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O b r a s

DE

S a n A g u s t í n
EN EDICION BILINGÜE

TOMO IX

Tratados sobre la gracia (a.0}

Los dos libros sobre diversas cuestiones a


Simpliciano. De los méritos y del perdón
de los pecados. ( ontra las dos epístolas de los
pelagianos. Actas del proceso contra Pelagio

PRIMERA VERSIÓN ESPAÑOLA, IN TRO DU CCIÓN Y NOTAS


DE LOS PADRES

FR. VICTORINO CAPANAGA; O. R. S. A.


FR. G R E G O R I O ERCE, O. R. S. A-

B IB L IO T E C A DE AUTORES C R IS T IA N O S
MADRID . MCMLII
BIBLIOTECA
DE

AUTORES CRISTIANOS
BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN DE
LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

LA COM ISIÓN DE DICHA P O N T IF IC IA


U N IV E R S ID A D E N C A R G A D A D E LA
INMEDIATA RELACIÓN CON LA B. A. C.,
ESTA IN T E G R A D A EN E L AÑO 1952
POR LOS SEÑ O R ES S I G U I E N T E S :

PRESIDENTE:

Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. F rancisco Barbado


V iejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Canciller
de la Pontificia Universidad.
vicepresidente: u m0. Sr. Dr. G regorio A lastruey ,
Rector Magnífico.

vocales: R p j) r A urelio Y anguas, S. I ., Decano


de la Facultad de Teología; R. P. Dr. M arcelino Ca­
b r e r o s , C. M. F ., Decano de la Facultad de Derecho;
R. P. Dr. Fr. Jesús V albuena, O. P., Decano de la
Facultad de Filosofía; R. P. Dr. Fr. A lberto Colun-
ga, O. P., Catedrático de Sagrada Escritura; reveren­
do P. Dr. Bernardino L lorca, S. I., Catedrático de
Historia Eclesiástica.

secretario : m . I. Sr. Dr. L orenzo T urrado , Profesor .

LA E D ITO R IA L ^CATO LICA, S. A . A partado 466


MADRID' - MCMLII
NIHIL OBSTAT :
Lie. R icardo Urbano,
Censor.

. IMPRIMI POTEST:
Fr. F élix G arcía, O. 6. A.
Prov.

IMPRIMATUR :
t José María,
Ob. aux. y Vic. gral.
Madrid, 19 de enero 1952.
I N D I C E G E N E R A L

LOS DOS LIBROS SOBRE DIVERSAS


CUESTIONES A SIM PLICIANO
(Versión, introducción y notas complementarias del P. Victorino
Capánaga, O. R. S. A.)

P á ss.

I ntroducción ................................................................................... 3
I. Una consulta a San Agustín ......................................... 3
II. Variaciones exegéticas .................................................. 11
III. El comienzo de la fe ........ 13
IV. La vocación congrua ...................................................... 18
V. El congruísmo agustiniano..... .'..................................... 33
VI. Interpretaciones .............................................................. 38
VII. La doctrina de la masa condenada y el panegírico
del velo ......................................................................... 46
VIII. Censura de San Agustín ................................................ 56
Bibliografía ..............................•.................................................... 58
LIBRO I.—Dos cuestiones sobre la Epístola a los Romanos .... 61
Cuestión I.—El fin de la ley. El estímulo de la concupiscen­
cia. La reviviscencia del pecado con la ley. Los que usan
mal de la ley. Los hombres espirituales la cumplen. Qué se
entiende por la ley del pecado que milita en los miembros.
La ley es buena. Error de los maniqueos. Explicación de los
pasajes al parecer desfavorables para la ley ........................ 61
C uestión II.—El argumento de la Epístola a los Romanos. La
gracia de la fe precede a las buenas obras. Los ejemplos de
Jacob y Esaú y el fin para que los trae San Pablo. Si la
elección de Jacob provino de la presciencia de su futura
fe. Las buenas obras proceden de la gracia y no al revés.
Justicia en la elección de Jacob y en la reprobación de Esaú.
La elección por gracia y propósito de Dios. La fe debe
contarse entre los dones dé la gracia. La fe es don de Dios
misericordioso'. Por qué fué negado a Esaú el don de la fe.
La buena voluntad en nosotros proviene de la operación de
Dios. La vocación congrua. Por qué Esaú no fué llamado
con vocación congrua. El endurecimiento de parte de Dios.
Se resuelve la cuestión sobre la reprobación de Saúl. To­
dos los hombres forman una masa de pecado. Se explica
en qué consiste el aborrecimiento divino de Esaú. Qué es
el pecado. Los vasos de perdición se ordenan a la corree-
IMiis.

ción de los demias. Universalidad del llamamiento divino.


Intención de San Pablo al escribir la Carta a los Romanos.
El misterio de la elección de Ja gracia ................................. Si
LIBRO II.—Cuestiones propuestas sobre tos libros de los Reves. 125
P refacio ...................................................................................................... 125
Cuestión I.—El Espíritu de Dios influye diversamente en los
profetas. Manifestaciones habituales perpetuas y manifesta­
ciones transitorias de la profecía. El Espíritu de Dios, sin
más aditamentos, se entiende por e;l bueno. Manifestacio­
nes del Espíritu bueno y malo en Saúl. Algunos dones del
■Espíritu Santo pueden poseerse sin caridad, pero nada apro­
vechan. ¿Puede tenerse sin caridad el don de profecía? Los
herejes y cismáticos tienen otros dones del Espíritu Santo,
mas no la caridad. Por qué el espíritu malo se llama espí­
ritu del Señor ............................................................................ 127
Cuestión II.—Nada se predica digno de Dios. La presciencia
existe propiamente en Dios. Qué es la ciencia v cómo se
atribuye a Dios. La ira, la misericordia, el celo en Dios.
A. las cosas divinas se aplican las palabras humanas, pero
despojándolas de las imperfecciones que entrañan. Dife­
rencia entre ciencia y sabiduría. ¿Puede Dios arrepentir­
se ? Cómo el celo y el arrepentimiento parecen convenir a
Dios menos que la presciencia, la ira y otras pasiones se­
mejantes ....................................................................................... . i-i"
Cuestión III.—Cómo Samuel pudo ser evocado por la pitoni­
sa de Endor. Tal vez fué el fantasma, 110 el espíritu de Sa­
muel. Cómo los demonios conocen lo futuro ........................ 157
Cuestión IV.—Sobre la postura del cuerpo en la oración ....... 163
Cuestión V.—Sobre la queja de Elias al Señor con motivo de
la -muerte del hijo de la viuda ................................................ 165
Cuestión VI.—Del espíritu de mentira epviado para engañar
a Acab ......................................................................................... 167
Notas complementarias .................................................................. 170

DE LOS MERITOS Y PERDON DE LOS PECADOS


{Versión, introducción y notas complementarias del P. Victorino

I ntroducción ........„........................................,.......................................... 187


1. Ocasión y argumento de estos libros ............................... 187
2. Censura deSan Agustín ...................................................... 197
LIBRO I ............................................................................................ 201
Capítulo I.—Prefacio ...................................................................... 201
Capítulo II— El pecado, causa de la muerte de Adán ............. 203.
Capítulo III.—Una cosa es ser mortal y otra estar sujeto a
la muerte .................... 203
Capítulo IV.—También la muerte corporal viene del pecado ... 205
Capítulo V.1—Diferencia entre lo mortal, lo muerto y lo que
ha de morir .................................................................................. 207
Pies.
Capítulo VI.—Cómo el cuerpo murió por causa del pecado ..... 307
Capítulo VII.—Cómo a la vivificación corporal que esperamos,
debe preceder ya la vida del espíritu ...................................... an
Capítulo VIII.—Sentido de las palabras del Apóstol ............. 213
Capítulo IX.—'Por propagación y no por simple imitación pasó
el pecado a todos los hombres .... ............................................ 213
Capítulo X .—'Distinción entre el pecado actual y original ...... 217
Capítulo X I.—Qné significa el reino de la muerte en el Apóstol. 219
Capítulo X II.—Hay un pecado común a todos ........................ 221
Capítulo X III.—Cómo por uno nos vino la muerte y por uno
la vida ........................................................................ ................. 223
Capítulo X IV .—Nadie sino Cristo justifica ............................ 227
Capítulo X V .—Cómo por Adán todos son pecadores, y cómo
justos todos por Cristo ...................i........................................ 227
Capítulo X V I.— L os niños que mueren sin bautismo son con­
denados, aunque a levísima pena ................................... . 231
C apítulo X V II. — No se deben atribuir pecados personales a
los niños ............................................ ........................................ 233
Capítulo X V III.—Refuta a los que dicen que los niños no re­
ciben el bautismo en remisión de su pecado, sino para con­
seguir el reino de los cielos .............. ..................................... 233
Capítulo X IX .—Lo mismo que los fieles, los niños pueden lla­
marse penitentes. Sólo los pecados apartan a los hombres
de Dios ............................................... ........................................ 237
Capítulo X X .—Nadie se acerca debidamente a la mesa del Se­
ñor si no está bautizado ................................. .......................... 239
Capítulo X X I.—Es un misterio insondable que unos niños
mueran sin bautismo y otros no ....... ..................................... 242
Capítulo X X II.—Refútase la opinión de los que dicen que,
por los pecados cometidos en otro mundo, las almas son
encerradas en los cuerpos según sus merecimientos y que
son más o menos castigadas .................................................... 243
Capítulo X X III.—Cristo es también el Salvador de los infantes. 251
Capítulo X X IV .—Los cristianos de Africa llaman salvación al
bautismo y vida a la Eucaristía ........ ..................................... 251
Capítulo XXV.'—Sin fundamento deducen algunos del Evan­
gelio que los niños, luego de nacer, son iluminados ........... 255
Capítulo X X V I.—Concluye que todos los hombres nacen su­
jetos al pecado original ....................."...................................... 259
Capítulo X X V II.—Testimonios de la Sagrada Escritura ........ 261
Capítulo X X V III.—Todos tienen necesidad de la muerte de
Cristo para salvarse ............................................................. . 281
Capítulo X X IX .—Cuál es el bien del matrimonio. Cuatro usos
diferentes del bien y del mal ................................................... 283
Capítulo X X X .—En qué sentido admiten.los pelagianos la ne­
cesidad del bautismo para los niños ...................................... 287
Capítulo X X X I.—Cristo puede considerarse como Cabeza y
Cuerpo ..........................................................?............................... 289
Capítulo X X X II —La serpiente levantada en el desierto, figu­
ra de Cristo pendiente en la cruz ........................................... 293
Capítulo X X X III.—Nadie puede reconciliarse con Dios sino
por mediación de Cristo ........................... ...... '........................ 295
Capítulo X X X IV .—La forma o ceremonias del bautismo ...... 297
P igs.

Capítulo X X X V .—No hay pecados personales en los párvulos. 299


Capítulo X X X V I.—De la ignorancia de los niños y su origen. 303
Capítulo X X X V II.—Si Adán no fué creado en las condiciones
en que nacemos nosotros, ¿ por qué Cristo, exento de todo
pecado, vino en el estado de la infancia y debilidad ? ....... 305
Capítulo X X X V III.—Ignorancia y debilidad de los infantes ... 307
Capítulo X X X IX .—Hasta qué punto es destruido el pecado
por el bautismo en los párvulos y adultos. Utilidad de este
sacramento .................................................................................... 307
LIBRO H ............................................................................................ d ii
Capítulo I.—Resumen del libro I y objeto de éste .................... 3ir
Capítulo H.—Algunos atribuyen demasiado vigor al libre al­
bedrío. I-a ignorancia y la debilidad ....................................... 311
Capítulo III.—Cómo Dios no manda ninguna cosa imposible. 313
Capítulo IV.—Cómo permanece la concupiscencia en nosotros. 313
Capítulo V.—I-a voluntad humana tiene necesidad de socorro
divino ............................................................................................ 317
Capítulo VI.—Cuatro cuestiones sobre la perfección de la jus­
ticia ................................................................................................ 319
Capítulo VII.—¿Hay algún hombre en este mundo sin pecado? 321
Capítulo VIII.—Cuándo se logrará la perfección ..'........ ........... 325
Capítulo IX .—Objeción de lospelagianos .................................... 327
Capítulo X .—Se armonizan algunos pasajes de la Sagrada Es­
critura ........................................................................................... 329
Capítulo X I.—Job previó la pasión de Cristo. La humildad
de los santos .................................. 335
Capítulo X II.—Ninguno es irreprensible en todos sus actos... 337
Capítulo X III.—La justicia humana aun en los justos es im­
perfecta todavía .......................................................................... 339
Capítulo X IV .—Todos somos pecadores ....................................... 343
Capítulo X V .—Dificultad de los pelagianos. Perfectos se lla­
man los que mucho progresaron en la justicia .................... 343
i Capítulo X V I.—Por qué Dios impone preceptos, sabiendo que
no se cumplirán .......................................................................... 347
Capítulo X V II.—Por qué nadie hay en la presente vida sin
pecado ...................................................... 351
Capítulo X VIII.—La voluntad buenaprocede de D ios,................ 355
Capítulo X IX .—De la gracia proviene el conocimiento y el
gusto para hacer el bien ........................................................... 359
Capítulo X X .—Nadie, fuera de Cristo, ha habido ni puede ha­
ber exento de todo pecado ........................................ ............. 361
Capítulo X X I.—Adán y Eva : cuán recomendada fué al hom­
bre por Dios la obediencia ........................... 363
Capítulo XXII.'—Estado del hombre antes del pecado ............. 365
Capítulo X X III.—Corrupción de la naturaleza humana por
causa del pecado ......................................................................... 367
Capítulo X X IV .—Los beneficios de la encarnación del Verbo. 369
Capítulo X X V .—Una objeción de los pelagianos ..................... 371
Capítulo X X V I.—Diversos modos de santificación. El sacra­
mento de los catecúmenos ............................................ 375
Capítulo X X V II.—Por qué se bautiza a los hijos de los cris­
tianos ................................... 377
Pdgs.

Capìtolo X X V III.—La ley del pecado se llama también pe­


cado ............................................................................ .................. 379
Capítulo X X IX .—Todos los predestinados se salvan por un
solo Mediador, que es Cristo, y por una sola e idéntica fe.
Jesús es también Salvador de los párvulos ........................... 383
Capítulo X X X .—Responde a una objeción de los pelagianos. 385
Capítulo X X X I.—Por qué el bautismo, juntamente con las
culpas, no ha destruido la muerte ......................................... 387
Capítulo X X X II.— Por qué Cristo después de su resurrección
se hurtó a los ojos del mundo ................................................ 391
Capítulo X X X III.—Resuelve una dificultad de los pelagianos. 391
Capítulo X X X IV .—Por qué se imponen penas aun después de
perdonar el pecado .................................................................... 393
Capítulo X X X V .—No hay que desviarse ni a la derecha ni a
la izquierda .................................................................................. 397
Capítulo X X X V I.—7 No procede el alma por transmisión ? Pru­
dencia con que deben interpretarse las Sagradas Escrituras. 399
LIBRO III ........................................................................................ 403
Capítulo I.—La fama de santidad de Pelagio. Sus libros ...... 403
Capítulo II.—Dificultad que propone Pelagio ........................... 405
Capítulo III.—Argumentos pelagianos contra el pecado ori­
ginal ........ t.................................................................................... '407
Capítulo IV.—Jesús es igualmente el Salvador de los niños... 411
Capítulo V.—El testimonio de San Cipriano ........................... 413
Capítulo VI.—Consentimiento unánime sobre el pecado ori­
ginal ..................................................................... 417
Capítulo VIL—El error de Joviniano. En qué sentido el pecado
original es ajeno. Todos en Adán fuimos un solo hombre ... 421
Capítulo VIII.—De dónde nacen los errores. Dos analogías ... 423
Capítulo IX .—Los cristianos no engendran siempre cristianos
ni los hombres puros hijos puros .......................................... 425
Capítulo X .— ¿ Acaso el alma procede por transmisión ? ......... 427
Capítulo X I.—Cuál es el aguijón de la muerte ......................... 429
Capítulo X II.—Necesidad de los sacramentos ............,............ 435
Capítulo XIEL—Epílogo. Conviene tener mucha diligencia para
bautizar a los niños ................................................................... 437
Notas complementarias ................................................................... 440

CONTRA LAS DOS EPISTOLAS DE LOS


PELAGIAN OS
(Versión e introducción del P. Gregorio Erce Osaba, O. R. S. A.)

I ntroducción ......................................,,................. ......................... 457


LIBRO I ................................ :...................................... ................... 461
Capítulo I.—Preeminencia del Romano Pontífice ................... 461
Capítulo II.—Refútanse los errores de Julián acerca del libre
albedrío de Adán ........................................................................... 463
Capítulo III.—La gracia no es retribución de méritos ............ 467
Capítulo IV.—Los pelagianos precipitan el libre albedrío ...... 469
Capítulo V.—El matrimonio según la doctrina católica .......... 471
Págs.
Capítulo VI.—Por qué alaban los pelagianos la conmixtión
carnal ........................................................................................... 473
Capítulo VII.—Los santos del Antiguo Testamento fueron li­
berados por Cristo ...................................................... 473
Capítulo VIII.—La concupiscencia en los apóstoles ............... 475
Capítulo IX .—Peca quien sólo por temor no ejecuta el pecado. 479
Capítulo X .—Continuación del mismo argumento .......... ....... 483
Capítulo X I.—Prosigue elmismo argumento ................................. 489
Capítulo X II.—La inmunidad de pecado en Cristo calumniada
por los pelagianos ...................................................................... 491
Capítulo X III.—La remisión de los pecados en el bautismo y
las calumnias pelagianas ............................................................... 491
Capítulo X IV .—Los delitos y los pecados veniales .................. 493
Capítulo X V .—Antítesis pelagianas acerca del libre .albedrío y
del matrimonio ............................................................................ 495
Capítulo X V I.—El pudor después del pecado ........................... 497
Capítulo X VII.—¿ Pudo existir la concupiscencia en el paraí­
so antes del pecado ? ............................................... 499
Capítulo XVIII.—Cómo los hombres son hijos de Dios ....... 503
Capítulo X IX .—Es la gracia de Dios la que lleva a Cristo .... 503
Capítulo X X .—El poder de la gracia de Dios .................... . 507
Capítulo X X I.—Santidad de los justos del Antiguo Testamento. 509
Capítulo X X II.—Necesidad de la gracia y del bautismo se­
gún los pelagianos ...................................................................... 509
Capítulo X X III.—Efectos del bautismo según los pelagianos. 511
Capítulo X X IV .—Refutación del final de la epístola de Julián. 511
LIBRO II .......................................................................................... 515
Capítulo I.—‘Los pelagianos motejan de maniqueos a los ca­
tólicos ............................................................................................ 515
Capítulo II.—Las herejías maniquea y pelagiana se contradi­
cen mutuamente y son condenadas por la Iglesia ................. 517
Capítulo III.—Los pelagianos calumnian a los clérigos ro­
manos ............................................................................... 521
Capítulo IV.—Trátase d e l. mismo asunto .................................. 525
Capítulo V.—Respóndese a las calumnias pelagianas respecto
del libre albedrío y del hado .................................................... 529
Capítulo VI.—Retuércese contra los pelagianos el supuesto
fatalismo de los católicos ........................................................... 531
Capítulo VII.—Que los católicos no ponen en Dios aceptación
de personas ......................... 535
Capítulo VIII.—Aun el deseo del bien imperfecto es don de
la gracia ............................ :...................................................... 545
Capítulo IX .—Exposición de las Escrituras torcidamente in­
terpretadas por los pelagianos ............................................... 547
Capítulo X .—Quién es el que líama a los elegidos ...................... 551
LIBRO III ................. 555
Capítulo I.—Introducción ............................................................... 555
Capítulo II-.—Calumnia pelagiana acerca del uso de la ley ...... 555
Capítulo III.—Calumnia pelagiana acerca de los efectos del
bautismo .................................................................... 559
Capítulo IV .—Los dos Testamentos y las calumnias pelagianas. 563
Págs.
Capítulo V.—Calumnian los pelagianos la doctrina católica
acerca de los profetas y apóstoles .......................................... 577
Capítulo VI.*—Calumnia pelagiana achacando a los católicos ad­
mitir pecado en Cristo ............................................................. 581
Capítulo VII.—Los pelagianos calumnian la doctrina católica
acerca del cumplimiento de los preceptos ............................... 583
Capítulo VIII.—Triple raíz de la herejía pelagiana. Obscurida­
des y calumnias pelagianas ..................................................... 597
Capítulo ¡EX.—La doctrina católica contradice a maniqueos y
pelagianos ............................................................................. 601
Capítulo X .—La cuestión del orjgen del alma, nueva evasi­
va pelagiana ........................................................................... 603
LIBRO IV ........................... 605
Capítulo I.—Sofismas pelagianos ............................................. 605
Capítulo II.—Las cinco alabanzas pelagianas ........................... 605
Capítulo III.—En qué sentido alaban .los católicos la criatura,
el matrimonio, la ley, el libre albedrío y a los santos ...... 009
Capítulo IV.—Los pelagianos y maniqueos y la alabanza de
la criatura .................................................................................... 611
Capítulo V.—Cómo Jos pelagianos alaban el matrimonio y
la ley ......................................... ............................. ■
..................... 619
Capítulo VI.—De las alabanzas tributadas por los pelagianos
al libre albedrío .............. 625
Capítulo VII.—La alabanza de los santos, la santidad de la
Iglesia y los sofismas de los pelagianos ................................. 633
Capítulo VIII.—Testimonio de San Cipriano acerca del peca­
do original .............................................................................J..... 637
Capítulo IX .—Testimonio de San Cipriano acerca de la gra­
cia de Dios ................................................................................ 645
Capítulo X .—Testimonio de San Cipriano acerca de la imper­
fección de nuestra justicia ....... ................................................ 651
Capítulo X I.—Testimonio de San Ambrosio acerca del pecado
original, de la gracia y de. la imperfección de la justicia
en este mundo ................,......................... '...„............................ 657
Capítulo X II.—La herejía pelagiana y la celebración de un con­
cilio general ........................................................ 667

ACTAS DEL PROCESO CO N TRA PELAGIO


(Versión < introducción del P. Gregorio Erce Osaba, O. R. S. A.)

I ntroducción .................................................................................... 675


P roemio ........................................ 685
Capítulo I.—Cómo el conocimiento de la divina ley ayuda a
no pecar ......... 685
Capítulo II.—Trátase de la misma materia ............................... 689
Capítulo III.—Si todos se rigen por su propia voluntad. Indul­
gencia con los pecadores el día del juicio ........................... 691
Capítulo IV.'—Que no está en mano del hombre verse libre de
todo mal pensamiento .............. 701
Capítulo V.—Los dosTestamentos .............................................. 701
P ies.

Capítulo VI.—Si puede el hambre con sus fuerzas vivir sin


pecado .......................................................................................... 7P7
Capítulo VII.—La gracia de Dios ............................................... 713
Capítulo VIII.—Prosigue el mismo argumento ......................... 715
Capítulo IX .—Prosigue el argumento anterior ......................... 715
Capítulo X .—Es dudoso que Pelagio confesara la gracia con
mente ortodoxa ............................ 715
Capítulo X I.—Errores de Celestio condenados por Pelagio .... 717
Capítulo X II.—La Iglesia no carece de mancha en este m undo.. 723
Capítulo X III.—La virginidad es más perfecta que la casti­
dad conyugal .............................................................................. 725
Capítulo X IV .—Errores de Celestio. Los dones otorgados al
apóstol San Pablo ....................................................................... 727
Capítulo X V .—Pelagio no desmintió las palabras del obis­
po Juan ................ 739
Capítulo X V I.—Pelagio debe negar ser suya o corregir la fal­
sa interpretación de una sentencia del Apóstol .................... 741
Capítulo X V II.—El Apóstol no fué digno de recibir las gra­
cias otorgadas por Dios ............................................................... 743
Capítulo X V III.—Nuevos errores de Celestio condenados por
Pelagio ........................... 745
Capítulo X IX .—Respuesta de Pelagio : su profesión de fe .... 747
Capítulo X X .—Absolución de Pelagio ..................... ............ . 747
Capítulo X X I.—Es sospechosa la justificación de Pelagio ...... 747
Capítulo X X II.—Cómo conoció San Agustín a Pelagio ........... 749
Capítulo XXIII.'—Refuta San Agustín un libro de Pelagio .... 751
Capítulo X X IV .—Carta de Timasio y Santiago a San Agustín. 751
Capítulo X X V .—Pelagio debe, retractarse de su error ............. 753
Capítulo X X V I.—Aclaraciones sobre la carta escrita por San
Agustín a Pelagio ................................................ 755
Capítulos X X V II y X X V III.—Carta de San Agustín a Pelagio. 737
Capítulo X X IX .—Pelagio debe condenar sus errores acerca de
la gracia ........................................................................................ 757
Capítulo X X X .—Jáctase Pelagio de haber sido aprobados sus
errores por el sínodo de Dióspolis .......................................... 759
Capítulo X X X I.—¿Fué sincera la profesión de fe de Pelagio? 763
Capítulo X X X II.—Mala fe de Pelagio en la relación de las
actas del sínodo diospolitano .................................................... 763
Capítulo X X X III.—Pelagio no es sincero en sn carta ............. 765
Capítulo X X X IV .—La absolución de Pelagio no equivale a una
aprobación de su herejía ........................................................... 769
CapItulo X X X V .—'Absolución de Pelagio y resumen de las
actas ................................................ 769
Los DOS LIBROS SOBRE DIVERSAS

CUESTIONES A SlMPLICIA.NO
I N T R O D U C C I O N

/. Una consulta a San Agustín

Cuando el drama de la conversión de San Agustín ca­


minaba a su feliz desenlace, intervino un venerable monje,
resplandeciente con la gracia de Dios: Simpliciano. Su retra­
to ha recibido una insigne aureola de nombradla en el libro
de las Confesiones: “ Y sugeristeis a mi espíritu, y a mí
mismo me pareció razonable, la idea de acudir a Simpliciano,
que se me demostraba buen siervo vuestro y en él resplan­
decía la gracia de Dios. Demás de esto, había oído de él que
desde su juventud vivía devotísimamente para vos. Ya en
aquella sazón era viejo y parecíame que por la larga edad,
consumida en afán tan bueno de seguir vuestros caminos,
había atesorado mucha experiencia y acarreado mucha doc­
trina, y así era en hecho de verdad. Por eso quería yo, en
conferencia con él sobre la amarga marea de mis perpleji­
dades, que, atendida la disposición actual de mi espíritu,
me declarase cuál era la manera mejor de caminar por vues­
tro camino” 1.
Lucebat in eo gratia divina: ser un lucero de las miseri­
cordias de Dios es el más insigne fulgor que puede ennoble­
cer y agraciar el semblante de una criatura humana. El
anciano monje se erguía como esos montes de Dios, rever­
berantes de claridad, que son los homines magni, homines
clan, de que habla el Santo en uno de sus sermones2*. Era
un hombre iluminado, que con el sosegado resplandor de sus
certezas y ejemplos podía guiar y confortar a los peregrinos
de la patria celestial.
No ha faltado quien quiso enlaciar esta figura armiñada
y luciente de santoral, regateándole la influencia en la de­
cisión religiosa de Agustín. En efecto, Próspero Alfaric acu­
sa al Santo de haber exagerado la parte que tuvo el monje
en su retomo a la fe, con fines panegíricos, pues había
ocupado entonces—fecha de la redacción de las Confesio­
nes— la sede de Milán como sucesor de San Am brosio8.
1 Conf., V in , i.
2 Enar. in ps. 120, 4 : PL 37, 1607.
8 Cf. P. Courcelle en su reciente libro Recherches sur les Confes-
sions de Saint Augustin, p. 170 (París 1950).
Dos grandes beneficios hizo a San Agustín el consejero
milanés: le iluminó la senda de la vida nueva y le arrimó al
corazón cobarde y alicaído el tizón ardiente de la historia
de un convertido contemporáneo, profesor de retórica como él.
Agustín tuvo muy buenos ratos y entrevistas con el mon­
je, que gozaba de estima y reputación en la Iglesia de Milán
como asceta e intelectual.
Había viajado mucho por el mundo para instruirse en
la fe y conocimiento de las verdades divinas, y día y noche
se consagraba a la lectura de los libros santos, mostrando
una singular penetración en. las cosas inteligibles y aptitud
para criticar y mostrar las falsedades de los filósofos y
filosofías de aquel tiempo 4. La frase de San Ambrosio—<xcri
praesertim ingenio etiam intelligibilia•complectens— da mo­
tivo para creer que Simpliciano profesaba la doctrina plató­
nica acerca del mundo inteligible, que es tal vez la más glo­
riosa conquista y revelación del genio helénico y punto de
conexión y armonía con el pensamiento dogmático del cris­
tianismo. Conocía el pensamiento de Platón por sus lecturas
y por el trato y amistad que tuvo con el traductor y divul­
gador de algunas obras neoplatónicas en Occidente, Mario
Victorino, el mejor retórico y orador latino de aquel tiempo,
galardonado con una estatua del Foro en Roma.
Precisamente Agustín había leído aquellos libros, y aun
ardía viva en su pecho la llama que levantaran. A diferencia
de otras sectas filosóficas, con la de Platón había probado
un rápido ascenso en las fuerzas vítales.
Fué aquel un brinco saludable de las sombras a la luz.
Después de tantos jadeos y vacilaciones, el platonismo surgió
a sus ojos como faro de luz en la noche tormentosa y prolija.
Pero todavía sentía la carga de las pasiones, el pondus con-
suetudinis car nolis, y titubeaba sobre el género de vida que
debía emprender. Y enhebrando la conversación con el tema
de sus recientes lecturas, conocidas de ambos, el joven le
descubrió al anciano de vida ejemplar el estado de su con­
ciencia, el mundo trémulo de sus anhelos, los forcejeos falli­

4 Así le dice, en efecto, San Ambrosio en una carta que le escri­


bió : Sed quid est quód ipse dubites et a nobis requiras; cum fid ei et
acquirendae cognitionis divinae gratiae totum orbern peragraveris, et
quotidianae lectioni nocturnis ac dlurnis vicibus omne vitae huius
tetnpus deputaveris, acri praesertim ingenio etiam intelligibilia com­
plectens, utpote qui etiam philosophiae libros, quam a vero sint devii
demonstrare, soleas et plerosque tam inanes esse, ut prius scribcntium
in suis scrip'tis sermo, quam vita corimi defecerit (Epístola ad Sim-
plicianum, LXV , i : £PL ió, 1222). Esta carta es una respuesta a la
consulta que le hizo sobre la significación del acto litúrgico de Moi­
sés cuando, después de inmolar a las víctimas, recogió parte de la
sangre en tazas y parte la derramó sobre el altar. San Ambrosio ve­
neraba a Simpliciano como padre, porque tuvo parte en su educa­
ción religiosa, cuando se hallaba en Roma.
dos por la conquista del nuevo ideal, los ambages y desca­
rríos de su peregrinación trabajosa— circuitus errorum— ,
las vacilaciones prácticas sobre el porvenir, el descubrimien­
to del mundo inteligible con el método del replegamiento
sobre sí mismo, y como consecuencia, el nuevo ensanche de
su pensamiento y vida.
¡Simpliciano ahondó en él la impresión favorable que le
habían causado los libros de los neoplatónicos, alegrándose
de que los hubiera leído, porque en ellos hay, insinuándose
de mil maneras, una cierta iniciación en Dios y en su Verbo:
in istis mitern ómnibus modis insinúan Deurn et Verbum
eius \
Era entonces tema de actualidad el de las relaciones en­
tre la filosofía platónica y el cristianismo. Ya un discípulo
de Plotino, Aimelio, había intentado probar que el misterio de
la Encamación, venerado por los cristianos, se derivaba de
la especulación de Platón sobre la caída de las almas en los
cuerpos.
No faltaban en Milán quienes, obtusos y soberbios, ne­
gasen la originalidad del cristianismo, propalando que Jesús
había tomado algunas doctrinas de los escritos de Platón.
San Ambrosio salió al paso de este error, refutándolo con
gran copia de razones*6.
Los diálogos entre Simpliciano y Agustín se alargaron
sobre estos temas sabrosos de cultura filosófica y de actua­
lidad, recayendo la conversación algunas veces sobre el mag­
nífico prólogo del Eyangelio de San Juan y la doctrina del
Verbo de Dios. Agustín recogió entonces de labios de su in­
terlocutor el dicho de un platónico, que nos ha conservado
en la Ciudad de Dios: “Este prólogo del Evangelio, que lleva
el nombre de San Juan, decía un filósofo platónico que debía
aparecer escrito con letras de oro en los lugares más visibles
de todas las iglesias, según solíamos oir al santo anciano
Simpliciano, que fué después obispo de Milán” 7.
Pero, sobre todo, de aquellas conversaciones edificantes
ha quedado una de las más bellas leyendas de oro que es­

s Conf., VID, 2.
GNo se han conservado tales escritos, que San Agustín pidió a
San Paulino de Ñola : Libros beatissimi papac Ambrosn credo habere
sanctitatem tuam; eos autem multum desidero quos adversas nonnul-
los imperitissimos et superbissímos, qui de Platonis libris Domdnum
profecisse contendunt, diligentissime et copiosissime scripsit (Episp.
.31, 8 : PL 33. «S i-
De civitate Dei, X , 29, 2 : PL41, 309 : Quod initium Sancti Evan-
gelii, cui nomen est secundutn Ioannem quidam platónicas, sicut a
sancto sene Simpliciano, qui postea Medtolanensi Ecclesiae praese-
dit episcopus, atireis Htterìs conscribendy,m et per omnes Ecclesias
in locis eminentissimis proponendum esse dicebat. La expresión
solebanms audire indica la variedad de entrevistas y conversacio­
nes que tuvieron ambos.
maltan el libro de las Confesiones: el relato de la conversión
de Victorino. Por la viveza y colorido de detalles con que
está escrita, se ve que todavía aquella inmarcesible historia
perdura a los ojos de San Agustín como una alborada fresca,
henchida del gozo y melodía del ruiseñor.
“Desde el momento en que vuestro siervo Simplieiano me
contó la conversión de Victorino, me enardecí en deseos de
imitarle: para este ñn me lo contó” 89 .
Aquella historia pasó por su alma de apasionado africano
como un ábrego amoroso o como un carbón abrasador.
Exempla sunt carbones vmtatoves, dirá después el Santo °,
recordando sin duda la quemadura antigua del ejemplo de la
conversión de un profesor de retórica, como él, que “ no
tuvo vergüenza de hacerse escolano de Cristo y dobló su
cuello al yugo de la humildad y abatió su frente al oprobio
de la cruz” 101.
Entonces también Simplieiano debió de medir la anchura
y profundidad del ingenio del joven profesor, que le descu­
bría sus ambages y perplejidades, porque más tarde fué ad­
mirador de sus libros. Y no era escaso alivio para el escritor
africano la aprobación del maestro, a quien contestaba hacia
el año 397: “ Cuando te agrada a ti lo que yo escribo, ya sé
a quién agrada, porque sé quién mora en ti. Pues el mismo
distribuidor y autor de todas las dádivas espirituales confir­
mará con tu parecer mi obediencia. Todo el deleite que aque­
llos escritos míos producen en ti, débese al Señor, que, sir­
viéndose de mí, ha dicho: Hágase la luz; y al aprobarlo tú,
vió Dios que todo era bueno” J1.
El juicio del anciano era un premio para los sudores del
polígrafo hiponense.
Durante la misma época le dirigió una consulta escritu­
raria, a la que respondió San Agustín con dos ü'bros célebres,
a los que va prendida la memoria del Obispo de Milán.
A Simplieiano, estudioso de las Sagradas Escrituras, le
atraía el conocimiento de San Pablo, quien gozó siempre de
alta estima en los círculos monásticos. Sabemos que había
rogado a San Ambrosio que hiciera ante el pueblo la exégesis
de algunos pasajes de sus cartas.
“Me has manifestado que sería de mucho agrado para
tí que declarara al pueblo algunos pasajes de los escritos de
San Pablo*, ipor la profundidad apenas comprensible de sus
consejos, la sublimidad de sus sentencias, que elevan el espí­
ritu, y por el ardor con que inflaman a los indagadores de su
pensamiento” 12.
8 Conf., v m , 5.
9 Enar. in ps. 119, 2 : PL 37, 1598.
10 Conf., VIII, 2.
11 Epístola ad Simplicianum, X X X V II, 2 : PL 33, 152.
la Delectari te insinuasti, cum aliquid de Pauli afrostollci scriptis
El mismo anhelo le movió a dirigir la consulta a San
Agustín sobre algunos pasajes difíciles de la Epístola a los
Romanos. Particularmente él hecho de la reprobación de una
gran masa del pueblo escogido ha sido siempre para la cu­
riosidad de los cristianos un secreto tentador y para muchos
una piedra de escándalo.
El Apóstol se enfrenta allí con el misterio y sale por los
fueros de la justicia y misericordia de Dios.
Aquellos pasajes tienen una relación próxima con la cues­
tión de la gracia y llevan a orillas del pavoroso problema
de la predestinación. Allí, en la figura de Jacob y Ksaú, el
uno predilecto y el otro repudiado, se evidencia la gratuidad
de los dones divinos, la libertad del Señor, a quien nadie
puede arrebatarle la palma de sus iniciativas generosas.
A propósito de esta doctrina concilla San Agustín algu­
nos pasajes de la Escritura y justifica la conducta divina
dentro de un plan general de la Providencia, que sabe asig­
nar su lugar propio a los que no admite para comensales de
su gloria eterna.
Así nos descubrió el Doctor de la Gracia nuevos matices
de su pensamiento, y mucho antes de entrar en liza con los
pelagianos, formuló los principios de la doctrina católica y
la refutación de su herejía.
“ Simpliciano, sucesor de San Ambrosio en la sede de
Milán, entre otras cuestiones que propuso a su antiguo dis­
cípulo, Agustín, le interrogó sobre el capítulo 10 de la Epístola
a los Romanos. La respuesta dada en De diversis quaestioni-
bus ad SimpMcianum constituye por su precisión, su plenitud
y claridad, y sobre todo por la explicación racional que aña­
de al dogma, la verdadera clave del sistema agustiniano” 13.
'“A partir del año 397— añade J. Martin— es el período
del conocimiento exacto, y se puede decir definitivo” 14.
Un comentarista moderno de este libro, Mons. Salgueiro,
actualmente obispo en Portugal, escribe también:
“ La importancia del Tratado a Simpliciano ha sido jus­
tamente puesta en relieve por muchos críticos. En efecto,
este tratado tiene dos títulos que lo recomiendan particular­
mente a la atención de los historiadores del dogma. Desde
luego, él señala una etapa muy importante en la historia del
desarrollo del pensamiento agustiniano. Esta etapa es tanto
más importante cuanto su redacción señala una fecha ante­
rior al nacimiento del pelagianismo y tiene por consecuencia

coram populo ad disputandum assumèrent, quod eius profundum in


consiliis vix comprehendatur, sublime in sententiis audientem eri-
gat, disputantem accendat (Epist. ad Simplicianum, X X X V H , i :
PL X VI, 1084).
13 P. E. P ortalé, DTC : S. Augustin, 2379.
11 5 . Augustin, p. 193.
la ventaja de manifestamos el pensamiento personal de San
Agustín independientemente de toda controversia.
Es aquí donde por vez primera, según confiesa el santo
Obispo, reconoció que el comienzo de la fe es también un don
celestial. En segundo lugar, el Tratado a Son Simpliciano
puede considerarse como la expresión, si no definitiva, a lo
menos muy aproximada del pensamiento del santo Doctor
sobre la gracia” 1!i.
El santo Doctor en la polémica con los adversarios de la
gracia los remitía a este libro. Y en las Retractaciones, lejos
de modificar nada, afirma que sus trabajos fueron coronados
por el triunfo de la gracia: In cuius quaestionis Solutions
laboratum est quidem pro libero arbitrio voluntatis huma-
nae sed vicit gratia Dei. Antes de aparecer la herejía, había
triunfado la gracia de Dios I(!. La doctrina de la sobrenatu­
ralidad del initium fidei estaba allí claramente formulada y
la solución atribuyela el Santo a una iluminación e inspi­
ración: Quam mihi Deus in hac quaestione solvpnda, cum ad
episcapum Simiplicianum, sicut dixi, scriberemi revelm ñt1,r.
La expresión me rendó puede explicarse por el influjo
misterioso que Dios como verdad absoluta tiene sobre el cur­
so de las ideas, según el Santo: Ubique vertías praesides
consulentibus te. Sois la verdad y en todo lugar estáis pre­
sente para responder a los que os consultan1S*1.
8
7
Puede tener también un sentido más estricto de revela­
ción particular, como cuando hablamos de las hechas a los
santos, v. gr., las Revelaciones de Santa Brígida, por haber
sido él, asegura San Posidio, “ principal miembro del cuerpo
del Señor, siempre solícito y avizor para velar por las nece­
sidades de la Iglesia católica” 10.
Interprétese como se quiera la palabra discutible, cierto
que San Agustín, al redactar las respuestas a Simpliciano,
ofreció ya una concepción completa y magistral sobre la
gracia de Dios. Con ella fueron batidos en su último reducto
los “ ingratos” , los negadores del máximo beneficio de Dios
al hombre.
Como veremos, este libro ha tenido en los dominios de
la más alta especulación teológica sobre, la concordia de la
gracia y el libre albedrío una resonancia universal, que hace
verdaderas las palabras de un moderno historiador de los

11 La doctrine du Saint Augustin sur la grâce d'après le traité à


Simplicien, p. 14-15 (Porto 1935).
’ * Retract., II, 1 : PL 32, 62g.
17 De praedestinatione sanctorum, X X I, 55 : PL 45, 1027.
18 Conf., X , 26. Tal parece ser la opinion de P. Batiffol, a quien
sigue el Revmo. Salgueiro : Il semble bien que cette révélation doit
être prise comme «cune démarche de l'intelligence aidée par Dieu
(Le catholicisme de S. Augustin, p. 355, note 2). O. c., p. 125.
19 Vita, XHI. Obras de San Agustín (BAC), vol. I (2.a ed.), p. 3S8.
dogmas: "San Agustín divulgó tantas verdades de orden na­
tural y sobrenatural, que todas las escuelas de Occidente
nacieron de su copiosa abundancia, y de ella se alimentaron
también los maestros de la mística y teología escolástica;
de ella brotó la vida teológica y filosófica de la Edad Media” 20.
También aquí el apóstol San Pablo le guió a las profun­
didades del misterio de Cristo, y Simpliciano le dió el impulso
para ello, pidiéndole la paráfrasis del capítulo 9 de la Epís­
tola a los Romanos.
Ya antes había intentado dos veces comentar la men­
cionada carta. Eh el año 394 escribió la Exposición de algu­
nas proposiciones contenidas en la Epístola a los Romanos 21.
Siendo simple sacerdote, en viaje a Cartago, leyó junta­
mente con otros colegas dicha carta, y como abundaban
los pasajes de difícil inteligencia, se le propusieron muchas
cuestiones, a las que respondió como pudo. L 03 amigos le
rogaron que les diera por escrito la explicación, y así lo hizo,
publicando el opúsculo a que se alude aquí22.
Mas, como reconoce el mismo Santo en sus Retractacio­
nes, no había ahondado aún en el misterio de la predestina­
ción y la gracia, y se le escaparon afirmaciones que fueron
corregidas más tarde. Creía en la necesidad de la gracia para
las obras, no para la fe. Puede el hombre por sí mismo tener
el deseo de creer y adherirse a la verdad que se le muestra,
como el enfermo puede desear la curación y la salud. El
velle credere, baptizan, curari, sanari no pertenecía a la ca­
tegoría de las obras bajo cuyo nombre se encierran particu­
larmente las de misericordia.
El principal error de este comentario primerizo se contie­
ne en las siguientes palabras: Non ergo elegit Dzus bene
operantes, sed credentes potius ut Ipse ülos faciat bene ope­
ran. Nostrum est enim credere et vélle:. Ulitis autem daré
credentibus et vólentibus facultatem bene operandi per Spiri-
tum Sanctum, per quem caritas Dei diffusa est in cordibus
nostris, ut nos misericordes efficiat. Ño eligió Dios a los
que obraban bien, sino más bien a los que creían ya para
otorgarles la facultad de hacer las buenas obras. A nosotros
nos toca el creer y el querer; a El, dar a los que creen y
quieren la facultad de obrar bien por virtud del Espíritu
Santo, por quien ha sido derramada en nuestros corazones
la caridad divina para movernos a las obras de miseri­
cordia 23.
20 E. K lee, Storia dei dogmi, prol., voi. I, p. 21 (vers. italia­
na, 1854).
21 Expositio quarumdam propositionum ex Epistula ad Rotnanos:
PL ¿5, 2063-2088.
-- Retract., I, 23, 1 : PL 32, 620.
23 Expositio quanmidam propos. ex Epistul-a ad Rotnanos, LX I :
PL 35, 2079.
A nosotros nos pertenece el creer, dice en otro lugar;
pero el obrar bien, a los creyentes en El, a quienes da el Es­
píritu Santo: Quod ergo credimus nostrum est: quod autem
bonum operamwr, illius qui credíntibm in se dat Spiritum
Sanctum24.
La gracia de la vocación externa, o el praeconium verita-
tis, era suficiente para desear y pedir el Eispíritu de Dios, o
sea el amor, que es el artífice de las buenas obras.
San Agustín profesaba entonces la doctrina que esgrimi­
rían más tarde los semipelagianos contra él: el principio del
creer o la iniciativa de la salvación es obra del libre al­
bedrío.
Le censuraban por su falta de lógica con la doctrina de
los primeros libros. Más que una falta de lógica era un pro­
greso en el conocimiento de la verdad y de corrección de
un antiguo error: “Es verdad que yo me he corregido; ¿por
qué no me leéis, pues, y progresáis también vosotros con­
migo ?” 25*
En el mismo año de 394 comenzó el Santo un comentario
general a la Epístola “ que casi únicamente trata de la cuestión
de la gracia tan belicosa y multiformemente, que llega hasta
fatigar el ánimo del lector, si bien es una fatiga provechosa
y saludable, que, lejos de relajar, vigoriza los miembros
del hombre interior” 2C. El trabajo debía comprender varios
libros; pero pronto, aperis magnitudine et labore territus, lo
suspendió 272 . Sólo con la explicación del saludo de la carta
8
llenó un volumen 2S. A propósito de estos comentarios escri­
be el P. Lagrange: “ Juzgando por estas dos obras, es una
gran lástima que San Agustín no dejara un comentario
completo a la Epístola a los Romanos, pues hubiéramos te­
nido la obra maestra de los comentarios antiguos: Nous
aurions eu le chef-oeuvre des comentaires anciens. Tal vez
también en iun estudio donde ¡hubiera seguido de ceroa la
trabazón del pensamiento del Apóstol, hubiera suavizado
ciertas interpretaciones que aíslan las palabras y las frases,
separándolas de su contexto. Con todo, no es menos verdad
que San Agustín ha penetrado más a fondo que ningún an­
tiguo en el pensamiento de San Pablo con la asimilación de
su doctrina” 29.
24 lb. ib.
** Be praedestinatione sanctorum, TV; 8 : PL 44, 966.
f8 De spiritu et littera, VII, 12 : PL 44, 207.
27 Retract., I, 25 : PL 32, 623.
2* Epistolae ad Romanos inchoata expositio: PL 35, 2087-2106.
28 Saint Paul. Epttre aux Romains, IX.
//. Variaciones exegéticas

La consulta de San Simpliciano obligó a San Agustín a


volver al argumento difícil, y en dos libros le envió la solu­
ción a las cuestiones propuestas.
En el primero se interpretan los fragmentos de la Carta
a los Romanos (7, 7-27) que versan sobre el hombre caído
bajo la ley, la gracia y el problema de la predestinación.
“Es una de las páginas más dramáticas de la Epístola a los
Romanos”, dice un comentarista contemporáneo1.
El Doctor de la Gracia nos previene de la caída en dos
abismes: de un lado se abre el de la concepción fatalista y
maniquea del hombre lapso, que es campo de choque de dos •
fuerzas antagónicas y desconfía de salvarse, porque le do­
mina la potencia obscura y tiránica del principio malo; al
otro está el abismo de la presunción farisaica y pelagiana,
que confía en el equipo moral de las energías naturales que
da la ley para practicar toda justicia.
Contra los maniqueos y su pesimismo de la ley era nece­
sario probar la armonía de los dos Testamentos, la legitimi­
dad y conveniencia de la economía antigua; y contra los se­
gundos, la insuficiencia de la ley y del libre albedrío para el
cumplimiento de la justicia.
En la exégesis de este capítulo, San Agustín modificó
más tarde su opinión sobre el sujeto del hombre que gime
tan dolorosamente bajo el peso de la ley.
En los primeros comentarios creyó que en el capítulo 7 se
describe el hombre abrumado por los mandamientos divinos
antes de recibir la gracia: Homo d'Scribitwr sub legre positus
ante gratiam2*. No le faltan deseos o más bien veleidades de
hacer bien; pero la voluntad se rinde a la fuerza del mal.
En el año 395 escribía aún: Sunt verba hominis sub lege
constituti, nondum, sub gratia, quia etiam si nolit peccare,
vincitur a peccato.3 Son palabras del hombre que jadea bajo
la ley y no está en gracia, pues le tiraniza el pecado, aun te­
niendo deseos de no pecar.
La misma exégesis sigue en este libro que traducimos
aquí. El Apóstol personifica o configura en sí al hombre
bajo la ley y habla por su boca. Más tarde, en la polémica
contra los pelagianos, hacia el 412, admitió la posibilidad de
extender los gemidos y lamentos del hombre irredento al
que vive en estado de gracia, pero a hombros y cuestas con
la pesadumbre de la carne y sus deseos.
1 J. H uby, La mística di S. Paolo e S. Giovanni (Firenze 1950).
2 Exposit. quarum. propositíonum ex Epístula ad Romanos,
X X IV : PL 35, 2071.
a De diversis quaestíonibus octoginta tribus, q, 66, 5 : PL 40, 4.
Este cambio de opinión se refleja en un escrito de este
mismo volumen publicado el año 420: His atque huiusmodi
in ista Scripturae apostólicas circumstantiu diligenter con-
sideratis, recte intslligitur Apostolus, non quidem se solum
in sua persona, verurn etiam alias etiam sub gratia consti­
tuios mgnificasse, sed secmn nondum in illa constituios paos
perfecta, in qua ábsorbebitur mors in victoriam*.
También los hijos del Nuevo Testamento, viviendo en
estado de gracia, pueden gemir y desear la liberación defini­
tiva de este cuerpo mortal, sujeto a tantas miserias. Aunque
en el hombre ya santificado nada hay condenable a los ojos
de Dios, con todo siente las dos leyes contrarias que rivalizan
entre sí, la una que se complace en las cosas de arriba y la
otra que se inclina a las terrenas y deleznables.
En el aspecto dogmático se registra aquí una variación
muy accidental, que no repugna a la antropología religiosa
y experiencia del cristianismo. La. observación personal y
ajena, aun después de alcanzar la santidad, descubrió a San
Agustín la íntima desgarradura del ser humano, que cono­
cen bien todos los atletas espirituales: Hanc pugnara non
experiuntur in semetipsis nisi bellatores virtuium et de-
bcllatores vitiorum L Los verdaderos cristianos también per­
tenecen a los luchadores por la conquista difícil de la virtud
y debeladores de los vicios.
“La teología de San Agustín es indiscutible— dice el ci­
tado P. Lagrange— y se halla confirmada además por una
triste experiencia aun en los santos. Mías, si ella conserva su
valor propio, no da toda la explicación del panorama histó­
rico que tiene ante los ojos San Pablo. Nótese, además, que
este cambio no fué el de un oportunista, para blandir armas
contra Pelagio, porque San Agustín se cuidó de advertir
que el texto de San Pablo basta a los ojos de todos para
acabar con aquella herejía” G.
Influyeron en este cambio de opinión algunos autores y
comentaristas: Lectis quibusdam divinorum tractatoribus
eloquiorum, quorum me movsret auctoritas b
Según toda probabilidad, estos autores fueron San Ci­
priano, San Hilario, San Gregorio Naeianceno y San Je­
rónimo *58
7
Mas adviértase con el P. Cornely que “ la segunda opi­
nión, defendida por San Agustín, puede concordarse con las
1 Contra duas epistulas pclagìanonim, I, n , 24 : PL 44, 562.
5 Dc continentia, III, 7 : PL 40, 353.
a Les rétractations cxégétiques de Saint Augustin, «Miscel. Agos­
tiniana», 2, p. 393.
7 Retract., I, 23, 1 : PL 32, 620.
* Gf. Casamassa, O. S. A. : Il pensiero di S. Agostino nel 396-397
(Roma 1919). O. Bardenhewer, Augustinus über Rom. VII, 14. ft.
«Miscellanea Agostiniana», 2, 879-883.
, palabras de San Pablo tomándolas fuera de contexto y con­
tiene verdadera doctrina. Pues también en los renacidos por
el bautismo y en los justos, según enseña el Apóstol en otra
parte, la carne lidia contra el espíritu y el espíritu contra
la carne con una rivalidad que subsiste en ellos todavía” 9.

III. El comienzo de la fe

Mucho más importante y célebre es el comentario al ca­


pítulo 9, 10-23, donde toca las cuestiones gravísimas relati­
vas a la predestinación y vocación cristiana.
El Alpóstol, después de haber celebrado los triunfos de
la gracia y los frutos de la fe en Cristo, se ve asaltado por
la visión del pueblo escogido, que, habiendo sido favorecido
con los más insignes privilegios, quedó en su mayor parte
excluido de la herencia del Mesías.
Los que primero recibieron el llamamiento divino para
el reino de la gracia, repudiaron el mensaje celestial. ¿ Cómo
se explica, o mejor dicho, cómo se justifica este hecho? El
Apóstol defiende la conducta de Dios, apelando a la libertad
omnímoda del bienhechor divino .para hacer sus dones, y
alega en prueba de su doctrina algunos ejemplos del A nti­
guo Testamento. Tanto la misericordia com o la justicia se
hurtan a los ojos humanos en la profundidad de los consejos
insondables del Creador.
Toda la Epístola es un alegato contra los pelagianos,
pues su argumento versa sobre la justificación por la fe y la
insuficiencia de la ley o de la economía mosa oa para santi­
ficar a los hombres, para que nadie se envanezca ni pavonee
con sus méritos. En el fragmento analizado por San Agus­
tín, San Pablo intenta probar la gratuidad de los privilegios
de Israel con el ejemplo de la elección de Isaac y de Jacob.
La mente del Apóstol no va tan lejos como la de su
comentarista, es decir, hasta las honduras dé la predesti­
nación, porque la elección divina, según el primero, recae
sobre Jacob como progenitor del pueblo escogido, privilegio
que no estaba Dios obligado a otorgarle. Ni siquiera se trata
en estos pasajes de la concesión de la gracia, sino del tras­
paso del mayorazgo, hecho a favor de Jacob con exclusión
de Esaú, sin méritos ni deméritos anteriores por ambas
partes.
Para eliminar todo merecimiento anterior, aduce el Após­
tol el pasaje que tanto atormentó al D octor de la Gracia:

’ Commentarius in S. Pauli Apostoli Epístolas-, I. Epístola ad Ro­


manos, p. ¡ 57 (Parisiis 1896).
I
I

De quien quiere Dios se compadece y a quien quiere en- j


d u rece1. j
El acto de misericordia o compasión se refiere en el pa-/
saje citado al perdón que otorgó Dios al pueblo_hebreo des-/1
pues de la apostasía con el becerro de oro. Moisés intercedió
por el pueblo y obtuvo la indulgencia, sin ningún mereci­
miento previo de parte de Israel2.
El hecho del endurecimiento— quem vulf óbdurat— alu­
de a la historia de Faraón, que impedía el éxodo de los is­
raelitas, y aunque la fórmula de la Sagrada Escritura parece
atribuir positivamente a Dios la dureza del corazón del rey,
trátase de un modismo de los Libros Santos, que se debe
interpretar en un sentido negativo o permisivo, según los
signos diversos de la voluntad divina que admite la teología
católica: Praecipit ac prohibet, permittit, con&ulit, implet.
Dios manda, prohibe, permite, aconseja, cumple. Tanto el
perdón del pecado idolátrico de Israel, cuanto el castigo de
Faraón y la permisión de su endurecimiento, se ordenan
a las manifestaciones de las riquezas del poder, gloria y mi­
sericordia del Altísimo, que resplandecen en la salida de los
hebreos de Egipto y la entrada en la tierra de promisión.
Pero esta doctrina planteaba una dificultad que ha hecho
pensar mucho en el cristianismo sobre la predilección de
unos y el repudio de otros.
Y San Pablo, para cerrar la boca a los irreverentes que
osan pedir cuentas a Dios, aduce la fam osa comparación del
alfarero, empleada ya en el libro de la Sabiduría3. La pobre
arcilla humana no tiene ninguna razón ni derecho para
poner objeciones y reparos a su artífice soberano, ora la
escoja para hacer un vaso de lujo o un vaso de noche. Aun
cuando sea extraña y desconcertante la conducta del Crea­
dor, la criatura debe enmudecer ante El, árbitro soberano
para colocar en sus lugares todas las cosas del universo.
Con todo, no se olvide que la acción divina es distinga en
cada caso, pues con respecto a los vasos de ignominia, ellos
nr'smos se disponen y preparan para la perdición y condena,
después aue la divina paciencia los ha soportado por mucho
tiempo. Mas, con respecto a los vasos de misericordia, co­
rresponde a D;os la in-'ciativa y la fabricación de los mismos
para mostrar las riquezas de su bondad.
Así explica San Pablo el escándalo de la incredulidad
del pueblo de Israel. V o’un* ariamente cerró sus ojos a la
epifanía del Señor, permitiéndolo El para manifestación de
su justicia, a fin de que nadie se ufane en su presencia. Sin
duda, Israel, con sus ínfulas y humos de raza privilegiada,
1 Rom. 9, 15-
2 Cf. Ex. 13-
* Sap. 15, 7-
hubiera llevado un fermento de vanagloria al nuevo pueblo
que nació de la gracia, es decir, de la adopción gratuita
\ del Señor,
\ Tal es la substancia del pensamiento de San Pablo en los
^pasajes aducidos por el Doctor de Hipona, el cual introdujo
fen su exégesls elementos nuevos y decisivos para su sistema
<ie la gracia.
\ Anter.ormente había en su pensamiento como una con­
tinuidad entre la gracia y la naturaleza, por ser aquélla una
recompensa o exigencia de los méritos humanos. Se mermaba
la soberanía divina en la fábrica de la Ciudad de Dios, por­
qué lo principal, que son los cimientos, los comienzos de la
abra, el initmm. fidei, la cupiditas boni, se debía a meros
esfuerzos humanos. Sobre ellos venía el resto del edificio
sobrenatural. Mas la primera piedra fundamental poníanla
manos de hombre.
Era el mismo sistema de los semipelagianos, que com ­
prometía igualmente la obra divina de la salvación, cuyo
principio está en el que se salva, no en el Salvador.
Se plantea aquí una difícil cuestión de relaciones entre
el orden sobrenatural y natural. Y en este libro de las res­
puestas a San Simpliciano se formulan dos principios bási­
cos sobre que deben apoyarse ambos órdenes.
En primer lugar se pone un cimiento divino para una
fábrica de D ios; es decir, se realzan para siempre la tras­
cendencia, la gratuidad, sobrenaturalidad y libertad de los
dones del cielo.
A la par se señala cierta conexión vital entre lo divino
y lo humano. Debe salvarse, por una parte, la soberanía y
libertad suma de Dios en la concesión de los dones más glo­
riosos contra los “ ingratos” , tanto pelagianos como semi-
pelagianos; por otra, contra los protestantes, debe admitirse
la posibilidad y el hecho de una colaboración entre Dios
y el hombre, es decir, una bondad radical de la naturaleza
humana y la permanencia de la imagen de Dios en ella.
Sobre este último punto, que requiere particular aten­
ción, por hallarse menos desarrollado en nuestro Santo, en
este libro- se le cayó de las manos una analogía que ha su­
gerido una profunda página a uno de sus más fervientes
discípulos.
Me refiero a la carta 6 de Fenelón: Sur les moyens donnés
auos homm.es pour arriver a la vraie religión. He aquí su
comentario: !
“ Yo tengo para mí que la gracia dirige la mente humana
en los límites estrechos de la razón para que ella descubra
la religión; mas creo también, con San Agustín, que Dios
da a cada uno un primer germen de gracia íntima y secreta,
que se mezcla con la razón y prepara al hombre para pasar
poco a poco de la razón a la fe. Es lo que llama San Agustín
inchoationes quaedam fidei, concpptionibus símiles *. ES un
comienzo muy lejano para llegar paulatinamente a la fe,/
como un germen muy informe es el principio del niño que'
debe nacer mucho tiempo después. Dios combina el princi/
pió del orden sobrenatural con los restos de la naturaleza
■buena, de suerte que el hombre los tiene juntos en el fondo
de sí mismo; no los discierne y lleva dentro de sí un misterio
de gracia que él mismo ignora profundamente. Es lo que el
mismo San Agustín sugiere con estas bellas palabras: Pau-
latim tu, Domine, manu mitissima et wisericordiosissima
'pertraetans et componens cor meum” 5.
La más sublime doctrina del Verbo está ya en el hombre,
pero está como leche para alimentar a los pequeñuelos: ut
infantiae nostrae lactesceret sapientia t u a e. Es necesario
que el germen de la gracia comience a desarrollarse para set
discernido por la razón. Esta predisposición del corazón es
tanto más confusa cuanto es general; es un sentimiento
obscuro de nuestra impotencia, un deseo de algo que nos
falta, una inclinación a buscar fuera de nosotros lo que en
vano buscamos dentro de nuestro vacío, un hambre y sed de
verdad, una disposición sincera para suponer que fácilmente
se engaña uno y para creer que necesitamos un socorro con
que evitemos el error.
Se puede advertir esto observando de cerca a algunos
hombres. Por ejemplo, fácil es topar con quienes manifiestan
lo que decimos. Uno desplegará m ayor actividad que o tro :
parecerá un filósofo por condición nativa, amante apasio­
nado de la verdad, desinteresado, generoso y únicamente
encaramado en las altas especulaciones. Pero observadlo de
cerca y veréis que es un hombre muy apegado a sí mismo
y a su ciencia, que busca la sabiduría y la virtud para enri­
quecer su espíritu y para adorno y lucimiento sobre los
demás.
Pues bien, este amor propio lo indispone para el descu­
brimiento de la verdad: quiere sobresalir y teme confesar
su yerro, y tanto más expuesto se halla para equivocarse
cuanto más celo muestra en aparecer que no yerra.
E!n cambio, imaginad a otro que con mucho menor enten­
dimiento indaga la verdad y no se busca a sí m ism o: por
un camino recto y sencillo se encamina a la verdad, sin rego­
dearse en sí; tiene una secreta disposición para desconfiar
de sí, para sentir su debilidad, para desear ser rectificado.
Este está mucho más adelantado que el otro, y Dios halla
en el primero un fondo que rechaza el socorro y es indigno
De div. quaest. ad Simplicianum, I, 2, PL 40, 112.
Conf., VI, s, 7.
Ib., VII, 18, 2.
de la verdad, mientras infunde en el segundo una piadosa
\curiosidad, esta convicción de su impotencia, esta docilidad
Saludable que prepara a la fe. Este germen secreto e informe
és el comienzo del hombre nuevo: conceptionibus símiles.
\ No es, pues, la razón sola ni la naturaleza abandonada
á\ sí m ism a; es la gracia incipiente que se oculta bajo la
naturaleza para corregirla paulatinamente.
1 Efete primer don de la gracia que se ha desarrollado lo
declara San Agustín a sí: Q^od ergo ignorad quid sibi agen-
dum sitj ex eo quod nondum accepit, sed, hoc quoque acci-
piet, si hoc quod accepit bene usa fuerit. Accepit autem ut
pie |3t diligenter quaerat, si v ó le t7.
Es una disposición general y confusa para indagar con
amor la verdad, con desconfianza en sí mismo; un verda­
dero deseo de hallar la luz superior: pie et diligenter.
Buscar con presunción de sí mismo y sin el deseo de un
auxilio superior para someterse con humilde docilidad, no
es buscar piadosamente; al contrario, es buscar con impía
e irreligiosa presunción.
Siguiendo estos principios, San Agustín dice: Hoc enim
rpstat in ista mortali vita libero arbitrio, non ut impleat
homo iustitiam cum voluerit, sed ut se supplici pietate con-
vertat ad Deum, cuius dono possit eam implere.
Las palabras supplici pietate dan a entender que el hom­
bre no llega a la verdad y a la virtud si la gracia no le pre­
viene para hacerle humilde e inspirarle esta súplica piadosa,
que solamente merece ser escuchada” 8.
Aunque un poco larga la cita, la reproduzco por el espí­
ritu agustiniano que respira y porque declara los primeros
pasos de la conversión del alma a Dios, el initium fidei, tema
fundamental de las cuestiones ventiladas en el libro dirigido
a Simpliciano.
Aunque la gracia conserva todo su valor trascendente,
o digamos su sobrenaturalidad, se introduce suavemente
en la naturaleza. No es un contacto de sobreposición o yux­
taposición, sino de impregnamiento vital, de presencia y
actuación en la trama de los movimientos naturales del
espíritu.
Al mismo blanco apuntan las fórmulas relativas a la
vocación congrua, que analizamos a continuación.

7 De lib. arbitrio, III, 32, 65. Si el alma ignora lo que debe hacer,
es porque no ha recibido aún este conocimiento : pero lo recibirá, si
usa bien de lo que se le dió. Pues se le ha dado la facultad de inqui­
rir piadosa y diligentemente, si quisiere (Obras de San Agustín
pBAC], III, pp. 53-55)-
8 Oeuvres de Fénélon, I, pp. 240-243 (París 1853).
IV. La vocación congrua

Siguiendo el argumento de la Epístola a los Romanos,


en que San Pablo miraba a sofocar toda farisaica vanagloria
de los méritos propios, debidos al cumplimiento de la ley, al
esfuerzo del libre albedrío, San Agustín presenta en esté li­
bro con nueva luz el plan divino de la salvación.
En el año 394 hacía depender de la previsión de los mé­
ritos personales el decreto de la salvación. La presciencia
era el primer acto divino, que regulaba los demás, siendo
él también regulado por los méritos de la iniciativa de los
hombres.
En el año 397, ahondando en los pasajes del Apóstol,
donde tanto se realza la soberanía de la gracia, comprendió
que la predestinación es el principio y el primer anillo de los
beneficios divinos y un decreto absoluto, independiente de
todo mérito anterior. La misericordia va delante en todas
las obras divinas y llama e inspira la voluntad de creer y
acude con larga mano al socorro del hombre: ella ayuda a
obrar bien y da la fuerza de perseverar hasta el fin, para
coronar después a los que han luchado legítimamente. La
gracia, pues, lleva la delantera a todo merecimiento: Ante
omne meritum. est gratia; tal el axioma de este libro, que
iluminará el proceso de la redención humana y dominará
en la soteriología católica.
i ¿Dónde han de buscarse, pues, los orígenes remotos o
primera iniciativa de la salvación, ora se trate de los indi­
viduos, ora de la comunidad humana?
EB preciso subir a la profundidad de los pensamientos
y consejo eterno de Dios. Contra los pelagianos y semipela-
gianos, el factor divino de la salvación es más decisivo que
el humano, para que nadie se regodee en sus propios servi­
cios y merecimientos y sea glorificado siempre el Señor, a
quien le corresponde por derecho el initium existendi, ratio
cognoscendi, lex amandi b Nadie le puede discutir el primado
en el orden del ser, del conocer y del amar.
La salvación humana se debe a una iniciativa de mise­
ricordia, que se engolfa en las profundidades de la predes­
tinación divina, al Devs prior dilexit, al amor de Dios como
principio de toda elección: “Por eso amibas cosas son ver­
daderas: que Dios prepara los vasos para la gloria y que
ellos se preparan, pues Dios hace que haga el hombre, por­
que también para que el hombre ame amó Dios de antem ano:1

1 Contra Faustum, XXII, 7.


\Ut enim. faciat homo Deus fa cit: quid u t dñigat homo, Deus
prior d ilexit3
4.
\ Si el amor de Dios no proviene de Dios, sino de los hom­
bres, triunfaron los pelagianos; si proviene de Dios, hemos
vencido a los pelagianos 3.
La victoria sobre los pelagianos y semipelagianos sig­
nifica el triunfo del amor de Dios, que se anticipa a todo
amor humano: Ut videremus visi sumus, ut düigeremus,
dilecti sumus*. Ineffable principe sur leauel Saint Thomas
établiera son profond traite de la c h a n té5. San Agustín re­
pite frecuentemente este pensamiento del primado del amor
divino, enunciado por San Juan. Todo el mundo era una
masa de perdición, por haber renunciado los hombres a la
amista d divina.
Omnes peccatores invrnit: solus sine peccato cénit qui
omnes peccatores in ven it6. Todos eran aborrecibles, como
pecadores, y, con todo, los amó, por pura gracia, haciéndolos
amables: Ideo venit quia, nos amavit, et non erat quod ama-
ret, sed amando amabiles f e c i t 7. No hay que buscar, pues,
en la criatura humana la causa del amor del Creador, sino
en la nrsma bondad benéfica y difusiva de éste, pues le
pertenecen una suma benignidad, santa y justa, y un amor
a sus obras, que le nace, no de la necesidad, sino de la be­
neficencia s.
Es+a predilección de par+e de Dios la declara el Santo
con fórmulas pintorescas: Primo nigra fuisti, sed facta es
alba ex gmtia ipsius: “Antes fuiste negra, pero te ha vestido
de candor la gracia de Dios” n.
No es la hermosura humana la oue atrae a sí el amor de
Dios, sino el amor de Dios y su bondad el que crea toda her­
mosura. Con la masa condenada de la humanidad ha hecho
santas imágenes donde brilla su belleza: Amavit nos prior
qui semper est rulcher: et quales amavit nisi faedos et de­
formes f Non ideo tamen ut faedos dim itteret, sed ut mu-
taret, et ex deformrbus putchros faceret: “ Nos amó primero
el que es siemipre hermoso; ¿ y a quiénes amó sino, a los feos

3 Contra lulianum opus imperfectum, I, 134 : PL 45, 1135.


3 Nam si non ex Deo (dilectio Dei), sed ex hominibus, vicerunt
pelagiani: si autem ex Deo, vicimus pelagianos (De gratia et líb. ar­
bitrio, x v ir r , 37 : p l 44, 903).
4 Serm. 174, 4 : PL 38, 492.
* J. S. Martin, DTC : Prédéstination, X H , 2846.
“ In Psal. 30, 6 : PL 36, 233.
7 Sermones S. Aueustini, Franja. 5, p. 214 («Mis. Agost.»).
3 Inest enim Deo benignitas summa, et sancta et iusta, et quidetu
non ex indigentia, sed ex beneficentia veniens amor in opera sua
(D e Gen. ad litleram, I, 5, 11 : PL 34, 250).
* En. in ps. 103, 6 : PL 37, 1340.
y deformes? Mas no los amó para dejarlos en siu¡ fealdad, sino
para transformarlos, haciéndolos hermosos” 10.
La fealdiad. es la injusticia; la impiedad, la enfermedad:
Dilexit impíos u t faceret pios; dilexit iniustos ut faceret
iustos; dilexit aegrotos ut facerpt sa n os11.
A este manantial purísimo de la bondad de Dios sube
San Agustín para buscar el principio de la salvación del
hombre, la iniciativa de los beneficios de su gracia. Con estas
premisas es inconciliable todo merecimiento anterior, todo
alarde y vanagloria de obras propias, acreedoras a la gracia.
Así ha salvado el D octor hiponense la pureza y soberanía
del ser divino, su libertad esencial, que por sí misma se
determina a obrar el bien a sus criaturas, distinguiendo par­
ticularmente a las que pertenecen al número de sus elegidos,
predilectos, a quienes predestina y llama, justifica y glori­
fica: Eiecti, dilecti, praesciti, vocati, iustificandi, glorifi-
candi12.
La raíz de la salvación está en la electio secundum pro-
positum, que también negaban los semipelagianos, cuyo
misterio se remonta a grande altura de los consejos y pre­
visiones humanas.
Eíl proceso completo de la salvación comprende un prin­
cipio, un medio y un fin; en términos concretos, una voca­
ción, una justificación y una perseverancia final, seguida de
la corona. La gracia de Dios recorre toda esta línea de ope­
raciones. En el libro que traducimos aqui, San Agustín
ha hecho resaltar la sobrenaturalidad de la vocatio, la cual
comprende todo el conjunto de atracciones divinas con que
el Creador se introduce y adueña del corazón de una cria­
tura para santificarla y glorificarla eternamente.
Dios comienza su obra llamando e invitando a los hom­
bres a la gracia del Evangelio. El concepto mismo de Ec-
clesia, Iglesia, como convocatio rationalium, opuesta a la
sinagoga o reunión gregaria de hombres que viven irracio­
nalmente, congregatio gregum et hominum, brutaliter vi-
ventAum13, entraña la vocación. Convocari enim magis ho-

10 In Epist. loan., tr. io, g : PL 35, 2051. San Agustín ha estre­


chado fuertemente los vínculos entre la santidad y la hermosura
en su aspecto ontològico y moral. Cf. J. Staudinger, Das Schone ais
Weltanschauung. In Lichte dcr platonisch-augustiníschen Geistes-
haUung (Wien 1948), p. 133 ss.
11 Ib., n. 10 : EL 35, 2052. Santo Tomás dice también : Amor Dei
est infundens et creans bonitatem in rebus.
12 Serm. 216, 9, 9 : PL 38, 1081.
13 S an Buenaventura, Collationes in Hexaemerum, coll. 1, n. 2 :
Obras de San Buenaventura, n (BAC).
minibus congruit, congregan vero magis pecoribus, dice
San A g u stín 141
.
5
La invitación a Ja c en a 15 nos da una imagen de esta voca­
ción con dos categorías de convidados: unos que aceptan
y otros que rechazan el llamamiento. Todo el que acude a la
cena del Evangelio es llamado por la misericordia: Ad mi-
sericordiam pertinet vocatio 16. Hasta a los más distantes
y alejados pasa la invitación divina. Faraón aparece en la
Escritura como un caso típico de resistencia, ceguera y en­
durecimiento voluntario, y fué llamado con múltiples pro­
digios y maravillas para que favoreciese la salida del pueblo
hebreo, con que estaba comprometida la gloria de Dios. Lo
mismo a los individuos que a los pueblos y a toda la masa
del género humano se dirige la invitación de Dios para que
abracen el Evangelio. “Pero esta vocación, ora se realice
en favor de las personas, ora en favor de los pueblos o en
pro del mismo género humano, se oculta en la profundidad
del consejo divino: altae e t profundae ordinationis e s t 171 *.
8
Muchos llamados no vienen, pero nadie viene sin haber
sido llamado: tierno autem venit qui vocatus non fu e r itls.
El deseo de creer al Evangelio por un llamamiento divino
brota del libre albedrío que recibió el hombre al ser creado1!'.
Es decir, con el llamamiento produce Dios la voluntad
de creer, ora con avisos y admoniciones externas, como la
predicación y los milagros visibles, ora con inspiraciones
secretas en lo hondo del corazón, donde no penetra mirada
de hombre : E t quoniam m is c velle quisquam potest nisi ad-
monitus et vocatus, sive intrinsecus, ubi nuttus hominum
videt, sive extrinspcus per sermoneni sonantem, aut per ali-
qua signa visibilia, efficitur ut etiatn ipsum velle Deus ope•
retur in n ob is20.
Cuando el hijo pródigo se levantó y d ijo: Me levantaré
y me iré al padre, en los repliegues íntimos de su iniciativa
de retorno hubo invitación secreta y eficaz del Padre celes­
tial: Occulta itaque vocatione e t inspiratione etiam ipse

11 Epistolae ad Romanos inchoala expos ilio, a : PL 35, 2089.


Gf. S an I s i d o r o , Etymol., 1, 7 : Ecclesia quippe ex vocatione appel­
lata est, Synagoga vero ex congregatione.
15 Le. 14, 16-26.
18 De div. quaest. 63, 3 : PI. 40, 73.
17 Ib. ib.
18 Quanimdam propositionum ex Epistola ad Romanos, LV :
PL 35, 2076-7. En el libro De spiritu et ditterà califica la vocacióa
como donum Dei, divinum munus, quo agii Deus ut velimos, quo
agit Deus cum anima ut credat, id quo Deus ipsum velle credere
operatur in homine, misericordia praevenìens nos, misericordia ad
credendum, etc. Cf. Obras de San Agustín (BAC), VI, pp. 678-803.
19 Voluntas qua credit vocante Deo surgit de libero arbitrio quod
naluraliter cum crearetur accepit (De spìr. et litt., X X X III, 5S).
20 De diversis quaestionibus 83, q. 68, 5 : PL 40, 73.
quagsitus est et resuscitatus,- nonnisi ctb Illo qui vivificad
om nia21.
Antes había creído el Santo que el llamamiento externo
o la predicación del Evangelio era suficiente para producir
en el ánimo una adhesión inicial o un deseo eficaz de pedir
y recibir el don del Espíritu Santo, que precede a la jus­
tificación 22. Y así explicaba el texto paulino: Non voüíntis
ñeque cvrrentis, sed miserentis est D e i23. Para conseguir la
palma de la felicidad se requieren dos cosas: el deseo de
conseguirla y la carrera del hombre justificado que obra el
bien. Lo primero puede tenerlo el hombre por ai m ism o; lo
segundo ha de recibirlo de Dios. El hombre puede pedir, de­
sear, disponerse, confiar en el médico; pero la sanidad se
debe al arte de éste. Con un llamamiento puramente externo
basta para la justificación.
Pero en el libro dirigido a Simpliciano, la vocación agus-
tiniana, alta atque secreta, se enriquece de nuevos elementos
y es investida por la fuerza de Dios. En lo más hondo del
espíritu se revela la potencia divina para cambiar a los
hombres y hacerlos dóciles a la voz del Evangelio.
En este aspecto define bien la vocación un discípulo de San
Agustín, Egidio Romano: Impulsas et motas divinas, sea
compunctiones e t bonae cogitationes: haec est divina pul-
satio e t divina sta tio ad ostium coráis pulsaos, et voca-
tio D e i2t.
Es fácil advertir en la divina Escritura dos clases de
pasajes: unos que celebran los efectos de la misericordia y
de la gracia de Dios, que triunfa; otros, según los cuales la
llamada divina sufre una repulsa de las criaturas, desva­
neciéndose en el vacío.
San Agustín concuerda estos pasajes, distinguiendo dos
clases de vocación: la una en cierto modo carece de propor­
ción y conveniencia con el espíritu y las inclinaciones de los
que son llamados; la otra, al contrario, hace una concorde
avenencia con el espado de los que reciben el llamamiento.
En el último caso Dios llama a la puerta de su criatura, y
ella responde: “Aquí estoy; hágase tu voluntad” .
A ésta llama vocación congrua o eficaz, calificativo con
que ha querido penetrar un poco en el misterioso secre­
to de la actuación de Dios, que se adapta maravillosa­
mente a la índole particular de cada persona, y ha originado
diversos ensayos de explicación para indagar la razón últi-

21 Enar. in ps. 87, 24 : PL 36, 999.


22 Retract., I, 33, 2-3.
22 Rom. 9, 16.
** Seni., dist. 38, q . i , a. 1, 3.
ma de la determinación del libre albedrío cuando responde
al divino llamamiento.
Ellos reciben el nombre de congruísmo.
El siguiente puede considerarse como uno de los textos
fundamentales, que se contienen en los libros dirigidos a
San Simpliciano:
Verum est ergo: “Multi vocati, pauci electi” . lili enim
electi, qui congruenter v o c a ti25: illi autem qui non congrue-
bant ñeque contemperabantur vocationi, non electi, quia
non secuti, quamvis vocati. Item, verum e s t: “Non volentis
ñeque currentis, sed misepsntis est Dei” : quia etsi multos
vocet, eoruni tamen miseretur, quos ita vocat, quomodo eis
vocari aptum est, ut sequantur.
Falsum est autem si quis dicit: Igitur non miserentis,
sed volentis atque currentis est hominis: quia nullius Deus
fru stra m iseretur: cuius autem miseretur, sic eum vocat,
quomodo scit <ei congruere, ut vocantem non respuat: “ Lue­
go es verdad que muchos son llamados y pocos escogidos.
Los convenientemente llamados fueron escogidos; mas los
que no se ajustaron ni correspondieron a la vocación, aunque
llamados, no fueron elegidos, porque desoyeron la voz divi­
na. Y así también es verdad que no d&pende del que quiere
o corre, sino de Dios, que obra misericordia; pues aunque
llame a muchos, El muestra su bondad con los que llama se­
gún conviene llamarlos para que respondan a su voz.
Es, pues, falsedad decir: “No depende de la misericordia
de Dios, sino del hombre que quiere y corre” . Porque a nin­
guno hace Dios misericordia inútilmente, y a quien compade­
ce, de tal modo lo llama como sabe le conviene para que no
resista al llamamiento” 2e.

V. El congruismo agustiniano

Conviene encuadrar el congruísmo de San Agustín en .


un marco, general de su pensamiento, considerando sus tres
aspectos fundamentales: el metafisico, el teológico y el psi­
cológico.
Ordenadamente se tratará de los tres. Para San Agustín,
el universo se halla lleno de sentido y de finalidad, como obra
de un artífice sapientísimo, pues todas las cosas fueron
creadas con razón: Omnia ratione condita sunt. Singwla igi­
tur propriis sunt creata rationibus*1. Las razones son las
ideas y modelos vivientes de los seres creados, contenidos
25 Tres Vaticani códices : qui congruebant vocationi.
2* De diver. quaest. ad Simpl., n , 13.
1 De div. quaest. 83, q. 46 : PL 40, 30.
en la inteligencia del Creador. No hay lugar para el acaso
o lo irracional en el universo agustiniano. Todo fué creado
con número, peso y medida. Como obra de razón y sabidu­
ría, el mundo es un maravilloso libro puesto ante los ojos
humanos para que deletreen los divinos pensamientos y por
ellos glorifiquen a su autor: Est quidem líber magnus spe-
cies creatume 2*.
Y así como en un libro todas sus letras, sílabas, pala­
bras, párrafos, capítulos y partes se hallan convenientemente
dispuestos y en su lugar para formar un todo racional y or­
gánico, así en la naturaleza resplandece doquiera el orden,
la sabiduría y hermosura de Dios. De aquí la importancia
que en semejante universo tiene la congruitas, la adaptación,
el ajuste, la consonancia perfecta de las partes entre sí y
con el todo que de ellas resulta. La congruencia pertenece
al núcleo metafísico de todos los seres: Omne quod est aliud
est quo constat, aliud quo distinguitur, aliud quo congrwt.
Univensa igitur creatura, et est quodmmmodo, et ab eo quod
omnino nihil est, plurimum distat, et suis partibus sibimet
congruit, causamque eiws trinam esm oportet, qua sit, qua
hoc sit, qua sibi amissa s i t s. Un triple elemento constituye
el caudal ontológico de un ser: aquello de que consta, lo
que le distingue de todos los demás y lo que le hace cohe­
rente consigo mismo. Luego toda criatura, si posee algún
grado de ser y se distingue grandemente de lo que no es,
y goza en todas sus partes de adaptación, conviene que tenga
una triple causa, a la qu'e debe su existencia, su forma pro­
pia y distintiva y el reposo en el se r4.
La congruencia es igualmente elemento de la belleza:
Omnis enim corporis (pulckritudo) est partium congruentia
cum qwadam colorís suavitate5*. En otra parte dice también:
Lo hermoso se llama la congruencia razonable de las partes:
Congruentia partium rationalis pulchrum appeUatur a.
Uno de los problemas que inquietaron a San Agustín fué
el de la belleza y conveniencia en el mundo. Su primer ensayo
se titulaba De pulehro et apto. Els preciso distinguir en las
cosas dos elementos: lo hermoso, que nos atrae y mueve al
amor,‘ y lo apto, “que es lo acomodado y congruente, como

s Sermones, p. 360 («Mise. Agost.»).


5 De div. quaest. 83, q. 18 : PL 40, 15.
4 Puede verse en R. Schneider el estudio de la mitología agusti-
niana : Das Wandelbare .Sein. Die Hauptthemen der Ontologie Au­
gustins (Frankfurt am M. 1938).
5 De civ. Dei, XII, 19 : l't. 41, 781. «Esta definición de la her­
mosura corporal, que tiene .en cuenta la forma armoniosa y el co­
lor atrayente, éra comúnmente usada ipor los escritores» (K. SvoBO-
da , L'esthétique de Saint Augustin et ses sources, .p. 54 (Breno 1933).
6 De ord., II, 22, 33 : PL 32, 1010. Cf. Obras de San Agustín
(BAC), vol. I, 2.a ed., p. 770.
la parte del cuerpo proporcional al todo, o como el calzado
en relación con el pie y otras cosas semejantes” 7.
Tres son los enemigos de la congruencia: lo torcido o
perverso, lo excesivo y l o ' defectuoso: Ubi autem non est
partium congruentia aut ideo quid offendit, quia pravum
etsíj aut ideo quia parum, aut ideo quia nimium 8. Por eso el
pecado aparece en el universo como una deformidad e in­
congruencia por su perversidad, por su exceso y defecto. El
perturba el ajuste y acorde universal de las cosas, universa-
rwm rerum coaptatio atque concentos9. La adaptación es do­
ble: de las partes conformes y amigas entre sí, partibus sibi-
met congruitj o universal con respecto al todo al que cons­
piran. Se requiere que todas las cosas se traben entre sí con
unidad y sean perfectas: quoquo modo in unum congruant
atquie perfecta sint cuneta10*. Con la unión y concordia se
conservan y medran las cosas, con la discordia se destruyen.
La congruencia se extiende igualmente a todos los tiem­
pos y lugares: Universa crmtwra spiritualis et corporales
pro congruentia temporum Tocorumque administraturJ1. Por
eso el gobierno, ajuste y disposición de todas las cosas de­
manda un autor de sabiduría infinita y perfecta, pues a Dios
se debe todo decoro, congruencia y hermosura: Deo debetur
omne decus et pulchritudo et congruentia partium12. El
colocó todos los seres en sus lugares y tiempos convenientes:
Omnibus ergo Deus locis, regionibus, temporibus sua quae-
quae distribuit et ordinavit13.
Aun la hermosura y congruencia de las obras de arte
reconoce como último principio a Dios: Ars Ula surrvma om-
nvpotentia Deij per quam ex nihilo jacta sunt omnia, quae
etiam sapientia eius dicitur, ipsa operatur etiam per arti-
fice$, ut pulchra a/tque congruentia faciant14.
Por eso no toca al hombre juzgar de lo que es oportuno
y conviene a cada tiempo, porque es empresa superior a su
consejo; eso pertenece a la divina Providencia, que provee
y mira al bien de las cosas15.

7 Conf., IV, 13.


s De civ. Del, X X II, ig : PL 41, 781.
8 De ordine, I, 2 : PL 32, 979.
10 Ib., I, 4 : PL 32, 980.
u Bpist. 102, 11 : PL 33, 374. Et vidi quia non solum loéis sua
quaequae suis conveniuyit, sed etiam temporibiis (Conf., VII, 15).
Hay, por la misma razón, una hermosura de los tiempos, pulchri-
tudo temporum, formada por la sucesión de las cosas transitorias
y mudables, que habent tamen propríum decoris locum in pulchri.
iudinc temporum ' (Contra advers. legis et propbetanim, VI, 8 •
PL h?. 60A.
u D e div. quaest. 83, q. 68 : PL 40, 74.
13 t u . in ps. 148, 10 : PL 38, 1945.
14 De diver. quaest. 83, q. 78 : PL 40, 89-90.
15 Quid cuique tempori aptum et opportunum sit humanum con-
Si del mundo natural pasamos al sobrenatural, revelado
por la teología, lo hallaremos también lleno de congruencias
y adaptaciones maravillosas. Lo llamaremos congruísmo teo­
lógico, si bien en un sentido más lato que el que le dan las
escuelas, cuyas interpretaciones veremos en el capítulo si­
guiente.
En la soteriología agustiniana hay un principio de con­
gruencia que puede enunciarse a sí: Homo qui per culpam
suam incurrerat in servitutem, non violentia liberandus fuit,
sed misericordia redimenduls. El hombre, que incurrió por
su culpa en la esclavitud, no debía ser libertado con violen­
cia, sino redimido con misericordial6. Lo violento está ex­
cluido de la providencia salvífica de Dios, que sabe combinar
la fortaleza y suavidad en todas sus obras, rindiendo los
corazones por amor. Voluntariamente había caído el hombre,
y con la cooperación de la propia voluntad debía ser levan­
tado de su postración, para que hubiera lugar al premio de
la virtud: Ut qui cum sua volúntate corruisse videbatwr,
cum sua rursus volúntate repararetwr, ut esset virtuti ac
remunerationi locuo 171 .
8
Dios lleva de la mano a los hombres, sosteniéndoles en
su flaqueza, y, con sumo respeto de su libertad, les halaga
con delicadeza y blandura para reducirlos a su amor y
gracia.
En el siguiente pasaje del libro IV De Trinitate concreta
más el mismo principio con relación a nuestro tema: “El
. hombre no es Dios por naturaleza, sino simple mortal, y por
el pecado no es justo; Dios se hizo hombre, intercediendo
ante Dios por el hombre pecador. Non enim congruit psc-
cator iusto, sed congruit homini homo. No hay armonía en­
tre el pecador y el justo, pero sí entre hombre y hombre.
Sumándonos la semejanza de su humanidad sagrada, nos
restó la desemejanza de nuestra perversidad; y hecho par­
tícipe de nuestra mortal flaqueza, nos hizo particioneros de
■ su divinidad. Con razón la muerte del pecador, fruto de una
sentencia merecida y justa, fué superada y vencida por la
muerte del Justo, fruto de una voluntad misericordiosa, y
así logró atemperar su única muerte con nuestra doble
muerte: dum simplwm eius congruit duplo nostro. Esta con­
gruencia, acoplamiento, correspondencia, concordia o como
gustes denominar al compaginamiento de una cosa con otra,
esta relación de uno a dos, es de sumo valor cuando se consi­
dera la armonía de las cosas creadas: Haec enim congruentia,
sive cormenientia, vel co n cin en tia v el consonantia, vel si
silium praetergreditur; et illinc dispertitur linde ipsa providentia
rebus consulit (Ep. 102, 13 : PL 33, 575).
18 Sertn. 133 de tempore.
18 Ib. ib.
quid commodius dicitur, quod unum est ad dúo, in omni com-
paginatione, vel si melñus dicitur coaptatione creaturae, plu-
rimum vaíet.
Esta correspondencia, ahora me viene el nombre a la
memoria, es lo que llaman los griegos armonía18.
La congruencia del Hombre Dios con el hombre— con-
gruit homini homo—nos lleva a un mundo de armonías y
conveniencias. Cristo con su misión temporal nos ha adap­
tado a las cosas eternas por medio de cosas temporales,
porque la curación, si no se adapta a la enfermedad, no
conduce a la recuperación de la salud. Curatio nisi morbo
congruat, non perducit ad sanitatem1*.
Los hombres, aunque desterrados de la patria del gozo
inmutable, no hemos roto completamente nuestro enlace con
ella; por eso buscamos acá en las cosas perecederas la eter­
nidad, la verdad, la bienaventuranza, pues a fe que nadie
ansia la muerte, el error o el desasosiego. Por eso la bondad
divina nos ha ofrecido espectáculos proporcionados a núes1
tra condición de peregrinos, para avisarnos que no está en
la tierra lo que buscamos, sino que en los bienes de aquende
hemos de hacer hincapié para subir a los de allende; pues
si no tuviésemos ninguna conexión con ellos, no los procu­
raríamos: missa sunt nobis dimnitus visa congrua peregti-
nationi nostrae, quibus admoneremur non hic esse quod
quaerimuSj, sed illuc ab ista esse rtdeundum, unde nisi pen­
deremos, hic ea non qudereremus20.
La expresión visa congrua peregrinationi nostrae abarca
el sistema de alicientes y espectáculos adaptados a la con­
dición del hombre caído.
Cifra y compendio de tales divinas atracciones o visio­
nes es Cristo, espectáculo sensible y sublime, halago divino
y humano, polo magnético universal para todos los viadores.
La encarnación significa una suma de congruencias para
ellos: el Verbo se hizo carne, esto es, el mswm congruum por
excelencia. La verdad y la hermosura infinita, vestida de
carne inocente, es el atractivo más amable que puede intere­
sar a una criatura racional sedienta de luz y belleza.
En la predicación agustiniana hay una espléndida alego­
ría que expresa el arte divino de la acomodación de Dios a
los hombres: Christus h e nostrum.
El Verbo, pensamiento consubstancial con su Principio y
manantial de vida, es el manjar de los bienaventurados e hi­
jos de Dios en el cielo y en la tierra. Arriba es el Pan de
los ángeles y elegidos. Mas Dios, visto a las claras, no es
comida proporcionada para los hombres viadores. Por eso el
De Trin., IV, 2 : Obras de San Agustín, V (BAC), pp. 334-385.
Ib. ib., XVIII, 24 : ib., p. 370
Ib., IV, 1 : ,ib., p. 3ao
Pan de los ángeles se hizo leche. Luego, dándose en leche,
descendió y se acomodó al paladar de los pequeñuelos: Cibus
angelorum Dominus factus est lac. Ergo dando lac descendit
ad párvulos. Una Mujer bendita convirtió el sustento ma­
cizo en láctea suavidad -1.
Tal fué el oficio y misión de la Virgen. Las madres toman
alimentos sólidos y los acomodan a las fuerzas flacas de los
infantes. Así el Verbo se humanó en las entrañas de María,
y lo que era robusto pan de vida eterna se hizo como leche
temporal proporcionada a los niñas: Sicut ertim matsr lac-
tans tándem escam, cui sumendae idoneus infans non est,
per carnem traiicit et lac infundit (hoc enim accipit parvu-
lus, quod accepturus erat ad mensam, sed quod per carnem
traiicitur congruit párvulo), sic Dominus sapientiam suam
ut lac nobis faceret, carne indutus venit ad nos 2-,
He aquí el misterio de la encarnación del Hijo de Dios:
quod per carnem traiicitur, congruit párvulo: lo que ha pa­
sado por la carne, conviene al niño.
La perfecta congruencia del Hijo de Dios con los hijos de
los hombres es la plenitud de su Humanidad. Cristo, perfecto
Dios y Hombre perfecto, es fundamento y raíz de todas las
congruencias entre el mundo visible e invisible, de los que
El es vínculo y manifestación. El igualmente empalma ambos
Testamentos, es decir, las dos vertientes de la historia del
hombre.
Sobre él descansan las analogías y conveniencias entre
el mundo antiguo y el nuevo, la summa concordia Veteris
Testamenti e t Evangelii2S.
Todos los acontecimientos tienen un orden admirable y
concierto divino, y se enlazan según una congruencia de tiem­
pos, temporum congruentia, que ordena sabiamente las ma­
nifestaciones y revelaciones del Creador. El congruísmo de
las antiguas alegorías y profecías con Cristo es uno de los
espectáculos más primorosos y estimulantes de la dialéctica
religiosa del cristianismo.
No se le pasó a San Agustín inadvertido el valor y fuer­
za de estas analogías, cuyo fundamento es Cristo : “ Para for­
talecer y hornaguear en cierto modo el fuego del amor y lle­
varnos con él, como con cierto impulso, al centro superior
e interior, valen estas cosas terrenas que se nos inculcan
bajo representaciones figurativas, porque tienen mayor efi­
cacia para mover y encender el afecto que si se expusieran
en su desnudez, sin la envoltura de las semejanzas. Y es di­

-1 En. in ps. ng , 2 : PI. 37, 159S.


-• En. 11 in ps. 30, serm. 1, g : iPL 36, 235. Parvunt se parvo coap-
tavit, ut efficeret corpus hunnlitatis nostrae conforme corpori cla-
ritatis suae (Serm. 26, 11 : PJL 38, 176).
-s De mor. Eccl. catholicae, X XV III, 56 : PL 32, 1331.,
fícil dar la razón de este hecho. Pero así sucede que lo in­
sinuado por medio de alegorías, nos deleita más y nos in­
funde más reverencia que si se nos declarase muy abierta­
mente. Tengo para mí que el mismo movimiento espiritual
más lentamente se inflama cuando el ánimo se halla más
enmarañado en las cosas terrenas; mas cuando se le conduce
por semejanzas corporales y de allí se le hace pasar a las
espirituales, figuradas en aquéllas, en el mismo tránsito de
la.s unas a las otras se corrobora, y como el fuego de la an­
torcha, cuando se menea, saca más calor, y con más encendi­
miento es arrebatado a la contemplación fruitiva” 24.
He aquí la razón de ser del estilo enigmático y figurativo
de la revelación antigua, que con sus sacramentos tempo­
rales balbucea el misterio de Jesús, en quien se ve repre­
sentada por junto la verdad de tantos trasuntos y figuras.
El pincel de Dios en mano de los profetas hizo a lo largo
de siglos de esperanzas infinitos bocetos y ensayos para de­
linear la hermosura del futuro Salvador.
Todo el mundo antiguo, antes de venir Cristo, está ba­
ñado con esta alegría de los divinos sacramentos, laztitia di-
vinorum, sacramentorum, que diría el Santo2“.
Quidquid illar uní Scripturarum est, Christum sonad. Cris­
to resuena en la profundidad de aquellas Escrituras 2l'>. Por
ejemplo, piénsese en las alegorías del Cordero pascual, en el
paso del mar Rojo, en la ¡historia del maná, de la serpiente de
bronce, en los sacrificios antiguos, particularmente en la
ofrenda de Melquisedec... Cristo da claridad y embellece las
congruencias de que anda tan rica y resplandeciente la his­
toria de la salvación del género humano. Y así la armonía
entre lo antiguo y lo nuevo, entre la profecía y la historia,
no es sólo una de las bases firmes de la apología del cristia­
nismo, sino también uno de los manjares más suaves y óleos
ardientes de la piedad religiosa para los mejores cristianos
de ayer y de hoy.
Idéntica pedagogía de adaptación empleó el Hijo de Dios
en su vida terrena para levantar los ánimos de los hombres
y aficionarlos a las verdades que habían de creer. Así los
milagros fueron espectáculos de gran fuerza y autoridad
para atraer y despertar la curiosidad humana y recomendar
al Médico de cuerpos y almas, medicus et animorum et cor-
porwm, que venía a curar los ojos humanos y abrirlos a la
contemplación del mundo invisible. Per ista temporalia quae

=4 Bpisl. 55, ii, ai : P:L 32, 214. Si vero feratur ad similitudines


corporales, ct inde referatur ad spirituaiia, quae illis simiUludinibus
figurantur, ipso quasi transitu vegetatur, et tanquam in jacula ignis
agitatus, accenditur, et ardentiore dilectione rapitur ad quietem.
Ib., X V I : PL 32, 218.
videhantur, aedifioabat fidem ad illa q-me non mdebantur2'.
Los milagros pertenecen al régimen lácteo y suave con
que el Verbo hecho carne alimentó la infancia humana a fin
de robustecerla y habilitarla para el pan de los fuertes. Dí­
gase lo mismo de la doctrina, envuelta en comparaciones e
imágenes terrenas para ajustarse la capacidad visiva de los
miopes y cegatos. Ern este aspecto, las parábolas fueron y
son un admirable instrumento de propagación del Evange­
lio, adaptado a todas las épocas. El tiempo no ha menosca­
bado el límpido esplendor, la blancura celeste de las formas
en que Jesús ha presentado su pensamiento a la torpe mirada
de los mortales. Entre flores de campo y lirios de valle per­
fumea la doctrina evangélica. Pero toda esta pedagogía com­
pleta un sistema de atracciones divinas, en que tiene parte
principal la manifestación del amor, porque amor con amor
se gana.
‘ -Era necesario persuadir a los hombres cuánto nos había
amado Dios y cuáles éramos cuando nos amó: lo primero,
para infundirnos confianza; lo segundo, para amordazar nues­
tra soberbia” *28.
Cristo, como epifanía del amor, nos introdujo en las pro­
fundidades del misterio de la caridad divina. Epifanía que
tuvo su proceso de aparición en la vida terrena del Verbo y
ahora sigue un curso más tácito en el corazón de los fieies.
Es la vida mística de Jesús sobre la tierra por medio de la
gracia, la cual sigue también acomodándose a las condiciones
particulares de las almas, dotadas de libre albedrío.
Este hecho califica San Agustín con lo que llama voca­
ción congrua. El Creador se allana a las criaturas más hu­
mildes, usando con ellas de diferentes y admirables ma­
neras, según las condiciones particulares de cada una. Y así
se completa con este congruismo psicológico el sistema de
atracciones que venimos estudiando, y que descubre un
triple ajustamiento o adaptación:
l.°, con respecto a los elementos esenciales de cada cria­
tura; 2 .", con respecto a las condiciones generales del gé­
nero humano; 3.u, con respecto a las peculiaridades perso­
nales de cada individuo.
El último aspecto es la materia más particular del libro
de las cuestiones dirigidas a Simpl.ciano.
¿Cómo Dios llama a las almas y se apodera de las llaves
del corazón? Hay en el hombre dos pasiones principáis, que
son las puertas aei munao interior, y por enas ñama y aura
Dios, así como también su enemigo: duas ianuas cupiditatis et

Serm. 38, i : PL 38, 539.


28 De Trin., IV, a : ibid. p. 321.
tim oris2£>. Toda conversión es obra del buen amor o temor.
También las llama lazos de la codicia y del tem or: la­
queas cupiditatis, laqueas tim oris*30. La industria de Dios
consiste en producir el buen amor, la suave atracción de las
cosas superiores. Trahitur ergo miris modis ut velit, ab eo
qui novit intus in ipsis hominum cordibus operari non ut
homines, quod fieri non potest, nolentes credant, sed ut vo-
lentes ex nolentibus fia n t31.
El efecto de la atracción de la gracia es un nuevo amor,
una orientación hacia las cosas eternas. El que es atraído
a Cristo pasa del temor al amor: Qui transit ad Christum,
transit a timore ad amorem, dice é l 32.
No la fuerza de los preceptos con sus recompensas tem­
porales (vis praeceptorum ), sino la fuerza de la gracia de
Dios (vis gratiae DeiJ dinamiza la voluntad de los hijos
de D io s33.
La expresión de la Beata Angela de F olign o: Vidi Vamore
che veniva verso di m e: vi al amor que venía hacia mí, des­
cubre la médula de la historia del Nuevo Testamento. Los
hombres han visto descender al Amor del cielo a la tierra
para renovarla. No se crea, sin embargo, que el movimiento
del temor esté excluido; antes b'en, hace su oficio y lo regu­
lar es que toda conversión comience por él.
Rarissime quippe accidit, dice el Santo, imo vero nun-
quam ut quisquam veniat volens fieri óhristianus, qui non
sit aliquo Dei tim ore perculsus34.
El temor puede ser una gracia congrua, y en su aspecto
más noble o reverencial va incluido en el movimiento del
amor. Pero la gracia del Nuevo Testamento se manifiesta
como poder amable, como fuerza atrayente, cuyos imanes
son la bondad y la hermosura.
El mismo Cristo ha empleado la palabra trahere para
significar el misterioso fenómeno de la conquista de la gra­
cia, aplicándola a su Padre y a sí mismo. E¡1 Padre atrae
las almas a su Hijo, y su acción está significada en el ruego
hecho al pródigo para que entrase en casa: “Vuelve al Se­
ñor, que dice: Nadie viene a mí si el Padre no le atrajere.
Sale, pues, el padre y ruega al h ijo: hoc est trahere: esté
es atraer; más fuerza hace el superior rogando que man­
dando” 35.
28 Serm. 32, 11 : PL 38, 2000.
30 Miscellanea agostiniana, I, 650.
81 Contra duas epist. Pelagianorum, I, 37 : PL 44, 568.
32 Serm. 32, 8 : PL 38, 190-200.
33 Tb. : PL 38, 199.
31 De cathechizandis rudibus, V, 9 : PL 40, 316.
33 Sermones, 262 («Mise. Agost.sl. El teólogo lovaniense J. Drie-
do, muy adicto a San Agustín, dice de esta atracción : Tractus autem
ille peculiaris est accipiendus, non tanquam naturale humanl gene-
El mismo sentido ofrecen las palabras suasio y persuasio,
aplicadas a la atracción de lo a lto: Visor um suasionibus
affit Deus ut velimus e t credarrms3*383
6 *.
9
San Agustín admite dos formas de moción para la vo­
luntad. En primer lugar, reserva para Dios un influjo y con­
tacto inmediato y directo para inclinar, atraer, cambiar las
voluntades hum anas37. En segundo lugar, los objetos per­
cibidos o vistos mueven igualmente los apetitos. En este
sentido formula él como ley general esta proposición: Vo-
luntatem non allicit ad faciemdum aliquid nüsi aliquid vi-
sum: Niada atrae a la voluntad para obrar sino alguna
cosa que ha percibido. En el hombre hacen mella dos cla­
ses de visiones: las relativas a los objetos superiores y
las relativas a los objetos inferiores, que la voluntad ra­
cional puede elegir libremente, tomando las unas y dejando
las otras, de suerte que del mérito de su elección se sigue
su dicha o desdicha JS.
Esta es una ley psicológica general: “Todo animal vi­
viente, racional o irracional, como las bestias, las aves y
los peces, visis movetur, se mueven siguiendo lo que ven,
aunque el alma racional consiente o no consiente a lo que
ve según su albedrío” 30.
Los diversos objetos vistos hacen diversa impresión en
el ánimo y se originan diversos deseos: E x diversis visis
diversus appetitus M. Mas adviértase que en esta categoría
de cosas vistas no sólo se incluyen las que impresionan por
los sentidos externos, sino las que se pintan y representan
en las potencias interiores del alma. Las imágenes de la
fantasía hacen impresión de mucho efecto en los apetitos
humanos, como las visiones intelectuales, según lo enseña
la historia de las profecías.
De donde se deriva otra ley importante en el dinamismo
funcional de las facultades: no e 3 el hombre dueño de sus
primeros pensamientos y movimientos afectivos. Su espíritu
es una plaza y ciudad abierta, expuesta a muchas incur­
siones extrañas. 'W o está en la potestad del alma deter­
minar qué objetos de visión han de imprimirse en ella, ora
vengan de los sentidos externos, ora por medio de las po­

ris talentum, semper ómnibus praesto, sed tanquam suavis quaedam


motio Spiritus Sancti, intus pulsantis, suggerentis, et vocantis (De
captivitate et redemptione generis humani, tr. 4, c. ” , 4.a pars).
36 De spiritu et litt., X X IV , 60 : PL 44, 240.
• 37 Cf. De div. qitacst. ad Simplicianum, I, 14 : PL 40, 119 ; De
corrept. et gratia, X IV , 43 : PL 44, 243.
38 De libero arb., III, 25, 74 : Obras de San Agustín, III (BAC),
página 51Ó.
39 De Gen. ad litt., IX , 14 : PL 34, 402-3.
49 De div. qaaest. 8$, q. 40 : PL 40, 27."
tencias interiores” 41. Por aquí se abre una ancha puerta a
la acción providencial y salvífica de Dios, ora se sirva de
las causas externas, ora del ministerio de los ángeles, ora
por sí mismo ilumine a las almas penetrando en lo íntimo
de ellas. Dios puede llamar o atraer desde fuera o desde
adentro con m uy altos y delicados toques de su mano, aque­
lla manus mitissima et suavissima pertractam et componens
cor meum de que hablan las Confesiones.
Las palabras suasio y persuasio hacen resaltar el as­
pecto moral de la atracción de la gracia, porque nadie puede
creer una cosa con su libre albedrío si no hay una suasión
o llamamiento a que se corresponde: Ñeque enim credere
potest quodlibet libero arbitrio, si nulla sit suasio vel vo-
catio cui credat *2.
También los pelagismos admitían una suasio como ex­
hortación y revelación de doctrina; pero la suasio agusti-
niana va acompañada de la persuasio, es decir, la moción
eficaz, o toque interno que produce en la voluntad la incli­
nación y adhesión al objeto de la fe. Los pelagianos no daban
cabida a la acción intrínseca, al intrinsecus agit de la gra­
cia, considerándola como incompatible con Ja libertad del
hombre434 .
San Belarmino desentraña bien el contenido de la suasio
agustiniana cuando escribe: “La predicación externa sólo
propone el objeto, pero no infunde la luz a la mente para
conocerlo ni inspira algún efecto para amarlo; mas la sua-
si¿n interna y divina unas veces propone el objeto, lo cual
igualmente lo hace la externa; mas frecuentemente se sirve
de la externa como de instrumento, y siempre infunde luz
e inspira el comienzo de la buena voluntad, que es como la
semilla, de donde procede después el fruto de la voluntad
perfecta y deliberada” M.
41 Nec in potestate ullius anitnae est quae illi visa veniant, sive
in sensum corporis, sive in ipsutn spiritum interius, quibus visis
appetitus moveatur cuiuslibet animantis (De Gen. ad litt., IX , 14 :
PL 34, 40a).
4- De spirilu et littera, X X X IV , 60 : Obras de San Agustín, VI
(BAC), p. 788. Las ediciones de Erasmo y de Lovaina leen : quoli--
bet libera arbitrio.
4S No sólo la suasión, sino la persuasión es también obra de la
gracia. Por eso escribe bien el P. Faure : Distinguit Augustinus sua-
sionem a persuasione, tanquam genus a specie. Est igitur suasio
genus quoqdam, quae subdividitur in eam quae ita suadet ut per-
suadeat, et in eam quae ita suadet ut non persuadeat (Enchiridion
de fide, spe et caritate S. Aurelii Augustini, p. 107, Neapoli 1847).
44 De gratia et lib. arb., I, 13 : Conoto externa solum proponit
obiectum, sed non infundit lumen, mentí ad íllud cognoscendum ñe­
que adspirat affectum ad íllud diligendum; at interna et divina sua­
sio aliquando proponit obiectum, quod est illi commune cum exter­
na, saepius autem utitur externa.pro instrumento, semper ’autem lu­
men infundit et afflat initium bonae voluntatis. quod est quasi se­
men unde postea oritur fnictus voluntatis perfectae et deliberatae.
El co'ngruísmo agustiniano se apoya sobre dos cosas:
un conocimiento o comunicación de luz y una impresión
de suavidad, que muda los efectos y los dirige a objetos
nobles y celestiales. Ambas modalidades, lux-amor, veritas-
delectatio o suavitas, sapientia-caritas, constantemente se
combinan y van juntas en las descripciones del Doctor hi-
ponense.
La invitación de la gracia se adapta a esta doble exigen­
cia del ser humano, movido por la luz y por el amor. El
Christus revelatus a P a trei5, que dice el Santo, es, según
hemos indicado, el visurn congruum por excelencia, con cuya
contemplación el hombre se ilumina y enciende. “ Si Virgilio
pudo decir: “A cada cual arrastra su deleite, no la violencia,
sino el placer; no la fuerza, sino el gusto” , ¿con cuánta más
fuerza diremos que es llevado a Cris :o 01 que se goza en la
verdad, el que se goza en la justicia, el que se goza en la vida
eterna, cosas todas que se cifran en Cristo ? Teniendo el cuer­
po sus deleites, ¿no tendrá el alma también los suyos?
Pues ¿qué cosa hay que más ardientemente desee como la
verdad ?” 456
La revelación o manifestación de Cristo es la misma atrac­
ción: Ista revelatio ipsa est attraatio, “Muestras a una oveja
un ramo verde, y la atraes. Se le enseñan nueces a un mu­
chacho, y es atraído y corre a donde es atraído: es atraído
por amor, atraído sin ninguna lesión corporal, atraído con
un lazo del corazón. Luego si atraen a sus aficionados estas
cosas que se cuentan entre los placeres y delicias terrenas,
¿no atraerá Cristo revelado por el Padre?” 47
Combínanse, pues, en esta atracción dos clases de dones:
los que dan a conocer un objeto y los que inflaman y apasio­
nan el deseo. Y con ellos pueden combinarse todas las indus­
trias exteriores, pero salvando siempre el delicado toque in­
terior, la revelación del tesoro de Cristo, que intus datur,
intus coruscat, intus revílatur4S.
El moverse con esta luz y este amor y gusto a las verda­
des propuestas por la fe, constituye la congruencia funda­
mental del sistema agustiniano de la gracia. Ella se amolda
a la profunda esencia del espíritu humano, que ama la ver­
dad y el bien, aun cuando muchas veces naufrague en sus
apariencias.
Pero se adecúa igualmente a otras condiciones más par­
ticulares de cada individuo. Es la enseñanza que brota de la
parábola del sembrador: no todos los terrenos son igualmen ­
te fructíferos y aptos para la germinación de las divinas si­

45 Tr. 2b in loan., 5 : PL 35, 1609.


46 Ib. 1608.
47 Ib. ib.
** Ib. n. 7 : PL 35, 1609.
mientes. La mala calidad de las tierras, e 3 decir, las malas
disposiciones del corazón humano, impiden el florecimiento
de los dones ds Dios.
El Santo habla de ciertos individuos que tienen en su in­
genio una aptitud intelectual particular para inclinarse a la
fe si oyen la palabra de Dios o ven signos convenientes: Ex
quo apparet habsre quosdam in ipso ingenio divinwm na-
turáliter munus inteiligintiae, quo moveantur ad fidem, si
congruis suis mentibus vil audiant verba vel signa conspi-
oiant49.
Este pensamiento ofrece diversas y múltiples aplicaciones
según los diferentes dones naturales que pueden servir de
apoyo a la acción de la gracia, facilitando el abrazo de la fe.
Un hombre puro está mucho más cerca de Dios que un liber­
tino; una persona inclinada a la piedaij y a la virtud escu­
chará con más gusto el lenguaje de la revelación que otra
sumida: en los negocios temporales.
Para muchos, el mundo es una negra pantalla, que con
sus necesidades mecánicas les oculta la vista de Dios; para
otros, en cambio, es un libro de maravillas, donde fácilmente
descubren la omnipotencia, la bondad, la sabiduría y la her­
mosura del Creador.
San Agustín menciona tres disposiciones naturales que
implican de suyo como una referencia a Dios: el amor a la
verdad, el deseo del bien, el apetito de eternidad o duración
permanente, y en ellos fácilmente se pueden injerir mociones
superiores. Cuando el mismo dice de sí: Immortalitatem, sa-
pientias concupiscebam aestu cordis incredibili50, ¿no es
esto como hallarse ya en el camino que conduce a Dios y
aun a la Sabiduría hecha carne, que peregrinó por este
mundo ?
Estas aspiraciones de la naturaleza humana son ramas
nobles donde se pueden injertar los dones sobrenaturales.'
Surgen de aquí innumerables congruencias y aptitudes pe­
culiares que son terreno abonado para la gracia. Pero nunca
se han de considerar tales disposiciones como méritos que
exijan la recompensa de un galardón superior. La salvación
será siempre obra de la misericordia divina.
Finalmente, señalemos otra forma de congruencia o pro­
porción a que aluden los textos agustinianos, con respecto a
la dureza y resistencia que oponen las criaturas, como masa
condenada, a la acción del Creador. La medicina debe pro­
porcionarse a la enfermedad que se pretende combatir. La
gracia otorgada a Saulo, fariseo y perseguidor de la Iglesia,
adaptóse extraordinariamente al cambio que había de ope­

De dono perseverantiae, X IV, 35 : PL 45, 1014.


"" Conf., IV, 3.
rarse en él. El visum congruum fué el mismo Cristo, apareci­
do en persona. Aquella vocación fué realmente magna et
efficacissima 51 porque había de retorcerse y corregir la vo­
luntad, haciéndole amar de repente lo que aborreció hasta
entonces.
Como hay disposiciones que favorecen la acción de la
gracia, pues la misma naturaleza le ayuda con sus buenos
talentos, las hay totalmente contrarias y que de suyo tien­
den a contrastar la intervención de Dios en la conciencia.
Por eso uno de los fines de la gracia es ablandar la dureza
del corazón: ideo quippe tribuitur ut coráis duritia primitus
auferatur52.
Hay almas de una gran ceguera espiritual y carencia de
nobles aspiraciones, cubiertas de una capa de nieve.
En términos generales, la oposición y resistencia a lo
divino proviene del apego excesivo al yo, que llamamos or­
gullo, y del apego excesivo a los bienes inferiores, que lla­
mamos sensualidad. Ambos vicios capitales, a los que acom­
paña un tropel de pecados, embotan las fuerzas apetitivas
de los bienes superiores y alejan el espíritu del círculo mag­
nético de las atracciones divinas. La persona dominada por
ellos se halla moralmente impedida para responder al lla­
mamiento de la gracia, pues cupiditatss nostras quando
validae sunt, et quando vis servimus, necessitates vocantur3íi.
Tal era la situación de los judíos, que oyeron la predi­
cación y vieron los milagros de Cristo sin convertirse. Por
su ceguera voluntaria no se abrieron a la luz evangélica 1L
Pero e'1 Médico celestial, que conoce a los enfermos y las
enfermedades del espíritu humano, propina los remedios y
dosifica y gradúa las gracias según las necesidades de cada
uno. Así brilla particularmente su pericia de Salvador de
los hombres, que es una profesión de medicina: Salvatoris
officium est, professio medicinae e s t S3.
Tal parece ser el sentido de muchas expresiones que San
Agustín emplea en este libro: lili enirn electi qui congruen-
ter vocati: illi autem qui non congruébant e t contempera­
ban* vr, non electi, quia non secuti, quamvis vocati, etc. °,¡
El teólogo agustino P. Honorato del Val comenta así
este pasaje: La gracia divina se acomoda a la índole y en­
fermedad de los individuos como la medicina, aplicada a
cada uno según la diversidad y gravedad de las heridas de
la naturaleza viciada. El santo Doctor sintetiza en la si-*3 8

31 De gratia et lib. arb., V, : PL 44, 889.


M De praedestinatione sanctorum, VIII, 13 : PL 44, 971.
38 En. in ps. 30, serm. 2, 14 : PL 36, 258.
84 De dono Persev., X IV , 35 : PL 45, 1014.
55 Serm. 136, 4 : PL 38, 752.
“ Ad Simpl., II, 13.
guíente fórmula su doctrina: Trahitur ergo (hom o) “ miris
modis” ut velü, ab itto qui nmñt intus in ipsis cor dibus
hominum operaxir Els atraído el hombre con maravillosas
industrias a querer una cosa por Aquel que sabe obrar en
lo más íntimo de los corazones (Contra duas Epi-st. Pela-
gianorum, I, 19)
En el último texto, alegado por el P. Del Val, se alude
al secreto y maravilla con que el Creador verifica sus in­
fluencias en los recónditos pliegues del libre albedrío. No
conviene perder de vista este punto, porque lo más fino y
delicado de las relaciones entre el Creador y su criatura
pasa de vuelo nuestra capacidad de penetración y es pro­
piamente un misterio.
Frecuentemente califica San Agustín de admirables e ine­
fables las industrias con que Dios transforma las volunta­
des al parecer más alejadas y rebeldes.
Obra estas cosas con modos maravillosos e indecibles el
que, según sus juicios justos, sabe actuar no sólo en los cuer­
pos, sino también en los mismos corazones: Facit hctíc “mi­
ris et ineffabilibws modis’’, qui novit iuxta iudicia sua, non
sblwm in corporibus hominum, sed et in ipsis cor dibus ope-
ra ri5S.
Dios influye para producir nuestra fe, actuando de admi­
rable manera en nuestros corazones para que creamos: miro
modo agens in cordibus nostris ut credam m 5 *59.
7
Lean y entiendan, dice en otra parte, vean y confiesen
que no con la ley y la doctrina, sino con una potestad íntima
y oculta, maravillosa e inefable, obra el Señor en los cora­
zones humanos, no sólo manifestaciones de la verdad, sino
también cambios de malas voluntades en buenas60.
Por eso el hombre no debe precipitarse en juzgar de estos
secretos, sino venerarlos y alabar la omnipotencia, la sabi­
duría y misericordia del Creador: “Mas por qué son llamados
a la reforma de las costumbres éstos de un modo, y aquéllos
de otro, y los otros de otro, en formas diversas e innumera­
bles, eso no toca juzgar al barro, sino al alfarero” 61.
■ Es muy saludable al espíritu humano pasear de cuando
en cuando entre esta neblina de los misterios para robustecer
la inteligencia con la humildad y el sano realismo que pro­
duce tan provechosa virtud.
Tales son los aspectos fundamentales que San Agustín
consideró en el gobierno divino y su acción salvadora sobre

57 Sacra Theologia dogmalica, vol. XI, p. 529 (El Escorial 1926).


5‘ Contra lulianum Pelag., V, 4, 15 : PE 44, 793.
De praedestinatione sanctorum, II, 6 : PE 44, 963.
60 De gratia Christi, X X IV , 25 : PL 44, 373.
“ De correptione et gratia, V, 8 : Obras de San Agustin, VI
(BAC), pp. 136-137.
los hombres; pero sus fórmulas han dado lugar a diversas
interpretaciones, a las que conviene aludir para mostrar la
vitalidad que ha tenido y aun sigue teniendo en la especula­
ción teológica del catolicismo el libro que estamos analizando.

VI. Interpretaciones

En los tratados agustinianos sobre la gracia se pueden


señalar dos grupos de textos: unos celebran ante todo la
eficacia, el poderío, la irresisti'bilidad, la omnipotencia de la
fuerza de Dios cuando socorre a los hombres. Omnipotentis
voluntas semper invicta e s t L Tiene nuestro Creador y Se­
ñor soberano poder para mover, inclinar y doblegar las v o­
luntades: Sino dubió habens humanorum cordium quo pla-
ceret mcdnandorum omnipotentissimam potestatpm 1 2.
Nada puede resistirse a la divina potencia. ¿Quién será
tan necio que diga que Dios no puede convertir ai bien las
voluntades malas, según quisiere, cuando quisiere y como
quisiere? 3
Lo mismo dan a entender los pasajes con que se pondera
la alteza y sublimidad del consejo de Dios o se comenta el
N e quis glorigtur del Apóstol, para acabar con la presun­
ción farisaica de los peiagianos. Va muy honda el agua
de estos misterios de la predestinación, y ninguna criatura
puede vadear su profundidad sin peligro de hundirse y
quedar en el trago del abismo.
Un segundo grupo de fórmulas resaltan la suavidad, la
finura del toque de la divina gracia, que se adapta a las con­
diciones del libre albedrío sin violencia ni rudeza. P or eso la
gracia recibe los nombres de suavitas, delectatio, boni delec-
tatio, delectatio iusiitiae, boni voluntas, boni cugiciiias, in-
spiraitio suavitatis, dulcedo, bsnedictio dulcedinis, suasio,
persuasio... Es soplo delicado y próspero que hace navegar
sosegadamente al alm a; lluvia apacible con que se fertiliza
la titrra interior para que dé frutos de vida eterna: tla-eC
est suavitas illa> quam Dominus dat ut térra nostra dét
fructum *.
Ambos grupos de pasajes concuerdan entre sí, pues con
ellos se celebran la fortaleza y suavidad, la eficacia y la
blandura de la acción de Dios.
Ahora bien, según el énfasis con que se leyeron uno
u otro grupo de textos, han surgido diversas escuelas para
1 Enchir., 102 : PL 40, 280.
2 De corr. et gratia, X IV , 45 : PL 44, 943. Cf. Obras de San
Agustín, VI (BAC), pp. 194-195.
. ;l Ad Simpl,, I 14.
1 En in Ps. 118, serm. 22, n. 7 : PL 37, 1565.
entender diversamente el pensamiento agustiniano. Así la
interpretación de la escuela tomista da realce a la soberanía
divina mediante la doctrina de la premoción física, que
puede clasificarse como un congruismo intrínseco, y explica
la distinción entre la gracia eficaz y la suficiente en virtud
de una excelencia propia, de una realidad ontològica, in­
herente a la primera, y que falta en la segunda. La gracia
eficaz consiste en una luz y moción sobrenatural, que pre­
determina real y físicamente el albedrío a doblegarse al
querer de Dios. E!s proporcional y adaptada intrínseca­
mente al fin sobrenatural, o intrinsecus congrua, como se
dice en la Escuela.
Los agustinianos, separándose de los tomistas, apelan
a la fuerza victoriosa de la delectación celeste. La atrac­
ción divina es moral, es decir, “determina por modo de ob­
jeto, de consejo, de motivo, de invitación, y, atrayendo,
mueve al consentimiento; así, las percepciones del entendi­
miento, los gustos, los actos indeliberados de amor, temor,
etcétera, invitan a la voluntad a realizar actos deliberados,
influyendo en ellos. De este último modo, y no físicamente,
enseñan los agustinianos, obra la gracia eficaz” °.
El deleite sobrenatural que realzan los teólogos de la
escuela agustiniana, tiene el principal lugar entre las gra­
cias actuales, y consiste en actos indeliberados sobrenatu­
rales, de tal modo adaptados al ingenio, a la índole y afec­
tos de aquel a quien se da, que el con sentim ento es seguro.
Y en esta acomodación o congruidad ponen ellos la conexión
infalible que tiene la gracia con el consentimiento.
También este congruismo recibe el nombre de intrín­
seco, porque, según él, la eficacia de la gracia cons;ste en
una especial conveniencia o adaptación del llamamiento di­
vino a la voluntad del llamado.
Otros teólogos han seguido nuevos derroteros. Quiero
citar a algunos de mucha notoriedad y competencia, como
Tomasín, Suárez, el portugués Mascareñas, obispo de Oporto.
Tomasín, s:n duda, es uno de los teólogos franceses más
nutridos de substancia agustiniana en materia de la gra-3
3 L a f f OS.s e , De Deo et divinis attrìbutis, q. 5, a. 3 : M igne, Cur­
sus théologiens completus, vol. 7. El P, Diego González define así
la gracia eficaz : Gratin sic praeveniens voluntatem, cam moliendo,
et inclinando sic vehementer, suaviter et fortiter, ut retenta po-
testate resistendi, coniungendo cum ipsa gratta consensum, nun-
quam résistât, nec dissentiat, nec grafiam respuat: est gratia effi-
cax moraliter. Dicitur moraliter effteax, auia eius efficacia, ut ante­
ceda cxercitium arbitra, non est per physicatn causalitatem in ar­
bitrio, cui inest, sed per moralem motionem suadendo, monendo,
vel terrendo, et ad ipsam ex electione arbitra sequitur consensus,
non ex physica connexione Htsius cum consensu fin 2 Sent., tr. 2,
il. 6. n. 643). Cit. por el P. H. d e i . V al, Sacra Theologia dogmati­
ca, n, 514.

cia. Lo peculiar de su interpretación consiste en explicar
la eficacia de la vocatio congrua de San Agustín por una
multitud de auxilios suficientes, in cumulo et congerie auxi-
liorum sufficientium.
“ Con la multitud, la variedad, la combinación, la pro­
porción y conveniencia de muchos socorros con que la pro­
videncia divina dirige y gobierna a los elegidos tan suave,
sabia y firmemente, que ellos perseveran sin caer hasta el
fin, o, si caen, se levantan indefectiblemente de su caída”
La muchedumbre de socorros consigue con certeza el
efecto del consentimiento. A tque haec est ex Thomasino
vocatio qua Deus, iuxta S. Augustinum, hominem cuius
miseretur sic vocat, quomodo scit ei congruere, ut vocantem
non respuat7.
“ San Agustín ha reconocido— continúa el teólogo fran­
cés—^que Dios determina nuestras voluntades al bien por
medio de los objetos que les presenta y por los pensamientos
y movimientos indeliberados que les inspira, tan aptos y
proporcionados a sus inclinaciones, que éstas, atraídas, se
vuelven hacia lo que les aficiona a sí tan suave y poderosa­
mente. Es lo que llama el gran Santo visorum suasiones_,
la persuasión por medio de objetos y movimientos del es­
píritu y del corazón. Porque, después de haber deliberado
largamente y fluctuado entre la repulsa y el consentimien­
to, nadie hay que no se determine a seguir los objetos que
más le atraen y fascinan, pues a ellos le llevan los pensa­
mientos por no sé qué agrado, y las aficiones por no sé qué
peso. Ahora bien, la sabiduría omnipotente de Dios tiene
en su mano y poder no sólo todos los objetos que pueden
atraernos o repelemos, mas también los pensamientos que
pueden presentarse a nuestro espíritu y complacerle o dis­
gustarle y todos los primeros movimientos de nuestras
afecciones, que previenen nuestro consentimiento e infali­
blemente consiguen nuestra adhesión, si son bastante pode­
rosos para cautivar nuestra voluntad y cuentan, además,
con la complacencia del pensamiento y la conveniencia de
los objetos. A éstas llama San Agustín visorum, suasiones” 8.
Tomasín, para interpretar los pasajes sobre la congruen­
cia de los llamamientos divinas, tuvo presente sin duda, ade­
más de la doctrina sobre la drtectatio como pondus anima0,
la historia de la conversión del Santo, que es una prodigiosa
historia de la multitud, abundancia, insistencia, artificio e
industrias innumerables de la misericordia divina, asedian­

0 Mémoires sur la grâce. Quatrième mémoire, LX , p. 218 (Pa­


ris 1682).
; I-afosse, i'b., a. 3, 5.
8 Quatrième mémoire sur la grâce, ch. 44, p. 157.
do con la gracia al- extraviado que fué más tarde su gran
Doctor.
Hay en las Confesiones fórmulas pintorescas para ilus­
trar la estrategia y continuo asedio con que la divina bondad
sigue y persigue a las almas hasta rendirlas y ganarlas para
sí. ¡Qué bien esclarece el pensamiento del teólogo oratoriano
aquel undique circumvaUabar abs te, por todas partes me
copabas! 0
Y aquellas palabras con que descubre los rodeos y cerca-
mientos del Señor: E t circumvolabat swper me fié 1 :lis a
longe misericordia tu a *101
. Pláceme traducirlas y parafra­
searlas con el lozanísimo escritor agustiniano el P. Pedro
de Vega:
“Volaba tu misericordia en torno de mí desde lejos allá
de las alturas sin fondo de tu predestinación y sabiduría;
me estabas mirando y como rodeando todo, atendiendo al
punto y a la manera en que habías de coger la presa. Aun­
que lejos yo de ti por mis muchas pecados (que son los que
sólo me podían remontar), tú andabas cerniendo sobre el
puesto donde yo estaba y dando vuelos en derredor, hasta
tanto que te plugo bajar de golpe y cogerme en tus manos
por presa tuya. Dichosa caza, que es al revés de las otras,
pues es por dicha, no del que cazó, sino del que fué cazado”
Estos continuos y maravillosos vuelos y rodeos de Dios
en torno al alma ha querido poner en su punto y claridad
Tomasín con su sistema de los múltiples auxilios. Prescin­
diendo de si atina o no en la verdadera y última razón
de la eficacia del consentimiento otorgado a la vocación con­
grua, no puede negarse que da relieve a un hecho indiscu­
tible en el proceso de la conversión, y sobre todo en la pre­
paración de la voluntad.
En Francisco Suárez domina igualmente el propósito de
adhesión al pensamiento de San Agustín y aun al estilo de
su obra: Cum ergo magna sit huius quaicstionis difficultas,
et in diversas partes opinionum varietate neritas ipsa per-
trahatur, Augustini non solum doctrinam, quam sernper ve-
neror, sed scribendi etiam rationem, quod máxime cupio, hac
una in re conatos sum aemulari12.
El admite una doble congruencia en la gracia y el libre
albedrío, y, eliminada la teoría de la premoción física, ex­
plica la atracción divina, como un hecho de iluminación y
de asistencia superior. El que viene llamado, no sólo viene

0 Conf., VIII, i.
10 Conf., III. i.
11 Declaración de los siete salmos penitenciales, i.a parte, p. 74
(Zaragoza 1606).
n Opuscttla theologica : I. De concursa et efficaci auxilio Dei.
«■Opera», t. X I, 1 (París).
por haber sido llamado, sino también el mismo acto y fuerza
de venir lo recibe del Padre por la gracia adyuvante, con­
grua y acomodada a la voluntad libre.
La tracción, pues, es moral: Moralis motio, qua Vil finís,
vel rogans aut persuadens impettit sen movet voluntatem,
iuxta ülud'quod Augustinus citat: Trahit s m qusmque vo­
luntas13. Suárez aprueba y firma la doctrina del discípulo
de San Agustín San Próspero: “ La gracia de Dios princi­
palmente sobresale con persuasiones y exhortaciones, avi­
sando con ejemplos, amedrentando con los peligros, estimu­
lando con milagros, esclareciendo la inteligencia, inspirando
consejos, iluminando el corazón mismo y penetrándolo con
las mociones afectuosas de la fe” 14.
“P or esta gracia excitante se logra que el objeto pro­
puesto al amor aparezca más atrayente y honesto, y lo que
se debe temer, más horrible, y lo que se debe aborrecer, más
abominable; y así de lo demás. Lo cual se consigue, o con
una mayor ilustración del entendimiento, o disponiendo de
algún modo e inclinando el afecto, del que depende princi­
palmente el juicio práctico del entendimiento” 15*1 .
8
Y en todo este proceso o en esta persuasión, que se hace
de una manera vital, iluminando el entendimiento y encen­
diendo el a fe cto 1S, está excluido todo lo forzado y violento:
todo es suavidad, blandura y toques con manos de seda,
pues la gracia se adapta al hombre con doble congruencia.
“ San Agustín no sólo consideró la dignidad inherente a la
vocación divina, la conformidad propia que trae consigo la
vocación con el ingenio o naturaleza de los hombres, que es
como una congrwcntia in actu primo, sino también y de un
modo más particular dió realce a aquella proporción objetiva
que consiste en que la vocación o llamamiento se cumpla en
el tiempo preciso en que ha de ser eficaz, y es propiamente
en el acto segundo, y entonces puede decirse que es sobre
todo congrua, por adaptarse particularmente al hombre, pues
mejor es llamarle cuando ha de responder, aunque sea con
un llamamiento más apagado, que llamarlo fuertemente
cuando no ha de asentir al llamamiento” .
No pone, pues, San Agustín, según el Doctor Eximio, la
eficacia del llamamiento en una predeterminación física, sino
en una congruidad moral, in congruitate quadam morali,
que guarda Dios cuando quiere convertir a alguien, llamán-
13 Ib., c. ii, 7.
14 De voc gentium, c. 9 : Gratia Dei principaliter praecminet
suadendo exhortationibus, tnonendo exe.mplis, terrendo periculis, in­
citando miraculis, dando intellectum., inspirando consuium, corque
ipsum aluminando et fidei affectionibus imbuendo.
11 Opuse., I, 3, c. 10.
18 Persuasio fit vitali modo aluminando intellectum el excitando
affectum (ib., V, S).
dolé cuando y como sabe El que le conviene, para que preste
oidos y consienta” 17.
Terminemos estos testimonios o ensayos de interpreta­
ción con el del obispo de Algarbe don Fernando Martín
Mascareñas, quien discurre ampliamente sobre el congruís­
imo agustiniano en sus Tractatus de auxiliis divinas gratiae
ad actus supernaturales
Reduce la divina vocación a la gracia operante, “ pues
con ella Dios invita al libre albedrío humano y lo estimula
a convertirse con santos pensamientos y mociones indeli­
beradas en la voluntad, es decir, ilustraciones del entendi­
miento e inspiraciones en la voluntad, que son los principios
de la justificación y las que logran en el libre albedrío hu­
mano la última disposición para la gracia santificante” 19.
Mas no siempre la voluntad se halla templada para moverse
conforme al soplo de lo alto; pero, según San Agustín, “se
contienen en los tesoros de la divina potencia y sabiduría
tantos modos de llamar (tot vocationis modos), que absolu­
tamente ninguna voluntad puede hallarse tan obstinada y
endurecida que le falten al Señor a lo menos remedios extra­
ordinarios para ablandarla” 20.
La presciencia divina no constituye precisamente la con­
gruidad, pero le hace a Dios cierto de ella, sin que ninguna
resistencia pueda prevalecer contra la firme voluntad del
Creador, cuyo artificio maravilloso consiste precisamente en
vencer la resistencia de la criatura con medios suaves, lo­
grando que la vocación sea congrua, id est, qua?. libero ar­
bitrio sic congrmt ut conssmus sequatur21.
No es fácil explicar—¡añade— en qué consiste la congrui­
dad de la gracia. Algunos creen que se llama así por razón
del tiempo, poique se da en tiempo conveniente, cuando el
libre albedrío ha de consentir. Y declaran esto así: Dios,
por la ciencia condicionada, previo que la voluntad de Pe­
dro, puesta en tales circunstancias y afectada de tal modo,
había de producir un acto de conversión si en aquel momento
se le prevenía con la gracia excitante, y decretó asistirla en
aquel tiempo, y por haberlo hecho así, se llama vocación
congrua. De este modo la congruidad califica extrínsecamen­
te a la gracia, y se reduce a una oportunidad de tiempo para
comunicarla, y recibe por esta causa el nombre de vocación
congrua” .
Pero no satisface a nuestro teólogo esta explicación, pues
más bien la congruidad del tiempo sigue a la congruidad de
)7 Ib., III, C. 12, 12.
18 Olisipone
19 Ib., fol. 8. apud Petrum Crasbeeck, 1604, in folio.
20
Ib., fol. 125.
21
Ib., fol. 47.
la misma gracia. Y por eso “ otros admiten una proporción
o acomodación entre la gracia y la voluntad afectada de,
modo que siga infaliblemente la cooperación” .
Lo cual puede explicarse del siguiente modo: “La volun­
tad del pecador, ora por las circunstancias del tiempo y del
lugar, ora por la complexión natural del cuerpo, ora por
algunos afectos de justicia o de otra pasión originados con
algún motivo, ora, finalmente, por otras causas, de tal modo
se halla afectada algunas veces y dispuesta, que tal o cual
ilustración de la mente o inspiración, v. gr., un pensamiento
del infierno o temor de las penas eternas con tal o cual in­
tensidad, están debidamente proporcionados para producir
con total certidumbre su conversión. En esta, pues, propor­
ción o atemperación ha de ponerse justamente aquella efi­
cacia de la gracia que está in actu primo y en cierto modo
puede llamarse habitual” 22.
Tal parece haber sido la mente de San Agustín, conforme
a las palabras del capítulo 14 del libro sobre el bien de la
perseverancia: “De lo dicho se colige que algunos poseen por
índole natural un don divino de inteligencia que les llevaría
a la fe si oyesen la conveniente palabra de Dios o viesen mi­
lagros a propósito, y, con todo, si por más altos juicios de
Dios no son separados por la predestinación de su gracia
de la masa de perdición, no oirán las palabras divinas ni ve­
rán los hechos por los que vendrían a la fe en caso de ver
u oír tales cosas” 23*.
Donde son de notar las palabras índole et mentibus, que
significan una disposición natural propia, y a ella atribuye
el Santo Padre la congruidad de la gracia, porque en verdad
mucho más fácilmente se mueven a abrazar la verdad por
hallarse bien dotados de condiciones mentales, sobre todo
cuando las verdades que oyen o los hechos que observan con-
cuerdan bien con su estado de ánimo.
Igual sentido tienen las palabras escritas a Simpliciano:
Los Uamó de tal modo, como convenía a los que siguieron el
llamamiento.
En resumen, el obispo de Algarbe define la congruidad
agustiniana de este modo: “ No consiste en una fuerza de­
terminante de la voluntad ni en algo que intrínsecamente per­
tenezca a la razón misma de la gracia misma, sino en cierta
proporción entre el llamamiento y la voluntad afectada, de
tal modo que, libre, pero infaliblemente, siga la operación o
el consentimiento”

22 lb., fol. I2I-2.


23 De dono perseverantiae, XIV, 35 : Obras dc San Agustdn, VI
(BAC), pp. 514-615.
21 lb., fol. 123. Congruitas enim non est aliqua vis detertmnati-
va voluntatis neque allud pertinem ad inj-rinsecam gratiae raliou^m.
Las interpretaciones aducidas bastan para orientar a los
lectores y dar una idea de la influencia que ha tenido el libro
a Simpliciano en las discusiones de las escuelas católicas so-
\bre los problemas de la armonía entre la gracia y el libre
albedrío.
Los textos agustinianos realzan el aspecto moral del in­
flujo de la gracia en el logro del consentimiento humano,
pues el Santo hace intervenir en este hecho lo que él llama
visorum suasiones25, es decir, el halago y la atracción por
medio de representaciones visivas, ora internas, ora externas,
que tienen la fuerza para mover la voluntad y ganar su con­
sentimiento.
En este sentido explicó sobre todo el texto evangélico
sobre la atracción divina: Nenio vtnit ad me, nisi Poder tra-
xerit eum.
También Santo Tomás interpreta muy agustinianamente
este pasaje, cuando dice: Multipliciter Pater trahit ad Pi-
lium. persuadiendo, aMiciendo admirabüi delectatione et amo­
re 'veritatis2<*. Este admirable deleite y amor de la verdad,
que se compone de luz y de afición sabrosa, es la misma ve-
ritas-caritas, o la inspiratio et un ctio27, que interviene, sel
gún San Agustín, en las atracciones divinas.
El hombre es un ser movido por el conocimiento de la
verdad y el amor del bien, y la gracia le favorece con ambos
beneficios, con lo que llama San Agustín aperire veritatem et
inspirare suavitatem o aluminare intettigsntiam, et inspirare
caritatem28.
Los hombres no obran el bien, o porque no saben lo que
es justo, o porque no les agrada. Y por obra de la gracia se
les descubre lo que estaba oculto a sus ojos y se les hace
. suave lo que les era du ro29*.
Tal es la adaptación y congruencia fundamental con que
la divina Providencia ha logrado la armonía entre su acción
sobrenatural y las aspiraciones más profundas del espíritu
humano.

s e i quaedam prmportio inLer vocationem et voluntatew-, toM. modo


affedam- ut infallibiliter sed libere sequatur operatio.
25 I>e spirita et lìttera, X X X IV , 6o.
28 In Ioan., VI, lect. 5, n. 3.
” In Epist. Ioan., tr. 3, 13 : PL 35, 2004.
Il D$
rinai' in Ps- II8,
peccatorum seÌ“ - etl7’remissione,
mentis 3 37’ II,
IS49-
26 : P3^ 44, 167.
Vil. La doctrina de la masa condenada
y el panegírico del velo

En el libro de las respuestas a Simpliciano hallamos!


también formulada la concepción de la massa damnata, qué
es uno de los aspectos con que ha expuesto el Santo su doc­
trina acerca de la situación del género humano y la univer­
salidad de la culpa. “Pues el Apóstol dice que todos mueren
en Adán, de quien provino a todo el género humano el ori­
gen de la ofensa de Dios; luego todos los hombres forman
una masa de pecado, acreedora al castigo de la divina y
suprema justicia, que ora en ejecutarlo, ora en perdonarlo,
ninguna injusticia se comete: Sunt igitur omnes homines una
qwaedam massa peccati, supplicium débens divinas summae-
que iustitiae, quod sivs exigatur, sive donctur, nulla est ini-
quitas \
La humanidad se presenta a los ojos de San Agustín
pomo una masa de pecado, con la ignominia de su sangre vi­
ciada in fonte Tactis. Unas veces la llama massa luti, massa
peccati: Srcundum carnem mortali gen:ratkme formamur et
omn's una massa luti facti isumus, quod est massa pecca­
ti 1
2. Enlodóse con su pecado el hombre y mancilló su natu­
raleza, para comunicarla mancillada a todos los descendientes.
La expresión massa luti alude evidentemente a la for­
mación del primer hombre, plasmado con un poco de limo
de tierra. Lo que fué polvo se hizo en las manos de Dios
organismo noble, lozanía de cuerpo vivo, maravillosa cante­
ra de multiplicación del género humano. Mas aquella massa
luti se convirtió pronto en massa peccati, en carne de pe­
cado, sujeta a la condena. “He aquí que el primer hombre
hizo condenable a toda la masa: Ecce primus homo totam
massam damnabilem fe c it3.
Había estampado Dios su imagen y gloria dentro de
aquella capilla de barro que es la naturaleza humana, tan
fácil para desmoronarse en polvo. El demonio fué el pro­
fanador del templo santo, el corruptor y envenenador de la
masa humana: Universam massam generis humani in ho-
mine primo 'venenator Ule percussiti.
La capilla del Señor se convirtió en estrago de ruina* en
sucia polvareda de pecado: Terra es et in terram ibis: barro
eres y en barro te volverás.
Todo el género humano se inficionó con el desorden, la

1 A d Sitnplic., II, 16 .
2 De div. quaest. 83, q. 63, 3 : PL 40, 1f i.
3 Serm. 166, 7 : P L 38, 907.
* Serm. 174, 9 : PL 38, 944.
malicia y el veneno de la primera rebelión, y justamente se
llama m a ssa pra ova rication is 5, m assa p e r d i t i o n i s m a s s a
ir a e T. También emplea la palabra de inspiración paulina,
conspersio, co n spa rsio: E x p ú r g a te v e tu s ferm en tu m , wt s itis
\nova conspírsiO j s ic u t e s tis a z y m i67
*.
8
\ La analogía utilizada por San Pablo, de la fermentación
<3e toda la pasta con un poco de levadura, se apropia para
Explicar la corrupción del género humano con el fermento
de Adán y Eva, insignificante porción de la grande masa de
los mortales, la cual quedó dañada por la culpa de un hom­
bre: Ista m assa quoniam tota m o rtis es t, cu m per unum ho-
m inem p ecca tum in tra v it in m undum et per p ecca tu m m o rs °.
Conviene, pues, desarrollar las ideas dogmáticas que van
enlazadas al enjullo de esta metáfora para conocer el pensa­
miento de San Agustín.
En primer lugar, notamos la unidad y solidaridad de to­
dos los hombres en el padre común, pues el género humano
fué instituido radicalmente en Adán: In ipso A d a m g en u s
hum anum tan quam ra d ica liter in s titu tu m e s t 10. Raíz de to­
das las gentes y pueblos de la tierra es Adán. “Todos estuvi­
mos—'dice en otra parte—en la sombra de la muerte; todos
estábamos unificados en la masa del pecado, procedente de
Adán. Una vez viciada aquella raíz, ¿ qué fruto podía brotar
del árbol del género humano ?” 11
He aquí la segunda idea fundamental, vinculada a la doc­
trina de la masa: el universal contagio de la.primera culpa
y las consecuencias de ella derivadas. In fir m a s g en u it in fir ­
m as: un padre enclenque ha dejado una descendencia enclen­
que y tarada. El vicio de la raíz es la mala voluntad que se
apartó de Dios, y la codicia fangosa y viscosa, lu tu len ta cu-
p iditas, que diría el Santo12.
El hombre cayó de una gloriosa altura de privilegios y
.excelencias a la tierra de que se formó su cuerpo: se hizo
una criatura terrena, abandonada a la corriente fugitiva de
las cosas, según aquella ley de asimilación del amor, que
San Agustín enunció: Terram diligencio térra eris: amando
la tierra, serás tierra 13.
Aun los judíos hicieron de su religión un instrumento de
5 Contra Adversarium legis et prophetarum, I, 6. 9 : PL 43, 608.
6 Contra duas epist. pelagianorum, II, 6, 15 : PJL 44, 58a.
7 Serm. 27, 12, 13 : PL 38, 177. ____ _
8 1 Cor. 5, 23. v:
“ Epist. 186, 19 : PL 33, 823.
■ 10 De Genesi ad litt., VI, 14 : PL 34, 345.
11 Omnes in umbra mortis fuirnus, omnes, in massa peccati de
Adam veniente coUigati tenebatnur. Radice vitiata qnaiis nasci po-
tuit fructus ex arbore generis humanit (Sermones Guelf., X , p. 472 :
(«Mise. Agost.»).
12 Serm. 34, 5 : PL 38, 211.
18 Tract. in Epist. loan., II, 14 : PL 35, 1997.
adquisiciones temporales14*; y todos los hombres, a seme­
janza de aquel que primero fué formado dsl polvo, son tam­
bién lúteos y terrenos: L u te i atque terreni im aginem Ulius
p orta n t q u i p rim u s fa c tu s e s t de térra terren as 1!i. j
La gravitación terrena y el peso de la mortalidad, onusj
mortalitatis1(i, inclinan al hombre “vencido, condenado, cau-j
tivo” J7, al seno de la tierra, de donde salió. Desde que nac?
viene arrastrando en castigo merecido la soga de la muer/-
te: Nemo natscitwr ñisi trahens poénam, trahens merituih
poenae18.
El castigo y la culpa del castigo constituyen la universal
condenación. “ Cuando el Apóstol dioe que vino la condena­
ción de uno para todos, señala a la misma masa, la cual
salió toda viciada de Adán” : q u m tota, v itia ta e x A d a m pro-
f l u x i t 19.
La expresión to ta v itia ta debe entenderse de una totali­
dad extensiva o universal, no de una corrupción substancial
de la naturaleza humana, como dijeron algunos intérpretes
exagerados del santo Doctor, para quien el mal no es una
substancia, sino un accidente. Así el pecado y s u s consecuen­
cias no anularon el vigor de la inteligencia, ni suprimieron
el libre albedrío, ni acabaron con todas las excelencias de
la naturaleza, porque ésta conserva su lote de bienes divinos.
Los pelagianos presentaron ya esta objeción a la doctri­
na agustiniana. Cuando el Santo hablaba de la debilidad de
la naturaleza—ilanguor naturae—«, ellos interpretaban esta
expresión como si él admitiera una naturaleza mala, sin dis­
tinguir los accidentes de la substancia.
Tin solo pecado fué la causa de tamaño desastre: “aquel
único pecado, tan grave por haber sido cometido en lugar
de tanta felicidad, que en un solo hombre originaria y, por
decirlo así, radicalmente quedó condenado todo el género
humano; el cual no se borra ni perdona sino por obra de un
Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, quien sola­
mente nació de modo que no necesita renacer” 20.
Todos los hombres arrastran el contagio de aquella peste:
Trahunt ergo contagiara de illo primo magnoquc peccato21,
o, como dice en otra parte, de radice depravada atque punita
et massa per d ita22. Aunque pecado único en su principio,
se hizo universal y multiforme, traspasándose a todos los
1« En. in ps. 87, 20 : PL 36, 996.
14 De divers. 83 quaest., q. 68, 2: PL 40, 71.
16 Ad Sim-pl., I, 13.
17 Ib. 14.
18 En. in ps. 50, 10 : PL 36, 591. •
1« Contra luí. oPus imp., I, 136 : PL 4?, 1136.
20
Enchir., XLVIII, 14 : PL 40, 255.
Opus imp. contra lu í., III, 161: PL 45, 1315.
Ib., III, 202: PL 45, 1333.
descendientes y formados de la misma masa. Por eso todo
-¡hombre ■viene a este mundo sujeto a miseria desde las con­
solaciones de la leche humana. Omnis homo quando nasci-
iur inchoat a miseria. Noli quaerere prophstantem: interro­
ga nascentem et vide flentem 'ri.
Estos orígenes han impreso un sello peculiar en el des­
arrollo luctuoso del género humano, que con tan fuertes
pinceladas describe el Doctor de la Gracia: “Y así, alejada
de Dios, yacía, o mejor, se revolvía en los males y se preci­
pitaba de mal en mal toda la masa condenada del género hu­
mano” : Iacíbat in malis vsl etiam volvebatur et de mális in
mala praecipitabatur totius humani generis massa dam-
nata 224.
3
Suele decirse que el hombre es portador de valores eter­
nos; pero completemos la frase añadiendo que es igualmen­
te portador de grandes miserias temporales. -Por el pecado
perdió,los privilegios de la gracia santificante, la amistad y
familiaridad dulcísima con Dios, el equilibrio espiritual en­
tre la vida afectiva y la razón, el señorío sobre el dinamismo
instintivo, la inmortalidad prometida al cumplimiento del
mandato supremo, el esplendor de la sabiduría, la felicidad
terrena y la exención de las miserias. Había sido la suya una
posición de rectitud, en que ocupaba su lugar propio, como
ciudadano de ambos mundos, visible e invisible, y anillo de
conjunción de lo divino y humano, del cielo y de la tierra.
Mas, por haber dejado los senderos fáciles de la justicia, se
hizo esclavo de la corrupción, encorvado hacia la tierra por
el pondus oonsuetudinis carnalis25, por el peso de la cos­
tumbre camal..La masa humana, salida de la órbita de Dios,
cayó en poder ds fuerzas obscuras y antidivinas, que sub­
mueven el mundo, y cargada en cierto modo de un dinamis­
mo pecaminoso, en que intervienen tres factores o impulsos:
impulsos externos, debidos a un espíritu superior, caído y
maléfico, al que San Agustín llama rmdiator ad mortem,
mediador de la muerte. Es el tentador, el adversario envidio­
so de los hombres, aterido en un odio perpetuo contra el
Creador y todo lo que lleva el esplendor y la gloria de su
imagen.
En segundo lugar, la masa lleva impulsas propios, des­
órdenes inviscerados en la entraña de cada uno por la parti­
cipación de la culpa y pena.
En tercer lugar, están los impulsos sociales, provenientes
del contacto con la masa de los demás por la contigüidad
vital y lo que en términos concretos llamamos escándalo. El

23 Sermones, Frang. IV, 210 («Mise. Agost.»).


24 Enchir., X X V II, 8 : PL 40, 245.
25 Conf., VII, 17.
roce de unos con otros aumenta las energías pecaminosas del
género humano. /
Por eso, cuando se describe la situación histórica de éste'
bajo la tiranía del pecado y del demonio, no debe olvidarse la
fuerza de las costumbres y de los hábitos, que ha hecho más
grave la ley de la miseria y del pecado.
La masa humana, rodando a lo largo de los siglos, au­
mentó el volumen de su malicia y el contagio pestilencial de
sus miserias.
Hay un mal endovenoso, digámoslo así, que se comunica
de la raíz misma viciada a las ramas de Adán, a los hombres
constituidos por él pecadores; pero hay otros males que mu­
tuamente se comunican entre sí los hombres en virtud de la
cohesión y solidaridad que rige en la vida humana. Unos a
otros se arrastran al pecado; unos a otros se sumergen en
la bahorrina del mundo y forman el consortium reorum, con-
sortium simul ;p eccantium2fi, el pandemónium de pecadores,
esto es, una conspersio, una massa impiorum imitatiom si-
bimet connexorum27. Los pecados mismos aprietan la masa.
No sólo el glutinum amoris, el gluten afectivo, amasa y
unifica a las voluntades humanas, sino el pecado mismo y el
víscus terrena# cupiditatis, la perversidad común, aglutina
unos con otros. La naturaleza y la costumbre hacen muy ro­
busta e invencible a la codicia: Natura et comuetudo con­
tunda robustissimam faciunt et inmctissimam, cupiditatem 2S.
Los factores hereditarios y sociológicos han influido mucho
en la situación de la masa humana.
Por eso la massa peceati es justamente una massa irae 2",
y con ella se forman los vasos o instrumentos de ira. Mas,
para entender rectamente el sentido de esta éxpresión, con­
viene distinguir con San Agustín en el condenado tres as­
pectos: la obra de la creación, la obra de la impiedad y la
obra de la ordenación.
Non itaque odit Deus ñeque quod in eis facit creando, ñe­
que quod in eis facit ordinmdo 30. Dios es autor de grandes
bienes naturales que poseen los condenados y los demonios:
con justas razones permite que, usando de su libre albedrío,
pequen, haciéndose odiosos a la suma justicia y santidad, y.
ordena el castigo que deben cumplir según su malicia e im­
piedad. Como impíos son execrables a Dios: In quantum
impii sunt execrabiles31, dice el Santo, y sobre ellos descarga
su ira.3*
7
9

“ ■Con/., II, 8.
37 Contra advers. Ugis et prophetarum, V, 17 : PL 42, 640.
Ad Simpl., I, 10 : PL 40, 106. .
39 Serm. 22, 9 : PL 38, 153.
30 Ad Simpl., I, 2, 18 : PL 40, 123.
S! Ib. ib.
Tomemos como ejemplo al Faraón, presentado en la Santa
'Escritura como un tipo de soberbia y rebelión con Dios.
¿Quién le hizo vaso de ira? Además de su pecado de origen,
su orgullo y oposición a los planes, divinos sobre la libera­
ción del pueblo hebreo.
De la soberbia faraónica no fué causa, ni podía serlo,
Dios, por ser todo pecado lo más opuesto al ser divino, al
que pretende eliminar y destruir.
Por eso aborrece en ellos la impiedad, que El no ha he­
cho : Odit in eis impktatem quam ipse non f e c i t 32. Al con­
trario, Dios puede ordenar una pena, castigar un delito,
condenar, logrando que la misma condena sirva de escarmien­
to a otros; en este sentido le conviene a El la ordenación de
la pena. Como el juez—razona el Santo— aborrece en el ladrón
el hurto, pero no la condenación a las minas: lo primero es
obra del malhechor; lo segundo, obra del juez. Así el Se­
ñor, cuando de la masa de los impíos hace vasos de conde­
nación, no aborrece lo que hace, es decir, la ordenación de
la pena, castigando justamente a los que se pierden y dando
ocasión para salvarse a los que El compadece 33*.
También la masa condenada se halla en una radical in­
validez para salvarse por si misma, como quien está sumer­
gido en un pozo hondísimo, de donde no puede salir si no le
dan la mano. Nótese de camino el cambio que se refleja en
la doctrina de la massa damnata de los escritos anteriores
al 397 y la que se defiende en el escrito dirigido a Sim-
pliciano.
Cuando en el libro De dmersis quaestionibus octoginta
tribus (q. 68) redactó las notas exegéticas sobre el texto
paulino: O homo! tu quis es qui respondeos D eo? Si, concebía
ya el estado de la humanidad como una masa de limo o de
pecado: Omnes una massa luti facti sumus, quod est massa
peccati35. Pero aun admitiendo la universalidad del pecado
de origen, creía en el vigor de la naturaleza lapsa para to­
mar por sí misma la iniciativa de salvación.
Así, en la historia de los israelitas en Egipto, cuando
fueron separados de la restante masa humana para que fue­
ran vasos de misericordia, no deben excluirse méritos ante­
riores al acto de misericordia que hizo el Señor con elle«:
“De la misma masa de pecadores hizo vasos de misericordia,
a quienes socorriese cuando elevaban a El sus plegarias los
. hijos de Israel, y vasos de ira, con cuyo castigo ejemplar los
instruyese, esto es, a Faraón y su pueblo; porque, si bien
ambos eran pecadores y, por lo mismo, pertenecían a una

32 Ib. ib.
33 Ib. ib.
3,1 Rom. o, 2o.
35 PL 4o, 71.
misma masa, sin embargo debían ser tratados de diverso
modo los que habían rogado al único Dios. ¡
Verdad es que se compadece de quien quiere y a quien,'
quiere endurece, pero esta voluntad de Dios no puede ser
injusta, porque procede de méritos ocultísimos, ya que en
los mismos pecadores, aun formando una masa por el pecado
común, hay su diversidad. Precede en ellos algo por lo que,
aun no estando justificados, se hacen dignos de justificación;
y precede en los demás pecadores algo que los hace dignos
de endurecimiento: Prarcedit ergo aliquid in peccatoribus,
quo quamvis nondum sint iustificati, digni efficiantur ius-
tificatione: et item praecedit in ali-is peccatoribus quo digni
sint obtusvcme 3C.
Según esto, aun los pecadores pueden merecer el don de
la justificación, y a sus méritos ocultísimos se otorga la -mi­
sericordia que los salva. Ellos por sí mismos se separan de
la masa de condenación para hacerse vasos de gloria.
Pero, en este escrito dirigido a Simpliciano, la masa se
considera más homogénea, digámoslo así, en su incapacidad
para todo movimiento propio y autónomo de separación. Si
Dios no tomara la iniciativa de salvarla, la humanidad eter­
namente seguiría sumida en su irremediable miseria. He
aquí una de las bases de la necesidad de la gracia para el
initium fidei, o del auxilio preveniente.
Si los hombres yacen en un abismo profundísimo de im­
potencia, sólo la misericordia puede anticiparse y descender
a ellos para salvarlos.
■Como factores de esta impotencia pueden señalarse, so­
bre todo, tres: impistas, infirmitas et ignorantia.
La impiedad es un estado de alejamiento d'e Dios, el apos­
tatare a D ío 37, la orientación terrena del espíritu, el estrago
del paladar y la desgana para las cosas eternas y celestiales
a causa de la fiebre de la injusticia, de febre iniquitatis3S.
Igualmente, la impiedad equivale a esclavitud, servilis­
mo y sumisión a las fuerzas obscuras de la naturaleza. Por
el pecado, el hombre se hizo temporal y terreno: Per pecca-
tum temporalis factus e®*3 39.
8
7
La ignorancia y la flaqueza son también dos vicios que
impiden a la voluntad moverse para obrar el bien o para
abstenerse de la obra mala40.
De aquí la necesidad de la gracia para sanar y fortalecer
la naturaleza caída.
“He aquí la obra del Hijo de D ios: E3 descendió a ti, no

56 PL 40, 72.
37 En. in ps. 50, 18 : PL 37, 597.
38 En. in ps. 33, 6 : PL 37, 251.
33 In Epist. loan., tr. II, 10 : PL 35, 1994.
46 De peco, mentís et remis., 11, 17, 26 : PL 44, 167.
cayó; el caído eres tú ; El descendió y te alargó la mano; con
tus propias fuerzas no puedes levantarte; toma la mano dei
que bajó hasta ti para que seas levantado por el fuerte41.
Tales son las ideas principales que,San Agustín incluye
■en la mássa damnata, en 'la que1se ha querido ver el fermento
de un pesimismo exagerado. Pero ¿es que la realidad misma
de la situación del hombre caído no ofrece bastantes tintas ne­
gras para no alucinarse con un optimismo falso, como el de
los pelagianos antiguos o modernos? ¿ O acaso ha sido menos
eficaz o más melindroso el pincel del Apóstol en el terrible
dibujo que nos dejó del hombre antiguo, hijo de la más re­
finada cultura?
Sin duda la consecuencia más rigorista de la doctrina
de la 7P assa d a m n a ta es la relativa a los niños que mueren
sin bautismo, a quienes San Agustín no exime de la conde­
nación, seguida de una levísima pen a 424 .
3
Quizá en este punto el ardor de la polémica y la nece­
sidad de no-ceder ni un palmo de terreno a los pelagianos,
defensores de un lugar medio para morada feliz de los ni­
ños muertos sin bautismo, llevaron un poco lejos al Doctor
de la Gracia y a algunos de sus discípulos; mas la teología
católica permite mitigar el rigorismo de sus conclusiones.
Pero, salvo este punto, las demás ideas fundamentales
asociadas a la m assa dam nata, como son la unidad de origen
del género humano, el pecado de los primeros padres, la
transmis:ón de su culpa y pena a todos los descendientes,
la impotencia física y moral en que se hallaba el hombre
para salvarse por su propio esfuerzo, la necesidad de la
redención, la gratuidad absoluta e independencia de los do­
nes divinos, la necesidad de la gracia para el in itiu m fid e i,
pertenecen al tesoro dogm ático de la Iglesia.
También ha realzado aquí San Agustín, siguiendo al
Apóstol, el doble misterio de la irü .cru tcbilis mis Hcordia et
in s c r v tá b ilis iv s t it ia , cuya razón pertenece a los secretos
más íntimos del Creador. El considera este secreto como
una profundidad inherente al misterio de la cruz. El cris­
tiano ha de cargar a cuestas con esta obscuridad, que es
una de las cruces, de la intergencia cristiana.
La cruz tiene cuatro dimensiones: anchura, longitud,
altura y profund;dad.
El cristiano debe tener la anchura del amor de Cristo
y abrir sus brazos a todo el mundo: la titu d o erg o e s t ca ri­
ta s, q u a e so la b en e operatur.

41 En. in ps. 9S, 7 : PL.37, 1211 : Descendit enirn ad le llle qui non
cadit: tu cecider'as, llle descendit, porrexit tlbi manum. Non potes
vlribus tuis surgere, ampleciere manum descendenlis ut erigarii a
forti. c ,
43 Cf. S algueiro, o. c., 114-115. , ,
Y con la anchura no ha de faltar la longitud, es decir,
la longanimidad de la esperanza, que se extiende hasta
el siglo futuro.
La altura significa la elevación de miras, la sublimi­
dad de la intención pura, que busca a Dios en todo.
Finalmente, la profundidad es el secreto de la predes­
tinación. ¿P o r qué se da a aquél y no al otro? No temo de­
cirlo : he aquí la profundidad de la cruz: hoc est profunditas
crucis.
¿P or qué atrae a éste y no al otro ? E s secreto inapea­
ble, es un abismo, es la profundidad de la cruz. Los genti­
les recibieron la luz de la fe ; los judíos quedaron en las
tinieblas; algunos niños son regenerados con la ablución
bautismal; otros quedan en la muerte del primer hombre.
“ ¡Ouán grandes son tus obras, Señor! Y demasiado profun­
dos tus consejos” 43.
Mas adviértase que este peso de la cruz, que fatiga a
las criaturas humanas al subir el escarpe doloroso de sus
destinos, al par que gran mérito de su peregrinación te­
rrestre, es la honra más alta y limpia que se tributa a la
majestad de Dios.
A este propósito pláceme recordar una doctrina que
San Agustín repetía en su enseñanza al pueblo,- y que lla­
maré el panegírico de la cortina y del velo. Con ella quería
frenar la curiosidad irreverente de los cristianos a propó­
sito de los misterios y obscuridades de la Sagrada Escri­
tura.
Cristo es el palacio de los grandes secretos y misterios
del Altísimo, y, como dice el Apóstol, en El están encerra­
dos todos los tesoros de la ciencia y sabiduría4 44. Y no los
3
ocultó para anularlos, sino para azuzar el deseo con su es­
condimiento. Hace c-st utüitas secreti. B e aquí el valor del
secreto. Reverencia en El lo que todavía no entiendes; y
tanto más has de reverenciarlo, cuanto más abundan los
velos. Porque cuanto más honrado y noble es uno, tanto
más penden en su palacio los velos o cortinas. Quanto enim
quisque honoratior est, tanto plura vela pendent in dom o
eius. Vela faciunt honorem secreti. Las cortinas hacen ho­
nor al secreto; pero a los que los miran con reverencia, se
descorren los velos; y los que se burlan de ellos, serán arro­
jados de la casa. A nosotros, por haber pasado a Cristo,
se nos quita el velo.” 40 , •
He aquí una hermosa doctrina que nunca deben perder
de vista ni los teólogos ni los fieles.
La mansión de Dios, el palacio de la Sabiduría infinita,
43 S e r m . 165, 5 : PL 38, 904-905.
M Col. 2, 3.
Serm. 151, 4, 5 : PL 38, 336.
está lleno de maravillosos tapices y colgaduras, que nos
ocultan los tesoros y magnificencias de la justicia, santi­
dad y misericordia del Señor. Pretender levantar con mano
curiosa e irreverente ésas pesadas cortinas, que nos hurtan
a los ojos los arcanos del Altísimo, es una impiedad que
lleva consigo el castigo de la mano árida del Evangelio.
Los arcanos de la casa de Dios son blasones de majestad y
señorío, de riqueza y omnipotencia. Y, ante ellos, lo mismo
que los serafines del cielo, los fieles de la tierra deben can­
tar: Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos y lle­
nos están los cielos y la tierra de su gloria.
Este cántico de asombro y enmudecimiento ante la in­
comprensibilidad de los juicios divinos, esta humildad in­
fantil, que se complace en mirar y admirar el bendito velo
que cubre los arcanos de la misericordia y justicia infinita,
cuando de una misma masa hace vasos de gloria o permite
que resulten vasos de ignominia, señala la m eta sudans de
la soteriología del D octor de la Gracia. Toda curiosidad pre­
suntuosa debe reprimirse ante el secreto de la predestina­
ción: Quare hune traha/t, et ülum non trahat, noli velle
indicare, si non vis errare. Ora u t tra h a risie. Si no quieres
errar, no juzgues por qué atrae a éste y no a aquél : tú rue­
ga para que seas atraído.
Sin duda, el fruto más saludable de la meditación en
estos enigmas es la oración y temblorosa humildad con
que ha de trabajar el cristiano para salvarse.
Los monjes antiguos se servían de un apólogo para
enaltecer la reverencia al secreto de Dios.
Un barco lleno de esclavos ancló en una ciudad, y ha­
biendo llegado la noticia a los oídos de una noble doncella
que vivía consagrada a Dios, se presentó allí y con buen
precio rescató a una de las dos niñas que allí venían, con
el fin de separarla del mundo y educarla en el temor de
Dios. Luego se presentó también una vieja comediante, y
separó y compró a la otra niña. La primera educó a su
ahijada en la práctica de todas las virtudes, en el temor de •
Dios y obras de piedad. Al contrario, la comediante, cuan­
do creció la niña, la enseñó todas las malas artes de la se­
ducción y corrupción y la hizo lazo del diablo. ¿Quién pué-
de medir la profundidad del consejo de Dios en esta elec­
ción y permisión relativa a las dos criaturas? 47
He aquí dos destinos contrarios según la intención del
apólogo. ¿P or qué una niña es adoptada por una santa don
celia y va por un camino que lleva al paraíso, y la otra cae
en manos de una perversa mujer, quien la pone en la senda
de la perdición ?
Tr.~ín loan., X X V I, 3 : PL 35, 1607.
" J. Brémond, Les Pères du désert, I, pp. 98-100.
Una cosa es visible en este hecho, y conviene ponerla de
relieve; a saber, la ley de la solidaridad o de la caridad y
egoísmo que rige la masa humana. Tanto en la perdición
como en la salvación de los hombres interviene el libre al­
bedrío personal y el influjo de los demás o el factor socioló­
gico, a que hemos aludido antes. Dios salva a los hombres
por medio de los hombres, les cuales se pierden no sólo por
su iniciativa propia, sino también por la seducción y es­
cándalo ajeno.
Bástenos a nosotros con saber lo que el santo Doctor
repite: “Bueno es Dios, justo es Dios. Puede s n buenos
méritos salvar, porque es bueno; no puede condenar sin
malos méritos, porque es justo. Dios devuelve males por
males, porque es ju sto; bienes por males, porque es bueno;
bienes por bienes, porque es bueno y ju s to ; mas no devuelve
males por bienes* porque no es injusto” 48.
Bástenos con saber que es grande el poder de la gracia
y el número de los que se salvan: Constat maffnam esse
gratiam qua plurimi liberantur49.
Llevar muy adelante la curiosidad es lidiar con proble­
mas que nos pueden y nos vencen. Soportemos este dolor
obscuro, que nos hace más inteligentes para los misterios
del cristianismo.

VIH. Censura de San Agustín

“De los libros que escribí siendo obispo, los dos prime­
ros, que tratan acerca de diversas cuestiones, están dedica­
dos a Simpliciano, prelado de la Iglesia milanense, en cuya
sede sucedió al muy bienaventurado San Ambrosio. Dos de
esas cuestiones, tomadas de la Epístola del apóstol San Pa­
blo a los Romanos, las comenté en el primer libro. La pri­
mera de ellas trata de lo que escribió el A póstol: ¿Qué di­
rem os, pues? ¿E s la l y la causa dsl pecado? De ningún
modo, hasta donde dice: ¿Quién me libertará é e este cuer­
po de m uerte? Solamrnte la gracia de Dios por Jesucristo.
Al tratar de la cuestión, lás palabras que dice el Apóstol:
La ley es espiritual, más yo soy carnal, y las restantes, en
-que se declara la rivalidad entre la carne y el espíritu, las
expuse yo como si se tratara del hombre puesto bajo el
. yugo de la ley y no libertado aún por la gracia. Pues fué
mucho más tarde cuando comprendí que tales palabras pu-

41 De gratia et libero arbitrio, X XIII, 45 : Obras de San Agus­


tín, VI (EAC), pp. 292-3.
49 De praedestín. sanctorum, VIII, 16 : PL 44, 972.
dieran también referirse, con mayor probabilidad, al hom­
bre espiritual.
La segunda cuestión de este primer libro comprende des­
de el pasaje donde dice: No sólo esto , sino también Rebeca,
que concibió de una vez dos hijos de Isaac, nuestro padre,
hasta donde dice: Si el Señor dé los ejército s no hubiera
conservado a algunos de nuestro linaje, quedáramos como
los de Sodoma y sem ejantes a los de Gomorra.
Para resolver esta cuestión se ha trabajado, en efecto,
por el triunfo del libre albedrío de la voluntad humana,
pero venció la gracia de Dios. Y no podía ser otra la con­
clusión, entendiendo bien lo que con toda verdad y eviden­
cia afirma el Apóstol. Pero ¿quién es el que te da ventaja
sobre nosotros? O ¿qué hay en ti que no hayas recibido?
Y si lo has recibido, ¿de qué te ufanas como si no lo hubieras
recibido ? Con la mira puesta en declarar esto mismo, el már­
tir San Cipriano todo lo comprendió en el mismo título,
diciendo: De ninguna cosa hemos de gloriarnos, porque nin­
guna es nuestra1.
Ein el segundo libro se tratan y se resuelven, según la
escasez de mis fuerzas, las demás cuestiones, que se refie­
ren todas al libro llamado de les reinos. La primera versa
sobre lo que está escrito: NI E spíritu del Señor irrum pió
■ sobre Saúl, mientras en otro lugar se-dice: E l espíritu malo
del Señor en S aúl2. *
Al exponer estos pasajes dije: Aunque está en la potes­
tad de uno el querer una cosa, no está lo mismo en la potes­
tad de cada uno el p od er34 .
Se hizo esta afirmación porque no decimos que está en
nuestro poder sino lo que se hace cuando queremos; y aquí
lo primero y lo principal es el mismo querer. Pues, sin nin­
gún intervalo de tiempo, la voluntad está pronta cuando
queremos; pero recibimos también de arriba el deseo de
vivir bien cuando la voluntad es preparada por el Señor.
La segunda cuestión trata sobre aquellas palabras: Me
arrepiento de haber hecho fe y a Saúl*. La tercera es si el
espíritu inmundo que estaba en la pitonisa pudo hacer que
Samuel fuese visto de Saúl y hablase con. é l e.-
La cuarta, sobre lo que está escrito: E ntró el rey David
y se sentó ante el Señor ®.
La quinta, de lo que dijo Elias: ¡Oh Señor, testigo de
esta viuda en cuya casa me hospedo ahora: Tú h iciste mal
al privarle de su h ijo 7.
Esta obra comienza: Gratissimam plañe*.

1 C yprianus, 1 1 1 Testim. 4. 3 Ibid. 18, 7-20. ,


* 1 Reg. 10, 10; ibid. 16, 14. 6 2 Reg. 7, 18.
3 L. II, q. x. 7 3 Reg. 17, 20.
4 Reg. 15, 11. .* Retract., XI, 1 : PL 32, 629-631.
B I B L I O G R A F I A

limo, y Rçvmo. S ai.gueiro T rindade ; La doctrine de Saint Au­


gustin sur la grâce d'après le traité à Simplicien. Thèse pour le
doctorat en théologie (1925, Porto, Portugal), 205 pâgs.—Premiè­
re partie : Analyse du traité, pp. 29-89.—'Deuxième partie : Doc­
trine du traité (Doctrine de la masse, prédestination, réproba­
tion, conclusioni, pp. 95-193.
P. Courcelle : Recherches sur les Confessions de Saint Augustin
(Paris 1950).
Augusto G uzzo : Agostino contro Pelagio (Torino 1944).
' Umberto Moricca : Sant'Agostino. L'uomo e lo scrittore (Tori­
no 1930).
A. Casamassa, O. S. A. : Il pensiero di S. Agostino nel 396-397
(Roma 1919).
O. Barde.vhewer ; Augustinus über Rom, VU , 14, ¿Miscellanea
Agostiniana», 2, 879-883.
Philipp Platz : Der Römerbrief in der Gnadenlehre Augustins. Cas-
sicia-cum, V. (Würzburg 1938).
X avier L eon Dufour : Grâce et libre arbitre chez Scrini Augustin.
A propas de «Consentire vocationi Dei, propriae voluntaiis est»,
«Recherches de science religieuse», 33 (19^6), 120-161.
H arry T. Corcoran : Extem al Grâce in St. Augustine (Roma 1948).
Cornely : Commentarius in S. Pauli Epistolas : I. Epistola ad Ro­
manos (Parisiis 1896).
Barbedette : L'influence augustinienne au X V II siècle, spécialement
à l'Oratoire, «Revue d ’histoire des Religions», tna^o-h-mio j q ? 6 .
J. B. F aure : Ênchiridion de fide, spe et caritate S. Aurelii Augus-
tini (Neapoli 1847).
H onorato del V al : Sacra Theologia dogmatica, n (E l E s c o ­
rial 1926).
J. B. L a g r a n g e : Les rétractations exégétiques de Saint Augustin.
«Miscellanea Agostiniana». 2, 373-395.
P. Beraza, S. I. : De gratia Christi, 2.® ed. (Bilbao iqîq).
DE DIVERSIS QUAESTIONIBUS
AD S I M P L I C L A N U M

L I B E R I

Pauli ad Romanos
duae tractantur

PRAEFATIO
Gratissimam plane atque suavissimam interrogationum
tuarum dignationem mihi, pater Simpliciane, misisti: qui-
bus nisi respondere conarer, non solum contumax, verum
etiam ingratus existerem. Ét ilia quidem quae de Paulo
apostolo dis80lvenda proposuisti, iam a nobis erant utcum
que discussa litterisque mandata. Sed tarnen eadem ipsa
verba apostolica tenoremque sententiarum, non contentus
inquisitione atque explicatione praeterita, ne quid in ea
negligentius praeterissem, cautius attentiusque rimatus sum.
Non enim tu ea percontanda censeres, si eorum intellectus
facilis atque expeditus foret.

