.
Más allá del problema, en mi opinión falso, de la normatividad, el obstáculo mayor que
en el orden del pensamiento ha trabado las relaciones reales y fecundas entre la sociología y las
ciencias de la educación ha sido en mi criterio éste: la imagen de la sociología que tradicional-
mente se ha tenido en este ámbito. Dejo abierta la cuestión de si hace cincuenta años esa imagen
de la sociología correspondía o no a la realidad del trabajo sociológico,de aquella época. Con re-
lación a lo que hace la sociología actual, y en todo caso a lo que así parece que merece llamarse,
o sea, actual, viva y sociología, no dudo en afirmar que esa imagen constituye solamente el pozo
de unos prejuicios recalcitrantes.
Quienes hacemos ahora sociología tenemos cincuenta, cien, doscientos años más que
nuestros clásicos: Saint-Simon, Marx, Durkheim, Weber, Manheim. Esta sociedad no es ya la
suya y nosotros tenemos más años que ellos. Somos más jóvenes, por eso sabemos más que
nuestros maestros. Por otra parte, y puesto que no se trata de credos, la palabra fidelidad o la
palabra traición no son los nombres de ninguna virtud, sino al contrario, los de un vicio, al me-
nos dentro de la deontología de nuestro oficio . Actualmente no es polémico decir que la
sociología ha saldado, está saldando, cada vez más aprisa, sus cuentas con cualquier dogmatis-
mo. Aquello que fue imperialismo sociológico, lo que fue reduccionismo ciencista, y lo que fue
sociologismo y credo, se están cayendo, se han caído ya por su propio peso histórico. Ya no se
puede confundir lo social con lo colectivo. O dicho en otros términos, cuando aparece en un exá-
men de primer curso una reencarnada sombra de Augusto Comte, se le suspende, sin más.
Considerar eso que se llama lo colectivo, no es asunto de la sociología: lo colectivo es simple-
mente el promedio, lo que en los hombres hay de rebaño dócil. Lo colectivo es casi lo no huma-
no, o sea, lo otro, lo contrario de lo que estudia la sociología.
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No hay fatalismo; lo que es no es inevitable, existen leyes sociales; pero hay leyes sociales
en la medida, y hasta cuando el conjunto de los hombres quieran cambiarlas, y hasta cuando
consigan cambiarlas. Para transformar las realidades humanas es preciso estudiarlas primero en
lo que son. Como es obvio es necesario partir de lo que existe. Por otra parte, tampoco hay im-
perialismo: lo sociológico es sólo una perspectiva de lo social, una entre otras. Por ejemplo ese
calificativo de social que reclaman en todo o en parte por ejemplo la historia (la historia social),
la lingüística (la lingüística social), la pedagogía social, la medicina social, es un calificativo de
una obviedad se diría que palmaria. ¿Qué otra cosa que lo social, o sea, lo humano, iban a estu-
diar? Más allá de la tradicional plataforma del pensamiento esencialista, espiritualista, o como
quiera que se la denomine, ¿qué otra cosa iban a ser esas ciencias que sociales?
Por otra parte, ya lo he dicho, ahí podría verse a las ciencias de la educación. Todo pare-
ce indicar efectivamente que las ciencias humanas están creciendo en extensión y en profundi-
dad. Y ello, en buena parte, agrupadas en áreas de realidad empírica, no de perspectivas teóri-
cas; cada una de ellas en torno de un eje, por ejemplo claramente normativo: la medicina, la
economía, la pedagogía, o como quiera que a ésta se la llame. Dentro del planteamiento trazado
(axiomática mínima común y disciplina eje, tanto más integradora cuanto más acusadamente
normativa) la posición o status epistemológico de la sociología así como su papel académico
pienso que son los mismos allá donde esté, o sea, al margen del cual sea el ámbito real en el que
trabaja. Esa posición y ese papel son en mi criterio dobles. Por una parte, la sociología es una
rama sustantiva del conocimiento empírico-teórico. Que sea una rama quiere decir: primero,
que no monopoliza el discurso sobre lo social, y segundo, que su contribución hay que ponerla
al lado de las otras ciencias humanas sustantivas a la hora de construir una integrada teoría ge-
neral, llámese sobre el hombre, llámese sobre la sociedad .
Como rama sustantiva del saber, la investigación o trabajo sociológico tiende precisa-
mente a concretar su objeto: sociología de la medicina, sociología de la religión, sociología de la
infancia, sociología de la literatura, sociología de la educación. Se trata de especificaciones de la
sociología sustantiva general o a secas. Pero además de esa dimensión, y más allá del orden rela-
tivamente autónomo del conocimiento, la sociología es una rama del conocimiento de carácter
auxiliar, y ello dentro de la organización escolar, esto es, de la organización académica. Auxiliar
quiere decir, auxiliar de una cJisciplina claramente normativa. Esta disciplina claramente norma-
tiva, es en nuestro ámbito, la llámese pedagogía o andragogía, o ciencia del arte de educar, o
teoria práctica de la educación, o en fin, si se quiere, ciencia de la educación.
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Existe un adjetivo por el que se puede discutir ha!)ta donde se quiera: aplicada, ciencia
aplicada. Nadie parece que quiere asumir ese calificativo en lo que es quizás sólo un asunto de
sentido común. Si toda ciencia y todo saber no fuesen de un modo u otro aplicados, entonces pa-
rece claro que no merecería la pena discutir ni un hora sobre este asunto. La sociología es, en mi
criterio, uan ciencia sustantiva, pero es también, y concretamente dentro de la organización aca-
démica o escolar, y dentro del ejercicio profesional, un saber aplicado. Por lo demás, se puede
pensar que la pedagogía es, o mejor quizás, puede ser, una ciencia o saber aplicados, y ello, por
ejemplo, de modo mucho más notorio que lo es la lingüística o que lo es la propia sociología.
Que este carácter aplicado puede ser objeto de envidia o al revés, depende del contexto en defini-
tiva.
Este es el sentido en el que pienso que los sociólogos de la educación podemos ser consi-
derados como especialistas en ciencias de la educación. Con relación al ámbito académico al que
ahora nos referimos, esta rama de la sociología, o sea, esta especialidad está dentro de las cien-
cias de la educación, estudiando desde su particular perspectiva esa jurisdicción de lo real. Está
académicamente, escofarmente, profesionalmente entre las ciencias de la educación y funciona
para las ciencias de la educación.
Desde este planteamiento creo que la actual organización y división académica de las
ciencias de la educación es necesaria someterla a un debate profundo, y concretamente de cara a
la necesaria transformación de la organización de las Escuelas Universitarias de Formación del
Profesorado de Enseñanza General Básica. Para aludir a la situación presente no parece que sea
necesario ni adecuado utilizar la palabra crisis: este término es de obligado uso dentro del diag-
nóstico oficial que quizá se quiere salir por la tangente y se autoprotege hablándonos por
ejemplo de prometedores rearmes o de prometedoras crisis de crecimiento. No hay crisis, sino
problemas reales, viejos, detenidos, severos. Podría distinguirse en mi criterio dos órdenes de
problemas, ambos interrelacionados: problemas de orden epistemológico y problemas de orden
social.
Para que no sigan sonando en este ámbito palabras tales como anacronismo, despresti-
gio, inercia, sofistica, abandono o tradicionalismo, pienso que sería necesario planterarse tres
objetivos. Uno, romper el reduccionismo con el que, a mi juicio, la inercia define nuestro ámbi-
to de trabajo: la educación es algo más importante, y algo que va más allá de la perspectiva re-
duccionista ordinaria más importante que lo que quiere esa perspectiva que asimila la educación
a la enseñanza, y de la cual parece ser que la imagen sería la de (dicho con todo reverencia y res-
peto) las hermanitas de la caridad trabajando con unos niños pobres y desvalidos. La educación
es mucho más grande que eso, y sabemos que está implicada en un conjunto de instituciones y de
procesos sociales que desbordan con mucho lo que visiblemente aparece en el aula después de
que se cierra la puerta. Dos: haría falta romper la actual absorción, yuxtaposición y contraposi-
ción de disciplinas. Respetarse unos a otros, coexistir, no necesariamente debe querer decir tra-
bajar de espaldas. No es tampoco·mezclando a mi juicio, por ejemplo sociologfa de la educación
y pedagogia social para darle nombre a unas cátedras, el mejor camino para lograr una integra-
ción. Mitificar no parece que sea integrar, sino confundir. En fin, como tercer punto, como ob-
jetivo a medio plazo, y siguiendo una dinámica creo que general e inevitable, es preciso propo-
nerse, en mi criterio, el logro de la plena integración dentro de las ciencias humanas de los estu-
dios y de las profesiones en este campo. Por razones institucionales y corporativas no parece que
el cumplimiento de ese objetivo sea una tarea ni mucho menos fácil. Algo se sabe acerca de las
razones, de índole social, y también de índole teórica, por las cuales muchos de los obstáculos al
conocimiento tienen, en el ámbito en que estamos trabajando, un arraigo endémico, particularmente
limitativo y severo, y no sólo en nuestro país, sino en el resto del mundo. No obstante, y al mar-
gen de esto, estar dentro de las ciencias humanas, ser especialistas en ciencias humanas, trabajar
19
en el área de los conocimientos que proporcionan las ciencias humanas es, pienso, el lugar natu-
ral de los teóricos y de los prácticos, de los profesionales y de los docentes, en el ámbito de las
ciencias de la educación . .
Renovarse o morir, es una bien intencionada frase de la que probablemente puede decirse
que se ha pronunciado ya en nuestro campo demasiadas veces. Realmente no parece que al repe-
tido uso de esa frase le haya seguido ninguno de los términos de esa anunciada disyuntiva. Ni
renovarse ni morir, sino muchas イ・ョッカ。」ゥウL M セ@ por otra parte, no una muerte sino una lan-
guideciente sobrevivencia. Transformar parece que es posible que sea una palabra más adecuada
a la tarea del presente. La sociedad española ha conocido en los últimos quince años profundos
procesos de transformación. El mundo de la educación ha crecido cuantitativamente de un mo-
do harto visible, y al mismo tiempo ha cualitativamente cambiado. No parece difícil enunciar la
tarea a la que inequívocamente estamos retados: la tarea de colocar a las ciencias de la educación
y a todos los que trabajamos en ese ámbito a la altura de ese proceso de crecimiento y de trans-
formación social. Parece que resulta innegable el hecho de que la sociedad española necesita
profesores a la altura del reloj y del calendario. Abráse un debate y pónganse sobre el tapete las
cuestiones reales que sabemos tienen una fuerte incidencia sobre la racionalidad y sobre los fru-
tos del trabajo que hacemos en las escuelas universitarias, y en las facultades, profesores y alum-
nos, dentro de este ámbito de trabajo y dentro de este ámbito de reflexión de las ciencias huma-
nas.
La sencilla lógica de que todo indica que se tiene poco que perder y mucho que ganar
podría ser una razón suficiente. Y con esto, termino por donde he comenzado. Más allá del co-
nocimiento, y como creo haber dicho, pongo mi personal criterio al lado y a la altura de los
otros criterios. Quiero decir que se cribe, que se critique lo que no ha querido ser más que cola-
boración leal de un sociólogo, entre muchos, cuyo trabajo se desarrolla aliado del de también
muchos otros especialistas en este campo.
20
La incorporación de la dimensión social a la
formación y al ejercicio de la profesión docente
Gonzalo Anaya
Queridos amigos:
Voy a ceñirme al título que me han propuesto «La incorporación de la dimensión social a
la formación y al ejercicio de la profesión docente». Antes de hablar de cómo debe ser la forma-
ción social del docente voy a hacer una introducción en la que me siento obligado para decir fun-
damentalmente dos cosas: no creo que se puede hacer una teoría que no sea una reflexión sobre
la práctica concreta, no creo que se pueda hablar de qué es la filosofía de la educación, la teoría
de la educación o la ciencia de la educación o cualquier reflexión que sobre la educación verse
que no parta de la práctica concreta de los enseñantes. Creer que la teoría es una búsqueda de un
modelo para ver de qué manera se adapta a él la educación, o qué tipo de filosofía vamos a apli-
car a la educación me parece que es no entender la cuestión. Creo que lo que se debe hacer es sa-
ber qué es la práctica concreta de nuestros enseñantes, y en función de ella establecer una refle-
xión, un entramado de conceptos que dé sentido a eso. Lo que sucede es que estamos en una cul-
tura donde las actividades humanas si no alcanzan el status científico o filosófico parece que no
tienen entidad cultural. Y lo que habría que hacer sería no instalarse en una filosofía y desde ella
pensar qué es la educación sino aprovechar todo el instrumental histórico-cultural de la
filosofía, de la ciencia, de la sociología y de la psicología para saber qué es eso de la educación.
En este sentido yo pretendo hacer una reflexión sobre la práctica concreta.
Hay indudablemente un error que nos acosa a todos y del cual es muy difícil desprender-
se. Se confunde educar con enseñar; enseñar es una tarea que se puede cumplir en el escalón más
alto, en la universidad, y es allí una formación profesional; o enseñar se cumple en los grados de
E.G.B. donde no tenemos que formar profesionalmente sino que tenemos q11e formar seres hu-
manos, y formar seres humanos es algo distinto, se nos está confundiendo porque generalmente
creemos que la educación consiste en transmitir saberes o en ver de qué manera aprenden los es-
colares. No creo que eso sea la educación, ese es uno de los aspectos de la E.G.B. Y cuando nos
dicen que no podemos salir del círculo de la reproducción del modo de producción estamos inci-
diendo en el tipo de enseñanza que transmite saberes, pero cuando tenemos que plantearnos el
problema de qué es la educación nos damos cuenta de que no consiste sólo en transmitir saberes.
¿Cuáles son fundamentalmente las tres tareas que debe hacer Ia E.G.B.? tiene que trans-
mitir saberes, que puede que no sea aprender ciencias sino aprender otras cpsas; tiene que edu-
car, en el sentido de que tiene que afectar a las profundas capas del ser humano y tiene, por otra
parte, que socializar a los escolares. Estas tres tareas no se reducen solamente a transmitir sabe-
res y ya la ley Moyano dice que es enseñar a leer, escribir y contar y actualmente a que nuestros
21
escolares aprendan ciencias, lo que indudablemente nos enmascara el verdadero concepto de
educación. El concepto de transmisión de saberes es un reduccionismo porque una amplia tarea,
como es la educación, se reduce solamente a uno de sus aspectos. No creo que el análisis de una
práctica concreta sea descubrir estas tres funciones, transmitir saber, educar y socializar, creo
que además esta práctica concreta está afectada por la historicidad. Generalmente, se confunde
la historia de la educación, con la historia de la enseñanza, con la historia de las ideas pedagógi-
cas y hasta con la historia de la ciencia pedagógica. Todas esas cuatro historias hacen referencia
a un tema muy concreto que es la historicidad de la educación. La educación no es un fenómeno
atemporal es un fenómeno afectado hondamente por la historicidad. De la misnia manera se ve
afectado por un conjunto de presiones sociales; unas veces estas presiones son prescripciones en
forma de leyes de política educativa, y otras veces son sugestiones sociales que de mil maneras,
de manera patente o de manera sutil, se meten en nuestra enseñanza.
Cuando tenemos que estudiar qué es realmente la E.G.B., entonces nos damos cuenta
que tenemos que ver esas funciones de transmitir, socializar y educar atenidas a un proceso his-
tórico. El proceso histórico es, no solamente la historia de nuestros tiempos desde el punto de
vista de la historia-de la enseñanza sino que se remonta, al Renacimiento con la laicización o de-
sacralización de los saberes con Galileo o de los quehaceres políticos con Maquiavelo, que luego
tiene unos perfiles muy concretos con Darwin y actualmente unas formulaciones con Freud,
Marx, Nietsche. Es un proceso histórico en el cuál nuestra escuela se ve envuelta y creemos que
ese proceso histórico no nos afecta, y creemos que ser culto es saber un conjunto de cosas de
ciencias. Pero en frase de Ortega, estar a la altura de los tiempos, es explicarse el mundo que nos
rodea desde un punto de vista donde tienen que entrar necesariamente reflexiones de Marx o
consideraciones de Nietsche, o también con las aportaciones de última hora, de Baudrillard.
Cuando nosotros queremos hacer reflexión en profundidad sobre la educación puede que
lo que tengamos que hacer sea una filosofía de la educación; y en el sentido que nosotros quere-
mos que esta reflexión sobre la práctica cotidiana de los enseñantes sea totalizadora indudable-
mente vamos a hacer una filosofía de la educación. Pero pienso que mientras no partamos de la
práctica diaria concreta de nuestros enseñantes no vamos a entender exactamente nada de lo que
es una formación psicológica, filosófica, sociológica, metodológica, etc.
En este sentido yo voy a hablar como docente de una Escuela del Magisterio en la que
tengo que preparar a unos docentes. Lo primero que tengo que saber es qué van a hacer esos do-
centes; cualquier conocimiento de mis propios escolares me remite de una manera necesaria, a
qué es lo que hacen los maestros diariamente en su ess:uela, qué es ese tipo de tarea en la que ellos
se ven envueltos por un conjunto de presiones sociales. Sobre esto me parece muy interesante
plantearme qué debo yo hacer frente a mis alumnos; ellos me remiten a cuál es la tarea suya fu-
tura que deberán hacer en la escuela e inmediatamente, aparece toda la normativa contenida en
la Constitución, donde por primera vez tenemos una declaración constitucional según la cuál la
educación es un derecho humano y que queda definido de una forma muy precisa (puede que la
Ley General de Educación del 70 no esté dé acuerdo con ella y es posible que durante años
nuestra política educativa no tenga en cuenta esa normativa) porque exactamente la Constitu-
ción dice que la educación deberá tener por objeto el pleno desarrollo de la personalidad huma-
na en el respeto a la convivencia y demás derechos y libertades.
22
dirla Hegel) más depurado y exquisito; la cultura es algo tan complejo como el nicho ecológico,
geográfico, lingüístico, social, histórico donde los seres humanos están insertos. Y no puede ha-
ber educación, no puede haber formación del ser humano si realmente no pensamos, en cómo
debe ser la educación según la Constitución, en cómo deben promocionarse las culturas y en qué
sentido también debemos entender la libertad de enseñanza, libertad de cátedra, libertad de
expresión.
Como por otra parte yo estoy además implicado en una Escuela Universitaria donde se
nos manda investigar y criticar, no creo que yo cumpla con mi destino de profesor universitario
si ante mis escolares no investigo y no critico. Entonces investigar y criticar me lleva mucho más
allá de creer que debo formar escolares para que cumplan muy bien los preceptos educativos de
la política vigente. Me permito simplemente enfrentar estado y sociedad. Creo que el estado, la
administración, la legislación o política estatal nos exige unas cosas, pero nosotros como ense-
ñantes tenemos que estar aliado de las demandas de los seres humanos. El estado tiene unas pre-
visiones, nosotros tenemos otras; el estado nos manda hacer unas tareas, pero nosotros tenemos
que cumplir otras, porque realmente las demandas de nuestros escolares no es alcanzar los diplo-
mas ni dominar éstos o aquellos saberes, o alcanzar éstos o los otros aprendizajes, sino otra cosa
muy distinta; tenemos que formar seres humanos y esto sólo lo hacemos educando y no transmi-
tiendo solamente saberes o preocupándonos en qué medida cumplen los programas o en qué me-
dida se alcanzan las evaluaciones. Por eso, cuando enseño en la Escuela del Magisterio distingo
entre el presente y el futuro. Estamos tan atenidos al presente que creemos que nuestros maes-
tros tienen que formarse sobre la política educativa vigente y no es cierto. El presente no debe ser
tan determinante, pues como decía antes, lo mismo que pensamos en la sociedad tenemos que
pensar en el futuro de la sociedad y no exactamente en el cumplimiento de la política educativa
del estado vigente.
Una segunda distinción debo hacer. Los que nos encontramos en las Escuelas del Magis-
terio enseñando asignaturas como sociología, psicología, filosofía de la educación o
antropología, advertimos que nuestros saberes son totalmente distintos de otros saberes. Los
que enseñan lengua tienen que conocer la lengua francesa, castellana o inglesa para poderla
transmitir a lo escolares de E.G.B.; pero los saberes nuestros de filosofía, psicología, sociología,
no son saberes transmisibles a los alumnos de E.G.B., de donde resulta algo tan extraño como
que alguien dirá, que no sirven para nada; porque si no se van a enseñar, ¿para qué sirven? Sin
embargo, son los que van a hacer posible con su eficacia la transmisión de los otros saberes.
Acaso es que algunos estan dentro de unas formulaciones muy elementales, y reduccionistas.
Creen que para enseñar a dividir, lo único que hace falta es saber dividir.
El conjunto de saberes que nosotros practicamos en la escuela son saberes que no se van a
transmitir a los alumnos de E.G.B. pero indudablemente tienen un valor bastante· más impor-
tante que el que se suele creer. Durante algunos años España ha estado amenazada del cierre de
las Escuelas de Magisterio, porque había que dominar los saberes que había que transmitir y do-
tar a los alumnos, en muy poco tiempo, de metodologías y que fuesen enseguida a enseñar. Res-
tándole entonces al docente todo un conjunto de saberes no transmisibles, se les podría denomi-
nar también saberes humanísticos (no me gusta mucho la palabra, sobre todo cuando el huma-
nismo está en alguna filosofía en crisis).
Necesitamos formar un profesorado que tenga una alta competencia en estos saberes
entre los cuales la sociología empieza a ocupar un lugar importante; empieza a ocuparlo, porque
hasta hace pocos años no lo ocupaba. Durante muchos años hemos creido que para educar, para
enseñar a un ser humano tenemos que conocerle, y que cuanto más profundo y amplio sea
nuestro conocimiento mejor le enseñamos y eso no es así. Hemos creido que esa enseñanza
23
consistía en conocerle de una manera exhaustiva a través de un psicodiagnóstico, mediante todas
las técnicas de la psicología aplicada, de la psicometría. Pero, de pronto, lo queramos o no, nos
hemos dado cuenta, que tanto o más importante que los rasgos psicológicos que tiene un sujeto,
son los determinantes psicológicos del grupo social al que pertenece, la clase social, las deficien-
cias culturales de ese sujeto. Ese conocimiento empieza a ser, no ya solamente de la psicología
del escolar sino de la sociología y de otras muchas cosas que no son psicología y sociología, de
las que yo no hablaré aquí.
¿Cómo se hace esta formación social de nuestros enseiiantes, de nuestros alumnos de ma-
gisterio? Una formación profesional continua y permanente de poner al día sus saberes no es
tanto enseiiarles ciencia cuanto enseiiarles a reflexionar sobre su práctica diaria de una manera
crítica y de una manera total. Nosotros podemos enfocar la formación social de nuestros escola-
res de una doble manera: enseiiémosles sociología, porque cuanto más sociología sepan van a te-
ner un conocimiento completo de las presiones sociales que actúan sobre nuestra escuela. Hay
otro planteamiento: ver como el maestro dentro de la práctica diaria tiene un conjunto de pre-
siones que están actuando sobre su quehacer cotidiano de formas muy diversas. Me parece espe-
cialmente interesante partir de la práctica cotidiana del enseiiante y ver qué presiones sociales, o
qué determinismos sociales están actuando sobre su quehacer, porque cuando él sabe traducir
esas presiones sociales, que estudia la Sociología, en su práctica concreta, indudablemente puede
que en buena medida, no sé si totalmente, pero sí en buena media, evitar esos determinismos so-
ciales. o esas angustiosas presiones y entonces de alguna forma está librando a sus escolares de
todo ese determinismo social.
Indudablemente al plantear la sociología por un lado, como un saber crítico que deben
tener los maestros, por otro lado la psicología social, por otro la psicología, por otro el psico-
diagnóstico y por otro la antropología, estamos haciendo algo muy del gusto de los científicos,
que es independizar las ciencias o sectorizarlas, e impartirlas en el más alto grado de especializa-
ción, ese es el saber que permite investigar. Pero estamos sectorizando los saberes y en cambio
vamos a exigir al enseiiante que haga una perfecta integración de todo eso que ha aprendido, pa-
ra dirigirse a unos escolares concretos y determinados. Tenemos el empeiio de distinguir los ob-
jetos formales de cada una de las ciencias, distinguir sus metodologías, definir sus ámbitos y
aplicaciones e indudablemente cumplimos muy bien con las exigencias científicas; ha de respe-
tarse esta sectorización de saberes, pero al enseiiante no le hemos enseiiado a articular todos esos
saberes dentro del momento concreto . de este pequeiio, y eso es lo que les va a frustrar.
セ@
24
gica de la escuela con estos escolares. Lo que pasa es que estarnos acostumbrados a separar los
campos, porque creemos que conocer la función social de la escuela es una capacitación lograda
en exclusiva por la sociologia pero actuar ante este escolar es algo concreto que corresponde a la
psicologia. Si creemos que conocer a un individuo concreto es conocerle sólo psicológicamente
entonces el conocimiento de la función social de la escuela queda totalmente desvinculado en la
actuación.
Desde que en el siglo XIII, se fundan las universidades, creemos que para que un indivi-
duo actúe médicarnente, utilice terapéuticas y quirúrgicas adecuadas, tiene que conocer muy
bien la ciencia médica, y en efecto eso es así, y yo no lo voy a negar. Correspondientemente
cuando queremos que un individuo sea bueno, tenemos que enseñarle ética, qué es el bien, y qué
es el mal, y cuanto más ética sepa creemos que va a tener una formación moral más alta. ¿Qué
tenemos que hacer para que los niños sean buenos patriotas? ponerles una asignatura de
patriotismo? ¿qué hacer para que sean buenos católicos? ponerles muchos cursos de catolicis-
mo. Y entonces creemos simplemente que la formación sociológica va a hacer que los enseñantes
tengan una competencia social muy alta y da la casualidad que la competencia social es un pro-
ducto de dos factores: de algo que él tiene conocimiento por vías de la ciencia sociológica y de al-
go que él tiene como ser humano, eso que se suele llamar capacidades sociales, competencias so-
ciales, sensibilidad social. Cuando tengo que hablar de la formación social de los docentes tengo
que tener en cuenta estas dos cosas: qué deben saber, y qué condiciones humanas debeQ tener
para que ese saber se aplique realmente a la formación social de los pequeños a los que se dirige;
distingo esas dos cosas muy claramente: las asignaturas de formación social y las capacidades
sociales para actuar. En cuanto a las asignaturas, cuando me planteo el problema de la forma-
ción social de los enseñantes no puedo creer que sea solamente competencia de la sociología, si-
no que creo que ahí está implicado todo el problema cultural, o histórico-cultural de los ense-
ftantes.
