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Carlos I de España

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Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de España, Nápoles, Sicilia y
Cerdeña, duque de Borgoña, soberano de los Países Bajos y archiduque de Austria
Portrait of Charles V, Holy Roman Emperor, seated (1500–1558), formerly attributed
to Titian (Alte Pinakothek, Munich).jpg
Retrato de Carlos V sentado atribuido a Lambert Sustris (c. 1548). Óleo sobre
lienzo, 205 x 122 cm. Pinacoteca Antigua de Múnich.
Rey de España, Sicilia y Cerdeña
junto a Juana I hasta 1555
14 de marzo de 1516-16 de enero de 1556
Predecesor Juana I de Castilla y
Fernando II de Aragón
Sucesor Felipe II
Emperador del Sacro Imperio Romano
Rey de Germania
Rey de Italia
23 de octubre de 1520-24 de febrero de 1558
nota 1
Predecesor Maximiliano I
Sucesor Fernando I
[mostrar]Otros títulos
Información personal
Tratamiento Sacra Cesárea Católica Real Majestad1415
Coronación 23 de octubre de 1520 (Germania)
22 de febrero de 1530
(Italia)
24 de febrero de 1530 (Sacro Imperio Romano Germánico)16
Nacimiento 24 de febrero de 1500
Gante, Flandes, Sacro Imperio Romano Germánico
Fallecimiento 21 de septiembre de 1558 (58 años)
Cuacos de Yuste, Extremadura, Castilla
Sepultura Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Religión Católico
Familia
Casa real Austria
Padre Felipe I de Castilla
Madre Juana I de Castilla
Consorte Isabel de Portugal (1526-1539)
Hijos Véase Matrimonio e hijos
Firma Firma de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
Armas de Carlos I de España.svg
Plus Ultraa
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Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (Gante, Condado de


Flandes, 24 de febrero de 1500-Cuacos de Yuste, 21 de septiembre de 1558), llamado
«el César», reinó junto con su madre, Juana I de Castilla —esta última de forma
solo nominal y hasta 1555—, en todos los reinos y territorios hispánicos con el
nombre de Carlos I desde 1516 hasta 1556,b reuniendo así por primera vez en una
misma persona las coronas de Castilla —el Reino de Navarra incluido— y Aragón. Fue
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V de 1520 a 1558.

Hijo de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso, y nieto por vía paterna del
emperador Maximiliano I de Habsburgo y María de Borgoña, de quienes heredó el
patrimonio borgoñón y el Archiducado de Austria con el derecho al trono imperial
del SIRG, y por vía materna de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando
II de Aragón, de quienes heredó la corona de Castilla, con los dominios en Navarra
y las Indias Occidentales, y la corona de Aragón que comprendía los reinos de:
Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Valencia, Mallorca y Aragón, y el Principado de
Cataluña.
Índice

1 Biografía
1.1 El joven príncipe
1.2 Herencia y patrimonio
1.3 Títulos
1.4 Rey de España
1.4.1 Sucesión de Fernando el Católico
1.4.2 Conflictos en Castilla: las Comunidades (1520-1521)
1.4.3 Conflictos en Aragón: las Germanías (1520-1523)
1.4.4 La guerra de Navarra
1.4.5 La organización de la Monarquía Hispánica
1.4.6 Su reinado en América
1.4.7 Control sobre la Iglesia
1.5 Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
1.5.1 Contra los turcos otomanos
1.5.2 Las guerras con Francia
1.5.3 La aparición del protestantismo
1.6 Abdicación, retiro, fallecimiento y traslado de sus restos
2 Familia
2.1 Matrimonio e hijos
2.2 Hijos extramatrimoniales
2.3 Genealogía
3 Semblanza
4 Potestades
5 Véase también
6 Notas y referencias
6.1 Notas
6.2 Referencias
7 Bibliografía
8 Enlaces externos

Biografía
El joven príncipe

El nacimiento de Carlos de Habsburgo se produjo durante la celebración de un baile


en el palacio Casa del Príncipe (Prinsenhof) de Gante, Flandes, cuando la
embarazada archiduquesa Doña Juana comenzó a sentir fuertes dolores en el vientre
por lo que nació en un retrete, lo que hizo que su nacimiento no fuera presenciado
por numerosos testigos que identificaran reglamentariamente al neonato evitando así
cualquier duda sobre la legitimidad del futuro Heredero.17 Ella quería ponerle el
nombre de Juan en recuerdo de su fallecido hermano, pero finalmente fue bautizado
como Carlos por deseo de su padre y en recuerdo de su bisabuelo, Carlos el
Temerario, quien murió en la batalla de Nancy en 1477.18 El bautizo, celebrado el 7
de marzo, fue oficiado por el obispo de Tournai, Pierre Quick, en la catedral de
San Bavón. A él acudieron como madrinas Margarita de Austria, esposa del fallecido
príncipe Juan, y Margarita de York, esposa de Carlos el Temerario, y como padrinos
Carlos de Croy, príncipe de Chimay, y el señor de Vergás.19
Retrato del entonces príncipe Carlos, el futuro emperador, con su familia paterna
(por Bernhard Strigel, Viena, Kunsthistorisches Museum). Con los retratos aparecen
inscripciones que los identifican como miembros de la familia de Jesús. Así,
Maximiliano es Cleofás, hermano carnal de san José, y Carlos es «SIMON ZELOTES
CON/SOBRINVS. DNI. NRI».

Antes de que cumpliera un año, Felipe nombró a Carlos duque de Luxemburgo y


Caballero de la Orden borgoñona del Toisón de Oro. El 16 de noviembre de 1501,
Felipe y Juana partieron hacia España para ser jurados en las Cortes como sucesores
de los Reyes Católicos y dejaron a Carlos al cuidado de Margarita de York. Durante
su paso por Francia, Felipe se reunió con el rey Luis XII y acordó el matrimonio
entre la hija de este, Claudia, y Carlos, trato que se renovó con la firma del
Tratado de Blois años después.20 Tras el regreso de Felipe a Flandes y debido a la
avanzada edad de Margarita de York, dejó a Carlos al cuidado de la señora de
Ravenstein, Ana de Borgoña; además nombró gentilhombre de la cámara de Carlos a su
padrino, Carlos de Croy, y encomendó su educación a maestros borgoñones que le
enseñarían la historia del ducado. Por su parte, allá en Castilla, Fernando el
Católico, consciente de que Carlos podría ocupar algún día su trono, envió al
humanista Luis a Flandes para que le enseñara castellano y las costumbres
españolas, aunque cuando el príncipe llegó a España años después aún no dominaba
esta lengua.1921

A principios de 1506 Felipe y Juana partieron de nuevo hacia España para reclamar
la corona de Castilla tras la muerte de Isabel la Católica, pero el reinado
conjunto duró poco, ya que Felipe murió de forma prematura en septiembre. Fernando,
habiendo considerado que su hija era presa de la locura, mandó que la encerraran en
el Palacio Real de Tordesillas y se constituyó en regente. Debido a la minoría de
edad de Carlos, su abuelo Maximiliano I de Habsburgo asumió la regencia de los
Países Bajos, aunque poco después le cedió el puesto a su hija Margarita de
Austria, junto con la tutela de Carlos y sus hermanos. Toda la educación del joven
príncipe se desarrolló en Flandes, específicamente en la ciudad de Malinas desde
donde su tía Margarita de Austria, ejercía de regente y había sido encargada de su
crianza hasta su mayoría de edad. En 1509 el emperador dispuso que Guillermo de
Croy, señor de Chiévres, sustituyese a su primo Carlos de Croy como gentilhombre de
cámara del príncipe y Adriano de Utrecht, deán de la Universidad de Lovaina y
futuro papa Adriano VI, fue nombrado su maestro.1922

