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Los lombardos invadieron Italia en el año 568 y pronto ocuparon la mayor parte del
Norte y el Apenino central en torno a Espoleto y Benevento. El Imperio bizantino
conservó el dominio de Génova, Rávena, Roma, el Lacio, Nápoles y el sur de la
península.
En el año 592 Roma es atacada por el rey lombardo Agilulfo. En vano se espera la
ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición reciben su paga.
Es el papa Gregorio Magno quien debe negociar con los lombardos, logrando que
levanten el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro (probablemente
entregadas por la Iglesia de Roma). Así, negocia una tregua y luego un acuerdo para
delimitar la Tuscia Romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tíber)
y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de ahora será
lombarda. Este acuerdo es ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante
del Imperio en Italia.
Loggia di Psiche, 1518-19, fresco de Rafael. En imagen, sección del techo donde se
representa el concilio de los dioses, principalmente los doce olímpicos, recibiendo
a Psique.
En la religión de la antigua Grecia, los dioses olímpicos eran los principales
dioses del panteón griego, que moraban en el monte Olimpo (el más alto de Grecia).
A ellos les fueron consagrados tanto templos, como festividades cívicas,
actividades artísticas y deportivas, siendo considerados los más importantes dentro
del amplio conjunto de las deidades de la mitología griega. En sus orígenes, los
primeros cultos se remontan aproximadamente hace 5000-6000 años, hacia el 3500 a.
C.123 El culto a las deidades de la Antigua Grecia permanece vigente en el
Helenismo.
El concepto de "doce dioses" es más antiguo que cualquiera de las primeras fuentes
griegas. La palabra "Dios" (gr. Διος) ya era atribuida en aquel entonces a Zeus,
mientras que "Theo" (gr. θεο) se refería a los restantes.4 Hubo, en diferentes
épocas, catorce dioses diferentes reconocidos como olímpicos, aunque nunca más de
doce a la vez. De este concepto es como se hace referencia a ellos como los doce
olímpicos, también conocidos como Dodekatheon (en griego, Δωδεκάθεον< δώδεκα,5
dōdeka, "doce" + θεοί, theoi, "dioses").
Roma bizantina (554-727)
Tras la reconquista bizantina de Italia por Justiniano I durante la prolongada y
devastadora Guerra Gótica de 535-554, Roma es una ciudad del Imperio Bizantino,
pero no su capital, ya que la sede de la autoridad imperial, representada por el
exarca, es Rávena (de la misma forma que fue capital del Imperio de Occidente desde
el año 402).
Durante el periodo en que Roma fue parte del Imperio bizantino se aceleró la
transformación de los antiguos edificios paganos en edificios para el culto
cristiano, tal como fue el caso del Panteón, el cual, en la primera mitad del siglo
VII, junto a la Sala de sesiones del Senado, se transforman en iglesias cristianas
dedicada a la Virgen María en su advocación de Reina de los Mártires y a san
Adriano.13
Debido a la invasión de los lombardos sobre Italia las comunicaciones entre Roma y
Rávena quedaron seriamente amenazadas. Por su parte, los emperadores de Bizancio
trataron al ducado de Roma como una remota provincia de su imperio, preocupados de
otras amenazas más urgentes provenientes del norte (los búlgaros) y del Oriente
(los persas y los árabes).
El poder político ejercido por Bizancio fue discontinuo y en forma creciente fue
asumido por el papa, el cual fue progresivamente ejerciendo la dirección civil y
administrativa de la ciudad. Uno de los casos más destacados fue el de san Gregorio
Magno, quien ejercía como Obispo y como delegado civil de Bizancio (finales del
siglo VI). Esta tendencia se profundizó en la medida que declinaba la presencia
bizantina en Italia, amagada por los lombardos. No obstante, los emperadores
intentaron en ocasiones revertir la situación, deponiendo, encarcelando e incluso
asesinando a alguno de los papas, cada vez que la primacía del Obispo de Roma
entraba en conflicto con las pretensiones religiosas de los propios emperadores y
de los patriarcas de Constantinopla.
Hacia finales del siglo VII los suministros de trigo que alimentaban a Roma se
cortaron debido a la caída de Cartago en manos de los árabes. Fue entonces que
empezó de parte de los papas la solicitud de ayuda a los países germánicos más que
al emperador de Constantinopla.
A comienzos del siglo VIII el poder de Bizancio sobre Roma estaba casi liquidado.
El punto de quiebre ocurrió a raíz de la querella iconoclasta desarrollada en
Constantinopla y que tuvo impacto en Italia: Roma cortaría su dependencia política
en forma definitiva con el Imperio de Oriente. Los lombardos, que se habían
convertido al catolicismo, apoyaron la política del papado, la cual se oponía a los
iconoclastas de Constantinopla, e invadieron las posesiones bizantinas en Italia.
El ducado fue extinguido y toda la autoridad política pasó a manos del papa
Gregorio II (727), quien logró el reconocimiento de parte del rey de los lombardos,
Liutprando, de su dominio sobre Roma. De este modo la ciudad finalizó su
tradicional relación política y jurídica con el Imperio del cual fue la base
fundacional en la Antigüedad, e inició un nuevo camino como base territorial,
humana, política y religiosa de Papado y de la Iglesia católica.14
Lombardos (568-774)
Los lombardos invadieron Italia en el año 568 y pronto ocuparon la mayor parte del
Norte y el Apenino central en torno a Espoleto y Benevento. El Imperio bizantino
conservó el dominio de Génova, Rávena, Roma, el Lacio, Nápoles y el sur de la
península.
En el año 592 Roma es atacada por el rey lombardo Agilulfo. En vano se espera la
ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición reciben su paga.
Es el papa Gregorio Magno quien debe negociar con los lombardos, logrando que
levanten el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro (probablemente
entregadas por la Iglesia de Roma). Así, negocia una tregua y luego un acuerdo para
delimitar la Tuscia Romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tíber)
y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de ahora será
lombarda. Este acuerdo es ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante
del Imperio en Italia.