Suelo contar la historia, de cómo hemos pasado de la Pedagogía a las Ciencias de la Edu-
cación. La Pedagogia ya con Herbart pretendía ser una ciencia de la educación porque realmen-
te si educar es algo tan importante hagamos de eso tan importante, una ciencia; también decía
que era un arte o conjunto de conocimientos y de reglas para hacer bien. una 」ッウセ[@ la Pedagogía
tenía que ser arte y ciencia normativa, eso era todo el programa científico de Herbart. Actual-
mente este programa no nos sirve. De una Pedagogia, que era una enciclopedia de saberes para
. poder educar, se nos ha ido fragmentando y han resultado las ciencias de la educación. La poca
psicologia que aiU se estudiaba en la pedagogia, se nos ha desarrollado en nuestra sociedad en
mil saberes amplios, multiformes, de gran profundidad, de múltiples direcciones. La psicología
ha alcanzado un desarrollo increíble, igual la sociologia, y todas las ciencias de la educación, la
25
economía, la política, la antropología, etc., sin embargo la Pedagogía no ha alcanzado apenas
desarrollo. Si leeis, el libro de Piaget, «Instrucción y educación» que compara el libro que él
publicó en los años treinta con el que vuelve a publicar en los años sesenta, dice que la Pedagogía
no ha avanzado. El hecho es que la Pedagogía no alcanza un desarrollo científico tan importante
como las demás ciencias y entonces se produce algo muy curioso, mientras la Pedagogía, cuando
era una enciclopedia de saberes, instrumentaba todos los saberes en torno a qué es educar o en-
señar, en cambio, con las ciencias de la educación, la Pedagogía es una más de las ciencias y pier-
de el carácter rector que tenía y es devorada por los otros saberes que son científicamente mucho
más importantes. Todavía en Espafia en estos afias nos estamos proponiendo demostrar que la
educación tiene que alcanzar un status científico igual que las demás ciencias humanas y ahí van
dos ejemplos. Sánchez de Zabala, que publica un trabajo <<Epistemología y educación», dice,
veamos si el modelo lingüístico, tan valioso desde el.punto de vista análitico, sintético y estructu-
ral, nos puede servir para saber qué sea la educación. Estamos en lo que os decía al principio,
busquemos los modelos científicamente más importantes, para ver cómo aplicándolos a la edu-
cación podemos saber qué es la educación; de idéntica manera Miguel Angel Quintanilla a través
de una reflexión de teoría de la ciencia ve que ni las teorías de Popper ni las de Kuhn pueden ser-
vir a la educación como teoría de la ciencia rigurosa que hay que hacer de ella, solo los progra-
mas de investigación de Lakatos pueden permitir un conocimiento científico de la educación.
Me gustaría recordar aquí una frase de Muguerza que en la introducción al desarrollo del
pensamiento crítico de la teoría de la ciencia dice cómo en cierta época la religión fue el aduane-
ro de los saberes que pueden ser aceptados y ahora es la teoría de la ciencia el aduanero para sa-
ber qué es la educación. La manía de hacer que la ciencia sea el aduanero vigilante para saber
qué pueda ser la educación me recuerda los tfes saberes de salvación, el saber de la religión, el sa-
ber de la filosofía y el saber de la ciencia. Indudablemente es lo mismo que decía Comte, con
otras palabras; pero nosotros no hemos superado esa concepción positivista de los tres saberes
de salvación y queremos ver si la educación es filosofía o es ciencia. Estamos obsesionados por-
que no podemos configurarla dentro de un determinado status importante que debe ser o filosó-
fico o científico.
Ahora estamos tratando de ver de qué manera la educación cae dentro de la teoría de sis-
temas. Indudablemente la teoría de sistemas nos áa unas concepciones muy valiosas para confi-
gurar intelectualmetne los procesos humanos, entonces ¿de qué manera la educación entra en la
teoría de sistemas? Siempre estamos-en lo mismo, ¿por qué esa exacerbada manía de querer ha-
cer de la educación algo importante cuando lo más importante es reflexionar sobre el hecho edu-
cativo para ver de qué manera podemos librarle de sus condicionamientos o de qué manera cam-
biamos la ensefianza? No creo que se pueda hacer una teoría que no parta de la práctica, y si la
práctica es concreta la teoría tiene que ceñirse muy adecuadamente a esta práctica concreta, y no
sé, si va a resultar una teoría de la educación, una filosofía de la educación, o una ciencia de la
educación. Filosofía de la educación es una reflexión sobre la práctica concreta en cuanto es su-
ficientemente crítica y suficientemente total.
Desvincular la teoría de la práctica, los que piensan de los que hacen la formación de los
intelectuales, de la formación de los trabajadores, toda esa esquizofrenia social, política, profe-
sional, académica nos ha llevado ahora a un tercer grupo, los tecnólogos de la educación quienes
descubren las técnicas.
26
dormir con tranquilidad porque estamos hipersensibilizados para que no haya confusión de ob-
jetos. No predico, ni practico la confusión de objetos, creo que los objetos de las ciencias deben
distinguirse perfectamente, creo que no deben confundirse, pero sí creo que una vez distinguidos
deben de integrarse, articularse, armonizarse, que no es la interdisciplinariedad. No habría que
recurrir a interdisciplinariedad sino habria que conocer la cosa que tenemos delante no en cuan-
to pbjeto, o saberes repartidos en objetos científicos, sectorizados, sino simplemente la cosa en
su totalidad. Enseñar a nuestros escolares a distinguir los objetos, conocerlos muy bien y luego
integrarlos y articularlos para aplicarlos a este momento concreto de este niño.
La Pedagogía al dejar de ser una ciencia enciclopédica como era en tiempos de Herbart
y haberse convertido en una más de las ciencias de la educación ha perdido su carácter rector, y
yo diria, que no solamente ha perdido su carácter rector; para algunos la Pedagogía no existe. Si
el objeto se reparte en la sociología, en la psicología, en la biología, en la ética, en la teoría de la
ciencia, ¿qué es la Pedagogia? Hacen lo que el positivismo con la filosofía.
Ayer Lerena nos decia que es complejo y difícil entender ese genitivo de la Sociología de
la educación. Creo que es un genitivo que los gramáticos llaman genitivo subjetivo, porque la
educación es el sujeto de la sociología; así interpreto yo este genitivo o esta partícula de. Habría
entonces que pensar la educación sociológicamente, la educación psicológicamente, la educa-
ción desde el punto de vista de la ética, la educación desde el punto de vista de la biología, etc.
Nos estamos equivocando, y creo que a los maestros les .estamos mandando a la escuela renoco-
ciendo que no saben Psicologia, no saben Sociología, cuando se encuentran ante el hecho
concreto de los niños de E.G.B. porque no les hemos hecho pensar cómo ellos tienen estos sabe-
res, es dificil saber cómo han de tenerse estos saberes. Uno de los problemas es la abarcabilidad
de estos saberes; si hay que conocer toda la psicologia de la educación, toda.la sociología de la
educación, toda la biologia de la educación, todos los aspectos éticos de la educación, política,
economía de la educación ¿cómo es posible que ese hombre trabaje? le va a ser imposible, ¿se da
usted cuenta de cuántos saberes le está usted cargando? Creemos que el saber que se debe impar-
tir en la Universidad es el más alto grado del saber, debe ser un saber de especialización que es el
que permite investigar. Lo cierto es que no es así. Esos saberes, no hay que saberlos de la manera
más alta, especializada, sino de otra manera. La gente pensará que son elementalidades y gene-
ralidades, y con generalidades no vamos a ninguna parte; se dice «maestro de todo, aprendiz de
nada». Eso no es así. Habría que ver de qué manera nuestros escolares tienen que saber toda la
psicología que se necesita para ser un buen enseñante, toda la sociología, etc. Habría que plante-
arse, no solamente cuáles son los contenidos y los programas, sino que habría que plantearse el
problema de otra manera. Veámoslo.
Cuando a los alumnos que van a ingresar en nuestra escuela de Magisterio de Valencia se
les pregunta. Cuéntamelo que tú piensas sobre tu experiencia concreta de escolar, o dime algo,
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lo que sepas, sobre instruir o educar, o entre educar y aprender; alumnos que ha tenido desde los
6 años hasta los 18, doce años de escolaridad, no son capaces de enfrentar críticamente su propia
experiencia de escolares, no alcanzan el saber reflexivo en el grado más alto de comprensión. Lo
que quiero es el grado de comprensión que se ha alcanzado en esas asignaturas de Psicología, de
Sociología, porque si el grado de comprensión que se ha alcanzado es muy bajo no va a poder
enseñar. Examinamos sobre cuánto sabe, y esa es nuestra tradición académica; pero no ¿en qué
medida comprendes lo que sabes? que es la tarea de la ciencia. Saber ciencia es elevar el conoci-
miento cotidiano, automatizado, vulgar, elevarlo simplemente al carácter científico. Eso es
comprender la ciencia; la ciencia no es reproducir, aprender programas, ni tener éxito en las
reproducciones. La transmisión del saber la hemos deteriorado y la hemos reducido a eso que se
llama la instrucción y creemos que hay que instruir cuando hay que transmitir saberes, y trans-
mitir saberes no es exactamente aprenderse los libros, sino aprender a pensar. Algo muy impor-
tante; la ciencia no es un objeto que hay que dominar, la ciencia es un instrumento para mi de-
sarrollo intelectual no me sirve, por mucha ciencia que sepa; tenemos que instrumentar los sabe-
res para formarnos. Y algo más grave, no solamente tenemos que aprender éstas y las otras co-
sas, sino tenemos que aprender a aprender, que cuando nuestros alumnos salgan de la escuela de
Magisterio sean capaces, sin la presencia del profesor, sin la ayuda del maestro, aprender por su
cuenta. Parece que sólo les hemos enseñado un saber receptivo que es el de más baja calidad, en
vez de haberles adiestrado en un saoer de descubrimiento.
Veamos ahora las propias disciplinas de la formación social de nuestros alumnos, ¿cuáles
son esos saberes de la formación social?, generalmente creemosJ que sólo es la Sociología de la
educación pero no puede haber una formación sociológica, si no hay también una formación
antropológica y una formación histórica. Que no es saber antropología, que no es saber historia
sino pensar al escolar antropológica e históricamente. Lo mismo pasa con las tres psicologías
que yo suelo distinguir: una psicología general, una psicología especial de la edad evolutiva, y
una psicología social; estas tres psicologías tienen unos campos muy concretos definidos
científicamente, pero ¿cómo se articulan, o cómo se deben conocer en relación con esa
sociología y con estos otros saberes, también del psicodiagnóstico, para poder actuar de una ma-
nera concreta? Sobre el psicodiagnóstico yo haría upa aclaración muy rápida. El psicodiagnósti-
co nos dice, ¿cómo es este escolar? Y agotamos las posibilidades de la medida, psicológica.
Pero aparte de cómo es este escolar habría que pensar cómo son sus padres, cuál es el ni-
vel socio-cultural, económico, de su familia, a qué comunidad pertenece.
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Quiero, seftalar una última cosa. Creemos que el maestro sólo tiene que actuar en el aula
y deberá actuar en tres niveles, el maestro tiene que actuar ante estos niftos; eso no es sólo
psicologia; eso es psicologia, sociologia, antropologia, es todo. El maestro tiene que actuar con
sus compafteros de colegio esto es otro nivel: nivel organizativo. Ahi todos los saberes deben
otra vez sintetizarse para una tarea concreta que es la actuación a nivel organizativo. Además,
como profesional, tiene que trabajar en otro nivel: en el nivel institucional. Durante muchos
ai\os los maestros hemos creído que «yo en mi clase con mis alumnos y lo demás me trae sin
cuidado)); esa amputación de esas otras dos tareas de tipo institucional y de tipo organizativo
cuando no se cumplen, seguramente tampoco se cumplen bien las tareas grupales. Voy a termi-
nar hablando de la dimensión pero como entiendo que esto es más conocido me ha gustado más
detenerme en esos otros planteamientos generales.
Paso al último aspecto; hablemos de la capacitación social de los enseñantes. Creo que un
enseñante que no tenga una relación humana, cordial, rica, fluida, flexible con los escolares,
creo que no puede hacer nada, ni enseñar nada por mucho que exija, por mucho que sean sus es-
fuerzos y subida de niveles de exigencia. Si no se sabe relacionar humanamente, cordialmente,
no va a poder enseñar nada. Y, cómo va a poseer esta competencia social, cómo la va a adquirir.
No creemos que porque sepa mucha sociología la va a adquirir. La sociología le va a dar defini-
ciones, el conocimiento crítico del mundo que le rodea, la sociología crítica le va a desvelar qué
es ese mundo social en el cuál está inserto y que a él le está exigiendo y presionando. Creo que to-
do esto lo tiene que conocer; pero si realmente no posee una cierta sensibilidad social, esa sensi-
bilidad social no se adquiere por saber sociología. Vivimos en un mundo de aconteceres sociales
variados de espectáculos, doctrinas, teorías, teatro, cine, prensa que está enriqueciendo nuestra
sensibilidad social y si a este individuo que tenemos delante que es el niño, no le entendemos ig-
noramos cuáles son sus profundas demandas, si no tenemos una sensibilidad social, indudable-
mente, por mucha sociología que sepamos vamos a hacer muy malla aplicación de ese saber so-
ciológico a la tarea concreta de educar al escolar.
Entonces yo insisto una y otra vez en la necesidad de alcanzar unas óptimas competencias
sociales, competencias sociales que yo las he llamado en el grado más alto sabiduría social; que
seria saber integrar de una manera amplia, profunda, crítica todo el saber que los sociólogos nos
prestan, todo el saber de los psicólogos, todo el saber de los antropólogos, y de todos aquellos
que colaboran con nosotros para decirnos cuáles son las mejores doctrinas y conocimientos de
estas ciencias de la educación y adaptarlas a la capacidad y a la competencia social que este do- ·
cente tenga. Cuando sabemos articular esas doctrinas, esos saberes con un quehacer humano al-
tamente desarrollado hemos logrado la sabiduría sociológica. Integrar todos los saberes y máxi-
mamente la sociología, para poder actuar frente al escolar, creo que es esta la tarea.
29
¿Tiene alas la sociología?
Reflexiones acerca de las sociologías,
los maestros y las educaciones.
Fabricio Caivano
JI
DE LA ENSEÑANZA
«Ningún hombre puede revelaros cosa alguna que no se encuentre ya medio aletargada en
el albor de vuestro conocimiento.
El maestro que camina a la sombra del templo entre sus discfpulos, no os hace participes
de su enseñanza, sino, más bien, de su fe y de su afecto.
El músico podrá entonar con vosotros el ritmo que existe en todo el espacio, pero lo que
no podrá ofrendamos es el ofdo que capta este ritmo ni la voz que le acompaffa.
Y aquel que esté versado en la ciencia de los números podrá hablaros de las regiones del
peso y de la medida, más no podrá conduciros hasta ella.
De «El Profeta»
KAHLIL GIBRANI,
Precisemos de entrada el objetivo de estas reflexiones: ¿qué puede aportar la..SocioJogía
de la Educación a la formación del enseftante? Asi enunciado no parece demasiado dificil for-
mular una respuesta. Vamos, sin embargo, a tratar de controlar ese primer impulso. Tratare-
mos, antes, de mostrar la complejidad subyacente a ese interrogante, iceberg que muestra sólo el
diamante de su vértice. Para ello procederemos, gradualmente, de la siguiente manera:
a) no existe «una» sociología de la educación, sino varias; las aportaciones que pudiera ésta ha-
cer a la formación del enseftante dependerán, obviamente, de qué sociologia se está hablan-
do; ·
b) no existe, tampoco, «una» formación unívoca del futuro maestro, ni actualmente tan solo un
marco homogéneo de formación;
e) una vez clarificado a qué sociología y de qué formación me estoy refiriendo -y no a otras
posibles- me centraré en sus potenciales virtualidades para una práctica progresista del ofi-
cio de maestro, tampoco para cualquier práctica de las posibles: rutinaria, transmisiva, tec-
nocrática, etc.
A los efectos de esta breve reflexión me interesa destacar esa función dominantemente de
discurso legitimador que la sociología de la educación cumple hasta bien entrados los aftos seten-
ta, salvo contadas excepciones. Esa sociologia se limita a prestar su instrumental metodológico
para adorno de la filosofía político-económica del momento o, en úlima insta11cia, a erigirse en
pretendido discurso sin ideología, científico en el marco de unas ciencias sociales para uso y
disfrute de la racionalidad tecnocrática2.
La reforma educativa que se gesta a partir del Libro Blanco de la Educacióp (1969) bebe
en esa fuente. El nuevo profesorado, como queda patente en los diversos planes de formación,
debe reconvertir su indisimulada y grosera formación ideológica de los aftos precedentes y mu-
tarla en «ciencia de la educación». En ese planteamiento la sociologia de la educación será el
adorno socializante, la guinda colectivista, de un planteamiento form'ativo basado en el de-
sarrollo de contenidos psico-pedagógicos de corte estrechamente clasista bajo apariencias de efi-
cacia, modernidad, racionalidad e imparcialidad.
Junto a esa sociología que trata de desmontar el tinglado conceptual del funcionalismo a
la española, sin la sofisticación metodológica del foráneo, enfrentándole un enfoque macroso-
ciológico a caballo entre la economía política y la sociología de la cultura, van aglutinándose
grupos de maestros que, con una perspectiva progresista de la renovación pedagógica, tratan de
cambiar sus prácticas escolares y de cubrir las lagunas de su escasa formación.
La renovación educativa, a partir de los 70, va a tratar de articular su reflexión desde tres
espacios a reconvertir radicalmente: la pedagogía, la psicología y la sociología. No puede igno-
rarse que esta última ha sido, a menudo, la criada respondona de esos movimientos de renova-
ción pedagógica, muy marcados por su origen idealista y prisioneros, honestos y valerosos, de la
legitimación que la escuela capitalista hace de sus funciones reales. Esas relaciones de vecindad
entre los planteamientos de la Psicología y la Pedagogía de un lado, y la Sociología del otro han
sido difíciles, a menudo superpuestos en paralelo y no han alcanzado todavía un estatuto de co-
existencia productiva. Esa es parte de la articulación imprescindible para una teoría general de la
socialización de carácter materialista. Pero eso es ya adelantarnos demasiado; volvamos pues al
tema.
También es este aspecto la herencia de nuestro inmediato pasado se sitúa entre el esper-
pento tragicómico de la postguerra y las propuestas del tecnocratismo. Un rápido repaso por el
contenido de los planes y programas pondría de relieve esa correspondencia entre análisis social
y formación del maestro4.
Hoy, en plena crisis de legitimidad del sistema educativo, las propuestas de formación del
maestro son, en síntesis, de tres órdenes. Según sea el que se adopte, la respuesta a nuestro ini-
cial interrogante -¿para qué sirve la sociología de la educación en las Normales?- será diversa.
Nadie reivindica hoy el retroceso a una formación doctrinaria y acientífica como la que hemos
tenido durante años. Sin embargo se dan posiciones que tratan de redefinir el curriculo de las
Normales a partir de criterios corporativistas, centrados en una concepción fragmentaria de los
contenidos, alejados de la práctica y jerarquizando la división técnica del trabajo de distribuir
conocimientos, de la mano de una concepción transmisiva y disciplinaria de la escuela. Per su-
puesto, esa posición toma más o menos impulso en la apoyatura tecnocrática del discurso psico-
pedagógico cientifista, individualizador e ignorante de las variables sociológicas. Su sociología
de la educación es una reflexión ético-religiosa acerca de la familia, el rol y el estatus, una puesta
al día del funcionalismo más obsoleto o -como mucho- unas lecturas de escritos de la
sociología de la educación más crítica, que los futuros enseñantes sortean sin concederle especial
significación.
36
Caben planteamientos más conservadores o más liberales dependiendo de aspectos insti-
tucionales, de las relaciones de fuerza de cada escuela normal. Lo específico de él es la descone-
xión de la formación con la práctica escolar y con el medio (comarca, municipio, zona ... ) en el
que esa formación se produce. El maestro es aquél que, sin haber salido nunca del sistema esco-
lar, permanece aislado de otra realidad que no sea la larga cadena de ritos y representaciones
académicas del saber: la primera y más importante, lo que algunos han llamado el «curriculum
oculto», es la de que el conocimiento proviene de la teoría y ésta se aprende en los libros. La di-
visión entre el trabajo intelectual y el manual, la ignorancia de la acción y la práctica como fun-
damento de aprendizajes específicos, el convencimiento de la exclusiva legitimidad de ciertas
formas expresivas y culturales y la inferioridad de otras, la profunda interiorización de las acti-
tudes transmisivas que han sufrido durante su larga escolaridad, etc ... , son otros elementos que
redimensionan y complementan esa primera separación entre teoría y práctica. Tras esos apren-
dizajes latentes, reforzados por los contenidos manifiestos de unos curricula de psicopedagogía
que los legitima cuidadosamente, el maestro está en condiciones inmejorables para reinsertarse
en el aparato educativo, ahora desde el otro lado del terreno de juego ...
La Educación de la Sociologia
Conviene, sin embargo, señalar los límites de un planteamiento «imperialista», monopo-
lizador y excluyente de esa sociología de cara a su utilidad para la formación del maestro. Tales
límites, casi siempre, no son causa del análisis sociológico por sí mismo, sino el efecto inevitable
de su transmisión en las formas habituales en las grandes instituciones escolares de formación de
los enseñantes.
37
Nos remitimos a un sintético ensayo que, amén de caracterizar esas corrientes desarrolla
una Interesante propuesta alternativa para la sociología de la educación5 en base a las resisten-
cias que la escolarización clasista produce.
Bástenos seftalar aquí que esa sociología, con sus aportaciones conceptuales y los estu-
dios concretos que ha generado acerca de los aparatos escolares de diversos paises capitalistas,
ha cumplido una decisiva labor de desmitificación y de crítica desde una óptica macrosociológi-
ca. No se trata de negar esa evidencia, mucho menos para un período, entre el 60 y mediados los
70, en el que la tendencia general aportada por el escuálido terreno teórico derivado de la consi-
deración propicia entonces, de la educación como inversión productiva como «capital
humano».
Quiero destacar dos de sus efectos en el ámbito que aquí nos interesa: el de la formación
de enseftantes.
Una segunda limitación tiene razones sociológicas ella misma. Esa sociología, cuando-no
ha sido mera traducción/adoración/repetición de autores de otros contextos culturales, se ha
movido en lo macrosociológico, en las alturas del discurso político o en disquisiciones concep-
tuales inverificables por el común de los enseñantes. Lo que no supone su descalificación, sólo
su «alejamiento» de la realidad, su incapacidad de ofrecer una artillería ligera que permita veri-
ficar sus tesis, esencialmente justas y correctas, en la realidad. Mientras la sociología obser:va la
realidad con un cataiéjo invertido, la pedagogía o la práctica de cualquier maestro la observa
con el microscopio. Ambas perspectivas son, obviamente, las propias. No puede exigirse a la
sociología recetas de conductas para maestros, ni a éstos la producción de totalidades sociológi-
cas. No dejan de ser, sin embargo, ópticas parciales no ensambladas.
38
La observación, el análisis y la interpretación sociológica tendría que acercarse a esa «ca-
ja negra» que es la institución escolar de la que afirma conocer su funcionalidad, pero de la que
es capaz de explicar a través de qué mediaciones (concretas, percibibles y transformables)
cumple su tarea divisoria. De la macrofísica de la dominación, a la microfísica del poder; del
reino de la estadística, a las comarcas de la educación cotidiana; del discurso político de la repro-
ducción, a los observables psico-pedagógicos. Saben cómo sucede, qué papel juegan en ello la
institución, los contenidos, los alumnos y sus formas específicas de legitimación e interioriza-
ción. Este es el recorrido que, en parte, ha hecho la psicología escolar: desde la mera cuantifica-
ción de las falsas teorías acerca de la inteligencia hasta el codo a codo con los enseñantes en el
rechazo de esas ideologías y la puesta en pie de formas concretas de legítima defensa frente a las
agresiones, simbólicas o reales, de la escuela burguesa y su secuela de patologías. Para ello pare-
ce urgente una cierta educación de la sociología, más dada al macro nivel y a su perpétua repeti-
ción como breviario tranquilizador.
No es un itinerario fácil ni que pueda ser simplístamente recorrido con el recurso corrien-
te del verbalismo izquierdizante; requiere, nada menos, que la fundación de un nuevo objeto
teórico y la ruptura con la lógica y la epistemología de las teorizaciones y las prácticas que ofre-
cen el prestigio y la apariencia de ciencias/objetivas, neutrales y consolidadas en las jerarquías
del saber -y de los intereses- académicos. Ese es el camino que debe hacer el futuro enseñante:
una larga marcha de descondicionamiento de gran parte de la formación recibida o, al menos,
de su reutilización en unas condiciones que la modifican sustancialmente.
Está claro el doble eje vertebrador de esa nueva formación: su rigor científico y su apro-
ximación al medio comunitario y a la práctica. El objetivo sería el de integrar una teoría general
de la socialización (no sólo escolar) depurada del inoperante idealismo y del habitual ahistoricis-
mo. En suma, la reinvención de una pedagogía popular del s. XXI.
Se entiende ahora que la sociología de la educación puede ser un útil mapa a gran escala
al que Ch. Baudelot hacía referencia en su ponencia6. Pero puede ser, además, pauta de elabora-
ción de itinerarios más detallados, más aptos para la renovación cotidiana de las prácticas esco-
lares, de la didáctica, de la metodología pedagógica, de los cambios de contenidos y de relación
39
con los alumnos, de la organización intra y extraescolar, de la relación con los padres ... Sobra
campo de trabajo; falta, quizá comprender en profundidad el discurso de la Sociología, no sus
ecos.
NOTAS
(1) Este poema no tiene, únicamente, una función estética. Se recomienda su atenta lectura (y reflexión) a la luz
de las prilctlcas escolares corrientes y de su·significación para la sociologla; en especial para la sociologla del conocimien-
to. Tiene cierta utilidad, también, una simle lectura de sentido común. En caso de no encontrarle, intuitivamente, un
cierto significado, tampoco es demasiado preocupante y puede tratar de leerse esta ponencia sin más aderezos.
(2) Para compensar las simplificaciones de este escrito en Jo que respecta a la evolución de la sociologia de la educa-
ción, puede verse <<Pasado y presente de la Soclologla de la Educación en España», de Félix Ortega, en la publicación,
resultante del Symposium Internacional de Sociologla de la Educación, organizado por el ICE de la U.A. de Madrid, en
marzo de 1981, titulada <<Perspectivas actuales de la Socloloaia de la Educación». A los efectos de estas reflexiones que
hacemos aqui, sugiero la lectura del capitulo IV, «Limites y posibilidades de la Soclologia de la Educación en España»,
con un excelente articulo de Isidoro Alónso Hinojal sobre las perspectivas de la investigación sociológica; además mi
radlografla sobre los Movimientos de Renovación Pedagógica que queda algo vieja cuantitativamente, pero cualitativa-
mente válida aún.
(3) Sellalemos sólo dos documentos paradigmáticos de aquél tiempo de alternativas globales: (<Una alternativa
para la enseñanza. Bases para una discusión», del Colegio de Doctores y Ldos. en Filosofla y Letras de Madrid, 1975; y
<<Por una nueva escuela p6bllca. Declaración de la X Escota d'Estlu de Barcelona))' 1975, editado en la revista Cuader-
nos de Pedagogia, Suplemento n. 0 1, Octubre 1975.
