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Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.
Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.
Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.
Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.
Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.
Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.
El rey lombardo Liutprando restituyó al Papado, mediante una donación, una serie de
territorios que serían la base jurídica de los Estados Pontificios, lo que se
formalizó con las donaciones territoriales (Exarcado de Rávena, la Pentápolis,
etc.) del rey franco Pipino el Breve (754); esto aseguró al Papado su independencia
política frente a los lombardos y los bizantinos. De esta forma, Roma se convirtió,
nuevamente, en capital política; esta vez, de los Estados Pontificios, los que se
fueron acrecentando con el tiempo mediante sucesivas donaciones y conquistas, y que
se mantuvieron como tales hasta el año 1870, en que el Reino de Italia ocupó por la
fuerza Roma, declarándola capital de la Italia unida.
Hay que decir que la elección de los pontífices correspondió durante la Alta Edad
Media al pueblo romano, al clero y los obispos vecinos, aunque durante el período
interfirieron, en mayor o menor medida las autoridades bizantinas, las facciones
nobiliarias de Roma y los reyes francos y alemanes después. Esta forma de elegir al
papa cambió a partir del siglo XI, cuando Nicolás II reformó el sistema de
elección, asignando este acto a un colegio de cardenales. El pueblo romano quedó
limitado a su aprobación y proclamación.
En el año 800 llegó el momento culmen de la relación de Roma y los reyes francos,
cuando el papa León III, en premio por el apoyo prestado por Carlomagno en su
conflicto con la nobleza romana, lo coronó por “sorpresa” “Emperador de los
romanos” en la catedral de San Pedro, en medio de la aclamación del pueblo. Renacía
así, de acuerdo a la tradición jurídica romana, a los deseos de la iglesia y los
del pueblo, el Imperio Romano Cristiano en su versión Occidental, título que no
sería admitido por Bizancio hasta más de una década después. Demás está decir que
este nuevo “Imperio Romano Occidental”, si bien era cristiano, distaba mucho del
extinguido en el año 476. Roma no era la capital, sino Aquisgrán, el pueblo romano
no era su base nacional, sino la nación franca, las leyes romanas no eran la base
jurídica del Imperio, sino las leyes consuetudinarias germánicas, la estructura
administrativa era muy distinta a la creada por Roma en la Antigüedad, pues carecía
de su burocracia, los ejércitos imperiales estaban constituidos a la usanza
germánica y no por las antiguas legiones; ni siquiera sus dirigentes habían
asimilado la idea romana de “estado”, sino que seguían apegados a sus tradiciones
germánicas de considerar al reino como propiedad personal de los reyes. En
síntesis, este nuevo Imperio Romano Occidental era “romano” de título más que de
esencia, jugando Roma más un papel simbólico que efectivo.
Pronto hará entrada en escena el Sacro Imperio Romano Germánico; el Papado cambiará
su servidumbre desde los poderes locales al poder del emperador de Alemania.
Otón impuso su pleno dominio en Italia y los Estados Pontificios y obligó a los
romanos a prestarle juramento de fidelidad en el sentido de que no elegirían a
ningún papa sin su consentimiento. Comenzaba el cesaropapismo medieval.
Los papas, a partir de Otón I, tuvieron que prestar juramento de fidelidad a los
emperadores de Alemania, transformándose la institución en un verdadero feudo de
los soberanos germánicos. Esto trajo graves consecuencias para el Papado y la
Iglesia, cuyos líderes fueron hechura de los emperadores que los designaban; no
obstante que los emperadores designaron papas más dignos que los del "Siglo de
Hierro", la moral eclesiástica en Italia, Alemania y otros lugares decayó
notablemente al contaminarse la Iglesia con el espíritu feudal.