El 5 de enero de 1515, Guillermo de Croy consigue que el emperador declare la


mayoría de edad de Carlos; acto seguido, los Estados Generales nombran Señor de los
Países Bajos al joven príncipe, terminando aquí la regencia de su tía Margarita.
Con todo, sin voluntad propia para gobernar, el joven soberano delegaría entonces
el poder en el señor de Chièvres. Ese mismo año, el Cardenal Adriano de Utrecht
viajó a Aragón para asegurar que Fernando el Católico no quitaría a Carlos la
herencia de Castilla y Aragón en favor de su hermano Fernando I de Habsburgo, quien
se había criado junto a él y era su nieto favorito. Si bien se comprometió a
nombrar a Carlos como sucesor, los consejeros del rey tuvieron que convencerle poco
antes de su muerte para que no designara a Fernando.22
Sucesión
Regencia de Fernando el Católico (1508 a 1516)

La reina Isabel murió el 26 de noviembre de 1504, con lo que Fernando quedó viudo y
sin derechos claros al trono castellano. Firmada la Concordia de Salamanca, en
1505, el gobierno fue conjunto entre su hija Juana, su esposo Felipe y el propio
Fernando. Pero ante discordancias entre Felipe con Fernando y por la Concordia de
Villafáfila, de 1506, este último se retiró del poder de Castilla y regresó a
Aragón. Así quedó reinando el matrimonio en Castilla. Sin embargo, esta situación
no duró mucho, pues Felipe murió en 1506.1213

Tras la muerte de su marido, se declaró a la reina Juana incapacitada mental y se


nombró regente al cardenal Cisneros, que junto a las Cortes pidió a Fernando que
regresara para gobernar Castilla. Fernando regresó y ocupó en 1507 su segunda
regencia formando dúo con Cisneros y gobernando ambos hasta que Carlos, hijo de
Juana, alcanzase la mayoría de edad.

Durante la regencia de Fernando y Cisneros se incorporó Navarra al reino de


Castilla y se produjo el nuevo matrimonio de Fernando con Germana de Foix, antes de
cumplirse un año de la muerte de su anterior esposa, Isabel.
Los ataúdes de los Reyes Católicos ubicados en la Capilla Real de Granada.

Fernando el Católico murió en 1516 en Madrigalejo, Cáceres, antes de que Carlos I


llegara al trono español. Así quedó como único regente en Castilla, Cisneros, que
murió en el trayecto hacia Asturias para dar la bienvenida al nuevo rey, Carlos I
de España. Paralelamente, en Aragón quedó como regente el arzobispo de Zaragoza,
Alonso de Aragón, hasta la llegada de Carlos I de España.
Enterramiento

Los restos de los Reyes Católicos reposan en la Capilla Real de Granada, lugar
escogido por ellos mismos y creado mediante Real Cédula de fecha 13 de septiembre
de 1504.
Símbolos
Título de «Reyes Católicos»
El papa Inocencio VIII.

La tumba del papa Inocencio VIII (muerto en 1492), ubicada en la basílica de San
Pedro y realizada por el escultor Antonio Pollaiuolo, tiene una inscripción en
latín, en mármol, en donde aparece, junto a otras sentencias, la siguiente:[cita
requerida]

REGI HISPANIARUM CATHOLICI NOMINE IMPOSITO


El papa Alejandro VI, en la bula Inter caetera llamó a los esposos Fernando II de
Aragón e Isabel I de Castilla «verdaderos reyes y príncipes católicos».

La iniciativa para conceder a Fernando e Isabel el título de «Reyes Católicos»


partió de la corte española y en concreto de Enrique Enríquez, que era tío de
Fernando y también consuegro del papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) (1431-1503),
sucesor en el papado de Inocencio VIII.14 En la bula Inter caetera, fechada a 4 de
mayo de 1493, una de las Bulas Alejandrinas, el papa Alejandro se dirigió a los
reyes en los siguientes términos:

Entre todas las obras agradables a la Divina Magestad y deseables a nuestro


corazón, esto es ciertamente lo principal; que la Fe Católica y la Religión
Cristiana sea exaltada sobre todo en nuestros tiempos (...). De donde (...);
reconociéndoos como verdaderos reyes y príncipes católicos, según sabemos que
siempre fuisteis, y lo demuestran vuestros preclaros hechos, conocidísimos ya en
casi todo el orbe, y que no solamente lo deseáis, sino que lo practicáis con todo
empeño, reflexión y diligencia, sin perdonar ningún trabajo, ningún peligro, ni
ningún gasto, hasta verter la propia sangre; y que a esto ha ya tiempo que habéis
dedicado todo vuestro ánimo y todos los cuidados, como lo prueba la reconquista del
Reino de Granada de la tiranía de los sarracenos, realizada por vosotros en estos
días con tanta gloria del nombre de Dios (...) Por donde, habiendo considerado
diligentemente todas las cosas y capitalmente la exaltación y propagación de la fe
católica como corresponde a Reyes y Príncipes Católicos, decidisteis según
costumbre de nuestros progenitores (...)

En una carta de mayo de 1494, el nuncio Francisco Desprats le aconsejaba al papa


que aceptase la petición de Enrique Enríquez de dar a los reyes el título de «Muy
Católicos» (molt catolichs en el original).14 Finalmente, el título de «Reyes
Católicos de las Españas» fue concedido oficialmente por Alejandro VI a favor de
Fernando e Isabel en la bula Si convenit, expedida el 19 de diciembre de 1496.15

Dicha bula fue redactada tras un debate en el Colegio cardenalicio, realizado el 2


de diciembre de 1496, con el consejo directo de los tres cardenales quienes
enumeraron los méritos de los dos reyes para que se les concediera un título que
nadie había poseído: Oliverio Caraffa -de Nápoles-, Francisco Piccolomini -de
Siena-, y Jorge de Costa -de Lisboa- y en el que se barajaron y descartaron otros
posibles títulos.

El papado fundamentó su concesión del título en seis causas fundamentales:14

Las virtudes personales que poseían ambos Reyes manifestadas en la unificación,


pacificación y robustecimiento de sus reinos.
La reconquista de Granada de manos del islam.
La expulsión de los judíos en 1492.
La liberación de los Estados Pontificios y del feudo papal del reino de Nápoles
invadidos por el rey Carlos VIII de Francia.
Los esfuerzos realizados y los proyectos para llevar la guerra a los infieles
en África.

La concesión del título generó protestas del embajador francés, que veía
incompatible el nuevo título con el de Cristianísimo que ostentaba el rey de
Francia desde 1464; y del embajador de Portugal, que se quejaba de que el término
«las Españas» incluía a su país, que había formado parte de la Hispania romana.14

El papa León X, en la bula Pacificus et aeternum, de 1 de abril de 1517, concedió


el mismo título de Rey Católico al rey Carlos, quedando incorporado al uso
diplomático y de las cancillerías.

El título fue después heredado y conservado por sus sucesores, teóricamente hasta
el actual rey Felipe VI de España. La actual Constitución Española reconoce al rey
de España el uso de los títulos «que correspondan a la Corona»,16 por lo que según
algunos también podría ser llamado Rey Católico o Su Católica Majestad o Catholicus
Rex[cita requerida]. Sin embargo Felipe VI nunca ha utilizado dicho título.
Título de «Reyes de las Españas»

El prólogo del Diario de Cristóbal Colón, conservado en una copia manuscrita de


fray Bartolomé de las Casas, se dirigió a los monarcas Fernando e Isabel como «Rey
y Reina de las Españas»:

Porque cristianísimos y muy altos y muy excelentes y muy poderosos Príncipes,


Rey y Reina de las Españas y de las islas de la mar, Nuestros Señores, este
presente año de 1492, después de Vuestras Altezas aver dado fin a la guerra de los
moros ...