(4) Cfr. <<La formación del profesorado: 1940-1983)) 1 F. Caivano; en la revista Acción Educativa, n.o 22, Octubre
1983. A pesar de su esquematismo, este articulo ofrece una idea de la evolución ideológico-profesional de los distintos
planes de formación, que puede superponerse al desarrollo de la sociologia de la educación. La bibliografía que acompa-
fta a este repaso dramático de lo que ha sido el «maestro-tipo)), ofrece recursos sobrantes para su profundización.
(S) Henry A. GIROUX, <(Theorles of Reproductlon and Reslstance In the Soclology of Educatlon: a crltlcal
analysls». Harvard Educational Rewies. Vol 53, n. 0 3, Agosto 1983.
(6) Christian BAUDELOT, <<A quol bon la Soclotpgle de l'Education?)), Ponencia presentada en el Congreso Na-
cional de Soclologia de la Educación en las Escuelas Universitarias de Magisterio. Granada, mayo 1983.
40 .
La sociologia de la educación,- ¿para qué? ·
Cristian Baudelot
El tema que uds. me han propuesto tratar, es el siguiente: «¿es útil (o inútil) enseñar la
Sociologia (en general) y la Sociología de la Educación (en particular) a los futuros
profesores?».
Esta pregunta tiene su historia: surge en los mismos términos en que aqui se plantea, hace
cerca de 80 años en Francia, en el momento en que se construye al mismo tiempo la Sociología
General y la Sociología de la Educación .
-para el sociólogo que era, la educación representaba un objeto privilegiado: era incluso
el objeto sociológico por excelencia, puesto que se trataba de la socialización de la·joven genera-
ción por las que le preceden. Todo era pues social en la educación.
41
-Durkheim era también un militante de la laicidad. Tenía especial interés en suscitar y
en desarrollar una moral laica que fuera definitivamente autónoma frente a la Religión. La es-
cuela representaba en este proyecto a la vez un desafío considerable y un medio eficaz de difu-
sión puesto que era precisamente la institución principal de socialización de las jóvenes genera-
ciones.
LA FE Y LA OPINION
En el espíritu de su fundador, la Sociología de la Educación es una disciplina primero y
ante todo destinada a los futuros profesores; debe enseñarse a los alumnos de las Escuelas Nor-
males y a los maestros; a los estudiantes de las Facultades y a los profesores del 2. 0 grado. El ob-
jetivo principal es de orden práctico: se trata, procediendo a un análisis objetivo del sistema de
enseñanza, de su historia y de sus funciones, de sus contenidos y de sus ideales, de obtener dos
resultados:
l.-Movilizar los profesores infundiéndoles o dándoles la fe; estas son las propias pa-
labras de Durkheim a los futuros profesores de enseñanza secundaria: «... a causa del descon-
cierto intelectual en que se encuentra, incierto o entre un pasado que muere y un futuro aún in-
determinado, la enseñanza secundaria no atestigua la misma vitalidad, el mismo ardor de vivir,
que antaño. La vieja fe en la virtud persistente de las letras clásicas está definitivamente
quebrantada ... pero por otra parte, ninguna fe nueva ha venido a reemplazar la que desaparece.
La misión de una enseñanza pedagógica es precisamente la de ayudar a la elaboración de esta fe
nueva y por consiguiente a una vida nueva. Porque una fe pedagógica es el alma misma del cuer-
po que enseña»!. Mantiene, en la Educación Moral en la Escuela Primaria, un discurso próximo
y adaptado a los maestros: se esfuerza por definir la tarea moral que incumbe al maestro en la
Frañcia contemporánea: enseñar una moral laica y racionalista, desembarazada de toda reli-
gión. Haciéndose sociológico, el análisis moral puede dar un fundamento racional a esta nueva
moral que se organiza alrededor de los espíritus de セゥウ」ーャョ。L@ de abnegación, y de autonomía.
42
Durkheim era a la vez erudito y militante. En el momento en que se instituía difícilmente
el sistema escolar que funcionaría a lo largo de la tercera e incluso la cuarta República, obró con
energía, en compañia de F. BUISSON, L. LIARD, E. LAVISSE, para definir los objetivos y pa-
ra dotar a sus profesores de la formación intelectual y moral que le parecía la mejor adaptada a
sus tareas: moral laica fundada en el conocimiento SO!=iológico e histórico de la sociedad y del
sistema de educación. Los profesores deberán encontrar en estos conocimientos objetivos ele-
mentos para guiar su acción, esclarecer los cambios y las transformaciones que se impongan.
Forjarse también esta «nueva fe» que les faltaba.
Durkheim, como sociólogo, conocía la resistencia que ofrecía la realidad social a quien
querla modificarla contra corriente: «un hecho, decía, no se cambia en un malabarismo, incluso
cuando es deseable». Hombre de progreso y militante de la laicidad, deseaba que su «sociedad
vuelva a tomar conciencia de su unidad orgánica» y reclamaba «los cambios cuya necesidad se
siente vivamente pero cuya naturaleza sólo se entreve vagamente». Racionalista, en fin, estaba
convencido de que el sociólogo podría contribuir a estos cambios produciendo el conocimiento
objetivo de lo que él llamaba «la verdadera Naturaleza de la Sociedad», es decir, «el estado de la ,
sociedad tal y como se presenta realmente»; este estado se opone a «la manera en que la sociedad
se concibe ella misma». La sociología debía entonces introducir en el desarrollo de la sociedad
una «más alta conciencia de sí» sustituyendo representaciones verdaderas a representaciones fal-
sas.
11
Han pasado ochenta años; la Sociología de la Educación se aletargó en la época de entre-
guerras; sólo vuelve a renacer en los años sesenta con, por una parte la Encuesta de LINEO (GI-
RARD, BASTIDE) sobre la entrada en sexto y el acceso de una cohorte de alumnos, y, por otra
parte, la publicación de «Los Héritiers», por BOURDIEU y PASSERON. La coyuntura se ha
modificado desde Durkheim, la Sociología de la Educación también . No se trata ya de poner en
práctica la escuela de la República, sino por el contrario, de confrontar lo que pretende ser (la
escuela para todos) con lo que es (la escuela para algunos): la Sociología moderna de la Educa-
ción no se asigna una vocación constructiva, como la de Durkheim, es más bien una función
crítica la que ejerce.
43
He aquí la aportación fundamental de esta nueva Sociología de la Educación: un análisis
de clase realizado en el interior de la escuela. GIRARD y BASTIDE describen la eliminación y la
relegación de los hijos de campesinos y de obreros a lo largo del segundo ciclo; C. GRIGNON,
la formación de los futuros obreros cualificados en el Colegio de Enseñanza Técnica, así como
las relaciones de los futuros obreros e hijos de obreros en la escuela y en su futuro; BOURDIEU
y PASSERON demuestran que, lejos de constituir un medio homogéneo, los estudiantes man-
tienen con la cultura y el mundo escolar relaciones diferentes y que el principio de estas diferen-
cias debe ser buscado en la diversidad de los orígenes de clase. Muchos otros después de ellos se-
guirán el mismo análisis: comprender y explicar lo que ocurre en la escuela, desde la escuela ma-
ternal a la Universidad, a partir de lo que ocurre fuera de ella en la división de la sociedad en cla-
ses y en los antagonismos que resultan de ello, tal es, a fin de cuentas, el espíritu común de la in-
mensa mayoría de los trabajos recientes de Sociología de la Educación.
CORNEILLE Y RACINE
A una sociología durkheimiana, corneiliana y optimista de la institución escolar que se
trata de poner en funcionamiento, sucede pues una sociología más raciniana de los alumnos tal y
como son, en la diversidad y las contradicciones de sus trayectorias sociales. Esta Sociología ha
conocido un vivo auge en Francia desde 1960 hasta hoy; sus resultados han sido ampliamente
comentados y debatidos; la enseñanza de la Sociología de la Educación se ha implantado en to-
dos los sitios; esta disciplina es enseñada especialmente en las clases de psicopedagogía en las Es-
cuelas Normales.
Desde hace 20 años, la Sociología de la Educación existe de nuevo en Francia y sus resul-
tados son objeto de una amplia difusión, en particular entre los profesores y los padres de alum-
nos.
LEGITIMIDAD DE UN BALANCE
¿Es posible medir su impacto? ¿Todos estos conocimientos acumulados han inducido al-
gunas transformaciones en el funcionamiento de nuestro aparato escolar? Esta pregunta puede
parecer descabellada; es no obstante legítima. El racionalismo de Durkheim (saber para prever y
poder) y su militantismo social (cambiar la sociedad), no son completamente ajenos a los so-
ciólogos de hoy, a pesar de lo que digan. La preocupación militante de luchar contra las desi-
gualdades sociales poniéndolas en evidencia y la necesidad científica de conquistar el conoci-
miento objetivo contra las representaciones que lo deforman constituyen la ética común de to-
dos los sociólogos. Animados por los mismos preceptos que Durkheim, a los sociólogos de la
educación de hoy se les puede en justicia interrogar sobre la eficacia de sus trabajos. Desde hace
44
20 aftos que existen y que sus trabajos son difundidos y discutidos, ¿han acabado (o comenzado)
por cambiar algo en la escuela? Será en función de este balance, por lo que se podrá posiblemen-
te decidir si es útil (o no) ensenar la Sociologia de la Educación a los futuros maestros.
111
Como la aportación esencial hace referencia a las diferencias de clase, nos vamos a limi-
tar a este aspecto de la cuestión. Algunos hechos:
l.-Lo que no ha cambiado, o muy poco, es el acceso a los diferentes diplomas de Jos ni-
ños procedentes de las diferentes clases sociales: los hijos de obreros y de campesinos se quedan
masivamente relegados en el grupo de los sin diploma, (C.E.P.) -Certificado de Estudios
Primarios- y C.A.P ., Certificado de Aptitud Profesional y otros diplomas de la ensefianza cor-
ta; los hijos de cuadros medios y superiores acceden sin dificultad a la enseñanza superior .
.
Cierto es que la Universidad acoge hoy a un poco más de hijos de obreros que ayer. 1960:
0,50Jo de los hijos de obreros acceden a la Universidad . 1976: 4,30Jo. La situación de los hijos de
obreros cara a la Universidad se ha mejorado sin duda entre las dos fechas. Sólo que en 1960 co-
mo 1976 la inmensa mayoría de los hijos de obreros (99,50Jo en el primer caso, 95, 70Jo en el se-
gundo) son excluidos de la Universidad . Entre estas dos fechas algo fundamental ha cambiado
para los hijos de ejecutivos y de profesiones liberales. En 1960, la Universidad sólo estaba abier-
ta a una minoría de ellos (37, 70Jo ); en 1976, la enseñanza Universitaria está abierta a la inmensa
mayoría de ellos: 71,80Jo. Han conseguido pues entre las dos fechas la seguridad 'de ir a la Uni-
versidad, lo que sus mayores no consiguieron. Fundamentalmente nadlt cambió entre estas dos
fechas para los obreros; para los miembros del personal dirigente algo esencial se ha producido'·
En la Universidad, en este caso, ocurre lo mismo que en las clases de tenis.
(1) C. BAUDELOT, R. BENOLIEL, H. CUKROWICZ, R. ESTABLET, Les Etudiants,l'emploi,la Crise, Mas-
pero, 1981. ·
4S
2.-Lo que no ha cambiado tampoco, es la correspondencia entre NIVEL de DIPLOMA
y EMPLEO: los mismos diplomas dan acceso a los mismo empleos y a los mismos status so-
ciales. En 1980, 71 OJo de los titulares de una enseñanza corta son obreros. Tal padre, tal hijo, di-
ce el proverbio: tal diploma, tal status dice el sociólogo, y se trata de una relación estable que no
ha evolucionado. Todos los discursos mantenidos hoy sobre la desvalorización de los diplomas
desconocen los hechos.
Lo hemos demostrado en nuestro libro sobre los estudiantes y la última encuesta del
INSEE (Instituto Nacional de Estadística) sobre la formación y cualificación profesional confir-
ma enteramente esta tendencia: «La repartición de las frecuencias de acceso a las diferentes
categorías sociales se ha mantenido relativamente estable para los diplomas y los flujos de salida
se han desarrollado más, es decir, los de la enseñanza superior y los de la enseñanza corta».
3.-En cuanto al profesor aquí sí hay un cambio. El origen de los maestros y las maestras
se ha modificado sensiblemente. Entre 1950 y 1975, el cuerpo de maestros se ha feminizado
mucho, si se puede uno expresar así. De cada diez maestros ocho son mujeres. Esta feminización
se ha visto acompañada de una elevación en los orígenes sociales de los profesores: solamente
18% de las maestras de la región parisina tienen un padre obrero o campesino. Las dos terceras
partes de las maestras proceden de la burguesía o de la pequeña burguesía. En los años 1950, de
cada dos maestros, menos de uno tenía esta procedencia. En cuanto a los cónyuges de las maes-
tras de cada tres, dos son cuadros medios o superiores. Casi nunca obreros!.
4.-En 1979-80 un hijo de obrero especializado tiene diez veces más de posibilidades de
repetir su primer año de escuela primaria que un hijo o una hija de médico.
¿Debemos pues concluir que la Sociología de la Educación no sirve para nada puesto que
no consigue vencer las desigualdades que combate? ¿Es completamente inútil enseñarla a los fu-
turos maestros en estas condidones? Más valdría quizás reemplazarla por la Historia del Arte o
por cursos especializados de arqueología bizantina estructural. Vale la pena plantearse la cues-
tión, puesto que en ese momento el interés de los enseñantes por la arqueología bizantina estruc-
tural tendría al menos la ventaja de no desmoralizados y de interesados positivamente sobre co-
sas apasionantes, puesto que leyendo los libros modernos de Sociología de la Educación, los en-
señantes pueden con razón formarse un sentimiento de impotencia, de fatalidad y de culpabili-
dad.
(1) Cf. IDA BERGER, セウ@ instituteurs d'une génération a l'autre, PUF, 1979.
46
Este no es por supuesto nuestro punto de vista. Cierto es que esta observación incita a
moderar el optimismo durkheimiano que háclan del «conocimiento verdadero)) la condición ne-
cesaria y casi suficiente del cambio en el buen sentido.
IV
Este balan.ce, ampliamente negativo desde el punto de vista de la emancipación por la es-
cuela de las clases populares como desde el punto de vista de la reducción progresiva de las desi-
gualdaaes sociales, no debe incitamos al desánimo y aún menos a la idea de que no sirve para
nada ensenar esta Sociologfa a los futuros profesores. ¿Por qué?
Reconocer este fracaso es ya de por si una lección de Sociología para la acción: la reali-
dad escolar, como pedazo de la realidad social, no se cambia ni por la buena voluntad de los
profesores ni por los Decretos del Gobierno. No basta, como se podria pensar, con que los pro-
fesores comprendan, amen la clase obrera y deseen la salvación escolar de sus hijos, para que de-
saparezcan las divisiones sociales en la escuela. Los obstáculos encontrados no tienen su origen
en la «resistencia al cambio de los profesores)) o en «la fuerza de inercia del sistema)): se deben
mucho más fundamentalmente, a las funciones sociales reales del sistema escolar en las socieda-
des burguesas. Estas funciones, hay que conocerlas y mirarlas de frente: con lucidez. La
Sociología de la Educación puede contribuir a ello. La escuela y su orguización son parte de las
estructuras pesadas de la sociedad. ·
La escuela capitalista divide los nii\os porque la división capitalista del trabajo exige que
los intelectuales sean separados de los manuales. La escuela capitalista forma un 200Jo de intelec-
tuales y un 800Jo de individuos poco o nada cualificados, porque el mercado del trabajo está así
hecho. La división capitalista del trabajo, la explotación de los trabajadores, la estorsión de
plus-valla, la descualifación del trabajo, el volante del paro, el ejército industrial de reserva, la
separación creciente del trabajo intelectual y del trabajo manual, he aquí las verdaderas causas
que permiten explicar la estructura y el funcionamiento de la escuela capitalista. Las razones de
su separación en dos vías de escolarización y de la división que opera entre los nii\os, hay que
buscarlas en la organización capitalista del trabajo, es decir, fuera de la escuela.
Ahora bien, los profesores no son los más indicados para acceder a esta visión de las co-
sas y sacar consecuencias: alejados y protegidos de las convicciones de la producción capitalista,
tienen cierta dificultad para concebir y aún más para admitir que el trabajo que se les pide en la
escuela está de hecho regido por lo que ocurre a la salida de la escuela, es decir, en las fábricas.
Esta es, sin embargo, la realidad, y hay que mirarla de frente. La función real de la es-
cuela no tiene, en absoluto, como fin desarrollar armoniosamente al individuo o de desarrollar
sus aptitudes personales; esto es un suei\o abstracto de psicólogo. Consiste, por el contrario, en
producir para el mercado del trabajo series de mano de obra más o menos cualificadas. Es la
estructura del mercado del trabajo quien pesa sobre la escuela con todo su peso hasta el punto de
imprimirle su forma.
Las encuestas del INSEE permiten hacerse una idea más o menos clara.
A lo largo de un ano, 800.000 jóvenes aproximadamente entran por primera vez en ·el
mercado del trabajo. Entre ellos:
47
-Cerca del 75o/o encuentran un empleo: de obrero (42,7%), de empleado (24,2%), de
personal de servicios (6,2%) y de obrero agricola (1,2%).
Los otros porcentajes se reparten entre los empresarios, el clero, el ejército, la policía
(3, 7) y los agricultores (3, 7). ·
Estas cifras son interesantes; expresan de forma clara la estructura del mercado del traba-
jo tal y como se presenta hoy a los jóvenes que salen de la escuela. De cada diez empleos, 7,5 son
empleos de trabajadores de fábricas, de comercio o de oficina; menos de dos son puestos de
cuadros.
Estas cifras nos proporcionan una primera medida. Lo que no nos dicen, es que la dife-
rencia es cada vez más grande en la división del trabajo entre los puestos 、セ@ cuadro y los empleos
de obreros o de empleados.
Asistimos a una polarización de las cualificaciones: por un lado, puestos que exigen un
trabajo cada vez más descualificado, fragmentado en miles de especializaciones parcelarias y ru-
tinarias, progresivamente desposeidas de todo elemento intelectual. Por otro lado, puestos don-
de tienden a concentrarse la mayor parte de los elementos intelectuales del trabajo, puestos con-
fiados a la minoría de individuos que han recibido en la escuela una formación larga. Hay que
resaltar que las funciones intelectuales tienden también a confundirse con las funciones de en-
cuadramiento: los intelectuales son al mismo tiempo cuadros.
De esta forma se comprende mejor las razones de la división escolar y la necesidad, para
el capital, de aislar muy pronto a una élite a quien le será dispensada una formación intelectual
larga, al mismo tiempo que el sentimiento de su superioridad. Se comprende mejor por qué la es-
cuela capitalista está dividida en dos vías de escolarización: la vía secundaria-superior, encarga-
da de イ・」ャオエ。セ@ de aislar y de formar el20% de los futuros cuadros y la vía primaria-profesional,
encargada de guardar y de ocupar el 80% restante, destilando con cuentagotas, a una minoría de
entre ellos, las cualifaciones profesionales absolutamente necesarias.
Contra esta división, el profesor no puede hacer nada. Le es impuesta de la misma forma
que el carácter capitalista de la sociedad en la que ha nacido. La división de la escuela capitalista
en dos vías es un hecho objetivo, un hecho de estructura .Que sólo desaparecerá con (e incluso
después ... ) la destrucción de las relaciones capitalistas de producción.
Esta división, más vale conocerla y reconocerla que negarla. Lejos de conducir al fatalis-
mo y a la resignación, la Sociología de la Educación permite por el contrario a los profesores dis-
tinguir, en la escuela, entre lo que depende de ellos y lo que no depende; entre lo modificable y lo
intransformable; entre la tierra cultivable y el cemento armado. Debería pues disuadir a los pro-
fesores de intentar ュッ、ゥヲ」セ@ la forma del cemento armado con una regadera: el resultado se co-
noce de antemano: es nulo.
Es sin embargo a este trabajo de Sísifo al que nos invitan todas las consignas que asignan
como fin la actividad progresista en Pedagogía: la realización de la igualdad de oportunidades.
Consigna democrática (¡la igualdad!), consigna eficaz, puesto que permite popularizar
ciertos datos estadísticos, consigna positiva puesto que significa que la pequeña burguesía que
enseña no se satisface sin refunfui'lar con el papel que se le ha impartido. Pero está también la
48
otra cara de la moneda. Se trata de una consigna utópica que ignora las relaciones entre la divi-
sión del trabajo y la realidad escolar. Porque aunque el20% de intelectuales se reclutara en pro-
porciones iguales en todas las categorfas de la población, lo fundamental no cambiarla. Porque
la democracia, en buena lógica, concierne al 800Jo restante. O bien se olvida simplemente este
hecho haciendo creer que una sociedad casi exclusivamente compuesta de intelectuales es una so-
ciedad posible y deseable... La existencia del desarrollo de la clase obrera están pues
fmplicitamente considerada como una catástrofe, incluso si, verbalmente, se quiere reconocer
que la clase obrera es portadora del futuro de la sociedad entera.
De hecho habrá para mucho tiempo intelectuales y obreros. La formación de los obreros
se efectúa hoy negativamente sobre la base de una selección por el fracaso. Se hacen obreros y
empleados aquéllos que se encuentran, en un momento dado, eliminados de la vía destinada a
formar la élite. Esta eliminación comienza desde la escuela primaria. Hubo una época en que las
dos vias de escolarización estaban fisicamente separadas y donde los futuros trabajadores
recibian una formación positiva que se concretaba en el Certificado de Estudios Primarios,
compromiso histórico entre la burguesfa y·ef proletariado de la tercera República. Hoy bajo pre-
texto de igualdad, se somete a todos los jóvenes franceses a las normas y a las carencias destina-
das a formar ingenieros, médicos, arquitectos y profesores. Y se llama «democratización» el cre-
cimiento progresivo de los efectivos de la enseftanza secundaria larga y de la superior. Concebi-
das y organizadas para los hijos de cuadros superiores -desde la escuela primaria- estas nor-
mas y estas cadencias operan muy pronto la dislocación de la generación y persuaden al200Jo que
resisten, de su superioridad; el800Jo que queda, de su indignidad. Si la existencia y la división de
las dos vias es una obligación inevitable, necesaria para la reproducción de la sociedad capitalis-
ta, la destrucción y el aniquilamiento de una instrucción popular d'e masas no es una necesidad
tan apremiante.
49
a la escala justa los principales macizos del paisaje escolar, medir sus caudales de los ríos, tener
los mapas al dia, he aquí en lo que el sociólogo de la educación puede ayudar al profesor. Puede
ayudarle a orientarse en la jungla escolar. Ayudarle a orientarle y no, guiarlo. Corresponderá a
los profesores después trazar, mapa en mano, sus propios itinerarios en función de sus opciones
y de la naturaleza del terreno en que se encuentran. Se darán cuentan entonces que el mapa que
'les ha proporcionado el sociólogo está a menudo desfasado y siempre impreciso en cuanto sepa-
ran en el detalle. Solamente figuran los grandes ejes; las carreteras provinciales, los caminos ve-
cinales, los atajos, los vados, es decir, las únicas vías que interesan al profesor en su caminar de
todos los días, porque son éstas las que toma, éstas solamente figuran de forma excepcional en
los mapas. Sólo son conocidas por aquellos que se encuentran en el lugar: son por otra parte
ellos quienes las han trazado. Entre los grandes resultados de la sociología de la educación y el
trabajo cotidiano de los profesores, la distancia es pues grande; las lecciones del sociólogo no
son siempre ゥョュ・、。エセ@ consumibles por el profesor.
Un mapa a gran escala de Andalucía no permite orientarse en los jardines del Generalife.
El trabajo de enseñante sobre el terreno es fabricarse itinerarios de los jardines del Generalife.
Conviene insistir sobre esta cuestión. Esta sociología del cartógrafo tiene sus límites; y esos
límites pueden ser catastróficos y en cierta forma un cierto número de mapas pueden servir más
para que se pierdan los enseñantes que para ayudarles a encontrarse. Desde el momento en que
se introduce en el sistema escolar una asignatura hay una reinterpretación de la asignatura por el
sistema. En particular desde que se introduce algo en la escuela se observa inmediatamente una
división entre la teoría y la práctica. Se sabe en qué estado la sociología de la educación puede
entrar en las escuelas normales pero no se sabe en qué estado puede salir de las escuelas norma-
les; imaginemos lo peor, y lo peor puede ocurrir siempre: es el proceso.de escolarización de la
sociología de la educación, la reproducción con esta nueva asignatura de la división clásica entre
la teoría y la práctica. En el vértice de la pirámide, en las universidades, el cielo de la teoría, el
firmamento, el sol, los fabricantes de la nueva teoría de la sociología de la educación; este sol te:
orico que no puede venir más que del cielo, generador y dispensador de luz va enseguida a inun-
dar con sus rayos todos los pisos del edificio escolar hasta los más bajos en las escuelas prima-
rias. Completamente abajo, en las clases, los practiquillos que deben asimilar la teoría que viene
del cielo; y la sociología de la educación no puede, evidentemente, menos que iluminar en cada·
momento su práctica cotidiana, y los pobres practiquillos tienen que aprenderlo todo de los
grandes teóricos. Se insistiría así en la puesta en funcionamiento de una nueva jerarquía reli-
giosa, la santa jerarquía de la teoría de la sociología de la educación; en el vértice uno o varios
papas, en el vaticano universitario, un número impresionante ·de obispos, algunos cardenales,
sacerdotes, diáconos, y el pueblo fiel que debe aprender a recitar, a repetir, el evangelio que
viene de arriba.
Finalmente podría muy bien usarse la sociología de la educación como medio de selec-
cionar a los futuros profesores. Se podría proponer una serie de temas de oposición, por
ejemplo: «La escuela capitalista ¿está o no compuesta de dos, tres o cuatro redes?)) «Tres ho-
ras)). «¿Qué es lo más importante en la escuela, la inculcación ideológica o la transmisión
científica de conocimientos?)) «Dos hbras y media)). Pueden haber ejercicios estadisticos: calcu-
lar la probabilidad pára un hijo de obrero cuya madre es empleada, la abuela panadera y el her-
mano diabético, de repetir su curso preparatorio (seis puntos), de hacer alemán como lengua pri-
mera (cinco puntos) y de casarse con una bachiller (tres puntos). También se pueden plantear
cuestiones en forma de disertación: «Con relación al aparato de producción, la escuela ¿está en
una sit1,.1ación de autonomía relativa o de dependencia relativa?». Podríamos continuar con esta
serie de ejercicios. Es grande el peligro de poner en funcionamiento una nueva escolástica y el
riesgo es tanto mayor cuanto que eso ya ha existido sobre Durkheim que ha troceado cuidadosa-
mente su enseñanza dispensando una versión muy elaborada a los futuros enseñantes de ense-
50
ftanza media y una versión en calderilla a los futuros maestros. Hoy en Francia la formación de
los profesores de educación flsica está viviendo ese drama; en ella se ha intr9ducido una
sociologia del deporte cuyos grandes teóricos se encuentran naturalmente en el Colegio de Fran-
cia, un lugar especialmente importante para fabricar deportistas.