QUAESTIO I
Lex ad qmd data. Concupiscentia aucta per legem.. Feccatum
quomodo mortuum erat sine legs. Quomodo revîxit. Legs
quis male utitwr. Lex nonnisi a spiritualibus impie tur.
Carnal; s dwpliciUr dicti. Originalis peccati poetia. L ex
peccati in membris quid. L od in quibus lex videri passif
dici mala. Legem esse bcrnam. Manichaeorum error de ve-
teri lege. Explicantur testimonia, quibus lex videri passif
non bona.
1. Nam ex eo loco ubi scriptum est: Quid ergo dice~
mus? L ex peccatum e s t? A b sit; usque ad eum locum, ubi
ait: Igitur lex volenti mihi bonum e s t : et caetera, credo us-
SOBRE DIVERSAS CUESTIONES
A S I M P L I C I A N O

L I B R O I

Dos cuestiones sobre la Romanos

PREFACIO
Has hecho llegar hasta mí, ¡oh padre mío Simpliciano!,
el envío agradabilísimo y delicadísimo de tu cuestionario;
y si no procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente,
sino también ingrato. Ya he discutido 3’ publicado algo so­
bre las dificultades que me has propuesto de algunos pasa­
jes del apóstol San Pablo. Mas, poco satisfecho de mi pri­
mera investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos
y omisiones, he vuelto a someter a un examen más diligente
y serio las mismas palabras y razonamientos del Apóstol.
Si su interpretación fuera obvia y fácil, no las creerías tú
dignas de nueva discusión. 4

CUESTIÓN I

Para qué se dió la 1-ey. La concupiscencia aumentó sus bríos


con la ley. Cómo el pecado estaba muerto sin la ley y
cómo revivió. Los que usan mal de la ley. Sólo los hom­
bres espirituales la cumplen. Dóble sentido de la pala­
bra carnales. La pena del pecado original. Qué se entien­
de por la ley del pecado, que milita en los m vm bros.
Lugares donde parece que la ley es considerada como
mala. La ley es buena. E rror de los maniqueos sobre la
ley antigua. Se explican los pasajes que parecen des­
favorables a la ley.1
1. La primera cuestión cuyo esclarecimiento me pides,
comprende desde las palabras: ¿Qué diremos, pues? ¿E s
pecado la ley? De ningún modo, hasta donde dice: La ley
que ad illud : M iser ego homo, quis me liber abit de corpore
m ortis huius? Gratia Dei per Jesum Christum Dominum
n ostru m 1: primam nos voluisti enodare quaestionem.
Quo loco videtur mihi Apostolus transfigurasse in se
hominem sub lege positum, cuius verbis ex persona sua lo­
quitur. Et quia paulo ante dixerat: E vacuati sumus a lege
m ortis, in qua detinebam ur, ita u t serviam us in novitate
spiritus, e t non in vetu sta te littera e, atque ita per haec ver­
ba quasi reprehendisse legem posset videri, subiecit statini:
Quid ergo dicem us? L ex peccatum est ? A bsit. Sed pecca-
turn non cognovi nisi por legem . Nam concuptsctm iam nc-
sciebam, nisi Itx d iceret: Non concupisci s.
2. Hic rursus movet: Si lex non est peccatum, sed in-
sinuatrix: peccati, nihilominus his verbis reprehenditur.
Quare intelligendum est, legem ad hoc datam esse non ut
peccatum insereretur, neque ut exstirparetur, sed tantum
ut demonstraretur, quo animam humanam quasi de inno-
centia securam ipsa peccati demonstratione ream faceret :
ut quia peccatum sine gratia Dei vinci non posset, ipsa rea-
tus sollicitudine ad percipiendam gratiam converteretur.
Itaque non a it: Peccatum non feci nisi per legem, sed Pac-
catum non cognovi nisi per legem. Neque rursuj aie: Narri
concupiscentiam non hatoebam, nisi lex diceret: Non con-
cupisces; sed ait: Concupiscentiam nesciebam nisi lex di­
ceret, Non concupisces. Unde apparet concupiscentiam per
legem non insitam, sed demonstratam.
3. Consequens autem erat ut quoniam nondum accepta
gratia concupiscentiae resisti non poterai, augeretur etiam;
quia maiores vires habet concupiscentia crimine praevari
cationis adiuncto, cum etiam contra legem facit, quam si
nulla lege prohiberetur. Consequenter itaquìe subiungit:
Occasione atitism accepta, peccatum per mandatum opera-
tum est in me omnem concupiscentiam 2. Erat enim et ante
legem, sed non omnis erat, quando crimen praevaricatio-
nis adhuc deerat. Unde alio loco dicit: Ubi tnim non est
lex, nec praevaricatio3.
4. Quod autem adiungit : Sine lege enim peccatum mor-
tuum e s t; pro eo positum est ac si diceret: Latet, hoc est,
mortuum putatur: quod paulo post evidentius dicturus
est: E go autem , inquit, vivebam sine lege aliquando: id
est, nulla ex peccato morte terrebar: quia non apparebat,
cum lex non esset: Advenisnte autem mandato, peccatum

' Rom. 7 , 7 -2 5 -
- Rom. 7 , 8 .
es un bien pava nú, si la quiero, y lo que sigue hasta las pa­
labras: Desv nturado ds mí, ¿quién me librará del cuerpo ds
esta muerte ? La gracia de Dios por nuestro S ñor Jesucristo.
Me parece a má que en este pasaje asumió el Apóstol en
sí la representación del hombre, puesto bajo la ley, apro­
piándose su lenguaje. Y como un poco más arriba había di-
eho: Hemos sido desligados de la V y de muerte, a que está­
bamos sujetos, de manera que sirvamos en espíritu nuevo,
no en la letra vieja ; y estas palabras podían tomarse por
un reproche dirigido a la ley, añadió al punto: ¿ Qué diremos
entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡N o, por D ios! Pero yo
no conocí el pecado isino por la V y. Yo no conocería la codi­
cia si la ley no dijera: No codiciarás.
2. Aquí se insiste de nuevo: Aunque la ley no sea pe­
cado, pero sí un estimulante del mismo, sin embargo, apa­
rece malparada con estas palabras.
Hay que advertir, desde luego, que la ley no fué dada
para provocar a pecado ni para extirparlo, sino sólo para
darlo a conocer, para que el alma humana, que se creía
afianzada en su inocencia, palpase la evidencia del mal, y,
no pudiendo vencerlo más que con el favor de Dios, con el
escozor mismo de su culpabilidad se moviese a pedir la gra­
cia. Y así no dice: Y o no cometí el pecado más que por la
ley, sino: No conocí cl pecado sino por la ley. Ni repite in­
sistiendo: Y o no hubiera codiciado si la ley no dijera: No
codiciarás, sino dice: N o conocía la concupiscencia si la ley
no d ijese: N o desearás. De donde resulta que la ley no ha
impreso en el hombre la concupiscencia, sino la ha dado
a conocer [1],
3. Y como todavía, sin haber recibido la gracia, no se
podía resistir a los deseos de la concupiscencia, era natural
que ella tomase ^uevo3 bríos, pues la concupiscencia ad­
quiere más vigor cuando se le añade el delito de la prevari­
cación y se obra contra la ley que cuando no hay ninguna
ley prohibitiva. Conforme a esto, añade: Mas con ocasión
del precepto, obró en mi el pecado toda concupiscencia. Esta
existía antes de la ley, pero no desplegaba toda su fuerza,
porque faltaba aún el delito de la resistencia formal. Por
lo cual dice en otro lugar: Pues donde falta la ley, tampoco
hay prevaricación.
4. Y lo que añade: Pereque sin la ley el pecado está
muerto, es como si dijese: el pecado está oculto, aparece
como muerto. En seguida volverá sobre este punto: Y yo
viví algún tiempo sin ley, quiere decir: no me acosaba nin­
gún temor de la muerte, causada por los pecados. Porque
no aparecía cuando faltaba la ley, sobreviniendo él manda-
('] Véase, para esta serie de notas entre corchetes, N o ta s c o m ­
al final del tratado.
p le m e n ta r ia s
revixit; hoc est, apparuit. E go autem mortuus sum ; id
est, mortuum me esse cognovi; vel quia reatus praevari-
cationis certum mortis supplicium comminatur.
Sane quod ait: Peccatum revixit adveniente mandato,
satis significavit hoc modo aliquando vixisse peccatum, id
est notum fuisse, sicut arbitrar, in praevaricatione primi
hominis, quia et ipse mandatum acceperat4. Nam et alio
loco dicit: Mulier autem seducta in praevaricatione facta,
e s t 5*: et iterum: In sim ilitudine praevaricationis Adae, qui
est form a fu tu rie. Non enim potest reviviscere, nisi quod
vixit aliquando. Sed mortuum fuerat, id est, occultatum,
cum mortales nati sine mandato legis homines viverent,
sequentes concupiscentias carnis sine ulla cognitione, quia
sine ulla prohibitione.
Ergo, E go, inquit, vivebam sine lege aliquando. Unde
manifestât, non ex persona sua proprie, sed generaliter ex
persona veteris hominis se loqui.
Adven'isnte autem mandato peccatum revixit. E go au­
tem m ortuus sum ; e t iwventum est mihi mandatum quod
erat in vit ani, hoc èsse in m ortem 7. Mandato enim si obe-
diatur utique vita est. Sed inventum est esse in mortem,
dum fit contra mandatum, ut non solum peccatum fiat,
quod etiam ante mandatum fiebat, sed hoc abundantius
et perniciosius, ut iam a sciente et prevaricante peccétur.
5. Peccatum enim, inquit, occasione accepta per man­
datum, fefellit me, et per illud o ccid it8. Peccatum non le­
gitime utens s lege, ex prohibitione aucto desiderio dulcius
factum est, et ideo fefellit.
Fallax enim dulcedo est, quam plures atque maiores
poenarum amaritudines consequuntur. Quia ergo ab ho-
minibus nondum spiritualem gratiam percjpientibus suavius
admittitur quod vetatur, fallit peccatum falsa duleedine.
Quia vero etiam accedit reatus praevaricationis, occidit.
6. Itaquie lex quidem sancta, et mandatum sanctum, et
iustum et bonum 9. Iubenda enim iubet, et prohibenda pro-
hibet. Quod ergo bonum est mihi factum est m ors? A b s it10.
In male utente quippe vitium est, non in mandato ipso, quod
bonum est. Quoniam bona est lex, si quis ea legitime uta-
tu r n . Male autem utitur lege, qui non se subdit Deo pia
humilitate, ut per gratiam lex possit impleri. Itaque ad nihil
aliud accipit legem, qui no* ea legitime utitur, nisi ut pec-
catum eius quod latebat ante prohibitionem, apparere in-

4 Gen. 2, 17. 7 Ib. 6, 10. 3 Ib. 6, 12.


5 1 Tim. 2, 14. * Ib. 7, n . 10 1b. 6. 13.
• Rom. 5, 14. a Forte utenti. 11 1 Tim. 1, 8.
to, revivió, esto es, apareció, el pecado. Y y o quedé muerto,
esto es, conocí que estaba condenado a muerte, sabiendo
que la culpa de la transgresión está ciertamente amenazada
con el suplicio de la muerte.
Con las palabras: Sobreviniendo el pecado, 'revivió la
muerte, dió bien a entender que alguna vez el pecado había
vivido en este mundo, esto es, que fué conocido, según creo,
en la prevaricación del primer hombre, que también había
recibido un precepto. Pues en otro lugar dice: La mujer,
seducida, incurrió en la transgresión. Y otro pasaje reza
así: Por una prevaricación sem ejante a la de Adán, que es
el tipo del que ha de venir. Pues sólo puede revivir lo que
vivió alguna vez. Pero el pecado estaba muerto, es decir,
oculto, cuando los hombres, nacidos para morir, vivían sin
ley, siguiendo los caprichos de la carne, sin luz de conoci­
miento, pues no había ninguna prohibición.
Luego yo, dice, vivía sin ley alguna ves. No habla aquí,
evidentemente, en nombre propio, sino de un modo general
en la persona del hombre viejo.
Sobreviniendo el precepto, revivió el pecado. Pero y o es­
taba muerto y hallé que el precepto que fu é dado para la
vida sirvió para morir. Si se obedece al mandato, la ley es
vida; mas se descubrió que el precepto fué dado para la
muerte, pues al obrar contra él, no sólo Be comete el pecado
— cosa que se había hecho aun antes de darse la ley— , sino
se peca con más malicia y perversidad, porque se peca a
ciencia y conciencia.
5. E l pecado, continúa el Apóstol, con ocasión del man­
dato, me sedujo y por él m e dió m uerte. El pecado, abusan­
do de la ley y creciendo con la prohibición el deseo, se hizo
más agradable, y por eso me engañó. Pues es una dulzura
engañosa la que va seguida de muchas y mayores amargu­
ras de penas.
El pecado fascina con una falsa dulzurd, pues a los hom­
bres que todavía no han recibido la gracia espiritual, les
atrae más fuertemente lo prohibido; y cuando se le añade la
transgresión, produce la muerte [2],
6 . D e suerte que la ley es santa, y el precepto, santo
y justo y bueno. Porque manda lo bueno y prohíbe lo malo.
¿Luego lo bueno ha sido causa de muerte para m í? De nin­
gún modo. El mal está en el que abusa, no en el mandato,
que es bueno. La ley es buena si se usa bien de ella. Y abusa
de la ley el que no se somete a Dios con piadosa humildad,
para poder cumplirla por medio de la gracia. Luego para
este fin recibe la ley el que usa legítimamente de ella, para
que su pecado, que estaba oculto antes de la prohibición, co­
mience a manifestarse por la prevaricación. Y esto con par-
S.Ag. I X 3
piat per praevaricationem. E t hoc supra modum; quìa iam
non solum peccatum fit, sed etiam contra, mandatum.
Sequitur ergo et adiungit: Sed peccatum ut appareat
peccatum, per bonum mihi operatum est mortem, ut fiat
supra modum peccator aut peccatum per mandatum12. linde
manifestai quo sensu dixerit superius Sine lege enim ptc-
catum mortuum e s t; non quia non erat, sed quia non ap-
parebat: et quomodo dictum sit, Peccatum revixit; non ut
esset quod erat et ante legem, sed ut apparerei, quoniam
fiebat contra legem: quando quidem hoc loco ait: Sed pec­
catum, ut appareat pecatum, per bonum mihi operatum est
mortem. Non enim ait, ut sit peccatum; sed ut appareat
peccatum.
7. Deinde subiungit causam cur ita sit: Sàmus enim,
inquit, quia lex spiritualis est; eg o austem carnalis su m 13.
In quo satis ostendit non posse impleri legem nisi- a spiritua-
libus, qui non fiunt nisi per gratiam.
Spirituali enim Itegi quanto fit quisque similior, id est,
quanto magis et ipse in spiritualem surgit affectum, tanto
earn magis implet : quia tanto magis ea delectatur, iam non
sub eius onere afflictus, sed eius lumine vegatatus: quia
praeceptum Domini lucidum est illuminans oculos, et lex
Domini immaculata, convertens etnimas*1*; gratia donante
peccata, et infundente spiritum caritatis, quo et non sit mo­
lesta, et sit etiam iuounda iustitia.
Sane cum dixisset: Ego awtem carnalis sum, conttexuit
etiam qualis carnalis. Appellati sunt enim ad quemdam mo­
dum carnales, iam etiam sub gratia constitute iam redempti
sanguine Domini, et renati per fidem, quibus idem aposto­
lus dicit: E t ego, fratres, non potui loqui vobis quasi spiri-
tualibus, Sed quasi carnalibus: tanquam parvulis in Chris­
to lac vobis potum dedi, non escam 10.
Quod dicens, utique ostendit iam renatos fuis.se per gra­
tiam, qui erant parvuli in Christo et lacte potandi, et ta-
men eos adhuc carnales vocat. Qui autem nondum est sub
gratia, sed sub lege, ita carnalis est, ut nondum sit renatus
a peccato, sed venumdatus sub peccato; quoniam pretium
mortiferae voluptatis amplectitur dulcedinem illam qua fa-
Uitur, et delectatur etiam contra legem facere, cum tanto
magis libet, quanto minus licet.
Qua suavitate fruì non potest, quasi pretio conditionis
suae, nisi cogatur tanquam emptum mancipium servire li-
bidini. Sentit enim se servum dominantis eupiditatis, qui
12
Rom. 7, 13.
1S Ib. 7, 14.
14 Rs. 18, 8. 9.
15 1 Cor. 3, 1. 2.
ticular evidencia, pues ya no es simplemente pecado, sino
formal resistencia a la "voluntad de Dios.
El Apóstol continúa y dice: P ero el pecado, para mos­
trar toda su malicia, por lo bueno me acarreó la m uerte,
haciéndose sobremanera pecaminoso el pecador o el pecado.
Así explica lo que había dicho antas: Pues sin la ley está
muerto el pecado, no porque no existía, sino porque no apa­
recía Y se trasluce el sentido de lo que dijo: E l pecado re­
vivió, no para ser lo que era antes de la ley, sino para que
se viese que iba contra la ley; pues en este lugar dice: E l
pecado, para mostrar su maldad, por medio de una cosa bue­
na me acarreó a mí Ja muerte. Ñto dice para que haya peca­
do, sino para que se manifieste.
7. A continuación añade la razón de lo dicho: Sabemos
que Ja ley es espiritual, pero yo soy carnal. Da bien a en­
tender aquí que la ley sólo pueden cumplirla los que son
espirituales, los cuales lo son por la gracia.
En efecto, el hombre, cuanto más se asemeja a la ley
espiritual, esto es, cuanto más puros y levantados son sus
afectos, tanto mejor la cumple, pues tanto más se complace
en ella y ya no le oprime su carga, antes bien se fortalece
con su luz, porque el precepto del Señor es luminoso y es­
clarece Jos o jo s ; la ley del Señor es inmaculada y convierte
a las alm as; y la gracia perdona los pecados e infunde el
espíritu de caridad, por la que la práctica de la justicia re­
sulta, no ya penosa, sino agradable.
Indicó también el Apóstol en qué sentido dice de sí
mismo: Pero yo soy carnal. Porque en cierto modo se lla­
man también carnales los que están ya en gracia, redimi­
dos con la sangre de Cristo y renacidos a la vida de la fe,
de los cuales dice el mismo San Pablo: Y yo, hermanos, no
pude hablaros como a espirituales, sino com o a carnales.
Cow o a, niños en C risto os di a beber leche, no comida.
Con estas expresiones da a entender que ya habían re­
nacido por la gracia, que eran párvulos en Cristo y había
que alimentarlos con leche, y, con todo, los llama todavía
carnales. M)as el que todavía no está bajo el imperio de la
gracia, sino bajo la ley, es camal, en cuanto no ha sido re­
dimido del pecado, sino está vendido bajo él, porque busca
como precio de un deleite m ortal una dulzura que le enga­
ña y le hace complacerse en la infracción de la ley, que le
es tanto más agradable cuanto más prohibida se halla.
Y él no puede aceptar esta dulzura como recompensa
conveniente a su condición nativa, si no se ve forzado a
someterse, como un esclavo vendido, a la tiranía de las pa­
siones. Porque, a pesar de la prohibición que tiene, se siente
prohibetur, et se recte prohib'eri cognoscit, et tamen facit.
8. Quod enim operor, ait, ign oro16. Non ita dictum est,
ignoro, quasi peccare se nesciat. Nam contrarium erit quod
dixit: Sect peccatum ut apparent peccatum, per bonum mihi
operatum est mortem; et illud superius: Sed peccatum non
cognovi nisi per legem. Quomodo enim apparet, aut quomo-
do cognovit quod ignorai? Sed ita dictum est, quomodo dic-
turus est Dominus impiis : Non novi v o s 1718
. Ncque enim ali-
quid Deum latet, quando vultus Domini super facientes mala,
ut perdat de terra memoriam eorum 1S.
Sed dicimur aliquando ignorare, quod non approbamus.
Ita ergo ait: Quod enim operor, ignoro, id est, non approbo.
Quod consequenter ostendit dicens: Non enim quod volo hoc
ago: sed quod odi, illud facia 19.
Quod ergo ait, odi, hoc ait, ignoro, quia et quibus dic-
turus est Dominus, Non novi vos, de his illi dicitur: Odisti,
Domine, omnes qui operantur iniquitatem 20.
9. Si autem quod nolo, hoc facio, consentio legi, quo-
niam bona e s t21. Hoc enim non vult quod et lex : nam hoc
vetat lex. Con,sentii ergo legi, non in quantum facit quod ilia
prohibet, sed in quantum non vult quod facit. Vincitur enim
nondum per gratiam liberatus, quamvis iam per legem et
noverit se male facere, et nolit.
Quod vero sequitur et d id t: Nunc autem iam non ego
operor illud, sed id quod in me habitat peccatum 22 ; non ideo
dicit, quia non consentii ad faciendum peccatum, quamvis
legi consentiat ad hoc improbandum. Loquitur enim adhuc
ex persona hominis sub lege cpnstitui a, nondum sub gra­
tia, qui profecto trahitur ad male operandum concupiscen-
tia dominante atque fallente dulcedine peccati prohibiti,
quamvis ex parte notitiae legis hoc improbet. Sed propterea
dicit, Non ego operor Ulud, quia victus operatur. Cupiditas
quippe id operatur, cui superanti ceditur. Ut autem non ce-
datur, sitque mens hominis adversus cupiditatem robustior,
gratia facit de qua post dicturus est.
10. Scio enim, inquit, quia non habitat in me, hoc est.
in carne mea bonum 23. Ex eo quod scit, consentii legi; ex
eo quod facit, cedit peccato. Quod si quaerit aliquis unde
hoc scit, quod dicit habitare in carne sua non utique bo­
num, id est, peccatum: unde, nisi ex traduce mortalitatis
et assiduitate voluptatis? Illud est ex poena originalis pec­
cati, hoc est ex poena frequentati peccati. Cum ilio in hanc

’ • Rom. 7, 15. 19 Rom. 7, 15. 22 lb. 7, 17.


” Mt. 25, 12. 20 Rs. s, 7- 33 ®>. 7, 18.
18 Ps. 33, 17. 21 Rom. 7, 16. » II Retract., c. 1 : PL 32, 629.
esclavizado por el dominio de la codicia, y reconociendo
cuán justamente le está vedado, sin embargo lo hace [3 y 4].
8. Porque no sé yo lo que hago, dice. No significa esto
que ignora que peca, pues contradiría a lo que ha dicho:
Pero el pecado, parra descubrir su m alicia, por medio de una
cosa buena me dió la m uerte. Y antes había dicho también :
Y o no conocí el pecado sino por la ley. ¿Cómo, pues, apa­
rece o cómo conoció lo que ignora? Mas el Apóstol habla
como el Señor, cuando dirá a los im píos: N o os conozco.
Pues nada se oculta a Dios, porque su rostro está vu elto a
los que obran mal, para raer su memoria de la tierra.
Muchas veces ignorar significa no aprobar. Dice, pues:
Ignoro lo que h ago; es decir, no apruebo lo que hago. Lo
que escribe después aclara esto: Pues no hago lo que yo
qu iero; sino lo que aborrezco, eso hago.
El mismo sentido tiene aborrezco que ignoro, pues tam­
bién de aquellos a quienes dirá el Señor: N o os conozco, se
dice igualmente: Tú aborreces, Señor, a tod os los que obran
la iniquidad.
9. Si, pues, hago lo que no quiero, reconozco que la
ley es buena. Porque no quiere lo que la ley desaprueba y
prohíbe. Luego está conforme con la ley, no en cuanto hace
lo que ella prohíbe, sino en cuanto no quiere lo que hace.
Es vencido, porque no ha logrado la libertad de la gracia,
si bien ya sabe por la ley que no obra bien, y desaprueba
lo que hace.
Las palabras siguientes: Pero en ton ces ya no so y yo
quiten obra esto, sino el pecado, que m ora en mí, no signi­
fican que él no consienta en la obra mala, aun cuando
está de acuerdo con la ley para condenarla. Pues todavía
habla en la persona del hombre que está puesto bajo la ley,
y no bajo la gracia; del hombre que se deja arrastrar a la
obra mala por la fuerza dominante de la concupiscencia y
la dulzura engañosa del pecado prohibido, si bien por el
conocimiento de la ley lo desaprueba. Por eso dice: No soy
yo quien obra esto , porque lo hace dominado. Els la pasión
tirana que le sujeta, y él cede a su fuerza. Ahora bien, el
no ceder, el hacerse el espíritu del hombre vigoroso con­
tra la codicia, es obra de la gracia, de la que nos va a ha­
blar después el Apóstol.
1 10. P ues y o sé que no hay en mí, en mi carne, cosa
buena. Si se atiende al conocimiento que tiene, está de
acuerdo con la ley; si se mira a lo que hace, él se rinde al
pecado. Y si pregunta alguien cómo sabe que habita en su
carne, no el bien, sino el pecado, ¿qué diremos sino que lo
sabe por la herencia de la mortalidad y los asiduos asaltos
del apetito sensual? Lo primero es castigo del pecado ori­
ginal; lo segundo, consecuencia de frecuentes caídas en el
vitam nascimur. hoc vivendo addimus. Quae duo, scilicet,
tanquam natura et consuetudo, coniuncta, robustissima««
faciunt et invictissimam cupiditàtem, quod vocat peccatum
et dicit habitare in carne sua, id est, dominatum quemdani
et quasi regnimi obtinere. Unde est illudi in Pisalmo: Elegi
abiici in domo Domini magis quam habitare in tabernacu-
lis peccatorum 242 ; quasi non habitet, quamvis ibi ait, qui
5
abiectus ibi est, ubicumque s it: unde insinuât habitatio-
nem cum quodam prineipatu intelligendam. Si autem per
gratiam fiat in nobis quod alio loco dicit: Ut non regnet
peccatum in nostro m ortali corpore ad obediendum deside­
rine e i u s 25, iam nec habitare proprie dicitur.
11. Velie enim , inquit, adiacet mihi, perficere autem
bonum non inverno 26. His verbis videtur non recte intelli-
gentibus velut auferre liberum arbitrium. Sed quomodo
aufert, cum dicat: Velie adiacet m ihi? Certe enim ipsum
velie in potestà te est, quoniam adiacet nobis: sied quod per­
ficere bonum non est in potestate, ad meritum pertinet
originales peccati. Nion enim est haec prima natura homi­
nis, sed delieti poena, per quam fa cta est ipsa mortalitas,
quasi secunda natura, unde nos gratia libérât Conditoris
subditos sibi per fidem.
Sed istae nunc voces sunt sub lege hominis constitute
nondum sub gratia. Non enim quod vult fa cit bonum, qui
nondum est sub gratia; sed quod non vult malum, hoc
agit, superante concupiscentia, non solum vinculo mortali-
tatis, sed mole consuetudinis roborata a.
Si autem quod non vult, hoc facit; iam non ipse opera-
tur illud, sed quod habitat in eo peocatum; sicut superius
dictum est et expositum.
12. Invento ergo, inquit, legem mihi valenti facers bo­
num, quoniam mihi malum adiacet: id est, inverno legem
bonum mihi esse, cum volo facere quod lex habet, quoniam
mihi malum adiacet, ad facile faciendum. Quia superius quod
ait, Veite adiacet mihi ad facilitatem dixit. Quid enim f acilius
homini sub -lege constitute, quam velie bonum et facere ma­
lum? Nam et illud sine difficultate vult, quamvis non tarn
facile faciat, quam facile vult ; et hoc quod odit facile habet,
quamvis id nolit: sicut praecipitatus sine •difficultate venit
in profundum, quamvis id nolit atque òderit.
Hoc dixi propter verbum quod ait, adiacet Perhibet igi-
tur testimonium legi quod bona sit, homo sub ea positus et

“ Ps. 83, II.


25 Rom. 6, 12.
26 lb . 7, 18.
* Sic Er. et potiores Mss. At Lovaa. m a la r c o n s u e t u d in is .
pecado. Lo primero lo heredamos al nacer; lo segundo lo
añadimos con nuestra propia vida. Airabas cosas reunidas,
la naturaleza y la costumbre, hacen muy robusta e invenci­
ble la concupiscencia, que aquí llama pecado y dice que ha­
bita en su carne, es decir, que tiene establecido como cierto
poderío y reinado. En el mismo sentido se lee en el Salm o:
P referí vivir m enospreciado en la casa del Señor a morar
en las tiendas de los pecadores. Como si el que vive en cual­
quier lugar, aunque menospreciado, no habitase también
allí. Insinúa, pues, que la habitación implica cierto seño­
río. Pero si la gracia produce en nosotros el efecto que in­
dica en otro lugar: Para que no reine el pecado pn. nuestro
cuerpo m ortal, de suerte que obedezcáis a su s deseos, en­
tonces el pecado ni habita siquiera [5],
11. Pues el querer a la mano lo tengo, mas el poner
por obra lo bueno, no. Con estas palabras paréceles, a loa
que no las entienden bien, que en cierto modo suprime el li­
bre albedrío. Mas ¿cóm o puede suprimiílo, cuando dice:
El querer está en mi mano? Ciertamente el querer está en
nuestro poder, porque está com o a la mano; pero el no
poder realizar el bien consecuencia es del pecado original.
No es ésta la primitiva naturaleza, sino la pena del pecado,
de donde resulta la mortalidad como una segunda natura­
leza, de que nos libra la gracia del Creador cuando nos so­
metemos a El por la fe.
Mas éstas son voces del hombre puesto bajo la ley y
que no ha recibido la gracia, sino obra el mal que no quiere
por la tiranía de la concupiscencia, fortalecida con el víncu­
lo de la mortalidad y con el peso de la costumbre.
Si, pues, hace lo que no quiere, no es él ya quien obra,
sino el pecado que habita en él, como se ha dicho y explicado
más arriba.
12. H allo, pues, prosigue, esta ley, que, al querer yo
hacer el bien, m e encuentro con el mal en las manos, esto
es, veo que la ley es buena para mí cuando quiero cumplir
lo que ella manda, pues el mal reside en mí, llevándome por
la pendiente más fácil. También implicaba facilidad lo que
decía antes: E l querer está en mi mano. Pues ¿qué cosa más
fácil para el hombre, constituido bajo la ley, que desear el
bien y hacer el m al? Lo primero lo quiere sin dificultad,
aunque no se hace fácilmente lo que fácilmente «e quiere;
y lo que aborrece, fácilmente lo consigue aun contra su
voluntad: así como el que es arrojado a un precipicio, sin
dificultad rueda a lo profundo aun cuando él no lo quiera
y lo aborrezca.
Dije esto atendiendo a la expresión que emplea el Após­
tol : el querer está en mí. Da, pues, testimonio de que la ley
es*buena el hombre que está bajo ella sin haber aún conse-
nondum gratia liberatus; perhibet omnino eo ipso quod se
reprehendit faoere contra legem ; et invenit eam bonum sibi
esse, volens tacere quod illa iubet, et concupiscentia supe­
rante non valens; atque ita se praevaricationis reatu impli-
catum videi, ad hoc ut gratiam liberatoris imploret.
13. Condelector enim, inquit, legi Dei secundum inte-
riorem hom inem 21: ei utique legi, quae dicit: Non concu-
pisces. Video autem, inquit, legem aliam in membris meis,
repugnantem legi m entis meae, e t captivant sm me sub lege
peccati, quae est in membris m eìs2S. Legem appellai in mem-
bris suis onus ipsum mortalitatis, in quo ingemiscimus gra­
vati 29.
* Corpus enim quod corrumpitur aggravat animam30.
7
2
Per quod fit etiam saepe ut invicte delectet quod non licetb.
Quam sarcinam prementem et urgentem ideo legem appellat,
quia iure supplicii divino iudicio tributa et imposita est ab
èo qui praemonuit hominem, dicens: Qua die manducaveri-
tis, m orte m oriem ini31.
Haec lex répugnât legi mentis dicenti: Non concupisees:
cui condelectatur homo secundum interiórem hominem; et
. antequam sit quisque sub gratia, ita répugnât, ut et captivet
eum sub lege peccati, id est sub semetipsa. Cum enim dicit,
quae est in membris meis, hanc ostendit eamdem esse de qua
superius sit: Video aliam legem in membris meis.
14. Hoc autem totum ideo dicitur, ut demonstretur ho-
mini eaptivo non esse praesumenduim de viribus suis. TJlnde
iudaeos arguebàt tanquaan de operibus iegis superbe glolian-
tes, eum traherentur concupiscentia ad quidquid illicitum
est, cum lex de qua gloriabantur, dicat: non concutpisces.
Humiliter ergo dicendum est homini vieto, damnato, cap-
tivo, et nec saltem accepta lege victori, sed potius praevari-
Catori, humiliter exclamandum est : Miser eg o homo, quis
me liberabit de carpare m ortis huius? Gratia Dei per Imwm
Ghristum Dominum nostrum 32. Hoc enim restât in ista mor­
tali vita libero arbitrio, non ut impleat homo iustitiam, cum
voluerit, sed ut se supplici piotate convertat ad eum cuius
dono eam possit implere.
15. In hac ergo tota, quam tractavimus, apostolici con-
textione sermonis, quisquis putat sensisse Apostolum quod
mala sit lex, quoniam dicit: Lex subintravit ut abundaret
delictum ss ; et, Ministmtio m ortis in litteris figurata lapì-
d eis34; et? Virtus peccati l e x 35; et, M ortui estis legi per
corpus Ghristi ut sitis alterius qui ex m ortuis resurrexit;

27 Ib. 7, 22. 32 Rom. 7, 24, 25.


23 Ito. 7, 23. 33 Rom. 5, 2o.
23 2 Gor. 5, 4. 34 2 Cor. 3, 7.
33 Sap. 9, 15. 33 1 Cor. 15, 56.
31 Gen. 2, 17.
b Edit. Lov. habet : I n v it e d e le c t e t q u o d lic e t .
guido la libertad de la gracia: da pleno testimonio, porque
ee reprocha a sí mismo de ir contra la ley; luego reconoce
que es buena para él, deseoso de hacer lo que ella manda,
pero impotente a causa de la concupiscencia que le do­
mina. Y así se ve a sí mismo cautivo en el reato de la pre­
varicación, para que implore la gracia del Libertador.
13. Me complazco, continúa, en Ja ley de Dios según
el hambre interior, en aquella ley que le dice: No codiciarás.
Pero veo otra ley en m is miembros qu.e guerrea contra la ley
de mi mente y me trae cautivo bajo la ley del pecado, que
está en mis miembros. Llama ley de los miembros al peso
mismo de la mortalidad con que gemimos agobiados, pues
el cuerpo corruptible abate al alma. 'De donde resulta que
frecuentemente nos atrae con mucha fuerza lo que es ilícito.
Y esta carga agobiadora y sin tregua llámala ley, porque
es una justa punición impuesta por divino juicio e intimada
por el que amonestó al hombre diciéndole: E l día que co­
m iereis del fruto, m oriréis de m uirte.
Esta ley contraría a la ley de la mente que dice: N o de­
searás, y en la cual se complace el hombre según su porción
interior; y antes de hallarse bajo el imperio de la gracia de
tal modo le repugna, que lo trae prisionero bajo la ley del'
pecado, esto es, debajo de sí misma. Las palabras: lo que
está en los m iem bros, aluden a lo que diio arriba: Viso otra
ley en m is miembros [6 y 7].
14. Todo lo dicho mira a un solo fin, a probar al hom­
bre cautivo que no debe presumir de sus propias fuerzas.
Por esto combatía a los judíos, que soberbiamente se lison­
jeaban de las obras de la ley, aun cuando eran arrastrados
por la concupiscencia a cosas ilícitas, pues la misma ley,
de que ellos se gloriaban, les decía: N o codiciarás.
|Ha de clamar, pues, el hombre vencido, dominado, pri­
sionero, y aun después de recibir la ley, más prevaricador
que vencedor, ha de exclamar, repito, humildemente: ¡Des­
venturado de m í! ¿ Quién me librará de este cuerpo de muer­
te? La gracia de D ios por mediación de nuestro Señor Jesu­
cristo. He aquí la misión del libre albedrío en esta vida
m ortal: no que cumpla el hombre la justicia cuando le plazca,
sino que con piedad suplicante se dirija a aquel con cuyo
auxilio puede cumplirla.
15. Por esta serie de pasajes que hemos traído' aquí,
pensará tal vez alguien que, según el Apóstol, la ley es mala,
pues d ijo : A travesóse la ley para que aumentase el d elito;
y en otra parte la llama ministerio de muerte, grabado con
letras de piedra, y la fuerza del pecado. V osotros, dice tam­
bién, estáis m uertos a Ja ley por el cuerpo de Cristo, a fin de
que pertenezcáis a otro, a aquel que fu é resucitado de entre
et, Passiones peccatorum , quae per legem sunt, operabantur
in membris nostris, ut fructus ferrent m orti; nunc vero eva­
cuati sumus a lege m ortis, in qua detinebamur, ita ut servia-
mus in novitate spiritus, e t non in tastate luteretese; et
alia si qua huiusmodi Apostolum dixisse invenimus, atten­
dai ideo esse ista dieta, quia lex auget concupiscentiam ex
prohibitions, et retini obligat e x praevaricatione, iubendo
quod implere homines ex infirmitate non possunt, nisi se ad
Dei gratiam pietate convertant. Et ideo sub illa esse dicun-
tür, quibus dominatur. Eis autem dominatur, quos punit:
punit autem praevaricatores omnes.
Porro qui acceperunt legem, praevaricant earn4, nisi per
gratiam consequantur posse quod iubet. Ita fit ut non do-
minetur eis qui iam sub gratia sunt, implentibus earn per
earitatem, qui erant sub eius timore damnati.
16. Nam si illa quae dicta sunt, movent, ut putetur Apos­
tolus legem reprehendere, quid agimus de eo quod dieit:
Condelector enim legì Dei secundum inferiorem hominem? lf
Hoc enim dicens, legem utique laudai.
Quod cum illi audiunt, respondent, hoc loco Apostolum
de alia lege dicere: id est, de lege Christi, non de illa quae
data est iudaeis.
Quaerimus ergo ab eis, de qua lege dicat: L ex autem
subintravit, ut abundaret delictum ? 38 Respondent; de illa
procul dubio, quam iudaei acceperunt.
Vide ergo utrum ipsa sit, de qua dicitur: Occasione accep­
ta, peccatum per mandàtum operatum est in me omn-m con-
cwpiscentiam. Quid est enim aliud, operatum est in me
omnem concupiscentiam, quam id quod ibi est. ut abundaret
Idelictum ? ss
Vide quoque utrum consonet etiam illa sententia: ut fiat
supra modum peccator aut peccatum per mandatimi. Hoc
est enim ut fiat supra modum peccatum, quod est ut abunda­
ret delictum.
Si igitur osten derimus bonum esse mandatum, unde occa­
sione accepta peccatum operatum est omnem concupiscen­
tiam, ut fieret supra modum, simul ostendemus bonam esse
legem quae subintravit ut abundaret delictum, id est, ut
operaretur peccatum omnem concupiscentiam, et fieret supra
modum. Audiant ergo eumdem Apostolum dicentem: Quid
ergo dicemus? Lex peccatum est ? A b sit40.
Hoc, inquiunt, de lege Christi dictum est, hoc est, de lega
gratiae.
Respondeant itaque de qua intelligant illud quod sequi-*4 7

*' Rom. 7, 4-6.


47 Rom. 7, 22. *• Ib . 7, ri.
“ Ib . ìt>. 40 Ib . 7, 7.
<* Edit. -Lovan. Praevaricantur eam.
los m uertos. Porque, cuando estábamos en la carne, las pa­
siones pecaminosas, avivadas por la ley, obraban en nues­
tros miembros y daban frutos de m uerte; mas ahora, des­
ligados de la ley, estam os muertos a lo que nos sujetaba, de
manera que sirvamos en espíritu nuevo, no en la letra vieja.
Obsérvese que con estas y otras expresiones análogas que
hallamos en el Apóstol ha querido significar que la ley au­
menta la fuerza de la concupiscencia con la prohibición y su­
jeta al culpable con la prevaricación, mandando lo que los
hombres no pueden cumplir por causa de su flaqueza, si no
se dirigen piadosamente a Dios a pedirle la gracia. Y por
eso se dice que están bajo la ley aquellos a quienes ella
domina. Y domina a los que castiga, y castiga a todos los
tranagresores.
Ahora bien, cuantos recibieron la ley faltan contra ella,
a no ser que por la gracia consigan cumplir lo que manda.
De donde se concluye que no domina a los que viven en gra­
cia, porque la cumplen con la caridad los que estaban con­
denados cuando vivían bajo el temor de ella.
16. Si, pues, lo dicho da pie para creer que el Apóstol
censura la ley, ¿qué diremos de aquellas palabras: Me com­
plazco en la ley de Dios según el hombre interior? No puede
negarse que en ellas ise contiene una alabanza de la ley.
Pero a esto responden los que las oyen que el Apóstol se
refiere aquí a otra ley, es decir, a la ley de Cristo, no a la que
fué dada a los judíos.
¿ Y de qué ley habla cuando dice: A travesóse la ley para
que aum entase el d elito? Ellos responden: Sin duda de la
que recibieron los judíos.
Mirad también si se habla de la misma donde dice: So­
breviniendo la ocasión, él pecado, a causa del mandato, avivó
en mí toda codicia. Las palabras avivó en mí toda codicia
equivalen a las otras: para que aumentase el delito.
Ved también si concuerda con esto aquella sentencia:
Para que se haga sobremanera \pecaminoso por el manda­
miento el pecador o el pecado. Este último pensamiento equi­
vale al anterior: para que aumentase él delito.
Si demostramos, pues, que es bueno el mandato, del que
tomó ocasión el pecado para desencadenar las concupiscen­
cias, sobrepasando toda medida, quedará probada también la
bondad de la ley, que se dió para que aumentase el cuerpo
del delito, o sea para que el pecado atizase la concupiscencia,
sin guardar ninguna moderación. Oigan, pues, al mismo
Apóstol, que dice: ¿Qué diremos entonces? ¿Que la ley es
un pecado? D e ningún modo.
“Aquí habla de la ley de Cristo, de la ley de gracia” , di­
cen ellos.
Dígannos, pues, de qué ley entienden lo que sigue: No vine
tur: Sed ego peccatum non cognovi itisi por legem. Narn
concupiscentiam nesciebam nisi lea; d iceret: Non concupisces.
Occasione autem accepta, peccatwm per mandatum operatimi
est in me omnem concupiscentiam 41-. Ecce verborum ipsa
contextio satis indicat de qua lege dixerit: Lex peccatum
e s t? A bsit.
De illa scilicet, per cuius mandatum occasio fuit peccato,
ut operaretur omnem concupiscentiam. De illa ergo quae
subintravit, ut abundaret delictum, quam putant illi malam.
Sed quid apertius quam id quod paulo post ait: Itaqm
lex quidem sonda, e t mandatum sanctum, e t iwstum et
bonum?
Hoc rursus dicunt non de illa lege quae iudaeis data est,
sed de Evangelio dictum est. Manichaeorum est enim tam
ineffabiliter caeca ista perversitas. Non enim attendunt quod
apertissimum et manifestissimum sequitur: Quod ergo bo­
num est, mihi factum est m ors? Absit. Sed peccatum, ut
a/ppareat peccatum, per bonum mihi operatvm est mortem,
ut fiat supra modum peccator aut peccatum per manda­
tum 4t:. hoc est, per mandatum sanctum, et iustum et bonum;
quod tarnen subintravit, ut abundaret peccatum, hoc est, ut
fieret supra modum.
17. Cur ergo ministratio m ortis dicitur, si bona est lex?
Quia peccatum ut appareat peccatum, per bonum mihi ope-
ratum est mortem. Nee mireris, cum de ipsa praedicatione
Evangelii dictum sit: Christi bonus odor sumus Deo, in ita
qui salvi fiunt, et in iis qui pereunt; aliis quidem odor vitae
in vitam, aliis autem odor m ortis in m ortem 43.
Ad iudaeos enim dieta est lex ministratio m ortis, aà
quos et in lapide scripta est ad eorum duritiam figurandam ;
non ad eos qui legem per carìtatem implent. Plenitudo enim
legis caritas. Ipsa enim lex quae in litteris est figurata lapi-
deis, dicit: Non adulterabis, Non homicidium facies, Non
furabsris, Non concupisces, etc. Quam legem dicit Apostolus
implori per caritatem, ita loquens: Qui enim diligit alterwm
legem implevit. Narn, Non adulterabis, Non homicidium fu ­
ck s, Non furabsris, Non concupisce«:• e t si quod est aliud
mandatum, in hoc sermone recapitulatwr : Diliges proximum
tuum tanquam te ipsum 44; quia et hoc in eadom lege scrip­
tum est.
Cur virtue peccati lex, si lex bona est? Quia peccatum per
bonum operatum est mortem, ut fiat supra modum, hoc est,
maiortes vires ex praevarieatione concipiat.
Car mortui sumus legi per corpus Christi, si bona est lex ?
Quia mortui sumus legi damnanti, liberati ab eo affectu
quem lex punii et damnat. Uisitatius enim vocatur lex, quan-
11 Ib. 7, §. “ 2 Cor. 2, ij . i6.
« Ib. 7, i 3- 44 Rom. 13, 8-io.
en conocim iento del pecado sino por la ley. Pues no cono­
cería Ja codicia si la ley no d ijera: no codiciarás. Mas con
ocasión del precepto obró en mi el pecado toda concupiscen­
cia. El contexto del pasaje muestra bien de qué ley hablaba
al decir: ¿L a ley es un pecado? No por cierto.
Evidentemente habla de aquella cuyo precepto dió oca­
sión al pecado para que avivase toda concupiscencia, de aque­
lla que entró para que aumentase el delito, y que, según
ellos, es mala,
Pero ¿se quieren palabras más claras que las que añade
poco después: La ley, pues, es santa, y el mandato, santo,
ju sto y bueno?
Y vuelven a repetir aquí que se trata, no de la ley dada a
los judíos, sino del Evangelio. Tal es la ceguera inexplicable
y perversa de los maniqueos, pues no atienden al pasaje que
viene después, clarísimo y evidentísimo: ¿Luego lo bueno
ha sido para mí m ortal? Nada de eso ; pero el pecado, para
mostrar toda su malicia, por lo bueno me dió la muerte, ha­
ciéndose por el precepto sobremanera pecaminoso el pecador
o el pecado; esto es, el precepto fué santo y justo y bueno,
pero se introdujo para que aumentase el delito y se desbor­
dase su malicia.
17. ¿P or qué ¡se llama, pues, ministerio de muerte, si
la ley es buena? Porque el pecado, para m ostrar su malicia,
por medio de una cosa buena obró en mí la muerte. No te
admires de esto, pues de la misma predicación del Evangelio
se ha dicho: Somos para Dios buen olor de Cristo entre los
que se salvan y los que se pierden; para unos, ciertam ente,
olor saludable, que da vida; para otros, olor m ortífero, que
ocasiona m uerte.
La ley ha sido llamada ministerio de muerte con respecto
a los judíos, para quienes fué grabada en lápidas, emblema
de su dureza, no con respecto a los que la cumplen por amor.
Pues el cumplimiento de la ley es la caridad. Pues la ley
grabada y escrita 'en tablas de piedra dice: No adulterarás,
no matarás, no robarás, no codiciarás. De ella asegura San
Pablo que se cumple por amor: Porque quien ama a los de­
más ha cumplido la ley. Pues todos los preceptos: No for­
nicarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, etc., se ci­
fran en esta sentencia: Amarás al prójim o como a ti mismo;
porque también éste se halla escrito en la misma ley.
Si la ley es buena, ¿por qué se llama fuerza del pecado?
Porque el pecado, por abusar de un bien, fué causa de muer­
te, extralimitándose, pues el quebranto mismo de la ley toma
mayores bríos.
Si es buena la ley, ¿por qué hemos m uerto a ella por
el cuerpo de Cristo? Porque, libres de los deseos que la ley
castiga y condena, ya no nos amedrenta su punición. Se llama
do minatur et terrei et vindicat. Itaque idem praeceptum ti-
mentibus lex est, amantibus gratia est. Inde est illud in
Evangelio: L ex per M oysen data est, gratia et veritas per
Iesum Christum, facta est* 5. Badem quippe lex, quae per
Moysen data est ut formidaretur, gratia et veritas per Iesum
Christum facta est, ut impleretur. Sic ergo dictum est : Mor­
tui estis legi, ac si diceretur: Mortui estis supplicio legis,
per corpus Christi, per quod sunt delieta donata, quae legiti-
mo supplicio constringebant.
Cur passiones peccatorum quae per legem sunt, opera-
bantur in membris nostris, ut fruotificarent m orti, si lex
bona est ? Quia illas hic voluit intelligi peccatorum passiones,
de quibus iam saepe dictum est, augmentum concupiscen-
tiae de prohibition«, et reatum poenae de praevaricatione:
hoc est, quia per bonum operatum est mortem, ut f iat supra
modum peccator aut peccatum per mandatum.
Cur liberati sumus a lege m ortis, in qua dstinebamur,
ita ut serviamus in novitate spiritus et non in vetustate
litterae, si lex bona est ? Quoniam lex littera est eis qui non
earn implent per spiritum caritatis, quo pertinet ad Testa-
mentum Novum. Itaque mortui peccato liberantur a littera,
qua detinentur rei qui non implent quod scriptum est.
Lex enim quid aliud quam sola littera est eis qui eam
legere noverunt, et implere non possunt? Non enim ignora-
tur ab eis quibus conscripta est: sed quoniam in tantum
nota est, in quantum scripta legitur, non in quantum dilecta
perficitur, nihil est aliud talibus nisi littera ; quae littera non
est adiutrix legentium, sed testis peccantium. A b eius ergo
damnatione a liberantur qui per spiritum innovantur, ut iam
non sint obligati litterae ad poenam, sed intellectui per iusti-
tiam copulati.
Inde est et illud, Littera occidìt, spiritus autem vivifi­
cai 446. Lex enim tantummodo lecta et non intellecta vel non
5
impiota, utique occidit; tune enim apellatur littera. Spiritus
autem vivificai ; quia plenitudo legis est caritas, quae diffusa
est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est
nobis 47.
45 Io. I , 17.
46 2 Cor. 3, 6.
" Rom. s, 5.
* Er. ac 1res Mss., d o m in a tio n e .
más ordinariamente ley la- que amenaza, atemoriza y san­
ciona. Y así un mismo precepto para los que temen es ley, y
para los que aman, gracia. De donde aquello del Evangelio:
La ley fu é dada por M oisés; la gracia y la verdad vino por
Jesucristo. En efecto, la gracia y la verdad nos vinieron por
Jesucristo, a fin de cumplir la ley, que dió Moisés para inspi­
rar temor. Se dijo, pues: Habéis m uerto a la ley, como di­
ciendo: Estáis libre del suplicio de la ley por el cuerpo de
Cristo, pues por él os han sido perdonados los pecados, me­
recedores de justo castigo.
Si la ley es buena, ¿por qué las inclinaciones pecamino­
sas, vigorizadas por la ley, obraban en nuestros miembros
y daban frutos de m uerte? Por aquellas inclinaciones peca­
minosas a las que se ha aludido frecuentemente, quiso sig­
nificar el aumento de la concupiscencia y el reato del castigo
por causa de la transgresión del mandato; es decir, que el
pecado, abusando de una cosa buena, trajo la muerte, de
suerte que el precepto hizo extremadamente culpable al peca­
dor o al pecado.
Si la ley es buena, ¿por qué estam os libres de la ley de la
m uerte, que nos sujetaba, de modo que sirvam os a Dios con
nuevo espíritu y no según la letra vieja? Porque la ley es
letra para los que no la cumplen por el espíritu de amor,
que los incorpora al Nuevo Testamento. Así, los que están
muertos al pecado quedan libres de la letra, que esclaviza
como reos a los que no cumplen la ley.
Porque la ley es simplemente letra para los que saben
leerla, pero no la pueden cumplir. Aquellos para quienes
fué escrita la conocen; mas como sólo la conocen en cuanto
está escrita y se lee, no porque se la ama y cumple, resulta
que para ellos solamente es letra, que no ayuda al que la lee,
sino acusa al tranagresor. De su punición quedan libres los
que reciben el nuevo espíritu, de suerte que ya no están
obligados a la letra, que amenaza con castigo, sino viven
de su profunda inteligencia, porque aman la justicia.
De aquí el dicho: La letra mata, el espíritu vivifica. Por­
que la ley, cuando sólo se lee, mas no se comprende ni se
cumple, es cierto que mata, pues entonces se llama letra.
Mas el Espíritu vivifica, porque la plenitud de la ley es la
caridad, que ha sido derramada en nuestras corazones por
el Espíritu Santo, que nos fué regalado.
QUAESTIO II

Argumentum Epistolae ad Romanos. Gratia fidei praecedit


bona opera. Gratia f idei minor in catechumenis, maior in
renatis. Scopus Appostoli in exempla lacob et Esau. Bona
opera ex gratia, non gratia e x operibus. Quomodo insta
electio lacob et reprobatio Esau. E lect io lacob an ex
praesdentia fwturae fidei. E lectio ex gratia et proposito
Dei. An fides inter dona gratiae numeretur. Quomodo
insta reprobatio Esau. Fides donum Dei m istrenüs. Cur
donum fidei subtractum ab Esau. A n ex praesdentia
futurae voluntatis imprbbatus Esau e t approbatus lacob.
Bona voluntas in nobis fit operante Deo. V ocatio an sit
effectrix bonae voluntatis. V ocatio congrua. Cur Esau non
congrwenter vocatus. Obdwratio D ei quae sit. Solutio
quaelstionis d's reprobations Esau. Omnes homines uria
massa peccati. Quomodo Esau Deus odio hahuit, qui nihil
odit eorum quae fe d t. Peecatum quid. Vasa perditionis ad
usum correctionis alìorum fiunt. Vooartì non omnes, sed
ex omnibus et ludaeis et Gentibus. Intentio A postoli in
Epistola ad Romanos. E lectio gratiae quam occulta.

1. Sed iam, ut arbitror, tempus est ad aliam transire


quaestionem, quam sic proposuisti, ut ab eo quod scriptum
est: Non solum autem, sed et Rebecca ex uno conoubitu Ha­
bens Isaac patrie nostri. Curvi enim nondum nati essent, ne-
que aliquid egissent bonum aut malum; usque ad id quod
scriptum est: Nisi Dominus Sabaoth r&liquisset nobis semen,
sicut Sodoma facti essemus, et sicut Gomorrha similes fuis-
sem us1 tota ipsa contextio disseratur: et profecto est late-
brosìor.
Sed certe, qualem te erga me novi, iubere mihi ut aperi-
rem ista non posses, nisi a Domino deprecareris ut possem.
Quod adiutorio fidentior factus, aggredior.
2. Et primo intentionem Apostoli, quae per totam epis­
tolari viget, tenebo, quam consulam. Haec est autem, ut de
operum meritis nemo glorietur, de quibus audebant Israeli-
tae gloriali, quod datae sibi legi servissent, et ex hoc evan-*

* Rom. 9, 10-29.
CUESTIÓN II

E l argumento de la Oarta a los Romanos. La gracia d éla fe


precede a las buenas obras. E s menor en los catecúmenos,
m ayor en los renacidos. Para qué trae los ejem plos de
Jacob y Esaú. Las obras buenas vienen de la gracia, no
al revés. Justicia en la elección de Jacob y en la repro­
bación de Esaú. Si la elección de Jacob provino de la
presciencia de su futura fe. La elección por gracia y pro­
pósito de Dios. Si la fe debe contarse entre los dones de
la gracia. Cómo la reprobación de Esaú fwé justa. La fe
es don de Dios misericordioso. Por qué le fuá negado a
Esaú el don de la fe. Si fué reprobado Esaú y escogido
Jacob por la presciencia que Dios tuvo de su voluntad
futura. La buena voluntad en nosotros proviene de la
operación de Dios. ¿E s la vocación la que obra la buena
voluntadf La vocación congrua. ¿P or qué Esaú no fu é
llamado con •vocación congrua? E l endurecimiento de
parte de Dios. Se resuelve la cuestión sobré la reproba­
ción de Esaú. Todos los hombres son una masa de pecado.
Cómo Dios, qué no aborrece nada de cuanto hizo, aborre­
ció a Esaú. ¿ Qué él» el pecado? L os vasos de perdición se
ordenan a la corrección de los demás. N o todos fueron
llamados, pero sí de todas las gentes, de judíos y genti­
les. La intención del A póstol al escribir la Epístola a los
Romanes. Cuán m isteriosa es la elección ále la gracia. ■12

1. Pero hora es, según creo, de pasar a la segunda


cuestión que me propusiste, explicándote todo el contexto
desde las palabras: Ni es sólo esto ; también Rebeca concibió
de un solo varón, nuestro padre I\saac. Pues bien, cuando
aun no habían nacido ni habían hecho bien ni mal, hasta
donde está escrito: Si él Señor de los ejércitos no nos dejara
un renuevo, com o Sodoma hubiéramos venido a ser y a Go-
morra nes asemejáramos. Examinemos todo el contexto, pues
se trata de pasajes más obscuros. Pero como ya sé lo que tú
eres para mí, no me hubieras pedido el trabajo de declararte
estas cosas sin pedir antes al Señor en mi favor la fuerza
para hacerlo. Afianzado con esta ayuda, emprendo mi labor.
2. Y primero procuraré conocer la intención del Apóstol,
que ilumina toda la Elpístola, tomándola por guía. El ñn,
pues, es impedir que nadie se gloríe de los méritos de sus
obras, como se gloriaban los judíos, jactándose de haber
observado la ley que les fué dada y preciándose de halber
gelicam gratiam tanquam debitam meritis suis percepissent,
quia legi serviebant.
Unde nolebant eamdem gratiam dari Gentibus, tanquam
indignis nisi iudaica sacramenta suseiperent. Quae orta
quaestio in Apostolorum Actibus solvitur2.
Non enim intelligebant, quia eo ipso quo gratia est evan­
gelica, operibus non debetur: alioquin gratin iam non est
g ra tia 23. E t multis locis hoc saepe testatur, fidei gratiam
praeponens operibus, non ut opera exstinguat, sed ut osten-
dat non esse opera praecedentia gratiam, sed consequential
u t‘ scilicet non se quisque arbitretur ideo percepisse gratiam.
quia bene operatus est; sed bene operari non posse, nisi per
fidem perceperit gratiam. Incipit autem homo percipere gra­
tiam, ex quo incipit Deo credere, vel interna vel externa
admonitione motus ad fidem.
Sed interest quibus articulis temporum vel celebratone
sacramentorum gratia plenior et evidentior infundatur. Non
enim catechumeni non credunt, aut vero Cornelius non cm-
debat Deo, cum eleemosynis et orationibus dignum se prae-
beret cui angelus mitteretur 4: sed nullo modo ista operaretur
nisi ante credidisset; nullo modo autem credidisset, nisi vel
secretis pervisa mentis aut spiritus, vel manifestioribus per
sensus corporis admonitionibus vocaretur.
Sed in quibusdam tanta est gratia fidei, quanta non sufficit
ad obtinendum regnum caelorum; sicut in catechumenis, si-
cut in ipso Cornelio antequam sacramentorum participatione
incorporaretur Eoclesiae. In quibusdam vero tanta est, ut
iàm corpori Ohristi, et sancto Dei tempio deputentur. Tem­
piimi enim Dei sanctùm est, inquit Apostolus, quod estis vos ».
Et ipse Dominus : Nisi quis renatus fu erit ex aqua et Spi-
ritu sancto, non intrabit in regnum caelorum Fiunt ergo
inchoationes quaedam fidei, conceptionibus similes; non ta-
men solum concipi, sed etiam nasci opus est, ut ad vitam
perveniatur aeternam. M hil tamen horum sine gratia mise-
ricordiae Dei: quia et opera si qua sunt bona, consequuntur,
ut dictum est, illam gratiam, non praecedunt.
3. Quam rem persuadere Apostolus volens, quia sicut
alio loco dicit: Gratia enim D ei salvi facti sum us; et non eoe
nobis, sed Dei donum est: non ex operibus, ne forte quis
extóttatur7; de his qui nondurn nati erant, documentum
dedit.

2 Act. 15. s 1 Cor. 3, 17.


2 Rom. i l , 6. ‘ 5-
4 Act. io, 1-4- iipli. 2, 8. e.
recibido la gracia del Evangelio como una recompensa de­
bida al mérito de las observancias legales.
Y por eso no querían que la gracia se diese a los gentiles,
como indignos de ella, si no hacían antes profesión de la re­
ligión mosaica. Elsta cuestión, suscitada entonces, está re­
suelta en los Hechos de los Apóstoles.
Ellos no entendían que, por lo mismo que es gracia el
Evangelio, no se debe al mérito de las obras, pues de otro
modo Ja gracia no es gracia. Este pensamiento se repite en
muchos lugares, anteponiéndose la gracia de la fe a las obras,
no para anular éstas, sino para mostrar que ellas no se ade­
lantan a la gracia, sino la siguen, para qus nadie se lisonjee
de haber recibido la gracia por las buenas obras que hizo,
sino sepa que no podría obrar bien si no hubiera recibido
por la fe la gracia. Y comienza el hombre a recibir la gra­
cia desde que comienza a creer a Dios, movido a abrazar
la fe por un aviso interno o externo.
Mas importa distinguir en qué momentos o por qué cele­
bración de misterios la gracia divina se infunde con más
plenitud y evidencia. Pues también los catecúmenos creen, y
lo mismo digamos de Comelio, cuando con sus limosnas y
oraciones se hacía digno dél envío de un ángel; mas él no
hubiera obrado así si no hubiera creído antes, ni hubiera,
tenido fe de ningún modo a no haber sido llamado, ora por
algunas visiones misteriosas de la míente o del espíritu, ora
por otros avisos más manifiestos, notificados por los sen­
tidos.
Pero en algunos todavía la gracia de la fe no es suficiente
para conseguir el reino de los cielos, como en los catecúme­
nos y en el mismo Oornelio, antes de incorporarse a la Igle­
sia por la recepción de los sacramentos; en otros, en cambio,
es tan grande, que forman parte del cuerpo de Cristo y se
han hecho templo de Dios. Porque él templo de Dios es santo,
dice el Apóstol, y lo sois vosotros.
Y el mismo Señor dice: Si uno no renaciere de agua y
Espíritu Santo, no entrará en el reino de los cielos. Hay,
pues, unas germinaciones de la fe semejantes a la concepción;
mas para llegar a la vida eterna no basta.ser concebido, eS
preciso también nacer. Y ninguna de estas cosas se logra sin
la gracia de la misericordia divina; pues si se dan algunas
obras buenas, siguen y no preceden a aquella gracia, según
tengo dicho [8 y 9].
3. A esta verdad quería dar realce el Apóstol, pueS
como dice en otra parte: Por la grada de D ios hemos sid°
hechos salvos, y esto no nos viene de nosotros; don de Dios
e s ; no se debe a las obras para que nadie se enorgullezca-
E ilustró esta verdad con la historia de dos que todavía no
habían nacido.
Niemo enim posset dicere quod operibus promeruerat
Deum Iacob nondum natus, ut divinitus diceretur : E t rrutior
serviet minori.
Ergo, Non solum, inquit, Isaac prom isses est, cum dictum
est: Ad hoc tempus vemam, et erit Sarae fïliu s; qui utique
nullis operibus promeruerat Deum ut nasciturus promittere-
tur, ut in Isaac vocaretur semen Abrahae; id est, illi perti-
nerent ad sortem sanctorum quae in Christo est, qui se in-
telligerent filios promissionis, non superbientes de meriti»
suis, sed gratiae vocationis députantes quod cohaeredes es sent
Christi; cum enim promissum est, ut es sent, nihil utique
meruerant qui nondum erant.
Sed et Rebecca e x uno concubitu Habens Isaac patris nos­
tri *. Vigilantissime ait, ex uno concubitu (gemini enim con­
cepii erant) : ne vel patemis meritis tribueretur, si quisquam
forte diceret: Ideo talis natus est ülius, quia pater ita erat
effectua ilio in tempore quo eum sévit in utero matris ; aut
ita erat mater affecta, cum eum concepit. Simul enim ambo»
uno tempore ille sévit, eodem tempore illa concepit. A d hoc
commendandum ait, ex uno concubitu; ut nec astrologhi
daret locum, vel eis potius quos genethliacos appellaverunt,
qui de natalibus nascentium mores et eventa coniectant.
Quid enim dicant, cur una conceptione sub imo utique tem-
poris puncto, eadem dispositione caeli et siderum, ut diversa
singulis annotait omnino non possent, tanta in illis geminis
diversitas fuerit, prorsus non inveniunt : et facile animadver-
tunt, si volunt, responsa ilia quae miseris venditant, nullius
artis expositione, sed fortuita suspicione proferii.
Sed ut de re quae agitur potius loquamur, ad frangen-
dam atque deiiciendam superbiam hominum ingratorum gra­
tiae Dei, et audentium gloriari de meritis suis, ista comme-
morantur. Cum enim nondum nati fuissent, n cque dliquid
egissent bonum vel malum, non e x operibus sed ex vooante
dictum est ei, quia maior serviet minori. Vocantis est ergo
gratia; percipientis vero gratiam consequenter sunt opera
bona, non quae gratiam pariant, sed quae gratia pariantur.
Non enim ut ferveat calefaeit ignis, sed quia fervet; nec
ideo bene currit rota, ut rotunda sit, sed quia rotunda est;
sic nemo propterea bene operatur ut accipiat gratiam, sed
quia accepit.
Quomodo enim potest iuste vivere, qui non fuerit iusti-
ficatus? quomodo sancte vivere, qui non fuerit sanctificatus?8

8 Rom. g, io.
hjn efecto, nadie podría sostener que Jacob, sin nacer
aún, había merecido con sus obras que le prefiriese el Se­
ñor, diciendo: Y él mayor servirá al menor.
No fué solamente prometido Isaac cuando se le d ijo : Para
este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo. Y en verdad que
tampoco éste había merecido con ninguna obra que se pro­
metiese su nacimiento, a fin de que en Isaac fuera llamada
la descendencia de Aibrahán; es decir, habían de pertenecer
a la herencia de los santos en Cristo aquellos que se tuviesen
por hijos de la promesa, sin engreírse de los méritos propios,
sino atribuyendo a la gracia del llamamiento el privilegio da
ser coherederos de Cristo, pues al hacerse la promesa, para
que lo fuesen, nada habían merecido aún los que no existían.
Mas también Rebeca los tuvo a la vez de nuestro padre
Isaac. Y con mucha advertencia dice que los tuvo de una
sola concepción, porque eran gemelos. No podía, pues, atri­
buir a los méritos del padre, como si alguien dijese tal vea:
Nació así el hijo porque el padre estaba afectado de tal •
cual modo en el momento de engendrarlos, o la madre esta­
ba afectada de tal manera cuando los concibió Con un mismo
acto seminal los procreó aquél al mismo tiempo, y simul­
táneamente los concibió ésta. San Pablo ponderó la simul­
tánea concepción de ambos, para quitar también todo pretex­
to a los astrólogos, o más bien a los que llamaron genethacos,
los cuales se dedican a predecir las costumbres y vidas de
los hombres por las circunstancias que acompañan sus naci­
mientos. Pero aquí no saben explicar las diferencias que se
observan en los gemelos, habiendo sido concebidos en el mis­
mos infante, bajo la misma disposición del cielo y de las es­
trellas, de suerte que no puede aplicarse a cada uno ninguna
diversidad, y fácilmente pueden comprender, si quieren, que
los horóscopos que ellos venden a los infelices no se fundan
en ningún arte, sino son conjeturas casuales.
Mas, volviendo a nuestro argumento, el Apóstol mencio­
na estas cosas con la mira puesta en quebrantar y abatir la
soberbia de los hombrets ingratos a la gracia de Dios y que
osan regodearse de sus méritos. Pues cuando aun no habían ■
nacido ni hecho nada bueno o malo, no por recompensa a sus
obras, sino por voluntad del que llama, se le d ijo: El mayor
servirá al menor. Luego la gracia es del que llama, y las
buenas obras siguen al que recibe la gracia; no producen
ellas la gracia, antes bien, son fruto de la gracia. Pues no
calienta el fuego para arder, sino porque arde; ni la rueda
corre bien para que sea redonda, sino .porque es redonda;
de igual modo nadie obra bien para recibir la gracia, sino
por haberla recibido.
En efecto, ¿ cómo puede vivir justamente el que no ha
sido justificado? ¿Cómo sin ser santificado puede vivir en
vel omnino vivere, qui non fuerit vivificatus? Iustificat
autem gratia, ut iustificatus possit vivere iuste. Prima est
igitur gratia, secunda opera bona, sicut alio loco dicit: Ei
autem qui operatur merces non impwtatur secundum gratiam,
sed secundum debitwm °. Sicut illa immortalitas post opera
bona, si tamen vel ipsa ex debito poscitur: sicut idem alt:
Bonum certamen certavi, citrsum consuminovi, fidem servavi;
de caetero swperest mihi corona iustitiae guani reddet mihi
Dominus in illa die iustus in d ex10. Forte enim quia dixit,
reddet, iam fit ex debito.
Cum vero ascendens in altum captivuvit captivitatem,
non teddidit, sed dedit dona hominibus11. Unde enim ipse
Apostolus tanquam debitum reddi sibi praesumeref, nisi prius
indebitam gratiam percepisset, qua iustificatus bonum ago-
mem certaret? Fuit enim blasphemus et persecutor et iniurio-
sus: sed misericordiam consecutus est, ut ipse testatur12:
credens utique in eum qui iustificat, non pium, sed impium,
ut mistificando pium fa cia t1S.
4. Non ex operibus, ìnquit, sed ex vocante dictum est
ei, quia maior serviet minori. Ad hoc pertinet quod ait: Cum
enim nondum nati fuissent, negus àliquìd egissent bonum a ut
malum; ut posset dici, non ex operibus, sed ex vocante. Unde
oocurrit animo quaerere cur dixerit, Ut secundum electionem
propositum Dei maneret?
Quomodo est enim iusta, aut qualiscumque omnino electio,
ubi nulla distantia est? Si enim nullo merito electus est Iacob,
nondum natus et nihil operatus, nec omnino eligi potuit,
nulla existente differentia qua eligeretur. Item si nullo me­
rito improbatus est Bsau, quia et ipse nondum natus et nihil
operatus erat, cum diceretur: E t maior serviet minori; quo­
modo eius improbatio iusta dici potest ? Qua ergo discretio-
ne, quo aequitatis examine quod sequitur intelligimus, Iacob
dilexi, Esau autem odio habui?
Quod quidem scriptum est in propheta qui longe posterior
prophetavit, quam illi nati et mortui sunt: sed tamen illa
sententia videtur commemorata, qua dictum est, E t maior
serviet minori; et antequam nati et aliquid operati essent.
Unde igitur ista electio, vel qualis electio, si nondum
natis ncmdumque aliquid operatis nulla sunt momenta meri-
toruan? An forte sunt aliqua naturaxum? quis hoc intelligat,
ex uno patre, ex una matre, ex uno concubitu, ex uno crea-
0 Rom. 4, 4. 12 1 Tim. 1, 13.
10 2 Tim. 4, 7-8. 13 Rom. 4, 5.
11 Epih. 4, 8.
santidad? O simplemente, ¿cómo puede vivir el que no haya
sido vivificado? Ahora bien, la gracia justifica para que se
pueda vivir justamente. Lo primero, pues, es la gracia; las
buenas obras vienen después. Así dice el Apóstol en otro
lugar: Al que trabaja no se le computa el salario como gra­
cia, sino como deuda. Tal es la inmortalidad que se recibirá
después de las obras, siendo ella reclamada como una deu­
da, según habla el mismo Apóstol: He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ya
me está preparada la corona de la justicia que me pagará
aquel día el S ñ o r , justo juez. La palabra que usa “ me pa­
gará” , indica que se trata de una deuda.
En cambio, cuando habla de que, subiendo a las alturas,
llevó cautiva la cautividad, no dice que saldó, sino repartió
dones a los hombres. Pues ¿cómo podía el Apóstol atreverse
a exigir el pago de una deuda, si no hubiera recibido antes
la gracia gratuita para la justificación y para combatir el
buen combate ? Porque fué blasfemo, perseguidor e injurioso,
mas consiguió la misericordia, como atestigua él mismo,
creyendo al que justifica, no al varón piadoso, sino al impío,
haciéndolo piadoso con la justicia [10 y 11].
4. N o en atención a las obras, dice, sino por voluntad de
que llamaba, se declaró a Rebeca: E l mayor vivirá sometido
al menor. A lo mismo se refiere lo que dijo más arriba:
Cuando, pues, aun no habían nacido ni hecho nada bueno ni
malo; para que se pudiera añadir: No por las obras, sino
por la voluntad del que llamaba. Mas aquí se presenta una
cuestión: ¿P or qué dijo: Para que el propósito de Dios, con­
forme a la elección, permaneciese? ¿Cómo puede ser justa y
aun simplemente elección, cuando no hay ninguna diferen­
cia ? Pues si Jacob fué elegido antes de nacer sin ningún mé­
rito y sin haber hecho nada, no pudo ni haber elección con
respecto a él, por no haber ninguna diferencia ni título para
elegirlo. Del mismo modo, si Esaú fué reprobado sin haberlo
merecido, porque aun no había nacido ni obrado nada, cuando
se dijo de él: El mayor estará sometido al menor, ¿cómo
puede justificarse esta reprobación? ¿Qué distinción hare­
mos, pues, y con qué juicio equitativo entenderemos lo que
sigue: Yo amé a Jacob y aborrecí a Esaú?
Verdad que estas palabras se leen en el profeta que las
escribió mucho tiempo después que ellos habían nacido y
muerto; mas ellas parecen recordar la sentencia que pronun­
ció Dios aun antes que naciesen y obrasen algo: El mayor
servirá al menor. ¿En qué se funda, pues, esta elección y
qué clase de elección eis, cuando no existe ninguna diferencia
de méritos en los que no han nacido ni obrado nada? ¿Será
la diferencia de naturalezas? Pero eso es difícil de admitir,
porque aquí sólo hay un padre, una madre, una Concepción
tore? An quemadmodum ex eadem terra idem Creator pro-
duxit diversa animantium at que gignentium genera, ita ex
eodem hominum coniugio atque complexu produisit in ge-
minis diversam prokm, un am quam diligerei, alteram quam
odisset? Nulla ergo electione, antequam esset quod eligere-
tur. Si enim bonus factus est Iacob, ut placeret, unde placuit
antequam fieret, ut bonus fieret? Non itaque electus est ut
fieret bonus, sed bonus factus eligi potuit.
5. An ideo secundum electkmem, quia omnium Deus
praescius etiam futuram fidem vidit in Iacob nondum nato,
ut quamvis non ex operibus suis iustificari quisque mereatur,
quandoquidem bene opera ri nisi iustiflcatus non potest, ta-
men quia ex fide iustifieat gentes D eu s*14, nec credit aliquis
nisi libera voluntate, hanc ipsam fidei voluntatem futuram
praevidiens Deus, etiam nondum natum praescientia, quem
iustificaret, elegerit ?
Si igitur electio per praescientiam, praescivit autem Deus
fidem Iacob, unde probas quia non etiam ex operibus elegit
eum? Si propterea quia nondum nati erant, et nondum ali-
quid egerant bonum seu malum, ita etiam nondum crediderat
aliquis eorum. Sed praescientia vidit crediturum? a Ita praes­
cientia videre poterai operaturum: ut quomodo dicitur elec­
tus propter fidem futuram, quam praesciebat Deus, sic alius
possit dicere, propter futura opera potius eleetum, quae
nihilominus praesciebat Deus.
Quapropter unde ostiendìt Apostolus non ex operibus
dictum esse, Maior servici minori? Si quoniam nondum nati
erant, non solum non ex operibus, sed nec ex fide dictum est,
quia utrumque deerat nondum natis.
Non igitur ex praescientia voluit intelligi factam eleetio-
nem mìnoris, ut maior ei servirei. Volens enim ©stendere non
ex operibus factam, propterea intulit, dicens : Cum enim non­
dum nati fuissentj ncque aliquid egissent bonum seu malum.
Alioquin poterai ei dici : Sed iam sciebat Deus quis quid
esset acturus.
Quamobrem unde illa electio facta sit quaeritur: quia
si non ex operibus, quae non erant in nondum natis, nec ex
fide, quia nec ipsa erat; unde igitur?
6. An dicendum est quod nulla electio fuerit, non exis-
tente aliqua diversitate in utero matris vel fidei, vel operum,
vel quorumlibet omnino meritorum ? Sed dictum est : Ut se­
cundum electionem propositum Dei m aneretl5. E t ideo quae-
rimus quia dictum est. Nisi forte sic est distinguenda sen-

14 G al. 3, 8.
14 Rom. 9, il.
a E d iti : Sed sicut praescientia vidit crediturum. Mss. tres Vatica­
ni : Si praescientia, etc. Corfoeiensis et Genovefaeanus : Sed prae-
scientia vidit crediturum? omisso, sicut. PL 40, 114.
y Un Creador. ¿O se dirá tal vez que, así como de una
misma tierra el mismo Creador produjo diversas clases de
animales y de seras que se reproducen, análogamente de un
mismo .matrimonio y abrazo conyugal produjo a dos gemelos
de tan diversas condiciones que el uno mereciese su amor y
el otro su aborrecimiento? No habría, pues, elección antes
de existir quienes fuesen elegidos. Pues sí Jacob fué creado
bueno para que le agradase, ¿cóm o le agradó antas de ser
hecho para que fuese bueno? No fué elegido, pues, para que
se hiciese bueno, sino, habiendo sido creado bueno, pudo ser
«elegido [12].
5. ¿O tal vez las palabras conforme a su elección sig­
nifican que, conociendo Dios de antemano todas las cosas,
previo igualmente la fe futura de Jacob, aun cuando no ha­
bía nacido? Si bien ninguno merece ser justificado por el
valor de sus obras, porque nadie puede obrar bien sin poseer
la justicia, sin embargo, como Dios justifica a las naciones
por la fe, y ésta se abraza por consentimiento de la libre vo­
luntad, ¿ acaso, previendo Dios la futura voluntad de creer,
habría escogido en su presciencia al que no había nacido
aún para justificarlo?
Mas si la elección vino de la presciencia que tuvo Dios
de la fe de Jacob, ¿ cómo se probaría que no ha sido elegido
también por razón de sus obras ? Si se responde que todavía
no había nacido ni hecho bien o mal, tampoco había creído
aún ninguno de ellos. ¿Que con su presciencia conoció la fe
que había de tener? Con la misma pudo conocer las obras
que había de hacer; y si alguien dice que Dios lo ha elegido
en previsión de su fe futura, otro podrá añadir que lo ha
hecho por razón de sus obras, que no le son menos conocidas.
Así, pues, ¿cóm o demuestra el Apóstol que no por causa
de las obras se dijo: El mayor estará sujeto al menor? Por­
que si no habían nacido aún, no sólo quedan eliminadas las
obras, mas también la fe, porque lo uno y lo otro falta en el
que no ha nacido aún. No quiso, pues, darnos a entender que
la elección del menor, para que le estuviese sujeto el mayor,
se hizo por razón de la presciencia. Con la intención de de­
mostrar que la elección no se hizo por las obras, d ijo: Porque
no habían nacido aún ni obrado nada bueno o malo.
De otro modo, se le podría objetar: Es verdad, pero ya
sabía Dios lo que había de hacer cada uno.
Indágase, pues, la raíz de esta elección: ella no proviene de
las obras, por ser nulas antes de nacer; no proviene tampoco
de la fe, por idéntica causa. ¿De dónde,-pues, proviene ? [13].
6. ¿Se dirá que no hubo propiamente elección, por no
haber tampoco entre ellos ninguna diferencia en el seno ma­
terno, ni en la fe,.ni en las obras, ni en los méritos? Pero
el texto afirma: Para que, según la elección, el -propósito de
tentia, non ut intelligamus tanquam ideo non ex operibus, sed
ex meante dictum esse, Maior seralet minori ut secundum
electionem propositum Dei maneret: sed ita potius, ut ad
hoc de nondum natis et nondum aliquid operatis ex-qmplum
datum accipiatur, ne aliqua electio hic possit intelligì.
Cum enim nondum nati fuissent ñeque aliquid egissent
sb>e bonum sire malum, ut secundum electionem propositum
Dei manerei; id est, ñeque aliquid egissent bonum aut malum,
ut propter ipsam actioniem electio aliqua fieret eius qui bene
egerat: cum ergo nulla esset electio bene agentis, secundum
quam maneret propositum Dei, non ex operibus, sed ex vo-
cante, id est, ex eo qui vocando ad fidem gratia iustificat
impium, dictum est ei, Quia maior servisi minori.
Non ergo secundum electionem propositum Dei manet,
sed ex proposito electio: id est, non quia invenit Deus opera
bona in hominibus quae eligat, ideo manet propositum iusti-
ficationis ipsius; sed quia illud manet, ut iustificet credentes,
ideo invenit opera quae iam eligat ad regnum caelorum. Nam
nisi esset electio, non essent electi, nec recte diceretur: Quis
accusdbit adversas electos D ei ? 16
Non tamen electio praecedit iustificationem, sed electio­
nem iustiñeatio. Nemo enim eligitur, nisi iam distans ab ilio
qui reiicitur. Unde quod dictum est: Quia elegit nos Deus
ante mundi constitutionem17; non video quomodo sit dictum
nisi praescientia.
Hic autem quod ait: Non ex operibus, sed ex vocante
dictum est ei, quia maior serviet minori, non electione meri-
torum, quae post iustificationem gratiae proveniunt, sed li-
beralitate donorum Dei voluit intelligì, ne quis de operibus
extollatur. Gratia enim Dei salvi facti sumus; et hoc non
ex nobis, sed Dei donum est; non ex operibus, ne forte quis
extollatur1S.
7. Quaeritur autem utrum vel fides mereatur hominis
iustificationem; an vero nec fidei merita praecedant miseri-
cordiam Dei, sed et fides ipsa inter dona gratiae numeretur.
Quia et hoc loco cum dixisset, non ex operibus, non ait sed
ex fide dictum est ei, quia maior serviet minori:, ait autem;
sed ex vocante. Nemo enim credit qui non vocatur. Misericors
autem Deus vocat, nullis hoc vel fidei meritis largiens;

10
Rom. 8, 33.
17 Eph. i, 4.
18 Ib. 3, 8. 9.
Dios subsistiese. Precisamente por haberse empleado esta pa­
labra se propone la cuestión. A, no ser que se dé distinta in­
terpretación a esta frase, según la cual el Apóstol no hubie­
ra querido decir : No por mérito de l%s obras, sino por volun­
tad del que llama, Iss le dijo que al menor serviría el mayor,
para que el propósito divino, conforme a la elección, perdura­
se, sino más bien, con el ejemplo de dos niños que no habían
nacido aún ni realizado ninguna obra meritoria, se pretende
eliminar toda clase de elección.
Pues no habiendo nacido aún ni hecho nada bueno o malo,
para que según la elección permaneciese el propósito divino;
o en otras palabras, no habiendo hecho nada bueno o malo
que determinase su elección en favor del que había obrado
bien; no habiendo ninguna elección fundada en las buenas
obras que diera firmeza a la determinación de Dios, luego
no por las obras, sino por la voluntad del que llama, esto es,
por la voluntad del que justifica al impío, llamándolo por la
gracia a la fe, se dijo que el mayor serviría al menor.
No recibe, pues, el propósito de Dios su firmeza de la
elección, sino la elección del propósito; en otras palabras, el
decreto de la justificación no se sostiene sobre las obras bue­
nas que hallara Dios y le movieran a elegir a los hombres ;
antes bien, porque está firme el propósito que El tiene de
justificar a los que creen, por eso halla obras por las cuales
elige para el reino de Dios. Pues a no haber elección, tampo­
co habría elegidos, ni se diría bien: ¿Quién acusará a los
elegidos de Dios?
Con todo, la elección no precede a la justificación, sino la
justificación a la elección, porque nadie es elegido si no está
distanciado del rèprobo. He aquí por qué no veo, de no ad­
mitirse la presciencia divina, cómo se pudo decir: Nos eligió
Dios antes de la creación del mundo.
Al decir, pues : No por razón de las obras, lamo por volun­
tad del que llama se le dijo: El mayor servirá al menor, quiso
darnos a entender que no hablaba de la elección de los méri­
tos contraídos después de la justificación de la gracia, sino
de la liberalidad de los dones divinos, para que nadie se enor­
gullezca de las obras. Pues por gracia de Dios nos hemos sal­
vado, y esto no es obra nuestra, sino favor divino; no se debe
a Tds obras para que nadie se despeñe en la arrogancia [14].
7. Pero se pregunta si la fe, a lo menos, merece la justi­
ficación del hombre, o si la misericordia divina se anticipa
a los méritos de la fe, de suerte que ésta sea contada entre
los dones de la gracia. Pues aun en este mismo lugar, des­
pués de haber anulado el valor de las obras, no atribuye el
Apóstol a la fe la preeminencia del menor sobre el mayor,
sino a la voluntad del que llama. En efecto, nadie cree si no
es llamado. Y llama Dios en su misericordia sin reparar en
quia merita fidei sequuntur vocationem potius, guam praecs-
dunt. Quomodo enim credent, quem non audierunt ? et quo-
modo audient sine praiedicante ? 19 Nisi ergo votando praece-
dat misericordia Dei, nec credere quìsquam poteSt, ut ex hoc
incipiat iustificari, et accipere facultatem bene operandi. Ergo
ante omne meritum est gratia. Etenim Christws prò impiis
mortuus e s t *20. E x vocante igitur minor accepit, non ex ullis
mentis operum suorum, ut maior ei servirei : ut etiam quod
scriptum, Iwcob dilexi, ex vocante sit Deo, non ex operante
Iacob.
8. Quid deinde Esau, quod servii minori, et quod scrip­
tum est, Esau autem odio habui, quibus malis suis hoc me­
ruit, cum et ipse nondum natus fuisset, ñeque aliquid egisset
boni aut mali, quando dictum est: E t maior serviet minori?
Ata forte quemadmodum illud de Iacob nullis meritis bonae
actionis dictum est, ita Esau nullis meritis malae actionis
odiosus? Si enim quia praesciebat Deus futura eius opera
mala, propterea eum praedestinavit ut servirei minori ; prop-
terea praedestinavit et Iacob ut ei maior serviret, quia futura
eius bona opera praesciebat, et falsum est iam quod ait,
Non ex operibus. Si autem verum est quod non ex operi,bus,
et inde hoc probat, quia de nondum natis nondumque aliquid
operatis hoc dictum ; unde nec ex fide, quae in nondum natis
similiter nondum erat : quo merito Esau odio habetur ante-
quam nascatur?
Quod enim fecit Deus ea quae diligerei, nulla quaestio
est. Si autem dicamus eum fecisse quae. odisset, absurdum
est, oceurente alia Scriptura et dicente : Ñeque enim odio ha-
bens aliquid constituisses, et nihil odisti horum quae fedis­
ti 21. Quo enim merito sol factus est sol, aut quid offendit
luna, ut tanta ilio inferior, vel quid promeruit ut sideribus
cateteris tanto clarior crearetur? Sed haec omnia bona creata
sunt quaeque in genere suo. Non enim diceret Deus: Solem
dilexi, lunam autem odio habui; aut lunam dilexi, Stellas
autem odio habui, sicut dixìt: Iacob dilexi, Esau autem odio
habui. Sed illa omnia dilexit, quamvis excellentiae diversis
gradibus ordinata; quoniam vidit Deus quia bona sunt22,
cum dicto eius sunt instituía : ut autem odisset Esau, nisi
iniustitiae merito, iniustum est.
Quod si eoncedimus, incipit et Iacob iustitiae merito di­
ligi. Quod si verum est, falsum est quod non ex operibus.
Aln forte ex iustitia fidei? Quid ergo te adiuvat, Cum enim
nondum nati fuissent? quandoquidem in nondum nato nec
iustitia fidei poterai esse.
,a Rom. io, 14. 21 Sap. ir. 15.
20 Ib. 5, 6. 22 Gen. 1.
méritos ni en la fe ; porque los méritos de la fe son posterio­
res al llamamiento, no anteriores. Pues ¿cóm o creerán en
Dios, sin haber oído nada de E lf Y ¿cóm o oirán, si nadie les
predica ? Luego si la misericordia de Dios no se adelanta
■llamando, nadie puede conseguir la fe, que es la base y
principio para justificarse y conseguir la facultad de obrar
bien. En consecuencia, la grada precede a todo mérito. Por­
que Cristo murió por los impíos. Luego por la voluntad del
que llama, no por ninguna obra meritoria suya, consiguió
el menor el traspaso del mayorazgo; e igualmente lo que está
escrito: Am é a Jacob, debe explicarse por la voluntad de
Dios, que llama,, no por las obras que hizo Jacob.
8. ¿Qué diremos ahora de Elsaú? ¿P o r qué maldades
suyas mereció la servidumbre al hermano menor y la repulsa
de .Dios, de que habla la Escritura, cuando, sin haber nacido
aún ni haber hecho nada bueno o malo, se dijo: El mayor
servirá al menor? ¿ Aicaso, como Jacob fúé mirado con predi­
lección sin mérito alguno de su parte, Esaú se hizo odioso
sin ninguna mala a cdón ? Pues si Dios en previsión de sus
maldades le predestinó para que estuviese sometido al menor,
puede explicarse lo mismo la exaltación de Jacob por la pres­
ciencia de sus buenas obras, y entonces no tiene razón el
Apóstol al excluir el mérito de las obras. Pero si es verdad
que aquel privilegio no se debe a las obras, y lo prueba San
Pablo porque se habla de hombres que todavía no han na­
cido, ni habían hecho nada, ni eran capaces de tener fe, ¿por
qué razón es aborrecido Esaú antes de nacer?
Que Dios creó las cosas para amarlas, no ofrece ninguna
dificultad. Decir que las hizo para aborrecerlas es un absur­
do, que va contra la divina Escritura: Pues amas todo cuanto
existe y nada aborreces de lo que has hecho. ¿Qué méritos
tiene el sol para ser lo que es, qué ha hecho la luna para ser
tan inferior a él o para merecer el brillo con que aventaja
tanto a los demás astros? Mas todos estos seres fueron crea­
dos buenos, cada uno en su género. Y no diría Dios: He
amado al sol y aborrecido- la luna; o he amado a la luna y
aborrecido a las demás estrellas, como dijo: Amé a Jacob y
aborrecí a Esaú. Amó a todos aquellos seres, aunque orde­
nados en diversos grados de excelencias, porque vió Dios
que eran buenos después de haberlos creado con su palabra;
pero sería injusto que aborreciese a Esaú a no ser por su
injusticia.
Si concedemos esto, también para Jacob el principio del
amor será el mérito de la justicia, Y siendo así, no tendrá
razón San Pablo en eliminar las obras. ¿ O fué tal vez amado
por la justicia de la fe ? Mas tampoco te favorece esto, porque
se trata de los que no habían nacido aún, en quienes no podía
caber ni justicia ni fe.
9. Vidit itaque Apostolus quid ex his verbis posset ani­
mo audientis vel legentis occurrere, statimque subiecit : Quid
ergo dicemus? nunquid iniquitas est apud Deum? Absit. Et
quasi docens quomodo absit: Moysi enim dicit, inquit, Mise-
rebor cui misertus ero et misericordiam praestdbo cui mir
sericors fuero 223.
Quibus verbis solvit quaestionem, an potius arctius colli-
gavit? Idipsum est enim quod maxime movet, si miseretur,
cui misertus eri't, et misericordiam praestabit cui misericors
fuerit, cur haec misericordia defuit Esau, ut etiam ipse per
illam esset bonus, quemadmodum per illam bonus factus est
Iacob? An ideo dictum est: Miserebor cui misertus ero, et
misericordiam, praestabo cui misericors fuero, quia cui miser­
tus erit Deus, ut eum vooet, miserebitur eius ut credat; et
cui misericors fuerit ut credat, misericordiam praestabit, hoc
est, faciet eum misericordem, ut etiam bene opere tur? Unde
admonemur nec ipsis operibus misericordiae quemquam opor-
tere gloriari et extolli, quod eis quasi suis Deum promeruerit:
quandoquidem ut haberet ipsam misericordiam iUe praestitit,
qui misericordiam praestabit cui misericors fuerit.
Quod si eam credendo se m*eruissa quis iactat, noveri!
eum sibi praestitisse ut crederei, qui miseretur inspirando
fidem, cuius misertus est ut adhuc infideli vocationem im-
pertiret. Iam enim discemi'tur fidelis ab impio. Quid enim
habes, inquit, quod non eccepisti? Si autem e t accepisti, quid
gloriaris quasi non acceperis? 24
10. Reote quidem hoc; sed cur haec misericordia sub-
tracta est ab Esau, ut non sic vocaretur, ut et vocato inspi-
raretur fides, et credens misericors fieret ut bene operaretur?
An forte quia noluit? Si ergo Iacob ideo credidit quia voluit.
non ei Deus donavit fidem, sed eam sibi ipse volendo praesti­
tit, et habuit aliquid quod ilon aceepit.
An quia nemo potest credere nisi ve lit, nemo velie nisi
vocetur, nemo autem sibi potest praestare ut vocetur, vo-
cando Deus praestat ét fidem; quia sine vocatione non pot­
est quisquam credere, quamvis nullus credat invitus? Quo­
modo enim credent, quem non audierunt? aut quomodo au~
dient sine pmedicante?
Nemo itaque credit non vòcatus: sed non omnis credit
vocatus. Multi enim sunt vocati, pauci vero electi25: utique
ii qui vocantem non contempserunt, sed credendo secuti sunt ;
volentes autem sine dubio erediderant.

22 Rom. 9, 15. 28 Roto. 9, 16.


24 1 Cor. 4, 7. 22 Le. 2, 14.
24 Mt. 20, 16. 28 1 Cor. 9, 24.
9. Sin duda el Apóstol previo la dificultad que estas pa­
labras podían suscitar en el ánimo de los oyentes y lectores
y añadió luego: ¿Qué diremos entonces? ¿A caso hay en Dios
injusticia? De ningún modo. Y para alejar de El toda ini­
quidad, dice: Pues a Moisés le dijo: Tengo misericordia de
quien tengo misericordia, y compasión de quien tengo com­
pasión.
Mas estas palabras, ¿desatan o añudan más la dificul­
tad? Pues aquí está precisamente el nervio de la cuestión: si
Dios se compadece de quien se compadece, y obra miseri­
cordia con quien le pluguiere, ¿por qué faltó esta miseri­
cordia a Esaú, para que por ella lograse ser bueno, como
por la misma fué bueno Jacob? ¿O tal vez las palabras:
Tengo misericordia de quien tengo misericordia, y compa­
sión de quien tengo compasión, significan que a los que Dios
tiene misericordia para llamarlos, también la tendrá para
atraerlos a la fe, y a los que compasivamente los atrae a la
fe, les dará misericordia, es decir, les hará misericordioscc
para que obren bien? Y ésta es una advertencia para que
ninguno se jacte y bravee aun de las obras de misericor­
dia, como si por ellas, cual cosa propia, hubiese merecido el
favor de Dios; pues aun para practicar las obras de miseri­
cordia ha recibido misericordia de aquel que la reparte se­
gún su beneplácito.
Y si alguien se envanece de haberla merecido por su fe,
sepa que también recibió el don de creer del que manifiesta
su misericordia inspirando la fe, al que siendo aún infiel le
miró con compasión para llamarlo. Porque ya es discrimina­
do el creyente del impío. Pues ¿qué tienes que no hayas re­
cibido? Y si lo has recibido, ¿ a qué te glorias como si no
hubieras recibido? [15].
10. Está muy bien; pero ¿por qué esta misericordia fué
rehusada a Esaú para no ser llamado y para que con la vo­
cación recibiese la fe y con la fe practicase las obras de mi­
sericordia? ¿Tal vez porque no quiso? Luego si Jacob creyó
por haber querido, Dios no te dió la fe, sino él por su propio
esfuerzo se la procuró, y tuvo algo que no recibiera.
¿Acaso porque nadie puede creer, si no quiere, ni querer
sin ser llamado, ni merecer el ser llamado, otorga Dios jus­
tamente con la vocación la fe, pues sin ella nadie puede creer,
aunque tampoco nadie cree contra su voluntad? Pues ¿cómo
creerán a aquel de quien no han oído? ¿ Y cómo oirán si no
se les predica?
Nadie cree, pues, sin haber sido Mamado, pero no todos
los llamados creen. Porque muchos fueron Humados y pocos
escogidos. Estos son los qué no han despreciado la gracia del
llamamiento, sino creyeron al que los llamaba, y sin duda
creyeron con el consentimiento de su voluntad.
Quid est ergo quod sequitur: Igitur non volenti®, neque
currentìs, sed miserentis est Dei? 26 Ajn quia nec velie possu-
mus nisi vocati, et nihil valet velie nostrum, nisi ut per-
ficiamus adiuvet Deus? Opus est ergo velie et currere. Non
enim frustra dicere tur : E t in terra pax hominibus bonae vo­
luntatis17; et, Sic morite ut comprehsndatis28. Non tamen
volentis neque currentis, sed miserentis est Dei, ut quod vo-
lumus adipiscamur, et quo volumus perveniamus. Noluit
ergo Esau et non cucurrit: sed et si voluisset et cueurrisset,
Dei adiutorio pervenisset, qui ei etiam velie et currere vo-
cando praestaret, nisi vocations contempta reprobus fieret.
Aliter enim Deus praestat ut velimus, aliter praestat quod
voluerimus. Ut velimus enim et suum esse voluit et nos­
trum: suum vocando, nostrum sequendo. Quod autem volue­
rimus solus praestat, id est, posse bene agere, et semper
beate vivere. Verumtamen Esau nondum natus, nihil horum
posset velie seu nolle. Our ergo in utero positus improbatus
est ?
Redditur enim ad illas difficultates, non solum sua obs-
curitate, sed etiam nostra tam multa repetitione molestiorìs.
11. Cur enim est improbatus Esau nondum natus, qui
nec credere poterai vooanti, nec contemnere vocationem, nec
boni vel mali aliquid operari? Si praescientia Dei futurae
malae voluntatis eius, cur non et Iacob praescientia Dei ap-
probatus est futurae bonae voluntatis eius ?
Quod si semel concesseris, potuisse quemquam vel appro-
bari vel improbari ex eo quod nondum in ilio erat, sed quia
Deus futurum esse praesciebat, conficitur eum potuisse etiam
ex operibus approbari, quae in ilio Deus futura esse praes­
ciebat, quamvis nondum esset aliquid operatus: et omnino
te nihil adiuvabit quod nondum nati eran’t, cum dictum es­
set: E t maior servisi minori, ut hinc ostendas non ex ope­
ribus dictum, quia nondum quidquam erat operatus.
12. Illa etiam verba si diligenter attendas: Igitur non
volentis neque currentis, sed miserentis est Dei, non hoc
Apostolus propterea tantum dixisse videbitur, quod adiuto­
rio Dei ad id quod volumus perveniamus ; sed etiam ex illa
intentione qua et alio loco dicit: Cura, timore et tremore vss-
tram ipsorum salutem operamini; Deus enim est qui ops-
ratur in vobis et velie et operari, pro bona voluntate29.
Ubi satis ostendit etiam ipsam bonam voluntatem in no-
bis operante Deo fieri. Nam si phopterea solum dictum est,2 8

28 Phil. 2, 12. 13-


¿Qué sentido tienen, pues, las palabras siguientes: Mas
no depende esto del que quiere o del que corre, sino del que
tiene misericordia? ¿Acaso que ni querer podemos sin la gra­
cia del llamamiento, y nuestro querer es ineficaz si no no3
ayuda Dios para obrar bien ? Han da juntarse, pues, las dos
cosas, el querer y el correr. Por algo está escrito: Paz en la
tierra a los hombres de buena voluntad. Y en otra parte: Co­
rred de modo que alcancéis el premio. Con todo, no depende del
que quiere o corre, sino de la misericordia de Dios, que alcan­
cemos lo que deseamos y lleguemos a la meta. La flaqueó,
pues, la voluntad a Esaú y no corrió; mas si hubiera querido
y corrido, hubiera llegado con la ayuda de Dios, el cual, lla­
mándole, le hubiera dado la facultad de querer y correr, a
no ser que por el desprecio de la vocación se hubiera hecho
digno de reprobación. Pues de un modo nos concede Dios el
querer y de otro lo que hemos querido. El querer quiso que
fuese obra suya y nuestra: suya, llamando; nuestra, siguien­
do su llamamiento. Pero sólo El concede lo que hemos que­
rido, es decir, el querer obrar bien y el vivir felizmente
siempre. Ahora bien, ninguna de las dos cosas podía querer*o
no querer Esaú antes de su nacimiento. L/uego ¿por qué es­
tando aún en el útero materno fué reprobado ?
Y volvemos con esto de nuevo a dar en las mismas dificul­
tades, tanto más molestas, no sólo por su obscuridad, sino por
cuanto son más insistentemente repetidas por nosotros [16].
11. ¿P or qué fué reprobado Esaú antes de nacer, cuando
no podía creer al que llama, ni repudiar el llamamiento, ni
hacer nada bueno o malo ? ¡Si es por haber previsto Dios su
mala voluntad futura, entonces ¿por qué no fué Jacob’ tam­
bién favorecido de Dios por la presciencia que tuvo de su.
buena voluntad?
Una vez admitido que pudo alguien ser escogido o rechaza­
do, no por sus méritos actuales, sino por la previsión que
Dios tiene de lo que habla de ser él, lógicamente se deduce
que pudo él haber sido escogido por las obras futuras, que
Dios previo en él, aunque todavía no hizo nada; y de poco
te servirá el decir que los dos gemelos no habían nacido aún
cuando se d ijo : El mayor servirá al menor, para probar que se
excluían las obras, pues nada habían hecho aún.
12. Además, si examinamos bien las palabras: Luego no
depende del que qukre o del que corre, sino de la misericor­
dia de Dios, veremos que no sólo ha querido darnos a entender
el Apóstol que con el auxilio de Dios llegaremos a donde
queremos, mas también lo que expresa en otro lugar, cuando
dice: Con temor y temblor trabajad por vuestra salvación.
Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar se­
gún \su beneplático.
Aquí se ve claro que aun la misma buena voluntad es
Non voientis ñeque currentis, sied miserentis est Dei, quia
voluntas hominis sola non sufficit ut iuste recteque viva-
mus, nisi adiuvemur misericordia Dei, potest et hoc modo
dici: Igitur non miserentis est Dei, sed volentis est hominis,
quia misericordia Dei sola non sufficit, nisi consensus nos-
trae voluntatis addatur.
A t illud manifestino est, frustra nos velie, nisi Deus mi-
sereatur: illud autem nescio quomodo dicatur, frustra Deum
misereri, nisi nos velimus. Si enim Deus miseretur, etiam
volumus: ad eamdem quippe misericordiam pertinet ut ve­
limus. Deus enim est qui opzratur in nobis et vette et opera-
ri, pro bona volúntate. Nam si quaeramus utrum Dei donum
sit voluntas bona, mirum si negare quisquam audeat. At
enim quia non praecedit voluntas bona vocationem, sed vo-
catio bonam voluntatem, propterea vocanti Deo recte tri-
buitur quod bene volumus, nobis vero tribui non potest quod
vocamur. Non igitur ideo dictum putandum est: Non volen­
tis ñeque currentis, sed miserentis est Dei, quia nisi dus
adiutorio non possumus adipisci quod volumus, sed ideo po-
tius, quia nisi eius vocatione non volumus.
13. Sed si vocatio ista ita est effectrix bonae volunta­
tis, ut omnis eam vocatus sequatur, quomodo verum erit:
Multi vacati, pauci electif
■ Quod si verum est, et non consequenter vocationi voca­
tus obtempérât, atqu© ut non obtemperet, in eius est posi­
tura volúntate, recte etiam dici potest : Igitur non miserentis
Dei, sed volentis atque currentis est hominis ; quia misericor­
dia vocantis non sufficit, nisi vocati obedientia consequatur.
An forte illi qui hoc modo vocati non consentiunt, possent
alio modo vocati, acccmmodare fìdei voluntatem, ut et illud
verum sit: multi vocati, palaci electi; ut quamvis multi uno
modo vocati sint, tamen quia non omnes uno modo affecti
sunt, illi soli sequantur vocationem, qui ei capiendae repe-
riuntur idonei; et illud non minus verum sit: Igitur non vo­
lentis ñeque currentis, sed miserentis est Dei, qui hoc modo
vocavit, quomodo aptum erat eis qui sa cuti sunt vocationem?
Ad alios autem vocatio quidem pervenit; sed quia talis
fuit qua moveri non possent, nec eam capere apti essent, vo-
efecto de la operación de Dios. Pues si se hubiera dicho:
No depende del que quiere o corre, sino de la misericordia
de Dios, sólo para darnos a entender que la voluntad huma­
na no basta por sí sola para llevar una vida justa y santa,
si nos falta la ayuda misericordiosa de Dios, podría decirse
de igual modo: No depende de la misericordia de Dios, sino
de la voluntad del hombre, pues la misericordia de Dios no
basta por sí sola, si falta el consentimiento de nuestra vo­
luntad.
Porque es evidente que es baldío nuestro querer si no nos
socorre la divina misericordia; pero no sé cómo se podrá
decir que en vano se compadece Dios si nosotros no quere­
mos. Pues si Dios nos mira con misericordia, también que­
remos nosotros, pues nuestro mismo querer es obra de su
misericordia: Porque Dios obra en nosotros el querer y el
obrar según su beneplácito. Pues si preguntamos si la buena
voluntad es un don de Dios, cosa extraña será que alguien
ose negarlo. Ahora bien, como el buen querer no es anterior
ál llamamiento, sino al contrario, se atribuye esa misma
buena voluntad a Dios, que llama, mientras nosotros no
podemos atribuirnos el hecho de ser llamados. Luego no hay
que creer que las palabras: No depende del que quiere o
corre, sino de la misericordia de Dios, significan que nosotros
sólo podemos conseguir lo que queremos con la ayuda del
Señor, sino más bien que sin su llamamiento no podemos ni
querer.
13. (Mas si esta vocación ¡produce la buena voluntad, de
suerte que todo el que es llamado la sigue, éntonces ¿cómo
será verdad lo que está escrito: Muchos fueron llamados y
pocos escogidos?
Y si estas palabras encierran verdad, y no por ser lla­
mado uno se sigue que obedezca al llamamiento, y libremen­
te puede oponerse a él, puede también decirse bien: No de­
pende de Dios, que obra misericordia, sino del hombre que
quiere y corre. No basta la misericordia del que llama, si
no responde con su obediencia el llamado.
¿O tal vez los llamados de este modo no prestan su con­
sentimiento, pero podrían, en caso de llamárseles de otro
modo, someter su voluntad a la fe, de suerte que resulte
verdadero el dicho: Muchos son los llamados, pocos los es­
cogidos; y así, aunque muchos fueron llamados de una ma­
nera, sin embargo, como no estaban en las mismas disposi­
ciones, sólo respondieron a la vocación los que estaban dis­
puestos para recibirla; lo cual nos autoriza para decir con
verdad: luego no depende del que quiere o corre, sino de Dios,
que obra misericordia, pues llamó como era conveniente a los
que siguieron la vocación?
También otros fueron llamados, mas como el llamamiento
i
cati quidem dici potuerunt, sed non electi; et non iam simi­
liter vertun est : Igitur non miserentis Dei, sed volentis atque
currentis est hominis; quoniam non potest effectus miseri-
cordiae Dei esse in hominis potestate, ut frustra Ule miserea-
tur, si homo nolit ; quia si vellet etiam ipsorum misereri, pos­
set ita voeare, quomodo illis aptum esset, ut et moverentur
et intelligerent et sequerentur. Verum est ergo: Multi m ea­
ti, fauci electi. lili enim electi, qui congruenter voeati: illi
autem qui non congruebant ñeque contemperabantur voeatio-
ni, non electi, quia non secuti, quamvis voeati. Item verum
est: Non. volentis ñeque currents, sed miserentis est Dei;
quia etiamsi multos vocet, eorum tarnen miseretur, quos ita
vocat, quomodo eis vocari aptum est ut sequantur.
Falsum est autem si quis dicit: Igitur non miserentis Dei,
sed volentis atque currentis est hominis ; quia nullius Deus
frustra miseretur ; cuius autem miseretur, sic eum vocat, quo­
modo seit ei congruere, ut vocantem non respuat.
14. Hic dicet aliquis: Cur ergo Esau non sic est voca-
tus, ut vellet obedire ?
Videmus enim alios aliter iisdem rebus demonstratis vel
significatis ad credendum moveri. Sicut exempli gratia, Si­
meon in Domlinum nostrum Iesum Christum adhuc infant am
parvulum credidit, Spiritu ei revelante cognoscens30. Natha­
nael ad unam sententiam, quam ab ilio audivit : Priusquam
te Philippus vocaret, cum ernes sub arbore fid , vidi te, res­
ponds : Rabbi, tu es Filius Dei, tu es rex Isra el81. Quod tanto
post quia confessus est Petrus, meruit audire quod beatus
sit, et quod ei darentur claves regni caeloram 32*. Miraculo
facto in Cana Galilea®, quod initium signorum Iesu Ioannes
evangelista commémorât, aqua in vinum conversa, credide-
runt in eum discipuli eiusss. Multos loquendo incitavit ad
fidem: multi nec suscitatis mortuis crediderunt. De cruce at­
que morte eius conterriti etiam discipuli titubarunt; et tarnen
latro tune credidit, cum eum non praestantiorem videret in
operibus, sed consortio crucis aequalem 3i.
Unus etiam de numero discipulorum post eius resurrec-
tionem, non tam viventibus membris, quam recentibus ci-
catricibus credidit 35 : multi ex eorum numero a quibus cru-
cifixus est, qui videntes eum miracula facientem contemp-
serant, discipuliS eum praedicantibus et in nomine eius talia
facientibus crediderunt *>. Cum ergo alius sic, alius autem

30 Le. 2, 2.V 31 Le. 23, 40-43.


31 Io. I, 48-49. 33 Io. 20, 27.
32 Mt. 16, 16-19. 30 Act. 2, 4.
•” Io. 2, II.
no bastó a moverlos eficazmente, ni estaban en disposición
de responder a él, se puede decir que fueron llamados, pero
no elegidos. Y ya no se puede afirmar con verdad: luego no
depende de Dios, que hace misericordia, -sino del hombre que
quiere y corre, porque el efecto de la misericordia divina no
está supeditado a la potestad del hombre, de modo que sea
nulo si el hombre no consiente; pues si quisiera mostrarles
su misericordia, los llamaría de una manera acomodada a
ellos, para que, siguiendo sus impulsos, conscientemente le
prestasen sumisión y obediencia. Luego es verdad que mu­
chos son llamados y posos escogidos. Los llamados conve­
nientemente fueron elegidos; mas los que no se ajustaron ni
correspondieron a la vocación, aunque llamados, no fueron
elegidas, porque desoyeron la voz divina. Y así también es
verdad: No depende d i que quiere y corre, sino de Dios, que
obra misericordia; pues aunque llame a muchos, El mani­
fiesta su bondad con lo® que llama como conviene llamarlos
para que correspondan a su voz.
Sería, pues, falso si dijese alguien: No depende de la
misericordia de Dios, sino del hombre que quiere y corre.
Porque a ninguno hace Dios misericordia inútilmente, y a
quien compadece, de tal modo lo llama como sabe que le
conviene a él, para que no resista al llamamiento [17].
14. No faltará quien aquí diga: ¿Por qué pues Esaú no
fué llamado de modo que quisiera responder al llamamiento ?
En efecto, nosotros vemos que con las misma® cosas ma­
nifestadas o explicadas se producen diversos movimientos en
los hombres en orden a la fe. Alsí, por ejemplo, Simeón creyó
en Nuestro Señor Jesucristo, que todavía era infante peque-
ñuelo, porque lo conoció por inspiración del Espíritu Santo.
Natanael, con sólo oír estas palabras de Cristo: Antes que
te llamara Felipe, estando bajo la higuera, yo te vi, respon­
dió: Maestro, tú eres el Hijo ds Dias, tú er:s Rey de Israel.
La misma confesión, hecha mucho más tarde por Pedro, me­
reció que le llamara bienaventurado y le diera las llaves del
reino de los cielos. Por el milagro hecho en Caná de Galilea,
que San Juan Evangelista menciona como el primero de los
signos, cuando el agua fué convertida en vino, creyeron sus
discípulos en El. A muchos atrajo a la fe con sus palabras,
y otros muchos no creyeron ni viendo resucitados a los muer­
tos. Hasta los discípulos vacilaron con la espantosa trage­
dia de la crucifixión y muerte; en cambio, entonces creyó el
ladrón, viéndole, no hacer obras milagrosas, sino compañero
suyo en el patíbulo de la cruz. También uno de los discípulos,
aun después de la resurrección, creyó menos a los miembros
vivos que a las cicatrices recientes. Muchos de los que le
crucificaron, menospreciándole cuando hacía milagros, ere-
102 Db piv. auAMf. ad smmc&muM_________ X. 2, 15

sic moveatur ad fidem, eademque rea aaepe alio modo dieta


moveat, alio modo dieta non moveat; aliumque moveat,
alium non moveat ; quis audeat dicere defuisse Deo modum
vocandi, quo etiam Esau ad eam fidem mentem applicarci,
voluntatemque coniungeret, in qua Iacob iustificatus est?
Quod si tanta quoque potest esse obstinatio voluntatis, ut
contra omnes modos vocationis obdurescat mentis aversio ;
quaeritur utrum de divina paena sit ipsa duritia, cum Deus
deserit non sic vocando, quomodo ad fidem moveri potest.
Quis enim dicat modum quo ei persuaderetur ut crederet,
etiam Omnipotenti defuisse?
15. Sed quid hoc quaerimus, cum ipse subiungat Apos­
tolus: Dicit enim Scriptum Pharaoni: Quia ad hoc te exci­
tant, ut ostendam in te potentiam me am et ut annuntietur
nomen meum in universa terra? s~
Hoc autem subiecit Apostolus documentum, quo proba-
ret quod supra dixerat: Igitur non volentis ncque currentis,
sed miserentis est Dei. Tanquam enim ei diceretur : Unde hoc
dooes? Dicit enim Scriptum, inquit, Pharaoni, quia ad hoc
te excitavi, ut ostendam in te potentiam meam, et ut annun­
tietur nomen meum in universa terra. Utique hinc ostendens,
quod non volentis neque currentis, sed miserentis est Dei.
Concluditque ita: Ergo cuius vult miseretur et quem vmt
obdurat38; cum superius non utrumque dictum sit. Ncque
enim quomodo dictum est: Non volentis neque currentis, sed
miserentis est Dei, sic etiam dictum est, non nolentis ncque
contemnentis, sed obdurantis est Dei.
Uinde datur intelligi quod infra utrumque posuit'. Ergo
cuius vult miseretur, et quem vult obdurat, ita sententiae
superiori posse congruere, ut obduratio Dei sit nolle misere-
ri; ut non ab ilio irrogetur aliquid quo sit homo deterior,
sed tantum quo sit melior non erogetur.
Quod si fit nulla distinctione meritorum, quis non erum-
pat in eam vocem, quam sibi ipse obiecit Apostolus? Dicis
ìta/que mihi:, Quid, adhuc conquer xtur? nam voluntwti eius
quis resista? Conqueritur enim Deus saeps de hominibus,
sicut per innumerabiles apparet Scripturarum locos, quod
yeron a la predicación de los apóstoles y a los milagros obra­
dos en su nombre.
En conclusión, uno viene a la fe por un camino, otro por
diferente; una misma cosa impresiona cuando se dice de una
manera, y no produce el mismo efecto cuando se dice de
otra, o mueve a uno y no mueve a otro. Siendo esto así, ¿ quién
osará decir que faltó a Dios un medio de llamar a Esaú, con
que inclinase su mente a las cosas de la fe y las abrazase con
la voluntad, como fué justificado Jacob? Mas si puede lle­
gar a tal extremo la obstinación de la voluntad, que ante
su resistencia se frustren todas las formas de llamamiento,
se podrá preguntar entonces si semejante endurecimiento no
es un castigo de Dios, el cual abandona cuando no llama de
manera que puedan doblegarse a recibir la fe. Pues ¿quién
se atreverá a decir que faltaron al Omnipotente medios para
persuadirle que creyese?
15. Pero ¿a qué proponemos esta cuestión, cuando el
mismo Apóstol añade: Porque dice la Escritura al Faraón:
Para esto te he levantado, para mostrar en ti mi poder y
para dccr a conocer mi nombre en toda la tierra?
El Apóstol aduce este testimonio para probar lo que
arriba había dicho: Luego no depende del que quiere y co­
rre, sino de Dios, que hace misericordia. Responde como si
se le hubiese preguntado: Esa doctrina, ¿en qué la fundas?
Pues en la Escritura, que dice al Faraón: Porque para esto
te he levantado, para mostrar en ti mi poder y para dar
a conocer mi nombre en toda la tierra. Con esto prueba
la parte que tiene la misericordia de Dios, independientemen­
te de la voluntad y esfuerzos humanos. Y viene luego la
conclusión: Ais® que tiene misericordia de quien quiere, y a
quien quiere le endurece; dos cosas que no había enunciado
arriba. M ahora emplea la misma expresión de antes: No
depende del que quiere o corre, sino de Dios, que tiene mi­
sericordia; no dice tampoco que no depende del que no quie­
re o desdeña, sino de Dios, que endurece.
Con lo cual se da a entender que los dos pensamientos
que expresa abajo: Tiene misericordia de quien quiere, y a
quien quiere le endurece, pueden concordar con la sentencia
anterior, de modo que el endurecimiento de parte de Dios es
no querer compadecerse, sin hacerle ninguna violencia para
que se empeore, pero sin darle tampoco lo que le pudiera
mejorar.
Y si esto se hace sin reparar en diferencias de méritos,
¿quién no prorrumpirá en la objeción que hizo decir al Após­
tol: Pero me dirás: Entonces ¿por qué reprende? Pues ¿quién
puede resistir a su voluntad ? En efecto, se v,e por innumera­
bles testimonios de la Escritura que Dios reprende frecuen­
temente a los hombres porque no quieren creer ni vivir bien.
nolint credere et recte vivere. Unde fldieles et facientes volun-
tatem Dei conversari dicuntur sine querela, quod de illis non
queratur Scriptum 40.
Sed, quid conquer itwr, ait ? narri voluntati eius quis resis­
tita quando cuius vult miseretur et qu'm vult obdurat? Et
tamen intueamur superiora, et inde nostram, quantum ipse
Dominus adiuvat, sententiam dirigamus.
16. A it enim paulo ante: Quid ergo dicerrms? Numquid
iniquitas est apud D:um ? Absit. Sit igitur hoc fixum atque
immobile in mente sobria pietate atque stabili fide, quod nulla
est iniquitas apud Deum: atque ita tenacissime tinnissi nac­
que credatur idipsum quod Deus cuius vult miseretur et quern
vult obdurat, hoc est, cuius vult miseretur, et cuius non vult
non miseretur, esse alicuius occultae atque ab humano modu­
lo investigabilis aequitatis, quae in ipsis rebus humanis
terrenisque contractibus animadvertenda est: in quibus nini
superna« iustitiae quaedam impressa vestigia teneremus, nun-
quam in ipsum cubile ac penetrale sanctissimum atque cas-
tissimum spiritualium praeceptorum nostrae infirmitatis su3-
piceret atque inhiaret intentio. Beati qui esuriunt et sitiunt
iustitiam, quoniam ipsi saturabuntwr 41.
In ista igitur siccitate vitae conditionisque mortalis, nisi
adspergeretur desuper veiut tenuissima quaedam aura iusti­
tiae, citiuis aresceremus quam sitiremus.
Quapropter cum dando et accipìendo inter se hominum
societas connectatur, dentur autem et accipiantur vel debita
• vel non debita, quis non videat iniquitatis arguì neminem
posse, qui quod sibi debetur, exegerii? nec eum certe, qui
quod ei debetur, donare voluerit? hoc autem non esse in
eorum qui debitores sunt, sed in eius cui debetur arbitrio ?
Haec imago, vel ut supra dixi, vastigium negotiis hominum
de fastigio summo aequitatis impressum est.
Sunt igitur omnes homines (quandoquidem ut Apostolus
ait, in Adam omnes morìuntur 42, a quo in universum genus
humanum origo ducitur offensionis Dei) una quaedam massa
peccati, supplichine debens divinae summaeque iustitiae, quod
sive exigatur, sive donetur nulla eist iniquitas.
A quibus autem exigendum, et quibus donandum sit, su­
perbe iudicant debitores: quemadmodum conducti ad illam
vineam iniuste indignati sunt, cum tantundem aliis donare-
tur, quantum illis redderetur43.
Itaque huius impudentiam quaestionis ita retundit Apos-

40 Le. i, 6.
41 Mt. 5, 6.
,= i Cor. 15, 22.
43 Mt. 20, IX.
Por eso de los fieles y de los que cumplen la divina voluntad
se dice que caminan sin reproche, porque ninguna repren­
sión haca de ellos la divina Escritura.
Mas ¿por qué reprende?, dice. Pues ¿quién resiste a su
voluntad, cuando se apiada de quien quiere, y a quien quiere
endurece?
Pero veamos los pasajes anteriores con el fin de formar­
nos una idea recta, según la ayuda que nos diere el mismo
Señor [18].
16. Poco antes dice: ¿Qué diremos entonces? ¿Acaso
hay injusticia en D ios? Ni remotamente. Este principio
debe mantenerse firme e invariable en el alma que ama la
moderación y la constancia en la fe : en Dios no cabe nin­
guna injusticia. Luego es necesario creer, con la mayor te­
nacidad y firmeza, que cuando Dios se apiada de quien
quiere, y endurece a quien quiere, esto es, cuando Dios se
compadece de quien se compadece y no se apiada de quien
no quiere, hay una misteriosa justicia, inaccesible al espí­
ritu humano, que se puede vislumbrar también en este
mismo mundo y en los contratos de los hombres; pues si
nosotros no tuviésemos impresas como ciertas huellas de
la suprema justicia, nunca nuestra flaqueza osaría levan­
tar les ojos y los suspiros del deseo a aquella mansión y
santuario sacratísimo y purísimo de los preceptos espiri­
tuales de Dios. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán hartos.
En este, pues, desierto árido de la vida y en nuestra
peregrinación mortal quedaríamos agostados aun antes de
tener sed, si no nos rociase del cielo cierto oreo suavísimo
de la justicia.
Por lo cual, como la sociedad humana se relaciona entre
sí con un intercambio mutuo de cosas, debidas o no, que se
dan y reciben, ¿¡quién no ve que no se puede acusar de
injusticia al que exige lo que se le debe ni al que perdona
la deuda, y que esto no depende del deudor, sino del acree­
dor? Hie aquí una imagen y, como arriba dije, un vesti­
gio de la justicia suprema, impreso en las cosas humanas.
Si, pu'es, todos los hombres, que, según sentencia del
Apóstol, mueren en Adán, de quien ha pasado el pecado
original a todo el género humano, forman cierta masa de
pecado, que tiene con la divina y suprema justicia una deuda
penal, ora en exigirla, ora en perdonarla, no hay ninguna
iniquidad.
Los deudores soberbiamente juzgan a quién debe exi­
girse y a quién perdonarse, como los operarios conducidos
para trabajar en la viña se indignaron injustamente por­
que se les daba a otros el jornal que ellos habían recibido.
Pues bien, esta petulante curiosidad reprime el Apóstol
tolus: 0 homo, tu quis es qui respondeos Deo? Sic enim
respondet Deo, cum ei displicet quod de peccatoribus conque-
ritur Deus, quasi quemquam Deus peccare cogat, si tantum-
modo quibusdam peccantibus misericordiam iustiñcationis
suae non largiatur, et ob hoc dicatur obdurare peccantes
quosdam, quia non eorum miseretur, non quia impellit ut
peccent. Eorum autem non miseretur, qui bus misericordiam
non esse praebendam, aequitate occultissima et ab humanis
sensibus remotissima iudicat. Inscrutabilia enim sunt indi'
eia eins et investigabiles viae ipsius4*. Conqueritur autem
iuste de peccatoribus, tanquam de his quos peccare ipse non
cogit. Simul etiam ut hi quorum miseretur, hanc quoque
habeant vocationem; ut dum conqueritur Deus de peccato­
ribus, compungantur corde, atque ad eius gratiam conver-
tantur. Iuste ergo conqueritur, et misericorditer.
17. Sed si hoc movet, quod voluntati eius nullus resis-
tit, quia cui vult subven it, et quem vult deserit; cum et ille
cui subvenit, et ille quem deserit, ex eadem massa sint pee-
catorum, et quamvis debeat uterque supplicium, ab uno
tarnen exigatur, alteri donetur: si hoc ergo m ovet: O homo,
tu quis es qui respondeos D eo? Arbiträr enim sub eadem
significa tione posi tum, quod dictum est, hom o; sub qua et
illud dicitur: Nonne homines estis et secundum hominem
ambulatisi Ibi enim carnales et animales notantur hoc no­
mine quibus dicitur: Non potuì loqm vobis quasi spiritua-
libus, sed quasi carnalibus; et illud: Nondwm enim potera-
tis; sed ñeque adhuc potestis, adhuc enim estis carnales 45;
et illud : Animalis autem homo non percipit quae sunt Spiri­
tus D e i46.
His ergo dicitur : 0 homo, tu quis es qui respondeos Deo ?
Numquid dicit Jigmentum ei qui se finocit: Quare me sic
fecisti? A ut non habet potestatem figulus luti ex eadetn
conspersione f acere aliud quidßm vas in honorem, aliud in
contumeliam? Eo ipso fortasse satis ostendit se homini car­
nali loqui; quoniam hoc limus ipse significat, unde primus
homo formatus est: et quia omnes, u t iam commemoravi,
secundum eundem Apostolum, in Adam moriuntur, unam
dicit esse conspersionem omnium. Et quamvis aliud vas fiat
in honorem, aliud in contumeliam, tarnen et illud quod fit
in honorem, necesse est ut carnale esse incipiat, atque inde
in spiritualem consurgat aetatem. Quandoquidem iam in
honorem facti erant et in Christo iam nati erant : sed tarnen
quoniam párvulos adhuc alloquitur, etiam ipsos carnales
appellai dicens: Non potvì loqui vobis, quasi spìritualibus,

14
Rom. u , 33.
46
i Cor. 3, 1-4.

Ib. a, 14.
'cuando dice: ¡Oh hombre!, ¿tú quién eres para pedir cuen­
tas a D iosf Porque en verdad ae pone a pleitear con Idos
por no ver con buenos ojos las reprensiones dadas a los
pecadores, como si El forzase a pecar a alguien, al negar a
algunos que le ofenden la misericordia de la justificación,
y por eso se dice que endurece a algunos malos, por no
compadecerse de ellos, no porque los impulse al crimen.
Pues El no hace misericordia a los que juzga indignos de
ella, según las reglas de una justicia altísima e inaccesible
a la inteligencia humana. Insondables son sus juicios e in­
escrutables sus caminos. Y con razón se queja de los pe­
cadores, porque El no les mueve al pecado. Así consigue a
la vez la firmeza de la vocación de los que El mira con mi­
sericordia, para que, al oír la queja divina contra los pe­
cadores, se arrepientan en su corazón y recurran a su gra­
cia. Luego justo y misericordioso es Dios en sus repren­
siones.
17. Mas si se nos hace cosa recia que a su voluntad
nadie resista, pues al que quiere favorece y al que quiere
abandona, cuando tanto el favorecido como el abandona­
do pertenecen a la misma masa de pecadores, y aunque
los dos sean deudores de una misma pena, al uno se la
exige y al otro se la perdona; si esto, repito, nos parece
cosa recia, ¿tú quién eres, ¡oh hombre!, para pedir cuen­
tas a Dios? Yo creo que la palabra hombre tiene aquí el
mismo sentido que en este otro pasaje: Pues ¿no sois vos­
otros hombres y camináis com o tales? Se designa aquí a
los hombres carnales y animales, a quienes se dice: Yo no
pudis hablaros como a espirituales, sino como a carnales:
y también: Aun no podíais admitir los manjares sólidos,
ni ahora podéis recibirlos, porque sois carnales todavía.
Y en otra parte dice: El hombre 'animal no percibe las co­
sas del Espíritu de Dios.
A éstos, pues, se dirige el Apóstol: ¡Oh hombre!, ¿tú
quién eres para pedir cuantas a Dios? ¿Acaso dice el vaso
al alfarero: Por qué me has h0cho así? ¿O es que no puede
hacer el alfarero del mismo barro un vaso de honor y un
vaso para uso vil? Bien claramente se ve aquí que habla
con el hombre carnal, pues eso mismo significa el barro de
que fué formado el primer hombre; y como todos, según
el pasaje que recordé del Apóstol, mueren en Adán, dice que
forman una masa común. Y aunque un vaso se haga de
honor y otro se destine para usos viles, con todo, aun el
mismo Vaso de honor comienza necesariamente por ser car­
nal antes de llegar a la edad espiritual. Ciertamente los co­
rintios eran ya vasos de honor y habían sido regenerados
en Cristo: pero, como se dirige a párvulos, los llama carna­
les, diciendo: Yo no pude hablaros como a espirituales, sino
sed quasi carnaübus. Quasi parvulis in Christo lac vobis
potum dedi, non escam : ncque enim. potpratis; sed nec adhuc
quidern jo te s tis ; odhuc enim estis carnales47. Quamvia ergo
carnales eoa esse dicat, tarnen iam in Christo natos, et in ilio
parvulos, et lacte potandos.
Et quod adiungit: Npc adhuc quidern potestis, ostendit
proficientes futurum esse ut possint: quia iam in eis spiri-
tualiter renatis gratia fuerat inchoata. Ergo iam vasa erant
in honorem facta, quibus adhuc tarnen recte diceretur: O
homo, tu quis es qui respondeas D eo? Et si talibus recte
dicitur, multo rectius eis qui vel nondum ita regenerati
sunt, vel etiam in contumeliam facti. Illud tantummodo
inconcussa fide teneatur quod non sit iniquitas apud Deam :
qui sive donet,.sive exigat debitum, nec ille a quo exigit, recte
potest de iniquitate eius conqueri, nec ille cui donat, debet
de suis meritis gloriari. Et ille enim, nisi quod debetur, non
reddit: et ille non habet nisi quod accepit.
18. ISed enitendum est hoc loco, si Dominus adiuvet,
videre quemadmodum et illud verum, sit, quod scriptum
est: Nihil odisti eorum quae fe c is ti48; et illud: Jacob dilexi,
Esau autem odio habui49.
Si enimi proptorea Esau odio habuit, quia vas factum
erat in contumeliam, et aliud vas in honorem, aliud in con­
tumeliam idem figulus fecit, quomodo nihil odisti eorum
qua? fccisti? Ecee enim odit Esau, quod vas ipse fecit in
contumeliam.
Qui nodus ita solvitur, si intelligamus omnium creatura-
rum esse artificem Deum. Omnis autem creatura Dei bona
e s t50; et omnis homo in quantum homo est, creatura est, non
in quantum peccator est. Est ergo Creator Deus et corporis
et an:mi humani. Neutrum horum malum et neutrum edit
Deus: n:hil enim odit eorum quae fecit. Est autem animus
praestant’or corpore: Deus vero et animo et corpore, utrius-
que effector et corditor, nec odit in homine nisi peccatum.
Est autem peccatum hominis inordinatio atque perversitas,
id est, a praestantiore Conditore aversio, et ad condita infe­
riors conversio. Non igitur odit Deus Esau hominem, sed odit
Deus Esau peccatorem. Sicut dicitur de Dominio : In sua pro­
pria venit, et sui eum non receperunt31 : quibus item ipse
dicit: Fos propterea non auditis, quia non estis ex Dio 52.
Quomodo sui, quomodo non ex Deo, nisi quia illud dictum est
de hominibus, quos ipse Dominus fecerat; illud de peccatori-
bus, quos ipse Dominus arguebat? iidem tarnen ipsi et homi-

" i Cor. 3, i. a. i Tim . 4, 4


Sap. l i , 25. ■ ' Io. I, II.
" M al. r, a. 3. 52 Ib. 8, 47.
como a carnales. Como a niños en Cristo os di a beber leche,
no comida, porque aun no la admitíais. Y ni aun ahora
podéis admitirla, porque sois todavía carnales. Aunque
los llama carnales, ya habían renacido en Cristo y eran
infantes, a quienes debía alimentarse con leche.
Y lo que añade: Ni aun ahora podéis admitir la comida,
indica la posibilidad de su futuro desarrollo; pues ya ha­
bían renacido espiritualmente y la gracia comenzaba a
mostrarse en ellos. Eran, pues, vasos fabricados para ho­
nor, y, sin embargo, podía decírseles con razón: ¡Oh hom­
bre!, ¿tú quién eres para pedir cuentas a D ios? Y si podía
emplearse bien este lenguaje con tales hombres, mucho
mejor se podrá con los que no han renacido aún o están he­
chos para ignominia. Ante todo, mantengamos con fe inco­
rruptible que no hay injusticia ante Dios. Ora perdone la
deuda, ora exija su pago, ni aquel a quien se la exige pue­
de quejarse de injusticia, ni el favorecido con el perdón
puede gloriarse de sus méritos. El uno paga lo que debe;
el otro, todo cuanto tiene lo ha recibido [19 y 20].
18. (Pero hemos de esforzarnos en este lugar, con la
ayuda de Dios, para conciliar la verdad de este pasaje: Nada
aborreces de cuanto hiciste, con el otro: Am é a Jacob, pero
aborrecí a Esaú.
En efecto, si aborreció Dios a ESsaú porque había sido
hecho vaso ignominioso, y el mismo ceramista labró un vaso
para usos nobles y otro para usos viles, ¿cóm o puede ser
verdad que nada aborreció de cuanto hizo? Pues aborrece
a Esaú, a quien hizo vaso de ignominia.
Esta d :ficultad se resuelve teniendo en cuenta que Dios
es el artífice de todas las criaturas. Ahora bien, toda cria­
tura de Dios es buena, y todo hombre, en cuanto hombre,
es criatura, no en cuanto es pecador. Es, pues, Dios el crea­
dor del cuerpo y alma del hombre. Ninguna de estas dos
cosas es mala ni la aborrece Dios, porque no aborrece nin­
guna cosa aue hizo. Mas el alma aventaja en excelencia al
cuerpo; y Dios, superior al cuerpo y alma, porque es el crea­
dor y formador de ambas cosas, no aborrece en el hombre
más que el pecado. Y el pecado es un desorden y perversi­
dad, es decir, un: apartamiento de Dios, qiue es el Creador su­
premo, y un abrazo de las criaturas inferiores. No aborre­
ce, pues, Dios a Esaú como hombre, sino como pecador.
Como se dice también del Señor: E l vino a su propia here­
dad, y los suyos no le recibieron. Y a los judíos dice el mis­
mo: Vosotros no oís porque no sois de Dios. ¿Por qué los
llama suyos y cómo dice de ellos que no son de Dios, sino
porque en lo primero mira su hechura de hombre, que han
recibido de El, y en lo segundo, su carácter de pecadores, a
quienes condenaba ? Pero los mismos son a la par hombres y
a es et peccatores : sed homines Dei conditione, peccatorea
propria volúntate.
■Quod ergo Iacob dilexit, numquid peccator non erat? Sed
ddexit in eo non culpam quam delebat, sed gratiam quam
donabat. Nrm et Christus pro impiis mortuus e s ííS: non
tarnen ut impii permanerent, sed ut iustifirati ab impietate
converterentur, eredentes in eum qui iust'ficat impium:
odit enim Deus im pietatem 6t. Itaque in aliis eam punit per
damnationem, in aliis adimit per iustìficationem, quemad-
modum ipse iudicat esse faciendum illis iudiciis inscrutabi-
libus. Et quod ex numero impiorum quos non iustificat, fa-
cit vasa in contumeiiam, non hoc in eis odit quod facìt:
quippe in quantum impii sunt, exsecrabi’ es sunt: in quan­
tum autem vasa fiunt, ad aliquem usum fiunt. ut per eorum
ordina tas poenas vasa quae fiunt in honorem proficianl.
Non itaque odit Deus, nec in quantum homines sunt, nec in
quantum vasa sunt: id est, nec quod in eis fa cit creando,
nec quod in eis facit ordinando : nihil enim odit eorum quae
fecit.
Sed tarnen quod vasa eos facit perditionis, ad usum cor-
rectionis nliorum facit. Odit enim in eis impietatem, quam
ipse non fecit. Sieut enim iudex in homine odit furtum, sed
non odit quod datur ad metallum; illud enim fur, hoc iudex
facit: ita Deus quod ex conspersione impiorum facit vasa
perditionis, non odit quod facit, id est, opus ordinationis
suae in poena debita pereuntium, in qua oceasionem salutis
illi quorum miseretur inveniant.
Sic Pharaoni dictum est: Ad hoc fa excitavi, ut ostendam
in te potentiam meant, et ut annuntietur nomen meum in
universa terra. Haec demonstratio potentiae Dei, et annun-
tiatio nominis eius in universa terra prodest eis, ut timeant,
et vias suas corrigant, quibus vocatio talis congruit. Sic
consequenter dicit: Si autem volens Devs ostendere (ram,
et demonstrare potentiam imam, attulit in multa patientia vasa .
trae, quae perfecta sunt in perditionem, subauditur: Tu quis
es qui respondeos D eo? ut recurrente sententia ad verba su­
periora, iste sit sensus: Si volens Deus ostendere iram, attu­
lit vasa irae: tu quis es qui respondeas Deo?
Non autem solum volens ostendere tram et demonstrare
potentiam \suam, attulit in multa patientia vasa irar, qua*
perfecta sunt in perditionem, sed etiam quod sequi tur: Ut
notas faceret divitias gloriae suae in vasa m isericordiae6B.
Quid enim prodest vasis perfectis in perditionem, quod

“ Rom. s, t
“* Ib. 4, s.
“ Ib. g, as.
pecadores: hombres por la creación de Dios, pecadores por
su propia voluntad.
¿ Luego el hecho de amar a Jacob significa que no era pe­
cador? N o; pero Dios amó en él no la culpa, que borraba,
sino la gracia que le dió. Pues también Cristo murió por los
impíos, no porque siguiesen siendo impíos, sino para que.
purificados de su impiedad, se convirtiesen creyendo en aquel
que justifica al impío, porque Dios aborrece la impiedad.
Por lo cual, en algunos la castiga condenándolos, en otros
la destruye justificándolos, según juzga que se debe hacer
en sus juicios impenetrables. Y aunque del número de los
impíos que no justifica hace vasos de ignominia, no por
eso aborrece en ellos su propia hechura, porque, en cuanto
impíos, son dignos de execración; mas en cuanto son vasos,
para algún servicio se destinan, es decir, por la justa orde­
nación de sus penas sirven al aprovechamiento ds los vasos
honoríficos. No los aborrece, pues, en cuanto son hombres
ni en cuanto son vasos, es decir, no aborrece en ellos ni su
obra de la creación ni su obra de la ordenación providencial,
pues nada aborrece de cuanto hizo.
Y al hacerlos vasos de condenación, lleva la mira puesta
en el servicio que prestan para la corrección de los demás.
Aborrece en ellos la iniquidad que él no ha hecho; como el
juez aborrece en el hombre el hurto, pero no la condenación
dsl ladrón a los trabajos de las minas. Lo primero lo hace
el ladrón; lo segundo, el juez. Análogamente, Dios, hacien­
do de la masa de los impíos vasos ed condenación, no abo­
rrece lo que hace, es decir, la obra de su ordenación penal
para los réprobos, con que ayuda a salvarse a los que favo­
rece con su misericordia.
En este sentido se dijo al Faraón: Para esto te he en­
cumbrado, para mostrar en ti mi poder y dar a conocer mi
nombre en toda la tierra. Esta ostentación del poder divino
y el pregón de su nombre por toda la tierra infunde temor
santo e inspira deseo de corregirse a los que han sido lla­
mados convenientemente. Conforme a esto, prosigue San Pa­
blo: Si para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poderío
soportó con mucha longanimidad los vasos de ira, aptos
para la perdición, ¿tú quién eres para pedir cuentas a Dios?
Relacionando estas palabras con las anteriores, he aquí su
sentido: Si Dios, para manifestar su justicia, ha soportado
a los vasos de condenación, ¿tú quién eres para.pedirle razón?
Y no dice sólo que, queriendo manifestar su ira y dar a
conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos
de cólera, aptos para la perdición, sino añade que su fin fué
hacer ostentación de la riqueza de su gloria sobre los vasos
de misericordia.
¿ Qué aprovecha a los vasos que han de condenarse los
112 DE DIV. QUAESÏ. AD SIM PLICIANUM I, 2, IB
I--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

ea patienter Deus sustinet, ut ordinate disperdat, utaturque


ill is ad instrumentum ,saluti3 aliorum, quorum miseretur ?
Sed illis utique prodest, ad quorum salutem istis sic uti-
tur; ut sicut scriptum est, iustuts manus luvet in sanguins
peccatoH sCfi, id est, mundetur ab operibus malis per timorem
Dei, cum videt supplicia peecatorum.
Quod ergo volsns estendere iram, attuiti vasa ira°, valet
ad u'ti'lem aliis praestandum timorem, et ut notas faceret dì-
•vitias gloriae suae in valsa misericordiae, quae praeparavit
in gloriam.
Etenim obduratio ilia impiorum utrumque demonstrat,
et quid timendum sit, ut quisque piotate convertatur ad Deum,
et quantae agendas sint gratiae misericordiae Dei, qui in
aliorum poena quid aliis donet ostendit.
Si autem ilia, quam de aliis exigit, non est iusta poena,
nihil donat aliis, a quibus earn non exigit. Quia vero illa iusta
est, et nulla est iniquitas apud vindicantem Deum, quis »uf­
ficia i agere gratias ei qui hoc remittit, quod si vellet exigere,
nemo se recte diceret non debere ?
19. Quos et vocavit nos, inquit, nan solum ex iudaeis,
sed etiam ex gentibus 07.■ id est, vasa misericordiae quae
praeparavit in gloriam. Non enim omnes iudaeos, sed ex
iudaeis; nec omnes omnino homines gentium, sed ex gentibu3.
Una est enim ex Adam massa peecatorum et impiorum, in
qua et Iudaei et Gentes remota gratia Dei ad unam pertinent
conspersionem. Si enim figulus luti ex eadem conspersione
facit aliud vas in honorem, aliud vas in contumeliam, mani­
festum est autem quod et ex Iudaeis sunt alia vasa in ho­
norem, alia in contumeliam, sicut ex Gentibus: sequitur ut
ad unam conspersionem omnes pertinere intelligantur.
Deinde incipit reddiere attestationes Prophetae singulis
generibus converso ordine. Prius enim dixit ex Iudaeis, pos­
terius ex Gentibus: prius autem reddit testimonium pro
Gentibus, deinde pro Iudaeis. Etenim, sicut Osee dicit: Vo-
cabo non plebem mieam, plébem me am-, et non dilectam, di-
Zectam: et erit in loco ubi dictum est, Non populus meus
vos, ibi vocabuntur fiM Dei v iv i5S. De Gentibus intelligitur
dictum, quia non habebant destinatum unum sacrificiorum
locum, sicut Iudaei in Ierusalem. Missi sunt autem ad Gen­
te» Apostoli, ut in loco suo quique crederent, et ubicumque*5 8

'ln Ps. 57, il.


” Rom. 9, 24.
58 Os. I, io ; Rom. 9, 25. 26.
sufra con paciencia para destruirlos a su debido tiempo,
usando de ellos para instrumento de la salvación de los pre­
dilectos de su misericordia?
La ventaja es ciertamente para aquellos en cuya salva­
ción se tiene puesta la mira al usar este instrumento: a fin
de cpie, según dice la Escritura, ti justo lax>e las manos en la
sangre del 'pecador, esto es, se purifique de las obras malas
por el temor de Dio3, al ver los castigos que ejecuta en los
pecadores.
Luego el fin que tuvo Dios al desplegar su ira y soportar
los vasos de perdición, sirve para infundir un saludable, te­
mor en los otros y mostrar las riquezas de su gloria sobre
los vasos de la misericordia, que El 'ha preparado para su
gloria. En efecto, el mismo endurecimiento de los impíos
muestra ambas cosa3, lo que se ha de temer, para convertirse
piadosamente a Dios cada uno, y las gracias que se deben
tributar a su misericordia, que nos hace ver la sanción ajena,
lo que les da a los demás.
Ahora bien, si no es justo el castigo que impone a unos,
pierde su valor el don que hace a los otros librándolos de
él. Pero como es justo el castigo y no hay sombra de injus­
ticia en la venganza de Dios, ¿ qué lengua bastará para darle
gracia al que le perdona tal deuda, que, si quisiera exigir,
nadie podría reclamar, diciendo: yo no soy deudor ? [21 y 22].
19. Los que él llamó, dice, no sólo de los judíos, sino
también de los gentiles, es decir, los que hizo vasos de mi­
sericordia, preparándolos para la gloria. No llamó a todos
los judíos, pero sí algunos de entre los judíos; ni a todos
los gentiles, pero sí de entre los gentiles. Porque una misma
es, procedente de Adán, la masa de los impíos y pecadores,
y privados de la gracia de Dios, tanto los judíos como los
gentiles, pertenecen a una misma amasada. Porque si el al­
farero hace de una misma amasada un tarro de honor y otro
para usos viles, es claro que, lo mismo entre los judíos'que
entre los gentiles, ha hecho Dios vasos preciosos y vasos
innobles, y, por consiguiente, todos deben entender que per­
tenecen a la misma pasta.
A continuación comienza el Apóstol a aducir algunos tes­
timonios proféticos relativos a las dos clases de hombres,
pero en orden inverso, pues primero se había referido a los
judíos y luego a los gentiles, y ahora el primer testimonio
es en favor de los gentiles y el segundo en favor de los judíos.
Pues, como dice Oseas, al qule no es mi pueblo llamaré mi pue­
blo, y a la que no es mi amada, mi amida. Y donde les fué
dicho: No sois mi pueblo, allí serán llamados hijos del Dios
vivo. Se alude aquí a los gentiles, que no tenían destinado
un lugar para los sacrificios como los judíos en Jerusalán.
Mas fueron enviados los apóstoles a los gentiles, para que
credidissent, ibi sacrificium laudis offerrent quibus dedit po-
testatem filios Dei fieri596 . Imias autem, inquit, clamai pro
0
Israel
Ne rursus omnes Israelitae in perditionem isse credantur,
dooet et inde facta alia vasa in honorem, alia in contumeliam.
Si fuerit, inquit, nurmrus filìorum Israel, quasi arena marts,
reliquiae salvae f i e n i Caetera ergo turba vasa perfecta ad
perditionem. Verbum enim consummates et brevians, inquit,
faciet Dominus super terram 81; id est ut compendio fidai
per gratiam salvos faciat credentes, non per innumerabiles
observationes, quibus illa multitudo serviliber onerata preme-
batur. Per gratiam quippe nobis verbum consummans et bre­
vians fecit super terram, dicens: Iugum meum lene est, et
sorcina mea li vis e s t B2. Quod et paulo post hie dicitur: Props
te etst verbum in ore tuo, et in corde tuo, hoc est, verbum
fidei quod praedicamus : quia si confiteor is in ore tuo quia
Dominus est Iesus et credideris in corde tuo quìa Deus ilium
suscitami a mortuis, salvus eris. Corde enim crzditur ad ius-
titiam, ore autem confessio fit ad salutem63. Hoc est verbum
consummans et brevians, quod facit Deus super terram, qua
consummatione atque breviatione latro iustificatus est, qui
defixis in cruce omnibus membris, et habens libera haec duo,
corde credidit ad iustitiam, ore confessus est ad salutem;
statimque audire meruit : Hodie mecum er is in paradiso6i*.
Consequerentur enim bona opera eius, si percepta gratia diu
inter homines viveret.
Sed tamen non ea praecesserant, ut eamdem gratiam me-
reretur, ex latrocinio fixus in cruce, ex cruce in paradisum
translatus. E t sicut prazdixit, inquit, Isaias: Nisi Dominus
Sabaoth reliquisset nobis semen, sicut Sodoma facti essemus,
et sicut Gomorrha similes fuissemus. Quod hic ait, reliquisset
nobis semen, hoc ibi, reliquiae salvate fìent °5. Caeteri autem
tanquam perditionis vasa debito supplicio perierunt. Et ut
non omnes perissent, sicut in Sodoma et Gomorrha, non me-
ritum eorum fecit, sed gratia Dei relinquentis semen, unde
alia messis toto orbe consurgeret.
Hoc et paulo post : Sic ergo, inquit, et in hoc tempore re­
liquiae per electionem gratiae salvae factae sunt. Si autem
gratia, iam non ex operibus; alioquin gratia iam non est
gratia. Quid ergo? Quod qumrebat Israel, hoc non est con-
Io. i, i2. 03 Rom. io , 8-io.
60 Is. io, 22 ; Rom. g, 27. 64 Le. 23, 43.
61 Is. ib. ; Rom. 9, 28. 6J Is. 1, 9 ; Rom. 9, 29.
•* M t. 1 1 , 30.
creyesen cada uno en su país y allí ofreciesen sacrificio de
alabanza los que recibieron la potestad de hacerse hijos de
Dios. E Isaías clama sobre Israel: Aunque fueran las hijos
de Israel como la arena del mar, sólo un resto será salvo.
Luego los demás se condenarán.
Y para que no se creyese que se habían de condenar todos
los israelitas, enseña que de ellos se escogieron vasos de ho­
nor y vasos de infamia. Aunque fuera, dice, el número de los
hijos de Israel como la arena del mar, sólo un resto se sal­
vará. Luego la otra muchedumbre se perderá. Porque el Señor
efectuará sobre la tierra un juicio consumado y decisivo.
Esto es, salvará con su gracia a los creyentes por el breve
camino de la fe, no por las observancias innumerables, cuya
carga agobiaba servilmente al pueblo judío. En efecto, por
medio de la gracia hizo resonar en la tierra un mensaje de
salvación, decisivo y breve: Mi yugo -es blando, y mi carga
ligera. Lo cual se afirma también aquí poco después: Cerca
de ti está la palabra en tu boca, en tu corazón, esto es, la pa­
labra de la fe que predicamos. Porque si confesares con tu
boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le
resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el co­
razón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para
la salud.
Tal es la economía de salvación, perfecta y compendiada,
que trajo el Señor a la tierra; con este medio tan eficaz y
breve se justificó el ■ladrón, el cual tenía clavados en la cruz
todos los miembros, menos el corazón y la boca ; con el co­
razón creyó para ser justificado y con la boca confesó la fe
para conseguir la salvación; y al punto mereció o ír: Hoy
estarás conmigo en el paraíso. Si después de recibida esta
gracia se hubiera prolongado su vida entre los hombres, sin
duda hubiera hecho obras buenas.
Mas no mereció la gracia por los méritos precedentes de
su vida, y cuando estaba clavado en el patíbulo por sus latro­
cinios, de la cruz fué trasladado al paraíso. Y según predijo
Isaías: Si el Scñor de los ejércitos no nos dejara un renuevo,
como Sodoma hubiéramos venido a ser y a Gomorra nos
asemejaríamos. Lo que dice aquí sobre el renuevo que dejará,
responde a lo que ha dicho ¡en otra parte sobre el resto que
será salvo. Los demás, como vasos de corrupción, perecieron
por merecido castigo. Y el que no perecieran todos, como
los de Sodoma y Gomorra, no fué debido a sus méritos, sino
al favor de Dios, que conservó un germen para que de él pu­
lulase otra mies en todo el orbe de la tierra.
Poco después dice también:. Pues asi también en el pre­
sente tiempo ha quedado un resto en virtud de una elección
graciosa. Pero si por gracia, ya no es por las obras, que en
este caso la gracia ya no sería gracia. ¿Qué, pues? Que Is-
secutm ; elsctio autem consecuta est; caeteri vero excascati
su n tliö. Consecuta sunt vasa misaricordiae ; excaecata sunt
vasa iras : ex eadem tarnen conspersione, sicut in plenitudine
Gentium.
20. Est locus quidam Scripturae ad rem de qua nunc
agimus, maxime necessarius, eadem quae tractata sunt, mira
contestations confirmans, in eo libro qui ab aliis Iesus Siracli,
ab aliis Ecclesiasticus dicitur, in quo ita scriptum est: Et
omnes homines de solo, et ex terra Adam creatus est. In
multitudine disciplinae Dominus ssparavit ros, et immutava
vias eorum. E t ex ipsis benedixit et exalt avit, et ex his
sanctificavit et ad ss applicami, et ex ipsis mahdixit et hu-
milìamt; et convertit illos ad dissensionem Worum. Quasi
lutum figuli in manu ipsius plasmare illud et disponere,
om/nes viae eius secundum dispositionem eius; sic homo in
manu illius qui ss fecit et reddit illi secundum indicium
suum. Contrarium malo bonum est, et contra mortem vita
est; sic et contra virum iustum peccator. E t sic intuen in
omnia opera Altissimi: duo, duo; unum contra unum 8T.
Primo hic commendata est disciplina Dei : In moltitudine,
inquit, disciplinae Dominus ssparavit eo s: unde, nisi a beati­
tudine paradisi? Et immutavit vias eorum: ut iam tanquam
mortales viverent. Tunc facta est una massa omnium, ve-
niens de traduce peccati et de pcena mortalitatis, quamvis
Deo formante et creante quae 'bona sunt. In omnibus est
enim species et compago corporis in tanta membrorum con­
cordia, ut inde Apostolus ad caritatem obtinendam similitu-
dinem ducereie8. In omnibus est etiam spiritus vitalis terre­
na membra vivifìcans, omnisque natura hominis dominatu
animae et famulatu corporis conditione mirabili temperata:
sed concupiseentia carnalis de peccati poena iam regnala,
universum genus humanum tanquam totam et unam consper-
sionem originali reatu in omnia permanante confuderat.
Et tarnen sequitur: E x ipsis bsnedixit et exaltavit, et ex
ipsis sanctificavit et ad se applicava, et ex ipsis maEdixii
et humiliavit, et convertit illos in dissensionem ipsorum: tan­
quam Apostolo dicente: An non habet potestatem figulus
luti ex eadem conspersione facere aliud vas in honorem, aliud
in contumeliam? 60
Ideoque illud quod contexitur, nec ab ipsa similitudine
vacat: Quasi lutum, inquit, figuli in manu ipsius plasmare
illud e t disponere, omnss viae eins secundum dispositionem
eius; sic homo in manu illius qui se fecit.
Sed quia dicit Apostolus: Numquid iniquitas apud Deumf
vide et hic quid adiungat : Reddet üü, inquit, secundum indi­
cium swum.
is Rom. il, 5-7. 1 Cor. 12, 12 ss.
‘ 7 Eccl. 33, 10-15. •• Rom. 9, 21.
rael no logró lo que buscaba, pero los elegidos lo consiguie­
ron. Cuanto a los demás, se endurecieron. Lo consiguieron
los vasos de misericordia, se endurecieron los vasos de ira;
pero todos eran de la misma pasta, lo mismo que en la mul­
titud de los gentiles [23].
20. Hay un pasaje de la Sagrada Escritura que es in­
dispensable para el terna de que tratamos aqui, pues confirma
con maravillosa armonía todo cuanto hemos expuesto en el
libro que unos llaman Jesús Sirach y otros Eclesiástico:
Ved aquí lo que se escribe en él: Todo hombre viene del
polvo, y de la tierra .fué creado Adán. Pero con su gran sa­
biduría los distinguió él Señor y les fijó diferentes destinos.
A unos los bendijo y ensalzó, los santificó y los allegó a si.
A otros los maldijo y humilló y los derribó de su lugar. Como
el barro m manos del alfarero, que le señala el destino se­
gún su voluntad, así son los hombres en las manos de su
Hacedor, que hace de. ellos según su voluntad. Enfrente del
mal está el bien, y enfrente de la muerte, la vida; así, en­
frente díl justo, el pecador. Considera de este modo todas
las obras del Altísimo, de dos en dos, una enfrente de la otra.
Primeramente aquí Se realza la divina sabiduría: Con su gran
sabiduría los distinguió el Señor: apartándolos d° la man­
sión de la felicidad eterna. Y les fijó diferentes destinos, para
que vi vis sen como mortales. Entonces ¡se hizo una masa co­
mún, que arrastra la transmisión del pecado y la pena de la
mortalidad, aunque Dios es artífice y creador de cosas bue­
nas. Porque brilla en todos la hermosura y la concordia de
los miembros es tan armónica, que de ella tomó el Apóstol la
semejanza para recomendar la caridad. Todos posteen también
el espíritu de vida que anima los miembros corporales, y la
naturaleza humana está con maravillosa disposición ordena­
da para que domine ¡el alma y obedezca el cuerpo; pero la con­
cupiscencia carnal, que extiende su imperio por castigo del
pecado, había revuelto todo el género humano como en una
sola y única masa, a causa de la culpa original, que todo lo
estraga.
El citado libro prosigue: A unos los bendijo y ensalzó,
los santificó y allegó a sí; a otros los maldijo y humilló, y
los derribó de su lugar, y los condenó a dispersión. Esto con­
cuerda con lo del Apóstol: ¿N o puede el alfarero hacer del
mismo barro un vaso de honor y un vaso indecoroso ? Y lo
que sigue en el texto contiene la misma semejanza: Como el
barro en manos del alfarero, qule le s ñala el destino según
su voluntad, así son los hombres en manos de su Hacedor,
que hace de ellos según su voluntad.
Y conforme a lo que dice el Apóstol: ¿Acaso hay injus­
ticia en Dios?, ve lo que añade el Eclesiástico: Obrará con él
según su justicia.
Sed cum damnatis iusta tribuantur supplicia ; tamen quia
hoc ipsum in usum convertitur, quo illi proficiant quibus
praebetur misericordia, attende reliqua: Contrarium, inquit,
tÀ o Io bonum est, et contra mortem vita; s i c et contra virum
iustum pcccator. E t sic intuere in omnia opera Altissimi:
duo, duo; unum contra unum; utique ut ex deteriorum com-
paratione emineant proficiantque meliora. Quae tamen quo-
niam per gratiam meliora sunt, tanquam diceret: Reliquiae
salme fisnt, sequitur et dicit ex persona reliquiarum: Et ego
novissimus vigilavi, et quasi qui racematur .post vindemia-
tores70.
Et unde probat quia non ex meritis suis, sed ex miseri­
cordia Dei? In benedictìone, inquit, Domini et ipse speravi,
et quasi qui vindemiat, repievi torcular71. Quamvis enim
novissimus vigilaverit; tamen quia erunt, ut dictum est, no­
vissimi prim i72, in benedictione Domini sperans, ex reliquiis
Israel racematus populus implevit torcular ex ubertate vinds-
miae, quae toto orbe terrarum provenit.
21. ¡Nulla igitur intentio tenetur Apostoli, et omnium
iustificatorum per quos nobis intellectus gratiae demonstra-
tus est, nisi ut qui gloriatur, in Domino glorietur73. Quìs
enim discutiet opera Domini, ex eadem conspersione unum
damnantis, alterum iustificantis ? Liberum voluntatis arbi-
trium plurimum valet; imo vero est quidem, sed in venum-
datis sub peccato74, quid valet? Caro, inquit, concu/piscit
adversus spiritum, et spiritus adversus cameni, ut non ea
quae vultis faciatis7S.
Praecipitur ut recte vivamus, hac utique mercede propo-
sita, ut in aeternum beate vivere mereamur : sed quis potest
recte vivere et bene operari, nisi iustificatus ex fide?
Praecipitur ut credamus, ut dono accepto Spiritus Sancii
per dilectionem bene operari possimus: sed quis potest cre­
dere, nisi aliqua vocatione, hoc est, aliqua rerum testifi ca­
tione tangatur? Quis habet in potè state tali viso attingi
mentem suam, quo eius voluntas moveatur ad fidem? Quis
autem animo amplectitur aliquid quod eum non delectat?
aut quis habet in potestate ut vel occurrat quod eum delecta-
re po.ssit, vel delectet cum occurrerit? Cum ergo nos ea de-
lectant quibus proficiamus ad Deum, inspiratur hoc et prae­
betur gratia Dei, non nutu nostro et industria aut operum
meritis comparatur; quia ut sit nutus voluntatis, ut sit

Eccli. 33, i6. 2 Cor. io, 17.


'* R oto. 7, 14.
Mt. 30, 16. ” Gal. 5, 17.
Mas como los condenados reciben su justa pena, y esto
mismo cede en provecho y estimulo de perfección para los
que han recibido un trato de misericordia, advierte lo que
sigue: Enfrente del mal está el bien, y enfrente de la muerte;
la vida; así enfrente del justo, él pecador. Considera de este
modo todas las obras del Altísimo, de dos en dos, urna en­
frente de Ja otra. Ciertamente dice esto para que el contraste
de los peores haga brillar y progresar a los mejores. Y porque
a éstos toda su preeminencia les viene de la gracia, como si
dijera: Sólo un resto será salvo, él autor prosigue y dice en
nombre de los que serán salvos: Yo he llegado el último de
todos, como quien anda al rebusco después de la vendimia.
Mas por Ja bendición del Señor me aventajé a otros y llené
como los vendimiadores mi lagar.
i Y cómo prueba que la salvación será fruto de la miseri­
cordia divina y no de los méritos suyos? Mas por la bendi­
ción del Señor, dice, me aventajé a otros y llené como los
vendimiadores mi lagar. Aunque llegó el último de todos,
mas como, según está escrito, los últimos serán los prime­
ros, confiando en la bendición de Dios, el pueblo racimado de
Israel, por la esperanza en la bendición del Señor, llenó el
lagar con una cosecha copiosa, reunida de todo el orbe de la
tierra [24].
21. La intención, pues, del A(póstol y la de todos los
justificados, por quienes se nos ha revelado el misterio de
la gracia, es que nadie se glorie más que en el S ñor. En
efecto, ¿ quién le pedirá cuentas porque de una misma masa
condena a uno y justifica a otro? Ciertamente vale muchí­
simo el libre albedrío de la voluntad: ni puede negarse su
existencia; mas en los que son esclavas del pecado, ¿a qué
se reduce su poder? La carne, dice, tiene tendencias con­
trarias a las del espíritu, y él espíritu tendencias contrarias
a las de la carne, de manera que no hagáis lo que queréis.
Se nos manda vivir rectamente y se nos propone como
recompensa la vida eternamente feliz; mas ¿quién puede vi­
vir bien y obrar con rectitud si carece de la justicia de la fe?
Se nos manda creer a fin de que, recibido el don del Es­
píritu Santo, podamos obrar bien por amor; mas ¿quién pue­
de creer si no recibe alguna vocación, es decir, algún testi­
monio que le llegue al corazón? ¿Quién puede disponer libre­
mente de algún signo visible que le ilumine la inteligencia y
le avive la voluntad para la fe? ¿Pues no va el espíritu de to­
dos en pos de lo que le deleita? Y ¿quién es dueño de que se
presenten a su espíritu cosas que puedan halagarle o en rea­
lidad le atraigan cuando se le ofrezcan? Pues cuando a nos­
otros nos atraen cosas que nos ayudan a elevamos a Dios,
eso mismo es fruto de la inspiración y don de la gracia di­
vina, no resultado de nuestros empeños y habilidades y mé-
industria studii, ut sint opera caritate ferventia, ille tribuit,
ille largitur.
Fetere iubemur ut aceipiamus, et quaerere ut invernamos,
et pulsare ut aperiatur nobis7C. Nonne aliquando ipsa oratio
nostra sic tepida est, vel potius frigida et pene nulla, imo
omnino interdum ita nulla, ut ñeque hoc in nobis cum dolore
advertamus? quia si vel hoc dolemus, iam oramus.
Quid ergo aliud ostenditur nobis, nisi quia et petere, et
quaerere, et pulsare ille concedit, qui ut base faciamus iubet ?
Igitur non vokntis, tregue currenila, s?d miserentis est Dei;
quandoquidem nec velie nec currere, nisi eo movente atque
excitante, poterimus.
22. Quod si electio hic fit aliqua, ut sic intelligamus
quod dictum est: Rsliquiae per electionem gratiae salvie fae-
tae su n t77; non ut iustificatorum electio fiat ad vitam aeter-
nam, sed ut eligantur qui iustificentur: certe ita occulta est
haec electio ut in eadem conspersione nobis prorsus apparerà
non possit ; aut si appare t quibusdam, ego in hac re infirmi-
tatem meam fateor. Non enim habeo quod intuear in eligen-
dis hominibus ad gratiam salutarem, si ad examen huius
electionis aliqua cogitatione permittor, nisi vel maius inge-
nium, vel minora peccata, vel utrumque: addamus etiam, si
placet, honestas utilesque doctrinas.
Quisquís ergo fuerit quam minimis peccatis irretitus atque
maculatus (nam nullis quis potest?), et acer ingenio, et
liberalibus artibus expolitus, eligendus videtur ad gratiam.
Sed cum hoc statuero, ita me ridebit ille qui infirma mundi
elegit ut confundat fortia, et stulta mundi ut confundat sa­
pientes78, ut eum intuens et pudore correctus, ego irrideam
multos et prae quibusdam peccatoribus castiores, et prae
quibusdam piscatoribus oratore;«. Nonne advertimus multos
fideles nostros ambulantes viam Dei, ex nulla parte ingenio
comparan, non dicam quorumdam haereticorum, sed etiam
mimorum? Item non videmus quosdam h.omines utriusque
sexus in coniugali castitate vivente sine querela et tamen
vel haereticos vel paganos, vel etiam in vera fide et vera
Ecclesia sic tepidos, ut eos miremur meretricum et histrio-
num subito conversorum, non solum patientia et temperantia.
sed etiam fide, spe, caritate superari?

76
Mt. 7, 7.
77
Rom. ii , 5.
76
1 Cor. 1, 37.
rito de nuestras obras, pues para que la voluntad se esfuer­
ce, ni falten las trazas da ingenio y las obras salgan infla­
madas de caridad, El nos concede la fuerza, El nos presta
su ayuda.
Se nos manda pedir para que recibamos, y buscar para
que hallemos, y llamar para que nos- abran. Pues bien, ¿ no
es a vecsís nuestra oración tan tibia, o más bien fría, y aun
casi nula, o totalmente nula, que ni siquiera reparamos con
dolor en ello? Porque dolerse de esa flojedad es ya tener ora­
ción.
¿ Qué significa, pues, esto, sino que el mismo que nos man­
da pedir, buscar y llamar, nos concede la gracia para poder
hacerlo ? Luego no es del que quiere y se esfuerza, sino de
Dios, que se compadece, porque no podemos ni querer ni co­
rrer sino moviéndonos y excitándonos El mismo [25 y 28].
22. Si aquí se da alguna elección, de suerte que enten­
damos el texto: Sólo un resto se salvará por la elección de
la gracia—no hablo de la elección de los justificados para la
vida eterna, sino de los que se han de justificar—■, cierta­
mente tan misteriosa es ella, que no acierto a vislumbrarla
en la misma masa; o si alguno la vislumbra, confieso yo mi
cortedad de vi3ta en «late punto. Si se me permite dar alguna
opinión sobre el examen de esta elección, no alcanzo a ver
otros motivos para escoger a los hombres a esta gracia sa­
ludable sino o el mayor talento o menor culpabilidad, o am­
bas cosas a la vez. Añadamos también, si os place, alguna
doctrina provechosa y honesta.
Según esto, el que estuviere menos impedido y mancilla­
do de faltas (pues ¿quién puede hallarse inmune completa­
mente?) y el que tuviere un ingenio penetrante y cultivado
por las artes liberales, parece el más llamado para la elec­
ción de la gracia.
Pero, al fijar estas condiciones, sin duda las tendrá por
tan irrisorias el que escogió a los débiles para confundir
a los fuertes y a los necios para confundir a los sabios, que,
levantando yo los ojos hacia El y enmendado por la vergüen­
za, miraré ya con menosprecio a muchos que son más castos
que algunos pecadores y más elocuentes que algunos pesca­
dores. ¿N o vemos a muchos de nuestros fieles que van por
el camino del Señor y no pueden compararse por su inge­
nio, no digo a ciertos herejes, pero ni siquiera a los come­
diantes? ¿N o hay también personas de ambos sexos que
se portan con irreprochable castidad conyugal, y, sin em­
bargo, son harejes o paganos, o que, viviendo en la verda­
dera fe e Iglesia, andan tan tibios, que nos admiramos al
ver que las cortesanas e histriones repentinamente converti­
dos los aventajan, no sólo en la templanza y paciencia, sirio
también en la fe, esperanza y caridad?
Restât ergo ut voluntates eligantur. Sed voluntas ipsa,
nisi aliquid occurrerit quod delectet atque invitet animum,
moveri nullo modo potest: hoc autem ut occurrat, non est
in hominis potestate. Quid volebat Saulus, nisi invadere,
trahere, vincine, necare christianos? Quam rabida voluntas,
quam furiosa, quam oaeca ! qui tamen una desuper voce pros-
tratus, occurrente utique tali viso quo mens illa et voluntas
refracta saevitia retorqueretur, et corrigeretur ad fidem,
repente ex Evangelii mirabili persecutore mirabilior praedica-
tor effectus e s t 70.
Et tamen quid dicemus? Numquid ìniquitas est apud
Deum, exigentem a quo placet, donantem cui placet? qui ne­
quáquam exigit indebitum, nequáquam donat alienum.
Numquid iniquitàs est <xpud Deum? Absit. Quare tamen
huic ita, et huic non ita? 0 homo, tu quis es? Debitum si
non reddis, habes quod gratuleris : si reddis, non habes quod
queraris. Credamus tantum, etsi capere non valemus, quo-
niam qui universam creaturam et spiritualem et corporaiem
fecit et condidit, omnia in numero et pondere et mensura
disponi!*80. Sed inscrutabilia sunt indicia eius, et investiga-
bifes viae eiu s81. Dicamus Alleluia et collaudemus canticum,
et non dicamus: Quid hoc? vel, quid hoc? Omnia enim in
tempore suo creata suntS3.
Act. 8, 3, et g, i.
80 Sap. il, ai.
8; Rom. ii, 33.
’ ’ Hccli. 39, 19. 26.
Luego no queda otro motivo para la elección que las vo­
luntades. Mas la voluntad no puede ser movida de ningún
modo si no se. le brinda algo que le engolosine y atraiga el
ánimo, y no está en el poder del hombre que se le ofrezca
eso. ¿ Qué pretendía Saulo sino apoderarse, arrastrar, ma­
niatar y matar cristianos? ¡Qué rabia y furia y ceguera se
acumulaba en su voluntad! Y, sin embargo, derribado con
una sola palabra que oyó del cielo, sobrevínole también una
visión, para que, amansada su ferocidad, su mente y su co­
razón se doblegasen y sometiesen a la fe; y en un instante,
de admirable perseguidor del Evangelio se hizo más admi­
rable predicador del mismo.
¿Qué diremos, pues? ¿Acusaremos a Dios de injusto tal
vez, porque exige la deuda al que quiere y se la perdona a
quien le place ? Y El nunca exige cosa que no se le deba ni da
tampoco cosa de que no sea dueño.
¿Acaso, pues, hay injusticia en Dios? Ni remotamente.
I Y por qué a éste lo trata así y al otro no ? ¡Oh hombre!,
¿tú quién eres? Si no te exigen la paga, motivos tienes de
darte el parabién; si te la exigen, no tienes derecho para
quejarte.
Creamos solamente, aunque no podamos comprender, que
el que ha creado y hecho todas las cosas, lo mismo las espi­
rituales que las corporales, todo lo dispone con número, peso
y medida. M¡as son impenetrables sus juicios e inaccesibles
sus vías. Nosotros bendigamos al Señor y entonemos el cán­
tico de alabanza, dejando a un lado las cuestiones difíciles:
¿Por qué esto? ¿ Y por qué aquell®? Pues todas las cosas
fueron creadas a su tiempo [27].
L I B E R I I

In caeteras quaestiones a Simpliciano


propositas ex libris Regum

PRAEFATIO
Satis iam de Apostolo me ad proposita respondisse exis­
timo: nunc ad ea quae de libris Regnorum requisisti aliud
volumen aggrediar; quae, sicut multa et prope omnia veterum
librorum, flguratiora sunt et mysteriorum velaminibus in­
voluta. Quamvis autem ex eo quod transierimus ad Christum,
auferatur velamen *, tarnen vid-mus nunc in aenigmate, tunc
aut'm fad e ad faciem. Velamen quippe omni modo interclu-
dit aspectum: aenigma vero, tanquam per speculum, sicut
idem A|postolus ait: Videmus nunc p:r speculum et in a;nig~
mate 2, nec evidentissimam detegit speciem, nec prorsus ob-
tegit veritatem. Aggrediar ergo et ista, duce Domino, tuis
potius sublevatus orationibus, quam iussionibus aggravatus.
Praesertim quia ex epistola tua non hoc te intellexi quaerere,
quid haec in prophetia significent: in quo revera obtempe­
rare mihi esset difflcillimum ; quia et de tota eorumdem con-
textione librorum dueenda esset intentio, et si esset promptior
intellectus, magnitudo tarnen operis impediret; quae si sub-
eunda est, prolixius otium tempusque flagitat: sed nunc
ipsas rerum proprietates gestarum, quae his verbis quorum
a te facta commemoratio est, significantur, quomodo intelli-
gerern nosse dignatus es et mei3 litteris aperiri.
1 2 Cor. 3, 26.
■ i Cor. 13, 12.
L I B R O I I

Cuestiones propuestas sobre los libros de los Reyes

PREFACIO

Creo haber respondido con suficiente amplitud a la3


cuestiones propuestas acerca de algunos pasajes de San Pa­
blo ; ahora entraré en la materia del segundo volumen para
resolver las que me han propuesto sobre los libros de los
Reyes, las cuales, como mucho y aun casi todo lo que con­
tienen los libros antiguos, están llenas de figuras y envuel­
tas en velos de misterios. Aunque ya, por la revelación de
Cristo, el velo se ha quitado, sin embargo, nosotros todavía
vemos en enigma, y después vendrá la perfecta visión. Por­
que, de todos los modos, el velo impide la vista de una cosa;
pero el enigma, al estilo del espejó, según dice el mismo Após­
tol: Ahora vem os por espejo en enigma, ni deja ver clara­
mente la verdad ni completamente la obscurece. Quiero,
pues, poner manos a la obra, con la ayuda del Señor, porque
me alivian más tus oraciones que pesa tu mandato. Mayor­
mente porque de tu carta he colegido que no me pides te des­
entrañe ©1 sentido de las profecías; y en verdad que obedecer­
te en esto sería para mí empresa dificilísima, pues habría que
hacer un estudio completo del contexto de los libros mismos
y deducir el fin que tienen, y aun cuando no fuera de difí­
cil inteligencia, sin embargo, la magnitud de la tarea me
abrumaría, ya que para esto se requiere más reposo y tiem­
po; mas tú has querido conocer y que te lo manifieste por
carta cómo entiendo yo algunas particularidades de los acon­
tecimientos que se expresan con las palabras que citas.
QUAESTIO I
Spìritu Dei diverso modo afficiuntur prophetae. Prophetia
habitu perpetuo, et affectu transitorio. Spiritus Dei sine
additamento intelligitur bonus. An eodem nomine inttlli-
gendus Spiritus Sanctus, Patri et Filio consubstantialis.
Spiritus Dei in Sauté bonus et modus quomodo. Saul per-
sequens Davidem spirita prophetico et bono correptus.
Muntra quaedam Spiritus Sancii haberi sine cavitate.
Sine cantate munera alia Spiritus Sancii nihil prosunt.
An prophetia habeatur sine cantate. Hmreticos et schis-
maticos habere alia dona Spiritus Sancii praeter carità-
tem. Spiritus malus cur dictus Spiritus Domini.

1. Et primum quidem quod de primo Regnorum libro


iussisti ut exponerem, quomodo dictum sit: E t insüuit Spiri­
tus Domini in Saul, cum alibi dicat: E t spiritus Domini ma.
lus in Saul1. Ita enim scriptum est : E t factum est cum con­
certerei humsrum suum, ut iret a Samuel, convertit Deus
in Saul cor aliud, et vinenmt omnia signa ilio die; et venit
inde in collem, et ecce chorus prophetarum in obviam Uli,
et insüuit in ülum spiritus Dei et prophetavit in medio
eorum -,
Praedixerat enim haee illi Samuel, cum eum iussus un-
xisset. Et hoc quidem non puto habere aliquid quaestioni3.
Spiritus enim ubi vult spirai *; et spiritum prophetiae nulla-
rum animarum potest maculare contactus. Attingit enim
ubique propter suam munditiam 4. Afficit autem non omnes
eodem modo, sed alios per informa'tionem spiritus eorumdem
hominum, ubi rerum demonstrantur imagines; alios per
fructum mentis ad intelligentiam ; alios utraque inspiratione ;
alios etiam nescientes.
Sed per informationem spiritus duobus modis; aut per
somnium, sicut non solum plerique sancii, sed et Pharao et
Nabuchodonosor rex vidit quod nemo eorum intelligere vale-
bat, sed tarnen videre uterque potuerat3: aut per demonstra-
tionem in ecstasi, quod nonnulli latini stuporem interpretan-
tur; mirum si proprie, sed vicine tarnen, cum sit mentis
alienatio a sensibus corporis, ut spiritus hominis divino spi­
ri tu assumptus capiendis atque intuendis imaginibus vacet ;
sicut Danieli deimonstratum est quod non intelligebat et Petro

1 i Reg. 16, 14. 4 Sap. 7, 24.


- Ib. 10, 9. 10. s Gen. 41, et Dan. 2, 4.
s Io. 3, 8.
CUESTIÓN I
El Espíritu de Dios influye diversamente en los profetas.
Manifestaciones habituales perpetuas y manifestaciones
transitorias de la profecía. El Espíritu de Dios, sin más
aditamentos', se /entiende por el bueno. ¿ Con este nombre
debe entenderse el Espíritu Santo, consubstancial al Pa­
dre y al Hijo Ì Manifestaciones del Espíritu bueno y malo
en Saúl. Saúl, al perseguir a David, es corregido por un
espíritu profètico bueno. Algunos dones del Espíritu
Santo pueden poseerse sin la caridad, pero nada aprove­
chan. ¿ Puede tenerse sin caridad el don de profecía ? Los
herejes y cismáticos tienen otros dones del Espíritu San­
to, mas no la caridad. ¿Por qué el espíritu malo se llama
espíritu del Señor ?

1, La primera explicación que me pides sobre el primer


libro de los Reyes versa sobre aquel pasaje que dice: El es­
píritu de Dios se lanzó sobre Saúl, mientras en otro lugar
dice: Perturbó a Saúl un mal espíritu de Dios. Pues así está
escrito: En cuanto volvió Saúl las espaldas para apartarse
de Samuel, se sintió otro, y todas las señales aquellas le su­
cedieron el mismo día. Cuando llegaron a la colina, encontrá­
ronse con un tropel de profetas, y le arrebató el espíritu de
Dios y se puso a profetizar en medio de ellos.
Habíale predicho Samuel todas estas cosas cuando le un­
gió de parte del Señor. No creo que esto ofrezca dificultad
alguna. Pues el Espíritu alienta donde quiere, y el espíritu de
profecía no puede mancillarse con ningún contacto de almas,
porque a todas partes llega a causa de su pureza. Mas no a
todos afecta de la misma manera, sino a unos por impresión
en la fantasía humana, donde se pintan las imágenes de las
cosas; a otros les da a saborear el fruto de la inteligencia,
en otros combina las dos formas de inspiración; a algunos
les inspira sin saberlo ellos.
La acción sobre la fantasía puede darse de dos maneras:
o por medio de sueños, según vemos, no sólo en muchos
santos, sino en el Faraón y el rey Nabucodonosor, los cuales
vieron por sueños lo que ninguno podía comprender; o por
manifestación extática, que algunos latinos llaman estupor,
tal vez sin propiedad, pero sí con alguna analogía, pues es
una enajenación de la mente que se aparta de los sentidos,
para qu¡e el espíritu del hombre, arrebatado por el de Dios,
se dé a la captación y contemplación de las imágenes. Asi se
mostró a Daniel lo que no entendía, y fían Pedro vió un gran
illud vas submissum ds caèlo qua tu or lineisa; nam et ipse
quid illa demonstratio figuraret postea cognovits.
Per fructum autem mentis ad intelligentiam uno modo,
cum haec ipsa quae demonstrantur imaginibus quid signifi-
cent et quo pertineant revelatur; quae certior prophetia est;
nam magis ipsam vocat Apostolus prophetiam6 7 *9
: sicut Ioseph
meruit intelligere quod Pharao non nisi videre; et Daniel
exponit regi, quod ille cernii et nescit.
Cum vero ita mens afficitur, ut non rerum imagines con-
iecturali examination« intelligat, sed res ipsas intueatur, sicut
intelligitur sapientia, et iustitia omnisque incommutabilis
et divina species, ad prophetiam de qua nunc agimus non
pertinet.
Utroque auterti muñere prophetiae donantur hi qui et
rerum imagines in spiritu vident, et quid valeant simul intel-
ligunt, aut certe manifestis locutionibus in ipsa demonstra­
tions informantur, sicut in Apocalypsi quaedam exponuntur.
Nescientes autem afficit prophetiae spiritus, sicut Caiphas
cum esset pontifex prophetavit de Domino qucd expediret
unum mori pro tota g en tes, cum aliud in verbis quae dice-
bat attenderei; quae non se a seipso dicere nesciebat. Abun­
dant in sanctis Libris exempla; et res prudential tua« no-
tissimas loquor.
Non enim ista discis ex me, sed in eia <me percontando pro­
bas, et cognoscere cupiens proficientem, et corrigere pa-
ratus errantem.
Hoc autem verbo quod positum est, E t insiluit in eum
spiritusj tanquam ex abdito divinitatis secreto repentinus
significatur afflatus. Horum igitur modorum quonam po-
tius affectum esse intelligamus Saul, satis apparet ex eo
qucd ibi scriptum est: Convertit Deus in Baxil cor aliud.
Sic enim aliam cordis affectionem significai, quam conver­
tendo fecit Deus ut imaginum significantium et praefigu-
rantium capax fieret, ad propheticam divinationem.
2. ¡Tantum autem distai inter prophetiam propheta-
lum, sicut Isaias, sicut Iersmias, et caeteri huinsmodi fuc-
runt, atque istam transitoriam quae in Saul apparuit,
quantum distai inter loquelam humanam, cum loquuntur
homines, et cum eadem loquela propter necessarium pro-
digium asina locuta est, in qua sedebat Balaam propheta 5I.
Accepit enim hoc ad tempus illud iumentum, ut Deus quod
statuerat demonstraret, non ut habitu perpetuo inter ho­
mines bestia loqueretur. Aut si hoc exemplum maiore dif-

6 Act. io, il.


7 i Cor. 13, 2.
" lo. i l , 49-50.
9 Num. 22, 28.
a Sic praecipui Mss. At editi, Untéis.
lienzo suspendido por los cuatro ángulos, y después com­
prendió la significación de lo que se le había mostrado.
La profecía de carácter intelectual se presenta de un
modo cuando se conoce por revelación el sentido de las imá­
genes y el fin a que se ordenan. Este es el género más seguro
de profecía y al que da él Apóstol el nombre de tal. Así José
mereció entender lo que era visión obscura para Faraón, y
Daniel explicó al rey lo que había visto sin comprenderlo.
Mas cuando la mente es afectada de tal modo que no se
reduce a simples conjeturas de interpretación de las imá­
genes, sino abarca los mismos objetos reales, como se en­
tiende lo que es la sabiduría, la justicia y todas las otras
perfecciones absolutas y divinas, entonces no ha lugar a la
profecía de que tratamos aquí.
Amhas luces de profecía reciben quienes contemplan en
espíritu la representación de las cosas y al mismo tiempo
comprenden su significado, o se les explica claramente el
sentido de la visión cuando la tienen, como se declaran al­
gunas cosas en el Apocalipsis.
Sopla también el espíritu de profecía en órganos incons­
cientes, como Caifás, quien, por ser pontífice de aquel año,
profetizó la conveniencia de la muerte de uno por la salva­
ción de todo él pueblo, aunque le pasaba de vuelo el alcance
de sus palabras, sin reparar en que él no hablaba por cuenta
propia.
Abundan en los libros santos ejemplos de esta clase, y
hablo de cosas sabidísimas para tu erudición. Pues tú no
aprendes estas cosas de mí, sino que con tu interrogatorio
me pones a prueba para ver los progresos que voy haciendo
y estás dispuesto a corregir mis yerros.
Mas con la expresión que emplea la Sagrada Escritura:
El espíritu de Dios ss lanzó sobre Saúl, indica como un
soplo repentino emanado de las misteriosas profundidades
del Ser divino. Y cuál fuese el efecto de esta moción en
Saúl, lo declaran las palabras que allí mismo se escriban:
Trocó Dios él corazón de Saúl en otro. Da a entender el
cambio de disposiciones con que Dios le trocó e hizo capaz
de recibir las imágenes expresivas y prefigurativas para la
adivinación profètica.
2. Pero hay tanta diferencia entre el espíritu profètico
de un Isaías, Jeremías y los demás profetas de la misma
clase y el soplo transitorio que se manifestó en Saúl, como la
que hay entre el lenguaje ordinario de los hombres y las
palabras que por un prodigio circunstancial pronunció la
burra que montaba el profeta Balaam. En efecto, este ani­
mal fué dotado momentáneamente de la facultad de hablar,
para cumplir los designios de Dios, no para que gozase de
conversación habitual y perpetua entre los hombres. O si
S .A g. I X s
ferentia remotum est, multo nv'nus mirandum est homini
reprobo datam fu'sse ad momentum temporis affectu tran­
sitorio prophetiam, quando ille dederat, qui et asinata cum
voluit, loqui fecit. Magis enim distat pecus ab homine,
quam homo reprobus ab electis, sed tamen hominibus. Non
enim si quisquam dixerit aliquid quod ad sapientiam per-
tinet, continuo sapiens existimandus est. Sic nec quisquam,
si aliquando prophetaverit, iam inter prophetas numerabi-
tur: cum et Donrnus in Evangelio dicat quosdam cum
gaudio vertami excipere, et rad:cis altitudinem non habe-
re, sed esse tem porales10. Ideoque sicut ccnsequens indicai
Ieetio, factum est in parabolani: Si et Saul inter prophetas? 11*
Hoc igitur mirari desinamus, cum in hominibus ap-
paret divinitus aliquid, quorum vel meritum vel habitum
excedit, cum forte vult Deus cuiusdam signifìcationis gra­
fia tale aliquid demonstrari.
3. Si autem hoc movet, quod postea Saul malo spiritu
invadente praefocabatur, qui prius prophetiae spiritum ac-
ceperat, neque hoc mirandum est. Illud enim factum est
ex d spensatione aliquid significandi, hoc ex merito vindi-
candi. Nec movere nos debent haec alternantia in animo hu-
mano, hoc est in creatura mutabili; praesertim eo tempore
quo caro corruptibilis mortai sque portatur. An non vide-
mus in ipso Petro, quantum indica t Evangelium, exstitisse
tantam confessione m, u't audire meruerit: Beat-us es Simon
Bar Iona, quia non revelavit tibi caro et sanguis, sed Pa­
ter m us, qui in ca-lis e s t12: et paulo post tam cama'liteir
eum de Domini Passione sens:sse, ut statim audierit: Vade
post me, Satana, scandalum mihi e s ; non enim sapis quae
Dei sunt, sed quae hominum? 13
E t fortasse aliquando interius intelligentibus tantum
valet'ad vi'sa illa mentis haec differentia, qua Petrus pri­
mo intellexit Deo Patre revelante, quod Filius Dei esset
Christus, et postea ne moreretur extimuit; quantum va­
let ad distinguenda visa, quae in spiritu hominis alienata
mente imaginarie fiunt, revelatio prophetiae qua primo af-
flatus est Saul, et commixtio spiritus mali quo postea pre-
mebatur.
4. Iamvero illud, quod etiam malus appellatus est spi­
ritus Domini, sic intelligitur quomodo dictum est: Domini
est te r r a u : tanquam creatura et in eius posita potestate.
Aut si propterea non congruit hoc locutionis exemplum,
quia terra non est mala, omnis enim creatura Dei bona

Mt. 13, 20-21. 13 Xb. 16, 23.