La bula papal Si convenit, de 1496, también nombró a los reyes, “rey y reina de las
Españas”.
Heráldica
Artículos principales: Escudo de los Reyes Católicos y Yugo y flechas.
En la Concordia de Segovia de 1475 quedaron acordados los títulos y la heráldica
que pertenecieron por igual a ambos esposos Isabel I de Castilla y Fernando II de
Aragón, un caso inaudito en la historia de la emblemática de Europa.17 En la
imagen, un sello policromo con el escudo de 1491. Es un cuartelado; 1º y 4º,
contracuartelado de Castilla y Reino de León; en el 2º y 3º, partido de Aragón y
Sicilia. El conjunto es sostenido por un águila como soporte, nimbada y pasmada,
también llamada de "San Juan".
Vista de la sala del Trono del Alcázar de Segovia, con el lema de los Reyes
Católicos "tanto monta" en el frontal del dosel.

Fernando tuvo como emblema personal un yugo, con una cuerda suelta y el mote
heráldico «tanto monta», en referencia al nudo gordiano que estaba en una cuerda
atada a un yugo. Según la leyenda, quien deshiciera el nudo gordiano podría
conquistar Oriente. Alejandro Magno cortó el nudo con la espada y dijo: «Tanto
monta cortar como desatar», frase que tomó Fernando como divisa, abreviada en el
mote heráldico «tanto monta».
Isabel tomó como emblema el haz de flechas, que se representaba a veces atado, a
veces suelto o con unas flechas paralelas en número variable. Cada una de estas
divisas homenajeaba con su inicial al consorte: «F» de Fernando en las flechas de
Isabel, e «Y» de la reina —Ysabel, con la grafía de la época— en el yugo
fernandino.18

Por lo que respecta al soporte del águila de San Juan, fue utilizado primeramente
por Isabel siendo aún princesa en 1473. En un escudo de ese año el águila que
simboliza a Juan el Evangelista aparece nimbada y no coronada, sin duda debido a
que aún no había sido coronada como reina de Castilla, suceso que tendría lugar en
Segovia a fines de 1474. Posteriormente fue incorporada a las armas combinadas de
ambos.1920
Corona de Aragón

La Corona de Aragón, en cambio, apenas se modificó. Tenía un sistema de gobierno


muy rígido en cada uno de los territorios que la componían (reino de Aragón, reino
de Valencia, reino de Mallorca, reino de Cerdeña, reino de Sicilia, principado de
Cataluña, condado de Rosellón y condado de Cerdaña), con una serie de privilegios
de la nobleza que limitaban mucho el poder del rey. Los ingresos se obtenían por
aprobación de las Cortes de cada territorio, que eran prácticamente controladas por
la nobleza y el clero. Con la asociación de la Corona al reino de Castilla,
Fernando pudo contar con los ingresos fiscales castellanos (que eran mucho más
abundantes) para no convocar las Cortes.

Mayor poder se dio a los lugartenientes de la zona y el establecimiento del sorteo


electoral, que consistía en sacar de una bolsa un papel con el candidato propuesto.
Esta innovación permaneció por 30 años más, quedando en el olvido cuando el rey
murió.

En los municipios de señorío se instauraron los corregidores, la autoridad en el


ámbito municipal, que existía en Castilla desde 1393.
Política religiosa
La Virgen de los Reyes Católicos, pintada entre 1491 y 1493. A la derecha de la
Virgen María, el rey Fernando II de Aragón y el príncipe de Asturias, Juan de
Aragón (con el inquisidor); a la izquierda, la reina Isabel I de Castilla, con la
infanta Isabel. De pie, se hallan santo Tomás de Aquino, sosteniendo a la Iglesia,
y santo Domingo de Guzmán, con un libro y una palma.

Junto al afán de los Reyes Católicos de extender su dominio a todos los reinos de
la península ibérica, su reinado se caracterizó por la unificación religiosa en
torno al catolicismo.

El papa Inocencio VIII concedió a los Reyes Católicos el derecho de Patronato sobre
Granada y Canarias, lo que suponía el control del estado en los asuntos religiosos.

Una bula del papa Sixto IV, en 1478, creó la Inquisición en Castilla para un
control de la pureza de la fe. Ya que en Aragón existía desde 1248, de este modo la
Inquisición española fue la única institución común para los dos reinos. Fue muy
dura la etapa de fray Tomás de Torquemada como Inquisidor General.
Asesinato del inquisidor Pedro de Arbués (1664), por Murillo (Originalmente en la
Capilla de la Inquisición, Sevilla. Actualmente en el Museo del Hermitage, San
Petersburgo). Arbués fue asesinado en 1485 en la Catedral de Zaragoza (España) por
un grupo de judeoconversos para detener la implantación de la Inquisición en el
Reino de Aragón.

En 1492 los Reyes decretaron la conversión forzosa al cristianismo de los judíos de


sus reinos -llamándoselos «marranos»- y la expulsión o ejecución de los que se
negasen. Diez años más tarde también obligaron a los musulmanes a convertirse al
cristianismo —pasándose a denominarlos «moriscos»— o a abandonar España.
Instituyeron también una embajada permanente ante la Santa Sede.
Economía y sociedad

La base económica durante el reinado de los Reyes Católicos estaba basada en la


agricultura, la ganadería lanar y la exportación de materias primas en Castilla.
Para defender la riqueza que suponía la lana, los Reyes concedieron privilegios a
la Mesta con la Ley de Defensa de las Cañadas de 1489, amenazadas por los
agricultores. Se protegió a los artesanos por medio del comercio interno.

Social y económicamente favorecieron medianamente a la alta nobleza, en recompensa


a la lealtad y que aportaron hombres y recursos económicos para hacer frente a los
conflictos bélicos, y que aumentó su poder económico con los señoríos granadinos.
Las Leyes de Toro, de 1505, fortalecieron la institución del Mayorazgo.

En Cataluña se solucionó el problema de los payeses de remensa con la Sentencia


Arbitral de Guadalupe de 1486, que suprimió los malos usos y obligó a los
campesinos a pagar nuevos impuestos.
Política exterior

La exitosa política exterior expansionista llevada a cabo por Fernando e Isabel fue
posible gracias a una serie de factores:

La iniciativa diplomática del rey Fernando continuó la política tradicional de


la Corona de Aragón, con sus intereses puestos en el mar Mediterráneo y en
rivalidad con Francia, que sin embargo nunca había sido enemiga de Castilla.
La diplomacia del reino de Castilla estuvo orientada principalmente hacia el
océano Atlántico y su expansión ultramarina hacia el Nuevo Mundo.10
La eficiencia del ejército de la Corona al mando de Gonzalo Fernández de
Córdoba, conocido como el Gran Capitán. Fernández de Córdoba reorganizó a las
tropas militares sobre una nueva unidad de combate, el tercio, o tercios reales,
que supuso la creación del primer ejército moderno dependiente de la corona,
prescindiendo de las mesnadas de los nobles.11
El gran aporte de recursos económicos procedentes de la industria y del
comercio de la lana y del trigo.[cita requerida]
La política matrimonial de los reyes.

Política matrimonial
Contrato matrimonial entre Juana la Loca y Felipe el Hermoso (1495). Archivo
General de Simancas.

La política matrimonial de los Reyes Católicos, consistente en casar a sus hijos


con los de otros monarcas europeos, fue la que aplicaban comúnmente los gobernantes
de finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. En su caso se
orientaron principalmente a la alianza con Portugal y a la creación de una
coalición contra Francia.