De hecho se pueden pensar otras cosas y, en particular que el famoso corte entre teoria y
práctica no debe ser reproducido. ¿De dónde viene el conocimiento en una materia, por
ejemplo, como la sociologia de la educación? Viene indisolublemente de la práctica y de la refle-
xión teórica sobre esta práctica. Por lo tanto es enormemente importante si se quiere que la
introducción de la sociologia de la educación en las normales sea util que no se la ensef!.e como
las otras asignaturas, con la teoria en el cielo que desciende en cascada, sino que se considere que
lo esencial es actuar de manera que los prácticos sean también teóricos de la sociologia de la edu-
cación y en cierta manera son los mejor situados para concebir por ellos mismos todo un conjun-
to de nuevos conocimientos y que el principio del conocimiento no es en absoluto el monopolio
de la teoria. Por lo tanto seria sumamente importante formar progresivamente a los futuros en-
sef!.antes y ensef!.arles no resultados de la sociologia de la educación, lo cual es algo, sino ense-
f!.arles a llegar a ser ellos mismos su propio sociólogo de la educación, que disponen a partir de
ese momento de los medios teóricos, técnicos y prácticos, que les permiten producir conocimien-
tos sobre el sistema escolar que sean interesantes. En ese momento se tendria un conocimiento
vivo que partirla de las preocupaciones de la práctica y que podria considerablemente enriquecer
los activos de la sociologia de la educación que son en el estado actual de las cosas, sobre todo la
ocupación de los teóricos estrictos. Que es interesante, no seré yo quien vaya a decir lo contrario,
pero al mismo tiempo es insuficiente. Puede haber otra forma de conocimiento sobre la educa-
ción que sea a la vez teórico y práctico. ·
51
El mapa y el observatorio •
ALGUNOS PROBLEMAS ACTUALES DE LA INVESTIGACION
EN SOCIOLOGIA DE LA EDUCACION
.Tean-Claude Passeró11:
Resumiendo, rectifiqué -si no por cable, que sólo se hace en Julio Verne, al menos por
carta a nuestro amigo Francisco Fernández Palomares- sustituyendo la prudencia del adjetivo
indefinido a la presunción del artículo definido. Pero, para enumerar algunas cuestiones que fi-
guran en la actualidad de un frente de investigaciones, todavía hay que ponerse de acuerdo sobre
lo que las hace «actuales». Tal y como es difundida y comentada por los medios escritos o
audiovisuales de información, que tienen sus propios criterios (leyes del género divulgativo que
privilegia las 」ッウセ@ curiosas) o que siguen fielmente los surcos trazados por las interperies ideoló-
gicas, la actualidad·científica se corresponde raramente con lo que se debate profesionalmente
en-un campo de investigación. En cuanto a la «demanda social» de conocimientos, sean cuales
sean la Institución o el grupo social del que emana, tiene por característica bien conocida el con-
.S3
sultar ュセ@ bien sus propias necesidades o sus deseos que las capacidades de la investigación para
responderle cientificamente. Si la expresión de «problemas actuales de la investigación» tiene un
sentido, la actitud más útil, para formular alguno de ellos, consiste en fundarse sobre las proble-
máticas que «están en marcha» en el trabajo de los investigadores con el fin de detectar, no las
investigaciones que alll se desarrollan sin choques ni problemas, en la satisfaccíón de la acumu-
lación de resultados -y a veces, por qué no decirlo, en el confort mullido de la redundancia-
sino más bien las dificultades recurrentes y las lagunas tópicas que exigirian nuevas estrategias
de encuesta, la apertura de nuevos frentes, o incluso la reformulación radical de las hipótesis
cuando un problema planteado durante demasiado tiempo sólo sirve para mantener un debate
repetitivo, sin avances decisivos. Me parece, pues, que se puede aislar tres grupos de problemas
que plantean a la investigación en Sociologia de la Educación la puesta al dia y la complementa-
ción mutua de sus análisis:
b) los problemas centrales de la, Sociologia de la Educación que deben a esta posición el
ser problemas constantes de la investigación, pero cuyos datos se han renovado, a causa de cam-
bios socioeconómicos recientes, sin que las «escuelas» sociológicas que han fundado su imagen
de marca sobre el descubrimiento de un estado histórico del sistema de relaciones entre Escuela y
clases sociales hayan consentido reformularlo, prefiriendo acampar sobre las posiciones con-
quistadas. ·
S4
dagógica. Si la evolución de la profesión de maestro suscita, en Francia, encuestas y estudios
{tan llamativa es para la opinión pública la redefinición de un cuerpo profesitmal que había
guardado mucho tiempo una fisonomía original y estable), la renovación de las profesiones do-
centes de secundaria y superior -que no tienen nada en común, salvo en algunos núcleos resi-
duales con el profesorado de Instituto o el mandarinato universitario tradicional- no ha susci-
tado aún el capital de conocimientos y de análisis que permitiera tomar la medida de sus efectos
sobre la acción pedagógica, sobre la formación de investigadores, sobre el «espíritu de cuerpo»,
sobre las estrategias profesionales. En ausencia de esta Sociología, la vida profesional y social de
los enseñ.antes de secundaria y de los diversos cuerpos de enseñ.antes en las Universidades así co-
mo la vida cotidiana y los comportamientos pedagógicos de este nuevo mundo escolar más di-
versificado y diferentemente estructurado que el antiguo, son sobre todo el objeto de una litera-
tura del «malestar», fundada sobre los «testimonios» y las indignaciones de los propios interesa-
dos o sobre los reportajes periodísticos que tratan eón preferencia el anecdotario de los inciden-
tes de un «inicio de curso», los sucesos surgidos de enfrentamientos múltiples, o la teratología
del mal funcionamiento administrativo.
55
pone de más, para desentranar la asociación paradójica de una orientación y de alianzas «con-
servadoras» con rasgos y propiedades análogas a las del Mayo a la vez globalizante y desbocado
del 68 (modos de expresión y de acción, inventiva táctica, tenacidad), que de un esquema teórico
bien pobre, que comparte además con los periodistas: «Es un Mayo a la inversa». La abstracción
que opera en la inversión mecánica de familiaridad es la prueba clara de que la Sociología no ha
hecho su trabajo empirico.
1. La soclologia de las formas de educación que no tienen relación con la formación inicial.
Aqui aparece una enorme paradoja: de una parte, en la ideología política cada uno dice y
se repite sobre la importancia de la formación permanente que, generalizada -en el conjunto de la
sociedad, seria capaz de revolucionar la movilidad intrageneracional y la distribución social de
las oportunidades profesionales puesto que es por definición un mejor antídoto de la herencia
social que una politica -forzosamente limitada- de democratización del acceso a los 'estudios
de primaria, acceso necesariamente más dependiente de los factores socioculturales de reproduc-
ción de las desigualdades; de otra parte, en la investigación, no se percibe ningún esfuerzo para
promover sistemáticamente una sociologia de la formación permanente, a fin de trazar metódi-
camente su geografia socioprofesional, de conocer su amplitud real (más allá de ciertas ficciones
juridicas), de medir sus efectos profesionales, financieros y simbólicos. Ni las instituciones de
censo -cuyas informaciones no llegan aquí a la finura ni a la exhaustividad del análisis
estadistico que despliegan sobre otros campos- ni la utilización de encuestas amplias y repre-
sentativas o de encuestas longitudinales, permiten entrar en el meollo sociológico de un fenó-
meno que sin embargo tiene ya algunos anos. Como apenas se aborda sino por medio de encues-
tas muy parciales tan pronto hagiográficas como críticas por el hecho mismo de la libertad de in-
terpretación que abre la no representatividad de la monografía, se puede ver mantener, con tan
pocas pruebas, por los unos que se trata de una transformación de la inmovilidad social lo que
asi se inicia, por los otros que esta forma de educación obedece a las mismas leyes de distribu-
ción desigual, realiza las mismas funciones de integración y de reproducción que la educación
inicial.
56
gación, si ésta quiere dedicarse a describir positivamente y concretamente los caminos extra o
antiescolares de la socialización. El escolarocentrismo de la investigación en educación se entre-
vé reflejado -si es que no procede de ella- en la literatura del reformismo pedagógico que,
confrontada con la ineficiencia de la acción escolar institucionalizada sobre públicos transfor-
mados, no ambiciona nunca, en sus propuestas de reforma, otra cosa que la de crear en el seno
de la institución escolar o en su periferia, formas atenuadas o disminuidas de escolarización pro-
poniéndose incluso los mismos objetivos pero rebajados. Se asiste así a la multiplicación, en la
institución escolar y de acuerdo con una finalidad inmutable (mismo personal, mismos valores,
mismo corpus), de cursos o ciclos q_ue imitan más o menos irrisoriamente las vías reales, asumien-
do según los casos, funciones de «parking», de «vertedero», de «consolación», de «imitación»,
y que no ·revelan en ningún caso otra intención pedagógica -en cuanto tratamiento del fracaso
escolar- que la de encarnizarse en «hacer triunfar» a los que «fracasan», como para salvar el
honor de los criterios legítimos del éxito, llegando a reducir a casi nada los niveles de exigencia
que permiten cumplir con dichos criterios.
4. La Sociología de los efectos de la escolarización sobre otros mercados diferentes a los del
empleo.
La investigación sobre los «efectos.??_ de la educación está focalizada sobre los efectos pro-
fesionales y económicos del diploma -como testimonia la sinonimia frecuente entre «nivel de
educación» y «cualificación»- abandonando así los numerosos mercados simbólicos donde las
transacciones sociales son modeladas, y a veces decisivamente, por los efectos simbólicos de la
acción escolar. Sobre prácticas diferentes a las profesionales la investigación no actúa sino por
flashes discontinuos que resultan sin embargo suficientes para detectar la fuerza sistemática y
persistente de la acción escolar: por ejemplo, pone de relieve el papel jugado por el nivel de edu-
cación sobre el mercado matrimonial y, a partir de ahí, muestra una dimensión capital de la en-
dogamia cultural, o descubre un sistema de relaciones recurrentes entre diploma, pertenencia de
clase y prácticas culturales. Pero, en el centro del cuestionamiento sobre «los efectos de la Es-
cuela» un sólo campo se encuentra, si no sistemáticamente construido al menos sistemáticamen-
te elaborado, es el que monopoliza la Economía de la Educación dedicada a refinar su medida
de los «rendimientos» colectivos o privados del diploma, del curriculum o de la duración de los
estudios sobre el mercado de empleo. Los ingresos, en los diferentes momentos de una carrera ·
profesional, se dejan ep efecto más fácilmente medir y poner en relación con la estructura de una
población según el título (dado que están censados administrativamente con un gran nivel
de precisión y de fiabilidad) que la orientación de los comportamientos y de las estrategias
e incluso que la obtención de «beneficios» sobre los mercados simbólicos de las transacciones
sociales: prestigio, respetabilidad, legitimidad intelectual y complicidades, obtención de parejas
de relaciones sexuales, estables o no, selección de los modos de razonamiento político; son éstos
valores o beneficios sociales que exigen protocolos de encuestas específicos, metodológicamente
más complicdos. Es sin embargo por la construcción de todas estas dimensiones del modo de vi-
da y del modo de pensamiento que debería ser aprehendido, en su forma estructurada y social-
mente diversificada, el efecto real de la escolarización creciente de estos últimos decenios, haya
ésta sido sancionada o no por un diploma.
S7
.,, ....... ,.,•..,las al funcionamiento interno de la organización escolar (autoridad o libera-
la relación pedagógica, ordenamiento del poder y de la dependencia entre el personal,
docente o no) y las de los efectos o las condiciones externas de la acción escolar: セッョエイ。」ゥL@
empleos, movilidad social, producción o reforzamiento de las representaciones y de los valores.
Posibilidades escolares de acceso, de- triunfo y de permanencia en las diferentes ramas y en los
diferentes ciclos de la institución escolar según el origen de clase y el sexo de los individuos, posi-
bilidades sociales (en particular posibilidades profesionales) condicionadas por la escolaridad y
la certificación escolar, evolución relativa de las unas y de las otras a lo largo del proceso de
aumento global del volumen de los flujos escolarizados que caracteriza a las sociedades europeas
desde el final del siglo XIX, constituyen un primer campo empírico sobre el cual la medida
estadistica permite a los sociólogos hablar el mismo lenguaje y en consecuencia autoriza
-más allá de las querellas de escuela o de prioridad- una cierta acumulación de los resultados
de la investigación. Pero, se sabe y los sociólogos marxistas o schumpeterianos lo han dicho ca-
da uno a su manera, el problema de la movilidad social de los individuos no agota el problema
de la reproducción social de las estructuras de desigualdades entre grupos y clases, reproducción
en la cual la Escuela contribuye poderosamente, bajo formas diferentes según su grado de aper-
tura a las diferentes clases: la función de preparación de los individuos para el lugar que ocupa-
rán en el orden social y la función de legitimación global del orden social y cultural están siempre
interrelacionadas. ·
Con conceptos y bajo ángulos de acercamiento diferentes según las épocas y las tradi-
ciones teóricas, la Sociología de la Educación ha interrogado de esta manera los fenómenos es-
colares a partir de hipótesis engendradas por un principio que le da su originalidad frente a to-
dos los acercamientos psicológicos o económicos de la educación: la función técnica de produc-
ción de cuaiifaciones y competencia asumida por la escuela no puede ser disociada de sus fun-
ciones sociales e ideológicas en la gestión de la continuidad histórica, la sistematización y la esta-
bilización de las mentalidades, la reproducción y la legitimación de las diferencias. Estas hipóte-
sis teóricas siguen siendo fecundas, dado que una institución que pone en funcionamiento los
mecanismos autorreproductivos que son propios de una organización escolar del trabajo peda-
gógico, apenas sería capaz, sea cual sea el tipo de sociedad donde ella se desenvuelve, de en-
gendrar acciones sociales de tipo desestabilizador, o simplemente innovador: la fuerza de
autorreproducción de la institución y de la acción escolar no se asocia perdurablemente, en siste-
mas estables, más que a mecanismos reproductores de la vida y la continuidad sociales. Pero no
son siempre los mismos mecanismos y los mismos sistemas y la tarea de la investigación es la de
mantener la actualidad de sus descripciones, es decir la de renovarlas a medida que la historia
social transforma las funciones internas y externas de los sistemas escolares. El concepto de
«reproducción» se transforma en una palabra vacía cuando la Sociología omite precisar aquello
que se reproduce y que no es jamás una invariante histórica.
Al considerar sus curiosidades actuales, se podría estar tentado de decir que la investiga-
ción en Sociología de la Educación no se ha resistido completamente a la tentación de mantener
su discurso sobre un tipo de análisis que en parte se ha mantenido solidario de las estructuras y
de las funciones del sistema escolar de los afios «50» y «60». En casi todos los países desarrolla-
dos el estado de crisis en el que la expansión escolar y el crecimiento..económicó colocaron enton-
ces a la Escuela, se había prestado cómodamente a los análisis de la Sociología de la Educación
porque ponia al desnudo los mecanismos y los valores de la Universidad tradicional: la inadap-
tación que revelaba bruscamente el equilibrio social del sistema escolar, il\cluso la resistencia
que ofrecia a la redefinición de sus funciones por las demandas de la organización tecnocrática,
objetivaban el sentido del sistema autorreproductivo, incluso en su fracaso para reproducirse,
mejor de lo que lo habia hecho la edad de oro de la escuela burguesa en la que la autorreproduc-
. dón «sin problemas» tenia por condición la opacidad social de sus funciones. La Sociología de
la Educación debió entonces su suerte en el descubrimiento a la desdicha de los sistemas de ense-
fianza. Pero esto no es una razón.para tener nostalgia de tales desdichas: una ciencia que cree ha-
ber encontrado su edad de oro no es una ciencia. «La universidad de masas» se ha puesto en fun-
cionamiento en Francia en los afios «70» (aparición de todos los efectos institucionales y sociales
de la prolongación de la escolaridad obligatoria, escolarización de casi un cuarto de la población
en las capas de edades posteriores). Ella presenta otras estructuras -está a la vista- pero tam-
bién otras funciones, otros equilibrios entre funciones, otras heterogeneidades, otras relaciones
con el mercado de trabajo y los mercados simbólicos, con las clases y las fracciones de clase. La
sociología de la educación, que fue a principios del siglo XX una sociología de las crisis escolares
no ha tomado completamente en serio este nuevo rumbo de la Escuela, ni ha seguido completa-
mente (a diferencia de la Economía de la Educación en lo que atafie a la exploración de las rela-
ciones entre cualificación y empleo) la evolución socioeconómica de las relaciones que constitu-
yen su objeto, en el detalle de los nuevos mecanismos que dicha evolución pone en funciona-
miento.
59
toria es siempre diferencia, distancia a una lógica de funcionamiento, ya que todo sistema social,
incluso el mejor integrado, tiene siempre una facbada, incluso si el sociólogo debe olvidarla mo-
mentáneamente para poder construir un modelo interpretativo de los ヲ・ョセッウL@ sometiéndola
a una autonomización metodológica provisional. El análisis de la Escuela como sistema de
reproducción y de autorreproducción no excluye sino todo lo contrario al análisis de lo que
queda fuera del modelo, es decir, la historia social de la Escuela y la historia de las relaciones de
clase. ·
El .análisis de las funciones reproductoras de la Escuela tales como pudieron ser captadas
gracias a las crisis repetidas del siglo XX, pone en juego dos modelos de reproducción, que son
teóricamente independientes, a fin de rendir cuentas de las ataduras que se han tejido histórica-
mente desde el siglo XIX entre (a) la acción autorreproductora de la Escuela y (b) la con.tinuidad
intergeneracional de las estructuras más generales del reparto de la desigualdad sociocultural y
de las relaciones de fuerza entre grupos y clases. Se puede construir como un cuasi sistema su
acomodo mutuo en el período histórico reciente, pero son dos modelos bien distintos de repro-
ducción (escolar y social) que hibridan sus efectos, aunque no fuera sino porque la historia a me-
!J.Udo ha permitido verlos funcionar separadamente. Si ellos se han encontrado, reforzados y
mezclados, no por ello estos dos modelos están unidos sub specie aetemitatis en un hipermode-
lo, el de la reproducción de la sociedad, cuya validez transhistórica permitiría describir en toda
sociedad y en toda época las ヲオョ」ゥッセウ@ de reproducción social que desempefia la acción escolar.
Válida, a causa del alto grado de generalidad del concepto de «educación», para el conjunto de
las acciones educativas en tanto que no se especifiquen las formas del «trabajo pedagógico» (di-
fuso, familiar, especializado, institucionalizado o no), la tesis sería históricamente falsa para la
acción escolar stricto sensu. Así, incluso y sobre todo cuando ella se arma de las hipótesis gene-
radas por la teoría de la reproducción social, la sociología de la Educación es siempre afectada
de manera fundamental por la renovación constante de los datos socioeconómicos puestos en
juego por las relaciones entre la ensefianza, las otras instancias educativas y el conjunto de la vi-
da social.
Al tema que preocupa en estas Jornadas: ¿Qué papel tiene hi sociología de la educación
en la formalización del maestro? yo quisiera, pues, afiadir una precisión prejuzgadora: la
sociología de la educación capaz de aclarar la práctica pedagógica sobre sus contenidos y sus
aplicaciones no podría en todo caso presentarse como una sociología inmóvil, un saber sin datos
ni lugar de pertinencia, a falta de todo lo cual sólo se afiadiría una retórica suplementaria a los
discursos de acompafiamiento de la formación de los formadores, proceso éste del cual la
sociologia de la educación ha mostrado justamente que en su forma «humanista» como en su
forma tecnocrática se· reducía tanto más completamente a un arreglo exorcizatorio consistente
en discursos de acompafiamiento intemporales cuanto que tenía por función profesional impe-
dir, por la universalidad de la ética o de la economía, la interpelaci@n sobre las funciones so-
ciales de la formación y su evolución histórica.
60
filosofía de los grandes doctrinarios: jamás será el pelícano el que pueda hacer tortillas; nunca se
ha vista a una reforma escolar, a una experimentación pedagógica, a una revuelta estudiantil po-
ner en peligro la forma de reproducción social que conservan o ponen en funcionamiento meca-
nismos mucho más poderosos. Como mucho fuerzan, con bastante de lirismo, las puertas ya
abiertas. La geografía me parece buena para simbolizar esta llamada al realismo. Siempre es
bueno conocer el «mapa», que es a la vez peso y permanencia: los ríos no se desvían por una co-
razonada, las montañ.as no se transportan por un impulso de la fe, como cree el adagio cristiano,
ni siquiera por la virtud de la paciencia y de la convicción, como sugiere la paráfrasis maoista de
la manera como Yukong movió la montañ.a. Pero yo tendría miedo a que esta metáfora episte-
mológica, si se la sigue hasta el final, incite demasiado, no sólo al pedagogo sino también al so-
ciólogo, a cruzarse de brazos, una vez acabados los trabajos de campo, sobre una cartografía
bien hecha, a remitirse de una vez por todas a una biblia, colocando en su biblioteca el Atlas so-
ciocultural de las cosas de la Escuela, firmado por el mejor autor, ilustrado y encuadernado en
cuero auténtico. Yo propondría de buena gana corregir la metáfora cartográfica con otra que
nos recordara que el sociólogo debe velar como un astrónomo, que la sociología de la educación
no puede apenas dormirse, ni siqueira sobre sus laureles: es el trabajo de seguimiento que asegu-
ra un observatorio más que el alzado que inmoviliza un mapa, lo que expresa las exigencias im-
puestas a su objeto por la sociología de la educación, pues los paisajes sociales se transforman
más rápidamente que los paisajes geográficos.
61
das, disimulan una infinidad de nuevas relaciones y redistribuciones de las oportunidades: el
rendimiento de un titulo de ensefianza superior, si no ha bajado verdaderamente mucho en su
valor medio, se distribuye hoy mucho mis desigualmente según las ・ウー」セャゥ、。@ y los centros
docentes que lo imparten (más diversificados que antes) y también según el origen social de los
titulares de diplomas del mismo nivel. Encuestas parciales permiten apreciar algunos segmentos
de estos cambios, pero no sustituyen ni a los censos ni sobre todo a las series de medidas comple-
tas y homogéneas, proseguidas durante largos períodos.
62
completa de los efectos de la expansión escolar y de la variación de sus efectos en las diferentes
etapas de su evolución proporcionaría el verdadero contexto del debate sobre la democratiza-
ción de la Escuela. Una vez más, lo que falta no son tanto las constataciones y los censos como
los seguimientos homogéneos de período a período (el recurso indirecto a las diferentes genera-
ciones tomadas sincrónicamente no aportan más que un sucedáneo metodológico) o las encues-
tas longitudinales.
Precisando más aún, para no tomar más que un ejemplo de una cuestión que requeriría el
trabajo continuado de un «Observatorio» capaz de revelar tanto el declive de ciertas desigualda-
des como el fortalecimiento o la aparición (¿compensatorias?) de ciertas otras, pensemos en «el
efecto de dominación», es decir, el efecto por el cual el origen social hace sentir su influencia a lo
largo de toda la carrera profesional de los individuos determinando sobre el mercado de empleo
(y sin duda sobre otros) un destino diferente para diplomas equivalentes. Todas las encuestas
que producen el doble cruzamiento del rendimiento profesional o salarial de los estudios con el
nivel de instrucción y el origen social muestran con una gran constancia que, con diploma igual,
existe un. rendimiento diferente de los diplomas según la categoría socio-profesional del padre de
los diplomados. Un mismo diploma aporta siempre mayores ventajas (medidas en retribuciones
salariales obtenidas o en la categoría socioprofesional a que se llega) a favor del diplomado ori-
ginario de las clases superiores. Abreviando, el «capital social» (conjunto de ventajas y de me-
dios debidos a un origen social privilegiado) lejos de convertirse integralmente en «capital esco-
lar», procura a este último un rendimiento diferente según la manera en que se combina con éL
Pero la mayoría de los trabajos estadísticos se contentan con establecer la existencia y la forma
del fenómeno en un momento dado del tiempo (incluso cuando tratan de una muestra que con-
tiene sujetos en edades diferentes), lo que les impide separar en el análisis los perfiles edad-
ganancia del «efecto de carrera» y del «éfecto de generación». Ahora bien es la evolución de
período a período, de generación en generación, de la amplitud del «efecto de dominancia» lo
que proporcionaría un indicador precioso de la evolución del papel de la Escuela en la movilidad
social, según los diferentes estados de la expansión escolar, un poco demasiado deprisa concebi-
da como teniendo efectos «democráticos» bajo todos sus aspectos. En efecto, puesto que toda
devaluación re-evalúa los valores que escapan a ella, la baja del rendimiento profesional del
diploma podría ser desigualmente severa según las características sociales no escolares del porta-
dor de un título escolar que se presentara sobre el mercado de empleo. Hipótesis a comprobar:
¿el volumen de las primas que van a los demandantes de empleo originarios de una clase social
privilegiada cuando alegan diplomas de un nivel 、セエ・イュゥョ。ッ@ (incluso el mismo diploma expedi-
do por el mismo centro) tiende a aumentar de un período a otro, a medida que continúa la infla-
ción de los diplomas (diclio de otra manera Ia expansión escolar)? Si la respuesta fuera afirmati-
va, se tendría con ello una confirmación de la revalorización del capital social en situación de de-
valuación del capital escolar, o dicho de otra manera, del declive del papel de la Escuela en la
movilidad social ascendente, a causa precisamente de la expansión escolar.
No se hará aquí más que rozar el problema del o de los roles (por ejemplo «reformista»,
«revolucionario» o «conservador») que puede jugar la Sociología de la Educación en la forma-
ción de los enseñantes: cuestión cargada de implicaciones y que viene de lejos; si la historia no la
ha resuelto no esperemos que la resuelva este coloquio. De todas maneras, las formas científicas
y pedagógicas según las cuales la sociología de la educación es introducida en la formación de los
enseñantes predeterminan ya efectos o tendencias probables. Las elecciones concretas se operan
aquí.
63
1. Las formas de la enseñanza de la sociologia de la educación en la formación de los enseñantes
Toda ensefianza del «mapa» es a la vez «conocimiento teórico» y «dominio práctico», se
ha dicho ya, para aquellos que tendrán que trabajar sobre el «terreno» que cataloga el mapa. De
hecho a casi nadie se le ocurre contestar la necesidad de integrar la sociología de la educación a
la educación de los educadores: ¿cómo se podría, en efecto, esperar adiestrar en una práctica
que, como la práctica pedagógica, se efectúa en una relación de comunicación tan determinante
para la transmisión y la redistribución de las oportunidades sociales y de las col'I).petencias cultu-
rales, si no se adiestra en el conocimiento sociológico de las condiciones y los efectos de esa rela-
Ción de comunicación? Queda que la formación de formadores es ella misma una relación so-
cial, con sus conflictos y sus envites corporativos o públicos. Detrás de la unanimidad de facha-
da en la afirmación de la utilidad de la sociología de la educación para la formación de los ense-
fiantes, las diferentes formas de entenderla conducen a eficacias desiguales. Algunas puntualiza-
dones sobre este punto:
e) para llegar a ser más y otra cosa que <<Una asignatura más en el programa», para susci-
tar en la práctica y la reflexion pedagógicas innovaciones y experimentacion.es, la enseñ.anza de
la sociología de la educación debe poder apoyarse, como fue el caso en ciertas épocas -por
ejemplo en la época de Durkheim- sobre un movimiento social que la tránsforme en corriente
de estimulación de prácticas. Este ha sido constantemente el caso de la psicología en la historia
del reformismo pedagógico europeo, y esto no puede ocurrir para la sociología más que si se pre-
senta como una dimensión permanente no sólo de la ensefianza de la pedagogía sino sobre todo
de la investigación educativa.