11 1 Reg. 10, 12. " Ps. 23, 1.
13 Mt. 16. 17.
este ejemplo es demasiado remoto y diverso, mucho menos
nos hemos de admirar al ver a un hombre rèprobo poseído
transitoriamente por el espíritu profètico, por habérselo dado
aquel que, cuando quiso, hizo hablar palabras humanas a
una borrica. Pues mucho más remoto se halla un hombre de
una bestia que un rèprobo de un elegido, por ser los dos
hombres. Mas no porque alguien haya dicho unas palabras
sabias debe contársele entre los sabios. Tampoco debe po­
nerse entre los profetas al que alguna vez haya profetizado,
cuando el mismo Señor nos dice en su Evangelio que algunos
reciben con gozo la divina palabra, mas no arraiga bien en
ellos, porque viven entregados a las cosas temporales. Y por
esto, como advierte a continuación el texto, llegó a ser pro­
verbio éste: ¿También Saúl entre los profetas?
No nos admiremos, púas, de estas manifestaciones divi­
nas en hombres que no las merecen y son superiores a sus
fuerzas, cuando Dios quiere tal vez con designios particula­
res revelar alguna cosa de este modo.
3. Mas si nos sorprende que Saúl, después de haber po­
seído el don profètico, fuese asediado y atormentado por el
mal espíritu, tampoco hay motivo de admiración en esto.
Porque en lo primero sirvióse Dios de él para revelarnos al­
guna cosa, y lo segundo le vino por merecida venganza. Ni
deben asombrarnos semejantes alternativas en el espíritu
humano, por ser una criatura mudable, sobre todo en el
tiempo en que le agobia el peso de una carne corruptible y
mortal. ¿N o sabemos por el Evangelio que el mismo Pedro
hizo tan bella confesión que mereció oír: Bienaventurado
eres, Simón, hijo d. Juan, porque no te lo ha revelado la carm
y la sangre, sino mi Padre celestial; y poco después manifes­
tó sentimientos tan carnales sobre la pasión del Señor, que al
punto le dijo éste: Retírate de nú, Satanás; tú me sirves de
escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de
los hombres?
Quizá, para los que tienen alguna inteligencia de las co­
sas superiores, el mismo valor tiene, con respecto a aquellas
visiones intelectuales, esta alternativa de Pedro al conocer,
por revelación del Padre celestial, la filiación divina de Cristo
y al oponerse después a su muerte, que el que ofrece para
discernir las visiones imaginarias que se forman en el es­
píritu del hombre, acompañadas de enajenación mental, el
espíritu profètico que primero se apoderó de Saúl y la ob­
sesión del mal espíritu que le atormentaba después.
4. Ahora bien, si el espíritu malo fué llamado espíritu
del Señor, hay que entenderlo en el mismo sentido en que
se dijo: La tierra es del Señor, como una criatura puesta
bajo su potestad. O si este ejemplo de comparación no vale,
porque la tierra no es mala, pues toda criatura de Dios es
e s t 15, illud congruat, quod ipse Saul iam reprobus et sce-
lestus atque ingratus sancto David, persecutor etiam eius,
cum saevissimae invidiae facibus agitara tur, tarnen ad­
irne Christus Domini dicebatur; sicut eum appellavit ipse
David, cum vindicavit exstinctum ie.
Sed magis arbitror malignum spiritum a quo vexabatur
Saul, ideo dictum spiritum Domini, quod occulto Domini iu-
dicio Saulem vexabat. Utitur enim Deus 'ministris etiam spi-
ritibus malis ad vindictam malorum, vel ad bonorum proba-
tionem ; alio modo ad illam rem, alio ad istam. Quamvis enim
inde sit quisque malignuis Spiritus, quia mala volúntate no-
cere appetit, tarnen nocendi potestatem. non accipit, nisi ab
ilio sub quo sunt omnia certis et iustis meritorum gradibus
ordinata. Quia sicut non est mala voluntas a Deo, sic non
est potestas nisi a D e o 17. Quamvis enim sit in cuiusque po-
testate quid velit, non est tarnen in cuiusque potestate quid
possit vel tacere cuiquam vel a quoquam pati. Nam et ipse
Filius unicus Dei passurus ad tempus humiliter homini su­
perbe loquenti et dicenti quod'potestatem haberet occidendi
eum vel dimittendi: Non haberes, inquìt, in me po-ttstacem,
nisi data tibi esset desuper18.
Diabolus etiam volens nocere iusto viro lob, nocendi qui-
dem voluntas diabolo erat, sed tarnen a Domino Deo potes­
tatem petebat, dicens: Mitte manum tuam, et tange oarnem
eius10 : quamvis hoc esset, si permitteretur, ipse facturus. '
Ipsam enim permissionem petebat hoc modo, et mànum Do­
mini appellabat permissam a Domino manum suam, id est,
ipsam potestatem quam volebat accipere. Cui congruit illud
in Evangelio, quod Dominus discipulis ait: Hac noote postu­
lava satanas vatare vos sicut triticum 20.
Dictus est ergo spiritus Dei malus, hoc est minister Dei
ad faciendum in Saul quod eum pati iudex omnipotentissi-
mus iudicabat. Quoniam spiritus ille volúntate qua malus
erat, non erat Dei: creatura vero qua conditus erat, et po- '
testate quam non sua, sed Domini omnium aequitate aece-
perat, Dei erat. Verba etiam ipsa Scripturarum ita se ha-
bent: E t perreocìt, inquit, Samuel et abiit in Ramatha; et
spiritus Domini recessit a Saul et oomprehendit eum spiri­
tus malignus a Domino, et suffooabat eum. Et diaxrunt pue-
ri Saul ad eum: Ecce spiritus Domini malignus suffocat te 21.
Hoc igitur a pueris eius quomodo sit dictum, spiritus Do­
mini malignus, superiora verba indicant narrantis Scriptu-

15 i Tim. 4, 4. 19 lo b 2, 5.
10 2 R eg. i, 14-15. Le. 22, 31.
11 Rom . 13, i. -1 i Reg. i6, 13-15.
18 Io. 19, II.
buena, valga el hecho de que el mismo Saúl, reprobado ya,
criminal e ingrato para con el piadoso David, perseguidor
suyo, cuando le embravecía el furor de una cruelísima envi­
dia, sin embargo de esto, era llamado el Cristo del Señor,
nombre que le dió el mismo David al vengar su muerte.
Pero, a mi parecer, más bien el espíritu maligno que ator­
mentaba a Saúl se llamó espíritu del Señor porque por oculto
juicio de Dios era el azote para su castigo. Pues sírvese Dios
de los espíritus malos como de ministros para ejecutar su ira
con los malos y probar a los buenos, si bien de diversa ma­
nera en ambos casos. Porque aunque un espíritu malvado lo
es por su maligna voluntad de dañar, pero aun esta misma
facultad de daño está subordinada a Aquel bajo cuyo poder
están concertadas todas las cosas según ciertos y justos
grados de méritos.
Porque así como ninguna mala voluntad procede de Dios,
así no hay podier que no venga de El. Y aunque cada cual
es dueño de querer lo que le place, no está, sin embargo, en
la potestad de uno lo que puede hacer a otro cualquiera o lo
que puede sufrir de él. Pues el mismo Hijo único de Dios,
estando ya para padecer por cierto tiempo, respondió humil­
demente a las palabras orgullosas de un hombre que se arro­
gaba la potestad de matarle o dejarle libre: No tendrías, le
dijo, sobre mí ningún poder si no te hubi.se sido dado de
arriba.
También el diablo, queriendo dañar al .santo varón Job— y
en verdad que no le faltaba la voluntad para ello— , con todo,
pidió permiso al soberano Dios, diciendo: Extiende tu mano
y tócale en su carne, si bien, logrado e l. permiso, había de
hacer esto él mismo. Era una manera de pedir permiso, y
después de haberlo obtenido, mano del Señor llamaba a su
propia mano, esto es, a la misma potestad que quería reci­
bir. Concuerda esto con lo del Evangelio, donde dijo el Se­
ñor a los discípulos: Satanás os ha buscado esta noche para
aecharos como trigo.
Así, pues, se llamó espíritu malo de Dios, o sea instru­
mento de Dios para ejecutar en Saúl el castigo que debía
llevar según el juicio de Juez todopoderoso. En tanto que
quería el mal, no era aquél espíritu de Dios, pero sí como
criatura suya que le debía el ser y como dotada de un poder
que no era suyo, sino recibido de la justicia del Señor de to­
das las cosas. La misma Sagrada Escritura se expresa de
este modo: Samuel se levantó y se volvió a Rama. Y el es­
píritu de Dios se retiró de Saúl, y le turbaba un mal espíritu,
mandado de Yavé. Y dijeron a Saúl sus servidores: Te ves
turbado por un mal espíritu de Dios.
La expresión que usan los servidores: espíritu malo del
Señor, la declara la narración anterior de la Sagrada Escri-
rae et dicentis : Spiritus malignus a Domino. Secundum enim
hoc Domini, quod a Domino. Quia per se ipsum veile nooere
habebat, id est, comprehendere Saul : posse autem non habe­
bat, nisi summa iustitia sineretur. Si enim iuste vindicat
Deus, quemadmodum ipse dicit Apostolus22, cum tradit ho­
mines in concupiscentias cordis eorum, non mirum si nihilo-
minus iuste vindicans tradit eos etiam in concupiscentias
aliorum nocere volentium, sua semper incommutabili acque­
tate servata.
5. Amimadvertendum sane est, cum additamento dici
spiritus Dei malus. Cum autem tantummodo dicitur, Spiri­
tus Dei, etiamsi non addatur bonus, ex hoc intelligitur bo­
nus. Unde apparet bonum spiritum secundum substantiam,
malum autem secundum ministerium dici spiritum Dei.
Quanquam quaeri adhuc possit utrum cum spiritus Dei
dicitur, et ex ipso iam, etsi nihil addatur, intelligitur bo­
nus, ille intelligatur qui est in Trinitate consubstantialis
Patri et Filio Spiritus Sanctus, de quo dicitur: UH autem
Spiritus Domini, ibi libertas22; et iterum: Nóbis autem re-
velava Deus per Spiritum suum 24, et illud: Sic et quae Dei
sunt, nemo seit nisi Spiritus D e i25.
Et multis locis hoc modo dicitur Spiritus Dei, et intel­
ligitur Spiritus Sanctus, etiamsi non addatur: quoniam ea
quae circumstant, satis indicant de quo dicatur; ita ut ali-
quando nec Dei addatur, et intelligatur tarnen ille Spiritus
Dei principaliter sanctus. Nam quem alium commemorat,
ubi dicit: Ipse Sniritus testimonium dot spiritui nostro,
quia sumus filii D e i2S; et, Ipse Spiritus adiuvat infirmita-
tem n ostram 27; et, Haec omnia operatur unus atque idem
Spiritus, dividens singula umcuìque prout v u lt28; et, Dì-
visiones donationum sunt, idem autem Spiritus? 20
In hia enim omnibus sententiis, nec Dei, nec sanctus
est additum, et tarnen ipse intelhgitur. Sed nescio utrum
manifesto aliquo exemplo probari possit, alicubi spiritum
Dei dictum s ne additamento, ubi Spiritus ille sanctus non
significetur, sed aliquis quamvis bonus, creatus tarnen et*3 9
7

72 Rom . i, 24.
33 2 Cor. 3, 17.
51 1 Cor. 2, io.
33 Ib. io, i l .
30 Rom . 8, 16.
37 Ib. 8, 26.
39 1 Cor. 12, i l .
39 Ib. 12, 4.
tura, cuando dice: un mal espíritu mandado por Dios. Pues
en tanto es espíritu del Señor en cuanto cumple sus órdenes.
Este espíritu tenía en sí la voluntad para dañar a Saúl, esto
es, para apoderarse de é l; mas no podía usarlo sin la permi­
sión de la soberana justicia. En efecto, si Dios ejecuta una
justa venganza, entregando, según dice el Apóstol, a los hom­
bres a los apetitos de la carne, no será de extrañar que los
entregue también, por una venganza justa, a los deseos de los
que quieren dañarle, aunque siempre dentro de las reglas
de su inmutable equidad.
5. Conviene advertir que a la palabra espíritu de Dios
se añade malo. Pues cuando se dice simplemente espíritu de
Dios, sin añadir bueno, se sobrentiende que es el bueno. De
donde resulta claramente que se llama bueno si se atiende a
su naturaleza, y malo por el ministerio que ejerce.
Aunque también podría preguntarse si cuando habla del
espíritu de Dios, y por lo mismo bueno, sin aditamento al­
guno, se ha de entender por el Espíritu Santo, que en la
Trinidad es consubstancial al Padre y al Hijo, de quien se
dice: Mas donde está el Espíritu del Señor, allí está la liber­
tad; y en otro lugar se dice: Pero a nosotros nos lo reveló
por su Espíritu; y en otro: Las cosas que son de Dios na­
die Ms sabe más que el Espíritu de Dios. Y en otros mu­
chos lugares se llama así Espíritu de Dio3 y se entiende el
Espíritu Santo, aunque nada se añade, porque el contexto
da a entender suficientemente de quién habla; de suerte que
a veces simplemente se dice Espíritu, y se entiende aquel
Espíritu de Dios que es principalmente santo. Pues ¿ .che qué
otro espíritu habla cuando dice: El mismo Espíritu da testi­
monio al nuestro de que somos hijos de Dios; y cuando se
escribe: El mismo Espíritu ayuda nuestra flaqueza; y en
otro lugar: Todas estas cosas las hace un mismo e idéntico
Espíritu, repartiendo sus dones a cada uno según su beneplá­
cito; Hay divisiones de dones, pero uno mismo es el Espíritu?
En todos estos pasajes, el Espíritu, sin ningún aditamen­
to de Dios ni santo, se entiende el Espíritu Santo. Mas no
sé si se podrá demostrar con algún ejemplo claro que en
alguna parte de la Sagrada Escritura se diga simplemente
el Espíritu de Dios, sin más, donde no se trate del mismo
Espíritu Santo, sino de otro espíritu bueno, aunque creado
conditus. Quae proferuntur enim, dubia sunt, et indigent
clariore documento; sicut illud quod scriptum est: Spiritus
Dei svperferebatur super aquam 30. Nam et ibi Spiritum
Sanctum accipere quid impediat non invenio. Cum enim
aquarum nomine illa materies insinuetur informis, quae de
nihilo facta est, unde omnia fierent, quid prohibet intellige-
re Spiritum sanctum Oonditoris, quod superferebatur huic
materia©, non locorum gradibus intervallisque spatiorum,
quod nequáquam de ulla re incorporea recte dicitur, sed
excellentia et eminentia dominantis super omnia volunta­
tis, ut omnia conderentur? Praesertim cum eà locutio, sic­
ut illarum Scripturarum mos est, etiam propheticum quid-
dam sonet, mysteriumque futuri baptismatis ex aqua et
Spiritu sancto nascituri populi praefiguret. Non ergo cogit
quod dictum est: E t Spiritus Dei superferebatur super
aquam, ilium intelligere spiritum, sicut nonnulli volunt,
quo mundi moles universa ista corporea velut anima tur,
ad ministerium quorumque gignentium, et in sua specie
continendarum corporalium creaturarum. Creatura est
enim quidquid est tale.
Illud etiam quod scriptum est: Quoniam Spiritus Domi­
ni replevit orbem terrarum 31, non desunt qui eumdem spi­
ritum velini accipi, invisibilem scilicet creaturam cuneta
visibilia universali quadam conspiratione vegetantem at-
que continentem.
Sed ñeque hic video quid impediat intelligere Spiritum
Sanctum, cum ipse Deus dicat apud prophetam: Caelum et
terrain ego impleo Non enim sine suo Spiritu Sancto
implet Deus caelum et terram. Quid ergo mirum si de Spi­
ritu sancto eius dictum est, Replsvit orbem terrarum? Ali-
ter enim replet sanctificando, sicut de Stephano dicitur:
Repletas est Spiritu Sancto33, et de caeteris talibus; aliter
ergo replet sanctificante gratia, sicut quosdam sanctos ; aliter
attestante atque ordinante praesentía:b, sicut omnia. Quam-
obrem nescio utrum certo aliquo documento Scripturarum
possit ©stendi, cum sine ullo additamento dicitur Spiritus
Dei vel spiritus Domini, aliquid aliud significan quam Spiri­
tum Sanctum. Sed etsi est forte quod in pra: sentía non occur-
rat, illud certe arbitrar non temere dici, quoties in sanctis
eloquiis commemoratur spiritus Dei, ñeque additur aliquid,
sive ille Patri et Filio consubstantialis Spiritus Sanctus, sive
aliqua creatura invisibili« intelligatur, malum tamen non
posse i-ntelligi, nisi addatur etiam malus. Malo enim quia
bene utitur Deus ad ministerium iudicii sui, appellata* etiam

30 Gen. i, 2. 33 Act. 6, 5, et 7, .ss.


“ Sap. i, 7. b Sex Mss., praescientia.
3* Ier. 23, 24.
y formado. Pues los textos que a este propósito se aducen son
ambiguos y exigen mayor claridad, por ejemplo éste: El es­
píritu de Dios aleteaba sobre ti agua. Yo no hallo dificul­
tad para entenderlo del Espíritu Santo. Pues como con el
nombre de aguas parece designar aquí la materia informe, que
fué creada de la nada y d'e la que se formaron todas las
cosas, ¿qué impide entender que el Espíritu Santo del Crea­
dor se agitaba sobre estas aguas, no de una manera local
y por intervalos de espacios—porque de ningún modo puede
decirse tal cosa de un ser incorpóreo— , sino por un predomi­
nio y soberanía de su voluntad, que se extendía a todas las co­
sas para formarlas ? Mayormente cuando este estilo, usual en
la Sagrada Escritura, se presta a un sentido profètico y pre­
figura el sacramento del futuro bautismo del pueblo que ha­
bía de nacer del agua y Espíritu Santo. Luego las palabras :
El espíritu de Dio® era llevado sobre el agua, no deben en­
tenderse necesariamente de aquel espíritu por el cual, en
opinión de muchos, es como animada la inmensa mole cor­
pórea de este mundo para tener parte en la generación y
conservación de todas las criaturas según sus especias. Un
espíritu de este género también sería criatura. No faltan
tampoco quienes aplican el texto: El Espíritu del Señor Iknó
toda la tierra, al mencionado espíritu, criatura invisible que
con cierta concordia universal impulsa y contiene toda la
creación visible.
Mas tampoco veo aquí ninguna dificultad para aplicar
esas palabras al Espíritu Santo, cuando el mismo Dios dice
por su profeta: Yo lleno con mi presencia el cielo y la tierra.
Luego ¿qué maravilla es que se haya dicho del Espíritu
Santo : Llenó el orbe de la tierra? Pues de un modo llena él
cuando santifica, como se dice de San Esteban: Se llenó del
Espíritu Santo; y lo mismo habla de otros santos. De otro,
cuando llena con la gracia santificante, como a algunos jus­
tos; y de diverso modo también penetra todas las cosas con
su presencia previsora y ordenadora. En conclusión, no co­
nozco documento cierto de la Sagrada Escritura con que pue­
da probarse que, cuando se habla sin aditamento alguno del
Espíritu de Dios o Espíritu del Señor, no se refiera al Es­
píritu Santo. Mas si tal vez hubiera algún testimonio, que
ahora no me viene a la memoria, creo puede afirmarse con
fundamento que cuando en los Santos Libros se menciona el
Espíritu de Dios, ni se añade otra cosa, ora se entienda del
Espíritu Santo, consubstancial al Padre y al H ijo; ora de
alguna criatura invisible, no debe tomarse por un espíritu
malo si expresamente no se declara. Pues usando bien Dios
del espíritu malo para ejecutar su. justicia, también se llama
ipse spiritus Dei, ad vindictam malorum et disciplinam vel
probationem bonorum.
6. Niec illud movere iam nos debet, quod postea scriptum
est, eumdem Sauilem spirìtu D :i super se facto prophítasse,
quomodo post bonum spiritimi spiritus malus et rursum post
malum bonus. Hoc enim fit, non mutabilitate Spiritus sancii,
qui est incommutabilis eum Patre et Filio, sed mutabilitate
animi Immani, Deo cuneta distribuente, sive malia prò merito
damnationis vel emendationis, sive bonis, pro largitate gra-
tiae suae. Quanquam vidieri possit etiam idem fuisse Dei spi­
ritus semper in Saul; malus aubem illi, quod eius sanctitatis
capax non esset. Sed non recte hoc videtur. Tutior est enim
ili© sensus et verior, ut pro mutabilitate affcctionia huma-
nae Spiritus Dei bonus bene afficiat, vel ad prophetiam, vel
ad opus quodlibet aliud in muñere divino; afficiat autem ma­
lus male, qui propter ministerium divinae aequitatis omnia
distribuentis et omnibus rect'e utentis dicitur et ipse spiritus
Dei: praesertim quia dictum est: Recessit ab eo Spiritus Dei,
et comprehcndit eum spiritus malignas a Domino. Nullo enim
pacto potest idem videri recessisse et apprehendisse.
Porro autem in nonnullis exemplaribus, et eis maxime
quae de lingua hebraea ad verbum videntur expressa, inve-
nitur Spiritus Dei sine additamiento positus; et intelligitur
malus ex eo quod arripiebat Saul et reficiebat eum David, tan-
gendo citharam. Manifestum est tarnen, ideo non additum
malus, quia paulo superius iam dictum erat, et de vicinitate
Scripturae subaudiri et intelligi poterai. Ita enim in huius-
modi exemplaribus legitur: Igitur quandocumque spiritus
Domini arripiebat Saul, tollebat Da/oid citharam et percutie-
bat manu sua, et refocillabatwr Saul, et levius habebat: re-
cedebat enim ab eo spiritus m alus3i. Sive ergo quod hic non
est dictum, spiritus Dei, sed tantummodo spiritus malusi:
quod ibi minus dictum erat, tanquam i'edditum apparet, sive
quia superius ita positum erat: E t dixerunt servi Saul ad
eum: Ecce spiritus Dei malus exagitat te ; iubeat dominus
noster, et servi tui qui comm te sunt, quaerent hominem
scientem psalUre cithara, ut quando arriputrit te spiritus
Dei malus, psallat manu sua, et levius fera s35: non opus era,t,
eum rursum dieeretur, quandocumque spiritus Dei arripie­
bat Saul, addere malum, quia notum erat de quo tune dice-
retur.
7. Vterumtamen illa quaestio maior est, et non transito­
ria animi intentione rimanda, quod cum Saul persequeretur3 5
4

34 i Sam. i6, 23 ; 1 Reg. 16, 23.


35 Ib. 16, 15-16.
éste espíritu de Dios, como instrumento utilizado para ven­
ganza de los malos y corrección y prueba de los buenos.
6. Ni al leer lo que sigue: Que el mismo Saúl 'profetizó
con el espíritu de Dios que vino sobre él, debe maravillarnos
cómo después del buen espíritu volvió el malo y después del
malo otra vez el bueno. Pues esto se debe, no a la inconstan­
cia del Espíritu Santo, el cual es inmutable con el Padre y
el Hijo, sino a la mutabilidad del espíritu humano y a la pro­
videncia de Diois, que todo lo ordena, a los malos para con­
denarlos y corregirlos según su merecido, y a los buenos, se­
gún la liberalidad de su gracia. Aunque tal vez pueda creerse
que en Saúl estuvo siempre el mismo Espíritu del Señor, si
bien no se aprovechó de él, porque no era capaz de recibir
cosa tan santa, Mas no parece acertada esta opinión. Mías se­
guro y conforme a la verdad es decir que el Espíritu bueno
de Dios, según lo consiente la inconstancia de los afectos hu­
manos, comunica sus inspiraciones, ora para profetizar, ora
para realizar alguna obra buena, según la dispensación de
Dios; y que el espíritu malo es el que impulsa al mal, y se
llama espíritu de Dios porque le sirve para cumplir los de­
signios de su justicia, distribuyéndolo todo y manejando bien
todas las cosas. Se funda particularmente en este pasaje:
Retiróse de él el Espíritu de Dios y se apoderó el espíritu
maligno por orden dcl Señor. Pues no se puede admitir que
el mismo espíritu se haya retirado y apoderado.
Pero en algunos ejemplares, y sobre todo en los que con­
tienen la versión más literal del texto hebreo, se pone el es­
píritu de Dios sin añadidura alguna, y se entiende por el
malo, porque le arrebataba a Saúl y le calmaba David to­
cando el arpa. Con todo, es claro que no se añadió el califi­
cativo de malo porque lo había dicho poco antes y, por la
proximidad del pasaje, se podía suponer y sobrentender. He
aquí lo que se lee en los mentados ejemplares: Siempre que el
Espíritu del Señor se apoderaba de Saúl, David tomaba el
arpa y lo pulsaba con su mano, y Saúl se calmaba y recibía
alivio, porque se apartaba de el el espíritu del malo. Así,
pues, ora no se diga aquí el Espíritu de Dios, sino solamente
el espíritu malo (y lo que allí se expresaba menos aquí apa­
rece manifiesto), ora porque más arriba así estaba escrito:
Y los servidores de Saúl le dijeron: He aquí que el mal es­
píritu de Dios te perturba; mande el señor y tus siervos-
buscarán a un buen tañedor de arpa, que, cuando se apodere
de ti el mal espíritu de Dios, la toque y hall s alivio, no era
necesario al repetirse: Siempre que el espíritu de Dios se
apoderaba de Saúl, añadir el espíritu malo, porque ya se sa­
bía de qué se trataba.
7. Sin embargo, hay una cuestión espinosa y digna de
más detenido examen: es cuando Saúl perseguía al inocente
David innocentem, plenus invidia et livore vesanus, factus
est isuper eum Spiritus Dei et ambulabat Ingrediens, et pro­
phetabat 363*. Non enim potest hie nisi Spiritus bonus inteüigi,
7
per quem sanoti Prophetae futurarum rerum imagines et visa
cernebant: non ex eo tantum quia dictum est, Et propheta-
bat; nam in exemplaribus quae sunt ex hebraeo, hoc quoque
invenitur de spiritu maio dictum ita: Post diem autem alte­
rnai invasit spiritus Dei malus Said, et prophetabat in medio
domus su ae37. Elt in aliis divinarum Scripturarum locis saepe
invenitur quod prophfetia non tantuan bona, sed et mala di-
catur; et prophetae dicti sunt Baalim 3S; et exproba tum est
quibusdam quia prophetabant in B aal33. Non ergo necesse
est intelligi propterea bonum spiritum, qui factus est super
Saul postea, quia dictum est, e t ambulabat Ingrediens et pro­
phetabat: sed quia sine additamento positura fest: E t factus
etiam est super eum Spiritus Dei. Non enim sicut in ilio dic­
tum erat supra, Spiritus Dei malus, ut ex hoc posset etiam in
consequfentibus subaudiri; quin imo superiora magis magis-
que attestantur ilium spiritum Dei bonum fuisse et vere pro-
pheticum. David enim erat cum Samuele, et misit Saul nun-
tios, qui aprehendferent David.
Quando autem Samuel erat inter prophetas et coetum pro-
phetarum, qui ilio tempore prophetabant, nuntii qui missi
sunt, accepto eodem spiritu prophetaveruht, missisque aliis
hoc contigit, et tertiis nihilominus : postea cum et ipse Saul
venisset, factus est etiam super eum spiritus Dei et ambula­
bat ingrediens et prophetabat. Cum enim dicitur, factus est
etiam super ipsos Spiritus D'i, et prophetabant et ipsi, idem
utique erat spiritus, qui erat in prophetis, inter quos et Sa­
muel inventus e st40: ex hoc itaque necesse est intelligi ilium
spiritum bonum.
Atque ideo quaestio diligent er discutienda est, quomodo
et illi eum missi essent ad tenendum hominem et ad n&cem
adducendum, tali spiritu affici meruerunt, et Saul ipse qui
miserat, veniens et ipse, et sanguinerò innocentem qnaerens
effundfere, accipere meruit ilium spiritum et propbetare.
8. Hie nimirum occurrit illud, quod Apostolus Paulus
apertissime exponit, supereminentem viam demonstrans:
Si Unguis hominum loquar, inquit, et angelorum, cavita-
tem autem non habeam, factus sum velut aerawpntum
sonans, aut cymbalum tinniens. E t si habuero prophetiam,
et scierò omnia sacramenta et omnem scientiam, et si ha­
buero omnem fidem, ita ut m ontes transfer am, caritatem
autem non habeam, nihil sum. E t si distriibuero omnem

Ib. i8, io. 35 Ier. 2, 8.


37 Ib. ib. 40 i Sam. 19, 20-23.
** i Reg. 18, 19. 32. 25, 40.
David, lleno -de envidia y acometido de un furor insano:
Y (1 Espíritu de Dios posóse sobre él y caminaba y profeti-
mba, Aquí no puede entenderse sino el buen espíritu, por
quien los santos profetas veían los acontecimientos futuros
en imágenes y visiones. Así lo persuade en primer lugar la
expresión que emplea: Y profetizaba. Pues en los ejempla­
res traducidos del hebreo se lee igualmente del mal espíritu :
Al otro día se apoderó de Saúl el mal espíritu y profetizaba
en su casa. Y en otros muchos lugares de la Sagrada Escri­
tura se ve frecuentemente que la profecía se toma en buena
o mala parte; y profetas se llaman los servidores de Baal;
y en otro lugar se reprende a ciertos profetas por haberse
hecho adivinos de Baal. Luego no es forzoso entender por
espíritu bueno el que descendió sobre Saúl, por decir: Y ca­
minaba y profetizaba, sino porque simplemente se escribió
sin más añadidura: Se hizo sobre él el Espíritu de Dios. No
Se dijo aquí como arriba: El mal espíritu de Dios, de modo
que por eso deba suponerse en lo que sigue. Al contrario, lo
que precede demuestra plenamente que fué el buen espíritu
de Dios y verdaderamente profètico.
Porque David estaba con Samuel, y Saúl envió gente para
prenderle.
Mas cuando Samuel estaba entre los profetas, y en la re­
unión de los profetas, que entonces alababan a Dios, los
mensajeros que fueron enviados, movidos por el mismo es­
píritu, profetizaron, y lo mismo ocurrió con nuevos envia­
dos y por tercera vez con otros; luego vino en persona el
mismo Saúl, y el Espíritu divino se apoderó de él y entraba
e iba profetizando. Cuando, pues, se dice que el Espíritu de
Dios se apoderó de ellos y que profetizaban también, evi­
dentemente era el mismo Espíritu que movía a los profetas,
en medio de los cuales estaba Samuel; de donde se colige
que era un espíritu bueno.
Hay que discutir, pues, diligentemente esta cuestión:
¿cóm o los que fueron enviados para prender a un hombre
y darle la muerte merecieron recibir semejante espíritu?
¿ Y cómo Saúl, que los había enviado, viniendo después él
mismo con el fin de derramar sangre inocente, mereció re­
cibir aquel espíritu y profetizar?
8. En este punto tenemos una doctrina clarísimamente
expuesta por San Pablo, que nos señala el camino mejor : Si,
hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad,
soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si, te­
niendo el don de profecía y conociendo todos los misterios
y toda la ciencia, tuviere tan grande f e que trasladase los
montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere
substantiam meant, et si tradida ro corpus rrveum ut ardeam,
caritatem autem non habeam, nihil mihi p fo d est41.
Quo in loco manifestum est eum muñera illa commemo­
rasse, quae Spiritus Sancii divisionibus dantur, sicut supe-
rius dicit: Unicuique autem datur manifest utio Spiritus ad
utilitatem: aln quìdem p' r Spiritum datur sermo sapkntias;
alii sermo scientiae secundum eumd m Spiritum; alteri autem
fides in eodem Spirita; alii donatio curationum in uno Spi­
rita; alii op vrat iones virtutum, alii prophetia, alii diiudioa-i
tio spirituum, alt ri gen ra linguarum. Omnia autem haee>
operatur unus atque idem Spiritus, dividens propria unicui-j'
que prout v u lt42.
Satis ergo apparet inber dona Spirituà sancii esse prophe-
tiam, quam tarnen si qui,s habeat, et caritatem non habeat,
nihil est. E x quo ìnbelligitur fieri posse ut quidam etiam in­
digni vita aeterna regnoque caelorum, aspergantur tarnen qui-
busdam Spiritus Sanciti muneribus non habentes caritatem,
sine qua illa muñera non nihil sunt, sed nihil eis proßunt.
Prophetia quippe sine caritate sicut iam demonstratum est,
non perducit ad regnum Dei: caritas vero sine prophetia uti-
qu'e perducit. 'Cum enim loque ns de membris Christi ait:
Numquid omnes Apostoli? nwmquid omnes proph'tae? indu-
bitanter ostendit etiam eum qui prophetiam non habet, posse
in membris Christi numerari: ubi quem locum haberet, sí
caritatem, sine qua homo nihil est, non haberet ? Nullo autem
modo ita diceret, quando de membris agebat quibus Christi
corpus im pM ur: Numquid omnes habent caritatem, quemad-
modum dixit : Numquid omnes apostoli? numquid omn s pro-
phetae? numquid omn s virtutes? numquid omnes dona ha­
bent curationum ? 43 et caetera huiusmodi.
9. Sed dicit aliquis posse quidem fieri ut prophetiam
quisque non habeat, et tarnen habeat caritatem, atque ideo
Christi membris annumeratus inhaereat : sed fieri non posse
ut prophetiam habeat et non habeat caritatem; nihil enim
est homo habens prophetiam sine caritate. Ita fortasse, quem.
admodum possumus dicere, nihil esse hominem habentem
animam sine mente* 1; non quia potest inveniri homo qui men-
tem non habeat, habeas animam; sed quia nihil esset, si
inveniri posset.
Sic etiam dici potest: Si corpus figuram habeat, colorean
non habeat, videri non potest: non quia est corpus cui desìi
color ; sed quia si esset, cerni non posset. Ita fortasse dictum
est quod si quis habeat prophetiam et caritatem non habeat,
nihil est: non quia potes.t in quoquam esse prophetia sine
caritate, sed quia si esset, prodesse non posset.
41 i Cor. 13, 1-3.
42 Ibid. x2, 7-10.
il
i C o r. 12, 29-30.
toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no tenien­
do caridad, nada me aprovecha.
Se ve que en este lugar ha mencionado el Apóstol a los
dones distribuidos por el Espíritu Santo, como arriba dice:
A cada uno se da la manifestación del Espíritu para co­
mún utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra
de sabiduría; a otro, la palabra de ciencia según el mismo
E spíritu; a otro, f e en el mismo Espíritu; a otro, don de
curaciones en el mismo Espíritu; a otro, operaciones de mi-
, lagros; a otro, profecía; a otro, discreción d\z espíritus; a
\otro, géneros de lenguas; a otro, interpretación de lenguas.
\Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que
distribuye a cada uno según quiere.
B.en se ve, pues, cómo entre los dones del Espíritu San­
to figura la profecía; mas si alguien lo posee sin tener ca­
lid a d , nada vale. De aquí se colige la posibilidad de que al­
gunos hombres, indignos de la vida eterna y del reino de los
cielos, sean rodados con algunos dones del Espíritu Santo,
sin que posean la caridad, y s.n ésta, aunque algo valen,
nada aprovechan. Porque la profecía s n la caridad, como
se ha probado, no lleva al reino de D os; y, en cambio, sí
lleva a él la car.dad sin profecía. Pues cuando al Apóstol,
hablando de los miembros de Cristo, pregunta: ¿A caso to­
dos son apóstoles, todos profetas?, muestra claramente que
puede contarse uno entre los miembros de Cristo sin tener
el don de profecía; pero ¿qué lugar tendría en él faltándole
la caridad, sin la cual nada es el hombre?
Y al tratar de los miembros que componen el cuerpo de
Cristo, de ningún modo hubiera preguntado: ¿Acaso todos
tienen caridad?, como preguntó: ¿Acaso todos son apósto­
les, todos profetas? ¿Tienen todos el don de los milagros y
el de las curaciones?, y lo demás que allí va diciendo.
9. Pero dirá tal vez alguno que es posible que uno no
tenga el don de profecía y sí la caridad, y por esto está unido
e incorporado a los miembros de Cristo; mas es imposible
que tenga profecía y no tenga caridad, porque nada es el
hombre que tiene la profecía sin la caridad. Es como si di­
jésemos: nada es el hombre que tiene un alma sin inteligen­
cia, no porque pueda hallarse un hombre que, ten.endo alma,
no tenga inteligencia, sino porque nada sería si pudiera
hallarse.
Análogamente podría decirse también: Si un cuerpo tu­
viese figura, pero no color, no sería visible, no porque haya
cuerpos fa.tos de color, s.no porque, en caso de existir, no
se podrían ver. Pues en el mismo sentido se d.jo tal vez que
si alguno tiene el don de profecía, mas carece de caridad,
nada es, no porque pueda existir la profecía en alguien sin
la caridad, sino porque, en caso de darse, sería cosa inútil.
Opus est igitur ad sölviendam istam quaestionem ut os-
tendamus aliquem reprobum hoc donum Imbuisse prophe»
tiae: quod si neminem inveniremus, hoc iste ipse Saul satis
oshendenet. Sed tarnen ille etiam Balaam reprobus appare t;
non eniim eum tacet Scriptura divino iudicio esse damnatum:
et tarnen prophetiam habebat ; et quia caritas ei dearat,
imerat voluntas maledicendi populo Israel, quam hostis pie-
tio compara verat, qui eum ad maledieendum mercede condì i-
xerat; dono tarnen ilio prophetandi, quo aspergebatur, beme-
dieebat invitus 44.
Nec verba ilia parum attestantur huic sententiae, quae in /
Evangelio scripta sunt, multos dicturos in illa die: Domine,!
Domine, in nomine tuo manducavimus et bibimus, et in no­
mine tuo prophetavìmus, et in nomine tuo virtutes multas
fecimus: quibus tarnen dicturus est: Non novi vos: recediti
a me, operarti ìnìquitatis45.
Non enim eos mentientes putamus ista dicturos in ilio
iudicio, ubi nullus erit fallendi locus, aut ullam vocem talium
legimus, dieentium, Dileximus te. Poterunt ergo dicere: In
nomine tuo prophetavìmus, cum sdnt improbi et reprobi : non
autem poterunt dicere: Dileotionem quam mandasti, tenui-
mus. Nam si dicent, non eis nespondebitur: Non novi vos.
In hoc enim cogno&cetur, inquit, quia discipuli met estis,
si vos invicem diligatis46.
10. Exemplum itaque huius Saul resistit superbis non-
nullis haereticis, qui aliquid boni de muneribus sancti Spiri ­
tus negant posse dari eis qui ad sortem sanctorum non per­
tinent: cum eis dicimus habere illos posse sacramentum Bap-
tismi, quod cum ad Ecclesiam catholicam veniunt, non est
in eis ullo modo violandum, aut quasi non habeant tracten-
dum; sed tarnen eos non ideo saluti debere confidere, quia
non improbamus quod illos accepisse concedimus; sed opor-
tere cognoscere unitatis sodetatem vinculo caritatis ineun-
dam, sine qua omnino quidquid habere potuerint, quamvis
per se sanctum ac venerandum, ipsi tarnen nihil sunt, tanto
indigniores effecti vitae aetemae premio, quanto illis donis
non hen© usi sunt, quae- in hac vita, quae transitoria est,
aoceperunt. Non autem bene utitur nisi caritas: et caritas
omnia tolerat47, atque ideo non scindit unitatem, cuius ipsa
est fortissimum vinculum. Non enim et servus ill© non aoce-
pit talentimi, aut aliquid aliud intelligitur talentum quam
munus aliquod utiqus divinum: sed: Qui habet, dabitur ei;
qui autem non habet, et quod haltet auferetur db eo 48. Quod
non habet auferri non potest: s'ed aliud non habet, ut me­
rito auferatur, quod habet; non habet caritatem «tendi, ut
■*’ r Cor. 13,
« Mt. ss, 29-
Para resolver, pues, esta cuestión, es necesario probar
que algún rèprobo ha ten'do el don de profecía, y a falta de
otro caso, bastaría este de Saúl para probarlo. Mas tenemos
también el de Balaam, que estaba reprobado, porque decla­
ra la Escritura que estaba condenado por juicio divino. Sin
.embargo, tuvo el don de profecía; y por defecto de la cari-
'¡dad, tuvo voluntad de execrar al pueblo de Israel, voluntad
Ique le había comprado el enemigo, pagándole para que le
maldijera. No obstante, merced al carisma profètico, de
que estaba dotado, bendecía contra su voluntad.
También prestan buen apoyo a esta sentencia las pala­
bras del Evangelio, que muchos dirán en aquel día: Señor,
Señor, en nombre tuyo comimos y bebimos, y en tu nombre
profetizamos, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Pero
les replicará el Señor: No os conozco; apartaos de mí, obre­
ros de la maldad.
No creemos que ellos mentirán al hablar así en aquel
juicio, donde no habrá lugar a mentira, ni leemos que dirá
alguno: Te hemos amado. Podrán, pues, decir: En tu nom­
bre hemos profetizado, siendo malos y réprobos; mas no
podrán decir: observamos el mandamiento de tu amor. Por­
que si lo dicen, no se les respondería: No os conozco, pues
Cristo dice: En esto se conocerá que sois discípulos míos,
en que os améis los unos a los otros.
10. El caso, pues, de Saúl rebate la opinión de algunos
soberbios herejes, que niegan pueda darse a los que no per­
tenecen a la comunión de los santos algún bien de los dones
del Espíritu Santo. Nosotros les decimos que ellos pueden
tener el sacramento del Bautismo, el cual debe respetarse,
cuando vienen a la Iglesia católica, ni debe reiterarse, como
si no lo tuvieran ; sin embargo de eso, no deben confiar en su
salvación, porque no reprobamos lo que ellos realmente han
recibido, sino deben reconocer la Iglesia, fundada en la uni­
dad, y abrazarla con el vínculo de la caridad, porque sin ella,
por muy santos y venerables que sean en sí los dones que
recibieron, ellos nada son, habiéndose hecho tanto más in­
dignos del premio de la vida eterna, cuanto abusaron de
aquellos dones con que fueron favorecidos en esta vida pa­
sajera. Ahora bien, sólo la caridad usa bien, y todo lo to­
lera, y no rompe la unidad ; antes ella es su más fuerte víncu­
lo. También recibió su talento el siervo del Evangelio, y por
talento se entiende aquí cualquier don de Dios: pero al que
tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará aun lo que
tiene. No puede quitarse lo que no se tiene; pero a este sier­
vo le falta algo, y por eso merece le priven de lo que posee:
aufieratur quidquid aliud habet, quod sine caritate non
prodest,
11. Non igitur mirum est, regem Saul et eo tempore
quo primum unctus est, eccepisse spiritual prophetandi, et
postea cum esset propter inobedientiam reprobatus, rece­
dente ab eo spiriti! Domini arreptum esse maligno spiritu a
Domino: qui etiam spiritus Domini appellatila est propter,
ministerium; quia omnibus etiam spiritibus malis bene uti-j
tur Dominus, vel ad damnationem quorumdam, vel ad emen-i
dationem vel ad probationem: et quamvis non sit malignitas
a Domino, non est tarnen potestas nisi a D eo49. Dictusque
est etiam sopor Domini, quo occupaverat milites eiusdem
Saul, cum David hastam et scyphum abstulisset a capite
dormientis50; non quia tune sopor in Domino erat, ut ipse
dormirei ; sed quia ille sopor, qui tunc homines apprehende-
rat, nutu Dei erat infusus, ne David servi eius in eo loco
praesentia sentiretur.
Ñeque illud mirum est, rursum eumdem Saul accepisse
spiritum prophetìae, cum persequeretur iustum, et eum com-
prehensurus et necaturus venisset in locum ubi erat congre-
gatio prophetarum. Sic enim satis demonstratum est nemi­
nem de tali muñere iam securum esse debere, tanquam 3it
acceptissimus Deo, si non habeat caritatem: quandoquidem
illud donum et Sauli dari potuit, propter arcanum quidem
alicuius sacramenti; sed tarnen dari potuit reprobato, et in-
vido, et ingrato et reddenti mala pro bonis, et ne post ipsam
quidem aoceptionem spiritus correcto in melius atque mutato.

QUAESTIO II

De Deo nihil dignum dicitur. praescientia an' proprio sit


in Deo. Scientia quid et quomodo in Deo. Ira, misericor­
dia et zelus Dei quo sensu dicitur. Rebus divinis voedbula
humana tribuuntur, sed ibi remotis imperfectionibus in-
telligenda. Sapientia et scientia unde differunt. Poenitere
■quomodo convenit Deo. Poenitentia et zelus cur minus
videantur Deo congruers quam praescientia, ira et similia.

1. Age, iam videamus quomodo dictum sit: Poenitst


me quod constituerim regem Saul\ Quaeris enim, non utique
in talium verborum intellectu rudis, sed rudimenta explorans
mea paterno Studio et benigna cura, quomodo poeniteat ali-
quid Deum, in quo sit omnis praescientia. Ego vero, cum
4" Rom. 13, 1.
30 i Sam. 26, 12.
1 1 Sam. 15, 11.
le fe Ita la cpridad de usar bien de los dones, y se le quitará
todo ’ o demrs, pues s’n la caridad nada aprovecha.
11. No es. pues, extraño que el rey Saúl, cuando fué un­
gido al pr’nc'pio, recibiese el espíritu profètico, y que des­
pués. reprobado por su desobediencia, y retirándose de él
el Señor, cávese en manes del espíritu maligno por justo
inicio de Dios, el cual recibe también el nombre de espíritu
, del Señor, por ser un instrumento suyo. Porque el Señor
sabe usar b:en de todos los espír;tus malos, o para conde­
nación de algunos, o para, corrección o prueba; y aunque la
mala voluntad no viene de Dios, mas toda potestad procede
de E l También se llamó sueño del Señor el que se apoderó
de los mismos so’dados de Saúl cuando David le quitó su
lanza y su copa, que estaban en su cabecera, mientras dor­
mía. No significa esto que durmiese tei Señor, sino que aquel
sueño aue se apoderó de aquellos hombres se les infundió
por vo'untad de Dios, para que no advirtiesen en aquel lu­
gar la presencia de su siervo David.
Ni es cosa extraña tampoco que el m :smo Saúl recibiese
de nuevo el espíritu profètico cuando perseguía al inocente
y, con la intención de prerderlo y matarlo, se unió a la
asamblea de los profetas. Así se puso de manifiesto que nin­
guno debe estar seguro de ese don ni tenerse por persona
muy acepta a D;os si le falta la cardad ; pues aauel don
pudo darse a Saúl sin duda con algún npsteroso designio,
y nótese aue era un hombre reprobado, envid:oso, ingrato,
que devolvía males por bienes, y no se corrigió y cambió ni
aun después de recibir el don de profecía.

CUESTIÓN II

Nada se predica digno de Dios. Si la, presciencia existe pro­


piamente en Dios. Qvé es ciencia y cómo se atribuye a
Dios. La ira, la misericordia, el celo en Dios. A las cosas
divinas se aplican las palabras humanas, pero quitándo­
les los imperfecciones que entrañan. Diferencia entre
ciencia y sabiduría. ¿Puede Dios arrepentirse? Cómo el
celo y el arrepentimiento parecen convenir a Dios me­
nos que la presciencia, la ira y otras pasiones semejantes.
1. Ea, veamos ahora el sentido de las palabras: Me arre­
piento de haber hecho rey a Saúl. Tú me preguntas— no por­
que desconozcas el valor de tales expresiones, sino para
poner a prueba mi inexperiencia con paterna solicitud y
benignidad—cómo cabe arrepentimiento de algo en Dios sa­
biéndolo todo de antemano. A mí me parecería este lenguaje
hoc de Deo dicitur, indignimi aliquid dici arbiträrer, si ali-
quid dignum inveniretur quod de ilio diceretur.
Cum vero verba omnia, quibus humana colloquia conse-
runtur, illius sempiterna virtus et divinitas mirabiliter atqus
incunctanter excedat, quidquid de ilio humaniter dicitur,
quod etiam hominibus aspernabile videatur, ipsa humana
admonetur infirmitas, etiam ilia quae congrusnter in Scrip­
turis sanctis de Deo dicta existimat, humanae capacitati
aptiora esse quam divinae sublimitati; ac per hoc etiam ipsa
transoendenda esse serenio re intellectu, si cut ista qualicum-
que transcensa sunt.
2. Quis est enim hominum, cui non occurrat in Deo cunc-
ta praesciente, poenit'entiam esse non posse ? Et certe tarnen
haec duo verba sunt, poenitentia et praescientia, quorum
quia unum congruere credimus Deo, id est, praescientiam,
negamus in eo esse poenitentiam.
Cum vero alius liquidiere consideratone ista pertractans,
qua'esierit quemadmodum vel ipsa praescientia Deo congruat,
et invenerit huius etiam verbi notionem illius ineffabili di-
vinitate longe lateque superari, non miratur utrumque de
ilio propter homines dici potuisse, de quo utrumque propter
ipsum incongrue diceretur.
Quid est enim praescientia nisi scientia futurorum? Quid
autem futurum est Deo, qui omnia supergreditur tempora?
Si enim scientia Dei res ipsas habet, non sunt ei futurae, sed
praesentes: ac per hoc non iam praescientia, sed tantum
scientia dici potest. Si autem sicut in ordine temporalium
crcaturarum, ita et apud eum nondurn sunt quae futura sunt,
sed ea praevenit sdendo, bis ergo ea sentit, uno quidein
modo secundum futurorum praescientiam, altero vero se­
cundum praesentium scientiam. Aliquid ergo temporaliter
accedit seientiae Dei; quod absurdissimum atque faisissi-
mum est. Nec enim potest quae ventura praenoscit nosse
cum venerint; nisi bis innotescant, et praenoscendo ante-
quam sint, et cognoscendo cum iam sunt. Ita fit ut (quod
longe a veri-tate seclusum est) temporaliter aliquid acccdat
seientiae Dei, cum temporalia quae praesciuntur etiam prae-
sentia sentiuntur, quae non sentiebantur antequam fierent,
sed tantummodo praesciebantur.
Si vero etiam cum venerint, quae praesciebantur esse ven­
tura, nihil novi accedat seientiae Dei, sed manebit illa prae-
indigno de aplicarse a Dios si en el repertorio de nuestros
conceptos hubiese algo digno de atribuirse a El.
Ahora bien, com o el eterno poder y la divina perfección
superan, sin duda, maravillosamente todos los recursos de
las palabras de que se compone la conversación humana,
cuanto se dice de Dios a la manera humana, por más que las
expresiones nos parezcan vulgares, es un aviso a nuestra fla­
queza, para que entendamos que aun las mismas palabras
que en las Sagradas Escrituras le parecen convenientemen­
te aplicadas a Dios, se acomodan más a nuestra capacidad
de hombres que a la divina grandeza; y, por tanto, es me­
nester elevarse por cima de ellas, aspirando a una más lu­
minosa inteligencia, como se ha elevado sobre las otras
vulgares, cualesquiera que fueren.
2. Pues ¿qué hombre no alcanza que el arrepentimiento
repugna en Dios, pues todo lo señorea con su presciencia?
He aquí cabalmente dos palabras— presciencia y penitencia
o arrepentimiento— , y por creer que una de ellas conviene a
Dios— la presciencia— , le negamos el arrepentimiento.
Mas si alguien somete este punto a un más depurado aná­
lisis, e indaga cómo puede atribuirse a Dios la misma pres­
ciencia, y descubre que el concepto mismo entrañado en esta
palabra es inmensamente superado por la inexplicable gran­
deza del Señor, no se extrañe de que ambas expresiones, in­
adecuadas para aplicarse a Dios, han podido, sin embargo,
usarse, por miramiento a la flaqueza humana.
En efecto, ¿ qué es la presciencia sino la ciencia de las co­
sas futuras? Mas ¿puede haber algo futuro para Dios, que
trasciende todos los tiempos? Pues si la ciencia de Dios
contiene todas las cosas, no son futuras para ella, sino pre­
sentes; luego no puede llamarse presciencia, sino simple­
mente ciencia. Mas si, según se desenvuelven en el orden de
la sucesión temporal, no están aún en Dios como presentes
las cosas venideras, sino que las conoce de antemano, luego
las conoce de dos maneras: por su presciencia como futuras,
por su ciencia como presentes. Luego el segundo modo de
conocer añade temporalmente algo a la ciencia de Dios, lo
cual es muy absurdo y falso. Pues entonces no puede cono­
cer lo que prevé como futuro sino por una doble noticia:
previéndola antes de existir, viéndola cuando existe. De don­
de resulta una consecuencia muy errónea: que hay algo en
el proceso del tiempo que va enriqueciendo la ciencia divina,
cuando las cosas temporales, que antes sólo se conocían por
presciencia, se abarcan en su realidad presente, cosa que no
ocurría cuando no existían en su propia realidad, sino sólo
eran objeto de una previsión.
Y si, al venir a la existencia las cosas que s¡e preveían
como futuras, nada nuevo añaden, a la ciencia de Dios, sino
seientia sicut erat etiam priusquam venirent quae praescie-
bantur, quomodo iam. praescientia dicetur, quando non est
rerum futurarum? Iam enim praesentia sunt quae futura
cernebat, et paulo post erunt praeterita. Praeterltarum autem
rerum, sicut praesentium, nullo modo potest dici pmescien-
tia. Reditur ergo ad id, ut fiat rebus iam praesentibus scien-
tia, quae 'eisdem rebus futuris erat praescientia: et cura
ea quae praescientia erat prius, postea scienti a fiat in Deo,
admittit mutabilitatem et temporalis est: cum sit Deus, qui
vere summeque est, nec ulla ex parte mutabilis, nec ullo motu
novitio temporalis.
Placet ergo ut non dicamus praescientiam Dei, sed tan-
tummodo scientiam: quaeramus et hoc quomodo.
Non enim scientiam sokmus dicere in nobis, nisi cum
sensa et intellects memoria retinemus: curai meminimus ali-
quid sensisse nos vel intellexisse, ut id cum volumus reco-
lamus. Quod si ita in Deo est, ut possit proprie dici, intelli-
git et intellexit, sentit et sensit, admittit tempus et subrepit
nihilominus fila mutabilitas, quae longe a Dei substantia re-
movenda est. Et tarnen et seit Deus, et praescit Deus inef­
fabili modo; sic eum et poenitet ineffabili modo. Cum enim
scientia Dei longe distet ab humana scientia, ita ut irriden-
da sit comparatio, utraque tarnen scientia voeatur: et haec
quidem humana talis est ut dicat de illa Apostolus etiam:
Scientia destru etu r2: quod nullo modo recte de scientia Dei
dici potest.
Sic et ira hominis túrbida est et non sine cruciatu animi:
ira vero Dei, de qua dicìtur in Evangelio: Sed ira Dei m an't
super eu m 3, et Apostolus: R 'velatur enim ira Dei de cáelo
super omnem impietatem, ■*; ilio in tranquillitate iugiter ma­
nente, in creatura subdita exercet admirabili aequitate vin-
dictam.
Misericordia quoque hominis habet nonnullam cordis mi-
seriam, unde etiam in latina lingua nomen accepit: nam
inde est etiam, quod non solum gaudere cum gaudentibus,
sed etiam fiere cum flentibus hortatur Apostolus 3. Quia au­
tem sano capite dixerit, ulla miseria tangi Deum? quem ta­
rnen ubique Scriptum misericordem esse testatur.
Ita zelum humanum non sine peste livoris intelligimus :
zelantem vero Deum non ita, sed eodem verbo, non eodem
modo.
3. Longum est percurrere caetera, et sunt innumerabilia
quibus ostenditur multa divina iisdem nominibus appellar!
quibus humana, cum incomparabili diversitate seiuncta sint :
nec tarnen frustra eadem sunt rebus utrisque indita vooa-
bula, nisi quia haec cognita quae in quotidiana consuetudine
i Cor. 13, 8. 1 Rom. i , 18.
Io . 3,36. ‘ Rom. is, 15.
que su presciencia permanece ahora lo mismo que antes de
suceder las cosas previstas, ¿cóm o ha de llamarse entonces
presciencia, si no es de cosas futuras? Porque ya están pre­
sentes las que preveía como futuras, y poco después serán
pretéritas. Y el conocimiento de las cowas pasadas, lo mismo
que el de las presentes, de ningún modo puede llamarse pres­
ciencia. Hay que volver, pues, a decir que se hace ciencia
con respecto de las cosas presentes la que era prsciencia con
respecto a las venideras, y como » que era presciencia an­
tes, después se hace ciencia en Dios, resulta que admite cam­
bio y variación, siendo así que, como verdadero y supremo
ser, es absolutamente inmutable y ajeno a toda oscilación
temporal. Me agrada, pues, que no hablemos de presciencia,
sino de ciencia de Dios solamente ; indaguemos el porqué.
Llamamos ciencia en nosotros la conservación en la me­
moria de todo lo que hemos sentido y entendido; por ella
reproducimos el contenido oe nuestras impresiones e ideas
cuando no® place representarlo. Pero si lo mismo 0011x10 en
Dios, de suerte que se pueda decir de El que entiende y en­
tendió, siente y sintió, entonce; está sujeto al tiempo y se
nos entra aquella mutabilidad que debe alejarse mucho del
divino ser. Y, sin embargo, Dios sabe y prevé de modo inex­
plicable, así como se arrepiente de un modo inefable. A pesar,
pues, de que la ciencia divina dista tanto de la humana, que
es irrisoria toda comparación, con todo, a ambas se da el
"mismo nombre de ciencia; y la humana es de tal naturaleza,
que, según el Apóstol, será destruida, lo cual no puede de­
cirse de ningún modo de la de Dios.
Análogamente, la ira en el hombre es turbulenta y llena
de tortura el ánimo; pero Dios, permaneciendo siempre tran­
quilo y con admirable equidad, ejecuta su venganza en la
criatura que le está sujeta.
También la misericordia implica de suyo cierta miseria
del corazón, de donde ha recibido en latín su nombre ; y por
eso el Apóstol nos recomienda alegrarnos con los alegres y
llorar con los que lloran. Mas ¿quién con sano juicio dirá
que la miseria afecta al corazón de Dios, aunque la Sagrada
Escritura en todas sus páginas pregone su misericordia ?
Igualmente, el celo humano cubre el rostro de lividez,
mas el celo divino no es así; la palabra es la misma, pero
designa una cosa muy diferente.
3. Sería largo registrar otras expresiones, pues son innu­
merables, y con ellas se demuestra que muchas cosas de Dios
se designan con los mismos vocablos que usamos para las co­
sas humanas, a pesar de la incomparable distancia que las
separa. Y, sin embargo, no sin razón, para ambas categorías
de cosas se han puesto idénticos nombres, porque el conoci­
miento de las cosas que ofrece la vida cotidiana y las expe-
versantur, et experimentis usitatioribus innotescunt, nonnul-
lam ad intelligienda illa sublimia praebent viam. Cum enim
dempsero de humana scientia mutabilitatem, et transitila
quosdam a cogitatione in cogitationem, cum reeolimus, ut
oemamus animo quod in contuitu eins paulo ante non erat,
atque ita de parte in partem crebris recordationibus tran-
silittnus; unde etiam ex parte dicit esse Apostolum nostram
scientiam6: cum ergo haec cuncta detraxero, et reliquero
solam vivacitatem certae atque inconcussa© veritatis una
atque aeterna contemplationte cuncta lustrantis; imo non re­
liquero, non enim habet hoc humana scientia, Sed pro viribus
cogitavero, insinuatur mihi utcumque scientia Dei, quod ta­
rnen nomen, ex eo quod sciendo aliquid non latet hominem,
potuit esse rei utrique commune.
Quanquam et in ipisis hominibus solet discerni a sapien-
tia scientia, ut etiam Apostolus dicit: A lti quiderri per Spi­
ritimi datur sermo sapkntiae, alii sirm o scìentim secundum
eumdem Spiritum 7: in Deo autem nimirum non sunt haec
duo, sed unum.
Et in hominibus quidean haec ita discerni probabiliter
solent, ut sapientia pertineat ad infcellectum aetemorum,
scientia vero ad ea quae sensibus corporis experimur. Sed
licet alius aliam differfentiam proferat, nisi tarnen diversa
essent, non sic ab Apostolo distinguerentur. Quod sane si
ita est, ut nomen seientiae rebus quas per sensus corporis
experimur, deputatimi sit, nulla est omnino scientia Dei.
Non enim Deus per seipsum ex corpore et anima constat,
sicut homo. Sed melius dicitur aliam esse scientiam Dei, et
non eiusdem generis, cuius ista est quae hominum dicitur:
sicut etiam idipsum quod Deus dicitur, longe aliud est, quam
quemadmodum dictum est quia sbetìt in synagoga deorum 8.
Tarnen ad non latere quoquo modo pertinet communicatio
ipsa vocabulL
Sic etiam de ira hominis detraho turbulentum motum, ut
remaneat vindictae vigor; atque ita utcumque assurgo in
notitiam illius quae appellatur ira Dei. Item de misericordia
si auferas compassionem, cum eo quem miseraris, partici-
patae miseriae, ut remaneat tranquilla bonitas subveniendi
et a miseria liberandi, insinuatur divinae misericordia© qua-
liscumque cognitio. IZelum quoque Dei non repudiemus et

8 i Cor. 13, g.
7 Ib. 12, 8.
8 Ps. 81, 1.
riendas más comunes nos trazan como cierto camino para
pasar a las sublimes realidades de Dios. Pues si privo a la
dencia humana da su condición variable y de los cambios que
se producen en nuestros pensamientos cuando pasamos de
unos a otros y nos esforzamos por traer ante los ojos del
ánim-o lo que se hallaba oculto poco antes, y así saltamos de
una representación a otra con frecuentes actos de memoria
—>lo cual hace decir al Apóstol que nosotros conocemos par­
cialmente— ; si quito, pues, estas imperfecciones y dejo allí,
o mejor que dejo—(pues no es esto propio de la ciencia hu­
mana— , si me esfuerzo en representar según mi alcance la
realidad viviente de una verdad derta e indubitable, que
todo lo abarca con una mirada única y eterna, entonces lo­
gro un vislumbre de lo que as la ciencia de Dios, ya que este
nombre, en cuanto significa que una cosa por la ciencia queda
descubierta a los ojos del hombre, puede aplicarse común­
mente a los dos.
Sin embargo, aun entre los hombres suele distinguirse la
sabiduría de la ciencia, como también lo dice el Apóstol:
A uno se da el lenguaje de la sabiduría por el E spíritu; a
otro, el lenguaje de la ciencia según el mismo Espíritu, pero
en Dios las cosas son una sola.
Se suelen distinguir probablemente diciendo que a la sa­
biduría pertenece el conocimiento de las cosas eternas, mien­
tras la ciencia tiene por objeto lo que comprendemos con la
experiencia de los sentidos. Pero aunque alguien señale otra
diferencia entre las dos, no las hubiera distinguido San Pa­
blo a no haber ninguna distinción entre ellas. Y si es verdad
que el nombre de ciencia comprende los conocimientos adqui­
ridos por los isentidos, entonces no hay de ningún modo cien­
cia en Dios, porque su naturaleza no se compone de cuerpo
y alma como el hombre. Más razonable es decir que la ciencia
de Dios no es dje'l mismo género que la del hombre, como la
idea misma de Dios es muy diversa de la que se expresa en
el Salmo al decir: Estuvo en el consejo de los dioses.
No obstante lo dicho, la idea de ciencia comprende en
cierto modo algo común a la humana y divina, conviene a
saber, la manifestación de una cosa.
Así también de la ira del hombre quito todo movimiento
turbulento, de suerte que sólo quede el vigor de la justicia
vindicativa, y de algún modo llego al atisbo de lo que se llama
la ira de Dios. Asimismo, si de la misericordia suprimo el
dolor de la miseria participada con aquel de quien te com­
padeces, de modo que sólo quede el sosiego y la voluntad de
socorrer y librar de la desgracia, se tendrá alguna remota
idea de la misericordia divina.
No repudiemos tampoco ni desechemos el celo de Dios
cuando lo hallemos en la Escritura, sino despojémoslo de su
aspernemur, cum scriptum invenimus : sed auferamus de hu-
mano zelo pallidam tabem doloris, et morbidam perturbatio-
nem animi; remaneatque illud solum iudicium quo corruptio
castitatis impunita esse non sinitur, et assurgimi!» ut inci-
piamus aliquo modo capere zelum Dei.
4. Quapropter cum legimus etiam Deum dicentem : Poe-
nitet me, consideremus quod esse1 soleat in hominibus opus
poenitendi. Procul dubio reperitur voluntas mutandi: sed in
homine cum dolore animi est: reprehendit enim in se quod
temere fecerat. Ajuferamus ergo ista, quae de humana infir-
mitatte atque ignorantia veniunt, et remaneat solum velie,
ut non ita sit aliquid, quemadmodum erat : sic potest aliquan-
tum intimari menti nostra©, qua regula intelligatur quod
pqenitet Deum. Cum enim potenitere dicitur, vult non esse
aliquid, sicut ftecerat ut essst: sed tamen et cum ita esset,
ita esse debebat; et cum ita esse iam non sinitur, iam non
dlebet ita esse, perpetuo quodam et tranquillo aequi tatis
iudicio, quo Deus cuncta mutabilia incommutabili voluntate
disponit.
5. Sed quoniam praescientiam et scientiam cum laude
solemus in hominibus appellare, iramque ipsam solet huma-
num genus in magnis potestatibus timere, potius quam re-
prehtendere, congruenter putamus talia dici de Deo. Qui au-
tem zelai, et quem aliquid poenitet, quoniam vel culpari so­
let, vel in se culpam corrigere, atque ideo cum reprehensione
ista de hominibus dici, propterea movet, cum legimus esse
aliquid in Deo eiusmodi. Sed illa Scriptura omnibus consu-
lens, propterea magis et ista ponit, ne illa quae plaoent sic
intelligantur in Deo, quomodo consueverunt in hominibus in-
fielligi. Per haec enim qua© displicent, ctnn ea non audemus
sic intelligere in Deo, ut inveniuntur in homine, discimus
etiam illa sic quaerere, quae apta esse atque convenientia
putabamus. Nam si propterea non est illud de Deo dicendum,
quia in hominte displicet, non dicamus incommutabilem Deum,
quia de hominibus cum reprehensione dictum est: Non enim
est iMs commutano Item sunt quaedam quae in homine
laudabilia sunt, in Deo autem esse non possunt: sicut pudor,
quod aetatum viridiorum magnum est omamentum : sicut ti­
mor Dei, non enim tantum in veteribus libris laudatur, sed
Apostolus etiam dicit: Perficiente\s sanctificationem in ti­
more D e i10; qui utique in Deo nullus est. Sicut ergo quae­
dam laudabilia hominum non recte dieuntur in Deo, sic quae­
dam culpabilia hominum recte iritelliguntur in Deo: non ita

“ Ps. 54, so.


3 Cor. 7, i.
tormento pálido y de la morbosa perturbación que produce
en el ánimo, y sólo quede allí el juicio que no permite dejar
impune ia violación de la castidad, y comenzaremos a tener
algún ligero barrunto del celo de Dios.
4. Por lo cual, cuando leemos que dice D ios: E stoy arre­
pentido, examinemos en qué consiste el arrepentimiento del
hombre. En él ciertamente domina la voluntad de cambiar,
pero en el hombre va acompañada de dolor, pues se reprocha
a sí mismo de haber obrado temerariamente. Suprimamos
estas imperfecciones, anejas a la flaqueza e ignorancia hu­
mana, y dejemos la voluntad pura de mudar una cosa para
que no sea como ha sido hasta aquí; así podemos vislumbrar
d'e algún modo cómo debe entenderse el arrepentimiento di­
vino. Pues cuando se dice que Dios se arrepiente, manifiesta
su voluntad de que una cosa no siga siendo lo que fué cuando
la hizo, y, sin embargo, cuando ella era así, es porque debía
serlo; y cuando no se le permite ser lo que era, es porque
tampoco debe ya serlo, según lo dispone Dios con un juicio
eterno, tranquilo y justo, y por su inmutable voluntad orde­
na todo lo que se halla sujeto a cambio.
5. Pero como nosotros solemos hablar con encomio de
la ciencia y presciencia del hombre, y el género humano sue­
le temer más que reprender la ira en los muy poderosos,
creemos que tales conceptos convienen a Dios. Mas cuanto
al celo y arrepentimiento, como el primero se considera cul­
pable y el segundo supone una falta que se ha de corregir, y
por lo mismo ambas cosas envuelven un reproche para los
hombres, nos sorprendemos al leer que se atribuyen a Dios
afectos semejantes. Mas la Sagrada Escritura, que vela por
el bien de todos, le apropia aún estas cosas a Dios, a fin de
que adelgacemos también aquellos conceptos más adecuados
que se le atribuyen y los purifiquemos de las imperfecciones
con que van envueltos en el lenguaje humano. Pues por es­
tas cosas que nos desagrada poner en Dios, tal como se ha­
llan en los hombres, aprendemos también a depurar los con­
ceptos que creíamos más apropiados y convenientes para el
ser divino. Que si no podemos atribuir a Dios tal o cual cosa
porque nos desagrada en el hombre, entonces tampoco le lla­
memos ser inmutable, porque de los hombres se dice repren­
diéndolos : Porque no hay en ellos mudanza. Asimismo, cosas
laudables en el hombre no pueden serlo en Dios, como el pu­
dor, que es principal ornamento de la juventud; o el temor
de Dios, que no sólo encomian los libros antiguos, sino tam­
bién el Apóstol: Acabando la obra de la santificación en él
temor de Dios. Pero éste no existe en Dios. Luego como co­
sas humanas laudables no se aplican bien a Dios, así algunas
otras culpables en los hombres rectamente se le atribuyen:
ut in hominibus, sed vocabulis tantummodo communibu3,
lqnge alia ratione et modo.
Nam paulo post idem Samuel cui dixerat Dominus, Poe-
nitet me quod constituerim re gem Saul, ipsi Sauli ait de Deo:
Quoniam non est isicut homo, ut poeniteat eum 11: ubi vide­
licet satis ostendit cum Dens dicit: Poenitet m e; non huma-
no more accipiendum essie, sicut iam quantum valuimus dis­
puta vimus.

QUAESTIO III
Samuel per pythonissam evocari quomodo potuerit. Samuelis
forte phantasma fuit, non spiritus. Daemones quomodo
norint futura.

1. Item quaeris utrum spiritus immundus qui erat in


pythonissa, potuerit agere ut Samuel a Saule videretur et
loqueretur oum eoL Sed multo maioris miraculi est quod
ipse satanas princeps omnium immundorum spirituum potuit
loqui cum Deo: et petere tentandum lob iustissimum virum 2:
qui etiam tentandos Apostólos petiit3. Aut si hoc non ideo
habet difficilem quaestionem, quia per quam volutrit crea-
turam, cui voluerit cneaturae, ubique praesens veritas loqui­
tur, nec propterea magni meriti est cui loquitur Deus: in­
terest enim quid loquatur; quia et imperator multis inno-
centibus non loquitur, quibus previdentissime consulit ad
salutem: et cum multis nocentibus loquitur, quos iubet in-
ttrfici: si ergo hinc propterea nulla quaestio est, nulla sit
quaestio quomodo etiam immundus spiritus cum anima sanc­
ii viri loqui potuerit. Omnibus enim sanctis Deus creator
et sanctificator longe utique maior est. Quod si hoc movet,
quod licuerit maligno spiritui excitare animam iusti, et tan-
quam de abditis mortuorum receptaculis evocare ; nonne ma­
gia mirandum est quod satanas ipsum Dominum assumpsit
et constituit super pinnam templi ? 4 Quolibet enim modo
fecerit, ille etiam modus quo Samueli factum est ut excita-
retur, similiter latet.
Nisi forte quis dixerit faciliorem diabolo fuisse licentiam
ad Dominum vivurn unde voluit assumendum, et ubi voluit
constituendum, quam ad Samuelis defuncti spiritual a suis
sedibus excitandum. Quod si illud in Evangelio nos ideo non
perturbât, quia Dominus voluit atque permisit nulla dimi-
nutione suae potestatis et divinitatis id fieri; sicut ab ipsis
" i Sam. 15, 39. 3 Io b i, h .
3 Le. 23, 31.
1 i Sam. 38, 7-19. * Mt. 4» 5-
no se hallan en El como en los hombres, y, aunque los voca­
blos son comunes, deben entenderse de diversa manera.
Porque poco después el mismo Samuel, a quien Dios le
había dicho: Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, le dijo
a éste hablando de Dios: Pues no es un hombre para que se
arrepienta. Danos a entender con esto que cuando Dios dice:
Me arrepiento, no deben tomarse estas expresiones en un
sentido puramente humano, según lo hemos declarado como
hemos podido.

CUESTIÓN III

Cómo Samuel pudo ser evocado por la pitonisa. Tal vez fué
el fantasma, no el espíritu de Samuel. Cómo los demonios
conocen lo futuro.

1. Me preguntas también si el espíritu impuro que es­


taba en la pitonisa pudo conseguir que Samuel fuese visto
de Saúl y hablase con él. Pero mucho mayor maravilla es
que el mismo Satanás, príncipe de todos los espíritus in­
mundos, pudiese hablar con Dios y pedir permiso para ten­
tar a Job, justísimo varón, como lo pidió para tentar a los
apóstoles. O esto tal vez no ofrece particular dificultad, por­
que la verdad, presente en todas partes, por intermedio de
una criatura cualquiera, habla a quien quiere, sin que su­
ponga especial mérito en aquel a quien Dios habla; lo im­
portante es lo que dice, pues tampoco el emperador habla a
muchos inocentes, aunque vela con mucha providencia por
su salud, y habla con muchos culpables, a quienes manda
quitar la vida. Si no está, pues, aquí la dificultad, tampoco
debe haberla en que un espíritu inmundo haya podido hablar
con un santo varón. Porque a inmensa mayor altara que
todos los justos está Dios creador y santificador. Y si nos ad­
miramos de que se haya permitido a un espíritu maligno
suscitar el alma de un justo y evocarla, digámoslo así, de
los antros secretos de los muertos, ¿no es causa de mayor
admiración que Satanás cogiese al mismo Señor y lo llevase
al pináculo del templo? Sea cual fuere el modo como logró
esto, tampoco sabemos cómo hizo para evocar a Samuel.
Alguien dirá a esto tal vez que más fácilmente obtuvo
Satanás el permiso para tomar vivo al Señor de donde quiso
y ponerle donde le plugo que para traer el alma del difunto
Samuel de su morada. Y si esto no nos sorprende en el Evan­
gelio, porque lo permitió el Señor sin ninguna merma de su
iudæis, quanquam perversis atque immundis et facta dia*
boli facientibus, et teneri ste, et vinciri, et illudi, et cruoifigi
atque interfici passus est; non est absurdum credere ex aii-
qua dispensatione divinae voluntatis permissum fuis je, ut
non invitus nee dominante atque subiugance magica poten-
tia, sed voiens atque obtempérons occuhcae dispensationi Dei,
quae et pythonissam illam et Saulem latebat, consent if et
spiritus prophtetae sancii se os tendi aspectibus regis, divina
eum sementia percuasurus.
Cur enim anima boni hominis, a malis vivis evocata si
venerit, amrttere videatur digmtatem suam, cum et vivi ple-
rumque boni vocati ad maios vemant, et agant cum eis
quod officium postulat aequitatis, servato atque inconcus­
so décoré virtùtis suae, et illorum vitiis prò rerum praesen-
tium vel usu vei neeess.tate tractatis?
2. (Quanquam in hoc fa cto potest esse alius faeilior exi-
tus et expedi Cor intellectus, ut non vere spiritum Samuelis
excitatum a requie sua credamus, sed aliquod phantasma,
et imagmariam illus.onem diaboli machinationibus factam,
quam propterea Scriptura nomine Samuelis appellai, quia
soient imagines rerum earum nominibus appellari, quarum
imagines sunt. Sicut omnia quae pinguntur atque fingun-
tur ex aliqua materie metalli aut ugni, vel cuiusque rei ap-
tae ad opera huiusmodi, quaeque etiam videntur in somn.s,
et omnes fere imagines earum rerum quarum imagines
sunt, appellari nommitous soient. Quia est enim qui hominem
pictum dubitet vocare hominem? Quandoquidem et singu-
lorum quorumque picturam cum aspicimus, propria quoque
nomina incunctanter adhibemus: velut cum intuentes tabu­
lant aut parietem, dicimus: Ille Cicero est, ille Sallustius,
ille Achillea, ille Hector, hoc flumen Simois, illa Roma;
cum aliud nihil sint quam pictae imagines. Unde Cheru­
bini cum sint caelestes potestates, ficta tamen ex metallo,
quod imperavit Deus, super arcam Testamenti, magnae rei
significandae grafia, non aliud quam Cherubini illa quoque
figmenta vocitantur 5.
Item quisquis videt somnium, non dicit: Vidi imaginem
Augustini aut Simpliciani; sed, vidi Augustinum aut Sim-
plicianum: cum eo tempore quo tale aliquid vidit, nos ig-
noraremus; usque adeo manifestum est, non ipsos hommes,
sed imagines eorum videri. Et Pharao spicas se dixit vid.s-
se in somnis et boves, non spicarum aut boum imagines 6.
Si igitur liquido constat nommions «arum rerum quarum
imagines sunt, easdem imagines appellari: non mirum est
quod Scriptura dicit Samuelem visum, etiamsi forte imago
Samuelis apparuit, machinamento eius qui transfigurât se
3 Ex. as, 18.
“ Gen. 4i, 17-28.
poderío y majestad divina, lo mismo que permitió ser pren­
dido, maniatado, burlado, crucificado y muerto por los mis­
mos judíos, aunque perversos, impuros y que obraban dia­
bólicamente, tampoco es un absurdo creer que en virtud de
alguna disposición divina, no contra su voluntad ni for­
zado y violentado por una potencia mágica, sino libremente
y para secundar los planes de una secreta providencia, ocul­
ta lo mismo a Saúl que a la pitonisa, se hubiese permitido
al espíritu del profeta comparecer ante el rey para fulminar
contra él la divina sentencia.
En efecto, ¿por qué el alma de un justo, por comparecer
evocada por algunos perversos que aun viven, ha de creerse
que pierde su dignidad, cuando frecuentemente los hombres
de bien en vida acuden al llamamiento de los malos y cum­
plen con ellos los oficios que exige su justicia y tratan
las enfermedades de su alma según el uso y la necesidad lo
piden, sin perder el esplendor y decoro de su virtud?
2. Mas en este hecho aun puede darse una salida más
fácil y una interpretación más sencilla, creyendo que real­
mente no fué el espíritu de Samuel evocado de su descanso,
sino algún fantasma o ilusión imaginaria formada por el de­
monio, a la que la Sagrada Escritura da el nombre de Samuel,
porque ordinariamente se dan a las imágenes los nombres de
lo que representan. En los cuadros pintados, en las estatuas
de metal, de madera o de otra cualquier materia apta para
esta clase de obras, y lo mismo en las apariciones de los
sueños, se usan los nombres de la3 cosas de que son imá­
genes. ¿Quién no llama hombre al retrato de un hombre?
Cuando vemos algunos retratos die hombres, sin dudar les
aplicamos sus nombres propios; asi, en presencia de una
pintura o de una galería de cuadros decimos: aquél es Cice­
rón, aquél Salustio, el otro Aquiles y el de más allá Héctor;
aquí está el río Simois, aquélla es Roma; y no se trata sino
de imágenes pintadas. Aquellas estatuas de querubines que
Dios mandó colocar sobre el arca con un alto simbolismo,
aun siendo poderes celestiales, no reciben frecuentemente en
la Sagrada Escritura sino el nombre de querubines.
En las visiones imaginarias de los sueños, quien las tiene
no dice: Vi la imagen de Agustín o Simpliciano, sino vi a
Agustín o Simpliciano, aunque nosotros lo ignorásemos en
el momento de tener tales representaciones: tan evidente es
que no se ven las personas mismas, sino sus imágenes. Fa­
raón dice que vió en sueños espigas y vacas, no sus imágenes.
Si, pues, nos consta ciertamente que nosotros damos a las
imágenes los nombres de las cosas que representan, no es
de extrañar que la Sagrada Escritura hable de la visión de
Samuel, aunque tal vez sólo apareció su imagen, por arti-
velut angelum lucis, et ministros suos velut ministros ius-
titiae 78.
3. Iamvero si ilhid movet, quomodo et a maligno spi-
ritu Sauli vera praedicta sunt, potest et illud mirum vide-
ri, quomodo duemones agnovennt Christum, quem iudaei.
non agnoscebants. Cum enim vult Deus etiam per infimos
infernosque Spiritus aliquem vera cognoscere, temporalia
duntaxat atque ad istam mortalitatem pertinentia, facile
est et non incongruum, ut omnipotens et iustus ad eorum poe-
nam, quibus ista praedicuntur, ut malum quod eis impen­
det, antequam veniat praenoscendo patiantur, occulto ap­
parata ministeriorum suorum etiam spiritibus talibus ali-
quid divinationis, impertiat, ut quod audiunt ab Angelis,
praenuntient hominibus. Tantum autem audiunt, quantum
omnium Dominus atque moderator vel iubet vel sinit. Unde
etiam Spiritus pythonius in Actibus Apostolorum attes-
tatur Paulo apostolo, et evangelista esse conatur Mis-
cent tarnen isti fallacias, et verum quod nosse potuerint,
non docendi magis quam decipiendi fine praenuntiant. Et
forte hoc est quod cum illa imago Samuelis Saulem praedi-
ceret moriturum, dixit etiam secum futurum : quod utique
falsum est. Magno quippe intervallo post mortem separaci
bonos a malis in Evangelio legimus, cum Dominus inter
superbum ilium divitem, cum iam apud inferos tormenta
pateretur, et ilium qui ad eius ianuam ulcerosus iacebat,
iam in requie constitutum, magnum chaos interiectum esse
testatur10.
A u t si propterea Samuel Sauli dixit: Mecum eris, ut non
ad aequalitatem felicitatis, sed ad parem conditionem mor­
tis referatur, quod uterque homo fuerit, et uterque mori
potuerit, iamque mortuus mortem vivo praenuntiabat; per-
spicit, quantum opinor, prudentia tua, secundum utrumque
intellectum habere exitum illam lectionem qui non sit con­
tra fidem: nisi forte profundiore et perplexiore inquisitione,
quae vel virium mearum vel temporis excedit angustias, in-
veniatur ad liquidum, vel posse vel non posse animam huma-
nam, cum ex hac vita migraverit, magicis carminibus evo­
catalo vivorum apparerò conspectibus, etiam corporis li-
neamenta gestantem, ut non solum videri valeat, sed et ag-
nosci. Et si potest, utrum etiam iusti anima, non quidem
cogatnr magicis sacris, sed dignetur ostendi occultioribus
imperiis summae legis obtemperans : ut si fieri non posse cla-
ruerit non uterque sensus in huius Scripturae tractatione
atque expositione admittatur, sed ilio excluso, imaginaria
simulatio Samuelis diabolico ritu fa cta intelligatur.

T 2 Cor. 11, 14-15. " Act. 16, I - .


8 Mt. 8, 29. Lc. 16, 2 6 .
ficio de aquel que se transforma en ángel de luz y a sus mi­
nistros en ministros de la justicia.
3. Pero si nos parece extraño que el espíritu maligno
predijera cosas verdaderas a Saúl, también nos admirare­
mos de ver cómo los demonios reconocieron a Cristo, recha­
zado por los judíos. Pues cuando Dios quiere dar a conocer
a alguno verdades concernientes a estas cosas temporales y
pasajeras, aun sirviéndose de los espíritus infernales, no hay
dificultad ni inconveniente en que El, todopoderoso y justo,
a fin de adelantar el castigo a los que revela estos secretos
con la previsión del mal que les amenaza, comunique a di­
chos espíritus con secreta operación de su providencia algo
del arte de adivinar con que anuncien a los hombres lo que
oyen a los ángeles. Pero oyen lo que les manda o permite
el Señor y moderador de todas las cosas. Así, en los Hechos
de los Apóstoles, un espíritu pitónico da testimonio al apóstol
San Pablo, ayudándole a predicar él Evangelio. Pero aun en
esto mezclan sus engaños, y la verdad que han podido cono­
cer la comunican más con intención de engañar que de en­
señar. Y así se explica que el fantasma de Samuel, al anun­
ciar la muerte a Saúl, le añadió que estaría con él; lo cual
es ciertamente falso. Pues sabemos por el Evangelio que una
gran distancia separa a los buenos de los malos, cuando el
Señor manifiesta que se interpone un vasto abismo entre
aquel rico orgulloso que estaba entre los tormentos del in­
fierno y él mendigo cubierto de úlceras que yacía ante su
casa y ahora gozaba de su descanso.
Y si tal vez las palabras de Samuel a Saúl: Tú estarás
conmigo, indican, no una igualdad de bienaventuranza, sino
la igual condición en la muerte, porque ambos, a fuer de
hombres, pudieron morir, y con aquellas palabras el muerto
anunciaba al vivo que también moriría, ya puedes compren­
der con tu prudencia, según creo, que aquellos pasajes pue­
den recibir dos interpretaciones, que no son contrarias a la fe.
Pudiera ser también que con un examen más profundo y
una indagación más laboriosa, que no me permiten ni mis
fuerzas ni el tiempo da que dispongo, se llegara a poner en
claro que el alma evocada por artes mágicas después de esta
vida pueda o no comparecer a la vista de los vivos aun con
los rasgos de su fisonomía corporal, de suerte que no sólo
pueda ser vista, mas también conocida; y en el caso afirma­
tivo, se podría cuestionar si el alma de un justo podría tam­
bién hacérse ver, no atraída forzosamente por artes mági­
cas, sino obedeciendo al imperio secreto de un supremo le­
gislador; y en el caso de juzgarse imposible esto, no se ad­
mitirían las dos explicaciones de este pasaje, sino se rechaza­
ría la primera, para considerar la aparición de Saúl como un
fantasma surgido por arte diabólico.
S.ÁS-. IX
Sed qu orient. s;ve ilird fieri pcssit, sive non possit, ta­
rnen fallada satanae atque imaginum simulandarum callida
operatio decip.enu.s hem ams sensibus multiformis invigi-
lat, pedetentim quidem, ne inquisitionibus d.ligentioribus
praes ribamus, sed tarnen potius existimemus tale al.quid
factum maligno pythonissae illius ministerio, quamdiu no­
bis aliquid amplius excogitare atque explicare non dafür.

QUAESTIO IV

Q uo situ oorporis orandum

Qu od autem quaeris, quid sit quod scriptum est: Intra-


vit rex David, et sedit ante Dom inum 1: quid aliud intelli-
gendum est, nisi quia sedit in conspectu Domini: sive ubi
erat arca Testamenti, per quam sacratior et commendatici’
quaedam prassentia Domini accipi potest : sive quia oraturus
sedit, quod non fit recte nisi in conspectu Domini, hoc est in
intimis cordis ?
Potest enim et sic accipi quod dictum est ante Dominum,
ubi nullus esset hominum, qui audiret orantem.
Sive ergo propter arcam Testamenti, sive propter secre­
timi locum semotum ab arbitris, sive propter intimum cordis
ubi erat orantis affeotus, convenienter dictum est: S.dit ante
Dominum. Nisi forte quod sedens oravit, hoc movet; cum
et sanctus Elias hoc fecerit, quando pluviam orando impe­
tra vit 1
2.
Quibus admonemur exemplis, non esse praescriptum quo-
modo corpus constituatur ad orandum, dum animus Deo prae­
sens peragat intentionem suam. NIam et stantes oramus,
sicut scriptum est: Publieanus autem de longinquo sta ba t3;
et fixis genibus, sicut in Actibus Apostolorum legimus4 et
sedentes, sicut ecce David, et Elias. Nisi autem etiam iacen-
tes oraremus, non scriptum esset in Psalmis: Lavabo per
singulas noctes lectum m:um : in lacrym is m eis stratum
meum rigabo 5. Cum enim quisque orationem quaerit, collo-
cat membra, sicut ei oceurrerit accommodata pro tempore po-
sitio corporis ad movendum animum. Cum autem non quae-
ritur, sfed infertur appetitus orandi, hoc est, cum aliquid
repente venit in mentem, quo supplicandi moveatur affectu3,
gemitibus inenarrabilibus, quocumque modo invenerit homi-
1 2 Sam. 7, 18.
2 i Reg.'iS, 42-45.
3 Lc. 18, 13.
1 Act. 7, 59; 20, 36.
3 Ps. 6, 7.
Mas como, ora se admita, ora se rechace la posibilidad de
que hablamos, la malicia y la astucia del demonio para
despertar lantasmas ilusorios no descansa, sirviéndose de
todas las formas con la mira puesta en engañar los sentidos
humanos, con cautela para no cerrar el paso a otras inves­
tigaciones más diligentes, pero con mayor probabilidad, crea­
mos, m.tntras nos taita otra explicación y aclaración mejor,
que lo ocurrido allí se debió a la maligna intervención de la
pitonisa.

CUESTIÓN IV

De la postura del cuerpo en la oración

En la cuestión que me propones sobre aquel pasaje de la


Escritura: Entró el rey David y sentóse ante el S ñor, ¿cuál
puede ser el sentido de estas palabras sino que se sentó en
la presencia del Señor, sea donde estaba el arca del testa­
mento, por la cual puede tomarse una presencia más sagrada
y reverenciable de'l Señor; sea que se sentó para hacer ora­
ción, la cual no puede hace rae bien sino en la presencia de
Dios, esto es, en lo íntimo del corazón?
Podría interpretarse la mencionada expresión ante el Se­
ñor por un lugar donde no había hombre que fuese testigo
de su oración. Ora, pues, por causa del arca del testamento,
ora por haber escogido un lugar secreto y lejos de todo tes­
tigo, ora por el replegamiento en la intimidad de su corazón,
donde estaba el fervor del orante, se dijo bien: Sentóse ante
el S.ñor. A no ser que nos cause extrañeza el haber orado
David sentado, cosa que también hizo Elias cuando obtuvo
con su oración que lloviese.
Estos ejemplos nos enseñan que no hay prescrita ningu­
na postura corporal para la oración, con tal que el espíritu,
puesto en la presencia divina, cumpla su intención. Porque
oramos de pie, como está escrito: Mas el publicano estaba
en pie retirado; oramos de rodilla», según loemos en los
Hechos de los Apóstoles, y sentados, según los ejemplos de
David y Elias. Y si no orásemos aun acostados, no se diría
en eil Salmo: Lavaré todas las noches mi cama y regaré con
lágrimas mi estrado. Efectivamente, cuando uno quiere orar,
coloca su cuerpo y toma, según las circunstancias del tiem­
po, la posición más conveniente para despertar la devoción.
Mas cuando no ss va de propósito a la oración, pero nos sal­
tea un deseo vivo de orar, esto es, cuando nos viene de im­
proviso a la mente algún piadoso efecto que nos mueve a
suplicar con gemidos inenarrables, como quiera que hallare
n , 5

nem, non est utique difflerenda oratio, ut quaeramus quo


secedamus, aut ubi st'emus, aut ubi prosternamur. Gignit
enim sibi mentis intentio soiitudinem, et saepe etiam obli-
viscitur vel ad quam caeli partem, vel in qua position© cor­
poris membra iliud teanpus invenerit.

QUAESTIO V
In verba Eliae querentis Deo de m orte filii viduae

In verbis autem beati Eliae, quibus ait : O Domine, testis


hums viduae, cum qua ego inhabito apud ipsam, tu male
fecisti ut oecideres filium eius \ nihil moveret, si vera pro-
nuntiatio servaretur. V ox est enim non credentis quod tarn
male faceret Beus cum ea vidua, quae tarn pie prophetam
susceperat, eo praeeertim tempore quo ibi erat, cui protu-
fcrat ilia totum victum suum tam exiguiim in tarn magna
et summa inopia. Ita ergo dictum est, ac si diceret: O Do­
mine, testis huius viduae, cum qua, ego inhabito apud ipsam,
tune male fecisti ut occideres filium eiu s? ut subintelligatur
quod utique Dominus testis cordis illius mulieris, ubi videbat
quanta esiset pietas, un de etiam Eli am ipse ad earn miserai,
non malefaciendi causa mortificaverat filium eius, sed exhi-
bendi miraculi ad gloriam nominis sui, quo tantum prophe­
tam et tunc viventibus et poste ris commendaret: sicut dicit
Dominus, non ad mortem mortuum fuisse Lazarum, sed ut
glorificaretur Deus in Filio s u o 2.
Et ideo consequentia probant, et ipsa etiam fiducia qua
eredidit Elias, non ad hoc illud contigisse, ut acerbo luctu
hospita eius affligeretur : sed potius ad hoc factum esse,
ut Deus magnificentius ostenderet viduae qualem Dei famu-
lum suscepisset. Sequitur Scriptum et dicit: E t insufflava
puero ter, et invocava Dominum et d ixit: Domine Deus meus,
revertatur nunc anima pueri huius in eum. E t factum est s ic 3.
Haec ergo deprecatio, qua petiit Elias tam breviter et
tam fidenter ut resurgat: puer, satis indicat quo affectu
dicta sint superiora.
Et ipsa mulier ostendit ad hoc mortificatum filium suum
fuisse, ad quod Elias factum esse praesumpserat, cum ilia
verba non confirmando, sed rendendo enuntiaverat. Cum enim
vivum recepisset filium suum, ait: E cce cognovi quoniam
homo Dei es tu, et verbum Domini in ore tuo certissim um 4.
Multa sunt autem in Scripturis, quafe nisi ilio modo pro-

1 I Reg. 27, 30. i Reg. 17, ai.


1 Io. II, 4- Ib. 17, 24.
a uno, no es cosa de diferir la oración para buscar un lu­
gar de retiro, o para ponerse en pie, o estar prosternado.
Porque entonces el recogimiento de la mente crea para sí una
soledad, y muchas veces se olvida en qué lugar o postura
nos ha sorprendido tal deseo.

CUESTIÓN V
Sobre la queja de Elias al Señor con m otivo de la muerte
del hijo de la viuda.

Restituyendo a su verdadera lección, nada nos asombra­


rían las palabras de Elias cuando dice: ¡Oh Señor!, testigo
de esta viuda en cuya casa me hospedo, no habéis obrado
bien en quitarle su hijo. Eli del profeta no es un lenguaje de
reproche a Dios por la muerte del hijo de la viuda que tan
piadosa acogida le hizo, sobre todo durante el tiempo que
allí estuvo y ella puso a su disposición todos sus exiguos
víveres en tan grande y extremada miseria. Es, pues, como
si dijese al Señor: ¡Oh Señor!, testigo de esta muda que me
hospeda en su casa, ¿acaso obraste mal en quitarle su hijo?
Donde se sobrentiende que el Señor, conocedor del corazón de
aquella viuda y de su mucha piedad, a quien el Señor envió
su profeta, no le privó del hijo para afligirle con un mal,
sino para tener ocasión de un milagro, con que debía glori­
ficar su nombre' y dar a conocer a tan gran profeta entre los
contemporáneos y la posteridad. En el mismo sentido dice
también Cristo que Lázaro no murió para la muerte, sino
para que fuese glorificado Dios en su Hijo.
Por lo que sigue después y la confianza con que creyó
Elias, muestra que no ocurrió aquel suceso para afligir con
un amargo duelo a la hospitalaria mujer, sino más bien para
poner ante sus ojos con más realce la grandeza del varón
de Dios a quien había hospedado. Pues prosigue la Escritu­
ra y dice: Sopló tres veces al niño, invocando al Señor y di­
ciendo: Señor D ios mío, que vuelva, te ruego, el alma de
este niño a entrar en él. Y así fué.
Esta súplica tan breve y confiada con que pidió Elias la
resurrección del niño, indica bien con qué afecto dijo tam­
bién lo que arriba se ha dicho.
Y la misma mujer muestra que veía la muerte de su
hijo con el mismo espíritu con que Elias dijo aquellas pala­
bras con un sentido contrario a su letra. Porque después de
recibir vivo a su hijo, exclamó: Ahora conozco que eres hom­
bre de Dios y que es verdad en tu boca la palabra del Señor.
Hay muchos pasajes en la Escritura que, si no se Ínter-
nuntientur, in contrariam sententiam recidunt: aicuti est:
Quia uccusobit adversus elecùos D e ? Deus qui iu siifica t5,
si quasi confimnans respondeas, vides quanta perversitas
oriatur. Sic ergo pronuntiatum et, ac si diceretur: Deusne
qui iustificat ? ut subaudiatur : Non utique. A c per hoc aper­
tala puto esse illam Eliae sententiam, quam non servata
pronuntiatio faoiebat obscuram.

QUAESTIO VI
De spiritu mendaeii misso ad decipiendum Achab

De spiritu vero mendaeii, per quem deceptus est Achab \


hoc intelligamus, quod iam superius sat.s aperte tractatum
arbitror. Deum scilicet omnipotentem et iustum distribu-
torem poenarum praemiorumque pro m erita, non solum
bonis et sanctis ministri® uti ad opera congrua, sed etiam
malis ad opera digna: cum illi pro sua perversa cupidità te
nocere appetant, sinantur autem tantum quantum ille iu-
dicat, qui omnia in mensura et pondere et numero dispo-
n it1
2.
* Dixit autem hoc Michaeas propheta quomodo sibi
fuerit demonstratum. Occulta enim rea e t nimis secreta ita
demonstratur prophetis, sicut potest capere sensus huma-
nus, cum etiam rerum imaginibus in revelatione tanquam
verbis instruitur.
Nam quomodo Deus haec agat, ubique totus ac semper
praesens; et quomodo eius simplicem et incommutabilem
aetemamque veritatem consulant sancii Angeli, omnesque
ab eodem Deo creati sublimes et mundissimi spìritus, at-
que id quod in eo sempiterne iustum vident, pro congruen-
tia rerum inferiorum temporaliter peragant: quomodo etiam
lapsi spiritus, qui in ventate non steterunt, propter immun-
ditiam et inftrmitatem concupiscentiarum et poenarum sua-
rum, non valentes praesentem intrinsecus contueri et con-
sulere veritatem, signa fòrinsécus per creaturam exspec-
tent, eìsque moveantur sive ad faciendum aliquid, sive ad
non faciendum: quove modo cogantur aeterna lege, qua
universitas regitur, vincti atque constricti vel sinentem
Deum operiri, vel cedere iubenti ; et complecti arduum et ex-
plicare longissimum est.
Vereor autem ne ista ipsa quae sunt a me dieta, et non
satisfecerint exspectationi, et taedio fuerint gravitati tuae:
5 Rom. S, 33.
1 i Reg. 22, 20-23.
2 Sap. il , 2i-
pretan de este modo, encierran un contrasentido. Por ejem­
plo éste: ¿Quién acusará a los elegidos de D ios? E l Dios que
justifica. Si la respuesta es aquí afirmativa, contiene un per­
nicioso error. Hay que pronunciar la frase como si se dijese:
¿E s tal vez Dios que justifica?, de modo que se sobrentien­
da: No ciertamente. Creo que con esto se aclara aquella
frase de Elias, que resulta obscura por una mala pronun­
ciación.

CUESTIÓN VI

D el espíritu de m entira enviado para engañar a A cab

Apliquemos al espíritu de mentira con que fué engañado


Acab lo que, a mi parecer, quedó suficientemente declarado
arriba, conviene a saber: que Dios todopoderoso y justo, dis­
tribuidor de los castigos y galardones según los méritos, se
vale no sólo del ministerio de los espíritus santos y buenos
para realizar obras convenientes, sino también de los malos
para realizar obras dignas, cuando, movidos por su perversa
inclinación, quieren hacer algún daño y obtienen la facultad
para ello, según el juicio de aquel que todo lo dispone con
medida, peso y número. El profeta Miqueas ha indicado el
modo como le fué manifestado esto. Porque las cosas muy
ocultas y misteriosas se descubren de tal modo a los profe­
tas, que las puedan abarcar con el sentido humano, sirvién­
dose también para instrucción, como de palabras, de imáge­
nes de las cosas.
Mas es cosa ardua de comprender y muy prolija para de­
clarar cómo Dios hace estas cosas, estando en todas partes
todo entero y presente; cómo consultan su simple, inmu­
table y eterna verdad los santos ángeles y todos los su­
blimes y purísimos espíritus creados por El, y ejecutan tem­
poralmente, según conviene a las criaturas inferiores, lo que
allí ven en las leyes de la eterna justicia; cómo también hasta
los espíritus caídos, que no permanecieron fieles a la verdad,
y, no pudiendo contemplar dentro de sí ni consultar esta
verdad, a causa de su impureza y de la debilidad contraída
por sus codicias y castigo, esperan ios signos exteriores de
parte de las criaturas, determinándose por ellos a hacer o
no hacer alguna cosa; y cómo estos mismos espíritus, sujetos
y encadenados, se ven obligados, en virtud de la ley eterna
que gobierna el universo, a esperar la permisión de Dios o a
'doblegarse a sus mandamientos.
Me asalta el temor de que aun estas mismas cosas que
te he expuesto no correspondan a tus esperanzas y causen
quandoquidem cum tu ex omnibus quae interrogasti, unum
a me libellum m itti velles, ego duos libros eosdemque longis-
simos misi, et fortasse quaestionibus tuis nequáquam dili­
genter expedi teque respondí.
Quamobrem preces tuas pro erratis meis multas et as-
siduas peto fieri : sententiam vero de hoc opere tuam hrevis-
simam, sed gravissimam flagito; et dum sit verissima, se-
verissimam non recuso.
fastidio a tu gravedad, pues habiéndome pedido que, en res­
puesta a las cuestiones que me proponías, te enviase1algún
breve tratado, yo te he remitido dos libros muy extensos, que
tal vez no ofrezcan la solución exacta y clara a tus preguntas.
Por lo cual te ruego derrames muchas y asiduas oraciones
para expiar mis ¡errores, y te pido que me des en pocas pa­
labras tu parecer, tan autorizado, sobre esta obra; y con tal
que s¡ea muy conforme a la verdad, lo acataré, por muy se­
vero que sea [29].
NOTAS COMPLEMENTARIAS *

i. La ley y la gracia (I, i, 2).— Juliano reprochaba a San Agustín


el haber usado un lenguaje despectivo con respecto a la ley en favor
de la gracia : «Dejo a un lado la rabia furiosa con que embistes toda
la ley, creyendo que ella mandaba a los mortales cosas fuera de su
alcance y poder» : Taceo ínterím qua rabie in totam legem / remas,
quam creáis ea imperasse mortalibus, quorum apud eos nullam fa-
cultatem vlderet (Opus imp., III, 116 : P L 45, 1297).
Tal reproche carece de fundamento, pues el santo Doctor, al ha­
blar de la ley, lo hace en los mismos términos que emplea su maes­
tro, San Pablo.
Y a he indicado antes que la doctrina agustiniana equidista de
dos extremos : maniqueísmo y pelagianismo. Para los maniquéos,
la ley era perversa, obra de un espíritu maléfico. Contra ellos, San
Agustín defiende la bondad esencial, la santidad y utilidad de la ley
y el valor del Antiguo Testamento, como guía y preparación para el
Nuevo. L a ley no cura la enfermedad, pero la diagnostica ; no sana
la llaga, sino la hurga en cierto modo, para que su escozor nos
obligue a buscar la 'medicina.
Un lenguaje contrario e hiperbólico empleaban los pelagianos para
defender la ley, identificándola con la gracia. E n esto mostraron su
mentalidad farisaica. La ley basta para obrar el bien sin necesidad
de ningún socorro superior. Ella es socorro y fuerza y el único ba­
luarte seguro para el hombre. Contra este lenguaje, que inutilizaba
la Nueva Alianza y anulaba la redención y el misterio de la cruz,
San Agustín pregona la distinción y supremacía de la gracia de
Jesucristo. H ay que distinguir la ley y la gracia, dice el Santo. La
ley sabe mandar ; la gracia, ayudar. N i la ley mandaría si no hubiese
voluntad ni la gracia ayudaría si bastara con el mandato : Dis-
tinguenda est lex et gratia. L ex iubere novit, gratia iuvare. Nec lex
iuberet, nisi esset voluntas, nec gratia iuvaret, si sat esset voluntas
(Epist. 177, 5 : P L 33, 766).
San Agustín no rebaja ni menosprecia la ley, sino declara su im­
potencia para santificar al hombre, lo mismo que San Pablo en la
Epístola a los Romanos, donde demuestra dos cosas : la ley no hizo
mejores a los judíos, porque se contentaron con su corteza y exte­
rioridad ; ni la perfección ni el beneficio de la fe y del Evangelio
son un salario debido a las prácticas y observancias legales, sino
puro regalo de Dios, es decir, gracia.
San Agustín sigue las huellas del Doctor de los Gentiles.

* Los dos primeros números que acompañan al titulo de la nota indican el


libro y la cuestión; el tercero, los párrafos en que está dividido el texto.
2. La prohibición, estimulante del deseo (I, i , 5).— Es vulgar ob­
servación de psicología cómo la prohibición de una cosa aviva y en­
ciende la curiosidad y deseo de lo vedado. E l fruto prohibido tiene
un sabor agridulce que embelesa y seduce.
San Agustín apunta este hecho psicológico en las caídas humanas.
Ya en la primera tentación, a que cedió Eva, interviene este factor :
Suasio delectationis ad peccandum vehementior est, cum adest pro-
hibitio (De div. quaesl. 83, q. 66, 5 : P L 40, 63).
Con la prohibición se acrecienta el deseo, cuando falta la gracia
liberatriz : Augetur enim prohibitione concupiscentia, quando deest
gratia liberantis ( Quorum d. Propos. ex Ep. ad Romanos, X X X V I I :
P L 35, 2070).
E n este sentido se dice que la ley era un estímulo para el pecado.
3. Carnales y espirituales (I, 1, 7).— L a espiritualización es obra
de una fuerza divina que transforma al hombre carnal. Según indica
San Agustín en este lugar, dicha renovación exige tres cosas : el per­
dón de los pecados (gratia donante peocata), la iluminación progre­
siva del espíritu (lumine vcgetátus) y el cambio afectivo que obra el
amor (infundente spiritum caritatis).
Ningún otro esplritualismo— hinduísmo, islamismo, teosofismo, et­
cétera— puede ostentar el auténtico sello de la verdad. Por mucho que
se hable de espíritu, en el fondo brama la carne, es decir, el hom­
bre viejo, impotente para renovarse y orgulloso de su fuerza propia,
si no se renueva en Cristo.
E l ideal de la vida espiritual católica alcanza su ápice en lo que
llama San Agustín iucunda iustitia, el amor gustoso de la justicia.
Cuanto más suave y agradable es la ley de la justicia, tanto más
espiritual se hace el hombre. Pero adviértase que él no admite para
la existencia actual de los cristianos un espiritualisrao perfecto, que
se reserva para la gloria y el gozo de la resurrección. La carne tes­
tifica su presencia en este mundo aun en los espíritus más perfec­
tos, como son los santos.
4. Ego autem carnalis suni (I, 1, 7).— A propósito de esta exége-
sis dice el Santo en su polémica contra Juliano : Non enim. mihi vi-
debatur Apostolus et de se ipso dicere potuisse: Ego autem carnalis
sum, cum csset spirltualis; et quod captivus duceretur sub lege pec-
cati, que in m em brís erat eius. Ego enim putabam dici ista non
posse nisi de iis quos ita haberet carnis concupiscentia subiugatos,
ut facerent quidquid illa compelleret, quod de Apostolo démentis est
credere : cum etiam innumerabüis multitudo sanctorum, ne concu-
piscentias carnis perficeret, contra carnem spiritu concupíscat.
Sed postea m eliorlbus et int'elligentioribus cessi, vel potius ipsi,
quod fatendum est, veritati, ut vidèrent in illis apostolicis vocibus
gem itum esse sanctorum contra carnis concupiscentías dimicantium
(Contra lid ian ., V I, 33, 70: P L 44, 865-866).
Estos comentaristas a quienes alude fueron San Hilario, San Gre­
gorio Nacianceuo, San Ambrosio et caeteri Ecclesiae sancti notiquc
Doctores (ib. ib.).
5. La tiranía del pecado (I, 1, 10).— Señala aquí San Agustín los
dos factores que fortalecen el reino del pecado : la naturaleza y la
costumbre ; es decir, el origen carnal de los hombres, que nacen
contagiados e inclinados al mal, y la repetición de los actos o moles
consuetudinis.
L a costumbre suele convertirse en necesidad : Si constietudini non
resistitur, jacta est ncccssitas, dice el gran psicólogo (Conf., VII).
N o se convierte propiamente en naturaleza : Vitium est, non na­
tura; es vicio, no naturaleza (De nat. et gratia, 54 : P L 44, 278). Los
maniqueos sostenían que el mal es naturaleza en nosotros.
Non enim haec quasi natura est, sicut insaniunt manichaei; lan­
guor noster est, vitium nostrum est. No es naturaleza, sino en­
fermedad, vicio (Serm. 151, 3 : P L 38, 1816).
E l vicio no destruye la naturaleza, pero sí teje la urdimbre de
muchas inclinaciones, que se rebelan contra el señorío de la volun­
tad libre.
6. La concupiscencia no es pecado en los regenerados (I, r, 13).—
La concupiscencia en los bautizados no es pecado formal, si bien en
el lenguaje paulino y agustiniano recibe el nombre de tal por me­
tonimia, porque procede del pecado e inclina a los hombres a come­
terlo : Nam ipsa quidem concupiscentia iam non est peccatum in
regeneratis, quando illi ad illicita opera non consentilar, atque ut
ea perpetret a regina mente membra non dantur... Sed modo quodam
loquendi peccatum vocatur, quod et pcccato jacta est, et peccatum
si vicerit, facit (De nuptiis et concupisc., I, 23, 25 : P L 44, 428).
E l concilio de Trento declara y resume así esta doctrina, desfigu­
rada por los protestantes : Llano concupiscentiam quam aliquando
Apostolus (Rom. ó, 12 sqq.) peccatum apellat, Sancta Synodus de­
clara t, Ecclesiam catholicam uunquam intellexisse peccatum appela-
ri, quod vere et propríe in renatis peccatum sit, sed quia ex peccato
est et ad peccatum inclinat (Denz. 792).
Como se ve, el concilio tiene presentes las palabras agustinianas
que hemos mencionado anteriormente.
7. Video aliam legem (I, 1, 13).:— Probablemente el Apóstol no
habla aquí de sí mismo, sino del hombre acezante bajo la pesadum­
bre de la ley sin la gracia de Cristo, que da el gusto y la victoria
sobre las pasiones. Mas tampoco repugna que hable en nombre pro­
pio, como lo interpretó San Agustín más tarde.
En este aspecto, las palabras captivantem me se refieren a los
movimientos indeliberados de la concupiscencia, de que no se hallan
libres ni los santos. Iba insurrección de la carne es una pena o cas­
tigo del hombre que «lleva en derredor de sí el andrajo de su morta­
lidad, que lleva sobre sí el estigma de su pecado y aun el testimonio
de que Dios resiste a los soberbios ( C o n f ., I, 1).
Según otra interpretación, las palabras del Apóstol significarían
lo siguiente : Veo en mis miembros una tendencia contraria al es­
píritu y que se empeña en hacerme esclavo del pecado por el con­
sentimiento a las seducciones carnales, de suerte que sin la gracia
de Dios sucumbiría en ella.
San Pablo, según esta interpretación, se contaría entre los que
llama el santo Doctor bellatores virtutmn debellatoresque vitiorum
(De cont., III, 7 : P L 40, 353).
8. El contexto general de ¡la Epístola a los Romanos (I, 2, 2).—
Se ha reprochado a San Agustín el descuido del contexto al inter­
pretar los libros santos, ateniéndose demasiado a la letra del texto.
He aquí un comentario exegético en que no pierde de vista el
argumento general : Primo intentionem Apostoli, quae per totam
epistolani viget, tenebo quam consulam ; Lo primero tendré presen­
te, como blanco de mira, la intención del Apóstol, que resplandece
en toda la carta... T ota ipsa co n tcx tlo d issera tu r.- Examinemos todo
el contexto. San Agustín estudia a la vez el texto, el contexto y el
argumento general, para analizar los fragmentos dilucidados aquí
a ruegos de Simpliciano.
«Exegeta mediocre, cuando se trata de detalles, San Agustín sigue
siendo el Padre que mejor ha comprendido a San Pablo, y toda­
vía hoy nosotros tenemos menos motivos para contradecirle que
para profundizar en sus concepciones geniales y completarlas», dice
H. Rondet (G ratia Christi. E ssa i d ’ h istoire du d o g m e e t d e th éolo-
g ie d ogm atiqu e, p. 71, n. 1, París 1948).
9. L o s ca tecú m en os en la Ig lesia (I, 2, 2).—rSan Agustín consi­
dera la situación de los catecúmenos como la de una fe incoada o
incipiente antes de incorporarse a la Iglesia por el bautismo.
Es como una concepción amorosa,, en la que la Madre de todos
los creyentes los introduce en su seno, catequizándolos, exorcizándo­
los y probándolos : catcchizantur, exorcizan-tur, scn U an tu r (D e fide
et operibu s, VI, 8 : P E 40, 202).
Diversas acciones y ritos constituían una especie de ca tech um cni
sacram entm n (D e baptism o con t. d on ., IV , 21, 28 : P L 43, 172). Ce­
remonias que ahora se hacen en el acto del bautismo, como la exuda­
ción, la imposición de la cruz y de las manos sobre la cabeza, la in­
troducción en la boca de un poco de sal, la traditio sym b oli, formaban
antiguamente parte de la iniciación en el catecnmenado.
Sobre todo, la unción solemne de la cruz en la frente era el signo
de la pertenencia a una gran familia : E t quod sign u m crucis habcn t
in fro n te catech um cni, iam de dom o m agn a sunt ( In lo a n .,'tr. 11, 4 :
PL 35, 1476).
Esta era como el ingreso en el seno materno de la Iglesia : P er
sign u m crucis in ú tero m atris con cep ti cstis, dice el autor de un ser­
món atribuido a San Agustín (D e sym b. ad cat., I, 1 : P L 40, 637).
Y en otra parte dice el Santo: E t sim ul ut etiam catech um eni,
quos iam nonn ullo sacram ento m a ter ¡concepit E cclesia (M iscel.
A g o stin . I, S erm on es Sancli A u gu stin i, Mai, 94, 334).
10. E x uno con cubitu habens (I, 2, 3).— La lectura de este pasaje
en San Agustín y en la actual Vulgata parece ser defectuosa. Debe
leerse : E x u no con cubitu m habens. (Cf. L agrange , E p itre a u x R o-
nm lns, p. 230.)
La variante, tal como se lee en la Vulgata, ayuda a San Agustín
para sutilizar su razonamiento y excluir a la vez la diversidad de
méritos en los padres que engendraron a los dos gemelos. Mas la
gratuidad del privilegio otorgado a Jacob resplandece aun con la
lección moderna.
11. E l ejem p lo de Esaú y de Jacob (I, 2, 3).— Según los comen­
tadores modernos, el contexto de los pasajes analizados por San
Agustín considera a los gemelos de Rebeca como cabezas de dos pue­
blos y no como individuos. Para el Doctor de la Gracia, en cambio,
encarnan dos tipos de humanidad : los elegidos y los reprobados.
Mas si se repara en que el mayorazgo traspasado a Jacob se re­
laciona con los privilegios mesiánicos de su descendencia, negados
a la de Esaú, resulta muy razonable la acomodación de aquellos dos
tipos a los dos grandes grupos en que también se dividirán los ciuda­
danos del futuro reino de la ciudad de Dios,
De tolos modos, los pasajes del Apóstol dan fundamento para es­
tablecer la era tu idad de los dones de Dios, lo mismo en el Antieuo
que en el Nnevo Testamento, que es la .materia que San Agustín
asume y desarrolla.
12. Improbatio, reprobatio (I, 2, 4).— Nótese que San Agtistín
emplea las palabras improbatio. impróbalas, en vez de reprobatio, si
bien ésta ha pasado a la teoloeía católica, insinuando bien que el
acto de la justicia divina dejando a JEsaú y levantando a Jacob es
negativo y no oositivo. Esaú pertenecía a la rnassa damnata, y con
justicia nudo Dios no separarle de ella, ora por el pecado original,
ora por los pecados actua'es, o por ambos a la vez. Este dejarle en la
masa, por razones secretísimas para nosotros, es la imfrrobatio. No
hav aquí in-usticia de parte de Dios, sino misterio, que se nos va
de vista. Así como la elección de Jacob no fue debida a la previsión
de sus méritos ; de este modo se llega al axioma teológico : Ante
omne meritum est gratia.
11. La libertad de la pe (I, 2, 5).— Nec credit aliquis nisi libera
volúntate. En el acto de la fe, según San Agustín, no sólo hay una
adhesión a la verdad divina, sino también una cooperación libre de
parte de la voluntad. Credere non potest nisi volens. No se puede
imponer violentamente la fe a uno. Por lo que ella tiene de asenti­
miento ,0 adhesión a la verdad revelada, es intelectual, y por lo que
tiene de libre, voluntaria. La libertad es una de sus condiciones
esenciales. Aun cuando Dios prepare también la voluntad para creer,
no la fuerza, porque con la violencia perdería su nobleza de homenaje
y su valor de acto religioso por excelencia.
14. Distancia entre los elegidos y no elegidos (I, 2, 6 ).—Non ta-
men electio praecedit iustificationem, sed electionem iustificatio.
Nemo enim eligitur nisi iaim distans ab illo qui re licitar.
Para interpretar estos pasajes relativos a la elección y justifica­
ción conviene distinguir el orden intencional de Dios y el ejecutivo.
Ambos aparecen mezclados a veces en San Agustín. Hablando de los
apósto’ es, dice : Elegit eos de mundo, cum hic ageret carnem, sed
iam electos In se ipso ante mundi constitutionem (De praed. sancto-
rum , X V II, 34 : PL 44, Q85).
Hay una elección de los apóstoles anterior al mundo, y otra veri­
ficada en los tiempos históricos de la predicación del Evangelio.
La primera es eterna, y en virtud de ella conoce Dios ab aeterno a
sus elegidos, su vocación a la fe. su estado de gracia, sus méritos
para la vida eterna, su perseverancia final. En este sentido interpreta
las palabras del Apóstol : Vnde quod dictum. est quia elegit nos ante
mundi conslltulionem, non video quomodo sit dictum nisi in prae-
scientia (De quaest. ad Simplic., I, 2, 6).
■ Así la elección pertenece a la predestinación divina : Elegit ergo
praedestinans nos (De praed. sanct.. X V III, 35 : P L 44, 986).
Según otra manera de hablar del Santo, la elección pertenece
también al tiempo, cuando Dios realiza o cumple sus planes : Electi
sunt de mundo ea vocatione qua Deus id quod praedestinavít, im-
plevit (ib. ib.).
Las palabras que aquí emplea : Non tamen electio praecedit iusti-
ficatlonem, sed electionem iustificatio, deben entenderse de la elec­
ción tem poraleara la gloria. «Así se termina la serie de actos que
deben llevar a'l hombre a la gloria. Según el propósito de la predes­
tinación, Dios llama al hombre y forma su buena voluntad ; le da la
gracia de la fe y de la justificación, coopera con él para el cumpli­
miento de las buenas obras y, finalmente, le elige para hacerle
bienaventurado en el cielo» (T. S algueiro , o. c., p. 151-2).
Con lo cual se aclaran las palabras siguientes : N e m o eH g itu r n is i
ia m d is ta n s ab i l lo q u i r e iic it u r . La distancia de que aquí habla es
la dignidad de los elegidos y la indignidad de los excluidos del pre­
mio eterno.
N u ilu m e l i g il d ign um -, s e d e lig e n d o e f f i c i t d ig n u m ; n u i lu m tarn en
p u n it in d ig n u m ,, dice el Santo ( C o n tr a lu li a n u m P e í . , V , 3, 13 :
P L 44, 791).
E n la masa común de que somos formados, todos los hombres son
de la misma condición; mas después que la gracia divina ha operado
la discreción de unos y otros, formando a los hijos de Dios y em­
belleciéndolos con la imagen de Cristo, surge la excelencia, y supe­
rioridad de éstos con respecto a los condenados. Y , según esta di­
ferencia, elige para la gloria a los unos y separa de sí a los otros
para siempre. Sobre este pasaje véase a S. B e l a r m in o , D e g r a tia
c t lib e r o a r b itr io , II, 15, disp. 4 : «Opera omnia», vol. IV , 324, jNea-
poli 1858).
15. N o n v o le n t is , ñ e q u e c u r r e n tis ... (I, 2, 9).— Corrige aquí San
Agustín la exégesis de este texto en su época semipelagiana. En el
proceso de la salvación, que es un viaje, había distinguido dos cosas,
que insinúa el famoso texto de Moisés, recordado por San Pablo : la
voluntad y la carrera : v a lle , c u r r e r e . Y había creído antes que el
socorro divino es necesario para c o rr e r , es decir, para obrar el bien,
pero no para querer, porque el deseo de recibir y pedir el don de Es­
píritu Santo, que es anterior a la justificación, depende únicamente
del llamamiento o vocación externa, es decir, de la predicación del.
Evangelio ( E x p o s i t . q u a r u tn d . p r o p o s . E p i s t . a d R o m ., L X - X L I I :
PL 35, 2079-2080).
Con sus propias fuerzas puede el hombre querer salvarse, y con
la misericordia divina, obrar el bien para lograrlo.
E l dominio de la misericordia divina queda limitado con esta in­
terpretación sólo a la carrera, pero no al principio de la carrera, que
es obra del libre albedrío.
Corrigiendo esta opinión, San Agustín restituye aquí a la sobe­
ranía divina la plenitud de sus derechos. Lo mismo en el c u r s u s que
en el v e lle influye la gracia, preparando la voluntad de creer y el
principio de la fe. E l mismo deseo de la curación espiritual es regalo
de la misericordia infinita.
Así quedaba cerrado el camino para el error del semipelagianismo.
16. U n p a s a je o b s c u r o (I, 2, 10).—A l i t e r D e u s p r a e s ta t u t v e li-
m u s , a lite r p r a e s ta t q u o d v o lu e r im u s .
Este pasaje es bastante obscuro. Suárez dice a propósito de él :
Q u id a u te m s ib i v e l i t A u g u s t i n u s , c u m a it s o lu m D e u m p r a e sta r e
q u o d v o lu e r im u s , o b s c u r u m e s t ; n a m s i ip s u m v e lle c u m e x e r c e t u r ,
n o n e s t i n n o b is s in e n o b is , ñ e q u e e tia m q u o d vomenmus p o t e s t a
D e o s o lo p r a e s ta r i n o b is : v e l s i h o c s o li D e o tr ib u itu r r a tio n e v o ca -
t io n is , c u r A u g u s tin u s a lite r D e u m , a i t , p r a e s ta r e u t v e lim u s , e t a li­
t e r q u o d v o lu e r im u s ?
S e d h a e c d u b ita tio p r o c e d it e x f a ls a in te r p r e ta tio n e i lli u s v e r b i
z q u o d v o lu e r im u s »; a c s i i llu d q u o d e s s e t a d v e r b iu m id e m q u e e s s e t
d ictu m quod volu erim u s ac si d iceretu r nt voluerim u s, contra quem
sen su m p ro ced it r a tio : est o u lem illud quod rela tiv u m ; et cst sen-
s u s : Quatmiis n o s v o ca ti a D e o , v elim u s cooperan d o gratiae ipsius,
tam en id quod volum us ( e x p re ss e v e l v irtu te ) solus D eu s praestat
u t v . g . v o ca t ad con trition en i e t con sen tit h om o, D eo q u e coop era n te
con teritu r, e t p e r eam con trition em vu lt con scq u i rem ission em p ec-
cati quam solus D eu s p raestat. S im iliter qu oticscum qu e h om o con sen ­
tit v oca tion i D el, v u lt con seq u i u ltim am salu tem ac beatitudlnem , ad
quam o rd in a tu r: h o c erg o est id quod hom o v o lu it, cooperan do gra­
tiae D el, id e st, sem p er béate v iv e r e , u t sla tim A u gu stin u s exp rim it
(opuse, i, D e auxiliis divinae g ra tia e, 1. 3, c. 5, 7).
E l teólogo portugués M ascarenhas ve en el pasaje citado la gracia
excitante y la adyuvante : Item gratia excita n s datur u t velim us,
adiuvans cum volu m u s, u t ait A u gu stin u s (D e gratia et lib. arb.,
X V II). A lite r praestat u t velim u s, a liter quod volu erim u s (D e a u xi­
liis divinae gra tia e ad actu s supern atu rales, fol. 31). E n otro pasaje
lo entiende por la gracia suficiente y eficaz : S aepe sic loquitur
A ugustinu s. N am libro p rim o ad Sim plicianwm , q . 2, aliter, in qu it,
D eu s p raestat u t velim u s, a liter p raestat quod volu erim u s. Quibus
v erb is indicat d iscrim en ín ter gratiam su fficien tem e t effica cem , quod
p er illam tan tu m habeam us p osse v ello , p e r Jume n on solu m p o s se ,
sed etiam vello (ib. fol.).
Pero en este caso, si la expresión quod voluerim u s significa la
gracia eficaz, no se comprende por qué se atribuye exclusivam ente el
v elle a Dios, porque es doctrina del Santo que cu m volum us e t sic
volum us ut faciam u s, n ob iscu m cooperatu r. T am en sin e illo v e l o p e ­
rante ut v elim u s, v e l coop era n te cum volu m u s, ad bona pieta tis opera
nihíl valem tis (D e gratia e t lib. arb., X V I I , 33 : P I, 44, 901).
17. V ocación in eficaz (I, 2, 13).— V oca tio... qua m o v e ri n on pos-
sen t. D istingue el Santo dos vocaciones : una secundim t p rop ositu m ,
secun d um consilium volun tatis d ivinae, y está fundada en la volnn-
tad absoluta y eficaz de salvar a los que llam a. Tam bién se llam a vo ­
cación conveniente o congrua, porque a ella corresponden los lla ­
mados.
M as h a y otra vocación con que no se logra m over a los hom ­
bres ; es ineficaz y desligada del consentim iento de la criatura a la
voluntad del Creador.
A sí como la v oca tio secun d um p rop ositu m es e fe c tr ix bonae v o ­
luntatis, produce el deseo de corresponder al llam am iento, en la se­
gunda no se sigue tal efecto, sin duda por los obstáculos que ponen
las voluntades humanas.
E sto parece indicar el Santo con las palabras : N o n con gru eban t
ñ eq ue contem perab an tu r voca tion i. E l socorro divino se v e contras­
tado frecuentem ente por la terquedad de los malos. Una fuerza bas­
tante para m over a un hom bre o una m asa puede ser contrastada por
una acción contraria o una resistencia con que se anule lo que se
pretende. Pues la vocación divina encuentra topes y resistencias en el
libre albedrío, tiranizado por las pasiones. D e muchos se puede decir
lo que afirm a el E van gelio de los judíos : que no podían creer. «Mas
si s e me pregunta por qué no podían, respondo al p u n to : porque no
q u e ría n ; pues Dios previo su mala voluntad y por medio de su pro­
feta la anunció de antem ano el que conoce todo lo futuro» ( I n loa n .,
tr. 53, 6 : P L 35, 1777). E l que cierra los ojos del cuerpo no puede
ver ; el que voluntariam ente cierra los ojos del alm a, tampoco pue­
de ver.
Y así dice e l Santo, en térm inos generales, que equivalen a una
ley psicológica: Todos cuantos sienten tan soberoiamente de sí m is­
mos que creen en la suficiencia de las fuerzas de la propia voluntad,
negando la necesidad del auxilio divino para viv ir bien, no pueden
creer en Cristo : E c c e d ico et e g o , quod qui tam su p erb e sapiun t, u t
suae volun tatis viribus tan tu m ex istim e n t esse tribuendum , u t n eg en t
sibi esse n ecessa riu m d ivin u m adiutorium ad b en e viv en d u m , n on
possu n t cred ere in C hristum (I n lo a n ., tr. 53, 10 : P L 35, 1778).
T a l era la situación de los judíos y de todos sus im itadores.
P or esto, continúa el Santo, no podían creer ellos, no porque los
hombres no pueden cam biarse en m ejores, sino porque sem ejante
manera de sentir era incom patible con la fe : H iñ e e t illi n o n p o te -
rant c r e d e r e : n on quia m utari in m elius h om in es n on p o s su n t; sed
quam diu taita sapiunt, n on p ossu n t cred ere (ib. ib.).
- 18. L a dureza de Faraón (I, 2, 15).— E l endurecim iento por par­
te de D ios se reduce a una perm isión, a un no querer compadecerse.
No es el sol el que con su acción congela el agua, sino el apar­
tam iento de su calor. D e suyo el espíritu humano, apartado de la
luz y calor de Dios, se entenebrece y congela. E l endurecimiento
se llam a congelación espiritual, siendo su tipo en la Sagrada E s­
critura el fa r a ó n , que se resistió al llam am iento divino en favor
de los israelitas. L a causa positiva y verdadera del endurecimiento
está en la libertad, que Se aleja de D ios. «No se debe anular el
uso del libre albedrío, porque dice la E scritura en varios lugares :
Yo en d u recí al Faraón, 0 y o en d u receré el corazón de Faraóti
(Ex. 4, 21 ; 10, 1). Pues no por eso el mismo Faraón dejó de endu­
recer su corazón : N on enim p rop terea ip se Pharao n on induravit
cor suum.
Atendiendo a este hecho, se lee igualm ente en la E scritura, des­
pués que se alejó la plaga de los mosquitos : E n d u reció Faraón su
corazón y no quiso libertar al p u eb lo. A sí, pues, endureció Dios
por justo juicio , y el mismo F araón se endureció por su libre arbi­
trio (D e gratia et lib. a rb., X X I I I , 45 : P L 44, 911).
Nótese la diferencia entre esta doctrina y la de los reformado­
res, como Calvino, quienes adm itían una acción más positiva en
el castigo del tirano egipcio : A n induravit n on em o llien d o ? Id
quidem v eru m e s t : sed plus aliquid fe c it quod obstin a tion e pectus
eius obfirm an d um Satanae tradidit (In stit., II, c. 4, § 4).
Para San A gustín, el endurecim iento por parte de Dios es no
querer compadecerse. N e c obdurat D eu s, im p ertien d o m alitiam , sed
n on im p ertien d o m isericord iam (E p is t. 194, 14 : P L 33, 879).
Abusando de su paciencia, los malos se empeoran gradualm ente,
y gastan para su perdición el tiem po que se les da para la en­
m ienda de sit vida : Om nia mala corda hom inum , paticntia D ei
m a le u ten d o d u rescun t (Q u a estion . in H e p ta t . , II, 37 : P L 34, 607).
Por la obstinación e ingratitud con que han correspondido a sus
favores, no les concede el Señor otros dones con que se mejorarían;
mas tampoco contribuye a su perversión (A d S im p l., II, 15).
S in embargo, no hay corazón duro que en este mundo no pue­
da ser ablandado por la m isericordia de D ios, ni pecador que no
sea capaz de salvación : Q uoniam de qu ocum qu e p essim o in hac
vita con stitu to n on est u tiq ue desperandum , n ec p ro illo im pru -
d en ter oratur, de quo n on d esperatu r (i R etra ct,, X IX , 7 : PL
32, 616).
Ninguno pierde en esta vida la capacidad del arrepentimiento
y la salvación por la gracia de Dios.
19. L u tu m in m am i figu li (I, 2, 17).— La famosa analogía del
ceramista, utilizada por San Pablo, tiene este sentido, según explica
Cornelio Alápidé : «Para explicar la mente genuina del Apóstol,
aíirmo que Dios solamente es comparado al altarero, porque así
como éste puede hacer de la misma masa un vaso honroso y un
vaso vil, así Dios, de la misma masa de hombres, de quien quie­
re se compadece y al que quiere lo deja endurecerse. Los que
son objeto de su misericordia, esto es, los que libra del pecado
y justicia, como a los fieles cristianos, los hace vasos dé honor ;
a los que permite se endurezcan, como a Paraón y a los judíos
incrédulos, a ésos los hace vasos de contum elia; pero Dios, así
como positiva y directamente se compadece, así positiva y directa­
mente forma los vasos de gloria ; y como endurece sólo permisiva
e indirectamente, así sólo permisiva e .indirectamente hace yasos
de ignominia» ( Com m entaria in huno locu m ).
Mas evítese siempre el considerar al hombre en las manos del
Creador como una masa inerte y pasiva, que nada pone de sí. Por­
que es verdad que el Omnipotente discierne o separa de la masa
culpable a los hijos de su elección, mediante la gracia santificante,
por la que tanto difiere un pecador de un justo, un nel de un
infiel. Pues si esta discreción o separación se considera in actu
secu n d o, es decir, en,cuanto libre y meritoriamente asiente y con­
siente la criatura a la vocación de Dios,' entonces es también oora
de ésta, aunque la parte principal debe darse siempre a Dios, que
da el auxilio o fuerza necesaria, relacionada con todo movimiento
de conversión, lite n on essct op era lor, si tu n on esses coop era tor,
suele decir San Agustín. El no sería el operador si tú fueras coope­
rador.
Dígase lo mismo, y aun más, tratándose de la formación de los
vasos de ignominia, en que Dios se mantiene- permisivamente, de
suerte que el pecador es quien voluntariamente escoge el vivir en
estado de culpa, a la cual sigue como consecuencia la condenación
o separación eterna de Dios.
20. Pasa irae, vasa m iscricordiae (I, 2, 17).—Según los jansenis­
tas, las expresiones vasa irae, vasa m iscricord iae significan a los
reprobos y predestinados. He aquí un pasaje en que el Santo en­
tiende por vasa in h on orem a toaos los corintios barnizados por San
Pablo, aunque los llama párvulos, carnales, la cta n tes; por el sacra­
mento de la regeneración se convierten los hombres en vasos ho­
noríficos.
Sin embargo de esto, ¿creía el Santo que todos los bautizados
de aquella comunidad estaban predestinados a la gloria?
L a regeneración bautismal hace a los hombres vasos de honor,
como el nacimiento carnal los hace vasos de ignominia : H u n t ñas-
cendo vasa ir a e; jiu n t rinascendo vasa m isericord iae (E p ist. 190, 3,
9 : P L 33, 860).
Si los vasos de .ira son los reprobos en este lugar, luego cuantos
nacen de la masa de Adán se condenan ; y al contrario, si los va­
sos de misericordia significan a los elegidos, todos los bautizados
sa salvan. (Cf. J. B. F aure , E nchiridion de fid e, spe et caritate,
p. 120.)
21. E l pecado Y la pena del pecado (I, 2, 18).— Se ha hecho clá­
sica esta comparación del juez que aborrece el hurto y lo castiga,
para explicar la conducta divina en la condena de los pecadores,
en la cual deben distinguirse dos cosas : la culna, es decir, la inordi-
natio et perversita s, el desorden y la perversidad, a que se ha adhe­
rido voluntariamente el hombre, y el opus ordinationis suae, o la
pena debida.
Dios aborrece todo pecado, como el juez recto el homicidio o el
hurto que debe ñizgar, y no quiere la condenación del pecador ; pero,
una vez cometido el crimen, lo mismo los jueces humanos que el
divino, determinan e imponen la pena justa.
En este sentido deben entenderse las palabras de San Agustín
cuando dice oue Dios lacit vasa in contu m eliam . En todo condenado
hav elementos positivos y buenos, aneios a su naturaleza, oue son
obra del Creador : hay también elementos de p-ivación, es decir, la
impiedad y la malicia, por los cuales es sometido a una pena deter­
minada y querida Por El. Los oios. lo mismo en el cuerpo que en el
esoú-itu, son obra del Creador ; pero la privación culpable de la vista
de Dios o la renuncia culpable a su visión eterna, posponiéndole al
goce de las criaturas (desorden, perversidad, pecado mortal), es obra
del libre albedrío ; y la privación eterna de la vista de Dios, mere­
cida por el apartamiento voluntario del mismo, es pena determinada
por la justicia infinita.
22. E sen cia del pecado (I, 2, 18).— También se ha hecho clásica
entre los teólogos y escritores espirituales la definición que da aquí
San Agustín del pecado : A praestan tiore C on d ítore aversio et ad
condita in feriora con versio. Suele repetirse también en esta forma :
A v ersio a D eo et con versio ad creaturas.
Entraña dos elementos constitutivos : el formal y material. Lo
formal del pecado es la separación o abandono de Dios, para gozar,
contra su vo’ untad, de las criaturas. La conversión particularmente
se dirige a dos términos : el goce del propio espíritu y de su inde­
pendencia y el de los bienes corporales. Así, las dos formas peculiares
en que se cifra todo pecado son el orgullo y la sensualidad.
Por eso se comprende cómo Dios no puede ser autor del pecado
ni influir positivamente en él. Metafísicamente repugna que Dios
impulse a nadie a pecar, es decir, a separarse y apartarse de El,
posoom'éedole a las criaturas. Un Dios que tal hiciere sería .una
contradictio in term inls.
Cuando San Agustín insiste tanto en eliminar de Dios toda induc­
ción positiva al pecado, lo hace para defender el sacro tesoro del
concepto purísimo del Ser divino, que había conquistado a costa de
tanta fatiga contra las concepciones religiosas del maniqueísmo. Con
un Dios impulsor del pecado se vuelve al dualismo de Manes, a la
admisión de un principio malo, que causa en nosotros todo el mal,
según había creído en la época de sus errores.
23. h a « massa danmatai, (I, 2, 19).—Para el desarrollo del pen­
samiento de San Agustín en este libro se ha dado una extraordina­
ria importancia al influio de un autor desconocido, a quien se le
designa ahora con el nombre de A m brosia ster. Particularmente, el
modernista italiano E . Buonaiutti ha sostenido esta opinión: «Agus-
tín, después de una atenta lectura del Ambrosiaster, aprendió esta
teoría : toda la humanidad está como conglutinada en Adán y con­
denada en él.» (Cf. La genesi delia dottrina agostiniana intorno al
peccato ^originale y Sant’ Agostino. Profilo. Roma.)
Con semejante lectura, entre los años 396-7 el pensamiento agus-
tin'iano sufrió una radical variación en lo que atañe a la potenzia­
lità etica dell’ umana natura. Esta opinión es insostenible, porque
San Agustín desde el principio de su conversión tuvo ya ideas ca­
tólicas acerca del pecado original y su universalidad.
A Juliano, que le tildaba de innovador, le respondió el Santo :
«Afirmas que yo he mantenido opiniones diversas y que mi pen­
samiento al principio de mi conversión coincidía con el tuyo. Pero
engañas o estás en un engaño, ora calumniando lo que digo ahora,
ora no entendiendo o más bien descuidando de leer lo que entonces
escribí. Porque yo—desde el principio de mi conversión— siempre
mantuve y mantengo que por un solo hombre entró el pecado en
este mundo y por el pecado la muerte, y que así pasó a todos los
hombres, pues todos en él pecaron.
Todavía están los libros. que escribí a raíz de mi conversión y
siendo aún laico y no muy versado, como después, en el estudio
de las Sagradas Letras, y así lo. manifesté donde lo pedía la ocasión
de la disputa» (Cont. lid ., V I, 12, 39 : P L 44, 843).
«En realidad, según contestó ’entonces a Buonaiutti el P. Casa-
massa, en los puntos esenciales relativos al pecado original nunca
cambió el pensamiento de San Agustín. Sólo alguna leve modifica­
ción experimentó sobre cuestiones accidentales, relacionadas con el
pecado original. Y aun suponiendo que hubiera tenido un cambio
substancial sobre el pecado de origen, y precisamente en el año 396-
397, no se debería él a la lectura de los tractatores, que debe si­
tuarse más tarde, o sea mucho después del año 397. Y mucho me­
nos se debería atribuir aquel cambio al comentario paulino del
Ambrosiaster, quien profesa sobre el pecado original doctrinas con­
trarias a la agustiniana» ( I l pensiero di Sant’A gostino n el .396-397,
Roma 1917)'.
Aun la misma fórmula, cara al Santo, massa damnala, tiene orí­
genes bíblicos.
La formación de los hombres de una misma masa y la caída y
condenación de los dos primeros padres, de quienes carnalmente
procede el género humano, son premisas suficientes para la fórmula
agustiniana. L a larga cita que hace aquí del Eclesiástico y la doc­
trina ,del Apóstol, quien se sirve de la palabra massa y conspcrsio,
al tratar de cuestiones de antropología sobrenatural, bastan para
acuñar la expresión usada por el Doctor de la Gracia y del pecado
original.
24. La oposición o contraste en las obras de D ios (I, 2, 20).—
San Agustín repite aquí, apoyado en fa divina escritura, la doctrina
de la oposición y contraste que se ve en las obras de Dios relativas

1Terciaron en la misma polémica contra Buonaiutti Mons. i\ Borgoncini


Duca, con su libro II profilo di Sant’Agostino e la genesi della dottrina agosti­
niana intorno al Peccato originale (Roma iqiqì, y el P. N. Concetti, O. S. A.,
Sant’Agostino, Riposta al Prof, E. Buonaiutti. Esame della genesi della dottrina
agostiniana intorno al peccato originale di E. Buonaiutti (Fermo 1922).
a la salvación : ut e x detcriorurn com paratione em ineant proficiflflb
que m eliora.
Y a en los primeros escritos, al examinar el problema del orden
del universo, ponderaba esta ley de las oposiciones y contrastes.
Como en nn discurso las antítesis sirven de ornato y golosina al
gusto, así la hermosura del universo luce mejor con el contraste de
lo deforme. El esplendor del- día crece con la comparación de la
noche, y el color blanco se hace más vivo junto al negro : D ix i
p u lch ritu d in em diei n octis com paratione d eco ra n .e t colorem candi-
dwm n igri v icin ita te g rq tiorem (E p ist. 29, 11 : P L 33, 120).
La antigua especulación filosófica había llegado a estas conclu­
siones para explicar la belleza del conjunto de la creación y de la
existencia del mal.
25. V alor d el libre albedrío (I, 2, 21).— San Agustín enuncia
aquí los dos aspectos del libre albedrío : su potencia y su impoten­
cia. El gran valor del libre albedrío está en su capacidad de coope­
ración con la gracia para hacer obras dignas de vida eterna. He
aquí una diferencia radical entre San Agustín y los protestantes,
para quienes la criatura estragada no puede colaborar con su
Criador.
La impotencia del libre albedrío en su estado actual le viene de
hallarse vendido al pecado, venundatus sub p ecca to, es decir, des­
pojado de las prerrogativas sobrenaturales con que la dotó el Señor
y perdió con la culpa, haciéndose esclavo del mal e impotente para
toda obra sobrenatural y saludable.
No decimos que el libre albedrío se perdió en la naturaleza hu­
mana- con el pecado de Adán, sino que sirve para pecar en los
hombres sujetos al diablo, y que no sirve para vivir bien y piado­
samente si la voluntad del hombre no es libertada con la gracia de
Dios -. P ecca to A d ae arbitrim n liberu m de hom inum natura p erisse
non d icim u s: sed ad peccandw m v a lere in hom inibus subditis diabo-
l o ; ad ben e a u tem p ieq u e v iv en d u m n on va lere nisi ipsa voluntas
hom inís D el gratia fu erit liberata c t ad om n e bonum a ction is, ser-
m on is, cogitation is adiuta (C on tra ditas epist. pclagianorum , II, 5,
9 ■ P L 44, 577).
26. E fe cto s de la gracia (I, 2, 21).—Sintetiza aquí San' Agustín
en las palabras praccipitur ut cred am u s... el proceso psicológico de
la gracia, que se inicia con una vocación o testificación de alguna
cosa (aliqua testifica tion e rerm n ), la cual impresiona o afecta al
sujeto que la recibe (ta n g a tu r). Mediante esta impresión o contacto
íntimo, llámese ilustración o afección piadosa, se origina el movi­
miento a la fe : m o v etu r ad fid em .
Sigue después la adhesión de la voluntad, el a m p lccti quod dc-
lecta t, el abrazo de lo que nos deleita y atrae.
San Agustín da grande importancia en este proceso a los mo­
vimientos indeliberados, en los que influye particularmente la gra­
cia excitante, la cual entra por donde menos se piensa para mover
y conmover al alma. Nadie es dueño de los primeros pensamientos,
según enseña en este mismo libro el Santo.
27. E l m isterio d e la elección divina (I, 2, 22).— Insiste el Santo
en realzar la sobrenaturalidad de los dones de la gracia, excluyendo
todos los motivos que pudieran inducir a Dios a darlos. Nadie pue­
de merecerlos por sus buenas obras, que son estériles para la vida
eterna sin la fe. No vale el ingenio humano, por brillante que sea,
ni la doctrina útil y honesta, ni la conducta mejor con relación a
otros, ni la buena voluntad o disposición para doblegarse a la
acción sobrenatural. Aquí se manifiesta la igualdad de todos cuan­
tos pertenecen a la massa damnata, y la soberanía del querer divino
en el reparto de sus misericordias.
Una justicia secreta y un poder altísimo andan a una de ordi­
nario en toda la obra de la salvación humana. Y Dios guarda las
llaves de este misterio, que el cristiano debe adorar en silencio,
con temor y temblor.
28. El conocimiento analógico de Dios (II, 2, 1-4).—Expone aquí
San Agustín una síntesis del conocimiento analógico de Dios, re­
sumiéndolo en estas palabras : Sunt innumerabilia quibus ostendi-
tur multa divina íisdern nominibus appellari quibus humana, cum
incomparabíli diversitate seiuncta sint: nec tamen frustra eadem sunt
rebus utrísque indita vocabula, nisi quia hace cognita quae in cuo­
tidiana conversatione versantur, et experimentis usitatioribus inno-
tescunt, nonnullam ad intelligenda illa sublimia praebent viam.
La cuestión le fué propuesta por el empleo en la Sagrada Escri­
tura de algunas expresiones muy humanas aplicadas a Dios, como
la penitencia, el celo, la ira, la misericordia, etc.
Que el Ser sumo y trascendente se haya revelado por medio de
palabras humanas, es un misterio de humildad, que fué escándalo
y tropiezo en la mocedad del Santo, seducido por el esplendor del
estilo ciceroniano ; mas no cesó de alabarlo y bendecirlo después de
abatir su cabeza al yugo de la fe cristiana. Sabemos también que el
vocabulario antropomórfico era uno de los lazos mauiqueos para
combatir el valor del Antiguo Testamento.
Aquí señala el Santo los dos extremos vitandos. Uno es el agnos­
ticismo, según el cual los vocablos humanos no tienen ninguna
proporción con las cosas divinas y son inadecuados para expresar­
las. El hombre es un animal mudo ante el misterio tremendo que
se oculta en los cielos.
Lo divino y lo humano son dos esleías de realidad que 110 pue­
den tener ningún contacto entre sí. Dios está en el cielo y tú estás
sobre la tierra, dicen con Kierkergaard los partidarios de esta teoría.
Por otro lado, debe evitarse la univocidad de los términos, atri­
buyendo íntegramente al Creador lo que vemos en la criatura. Todo
concepto debe limpiarse del límite e imperfección que entraña. San
Agustín nos da aquí ejemplo de esta poda y escamonda que debe
hacerse con los vocablos o conceptos humanos. La penitencia, el
celo, la ira, la misericordia, aun los conceptos más puros, como el
de sabiduría, deben someterse a la lima : etiam ipsa transcendendu
sunt sereniore iniellectu.
Y, con todo, aun nos sirven de escala para subir al barrunto de
aquellas cosas excelsas y sublimes : nonnullam ad intelligenda illa
sublimia praebent viam.
Esta es la doctrina que en la teología católica recibe el nombre
de conocimiento analógico de Dios, según el cual es posible cono­
cerle natural y sobrenaturalmente.
San Agustín parece rechazar como inadecuado el nombre de
presciencia ; sin embargo, lo usa en sus libros. En un sentido ri­
guroso, ella implica una temporalidad, que repugna al ser divino ;
es decir, un conocimiento de la cosa antes de que suceda; que en
Dios no ha lugar, porque su visión lo abarca to d o ; lo anterior y
posterior son cosas nuestras. Si todo lo futuro está presente a los
ojos divinos, más que presciencia, deberá llamarse ciencia el cono­
cimiento que tiene de él. Sin embargo, San Agustín ha aceptado
y usa este vocablo en .sus libros para designar el conocimiento en
Dios de cosas futuras, rio con respecto a El, sino con respecto a
nosotros.
El hombre es un niño que balbucea el gran misterio del Ser
divino, sin agotarlo nunca ni señalarle un limite. Sí finisti, Deus
non est, dice lapidariamente el Santo (Sermo 53, 13 : PL 38, 370).
Si te lisonjeas de haberle comprendido, te has engañado en tu
pensamiento ; pues si comprendiste, no es ; si es esto, no compren­
diste : Si cotnprehendere potuisti aliud pro Deo compr'ehendlsti. Si
quasi comprehendcre potuisti, fogitatione tua te decepisti: hoc ergo
non est, si comprehendisti: si autem hoc est, non comprehendisti
(Serm. 52, 16 : P L 38, 360).
29. La concupiscencia en los ángeles (II, 6).—Atribuye aquí a
los ángeles caídos inmundicias y flaquezas de concupiscencia, mas
no se crea que su pecado fuá de lujuria en el sentido propio de
esta palabra.
Ya hemos dicho en otro lugar que el Santo atribuye a los án­
geles dos pecados, la soberbia y la envidia. El ángel pecó volvién­
dose a sí misímo, en vez de volverse o convertirse a Dios coa un
movimiento de gratitud y caridad. Es el stetit ín se, que dice el
Santo, el quedarse enviscado en sí mismo, en la complacencia de
su propio ser. Mas este complacerse en sí mismo es una especie
de lujuria espiritual, de concupiscencia desordenada, arrogándose
derechos de fin último para sí mismo, hurtándolos al Creador, en
quien está la plenitud de todo lo apetecible, optandarmn rernm
plenitudo.
El deseo desordenado de igualarse a Dios es concupiscencia e
inmundicia en sentido espiritual.
D e LOS MERI TOS Y PERDON DE
L O S P E C A D O S Y S O B R E EL
B A U T I S M O DE L OS P A R V U L O S

TRES LIBROS DEDICADOS A MARCELINO


I N T R O D U C C I O N

/. Ocasión y argumento de estos libros

Cuando San Agustín escribió los libros que se traducen


aquí, Sobre los m éritos y la remisión de los pecados, tenía
entre manos múltiples trabajos y ocupaciones, de que se
lamenta al principio del libro ‘primero. Se dá como fecha de
su redacción el año 412 *1, en que, según dice el mismo, con­
tra donatistas vehtm enter exercebamur, e t contra pelagianos
iam exerceri cosperam us2. Atendría a la vez a dos guerras
importantes.
El año anterior se había señalado con una gloriosa victo­
ria en los anales de la Iglesia católica: la derrota oficial del
donatismo después de la conferencia celebrada en Cartago
en el mes de junio. Pero los cismáticos, encastillados en su
error, siguieron perturbando la paz y las conciencias. En
carta a Marcelino, escrita por aquel tiempo, se lamenta de
las atrocidades cometidas por los circunceliones, pues ase­
sinaron a dos sacerdotes católicos, Restituto e Inocencio, mu­
tilando a éste con horrible m artirio3.
Idénticos sentimientos se traslucen en carta de mayo
del 412: “ Si te pudiera dar cuenta de todos los días y de las
lucubraciones que consagro a otras cosas necesarias, te en­
tristecerías mucho y te admirarías del tropel de mis cuida­
dos, a que forzosamente debo dedicar mi atención, sin per­
mitirme pasar a otras cosas a que me urges con tus demandas
y solicitud, a pesar de mi buien deseo y del dolor indecible
que me causa, por serme imposible darte gusto” 4.
Entonces también tenía pendiente la consulta sobre cinco
cuestiones propuestas por su amigo de Cartago, Honorato,
que había ingresado en el catecumenado y andaba impaciente
por instruirse sobre algunas materias. San Agustín le res­
pondió con una larga epístola, que lleva el título De gratia
N ovi Testamenti, donde le explica el misterio de la filiación

1 Cf. P o r tai .ik , DTC 2331.


- Retract., II, 36 : PL 32, 645.
a Epist. 133, 1 : PL 33, 509.
1 Epist. 139, 3 : PI. 33, 536-537.
adoptiva ele los miembros de Cristo, que fué prometida a los
siervos de la antigua alianza 56.
No se crea tampoco que el resultado de la conferencia
del 411 le permitió pasear con las armas vencedoras por un
campo pacífico y sosegado. Aunque vencidos, no desistieron
de su porfía los partidarios de Donato, y andaban engañando
al pueblo ignorante con embustes y falsedades sobre su pre­
sunta victoria.
Había que desenmascararles y dar a conocer a todos la
magnitud de su derrota. Y contra el avance de la mentira
sólo había un medio: el conocimiento directo de las actas
de la conferencia; pero éstas eran de difícil lectura y divul­
gación por su misma prolijidad. Por eso San Agustín em­
prendió el trabajo penosísimo de reducirlas y resumir él con­
tenido y substancia de tan ingente acervo de documentos
en un volumen ligero y de fácil circulación por todas partes.
Tal es el Breviculus collationis, el resumen abreviado de la
conferencia, en que se describe lo actuado en ella día por día
A la misma fecha pertenece el escrito titulado Contra
dfOnatistas póst collationem 7, invitándolos a la comunión
santa de la Iglesia, porque el que nos ha criado es un solo
Dios, el que nos redimió es un solo Cristo, el que nos debe
unir es un solo Espíritu: Qui nos creavit unus est Deus, qui
nos redemit unus est CJvristus, qui nos consociare debet unus
est Spiritus8.
Por estas y otras ocupaciones bien podía escribir a Mar­
celino: “Apenas tengo un poquito de tiempo para respirar
a causa del agobio de las tareas a que estoy comprometido
o por las necesidades o por los deseos ajenos” n.
Pues bien: cuando sobre el Obispo hiponense pesaban tan­
tos af anes, le llegó la consulta urgente de su noble amigo
Marcelino, que después fué mártir de la fe, con quien habia
trabado una dulce amistad en el curso de la conferencia
del 411.
Marcelino reclamaba la pronta defensa contra nuevos
enemigos que irrumpían en el campo. Se había creído en el
cese del fuego y se oyeron de repente nuevos disparos, co­
mienzo de un combate que duraría mucho tiempo. Eran los
pélagianos, y en Africa se dió la primera alarma por sus
ideas subversiva» y anticatólicas.
Los nuevos enemigos Pelagio y Celestio, su discípulo,

2 Epist. 140 : PL 538-577 ; Retract., II, 36 : PL 32, 645.


6 PL 43, 613-650.
7 PL 43, 651-690.
* Ad donalistas post collationem, X X X V , 58 : PL 43, 690.
8 Cum paululum spatii vix datur inter acervos occupationum qui-
bus nos vel aipiditates vel necessitates angariatos trakunt (EPisL-
139, 3 : PL 33, 537).
fugitivos de Roma, donde habían sembrado la primera ciza­
ña, después de desembarcar en Hipona, llegaron a Cartago
cuando San Agustín andaba ocupadísiimo en los preparativos
de la conferencia.
Allí vió a Pelagio, pero sin tratar con é l 10, pues se mar­
chó pronto de Africa con rumbo a Palestina, dejando a su
discípulo Celestio, para que con su increíble locuacidad, in-
credíbíli loquacitate, como dice Mercator, y habilísimo en el
uso de las armas dialécticas, sembrase el escándalo y el
cisma.
Había asimilado bien la falsa y racionalista filosofía de
la libertad, que propagaba su maestro, y no sabía conciliar
un acto libre realizado con la ayuda ajena, aun de la Causa
primera. Ser libre consiste en hacer lo que se' quiere. Des-
truitur enim voluntas quae álterm s ope indiget. Se destruye
la voluntad que necesita de socorro; tal era su axiom a11.
No comprendía que ayudar a alguien a levantar una car­
ga no es anular el conato que él hace, ni que dos caballos
puedan aunar sus fuerzas para llevar un coche de difícil
arrastre para uno solo. De aquí el opuesto principio agus-
tiniáno: No se suprime lo que se ayuda: Ñeque enim voluntas
arbitrii ideo tollitur quia iuvaitur, sed ideo iuvatur, quia non
tóllitu r12.
Durante su permanencia en Africa, los corifeos del pela-
gianismo diseminaron esta falsa filosofía acerca del libre
albedrío, dotado, según ellos, de un equipo perfecto de ener­
gía saludable para practicar toda justicia y evitar todo
pecado.
No hay cima de perfección que no pueda escalar el hom­
bre pelagiano con su brío y valentía. Contra este error va
San Agustín en el segundo de los libras aqerca de los méri­
tos y remisión de los pecados.
Pero la falsa doctrina de la libertad se ramificaba en
otras cuestiones prácticas que agitaron las conciencias de
los católicos africanos.
Celestio no admitía la elevación sobrenatural del hombre
ni los privilegios de Adán, cuya muerte no fué consecuencia
de su pecado, sino de la condición nativa del ser humano. Asi­
mismo, el pecado del primer hombre sólo le perjudicó a él.
Luego no existe el original, común a todos, y los hombres
vienen a este mundo en las mismas condiciones de Adán. El
bautismo tampoco se confiere para borrar ninguna culpa de
10 Postmodum eiws faciem Cartkagine, quantum recalo, semel veL
iterum. vidi, quando cura Collationis, quam cum haereticis donattsUs
habituri eramus, occupatissimus fui (De gestis Pelagii, X X II, 46 :
PL 44, 346).
11 San Jerónimo, Epist. ad Ctesiphontem, 113 : PL 22, 1154 : Si
alterlus ope indigeo, libertas arbitrii in me destruetur.
12 Epist. 156, 10 : PL 33, 577.
origen, porque el pecado sólo perjudica al que lo comete.
A l atrevido y sinuoso propagandista le sano al paso un
contrincante: el diácono mnanes paulino, quien se ñauaba
a la sazón en Cartago como administrador de algunas pro­
piedades que poseía allí la comunidad católica de ivuian. ce
denunció ai obispo Aurelio, quien, reuniendo un sínodo, al
que no asistió ei Obispo de Jupona, condenó las principales
proposiciones ae Otlesuo 1J. til cual apeló a Roma y se mar­
cho a oriente; pero en A frica quedo amenazada la unidad
católica con el serpenteo de la herejía: se turbaron las con­
ciencias, suscitáronse graves cuestiones sobre el bautismo de
los párvulos, cuya práctica era común. Comenzaban ios áni­
mos a acalorarse y dividirse. Hasta en la cañe' se podían
recoger los rumores de la extraña doctrina, El mismo ¡san
Agustín refiere como, yendo en una ocasión por una vía de
Cartago, sorprendió la conversación de dos transeúntes que
se rozaron con él.
— No se bautizan los niños.-para recibir el perdón de sus
pecados, sino para que se santifiquen en Cristo, decía el uno
al otro.
No le pareció prudente al Santo contradecir al que así
hablaba, pues se trataba de personas corrientes y sin alguna
autoridad en la Iglesia 3
14.‘
Pero el hecho manifiesta la extensión de los nuevos erro­
res y las consiguientes reyertas y piques, que amargaron
mucho al tribuno Marcelino, pues, como católico ceroso, por
tales disensiones religiosas recibía vivísima pena. Marcetti-
nus quotidie disputaiiones moLstissimas patitbatur, dice
San Agustín 15. Diariamente sutría mucho por causa de las
discusiones, que versaban sobre materias difíciles y arries­
gadas. Y el piadoso tribuno acudió al Prelado hiponense,
cuyo talento admirara el año anterior como campeón de la
unidad católica. En Hipona estaba la plaza de socorro del
catolicismo militante de entonces.
¿Qué había de juzgarse de la nueva corriente de ideas
que tan solapadamente cundían por el suelo africano ? ¿ Cuál
era la doctrina cristiana acerca de las graves cuestiones
sobre la libertad y sus fuerzas naturales, sobre el bautismo

13 Cf. De gestis Pelagii, X I, 12 : PL 44, 386-390. Fueron seis las


proposiciones condenadas por el sínodo : i.a, Adán fué creado mor­
tal, ora pecase o no pecase ; 2.a, el pecado le dañó sólo a él y no
a sus descendientes ; 3.a, los niños están en la misma condición
de Adán antes de pecar ; 4.a, el género humano no muere por el
pecado de Adán ni resucita por la gracia de Cristo ; 5.a, el reino
de los cielos se gana lo mismo con la ley que con el Evangelio ;
6.a, antes de venir Cristo hubo hombres impecables. Ci. M ario
Mercator, Commonitorium, 1, 1 : PL 48, 09.
14 De peccat. meritis et remissione, JLLÍ, b, 12 : PL 44, 193.
13 De gest. Pelagii, X I, 25 : PL 44, 335.
y sus efectos, sobre la obra de Cristo y los frutos de su re­
dención ?
San Agustín desde el principio midió la profundidad de
las cuestiones debatidas, que atañen a los fundamentos del
cristianismo. Los pelagianos introducían una especie de deís­
mo frío, la concepción de un dios tacaño y regatón, contra
el Deus protector vitae meas del Salmista Rey; un dios sin
derechos asistenciales con respecto a sus criaturas, contra
el Deus s m p rr largitor semperque donator, el Dios siempre
benéfico y dadivoso de nuestra fe católica, según les repro­
chaba San Jerónimo1®. Por otra parte, anulaban la obra de
Cristo, suprimiendo al Salvador. Y el gran Doctor salió al
encuentro con valor, escudándose en su principio quirúrgico
y medicinal, de elementalísimo sentido común, que tanto
ha escandalizado a los fariseos de todos los tiempos: Timen-
dum est ns plura pwtroscant, dum putribus parcitur1T. Eli
miembro gangrenado hay que amputarlo sin compasión, para
que no infecte todo el organismo. La manzana podrida debe
apartarse del montón para salvar a las contiguas. La herejía
es un principio de putrefacción espiritual, el foco morbógeno
de todo estrago de costum bres. “Con estas disputas y la
tenacísima defensa de los pareceres que ya por todas partes
bullían, andaban perturbadas las conciencias flacas de mu­
chos hermanos. Y yo me vi obligado, por el celo caritativo
con que todos, ayudados de la gracia de Cristo, hemos de
mirar por la honra y defensa de su Iglesia, a escribir sobre
algunas de estas materias y sobre el bautismo de los infantes
a Marcelino, de bienaventurada memoria, el cual sufría los
ataques de estos molestísimos disputadores y me solía con­
sultar por cartas” 18.
La contienda obligaba a un rápido emplazamiento de las
defensas católicas, y San Agustín acudió a la llamada de
socorro con dos libros, a los que siguió un tercero en forma
de carta, dirigida al mismo consultor.
Los temas del libro primero se relacionan sobre todo con
el pecado original y la práctica de bautizar a los infantes,
pues, como dice A. Guzzo, “ el haber comprendido que la
doctrina del pecado de origen es uno de los pilares esenciales
del sistema de la gracia constituye uno de los grandes mé­
ritos de San Agustín” 19. El puso en limpio y en su punto
la doctrina de la muerte corporal de Adán, debida al pecado
y no a la condición de su naturaleza; la relación entre ambas
muertes, la del cuerpo y la del alma, lo mismo en Adán que
en sus descendientes; la propagación de la primera culpa*1 3
16 EPist. ad Ctesiphontem, 1. c.
” Epist. 157, 22 : PL 53, 685.
“ De gestís Pelag., X I, 25 : PL 44, 335.
13 Agostino contro Pelagio, p. 77 (Torino 1934).
por generación y no por imitación, la distinción entre el
pecado original y actual, la universalidad de la caída, el
contraste entre Adán y Cristo, principio de nuestra resurrec­
ción y vida; la necesidad del bautismo para salvarse, la ex­
clusión de los pecados personales en los infantes que reciben
el baño sacro, la futilidad de la distinción entre el reino de
Dios y la vida eterna, el misterio de la muerte de los niños
que mueren sin el bautismo, la necesidad de Cristo como
Salvador para los infantes, el valor de la muerte de Jesús
para el renacimiento del género humano, la necesidad de in­
corporarse los hombres a Cristo, la exaltación de la serpiente
de bronce en el desierto como remedio a las mordeduras de
los israelitas, los efectos del pecado original, como son la
ignorancia y la flaqueza... En resumen, en el libro primero
se formula y se prueba una vigorosa síntesis de la antropo­
logía del cristianismo.
En el segundo se rectifica brevemente el concepto falso
del libre albedrío como principio autonómico y suficiente de
todo bien moral, pues los deseos superiores se ven contras­
tados por una fuerza contraria, o concupiscencia, de que no
puede nadie liberarse por sí mismo. De aquí la necesidad de
la gracia o socorro divino. A este propósito emplea una
analogía que se ha hecho clásica en la teología católica.
Como los o jo s humanos no son ayudados de la luz para no
ver, mas para la visión es absolutamente necesaria su ayuda,
así Dios, .que es la luz del hombre interior, tiene parte y
coopera en los actos hechos según las normas de la verda­
dera justicia. El hombre no puede evitar el pecado cuando
le falta el divino socorro, que no suprime ni anula el es­
fuerzo personal y la colaboración.
Luego responde a cuatro cuestiones relativas a la per­
fección de la justicia. Toda la doctrina va dirigida contra
la impecabilidad del hombre, defendida por Celestio y su
maestro.
¿Puede el hombre vivir en este mundo sin pecar? Cier­
tamente, responde el santo Doctor: con la ayuda divina y la
cooperación humana puede alcanzarse una justicia irrepro­
chable.
Pero ¿realmente ha alcanzado alguien semejante perfec­
ción? La primera es una cuestión de la posibilidad; la se­
gunda, una cuestión ále hecho, afirmado como real por los
pelagíanos.
San Agustín rebate su opinión, apoyándose en varios
pasajes de la divina Escritura, y niega la perfección abso­
luta de la justicia aun a los santos más alabados del Anti­
guo Testamento, conv) Noé, Daniel y Job, representativos de
tres tipos de hombres y de vidas que necesitan de la gracia
liberante: los que gobiernan la Iglesia, los que practican
la continencia, los que viven en matrimonio..
Pero surge la tercera cuestión: ¿P or qué no hay ningún
hombre absolutamente perfecto en este mundo? Dos causas
influyen en este hecho: la ignorancia y la debilidad inhe­
rente a la naturaleza lapsa. La voluntad buena, es decir, la
voluntad iluminada y fuerte, procede de Dios, que da el gusto
de la justicia.
¿Y no ha habido, hay o habrá en lo futuro una criatura
tan perfecta, inmune de toda culpa y resplandeciente de una
hermosura sin mancilla?
En la respuesta agustiniana sólo se exceptúa a Cristo,
Salvador de los hombres. Má3 tarde, en la polémica contra
Juliano, exceptuará igualmente a la Madre de Dios, decla­
rándola inmune de todo pecado personal y actual.
Con este motivo recuerda el Santo y expone el estrago
de la culpa de Adán y la corrupción del género humano, así
como la necesidad de la redención de Jesús.
De camino se resuelven algunas objeciones de los pela-
gianos.
Después de enviar a Mlarcélino los dos libros primeros,
cayó en manos de San Agustín un escrito de Pelagio con
unas apostillas brevísimas a las Epístolas de San Pablo, don­
de en tercera persona propone algunas dificultades sobre la
verdadera doctrina católica acerca de la transmisión del pe­
cado original.
Como la justicia de Cristo no aprovecha a le« que en El
no creen, tampoco el pecado de Adán perjudica a los que no
pecaron personalmente.
N i es justo que con un pecado tan antiguo y pasado,
como el del progenitor del género humano, carguen sus des­
cendientes en todos los tiempos.
Contra estas y otras objeciones, el Obispo de Hipona
esgrime sus argumentos de tres clases: los de la palabra
revelada, los de la tradición católica y los de la razón, la
cual puede con analogías rastrear algo de los misterios del
cristianismo, por muy obscuros que sean.
Tal es el panorama de ideas que presenta el Doctor de
la Giracia en los tres libros, que han gozado de grande es­
tima en la teología católica.
“ Los libros De peccatorum m entis et rem issiom —‘dice
a este propósito U. Moricca—ison una obra clásica en la his­
toria de la teología católica. La dlaridad de las ideas, la
gravedad de las pruebas filosóficas y ¡escriturísticas aducidas
para establecer los puntos esenciales de la doctrina de la
Iglesia, que formaron desde en^pnces como el quicio del
pensamiento agustiniano en la controversia antipelagiana,
son los méritos principales que justifican la estima de que
S. An . I X 7
ha gozado siempre esta obra y continúa todavía gozando
entre los estudiosos de la teología y los historiadores del
dogma” 20.
Obsérvese, por ejemplo, con qué amplitud en el libro
prim ero21 se aducen los testimonios de la Sagrada Escri­
tura en favor de la tesis fundamental de la soteriología,
según la cual Cristo, como Mediador, vino para salvar a los
hombres, ut vivificaret, ¡salvos faceret, liberaret, redvmsret,
üluminaret, qui prius fuissent in peccatorum, m orte, languo-
ribus, servitute, ca/ptivitate tenebris constitwti, sub potestate
diaboli principis peccatorum 22. Unos cincuenta pasajes de
ambos Testamentos ilustran estos aspectos de la obra sal-
vífica de1Jesús.
Asimismo, las conclusiones a que llega el Santo en el
segundo libro sobre la impotencia en que se halla el hombre
caído de cumplir perfectamente la justicia y evitar todo
pecado, las hizo suyas el segundo concilio de Milevi, en los
cánones 6, 7 y 8, incluyendo también las pruebas escritura­
rias con que corroboraba su doctrina. Doctrina que repite
el concilio de Trento, cuando enseña que nadie durante su
vida puede evitar todos los pecados veniales sin un privilegio
especial de Dios, como el que la Iglesia—y también San
Agustín— reconocen en la Madre de D io s23.
Es la misma doctrina que se formula de este modo en
nuestros manuales de teología: “En el estado de la natu­
raleza caída, nadie, por muy santo que sea, puede evitar los
pecados veniales sin especial privilegio divino” 2*.
Por la relación que tiene con las ideas expuestas en estos
libros, conviene mencionar la campaña de predicación que
sostuvo San Agustín contra los pelagianos en Cartago el año
siguiente, 413. Acudió allí invitado por el primado Aurelio,
para que reprimiese la perturbadora novedad, y los días 24
y 27 de junio pronunció ante el pueblo dos sermones de con­
troversia antipelagiana.25.

20 Sant'Agostino. L ’uomo e lo scrittore, p. 344.


21 I, 22-33 : PL 44, 128-148. «También aquí San Agustín—dice
U. Moricca—da pruebas de un vasto conocimiento de los libros
Santos y de una maravillosa manera de interpretarlos» (o. c., p. 335).
22 Ib., I. 26, 39 : PL 44, 131.
22 Ses. 6, can. 23 : Denz. 833.
21 Cf. P. Beraza, In statu naturae lapsae nemo, quantumvis sanc­
tus sit, potest absque speciali Dei privilegio vitare omnia peccata
venialia (De gratia Christi, p. 258, 2.a ed. (Bilbao 1929).
25 A esta predicación alude en su libro De gestis Pelagli : De
quo (baptismo parvuloriini) te iubente, in Basilica Malorum, ges-
tans quoque in manibus epist$lam gloriosissimi martyris Cyprìani,
et de hac re ' verba eius recitans atque pertractans, ut error iste
nefarius de quorumdam cordibus auferretur... adiutus orationibus
tuis, quantum potiti, iaboravi (XI, 25 : PL 44, 335).
El 24 de junio, fiesta de San Juan Bautista, habló de la
necesidad del bautismo para los infantes, cuyo cautiverio
e infelicidad testifican las madres propias, que se apresuran
a llevar sus hijitos al templo a bautizarlos; la santa madre
Iglesia, que los recibe para purificarlos, y los mismos niños,
que certifican con llantos su miseria26.
El 27 del mismo mes, fiesta de Santa Gudena Mártir, vol­
vió al argumento en su célebre sermón 294. A propósito de
él dice el profesor Augusto Guzzo: “El sermón 294 es uno
de las escritos más perfectos de San Agustín en este campo,
y no sólo por el entusiasmo dialéctico, mas también por el
ardor de la fe, una de las lecturas más agradables entre las
muchas graves y a veces prolijas de la polémica antipela-
giana. Contribuye mucho también a la belleza de este tratado
el sentimiento de fraternidad con los adversarios” 2T.
Lo más eficaz de la dialéctica agustiniana en los libros
De 'peccatorum m eritis et remissione pasó al sermón 294 con
un estilo cordial y flameante.
Es la misma masa de ideas la que forma el volumen de
las libros mencionados y la que alimenta y sostiene el dis­
curso del orador, que habla a la multitud de los fieles para
defender su fe tradicional.
La causa diferente del bautismo según los católicos y
pelagianos, la distinción vana entre el reino de los cielos y
la vida eterna, el abuso del raciocinio contra la autoridad
de la divina Palabra, el misterio de los juicios divinos en la
muerte de los infantes sin regeneración bautismal, las prue­
bas de la Sagrada Escritura, sobre todo los palabras de
Cristo a Nicodemus; la necesidad de la fe para salvarse, la
encamación del Hijo de Dios como medio universal indis­
pensable de redención, pues el Verbo de Dios tomó de María
la medicina de nuestras enfermedades, de corpore Virginis
non assumpsit vulnus sed medioamentum; la exaltación de la
serpiente de bronce en el desierto para que con su contem­
plación sanasen los heridos, la incorporación de los niños al
número de los fieles, los subterfugios de los pelagianos para
eliminar el estrago universal del pecado primitivo, la compa­
ración que utiliza .el Santo para probar la posibilidad de que
de padres bautizados o limpios de culpa pueden nacer hijos
manchados, como de un grano limpio de trigo viene la paja;
los diversos grados de santificación en el lenguaje paulino,
la autoridad de San Cipriano en materia de la existencia del
pecado de origen: he aquí un acervo común de ideas en los
escritos y el sermón que estamos analizando.
Sin duda los oyentes del temible polemista recibían una
impresión de fortaleza y como una sensación agradable de*2
20 S ervio 293 : P L 38, 1335.
22 O. c., p. 83.
alivio al oír exponer con tal firmeza, enardecimiento y copia
de razones la verdad que habían creído siempre, y que ahora
se esforzaban en empañar algunos sofistas, formando corri­
llos en las vías y plazas de Cartago.
Pero con di ardor dialéctico no se endurece el corazón
del Pastor de Hipona, antes bien se deslíe en arrullos y.ter­
nuras para con los enemigos, a quienes desea igualmente la
salvación y la victoria de la verdad.
He aquí cómo termina su sermón: “Sopórtelos aún la
Madre con piadosas entrañas, para sanarlos; tráigalos para
su corrección y enseñanza, no sea que después los llore como
muertos. Porque es demasiado lo que avanzan: es mucho,
es casi insoportable, es empresa de mucha paciencia seguir
tolerándolos. Pero no abusen de esta paciencia de la Igle­
sia ; bueno es que se corrijan. Les exhortamos como amigos;
no pendenciamos con ellos como enemigos. Ya sé que me des­
acreditan a m í; no importa; pero no se alcen contra los cá­
nones, no vayan contra la verdad, no contradigan a la Igle­
sia, que todos los días se esmera en llevar los niños al bau­
tismo para purificarlos de su pecado. Es una regla muy
fundada ésta.
Bien que se tolere al que yerra, promoviendo discusiones
sobre materias no definidas aún ni confirmadas plenamente
con la autoridad eclesiástica: entonces conviene ser tole­
rantes con el error; pero no deben ir tan lejos que hagan
crujir las columnas mismas'de la Iglesia. No es prudente tal
vez aún ir a su encuentro ni merece reprensión nuestra tole­
rancia, pero no incurramos tampoco en descuido culpable.
Básteos, hermanos, con lo dicho; portaos con los que
conocéis entre ellos, portaos con benevolencia y fraternidad,
con mansedumbre y cariño, con. compasión; apele vuestra
piedad a todos los recursos que hallare a mano, porque des­
pués no se podrá amar la impiedad” 2S.
Con este celo y mansedumbre combatía San Agustín a
los que en Africa propalaron la doctrina contra la gracia
de Cristo.
El fruto conseguido con esta propaganda, por escrito y
de palabra, fué grande, pues cortó el avance del error, coad­
yuvando en la Iglesia, docente a formar una conciencia dara
de las respuestas católicas a los gravísimos problemas que
se habían suscitado y confirmando a los fieles en la confesión
de la verdad tradicional y venerable.
Los herejes y sus seguidores tuvieron que reducirse al
silencio.
Por carta escrita a Hilario en el año 414 ó 415 conocemos
Sertno 294, ai, 20 : PI, 38, 1348. Habete cwm illis amicc, fra­
terne, placide, amanler, dolenter: quidquid potcst, faciat pietas:
quia postea diligenda non erit imtpictas.
los efectos de la propaganda católica: “Machas de estas
cuestiones hemos tratado en nuestros opúsculos y sermones
al pueblo; porque no faltaron quienes entre nosotros espar­
cieron, donde podían, estas semillas de error, y a algunos
de ellos sanó de aquella peste la misericordia divina por
nuestro ministerio y el de nuestros hermanos; con todo, creo
que aun quedan algunos aquí y máxime en Cartago; pero
se ocultan y cuchichean, temiendo la fe de la Iglesia, apo­
yada sobre tan robustos fundamentos” 29.
El pelagianismo desapareció poco a poco de Africa; si
San Agustín continuó luchando, fué para extirparlo en otros
países.
A esta victoria contribuyeron los libros De m entís et
remissione peccatorum y el celo del consultor Marcelino.

II. Censura de San Agustín

"Me vi forzado a escribir contra la nueva. herejía pel<a-


giana, que, según la necesidad, había sido ya objeto de algu­
nos sermones y discusiones, conforme a la facultad y deber
de cada uno de nosotros. Habiéndoseme, pues, remitido desde
Cartago las cuestiones que promovían para que las resolviese
por escrito, compuse primeramente tres libros, titulados De
los m éritos y perdón de los pecados, donde particularmente
se debate la cuestión del bautismo de los párvulos, a causa
del pecado original y la de la gracia de Dios, por la que somos
justificados o hechos justos, aunque en este mundo nadie
cumple los mandatos de la justicia con tanta perfección que
no tenga necesidad de orar también por sus pecados, dicien­
do: Perdónanos nuestras deudas L Negando todas estas cosas,
los pelagianos fundaron su herejía. Mas en estos libros creí
prudente callar todavía los nombres de ellos, esperando se
corrigiesen más fácilmente. Más aún: en el tercer libro, que
es una carta, si 'bien se considera como libro porque me
ocurrió unirla a los otros dos, no sin alabanza mencioné el
nombre mismo de’ Pelagio -, porque muchos se hacían len­
guas de su vida; y rebatí las afirmaciones que allí hace, no
en propia persona, sino en boca de otros; afirmaciones que
después, ya hereje, defendió con muy terca tenacidad. Ce-
lestio, en cambio, su discípulo, a causa de sus aserciones,
29 Epist. 157, 22 : PL 33, 685 : Nec lamen hic deesse aliquos ar-
bitror, tnaxime apud Carthaginem: sed iam occulte mussUani, H-
metües Ecclesiae fundatissimam fideni.
1 Mt. 6, 12.
2 C. 3, n. 5.
mereció en Cartago la condenación por juicio episcopal en
que yo no intervine.
En un pasaje del segundo libro dije: A l fin se concederá
a algunos que a cdusa de una repentina transformación no
sientan la m u erte3, dejando para otro lugar una investiga­
ción más diligente de este punto. Porque o no morirán o no
sentirán la muerte, pasando en un pestañear de ojos de esta
vida a la muerte y de la muerte a la vida eterna con rapidí­
sima transformación.
Esta obra comienza así: Quamvis in mediAs et magnas
curarum aestibus” 4.

B ib l io g r a f ía

A u g u st o G u z z o : Agostino contra Palagio (a.a ed. Torino 1934).


Sobre los códices más antiguos de los libros De peccatorum ute­
ritis et remissione cf. J. Z y c h a , Corpus Scriptorum Ecclesiasti-
corrnn Latinorum, voi. 60, praefatio I-X X (Vindobonae 1913).
C . 3 1, SO.
Retract., II, 33 : PL 33,
DE P E C C A T O R U M MERI TI S
ET R E M I S S I O N E ET DE
BAPTISMO PARVULORUM

L I B E R I

CAPUT I

P raefatio

1. Quamvis in mediis et magnis curarum aestibus at-


que taediorum, quae nos detinent a peccatoribus derelin-
quentibus legem Dei, licet ea quoque ipsa nostrorum etiam
peccatorum m entis imputemus: studio tarnen tuo, Marcel-
line charissime, quo nobis es gratior atque iucundior, diu-
tius esse debitor nolui, atque, ut verum dicam, non potui.
Sic enim me compulit, vel ipsa charitas qua in uno in-
cömmutabili unum sumus in melius commutandi, vel timor
ne in te offenderem Deum, qui tibi desiderium tale donavit,
cui serviendo illi serviam qui donavit: sic, inquam, me com­
pulit, sic duxit et traxit ad dissolvendas pro tantillis viri­
bus quaestiones quas mihi scribendo indixisti, ut ea causa
in animo meo paulisper vinceret alias, donee aliquid effice-
rem, quo me bonae tuae voluntati et eorum quibus haec
curae sunt, etsi non suficienter, tarnen obedienter deservie-
se constaret.
DE LOS MERITOS Y PERDON DE
L O S P E C A D O S Y S O B R E EL
B A U T I S MO DE LOS I NFANTES

L I B R O I

CAPÍTULO I

P refacio

1. Por más que pesan sobre mí graves cuidados y tareas


enojosas, con que me agobian los desertores de la ley divina
(aunque también atribuyo a mis pecados la causa de seme­
jantes trabajos), con todo, no be querido, o para hablar con
más verdad, no he podido, ¡oh carísimo Marcelino!, prolon­
gar la tardanza en responder a tu sincero interés, que te hace
a mis ojos más simpático y amable.
Porque tanta fuerza me ha hecho, sea la caridad, por la
que hemos de ser gloriosamente transformados en el único
bien soberano; sea el temor de no ofender en ti al que te ha
comunicado ese deseo—pues, complaciéndote a ti, seguro es­
toy de servir a quien te lo inspiró— ; tanta fuerza, repito,
me ha hecho, de tal modo me ha movido y forzado a resol­
ver según mis escasas luces las cuestiones que me enviaste
por escrito, que por esta sola causa he dado de mano a otras
ocupaciones, hasta realizar algún trabajo con que mostrase
mi correspondencia a tu buena voluntad y a la de aqué­
llos que se desvelan por estas mismas cosas, si no con la su­
ficiencia que el caso requiere, a lo menos con obsequiosa su­
misión.
CAPUT II

A dam, si non peccasset, non fuisse moriturum

2. Qui dicunt Adam sic creatuim, ut etiam sine peccati


merito moreretur, non poena culpae, sed necessitate naturae ;
prof ecto illud quod in Lege dictum est : Qua die ederitis, mor­
te momemini1; non ad mortiem corporis, sed ad mortem
animae quae in peccato fit, referre conantur.
Qua morte mortuos signiflcavit Dominus infideles, de qui-
bus alt, Sine m ortuos sepelire m ortuos suos 2. Quid ergo res-
pondebunt, cum legitur hoc Deum primo homini etiam post
peccatum increpando et damnando dixisse: Terra es, et iw
terram ibis? 3
Nleque enim secundum animam, sed, quod manifestum est,
secundum corpus terra erat, et morte eiusdem corporis erat
iturus in terrain. Quamvis enim secundum corpus terra esset,
et corpus in quo crteafus est animale gestaret; tarnen si non
* pfeccasset, in corpus fuerat spirituale mutandras, et in illam
incomiptionem, quae fidelibus et sanotis promittitur, sine
mortis periculo transiturus.
Ouiua rei desiderium nos habeire non solum ipsi sentimus
in nobis, verum etiam admontente Apostolo cognoscimus, ubi
alt : Etenim in hoc ingemiscimus, habitaculum nostrum, quod
de codio est, superindui cupientes; si tarnen induti, non nudi
inveniamur. Etenim qui sumus in hoc habitations, ingemisci-
mus gravati, in quo nolumuhs exspoliari, sed swpervestiri, ut
absorbeatur mortale a v ita 4.
Proinde si non peceasset Adam, non erat exspoliandus
corpore, sed supervestiendus immortalitate et incorruptione,
ut absorberetur mortale a vita, id est, ab animali in spiri­
tuale transiret.