Los casamientos de los hijos de los Reyes Católicos fueron los siguientes:

Isabel de Aragón, casada con el infante Alfonso de Portugal, y después con


Manuel I de Portugal, tío de su primer esposo. Este matrimonio los vinculó con el
Reino de Portugal.
Juan de Aragón, casado con Margarita de Austria, hija del archiduque
Maximiliano de Austria (luego Maximiliano I de Habsburgo), del Sacro Imperio Romano
Germánico y de María de Borgoña, duquesa de Borgoña. Juan murió prematuramente en
1497. Este matrimonio los emparentó al Sacro Imperio Romano Germánico y al Ducado
de Borgoña.
Juana, apodada la Loca, se casó con Felipe de Austria, apodado Felipe el
Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I de Habsburgo de Austria. Este enlace los
emparentó nuevamente con el Sacro Imperio Romano Germánico.
María de Aragón, casada con Manuel I de Portugal, su cuñado, al morir su
hermana Isabel.
Catalina de Aragón, se casó con el príncipe heredero de la Corona de
Inglaterra, Arturo Tudor, quien fue el hijo mayor de Enrique VII de Inglaterra, y
tras la prematura muerte de este, con su hermano menor, el nuevo rey Enrique VIII
de Inglaterra. Estos matrimonios los entroncaron con el Reino de Inglaterra.

La conquista de Granada
La rendición de Granada, por Francisco Pradilla, uno de los especialistas en la
pintura de historia propia de la segunda mitad del siglo XIX.
Artículo principal: Guerra de Granada

Una vez que Isabel y Fernando se afirmaron en el trono de Castilla, reanudaron la


conquista del Reino nazarí de Granada, el último reducto musulmán de la península
ibérica, aprovechando que dicho reino se encontraba en una crisis dinástica entre
el sultán Abu-l-Hasan «Alí Mulei Hacén», su hijo Abu Abd-Alah, Mohámed XII
«Boabdil» también llamado el Chico y Mohámed XIII «el Zagal», hermano del primero y
tío del segundo.

La guerra de Granada tuvo varias fases:

1484 a 1487: La parte occidental del reino de Granada es conquistada por los
castellano-aragoneses. Boabdil firmó un tratado con los Reyes, según el cual la
entrega de Granada se canjearía a cambio que los Reyes le dieran un señorío en la
zona oriental del reino.
1488 a 1490: Empezó la conquista del oriente del reino nazarí. Se trasladó la
base de operaciones a Murcia. Durante esta etapa se rindió "el Zagal".
1490 a 1492: Se exigió a Boabdil la entrega de Granada. Al enterarse el pueblo
granadino de lo pactado, opuso resistencia, que fue respondida por los ejércitos de
los Reyes. Al final Boabdil entregó Granada tras unas negociaciones secretas.

La victoria de esta guerra significó:

La caída del último reino musulmán de la península ibérica en poder de los


cristianos, con lo cual culminó la Reconquista y aumentó el prestigio de los Reyes
Católicos en la Europa cristiana.
La aparición de un ejército estructurado y profesional, independiente de la
nobleza, formado por los tercios reales.
La aportación a la Corona de grandes recursos económicos.
El premio y apaciguamiento de ciertos sectores de la nobleza mediante el
reparto de los territorios granadinos entre ellos.

La conquista de las islas Canarias

En 1402, el rey Enrique III de Castilla concedió a Jean de Bethencourt el


privilegio feudal sobre el archipiélago, dando inicio a la conquista de las islas
Canarias, hasta entonces habitadas por los aborígenes canarios, pueblos de raíz
berebery que vivían de forma independiente. Posteriormente la Corona de Castilla
recuperó para sí el derecho de conquista sobre las islas que los señores feudales
no habían podido ocupar: Gran Canaria, Tenerife y La Palma.

En 1478, en el marco de la guerra de sucesión de Castilla, los castellanos


iniciaron la conquista de Gran Canaria. La soberanía del archipiélago canario le
fue reconocida a Castilla por el Tratado de Alcáçovas de 1479, que limitó los
territorios castellanos y portugueses así como sus respectivas áreas de influencia.
Tras cinco años de conflicto bélico, la última resistencia indígena acabó por
rendirse y aceptar la derrota en abril de 1483.
En 1491 los Reyes Católicos prosiguieron su empresa expansiva y colonizadora en las
islas con la conquista de La Palma. Ésta quedó definitivamente sometida al año
siguiente. El proceso de incorporación de las islas Canarias a la Corona de
Castilla se completó con el término de la conquista de Tenerife en 1496, en la
llamada Paz de Los Realejos.
La conquista de Navarra
Artículo principal: Conquista de Navarra

El Reino de Navarra estaba dividido a principios del siglo XVI en dos bandos:
agramonteses y beamonteses, cada uno partidario de un rey distinto. En este
enfrentamiento, los reyes de Navarra firmaron un tratado con el rey de Francia que
puso en peligro a España. Debido a que los reyes de Navarra se aliaron con el rey
de Francia, quien había sido declarado cismático y contra quien se iba a reunir el
Concilio de Letrán, se dictó una bula de excomunión contra ellos.

En 1512 Fernando el Católico pidió permiso a Navarra —aliada natural de Francia (en
el ambiente de continua rivalidad entre Aragón y Francia)— para que las tropas
españolas pasaran por Navarra para atacar a Francia. La respuesta negativa por
parte del rey navarro fue motivo suficiente para que Fernando el Católico ordenara
a Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II duque de Alba de Tormes, la ocupación
de Navarra, mandando así ayuda a sus partidarios —los beamonteses— y, en menos de
un año, la parte del Reino de Navarra situada al sur de los Pirineos fue anexionada
a la Corona de Aragón. Solo se produjo cierta resistencia armada en algunos puntos
del sur; Pamplona, la capital, cayó en tres días.
La expansión por el Mediterráneo: Italia
Artículo principal: Guerras italianas (1494-1559)

Una vez finalizada la conquista de Granada, el rey Carlos VIII de Francia firmó con
el rey Fernando, en 1493, el tratado de Barcelona, mediante el cual la Corona de
Aragón recuperó el Rosellón y la Cerdaña a cambio de su postura neutral ante un
inminente ataque francés al reino de Nápoles, ubicado en el sur de Italia.

El ejército de Carlos VIII se desplazó al sur de la península italiana, destronando


a Alfonso II, rey de Nápoles y pariente de Fernando el Católico. La situación de
Francia en la península Itálica no gustó al papa —el valenciano Alejandro VI—
puesto que ponía en peligro los Estados Pontificios, por lo cual pidió ayuda al Rey
Católico. Fernando no dudó en intervenir y, en poco tiempo, el ejército de Gonzalo
Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, expulsó a los franceses, recuperando su
trono el rey napolitano.

En 1500 el nuevo rey de Francia Luis XII firmó con Fernando el Católico el tratado
de Granada para ocupar conjuntamente el reino de Nápoles. Fernando accedió y el rey
de Nápoles, a la sazón Federico I, fue destronado. Ambos ejércitos ocuparon la
zona, pero las discrepancias empezaron a surgir y comenzó una lucha de guerrillas.
Pese a la inferioridad numérica de su ejército, el Gran Capitán derrotó a los
franceses y los expulsó de Italia. El Reino de Nápoles fue conquistado de nuevo e
incluido en la Corona de Aragón.

Durante los últimos años del reinado de Fernando el Católico, se reanudó la


intervención de la Corona de Aragón en asuntos italianos. Fernando participó en la
Liga de Cambrai de 1508, convocada por el papa Julio II contra Venecia. Después de
esta liga comenzaron a producirse roces entre el Pontífice y Francia. Por el
auxilio que pide el papa, Fernando rodeó Roma con sus tropas ante un posible ataque
francés para destituir al papa.
La expansión por el norte de África

Tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos decidieron iniciar la conquista


del norte de África, con el argumento de la continuación de la Reconquista
cristiana por la antigua provincia Mauritania Tingitana de la Hispania romana, y
con los objetivos estratégicos de evitar que los reinos del norte de África
emprendieran una reconquista de Granada y eliminar los focos de la piratería
berberisca de la zona.