64
d) La integración de la sociología de la educación en la formación de los educadores debe
sobre todo guardarse del empalago que acompañ.a inevitablemente la introducción de una nueva
disciplina en un sistema de enseñ.anza. El riesgo no es pequeñ.o, en efecto, de ver a la sociología
de la educación, desde el momento que se introduce en alguna parte del programa escolar, redu-
cirse a una simple «sensibilización» verbal al aspecto social de los problemas de la educación.
Esto se ve todos los días y el proyecto de «sensibilizar» hace hoy furor, en mil materias, como
síntesis del mínimo esfuerzo y de la máxima pretensión intelectual. Pero la «sensibilización»
apreciada por los tecnócratas, los animadores culturales y los catequistas jamás lleva lejos en el
terreno de la familiarización operativa con los esquemas eficaces de una práctica, en este caso
los del razonamiento científico. Si la sociología de la educación debe introducirse en la forma-
ción de los enseñ.antes, debe hacerse con seriedad, es decir como un resorte y una concreción del
espíritu científico. La sociología de la educación es ante todo un conjunto de resultados, de da-
tos, de constataciones: y no es cuestión de no referirse a ello más que alusiva o aproximadamen-
te pero es también un conjunto de métodos y de opciones epistemológicos con los que la obten-
ción de estos イセウオャエ。、ッ@ ha sido solidaria y que forman juntos la coherencia intelectual de una
iniciación a la sociología de la educación. Brevemente, nada de sociología de la educación de re-
bajas; la sociología es una práctica de investigación: hay que encontrar los medios de familiari-
zar, incluso a los que no llegarán a ser investigadores profesionales, con los modos mentales y
las técnicas de análisis que son verdaderamente las de la investigación.
65
ción política. Como la demanda inversa del siglo XIX y principios del XX, esta demanda revolu-
cionaria reposa sobre varias proposiciones sociológicamente falsas:
a) En primer lugar, es históricamente erróneo suponer que una «obra» (literaria, ideoló-
gica o científica) pueda ser condenada por su significación intrínseca (por ejemplo por la estruc-
tura interna de las ideas o conocimientos que ella organiza) a cumplir siempre las mismas fun-
ciones históricas, sea cual sea el contexto de su utilización. Pensemos en la facilidad con que un
corpus de textos como el de MARX ha podido asumir funciones ideológicas diferentes
-muchos dirían contrarias- en el siglo XIX en los proyectos y los análisis revolucionarios con
los que se ha armado el movimiento obrero y en el siglo XX en la legitimación mecánica de una
filosofía y de una verdad de Estado, poniéndose a funcionar sin que ni «el espíritu» ni «la letra»
del texto puedan gran cosa contra ello, como lengua teológica de un aparato de Estado. ¿Por
qué la sociología de la educación como sistema articulado de métodos y de conocimientos sería
siempre y necesariamente sea «conservadora» sea «revolucionaria» por los efectos que engendra
históricamente su difusión o su ensefianza? Los efectos y por lo tanto el sentido de un mensaje
no pueden ser definidos independientemente de las condiciones (de las «circunstancias» en el
sentido de los semiólogos) de la recepción y de la utilización del mensaje.
b) Otra constatación: Nadie ha conseguido jamás endosar con todo rigor contable el ca-
pital de «verdad» enunciativa que maneja una ciencia empírica a la cuenta de la «justeza» nor-
mativa de una estrategia política o pedagógica. Que una práctica pedagógica o bien política ten-
ga siempre que ganar en eficacia armándose del conocimiento científico del contexto en el cual
se ejerce es una evidencia; esperar de este conocimiento que pueda fijar a la práctica sus objeti-
vos es una utopía, vana o deshonesta (WEBER dejaba libertad de elección). De hecho, el realis-
mo en la elección de los medios no ha interesado nunca más que moderadamente a las estrategias
políticas que han tenido siempre miedo de dejar disolverse en él el poder de movilización que
implica la certeza incondicional de la victoria de las buenas causas: en revancha, la:s estrategias
políticas gustan de invocar las actas de la observación y del análisis histórico para hacerles signi-
ficar aquello que no pueden nunca significar sin .invocaciones: la legitimación imperativa de los
objetivos últimos de la estrategia. El sociólogo (de la educación y de lo demás) no contribuiría,
prestándose a este juego, más que a dejar atónitos a sus oyentes al jugar con el espíritu científico
que actúa en las ciencias sociales: puede llegar así evidentemente a encontrar su recompensa, pe-
ro no en tanto que sociólogo.
e) ¿Es necesario entonces renunciar a creer que «la verdad es siempre revolucionaria»? Se
ve que tengo tendencia a responder: unas veces sí, otrás veces no. Es evidentemente un slogan
bien pobre. Pero no olvidemos que el adagio político, que suena tan bien en tanto parece recha-
zar todo maquiavelismo, ha sido utilizado siempre por los políticos con cierta astucia: entendido
como una cualificación sustancial de la verdad, permite .también controlar las verdades midién-
dolas con la medida política de su propia virtud revolucionaria, lo cual es un instrumento de me-
dida bastante elástico. Dicho de otra manera, el político prefiere que la verdad ejerza su efecto
rompedor sobre los terrenos del adversario mientras que el sociólogo tiene una vocación «todo
terreno». Una estrategia política recoge siempre con agrado los efectos desmitificadores del tra-
bajo sociológico que, aplicado a los grupos, aparatos o instituciones que ella combate, revela sus
secretos de intereses o de funcionamiento., Pero, expresando su proyecto de transformación so-
cial en una «línea», o sea-a la vez un análisis obligatorio, una disciplina de funcionamiento y un
discurso movilizador de sus fieles, una estrategia política encontrará enseguida los efectos des-
movilizadores que produce necesariamente la investigación sociológica cuando aplica sin
complacencia su análisis a los mecanismos de su poder de movilización, de su realidad de apara-
to o de sus intereses categoriales. El sociólogo no es bien recibido entre los políticos más que co-
mo sociólogo de la política del adversario. El sociólogo del orden establecido es fácilmente aco-
66
gido como aliado revolucionario por quienes contestan dicho orden. Igualmente si él quiere ha"
cerse sociólogo de las fuerzas y grupos revolucionarios es rápidamente rechazado como hacedor
de discursos contra-revolucionarios. Como ninún sociólogo es jamás portador de la santidad so-
ciológica (o de la «neutralidad valorativa» en el sentido weberiano), todo socióloso hace tam-
bién su pequefta poUtica personal cuando elise desarrollar preferentemente las desmitificaciones
sociológicas que le valen la aprobación intelectual de aquellos a quienes él aprueba
pollticamente.
Se ve que, si es inútil el querer alinear de una vez por todas a la sociolosía al servicio de
una causa subversiva o conservadora, se puede sin embarso decir sin abuso que, por el hecho
mismo de su proyecto propiamente cientifico, el trabajo sociológico bien hecho es siempre critico
se
puesto que no coincide con el discurso social del que acompaftan los funcionamientos sociales
sean los que seañ. No es éste un mérito particular de la sociologia, ni una elección politica que
haya de hacer; este efecto se desprende necesariamente de su método cuando se aplica sin pre-
juicios a las relaciones entre los mecanismos sociales y los discursos que les acompaftan
(DURKHEIM decia «prenociones», MARX y después PARETO decían «ideología»). Como to-
do trabajo científico, la sociología, si descubre alguna cosa, saca a la luz relaciones ッ」ョAエセウ[@ pe-
ro, en el caso de la sociología, se puede siempre apostar fuf?rte, seguros de ganªr, a que la no-
visibilidad social de mecanismos o de relaciones juega un rol funcional en el funcionarñlento,
material o simbólico, de los fenómenos: lo oculto es aquí además un secreto, un no-dicho que
favorece siempre a alguno (de los grupos sociales) o a alguna cosa (un funcionamiento que seria
perturbado si la versión sociológica de sus mecanismos y de sus funciones sustituyese a su ver-
sión social). El sociólogo no tiene que definirse como sociólogo critico -elección ingénua que
deforma inmediatamente su proyecto comprometiéndolo a la ligereza en la administración de las
pruebas- sino solamente como sociólogo: si hace bien su trabajo, es decir la sociología, es la
sociologia bien hecha la que será critica.
6?
COMUNICACIONES
Sociología y Filosofía de la Educación
José Luis Mora
Escuela de Segovia
l. Planteamiento
Deseo exponer aquí un problema que desde mi punto de vista está aún sin abordar. Me
refiero al tema de las relaciones, en el supuesto de que las haya, entre Sociología y Filosofía y su
articulación en el plan de estudios de Magisterio.
Comprendo que el pasado inmediato ayuda poco a plantear cuestiones como esta por
cuanto se asocia a la Filosofía con la represión ideológica ejercida por la Pedagogía oficial de la
Espaf'ía franquistal mientras que la Sociología sería el «nuevo» saber, desmitificador de la
neutralidad educativa, que como sef'íala Marina Subirats «prometía llegar a invalidar el discurso
filosófico y pedagógico tradicional sobre educacióm>2.
No voy a ser yo quien invalide este juicio pero tampoco es conveniente simplificar las co-
sas, sobre todo si esto sirve para soslayar un análisis más en profundidad que revele con más jus-
teza la situación y permita abordar las cuestiones que se nos plantean. No basta con señalar a la
Filosofía como «chivo expiatorio» de una situación donde se supone que ha actuado como
«madrastra» represora e imperialista, acaparadora de saberes que, como la Psicología y la
Sociología, ya no le pertenecían.
No basta, porque es discutible que buena parte del contenido de los textos de Filosofía del
Plan 50 fuera filosofía aristotélico-tomista y ni siquiera filosofía; y si es por una cuestión de cor-
sé ideológico no creo que ninguna asignatura haya quedado fuera de éP. La propia filosofía ha
salido muy perjudicada de esta situación pero es ocioso señalar que la filosofía que se enseñaba
en las Normales no era la única Filosofía.
Tampoco creo que sea suficiente con decir «a rey muerto, rey puesto» por parte de la
Sociología, entre otras cosas porque la forma como se ha introducido en las Escuelas del Magis-
terio junto con los problemas específicos de la propia Sociología de la Educación no puede vivir
permanentemente de su vitola de saber crítico que ha puesto al aire la pretendida y bien escondi-
da neutralidad de la educación. Corre el peligro de agotarse en su propia contemplación narcisis-
ta y no saber con exactitud qué contenidos abordar, qué discurso es el específicamente sociológi-
co y cuál no lo es.
(1) J. DEL VAL, La Investigación educativa, «Cuadernos de Pedagogía>>, n. 0 100 (1983), p. 71.
(2) M. SUBIRATS., Soclologla de la educación, C. de P., p. 79.
(3) M. de PUELLES, Educación e ldeologla en la Enseñanza contemporánea (Barcelona 1980), p. 380.
(4) M. SUBIRATS, o.c., p. 83.
71
En relación con esto sería deseable solucionar cuanto antes los asuntos gremiales que me-
diatizan por completo cualquier planteamiento epistemológico. A veces es difícil saber las razo-
nes por las que se magnifica el papel de una asignatura en detrimento de otra -pueden ser razo-
nes ideológicas reaccionarias o «progres»- o defensa del mercado de trabajo; otras, en cambio,
la sorpresa viene porque con distintos rótulos -Pedagogía, Sociología, Psicología Social e
incluso Filosofía de la Educación- los contenidos son los mismos o prácticamente los mismos.
Y así, o es que la «tarta» es la misma y sólo varía la forma de cortarla por lo que difícilmente
puede evitarse que los cortes se entrecrucen, o alguien decide que debe cortar él solo o por lo me-
nos el primero porque así los demás sabrán por dónde no pueden cortar. Lo que a veces sucede
es que se corta por el mismo sitio con pequeñas desviaciones para despistar y justificar la nueva
acción. (Sobre las ambivalencias que esconden algunos de estos planteamientos podría discutirse
más).
Un ejemplo tan elemental simplemente quiere dejar de manifiesto cómo en los Planes de
estudio de las Escuelas de Magisterio está aún por discutir esta cuestión cuyo planteamiento se-
rio propiciaría un desarrollo más sólido de cada disciplina y, en definitiva, podría ayudar a supe-
rar la atonía de la educación, además de lo que hagan el propio Ministerio y demás instancias
políticas5.
Sin embargo, de la influencia ambiental que niega todo intento de universalización totali-
zadora no creo pueda derivarse sin más la desaparición de la Filosofía sino simplemente de algu-
nas formas de filosofar; y· tampoco puede derivarse que no quede hueco a ninguna posibilidad
de trascender el medio. En este sentido la Filosofía puede contribuir a que la Sociología no se
cierre sobre sí misma en una circularidad empobrecedora, situación que algunos describen ya co-
mo real.
72
Como todos los dualismos este planteamiento no está exento de problemas respecto de
establecer las competencias e incompetencias de cada una y la articulación entre ambas. Sin em-
bargo y como sefi.ala Elias Diaz a propósito del Derecho en su Sociologia y .Filosofia del Derecho
cuyo esquema voy a seguir en parte: « ... se pretende evitar, precisamente, la re.caída en esas dife-
rentes formas de reduccionismo que son el positivismo formalista, el sociologismo antinormati-
vo y el iusnaturalismo radicalmente idealista (en educación se trataria de otros idealismos
equivalentes), afirmando, frente a ello, la legitimación, compatibilidad e integración de los tra-
tamientos cientifico-juridico, sociológico y filosófico desde la perspectiva de una flexible y ac-
tual normativa del Derecho» (en nuestro caso, de la educación)9.
2. Aproximación al tema
Sin duda, abordar por completo el tema es imposible en el marco de una comunicación,
pero si al menos presentar algunos puntos sobre los que debería asentarse la c\:>mpatibilidad y ar-
ticulación entre Sociología y Filosofía al tiempo que tratar en todo momento de evitar la confu-
sión.
Para abordar el tema, en relación con la Sociología habremos 、セ@ saber si el análisis sobre
la educación se hace de manera, digamos, «profesional», es decir, como finalidad en sí misma o
si las conclusiones que obtengamos serán aprovechadas como proposiciones de una teoría edu-
cativa. Esta cuestión que puede merecer distintas opiniones no se si está suficientemente resuelta
respecto de la ubicación de la asignatura en el «currículum» del magisterio. Si, como sefiala
Moore, «los maestros necesitan hoy, tanto como lo necesitaron en el pasado, alguna justifica-
ción teórica general para lo que hacen en sus clases, si no quieren que su trabajo sea incoherente
y sin sentido»l3, parece que su ubicación será la de formar paite de una teoría educativa aunque
sea esta, como dice más adelante, «menos perfilada, más fragmentaria de lo que solía ser
antes»l4. En esa teoría se supone que la Sociología compartirá lugar con la Psicología y aún la
Biologia. Aquí ya surgen algunos problemas de articulación eñtre Psicoldgía y Sociología, sobre
si las posiciones de partida son distantes o antagónicas, es decir, sociologismo «versus» psicolo-
gismo. La Psicologia social podrá actuar quizá de mediadora pero ahí dejo esta cuestión que
queda fuera de nuestra reflexión.
(9) E. DIAZ, Soclologia y Fllosofia del Derecho (Madrid, Taurus, 1980), p. 57-8.
(10) Asl Von Cube entiende que el núcleo común a los conceptos «educación», «formación» y «capacitación» es
el siguiente: «todos consisten en la conducción de personas hacia un comportamiento final dado» o.c., p. ll.
{11) V. Lerena, o.c., p. 3.
(12) lb., p. 94-99.
(13) T.W. MOORE, lntroduccl6n a la teoria de la educación. Tr. Miguel Angel Quintanilla. (Madrid, Alianza
Universal, 1980), p. 89.
(14) lb.
73
En relación con esto Moore expone más adelante15 un problema nada despreciable: si,
como parece, hoy se hace más Sociología sobre la educación que Sociología de la educación por-
que eso evita lo que en los clásicos pudiera ser todavía un «tufillo» filosófico se plantea el
problema de la legitimidad en el paso de la una a la otra; o, si, por el contrario, se opta por un
fragmentarismo insuficiente como ciencia, aunque útil en ocasiones los problemas vienen dados
desde la perspectiva de una teoría de la educación. En todo caso el fatalismo que se deduzca de
los hechos es tremendamente conservador e inmovilista.
Me parece que ambas preguntas remiten a los limites de la Sociología, es decir, al análisis
de lo que realmente es una sociedad y presentan, aunque no explícitamente, lo que una sociedad
debe ser. Respecto de ambas el sociólogo deberá limitarse al ámbito de competencia científica en
sentido estricto; «podrá -señ.ala E. Díaz- legítimamente indicar, con los instrumentos
cientificos que tiene a su disposición, los medios y camino a seguir que-prometen la realización
de objetivos que le han sido propuestos»16, p.e. objetivos realistas, coherentes y factibles, pro-
bar la vacuidad y sinsentido de ciertos fines, manifestar la imposibilidad de localizar medios ap-
tos y coherentes, etc. La línea hechos-valores sobre la que se mueve en este terreno es bastante
resbaladiza.
Si no se queda en la pura contabilidad de hechos es dificil que pueda eludir los juicios de
valor, llegando así hasta las fronteras mismas de la filosofía. Aquí, pues, se plantea un reto a la
Sociología: quedarse en los juicios de hecho o tener que afrontar la compatibilidad con los
juicios de valor aun a riesgo de confusión. Como dice E. Díaz: «La Sociología es, en este senti-
do, quien más puede y debe acercarse hoy a la Filosofía; entre otras cosas, porque en aquella hay
base para iniciar y llevar a cabo momentos importantes de esa セ\ュ・、ゥ。」ョᄏ@ entre juicios de
hecho y juicios de valor, entre juicios estrictamente científicos y juicios, en última instancia, fi-
losóficos» 19.
14
los juicios de valor, esta perspectiva sirve para plantear más rigurosamente y de forma más
completa el tema de los fines que si no admite el tratamiento metafísico a la manera tradicional
tampoco basta simplemente el científico22 porque además de los fines instrumentales están los
no instrumentales23 que, en mi opinión, exceden el ámbito operativo.
Asi pues, la Sociología ha mostrado que la educación es un hecho social que además, en
muchas ocasiones, actúa como mecanismo de las clases poderosas para reproducir el modelo so-
cial. Sin embargo, como queda dicho, no se queda en la mera descripción por cuanto la crítica
aun manteniéndole en el ámbito científico es que esta superación pertenezc;a exclusivamente a la
Sociología. Primero, porque como sefiala Bunge, «la filosofía se cuela en las ciencias por el an-
damiaje general o visión del mundo, por los problemas, por los métodos, por los fines cognosci-
tivos y por la manera de evaluar unos y otros así como los resultados de la investigación»( ... ).
Igualmente, es preciso reconocer que la ciencia social jamás está libre de ideología: «que si bien
un dato o una teoría son verdaderos o falsos independientemente de consideraciones ideológi-
cas, el planteo de problemas científicos, el disefio de planes de investigación, y la evaluación de
resultados, tienen un lugar en un marco conceptual que incluye elementos ideológicos»24; y, se-
gundo, porque es inevitable que la normatividad, tanto la científica como la no-científica, remi-
tan más allá de si misma en toda actividad educativa. Es decir, aun si se desea educar sólo desde
planteamientos sociológicos -lo que supongo imposible- hay una remisión a fines no exlcusi-
vamente fácticos o «factuales». En este sentido, admitir que los valores y fines que no son expli-
cados por la Sociología como producto del estado de las relaciones sociales caen necesariamente
en el ámbito del esencialismo-idealismo, es decir, en el lado de la filosofía, o sea, de la ideología
al servicio del poder me parece un reduccionismo difícil de sostener.
Desde esta perspectiva quiero explicar las funciones que puede realizar la filosofía de la
educación. Primero ha quedado ya clara la inviabilidad de una filosofía que no se atenga a la
ciencia. Así, p.e. Aranguren: «la filosofía actual tiene que pasar por la ciencia y no es, en defini-
tiva, sino la ciencia en cuanto que se pone a sí misma en cuestión y se constituye en vigilante de sí
misma, en su fundamento y en su problemática totalización». La filosofía necesita nutrirse de la
materia positiva que sólo puede suministrarle, por un lado, el conocimiento científico de la natu-
raleza, y por otro, el conocimiento científico del hombre, es decir, las que empiezan a ser llama-
daS «nuevas humanidades»26. Otros muchos testimonios podrían citarse.
La realidad va por otro lado. En primer lugar, existe una fundamentación -no vertical
pero sí horizontal- filosófica respecto de la ciencia. Como sefiala M. Sacristán, se trata de «po-
75
sibilitar que el estudio positivo adquiera las perspectivas críticas que le dan 、ゥュセョウ@ filosófica:
las críticas o análisis de fundamentos, consciencia de los problemas gnoseológicos radicales de
cualquier conocimiento positivo, y la crítica histórico-social, consciencia de la génesis y de las
perspectivas de ese conocimiento»( ... ). Mientras esto no ocurra el científico docente seguirá ma-
yoritariamente cortado por el mismo ambiguo patrón de hoy: acrítico positivista inconsciente en
las materias de su especialidad y no menos acrítico creyente en las más peregrinas fantasías
(incluída acaso la filosofía especulativa por lo que hace al resto )»27.
En esta línea incide Bunge al mostrar las ontologías subyacentes a las distintas concep-
ciones y metodologías de estudio de la sociedad humana28.
Creo que coinciden básicamente con la consideración que hace Moore de la filosofía co-
mo reflexión de segundo grado que asume «la modesta tarea de analizar y clasificar el aparato
conceptual utilizado por otras disciplinas y de examinar los argumentos utilizados en los diver-
sos tipos de teorizaciones»29. Incluso al mostrar como hacía Bunge, en el ejemplo antes citado,
los presupuestos ontológicos y metodológicos de la ciencia deja al descubierto la pretendida ilu-
sión de neutralismo de la que con cierta frecuencia alardea el científico o el técnico como base de
imposiciones acríticas y dogmáticas en el peor talante de una filosofía que dicen superada»3o.
Sin embargo, la filosofía no se agota en esa reflexión de segundo grado señ.alada por
Moore. Creo que además recoge el tema de los valores y fines de la educación allí donde los deja
la Sociología por cuanto su flexibilidad permite otras formas de planteamiento, de interrogación
y de crítica. Así, lejos de la antinomia -exclusión de la filosofía- o de la dependencia -la
filosofía como determinante según la vieja tradición normativa- lo que se plantea es una cola-
boración del enfoque científico y el filosófico respecto de la propia actividad educativa cuyos fi-
nes y valores no se agotan en el nivel instrumental. En este sentido, como señ.ala Adorno, «si la
filosofía es necesaria todavía lo es entonces más que nunca como crítica»31.
Así, las propuestas, reflexiones, etc., que la filosofía es capaz de hacer actuarán como
motor de cambio educativo y colaborarán con la Sociología en lo que es el propósito de la activi-
dad racional:« ... el objetivo de la filosofía y, a su vez, de las ciencias naturales y de las ciencias
sociales, la razón de su esforzada y difícil existencia, no es, pues, sino la construcción de un
mundo (naturaleza y sociedad) que de hostil y extrañ.o al hombre pase progresivamente a ser -a
(27) M. SACRlSTAN, Sobre el lugar de la fllosofia en los estudios superiores (Barcelona, Nova Terra, 1968), p.
26.
(28) M. BUNGE, o.c., p. 185 SS.
(29) T.W. MOORE, o.c., p. 111.
(30) V.A. ESCOLARNO, Las ciencias de la educación. Reflexiones sobre algunos problemas epistemológicos en
«Epistemología y Educación» (Salamanca, Sígueme, 1978), pp. 15-26.
(31) T.W. ADORNO, Justificación de la filosofia. Tr. Jesús Aguirre. Madrid, Taurus, 1964), p. 15.
(32) G. BUENO, El papel de la Filosofla en el conjunto del saber (Madrid, Ciencia Nueva, 1970), pp. 274-5.
76
través del poder y el control sobre las cosas, sobre sus obras y sobre él mismo- un mundo más
humano, habitable, comprensible y orientado por el hombre para la superación -de su propio
extrafiamiento, para su liberación real, para su plenaria autorrealización, es decir, para la libera-
ción y autorrealización de todos los hombres»33.
Este objetivo compartido por ciencia y filosofía puede ser ejemplo de una colaboración
muy útil para la propia educación, uno de los instrumentos eficaces al servicio de su cumpli-
miento.
3. Conclusiones
Sería posible al menos enumerar algunos de los puntos más importantes que se pueden
deducir de lo expuesto:
77
«Lo interdisciplinar en
investigación socio-educativa»
Jesús Arpal, Begoña Asua y Paulí Davila
Facultad de Filosofía y CC. de la Educación (Zorroaga)
de la Universidad del País Vasco.
INTRODUCCION
79
1. ASPECTOS TEORICOS DE LO INTERDISCIPLINAR
EN LA INVESTIGACION SOCIO-EDUCATIVA
El discurso pedagógico actual en esa vertiente tan querida de pedagogía científica, cuyas
deudas con la psicología, la sociología, la biología y otras ciencias son patentes, se está constitu-
yendo alrededor de un núcleo de disciplinas implicadas colateralmente con el estudio de lo edu-
cativo. Vale decir que este discurso es de los más estimados dentro del ámbito académico.
Así las teorías educativas establecen un estatuto homogéneo con las diferentes disciplinas,
bien sea a un nivel fundamental, bien sea a nivel auxiliar, presentándose la propia pedagogía co-
rnos saber unas veces en línea complementaria, y otras jerárquica, con respecto a otras discipli-
nas. El trabajo del investigador en los fenómenos socio-educativos sobre esas disciplinas es co-
mo el de un depredador que a golpe de desgarrar la enclenque unidad de la pedagogía como cien-
cia, (en cuanto a su propio aparato conceptual) va confeccionando un amplio mapa interdis-
ciplinar.
En los límites que interesan, lo interdisciplinar tendría que ser capaz de interpretar los fe-
nómenos educativos y explicar las funciones que tienen en la sociedad.
80
significa de «posición social» (es decir, en la educación se busca la «realización» de la inteligen-
cia -la personalidad- pero también la «realización» de las personas -la integración en la so-
ciedad). Así mismo lo educativo se ha convertido en un sector de actividades de creciente impor-
tancia económica y política; no sólo por el característico desarrollo de los servicios en la so-
ciedad industrial avanzada (y en especial, de los servicios comunitarios y asistenciales), sino por
la creciente intervención del Estado en las actividades de la colectividad, sobre todo, en aquellas
que afectan a la integración de los grupos dentro del sistema. Según algunas de las tesis de mayor
impacto en los últimos añ.os, la reproducción del sistema de dominación descansa, en el capita-
lismo avanzado, en la reproducción de un capital simbólico (y de su apropiación por las clases
sociales) que, en gran parte, es comunicación e información codificada: producción e intercam-
bio de ciencia y tecnología, consumo de signos. El sistema educativo se ha ido definiendo como
el más apto para producir este nuevo capital y, sobre todo, para facilitar su ampliación y su
apropiación generalizada.