CAPUT III

Au t o esse mortalem, alito esse morti obnoxium

$. Nleque enim metuendum fuit, ne forte si diutius hic


viveret in corpore animali, senectutei gravaretur, et paulatim
veterascendò perveniret ad mortem. Si enim Deus IsraJelita-

‘ Gen. 2, 17.
* Mt. 8, 32. :
* (leu . 3, 19 .
4 3 Cor. s, 2-4.
CAPITULO II
El pecado, causa de la muerte de A dán
2. Quienes dicen que Adán fué oreado de suerte que hu­
biera muerto aun sin pecar, no por castigo de su culpa, sino
por necesidad de su naturaleza, sin duda se empeñan en apli­
car, no a la muerte corporal, sino a la del alma, que se con­
trae pecando, lo que está escrito en la ley: E l día en que co­
miereis, ciertam ente m oriréis,
Con esa clase de muerte indicó el Señor que estaban
muertos los infieles, de quienes dice: D eja a Jos m uertos en­
terrar Jos muertos. Pero ¿ qué responderán al pasaje donde
se lee lo que dijo el Señor al primer hombre después del peca­
do, increpándole y condenándole: Tierra eres y n i tierra te
convertirás?
Pues, evidentemente, no por razón del alma, sino del
cuerpo, era tierra, y con la muerte corporal había de volverse
polvo. No obstante eso, aun siendo corporalmente tierra y
conservando este cuerpo animal en que fué creado, si no pe­
cara, hubiera sido transformado en cuerpo espiritual, para
conseguir sin peligro de muerte el estado de incorrupción
prometido a los fi¿les y a los santos.
Y no sólo sentimos en nosotras mismos el deseo de esta
incorrupción, sino que nos lo da a conocer el Apóstol, cuan­
do nos avisa y dice: Porque, estando aquí, gemimos, anhe­
lando sobrevestirnos de nuestra morada celeste, con tal de
que seamos hallados Vestidos, no desnudos. Porque los que
estamos en esta tienda, gemimos agobiados, por cuanto no
queremos ser despojados, sino más trien sobrevestidos, a fin
de que esto mortal quede absorbido por Ja vida.
Luego, a no haber pecado Adán, no hubiera sido despojado
del cuerpo, sino hubiera recibido un vestido de inmortalidad
y de incorrupción, de manera que lo mortal fuese ahsorhido
por la vida, esto es, pasase de una condición animal a una
espiritual.

CAPÍTULO III
Una cosa es ser mortal, y otra , estar sujeto
a la muerte3
*
3. En efecto, no era de temer que tal vez, por la larga
duración de su condición animal, sucumbiese al peso de la
vejez y con el lento proceso de esta edad le llegase la muer-
rum vestimentis et calceamentis praestitit, quod per tot
annos non sunit ob trita ü; quid anirulm si obedienti homini
eiusdem potentia praestaretur, ut animale ac mortale habeas
corpus, haberet in eo quemdam statum, quo sine defechi
esset annosus, tempore quo Deus vellet, a mortalitate ad
immortalitatom, sine miedia morte vent/urus ? Sicut enim haec
ipsa caro quam nunc habemus, non ideo non est vulnerabilis,
quia non est neeessfe ut vuìneretur: sic illa non ideo fuit mor­
tali«, quia non erat ne casse ut moreretur. Talem puto habi-
tudinem adhuc in corpore animali atque mortali, etiam illis
qui sine morte hinc translati sunt, fuisse concessami. Neque
enim Enoch ©t Elias per tam longam aetatem senectute mar-
euerunt.
■Nee tarnen credo eos iam in illam spiritualem qualitatem
corporis commutatos, qualis in resurrectione promittitur, quae
in Domino prima praecisssit : nisi quia isti fortasse nec his
cibis egent, qui sui consumption^ reficiunt ; sed ex quo trans-
lati sunt, ita vivunt, ut similem habaant satietatem illis qua-
draginta diebus, quibus Elias ex calice aquae et ex collyrida
panis sine cibo v i x i t : aut si et his suste ntaculis opus est,
ita in paradiso fortasse pasountur, sicut Adam, priusquam
propter peccatum exinde exire meruisset. Habebat enim,
quantum existimo, et de lignorum fructibus ref actionem, con­
tra defectionem, et de Ugno vitae stabilitatela conitra vetus-
tatem.

CAPUT IV

Mors etiam corporis ex peccato

4. Praeter hoc autem quod puniens Deus dixit: Terra


es, e t in terrain ibis, quod nisi de morte corporis quomodo
intelligi possit ignoro ; sunt et alia testimonia quibus eviden­
tissime appaTeat, non tantum spiritus, sed etiam corporis
mortem propter peccatum meruisse genus humanum.
Ad Romanos Apostolus dicit : Si autem Christus in vobis
Cst, corpus quidem mortuum est propter peccatum, spiritus
autem vita est propter iustitiam. Si ergo spiritus eius qui
suscitavit Iesum a mortuis habitat in vobis, qui suscitava
Christum Iesum a mortuis, vivificabit ét mortalia corpora
vostra, per inhabit antem spiritum eius in vob is7.*6

6 Deut. 29, 5.
6 3 Reg. 19, 6.
' 1 Rom. 8, io. in
te. Porque si Dios concedió a los vestidos y calzado de los
israelitas que durante tantos años no sufriesen menoscabo
y detrimento, ¿qué maravilla fuera que al hombre, obediente
a sus mandatos, le otorgase con su poder el privilegio de
llevar un cuerpo animal y mortal dotado de cierta estabili­
dad, sin que sufriera menoscabo durante muchos años, mien­
tras pluguiera a su voluntad, para pasar por fin de la morta­
lidad a la inmortalidad sin el intermedio de la muerte ? Pues
así como esta carne, en su presente condición, no deja de ser
vulnerable aun cuando no es necesario que reciba heridas,
así también el cuerpo del primer hombre no dejaba de ser
mortal, aunque no era necesario que muriese. Tal es igual­
mente, a mi parecer, la condición de cuerpo animal y mortal
que aun conservan los que sin morir fueron trasladados de
este mundo; pues Elias y Elnoc, a pesar de sus muchos años,
están libres de la consunción senil.
Porque no creo que ellos hayan logrado la renovación es­
piritual del cuerpo que se promete en la resurrección, cuyo
arquetipo es la del Señor; ahora que ellos tal vez ni siquiera
necesitan de los manjares cuyo consumo nos sostiene a nos­
otros, sino que desde su rapto viven de tal modo, que tienen
una hartura semejante a la de la cuaresma en que se man­
tuvo Elias sin comer, con el vaso de agua y la torta de pan;
o si han menester de tales manjares, tal vez en el paraíso
se sustentan, como Adán antes de merecer salir de allí por
su pecado. Pues, según creo, con los frutos de los árboles
reparaba sus fuerzas contra el desfallecimiento, y el árbol
de la vida le aseguraba la estabilidad, preservándole de la
decrepitud.

CAPITULO IV
T a m b ié n la m uerte c o r p o r a l v ie n e d e l peca d o

4. Pero además del castigo que impuso Dios, diciendo:


Polvo eres y en polvo te convertirás, lo cual no sé cómo se
pueda entender sino de la muerte corporal— tno faltan testi­
monios con que se muestra evidentísimamente—(que el gé­
nero humano mereció por su pecado lo mismo la muerte del
alma que la del cuerpo.
San Pablo dice escribiendo a los romanos: Sí, pues, Cristo
está en vosotros, el cuerpo ciertam ente eistá muerto a causa
del pecado, mas el Espíritu es vida a causa de la justicia.
Y si el Espíritu dsl que resucitó a Jesús ds entre los muer­
tos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jasús de en­
tre los m u'rtos vivificará también vuestros cuerpos mor­
tales por obra del Espíritu que mora erí vosotros.
Puto quod non expositor©, ssd tantum leetore opus habet
tam clara et aperta sententia. Corpus, inquit, mortuum est,
non propter fragilitatem terrenaan, quia de terrae pulvére
factum est, sed propter peccatim i; quid amplius quaerimus?
Et vigilantissime non ait, mortale; sed, mortuum.

CAPUT V

M o rtale, m ortu um ac m o r it u r u m

5. Namque antequam immutaretur in illam incorruptio-


neon, quae in sanctorum resurrection© promittitur, poterat esse
mortale1, quamvis non moriturum: sieut hoc nostrum potest,
ut ita dicam, esse aegrotabile, quamvis non aegrotaturum.
Ouius enim caro est, quae non aegrotare possìt, etiam si
aliquo casu priusquam aegrotet ocoumbat?
Sic et illudi corpus iam erat mortale ; quam mortalitatem
fuerat absumptura mutatio in aetCmam incorruptionem, si
in homine iustitia, id est obedientia, permaneret: sed ipsum
mortale non est factum mortuum nisi propter peccàtum.
Quia vero illa in resurrection© futura mutatio, non solum
niullam mortem, quae facta est propter peccàtum, sed nec
mortalitatem habitura est, quam corpus animale- habuit ante
peccàtum, non ait, Qui suscitava Christum- le sum a mortuìs,
vivifìcabit et mortua corpora vostra; cum supra dixisset
corpus mortuum: sed vivifìcabit, inquit, et mortalia corpora
vostra: ut scilicet iam non solum non sint mortua, sed nec
mortalia, cum animale re surget in spirituale, et mortale, hoc
induet immortàlitatem, et absorbebitur mortale a vita s.

CAPUT VI
Quom odc corpus m ortu um ob peccàtum

6. Mlirum si aliquid qua e ri tur hac manifestatione liqui-


dius. Nisi forte audìendum est, quod buie perspicuitati con-
tradicitur, ut mortuum corpus secundum illum modum hic
intelligamus, quo dictum est, M ortif icate membra vestra quae
sunt super terram 9. Sed hoc modo corpus propter iustitiam*

* i Cor. 15, 44. 53. 54.


’ Col. 3, 5.
Creo que este pensamiento tan claro y manifiesto no ne­
cesita exposición: basta la simple lectura. Murió el cuerpo,
dice, no por la fragilidad terrena, inherente a él, por haber
sido formado con el limo de la tierra, sino por el pecado.
¿Aun queremos mayor claridad? Y con mucha precaución
no d ijo : ES cuerpo es mortal, sino el cuerpo está muerto.

CAPITULO V
•Di f e r e n c i a e n tr e lo m o r ta l, lo m u er to y lo que ha
DE MORIR

5. Porque antes de lograr el estado de incorrupción, pro­


metido en la resurrección de los justos, podía ser mortal, aun
suponiendo que no hubiese de morir; del mismo modo que
este nuestro cuerpo puede padecer dolencias aunque real­
mente se viere libre de ellas. Pues ¿qué hombre no puede
enfermar, aunque por ventura acabe su vida con algún ac­
cidente, sin que haya lugar para la enfermedad?
Análogamente, aquel cuerpo (de Adán) era ya mortal,
aunque su mortalidad debía ser absorbida por una mudanza
de incorrupción eterna, si perseveraba el hombre en el estado
de justicia u obediencia; pero, en realidad, el cuerpo mortal
fué condenado a la muerte por el pecado.
Mas como la transformación que será operada con la re­
surrección futura ha de excluir no sólo la muerte, causada
por el pecado, sino también la misma mortalidad inherente
al cuerpo animal aun antes del pecado, no dijo: El que re­
sucitó a Cristo de entre los m uertos, vivificará igualmente
vuestros cuerpos m uertos (nótese que arriba dijo cuerpo
m uerto), sino vivificará también vuestros cuerpos m ortales;
de modo que no sólo no estén muertos, pero ni sean morta­
les, pues el cvierpo animal surgirá cuerpo espiritual, y esto
corruptible se revestirá de incorruptibilidad, y esto mortal
será absorbido por la vida.

CAPITULO VI
CÓMO EL CUERPO MURIÓ POR CAUSA DEL PECADO

6. Cosa extraña sería exigir mayor evidencia que la


que aquí resplandece. A no ser que se objete, para ofuscar
esta evidencia, que la muerte corporal debe interpretarse
aquí según el sentido que dan estas palabras: M ortificad
mortificatur, non propter peccatum: ut enim operemur iusti­
tiam, mortificamus membra nostra quae sunt super terram.
Aut si putant ideo additum, propter peccatum, ut non in-
telligamus quia peccatum factum est, sed ut peccatum non
fiat ; tanquam diceret : Corpus quidern mortuum est, propter
non faciendum peccatum:. quid sibi ergo vult, quod cum
adiunxisset, Spiritus autem vita est, addidit, propter ius­
titiam ?
Suffeeerat enim si adiungeret, Vitam spiritus; ut etiam
hic subaudiretur, Propter non faciendum peccatum: ut sic
utrumque propter unam rem intelligeremus et mortuum esse
corpus, et vitam esse spiri-turni, propter non faciendum pecca-
, turn. Ita qui-ppe, etiamsi tantummodo vellet dicere, Propter
ìustitiam, hoc est, propter faciendum iustitiam, utrumque
ad hoc posset referri, et mortuum es3e corpus, et vitam esse
spiritimi, propter faciendam iustitiam. Nunc vero et mortuum
dixit esste corpus propter peccatum, et spiritum esse vitam
propter ius-titiam, diversa merita diversis rebus attribuens:
morti quidern corporis, meritum peccati ; vitae autem spiritus,
meritum iustitiae. Quocirca si, ut dubitari non potest, spiri­
tus vita est propter iustitiam, hoc est, merito iustitiae; pro-
fecto corpus mortuum propter peccatum, quid aiiud quam
merito peccati intelligere debemus aut possumus si apertissi-
mum -Scripturae sensum non pro arbitrio pervertere ac de-
torquere conamur?
Hue etiam verborum consequentium lumen accedit. Cum
enim praesentis tempori» gratiam determinans diceret, mor­
tuum quidern esse corpus propter peccatum, quia in co non-
duim per resurrectionem renovato, peccati meritum manet,
hoc 'est, necessitas mortis ; spiritum autem vitam esse propter
iustitiam, quia licet adhuc corpore mortis hu-ius on’eremur,
iam secundum interiorem hominem coepta renovatione in
fidei iustitiam respiramus: tamen ne humana ignorantia de
resurrectione corporis nihil speraret, -etiam ipsum quod prop­
ter meritum peccati in praasenti saeculo dixerat mortuum,
in futuro propter meritum iustitiae dicit vivificandum; nec
sic ut tantum ex mortuo vivum fiat, verum etiam ex mortali
immortale.
vuestros miembros terrenos. Pero de este modo se mortifica
el cuterpo por la justicia, no por el pecado; pues para obrar
justamente mortificamos nuestros miembros terrenales. O si
piensan que se añadió por el pecado, no para entenderlo de
un pecado que se cometió, sino para que se evite en lo futu­
ro, como diciendo: E l cuerpo está mulerto, para que ya no
pequéis; mas entonces ¿ qué significa lo qufe después de de­
cir: Mas el espíritu es vida, añadió: por la justicia?
Le bastaría haber dicho por la vida del espíritu para que
se sobrentendiese que cébe evitarse el pecado, y asá con una
sola expresión entenderíamos ambas cosas, conviene a saber,
que el cuerpo está muerto y que el espíritu vive para que
obremos con justicia. No obstante eso, el Apóstol dijo que el
cuerpo está muerto por el pecado y que el espíritu viva por
la justicia, atribuyendo méritos diversos a causas diversas:
al mérito del pecado, la muerte del cuerpo; al mérito ele la
justicia, la vida del espíritu. Por tanto, si, como es induda­
ble, el espíritu vive por la justicia, esto es, por el mérito de
la justicia, ¿cóm o debemos o podemos interpretar la senten­
cia correlativa: E l cuerpo ha m uerto por el pecado, sino di­
ciendo: El cuerpo ha muerto por mérito del pecado, a no
ser que nos empeñemos en adulterar y torcer caprichosamen­
te el clarísimo sentido de las Santas Escrituras ?
La verdad de esta interpretación resplandece más a la
luz de las palabras que inmediatamente siguen. Pues, al de­
terminar el género de gracias que se conceden en la vida
presente, diciendo que ciertamente el cuerpo había muerto
por el pecado, pues en él, cuando todavía no ha sido renovado
por la resurrección, persevera el pecado, es decir, la nece­
sidad de la muerte; mas el espíritu vive por la justicia, y
aunque todavía vamos cargados con este peso de muerte,
ya respiramos bajo la justicia de la fe, por haberse comen­
zado la renovación, según el hombre interior, sin embargo,
temiendo que la ignorancia humana no esperase nada de la
misma resurrección corporal, declara el Apóstol que en la
vida futura será vivificado por mérito de la justicia este
mismo elemento, calificado por él como muerto en su condi­
ción actual a causa del pecado, de tal modo que no sólo será
vivificado lo que está muerto, sino también lo mortal reci­
birá el don de la inmortalidad.
CAPUT VII

VITA CORPORIS SPERANDA, PRAECEDENTE IAM VITA SPIRITUS

7. Quamquam itaque verear ns res manifesta esponen­


do pathos obscuretur, apostolicae tarnen sententiae lumen
attendai. Si autem Christus, inquit, in vobis est, corpus qui-
dem, monrtuum est propter peccatum, spiritus autem vita est
propter iustitiam 101 . Hoc dictum est, ne ideo putarent homi­
nes vel nullum, vel parvum se habere benefichino de gratia
Christi, quia necessario morituri sunt corpore. Attendere
quippe debent, corpus quidtem adhuc peccati meritum genere,
quod conditioni mortis obstrictum est; sed iam spiritum
coepìsss vivere propter iustitiam fidei, qui et ipse in homine
fuerat quadam morte infidelitatis exstinctus. Non igitur, in-
quit, parum vobis muneris putetis esse collatum, per id quod
Christus in vobis est, quod in corpore propter peccatum mor-
tuo, iam proptter iustitiam vester spiritus vivit; nec ideo de
vita quoque ipsius corporis desperetis. Si enìm spiritus eius
qui suscitam i Christum a mortuis habitat in vobis, qui sus­
citam i Christum a mortuis, vivificabit e t mortalia corpora
vestra per inhabitantem spiritum eius in vobis.
Quid adhuc tantae luci fumus contentionis offunditur?
Olamat Apostolus: Corpus quidem mortuum est in vobis
propter peccatum, sed vivificabuntur etiam mortalia corpora
vestra propter iustitiam, propter quam nunc iam spiritus
vita est, quod toturn perficietur per gratiam Christi, hoc est,
per inhabitantem spiritum eius in vobis; et adhuc reclamatur!
Dicit etiam quemadmodum fiat ut vita in se mortem mor­
tificando convertat. Ergo, fratres, inquit, debitore« sumus
non carni, ut secundum cameni vivamus. Si enim s-cundum
camem w xeritis, moriemini; si autem spiritu facia carnis
m ortificaveritìs, vivstis X1. Quid est aliud, quam hoc : Si se­
cundum mortem vixeritis, totum morietur; si autem ecun-
dum vitam vivendo, mortem mortificaveritis, totum vivet?

10 Rom. 8, io.
11 Rom. 8, 10-13.
CAPÍTULO Vil

CÓMO A LA VIVIFICACIÓN DEL CUERPO QUE ESPERAMOS DEBE


PRECEDER YA LA VIDA DEL ESPÍRITU

7. Aunque temo que una verdad tan evidente se obscu­


rezca más bien con mis explicaciones, sin embargo, advertid
la claridad del pensamiento del Apóstol: Si, pues, Cristo está
en vosotros, el cuerpo ciertam ente está m uerto por el peca­
do, mas el espíritu posee la vida a causa de la justicia. Se
dijo esto para que los hombres no tuviesen por ilusorio o de
escasa monta el beneficio de la gracia de Chisto, pues nece­
sariamente habían de pasar por la muerte corporal. Mas
deben notar que, aunque el cuerpo lleva todavía el estigma
del pecado, que los somete a la muerte, con todo, ya ha
comenzado a vivir por la justicia de la fe el espíritu, que
había sido extinguido en el hombre con una especie de
muerte, conviene a saber, la infidelidad. No creáis, pues, que
ha sido poco el favor que se os ha dispensado con la inha­
bitación de Cristo en vosotros, porque en el cuerpo, muerto
por el pecado, vive ya por la justicia el espíritu; y así no
perdáis tampoco la esperanza de la glorificación corporal.
Pues si el Espíritu de aquel que resu citó a C risto de en tre
los m uertos habita en vosotros, el que resucitó a C risto de
en tre los m uertos vivificará igualm ente vuestros cuerpos
m ortales por la morada del Espíritu en vosotros.
¿Por qué se quiere obscurecer tan copiosa luz con la
humareda de las disputas humanas? Clama el Apóstol: Ver­
dad es que el cuerpo está en vosotros muerto por el pecado;
pero ya vendrá la resurrección de vuestros cuerpos mortales
por la justicia, por la que el espíritu ahora vive, y todo se
realizará con la gracia de Cristo, esto es, por la inhabitación
del Espíritu en vosotros. ¿ Y todavía se quiere andar con
reclamaciones ?
Añade también cómo el espíritu, mortificando al cuerpo,
lo espiritualiza y vivifica: Ea, pues, hermanos, dice, deudores
som os, pero no a la carne, para vivir conform e a ella; por­
que si vivierais carnalm ente, m oriréis; pero si m ortificáis
las acciones de la carne por el espíritu, viviréis. Que es co­
mo decir: Si vivís siguiendo las inclinaciones del cuerpo
muerto, todo morirá; pero si vivís según el espíritu, morti­
ficando la carne, todo florecerá con vida.
CAPUT Vili

VlERBA PAULI QUO SENSU INTELLIGENDA

8. Item quod ait, P er hominem m ors e t per hominem


resurrectio m ortuorum : quid aliud quam de morte corporis
intelligi potest, quando u t hoc diceret, de resurrectione cor­
poris loquebatur, eamque instantissima et acerrima inten-
tione suadebat? Quid est ergo quod hic ait ad Corinthios,
Per hominem mars, e t per hominem resurrectio m ortuorum .
Sicut enim in Adam om nes m oriuntur, sic e t in Christo
omnes vìvìficabuntur12: nisi quod eit etiam ad Romanos, Per
unum hominem ftiecatum intraiìM in mundum, et per peccatum
m a rs?15 Hanc illi mortem, non corporis, ,ssd animae in-
telligi volunt; quasi aliud dictum sit ad Corinthios, P er ho­
minem mars, ubi omnino animae mortem accipere non si-
nuntur, quia de resurrectione corporis agebatur, quae morti
corporis est contraria. Ideo etiam sola mors ibi per hominem
facta commemorata est, non etiam peccatum ; quia non
agebatur de iustìtia, quae contraria est peccato, sed de cor­
poris resurrectione, quae contraria est corporis morti.

CAPUT IX

P eccatum p r o p a g a t io n s , non i m it a t i o n e tantum


TRANSISSE IN OMNES

9. H oc autem apostolicum testimonium in quo ait, Per


unum hominem peccatum intravit in mundum et per pec­
catum m ors, canari eos quidem in aliam novam detorquere
opinionem, tuis litteris intimasti; sed quidnam illud sit,
quod in his verbis opinentur, tacuisti. Quantum autem ex
aliis comperi, hoc ibi sentiunt, quod et mors ista quae ìllic
commemorata est, non sit corporis, quam nolunt Adam pec­
cando meruisse, sed animasi quae in ipso peccato fit: et ip-
sum peccatum, non propagatione in alios homines ex pri­
mo homine, sed imitatione transisse. Hinc enim etiam in1 2

12 i Cor. 15, 21. 22.


u Rom. s, 12.
CAPÍTULO VIII

S e n t id o de las palabras del A póstol

8. Asimismo, aquel pasaje donde dice: Por un hombre


vino la m uerte y por un hom bre la resurrección de los muer­
to s, ¿ a qué puede referirse sino a la muerte corporal, pues
cuando hablaba así el Apóstol, trataba de la resurrección
de la carne, para persuadirla con toda vehemencia y ardor?
Pues lo mismo que dice aquí a los corintios con las pala­
bras: Por un hombre vino la m uerte y por un hom bre la re­
surrección de los m uertos, porgue, com o en Adán m ueren
todos, así tam bién en C risto serán tod os vivificados, ¿no lo
dice igualmente a los romanos: Por un hombres entró el pe­
cado en el mundo y por el pecado la m uerte? Mas la muerte
de que aquí habla el Apóstol quieren los adversarios que
sea, no la corporal, sino la espiritual. Como si hubiera es­
crito cosa diversa a los corintios con las palabras: Por un
hom bre vino la m uerte, donde el contexto impide que se
entienda de la muerte del alma, pues se trata de la resu­
rrección corporal, que es contraria a la muerte corporal.
Por eso solamente menciona aquí San Pablo la muerte cau­
sada por un hombre, sin aludir al pecado, pues el tema no
era el de la justicia, opuesta al pecado, sino el de la resu­
rrección de la carne, que es contraria a la muerte del cuerpo.

CAPÍTULO IX

POR PROPAGACIÓN Y NO POR SIMPLE IMITACIÓN PASÓ EL PEGADO


A TODOS LOS HOMBRES9*

9. Por tu carta me has informado cómo ellos se em­


peñan también en dar una nueva y torcida interpretación
al testimonio apostólico: Por un hom bre entró el pecado
en el mundo y por el pecado la m u erte; pero nada me has
dicho del sentido que ellos dan al citado pasaje. Mas, según
he podido averiguarlo por testimonio de otros, ellos creen
que la muerte mencionada aqui por el Apóstol no es la cor­
poral, pues no admiten que Adán la hubiera originado con
su desobediencia; se trata de la muerte del alma, que en él
se debe al pecado. Y el mismo pecado dicen que no se ha
transmitido por propagación de unos hombres a otros, sino
por imitación. Siguiendo este principio, tampoco quieren ad-
parvulis nolunt credere per Baptismum solvi originale pec­
catimi, quod in nascentibus nullum esse omnino conten-
dunt. Sed si Apostolus peccatum illud commemorare vo-
luisset, quod in hunc mundum, non propagatione, sed imi-
tatione intraverit; eius principem, non Adam, sed diabolum
diceret, de quo scriptum est: A>b initio diabolus peccai 1\
De quo etiam legitur in libro Sapientiae: Invidia autem
diaboli m ors intravit in orbem terrarum . Nam quoniam ista
mors sic a diabolo venit in homines, non quod ab ilio fuerint
propagati, sed quod eum fuerint imitati, continuo subiun-
xit : Im itantur autem eum qui sunt e x parte ipsiu s15. Proin­
de Apostolus cum illud peccatum ac mortem commemora-
ret, quae ab uno in omnes propagatione transisset, eum
principem posuit, a quo propagato generis huinani sump-
sit exordiuin.
10. Imitantur quidem Adam, quotquot per inobedien-
tiam transgrediuntur mandatum Dei: sed aliud est quod
exemplum est volúntate peccantibus, aliud quod origo est
cum peccato nascentibus. Nam et Christum imitantur sane*
ti eius ad sequendam iustitiam. Unde èt idem Apostolus
dicit, imitadores mei estote, ,sicut et ego C hristi1*. Sed
praeter hanc imitationem, gratia eius illuminationem ius-
tificationemque nostrum etiam intrinsecus operatur, ilio
opere de quo idem praedicator eius dicit: Ñeque qui piantai
est aliquid, ñeque qui rig a t; sed qui increm entum dat
D eu s14
1
5
67. Hac enim gratia baptizatos quoque párvulos suo
inserii corpori, qui certe imitari aliquem nondum valent.
Sicut ergo ille in quo omnes vivificantur, praeter quod se
ad iustitiam exemplum imitantibus praebuit, dat etiam sui
spiritus occultissimam fidelibus gratiam, quam latenter in-
fundit et parvulis: sic et ille in quo omnes moriuntur, praeter
quod eis qui praeceptum Dbmini volúntate transgrediuntur
imitationis exemplum est, occulta etiam tabe carnalis concu-
piscentiae suae tabiflcavit in se omnes de sua stirpe venientes.
Hinc omnino, nec aliunde, Apostolus dicit: P er unum ho­
minem peccatum intravit in mundum, e t per peccatum m ors;
et ita in omnes homines pertransimt in quo omnes peccave-
ru n t18. Hoc si ego dicerem, resisterent isti, meque non recte
dicere, non recte sentire clamarent. Niullam quippe in his
verbis inMligerent sententiam cuiuslibet hominis, nisi istam
quam in Apostolo intelligere nolimt. Sed quia eius verba sunt,-
cuius auctoritate doctrinaeque sjeeumibunt, nobis obiiciunt

14 i Io. 3, 8.
15 Sap. 2, 24. 25.
16 i Cor. 11, i.
” lb . 3 , 7 -
Rom. 5, 12.
mitir que el bautismo quita él pecado original en los pár­
vulos, pues el hombre nace totalmente inocente. Mas si el
Apóstol hubiera querido mencionar el pecado que entró en
el mundo, no por generación, sino por imitación, hubiera
nombrado a su primer autor, que no fué Adán, sino el de­
monio, de quien está escrito: Desde el principio peca el diablo.
También se lee de él en el libro de la Sabiduría: Por envidia
del diablo entró la m uerte en el orbe de la tierra. Y cómo
esta muerte vino a los hombres por el diablo, no porque de él
procede, sino porque le han imitado, lo dice a continuación:
Y le imitan los Que a él pertenecen. Refiriéndose, pues, el
Apóstol ál pecado y a la muerte, que se han propagado de
un hombre a todos, puso como autor a aquel de quien ha
tenido comienzo la propagación del género humano.
10. iSin. duda son imitadores de Adán todos los que por
desobediencia traspasan los mandamientos de Dios; pero
una cosa es Ja fuerza del ejemplo para los que pecan por
voluntad propia y otra la consecuencia original para los que
nacen con pecado.
Pues también imitan a Cristo sus santos para seguir el
camino de la justicia. Por lo cual el mismo Apóstol dice:
Sed im itadores míos, com o y o lo so y de C risto. Pero, ade­
más de esta imitación, la gracia de Cristo produce la ilu­
minación y justificación en lo íntimo deí alma con aquel
linaje de operación de la que dice el mismo predicador:
Ni el que planta es algo ni el que riega, sino el que da. in­
crem ento, que es Dios. En efecto, por esta gracia también
a los niños bautizados los inserta en su Cuerpo cuando ellos
son incapaces de imitar a nadie.
Así como, pues, Cristo, en quien todos son vivificados,
además de darse a sí mismo como ejemplo de imitación
para la justicia, infunde también en los fieles la secretísima
gracia de su espíritu, incluyendo entre ellos a los párvulos,
así Adán, en quien todos mueren, no sólo dió ejemplo de
imitación a los transgresores voluntarios de los preceptos
del Señor, sino además contagió con la oculta gangrena de
su concupiscencia carnal a todos los que nacen de su estime.
Atendiendo a esto, y sólo a esto, dice el A póstol: Por
un hom bre en tró el pecado en el mundo y por el pecado
la m uerte, y así a tod os los hom bres alcanzó la m uerte,
pues en él todos pecaron. Si lo dijese yo esto por cuenta
mía, me contradirían los adversarios, clamando que ese
lenguaje no es exacto ni responde a la verdad. Si las ante­
riores palabras fueran de un hombre cualquiera, ellos no les
darían otro sentido sino él que no quieren hallar en el pasaje
apostólico. Mas com o son sus propias palabras y les abru­
ma la fuerza de su autoridad y doctrina, nos motejan de
tardos de entendimiento, defendiendo a capa y espada no sé
intelligendi tarditatem, eum ea quae taira perspicue dieta sunt,
in nescio quid aliud detorquere1 conantur. Per unum, inquit,
hominem peccatum intravit in mundum, et per peccatum
more. Hoc propagationis est, non imitationis: nam si imita­
tionis, per diabolum diceret. Quod autem nemo ambigit, is-
tum primum hominem dicit, qui est apeilatus Adam. E t ita,
inquit, in omnes homines pertranìsiit19*2.
1

CAPUT X
A ctualis et origin aliò peccati distinctio

11. Deinde quod sequitur, In quo omnns peccaverunt,


quam cirscumpecte, quam proprie, quam sine ambiguitate dic­
tum est. Si enim peccatum intellexeris, quod per unum homi­
nem intravit in mimdum in quo omnes peccaverunt*: certe
manifestum est alia esse propria cuique peccata, in quibus hi
tantum peccant, quorum peccata sunt; aliud hoc unum, in quo
omnes peccaverunt ; quando omnes ille unus homo fuerunt.
Si autem non peccatum, sed ille unus homo intelligitur, in
quo uno homine omnes peccaverunt, quid etiam ista est ma­
nifestation© manifestius? Nempe legimus iustificari in Chris­
to qui credunt in eum, propter occultam communicationem
et inspirationem gratiae sipiritualis, qua quisquís haeret Do­
mino unus spiritus est, quamvis eum et imitentur sancii
edus : legatur mihi tale aliquid de iis, qui sancìos eins imitati
sunt, utrum quisquam dictus sit iustificatus in Paulo aut
in F’etro, aut in quolibet horum, quorum in populo Dei magna
excellit auctoritas; nisi quod in Abraham dicimur benedici,
sicut ei dictum est : Benedicentur in te omnes gentes 20: prop­
ter Christum qui semen eius est secundum carnem. Quod
manifestius dicitur, oum hoc idem ita dicitur: Benedicentur
in mmine, tuo omnes g en tes21. Dictum autem quemquam di-
vinis eloquiis, peccasse vel peccare in diabolo, cum eum ini­
qui et impii omnes imitentur, nescio utrum quisquam repe­
riate quod tarnen cum Apostolus de primo homine dixerit:
In quo omnes peccaverunt, adhuc de peccati propagine dis-
ceptatur, et nescio quae nebula imitationis opponitur.
12. Attende etiam quae sequuntur. Cum enim dixissfet,
In quo omnes peccaverunt; seeutus adiunxit: Usque ad le­
gem enim peccatum in mundo fuit:, hoc est, quia nee lex
19 Ib. ib.
29 Gen. 12, 3 ; Gal. 3, 8.
21 Gen. 22, 18.
a Graece legitur eph’ ó, quod genere non concordat cum nomine
amartia, posito ibi aid signiñeandum peccatum. Cf. Obras de San
A gustín, VI (13. A. C.), p. 16.
qué sentido torcido a lo que tan claramente está expresado.
Por un hombre, dice, en tró el pecado en el mundo y por el
pecado la m uerte. Trátase aquí de una propagación, no de
una imitación; si hablara de imitación, diría: Por el diablo
entró el pecado en el mundo. Pero es indudable a los ojos
de todos que aquí designa como primer hombre al que es
llamado Adán. Y así, prosigue, la m uerte pasó a todos los
hombres.

CAPÍTULO X

D is t in c ió n e n tr e e l pecad o a c t u a l o r ig in a l

11. ¡Lo que sigue después: En quien tod os pecaron,


está escrito con mucha cautela, exactitud y claridad. Por­
que si por pecado entiendes el que entró en el mundo por
obra de un hombre en quien todos pecaron, cosa manifiesta
es, ciertamente, que hay también pecados personales de
que sólo son culpables quienes los cometen, diversos de
este único con que todos pecaron, cuando todo el género
humano estaba incluido en aquel único hombre. Y si se
prefiere ver en la expresión ¡en quien tod os peca/ron, no el
pecado, sino aquel hombre único, de suerte que todos en
aquel hombre único pecaron, todavía se gana en evidencia.
Pues leemos que son justificados en Cristo todos los que
en El creen por la oculta comunicación e inspiración de la
gracia espiritual, por la cual quienquiera que se une al Señor
se hace un espíritu con El, aunque también los santos le
imitan: ¿pueden alegarme de las Sagradas Escrituras ex­
presiones semejantes cuando se habla de la imitación de
los santos, si alguno se dice que ha sido justificado en San
Pablo o San Pedro y algún otro que sobresalga en el pueblo
de Dios con mucha autoridad? Unicamente se dice que so­
mos bendecidos en Abrahán, según está escrito: En ti serán
benditas todas las naciones, por causa de Cristo, descendien­
te suyo según la carne. Y aun luce con más claridad esta
promesa donde se dice: En tu descendencia serán benditas
todas las gentes. Ni creo que alguno halle en los divinos
libros que se diga que pecó o peca en el diablo, de los im­
píos y perversos que le imitan. Y habiendo asegurado esto
el Apóstol del primer hombre, en quien todos pecaron, to-
. davía se duda de la propagación del pecado, oponiendo no
sé que niebla de imitación.
12. Examina también las palabras que siguen. Pues
después de decir: En quien tod os pecaron, prosiguiendo
añadió: Porque anteriorm ente a la ley ex istía el pecado en
potuit auferre peccatimi, quae subintravit ut magia abun-
daret peccatum; sive naturalis lex, in qua quisque iam ra-
tione uterus, incipit peccato originali addtere et propria; sive
ipsa quae scripta per Moysen populo data est. Si enim data
esset lex, quae posset vivificare, omnìno e x lege esset iusti-
tia. Sed conclusit Scriptum omnia sub peccato, ut promissio
ex fide lesu Christi daretur credentibus22.
Peooatum autem non deputabatur, cum lex non esset.
Quid est, non deputabatur, nisi, Ignorabatur, et peocatum
esse non putabatur?
Neque enim ab ipso Domino Deo tanquam non esset ha-
bebatur, cum scriptum sit: Quicumque sine Uge peccaverunt,
sine lege peribunt23.

CAPUT XI

Regnum m o r t is q u id a p u d A postolu m

13. Sed regnavit, inquit, mors ab Adam usque ad M oy­


sen : id est, a primo homine usque ad ipsam etiam l'egem quae
divinitus promulgata est, quia nec ipsa potuit regnum mor­
tis auferre. Regnum enim mortis vult intelligi, quando ita
dominatin' in hominibus reatus peccati, ut eos ad vitam aeter-
nam quae vera vita est, venire non sdnat, sed ad secundam
•etiam, quae poenaliter aetema est, mortem trahat. Hoc reg­
num mortis sola in quolibet homine gratia destruit Salva­
toriß, quae operata est etiam in antiquis sanctis, quicumque
antequam in carne Christus veniret, ad eius tarnen adiuvan-
tem gratiam, non ad legis litteram quae iuberet tantum, non
adiuvare poterai, pertinebant. Hoc namque occultabatur in
vetere Testamento pro temporum dispensatione iustissima
quod nunc revelatur in novo. Ergo in omnibus regnavit mors
ab Adam usque ad Moysen, qui Christi gratia non adiuti
sunt, ut in eis regnum mortis destrueretur: etiam in eis qui
non peccaverunt in similitudinem praevaricationis Adae; id
est, qui nondum sua et propria volúntate sicut ille pecca­
verunt, sed ab ilio peccatum originale traxerunt ; qm est
form a fu tu ri; quia in ilio constituta est forma condemnatio-
nis futuris posteria, qui eius propagine crearentur ut ex uno
22 Gal. 3, 2i et 22.
23 Rom. 2, 12. *
el mundo. Esto es, ni la ley pudo destruir el pecado, ha­
biendo sido introducida en el mundo para dar mayor re­
alce al pecado, ora se trate de la ley natural, en virtud de
la cual, cuando el hombre llega a tener uso de razón, co­
mienza a áñadir al pecado original los propios; ora de la
ley escrita, promulgada por Moisés al pueblo. Porque si hu­
biera sido dada una ley capaz de vivificar, entonces real­
m ente de la ley procedería la ju sticia. Pero la Sagrada
E scritura lo encerró todo bajo el dominio del pecado, para
que la bendición de la prom esa se otorgara a los oreyen­
tes en virtud de la fe de Cristo.
Con todo, no se im putaba el pecado, m ientras faltaba
la ley. ¿Qué significa no se imputaiba, sino se ignoraba y
no se tenía por pecado?
Pero sí existía a los ojos del mismo Dios y Señor, por­
que está escrito: L os que sin ley pecaron, sin ley pere­
cerán.

C A P Í T U L O XI

Q u é SIGNIFICA “ EL REINO DE LA MUERTE” EN EL APÓSTOL

13. Pero reinó la m uerte, continúa, desde Adán hasta


M oü és; es decir, desde el primer hombre hasta la misma
promulgación divina de la ley, pues ni ella pudo acabar con
el reino de ¡la muerte. Por éste quiere se entienda la domi­
nación en el hombre del reato del pecado, de tal suerte
que no sólo les impide alcanzar la vida eterna, que es la
única verdadera, sino también los arrastra a la segunda
muerte, que es una desdicha perdurable. Ese reino de la
muerte lo destruye únicamente en cada hombre la gracia
del Salvador, que m ostró su eficacia ya en los santos de la
antigüedad, quienes antes de la venida de Cristo pertene­
cieron ya a su gracia, que ayuda; no a la letra de la ley, que
puede mandar, pero no dar la fuerza para cumplir el man­
dato. Pues lo que se hallaba oculto en el Antiguo Testamen­
to según 'la economía justísima de los tiempos, se ha ma­
nifestado ya en el Nuevo, Duego desde Adán hasta M oisés
reinó la m uerte en tod os los que no recibieron la ayuda de
la gracia de C risto, para que fuese destruido en ellos el
reino de la muerte. También estuvieron bajo su domina­
ción los que no pecaron a sem ejanza de la. prevaricación de
Adán, es decir, en los que no pecaron por voluntad pro­
pia, como él había pecado, sino heredaron de él el pecado
original. Adán es el tipo del hombre fu tu ro, porque en él
quedó establecida la forma de condenación que había de
omnes in condemnationem nascerentur, ex qua non libérât
nisi gratia Salvatori«.
Scio quidem plerosque latinos codices sic habere : Régna­
n t mors ab Adam, usque ad M oysen in eos qui peccaverunt
in similitudinem praevaricationis Adas, quod etiam ipsum,
qui ita legunit, ad eundeim référant intellectum; ut in simi-
litudinem praevaricationis Adae .peccasse accipiant, qui in
ilio peccaverunt, ut eis similes crearentur, sicut ex homine
homines, ita ex peccatcre peccatore«, ex morituro morituri
damnatoque damnati. Graeci autem codices, unde in latinam
linguam interpretatio facta est, aut omnesi aut pene omnes,
id quod a me primo positura est, habent.
14. Sed non, inquit, sicut delictum, ita et donatio. Si
enim ob unius delictum mndti m ortui sunt, m ulto magis
gratia Dei et donum in gratia unius hominis Jesu Christi
in multos abundant: non, magis multos, id est, multo p'lures
homines, neque enim plures iustificantur quam condemnan-
tur; sed, multo magis abundant. Adam quippe ex uno de­
licto suo reos genuit: Christus autem etiam quae homines
delieta propriae voluntatis ad originale in quo nati sunt
addiderunt, gratia sua solvit atque donavit, quod evidentius
in consequentibuK dieit.

CAPUT XII

UlNUM PBCCATÜM OMNIBUS com m une

15. Verum illud diligentius intuere, quod ait, ob unius


delictum multos mortuos. Our enim ob unius illius, et non
potius ob delict a su a propria, si hoc loco intelligenda est
imitatio, non propagatio ? Sed attende quod sequitur : E t non
sicut per umim peccantem , ita est e t donum. Nam indicium
qmdem ex uno in condemnationem, gratia autem ex multis
delictis in iustificationem .
Nunc dicant ubi locum habeat in his verbis ilia imitatio.
E x uno, inquit, in condemnationem: quo uno, nisi delicto?
Hoc enim explanat, cum adiungit: Gratia autem ex multis
delictis in iustificationem . Our ergo iudicium ex uno delicto
pasar a sus descendientes, oriundos de su estirpe, de modo
que todos naciesen de uno, destinados para la condena, de
la que sólo libra la gracia del Salvador.
Ya sé que en muchos códices latinos dice así: Reinó la
m uerte desde Adán hasta M oisés sobre aquéllos que peca­
ron a sem ejanza de la prevaricación de A dán; mas aun
los que se atienen a esta lección la explican en el mismo
sentido: por los que pecaron a semejanza de la prevarica­
ción de Adán entienden los que en él pecaron, habiendo
sido engendrados a su semejanza; y así como de Adán
hombre han salido hombres, así también de Adán pecador,
esclavo de la muerte y condenado, salió una raza de pe­
cadores, de esclavos de la muerte y condenados. Pero los
códices griegos, de donde se hizo la traslación latina, o
ícdos o casi todos, tienen la lección que yo he dado al
principio.
14. iMas no cual fu é el delito, asi tam bién fu é el don;
pues si por el delito de uno solo los que eran m uchos mu­
rieron, mucho más la gracia de D ios y la dádiva de la gra­
cia de un solo hombre, Jesucristo, se desbordó sobre los que
eran muchos. No dice el Apóstol sobre muchos más, esto es,
sobre un número mayor de hombres, pues son más los jus­
tificados que los que se condenan, sino abundó mucho más.
E¡n efecto, Adán engendró seres humanos culpables con un
solo delito su yo; en cambio, Cristo, aun a los que añadieron
delitos personales al pecado original con que nacieron, los
redimió con su gracia y los perdonó, según lo declara mejor
en lo que añade después.

CAPITULO XII

Ha y u n pecad o q u e e s co m ú n a todos

15. Pero examina con más atención lo que dice el


Apóstol, conviene a saber, que por el delito de uno han m uer­
to m uchos. ¿P o r qué a causa del delito de uno solo, y no
más bien por los pecados personales, si en este lugar ha de
entenderse la imitación y no la propagación? Mas advier­
te lo que dice: Y no como por uno que pecó, así fu é el don;
porque la sentencia, derivada de uno solo, acaba en con­
denación; mas -él don, a pesar de muchas ofensas, termina
en ju stificación .
Dígannos ahora nuestros adversarios dónde ha lugar
aquí a la imitación. Condenados por uno solo, dice: se re­
fiere aquí al delito único. Lo indica bien cuando añade:
Justificados de muchos delitos por la gracia. Mas ¿por
in condemnationem, gratia vero ex multis delictis in iustifi­
cationem ? Nbnne si nullum est originale delictum, non solum
ad iustificationem gratia, sed etiam iudicium ad condemna-
tionem ex multis delictis homines ducit? Ñeque enim gratia
multa delieta donai, et non etiam iudicium multa delieta
condemnat. Ajut si propterea ex uno delieto in condemnatio-
nem ducuntur quia omnia delieta quae condemnantur, e&
illius unius imitation# ccmmissa aunt ; eadem causa est cur
ex uno delieto etiam ad iustificationem duci intelligantur,
quia omnia delieta qulae iustifieatiis ¡remiituntur, ex illius
unius imitation# commòssa sunt. _
Sed hoc videlicet non intelligebat Apostolus cum dicebat :
Iudicium quidem ex uno delieto in condemnationem, gratia
vero ex m ultis delictis in iustificationem . Immo vero nos
intelligamus Apostolum et videamus ideo dictum iudicium
ex uno delieto in condemnationem, quia sufficeret ad con­
demnationem etiamsi non esset in hominibus nisi originale
peccatum. Quamvis enim condemnatio gravior sit eorum, qui
originali delieto etiam propria coniunxerunt, et tanto sin­
gulis gravior, quanto gravius quis peocavit: tarnen etiam
illud solum quod originalster tractum est, non tantum a
regno Dei separat, quo párvulos sine accepta Christi gratia
defuncto» intrare non posse ipsi etiam confiten tur; verum
et a salute ac vita aeterna facit alíenos, quae nulla esse alia
potest praeter regnum Dei, quo sola Christi societas intro-
ducit.

CAPUT XIII

Q uom odo per u n u m m ors et per u nu m v it a

16. A c .per hoc ab Adam, in quo omnes peccavimus, non


omnia nostra peccata, sed tantum originale traduximus: a
Christo vero, in quo omnes iustificamur, non illius tantum
originalis, sed etiam caeterorum quae ipsi addidimus pecca-
torum remissionem consequimur. Ideo non sicut per unum,
peccantem, ita est et donum. Nam iudicium quidem ex uno
delieto, si non remittitur, id est originali, in condemnationem
iam potest ducere: gratia vero ex multis deliotis remissis,
hoc est, non solum originali, verum etiam omnibus caeteris
ad iustificationem perducit.
17. Si enim ob unius delictum mors regnavit per unum,
multo magis qui abundantiam gratiae et iwstitiae accipvwnt,
qué esta antítesis de un juicio que nos condena por un
solo pecado y de una gracia que nos justifica de muchos
pecados? En la hipótesis de que no existe un pecado ori­
ginal, ¿no se sigue que lo mismo se extiende el objeto de
' la justificación por la gracia, y el del juicio de la condena­
ción por muchos delitos? Porque ni la gracia perdona ni
tampoco la justicia condena muchos deLtos. Y si, por con­
siguiente, un solo pecado es título de condenación, por
cuanto todos los delitos sobre los cuales ha recaído la con­
dena fueron cometidos a imitación de aquél, por la misma
razón deberíamos admitir que la justificación no recae
sino sobre un pecado, pues todos los que se perdonan a los
justificados se cometieron igualmente a imitación de aquél.
Pero no es éste el sentir de San Pablo, cuando decía:
Por el pecado de uno solo vino la condenación, mas la gra­
cia, después de muchas transgresiones, trajo la ju stifi­
cación. Antes bien, penetremos nosotros en el pensamien­
to del Apóstol y persuadámonos que él entiende el juicio
condenatorio por un delito, porque bastaría para conde­
narse los hombres el pecado original solo, aun cuando no
tuvieran otros.
Y si bien serán juzgados con mayor severidad) los que
añadieron pecados propios al original, y cada uno recibirá
el castigo proporcional a ellos, con todo, aun fel simple pecado
de origen no sólo separa del reino de Dios— donde, según
confesión de los mismos pelagianos, no pueden entrar los
niños que mueren sin haber recibido la gracia de Cristo— ,
mas también aparta de la salud y de la vida eterna, pues
reino de Dios y vida eterna son una misma cosa, y se alcanza
por la unión con Cristo.

CAPITULO XIII
CÓMO POR UNO NOS VINO LA MUERTE Y POR UNO LA VIDA

16. Luego de Adán, en quien todos pecamos, hemos con­


traído, no todos los pecados, sino sólo el original; en cambio,
Cristo, por quien todos somos justificados, nos ha logrado
la remisión del pecado original y de todos cuantos hemos
añadido nosotros. He aquí por qué .él mal que nos hizo aquel
pecador único no iguala al bien que nos ha hecho el don
de Dios. Su justo juicio puede condenar por el solo delito
de origen, si no se perdona; mas su gracia salva, perdonando
muchos delitos, o sea el de origen y los demás personales.
17. Pues si por el delito de uno solo, por obra de unto
solo reinó la m uerte, mucho más los que reciben la sobre-
in vita, regnabunt per unum lesum Christum 2*. Cur ob unius
delictum mors regnavit per unum, nisi quia mortis vinculo
tenebantur in ilio uno in quo omnes peccaverunt, etiamsi
propria peccata non addercnt? Alioquin non ob unius de­
lictum mors per unum regnavit, sed ob delieta multa multo-
rum per unumquemque peceantem.
Nam si propterea caeteri ob alterius hominis delictum
mortui sunt, quia ilium in delinquendo prae-oedentem subsé­
quentes imitati sunt: ille quoque et multo magia ob alterius
delictum mortuus est, quem diabolus delinquendo ita praece-
serat,-ut ei delictum etiam ipse suaderet: Adam vero nihil
suasit imitatoribus suis; et multi qui eius imitatores dicun-
tur, eum fuisse- et tale aliquid commisisse vel non audierunt,
vel omnino non credunt.
Quanto ergo rectius, sicut iam dixi, diabolum principem
constituisset Apostolus, a quo uno peccatum et mortem per
omnes transiisse dioeret, si hoc loco non propagationem, sed
imitationem dicsre voluisset? Multo enim rationabilius Adam
dicitur imitator diaboli, quem suasorem habuit peccati, si
potest quisquam imitari etiam ilium qui nihil tale suasit, vel
omnino quem nescit. Quid est autem, qui abundantiam gra-
tias et iustitiae accipiunt, nisi quod non tei tantum peccato
in quo omnes peccaverunt, sed eis etiam quae addiderunt,
gratia remissionis datur ; eisque hominibus tanta iu3titia
donatur, ut cum Adam consenserìt ad peccatum suadenti,
non cédant isti etiam cogenti?
Et quid est, multo magis in vita regnabunt, cum mortis
negnum multo plures in aetemam poenam trahat; nisi in-
telligamus eos ipsos in utroque- dici qui transeunt ab Adam
ad Ohristum, id est, a morte ad vitam, quia in vita aetema
sine fine regnabunt, magis quam in eis mons temporaliter
et cum fine regnavit?
18. Itaque sicut per unius delictum in omnes homines
ad condemnationem, ita et per unius im tificationem in om­
nes homines ad iustif icationem vitae 25. Hoc unius delictum,
si imitationem attendamus, non erit nisi diaboli. Sed quia
manifestum est, de Adam, non de diabolo dici; restât in-tel-
ligenda, non imitatio, sed propagatìo peccati.
24 Rom. 5, 17.
=J Ib. 5, x8.
abundancia de la grada y de la justicia reinarán en la vida
por uno solo, Jesucristo. ¿Por qué reinó 'la muerte por culpa
de uno, sino porque estaban vinculados a la muerte en él, en
quien todos pecaron, aun los que no cometieron pecados per­
sonales ? £>e otra suerte no sería verdad que por el delito de
uno solo la muerte ha extendido su imperio por medio de
uno, sino que ha reinado con muchos delitos personales de
muchos pecadores.
Pues si atribuimos a la culpa de un hombre la muerte
de los demás, porque a él, como a precursor, He han seguido
imitando en el mal, mucho más él murió por delito de otro,
pues el diablo le había precedido con el mal ejemplo, sien­
do además su instigador a la rebelión; en cambio, Adán
no persuadió a pecar a ninguno de sus imitadores, y muchos
de los que son llamados asá, o tal vez no han oído, o de nin­
gún modo creien que él haya existido y cometió semejante
pecado.
¿'Con cuánta mayor razón, pues, San Pablo hubiera dado
el primer lugar al diablo, atribuyéndole el delito y la he­
rencia universal de la muerte» si hubiera tratado aquí, no
de un pecado d¡e propagación, sino de imitación? Si sfe puede
ser imitador de alguien sin recibir de él ningún estímulo
para el mal y aun desconociéndolo totalmente, mucho más
justo es llamar a Adán imitador del diablo, porque éste fué
su tentador.
¿ Y qué significan las palabras: Los que redben la abun­
dancia de la grada y de la justicia, sino que se les perdonan
con la gracia tanto el pecado original, común a todos, como
los que han cometido después, dándoseles una justicia tan
poderosa, que, habiendo Adán consentido a la simple sugfes-
tión del demonio, ellos no se rinden, ni cuando con violencia
les quiere arrastrar al pecado? ¿ Y en qué sentido dice:
Mucho más reinarán en la vida, siendo así que la tiranía de
la muerte arroja a muchos más en la condena eterna, sino
para que entendamos que en ambos pasajes se habla de
los que han pasado de Adán a Cristo, de la muerte a la vida,
pues en la vida eterna reinarán sin fin con una gloria supe­
rior al estrago que la muerte temporal y transitoria causó
en ellos?
18. A\sí, pues, como por el pecado de un hombre todos
han incurrido en condenación, as'í por la santificación de
uno han recibido los hombres la justificación de la vicia.
I'/ste delito único, si atendemos a la imitación, no es sino
el del demonio. Mas siendo cosa evidente que se habla de
Adán, no del demonio, sólo puede entenderse de un pecado
de propagación, no de imitación.

¡x 8
CAPUT XIV

N em o n is i C h r is t u s iu stific at

Nam et quod ait de Christo, per unius iustificationem ,


magis hoc expressit, quam si per unius iustitiam diceret.
Earn quippe iustificationem dicit, qua Christus iustificat im­
pium, quam non imitandam proposuit, sed solus hoc potest.
Nam potuit Apostolus recte dicere: Im itatores rmi estate,
sicut it ego C hristi26: numquam autem diceret: Iustifica-
min° a me, sicut et ego sum iustifica^us a Christo. Quomam
possunt esse, et sunt, et fuerunt multi iusti homines et imi-
tandi: iustus autem et iustificans nemo, nisi Christus. Unde
dicitur, cncL.nti in earn qui iustificat impium, deputatur
fides tins ad iustitiam 27. Quisquis ergo ausns fuerit dicere,
Iustifico te ; consequens est -ut dicat etiam, Crede in me.
Quod nemo sanctorum recte dicere potuit, nisi sanctus sanc­
torum: Crédité in Deum, et in me créd ité 28; ut quia ipse
iustificat impium, credenti in eum qui iustificat impium,
deputetur fides ad iustitiam.

CAPUT XV
C onfirm ât e x p r o p a g a t o n e peccatum esse , quemadmodum
et iu stitia m e x regeneratione . Q uomodo e t omnes per
AíDam peccatores , e t omnes per C h r is t u m iu s t i

19. Nam si sola imitatio facit peccatores per Adam, cur


non etiam per Christum sola imitatio iustos facit? Sicut
enim, inquit, per unius delictum in omnes homines ad con­
demnations m, sic et per unius iustificationem in omnes ho­
mines ad iustificationem vitae.
Proinde isti, unus et unus, non Adam et Christus, sed
Adam et Abel constituí debuerunt. Quoniam cum multi nos
in huius vitae tempore praecesserint peccatores, eosque imi­
tati fuerint qui posteriore tempore peccaverunt; ideo tamen
volunt isti, nonnisi Adam dictum, in quo omnes imitatione
•peceaverint, quia primus hominum ipse peccavit. A c per hoc
Abel dici debuit, in quo uno omnes similiter homines imita­
tione iustificentur, quoniam ipse primus hominum iuste vixit.

26
i Cor. li , i.
2T
Rom. 4, 5.
23
Io. 14, I.
CAPÍTULO XIV

N adie sino C risto j u s t i f i c a

Lo que diefe hablando de Cristo: Por la justificación de


uno solo, tiene más fuerza que si dijera: Por la justicia de
uno sólo. Porque llama aquí justificación el acto de santificar
al pecador, que no es objeto de imitación, porque sólo El
puede justificar.
San Pablo bien pudo dfecir: Sed imitadores míos, como
yo lo soy de C risto; pero nunca podría tomar en su boca
estas palabras: Recibid de mí la justificación, como yo la he
recibido de Cristo. Pues puede haber, hay y hubo hombres
justos y dignos de imitación, pero nadie fes justo y justifi­
cador sino sólo Cristo. Por lo cual se dice: Cuando un hom­
bre cree tn aquel que justifica al impío, su fe se le abona en
cuenta de justicia. Luego ei que tuviere la osadía de decir:
Yo te justifico, es lógico que diga también: Cree en mí. Pero
sólo el Santo de los santos ha podido hablar así: Vosotros
criéis en Dios, creed también tn mí, para que, como a cre­
yente en aquel que justifica al impío, su fe le sea abonada en
cuenta de justicia.

CAPÍTULO XV

CÓMO POR A d á n todos son pecadores y cómo ju st o s todos


po r C risto

19. Luego si sólo la imitación nos hace pecadores por


Adán, ¿por qué también no nos hace justos la sola imitación
por Cristo? Como por el pecado de uno todos han incurrido
en condenación, así por la justificación de uno solo todos
recib n la justificación de la vida.
En la hipótesis de una imitación, este uno y uno no de­
bieran ser Adán y Cristo, sino Adán y Abel. En efecto, en la
vida presente, muchos pecadores van delante de nosotros,
y muchos que ha venido después los han imitado pecando;
sin embargo,’ p°r esto quieren los pelagianos que sólo Adán
haya sido mencionado como el tipo en quien todos pecaron,
por haber sido él el primer hombre pecador. Siguiendo este
razonamiento, Abel debía haber sido propuesto como el tipo
en quien todos igualmente son justificados por imitación, por
haber sido ©1 primero entre los hombres que vivió justamen-
Aiut iSi propter quemdam articulum temporis ad Nbvi Tes­
tamenti exordium pertinentem, Christus est positus propter
imitationem caput iustorum: ludas eius traditor caput poni
debuit peccatorum.
Porro si propterea Christus unus est in quo orones iusti-
. ficentur, quia non sola eius imitatio iustos facit, sed per
spiritum regencrans gratia: propterea et Adam unus est in
quo omnes peccaverunt, quia non sola eius imitatio pec-
catores facit, sed per carnem generans poena. Ob hoc etiam
dictum est, omnes et omnes. Ñeque enim qui generantur per
Adam, iidem ipsi omnes per Christum regenerantur: sed hoc
recte dictum est, quia sicut nullius carnalis generatio nisi
per Adam, sic spiritualis nullius nisi per Christum.
Nam si aliqui possent carne generari non per Adam, et
aliqui generari spiritu non per Christum; non liquide omnes,
si ve hic, si ve ibi dicerentur.
Eoisdem autem omnes postea multos dicit; possunt quip-
pe in aliqua re omnes esse qui pauci sunt: sed multos habet
generatio carnalis, multos et spiritualis; quamvis non tam
multos haec spiritualis quam illa carnalis. Verumtamen quem­
adme dum illa omnes habet homines, sic ista omnes iustos
homines; quia sicut nemo praeter illarn homo, sic nemo prae­
ter istam iustus homo: et in utraque multi. Sicut enim per
inobedkntìam unius hominis peccatores constituti sunt mul­
ti, ita per obedientiam unius hominis insti constituentur
multi.
20. h ex autem isubintravit, ut abundaret delictum. Hoc
ad originale homines addiderunt iam propria volúntate, non
per Adam: sed hoc quoque solvitur sanaturque per Chris­
tum; quia ubi abundmit peccatimi, supcrabundavit gratia,
ut quemadmodum regnavit peccatum in mortem, etiam quod
non ex Adam traxerunt homines, sed sua volúntate addide­
runt; sic et gratia regnet per iustitiam in vitam aeternam.
Non tarnen aliqua iustitia praeter Christum, sicut aliqua pec­
cata praeter Adam. Ideo cum dixisset, quemadmodum regna­
mi peccatum in mortem; hic non addidit, Per unum auit per
Adam : quia supra dixerat etiam de peccato ilio, quod subin­
trante lege abundavit; et hoc utique non est originis, sed
iam propriae voluntatis. Cum autem dixisset, sic et gratia,
regnet per iustitiam in vitam aeternam, addidit, per Iesumi
te. O si, atendiendo a la economía temporal iniciada con el
Nuevo Testamento, ha sido Cristo constituido, como ejemplar
de imitación, cabeza de los justos, por la misma razón, a Ju­
das, que le entregó, debía habérsele puesto como cabeza de
los impíos.
Pero, en cambio, si Cristo es el único en quien son justi­
ficados todos, porque no sólo justifica su imitación, mas tam­
bién su gracia, que regenera en espíritu, por la misma razón
Adán es el único en quien todos pecaron, ora porque su imi­
tación hace a los pecadores, ora también porque transmite
su pena por generación carnal. Así ete explica igualmente por
qué se dice todos y todos. Lo cual no significa que todos lois
que vienen por descendencia carnal de Adán sean regenera­
dos con la gracia de Cristo; ptero la expresión es exacta, pues
así como toda generación carnal se deriva de Adán, así nadie
renace espiritualmente; sino por Cristo.
Si algunos pudieran ser engendrados carnalmente por otro
conducto que el de Adán y si algunos pudieran ser regene­
rados espiritualmente por otra vía que la de Cristo, la pala­
bra todos sería inexacta en ambos pasajes.
La misma expresión todos emplea después para designar
a muchos; en efecto, aun habiendo pocos, puede hablarse de
todos; pero lo mismo la generación carnal que la espiritual
comprende a muchos, aunque la segunda menos que la pri­
mera. Con todo, como aquélla comprende a todos los hombres,
ésta a todos los hombres justos; pues así como nadie es hom­
bre fuera de aquélla, así nadie justo fuera de ésta; y en am­
bas se encierran muchos hombres. Pues como por la desobe­
diencia de un solo hombre fueron constituidos muchos peca­
dores, así también por la obediencia de uno solo serán ju sti­
ficados muchos.
20. Mas sobrevino la ley para que aumentase el delito.
Esto se refiere a los pecados que los hombres añadieron al
original por su propia voluntad, no por Adán; pero éstos
también son borrados y sanados por Jesucristo, pues donde
abundó el delito, sobreabundó la gracia, para que así como
reinó el pecado, siendo causa de mu rte, y también los peca­
dos no contraídos die Adán, sino cometidos por voluntad pro­
pia, así también la gracia reine por la justicia, dando la vida
eterna.
Mas ninguna justicia hay fuera de Cristo, como hay pe­
cados fuera de Adán. Por lo cual, después de decir: Como
reinó el pecado, originando la muerte, no añadió: Por un solo
hombre, o por Adán, porque ya había mencionado los delitos
que abundaban cuando sobrevino la ley; aquí también se re­
fiere, no al pecado original, sino a los cometidos con voluntad
propia. Y después de haber dicho: Para que la gracia reine
por la justicia con frutos de vida eterna, añadió: Por Jesu-
Christum, Dominum nostrum 29; quia generante came illud
tamtummodo trahitur; quod est originate píocatum. *; regene­
rante auteui spiritu non solum originalis, sed etiam volunta-
riorum fit remissio peccatorum.

CAPUT XVI

I n fan tes non ba ptizati len issim e quidem ,. sed tam en


DAMNANTUR. POENA PECCATI ADAE GRATIA CORPORIS AMISSA

21. Potest proinde recte dici, párvulos sine Baptismo


dte corpore exeuntes in damnatione omnium mitissima futu­
ros. Multum autem fallii et fallitur, qui 'eos in damnatione
praedicat non futuros, dicente Apostolo, ludicium ex uno
delieto in condemnationem; et paulo post, Per unius delictum
in omnes homines ad condemnation^ m.
Quando ergo peocavit Adam non obediens Deo, tunc eius
corpus, quamvis esset animale ac mortale, gratiam perdidit,
qua edus animae omni 'ex parte obediebat ; tunc ille exstitit
bestialis motus pudendus hominibus, quem in sua erubuit
nuditate. Tunc etiam morbo quodam ex repentina et pesti­
fera corruption© concepto factum in illis est, ut illa in qua
creati sunt stabilitate aetatis amissa, per mutabili'tates aeta-
tum irent in mortem. Quamvis ergo annos multos postea
vixerint, ilio tamen die moiri coeperunit, quo mortis legem, qua
in senium veterascerent, acceperunt. Non enim stat vel tem-
poris puncto, sed sine intermissione labitur, quidquid con- ‘
tinua mutatione sensim currit in finem, non perficientem,
sed consume ntem. Sic itaque impletum est quod dixsrat Deus :
Qua dìs ederitis, m orte m oriem m i3".
E x hac igitur inobedientia carnis, ex hac lege peccati
et mortis, quisquís camaliter generatur, regeneran spiritua-
liter opus habet, ut non solum ad regnuon Dei perducatur,
verum etiam a peccati damnatione liberetur. Simul itaque
peccato et morti primi hominis obnoxii nascuntur in carne,
et simul iustitiae vitaeque aeternae secundi hominis sociatì*3 0

28 Rom . 5, 1 2 -3 1 .
30 Gen. 2, 17.
a In Enchiridio multis annis post edito scripsit Augustinus,
n. 13, non improbabiliter dici, párvulos parentum non solum pri­
morum, sed etiaim suorum de quibus ipsi nati sunt, peccatis. obli­
gan , eosque ante regenerationem teneri illa divina sententia : Rcd-
darti peccata pdtrum in fiììos. Magister S e n t, 1 . II, c. 33, ostehdit
Augustinum haec dixisse, non asserendo, sed diversoruan opiniones
referendo. Dixit sane ea regula et moderatione quam servari iussit
in libro VI De Gen. ad litt., n. i4 t nimirum, «ut in profundo Serip-
turae _ sensu magia praestaret diligentiam inquirendi, quam affir-
mándi temeritatem» (PL 44, 120).
cristo, Señor nuestro; pues por la generación carnal se con­
trae solamente el pecado de origen; mas con la regeneración
espiriual no sólo se logra la remisión del pecado original,
sino también la de todos los personales.

CAPÍTULO XVI

Los NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO SON CONDENADOS, AUNQUE


a levísim a pe n a .
T am bién po r e l pecado de A d á n e l cuerpo
PERDIÓ LOS DONES DE LA GRACIA

21. Luego puede afirmarse con verdad que los niños


que mueren sin bautismo estarán en un lugar de condenación,
la más ligera de todas. Mucho, pufes, engaña y se engaña
quien propala que no serán condenados, cuando el Apóstol
lo dice: Por un solo pecado hay un juicio As condenación; y
poco después prosigue: Por el pecado de uno, todos los hom­
bres han incurrido en condenación.
Cuando pecó, pues, Adán, desobedeciendo a Dios, enton­
ces su cuerpo, aunque animal y mortal, perdió la gracia, por
la que todos sus miembros obedecían plenamente a ®u alma;
entonces apareció el movimiento bestial, tan afrentoso para
los hombres, del que se avergonzó Adán al verse desnudo.
Entonces también, con una especie de enfermedad originada
por aquella corrupción súbita y pestilencial, perdieron ei vi­
gor inalterable de la juventud, en que fueron creados por
Dios, para ir al encuentro de la muerte al través de las vici­
situdes de las edades. Y aunque los hombres todavía vivieron
muchos años después, con todo comenzaron a morir el día en
que recibieron esta ley de la muerte, que los condena a la
decadencia senil. Pues ningún ¡momento permanece, sino se
desliza sin interrupción todo lo que con mudanzas continuas
se precipita insensiblemente en su fin, no en un fin que per­
fecciona, sino que destruye. Así efe cumplió lo que había di­
cho el Señor: El día en que com iereis, moriréis.
Todos, pues, cuantos proceden por generación de esta des­
obediencia de la carne, de esta ley del pecado y de la muerte,
tienen necesidad de la regeneración espiritual, no sólo para
llegar al reino de Dios, sino también para librarse de la con­
denación del pecado. Por su nacimiento carnal vienen sujetos
a la vez al imperio del pecado y de la muerte del primer
hombre; por el renacimiento del bautismo coparticipan de la
justicia y vida eterna del segundo hombre. Según está escrito
renascuntur in, Baptismo : sicut et in Ecclesiastico scriptum
est, A muliere initvum factum est peccati, e t per illam omnes
m orim ur81. Sive autean a muliere, sive ab Adam dicatur,
utrumque ad primum hominem pertinet: quoniam, sicut no-
vimus, mulier ex viro est, et utriusque una caro est. Unde
et illud quod scriptum est, E t erunt duo in carne una. Igitur
km. non duo, inquit Dominus, sid una ca ro 3 32.
1

CAPUT XVII
N on esse in fan tib u s personale peccatoti tribuendum

22. Quapropter qui dicunt párvulos ideo baptizari, ut


hoc eis remittatur quod in hae vita proprium contraxerunt,
non quod ex Adam traduxerunt, non magno molimine re-
fellendi sunt. Quando enim secum ipsi paululum sine certandi
studio cogitaverint, quam sit absurdum nec dignum dispu­
tations quod dicunt, continuo sententiam commutabunt.
Quod si noluerint, non usque adeo de humanis sensibus de-
sp: randum est, ut metuamius ne hoc cuipiam persuadeant.
Ipsi quippe ut hoc dicerent, alicuiu3 alterius sententiae prae-
iudicio, nisi faJlor, impulsi sunt: ac propterea cum remitti
baptizato peccata necessario faterentur, nec fateri vellent ex
Adam ductuim esse peccatum, quod remitti fatebantur infan­
tibus, ipsam infantiam coacti sunt accusare: quasi accusator
infantiae hoc securior fieret, quo accusatila ei responderé
non posset. Sed istos, ut dixi, omittamus ; ñeque enim sermo­
ne vel documentis opus est, quibus innocentia probetur in­
fantum, quantum ad eorum pertinet vitam, quam reicenti
ortu in se ipsis agunt, si earn non agnoscit sensus humanus,
nullis adminiculis cuiusquam disputationis adiutus.

CAPUT XVIII

REFELUT EOS QUI BAPTIZARI PARVULOS VOLUNT NON IN PECCATI


REMISSIONEM, SED AD OBTINENDUM REGNUM CAELORUM

23. Sed illi movent, et aliquid consideratione ac discus­


sione dignum videntur afierre, qui 'dicunt párvulos recenti
vita editos visoeribus matrum, non propter remitbendum pec-

31 Eccli. ss, 33.


32 Mt. 19, 5, 6.
en el Eclesiástico: En la m ujer tuvo 'principio el pecado y
por ella morimos todos. Ora is© atribuya a la mujer, ora a
Adán, en ambos casos el origen del pecado está en el primer
hombre; porque, como sabemos, la mujer procede del varón
y la de ambos es una misma carne. Por lo cual está escrito:
Serán dos en una carne. Aisí que ya no son dos, sino una
carne, dijo el Señor.

CAPÍTULO XVII

No SE DEBEN ATRIBUIR PECADOS PERSONALES A LOS NIÑOS

22. Por ¡esta causa no ¡son menester muchos esfuerzos


para refutar a los que dicen que los niños son bautizados para
que se les perdonen los pecados que han cometido en su vida,
no el que contrajeron de Adán. Si ellos reflexionan seriamen­
te y sin pasión cuán absurdo e indigno de tomarse en cuenta
es lo que dicen, fácilmente cambiarán de opinión. Y si no
quisieren avenirse ¡a esto, tampoco se ha de desesperar
de los buenos sentimientos humanos hasta hacernos temer
que han de persuadir a los demás tal modo de pensar. A mi
parecer, ellos se han arrojado a defender esa opinión por te­
mor a la otra sentencia. Obligados, por una parte, a confe­
sar que el bautismo obra la remisión de los pecados, y rehu­
sando, por otra, atribuir a Adán el origen del pecado, que,
según confiesan, se perdona a los niños, no tuvieron más
salida que la de acusar a la misma infancia, como si el acu­
sador de la infancia estuviese más seguro, porque el acusado
no puede responderle. Paro dejemos, como dije, a los partida­
rios de esta opinión; es inútil apelar a ningún discurso o do­
cumento para probar la inocencia d!e los niños en cuanto a
la vida que llevan después de recién nacidos, si el sentido hu­
mano no la reconoce, sin necesidad de ayudarse para ello de
ninguna ciaste de argumentos.

CAPÍTULO XVIII

IlEFUTA A LOS QUE DICEN QUE LOS NIÑOS NO RECIBEN EL BAU­


TISMO EN REMISIÓN DE SU PECADO, SINO PARA CONSEGUIR EL
REINO DE LOS CIELOS

23. Más mella hacen propalando una opinión que mere«


■ ser examinada y discutida quienes dicen que los niños
n'cién nacidos reciben el bautismo no para que les sea perdo-
catum percipere Baptismum, sed ut spiritualem procreatio-
nem non habentes creentur in Christo, et ipsius regni caelo-
rum participes fiant, eodem modo filii et haeredes Dsi, cohae-
redes autem Christi. A quibus tarnen cum quaeritur, utrum
non baptizati et non effecti cohaeredes Christi, regnique
oaedorum participes, habe amt sadtem benefioium salutis aeter-
nae in resurrectione mortuorum, laborant vehementer, nec
exitum inveniunt.
Quis enim Christianorum ferat, cum dicitur ad aetemam
salutem posse quemquam pervenire, si non renascatur in
Christo, quod per Baptismum fieri voluit, eo iam tempore
quo tale Sacramentum constituemdum fuit regenerandis in
spem salutis aetemae?
Unde dicit Apostolus: Non ex operibus iustitiae queue nos
fecim us, Ised secundum suam miserioordiam salvos nos fecit
per lavacrum rrgenerationis33. Quam tarnen salutem in spe
. dicit esse, cum hic vivimus, ubi ait: Spe enim salvi facti
sumivs. Spes atutem quae videtur non est spes: quod enim videt
quis, quid sperai? Si autem quod non videmus, speramus, per
patientiam eoaspectamus
Sine ista'ergo regenerations salvos in aetemum posse par-
vulos fieri, quis audeat affirmare, tanquam non pro eis mor-
tuus sit Christus? Eütenim Christws pro impiis mortuus
e s t85. Isti autem qui, ut manifestum eist, nihil in sua propria
vita impie commiserunt, si nec originaliter ullo impietatis
vinculo detinentur, quomodo pro eis inortuus est qui pro im- .
piis mortuus est?
Si nulla originalis sunt peccati aegritudine sauciati, quo­
modo ad medicum Christum, hoc est, ad percipiendum Sa­
cramentum salutis aeternae, suorum currentium pio timore
portantur et non eis in Ecclesia dicitur: Auferte hinc inno­
centes istos; non est opus sanis medicus, sed male habenti-
fous: non venit Christus vocare iustos ssd peccatores? NUm-
quam dictum est, numquam dicitur, numquam omnino dice-
tur in Ecclesia Christi tale commentum.

38 Tit. 3, 5-
34 Rom. 8, 24. 25.
lb. s, 6-
nado el pecado, sino para que renazcan espiritualmente, sien­
do creados en Cristo y haciéndose partícipes d© su reino ce­
lestial y, del mismo modo, hijos y herederos de Dios, pero
coherederos de Cristo. Cuando a éstos se les proponte la cues­
tión sobre si los no bautizados y no hechos coherederos de
Cristo y participantes del reino de los cielos, consiguen a lo
menos el beneficio de salvación eterna en la resurrección de
los muertos, hacen laboriosos esfuerzos, pero no hallan nin­
guna salida.
Pues ¿quién entre los cristianos pasará porque se defien­
da para alguien la posibilidad de llegar a la salvación eter­
na sin el renacimiento ten Cristo, que El quiso se operase por
virtud del bautismo ten el tiempo en que hubo die ser institui­
do este sacramento para engendrar a los hombres a la espe­
ranza de la vida eterna?
Por esta razón dice el Apóstol: No por obras hechas en
justicia, que nosotros hubiéramos practicado, sino, según su
misericordia, nos salvó por el baño de la regeneración. Esta
salvación la conseguimos en esperanza, mientras vivimos en
este mundo, según afirma en otra parte: Porque en esperanza
hemos sido salvados; mas la esperanza que se ve, ya no es
esperanza. Pues lo que uno ve, ¿cóm o puede esperarlo? Pero
si esperamos lo que no vemos, en paciencia lo esperamos.
Luego ¿ quién osará defender que sin esta regeneración se
salvan los niños para siempre, como si Cristo no hubiera
muerto por ellos? Porque Cristo murió por los impíos. Como,
por otra parte, es evidente que estas criaturas no han come­
tido ninguna impiedad con su vida propia, si tampoco titenen
ningún vínculo de pecado original, ¿cóm o murió por ellos el
que murió por los impíos?
Si no están heridos con ninguna enfermedad de pecado
hereditario, ¿por qué sus deudos, con piadoso temor, se apre­
suran a llevarlos al Médico Cristo,- esto es. a recibir el sacra­
mento de la salvación eterna, ni se les dice en la Iglesia:
Retirad de aquí a estos inocentes, porque los sanos no tienen
necesidad dte médico, sino los enfermos; Cristo no vino a lla­
mar a los justos, sino a los pecadores?
Nunca se dijo, nunca se dicte, nunca se dirá jamás tal
cosa en la Iglesia- de Cristo.
CAPUT XIX
I nfantes u t fidbles , it a e t po en itentes d icun tur . P eccata
SOLA INTER DUUM ET HOMINES SEPARANT

24. A c ne quis existimet ideo párvulos ad Baptismum


afferri oportere, quia sicut peccatores non sunt, ita nec iusti
sunt: quomodo ergo quidam meritum huius aetatis a Domi­
no laudatum esse commemorant, ubi ait: Sinite párvulos
venire ad me; tedium est enim regnum caelorum ? 36 Si enim
hoc non propter humilitatis similitudinem, quod humilitas
párvulos faciat, sed propter puerorum vitam laudabilem
dictum est, profecto et iusti sunt. Non enim recte aliter dici
potuit: Tedium est regnum caelorum, cum esse non possit
nisi iustorum.
Sed forte hoc quidem non congruentor dicitur, quod par-
vulorum vitam laudaverit Dominus dicens: Talium est reg­
num caelorum : cum veraix. sit ille intellectus quod humili­
tatis similitudinem in parva aetate posuerit.
Verumtamen forsitan hoc tenendum est quod dixit, prop-
terea párvulos baptizari debere, quia sicut peccatores non
sunt, ita nec iusti sunt. S'ed cum dictum esset, Non vini vo­
cale iustos, quasi’ ei respond: ■retur : Quos ergo voc-re venis­
ti ? continuo subiunxit, sed peccatores in poenitentiam 37.
Aie per hoc, quomodo si iusti sunt, ita etiamsi peccatores non
sunt, non eos vonit vocare, qui drxit, Non veni vocare iustos,
s:d peccatores? Et ideo Baptismo eius qui eos non vocat non
tantum frustra, veruni etiam improbe videntur irruere ; quod
absit ut sentiamus. V ocat eos igitur medicus, qui non est
opus sanis, sed aegrotant:bus, ree venit vocare iustos, sed
peccatores in poenitentiam. Et ideo quia suae vitae propriae
peecatis nullis adhuc tenentur obnoxii, original's in eis
aegritudo sanatur in eius gratia qui salvos fecit per lava-
crum regene rat ionis.
25. Dicet aliquis: Quomodo ergo et ipsi vocantur in
poenitentiam? Numquid tantillos potest aliquid poenitere?
Huic respondetur: Si propterea poenitentes dicendi non
sunt, quia sensum poenitendi non habent, nec fide’ es dicendi
sunt, quia similiter sensum credendi nondum habent. Si au-
tem propterea recte fideles vocantur, quoniam fidem per ver­
ba gestantium quodam modo profitentur; cur non prius etiam
poenitentes habentur, cum per eorumdcm verba gestantium
diabolo et huic sarculo renuntiare mostrantur? Totum hoc
36
Mt. 19, 14.
37
Le. 5, 32.
CAPÍTULO XIX
LO MISMO QUE FIELES, LOS NIÑOS PUEDEN LLAMARSE PENITEN­
TES. SÓLO LOS PECADOS APARTAN A LOS HOMBRES DE DIOS

24. Mas nadie piense que le® infantes se llevan a bauti­


zar porque, como no son pecadores, tampoco justos. ¿Cómo,
pues, algunos recuerdan el elogio del Señor en favor de la
infancia, cuando dice: Dejad que los niñas ss acerquen a mi,
porque de los tales es el reino de los cielos ? Pues si con estas
palabras quiso Nuestro Señor no sólo proponernos como mo­
delos de humildad, porque esta virtud nos hace pequeñuelos,
sino ponderar la vida laudable de los niños, sin duda ellos
están en el número de los justos. De otro modo, no hubiera
podido decirse: De los tales es el reino de los cielos, el cual
sólo puede ser de los justos.
Pero tal vez tampoco es exacto decir que el Señor elogió
la vida de los niños con las palabras: De los tales es el reino
de los cielos; el verdadero sentido es que Cristo los ha pro­
puesto en tan tierna edad como ejemplo de humildad.
A pesar de lo dicho, tal vez podría sostenerse la opinión
que yo señalé, a saber: los niños deben bautizarse, porque no
son pecadores, mas tampoco justos. Pero después de haber
dicho el Señor: No he venido a llamar a Zois justos, como si
alguien le replicase': Pues ¿a quiénes viniste a llamar?, aña­
dió al punto: sino a los pecadores a penitencia. Luego no sólo
es inútil, sino insolenté! precipitarse a recibir el bautismo de
aquel que no los llama. Mas arrojemos lejos de nosotros se­
mejante manera de pensar. Pues los llama el Médico que tie­
ne necesidad de los enfermos, y no dé los sanos, y que no
vino a llamar justos, sino pecadores a la penitencia. Por esta
razón, como los niños no están sujetos a ningún pecado de
la vida propia, se cura en ellos la enfermedad original por
gracia de aquel que salva por el baño de la regeneración.
25. Dirá alguno: Pues ¿cóm o esos niños son llamados
a hacer penitencia? Siendo tan pequeñitos, ¿cabe en ellos el
arrepentimiento ?
Se le responde: Si todavía no han de ser contados en el
ryímero de los penitentes, porque no tienen el sentimiento para
arrepentirse, tampoco han de ser llamados fieles, porque tam­
bién carecen aún del sentimiento de la fe. Empero, si con
razón se les considera como fieles, porque en cierto modo
profesan la fe por boca de sus padrinos, ¿por qué no los he­
mos de tener de antemano como penitentes, pues con pala­
bras de las mismas personas que los llevan manifiestan su
renuncia al demonio y al mundo presente? Todo lo cual se
in spe fit vi Sacramenti et divinae gratia«, quam Dominus /
donavit Ecclesia«. Caeterum quis ignorat quod baptizatus
parvulus, si ad rationales annos veniens non crediderit, nfec
se ab illicitis concupiscentiis abstinuerit, nihil ei proderit quod
parvus accepit? Verumtamen si percepto Baptismate de hac
vita migraverit, soluto reatu cui original’ter erst obnoxms
perficietur in ilio lumine veritatis, quod incommutabiliter ma-
nens in aetcrnum, iustificatos praesentia Creatoris illuminat.
Peccata enim sola separant inter homines et Dcum, quae sol-
vuntar CTiristi gratia per quem mediatocene recomciliamur,
cum iustificat impium.

CAPUT XX
Ad m en sa m D o m ini nem o k ite n is i baptizatu s accedit

26. Terrentur autem isti sententia Domini dicentis : Nisi


quis natus fuerit denuo, non videbit r rgnum D i. Quod cum
exponeret, ait : Nisi quis renatus fuerit ex aqua et Sniritu,
non intrabit in rrgnum, caelorum 3S. E t propterea conantur
parvulis non baptizatis innocentiae merito salutem ac vitam
aetemam tribuere; sed quia baptiza ti non sunt, eos a regno
caelorum facere alíenos: nova quadam et mirabili praesumn-
tione, quasi salus ac aetema vita possit esse1 praeter Christi
haereditrtem, prae+er regnum caelorum.
Habent enim videlicet quo confugiant, atque ubi delites-
cant, quia non ait Dominus, Si quis non renatus fu^rit ex
aqua et Sniritu, non habebit vitam ; sed ait : Non intrabit in
regnum Dei. Nam si illùd dixisset, nulla hinc dubitatio pas­
set oboriri. Auferatur ergo dubitatio; iam Dominum audia-
mus, non suspirones coniecturasque mortalium; Dominum
audiamus, inquam, non quidem hoc de Sacramento lavacri
dioentem, sed de Sacramento sanctae mensae suae, quo nemo
rite nisi baptizatus accedit: N isi manducaveritis carnem
meam et bib'ritìs sanguinem meum. non hab'bitis vitam in
v o b is39. Quid ultra quaerimus? Quid ad hoc responderd pot­
est, nisi pertinacia pugnaces nervo® adversus constantiam
persoicuae veritatis intendat?
27. An vero quisquam etiam hoc dicere audebit, quod
ad párvulos haee smtentia non pert’n e't, possinitoue sine
participation« corporis huius et sanguinis in se habere vi­
tam : quia non ait, Qui non manducaverit, sicut de Baptis-
mo, Qui non renatus fu erit; sed ait, Si non m anducaveritis,

lo- 3» 3- 5-
Io. 6, 54.
realiza en esperanza por virtud del sacramento y de la divina
gracia, de que Cristo dotó a su Iglesia. Por lo demá3 , ¿quién
\ignora que nada le aprovechará lo que recibió siendo niño
si, llegando al uso de razón, no creyera ni se abstuviere de
los deseos culpables? En cambio, si muriese en la inocencia
bautismal, libre del reato al que estaba sujeto por razón de
su origen, alcanzaría la perfección de la dicha en aquella luz ■
de la Verdad que, permaneciendo inmutable, ilumina a los
santos con la presencia del Creador. Porque los únicos mu­
ros de separación entre el hombre y su Dios son los pecados,
los cuales se quitan con la gracia de Cristo, por cuya media­
ción somos reconciliados cuando justifica al pecador.

CAPITULO XX
N adie se acerca debidamente a la m esa del S eñ o r si no
ESTÁ BAUTIZADO

26. A nuestros adversarios amedrenta esta sentencia del


Salvador: Si uno no re naciere, no puede, ver el reino de Dios.
Y exponiéndola, prosigue: Quien no naciere de agua y E s­
píritu, no puede entrar en el reino de los cielos. Y por eso se
esfuerzan en atribuir la salvación y la vida eterna a los bau­
tizados, alegando el mérito de su inocencia; pero, como no
están bautizados, los destierran del reino de los cielos. He
aquí una pretensión inaudita y extraña, como si pudiera lo­
grarse la salvación y la vida eterna fuera de la herencia de
Cristo, fuera del reino de los cielos.
Ni les falta su refugio y escondrijo, porque— así discurren
ellos—no dijo el Señor: Si alguien no renaciere de agua y
Espíritu, no tendrá vida, sino que no entrará en el reino de
los cielos. Si hubiese dicho lo primero, no habría lugar a
duda. ¡Fuera, pues, dudas! Y oigamos al Señor y no las ca­
vilaciones y conjeturas de los hombres. Oigamos, repito, al
Señor, no cuando habla del sacramento de la ablución, sino
del sacramento de su mesa, a la que nadie se acerca debida­
mente si no ha recibido el bautismo. Si no comiereis mi carne
y bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros. ¿Qué más
.queremos? ¿Qué puede responderse a esto, a no ser que la
pertinacia humana se empeñe en gastar sus armas de com­
bate contra la verdad manifiesta e inmutable?
27. ¿ O tal vez osará alguien sostener que esta senten­
cia no comprende a los párvulos, y que ellos pueden tener
vida en sí sin la comunión de este cuerpo y sangre, porque
no dice: Quien no comiere, como del bautismo: Quien no re­
naciere, sino: Si no comiereis, como dirigiéndose a los que
velut eos alloquens qui audire et intelligere poterant, quod (
utique non valent parvuli? !
Sed qui hoc dicit, non attendit, quia nisi omnes ista sen-/
tentia teneat, ut sine corpore et sanguine Filii hominis vi-
tam habere non possint, frustra etiam aetas maior id curat.
Potest enim, si non voluntatem, sed verba loquentis atten-
das, eis solis videri dictum, quibus tunc Dominus loqueba-
tur: quia non ait, Qui non manducaverit; sed, Si non man-
ducaveritis. E t ubi est quod eodem loco de hac ipsa re ait:
Panis qwern ego dedero, caro mea est pro meculi vita?
Secundum hoc enim etiam ad nos pertinere illud Sacra-
mentum intelligimus, qui tunc nondum fuimus, quando ista
dicebat; quia non possumus dicere ad saeculum nos non
¡pertinere, pro cuius vita Christus suam camcm dedit. Quis
enim ambigat saeculi nomine homines significatos esse, qui
nascendo in hoc saeculum veniunt? Nam sicut alibi ait, Filii
saeculi huius generant e t gen eran tu r41. A c per hoc etiam
pro parvutorum vita caro data est, quae data est pro saecu­
li vita ; et si non manducaverint carnem Filii hominis, nec
ipsi habebunt vitam.
28. Hinc est etiam illud : Pater diligit Filium, e t omnia
dedit in manu eius. Qui credit in Filium, habet vitam a lter­
nami qui autem incredulus est Filio, non habebit vitam ,
sed ira Dei manet super eu m 42.
In quo igitur horum genere ponemus infantes? in eorum
qui credunt in Filium, an in eorum qui sunt increduli Filio?
In neutro, ait aliquis; quia cum adhue credere non pos~
sunt, nec increduli deputandi sunt.
Non hoc indicai ecclesiastica regula, quae baptizatos
infantes fidelium numero adiungit. Porro si isti qui bapti-
zantur, propter virtutem celebrationemque tanti Sacramen­
ti, quamvis suo corde atque ore non agant, quod ad creden-
dum confitendumque pertineat, tamen in numero creden-
, tium computantur: profecto illi quibus Sacramentum de-
fuerit, in eis habendi sunt qui non credunt Filio; atque
ideo si huius inanes gratiae de corpore exierint, sequetur
eos quod dictum est : Non habebunt vitam, sed ira Dei ma­
net super eos. Unde hoc, quando eos clarum est peccata pro­
pria non habere, si nec originali peccato teneantur obnoxii? 4 0

40 Io. 6, 54. 52.


■ ■ 41 Le. 20, 34.
“ Io- 3. 35- 36.
podían escucharle y entenderle, cosa imposible para los
niños?
Mas este objetante no advierte que, si no comprende a
todos la sentencia del Salvador, declarándolos incapaces de
tener vida en sí sin la participación de su cuerpo y san­
gre, tampoco los mayores en edad se cuidarán de cumplir
dicho precepto. Pues si no se atiende a la intención de Cristo,
sino a la materialidad de las palabras, podría parecer que
éstas sólo iban dirigidas a lo» presentes, que hablaban con
el Señor, pues no dice: Eli que no comiere, sino: Si no comie­
reis. ¿Cómo se explica entonces lo que allí mismo les dice
hablando del mismo argumento: E l pan que y o diere es mi
carne para salvación del mundo f
Por estas palabras entendemos que también nos pertene­
ce a nosotros este sacramento, aun cuando no existíamos
cuando así hablaba, pues no podemos considerarnos extraños
al siglo, por cuya vida derramó Cristo su sangre. Pues ¿ quién
duda que con él nombre de siglo comprende a los hombres
que naciendo vienen a este mundo ? A este propósito dice tam­
bién en otra parte: Los hijos de este mundo engendran y son
engendrados. Luego también por la vida de los párvulos se
ofreció la carne que fué dada por la vida del siglo; y si no
comen la carne del Hijo del hombre, tampoco ellos tendrán
vida.
28. Concuerda igualmente con lo dicho esta declaración
del Salvador: E l Padre ama al H ijo y todo lo entregó en sus
manos. E l que cree en el H ijo, tiene vida etern a; pero el que
es incrédulo al H ijo, no tendrá vida, sino la cólera de Dios
permanece sobre él.
Ahora bien, ¿en qué categoría de estas dos incluiremos a
los infantes? ¿E n la de los que creen al H ijo o en la de los
incrédulos a El ? .
En ninguna, dice alguien; pues com o no pueden creer to­
davía, tam poco pueden ser contados entre los incrédulos.
No lo enseña así la regla eclesiástica, pues a los infantes
bautizados los agrega al número de los fieles. En fin, si los
simples bautizados se cuentan en el número de los creyen­
tes por la eficacia misma y solemnidad de tan gran sacra­
mento, aunque no hagan con su corazón y su boca lo que es
menester para creer y confesar, ciertamente aquellos a
quienes falta este sacramento han de ser contados entre los
que no creen al Hijo, y, por tanto, si muriesen privados de
esta gracia, se cumplirán en ellos las palabras citadas: No
tendrán vida, sino la cólera de D ios perm anece sobre ellos.
¿Cómo se explica esto, cuando se sabe que no tienen pe­
cados personales, si, por otra parte, tampoco están some­
tidos al pecado original ?
CAPUT XXI

I n scrutabile , cur in fan tes alii discedant frustrati


B a ptism o , a lii non

29. Bene autem non ait, ira Dei venie t super eum; sed
manet supir eum. Alb hac quippe ira, qua omnes sub peccato
sunt, de qua dicit Apostolus, Fuimus enim et nos aliqmndo
naturaliter filli trae, sicut et ca ettri43, nulla res libérât, nisi
gratia Dei, per Iesum Christum Dominum nostrum. Haec
gratia cur ad ilium veniat, ad ilium non veniat, occulta esse
causa potest, iniusta non potest. Numquid enim iniquitas
axpud Deum ? A b sit44. Sed prius sanctarum Scripturarum
auctoritatibus colla subdenda sunt, ut ad intellectum per
fidem quisque perveniat. Ncque enim frustra dictum est:
ludicia tua sicut abyssus multa 45. Cuius abyssi altitudinem
veluti expavescens, exclamat Apostolus: O altitudo divitia-
rum sapkntias et scisntiae D ei! Praemiserat quippe senten-
tiam mirae profunditatis, dicens: Conclusa enim Deus omnes
in incredulitate, ut omnibus misereatur. Cuius profunditatis
veluti horrore percussus: O altitudo, inquit, divitiarum so­
pii ntiae et scientiae D ei! quam inscrutabilia indicia eius, et
investigabiles viae eius! Quis enim cognovit sensum Domi­
n i? A ut quis consiliarius illius fu it? A ut quis prior d.dit
üli, et retribuetur ei? Quoniam ex ipso, et per ipsum et in
ipso sunt omnia; ipsi gloria in saecula sasculorum. Amen ir\
Valde ergo parvum sensum habemus ad discutiendam iui-
titiam iudiciorum Dei; ad discutiendam gratiam gratuitam,
nueis mentis praecedentibus non iniquam, quae non tam
movet cum praestatur indignis, quam cum aeque indignis
aliis denegatur.
30. Nam et hi quibus videtur iniustum ut parvuli sine
gratia Christi de corporei exeuntes, non solum regno Dei,
quo et ipsi fatentur nisi per Baptismum renatos intrare non
posse, verum etiam vita aeterna et salute priventur; quae-
rentes quomodo iustum sit ut alius ab originali impietate
solvatur, alius non solvatur, cum eadem sit utriusque con­
ditio: ipsi respondeant secundum suam sententiam, quomodo.
identidem iustum sit ut huic praestetur Baptismus, quo
intret in regnum Dei, illi non praestetur, cum sit utriusque
par causa. Si enim movet, cur ex his duobus, cum ex aequo
ambo sint originaliter peccatores, alius ab hoc vinculo sol-
vitur, cui conceditiur Baptismus; ailius non solvitur, cui taiis*1 4

" Eph. 2, 3. 15 Ps. 35, 7.


14 Rom. 9, 14. 46 Rom. 11, 32-36.
CAPITULO XXI
Es UN MISTERIO INSONDABLE QUE UNOS NIÑOS MUERAN SIN
BAUTISMO, OTROS NO

29. Con mucha propiedad no dice el texto: La ira de


Dios vendrá sobre él, sino la ira de Dios perm anece sobre él.
Pornue de esta ira, por la que todos están bajo pecado, y
de la cual di<~e el Apóstol: También nosotros éram os por
naturaleza hijos de ira, com o los demás, sólo nos l'bra la
gracia de Dios por Nuestro Señor Jesucr:sto. ¿ Y por qué
se da esta gracia a unos y se niega a otros? La razón de
esta diferencia puede ser oculta, pero no injusta. ¿Pues
hay acaso injusticia en el Señor? De ningún modo. Ante
todo, conviene acatar la autoridad de las divinas Escrituras,
para llegar por la fe a su conocimiento. Pues con razón se
dijo: Tus juicios son un profundo abismo. Como espantado
por su profundidad, exclama el Apóstol: ¡Oh alteza ds las
riquezas de la sabiduría y ciencia de D ios! Antes había ex­
presado este pensamiento de maravillosa hondura: Convenció
Dios a todos por su incredulidad, para que ds todos se com ­
padezca. Y horrorizado ante este abismo, dice: ¡Oh profun­
didad de las ñaue,zas y de la, sabiduría y ciencia, de D ios!
¡Cuán insondables son sus juicios e impenetrables sus ca­
minos! Pu's quién conoció el pensamiento del Señor? ¿O
quién le sirvió de con sejero? ¿O quién le dió primero y se
lo pagará en retorno? Porque d° E l, v por El, y para El
son todas las cosas: a E l la alaria por los siglos. Amén.
Demasiado débil entendimiento poseemos para discutir
la justicia de los iuieios de Dios y la gratuidad de su gracia,
la cual no es injusta, aun cuando se da s;n mérito prece­
dente alguno; y, sin embargo, cuando se concede a sujetos
ind'gnos, nos impresiona menos que cuando se niega a otros
que tampoco la merecen.
30. Los aue hallan injusto que los niños, muertos sin
la gracia de Cristo, sean privados, no sólo del reino ds Dios,
al que, sesrún confiesan ellos, abre la puerta el bautismo,
sino también de la salvación y vida eterna, al indagar cómo
puede ser justo que a uno se le purifique de la injusticia
original y a otro no, siendo idéntica la condición de ambos,
resnondan también ellos, conforme a su opinión, cómo es
justo que ¡a uno se le administre el bautismo para que entre
en el reino de los cielos y al otro no, en las mismas con­
diciones para ambos. Y si les inquieta el saber por qué de
estos dos, que justamente son pecadores por su origen, uno
de ellos es librado del cautiverio por la dispensación del (Mr
gratia non conceditur : cur non pariter movet, quod ex duo-
bus originaliter innofeentibus, alius accipit Baptismum, quo
in regnum Dei possit intrare; alius non accipit, ne ad reg-
num Dei possit accedere?
Nempe in utraque causa ad illam exclamationem redi-
tur, O altitwdo divitiarvm.
E x ipsis deinde baptizatis parvulis, dicatur mihi, car
alius rapitur, ne malitia mutet intellectum eius47, et alius
vivit, iimpius futurus. Nonne si ambo raperentur, ambo m
regnum caelorum ingrederentur ? Et tamen non est iniqui­
tà« apud Deum. Quid? illud quern non moveat, quem non in
tanta altitudine exclamare compellat, quod alii parvuli spi-
riitu imimundo vexantiur, alii nihil tale patiuntur, alii etiam
in uteris matrum, sicut lerendas, sanctificanitur48 : cum om-
nes, si est originale peccatum, pariter rei sint; si non est,
pariter innocentes sint? Unde ista tanta diversitas, nisi quia
inscrutabilia sunt iudicia eius, et investigabiles viae eius?

CAPUT XXII

REFELLIT EOS QUI PUTANT ANIMAS OB DELICTA ALIBI COMMISSA,


IN CORPORA MERITIS SUIS CONVENIENTIA DETRUDI, IN IISQUE
MAGIS MINUSVE AFFLIGI

31. An forte illud iam explosuim repudiatumque sentie.i-


dum est, quod animas' prius in cadesti habitatione peccan­
tes, gradatim at que paulatim ad suorum meritorum corpora
veniant, ac pro ante gesta vita magis minusve corporeis
pestibus affligantur? Cui opinioni quamvis sancta Scriiptura
apertissime contradicat, quae cum gratiam commendaret,
Nondum, inquit, ncvtis, nee qui uliquid egerant boni aut mali,
ut wecundum ePctionem propositum Dei man&ret, non eoe
operibus, sed ex vacants dictum est quod maior servis t mi­
nori 40: nec ipsi tamen qui hoc sentiunt, evadunt huius quaes-
tionis angustias, sed in eis coarctati et haerente® similiter,
O aMtudo ! exclamare coguntur. Unde enim fit ut homo ab

“ Sap. 4, it.
“ 1er. i, s.
Rotn. g, II-I3.
cramento y el otro sigue cautivo, pues no se le concede tal
gracia, ¿por qué no se alarman también cuando, entre dos
criaturas originariamente inocentes, la una recibe el bautis­
mo, con que entra en el reino de los cielos, y la otra no,
quedando excluida del reino de Dios?
E!n ambas hipótesis hay que volver a la exclamación
apostólica: ¡Oh profundidad de las riquezas!
Además, aun entre los mismos párvulos bautizados, de­
cidme: ; ror qué uno es arrebatado de la vida para que la ma­
licia no le pervierta el corazón, y otro vive, para ser con el
tiempo un impío? Si los des fueran arrebatados, ¿no es
verdad que ambos entrarían en el reino de los cielos? Y, sin
embargo. n:rguna injusticia. hay en Dios. ¡Q;ué más! ¿Quién
no se maravilla, quién no se ve obligado a exclamar, ante la
profundidad de los juicios divinos, al ver que unos niños son
atormentados por los espíritus inmundos, otros se ven li­
bres de tales tormentos, otros, en fin. como Jeremías, son
santificados en el útero materno, siendo así que todos son
culpables, si admitimos el pecado original, y en la hipótes's
contraria, todos son también inorantes? ¿De dónde vienen
tan notables diferencias, sino porque son inescrutables los
juicios de Dios y cerrados a nuestro pensamiento su3 ca­
minos ?

CAPÍTULO XXII

R efútase la opinión de los que dicen que , po r los pecados


COMETIDOS E!N OTRO MUNDO, LAS ALMAS SON ENCERRADAS EN
LOS CUERPOS CONFORME A SUS MERECIMIENTOS, Y QUE SON MÁS
O MENOS CASTIGADAS3 1

31. Volveremos tal vefc aquí a una opinión discutida y


desechada, según la cual las almas, después de haber pe­
cado en la morada ce’ estial, vienen poco a poro y por gra­
dos a ocupar los cuerpos que ellas han merecido, para ser
más o menos afligidas con castigos corporalfs según los
méritos de la vida pasada? Aunóme a esta opinión contra­
dice muy abiertamente la Sagrada Escritura, pues, al en­
comendar la gracia, dice: No habiendo nacido aún Esaú y
Jacob, ni habiendo hecho bien ni mal, para que el d ecreto
divino pareciese firm e en su elección, no por m érito de las
obras, sino por causa de la vocación divina se d ijo: E l ma­
yor servirá al menor, con todo, ni aun los que profesan tal
opinión se ven libres de la dificultad de la cuestión, y, es­
trechados y encadene dos por ella, tienen que exclamar:
¡Oh profundidad! ¿Cómo se explica, por ejemplo, que haya
un hombre que posee desde la más temprana edad y en gra-
ineunti pueritia modestior, ìngeniosìor, temperan tior, ex mag­
na parte libidinum victor, qui oderit avaritiam, luxuriam
detestetur, atque ad virtutes canteras provectior aptiorque
consurgat et tamen eo loco sit, ubi ei praedicari gratia
Christiana non possit? Quomodo enim invocabunt in quem
non credidsrunt? Awt quomodo credent ei quem non awdi'-
runt? Quomodo autem audient sine praedicante ? 50
Alius au'tem tardus ingenio, l'bidinibus deditus, flagri is
et facinoribus coopertus, ita gubemetur ut audiat, credei,
baptizetur, rapiatur, aut si detentus hic fuerit laudabiliter
hic vivai ?
Ubi duo isti tam diversa merita contraxerunt, non dice
ut iste credat, ille non credat, quod est propriae voluntatis;
sed ut iste audiat quod credat, ille non audiat; hoc enim
non est in hominis potestate: ubi, inquam, haec tam di­
versa merita contraxerunt? Si in cáelo egerunt aliquam vi-
tam, ut pro suis aotibus propellerentur vel laberentur in
terras congruisque suae ante acta© vitae corporeis recepta-
culis tenerentur: ille utique melius ante hoc mortale corpus
vixisse credendus est; qui in eo non multo meruit praegra-
vari, ut et bonum haberet ingenium, et concupiscentiis eirs
mitioribus urgeretur, quas possit facile superare: et tamen
eam sibi gratiam praedicari non meruit, qua sola posset a
secundas mortis pemicie liberasti.
Ille autem pro meritis deterioribus, sicut putant, graviori
corpori implicitus, et ob hoc cordis obtusi, cum carnis ille-
cebris ardentissima cupidine vince retur, et per nequissimam
vitarn peocatis pristinis, quibus ad hoc venire meruerat, ad­
derei peiora terrena; aut in cruce tamen audivit, Hodie
mrcum erh in paradiso51; aut alicui cohaesit apostolo cuius
praedicatione mutatus et per lavacrum regenerationis salvas
effectus est: ut ubi abundavit peecatum, superabundare!
gratia.
Quid hinc respondeant, omnino non video, qui voi entes
humanis conieoturis iustitiam Dei defendere, et ignorantes
altitudinem gratiae, fabulas improbabiles texuerunt.
32. Multa enim dici possimi de miris vocationibus ho-
minum, sive quas legimus, sive quas experti sumus, quibus
eorum opinio subvertatur, qui credunt ante i®ta corpora

" Rom. io, 14.


“ De- 23» 43-
do superior a loa demás la moderación, la viveza de la in­
teligencia, la templanza, el dominio en gran parte sobre las
pasiones, la aversión a la avaricia, el horror a la deshones­
tidad y una m ejor deposición y aptitud para las flemas
virtudes, y, sin embargo, vive en un pais donde no puede
oír la predicación de la gracia divina? Pues ¿cóm o invoca­
rán a aquel en quien no creyeron ? ¿Y cóm o creerán en aquel
de quien no oyeron ? ¿ Y com o oirán sin haber quien pre­
dique ? '
En cambio, otro, boto de ingenio, entregado a las livian­
dades, cubierto de crímenes y delitos, de tal modo es diri­
gido por la Rrov.denieia, que oye, oree, se b^uaza, muere
arrebatado en gracia o, si se prolonga su vida, observa una
conducta laudable.
¿hJn qué lugar estos dos han contraído méritos tan di­
ferentes, no digo para que uno crea y el otro no, porque en
esto toma su parte la propia voluntad, sino para que llegue
a los oídos de uno lo que ha de creer, y a ios del otro no,
lo cual es cosa independiente de la voluntad del hombre?
¿Dónde, repito, han contraído méritos tan diversos? Si se
supone que vivieron antes en el cielo, mereciendo por sus
actos ser desterrados de allí y precipitados en la tierra, para
ser encerradas en moradas corpóreas proporcionadas a su
vida pasada, se ha de creer que el primero llevó una vida
mejor antes de venir a ocupar este cuerpo y mereció que se
le aliviase su pesadumbre y tuviese buena inteligencia, vién­
dose libre de la violencia de las pasiones para poder mode­
rarlas fácilmente; y a pesar de eso, no fué digno de que se
le predicase aquella gracia, con la que únicamente podía
librarse del estrago de la segunda muerte.
El otro, en cambio, con peores merecimientos, según opi­
nan, metido en un cuerpo más pesado y, por lo mismo, con
un corazón más torpe, y a pesar de haberse dejado vencer
por el ardor de la concupiscencia y los halagos de la carne,
añadiendo a los antiguos pecados, por los cuales mereció
caer en tal degradación, otros más detestables cometidos
en la tierra, o bien oyó en la cruz las palabras: H oy estarás
conm igo en el paraíso, o se arrimó a algún apóstol y, ga­
nado con su predicación, recibió el sacramento salvífico d e l'
bautismo, para, que, donde abundó el delito, sobreabundase
la gracia.
No Veo cómo pueden responder a esto los que se empe­
ñan en defender la justicia de Dios con humanas conjetu­
ras, e ignorando la profundidad de la gracia, inventan un
tejido de fábulas irracionales.
32. Mucho se pudiera decir también de maravillosas
vocaciones de hombres, que conocemos por la lectura o la
experiencia: con ellas cae por tierra la opinión que admite
sua, quasdam proprias vitas gessisse animas hominum, qui-
bus ad haec venirent, prò dìversitate meritorum diversa hic
experturae vel bona vel mala. Sed terminandi huius operis
cura non sinit in his diutius immorari. Unum tamen, quod
inter multa mirabile comperi, non tacebo. Quis non seeun-
dum istos, qui ex meritis prioria vitae, ante hoc Corpus in
caelestibus gestae, animas terrenis corporibus magia mi-
nusve gravari opinantur, affirmet eoa ante istam vitam sce-
leratius immaniusque peccasse, qui mentis lumen sic amit-
tere meruerunt, ut sensu vicino pecoribus nascerentur; non
dico tardissimi ingenio, nam hoc de aliis dici solet; sed ita
excordes, ut etiam cirrati ad movendum risum exhibeant
cordatis delicias fatuitatis, quorum nomen ex graeco deri-
vatum moriones vulgus apipellat?
Talium tamen quidam fuit ita christianus, ut cum esset
omnium iniuriarum suarum mira fatuitate patientissimus,
iniuriam tamen Christi nominis vel in se ipso religionis qua
imbutus erat, sic ferre non posset, ut blasfemantes videii-
cet cordatos, a quibus haec ut provocaretur audiebat, insec-
tari lapidibus non desisteret, nec in ea causa vel dominis
parceret.
Tales ergo praedestinari et creari arbitror, ut qui pos-
sunt intelligant, Dei gratiam et Sipiritum qui ubi vu'lt spi-
r a t M, ob hoc omne ingenii genus in filiis misericordiae non
praeterire, itemque omne ingenii genus in gshennae filiis
praeterire, ut qui gloriatur in Domino glork tu r 5S.
Illi autem qui prò meritis vitae superioris accipere quae-
que animas diversa terrena eorpora affìrmant, quibus aliae
magis, aliae minus graventur, et prò eisdem meritis fiumana
ingenia variari, ut acutiora sirit qiiaedam, et alia obtusiora,
proque ipsius vitae superioris meritis divinam quoque gra­
tiam liberandis hominibus dispensari, quid de isto poterunt
rispondere? Quomodo ei tribuent et teterrimam vitam supe-
sriorem, ut ex hoc fatuus nasceretur; et tam bene meritam,
ut ex hoc in Ghristi gratia multis acutissimis praeferretur?
33. CedatnUs igitur et consentiamus auctoritati sanctac
Scripturae, quae nescit falli nec fallerà: et sicut nondum
natos ad discernenda merita eorum aliquid boni vel mali egis-
se non credimus; ita omnes sub peccato esse, quod per unuin*5 3

“ Io. 3, 8.
53 i Cor. i, 31. •
para las almas humanas una vida anterior a su existencia
actual en los cuerpos, por la cual vinieron al mundo para
experimentar aquí bienes o males según la diversidad de
sus méritos. Mas los límites impuestos a este trabajo nos
impiden extendernos sobre este punto. Sin embargo, entre
muchos no omitiré un hecho admirable que yo tengo ave­
riguado. ¿Quién entre los que opinan que las almas que
sufren más o menos los trabajos y pesadumbre del cuerpo
por obras realizadas durante su vida anterior a ésta, no
reconocerá que los pecadores más perversos e indignos han
sido los que merecieron perder la lumbre de la razón hasta
el punto de venir al mundo en una condición muy semejan­
te a la de los brutos? No me refiero a los muy tardos de
entendimiento, pues esto también suele decirse de otros,
sino a los alienados y furiosos, que mueven a risa a la gente
sensata con sus locuras: el vulgo los suele llamar m oñones,
de un nombre derivado del griego.
No obstante eso, uno de ellos hubo tan cristiano, que
soportaba con extremada paciencia e insensibilidad cuan­
tas injurias se le hacían; pero tan insoportables le eran las
injurias al nombre de Cristo o las hechas en su persona a
la religión que profesaba, que arremetía a pedradas con los
blasfemos cuerdos que se complacían en provocarle de este
modo, sin perdonar en este punto ni a sus mismos dueños.
Estes tipos de hombres han sido predestinados y crea­
dos, a mi parecer, para que entiendan, los que son capaces
de ello, que la gracia divina y el Espíritu, que sopla donde
quiere, no excluye ninguna clase de hombres del número
de los hijos de la misericordia, y que entre los hijos de la
perdición hace caso omiso de toda clase de ingenios, para
que qur'en se gloríe, en el Señor se gloríe.
Quienes admiten que cada una de las almas, según los
méritos ds una vida precedente, reciben diversos cuerpos
terrenos, cuya carga grava más a unos y a otros menos;
y que según los mismos méritos se d :stribuyen los ingenios,
unos más agudos y otros más obtusos; y que, en fin, en la
misma form a se dispensa la gracia divina a los hombres
que se han de salvar, ¿cóm o pueden explicar este caso?
¿Cómo es posible atribuir a este demente, por una parte,
una vida anterior tan execrable, por la que mereció tanta
degradación, y por otra, tan meritoria, que, a causa' de la
gracia de Cristo, era preferible a los hombres de más luci­
do ingen:o?
33. Rindámonos, pues, y abracemos la autoridad de las
divinas Es r'turas, que no sabe engañarse ni engañar; y así
como creemos que los no nacidos nada han hecho de bueno
y malo para establecer entre ellos categorías de méritos,
tampoco dudemos de que todos los hombres están sujetos a l 1
hcminem intravit in mundum, et per omnes homines per-
fcransiit, a quo non libsrat nisi gratia Dei per Dominum nos­
trum Iesum Christum, minima dubitemus.

CAPUT XXIII
C h r is t u s ettam in p a n t iu m salvator et redem ptok

Cuius medicinalìs adventus non est opus sanis, sed aegro-


tantibus; quia non venit vocare iustos, sed peccatores: in
cuius regnum non intrabit nisi qui renatus fuerit ex aqua
et Spiritu, nee praeter regnum eins sa'rtem ac vitam mossi-
debit aeternam. Quoniam qui non manducaverit cameni
eius, et qui incredulus est Filio, non habebit vitam, sed ira
Dei manet super eum. Ab hoc peccato, ab hac aegritudine,
ab hac ira Dei, cuius naturaliter filii sunt, qui etiam si per
àetatem non habent proprium, trahunt tarnen originale pec-
catum, non liberai nisi Agnus Dei, qui tollit peccata mundi M,
nonnisi Medicus qui non venit propter sanos, sed propter
aegrotos, nonnisi Salvator, de quo dictum est generi human •:
Natus est vdbìs hodie Salvator 54 55: nonnisi Redemptor, cuius
sanguine deietur debitum nostrum. Nana quis audeat dicere,
non esse Christum infantium salvatorem nec redemptorem ?
Unde autem salvos facit, si nulla est in eis originalis aegri-
tudo peccati? Ulnde redimii, si non sunt per originem primi
hominis venumdati sub peccato? ¡Nulla igitur ex nostro ar­
bitrio, praeter Baptismum Christi, salus aeterna promittatur
infantibus, quam non promittit Scriptum divina, humanis
omnibus ingeniis praeferenda.

CAPUT XXIV

B a p t is m u s “ s a l u s ” , E u c h a r i s t i a “ v i t a ” vocatur a P u n ic is
C h r is t ia n is

34.. Optime Punici Ohristiani Baptismum ipsum nihiì


aliud quam salutini, et sacramentum corporis Christi, nihil
aliud quam vitam vocant. Ulnde, nisi ex antiqua, ut existimo,
et apostolica traditione, qua Ecclesia« Christi insitum te-
nent, praeter Baptismum et participationem mensae Domi-

54 Io. i, 29.
55 Lc. 2, ii.
pecado, que entró por un hombre en el mundo y pasó a to­
dos, del cual sólo nos libra la gracia de Dios por mediación
de nuestro Señor Jesucristo.

CAPITULO XXIII
C r is t o e s t a m b ié n el Salvador de l o s in f a n t e s

La venida de Cristo como Médico es necesaria a los en­


fermos, no a los sanos, porque no vino a llamar a los just03,
smo a ios pecadores; en su le jío soio entrará quien nu-
biere renacido con el agua y el Espíritu, ni fuera de sú
re.no poseerá la salvación y la vida eterna. Pues el que no
coimera su carne y el que no cree al Hijo, no tendrá vida,
sino la cólera de d i o s gravita soore él. u e este pecado, de
esta enfermedad, de esta ira de Dios, de la que naturalmen­
te son hijos aun los que no teniendo pecados personales por
razón de U edad, sin embargo contraen el de origen, sólo
liberta el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo;
sólo el M tdito, que no v.no ¿.or ios sanes, smo por los en;
fermes; só.o el Salvador, de qu.en se d.jo al género humano;
Os ha nacido hoy ei Saivaaor; sólo el Redentor, con cuya
sangre se borran nuestras deudas. Pues ¿ quién se atreverá
a decir que Cristo no es el Salvador y Redentor de los ni­
ños? ¿ Y cómo los salva, si no hay en ellos ninguna cnier-
medad hereditaria? ¿De quien ios rescata, si no son escla­
vos del pecado por ser oriundos del primer hombre? No se
prometa, pues, caprichos .mente a los niños, fuera del bau-
i.emo de Cristo, ninguna especie de salvación eterna, pues
no la promete ia divina DS^ntura, que debe preferirse a to­
dos los ingenios humanos.

CAPITULO XXIV

Los CRISTIANOS DE AFRICA LLAMAN “SALVACIÓN” AL BAÜTISMO


Y “VIDA” A LA EUCARISTÍA3
4

34. (Los cristianos de A frica tienen mucha razón para


llamar al sacramento del bautismo la salvación, y al sacra­
mento del cuerpo de Cristo, vida. ¿D e dónde procede esta
costumbre sino, según creo, de la tradición antigua y apos­
tólica, por la que l is iglesias cristianas llevan íntimamente
grabada esta verdad, conviene a saber: fuera del bautismo
y participación de la mesa del Señor, ningún hombre puede
nicae, non solum ad regnimi Dei a sed nec ad salutem et vitam
aeiernam posse quemquam hominum pervenire? Hoc enim
et Seriptura testatur, secundum ea quae supra diximus. Nani
quid aliud tenent, qui Baptismum nomine saiutis appellant,
nisi quod dictum est: Salvos nos fecit per lavacrum regene­
ration's™ ; et quod Petrus ait: Sic et vos simili form a Bap-
tisma salvos fa cit? :,r Quid aliud etiam, qui sacramentum
mensae Dominicae vitam vocant, nisi quod dictum est: Ego
sum panis vivus, qui de caelo desc&ndi; et, Panis qwem ego
diderOj caro mea t\st pro satculi vita ; et, Si non manduca-
veritis carnem Filii homìnis et sanguimm biberitis, non h i-
bebitis vitam in vobis? 58*.
Si ergo ut tot et tanta divina testimonia coneinunt, nec
salus nec vita aeterna sine Baptismo et corpore et sanguine
Domini cuiquam speranda est, frustra sine his promittitur
parvulis. Porro si a salute ac vita aeterna hominem nisi pec­
cata non separant, per haec Sacramenta nonnisi reatus pec­
cati in parvulis solvitur : de quo reatu scriptum est, nemi-
nem esse mundum, nec si unius diei fuerit vita eiu s5S. Unde
est et illud in Psalmis: E go enim in iniquitatibus conceptus
sum, et in peccatis mater mea me in utero a lu it<i0. Aut enim
ex' persona generali ipsius hominis dicitur, aut si proprie de
se David hoc dicit, non utique de fornicatione, sed de legi-
timo connubio natus fuit. Non itaque dubitemuj etiam pro
jilfantibus baptizandis sanguin&m fusum, qui priusquam
funderetur, sic in Sacramento datus est et commendatus, ut
diceretur: Hic est sanguis meus, qui pro multis effundttur
in remissionem ptccatorum *51. Negant enim illos liberari, qui
sub peccato esse nolunt fateri. Nam unde liberantur, si nulla
servitute peccati tenentur obstrioti?
35. Ego, inquit, lux in satculum veni, ut omnìs qui cre-
diderit in me, non m an:at in tim b r is i. Hoc dicto quid 03-
tendit, nisi in tenebris esse omnem qui non credit in eum,
et credendo efficere ne mancai in tenebris? Has tenebras
quid nisi peccata intelligimus? Sed quodlibet aliud intelli-
gantur hae tenebrae, profecto qui non credit in Christum,
manebit in eis : et utique poenales sunt, non quasi nocturnae
ad quietem animantium necessariae.
“ Tit. 3, 5. 60 Ps. 50, 7.
i Petr. 3, 2i. bl M t. 26^28.
" i° ; 6> Si- 5 2 - 5 4 - “2 lo- 12, 46.
lob 14, 4, sec. 7c.
B Editi, nofi' solum non ad rcgnw m D e i repetita negante partícu­
la, quae posteriore loco abest a imanuscriptis (PL 44, 128 nota).
llegar al reino de Dios y a la salvación y vida eterna? Lo
mismo atestigua la divina Escritura, según lo que hemos
dicho arriba. En efecto, ¿qué otra cosa creen los que llaman
al bautismo la salvación sino lo que se halla escrito: Nos
hizo salvos con el baño de la regeneración ? San Pedro ates­
tigua la misma verdad: D e igual form a el bautism o os salva
a vosotros ahora. Y dar al sacramento de la mesa eucarísti-
ca el nombre de vida es creer lo que se dijo: Yo soy el pan
vivo que bajó del cielo ; el pan que yo os daré es m i carne
por la vida del mundo. Si no com iereis la carne del H ijo del
homlbre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
Concluyamos, pues, que si tantos y tan graves testimonios
de la divina Escritura proclaman concordemente que nadie
debe esperar conseguir la salud y la vida eterna fuera del
bautismo y del cuerpo y de la sangre del Señor, inútil es
prometérsela a los niños sin estos medios. Luego si sólo el
pecado aparta a los hombres de la salvación y de la vida
eterna, únicamente por estos sacramentos se quita el reato
del pecado en los párvulos; de ese reato está escrito que
nadie está limpio, aunque, isa vida haya sido de sólo un aía.
En el mismo sentido está escrito en los Salmos: He aquí
que he sido concebido en iniquidad, y en su ú tero mi madre
me alim entó en pecado. Porque o se dice esto del hombre
en general o, si David habla de su propia persona, él nació
como fruto de legítimo matrimonio, no por obra de forni­
cación. No dudemos, pues, que también por los infantes que
habían de recibir el bautismo fué derramada la sangre de
Cristo, la cual antes de ser vertida, la dió y recomendó en
el sacramento por estas palabras: E sta es la sangre que por
muchos será derramada pera perdón de los pecados. Es ne­
gar la liberación de los niños afirmar que no están en pe­
cado. Pues ¿de dónde son libertados si no están bajo la ser­
vidumbre del pecado?
35. Yo vine, dice también, como luz al mundo, para que
todo el que en mi creyere no permanezca en las tinieblas.
Estas palabras del Señor muestran que todo hombre que no
cree en El, yace en las tinieblas, y con la fe sale de ellas.
Y por estas tinieblas, ¿ qué ha de entenderse sino los peca­
dos? Mas como quiera que se entiendan, ciertamente el que
no cree en Cristo permanece 'en las tinieblas, que tienen un
carácter penal y no son como las tinieblas de la noche, ne­
cesarias para el reposo de los animales.
CAPUT XXV
PARVULOS ?tfOX NATOS ILLUMINASI QUIDAM PERPERAM COLLIGE-
b a n t e x E v a n g e l io

Proinde parvuli, si per Sacramentum quod ad hoc divi-


nitus institutum est, in credentium numerimi non transeant,
profecto in his tenebris remanebunt.
36. Quamvis eos nonnulli mox natos illuminari credant,
sic intelligentes quod scriptum est : Erat lumen verum, quod
illuminait omnem hominem v nientem in hune mundum °3.
Quod si ita est, muitum mirandum est quomodo illumi­
nati ab unico Filio, quod erat in principio Verbum Deus
apud Deum, non admittantur ad regnum Dei, nec sint hae-
redes Dei, eohaeredes autem Christi. Hoc enim eis nisi per
Baptismum non praestari, etiam qui hoc sentiunt, confiten-
tur. Deinde iam illuminati, si ad consequendum regnum Dei
nondum sunt idonei; saltern ipsum Baptismum, quo ad hoc
idonei fiunt, laeti suscipere debuerunt: cui tarnen eos vide-
mus cum magnis flet-bus reluc.ari, eamque ignoivnuam in ma
aetate contemnimus, ut Sacramenta quae illis prodesse no-
vimus, in eis etiam reluctantibus compleamus. Cur enim et
Apostolus dicit : N olite pueri esse mentibus 64, si iam lumine
ilio vero quod Verbum Dei est, eorum mentes illuminatae
sunt?
37. Itaque illud quod in Evangelio positon est: Erat
lumen verum, quod illuminât omnem hominem venientem
in hune mundum, ideo dictum est, quia nullus hominum illu­
m in a to nisi ilio lumine veritatis, quod Deus est: ne quis-
quam putaret ab eo se illuminari, a quo audit ut discat, non
dico, sa quemquam magnum hominem, se d a nec si ang l.m
ei contingat habere doctorem. Adhibetur enim sermo verita­
tis extrinsscus vocis ministerio corporalis, verumtamen, nc­
que qui plantat est aliquid, neque qui rigat, s:d qui incre-
mcntum dat Deus 65. Audit quippe homo dieentem vel homi­
nem vel angelum; sed ut sentiat et cognoseat verum esse
quod dicitur, ilio lumine intus mens eius aspergitur, quod
aetemum manet, quod etiam in tenebris lucet. Sed sicut sol
iste a cascia, quamvis eos suis radiis quodam modo vestiat,
sic ab stultitiae tenebris non coanprehenditur.
38. Cur autem cum dixisset, quod illuminât omnem ho­
minem, addiderit, venientem in hunc mundum, uìnde haec
"a lo. i, 9. 63 i Cor. 3, 7.
M i Cor. 14, 20.
a Particula sed, ante verba nec si angelus, praeteriri potest ; et
revera praeterkur in manuscriptis (PL 44, 130 nota).
CAPÍTULO XXV

Sin fu n dam en to deducen algunos del E v a n g e l io que los


NIÑOS, LUEGO DE NACER, SON ILUMINADOS

Colígase de lo dicho que los párvulos, si no se agregan al


número de los creyentes por el sacramento que fué instituido
para ese fin, ciertamente seguirán en las tinieblas.
36. No faltan quienes piensan que en seguida de nacer
son iluminados, y así interpretan las palabras: Era la luz
verdadera qu° ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Ma3 si tal sentido ha de darse a las citadas palabras,
cosa admirable es que, iluminados por el Hijo único de
Dios, que era en di principio Verbo divino ante Dios, no se
admitan a su reino ni sean herederos suyos y coherederos de
Cristo, por ser éstos los efectos del bautismo, según confie­
san los mismos partidarios de dicha opinión. Además, una
vez iluminados, si todavía no son idóneos para conseguir
el reino de Dios, debieron haber recibido con alegría el bau­
tismo, que los habilita para eso, y, sin embargo, vemos que
se resisten a recibirlo con grandes lloros, y sin hacer caso
de semejante ignorancia, propia de la edad, y a pesar de
su resistencia, les administramos los sacramentos, tan pro­
vechosos para ellos, según sabemos. ¿P or qué dice también el
Apóstol: No seáis niños en el juicio, si ya sus mentes están
iluminadas por la luz verdadera, que es el Verbo de Dios?
37. Aquel texto, pues, del Evangelio: Era la Uz verda­
dera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo,
significa que ningún hombre es iluminado sino por la luz de
la verdad, que es Dios, para que nadie crea que es iluminado
por el maestro cuyas lecciones escucha, aunque tenga por
doctor, no digo a un hombre insigne, sino a un ángel. Cier­
tamente la predicación de la verdad se sirve exteriormente
del ministerio de la, voz corporal; sin embargo de eso, ni
el que planta es algo ni el que riega, sino el que da crecimien­
to, que es Dios. El hombre oye la voz humana o angélica,
que habla; mas para sentir y conocer la verdad que expresan,
su mente es interiormente rociada con aquella luz eterna que
también resplandece en las tinieblas. Pero así como los cie­
gos no perciben el sol, aunque los viste en cierto modo el
esplendor de sus rayos, los que están en las tinieblas de la
necedad no comprenden la divina luz.
38. ¿P or qué después de decir: Que ilumina a todo hom­
bre, añadió el evangelista las palabras que viene a este mun-
opinio nata est, quod in exortu corporali ab utero matris
recentissimo illumine! mentes nascentium parvulorum : quam-
vis in graeco ita ,sit positum, ut posait etiam intelligi lumen
ipsum veniens in hunc mundum: tamen si hominem m nvn-
tem in hunc mundum necesse est aocipi, aut simplidter dic­
tum arbitrer, sicut multa in Scripturis reperiuntur, quibus
etiam detractis nihil sententiae minuatur; aut si propter
aliquam distinctionem additum esse dedendum est, fortasse
hoc dictum est, ad disceraendam spiritualem illuminationem
ab ista corporali, quae sive per ca d i luminaria, sive qui bus­
qué ignibus illuminât oculos cam is; ut hominem interiorem
dixerit venientem in hunc mundum, quia exterior corporeus
est, sicut hic mundus; tanquam dioeret: Illuminât omnem
hominem venientem in corpus, secundum illud quod scriptum
est: Sortitus sum animam bonam, et veni in corpus incoin-
quinatum ®*. Aut ergo sic dictum est, si distinctionis alieuius
gratia dictum est: Illuminât omnem hominem venientem in
hunc mundum; tanquam dictum esset: Illuminât omnem in­
teriorem hominem, quia homo interior cum veraciter flit sa­
piens, nonnisi ab ilio illuminatur qui est lumen verum: aut
si rationem ipsam, qua humana anima rationalis appellatur,
quae ratio adhuc velut quieta et quasi sopita, tamen insita
et quodam modo inseminata in parvulis latet, illuminationem
voluit appellare, tanquam interioris oculi creationem; non
resistendum est, tunc eam fieri; cum anima creatur, et non
absurde hoc intelligi, cum homo venit in mundum. Verum-
tarnen etiam ipse, quamvis iam creatus oculus, necesse est
in tenebrie maneat, si non credat in eum qui dixit: E go lux
in sa'culum veni, ut omnis qui credit in me non maneat in
tenebrìa.
Quod per Sacramentum Baptismatis in parvulis fieri non
dubitat mater Ecclesia, quae cor et o® * matemum eis prae-
stat, rut sa cris miysteriis imlbuantur, quia nondum possimi
corde proprio credere ad iustitiam, nec ore propio confiteri ad
salutem «7. Nec ideo tamen eos quisquam fidelium fideles ap­
pellare cunctatur, quod a credendo utique nomen est : quam-
vis hoc non ipsi, sed alii pro eis inter sacramenta respon-
derint.6
7

66 Sap. 8, 19. 20.


67 Rom. 10, 10.
a In editis omissum, et os. Exstat in melioribus mss. I11 caete-
ris autem corrivpte legitur correctos; aut corde recto maternum eis
praestat: ibique in quibusdam additur, affectum, vel sinum tPI.
44, 131 nota).
d o? Mías dieron pie a quienes opinan que, luego de salir del
seno corporal de la madre, los párvulos, al nacer, son íntima­
mente iluminados. Pero nótese que en el texto griego dichas
palabras pueden referirse también a la luz que viene a este
mundo. Mas si han de enlazarse necesariamente con el hom­
bre que viene a este mundo, yo creo que o bien se trata de
una frase incidental, que puede desaparecer sin merma del
contenido de la sentencia, de las que hay muchas en la Sa­
grada Escritura, o, si se ha de creer que se estampó allí
con miras a alguna distinción, tal vez fué para señalar la
iluminación de las almas de 'la de estos cuerpos, que alum­
bra los ojos de la carne, ora con la luz de los astros, ora con
otro fuego cualquiera; de suerte que llamó al hombre inte­
rior al que viche a este mundo, porque el exterior es cor­
póreo, como el mismo mundo. Es com o si dijera: Ilumina
a todo hombre que viene al cuerpo, conforme a lo que dice
la Escritura: Recibí en suerte un alma buena y vine a un
cuerpo sin mancilla. Luego las palabras: Ilumina a todo
hombre que viene a este mundo, o apuntan a una distinción,
como diciendo: Ilumina a todo hombre interior, pues cuando
éste se hace verdaderamente sabio, eis alumbrado por el
Verbo, que es la luz verdadera; o si prefirió llamar ilumina­
ción, como una creación del o jo interior, a la misma razón,
que da su título al alma racional, si bien en los niños se
halla todavía en estado latente, pasiva y adormecida, a modo
de semilla depositada y soterrada en lo hondo, en este caso
preciso es reconocer que se verifica la iluminación en el mo­
mento de ser creada e'1 alma, y no es absurdo interpretar así
las palabras cuando el hombre viene a este mundo. Mas aun
entonces, siendo un ojo creado, permanece en las tinieblas
si no .se adhiere al que d ijo : Yo vine como luz al mundo,
para que todo el que en mí crea no permanezca en las ti-
nieblas.
Y que ésto ha lugar en el sacramento del bautismo, dado
a los párvulos, cree sin duda la madre Iglesia, que les presta
su corazón y boca maternal para que sean formados con
los sagrados misterios, porque todavía no pueden creer con
el corazón para justicia ni confesar la fe con su boca para
salvarse. Sin embargo, todos los cristianos les dan el nom­
bre de fieles, que ciertamente viene de fe, aunque no hayan
respondido ellos, sino otros por ellos, al recibir los sacra­
mentos.
CAPUT XXVI
CONCLUDIT PECCATO OKIGINIS OMNES OBNOXIOS

39. Nimis longum fiet, si. ad singula testimonia simi­


liter disputemus. Unde commodius esse arbitror, acervatim
cogère, quae occurrere potuerint, vel quae sufficere videbun-
tur, quibus apparent Dominum lesum Christum non aliam
ob causam in carne venisse, ac forma servi accepta factum
obedientem usque ad mortem cru cis68, nisi ut hac dispen­
sations misericordissimae gratiae omnes, quibus tanquam
membres in suo corpore constitutis caput est ad capessen-
dum regnum caelorum, vivificaret, salvos faceret, liberaret,
redimeret, illuminaret, qui prius fuissent in peccatorum mor­
te, languoribus, servi tute, captivitate, tenebris constitute
sub potestate diaboli principis peccatorum: ac sic fieret
mediator Dei et hominum, per quem post inimicitias im-
pietatis nostrae, illius gratiae pace finitas, reconciliaremur
Deo in aetemam vitam, ab aeterna morte, quae talibus im-
pendebat, erepti.
Hoc enim cum abundantius apparuerit, consequens erit
ut ad istaun Christi dispensationem, quae per eius humilita-
tem facta est, pertinere non possint, qui vita, salute, libera-
tione, redemptione, illuminatione non indigent. Et quoniam
ad hanc pertinet Baptismus, quo Christo consepeliuntur, ut
incorporentur illi membra eius, hoc est fideles eius: profeeto
nec Baptismus est neeessarius eis qui ilio remissionis et
reconciliationis beneficio quae fit per mediatorem, non opus
habent. Porro quia parvuilos baptizandos esse concedunt,
qui contra auctoritatiem universae Ecclesiae, procul dubio
per Dominum et Alpostolos traditam, venire non possunt:
concédant oportet eos egere illis beneficiis mediatoris, ut
abluti per Sacramentum charitatemquie fidelium, ac sic in­
corporati Christi corpori, quod est Ecclesia, reconeilientur
Deo, ut in ilio vivi, ut salvi, ut liberati, ut redempti, ut.
illuminati fiant : unde, nisi a morte, vitiis, reatu, subiectione»
tenebris peccatorum? quae quoniam nulla in ea aetate per
suam vitam propriam commiserunt restât originale peccatum.
CAPÍTULO XXVI
Concluye que todos los hombres nacen sujetos al pecado
ORIGINAL
39. Sería muy largo discutir cada uno de los testimo­
nios; por eso creo más conveniente agrupar los que pudie­
ran hallarse o Jos que parecieren suficientes para demostrar
este punto: que Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo
en carne y, después de tomar la forma de esclavo, se hizo
obediente hasta la muerte de cruz; y con esta dispensación
de su gracia misericordiosísima a todos, para quienes, como
miembros de su cuerpo, se constituyó en cabeza con el fin
de que ganasen el reino de los cielos, sólo tuvo la mira puesta
en vivificar, salvar, libertar, redimir e iluminar a los que
antes, bajo la tiranía del demonio, príncipe de los pecadores,
estaban encadenados a la muerte del pecado, a la enferme­
dad, a la esclavitud, a las tinieblas; y de este modo se hizo
mediador entre Dios y los hombres, acabando con la paz de
su gracia la enemistad originada por la culpa y reconcilián­
donos con Dios para la vida eterna, después de habernos
libertado de la muerte perpetua que nos amenazaba.
Cuando sea esclarecido copiosamente este punto; resal­
tará la siguiente conclusión: a esta dispensación de Cristo,
que es obra de su humildad, no pueden pertenecer los que no
tienen necesidad de vida, de salvación, de libertad, de reden­
ción, de luz. Ahora bien, el bautismo entra en la economía
de esta gracia y por él son sepultados juntamente con Cris­
to para que se incorporen á El sus miembros, esto es, sus
fieles; luego ninguna falta tienen de este sacramento los
que no tienen necesidad del beneficio del perdón y de la re­
conciliación que se hace por obra del Mediador. Más como
nuestros adversarios nos conceden que los niños deben ser
bautizados, pues no pueden oponerse a la autoridad de la
Iglesia católica, fundada, sin duda, en la tradición del Señor
y de los apóstoles, han de concedernos que también a ellos
son necesarios los mencionados beneficios del Mediador, para
que, limpios por el sacramento y la caridad de los fieles y
unidos de este modo al cuerpo de Cristo o Iglesia, se re­
concilien con Dios y en El sean Vivificados y salvos, liber­
tados, rescatados, iluminados. ¿De qué sino de la muerte,
de los vicios, del reato, de la esclavitud y de las tinieblas
d¡e los pecados ? Mas como los niños por su edad no han po­
dido cometer ninguna falta personal, luego sólo les queda
el pecado original.
CAPUT XXVII
CONGERIT TESTIMONIA SCRIPTURARUM

40- Haec ratiocinatio tunc erit fortior, cum ea quae


promisi testimonia multa congesisero. Iam supra posuiimus:
Non veni vocare iustos, sed peccatores ®9. Item cum ad Zac-
chaeum esset ingressus: Hodie, inquit, salus dormii huic facta
est, quoniam e t iste filiws est Abrahae. Venit enim Filius
hominis quaerere et salvare quad periterai™. Hoc et de1ove
perdita et relictis nonaginta novem quaesita et inventa; hoc
et drachma quae perierat ex decem 6 71*. Unde oportebat, ut
0
7
9
dicit, praedicari in nomine eius poenitentiam et remissione-m
peccatorum in omnes gentes, incipientibus ab Ierusalem ,2.
Marcus etiam in fine Evangelii sui Dominum dixisse tes-
tatur: Euntes in mundum universum praedicate Evangelium
omni creaturae. Qui crediderit et baptizatus fu erit, salvus
erit: qui vero non crediderit, condemndbitur73.
Quis autem nesciat, credere esse infantibus baptizari, non
credere autem, non baptizari?
Ex Ioannis autem Evangelio quamvis iam nonnulla po-
suterimus, attende etiam ista. Ioannes Baptista de ilio: Ecce
Agnus Dei, ecce qui tollit peccata m undi7i. E t ipse de se
ipso: Qui de ovibus meis sunt, vooem meam audiunt; e t ego
novi Mas, et sequuntur m e; et ego vitam aeternam do Ulis,
et non peribunt in aeternum 75. Quia ergo de ovibus eius non
esse ineipiunt parvuli, nisi per Baptismum; profecto si hoc
non accipiunt, peribunt : vitam 'enim aeternam, quam suis
dabit ovibus, non habebunt.
Item alio loco: E go sum via, veritas et vita. Nemo venit
ad Patrem nisi per me™.
41. Hanc doctrinam suscipientes Apostoli, vide quanta
contestatione declarent. Petrus in prima Epistola: Benedic-
tus, inquit, Deus et Pater Domini nostri Iesu Christi, secun­
dum multitudinem miserioordiae suae, qui regeneravit nos m
spem vitae aetern aea, per resurrectionem Iesu Christi, in
haereditatem immortalem et incontaminatam, florentem , ser-
vatam in caelis veins qui in virtute D ei conservamini per
fidem in salutem paratam palam fieri in tempore novissimo.
E t paulo post : Inveniamìnì, inquit, in laudem et honorem
Iesu Christi, quem ignorabatis; m quem modo non videntes
69 Le. 5, 32. 73 Le. 24, 46. 47. 73 Io. io, 27. 28.
70 Le. 19, 9. io. 73 Me. 16, 15. 16. . 7S Io. 14, 6.
71 Le. 15, 3-10. 74 Io. 1, 29. , . . .
a Cygirannensis codex, qui secundum multitudinem misencordìae
suae regeneravit nos (PL 44, 132, nota).
CAPITULO XXVII
T estimonios de la Sagrada E scritora

40. Este discurso logrará toda su fuerza cuando reco­


giere los muchos testimonios que he prometido. Ya he citado
arriba las palabras del Señor: No he venido a llamar justos,
sino pecadores. También al entrar en la casa de Zaqueo dijo:
H oy vino la salud a esta casa, por cuanto también el es
H ijo de Abrahán, porque vino el H ijo del hombre a buscar
y salvar lo que había perecido. Lo mismo repite de la oveja
descarriada, a la que buscó y halló, dejando las noventa y
nueve restantes, y en la parábola de la dracma perdida, de las
diez que tenía. Por esta causa, según dice, convenga predicar
en su hombre la penitencia y remisión de los pecados a todas
las naciones, comenzando por Jerusalén.
También San Marcos al final de su Evangelio atestigua
qué dijo el Señor: Id al mundo entero y predicad eH Evan­
gelio a toda criatura. E l que creyere y fuere bautizado, se
salvará; mas el que no creyere, será condenado.
Y ¿quién ignora que creer para los infantes es ser bau­
tizado, y no creer, no ser bautizado?
Aunque he traído muchos pasajes del Evangelio de San
Juan, examina también éstos. San Juan Bautista dice de E l:
He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.
Y el mismo Cristo asegura de sí: Los que pertenecen a mis
ovejas, oyen mi v o z; y yo las conozco a ellas y me siguen,
y doy la vida por ellas, y no perecerán eternam ente. Como los
niños comienzan a ser ovejas de Cristo por el bautismo, si
no lo reciben, perecerán sin duda, porque no tendrán la vida
eterna que dará El a sus ovejas.
En otro lugar dice: Yo soy el camino, Ja verdad y la vida.
Nadie va al Padre sino por mi.
41. Siguiendo esta doctrina los apóstoles, la pregonan
concordemente. San Pedro dice en su Epístola primera: Ben­
dito sea él Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que,
según su mucha misericordia, nos regeneró por la resurrec­
ción de Jesucristo para darnos la esperanza de urna vida
eterna, para una herencia inmortal, incorruptible e inmar­
cesible, reservada en los cielos para vosotros los que por la
virtud de Dios sois guardados mediante la fe para la salud
que está dispuesta a ser manifestada en los últimos tiempos.
Y poco después añade: Para que seáis hallados dignos de
alabanza, gloria y honor en la manifestación de Jesucristo,
al cual, sm haberle visto, am áis; en el cual ahora, sin verle,
creditìs, quem cum videritis, exsultabitis gaudio inenarra­
bili, et honorato gaudio, percipientes testamentum fidei, sa-
lutem animarum vestrarum 77*7 .
9
Item alio loco: Fos autem, inquit, genus electum, regale
sacsrdotium, gens sancta, populus in adoptione, ut virtutes
annuntietis eius, qui vos de tewsbris vocavit in admirabile
lumen suum 7S. E t iterum: Christus, inquit, pro peccatis
nostris passus est, iustus pro iniustis, ut nos adducat ad
Drum.
Item cum commemorasset in arca Noe, octo homines
salvos factos: Sic et vos, inquit, simili form a Baptisma sal­
vos fa c it7S.
Ab hac ergo salute et lumino alieni sunt parvuli, et in
perditions ac tenebris remanebunt, nisi per adoptionem po-
pulo Dei fuerint sodati, tenentes Christum passum iustum
pro iniustis, ut eos adducat ad Deum.
42. Eie Epistola etiam Ioannis haec mihi occurrerunt,
quae huic quaestioni necessaria visa sunt : Quod si in lumine,
inquit, ambulaverimus, \sicut et ipse est in lumine, sodetatem
habemus in invicem, et sanguis Iesu Giuristi filii eius purgam­
bit nos ab omni delieto 80. Item alio loco : Si testimonium,
inquit, hominum accipimus, testimonium Dei maius e s t; quia
hoc est testimonium Dei, quod maiuts est, quia testificatus
est de Fttio suo. Qui crediderit in Filium Dei, habet testim o­
nium Dei in sem etipso. Qui non crediderit Doo, mendacem
facit eum ; quia non credidit in testimonium, quod testifi­
catus est de Filio suo. E t hoc est testimonium quìa vìlam
aeternam dedAt nobis D eus; e t haec vita in FUio eius est.
Qui habet Filium, ha'bet vitami: qui non habet Filium, non
habet vita m 81.
Non solum igitur regnimi caelorum, sed nec vitam parvuli
habebunt, si Filium non habebunt, quem nisi per Baptis-
mum eius habere non possunt. Item alio loco: In hoc, inquit,
m anifestatus est FUius Dei, ut solvat opera diaboli82.
Non ergo pertinebunt parvuli ad gratiam manifestationis
Filii Dei, si non in eis sdlvet opera diaboli.
43. lam nunc attende in hanc rem Pauli apostoli tes­
timonia, tanto utique plura, quanto plures Ep is tolas scrip-
sit, et quanto diligentius curavit commendare gratiam Dei
adversus eos qui operibus gloria'bantur, atque ignorantes
Dei iustitiam, et suam volentes constituere, iustitiae Dei
non erant subiecti83.
In Epistola ad Romanos: lu stitia , inquit, D ei in omnes
qui credunt: non enim est distinctio. Omnes enim peccave-

77 i Petr. i, 3-9. Ib. 5, 9-12.


19 Ib. 2, 9. Ib. 3. 8.
83
79 Ib. 3, 18-21. R om . io , 3.
99 1 Io. 1, 7.
pero creyendo, os regocijáis con gozo inenarrable y rebosante
de gloria, alcanzando el testam ento prom etido a la fe, la
salud de las almas.
En otro lugar dice: Pero vosotros sois un pueblo escogi­
do, real sacerdocio, nación santa, pueblo de su adopción,
destinado a proclamar las grandezas de aquel que de las
tinieblas os llamó a su admirable luz. Otro pasaje reza así:
Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos,
a fin de ganarnos para Dios.
También después de recordamos que se salvaron ocho
personas en el arca de Noé, añade: De la misma manera el
bautismo os salva a vosotros.
Luego a esta salvación y luz serán ajenos los niños y per­
manecerán en la perdición y en las tinieblas si no son adop­
tados por Dios e incorporados a su pueblo mediante la fe
en Cristo, que, siendo justo, padeció por los injustos, para
llevarlos a Dios.
42. La Epístola de San Juan también me da estos ar­
gumentos, que me han parecido necesarios para resolver la
cuestión de que tratamos: Si nosotros caminamos en la luz,
como E l está en la luz, tenem os comunión recíproca con E l,
y la sangre de su H ijo Jesucristo nos purifica de todo pecado.
Asimismo asegura en otro lugar: Si aceptamos él testim onio
de los hombres, mayor es el testim onio de Dios, porque éste
es él testim onio de Dios, superior al de los hombres, con que
ha testificado acerca de su H ijo. Quien cree en el H ijo de
Dios tiene el testim onio en sí. Quien no cree a Dios, por
mentiroso le tiene, por cuanto no ha creído en él testim onio
que Dios ha testificado acerca de su H ijo. Y éste es el tes­
tim onio: que D ios nos dió vida eterna, y esta vida está en
su H ijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene al
Hijo de Dios no tiene la vida.
Según esto, los párvulos serán privados no sólo del reino
de Dios, mas también de la vida, si no poseen al Hijo, a
quien sólo por el bautismo puede poseerse. También son de
la misma carta estas, palabras: Para esto se m anifestó el
Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo.
No tendrán, pues, los párvulos parte en la gracia de la
manifestación del Hijo si no destruye en ellos las obras del
diablo.
43. Pasemos ahora a examinar sobre este punto los
testimonios de Salí Pablo, más numerosos, porque escribió
más cartas y puso particular empeño en .defender la gracia
de Dios contra los que se gloriaban de sus obras, e igno­
rando la justicia divina, querían hacer valer la suya, rehu­
sando someterse a la de Dios.
Escribe en la Carta a los Romanos: La justicia de Dios
se ha extendido a todos los creyentes, pues no hay 'distin-
ru n t, e t egen t gloria D ei: iuStificati gratis per gratiam
ipsius, per rederwptionem quae es t in C hristo Iesu : quem
pr'oposuit Deus propitiatorium per fidem in sanguine ipsius,
ad ostensionem iustitiae eiu s propter propositum praece-
dentium peccatorum in D ei patientia, ad ostendendam ius-
titiam ipsius in hoc tem pore, u t sit iustus e t iustificans
eum qui ex fid e est Iesu 8i.
Item alio loco: E i qui operatur, inquit, m erces non im-
putwtur secundum gratiam , sed secundum debitum. Ei vero
qui non operatur, credit autem in eum qui iustificat impium,
deputatur ß d es eius ad iustitimn. Sicut é t David dicit bea­
titudine m hominis, cui Deus accepto fert iustitiam sine ope-
rìbus: Beasti quorum rem issae sumt m ìquìtatcs, é t quorum
tecta sunt peccata. Beatus vir cui non ìmpustavit Dommus
peccai um.
Item paulo post: Non es t mvtem scriptum , inquit, propter
ilium tantum, quia deputmtum est d ii; sed e i propter nos,
quibus deputaMtur cr(d)gntib,us in eum qui exd ta vit Iesum
Christum Dominum nostrum a m ortuis, qui traditus est
propter delieta nostra, e t resurrexit propter iustificatkm em
nostram 8 4
85.
Et paulo post: iSi enim Christus, inquit, cam infirm i es-
sem us adhuc iuxta tem pus, pro impiis m ortuus e s t 88. E t
alibi: Scimus, inquit, quiat lex spiritualis e s t; eg o autem
cam alis Isum, venumdatus sub peccato. Quod enim operar
ign oro: non enim quod volo, hoc a go: sed quod odi, dlud
fdcio. Si autem quod nolo hoc fa d e, conseniio legi, quoniam
bona est. Nunc autem non iam ego operar Mud, sed id quod
in me habitat, peccatum. Scio enim quia non habitat in me,
id est, in carne mea bonum: nam velie adiacet mihi, per-
ficere autem bonum non invenio. Non enim quod volo facio
bonum; sed quod nolo malum, hoc ago. Si autem quod nolo,
eg o hoc facio, iam non ego operar illud, sed quod habitat in
me peccatum. Invenio igitur legem mihi volenti facere bo­
num, quoniam mihi malum adiacet. Condelector enim legi
Dei secundum intemorem hom inem : video autem aliam le­
gem in membris màis repugnantem legi m entis ntéae, et
captivardtem mie im lege peccati, quale est in membris meis.
Miser ego homo, quis me liberahit de corpore m ortis huius?
Gratia Dei per Iesum Christum Domimum nostrum 8T.
Ddcant qui posaunt homines nasci non in corpore mortis
huius, ut possint etiam dicere, non eis necessariam gratiam
Dei per Iesum Ohr is tum, qua liberentur de corpore mortis
huius.
Item paulo post: Quod enim impossibile erat legi, in quo

84 Ib. 3, 22-26. 86 Ib. 5, 6.


85 Róm. 4, 4-8. 23-25. 81 Ib. 7, 14-25.
cAón. Porque todos pecaron y se hallan privados de la gloria
de Dios, justificados como son gratuitam ente por su gracia,
mediante la redención que se da en Jesucristo, al cual pro-
puco para ser víctim a de propiciación mediante la fe en su
sangre, con el fin de m ostrar la justicia a causa de la tal'en­
rancia con los pecados precedentes en el tiempo de la pa­
ciencia de D ios; as'í quiso m ostrar su justicia en el tiempo
presente, de suerte que E l es ju sto y el que justifica al hom­
bre que tiene la fe en Jesús.
E l salario que se da al trabajador, dice en otro lugar,
no se considera com o gracia, sino com o deuda; en cambio,
al que aun sin hacer obras cree en aquel que ju stifica di
impío, su fe se le imputa com o justicia. Asi David celebra
la dicha del hombre, a quien D ios abona la justicia sin con­
tar con obras: “Bienaventurados aquellos a quienes fueron
perdonadas las iniquidades y a quienes fueron encubiertos
los pecados. Bienaventurado el varón a quien no toma Dios en
cuenta su pecado” .
Poco después añade: N o se dijo sólo por Abrdhán que su
fe le fu é imputada a justicia, sino también por nosotros,
a quienes igualmente nos será atribuida por creer en aquel
que resucitó a Jesucristo nuestro Señor de entre los m uertos,
el cual fué entregado por nuestros delitos y resucitó para
nuestra justificación.
Y prosigue luego: Cuando nosotros estábam os en la, im­
potencia, Cristo murió a su tiempo por los impíos. Y en otra
parte¡: Porque sabemos que la ley es espiritual, mas yo soy
carnal, vendido por esclavo al pecado. Pues ignoro verda­
deramente lo que hago, por no hacer lo que quiero, sino lo
que aborrezco. Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, con­
vengo con la ley en que es buena. Mas ahora y o no soy quien
lo hago, sino ¡el pecado que habita en mí. Porque sé que no
habita en mí, quiero decir en mi carne, cosa buena; porque
tengo a la mano el querer, pero no el realizarlo. Pues no
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si lo
que no quiero, éso hago, ya no soy y o quien lo hago, sino el
pecado que mora en mí. Por consiguiente, tengo en mí esta
ley, que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me
desliza; pues siento otra ley en mis miembros que contrasta
a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que
reside en mis miembros. ¡Oh desgraciado de nú! ¿Quién
me librará de este cuerpo de m uerte ? La gracia de D ios por
Jesucristo nuestro Señor.
Aventúrense a sostener ahora los que puedan que los
hombres nacen sin este cuerpo de muerte, hasta llegar a de­
cir que no les es necesaria la gracia de Dios por mediación
de Cristo para que sean liberados de semejante mal.
Insiste también en lo mismo poco después: Pues lo que
infirmabatur per carnem, Deus Filium, suum misit in simi-
litudßnem varnìs peccati, et die peccato damnavit peccatum
in carme88*.
Dicant qui audent, oportuisse nasci Christum in simili­
tudine cam is peccati, nisi nos nati essemus in carne peccati.
44. Item ad Corinthios: Tradidi enwn vobis in primis,
inquit, quod et accepi, quia Christus mortuus est pro pecca-
tis nastris secundum Scripturas ®9.
Item ad eosdem Corinthios in secunda: Charitas enim
Christi compéllit nos; indicantes hoc, quoniam si unus pro
omnibus mortuus est, ergo omnes mortui sunt. E t pro omni­
bus mortuus est Christus, ut qui nimmt, iam non sibi vivant,
sed ei qui pro ipsis mortuus est et resurrexit. Itaque nos
amodo neminem novimus secundum carnem: et si novera-
mm secundum carnem Christum, sed nunc iam non novimus.
Si qua igitur in Christo nova creatura, vetera transierunt,
ecce facta sunt omnia nova. Omnia autem ex Deo, qui recon-
ciliavit nos sibi per Christum, et dedit nobis ministerium re-
conciiiationis. Quemadmodum? Quia Deus erat in Christo
mundum reconciliaos sibi, non reputaos Ulis delieta eorum,
et ponens in nobis verbum reconciliationis. Pro Christo ergo
legatione fungimur, tanquam Deo exhortante per nos: obse­
cramos pro Christo reconciliari Deo. Eum qui non noverai
peccatum, pro nobis peccatum fecit, ut nos simus iustitia
Dei in ipso. Cooperantes autem et rogamus, ne in vacuum
gratiam Dei suscipiatis. Dicit enim: Tempore acceptabili
eoMudivi te, et in die \sdlwtis adi/uvi te. Ecce nunc tempos
acesptabile, ecce nunc dies salutis
Ad harne reconciliationem et sa lutem si non pertinent
parvuli, quis eos quaerit ad Baptismum Christi? Si autem
pertinent, inter homines miortuos sunt, pro quibus ills mor­
tuus est; mac 'ab eo reoonciliari et saivari possunt, nisi di-
missa non neputet delict a eorum.
45. Itelm ad Galatas: Gratia vobis et pax a Deo Paire,
et Doviimo Iesu Christo, qui dedit semetipsum pro peccatis
nostris, ut eóeimeret nos de praiesenti saeculo m aligno91.
Elt alio loco: L ix tmnsgressionis gratia proposita est,
domec veailret semen cui promissum est, dispositum per An­
teiles in mclnu mediatori». Mediator autem umms mm est;
Deus vero unus est. Lex ergo adversas promissa Dei? Absit.

88 Ib. 8, 3.
” i Cor. is, 3.
’* 2 Cor. 5, 14 ; 6, 2.
,l Gal. i, 3. 4.
a la ley era imposible por ser débil a causa de la carne, lo
hizo Dios enviando a su propio Hijo en carne semejante a
la del pecado, y como víctima por el pecado, condenó al pe­
cado en la carne.
Defiendan los que tengan valor la conveniencia de nacer
Cristo en semejanza de carne de pecado, a no haber nacido
nosotros en carne de pecado.
44. A los corintios escribe el mismo: Pite® ós he trans­
mitido a vosotros en primer lugar la doctrina que yo mismo
recibí; es decir, que Jesucristo murió a causa de nuestros
pecados, según las E serituras.
■En la segunda Epístola repite a los mismos: Porque el
amor de Cristo nos apremia, persuadidos como estamos de
que, si uno murió por todos, luego to'do¡s son muertos. Y mu­
rió por todos para que los que viven no vivan ya para sí,
sino para aquel que por ellos murió y resucitó. De manera
que desde ahora a nadie conocemos según la carne; y aun
a Cristo, si le conocimos según la carne; pero ahora ya no
es mí. De suerte que el que es de Cristo, se ha hecho cria­
tura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho muevo. Mas todo
esto viem de Dios, que por Cristo nos ha reconciliado con­
sigo y nos ha confiado el ministerio de Ja reconciliación. Por­
que, a la verdad, Dios estaba en Cristo, reconciliando al
mundo consigo y no imputándole sus delitos, y puso en nues­
tras manos la palabra de reconciliación. Somos, pues, emba­
jadores de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de
nosotros. Por Cristo os rogarnos, reconciliaos con Dios.
A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para
que en El fuéramos justicia de Dios. Cooperando, pnces, con
El, os rogamos que no recibáis en vano la gracia de Dios,
porque dice:. “En el tiempo propicio te escuché y en el día
de la salud te ayudé”. Este es el tiempo propicio, éste el día
de la salud.
Si los niños están excluidos de esta salvación y recon­
ciliación, ¿quién los busca para el bautismo de Cristo? Mas
si es al contrario, luego ellos deben contarse también en el
número de los hombres muertos, por quienes murió ESI; ni
pueden reconciliarse y salvarse si no les perdona y deja de
imputarles los pecados.
45. A los gálatas escribe también: La gracia y la paz
sean con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del
Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para
librarnos de este siglo malo.
La ley fué dada, explica en otra parte, por causa de las
transgresiones, promulgada por ángeles, por mano de un
mediador, hasta que viniese el Descendiente a quien la pro­
mesa había sido hecha. Ahora bien, el mediador no es de
una persona seda, y Dios es uno solo. ¿Luego la ley está
Si mim data esset lex, quae posset vivificarne, omnimo ex
lege fasset iustitia. Sfati concimiti; Scriptiura omnia sub pec­
cato, ut promissio ex fide Iesu Christi daretur credenti-
bus ®2.
46. lAld Epheaios etilam: E t vos cum essetiis mortui de­
lictis et peccatis vsstris, in quibus aMquando ambulastis se­
cundum saixulum, mundi huius, secundum prmcipem po-
testatis (tleris, Spiritus d us qui.numc operatiur in filiis diffi-
denticve, in quibus et nos omnes aliquamdo conversati sumus
m desiderih carms nostrae fadM tes voluntatem carnis, et
affectionum, et emmus naturaliter filii irae, sicut et ernten.
Deus autem qui dives est in misericordia, propter multam
dilsctkmem qua dMexit nos, et cum essemus mortui pecca-
iis, convivificavit nos Christo, cuius gratia sumus salvi facti.
Elt paulo post: Gratia, inquit, salvi facti estìs per fidem; et
hoc non ex vobis, s&d D d donum est; non ex operibus, ne
forte quis extollatur. Ipsius enim sumus figmentum, creati
in Christo Iesu in optribus bonis, quxa pnosparavit Dem ,
at in ittis ambulemus. Et paulo post: Qui eratis, inquit, Mio
tempore sine Christo, alienati a societate Israel, et peregri­
ni testamentorum et promissionis, spam non hdbentes, et
sine Deo im hoc mundo: nunc autem in Christo Iesu, qui ali-
quando erntis longe, facti estis prope in sm guine Christi.
Ipse est enim pax nostra, qui fecit utraique unum, et medium
parietem macerine solvens mimicitms, in carne sua legem
mmuMtorum deerctis évacuons, ut duos condePeti in m in
anum novum hominem, fa dens pacem, et commutarci utiros-
que in uno corpore Deo, per crucem interficiens ihimicitias
im si:\rmtipso. Et venions evangelûsaviti pacem vobis qui etfa-
fis longe, et pacem his qui prope, quia per ipsum hßbemus
acoedmm ambo in uno spirita ad Patrern 93.
item alibi : Sicut veritas est im Iesu, deponere vos secun­
dum priorem eonversationem •veterem hominem, eum qui
corrumpitur secundum concupiscentias deceptionis. Reno-
vamini autem spiritu mentis vestrae, et induite novum ho­
minem, eum qui secundum Deum creatus est in iustitia et
Sœnotitatie veritatis. Et alibi: Nolite ccmtristari Spiritium
Sanctum D d, im quo signati estis in diem redempticmis 9*.
47 . A d Oolossl:tns£e etiam ita loquitur: Gratias agentes
Patiti ickmeos faeienti nos in partem sortis sanctorum in
lumino, qui eripuit nos de potestate tenebrarum et trans-
tulit im regnum Filii charitatis suae, in quo hdbemus redemp-
tionem in remissione peccatorum 9B. E t alio loco : Et estis,

«I
Ib. 3, 19-22.
Eph. 2, 1-18.
94
•3
Ib. 4, 21-24. 30.
Col. I, 12-14.
contra Jas promesas de Dios? De ningún modo. Si hubiera
\sido dada una ley capaz de vivificar realmente, la justicia
vendría de la ley; pero la Escritura todo lo encerró bajo
pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por
la fe en Jesucristo.
46. A los de Efeso escribe: Y vosotros estabais muertos
por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo
habéis vivido, siguiendo él espíritu del mundo, bajo el prinr
cjpe de las potestades aéreas, bajo el espíritu que influye en
los hijos rebeldes, entre los cuales también nosotros todos
nos hallamos en otro tiempo, en manos de las concupiscen­
cias de la carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus depra­
vadas deseos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo
que los demás; mas Dios, rico en misericordia, por el extre­
mado amor con que nos amó, y estando nosotros muertos
por nuestros delitos, nos vivificó con Cristo, por cuya gracia
hemos sido salvados. Y poco después continúa: Pues de gra­
cia habéis sido salvados por Id?fe, y esto no os viene de vos­
otros; es don de Dios. No se debe a las obras, para que nadie
se glorie. Porque de El somas hechura, creados en Cristo
Jesús, para hacer buenas obras, que de antemano dispuso
Dios para que en ellas anduviésemos. Y aun prosigue luego:
Estuvisteis entonces sin Cristo, alejados de la sociedad de
Israel, extraños a la alianza de la promesa, sin esperanza
y sin Dios en el mundo; mas ahora, por Cristo Jesús, los
que en un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por
la sangre de Cristo. Pues El es nuestra paz, que hizo de los
dos pueblos uno, derribando él muro de separación, la ene­
mistad; anulando en su carne la ley de los mandamientos,
formulada en decretos, para hacer en sí mismo de los dos
un solo hombre nuevo, y dando la paz y reconciliándonos a
ambos en un sólo cuerpo en Dios, por medio de la cruz, aca­
bando con la enemistad. Y viniendo nos anunció la paz a los
de lejos y a los de cerca, pues por El tenemos los unos y los
otros la potestad de acercarnos al Padre en un mismo Es­
píritu.
En otro lugar escribe: Según la verdad que está en Je­
sús, renunciando a vuestra conducta pasada, despojaos del
hombre viejo, viciado por la corrupción dél error; renovaos
en vuestro espíritu y vestios del hombre nuevo, creado según
Dios, en justicia y santidad verdaderas. Guardaos de entris­
tecer al Espíritu, en quien habéis sido sellados para el día
de la redención.
47. El mismo lenguaje emplea escribiendo a los colosen-
ses: Demos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces
de participar la herencia de los santos en el reino de la luz,
y nos libró dél poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino
del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la re-
inquit, in ilio repleiì, qui est caput omnis prmdpatus et po­
les twiis : in quo etiam circumcisi estis drcumcìsìone non
mamufaicia, in exspoliaitione corporis carnis, in circumcisione,
Christi, cons'spult'i ei in Baptismo, in quo et consurrexistis!
per ficliìm op.m tionis Dei, qui suscitava ilium a mortuisL
Et vos, curri essetis mortui delictis et pmeputio carnis vest­
irne, convivtificuvit cum ilio, donalns nobis omnia delieta,,
delens quod advsrsus nos ermi chirographum é-\cniii, quoti
erat contrarium nobis, tolleris illud de medio, et affigem
illud cruci, exuems se cameni, principatus et potestates exmx-
plavit fiducialiter triumphans eos in semci.pso 8,i.
48. Et ad Timotheum: Humanus, inquit, sermo et orreni
acceptione dignus, quia Christus lesus verni in mundum
peccatores ìsalvos facere, quorum primus eo sum. Sed ideo
miserieordiam consecutus sum, ut in me osi udir i primo
Christus lesus omnem longanimitatem, ad informationem
eorum qui credit uri sunt itti vitam aeternam !‘7.
Item dicit : Unus tnim Deus, unus et mediator Dei et ho-
minum homo Christus lesus, qui dedit semetipsmn redemptio-
nem pro omnibus as.
In secunda etiam ad eumdem: Noli ergo, inquit, erubes­
cite testimonium Domini nostri, ncque me victum eius: sed
collabora Evangelio secundum virtutem Dei salvos nos fa-
cientis, et vocantis vocatione sua Isancta; non secundum opera
nostra, sed secundum suum propositum et gratiam, quae
data est nobis in Christo lesu ante smerda alterna, mani­
festata autem nunc per adventum Domini nostri lesti Christi,
evacuantis quidem mortem, illuminantis autem vitam et in-
corrwptionem pe r Evangelium 8ß.
49. Ad Titum etiam : Exspectantes, inquit, beatam Warn
spem et manifestationem glorias magni Dei, et salvatoris
nostri lesu Christi, qui dedit semetìpsum pro nobiìs, ut nos
redimerei, ab omni iniquitate, et mundaret nos sibi pópulum
abundantem, aemulatorem bonorum operum 10°.
Et alio loco: Curri autem benignitas et humanitas üluocit
Salvatoris Dei nostri, non ex opcrìbus iustvtiae, quae nos fe-
cìmus, sed \secundum suam miserieordiam salvos nos fecit
per lavacrum regenerationis et renovationis Spiritus Sancii,
quem ditissime effudit super nos per Issum Christum salva-
torem nostrum, ut iustificati ipsius gratta haeredes efficia-
mur secundum spem vitae aetem ae *101.

Ib. 2, 10-15.
1 Tim. 1, 15. 16.
** Ib. 2, 5. 6. ‘
: 99 2 Tim. 1, 8-10.
Tit. 2, 13-14.
101 Tit. 3, 4-
misión de los pecados. Estáis llenos de El, continúa en otra
parte, que es la cabeza de todo principado y potestad, en
quien fluisteis circuncidados con una circuncisión que no es
, de mano humana ni consiste en mutilación de carne, sino
' con la circuncisión de Cristo.
I Con El fuisteis sepultados en el bautismo, y en El asi-
Imismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que
Jle resucitó de entre las muertos. Y a vosotros, que estabais
[muertos por vuestros delitos y por la inmortificación de
\vuestra carne, os vivificó con El, perdonándoos todos los
\delitos, borrando el acta de los decretos, que estaba escrita
¡contra nosotras, y que nos era contraria, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz, y, despojándose de su carne,
humilló ejemplarmente a los principados y potestades, des­
pués de haberlos vencido gloriosamente en su persona.
48. A Timoteo escribe: Es una verdad digna de fe y de
toda aceptación que Cristo Je$ús 'vino al mundo para salvar
a los pecadores, de los cuáles el primero soy yo. Mas por
esto alcancé misericordia, para que en mí hiciese brillar su
extremada paciencia, siendo ejemplo vivo a los que hablan
de creer en El para la vida eterna.
También dice: porque uno es Dios, uno también el Me­
diador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús, que
se entregó a sí mismo para redención de todos.
En la segunda epístola al mismo Timoteo escribe: No
te avergüences de dar testimonio a nuestro Señor ni de
m>í, su prisionero, antes bien soporta los trabajos por la
causa del Evangelio con el apoyo de la fuerza de Dios,
el cual nos salva y nos llama con su santa vocación, no se­
gún nuestras obras, sino según su propio beneplácito y la
gracia dada a nosotros en Cristo ante los siglos, y que se
manifestó ahora por la venida de Nuestro Señor Jesucristo,
que ha destruido la muerte y descubierto por él Evangelio
nuestro destino a la vida inmortal.
49. A Tito escribe: Aguardemos esta bienaventurada es­
peranza y la epifanía de Ja gloria del gran Dios y Salvador
nuestro, Jesucristo, que se entregó por nosotros para rescar
tamos do toda iniquidad y purificar para sí un pueblo nu­
meroso, cumplidor de las buenas obras.
En otro lugar dice: Cuando apareció la bondad y el amor
de Dios, nuestro Salvador, a los hombres, no por las obras
justas que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericor-
dia, nos salvó mediante el baño de la regeneración y de la
reneyvación del Espíritu Santo, que abundantemente derramó
sobre nosotros por Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que,
justificados por su gracia, seamos herederos de la vida kter­
na, según nuestra esperanza.
50. Ad Hebraeos quoque Epistola, quamquam nonnullis
incerta sit, tamen quoniam legi quosdam huic nostra«1 de
Baptismo parvulorum sententiae contraria sentientes, eam
quibusdam opinionibus suis testem adhibere voluisse, magis-/
que me movet auctoritas Ecclesiarum orientalium, quae hanc
etiam in canonicis habent, quanta pro nobis testimonia coni
tineat, advertendum est. i
In ipso eius exordio legitur: Mult is partibus et multi?
modis olìm Deus locutus est patribus in Prophetiis; postremo
in Ms diebus locutus est nobis in F ilio, quem constitua huej-
redem universorum, per quem fecit et saecula. Qui cum sìt
splendor glorine et figura substantiae eius, gerens quoque
omnia verbo virtutis \suae, purgations peccatorum a se factd,
sedei ad dexteram mmestatìs in excelsis 102.
Et post pauca: Si enim qui p'zr Angelos dictus est sermo,
factus est firmus, et omnis praevaricatio et inobedientm
iustam accepit mercedis retributionem; quomodo nos effu-
giemus, si tantum nsglcxerimus salutem?
Et alio loco : Propterea ergo quia pueri communicaverunt
sanguini et carni, et ipse propemodum eorwm participavit,
ut per mortem évacuant turn qui potestatem habebat mor­
tis, id est, diabólum, et liberaret eos qui timore mortis per
totam vitam rei erant servìtutis.
Et paulo post: Unde ckbuit, inquit, secundum omnia fra-
tribus similis esse, ut miszricors fieret, et fidelis prinoeps
sacerdotum eorum, quae sunt ad Deum propitiandum pro
délictis populi10S.
Et alibi: Tenzamus, inquit, confeissionem: non enim ha-
bemus sacsrdotem qui non passif compati infirmitatibus
nostris; etenim expertus est omnia secundum simüitudinem
sine peccato 104.
Et alio loco: Intransgressibile, inquit, habzt saczrdotiwm:
unde et salvos perficere potest eos qui adveniunt per ipsum
ad Deum, semper viuens ad interpellandum pro ìpsis. Talem
enim decebat habere nos principem sacerdotum, iustum, sine
malitia, incontaminatum, separatum a peccatoribus, altiorem
a caelis factum, non habentem quotidianam necessitatem, sic-
ut principes sacerdotum, primum pro suis peccatis sacrifi-
cium o f ferre, dehinc pro populo: hoc enim semel fecit offe-
rens se 105.
E t alio loco: Non enim in manu fabricata sanata intro-
ivit Christus, quae sunt isimiMa verorum, sed in ipsum caelum,
apparere ante facie m Dei pro nobis; non ut saepius o f ferai

Hebr. i, 1-3.
los lb. 2, 2. 3. 14. 17
50. Hase de advertir también cuántos testimonio® favo­
rables a nosotros contiene la Epístola a los Hebreos, en la
cual, aun siendo para algunos de dudosa autenticidad, según
he leído, han querido buscar apoyo para su manera de pen-
( sar los que se oponen a nuestra sentencia sobre el bautismo
de los párvulos; mas a mi me hace fuerza la autoridad de
la Iglesia oriental, que lo tiene por libro canónico.
En el mismo principio de ella se leen estas palabras: En
muchas partes y maneras habló Dios en otro tiempo a los
padres por él ministerio de los profetas; mas últimamente,
en nuestros días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó
heredero universal, por quien hizo también el mundo. El
cuál, siendo él esplendor de su gloria y la imagen misma de
su substancia, y que con la fuerza de su palabra sustenta
todas las cosas, después de haber purificado todos los peca­
dos, está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas.
Pues si la palabra proferida por los ángeles fué firme,
prosigue poco después, hasta él punto de que toda transgre­
sión y desobediencia recibió la conveniente sanción, ¿cómo
nosotros la rehuiremos, si tenemos en poca estima tan grande
beneficio ?
Y en otro lugar dice: A-sí como los hijos tienen parte en
la carne y sangre, de igual manera El participó de las mis­
mas para destruir por la muerte al que tenía el imperio de
la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que por el
temor de. la muerte estaban toda la vida sujetos a servi­
dumbre.
Y poco después añade: Por eso hubo de asemejarse en
todo a sus hermanos, a fin de hacerse pontífice misericor­
dioso y fiel en las cosas tocantes a Dios, para expiar los
pecados del pueblo.
Y en otra parte dice: Mantengámonos firmes en la confe­
sión de la fe, pues nosotros no tenemos un pontífice que no
pueda condolerse de nuestras flaquezas, antes fué tentado
en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado.
Y en otro lugar: Jesús tiene un sacerdocio indestructible;
es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que se adhie­
ren a Dios, y siempre vive para interceder por nosotros. Y tal
convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, in­
maculado, apartado de los pecadores y más alto que los cie­
los; que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada dia
víctimas, primero por sus propios pecados y después por el
pueblo; pues esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí
mismo.
No entró Cristo, dice también en otro lugar, en un san­
tuario hecho por mano de hombres, figura del verdadero,
sino en el mismo délo, para comparecer en la presencia de
Dios en favor nuestro. Ni para ofrecerse muchas veces, a la
semetvpsum, sicut princeps saeerdotum intrat in sanata, in ,
anno semel cum sanguine alieno. Caeterum oportebat turn ;
saepius pati a mundi constitutions: nunc autem semel in '
extremitate saeculorum ad remissionem peccatorum per sa-
crificium suum manifestatus est. E t sicut constitutum est'
hominibus semel tantum mori, et post hoc indicium: sic et
Christus semel oblatus est, ut muttorum peccata portaret;
secando sins peccatis apparebit eis, qui eum sustinent, ad
salatemi10C.
51. Aipocalypsis etiam Ioannis has laudes Christo per
canticum novum testatur offerii: Dignus es aocitpere librum,
et aperire signacukt eius; quoniam occisus es, et redsmÀsti
nos D :o in sanguine tuo, de ornimi gente et lingua, et popolo
et nationswr.
52. Item in Actibus Apostolorum, inceptorem vitae Pe­
trus apostolus dixit esse Dominimi lesum, increpans Iudaeos
quod occidissent eum, ita loquens: Vos autem sanctum et
iustum inhonorastis, et negastis, et postulastis hominem ho-
micìdam vivere et donavi vobis: nam inceptorem vitae octi-
distis 10S. Et alio loco : Hic est lapis repróbatus a vobis a>:di-
ficantibus, qui foetus est in caput anguli. Non est enim aliud
nomen sub cado datum hominibus, in quo oporteat salvos
fieri Mbs109.
E t alibi: Deus patrum suscitavit lesum, quem vos inter-
fecistis suspendentes in Ugno. Hunc Deus principem et sal-
vatorem exaltamt gloria sua, dare poenìtentìam Israel et re­
missionem peccatorum in ilio110.
Item alio loco : Huìc omnes Prophetae testimonium perM-
bent, remissionem peccatorum accipere per manum illius
omnem eredentem in eum 1U.
Item in eodem libro apostolus Paulus: Notum ergo sit
vobis, inquit, viri fratres, quoniam per hunc vobis r'missio
peccatorum amnuntiatur db omnibus, quibus non potuistis in
lege Moysi iustìficari, in hoc omnis credens iustifim tur112.
53. Hoc tanto aggere testimoniorum, cuius adversus ve-
ritatem Dei elatio non praematur ? E t multa quidem alia re-
periri possimi, sed et finiendi huius operis cura non negli-
genter habenda est.
De libris quoque Vieteris Testamenti multas contastatio-
nes divinorum eloquiorum adhibere in hanc sententiam su-
pervacaneum putavi, quandoquidem in illis quod occulitatur
sub velamento velut terrenarum promissionum, hoc in Novi
Testamenti praedicatione revelatur. Et ipse Dominus Libro-
rum veterum utilitatem breviter demonstravit et deflnivit di-
oens, oportuisse impleri quae de ilio scripta essent in Lege et 1
8
7
6
0
106 Hebr. g , 24-28. 108 Ib. 4, 11. 12. 111 Ib. io, 43.
107 Apoc. s, g. 110 Ib. 5, 30. 31. 112 Ib. 13, 38. 39. ,
108 Act. 3, 14. 15.
manera que el sumo sacerdote entra cada año en él santuario'
con sangre ajena; de otra manera sería preciso que padeciera
muchas veces desde la creación del mundo. Mas El sólo
apareció una vez di fin de los tiempos, para destruir él peca­
do, ofreciéndose en sacrificio. Y asi como está decretado' que
los hombres mueran una sola vez y que depués sean juzga­
dos, así también Cristo, que se ofreció una sola vez para
llevar sobre sí los pecados de muchos, por segunda vez apa­
recerá sin pecado a los que le esperan para recibir la sal­
vación [7].
51. También ©1 Apocalipsis de San Juan atestigua que
en un cántico nuevo se ofrecen estas alabanzas a Jesucristo:
Digno eres de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque
fuiste sacrificado y con tu sangre has comprado para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación.
52. En las Abtas de (los Apóstoles, San Pedro presenta
a Jesús como iniciador de la vida, increpando a los judíos
por haberle dado muerte y diciéndoles: Vosotros habéis des­
honrado a este santo y justo, negándole y pidiendo el indulto
para un homicida,. Al autor de la vida disteis muerte. Esta
es la piedra rechazada por vosotros, los constructores, pero
que ha llegado a ser la piedra angular. Pues ningún otro
nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres,
por el cual podamos salvamos.
En otra parte dice: El Dios de nuestros padres resucitó
a Jesús, a quien vosotros habéis matado, suspendiéndole de
un madero. Pues a El lo ha encumbrado Dios a su diestra
por Príncipe y Salvador, a fin de conseguir para' Israel por
mediación suya la penitencia y el perdón de los pecados.
En otro lugar está escrito: De El dan testimonio todos
los profetas, de que por su nombre cuantos crean recibirán
el perdón de los pecados.
San Pablo repite la misma doctrina en este libro: Sabed,
pues, hermanos que por éste se os anuncia la remisión de los
■pecados y de todo cuanto en la ley de Moisés era impotente
para justificaros. Todo el que cree en Cristo es justificado.
53. Este acervo imponente de testimonios basta para
abatir la soberbia de los enemigos de la verdad divina. Aun
podrían reunirse numerosos pasajes, pero se ha de pensar
también en dar remate a este libro.
He creído también superfluo aducir del Antiguo Testa­
mento muchos divinos testimonios favorables a nuestra doc­
trina, pues las verdades que allí se hallan ocultas bajo el velo
de las promesas terrenas salen a luz con la- predicación del
Nuevo Testamento. En efecto, el mismo Señor manifestó y
declaró en breves palabras la utilidad de los antiguos libros,
al decir que era conveniente se cumpliesen en su persona
todas cuantas cosas estaban escritas de El en la Ley, los
Prophetis et Psalmis; et baec ipsa esse, quod oportsbat
Christum pati, et resurgere a mortms tertia die, et pra^dicari
in nomine eius pœnitentiam et remisskmem peccatorum per
omnes gentes, indpientïtms ab 1erusaient.11S.
Et Petrus dicit, quod paulo ante commemoravi, huic om­
nes Prophetas testimonium perhibere, remissionem pecca­
torum accipere per manum eius omnem credentem in eum 114.
54. Verumtamen commodius est, etiam ex ipso Vetere
Testamento testimonia pauca depromere, quae vel ad supple-
mentum, vel potius ad cumulimi valere debebunt. Ipse Domi-
nus per Prophetam in Psalmo loquens ait: Sanctis qui sunt
in terra dus, mirificavit omnes voluntates meas in ü iis115.
Non merita illorum, sed voluntates meas. Nam illorum
quid, nisi quod sequitur? Multiplioatae sunt infirmitates
eorum : supra quod infirmi erant. Ad hoc et lex subintravit,
ut abundaret delictum. Sed quid adiungit? Postea accelera-
verunt: multiplicatis infirmitatibus, hoc est, abundante de­
lieto, alacrius medicum quaesierunt, ut ubi abundavit pec-
catum, superabundaret gratia118. Denique, Non congregaba,
inquit, conventícula eorum de sanguinibus: quoniam multis
sacrificiorum sanguinibus, cum primum in tabernaculum vel
in templum congregarentur, convincebantur potius peccato-
res, quam mundabantur. Non ergo iam, inquit, de sanguini­
bus congregai» conventícula eorum. Unus enim sanguis pro
multis datus est, quo veraciter mundarentur. Denique sequi­
tur : Nec memor ero nominum illorum per labia m ea117
tanquam innovatorum. Nam nomina eorum erant prius, filii
carnis, filii saeculi, filii irae, filii diaboli, immundi,’ peccato-
res, impii: postea vero, filii D'ei, homini novo nomen novum,
canticum novum cantanti per Testamentum Novum.
Non sint ingrati homines gratiae Dei, pusilli cum magnis,
a minore usque ad maiorem. Totius Ecclesiae vox est: Erra­
vi sicut ovis perdita 11S. Omnium membrorum Christi vox
est: Omnes ut oves erravimus, et ipse traditus est pro pec-
catis nostris. Qui totus prophetiae locus apud Isaiam est, quo
per Philippum sibi expósito, spado file Candarás reginae in
Riiim credidit119. Vide quoties hoc ipsum commendet. et tan­
quam superbis nescio quibus, vel contentiosis identidem in-
culoet : Homo, inquit, in plaga, et qui sciât ferre infirmitates;
propter quod et avertit se fades eius, invariata est, nec mag­
ni aestimata est. Hic infirmitates nostras portât, et pro*1

111 Le. 24, 44. 47.


111 Act. io, 43.
,,s Ps. is, 3.
lu Rom. 5, 20.
m Ps. 15, 4-5.
111 Ps. 118, 176.
“ • Act. 8, 27-39-
Profetas y los Salmos; y ellas atañían -precisamente a su
pasión y resurrección de entre los m uertos al tercer día y la
■predicación en su nombre de la penitencia y perdón de los
pecados por todas las gentes, comenzando de Jerusalén.
Concuerdan con esto las palabras que he mencionado de
San Pedro, declarando cómo todos los profetas atestiguan
que, por mediación suya, cuantos en El creen reciben el per­
dón de los pecados.
54. No obstante eso, creo más ventajoso tomar también
del Antiguo Testamento algunos testimonios, que deberán
tener un valor suplementario o más bien cumulativo. El mis­
mo Señor, hablando por el profeta, dice en un salmo: Dios
ha manifestado mis maravillosas voluntades con los santos
que están en la tierra.
No habla de los méritos dte ellos, sino de sus voluntades.
Pues ¿qué podrían ser sus obras a n o lo que manifiestan las
palabras siguientes: Multiplicáronse sus flaquezas? Con ser
frágiles de naturaleza, aun sobrevino la ley para que abunda­
se el pecado. Mas ¿qué añade el salmo? Después corrieron
con más acelerado p ie; es decir, al ver multiplicarse sus
flaquezas y la multitud de sus delitos, se apresuraron a bus­
car con más alegría al Médico, para que, donde abundó la
maldad, sobreabundase la gracia. Dice después: No tomaré
yo parte en sus sangrientas libaciones, porque la reunión en
el tabernáculo primero y después en el templo, con tanta mul­
titud de sacrificios de sangre, más que para purificarlos, ser­
vía para convencerlos de pecadores. No iré, pues, ya a sus
reuniones en que celebran sacrificios sangrientos. Una sola
sangre ha sido derramada, y ella verdaderamente los puri­
fica. No pondré ya más sus nombres en mis labios, porque
ya están renovados. En efecto, sus antiguos nombres eran:
hijos de la carne, hijos del siglo, hijos de ira, hijos del dia­
blo, inmundos, pecadores, impíos; pero después se llamaron
hijos de Dios; un nombre nuevo se puso al hombre nuevo,
que canta un cántico nuevo, conforme a la alianza nueva.
No sean, pues, los hombres ingratos a este beneficio de la
gracia, lo mismo los chicos que los grandes, los menores y
mayores. Toda la Iglesia canta: Me descarrié como una oveja
perdida. Voz es de todos los miembros de Cristo: Todos nos
extraviam os como ovejas, y E l fu é entregado por nuestros
delitos. Todo este pasaje de la profecía está en Isaías, y al
oírselo exponer a Felipe, él eunuco de la reina Candace creyó
en Jesucristo. Notad cómo el profeta insiste sobre este punto
y cómo lo inculca con la mira puesta en no sé qué disputado­
res orgullosos y porfiados: Hombre llagado es éste y que
sabe soportar los quebrantos; ante M se vuelve el rostro,
menospreciado, estimado en nada. Pero fué El ciertam ente
quien tom ó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con núes-
nobis in doloribus e s t; e t nos eonstimavimus ilium in dolo-
ribus esse, e t in plaga, e t in poena: ipse autem vulneratus
est propter peccata nostra, infirmatus est propter iniquilates
nostras. Eruditio pacis nostrae super eum, in livore eius sa­
nati sumws. Omnes ut owes erravimus, et Dominus tradidit
ilium pro peccatis nosiris. E t ipse quoniam male tractatus
est, non aperuit o s; ut ovis ad immolandum ductus est, et
ut agnus ante eum qui se tonderet fuit sine voce, sic non
aperuit os su/um. In Immilitate sublatum est indicium eius:
ginerationem eius quis enarrabit ? quoniam tolletur de terra
vita eius, ab inìquìtatibus populi mei ductus est ad mortem.
Dabo ergo malos propter sepulturam eius, e t diorites propter
mortem eius ab hoc quod iniquitatem non fecerit, nec dólum
ore suo, Dominus vult purgare ilium de plaga. Si dederìtis
vos oh delieta vestra animam vestram , videbitis semen longae
vitae. E t vult Dominus auferve a doloribus animam eius,
estendere illi lucem et figurare per sensum, iustificare ius-
tum bene ssrvisntcm pluribus, et peccata ìllorum ipse susti-
nebit. Propterea ipse haereditabit complures, et fortium par-
titur spolia, propter quod tradita est anima 'eius ad mortem,
et inter iniquos aestimatus est, et ipse peccata muMorum
sustinuit, et propter iniquitates eorum traditas e s t 120.
Attende etiam illud eiusdem proph’etae, quod de se com-
pietum, fc'Ctoris etiam functus officio in synagoga ipse reci-
tavit: Spiritus Domini super m e, propter quod unxit me,
cvangelisare pauperibus m isit me, ut refrigerem qui in pres­
sura cordis sunt praedìcare captivis remissionem, e t caecis
visum 121.
Omnes ergo agnoscamus, nec ullus exceptus sìt eorum,
qui volumus corpori eius haerere, .per eum in ovile eius in-
trare, ad vitam et salutem, quam stfls promisit, perpetuami
pervenire: omnes, inquam, agnoscamus eum, qui peccatum
non fecit, et peccata nostra pertulit in corpore suo super
lignum, ut a peccatis separati cum iustitia vivamus; cuius
cicatricibus sanati sumus, infirmi cum essemus, tanquam
pecora errantia122.