La conquista comenzó con la toma de Melilla por Pedro de Estopiñán en 1497 y siguió
en 1505 con la toma de Mazalquivir. Posteriormente las tropas españolas ocuparon el
Peñón de Vélez, Orán, Bugía, Argel, Túnez, La Goleta y Trípoli; con destacada
participación militar del cardenal Cisneros, confesor de la reina Isabel y
Arzobispo de Toledo, probablemente la tercera persona más poderosa en la España de
su época. La conquista del norte de África se interrumpió en 1510 debido a la
reanudación de las guerras en Italia y a que empezaba a revelarse más rentable
dirigir los esfuerzos a la colonización de las Indias.
La expansión por América
Artículo principal: Descubrimiento de América
Los cuatro viajes transatlánticos de Cristóbal Colón.

En 1486, el marino Cristóbal Colón ofreció a los Reyes Católicos un proyecto:


viajar a las Indias hacia el oeste, en una nueva ruta por el Atlántico. Los
informes de los consejeros de los monarcas al respecto fueron muy poco favorables
para Colón, y para la corona era cuestión prioritaria en esos momentos la conquista
de Granada. Terminada esta, los Reyes Católicos aceptaron su proyecto. Mediante las
Capitulaciones de Santa Fe, del 17 de abril de 1492, nombraron a Colón almirante,
virrey y gobernador de los territorios por descubrir y le otorgaron la décima parte
de todos los beneficios obtenidos. El costo de la expedición fue estimado en
2.000.000 de maravedís, más el sueldo de Colón. Es falsa la idea popular de que fue
sufragado por «las joyas de Isabel la Católica».

El 3 de agosto de 1492 partió Colón del Puerto de Palos. El 12 de octubre llegaron


a la isla de Guanahaní, en las Bahamas, y desde allí pasaron a Cuba y la Española,
dando comienzo al Descubrimiento de América. El retorno de Martín Alonso Pinzón a
Galicia y de Colón a Portugal desató una crisis diplomática entre el rey de
Portugal y los Reyes Católicos que concluyó con la firma en 1494 del Tratado de
Tordesillas para redistribuir la esfera de influencia territorial de cada país que
se había fijado en el Tratado de Alcáçovas. Entretanto los Reyes enviaron una
segunda expedición mucho mayor a las tierras descubiertas, también capitaneada por
Colón. En los años siguientes, los navegantes castellanos exploraron el resto de
las Antillas así como las costa continental del mar Caribe. No alcanzaron sin
embargo el continente asiático, como Colón había prometido inicialmente. Esto,
unido a que la colonia fundada en la Española se vio azotada por hambrunas y
revueltas, terminó por llevar a los Reyes en 1499 a relevar a Colón de sus cargos,
nombrar un nuevo gobernador y conceder licencias de descubrimiento a otros
empresarios.

En las Indias, anexionadas al reino de Castilla, se instauraron los sistemas


administrativos tradicionales del reino castellano. Se instituyó en Sevilla, en
1503, la Casa de Contratación, para monopolizar y controlar el comercio con
América, Canarias y Berbería, impidiendo que cualquier otro puerto de España
pudiese hacerlo. Se creó la Audiencia de Santo Domingo, en 1510 y, para la
administración de los nuevos territorios, se creó un antecedente del Consejo de
Indias que más tarde instituiría formalmente Carlos I, en 1523, organizándolo a
semejanza del Consejo de Castilla.

Los reyes consiguieron del papa el Patronato de Indias, que les permitió controlar
la Iglesia americana. Se instauraron además las encomiendas para evangelizar a los
indios.
Matrimonio

La pareja contrajo matrimonio en el palacio de los Vivero de Valladolid el 19 de


octubre de 1469, ella con 18 años y él con 17, pasando su luna de miel en el
castillo de Fuensaldaña ubicado en la actual provincia de Valladolid.3 Como eran
primos segundos, para que su matrimonio fuera reconocido por la Iglesia necesitaban
una dispensa del papa, que sus partidarios solicitaron de manera insistente a Paulo
II.4 Como este se negó a otorgarla, utilizaron una bula falsa. Para algunos, el
autor de la falsificación fue Alfonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo,5
mientras que otros sostienen que la debió redactar el legado pontificio Antonio
Veneris.6
Política interior
Concordia de Segovia (1475), conservada en el Archivo General de Simancas (España)
Mapa de la península ibérica que muestra el escudo de los Reyes Católicos. El mapa
original obra de Lorenz Fries, de 1535 o 1541, ha sufrido una manipulación moderna,
ya que no incluía el escudo, las naves ni la fecha 1499. Biblioteca del Instituto
Geográfico Nacional.
Cuádruple ducado de (oro), en cuyo anverso se ubican los bustos afrontados de
Fernando e Isabel, con un 4, que expresa el valor, rodeados por la frase en latín:
FERNANDVS:ET:HELISABET:REX:ET:REGINA ('Fernando e Isabel Rey y Reina'). En el
reverso figura un escudo con las armas de Castilla y León y Aragón-Sicilia, y
Granada en punta, coronado y cobijado por el águila de San Juan, con un acueducto
como marca de ceca y en rededor la leyenda: SVB:VMBRA:ALARVM:TVARUM:PROT. (Sub
umbra alarum tuarum protege nos, 'Bajo la sombra de tus alas, protégenos').7
Lucha por el trono
Artículo principal: Guerra de sucesión castellana

La guerra de sucesión castellana fue el conflicto bélico que se extendió entre 1475
a 1479 en la que se disputaron la sucesión de la Corona de Castilla la hija del
fallecido rey Enrique IV de Castilla, llamada Juana la Beltraneja o Juana de
Trastámara y la hermanastra del monarca, Isabel.

La guerra fue un conflicto internacional ya que Isabel estaba casada con Fernando,
heredero de la Corona de Aragón, mientras que Juana se había casado con su tío el
rey Alfonso V de Portugal. Por su parte Francia también intervino en el
enfrentamiento, apoyando a Portugal para evitar que Aragón, su rival en Italia, se
uniera a Castilla.

La batalla de Toro librada el 1 de marzo de 1476 fue, más que una victoria militar,
un triunfo para el matrimonio de Isabel y Fernando que fue reconocido en las Cortes
de Castilla de Madrigal de las Altas Torres llevadas a cabo entre abril y octubre
de 1476 y su hija, la infanta Isabel de Aragón jurada heredera de la corona de
Castilla.8

Sin embargo, fue decisiva para los portugueses la batalla naval de Guinea de 1478,
librada en el Océano Atlántico, y donde los lusitanos se impusieron a la flota
castellana en la lucha por el acceso a las riquezas de Guinea que significaban los
mercados de oro y de esclavos.