No obstante hemos de señ.alar que lo que realmente está ocurriendo es que bajo la ilusión
de tarea interdisciplinar se desarrollan imposiciones de teorías y metodologías de ciertas discipli-
nas cuyos modelos explicativos, o cuyo nivel de conceptualización están mucho más elaborados,
alimentando una verdadera ideología de lo interdisciplinar que obstaculiza el encuentro posible
para una investigación interdisclplinaria. •
Lo interdisciplinar no puede ser, por lo tanto, un «a priori» que debe admitirse sin más
discusión, sino una excusa para desarrollar las soluciones que planteen los problemas referentes
a nuestro propio objeto de estudio. Y de momento, lo interdisciplinar no nos traza un camino
teórico a seguir, sino plantea su juego en un terreno metodológico.
A pesar de estos límites y más aca de las teorías, la resoluCión de problemas prácticos en
_la investigación nos obliga a plantear ciertos métodos de análisis que nos abran la perspectiva de
estudio de lo que podríamos llamar proyecto interdisciplinar. Proyecto que no debe presuponer
81
la conglomeración ecléctica de métodos más o menos afines, sino la elaboración de unas herra-
mientas e instrumentos que nos liberen del yugo disciplinar.
El proyecto interdisciplinar está por lo tanto delimitado en cuanto a su meta, que está en
función del binominio Educación-Sociedad, pero no exclusivamente restringido a las «ciencias»
que tratan de su estudio, sea la pedagogía, sea la sociología.
Estos tres planos interdependientes anulan la adscripción del investigador a disciplina al-
guna, pemitiendo una continua movilidad de frentes dentro del proyecto interdisciplinar.
82
En la progresiva «institucionalización-normalización» de las conductas, el País Vasco
-como otros países o comunidades- ofrece variantes y desajustes -en el tiempo y en el
espacio- que han provocado una atención -a veces, morbosa- por parte de los investigado-
res, de los políticos y de los propios sujetos y objetos de la Educación. En la modermrímplanta-
ción de lo educativo como un sistema formal, correlativamente a su definición como producción
e intercambio burocráticamente dirigido, las 、・ウカゥ。」ッョセL@ las peculiaridades han alcanzado una
especial significación no sólo para la propia práctica educacional en el País (sean los métodos,
las políticas o las ideologias), sino también para el propio sistema educativo espafiol. Los pro-
pios sujetos-objetos de la enseñanza en el Pais Vasco han estado compulsionados y atrapados en
su experiencia por esta relativa «excepcionalidad», por las características peculiares-del proceso
de implantación de la enseñanza moderna. Ya sea por la consideración de una cultura euskal-
dum -y sus proyecciones ideológicas-, por el papel desempefiado por la Iglesia o las institu-
ciones de autogobierno; o por las formas adoptadas por el cambio social y político -las crisis_;;
así como por cierta idiosincrasia o sistema de experiencias colectivas al afrontar la implantación
de la sociedad industrial-urbana y sus transformaciones políticas, económicas y culturales. Ras-
gos definitorios de lo que hoy es el País Vasco que precisamente han tenido en el ámbito de lo
educativo algunas de sus manifestaciones más precisas.
Marcos sociales que relacionan educación, sociedad y cultura y que implican dos líneas
paralelas: institucionalización progresiva del aparato escolar, a partir del modelo de escolaridad
(la escuela como norma y la escolarización como sistema) y segundo la normalización que res-
ponde a la implantación de un «modelo de vida» más allá de la legislación y la política formal-
mente educativas.
Por debajo de las ideologias manifiestas que se proponen introducir en la escuela, la esco-
larización significa un lugar para la infancia: líneas ambas que atraviesan el proceso socio-
educativo y que en el País Vasco habrá que contar con un factor radicalmente diferencial
-lengua y cultura vasca- que plantean una especial dimensión en el análisis de lo educativo. El
que la lengua sea objeto y medio de la edUcación, plantea diversos niveles de problemas: desde
una cultura que diferencia lingüísticamente lo oral frente a lo escrito, con lo que esto supone pa-
ra un desarrollo formal de lo educativo, hasta una educación que constrifie la lengua a lo
familiar-religioso con lo que esto supone para su implantación en la instrucción. Qué sea la cul-
tura vasca y cuál su función en la sociedad es clave en el entendimiento de.cómo se produce la
educación.
Como producto genuino de este proceso, los centros de ensefianza en lengua vasca («ikas-
tolak») se presentan desde una perspectiva socioantropológica, como un fenómeno singular,
que se ha convertido en institución clave de la cultura euskaldum contemporánea, con lo que
ello supone de: grupo específico (de interacciones y relaciones socialmente diferenciadas); nor-
ma (de pautas y «patterns»reconocidas colectivamente), y referente culturalmente identificado
(de codificación de todo un sistema de valores-pautas). La ikastola se presenta como la síntesis
operativa que realizaba prácticamente la cultura vasca en un momento de fuerte crisis en la defi-
nición de esta cultura y su significación social. Los rasgos originarios con que se producen las
ikastolas sef!.alarán ya claves significativas para la comprensión del fenómeno; estos nuevos
83
centros de ensefianza (con precedentes de «antes de la guerra») aparecen en los afios sesenta, con
los siguientes rasgos:
-Al margen del equipamiento educativo normal, constituido por centros estatales y
centros privados reconocidos (en su mayoría de órdenes religiosas).
-Promovidos por grupos de padres cuyo objetivo fundamental es que sus hijos se edu-
quen en euskera, a pesar de las prohibiciones y represiones oficiales, que conllevan una penuria
total de recursos educativos.
-En medios sociales tipificables como la pequefia burguesía, con fuerte identificación
nacionalista vasca y frecuentes «status» de profesionales liberales, cuadros y pequefios empresa-
rios.
84
La escuela como aparato de
selección y distribución de agentes.
Estudio sobre dos centros estatales
de E.G.B. de Málaga
85
1. NUESTRO PROYECTO
El grupo EQUIS, compuesto por profesores y ocasionalmente alumnos de la Escuela de
Magisterio de Málaga analiza desde hace cinco añ.os el papel fundamental de las Escuelas de Ma-
gisterio en el buen funcionamiento del aparato escolar: formar buenos maestros, es decir,
buenos cualificadores de la fuerza de trabajo y, sobre todo, buenos normativizadores.
En el actual curso 82-83 nos hemos centrado en el lugar donde se efectúa la selección de
los futuros agentes: la escuela obligatoria, la E.G.B.
La escuela, aparentemente única y elemental, consta de dos escuelas: una que es elemen-
tal sólo para aquellos que proseguirán el «cursus honorum», es decir, una escolaridad larga para
pocos, y una escuela única («única» porque después sólo adviene el feliz encuentro con el merca-
do de trabajo) o escolaridad acortada para muchos. O -si se prefiere- una escuela alfabetiza-
dora de masas y otra escuela seleccionadora de élites.
87
B) La relación existente entre el retraso escolar (repeticiones) y la clase social de procedencia.
D) Las características de los cursos especiales, no entendiendo por tales las aulas de Educación
Especial, sino esos cursos B oC donde se amontonan los repetidores, los fracasados, los ni-
ños cuyo destino está ya marcado en los primeros cursos de E.G.B. Como almacenes del fu-
turo ejército del trabajo manual, dichos cursos insistirán en las tareas repetitivas, en la glo-
balización, en un menor culto al libro, en una prolongada infantilización. Serán también los
cursos en los que se evidencien ciertas resistencias (o «instinto» de clase) que, a su vez,
pondrán en marcha un complejo sistema de defensas en el profesorado.
B} En cuanto a la escolaridad de los sujetos (mediante el análisis de los E.R.P .A. y, eventual-
mente, entrevistas o encuestas al profesorado y/o a la Dirección):
-obtención o no del graduado escolar
-repeticiones: en l. a y/o 2. a etapa
-calificaciones obtenidas.
Nuestra elección se debe a que esta barriada posee una heterogénea composición de clase:
pescadores y obreros del primitivo. núcleo urbano, junto a una pequeña burguesía (y burguesía)
que lo han transformado, en parte, en zona residenéial. Los dos Centros han sido elegidos por-
que suponíamos que reproducen a escala microscópica dicha composición de clase, hipótesis
posteriormente verificada. Hay que aclarar que la enseñanza privada sigue siendo la red institu-
cional propia de la pequeña burguesía (y burguesía!), red precisamente muy bien representada
en El Palo, donde se aglomeran los colegios privados más conocidos. No obstante, existe una
pequeña burguesía más o menos progresista, Ínás o menos a favor de la enseñanza estatal, más o
menos «de izquierdas», que envía a sus hijos precisamente a los Centros que hemos elegido.
88
2.1. Lectura y comentario de los datos
A) Fracaso escolar y clase social.
Cuadro y diagrama n. 0 1: datos conjuntos de los dos colegios
c.o. 65,60/o
1
total C.E. G.E. l. F.
P.B.T. 51 13 38 25,5%
C.B. 5 1 4 20%
P.B.T. lOo/o
Los cuadros y diagramas 2 y 3 recogen la misma información pero especificada según los
colegios.
89
Cuadro y diagrama n. 0 2: datos del Colegio «Jorge Guillén»
P.B.T. 24 4 20 16,7%
C.B. 0,40Jo
N.P.B. 63 10 53 15,9%
C.B. 1 o 1 0%
P.B.T. 27 9 18 33,3%
N.P.B. 56 7 49 12,5%
C.B. 4 1 3 250Jo
1
P.B.T. 9,407o
90
Comentarios:
a) En cuanto a la composición social de la población escolar se puede apreciar que las 2/3 par-
tes de la población, aproximadamente, son de C.O. y 1/3 son nifios de la P .B-;;·lá presencia
de nifios de C. B. es insignificante; los nifios de la N.P.B. son aproximadamente el doble que
los de P.B.T.
b) Respecto al fracaso escolar según el origen de clase se observa que no es homogéneo en las
diversas clases; asi, en el colegio «Jorge Guillén», el fracaso escolar en los nifios de C. O. es
del 74,40Jo, frente al 15,9% que corresponde a los nifios de N.P.B. y al16,7% a los de la
P .B. T. En conjunto los nifios de la N .P .B. son los que obtienen más éxito escolar, en-
contrándose estos resultados, con respecto a los obtenidos por los nifios de C.O., más aleja-
dos que los que consiguen los de la P.B.T. Hay que sefialar que el tanto por ciento de fraca-
so en la C. B. no es en absoluto significativo, debido a lo exiguo de su presencia en el total de
la población.
C. O. 82,41l1o
P.B.T. 1 12 2 15 29,4%
N.P.B. 4 23 2 29 24,3%
P.B.T.5,8%
Este cuadro clasifica a la totalidad de los nifios de ia población que han repetido algún
curso de la E.G.B., según su origen de clase y según que la repetición la háyan efectuado en l. a
Etapa, en 2. a Etapa o en ambas. La última columna del cuadro expresa el tanto por ciento de re-
peticiones según la clase social. La última fila expresa el tanto por ciento de repetidores de algún
curso de l. a Etapa, de 2. a Etapa o de ambas.
91
Por ejemplo: si leemos la primera fila nos dice que de un total de 211 alumnos de clase
obrera que han repetido algún curso en la E.G.B., 55 lo han hecho en l. a Etapa, 122 en 2. aEta-
pa y 34 en ambas. El tanto por ciento de nifios de C.O. que hap repetido algún curso de E.G.B.
es del 63,20fo.
La primera columna expresa que de un total de 60 alumnos que han repetido algún curso
de l. a Etapa de E.G.B., 55 son de C.O., 1 de P.B.T., 4 de la N.P.B. y ninguno de C.B., esto su-
pone el 23,40fo de los alumnos que han repetido algún curso de la E.G.B.
Las superficies sombreadas corresponden a la proporción de nifios que repiten algún cur-
so de 2. a Etapa de E.G.B. en cada clase social.
P.B.T. o 7 o 7 29,2%
N.P.B. 2 16 1 19 30%
C.B. o o o o "0%
P.B.T. 5,5&
92
Cuadro y diagrama n.o 6: datos del Colegio «Gutiérrez Mata».
P.B.T. 1 5 2 8 29,6%
N.P.B. 2 7 1 10 17,8%
C.B. o 1 o 1 25%.
C.B. 0,80Jo
total 37 70 21 129 44,8%
_______ ,
28,7% 54,3% 16,3% 100%
P.B.T. 6,20Jo
Comentarios
a) El tanto por ciento de repetidores no es homogéneo en las diversas clases sociales. Por
ejemplo, en el cuadro 5 podemos ver que el 76% de los niñ.os de C.O. que han terminado
su escolaridad en el colegio «Jorge Guillém> durante los cursos 77-82, han repetido algún
curso de E.G.B., frente al 3007o de nirlos de la N.P.B.
b) La gran mayoría de los alumnos repetidores son de C. O. Por ejemplo, en el diagrama n.o 6
observamos que el 85,3% de alumnos de C.O. repiten algún curso de E.G.B.
e) La gran mayoría de los alumnos que repiten, repiten en 2. a Etapa de E.G.B. Así en el
cuadro n.o 4 se puede ver que el 76,5% de los alumnos repetidores del total de la población
analizada, han repetido algún curso de 2. a Etapa.
93
C) Repeticiones en 2. a Etapa de E.G.B.
Cuadro n. 0 7: datos conjuntos de los dos colegios.
131 53 27 196
Este cuadro clasifica a la totalidad de los alumnos que han repetido algún curso de 2. a
Etapa de E.G.B. según el nivel en que lo hayan hecho. Así de un total de 196 alumnos que han
repetido algún curso de 2. a Etapa de E.G.B., 131 han repetido 6. 0 , 53 han repetido 7. 0 y 27, 8. 0 •
Hay que hacer notar que hay nifios que repiten varios cursos de 2. a Etapa de E.G.B. Estos casos
los hemos coñtabilizado en cada uno de los cursos que hayan repetido.
La 2. a fila del cuadro expresa el tanto por ciento de alumnos que han repetido cada nivel.
68 33 16 107
63 20 11 89
Comentarios
En6. o curso es donde más proporción de repetidores hay. En el cuadro número 9 pode-
mos ver que el 70,8% de alumnos que han repetido algún curso de 2. a etapa de E.G.B. lo hacen
en 6. o, 22,4% en 7. 0 y el 12,4% en 8. 0
Hay que sefialar que la repetición en l. a etapa de E.G.B. es característica de los nifios de
C.O., como ya hemos especificado al leer la l. • columna del cuadro n.o 4.
94
2.-El fracaso escolar es el fracaso de los niños de clase obrera.
S.-Especificando más, 6. 0 curso de E.G.B., es donde por primera vez se pone de mani-
fiesto esta división.
6.-Constatamos que la P.B.T. está más cerca de la C.O., en cuanto a resultados escola-
res que la N.P'.B. Esto nos hace pensar en la proletarizaciónde la P.B.T.
7.-Señalamos una pequeña diferencia entre los dos colegios: aunque en el colegio «Gu-
tiérrez Mata>> es clara la división y selección de los agentes, en el colegio «1 orge Guillém> hay
una mayor radicalización de esta selección y división.
4.1. Ver el papel activo de la escuela en la exclusión de los dominados a través de:
A) La creación de grupos especiales (grupos de repesca o repaso), basada en el criterio de exclu-
sión de determinados alumnos del trabajo intelectual, único que cuamica la escuela, y por
tanto encaminados a la producción de trabajadores manuales.
B) Las manifestaciones de la escuela ante las resistencias o instinto de clase. Frente a las resis-
tentes violentas o no violentas (faltas de asistencia, no participación, recqazo de la A.P .A.,
etc.) de los padres y alumnos, surgen las contraofensivas del profesorado a través del miedo
y la represión, la exclusión-descalificación, etc.
D) La represión de ciertas formas y contenidos lingüísticos. De este modo los dominados son
reducidos al silencio o a la forzosa aculturación.
95
4.2. Analizar la escuela como una escuela de clase que implanta el modelo pequeño-burgués 」ッセ@
mo único y universal
A) En Espafia la nueva pequefia-burguesía tiene su propia red en la escuela privada y, en este
sentido, existe un acercamiento de los colegios objeto de estudio (en especial el «Gutiérrez
Mata») al modelo de los colegios privados. Esto se manifiesta en la realización de activida-
des típicamente intelectuales, pero situándolas por encima de las clases (expresión dinámi-
ca, teatro, etc.).
B) Aunque la ideología a inculcar es única, su imposición varía en función del lugar a ocupar
dentro de la división social del trabajo. Aparecen dos polos de la misma cualificación-
inculcación, basados en diferencias metodológicas. En este sentido, también cabe analizar
el proceso de elección y funcionamiento de los delegados de curso.
D) Esta dominación ideológica, basada en la presentación del modelo dominante como único,
favorece la buena conciencia de los maestros-agentes de la división, apareciendo el mito de
la escuela compensadora y el de la escuela neutra que está por encima de las prácticas y dis-
cursos de clase.
NOTA.-Queda por aclarar que, para finalizar el inicial trabajo estadístico, nos resta
analizar los datos de los alumnos actualmente escolarizados.
96
Rendimiento y clase social en la Provincia de Jaén
Leonor Buendía Eisman
Colegio Universitario de Jaén
l. INTRODUCCION
La eficacia de la Escuela, ha sido un tema controvertido en los últimos años. El aumento
de alumnado ha traido consigo un descenso del nivel de eficacia interna al empezar a apreciarse
mayor número de abandonos, repeticiones, suspensos, etc. En suma la masificación de la Es·
cuela nos ha hecho olvidar el problema de la cantidad para centrar nuestra atención en el deseen·
so de calidad. En una reciente publicación de GARCIA HOZ, en la presentación de la obra dice:
«La presente obra es el resultado de una serie de reflexiones nacidas de la preocupación ante el
hecho paradójico de que, extendiéndose rápidamente la educación en todos los niveles, hay sin
embargo, un descontento generalizado porque no responde a la esperanza que en ella se propo-
ne. Este hecho, muestra que la educación es hoy un problema de calidad más que de
cantidad l.
Hoy cuando prácticamente todos los niños están escolarizados, la pregunta es ¿Por qué
no se consiguen resultados más satisfactorios? ¿Qué ocurre en las escuelas para que un 34,3301o
de los alumnos no consigan el graduado escolar, o lo que es lo mismo, fraqasen en su empresa?
Este fracaso, es interpretado tanto por la sociedad, como por la familia e incluso por el mismo
alumno como un fracaso personal, es el calificativo que asignamos a aquellos que no tienen «ap-
titudes» suficientes para conseguir la cultura que la escuela imparte. Pero «la cultura» es tan va-
riada, hay tantas formas de acercarse a ella, que no creemos que un individuo deba sentirse fra·
casado por el mero hecho de no superar una cultura concreta, con unos medios· concretos y que
en la mayoría de los casos está al margen de su interés y de su mundo circundante.
Para una gran parte de la población escolar, los valores culturales de su contexto familiar
.
y social quedan totalmente alejados de los que presenta el sistema educativo como válidos y úni-
cos.
97
METO DO
Objetivo: Se pretende estudiar la relación entre el Rendimiento académico en E.G.B. y la
edad y clase social de los alumnos.
DESCRIPCION DE LA MUESTRA
La muestra está formada por 1.290 alumnos de Jaén y Provincia matriculados en el año
1981 en 5. 0 curso de E.G.B.
El total de Colegios seleccionados fueron 19, de los cuales 5 pertenecían a Jaén capital y
el resto a la provincia. Para asegurar la representatividad de la muestra se incluyeron Colegios
de zonas rurales y urbanas obtenidas estas de forma aleatoria entre el total de municipios que
componen la provincia.
Colegios
Alfredo Cazabán 2 5 6 13 77 103
Santo Tomás 1 2 4 14 50 5 75
JAEN San Felipe 1 7 15 18 30 1 73
369 Serrano Haro 3 6 6 28 44 87
Navas de Tolosa 2 4 6 19 31
Antonio Machado 2 3 4 15 43 67
BAEZA José Antonio 1 4 12 19 36 72
202 A. López Salazar o 2 6 9 44 63
El Pilar 4 7 17 32 62
Linarejos 1 10 21 32
Colón o 3 16 17 46 82
LINA
Santa Engracia 1 7 8 13 28 3 60
RE!'
Santa Ana o 2 2 9 36 50
Victoria 5 6 7 7 23 1 49
454 Tetuán 1 11 12 13 2 59
Santa Teresa 5 12 13 30 60
MAR
TOS San Amador 2 5 21 23 83
TORRE
DEL San Isidoro 4 12 72 88
CAMPO
SA S a· . 4 3 13 8 65 94
BIOTE an mes
TOTALES 5 21 64 143 261 782 14 1290
O?o 0,320?o 1,630?o 4,960?o 11 ,090?o 20,230?o 60,620?o 1,090?o
98
CLASE SOCIAL DE PROCEDENCIA
A la hora de controlar esta variable hemos tenido serios problemas por el temor generali-
zado de hablar claramente sobre los ingresos familiares. De las diversas formas posibles de
controlar la clase social, hemos creido conveniente, por existir menos posibilidad de engafio, ba-
sarnos en la profesión de los padres. En el estudio de GYLL Y se pone en duda la veracidad de las
informaciones sobre la renta familiar por considerar «que las madres tienden más a subevaluar
que a sobreevaluar el total, por pudor a veces, por desconfianza otras»2, y conseguir los ingresos
familiares por medio de encuestas indirectas basadas en signos externos como coches, viviendas,
veraneos, propiedades, formas de vida, etc., son poco discriminatorias en este caso, puesto que
las diferencias de clase observadas en los centros estatales, no son muy diferentes en estos aspec-
tos como después veremos, siendo la profesión o lugar de trabajo, casi el único indicador discri-
minador en nuestra provincia.
De aquí que esta variable haya sido medida en función de la profesión desempefiada por
el padre y la madre, y en segundo lugar, por el nivel de estudios de ambos cónyuges.
Clase obrera. Formada por artesanos, empleados de oficina, obreros cualificados, obre-
ros autónomos agrícolas.
Clase baja. Formada por subalternos y personal de servicios, obreros agrícolas, obreros
eventuales y parados.
99
Atendiendo a ambos indicadores, la clase media la forman los titulados medios, algún ti-
tulado superior (sólo el 850Jo de los alumnos que forman esta clase), pequeños empresarios con
Bachiller o a lo sumo con carrera de grado medio, y empleados en la banca con Bachiller elemen-
tal o superior.
La clase baja, formada por subalternos, obreros agrícolas, obreros eventuales y parados.
Sólo tienen algunos años de primaria, aunque hemos contemplado en esta categoría obreros
eventuales con primaria completa.
Es significativo, que en los centros de la capital sea donde existe mayor porcentaje de cla-
se media y creemos puede deberse a varias razones:
2.-Dentro de la escala social, en los centros rurales, estos profesionales ocupan casi la
cúspide de la pirámide y forman la élite que envían a sus hijos a colegios privados de.la ciudad
más próxima.
En las ciudades como Linares, el problema es similar al de la capital. Los colegios si-
tuados en las afueras, o en zonas donde hay varios centros privados, tienen un porcentaje muy
bajo en clase media y a veces nulo (como por ejemplo el Pilar o Santa Ana) la mayoría de la
población es obrera y baja.
En las zonas rurales, la ausencia de hijos de profesionales en los centros estatales es no-
toria. ConsultadOs los propios profesores sobre el centro de enseñanza de sus hijos, el 90% con-
testaron tenerlos matriculados en colegios privados de la ciudad más próxima (5 ó 6 kms.), sólo
los hijos en edad preescolar y a lo sumo hasta los 9 años asisten a los colegios estatales de sus res-
pectivos pueblos. En nuestra muestra, Sabiote con 4.600 habitantes, el porcentaje en clase media
es Osiendo la mayor parte de la población obreros agrícolas eventuales o parados (el 71 ,27) y un
28% formado por pequeños comerciantes, obreros autónomos agrícolas y algún obrero cualifi-
cado.
100
TABLA 11
ESTRUCTURA SOCIAL DE LOS COLEGIOS
TORRE .
DELCAMPO San Isidoro 6 ·6,82 39 44,32 43 48,86 88
'
Puede observarse en la tabla anterior que de los 1.290 niños que forman la muestra el
54,11 o/o pertenecen a clase baja, el 38,53 a clase obrera y sólo el 7,36 a clase media.
RENDIMIENTO
Esta variable ha sido medida por las notas académicas. Se obtuvieron del ERPA, auxi-
liados del libro de escolaridad y las actas de los cursos correspondientes, desde primero a quinto.
De cada curso sólo se recogió la nota media global, diferenciando si ←セエ。@ fué obtenida en
Junio o Septiembre. Aunque la valoración cualitativa oscila desde «muy deficiente» hasta
«sobresaliente», sólo hemos encontrado las siguientes categorías: Insuficiente, Suficiente, Bien,
Notable y Sobresaliente.
101
Para poder realizar la diferenciación, se concedió la siguiente valoración numérica en las
categorías antes expuestas.
Junio Septiembre
Suficiente 5 4
Bien 7 6
Notable 8
Sobresaliente 9
Insuficiente 3
RESULTADOS
Tras un análisis correlaciona! los resultados obtenidos fueron:
Nt ...............
N2 ............... .777
N3 ............... .705 .827
(NI, N2, N3, N4, Ns, -notas de l. 0 , 2. o, 3. o, 4. o y 5. o curso de E.G.B. Ed.- edad; Cl.
Soc. - clase social).
Las correlaciones entre las notas y las dos variables de estudio son significativas al nivel
del 1OJo y todas ellas de gran intensidad. Creemos importante resaltar el signo negativo de las
correlaciones entre edad y rendimiento, y edad y clase social de procedencia.
102
Las relaciones causales entre las tres variables de estudio quedarían reflejadas en el si-
guiente modelo:
X2 -------e2
_e_I_ _ _ _ _ XI
/\ X3 .- e3
En XI (clase social no influye ninguna otra variable conocida aunque pueden existir otr.as
implícitas que influyan en ella y denominamos セQN@ La ecuación para XI sería
XI= el
Por último en la variable X3 (Rendimiento expresado por las notas académicas influyen a
la vez, en un grado expresado por los coeficientes alj, las variables XI y X2 y el error propio de
estas variables. La ecuación es pues:
. X3 = a12 XI + a23 X2 + e3
Respecto a la edad, hay que tener presente que se trata de poblaciones homogéneas en
cuanto al nivel educativo y es lógico que la mayor edad implique menos eficacia discente.
CONCLUSIONES
l. 0 -La EDAD, se nos presenta como una importante variable en el aprendizaje. Los
alumnos con más edad, en clases homogéneas en cuanto al curso académico, obtienen las peores
notas, rendimientos escolares. Pese a llevar algunos, dos afíos en el mismo curso, no consiguen o
no se consigue, superar el fracaso. Según nuestro estudio estos nifíos proceden de la clase social
más baja y ・セエ。L@ tiene valores e intereses distintos a los que la escuela demanda; y los contenidos
que se exigen, tal y como se ensefían y se exigen están al margen y sin ningún tipo de conexión
con la jerarquía de valores e intereses, no sólo de ellos, sino del ambiente que los rodea y de su
familia. ·
103.