Is. 53, 3-12-


Ib. 6i, i ; Le. 4, 16-21.
i Petr. a, 22. 24. 25.
iros dolores, y nosotros le tuvimos por castigado y herido de
Dios y humillado. Fué traspasado por nuestras iniquidades y
quebrantado por nuestros delitos. E l castigo salvador pesó
sobre E l, y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros
andábamos errantes como ovejas, y Dios le entregó a la muer­
te por nuestras culpas. Maltratado horriblemente, no abrió
su boca; como oveja llevada al matadero, com o cordero mudo
ante el trasquilador, así E l no abrió su boca. Fué arrebata­
do por un juicio inicuo. ¿Quién contará su generación? Por­
que será arrancado de la tierra de los vivientes y condenado
a m uerte por las iniquidades de su pueblo. Dispuesta estaba
entre los impíos su sepultura, y fué en la m uerte igualado
a los m alhechores; a pesar de no haber en E l maldad m
mentira en su boca, quiso quebrantarle Dios con padecimien­
tos. Si vosotros ofrecieseis vuestra alma en sacrificio por
vuestros pecados, veríais una descendencia de larga vida.
Y quiere el Señor libertar su alma de los dolores, m ostrarle
la luz, proponerlo com o modelo y justificar a este justo por
sus bw nos servicios en favor de muchos, y cargará con
las iniquidades de ellos. Por eso y o le daré por herencia mul­
titudes, y recibirá muchedumbres por botín, por haberse en­
tregado a la muerte y haber sido contado entre los pecado­
res, cuando llevaba sobre si los pecados de todos e inter­
cedía por los impíos.
Notad también el pasaje del mismo profeta que el Señor,
desempeñando el oficio de lector en la sinagoga, recitó como
cumplido en sí mismo: E l Espíritu del Señor descansa so­
bre mí, pues E l me ha ungido y me ha enviado para predi­
car la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebran­
tado corazón, para anunciar la libertad a los cautivos y dar
la vista a los ciegos.
Reconozcamos, pues, todos sin excepción a este Salvador,
si queremos estar unidos a su Cuerpo, entrar por su media'
ción en su redil y llegar a la vida y salvación eterna que
nos prometió; reconozcamos, repito, al que no conoció pe­
cado y sufrió el castigo de nuestras culpas en su cuerpo
sobre el madero, para que, cesando de pecar, vivamos san­
tamente. Hamos sido sanados con sus llagas, cuando éra­
mos enfermos como ovejas errantes.
CAPUT XXVIII
OOLLIGIT OMNES EGERE MORTE CHRIST!, UT SALVENTUB. PAR-
VULI NON BAPTIZATI IN DAMNATTONE ERUNT CUM DIABOLO

55. Quaè cum ita sint, neminem unquam eorum qui ad


Christum accesserunt per Eaptismum, .sana fldes et sana doc­
trina putavit exceptúan a gratia remissionis peccatorum, nec
esse posse alicui praeter regnum eius, aeternam salutem.
Haec enim parata est revelari in tempore novissimo*123,
hoc est,, in resurrectione mortuorum, pertinentium non ad
mortem aeternam, quae secunda mors appellatur, sed ad
vitam aeternam, quam promittit non imendax Deus sanctis
et fidelibus suis ; cuius vitae participes omnes non vivifica -
buntur nisi in Christo, sicut in Adam omnes moriuntur 1-i.
Quemadmodum enim omnes omnino pertinentes ad genera-
tionem voluntatis carnis non moriuntur, nisi in Adam in quo
omnes pecca veruni: sic ex his omnes omnino pertinentes ad
regenerationem Voluntatis spiritus, non vivificantur nisi in
Christo, in quo omnes iustificantur. Quia sicut per unum
omnes ad condemnationem, sic x>er unum omnes ad iustificar
tionem125. Nec est ullus ulli médius locus,, ut possit esse nisi
cum diabolo, qui non est cum Christo. Bine et ipse Dominus
volens auferre de cordibus male credentium istam nescio
quam medietatem, quam conantur quidam parvulis non bap-
tizatis tribuere, ut quasi merito innocentiae sint in vita
aeterna, sed quia non sunt baptizati, non sint cum Christo in
regno eius, definitivam protulit ad haec ora obstruenda sen-
tentiam, ubi ait: Qui mecum non est, adversum me e s t126.
Constitue igitur quemlibet parvulum: si iam cum Christo
est, utquid baptizatur? Si autem, quod habet veritas, ideo
baptizatur, ut sit cum Christo, profecto non baptizatus non
est cum Christo, et quia non est cum Christo, adversus
Christum est; ñeque enim eius tam manifestara debemus
aut possumus infirmare vel immutare sententiam. linde igi­
tur adversum Christum, si non ex peccata? ñeque enim ex
corpore et anima qua© utraque Dei creatura est. Porro si
ex peccato, quod in illa aetate, nisi originale et antiquum?
Una est quippe caro peccati, in qua omnes ad damnationem

133 Ib. i, 5.
134 i Cor. 15, 22.
123 Rom. 5, i8.
128 Mt. 12, 30.
CAPÍTULO XXVIII

T odos t i e n e n n e c e s id a d d e l a m u e r t e d e C r is t o para sal­


var se. C o n d e n a c ió n de los n iñ o s que m ueren s in el
b a u t is m o

56. Siendo esto así, la sana fe y la verdadera doctrina


ha creído siempre que todos 1c» que se han incorporado a Cris­
to mediante el bautismo, han recibido el perdón de los peca­
dos y que no puede haber salvación eterna fuera de su reino.
Por su divina disposición, ésta se manifestará en los úl­
timos tiempos, es decir, en la resurrección de los muertos,
que no pertenecen a la muerte eterna, llamada segunda muer­
te, sino a la vida eterna, prometida a los santos y a los
fieles por el Dios que no puede mentir: todos los partici­
pantes de esa vida serán vivificados en Cristo, como en Adán
mueren todos. Pues así como cuantos pertenecen a la gene­
ración de la voluntad de la carne no mueren sino en Adán,
en quien todos pecaron, así todos los que entre ellos perte­
necen a la regeneración de la voluntad del espíritu sólo son
vivificados en 'Cristo, santificador universal. Porque como
por uno vino a todos la condena, así alcanza, a todos la
justificación por obra de uno. Ni hay para nadie un lugar
medio, donde uno pueda no estar con el demonio si no está
con Cristo. Por lo cual, el mismo Señor, queriendo arran­
car de los corazones esta mala creencia que pone no sé qué
lugar medio, donde se empeñan en alojar a los niños que
mueren sin bautismo, de suerte que, en cierto modo, por el
mérito de su inocencia estén en la vida eterna, pero por
carecer de aquel sacramento no están con Cristo en el reino
de Dios, para cortarles toda salida pronunció esta sentencia
definitiva: E l que no está conmigo, está contra nú. Suponed,
' pues, a un niño cualquiera: si está ya con Jesucristo, ¿por
qué se le bautiza? Pero si, según la verdadera doctrina, se
le administra el bautismo precisamente para que pertenezca
a Cristo, luego el no bautizado no está con Cristo, y porque
no está con Cristo, está contra E l; nosotros no debemos ni
podemos atenuar y cambiar una sentencia tan manifiesta del
Señor. ¿D e dónde procede la oposición a Cristo sino del
pecado? No "procede del cuerpo o del alma, porque amibos
son hechura de Dios. Y si la causa es un pecado, en aquella
edad, ¿cuál puede imaginarse sino él original y antiguo?
Porque de una carne pecadora nacen todos con el estigma
die la condenación; y no hay más que una sola carne, que
nascuntur; et una est carta in similitudine cam is peccati,
per quam omnes a damnatione liberantur.
Nec ita dictum est omnes, velut quicumque nascuntur in
carne peccati, iidem omnes mundari intelligantur per car-
nem similem carnis peccati; non enim omnium etst fu lsa127:
sed omnes pertinentes ad generationem connubii camalis,
non nascuntur nisi in carne peccati; et omnes pertinentes
ad generationem connubii spirituali«, non mundantur nisi
per carnem similem carnis peccati: hoc est, illi per Adam
ad condemnatkmem, isti per Christum ad iustificationem.
Tanquam si dicamus, verbi gratia : Una est obstetrix in hac
civitate, quae omnes excipit; et unus est hic litterarum ma-
gister, qui omnes doeet ; ncque ibi intelligi possunt omnes
nisi qui nascuntur; ñeque hic omnes, nisi qui discunt: non
tamen omnes qui nascuntur, litteras discunt. Sed cuivis cla­
ret, quod et illic recte dictum est: “Omnes excipit” , praeter
cuius manus nemo nascitur; et hic recte dictum est: “Omnes
docet” , praeter cuius magisterium nemo discit.
56. Considerati« autem omnibus divinis testimoniis quae
commemoravi, sive singillatim de unoquoque disputaos, sive
aoervatim multa congestans, vel qua'ecumque similia non
commemoravi; nihil invenitur nisi quod universa Ecclesia
tenet, quae adversus omnes profanas novitates vigilare de^-
bet, omnem hominem separari a Deo, nisi qui per mediato-
rem Christum reconciliatur Deo, nec separari quemquam nisi
peccatis intercludentibus posse. Non ergo reconciliar! nisi
peccatorum remissione, per unam gratiam misericordissimi
Salvatoris, per unam victimam verissimi Sacerdotis : ac sic
omnes filit® mulieris, quae serpenti credidit, ut libidine cor-
rumperetur12S, non liberali a corpore mortis huius, nisi per
Filium Virginis, quae angelo credidit, ut sine libidine feta-
retur *12°.

CAPUT XXIX
B o n u m CONIUGII QUID. BONI ET MAU USUS QUATUOR
DIFFERENTIAE

57. Bonum ergo coniugii non est fervor concupiscentiae,


sed quidam licitus et honestus ilio fervore utendi modus, pro-
pagandae proli, non explendae libidini accommoefatus, (Volun-

127 2 "lìhess. 3, 2.
12’ Gen. 3, i-6.
lleva la semejanza de la carne del pecado, por la que todos
se libran del castigo.
Y esta expresión todos no debe entenderse como si todos
los que nacen de !la carne del pecado alcanzasen sin excepción
la limpieza que obra la carne que lleva la estampa del pe­
cado, porque la fe no es de todos. La verdad es que todos
los qu© proceden por vía de un matrimonio camal nacen
en carne de pecado, y todos los que pertenecen a la genera­
ción del matrimonio espiritual consiguen su purificación por
medio dé la carne que lleva la semejanza de la carne del pe­
cado; es decir, aquéllos por Adán vienen a la condenación,
éstos por Cristo reciben la justificación. E s como si dijése­
mos por ejemplo: Hay una so-la partera, que asiste, al na­
cimiento de todos en esta ciudad, y un solo maestro qué en­
seña letras a todos: en el primer caso, la expresión todos
sólo puede referirse a los que nacen, y en el segundo, a to­
dos los que aprenden letras; sin embargo, no todos los que
nacen aprenden letras. Pero es evidente a todos que la ex­
presión es exacta en ambos casos. En el primero se dijo
bien “ a todos asiste” , porque la partera ayuda al nacimien­
to de todos; y se dijo bien “ a todos enseña” , porque nadie
, aprende letras sin pasar por su magisterio [8 y 9 ],
56. Pesando, pues, el valor de estos divinos testimonios
que he aducido, ora discutiéndolos separadamente, ora agru­
pándolos y considerándolos en conjunto, asi como el de otros
pasajes similares que no he mencionado, se concluye que la
Iglesia, a quien ha sido confiada la misión de vigilar contra
tas novedades profanas, sostiene que todo hombre está se­
parado de Dios si no se reconcilia con El por medio de Cris­
to, y que la separación es originada por el impedimento de
los pecados. No hay, pues, reconciliación sin el perdón de
los pecados, por la sola gracia del misericordiosísimo Sal­
vador, por la única víctima d'el verdaderísimo Sacerdote; y
así todos los hijos de Eva, que creyó a la serpiente, hasta
ceder a los apetitos corrompidos, no obtienen la liberación
del cuerpo de muerte sino por el Hijo de la Virgen, que cre­
yó al ángel para que concibiese virginalmente.

CAPITULO XXIX
C uál es e l b ie n d e l m a t r im o n io .
'Cu a t r o u s o s d if e r e n t e s
DEL BIEN Y DEL MAL

57. El bien, pues, del matrimonio no consiste en el ar­


dor de la concupiscencia, sino en el modo lícito y decoroso
de usar de él con miras a la propagación de la prole y no al
tas ista, non voluptas illa, nuptialis est.) a Quod igitur in
memhris corpo ris mortis huiùs inobedienter movetur, totum-
que animum in se dciectum conatur attrahere, et neque cum
mens voluerit exsurgit, neque cum mens voluerit conquies-
cit, hoc est malum peccati, in quo nascitur omnis homo. Cum
autem ab illicitis corruptionibus refrenatur, et ad sola ge­
neris humani supplémenta ordinate propaganda permittitur,
hoc est bonum coniugii, per quod ordinata societate nascitur
homo.
Sed nomo renascitur in Christi torpore, nisi prius nas-
catur in peccati corpore. Sicut autem bono uti male, malum
est; sic nudo bene uti bonum est. Duo igitur haec, bonum
et malum, et alia duo, usus bonus et usus malus, sibimet
adiuncta quatuor differentias faciunt. Bene utitur bono, con-
tinentiam dedicans Deo: male utitur bono, continentiam de-
dicans idolo. Male utitur malo, concupiscentiam relaxans
adulterio : bene utitur malo, concupiscentiam restringens con­
nubio. Sicut ergo melius est bene uti bono, quam bene uti
malo, cum sit utrumque bonum: ita qui dai mrgmem &wam
nwptum bene fa cit; et qui non dat nuptuni, melius fa cit 13°.
De qua quaestione multo uberius et multo sufficientiue in
duobus libris, uno De bono coniugali3 altero De ìsancta virgi-
nitate, quantum Dominus dedit, prò mearum virìum exigui-
tate disserui.
Non itaque per nuptiarum bonum défendant concupis-
centiae malum, qui carnem et sanguinem praevaricatoris ad-
versus carnem et sanguinem Redemptoris extollunt: non eri-
gantur in superbiam erroris alieni, de quorum pannila aetate
nobis dedit Dominus humilitatis exemplum.
Solus sine peccato natus est, quem sine virili complexu,
•non concupiscentia carni®, sed obedientia mentis virgo con­
cepii. Sola nostro vulneri medicinam parere potuit, quae non
ex peccati vulnera germen piae prolis emisit.1 0
3

130 i Cor. 7, 38.


a Haec quae uncis continetur sententia abest ab omnibus Mss.
goce libidinoso. {Esta voluntad, no el placer, constituye el
matrimonio.) Lo que hay, pues, en los miembros de nuestro
cuerpo mortal de movimiento desordenado, que arrastra en
pos de sí a todo el ánimo, envileciéndolo, sin obedecer al im­
perio del espíritu, lo mismo cuando se excita como cuando
está en reposo, he aquí el mal del pecado con que todo
hombre nace. Mas cuando modera los ímpetus desarreglados
de la pasión, ordenándola con honesto fin a reparar las pér­
didas que Experimenta el género humano, entonces no es
censurable el uso del matrimonio, pues por él nace el hom­
bre según el orden natural de la sociedad.
Y nadie renace en el cuerpo de Oristo si no nace antes
en este cuerpo de pecado. Así como, pues, usar mal de un
bien es acción pecaminosa, usar bien del mal, es acción
laudable. Estas dos cosas, bien y mal, y las otras dos, el uso
bueno y el malo, combinándolas entre sí, dan lugar a cuatro
acciones diferentes. El que consagra continencia a Dios,
hace buen uso de un bien; el que la consagra a un ídolo,
hace mal uso de un bien. El que busca la satisfacción de
su lujuria en el adulterio, hace mal uso de un mal; el que
refrena su concupiscencia dentro de los límites del matri­
monio, usa bien de un mal. Pues como el buen uso de un bien
es más laudable que el buen uso de un mal, aun siendo am­
bas cosas buenas, así el que entrega su hija para el casa­
miento obra bien, pero el que no la entrega hace m ejor. Mas,
según el favor que me ha dado Dios y según la medida de
mis exiguas fuerzas, he tratado de esta cuestión con más
amplitud y copia de discurso en mis dos libros, el uno Sobre
el bien conyugal y el otro Sobre la santa virginidad.
No hagan, pues, con la mira puesta en el bien del ma­
trimonio, la apología de los desarreglos de la concupiscen­
cia los que realzan la excelencia corporal del primer preva­
ricador, con merma de la gloria debida a la carne y sangre
del Salvador. No quieran engreírse del yerro ajeno, pues
el Señor nos dió en su Edad infantil ejemplo de humildad.
Sólo nació sin pecado aquel a quien engendró la Virgen
sin concurso de varón, no por deseo camal, sino por obe­
diencia espiritual. Solamente pudo propinar la medicina para
nuestras enfermedades la que sin ninguna lesión de pecado
dió al mundo el fruto bendito de su vientre.
CAPUT XXX
B a p t is m u m ad q u id i n p a n t i b u s n e c e s s a r iu m v o l u e r in t
P e l a g ia n i

58. Iam nunc scrutemur diligentius, quantum adiuvat


Dqminus, etiam ipsum Evangelii capituliun ubi ait: Nisi guis
renai ns fuerit ex aqua et spirita, non intràbit in regnum
D e i1!îl. Qua isti sententi» nisi movenentor omnino parvulos
nec baptizandos esse censerent.
Sed quia non ait, inquiunt, “ N isi quis renatus fuerit ex
aqua e t spirita” , non hdbebit salutem nel vitam aeternam ;
tantummodo autem dixit, “non intrabit in regnum D ei": ad
hoc parvuli baptizandi sunt a t isint etiam cum Christo in
regno Dei, ubi non erunt si baptizati non fu erin t: quammis
e t sine Baptismo si parvuli moriantur, salutem vitamque
aeternam habituri dint, quoniam nullo peccati vinculo db-
stricti sunt.
Hate dieentes, primo numquam expUeant isti, qua ius-
titia nullum peocatum habens imago Dei separator a regno
Dei. Deinde videamus utrum Dominus lesus unus et solus
magister bonus, in hac ipsa evangelica lectione non signifi-
caverit et 03tenderit nonnisi per remissionem pecoatorum
fieri, ut ad regnum Dei perveniant baptizati: quamvis recte
intelligentibus sufficere debuerit, quod dictum est : Nisi quis
natus fuerit denuo non potest ridere regnum D ei; et, Nisi
quis renatus fuerit ex aqua et spirita, non potest introir~
in regnum Dei. Cur ienim nascatur denuo, nisi renovandus?
unde nenovandus, nisi a vetustate? qua vetustate, nisi in
qua vetus homo noster simul cirucifixus est cum ilio, ut eva-
cuetur corpus peccati ? 13132 AJut unde imago Dei non intrat in
regnum Dei, nisi impedimento prohibent« peccati?
Verumtamen, ut proposuimus, totam istam circumstan-
tiam evangelicae lectionis ad rem de qua agitur pertinentem,
intente quantum possumus diligenterque videamus.
59. Erat autem homo, inquit, ex Pharisaeis Nicodemus
nomine, princeps Iudaeorum. Hic vernit ad Iesum n od e, et
dixit ei: Rabbi, scimus quia a Deo venisti m agister: nemo
enirn potest iTmec signa faosre quae tu facts nisi fuerit Deus
cum eo. R'espondit lesus, et dixit e i: Amen, amen dico tibi,
nisi quis natus fuerit denuo, non potest videre regnum Dei.
Dicit ad eum Nicodemus: Quomodo potest homo nasci, cum

131 lo. 3. 3.
I3: Rom. 6, 6.
CAPITULO XXX
E n qué s e n t id o a d m it e n l o s p e l a g ia n o s l a n e c e s id a d d e l
BAUTISMO PARA LOS NIÑOS

58. Ahora examinemos con más hondura, según las


fuerzas que nos diere el Señor, el capítulo del Evangelio don­
de Cristo dice: Si alguno no renaciere del agua y del Espí­
ritu, no entrará en el reino de Dios. A no moverlos la fuer­
za de esta sentencia, los pelagianos no admitirían ninguna
necesidad del bautismo para los párvulos.
Advertid, dicen ellos, que no dice: “ Si alguno no rena­
ciere de agua y espíritu, no puede conseguir la salvación o
la vida eterna”, sino “ no entrará en él reino de D ios". A ho­
ra bien: para esto son bautizados los niños, para que tengan
parte en él reino de Dios con Cristo, donde no entrarían sin
bautismo; sin embargo, aun cuando mueran sin este sacra­
mento, los párvulos han de poseer la salud y la vida eterna,
porque están, inmunes de todo pecado.
Discurriendo de este modo, nunca explican ellos con qué
justicia son excluidos del reino de Dios, pues en sus almas
resplandece sin ninguna mancha de pecado la divina ima­
gen. Veamos después si Nuestro Señor Jesucristo, el único
Maestro bueno, en los pasajes de este mismo Evangelio, no
ha indicado y demostrado que el perdón de los 'pecados es
la única vía para llegar los bautizados al reino de Dios;
aunque para los buenos entendedores hubiera bastado lo que
se d ijo: Si alguien no naciere de nuevo, no puede ver el rei­
no de D ios; y Si alguien no renaciere de agua y espíritu,
no puede entrar en él reino de Dios. En efecto, ¿por qué
se ha de nacer de nuevo, sino para renovarse? ¿ Y de qué
ha de renovarse sino del hombre viejo, de aquel hombre
viejo que en nosotros fué crucificado juntamente con Cris­
to para que sea eliminado el cuerpo de pecado? ¿O por
qué la imagen divina no entra en el reino de Dios, sino
porque se lo prohíbe un impedimento, el pecado?
Pero examinemos, según nos hemos propuesto, con la
atención y diligencia que nos sea posible, todo el contexto
del pasaje evangélico que se refiere a nuestro asunto [ 1 1 ].
59. Había un hombre de los fariséos de nombre Niecr-
demo, principal entre los judíos, que vino de noche a Jesús
y le d ijo: Rabí, sabemos que has venido como M aestro de
parte de Dios, pues nadie puede hacer estos milagros que tú
haces, si Dios no está con él. Respondió Jesús y le d ijo: En .
verdad, en verdad te digo que quien no naciere de nuevo
no puede ver el reino de Dios. Le' dijo Nicodsm o: ¿Cómo
sit senex ? Numquid potest in uterum matris suae Herum
introire e t nasci? Respondit Iesus: Amen, amen dico tibi,
nisi quis renatus fuerit ex aqua et spiritu, non -potest in­
troire in regnum Dei. Quod natum est de c a n e , cam e s t;
et quod natum est de spiritu, spiritus est. Non mireris quia
dixi tibi, Oportet vos nasci denuo. Spiritus ubi vult spired,
et vocem eiuis audis; sed non scis unde veniat, aut quo vadat.
Sic est omnis qui natus est ex spiritu. Respondit Nicodemus,
et dimt e i: Quomodo possunt haec fieri? Respondit Iesus, et
dixit e i: Tu es m agister in Israel, e t haec ignoras? Amen,
amen dico tibi, quia quod Iscimus loquimur, et quod vidimus
testamur, e t testimonium nostrum non accvpitis. Si terrena
dixi vobis, e t non credidistis; quomodo, si dixero voty's ca»-
lestia, credetis? E t nemo ascendit in caelum, nisi qui de
caelo descendit, Filius hominis, qui in caelo est. E t sicut
Mopses exaltavit serpentem in deserto, ita exaitari oportet
Filium hominis; ut omnis qui credit in eum non pereat, sed
habeat ’vitam aeternam. Sic enim dilexit Deus mundum, ut
Filium suum Unigenitum daret: ut omnis qui credit in eum,
non pereat, sed habeat vitam aeternam. Non enim misit
Deus Filium tsuum in mundum ut iudicet mundum, sed ut
salvetur mundus per ipsum. Qui credit in eum, non iudica-
tu r: qui autem non credit, iam iudicatus e s t: quia non credit
in nomine Unigeniti Filii Dei.
H oc m t autem iudicium, quia lux venit in mundum et dile-
xerunt homines mag is tenebras, quarn lucem : erant enim
eorum mala opera. Omnis enim qui male agit odit lucem, et
non venit ad lucem, ut non arguantur opera eiu s: qui autem
fu cit veritatem , venit ad lucem, ut m anifestentur eius opera,
quia in D eo sunt fa cta 1S3.
(Hue usque est ad rem, de qua quaerimus, pertinens totus
sermo ille contextus. Deinceps in aliud narrator abscedit.

CAPUT XXXI

C h r is t u s c a p u t e t c o r p u s . C h r is t u s o b p e r so n a e u n it a t e m
ET IN CAELO MANEBAT, ET IN TERRA DEAMBULABAT

60. Cum ergo Nicodemus ea quae dioebantur non intelli-


geret, quaesivit a Domino quomodo possent ista fieri. Videa-
mus quid Dominus ad hoc respondeat. Profecto enim si ad in-
puede el hombre nacer siendo viejo? ¿A caso puede volver
di seno de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad,
en verdad te digo, quien no naciere de agua y espíritu, no
puede entrar en el reino de D ios. Lo que nace de la carne,
carne es; y espíritu, lo que del espíritu nace. Y no te mara­
villes de que te haya dicho: E s necesario que nazcáis de
nuevo. El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni adonde v a ; así es todo el que ha
nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y d ijo: ¿Cómo
puede ser eso? 'Respondióle Jesús y d ijo: Tú eres maestro en
Israel, ¿ y no sabes estas cosas? En verdad, en verdad ts
digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y de lo que
hemos visto damos testim onio; pero vosotros no aceptáis
nuestro testim onio. Si os he hablado de cosas terrenas, no
creéis; ¿cóm o creeríais si os hablase de cosas celestiales?
Y nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el H ijo del
hombre, que está en el cielo. Y com o M oisés levantó la ser­
piente en el desierto, así es preciso que sea levantado el
Hijo del hombre, para que todo el que creyere en E l tenga
la vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le dió
su unigénito H ijo, para que todo el que crea en E l no pe­
rezca, sino que tenga la vida etern a; pues Dios no ha envia­
do al mundo a su H ijo para juzgar al mundo, sino para que
él mundo se salve por El. E l que cree en E l, no es juzgado;
el que no- cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre
del unigénito Hijo de Dios.
E ste juicio consiste en que la luz ha venido al mundo
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque
eran malas sus obras. Porque todo él que obra mal, aborre­
ce la luz, y no viene a la luz por tem or a que sus obras
sean reprendidas. Pero el que vive según la -verdad, viene a
la luz, para que sus obras sean manifiestas, como hechas en
Dios.
Hasta aquí llega todo el contexto del pasaje evangélico
que se refiere al asunto que tocamos aquí; después el evan­
gelista pasa a otro relato.

CAPÍTULO XXXI
C r is t o p u e d e c o n s id e r a r s e com o cabeza y com o cuerpo.
P or r a z ó n de l a u n id a d d e s u p e r s o n a , p e r m a n e c ía e n el
c ie l o y a la vez c a m in a b a por la t ie r r a

60. Al no entender Nicodemo las cosas que le decía el


Señor, le preguntó cómo podían realizarse. Veamos la res­
puesta divina. Ciertamente', si se digna resolver la cuestión:
terrogata respondere dignabitur: Quomodo possimi ista fi r i?
hoc dicturus est, quomodo possit fieri regeneratio spiritualis
venientis hominis ex generatione carnali. Notata itaque pau-
lulum eius imperitia, qui so caeteris de magisterio praefere-
bat, et omnium talium incredulibate reprehensa, quod testi­
monium non acciperent veritatis; addidit etiam, se illis ter­
rena dixisee, nec eos credidisse, quaerens vel admirans quo­
modo essent caelestia credituri.
Sequitur tarnen et respondet, quod alii credent, si illi
non credunt, ad illud quod interrogatus est, quomodo possint
ista fieri: Nemo, inquit, ascendit in caelum nisi qui ds caelo
descendit, Filius hominis, qui est in caelo. Sic, inquit, fiet
generatio spiritualis, ut sint caelestes- homines ex terrenis;
quod adipisci non poterunt, nisi membra mea efficiantur, ut
ipse ascendat, qui descendit; quia nemo ascendit, nisi qui
descendit. Nisi ergo in unitatem Christi omnes mutandi le-
vandique concurrent, ut Christus qui descendit ipse ascendat,
non aliud deputans corpus suum, id est Ecci'esiam suam,
quam se ipsum; quia de Christo et Ecclesia verius intelli-
gitur, Erunt duo in cam s una 131; de qua re ipse dixit: Itaque
iam non duo, s:d una ca ro 185.* ascendere omnino non pot­
erunt; quia nemo asandit in caelum, nisi qui ds ca lo d s-
csndit, Filius hominis, qui est in melo. Quamvis enim in
terra factus sit films hominis, divinitatem tarnen suam qua
in caelo manens descendit ad terrain, non indignam censuit
nomine filii hominis, sicut carnem suam dignatus est nomine
filii Dei ne quasi duo Christi ista accipiantur, unus Deus, et
alter homo : sed unus atque idem Deus et homo ; Deus, quia iti
principio erat Verbum, et Verbum erat apud tkum , et Deus
erat Verbum; homo, quia Verbum caro factum est, et habi-
tavit in n obis1™.
A c per hoc per distantiam divinitatis et infirmitatis filius
Dei manebat in cado, filius hominis ambulabat in terra: per
unitatem vero personae, qua utraque substantia unus Chris­
tus est, et filius Dei ambulabat in terra, et idem ipse filius
hominis manebat in cado.
Fit ergo credibiliorum fides ex incredibilioribus creditis.
Si enim divina substantia longe distantior atque incompa­
rabili diversitate sublimior, potuit propter nos ita suscipere
humanam substantiam, ut una persona fieret, ac sic filius1 5
4
3

134 Gen. 2, 24.


135 Me. io, 8.
131 Io. i, i. 14.
¿Cómo pueden verificarse estas cosas?, ha de responder
cómo puede operarse la regeneración espiritual de los hom­
bres que proceden por generación de la carne. Después de
señalar ligeramente la ignorancia del que aventajaba a los
demás por la función del magisterio, y habiendo reprendido
la incredulidad de los de su clase, adversos al testimonio de
la verdad, añadió cómo El les había hablado de cosas de la
tierra, sin darle crédito, preguntando y admirándose de cómo
creerían otras revelaciones m á 3 altas.
Sin embargo, prosigue, y dice que, si ellos no creen, otros
serán más fieles; y a la cuestión que le propuso: ¿Cómo
pueden hacerse estas cosas?, respondió: Nadie ha subido al
cielo sino el que bajó del cielo, el H ijo d l hombre, que está
en U cielo. La generación espiritual, dice, hará que los hom­
bres, de terrenos, se hagan celestiales; y eso no lo conseguirán
sin hacerse miembros míos, de suelde que ascienda el mismo
que bajó, porque nadie ha subido sino el que bajó. Pues
nadie sube al cielo sino quien bajó de él, el Hijo del hom­
bre, que está en el cielo; luego para subir es absolutamente
indispensable que los hombres, transformados y exaltados,
formen unidad con Cristo, de suerte que el mismo Cristo,
que descendió, suba también, identificando su Cuerpo o Igle­
sia consigo mismo, pues de la unión de ambos se entienden
con más verdad que de otra aquellas palabras: Serán dos
en una carne; y 'las que al mismo propósito pronunció Je­
sús: Luego ya no son dos, sino una carne. Sin embargo de
esto, no creyó rebajar su divinidad—y a este fin, sin de­
jar el cielo, bajó a la tierra—dándole el título de Hijo de
hombre, así como a su humanidad se dignó otorgarle tí­
tulo de Hijo de Dios, con tal que se evite el considerarlos
como dos Cristos, uno Dios y otro hombre, porque una
sola y misma Persona es Dios y hombre: Dios, porque en el
principio era el Verbo, y el Verbo estaba en ti seno de Dios,
y Dios era el V erbo; hombre, porque ti Verbo se hizo car­
ne y habitó entre nosotros.
A causa de la distancia que hay entre la divinidad y la
flaqueza humana, el Hijo de Dios permanecía en el cielo y
el Hijo del hombre caminaba por la tierra; mas en virtud
de la unidad de persona, por la que las dos naturalezas for­
man un solo ■Cristo, podemos decir que también el Hijo de
Dios caminaba por la tierra y hasta el mismo Hijo del hom­
bre permanecía en el cielo.
Así, la creencia de las cosas más increíbles nos guía a
la fe de las que son más fáciles para creer. Pues si la natu­
raleza divina, con estar mucho más apartada de la nuestra
y ser incomparablemente mucho más diferente y sublime,
hominis qui erat in terra per carnis infirmitatem, idem ipse
esset in cáelo per participatam carni divinitatem: quanto
credibilius alii homines sancti et fideks eius hunt cum ho-
mine Christo unus Christus, ut omnibus per eius hanc gra-
tiam societatemque ascendentibus, ipse unus Christus as-
cendat in caelum, qui de cáelo descendit ? Sic et Apostolus
ait: Sicut in uno corpore multa membra habemus, omnia
autem membra corporis cum sint -multa, u-nuni est corpus;
ita et C hristusasr.
Non dixit, Ita e t Christi, id est, corpus Christi, vel mem­
bra Christi: sed ita et Christus- unum Christum appellans
caput et corpus.

CAPUT XXXII

Serpens in deserto exaltatus Christum , in cruce penden­


tem FIGURAVIT. P aRVULI ETIAM IPSI SERPENTIS MORSU VENENATI

61. Magna haec miraque dignatio, quae quoniam fieri


non potest nisi per remissionem peccatorum, sequitur, et di-
cit: E t sicut M oyses exaltavit serpentem in deserto, ita
exaltari oportet Filiuni hom inis; ut omnis qui crediderit in
eum non pereat, sed habent vitam aeternam 1’ ;;.
Quid tune in deserto factum sit, novimus: serpentum
monsibus multi moriebantur; tune populus peccata sua con-
fitens, per Moysen deprecatus est Dominum, ut hoc ab eis
virus auferret : ac sic Moyses ex praeoepto Domini exaltavit
in deserto aeneum serpentem; admonuitque populum, ut ilium
exaltatum quisquis a serpente morderetur attenderet: hoc
facientes continuo sanabantur1:>il. Quid est exaltatus serpens,
nisi mors Christi, eo significandi modo, quo per efficientem
id quod efficitur significatur ? A serpente quippe mors venit,
qui peccatum, quo mori mereretur, homini persuasit. Domi­
nus autem in carnem suam non peccatum transtulit, tan-
quam venenum serpentis: sed tarnen transtulit mortem; ut
esset in similitudine carnis peccati -poena sine culpa, unde
in came peccati et culpa solveretur et poena. Sicut ergo tune,
qui conspiciebat exaltatum serpentem, et a veneno sanaba-
tur, et a morte liberabatur: sic nunc, qui conformatur simi-1 9
8
7
3

137 X Cor. i2, i2.


138 Io. 3, 14-15.
139 Nnm, 2i, 6-9.
con la mira puesta en salvarnos, pudo revestirse de nuestra
substancia, resultando de e3ta unión una sola persona, de
modo que el Hijo del hombre, estando en la tierra por la
flaqueza de su carne, permanecía al mismo tiempo en el
cielo por la unión de la divinidad a la carne, ¿cuánto más
creíble será que otros hombres, sus santos y fieles, se ha­
gan un solo Cristo con el hombre Cristo, y así, subiendo to­
dos con esta gracia y unión, solamente suba al cielo el mis­
mo Cristo, que bajó de allí?
Así lo confirma el Apóstol: Pues a la manera que en un
cuerpo tenem os muchos miembros, pero todos los miembros
del cuerpo, con ser muchos, constituyen un solo cuerpo, así
también Cristo.
Advertid que no dice: así también de Cristo, esto es, el
cuerpo de Cristo o los miembros de Cristo, sino: así también
Cristo, llamando Cristo a la cabeza y al cuerpo.

CAPÍTULO XXXII

La serpiente levantada en el desierto, figura de Cristo


PENDIENTE EN LA CRUZ

61. Grande y maravillosa dignación es ésta, que no


puede realizarse sino por el perdón de los pecados, y por
eso continúa y dice: A sí como Moisés levantó la serpiente en
el desierto, así conviene que sea levantado el Hijo del hom­
bre, para que todo el que creyere en El no perezca, sino
alcance la vida eterna.
Sabemos lo que pasó en ell desierto: muchos morían con
las mordeduras de las serpientes; entonces el pueblo, con­
fesando sus pecados, por intercesión de Moisés, rogó al Se­
ñor que le librase de aquella plaga; y Moisés, por mandato
de Dios, levantó la serpiente de bronce, y avisó al pueblo
que todos los apestados con el veneno alzasen los ojos a
ella, y todos cuantos la miraban quedaban sanos. ¿Qué sig­
nifica esta serpiente alzada sino la muerte de Cristo, según
Ja figura en que ¡se representa el efecto por la causa? Por­
que de la serpiente proviene la muerte, por haberle persua­
dido al hombre ¡el pecado, por el que merecería morir. Mas
el Señor no traspasó a su carne el pecado, que es como el
veneno de la serpiente; sí tomó la muerte, para que él cas­
tigo. sin la culpa, llegase también a su carne, que tenía se­
mejanza de pecado, y de esta manera, por aquella carne
aparentemente pecadora, quedasen abolidos el pecado y el
castigo. Así como, pues, entonces el que contemplaba la ser­
piente levantada quedaba sano del veneno y libre de la muer-
litudini mortis Cifristi per fidem baptismumque eiuis, et a
peccato per iustificationem, et a morte per resurrectionem
liberai ur. Hoc est enim quod ait, ut omnis qui ere dìi in eum
non pereat, sed h a b a t vitam aeternam. Quid igitur opus
est, ut Ohristi morti per ¡Baptismum conformétur parvulus,
si morsu serpenti« non est omnino venenatus?

CAPUT XXXIII

N!emo potest reconciijari Deo, nisi per Christum

62. Oeinde sic consequenter dicit : Deus sic d ikxit mun-


dum, ut Filium \suum unigenitum daret; ut omnis qui credit
in eum non peivat, sed habsat vitam aeternam 140. reriturus
erat ergo parvulus nec habiturus vitam aeternam, si per
sacramentum Baptismi non crederei in unigenitum Dei Fi­
lium, dum interim sic venit ut non iudioec mundum, sed ut
salvetur mundus per ipsum: praesertim quia sequitur, et
dicit: Qui cridìt in eum non iudicatur: qui autem non credit,
ìam iuaicatus e s t; quia non credidit in nomine unigeniti Fi­
la D J 141.
Ubi ergo párvulos ponimus baptizatos, nisi inter fideles,
sicut universae ubique Ecclesiae elamat auctoritas? Ergo
inter eos qui crediderunt; hoc enim eis acquiritur per virtu-
tem Sacramenti et offerentium responsionem : ac per hoc
eos qui baptizati non sunt, inter eos qui non crediderunt.
Porro si illi qui baptizati sunt, non iudicantur; isti quia
careni Baptismo, iudicantur. Quod vero adiungit: Hoc est
autom iudicium, quia lux venit in munaum, et dilexerunt ho-
m in.s tcnebras magiis quam lue sm 142: unde, Lux venit in
mundum, nisi de suo dicit adventu, sine cuius adventus sa­
cramento quomodo parvuli esse dicuntur in luce? Aut quo­
modo non et hoc in dilectione tenebrarum habent, qui quem-
admodum ipsi non credunt, sic nec baptizando® suo3 pár­
vulos arbitrantur, quando eis mortem corporis timent?
In Deo autem dicit facta opera eius, qui venit ad lucem ;
quia intelligit iustificationem suam non ad sua merita, sed
ad Dei gratiam pertinere. Deus est enim, inquit Apostolus,
qui operatur in vobis et velie et operavi, pro bona volúnta­
t e 143. Hoc modo ergo fit omnium ex carnali generai ione ad
Christum venientium regeneratio spiritualis.
Ipse hoc aperuit, ipse monstravit, cum ab eo quaereretur
quomodo possent ista fieri; nemini humanam argumentatio-

140 Ib. 3, 16. '■ ’= Ib. 3 , 1 9 -


Ib. 3, 18. 143 Phil. 2, 13.
te, también ahora el que se conforma a la semejanza de la
muerte de Cristo por la fe y su bautismo queda libre del
pecado por la justificación, y por la resurrección, de la
muerte. Esto significan las palabras: Para que todo el que
creyere en El, no perezca, sino tenga vida eterna. Pero si
los niños no están infestados de ningún modo con el veneno
de la serpiente, ¿qué necesidad tienen de asemejarse a la
muerte de Cristo recibiendo el bautismo?

CAPITULO XXXIII
N adie puede reconciliarse con Dios sino por medio de
C risto

62. Después prosigue Jesús con mucha razón: Tanto


amó Dios al mundo, que le dió su unigénito H ijo, para que
todo él que crea en El no perezca, sino tenga vida eterna.
Luego habían de perecer los niños, privados de la vida eter­
na, si por el sacramento del bautismo no creían en el Hijo
unigénito de Dios, que no vino al mundo para condenarlo,
sino para salvarlo, según aparece mejor por lo que sigue:
Quien cree en E l, no es juzgado; mas el que no cree, ya
está juzgado, por no haber creído en el nombre del unigé­
nito H ijo de Dios. ¿Dónde ponemos, pues, a los párvulos
bautizados, sino en el número de los fieles, como clama en
todas partes la autoridad de toda la Iglesia? Luego están
entre los que han creído; esta ganancia les viene de la vir­
tud del sacramento y de las palabras de los padrinos.
Por idéntica razón, a los no bautizados ponemos entre
los que no creyeron. Luego los bautizados están libres del
juicio; los que no han recibido el bautismo, son juzgados.
Y añade a.continuación: E ste e,s el ju icio: que la luz ha ve­
nido al mundo, y los hombres han preferido las tinieblas a
la luz. Y por eso dice también: La luz ha venido al mundo,
para manifestar su venida; y ¿cóm o los que están privados
del sacramento de su venida pueden hallarse en la luz?
Y añade que en Dios están hechas las obras del que viene
a la luz, porque entiende que su justificación no se debe a
méritos suyos, sino a la gracia divina. Pues Dios, dice
el Apóstol, obra en vosotros así él querer como el obrar se­
gún su beneplácito. He aquí cómo se verifica la regenera­
ción espiritual de todos los hijos de la generación carnal
que vienen a Jesucristo.
El mismo ha revelado este misterio; El lo ha manifes­
tado al preguntársele cómo podían cumplirse tales cosas.
No ha entregado esta causa a la libre discusión humana.
nem in hac causa liberam fecit : non alienentur parvuli a gra­
tia remissionis peccatorum.
Non aliter transitur ad Christum; nemo aliter potest Deo
reconciliari et ad Deum venire, nisi per Christum.

C A PU T X X X 1V

BAFTISMI FORMA, SEU RITUS. EXORCISMUS. DUPLEX DE PARVULIS


ERROR

63. Quid de ipsa forma sacramenti loquar? Vellem ali-


quis istorum, qui contraria sapiunt, mihi baptizandum par-
vulum afferret. Quid in ilio agit exorcismus mens, si in fa-
milia diaboli non tenetur? Ipse certe mihi fuerat responsu-
rus pro eodem parvulo quern gestaret, quia pro sc ille res-
pondere non posset. Quomodo ergo dicturus erat eum renun-
tiare diabolo, cuius in eo nihil esset? Quomodo converti ad
Deum, a quo non esset aversus? credere inter caetera remis­
sionem peccatorum, quae illi nulla tribueretur? Ego quidem
si contra haec eum sentire existimarem, nec ad Sacramenta
cum parvulo mirare permitterem: ipse autem in hoc qua
fronte ad homines, qua mente ad Deum se ferret, ignoro;
nec volo aliquid gravius dioere, Falsam igitur vel fallacem
tradi parvulis Baptismatis formam in qua sonaret atque agi
videretur, et tarnen nulla fieret lemissio peccatorum, vide-
runt aliqui eorum nihil execrabilius ac detestabilius dici
posse atque sentiri.
Proinde quod attintet ad Baptismum parvulorum, ut eis
sit neceasarius, redemption® ipsis etiam opus esse concedunt,
sicut cuiusdam eorum libello brevissimo continetur; qui ta­
rnen ibi remissionem alicuius peccati apertius exprimere1 no-
luit. Sicut autem mihi ipsi litteris intimasti, fatentur iam,
ut dicis, etiam in parvulis per Baptismum remissionem fieri
peccatorum. Nec mirum : non enim redemptio alio modo pos­
set intelligi. Non tarnen originaliter, inquiunt, scd in vita
iam propria, posteaquam nati sunt, peccatum habere coe-
perunt.
64. Quamobrem vides quantum iam distet inter eos,
contra quos in hoc opere diu iam multumque disserui, quo­
rum etiam unius legi librum ea continentem, quae ut potui
refutavi.
Inter istos ergo, ut dicere coeperam, qui omnino parvu-
los ab omni peccato et originali et proprio puros et liberos
Guardémonos, pues, de alejar a los niños de la gracia del
perdón de los pecado®.
No hay otro camino -para ir a -Cristo; no hay otro me­
dio de reconciliarse con Dios y de ir a El, sino Cristo [12].

CAPÍTULO XXXIV
La forma o ceremonias del bautismo. El exorcismo

63. ¿Qué diré sobre el rito bautismal? Yo quisiera que


alguno de los que tienen la opinión contraria me presentase
un niño para el bautismo. ¿Qué efectos- produce en él mi
exorcismo si no está encadenado en la familia del diablo?
Ciertamente, él me tendría que responder en vez del niño
que traía en los brazos, porque éste no podría hablar por
sí. ¿Cómo, pues, había de declarar que renunciaba al dia­
blo, si estaba enteramente libre de él ? ¿ Y cómo que se con­
vertía a Dios, si no estaba apartado de E l? ¿ Y cómo había
de creer, entre otras cosas, en él perdón de los pecados,
cuando se le consideraba inmaculado? Si yo supiera que él
era contrario a estas creencias, ciertamente no le ipermitiría
que viniese con el párvulo a recibir el sacramento; ni sé
con qué cara podría presentarse ante los hombres, con qué
intención ante Dios; y no quiero proferir palabras más se­
veras. Algunos entre ellos han comprendido que no puede
decirse ni oírse cosa más detestable y horrenda que la for­
ma falsa y engañosa de administrar el bautismo a los pár­
vulos, en que las palabras suenan y remedan una remisión
de pecados que no existe.
Por lo cual, cuando se trata del bautismo de los infantes,
para no negar su necesidad, conceden que también les es
indispensable la redención, según se afirma en un brevísimo
escrito de ellos, aunque sin declarar si allí se opera la re­
misión de algún pecado. Pero, según tú me has insinuado
en tu carta, confiesan ya que hasta en los párvulos se da
la remisión de los pecados. No es cosa de admirar, porque
la redención no puede entenderse de otro modo. Mas no se
trata de un pecado de origen, dicen ellos, sino de los que
después dél nacimiento con su vida propia comenzaron a
tener.
64. Ya ves la diferencia entre éstos y los que he re­
batido aquí con larga y copiosa argumentación, de los cuales
he leído también un escrito donde se contiene su doctrina,
que he procurado refutar según mis fuerzas.
A la vista está -la discrepancia entre los que, como ha­
bía comenzado a decir, afirman que los párvulos están puros
esse defendunt, et istos qui 'eos iam natos propria putant
contraxisse peccata, a quibus eos credunt per Baptismum
oportere purgan, quantum intersit vides.
Proinde isti posteriores intuendo Scripturas, et auctori-
tatem totius Eeelesiaey et formam ipsius Sacramenti, bene
viderunt per Baptismum in parvulis peccatorum fieri re-
missionem: sed originale esse, quidquid illud in eis est, vel
nolunt dicere, vel non possunt. Ufi aufcem priores in ipsa na­
tura humana, quae ab omnibus ut consideretur in promptu
est, bene viderunt, quod facile fuit, a'etatem illam in sua
iam vita propria nihil peccati potuisse contrahere: sed ne
peccatum originale fateantur, nullum esse omnino peccatum
in parvulis dicunt. In his ergo quae singula vera dicunt, prius
inter se ipsi eonsentiant, et consequenter fiet ut a nobis nulla
ex parte dissentiant. Nam si parvulis baptizatis remissionem
fieri peccatorum concedant fili isti»; párvulos autem, ut ipsa
natura in taciti» infantibus clamat, suae vitae propria« nul­
lum adhuc contraxisse peccatum concedant isti filis: conce-
dent utrique nobis, nullum nisi originale restare, quod per
Baptismum solvatur in parvulis.

CAPUT XXXV

I n parvulis non esse peccatum propriae vitae

65. An vero et hoc quaeritur, et de hoc disputaturi et


tempus ad hoc impensuri sumus, ut probemus at que docea-
mus quomodo per propriam voluntatem, sine qua nullum vi­
tae propriae potest esse peccatum, nihil maß eommiserint
infantes, qui propter hoc vocantur ab omnibus innocentes?
Nonne tanta infirmitas animi et corporis, tanta rerum igno-
rantia, tarn nulla omndno praecepti capacitas, nullus vel na-
turalis vel conscriptae legis sensus aut motus, nullus in al-
terutram partem rationis usus, hoc multo testatiore silen-
tio quam sermo noster proclamât atque indicat ?
Valeat aliquid ad se ipsam persuadendam ipsa evidential
naim nusquam sic non invenio quod dicam, quam ubi res de
qua dicitur, manifestior est quam omne quod dieitur.
y limpios de todo pecado original y personal, y estos otros,
según los cuales, después de nacer contraen algunas man­
chas propias y creen que conviene purificarlos de ellas por
el bautismo.
Sin duda los últimos se han percatado bien de que, es­
tudiando las Escrituras, los documentos dle la autoridad
eclesiástica y la forma del mismo sacramento, en los párvu­
los se opera la remisión de los pecados; pero no quieren o
no pueden reconocer que, sea lo que fuere aquello, es una
falta de origen. En cambio, los seguidores de la otra opi­
nión, observando la naturaleza humana, que está al alcance
de todos, vieron—y era cosa fácil de ver—que los niños en
su tierna infancia no han podido ser responsables de nin­
guna maldad personal; y para no verse forzados a admitir
un pecado de origen, los declaran absolutamente inmunes
de toda mancha. Aimbos grupos litigantes pónganse de acuer­
do antes en lo que separadamente enseñan de verdad, y
lógicamente desaparecerá todo desacuerdo entre ellos y nos­
otros. Porque si los primeros conceden a los segundos que
los párvulos reciben con el bautismo la remisión de los pe­
cados, y si éstos conceden a aquéllos que los niños, según
lo pregona su muda infancia, ningún pecado personal han
cometido todavía, consecuentemente las dos partes conven­
drán con nosotros en admitir que no hay más solución que
eil pecado original, el cual se perdona en el bautismo.

CAPITULO XXXV

N o HAY PECADOS PERSONALES EN LOS PÁRVULOS

65. Mas tal vez se insista en esta cuestión, obligándo­


nos a discutirla y a detenernos en ella para probar y escla­
recer cómo, siendo necesario el uso del libre albedrío para
cometerse un pecado, los infantes son incapaces de cometer­
lo, mereciendo por esto el nombre de inocentes que se les da
comúnmente. La endeblez de su cuerpo y alma, la grande
ignorancia de las cosas, la incapacidad completa para com­
prender un precepto, la absoluta falta de sentimiento y
reacción a las intimaciones de la ley natural y positiva, la
impotencia para todo acto deliberativo de la razón, ¿no
vocean y proclaman esta verdad con un silencio más elo­
cuente que todos nuestros discursos?
No neguemos a estas verdades evidentes la fuerza pro-
bativa que tienen para sí mismas; por eso nunca me hallo
tan desprovisto de palabras como cuando la misma reali­
dad de que se trata es más evidente que todo discurso.
66. Veilem tarnen, quisquis hoc sapit, diceret, quod pec-
catum viderit vel putarit infantis recentis ah utero, cui re­
dimendo fatetur iam Baptismum necessarium, quid mali in
hac propria sua vita per animum proprium corpusve commi-
serit. Si forte quod plorai taedioque est maioribus : mirum si
hoc iniquitati, non infelicitati potius deputandum est. An
quod ah ipso fletu nulla sua ration©, nulla cuiusquam prohi­
bition« compescitur ? At hoc ignorantiae est, in qua profon­
dissima lacet, qua etiam matrem, cum post exiguum tempus
valuerit, percutit iratus, et saepe ipsas eius mammas, quas
dum esurit, exsugit. Haec non modo feruntur, verum etiam
diliguntur in parvulis, et hoc quo affectu, nisi carnali, quo
etiam visus iocusque détectât, acutorum quoque hominum
ipsa quasi absurditate conditus: qui si eo modo sentiretur,
ut dicitur, non iam illi tanquam faceti, sed tanquam fatui
rlderentur?
Ipsos quoque fatuos vide mus, quod vulgo moriones vocant,
ad cordatorum delicias 'adhiberi, et in mancipiorum aesti­
matane pretiosiores esse cordatis. Tantum valet carnalis
affectus etiam minime fatuorum in delectations alieni mali.
N!am cum homini iucunda sit aliena fatuitas, nec ipse tarnen
talis esse vbluisset; et si suum parvulum filium, a quo gar­
riente talia pater laetus exspeetat et provocai, talem prae-
sciret futurum esse cum creverit, nullo modo dubitaret mi-
serabilius lugendum esse quam mortuum. Sed dum spes sub­
est incrementorum, et ingenii lumen aocessurum creditor
aetatis accesso, fit ut convicia parvulorum etiam in parentes,
non solum iniuriosa non sint, verum etiam grata atque iu­
cunda sint.
Quod quidem prudentium nemo probaverit, ut a dictis
vel factis huiusmodi non tantum non prohibeantur, cum pro-
hiberi iam possurit, verum in haec etiam concitentur studio
ridendi et vanitate maiorum. Nam plerumque illa aetas iam
patrem matremque agnoscens, neutri eorum audet maledicere,
nisi ab altero eorum, aut ab utroque vel penmissa vel iussa.
Verum haec eorum sunt parvulorum, qui iam in verba
prorumpunt, et animi sui motus qualibuscumque linguae
66. Querría, sin embargo, preguntar a los partidarios
de esta opinión qué pecado han visto o supuesto en el in­
fante recién nacido, para cuya purificación se requiere como
necesario el sacramento del bautismo; qué mal han come­
tido en la vida propia con su alma o su cuerpo. Serán tal
vez sus lloros y los enojos que causan a las personas mayo­
res; pero sería extraño atribuirlos a su malicia y no más
bien a su desdicha. ¿(Pecará tal vez porque con ningún dis­
curso ni prohibición cesan sus llantos? Mas descúbrese ahí
la profundísima ignorancia en que está sumido, y por ella,
después de algún tiempo de desarrollo, llegará también en
su ira a maltratar a su madre, y muchas veces hasta gol­
pear el seno de que se alimenta cuando tiene hambre. Y ta­
les desahogos no sólo se toleran, sino se perdonan con bue­
nos ojos en los párvulos, por aquel mismo afecto carnal que
nos mueve a holgamos con las risas y las chanzas cuando
van sazonadas con desatinos de hombres agudos. Estas chan­
zas y ridiculeces, si se tomaran a la letra, darían motivo
para poner a quienes las dicen o hacen, no en el número de
lo® graciosos, sino de los locos.
Vemos también cómo a los pobres alienados, que el vulgo
llama morlones, se les emplea para divertir a personas
de cordura, y en la almoneda de los esclavos se estiman en
mayor precio que las personas de juicio. ¡Tanto puede has­
ta en los hombres sensatos el egoísmo, que se divierte aun
a costa de la desgracia ajena! Con las locuras de otros se
divierten loe que dé ningún modo quisieran ser tales. Y un
padre, aunque se huelgue y provoque algunas travesuras de
su- hijito, sin embargo, si previese que había de continuar
haciendo lo mismo cuando llegase a la edad de la discreción,
le lloraría con más amarga pena que si lo viera muerto.
Mas, como hay esperanza de que se desarrolle y con la edad
vaya creciendo en inteligencia, las injurias que los párvulos
hacen a sus padres, lejos de molestar, caen en gracia y di­
vierten.
Sin embargo, ningún hombre sensato verá con buenos
ojos que esta clase de hechos y dichos no sólo no sean prohi­
bidos, cuando se puede, sino que se provoquen con el afán
de divertirse o por la vanidad de las personas mayores. Por­
que muchas veces, ya en aquella edad, los niños conocen a
su padre y madre y no se atreven a maldecir a ninguno de
ellos, a no ser que se lo manden o permitan o uno de ellos o
ambos a la vez.
Pero tales cosas son propias de niños que comienzan a
hablar y que con algunos esfuerzos de su lengua pueden
expresar los sentimientos de su ánimo. Nosotros reparemos
promptare iam possunt. Ulam potius recentium natorum
profundissimam ignorantiam videamus, ex qua ad istam non
permansuram balbutientem fatuitatem, tanquam ad scientiam
iocutioneanque tendentes, proficiendo venerunt.

CAPUT XXXVI

D e in fan tiu m ig ko ran tia , et unde sit

67. Ulas, inquam, consideremus tenebras mentis utique


rationalis, in quibus et Deum prorsus ignorant, cuius Sacra-
mentis etiam cum baptizantur obsistunt: in has quaero unde
et quando submsrsi sint. Itane vero eas hic contraxerunt, et
in hac vita sua iam propria per nimiam negligentiam obliti
sunt Deum, prudentes vero et religiosi vixerunt vel in uteris
matrum ?
Dicant ista qui ausi fuerint, audiant qui voluarint, cre-
dant qui potuerint: ego autem puto, quod omnes quorum
mentes non obnubilai defendendae suae sententias pervica­
cia, haec sentire non possunt. An nullum est ignorantiae ma­
lum, et ideo nec purgandum? Et quid agii illa vox: D lieta
iuventutis et ignorantiae mrae n° mFmincris? 144 Etsi enim
damnabiliora peccata sunt, quae ab scicntibus committuntur :
tamen si ignorantiae peccata nulla essent. hoc non legere-
mus quod commemoravi: D 'lieta iuventutis et ignorantiae
mea° ne m'mineris.
In illas igitur ignorantiae densissimas tenebras, ubi ani­
ma infantis recentis ab utero, utique anima hominis, utique
anima rationalis, non solum indocta, verum etiam indocilis
iacet, quare, aut quando, aut unde eontrusa est? Si natura
est hominis sic incipsre, et non i?m vitiosa est ista natura;
cur non talis creatus est Adam? Cur ille capax praecepti, et
valens uxori et omnibus animalibus nomina imponere? Nam
et de illa dixit: Haec vocabitur mulier; et, Quodcumque vo-
cavit Adam animarn vivam, hoc est nomrn eiu s145.
Iste autem nesciens ubi sit, quid sit, a quo creatus, a
quibus genitus sit, iam reus delicti, nondum capax praecepti,
tam profunda ignorantiae caligine involutus et pressus, ut
nenue tanquam de somno excitari possit, ut haec saltern de-
monstrata cognoscat; sed exspectetur tempus, quo hanc ne-
scio quam velut ebrietatem, non per imam noctem, .sicut quae-
libet gravissima solet, sed per aliquot menses atque annos
más bien en el estado de la profundísima ignorancia de los
recién nacidos, pues de él han salido y llegado progresiva­
mente a este grado del balbuceo, siguiendo el impulso que
les arrastra al conocimiento y al lenguaje.

CAPITULO XXXVI

B e l a ignorancia de lo s n iñ o s y su origen

67. Examinemos, repito, las tinieblas de esa alma cier­


tamente racional, en que los niños ignoran completamente a
Dios, a cuyos sacramentos se oponen en la misma hora de
recibir el bautismo. ¿P or qué y cuándo quedaron sumergi­
das en ellas? ¿Acaso las han contraído aquí, olvidándose
de Dios con excesiva negligencia, o vivieron tal vez con pru­
dencia y religiosa piedad en d útero materno?
Opinen de ese modo los que se atrevan; abracen esa
creencia los que puedan; mas, a <mi parecer, sólo pueden
pensar así quienes traen turbado su juicio por la terque­
dad y apego a sus propias ideas. ¿O tal vez diremos que e3a
ignorancia no es ningún mal y no hay necesidad de sanarla?
Entonces ¿ qué sentido tienen estas palabras de la Escritu­
ra : No pongas tus ojos en los dd itos e ignorancias de mi ju­
ventud? Aun cuando son más reprobables los pecados que
se cometen con conocimiento, con todo, si no hubiera pe­
cados de ignorancia, no leeríamos pasajes como el mencio­
nado: Olvida los delitos e ignorancias de mi juventud.
¿ Por qué, pues, cuándo y de qué lugar fué arrojada en
las densas tinieblas donde yace el alma del infante recién
nacido, alma humana, alma racional, la cual en aquel esta­
do no sólo es ignorante, sino también incapaz de aprender?
Si es condición natural del hombre el comenzar así la vida y
no está maleada la naturaleza, ¿por qué Adán no fué creado en
las mismas^ condiciones? El era capaz de recibir un precep­
to y sabio para imponer los nombres a su esposa y a todos
los animales. Pues de la primera dijo: E sta se llamará mu­
jer. Y en otra parte: Y fué el nombre de todos los vivientes
el que l:s dió Adán.
En cambio, el recién nacido, sin saber dónde está ni
quién es él mismo, sin conocimiento del Creador y de sus
padres, culpable ya de un delito, incapaz de recibir un man­
dato, está tan sumergido y oprimido bajo la profunda nie­
bla de la ignorancia, que ni siquiera puede ser despertado
como de un sueño para mostrarle y darle a conocer las cosas •
más patentes, y ha de esperarse durante un tiempo para
que pueda digerir despacio esta no sé qué especie de borra-
paulatim digérât: quod donee fiat, tam multa quae in maio-
ribus punimus, toleramus in parvulis, ut numerari omnino
non possint; hoc tam magnum ignorantiae atque infirmitatis
malum, si in bac vita iam nati parvuli contraxerunta, ubi,
quando, quomodo magna aliqua impietate coimmissa repente
tantis tenebris involuti sunt?

CAPUT XXXVII

Si A dam non talis est ckeatus quales nascim u r , cur C h r is ­


to s EXFERS PECCATI INPANS NATOS EST ET IMBECILLIS

68. Dicet aliquis: Si haec natura pura non est, sed vitio-
sae primordia, quia talis non est creatus Adam; cur Christ us
longe excellentior, et certe sine ullo peccato natus ex virgins,
in hac tamen infirmitate atque astate procreatus apparuit?
Huic propositioni respondemus : Adam propterea non ta­
lenti creatum, quia nullius parentis praecedente peccato, non
est creatus in carne peccati. Nos ideo tales, quia iUius prae­
cedente peccato, nati sumus in carne peccati. Christus ideo
talis, quia ut de peccato eondemnaret peccatum, natus est in
similitudine carnis peccati1M. Nbn enim hie agitur de Adam ,.
quod pertinet ad corporis quantitatean, quia non parvulus
factus est, sed perfects mole membrorum: potest enim dici,
etiam pecora sic creata, nec tamen eorum peccato factum
esse, ut ax eis pulii parvuli nascerentur; quod quale sit nunc
non quaerimus: sed agitur de illius mentis quadam valentia
usuque rationis, quo praeceptum Dei legemque mandati et
docilis Adam caperei, et facile posset custodire, si veiled. Nunc
autem homo sic nascitur, ut omnino non possit, propter
horrendam ignorantiam atque infirmitatem, non carnis, sed
mentis; cum omnes fateamur in parvulo non alterius, sed
eiusdem substantiae cuius in primo homine fuit, hoc est,
rationalem animam degere.
Quamquam etiam ipsa tanta carnis infirmitas, nescio quid,
quantum arbitror, poenale damonstrat. Movet enim, si pri­
mi illi homines non peccassent, utrum tales essent filios ha-
bituri, qui nec lingua, nec manibus, nec pedibus uterentur.1 6
4

146 Rom. 8, 3.
a M elio ris notae m a n u sc rip ti C o rb eie n sis, R e m ig ia n u s, C y g ira n -
n en sis, et a lii q u id a m , si in hac vita non nati parvuli contraxcnm t
(P L 44, 149 n ota).
chera, que dura, no una noche, como las más pesadas, sino
largos meses y años; y hasta que no se logre eso, perdona­
mos a los niños innumerables faltas, muchas de las cuales
se castigan en las personas mayores. Si, pues, este gran
mal de la ignorancia y de la flaqueza lo han contraído los
párvulos en esta vida, ¿dónde, cuándo y por qué delito co­
metido fueron envueltos en tan espantosa obscuridad?

CAPITULO XXXVII

Si A d án no fué creado e n las condiciones e n que nacemos


NOSOTROS, ¿POR QUÉ CRISTO, EXENTO DE TODO PECADO, VINO
EN EL ESTADO DE LA INFANCIA Y DEBILIDAD?

68. Objetará alguno: Si el estado actual no es el de


una naturaleza pura, sino el resultado de una naturaleza
lapsa, pues Adán no fué creado en semejantes condiciones,
¿por qué Cristo, mucho más excelente que él, nacido de una
Virgen sin mácula de ningún pecado, se manifestó en las
mismas condiciones de flaqueza, procreación y desarrollo?
Respondemos ia esta dificultad: Adán no fué creado en
las mismas condiciones, porque, no teniendo un padre que
le precediera en el pecado, tampoco fué engendrado en car­
ne de pecado. La nuestra, en cambio, es diversa situación,
porque, por habernos precedido su pecado, somos hijos de
carne de pecado. Cristo vino también en estado semejante
al nuestro, porque nació en carne con apariencias de peca­
do, para condenar así el pecado como víctima del mismo.
No tratamos aquí de Adán en lo relativo a su estatura física,
porque no fué creado como niño, sino con perfecto desarrollo
corporal. Puede decirse que también los animales siguen la
misma ley del desarrollo, ni se debió a pecado alguno suyo
que viniesen a este mundo faltos de robustez y corpulencia.
No es tiempo ahora de explicar ese hecho. Se trata del vigor
y fuerza discursiva del alma de Adán, con que podía enten­
der la imposición de un mandato y ley del Señor y cum­
plirla fácilmente si quería. Mas ahora viene a este mundo
con una absoluta impotencia en este aspecto, por la espan­
tosa ignorancia y debilidad de la mente, no del cuerpo, sin
embargo de reconocer todos que en los párvulos vive un
alma racional de la misma naturaleza que la del primer
hombre.
Más aún: la misma debilidad corporal muestra, a mi pa­
recer, el sello de un misterioso castigo. Puede suscitarse la
siguiente cuestión: De no haber pecado los primeros hom­
bres, ¿ hubieran nacido de ellos sus hijos con la imposibilidad
Nam propter uteri capacitatela fortasse necease fuerit pár­
vulos nasci. Quamvis, cum exigua sit pars corporis costa,
non tarnen propter hoc Deus parvulam viro coniugem fecit,
quam aedificavit in mulierem : unde et eius fillios poterai om-
nipotentia Creatoris mox editos grandes protinus tacere.

CAPUT XXXVIII

IGNORANTIA ET INFIRMITAS INFANTIS

89. Sed ut hoc omittam, poterai certe, quod multis etiam


pecoribus praestitit, quorum pulii quamvis sint parvuli, ne-
que acoedentibus corporis increments etiam mente proficiant,
quoniam rationakm animam non habent, tamen etiam minu­
tissimi et currunt, et matres agnoscunt, nee sugendis uberi-
bus cura et ope admoventur aliena, sed ea ip,si in matemis
corporibus loco abdito posita mirabili facilitate noverimi.
'Contra homini nato nec ad incessum pedes idonei, nec
manus saltern ad scalpendum habiles, et nisi ope nutrientis
admotis labris papillae ube-ris ingerantur, nec ubi sint sen-
tiunt, et iuxta se facenti bus mammis xnagis possint esurien-
tes fiere, quam sugare. Proinde infirmitati mentis congruit
haec omnino infirmitas corporis: nec fuisset caro Christi an
similitudine carnis peccati, nisi caro esser ista peccati, cuius
pondero rationalis anima sic gravatur ; sive et ipsa ex paren-
tibus tracta sit, sive ibidem creata, sive desuper inspirata,
quod nunc quaerere differ©.

CAPUT XXXIX

Q uatenus evacuetur peccatum pe r B a p t is m u m in PARVUIJS,


SIMILITER ET IN ADULTIS, ET QUID INDE CONSEQUATUR
UTILITATIS

70. In parvullis certe gratia Dei, per Baptismum eius qui


venit in similitudine carnis peccati, id agitar, ut evacuetur
caro peccati. Evacuatur autem, non ut in ipsa vivente carne
de servirse de la lengua, de las manos y pies? Cierto que
la estrechez del útero materno exige que naciesen párvulos.
Aunque también, con ser un miembro la costilla, no por eso
le regaló Dios al varón una compañera niña a la que dió for­
mas de mujer; bien podía, pue3, la divina omnipotencia del
Creador haber hecho que los hijos, luego de nacer, alcanzasen
el pleno desarrollo corporal.

CAPÍTULO XXVIII
I gnorancia y debilidad de los infan tes

69. Sin insistir sobre esto, podría ciertamente haber


dado al hombre lo que dió a muchos animales, cuyas crías,
aunque pequeñas, y sin que la inteligencia acompañe su des­
arrollo corporal— porque carecen de un alma racional— , sin
embargo, aun siendo pequeñísimas, reconocen a las madres,
y sin necesidad de ayuda ajena, aprenden a mamar y con
maravillosa rapidez dan con las ubres, aunque estén ocultas
en el cuerpo de la madre.
Al contrario el hombre, cuando viene a este mundo, ni
los pies le sirven para caminar ni las manos para hacer cosa
alguna, y si no le ayuda la nodriza y, arrimándole los labios,
le da de beber leche, ni sabe dónde está el seno, y teniendo
junto a sí las fuentes maternales del alimento, es más capaz
para llorar de hambre que para satisfacerla allí mismo. Se
corresponden, pues, entre sí la flaqueza física y moral; y la
carne de Cristo no hubiera tomado esta semejanza de carne
de pecado si en realidad la nuestra no fuese carne de pecado,
cuyo peso oprime al alma racional, ora ella haya sido ex­
traída de las de los padres, ora creada allí mismo, ora pro­
ceda de un soplo de lo alto, cuestiones que dejamos para
otra ocasión.

CAPITULO XXXIX
H asta qué pu nto es destruído e l pecado por e l bautismo
EN LOS PÁRVULOS Y ADULTOS. UTILIDAD DE ESTE SACRAMENTO

70. No puede negarse que en los párvulos la gracia de


Dios, comunicada por el bautismo de aquel que vino con
semblante de pecador, hace que sea eliminada la carne de
pecado. Queda eliminada, no en el sentido de que en esta vida
de improviso desaparezca y no exista ya más la coneupis-
concupiscentia conspensa et innata repente absumatur, et non
sit; sed ne obsit mortuo, quae inerat nato.
Nam si post Baptismum vixerit, atque ad aetatem capa­
cela praecepti pervenire potuerit, ibi habet cum qua pugnet,
eamque adiuvante Deo superet, si non in vacuum gratiam
eius suscaperit, si reprobatus esse noluerit. Nam nec gran-
dibus hoc praestatur in Baptismo, nisi forte miraeulo ineffa­
bili omnipotentissimi Creatoris, ut lex peccati, quae inest
in membris repugnans legi mentis, prorsus penitus exstin-
guatur, et non sit: sed ut quidquid mali ab homine factum, '
dictum, cogitatum est, cum eidem concupiscentiae subiecta
mente serviret, totum aboleatur, ac velut factum non fuerit,
habeatur; ipsa vero soluto reatus vinculo, quo per illam dia-
bolus animam retinebat, et interclusione destructa, qua ho­
minem a suo Creatore separabat, maneat in certamine, quo
corpus nostrum castigamus et servituti subiicimus 147 vel ad
usus licitos et necessaries relaxanda, vel continentia cohi-
benda. Sed quoniam divino Spiritu, qui multo melius quam
nos omnia generis humani novit vel praeterita, vel praesen-
tia, vel futura, talis vita humana praecognita atque praedic-
ta est, ut non iustifioetur in conspectu Dei omnis vivens14S;
fit ut per ignorantiam vel infirmitatem non exsertis adveraus
earn totis viribus voluntatis, eidem ad illicita etiam nonnulla
cedamus, tanto’ magis et crebrius quanto deteriores, tanto
minus et rariüs quanto meliores sumus.
Sed quoniam de hac quaestione in qua quaeritur, utrum
possit, vel utrum sit, fuerit, futurusve sit homo sine- peccato
in hac vita, excopto ilio qui dixit: Ecce venti princepfs mundi,
et in me nihil in ven ìet149, aliquanto diligentius disserendum
est; iste sit huius voluminis modus, ut illud ab alio quaera-
mus exordio.
117
i Cor. 9, 27.
JtS
Ps. 142, 2.
Io. 14, 30.
cencía, entrevenada e impresa en la misma carne, sino en el
sentido de que no le perjudica si muere, aunque se hallaba
en él desde el nacimiento.
Mas, si después de recibir el bautismo viviere hasta llegar
a la edad de la discreción, entonces tiene en la concupis­
cencia una enemiga con que luchar y vencerla con la ayuda
divina, si no recibiere en vano la gracia de Dios, y quiere
sumarse al número de los reprobos. Pues a no ser por una
misericordia inefable del Creador, ni a los adultos les con­
fiere el bautismo el privilegio de la extinción radical de la
inclinación pecaminosa que milita en los miembros, luchando
contra el espíritu.
El efecto de este sacramento consiste en que todo el ma!
que uno ha hecho de obra, de palabra y pensamiento, cuando
vivía esclavo de la sensualidad, queda totalmente destruido,
y se considera como si nada se hubiera hecho; pero, aun
rotas las cadenas con que el demonio sujetaba su alma y
derribado el muro que separaba al hombre del Creador, to­
davía subsiste la concupiscencia para el combate en que
castigamos nuestro cuerpo y lo reducimos a servidumbre,
ora para darle alguna tregua con ciertos usos lícitos y ne­
cesarios, ora para frenarla con la continencia. Mas por una
disposición del Espíritu divino, que conocía mejor que nos­
otros lo presente, lo pasado y lo por venir de las cosas hu­
manas, fué prevista y ordenada una forma de existencia en
que no hay hombre que pueda lisonjearse de ser justo ante
la majestad del Señor; de donde resulta que por' nuestra
ignorancia o flaqueza no desplegamos nosotros todas las
fuerzas para contrarrestar los apetitos de la concupiscencia
y nos rendimos a ella en algunas cosas, siendo nuestras caí­
das tanto mayores y frecuentes cuanto peores somos, y tanto
más leves y raras cuanto mejores somos.
Mas se debate una cuestión sobre si puede haber, hay,
habrá o ha habido algún hombre inmune de todo pecado en
esta vida, excepto aquel que d ijo : He aquí que viene el 'prín­
cipe de este mundo, pero nada hallará en m í; de ella se tra­
tará con más diligencia; y demos fin a este volumen para
comenzar el otro con la discusión del problema propuesto.
CAPUT 1

Q uid h acten u s peractum , quidve hoc libro tractandum

1. De Baptismo parvulorum, Marcelline diarissime, quod


non solum eis ad regnum Dei, verum etiam ad salutem vi-
tamque aetemam adipiscendam detur, qùam sine Dei regno,
et sine Christi Salvatori.? societqte, in quam nos suo sanguine
rede mit, habere nullus potest, priore libro .satis, ut arbitrer,
disputavimus. In hoc autem, vivatne aliquis in hoc sacculo,
vel vixerit, victurusve sit sine ullo omnino peccato, excepto
uno Mediatore Dei et hominum homine Christo le su, qui
dedit semetipsum redemptionem .prò omnibus 1, quanta ipse
dònat diligentia vel facúltate, disserendum enodandumque
suscepi: cui disputationi si se identidem aliqua necessitate
vel opportunitate inseruerit quaestio de Baptismo vai peccato
parvulorum, mirandum non erit, nec defugiendum ut eis loéis
ad omnia quae responsionem nostram flagitant, sicut vale-
mus respondeamus.

CAPUT II

L ibero ar bitrio quidem nim ium tr ib u u n t . I gnorantia et


INPIRMITAS

2. Huius autem quaestionis solutio de hominis vita sine


ulla subreptione vel praeoccupatione peccati, propter quoti-
dianas etiam nostras orationes maxime necessaria est. Sunt
enim quidam tantum praesumenhes de libero humanae vo­
luntatis arbitrio, ut ad non peccandum nec adiuvandos m s
divinitus oninentur. semel ipsi naturae nostrae concesso libe­
ras voluntatis arbitrio. Unde fit conaeauens ut nec ora^e de-
beamus ne intremus in tentationem, hoc est. ne tentatione
vincamur, vel cum fallii et praeoccupat nescientes, vel cum
1 i T im . 2, s. 6 .
CAPITULO I

R esum en del libro prim ero y o bje to de éste

1. En ©1 libro primero, ¡oh cari simó Marcelino!, he tra­


tado con suficiente amplitud, según creo, del bautismo que
se administra a los párvulos, no sólo para que entren en
el reino de Dios, sino también consigan la vida y la salva­
ción eterna, que nadie puede poseer fuera del reino de Dios
y de la gracia de la unión con Cristo, nuestro Salvador, para
la cual nos rescató con su sangre. En el presente libro me
he propuesto exponer y resolver con la diligencia y las fuer­
zas que me diere el Señor la siguiente cuestión: si se excep­
túa al único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Je­
sús, quien se entregó a sí mismo para redención de muchos,
¿vive alguien en este mundo, o ha vivido o vivirá, sin co­
meter absolutamente ningún pecado ? Si por necesidad o con­
veniencia se mezcla en esta cuestión alguna vez la relativa
al bautismo o pecado de los párvulos, no será cosa de admi­
rar, ni dejaré, según mis fuerzas, de poner en claro los
puntos que exijan una respuesta.

CAPITULO II

A lg u n o s atrib u ye n demasiado vigor a l libre albedrío .


L a ignorancia y la debilidad

2. La posibilidad de vivir el hombre sin ningún desliz ni


sorpresa de pecado es una cuestión que nos interesa resol­
ver, sobre todo por razón de las plegarias cotidianas.
No faltan quienes presumen tanto de las fuerzas del
libre albedrío de la voluntad, que niegan la necesidad de la
ayuda divina para evitar el pecado después que se ha dotado
a nuestra naturaleza del arbitrio libre del querer. De donde
resulta esta consecuencia: no debemos orar para que no en­
tremos en tentación, esto es, para que no nos Venza la ten-
premit atque urget infirmos. Quam sit autem noxium, et sa­
luti nostrae, quae in Christo est, perniciosum atque contra-
rium, ipsique religioni qua imbuti sumus, et pietati qua Deum
colimus, quam vehementer adversum, ut pro' tali accipiendo
beneficio Dominum non rogemus, atque in ipsa oratione do­
minica : Ne nos inferas in tentationem 23 , frustra positum
existimemus, verbis explicare non possumus.

CAPUT III

Q uomodo D eus n ih il prae cipit im po ssib ile . O pe ra m is e b i -


CORDIAE REMEDIA SUNT AD ABOLENDA PECCATA

3. Acute autem sibi videntur dicere, quasi nostrum hoc


ullus ignoret, quod “si nolumus non peccamus; nec praeci-
penet Deus homini, quod esset humanae impossibile volunta-
ti” . Sed hoc non vident, quod ad nonnulla superanda, vel
quae male cupiuhtur, vel quae male metuuntur, magnis ali-
quando et totis viribus opus est voluntatis, quas nos non
perfeete in omnibus adhibiturus praevidit, qui per prophetam
veridicedici voluit: Non iustificabitur in conspeetu tuo omnis
vivens®. Tales itaquè nos futuros Dominus praevidens, quae-
dam saluhria remedia contra reatum et .vincula peccatorum
etiam post Baptismum dare ac valere dignatus est, opera
scilicet misericordiae, cum ait: Dimìttìte, et dimittetur vo-
bis; date, et dabitur v ob is4.
Quis enim cum aliqua spe adipiscendae salutis aeternae
de hac vita emigraret, manente: illa sententia, quod quicum-
que totam legem servaverit, offendat autem in uno, factus
est omnium reus; nisi post paululum sequeretur : Sic loqui-
mini, sic facite, tanqwam per legem libertatis incipientes iu-
dicari. Iudicium enim sine misericordia Eli qui non facit mi-
sericordiam. Superexaltat autem misericordia iudiciof "

CAPUT IV

CONCUPISCENTIA QUATENUS IN NOBIS. BAPTIZATIS NON IPSA


CONCUPISCENTIA, SED SOLUS IN EAM CONSENSUS NOCET

4. Concupiscentia igitur tanquam lex peccati manens in


membris corporis mortis huius, cum parvulis nascitur, in
2 Mt. 6, 15.
3 Ps. 142, "a.
* Dc. 6, 37. 38.
Tac. 2, T O. T2. 13 .
tación, ya cuando nos engaña y nos coge desprevenidos,
ya cuando nos asalta y asedia en nuestra flaqueza. No hay
palabras para ponderar cuán dañosa es esta doctrina y cuán
perjudicial y contraria a nuestra salvación, que está en
Cristo, y cuánto se opone a la misma religión en que esta­
mos instruidos, y a la piedad con que veneramos a Dios, el
no pedir al Señor los beneficios que hemos de recibir de El,
rechazando como inútil la petición de la oración dominical:
No nos dejes caer en tentación.

CAPITULO III

CÓMO DIOS Nt> MANDA NINGUNA COSA IMPOSIBLE

3. También les parece una agudeza el decir, como si no


lo supiésemos nosotros, q u e'“ si no queremos, no pecamos” ;
“ni impondría Dios al hombre preceptos imposibles de cum­
plir para la voluntad humana” . Mas ellos no ven que para
triunfar de ciertos deseos o de ciertos temores malvados
hemos menester de grandes fuerzas y aun de todas las ener­
gías de la voluntad, y ha previsto que no habíamos de
desplegarlas el que con verdad dijo por boca del profeta:
* Ningún viviente será justificado en tu presencia. Previendo,
pues, el Señor nuestra debilidad, se dignó damos, aun des­
pués del bautismo, algunos remedios saludables contra el
reato y las cadenas de los pecados, conviene a saber, las
obras de misericordia, cuando dice: Perdonad, y se os per­
donará; dad, y se os dará.
En efecto, ¿quién podría ¡salir de este mundo cOn alguna
esperanza de conseguir la salvación eterna, mientras sigue
en pie aquella sentencia: Quien observe toda la ley, pero
quebrante un solo precepto, viene a ser reo de todos, si no
prosiguiese diciendo poco después: Hablad y juzgad como
quienes han de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque
sin misericordia será juzgado el que no hace misericordia;
mas la misericordia aventaja al juicio f

CAPITULO rv

CÓMO PERMANECE LA CONCUPISCENCIA EN NOSOTROS

4. Ajsí, pues, la concupiscencia, como una ley del pecado,


enroscada a los miembros de este cuerpo mortal, nace con
los párvulos; con el bautismo quedan libres de su reato y
parvulis baptizatis a reatu solvitur, ad agonem relinquitur,
ante agonem mortuos nulla damnatione persequitur: párvulos
non baptizatos reos innectit, et tanquam irae filios, etiamsi
pannili moriantur, ad condemnationem trahit.
In grandibus autem baptizatis, in quibus iam ratione
utentibus quidquid eidem concupisœntiae mens ad peccandum
consentit, propriae voluntatis est ; deîetis peeeatis omnibus,
soluto etiam reatu, quo vinctos or'ginali'er detireb’ t, rd
agonem interim manet, non ,sibi ad illicita consentientibus
nihil omnino nocitura, donee absorteatur mors in victoriam
et pace perfecta nihil quod vincatur existât.
Oonsentientes autem sibi ad illicita reos tenet, et nisi per
medicinam poenitentiae et opera misericordiae per caelestem
sacerdotem pro nobis interpellantem sanentur, ad secundam
mortem damnationemque perducit. Propter hoc et Donrnus
orare nos docëns, inter caetera monuit ut dicamus : Dimitte
nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nos-
tris; et ne nos inferos in tentationem, sed libera nos a
malo *78
.
9
Manet enim malum in came nostra, non natura in qua
divinitus creatus est homo, sed vitio quo volúntate prolapsus
est, ubi amissis viribus, non ea qua vulneratus est, volunta­
tis facilitate sanatur. De hoc malo dicit Apostolus: Scio
quoniam non habitat in cam e mca bonums. Cui malo non
óbedire praecipit, cum dicit: Non ergo reqnet peccai urn in•
cestro mortali corpore ad obediendum desid'riis eius ®.
Si ergo his desideriis concupiscentiae carnis illicita vo­
luntatis inclinatione eonsensimus, ad hoc sanandum dicimus :
Dimitte nobis debita nostra: adhibentes remeiium ex onere
misericordiae, in eo quod addimus, sicut et nos dimittimus
debitoribus nostris.
Ut autem non ei consentiamus, deprecamur adiutoiium
dicentes: E t ne nos inferas in tentationem (ve!, sicut nonnulli
códices habent, ne nos inducati in tentationem) a. Non quod
ipse Deus tali tentatione aliquem tentet. Nam Deus intenta-
tor malorum est, ipse autem neminem ten tâ t10: sed ut si
forte tentari coeperimus a concupiscentia nostra, adiutorio
eius non deseramur, ut in eo possimus vincere, ne abstraha-
mur illecti. Deinde addimus quod perficietur in fine, cum ab-
sorbebitur mortale a vita 11 : Sed libera nos a malo.
Tune enim nulla erit talis concupiscentia, cum qua cer-

I Cor. 15, 54.


7 ¡Mt. 6, 12 et 13.
8 Rom. 7, 18.
9 lb. 6, 12.
10 Iac. i, 13.
“ 2 Cor. 5, 4.
a Haec uncis inclusa praetereunt fere omnes Msi. (PL 44, 153
nota).
sobrevive para el combate; a los que mueren antes de la
edad de la lucha no se les imputa para condenación. A los
niños no 'bautizados los encadena como reos, y como a hijos
de ira, aun cuando les sorprenda la muerte en la niñez, los
aherroja en la condena.
En los adultos llegados al uso de razón, el consentimiento
que dan para ceder pecaminosamente a la concupiscencia
es obra de la voluntad propia. Y aun lograda la remisión
total de los pecados y desatado el reato que los traía enca­
denados desde el principio, la concupiscencia subsiste en ellos
para el ejercicio de la lucha, sin que los perjudique absolu­
tamente nada— salvo si consienten en cosas ilícitas— hasta
que la muerte sea absorbida por la victoria y, con la per­
fecta pacificación, no queden enemigos que vencer.
A los que libremente se dejan arrastrar por ella a cosas
ilícitas, los hace culpables, y si no se curan con la medicina
de la penitencia y las obras de misericordia por mediación
del divino Sacerdote, que intercede por nosotros, ella los
llevará a la secunda muerte y condenación. Por lo cual el
Señor, al enseñarnos a orar, nos mandó decir: Perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudor 3, y no nos dijes caer en la tentación, mas líbranos
dJ mal.
Pues el mal reside en nuestra carne, no en virtud de la
naturaleza que recibió de manos del Creador, sino por el vicio
en que voluntariamente se precipitó, perdiendo sus 'fuerzas e
hiriéndose con más facilidad de la que tiene para sanar. A este
mal alude el Apóstol con las palabras: Sé que el bien no
habita en mi carne. Y nos prohíbe consentir en él: No rein*,
pu'S, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que sigáis
sus torpes deseos.
Si cediendo libremente a la perversa inclinación hemos
consentido en los movimientos de la concupiscencia carnal,
para curarnos de sus efectos, decimos: Perdónanos nuestras
deudas; y añadimos el remedio de las obras de misericordia
al decir: Como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Para alejar el consentimiento, pedimos ayuda diciendo:
No nos dejes ca r en la tentación (o como en algunos códices
se lee: No nos induzcas a tentación) . No que semejantes ten­
taciones vengan a nadie de Diios: Porque Dios ni puede ser
tentado al mal ni tienta a nadie; sino que, si tal vez comienza
a tentarnos nuestra concupiscencia, no nos veamos privados
del socorro divino con que podamos vencerla, resistiendo a
sus halagos. Después pedimos lo que se cumplirá al fin,
cuando lo mortal sea revestido por la vidá: Mas líbranos
del mal.
Entonces ya no habrá concupiscencia a la que hayamos
de resistir, como estamos obligados ahora. Luego se pueden
<0 /
tare, et cui non consentire iubeamur. Sic ergo totum hoc in
tribus beneficiis positura breviter peti potest: Ignosee nobis
ea in quibus sumus abstracti a concupiscentia, adiuva ne
abstrahamur a concupiscentia, aufer a nobis eoncupiscentiam.

CAPUT V

V o lu n tas h om in is eget ope D ei


5. A d peccandum namque non adiuvamur a Deo : iusta
autem agere vel iustitiae praeoeptum omni ex parte implere
non possumus, nisi adiuvemur a Deo. Sicut enim corporis
oculus non adiuvatur a luce, ut ab eadem luce clausus aver-
susve diseedat; ut autem videat adiuvatur ab ea, ncque hoc
donino nisi illa adiuverit, potest: ita Deus qui lux est ho­
minis interioris, adiuvat nostrae mentis obtutum, ut non
secundum nostram, sed secundum eius iustitiam boni aliquid
operemur. Si autem ab ilio avertimur, nostrum est; et tunc
secundum camera sapimus, tunc concupiscentiae carnis ad
illicita consentimus.
Converses ergo Deus adiuvat, aversos deserit. Sed etiam
ut convertamur, ipse adiuvat: quod certe oculis corporis lux
ista non praestat. Cum ergo nobis iubet, dicens: Converti-
mini ad me, et concertar ad v o s 12; nosque illi dicimus:
Converte nas, Deus sanitatum nostrarum et, D us virtu-
tum, converte n o s u : quid aliud dicimus, quam, Da quod
iubes?
Cum iubet dicendo: Intelligite ergo, qui insipientes estis
in populo 1 et nos illi dicimus : Da mihi intellectum, ut dis-
cam mandata tua I": quid aliud dicimus, quam, Da quod iu­
bes ? Cum iubet dicendo : Post concupiscent its tuas non eas 11;
nosque dicimus: Scimus quia nemo potest esse continens,
nisi Deus d e tls: quid aliud dicimus quam, Da quod iubes?
Cum iubet dicendo: Facile iustitiam1B; nosque dicimus,
Doce me iustificationes tuas20: quid aliud dicimus, quam,
Da quod iubes?
Item cum dicit, Beati qui esuriunt et sitiunt iustitiam,
quoniam i-psi saturabuntur 21 : a quo debemus petere cibum
potumque iustitiae, nisi ab ilio qui esurientibus eam et si-
tientibus promittit eius saturitatem?
6. Repellamus itaque ab auribus et msntibus nostris
eos qui dicunt, aceepto semel liberae voluntatis arbitrio, nec
1 7
Kicli. iS, 30.
13 P J8 Sap.
70 Is. ¿6,8, 1.21.
Ps. 11S, 12.
Mt. 5, 6.
cifrar brevemente estas peticiones en tres beneficios de la
gracia: perdónanos lo que hemos hecho movidos por la con­
cupiscencia, ayúdanos para que ella no nos tiranice, extín­
guela en nosotros, *

CAPITULO V

La v o l u n t a d h u m a n a t i e n e n e c e s id a d de l a a y u d a de D io s

5. Dios no nos ayuda para pecarv pero sin su ayuda no


podemos realizar obras justas o cumplir totalmente el pre­
cepto de la justicia. Porque así como los ojos de nuestro
cuerpo no necesitan del concurso de la luz para no ver, ce­
rrándose y apartándose de ella, en cambio, para ver algo se
requiere su influjo y sin él es imposible la visión, del mismo
modo, Dios, que es la luz del hombre interior, actúa en la
mirada de nuestra alma, a fin de que obremos el bien, según
las normas de su justicia, no según la nuestra. Cosa nuestra
es el apartarnos de El, y entonces obramos conforme a la
sabiduría de la carne; entonces consentimos a la concupis­
cencia carnal en cosas ilícitas.
Cuando nos volvemos a Dios, El nos ayuda; cuando nos
apartamos de El, nos abandona.
El nos ayuda en la obra de nuestra conversión, lo cual
no hace ciertamente la luz en los ojos corporales. Cuando,
pues, El nos manda, al decir: Convertios a mí y yo me vol­
veré a vosotros, y nosotros le rogamos: Conviértenos, ¡oh
Dios de la salvación!; y Dios de. las virtudes, conviértenos,
sólo le pedimos esto: Dadnos lo que nos mandáis.
Cuando El nos impone este precepto: Entended, necios
del pueblo, y nosotros le rogamos: Dame entendimiento para
conocer tus mandamientos, le decimos también lo mismo:
Dadnos lo que mandáis. Cuando El nos manda y dice: No
sigas en pos de tus malos deseos, y nosotros le respondemos:
Sabemos que nadie puede ser continente si Dios no se lo
otorga, formulamos idéntica petición: Dadnos lo que mandáis.
■Cuando manda diciendo: Haced justicia, y nosotros le su­
plicamos: Enséñame los preceptos de tu justicia, repetimos
igual plegaria: Dadnos lo que mandáis.
Y cuando nos dice: Bienaventurados los que tienen ham­
bre y sed de justicia, porque ellos serán hartos, ¿a quién
hemos de pedir el manjar y la bebida de la justicia, sino al
que promete su hartura a los hambrientos y sedientos? [14],
6. No queramos, pues, oír ni seguir a quienes preten­
den que, una vez recibido el libre albedrío de la voluntad, no
debemos orar para que Dios nos ayude a evitar los pecados.
orare nos debere, ut Deus nos adiuvet, ne peccemus. Talibus
enim tenebris nec pharisaeus ille caecabatur, qui quamvis in
hoc erraret, quod sibi addendum ad iustitiam nihil putabat,
seque arbitrabatur eius plenitudine saturatimi; Deo tarnen
gratias agehat, quod non esset sicut caeteri homines, iniusti,
raptores, adulteri, sicut ille publlicanus ; quod bis in sabbato
ieiunaret, quod omnium quae possidebat,. decimas daiec.
Nihil sihi addi ad iustitiam iam petebat: se i tarnen ex
his quae habebat, gratias Deo agendo, ab ilio se eccepisse
omnia fatebatur: et tarnen improbatus est, et quia veluti
saturatus nihil de alimentis iustitiae iam rogabat accipeie,
et quod eam publicano esurienti ac shunti se velut insultans
praezerre gestiebat22. Quid ergo illis fiet, qui ersi fateantur
se non habere, vel non plenam habere iustitiam; tarnen a se
ipsis habendam, non a suo Creatore, ubi horreum eius et
fons est, deprecandum esse praesumunt?
Nec ideo tarnen solis de hac re votis agendum est, ut non
subinferatur adnitendo etiam nostrae efficacia voluntatis.
Adiutor enim nost r Deus dicitur23, nec adiuvari potest,
nisi qui etiam aliquid sponte conatur. Quia non sicut in lapi-
dibus insensatis, aut sicut in eis in quorum natura rationem
volluntatemque non condidit, saluterà nostram Deus operatur
in nobis. Our autem ilium adiuvet, ilium non adiuvet; ilium
tantum, ilium autem non tantum; istum ilio, ilium Ì3 to modo;
penes ipsum est et aequitatis tam secretae ratio, et excellen-
tia potestatis.

CAPUT VI

Quatuor de iustitiae perfectione quaestiones. Prima


QUAESTIO, AN HOMO SINE PECCATO POSSIT ESSE IN HAC VITA
7. Nam qui dicunt esse posse in hac vita hominem sine
peccato, non est eis continuo incauta temeritate obsisten-
dum. Si enim esse posse a negaverimus, et hominis libero ar­
bitrio, qui hoc volendo appétit, et Dei virtù ti vel misencor-
diae, qui hoc adiuvando efficit, derogabimus, Sed alia quaes­
tio est, utrum esse possit; alia, utrum sit; alia, si non est
cum possit esse, cur non sit; alia utrum qui omnino num-
quam ullum peccatimi habuerit, non sOlum quisquam sit,
verum etiam potuerit aliquando esse vel possit.
In hac quadripartita propositione quaestionum si a me
quaeratur, utrum homo sine peccato possit esse in hac vita,
22 L e . 18, 10-14.
23 Ps. 61, 9.
a O m nes ru rsu s n ostri m an u scrip ti h ic o m ittu n t posse (P L 44,
155 n ota).
Menos espesas eran las tinieblas que obcecaban al fariseo,
el cual en verdad erraba creyendo que ningún grado más
podía añadirse a su justicia y complaciéndose de haber lle­
gado a su plenitud; mas siquiera daba gradas a Dios de no
ser como los demás hombres, injustos, ladrones, adúlteros,
ni como el publicano, y de ayunar dos veces a la semana
y dar los diezmos de cuanto .poseía.
No pedia para sí ningún aumento de justicia, mas de los
bienes que tenía se mostraba agradecido a Dios y confesaba
haberlos recibido todos de E l; y, sin embargo, fué conde­
nado, ya porque, como harto, no .pedía para sí otros man­
jares de justicia, ya también porque se ¿loriaba de antepo­
nerse injuriosamente al publicano, que tenía hambre y sed
de ella. ¿Qué hará, pues, con los hombres que, aunque no
alardeen de poseer la justicia o a lo menos su plenitud de ella,
no obstante eso, abrigan la presunción de creer que deben
tenerla como de cosecha propia y no pedirla a su Creador,
en quien está el hórreo y la fuente de ella?
Lo cual no significa que nos hemos de contentar en este
punto con los deseos solamente, sino añadir el esfuerzo
eficaz de nuestra propia voluntad. En efecto, se llama Díoh
ayudador nuestro, y no puede ser ayudado nadie sin poner
algo de su propio esfuerzo. Pues Dios no obra la salvación
en nosotros como si se tratara de piedras insensibles o seres
en los que la naturaleza no ha puesto su razón y voluntad.
Mas ¿ por qué ayuda a uno y a otro no, por qué a éste más
y al otro menos, a fulano de un modo y a mengano de otro?
En El está el arcano de tan insondable justicia y la sobe­
ranía del poder infinito.

CAPITULO VI

Cuatro cuestiones sobre la perfección de la justicia

7. A quienes dicen que el hombre en este mundo puede


vivir sin pecado, no se ha de oponerles una negativa rotunda
y temeraria. Porque, al defender la imposibilidad de seme­
jante justicia, rebajamos el libre albedrío del hombre, cuya
voluntad aspira a eso, y la omnipotencia y misericordia
de Dios, que da fuerzas para conseguirlo. Más bien distin­
gamos aquí diversas cuestiones. ¿Es posible tal cosa? ¿Se
da en realidad? En caso de no existir, siendo posible, ¿cuál
es la causa? Un hombre absolutamente inmune de todo pe­
cado, ¿es verdad que existe, ha existido o existirá?
Según esta cuádruple propuesta de cuestiones, si a mí
me preguntan si el hombre puede hallarse sin pecado en esta
confìtebor posse per Dei gratiam et libeTum eius arbitrium :
ipsum quoque liberum arbitrium ad Dei gratiam, hoc est,
ad Dei dona pertinere non ambigens, nec tantum ut sit, verum
etiam ut bonum sit, id est, ad facienda mandata Domini con-
vertatur ; atque ita Dei gratia non solum ostendat quid fa­
ciendum sit, sed adiuvet etiam ut possit fieri quod ostende-
rit. Quid enim habemus quod non acc-pimus? 24 Unde et
leremias dicit : Scio, Domine, quia non est in homine via eius,
nec viri est ut ambulet et dirigat gressus swos 25.
Hinc et in Psalmis cum quidam dixissèt Deo: Tu praece*
pisti mandata tua custodirì nimis; continuo non de se prae-
sumpsit, sed optavit ut faoeret: Utinam, inquit, dirigantur
viae mene ad custodie ndas iustifìcationes tuas; tunc non con-
fundar, dum inspicio in omnia mandata tua.
Quis autem optat quod in potestate sic habet, ut ad fa ­
ciendum nullo indigeat adiumento ? A quo autem id optet,
quia non a fortuna, vel a fato, vel a quolibet alio praeter
Deum, in consequentibus satis ostendens: Itinera mea, in­
quit, dirige secundum verbum tuum, et ^ non domine tur mihi
omnis iniquitas26.
Ab huius exseerandae dominationis servitute liberantur,
quibus Dominus lesus (eum recipientibus) ®, dedit potestatem
filios Dei fieri27. A b ista horrenda dominatione liberandi
fuerant, quibus dicit : Si vos Filins liberaverit, tunc vere libe­
ri eritis2S.
His atque huiusmodi àliis inmunerabilibus testimoniis du­
bitare non possum, nec Deum aliquid impossibile homini prae-
cepisse, nec Deo ad opitulandum et adiuvandum, quo fiat
quod iubet, impossibile aliquid esse. A c per hoc potest homo,
si velit, esse sine peccato, adiutus a Deo.

CAPUT VI I
S ecunda quaestio , an sit alaquis h om o sin e peccato in
HAC VITA
8. Si autem quod secundo loco posueram, quaeratur
utrum sit, esse non credo. Magis enim credo Scripturae dicen­
ti : Ne intres in iudicium cum servo tuo, quemiam non iustifi-
cabitur in conspectu tuo omnis vivrn s2B. E t ideo misericordia
Dei opus est, quae superexaltat iudicio, quae illi non erit
i Cor. 4, 7.
“ Ier. io, 23.
"i*5
6 Ps. 118, 4. 5. 6. 133.
"7 Io. 1, 12.
78 Ih. 8, 36.
5 Ps. 142, 2.
b M ss., ut non dominetur (PL 44, 155).
c Id abest a Mss. (PL 44, 15).
vida, responderé que puede con la gracia de Dios y el con­
curso del libre albedrío. Y añadiré sin titubear que el mismo
libre albedrío pertenece a la gracia de Dios, es decir, a la
categoría de sus dones, no sólo en cuanto existe, sino tam­
bién en cuanto es bueno o se esfuerza por cumplir los pre­
ceptos del Señor; y así la gracia divina no sólo manifiesta
lo que debe hacer, más también le ayuda a obrar según la
luz que le da. Pues ¿acaso tenemos algo que no hayamos
recibido? Por lo cual dice Jeremías: Señor, bien sé que no
está en mono del hombre trazarse ¿u camino ni puede nadie
fijar su paso por él con equidad.
También en el salmo, habiendo dicho uno a Dios: Tú
mandaste que tus mandamientos se cumplieran diligentemen­
te, al punto, libre de toda presunción, manifestó su deseo
de cumplirlos: Ojalá sean firmes mis caminos en la guarda
de tus preceptos. Entonces no seré confundido, cuando atien­
da a todos tus mandamientos.
Mas ¿quién pide lo que e 3tá en su mano el hacerlo sin
necesidad de ayuda alguna ? Y en los versos siguientes mues­
tra bien de quién espera obtener lo que pide, no de la for­
tuna o del hado, sino de Dios: Dirige mis pasos con tus pa­
labras y no dejes que me domine iniquidad alguna.
De esta abominable dominación y servidumbre se ven
libres los que han recibido al Señor Jesús y de El la potestad
para hacerse hijos de Dios. De esta horrible dominación ha­
bían de ser libertados aquellos a quienes dice: Entonces se­
réis verdaderamente libres, si os librare el Hijo de Dios.
Con estos y otros innumerables testimonios del mismo
sentido tengo la certidumbre de que ni Dios ha impuesto
ningún precepto imposible al hombre ni hay cosa alguna que
El manda que no se pueda cumplir, contando con su socorro
y asistencia.
En conclusión, puede el hombre, si quiere, con la ayuda
de Dios, hallarse sin pecado.

CAPITULO VII

Segunda cuestión: ¿ hay algún hombre en este mundo


SIN PECADO?8

8. Si se me propone la segunda cuestión, a saber, si


existe un hombre sin pecado, creo que no. Creo más a la
Santa Escritura, que dice : No entres en juicio con tu siervo,
pues ante ti no hay nadie justo. Por lo cual es necesaria la
misericordia de Dios, que sobrepuja al rigor de su juicio;
mas no la alcanzará quien no hiciere misericordia. Y después
s.Ae. ix u
qui non facit miEericordiam 3Ü. EJt qnod propheta cum dice-
ret: Diaci: Pronuntiabo advarsus me delictum meum Domino,
et tu dimisisti impLtatem cordis met; continuo subiunxit:
Pro hac orabit ad te omnis sanctus in tempore opportuno 31.
Non ergo omnis peccator, sed omnis sanctus: vox enim sanc­
torum est: Si dixerimus quia peccatum non habemus, nos
ipsos decipimus, et veritàs in nobis non e s t 32. Unde in eius-
dem apostoli Apocalypsi, illa centum quadraginta et quatuor
milita sanctorum, qui se cum mulieribus non coinquinave-
runt, virgines enim penmans runt; et non est inventum in
ore e or um mendacium, qìtia Ìrreprehensìbiles su n t 33; profecto
ideo Ìrreprehensìbiles sunt, quia se ipsos veraciter reprehen-
derunt; et ideo non est inventimi in ore eorum mendacium,
quia si dicerent se peccatum non habere, se ipsos deciperent,
et veritas in eis non esset; et utique mendacium esset, ubi
veritas non esset: quoniam iustus, cum in sermonis exordio
accusator sui est M, non utique mentitur.
9. A c per hoc in eo quod scriptum est: Qui natus est
ex Deo, non peccat, et non potest peccare, quia semen eius
in ipso m anet35; et si quid aliud eo modo dictum est, mul-
tum falluntur minus considerando Scripturas.
Non -enim advertunt, eo quosque fieri filios Dei, quo esse
incipiunt in novi tate spiritus; et renovari in interiorem ho­
minem secundum imaginem eius qui creavit eos 38. Non enim
ex qua hora quisque baptizatur, omnis vetus infirmitas eius
absumitur: sed renovatio incipit a remissione omnium pec-
eatorum, et in quantum quisque spiritualia sapit, qui iam
sapit. Caetera vero in spe facta sunt, donee etiam in re fiant,
usque ad ipsius corporis renovationem in meliorem statum
immortalità tis et incorruptionis, qua induemur in resurrec-
tione mortuorum.
Nam et ipsam Dominus regenerationem vocat, non utique
talem qualis fit per Baptismum, sed in qua etiam in corpore
perficietur quod nunc spiritu inchoatur. In regeneratione,
inquit, cum sederit Filius hominis in sede mai statis suae,
sr de bit is et vos super duodecim sedes, iudicantes duodecim-
tribus Israel37.
Nam in Baptismo quamvis tota et piena fiat remissio pec-
catorum, tarnen si continuo tota et piena etiam hominis in
aeternam novitatem mutatio fieret, non dico et in corpore,
quod certe manifestum est adhuc in veterem corruptìonem
atque in inortem tendere, in fine postea renovandum, quando
vere tota novitas erit: sed excepto corpore, si in ipso animo
qui est homo interior, perfecta in Baptismo novitas fieret,

34 Prov. 18, 17.


de decir el profeta: D ije: Confesaré a Dios mi pecado y tú
perdonaste mi iniquidad, añadió a continuación: Por esta
necesidad te invocarán todos los santos en ti:mpo oportuno.
No dice todos los pecadores, sino todos los santos, porque
voz de los santos es ésta: Si decimos que no ten mos pecado,
nos engañamos y la verdad no está en nosotros. También en
el Apocalipsis nos habla San Juan de aquellos ciento cua­
renta y cuatro mil santos que no se mancharon con mujeres,
sino permanecieron vírgenes, en cuya boca no se halló men­
tira, porque son irreprensibles; sin duda irreprensibles por­
que a sí mismos sinceramente se reprendieron; y por eso no
se halló mentira en su boca, porque, si dijesen que no había
en ellos pecado, se engañarían a sí mismos y la verdad no
estaría de su parte; y ciertamente reinaría la mentira donde
no hubiera verdad, pues el justo, cuando al comenzar a ha­
blar se acusa a sí mismo, no miente.
9. Atendiendo a lo expuesto, yerran mucho en la in­
terpretación de la Sagrada Escritura quienes se amparan
con este texto u otros parecidos: El nacido de Dios no peca,
ni puede pecar, porque la simiente de Dios está en El.
No advierten que cada uno se hace hijo de Dios tan
pronto como comienza a revestirse de un espíritu nuevo y a
renovarse según el hombre interior, creado a imagen de su
Hacedor. Pero no desaparece ya desde la hora del bautismo
la antigua flaqueza: Se inicia la renovación por el perdón
de los pecados y por el saboreo de las cosas espirituales en
quien ya tiene el gusto de ellas. Los demás efectos se operan
en esperanza, hasta que venga la realidad, hasta que el mis­
mo cuerpo logre su transformación en un perfecto estado
de inmortalidad e incorrupción, de que se revestirá cuando
resuciten los muertos.
También a ésta llama Cristo regeneración; no es cierta­
mente como la que se realiza en el bautismo, pero en ella
conseguirá el cuerpo la perfección que ahora se comienza
en el espíritu. En la regeneración, dice, cuando se s ntare
el Hijo del hombre en el trono de su Majestad, también vos­
otros os sentaréis sobre doce sitias para juzgar a las doce
tribus de Israel.
Verdad es que por el bautismo se consigue la completa
y plena remisión de los pecados; sin embargo, si ella impli­
case ya la entera y omnímoda transformación que renueva
al hombre para la vida eterna, no digo en él cuerpo, pues
evidentemente él tiende a la corrupción y muerte para ser
glorificado más tarde al fin de los tiempos, cuando consiga
sus dotes de resurrección; exceptuado, pues, el cuerpo, re­
pito, si el alma lograse en el bautisrqo la innovación perfecta
non diceret Apostolus: E t si exterior homo naster corrum-
pitur, sed interior renovatur de dis in diem 3p. Profecto enim
qui de die in diem adhuc renovatur, nondum totus est reno-
vatus: et in quantum nondum est renovatus, in tantum
adhuc in vetustate est. Proinde ex hoc quod adhuc in vetus-
tate sunt, quamyis iam baptizati, ex hoc etiam adhuc sunt
filii saeculi. E x hoc autem quod adhuc in novitate sunt, hoc
est, ex plena et perfecta immissione peccatorum, et quantum-
cumque illud est quod spiritualiter sapiunt, eique congruos
mores agunt, filii Dei sunt.
Intrinsecus enim exuimus ve te rem hominem, et induimus
novum: quoniam ibi dsponimus mendacium, et loquimur ve-
ritatem, et caetera qui-bus Aipostolus explicat quid sit exui
veterem hominem, et indui novum, qui secundum Deum crea-
tus est in iustitia et sanctitate veritatis
Et hoc ut faciant, iam baptizatos fidelesque adhortatur:
quöd adhuc monendi non essent, si hoc in Baptismo iam
perfect© factum esset: et tarnen factum est, sicut et salvi
facti sumus. Salvos enim nos fecit per lavacrum regenera-
tionis 4H. Sed alio loco dicit, quemadmodum hoc factum est.
Non solum,, inquit, sed etiam nos ipsi primitias habendes
spirìtus et ipsi in nobismetipsis ingemiscimus, adoptionem
exspectantes, redemptionem corporis nostri. Spe enim salvi
facti sumus. Spes autem quae videtur, non est spese quod
enim videi quis, quid sperat? Si autem quod non vidimus
speramus, per patkntiam exspectamus ÿ.

CAPUT VIII
PERFECTK) QUANDO

10. Adoptio ergo plena filiorum in redemptionem fiet


etiam corporis nostri. Primitias itaque spiritus nunc habe-
mus, unde iam filii Dei reipsa facti sumus: in caeteris vero
spe sicut salvi, sicut innovati, ita et filii Dei; re autem ipsa
quia nondum salvi, ideo nondum piene innovati, nondum
etiam filii Dei, ssd filii saeculi. Proficimus ergo in renovatio-
nem iustamque vitam per quod filii Dei sumus, et per hoc
peccare omnino non possumus, donee totum in hoc transmu-
tetur, etiam illud quod adhuc filii saeculi sumus: per hoc
enim et peccare adhuc possumus.
Ita fit ut et qui natus est ex Deo, non peccet ; et si dixe-
a que aspira, no diría San Pablo: Aunque el hombre exterior
camina de día en día a la corrupción, el interior se renueva
diariamente. Ahora bien: lo que admite una renovación pro­
gresiva y cotidiana no puede considerarse como completa­
mente renovado, y en este aspecto lleva la señal del hombre
viejo. Por lo cual los bautizados, por no haberse desprendido
de esta vejez, son todavía hijos del siglo. Mas en virtud de
la renovación operada en ellos, quiero decir, por la plena
y perfecta remisión de los pecados y por el gusto de las
cosas espirituales y la conformidad de su3 costumbres a El
son hijos de Dios.
Interiormente nos despojamos del hombre viejo y nos
revestimos deH nuevo: allí dejamos la mentira y abrazamos
la verdad y las demás cosas que enumera el Apóstol para
explicar el di spojamiento del hombre viejo y la vestición
del nuevo, creado en justicia y santidad verdadera.
A esta tarea exhorta el mismo a los bautizados y fieles,
y sobraría todo aviso en caso de haber logrado ellos por el
bautismo la plenitud de la perfección. Y, no obstante eso,
parcialmente se ha logrado la renovación, como también
hemos sido salvos. Pues nos salvó portel baño regenerador.
Y en otro pasaje declara cómo se realiza esto. Y no sólo la
creación, dice, sino también nosotros, que tenemos las pri­
micias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos,
suspirando por la adopción, por la redención de nuestro
cuerpo. Porque en esperanza somos salvos: que la esperanza
que se ve, ya no es esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo
esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia
esperamos.

CAPÍTULO Vi II
Cuándo se lo srar á la perfección

10. De lo dicho se colige que la plena adopción de los


hijos de Dios se verificará con la redención de nuestro cuer­
po. Alhora poseemos las primicias del Espíritu, siendo real­
mente ya hijos de D ios; mas cuanto a los otros privile­
gios, en esperanza poseemos aún la salvación y la renova­
ción y filiación divina; en realidad todavía no estamos com­
pletamente salvos ni renovados ni somos aún hijos de Dios,
sino hijos del siglo. Vamos, pues, progresando en la renova­
ción y en la justicia, por la que somos hijos de Dios, y por
este principio somos absolutamente impecables hasta que todo
sea transformado en él, incluso lo que tenemos de hijos del
siglo, pues en cuanto tales podemos aún pecar.
De aquí brota una consecuencia: por una parte, el que
rimus quia peccatum non habemus, nos ipsos decipiamus, et
veri tas non sit in nobis. Consumetur ergo quod filii camis
et saeculi sumus, et perficietur quod filli Dei et spiritu reno-
vati sumus. Unde idem Ioannes : DUectissimi, inquit, nunc a
filii Dei sumus, et nondum apparati quid erimus.
Quid est hoc, sumus et erimus; nisi quia sumus in spe,
erimus in re? Nam sequitur, et dicit: Scimus quia cum ap­
paratiti, similes ei erimus, quoniam videbimus eum sicuti
e s t424
. Nunc ergo et ei similes esse iam coepimus, primitias
3
habentes spiritus; et adhuc dissimiles suanus, per reliquias
vetustatis. Proinde in quantum similes, in tantum regene­
rante spiritu fllii Dei : in quantum autem dissimiles, in tantum
filii camis et saeculi.
Illinc ergo peccare non possumus: hinc vero si dixerimus
quia peccatum non habemus, nos ipsos decipimus: donee to-
tum transeat in adoptionem, et non sit peccator, et quaeras
locum eius, et non invenias i?‘.

CAPUT IX
O biectio P elagianorum . Q uare iu stg s non gi&nat iustu m

11. Frustra itaque nonnulli etiam illud argumentantur,


ut dicant: Si peccator genuit peccatorem, ut párvulo eius
reatus originalis peccati in Baptismi acceptions solvatur,
etiam iustus iustum gignere debuti. Quasi ex hoc quisque car-
naliter gignat quod iustus est, et non ex hoc quod in mem-
bris eius concupiscentialiter movetur, et ad usum propa­
gandi lex peccati mentis lege convertitur.
Ex hoc ergo gignit quod adhuc vetustum trahit inter filios
saeculi, non ex hoc quod in novitatem promovit inter filios
Dei. Filii enim isaeculi buius generant et gcnerantur 44. Inde
et quod nascitur tale est, quia et quod nascitur de carne,
caro e s t 45. Iusti autem non sunt nisi filii Dei. In quantum
autem sunt filli Dei, carne non gignunt; quia spiritu et ipsi,
non carne nati sunt. Sed ex hoc carne gignunt, quicumque
eorum gignunt, ex quo nondum in novitatem perfectam totas
vetustatis reliquias commutarunt. Unde quisquís filius de hac
parte nascitur vetusta et infirma, neoesse est ut etiam ipse
vetustus sit et infirmus: idcirco oportet ut etiam ipse in
aliam generationem per remissionem peccati spiritu renove-
i io. 3, 2.
43 Ps. 36 , io.
44 Le. 20, 34.
43 Io. 3. 6.
a Omnes imanuscripti, DUectissimi, inquit, filii Dei SMttiHS, orni'?.-
so n u n c (PL 44. XS7) -
ha nacido de Dios no peca; por otra, si dijésemos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la ver-
dad está ausente de nosotros. Acabará, pues, lo que tenemos
de hijos de la carne y del siglo y alcanzará su plenitud núes-
tra adopción de hijos de Dios y nuestra renovación espi­
ritual. Por eso dice también San Juan: Amadísimos, ahora
somos hijos de Dios y todavía no ha aparecido lo que se­
remos.
¿Cómo se entiende este somos y seremos, sino somos en
esperanza, seremos en realidad? Así prosigue y dice: Sabe­
mos que cuando El apareciere, seremos semejantes a El, por-
. que le veremos como es. Ahora hemos comenzado ya a ase­
mejarnos a El, teniendo las primicias del Espíritu, pero aun
somos desemejantes a El por las reliquias del hombre viejo.
Como semejantes, somos hijos de Dios, regenerados por el
Espíritu; como desemejantes a El, somos hijos de la carne
y del siglo.
Impecables somos por un lado; por otro, si dijéramos
que no tenemos pecado, somos unos ilusos, hasta que todo
nuestro ser pase al estado de adopción, y ya no haya pe­
cador, y busques su lugar y no lo encuentres.

CAPITULO IX
O b jec ió n de los pe la g ia n o s : ¿ P or qué el ju sto no engen ­
dra JUSTOS?

11. Es, pues, un fútil argumento el que presentan algu­


nos diciendo: Si el pecador ha engendrado un pecador, de
suerte que su hijo párvulo debe recibir con el bautismo el
perdón de una f alta original, también el justo ha debido de
engendrar un justo. ¡Como si el principio de la justicia en
el hombre fuese el principio de la generación camal y ésta
no se debiese aJl apetito concupiscente, que domina los miem­
bros! ¡Como si la ley de la mente no ordenase la inclinación
camal a la propagación de la familia humana!
E3n su apetito generador actúa aún el hombre viejo, que
le pone entre los hijos del siglo, no el principio renovador
que le ha colocado entre los hijos de Dios. Porque los hijo®
de este siglo engendran y son engendrados. Mas el fruto de
tales nacimientos sigue la misma condición, porque lo que
nace de carne, carne es. Pero los justos son hijos de Dios.
Y en cuanto tales no engendran con la carne, por ser hijos
del espíritu, no de la carne. Con todo, engendran carnal-
mente los que entre ellos engendran, porque no han puri­
ficado con perfecta innovación los residuos de la sensualidad
hereditaria. Luego todo hijo que procede de esta porción
antigua y flaca trae consigo las taras del hombre viejo,
tur. Quod si in eo non fit, nihil ei proderit pater iustus ; spi-
ritu enim iustus est, quo eum non genuit. ; si autem fit, nihil
ei oberi t etiam pater iniustus: iste enim gratia spirituali
in spem novitatis aeternae transitum, fecit ; ille autem mente
carnali totus in vetustate permansit.

CAPUT X

C onciliât Scripturas

12. Non igitur contrarium testimonium est: Qui natus


est ex Beo, non peccai, ei testimonio quod iam natis ex Deh
dicitur: Si dixerimus quia peccatum non habemus, nos ipsos
decipimus, et veritas in nobis non est. Quamdiu enim homo
quamvis totus spe iam, et iam in re ex parte regeneratione
spirituali renovatus, adhuc tamsn portât corpus quod cor-
rumpitur et aggravai animam; quid quo pertineat, et quid
unde dicatur, etiam in uno homine distinguendum est.
Nam, ut ego arbitror, non facile cuiquam Scriptura Dei
tam magnum iustitiae perhibet testimonium, quam tribus
famulis eins, Noe, Daniel, et lob, quos Ezechiel propheta
dicit ab imminente quadam iracondia Dei solos posse libe­
rali ; in tribus utique illis viris tria quaedam hominum
liberanda genera praefigurans; in Noe, quantum arbitror,
iustos plebium praepositos propter arcae tanquam Ecclesiae
gubernationem a; in Daniele, iustos continentes; in lob, iustos
coniugatos: et si quis est forte alius intellectus, de quo nunc
non est necesse disquirere.
Verumtamen quanta isti iustitia praeminuerint, et hoc
prophetico, et aliis divinis testimoniis satis apparet. Nec
ideo quisquam sobrius dixerit ebrietatem non esse peccatum,
quae tarnen subrepsit tanto viro: nam Noe, sicut legimus,
fuit aliquando ebrius47, quamvis absit ut fuerit ebriosus.
13. Daniel vero post orationem quam fudit Deo, de se
ipse dicit: Cum orare m, et confitérer pecetta mea, et pec­
cata popoli mei Domino Deo meo 4S. Propterea, nisi fallor,

Ez. 14, 14,


47 Gen. 9, ai.
18 Dan. 9, 2o.
11 Plures Mss., p r o p lc r a q m u ii et arem ' g u b cn u U io n em . Ci. lin a i..
J32 n. 5 : PL 44, 158 .
y es necesario que sea renovado espiritualmente por el per­
dón de los pecados para que pertenezca a la nueva genera­
ción de los hijos de Dios. Si no se hace con él esto, nada le
aprovechará el padre justo, pues es justo por el espíritu,
que no es e'l principio de su generación.
A l contrario, si se regenera, nada le perjudicará su padre,
aunque sea injusto, porque el hijo con la gracia espiritual
ha logrado la esperanza de la renovación eterna, mientras
el padre con su espíritu carnal sigue totalmente en su con­
dición de hombre viejo.

CAPÍTULO X

S e arm on izan algunos pasajes de la Sagrada E scritura

12. E'l pasaje de San Juan; Quien ha nacido de Dios no


peca> no es contrario al que habla en estos términos de los
nacidos de Dios; Si decimos que estamos sin pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad está ausente de
nosotros. ' .
El hombre, aunque totalmente en esperanza, en realidad
sólo está en parte renovado con la regeneración espiritual,
y todavía lleva un cuerpo corruptible que agobia al alma.
Pues es difícil, según creo yo, hallar personas que hayan
recibido en las divinas Escrituras tan magnífico testimonio
de la santidad como los tres siervos de Dios, Noé, Daniel
y Job, de los cuales únicamente dice Ezequiel que se hubie­
ran podido salvar de la súbita descarga de la ira divina. Los
tres son tipos representativos de tres clases de hombres que
se han de salvar: Nioé, a mi parecer, representa a los pas­
tores santos de los pueblos, por haber gobernado el arca,
figura de la Iglesia; Daniel es el tipo de los que guardan
continencia, y Job, el de I03 justos casados. Tal vez pudieran
indagarse otros sentidos, pero ahora no es necesario dis­
cutir este punto.
El esplendor de su justicia brilla suficientemente por este
testimonio del profeta y otros de la divina Escritura. Ni
esto da motivo a un sobrio para decir que no es pecado la
embriaguez, que sorprendió a un tan señalado varón como
Noé, de quien leemos que una vez se embriagó, aunque no
fué un ebrio.
13. Y Daniel, después de la oración que derramó en los
oídos de Dios, confiesa de sí mismo; Cuando estaba orando
y confesando mis pecados y los de mi pueblo al Señor, mi
Dios. He aquí por qué, por boca del mismo profeta Ezequiel,
per supra memoratum Ezechielem cuidam superbissimo dicì-
tur: Numquid tu sapientior quam Daniel?*9
Ñeque hic dici potest, quod quidam contra orationem do­
minicani argumentantur : Quia etsi orabant earn, inquiunt,
sancii et perfecti iam Apostoli, nullum omnino habentes pec-
catum ; non tamen pro se ipsis, sed pro imperiectìs et adhuc
peccatoribu's dicebant: Dimitte nobis d bita nostra, sicut et
nos dimittimus dibitoribus nostris 60. Ut per hoc, inquiunt,
quod dicereinit nostra, in uno esse corpora demostrarent, et
illos adhuc habentes peccata, et se ipsos qui iam carebant
omni ex parte peccato.
In Daniele certe hoc non potest dici, qui, ut credo, tan-
quam propheta praevidens hanc aliquando praesumptionem
futuram, cum in oratione saepe dixisset, peccavimus; non
ita nobis exposuit, cur hoc dixerit, ut ab ilio audiremus:
Cum onarem, et oonfiterer peccata populi mei Domino Deo
meo; nec adhuc distinction« confusa, ut esset incertum, prop­
ter unius corporis societatem si diceret: Cum peccata nostra
confiterer Domino Deo meo: sed omnino tam distincte, tan-
quam de ipsa distinction« satagens, eamque maxime ve-
hementerque commendans, peccata, inquit, mea et peccata
populi.
Quia huic evidentiae contradicit, nisi quern plus" delectat
defensare quod sentit, quam quid sentiendum sit invenire?
14. lob autem post tam magnum de ilio iustitiae testi­
monium Dei, quid dicat ipse videamus. In ventate, inquit,
scio quia ita est. Quemadmodum enim iustus erit homo ante
Dominum? Si autem velit contendere cum eo, non poterit
obedire ei. Et paulo post: Quis, inquit, iudido eius adversa-
bitur? Quod si fuero iustus, os meum impie loquitur. Iterum
paulo post: Scio, inquit, quia impunitum me non dimittit.
Quia sum impius, quare non sum mortuus? Quod si'purifi-
oatus nive, et mundatus fuero mundis manibus, sufficienter
in sordibus me tinxisti51.
Item in alio suo sermone: Quia conscripsisti, inquit, ad­
versas me mala, et induisti me iuvsntutis meae peccata, et
posuisti pedem meum in prohibitions, servasti omnia opera
mea, et in radices pedum meorum inspexisti, qui veterascunt
sicut uter, vel sicut vestimentum a tinea comestum. Homo
enim natas ex muliere parvi est temporis, et plenas iracundia,
et sicut flos cum floruit et decidit, discessit sicut umbra,
non manet. Nonne et huius curam fecisti venire in iuMcium
tuum? Quis enim erit mundus a sordibus? Nemo, nec si unius
diei fuerit vita eius. Et paulo post : Dinumerasti, inquit, orn­
ile® necessitudines meas, et nihil te latuit de peccatis meis ;
43 Ez. 28, 3.
. 50 Mt. 6, 12.
31 Iob 9, 2. 3. 19. 20. 28-31.
se dice a un hombre lleno de orgullo: ¿Acaso eres tú más
sabio que Daniel?
Ni aquí puede hacerse la argumentación que algunos for­
mulan contra la oración dominical: Aunque oraban los após­
toles, siendo santos y perfectos y sin tener ningún pecado,
no lo. hacían por sí mismos, sino por los imperfectos y los
pecadores decían: Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Al decir nuestras
deudas querían indicar la unidad del cuerpo, en que no falta­
ban hombres pecadores, aunque ellos carecían absolutamente
de todo pecado.
Pero en Daniel no ha lugar a tales subterfugios, pues él,
previendo, a mi parecer, como profeta, las doctrinas presun­
tuosas que con el tiempo habían de aparecer, después de re­
petir en la oración: Hemos pecado, sin darnos la razón de
ello, cambia la forma de la plegaria: Cuando estaba orando
y acusando los pecados de mi pueblo al Señor, mi Dios. Ni
lo hizo con una distinción confusa, dejando incierto si enca­
recía de esta manera la unión con los miembres de un solo
cuerpo: Cuando confesaba nuestros pecados al Señor, Dios
nuestro. N¡o, él presenta separadamente ambas acusaciones,
como matizando la misma distinción y recomendándola efi­
caz y ehérgicamente, dijo: Mis pecados y los pecados del
pueblo.
¿Quién osará oponerse a semejante evidencia, sino el que
se complace más en defender sus opiniones propias que en
hallar lo que debe pensar según la verdad ?
14. Veamos también lo que dice Job después del mag­
nífico testimonio que da Dios de su justicia. Sé muy bien,
dice, que es asi. ¿Cómo pretenderá el hombre temer razón
contra D ios? Si quisiera contender con El, de mil cargos no
podría responder a uno. Y poco después añade: ¿Quién se
opondrá a su justicia? Aunque creyera ten*r razón, mis pa­
labras me condenarían. Y en otro lugar: Conozco que tú no
me perdonas. Yo soy ciertamente tcnido por c u l p a b l A qué
fatiaarme en vano? Aunque me lavase con agua de nieve y
purificase mis manas con lejía, todavía me hundirías en
el lodo.
Y en otro discurso también dice: Dictaste contra mi sen­
tencias de amargura, imputándome las faltas de mi mocedad.
Pones en el cepo mis pies, acechas todos mis pasos, señalas
las huellas de mis plantas. Me deshago como leño carcomido,
como vestido que ro'- la polilla. El hombre nacido de mujer
vive corto tiempo y lleno de miserias; brota como una flor
y se marchita, huye como sombra y no subsiste. ¿ Y a un tal
le persigues con abiertos ojos y le citas a tu tribunal? ¿Quién
podrá sacar pureza de lo impuro? Nadie, aunque fu 're su
vida de un solo día. Entonces seguirías mis pasos, dice des-
signastì prccata mea in fólliculo, et annottasti si quid invitus
commisi °2.
Ecce et Iob contìtetur peccata sua, et in ventate se dicit
scire quia non est iustus quisquam ante Dominum. Et ideo
iste hoc in veritate scit, quia si nos dixerimus non habere
peecatum, ipsa veritas in nobis non est.
Proinde secundum modum conversationis humanae, per-
hibet ed Deus tam magnum iustitiae testimonium : ip3e autem
se metiens ex regula illa iustitiae, quam sicut potest conspi-
cit apud Deum, in veritate scit quia ita est. Et adiungit:
Qurmad modum enim iustus erit homo ante, Dominum? Si
enim velit contendere cum eo, non poterit obedire ei: id est.
si iudicandus estendere voluerit, non in se inveniri posse
quod damnet, non poterit obedire ei: amittit enim etiam
illam obedientiam, qua obedire possit praecipienti confìtenda
esse peccata.
linde quosdam increpat, dicens: Quid vultìs mecum iudi-
cio contendere? 53 Quod ille praecavens: Ne intres, inquit,
in indicium cum servo tuo, quonìam non iustificabitur in
conspectu tuo omnis vivens.
Ideo etiam dicit Iob : Quis enim iudicio eius advcrsabiturf
Quod si fuero iustus, os meum impie Io q u e tu r : hoc est enim,
Si me iustum d’xero contra iudicium eius, ubi perfffeeta illa
iustitiae regula me convinciit iiniustum, profeeto impié loquls-
tur os mtium, quia contra Dei veritatem Ioquetur.
15. Fragilitatem quoque ipsam, vel potius damnatioincm
carnalis generationis osttmdens ex origineiis transgressione
peccati, cum de peecatis suis ageret, vfeilut eorum causas red­
dens, dixit homdanieim natura ex muliere parvi ossia temporis,
et plenum iracundia : qua iraeundia, nisi qua sunt omnes, sic­
ut dicit Apostolus, naturatit'er, hoc est originaliter ime
f ilii? Ri; quoniam filii sunt concupiscentiae carnis et saeculi.
Ad ipsam iram pertinere etiam mortem hominis conss-
quenter ostendens. Cum eni'im dixisset, parvi est temporis, et
plenus iracundia; addidit etiam : E t sicut flos cum floruit et
decida, discessit sicut umbra, non manet. Gum autem subiun-
git : Nonne et huius curam feci&ti venire in iudicium tuum ?
Quis m im erit mwndus a sordibus? Nemo, neo sì uniiis diei
fuerit vita’ eius; hoc utique dicit : Curam hominis brevis vitae
folcisti venire m iudiicium tuum. Quantumlibet enim brevis
fuerit vita eius, ©tiiaansi unius diei esset, mundus a sordibus
esse non posset, eit ideo iustissime in iudicium tuum veniet.
Illud vero quod ait: Dinumerasti omrtes nvcessitudines*•

s- Iob 13, 26; 14, 1-5. 16. 17.


33 Ier. 2, 29.
• 54 Epb. 2, 3.
pués, pero no atenderías tanto a mis pecados. Los encerra­
rías como en un saco y borrarías mi iniquidad.
Mirad también a Job confesando sus pecados y decla­
rando que le consta con toda verdad que nadie es justo
delante del Señor. Y tampoco a él se le oculta que, si nos­
otros nos declaramos hombres sin tacha, mentiremos.
Por eso, atendiendo a la medida de la virtud humana,
hace el Señor tan magnífico elogio de su santidad; pero él,
midiéndose con la regla de la soberana justicia, que intuye
en Dios según puede, conoce verdaderamente lo que es. Y aña­
de: ¿Cómo podrá el hombre justificarse ante D ios? Pues si
se pone a pleitear con El, no podrá guardarle obedi'neia;
esto es, si en la hora del juicio pretendiera él probar su ino­
cencia, no podrá ya obedecerle, pues pierde la sumisión de­
bida a Dios, que le manda confesar sus pecados.
De aquí el reproche que dirige el Señor contra algunos:
¿Por qué queréis pleitear conmigo en ju icio?,Y otro, preca­
viéndose contra este peligro, dice: No entres, Señor, en juicio
con tu siervo, porque no hay ser viviente que pueda justi­
ficarse ante ti.
Y Job se expresa en el mismo sentido; ¿Quién se opondrá
a tu juicio? Aun cuando fuere justo, sc,ría impío mi lenguaje.
Esto es, si yo me tengo por justo contra el juicio de aquel
que posee la perfecta regla de la justicia y me convence
de mi injusticia, sin duda hablaré impíamente, yendo contra
la verdad de Dios.
15. Muestra igualmente Job que la fragilidad misma, o
más bien la condenación aneja a nuestra generación carnal,
tiene como causa el pecado de origen, pues al hablar de sus
pecados, como queriendo explicarlos, dice: El hombre, na­
cido de hembra, vive poco tiempo y está calmado de ira.
¿Cuál es esta ira sino la que pesa sobre todos, que, según
el Apóstol, naturalmente, esto es, originalmente, son hijos
de ira por ser hijos de la concupiscencia carnal y del siglo?
Siguiendo el mismo razonamiento, prueba que también
la muerte humana reconoce idéntico origen. Pues luego de
decir que el hombre vive poco tiempo y colmado de ira, aña­
dió: Brota como una flor y se marchita; huye como una
sombra y no subsiste. Y cuando prosigue diciendo: ¿ Y a un
tal le persigues con abiertos ojos y lo citas a tu tribunal?
¿Quién podrá sacar pureza de lo impuro? Nadie, ni aun
el infante de un sólo día. Que es como si dijera: Habéis dis­
puesto que el hombre, cuya vida tiene días tan contados, se
presente ante vuestro tribunal. Pues por corta que haya
sido su existencia, aunque haya vivido un solo día, no podrá
verse libre de máculas, y por eso muy justamente pasará
por tu juicio.
Y cuando añade: Entonces seguirías mis pasos, pero no
me<xsl et nihil te latuit de peccatis meis: signasti peccata meet
in folliculo, ( t annotasti si quid invitus commisi; nonne satis
apparuit etiam illa peccata iuste imputaci, quae non dillecta-
tionis illecebra committuntur, sed causa de vi tandae molestia©
alkuius, iaut doloris, aut mortis? Nam et haec di coin,tur qua-
dam necessitanti oommitti, cum omnia suptira/nda sinit amore
et deiectatione iustitioe.
Potest etiam quod dixit, 3 t annotasti si quid invitus com­
mini, ad illam vocem videri pertrnere, qua dictum est, Non
mim quod voto ago; $:d quod odi, hoc fa c io 55.
16. Quid quod ipse Dominus, qui ei perhibuerat testimo­
nium, cum etiam Scriptura, hoc est, Dei Spritus dixerit, in
omnibus quae contigerunt ei, non eum peccasse lobbie suis
ants Dominumr'6; postea tamen cum ei loqueretur, increpans
locutus est, sicut ipse lob testis est dicens: Quid adhuc (go
iudicor monitus, et increpationes Domini audiens? 57 Nemo
autem iuste imcrepaitur, nisi in quo est aliquid quod inert (pa-
tioxva sit dignum.

CAPUT XI

lO B PRAEVIDIT CHRISTUM AD PASSIONEM VENTURUM. H UM ILITA'


TIS RATIO IN PER FECnS

EJt ipsa increpatio qualis est, auae ex Domini Christi per­


sona inbelTgitur ? Bnumerat illi divina oprra potestatis suae
sub hlac sententia inenapans, ut eum dicere appareat: Num-
quid potest haec tanta quae possum?
Qluo autem pertinet, nisi ut irutelligat lob (titiam hoc ei
divinitus inspiratum. ut praesciret Christum ad passionem
ess© venturum ): intelligrt ergo quam debet aequo animo to­
lerare quae pertulit, si Ohristus in quo peccatum, cum propter
nos homo factus esset, omnino nullum fuit, et in quo Deb
tanta pofentia est, nequáquam tamen passionis obedientiam
recusavit?
Quod puriore cordis intemtiome lob intelligens rtsponsione
suae addidit: Auris auditu audiebam t c prius, et nunc fees
oculus meus videt te: ideo vitup ¡ram me ipsium, et distdbui,
et aestimavi me ipsum terram et cinmem 58.
Quare sibi ita in hoc tam magno imtelleetu displ'cuit ? Ne-
q'uie enim oipus Dei, quo erat homo, recte illi poterat displice-
re; cum etiam ipsi Deo dicatur: Opera mamuum tuarum ne
despexeris59. Sed profecto secundum illam iusbitiam qua se
«5 Rom. 7, 15. Ib. 42, 5. 6.
£6 l O b I , 22. Ps. 137, 8.
17
lb. 39, 33, sec. 70.
atenderías tanto a mis pecados; los encerrarlas como en un
saco y borrarías mi iniquidad, muestra bien cuán justamente
toma Dios cuenta de los pecados cometidos, no sólo por con­
seguir un deleite, sino también para evitar una molestia o
el dolor y la muerte. Se atribuyen estas faltas a cierta nece­
sidad, cuando debe superarse todo con el amor y el deleite
de la justicia.
Y las palabras: Y llevaste cuenta hasta de lo que hice
contra mi voluntad, concuerdan con las de San Pablo: Pues
no hago lo que quiero, sino lo que det sto, eso hago.
16. ¿ Y cómo se explica que, habiendo alabado el Señor
su conducta, pues la Sagrada Escritura, o el Espíritu de
Dios, declaró así: En medio de todos estos acont'cimientos
no pecó Job con su boca ante el S ñor, con todo, al dirigirse
a él más tarde le reprendió, según asegura el mismo Job,
diciendo: ¿P or qué soy yo juzgado y amonestado y oigo los
reproches del 8 'ñor? Ahora bien, nadie es reprendido con
justicia si no hay en él algo digno de reprenderse.

CAPÍTULO XI
J ob previó la pasión de C r isto . L a hum ildad en los santos

¿ Y qué .sentido tiene esta reprensión, que entendemos le


viene de la persona del Señor, Jesucristo? Le enumera las
grandes maravillas que obra con su poder, y sobre este fun­
damento apoya su reproche, como diciéndole: ¿Puedes tú
acaso obrar las maravillas que yo obro ?
¿ Á qué se enderezan estas palabras sino a hacerle enten­
der al santo patriarca (quien previó por divina revelación
que Cristo había de venir a padecer por los hombres) con
qué resignación debía soportar sus trabajos, pues Cristo,
habiéndose hecho hombre por nosotros, ninguna mancilla de
pecado contrajo y, estando dotado de un divino poder, no
rehusó la obediencia a los tormentos de la pasión?
Lo comprendió así con su espíritu levantado y puro el
mismo Job, añadiendo estas .palabras a su respuesta: Sólo
de oídas te conocía, mas ahora te han visto mis ojos. Por
todo me retracto y hago penitencia entre el polvo y la ceniza.
Por eso me condené a mí mismo, y me anonadé y me reputé
como polvo y cmisa. ¿Cómo se explica este disgusto de sí
mismo en un hombre de tantas luces? Ciertamente no podía
displacerle la naturaleza humana, que es obra de Dios. Por
eso se dice en otro lugar de la Escritura: No desd ñes la
obra de tus manos. Sin duda se censuró, y se envileció a sus
ojos ante aquel espejo de justicia, en que él conoció mejor
noverai iustum, se vituperavi atque distabuit, aestimavitque
se terrain et cinerem ; mentii oorospiciens Christi iustitiam, in
cuius non tantum divinitate, sed nec in anima mec in carne
ullum potuit asse peecatum : secundum quam iustitiam quae
ex Deo est, efiam Paulus apostolus illud suum quod secundum
iustitiam quae ex lege est, fuilt sine querela non solum damna,
verum etiam stercora existimavit r>n.

C A P U T X I I

N emo iustu s in omnibus


i
17. Non igiitur praeclarum illud testimonium Dei, quo
laudatus est Iob, contrarium est ei testimonio quo dictum est:
Non iustificabitur in conspectu tuo omnis vivens: quia non
id persuadet, prorsus in ilio nihil fuisse, quod vel ab ipso ve-
raciter, vel a Domino Deo rlacte réprehendtretur; quamvis
iam iustus, et verax Dei cultor, et ab omini opere malo se
abstinens, non mendaciter diceretur. Haec enim de ilio verba
sunt Dei: Animo advertisti in puerum meum Iob? Non enim
est itti homo similis super terrarn, sine querela, iustus, ve-
rus Dei cultor, abstinens se ab omni opere m alo61. Primis
verbis ex hominum qui sunt in terra comparatione lauda-
tur. Proinde omnibus qui tunc in terra iusti esse potuerunt,
exoellebat. Non ergo ipse propterea nullum peecatum omnino
habebat, quia in profectu iustitiae caeteros anteibat.
Deinde adiungitur, sine querela, de cuius vita nemo iuste
quereretur: iustus, qui tanta morum probitate profecerat, ut
nullus ei esset aequandus: verus Dei cultor, quippe etiam
suorum peccatorum verax humilisque confessor: abstinens
ss ab omni opere malo, mirum si ab omni etiam verbo et
cogitatu malo. Quantus quidem Iob fuerit ignoramus : sed no-
vimus iustum, novimua etiam in perferendis horrendis tri-
bulationum tentationibus magnum; novimus non propter
peccata, sed propter eius demonstrandam iustitiam illa om­
nia fuisse perpessum.
Verumtamen haec verba quibus a Domino laudatur, pos-
sent etiam de ilio dici, qui condelectatur legi Dei secundum
interiorem hominem, videt autem aliam legem in' membris
suis repugnantem legi mentis suae: praesertim quia dicit:
Non quod volo facio bonum; sed quod odi malum, hoc ago.
Si autem quod odi malum, hoc facio, iam non égo operar
illud, sed quod habitat in me peecatum. Ecce et iste secun­
dum interiorem hominem alienus est ab omni opere malo, •
la suya, y hollóse como tierra y ceniza, contemplando en es­
píritu la justicia de Cristo, absolutamente inmaculado en
cuanto Dios y hombre. Según la misma regla de justicia que
viene de Dios, San Pablo reputó no sólo como detrimento,
mas también como estiércol, la justicia irreprensible que le
venía del cumplimiento de la ley.

CAPÍTULO XI I

N inguno es irrepren sible e n todos sus actos

17. Concluyendo, pues, digamos que el testimonio ilus­


tre que pronunció Dios en alabanza de Job no contradice a
■este o tro : Ningún viviente podrá justificarse en la presencia
del Señor. Ese testimonio no significa que no había nada
absolutamente irreprensible en él, a sus propios ojos sin­
ceros, o a la rectitud divina, y, sin embargo, con verdad
podía declarársele justo, verdaderamente religioso para con
Dios y limpio de toda obra mala, pues tales son las palabras
divinas: ¿N o has reparado en mi siervo Job? No hay hombre
semejante a él en la tierra, varón íntegro y justo, temeroso
de Dios y apartado del mal. Con las primeras palabras se
le encumbra sobre todos los hombres de la tierra. Aventaja­
ba, pues, a todos los justos de entonces. Mas no por eso era
absolutamente irreprensible de todo pecado, aunque superase
a los demás en el grado de la justicia.
Después añade el texto sagrado: sin reproche, pues nadie
se quejaba de él con razón; justo, porque era tal la pureza de
sus costumbres, que nadie podía igualársele; verdadero ser­
vidor de Dios, pues sincera y humildemente confesaba sus
pecados: se apartaba de toda obra mala; mas cosa de admi­
rar sería si también se abstuvo de toda palabra y pensa­
miento malo. No conocemos la grandeza espiritual de Job;
sabemos que fué justo, sabemos que tuvo grande ánimo para
sobrellevar ‘las terribles pruebas de sus tribulaciones; nps
consta que padeció tantos trabajos no por causa de sus pe­
cados, sino para darnos ejemplo de su santidad.
Sin embargo, estas palabras, con que Dios le alaba, pudie­
ran repetirse igualmente del justo que se deleita con la ley
de Dios según el hombre interior, aun experimentando en sí
la ley de los miembros, que se opone a la de su mente; so­
bre todo porque dice: No hago el bkn que quiero, sino el
mal que detesto. Mas si obro el mal que detesto, no soy yo,
sino el pecado que habita en mí, el que lo hace. También éste,
según el hombre interior, es ajeno a todo m al; no es él, sino el
pecado, que en él reside, al que se debe la obra viciosa; mas
quia illud non operatur ipse, sed quod in carne eius habitat
malum: et tarnen cum illud ipsum quod condelectatur legi
Dei non habeat nisi ex gratia Dei, adhuc liberationis indigen3
clamat: Miser ego homo, quis me liberabit de corpore mortis
huius? Gratia Dei per lesum Christum, Dominum nostrum °20 .
3

• CAPUT XIII

PERFECTA IOSTITIA HUMANA IMPERFECTA EST

18. Sunt ergo in terra insti, sunt magni, fortes, pru­


dentes, continentes, patientes, pii, miséricordes, temporalia
mala omnia propter iustitiam aequo animo tolérantes. Sed
si verum est, imo quia veruna est: Si diocerimus quia pecca-
turn non habemus, nos ipsos decip im us 63; et, Non iustifica--
bitter in conspectu tuo omnis vivens 64 ; non sunt sine peccato ;
nec quisquam eorum tam arroganter insanii, ut non sibi pro
suis qualibuscumque peccatis dominica oratione opus esse
arbitretur.
19. Nam de Zacharia et Elisabeth, qui nobis saepe in
huius quaestionis disputationibus obiiciuntur, quid dicamus,
nisi quod evidenter Scriptura testatur eminenti iustitia fuisse
Zachariam in prindpibm sacerdotum ad offerendo Veter is
Testamenti sacrificiel pertinentium?
Legimus autem in Epistola quae ad Hebraeos scribitur,
quod testimonium in libro superiore iam posui65, solum
Christum esse principem sacerdotum, qui non haberet ne-
ceissitatem, sicut illi qui sacerdotum principes dicebantur,
sacrificium pro suis primum of ferre peccatis quotidie, dein­
de pro populi. Tal-m enim decebat, inquit, habere nos princi­
pem sacerdotum, iustum, sine malitia, incontaminatum, se­
paratum a peccatoribus, altiorem a caelis factum, non ha-
bentem quotidianam necessitatem, sicut principes sacerdo­
tum, primum pro suis peccatis sacrificium offerre 6S.
In hoc sacerdotum numero Zacharias, in hoc Phinees, in
hoc ipse Aaron, a quo iste ordo exorsus est, fuit, et qui-
cumque alii in ilio sacerdotio laudabiliter iusteque vixerunt;
qui tamen habebant necessitatem sacrificium primitus pro
suis offerre peccatis, solo Christo existante, cuius venturi
figuram gestabant, qui hanc necessitatem sacerdos inconta-
minabilis non haberet.
20. Quid autem de Zacharia et Elisabeth laudabile dic-
02 Rom. 7, 15-25.
03 i Io. i, 8.
como aquello mismo que en él se complace con la ley de Dios
le viene de la gracia divina, clama suspirando por su libe­
ración : ¡Desgraciado de mí! ¿ Quién me librará de este cuer­
po de muerte? La gracia de Dios por nuestro Señor Jesu­
cristo [16].

CAPÍTULO XIII

L a j u s t i c i a h u m a n a a u n e n l o s j u s t o s e s im p e r f e c t a
TODAVÍA

18. No faltan, pues, en el mundo hombres justos, gran­


des, fuertes, prudentes, castos, pacientes, piadosos, miseri­
cordiosos que soportan con valor por la justicia toda clase
de trabajos temporales. Pero si son verdaderas, o más bien,
porque son verdaderas estas dos sentencias de la Escritura:
Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos;
ningún viviente podrá justificarse ante Dios, ni ellos están
exentos de pecado y en ninguno llega la arrogancia y la in­
sensatez al extremo de creer que para sí y sus faltas, sean
cuales fueren, no tienen necesidad de implorar el perdón por
la oración dominical.
19. También se nos objeta frecuentemente, al discutirse
este punto, con Zacarías e Isabel. ¿ Y qué diremos sino lo que
claramente afirma la Escritura, conviene a saber, que Zaca­
rías fué un hombre eminente en virtud entre los principales
sacerdotes que se dedicaban a ofrecer sacrificios a Dios en el
Antiguo Testamento?
Sin embargo, hay un oráculo escrito en la Epístola a los
Hebreos, y que he citado ya en el primer libro, según el cual
sólo Cristo es el Príncipe de los sacerdotes, que no tuvo,
como los que se llamaban entonces sumos sacerdotes, nece­
sidad de ofrecer todos los días sacrificios por sus propios
pecados y luego por los del pueblo. Y tal convenía, dice, que
fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, inmaculado, a/parta-
do de los pecadores y más alto que los cielos; que no necesita,
como los pontific's, ofrecer cada día víctimas, primero por
sus propios pecados.
Én el número de estos sacerdotes se contaban Zacarías,
Finees y el mismo Aarón, en quien el orden sacerdotal tuvo
su origen, y todos los que en este oficio vivieron santa y lau-
dab'emente, los cuales, sin embargo, tenían necesidad de
ofrecer primeramente el sacrificio por sus pecados, siendo
Cristo el único sacerdote inmaculado, a quien ellos prefigura­
ban, el exento de esta obligación.
20. Mas en el elogio que hace el Evangelio de Zacarías
turn est, quod non in eo comprehendatur, quod de se Apos­
tolus, cum in Christum nondum credidisset, professu3 est?
Dixit enim se secundum iustitiam quae in lege est, fuisse sim
querela: hoc et de illis ita legitur: Erant autem ambo iusti
ante Deum, incidentes in omnibus mandatis et mstifica-
tionibuls Domini sins querela67. Quia ergo quidquid eis in-
erat iustitiae, non «rat ad homines simulatum, ideo dictum
est, ante Deum.
Quod autem de Zacharia et eius coniuge scriptum est, in
omnibus mandatis et iustificationibus Domini: hoc ille bre-
viter dixit, in lege. Non enim alia lex illi, alia istis fuit ante
Evangelium; sed una atque eadem, quam legimus per Moy-
sen datam patribus eorum, secundum quam etiam sacerdos
erat Zacharias, et vice sua sacrificabat.
Et tarnen Apostolus, qui simili tunc iustitia praeditus
fuit, sequitur et dicit: Quae mihi lucra fveruni, haec prop­
ter Christum damna esse ducei: verumtamen et arbitror
omnia damnum esse propter eminentem scvntiam Domini
nostri Iesu Christi, propter quem omnia non solum detri-
menta credidi, verum etiam stercora eoAstimavi esse, ut
Christum lucrifaciam, et inventar in ilio non habens mcam
iustitiam quale ex lege est, sed earn quae est per fìdem Chris­
ti, quae est ex Deo, iustitiam in fide, ad cognoscendum eum
et virtutem resurrectionis eius et communicationem passionis
eius, conformatus morti ipsius, si quo modo occurram in re-
surrectionem mortuorum8S.
Tantum ergo longe est, ut propter illa verba ¡Zachariam
et Elisabeth credamus sine ullo peccato perfectam habuisse
iustitiam, ut nec ipsum Apostolum eiusdem régulas sumimi-
tate arbitremur fuisse perfectum, non solum in illa legis
iustitia, quam similem istis habuit, quam inter damna et
stercora deputai in comparatione eminentissimae iustitiae,
quae in fide Christi est; verum etiam in ipso quoque Evan­
gelio, ubi et tanti A postola to meruit principatum : quod di­
cere non auderem, nisi ei non credere nefas ducerem. Ubi
etiam sequitur, et adiungit: Non quia iam acceperim, aut
iam perfectus sim ; sequor autem si comprehendam, in quo
et apprehensus sum in Christo lesu. Fratres, ego me ipsum
non arbitror apprehendisse: unum autem, quae retro- oblìtus,
in ea quae ante sunt extentus, secundum intentionem se­
quor, ad palmam supernae vocationis Dei in Christo Jesu 0I.
Ipse se confite tur nondum aceepisse, nondum esse perfec­
tum ea plenitudine iustitiae, quam adipisci dilexit in Chris­
to; sed adhuc secundum intentionem sequi, et praeterita obli-

67 Le. i, 6.
08 Phil. 3, 7-11.
09Ih. 3,
e Isabel, ¿ hay cosa que no se encierre en el testimonio que
dió de sí mismo el Apóstol cuando todavía no había creído
en Cristo ? El afirma también que vivió irreprensibl'ment^ se­
gún la justicia qu° mandaba la ley. Lo mismo se lee de aqué­
llos: Eran ambos justos en la presencia de Dios e irreprensi­
bles caminaban en los preceptos y observancias del Señor.
Porque toda la justicia de ambos no era simulada ante los
hombres, se dijo que eran justos en la presencia de Di-os.
Y lo que dice el Evangelio de Zacarías y su mujer: Ca­
minaban en los preceptos y observancias del Señor, San Pa­
blo todo lo cifró brevemente en la palabra ley. Antes del
Evangelio só'lo hubo una ley para aquéllos y para éste; una
sola y la misma fué dada, según leemos, por Moisés a los
padres, y conforme a ella era sacerdote Zacarías y ofrecía
sacrificios cuando le tocaba el turno.
Y, sin embargo, el Apóstol, que estuvo dotado entonces
de la misma justicia, prosigue y dice: Pero cuanto tuve por
ventaja lo reputo daño por amor de Jesucristo, y aun todo lo
tengo por daño a causa del sublime conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo huello
como estiércol, con tal de gozar a Cristo y ser hallado en El, ■
no en la iposesión de la justicia de la ley, sino de la justicia
•que procede de Dios, que se funda en la fe y que nos viene
por la fe en Cristo, para conocerle a El y el poder de ¡su re­
surrección y la participación en sus padecimientos, confor­
mándome a El en la muerte por si legro alcanzar la resu­
rrección de los muertos.
A pesar, pues, del elogio de la Escritura, tan lejos esta­
mos de creer que Zacarías e Isabel lograran la perfecta jus­
ticia, inmune de toda imperfección, que ni siquiera atribui­
mos al mismo San Pablo una perfección tan culminante, no
sólo en el orden de la justicia legal,, en la que fué semejante
a ellos, y que reputa él daño y estiércol, parangonada con
la sublime justicia que nos viene de la fe en Cristo, pero ni
siquiera en el orden del ideal de la santidad evangélica, donde
alcanzó la preeminencia en el apostolado. Yo no me atreve­
ría a lanzar esta afirmación si.n o tuviese por impiedad no
darle crédito a é)l mismo; pues en el citado lugar prosigue y
dice: No es que la haya alcanzado ya, es decir, que haya lo­
grado la perfección, sino que la sigo por si le doy alcance,
por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Her­
manos, y o no creo aún haberla alcanzado; pero, dando al
olvido lo que queda atrás, me lanzo en persecución ds lo que
tengo delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de Ja
soberana vocación en Cristo Jesús. ,
Ved cómo él mismo confiesa que no ha recibido, que no es
perfecto aún con la plenitud de justicia que deseó conseguir
en Cristo, y que su intención se dilata hacia lo futuro, olvi-
viscentem in ea quae ante sunt extendi: ut noverimus etiam
ad ipsum pertinere illud quod ait: E t si exterior homo nos-
ter *borrumpitur, sed interior renovatur de die in diem 70:
quamvis iam esset perfectus viator, etsi nondum erat ipsius
itineris perfection s perventor. Di nique tales vult secum in
isto cursu comités rapere, quibus continuo subiungit et di-
cit : Quotquot ergo perfecti■, hoc sapiamus; et si quid aliter
sapitis, hoc quoqws Deus vobis revelabit: verumtamen, in
quod perv' nimus, in eo ambulemus71.
Ambulatio ista, non corporis pedibus, sed mentis affecti-
bus et vitae moribus geritur, ut possint esse perfecti iusti-
tiae possessores, qui recto itinere fidei de die in diem in sua
renovatione proficientes, iam perfecti facti sunt eiusdem ius-
titiae viatores.

CAPUT XIV
Om n e s peccatores

21. Sic itaque omnes, quicumque in hac vita divinarum


Scripturarum testimoniis in bona voluntate atque actibus
iustitiae praedicati sunt, et quicumque tales vel post eos
fuerunt, quamvis non eisdem testimoniis praedicati atque
laudati, vel nunc usque etiam sunt, vel postea quoque futu­
ri sunt; omnes magni, omnes iusti, omnes veraciter laudabi-
les sunt, sed sine peccato aliquo non sunt: quoniam Scrip­
turarum testimoniis, quibus de illorum laudibus credimus,
hoc etiam credimus, non iustificari in conspsctu Dei omnem
viventem; ideo rogari, ne intret in iudicium cum Servis suis;
et non tantum universaliter fidelibus omnibus, verum etiam
singulis esse orationem dominicani necessariam, quam tra-
didit discipulis suis.

CAPUT XV
O b ie c t t o P e l â g ia n o r u m . P e r p e c t u s i n IUSTIÏIA recte Dl-
CITÜR, QUI MULTUM IN EA PROPECIT

22. A t enim Dominas ait: “Estote perf'cti, sicut et Pa­


ter vester ca-testis perfectus est” 72, quod non praeciperet,
inquiunt, si sciret fieri non posse quod praecipit. Non nunc
quaeritur utrum fieri possit, si istam perfectionem ad hoc
70
2 Cor. 4, io.
71
12
J h b - 3. 15-16.
H t. 5, 48.
n, 15, 22 DE LOS M ÉRITOS Y PERD ÓN DE LOS PECADOS 343
I----------------------------------------'------------------------------------------- '
dando lo que deja atrás. Así entendemos que también se re­
fiere a él lo que dice: Y si nuestro hombre exterior camina a
la corrupción, el interior se remoza de día en día. Aunque
era un perfecto caminante, no había llegado aún a la meta
de su carrera. Y a caminantes como él quiere arrebatar para
compañeros en su viaje, a I03 cuales añade y dirige estas pa­
labras: Y cuantos hemos llegado, tengamos este mismo sen­
tir; y si en algo sentís de otra manera, Dios os hará v :r lo
que os digo. Con todo, perseveremos firmes en lo que hubié­
remos alcanzado.
Este progreso se alcanza, no con los pies del cuerpo, sino
con los afectos de la mente y las costumbres de la vida, para
que puedan ser perfectos poseedores de la justicia los que,
avanzando de día en día por el camino recto de la fe con la
renovación espiritual, se han hecho perfectos viajeros en el
camino de la justicia.

CAPÍTULO XIV
T odos somos pecadores

21. En conclusión, todos cuantos en la divina Escritura


han sido celebrados por su rectitud y justicia, así como otros
personajes semejantes que les han seguido, sin recibir expre­
samente una divina loa, y los que ahora existen y los que
habrá en lo futuro, todos ellos son grandes, todos justos, to­
dos verdaderamente dignos de elogio, pero ninguno sin al­
guna tacha de pecado. Pues los testimonios de la Escritura
a que damos crédito a'1 ponderarnos los méritos de los santos,
la misma fe merecen cuando nos declaran que ningún ser
viviente puede justificarse en la presencia del Señor; que hay
que rogarle para que no entre en juicio con sus siervos; que
la oración, enseñada por El a los apóstoles, es universalmente
necesaria al cuerpo de los fieles y también a cada uno en
particular.

CAPÍTULO XV.

U na dificultad de los pelagianos . P erfectos se llam an


LOS QUE MUCHO PROGRESARON EN LA JUSTICIA

22. Pero el Señor dice: Sed perfectos, como lo es vuestro


Padre celestial; no mandaría esto, discurren ellos, si supiera
que lo que manda es imposible de cumplirse. No se discute
aquí la posibilidad de semejante perfección, si por ella se en-
accipiunt, ut sine ullo sit quisque peccato, cum hanc agit vi-
tam; iam enim supra respondimus, posse fieri: sed utrum ali-
quis faciat, hoc nunc quaerimus. Nìeminem autem esse qui
tantum velit, quantum ics exigit, ante praecognitum est,
sicut Scripturarum, quae supra commemoravi, testimonia
tanta declarant.
Et tamen cum dicitur cuiusque perfectio, qua in re dica-
tur videndum est, Nam ex Apostolo testimonium paulo ante
posui, ubi se fatetur in aeoeptione iustitiae quam desiderai,
nondum esse perfectum; et tamen continuo dicit: Quotquot
ergo perfid i, hoc sapiamus70 : quod utrumque non diceret,
nisi in alia re perfectus esset, in alia non esset.
Velili si iam sit quisquam sapientiae perfectus auditor,
quod nondum erant illi quibus dicebat: Lac voMs potum
dedi, non escam; nondum enim poteratis : sed nec ■ adhuc qui-
dem potestis74: eia quippe et illud ait : Sapientiam loquimur
inter p-rfectos 77: utique perfectos auditores volens intelli-
gi: potest ergo fieri, sicut dixi, ut iam sit aliquis sapientiae
perfectus auditor, cuius nondum sit perfectus et doctor; pot­
est perfectus esse iustitiae cognitor, nondum perfectus effec­
tor: potest perfectus esse ut diligat inimicos, qui nondum
est perfectus ut sufferat.
E t qui perfectus est in eo quod omnes homines diligit,
quippe qui etiam ad inimicorum dilectionem pervenerit ; quae-
ritur utrum iam sit in ista dilectione perfectus, id est, utrum
quos diligit, tantum diligat, quantum illa incommutabilis
* régula veritatis diligendos esse praescribit.
Cum ergo legitur in Scripturis cuiusque perfectio, qua in
re dicatur, non negligenter intuendum est: quoniam non ideo
quisque prorsus sine peccato esse intelligitur, quia in aliqua
re dicitur esse perfectus.
Quamquam et in hoc possit ita dici, ut non quia iam
non est quo profidat, sed quia e x maxima parte profecit, hoc
nomine dignus habeatur: sicut in doctrina Legis dici potest
quisquam perfectus, etiamsi eum aliquid adhuc latet; sicut
perfectos dicebat Apostolus, quibus tamen ait: E t si quid
aliter sapitis, id quoque vobis Deus revelabit: verumtamen
in quod pervcnimus, in eo ambukmus7B.

’ * Ib. 2, 6.
,0 Ph il. 3, 15-16.
tiende la absoluta exención de penado con que algunos pue­
den vivir en este mundo. Hemos afirmado arriba la mera
posibilidad de este hecho; ahora indagamos si alguien real­
mente 'la consigue. Pero que nadie eleva sus deseos hasta la
altura del blanco que tamaña perfección supone, lo hemos
visto ya, según lo declaran los muchos testimonios de la
Escritura traídos a este propósito.
No obstante, cuando se encomia la perfección de uno, hay
que ver de qué se trata. Pues poco ha he mencionado un
testimonio de San Pablo donde declara que todavía no es
él perfecto en la posesión de la justicia a que aspira, y, con
todo, a continuación añade: Cuantos, p u s , somos perfectos,
tengamos esos sentimientos. No haría esta doble aserción si
en algo no fuera él perfecto y en algo imperfecto.
Por ejemplo, un cristiano puede estar perfectamente ca­
pacitado para oír el lenguaje de la sabiduría; pero no lo es­
taban aquellos a quienes dice: Como a niños en Cristo, os di
a beber leche, no comida, porque aun no Ja admitíais y ni)
ahora la admitís. Y, sin embargo, les dice igualmente: Habla­
mos la sabiduría entre los perfectos. Se refiere, sin duda, a
los oyentes perfectos; luego, como he dicho, puede uno estar
perfectamente habilitado para oír y no para enseñar; puede
conocer muy bien las reglas de la justicia y no practicarla;
puede ser cabal en el perdón de los enemigos y no en el ejer­
cicio de la paciencia para sufrir.
Y del que es perfecto en la extensión del amor a. los hom­
bres, porque lo dilata hasta los enemigos, se puede pregun­
tar si lo es en la intensidad del mismo, quiero decir, si a los
que. ama los ama según prescribe que deben amarse la regla
inmutable de la verdad.
Cuando, pues, en la divina Escritura se pondera la per­
fección de alguna persona, se ha de atender bien a qué se
refiere, pues no es lógico deducir que un hombre está sin
pecado, aunque se diga de él que es perfecto en alguna co3a.
Aidemás, también puede asegurarse que se considera per­
fecto a un hombre, no porque ya nada pueda adelantar en la
virtud, sino por lo muchísimo que ha progresado. Así puede
encomiarse.a un doctor como perfecto en el conocimiento de
la ley aun cuando ignore alguna cosa, igual que el Apóstol
calificaba de perfectos a los que decía aún: Y si sobre algo
sentís de otra manera, también sobre eso Dios os ilustrará.
Sin embargo, llegados a este camino, sigamos por él adelante.
CAPUT XVI

C ur D eus pr a e cipit quod scit non observandum

' 23. Ñeque negandum est hoc Deum iubere, ita nos in fa­
cienda iustitia esse de bere perfectos, ut nullum habeamus
omnino peccatum. Nam nee peccatum erit, si quid erit, si non
divinitus iubetur ut non sit. Cur ergo iubet, inquiunt, quod
seit nullum hominum esse facturum?
Hoc modo etiam dici potest, cur primis illis hominibus
iusserit, qui duo soli erant, quod sciebat eos non esse fac-
turos ?
Ñeque enim dicendum est, ideo iussisse, ut nostrum ali-
quis id faceret, si illi non facerent : hoc enim, ne de illa sci­
licet arbore cibum sumerent, nonnisi illis solis Deus iussit ;
quia sicut sciebat quid iustitiae facturi non erant, ita etiam
Sciebat quid iustitiae de illis erat ipse facturus.
Eo modo ergo iubet omnibus hominibus ut non faciant
ullum peccatum, quamvis sit praescius neminem hoc imple-
turum, ut quicumque impie ac damnabiliter eius praecapta
contempserint, ipse faciat in eorum damnations quod iustum
est: quicumque autem in eius praeoeptis obedienter et pie
proficientes, nec tarnen omnia quae praecepit implentes, sicut
sibi dimitti volunt, sic aliis peccata dimiserint, ipse faciat
in eorum mundatione quod bonum est. Quomodo enim di-
mittenti dimittitur per Dei misericordiam, si peccatum non
est ? aut quomodo non vetatur per Dei iustitiam, si peccatum
est?
24. Sed ecce, inquiunt, Apostolus dicit: “Bonum certa­
men certavi, fidem servam, cursum consummam; superest
mihi corona iustitiae" 77: quod non diceret, si habtret ullum
peccatum.
Inumo vero respondeant quomodo potuit haec dicere, cui
adhuc restabat ipsius passionis, quam sibi iam impendere
dixerat, tarn magna conflictatio, tarn molestum ac grande
certamen. An ad eius comsummandum cursum parum adhuc
deerat, quando illud deerat ubi erat futurus acrior et cru-
delior inimicus?
Quod si ideo talibus verbis certus securusque gaudebat,
quia de victoria futuri certaminis certum eum securumque
iam fecerat qui eamdem passionem iam illi revelaverat im-
minere; non re pienissima, sed spe firmissima haec dixit, et

77
2 Tim. 4, 7. 8.
CAPITULO XVI

P or qué D ios im po ne preceptos sabiendo que no se


CUMPLIRÁN

23. Y no se puede negar que Dios nos impone en la


práctica de la justicia tal perfección, que no cometamos ab­
solutamente ningún pecado. Pues una acción, sea cual fuere,
no será pecaminosa si no contradice a un mandamiento di­
vino. ¿Por qué manda, pues, dicen nuestros adversarios, lo
que sabe que ningún hombre lo ha de cumplir?
Con esa dialéctica, también podríamos preguntar: ¿por
qué a los primeros hombres, que eran dos solamente, les dió
un precepto, previendo su desobediencia?
Ni aquí se puede responder que lo hizo para que alguno
de nosotros hagamos lo que ellos no hicieron, porque se trata
de un mandato particular de no comer fruto de aquel árbol,
intimado solamente a ellos; pues así como previó la injusti­
cia que ellos habían de cometer, conocía igualmente el bien
que sacaría de ellos.
Pues de la misma manera prohíbe cometer pecados, aun
previendo que nadie lo hará, para que todos los que impía
y culpablemente despreciaren sus leyes reciban su merecido
en la condenación; y al contrario, a los justos que avanzando
en piedad y obediencia a sus mandatos, aun cuando no los
cumplieren perfectamente, con tal que también perdonen
a los demás lo que también ellos quieren se les perdone, Dios
mostrará su bondad, purificándolos. Pues, no habiendo pe­
cado, ¿ cómo puede el Señor perdonar por su misericordia
a lo s que perdonan a sus prójimos, o-cómo la justicia divina
no ha de prohibir lo que constituye pecado?
24. Pero insisten todavía: Mirad lo que dice el Apóstol:
“He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he
guardado la fe. Ya me está preparada la corona de la victo­
ria” . ¿Hablaría así si tuviese algún pecado?
Respondan más bien ellos: ¿Cómo podía hablar así fal­
tándole aún la recia lucha, el pesado y acerbo combate del
martirio, que ya había predicho como inminente? ¿Acaso
le quedaba poco para terminar su carrera, cuando le faltaba
el combate en que había de habérselas con el más rudo y
cruel enemigo?
Y si coa tales términos quiso soltar riendas a su gozo
y seguridad, porque la victoria del futuro combate le fué
garantizada y asegurada por el mismo que le reveló la pro­
ximidad de su martirio, lo hizo ante la perspectiva de una
quod futurum esse praesumpsit, tanquam factum fuerit in-
dicavit. Si ergo his verbis etiam hoc adderei, ut diceret, Nul­
lum habeo iam peccatum: hoc quoque ilium intelligeremus
non de rei factae, sed de rei futurae perfectione dixisse.
(Sic enim ad ipsius cursus consummationem pertinebat
nullum habere peccatum, quod isti putant, cum haec dice­
ret, iam in ilio fuisse completum; quemadmodum ad ipsius
cursus consummationem pertinebat etiam in certamine pas-
sionis adversarium superare, quod etiam ipsi neeesse est fa-
teantur, cum haec diceret, adhuc in ilio fuis3e complendum:
hoc ergo totum nos dicimus tunc fuisse adhuc perficiendum,
quando iam de Dei promissione praefidens totum ita dicebat
tanquam fuisse effectum.
Ad ipsius quippe cursus consummationem pertinebat,
etiam quod peccata dimittebat debitoribus suis, atque ita
sibi ut dimitteretur orabat: qua Domini pollicitatione cer-
tissimus erat, in ilio fine, quem adhuc futurum iam fidendo
dicebat impletum, nullum se habiturum esse peccatum. Nam,
ut alia omittam, miror .si cum verba illa dicebat, per quae
istis visus est nullum habuisse peccatum, iam fuerat ab ilio
ablatus ill© stimulus carnis, de quo a 39 auferendo Dominum
ter rogaverat, responsumqu© acceperat: Sufficit tibi gratia
mea: nam virtus in infìrmitate perficitur7S. Huic tanto viro '
perficiendo necessarium fuit, ut ab ilio angelus satanae non
auferretur, a quo propterea colaphizabatur, ne magnitudine
vdsionum extolleretur: et audet quisquam, quemquam vel
putare vel dicere positum sub onere huius vitae ab omni
omnino mundum esse peccato?
25. Sint licet homines tanta excellentes iustitia, ut ad
eos de columna nobis loquatur Deus, qualis Moyses ef Aaron
in sacerdotibus cius. et Samuel in his qui, invocant nornen
eius; cuius magnae laudes pietatis et innocentiae in Scrip-
tura veridica praedicantur, ab ineunte pueritia, ex quo eum
mater votum solvens in tempio Dei constituit, et servum
Domino dedicavit : etiam de talibus scriptum est : Tu propì-
tius eros ttlis, et vindicans in omnes affectiones eorum Tn.
In filios quippe damnationis vindicat iratus: in filios au-
tem gratia© vindicat propitius, dum quem diligit corripit,
et flagellai omnem fi’lium quem recipits<>. Nulla autem vin-
dicta, nulla correptio, nullum Dei flagellum debetur nisi pec­
cato, excepto ilio qui in flagella paratus est, ut experiretur
omnia secundum similitudinem sine peccato, ut essai sanctus
sanctorum saeerdòs interpellans etiam pro sanctis, qui non7 *0
8

78 2 Cor. 12, 7-9.


18 Ps. 98, 6-8.
80 Prov. 3, 12 ; et Hehr. 12, 6.
esperanza .inquebrantable, no de un hecho consumado, indi­
cando como un logro y cumplimiento lio que esperaba en un
próximo futuro. Y aun cuando añadiese a las palabras ci­
tadas estas otras: “ No tengo ya ningún pecado” , las enten­
deríamos igualmente de la perfección futura, no de la ya
conseguida.
Pues lo mismo pertenecía a la perfección de su carrera
el no tener pecado alguno— según creen éstos que había lo­
grado al decir las palabras a que aludimos—como el vencer
al enemigo en eil combate, lo cual era cosa futura en el mo­
mento de escribir tales palabras; nosotros, pues, afirmamos
que esa perfección estaba para realizarse cuando San Pablo,
lleno de confianza en las promesas divinas, todo lo miraba
como si se hubiera verificado.
A la misma consumación de la carrera pertenecía la ple­
garia para implorar el perdón de los enemigos y conseguir
de Dios la remisión de los propios pecados ; con esta divina
garantía estaba segurísimo de hallarse libre de todo pecado
al fin de su carrera, que, aun siendo futuro, su confianza le
hacía ver como ya cumplido. Pues, omitiendo otras cosas,
me admiro de que al escribir las anteriores palabras, que
dieron pie a los pelagianos para considerarle como inmune
de todo pecado, estuviese ya libre de aquel aguijón de la
carne que había pedido al Señor se lo quitase, y El le res­
pondió: Te baste mi gracia■, porque la virtud se fortalece en
la flaqueza. ES decir, que para acrisolar la perfección de este
insigne varón fué necesario viviese sometido al flagelo del
ángel de Satanás, para que el orgullo no le tiznara a causa
de la sublimidad de sus visiones. ¡Y no faltan quienes supo­
nen que tal o cual persona, llevando todavía el peso de esta
vida, se halla absolutamente limpia de todo pecado!
25. Concedamos que hay almas de tan elevada justicia,
que Dios les hable para nosotros desde una columna, como
fueron un Moisés y Aarón entre los sacerdotes, y entre los
que invocaron su nombre un Samuel, de cuya religiosidad
e inocencia—lya desde la niñez, cuando su madre, cumplien­
do un voto, le presentó al Señor en el templo y le consagró
a su servicio— se hacen estupendos encomios en la Escri­
tura, que no engaña. Pues bien, aun de tales justos vale lo
que está escrito: Tú fuiste con ellas indulgente, aunque cas­
tigaste sus pecados.
A los hijos de la perdición los castiga con ira; a los de
la gracia, con misericordia, pues El corrige al que ama y
azota a todo hijo que le es grato. Pero ninguna venganza,
ni corrección, ni azote se debe más que al pecado, si excep­
tuamos a aquel que fué entregado a la flagelación para que
experimentase todo lo nuestro fuera del pecado, siendo el
Santo de los santos y el Sacerdote que aboga por los santos,
mendaciter etiam de se quisque di rant: Dimitte nobis debita
nostra sicut et nos dimittimus dsbitoribus nostris 81.
Unde et ipsi qui contra haec disputant, cum sint casta
vita, moribusque laudabiles, nec dubitent tacere, quod illi
diviti pro secunda vita aeterna consilium requirenti, cum se
respondisset iam omnia legis implevisse mandata, praecepit
Dominus, si vellet esse perfectus, venderet omnia quae ha-
bebat et darei pauperibus, thesaurumque transferret in cae­
lum 82: nemo tarnen eorum audet dicere se esse sine peccato.
Quod, sicut credimus, non fallaci animo dicunt: si autem
mentiuntur, eo ipso incipiunt vel augere, vel habere peccatum.