La guerra concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, por la que Isabel
y Fernando fueron reconocidos como reyes de Castilla, perdiendo Juana todo derecho
al trono y Portugal obtenía la hegemonía en el Atlántico, con la excepción de las
islas Canarias.
Equilibrio de poder

El 15 de enero de 1475 los príncipes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla


acordaron que tendrían los mismos poderes en el futuro gobierno de sus reinos, en
un documento denominado la Concordia de Segovia. Este sistema estuvo en vigor
durante largo tiempo, pero a medida que la reina Isabel envejecía fue dejando cada
vez más competencias de gobierno en manos de Fernando. Para 1500, la práctica
totalidad del poder estaba en manos de Fernando y sus consejeros aragoneses.9
Instituciones políticas de Castilla y de Aragón
Dado que la unión de la Corona de Castilla y la Corona de Aragón era solo
dinástica, las instituciones de los reinos que las formaban, más el Reino de
Navarra desde su anexión, mantuvieron sus instituciones y leyes propias.10
Corona de Castilla (Reinos de Castilla y de León)

En los reinos de Castilla y de León, desde el siglo XIII, con Alfonso X, se había
comenzado un proceso de concentración de poder en la Corona, en detrimento de la
nobleza, con la creación de instituciones que otorgaban un mayor control sobre el
territorio y un aumento de los ingresos fiscales. Esta transformación culminó con
el reinado de Isabel y Fernando y la creación del Estado Moderno.

La principal institución de gobierno fue el Consejo Real, que se remodeló en las


Cortes de Toledo de 1480, haciéndolo más estructurado y dividiéndolo en partes. Los
reyes delegaron algunas decisiones en él y pronto se creó un Consejo de Aragón y un
Consejo de Órdenes. Además, se les empezó a dar preferencia de entrada a los
letrados frente a la nobleza.

Tras la conquista del reino nazarí de Granada se formó la Audiencia de Granada y se


produjo un aumento en la hacienda castellana debido a los impuestos y a los
señoríos procedentes del reparto del territorio conquistado.

Para controlar el bandolerismo en los caminos, y en general el hurto, se reinstauró


en 1476 la Santa Hermandad (precursora de la actual Guardia civil), que sería la
primera policía estatal de Europa. Gracias a los impuestos que recaudaba esta
institución, la Corona aumentó significativamente sus ingresos, con los que pudo
gobernar más holgadamente y así prescindir de las Cortes.
Los doce olímpicos
Tal y como se documenta en las fuentes, los escritos de Homero y la Teogonía de
Hesíodo (siglo vii-viii a. C.), los doce olímpicos ganaron su supremacía en la
Tierra después de que Zeus, junto a sus hermanos Poseidón y Hades, y sus hijos (que
completan el resto del panteón), lograran la victoria en la guerra contra los
Titanes.

Como ocurre con otros aspectos y elementos de la mitología, el número e identidad


de los dioses que habitaban el Monte Olimpo (el llamado «Concilio de los dioses»)
es impreciso de acuerdo con la tradición. Su número era doce, siendo este un muy
probable listado original:6

Zeus
Hera
Poseidón
Afrodita
Ares
Atenea
Hermes
Apolo
Artemisa
Hefesto
Deméter
Hestia

A pesar de la protección brindada por el Imperio carolingio, la seguridad de Roma


no era completa. Los árabes, y, posteriormente los normandos, realizarían
incursiones por las costas del Mediterráneo Occidental. En 846 una flota musulmana
remontó el Tíber hasta Roma, saqueando la basílica de San Pedro, que se halla fuera
de la muralla Aureliana.

La nobleza feudal romana y el "Siglo de Hierro del Pontificado" (siglo X)


La protección que brindaba el Imperio carolingio a Roma y al Papado se eclipsó a
partir del Tratado de Verdún (843), tratado que consagró la división del reino
franco en tres partes: las actuales Francia y Alemania, más una franja intermedia
llamada Lotaringia, reinos a cargo de soberanos propios, descendientes de
Carlomagno. La división se consagró como definitiva a partir de la muerte de Carlos
III el Gordo (888), el cual había reunido por última vez, en forma efímera, casi
todos los territorios del imperio.

Alejados de Roma sus protectores carolingios, la ciudad se vio envuelta, desde


fines del siglo IX y durante casi todo el siglo X, en enconados conflictos
internos, ya fuese entre las principales familias de la nobleza urbana o rural, y
entre éstas y el Papado. La nobleza feudal romana estuvo representada por los
condes de Túsculo, los Crescencios, los duques de Spoleto; más adelante serán los
Colonna y los Orsini; familias que dominaron la política romana durante siglos.
Libres de la tutela de los emperadores y reyes carolingios, la nobleza local
encontró las mejores condiciones para su desarrollo. La institución del Papado
terminó cayendo inexorablemente en sus manos, y de las filas de esas familias
salieron numerosos papas y antipapas (unos cuarenta) de escasa personalidad y poco
dignos la mayoría de ellos (hubo papas que apenas alcanzaban los dieciocho años de
edad al momento de ser electos). Muchos tuvieron un corto pontificado, fueron
habitualmente depuestos por las facciones rivales, y otros se expusieron a la
vejación y a una muerte violenta. Al siglo X se le ha llamado la “Edad de Hierro
del Pontificado”. Célebres fueron el noble Teofilacto I, su esposa Teodora y su
hija Marozia, los cuales influyeron en forma nociva y durante largo tiempo en la
elección y duración de los papas de su época (primera mitad del siglo X). Los
intereses de la Silla de San Pedro fueron primordialmente mundanos más que
religiosos. La jefatura de la Iglesia se convirtió en un verdadero trofeo de la
nobleza. Como consecuencia de todo, el Papado entró en un estado de gran postración
y degradación moral; solo fue salvado por la fe de los fieles y el desarrollo de
una eficiente Cancillería que logró mantener el prestigio de la institución, aunque
los titulares fuesen poco dignos.

Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.

El Sacro Imperio Romano Germánico y el cesaropapismo medieval (desde la segunda


mitad del siglo X)
El Sacro Imperio Romano Germánico fue creado por el rey alemán Otón I y constituyó
el tercer intento de restauración imperial, y, tal como el de Carlomagno, fue
patrocinado por el Papado. El papa Juan XII, que apenas alcanzaba los dieciocho
años de edad, debido a su conflicto con la nobleza romana, llamó en su auxilio al
rey de Alemania Otón I, el cual marchó a Italia con sus ejércitos, poniendo orden
en la península y en Roma. En premio, el papa coronó a Otón emperador de Occidente
(962). Nacía de esta forma el Sacro Imperio Romano Germánico, el cual duraría en
teoría hasta 1806, en que se disolvió debido a la acción de Napoleón. Este imperio,
más cercano a la idea romana del estado, difería bastante del carolingio, pues era
más pequeño y estaba circunscrito a Alemania e Italia; su base nacional seguía
siendo germánica. Jugó un rol importante en la Baja Edad Media al expandir la
civilización occidental por el norte, este y centro de Europa.

Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.

Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.

La situación de servidumbre de Roma y el Papado a la voluntad de los emperadores


del Sacro Imperio duraría hasta los albores de la Baja Edad Media, cuando el monje
cluniacence Hildebrando se transformase en papa con el nombre de Gregorio VII.
Gregorio terminará con el dominio alemán en Roma y en Italia, invirtiendo la
relación y declarando la superioridad de los papas sobre los emperadores. Comenzará
la lucha entre el Papado y el Imperio.

A pesar de la protección brindada por el Imperio carolingio, la seguridad de Roma


no era completa. Los árabes, y, posteriormente los normandos, realizarían
incursiones por las costas del Mediterráneo Occidental. En 846 una flota musulmana
remontó el Tíber hasta Roma, saqueando la basílica de San Pedro, que se halla fuera
de la muralla Aureliana.

La nobleza feudal romana y el "Siglo de Hierro del Pontificado" (siglo X)


La protección que brindaba el Imperio carolingio a Roma y al Papado se eclipsó a
partir del Tratado de Verdún (843), tratado que consagró la división del reino
franco en tres partes: las actuales Francia y Alemania, más una franja intermedia
llamada Lotaringia, reinos a cargo de soberanos propios, descendientes de
Carlomagno. La división se consagró como definitiva a partir de la muerte de Carlos
III el Gordo (888), el cual había reunido por última vez, en forma efímera, casi
todos los territorios del imperio.