De la clase social más baja proceden los alumnos de peor rendimiento. Algunos tienen 15
aftos y aún están en 5. 0 curso, lo que les obliga a abandonar prácticamente al curso siguiente.
No creemos, por tanto, que pueda hablarse de fracaso escolar, en el sentido «del
escolar», sino que será la. escuela o el sistema el que fracasa con este grupo de nifios.
En este ambiente, de clara deprivación cultural, sería interesante comenzar a realizar ex-
periencias con programas compensatorios en aquellos alumnos que presenten un adecuado po-
tencial de aprendizaje, porque es evidente que las repeticiones de curso no solucionan el proble-
ma y si ocasionan otros muchos de carácter psicológico graveS.
NOTAS
(1) ClAROIA HOZ, V.-Calidad de Educación, trabajo y libertad. Dossat. Madrid, 1982.
(2) OILLI, M.-EI problema del Rendimiento Escolar. Oikos- Tau. Barcelona, 1978, pág. 71.
(3) DE MIGUEL, A.-Tres est'lldios para un sistema de indicadores. Euramérica. Madrid, 1976, pág. 40.
(4) LERENA, C.-Escuela, Ideologla y Clases Sociales en España. Ariel, Madrid, 1976.
(S) BUENDIA EISMAN, L.-Rendimiento y Progreso Académico. Alternativa Operativa. Tesis Doctoral. Va-
lencia, 1982. (Inédita).
104
El progreso académico en E.G.B.
INTRODUCCION
Teóricamente el rendimiento de un alumno al final de un curso debe ser superior al que
tenía a principio del mismo. La responsabilidad de su más y mejor rendimiento suele adjudicár-
selo habitualmente la escuela.
Si bien el mejoramiento en los aspectos afectivos axiológicos actitudinales etc., puede ad-
mitirse que depende de una casualidad un tanto difusa. Los progresos en materias como Lengua
o Matemáticas, piedras angulares del currículo, parece que todo el mundo está de acuerdo en
que es producto del esfuerzo desarrollado dentro del aula.
Todo esto, siempre desde l.in plano teórico, no repugna a la lógica, ¿Pero qué ocurre en
realidad? ¿Progresan todos los alumnos? En caso negativo. ¿Quiénes son los que lo hacen y por
qué? ¿De qué depende? Este trabajo trata de dar respuesta a estos y otros interrogantes que se
suscitan al abordar el problema del progreso académico en la E.G.B. tal Y. como está organizada
en la actualidad 1,
METODO
DESCRIPCION DE LA MUESTRA
La muestra la componen 444 escolares de E.G.B. de la provincia de Jaén que forman par-
te de una muestra mayor, tomada de un modo aleatorio. Las poblaciones en las que se ubica
nuestra muestra son: Jaén, Baeza, Sabiote, Martos y Torredelcampo. Entran en el estudio todos
los que hay en cada una de las ciudades, excepto Jaén y Torredelcampo.
Todos los colegios a los que pertenecen los niñ.os son públicos2.
VARIABLES:
Las variables que hemos tomado han sido:
a) Rendimiento académico expresado por las notas recibidas por los alumnos a lo largo
de la escolaridad. Estas notas han sido tomadas del libro de calificaciones oficiales.
(1) Es necesario advertir que este trabajo forma parte de otro más amplio, que venimos.realizando en los últimos
cursos.
(2) Para una descripción más pormenorizada del marco de trabajo puede verse, Buendía Eisman («Situación edu-
cativa en la provincia de Jaén, una alternativa operativa») Tesis doctoral inédita. Valen. 1980. También ver Fernández
Palomares en Cuadernos de Pedagogía.
lOS
b) Progreso académico, entendido como diferencia entre las puntuaciones obtenidas a
principio de curso y las obtenidas al final. Esta variable la hemos escindidio en dos subvariables:
INSTRUMENTOS:
Como instrumentos sólo hemos utilizado las pruebas objetivas. Para confeccionarlas so-
licitamos de los profesores que están incluidos en la muestra, nos indicarán mediante veinte o
veinticinco cuestiones, los conocimientos mínimos que ellos consideran deben poseer un niño al
acabar 5. 0 de E.Q.B. en el área de Matemáticas y Lenguaje.
Podíamos haber tomado el camino de los objetivos expresado por la administración para
este nivel, y haber-confeccionado las pruebas a partir de ellos, pero estamos convencidos de que
el profesor enseña más en función de los exámenes (lo que él cree que el alumno debe saber) que
de los objetivos establecidos previamente.
Tras la recepción de dichas cuestiones por los profesores damos paso a la elaboración.
Para ello tomamos los elementos coincidentes, que eran muchos, y desechamos los más discre-
pantes.
El criterio de mayor frecuencia fue el que primó fundamentalmente a la hora de dicha se-
lección.
Las pruebas se constituyeron como de elección de respuesta, con cuatro opciones de las
que sólo una es la correcta. Esta opción debía señalarse con un asterisco o círculo sobre la letra
correspondiente.
La duración era de una hora para la de Lengua y de hora y media para Matemáticas, aun-
que tanto en una como ・Zセ@ otra no hubo inflexibilidad en el tiempo.
DISEÑO Y RESULTADOS:
Una vez recogidos los datos, codificados y elaborados se pasó a la realización de análisis
de varianza. Dichos análisis se realizaron en el centro de informática de la Universidad de Gra-
nada.
106
El primer análisis de varianza se ha realizado para ver el progreso en Lengua:
Criterio seguido: Diferencias entre las puntuaciones obtenidas en Junio (final de curso)
con la Prueba Objetiva de Lenguaje y la puntuación obtenida en Octubre (al principio del mis-
mo curso) con la misma Prueba Objetiva.
Variable independiente- Rendimiento medio global de los cinco cursos, expresado por la
notas académicas. En función de la notas medias globales, los alumnos fueron clasificados en
tres categorías:
La diferencia media, entre las puntuaciones obtenidas con dicha prueba objetiva en los
dos momentos de aprendizaje en las distintas categorías fueron:
Altos 3,1190
Regulares 2,7026
Bajos 0,4175
Análisis de Varianza
Fuentes de
Variación g.l. s.c. M.C.
Intergrupo 2 349,198 174,598
Intragrupo 441 2493,383 5,654
F = 30.8808
Según los valores «T» de Student, las diferencias son significativas entre las siguientes
categorías:
ALTO 0.000
NORMAL 1.2852 0/000
BAJO 6.9677** 6.8626** 0.000
107
No existen diferencias significativas en el índice del progreso entre los que han sido clasi-
ficados como regulares y los altos.
Criterio seguido: Diferencias entre las puntuaciones obtenidas en Junio con una Prueba
Objetiva sobre conocimientos de matemáticas y las puntuaciones que habían sido obtenidas en
Octubre con la misma prueba.
Variable Independiente: Rendimiento medio global de los cinco cursos expresados por las
notas académicas. En función de estas notas medias globales los alumnos fueron clasificados en
tres categorías:
Altos con x = 7. 8. 9
Regulares con x = 4. 5. 6
Bajos con x = 3 ó 3,
Análisis de Varianza
Fuentes de
Variación g.l. s.c. M.C.
F = 30.88•
Según los valores de la distribuición T de Student, las diferencias son significativas entre
los siguientes grupos:
Alto 0.000
Regular 4.902** 0.000
Bajo 8.051 ** 3.518** 0.000
108
En este caso encontramos diferencia significativa entre el progreso de los alumnos califi-
cados con buenas notas y los alumnos con notas regulares o bajas. Igualmente existen diferen-
cias significativas entre los alumnos con calificaciones regulares y bajas.
Parece ser, a juzgar por los datos, que en Matemáticas, quien únicamente aprovecha en cla-
se son los niños con notas académicas por encima de 7. Como puede verse el índice de progreso
es mínimo en los alumnos peores. El que empieza el 5. 0 curso sin saber determinados conoci-
mientos acaba en el mismo punto de partida. Esta grave consideración merece una reflexión a la
luz de los resultados. ··
COMENTARIO Y DISCUSION
A la pregunta de si progresan los alumnos, que nos hacíamos al principio, hemos contes-
tado que sólo lo hace un porcentaje muy bajo.
Creemos que dicho progreso se situa en los primeros cursos de la E.G.B. y sólo en las ma-
terias instrumentales fundamentalmente.
Acabado este relativo progreso de la mayoría de los escolares, la escuela, podíamos decir,
sólo sirve para un grupo de ellos con una procedencia social, además, muy marcada.
Una escuela en la que la mayoría de los alumnos salen como entraron, posiblemente sería
muy deseable desde el punto de vista de la higiene mental, pero mucho nos tememos que sólo en
este aspecto se progrese y no precisamente en el sentido que sería deseable.
El criterio uniformista con el que se enfrentan los profesores a sus alumnos puede ser, en
parte, responsable del problema que nos ocupa. Un modelo instructivo de carácter individuali-
zado tomaría, al menos, conciencia de lo que venimos diciendo. En todo caso, se hace precisa
una mayor insistencia investigadora en trabajos que busquen las causas de esta falta de progre-
so, así como de programas de intervención que tiendan a soslayarlas.
109
Estudio socioeducativo de las conductas disruptivas
en las aulas de Educación General Básica
de la Región de Murcia
Dr. Antonio García Correa
Escuela de MurCia
l. Como punto de partida creimos necesario hacer un estudio socieducativo de estas con-
ductas, donde analizáramos a éstas variables que podían influir en el origen, gestación y mante-
nimiento de las mismas. Las variables fueron el Colegio, ciclo, niveles, instrucción paterna, pro-
fesión paterna, metodología didáctica y hora lectiva de producirse las conductas distorsionado-
ras del aula.
Paso a continuación a presentar el estudio frecuencial con que aparecen las conductas,
luego analizó frecuencialmente las conductas distorsionadoras con las variables dichas anterior-
mente, para finalizar con las conclusiones obtenidas en esta parte de la investigación.
(1) Llevada a cabo _por Antonio García Correa como director, Salvador Godoy Fernández, Evaristo León Barba,
Jesús Navarro Egea, José Manuel Rubio Casales y Mariano Villegas Ramlrez.
IJJ
1
2. ESTUDIO FRECUENCIAL CON QUE APARECEN LAS CONDUCTAS
Frecuencia con que se dan las conductas disruptivas. (cuadro n. 0 3)
Injurioso. Un total de 61
Susceptible. Un total de 139
Rebelde. Total de 140
Charlatán de 318
Ruidoso. Total de 118
Indolente de 198
Inquieto. Un total de 270
Miedoso. 78
No participativo. Un total de 217
Distraído, que no atiende, 243
Agresivo y violento, 99
Falto de cariñ.o, 69
Mentiroso, 81
Bien dotados o engreídos, 91
El que hurta, 32
Rechazados por sus compañ.eros, 103
112
CUADRO N. 0 3
CONDUCTAS Y COLEGIOS
-
r.t:J
o
C!l.
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CONDUCTAS DISRUPTIVAS
8 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 セ@
1 6 25 12 59 14 32 49 13 30 31 6 6 8 24 o 5 320
2 2 6 5 13 4 9 16 2 13 11 1 1 2 3 1 1 90
3 12 12 14 18 7 21 7 3 22 22 8 6 5 2 1 6 166
4 3 3 5 6 3 6 7 1 7 7 2 1 4 1 1 4 61
5 2 5 - 11 12 7 9 10 1 9 18 11 4 5 1 3 13 121
6 2 6 6 8 3 7 6 2 6 9 4 3 4 o o 3 69
7 1 2 1 2 3 6 4 1 3 9 3 3 2 o o 2 42
8 1 1 5 7 7 4 14 5 13 17 6 3 3 o o 5 90
9 o 2 3 9 3 6 5 o 4 6 3 1 o o o 2 44
10 o 3 4 20 3 8 10 3 7 9 3 o o 4 1 5 80
11 1 5 3 7 1 10 / 9 2 12 11 2 2 1 1 1 6 74
12 o 1 2 14 5 10 7 1 12 6 1 o 2 o o 2 63
13 2 1 3 5 2 2 5 1 6 4 2 2 3 1 4 4 47
14 2 15 19 .14 13 17 19 3 12 19 5 2 6 11 2 14 174
15 1 5 12 5 6 6 11 4 6 8 12 4 5 5 1 6 97
16 10 4 2 1 6· 3 2 5. 2 o 6 7 8 5 9 2 72
17 4 3 4 o 2 2 o 8 2 3 4 8 4 6 7 7 64
18 1 1 5 7 7 4 14 5 13 17 6 3 3 o o 5 91
19 5 15 12 40 8 19 28 6 13 13 7 4 6 21 1 4 202
20 3 16 5 42 8 22 27 9 20 29 o 3 4 6 o 2 196
21 3 8 7 1(f 6 13 10 3 9 19 7 6 6 o o 5 112
セ@ 61 139 140 318 118 198 270 78 217 243 99 69 81 91 32 103
orden 15 7 6 1 8 5 2 13 4 3 10 14 12 11 16 9
113
3. CONDUCTAS Y COLEGIOS
Nos encontramos que la conducta «charlatán>> es la mas frecuente, en general, dándose
más en los colegios 1, 19 y 20 y donde menos en los 16 y 17. La conducta menos frecuente «el
que hurta» aparece coñ más frecuencia en los colegios 16 y 17, donde no se da la conducta
«charlatán».
Las conductas «rebelde», «susceptible» y «el que hurta» se dan en todos los colegios, casi
con la misma frecuencia.
Las conductas más desproporcionadas en frecuencia entre un colegio y otro son «charla-
tán» e «inquieto».
Los colegios que aparecen con más conductas distorsionad oras son el 1, 19, 20 y 14; los
que menos tienen son el 7, 4, 12 y 17 y con desproporción considerable, pues el colegio 1 tiene
320 mientras el 7 sólo tiene 42. Podemos afirmar que hay desproporción grande entre colegios
respecto a conductas distorsionadoras.
El colegio 1, que es el que más conductas tiene, se reparte de forma que las más frecuentes
son «charlatán», «inquieto» e «indolente» y las menos son «el que hurta», «rechazado», «inju-
rioso», «agresivo» y «falto de cariño».
Los colegios n. 0 7 y 9,que son los que menos conductas distorsionadoras poseen,hay po-
cas diferencias en las frecuencias de sus conductas manteniéndose todas ellas muy bajas.
Charlatán se da en más alto número en los colegios 1, 19 y 20; seguida de los colegios 3, 10 y
en último bloque en el 2, 5, 6, 8, 9, 12 ...
Inquieto aparece en primer lugar y con gran diferencia en el colegio l. En segundo lugar
podemos formar un grupo de colegios, serían 2, 8, 14, 19 y 20. En tercer lugar estarían los res-
tantes menos el 17, donde es nula.
Distraido. Podemos ver un primer bloque formado por los colegios n. 0 1, 3 y 20; un se-
gundo bloque los números 5, 8, 14, 18 y 32 y por último los restantes.
114
CUADRO N. 0 4
CONDUCTAS, CICLOS Y NIVELES DE E.G.B.
Injurioso o 5 7 13 16 12 5 3
Susceptible 25 9 11 19 9 14 12 18 139
Rebelde - 6 14 13 12 18 14 28 35 140
Charlatán 19 38 21 64 51 43 33 49 318
Ruidoso 21 18 12 13 21 15 15 8 118
Indolente 16 24 28 19 30 21 34 26 198
Inquieto 41 29 31 26 38 33 41 32 270
Miedoso 11 8 10 15 7 12 9 8 78
No participativo 32 27 31 28 26 28 25 21 217
Distraído 28 21 38 18 40 38 26 34 243
Agresivo 8 6 14 11 12 15 13 19 99
Falto de cariño 16 12 13 8 7 3 5 3 69
Mentiroso 11 9 8 1Í 6 14 10 11 81
Engreído 4 8 14 18 5 15 13 14 91
El que hurta 7 5 .2 3 5 6 3 1 32
Rechazado 8 10 8 12 14 18 15
1
19 103
Totales 253 243 261 309 296 307 285 '301 2.257
115
4. CONDUCTAS DISRUPTIV AS POR CICLOS Y NIVELES
En el primer nivel hay conductas que se dan en su ínfima manifestación como son «inju-
rioso» y «engreído» y las que más «inquieto», «susceptible» y «no participativo».
En el Ciclo Medio las conductas que más se repiten son «charlatán», «inquieto», «no
participativo», «distraído» y las menos son «el que hurta», «mentiroso» y «miedoso».
Comparando entre sí los niveles de este ciclo hay diferencias en frecuencias de conductas,
así vemos que en el4. o nivel es donde más hay (309), seguido de 5. o (296) y donde menos en 3. o
(261).
En el Ciclo Superior nos encontramos que las conductas más repetidas, descontando las
comunes de «charlatán», «inquieto», «distraído» y «no participativo», son: «rebelde», «indo-
lente», «rechazado» y «agresivo» y las menos «miedoso», «falto de cariiio» y «ruidoso». El chi-
co rebelde se da más en 8. o, mientras el inquieto se da más en 7. o. El charlatán aparece más en
6. o y 8. 0 , lo mismo que el distraído y el rechazado. De forma global en este ciclo aparecen con
más frecuencia en 6. 0 y 8. o y menos en 7. o ·
116
CUADRO N. 0 7
CONDUCTAS E INSTRUCCION PATERNA
INSTRUCCION
CONDUCTAS Analfabetos Estudios Bachillerato Formación Bachillerato Estudios Estudios
Primarios Elemental Profesional Superior Medios Superiores
Injurioso 14 9 6 lO 6 12 5
Susceptible 24 20 22 23 18 14 20
Rebelde 35 29 16 24 12 16 8
Charlatán 56 49 44 48 42 41 39
Ruidoso 23 19 13 21 15 14 12
Indolente 26 24 32 30 34 21 31
Inquieto 51 48 37 49 33 30 29
Miedoso 14 12 8 lO 9 lO 14
No participativo 49 19 26 25 30 29 38
Distraído 41 47 28 32 34 32 27
Agresivo 21 18 13 16 15 8 8
Falto de cariño 8 11 lO 14 11 7 9
Mentiroso 16 13 7 lO 14 11 10
Engreído 8 lO 14 11 15 15 12
El que hurta 7 6 4 3 5 3 4
Rechazado 16 17 19 16 8 15 12
TOTALES 409 351 299 342 301 278 28:i
5. CONDUCTAS DISRUPTIVAS E INSTRUCCION PAtERNA
En cuanto a la instrucción de los padres y las conductas disruptivas de los escolares, se da
más frecuencia en los que carecen de estudios (analfabetos), seguidos de aquellos cuyos padres
tienen estudios primarios y formación profesional. Ver cuadro n.o 7.
Hay conductas que tienen muy pocas diferencias, dándose casi por igual, tales son: «sus-
ceptible» e «indolente».
Si nos detenemos en los de Bachiller Elemental con los del Superior son los más similares
en el número total y en particular.
Entre estudios medios y superiores hay mucho de similitud de forma global, aunque en
particular encontramos diferencias. Así injurioso, no participativo, rebelde, inpolente. Son se-
mejantes en agresivo y muy parecido en inquieto, falto de cariño, mentiroso, el que hurta,
ruidoso.
118
CUADRO N. 0 10
CONDUCTAS Y PROFESION
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.... セ@ セ@ Q Q セ@
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Injurioso 6 5 6 6 2 3 2 3 2 6 4 4 6 3 2 1
Susceptible 19 9 15 14 15 14 4 2 5 9 6 12 14 1 - -
Rebelde 11 6 12 18 9 12 3 5 9 14 4 6 19 8 3 1
Charlatán 33 24 26 29 16 25 12 14 20 28 20 31 26 2 4 4
Ruidoso 15 7 11 9 8 12 2 3 9 9 6 6 17 1 - 1
Indolente 26 11 25 19 8 7 6 2 6 5 15 23 19 6 11 3
Inquieto 29 19 21 27 12 19 5 9 18 19 14 24 19 18 9 9
Miedoso 6 3 4 6 2 6 2 3 2 5 6 13 14 2 1 1
No participativo 18 14 14 17 17 11 10 11 11 8 11 20 20 17 9 10
Distraído 38 21 21 26 10 11 4 . 6 16 9 11 29 28 5 4 6
Agresivo 12 7 7: 8 4 3 1 6 3 4 2 14 18 4 4 2
Falto de cariño 4 3 8 5 2 3 3 2 4 6 3 8 13 1 2 2
Mentiroso 10 6 8 9 5 '1 2 3 6 7 4 11 7 - 2 -
Engreído 8 6 9 5 6 6 6 3 8 9 6 12 4 1 l l
El que hurta 3 2 2 3 1 2 1 o 1 1 1 3 6 2 2 2
Rechazado 14 6 6 6 4 8 2 6 8 8 4 10 14 - - 1
TOTALES 254 149 195 197 121 143 65 78 118 115 127 126 244 71 56 44
i
119
6. CONDUCTAS Y PROFESION PATERNA
Un tercer bloque formado por hijos de profesores (E.G.B., B.U.P., F.P. y Universidad),
directores de comercio e industrias (grandes y pequeñas de pueblos y capital y cabezas de parti-
do), funcionarios altos (hemos de advertir que esto es relativo a la zona) y militares oficiales y
suboficiales, en estos están incluidos los hijos de guardias civiles, municipales ... Ver cuadro n. 0
1O y gráfico n. 0 28-40 ..
Charlatán. En primer lugar están los hijos de propietarios agrícolas, empleados, directo-
res de comercio y empresas industriales, profesiones liberales Y. maestros industriales y capata-
ces. Ver cuadro n. 0 10 y gráficos correspondientes. El segundo lugar se halla en empresarios in-
dustriales, militares, funcionarios medios y profesores. Por último en funcionarios altos y direc-
tores industriales.
Inquieto. Aparece con más frecuencia en los hijos de propietarios agrícolas, profesiones
liberales y empleados. Seguidos de empresarios industriales, comercio, funcionarios medios, di-
rectores de industria y comercio, maestros industriales y capataces y en tercer lugar en funciona-
rios altos, militares y profesores.
Nos interesaba conocer, por lo tanto, la relacion entre los estilos de enseñanza y conduc-
tas, pues una metodología podía dar origen a una conducta concreta y otro estilo daría origen a
otra conducta distorsionadora de la buena marcha de la clase y de la convivencia.
120
Al confeccionar el cuadro primero, dejamos unos espacios donde se nos había de rellenar
con la metodología didáctica. Con el fin de unificar metodologías las agrupamos en «Personali-
zada, Freinet, Tradicional y Otras». Una vez pasada la prueba piloto encontramos que todos los
profesores se habían puesto en las técnicas de Freinet o Personalizada. Nadie se había colocado
en la Tradicional y Otras. Sometimos este hecho a comentario y a un análisis de jueces (psicólo-
gos escolares y pedagogos) y nos encontramos que los criterios para insertarse en un estilo de en-
señanza son muy subjetivos y más aún el concepto de enseñanza tradicional goza de un valor pe-
yorativo.
Este estudio piloto nos sirvió para que al confeccionar el cuadro definitivo número 2 de-
járamos que el entrevistador mismo pusiera, según observación propia sobre la clase, la
metodología utilizada por el profesor, pero también aquí aparecieron dificultades para
contrarrestar y tabular, pues chocamos de nuevo con los criterios y signos sensibles que de-
mostraran y nos llevaran a una metodología concreta y no a otra y más aún dándose el hecho de
que los entrevistadores son bastante teóricos y con ideas tajantes en la discriminación de estilos
de enseñanza no adaptados a los libros de texto y a la pura didáctica.
Por todo lo dicho, nos vemos obligados a no realizar trabajo y comentario alguno al res-
pecto de la metodología didáctica y conductas distorsionadoras, pero una vez más insistimos
que es un punto clave pues seguimos creyendo lo que hemos dicho más arriba, que unas
conductas-problemas se dan en una clase porque tienen una metodología determinada, pero lo
dejamos para una nueva investigación donde se puedan atar y profundizar más los criterios y va-
riables de estilos de enseñanza.
CUADRO N. 0 12 b.
HORA
3. a hora. La tarde 53
A cualquier ィッイセ@ 91
No contestan 5
121
9. CONCLUSIONES
-Hay alumnos que presentan más de una conducta distorsionadora de la buena armonía de la
clase. Ordinariamente los alumnos-problemáticos presentan más de una conductá disruptiva.
-Las conductas más frecuentes que perjudican el clima organizativo de la clase según los crite-
rios del profesorado son: «charlatán», «inquieto», «distraído» y «no participativo».
-Las conductas que menos se dan son: «injurioso», «falto de cariño», «miedoso» y «el que
hurta».
-El promedio de alumnos con conductas distorsionadoras por clase es de 4,23, que represen-
tan un 12,9 -redondeado en un 13- por ciento de niños en edad escolar con problemas de
adaptación conductual. El que por clase haya sido sólo de 4,23 niños es debido a que el pro-
medio de alumnos por clase en el curso de nuestro trabajo es de 35 alumnos por unidad .
-Las conductas menos frecuentes se dan en todos los colegios con casi la misma frecuencia.
-Las conductas disruptivas se dan menos en el ciclo inicial, seguido del medio y donde más en
el superior.
-En orden a los niveles hay conductas que se dan más en un curso que en otro. V.g. en 1. 0 ni-
vel lo que más se da es «inquieto» y en 8. 0 lo que más es «charlatán>> y lo que menos es «el
que hurta».
-Hay conductas que se dan más en hijos cuyos padres tienen cierta instrucción. Cuadro n.o 7.
-A medida que aumenta la instrucción paterna disminuyen las conductas disruptivas de forma
global aunque esto no es extensivo a las c'onductas de forma individual, y tampoco a los estu-
dios de análisis en tantos por ciento. ·
-Teniendo en cuenta las frecuencias simples se da más una conducta en unas profesiones que
en otras.
-No podemos afirmar que una profesión tenga siempre las frecuencias más altas en todas las
conductas. Es decir, que los hijos de padres con una profesión concreta son más distorciona-
dores que los de otra profesión en todas las conductas.
-En cuanto a la metodología didáctica y conductas disruptivas no hemos podido sacar conclu-
siones concretas sino, pensamos, que es objeto de una nueva investigación.
122
-Respecto a la hora de producirse las conductas, es indistintamente a primera, a segunda o a
tercer hora.
-Los resultados obtenidos en el estudio de las conductas por simple análisis frecuencial no es el
mismo que en el análisis frecuencial en tantos por ciento.
123
Influencia de algunos factores sociales
en la adquisición de conceptos básicos:
Estudio experimental con niños
de Preescolar y Primero de E.G.B.
Anastasio Alonso Rodríguez
E. U. de E. G.B. de Granada
INTRODUCCION
Por Real Decreto 69/1981, de 9 de enero, se ordenaba la Educación General Básica en
Ciclos a efectos de Programación, Evaluación y Promoción de alumnos.