CAPUT XVII

T ertia quaestio , cur nemo s it in h ac vita sine peccato

26. Iam ergo quod loco tertio posui videamus. Cum, vo­
lúntatela humanam gratia adiuvante divina, sine peccato in
hac vita possit homo esse, cur non sit, possem facillime ac
veracissime respondere, quia homines nolunt: sed si ex me
quaeritur, quare noflunt, imus in longum. Verumtaman etiam
hoc sine praeiudicio diligentioris inquisitionis breviter dicam.
Nolunt homines facere quod iustum est, sive quia latet
an iustum sit, sive quia non delectat. Tanto enim quidque
vehementius volumus, quanto eertius quam bonum sit novi-
mus, eoque delectamur ardentius. Ignorantia igitur et infir-
mitas vitia sunt, quae impediunt voluntatem ne moveatur ad
faciendum opus bonum, vel ab opere malo abstinendum.
Ut autem innotescat quod latebat, et suave fiat quod non
delectabat, gratiae Dei est, quae hominum adiuvat volunta-
tes: qua ut non adiuventur, in ipsis itidem causa est, non
in Deo, sive damnandi praedestinati sint propter iniquitatem
superbiae; sive contra ipsam suam superbiam iudicandi et
erudiendi, si filii sint misericordiae. Unde Ieremias cum di-
xisset: Scio, Domine, quia non est in homine via eius, nec
viri est ut amìndet et dirigat gressus suos; continuo subiun-
xit: Corripe me, Domine; vsrumtamen in iudicio, et non in

, 81 Mt. 6, za.
a- Mt. 19, 2o. ai.'
I— ----- -
los cuales, cada cual por sí, dicen con verdad: Perdónanos
nuestras deudas, asi como nosotros perdonamos a nuestros
deudores.
Por donde los mismos adversarios que disputan contra
estos oráculos divinos, son laudables por su castidad y bue­
nas costumbres y ponen, sin duda, en práctica el consejo
dado al rico que le preguntó sobre los medios de conseguir
la vida eterna. Habiéndole respondido al Señor que había
guardado todos los mandamientos, le añadió que, si quería
ser perfecto, vendiese sus posesiones y diese su producto a
los pobres y depositase el tesoro al cielo; pero ninguno de
ellos lleva la audacia al extremo de reputarse inmaculado.
Yo creo que hablan así con ánimo sincero; y si mienten,
ya con el acto de mentir comienzan a pecar o a multiplicar
sus pecados.

CAPITULO XVII

POE QUÉ NADIE HAY EN LA PRESENTE VIDA SIN PECADO

26. Vengamos ahora a la tercera cuestión. Si el hombre


puede hallarse sin pecar en esta vida, con la ayuda de la
gracia de Dios, prestada a la voluntad humana, ¿por qué
ninguno lo consigue? A esto se puede responder muy fácil­
mente y con toda verdad: Porque no quieren los hombres.
Si se me pregunta por qué no quieren, la respuesta nos lle­
varía lejos. Pero aun a esto responderé en pocas palabras,
sin adelantar un examen más diligente.
Los hombres no quieren hacer lo que es justo, o por­
que ignoran lo que es o porque no encuentran gusto en ello.
Pues con tanta mayor afición se mueve la voluntad a un
objeto cuanto mejor conoce su bondad y mayor deleite pos
proporciona su posesión. La ignorancia, pues, y la flaqueza
son los vicios que paralizan la voluntad para hacer una obra
buena o abstenerse de una mala.
Mas que se nos dé a conocer ilo que se hallaba oculto y
nos aficionemos a lo que antes no nos atraía, obra es de la
gracia de Dios, que ayuda-a las voluntades de los hombres;
y en éstos está, y no en Dios, la causa de no recibir la ayuda
divina, ora se trate de los que están previstos para la con­
denación por su injusto orgullo, ora de los que, a pesar de
su orgullo, han de ser corregidos e instruidos, si son hiios
de la misericordia. Por lo cual Jeremías, después de decir:
Señor, bien sé que no está en mano ds hombre trazarse su
camino, ni puede nadie fijar su paso por él con equidad,
añade al punto: Pero corrígeme, ¡oh Señor!, con suavidad,
furore tu o 33. Tanquam diceret: Scio ad correptionem meam
pertinere, quod minus abs te adiuvor, ut perfecte dirigantur
gressus mei: verumtamen hoc ipsum noli sic mecum agere,
tanquam in furore quo iniquos damnare statuisti, sed tan­
quam in iudieio, quo doces tuos non superbire. Unde alibi
dieitur: E t indicia tua adiwvabunt me Si.
27. Nullius proinde qulpae humanae in Deum referas
causami. Vitiorum namque omnium humanorum causa super­
bia est. Aid hanc convincendam atque auferendam tali® me­
dicina caelitus venit: ad elatum hominem per superbiam,
Deus humilis deseendit per misericordiam, gratiam claram
manifestamque commendans in ipso homine, quem tanta prae
participi-bus suis charitate susoepit. Nteque enim et ipse ita
Verbo Dei coniunctus, ut ipsa coniunctione unus filius Dei
et idem ipse unus filius hominis fieret, praecedentibus suae
voluntatis meritis fecit. Unum quippe ilium esse oportebat:
essent autem et duo, et tres, et plures, si hoc fieri posset,
non per Dei proprium donum, sed per hominis liberum arbi-
trium. -
Hoc ergo praecipue commendatur, hoc in sapientiae atque
scientiae tbesauris in Christo absconditis, quantum existi-
mare audeo, praecipue docetur et disci tur.
Ideo quisque nostrum bonum opus suscipere, agere, im-
plere, nume scis, nunc nescit, nunc delectatur, nunc non de­
lectatur, ut noverit non suae facultatis, sed divini muneris
esse vel quod scit, vel quod delectatur: ac sic ab elationis va-
nitate sanetur, et sciat quam vere non de terra ista, sed spiri-
tualiter dictum sit : Domìnvis dabit suavitatem, et terra nostra
dabit fructum suum *83.
Tanto autem magis delectat opus bonum, guanto magis
diligitur Deus summum atque incommutabile bonum, et auc-
tor qualiumcumque bonorum omnium. Ut autem diligatur
Deus, charitas eius diffusa est in cordibus nostris, non per
nps, sed per Spiritum sanctum qui datus est n obis30.

83 Ier. io, 23-


81 Ps. ri8, 1 7 5 -
83 Ps. 84, 13.
80 Rom . 5, 5.
i
no con ira. Como si dijese: Ya sé yo, Señor, que, con miras
a corregirme, estrechas la mano de tus favores y socorros
para gobernar perfectamente los pasos de mi vida; pero aun
en esto mismo que haces, no me trates con la cólera con que
has dispuesto condenar a los impíos, sino con el juicio mise­
ricordioso con que enseñas a humillarse a tus amigos. Por
esta causa se dice en otra parte: Y tus juicios me prestarán
ayuda [17 y 18].
27. Nadie, por tanto, atribuya a Dios la causa de nin­
guna culpa humana, pues la causa de todos los vicios hu­
manos es la soberbia. Y para condenarla y destruirla vino
del cielo tal medicina: al hombre, hinchado por el orgullo,
bajó Dios humilde por la misericordia, pregonando pública
y manifiestamente su gracia en el hombre a quien se dignó
escoger con tanta caridad y con preferencia a los demás her­
manos. Pues ni él mismo hombre tan íntimamente unido al
Verbo, que de su conjunción resultase un solo Hijo de Dios
y al mismo tiempo Hijo del hombre, se ganó con méritos
precedentes voluntarios semejante unión. En efecto, aquel
hombre convenía que fuese único; ahora bien, serían dos, o
tres, o más, si la obra de la encamación, a ser posible, se
debiese a los méritos del libre albedrío y no al don de Dios.
Y tal es, según puedo yo apreciar, la gran lección, lo que
principalmente se aprende y enseña en los tesoros de la cien­
cia y sabiduría escondidos en Cristo.
A ísí se explica cómo cada uno de nosotros, cuando que­
remos emprender, ejecutar o acabar una obra buena, unas
veces tenemos luces y otras no, unas veces experimentamos
deleite y otra% no, para que conozcamos que no es de nues­
tra cosecha, sino regalo de Dios, esa luz y suavidad para
obrar, curándonos de la vanidad del orgullo y sabiendo con
cuánta verdad se ha dicho, no de la tierra material, sino
del espíritu, aquello del Salmo: E l Señor dará la suavidad y
nuestra tierra producirá su fruto. ' ■
Y tanto más nos complacemos en obrar bien, cuanto más
amamos a Dios, bien sumo e inalterable y principio de todos
los bienes, sean cuales fueren.
Mas, para que amemos a Dios, su caridad ha sido infme­
dida en nuestros corazones, no por nosotros, sino por el Es­
píritu Santo que nos fué dado.

S.ti se. IX 12
CAPUT XVIII
V oluntas bona a D eo

28. Sed laborant homines invenire in nostra voluntate,


quid boni sit nostrum, quod nobis non sit ex Deo: et quomo-
do inveniri po-ssit ignoro. Excepto enim quod Apostolus ait,
cum de bonis hominum loqueretur : Quid enim habeis quod
non accepisti? Si autem et accepisti, quid glorwris, quasi
non acceperis ? 87
Ipsa enim ratio, quae de iis rebus a talibus quales su-
mus, iniri potest, quemlibet nostrum quaerentem vehemen-
ter angustat, ne sic defendamus gratiam, ut liberum arbi­
trium auferre videamur; rursus, ne liberum sic asseramus
arbitrium, ut superba impietate ingrati Dei gratiae iudi-
cemur. *
29. Namque illud Apostoli quod commemoravi, sic de-
fendere quidam voluerunt, ut dicerent, “ideo quidquid etiam
bonae voluntatis habet homo, Deo tribuendum esse, quia et
hoc in ilio esse non posset, si homo ipse non esset: cum vero
ut sit aliquid atque ut homo sit, non habeat nisi a Deo, cur
non auctori Deo tribuatur etiam quidquid in ilio est bonae
voluntatis, quod non esset, nisi esset in quo esset?”
Sed hoc modo etiam illud dici potest, malam quoque volun-
tatem Deo auctori tribuendam: quia nec-ipsa esse posset in
homine, nisi homo esset in quo esset; ut aujem homo sit,
Deus auctor est : ita et eius malae voluntatis, quae nisi homi­
nem haberet ubi esset, esse omnino non posset, quod nefas
est dicere.
30. Quapropter nisi obtineamus, non solum voluntatis
arbitrium, quod hue atque illuc liberum fketitur, atque in
eis naturalibus bonis est, quibus et male uti malus potest,
sed etiam voiuntatem bonam, quae iam in eis bonis est,
quorum esse usus non potest malus, nisi ex Deo nobis esse
non posse, nescio quemaidmodum defendamus quod dictum
est: Quid enim habts quod non accepisti?
Nam si nobis libera quaedam voluntas ex Deo est, quae
adhuc potest esse vel bona vel mala; bona vero voluntas ex
nobis est: melius est id quod a nobis, quam quod ab ilio est.
Quod si absurdissime dicitur, oportet fateantur etiam
bonam voluntatem nos divinitus adipisci. Quamquam volun­
tas mirum si potest in medio quodam ita consistere, ut nec

87
i Cor. 4, 7.
CAPITULO XVIII
L a voluntad buena procede de D ios

28. Pero se empeñan los hombres en indagar en la es­


fera de nuestra voluntad la porción de bien que nos corres­
ponde a nosotros, y que'no viene de Dios ; yo no sé cómo se
podrá hallar. Prescindamos por ahora de lo que asegura el
Apóstol hablando de los bienes humanos: ¿Qué tim es que
no ¡hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te pompeas
como si no lo hubieras recibido?
La misma razón también, según puede aplicarse a estos
problemas dentro de los límites restringidos de nuestra po­
sibilidad, al investigar este problema, nos apremia con fuerza
a defender la gracia divina, sin anular por una parte al libre,
albedrío, y sin exagerar por otra su valor, de suerte que con
soberbia impía parezcamos ser ingratos a la gracia de Dios.
29. Así, algunos han querido salvar el sentido del texto
paulino arriba citado diciendo: “ Ha de atribuirse a Dios todo
lo que el hombre tiene de buena voluntad, porque ésta no
podría ni existir faltando el hombre mismo. Ahora bien,
como Díios es el autor lo mismo de la existencia que de la
naturaleza humana, ¿ por qué no atribuirle también a El todo
lo que tiene de buena voluntad, pues ésta no tendría razón
de ser faltando el sujeto en que radica?”
Pero discurriendo de este modo, podría atribuirse igual­
mente a Dios la mala voluntad, pues ni ella podría hallarse
en el hombre "si éste no existiese. Es así que el ser hombre
le viene de Dios; luego también la mala voluntad, pues si
ella no tuviese un hombre en quien estuviera de asiento, tam­
poco podría existir. Y decir esto es una impiedad.
30. Pero hay que afirmar que únicamente puede venir­
nos de Dios, no sólo el arbitrio de la voluntad, por el que se
inclina a una u otra parte y se cuenta entre los bienes natu­
rales de que podemos hacer buen o mal uso, sino también
la buena voluntad, que pertenece a la categoría de bienes
cuyo uso no puede ser malo; de otro modo no sé cómo podrá
salvarse la verdad del dicho apostólico: ¿Qué tienes que no
hayas recibido?
Porque si nos es propia a nosotros cierta voluntad libre,
que proviene de Dios y puede ser buena o mala, mas la buena
voluntad nos viene de nosotros mismos, vale más lo que nos
viene de nosotros que lo que nos viene de Dios.
Pero siendo esto absurdísimo, luego han de confesar que
también la buena voluntad la conseguimos de Dios. Cosa
extraña parece poner la voluntad en un término medio, de
bona nec mala sit. Aut enim iustitiam diligimus, et bona est ;
et si magis diligimus, magia bona; si minus, minus bona
est: aut si omnino non diligimus, non bona est. Quis vero
dubitet dicere voluntatem nullo modo iustitiam diligentem,
non modo esse malam, sed etiam pessimam voluntatem? Si
ergo voluntas aut bona est, aut mala, et utique malam non
habemus ex Deo; restai ut bonam voluntatem habeamus ex
Deo: alioquin nescio, cum ab eo iustificamur, quo alio mu-
nere ipsius gaudere debeamus. E t hinc scriptum arbitror:
Paratur vóluntas a Domino ss; et in Fsalmis: A Domino
gressus hominis dirigentur, et viam eius v o le ts9,- et quod
Apostolus ait : Dzus est enim qui operatur in vobis et velie
et operari, pro bona voluntate00.
31. Quocirca quoniam quod a Deo nos avertiipus, nos­
trum est, et haec est voluntas mala; quod vero ad Deum
nos convertimus, nisi ipso excitante atque adiuvante non
possumus, et haec est voluntas bona: quid habemus quod
non accepimus? Si autem accepimus, quid gloriamur, quasi
non aeceperimus? A c per hoc, ut qui gloriatur, in Domino
gloriztur91, quibus hoc Deus donare voluerit, eius misericor-
diae est, non meriti illorum: quibus autem noluerit, verita-
tis est.
Iusta namque peccatoribus poena debetur, quoniam mise-
ricordiam et veritatem diligit Dominus D eu s02; et miseri­
cordia et v'ritas occurrerunt sib i03; et universue viae Domi­
ni misericordia et veritas04.
Et quis explicet quam crebro haec duo coniuncta divina
Scriptura commemoret? Aliquando etiam mutatis nominibus,
ut gratia pro misericordia ponatur: unde est: E t vidimus
gloriam eius, gloriam tanquam Unigeniti a ■Patre, plenum
gratia et v e n ta te 95. Aliquando pro veritate iudicium, sicut
est : Missricordìam et iudicium cantabo tibi, Dom ine9e.
32. Quare autem illos velit convertere, illos pro aversio-
ne punire: quamquam et in beneficio tribuendo nemo iuste
neprehendat misericordem, et in vindicta exereenda, nemo
iuste reprehendat veracem; sicut in illis evangelicis operariis,
aliis placitam mercedem reddentem, aliis etiam non placitam
largientem97, nullus iuste culpaverit : consilium tamen occul-
tioris iustitiae penes ipsum est.*7 5
4
Prov. 8, 35. M Ps. 84, II.
Ps. 36, 23. 74 Ps. 24, I O .
Phil. 2, 13. 75 Io. I, 14.
; i Cor. 1, 31. 'J“ Ps. 100, I.
Ps. 83, 12. 84 Mt. 20, 9. io.
suerte que ni sea buena ni mala. Pues o amamos la justicia
y es buena, y cuanto más la amamos mejor es, y cuanto
menos, menos buena; o no la amamos, y no es buena la vo­
luntad. Mas, indudablemente, la voluntad que no ama de
ningún modo la justicia, no sólo es mala, sino pésima. Luego
si la voluntad o es buena o mala, y la mala no la tenemos
de Dios, se concluye que la buena sí; de lo contrario, no
veo en qué otro don puede consistir nuestra justificación de
parte de Dios. Por esta causa está escrito, según creo: La
voluntad es preparada por el Señor. Y en los Salmos se dice:
Dios ordena los pasos del hombre, guia y sostiene al que va
por buen camino. Y lo mismo asegura el Apóstol: Dios es
quién obra en vosotros él querer y él obrar según su bene­
plácito.
31. Atendiendo a esto, el alejamos de Dios es respon­
sabilidad y mala voluntad nuestra; en cambio, nuestra con­
versión a Dios es fruto de la gracia excitante y adyuvante,
que forma la buena voluntad; pues ¿qué tenemos que no
hayamos recibido? Y habiéndolo recibido, ¿por qué nos en­
vanecemos como si no hubiésemos recibido?
A fin, pues, de que quien se gloríe atribuya toda la gloria
di Señor, a los que Dios ha distinguido con esta merced, lo
hace movido por su misericordia y no por miramiento a nin­
gún m érito; y a los que la niega, la niega por justicia.
Los pecadores merecen justo castigo, porque Dios ama
la misericordia y la verdad; y la misericordia y la verdad
se han encontrado: todas las obras del Señor son misericordia
y verdad.
¿Quién puede explicar cuán frecuentemente en las divi­
nas Escrituras se enlazan ambas cosas? A veces con diver­
sos nombres, pues se pone lai gracia por la misericordia,
como en este pasaje: Y vimos su gloria, gloria como de
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Otras veces
la verdad se llama juicio, como cuando se dice: Señor, yo
celebraré vuestra misericordia y juicio [19 y 20 ].
32. Mas ninguno puede culparle porque a unos quiere
darles la gracia de la conversión y a otros el castigo por ha­
berse alejado de El, pues nadie tiene derecho a censurar a
un. bienhechor misericordioso porque hace un beneficio y a
un juez porque ejecuta la venganza conforme al dictamen
de la verdad; como en los operarios de la viña nadie podía
reprochar al dueño porque dió a unos el salario convenido y
a otros un salario menor del que esperaban. La razón de
esta oculta justicia está en Dios.
CAPUT XIX

P er GRATlAM ET COGNITFO BONI ET DELECTATIO

Nos quantum concessum est sapiamus; et intelligamus, si


possumus, Dominum Damn bonum ideo etiam sanctis suis
alicuius operis iusti a'liquando non tribuere vel oertam scien-
tiam, vel victrieem delectationem, ut cognoscant non a se
ipsis, sed ab illo sibi esse lucem, qua illuminentur tenebrae
eorum, et suavitatem qua det fructum suum terra eorum.
33. Cum autem ab illo illius adiutorium deprecamur ad
faciendam perficiendamque iustitiam, quid aliud deDrecamur,
quam ut aperiat quod latebat, et suave faciat quod non de-
lectabat? quia et hoc ab illo esse deprecandum, eius gratia
didicimus, dum antea lateret; eius gratia dileximus, dum
antea non delectanct: ut qui gloriatur, non in se, sed in Do­
mino gTorietur. Extolli quippe in superbiam, propriae volun­
tatis est hominum, non operis Dei: ñeque enim ad hoc eos
compellit aut adiuvat Deus. Praecedit ergo in volúntate ho­
minis appetitus quídam propriae potestatis, ut fiat inobe-
diens per superbiam. Hi c autem appetitus etiam si non esset,
nihil molestum esset; et cum hoc voluit homo, sine dificúl­
tate noluisset: secutum est autem ex debita iusta poena tale
vitium, ut iam molestum esset obedire iustitiae. Quod vitium
nisi adiuvanbe gratia superetur, ad iustitiam nemo converti-
tur; nisi operante gratia sanetur, iustitiae pace nemo per-
fruitur.
Cuius autem gratia vincitur et sanatur, nisi illius cui di-
citur: Converte nos, Deus sanitatum nostrarum, et averie
iram tuam a nobis? 9R Quod et si facit, misericordia facit, ut
dicatur: Non secundum peccata nostra fecit nobis, ñeque se­
cundum iniquitates nostras retribuit nobis °®. Et quibus non
facit, iudicio non facit. Et quis dicet illi: Quid fecisti, cui
misericordia et iudicium pia sanctorum mente cantatur ?.
Idcirco etiam sanctos et fideles suos in aliquibus vitiis
tardius sanat, ut in his eos minus quam implendae ex omni
parte iustitiae sufficit, delectet bonum, sive cum latet, sive
cum etiam manifestum est: ut quantum pertinet ad integerri-
mam regulam veritatis eius, non iustificetur in conspectu eius

Ps. 84, 5.
,8 Ps. 102, 10.
CAPÍTULO XIX
De la gracia provien en e l conocim iento y el gusto para
HACER EL BIEN

Nosotros mantengámonos dentro de los límites de nuestra


sabiduría y entendamos, si nos es posible, cómo el soberano
Dios aun a sus santos no les concede a veces o la ciencia cier­
ta o la delectación victoriosa de alguna buena obra, para que
conozcan que no viene de ellos, sino de El, la luz que ilu­
mina sus tinieblas y la lluvia suave con que fructifica la
tierra de su 'espíritu [ 2 1 ].
33. (Pues cuando pedimos a Dios la ayuda para obrar
bien y alcanzar la perfección de la justicia, ¿cuál es el obieto
de nuestra súplica sino que nos dé a conocer lo que igno­
rábamos y nos suavice la práctica de la virtud, que nos re­
pugnaba antes? Y gracia suya es también el saber lo que
se debe pedir, que antes no sabíamos; por su gracia hemos
amado lo que antes no nos atraía; y así, el que se gloria
no se gloríe en sí mismo, sino en el 8 cñor. Porque erguirse
con soberbia es obra de la voluntad humana, no de la gracia
de Diios, el cual no mueve ni ayuda para concebir tales sen­
timientos. Precede, pues, en la voluntad del hombre cierto
apetito de propia dominación, que le arroja a la desobedien­
cia por la soberbia. Sin este apetito, nada sería costoso y sin
dificultad podía no haber querido entonces lo que quiso; como
un castigo justamente debido resultó este vicio, que hace
penosa la sumisión a la justicia. Y si no nos ayuda Dios
con su gracia para vencerlo, nadie se convierte a la justi­
cia; y si no es curado por la operación de la gracia, nadie
disfruta de la paz de la justicia.
Mas ¿ a quién pertenece esta gracia, que nos da la victo­
ria y nos sana, sino al que dice: Conviértenos, ¡oh Dios de
nuestra salvación!, y aparta tu ira de nosotros? Cuando así
lo hace, obra por misericordia, y es forzoso exclamar: No
nos castiga a la medida de nuestros pecados, no nos paga
conforme a nuestras iniquidades. Y a los que no lo hace,
no lo hace por justicia. Y aun entonces ¿quién osará decirlq:
“ Por qué habéis obrado así*, a aquel cuya misericordia y
justicia celebran los santos con piadosos sentimientos?
Y así se explica también cómo aun a sus justos y servi­
dores fieles tarda en curarlos de algunas flaquezas, regateán­
doles el gusto del bien, que fuera menester para practicar
cumplidamente todos los preceptos de la justicia, unas veces
por no saber lo que deben hacer, otras aun sabiéndolo; de
donde resulta que, según la regla soberana de la verdad, nin-
omnis vivens. Nec in eo ipso vult nos damnabiles esse, sed hu-
miles, commendans nobis eamdem gratiam suam: ne facilita­
tela in omnibus assecuti, nostrum putemus esse quod eius est ;
qui' error multum est religioni pietatique contrarius.
Nec ideo tamen in eisdem vitiis nobis permanendum esse
existimemus, sed adversus ipsam maxime superbiam, propter
quam in eis humiliamur, et nos vigilanter conemur, et ipsum
depnecemur ardenter, simul intelligentes et quod sic cona-
mur, et quod sic deprecamur, dono illius nos habere: ut in
omnibus, non ad nos respicientes, sed sursum cor habentes,
Domino Deo nostro gratias agamus, et cum gloriamur, in ilio
gfloriemur.

CAPUT XX
A id QUARTAM QUAESTIONEM RESPONDET, NULLUM, EXCEPTO
C h risto , fuisse , vel esse posse , qui n u l l u m h abeat
PECCATUM

34. Quartum iam illud restât, quo explicito quantum


adiuvat Dominus, sermo quoque iste tarn prolixus tandem
terminum sumat, utrum qui omnino nunquam ullum pecca­
temi habuerit habiturusve sit, non solum quisquam natorum
hominum sit, verum etiam potuerit aliquando esse vel pos­
ait. Hunc prorsus nisi unum mediatorem Dei et hominum ho­
minem Christum lesum, nullum vel esse, vel fuisse, vel futu­
rum esse, certissimum est.
Unde iam multa diximus de IBaptismo parvulorum, qui si
nullum peocatum habent, non solum sunt homines innume-
rabiles sine peccato; verum etiam fuerunt, et erunt. Porro
si veraciter illud constitit, unde secundo loco egimus, nemi­
nem esse sine peccato100; profecto nec parvuli sine peccato
sunt. E!x quo conflcitur, etsi quisquam in hac vita esse potuis-
set, qui virtute ita psrficeretur, ut ad tantam plenitudinem ius-
titiae perveniret, qua nullum haberet omnino peccatimi, fuisse
tamen eum antea peccatorem, unde in istam novitatem vitae
convertere tur, non esse dubitandum. Etenim in secundo ilio
loco aliud quaerebatur, aliud iq hoc quarto propositum est.
Nlam in ilio, utrum aliquis in hac vita ad perfectam, quae
prorsus sine ullo peccato est, vitam perveniret per gratiam
Dei, studio voluntatis, hoc requirebatur: in hoc autem quarto,
utrum esset in filiis hominum, vel esse potuisset, aut posset,
qui non ex peccato ad iustitiam perfectissimam perveniret,

1”° Supra, nn. S, 9.


gún viviente puede envanecerse de ser justo en su presencia.
Y con esto Dios no pretende hacemos dignos de condena­
ción, sino humildes, para que apreciemos su gracia y con la
facilidad de cumplir todos los preceptos no usurpemos lo
que es suyo, porque este error es sumamente contrario a la
religión y la piedad.
Mas no por esto vayamos a creer que nos conviene se­
guir en los vicios; más bien con empeño y vigilancia y ar­
dientes plegarias esforcémonos en luchar sobre todo contra
la misma soberbia, causa de nuestras humillaciones, enten­
diendo al mismo tiempo que aun nuestros esfuerzos y soco­
rros nos vienen de la bondad, divina, a ñn de que, apartando
los ojos de nosotros mismos, con el corazón levantado, de­
mos gracias a Dios, nuestro Señor, y le tributemos a El
toda nuestra gloria [22, 23 y 24].

CAPITULO XX
S e respon de a la cuarta c u e stió n : N a d ie , fu era de Cristo ,
HA HABIDO NI PUEDE HABER EXENTO DE TODO PECADO3 4

34. Queda por examinar la cuarta cuestión, y cuando lo


consigamos, según la ayuda del Señor, se acabará igual­
mente el largo discurso de este libro. ¿Hay, pues, entre los
hijos de los hombres quien nunca haiya cometido o no cometa
pecado? ¿Ha podido o podrá existir? Decimos con absoluta
certidumbre que, fuera del único Mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo, no hay, ni ha habido, ni habrá ninguno
con semejante privilegio.
Ya hemos tratado bastante del bautismo de los párvulos,
y si ellos están inmunes de pecado, hay, ha habido y habrá
innumerables hombres completamente inocentes. Mas, ha­
biendo logrado demostrar lo que nos propusimos al respon­
der a la segunda cuestión, la consecuencia es que ni los niños
están exentos de pecado. De aquí resulta también otra con­
secuencia indubitable, a saber: aun cuando haya podido
existir en esta vida un hombre tan cabal en la virtud que
llegase a la plenitud de la justicia, evitando toda falta, antes,
sin embaído, fué pecador, y dejó de serlo para, lograr la
nueva reforma de la vida. Son diversas la cuestión ventilada
por nosotros en el segundo lugar y la que ahora se propone
aquí en el cuarto. Allí se indagaba si con la gracia de Dios,
secundada por el esfuerzo de la voluntad, podía alguno en
esta vida llegar a la vida perfecta, absolutamente intachable;
aquí, en la cuestión cuarta, se averigua lo siguiente: ¿Existe
entre los hijos de los hombres o ha podido o podrá existir
sed nullo omnino unquam peccato esset obstrictus, hoc quae-
ritur.
Ideo si illa vera sant, quae tam multa de parvulis diximus,
nee est in filiis hominum quisquam, nec fuit, nec erit, excepto
uno Mediatore, in quo nobis propitiatio et iustificatio posita
est, per quam finitis inimicitiis peccatorum reconciliamur
Deo. Nbn itaque ab re est, quantum praesenti causae suffi-
cere videtur, ab ipso exordio generis humani pauca repetere,
quibus adversus quaedam, quae movere possunt, legentis
animus informetur.

CAPUT XXI

A dam et È va : obedientia homini vehementer commendata


a D eo

35. Posteaquam illi primi homines, vir unus Adam, et


ex ilio Eva uxor eius, accepto Dei praecepto servare obedien-
tiam noluerunt, iusta eos poena ac debita consècuta est. Sic
enim comminatus fuerat Dominus, quod ea die qua vetitum
cibum ederent, morte morerentur.
Proinde quia utendi ad escam omni Ugno quod in para­
diso erat, acceperant potestatem, in quo etiam lignum vitae
plantaverat Deus; ab ilio autem solo eos próhibuerat, quod
appellavit scientiae boni et m ali101, quo nomine significaretur
experientiae consequentia, et quid boni custodita, et quid
mali essent, transgressa prohibitione, sensuri: recte profecto
intelliguntur ante malignam diaboli persuasionem abstinuisse
cibo vetito, atque usi fuisse concessis, ac per hoc et caeteris,
et praecipue Ugno vitae.
Quid enim absurdius, quam ut credantur ex aliis arbo-
ribus alimenta sumpsisse non autem etiam ex ilio quod et
similiter permissum fuerat, et utilitate praecipua per aeta-
tum labem mutari, quamvis animalia corpora, atque in mor­
tem veterascere non sinebat, tribuens hoc corpori humano
de suo corpore beneficium, et mystica significatione demons-
trans quid per sapientiam, cuius fìguram gestabat, conferre-
tur animae rationali, ut alimento eius vivificata nequaquam
in labem mortemque nequitiae verteretur?
Merito enim de illa dicitur: Lignum vitae est ampiecten-

101 G en. 2, g. 16 . ly .
alguien absolutamente puro en todo tiempo y que no haya
pasado del estado de pecador a la justicia perfecta?
Ahora bien, si son verdaderas las conclusiones que saca­
mos al hablar de los párvulos, no hay nadie entre los hijos
de los hombres, ni hubo, ni habrá, exento de toda culpa,
excepto el único Mediador, en quien está el perdón de nues­
tros pecados y nuestra justificación, merced a la fcual somos
reconciliados con Dios y se acaban las enemistades causadas
por la culpa. No es, pues, ajeno a nuestro propósito, según
bastare para dilucidar la presente cuestión, recordar algunos
hechos desde el origen del género humano, con el fin de
informar y prevenir a los lectores contra ciertas dificultades
qué pueden hacerles alguna fuerza.

CAPÍTULO XXI
Adán y E va. Cuán recomendada fué al hombre por Dios
LA OBEDIENCIA

35. Después que aquellos primeros hombres que fueron


Adán, varón único, y Eva, su mujer, formada de él, no qui­
sieron obedecer al precepto que les impuso el Señor, reci­
bieron el justo y merecido castigo. En efecto, les había ame­
nazado el Señor con que morirían de muerte el día en que
comiesen del fruto prohibido.
Por lo cual, como podían comer frutos de todos los ár­
boles del paraíso, donde Dios había plantado también el leño
de la vida, y sólo les había prohibido tomarlos del que llamó
el árbol de la ciencia del bien y del mal— nombre con que
quiso darles a conocer la experiencia futura y la recompensa
o el castigo que habían de recibir, según guardasen o que­
brantasen su prohibición'—■, con razón se cree que, antes de
asentir a la maligna sugestión del demonio, se abstuvieron
del fruto prohibido y se aprovecharon de todos los demás
permitidos, y particularmente del árbol de la vida.
¿Pues hay cosa más absurda que el suponer que se ali­
mentaron de todos los demás árboles, exceptuando sólo aquél,
cuyo uso les fué permitido igualmente, y que tenía la gran
ventaja de preservarlos, pues tenían cuerpos animales, de
las vejaciones propias de la edad y de la decadencia mortal,
de la decrepitud, confiriendo, por una parte, como fruto
material, al cuerpo humano ese beneficio, e indicando, por
otra, los bienes que trae al alma racional la sabiduría, de
que era emblema, para que, vivificada con su alimento, evi­
tase la ruina y la muerte de la maldad?
Por eso con razón se escribe que la sabiduría as el árbol
tibus eam 102. Sicut haec arbor in corporali, sic illa in spiri­
tuali paradiso: ista exterioris, illa interioris hominis sensi-
bus praebens vigorem, sine ulla in deterius temporis commu-
tatione vitalem. Serviebant igitur Deo, vehementer sibi com­
mendata pietate obedientiae, qua una colitur Deus.
Quae per se ipsa quanta sit, quamque sola sufficiat ad
tuendam rationalem sub Creatore creaturam, non potuit ex-
ctìllentius intimari, quam ut a ligno prohiberentur non malo.
Absit enim ut bonorum Creator qui fecit omnia, et ecce bona '
valde103, mali aliquid in illius etiam corporalis paradisi fer-
tilitate plantaret. Sed ut ostenderetur homini, cui esset sub
tali Domino utilissima servitus, quantum esset solius obe­
dientiae bonum, quam solam de famulo exegerat, cui obedire
non propter ipsius dominatum, sed propter servientis utili-
tatem potius expediret; ab eo ligno sunt prohibiti, quo si
uterentur non prohibiti, nihil mali omnino paterentur: ut
quod ilio post prohibitionem utentes passi sunt, satis intel-
ligeretur quod eìs hoc non intulerit arbor cibo noxio perni­
ciosa, sed tantum obedientia violata.

CAPUT XXII

Status hominis ante peccatum

36. Oanc ergo priusquam violassent, placebant Deo, et


placebat eis Deus; et quamvis corpus animale gestarent,
nihil inobediens in ilio adversum se moveri sentiebant. Fa-
ciebat quippe hoc ordo iustitiae, ut quìa eorum anima fa-
mulum corpus a Domino acceperat, sicut ipsa eidem Domino
suo, ita illi corpus eìus obediret, atque exhiberet vitae illi
congruum sine ulla resistentia famulatum.
Hinc et nudi erant, et non confundebantur. Aiiimam quip­
pe rationalem naturali verecundia nunc pudet, quod in carne,
in cuius servitutem ius potestatis aocepìt, nescio qua infir-
mitate efficere non potest, ut -se nolente non moveantur
membra, et se volente moveantur.
Quae propter hoc in quovis casto merito appellantur pu­
denda, quod adversus dominam mentem, quasi suae sint po-*1 5
0

,oa Prov. 3, i8.


105 Gen. i, 31.
de vida para todos los que la abrazan. Lo que este árbol en
el paraíso corporal, era la sabiduría en el paraíso espiritual:
aquél daba a los sentidos del hombre exterior, y ésta a los
del hombre interior, un vigor saludable, inmune de todas
las vicisitudes del tiempo. Servían, pues, a Dios, porque les
había sido recomendada muy de veras la sumisión, en que
únicamente consiste el culto divino.
Y en verdad no pudo recomendárseles mejor que prohi­
biéndoles tocar los frutos de un árbol bueno, cuán grande
es la excelencia de esa virtud, que basta ella sola para man­
tener a la criatura racional bajo su Creador.
Hay que desechar, pues, lejos la suposición de que el
Creador de todos los bienes, y que bizo todas las cosas muy
buenas, plantase un árbol malo en aquel paraíso material.
Más b en quiso demostrar al hombre,.para quien él servicio
a tal Señor era útilísimo, cuán grande bien era el de la sola
obediencia— virtud que únicamente le había exigido como a
siervo—y cuánto l¡e convenía obedecer, no tanto por respeto
a su soberanía como mirando a su propio provecho de sier­
vo; y por eso le prohibió tocar los frutos de un árbol, que
no le hubieran sido dañosos a no mediar la prohibición, de
suerte que los efectos que sintieron, por haber usado de él
después del veto, bien se veía que no eran debidos a los
frutos nocivos del árbol pernicioso, sino a la violación de la
obediencia.

CAPITULO XXII
' E stado del hombre antes del pecado

36. Antes, pues, de esta violación, Adán y Eva agra­


daban a Dios y éste era benévolo con ellos; y aunque lle­
vaban un cuerpo de condición animal, no sentían en él ningún
movimiento rebelde a su voluntad. Debióse esta armonía al
orden de la justicia, de modo que habiendo re cibido el alma
un cuerpo que le estaba sumiso, como ella estaba sumisa
al Señor, así el cuerpo obedeciese y prestase sin resistencia
la servidumbre conveniente para aquella clase de vida. Y por
eso estaban desnudos y no se avergonzaban. Mas ahora ex­
perimenta el alma racional una natural vergüenza, porque
a causa de no sé qué flaqueza, después que recibió las rien­
das de su gobierno, no puede impedir en su cuerpo la rebe­
lión de los miembros, que ñ o siguen la moderación de la
voluntad.
Por lo cual, con razón, entre las personas castas, esos
miembros reciben el nombre de vergonzosos o pudendos, por-
testatis, sicut libitum est, excitantur: idque solum iuris in
his hafccnt frena virtutis, ut ad immundas et illicitas cor­
ruption s ea pervenire non sinant. Haec igitur cam is in-,
obedientia, quae in ipso motu est, etiamsi habere non per-
mittatur effect um, non erat in illis primis hominibus, quando
nudi erant, et non confundebantur. JMondum quippe anima
rationalis domina camis inobediens exstiterat Domino suo,
ut poena reciproca inobedientem experiretur carnem famu-
lam suam cum sensu quodam confusionis et molestine suae,
quem sensum certe ipsa per inobedientiam suam non intulit
Deo. Ñeque enim Deo pudendum est aut molestum, si nos
ei non obedimus, cuius in nos summam potestatem nullo
modo minuere va'lemus: sad nobis pudendum est, quod im­
perio nostro caro non servit; quia hoc fit per infirmitatem
quam peccando meruimus, vocaturque peccatum habitañs in
membris nostris t04. Sic est autem hoc peccatum, ut sit poena
peccati.
Denique posteaquam est illa facta transgressio, et anima
inobediens a lege sui Domini aversa est, habere coepit con­
tra earn servus eius, hoc est corpus eius, legem inobedientiae ;
et puduit illos homines nuditatis suae, animadverso in se
motu, quem ante non senserant: quae animadversio apertio
dieta est oculorum m ; ncque enim oeulis clausis inter illas
arborea oberrabant. Sic et de Aigar scriptum est : Aperti sunt
oculi eius, et vidit puteum 10l>. Tune illi homines pudenda
texerunt: quae Deus illis membra, ipsi vero pudenda fe-
cerunt.

CAPUT XXIII
N aturae corruptio per peccatum, et renovatio
per Christum

37. De hac leg e peccati nascitur caro peccati, expianda


per illius sacramentum, qui venit in similitudine camis pec­
cati, ut evacuetur corpus peccati107,■ quod et corpus mortis
huius appellatur: unde miserum hominem non liberat nisi
gratia Dei p er le sum Christum Dominum nostrum 1<>s.
Sic enim ab eis transitum fecit in posteros ista lex ini-
tium mortis, quemadmodum labor quo cuncti homines labo-
rant in terra, quemadmodum in feminas parturitio cum do-
loribùs. Hiaec enim, cum de peccato arguerentur, Dei sen-
104
Rom. 7, i" .
1 OS
Gen. 3> 7-
106
Ib. 2i , 19.
107
Rom. 8, 3 -
.108
Ib. 7, 24. 25.
que se soliviantan a su capricho contra el señorío de la
razón, como si fueran independientes, y sólo se consigue con
el freno de la virtud impedir que lleguen a los últimos des­
órdenes de la lujuria y de la corrupción. Esta rebelión camal,
que se desmanda en movimientos, aun sin consentirle llevar­
los a efecto, no existía en aquellos primeros hombres, cuando
estaban desnudos y no se ruborizaban. Es porque todavía
el alma racional— dueña de los movimientos del apetito sen­
sible—¡no se había rebelado contra su Señor, de suerte que
experimentase, en recíproco castigo, la desobediencia de la
oame, su sierva, con cierto sentimiento de confusión y males­
tar; mas este sentimiento de vergüenza, causado por la inobe­
diencia, no tocó al Ser divino, que no sintió confusión ni
molestia con nuestra rebelión, pues de ningún modo pode­
mos menguar su perfecta soberanía sobre nosotros. La ver­
güenza es para nosotros, porque la carne ya sacudió nuestro
imperio, y este desorden es efecto de la flaqueza que mere­
cimos por nuestra culpa, y se llama pecado, que habita en
nuestros miembros. Y es al mismo tiempo pecado y castigo
de pecado.
En fin, después que se cometió aquella transgresión y el
alma desobediente se apartó de la ley de su Señor, comenzó
a sentir la rebelión de su esclavo, o sea el cuerpo, y aquellos
hombres se avergonzaron de su desnudez, advirtiendo en sí
mismos un movimiento desconocido antes; y esta advertencia
se llamó Ebertura de los ojos, pues no andaban, con los ojos
cerrados por las florestas del paraíso. En el mismo sentido
se dijo de Agar: Se abrieron sus ojos y vió el pozo. Y enton­
ces ellos cubrieron sus partes naturales. A¡sí deshonraron
el decoro de los miembros que Dios les había dado [25].

CAPITULO XXIII
Corrupción de la naturaleza por causa del pecado y la
RENOVACIÓN HECHA POR JESUCRISTO3
7

37. D'e esta inclinación pecaminosa nace la carne de pe­


cado, que había de ser purificada por el sacramento del que
vino en semejanza de pecador para destruir el cuerpo del
pecado, que también se llama cuerpo de muerte, del cual
se libran los desgraciados hombres únicamente por la gracia
del Mediador, nuestro Señor Jesucristo.
Así pasó de los primeros hombres a los descendientes
esta ley, que es principio de muerte, lo mismo que la ley del
trabajo, que carga sobre todos los hombres, y el parto dolo­
roso de las mujeres. Todas estas miserias merecieron, por
368 DE PEC'CATORUM M E R IT IS EX RE M ISSIO X E H, 24, 38
I
tentia meruerunt, quae non in eis solis, sed etiam in succes-
soribus eorum, in aliis magis, in aliis minus, tarnen in om­
nibus videmus impleri. /
Cum itaque primorum illorum hominum fuerit prima ius-/
titia obedire Deo, et bane in membris adversus legem mentis
suae legem coneupiscentiae non habere: nunc post eorum
peccatum nata ex eis nostra came peceati, pro magno ob-
tinetur ab his qui obediunt Deo, desideriis eiusdem concb-
piscentiae non obedire, et crucifigere in so carnem cum pas-
sionibus et concupisoentiis; ut sint Iesu Christi, qui hoc /in
sua cruce figuravit, quibus per gratiam suam dedit potes-
tatem filios Dei fieri. Non enim omnibus hominibus dedit,
sed quotquot receperunt eum, ut Deo renascerentur spiritu,
qui saeculo nati erant came. Sic enim de his dictum est:
Quotquot autem receperunt eum, dedit eis potestatem filios
Bei fieri, qui non ex carne, non ex sanguine, non ex volún­
tate viri, non ex volúntate carnis, ssd ex Deo nati su n t10n.

CAPUT XXIV
Incarnatone V erbi quod nobis collatum sit beneficium

38. Secutus autem addidit: E t Verbum darò factum est,


et habitavit in nobis*110: tamquam dicens: Magnum quidem
hoc in his factum est, ut D'eo nascerentur ex D ìo , qui prius
nati fuerant ex came sæculo, quamvis creati ab ipso Deo :
sed longemirabilius factum est, quod cum istis naturae fue­
rit nasci de carne, beneficii vero nasci ex Deo, propter hoc
impertiendum beneficium, file qui de Deo naturalitér natus
est, nasci etiam misericorditsr de came dignatus est: hoc
est enim: E t Verbum caro factum est, et habitavit in nobis.
Per hoc, inquit, factum est ut nati de cam e caro, postea
nascendo de spiritu spiritus essemus, et habitaremus in Deo:
quia et Deus natus de Deo, postea de came nascendo caro
factus est, et habitavit in nobis. Verbum enim quod caro
factum est, in principio erat, et apud Dsum Deus erat.
Verumtamen ipsa participatio illius in inferiora nostra,
ut nostra esset in superiora illius, tenuit quamdam et in
carnis nativitate medietatem: ut nos quidem nati essemus
in carne peccati, file autem in similitudine carnis peccati:
nos non solum ex came et sanguine, verum etiam ex volun-

100 Io. I, 12-13.


110 Io. I, 14.
divina sentencia, cuando fueron reprendidos por su pecado,
y las vemos cumplirse en ellos, y en sus descendientes, en
, unos más, en otros menos, pero en todos.
\ Consistió, pues, la primera justicia de aquellos hombres
fen obedecer a Dios, sin experimentar en los miembros esta
ley de la concupiscencia que va contra el dictamen de la ra­
zón ; ahora, en cambio, después que por su pecado nació en
ejlos una descendencia infecta de pecado, los fieles servido­
res de Dios tienen por un grande favor el no ceder a los
impulsos de los apetitos y crucificar en sí la carne con todas
sus pasiones y codicias con el fin de que pertenezcan a Jesu­
cristo, que ya figuró este triunfo en su cruz, cuantos recibie­
ron por su gracia la potestad de hacerse hijos de Dios. Por­
que no dió a todos los hombres, sino a los que le recibieron,
3a gracia de renacer por el espíritu de Dios, como antes ha­
bían nacido para el siglo según la carne. Pues así está es­
crito de ellos: A cuantos lo recibieron, dióles potestad de
ser hijos de Dios, los cuales nacieron no ds la carne y san­
gre, ni de la, voluntad del varón, ni del apetito camal,'sino
ds Dios.

CAPITULO XXIV

LOS BENEFICIOS DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

38. Y prosiguiendo, añadió: Y el Verbo se hizo carne y


habitó entre nosotros. Como si dijera: Una gran maravilla
se ha obrado entre nosotros, al nacer de Dios para Dios los
que antes habían nacido de la carne para el siglo, aunque fue­
ron creados por el mismo Dios; pero mayor milagro es que
a éstos, siéndoles natural el nacimiento de la carne, y favor
divino el nacimiento de Dios, para , hacer este beneficio, el
mismo que procede naturalmente de Dios como Hijo, se
dignó también nacer misericordiosamente de la carne; y esto
significa: El Verbo se hizo carne. Para este fin se encarnó,
para que los hijos de la carne, renaciendo del Espíritu, fué­
semos espíritu y habitásemos en Dios; pues también Dios,
nacido de Dios, se hizo carne y nació de la carne, habitando
entre nosotros. En efecto, el Verbo, que se hizo carne, e¡ra
ya al principio Dios en el seno de Dios.
No obstante, esta participación del Verbo en nuestra na­
turaleza inferior, para que nosotros nos hiciésemos partí­
cipes de su divinidad, conservó cierto término medio en su
nacimiento'. Así nosotros nacemos ciertamente con carne de
pecado, mas El. en semejanza de carne pecadora. Nosotros
procedemos no sólo de la carne y sangre, mas también de
la voluntad del varón y del apetito 'camal; mas El sólo nació
tate viri et ex volúntate carnis; Ule autem tantum ex carne
et sanguine, non ex volúntate viri, ñeque ex volúntate car-
nis, sed ex Deo natus est. E t ideo nos in ' morte m propter,
^beccatura, ille propter nos in mortem sine peccato.
Sicut autem inferiora eius, quibus ad nos descendit, non
omni modo coaequata sunt inferioribus nostris, in quibus
nos hie invenit: sic et superiora nostra, quibus ad eum
ascendimus, non coaequabuntur superioribus eius, in quibus
eum illic inventuri sumus. N os enim ipsius gratia facti eri-
mus filli Dei, ille semper natura erat filius Dei : nos aliquando
conversi adhaerebimus impares Deo, ille nuuquam aversus
manet aequalis Deo: nos participes vitae aeternae, ille vita
aetema. Solus ergo ille etiam homo factus manens Deus, pec-
catum nullum habuit unquam, nec sumpsit camem peccati,
quamvis de materna carne peccatia. Quod enim carnis inde
suscepit, id profecto aut suscipiendum mundavit, aut susci-
piendo mundavit. Ideo Virginem matrem, non lega carnis
peccati, id est, non concupiscentiae camalis motu cqncipien-
tem, sed pia fide sanctum germen in se fieri proimerentem,
quam eligeret creavit, de qua crearetur elegit.
Quanto magia ergo caro peccati baptizando est propter
evadendum iudicium, si baptízala est caro sine peccato prop­
ter imitationis exemplum?

CAPUT XXV

O eiectio Pelagianorum
39. Quod autem supra respondimus adversus eos qui di-
cunt, Si peccator gemiti peccatorem, iustus quoque iustum
gignere d ib u it111, hoc etiam his respondemus, qui dicunt,
de homine foaptizato natum iam Velut baptizatum haberi
debuisse. Cur enim non, inquiunt, in lumbis patris sui potuit
baptìzari, si secundum Epistolam quae ad Hebraeos scripta
est, in lumbis Abraìms Levi potuit decimavi? 112
Hoc qui dicunt, attendant non propterea Levi postea non
fuisse decimatimi, quia iam fuerat decimatus in lumbis Abra-
hae; sed quia sic ordinatus est honore sacerdotii, ut accipe*
ret décimas, non praeberet: alioquin nec caeteri fratres eius,
111 Supra, n. i i .
112 Hebr. 7, 9. io.
a Editi, de natura carnis peccati. Sorbonici codices duo et unus
Casalensis abbatiae, de materia carnis peccati. ■Vetustissima® autem
Corbeiensis caeterique Gallicani codices, . necnon très Vaticani, et
quot a Lovaniensibus visi suut, Belgici quatuor férunt, de materna
carne peccati. Ci. librum quintum Contra Iulian., c. 9 i et librium
decimum De Gen. adH tt., nn. 18 et 20 : PL 44, 174 nota.
de la ca rn. y :::.ngre, pero no de da voluntad de un hombre
\ni del apetito de la carne, sino de Dios. Nosotros nacimos
¡piara la muerte por causa del pecado; Eli vino para morir
por nosotros, sim tener ningún pecado.
Mas así como su naturaleza humana, con que se dignó
descender hasta nosotros, no se igualó enteramente con la
nuestra, según era la postración en que la halló, de igual
modo nuestra elevación por la gracia, con que subimos a El,
jamás nos igualará con la grandeza de que le veremos reves­
tido en la gloria. Nosotros seremos hechos hijos de Dios por
gracia, El era siempre Hijo de Dios por naturaleza; nos­
otros alguna vez por nuestra conversión nos uniremos a
Dios, sin ser iguales a E l; El, sin haberse jamás apartado,
permanece igual a Dios. Nosotros seremos participantes de
la vida eterna. El es la vida eterna. Sólo El, aun encarnán­
dose sin dejar de ser Dios, no tuvo jamás pecado alguno ni
tomó carne de pecado. Pues lo que de nosotros tomó, o lo
purificó antes de tomarlo o lo purificó en el acto mismo de
tomarlo. Para este fin creó a la Virgen, a la que había de
elegir para que le diese el ser en su seno, y ella no concibió
por la ley del pecado o deseo de la concupiscencia, sino me­
reció por su piedad y su fe que el santo germen de Cristo
fuese formado en sus entrañas.
Luego ¡ con cuánta más razón ha de ser bautizada una
carne de pecado para evitar el juicio divino, si también se
bautizó la carne inmaculada para darnos ejemplo de imi­
tación !

CAPITULO XXV

U na o b j e c i ó n b e e o s p e e ag í a n o s

39. Ya respondimos arriba a los que nos objetan di­


ciendo: Si un pecador engendra a otro pecador, un junto de­
bió engendrar a otro justo. Idéntica respuesta damos a los
que nos dicen que el hijo de un bautizado debe considerarse
también como ya bautizado. Preguntan ellos: ¿Por qué no
pudo ser bautizado en la entraña de su padre, si, según la
epístola escrita a los hebreos, Leví pudo pagar los diezmos
estando en la entraña de Abrahán?
Los que así discurren deben reflexionar que Leví quedó
exento del pago de los diezmes, no por haber diezmado cuan­
do estaba en el germen de su padre Albrahán, sino porque así
se dispuso, mirando al 'honor del sacerdocio, que percibiese,
no que diese los diezmos; de lo contrario, tampoco los demás
hermanos, tributarios suyos, estarían obligados al diezmo,
qui ei praebebant, dccimarentur, quia et ipsi in lumbis Abra-
hae a Melehisedech iam fuerant decimati.
40.. Sed ne quis dicat, propterea recte potuisse Abrahae
fiiios deeimari, quamvis iam fuissent in lumbis patris sui
decimati, quia decimatio talis res erat, quae in unoquoque
homine saepe fuerat facienda, sicut Israditae annis omnibus,
imo ex fructibus omnibus décimas tota vita sua ore bras so­
ient praebere Levitis; Baptismum autem talc sacramentum
esse quod semel datur, et si iam hoc aceeperat quisque, cum
in pâtre suo esset, nonnisi baptizatum fuisse deputandum,
cum de ilio qui baptizatus fuerat gigneretur.
Qui hoc dicit (ne diu disputent), circumcisionem respiciat,
quae semel fiebat, et tarnen in singulis singillatim fiebat. Sic­
ut ergo tempore illius sacramenti de circumciso qui nasce-
retur, circumcidendus fuit: sic nunc de baptizati qui natus
fuerit, baptizandus est.
41. A t enim Ajpostolus ait: Filü vestri immundi esservi,
nunc autem sancii su n t11S: et ideo, inquiunt, fidclium füii
iam baptizari minime debuerunt.
Miror hoc dicere, qui ncgant peccatum ex Adam origi-
naliter trahi. Si enim hanc Apostoli sententiam sic accipiunt,
ut credant de fidelibus sanctificatos filios nasci, cur eos etiam
ipsi baptizari oportere non dubitant? Cur denìque nolunt
fafceri de parente peccatore aliquod peccatum originalitfer
trahi, si de sancto aliqua sanctitas trahitur?
Et contra nostram quidem non est assertionem, etiamsi
ex fidelibus sancti propagantur, quod eos dicimus, si non
baptizantur, porgere in damnationem, quibus et ipsi regniun
caeilorum intercludunt, quamvis eos dicant non habere ullum
vel proprium, vel originale peccatum. Aut si eis ìndignum
videtur, ut sancti damnentur, quomodo est dignum ut a regno
Dei saneti separentur? Illud potius attendant, quomodo non
de peccatoribus parentibus trahatur aliquod peccatum, si
de sanctis aliqua sanctitas trahitur et immunditia de im-
mundis. Utrumque enim dixit, qui dixit: Alioquin filii vestiri
immundi essent, nunc autem sancti sunt.
Explicent etiam quomodo iustum sit, ut sancti ex fideli­
bus, et immundi ex infidelibus nati, pariter tarnen, si baptizati
non fuerint, regnum Dei non permittantur intrare. Quid ergo
illis ista sanctitas prodest? Nam si damnari faterentur im-
mundos e x .infidelibus natos, sanctos autem filios fidelium

“ J i Cor. 7, 14.
porque también en la entraña de Abrahán lo habrían paga­
do a Mslquisedec.
40, Ni se replique a e3to que muy bien los hijos de
Abrahán pudieron pagar los diezmos aun después de haberlo
hecho en la persona de su padre, porque los diezmos debía
pagarlos cada uno muchas veces, como lo hacían los israe­
litas todos los años, y de los frutos se hacían frecuentes
diezmos a los levitas, mientras «1 sacramento del bautismo
es de tal índole, que sólo se administra una vez, y, habién­
dolo recibido ya estando en la entraña del padre, debía
considerársele como ya bautizado, porque procedía por ge­
neración de un bautizado.
Para abreviar la discusión, los que razonan así conside­
ren lo que era la circuncisión, que también se hacía una sola
vez y personalmente en cada individuo. Luego si en el tiempo
de aquel sacramento al que nacía de un circunciso había que
circuncidarlo, del mismo modo ahora al hijo de un bautizado
también se le debe bautizar.
41. Pero el Apóstol dice: De otro modo vuestros hijos
serían impuros, mas ahora son santos; y, por tanto, insis­
ten nuestros objetantes, tos hijos de los fieles de ningún
modo debieran ser bautizados.
• ’ Me admira que digan esto los que niegan se contraiga
el pecado original de Adán. Pues si entienden las palabras
del Apóstol en este sentido y creen que los hijos de los fieles
nacen ya santificados, ¿por qué ellos mismos no dudan en
declarar que conviene bautizarlos? ¿P or qué no quieren con­
fesar que de un padre pecador se hereda una mancha de ori­
gen, si de un padre santo se contrae alguna santidad?
Aun suponiendo que de padres fieles nacen hijos inocen­
tes, nosotros podemos sostener sin contradicción nuestra doc­
trina, es decir, que esos niños, si no se bautizan, se condenan,
pues también ellos los excluyen del reino de los cielos, aun
suponiéndolos exentos de todo pecado propio, y original; y si
es. una injusticia, a su parecer, que los inocentes se conde­
nen, ¿cóm o puede ser justo que los inocentes sean excluidos
del reino de D ios? Reflexionen particularmente sobre esto:
Si de padres santos se hereda alguna santidad y de los im­
puros alguna impureza, ¿cóm o padres pecadores no han de
comunicar algo de su pecado a los hijos? Ambas cosas abar­
có el que dijo: De otro modo, vuestros hijos serian impuros,
mas ahora son santos.
Explíquennos, además, cómo puede ser justo que, nacien­
do de padres fieles hijos santos, y de padres infieles hijo3
contaminadas, sin embargo, todos igualmente, si no se bau­
tizan, son excluidos del reino de Dios. ¿ De qué les sirve, pues,
la santidad a los primeros? Porque si afirmaran que los hijos
de los infieles, que nacen manchados, se condenan, y que las
in Dei quidem- regnum intrare non posse, niai fuerint bapti-
zati, non tarnen damnari, quia sancti sunt, esset qualiscum-
que distinctio: nunc vero natos de sanctis sanctos, et de
immundis immundos, aequaliter dicunt, et quia peccatum
non habent, non damnari, et quia Baptismum non habent, a
Dei regno separari. Hanc absurditatem talia ingenia non
videre quis credat?
42. Nbstrae autem, imo ipsius Apostoli sententiae, qui
dixit: E x uno omnes ad condemnationem; et, E x uno omnes
ad iustificationem vitae 114 : quam non sit contrarium hoc
quod ait, cum de alia re ageret: Alioquin filii vestri immundi
essent, nunc autem sancti sunt, paululum attende.

*
, CAPUT XXVI
S anctificatio m u l t ip l e x . S acram entum catech um en orum

Non unius modi est sanctificatio: nam et catechumenos


secundum quemdam modum suum per signum Christi et ora­
tion em manus impositionis puto sanctificari: et quod acei-
piunt, quamvis non sit corpus Christi’, sanctum est tarnen,
et sanctius quam cibi quibus alimur, quoniam sacramentum
e s ta. Verum et ipsos cibos, quibus ad necessitatem susten-
tandae huius vitae alimur, sanctificari idem Apostolus dixit,
per verbum Dei et orationem 115, qua oramus, utique nostra
corpuscula refecturi.
Sicut ergo ista dborum sanctificatio non efficit ut quod
in os intraverit, non in ventrem vadat, et in secessum emit-
tatur per corruptionexn, qua omnia terrena solvuntur, unde
et ad aliam escam quae non corrumpitur, nos Dominus ex-
hortatur110: ita sanctificatio catechumeni, si non fuerit bap-
tizatus, non ei valet ad intrandum in regnum caelorum, aut
ad peccatorum remissionem. Aic per hoc et ilia sanctificatio,
cuiuscumque modi sit, quam in filiis fidelium esse dixit Apos­
tolus, ad istam de Baptismo et de pecoati origine vel remis­
sions quaestionem omnino non pertinet. Nam et coniuges
infideks in coniugibus fidelibus sanctificari dicit eo ipso loco
ita loquens: Sanctificatur enim vir infidelis in uxore, et sanc-16

1,4 Rom. s, i6. iS.


115 I Tim. 4, 5.
116 Io. 6, 27. . .
a Accipiebant catechumeni 'sacramentum salis, qua de re exstat
concilii Carfchaginensis tertii canon 5. Id rursum Augustinns in li­
bro D e catech'is. nidibus,- n. 5, sacramentum appellai et speciem
benedictione sanctificatam. Qui etiam in libro I C on fession m n , c. 11,
de suo ipsius catechumenatu loquens, E t signabar, ait, sigilo crucis
eius, et condiebar gius sale fPL 44, 176 nota).
hijas de los fieles, que nacen santos, no pueden entrar en el
reino de Dios de n o ' bautizarse, pero que no se condenan,
por ser santos, se admitiría entre ellos cierta diferencia.
Ahora bien, ellos aseveran que los hijos santos, nacidos
de padres justos, y los hijos impuros, oriundos de padres
impuros, no se condenan igualmente, porque no han pecado,
ni tampoco entran en el reino de los cielos, porque no han
recibido el bautismo. ¿E s posible creer que nuestros inge*
niosos adversarios no vean este absurdo?
42. Pero un poco de atención bastará para conciliar las
sentencias de San Pablo, que dice: Por un solo hombre vino
la condenación para todas. Por uno solo reciben todos la
justificación de la vida; y tratando de otro asunto, dice:
De otra manera, vuestros hijos serían impuros, pero ahora
son santos.

CAPITULO XXVI
D iversos modos de santificación . E l sacram ento de los
CATECÚMENOS

Hay más de un modo de santificarse; así crea que los


catecúmenos son santificados en cierto modo ñor la señal de
la cruz y la oración que acompaña la imposición de las ma*
nos; y lo que reciben, aunque no es el cuerpo de Cristo, pero
es una cosa santa, y más santa que los alimentos de que
nos nútranos, porque es un sacramento. Más aún: los mis­
mos alimentos que usamos para sustentar nuestra vida cor­
poral, son santificados, según el Apóstol, por la palabra de
Dios y la oración que ál mismo tiempo le dirigimos con la
intención de restaurar las fuerzas de nuestros frágiles
cuerpos.
Así como, pues, la santificación de estos alimentos no im­
pide que lo que ha entrado en la boca pase al estómago y
siga todo el proceso de la corrupción a que están sometidas
las cosas terrenas—‘y por eso nos exhorta el Señor a buscar
manjares incorruptibles— , del mismo modo la santificación
del catecúmeno, si no está bautizado, no le sirve para entrar
en el reino de los cielos o conseguir la remisión de los pe­
cados. Luego tampoco aquella santificación, sea de la clase
que fuere, atribuida por el Apóstol a los hijos de los fieles,
pertenece de algún modo a esta cuestión del bautismo, del
pecado original y remisión de los pecados. Pues en el mismo
lugar habla de la santificación de los cónyuges infieles por
los cónyuges fieles, diciendo: Santificado queda el marido no
cristiano en la mujer, y santificada queda la mujer no cris-
tificatur mulier infidelis in fratre. Alioquin filli veltri im-
mundi essent, nunc autem sancii su n t117.
Non, opinor, quisquam tam infideiiter intelligit, quod-
libet in his verbis intelligat, ut ob hoc existimet etiam ma­
ritimi non christianum, quia Christiana fuerit uxor eius, nc­
que iam baptizari oportere, et ad peccatorum remissionem
ìaan pervenisse, et in regnum caelorum esse intraturum,
quia sanctificatus dictus est in uxore.

CAPUT XXVII
Q uare ba ptizan tu r qui ia m de ba ptizatis nascuntur

43. Quisquis vero adhuc movetur, quare baptizentur qui


iam de baptizatis nascuntur, hoc brcviter aceipiat. Sicut
generatio camis peccati per unum Adam ad condemnationem
trahit omnes qui eo modo generantur; sic generatio spiritu3
gratiae per unum Iesum Ohristum ad iustificationem vitae
aetemae ducit omnes qui eo modo prasdestinati regeneran-
tur. Sacramentum autem Baptismi prefecto sacramentum
regenerationis est. Quocirca sicut homo qui non vixerit, mori
non potest, et qui mortuus non fuerit, resurgere non potest:
ita qui natus non fuerit, renasci non potest. Ex quo confici-
tur, neminem in suo parente renasci potuisse non natum.
Oportet autem, ut si natus fuerit, renascatur: quia nisi quis
natus fuerit denuo, non potest videro regnum Dei us. Oportet
igitur ut Sacramento regenerationis, ne sine ilio male de hac
vita exeat, etiam parvulus imbuatur : quod non fit nisi in
remissionem peccatorum. Quod etiam ipso loco Christus os-
tendit, eum interrogatus quomodo possent ista fieri, com-
memoravit quid Moyses feccrit in exaltatione serpentis.,
Cum itaque per Baptismi sacramentum morti Christi
conformentur infantes, eos a serpentis morsu fatendum est
liberari, si a.christianae fidei regula nolumua aberrare. Quem
tamen morsura non in sua vita propria, sed in ilio cui pri-
mitus inflictus est, acceperunt.
44. Nteque illud fallai, quod nec parenti post conversio-
nem obsunt propria peccata: “ Quanto enim magis, inquiunt,
filio eius obesse non possunt?” Sed qui hoc sentiunt, non
attendunt quia sicut parenti, per hoc quod spiritu renatus

117
i Cor. 7,
118
Io. 3 - 3 -
Uaná en el hermano; pues de otro modo vuestros hijos fue­
ran inmundos, mas ahora son santos.
¡Sea cual fuere el sentido de este pasaje, nadie lo interpre­
tará, creo, tan infielmente, que piense que un marido paga­
no, por la única razón de tener esposa cristiana, no necesita
ya bautizarse, y que ha conseguido el perdón de los pecados
y entrará en el reino de los cielos por haber dicho el Após­
tol que está santificado >en la mujer [26].

CAPÍTULO XXVU
P or qué se bau tiza a los h ij o s de los cristianos

43. Si todavía a alguien le intriga el saber por qué son


bautizados los que nacen de bautizados, he aquí mi breve
respuesta. Como la generación de una carne pecadora por
medio de uno solo, Adán, arrastra a la condenación a todos
los hombres que de la misma manera son engendrados, así
la generación en espíritu de gracia por un solo Mediador,
Jesucristo, lleva a la justificación de la vida eterna a todos
los predestinados para la regeneración. Ahora bien, el sa­
cramento de!l bautismo es, sin duda, el sacramento que re­
genera. Por tanto, así como el que no ha vivido no puede
morir, y el que no ha muerto no puede resucitar, análoga­
mente no hay renacimiento sin nacimiento. De lo cual re­
sulta que ninguno ha podido renacer en su padre sin haber
nacido antes. Si ha nacido, pues, es necesario que renazca,
porque, si alguien no naciere de nuevo, no puede ver el rei­
no é s Dios. Es necesario que aun el párvulo sea purificado
con el sacramento de la regeneración, para que sin él no ten­
ga una mala muerte. Esto declara Cristo en el mismo lugar,
cuando le preguntaron cómo podían ser aquellas cosas y re­
cordó 'lo que Moisés hizo en el desierto levantando la ser­
piente.
Luego el sacramento del bautismo hace que los niños
se configuren a la muerte dé Cristo, y si no queremos des­
viarnos de la regla de la fe cristiana, hemos de confesar
que son curados de la mordedura de la serpiente. Mordedura
que no recibieron ellos en su vida propia, sino en aquel que
fué su primera víctima.
44. No hay que dejarse tampoco engañar de lo que di­
cen los pelagianos, conviene a saber, que después de la con­
versión ni a los padres les perjudican los pecados; pues
¿cuánto menos a sus hijos? Los que de este modo opinan,
no reparan en que así como al padre, por haber renacido
ya en espíritu, no le perjudican los pecados, en cambio, al
est, propria peccata non obsunt; ita qui de ilio natus est,
nisi eo modo renascatur, quae a parente tracta sunt, oberunt.
Quia et innovati parentes, non ex primitiis novitatis, sed ex
reliquiis vetustatis camaliter gignunt; et filii ex parentum
reliqua vetustate ioti vetusti, et in peccati carne propagati;
damnationem veteri homini debitam Sacramento spiritualis
regenerationis et renovationis evadunt.
Illud namque praecipue, propter quaestiones quae de hac
re motae sunt vel moveri adhuc possunt, attendere ac me-
minisse debemus, tantummodo peccatorum omnium plenam
perfectamque remissionem Baptismo fieri; hominis vero ip-
sius qualitatem non totam continuo commutali : sed spiritua­
les primitias in bene proficientibus de die in diem no vitate
crescente commutare in se quod camaliter vetus est, donee
totum ita renovetur, ut animalis etiam infirmitas corporis
ad firmitatem spiritualem incorruptionemque pervenìat.

CAPUT XXVIII
L ex peccati dicta peccatum . Concu pis centi a quomodo in
BAPTIZATTS PEREMPTO EIUS MALO MANEAT

45. Haec autem lex peccati, quod etiam peccatum appel­


lai Apostolus, cum dicit, Non ergo regnet peccatum in vestro
mortoli corpore ad obedkndum desideriis ein s1191 , non sic
0
2
manet in membris eorum qui ex aqua et spiritu renati sunt,
tanquam non sit eius facta remissio, ubi omnino piena et
perfecta fit remissio peccatorum, omnibus inimicitiis inter-
fectis, quibus separabamur a Deo: sed manet in vetustate
carnis tanquam superatum et peremptum, si non illicitis con­
sensi oni bus quodam modo reviviscat, et in regnum proprium
dominationemque revocetur.
Aib hac autem vetustate carnis, in qua est lex ista pec­
cati vel peccatum iam remissum, usque adeo spiritus vita
discemitur, in cuius novitate baptizati per Dei gratiam re-
. naseuntur, ut parum fuerit Apostolo dicere, tales non esse
in peccato, nisi etiam diceret, in ipsa carne illos non esse,
antequam ex hac mortali vita migrarent. Qui enim in carne
sunt, inquit, Deo piacere non possunt:. vos autem non estis
in carne, sed in spiritu; si tarnen Spiritus Dei habitat in
vobis I2°.
Verumtamen sicut ipsa carne quamvis corruptibili bene

119 Rom. 6,’ 12.


120 Rom. 8, 8. 9.
hijo, si no ha renacido del mismo modo, le perjudicará el
pecado que contrajo de él. Porque los padres mismos, aun
renovados por el sacramento, no engendran en virtud de estas
primicias de la vida nueva, sino en virtud de las reliquias
carnales del hombre viejo; y los hijos, que traen la imagen
de la vejez de sus padres y son el fruto de una generación
carnal, logran evitar la condenación, debida ai hombre an­
tiguo, por el sacramento de la regeneración y renovación es-
. pi ritual.
En las cuestiones que se han suscitado o pueden suscitar­
se sobre este tema, hemos de recordar y tener presente, so­
bre todo, que sólo con el bautismo se logra la completa y
perfecta remisión de todos los pecados, aunque sin producir
una inmediata y completa mudanza en las cualidades del
bautizado; mas las fuerzas espirituales que él deposita en
los fieles que progresan continuamente con la mejora de las
costumbres, transforman en sí los restos del hombre viejo
hasta que todo se renueve, de modo que la misma flaqueza
corporal alcance la firmeza espiritual y la incorrupción.

CAPÍTULO XXVIII

La ley d e l pecad o se l l a m a t a m b ié n pecado

45. Está ley del pecado, que llama también San Pablo
pecado, donde dice: No reine, 'pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus deseos, no so­
brevive en los miembros de los que han renacido con el agua
y el espíritu, como si no hubieran conseguido su remisión
(pues se les han perdonado total y perfectamente todos los
pecados y se han acabado todas las enemistades que nos se­
paraban de D io s ); mas permanece en la porción vieja de
nuestro ser camal, si bien superada y muerta, si no revive
en cierto modo por el consentimiento a las tentaciones ilíci­
tas y no se restituye a su reino propio y soberanía.
Mas una vez que ha sido perdonada esta ley del pecado,
o, si se quiere, este pecado, aquellos retoños del hombre viejo
se diferencian tanto del espíritu de vida que ha renovado a
los bautizados con la gracia de Dios con un segundo naci­
miento, que el Apóstol no se contentó con decir de ellos que
estaban en pecado, sino añadió que no estaban ni en la
carne, aun antes de emigrar de esta vida. Los que viven en
la carne no pueden agradar a D ios; pero vosotros no vivís
según la carne, sino según el espíritu, si es verdad que el
Espíritu de Dios habita en vosotros.
Sin embargo, así como de esa misma carne corruptible
utuntur, qui membra eius ad opera bona convertunt, in qua
carne non sunt, quia non secundum earn sapiunt neque vi-
vunt; sicut denique etiam morte, quae primi peccati poena
est, bene utuntur, qui earn pro fratribus, pro fide, pro qua-
cumque vera et sancta institia fortiter et patienter impen-
dunt: sic illa etiam lege peccati, quod iam remissum in ve-
tustate carnis manet, bene utuntur coniugati fideles, qui ex
eo quod sunt in Christi novitate, dominali sibi libidinem mi­
nime patiuntur; ex eo autem quod adhuc trahunt Adae ve-
tustatem, regenerandos immortaliter filios mortaliter géné­
rant cum ea propàgine peccati, qua illi qui renati sunt
obnoxii non tenentur, et qua illi qui nascuntur renascendo
solvuntur. Quamdiu ergo manet lex concupiseentialiter in
membris, manente ipsa reatus eius solvi tur; sed ei solvitur,
qui Sacramentum regenerationis accepit renovarique iam
coepit. %
Ex illa autem manente concupiscentiae vetustate quod
nascitur, renasci indiget ut sanetur. Quia parentes fideles et
nati camaliter et renati spiritualiter, filios carnaliter genue-
runt; filli vero antequam nascerentur, renasei quomodo po-
tuerunt?
46. Nec mireris, quod dixi, manente concupiseentialiter
iege peccati reatum eius solvi per gratiam Sacramenti. Sicut
enim facta et dieta et cogitata iniqua, quantum ad ipsos
motus animi et corporis pertinet, iam praeterierunt et non
sunt; eis tamen praeteritis et non turn existentibus reatus
eorum manet, nisi peccatorum remissione solvatur: sic con­
tra in hac non iam praeterita, sed adhuc manente lege con­
cupiscentiae, reatus eius solvitur, et non erit, cum fit in Bap-
tismo piena remissio peccatorum. Denique si continuo con-
sequatur ab hac vita emigratio, non erit omnino quod obno-
xium hominem teneat, solutis omnibus quae tenebant. Sicut
ergo non est mirum, praeteritorum dictorum, factorum, atque
cogitatorum reatum remanere ante peccatorum remissionem:
sic contra non debet esse mirum, manenti3 concupiscentiae
reatum praeterire post peccatorum remissionem.
hacen buen uso los que emplean sus miembros para obrar el
bien, y no están en la carne, porque no viven según sus gus­
tos, y del mismo modo que usan bien de la muerte, que es
un castigo del primer pecado, quienes la ofrecen con fortale­
za y ipacicinciai por los hermanos en la defensa de la fe, por
una causa cualquiera justa y santa, de igual modo usan bien
de aquella ley del pecad«?, que, aunque perdonado, aun perma­
nece en él hombre viejo, los casados fieles, quienes, por ha­
llarse en posesión de las fuerzas nuevas de la gracia de Cristo,
no permiten que la liviandad les tiranice; pero, en lo que
todavía conservan del viejo Adán, ellos engendran para la
vida mortal hijos, a quienes sólo la regeneración puede in­
mortalizar, y les comunican un germen de pecado al que están
sujetos todos, fuera de los renacidos, y del que sólo pueden
liberarse con un segundo nacimiento. Mientras, pues, esta
ley concupiscencia! permanece en los miembros, ha perdido
su carácter culpable, aun sin desaparecer de ellos, mas para
el que ha recibido el sacramento del bautismo y ha comen­
zado a renovarse. Sin embargo, lo que nace en virtud de esa
antigua inclinación camal, que todavía perdura, debe ven­
cer para que consiga la salud. Porque los padres fieles, na­
cidos según la carne y renacidos según el espíritu, engen­
draron también a los hijos carnalmente; y éstos, antes de
nacer, ¿cóm o podían renacer?
46. Ni te admires de lo que he dicho, conviene a saber,
que, aun permaneciendo en nosotros la ley del pecado en
cuanto a la concupiscencia, su reato ha sido perdonado por
la gracia del sacramento. Pues así como cuando las accio­
nes, palabras y pensamientos culpables han pasado y ya no
existen como movimientos del ánimo o del cuerpo, con todo,
aun después de su desaparición, su culpa permanece, mien­
tras no sea borrada con el perdón de los pecados, aquí, en
un sentido contrario, aun sin desaparecer y permaneciendo
la ley de la concupiscencia, su reato desaparece y no existi­
rá, porque el bautismo obra la perf ecta remisión de los peca­
dos. Y si el bautizado sale inmediatamente de este mundo,
nada hay que pueda tenerle cautivo, porque está desatado
de todas las cadenas que le sujetaban. Luego como no es de
admirar que antes de perdonarse los pecados persevere la
mancha de los dichos, hechos y pensamientos pasados, tam­
poco debe parecer cosa extraña que, aun continuando la con­
cupiscencia, su reato haya desaparecido con el perdón de los
pecados.
382 _________________ d e i t :c c .\t o r u m MKRrrrs et r e m is s io n e 11,29,48

CAPUT XXIX

Q m n e s praedestinati per u n u m mediatore »! Ch r istu m et


PER UNAM EAMDEMQUË FIDEM SALVANTUR. PARVULORUM QUOQUE
SALVATOR CHRISTUS

47. Quae cum ita sint, ex quo per unum hominem pec-
catum intravit in hunc mundum, et per pecca turn mors, et
ita in omnes homines pertransiit1211 , usque in finem camalis
3
2
huius generationis et corruptibilis saeculi, cuius filli générant
et generantur, nullo existente homine de quo in hac vita con­
stitute varaciter dici posait, quod nullum habeat omnino pec-
catum, excepto uno Mediatore, qui nos Creatori nostro per
remissionem conciliât peccatorum : idem ipse Dominus noster
hanc suam medelam nullis generis humani temporibus ante
ultimum futurum adhuc iudicium denegavit eis, quos per
certissimam praescientiam et futuram bensficentiam secum
regnaturos in vitam praedestinavit aeternam. Namque ante
nativitatem carnis infirmitatemque passionis et virtutem re-
surrectionis suae, earum rerum futurarum fide eos qui tunc
fuerant, informabat ad haereditatem salutis aeternae; qua-
rum rerum praesentium fide informavit eoa qui cum gere-
rentur adérant, atque implori praedicta cemebant; quarum
etiam praeteritarum fide qui'postea fuerunt, et nos ipsos, et
qui deinde futuri sunt, informare non cessât.
Una ergo fides est quae omnes salvos facit, qui ex car­
nali generatione spiritualiter renascuntur, terminata in eo
qui venit pro nobis iudicari et mori, iudex vivorum et mor-
tuorum. Sed huius unius fidei pro significationis opportuni-
tate per varia tempora sacramenta variata sunt.
48. Idem ipse itaque Salvator est parvulorum atque ma-
iorum, de quo dixerunt Angeli: Natus est vobis h®die Sal­
vator 122 ; et de quo dictum ¡est ad virginem Mariam : Foca bis
nomsn eius lesum; ipse enim salvum faciet populum suum
a peccatis eoru m 123 : ubi aperte demonstratum est, eum hoc
nomine, quo appellatile est Iesus, propter salutem quam nobis
tribuit, nominari; Iesus quippe, latine Salvator-est.
Quis est igitur qui audeat dicere Dominum Christum
tantum maioribus, non etiam parvulis esse lesum? qui venit
in similitudine carnis peccati, ut evacuarci corpus peccati,
in quo infirmissimo nulli usui congrui,s vel idoneis infantili-

121 Rom. 5, 12.


122 Le. 2, I I .
123 Mt, I, 21.
CAPÍTULO XXIX
T odos los predestinados se salvan po r u n solo M ediador .,
que es C risto ., y por u n a sola e idéntica f e . J esús es
tam bién S alvador de lo s pá rvu lo s

47. Admitidas estas verdades, después que por un hom­


bre entró el pecado en este mundo y por el pecado la muerte,
que así pasó a todos los hombres, y continuará hasta que se
acabe esta generación carnal y este siglo corruptible, cuyos
hijos engendran y son engendrados, sin que de ninguno en
la vida presente se pueda decir que se halla totalmente exen­
to de pecado— a excepción de nuestro único Medianero, que
nos reconcilia con el Creador, perdonando nuestras culpas— ,
no ha rehusado el Señor en ningún tiempo del género huma­
no antes de la consumación final el remedio de la salvación
a todos los que con su presciencia infalible y su benevolen­
cia previsora predestinó para que reinasen con El en la vida
eterna. Pues ya antes de nacer temporalmente, de padecer
los trabajos de la pasión y manifestarse la virtud de su re-,
surrección, instruía en la fe de los misterios futuros a los
que vivían entonces, disponiéndolos para la herencia de la
salud eterna; con la fe de las mismas cosas, pero ya pre­
sentes, alimentó a los contemporáneos, que fueron testigos
de ellas y vieron el cumplimiento de las profecías; con idén­
ticos misterios, ya pasados y cumplidos, sostiene constante­
mente la fe de los que vinieron más tarde y a la generación
presente y a los que vendrán después de nosotros.
Una misma, pues, es la fe que salva a todos los que, aun
viniendo a esta existencia por la vía de la generación carnal,
renacen espiritualmente; una fe que tiene su meta en el que
vino para ser juzgado y morir, siendo juez de vivos y muer­
tos. Pero los sacramentos de esta fe, siempre idénticos a sí
mismos, han variado según la diversidad de los tiempos y
la conveniencia de su significación..
48. Luego uno mismo es el Salvador de los párvulos y
de los grandes, de quien dijeron los ángeles; Oís ha nacido
hoy el Salvador. De El se dijo a la Virgen María: Le llama­
rás con el nombre de Jesús, 'porque El salvará a su pueblo
de los pecados. Vese claramente aquí que lleva el nombre de
Jesús, impuesto por la salvación que nos trajo, pues Jesús
equivale en nuestra lengua a Salvador.
¿Quién osará, pues, decir que nuestro Señor Jesús sólo
es el Salvador de los adultos y no de los párvulos? El vino
en semejanza de carne de pecado para destruir el cuerpo de
pecado, aun en los que todavía tienen un ser fragilísimo,
bus membris, anima rationalis miserabili ignorantia prae-
gravatur. Quam plane ignorantiam nullo modo crediderim
fuisse in infante ilio, in quo Verbum caro factum est, ut ha-
bitarieit in nobis, nee illam ipsius animi infirmitatem in Chris­
to párvulo fuerim suspicatus, quam videmus in parvulis.
Per hanc enim etiam, cum motibus irrationabilibus pertur-
bantur, nulla ratione, nullo imperio, sed dolore aliquando vel
doloris terrore cohibentur: ut omnino videas illius inobe-
dientiae filios, quae movetur in membris repugnans legi men­
tis, nec eum vult ratio, conquiescit : verum et ipsa saepe vel
dolore corporis, tamquam vapulando compescitur, vel paves-
cendo, vel tali aliquo animi motu, non tarnen volúntate prais-
cipiente eomprimitur.
Sed quia in eo erat similitudo cam is peccati mutationes
aetatum perpeti vdluit ab ipsa exorsus infantia, ut ad mor­
tem videatur etiam seruascendo illa càro pervenire potuisse,
nisi iuvenis fuisset occisus.
Quae tarnen mors in carne peccati inobedientiae debita
redditur, in similitudine autem cam is peccati obedientiae
volúntate suscepta est. Ad eam quippe iturus eamque passu-
rus, hoc ait : Ecce venit princeps mundi huius, et in me nihil
inveniet: sed ut sdant omnes quia voluntatem Patris mei
fado, surgite, eamus hinc 12i.
His dictis perrexit ad indebitane mortem, factus obediens
usque ad mortem.

CAPUT XXX

R espondet ad obiectionem P elagianorum

49. Quapropter illi qui -dicunt: Si primi hominis peccato


factum est ut moreremur, Christi advintu fieret ut creden-
tes in eum non *moreremur; et addunt quasi rationem, dicen-
tes: Ñeque enim praevaricatoris trans gres,sio plus nobis no-
cuit, quam incarnano vel redemptìo profuit Salmtoris.
Cur non potius hoc attendrait, hoc audiunt, hoc sine du-
bitatione credunt, quod Apostolus sine ambiguitate locutus
est: Quia»,per hominem mars, et per hominem resurrectio
porque sus miembros infantiles no les sirven para ningún
uso y el alma racional está sumida en una deplorable igno­
rancia. Yo no puedo creer de ningún modo que esta ignoran­
cia estuviese en aquel infante en quien el Verbo se hizo car­
ne para habitar entre nosotros, ni puedo suponer que el
Niifio Jesús tuviera la debilidad de ánimo que vemos en los
demás párvulos. Por causa de esta debilidad, cuando sufren
alguna perturbación de movimientos irracionales, sin obe­
decer a ninguna razón ni mandato, se les reprime con el do­
lor o el miedo al dolor; entonces se ve que son hijos de la
rebelión, que submueve a los miembros contra el dictamen
de la razón y no se apacigua con el imperio de la voluntad
racional, mientras frecuentemente se les refrena con el do
lor físico, o azotándolos, o infundiéndoles miedo, o con al­
gún otro movimiento de ánimo, pero no con el imperio de
la voluntad.
Empero, como Cristo tomó la semejanza de la carne pe­
cadora, quiso sufrir, comenzando desde la infancia, las vi­
cisitudes de las edades, y hace presumir que hasta la muerte
por consunción senil le hubiera llegado, a no habérsele qui­
tado la vida siendo joven,
Y esta muerte en los hombres verdaderamente pecadores
es una deuda, pagada por la desobediencia, pero en el que
tomó sólo semejanza de pecador fué aceptada por obediencia
voluntaria. Pues cuando iba a enfrentarse con ella y los pa­
decimientos de la pasión, dijo: He aquí que viene el príncipe
de este mundo, pero en mí no hallará tacha alguna: sin
embargo, para que todos vean que hago la voluntad de rm
Padre, levantaos, vámonos de aquí.
Y dichas estas palabras, se ofreció a ir a la muerte inde­
bida, hecho obediente hasta la muerte.

CAPÍTULO XXX
R esponde a una o bje ció n de los pelagianos

49. Si el pecado d~l primer hombre, dicen los adversarios,


fué la causa de que muriésemos, la venida de Cristo traería
la inmortalidad a los que creemos en El. Y añaden como ra­
zonando la objeción: Porque la transgresión del primer pre­
varicador no nos pudo hacer más daño que provecho nos ha
traído la encarnación o redención del Salvador.
Los que así discurren, ¿ por qué no atienden más bien,
por qué no escuchan, por qué no creen sin duda ninguna lo
que tan categóricamente afirmó el A póstol: Que por un hom­
bre vino la muerte y por un hombre la resurrección de los
mortuorum. Sicut enim in Adam omnes moriuntur, sic et in
Christo omnes vivificabuntur? 12512
6
Neque enim aliunde, quam de corporis resurrectione di-
cebat. Omnium ergo corporis mortem factam per unum h o­
minem dixit, et omnium corporis resurnectionem in vitam
aeternam per unum Christum futuram esse promisit.
Quomodo ergo plus nobis nocuit ille piccando, quam iste
• profuit redimendo, cum per illius peccatum temporaliter mo-
riamur, per istius autem redemptionem non ad temporalem
vitam, sed ad perpetuam resurgamus?
Nostrum ergo corpus mortuum est propter peccatum,
Christi autem corpus solum mortuum est sine peccato; ut
fuso sanguine sine culpa, omnium culparum chirographa de-
lerentur, quibus debitores qui in eum credunt, a diabolo
antea tenebantur. Et ideo, Hic est, ait, sanguis meus, qui prò
multis effundietur in remissiontm peccatorum 12S.

CAPUT XXXI

C ur non sim ul pe r B aptism um cum peccatis m ors etiam


IPSA ABOLEATUR
50. Poterat autem etiam hoc donare credentibus, ut nec
istius experirentur corporis mortem: sed si hoc fecisset, carni
quae dam felicitas adderetur, minueretur autem fidei fortitu-
do. Sic enim homines mortem istam timent, ut non ob aliud
felices dicerent esse Christianos, nisi quod mori omnino non
possent. Ac per hoc nemo propter illam vitam, quae post
istam mortem beata futura eat, per virtutem etiam contem-
nendae ipsius mortis ad Christi gratiam festinaret; sed
propter removendam mortis molestiam deiicatius crederetur
in Christum. Plus ergo gratiae praestitit, plus fidelibus suis
sine dubitatione donavit. Quid enim magnum erat, videndo
non mori eos qui crederent, credere se non moriturum ? Quan­
to est maius, quanto fortius, quanto laudabilius, ita credere,
ut se speret moriturus sine fine victurum?
Denique hoc quibusdam in fine largietur, ut mortem istam
repentina commutations non sentiant, sed simul cum resur-
gentibus rapiantur in nubibus obviam Chi'isto in aera, et sic
semper cum Domino vivant127.

128 I Cor. 15, 21. 22.


126 Mt. 26, 28.
121 i Thess. 4, 16.
muertos; porque así como en Adán todos mueren, así en
Cristo todos serán vivificados?
Aquí hablaba únicamente de la resurrección del cuerpo.
Luego afirmó que la muerte corporal fué causada por un hom­
bre, y prometió que la resurrección corporal de todos para la
vida eterna se hará por mediación única de Cristo.
¿Cómo se dice, pues, que nos hizo más daño Adán pecan­
do que provecho Cristo r dimiéndonos, cuando por culpa, de
aquél morimos temporalmente y por la redención de éste re­
surgimos, no para una vida temporal, sino para la vida
eterna ?
Nuestro cuerpo ha muerto, pues, por causa del pecado;
pero sólo el cuerpo de Cristo padeció muerte sin haber peca­
do, a fin de que, derramando su sangre inmaculada, queda­
sen borrados los quirógrafos de todos los pecados, con que
antes tenía cautivos el demonio a cuantos en El creen. Por
eso dice: Esta es mi sangre, que será derramada para muchos
(n remisión de los pecados.

CAPÍTULO XXXI

P or qué el ba u tism o , ju n ta m e n te con las cu lpas , no h a


DESTRUÍDO LA MUERTE5 0

50. Podía, ciertamente, el Señor haber hecho a los cre­


yentes la gracia de no experimentar esta muerte corporal;
mas, con haberlo hecho, hubiera aumentado, sin duda, nues­
tra felicidad temporal, con detrimento del vigor de la fe.
Pues de tal modo temen 103 hombres esta muerte, que sólo
por eso proclamarían felices a todos los cristianos, por ser
inmortales. Entonces no se abrazaría la gracia de Cristo
por el amor de la dichosa vida que habrá después de la
muerte, llegando hasta el desprecio de la muerte; se creería
más bien en Cristo por una razón de molicie, para evitar
los trabajos de la muerte. Ha dado, pues, más parte a la
gracia, ha hecho, sin duda, a sus fiele3 mayores dones. Por­
que ¿qué mérito tendría creer que uno no había de morir,
viendo a los creyentes dotados ya de la inmortalidad? ¡Cuán­
to más noble, cuánto más viril, cuánto más laudable es
creer que, aun estando condenado a la muerte, vivirá eter­
namente !
Al fin del mundo no faltará este privilegio a algunos, de
suerte que con el cambio repentino apenas sentirán la muer­
te y, juntamente con los santos resucitados, serán arrebata­
dos por los aires para salir al encuentro de Cristo y vivir
siempre con El.
Ht recte illis, quìa non erunt iaan posteri qui propter hoc
eredant, non sperando quod non vident, sed amando quod
vident.
Quae tides est enervis et debilis, nec tides omnino dicen-
da, quandoquidem fides ita definita est: Fides 'est spsrantium 3
substantia, convictio rerum quae non vidsentur. Unde etiam
in eadem, ubi et hoc scriptum est, ad Hebraeos Epistola, cum
consequenter enumeras set quosdam, qui Deo fide placuerunt:
Secundum fidem, inquit, mortili sunt hi omnes, cum non
accepissent promissiones, sed longe eos videntes et saludantes,
et confitentes quia hospitss et peregrini sunt super terram.
Et paulo post eamdem fidei laudem ita concluait : E t omnes,
inquit, testimonium consecuti per fidi-m, non tulerunt promis-
siones D ei: pro nobis emm meliora providerunt, ne sine no-
bis perfecti perficerentur128.
Haec laus fidei non esset, nec omnino, ut iam dixi, fides
esset, si homines in credendo praemia visibilia sequerentur,
hoc est, si fidelibus merces immortalitatis in hoc saeculo
redderetur.
51. Hinc et ipse Dominus mori voluit, ut, quemadmodum
de ilio scriptum est, per mortem evacuaret eum qui -poi esta­
fan habebat mortis, id est, diabolum, et liberàret eos qui
timore mortis per totam vitam rei erant servitutis12n.
Hoc testimonio satis etiam illud monstratur, et mortem
istam corporis principe atque auctore diabolo, hoc est, ex
peccato accidisse, quod ille persuasit; ñeque enim ob aliud
potestatem habere mortis verissime diceretur: unde ille qui
sine ullo peccato vel originali vel proprio moriebatur, dixit,
quod paulo ante commemoravi: Ecce veniet princeps mundi,
id est, diaboius, qui potestatem habebat mortis, et in me
nihü inveniet, id est, peccati, propter quod homines mori
fecit.
E<t quasi diceretur ei: Quare ergo moreris? Sed ut sciant
omnes, inquit, quia voluntatem Patris mei fació, surgite,
camus hinc: id est, ut moriar non habens mortis causanti de
peccato sub auctore peccati, sed die obedientia et iustitia
factus obediens usque ad mortem. E t hoc ergo ilio testimonio
demonstratum est, et quod timorem mortis fidèles vincunt,
ad agonem ipsius fidei pertiniere, qui profecto defuisset, si
mox esset credentes immortalitas eonsecuta.

‘-s Hebr. n , i. 13. 39. 40.


1=0 Ib . 2, 14. 15.
» •L ov. spcrandormn. A t A m . K r. et n o stri m a n u scrip n con stan-
ter liab en t sperantìum. S ic a b A u gu stin o e ita tu r in Tract. 79 in Jean.,
n. 1 : et Traci. 95, 3 (P L 35, 1837, 1872). G ra e ce e st, elpizomenon,
quocl cu m sit verb u m m ed iu m , ab a liis a c tiv e a ccip ie b a tu r, a b a liis
p a ssiv e (PI. 14, 181 nota).
Bien cuadra este privilegio a aquellos hombres que no
tendrán posteridad que abrace esta fe, sin esperanza en el
mundo invisible, pues aman lo que ven.
Mas esta fe enclenque y débil apenas merece el nombre
de fe, tal como se ha definido: La fe es Ja firme seguridad de
los que esperamos, la convicción de lo que no v mos. Y en
la misma carta escrita a los hebreos, de donde está tomado lo
anterior, después de enumerar a algunos santos que agrada­
ron a Dios con la fe, se añade: En la fe murieron todos sin
recibir las promesas, pero riéndolas de lejos y saludándolas
y confesándose huéspedes y peregrinos sobre la tierra, Y des­
pués de hacer el elogio de la fe, concluye: Y todos estos, con
ser recomendables por la fe, no alcanmron la promesa, por­
que Dios tenía previsto algo mejor sobre nosotros, para que
sin nosotros no llegasen ellos a la perfección.
La fe carecería completamente de esta excelencia, y ni
siquiera sería fe, como he dicho antes, si los hombres reci­
biesen por creer recompensas visibles, esto es, si a los cre­
yentes se les diera ya en este mundo el premio de la inmor­
talidad.
51. Por eso quiso morir el mismo Señor, según está es­
crito de El, para destruir por la muerte al que tenía el im­
perio de la muerde, esto es, ál diablo, y librar a aquellos que
por él temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a ser­
vidumbre.
Con este divino oráculo se prueba bien que la misma
muerte corporal vino por sugestión y obra del diablo, es de­
cir, por el pecado que él persuadió; de otro modo no podría
decirse con verdad que tiene él el imperio de la muerte; asr
se e«plican también las palabras arriba mencionadas del que
quiso morir aun estando exento de todo pecado personal y
original: He aquí que viene el príncipe de este mundo, es
decir, el diablo, que tenía la potestad de la muerte, pero en
mí no hallará nada, quiere decir, ningún pecado, por el que
hizo morir a los hombres.
Y como previniendo a la pregunta “ Pues ¿ por qué mue­
res?” , El respondió: Mas para que sepan todos que cumplo
la voluntad de mi Padre, levantaos, vámonos de aquí. Como
diciendo, voy a morir sin haber dado con mi pecado una
causa de muerte contra mí al autor del pecado, haciéndome
obediente hasta la muerte por obediencia y justicia. Y con
aquel testimonio se demuestra también que la victoria de los
fieles sobre el temor de la muerte pertenece igualmente al
combate de la misma fe, que tampoco tendría lugar si la
inmortalidad les fuese concedida inmediatamente a los que
creen.
CAPUT XXXII

Cur C h ristu s post resurrectionem praesentiam suam


MIUNDO SUBDUXERIT

52. Quamvis itaque multa Dominus visibilia miracula


fecerit, unde ipsa fides velut quibusdam primordiis lactescen-
tibus germinaret, et in suum robur ex ilia teneritudine co-
aksceret (tanto est enim fortior, quanto magis iam isca non
quaerit) : tamen illud quod promissuim speramus, invisibili-
ter voluit exspectari, ut iustus ex fide viveret, in tantum
ut nec ipse qui dile tertio resurrexit, inter homines esse vo-
luerit, sed eis demonstrato in sua carne resurrectionis exem-
plo, quos huius rei testes habere dignatus est, in caelum as-
cendierit, illorum quoque se oculis auferens, nihilque tale
cuiusquam eorum carni iam tribuens, quale in carne propria
demonstraverat ; ut et ipsi ex fide viverent, eiusque iustitiae,
in qua ex fide vivitur, praemium quod postea erit visibile,
nunc interim per patientiam invisibiliter exspectarent. Ad
hunc intellectum credo etiam illud esse réferendum, quod ait
de Spiritu saneto : Non potest ipse venire, nisi ego abiero.
Hoc enim erat dicere, non poteritis iuste vivere ex fide, guod
de meo dono, id est, de Spiritu sancto habebitis, nisi a ves-
tris oculis hoc quod intuemini abstui&ro, ut spiritualiter cor
vestrum invisibilia credendo proficiat.
Hanc fex fide iustitiam identideim, loquens de Spiritu sanc­
to, ita commendati lite, inquit, arguet mundurn di piccato,
de iustitia, et de iudicìo: de peccato quidem, quia non credi-
derunt in me; de iustitia, quia ad Patrem vado, et iam non
videbitis me 13°.
Quae est ista iustitia, qua eum non viderent, nisi ut ius­
tus ex fide viver/et, et non respicientes quae videntur, sed
quae non videntur, spiritu ex fide spem iustitiae exspecta-
remus ?

CAPUT XXXIII
R espondet ad obiectionem P elagianorum

53. Qui autem dicunt : Sì peccato mors ista corporis acci-


diss.t, non utique post rtmtssionem peccatorum, qm m ESs-
demptor nobis tribuit, moreremur: non intelligunt quomodo

1311 Io. 16, 7-ip.


CAPITULO XXXII

P or qué C risto , después de su resurrecció n , ocultó su


PRESENCIA A LOS OJOS DEL MUNDO

52. Aunque, pues, el Señor obró muchos milagros visi­


bles, para comenzar a formar la fe de los hombres con cier­
ta alimentación láctea y suave y para que de aquellos princi­
pios tiernos pasase a la robustez (pues tanto más robusta
es ella cuanto más prescinde de la prueba de los milagros),
sin embargo, quiso que la esperanza de sus promesas se sos­
tuviese sobre fundamentos invisibles, para que los justos vi­
viesen. de la fe, hasta el punto que ni El mismo, habiéndo
resucitada al tercer día, permaneció énitre los hombres, sino
que, después dé haber mostrado' el ejemplo de la resurrección
en su carne a los que se dignó escoger como testigos de este
hecho, subió a los cielos, substrayéndose también a sus ojos
y sin hacer a ninguno partícipe de la resurrección, cuyo re­
trato publicó en su cuerpo. Hízolo así para que también ellos
viviesen de la fe, esperando entre tanto, con paciencia y sin
arrimos visibles, la recompensa de la justicia de la fe viva,
que se hará palpable en la vida eterna. Esta interpretación
creo debe darse a lo que dice El mismo, del Espíritu Santo:
Si yo no partiere, no puede venir El. Era como decirles: No
podréis vivir justamente de la fe, que poseeréis por gracia
m ía, y don del Espíritu Santo, si no aparto de vuestra vista
lo que estáis viendo, a fin de que vuestro corazón se eleve
espiritualmente sólo por la fe en las cosas invisibles.
Y, hablando del Espíritu Santo, les recomienda en estos
términos la justicia por la fe: E l argüirá al mundo de pe­
cado y de justicia y juicio: de pecado, porque no creyeron
en m í; de justicia, porque voy al Padre y no me veréis más.
¿ A qué se ordenaba, esta justicia, que les arrebataba la
vista de Jesús, sino a que el justo viviese de la fe, no mi­
rando a recompensas visibles, s:no invisibles, aguardando en
espíritu y fe el premio de la justicia?

CAPÍTULO XXXIII
R esuelve una dificultad de lo s pelagianos

53. También objetan diciendo: Si la muerte es efecto del


pecado, ya no deberíamos más morir, una vez que nos con­
siguió el Redentor la remisión del mismo. Los que hablan
res, quarum reatum, ne post hanc vitam obsint, Deus solvit,
tamen eas ad certamen M ei sinit manere, ut per illas eru-
diantur et exerceantur proficientes in agone iustitiae. Posset
enim et alius hoc non intelligens diaere. Si propter peccatum
dixit Deus homini: In sudore vultus tuì edes panern tuum, et
spinas et tribulos pariet tibi terra: quare et post remissionem
labor hie permansi, et haec dura et aspera parit etiam terra
fidelium?
Item ®i propt-ér peccatum dictum est mulieri : In gemitu
paries 131, cur etiam post peccatorum remissionem feminae
fideles eosdiem dolores in parturiendo patiuntur? Et tamen
constat propter peccatum, quod admiserant, illos a Deo pri­
mes homines haec audisse atque meruisse: nec resistit his
verbis divini libri, quae posui de labore hominis et de par-
turitione mulieris, nisi qui prorsus alienus a fide catholica
eisdem Litteris adversatur.

. CAPUT XXXIV

CüR REMISSO PECCATO POENA ADHÜC EXIGATUR

54. Veruna quia et tales non desunt, queanadmodum eis


hac quaestion/e proposita respondemüs, dicentes, ante remis-
sionem esse illa supplicia peccatorum, post remissionem
autem certamina exercitationesque iustorum: ita et illis quos
de morte corporis similiter movet, respondiîre debemus, ut
eam et peccato accidisse fateamur, et post peccatorum re­
missionem, ut anagnus timor eius a proficientibus superetur,
ad certannen nobis relictam esse non dedignemur.
Si enim parva virtus esset fidei, quae per dilectionem
operatur, mortis metum vincere, non esset tanta martyrum
gloria, nee Dominus diceret : Maiorem hoc charitatmn nemo
hab't, quam ut animam suam ponat pro amicis suis w2. Quod
in Epistola sua Ioannas ita dicit: Sicut ìUe animam suam
pro nobis posuit, sic et nos debemus animas pro fratrïbtis
ponere 133.
Nequaquam igitur in morte pro iustitia subeunda vel con-
temnenda laudaretur praiecipua patientia, si mortis non esset
magna multumque dura molestia. Cuius timorem qui vincit
ex fide, magnam ipsius fidei comparât gloriam iustamque

m Gen. 3, 19. 16.


132
Io. 15, 13.
183
1 Io. 3, 16.
asi no comprenden cómo ciertas consecuencias de acciones,
cuyo reato perdona Dios para que no nos perjudiquen en la
otra vida, sin embargo, por permisión suya, subsisten para
el combate espiritual de nuestra fe, para que por ellas nos
instruyamos y ejercitemos, perfeccionándonos en el logro
de la justicia.
Uno que no entendiese el valor de esta doctrina podría
objetar también: Si por el pecado dijo Dios al hombre: Con
di sudor de la, frente comerás tu pan, y la tierra te produ­
cirá espinas y cardos, ¿por qué, después de habernos perdo­
nado las culpas, permanece la ley del trabajo y los campos
de los fieles producen abrojos y asperezas?
Igualmente, si por el pecado se dijo a la mujer: Parirás
con dolor, ¿por qué, obtenida la remisión del pecado, las mu­
jeres siguen experimentando los dolores del parto? Y, sin
embargo, nos consta que por la desobediencia cometida aque-,
líos primeros hombres oyeron de Dios y merecieron esos
castigos. Y sólo contradicen a estos testimonios del citado
divino libro sobre el trabajo del hombre y el parto de la
mujer los que combaten las Sagradas Escrituras, siendo com­
pletamente ajenos a la fe católica [27],

CAPÍTULO XXXIV

P or qué se im po n e n penas au n después de perdonar el


PECADO

54. Sin embargo, no faltan adversarios de esta clase.


Y así como a éstos les respondemos en la cuestión propuesta
diciendo que, antes de obtener el perdón, aquellas penas eran
suplicios debidos a los pecados, y después de obtenerlo sirven
de combate y ejercicio a los justos, del mismo modo hemos
de contestar a los que se extrañan de la muerte corporal
diciendo: confesemos que ella fué ocasionada por el pecado
y declaremos sin recelo que se nos dejó para nuestro com­
bate después de haber sido perdonado el pecado, para que
con el progreso en la virtud venciésemos el terror que nos
inspira.
Porque si no fuese excelente acto de la virtud de la fe, que
obra por caridad, vencer el miedo a la muerte, no sería tan
grande la gloria de los mártires, ni diría el Señor: El mayor
amor que uno tiene es dar la vida por los amigos.
Y si la muerte careciese de grandes trabajos y amargu­
ras, no se celebraría como acto sublime de paciencia el sopor­
tarla o despreciarla por motivo de justicia. Quien vence su
temor con fe viva, alcanza insigne gloria y justa recompen-
mercedem. Unde mirandum non est, et mortem corporis non
fuissie eventaram homini, nisi praecessisset peccatimi, cuius
etiam talis poena consequeretur ; et post remissionem pecca-
torum earn fidelibus evenire, ut in eius timore vincendo exer-
ceretur fortitudo iustitiae.
55. Caro enim quae primo facta est, non erat caro pecca-
ti, in qua noluit homo inter delicias paradisi servare iusti-
tiaan. Unde statuii Deus, ut post eius peecatum propagata
caro peccati, ad recipiendam iustitiam laboribus et molestiis
eniteretur.
Propter hoc etiam de paradiso dimissus Adam, contra
Eden habitavit, id est, contra sedem deliciarum: ut signi-
ficaret quod in laboribus, qui sunt deliciis contrarii, eru-
dienda esset caro peccati, quae in deliciis obedientiam non
servavit, ahtequam esset caro peccati.
Sicut ergo illi primi homines poste®, iuste vivendo, unde
merito creduntur per Domini sanguinem ab extremo suppli-
cio liberati, non tarnen in illa. vita meruerunt ad paradisum
revocari: sic et caro peccati, etiaonsi remissis peceatis homo
in ea iuste vixerit, non continuo meretur earn mortem non
perpeti, quam traxit de propagine peccati.
56. Tale aliquid nobis insinuatum est de patriarchs Da­
vid in libro Regnorum, ad quern propheta cum missus esset,
eique propter peecatum quod admiserat, eventura mala ex
iracundia Dei comminaretur, confessione peccati veniam me­
ruit, respondente propheta quod ei flagitium facinusque re-
missum s i t 134: et tarnen consecuta sunt quae Deus fuerat
comminatus, ut sic humiliaretur a filio.
Quare et hic non dicitur: Si Deus propter peecatum illud
fuerat comminatus, cur dimisso peccato quod erat minatus
implevit? nisi quia mitissime, si dictum fuerit, respondebi-
tur remissionem illam peccati factam, ne homo a piercipienda
vita impediretur aetema ; subsecutum vero illius commina-
tionis effectum, ut pietas hominis in illa humilitate exerce-
retur atque probaretur. Sic et mortem corporis et propter
peecatum Deus homini infixit, et post peccatorum remissio­
nem propter exercendam iustitiam non ademit.

131 a Reg. la, 13.


sa por su fe. No hay que admirarse, pues, de que, sin una
culpa anterior, la muerte no hubiera sobrevenido al hombre,
como un castigo consiguiente, y de que después de lograr el
perdón, no se vean libres de ella los fieles, para que se forta­
lezca su justicia con la victoria sobre el espanto que consigo
trae.
55. El hombre primitivo fué creado inocente en su car­
ne, mas no quiso en aquel estado conservar la justicia entre
las delicias del paraíso. Por eso decretó el Señor que el
género humano, propagado por generación camal después
del pecado, pasase por trabajos y molestias para conseguir
la justicia.
Por la misma razón, Aidán, expulsado del paraíso, habitó
en el lado opuesto al edén, o jardín de delicias, para signi­
ficar que el hombre pecador había de ser disciplinado con
trabajos, que son contrarios a las delicias, pues viviendo en
éstas no supo guardar la obediencia en su estado inocente.
Así como, pues, aquellos primeros padres, aunque vivie­
ron después en justicia—iy por eso se cree que por la sangre
del Señor se salvaron del último suplicio— , no merecieron,
sin embargo, durante el resto de su vida, el retom o al pa­
raíso, igualmente el hombre, aunque, obtenido el perdón de
sus culpas, viva en la justicia, no por eso merece verse libre
de la muerte, cuyo germen heredó con la descendencia camal.
56. Algo parecido se nos insinúa en el libro de los Reyes
acerca del patriarca David, cuando le fué enviado un profeta
y, amenazándole con calamidades futuras que la cólera de
Dios haría des cargar sobre él a causa de su pecado, él se
arrepintió y, con la confesión de su culpa, mereció el perdón;
y el profeta le anunció de parte de Dios la remisión del cri­
men y maldad que había cometido; no obstante, se cum­
plieron todas las amenazas divinas, para que el rey se hu­
millase con la sublevación del hijo.
¿Cómo no se razona aquí del mismo m odo: Si Dios le
hizo tales amenazas por el pecado cometido, una vez que le
fué borrado éste, por qué cumplió los castigos anunciados?
Y se responderá muy bien diciendo que le fué perdonado el
pecado para no impedirle la entrada en la vida eterna; mas
siguióse la ejecución de las amenazas para: ejercitar y probar
por estas humilhc’ones la piedad de aquel hombre. Análoga­
mente, Dios infligió al hombre la muerte como castigo del
pecado, pero, perdonado éste, no se lo levantó para acrisolar
su justicia.
CAPUT XXXV
N o n declinandum in d extekam a ut in sinistram

57. Teneamus ergo indéclinabilem fidei conftessionem. So­


lus unus est qui sine peccato natus est in similitudine carnis
peccati, sine peccato vixit inter aliena peccata, sine peccato
mortuus est propter nostra peccata. Non decìinemus in dex-
teram aut in sinistram.
In dexteram enim declinare, est se ipsum decipere dicendo
se esse sine peccato: in sinistram autem, per mescio quam
perversem et pravem securitatem se tanquaan impune dare
peccatis. Fina enim queue a dixtris sunt novit Dominus, qui
solus sine peccato est, et nostra potest delere peccata; ‘p er­
versane awtem sunt quae a sinistris ’ 35, amicitiae cum pec­
catis.
Tales etiaan illi viginti annorum adolescentuli figurane
novi populi praemisserunt, qui in terram promissionis in-
trarunt, qui nec in dexteram néc in sinistram dicti sunt de­
clinasse. Non enim viginti annorum aetas comparanda est
innocentiae parvulorum: sed, ni fallor, hic numeras mysti-
cum aliquid adumbrat et resonat. Fetus enim Testamentan
in quinqué Moysi libris excellit, Novum autem quatuor Evan-
geliorum auctoritate praefulget ; qui numeri per se multipli-
cati ad vieenum perveniunt : quater enim quiñi, vel quinquies
quatemi, viginti sunt.
Talis populus, ut praedixi, eruditas in régno caelorum
per duo Testamenta, Fetus et Novum, non declinans in dex­
teram superba praesumptione iustitiae, ñeque in sinistram
secura delectationé peccati, in terram promissionis intra-
bjt: ubi iam peccata ulterius nec nobis donanda opte mus,
tíec in nobis punienda timeamus, ab ilio Redemptore liberati,
qui non venundatus sub peccato, redemit Israel ab omnibus
iniquitatibus eius, sive propria cuiusquam vita commissis,
sive originaliter tractis.

Prov. 4, 27.
CAPÍTULO XXXV
N O H A Y QUE DESVIARSE N I A LA DERECHA N I A LA IZQUIERDA

57. Mantengámonos, pues, inflexiblemente en la confe­


sión de la fe. Sólo hay uno que nació sin pecado, semejante
a nosotros, pecadores, en su carne; vivió inocente entre pe­
cados ajenos y murió sin pecado para expiar los nuestros.
No nos desviamos ni a la derecha ni a la izquierda.
Irse a la derecha es engañarse a sí mismo teniéndose por
inmaculado; irse a la izquierda es, con no sé qué perversa y
criminal seguridad, entregarse a toda clase de crímenes, como
si no hubiera ningún castigo. Los caminos que están a la
derecha los conoce el Señor, pues sólo El está sin pecado
y puede borrar nuestros delitos. Los caminos de la izquierda
son malvados, y como tales pueden considerarse las codicias
pecaminosas.
A este propósito nos ofrecen una figura del Nuevo Tes­
tamento aquellos jóvenes de veinte años de quienes se dice
que entraron en la tierra prometida sin torcerse a la derecha
ni a la izquierda. Desde luego no se ha de comparar la edad
de los veinte años con la inocencia de los párvulos; mas, si
no me engaño, encierra y pregona algún misterio ese núme­
ro. Eln efecto, el Antiguo Testamento resplandece en los
cinco libros de Moisés, y el Nuevo con la autoridad de los
cuatro Evangelios; ambos números, multiplicados, hacen
veinte, pues cuatro veces cinco o cinco veces cuatro su­
man veinte.
Semejante pueblo, como he dicho, instruido acerca del
reino de los cielos por los dos Testamentos, el Antiguo y
e l‘ Nuevo, sin torcerse a la derecha con una soberbia pre­
sunción de su propia justicia, ni a la izquierda con una com­
placencia segura en el pecado, entrará en la tierra de pro­
misión. Allí no imploraremos ya el perdón de los pecados
ni temeremos su castigo, porque viviremos libres por la
gracia del Redentor, el cual, sin ser esdlavo de pecado, re­
dimió a Israel de todas sus iniquidades, ora de las cometidas
con la vida propia, ora de las contraídas por el origen.
QÀPUT XXXVI

AiN ANIMA EX TRADUCE. IN REBUS OBSCURIS, UBI SCRIPTURAE


NON ADIUVANT, CAVENDA IUDICANDI TEMERITAS

58. Non enim parum paginarum divinarum auctoritati


veritatique cesserunt, oui etsi. noluerunt litteris suis aperte
exnrimere, parvulis remissionem necensariam peccatorum. re-
demptionem tarnen eis opus esse confessi sunt. A¡l‘o quippe
verbo, etiam ipso de christiana eruditione deprompto, nihil
aliud omnino dixerunt.
Nee dubitandum est his qui divina scripta fideliter legunt,
fideliter audiunt, fi dei iter tenent, quod ab illa carne quae
prius volúntate peccati facta est caro peccati, deinceps per
successionem transeunte in omnes proscriptione iniauitatis
et mortis caro sit propagata peccati, excepta una similitudi­
ne carnis peccati, quae tarnen non esset, nisi esset et caro
peccati.
59. De anima vero, utrum et ipsa eodem modo pro­
pagata, reatu qui ei dimittatur obstricta sit (ñeque 'enim
possumus dicere, solam camera pannili, non etiam animam
indigere Salvatoris et Redemptoris auxilio, alienamque ab
ea esse gratiarum actione quae in Psalmis est, ubi legimus et
dicimus: Benedic, anima mea, Dominum; et noli obHvisci
omnes retribution's eius: qui propitius fit omnibus iniquita-
tibus tuis, qui sanai òmms languores tuos, qui redimii de
corruptione vitam tm m 136; an etiam non propagata, eo ipgo
quo carni peccati aggravanda miscetur, iam ipsius peccati
remissione et sua redemptione opus habest, Deo per summam
praescientiam iudicante, qui pannili ab isto reatu non me-
reantur absolví, etiam qui nondum nati nihil alicubi propria
sua vita egerunt vel boni ve] mali: et quomodo Deus etiamsi
non de traduce animas creat, non sit tarnen auctor reatus
eiusdem, propter quem redemptio Sacramenti necessaria est
et animae pannili: magna quaestio est, aliamque disputatio-
nem desiderai, eo tarnen, quantum arbitrar, moderamine tem-
peratam, ut magis inquisitio cauta laudetur, quam praecipi-
tatia reprehendatur assertio. Ubi enim de re obscurissima
disputatur, non adiuvantibus divinarum Scripturarum certis

Ps. ioa, 3-4.


\ .CAPITULO XXXVI
1
i "
¿NOS VIENE EL ALMA POR TRANSMISIÓN? PRUDENCIA QUE DEBE
TENERSE PARA INTERPRETAR LAS SAGRADAS ESCRITURAS

58. No es despreciable la concesión que han hecho al­


gunos a la autoridad y verdad de las Sagradas Escrituras
al reconocer la necesidad de la redención para los niños,
aunque no han querido declarar por escrito que les es nece­
saria la remisión de los pecados. Con equivalente expresión,
tomada del lenguaje cristiano, ellos han dicho lo mismo.
Para los que leen, escuchan y abrazan fielmente las en­
señanzas de los divinos libros resulta indubitab’ e esta ver­
dad: de aquel primer hombre que por su desobediencia vo­
luntaria inficionó con su culpa hasta el cuerpo, se propagó
esta carne de pecado, pasando por sucesivas generaciones
y arrastrando consigo la condena, la iniquidad y la muerte,
exceptuando a Cristo, que vino en semejanza de carne de
pecado, lo cuál no podría ser no hahiendo una carne de
pecado.
59. ¿ Y también diremos del alma que se propaga lo
mismo que el cuerpo y está sujeta a un vínculo de reato de
que tiene necesidad de ser desatada? Pues no es posible sos­
tener que sólo el cuerpo y no el alma de los niños necesita
el auxilio del Salvador y Redentor, y que ella debe perma­
necer ajena a la acción de gracias formulada en los Sal­
mos, donde leemos: B.índice, ¡oh alma mía!, al Stñor y no
olvides ninguno de sus favores. El perdona tus pecadas, El
sana todas tus enfermedades, E l rescata tu vida de la co­
rrupción. O, suponiendo que no se propaga por generación,
¿tal vez por el hecho mismo de ser infundida en una carne
contaminada, cuyo peso le abruma, tiene necesidad del per­
dón de su pecado y del rescate, sabiendo Dios, con su pres­
ciencia soberana, qué párvulos no merecen ser absueltos de
este reato, aun de aquellos que, sin haber nacido todavía, no
han hecho en ninguna parte ni bien ni mal con su vida pro­
pia? Y si Dios crea las almas y no las propaga por trans­
misión, ¿ cómo se concibe que no sea El autor del reato, para
cuya libertad es necesario el sacramento al alma del niño?
He aquí graves problemas que exigen algún tratado especial,
donde, sin embargo, según creo, deberá tenerse mucha mo­
deración, de suerte que sea preferible la alabanza por la
cautela en la investigación que la censura por las afirma­
ciones precipitadas. Pues cuando se discuten problemas muy
clarisque documentis, cohibere se debet humana praesumptio,
nihil faciens in partem alteram declinando.
Et si enim quodlibet borum, quemadmodum demonstrari
et explicari possit, ignorem; illud tarnen credo, quod ©tiam j
hinc divinorum eloquiorum clarissima auctoritas esset, si /
homo id sine dispendio ¡promissaie salutis ignorare non posset.
Habes elaboratum, utinam tarn commodum quam prob-
xum, pro meis viribus opus, cuius prolixitatem fortasse de- '
f end erem, nisi id vererer fa cere defendendo prolixius.
obscuros, sin que puedan tomarse pruebas claras y ciertas
de las divinas Escrituras, debe refrenarse la presunción
humana, sin inclinarse ni a una parte ni a otra.
Por lo que a mí toca, ignoro cómo pueden defenderse
, y demostrarse cada una de las cuestiones propuestas; creo,
i sin embargo, que, si el hombre no pudiera ignorar estas
| cosas sin detrimento de su salvación, también aquí la auto-
i ridad de las divinas Escrituras nos ayudaría,
i Pongo, pues, ya en tus* manos esta obra, elaborada según
1mis fuerzas, y que ojalá te sea tan provechosa como es pro­
lija, si bien abogaría tal vez por su prolijidad si no temiera
hacerme más prolijo con la misma defensa.
L Í B E R I l i

Ad eumdem Marcellinum epistola

Charissimo filio Marcellino, Augustinus eipisco-


pus, s:rvus Christi servorumque Christi, in Do­
mino scdutem.

CAPUT I
PELAGIUS EXIST 1M ATUS VIR SANCTUS. E lU S EXPOSITXONES IN
P au lu m

1. De quaestionibus quas mihi proposueras, ut ad te ali-


quid scriberem adversus eos qui dicunt Adam etiam3i non
peceasset, fuisse moriturum, nec ex eius peccato quidquam
ad eius posteros propagando transis&e, maxime propter Bap-
tismum parvulorum, quem more piissimo atque materno uni­
versa frequentai Ecclesia, et quod in hac vita sint, fuerint,
futuriquie sint filli hominum nullum habentes omnino pecca-
tum, iam duos prolixos ahsolveram libros : quibus mihi visus
sum, non quidem omnibus omnium occurrisse in hac causa
motibus animorum, quod vel a me, vel a quoquam utrum
fieri possit ignoro, imo fieri non posse non dubito, sed tamen
egisse aliquid, quo de his rebus a maioribus traditae fidei
defensores contra novitates eorum qui aliter sentiunt, non
inermes usquequaque consisterent.
Verum post paucissimos dies legi Pelagii quaedam scrip­
ta, viri ut audio sancti, et non parvo proveetu christiani,
quae in Pauli apostoli epistolas expositiones brevissimas con-
tinerent: atque ibi comperi, cum ad ilium venisset locum,
ubi dicit Apostolus, per unum hominem peceatum intrasse
in mundum, et per peceatum mortem, atque’ ita in omnes
homines1 pertransisse, quamdam eorum argumentationem
qui negant parvulos peceatum originale gestare : quam fateor
in illis tam longis voluminibus meis non refielli, quia in

R o m . 5, i2.
L I B R O I I I

Epístola Marcelino

A l muy querido hijo Marcelino, Agustín, obispo,


siervo de Cristo y de sus servidores, saluda en el
Señor.

CAPÍTULO I

L a f a m a de sa n tid a d de P e l a g io . S u s l ib r o s

1. Me rogaste te escribiese algo sobre unas cuestiones


que me habías propuesto para responder a los que dicen
que Adán, aun sin haber ofendido a Dios, hubiera muerto
y que su pecado mo tuvo consecuencias para sus descen­
dientes por generación, y sobre todo a los que censuran el
bautismo que la Iglesia universal administra a los párvulos
con una costumbre muy piadosa y maternal, y a los que pre­
guntan si en la presente vida existen, han existido o exis­
tirán hijos de hombres completamente exentos de pecado;
sobre estas cuestiones había terminado ya dos voluminosos
escritas, y con ellos tengo para mí que no he logrado calmar
todas las inquietudes que pueden agitar los ánimos (si bien
ignoro si esta empresa es posible para mí o para otro, o
más bien, la pongo entre las cosas imposibles); pero creo
haber hecho algo para que los defensores de la fe tradicio­
nal no se hallasen completamente inermes ante el asalto de
nuevas y contrarias opiniones.
Mas, después de muy pocos días de haber terminado
aquel trabajo, leí algunos escritos de Pelagio, varón, según
me dicen, santo y cristiano de aventajada virtud, donde se
contienen algunas glosas brevísimas a las Epístolas de San
Pablo; y allí, al llegar al pasaje donde dice el Apóstol que
por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado
la muerte, y así pasó a todos los hombres, encontré cierta
argumentación de los que niegan la transmisión del pecado
original a los niños. En mis voluminosos libros he omitido
mentem mihi omnino non venerat, quemquam posse talia
cogitare, vel elicere. Quapropter quoniam illi operi, quod iam
certo fine concluseram, nihil addere volui; et ipsam eisdem
verbis quibus earn legi, et quid mihi contra videatur, huic
epistolae inserendum putavi.

CAPUT II

O b ie c t io P e l a g ii . P a r v u l i i n c r e b e n t iu m e t f ib e l iu m
NUMERO DEPUTATI

2. Sic ergo illa argumentatio posita est: Hi autsm, in-


quit, qui contra traducen peccati sunt, ita ttlam impugnare
nituntur: Si Adae, inquiunt, peccatum etiam non peccantibus
nocuit, ergo et Christi iustitia etiam non credentìbus prod-
e s t; quia similiter, imo et magis dicit per unum sol-vari,
quam per unum ante periirunt.
Huic ergo, ut dixi, argumento in illis duobus libris quos
ad te scripsi, nihil respondí, ñeque id mihi prorsus redar-
guendum proposui.
Nunc ergo prius illud attende, quemadmodum cum di-
cunt : Si Adae peccatum etiam non peccantibus nocet, et
Christi iustitia etiam non credentìbus prodest, absurdissi-
mum utique et falsissimum iudicant, ut Christi iustitia
etiam non credentìbus prosit; unde putant confici, nec primi
hominis peccatum parvulis non peccantibus nocere potuisse,
sicut et Christi iustitia prodessie ullis non credentìbus non
potest.
Dicant itaque, Christi iustitia quid baptizatis parvulis
prosit: dicant omnino quod volunt. Profecto enim, sì se
Christianos esse meminerunt, aliquid prodesse non ambigimt.
Quodlibet igitur prosit, prodesse, sicut etiam ipsi asserunt,
non credientibus non potest. Unde coguntur párvulos bapti-
zatos in credentium numero deputare ; et auctoritate sanctae
ubique Ecclesiae consentire, quae fidelium eos nomine non
censet indignos, quibus iustitia Christi etiam secundum istos
prodesse nonnisi credentìbus posset.
Sicut ergo eorum per quos renascuntur, iustitiae Spiri­
tus responsione sua traiicit in cos fidem, quam volúntate
propria nondum habere po tuerunt : sic eorum per quo3 nas-
cumtur, caro ipeecati traiici t in eos noxam, quam nondum vita
propria contraxerunt. E t sicut eos vitae spiritus in Christo
régénérât fideles, sic eos corpus mortis in Adam generave-
la refutación de este argumento, porque no se me había
ocurrido que pudiera habar alguien que pensara o dijera
tales cosas. Y como allí nada quise añadir, porque la obra
estaba definitivamente acabada, me ha parecido bien inser­
tar a la letra sus argumentos en esta carta.

CAPÍTULO II

D if ic u l t a d q u e p r o p o n e P e la g io

2. En estos términos, pues, está formulado aquel razo­


namiento: Los contrarios a la doctrina de un pecado trans­
mitido por generación la combaten de este modo: Si el pe­
cado de Adán, discurren ellos, perjudicó aun a los que no
pecan, luego también la, justicia de Cristo aprovechó a los
que no creen, pues San Pablo nos asegura que es más copiosa
la salvación que nos vino de uno que la pérdida causada
también por uno.
A este argumento, como dije, nada respondí en los libros
que te envié, ni me propuse refutarlo.
Mas ahora fíjate bien primero en la proposición que ellos
sientan: Si el pecado d° Adán daña también a los que no pe­
can, la justicia de Cristo aprovecha a los que no creen. Y juz­
gan cosa muy absurda y falsa ,que la justicia de Cristo apro­
veche a los infieles; de donde infieren que el pecado del primer
hombre no pudo dañar a los párvulos inocentes, como tam­
poco la justicia de Cristo puede ser provechosa a los no
creyentes.
Pues entonces dígannos ellos qué provecho origina a los
niños que se bautizan la justicia de Cristo. Afirmen lo que
les plazca sobre este punto.'Porque si se tienen por cristia­
nos, ciertamente reconocerán alguna influencia de la justicia
de Cristo. Según su propia aserción, sea cual fuere esta
utilidad, no redunda en bien de los que no creen. Y por esto
se ven forzados a contar a los infantes bautizados en el
número de los fieles y a someterse a la autoridad de la Igle­
sia universalmente santa, que no considera como indignos
del nombre de fieles a los pequeños neófitos, a quienes la jus­
ticia de Cristo de nada serviría si no fueran fieles, según
confiesan ellos.
Así como, pues, el espíritu de justicia de los que pro­
curan el renacimiento de los infantes transmite en ellos con
sus respuestas la fe que son incapaces de tener por voluntad
propia, de un modo análogo, por medio de los autores del
nacimiento, la carne de pecado les transmite también un daño
que ellos no han merecido con voluntad propia. Y así como
el espíritu de vida regenera a los fieles en Cristo, así el
rat peccatores: illa enim carnalis generatio est, haec spiri-
tualis : ilia facit filios carnis, haec filios spiritus; ilia filios
mortis, haec filios resurrectionis ; ilia filios saeculi, haec
filios Dei ; illa filios irae, haec filios misericordiae ; ac per hoc
illa peccato originali obligatos, ista omnis peccati vinculo
liberates.
3. Postremo ad id quod intelliectu perspicacissimo asss-
qui non valemus, auctoritate divina consentire cogamur.
Bene quod ipsi nos admonent, iustitiam Ohristi nisi creden-
tibus prodesse non posse, et prodesse aliquid parvulis con-
fitentur: unde, ut diximus, niecesse est eos baptizatos in
credentium numero sine ulla tergiversatione constituant. Con-
sequenter igitur, si non baptizentur, inter eos qui non credunt,
erunt; ac per hoc n»ec vitam habebunt, sed ira Dei manet
super eos; quoniam qui non credit F ìlio, non habebit vitam,
sed ira Dei manet super eum: et iudicati sunt; quoniam qui
non credit, iam iudicatus e s t 2: et condsmnabuntur ; quoniam
qui crediderit et baptizatus fuerit, salvm crii; qui autem
non crediderit, condemnabitur3.
Iam nunc videant isti, qua iustitia tentent vel conentur
asserere, non ad vitam aeternam, sed ad iram Dei pertinere,
et divinitus iudicari atque damnari homines qui sine peccato
sunt ; si quemadmodum proprìum, ita nullum in eis est etiam
originale peccatum.
4. Iam caeteris, quae Pelagius insinuât eos dicere, qui
contra originale peccatum disputant, in illis duobus prolixi
mei operis libris satis, quantum arbitror, dilucideque res-
pondi. Quod etsi quibusdam vel parum vel obscurum vide-
bitur, dent veniam, et componant cum eis, qui fortasse illud
non quia parum est, sed quia nimium reprehendunt: et qui
ea, quae pro natura quaestionum dilucide dicta existimo,'
adhuc non intelligunt, non mihi calumnientur pro negligen-
tia vel pro meae facultatis indigentia, sed Deum potius pro
accipienda intelligentia deprecentur.

CAPUT III

P elagius laudatus a n o n n u llis . A rgum enta coktra pecca ­


tu m ORIGINIS, QUAE PELAGIUS IN COMMENTARIO SUO PROPONIT

5. Verumtamen nos non negligenter oportet attendere,


istum, sicut eum qui noverunt loquuntur, bonum ac prasdi-
candum virum, hanc argumentationem contra peccati pro-
paginem, non.ex propria intulisse persona, sed quid illi dicant
Io. 3, 36. 18.
cuerpo de muerte en Adán los había engendrado para el
pecado; luego aquella generación es camal, ésta espiritual;
aquélla hace hijos de carne, ésta hijos de espíritu; aquélla
hijos de muerte, ésta hijos de resurrección; aquélla hijos
del siglo, ésta hijos de Dios; aquélla hijos de ira, ésta hijos
de misericordia; y por eso aquélla engendra a los que son
cautivos del pecado original, ésta los hace libres de la ca­
dena de todo pecado.
3. Finalmente, lo que pasa de vuelo a las más perspi­
caces inteligencias, abracémoslo nosotros, doblegándonos a
la divina autoridad. Muy bien nos advierten ellos que la
justicia de Cristo sólo aprovecha a los fieles, y confiesan
también que alguna utilidad reporta a los niños; de donde
concluíamos nosotras que sin ninguna tergiversación deben
poner a los bautizados en el número de los creyentes. Luego
si no se bautizan, estarán en el número de los que no creen,
ni por lo mismo tendrán vida, sino la ira de Dios pesa sobre
ellos, porque ti que no cree en el Hijo no tendrá vida, y la
ira de Dios permanece sobre él. Y ya están juzgados, porque
él que no cree ya está juzgado; y se condenarán, pues el que
creyere y se bautizare se salvará, mas el que no creyere será
cond nado.
Vean ahora con qué justicia se empeñan y esfuerzan por
defender que hay homlbres excluidos de la vida eterna, sobre
los cuales pesa la ira de Dios, cuyo juicio soberano los condena
sin que ellos sean reos de ningún pecado propio ni original.
4. A las demás razones que Pelagio atribuye a los ad­
versarios del pecado original, he respondido con suficiente
claridad, según creo, en mis dos voluminosos escritos. Y si
a algunos les pareciere mi respuesta breve u obscura, les rue­
go me perdonen y entiéndanse con los que me censuran, no
de brevedad, sino del exceso contrario; y los que no entien­
den mis explicaciones, que creo son claras, según lo pide la
naturaleza de las cuestiones que allí se ventilan, no me re­
prochen por mi descuido o por mi cortedad de entendimiento,
antes bien nieguen al Señor para que les aumente a ellos las
luces de la inteligencia.

CAPÍTULO III
A r g u m e n t o s d e P e l a g io c o n t r a e l p e ca d o o r ig in a l

5. Sin embargo, conviene tener muy presente que Pela­


gio, alabado como hombre bueno, según dicen los que le co­
nocen, no propone en nombre propio este discurso contra la
transmisión del pecado original, sino en nombre de otros que
qui earn non approbabant intimasse, nec solum hoc quod
modo proposui eique respondi, ve rum etiam caetera quibus
me in illis Jibri3 iam respondisse recolui.
Nam cum dixisset: Si Adae, inquiunt, peccatum etiam
non peccantibus nocuit, ergo e t Christi iustitia etiam non
credentibus prodest; quod in iis quae respondi, cernis quam
non solum non expugnet quod dicimus, sed etiam nos admo-
neat quid dicamus: secutus adiunxit: Deinde aiunt: Si Bap-
tismus mundat antiquum Ulud delictum, qui de duobus baptì-
zcirtis nati fm rint, debent hoc cerere peccato: non enìm po-
tuerunt ad posteros transmittere, quod ipsi minime habwe-
runt. Illud quoque accedit, inquit, quia si anima non est eoe
traduce, sed sola caro, ipsa tantum hdbet traducem peccati,
et ipsa sola poenam merstur: iniustum esse dicentes, ut
hodie nata anima, non ex massa Adae, tarn antiquum pec­
catum portet alienum. Dicunt etiam, inquit, nulla rations
concedi, ut Deus qui propria peccata remittit, imputet alkna.
6. Vidcsne, obsecro, quemadmodum hoc totum Pelagius,
non ex sua, sed ex aliorum persona indiderit. scriptis suis,
usque adeo sciens hanc nescio quam esse novitatem, quae
contra antiquam Ecclesiae insitam opinionem sonare nunc
coeperit, ut earn ipse confiteli aut verecundatus, aut veritus
fuerit. Et forte hoc ipse non sentit, quod sine peccato nas-
catur homo, cui fatetur necessarium esse Baptismum, in
quo fit remisaio peccatorum: et quod sine peccato damnetur
homo, quem necesse est non baptizatum in non credentibus
deputari; quia utique Scriptura evangelica fallerò non pot­
est, in qua apertissime legitur: Qui non credidsrit, condem-
nabitur; postremo, quod sine peccato imago Dei non admif-
tatur ad regnum Dei, quoniam nisi quis renatus fuerit ex
aqua et spirita, non potest introire in regnum D e il; atque
ita vel in aeternam mortem sine peccato praecipitetur, vel
quod est absurdius, extra regnum Dei habeat vitam aeter­
nam ; cum Dominus praedicens quid suis in fine dicturus eit :
Venite, benedicti Patrie mei, percepite regnum quod vobis
paratum est ab initio mundi, manifestaverit etiam quid sit
ipsum regnum quod dicebat, ita concludms: Sic ibunt illi
in ambustionem aeternam, insti autem in vitam aeternamr>.
Haec ergo et alia quae istum sequuntur errorem, nimium
perversa et christianae repugnantia ventati, credo quod vir
ille tam egregie christianus omnino non sentiat.
la niegan, ni aduce sólo el razonamiento que acabo de mfen-
cionar y refutar, sino también otras objeciones, rebatidas
igualmente, según he recordado, en aquellos libros.
Cita primero estas palabras: Si Adán, dicen ellos, dañó
a los que no tienen pecados personales, también la justicia
de Cristo favoreció a los que no creen. Eln la respuesta que
he dado a este argumento verás que no sólo no destruye
nuestra tesis, sino también nos insinúa lo que hemos de
responder. Después prosigue: Dicen además: Si el bautismo
borra aquel antiguo pecado, los que hayan nacido de padres
cristianos deberán carecer ds M, pues no pudieron transmitir
a los hijos lo que no twoiéron. Añádase a esto—continúa—
que si el alma no procede por transmisión, sino sólo el cuer­
po, éste solamente heredará el pecado y . merecerá él castigo;
y ,scria una injusticia—prosiguen— que hoy un alma que no
proviene de la masa de Adán arrastre consigo un pecado tan
antiguo y ajeno. Dicen también que no puede admitirse de
ningún modo que Dios, que perdona los pecados propios,
impute los ajenos.
6. Y a ves cómo Felagio ha incorporado a su escrito
toda esta serie de razonamientos, no en su nombre, sino en
la persona de otros, sabiendo muy bien que se trataba de
una incalificable novedad que ahora ha comenzado a pro­
palarse contra la creencia recibida en la Iglesia, hasta el
punto que él no se atrevió hacerla suya, o por vergüenza
o por temor. Pues tal vez él no tiene estos sentimientos
ni cree que nazca el hombre inocente, según admite la ne­
cesidad del bautismo para que se le perdonen los pecados;
ni cree que sin pecado se condene al hombre al que, si no
ha recibido el bautismo, hay que colocarlo entre los que no
creen, pues no puede engañarnos el Evangelio, donde muy
claramente se lee: El que no creyere se condenará; final­
mente, tampoco admite que la imagen de Dios, exenta de
todo pecado, no sea recibida en el reino de los cielos, porque,
si uno no renaciere de agua y.espíritu no puede entrar en el
reino de Dios; y así es precipitada en la muerte eterna
sin culpa ninguna, o lo que es más absurdo, fuera del reino
de Dios poseerá la vida eterna, pues el mismo Señor, anun­
ciando la sentencia que pronunciará en favor de sus elegidos
al fin del mundo, dice: Venid, benditos d° mi Padre, recibid
el reino que os está preparado d'sde el principio d i mundo;
y con las últimas palabras nos da a conocer en qué consistía
este reino de que les hablaba: Así irán aquéllos al fuego
eterno, y los justos, a la vida eterna.
Tengo para mí que Pelagio, que pasa por ser un cris­
tiano tan excelente, de ningún modo profesará estas y otras
ideas que acompañan al error que rebatimos, por ser tan
perversas y contrarias a la verdad cristiana.
Sed fieri potest ut etiam istorum argumentis, qui contra
peccati traducem sentiunt, adhuc fortasse ita moveatur, ut
audire vel nosse quid contra eoa dicatur, exspectet: et ideo
quid illi dicant, qui contra peccati traducem sentiunt, nec
tacere voluit, ut quaestio discutienda insinuaretur, et a per­
sona sua removit, ne hoc etiam ipse sentire iudicareiur.

CAPUT IV
IESUS ETIAM INFANTIUM IESUS EST

7. Ego autem et si refellere istorum argumenta non


valeam, video tarnen inhaerendum esse iis quae in Scripturis
sunt apertissima, ut ex his revelentur obscura; aut si mens
nondum est idonea, quae possit ea vel demonstraba cernere,
vel abstrusa investigare, sine ulla haesitatione credantur.
Quid autem apertius tot tantisque testimoniis divinorum
eloquiorum, quibus dilucidissime apparet, nec praeter Christi
societatem ad vitam salutemque aetemam posse quemquam
hominum pervenire, nec divino iudicio iniuste posse aliquem
damnari, hoc est, ab illa vita et salute separari?
Unde fit consequens ut quoniam nihil agitar aliud, cum
parvuli baptizantur, nisi ut incorporentur Ecclesiae, id est,
Christi corpori membrisque socientur; manifestum sit eos
ad damnationem, nisi hoc eis collatum fuerit, pertinere. Non
autem damnari possent, si peccatum utique non haberent.
Hoc quia illa aetas nulla in vita propria contrahere potuita,
restat intelligere vel si hoc nondum possumus, saltern cre­
dere, trahere párvulos originale peccatum.
8. A c per hoc si ambigui aliquid habent verba aposto­
lica quibus dicit, Per unum hominem peccatum intravit in
mundum, et per peccatum mors, et ita in omn's homines
pertransiit6, possuntque in aliam duci transferrique senten-
tiam: numquid et illud ambiguum est: Nisi quis renatus
fuerit e x aqua et spiritu, non potest intrare in regnum D i ? 7*
Numquid et illud, Vocatíis nomen eins lesum ; ipse mim sal-
vum fuckt populum suum a peccatis eorum? 8 Numquid etiam
illud: Quia non est opus sanis medicus, sed argrotantibus 9;
hoc est, quia non est necessarius Iesus eis qui non habent
‘ Uom. 5, 12. ' Mt. i, 2i.
’ Io. 3, 5. 0 Ib. Q, 12.
a Editi, nullum in vita propria. Gallicani vero sex Mss. nulla
in vita propria. Nempe ut duplex error excludatur, afflngens in­
fantibus peccatum vita'e propriae, aut ante corpus, aut in corpore
actae. Hinc in Epistola 217 ad V italem , n. 16 : N ec secundum m e ­
rita. inquit, prioris alicuius vitae, guani nullam propriam singuli
habere potu eru n t (PL 33, 984).
Mas puede suceder que tal vez todavía le hagan fuerza
ios argumentos de los enemigos de la transmisión del pecado
original y espera oír o conocer lo que se dice contra ellos;
he aquí por qué no quiso omitir las objeciones que proponen,
como insinuando que es un problema que debe estudiarse,
y por eso alejó de sí toda responsabilidad para que no se
creyese que aquél era su modo de pensar.

CAPÍTULO IV

J e s ú s e s t a m b ié n e l S a lv a d o r de l o s n iñ o s

7. Yo, aunque no puedo refutar sus argumentos, veo,


sin embargo, la necesidad de adherirse a las verdades que
muy claramente nos enseña la Sagrada Escritura, para ilu­
minar por ellas otros puntos más opacos. O, si nuestro en­
tendimiento no es aún capaz de comprender las verdades ya
demostradas o de investigar otras difíciles, hemos de pres­
tarles nuestra más firme adhesión.
Ahora bien, ¿hay algo más explícito que los muchos y
graves oráculos divinos, de donde clarísimamente se des­
prende que, fuera de la incorporación a Cristo, ningún hom­
bre puede llegar a la vida y salvación eterna, y que nadie
puede ser condenado injustamente en el divino tribunal, o
en otros términos, nadie puede ser separado de aquella vida
y salvación eterna?
De donde brota esta consecuencia: siendo el efecto del
bautismo de los párvulos la incorporación a la Iglesia o la
unión con Cristo y sus miembros, cosa manifiesta es que, si
no reciben ese sacramento, gravita sobre ellos la sentencia
condenatoria. Mas no podrían ser condenados si fueran ino­
centes. Luego, como en aquella edad no pueden ser respon­
sables de pecados personales, forzosamente hay que deducir,
o, si esto fuere mucho para nosotros, hay que creer, a lo
menos, que los niños Contraen el pecado de origen.
8. Por tanto, si alguna ambigüedad ofrecen o pueden
interpretarse en diverso sentido que el muestro las ¡palabras
del Apóstol: Por un hombre entró el pecado en él mundo y
por él pecado la muerte, y así pasó a todos los h om brst
¿acaso dan lugar a dudas las del Señor: Quien no naciere
díl agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los
ci.ío s? ¿Y son dudosas estas otras: Llamarás su nombre Je­
sús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados? ¿Y aqué­
llas: No tienen m cesidad de médico los sanos, sino los en­
fermos, quiere decir: Jesús no es necesario para los inmunes
peccatimi, sed eis qui salvandi sunt a peccato? Numquid
etiam illud: Quia nisi manducaverint homines camem eius,
hoc est, participes facti fuerint corporis «ius, non habebunt
vitam ? 10
His atque huiusmodi aliis, quae nunc praetereo, teatimo-
niis divina luce clarissimis, divina auotoritate certissimis,
nonne veritas sine ulla ambiguitate proclamat, non solum in
regnum Dei non baptízalos párvulos intrare non posse, ged
nec vitam aeternam posse habere praeter Christi .corpus, cui
ut incorporentur, sacramento Baptismaíis imbuuntur? Non­
ne veritas sine uila dubitatione testatur, eos non ob aliud ad
lesum, hoc est, ad salvatorem et ad medicum Christum piis
gestantium manibus ferri, nisi ut per medieinam Sacramen-
torum eius possint a peccati peste sanar! ? Quid ergo cunc-
tamur Apostoli verba, de quibus forte dubitabamus, etiam
ipsa sic intelligere, ut his congruant testimoniis, de quibus
dubitare non possumus?
9. Quanquam toto ipso loco, ubi per unius peccatum
multorum condemnationem, et per unius iustitiam multo-
rum iustificationem Apostolus loquitur, nihil mihi videa-
tur ambigui, nisi quod ait: Adam formam fu tu rill. Hoc
enim reverá non solum huic sententiae convenit, qua intel-
ligitur futuros eius posteros ex eadem forma cum peccato
esse generato» ; sed etiam in alios et alios intellectus possunt
haec verba deduci, Nam et nos aliud inde aliquando diximus,
et aliud fortasse dice mus, quod tarnen huic intelectui non
3Ìt adversum12\ et ipse Pelagius non uno modo id exposuit.
Caetera vero quae ibi dicuntur, si diligenter advertantur
atque tractentur, sicut in primo duorum iiiorum libro utcum-
que conatus sum, etiamsi subobscurum pariunt rerum ipsa-
rum necessitate sermonem, non tarnen poterunt alium sen-
sum habere, nisi per quern factum est ut antiquitus universa
Ecclesia retineret, ñdeies párvulos originales peccati remis-
sionem per Christi Baptismum consecutos.

CAPUT V
T estim o n iu m C y p r ia n i

10. Utnde non immerito beatus Cyprianus satis osben-


dit, quam hoc ab initio ereditimi et intellectual ssrvet Ec­
clesia*: qui cum párvulos a materno utero recentissimos iam

11 Rom. 5, 14.
12 Ci. E pist. 157, 20 : PC 33, 6S4 ; De p ecca i, m erli, et remis,
I, 11, 13 : PC 44, iió ; D e nuptiis et con cu p ., II, 27, 46: PC 44,
462-463 ; Contro Iidianum . h-aercsis pelag. d efen sorem libri, s e x , V I,
9 : PI_ 44, 826-827. ■ •
de pecado, sino para los que han de ser redimidos de él ?
¿E s dudoso, en fin, lo que dice Jesús: que si no comieren
los hombres su carne, esto es, se hicieren participantes de su
Cuerpo, no tendrán vida?
Con estos y otros testimonios que resplandecen con di­
vina luz y se imponen con absoluta certeza por su autoridad
infalible, ¿n o proclama sin equívocos la verdad divina que
los niños sin bautismo, no sólo no pueden entrar en el reino
de Dios, sino también que no pueden conseguir la vida eter­
na fuera dfel Cuerpo de Cristo, pues para incorporarse a El
reciben la ablución sacramental? ¿N o' atestigua la verdad
sin sombra de duda que, si manos piadosas llevan a los
infantes al Médico y Salvador, Cristo, es para que por la
medicina del sacramento queden sanos del contagio pestilen­
cial del pecado? ¿P or qué vacilamos, pues, en dar a las pa­
labras del Apóstol, de cuyo sentido tal vez dudábamos, una
interpretación conforme con estos testimonios, cuya clari­
dad disipa toda incertidumbre?
9. Y aun en el mismo pasaje donde San Pablo trata de
la condenación de muchos por el pecado de uno y de la jus­
tificación de muchos por la justicia de uno, yo no veo nin­
guna ambigüedad fuera de la frase : Adán es el tipo del hom­
bre futuro.
Estas palabras, además de significar que todos sus des­
cendientes futuros son engendrados en pecado y heredan su
misma naturaleza, admiten otras diversas interpretaciones.
Yo mismo las he explicado de otro modo, y tal vez les daré
aún nuevo sentido, que no contraría al que se ha expresado
aquí. Tampoco Pélagio les dió una interpretación única.
Empero, todo lo demás que allí se dice, si se estudia y
examina con diligencia y atención, como me he esforzado
yo en hacerlo en el primero de aquellos dos libros, aunque
la naturaleza misma del asunto engendra necesariamente
alguna obscuridad de expresión, no admite otro sentido sino
el que retuvo la antigüedad eclesiástica, conviene a saber:
que los párvulos fieles han obtenido el perdón del pecado de
origen por el bautismo de Cristo.

C A P Í T U L O V

E l testim onio de S an Cipbiano

10. Con razón, pues, San Cipriano demuestra bien cómo,


la Iglesia desde el principio ha creído y entendido esta doc­
trina. Habiendo afirmado el Santo que los niños recién sa­
lidos del útero materno eran capaces de recibir el bautismo
idoneos ad percipiendum Christi Baptismum assereret, quo-
niam eonsultus fuerat, utnun hoc ante octavum diem fieri
deberet: quantum potuit, conatus est eos demonstrare per­
fectos; ne quis quasi pro numero dierum, quia octavo antea
circumcidebantur infantes, eos adhuc perficiendos existi-
m aret1S.
Sed cum magnum eis defensionis patrocinium praesti-
tisset, ab originali tamen peccato eos immunes non esse con-
fessus est: quia si. hoc negaret, ipsius Baptismi causam
propter quern percipiendum eos defendebat, auferret.
Potes ipsam epistolam memorati martyris ds Baptizan-
dis parvulis legere, si volueris: ñeque enim potest deesse
Carthagini. Verum in hanc etiam nostram, quantum praesen-
ti quaestioni satis visum est, pauca inde transferenda arbi­
tra tus sum, quae prudenter attende.
Quantum, vero, inquit, ad causam, infantium pertinet, quos
dixisti intra secundum vsl ttrtium diem quo nati sunt con­
stituios, baptizan non oportere, e t considirandam esse legem
circumcisionis antiquae, ut intra octavum di m eum qui
natus est baptizandum et sanctificandum non putares, longe
a'liud in concilio nostro visum est. In hoc enim quod tu po­
tabas esse faciendum, nemo consensit; sed universi potius
iudicavimus, nulli hominum nato missricordiam Dei et gra-
tiam denegandam. Nam cum Dominus in Evang lio suo dicat:
“Filius hominis non vcnit animas hominum perdere, sed sal­
vare” *14 : quantum in nobis est, si fieri potu ait, nulla anima
perdendo est.
Advertisne quid dicat, quemadmodum sentiat, non tan­
tum carni, sed animae quoque infantis exitiabile esse atque
mortiferum, sine ilio salutari Sacramento exire de bac vita?
Unde si iam nihil aliud diceret, intelligere nostrum fuit, sine
peccato animam perire non posse.
Sed vide paulo post defendens innocentiam parvulorum,
quid tamen de illis apertissime fateatur. CaeUrum si homi­
nes, inquit, impedire aliquid ad consecutionem gratiae pos­
set, magis adultos et provectos et malares natu poss nt im­
pedire peccata graviora. Porro autim si etiam gravissimis
dilictoribus, et in Deum multum ante peccantibus, cum postea
crediderint, remissa' p ccatorum datur et Baptismo atque
gratia nemo prohibetur: quanto magis prohiberi non debct
infans, qui recens natus nihil peccavit, nisi quod secundum
Adam carnaliter natus contagium mortis antiquae prima na­
tivitate contraxit? Qui ad re missam pe ccatorum accipLndam
hoc ipso facilius accedit, quod illi remit tun tur non propria,
ssd aliena peccata.

18 C y p r ia n u s , Episl. 64, ad Fidum: PL 4, 359.


14 Lc. 9, 56.
da Cristo, le consultaron si la administración del sacramento
se debía hacer antes del octavo día; y, según pudo, defendió
que eran perfectamente capaces, no fuesen a creer que no
lo eran, atendiendo al rito de la circuncisión, que antes se
daba al octavo día.
Mas, a pesar de la entusiasta defensa que hizo de los
niños, no negó que estaban exentos de pecado original, por­
que, de haberlo negado, hubiera anulado la razón misma de
ser del bautismo, por cuya recepción se desvelaba.
Podrás, si quieres, leer la carta que escribió el celebrado
mártir sobre el deber de bautizar a los párvulos, pues no
faltará ahí en Cartago algún ejemplar. Sin embargo, repara
en algunos pocos pasajes que he creído oportuno copiar de
ella, suficientes, a mi parecer, para esclarecer la presente
cuestión.
En lo que atañe—dice—al asunto de los niñosJ los cuales
has dicho que no conviene sean bautizados é l segundo o
tercer día después de nacer, porque se debe seguir la ley
antigua de la circuncisión, y, conforme <a ella, crees que a
ningún recién nacido, antes de terminarse el octavo día, debe
bautizarse y santificarse, sábete que nuestro concilio está
muy lejos de pensar así. Nadie te dió la razón en lo que pro­
ponías que se debe hacer, antes bien todos juzgamos que
a ningún nacido se ha de rehusar la misericordia y la grada
de Dios. Pues como el mismo Señor afirma en su Evangelio:
“El Hijo d'l hombre no ha venido para perder las almas
humanas, sino para salvarlas” ; en lo que nos foca a nos­
otros, a ser posible, no consentiremos que se pierda ninguna,
¿N o ves lo que dice y cómo cree pernicioso y mortal, no
sólo al cuerpo, .sino también al alma del niño, que salgan
de esta vida sin este sacramento de salvación? Aun cuando
no añadiera más, sería bastante para hacemos entender que
un alma no puede perderse si carece de pecado.
Pero mira lo que dice un poco después muy abiertamente,
defendiendo la inocencia de los párvulos: Además, si algo
pudiera impedir a los hombres el conseguir la gracia, mayor
obstáculo serían los pecados graves cometidos por los adul­
tos y personas de más avanzada edad y mayores. Y, no obs­
tante eso, si aun a los más grandes pecadores y que antes
ofendieron mucho a Dios, cuando han abrazado la fe, sc les
perdonan todos los pecados y a nadie se aparta del bautismo
y de ncibir la gracia, ¿con cuánta más razón no deberá
impedirse al niño recién nacido, que no ll'va otro pecado
sino el contagio de la muerte antigua, contraído desde el
primer nacimiento en virtud de su proced'ncia carnal de
Adán f El tiene un acceso más fácil al perdón, por lo mismo
que se le perdonan, no los pecados propios, sino los ajenos.
11. Vïdfs quanta fiducia ex antiqua et indubitata fidei
reguia vir tantus ista loquatur? Qui haec documenta certis­
sima ideo protulit, ut illud quod erat incertum, unde con-
suluerat ille oui rescribit, et unde concilii decretum con-
stitutum esse commémorât, ut scilicet etiam ante octavum
diem ex quo die natus esset infans, eum, si afferretur, bap-
tizare nemo dubitaret, per haec firmaments probaretur.
Neque enim hoc tune quasi novum aut quasi aliqua cuius-
quam contradictione pulsatum, concilio statuebatur seu fir-
mabatur, quod obstricti originali peccato tenerentur infan­
tes: sed cum illic alia consultalo versare tur, et discep-
taretur, propter legem carnalis cireumcisionis, utrum eos
et ante octavum diem baptizare aporteret; ideo ei qui hoc
negabat, nemo consentit, quia iam non consulendum nec dis-
ceptandum, sed firmum certumque habebatur, animam saluti
aeternae perituram, si hanc vitam sine illius Sacramenti
consecutions finirei: quamvis ab utero recentissimi parvuli
solo reatu essent peccati originalis obstricti: quare illis etsi
multo facilior, quod alienorum, sed tamen esset necessaria
remissio peccatòrum.
H3c certis illa incerta de octavo die quaestio dissoluta
est, atque in concilio iudicatum, homini nato, ne in aetemum
pereat, omni die debere succurri: cum etiam de ipsa carnali
circumcisions ratio redderetur, quod umbra esset futuri : non
quo intelligeremus etiam Baptismum octavo ex quo natus est
homo die dari oportere, æd nos in Christi resurrections
spiritualiter circumcidi, qui tertio quidem post diem passio­
ni^ in diebus tamen hebdomadarum, quibus tempora provol-
vuntur, octavo, hoc est, post sabbatum primo die a mortuis
resurrexit.

CAPUT VI

Consensus o m n ium circa peccatum originale

12. E t nunc nescio cuius novae disputationis audacia


quidam nobis facere conantur incertum, quod maiores nostri
ad dissolvenda quaedam quae nonnullis videbantur incerta,
tanquam certissimum profeberant. Quando enim primitus hoc
disputali cosperit, nescio. Illud tamen scio, quod etiam sanc­
tus Hieronymus, qui hodieque in littoria ecclesiasticis tam
excellentis doctrinae fama ac labore versatur, ad quasdam
11. ¿Ves con qué firmeza habla este hombre eminente,
fundándose en la antigua e indubitable regla de la fe ? El
publicó este documento tan firme para esclarecer con seguras
pruebas un punto dudoso sobre que le había consultado el
corresponsal a quien escribe— y sobre él le recuerda que
había emanado un decreto conciliar— , para que nadie vaci­
lase en bautizar aJl niño que fuese presentado con este fin
aun antes del octavo día del nacimiento.
Pues entonces no determinó ni confirmó el concilio que
los niños están ligados al vínculo del pecado original, como
si fuese una doctrina nueva o combatida por otros. El objeto
de la discusión era diferente, y se disputaba sobre si, te­
niendo en cuenta la ley de la circuncisión carnal, convenía
bautizar a los niños antes deJl octavo día de nacimiento. To­
dos dieron una respuesta afirmativa, porque no era punto
de consulta ni cuestionable, sino se tenía por absolutamente
segura y cierta la pérdida de la salvación eterna para el
alma si llegaba a salir de este mundo sin recibir el sacra­
mento, aun cuando los niños recién nacidos estuviesen sola­
mente sujetos al reato del pecado original; y aunque el per­
dón era más fácil en ellos, por tratarse de pecados ajenos,
no por eso era menos necesario.
Con estas verdades tan ciertas se dirimió aquella con­
tienda incierta sobre el bautismo al octavo día, sentencián­
dose en el concilio que desde el primer día debía mirarse
por la salvación del recién nacido, para que no pereciera
eternamente; y aunque se alegaba el ejemplo de la circun­
cisión carnal, que fué sombra del futuro bautismo, sin em­
bargo no se debía deducir de ella la necesidad de administrar
el sacramento al octavo día, sino que en nosotros se obra la
circuncisión espiritual por virtud de la resurrección de Cris­
to, el cual ciertamente resucitó al tercer día después de su
pasión; pero si se mira el ciclo de los días de la semana, en
que se desarrollan los tiempos, resucitó de entre los muertos
el día octavo, o el primero después del sábado.

CAPÍTULO VI
C onsentim iento u n án im e sobre el pecado original

12. Yo no comprendo la audacia y novedad con que al­


gunos se empeñan en presentar como cuestión incierta lo
que nuestros mayores consideraban como base segurísima
para resolver algunas incertidumbres. No conozco los oríge­
nes primitivos de esta discusión. Mas me consta que San Jeró­
nimo— quien actualmente goza de tan excelente reputación
S.Ax. IX
solvendas in suis libris quaestiones, etìam hoc certissimum
adhibet siine ulla disceptatione documentum. Nam in eo quod
in Ionam prophetam scripsit, cum ad e um venisset locum,
ubi commemorantur etiam parvuli ieiunio castigati: Maior,
inquit, a.tas incipit, et usque ad minorerà pervenit. Nullus
enim absque piccato, nic si unius quidem disi fuerit vita
eius, et num rabiles anni vitae illius 16. Si enim stillate mun-
dae non sunt in conspectu D e i , quanto magìs vermis et pu­
trido 1S, et ii qui peccato offtnd-ntis Adam tenentur ob-
noonif 17
Hunc doctissimum virum si facile interrogare possemus,
quam multos utriusque linguae divinarum Scripturarum
tractatores et christianarum disputationum scriptores com-
memoraret, qui non aliud, ex quo Christi Ecclesia est con-
stituta, senserunt, non aliud a maioribus acceperunt, non
aliud posteria tradiderunt?
Ego quidem quamvis longe pauciora legerim, non memini
me aliud audivisse a Christianis, qui utrumque accipiunt
Testamentum, non solum in catholica Ecclesia, verum etiam
in qualibet haeresi vel schismate constitutis; non memini me
aliud legisse apud eo3, quos de his rebus aliquid scribentes
legere potui, qui Scripturas canonicas sequerentur, vel sequi
se crederent, credive voluissent. Unde nobis hoc negotium
repente emerserit nescio.
Nam ante parvum tempus a quibusdam transitorie collo-
quentibus, cursim mihi aures perstrictae sunt, cum illic apud
Carthaginem essemus, non ideo parvulos baptizari, ut remis­
sioni m accvpvant p: ccatorum, sed ut sanctificentur in Christo.
Qua novitate permotus, et quia opportunum non fuit ut
contra aliquid dicerem, et non tales homines erant de quorum
essem auctoritate sollicitus, facile hoc in transactis atque
abolitis habuia.
Et eoce contra Eeclesiam iam studio damante defenditur,
ecce scribendo etiam memoriae commendatur, ecce res in hoc
discriminis adducitur, ut hinc etiam a fratribus consulamur,
ecce contra disputare atque scribere cogimur.

lob 14, 5.
“ h>. 25, 5. 6.
" H ieron., Super c. 3 Ionae: PL 25, 1140-1141
* Anno, credimus, 411, cum apnd Carthaginem Collatio cum Do-
natistis haberetur. Quo tempore Pelagium a se visum testatur Augus­
tinus, infra, in libro De Gestis Pelagii, n. 46.
m , 6, 12
___ c ___ _________ —
DE LOS M ÉRITOS Y
. .
PERD ÓN D E LOS PECADOS
- .... .......................... - . i

por su doctrina y trabajos— , para resolver en sus libros


algunas cuestiones, sírvese de este segurísimo e indiscutible
documento. En su comentario sobre el libro de Jonás, él llega
al pasaje donde se mencionan los niños a quienes se sujetó
también al rigor del ayuno, y dice: Comienza por los mayo­
res y ll ga hasta los menores. Porque nadie está sm pecado,
aun cuando sólo tuviese un día de vida y definido el número
de sus años. Pues si las estrelláis no aparecen limpias a los
ojos del Señor, ¿cuánto menos el que es gusano y podredum­
bre y los que son también reos del pecado de Adán preva­
ricador ?
Si pudiéramos consultar fácilmente a este doctísimo va­
rón, ¡cuántos expositores latinos y griegos de las Santas
Escrituras y controversistas cristianos nos citaría, los cua­
les, desde la fundación de la Iglesia por Cristo, no tuvieron
otro sentir que éste ni recibieron de los mayores ni dejaron
a la posteridad otra doctrina sino ésta!
Yo, aunque soy hombre de muchas menos lecturas que él,
no recuerdo haber oído otra a los cristianos que admiten los
dos Testamentos, no sólo en la Iglesia católica, sino también
entre los que viven en cualquier herejía o cisma; no recuerdo
haber leído otra cosa en los escritores que tratan de esta3
materias, a quienes he podido consultar, y que profesan la
verdad de las Escrituras canónicas, o creían seguirla, o pre­
tendían tener crédito. No sé de dónde ha salido de repente
esta novedad.
No ha mucho tiempo, estando en Cartago, rozaron lige­
ramente mis oídos estas palabras de algunas personas que
pasaban hablando: Los niños no se bautizan para recibir
él perdón de los pecados, sino para que se santifiquen tñ
Cristo. Quedé impresionado por aquella novedad, pero, como
no era oportuno contradecirles ni eran tampoco hombres
cuyo crédito me inquietase, fácilmente se desvanecieron
aquellas palabras entre las cosas pretéritas y olvidadas.
Mas he aquí que ahora con celo ardiente ee defienden
aquellas ideas; he aquí que se divulgan por escrito y han
llegado las cosas a un extremo tan peligroso, que me han
dirigido desde allí consultas mis hermanos. Por eso me obli­
gan a polemizar y a escribir contra ellos.
CAPUT VII

IOVINIANI ERROR. PECCATUM ORIGINAMI QUOMODO ALIENUM.


OMNES IN AìDAM UNUS HOMO FUIMUS

13. Ante paucos annos Romae quidam exstitit Iovinia-


nus, qui sanetimonialibus etiam aetate iam provectioribus
nuptias persuasisse dicitur, non illiciendo quo eamm aliquam
ducere vellet uxorera, sed disputando virginies sanctimonio
dicatas nihil amplius fidelibus coniugatis apud Deum habere
meritorum. Nunquam tarnen- ei hoc commentimi venit in
mentem, ut asserere conaretur sine originali peccato nasci
hominum filios. Et utique si hoc astrueret, multo proclivius
vellent feminae nubere, fetus mundissimos pariturae.
Huius sane scripta, nam et acribere ausus est, cum fra-
tres ad Hìeronymum refellenda misissent, non solum in eis
nihil tale comperit, verum etiam ad quaedam eius vana refu-
tanda hoc tanquam certissimum de hominis originali pec­
cato, unde utique nec ipsum dubitare credebat, inter multa
sua documenta deprompsit.
Id agentis haec verba su n t18*: “ Quid dicit se, inquit, in
Christo manere, débet sicut tlie ambudavit, et ipse ambu­
lare” 10. Eligat admrsarius e duobus quod cult, optionem ei
damns. Manet in Christo, an non manet? Si manet, ita ergo
ambulet ut Christus. Si autem temtrarium est, similitudinem
mrtutum Domini polliceri, non manet in Christo, quia non
ingreditur ut Christus. lite peccatum non fecit, neque inven­
tus est dolus in ore eius, qui cum makdiceretur, non rema-
ledixit, et tamquam agnus coram fondente, sic non aperuit
os suum 20; ad quem venit princeps mundi istius, et invenit
in eo nihil 2
' 1; qui cum peccatum non fecisset, pro nobis pec­
catum eum fecit D eu s22. Nos autem, iuxta Epistolam Iacobi,
“multa peccamus omnes” 23, et nemo mundus a P' coatis, nec
si unius quidem disi fuerit vita eiu s24. Quis enim gloriabitur
castum se habere cor, aut quis confidet mundum se esse a
peccatis ? 25 Tenemurque rei in simüitudinsm praevaricatio-
nis Adam. Unde et David dicit: “Ecce in iniquitatibm con-
ceptus sum, et in delictis concepii me mater mea” 2e.
14. Haec non ideo commemoravi, quod disputatorum
quorumlibet sententiis tanquam canonica auctoritate nita-

** Contra lov., a : PL 23, 284. 23 Iac. 3, 2.


*9 i Io. 2, 6. 24
Iob 14, 5.
2° Is. S3, 9, et i Petr. 2, 22-23. sa
Prov. 20, 9.
sa
Io. 14, 30. Ps. 50, 7.
22 a Cor. 5, 31.
CAPITULO VII

El erro r de J oviniano . C ómo e l pecado o riginal es aje n o .


T odos e n A d á n fu im os un solo h om bre

13. No ha muchos años vivió en Roma cierto Joviniano,


de quien se dice que persuadía a casarse a las vírgenes con­
sagradas a Dios, aunque fueran de edad avanzada; no in­
tentaba con esto ganarse a alguna de ellas para que fuera su
esposa, sino sostenía que las vírgenes, que se consagran a la
santidad, no tienen mayor mérito ante Dios que las casadas.
Y, sin embargo, nunca le pasó por la mente el empeñarse en
defender que los hijos de los hombres vienen a este mundo
limpios de todo pecado original. Y, ciertamente, la defensa
de esta opinión hubiera sido un estímulo al matrimonio para
las mujeres, pues habían de dar a luz purísimas criaturas.
Y aquel hombre se atrevió también a escribir, y sus es­
critos fueron enviados por nuestros hermanos a San Jeró­
nimo para que los refutase, y él no sólo no descubrió allí la
doctrina de que tratamos, sino, antes bien, para refutar al­
gunas fútiles objeciones suyas, entre otros muchos testimo­
nies, entr esacó como indudable éste, relativo al pecado origi­
nal, de suerte que, según él, a los ojos de su adversario era
una doctrina indiscutible.
Ved cómo le arguye San Jerónimo: Quien dice que per­
manece en Cristo, debe vivir como vivió El. Escoja el ad­
versario la que le plazca de estas dos cosas: le damos opción
para ello. ¿Permanece en Cristo o no permanece? Si lo pri­
mero, siga el ejemplo de Cristo. Mas si es una temeridad
arrogarse la perfecta semejanza de las virtudes de Cristo,
no permanece en El, por no seguir sus ejemplos. El no obró
pecado ni se halló mentira en sus labios; cuando le malde­
cían, no respondió con maldiciones, y, como cordero ante el
trasquilador, no abrió su boca. Vino a El el príncipe de este
mundo y le halló inocente, y, sin haber cometido pecado, Dios
le hizo víctima por nuestros pecados. En cambio, nosotros,
según la Epístola de Santiago, todos somos culpables de mu­
chas faltas, y nadie es puro, ni él infante que sólo cuenta
un día de vida. Pues ¿quién se gloriará de tener casto el
corazón y presumirá de hallarse limpio de pecados? Nosotros
somos reos de culpa a semejanza de la prevaricación de Adán.
Por eso dice David: He aquí que he sido concebido en iniqui­
dades y mi madre me ha engendrado en pecados.
14. No he alegado estos testimonios como si atribuyese
a las sentencias de un polemista cualquiera una autoridad
canónica, sino para que se vea que desde el principio hasta
mur; sed ut appareat, ab initio usque ad praesens tempus
quo ista novitas orta est, hoc de originali peccato apud Ec-
clesiae fidem tanta constantia custoditum, ut ab eis qui
dominica tractarent eloquia, magis certissìmum proferretur
ad alia falsa refutanda, quom id tanquam falsum refutari
ab aliquo tentaretur.
Caeterum in Sancüs canonicis Libris vigst huius sienten-
tiae clarissima et pienissima auctoritas: clamai Apostolus:
Per unum, hominem peccatum intravit in munàum, et per
peccatum mors; et ita in omnes hominrs pertransiit, in quo
omnes p e c c a v e r u n t Undie nec illud liquide dici potest, quod
peccatum Adae etiam non peccantibus nocuit, cum Scriptum
dicat, in quo omnes peccaverunt.
Nec sic dicuntur ista aliena peccata, tanquam omnino
ad parvulos non pertineant: siquidcm in Adam omnes tunc
peccaverunt, quando in eius natura illa insita vi qua eos
gignere poterat, adhuc omnes ille unus fuerunt : sed dicuntur
aliena, quia nondum ipsi agebant vitas proprias, sed quidquid
erat in futura propagine, vita unius hominis continebat.

CAPUT Vili

Unde er ro re s . S im ilitudo a praefu tio circu m cisorum , et


PALEA FRUMENTI PETITA

15. Nulla, inquiunt, ratione conceditur, ut Deus qui pro­


pria peccata remittit, imputet alkna.
Remittit, sed spiritu regeneratis, non carne generatis:
imputât vero non iam aliena, sed propria. Aliena quippe
erant, quando hi qui ea propagata portèrent, nondum erant:
nunc vero carnali generatione iam eorum sunt, quibus non­
dum spirituali regenerations dimissa sunt.
16. 8 d si Baptismus, inquiunt, mundat antiquum illud
delictum, qui ds duobus baptizatìs nati fuerint, debent hoc
carere piccato. Non enim potuerunt ad posteros transmitte­
rs, quod ipsi minime habwerunt.
Ecce unde plerumque eonvalescit error, cum homines ido­
nei sunt his rebus interrogandis, quibus intelligendis non
sunt idonei. Cui enim auditori, vel quibus explicem verbis,
quomodo mortalia vitiosa primordia non obsint eis, qui aliis
primordiis immortalibus inchoati sunt; et tamen obsint eis,
quos iidem ipsi, quibus iam non obsunt ex eisdem vitiosis

" Rom. 5, i 2.
nuestros días, en que apareció esta novedad, la fe de la Igle­
sia ba conservado Esta doctrina con tan inquebrantable cons­
tancia, que los expositores católicos de la divina palabra la
asentaban como artículo fundamental para refutar otros erro­
res, porque ninguno osaba rechazarlo como falso.
Por lo demás, en los litaros canónicos brilla con todo es­
plendor y plenitud de autoridad esta enseñanza, que hace cla­
mar al Apóstol : Por un hombre entró el pecado en el mundo
y por el pecado la, muerte, y así pa>só a todos los hombres,
pues todos en él pecaron. Luego no es exacto decir que el pe­
cado de Adán fué funesto >a los que no pecan, pues la Escri­
tura dice que todos pecaron.
Ni se dice ajeno está pecado de suerte que de ningún '
modo pertenezca a los párvulos, pues todos pecaron enton­
ces en Adán, cuando todos en él eran una misma cosa por
la potencia generatriz, insita en su naturaleza ; sin embargo,
se llama también ajeno porque no tenían entonces los hom­
bres una vida personal y propia y la razón seminal de todo
el proceso futuro se encerraba en la vida de aquel único
hombre [28 y 29].

CAPÍTULO VIII

D e dónde n a ce n lo s erro res . D os analogías

15. Ninguna razón autoriza para decir que Dios, perdo-


nador de los pecados propios, tome cuenta de los ajenos, di­
cen nuestros rdversarios.
D os perdona, pero a los que han recibido la regeneración
espiritual, no simplemente a los engendrados por la carne;
mas pide cuenta, no de pecados ajenos, sino propios. Ají: nos
eran cuando no existían aún quienes los propagaran por
transmisión; m?s en virtud de la generación carnal son ya
propios de aquellos a quienes no se han perdonado aún por
la regeneración espiritual.
16. Pero si el bautismo l'mpia de aquel delito antiguo
—insisten—■, los nacidos de padres cristianos deb:n hallarse
exentos <de él, ya que nó podían transmitir a la posteridad lo
que de ningún modo estaba en ellos.
He aquí cómo prevalece muchas veces el error con hom­
bres muy hábiles en preguntar sobre cosas que son incapa­
ces de comprender. Pues ¿ a qué oyentes o con qué palabras
podrá explicarse cómo ciertos gérmenes viciosos y mortifè­
re® no perjudican a los que han recibido ya el antídoto de
la inmortalidad, y, sin embargo, estrndo ellos inmunizados,
p:rjudican a su prole por razón de los principios viciosos que
intervienen en la generación? ¿Cómo pueden entender tales
primordiis generaverint? quomodo id intelligat homo, cuius
tardiusculam mentem impedii et suae sententiae praieiudi-
cium, et pervicaciae gravissima« vinculum?
Verumtamen si adversus eos mihi esset causa ista sus-
cepta, qui omnino párvulos baptizari prohibsnt, aut superfluo
baptizan contendunt, dicentes eos ex fldelibus natos, parentum
meritum necessario consequi: tunc deberem ad hanc opinio-
nem convincendum laboriosius fortassis et operosius excitari.
Tunc si mihi apud obtusos et contentiosos, propter rerum na­
turae obscuritatem, difflcultas refellendi falsa et persuadendi
vera resisteret, ad haec forte quae in usu atque in promptu
•eseent exempla confugerem: vicissimque interrogarem, ut
quia eos moveret quomodo peccatimi quod mundatur per
Baptismum, maneat in eis quos genuerint baptizati; ipsi ex-
plicarent quomodo praeputium quod per circumcisionem
aufertur, maneat in eis quos genuerint circumcisi; quomodo
etiam palea quae opere humano tanta diligentia separatur,
maneat in fructu qui de purgato tritico nascitur.

CAPUT IX
N on sem per c h r ist ia n i ch ristian os , ñeque m undati m u n -
DATOS GIGNUNT
17. His et talibus forsitan utcumque conarer exemplis
persuadere hominibus, qui mundationis Sacramenta superfluo
filiis mundatorum crederent adhiberi, quam recto consilio
baptizatorum parvuli baptizentur: quamque fieri possit ut
homini habenti utrumque semen, et mortis in came, et im-
mortalitatis in spiritu, non obsit regenerato per spiritum,
quod obest eius filio generato per camem; sitque in isto re­
missione mundatum, quod sit etiam in ilio simili remissione,
velut circumcisione, velut trituration® ac ventilation«, ni'in-
dandum.
Nunc vero, quandoquidem cum eis agimus, qui confi-
tentur baptizatorum filios baptizandos; quanto melius sic
agimus, ut dicamus: V os qui asseritis, de hominibus a
peccati labe mundatis sine peccato nasci filios debuisse, cur
non attenditis, eo modo vobis posse dici, de christianis pa-
rentibus christianos nasci fílios debuisse? Cur ergo eos
christianos fieri debere censetis? Numquid in eorum pa-
rentibus corpus christianum non erat, quibus dictum est:
Nescitis quia corpora res ira membra sunt Christi ? 28 An
28 i Cor. 6, 15.
cosas hombres cuya mente perezosa está encadenada por le»
prejuicios de las opiniones y por el lazo de la terquedad gra­
vísima que le sujeta?
Mas si yo hubiera emprendido la defensa de esta verdad
contra los que prohibítn absolutamente el bautismo de los
párvulos, alegando que los hijos de los fieles heredan nece-
sariamuíte los méritos de los padres, entonces detenía es­
forzarme con más trabajo y dificultad tal vez para persuadir
esa opinión. Y si por razón de la obscuridad de las cosas de
la naturaleza y por habérmelas con hombres rudos y oabte^
zones me resultase difícil refutar el error y persuadir la ver­
dad, acudiría tal vez a algunas comparaciones usuales y fá­
ciles ; y pues a olios les sorprende cómo el pecado que se borró
en el bautismo aparece en los hijos de los bautizados, yo' les
preguntaría, a mi vez, cómo el prepucio, amputado por la cir­
cuncisión, perdura en los hijos de los circuncisos, y cómo
la paja, que sis separa del buen grano con tanto cuidado por
obra de los hombres, vuelve a aparecer en el fruto que nace
del trigo limpio [30]. -

CAPITULO ÍX

Los CRISTIANOS NO ENGENDRAN SIEMPRE CRISTIANOS, N I LOS


HOMBRES PUROS H IJO S PUROS

17. Con estas y otras semejantes analogías procuraría


yo de algún modo mostrar a los adversarios la utilidad del
sacramento regenerador para la prole de la familia cristiana,
persuadiéndoles con cuánta razón se bautizan los hijos de los
bautizados y cuán posible es que en ti hombre, portador de
un doble gurmen, el de la muerte en el cuerpo y el de la in­
mortalidad en t í espíritu, perjudique al hijo engendrado
según la carne lo que no le daña a él, por hallarse regenera­
do en ol espíritu, y cómo en éste ha sido purificado por la
gracia del perdón lo que habrá dlc limpiarse en aquél con la
misma gracia, como por urna circuncisión o trituración o
ventilación.
Mías ahora polemizamos con los que admiten la necesidad
del bautismo para los hijos de los bautizados, y con mucha
más razón podemos preguntarlas: Vosotros, al afirmar que
los hombres purificados de la mancha «Jal pecado sólo pueden
engendrar hombres sin mancilla, ¿cóm o no advertís que po­
dríais razonar de igual modo: De padres cristianos no han
debido naoar sino hijos cristianos? Y entonces ¿por qué
creéis que deten cristianarse? ¿Acaso no era cristiano el
cuerpo de los padres, a quienes se d ijo : No sabéis que vues­
tros cuerpos son miembros de Cristo? ¿O por ventura un
forte corpus quidem christianum da christianis parentibus
natum est, sed non christianam animam accepit? Hoc vero
multo est mirabilius: namque utrumlibet de anima sentia-
tis, quia profecto cum Apostolo non eam creditis antequam
nasceretur aliquid egisse boni aut mali; aut de traduce
attracts est, et similiter ut corpus de christianis christianum,
anima etiam Christiana esse defouit ; aut a Christo creata, vel
in christiano corpore, vel propter christianum corpus, Chris­
tiana debuit seu creari seu imitfi. Nisi forte dicetis, christia-
nos homines christianum corpus gignere potuisse, et ipsum
Christum animam christianam non potuisse procreare.
Cedite itaque veritati, et videte quia sicut fieri potuit,
quod et vos fatemini, ut de christianis non christianus, de
membris Christi non membrum Christi; atque ut occurramus
etiam omnibus, qui licet falso, tamen quocumque religionis
nomine detinentur, de consecratis non consecratus ; ita etiam
fieri ut de mundatis non mundatus nascatur.
Quid respondebitis, quare de christianis non christianus
nascatur, nisi quia non facit generai io, sed regeneratio chris-
tianos ? Hanc igitur vobis reddite rationem,. quia similiter a
peccatis nemo nascendo, sed omnes renascendo mimdantur.
A c per hoc de hominibus ideo mundatis, quoniam renatis,
homo qui nascitur renascatur, ut etiam ipse mundetur. Po-
tuerunt enim parentes ad posteros transmitiere, quod ipsi
minime habuerunt; non solum sicut frumenta paleam, et
praeputium circumcisus: sed etiam quod et vos dicitis, fide-
les infi deli t atem in posteros traiiciunt; quod non est iam ilio-
rum per spiritum regeneratorum, sed quo in carne generati
sunt, mortalis seminis vitiutn. Nam utique quos párvulos per
Sacramentum fidelium fideles faciendos esse iudicatis, infide­
les natos ex parentibus fidelibus non negatis.