Alejados de Roma sus protectores carolingios, la ciudad se vio envuelta, desde


fines del siglo IX y durante casi todo el siglo X, en enconados conflictos
internos, ya fuese entre las principales familias de la nobleza urbana o rural, y
entre éstas y el Papado. La nobleza feudal romana estuvo representada por los
condes de Túsculo, los Crescencios, los duques de Spoleto; más adelante serán los
Colonna y los Orsini; familias que dominaron la política romana durante siglos.
Libres de la tutela de los emperadores y reyes carolingios, la nobleza local
encontró las mejores condiciones para su desarrollo. La institución del Papado
terminó cayendo inexorablemente en sus manos, y de las filas de esas familias
salieron numerosos papas y antipapas (unos cuarenta) de escasa personalidad y poco
dignos la mayoría de ellos (hubo papas que apenas alcanzaban los dieciocho años de
edad al momento de ser electos). Muchos tuvieron un corto pontificado, fueron
habitualmente depuestos por las facciones rivales, y otros se expusieron a la
vejación y a una muerte violenta. Al siglo X se le ha llamado la “Edad de Hierro
del Pontificado”. Célebres fueron el noble Teofilacto I, su esposa Teodora y su
hija Marozia, los cuales influyeron en forma nociva y durante largo tiempo en la
elección y duración de los papas de su época (primera mitad del siglo X). Los
intereses de la Silla de San Pedro fueron primordialmente mundanos más que
religiosos. La jefatura de la Iglesia se convirtió en un verdadero trofeo de la
nobleza. Como consecuencia de todo, el Papado entró en un estado de gran postración
y degradación moral; solo fue salvado por la fe de los fieles y el desarrollo de
una eficiente Cancillería que logró mantener el prestigio de la institución, aunque
los titulares fuesen poco dignos.

Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.

El Sacro Imperio Romano Germánico y el cesaropapismo medieval (desde la segunda


mitad del siglo X)
El Sacro Imperio Romano Germánico fue creado por el rey alemán Otón I y constituyó
el tercer intento de restauración imperial, y, tal como el de Carlomagno, fue
patrocinado por el Papado. El papa Juan XII, que apenas alcanzaba los dieciocho
años de edad, debido a su conflicto con la nobleza romana, llamó en su auxilio al
rey de Alemania Otón I, el cual marchó a Italia con sus ejércitos, poniendo orden
en la península y en Roma. En premio, el papa coronó a Otón emperador de Occidente
(962). Nacía de esta forma el Sacro Imperio Romano Germánico, el cual duraría en
teoría hasta 1806, en que se disolvió debido a la acción de Napoleón. Este imperio,
más cercano a la idea romana del estado, difería bastante del carolingio, pues era
más pequeño y estaba circunscrito a Alemania e Italia; su base nacional seguía
siendo germánica. Jugó un rol importante en la Baja Edad Media al expandir la
civilización occidental por el norte, este y centro de Europa.

Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.

Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.

La situación de servidumbre de Roma y el Papado a la voluntad de los emperadores


del Sacro Imperio duraría hasta los albores de la Baja Edad Media, cuando el monje
cluniacence Hildebrando se transformase en papa con el nombre de Gregorio VII.
Gregorio terminará con el dominio alemán en Roma y en Italia, invirtiendo la
relación y declarando la superioridad de los papas sobre los emperadores. Comenzará
la lucha entre el Papado y el Imperio.

Alta Edad Media


Roma se sumerge en la Alta Edad Media desligada definitivamente del Imperio
Bizantino (el ducado se suprimió en 727) y bajo un control relativo de los papas en
los aspectos políticos, civiles, administrativos y económicos (la ciudad estaba
bajo la presión constante de los lombardos, los cuales nunca renunciaron a
conquistarla). Roma será, en adelante, la base del Pontificado Romano y jugará un
importante rol político y religioso en las etapas sucesivas. En un continuo proceso
de ruina económica, material y poblacional, la ciudad logró, sin embargo, conservar
el prestigio ganado en la Antigüedad; su pobreza material no se condecía con su
importancia política y religiosa.

Roma Pontificia (desde el 727)


Desde los comienzos de la cristiandad, los obispos de Roma, es decir, los papas,
hicieron valer su autoridad religiosa sobre las demás iglesias repartidas por el
Imperio, actitud basada en la tradición católica que asignaba a Simón Pedro el ser
la "Piedra" dejada por Cristo para sostén de su Iglesia una vez que él ascendiera a
los cielos. Como Pedro terminó radicado en Roma, lugar en donde fue martirizado, se
identificó a la ciudad como su sede definitiva, es decir, el Patriarcado u Obispado
de Pedro, el primer papa. Así lo entendieron sus sucesores en el obispado. Ya San
Clemente Romano, a fines del siglo I .d. C. hacía valer su autoridad llamando al
orden a las iglesias de Oriente. El Papado fue, poco a poco, reforzando su
autoridad religiosa, política y civil, no sin la resistencia de los patriarcados
del Oriente, en especial el de Constantinopla, y sobrevivió a las persecuciones de
los emperadores romanos, a las disputas teológicas con los arrianos en el siglo IV,
a la caída del Imperio de Occidente, al dominio de los ostrogodos, a las guerras
góticas y al dominio postrero de los bizantinos. Con la ayuda circunstancial de los
lombardos el Papado logró sacudirse la tutela imperial y buscó afianzar su dominio
político definitivo sobre Roma y sus regiones anexas, las cuales fueron la base de
los "Estados Pontificios". Los Papas intervendrán en lo sucesivo como príncipes
políticos independientes, a la cabeza de Roma y su población, no sin resistencia de
poderes extranjeros (príncipes, reyes y emperadores germánicos, invasiones árabes,
normandas) y de los poderes locales (pretensiones de las facciones nobiliarias de
Roma).

El Pontificado fue acrecentando sus dominios en Italia gracias a sucesivas


donaciones. Ya en la época de Constantino este había hecho entrega a la Iglesia de
bienes inmuebles en Roma y en Italia, lo que sirvió de base a la famosa “Donación
de Constantino”, una falsificación medieval que suponía la cesión de la ciudad e
Italia al papa por parte de dicho emperador.

El rey lombardo Liutprando restituyó al Papado, mediante una donación, una serie de
territorios que serían la base jurídica de los Estados Pontificios, lo que se
formalizó con las donaciones territoriales (Exarcado de Rávena, la Pentápolis,
etc.) del rey franco Pipino el Breve (754); esto aseguró al Papado su independencia
política frente a los lombardos y los bizantinos. De esta forma, Roma se convirtió,
nuevamente, en capital política; esta vez, de los Estados Pontificios, los que se
fueron acrecentando con el tiempo mediante sucesivas donaciones y conquistas, y que
se mantuvieron como tales hasta el año 1870, en que el Reino de Italia ocupó por la
fuerza Roma, declarándola capital de la Italia unida.

Los papas se convirtieron definitivamente en príncipes temporales con el derecho a


cobrar impuestos, sostener ejércitos y dictar leyes en sus territorios. El dominio
del Papado nunca fue total y continuo, pues su autoridad estuvo amagada por las
facciones nobiliarias de tipo feudal, por las injerencias de los reyes y
emperadores germánicos, y por los invasores normandos. Solo posterior al año 1000
el Papado pudo consolidar su autoridad en los Estados Pontificios, no sin oposición
de las fuerzas señaladas, a las que habría que agregar el renacimiento de los
movimientos comunales populares, los que buscaron independizar a Roma del
Pontificado y la nobleza.