Estos Niveles Básicos tienen como objetivo principal poner en manos del profesorado un
punto de referencia que le permita diagnosticar con la precisión posible la situación de sus alum-
nos en lo que se llama «dominios básicos» de las distintas áreas. En otras palabras: se trata de
que los alumnos que accedan al2. 0 ciclo hayan adquirirido las técnicas instrumentales y alcanza-
do el dominio de «conceptos básicos», necesarios para continuar con aprovechamiento los suce-
sivos cursos escolares.
Estas nociones se traducen en términos concretos como «dentro de», «fuera de», «arri-
ba», «abajo», «lejos», «cerca», «antes», «depués», etc.
Por otra parte, sabemos que una gran parte de estas nociones no se adquieren en la es-
cuela sino antes de entrar en ella, es decir, en el medio fámiliar.
De entre los múltiples factores sociales que intervienen en la adquisición de conceptos por
parte del niño, hemos seleccionado, para su estudio, cuatro: el nivel educativo de los padres; los
ingresos mensuales familiares; el tamaño de la ciudad donde está ubicado el centro escolar al que
asiste el alumno; el tipo de centro donde está escolarizado.
125
sido posible eliminar las diferencias debidas a las condiciones del ambiente físico y social, las
pruebas han demostrado el parecido fundamental de los caracteres intelectuales en los diferentes
grupos humanos. Bloom comprobó que entre el talento y el ambiente cultural existe una correla-
ción de . 76. Gloria Pérez (1982) afirma que el nivel cultural de la familia es tan importante o más
que el nivel ocupacional en el rendimiento escolar. Según Witeman y Deutsch (1968), la clase so-
cial influye mucho más sobre el rendimiento escolar que sobre la inteligencia. En este mismo es-
tudio se vió que el nivel socioeconómico mantenía una correlación de . 77 con el rendimiento es-
colar. Deutsch (1975) nos informa que el atraso escolar que presentan los niños procedentes de
familia cuyo nivel socioeconómico es bajo, al ingreso en la escuela, no sólo se mantiene, sino
que aumenta a medida que avanzan los cursos.
METO DO
Se trabajó, durante el mes de enero de 1982, con niños y niñas de Preescolar (222) y Pri-
mero (541) de E.G.B. de centros estatales (públicos) y privados, ubicados en Granada y Provin-
cia. Esta muestra ha sido una muestra proporcional en cuanto a su selección.
El test lo pasó el autor del trabajo directamente. Las variables independientes fueron re-
cogidas mediante un cuestionario para cada niño de la muestra. Este cuestionario fue cumpli-
mentado por nosotros mismos directamente en los hogares de los sujetos, mediante una entrevis-
ta directa con los padres. Los datos del test fueron las puntuaciones directas mientras que las va-
riables sociales se clasificaron por grupos.
l. Siempre que c;los grupos estén subrayados por la misma línea, significará que no son
«significativamente» diferentes.
2. Cualquier par de grupos que no estén subrayados significa que son «significativamen-
te» diferentes.
126
RESULTADOS
CUADRO 1
Datos estadísticos de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en el test Boehm, según
estudios del padre.
2 3 4 5 6 7
l. No tiene estudios セ@
5. Formación Profesional
2. Primarios 6. Diplomado
3. E.G.B. o B. Elemental 7. Licenciado
4. B. Superior o B. U. P.
2 3 4 5 6 7
CUADRO 2
Datos estadísticos de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en el test Boehm, según
estudios de la madre.
2 3 4 5 6 7
127
-Resultados de la prueba de Rango de Duncan de los datos del cuadro 2.
7 6 5 4 4 3
5 3 4 2
5 2
CUADRO 3
Datos estadísticos de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en el test Boehm, según
los ingresos familiares.
2 3 4
CUADRO 4
Datos estadísticos de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en el Test Boehm, según
localidad.
2 3
l. Granada
· 2. Pueblos de más de 10.000 h.
3. Pueblos con menos de 10.000 h.
128
-Resultados de la prueba de' Rango de Duncan de los datos del Cuadro 4.
2 3
CUADRO 5
Datos estadísticos de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en el test Boehm, según
el tipo de centro.
N 521 98
X 40,83 43,91
S 6,56 2,75
l. Público
2. Privado
129
DISCUSION
Los resultados obtenidos en el estudio apoyan, en gran parte, nuestras hipótesis: Los da-
tos con respecto a la primera hipótesis nos confirman que las diferencias son significativas compa-
rando grupos extremos (niños cuyos padres tienen estudios muy elevados o muy bajos); sin embargo,
una vez que los padres han alcanzado el nivel de E.G.B., las diferencias observadas no son signi-
ficativas. En cuanto a la segunda hipótesis ocurre algo similar, queda confirmada cuando los
ingresos familiares son inferiores a 60.000 ptas.; una vez superada esta cantidad las diferencias
se vuelven no significativas. La tercera hipótesis es positiva si se comparan los resultados de los
niños de la gran ciudad con los niños de los pueblos pero no se cumple cuando se comparan los
resultados de los niños de pueblos grandes (más de 10.000 h.) y pequeños. Por úlimo la cuarta
hipótesis queda afirmada, Jos niños que asisten a centros privados obtienen puntuaciones más
altas que aquellos que lo hacen a centros públicos.
La relevancia de los datos del estudio es,no obstanteDrelativa, ya que la muestra con que
hemos trabajado, es- representativa de Granada y provincia. Sin embargo, si creemos que
nuestros hallazgos, aunque muy limitados, confirman una vez más lo que todo el mundo conoce
(hay una serie de estudios que lo han puesto de manifiesto, Pérez Serrano, 1981) es la influencia
de los factores sociales en el rendimiento escolar. Por otra parte, sabemos, con Hunt (1964), que
las deficiencias cognitivas que el niño desfavorecido lleva a la entrada al colegio y que le van a
impedir unos buenos resultados escolares se producen, precisamente, en el entorno familiar, an-
tes aún de su llegada a la escuela. A pesar de los estudios que se han realizado al respecto, pocas
son las acciones de tipo social emprendidas para su posible solución.
130
Algunas aproximaciones a una sociología
de la educación en las bolsas de pobreza
Antonio Díaz Muñoz
José Carlos Rosales Escribano
Profesores de Bachillerato de Guadix
(A nuestros alumnos de Guadix)
Antes de empezar nuestra exposición séanos permitido pedir disculpas por nuestra pre-
sencia en estas Jornadas de Profesores de Escuelas Universitarias de Formación del Profesorado
de E.G.B., ya que no es nuestra condición la de investigadores o sociólogos sino la de modestos
ensefiantes de lengua espafiola en un instituto rural.
El conocimiento de los datos económicos particulares de los alumnos que solicitaron be-
cas y la convocatoria de este encuentro de sociólogos nos motivó para poner cierto orden en
nuestras apreciaciones empíricas y hacer de ellas un conjunto de opiniones más o menos razona-
das, más o menos coherentes.
Así, hemos sido tomados por una realidad ingrata cuya descripción excede el marco de
estas líneas, pero que no dudamos en calificar de tercermundista, según la expresión acufiada
por Antonio Burgos.
Bolsa de pobreza que en Guadix se caracteriza no sólo por los rasgos sefialados, sino tam-
bién por:
131
gistraba un paro total de 2.046 personas: cifras que superan la media provincial. Su exactitud no
puede traslucir la multiplicidad de circunstancias y casos de desesperación, humillación y opre-
sión que encierranl.
-Junto a ello nos encontramos con una permanente agricultura de subsistencia. Igual
ocurre con la ganadería. Esto y la ausencia de industrias motiva la emigración que, de rechazo,
produce un envejecimiento de la ciudadanía.
-En este panorama es donde comprobamos que la juventud, como «categoría social
específica» en palabras de Carlos Lerena, es «un invento de la sociedad burguesa. El alarga-
miento de la adolescencia, que es una de las misiones de (nuestros Institutos y Centros de For-
mación Profesional, y también de la Universidad), constituye el precio necesario para que la in-
serción de (los jóvenes) pueda tener lugar en el círculo de posiciones relevantes. Con ello, (la
Universidad) resulta inaccesible a quienes no pueden hacer una tan larga inversión de tiempo,
hurtando, al mismo tiempo, a dicho círculo a una eventual discusión racional acerca de su nece-
sidad, de su rendimiento, de su valon>2.
132
pone a su alcance. Esta oferta dr falsas expectativas sumerge a los alumnos, cuando toman con-
ciencia de ella, en la apatía y el desconcierto.
·Pül' otra parte, a nuestras aulas llegan alumnos que no saben escribir una carta, rellenar
una instancia, contestar un formulario, etc., tampoco les agrada mucho dirigirse en público a
sus propios compañeros. Los ocho años de lengua española en la E.G.B. no les han servido pa-
ra saber escribir bien, para leer correctamente un texto, para expresarse con propiedad o sin tl-
midez, no sólo entre los amigos. Nos atreveríamos a decir que buena parte de ellos, aun teniendo
el título de graduado escolar, son semianalfabetos. De esta situación no se puede salir sólo con el
buen hacer del profesorado de E.G.B. de la comarca, es necesaria una transformación profunda
de las condiciones de vida y aprendizaje de nuestros alumnos, que si no hablan fluidamente o
escriben con claridad es fundamentalmente porque la sociedad no lo necesita, habiéndoseles in-
culcado por vías diversas que no tienen nada interesante que decir de sí mismos, de sus vidas o de
sus familias. El lenguaje, en suma, les ha sido robado por los que dominan la sociedad.
E) Menoscabo de la saiud física y psíquica por las condiciones de alimentación, sobre to-
do en aquellos alumnos que no almuerzan en casa sino que distraen el hambre del medio día con
un escueto bocadillo, debido a que residen en otros municipios. Aquí cabe destacar que el MEC
instala comedores y concede becas para su uso en los niveles de E.G.B. y Universidad, mientras
que en Bachillerato estas intervenciones de la administración no han sido contempladas por la
ley. Este panorama supone una fatiga escolar añadida a la que se deduce del apartado anterior.
Esto no ha sido tenido en cuenta por la política de becas que exige los mismos rendimientos aca-
démicos a un alumno de nuestro instituto que al de otro situado en una zona céntrica de cual-
quier capital de pronvicias.
F) De lo anterior se infiere por qué los alumnos desplazados de los pueblos abandonan
antes y en mayor cantidad Ja enseñanza, que los que tienen el instituto cerca de sus casas. El
transporte escolar ocupa aquí un lugar decisivo; no sólo por el riesgo de accidentes sino por ser
un factor más de alargamiento de la jornada escolar; sus tortuosos itinerarios prolongan el nú-
mero de horas dedicadas a la escuela hasta límites abusivos para el bienestar físico y psíquico.
Pero nuestro somero análisis no quiere ser sólo llanto y queja, sino sobre todo, llamada a
una toma de conciencia de la necesidad desesperada de transformar la escuela y lo que la condi-
ciona. Por eso nosotros pensamos que «la auténtica cultura, la que aún ningún hombre poseyó,
consiste en dos cosas: pertenecer a la masa y dominar el lenguaje. Una escuela que selecciona,
destruye la cultura. A los pobres les priva del modo de expresión. A los ricos, les priva del cono-
cimiento de las cosas»4.
Sólo una sociedad como esta da lugar a escuelas como la descrita; escuelas e institutos
distintos sólo pueden darse en sociedades distintas o que se proponen serlo.
Recojamos para terminar unas palabras, que hacemos nuestras, de los alumnos de Bar-
biana: «La escuela no cambiará en un día más o menos lejano por la presencia de maestros más
preparados y menos atrasados, más democráticos o por el cambio de los programas ministe-
riales. Cambiará cuando el pueblo esté dentro de la escuela, cuando pueda dirigir las opciones de
la escuela como las de la fábrica y las de la sociedad entera. No habrá ningún cambio verdadero
pedagógico y escolar .mientras no haya un radical cambio político. Es neceario por eso tomar no-
ta de esta realidad: que la escuela es antes que nada política y que los problemas de la escuela,
esenciales a toda sociedad civil, son de todos y exigen la participación de todos»5.
NOTAS
(1) Los datos estadísticos proceden de: FERNANDEZ SEGURA, F.J., Aspectos demográficos y económicos del
municipio de Guadix. Excmo. Ayuntamiento de Guadix. Guadix, 1982; y de elaboración propia.
(2) LERENA, C., Escuela, ideología y clases sociales en España. Barcelona, 1976; pág. 205.
(3) FREIRE, P. Pedagogía del oprimido. Madrid, 1975; pág. 78.
(4) Alumnos de BARBIANA, Carta a una maestra. Barcelona, 1976, 5. • ed.; pág. 104.
(5) Alumnos de BARBIANA, Contraescuela. Madrid, 1973; pág. 81.
134
Función de la Sociología
de la Educación en la Formación Continua
(reciclaje) del profesorado:
propuestas programáticas e institucionales
Enrique Raya Lozano
Colaborador del ICE de la Un. de Granada
135
1. Cambio de rol de la profesión docente:
La profesión educadora, sobre todo en el capitalismo avanzado, está modificando pro-
fundamente sus roles y funciones desde hace un par de décadas (y quizás algo más en los países
más avanzados) a causa de una serie de factores en interacción, como son los cambios エセ」ョッャァゥᆳ
cos en la producción: la expansión de los medios de comunicación, la diversificación de las fuen-
tes de información, el constante alargamiento y extensión de la escolaridad obligatoria, etc.
Nuestras sociedades se transforman en ciertos aspectos estructurales que inducen procesos de
cambio en los comportamientos colectivos. La educación formal, inmersa en el corazón mismo
de la reproducción socio-cultural, participa de y en los cambios y reestructuraciones, lo que está
ocasionando la formulación de nuevos conceptos y propuestas múltiples de reformas institu-
cionales y organizativas, de parte de los teóricos y técnicos de organismos internacionales ocupa-
dos en la materia, como la UNESCO, la OCDE o la Oficina Internacional de la Educación.
Asf por ejemplo, se está extendiendo la idea de la educación permanente, que arrebata al
personal profesionar de la educación el monopolio de la información/formación sistemática de
la infancia y juventud. Por un lado se entiende la responsabilidad educativa a todo elemento hu-
mano que esté en contacto directo o indirecto con las nuevas generaciones: saber de educación es
ya algo obligado, no sólo para la madre o el padre, sino también para personales sanitarios, res-
ponsables de espacios infantiles de TV, etc. Paralelamente, por otro lado, se diversifican y ex-
panden las instituciones educativas, la educación formal o institucionalizada, proliferando con
ello las profesiones educadoras: educadores/as de las Escuelas Infantiles, de las Enseñanzas
Técnico-profesionales, de e、オセ。」ゥョ@ de Adultos, etc. La aceleración de los cambios tecnológi-
cos apuntada, y por ende de las démaridas de reconversión en la cualificación de la fuerza de tra-
bajo, las alteraciones en el sfstema tradicional de profesiones con la aparición de nuevos oficios
y desaparición de otros, el desarrollo de las Ciencias de la Educación y la mayor sensibilización
de la opinión pública en los temas relacionados con la infancia y la juventud; las demandas so-
ciales de aprendizaje continuo, y de acceso a la cultura de los que fueron separados precozmente
del aparato escolar, y otros fenómenos similares, han creado ya por todo Occidente lo que, su-
cumbiendo al tópico, podemos llamar crisis de la profesión docente convencional.
Los y las profesionáles, sintiéndola en sus carnes, piden por mediación de distintos ins-
trumentos (sindicatos, colectivos pedagógicos, etc.) a los organismos públicos oportunidades de
aprendizaje de nuevas metodologías y técnicas, de actualización de conocimif'ntos y maneras de
hacer; provocan, en el interior de sus ッイァ。ョゥコ」・セL@ debates sobre los ヲゥョ・セ@ de la educación,
sobre las tareas que les corresponden en el cambio social; rastrean en las Ciencias de la Educa-
ción órientaciones sobre cómo facilitar el aprendizaje, sobre el funcionamiento de los pequeños
grupos, sobre el peso de las relaciones afectivas y de poder en las aulas y centros, las perspectivas
futuras de la profesión, la conexión escuela/medio, etc.
Los nuevos fenómenos que estamos des'cribiendo son expresivos de importantes cambios
en los'perfiles de la propia profesión docente, tema actualmente en estudio en las ciencias del
ámbito, y en concreto en sociología, en su rama de Sociología de las Profesiones (he aquí un pri-
mer punto de reflexión sociológica). Más de un ministerio de educación está echando mano de
estos estudios con miras a diseñar transformaciones en un sistema educativo cada día más dis-
funcional.
136
lantadas por el director de dicho Instituto, Dino Carelli, en el prólogo al libro, quien dice:
«Los docentes tienen ante todo que entender el concepto de educación perma-
nente y sus implicaciones en los objetivos escolares, en los métodos de instrucción,
en los procedimientos de evaluación, en la relación entre la educación en la escuela y
el aprendizaje juera de ella, etc. En segundo lugar, los docentes deberán también
convertirse en educandos de por vida. En tercer lugar, ellos tendrán que alentar y
contribuir a la educación permanente de otros. Finalmente ellos deberán aprender
de y con sus alumnos y colegas».
Estas recomendaciones de los expertos internacionales han sido recogidas por algunos
gobiernos occidentales. Por citar un buen ejemplo de trabajo serio y sistemático, traemos a cola-
ción el Informe de la Comisión sobre la Formación del Personal de la Educación Nacional, 」イ・。セ@
da por el ministro de Educación del primer gabinete de la era-Miterrand, comisión que presidió
el psicosociólogo de Peretti. Uno de los muchos puntos originales del Informe-de Peretti es que
trata el problema de la formación del profesorado estrechamente en unión con el de la forma-
ción del resto del personal que trabaja en la educación. Una misma red de instituciones y organi-
zaciones debidamente conectadas se encargaría de:
-los cuerpos ensefíantes de Primaria y Secundaria
-ensefíantes de Universidad
-cuerpos de Inspección
-personal de dirección
-personal administrativo, técnico, obrero y de servicio
-personal especializado en los medios de ensefíanza, la orientación, la información.
Pues bien, formación significa cada día más claramente profesionalización, preparación
dominante, fundamental, en Ciencias de la Educación (Psico-pedagogí¡i, Sociología, Biología,
Teoría de la Comunicación, Didáctica, etc.), unida a una adecuada preparación en saberes
científicos, tecnológicos, y/o humanísticos, tendiendo esta preparación, llamémosle cultural,
más o menos especializada; a realizarse sobre áreas y conglomerados interdisciplinares, y no en
especialidades sueltas e incomunicadas, tendencia que corresponde, según las más modernas
B7
aseveraciones de la epistemología, de la sociología del conocimiento y de la historia de las cien-
cias, a las actuales estructuras del conocimiento científico y al propio desarrollo tecnológico.
Este concepto de formación tiene una dimensión temporal, en la cual se distinguen dos
secuencias que deben ser conectadas institucionalmente: formación inicial y formación conti-
nua. En esto también está apareciendo el consenso. Así, la citada comisión francesa de 1982 sos-
tiene que la Fqrmación Inicial no es suficiente: le ha de seguir una Formación Continua. Más
aún -y cito- «una transformación de la Formación Inicial no es operativa si no se acompaña
paralelamente de acciones adecuadas de Formación Continua».
A la Formación Continua se le está prestando cada día mayor atención, sobre todo en
aquellos países de gobiernos progresistas (dado el contexto internacional, que todo es relativo),
empeñados en reformas sistémicas en educación. En el nuestro ya pudimos comprobar cómo la
Formación Continua (reciclaje, perfeccionamiento en ejercicio, o como se quiera), era uno de
los puntos más repetidos de los programas de los partidos que se presentaron a las últimas elec-
ciones legislativas, ocupando buen espacio en el del ganador.
Hay que remarcar que este concepto de Formación Permanente del profesorado está
incluso constituyéndose en el principal de cara a las transformaciones deseadas. Así, y volviendo
una vez más a la comisión de Peretti, se llega a afirmar (p. 13): «la prioridad ha de dársele a la
organización de una Formación Continua al tiempo que proponemos una reorganización de las
formaciones iniciales, que deben renovar sus lazos con la formación continua y con la investiga-
ción». Citemos otra fuente: en la Conferencia sobre la formación en curso de servicio de Jos en-
señantes y la estrategia de cambio en la escuela, organizada por la OCDE en París en octubre del
80, los sindicatos de enseñantes sostenían que: «la formación inicial debe de ser mejorada y ajus-
tada a las nuevas situaciones. Está claro que la formación continua ha llegado a ser aun más im-
portante».
En nuestro país, como todos sabemos, aún no se ha acometido en serio el problema, que
ya está presente en la generalidad del colectivo enseñante; y que se presenta más complicado si lo
comparamos con otros países, dadas las graves deficiencias en nuestras formaciones iniciales. Se
puede afirmar que el cuerpo magisterial es el único que, aunque deficiente y dogmáticamente,
recibió alguna enseñanza en las disciplinas profesionales, al menos para distinguir teóricamente
educación de instrucción. Pues, ¿qué psico-pedagogía o metodología recibieron los actuales co-
lectivos de F.P. y B.U.P.? La Universidad, eso es mundo aparte.
138
La investigación educacional-sociólogica incluida-, posibilitadora de la renovación
pedagógica y de las modificaciones institucionales fundadas, no ha existido o lo ha hecho sin
gran conexión con la realidad educativa. Y aquí nos encontramos, con casi todo por hacer.
,
3. El currículum del reciclaje y la Sociologia Educativa
Otro de los espacios de intervención de la sociología es el propio currículum de la forma-
ción continua. Entiendo por currículum tanto los conocimientos científicos a actualizar como
las actividades a realizar y las metodologías a experimentar por lbs profesores y las profesoras en
situación de reciclaje. Ciñéndonos al caso español, es necesario que el profesorado -sigo aquí
la terminología de Gonzalo Anaya- incorpore a su bagaje cultural la dimensión social del pro-
ceso educativo. Las lagunas en la formación inicial de enseñantes de E.G.B., Preescolar, F ..P. o
B. U .P. les lleva a reducir las Ciencias Sociales a unos conocimientos de Geografía e Historia que
hay que explicar a los alumnos de 10 a 11 de la mañana. Apenas se interrogan científicamente
sobre los constreñimientos sociales de sus actos pedagógicos, qué fenómenos desencadenan con
las notas que ponen, qué otros al impedir hablar entre sí a los educandos, etc. Estos asuntos o
bien son irrelevantes o cuando se tratan en discusión con los compañeros se convierten rápida-
mente en encontronazos de ideologías políticas en los pasillos, sin la necesaria reflexión teórica.
Incorporar la dimensión social supone aplicar una noción clave en la formación del profesora-
do: la alternancia, o vaivén dialéctico teoría/práctica: saber separarse de su práctica y objeti-
varla en tanto que práctica social aprehendible conceptualmente. Practicar la alternancia es de-
sarrollar el espíritu crítico necesario a una profesión en continuo cambio.
Reivindicaciones:
Yo pediría:
139
」ゥッセ・ウL@ de sistemas de evaluación, etc., para lo que nos parece imprescindible la intervención de
la sociología, repetimos.
e) Que los temas sociológicos entren a formar parte de los contenidos y las actividades de
formación continua.
140
DOCUMENTO-CONCLUSIONES
La sociología de la educación
en las Escuelas de Magisterio
l. PREAMBULO
Este documento, suscrito por unanimidad por los asistentes a las 11 Jornadas de
Sociología de la Educación en Escuelas Universitarias de Magisterio, celebradas en Granada los
días 12, 13 y 14 de mayo de 1983, presenta una propuesta mínima sobre el lugar de la Sociología
de la Educación en el currículo de dichas Escuelas. Es solamente un esbozo general para ser dis-
cutido en las Escuelas de Magisterio y para ser elevado a las autoridades académicas, estatales y
autonómicas.
2. JUSTIFICACION
Aunque no parece necesario en el momento actual del desarrollo de las ciencias humanas,
es oportuno exponer algunos elementos que justifican la inclusión de la Sociología en el currícu-
lo del futuro maestro.
143
La preparación en Sociología puede, por otra parte, ayudar a los futuros maestros a una
más precisa comprensión de su actividad profesional en el contexto social, y a contrarrestar una
formación casi únicamente tecnocráctica. La Sociología podrá facilitar a los maestros una mejor
comprensión de los fines sociales asignados a la enseñanza en la Constitución.
3. SITUACION ACTUAL
Existe una relación bien contrastada entre los procesos de democratización de una so-
ciedad y la introducción académica de la Sociología. La precaria situación de la Sociología, en
España, ha experimentado una considerable mejora y expansión con la evolución de una so-
ciedad democrática. Por otra parte, una crisis generalizada del conocimiento sociológico en la
última década, no ha favorecido la solución del problema.
4. OBJETIVOS
Pueden considerarse como objetivos fundamentales los siguientes:
En primer lugar, ofrecer una metodología de análisis del contexto social, del funciona-
miento del sistema educativo y de sus repercus{ones en dicho contexto, así como del papel social
del maestro. ·
144
Por otra parte, el desarrollar la conciencia crítica ante el idealismo pedagogista y el prag-
matismo tecnocrático. La Sociología' ha de hacer ver que la educación es ante todo un hecho so-
cial, y ha de formar al profesor una conciencia clara del lugar y la función que ocupa en la so-
ciedad como transmisor de ideologías y conocimientos determinados por una situación social
concreta, a la que contribuye a reproducir.
Así mismo ha de proporcionar al maestro una formación que le permita intervenir con
mayor lucidez en la relación de la escuela con el medio y permitirle una transformación de la
práctica profesional según sus reflexiones críticas sobre la sociedad.
5. CONTENIDOS
Un programa de Sociología de la Educación ha de ser abierto y ha de respetar la libertad
de cátedra. Puede, sin embargo intentarse esbozar unos contenidos mínimos:
-Panorama actual de la Sociología. Aspectos específicos de la Sociología de la Educación.
-Métodos y técnicas (cuantitativos y 」オ。ャゥエセカッウIN@
-Cultura, ideología ·Y socialización.
-La reproduccion social. Estructura social y educación. Escuela y clases sociales. Carácter so-
cial del hecho educativo.
-Educación y política.
-La desigualdad escolar: fracaso escolar, sexismo, disparidades geográficas, diferencias cultu-
rales ...
-Economía y educación. Escuela y mercado de trabajo.
-Sociología de la comunidad educativa.
-Análisis sociológico del oficio de maestro.
-La escuela en la España Contemporánea. El hecho nacional y las diferencias culturales.
-Conflictos sociales en la educación; movimientos sociales en la enseñanza (movimiento estu-
diantil, de maestros, etc ... ).
-La Sociología y la Renovación pedagógica. La educación permanente.
6. PROPUESTAS CONCRETAS
Es necesaria la creación de una asignatura, en el plan de estudios de Magisterio, con el
nombre específico de «SOCIO LOGIA DE LA EDUCACION». Su duración ha de ser de un cur-
so completo con un mínimo de tres horas semanales y obligatoria para todas las especialidades y
todos los alumnos. Parece conveniente que sea impartida en el curso anterior al de la realización
de las prácticas.
Por otra parte, estimamos también que no debe renunciarse de ninguna de las maneras, a
la formación filosófica de los .maestros.
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