CAPUT X

' A n im a num í ¡x traduce

18. At enim, “ si anima non est ex traduce, sed sola caro,


ipsa tantum habet traduoem peccati, et ipsa sola poenam
meretur” : hoc enim sentiunt, “ iniustum esse” dicentes, “ut
cuerpo cristiano nació de prdrfs crist’anos, pero recibió un
alma no cristiana ? Empero, esto es mucho más extraño; pues
sea cual fuere vuestra opinión sobre el origi.m del alma, vos­
otros creéis, sin duda, con el Apóstol, quh ella antes de nacer
no ha hecho nada mirlo ni bueno; y una de dos: o el alma es
comunicada por transmisión, y entonces, como el cuerpo es
cristiano, por venir dé padres crist'ancs, también el alma
debió d:r cristiana; o, si fué creada por Cristo, ora en un
cunrpo de cristiano, ora con destino a él, también el alma
debió ser cristiana, al ser creada o inftmrdida en el cuerpo;
a no ser qué digáis que los cristianos tuvieron virtud para
engendrar un cuerpo cristiano y que Cristo no pudo produ­
cir un alma cristiana.
Rendios, pues, a la verdad y reconoced que así como
pudo ser, según vuestra propia confesión, que de padres
cristianos procedan hijos no cristianos, y de los miembros
d? Cristo hijos que no son miembros de Cristo, y de personas
consagradas personas no consagradas, para comprender aquí
tamb;én a los que profesan falsas religiones, sean cuales fue­
ren, de igual modo es posible que de dos seres purificados
nazca un ser impuro.
Y ¿qué razón daréis de este hecho— de nacer de padres
cristianos hijos no cristianos— , sino que un cristiano se hace,
no por generación, sino por regeneración? Aceptad también
la m’ sma razón para explicar que. análogamente, nadie que­
da limpio de pecado por el hecho de nacer, sino por la gracia
de renacer.
Por eso, de igual modo, quien nació de padres purificados,
porque han renacido, debe renacer para purgarse de su man­
cilla, pues pudieron los padres transmitir a sus hijos lo que
ellos no tenían, como el araño la ipaia v los circuncisos el
prepucio; y vosotros confesáis oue también los fieles trans­
miten la infidelidad a su desc°ndencia. y ésa es una senrlla
viciosa y mortal, que no se halla en ellos por título de rege­
neración, s’no por ser hiios de la carne. En efecto, crevendo
que los niños d?ben incorporarse al número de los fie1es por
el sacramento de los fieles, admitís que de padres fieles ha
nacido una prole infiel.

CAPÍTULO X

¿ A caso e l alm a procede po r t r a n s m is ió n ?

18. “ Pero si no el alma, sino la carne únicamente se re­


cibe por transmisión, ésta sólo debe arrastrar la culpa y
sola merece el castigo. Sería injusto, creen ellos, que el alma
hodie nata anima non ex massa Adae, tam antiquum pecca­
timi portet alienum”.
Attende, obsecro te, quemadmodum circumspectus vir Pe-
lagius inani ex eius libro haec quae modo posui verba tran-
scripsi) sensit quam in difficili de anima quaestione versetur.
Non enim ait, quia anima non est ex traduce, sed, “ si anima
non est ex traduce” : rectissime faciens de re tam obscura,
de qua nulla in Seripturis sanctis certa et aperta testimonia
possumus invenire, aut difficillim© possumus, cuntancter
loqui potius quam fidenter. Quapropter ego quoque huic pro­
position! non praecipiti assertion© respondeo: Si anima non
est ex traduce, ergo quae ista iustitia est, ut recens creata
et ab omni de lieto prorsus immunis, ab omni peccati conta-
gione penitus libera, passione® carnis diversosque cruciatus,
et, quod est horribilius, etiam daemonum incursus in par-
vulis sustinere cogatur? Ñeque enim aliquid horum caro sic
patitur, ut non ibi anima potius quae vivit ac sentit, poenas
Juat.
Hoc enim si iustum ostenditur, sic etiam ostendi potest
qua iustitia in carne quoque peccati subeat originale pecca-
tum, Baptismatis sacramento et gratiae miseratione mun-
dandum. Si autem illud ostendi non potest, ñeque hoc posse
arbitrar. Aut ergo utrumque occultum feramus, et nos ho­
mines esse metainerimus ; aut alias aliud de anima opus, si
necesse videbitur, cautela sobria disputando moliamur.

CAPUT XI

A cúleos m o r t is quis

19. Nunc tarnen illud quod ait Apostolus: Per unum


hominem peccatum intravit in mundum, et per peccatimi
•mors; et ita in omwes homines pertransiit, in quo omnes
peccaverunt 29_, sic accipiamus, ne tot tantisque apertissimi3
divinarum Scripturarum testimoniis, quibus docemur praeter
Ohristi societatem, quae in ilio et cum ilio fit, cum Sacra­
menti« eius imbuimur, et eins membris incorporamur, vitam
salutemque aeternam adipisci neminem posse, nimis insipien-
ter atque infeliciter repugnare iudicemur.
Ñeque enim alio sensu dictum est ad Romanos : Per unum
que nace hoy y no procede de la masa de Adán cargue con­
sigo con un pecado tan remoto y a teño” .
Observa aquí, te ruego, cómo Pelagio, siendo un hombre
de mucha cautela (pues de su libro están copiadas las ante­
riores palabras), sintió la dificultad de la cuestión del ori­
gen del alma. Pues no dice que el alma no es producida por
transmisión, sino “ si el alma no es producida por transmi­
sión” ; hizo muy bien en emplear una expresión dubitativa y
no categórica, tratándose de un problema obscuro, para cuya
soüución no hallamos o muy difícilmente podemos hallar tes­
timonios ciertos y claros en la divina Escritura. Por la misma
causa tampoco yo quiero hacer afirmaciones imprudentes so­
bre esta materia, y pregunto: si el alma no viene por trans­
misión, ¿ qué justicia hay cuando, luego de crearla inmune
de todo pecado, libre absolutamente de todo contagio de cul­
pa, se la condena en los párvulos a las perturbaciones y los
más diversos tormentos de la carne y hasta los asaltos del
demonio? Pues no es la carne la que solamente padece cual­
quiera de estas cosas sin que al alma que allí vive y siente
le toquen aquellos padecimientos.
Si se puede demostrar la justicia de este hecho, igual­
mente se podrá explicar cuán justo es que el alma, viviendo
en carne tarada de pecado, sufra las consecuencias de la man­
cha original, que ha de ser borrada con el sacramento del
bautismo y la obra misericordiosa de la gracia. Y si es inde-
mostrab’ e lo primero, tampoco me parece demostrable lo se­
gundo. En conclusión, o soportemos la obscuridad de ambos
misterios y confesemos nuestra limitación de hombres, o
bien, si nos pareciere necesario, emprendamos la redacción
de otro libro para tratar de este problema del origen del
alma, discutiéndolo con discreción y sobriedad.

CAPÍTULO XI
C u á l e s e l ag u ijó n be l a m uerto

19. Ahora atengámonos a la doctrina del Apóstol, cuan­


do dice: Por un hombre entró el pecado en él mundo y por
el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres, pues
todos en él pecaron. Y para que nadie nos tilde de insensatos
y desventurados, interpretemos este lugar en armonía con
tantos y tan claros testimonios de la divina Escritura que
nos enseñan que nadie puede conseguir la salud y la vida
eterna fuera de la unión con Cristo, la cual se hace en El y
con El cuando se nos infunde la gracia de los sacramentos y
nos incorporamos a sus miembros.
El citado pasaje de la Carta a los Romanos: Por un hom-
hominem peccatum in mundum intravit, et per peccatum
mors; atqus ita in omnes homin's pertransiit: quam ilio
quo dictum est ad Corinthios: P :r hominem mors, et per ho­
minem resurrectio mortuorum: sicut enim in Adam omnes
moriuntur, sic et in Christo omnes vivifìcabuntur 30. Nemo
quippe ambigit, hoc ibi de corporis morte dictum, quoniam de
resurrections corporis magna Apostoli intentions quaestio
versabatur: et ideo videtur ibi de peccato tacuisse, quia non
erat quaestio de iustitia.
Hic autem ad Romanos utrumque posuit, et utrumque
diutissime commendavit, peccatum in Adam, iustitiam in
Christo ; et mortem in Adam, et vitam in Christo : quae omnia
verba sermonis apostolici, quantum potui satisque visum est,
in primo, ut iam dixi, duorum illorum libro perscrutatus
aperui.
20. Quamquam etiam ibi ad Corinthios locum ipsum
de resumctione diu traetacum sic in fine concluserit, ut nos
dubitare non sineret, mortem quoque corporis merito acci-
disse peccati. Cum enim dixisset: Oportet oorruptibile hoc
indu're incorruptionem, et mortale hoc indurre immortalità-
tem. Cum autem corruptibil' hoc indutum fuerit incorruptio­
nem, et mortai° hoc immortalitatem; tunc fv t, inquit, sermo
qui scriptus est, Absorpta est mors in victoriam. Ubi est,
mors, victoria tua? ubi est, mors, aculeus tuus? deinde sub-
iecit: Acuì ¡us autem mortis est peccatum; virtus vero pec­
cati, l e x 31.
Quia ergo, sicut Apostoli apertissima verba declarant,
éo absorb; bitur mors in victoriam, quo corruptibile et mor­
tale hoc induct incorruptionem et immortalitatem; id est,
quo vivificabit Deus et mortalia corpora nostra, propter inha-
bitantem Spiritum eius in nobis: manifestum est et huius
mortis corporis, quae resurrectioni corporis contraria est,
aeuleum fuisse peccatum: aculeum autem quo mora facta
est, non quem mors fecit: peccato enim morimur, non morte
peccamus. Sic itaque dictum est, acui va mortis, quomodo
lignum vitae, non quod hominis vita faceret, sed quo vita
hominis fieret: et quomodo lignum scientiae, per quod ecien-
tia fieret hominis, non quod per suam scientiam ft cerit homo.
Sic ergo et aculeus mortis, quo mors facta est, non quem
mors fecit. Sic enim dicimus et poeulum mortis, quo aliquis
xnortuus sit, vel mori possit, non quod moriens mortuusve
confecerit. Aculeus itaque mortis peccatum est, peccati punc-

«0
II i Cor. 15, 21-22.
53-56.
bre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte,
y así pasó a todos los hombres, tiene el mismo sentido que
este de la Epístola a los Corintios: Por un hombre vino la
mu rte y por un hombre la resurrección de las muertos, pues
asi como en Adán todos muenn, así serán todos vivificados
en Cristo. Es indudable para todos que aquí se habla de la
muerte corporal, porque la cuestión, tratada con tanto énfa­
sis por San Pablo, versaba también sobre la resurrección
corporal; y así, al parecer, nada dijo alli del pecado, porque
tampoco se trataba de la justicia. Mas aquí en la Carta a
los Romanos comprendió ambas cosas con mucho realce y
desarrollo, conviene a saber, el pecado en Adán y la justicia
que tenemos en Cristo: la muerte en Adán y la vida en
Cristo. Como he dicho ya, sobre estos pasajes del documen­
to apostólico hice particular indagación y declaración en el
primer libro, según eran mis fuerzas y lo pedía, a mi parecer,
el desarrollo del tema.
20. Aunque también en aquel lugar de la Epístola a los
Corintios donde trató largamente de la resurrección llegó a
una conclusión que no permite dudar de que la muerte vino
por causa del pecado: Preciso es que lo corruptible se revista
de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmor­
talidad. Y cuando este ser corruptible se r rvista de incorrup­
ción y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces
se cumplirá ló que está escrito: La muerte ha sido sorbida
por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde
está, muerte, tu aguijón? Y añadió a continuación: El agui­
jón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Luego, según muestran estas clarísimas palabras del
Apóstol, en tanto será la muerte absorbida por la vida en
cuanto nuestro elemento corruptible y mortal se revestirá
de incorrupción e inmortalidad, esto es, en cuanto Dios vi­
vificará nuestros cuerpos mortales por la morada de su Es­
píritu dentro de nosotros. De lo cual se concluye evidente­
mente que el pecado es el aguijón de esta muerte corporal,
contraria a la resurrección de la carne; es el aguijón que
produjo la muerte, no el que la muerte produjo, pues nos­
otros morimos a causa del pecado; no pecamos padeciendo
la muerte. La expresión aguijón de la muerte es semejante
a la del leño de la vida, el cual no era efecto de la vida hu­
mana, sino sostenía la vida humana, como el árbol de la
ciencia fué el instrumento de la ciencia del hombre y no una
hechura de su ciencia. Análogamente, el aguijón de la muer­
te no es el efecto de la muerte, sino el que produjo la muerte.
También decimos bebida de muerte la que ha matado o pue­
de matar a alguno, no la que ha hecho algún moribundo o
muerto. EH aguijón, pues, de la muerte es el pecado: con la
punzada del pecado recibió muerte el género humano. ¿ A qué
tu mortificatimi est genus humanuma. Quid adhuc quaerl-
mus cuius mortis, utrum animae, an corporis ? utrum primae
qua mine omnes morimur,' an secundae qua tunc impii mo-
rientur?
Nulla causa est exagitandi quaestionem, nullus tergiver-
sandi locus; Apostoli verba quibus id agebat, interrogata
respondent: Cum mortale hoc, inquit, induerit immortalita-
tem, tunc fiet sermo qui scriptus ts t: Absorpta est mors in
victoriam. Ubi est, mors, victoria tua? ubi est, mors, acu-
leus tuus? Aculeus autem mortis est peccatum; virtue vero
peccati, lex.
De resurrectione corporis agebat, qua absorbebitur mors
in victoriam, cum mortale hoc induerit immortalitàtem. Tunc
ipsi morti insultabitur, quae in victoriam resurrectione cor­
poris absorbebitur. Tunc ei dicetur: Ubi est, mors, victoria
tua? ubi est, mors, aculeus tuus? Morti ergo corporis hoc
dicetur. Hanc enim absorbebit victoriosa immortalitas, cum
mortale hoc immortalitatem induetur. Morti, inquam, corpo­
ris hoc dicetur: Ubi est victoria tua, qua omnes sic viceras, ut
etiam Dei Filins tecum confligeret, teque non vitando, sed
suscipiendo superaret? Vicisti in morientibus, vieta es in re-
surgentibus.
Victoria tua qua absorbueras corpora morientium, tem­
poralis fuit: victoria nostra, qua in corporibus absorpta es
resurgentium, aetema constabit. Ubi est aculeus tuus? hoc
est, peccatum, quo puncti et venenati sumus, ut te etiam in
nostris corporibus figeres, et ea tam longo tempore posside-
res? Aculeus autem mortis est peccatum; virtus vero peccati,
lex. Peccavimus in uno omnes, ut moreremur in uno omnes:
accepimus legem, non ut emendatione finiremus peccatum,
sed ut transgressione augeremus. L ex enim subintravit ut
abundaret peccatum, et conclusìt Scriptum omnia sub pecca­
to. Sed Deo gratias, qui dedit nobis victoriam per Dominum
nostrum Iesum Christum32, ut ubi abundavit peccatum, su-
perabundaret gratia 33 atque ut promissio <~x fide Iesu Christi
daretur credentibusS4, et vincere mus mortem per immorta-
lem resurrectionem, et aculeum eius peccatum per gratuitam
iustificationem.
33
i Cor. 15, 57.
33
Rom. s, 20.
34
Gal. 3, 22.
Aliquot Mss., p c c c a to p u n c tu m .
preguntar todavía si se trata de la muerte del alma o del
cuerpo, o si de la primera, por la que todos morimos ahora,
o de la segunda, por la que morirán entonces los impíos ?
No hay motivo para suscitar esta cuestión ni para tergi­
versar el pasaje. Examinando las palabras del Apóstol rela­
tivas a este argumento, nos dan la respuesta: Cuando este ser
mortal ss revistiere de inmortalidad, entonces se cumplirán
las palabras que están escritas: La muerte ha sido sorbida
por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde
está, muerte, tu aguijón? Pero el aguijón de la muerte es él
pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Hablaba de la resurrección del cuerpo, cuando la muerte
será sorbida en victoria, al revestirse de inmortalidad este
cuerpo mortal. Entonces se hará mofa de la muerte, porque,
con la resurrección corporal, ella será destruida por la victo­
ria. Entonces se le dirá: ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón? A la muerte del cuerpo se
dirigirán estas palabras, porque ella será invadida por una
victoriosa inmortalidad cuando este elemento mortal se re­
vistiere de inmortalidad. A la muerte, repito, se le dirá:
¿Dónde está, muerte, tu victoria, que de tal modo extendiste
a todos, que hasta el Hijo de Dios peleó contigo, y te venció,
no evitándote, sino abrazándote? Venciste en los que sucum­
ben a la muerte; fuiste vencida en los que triunfan con la re­
surrección.
Temporal fué la victoria con que sometiste a tu dominio
los cuerpos de los mortales; eterna será nuestra victoria, por
la que fuiste devorada en los cuerpos de los resucitados.
¿Dónde está, pues, tu aguijón, esto es, el pecado, con que
fuimos pungidos y emponzoñados, hasta el punto de clavarte
en ellos y someterlos largo tiempo a tu poderío ? Mas el agui­
jón de la m w rte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Pecamos todos en uno solo, para morir todos en é l; y reci­
bimos la ley, no para acabar con el pecado por la enmienda,
sino para aumentarlo con transgresiones. Pues la ley entró
para que abundase él pecado, y la Escritura todo lo puso
bajo el imperio d:l pecado. Pero demos gracias a Dios, que
nos ha otorgado la victoria por medio de nuestro Señor Je­
sucristo, de suerte qu>e donde abundó él delito sobreabundase
la gracia, para que la promesa fuese dada a los creyentes
por la fe en J sucristo, y así venciésemos a la muerte por
la resurrección inmortal, y el aguijón del pecado por la jus­
tificación gratuita.
CAPUT XII

S acram kntorum necessitas

21. Nemo itaque de hac re fallatur et fallai. Omnes


adimit atque aufert iste sanctae Scripturae sensug mani-
festus ambages. Qiremadmodum ab origine trahitur mora in
corpore mortis huius, sic ab origine tractum est peccatimi in
hac carne peccati; propter quod sanandum, et propagine
attractum, et volúntate auctum, atque ad ipsam carnem re-
suscitandam, medicas venit in similitudine carnis peccati;
qui non est opus sanis, sed aegrotantibus ; nee venit vocare
iustos, sed peecatores35.
Proinde quod ait Apostolus, cum fideles moneret ut se ab
infidelibus coniugibus non desiungerent : Sanctìfwatius est
enim vir infidelis in uxors, et sanctificata est mulkr infidelis
in fratre: alioquin filii vestri immundi essint; nunc autem
sancii su n t 30: aut sic est accipieadum, quemadmodum et
nos a lib i37, et Pelagius cum eamdem ad Corinthios Episto-
lam tractaret exposuit, quod exempla iam praecesserant, et
virorum quos uxores, et feminarum quas mariti lucrifecerant
Christo, et parvulorum ad quos faciendos christianos volun­
tas Christiana etiam unius parentis evicerat: aut si, quod
magis verba Apostoli videntur sonare et quodam modo co-
gere, aliqua illic intelligenda est sanctificatio, qua sanctifica-
bantur vir et mulier infidelis in coniuge fideli, et qua sanoti
nasce bantur filii fidelium, sive quia in menstruo cruore mu-
lieris, a concubdtu continebat, quicumque vir vel femina id
in lege didioerat; nam hoc Elzechiel inter illa praecepta po-
nit, quae non figurate accipienda su n t 38: sive propter aliam
quamlibet, quae ibi aperte posita non est, ex ipsa necessitu-
dine coniugiorum atque filiorum sanctitatis asperginem: illud
tamen sine dubitatione tenendum est, quaecumque illa sancti­
ficatio sit, non valere ad christianos faciendos, atque ad di-
mittenda peccata, nisi Christiana et ecclesiastica institutione
Sacramentis efficiantur fideles.
Nam nec coniuges infideles, quamlibet sanctis et iustis*•

,s Me. 2, 17.
** i Cor. 7, 14.
57 D e s e r m o n e D o m in i in m o n te , 1. I, a. 45.
*• Ez. 18, 6.
CAPITULO XII

N ecesidad de los sacramentos


21. Nadie, pues, se encañe ni 'encañe a los demás sobre
este punto. Todos los ambage3 y subterfugios desaparecen
y se quitan con el sentido tan claro de las palabras de la
divina Escritura. Así como desde el origen se contrae el
germen de la muerte en este cuerno mortal, de igual modo
originariamente se hereda el pecado en esta carne pecadora,
y para sanarlo, ora se trate del contraído originalmente, ora
de los que se han añad’ do después por voluntad prooia. así
como tamb'én para vivificar nuestro cruerno con la gloria de
la resurrección, vino el médico en semejanza de pecador, a
quien no necesitan los sanos, sino los enfermos, como tam­
poco vino El a buscar justos, sino pecadores.
Ya expuse en otro lugar el sentido que ha de darse a las
palabras con que el Apóstol advierte a los fieles que no se
señaren de los cónyuges infieles: Purs se santifica. <=l marido
infiel ñor la tnuier y se santifica la muier infiel por el ma­
rido. De otro modo vu'stros hiios serían impuros y ahora
son santos. En el mismo sentido lo interpretó Peí agio al co­
mentar la Epístola a los Corintios, pues no faltaban e^emnlos
de varones convertidos a la fe de Cristo por sus esposas, y
de muieres convertidas por sus maridos, v de hiios ganados
para la religión cristiana iror la voluntad de un solo padre
o madre cristiana. O tal vez, si se quiere, puede darse a las
palabras de San Pablo otra interpretación más verbal, que
rl n'ppcer go impone, de modo que en trate allí de urna es­
pecie de purificación con aue se santificaban el varón y la
eeuosa infiel ñor obra de su consorte fiel, siendo como un
fruto de santidad los hiios del matrimonio, porque, en la
época de la menstruación femenina, el varón o la m irer oue
estaban instruidos sobre este nunto de la ley. se abstenían
del peto conyugal, v por eso Ezenuiel pone estos preceptos
entre los oue no deben interpretarse figuradamente. O acaso
se podrá admitir otra clase de influencia y como aspersión
de santidad, aue allí no se menciona a las clar-s. pero que
ha lugar, y provene de la misma relación oue liga íntima­
mente a los padres e hiios. F 'ro. sea oral fuere la santifica­
ción de que allí ss trata, lo que ha de mantenerse sin sombra
de duda es que ella no basta nsra hacer cristianos ni para
perdonar los pecados sin recibir, juntamente con la instruc­
ción cristiana y eclesiástica, los sacramentos, que son los
medios de incorporarse al gremio de los fieles.
Porque ni los esposos infieles, por muy intima unión que
coniugibus haereant, ab iniquitate mundantur. quae a re ano
Dei separai os in damnationem venire compellit; nec parvuli
eie quibuslibet sanctis iustisque procreati, originalis peccati
reatu absoJvuntur, nisi in Christo fuerint baptizati; prò qui-
bus tanto impensius loquì debemus, quanto prò se ipsi minus
possunt.

CAPUT XIII
E pilo g es . S ollicitos esse oportet u t baptizen tur
INFANTES

22. Id enim agit illa disputatio, contra cuius novitatem


antiqua veritate nitendum est, ut infantes onanino superfluo
baptizan videantur. Sed aperte hoc non dicitur, ne tam fir­
mata a salubriter Ecclesiae consuetudo violatores suos ferre
non possit.
Sed si pupillis opem ferre praecipimur, quanto magis pro
istis laborare debemus, qiii destitutiores et miseriores pupil­
lis etiam sub parentibus remanebunt, si eis Christi gratia
denegabitur, quam per se ipsi flagitare non possunt?
23. Illud autem quod dicunt, sine ullo peccato aliquos
homines iam rations utentes, in hoc saeeulo vixisse vel vive­
re, optandum est ut fiat, conandum est ut fiat, supplicanduim
est ut fiat; non tarnen quasi factum fuerit confitendum.
Hoc enim optantibus et conantibus et digna supplicatione
deprecantibus, quidquid remanserit peccatorum, per hoc quo-
tidie solvitur, quod veraciter in oratione dicimus: Dimitte
nobis débita nostra, sicut et nos dimittimus debitorïbus
nostris3S>.
Quam orationem quisquís cuilibet homini sahcto et Dei
voluntatem scienti atque facienti, praeter unum Sanctum
sanctorum, dieit in hac vita necessariam non fuisse, multum
errat, nec potest omnino illi ipsi piacere quem laudai: si
autem se ipsum talem putat, ipse se decipit, et veritas in eo
non e s t*40, non ob aliud, nisi quia falsum putat.
Novit ergo ille medicus, qui non est opus sanis, sed aegfo-
tantibus, quemadmodum nos curando perficiat in aeternam
saluterà: qui et ipsam mortem, quamvis peccati merito in­
flicta sit, non aufert in hoc saeculo eis quibus peccata di-

as Mt. 6, is.
40 i Io. i, 8.
a In Mss., tam firma.
tengan con sus esposas santas y virtuosas, quedan por eso
purificados de sus maldades, que los separan del reino de
Dios y los arrastran a la condenación, ni los niños, a pesar
de haber nacido de cualesquiera padres santos y justos, son
absueltos del reato del pecado original si no se han bautizado
én Jesucristo. Y por ellos hemos de interesarnos con tanto
más ahinco cuanto menos pueden hacer para si mismos.

CAPÍTULO XIII
E pílogo . C onviene ten er m u c h a diligencia para bautizar
a LOS NIÑOS

22. Pues a este blanco tira la discusión, contra cuya


novedad hemos de luchar nosotros apoyándonos en la verdad
tradicional: a hacernos creer que es completamente inútil
el bautismo de los párvulos. No se declara abiertamente esto,
temiendo que la tradición, tan saludablemente afianzada en
la Iglesia, no pueda soportar más tiempo a semejantes profa­
nadores.
Ahora bien, si se nos manda mirar por la defensa de los
huérfanos, ¿con cuánta más razón hemos de abogar por los
infantes, los cuales, aun bajo la tutela de sus padres, queda­
rán más abandonados e indefensos si se les priva de la gra­
cia de Cristo, que ellos no pueden pedir para sí?
23. Y el aserto que hacen sobre algunos hombres que,
llegados al uso de razón, vivieron o viven en este mundo sin
pecar, ciertamente debe ser objeto de nuestros anhelos, de
nuestros esfuerzos, de nuestras plegarias, mas no se puede
dar como un hecho realizado este ideal de justicia.
Y a los que desean de veras y se esfuerzan y trabajan
con sus oraciones para llegar a la meta de tan alta perfec­
ción, todos los deslices pecaminosos se les perdonan diaria­
mente, con lo que decimos en la oración: Perdónanos nues­
tras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deu­
dores. ’ ;
Y quien pretende que esta oración no fué necesaria a cual­
quier justo conocedor y cumplidor de la voluntad de Dios, a
excepción del único Santo de los santos, en grande error
está y desagrada aun al mismo a quien ensalza; y si él pien­
sa haber alcanzado tal grado de santidad, se engaña y está
lejos de la verdad, por la única razón de que vive de una
ilusión.
Sabe, pues, el divino Médico, de quien tienen necesidad
los enfermos y no los sanos, cómo nos ha de curar y guiarnos
a la perfección para conseguir la salud eterna. Pues ni de la
misma muerte, que se debe como castigo a la culpa, preserva
mittit, ut etiam cum eius timore superando suscipiant pro
fidei sinceritate certa men: et in quibusdam etiam iustos
suos, quoniam adhuc extolli posaunt, non adiuvat ad perfi-
ciendam iustitia,m, ut dum non iustificatur in conspectu eius
omnis vivens41, actionem gratiarum semper indulgentiae
ipsius debeamus ; et sic ab illa prima causa omnium vitiorum,
hoc est, a tumore superbiae sancta humilitate sanemur.
Hane epistolam dum dispositio mea brevem parturit, li-
ber prolixus est natus, utinam tarn perfectus, quam tandem
aliquando finitus.
en este mundo a los que perdona los pecados, a ñn de que em­
prendan con fe valerosa la lucha contra ella, venciendo los te­
mores que inspira; y a ciertos justos suyos que todavía vi­
ven en peligro de engreírse les alarga el plazo de llegar a la
perfecta justicia, para que, no pudiendo mostrarse inculpa­
ble ningún ser vivo ante su divina Majestad, debamos siempre
el agradecimiento a su misericordia; y de este modo, con la
sánta humildad, nos curemos de aquella primera causa de
todos los vicios, que es el tumor ds la soberbia.
Mientras planeaba escribirte úna carta breve, ha salido
un libro largo. Ojalá que él resulte tan bueno como ya al fin
resulta alguna vez terminado.
NOTAS COMPLEMENTARIAS*

i. La mortalidad de Adán (I, 4 ,4 ) __ Juliano, apoyándose en la


doctrina de este capítulo, reprochaba al Obispo de Hipona su in- .
consecuencia: »En los libros dedicados a Marcelino defendiste que
Adán fué hecho mortal».
Y le contesta San Agustín : Nunca se mostró como aquí tu em­
bustería a ciencia y conciencia. Porque lo sabes, lo sabes muy bien
—pues no puede ocultarse al que lee aquellos libros—, lo sabes,
repito, que en los libros que escribí a Marcelino combatí impetuo­
samente contra vuestra herejía, que comenzaba ya a levantar ca­
beza, para que no se creyese que Adán hubiera de morir aun sin
haber pecado. Mas por haberle llamado entonces mortal, porque
podía morir, siendo pecable, tú, a los que no han leído aquellos
libros, ni los leerán tal vez, insidiosamente les sugieres que, según
mi opinión, Adán fué creado mortal, de modo que ora pecase, ora se
mantuviese inocente, había de morir.
Esto es precisamente lo que predicamos contra vosotros ; éste
es el nervio de toda nuestra polémica ; nosotros decimos que Adán,
a no haber pecado, hubiera sido inmortal según su cuerpo; y vos­
otros sostenéis que, pecando o no pecando, hubiera muerto (Optis.
imper}, contra luí., I, 68 : PL 44, 1089-90).
Según el santo Doctor, Adán era corruptible por su condición
corporal, incorruptible o inmortal por la gracia del Creador : Mor-
talis erat conditione corporis anlmalis, immortalis autem beneficio
Conditoris (De Gen. ad litt., VI, 25, 36 : PE 34, 354).
Y esta doctrina defiende aquí el Santo : la mortalidad natural
y la inmortalidad por gracia del Creador, si se mantenía sumiso
a sus órdenes. Por eso poseía sutnma in carne sanitas, in animo
tota tranquilinas (De civ. Dei, XIV, 26: PE 42, 434).
Así ahora la muerte es al mismo tiempo nna condición natural
de nuestra existencia física y una pena por la pérdida de la gra­
cia, que la debía preservar de la muerte. (Cf. S a n io T o m á s , Sum im
Theologica, 2, q. 164, a. 1 ad 1.)
2. Los efectos de la justificación (I, 9, 10).—Nótense las pala­
bras que emplea aquí el Santo hablando de los efectos de la gracia : ,
Gratia eius illuminationem iustificationemque nostram intrinsecus
operatur. La justicia, en sentido católico y agnstiniano, no es velo
que superficialmente cubre los pecados, ni nna declaración jurídica
de que no existen, según la doctrina protestante.

* Los tres números que acompasan al título de la nota significan, respec­


tivamente, el libro, el capítulo y el párrafo en qne va dividida la obra.
La gracia santificante actúa en lo entrañable de la naturaleza :
intrínsecas. Sin duda habla aquí San Agustín de la gracia llamada
por los teólogos habitual, distinta de la actual, que consiste en auxi­
lios de iluminación y mociones suaves en la voluntad para incitarla
a obrar justaimente. Ella se da a los párvulos, incapaces de recibir
gracias actuales o de imitar a nadie, como dice el Santo, y los
injerta en el Cuerpo de Cristo. Ella vivifica a todos, y ocultamente
se infunde también a los infantes : latenter infundit et parvulis.
3. Usque ad le geni (I, 10, 12).—San Agustín interpreta las pa­
labras usque ad legetn como término de la ley mosaica ; esto es,
el tiempo que transcurre desde Adán hasta Cristo.
Pero otros intérpretes antiguos, y los modernos casi todos, limi­
tan su significado al período que corre desde Adán hasta Moisés.
Según algunos, la mente del Apóstol es que, antes de la ley de
Moisés, el pecado original estuvo como muerto, sin aquella rebe­
lión formal contra Dios y contra el espíritu a que dió ocasión el
precepto divino : Non concupisces. Con tal mandato revivió la sen­
sualidad del hombre.
El pasaje es obscuro. (Cf. C o r n e l y , Coment. in h. I.; B eraza ,
Cursus theologicus. De Deo creante et elevante, n. 626.)
4. La condenación de los párvulos (I, 16, 21).—San Agustín ma­
nifiesta su opinión acerca de la condena de los niños que mueren
sin bautismo. No es fácil saber qué entiende el Santo por damnatío
omnium mitisslma (De pee. mer. et remis.), damnatío ootnium
levissima (Contra lu í., V, ,11, 44 : PL 44, 809). No han faltado in­
térpretes benignos de su pensamiento, negando que defendiera la
pena del sentido y reduciendo la que padecen a una ligera tristeza
por el bien perdido de la visión beatífica.
Sin embargo, lo más probable parece que los sujetó a mítigadí-
sima pena de sentido. Los teólogos modernos opinan más benigna­
mente acerca de este punto. En tres grupos se pueden clasificar
las opiniones sobre esta materia. La de los partidarios de la pena
de sentido, llamados tortores infantium, como el agustiniano Gregorio
de R ím ini; la de los que someten a los niños a una ligera pena de
tristeza por el bien perdido, y la de los que admiten cierta biena­
venturanza natural para ellos, sin hacerlos partícipes de la visión
de Dios.
La última parece ser la opinión de Santo Tomás : Et ideo nihil
omnino dolebunt de carentia visionis divinae: immo magis gaude-
bunl de hoc quod participabunt multum de divina bonitate et per-
fectionibus naturalibus (In II Sent., dist. 33, q. 2, a. 2).
Con todo, será siempre el suyo un estado de condenación, por
verse privados de un bien que podrían haber conseguido en otras
circunstancias.
5. El don de la integridad (I, 16,-21).—Tune Corpus eius perdi­
da gratiam: entonces su cuerpo perdió la gracia. Estas palabras se
entienden sobre todo del llamado don de integridad, que hacía al
hombre inocente inmune de la concupiscencia. La sumisión total
de los apetitos inferiores a la razón y del cuerpo al alma fué un
privilegio otorgado a Adán y Eva. Con la pérdida de este don se
desmandaron los instintos, antes sumisos a la soberanía del espí­
ritu, y comenzó a sentir el hombre un cambio en todo su ser, un
estado de flaqueza y baja rebelión, que testimoniaba la gravedad
de la culpa cometida.
Sin embargo, no se olvide que el desorden de las potencias infe­
riores no es pecado formal mientras no consienta en él la voluntad.
6. El pecado y la temporalidad del hombre (I, 16, 21).—San Agus­
tín atribuye aquí al pecado no sólo la mortalidad, sino también la
■misma temporalidad en aspectos muy fundamentales. El pecado ha
temporalizado profundamente a los hombres. A la stabilitas aetatis,
en que fué creado, sucedió la mutabílitas aetatum, el cambio de las
edades, y la precipitada carrera hacia la muerte : per mutabUítaus
aetatum irent in mortem.
Las edades son jalones principales para el cómputo del tiempo
en el estado actual del hombre, que se hizo mucho más caduco y
temporal en sí tmismo al perder la perpetua juventud de la gracia,
a. que estaba llamado, y al adherirse a las cosas pasajeras, que con
sus idas y venidas atormentan el espíritu y gastan los mejores
aceros del corazón humano.
Non stat ergo aetas nostra: ubique fatigatio est, ubique lassitu-
do, ubique corruptio (En. in ps. 62, 6 : PL 36, 752).
El tiempo en que ahora vivimos es un proceso de degradación
y estragamiento. La inquietud, opuesta al reposo de la eternidad, y
la movilidad afectiva definen la situación actual del género humano.
Por eso el pecado, según la mente de San Agustín, tiene una
significación trascendental en el curso actual de la historia, pues
por él quedó el hombre abandonado a sí mismo, a merced de las
fuerzas egoístas y dispersivas en que últimamente se resuelve toda
deserción culpable del Creador.
7. La Epístola a los Hebreos (I, 17, 50).—Considera aquí el San­
to la Epístola a los Hebreos como de autor incierto, porque, mien­
tras en la Iglesia oriental la tenían como Escritura canónica, debida
a la pluma de .San Pablo, en la Iglesia latina se discutía sobre su
autenticidad. Muchos no la aceptaban como libro revelado, según
afirma San Jerónimo. (Cf. Catalogus Scriptorum ecclesiasticorum,
c. 16.)
En La ciudad de Dios se muestra todavía perplejo acerca del
verdadero autor : De quo (Melchisedech) in Epístola quae nunc ins-
cribitur ad Hebraeos, quam plures Apostoli Pauli esse dicunt,
et magna conscripta sunt (De civ. Dei, X VI, 22 : PL 42, 500).
Mas en el catálogo de los libros canónicos que inserta en De
doctrina christiana la atribuye al Apóstol, contándola entre sus
14 cartas (De doct. christ., H, 8, 13 : PL 34, 41).
8. Eva y la serpiente (I, 27, 55).—Las palabras que aquí usa San
Agustín : Serpenti credidit (Eva) ut libídine corrumperetur, las
interpretó Juliano como si el Santo atribuyera a la mujer primera
comercio carnal con la serpiente. La misma fábula divulgaron los
ttnaniqueos, diciendo que el príncipe de las tinieblas, padre de la
misma mujer, había yacido con ella.
Hoc de serpente non dixi, le replica el Santo. No dije yo tal
cosa de la serpiente. Pero ¿acaso tú contradices al Apóstol, según
el cual el alma de la mujer fué corrompida por la serpiente? Oye
lo que dice : Temo que, como la serpiente engañó a Eva con su
astucia, así vuestras almas pierdan la sencillez y pureza que hay en
Cristo (1 Cor. 11, 3).
De aquella corrupción de la serpiente, semejante al estrago que
producen las conversaciones malas en las costumbres buenas, le
vino a la mujer la comezón de pecar ; de suerte que, contagiado
el hombre con aquella prevaricación, siguióse después el desorden
de la carne, de que se avergonzaron cubriéndose con unas pampa­
nillas, no por concúbito corporal con el diablo, sino por haber per­
dido la gracia de Dios (Contra Iulianum, VI, 22, 68: PL 44, 864-865).
9. Soteriología bíblica (i, 27, 40-28, 55).—Espiga aquí San Agus­
tín los textos de una soteriología bíblica, que serán incorporados
a la teología para escudriñar el dogma de la redención. Das palar
bras de Jesús, sobre todo las que pronunció en la Cena ; los Evan­
gelios, las Epístolas, los Hechos de los Apóstoles, el Apocalipsis,
los Salmos y los libros proféticos nos certifican de la necesidad
y hedió de la salvación humana, operada por el Cordero de Dios,
que borra los pecados del mundo. Con particular realce expone el
pensamiento de San Pablo, que es el Apóstol de la redención y ’ de
la gracia.
En el centro de este proceso divino, cuyos efectos expresa el
Santo con las palabras : reconcilian, incorporan Christi Corpori,
vivificare, salvos facere, liberare, redimere, delere peccata, alumi­
nare, está el sacrificio del Redentor misericordiosísimo : Non ergo
reconcilian nisi peccatorum remissione per unam gratiam miseri-
cordiosissimi Salvatoris, per unam victimam verissimi sacerioíis.
El acto redentor por excelencia es la muerte de cruz sufrida por el
verdaderísimo Sacerdote.
Los efectos negativos de la redención los declara con las pala­
bras : liberan a morte, vitiis, reatu, subiectione, tenebris pecca­
torum.
10. Obedientia mentís (I, 29, 57).—Contrasta aquí San Agustín
la caída primitiva y la redención con el careo de Adán y Eva, de
Jesús y de María.
La Madre de Jesús colaboró activamente en el misterio de la
salvación humana, no sólo en sentido físico, sino moral y espiritual.
La obedientia mentís indica la sumisión perfeota de María al plan
divino después que le fué revelado el modo en que había de verifi­
carse la encarnación.
Hay como un doble útero y generación en la Virgen : el corazón
y las entrañas purísimas : Fit prius adventus fidei in cor Virginis,
et sequitur fecunditas in útero matris (Serm. 193, 1 : PL 38, 1327).
El Verbo de Dios es acogido primeramente en el corazón y después
en las entrañas. La fecundidad física sigue a la obediencia y fe
viva de la Doncella de Nazaret.
En este principio espiritual, que tan activamente influye en la
generación del Verbo, San Agustín suele mencionar tres virtudes
que han colaborado en el adviento del Hijo de Dios : la fe, la obe­
diencia, la pureza virginal, opuestas a la incredulidad , la desobe­
diencia y la concupiscencia, que originaron la caída de los primeros
padres.
Por eso, como dice el Santo, per mulierem in interitum tnlssi
eramus, per mulierem nobis reddlta est salus (Serm. 289, 2 : PL
38, 1308).
11. Los ritos de la Iglesia (I, 30, 58).—La liturgia sirvió de arrimo
a San Agustín para la defensa de las creencias católicas contra los
pelagianos. El sin duda contribuyó mucho a elevarla a la categoría
de prueba teológica, porque el sentir de la Iglesia se manifiesta en
ella. La necesidad del bautismo para remisión de los pecados, los
efectos que produce, el rito de la ablución y exuflación, los exor-
cismos, prueban la existencia de una mancha de origen aun en
los párvulos. Nada sería más execrable que ese sacramento si hay
una ablución que no purifica nada, una rennncia al diablo, que no
tiene ningún poder sobre el bautizado; una remisión de pecados
que no existen, una renovación donde todo nada hay vetusto, una
liberación sin esclavitud, una salvación sin una originalis aegritudo
peccati.
12. La palabra usacramentum» (I, 33, 62).—La palabra sacramen-
tum no tenía en los tiempos de San Agustín el sentido estricto y
fijo con que ahora designamos los siete sacramentos de institución
divina, que conserva tan fielmente la Iglesia católica.
Unas veces lo aplica a éstos, como aquí cuando habla del bau­
tismo : per sacramenlum baptismi; otras a diversas cosas sagradas,
como a la sal bendita, exorcismos, etc. Aquí habla también del
sacramento adventus, el sacramento de la venida de Cristo. Alude
frecuentemente a los sacramentos y misterios—sacramenta et mys-
teria—de la divina Escritura. En el Antiguo Testamento hubo mu­
chos sacramentos, es decir, signos sagrados con que Dios instruyó
a su pueblo para prepararlo a la revelación de la gracia de la Nneva
Alianza. (Cf. De vera religionc, X V II, 33 : PL 34, 136.)
Conviene, pues, atender al sentido que tiene esta palabra sacra­
mento en cada caso particular.
■13. La comunión de los párvulos (I, .24, 34).—Hubo antiguamen­
te en la Iglesia la costumbre de administrar la Eucaristía a los
recién bautizados. San Agustín defiende aquí la necesidad para ellos
• de recibir el Cuerpo de Cristo; pero entiéndase que no se trata de
una necesidad de medio, como lo enseña la misma Iglesia sobre
este punto. La recepción de la Eucaristía no es necesaria con nece­
sidad de medio, sino de precepto divino y eclesiástico para los
adultos.
En efecto, según confiesa el mismo santo Doctor, el bautismo
sólo basta para abrir la puerta del reino de los cielos. Si parvulus,
dice en este mismo libro, percepto baptismate, de hac vita migra-
verit, soluto reatu cui originaliter erat innoxias, perficitur in luminc
veritatis, quod incomntutabiliter manens, in aeternum iusti/icatos
praesentia Creatoris itluminat (I, 19, 25).
San Fulgencio, obispo de Ruspe, .preguntado por el diácono Fe­
rrando acerca de la salvación de un joven etíope que, herido de
muerte, recibió el bautismo y murió sin recibir la Eucaristía, de­
muestra con pasajes de la Sagrada Escritura y de San Agustín que
«cada fiel entonces participa del cuerpo y sangre de Cristo cuando
en el bautismo se hace miembro del cuerpo de Cristo; ni es ex­
cluido de la participación del pan y del cáliz, aun cuando sin co­
merlo ni beberlo parte de este mundo, pues vive en la unidad del
cuerpo de Cristo» (Epíst, 12, 24 : PL 65, 391).
14. E l libre albedrío y el pecado mortal (II, 5, 5).—Contra los
pelagianos, según los cuales basta el libre albedrío para cumplir los
preceptos de la ley : Dicunt sufjicere homini arbilrium ad dominica
implenda mandata (Epist. 157 : PL 33, 75), San Agustín sostuvo
siempre la insuficiencia del hombre caído para no pecar. «El pecado
no es cosa natural; mas para la naturaleza viciada, que nos ha
hecho hijos de ira, no basta a evitarlo el albedrío de la voluntad,
ai no es sanado con la ayuda de la gracia por obra de nuestro Señor
Jesucristo : Respondetur naturale non esse peccatum: sed naturae
praesertim vitiatae, unde sumus facti jilii irae, parum esse ad non
peccandum votuntatis arbitrium, nisi adiuta sanetur gratia Dei per
lesum Christnm dominum nostrnm (De perjcct. iustitiae, II : PL
44, 293-4).
La teología católica ha precisado el sentido de estas aserciones,
distinguiendo entre la potencia física y moral del libre albedrío
humano, el cual tiene potencia física para cumplir los mandamien­
tos de la ley natural, pero se halla en impotencia moral para cum­
plirla toda. Hay mandatos más fáciles de cumplir, v. gr., el no
matar, si bien evitar todo odio interno no es tan fácil. Otros piden
gran sacrificio, como el sexto : Non concupisces. La ley de la con­
tinencia supera las fuerzas del libre albedrío y para cumplirla se
requiere el auxilio sobrenatural. El hambre caído no puede moral­
mente, sin la ayuda divina, guardar durante mucho tiempo toda
la ley natural ni vencer las tentaciones graves.
La raíz de esta flaqueza e impotencia debe buscarse en el des­
pojo del socorro divino y la fuerza de los hábitos pecaminosos, que
se nan heciio mandones en el hombre. Por eso un gran discípulo
de San Agustín, fian Próspero, dice que nuestra voluntad es vaga,
incerta, instabais, imperita, injirma aa efficiendwm, facilis ad auden-
dum, in cupidítatibus caeca, in ómnibus túmida., curis anxia, suspi-
cionibus inquieta, gloriae quam virlutimn avidior, Jamae quam cons-
cientiae diligentior, et per amnem sui experientiam miserior fruen-
do his, quae concupierit, quam carendo: nikil in suis habet viribus
nisi periciUi facilitatem, quoniam voluntas mutabilis, quae non ab
incommutabili volúntate regitur, tanto citius propinquat iniquitati,
quanto,'verius intenditur actioni (De vocationc gcntium, I, 6 : PJ.
Si. 652).
Nuestra voluntad es divagadora, vacilante, voluble, inexperta,
flaca para obrar, audaz para emprender, ciega en sus codicias, hin­
chada en todo : anda en espinas de cuidados, desasosegada en las
sospechas, más avida de la gloria que de la virtud, más atenta a la
fama que a la conciencia, y, según lo tiene probado, hambrea más
gozando de las cosas apetecidas que careciendo de ellas. De su co­
secha sólo tiene facilidad de peligros, porque la voluntad capri­
chosa que no se rige por la regla de la voluntad soberana, cuanto
más se aplica a la vida activa, tanto más riesgo corre de perderse
en el pecado.
15.- E l principio do la cooperación humana (II, 5, 6).—San Agus­
tín frecuentemente encarece el hecho dé la colaboración del Ubre
albedrío con la gracia. Dos fuerzas, íntimamente mezcladas, dan
cima a la obra de la santificación del hombre : una divina y otra
humana. Aquí vuelve a enunciar claramente esta verdad : Dios no
mueve a los hombres como a las piedras o cosas insensibles, sino
como a ser libre, poniendo sus manos suavísimas en los resortes
del libre albedrío ; es decir, por medio de ilustraciones del enten­
dimiento y movimiento, con que le invita a que voluntariamente
haga lo que El quiere.
«Con la gracia inspira Dios el deseo del bien, para que no lo
haga a disgusto, sino con placer» (Contra duas Epist. Pelag., II,
8 : PL 44, 583).
Obran ■con acciones hermanadas el Creador y la criatura, como
el que, dando la mano al caído, le 'ayuda a levantarse. No se su­
prime con ello el esfuerzo propio, sino se robustece : Nec adiuvari
potest nlsi qui etiam aliquid sponte conatur. Le place al Santo re­
petir esta doctrina a sus oyentes : Spiritus enim Dei qui te agit,
agenti adiutor est tibí, lpsum nomen adiutoris praescrioit tioi quia
ei tu ipse cuiquid agis (merino 15b, 11, 11 : PL 3», 1555).
.La oración no excluye el conato propio, el esiuerzo, el empeño,
el trauajo personal. Conocía el Lloctor de la Gracia los peligios de
la pasividad en la vida cristiana y con muciia ironía los condena :
Quidquid nobis iubetur, orandum est ut impleatur: sed non sic dic-
tum est dlmUtamus nos et quomodo aegri iaceamus supini et dica-
m us; pluat Deus escás super Jactes nostrasl ut prorsus nos ninil
agere velimus: et cum esca compiuta ¡uerit super os noslrum dica-
mus etiam: Deus glutiat de nobis.
Aliquid nos et agere debemus, studere debemus, conari debe-
mus; et in eo gratias agere in quo potuerimus; in eo quo non pu-
tuerimus, orare (6'erm. Eragm.; PL 39, 1722).
Insisto sobre este punto por señaiar la diferencia entre la doc­
trina agustiniana y la protestante, que no reconoce ninguna coope­
ración de la criatura en la obra de Dios.
El abismo entre amibas doctrinas está bien expresado en el prin­
cipio de ¡san Agustín : Oratia Dei non solum operatur remissiongm
peccatorum, sed etiam cooperatorem sibi facit dominis spiritum in
opere bonorum factótum (En. in.ps. 77, 8 : PL 37, 988). La gracia
divina no sólo obra la remisión de los pecados, sino que hace al
hombre cooperador suyo en la realización de las buenas obras.
16. La perfección de la justicia (II, 12, 17).—San Agustín admite
grados en la perfección de los buenos, cómo Zacarías e Isabel. No
niega que fueran justos delante del Señor, mas con la juscicia pro­
pia y limitada que acá pueden conseguir aun los amigos de Líos,
y que no iguala a la que poseerán en el reino de la perfecta paz.
Para esta perfección relativa de los hombres viadores, el Santo
exige dos cosas : el caminar irreprensiblemente en la ley de Dios,
es decir, no cometer pecados mortales, y luchar con las faltas ve­
niales, purgándolas frecuentemente con la limosna.
lngredi etiam sine macula non absurde etiam ille dicitur, non
qui tam perfectas est, sed qui ad perjectionem irreprenensibilher
currit, carens criminibus damnabilious, alque ipsa etiam peccata
venialia non negligens mandare eleemosynis (De perfectione iusti-
tiae, IX , 20: PL 44, 302).
La vida humana está llena de peligros y tentaciones, aun para
los que sirven a Dios : Etiam. Deo servientes tentat error ut deci-
piat: tentat labor aut dolor ut frangat: tentat libido, ut accendat;
tentat moeror ut sternat: tentat thypnus ut exlotlat. Et quis expli-
cal omnia jeslinanter quibus gravatur iugum super filios Adam?
( Contra lu í,, IV, 16, 83 : PL 44, 782).
17. Las causas del pecado (II, 17, 26).—Habla aquí el Santo de
las causas formales, no encientes, del pecado, para hablar en tér­
minos escolásticos, y las reduce a dos : la ignorancia y la flaqueza.
Hay una ignorancia inculpable, que también recibe el nombre
de invencible : Non Ubi depulatur ad culpam quod invitas, ignoras
sed quod neglígls quaerere quod ignoras (De lib. arb., III, ig :
PL 32, 1297).
La ignorancia de lo que debe saberse, en quienes pueden ven­
cerla y no lo hacen, es pecado ; y en los que no pueden vencerla,
pena de pecado (Epist. ad Sixtum, 194, 27 : PL 33, 883).
Mas para remediar ambas cosas—la ignorancia y flaqueza—se
da la gracia adyuvante, ya en forma de iluminación del entendi­
miento, ya de moción impresa en la voluntad, para que venza todos
los atractivos del pecado : Delectat enim peccare: nam si non de-
lectaret, non fieret (Serm. 190, 7 : 38, 877).
La desgana de la justicia que siente el hombre le viene de las
enfermedades del espíritu : de languoribus anitmte. Pañis in fasti.
dio est, et delectat venenum (ib.). Náuseas nos da el pan, y nos
perecemos por el veneno. La gracia reforma el paladar interior y
lo saborea con el gusto de las cosas superiores.
18. La predestinación de los condenados (II, 17, 36).—Sive datn-
nandi praedestinati sint propter iniqultatem superbiae. A veces ha­
bla San Agustín de la predestinación de los condenados, y su pen­
samiento debe aclararse con la doctrina que enseña en otros lugares.
Ya desde muy antiguo ciertos pasajes de sus libros se interpre­
taron por algunos como si enseñaren la predestinación positiva y
absoluta de los condenados. San Fulgencio, gran discípulo y defen­
sor de las doctrinas de nuestro Doctor, se vió en la precisión de
combatir algunos errores de sus contemporáneos, como Mónimo.
No defiende San Agustín una destinación y predestinación al
pecado, como si quisiera positivamente la condenación de alguien,
sino la previsión y determinación de la pena con que ha de castigar
a los transgresores de sus mandatos.
Como en un código penal están previstas y' determinadas para
lo futuro las sanciones que deben imponerse a ciertos delitos (lo
cual no significa que el legislador quiera la transgresión de las leyes
y las penas anejas a ellas), así en la mente de Dios están previstos
desde toda la eternidad los delitos que cometerán muchas de sus
criaturas y tiene determinadas las penas que han de padecer por
ellos. En este sentido puede hablarse de la predestinación a la con­
dena : damnandi praedestinati.
Así aclara San Fulgencio a Mónimo el pasaje a que se alude
aquí : Propter iniquitatem superbiae praedestinati dicuntur damnan­
di, quod pertinet ad iadicium, non depravandi, quod pertinet ad pec-
catum (Ad Monimmn, libri tres, I, 38 : PL 65, 177).
Lo mismo deben interpretarse otros pasajes en que se habla, por
ejemplo, de algunos ad interitum praedestinatos; Nihil aliud acci-
piendum existimo de illo Sancti Augiistini sermone quo aad interi­
tum quosdam praedestinatosn firmat, nisi ad interitum supplícii, non
delicti; ñeque ad malum quod íniuste admittunt, sed ad cruciatum,
quem iustissime patientur (ib., I, 5 : PL 65, 156).
Semejantes pasajes deben entenderse de la previsión y determi­
nación de la pena, no del delito ; no predestina Dios a nadie a come­
ter pecados, pero sí ordena el tormento que por ellos justamente
padecerán.
19. Gracia excitante y adyuvante (II, 18, 31).—Para la conversión
se requiere la gracia divina : Quod ad Deum nos convertimus, nisi
Ipso excitante atque adiuvante non possumus.
Hay una gracia excitante, o que despabila al pecador de su le­
targo y olvido de Dios. Sacude su pereza, como diciéndole : Leván­
tate, tú que duermes, y te iluminará Cristo.
Cuando la criatura responde al llamamiento y rompe el sueño y
quiere realizar lo que se le ordena, también necesita del socorro y
fuerza de Dios ; y tal es la gracia adyuvante. Son dos funciones dis-
tintas las de ambas gracias : la excitante prepara la voluntad, la ad­
yuvante la socorre y da fuerza, una vez que está preparada ; aquélla
dispone para obrar, ésta influye en la obra o actos saludables que
ejecuta.
El concilio de Trento toma sus palabras de nuestro Doctor cuando
dice, hablando de las disposiciones para la conversión : Ut qui per
peccata a Deo aversi erant, per eius excitantem atque adluvantem
gratiam ad convertendum se ad suam ipsorutn'iustiflcationem, eldem
gratiae libere assentiendo et cooperando disponantwr (ses. 6, c. 5 :
Denz. 797).
Suárez dice : Gratia non est adiuvans, nisi aliquíi effíciat ís qui
iuvatur (De gratia, III, c. 16, n. 3). Es pensamiento que repite San
Agustín para mostrar la necesidad de la cooperación de la voluntad :
Nec adiuvari pótest nisi qui etlam aliquid sponle conatur (Ve pee.
mer. et remis., II, 5, 6.).
20. Los derechos de la gloria de Dios (II, 18, 31).—El pasaje
bíblico, repetido por San Pablo : Non volentis, ñeque currentls...,
de tanta importancia en la doctrina de San Agustín, le sugirió la
frase : Ut tolum Deo detur, qui hominis voluntatem bonam et prae-
parat adiuvandam et adiuvat praeparatam ( Ench., 32 : PL 40, 248).
En el proceso de la salvación, todo debe darse a Dios ; es decir,
el principio, el medio y el fin, el initium fidei, las buenas .obras y
la perseverancia final en ellas, con el premio consiguiente.
Polemiza el Santo contra los semipelagianos, que no daban al
Señor el principio de las buenas obras, atribuyéndolas a la iniciativa
personal.
El totum Deo detur no significa de parte de Dios la absorción
completa o anulación de toda actividad humana, como si El lo hi­
ciera todo y nada la criatura.
Ciertamente hay intervenciones de la gracia en que Dios obra .
sin nosotros, operatur ín nobis sine nobis, como se explica en otra
nota; pero, fuera de esos casos, tanto el querer como el obrar bien
se realizan con la doble acción o causalidad primera y segunda. El
hombre es causa secundaria y libre de sus acciones. Cuando se
quiere o se ama el bien, el acto de querer es nuestro y es de Dios :
Ut velimus enim et suuni esse voluit et nostrum: suum vocando,
nostrum sequendo (Ad Simpl., I, 2, 10 : PL 40, 117).
San Fulgencio expresa muy claramente a este propósito el pen­
samiento de su Maestro : Haec autem omnia, id est, et vocatlonis
nostrae initia, et iustifícationis augmenta, et gloríficationís prae-
mia, in praedestínatione semper Deus habuit: quia et ín vocatione
et in iustificatlone et in glorificalione Sanctorum gratiae suae fu-
turae opera praescivit (Ad Monimum, I, 11 : PL 65, 160).
Son dones gratuitos, preparados ab aeterno por Dios para los
justos, los comienzos de la vocación, los progresos en la justicia
y el premio de la gloria.
No se puede atentar a la integridad de estos dones sin hacerse
enemigo de la gracia e ingrato a los beneficios divinos.
21. Delectatío victrix (II, 19, 32I.—Jansenio forjó el sistema de
la gracia y sus relaciones sobre el libre albedrío con la teoría de la
delectatio victrix, la delectación victoriosa, mencionada por San
Agustín en este lugar.
Existen dos deleites : uno terreno y otro celestial ; el primero
arrastra a los placeres sensuales ; el segundo, al bien. Entre los dos
vence el mayor, o superior en fuerzas, ]x>r<pie el hombre caído obra
siempre movido por el resorte del deleite. El peso del deleite de­
termina todas las decisiones del libre albedrío, lo mismo que en
la balanza, ella se inclina a donde más peso hay.
Y este deleite celestial, como causa determinante de los movi­
mientos del libre albedrío, es actus quídam- indeUberatiis caelitus
immissus in voluntatem, peí■ quem ei bonum propositum suaviter
placet (De gratia Christi, IV, n ).
•Graves errores empañan esta interpretación del sistema de la
gracia : en primer lugar, el determinismo con que obran los dos
deleites, con mengua de la libertad humana. De aquí la proposición
condenada : Intcriori gratiac in statu naturae lapsac nunquam rc-
sislitur.
No concibe San Agustín la acción de la gracia de este modo :
el hombre pone muchos topes y en realidad resiste muchas veces
a la gracia.
También con la doctrina de los movimientos indeliberados res­
tringe y mutila la acción de Dios en el gobierno divino de las almas.
Que los movimientos indeliberados aparecen en muchas interven­
ciones suyas, es cosa fuera de duda para el santo Doctor. Particu­
larmente han lugar en el despertar de las almas o en la gracia
excitante, la cual puede presentar atractivos o alicientes que mue­
van suavemente la voluntad a querer una cosa, o también mover
al hombre con temores y terrores. Lo mismo en los momentos ini­
ciales de la conversión como en el proceso de la santificación, se
sirve Dios, ora de los atractivos y golosinas del deleite; ora del te­
mor saludable que inspira, el saluberrimus terror de que habla.
Sevcritate Dei corda mortalimn salubérrimo terrore quatiuntur (De
cat. rud., V, 9 : PL 40, 316).
En el initium- fidci interviene frecuentemente este saludable te­
mor : «Porque raramente sucede, o imás bien nunca, que el que
viene con deseos de hacerse cristiano, no venga herido por algún
temor» : Rarissime quippe accidit imo vero nunquam, ut quisquam -
veniat v.olcns fieri christianus, qui non sit aliquo timore perculsus
(De cat. rud., V, 9 : PL 40, 316).
Y en otro célebre pasaje, para sofocar todo movimiento de pre­
sunción en los que observan una conducta mejor que otros, pone
en boca de Dios estas palabras : «No fuiste adúltero ; es que te
gobernaba para mí, te guardaba para mí. Para cometer adulterio,
te faltó un mal consejero. Yo hice que no lo tuvieras.
•No hallaste tiempo ni. lugar. Y o hice que no los tuvieras. Tu­
viste un mal consejero, no te faltó lugar ni tiempo. Ut consentires
ego terrui; para que no consintieras, yo te refrené con mi terror.
Reconoce, pues, la gracia de Dios, a quien debes aún el no haber
cometido ciertos pecados» (Serm. 99, 6 : PL 38, 598).
Luego aparta Dios a las almas del pecado, 110 sólo con el atrac­
tivo del deleite, sino con ciertos empujones de saludable terror.
Jansenio cercena la vara del gobierno divino sobre las almas
y mutila la psicología de éstas, para cuya sujeción y mando se sirve
eficazmente, unas vece's del deleite, otras del miedo.
Por esta razón sería más acertado hablar, no de la doctrina de
los dos deleites, sino de la doctrina de los dos amores, que han edi­
ficado las dos ciudades, y en cada alma edifican el reino de Dios
o el imperio del pecado.
s.Ag. I X 15
Tanto más que en San Agustín se identifican la delectatio, cupi-
ditas boni, inspiratio caritalis, amor boni.
Y los dos amores han de concebirse con la complejidad psicoló­
gica que abarcan, como hábitos e inclinaciones y modos de apreciar
las dos categorías de bienes, los terrenos y celestiales.
Y podemos admitir dos tipos de estimación y estimadores : los
que se someten a la ley objetiva del reino de los valores y los que,
siguiendo sus gustos, todo lo regulan según ellos. En ambos grupos
el deleite tiene mucha parte.
Y así es fácil interpretar el dicho de San Agustín, tan maltra­
tado por los jansenistas : Quod amplias nos delectat, secundum id
operemur necesse est (Expositio ad Galatas, 49: PL, 35, 2141).
Las obras o determinaciones de la voluntad se subordinan al
criterio de estimación que se tiene. Cada cual obra según lo que
más ama. El que aprecia más la caza que la misa, dejará la misa
por la caza ; y al contrarío. Cuando se enfrenten las dos clases de
bienes, se dará la preferencia a lo que se estima más : Itaque si ex
adverso existunt dúo, praeceptum iustitiae et consuetudo camalis
et utrumque diligitur, id sectabimur quod amplias dilexerimus (ib.
n. 54 : PL 35, 2142).
Esta es la ley de la psicología ordinaria que rige los hábitos,
pero que con la acción de la gracia puede tener muchas excepciones.
En los pasajes citados, San Agustín habla del justo in quo non
regnant peccata, y a quien agrada más que los placeres terrenos
la hermosura interior y el semblante puro de la castidad por la
gracia que da la fe en Cristo, para vivir y obrar conforme a ella :
sed plus delectat pulchritudo illa intima et sincera species castita-
tis, per gratiam quae est in pide Christi (ib. ib.).
Este hombre tiene ya saboreado el gusto con el deleite de la
justicia y un hábito de preferir las cosas celestiales a las terrenas.
Pueden presentarse de improviso conflictos interiores, en que la
gracia se llevará la palima de la victoria. Se podrá hablar entonces
de una delectatio victrix, es decir, del amor que libremente acepta
la lucha y vence al enemigo.
Así presenta San Agustín frecuentemente la batalla de los már­
tires : «He aquí que te deleita el oro que tienes ; halaga tus ojos :
es un metal hermoso, brillantísimo. No lo niegues. Negar su her­
mosura sería injuriar al Creador. Pero viene ahora el tentador y te
dice : «Te arrebato todo ese oro que tienes si en mi favor no pro­
fieres un falso testimonio ; si lo profieres, aumentaré tu riqueza».
Luchan en ti dos deleites : decertant in te duae delectationes.
Ahora te pregunto : ¿ Qué prefieres ¿ Te quedas con el oro o
con la verdad, con el oro o el testimonio verdadero ? ¿ Tal vez res­
plandece aquél y no éste ?
La fe es lo que se busca con el testimonio verdadero. El oro es
espléndido; pero la fe, ¿carece de su esplendor?» (Serm. 159, 6, 5 :
PL 38, 869).
He aquí un combate de los dos amores, de los dos deleites. Nin­
guno de ellos arrastrará invenciblemente o necesariamente. Si la
gracia triunfa, será suavemente, inspirando suavitatem, comunican­
do una fuerza suave, un aumento de amor, de gusto, de compla­
cencia en la justicia. Si vence la codicia del oro, el libre albedrío
seguirá su camino libremente, es decir, seguirá su inclinación pro-
pía, la estima mayor que hace de los bienes terrenos, posponiéndo­
los a los celestiales.
22. Gracia operante y cooperante (II, 19, 33).—De diverso modo
definen los teólogos la gracia operante.
Según San Belarmino, la primera es el auxilio eficaz con respecto
al primer acto de la voluntad, y la segunda, el auxilio eficaz para
los demás actos consiguientes (De gratia et lib. arbitrio, I, c. 1).
Según otros, aquélla obra en nosotros sin nosotros, iluminando
el entendimiento y moviendo la voluntad ; ésta toma parte con la
misma voluntad en los actos deliberados. Tal parece ser también el
sentir de San Agustín : XSt ergo velimus, sine nobis operatus inci-
piens, qni volentibus cooperatur perficiens. Vt ergo velimus, sine
nobis operatur: cum autem volumus et sic volumus ut faciamus,
nobiscum cooperatur. Tamen sine Illo, vel operante ut velimus, vel
cooperante cum volumus, ad bona pietatis opere nihil valemus (De
grat. e¡t lib. arb., X V II, 33 : PL 44, 901).
23. El apetito de independencia (II, 19, 33).—La raíz psicológica
de todo pecado, para San Agustín, es el appetitus propriae potesta-
tis, el deseo de la propia autonomía e independencia.
Fué el principio de la caída de los primeros hombres. Eva sintió
esta que será tiempre la gran tentación humana: «¿Cómo hubiera
creído las palabras de la serpiente, cuando le dijo que Dios les pro­
hibió una cosa buena y provechosa, si ya no se alojase en su espíritu
el amor de la propia potestad y cierta soberbia presunción de s£
misma, que había de ser vencida y humillada por aquella tentación?
Nisi iam inesset mentí amor Ule propriae potestatis et quaedam de
se superba praesurnptio, quae per illam tentationem fuerat convin-
cenda et humilianda? (De Gen. ad litt., X I, 33, 39 : PL 34, 445).
Contra este espíritu individualista y soberbio levanta su enseña
la humildad, que es la cifra y compendio de la perfección cristiana,
como dice el Santo.
24. La permisión de los pecados veniales (II, 19, 33).—La teolo­
gía católica defiende una impotencia moral de evitar todos los pe­
cados veniales, aun para el hombre justo, y sólo por un privilegio
especial puede remediarse, como en la Madre de Dios, cuya hermo­
sura no admite ni una mancha leve.
Dios permite las tentaciones y caídas de los justos por las razo­
nes que aquí señala San Agustín, v. gr., la humildad en que deben
conservarse. No para condenarlos, sino estimularlos a ser humildes,
permite las asechanzas y la continua guerra, a fin de que nadie crea
que la facilidad de evitar los pecados es cosa propia, alzándose con
los dones de Dios.
Por la misma causa subsiste en nosotros la concupiscencia, como
un rompeolas del orgullo, como un estigma del pecado y testimonio
de que Dios resiste a los soberbios.
De este modo, a los amadores de Dios todas las cosas les ayudan
a conseguir la salvación. Nuestra flaqueza es un aviso contra la so­
berbia : Infirmitas admonitio esi non superbiendi (Contra lu í., IV,
11 : PL 44, 742). Y es victoria más gloriosa no haber consentido que
el no haber podido ser tentado, enseña el Santo : E st palma glorio-
sior non consensisse tentatum. quami non potuisse tentari {De Gen.
ad litt., X I, 5, 8 : PL 34, 432).
25. Ordo iustitiae (II, 22, 36).—San Agustín considera el estado
inocente de los primeros padres como un equilibrio y orden perfecto
entre los diversos elementos constitutivos de la naturaleza. Un ordo
iustitiae mantenía allí a cada cosa en su lugar : los sentidos, la razón,
Dios. El cuerpo gozaba no sólo de la simvma in carne sanitas (De
civ. Dei, X IV , 26 : PL 4a, 434), sino del reposo y sumisión al alma,
lo mismo que ésta vivía sometida a Dios. Rompióse el equilibrio
con la rebelión del alma contra el mandamiento divino y el desman­
damiento de los sentidos contra el alma racional. La desobediencia
a Dios produjo la sublevación de la carne. El orden de la justicia
sostenía todo el equipo maravilloso de los privilegios recibidos. La
gracia, al decir de los Padres, era como un vestido que cubría la
desnudez primitiva, y, al perderla, sintieron lá vergüenza y confu­
sión de su desnudez, todavía subsistente, como un estigma de la
vileza y profanación que ba sufrido la naturaleza en el hombre caído.
26. Clases de santificación (II, 26, 42).—Confirma plenamente
la exégesis que da aquí San Agustín un comentarista moderno, el
P. Cornely, quien escribe sobre este lugar :
«Se disputa sobre el sentido que debe darse en este pasaje a las
palabras sanctificatur y sanctus; pero Sin duda ninguna deben en­
tenderse del mismo modo la santificación del esposo infiel por la
esposa fiel y la de los hijos de padres fieles no bautizados afin.
Ahora bien, esto basta para eliminar el error de los pelagianos, de
Calyino y otros, acerca de la justicia hereditaria, por la qne los
hijos de los fieles son santos y se salvan aun sin recibir el bautis­
mo ; porque se seguiría que también el varón infiel por su matri­
monio con la mujer fiel quedaría libre del pecado original; lo cual
no osó nadie defender hasta ahora» (Commentaria in 1 Cor. 7, 14).
27. La permanencia de los males en el mundo (II, 33, 53).—La
objeción de los pelagianos no dejaba de ser molesta : Si el pecado
es la causa de la muerte, ¿ por qué, qüitada la causa, no desaparece
el efecto ? ¿ Por qué, borrada la culpa, no se levanta la pena ? ¿-Por
qué subsisten aún todas las calamidades originadas de la primitiva
caída ?
San Agustín responde que por justas causas ha permitido Dios
sea probada la fe de sus hijos para un mayor lucimiento de su
misericordia y gracia.
T-os efectos peores han desaparecido, v. gr., la ira y enemistad
divina, el pecado de origen y los personales ; pero subsisten ciertas
consecuencias y males menores, como la concupiscencia, a fin de
que, como del pecado resultó el suplicio, así del suplicio se obten­
gan méritos : ut quemadmodum de peccato factum est supplicitim,
sic de supplicio fiát meritnm (De Gen. ad litt., IX , 10, 18 : PL
34, 400). ' .
, Estas antiguas ruinas del pecado sirven también para edificar
el nuevo templo consagrado a la gloria de Dios, Así la gracia osten­
ta su arte y potencia al labrar, pulir y ajustar el duro mármol de
la naturaleza lapsa, sacando nuevas maravillas.
28. E l pecado original es propio de cada uno (III, 7, 14).—El
contagio universal del pecado imprime en cada hombre su mancha
culpable. No se trata de un pecado cometido por uno e imputado
solamente a los demás ; el original es jn pecado hereditario y pro­
pio, inherente a cada uno, aun párvulo.
La razón de este hecho la pone San Agustín en la solidaridad
de todos los hombres con Adán, la inclusión de todos los descen­
dientes en el primer padre, razón seminal del género humano.
Por lo cual no pueden objetarse las palabras <jac citaban los pela­
gianos de la Sagrada Escritura (Ez. 18, zo) para negar la existencia
del pecado original : Anima qnae peccaverit ipsa morietur: filius
non portabit iniquitatam patris, et pater non portabit iniquitatem
fila.
El texto del profeta se refiere a los pecados personales de los
padres e hijos y carece de aplicación para el presente caso (Contra
lulian., VI, 25, 82 : PL 45, 872).
Ea frase del Apóstol : Todos pecamos y todos morimos, signi­
fica la participación de todos en la culpa y pena.
29. La solidaridad con Adán (III, 7, 14).—Adhuc omites Ule umis
fuerunt. Para explicar la transmisión del pecado original, San Agus­
tín apela a la misteriosa solidaridad de todos los hombres con el
padre común. No recurre a la inclusión de todas las voluntades en
la de Adán, sino a la unidad de naturaleza, a la razón seminal, a la
condición de Adán, como cabeza del género humano, quien recibió
y perdió para todos los privilegios de su estado inocente. El fué crea­
do para ser principio universal de un estado de justicia y felicidad
en la tierra, y por su culpa se hizo causa de común perdición.
El nexo que San Agustín establece entre Adán y sus descendien­
tes es biológico y moral a la vez. El segundo Adán vino a reparar la
pérdida del primero y a restituirnos la antigua herencia y señorío
de hijos de Dios.
Sin duda, la doctrina agustiniana de la solidaridad de todos los
hombres con Adán ha servido a la teología posterior para formular
su doctrina sobre el primer padre como cabeza física y jurídica del
género humano.
30. Objeción pelagiana (III, 8, 16).—Decían los pelagianos para
negar el pecado original : Nadie da lo que no tiene ; es así que los
]>adres bautizados están ya limpios del pecado original. Luego no
pueden manchar a sus hijos con él.
En las polémicas religiosas se incurre a veces en este modo
de concebir materialísticamente hechos de orden sobrenatural. De
una manera análoga se imaginaban los donatistas la transmisión
ele la justicia y santidad, como deslizándose de los ministros de los
sacramentos a quienes los recibían. Pero aun las mismas analogías
del mundo sensible no favorecen aquí a los pelagianos. Tampoco tie­
ne formalmente paja el grano limpio de trigo que se siembra en la
tierra, aunque virtualmente está contenida en sn dinamismo.
Así, virtualmente, los bautizados, al engendrar hijos, contribuyen
a la transmisión del pecado original, pues, como les arguye San
Agustín, no engendran en virtud del principio sobrenatural y del
espíritu de regeneración recibido en el bautismo, sino en virtud de
las leyes naturales, según las cuales comunican la naturaleza recibi­
da de Adán pecador.
Tal ha sido siempre el sentir común de la Iglesia, que no consi­
dera cristianos a los nacidos de padres cristianos sino después de re­
generarlos con el sacramento del bautismo.
C o n t r a las dos epístolas
DE LOS P E L A G I A N O S
I N T R O D U C C I O ’ ,1$

El año 418, el papa San Zósimo dirigió a los obispos del


mundo católico, para que la. subscribieran, una epístola que
se conoce con ti nombre de Tractoria, en la que condenaba
a Cel estío y Pelagio y los errores pelagianos. Todos los obis­
pos la subscribieron, menos Julián de Bclana y otros diecij
siete obispos de Italia, los cuales se negaron a firmar con el
falso pretexto de que Celestio y Pelagio, además de habet
rechazado en sus libros los errores que se les imputaban, ha*
bían sido condenados sin haber sido oídos. Julián y sus secua-*
ces fueron, por tanto, depuesto® y desterrado®, y, aunque qui­
sieron hacer valer en su favor l'ai autor dad civil, nada con­
siguieron y persistieron en su rebeldía y en. la propaganda
de sus heréticas doctrinas. A este tiempo pertenecen las dos
epístolas de los pelagianos que San Agustín refutó el año 420
>en la obra, dividida en cutaitro libros, Contra duas epístola sí
pelagianorum, dedicada al sucesor de Zósimo, San, Bonifacio,'
que había remetido al Obispo de Hipona uní ejemplar de di­
chas epístolas. Ba primera de estas epístolas se disida escrita
por Julián de Eclana para confirmar en las doctrinas pela-
gianas a sus partidarios de Roma y atraerse nuevas adhesio­
nes; la segunda, firmada por dieciocho obispos pelagianos,
fué dirigida a Rufo, obispo de Ttesalónica, con el fin de atraer­
lo ai su partdo.
En el primer libro de su obra Contra duas epístolas pela-
gianorwm, San Agustín responde con copia de doctrina y gran
vigor dialéctico a las calumniosas afirmaciones qu i Julián
atribuye a los católicos, a saber: que por el pecado de Adán
se perdió el libre albedrío; que el matrimonio es obra del
di moni lo, y cuantos hombres nacen son asimismo obra del
demonio; que todos los apóstoles estuvieron siempre domi­
nados por una concupiscencia desordenada; que O sito no
estuvo inmune de pecado; que el bautismo no perdona todos
los pecados ni borra las culpas, sino que lias rae, permane­
ciendo en la carne la raíz de todos los pecados.
En el segundo libro, el Doctor de la Gracia inicia la ré­
plica a la epístola enviada por les pelagianos al obispo de
Tesalóraica. Demuestra San Agustín con mucha agudeza, y
no sin cierta ironía, que ios católico®, al condenar los errores
pdagiamos, no profesan las doctrinas maniqueas, como se ve
<Jomparando la verdad católica con los principios maniqueos;
rechaza la acusación de prevaricación lanzada por los pela-
gíanos contra ©1 clero romano por haber éste condenado en
el pontificado de Zósimo a Oelestio y a Pelagio; prueba que
con el nombre de gracia los católicos no defienden el hado
ni ponen en Dios aceptación de personas, bien que la gracia
no se da por los méritos del hombre y a Dios haya que atri­
buir aun el primer deseo del bien.
En el libro tercero se refutan otras calumnias de los pela-
gtanos y se expone la doctrina católica acerca de la utilidad
de la ley, dle los efectos y virtud del bautismo, de la diversi­
dad de los dos Testamentos, de la perfección de los profetas
y apóstoles, del pecado atribuido a Cristo, del ocmpLimiento
de los mandamientos divinos.
E3n el libro cuarto, San Agustín pone al descubierto la
manera artera y solapada con que los pelagismos disfrazaban
y propagaban sus errores con achaque de celebrar la exce­
lencia de las criaturas, del matrimonio, de la ley, del libre
albedrío y de los santos. Hjace ver el Santo que tanto la he­
rejía mamiquea como la pelagiana, aunque opuestas entre sí,
son contrarias a la fe católica, que enseña que la naturaleza
es buena, pero necesita, a causa del pecado original, de un
Redentor; que es bueno el matrimonio y mala la concupiscen­
cia originada del pecado; que es buena la ley, que muestra
lo que es pecado, pero no destruye el pecado; que el hombre
está dotado de libre albedrío, pero éste es incapaz, sin el
auxilio de la gracia, de producir obras saludables en el orden
sobrenatural; que los santos, así dbl Antiguo como del Nue­
vo Testamento, alcanzaron la verdadera perfección, aunque
no consumada ni plena, de tal modo que carecieran de todo
pecado. En apoyo día lo que escribe, San Agustín cuta el tes­
timonio de Son Cipriano y Son Ambrosio.
C O N T R A LAS DÛS EPISTOLAS
D E L O S P E L A G 1 A N O S
CONT RA DUAS EPISTOLAS
PEL A G I A N O R U M

L I B E R i

CAPUT I

R o m a n i e p is c o p a t o s p r a e e m in e n t ia

1. Noverarti te quidem fama celeberrima praedicante,


et frequentissimis atque veracissimis nuntiis quanta essea
Dei gratia plenus acceperam, beatissime atque venerande papa
Bonifaci. Sed posteaquam te etiam praesentia corporali fra-
ter meus vidit Alypius, aceeptusque a te benignissime ac
sincerissime, mutua miscuit dictante dilectione colloquia,
tecumque convivens, et parvo lioet tempore, magno tibi iunc-
tus affectui, se simul et me réfudit animo tuo, teque mihi
reportavit in suo, tanto maior in me tuae Sanctitatis est
facta notitia, quanto certior amicitia. Ncque enim dedignaris,
qui non alta sapis, quamvis altius praesideas, esse amicus
humilium, et amorem rependere impensum. Quid est enim
aliud amicitia, quae non aliunde quam ex amore nomen
accepit, et nusquam nisi in Ohristo fidelis est, in quo solo
esse etiam sempiterna ac felix potest? linde et accepta per
eum fratrem, per quem te fàmiliarius didici, maiore fiducia,
ausus sum aliquid ad tuam Beatitudinem scribere de his re­
bus, qua s hoc tempore episcopalem curam, si qua in nobis
est, ad vigilantiam prò grege dominico stimulo recentiore
sollicitant.
2, Novi quippe haeretici, inimici gratiae Dei, quae datur
pusillis et magnis per Iesum Ghristum Dominum nostrum,
etsi iam cavendi evidentius apertiore improbatione monstran-
tur; non tamen quiescunt scripti3 suis minus cautorum ve!
minus eruditorum corda tentare. Quibus utique esset res-
pondendum, ne vel suos in ilio nefando errore firmarent,
CONTRA LAS DOS EPISTOLAS
DE LOS PEL A G I A N O S

L I B R O I

CAPITULO I
P r e e m in e n c ia d e l R o m a n o P o n t íf ic e
1 . Ya te conocía, ¡oh beatísimo y venerable papa Boni­
facio!, por la fama universal que pregonaba tu nombre, y por
muchas y muy verídicas noticias sabía cuán lleno estabas de
la gracia de Dios. Mas después que mi hermano AJipio te vi­
sitó y de ti recibió tantas muestras de sincero afecto y gozó
del dulce trato que inspira la mutua caridad, y, en el breve
tiempo que vivió en tu compañía, se unió a ti con grande
afecto, introduciéndose a sí mismo y a mí también en tu co­
razón y traspasándote a ti en el suyo, después de esto digo,
la fama de tu santidad ha crecido en la misma medida en
que se han afirmado los vínculos de la amistad. Porque tú,
que no eres altivo, aunque desempeñes más alta dignidad, no
te desdeñas de ser amigo de los humildes y sabes correspon­
der al amor que te profesan. ¿Pues qué otra cosa es la amis­
tad, que trae su nombre de amor y que nunca es fiel sino en
Cristo, en quien únicamente, además, puede ser eterna y di­
chosa ? Así que, más animado con la venida de este hermano,
por quien te he conocido más familiarmente, me he atrevido
a dedicar a tu beatitud algún escrito que trate de las cuestio­
nes que en estos tiempos excitan con nuevo estímulo el celo
de los obispos, dedo que tingamos ¡este celo, para velar por
la grey del Señor.
2. Porque, aunque la pública condenación de esto 3 here­
jes, enemigos de la gracia de Dios, que se da a los grandes y
a los pequeños por Nuestro Señor Jesucristo, diga bien a las
claras qu© debemos guardamos de los tales, no se cansan ellos
de tender celadas con sus escritos a los corazones de las per­
sonas sencillas y poco instruidas- Es necesario salirles al paso
etiam si non metueremus, ne quemquam catholicorum veri-
simili sermone deciperent. Cum vero non desinant fremere
ad dominici gregis caulas, atque ad diripiendas tanto pretio
redemptas oves, aditus undecumque rimari, communisque sit
omnibus nobis qui fungimur episcopatus officio (quamvis ipse
in ea praeemineas celsiore fastigio) specula pastoralis: fació
quod possum pro mei partícula muneris, quantum mihi Do-
minus adiuvantibus orationibus tuis donare dignatur, ut
pestilentibus et insidiantibus eorum scriptis medentia et mu-
nientia scripta praetendam; quibus rabies qua furiunt, aut
etiam ipsa sanetur, aut a laedendis aliis repellatur.
3. Haec autem quae duabus Epistoli3 eorum respondeo :
uni scilicet quam dicitur Romam misisse Iulianus, credo ut
per illam, quos posset, suos aut inveniret, aut faceret, alteri
autem quam decern et octo velut episcopi participes eius
erroris, non ad quoslibet, sed ad loci ipsius episcopum sua
cálliditáte tentandum, et ad suas partes, si posset fieri, tra-
ducendum, ausi sunt Thessalonicam scribere : haec ergo quae
istis, ut dixi, duabus Epistolis illorum, ista disputatione
respondeo, ad tuam potissimum dirìgere Sanctitatem, non
tam discenda quam examinanda, et Ubi forsitan aliquid dis-
plicuerit, emendanda constituí. Indicavit enim mihi frater
meus, quod eas illi dare ipse dignatus es, quae in tuas manus,
nisi vigilantissima diligentia fratrum nostrorum filiorum
tuorum, venire non possint.
Aigo autem gratias sincerissima« in nos benevolentiae
tuae, quod eas me latere noluisti Litteras inimicorum gra-
tiae Dei, in quibus reperisti nomen meum calumnióse atque
evidenter expressum. Sed spero in Domino Deo nostro, quod
non sine mercede quae in -caci is est, illi me laceran! dente
maledico, quibus me pro parvulis, ne fallaci laudatori Pelagio
perditi relinquantur, sed veraci Salvatori Christo liberandi
offerantur, oppono.

CAPUT II

IMPUGNATUR IULIANUS ASSEEENS LIBERUM ARBITRIUM PECCATO


A dae PERIXSSE

4. Iam itaque Iuliani respondeamus Epistola«. Dicunt,


inquit, Uhi Manichaei, quibus modo non communicamus, id
est, ioti isti cum quibus dissentimus, quia primi hominis
peccato, id est, Adae, liberum, arbitrìum perierit, et nsmo iam
para que ni ellos ni eus secuaces se afirmen en su nefando
error y, más aún, para que no seduzcan, como es de temer,
con sus sofismas a ningún católico. Y, pues no cesan de ladrar
en tom o al aprisco de la grey del Señor, buscando una en­
trada para desgarrar las ovejas redimidas con tan alto precio,
siendo la vigilancia propia de cuantos desempeñamos el oficio
pastoral, bien que tú lo ejerzas desde más encumbrado lugar,
hago en descargo de mi obligación lo que puedo con la ayuda
de tus oraciones, contraponiendo a sus escritos pestíferos y
engañosos otros aptos para sanar y defender, con los que
desaparezca el furor que los enloquece o sea reprimido de
suerte que no dañe a los demás.
3. Este escrito con que ahora rebato sus dos cartas, a
saber, la que dicen que envió a Roma Julián, destinada, según
creo, a sus partidarios o para atraerse partidarios, y la otra
que dieciocho cuasi obispos osaron dirigir al obispo de Te-
salónica para tentarle astutamente y atraerle, si les fuera
posible, a su partido, este escrito, digo, con que replico, como
acabo de decir, a sus dos cartas, he determinado dedicártelo
de manera especial a ti, no precisamente pára darte lecciones,
sino más bien para que lo examines y, si algo te desagrada,
lo corrijas. Porque me indicó mi hermano que tú mismo te
habías dignado entregarle esas oartas, que sin la despierta
diligencia de tus fieles, nuestros hermanos, no hubieran lle­
gado a tu poder.
Te doy gracias por tu sinoerísima benevolencia para con­
migo, por cuanto no has querido que yo desconociera esas
cartas de los enemigos de la gracia de Dios, en las que has
visto mencionado de manera exDresa y calumniosa mi nom­
bre. Mas fio en Dios nuestro Señor que del cielo han de reci­
bir el merecido castigo los que me despedazan con su lengua
maldiciente, y a los cuales salgo al paso en defensa de los
pequeñuelos para que no se pierdan abandonados a las enga­
ñosas alabanzas de Pelagio, sino que alcancen su salvación
presentados al verdadero Salvador, Cristo.

CAPÍTULO II

R e f ú t a n s e l o s e r r o r e s d e J u l i á n a c e r c a d e l l ib r e a l b e d r ío
d e AlDÁN

4. Pasemos, pues, a responder a la carta de Julián. Sos­


tienen, diese, esos maniqueos con Jos que ahora no comunica­
mos, o s a aquellos de quienes disentimos, que por el pecado
del prim er hombre, es decir, de Adán, pereció el libre albe­
drío, de manera que nadie tiene ya potestad para vivir bien,
potestatem habeat bene vivendi, sed òmnes in peccato carnis
suae necessitate cogantur.
MlaniGhaeos appeltet Gatholicos, more illius Ioviniani, qui
ante paueos annos haereticus novns, virginitatem sanctae
Mariae destruebat, et vinginitati sacra* nuptias fidelium
eoaequabat. Nec ob aliud hoc obiiciebat Catholicis, nisi quia
eos videri volebat accusatores vel damnatores esse nuptiarum.
5. Liberum autem arbitrium defendendo praecipitant, ut
de ilio potius ad faciendam iustitiam, quam de Domini adiu-
torio confidatur, atque ut in se quisque, non in Domino
glorietur1. Quis autem nostrum dicat, quod primi hominis
peccato perierit liberum arbitrium de humano genere? Li-
bertas quidem periit per peccatum, sed ilia quae in paradiso
fait, habendi plenam cum immqrtalitate iustitiam;; propter
quod natura humana divina indiget gratia, dicente Domino:
Si vos FiMus liberaverit, tunc vere liberi e ritis23: utique liberi
ad bene iusteque vivendum. Nam liberum arbitrium usque
adeo in peccatore non periit, ut per illud peccent, maxime
omnes qui cum delectatione peccant et amore peccati, hoc
eie placet quod eos libet. Unde et Apostolus: Cum essetis,
inquit, servi peccati, liberi fu istìs ìustitiae. Efcoe ostendun-
tur etiam peccato minime potuisse, nisi alia liberiate, servi­
re. Liberi ergo a iustitia non sunt, nisi arbitrio voluntatis:
liberi autem a peccato non fiunt, nisi gratia Salvai oris. Prop­
ter quod admirabilis Doctor etiam verba ipsa discrevit: Cum
enim servi essetis, inquit, peccati, liberi. fuistis ìustitiae.
Quem ergo fructum habuistis tunc in his, in quibus nunc
eru besd tis? Narri finis illorura mors est.- nunc autem libe­
rati a peccato, servi autem facti Deo, habetis fructum ves-
trum in sanctìficationeni, finem vero vitam aeternam Li-
beros dixit Ìustitiae, non liberatos: a peccato autem non
liberos, ne sibi hoc tribuerent; sed vigilantissime maluit
dicers liberatos, referens hoc ad illam Domini sententiam:
Si vos Filius liberaverit, tunc vere liberi eritis. Cum itaque
non vivant bene filii hominum, nisi effecti filli Dei, quid est
quod iste libero arbitrio vult bene vivandi tribuere potesta­
tem; cura haec potestas non detur nisi gratia Dei, per Iesum
Christum Dominum nostrum 4, dicente Evangelio : Quotquot
autem receperunt eum, dedit èis potestatem fttios Dei fieri? 5
1 i Cor. i , .si.
2 Io 8, 36.
3 Rom . 6, 20-22.
4 Rom . 7, 25.
a Io. 1, 12.
sino que todos son arrastrados al 'pecado por necesidad de su
carne.
Llama maniquí os a los católicos siguiendo el ejemplo de
Joviniano, el nuevo hereje que hace pocos años negaba la
virginidad de Santa María y motejaba de maniqueos a los
católicos porque quería hacerlos aparecer como acusadores
o reprobadores del matrimonio.
5. Defendiendo el libre albedrío, lo precipitan queriendo
que para obrar el bien estribemos en él más que en la ayuda
del Señor. Pero ¿quién entre nosotros dice que por el pecado
del primer hombre pereció el libre albedrío en el género hu­
mano? Pereció, sí, la libertad a causa del pecado; pero fué la
libertad que existió en el paraíso de poseer plena justicia
junto con la inmortalidad; por lo que la naturaleza humana
necesita de la divina gracia, según lo que dice el Señor: Si
el H ijo os disre libertad, seréis realmente libres. Tan es así
que el libre albedrío no pereció en el pecador, que precisa­
mente por el líbre albedrío pecan sobre todo los que pecan
con deleite y, amando el pecado, escogen lo que les agrada.
Por eso dice el Apóstol: Cuando erais esclavos del pecado,
erais libres respecto de la justicia. En lo cual se muestra que
ni al mismo pecado pudieron servir sino con otro género de
libertad. No están, por tanto, libres de la justicia sino por el
arbitrio de la volunt ad; no están libres del pecado sino por
la gracia del Salvador. Por lo que el mismo admirable doctor
pesó perfectamente aun las mismas palabras: Pues cuando
erais esclavos del pecado, erais libres respecto de la misma
justicia. ¿Qué fru to lograbais entonces de las mismas cosas
de que ahora os ruborizáis? Pues su paradero es muerte.
Mas ahora, liberados del pecado y esclavizados a Dios, tenéis
vuestro fru to en la santidad, y e l paradero, la vida eterna.
Dijo libres respecto de la justicia, no liberados; pero no dijo
libres del pecado, no fuera que se atribuyeran esto a sí mis­
mos, sino que con toda advertencia prefirió decir liberados,
refiriendo esto a aquella sentencia del Señor: Si el H ijo os
diere libertad, seréis realmente libres. Pues si no viven san­
tamente los hijos de los hombres sino después que han sido
hechos hijos de Dios, ¿cóm o es que éste quiere atribuir al
libre albedrío la potestad de vivir santamente, siendo así que
esta potestad no se da sino por la gracia de Dios, por Jesu­
cristo nuestro Señor, conforme a lo que dice el Evangelio:
Mas a cuantos le recibieron les dió potestad de ser hijos de
D ios?
CAPUT III
G ra tia n o n secundum m er ita datur

6. Sed ne forte dicant, ad hoc esse adiutos, ut haberent


potestatem fieri filii D ei; ut autem hanc accipere msrerentur,
prius eum libero arbitrio, nulla adiuti gratia receperunt:
haec est quippe intentio qua gratia destruere moliuntur, ut
earn dari secundum merita nostra contendant: ne forte ergo
hanc evangelieam sententiam sic dividant, ut meritum ponam
in eo quod dictum est: Quotquot autem rec perunt eum ; ac
deinde non gratis datam, sed huic merito redditam gratiam
in eo quod sequitur: D&dit eis potestatem filios Dei fieri:
numquid si quaeratur ab eis, quid sit, receperunt eum, dic-
turi sunt aliud, nisi, Crediderunt in eum? Ut igitur et hoc
sciant ad gratiam pertinere, legant quod ait Apostolus: In
nullo expavtscatis ab adversariis, quae quidcm est illis causa
perditionis, vestrae autem salutis: et hoc a D eo; quia vobis
donatum est pro Christo, non tantum ut credatis in eum,
sed ut etiam patiamini pro eo °. N'empe utrumque dixit esse
donatum. Item quod a it: Pax fratribus, et charitas cum fide,
a Deo Patre et Domino Iesu C hristo7. Legant etiam quod
ipse Dominus ait: Nemo potest venire ad me, nisi Pater,
qui misit ms, traxerit eum. Ubi ne quisquam putet aliud dic­
tum esse, venire ad me, quam, credere in m e; paulo post cum
de suo corpore et sanguine loqueretur, et scandalizati essent
plurimi in sermone eius, ait: Verba quae ego locutus sum
vobis, spiritws et vita sunt; sed sunt quidam ex vobis qui
non credunt. Deinde subiunxit Evangelista: Sciebat enim Ie-
sus ab initio, qui ess nt cred n t s, et quis traditurus esset
eum, et dicebat: Propterea dixit vobis, quia nemo potest
venire ad me, nisi fuerit ei datum a Patre meo *. Sententiam
scilicet iteravit qua dixerat: Nemo potest venire ad me, nisi
Pater, qui misit me, traxerit eum. lit hoc propter credentes
et non credentes se dixisse manifestavit, exponens quod di­
xerat: Nisi Pater, qui misit me, tiiixerit eum : idipsum aliis
verbis repetendo in eo quod ait, nisi fu erit ei datum a Patre
meo. Ille quippe trahitur ad Christum, cui datur ut credat
in Christum. Datur ergo potestas ut filii Dei fiant, qui cre­
dunt in eum, cum hoc ipsum datur ut credant in eum. Quae
potestas nisi detur a Deo, nulla esse potest ex libero arbitrio:
CAPITULO III

L a gracia no es re tr ibu ció n de m ér ito s

6. Y para que no digan tal vez que han sido ayudad


para tener la potestad de ser hechos hijos de Dios, pero
que para merecer ésta habían antes ellos recibido a Cristo
sin ningún auxilio de la gracia— porque ésta es precisamen­
te la intención que les mueve a destruir la gracia: pretender
que se da según nuestros méritos— ; a fin de que no dividan
la sentencia evangélica poniendo el mérito en lo que se ha
dicho: Cuantos le recibieron; y luego el que la gracia no se
da gratuitamente, sino que es paga dada al mérito en lo que
sigue: Les dió potestad de ser hijos de D ios; si por ventura
se les pregunta qué mérito es ése, ¿ responderán otra cosa
sino que creyeron en Eli? Pues para que sepan que también
esto es efecto de la gracia, lean lo que dice el Apóstol: No
os dejéis amedrentar en nada por los adversarios, lo cual es
para ellos señal de perdición, mas para vosotros de salud, y
esto por obra de Dios, ya que a vosotros se concedió graciosa­
mente que por Cristo no solamente creyeseis en E l, sino tam­
bién que por E l padecierais. Dijo, pues, que entrambas cosas
han sido dadas. Dice también: Paz a los hermanos y caridad
acompañada de fe de parte de Dios Padre y del Señor Je­
sucristo. Lean asimismo lo que dice: Nadie puede venir a mí
si no le trajere el Padre, que me envió. Y para que nadie
piense que aquí con las palabras venir a mí se ha dicho otra
cosa que creer en mí, poco después, al hablar de su cuerpo y
su sangre, como se escandalizaban muchos de sus palabras,
d ijo: Las palabras que yo os he hablado son Espíritu y vida,
pero es que hay algunos entre vosotros que no creen. Y aña­
de a continuación el evangelista: Porque sabía Jesús desde
un principio quiénes eran los que creían y quién era el que le
había de entregar, y decía: Por eso os he dicho que nadie
puede venir a mí si no le fuere concedido por mi Padre.
Es decir, que repitió la sentencia die antes: Nadie puede ve­
nir a mí si no le trajere e l Padre; que me envió, Y manifestó
que dijo esto por los creyentes y por los no creyentes al ex­
poner lo que había dicho: Si no le trajere mi Padre, que me
envió, repitiendo lo mismo con; estas ostras palabras: Si no le
fuere concedido por mi Padre. Porqué es traído a Cristo aquel
a quien se concede creer en Oristo. Se da, pues, potestad de
ser hijos de Dios a los que creen en El, cuando se otorga el
que crean en El. Y esta potestad, si no es dada por Dios, de
ninguna manera puede proceder del libre albedrío, porque no
será libre para el bien si el liberador no le ha aibérado; pero
quia nec liberum in bono erit, quod liberator non libe raverit;
sed in malo liberum habet arbitrium, cui delectationem ma-
litiae vel occultus vel manifestus deceptor insevit, vel sibi
ipse persuasit.
7. Non itaque, sicut dicunt nos quidam dicere, et iste
audet insuper scribere, omnes in peccatum, velut inviti, car­
ni« suae necessitate coguntwr: sed si iam in ea aetate sunt,
ut propriae mentis utantur arbitrio, et in peccato sua volún­
tate retinentur, et a peccato in peccatum sua volúntate prae-
cápitantur, Ñeque enim agit in eis etiam qui suadet et decipit,
nisi ut peccatum volúntate committant, vel ignorantia veri-
tatis, vel delectations iniquitatis, voi utroque malo et caeci-
tatis et infirmitatis. Sed haec voluntas quae libera est in
malis, quia delectatur malis, ideo libera in bonis non est,
quia liberata non est. Nec potest homo boni aliquid velie,
nisi adiuvetur a eo qui malum non potest velie, hoc est,
gratia Dei per Iesum Christum Dominum nostrum. Omne
enim quod non est ex fide, peccatum e st9. A c per hoc bona
voluntas quae se abstrahit a peccato, fidelis est; quia iustus
ex fide v iv it10. Ad fidem autem pertinet credere in Christum.
Et nemo potest credere in eum, hoc est, venire ad eum, nisi
fuerit illi datum. Nemo igitur potest habere voluntatem ius-
tàm, nisi nullis praecedentibus meritis acoeperit veram, hoc
est, gratuitam desuper gratiam.

CAPUT IV
P elag ian i praecipitatores lib e r i ar bit r ii

8. Hoc isti nolunt el'a.ti et superbi, nec purgando defen­


sores, sed extollendo praecipitatores liberi arbitrii. Qui non
ob aliud nobis hr.ec dic:ntibi\s indi'gnantur, nisi quia glo­
rian in Domino dedignantur. Timuit tarnen Pelagius episco­
pale iudicium Palaestinum: et cum ei fuisset obiectum, quod
diceret gratiam Dei secundum merita nos ira darti; n:gavit se
dicere, et eos qui hoc dicerent, anathematizando damnrvit ■ i.
Nec aliud tarnen defend: re invenitur in libris, quos postmo-
dum scripsit; fraudem se putans homindbus iudicantibus fe-
cisse mentiendo, aut nescio quomodo suum sensum verbis am-
biguis obtegendo.
9 Rom. 14, 23.
10 Hab. 2, 4.
4 Vid. De gestis Pelagli, n. 30.
para el mal tiene libre albedrío aquél en quien el engañador
encubierto o manifiesto deslizó el deleite pecaminoso, si no
es que se lo fingió uno mismo.
7. Así que no son todos arrastrados, como contra su vo­
luntad, ai pecado por necesidad de su carne, según afirman
■alguinios que decimos nosotros y osa Julián escribir; sino
que, si ya están en edad cb usar de su libre albedrío, perma­
necen en el penado por su voluntad y por su voluntad se des­
peñan. de uno en otro pecado. Pues aun la acción d;l que Ies
aconseja y engaña no va más allá de influir sobre ellos para
que pequen voluntariamente, bien por ignorancia d'¿ la ver­
dad, bien por delectarse 'con la iniquidad, bien a causa de
entrambos males: ceguera y flaqueza. Mas esta voluntad, que
es libre para el mal porque se deleita con los males, no es
libre para el bien porqué no ha sido liberada. Ni puede el
hombre querer bien alguno, si no le ayuda aquel que no puede
querer el mal, es dteir, la gracia de Dios por Jesucristo nues­
tro Señor. Porque todo lo que no procede de fe es pecado.
Por eso la buena voluntad que se abstiene de pecar es fiel,
porque el justo vive de la fe. Ahora bien, propio es da la fe
creer en Cristo. Y nadie puede creer en El si no le fuere dado.
Nadie, por consiguiente, puede tener una voluntad justa si no
recibe de arriba, sin méritos precedentes, la verdadera gra­
cia, es decir, la gracia gratuita.

CAPÍTULO IV
LíOS PELAGIANOS PRECIPITAN EL U BRE ALBEDRÍO

8. Esto es lo que no quieren admitir estos orgullosos


y soberbios, que no son, al tratar de sincerarse, defensores del
libre albedrío, sino que lo precipitan con sus desmedidas ala­
banzas. Los cuales no se indignan contra nosotros, que deci­
mos estas oosas, sino porque se desdeñan de gloriarse en el
Señor. Aunque la verdad os que Pelagio temió el juicio de
los obispos, y, habiéndosele acusado de enseñar que la gracia
de Dios se 'daba según nuestros méritos, negó que él tal en­
señara y condenó con anatema a los qne esto dij. rain. Sin
embargo, no se ve que defienda otra cosa en los libros que
después acá escribió; y es qui? sabe que con sus mentiras
o velando su pensamiento engañó a los hombres, sus jueces.
CAPUT V
C alum nia pelagiana de m atrim o n io et de
CONIUGALI OONGRESSU

9. Sed iama vicfcaimis quod sequitur. Dicunt etiam, inquit,


istas guae modo aguntur nuptias a D eo institutos non fu isse:
quod in libro Augustini legitur, contra quem ego modo qua-
tuor libellis respondí. Cuius Augustini dicta, inimici nostri
in veritatis odium suscepcrunt.
His eius calumniosissimis verbis breviter video responden­
dum: quia repetit ea postea, ubi vult ipse insinuare quasi
contra nostra isti quid dic&nit ; ibi cum ilio, quantum res pos­
tulare videbitur, Damino adyuvante certandum est. Ñunc
ergo re spondeo, a Deo nuptias institutes, et tune, quando dic­
tum est : Propterea relinquet homo patrem suum et matrem
suam, et uAhatrebit uocori suae; e t erunt duo in com e una P :
et nunc, propter quod scriptum est : A Domino mngitur viro
m ulier11
12*. Ñeque enim aliud fit etiam nunc quam illud, ut ad-
haereat homo uxori suae, et sint duo in carne una.
De ipsis quippe nuptiis, quae nunc fiunt, consultes est Do-
minus a Iuidaeis, utrum liceret quaeumque causa dimitiere
uxorem. Elt iste commemorato testimonio legis adiunxit:
Quod ergo Deus coniunosit, homo non sep a ret1S. H oc testi­
monium legis adhibuit etiam Apostolus Paulus, cum viros
moneret ut ab eis diligcrentur u xores14. Absit ergo, ut in
libro meo contra ihaec testimonia divina iste aliquid legerit.
Sed vel non intelligendo, vel1 magis calumniando., in alium
sensum conatur detorqiuere quod legit. Làbrum autem meum,
contra quem se quatuor libellis respondisse commemorat,
post damnationem Pelagii Caelestinique conscripsi. Quod ideo
dicendum putavi, quondam iste dicit, ab inimicis suis in
odium veritatis dicta mea fuisse suscepta : ne ideo quisquam
existimet, propter hunc librum meum inimicos gratiae Dei
novos haereticos fuisse damnatos. In eo autem; libro defen-
sio est potiius, quam reprehensio nuptiarum.
10. Dicunt etiam, inquit, motum genitalium et commix-
tionem coniugum, a diabolo fuisse repertam : -et propterea
tos qui nascuntur innocentes, reos esse; et a diabolo fieri,
non a Deo, qwkk de hac diabolica com m istione nascuntur.
H oc autem sine aliqua ambiguitate Manichaewm est.
Imo sicut dicimus a Deo nuptias institutes propter ordi-
natam gene ration em filiorum, ita dicimus filiorum gignen-
11 Gen. 2, 24.
13 Prov. io, 14.
ls Mt. 19, 3-6.
14 E p h. 5 , 2 5 - 3 i- •
CAPITULO V
E l m a trim o n io seg ún l a doctrina católica
9. 'Pero examinemos lo que sigue. Sostienen también,
dice, que ét matrimonio de ahora no ha sido instituido por
D ios; lo cuM se lee en el libro de Agustín, a quien yo acabo
de rebatir con cuatro libros. N uestros enem igos han recibido
las palabras de Agustín con odio de la verdad.
Voy ia responda ahora brevemente a estas sus calumnio­
sísimas palabras, porque las repite más adelante, como que­
riendo dar a entender que esto® libros enseñan algo contrario
a nuestra doctrina. Entono s, con el favor de Dios, discuti­
remos con él con la prolijidad que el asunto pidiere. Digo,
pues, ahora que el matrimonio fué instituido por Dios, tanto
en el parriso, cuando d ijo : Por eso dejará el hombre aí padre
y a la madre y se unirá a la rrmjer, y serán los dos una sola
carne, como ahora, por lo que está escrito: Dios es quien une
la mujer con el hombre. Pues otra cosa no se hace ahora
sino unirse el hombro a la mujer y ser los dos una sola’ carne.
Acerca de este mismo matrimonio que ahora se contrae
fué preguntado el Señor por los judíos si era lícito repudiar
a la mujer por cualquier motivo. Y , habiendo alegado aquel
testimonio de la ley, añadió: Lo que Dios, pues, juntó, el hom­
bre no separe. De este mismo testimonio de la J:y se si rvió
también el apóstol San Pablo al amonestar a los esposos
para que amaran a sus esposas. Nada menos cierto, pues,
qu); el que éste haya encontrado en mi libro algo contrario
a estos testimonios divino®. Lo que ocurre es que, por falta
de comprensión o, más bien, con ánimo de calumniar, re­
tuerce el sentido de Jo quia lee. Este mi libro, que él drice ha
rebatido con cuatro libros, lo escribí después de la condena­
ción de Pelagio y Celestio. Digo esto, puesto que él afirma
que sus enemigos recibieron mi doctrina con odio de la ver­
dad, pana que nadie se llame a engaño pensando que estos
nuevos herejes, enemigos de la grada de Cristo, fueron con­
denados por causa de mi libro. El libro es una defl.nsa más
bien que una condenación del matrimonio.
10. Sostienen también, dice, que la conmoción carnal y
la conm ixtión de los cónyuges son cosas inventadas por él
diablo, y que, por causa de esto, los que nacen inocentes son
reos por nacer de esta conm ixtión diabólica; lo cual, sin nin­
gún género de duda, es doctrina maniquea.
Nada más falso. Asi como decimos que el matrimonio fué
instituido por Dios pora la ordenada generación de los hijos,
así también decimos qula ni en el paraíso, si allí se engendra-
dorum seminaticnem sine motu genitalium et sine commix-
tione coniugum nec in. paradiso, si filii gignerentmîr, esse po-
tuisse. Sed utrum talis eorum motus atque comanixtio fuis-
set, sii nemo peecasset, qualis nunc est cum pudenda libidine,
hinc est quaestio: de quia diligentius postea, si Deus voluerit,
disputabimuB.

CAPUT VI

PELAGIANORUM CONSILIUM IN LAUDANDA CONIUGALIS


COMMIXTIONIS INNOCENTIA

11. Quid tamen isti velint, quid intendat, quo rem per-
ducere moliantur, adiuncta istius verba declarant, ubi ait
nos dicere, propterea eos qui innocentes nascuntur, reos esse;
e t a diaibolo fieri, non a Deo, quia de hoc diabólica commix-
tione naseuntur.
Gum itaque nos nec diabolicam dicamius coniugum com-
mixtionem,' máxime fidelium, quae fit causa generandorum
qui postea regenerandi sunt, filiorum; nec hotmines ullos a
diabolo fieri, sed a Deo in quantum homines sunt: et tamen
étiam de coniugibus fidellbus reos nasci, tanquam ex oliva
oleastrum, propter origínale peecatum; et propter hoc esse
stub diabolo, nisi renascantur in Christo; quoniam diabolus
culpae- auctor est, non naturae: contra illi párvulos dicen-
tes nullum trahere origínale peocatum, et ideo non esse sub
diabolo; quid efificere laborant, nisi ut ilia Dei gratia evacue-
tur in parvulis, qua eruit nos, siout didt Apostolus, de po­
tentate tenebrarum, et transtuUt in regnum Filii charitatis
suae ? 15 Quandoquidem párvulos negant esse in potestate
tenebrarum, etiam ante Domini liberatoria auxilium; ita in
eis laudantes opus Creatoris, ut misericordiam destruant
Redemptoris. Quam nos quoniam et in maioribus et in par­
vulis confitemur, hoc didt, sine aliqua ambiguitate esse Ma-
nichaeum:. cum sit antiquissimum. catholieum, unde novum
istorum dogma evertatur haereticum.

CAPUT VII

C alum nia pelagiana de sanctis veteeis T estam enti

12. Dicunt, inquit, sonetos in vedere Testam ento non ca-


ruisse peccatis, id est, nec per emendationem a criminibus
fuisse liberas, sed in reatu « m orte fuAsse deprehensos.
15
Col. i, 13.
ran hijos, pudo temer lugar la seminación ordenada a la ge­
neración de los hijos sin la conmoción carnal y sin la conmix­
tión de los cónyuges. Lía cuestión está en saber si, caso de
no haber piteado nadie, hubiera existido esa conmoción y con­
mixtión acompañadas, como ahora, de (ruborosa libídine, de
lo cual trataremos después, Dios mediante.

CAPÍTULO VI
P or qué alaban los pelagianos la co n m ix tió n carnal
11. Qué es lo que éstos quieren, qué es lo que se propo­
nen y adonde intentan llevar la cuestión, díeemlo las palabras
de Julián al acusarnos de que decimos: Los que nacen ino­
centes son reos y proceden del demonio, no de Dios, puesto
qmi nacen de esta conm ixtión diabólica.
No diciendo nosotros que sea diabólica la conmixtión de
los cónyuges, sobre todo de los fieles, realizada para engen­
drar hijos que luego han de ser regenerados; ni que ningún
hombre, en cuanto hombre, proceda del demarro, sino de
Dios, y afirmando, no obstante, que aun de los cónyuges
Cristianos nacen retos los hombres, como procede el ace-buche
del olivo, a causa del pecado Original, y que por esto están
bajo ©1 poder del demonio si no renacen en Cristo, puesto
que tei demonio es el autor de la culpa, no de la naturaleza;
y afirmando, en cambio, ellos que los niños no heredan nin­
gún pecado original, ¿qué es lo que persiguen toan tanto em­
peño simo negar en los niños la gracia de Dios, con 1-a que,
como dice el Apóstol, nos libertó de la potestad de las tinie­
blas y nos trasladó al reino d el H ijo de su am or? Porque nie­
gan que los párvulos estén bajo el poder de las tinieblas aun
anbets de haber recibido la ayuda del Señor liberador, y de
tal suerte alaban en ellos la obra del creador, que destruyen
la misericordia del Redentor. Y porque nosotros confesamos
esta misericordia m los grandes y en lo® párvulos, déce que
esto es, sin ningún género de duda, doctrina momiquea, cuan­
do en realidad es antiquísima doctrina católica que destruye
por su base esta nueva herejía.

CAPÍTULO Vil
Los santos del A n tig u o T estam ento fu e r o n liberados
po r C risto

12. Sostienen, dice, que los santos del Antiguo Testa-,


mentó no carecieron de pecados, es decir, que ni aun después
de enmendarse estuvieron libres de culpas, sino que la muerte
los hedió en pecado.
Imo dicimus vel ante Legem vel in tempore veteris Testa­
mentó a peocatis fuisse liberatos, non virtute propria; quia
malódictus ornnis qui s&em suam pon.it in hom m e16; et in
hoc sine dubio maledieto sunt, quos etiam Psahnus divinus
notat: Qui confidunt in virtute su a 17: nec vetere Testamen­
to, quod in servitùtem generai18, qailamvis certae dispensa­
tion s grati!a divinitus datum sit : nec ipsa lege sánete et ius-
ta et bona 19, ubi scriptum est: Non concupisces 20; quoniam
non est data quae posset vivificare, sed praevarioationis gra­
tia posita est, doñee veniret semen cui promissum e s t 21: sed
liberatos esse per sanguinem ipsfus redemptoris, qui est unus ,
mediator Dei et hominnm homo Cfhristus Iesozs22. Isti autem
inimici gratiae Dei, qutae data est pusillis et magnds per le ­
simi Christum Dominum nostrum, ideo dicunt antiquos ho­
mines Dei perfeotae esse iustitiae, ne Christó incarnatione,
passione, resurrectione, cuius fide salvi facti sunt, credantur
eguisse.

CAPUT VIII
C alum nia pelagiana de P au li e t al io r u m apostolorum
im m oderata libid ine 1
3

13. Apostolum etiam Paulum, inquit, vel omnes apos-


tolos dicunt sem per immoderata libidine fuisse pdUutos.
Quis hoc vel profanus audeat, dicere? Sed nimirum iste
propterea sic calumniatur, quia contendimi id quod dixit
Apostolus: Scio quia non habitat in me, hoc est, in carne mea,
bonum; velie enim adiaeet mihi, perfioere autem bonum non
invento2S, et caetera talia, non eum dixisse de se ipso, sed
nesedo cuius alfcerius, qui illa pateretur, induxisse personam:
propter quod locus ipse in eius Epistola diligenter conside-
randus est et scrutandus, ne in eius aliqua obscuritate deli-
fcescat error istorum.
Quamvis ergo latius hinc AJpostolus disputet, et magno
diutumoque conflictu gratiam defendens adversus eos qui
gloriabantur in lege; tarnen ad rem pertinentia pauca contin-
gimus. linde ait: Quia non iustificabitur ex Iege omnis caro
coram iUo. Per legem enim cognitio peccati. Nunc autem
sine lege iustitia Dei manifestata est, testificata per Legem,
e t Prophetas: iustitia autem Dei per fidem lesu Christi, in
omnes qui credunt. Non est enim distinctio. Omnes enim
peccaverunt, e t egent gloria D ei; iustificati gratis per gra­
tiam ipsius, per redemptionem quae est in Christo lesu.
30 Ex. 20, 17.
21 Gal. 3, 21. 19.
22 - -T -iw .
Decimos que aun antes de la ley y en tiempo del Antiguo
Testamento fueron librados die los pecados no por su propia
virtud, porque maldito todo el que pone su confianza en el
hombre, y bajo esta maldición están los que reprende el
salmo: Que confían en su propia virtud; ni por el Antiguo
Testamento, que engendra para la esclavitud, bien que fué
dado por Dios en virtud de una cierta economía; ni por la
misma ley santa, justa y buena, en la que está escrito: No
desearás; porque no se >dió una ley capaz de vivificar, sino
que fué dada en razón de las transgresiones basta que vi­
niese la descendencia a quien fué hecha la promesa; sino que
fueron liberados por la sangre del mismo Redentor, que es el
único mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo
Jesús. Mas estos enemigos de la gracia de Dios, que se ha
dado a los pequeños y a los grandes por Jesucristo nuestro
Señor, dicen que los antiguos santos poseyeron una perfecta
justicia para que no se crea que necesitaron de la encama­
ción, pasión y muerte de Cristo, por cuya fe se salvaron.

CAPÍTULO VIII

L a concupiscencia e n los apóstoles

13. Afirman, dice, que el mismo apóstol San Pablo y


aun todos los apostóles estuvieron siempre dominados por
una concupiscencia desordenada.
¿ Quién, por más ignorante que sea, se atreve á decir esto ?
Pero Julián calumnia de esta manera porque aquello del Após­
tol: Porque sé que no habita en mí, quiero decir, en mi carne,
cosa buena, pues el querer a la mano lo tengo, mas el poner
por obra lo bueno, no, y otras 'cosas po«r el estilo, defiende que
no lo dijo de sí mismo, sino en nombre de no sé qué otra
persona que padeciera todo eso; por lo cual este pasaje debe
ser diligentemente estudiado en su contexto y sometido a
examen, por si en algún punto obscuro del mismo se oculta
ed error que combatimos.
Si bien el Apóstol hace muchos razonamientos defendien­
do firme y sostenidamente la gracia de Dios contra los que
se gloriaban en la ley, citaremos sólo algunos pocos pasajes
que tienen relación con la cuestión presente. Dice, pues: En
virtud de las obras de la ley no será m ortal alguno ju stifi­
cado en su presencia. Ahora, empero, independientemente
de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, abonada por
el testim onio de Ja ley y de los profeta s; pero una justicia
de Dios mediante la fe de Jesucristo para todos los que creen;
pues no hay distinción. Porque todos pecaron y m hallan pri­
vados de la gloria de Dios, justificados como son gratuita-
E t Herum: Ubi est glòriatìo? Exclusa est. Per quam, legem ?
factotum ? Non, sect per legem fidei. Arbitramur enim iusti-
ficarì hominem per fidem sine opertbus leg is24. E t iterimi:
Non enim per legem prormssio Abrahae a u f semini eius, ut
haeres esset mundi, sed per iustìtiam fidei. Si enim qui per
legem, haeredes su n t; exinanita est fides, et evacuata est
promissio. L ex enim tram operatur. Ubi enim non est lex,
m e praevaricatio2S. Et alio loco : L ex autem subintravit, ut
abundaret delictum : ubi autem àbundavit delictum, super-
abundavit gratia,26. Item alio loco : Peccatum enim vobis non
dominabitur, non enim estis sub lege, sed sub gratia 27. Item-
que alio loco: An ignoratis, fratres (scientibus enim legem
loquor), quia lex dominatur homini in quantum tempus vì-
v it? Mutier enim sub viro, vìvo m arito iuncta est legi; si
autem mortuus fu erit vir eius, evacuata est a lege viri. E t
paulo post: Itaque, fratres mei, et vos mortui estis legi per
corpus Christi, ut sitis alterius, qui ex m ortuis resurrexit,
ut fructificem us Deo. Cum enim essemus in carne, passiones
peccatorum, quae per legem sunt, operabantur in msmbris
nostris, ut fructum ferrent m orti: nunc vero evacuati sumus
a lege m ortis, in qua detinebamur, ita ut serviamus in novi-
tate spiritus, et non vetustate litterae.
His atque huiusmodi contestationibus Doctor ille Gen­
tium satis evidenter ostendit, leg»em non potuisse auferre,
sed potius auxisse peccatum, quod auferat gratia: quoniam
lex iubere novit, cui succumbit infìrmitas : gratia iuvare, qua
infunditur charitas. Ne quis enim propter haec testimonia
vituipéret legeam, et mrilam esse cortendat, vid:t Apostcììus
male intelligentibus quid posset occurrere, et eamdem sibi
ipse proposuit quaestionem: Quid ergo dicemus? inquit. L ex
peccatum est? A b sit: sed peccatum non cognovi nisi per le­
gem. Hoc iam superius dixerat : Per legem enim cognitio
peccati. Non ergo ablatio, sed cognitio.
14. Hinc autem iam incipit, propter quod ista conside-
randa suscepimus, introducers personam suarn, et tanquam
de se ipso loqui : ubi nolunt Pelagiani ipsum Apostolum intel-
ligi ; sed quod in se alium transfiguraverit, id est, hominem
sub lege adhuc positum, nondum per gratias liberatum. Ubi
quidem iam debent concedere, quod in lege nemo iustificatur,
sicut alibi idem apostolus dicit2S; sed ad cognitionem pec-

24 Rom. 3, 20-28.
25 Rom. 4, 13-13.
26 Rom. 3, 20.
27 Rom. 6 , 14.
28 Gal. 3, 11,
m ente por su gracia, mediante la redención que se da en
Cristo Jesús. Y más adelante escribe: ¿Dónde es'á, pues, el
orgullo? Qucdó eliminado. ¿P or cuál ley ? ¿L a de Jas obras?
Pues razonamos ser justificado el hombre independientemen­
te de las obras de la ley. Y también dice: No por la ley fué
hecha a Abrahán y a su posteridad la promesa de ser el he­
redero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los
hijos de la ley son herederos, anulada queda la fe y abolida
la promesa, pues la V y produce cólera; que donde no hay
ley, tampoco transgresión. Y en otro lugar: Mas la ley se
atravesó para que aumentase el d elito; mas donde aumentó
él delito, sobrerrebosó la grama. Y en otro pasaje: Porque
el pecado no ha de dominar en vosotros, pues no estáis bajo
la ley, sino bajo la gracia. Leemos en otra parte: ¿O es quo
ignoráis, hermanos, pues hablo a qui-nes saben lo que es la
ley, que la ley mantiene su dominio sobre el hombre por todo
el tiempo que viv e? En efecto, la m ujer casada está atada
por la V y al marido mientras éste vive, mas, una vez muerto
él marido, queda desligada de la l y del marido. Y poco des­
pués : A si es que, hermanos, también vosotros quedáis muer­
tos a la ley por el cuerpo de Cristo, a fin ds que pertenezcáis
a otro, a aquel que fué resucitado de entre los m uertos, para
que llevemos frutos para Dios. Porque, cuando estábamos en
la carne, las pasiones de los pecados, atizadas por la ley, obra­
ban en nuestros miembros para llevar frutos en pro de la
m uerte; mas ahora nos desentendimos ds la ley, habiendo
muerto a aquello que nos tenía apresados, de modo que sir­
vamos en novedad de espíritu y no en vejez de letra.
Con estas y otras parecidas pruebas muestra bien clara­
mente aquel Doctor de las Gentes que la ley no pudo quitar,
sino más bien aumentó el pecado, que debe, destruir la gra­
cia; porque la ley, ante la cual sucumbe la flaqueza, manda,
y la gracia, con que se infunde la caridad, ayuda. Para que
nadie, apoyándose en estos testimonios, vitupere la ley y
afirme que es mala, el mismo Apóstol, a quien no se ocultó
lo que podrían pensar quienes los entendiesen mal, se pro­
puso esta cuestión. ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es mala?
;Eso no! Sin embargo, el pecado no lo conocí sino por la ley.
Ya antes había dicho: Por la ley no se alcanza sino el cono-
dm icnto del pecado. No la destrucción, sino el conocimiento.
14. Y ya desde este punto comienza— que es lo que ha
motivado esta3 consideraciones— ia introducir su propia per­
sona y como a hablar de sí mismo. Pero los pelagianos no
admiten que se trata del Apóstol, sino que dicen que se puso
a si mismo en lugar de otro, vale decir, del hombre consti­
tuido todavia bajo la ley y no liberado aún por la gracia.
Mas aquí deben conceder por lo menos que nadie se justifica
en la ley, como en otra parte asegura el Apóstol, sino que la
cati, et ad ipsius legis praevaricationem valere legem, ut,
cognito auctoque peccato, per fidem gratia requiratur.
Non autem timent ista de Apostolo intelligi, quae posset
et de praeteritis suis dicere, sed ea quae sequuntur timent.
Hie enim: Concupiscentiam, inquit, nesciebam, nisi lex elice­
rei, “Non concupisces” . Occasione autem accepta, peccatum
per mandatum operatum est in me omnem concupiscentiam.
Sine lege enim peccatum mortuum e s t: ego autem vivebam
aliquando sine lege: adveniente autem mandato peccatum
revixit; ego autem mortuus sum. E t inventum est mihi
mandatum, quod erat in vitam, hoc esse in mortem. Pecca­
tum enim, accepta occasione per mandatum, fefeU it me, et
per Ulud occidit. Itaque lex quidem sancta, et mandatum
sanctum et iustum et bonum. Quod ergo bonum est, mihi
factum est m ors? A bsit. Sed peccatum ut appareat pecca­
tum, per bonum mihi operatum est mortem, ut fiat supra
modum peccator aut peccatum per mandatum29. Haec om­
nia, sicut dixi, potest videri Apostolus de sua vita comme­
morasse praeterita: ut illud quod ait: E go autem vivebam
aliquando sine leg e; aetatem suam primam ab infantia ante
rationales annos volluerit intelligi; quod autem adiunxit: Ad­
veniente autem mandato peccatum rev ix it; ego autem mor­
tuus sum ; iam se praecepti capacem, sed non efficacem, et
ideo praevaricatorem legis ostenderet.

CAPUT IX

VOLUNTATE PECCAT QUI SOLO TIMOKE NON PECCAT

15. Nec moveaJt quod ad Fhilippenses seripsit: Secundum


iustitiam quae in lege est, qui fuerim sine qw. r e la zo. Potuit
enim esse intus in affectionibus pravis praevaricator legis,
et tarnen conspicua opera kgis imiplere, vel b more hominum,
vel ipsius Dei; sed poeniae formidine, non dilectione et delecta-
tione iustitiae. Aldud est enim Volúntate benefaciendi bene-
facere, aliud auitem ad malefadendum sic volúntate inciina-
ri, ut etiam faceret si hoc posset impune permitti. Nam sic
profecto in ipsa intus volúntate peccat, qui non volúntate, sed
timore non peccat, in quibus interioribus suis talem se fu sse
sciens Apostolus ante gratiaan E>ei, quae per Iesum Christum
Dominum nostrum est, alibi hoc apertissime confitetur. Scri-
bens quiippe ad Hphesios: E t vos, fniquit, cum essetis mortui
delictis et pdocatis vestris, m quibus aliquando ambulastis
ley sirve para conocer el pecado y para transgredir la misma
ley, de tal modo que, conocido y aumentado el pecado, sea
necesaria la gracia mediante la fe.
Y no es que les importe aplicar all Apóstol estas cosas
que podría él decir refiriéndose a su vida pasada, sino que te­
men lo que sigue: Porque ni la concupiscencia conociera si la
ley no dijera: “No codiciarás’'. Mas, tomarido ocasión el peca­
do por medio del mandarhiento, obró en mí toda concupiscen­
cia. Porque sin la ley el pecado estuviera muerto. Y yo vivía
sin ley algún tiempo; mas, venido el mandamiento, el pecado
revivió, y yo m orí; y me resultó que él mandamiento dado
para vida, éste fu é piara m uerte. Porque el pecado, tomxmdo
ocasión, por medio del mmtdamiento me sedujo, y por él me
mató. A sí que la ley es santa, y justa, y buena. ¿Luego lo
bueno vino a ser para nú m uerte? ¡E so no! Mas el pecado,
para mostrarse pecado, por medio de una cosa buena me aca­
rreó la muerte, a fin de que viniese a ser el pecado desmesu­
radamente pecador por medio del mandamiento. Todo esto,
como he dicho, puede parecer que lo dijo el Apóstol de su
vida pasada; de modo que lo que dice: Yo vivía sin ley un
tiempo, ha querido que se entienda de los primeros años de
su infancia, cuando no tenía uso de razón; y lo que añadió:
Mas, venido él mandamiento, el pecado revivió y yo morí, lo
dijo refiriéndose a sí como sujeto ya al precepto, pero sin
aptitud para cumplirlo, y, por tanto, siendo transgresor de
la ley.

CAPÍTULO IX
P eca q uien sólo p o r tem or no eje c u ta e l pecado

15. Ni nos importe lo que escribió a los Filipenses: En


cuanto a la justicia que pueda darse en la ley, hombre sin
tacha. Porque pudo existir interiormente en las pasiones des­
ordenadas el transgresor de la ley, y, no obstante, cumplir
las obras exteriores de la ley, bien por temor humano, bien
por temor de Dios, pero con temor de la pena, no con amor
y delectación de la justicia. Porque una cosa es hacer el bien
con voluntad de hacer el bien y otra inclinarse con la volun­
tad a hacer el mal, de tal suerte que lo obrarla si pudiera
obrarlo impunemente. Y así, en realidad de verdad, peca in­
teriormente en su voluntad el que deja de pecar no por falta
de voluntad, sino por temor. Conociendo el Apóstol que tal
había sido él en su interior antes de recibir la gracia de Dios,
que se da por Jesucristo nuestro Señor, lo confiesa, clarísima-
mente en otra parte. Pues escribiendo a los Efesios dice:
Y a vosotros, que estabais m uertos por vuestros delitos y
secundum, saeculum mundi huius, secundum principem po-
testatis miris, spiritus eius; etui nunc operatur in filiis dif-
fidenMae in quibws ed nos omnes aliquando conversati su-
mus in desiderns carnis nostra-e, fa d en tes voluntatem car-
nis e t affectionum , et cramus naturaliter filii im e, sicut et
caeteri: Deus autem qui divas est in misericordia, propter
multam dilectionem qua dilsxit nos, e t cum esscmus mortui
peccatis, convivifiicavit nos Christo, cuius gratia sumus salvi
fa c ti31. Rmrsus ad T i t u m Fuimus enim et m s, inquit, stolti
aliquando e t increduli, errantes, servientes, desideriis et vo-
luptatibus variis, in malitia et invidia agentes, abominabi-
les, invicem odio habentes. Talis Saulus fuit, quando secun­
dum i listiti am quae in lege est, eine querela fuisse se dicit.
Naan quia non post hanc abominabilem vitam, ut esset sine
querela, in lege profecerat, moresque mutaverst, evidenter
in his quae sequuntur ostemdit; quandoquidem mutatura se
non dicit ab his malis, n;si per gratiam Salvatoris. Adiungens
enim hoc ipsum etiam hie, sicut ad Elphesios, ait: Cum au­
tem benignitas et humanitas Uluxit Salvatoris m stri D ei,
m n e x operlbus iustitiae, quae nos fecim us; sed secundum
suam misericordiam salvos nos fecit per lavacrum regenera-
tionis. et renovationis Spiritus sancii, quem ditissime effudit
super nos, per Ipsum Christum Salvatorem nostrum; ut ius-
tificati gratia ipsius, haeredes efficiam ur secum spem vitas
aetem ae 32.
16. Quod autem ait in hoc Epistolae loco ad Romanos :
Peccatum ut appareat peccatum, per boaum mihi operatum
est m ortem ; congruit superioribus ubi dixit: Sed peccatum
non cognovi, nisi per legem ; nam concupiscentiam nescie-
bam, nisi lex diceret: Non concupisces. E t superius, Per le­
gem cognitio peccati: hoc enim et hie dixit, ut appareat pec­
catum ; ut illud quod dixerat: Sine lege enim peccatum mor-
tuum e s t; non intelligamus nisi tanquam non sit, Latet, non
apparet, penitus ignoratur, tanquam in nescio quibus igno-
rantiae tenebris sit sepultum. Et quód ait: E go autem vive-
bam aliquando sine leg e; quid ait, nisi: Vivere mihi videba-
tur? Et quod adiunxit: Adveniente autem mandato peccatum
revixit; quid est aliud, quam: Eiminuit et apparuit? Nee
tarnen ait: V ixit; sed, revixit. Vixerat enim aliquando in pa­
radiso, quando contra datum praeceptum satis apparsfoat ad-
miäsum: cum autem a naseentibus trahitur, tanquam mor-

31 Eph. 2, 1-5.
32 Tit. 3, 3-7.
pecados, en los cuales un tiem po caminasteis conform e a la
corriente de este mundo, conform e al príncipe de la potencia
del aire, el espíritu que ejerce ahora su acción en los hijos
de la rebeldía, entre los cuales también nosotros todos nos
hallamos en otro tiempo, en manos de las concupiscencias de
nuestra carne, cumpliendo las voluntades de la carne y d:< los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira lo mis»
mo que los dem ás; mas Días, rico como es en misericordia,
por el extrem ado amor con que nos amó, aun cuando está­
bamos nosotros m uertos por los pecados, nos vivificó con la
vida en Cristo, con cuya gracia hemos sido salvados. Y es­
cribiendo a Tito dice: Porque éramos un tiempo también nos­
otros insensatos, rebeldes, descarriados, esclavizados por con­
cupiscencias y placeres de toda suerte, obrando a impulsos
de la malicia y de la envidia, abominables, odiando los unos
a los otros. Tal fué Saulo cuando dice que vivió sin tacha
según ila justicia que puede darse en la ley. Y que después
de esta vida abominable no había aprovechado en la ley para
vivir sin tacha, decláralo evidentemente a continuación, cuan­
do dice que no fué en verdad librado de estos males sino por
la gracia del Salvador, lo cual confiesa aquí, como en la
Epístola a los Efesios, diciendo: Mas cuando se manifestó
la bondad y amor a los hombres de Dios, nuestro Salvador,
no por obras hechas en justicia que nosotros hubiéramos
practicado, sino según su misericordia, nos salvó por el baño
de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que
derramó sobre nosotros opulentamente por Jesucristo, nues­
tro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos
constituidos conform es a la esperanza, herederos de la vida
eterna.
16. iLo que dice en este pasaje de la Epístola a los Ro­
manos: E l pecado, para m ostrarse pecado, por medio de una
casa buena me acarreó la muerte, concuerda con lo dicho
arriba: Sin embargo, el pecado no lo conocí sino por la ley.
Porque ni la concupiscencia conociera si la l°y no dijera: “N o
codiciarás” . Y antes había dicho: Por la ley se alcanza él
conocim iento del pecado. También aquí dijo: Para m ostrarse
pecada, a fin de que lo que había escrito: Porque sin ley el
pecado está muerto, no lo entendamos sino en el sentido de
que está oculto, no aparece, se desconoce en absoluto sepul­
tado en no sé qué tinieblas de ignorancia. Y aquello que
dice: Yo vivía en algún tiempo sin ley, ¿qué quiere decir sino
me parecía a mí que vivía? Y lo que añadió: Mas, venido el
mandamiento, él pecado revivió, ¿qué otra cosa significa
sino salió al exterior y apareció? Pero, sin embargo, no
dice vivió, sino revivió. Porque había vivido en el paraíso,
cuando era evidente que se había cometido violando el pre­
cepto dado; mas, cuando es heredado por los que nacen,
S .A g. I X 16
tuum sit Jätet, donec repugnans iustitiae malum eius prohi-
bitione sentiatur, cum aliud iubetur atque approbatur, aliud
delectat atque dominatur: tune peccatum quodam modo in
notitia nati hominis reviviscit, quod in notitia.primum facti
hominis aliquando iam vixerat.

CAPUT X
S equitur de eodem akgumento
17. Sed quod sequitur, non ita expeditum est, quomodo
de Paulo possit intelligi. Scimus enim, inquit, quia lex spiri-
talis e s t; ego autem camalis su m 333
. Non ait: Fui; sed, sum.
4
Numquid ergo Apostolus, cum haec scriberet, carnalis fu it?
An secundum corpus hoc dicit? Adhuc enim erat in corpore
mortis huiusxi, nondum facto quod alibi dicit: Seminatur
corpus animale, surget corpus sp irita le35. Tunc enim ex
toto se, id est, utraque parte qua constat, spiritalis homo
erit, quando spiritale etiam corpus erit. Ncque enim absur-
dum est, ut sit in illa vita etiam caro spiritalis; si potuit
esse in hac vita, in his qui adhuc camalia sapiunt, etiam spi-
ritus ipse carnalis. Sic ergo ideo dixit: E go autem carnalis
sum ; quia nondum spiritale corpus habebat Apostolus.
Sicut posset dicere: Ego autem mortalis sum; quod utiqu?
non nisi secundum corpus intelligeretur dixisse, quod non­
dum erat immortalitate vestitum.
Item quod adiunxit: Venundatus sub peccato; ne quis-
quam eum nondum redemptum Ohristi sanguine existimet,
etiam hoc secundum illud potest intelligi, quod ait: E t nos
primitias habentes spiritus, et ipsi in nobismetipsis ingemis-
cimus, adoptionem exspectantes, redemptionem corporis nos­
tri 30. Si enim secundum hoc se dicit venundatum sub peccato,
quod adhuc non est redemptum a corruptions corpus eius;
vel venundatum aliquando in prima transgressione praecepti,
ut haberet corpus corruptibile quod aggravat animam37:
quid prohibet hie Apostolum intelligi de se ipso dicere, quod
ita dicit, ut etiam in ipso possit intelligi; etiamsi in sua per­
sona non se solum, sed omnes accipi velit, qui se noverimi
spiritale delectatione cum camis affectione sine consensione
confligere?
18. An forte metuimus ea quae sequuntur: Quod enim
operar, ignoro: non enim quod volo, hoc a g o ; sed quod odi,
illud fa cio ; ne forte ex his verbis quispiam consentire carnis
33 Rom. 7, 14. 36 Rom. 8, 23.
34 Rom . 7, 24. 31 Sap. 9, 15.
33 Cor. 15, 44.
está encubierto, como si estuviera muerto, hasta que el mal,
contrario a la justicia, es conocido por la prohibición del
mismo, cuando se manda y es recibida con aprobación
una cosa, y otra cosa deleita y avasalla; entonces revive en
cierta manera el pecado, que ya había vivido en el conoci­
miento del primer hombre creado.

CAPÍTULO X

Co n tin u ació n del m ism o argum ento

17. Mas lo que sigue no aparece claro cómo pueda apli­


carse a San Pablo. Sabemos, dice, que la ley es espiritual,
mas yo so y camal. No dice fui, sino soy. ¿ Por ventura dice
esto refiriéndose al cuerpo? ¿A caso era carnal el Apóstol
cuando esto escribía? Todavía vivía en el cuerpo de esta
muerte, no habiéndose realizado aún lo que en otra parte
escribe: Siémbrase cuerpo animal, surge cuerpo espiritual.
Porque todo él, o sea las dos partes de que se compone, será
hombre espiritual cuando también el cuerpo sea espiritual.
Pues ni es absurdo que en aquella vida sea también espiritual
la carne si en esta vida pudo ser carnal el espíritu. Dijo,
por tanto: Mas y o soy carnal, porque todavía no tenía el
Apóstol un cuerpo espiritual. Como podría decir: “Mas yo
soy mortal” , debiendo entonces entenderse que lo decía por
el cuerpo, no revestido aún de inmortalidad.
Asimismo, para que nadie pensara que él no había sido
aún redimido con la sangre de Cristo, aquellas sus palabras:
Vendido por esclavo al pecado, pueden también entenderse
conforme a aquel pasaje en que dice : También nosotros mis­
mos, <jue poseem os las primicias del Espíritu, nosotros mis­
mos también gemimos dentro de nosotros mismos, anhelando
la adopción filial, e l rescate de nuestro cuerpo. Pues si dice
de sí mismo: Vendido por esclavo al pecado, en cuanto que
su cuerpo no ha sido todavía redimido de la corrupción, o
que ha estado algún tiempo vendido por esclavo en la trans­
gresión del primer precepto, de modo que tenía un cuerpo
corruptible que agrava el alma, ¿qué inconveniente hay en
afirmar que el Apóstol dice de si mismo lo que dice, de
suerte que pueda entenderse de él mismo, aunque en su per­
sona quiera abarcar no sólo a sí, sino a cuantos tienen con­
ciencia de que con la delectación del espíritu luchan contra
los deseos de la carne sin consentirlos?
18. ¿E s que tememos que lo que sigue: Porque lo que
hago no me lo explico, porque no es él bien que quiero* lo
que hago, antes el bien que no quiero es lo que hago, lo en-
concupiscentiae ad opera mala suspioetur Apostolum? Sed
considerandum est quod adiungit : Si autem quod nolo, hoc
facio, consentio legi quoniam bona est. Magis enim se dicit
legi consentire, quam camis concupiscentiae. Hanc enim pec­
cati nomine appellai. Facere ergo se dixit et operari, non
affectu consentiendi et implendi, sed ipso motu concupiscen-
di. Hinc ergo, inquit, consentio lig i quoniam bona e s t: con-
sentio, quia nolo quod non vult. Deinde dicit: Nume autem
ium non ego opsror Mud, sed id quod habitat in me pecca-
turn. Quid est: Nunc autem ; nisi, iam nunc sub gratia, quae
liberavit delectationem voluntatis a consensione cupiditatis?
Non enim melius intelligitur, Non ego operar, nisi quia non
consentii exhibere membra sua arma iniquitatis peccato33.
Nam si et concupiscit et consentii et agit ; quomodo non ipse
illud operatur, etiamsi se operari doleat, et vinci gravitar
ingemiscat ?
19. Iam illud quod sequitur, nonne unde loquatur, aper­
tissime ostendit? Scio enim quia non habitat in me, hoc est,
in cam e mea, bonum. Si enim non exponeret adiungendo, hoc
est, in carne m ia, aliter fortasse acciperetur quod dixit, in me.
A c per hoc versat hoc idem repetens, et inculcane: Velie
enim adiacet mihi; perficere autem bonum, non. Hoc est
enim perficere bonum, ut nee concupiscat homo. Imperiectum
est autem bonum, quando concupiscit, etiam si concupiscen­
tiae non consentii ad malum. Non enim quod volo jacio bo­
num, inquit; sed quod nolo malum, hoc ago. Si autem quod
nolo ego, hoc fa cio; iam non ego operar Mud, sed quod habi­
tat in me peccatum. Id repetivit inculcane, et tanquam tar-
dissimos de somno excitans: Inverno ergo legem , in quit, mihi
volenti facere bonum, quoniam mihi malum adiacet. Ilia erge
bonum est volenti facere, adiacet autem malum ex concupis-
oentia, cui non consentii qui dicit: Iam non ego operor Mud.
20. Apertius autem quod sequitur utrumque declarat:
Condelector enim legi Dei secundum interiorem hominem;
video autem aliam legem in membris meis, repngwmtem legi
mentis meae, et captivantem me in lege peccati, quae est in
membris meis. Sed quod dixit, captivantem me, potest move-
re, si nulla consensio est. Unde propter tria ista, duo scilicet
de quibus iam disputavimus, quod ait: E go autem cam alli
sum, et, venundatus sub peccato, et hoc tertium, captivantem

3‘ Rom. 6, 13.
tienda alguno sospechando que el Apóstol consiente en la
concupiscencia de la carne para obrar el mal? Pero es preciso
tener en cuenta lo que añade : Y si lo que no quiero eao es lo
que hago, convengo con la ley en que es bu: na. Dice que más
conviene con la ley que con la concupiscencia de la carne, a
la que da el nombre de pecado. Dijo-, pues, que hada y obraba
no con voluntad de consentir y obrar, sino con el impulso
de la concupiscencia. De aquí es, dice, que convengo con la ley
en que es buena: convengo porque nó quiero yo lo que ella
no quiere. Seguidamente añade: Mas ahora ya no soy y o
quien lo hago, sino el pecado, que habita en mí. ¿ Qué quiere
decir Mas ahora, sino ahora bajo la gracia, que ha liberado
la delectación de la voluntad de consentir en la concupiscen­
cia? Porque la mejor manera de entender Mas ahora ya no
soy yo quien lo hago, es saber que no consiente en presentar
sus miembros como armas de iniquidad al servicio del pecado.
Porque, si desea y consiente y obra, ¿cóm o no ha de ser él
quien obre, aunque se duela de obrar y llore amargamente
al ser vencido ?
19. En las palabras siguientes resalta con toda eviden­
cia la razón de lo que dice: Porque sé que no habita en mi,
quiero decir, en mi carne, cosa buena. Si no lo declarase aña­
diendo : quiero decir, en mi carne, tal .vez se interpretarían en
otro sentido las palabras en m i: y por eso vuelve a repetir
lo mismo, diciendo: Pues el querer lo tengo a la mano, mas
el poner por obra lo bueno, no. Pues poner por obra lo bueno
no es otra cosa sino que el hombre esté libre de la concupis­
cencia; ©1 bien es imperfecto cuando existe en el hombre la
conciL'piscencia, aun cuando no condirscienda con la concupis­
cencia para obrar el mal. Porque no es él bien que quiero lo
que hago; antes el mal que no quiero es lo que obro. Y si lo
que no quiero eso y o hago, ya yo no soy quien lo obro, sino el
pecado, que habita en mi. Y volvió a repetir lo mismo, incul­
cando y como despertando de su sueño a los más ignorantes.
Hallo, pues, dice, esta le y : que, al querer y o hacer él bien,
me encuentro con él mal en las manos. La ley es, por tanto,
buena para el que quiere hacer el bien, pero de la concu­
piscencia viene el mal, en el cual no consiente el que dice:
Ya no soy y o quien obro.
20. Entrambas cosas se declaran más explícitamente en
lo que sigue: Pues me complazco en la ley de Dios según el
hombre in terior; mas veo otra ley en mis miembros que gue­
rrea contra la ley de la razón y me tiene aprisionado como
cautivo de la ley del pecado, que está en mis miembros.
Podemos preguntar si las palabras Y me tiene aprisionado
no suponen algún consentimiento. Así que a causa de estas
tres cosas, a saber, las dos que ya hemos estudiado: Mas yo
soy carnal y Vendido por esclavo al pecado, y de la tercera:
me- in lege p e c c a tiquae es t in membris meis, potest videri
■Apostolus eum descrfbeue qui sub lege adhuc vivit, nondum
sub gratia. Sed sicut ilia duo exposuimus, propter camem
adhuc corniptibilem dicta; sic et hoc potest intelligi, ut
oaptivantem me, dixerit, came, non m ente; motione, non
. consensi one : et ideo oaptivantem me, quia et in ipsa came
■non est aliena natura, sed nostra. Sicut ergo exposuit ipse
quid dixerit: Scio enim quia non habitat in me, hoc est, in
carne mea, bonum; sic iam ex illius expositions hunc locum
debemus accipere, tanquam dixerit, captwantem me, hoc est,
cameni:meam, in lege peccati, quae est in membris meis.
21. Deinde subiungit propter quod dicta sunt omnia:
Miser ego homo, quis me Uberabit de corpore m ortis hums?
Gratia Dei per Iesum Christum Dominum nostrum. Atque
inde concludit: Igitur ipse ego mente servio legi Dei, carne
autem legi peccati; carne scilicet legi peccati, concupisoendo ;
mente autem legi Dei, eidem concupiscentiae non consenten­
do. Nulla ergo condemnatio est nunc his qui sunt in Christo
lesu. Non enim damnatur nisi quia concupiscentiae carnis
consentii ad malum. L ex enim spiritus vitae in Christo Jesu
liberavit te a lege peccati et mortis 89; ne scilicet consensio-
nem tuarn concupiscentia sibi vindicet camis. Et ea quae se-
quuntur, eumdem sensum magis magisque demonstrant: sed
•adhibendus est modus.
.22. Visum autem aliquando etiam mihi fuerat, hominem
sub lege, isto Apostoli sermone describia. Sed mihi vim fe-
cerunt postea ista verba, quod ait: Nunc autem iam non ego
operor Ulud. Ad hoc enim pertinet illud quod ait et postea :
NuMa ergo condemnatio est nunc his qui sunt in Christo lesu.
Et quia non video quomodo dioeret homo sub lege: Condo-
lector legi Dei secundum interiorem hominem; cum ipsa de-
.lectatio boni, qua etiam non consentii ad malum, non timore
poenae, sed amore iustitiae (hoc est enim condelectari), non-
nisi gratae deputanda sit.

Rotn. _7, 15 ; 8, 2.
' a Ita illi visum fuerat in Expositione quarumdam propositionum
Epistolae ad Romanos (prop. 44 et 45), et in Epistolam ad Gala-
tas (c. 5, n. 47) et libro x ad Simplicianum, q. x, nn. 7 et q).
Y » 3 tiznz aprisionado como cautivo en la ley dzl pecado,
puede parecer que el Apóstol describe al que vive aún bajo
la ley y que no vive todavía bajo el imperio de la gracia. Pues
así como expusimos las dos primeras refiriéndonos a la carne
corruptible, del mismo modo puede entenderse la tercera de
manera que las palabras y me tizne aprisionado com o cautivo
las dijera de la carne, no diel espíritu; del impulso, no del
consentimiento; y dice con razón: y que m e emotiva, porque
en la carne no existe una naturaleza extraña, sino nuestra
propia naturaleza. Puesto que él mismo, pues, expuso el pa­
saje: Porque sé que no habita en nú, quiero decir, en nú
carne, cosa buena, por la exposición de este pasaje debemos
entender estotro: Y que me cautiva, entendiendo que quiere
decir: y que cautiva mi carne bajo la ley del pecado, que está
en mis miembros.
21. Escribe luego las siguientes palabras, que han mo-,
tívado todos nuestros razonamientos: ¡Desventurado de m í!
¿Quién me librará del cuerpo de esta m uerte? La gracia de
Dios por Jesucristo nuestro Señor. Y deduce de aquí: Así
que y o mismo con la razón sirvo a la ley de Dios, más con
la carne a la ley del pecado. O sea, con la carne, a la ley del
pecado por la concupiscencia; con el espíritu a la ley de D ios,.
no dando oídos a la concupiscencia. Ninguna condenación,,
pues, pase ahorai sobre los que están en Cristo Jesús. Porque
no es condenado sino el que da oídos a la concupiscencia de
la carne para Obrar el mal. Porque la ley del espíritu de la
vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la
m uerte, a fin de que la concupiscencia de la carne no arrastre
tras sí su consentimiento. Lo que s'gue confirma más y má>
el mismo sentido; pero vayamos despacio,
22. En algún tiempo había opinado yo también que con
estas palabras el Apóstol retrataba al hombre que vive bajo
la ley. Pero después me hicieron fuerza para cambiar dé opi­
nión estas sus palabras: Mas ahora ya no soy y o quien obra.
A esto se refiere lo que después dice : Ninguna condenación, ,
pues, pesa ahora sobre los que están en Cristo Jesús. Además, ■
no comprendo cómo el hombre que vive bajo la ley podía de­
cir: Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre
interior, siendo así que no hay que atribuir sino a la gracia
la misma delectación del bien, por la cual no consiente en
obrar el mal no por temor de la pena, sino por amor de la
justicia, que esto significa condeleitarse. ,
i

CAPUT XI
I te r u m de eodem argumento

23. Nam et ubi ait: Quis me Uberabit de corpore m ortis


hum s; quia neget Apostolum cum haec diceret, adhuc fuisse
in corpore mortis huius? A quo utique impii non liberantur,
quibu3 eadem corpora ad tormenta aeterna redduntur. Li-
berari ergo est a corpore mortis huius, omni sanato languo­
re concupiscentiae carnis, non ad poenam corpus recipere,
sed ad gloriala. Huic loco et illud satis consonai: Etiam »Os
ipsi primitias habentes spiritus, et ipsi in nobismetipsis in-
gemiscimus, adoptionem expectantes, redemptionem corporis
nostri. Nimirum enim gemitu isto ingemiscimus, in quo di­
ci mus: Miser ego homo, quis me Uberabit de corpore m ortis
huius? Mud etiam ubi ait: Quod enim operar, ignoro; quid
est aliud, quam, Nolo, non approbo, non consentio, non facio?
Alioquin contrarium est his, quae superius dixit, P er legem
cognitio peccati; et Peccatum non cognovi nisi per legem ;
et, Peccatum ut apparent peccatum, par bonum mihi opera-
turn est mortem. Quomodo enim peccatum per legem cogno­
vit, quod ignorât? quomodo appanet peccatum, quod igno-
ratür? Sic ergo dictum est, ignoro, Non facio, quia nulla .
consenaione id ego ipse committo; quomodo dicturus est Do-
minus impiis: Non novi v o s 40; quem procul dubio latóre
nihil potest ; et sicut dictum est : Eum qui non noverat pec­
catim i4 0
41; quöd èst: Non fscerat: neque enim non noverat
quod arguebat.
24. His atqùe huiusmodi in ista Scripturae apostolicae
eircumstantia diligenter consideratis, recte intelligitur Apos­
tolus, non quidem se solum in sua persona, verum alios etiam
sub gratia constitutes significasse, sed secum nondum in ilia
constitutes pace perfecta, in qua absorbebitur more in vie-
toriam 4". De qua post dicit: Si autem Christus in nobis,
corpus quidem m ortuun est propter peccatum ; Spiritus
emtem vita est propter ìustitiam. Si ergo Spiritus eius qui
suscitava lesum ex mortuis, habitat in vobis; qui suscitava
Christum lesum a mortuis, vivificabit et mortalia corpora
vestrn per inhabitationsm Spiritus eius in vob is43. Vivificatis
igitur mortalifous corpòribus nostris, non solum ad pscean-
dum consens io nulla erit, sed nec ipsa cui non consentiatur
carnis concupiscentia remanebit. Quam spiritui resistentem
40 Mt. 7, 33-
41 2 Cor. 5, zi.
45 i Cor. i s, 54.
4> Rom. 8, ro-n.
CAPÍTULO XI
P rosigue e l m is m o argum ento

23. ¿Quién negará que lo que di Ce el Apóstol: ¿Quién


me librará del cuerpo de esta muerte ?, lo dacía viviendo en
el cuerpo de esta muerte? Del cual no son liberados los im­
píos, a quienes se dan sus propios cuerpos para padecer su­
plicios eternos. De modo que ser librados del cuerpo de esta
muerte equivale a, sanada toda flaqueza de la concupiscencia
de la carne, recuperar el cuerpo no para castigo, sino para
la gloria. Concuerda bien con este pasaje estotro: También
nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu,
nosotros mismos también gemimos, anhelando la adopción
filial, el rescate de nuestro cuerpo. O sea, gemimos cuando
decimos: ¿Quién me librará del cuerpo de esta m uerte?
Y aquello que dice: L o que yo obro lo ignoro, ¿qué otra cosá
significa sino no quiero, no apruebo, no consiento, no hago?
Si no. sería contrario a lo dicho arriba: Por la ley se alcanza
el conocimiento del pecado. Y también: E l pecado, para mos­
trarse pecado, por medio de una cosa buena me a ca m ó la
muerte. Pues ¿ cómo conoció por la ley el pecado que ignora ?
¿Cómo se muestra el pecado que se desconoce? Se dice, por
tanto, lo ignoro, no lo obro, porque yo mismo no lo cometo
con ninguna manera de consentimiento; como dirá el Señor a
los impíos: No os conozco, siendo así que nada se le puede ocul­
tar ; y como está escrito: a quien no conoció el pecado, es de­
cir, no lo había hecho, puesto que no ignoraba lo que re­
prendía.
24. Estudiados diligentemente en su texto y contexto
estos y otros pasajes semejantes del Apóstol, se persuade
uno con razón de que en su persona abarcó no a sí solamente,
sino también a otros constituidos en gracia, pero no consti­
tuidos aún en aquella paz perfecta que tendrá lugar cuando
la muerte será sumida en la victoria. De la cual dice luego:
Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo, ciertam ente, está
muerto a causa del pecado; mas el Espíritu es vida a causa
de la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó u Jesús de
entre los m uertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo
Jesús de entre los m uertos vivificará también vuestros cuer­
pos mortales por obra de su Espíritu, que habita en vos­
otros. Vivificados, pues, nuestros cuerpos mortales, no habrá
consentimiento en el pecado, pero ni siquiera subsistirá la
concupiscencia de la carne a la que h-aiyia que resistir. De esta
concupiscencia, que resiste al espíritu, sólo pudo estar libre
non habere in earn» mortali, ille tantummodo homo potuit,
quia noa per ipsam ad homines venit. Et ideo Aipostolos, quia
homines erant, et corpus quod corrumpitur et aggravat ani-
mam, in huius vitae mortalitate portabant, absit ut dicamus,
sicut isto oalumniatur, sem per immodsrata libidiwe fuisso
poilutos: sed dicimus a consensione pravarum libidinum li-
beros, de eoncupiseentia tamen camis, quam mode rando fre-
nebant, tanta humilitate et pietate gemuisae, ut optarent
earn non habere potius, quam domare.

CAPUT XII
C a l u m n ia p h l a g ia n o r u m de im m u n it at e a p e c c a t o m
C h r is t o

25. Proinde iste quod addidit nos dicere, Christwm •et a


peccatis UbíTwn non fuisse, sed cam is necessitate mentitimi,
e# aiiis maculatimi fuisse cl iictis: viderit a quibus audierit,
vel in quorum litteris legerit; quod quidem fortasaa non in-
•tellexit, et in sensus calumniosos malitia fallente convertit.

CAPUT XIII

C alum nia pelagianorum de rem issio n e peccatorum in


B aptism ate

26. Dicunt etìam, inquit, Baptisma non dare om,n°m in-


dulgentìam peccatorum, nec auferre crimina, sed radere, ut
omnium peccatorum radices in mala carne teneantur.
Quia hoc adversus Pelagianos, nisi infidelis affirmet? Di-
cimus ergo Baptisma dare omnium indulgentiam peccatorum,
et auferre crimina, non radere; nec ut omnium peccatorum
radices in inala carne teneantur, quasi rasomm in capite
capillorum, unde crescant iterum resecanda peccata. Nam et
tetani similitudinem comperi, suae illos adhibere calumniae,
tanquam hoc nos sentiamus atque dicamus.
27. Sed de ista concupiscentia carnis falli eos credo, vel
fall ere, cum qua neoesse est ut etiam baptizatus, et hoc si di­
ligentissime profidt, et Spiritu Dei a g ita r44, pia mente con-
fligat. Sed liaec etiamsi vocatur peccatum, non utique quia

Rom. 8, 14.
a q u e l h om b re que v in o a lo s h o m b re s sin q u e m ediara, n in ­
g u n a concup iscencia. Y p o r eso n a d a m á s a je n o de n o so tro s
que d e c ir de lo s ap ó sto les, com o éste n os a c h a c a calu m n io ­
sam en te, que, p o rq u e eran h om b res y a r r a s tr a b a n en esta
v id a m o rta l un cu erp o c o rru p tib le que a g r a v a e l alm a, estu­
vieron siempre, dominados por una concupiscencia inmode­
rada; sino que d ecim os que, p rese rv a d o s de co n sen tir en los
m a lo s deseos, se lam en ta ro n , no o b stan te, d e la c o n cu p is­
c e n cia de la carn e, que re fre n a b a n dom inándola, con ta n ta ,
h u m ild ad y Verdad q u e p r e fe ría n verse lib res de e lla a ten er
que d om arla. :¡ ¡

CAPITULO XII
L a in m u n id a d d e p e c a d o e n C r is t o , c a l u m n ia d a
POR LOS PELAGIANOS . i '

25. Por consiguiente, sii Julián escribe que nosotros deci-:


mos que Cristo no estuvo libre de pecados, sino que mintió
por necesidad de la carne, y quie estuvo manchado con otros,
delitos, él dirá a quiénes ha oído o en los escritos de quién
ha leído lo que acaso no entendió y echó calumniosamente
a mala parte engañado por su propia malicia.

CAPÍTULO XIII
L a REMISIÓN DE LOS PECADOS EN EL BAUTISMO Y LAS CALUM­
NIAS FELAGIANAS

26. Afirm an también, dice, que él bautismo no perdona


todos los pecados ni quita los crímenes, sino que los rae, de
modo que subsisten las raíces del pecado en la carne peca­
minosa.
¿ Quién, si no es un infiel, afirma esto contra los pela-
gianos ? Decimos que el bautismo perdona todos los pecados
y que destruye los delitos, no que los rae, ni que se conser­
ven en la carne pecaminosa, como los cabellos raidos de la
cabeza, para rebrotar y ser cortados de nuevo. Que con esta
comparación visten su calumnia para hacer creer que nos­
otros enseñamos semejantes dislates.
27. Mas yo creo que ellos se engañan o engañan al ha­
blar de esta concupiscencia de la carne, contra la cual debe
luchar santamente aun el hombre bautizado, sin exceptuar
al que hace grandísimos progresos en la virtud y es guiado
por el Espíritu de Dios. Esta concupiscencia se llama pecado,
peccatimi est, sed quia peccato facta est, sic vocatur: sicut
scriptura manus cuiusque dicitur, quod manus earn fecerit.
Peccata autem sunt, quae secundum camis concupiscentiam
vel ignorantiam illicite fiunt, dicuntur, cogitantur: quae
transacta etiam reos tenent, si non remittantur. Et ista ipsa
cam is concupiscentia in Baptismo sic dimittitur, ut quamvia
tracta sit a nascentibus, nihil noceat renascentibus. Ex qui-
bus tamen, si filios camaliter gignunt, rursus trahitur; rur-
susque est nocitura nascentibus, nisi eadem forma renas­
centibus remittatur, et insit nihil obfutura vitae futurae,
quoniam reatus eius generatone tractus, regeneratione di-
missus est: et ideo iam non sit peccatum, sed hoc vocetur,
sive quod peccato facta sit, sive quod peccandi delectatione
moveatur, etsi ei vincente delectatione iustitiae non consen­
t a tur. N ee propter ipsam, cuius iam reatus lavacro rege-
nerationis absumptus est, dicunt in oratone baptizati: DU
m itte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitori-
bus nostris: sed propter peccata quae fiunt, sive in eius con-
sensionibuS, cum ab eo quod libet vincitur quod placet, sive
cum per ignorantiam malum quasi bonum placet. Fiunt
autem, sivè operando, sive loquendo, sive quod faeillimum
atque celerrimum est, cogitando. A quibus omnibus quia
etiam fidelium gloriabitur castum se habere cor, aut quis
gJloriabitur mundum se esse a p ecca to?45 Illud sane quod
in oratone sequitur, propter ipsam dicitur: N e nos inf ¿ras
in tentationem, ssd libera nos a m aio4S. Unusquisque enim,
sicut scriptum est, tentatur a concupisc ntia sua abstractus
et illectus; deinde concupiscentia cum conceperit, parit pec-
catum 4T.

CAPUT XIV
C rimxna et peccata v e n ia u a

28. Hi omnes concupiscentiae partus, et ipsius concu-


piscentae reatus antiquus, Baptismatis ablutione dimissi
sunti et quidquid parit mine ista concupiscentia, si non sint
illi partus, qui non solum peccata, verum etiam crimina
nuncupantur, pacto ilio quotidianae orationis ubi dicimus:
Dim itte nobis debita nostra, sicut dimiittimus, et eleemosy-*

Prov. 20, 9.
“ Mt, 6, 12-13.
*r lac r, 14-15.
no porque en realidad sea pecado, sino porque ha sido cau­
sada por el pecado; del mismo modo que a la escritura se
da el nombre de mano de fulano o mengano, porque la mano
es la que la ha escrito. Pecados son las cosas que se hacen,
se dicen, se piensan, obedeciendo a la concupiscencia de la
carne o a la ignorancia; estos pecados, aun después de co­
metidos, nos hacen reos mientras no sean perdonados. Y esta
concupiscencia de la carne de tal manera se perdona en el
bautismo, que, aunque haya sido heredada por los nacidos,
no daña a los renacidos. Mas de éstos, si engendran hijos
según la carne, se hereda de nuevo, y de nuevo dañará a los
que nacen si, del mismo modo, no se perdona a los que re­
nacen, persistiendo sin menoscabo de la vida eterna, por
cuanto el reato de la misma, heredado por la generación, ha
sido perdonado por la regeneración y, por tanto, ya no es
pecado, sino que recibe este nombre, ora porque ha sido
causada por el pecado, ora porque se mueve con el gusto de
pecar, aunque, por triunfar la delectación de la justicia, no
se consienta en ella. Ni por razón de la concupiscencia, cuyo
reato ya ha desaparecido por el baño de la regeneración,
dicen los bautizados en la oración: Perdónanos nuestras deu­
das, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, sino
por razón de los pecados que se cometen, ahora consintiendo
en ella, lo que ocurre cuando el apetito triunfa de la volun­
tad; ahora cuando la voluntad abraza por ignorancia el mal
como si fuera bien. Y se cometen, ya de obra, ya de palabra,
ya de pensamiento, que son los pecados que se cometen con
tantísima facilidad y rapidez. ¿Quién entre los fieles se jac­
tará de tener el corazón limpio de estos pecados? ¿O quién
se gloriará de estar libre de pecado ? Lo que seguidamente
se dice en la oración, por razón de la concupiscencia se dice:
No nos dcjes caer en la tentación, mas líbranos de mal. Por­
que dada cual es tentado, como está escrito, al s r seducida
por la concupiscencia; luego la concupiscencia, después que
ha concebido, pare pecado.

CAPITULO XIV

LOS DELITOS Y LOS PECADOS VENIALES

28. Todos' estos efectos de la concupiscencia, y el mismo


reato original de la concupiscencia, han sido quitados con el
báño del bautismo; y cuanto pare ahora esa concupiscencia,
como no sean esos partos que se llaman no sólo pecados,
sino también delitos, perdónanse con la oración cotidiana, en
que decimos: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
narum sinceri tate mundantur. Nieque enim quisquam sic de-
sipit, ut dicat ad baptizatos dominicum illud non pertinere
praeceptum : Dimitte, et dim ittetur vobis; date, et ddbitur
v o b is4S. Nulius autem in Ecclesia recte posset ordinari mi­
nister, si dixisset Apostolus, Si quis sine peccato; ubi ait:
Si quis sine crimine e s t ia; aut si dixisset : Nullum peccatum
habentes; ubi -ait : Nullum crimen habentes 60. Multi quippe
baptizati fideles sunt sine crimine; sine peccato autem in
hac vita neminem dixerim, quantalibet Pelagiani, quia haec
dicimus, adversum nos inflentur et disrumpantur insania:
non quia aliquid peccati remanet, quod in Baptismate non
remittatur; sed quia nobis in buius vitae infirmitate manen-
tibus quotidie fieri non quiescunt, quae fideliter orantibus et
misericorditer operantibus quotidie remittentur. Haec est
. fidei catholicae sanitas, quam sanctus ubique seminai Spi­
ritus, non pravitatis haeretieae vanitas et praesumptio Spi­
ritus.

CAPUT XV
A n t it h e s e s p e l a g ia n a e de l ib e r o a r b it r io , de n u p t h s e t
DE CONIUGALI COMMIXTIONE

29. Iam itaque de caetero videamus, quemadmodum pos-


teaquam nobis calumnióse putavit obiicienda quae credimus,
et fingenda quae non credimus, suam ipse vel Felagianorum
fidem profiteatur.
Contra haec, inquit, nos quotidie disputamus, et ideo no-
lumus, praevaricatoribus adhibere consensum, quia nos dici­
mus liberum arbitrium in omnibus esse naturaliter, nec Adae
peccato perire potuisse: quod Scripturarum omnium auctori-
tate firmatur. Haec si quemadmodum oportet, non contra
Dei gratiam diceretis; non consensum praevaricatoribus adhi-
beretis, sed vestrum sensum corrigeretis. Hinc autem quan­
tum potuimus, et quantum sufficerc visum est, superius dis-
putavimus.
30. Dicimus, inquit, has quae nunc aguntwr in orbe ter-
rarum, a Deo nuptias institutos, nec reos esse coniuges, sed
fornicatorss et adúlteros condemnandos.
Hoc verum et catholicum est: sed quod vos hinc vultis
efficere ut de commixtione masculi et feminaer nihil peccati
nascentes trahant, quod lavacro regenerationis expietur, hoc
falsum est et haereticum.

Alt. X) \J.
i T im . 3, io.
perdonamos a nuestros deudores, y con. ta santa limosna.
Pues nadie es tan necio que diga que no atañe a los bauti­
zados el precepto d&l Señor: Perdonad, y se os perdona­
rá ; dad, y se os dará. Nadie en la Iglesia de Dios podría
ser ordenado canónicamente como ministro si hubiera dicho
el Apóstol: Si hay alguno sin pecado, donde dijo: Si hay
alguno sin crimen. O si hubiera dicho: Que no tengan ningún
pecado, donde d ijo: Que no tengan ningún delito. Porque
muchos fieles bautizados hay sin delito, pero no diré que
haya nadie sin pecado, aunque los pelagianos, porque esto
decimos, se infien contra nosotros y revienten a causa de su
locura; y no es que quede algo del pecado que no se perdone
en el bautismo, sino porque, en tanto permanecemos en esta
vida miserable, no cesamos de hacer cada día algo que se
nos ha de perdonar orando nosotros fielmente y practicando
la misericordia todos los días. Esta es la salud de la fe ca­
tólica que el Espíritu Santo derrama en todas partes, no
la vanidad y presunción de espíritu de la maldad herética.

CAPITULO XV
A n t ít e s is p e l a g ia n a s a c e r c a d e l u b r e a lb ed r ío
Y DEL MATRIMONIO
29. Veamos ahora cómo Julián, después de habernos
echado en rostro calumniosamente lo que dice creemos y de
haber inventado lo que no creemos, hace profesión de su fe
o de la fe de los pelagianos.
Contra todo esto, dice, luchamos nosotros sin tregua, y
por eso no queremos asentir a lo que dicen los prevaricado­
res, puesto que nosotros decimos que el libre albedrío existe
naturalmente en todos y que no pudo perecer por él pecado
de Adán; lo cual se prueba con la autoridad de todas las
Escrituras. Si dijerais esto, como debierais decirlo, pero sin
combatir la gracia de Dios, no asentiríais a lo que dicen los
prevaricadores, sino que corregiríais vuestro parecer. Mas
esto ya lo tratamos antes con el debido detenimiento cuanto
nos fué posible.
30. Sostenemos, dice, que los matrimonios que ahora se
celebran en todo el mundo han sido instituidos por Dios, y
que no son culpables los cónyuges, sino que son los forni­
cadores y adúlteros los qUe deben ser condenados.
Esta es doctrina verdadera y católica; pero la conse­
cuencia que queréis sacar de aquí, a saber, que los que nacen
de la conmixtión del varón y la mujer no heredan al nacer
ningún pecado que haya de lavarse con el baño de la rege­
neración, esto es falso y herético.
31. Motum, inquit, genitalium, ' id est, ipsam virilitatem
sine qua, non p otest esse commie, tio, a D eo dicimus insti-
tutàm.
Ad hoc respondemus, motum genitalium, et, ut verbo ei us
utar, virilitatem, sine qua non potest esse commixtio, Deus
sic instituit, ut nihil ha beret pudendum. Non enim fas fuit
ut eius erubesceret creatura de sui opere Creatoris; sed in-
obedientia membrorum supplicio iusto primis hominibus in-
obedientibus reddito est, de qua erubuerunt, quando foliis
ficulneis pudenda texerunt, quae prius pudenda non fuerunt.

CAPUT XVI
PU DOR N U DITÀTIS PO ST PECCATUM

32. Ncque enim sibi tunicas, ut totum corpus tegerent


post peccatum, sed succinctoria consuerunt51, quae nonnulli
interpretes nostri minus diligentès tegmina interpretati sunt.
Quod quidem verum est : sed generale noinen est tegmen, quo
indumentum et operimentum omne possi! intelligi. E t ideo
dóbuit ambiguitas evitari, ut quemadmodum graceus -cftC<l)na-a
posuit, quibus non teguntur nisi pudsndae corporis partes,
sic et latinus, aut ipsum graecum poneret, quia et ipso iam
consuetudo utitur pro latino, vei sicut quidam succinctoria,
vel sicut alii melius campestria nominàrunt. Ex ilio quippe
hoc nomen est, quod pudenda iuvenes tegebant antiquo more
Romano, quando nudi exercebantur in campo : unde campes-
trati appellantur hodieque, qui eadem membra cingendo co-
opsriunt.
Quamquam si ea quibus peccatum est, tegenda fuerant
post peccatum, ne tunicis quidem indui debuerunt, sed ma-
num et os tegere, quia Burnendo et veeeendo peccarunt. Quid
sibi ergo vult, quod accepto prohibito cibo, cum fuisset prae-
cepti facta transgressio, in illa membra aspectus intenditur?
Quae ibi novitas ignota sentitur, et se compellit adverti?
quod apertione significatur oculorum. Neque enim eis vel
quando ille nomina pecoribus et volucribus imponebatB2, vel
quando illa pulehrum lignum vidit et bonum, oculi non pa-
tebant ; sed aperti, hoc est, intenti ad intuendum facti sunt 08:
sicut scriptum est de Agar ancilla Sarrae, quod aperuit ocu-
los suos, et vidit puteum54; quos clausos utique non habe-
bat. Ut ergo nuditatis suae, quam quotidie profecto intueban-
tur, nec confundebantur, eos subito sic puderet, ut membra4 2

42 Gen. 2, 2o.
33 Gen. 3, 6-7.
34 Gen. 21, 19.
31. Afirmamos, dice, que la conmoción carnal, es decir
la misma virilidad, sin la cual no puede realizarse la con­
m ixtión, ha sido instituida por Dios.
A e sto rep licam o s que la conm oción c a m a l, y , p a ra v a ­
lerm e de la p a la b ra p o r él em pleada, la v irilid a d , sin la cu al
no puede h a b e r con m ixtión , Dios la in s titu y ó de m odo que
n ad a tu v ie ra de ve rg o n zo so . P u e s no era ju s to que la c ria ­
tu r a se a v e r g o n z a ra de la o b ra de s u c re a d o r ; pero s e im puso
com o ju s to c a stig o a lo s p rim ero s h om b res la desobediencia
de lo s m iem bros, de la cu al se a v e rg o n z a ro n cuan do cu brie­
ron con h o ja s de h ig u e ra la s p a rte s ve rg o n zo sa s, que a n te s
n o era n tales.

CAPÍTULO X VI ;
E l pudor después del pecado

32. Pues ni se hicieron túnicas para cubrir todo el cuer­


po después del pecado, sino fajas, que algunos de nuestros
traductores han vertido con poco acierto cubierta. Lo (mal,
a no dudarlo, es verdadero; pero cubierta es un nombre ge­
nérico que puede significar todo género de vestido y cubierta.
Y por esto debió evitarse esta ambigüedad, de modo que,
así como el texto griego puso perizomata, con que no se cu­
bren sino las partes pudendas, así el texto latino debió poner,
o la misma palabra griega que ordinariamente se usa en
vez de la latina, o, como algunos han dicho, fajas, o mejor,
según otros, campesina. Porque este nombre tiene su origen
en que los jóvenes cubrían las partes pudendas, según la
antigua costumbre romana, cuando se adiestraban desnudos
en el campo; por lo que aun hoy se da el nombre de cam-
pestrati a los que cubren con ceñidor esa parte del cuerpo.
Por más que, si después del pecado debían cubrirse aque­
llas partes con que se pecó, no debieron usar túnicas, sino
cubrir la mano y la boca, porque pecaron alargando la mano
y comiendo. ¿ Cómo es, pues, que, cogido el alimento vedado
y cometido ya el pecado, se fija la mirada en esas partes?
¿Qué novedad ignorada se echa de ver ahí que fuerza a que
se repare en ella? Lo cual se significa en el abrirse de los
ojos. Pues no dejaban de tener los ojos abiertos, bien cuando
él daba nombres a los animales y aves, bien cuando ella vió
el árbol hermoso y bueno; pero se abrieron para mirar; como
dice la Escritura de la esclava de Sara, Agar, que abrió sus
ojos, que de seguro no tenía cenados, y vió el pozo. Pues
para que ellos súbitamente se avergonzaran de su desnudez,
que contemplaban sin rubor todos los días, de tal manera que
illa iam nuda fierre non possent, sed statini operare curarent;
nonne et ill« in motu aperto, et illa in occulto, contra suae
voluntatis arbitrium inobedientia ilia membra senserunt, qui-
bus utique nutu voluntario, sicut caeteris dominali debue-
runt? Quod merito passi sunt quia et ipsi obedientes suo
Domino non fuerunt. Erubuerunt ergo, ita se Creatori suo
non exhibuisse servitium ut in eis membris a ex quibua essent
filii procreandi, mererentur amittere dominatum.
33. Hoc pudoris genus, haec erubescendi necessitas certe
cum omni homine nascitur, et ipsis quodammodo naturae le-
gis imperatur, ut in hac re verecundentur etiam ipsa pudica
coniugia; nec quìsquam tam male turpiterque proficiat, ut
quia cognovit Deum esse conditore-m naturae auctoremque
nuptiarum, ideo etiam miseendus uxori, si quia eum videat,
non de his motibus erubescat, quaeratque secretum, ubi non
solum alienorum, verum etiam suorum omnium possit ritare
conspectum. Itaque sua culpa sibi accidens malum, natura
humana permittatur agnoscere ; ne cogatur, aut quod est im-
pudentissimum, de his suis motibus non erubescere, aut quod
est ingratissimum, de sui creatoris operibus erubescere. Quo
tamen malo, propter bonum generationis filiorum, bene utun-
tur pudica coniugia. Solius autem camalis voluptatis causa
libidini consentire, peccatum est; quamvis coniugatis secun­
dum veniam concedatur.

CAPUT XVII

A n libido ante peccatum in paradiso esse p o t u e r it ?

34. Sed c o n s titu é e , P elag ian i, s e r v a ta h o n esta te ac fe -


cu n d ita te n u p tia ru m , si nemo p e ca sse t, qualem v e litis in p a ­
rad iso v ita m illo ru m hom inum co gitare, e t u n u m de h is q u a ­
tu o r reb u s e lig ite . P ro cu l du bio en im , a u t q u otiescu m q u e li-
b u issst, to ties concubuissent ; a u t fr e n a r e n t libid in em , q u an ­
do co n cu b itu s n ecessa riu 3 non fu is s e t: a u t tu n c ad n u tu m
v o lu n ta tis libido consurger'et, q u an d o e s s e con cu b itu m ne-
cessa riu m c a sta pru d en tia p ra esen sisse t ; a u t n u lla ib i om nino
e x iste n te libidine, u t caetera m em b ra quaeque ad op era su a ,
s ic ad opus p ro p riu m etiam g e n ita lia iu s s is v o le n tiu m sin e
u lla d iffìc u lta te se rv isse n t. H o ru m q u a tu o r q u o d v u ltis e lig i-

a Forte, in ca membra.
ya no pudieron mirar desnudos aquellos miembros que cu­
brieron inmediatamente, ¿n o es verdad que sintieron contra
su voluntad, él en la conmoción manifiesta y ella en la oculta,
la desobediencia de aquellos miembros, que debieron señorear
con su voluntad al igual que las demás cosas? Y con razón
padecieron esto, ya que tampoco ellos fueron obedientes a su
Señor. Se avergonzaron, pues, de no haber servido a su
Creador, viniendo a perder justamente el señorío sobre aque­
llos miembros con los que habrían de engendrar hijos.
33. Este pudor, esta vergüenza inevitable, nace, én efec­
to, junto con cada hombre y está, en cierto modo, impuesta
por las leyes de la naturaleza, de modo que en este particu­
lar se ruborizan aun los mismos cónyuges castos, y nadie
se corrompe tanto y tan torpemente que, por saber que Dio*
es autor de la naturaleza y del matrimonio, ya por eso, si ha
de hacer uso de'l matrimonio, no se avergüence, si alguien
le ve, de esta conmoción carnal y no busque un lugar secreto
donde esté a cubierto de las miradas, no sólo de los extraños,
pero aun de todos los suyos. Así, pues, déjese a la naturaleza
humana reconocer el mal que le ha sobrevenido por su culpa,
no sea que se vea obligada, o a no avergonzarse de estos
desordenados movimientos, lo que sería grandísima desver­
güenza, o a avergonzarse de las obras de su Creador, que
sería grandísima ingratitud. Sin embargo, de este mal usan
rectamente, en razón del bien de la generación de los hijos,
los matrimonios castos. Satisfacer la concupiscencia sin otro
fin que el placer carnal es pecado, bien que a los casados les
esté indulgentemente permitido.