Hay que decir que la elección de los pontífices correspondió durante la Alta Edad
Media al pueblo romano, al clero y los obispos vecinos, aunque durante el período
interfirieron, en mayor o menor medida las autoridades bizantinas, las facciones
nobiliarias de Roma y los reyes francos y alemanes después. Esta forma de elegir al
papa cambió a partir del siglo XI, cuando Nicolás II reformó el sistema de
elección, asignando este acto a un colegio de cardenales. El pueblo romano quedó
limitado a su aprobación y proclamación.

Imperio carolingio (774-843)


La relación de Roma y los pontífices con la dinastía de los Carolingios comenzó
hacia mediados del siglo VIII cuando Pipino el Breve solicitó del papa Esteban II
la aprobación del derrocamiento de la dinastía anterior, los Merovingios. En 754 el
papa Esteban fue a Galia y consagró rey a Pipino mediante la unción del óleo santo.
A su vez, Pipino respaldó al Papado cuando el Pontífice pidió ayuda en contra de la
ominosa presión de los lombardos contra Roma. Por dos veces los reyes francos,
Pipino y Carlomagno, pasaron a Italia al frente de sus ejércitos a liberar a Roma
de su asedio. Carlomagno, finalmente, respondiendo a la petición de ayuda del papa
Adriano I, los derrotó completamente, anulando su influencia al declararse “Rey de
los lombardos”.

Roma y el Papado se zafaron de la presión lombarda, pero cayeron en la órbita


franca. Los reyes francos se consideraron, en adelante, defensores naturales de los
pontífices, pero a la vez comenzó el cesaropapismo medieval, por el cual las
máximas autoridades temporales, reyes y emperadores, se atribuyeron el derecho de
influir en las cuestiones de Roma, el Papado y la Iglesia. Como contrapartida, los
papas se fueron atribuyendo en forma casi imperceptible el derecho de coronar a los
reyes y emperadores, lo que fue el fundamento de la futura doctrina de la
"teocracia pontificia", por la cual el poder religioso del pontífice estaba por
encima de los poderes temporales, con el derecho de gobernarlos; esta doctrina
alcanzaría su pleno desarrollo con Inocencio III en la Baja Edad Media.
En el año 800 llegó el momento culmen de la relación de Roma y los reyes francos,
cuando el papa León III, en premio por el apoyo prestado por Carlomagno en su
conflicto con la nobleza romana, lo coronó por “sorpresa” “Emperador de los
romanos” en la catedral de San Pedro, en medio de la aclamación del pueblo. Renacía
así, de acuerdo a la tradición jurídica romana, a los deseos de la iglesia y los
del pueblo, el Imperio Romano Cristiano en su versión Occidental, título que no
sería admitido por Bizancio hasta más de una década después. Demás está decir que
este nuevo “Imperio Romano Occidental”, si bien era cristiano, distaba mucho del
extinguido en el año 476. Roma no era la capital, sino Aquisgrán, el pueblo romano
no era su base nacional, sino la nación franca, las leyes romanas no eran la base
jurídica del Imperio, sino las leyes consuetudinarias germánicas, la estructura
administrativa era muy distinta a la creada por Roma en la Antigüedad, pues carecía
de su burocracia, los ejércitos imperiales estaban constituidos a la usanza
germánica y no por las antiguas legiones; ni siquiera sus dirigentes habían
asimilado la idea romana de “estado”, sino que seguían apegados a sus tradiciones
germánicas de considerar al reino como propiedad personal de los reyes. En
síntesis, este nuevo Imperio Romano Occidental era “romano” de título más que de
esencia, jugando Roma más un papel simbólico que efectivo.

A pesar de la protección brindada por el Imperio carolingio, la seguridad de Roma


no era completa. Los árabes, y, posteriormente los normandos, realizarían
incursiones por las costas del Mediterráneo Occidental. En 846 una flota musulmana
remontó el Tíber hasta Roma, saqueando la basílica de San Pedro, que se halla fuera
de la muralla Aureliana.

La nobleza feudal romana y el "Siglo de Hierro del Pontificado" (siglo X)


La protección que brindaba el Imperio carolingio a Roma y al Papado se eclipsó a
partir del Tratado de Verdún (843), tratado que consagró la división del reino
franco en tres partes: las actuales Francia y Alemania, más una franja intermedia
llamada Lotaringia, reinos a cargo de soberanos propios, descendientes de
Carlomagno. La división se consagró como definitiva a partir de la muerte de Carlos
III el Gordo (888), el cual había reunido por última vez, en forma efímera, casi
todos los territorios del imperio.

Alejados de Roma sus protectores carolingios, la ciudad se vio envuelta, desde


fines del siglo IX y durante casi todo el siglo X, en enconados conflictos
internos, ya fuese entre las principales familias de la nobleza urbana o rural, y
entre éstas y el Papado. La nobleza feudal romana estuvo representada por los
condes de Túsculo, los Crescencios, los duques de Spoleto; más adelante serán los
Colonna y los Orsini; familias que dominaron la política romana durante siglos.
Libres de la tutela de los emperadores y reyes carolingios, la nobleza local
encontró las mejores condiciones para su desarrollo. La institución del Papado
terminó cayendo inexorablemente en sus manos, y de las filas de esas familias
salieron numerosos papas y antipapas (unos cuarenta) de escasa personalidad y poco
dignos la mayoría de ellos (hubo papas que apenas alcanzaban los dieciocho años de
edad al momento de ser electos). Muchos tuvieron un corto pontificado, fueron
habitualmente depuestos por las facciones rivales, y otros se expusieron a la
vejación y a una muerte violenta. Al siglo X se le ha llamado la “Edad de Hierro
del Pontificado”. Célebres fueron el noble Teofilacto I, su esposa Teodora y su
hija Marozia, los cuales influyeron en forma nociva y durante largo tiempo en la
elección y duración de los papas de su época (primera mitad del siglo X). Los
intereses de la Silla de San Pedro fueron primordialmente mundanos más que
religiosos. La jefatura de la Iglesia se convirtió en un verdadero trofeo de la
nobleza. Como consecuencia de todo, el Papado entró en un estado de gran postración
y degradación moral; solo fue salvado por la fe de los fieles y el desarrollo de
una eficiente Cancillería que logró mantener el prestigio de la institución, aunque
los titulares fuesen poco dignos.
Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.

El Sacro Imperio Romano Germánico y el cesaropapismo medieval (desde la segunda


mitad del siglo X)
El Sacro Imperio Romano Germánico fue creado por el rey alemán Otón I y constituyó
el tercer intento de restauración imperial, y, tal como el de Carlomagno, fue
patrocinado por el Papado. El papa Juan XII, que apenas alcanzaba los dieciocho
años de edad, debido a su conflicto con la nobleza romana, llamó en su auxilio al
rey de Alemania Otón I, el cual marchó a Italia con sus ejércitos, poniendo orden
en la península y en Roma. En premio, el papa coronó a Otón emperador de Occidente
(962). Nacía de esta forma el Sacro Imperio Romano Germánico, el cual duraría en
teoría hasta 1806, en que se disolvió debido a la acción de Napoleón. Este imperio,
más cercano a la idea romana del estado, difería bastante del carolingio, pues era
más pequeño y estaba circunscrito a Alemania e Italia; su base nacional seguía
siendo germánica. Jugó un rol importante en la Baja Edad Media al expandir la
civilización occidental por el norte, este y centro de Europa.

Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.

Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.

La situación de servidumbre de Roma y el Papado a la voluntad de los emperadores


del Sacro Imperio duraría hasta los albores de la Baja Edad Media, cuando el monje
cluniacence Hildebrando se transformase en papa con el nombre de Gregorio VII.
Gregorio terminará con el dominio alemán en Roma y en Italia, invirtiendo la
relación y declarando la superioridad de los papas sobre los emperadores. Comenzará
la lucha entre el Papado y el Imperio.

Baja Edad Media

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