CAPITULO XVII
¿ P udo e x is t ir l a c o n c u p is c e n c ia e n e l p a r a ís o a n t e s d e l
PECADO ?3 4

34. Supuesta la licitud y fecundidad del matrimonio en


caso de que ninguno hubiera pecado, decid, pelagianos, cómo
pensáis que sería la vida de aquellos hombres en el paraíso,
y escoged uno de estos cuatro extremos. Sin duda, pues, o
harían uso del matrimonio cuantas veces sintiesen la sensua­
lidad, o refrenarían la sensualidad cuando tal uso no fuera
necesario, o se despertaría la sensualidad por imperio de la
voluntad cuando una casta prudencia presintiese la necesi­
dad de la conmixtión carnal, o, no existiendo allí en absoluto
la sensualidad, al igual que los otros miembros cuando ejer­
ciesen sus propias funciones, así éstas de la procreación
obedecerían sin dificultad al imperio de la voluntad. Esco-
te. Sed puto quod duo priora respuetis, ubi libidini aut ser-
vitur, aut repugnatur. Namque illud primum tam praeelara
honestas ; hoc autem secundum tam magna felicita« non vult.
Absit enim ut tantae illius beatitudinis decus, aut praeceden-
tem semper sequendo libidinem ageret turpissimam servitu-
tem, aut ei resistendo non haberet plenissimam pacem: absit,
inquam, ut cam is concupiscentiam non opportune ad gene-
randum, sed inordinata commotion® surgente, aut illi menti
placeret consentendo satiare, aut illi quieti necesee esset
dissentiendo consentire.
35. Duarum vero reliquarum quamlibet elegeritis, non
est adversus vos ulla contentione laborandum. Etsi enim
quartam nolueritis eligere, ubi est omnium obedientium mem-
brorum sine ulla libidine summa tranquillitas, quoniam iam
vos ei fecit vestrarum disputationum impetus inimico«: illud
vobis saltern plaoebit, quod tertio loco posuimus, ut illa car­
nali« concupiscentia, euius motus ad postremam, quae vos
multum delectat, pervenit voluptabem, nunquam in paradiso,
nisi cum ad gignendum esset necessaria, ad voluntatis nu­
tum exsurgeret. Hanc si placet vobis in paradiso collocare, et
per talem concupiscentiam carnis, quae nsc praeveniret, nec
tardaret, nec excederet imperium voluntatis, vobis videtur in
illa felicitate filios potuisse generari, non repugnamus. Ad
hoc enim quòd agimus, sufficit nobis quia nunc talis in ho-
minibus non est, qualem in illius fellcitatis loco esse potuisse
conceditis. Qualis quippe nunc sit, profecto omnium sensus
mortalium, etsi cum verecundia, confitetur: quia et caste«
etiam nolentes, eamque temperantia castigantes, inquietudine
inordinata importunaque sollicitât, et plerumque sese volen-
tibus subtrahit, nolentibus ingerit; ut nihil aliud inobsdien-
tia sua, quam illius priscae inobedientiae poenam se esse
testetur. Unde merito de illa et tune primi homines, quando
pudenda texerunt, et nunc qui se uteumque hominem esse
considérât, omnis pudens impudensque confunditur, absit ut
de opere Dei, sed de poena primi veterisque peccati.
Verum vos non pro religiosa ratione, sed pro animosa
contentione, nec pro humano pudore, sed pro vestro furore,
ne vel ipsa concupiscentia camis vitiata credatur, et ex ea
trahi originali peccatum; talem prorsus qualis nunc est, in
paradisum conamini disputando revocare, eamque illic esse
ged cualquiera de estos cuatro extremos. Aunque me imagino
que desecharéis los dos primeros, según los cuales se sirve
o se resiste a la sensualidad. Porque lo primero lo excluye
aquella excelente honestidad; lo segundo, aquella gran feli­
cidad. Pues sería absurdo que la gloria de tamaña dicha,
o bien viviese en vilísima esclavitud, obedeciendo siempre
a la sensualidad, o bien, por resistirlo, no gozase de plení­
sima paz; sería absurdo, repito, que, al levantarse la desor­
denada concupiscencia, o bien placiese al espíritu no servirse
oportunamente de ella para procrear, sino satisfacerla sin
resistencia, o bien que aquella tranquila dicha exigiese refre­
narla, no consintiendo en ella,
35. Cualquiera que sea el otro de los dos últimos extre
mos que elijáis, no hemos de porfiar con vosotros. Pues aun­
que no queráis escoger el cuarto, que sería el de suma tran­
quilidad, con qué los miembros todos obedecen s'n ninguna
sensualidad, porque la furia de vuestras enconadas disputas
os fuerza a desechar este extremo, os agradará al menos lo
que hemos puesto en tercer lugar, a saber, que aquella con­
cupiscencia cam al cuya conmoción ha llegado al último Extre­
mo de placer, cosa tan de vuestro gusto, no existiría en el
paraíso sino por elección de la voluntad, cuando fuera nece­
saria para procrear. Si preferís admitir esta concupiscencia
en el paraíso, y os parece que mediante tal concupisceno'a
de la cerne, que ni ge adelanta, ni se retrasa, ni se sale del
mandamiento de la voluntad, pedieron engendrarse los hijos,
no lo contradecimos. En la materia que tratamos nos basta
con que no exista en los hombres la concupis ciencia tal cual
concedéis que pudo existir en aquella mozada de felicidad.
Pues cuál sea al presente la concupserncia, lo confiesan,
aunque con rubor, todos los mortales, porque solicita con su
desordenado e importuno cosquilleo aun a las personas castas,
incluso repugnándolo ellas y mortificándola con la templan­
za; y muchas Veces se niega al deseo del que la busca y se
hace presente al que no la quiere, de manera que con su
desobediencia no hace sino testimoniar que es pena de aquella
antigua desobediencia. Nada tiene, pues, de extraño que se
avergonzaran de ella los primeros hombres cuando cubri eron
tas partes pudendas, y que ahora quienquiera que se consi­
dera hombre, el casto como el lascivo, sienta confusión, no
de la obra de Dios, sino de la pena del primero y antiguo
pecado.
Mes vosotros, no por motivos de piedad, sino de apasio­
nada porfía; ni por causa del humano pudor, sino de vuestro
furor, a fin de que no se crea que ss. ha vi dado aun la misma
concupiscencia de la carne y que por ella, se hereda el pecado
originri, os esforzáis con vuestras disputas en admitir en el
paraíso la concupiscencia tal cual ahora existe, y porfiáis
potui&se contendere, quam vel semper sequeretur inhonesta
consensio, Vel aliquando coerceret miseranda dissensio.
Nos autem non multum curamus quid vos de illa sentire
deleetet, Quidquid tamen hominum per illam nascitur, si non
r&nascatur, sine dubitatione damnatur, et necesse est esse
sub diabolo, si non inde liberetur a Q u isto,

CAPUT XVIII
QUOMODO HOMINES SINT FILII DEI

36. Homines_, inquit, Dei opus esse defendimus: nec ex


illius potentia vel in malum vel in bonum invitum aliquem.
cogi; ssd propria voluntate, aut bonum facere, aut malum:
in. bono vero opere a Dei gratia semper adiuvari, in malum
vero diaboli suggestionibus incitari.
Ad haec respondemus, Homines esse opus Dei, in quantum
homines sunt; sed sub diabolo esse, in quantum peccatores
sunt, nisi eruantur inde per eum, qui non ob aliud factus
est inter Deum et homines mediator, nisi quia ex hominibus
non potuit esse peceator. Nec ex Dei potentia vel in malum
vel in bonum invitum aliquem cogi; sed Deo deserente pro
mentis ire in malum, et Deo adiuvante sine mentis converti
ad bonum. Non enim est homo bonus si nolit; sed gratia
Dei etiam ad hoc adiuvatur ut velit: quoniam non inaniter
scriptum est: Deus est enim qui optratur in vobis et velle et
operari, pro bona voluntate55; et, Praepanratwr voluntas a
Dom ino56.

CAPUT XIX
I n it iu m bonae voluntatis et venire ad C h r is tu m , donum
GRATIAE

37. Vos autem in bono opere sic putatis adiuvari ho-


minem gratia Dei, ut in excitanda eius ad ipsum bonum
opus voluntate, nihil earn credatis operari. Quod satis ipsa
tua verba declarant. Cur enim non dixisti hominem Dei gra­
tia in bonum opus excitari, sicut dixisti, in malum diaboli
suggestionibus invitari; sed aisti, in bono opere a Dei gra­
tia semper adiuvari tamquam sua voluntate, nulla Dei gra­
tia bonum opus aggressus, in ipso iam opere divinitus adiu-
vetur, pro mentis videlicet voluntatis bonae; ut reddatur
55 Phil 2, 13.
se Prov. 8, sec. L X X .
que pudo existir allí de modo que o siempre la acompañase
el oonsen/timfemito impúdico o alguna vez la refirmase uña
infeliz disconformidad.
A ¡nosotros nos importa, poco lo que vosotros queráis
pensar die ella. No obstante, cuantos hombres nacen por ella,
si no renacen, sin duda se condenan y es necesario que estén
sujetos al diablo si no son librados por Cristo.

CAPÍTULO XVIII
CÓMO LOS HOMBRES SON HIJOS DE DIOS

36. Defendem os, dice, que los hombres son obra de Dios
y que nadie es arrastrado contra su voluntad al bien o al mal
;por la acción de Dios, sino que por su propia voluntad prac­
tica él bim o el m al; que siem pre es ayudado por Dios en la
obra buena y que en la mala es tentado por las sugestiones
del diablo.
A esto decimos qfue los hombres son hijos de Dios en
cuanto son hombres, pero que están sujetos al demonio en
cuanto son pecadores, sá no son liberados de tal sujeción por
aquel que no se hizo mediador entre Dios y los hombres sino
porque no pudo nacer de los hombres pecador; y que nadie
es arrastrado contra su voluntad al b'en o al mal por la
acción de Dios, sino que cada uno, o por abandonarle Dios,
se inclina por su culpa al pecado, o, ayudándole Dios, abraza
el bien sin méritos de su parte.

CAPÍTULO XIX
E5s LA GRACIA DE DIOS LA QUE LLEVA A CRISTO

37. Mas vosotros juzgáis que el hombre es ayudado en


la obra buena por Dios, de tal suerte que, si la voluntad ha
de ser movida por él a la misma obra buena, la voluntad nada
obra. Esto es lo que vienen a decir tus palabras. ¿ Por qué no
has dicho que el hombre es movido por la gracia de Dios a la
obra buena, eximio has dicho que es incitado al mal por las
sugestiones del demonio, sino que has dicho que en la obra
buena es ayudado de la gracia de Dios? Es diecir, qoie, ha­
biendo abrazado el' hombre la obra buena por su propia vo­
luntad sin la gracia de Dios, es ya después ayudado por Dios
en la misma obra por razón de los méritos de la propia vo­
luntad, y asi se otorga la gracia debida, ste niega la que no
debita gratia, non donetur indebita: ac sic gratia iam non
sit gratia °7, sed sit illudi quod Pelagius in iudicio Palaestino
fleto corde damnavit, gratiam Dei secundum merita nostra
dari
Die mihi, obsecro, quid boni Paulus adhuc Saulus, vole-
bat, ac non potius magna mala, quando spirans caedem
pergebat ad vastandos horrenda mentis caecitate ac furore
Ohristianos? Quibus meritis bonae voluntatis Deus ilium ab
illis malis ad bona, mirabili et repentina voeatione conver­
ts ? Quid ego dicam, quibus meritis, cum ipse clamet :
Non ex operibus iustitiae quae nós fecimus, sed secundum
suam misericordiam salvos nos fecit? *50 Quid illud quod iam
commemoravi dixisse Dominum: Nemo potest venire ad me,
quod intelligitur, Credere in me; nisi ei datum fm rit a Patre
n uo? 1:0 Utrum iam volenti credere pro meritis bonae vo­
luntatis hoc datur: an potius ut credat, ipsa voluntas, sicut
Sauli, desuper excitatur, etiam si tarn sit aversus a fide, ut
credentes etiam p-ersequatur? Utquid enim nobis Dominus
praecspit, ut oremus pro sis qui nos persequuntur?61 Num-
quid hoc oramus, ut eis pro bona eorum voluntate gratia Dei
retribuatur, ac non potius ut mala in bonum voluntas ipsa
mutetur? Sicut credimus, tunc a sanctis quos persequebatur,
non inaniter oratum esse pro Saulp62, ut ad fidem quam
vastabat, voluntas eius converteretur. Et illius quidem con-
versio desuper facta manifesto etiam miraculo appamit.
Quam multi inimici Christi quotidie subito Dei occulta gra­
tia trahuntur ad Christum?
Quod verbum si non ex Evangelio posuissem, quanta de
me propter hoc iste dixisset ; cum etiam nunc obluctetur non
mihi, sed illi qui clamai : Nemo potest venire ad ms, nisi
Pater, qui misit me, traocerit eum? 63 Non enim ait, Duxerit,
ut illie aliquo modo intelligamus praecedere voluntatem. Quis
trahitur, si iam volebat? Bt tamen nemo venit, nisi velit.
Trahitur ergo miris modis ut velit, ab ilio qui novit intus in
ipsis hominum cordibus operari, non ut homines, quod fieri
non potest, nolentes credant, sed ut volentes e x nolentibus
flant.

57 Rom. ii, 6.
™ Act. q.
50 Tit. 3, 5.
“° Io. 6, 66.
“ Mt. 5, 44.
Act. 7, sq.
C3 Io. 6, 44.
a Cf. De gestis Pelagli, n. 30.
es debida, y, per tanto, la gracia ya n-o es gracia, sino lo que
JPelagio fingió condenar en el sínodo de Palestina, o sea, que
la gracia se da según nuestras méritos.5
Dime, por tu vida, ¿qué bien, sino antes grandes males,
quería Pablo cuando todavía era Saulo, cuando, respirando
matanzas, se dirigía con espantosa ceguera espiritual y fu­
ror a destruir a los cristianos ? ¿ Bn atención a qué méritos
de la buena voluntad lo convirtió Dios de estos males al bien
con maravillosa y súbita vocación? Mas ¿qué digo méritos,
cuando él clama: No por obras hechas en justicia, sino según
su misericordia nos ,salvó? ¿Qué significa lo que ya he re­
cordado antes que dijo el Señor: Nadie puede venir a mí,
que quiere decir, creer en mí, si no le fuere concedido por mi
Padre? ¿Acaso se concede esto al que ya quiere creer, te­
niéndose en cuenta los méritos de la buena voluntad, o más
«bien la misma voluntad, como la de Saulo, es movida por
Dios para que crea, aunque esté tan apartado de la fe que
hasta persigue a los que creen? ¿Por qué nos mandó el Se­
ñor que oremos por los que nos persiguen? ¿A caso pedimos
que se les dé la gracia como recompensa de su buena volun­
tad, y no más bien que la mala voluntad sea cambiada para
el bien? Como creemos que no en vano oraron entonces por
Saulo los santos a quienes perseguía, a fin de que su volun­
tad se convirtiese a la fe que asolaba. La conversión de Sau­
lo, obrada por Dios, se manifestó además con evidente mila­
gro. ¡ Cuántos enemigos de Cristo son súbitamente atraídos
todo3 los días por la gracia oculta de Dios!
Si no hubiese citado este pasaje del Evangelio, ¿cuántas
cosas no hubiera escrito Julián contra mí a causa de esto,
puesto que aun así resiste, no a mí, sino a aquel que clama:
Nadie puede venir a mi si no le trajere mi Padre, que me
envió? Pues no dijo quiere, para que entendiésemos de al­
guna manera que se adelanta a la voluntad. ¿Quién es traído
si ya quería? Y, sin embargo, nadie viene sino queriendo.
Para que quiera es atraído con admirables trazas por aquel
que sabe obrar interiormente en los mismos corazones de
los hombres, no para que los hombres crean contra su vo­
luntad, lo que es imposible, sino para que los que no quieren
quieran.
CAPUT XX
G ratxae D m v is dem on strator

38.. Hoc verum esse non coniectura suspicamur huma


na, sed evidentissima divinarum Scripturarum auctoritate
dignoscimus. Legitur in Paralipomenon librisi E t quidem in
luda facta est manus Dei, ut darei illis cor unum, ut faoerent
praeceptum regís et principum in verbo D o m i n i Item per
Ezechielem prophetam Dominus dielt : Dabo eis cor aliud,
et spiritum novum dabo eis, et eveUam cor eorum lapideum
de carne eorum, et dabo eis cor carneum; ut in praecsptis
meis ambulant, et iustificationes meas observsnt, et faciant
eas °5. Quid est autem quod Esther illa regina orat, et dicit :
Da sermonem concinnum in os meum, et verba mea clarifica
in oonspectu leonis, et converte cor eius in odium impugnan­
t i nos? Utquid ista in oratione dicit Deo, si non operator
Deus in Cordibus hominum voluntatem? Sed forte hoc mu­
t o insipienter oravit. Videamus ergo utrum inaniter prae-
missus fuerit orantis affectus, et consecutus non fuerit ex-
audientis effectus. Ecca ingreditur ad regem. Ne multa dica-
mus. Et quia non ordine suo ingreditebatur, magna neces­
sitate compulsa, intuitus est earn, sicut scriptum est, valut
taurus in Ímpetu indignationis suae. E t timuit regina, et
conversas est color eius per dissohitionem, inclinavit se
super caput delicataie suae, quae praeoedebat earn. Et con-
vertit Deus, et transtulit indignationem eius in lenitatem.
Iam sequsntia commemorare quid opus -3t, ubi Deum co n -
plevisste quae illa rogaverat, divina Scrip tura tastatur66, ope­
rando in corde regis, quid aliud, quam voluntatem, qua
iussit et factum est quod ab eo regina poposcerat? Quam
Deus iam, ut fieret, exaudierat qui cor r gis, antequam mu-
lieris sermonem pascenti» audisset, occultissima et efficacis­
sima potentate convertit, et transtulit ab indignation’e ad
lenitatem, hoc est, a volúntate la: dandi ad voluntatem fa-
vendi: secundum illud Apostoli: D ;u s opsratur in vobis et
. velie.
Numquid homines Dei qui haee scripserunt, imo ipse Spi­
ritus Dei, quo auctore per eos ista conscripta sunt, oppugnavit
liberum hominis arbitrium? Absit: sed Omnipotens in om­
nibus et iudicium iustissimum, et auxillum misericordiosis-
simum commendavit. Sufficit enim scire homini quod non est
iniquitas apud Deum. Iam quomodo ista dispenset, faciens
alios secundum meritum vasa irae, alios secundum gratiam

e4 2 Par. 30, 12. 6S Ez. 36, 26-27. Estb. 14-16.


CAPÍTULO XX
El p o d e r d e l a g r a c ia d e D io s

38. ¡Sabemos que esto es verdad, no por conjeturas hu


manas, sino por la evidentísima autoridad de las Escrituras
divinas. Léese en el libro de los Earalipómenos: También en
Judá se advirtió la mano de D ios para darles corazón acorde
a fin de cumplir el mandato del rey y los principes en relación
con Ja palabra del Señor. Dice también el Señor por el pro­
feta Ezequiel: Les daré un corazón nuevo, y un espíritu re­
novado infundiré en su interior, y quitaré de su Carne él co­
razón de piedra y les daré un corazón de carne, para que
caminen en m is preceptos y guarden y practiquen mis dictá­
menes. ¿ Qilé es lo que la réina Ester pide y dice con estas
palabras: Pon en mis labios palabras apropiadas ante la
presencia del león y trueca su corazón en odio del que nos
hace la guerra? ¿ A qué ñn dice esto a Dios en la oración, si
Dios no obra el querer en le® corazones de los hombres?
Quién sabe si Eister no hizo neciamente esta oración. Vea­
mos, pues, si no precedió vanamente él afecto de quien oraba
y si no consiguió buen despacho de quien la oía. He aquí que
se presenta ante el rey. Resumamos en pocas palabras. Como
no había entrado guardando su turno, sino forzada de una
gran necesidad, la miró, según está escrito, como un toro
que respira fuego de indignación. Y llenóse de temor la réi­
na, y se mudó su color por el desfallecimiento, y se reclinó
sobre la cabeza de la doncella que la precedía. Y trocó Dios
el espíritu del rey en blandura. ¿ A qué recordar ya lo que
sigue, donde la ¡Sagrada Escritura da testimonio de que Dios
hizo lo que ella le había suplicado, obrando en el corazón del
rey no otra cosa que la voluntad con que mandó y se ejecutó
lo que le había pedido la reina? A la cual, para que eso se
ejecutara, ya había oído Dios, que trocó el corazón del rey,
antes de que éste escuchara las palabras de súplica de la
mujer, con secretísimo y eficacísimo poder, y lo condujo de
la indignación a la blandura, es decir, de la voluntad de hacer
mal a la voluntad de favorecer, conforme a aquello del Após­
tol: Dios obra en nosotros aun el querer.
¿P or ventura los hombres de Dios que escribieron e3tas
cosas, digo más, el Espíritu de Dios, que es el autor de estas
cosas escritas por ellos, combatió el libre albedrío del hom­
bre? De ninguna manera, sino que nos mostró el juicio jus­
tísimo y el auxilio misericordiosísimo del omnipotente en
todas las cosas. Mas saber cómo Dios reparte estas cosas, ha­
ciendo a irnos según sus méritos vasos de ira y a otros por
vasa misericordiae 67, quis cognovit sensum Domini, aut quis
consi'Iiarius eius fuit ? 68 Si ergo ad honortm gratiae perti-
nemus, non simus ingrati tribuendo nobis quod accepimus.
Quid enim habemus, quod non accepimustU).

CAPUT XXI

S an ctorum V eteris T esta m en ti iustitia

39. Dicimus, inquit, sanctos veteris Testamenti perfecta


hinc iustitia ad aeternam transisse vitam, id est, studio vir-
tutis ab omnibus reoessisse peccatiis: quia e t idi quos legim m
aliquid peccasse, postta tamen eos emendasse cognovimus.
C>uantaelibet fuisse virtutis aatiquos praedioes iustos,
non eos salvos fecit nisi tides Mediatoris, qui in remissionem
peccatorum sanguinerà fudit. Ipsorum enim vox est : Credidi,
propter quod locutus sum™. Unde ait et apostolus Paulus:
Habentes autem eumdem spiritum f idei, secundum quod scrip­
tum est, Credidi, propter quod locutum sum ; et nos credi-
mus, propter quod et loquimur71, Quid est, eumckm spiritum ;
nisi quern iusti quoque illi habuerunt, qui ista dixerunt ? Di-
cit etiam apostolus Petrus: Quid vultis iugum imponete
Gentibus, quod ncque nos portare potuimus, ncque patres
nostri? Ssd per gratiam Domini lesu Christi cndim us salvi
fieri, quemadmodum e t id i7Z. Hoc vos non vuitis, inimici
buie gratiae, ne eadem gratia lesu Ohristi salvi facti cre-
dantur antiqui : sed distribuitis tempora secundum Pelagium,
in cuius libris hoc legitur; et ante Legem dicitis salvos factos
esse natura a, deinde pier Legem, postremo per Christum, qua­
si hominibus duorum superiorum temporum, ante Ligem sci­
licet et in Lege, sanguis Christi non fuerit necessari us : eva-
cuantes quod dictum est: Umus enim D ius, unus et mediator
Dei e t hominum homo Christus Iesu s73.

CAPUT XXII
G r a t ia e e t b a p t is m i n é c e s s it a s iu x t a p e l a g ia n o s

40. Gratiam Christi, inquiunt, omnibus necessariam et


maioribus et parvulis confite m ur; et eos qui dicunt de duo-
bus baptizatis natum non debere baptizari, anathematizamus.6 1
61 Rom. 9, 14. 22-23. 10 115, i- ” Act. 15, 10-11.
£8 Rom. 11, 34. 71 2 Cor. 4, 13. 73 1 Trm. 2,5.
*’ 1 Cor. 4, 7.
a Cf. De peccato originali, n. 50.
• su gracia vasos de misericordia, ¿quién conoció el pensa­
miento del Señor o quién fué su consejero? Si, pues, perte­
necemos al número de los favorecidos con la gracia, no sea­
mos ingratos atribuyéndonos lo que hemos recibido. Porque
¿qué tenemos que no hayamos recibido?

CAPÍTULO XXI

S a n tid a d de l o s j u s t o s d e l A n t ig u o T e st a m e n t o
39. Afirmamos, dice, que Jos santos del Antiguo Testa­
mento pasaron en estado de perfecta justicia de esta vida a
la eterna, es decir, que se apartaron por amor de Ja virtud de
iodos los pecados; poreque sabemos que aun aquellos de los
que leem os que com etieron algún pecado, después se arre-
pintieron.
Por más santos que hagas a los antiguos justos, no los
salvó sino la fe del Mediador, que derramó su sangre para
perdonar los pecados. Pues lo que ellos dicen es: Creí y, por
tanto, hablé. Por lo cual dice el apóstol San Pablo: Mas te­
niendo nosotros el mismo espíritu de fe, según aquello qué
está escrito: “ Creí y por esto hablé” , también nosotros cree­
mos, y por esto también hablamos. ¿ Qué quiere decir el mis­
mo espíritu, sino el que tuvieron aquellos justos que esto di­
jeron? Dice también el apóstol San Pedro: Ahora, pues,
¿por qué tentáis a Dios con imponer un yugo que ni nosotros
pudimos sobrellevar? Mas por la gracia del Señor Jesús
creem os ser salvos de la misma manera que ellos. Esto es lo
que vosotros, enemigos de la gracia, no admitís: que se crea
que los antiguos fueron salvados con la misma gracia de
Jesucristo, sino que dividís los tiempos con Pelagio, en cuyos
libros se lee esta doctrina, y decís que antes de la ley fueron
salvos por la naturaleza, después por la ley, y, finalmente,
por Cristo. Como si la sangre de Cristo no fuese necesaria a
los hombres de los dos primeros tiempos, o sea, antes de la
ley y en la ley, porque uno es Dios, uno también el Mediador
de Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús.

CAPÍTULO XXII
N e c e sid a d d e la g r a c ia y d e l b a u t is m o s e g ú n l o s
PELAGIANOS4 0
40. Confesamos, dicen, que la gracia de Cristo es necesa­
ria a los adultos y a los párvulos, y anatematizamos a quienes
dicen que no debe ser bautizado el nacida de dos bautizados.
Novimus quomodo non secundum Paulum apostolum, sed
secundum Pelagium haereticum ista dicatis: parvulis vide­
licet Baptismum necessarium, non propter remissionem pec-
catorum, sed tantummodo propter regnum caelorum. Datis
enim eis extra regnum Dei locum salutis et vitae aetemae,
etiamsi non fuerint baptizati. Ntec attenditis quod scriptum
e st: Qui crediderit et baptizatus fuerit salvus erit, qui autem
non crediderit, condemndbitur74. Propter quod in Ecclesia
Sailvatoris per alios parvuli credunt, sicut ex aliis ea quae
illis in Baptismo remittuntur peccata traxerunt. Nec illud
ccg'itatis, eos vitam habere non posse, qui fuerint expertes
corporis et sanguinis Christi, dicente ipso: Nisi manduca-
veritis carnem rnearn, e t biberitis sanguinem meum, non ha-
bebitis vitam in vobis 7-\ Aut si evangelicis vocibus cogimini
confiteri, nec vitam salutemque posse habere párvulos de cor­
pore exeuntes, nisi fuerint baptizati; quaerite cur compellan-
tur non baptizati secundae mortis subiré supplicium, iudi-
cante illo qui neminem damnat immeritum; et invenietis
quod non vultis, originale peccatum.

CAPUT XXIII

B aptism i effectus iu x t a pelagianos


41. E os etiam qui dicunt, inquit, Baptisma non omnia
peccata delete, condemnamus; quia scimus plenam purgatio-
nem per ipsa m ysteria conferri.
Hoc dicimus et nos: sed parvulos quoque per ipsa mys­
teria, primae nativitatis et obnoxiae sucoe3Sionis vinculis
solvi, non dicitis vos. Propter quod de Ecclesia, quae hoc
antiquitus tenet, oportet ut sicut alii haeretici segregemini
et vos.

CAPUT XXIV

IüLIANI EPISTOLAE CONCUISIONEM REFELI.IT

42. Iam vero quod ita concludit Epistolam, ut dicat,


Nemo ergo vos seduoat, nec se negent impii ista sentire. Sed
si verum dicunt, aut audientia detur, aut esrte isti ipsi epi-
soopi, qui nunc diss-ident, damnent quae supra dien cum Ma-

71 Mc. i6, i6.


Ts Io. 6, 54-
Sabemos que enseñáis esto no según la doctrina del após­
tol San Pablo, sino según la doctrina del hereje Pelagio; es
decir, que a los párvulos es necesario el bautismo, no para
que se les perdonen los pecados, sino solamente por el reino
de los cielos, puesto que les concedéis fuera del reino de los
cielos la salvación y la vida eterna, aun cuando no hayan
sido bautizados. Y no paráis mientes en lo que está escrito:
E>1 que creyere y se bautizare, se salvará; mas el que no cre­
yere, se condenará. Por esta razón en la Iglesia del Salvador
loe párvulos creen por medio de otros, así como de otros he­
redaron los pecados que se les perdonan en el bautismo. Ni
tenéis presente que no pueden tener vida los que no partici­
pan del cuerpo y sangre de Cristo, pues dice E l: Si no co­
miereis mi carne y no bebiereis mi sangre, no tendréis vida
en vosotros. Y si los testimonios del Evangelio os obligan a
confesar que no pueden tener vida ni salvarse los párvulos
que mueren, si no hubieren sido bautizadas, examinad por qué
los bautizados deben padecer el suplicio de la segunda muer­
te, siendo el juez aquel que no condena a ningún inocente,
y hallaréis lo que no queréis admitir: el pecado original.

CAPITULO XXIII
E fectos del bautism o según los felagianos

41. Condenamos, dice, a quienes afirman que el bautis­


mo no perdona todas los pecados, porque sabem os que se otor­
ga remisión plena por el bautismo.
También nosotros decimos esto mismo; pero lo que no
decís vosotros es que por el bautismo son liberados los párvu­
los de los vínculos del primer nacimiento y de la dañosa
herencia. Por lo que es necesario que, lo mismo que los demás
herejes, seáis separados de la Iglesia de Cristo, que desde ios
más remotos tiempos profesa esta doctrina.

CAPITULO XXIV

R efutación del f in a l de la epísto la de J u l iá n

42. iDigamos, por último, que merece desprecio, más bien


que los honores de una refutación, lo que dice al fin de la
carta: Nadie os engañe, ni nieguen los impíos que ésta es
su doctrina. Sino que, m dicen verdad, o concédasenos audien­
cia o, al menos, que estos obispos quie ahora son de contrario
nìchaeis ista tenere, sicut nos ita damnamus quae ds nobis
iactqnt; e t fit plena concordia: quod si nolunt, scitote eos
esse Manichaeos, et ab eorum vos abstinete consortiis; con-
temnendum est potius quam reMlendum.
Quis enim nostrum dubitat anathema dice re Manichaeia,
qui dicunt a bono Deo nee homines, nee nuptias institutas,
nee legem datam, quae per Moysen Hsbraeo populo minis­
trata est ? Sed et Pelagianis non immerito anathema dicimus,
qui tarn sunt inimici gratiae Dei, quae venit per Iesum Chris­
tum Dominum nostrum 7<ì, ut earn di cant non gratis, sed se­
cundum merita nostra dari, ac sic gratia iam non sit gra­
tia 767; tantumque consti uunt in libero arbitrio, quo in pro-
fundum demersus est homo, ut eo bene utendo dicant homi­
nem mereri gratiam: cum nemo bene ilio uti possit, nisi per
gratiam, quae non secundum debitum redditur, sed Deo gra­
tis miserante donatur. Parvuios autem ita contendunt esse
iam salvos, ut a Salvatore audeant negare salvandos. Et haec
exsecrabilia dogmata tenentes et seminante«, adirne insuper
flagitant audientiam, cum damnati debeant agere poeniten-
tiam.
76 Rom. 7, 25-
77 Rom. i i , 6.
parecer condenen lo que dije antes qtóe enseñaban con los
maniqueos, así como nosotros condenamos lo que ellos nos
achacan; y haya plena concordia; y ¡si esto no hacen, sabed
que son maniqueos y guardaos de su compañía.
Pues ¿quién entre nosotros vacila en anatematizar a los
maniqueos, que dicen no han sido hechos por Dios ni los
hombres, ni el matrimonio, ni la ley dada, que fué comunica­
da al pueblo por Moisés? Pero anatematizamos también con
razón a los pelagianos, tan enemigos de la gracia de Dios,
que nos viene por Jesucristo nuestro Señor, la cual dicen
que se nos da no gratuitamente, sino según nuestros méritos,
y, por tanto, la gracia ya no es gracia; y atribuyen tanta
virtud al libre albedrío con el que el hombre se precipitó en
el abismo, que dicen que el hombre, usando bien de él, me­
rece la gracia, siendo así que nadie puede usar bien de él
sino por la gracia, que no se da como recompensa, sino que
se otorga por gratuita misericordia del Señor. Tanto porfían
que los párvulos están ya salvados, que niegan que hayan
de ser salvados por el Salvador. Y con propagar estas exe- •
crables doctrinas, aun demandan audiencia, siendo así que,
pues han sido condenados, deben hacer penitencia.
CAPUT I
P elagiani catholicos Manichaeorum nomine criminantur

1. Iam nunc aliam, non Iuliani tantum, sed ei comma-


nem cum plurimis Pelagianis episcopis, quam Thessalonicam
miserimi, consideremus EJpistolam, eique, Domino adiuvante,
respondeamus, ut possumus. Quod opus nostrum ne longius
fiat, quam causae ipsius necessitas postulat; quid opus est
ea quoque refellere, quae dogmatis eorum insidiosa venena
non continent, sed tantum in auxilium suum, vel pro catto­
lica fide contra Manichaeorum, sicut loquuntur, profanita-
tem, consensionem Orientalium episcoporum videntur eoe-
poscere ; nihil aliud nitentes, nisi ut horribili haeresi obieeta,
cuius se adversarios esse confingunt, lateant inimici *gra-
tiae in laude creaturae? Quis enim eis bine commovit ali-
quando quaestionem? Aut cui catholicorum propterea dis-
plicent, quia damnat eos quos praedixit Apostolus recessuros
a fide, cauteriatam habentes conscientiam, prohibentes nu-
bere, abstinentes a cibis, quos immundos putant, nec putan-
tes a Deo cuneta esse condita? Quis eos aliquando negare
compulit, quod omnis creatura Dei bona s i t 1, et nulla sub-
stantia sit quam non summus fecerit Deus, nisi ipse Deus,
qui non est ab aliquo factus? Non ista in eis, quae constat
esse cattolica, reprehenduntur atque damnantur. Impietatem
quippe Manichaeorum nimium stultam et noxiam, non solum
fides catholica detestato; verum etiam haeretici omnes, qui
non sunt Manichaei. Unde et isti Pelagiani hoc bene faciunt,
Manichaeis anathema dicere, et eorum erroribus contradicere.
Sed faciunt duo mala, quibus et ipsi anathematizandi
sunt: unum, quod catholicos Manichaeorum nomine crimi­
nantur; alterum, quod etiam ipsi haeresim novi erroris in-
ducunt. Ñeque enim quia Manichaeorum m orto non laborant,
propterea fidei sanae sunt. Non unum pestilentiae est genus,
quemadmodum in corporibus, ita et in mentibus. Sicut ergo
medicus corporis non continuo pronuntiasset a mortis pe-
CAPÍTULO I
LOS PELAGIANOS MOTEJAN DE MANIQUEOS A DOS CATÓLICOS

1. Estudiemos ya la segunda carta, enviada a Te saló-


nica, de la que es autor no sólo Julián, sino también muchos
obispos pelagianos, y respondamos, con la ayuda de Dios,
en la medida de nuestras fuerzas. Y para no alargamos en
nuestro empeño más de lo justo, ¿a qué entretenemos refu­
tando aun aquellas cosas que no encierran el veneno insidioso
de sus principios, sino que parece se enderezan a pedir el
asentimiento de los obispos orientales en favor de.su causa
o de la fe católica contra las novedades maniqueas, como
ellos dicen, no pretendiendo con ello otra cosa sino, acusán­
donos de esa horrenda herejía de la que fingen ser enemi­
gos, encubrir que son enemigos de la gracia con achaque de
alabar la naturaleza? ¿Quién les ha movido nunca cuestión
a causa de esto? ¿O qué católico los rechaza cuando con­
denan a los que dijo el Apóstol que se apartarían de la fe,
hombres de cauterizada conciencia, que prohíben el matri­
monio y se abstienen de los manjares que juzgan inmundos,
y no piensan que todas las cosas han sido creadas por Dios?
¿Quién jamás los ha obligado a negar que toda criatura de
Dios es buena y que no hay substancia alguna que no haya
hecho el sumo Dios, exceptuado el mismo Dios, que por na­
die ha sido hecho ? No criticamos y condenamos en ellos esto
que consta ser doctrina católica. Pues la impiedad en extre­
mo necia y dañosa de los maniqueos no la detesta únicamente
la fe católica, sino también todos los herejes que no son ma­
niqueos. Por lo que los pelagianos proceden bien anatema­
tizando a los maniqueos y contradiciendo sus errores.
Pero obran mal en dos cosas, por las que ellos mismos
merecen ser anatematizados: la una, que acusan a los cató­
licos de maniqueos; la otra, que también ellos inventan una
nueva herejía. Que no por no ser maniqueos profesan la ver­
dadera doctrina. En las almas, como en los cuerpos, no exis­
te una sola clase de dolencia. Pues así como el médico del
cuerpo no diría sin más que estaba fuera del peligro de
riculo liberum, quern negasset hydropicum, si alio lethali
morbo perspexisset aegrotum: ita istis non ideo veritas
gratulatur, quia Manichaei non sunt, si alio genere perversi-
tatis insaniunt. Quapropter aliud est quod anatbematizamus
cum eis, aliud quod in eis. Detestamur enim cum eis, quod
recte displicet etiam ipsis; ita tarnen ut detestemur in ei3,
unde recte displicent ipsi.

CAPUT II

MANICHAEORUM ET PELAGIANORUM HAERESES SIBI MUTUO AD-


VERSANTUR ET A CATHOLICA ECCLESIA REPROBANTUR

2. Manichaei dicunt, Deum bonum non omnium natu-


rarum esse creatorem; Pelagiani dicunt, Deum non esse
omnium aetatum in hominibus mundatorem, salvatorem, ii-
beratorem. Catholics utrosque redarguit, et contra Mani-
chaeos defendens Dei creaturam, ne ab ilio instituta negetur
ulla natura; et contra Pelagianos, ut in omnibus aetatibus
perdita requiratur humana natura.
Manichaei carnis concupiscentiam non tanquam acddens
vitium, sed tanquam naturam ab aeternitate malam vittipe-
rant: Pelagiani earn tanquam nullum vitium, sed naturale
sit bonum insuper laudani. Catholica utrosque redarguit,
Manichaeis dicens : “Non natura, sed vitium est” ; Pelagianis
dicens : “Non a Patre, sed ex mundo est” : ut earn velut ma­
lam valetudinem sanari utrique permittant, desinendo illi
tanquam insanabilem credere, isti tanquam laudabilem prae-
dicare.
Manichaei negant homini bono ex libero arbitrio fuisse
initium mali: Pelagiani dicunt etiam hominem malum suf-
ficienter habere liberum arbitrium ad faciendum praeceptum
bonum. Catholica utrosque redarguit, et illis dicens: Fecit
Dens hominem rectu m 2: « t istis dicens: Si vos FUius libe-
raverit, vere liberi eritiss.
Manichaei dicunt, animam particulam Dei, naturae ma-
lae commlxtione habere pecca turn: Pelagiani dicunt, animam
iustam, non quidem particulam, sed creaturam Dei, etiam
in ista corruptibili vita non habere peccatimi. Catholica utros-
que redarguit, Manichaeis dicens : A ut facite arborem bonam,*Io.

Eccli. 7, 30.
Io. 8, 36.
muerte aquel de quien dijese no padecía hidropesía, si veía
que estaba aquejado de otra enfermedad mortal, así la ver­
dad no da a éstos el parabién por no ser maniqueos, si de­
liran con otro género de perversidad. Por tanto, una cosa
es lo que anatematizamos con ellos y otra la que anatemati­
zamos en ello®. Porque detestamos con ellos lo que con ver­
dad les desagrada a ellos, mas de tal suerte que detestamos
en ellos la causa por la que no sin razón no® desagradan ellos.

CAPITULO II

L a s h e r e j í a s m a n iq u e a y p e l a g ia n a s e c o n t r a d ic e n m u t u a ­
m ente Y SON CONDENADAS POR LA IGLESIA

2. Los maniqueos dicen que el Dios bueno no es el crea­


dor de todas las naturalezas; los pelagianos enseñan que no
es Dios el purificador, salvador y liberador en todas las eda­
des de los hombres. La fe católica contradice a unos y a
otros, defendiendo, por una parte, la criatura de Dios contra,
los maniqueos, de modo que no se niegue que alguna cria­
tura haya sido creada por Dios, y por otra parte, contra los
pelagianos, a fin de que en todas las edades sea reparada la
naturaleza humana perdida.
Los maniqueos reprueban la concupiscencia de la carne
no como un vicio accidental, sino como si fuera desde la eter­
nidad una naturaleza mala; los pelagianos la -alaban como si
no fuera ningún mal, sino antes un bien natural. La fe cató­
lica contradice a unos y a otros, diciendo a los maniqueos:
“No es naturaleza, sino pecado” ; y a los pelagianos: “No
procede del Padre, sino del mundo” , a fin de que los unos
y los otros no estorben que sea curada, como se cura la flaca
salud, dejando los primeros de creerla incurable y ios segun­
dos de ensalzarla.
Los maniqueos niegan que sobrevino al hombre bueno
el principio del mal del libre albedrío; los pelagianos ense­
ñan que aun al hombre malo le basta el libre albedrío para
cumplir los santos mandamientos. La fe católica refuta a
unos y a otros, diciendo a aquéllos: Dios hizo di hombre
reoto; y a éstos: Si el H ijo os diere libertad, seréis real­
m ente libres.
Los maniqueos dicen que el alma es una partícula de
Dios y que es sujeto de pecado a causa de estar mezclada
con una naturaleza mala; los pelagianos afirman que el alma
justa no es partícula, sino criatura de Dios, y que no tiene
pecado ni aun en esta vida corruptible. La fe católica refuta
a unos y a otros, diciendo a los maniqueos: Ufna de dos:
e t fructum eius bonum; aut facite arborem malam, e t fruc­
tum eius m alum *; quod non dicere tur homini, qui naturam
faóere non potest, nisi quia peccatum non natura, sed vitium
est: Pelagianis dicens: Si dixerimus quia peccatum non ha-
b&muSj nos ìpSos seducimus, et vertías in nobis non e s t 5.
His morbis inter se contrariis Manichaei Pelagianique
confligunt, dissimili volúntate, simili vanitate; separati opi­
nione diversa, sed propinqui mente perversa,
3. Iam vero gratiam Christi simul oppugnant, Baptis-
mum eius simul evacuant, camem eius simul exhonorant ;
sed etiam haec modis causisque diversis. Nam Manichaei
meritis naturae bonae, Pelagian! autem mentis voluntatis
bonae, perhibent divinitus subvenire. Eli dicunt: “ Debet hoc
Deus laboribus membronnn suorum” ; isti dicunt: “Debet
hoc Deus virtutibus servorum suorum” . Utrisque ergo mer-
ces non imputatur secundum gratiam, sed secundum de-
bitum 6. ■
Manichaei lavaerum regeneraiionis, id est, aquam ipsam
dicunt esse sùperfluam, nec prodesse aliquid profano corde
contendimi: Pelagiani autem, quod in sacro Baptismate ad
expiánda peccata dieitur, nihil opitulari infantìbus nullum
peccatum habentibus asserunt. Ae per hoc in parvulis bapti-
zaiidis, quantum ad remissionem attinet peccatorum, Mani­
chaei visibile destruunt elementum: Pelagiani autem etiam
invisibile sacramentum. ,
Manichaei camem Ohristi exhonorant, partum Virginis
blasphemando ; Pelagiani autem carnem redimendorum carni
Redemptoris acquando. Propterea quippe natus est Ohristus,
non utique in came peccati, sed in similitudine carnis pec­
ca ti7, quia caeterorum hominum nascitur caro peccati. M§-
nichaei ergo omnem camem penitus detestantes, auferunt
carni Christi perspicuam veritatem: Pelagiani vero nullam
camem peccati nasci asseverantes, auferunt carni Christi
proprìam dignitatem.
4. Desinant itaque Pelagiani Catholicis obiectare quod
non siunt, séd ipsi potius festinent emendare quod sunt: nec
ideo se vellint haberi amabiles, quia odioso Manichaeorum
adversantur errori; sed merito se agnoscant odibiles, quia
suum non aversantur errorem. Possunt enim duo errores
inter se esse contradi, sed ambo sunt detestandi, quia sunt
ambo contrarii ventati. Nam si propterea sunt diligendi Pe-

■■■1 Mt, 12, 35-,


. 5 i Io. X, 8.
6 iRom. 4, 4.
7 Rom. 8, 3.
o haced bueno él árbol y bueno también su fru to, o haced
malo el árbol y malo también su fruto, lo que no se diría ál
hombre, impotente para producir una naturaleza, sino, por­
que el pecado no es naturaleza, sino vicio, Y dice a los pela-
gianos: Si dijéramos que no tenemos pecado, a nosotros
mismos nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
Con estas enfermedades, contraria la una de la otra, lu­
chan entre sí maniqueos y pelagianos; con diferente volun­
tad y con igual vanidad; distanciados los unos de los otros
por una opinión diversa, aproximados por la misma mente
perversa.
3. Ahora bien, unos y otros combaten igualmente la
gracia de Cristo, hacen inútil su bautismo, deshonran su
carne; pero siguen en esto diferente camino y se inspiran
en motivos también diferentes. Pues los maniqueos dicen
que Dios ayuda los méritos de la naturaleza buena, y los
pelagianos enseñan que Dios ayuda los méritos dé la volun­
tad buena. Dicen aquéllos: “ Dios debe esto a los trabajos
de sus miembros” . Dicen éstos: “Dios debe esto a las virtu­
des de sus siervos” . A unos y a otros no se les da la recom­
pensa como gracia, sino como deuda.
Los maniqueos dicen que el baño de regeneración, es de­
cir, la misma agua, es superflua, y osan decir sacrilega­
mente que dé nada sirve; los pelagianos afirman que lo qué
se dice en el santo bautismo para perdonar los pecados no
es de provecho a los párvulos, puesto que no tienen ningún
pecado. De aquí es que, tratándose de la remisión de los
pecados en el bautismo de los párvulos, los maniqueos des­
truyen el elemento visible; los pelagianos, aun el sacramento
invisible.
Los maniqueos deshonran la carne de Cristo blasfemando
del parto de la Virgen; los pelagianos deshonran la carne
de los que han de ser redimidos equiparándola a la carne del
Redentor. Pues por esto nació Cristo, no en carne de pecado,
sino en semejanza de carne de pecado, porque en los demás
hombres nace carne de pecado. Los maniqueos, pues, abomi­
nan en absoluto de toda carne, quitan a la carne de Cristo
su visible verdad; los pelagianos, afirmando que no nace
ninguna carne de pecado, quitan a la carne de Cristo su pecu:
liar dignidad.
4. .Dejen, por tanto, los pelagianos de echar en rostro
a los católicos lo que no son, sino dense más bien prisa en
corregir lo que ellos son, y abandonen ese empeño de pare­
cer simpáticos porque se oponen al odioso error de los ma­
niqueos, y reconozcan que ellos mismos se hacen con razón
odiosos, porque no aborrecen su propio error. Porque pue­
den dos errores ser contrarios el uno del otro, pero entram­
bos han de aborrecerse por ser los dos opuestos a la verdad.
lagiani, quia oderunt Manichaeos; diligendi sunt et Mani-
chaei, quia oderunt Peiagianoe. Sed absit ut Catholica mater
propter alterorum odium, alteros eligat amare: cum monente
atque adiuvante; Domino debeat utrosque vitare, et cupiat
utrosque sanare.

CAPUT III
O a l u m n ia e P e l a g ia n o r u m a d v e r s u s R o m a n a e E c c l e s ia e
CLERICOS

5. Qui etiam Romanos olericos arguunt, scribent&s, eos


iussionis terrore perculsos non erubuissè praevarìcationis
crìmen admittere, ut contra priorem sententiam suam, qua
gestis catholico dogmati adfwerant, postea pronuntiarent ma-
lam hominum esse naturata.
Imo vero Pelagiani spe falsa putaverant, novum et exse-
crabile dogma Pelàgianum vel Caelestianum persuadere quo-
rumdam Romanorum catholicis mentibus posse; quando illa
ingenia, quamvis nefando errore perversa, non tamen con-
temptibilia, cum studiose corrigenda potius, quam facile dam-
nanda vìderentur, aliquanto lenius, quam severior postulabat
.Ecclesia* disciplina, tractata sunt. Tot enim et tantis inter
Apostolicam Sedem et Aifros episcopi» currentìbus et recur-
rentibus scriptis ecclesiasticis, etiam gestis de hac causa apud
illam Sedem Oaelestio praesente et respondente confectis;
quaenam tandem epistola veneranda* memoriae Papae Zosi-
mi, quae interlocutio reperitur, ubi praeceperit credi oportere,
sine ullo vitio peccati originalis hominem nasci? Nusquam
prorsus hoc dixit, nusquam omnino conscripsit. Sed cum hoc
Oaelestiùs in suo libello posuisset, inter illa duntaxat de qui-
bus se adhuc dubitare et instrui velie confessus est, in homine
acerrimi ingemi, qui profecto sì corrigeretur phirimis pro-
fuìsset, voluntas emendationis, non falsitas dogmatis appro-
bata est. E t propterea libellus eius catholicus dictus est, quia
et hoc catholicae mentis est, si qua forte aliter sapit, quam
veritas exigit, non ea certissime definere, sed détecta ac
démonstrata respuere. Non enim haereticis, sed catholicis
Ajpostolus loquebatur, ubi ait: Quotquot ergo perfecti hoc
sapiarnus; et si quid aliter sajntis, id quoque Deus vobis
reveJabit*. .

Phil. 3, 15.
Porque, si hubiesen de ser amados los pelagianos porque
odian a los maniqueos, deberían ser amados los maniqueos
porque aborrecen a los pelagianos. Lejos de nosotros el pen­
sar que nuestra madre la Iglesia, por aborrecer a los irnos,
haya de amar a los otros, siendo así que, siguiendo el man­
damiento del Señor y con su ayuda, debe huir de unos y
otros y a unos y a otros sanar.

CAPÍTULO III

LOS PELAGIANOS CALUMNIAN A LOS CLÉRIGOS ROMANOS

5. Llegan a reprender a los clérigos romanos, escri­


biendo que, aterrorizados con una orden, se atrevieron a pre­
varicar, de suerte que, en contra de su primera sentencia,
por Ja cual habían asentido con los hechos oí dogma cató­
lico, sentenciaron después que la naturaleza humana era
mala.
Muy al contrario. Lo que ocurrió es que los pelagianos
se habían prometido vanamente que podrían persuadir el
nuevo y execrable error pelagiano o celestiano a algunos
católicos romanos cuando aquellos ingenios, no despreciar-
bles, pero pervertidos por un error nefando, fueron tratados
con más lenidad de lo que pedía la severa disciplina de la
Iglesia, pareciendo que.debían ser prudentemente corregidos
más bien que condenados con ligereza. Pues habiéndose cru­
zado tantos y tan importantes escritos eclesiásticos entre
la Sede Apostólica y los obispos de Africa, y habiéndose ce­
lebrado ante la Sede Apostólica un juicio para tratar de este
asunto, hallándose presente y contestando Celestio, ¿qué
epístola existe del papa, de veneranda memoria, Zósimo, qué
frase suya donde diga que es necesario creer que el hombre
nace sin ninguna mancha de pecado original ? Jamás en parte
alguna dijo esto, jamás escribió esto, sino que, habiendo con­
signado Oelestio este punto entre aquellas únicas cosas acer­
ca de las cuales confesó que tenía sus dudas ¿r quería ser'
instruido, recibió aprobación el deseo de la enmienda, no la
falsedad del error, de un hombre de ingenio agudísimo que,
caso de corregirse, podría hacer bien a muchos. Y por esta
razón se dijo que su libro era católico, porque propio es del
católico, si sigue una doctrina discordante de la verdad, no
dogmatizar con aplomo, sino, descubierto y demostrado el
error, desecharlo. Que no trataba el Apóstol con herejes,
sino con católicos, al decir: Cuantos, pues, somos perfectos,
tengamos estos sentim ientos; y ai sobre algo sentís de dife­
rente manera, también sobre esto Dios os Üustrará.
Hoc in ilio factum esse putabatur, quando se litteris bea­
ta« memoriae Papae Innocentii, quibus ds hac re dubitatio
tota sublata est, consentire respondit. Et hoc ut plenius
et manifestius in ilio fieret, exspectabatur, venturis ex À fri­
ca litteris, in qua provincia eius aliquanto calliditas eviden-
tius innòtuerat. Quae Romam litterae posteaquam venerunt,
id continentes, non sufficere hominibus tardioribus et solli-
citioribus, quod se generaliter Innocentii episcopi litteris
consentire fatebatur; sed aperte eum debere anathematizare
quae in suo libello prava posuerat ; ne si id non fecisset, multi
parum infcelligentes magis in libello eius illa fidei venena a
Sede Apostolica crederent approbata, propterea quod ab illa
dictum erat, eum libellum esse catholicum, quam emendata,
propter illud quod se Papae Innocentii litteris consentire
ipse responderat: tunc ergo cum eius praesentia posceretur,
ut certis ac dilucidisi responsionibus, vel astutia hominis vel
correctio dilucesceret, et nulli ambigua remaneret, se sub-
traxit et negavit examini. Nec differendum iam fuerat, sicut
factum est, quod aliis prodesset, si nimium perversorum
pertinaciae dementiaeque non posset. Sed si, quod absit, ita
time fuisset de Caelestio yel Pelagio in Romana Ecclesia
iudicatum, ut illa eorum dogmata, quae in ipsis et cum ip3is
Papa Innocentius damnaverat, approbanda et tenenda pro-
nuntiarent, ex hoc potius esset praevaricationis nota Romanis
clericis inurenda. Nunc vero cum primitus beatissimi Papae
Innocentii litterae episcoporum litteris repondentis Afrorum,
pariter hunc errorem, quem conantur isti persuadere, dam-
naverint : successor quoque eius sanctus Papa Zos;mus hoc
tenendum esse, quod isti de parvulis sentiunt, nunquam dixe-
rit, nunquam scripserit ; insuper etiam Caelestium se purga­
re molientem ad consentiendum supra dictis Sedis Aposto­
li cae litteris crebra interlocutions constrinxerit : profecto
quidquid interea lenius actum est cum Caelestio; servata
duntaxat antiquissimae fidei fìrmitate, correctionis fuit cle­
mentissima suasio, non approbatìo eixitiosissima pravitatis.
Et quod ab eodem sacerdote postea Caelestìus et Pelagius re-
petita auctoritate damnati sunt, paululum intermissae, iam
necessario proferendae ratio severitatis fuit, non praevari-
catio prius cognitae vel nova cognitio veritatis.
Creyóse que éste era el caso de Celestio cuando dijo que
aceptaba la autoridad de las epístolas del papa Inocencio, de
feliz memoria, por las que se quitó toda duda en esta mate­
ria. Y se creía que esto sucedería de manera más cabal y
evidente al recibirse las cartas que se esperaban de Africa,
donde era mejor conocida su astucia. Después que se reci­
bieron en Roma estas cartas, que decían no bastaba ni a
los simples ni a los prudentes con que Celestio confesara de
una manera general la autoridad de las epístolas del obispo
Inocencio, sino que debía anatematizar expresamente los
errores contenidos en su libro, no fuera que, si esto no se
hacía, muchas gentes sencillas vinieran a creer que la Sede
Apostólica había aprobado— puesto que había dicho que
aquél libro era católico— , más bien que corregido, el veneno
de la fe católica del mismo libro, ya que él había respondido
que estaba de acuerdo con lo que dedan las epístolas dá
papa Inocencio, entonces, digo, al ser requerida su presencia
a fin de poner en claro con respuestas categóricas e intergi:
versables su astucia o su eminencia, Celestio huyó y no sé
presentó al examen. Ya no se podía esperar más, cómo se
había esperado antes, a que hiciera bien a muchos no siendo
poderoso auxiliar de la pertinacia y locura de los perversos!
Mas si, lo que no cabe pensar, en el juicio de Celestio y Pe-
lagio se hubiese resuelto en la Iglesia romana que se debían
aprobar y creer aquellos mismos errores de Celestio y Pelagio
que el papa Inocencio había condenado, condenando al mis­
mo tiempo a éstos, entonces es cuando con razón se podría
acusar de prevaricación a los clérigos romanos. Mas ahora,
después que las epístolas del beatísimo papa Inocencio, en
que respondía a las de los obispos africanos,, condenaron el
error que éstos tratan de persuadir, y teniendo en cuenta
que su sucesor, el santo papa Zósimo, jamás dijo ni escribió
lo que éstos enseñan acerca de los párvulos, y que con repe­
tidas preguntas compelió a Celestio, que trataba de since­
rarse, a aceptar la autoridad de las epístolas arriba dichas
de la Sede Apostólica; si hubo alguna lenidad en el modo
de tratar a Celestio, tal lenidad fué, a salvo siempre los prin­
cipios de una fe antiquísima y firmísima, una exhortación
benignísima a la enmienda, no la aprobación perniciosísima
de la maldad. Y el ser después condenados de nuevo Celestio
y Pelagio por el mismo sacerdote fué usar del rigor nece­
sario, antes aplazado por algún tiempo, no prevaricar ni
conocer entonces la verdad.
CAPUT IV

I dem tr a c ta tu r argumenttjm

6, Sed quid opus est nos de hac re loquendo diutius im-


morari, cum exstent hic atque inde gesta et scripta directs,
ubi possint cuncta illa, quemadmodum acta sint, vel cognosci
vel recognosci? Interrogationibus enim sancii praecessoris
tui, et Caelestii responsionibus quibus se beati Papae Inno­
centii litteris consentire professus est, quis non videat qucm-
admodum sit Caelestius colligatus, et vinculo saluberrimo
obstrictus, ne ulterius defendere auderet in Baptismate par-
vulorum non dimitti originale peccatiun? Venerabilis quippe
Innocentii episcopi de hac re ista sunt verba ad_ Carthagi-
nense concilium: Liberum enim, inquit, arbitrium olim Me
perpessus, dum suis inconsultius utitur bonis, cadens in prae-
varicatioms profunda demersus, nihil quemadmodum exinde
aurgere posset invenìt: suaque in aeternum lìbertate deceptus,
huius ruinae iacuisset oppressa &, nisi eum post Chriati pro
sua gratia liberasset adventus, qui per novae regentrationis
purificationem omne praeteritum vitium sui Baptismatis la­
vacro pu rgavit9. Quid ista Sedis Apostolica« sententia cla-
rius atque manifestius? Huic se Caelestius consentire pro­
fessus. est, quando cum illi a sancto praecessore tuo dictum
esset: Ma omnia damnas quae iactata sunt de nomine tuo?,
ipse respondit : Damnó secundum sententiam beatae memo­
riae praecessoris tui Innocentii.
Inter caetera autem quae de nomine eius iactata fuerant,
diacorius daelestio Paulinus obiecerat, quod diceret, pecca-
tum Adae ipsi soli obfuisse, et non generi humano; et quod
infantes nwper nati, in co essent statu, in quo Adam fuit ante
peccatum. Proinde si obiecta Paulini, secundum sententiam
beati Papae Innocentii veraci corde atque ore damnavit; quid
ei remaneret deinceps unde contenderei, nullum esse ex prae-
terita primi hominis transgressione in parvulis vitium, quod
per novae regenerationis purificationem sacro Baptismate
purgaretur? Sed illud se respondisse fallaciter novissimo exitu
ostendit, cum se subtraxit examini, ne secundum Africana
rescripts ipsa omnino de hac quaestione verba commemorare
et anathematizare, quae in libello suo posuit, cogeretur.
7. Quid illud quod idem Papa de hac ipsa causa etiam
Numidiae rescripsit cpiscopis, quia de utroque concilio, et de*

* I n n o c ., E p i s t . 181, n. 7, apud August.


» Cf. I nnoc., E p i s t . 181, u. 7, apud August.
CAPÍTULO IV
T rá ta se del m ism o asunto

6. Pero ¿ a qué entretenernos más hablando de esto,


cuando tenemos las actas y escritos cursadas de una y otra
parte, por los que se puede conocer o reconocer cómo ocu­
rrieron todas estas cosas? Porque ¿quién no ve que Celestio
está atado y sujeto con muy saludables ataduras por las
preguntas de tu santo predecesor y por sus propias res­
puestas, en las que dijo aceptaba la autoridad de las epís­
tolas del bienaventurado papa Inocencio, para no osar de­
fender en adelante que en el bautismo de los párvulos no se
perdona el pecado original? Porque éste es el tenor de las
palabras del venerable obispo Inocencio escritas al concilio
de Cartago: Habiendo él usado un día, dice, de su libre albe­
drío, al .usar imprudentemente de sus bienes, cayendo sepul­
tado en él abismo de la prevaricación, no halló modo de salir
de allí; y, privado para siempre de su libertad, hubiera per­
manecido oprimido por esta ruina si después no le hubiera
librado la venida de Cristo, el cual, mediante la purificación
de la nueva regeneración, lavó toda la culpa pasada con el
baño d i bautismo. ¿Hay cosa más clara y evidente que esta
sentencia de la Sede Apostólica? Celestio confesó que ad­
mitía esto cuando, habiéndosele intimado por tu predecesor:
¿Condenas cuanto se dice amparado con tu nom bre?, respon­
dió: Lo condeno de conformidad con la sentencia de tu pre­
decesor, de santa memoria, Inocencio.
Entre otras cosas que se habían divulgado con su nom­
bre, el diácono Paulino había acusado a Celestio de decir
que el pecado de Adán le había perjudicado sólo a él y no
al género humano, y qu° los párvulos recién nacidos tenían
el mismo estado que había tenido Adán, antes de pecar. Por
tanto, si había condenado lo objetado por Paulino de cora­
zón y de palabra, ¿cóm o podría defender después que no
hay en los párvulos, como consecuencia de la transgresión
del primer hombre, ningún pecado que se perdone en el santo
bautismo por la purificación de la nueva regeneración? Pero
descubrió al fin que sus respuestas habían sido falaces al
negarse a nuevo examen para no verse obligado a recordar
y condenar, a tenor de los escritos africanos, las mismísi­
mas palabras que, tratando de esta cuestión, había escrito
en su libro.
7. Pues y lo que el mismo papa escribió, de conformidad
con la sentencia del bienaventurado papa Inocencio,, a los
obispos de la Numidia, porque de ambos concilios, a saber,
— - ■

Carthaginensi scilicet et de Milevitano scripta suseeperat,


nonne apertissime de parvulis loquitur ? Haec enim eius ver­
ba sunt: lllud viro, quod eos vestra Fraternitas asserit prae­
dicare, párvulos aeternae vitae praemiis etiam sine Baptis-
matis gratia posse donavi, perfatuum est. N isi enim mandu-,
caverint camem Filii hominis, e t biberint sanguinem eius,
non habebunt vitam in sem etipsis 10. Qui autem hanc eis sine
regenerations defendant, videntur mihi ipsum Baptismum
velie cassare, cum praedicant hos habere, quod in eos cre-
dimus nonnisi Baptismate conferendum u . Quid ad haec dicit
ingratos, cui Sedes Apostolica iam sua professione quasi cor­
recto benignissima leni tate pepercerat? Quid ad haec dicit?
utrum post huius vitae fìnem parvuli, etiamsi dum vivunt
non baptizentur in Christo, in vita aeterna erunt, an non
erunt? Si dixerit: Erunt; quomodo ergo quae de nomine
eius iactata sunt, secundum sententiam beatae memoriae In-
nocentii se damnasse respondit ? Ecce beatae memoriae Inno-
centius Papa sine Baptismo Christi, et sine participations
corporis et sanguinis Christi vitam non habere párvulos di­
cit. Si dixerit: Non erunt; quomodo ergo non accipientes
aetern'am vitam, utique consequenter aetema morte damnan-
tur, si nullum trahunt originale peccatum?
8. Quid ad haec dicunt isti, qui suas calumniosas im-
pietiates audent etiam seri bere, audent et orientalibus epi-
scopis mattere ? Tenetur Oaelestius littèris venerabilis Inno-
centii praebuisse consensuar! : leguntur ipsi memorati antis-
titis litterae, scribentis non baptizatos vitam párvulos habere
non posse. Quis autem negavit id esse consequens ut mortem
habeant, qui non habent vitam ? Unde ergo in infantibus ista
miserabilis poena, si nulla originalis est culpa? Quomodo
igitur ab istis fidei desertoribus et oppugnatoribus gratiae,
Romani clerici praevaricationis arguuntur sub episcopo Zo-
simo, quasi aliud senserint in damnatione posteriore Caeles-
tii et Pelagii, quam quod sub Innocentio in priore senserunt?
Quia utique cum littèris venerabilis Innocentii de parvu­
lis, nisi baptizarentur in Christo, in aetema morte mansuris,
catholicae fidei clareret antiquitas; profecto Eoolesiae Ro-
manae praevaricator potius esset, quicumque ab illa senten-
tia deviasiset: quod Deo propitio, quoniam factum non est,
sed ipsa constanter reperita Cáeles rii et Pelagii damnatione
servata est; intelligant se isti esse unde alios criminantur,
et aliquando a praevaricatione fidei sanentur. Malam quippe
hominum esse naturam, non dicit catholica fides, in quantum*1

lo- 6, 54-
11 I nnoc ., E p i s t . 182, n. 5, mter Angustimanas.
del de Cartago y del de Milevi, babia recibido escritos, ¿no
habla clarísimamente de los párvulos? He aquí sus pala­
bras : Lo que vuestra fraternidad dice que ellos predican, que
Jos párvulos pueden recibir el premio de la vida eterna aun
sin la gracia del bautismo, es una gran necedad. Porque, si
no comieren la carne del H ijo del hombre y bebieren su san­
gre, no tendrán vida en sí mismos. Paréceme que los que
les conceden esta vida sin la regeneración, tratan de anular
el mismo bautismo al enseñar que ellos tienen lo que nos­
otros creemos que no se les ha de dar sino por medio del
bautismo. ¿Qué dice a esto ese ingrato a quien, como si es­
tuviese enmendado con su confesión, perdonó con benigní­
sima lenidad la Sede Apostólica? ¿Qué responde a esto?
¿Tendrán o no tendrán los párvulos después de esta vida la
eterna aunque en su vida , mortal no. sean bautizados en
Cristo? Si contesta que sí, ¿cóm o respondió que, de confor­
midad con la sentencia de Inocencio, de santa memoria, con­
denaba las doctrinas divulgadas con su nombre? Pues he
aquí que el papa Inocencio, de santa memoria, dice que, sin
el bautismo y sin la participación del cuerpo y de la sangre
de Cristo, los párvulos no tienen vida. Si contesta que no,
¿cómo es, pues, que, al no alcanzar la vida eterna, serán,
por consiguiente, condenados a muerte eterna, si no heredan
ningún pecado original?
8. ¿Qué responden a esto los que sé atreven a escribir
y enviar a los obispos orientales sus calumniosas impieda­
des? Consta que Celestio prestó su asentimiento a lo escrito
en las epístolas del venerable Inocencio; andan an manos de
todos las epístolas de dicho prelado en que escribe que los
párvulos no pueden tener vida. ¿ Quién negará que de aquí 3e
sigue que tienen muerte los que no tienen vida? ¿ Y de dónde
les viene a los párvulos esto triste pena, s! no existe la culpa
original? ¿Cómo, pues, estos desertores de la fe y adversa­
rios de la gracia acusan de prevaricación a los clérigos ro­
manos, dando a entender que en la condenación posterior de
Celestio y Felagio sintieron diferentemente de lo que habían
sentido en la primera condenación, en el pontificado de Ino­
cencio?
Habiéndose hecho evidente la antigüedad de la fe cató­
lica por las cartas del venerable Inocencio sobre que los pár­
vulos, si no fueren bautizados en Cristo, permanecerán su­
jetos a eterna muerte, sin duda será traidor a la Iglesia
romana quien se aparte de esta sentencia; y no habiendo
sucedido esto, gracias a Dios, sino que se ha guardado con
la reiterada y constante condenación de Celestio y Pelagio,
entiendan estos tales que ellos son aquello de que acusan
a los demás y cúrense, por fin, de su prevarica.ción contra la
fe. Pues la fe católica no dice que la naturaleza del hombre,
*

homo a Creatore primitus institutus est: neque nimc quod


in ilia Deus creat, cum homines ex hominibus facit, hoc est I
malum eius ; sed quod ex ilio vitio primi hominis trahit. '

CAPUT V
R efellu n tu r P elagianorum calu m n iae de libero arbitrio
ET DE FATO

9. lam nunc illa videnda sunt, quae in Epistola sua no-


bis obiicièntes, breviter posuerunt, quibus haec est nostra
responsio.
Peccato Adae liberum arbitrium de hominum natura pe-
riisse non dicimus: sed ad peccandum valere in hominibu3
subditis diabolo; ad bene autem pieque vivendum non valere,
nisi ipsa voluntas hominis Dei gratia fuerit liberata, et ad
omne bonum actionis, sermonis, cogitationis adiuta.
Nemìnem nisi Dominum Deum dicimus nascentium condi-
torem; nec a diabolo, sed ab ipso nuptias institutas: omnes
tamen sub peccato nasci propter propaginis vitium; et ideo
esse sub diabolo, donee renascantur in Ohristo.
Nec sub nomine gratiae fatum asserimus, quia nullis ho­
minum meritis Dei gratiam dicimus antecedi. Si autem qui-
busdam omnipobentis Dei voluntatem placet fati nomine- nun-
cupare ; profanas quidem verborum novitates evitamus*12, sed
de verbis contendere non amamus.
10. Unde autem hoc eis visum fuerit nobis obiicere, quod
fatum asseramus sub nomine gratiae, cum aliquanto attentius
cogitarem; prius eorum verba quae consequuntur inspexi.
Sic enim hoc nobis obiiciendum putarunt: Sub nomine, iri-
quiunt, gratiae ita fatum asserunt, u t dicant, quia nisi Deus
invito e t reluctanti homini inspiraverit boni, e t ipsius imper-
fecti, cupiditatem, nec a malo declinare, nec bonum possit
am pere. Deinde aliquanto post, ubi ipsi quae defendant,
commemorant, quid de hac re ab eis diceretur, attendi. Bap~
tisma, inquiunt, omnibus necessarium esse aetatibus confite-
m ur: gratiam quoque adiuvare uniiiscuiusque bonum propo-
situm, non tamen reluctanti studium virtutis im m ittere, quia
personarum acceptio non est apud Deum 13. E x his eorum
verbis intellexi, ob hoc illos vel putare vel putari velie, fatum
nos asserere sub nomine gratiae, quia gratia Dei non secun-

12 i Tim. 6, 20.
12 Col. 3, 25.
tal como en el principio fué creado el hombre, sea mala,
ni que lo que Dios crea ahora en ella, cuando procrea hom­
bres de los hombres, sea mal de la naturaleza, sino que es
mal lo que se hereda del pecado dél primer hombre.

CAPITULO V

R espóndese a las calum nias pelagianas respecto del libre


ALBEDRÍO Y DEL HADO

9. Réstanos ahora examinar lo que, resumido en pocas


palabras, nos achacan en su carta; a lo cual damos la si­
guiente respuesta.
Nosotros no decimos que el libre albedrío haya perecido
en la naturaleza humana por el pecado de Adán, sino que
tiene potencia en los hombres sujetos al demonio para pecar;
pero para vivir bien y piadosamente no tiene potencia si la
misma voluntad no fuere liberada por la gracia de Dios y
auxiliada en toda obra buena de acción, de palabra y de pen­
samiento.
Decimos que nadie sino Dios es el creador de los que
nacen, y que el matrimonio no ha sido instituido por el
demonio, sino por Dios; que todos, sin embargo, nacen en
pecado a causa del pecado heredado, y que, por tanto, están
sujetos al demonio hasta que renazcan en Cristo.
Ni admitimos el hado con el nombre de gracia al enseñar
que la gracia de Dios no es precedida de ninguna clase de
méritos de los hombres. Si algunos gustan de designar con
el nombre de hado la voluntad de Dios omnipotente, por
nuestra parte damos de mano a las profanas palabrerías,
pero no nos gusta disputar sobre las palabras.
10. Al pensar con alguna mayor atención cómo se les
ha ocurrido objetamos que admitimos el hado con el nom­
bre de gracia, me puse a examinar las palabras que siguen.
De tal manera, dicen, admiten el hado con el nombre de gra­
d a, que llegan a decir que, si Dios no inspira al hombre
contra su noluntad y repugnándolo éste el deseo del bien,
aun im perfecto, ni puede evitar el mal ni practicar él bien.
Y un poco más adelante, en el pasaje en que exponen su
propia doctrina, reparé en lo que acerca de esto enseñan.
Confesamos, dicen, que el bautismo es necesario en todas
las edades, y que ¿a gracia ayuda el buen propósito de todos
los hombres, pero que di hombre que resiste no da él deseo
de la virtud, porque en Dios no hay aceptación de personas.
Por estas sus palabras comprendí que ellos creían o querían
hacer creer que nosotros admitimos el hado con el nombre
dum merita nostra dicimus dari, sed secundum ipsius miseri- / ;
cordiosissimam voluntatem, qui dixit: Misereor cui misertua /
ero, et misericordiam prm stubo cui m isericors fuero. Ubi /
consequenter adiunctum est : Igitur non vólentis, neque cur- '
rentis} sed m iserentis est D e i14. Posset etiam hinc quispiam
similiter stultus fati assertorem Apostolum putare vel dicere.
Verum hie se isti satis aperiunt. Cum enim propterea no­
bis calumniantur, dicentes nos fatum gratiae nomine assere-
re, quia non secundum merita nostra dari dicimus Dei gra-
tiam; procul dubio confitentur quod ipsi earn secundum nos­
tra merita dari dicunt: ita caecitas eorum occultare ac dissi­
mulare non potuit, hoc se sapere atque sentire, quod sibi
obiectum Pelagius in episcopali iudicio Palaestino subdolo
timore damnavit. Obiectum quippe illi est ex verbis quidem
discipuli sui Caelestii, quod etiam ipse diceret, gratiam Dei
secundum, merita nostra dari. Quod ille detestans, vel quasi
detestane, ore duntaxat amathematizare non distulit : sed sic-
uit eius libri posteriores indicant, et istorum seotatorum eius
nuda assertio, fleto corde servavit, donee postea, quod tunc
metu texerat negantis astutia, etiam in litteras proferret
audacia. Et adhuc non reformidant, nec saltern verecundan-
txir episcopi Pelagiani litteras suas catholicis orientalibus
episcopis mittere, quibus nos assertores fati es3e criminan-
tur, quia non dicimus gratiam Dei secundum merita nostra
dari, quod Pelagius episcopos orientales metuens, et dicere
non ausus, et damnare compulsus est.

CAPUT VI

Fati c r im in a t io retorquetur in a d v e r s a r io s

. 11. Itane vero, filli superbiae, inimici gratiae Dei, o novi


haeretici Pelagiani, quisquis dicit, gratia Dei omnia hominis
bona merita praeveniri, nec gratiam Dei meritis dari, ne non
sit gratia, si non gratis datur, sed debita merentibus redditur;
fatum vobis videtur asserere? Nonne etiam vos ipsi qualibet
intentione necessarium Baptismum omnibus aetatibus dici-
tis? Nonne in hac ipsa E|pistola vestra, istam de Baptismo1 4
14 Rom. 9, 15-16. •
de gracia, porque decimos que la gracia de Dios no se da
según nuestros méritos, sino según la voluntad misericor­
diosísima del que dijo: Me compadeceré de quien me compa­
dezca y me apiadaré de quien me apiade. Donde consiguien­
temente se añadió: A sí, pues, no está en que uno quiera ni
en que uno corra, sino en que se compadezca Dios. Fundado
en este pasaje, podría también algún otro necio pensar o
decir que el Apóstol defiende el hado.
Pero la verdad es que estos tales disimulan muy mal su
intención. Porque al calumniamos diciendo que admitimos
el hado con el nombre de gracia, porque decimos que la
gracia de Dios no se da según nuestros méritos, sin duda
confiesan que enseñan que se da según nuestros méritos;
de esta manera su ceguera no pudo ocultar y disimular que
ellos sienten aquello de que se acusó a Pelagio en el juicio
episcopal de Palestina, y que él por temor condenó fingida­
mente. Porque se le acusó, citándose las palabras de su dis­
cípulo Celestio, de que enseñaba que la gracia se da según
nuestros méritos. El, abominando o haciendo como que abo­
minaba esta doctrina, se apresuró a anatematizar esta doc­
trina sólo con los labios; pero, como se ve por los libros que
después escribió y se evidencia por la afirmación de estos
sus secuaces, la guardó falazmente en su corazón hasta que
después lo que la astucia había encubierto por temor lo pro­
clamó la audacia por escrito. Y después de esto no temen,
o, al menos, no sienten vergüenza, los obispos pelagianos
de enviar sus cartas a los obispos orientales recriminándo­
nos ser defensores del hado porque no decimos que la gracia
de Dios se da según nuestros méritos, que es lo que Pelagio,
por temor de los obispos orientales, no se atrevió a afirmar
y se vió forzado a condenar.

CAPÍTULO VI

R etu ércese contra los p e l a g ia n o s el supuesto f a t a l is m o


DE LOS CATÓLICOS 1

11. Hijos de la soberbia, enemigos de la gracia de Cris­


to, ¡oh nuevos herejes, vosotros los pelagianos!, ¿conque
paréceos a vosotros que defiende el hado quienquiera que
confiesa que todos los buenos méritos del hombre son pre­
cedidos de la gracia de Dios y que la gracia no se da en razón
de los méritos, porque dejaría de ser gracia si no se da gra­
tis, sino como recompensa debida a los méritos? ¿Acaso no
confesáis también vosotros mismos que el bautismo es de
alguna manera necesario en todas las edades? Pues ¿no
sententiam, et de gratia iuxta posuistis ? Cur non vos Baptis-
mus, qui datur infantibus, ipsa vicinitate commonuit, quid
sentire de gratia debeatis? HCaec enim verba sunt vestra:
Baptisma omnibus necessarium esse aetatibus confitem ur:
gratiam quoque adiuvare uniuscuiusque bonum propositum,
non fame« reluctandi studium virtutis im m ittere, quia per-
sonarum acceptio non est apud Deum. In his omnibus verbis
vestris de gratia quod dixistis, interim taceo: de Baptismate
reddite rationem ; eur illud dicatis omnibus esse aetatibus ne­
cessarium, quare sit necessarium parvulis dicite: profecto
quia eis boni aliquid confort, et idem aliquid nee parvum, nec
mediocre, sed magnum eat. Nam etsi eos negatis attrahere
quod in Baptismo remittatur originale peccatum-. tamen ilio
regenerationis lavacro adoptari ex filiis hominum in Dei fi-
lios non negatis; imo etiam praedicatis.
Dicite ergo nobis, quieumque baptizati in Christo parvuli
de corpore exierunt, hoc tarn sublime donum quibus prae-
cedentibus meritis acceperunt ? Si dixeritis, hoc eos parentum
pietate meruisse; respondebitur vobis: Cur aliquando piorum
filiis negatur hoc bonum, et filiis tribuitur impiorum? Non-
nunquam enim de religiosis orta proles in tenera aetate atque
ab utero recentissima praevenitur morte, antequam lavacro
regenerationis abluatur; et infans natus ex inimicis Christi
misericordia Christianorum baptizatur in Christo: plangit
baptizata mater non baptizatum proprium; et ab impudica
expositum, baptizandum casta fetum colligit alienum. Hie cer­
te merita parentum vacant, vacant vobis fiatentibus ipsorum
etiam parvulorum. Scimus enim vos non hoc de anima hu-
mana credere, quod ante corpus terrenum alicubi vixerit, et
aliquid operala sit, vel boni vel mali, unde istaan in carne
differentiam meneretur. Quae igitur causa huic parvulo Bap-
tismum procuravit, illi negavit? An ipsi fatum habent, quia
meritum non habent? aut in his est acceptio a Domino per-
sonarum? Nam utrumque dixistis, prius fatum, acceptionem
postea personarum: ut quoniam utrumque refutandum est,
remaneat quod vultis adversus gratiam introducere meritum.
Rispondete igitur de meritis parvulorum, cur alii baptizati,
alii non baptizati de corporibus exeant, nec parentum meri­
tis vel polleant vel careant tarn exoallenti bono, ut fiant filii
Dei ex hominum filiis, nullis parentum, nullis meritis suis.
habéis declarado en esta misma epístola vuestra opinión
tanto acerca del bautismo como acerca de la gracia? Pues
¿cóm o lo que decís del bautismo que se confiere a los pár­
vulos no os enseñó, estando inmediatamente antes de lo que
decís de la gracia, lo que debíais sentir sobre la gracia?
Porque éstas son vuestras palabras: Confesamos que el bau­
tism o es necesario en todas las edades, y que la gracia ayuda
el buen propósito de todos los hombres, pero que al hombre
que resiste no da él deseo de la virtud, porque en D ios no hay
aceptación de personas. Paso ahora por alto lo que con estas
palabras habéis dicho de la gracia; respondedme por qué
decís que es necesario el bautismo en todas las edades; de­
cid por qué es necesario a los párvulos; sin duda porque
les confiere algún bien, y éste no pequeño ni mediocre, sino
grande. Pues, aunque neguéis que ellos heredan el pecado
original, que se ha de perdonar en el bautismo, pero no ne­
gáis, antes enseñáis, que con ese baño de regeneración los
hijos de los hombres son adoptados como hijos de Dios.
Decidnos, pues: cuantos niños murieron después de ser
bautizados en Cristo, ¿en virtud de qué méritos precedentes
lo recibieron? Si contestáis que lo merecieron por la piedad
de sus padres, se os responderá: ¿Cómo algunas veces se
niega este bien a los hijos de padres piadosos y se otorga
a los hijos de los impíos? Porque ocurre algunas veces que
el hijo nacido de padres religiosos es arrebatado en tierna
edad, y aun apenas nacido, por la muerte, mientras que el
nacido de enemigos de Cristo recibe por la compasión de los
cristianos el bautismo de Cristo; llora la madre bautizada
al hijo no bautizado, al paso que una mujer casta recoge
para bautizar al hijo extraño abandonado por una madre
impúdica. Alquí seguramente no hay méritos de los padres;
no los hay tampoco, como confesáis, de los mismos párvulos.
Porque sabemos que vosotros no tenéis esta creencia acerca
del alma humana, o sea que haya vivido en alguna parte
antes de tener este cuerpo terreno y haya practicado alguna
acción buena o mala por la que se haya hecho acreedora
a este diverso trato en la carne. ¿Qué fué, pues, lo que al­
canzó el bautismo para este niño y se lo negó a aquel otro?
¿Están por ventura sujetos al hado, puesto que no tienen
mérito? ¿O hay aquí en el Señor aceptación de personas?
Porque habéis puesto las dos cosas: primero el hado, des­
pués la aceptación de personas; así que, debiendo rechazarse
entrambas cosas, síguese que admitís el mérito contra la
gracia. Responded, pues, tocante al mérito de los niños, por
qué unos mueren con el bautismo, otros sin bautismo, y
cómo sin méritos de los padres gozan o carecen de tan ex-;
ce lente don, que de hijos de los hombres son hechos hijos*
de Dios sin ningún mérito de los padres, sin ningún mérito
Nempe reticetis; et vos ipsos potius in eo quod nobis obiici-
tis, invenitis. Nam si ubi non est meritum, consequenter esse
dicitis fatum, ét ob hoc in gratia Dei meritimi hominis vultis
intelligi, ne fatum cogamini confiten; ecce vos potius asseri-
tis fatum in Baptismate parvulorum, quorum nullum esse
fatemini meritum. Si autem in baptizandis parvulis, et nul­
lum meritum omnino praecedere, et tamen fatum non esse
conceditis; cur nos quando dicimus gratiam Dei propterea
gratis dari, ne gratia non sit, et non tanquam debitam meritis
praecedentibus reddi, fati assertores esse iactatis? non intel­
ligentes, in iustificandis impiis, sicut propterea merita non
sunt, quia Dei gratia est ; ita propterea non esse fatum, quia
Dei gratia est; ita propterea non esse acceptionem persona-
rum, quia Dei gratia est.
12. Fatum quippe qui affirmant, de siderùm positione
ad tempus quo concipitur quisque vel nascitur, quas constel-
lationes vocant, non solum actus vel eventa, verum etiam
ipsas nostras voluntates pendere contendimi : Dei vero gratia
non solum omnia sidera et omnes cáelos, verum etiam omnes
Angelos supergreditur. Deinde fati assertores et bona et mala
hominum fato tribuunt: Deus autem in malis hominum me­
rita eorum debita retributione, persequitur, bona vero per
indebitam gratiam misericordi volúntate largitur; utrumque
faciens non per stellarum temporale consortium, sed per suae
severitatis et bonitatis aeternum altumque consilium. Neu-
trum ergo pertinere videmus ad fatum.
Hic si respondetis, banc ipsam Dei benevolentiam, qua
non merita sequitur, sed bona indebita gratuita bonitate lar­
gitur, fatum potius esse dicendum: cum hanc Apostolus gra­
tiam vocet, dicens: Gratia salvi facti estis per fidem, e t hoc
non ex vobis, sed Dei donum e s t; non e x operibus, ne forte
quis extoU aturic; nonne attenditis, nonne perspicitis, non a
nobis divinae gratiae nomine fatum asserì, sed a vobis potius
divinam gratiam fati nomine nuncupari?

CAPUT VII

R e FE LLIT CALUMNTAM DE PERSONARUM A C C E PriO N E

13. Itemque, acceptio personarum ibi recte dicitur, ubi


file qui iudicat relinquens causae meritum de qua iudicat, al-

ls Eph. s, 8-g.
propio. Calláis, y es que os reconocéis a vosotros mismos
en lo que nos achacáis a nosotros. Pues si donde no hay
mérito decís que necesariamente hay que admitir el hado,
y queréis que con el nombre de gracia de Dios se entienda
el mérito del hombre para no veros obligados a confesar el
hado, he aquí que más bien sois vosotros los que admitís
el hado en el bautismo de los párvulos, cuyo mérito negáis
en absoluto. Mas si concedéis que, al ser bautizados los pár­
vulos, no precede absolutamente ningún mérito, pero que no
hay hado, ¿por qué publicáis que nosotros admitimos el hado
cuando decimos que la gracia de Dios se da gratuitamente,
precisamente para que no deje de ser gracia y para que no
se dé como debida a nuestros méritos precedentes, no com­
prendiendo que, así como no hay méritos propios en la jus­
tificación de los impíos, porque hay gracia de Dios, así no
hay hado porque hay gracia de Dios, como tampoco hay
aceptación de personas porque hay gracia de Dios?
12. Los que admiten el hado defienden que no solamente
las acciones y sucesos, si que también nuestras voluntades,
dLpenden, al tiempo que algui en es concebido o nace, de la
posición de los astros llamados constelaciones. Aíhora bien,
la gracia de Dios trasciende no sólo todos los astros y todo
el cielo, sino tamibién todos los ángeles. Además, los defen­
sores del hado atribuyen al hado los bienes y males de los
hombres; pero Dios castiga en los males de los hombres la
culpa de los mismos con ©1 deb do castigo y concede, con
misericordiosa voluntad, los bienes por gracia ind.bida,
obrando entrambas cosas no por la temporal agrupación de
las estrellas, sino por los eternos y profundos designios de
su severi dad y de su bondad. Vemos, púas, que ni una cosa
ni otra entra en el concepto de hado.
Si decís ahora que la misma benevolencia de Dios, que no
obra «n atención a los méritos, sino que otorga bienes in­
debidos con graciosa voluntad, haya de llamarse hado, como
el Apóstol la llama- gracia diciendo : Por la gracia habéis
sido salvados mediante la fe, y esto no de vosotros, que de
Dios es el don para que nadie &e gloríe, ¿no os fijáis, no com­
prendéis que no admitimos nosotros el hado con el nombre
de gracia divina, sino qrae sois vosotros los que dais a la
gracia divina el nombre de hado ?

CAPITULO VII
q u e lo s católicos n o po n e n e n D io s aceptación
DE PERSONAS
13. Además, se dice con razón que hay aceptación de
personas cuando el juez, habiendo caso omiso del mérito de
teri contra alte rum suffragati«1, quia invenit aliquid in per­
sona quod honore vel miseratione sit dignum. Si autem quis-
piam duos habeat debitores, et alteri velie t dimittere debitum,
alterimi exigene, cui vult donat, sed meminem fraudati nec
acceptio personarum dicenda est, quando iniquitas nulla est.
Alioquin eis qui parimi intelligunt, pofcest acceptio persona-
rum videri, ubi vineae dominus operariis, qui una hora illic
opus fecerunt, tantum dedit, quantum illis qui pertulerunt
pondus diei et aestus, aequales faciens in mercede, quorum
tam magna distantia fuerat in labore. Sed quid respondit de
hac voluti acceptione personarum adversas patremfamilias
murmuran tibus ? Am ice, inquit, non fa d o tibí iniuriam. Non­
ne ex denario convenisti mecum ? Tolte quod tuum est, et
vade. Volo autem et huic novissimo dare sicut e t Ubi. Annon
licet mihi quod volo facere? An oculus tuus nequam est, quia
ego bonus su m ?ie Nempe hic tota iustitia est: Hoc volo.
Tibi, inquit, reddidi, huic donavi; ñeque ut huic donarem,
tibí aliquid abstuli, aut quod debebam" vel minui vel negavi.
Annon licet mihi facere quod volo? an oculus tuus nequam
est, quia ego bonus sum?
Sicut ergo hic nulla est acceptio personarum; quia sic
alius gratis honoratur, ut alius debito non fraudetur: sic
etiam cum secundum propositum Dei vocatur alius17, alius
non vocatur, vocato datur gratuitum bonum, cuius boni est
vocatio ipsa principium; non vocato redditur malum, quia
omnes rei sunt ex eo quod per unum hominem peccatimi in-
travit in mundum 18. Et in illa quidem operariorum similitu­
dine, ubi unum denarium acceperunt, qui una hora, et qui
duodecies tantum laboraverunt, qui utique secundum rabo­
nes humanas, sed vanas, pro quantitate laboris sui duodecim
denarios accipere debuerunt, utrique in bono coaequati, non
alii liberati, alii damnati sunt: quia et illi qui plus laborave­
runt, et quod sic vocati sunt ut veninent, et quod eie pasti
ut non deficerent, ab ipso patrefamilias habuerunt. Ubi autem
dicitur: E rgo cui vult miseretur, e t quem vult obdurat; qui
fadt, aliud vas in honorem, aliud in contumeliam 19.* bonum
quidem immerito et gratis datur, quia ex eadem massa est
cui non datur, malum vero merito et debitum redditur, quia
in massa perditionis malum malo non male redditur; et ei
cui redditur malum est, quia supplidum eius est; ei vero a
quo redditur, bonum est, quia recte factum eius est. Nec ulla
est acceptio personarum in duobus de'bitoribus aequaliter reis,
si alteri dimittitur, alter exigitur, quod pariter ab utroque
debetur.
14. Sed ut id quod dkimus alicuius exempli manifesta-1 6
16 Mt. so, 9-15.
" Jtom. 8, sS.
’ * Rom . 5, 12
*’ Rom . 9, 18. 21.
la causa, favorece a uno en perjuicio de oteo por considerar
en la persona algo digno de honor o de compasión. Pero, si
uno tiene dos acreedores y quiere perdonar a uno y reclamar
ila deuda al otro ante los tribunales, da a quien quiere, pero
con ninguno es injusto, y no ha de decirse que hay aceptación
de personas cuando no se comete ninguna injusticia. De otra
. manera, a las personas de pocos alcances puede parecer acep­
tación de personas qiuie el Señor de la viña diera a los opera­
rios que sólo trabajaron en ella una hora lo mismo que a los
que soportaron ©1 peso del día y del calor. Pero ¿qué res­
ponde a los que murmuraban contra el amo de casa ? Am igo,
dice, no te hago agravio. ¿N o te concertaste conmigo por un
denario ? Toma lo tugo y vete. Quiero a este último darte lo
mismo que a ti. ¿N o me es perm itido hacer de lo mío lo que
quiero? ¿O ha de ser malo tu ojo porque yo soy bueno? Es
decir, que en esto consiste toda l'a justicia: Esto quiero.
A ti, dice, te he pagado, a éste he dado, y para dar a éste no
te quité a ti nada ni rebajé ni negué la deuda. ¿N o me es per­
mitido hacer lo que quiero? ¿O h ad e ser mato tu ojo porque
yo soy bueno?
Pues así como no hay aquí ninguna aceptación de perso­
nas, porque uno es honrado gratuitamente, de modo que al
otro no se deja de pagar la deuda, así también cuando, según
el designio de Dios, uno es llamado y otro no, al que es lla­
mado se le da un don gratuito, del que es principio la misma
vocación; ol que no es llamado sé le da en castigo el mal,
porque todo® son reos, a causa de que por un hombre entró
el pecado en el mundo. Y en esa parábola de los obreros, (Se­
gún la cual los que trabajaron una hora recibieron un dena­
rio, al igual que los que trabajaron doce, y que, según el dis­
curso humano, pero vario, debieron recibir doce, en propor­
ción con su trabajo, unos y otros fueron igualados en el bien,
sin que fueran unos librados y otros condenados; porque los
que trabajaron más, el haber sido llamados de modo que res­
pondiesen al llamamiento y el haber sido mantenidos de modo
qué no desfalleciesen, del padre de familias lo recibieron. Mas
cuando se dice: A sí, pues, de quien quiere se compadece, y
a quien quiere endurece; que hace un vaiso para honor y otro
para vileza; el bien se concede sin mérito y gratuitamente,
por cuanto procede dfe la misma masa aquel a quien no se da;
mas el mal se da merecidamente y por ser debido, porque
dentro de la masa de perdición no se paga injustamente con
el mal al malo, y para aquel a guíen se paga es un mal, porque
es su suplido; mas para aquel qué paga es un bien, porque
es una obra suya justa. Y no hay aceptadón de personas,
tratándose de dos acreedores igualmente reos, si a uno se
perdona y a otro se exige lo que entrambos deben.
14. Mas, para que se vea claro con un ejemplo lo que
tiohe clarescat, constituamus aliquos ab aliqua meretrice ge-
minos editos, atque ut ab aliis colligerentur expositos : horum
sine Baptismo exspiravit imus, alius baptizatus. Quod id fa-
turn f ortunamve fuisse dicamus, quae omnino nulla sunt ?
Quam personarum acceptionem, cum apud Detim nulla esset
etiam si in istis ulla esse potuisset : qui utique nihil habebant,
unde alter alteri praeferretur, meritaque nulla propria, sive
bona, quibus mereretur alius baptizari; sive mala, quibus
alius sine Baptismate m ori? An aliqua parentum fuerunt,
ubi fornicator pater, meretrix mater? Sed qualiacumque ilia
fuerint, non utique istis tarn diversa conditione morientibus
ulla diversa, sed utrique communìa. Si ergo nec fatimi, quia
nullae stellae ista decemunt; nec fortuna, quia non fortuiti
casus haec agimt; nec personarum, nec meritorum diversitas
hoc fecerunt: quid restat, quantum ad baptizatum adtinet,
nisi gratia Dei quae vasis factis in honorem gratis datur;
. quantum autem ad non baptizatum, ira Dei, quae vasis factis
in contumeliam pro ipsius massa» meritis redditur?
Sed in ilio qui baptizatus est, gratiam Dei vos confiteri
cogimus, et meri turn eius nullum praecessisse convincimus:
de ilio autem sine Baptismate mortuo, cur ei defuerit Sacra-
mentum, quod et vos fatemini omnibus aetatibus neoessarium,
et quid isto modo in eo fuerit vindicatum, vos videritis qui
non vultis esse originate delictiun.
15. Nobis in duobus istis geminis imam procul dubio ha-
bentibus causarti, difficultatem quaestionis cur alius sic, alius
vero sic mortuus est, velut non.solvendo solvit Apostolus:
qui cum et ipse de duobus geminis tale aliquid proposuisset,
propter quod non ex operibus, quia nondum operati fuerant
aliquid boni vel mali, sed ex vocante dictum est: Maior ser­
visi m inori; et, Iacob dilexi, Esau autem odio habuì: et huius
profunditatis horrorem usque ad hoc perduxisset, ut diceret :
E rgo cuius vult miseretur, et quern vult obdurat; sensit
continuo quid moveret, et sibi verba eontradicentià, quae
apostolica auctoritate coerceret, opposuit. A it enim : Dicis
itaque m ihi: Quid adhuc conqueritur? nam voluntati eius
quis resista ? Responditque ista dicenti: O homo, tu quis es
qui respondeas D eo? Numquid dicit figm entum ei qui se
finxit, Qvare sic me fecisti? Annon habet potestatem figulus
luti ex eadem massa facere aliud quidem vas in honorem,
aliud in contumeliam? Delude secutus, tam. magnum abdi-
tumque secretum, quantum aperiendum esse hominibus iudi-
decimos, supongamos el caso de dos mellizos dados a luz por
alguna meretriz y abandonados para que otros los recojan;
uno murió sin bautismo; el otro, bautizado. ¿ Qué hado o
fortuna diremos que hubo m este tal caso, si no existen en
absoluta tales cosas? ¿Qué aceptación de personas, no exis­
tiendo ninguna aceptación en Dios, aunque hubiese podido
haber alguna en el caso día estos dos, los cuales nada tenían
por donde el uno fuese preferido al otro, ni méritos propios
por los que uno mereciese ser bautizado, ni méritos malos
por los que el otro mereciese morir sin bautismo ? ¿ Existie­
ron acaso los méritos de los padres, habiendo sido forni­
cador el padre y meretriz la madre ? Pero, cualesquiera que
fuesen esos méritos, no fu:ron diversos en éstos, que tienen
ten diversa muerte, sino idénticos en ambos. Pues si no se
debe esto al hado, porque no hay estrellas que tal decreten;
ni a la fortuna, porque los casos fortuitos no son causa de
estas cosas; ni a la diversidad de personas ni de méritos,
¿qué ¡nos queda en el’ caso del bautizado sino la gracia de
Dios, que se da gratuitamente a los vasos hechos para ho­
nor, y en el caso del no bautizado la ira de Dios, con que sé
castigan los méritos de la masa éin los vasos hechos para usos
vites ?
Nosotros os forzamos a confesar la gracia de Dios en el
que fué bautizado y os probamos que no precedió ningún
mérito suyo ; y en cuanto 'al que murió sin bautismo, allá
veréis vosotros, que no admitís el pecado original, por qué
no recibió el sacramento que confesáis ser necesario en to­
das las edades y qué es lo que de esa manera se castiga en él.
15. La dificultad de por qué uno de esos mellizos murió
de una manera y el otro de otra, siendo la misma la condi­
ción de entrambos, nos la resuelve, como si no intentara re­
solverla, el Apóstol; porque, habiéndose propuesto una di­
ficultad parecida en el caso d® dos gemelos, como no se dijo
en virtud de las obras, pues aun no habían practicado nin­
guna obra buena ni mala, riño por gracia del que llama: El
m ayor servirá al menor, y también: Am é a Jacob y odié a
E saú; y habiendo revelado el horror de este abismo hasta
diaeir: De quien quiere se compadece, y endurece a quien
quiere, se dió cuenta de la cuestión que suscitaba y se objetó
las palabras del adversario para corregirlas con su autori­
dad apostólica. Pues dice: M e dirás, pues: ¿A qué, pm s, se
querella todavía? Pues a su resolución, ¿quién se opuso?
Y responde: ¡Homibre, vam os! ¿Tú quién eres, que le plan-
to e cara a D ios? ¿P or ventura dirá la pieza de barro al que
la modela: Por qué me hiciste así? ¿O es que no tiene el
alfarero dominio sobre él barro para de una misma masa ha­
cer tal vaso para honor y tal otro para vileza? Y prosigue
descubriendo, cuanto le pareció bien descubrir a los hom-
cavit, aperuit dicens: Si autem volens Deus ostendere ìram,
et dem onstrate potentiam suam, attulit in multa patientia
vasa irate, quae perfecta sunt in perditionem, et ut notas ta­
cerei divitias (fiorine suae in vasa misericordiate, qum prae-
paravit in gloriam 20.
Hoc est gratiae Dei, non solum adiutorium, verum etiam
documentum: adiutorium scilicet in vasis misericordiae; in
vasis autem irae documentum: in eis enim ostendit iram,
et demonstrat potentiam suam, quia tam potens est bonìtas
eius, ut bene utatur etiam malis; et in eis notas facit divi­
tias gloriae suae in vasa misericordiae, quoniam quod ab
irae vasis exigit iustitia punientis, hoc vasis misericordiae
dimittit gratia liberantis: nec beneficium quod quibusdam
gratias tribuitur, apparerei, nisi Deus aliis ex eadem massa
pariter reis iusto supplicio condemnatis, quid utrisque debe-
retur, ostenderet.
Qum- enim te discernit? ait idem Apostolus, homini tan-
quam die semetipso et de suo proprio bono glorianti: Quis
enim te discernit? utique ab irae vasis, a massa perditionis,
quae per unum omnes misit in damnationem. Quis te discer­
n it? Et tanquam respondisset: “Discernit me fides mea, pro-
positum meum, meritum meum” , Quid enim habss, inquit,
quod non accepisti? Si autem et accepisti, quid gloriaris
quasi non acceperis? 21 hoc est quasi de tuo sit, unde discer-
neris. Ergo ille discernit, qui unde discemaris impertit, poe-
nam debitam removendo, indebitam gratiam largiendo: ille
discernit, qui cum tenebrae essent super abyssum, dixit: Fiat
lux, e t facta est lu x: et divisìt, hoc est, discrevit inter lucem
et tenebras22. Non enim cum sola« essent tenebrae, quid dis-
cerneret invenit: sed lucem faciendo discrevit; ut iustificatis
impiis dicatur: Fuistis enim aliquando tenebrae, nunc autem
lux in D om ino23; ac sic qui gloriatur, non in se ipso, sed in
Domino glorietur24. Ille discernit, qui de nondum natis, nc­
que qui aliquid egerant boni aut mali, ut secundum electio-
nem propositum eius maneret, non ex operibus, sed ex se ipso
vocante dixit: Maior serviet m inori26.* atque idipsum com-
mendans postea per prophetam; Iacob, inquit, dilexi, JSsau
autem odio habui26. Eleetionem quippe dixit, ubi Deus non
ab alio factum quod eligat invenit, sed quod inveniat ipse
facit: sicut de reliquiis Israel scriptum est: Reliquiae per
eleetionem gratiae factae sunt. Si autem gratia, iam non ex
operibus; alioqum gratia iam non est gratia 27.

20 R o m. 9, 11-23. 31 2 Cor. io, 17.


1 Cor. 4, 7. 35 G en . 25, 23.
■ Gen. 1, 3-4. 2* M al. 1, 2.
E p h . s . 8. 33 R om . i i , 5-6.
bres, este tan grande arcano y secreto, diciendo: Y si Dios,
mrn queriendo ostentar su ira y manifestar su poder, so­
portó con mucha longanimidad los vasos de ira dispuestos
para la perdición, y para m anifestar las riquezas de su gloria
sobre los vasos de m isericordia que M de antemano se pre­
paró para la gloria.
Esto es no solamente ayuda, sino también testimonio de
la gracia de Dios: ayuda en los vasos de. misericordia, tes­
timonio en los vasos de ira, pues en ellos muestra su ira y
poder, porque es tan poderosa su bondad, que usa bien aun
de los males; en ellos manifiesta las riquezas de su gloria
sobre los vasos de misericordia, porque lo que exige de los
vasos de ira la justicia del que 'castiga, eso perdona a los
vasos de misericordia la gracia del que libra; y no se ha­
ría manifiesto él beneficio que gratuitamente se otorga a
algunas si no mostrara Dios, condenando con justa pena a
algunos que son igualmente reos, pertenecientes a la misma
masa, qué es lo que merecían los unos y los otros.
¿Quién reconoce en ti ventajo, que te distinga de los de­
m ás?, dice el Apóstol al hombre que se gloría como de sí
mismo y de su propio bien. ¿ Quién te distingue de los demás ?
Eis decir, de los vasos de ira, de la masa de perdición que por
un hombre atrajo la condenación sobre todos. ¿Quién te
distingue? Y como si hubiese respondido: “Me distingue mi
fe, mi voluntad, mi mérito” , dice: ¿Qué tienes que no hayas
recibido? Y s ilo has recibido, ¿por qué te glorías como si no
lo hubieses recibido, es decir, como si futera tuyo lo que te
distingue? Luego quien distingue es el que concede aquello
que tía distingue, perdonando la pena debida, otorgando la
gracia indebida; distingue aquel que, cuando las tinieblas se
extendían sobre el abismo, d ijo: Hágase la luz, y la luz fué
hecha, y dividió, o sea distinguió entre la luz y las tinieblas.
P u e s cuando había tinieblas no halló cómo distinguir, sino
que distinguió al crear la luz, de modo que se dice a los im­
píos justificados: Porque erais algún tiempo tinieblas; mas
ahora, luz en él Señor; y, por tanto, quien se gloría, glo­
ríese no en sí mismo,- sino en el Señor. Distingue aquel que
dijo de los que todavía no habían nacido ni hecho cosa bue­
na ni mala, para que el designio de Dios, hecho por libre elec­
ción, se mantuviera, no en virtud de las obras, sino por gra­
cia del que llama: M mayor servirá al m enor; y enseñando
esto mismo por el profeta, dice: Am é a Jacob, mas odié a
Esaú. Dijo elección, no porque Dios halle, para elegir, lo he­
cho por otro, sino porque El mismo hace lo que halla, como
acerca de las reliquias de Israel está escrito: Ha quedado
un residuo según la elección de la gracia. A hora bien, si es
por gracia, ya no es por obras; que si no, lo gracia ya no
resulta gracia.
Propter quod profecto desipitis, qui elicente ventate : Non
ex operibus, sed ex vocante dictum est; vos dicitis, Ex futuris
operibus, quae Deus ilium factum esse praesciebat, Iàcob
fuisse dilectum : atque ita contradicitis Apostolo dicenti : Non
ex operibus; quasi non posset dicere: “Non ex praesentibus,
sed futuris operibus”. Sed ait: Non ex operibus, ut gratiam
commendaret : Si autem gratia, iam non ex operibus; alioquin
gratia iam non est gratia. Praecedit namque, non debita, sed
gratuita gratia, ut per illam fiant bona opera; ne si praeces-,
serint bona opera, tanquam operibus reddatur gratia, ac sic
gratia iam non sit gratia.
16. Sed ut vobis auferretur omnis vestrae caliginis late­
bra, propterea geminos tales proposui, qui ñeque parentum
meritis iuvarentur, et ambo infantiae primordio unus bapti-
zatus, alter sine Baptismate morerentur: ne diceretis Deum,
sicut de Jacob et Esau contra Apostolum dicitis, opera eorum
futura praescisse. Quomodo enim praescivit ea futura, quae
illis in infantia morituris, quia praescientia falli non pot­
est, praescivit potius non futura? Aut quid prodest eis qui
rapiuntur ex hac vita, ne malitia mutet intellectual eorum,
aut ne fictio decipiat animam eorum 28, si peccatum etiam
quod non est factum, dictum, cogitatimi, tanquam commis­
sion fuerit, sic punitur? Quod si absurdissimum, insulsissi-
mum, dementissimum est, quoslibet homines ex his peccai is,
quorum nec reatum ex parentibus trahere, sicut dicitis, nec
ea non solum committere, sed nec saltern cogitare potuerunt,
esse damnandos; redit ad vos frater file geminus baptizati
non baptizatus, et tacitas quaerit a vobis, unde fuerit a
fraterna felicitate discretas, cur illa infelicitate punitus, ut
ilio in Dei filium adoptato, ipse non aociperet omnibus aetati-
bus necessarium, sicut fatemini, Sacramentum; si quemad-
modum nulla est fortuna vel fatum, vel apud Deum acceptio
personarum, ita nullum est gratiae sine meritis donum; nul­
lum originale peccatum. Huic prorsus infanti linguam ves-
tram voeemque submittitis, huic non loquenti quid loquami-
ni non habetis.2 5

25 Sap. 4, ti.
Por lo cual deliráis, sin duda alguna, los que, al decir
la verdad: Se ha dicho: “No por las obras, sino por grada
del que Uama” , decís vosotros que Jacob fué amado en vir­
tud de las obras futuras que El sabía de antemano había de
obrar; y de esta smerte contradecís al Apóstol, que dice:
No en virtud de las obras; como si no pudiese decir: “ No por
las obras presentes, sino por las futuras” . Pero dios : No
por las obras, para realzar la gracia: Si es por la gracia, ya
no es por las obras; que si no, la gracia ya no resulta gra­
cia. Es decir, que precede no la grada debida, sino la gra­
tuita, a fin dé que medíante ella se hagan buenas obras, no
sea que, si preceden las buenas obras, la gracia sea recom­
pensa de las obras y, por tanto, la gracia no sea gracia.»
16. Pues para quitaros todo pretexto de dudas, por eso
puse el caso de dos gemelos a quienes no valiesen los méri­
tos de sus padres y que muriesen en los umbrales de la in­
fancia, uno bautizado, otro sin bautizar; no fuera que dije­
seis, como en contra del Apóstol decís de Jacob y Esaú, que
Dios premió sus obras futuras. Habiendo de morir ellos en la
edad de la infancia, ¿cóm o previo sus obras futuras, siendo
así que más bien previo, puesto que su presciencia no puede
engañarse, que no habría obras futuras? ¿O qué ganan los
que son arrebatados de esta vida para que la malicia no
trastorne su inteligencia o el fingimiento seduzca su alma,
si el pecado que no ha ¡sido hecho, dicho ni pensado se cas­
tiga como si hubiera sido cometido ? Pues si es absurdísimo,
insulsísimo, insensatísimo que algún hombre haya de ser
condenado por los pecados cuyo reato, como decís, no hereda
de los padres, pues que ni aun pudieron pensar en tales
pecados, se vuelve a vosotros el hermano gemelo del que
recibió el bautismo que él no recibió, y sin palabras os pre­
gunta a vosotros por qué— si así como no existe la fortuna,
ni el hado, ni la aceptación de personas en Dios, así tampoco
existe ninguna suerte de gracia otorgada sin méritos, ni
pecado original—fué él separado de la felicidad de su her­
mano, por qué ha sido castigado con esa infelicidad, de suer­
te que, habiendo sido adoptado el otro como hijo de Dios, él
no recibió el sacramento que es necesario en todas las eda­
des, como confesáis. Vosotros humilláis vuestra lengua y
vuestra voz ante un táemísiino párvulo: no tenéis qiue respon­
der a quien no habla.
CAPUT VIII

B oni etiam im pe r f e c t i cupiditas donum gratiae est

17. Iam nunc videamus, ut possumus, hoc ipsum quod


volunt praccedere in homine, ut adiutorio gratiae dignus ha-
beatur, et cui merito eius non tanquam indebita tribuatur,
sed debita gratia retribuatur; ac sic gratia iam non sit gra­
tia: videamus tamen quid illud sit.
• Sub nomine, inquiunt, gratiae ita faium asserunt, ut di­
cant, guia nisi invito e t reluctanti Uomini inspiraverit boni,
et ipsius im perfecti, cupiditatem, nec a malo declinare, nec
bonum possit arripere.
Iam de fato et gratia quam inania loquantur ostendimus :
nunc illud est quod debemus advertere, utrum invito et re­
luctanti homini Deus inspiret boni cupiditatem, ut iam non
sit reluctans, non sit invitus, sed consentiens bono, et volens
bonum. Isti enim volunt, in homine ab ipso homine incipere
cupiditatem bond, ut huiuis coepti mèritum etiarn perficiendi
gratiam consequatur : si tamen hoc saltern volunt. Pelagius
enim facilina dicit impleri quod bonum est, si adiuvet gratia.
Quo additamento, id est, addendo facilius, utique significai
hoc se sapere, quod etiamsi gratia defuerit adiutorium, potest,
quamvis difficilius, impleri bonum per liberum arbitrium.
Sed istis, quid in hac re sentiant, non de ilio auctore huius
haeresis praescribamus: permittamus eos cum suo libero
arbitrio esse liberos et ab ipso Pelagio; atque ista verba
eorum, quae in hac cui respondemus Epistola posuerunt, po-
tius attendamus.
18, (Hoc enim nobis obiiciendum putarunt, quod invito
et reluctanti Uomini Deum dicamus inspirare, non quanti-
cumque boni, sed et ipsius im perfecti cupiditatem.
Fortassis ergo ipsi eo modo saltern servant locum gratiae,
ut sine illa putent hominem posse habere boni, sed imper­
fecti cupiditatem; perfecti autem non facilius per illam posse,
sed nisi per illa omnino non posse. Veruni et sic gratiam
Dei dicunt secundum merita nostra dari: quod in Oriente
Pelagius ecclesiasticis gestis damnari timendo damnavit. Si
enim sine Dei gratia per nos incipit cupiditas boni; ipsum
coeptuim erit meritum, cui tanquam ex merito gratiae ve-
niat adiutorium: ac sic gratia Dei non gratis donabitur, sed
secundum meritum nostrum dabitur. Dominus autem ut res-
CAPITULO VIII
AtUN EL DESEO DEL BIEN IMPERFECTO ES DON DE LA GRACIA

17. Examinemos ahora hasta dónde nos sea posible lo


que dicen precede en el hombre para hacerse digno de la
ayuda de la gracia y veamos a qué mérito suyo se concede
la gracia no como indebida, sino como debida, y así la gracia
ya no es gracia. Veámoslo, pues.
De tal manera, dicen, admiten el hado con el nombre de
gracia, que llegan a decir que, si Dios no inspira al hombre
contra su voluntad y repugnándolo éste, el deseo del bien,
aun im perfecto, ni puede evitar él mal ni practicar él bien.
Ya demostramos cuán vanamente hablan del hado y de
la gracia; de lo que se trata ahora es de saber si Dios ins­
pira al hombre, en contra de su voluntad y resistiéndolo él,
el deseo del bien, aun imperfecto, de modo que no resista ni
sea forzado, sino que asienta al bien y ío quiera. Porque
éstas dicen que el deseo del bien comienza en el hombre por
el mismo hombre, de suerte que el mérito de este bien co­
menzado alcanza también el mérito de ejecutarlo por la
gracia; damos por supuesto que es esto, al menos, lo que
admiten. Porque Pelagio afirma que se ejecuta más fácil­
mente con la ayuda de la gracia lo que es bueno. Cbn este
aditamento, es decir, más fácilm ente, da a entender que,
según él, aunque llegue a faltar el auxilio de la gracia, se
puede practicar el bien, aunque con más dificultad, con el
libre albedrío. Pero no queramos juzgar de lo que éstos opi­
nan en esta materia por lo que enseña el autor de esta here­
jía ; dejemos que con su libre albedrío estén libres aun del
mismo Pelagio, y fijémonos más bien en estas palabras que
estamparon en la carta que estamos rebatiendo.
18. Parecióles que debían objetamos el afirmar nos­
otros que Dios inspira al hombre, contra su voluntad y aun
oponiendo él hombre resistencia, é l . deseo no de cualquier
bien, sino aun dél bien im perfecto.
Probablemente ellos entienden la gracia juzgando, cuan­
do menos, que sin ella puede el hombre tener el deseo del
bien, aunque imperfecto; pero que el deseo del bien perfecto
no lo tiene más fácilmente por la gracia, sino que sin la
gracia no lo tiene de ninguna manera. Mas aun así dicen
que la gracia de Dios se da por nuestros méritos, que es lo
que Pelagio, temiendo ser condenado por el juicio de la Igle­
sia, condenó en Oriente. Pues si comienza por nosotros, sin
la gracia de Dios, el deseo del bien, el mismo bien comenzado
será el mérito al que se dará como debido el auxilio de la
S.Ag. I X 18
CONTRA D U A S E P IST. PELAGIANORUM U > 9> 1&
__________ C----------------------------------- .------------ .------------ -------- -- - , . ------------ — ---------

pond ere t futuro Pelagio, non ait: Sine me difficile potestis


aliquid fa cete; sed ait : Sine me nihil potestis facete 2fl. Et ut
risponderei futuris etiam istis in eadem ipsa evangelica sen-
tentia, non ait: Sins me nihil potestis psrficere; sed, facete.
Nam si perficere dixisset, possent isti dicere, non ad inci-
piendum bonum, quod a nobis est; sed ad perficiendum, esse
Dei adiutorium necessarium.
Verum audiant et Apostolum. Dominus enim cum ait:
Sine me nihil potestis fa cete; hoc uno verbo initium finem-
que comprehendit. Apostolus vero, tanquam sententiae do-
minicae expositor, apertius utrumque distinxit, dioens: Quo~
niam qui in vobis opus bonum co pit, perficiet usque in diem
Christi I¡s u 30. Sed in Scripturis sanctis apud eumdem apos­
tolum, isto unde loquimur, gmplius invcnimus. Loquimur
enim nunc de boni cupiditate, quam si volunt a nobis inci-
pere, a Domino perfici, videant quid respondeant dicenti
Apostolo: Non quia idonei sumus cogitare aliquid quasi ex
nobism -tipsis, sed sufficientid nostra ex Deo est 31. Cogitare,
ait, aliquid, utique bonum: minus est autem cogitare quam
cupere. Cogitamus quippe omne quod cupimus, nee tarnen
cupimus omne quod cogitamus; quoniam nonnunquam et
quod non cupimus cogitamus. Cum igitur minus sit cogitare
quam cupere: potest enim homo cogitare bonum, quod non-
dum cupit; et proficiendo postea cupere, quod antea non
cupiendo cogitavit: quomodo ad id quod minus est, id est,
ad cogitandum aliquid boni non sumus idonei, tanquam ex
nobismetipsis, sed suffieientia nostra ex Deo est; et ad id
quod est amplius, id est, ad cupiendum aliquid boni sine di­
vino adiutorio idonei sumus ex libero arbitrio? Ncque enim
et hie Apostolus ait: Non quia idonei sumus cogitate quod
perfectum est, tanquam ex nobismetipsis: sed cogitate, ait,
aliquid; cui contrarium est nihil. Unde est illud Domini: Sine
me nihil potestis facere.

CAPUT IX

SCRIPTURAS INTERPRETATUR, QUIBUS ABUTUNTOR PELAGIANI

19. Sed nimirum quod scriptum est: Hominis est prae-


parare cor, et a Domino responsio linguae32, non bene intel-
ligendo falluntur, ut existiment cor praeparare, hoc est, bo­
num inchoare, sine adiutorio gratiae Dei ad hominem per-

lo. 15. 5-
Phil, i, 6.
31 2 Cor. 3, 5-
33 Prov,• 10, i.
gracia; y asi la gracia no se da gratuitamente, sino según
nuestros méritos. El Señor no dijo, replicando al futuro Pe-
lagio: “ Sin mí difícilmente podéis hacer algo” , sino que dice:
Sin mí nada podéis hacer. Y para dar en la misma sentencia
evangélica una respuesta a estos que un día habían de exis­
tir, no dice: Sin nú nada podéis llevar a cabo, sino hacer.
Porque si hubiese dicho llevar a cabo, podrían entonces decir
que la ayuda de Dios es necesaria no para comenzar el bien,
que lo tenemos de nosotros mismos, sino para llevarlo a cabo.
Pero oigan asimismo al Apóstol. Cuando el Señor dice:;
Sin mí nada podéis hacer, con esta sola palabra significa el
principio y el fin. Pero el Apóstol, como expositor de la
sentencia del Señor, distingue más particularmente entram­
bas cos,as diciendo: Quien comenzó en vosotros la obra bue­
na, la llevará al cabo hasta el día de Cristo Jesús. Pero aun
nos presentan las Sagradas Escrituras, en los escritos del
mismo Apóstol, un testimonio más explícito del que venimos
comentando. Tratamos del deseo del bien: si pretenden que
éste tenga principio en nosotros y que sea llevado a cabo
por Dios, ellos verán qué es lo que responden a San Pablo
cuando dice : No que por nosotros mismos seamos capaces
de pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra
capacidad nos vi'n e de Dios. Dice pensar algo, naturalmen­
te, bueno. Albora bien, menos es pensar que desear. Pues pen­
samos todo lo que deseamos, pero no deseamos todo lo que
pensamos, ya que algunas veces pensamos lo que no desea­
mos. Pues siendo menos pensar que desear, por cuanto puede
el hombre pensar el bien que todavía no desea, y, pasando
adelante, desear después lo que antes pensó sin desear, ¿cóm o
es que para lo menos, es decir, para pensar algún bien, no
somos idóneos, sino que nuestra capacidad nos viene de Dios,
y para lo más, como es desear algún bien sin el divino auxi­
lio, somos idóneos gracias al libre albedrío ? Porque tampoco
en este pasaje dice el Apóstol: “ No porque nosotros mismos
seamos capaces de pensar lo que es perfecto como de nos­
otros mismos” , sino que dice pensar algo, cuyo contrario es
nada. De aquí aquello del Señor: Sin mi nada podéis hacer.

CAPÍTULO IX
E xp o sic ió n de las E scrituras torcidam ente interpretadas
POR LOS PELAGIANOS19
19. Por cierto que, no entendiendo bien lo que está es­
crito : Del hombre es preparar el corazón, mas del Señor pro­
cede la respuesta de la Pugna, se engañan juzgando que pre­
parar el corazón, es decir, incoar el bien, toca al hombre sin
tinere. Albsit ut sic intelligant filli promissioni«, tanquam
cum audierint Dominum dicentom : Sine me nihü poE stis fa~
cere; quasi convincant eum dicentes: “Ecce sine te possumus
cor praeparare” ; aut cum audierint a Paulo apostolo: Non
quia idonei sumus cogitare aliquid quasi e x nobism tìpsis,
sed sufficientia nostra ex Deo est; tanquam et ipsum con­
vincant dicentes: ‘E cce idonei sumus ex nobismetipsis p r e ­
parane cor, ac per hoc et boni aliquid cogitare” . Quis enim
potest sine bona cogitations ad bonum cor praeparare? Ab-
sit ut sic infcelligant, nisi superbi sui arbitrii defensores et
fidei catholicae desertores. Ideo quippe scriptum est: Homi­
nis est praeparare cor, et a Domino responsio linguae; quia
homo praeparat cor, non tarnen sine adiutorio Dei, qui sic
tangit cor, ut homo praeparet cor. In responsione autem
linguae, id est, in eo quod prep arato cordi lingua divina
respondet, nihil operis habet homo, sed totum est a Domi­
no Deo.
20. Nam sicut dictum est: Hominis est praeparare cor,
et a Domimo responsio linguae; ita etiam dictum est : Aperi
os, et adimplebo ìllud 33. Quamvis enim nisi adiuvante ilio,
sine quo nihil possumus tacere, os non possumus aperire:
tarnen nos aperimus illius adiumento et opere nostro ; implet
autem illud Dominus sine opere nostro. Nam quid est prae­
parare cor, et os aperire, nisi voluntatem parare? Et tarnen
in eisdem Litteris legitur: Praeparatur voluntas a D om ino343 5;
et, Labia mea aperies, et os nieum annuntiabit laudem tuam ss.
Ecce Deus admonet, ut praeparemus voluntatem in eo quod
legimus : Hominis est praeparare co r; et tarnen ut hoc faciat
homo, adiuvat Deus; quia praeparatur voluntas a Domino.
Et, A peri os, ita dicit iubendo, ut nemo possit nisi ipse id
faciat adiuvando, cui dicitur: Labia mea aperies. Numquid
istorum aliqui ita desipiunt, ut aliud os, aliud labia esse
contendant, et mirabili vanitate hominem dicant os aperire,
labia hominis Deum? Quanquam Deus illos et ab hac ahsur-
ditate compescit, ubi ad Moysen famulum suum dicit: E go
aperiam os tuum, et instruam te quae debeas lo q u i3<J. In sen-
tentia ergo illa ubi dicitur: Aperi os, et adimplebo ittud; qua­
si unum eorum videtur ad hominem pertinere, alterimi ad
Deum: in hac autem ubi dicitur: E go aperiam os tuum, et
instruam te ; utrumque ad Deum. Quare hoc, nisi quia in uno
istorum cooperatur homini facienti, alterum solus facit ?

33 ,Ps. 8o, i i . '


3,1 Prov. 8, see. 70.
35 Ps. 50, 17.
38 Ex. 4, 12.
1 1 ,9 ,2 0 CONTRA LAS D O S E PÍST. D E LO S PELAGIANOS 549
----------------- ----------- ---------------------------------------------- . . . . . - ........ ........ ■ — ................... _J

el auxilio de la gracia de Dios. No quiera Dios que lo entien­


dan así los hijos de la promesa, de modo que, cuando oyeren, al
Señor decir: Sin mí nada podéis hacer, quieran como demos­
trarle lo contrario diciendo: “ Ves aquí que sin ti podemos
preparar él corazón” ; o cuando oyeren decir a San Pablo:
No porque nosotros mismos seamos capaces de pensar algo
como de nosotros mismos, sino que nuestra capacidad nos vie­
ne de Dios, vengan como a demostrarle también lo contrario
diciendo: “ Ves aquí que nosotros somos capaces por nosotros
mismos de preparar el corazón y, por tanto, de pensar algo
bueno” . Porque ¿quién puede sin el buen pensamiento pre­
parar el corazón para el bien ? No quiera Dios que lo entien­
dan así sino los orgullosos defensores de su albedrío y deserr
tares de la fe católica. Está escrito: Del hombre es prepa­
rar el corazón, mas del Señor procede la respuesta de la len­
gua, perqué es el hombre quten prepara el corazón, pero no
ein la ayuda de Dios, que toca el corazón de modo que: el
hombre prepare el corazón. Eta. la respuesta de la lengua, o
sea, en lo que la lengua de Dios responde al corazón prepa­
rado, ninguna par te tiene el hombre, sino que todo procede
de Dios nuestro Señor.
20. Pues de la misma manera que se dijo: Del hombre
es preparar el corazón, mas del Señor procede la respuesta
de la lengua, se dijo también: Abre tu boca y y o la lUnaré^
Pues aunque sin ayuda de aquel sin el cual nada podemos
hacer no podemos abrir la boca, sin embargo, nosotros lá
abrimos con su ayuda y con nuestra acción. Porque ¿qué
otra cosa es preparar el corazón y abrir la boca sino preparar
la voluntad? Y, no obstante, leemos en las mismas Escritu­
ras: Da voluntad es preparada por el Señor. Y también: A bri­
rás mis labios, y mi boca te alabará. Ved cómo el Señor nos
advierta que preparemos la voluntad cuándo leemos: Del
hombre es preparar el corazón, y, no obstante, ayuda Dios
para que ejecute esto el hombre, porqué Dios prepara la vo­
luntad,. Y <1!:o6i mandando: A bre mi boca, de tal manera que
nadie lo puede hacer si no lo hace ESI mismo ayudando a aquel
a quien se dice: Abrirás mis labios. ¿Serán tan necios algu­
nos de éstos que aun porfíen diciendo que una cosa es la boca,
otr a los labios, y afirmarán los muy vanidosos que el hombre
abre la boca y Dios los labios del hombre? Aunque la verdad
es que Dios los corrige de esta locura al decir: Y o abriré t é
boca y te indicaré lo que has de hablar. E]n aquella sentencia,
pues, que dice: Abre tu boca y la llenaré, parece como que
una de estas cosas es propia del hombre, la otra de Dios; pero
en esta que dice: Yo abriré tu boca y te indicaré lo que has
de hablar, entrambas cosas se atribuyen a Dios. ¿ Y por qué
así sino porque en una de estas cosas coopera a la acción del
hombre y la otra la ejecuta El solo?
21. Quapropter multa Deus facit in homine bona, quae
non facit homo: nulla vero facit homo, quae non facit Dsus
ut faciat homo. Proinde cupiditas boni non homini a Deo
esset, si bonum non esset: si autem bonum est, non nisi ab
ilio nobis est, qui summe atque incommutabiliter bonus est.
Quid est enim boni cupiditas, nisi charitas, de qua Ioannes
apostolus sine ambiguitate loquitur dicens : Charitas ex Deo
est ? 3T N<ec initium eius ex nobis, et perfectio eius ex Deo;
sed si charitas ex Deo, tota nobis ex Deo est. Avertat enim
Deus hanc amentiam, ut in donis eins nos priores faciamus,
posteriorem ipsum: quoniam misericordia eius praeveniet
«ne38; et ipse est cui fideliter veraciterque cantatur: Quo­
niam praevenisti eum in benedictione dulcedinis S9. Et quid
hie aptius intelligitur, quam ipsa de qua loquimur cupiditas
boni ? Tune enim bonum concupisci incipit, quando dulcescere
coeperit. Quando autem timore poenae, non amore iustitiae
fit bonum, nondum bene fit bonum ; nec fit in corde quod fieri
videtur in opere, quando mallet homo non tacere, si posset
impune. Ergo benedictio dulcedinis, est gratia Dei, qua fit
in nobis ut nos delectet et cupiamus, hoc est, amemus, quod
praeoepit nobis ; in qua si nos non praevenit Deus, non solum
non perficitur, sed nec inchoatur ex nobis. Si enim sine ilio
nihil possumus tacere, profecto nec incipere, nec perficere :
quia ut incipiamus, dictum est: Misericordia eius praemni&t
m e; ut perficiamus, dictum est: M isericordia eius subseque-
tur me 40.

CAPUT X

S ecundum cuius pr opositu m vocentur electi

22. Quid est ergo, quod in consequentibus, ubi ea quae


ipsi sentiunt commemorant, dicunt se confiteri, gratiam quo­
que adiuvare uniuscuiusque bonum propositum, non tamsn
reluctanti Studium virtutis immittere?
Hoc quippe ita dicunt, velut homo a se ipso sine adiutorio
Dei habeat propositum bonum studiumque virtutis, quo me­
rito praeoedente dignus sit adiuvari Dei gratia subsequent^.
Putant enim fortasse ita dixisse Apostolum: Scimus quia
diligentibtis Deum omnia cooperatur in bonum, iis qui secun­
dum propositum vocati sunt; ut propositum hominis vellet
intelligi, quod propositum tanquam bonum meritum sequatur
misericordia vocantis Dei: ignorantes ideo dictum esse, qui
secundum propositum vocati sunt, ut Dei, non hominis pro-*1 8

" i Io. 4, 7. 39 PS. 30, 4.


18 Ps. s8, ir. 10 Ps. 33, 6
21, Así que Dios obra en el hombre muchas obras que
no hace el hombre; pero ninguna obra ejecuta el hombre
que no haga Dios que la ejecute el hombre. Por tanto, el de­
seo del bien no procedería en el hombre de Dios si no fuese
bien; pues, si es bien, no puede proceder en el hombre sino
de Dios, bien sumo e inmutable. Porque ¿ qué es el deseo del
bien sino la caridad, de la que el apóstol San Juan habla sin
rodeos diciendo: E l amor procede de D ios? Ni procede su
principio de nosotros y su perfección de Dios, sino que, si es
caridad, procede enteramente en nosotros de Dios. Líbrenos
Dios de la locura de ponernos a nosotros en primer lugar en
los dones de Dios y en segundo lugar a Dios; porque sw mi­
sericordia me prevendrá, y El es de quien fielmente y con
verdad se canta: Te le adlantaste con bendiciones de dulzu­
ra. ¿ Y qué otra cosa se puede entender mejor aquí que el
deseo del bien de que venimos hablando? Porque empieza
a desearse el bien cuando comienza a tornarse dulce. Cuando
se practica el bien por temor del castigo, no por amor de la
justicia, entonces no se practica rectamente el bien; ni se
ejecuta en el corazón lo que las apariencias muestran que se
ejecuta exteriormente cuando el hombre querría ejecutarlo
si pudiera hacerlo impunemente. Luego la bendición de dul­
zura es la gracia de Dios, por la que se obra en nosotros que
nos deleite y que deseemos, es decir, amemos lo que nos man­
da: si con ella no nos previene el Señor, no sólo no se lleva
a cabo, pero ni de nosotros comienza. Pues si no podemos sin
El hacer nada, nada podemos ni comenzar ni llevar a cabo;
porque, si es comenzar, se ha dicho: Su misericordia me
prevendrá; y si es llevar a cabo, se ha dicho: Su misericor­
dia me seguirá.

CAPÍTULO X
Q u ié n e s e l que ll a m a a lo s elegidos
22. ¿Qué es, pues, lo que más adelante, al exponer su
doctrina, confiesan diciendo que la gracia ayuda el buen pro­
pósito de todos los hombres, pero que al hombre que resiste
no da el desco de la virtud?
Porque afirman esto como si el hombre tuviera de sí mis­
mo, sin la ayuda de Dios, el buen propósito y el deseo de la
virtud, y por este mérito precedente fuera digno de ser ayu­
dado por la gracia subsiguiente de Dios. Piensan tal vez que
dijo el Apóstol: Y sabemos que Dios coordena toda su acción
al bien de ios qvle le aman, de los que según el designio son
llamados, como si quisiese dar a entender que se trata del
designio del hombre, al cual designio, en razón de ser buen
mérito, sigue la misericordia de Dios, que llama; e ignorando
que se dijo los que según su designio son llamados, de modo
positum intelligatur, quo eos quos praescivit et praedestinavit
conform es imaginis FUii s u i41, elegit ante mundi constitu-
tionem 424. Non enim omnes vocati, secundum propositum sunt
3
vocati : quoniam multi vocati, pauci e le c ti4".
Ipsi ergo secundum propositum vocati, qui eLecti ante
oonstitutionem mundi. De hoc proposito Dei dictum est et
illud, quod iam commemoravi de geminis Esau et Iacob:
Uit secundum, electionem propositum Dèi maneret, non ex
operibus, sed e x vocante dictum est. Quia maior serviet
m inori4*. Hoc propositum Dei et ilio commemoratur loco, ubi
ad Timotheum scribens ait: Colldbora Evangelio secundum
virtutem D ei, salvos nos fad en tis, e t vocantis vocations sua
sancta, non secundum opera nostra, sed secundum suum pro­
positum eli gratiam, quas data est nobis in Christo Iesu ante
saecula aeterna, manifestata autem nunc per adventum Sai-
vatoris nostri Iesu C hristi45. Hoc est ergo propositum Dei
unde dieitur : Omnia cooperatur in bonum iis qui secundum
propositum vocati sunt. Hominis autem propositum bonum
adiuvat quidem subsequens gratia, sed nee ipsum esset nisi
praecederet gratia. Studium quoque hominis quod dicitur bo­
num, qüainvis cum esse coeperit, adiuvetur gratia, non tarnen
incipit sine gratia: sed ab ilio inspiratur, de quo dicit Apos­
tolus: Gratias autem Deo, qui dedit idem Studium pro vobis
in corde Titi 4C. Si Studium quisque ut pro aliis habeat, Deus
dàt; Ut pro ipso se habeat, quis alius est daturus?
23. Quae cum ita sint, nihil in Sctipturis sanctis homi-
ni a Deo video iuberi, propter prqbandum liberum arbitrium,
quod non inveniatur vel dari ab eius bonitate, vel posci prop­
ter adiutorium gratiae demonstrandum: nec omnino incipit
homo ex maio in bonum per initium fidei commutati, nisi hoc
in ilio agat indebita et gratuita misericordia Dei. De qua
suam cogitationem recolens quidam, sicut legimus in Psalmis :
Numquid obliviscetur, inquit, misereri Deus? aut continebit
in ira sua m isem tiones suas? E t dim : Nunc coepi, haec mu-
tatio dexterae E xcelsi47. Cum ergo dixisset: Nunc coepi;
non ait, haec mutatio arbitrii mei; sed dexterae E xcelsi. Sic
itaque Dei gratia cogitetur, ut ab initio bonae mutationis
suae usque in finem consuihmationis qui gloriatur in Domino
glorietur4S. Quia sicut nemo potest bonum perficere sine Do­
mino, sic nemo incipere sine Domino. Sed hie sit huius volu-
minis terminus, ut legentis reficiatur intentio et ad sequentia
reparetur.

41 Rom. 8, 28-29. 45 2 Tim . 8, io.


42 Eph. 1, 4. 46 2 Cor. 8, 16.
43 Mt. 20, 16. 47 Ps. 76, 10-11.
44 Rom . 9, 11-13. 43 2 Cor. io, 17.
que se entendiese el designio no del hombre, sino de Dios,,
que eligió antes de la creación del mundo a tos que de ante­
mano conoció y predestinó a ser conform es con la imagen de
su H ijo. Pues todos los llamados fueron llamados según su
designio; porque machos son los llamados, pocos los elegidos.
Son llamados según su designio los que fueron elegidos
antes de la creación del mundo. De este designio de Dios se
dijo también lo que ya recordé acerca de los gemelos Esaú y
Jacob: Para que el propósito de Dios hecho por libre elección
se mantuviera, no en virtud, de obras, sino por gracia del
que llama, se dijo qu'e el mayor servirá al menor. Este de­
signio de Dios es recordado también en aquel pasaje en que,
escribiendo a Timoteo, dice: Comparte mis padecimientos por
la causa del Evangelio, estribando en la fuerza de Dios, el
cual nos salvó y nos llamó con vocación santa, no según nues­
tras obras, sino según su propia determinación y según la
gracia dada a nosotros en Jesucristo antes de los siglos eter­
nos, y que se m anifestó ahora por la aparición de nuestro
Salvador, Cristo Jesús. Este es, pues, el designio de Dios,
por razón del cual se dice: Coordena toda su accióp al bien
de los que le aman, de los que según él designio han sido lla­
mados. El buen propósito del hombre es ayudado, en efecto,
por la gracia; pero ni el mismo propósito existiría si no pre­
cediera la gracia. Asimismo, aunque eldeseo bueno del hom­
bre, cuando ha comenzado-a existir, es ayudado de la gracia,
pero no comienza sin la gracia, sino que es inspirado por
aquel de quien dice el Apóstol: Gracias a Dios, que inspira
en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros. Si Dios
da el que uno tenga solicitud por los demás, ¿qué otro la
dará para que uno la tenga por sí mismo?
23. Siendo esto así, no veo que en las Sagradas Escri­
turas Dios mande al hombre, para poner a prueba su libre
albedrío, cosa alguna que no conste o que es dada, por su
bondad o que se pide para mostrar la ayuda de la gracia; ni
el hombre empieza en absoluto a trocarse1de malo en bueno
por el principioi de la fe, si esto mismo no lo obra, la m'seri-
cordia indebida y gratuita de Dios. Pensando en la cual dijo
uno, como leemos en los Salmos; ¿Se olvidará ya Dios de ha­
cer clemencia y cerrará airado su m isericordia? Y d ije: aho­
ra com ienzo; esta mudanza es de la diestra del Altísim o. Ha­
biendo dicho ahora comienzo, no dice esta mudanza es del
libre albedrío, sino de la diestra del Altísim o. Entendamos,
por consiguiente, la gracia de Dios de tal manera que, desde
el principio de la mudanza saludable hasta el fin de la eje­
cución, quien se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque así
como nadie puede sin el Señor llevar a cabo el bien, así tam­
poco el comenzarlo. Pero demos ya fin a este libro para que
descanse el ánimo del lector y cobre fuerzas para lo que sigue.
L I B E R I I I

CAPUT I

E xordium

1. Adhuc ea sequuntur quae calumnióse nobis obiidunt:


nondum ea quae ipsi sentiunt pertexere incipiunt. Sed ne
prolixitas voluminum offenderet, haec ipsa quae obiiciunt in
duos libros partiti sumus; quorum superiore finito, qui to-
tius huius operis liber secundus est, hinc ordimur alterum,
et eum tertium primo secundoque coniungimus.

CAPUT II

P elagianorum calum nia de usu ve teris legis

2. L cgsm veteris Testamenti nos, aiunt, diedre non ob


hoc datam fuisse, ut iustificaret obedientes, sed ut gravioris
fieret causa peccati.
Prorsus non intelligunt quid de lege dicamus, quia id
quod dicit Apostolus, quem non intelligunt, dicimus. Quis
enim dicat, non iustificari eos qui sunt legi obedientes; quan­
do nisi iustificarentur non posssnt esse obedientes? Sed dici­
mus lege fieri, ut Deus quid fieri vélit, audiatur: gratia vero
fieri, ut legi obediatur. Non enim auditores legis, ait Aposto­
lus, insti sunt apud D'um, sed factores legis iustificabuntur1.
Lex ergo auditores iustitiaie facit, gratia factores. Quod enim
impossibile erat legis, ait idem Apostolus, in quo infirmaba-
tur per carnsm, misit Deus Filium suum in similitudine car-
nis peccati, et de peccato damnavit prccatum in carne, ut
ìustitia legis im pVretur in nobis, qui non secundum carnem
ambulamus, sed secundum spiritum 2. Ecce quod dicimus:
orent :ut aliquando intelligant, non litigent, ut nunquam in-

' Roml i, 13.


2 Rom. 8, 3-4.
L I B R O I I I

CAPITULO 1
I n t r o d u c c ió n

1. Sigue todavía la serie de cargos que calumniosamente'


nos hacen, porque no han comenzado aún a exponer sus pro-,
pias opiniones. Mas, a fin de que la extensión del libro no
causara tedio, hemos dividido los cargos en dos libros, y,
acabado el precedente, que es el segundo de esta obra, damos
aquí principio al tercero, que añadimos al primero y segundo. ^

CAPITULO II

C a l u m n ia p e l a g ia n a a c e r c a d e l u s o d e l a l e v

2. Dicen que nosotros enseñamos que la ley del Antiguó


Testamento no fu é dada a fin de justificar a los obedientes
que la cumplieran, sino para que fuera causa de más grave
pecado.
No entienden en absoluto lo que decimos de la ley, por­
que nosotros decimos lo mismo que enseña efl Apóstol, cuya
doctrina ellos no comprenden. Porque ¿quién dice que no
son justificados los que son obedientes a la ley, siendo asá
que, si no fueran justificados, no podrían ser obedientes?
Lo que nosotros decimos es que es efecto de la ley que se
conozca lo que Dios quiere que se haga, y que efecto de la
gracia es que se cumpla la ley. Porque dice el Apóstol: No
son justos ante Dios los oidores de la ley, sino los cumplido­
res de la ley serán justificados. Así, pues, la ley hace oidores
de la justicia, la gracia cumplidores. Pues lo que era 'imposi­
ble a la ley, dice el mismo Apóstol, por cuanto estaba redu­
cida a Ja, impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a
su H ijo en semejanza de carne de pecado y como victima por
el pecado, condenó el pecado en la carne, para guie la justicia
de la ley Se realizara plenamente en nosotros, los que cami­
namos no según la carne, sino según el Espíritu. Elsto es lo
que decimos: oren para llegar por fin a entenderlo, no sea
telligant. Impossibile est enim legem implore per camera,
hoc est, per carnalem praesumptionem, qua superbi ignoran­
tes Dei iustitiam, id est, quae ex Deo est homini ut sit iustus,
et suam volentes constituera, tanquam per eorum non adiu-
tum divinitus arbitrium lex possit implere, iustitiae Dei non
sunt subiecti3. Ideo iustitia legis in eis impletur, qui non
secundum carnem ambulant, id est, secundum hominem ig-
norantem Dei iustitiam et suam volentem constituera, sed
ambulant secundum spiritum.
Quis autem ambulat secundum spiritum, nisi quisquís agi-
tur Dei spiritu? Quotquot enim D i Spiritu aguntur, hi filii
sunt D ei4*. Ergo littera occidit, spiritus autem vivificai ®. Nec
littera malum est, quia occidit: sed malos praevaricatione
convineit. L ex enim sancta, et mandatum sanctum et iustum
et bonum. Quod ergo bonum est, inquit, mihi factum est
m ors? A b sit: sed peccatum ut apparent peccatum, per bo­
num mihi operatum est mortem, ut fiat supra modum peccar
tor aut peccatum per mandatum6. Ecce quid est: ¿Attera
occidit. AcuXeus enim m ortis est peccatum ; virtus autem
peccati, lex 78. Auget quippe prohibendo peccati desideria, et
inde occidit, nisi subveniendo vivificet gratia.
3. Ecce quid dicimus : ecce unde nobis obiiciunt, quod
sic legem dicamus, datam, iit gravioris sit causa peccati:
non audientes Apostolum dioentem, L ex enim iram operatur;
ubi enim non est lex, nec praevaricatio 3; et, L ex praevarica-
tionis gratia posita est, donee veniret semen cui promissum
e s t; et, Si data asset lex quae posset vivificare, omnino ex
lege esset iu stitia: sed conclusit Scrip tur a omnia sub pecca­
to, ut promissio ex fide lesu Christi dareiur credentïbus K
Hinc est quod vetus Testamentum ex monte Sina, ubi lex
data est, in servitutem generat, quod est Agar. N os autem,
inquit, non sumus ancülas filii, sed liberae 10. Non sunt ita-
que liberae filii, qui legem acceperunt litterae, qua possent
non solum peccatores, verum etiam praevaricatores insuper
demonstran; sed qui spiritum gratiae, qua lex ipsa sancta
et iusta et bona possit impleri. Ecce quod dicimus : intendant,
et non contondant; illuminentur, et non calumnientur.
3 Rom. io, 3.
* Rom. 8, 4.
1 2 Cor. 8, 6.
6 Rom. 7, 12-13.
T i Cor. 15, 56.
* Rom. 4, 15.
8 Gal. io 21-22.
*' Gal. 4, 24. 31.
que, porfiando, se queden sin entenderlo jamás. Porque es
imposible que se cumpla la ley por la carne, es decir, por la
presunción carnal, a causa de la cual no están sujetos a la
justicia de Dios los soberbios que desconocen la justicia de
Dios, o sea, la que procede de Dios en el hombre a fin de que
el hombre sea hecho justo, y que pretenden asentar la suya,
como si la ley pudiera cumplirse mediante su libre albedrío
no ayudado de Dios. Por eso la justicia de Dios se cumple
en aquellos que caminan no según la carne, es decir, según el
hombre que ignora la justicia de Dios, y que quieren asentar
la suya, sino según el espíritu.
¿ Y quién camina según el espíritu sino los que son lle­
vados por el Espíritu de Dios? Cuantos son llevados por él
Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Luego la letra
mata, él espíritu vivifica. Y no es la letra mala porque mata;
pero a los malos los convence de prevaricación. A sí gu- la
ley es santa, y él mandamiento es santo, ju sto y bueno. ¿Lue­
go lo bueno vino a ser para nú m uertef ¡E so no! Mas el
pecado, para mostrarse pecado, por medio de una cosa bu°na
me acarreó la m uerte, a fin de que viniese a ser él pecado
desmesuradam nte pecador por medio drl mandaminto. Ved
aquí lo que quiere decir la letra mata. E l pecado es él aguijón
de la muerte, y la fuerza d 'i pecado, ¡la ley, pues acrecienta,
al prohibirlos, los deseos del pecado, y por eso mata si no
vivifica con su ayuda la gracia.
3. Esto es lo que decimos, ésta la razón de que se nos
eche en cara el decir que la ley ha sido dada de modo que
viene a ser causa de más grave pecado; y es que no oyen al
Apóstol, que dice: Pues la ley produce cólera; que donde no
hay lry, tampoco transgresión. Y también: La ley, en razón
de las prevaricaciones, fué adicionada a la promesa hasta que
viniese la descendencia a quien fu é hecha la promesa. Y aque­
llo: Pues si hubiese sido dada una ley capaz dc vivificar, en­
tonces d" la ley realmente procedería la ju sticia; mas la E s­
critura lo encerró todo bajo él dominio dél pecado, para que
la b ndición de la promesa ss otorgara a los creyentes en vir­
tud de la fe de Cristo. De aquí es que el Antiguo Testamento,
desde el monte Sinaí, donde se dió la ley, engendra para la
esclavitud, la cual es Agar; mas nosotros no somos hijos de
la esclava, sino de la Ubre, No son, por tanto, hijos de la
libre los que recibieron la ley de la letra, por la que podían
ser convencidos no sólo de pecado, mas también ds prevari­
cación; sino los que recibieron el espíritu de gracia, con
que pueda cumplirse la ley santa, justa y buena. Esto es lo
que decimos; fíjense bien y no porfíen; aprendan y no ca­
lumnien.
CAPUT III
C a l u m n ia d e e f f e c t u BAFTISMI
4. jBaptisma quoque, inquiunt, non vere homines novos
facere assi runt, id est, non plenum dare remissionem pecca-
torum ; sed ex parte filios Dei fieri, ex parte autem filios
saeeuli, id est, diaboli, remansre contendunt.
Mentiuntur, insidiantur, tergi versantur : non hoc dicimus.
Omnes enim homines qui sunt filii diaboli, etiam filios saecu-
li ; non autem omnes filios saeeuli etiam filios diaboli dicimus.
Absit enim ut filios diaboli dieamus fuisse sanctos patres,
Abraham, Isaac et Iacob, et alios huiusmodi, quando per
nuptias generabant, et ecs fideles qui usque nunc et deinceps
adhuc generant. Nec tarnen possumus Domino contradieere
dicenti: Filii saeeuli huius nubunt, e t tradunt ad nuptias
Quidam ergo filii saeeuli huius sunt, et tarnen filii diaboli
non sunt. Quamvis enim diabolus sit auctor et princeps om­
nium peecatorum; non tarnen filios diaboli faciunt quaecum-
que peccata. Peccant enim et filii Dei, quoniam si dixerint
non habere peccatimi, se ipsos seducunt, et veritas in eis
non est12*1 . Sed ea conditione peccant, qua sunt filii adhuc
4
huius saeeuli: qua vero gratia sunt filii Dei, non utique pec­
cant; quia omnis qui natus est ex Deo, non p eeca tX!i.
Filios autem diaboli infidelitas facit, quod peccatum pro­
prie vocatur, quasi solum sit, si non exprimatur quale pec­
catum sit. Sicut Apostolus cum dicitur, si non exprimatur
quia apostolus, non intelligitur nisi Paulus: quia pluribus
est Epistolis notior, et plus omnibus illis laboravit “ . Unde
quod ait Dominus de Spiri tu sancto: Ipse argwet mundurn
de peccato; infidelitatem intelligi voluit. Hoc enim cum ex-
poneret, ait: De peccato quidem, quod non crediderunt in
m e 15. Et ubi ait : Si non venissem, et locutus eis fuissem ,
peccatum non habsrent16. Non enim peccatum antea non ha-
bebant : sed ipsam voluit intelligi diffidentiam, qua nec prae-
senti et loquenti crediderunt, pertinentes ad eum de quo
dicit Apostolus: Secundum principem potestatis aeris, qui
nunc operatur in filiis diffidentiae 17. Ergo in quibus non est
fides, filii sunt diaboli; quia non habent in interiore homine
cur eis dimittatur quidquid hominis vel infirmitate, vel ig-

1Z i Io. 8.
la i Io. 3, g.
“ x Cor. 15, 10.
14 Io. 26, 8-9.
14 Io. I S, 22.
" Eph. 2, 2.
CAPITULO III

C a l u m n ia p e l a g ia n a a c e r c a d e l o s e f e c t o s d e l b a u t is m o

4. Sostienen también, dicen, que el bautismo no hace


' hombres nuevos, es 'decir, no causa la plena remisión de los
pecados, sino que por él bautismo los hombres en parte son
hechos hijos de Dios y en parte siguen siendo hijos del siglo,
o sea, del demonio.
Eso es mentir, tender celadas, tergiversar; no és esto lo
que decimos. Lo que decimos es que todos los hombres que
son hijos del demonio, son también hijos del siglo; pero no
decimos que todos los hijos del siglo son también hijos del
demonio. Lejos de nosotros el decir que fueron hijos del de­
monio los santos padres Abrahán, Isaac y Jacob y otros
tales cuando procreaban en el matrimonio, ni aquellos fieles
que lo han hecho hasta el día de hoy o lo hagan en adelante.
Pero, con todo, no podemos contradecir al Señor, que dice:
Los hijos de este siglo toman muj r y toman marido. Hay,
pues, algunos que son hijos de este siglo y, s'n emb3rgo,
no son hijos del demonio. Pues, aunque el demonio sea autor
y príncipe de todos los pecadores, pero no es cualquier linaje
de pecado que hace a los hombres hijos del demonio. Pecan
también los hijos de Dios, porque, si dijeron que no tienen
pecado, se engañan a sí mismos y no está en ellos la verdad.
Pero pecan en cuanto que todavía son hijos de este siglo;
mas en cuanto son por la gracia hijos de Dios, no pecan,
porque to lo el que ha nacido de Dios no obra p eado.
Y lo que nos hace hijos del demonio es la infidelidad, que
es lo que con propiedad recibe el nombre de pecado, que es
como decir que no hay otros, si no se dice cuáles. Así como
cuando decimos rí A póstol, si no determinamos cuál, no en­
tendemos otro que San Pablo, porque es más conocido por
sus muchas epístolas y porque trabajó más que los demás.
De aquí es que, al decir el Señor del Esníritu Santo: Con-
v n cerá al mundo de pecado, quiso significar la infidelidad.
Pues al exponer esto dice: De pecado, porque no creyeron en
mí. Y lo mismo al decir: Si yo no hubi ra venido y no les
.hubiera hablado, no tendrían pecado. No es que antes no
tuviesen pecado, sino que quería significar la incredulidad,
por la que no creyeron en El, que estaba con ellos y les ha­
blaba, los que pertenecían a aquel de quien dice el Apóstol:
Conforme al príncipe de la potencia d i aire, que ejerce ahora
su acción en los hiios d° la incredulidad. Luego los que no
tienen fe son hiios del demonio, porque no poseen en el hom­
bre interior aquello por lo que se les puedan perdonar los pe-
norantia, vel omnino aliqua mala voluntate conunittitur. Illi
autem filii Dei, qui utique si dixerint se non habere pecca-
tum, se ipsos decipiunt, et veritas in eis non est, profeeto,
quod sequitur, cum confitentur peccata sua (quod filii dia­
boli non faciunt, vel non secundum fidem quae filiorum Dei
propria est faciunt), fidelis est et iustus qui dimittat eis
peccata, et mundet eos ab omni iniquitate1S.
Ut autem plenius intelligatur quod dieimus, audiatur ipse
lesus, qui filiis Dei utique loquebatur, dicens: Si autem vos
cum sitis mali, nostis bona data dare filiis vestris, quanto
magis Pater vester, qui in caelis est, dabit bona pstentibus
s e ? 19 Si enim filii Dei non essent, non eis diceret: Pater ves­
ter qui in caelis ¿si. E t tamen eos malos esse dicit, et nosse
bona dare filiis suis. Numquid inde mali, unde filii Dei? Ab-
sit: sed inde mali, unde adhuc.filii saeculi, iam tamen filii
Dei facti pignore Spiritus Sancti.
5. Baptismus igitur abluit quidem peccata omnia, pror-
sus omnia, factorum, dictorum, cogitatorum, sive originalia,
sive addita, sive quae ignoranter, sive quae scienter admi&sa
sunt: sed non aufert infirmitatem, cui regeneratus resistit,
quando bonum agonem luctatur; consentit autem, quando
sicut homo in aliquo delicto praeoccupatur20; propter illud
gaudens in actione gratiarum, propter hoc autem gemens in
allegations orationum. Ibi dicens : Quid retribuam Domino
pro omnibus quae retribuii mihi? 21 hie dicens: Dim itte nobis
debita nostra 22. Propter illud dicens : Diligam te, Domine,
virtus m ea23; propter hoc dicens: M iserere mei, Domine, quia
infirmile su m 24. Propter illud dicens: Oculi m ti sem per ad
Dominum, quoniam ipse evellet de laqueo pedes m zos23;
propter hoc dicens: Turbatus est prue ira oculus meus 2C. Et
innumerabilia, quibus divinae Litterae plenae sunt, quae al-
ternis vicibus, vel exsultando de Dei bonis, vel moerendo de
nostris malia, a filiis Dei dicuntur ex fide, quamdiu adhuc
filii sunt etiam saeculi huius pro vitae huius infirmitate:
quos tamen Deus a filiis diaboli non solum lavacro regene-
rationis, sed ipsius etiam quae per dilectionem operatur 27,
fidei probitate discernit: quia iustus ex fide v iv it2S.
Haec autem infirmitas, cum qua usque ad corporis mor­
tem defectu et profectu alternante contendimus, magnique
interest quid vincat in nobis, regeneratione alia consumetur;
de qua Dominus dicit : In regeneratione, cum sedervi Filius
hominis in sede m aiestatis suae, sedebitis et vos super sides
duodecim 23, etc. Regenerationem quippe hoe loco, ambigente
i Io. i, 8-9.
19
Mt. 7, 11. ‘ O’
20
Gal. 6, i. 26 Ps. 30, io.
Ps. 115, 3. 27 Gal. 5, 6.
Mt. 6, 12. 28 Rom. i, 17.
Ps. 17, 2. 29 Mt. 19, a«.
cados que se cometen por flaqueza o ignorancia o, simplemen­
te, por mala voluntad. Mas cuando los hijos de Dios, que,
si dicen que no tienen pecado, se engañan a sí mismos, con­
fiesan, como se dice a continuación, sus pecados (cosa que no
hacen los hijos del demonio, o no lo hacen con la fe propia
de los hijos de Dios), fiel es y justo para perdonarles los pe­
cados y limpiarlos de toda maldad.
Para que se entienda perfectamente lo que decimos, oiga­
mos al mismo Jesús, que halblaba a los hijos de Dios dicien­
do: Si, pues, vosotros, con ser malos, sabéis ilar dádivas
buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celes­
tial dará bienes a los que se los pidieren? Pues si no fueran
hijos de Dios, no les diría: V uestro Padre, que está en los
cielos. Y, no obstante, dice que son malos y que saben dar
buenas dádivas a sus hijos. ¿Son acaso malos por ser hijos
de Dios? Nada de eso, sino que son malos por lo que tienen
aún de hijos del siglo, bien que ya han sido hechos hijos
de Dios por la gracia del Espíritu Santo.
5. El bautismo, pues, limpia todos los pecados, absolu­
tamente todos, sean de obra, de palabra, de pensamiento; sea
original, sea personal; ahora cometidos por ignorancia, aho­
ra a sabiendas; pero no quita la flaqueza, a la que resiste
el bautizado cuando pelea el buen combate, con la que condes­
ciende cuando, como hombre, es sorprendido en algún peca­
do; alegrándose de lo primero con hacimiento de gracias,
gimiendo en el segundo caso al hacer oración. Diciendo allí:
¿Qué podré dar al Señor por todo el bien que me ha hecho?
Y aquí: Perdónanos nuestras deudas. Diciendo a causa de lo
primero: Am aré a ti, ¡oh Señor!, mi fortaleza. Y a causa de
lo segundo: Ten compasión de mí, porquie soy flaco. Dicien­
do por lo uno: Mis ojos siempre están vueltos al Señor, por­
que Efl librará del lazo mis pies; diciendo por lo otro: De. pena
se han nublado mis ojos. Y otros innumerables pasajes de
que están llenas las Sagradas Escrituras, los cuales repiten
sucesivamnete, movidos por la fe, los hijos de Dios—ora
alegrándose de los bienes de Dios, ora entristeciéndose de
nuestros males— , mientras son hijos también de este siglo
por razón de la flaqueza de esta vida; a los cuales distingue
Dios de los hijos del demonio no sólo por el baño de la rege­
neración, sino también por la rectitud de la fe que obra por
la caridad, porque el justo vive de.la fe.
Esta flaqueza con la que luchamos hasta la muerte del
cuerpo, sucediéndose alternativamente el pecado y la virtud
e importándonos mucho quién sea el vencedor, será absorbi­
da por la otra regeneración, de la que dice el Señor: Al
tiempo de la regeneración, cuando se sentare e l H ijo del hom­
bre en el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros
sobre doce tronos, etc. En este pasaje llama regeneración,
nullo, novissimam resurrectionem vocat: quam Paulus quo­
que apostolus et adoptionem et redemptions m nuncupat, di-
cens: Ssd etiam nos ipsi primitias spiritus habentrs, et ipsi
in nobismetipsis ingemiscimus, adoptionem exp ecta n tes, re-
demptionem corporis n o stri30. Numquid non per lavacrum
sanctum regenerati, adoptati et redempti sumus? Et tarnen
restai regeneratio, adoptio, redemptio, quam in fine ventu-
ram nunc patienter exspectare debemus, ut tune filii huius
saeculi ex nulla parte iam simus.
Quisquís igitur Baptismati derogat, quod modo per illud
percipimus, corrumpit fidem: quisquís autem iam nunc ei
tribuit, quod quidem per ipsum, sed tarnen postea percepturi
sumus, amputat spem. Nam si a me quisquam quaesierit,
utrum per Baptismum salvi facti fuerimus; negare non
poterò, dicente Apostolo: Salvos nos f eit per lavacrum re­
gen rationis et renom tionis Spiritus sa n cti31. Sed si quae­
sierit, utrum per idem lavacrum omni prorsus modo iam nos
fecerit salvos respondeo, Non ita est. Idem quippe item dicit
Apostolus: Spe enim salvi facti sumus. Spes autem quae vi­
de tur, non est ,sp's; quod enim videt quis, quid sperai? Si
autem quod non vide mus speramus, per patientiam exspecta-
m u s32. Salus ergo hominis in Baptismate facta est, quia
dimissum est quod peccati a parentibus traxit, vel quidquid
etiam proprie ante Baptismum ipse peccavit: salus vero eius
tanta post erit, ut peccare omnino non possit.

CAPUT IV
C alu m n ia de V e ter ì T estam ento et anttquis itjstis

6. Quibus ita se habentibus, ex his etiam illa quae dein-


eeps nobis obiiciunt refelluntur. Quis enim catholicus d'eat,
quod nos dicere iactitant, Spiritum sanctum adiutorem vir-
tutis in v'tsri Testamento non fu isse; nisi cum vetus Testa-
mentum s5c intelligimus, quemadmodum Apostolus dicit:
A monte Sina in servitutsm g nerans? 33 Sed quia in eo prae-
figurabatur novum, qui hoc intelligebant tunc homines Dei,
secundum distributionem temporum, veteris quidem Testa­
menti dispensatores et gestatores, sed novi demonstrantur
haeredes. An vero ilium ad Testamentum novum negavimus
pertinere, qui dicit: Cor mundum crea in m°, Deus, et sviri-
tum r'ctum innova in visceribus m 'is? 34, aut ilium qui dicit:
Posuit super petram pedes meos, et d irexit gressus meos, et5 0
*2
50 Rom. 8, 23.
** Tit. 3, 5.
52 Rom. 8, 24-25.
22 Gal. 4, 24.
24 Ps. 50, 12.
■i
sin que nadie lo ponga en duda, a la resurrección final, que
el Apóstol llama también adopción y redención, diciendo:
Pero también nosotros mismos, quls •poseemos las primicias
del Espíritu, nosotros mismos también gemimos dentro de
nosotros mismos, anhelando la adopción f ilial, la redención
de nu stro cuerpo. Pues ¿no hemos sido regenerados, adop­
tados y redimidos por el baño santo ? Y, sin embargo, vendrá
la regeneración, adopción, redención, que ahora debemos es­
perar pacientemente, y entonces no seremos en lo más míni­
mo hijos de este siglo.
Por tanto, todo el que niega al bautismo lo que por él re­
cibimos ahora, adultera la fe ; quien, le atribuye aun ahora
lo que por él, pero más tarde, hemos de recibir, troncha la
esperanza. Pues si alguno me preguntare si hemos sido sal­
vados por el bautismo, no lo podré negar, ya que dice el
Apóstol: Nos salvó por el baño de regeneración y renovación
del Espíritu Santo. Mas si me preguntare si por medio del
mismo baño nos ha salvado ya con toda suerte de salvación,
responderé que no. Pues dice también el mismo Apóstol:
Porque en esperanza es como hemos sido salvados; ahora
bien, la esperanza que se ve ya no es esperanza; pues lo que
uno ve, ¿a qué viene el esperarlo? Mas si lo que no vemos lo
esperamos, por la paciencia lo aguardamos. Se ha obrado,
pues, la salvación del homlbre en el baut'smo, porque se ha
perdonado el pecado heredado de sus padres o los que él
mismo personalmente cometió antes del bautismo; mas su
salvación ha de ser después tan completa que no pueda abso­
lutamente pecar.

CAPÍTULO IV
Los dos T estam entos y das calu m n ias felagianas

6. Siendo esto así, con estas mismas razones se refuta


lo que más adelante nos objetan. Porque ¿qué católico dice
lo que nos achacan, a saber, que el Espíritu Santo no fué
ayudador de la virtud en el Antiguo Testam ento, sino cuan­
do entendemos el Antiguo Testamento, como dijo el Apóstol,
que desd° el monte Sinaí engendra para la esclavitud? Mas
como en el Antiguo Testamento estaba figurado el Nuevo, los
justos que entonces entendían esto muéstrangenos, atenta
la diversidad de los tiempos, dispensadores y portadores, es
verdad, del Antiguo Testamento, pero herederos del Nuevo.
¿Negaremos por ventura que pertenece al Nuevo Testamento
aquel que d ijo : Orea en mí, Señor, un corazón puro y pon de
nuevo en mi interior espíritu recto? ¿O aquel que dice: So­
bre piedra fijó mis pies, puso en mi boca cantar nuevo, un
immisit in os meum om ticum novum, hymnum D eo nos­
tro? 35, vel ilium ante Testamentum vetus, quod est a monte.
Sina, patrem fidelium, de quo dicit Apostolus: Fratres, se­
cundum hominem dico, tarnen hominis confirmatum testa-
m°ntum nemo irritum facit aut superordinat. Abrahae dictae
sunt promìssiones et semini dus. Non d icit: E t seminïbus,
tanquam in m ultis; sed tanquam in uno: E t semini tuo, quod
est Christus. Hoc autem dico, inquit, Testamentum confir­
matum a Deo, qua e post quadringentos e t triginta annos
facta est lex non infirmât ad evacuandam promissionem. Si
enim ex lege haereditas, iam non ex prom issione: Abrahae
autem per promissionem donavit Deus.
7. Hic certe si quaeramu's, utrum hoc Testamentum,
quod dicit confirmatum a Deo non infirmari a lege quae post
quadringentos et triginta annos facta est, utrum novum, an
vetus intelligendum sit : quis respondere dubitet, Novum, sed
in propheticis late bris occultatum, donee veniret tempus quo
revelaretur in Ohristo? Nam si dixerimus, Vetus; quid erit
illud a monte Sina in servitutem generans? Ibi enim facta
est lex post quadringentos et triginta annos: qua lege hoc
Testamentum promissionis Abrahae infirmari non posse con­
firmât; et hoc quod factum est ab Abraham, vult potius ad
nos pertinere, quos vult esse filios liberae, non ancillae; hae-
nedes ex promissione, non lege; cum dicit: Si enim ex lege
haereditas, iàm non ex prom issione: Abrahae autem p 'r pro­
missionem donavit Deus. Ut quod facta lex est post quadrin­
gentos et triginta annos, ad hoc subintraverit, ut abundaret
delictum ; cum per peccatum praevaricationis convincitur ho­
minis superbia de sua iustiti’a praesumentis ; et ubi abundavit
delictum, superabundant gratia36; per fidem iam humilis
hominis in lege deficientis et ad Dei misericordiam fugientis.
Ideo cum dixisset: Si enim ex lege haereditas, iam, non ex
prom issione; Abrahae autem per promissionem donavit D eus;
tanquam ei diceretur: Utquid ergo lex postea facta est?
subiuwxit atque ait: Quid ergo lex ? Cui mox interrogation!
reddidit: Praevaricationis gratia proposito, est, donee vene­
rei S'men cui promissum e s t 37.
Hoc identidem ita dicit: Si enim qui ex lege, haeredes
sunt; exinanita est fides, et evacuata est prom issio. L ex *
55 Ps. 39 . 3 -4 - ” Gal. 3, 15-19.
** Rom. 5, 20.
himno a nuestro D ios? ¿O aquel que aun antes del Antiguo
Testamento, que comienza en el monte Sinaí, fué padre de
los fieles, de quien dice el A póstol: Hermanos míos, hablo se­
gún las leyes humanas. Aun tratándose de un hombre, un
testam ento legítimamente otorgado nadie puede anularlo ni
añadirle nuevas cláusulas. Ahora bien, a Abrahán Ií fueron
hechas las promesas y en él a su Descendencia. No diee:
“ F a las descendencias", como hablándose de muchos, sino
de uno solo: “ Y a tu Descendencia", la cual es Cristo. Digo,
pues, esto: el testam ento ya válidamente otorgado por Dios
no puede ser anulado por la ley, que vino cuatrocientos trein­
ta años más tarde, de suerte que la promesa quedase anulada.
Porque, si de ley dependiera la herencia, ya no procedería de
la promesa. Y es asi que a Abrahán lázale Dios merced de
la herencia por medio de una prom esa?
7. Si preguntamos ahora si este Testamento que, confir­
mado por Dios, dice no es anulado por la ley dada cuatro­
cientos treinta años más tarde, es el Nuevo o el Antiguo
Testamento, ¿quién vacilaría en responder que es el Nuevo,
aunque escondido en las obscuridades proféticas hasta que
llegara el tiempo de ser revelado por Cristo ? Pues si respon­
diéremos que es el Antiguo, ¿en qué consistirá el testamento
que desde el monte Sinaí engendra para la esclavitud ? Allí
cuatrocientos treinta años más tarde fué dada la ley, por la
cual, como confirma el Apóstol, no pudo ser anulado el tes­
tamento prometido a Abrahán; y quiere el mismo Apóstol
que este testamento otorgado desde Abrahán pertenezca más
bien a nosotros, que afirma somos los hijos de la libre, no de
la esclava; herederos en virtud de la promesa, no por la ley,
cuando dice: Porque, si de la ley dependiera la h'renda, ya
no procedería de la promesa. Y , sin embargo, a Abrahán le
otorgó Dios la donación de la promesa. De modo que el ha­
berse dado la ley después de cuatrocientos treinta años se
atravesó a fin de que abundara el pecado al ser convencida
de prevaricación por el pecado la soberbia del hombre, que
alardeaba de su justicia; y donde abundó el delito, sobre­
abundó la gracia: por la fe del hombre humilde ya, que peca
en la ley y recurre a la misericordia de Dios. Por eso, ha­
biendo dicho: Porque, si de la ley dependiera la herencia, ya
no procedería de la promesa. Y, sin embargo, a Abrahán le
otorgó Dios la demación de la prom esa; como sí se le objeta­
se: ¿ A que fin fu é dada después la ley ?, añadió: Pues, y la
ley, ¿qu é? Y respondió inmediatamente a esta pregunta:
En razón de las transgresiones fu é adicionada a la promesa
hasta que viniese la Descendencia a quien fu é hecha la pro­
mesa.
Esto mismo declara alguna vez diciendo: Porque, si los
hijos de la ley son herederos, anidada queda la fe y abolida
enim tram operatur: ubi enim non est lex, nec praievarica-
tio 3S. Quod ait in ilio testimonio: Si enim ex lege haereditas,
iam non ex prom issione; Abrahae autem per promissionem
donavit D eus; hoc in isto ait : Si enim qui per legem haere-
des sunt; eooinanita est fides, et evacuata prom issio: satis
ostendens ad fidem nostram pertinere (quae novi utique est
Testamenti) quod per promissionem donavit Deus Abrahae.
Et quod ait in ilio testimonio: Quid ergo lex ?, atque res­
pondí t: Praevaricationis gratia proposita e s t; hoc in isto
subdidit similiter: L ex enim iram operatur: ubi enim non
est lex, nec prm varicatio.
8. Sive igitur Abraham, sive ante ilium iusti, sive post
eum usque ad ipsum Moysen, per quern datum est Testamen-
turn a monte Sina in servitutem gcnerans, sive caeten Pro-
phetae post eum et sancii homines Dei usque ad Ioannem
Baptistam, filii sunt promissionis et gratiáe secundum Isaac
filium liberae, non ex lege, sed ex promissione haeredes Dei,
cohaeredes autem Ohristi. Absit enim ut Noe iustum, et
prioria temporis iustos, et quicumque ab ilio usque ad Abra­
ham iusti esse potuerunt vel conspicui vel occulti, negemus
ad supernam Ierusalem, quae mater nostra est, pertinere;
quamvis anteriores tempore inveniantur esse quam Sara,
quae ipsius liberae matris prophetiam figuramque gestabat.
Quanto evidentius ergo post Abraham, cui sic declarata est
ipsa promissio, ut pater multarum gentium dieeretur3J,
quicumque Deo placuerunt, fllii promissionis habendi sunt?
Non enim ex Abraham et deinceps iustorum generatio ve-
rior, sed prophetia manifestior reperitur.
9. Ad Testamentum autem vetus, quod a monte Sina
in servitutem generans, quod est Agar, illi pertinent, qui
cum acceperint legem sanctam et iustam et bonam, putant
sibi ad vitam, litteram posse sufficere: et ideo qua fiant
factores legis, divinam misericordiam non requirunt; sed
ignorantes Dei iustitiam, et swam iustitiam volentes consti-
títere, iustitiae Dei non sunt su biecti40. Elx hoc genere fuit
ilia multitudo, quae adversus Deum in eremo murmuravit,
et idolum fecit, et illa quae iam in ipsa terra promissionis
fornicata est post déos alíenos. Sed haec in ipso quoque ve-
tere Testamento valde reprobata est multitudo. Uli etiam,
quicumque ibi erant, sola quae ibi Deus pollicetur terrena
promissa sectantes, et quid pro novo Testamento ea ipsa
significent ignorantes, eorum adipiscendorum amore et amit-
tendorum timore, Dei praecepta servabant; imo non ser-
vabat, sed sibi servare videbantur. Ñeque enim fides in eis*•

3* .Rom. 4, 14-15,
*• Gen, 17. 4*5-
."•.'Rom;: 10» -3 . ■■
la promesa, pues la ley produce céAsra, que donde no hay ley,
tampoco transgresión, Lo que dice en aquel pasaje: Porque,
si de la ley dependiera la herencia, ya no proa dería de la
promesa. Y , sin em bargo, a Abrahán le otorgó Dios la dona­
ción de la promesa, esto mismo dice en este pasaje: Porque,
si los hijos de la ley son los h e r d cros, anulada queda la fe
y abolida, la prom esa; mostrando bien a las claras que per­
tenece a nuestra fe, la cual es propia del Nuevo Testamento,
lo que Dios otorgó a Abrahán mediante las promesas. Y lo
mismo dice en aquel pasaje: Pues ¿ y la l?y?, respondiendo:
En razón ds las transgresiones filé adicionada, esto mismo
escribió en esotro lugar: Pues l¡i ley produce cólera, pues
donde no hay ley, tampoco transgresión.
8. Por tanto, Abrahán y los justos que vivieron antes
de él, y los que vivieron después de él hasta el mismo Moi­
sés, por quien fué dado el testamento que dssde el monte
Sinaí engendra para la esclavitud, y después de él los demás
profetas y santos hasta Juan Bautista, son hijos de la prome­
sa y de la gracia, según Isaac, el hijo de la libre; herederos
de Dios y coherederos de Cristo, no en virtud de la ley, sino
en virtud de la promesa. Le^os de nosotros el negar que el
justo Noé y los jcstos de los primeros tiempos y cuantos
justos pudieron existir desde él hasta Abrahán pertenecen a
aquella celestial Jerusalén que es nuestra madre, aunque vi­
vieran antes que Sara, en quien estaba profetizada y figurada
la madre libre. Pues ¿cuánto más ciertamente, a partir de
Abrahán, en cuyo favor fué declarada la promesa de que
sería padre de muchas gentes, deben ser tenidos como hijos
de la promesa todos los que agradaron a Dios? Que no es
por Abrahán y desde Abrahán más verdadera la generación
de los justos, sino más manifiesta la profecía.
9. Al Antiguo Testamento, que desde el monte Sinaí en­
gendra para la servidumbre, que es Agar, pertenecen los que,
habiendo recibido la ley santa, y justa, y buEna, creen tener
bastante con la letra para vivir; y por eso no imploran la
divina misericordia a fin de ser obradores de la ley, sino que,
desconociendo la justicia d° Dios y empeñándose en man­
ten r los fueros de la propia justicia, no se rindieron a la
justicia ds Dios. De esta casta de hombres fué aquella mu­
chedumbre que murmuró de Dios en el desierto y fabricó el
ídolo, y la que, ya en la misma .tierra de lEroru'sión. adoró
a los dioses extraños. Mas esta tal muchedumbre fué muy
reprobada en el ursino Antiguo Testamento. Asimismo, cuan­
tos había allí que sólo buscaban los bienes terrenos, los úni­
co allí prometidos por Dios, y que ignoraban lo que los mis­
mos figuraban en relación con el Nuevo Testamento, guar­
daban los preceptos de Dios per la codicia de alcanzar aque­
llos bienes y por el temor de perderlos, o más bien, no los
per dilectionem operabatur 41*, sed terrena cupidi tas metusque
camalis. Sic autem praecepta qui facit, procul dubio invitus
facit, ac per hoc in animo non facit: magis vult enim om-
nino non facere, si secundum ea quae cupit et metuit, per-
mittatur impune. A c per hoc in ipsa voluntate intus est
reus, ubi ipse qui præoepit inspicit Deus.
Tales erant filli terrenae Ierusalem, de qua dicit Aposto­
lus: Servit enim cum fü iis suis} pertinens ad Testamentiun
vetus a monte Sina in servitutem generans, quod est Agar*".
Ex ipso genere fuerunt, qui Dominum crucifixerunt, et in
eadem infidelitate manserunt. Inde sunt adhuc etiam filii
eorum in ingenti multitudine Iudaeorum, quamvis iam novo
Testamento, sicut prophetatum est, per Christi sanguinem
patefacto atque firmato, et a flumine ubi baptizatus magis-
teriumque professus e st43 usque ad terminos terrae Evan­
gelio diffamato. Qui Iudaei, secundum prophetias quas le-
gunt, per omnes sunt terras ubique dispersi, ut ex eorum
quoque codicibus Ohristianae non desit testimonium ventati
10. Et vetus igitur Testamentum Deus condidit: quia
Deo placuit, usque ad plenitudinem temporis promissis terre-
nis tanquam in praemio constitute promissa velare ca d este;
et populo terrenis bonis inhianti, et propterea durum cor
habend, quamvis spiritalem, tarnen in tabulis lapideis legem
dare. E xcepte quippe Librorum veterum sacramentie, quae
sola signifi^andi ratione praecepta sunt (quanquam et in eis,
quoniam spiritaliter intelligenda sunt, recte lex dicitur spi-
ritalis) ; caetera certe quae ad pietatem bonosque mores
pertinentia, non ad aliquam significationem ulla interpreta-
tione referenda, sed prrorsus ut sunt dicta, facienda sunt.
Profecto illam Dei legem, non solum illi tunc populo,
verum etiam nunc nobis ad instituendam recte vitam neees-
sariam nemo dibitaverit. Si enim Christus nobis aibstulit illud
gravissimum multarum observationum iugum, ne camaliter
circumcidamur, ne pecorum victimas immolemus, ne sabbato
septeno dierum volumine redeunte ab operibus etiam neces-
sariis quiescamus, et caetera huiusmodi, sed ea Spiritualité)'
intellects teneamus, remotisque umbris significantibus in
rerum ipsarum quae significantur luce vigilemus: numquid
propterea dicturi sumus, non ad nos pertinere quod scriptum
est, ut aiienum quodeumque perditum quisquis invenerit,
reddat ei qui perdidit44; et alia multa similis, quibus pie
re dequ e vivere discitur, maximeque ipsum Decalogum, qui

41 Gai. 5, 6.
12 Gai. 4, 2$. 24.
43 Mt. 3, 16-17.
44 Lev. 6, 3-4.
guardaban. Ni en ellos obraba la fe por el amor, sino la ava­
ricia y el temor carnal. El que de esta suerte guarda los pre­
ceptos, guárdalos, sin duda, contra su voluntad, y, por tanto,
no los guarda en su olma; porque más quisiera no guardar­
los de ninguna manera si, obedeciendo a sus deseos y temo­
res, pudiera hacerlo impunemente. Por eso en lo interior de
la voluntad está el reo cuando mira Dios, que es quien impone
el precepto.
Tales eran los hijos de la Jerusalén terrena, de la que
dice el Apóstol: E s esclava en su.s hijos, y pertenece al An­
tiguo Testamento, que desde e l monte Sinaii engendra para la
servidumbre. Esta es Agar. A esta casta pertenecieron los
que crucificaron al Señor y perseveraron en su infidelidad.
A la misma pertenecen todavía sus hijos en el numeroso
pueblo judío, aunque el Nuevo Testamento ya haya sido re­
velado y confirmado por la sangre de Cristo y se haya ex­
tendido el Evangelio desde el Jordán, donde fué bautizado
y dió principio a su magisterio, hasta los confines de la
tierra. Estos judíos viven desparramados por todo el mun­
do, como rezan las profecías que ellos leen, para que aun sus
mismos libros sean un testimonio de la verdad cristiana.
10. Por tanto, Dios es también autor del Antiguo Tes­
tamento, porque plugo a Dios velar las promesas celestia­
les con promesas terrenas, como si éstas fuesen premio, hasta
que llegase la plenitud de los tiempos y dar al pueblo, que
codiciaba los bienes terrenos y por esto tenía un corazón
duro, una ley, aunque espiritual, pero escrita en tablas de
piedra. Exceptuados, pues, los sacramentos de los antiguos
libros, que tan sólo fueron dados como figurativos— bien que
también en ellos la ley recibe justamente el nombre de espi­
ritual en razón de que se han de entender espiritualmente— ,
no hay duda de que todo lo demás que atañe a la piedad y
buenas costumbres no se ha de interpretar en modo alguno
refiriéndolo al tipo figurativo, sino que se ha de cumplir tal
como ha sido ordenado.
Por cierto qiuie tenían necesidad de aquella ley para vivir
bien no sólo ellos en aquel tiempo, sino también nosotros
en el tiempo presente. Pues si Cristo nos quitó aquel yugo
pesadísimo de tantas observancias— que no seamos carnal­
mente circuncidados, ni sacrifiquemos victimas de animales,
ni cada siete años, al repetirse el ciclo sabático, descansemos
aun de los trabajos necesarios, y otras cosas por el estilo,
sino que las guardemos entendidas de una manera espiritual,
y, desechando las sombras figurativas, contemplemos la ver­
dad de las mismas cosas significadas— , ¿acaso ya por esto
habremos de decir que no reza con nosotros que el que ha­
llare cualquier cosa perdida del prójimo la entregue, como
está escrito, a quien la perdió, y otros mandamientos serne-
duabus illis lapideis tabulis contine tur, excepta sabbati ob­
servations carnali, quae spirituakm sanctificationem quie-
temque significai? Quia enim dieat non debere observare
Ohristianos, ut uni Deo religionis obsequio serviatur, ut
idolum non colatur, ut nomen Domini non accipiatur in va-
num, ut parentes honorentur, ne adulteria, homicidia, furta,
falsa testimonia perpetnentur, ne uxor, ne omnino res ulla
concupiscatur aliena ? 45 Quis est tam impius, qui dicat ideo
se ista legis non custodire praecepta, quia est ipse Ghristia-
nus, nec sub kge, sed sub gratia consti tutus?
11. Verum haec plane magna distantia est, quod faciunt
ista sub lege positi, quos littera occidit, terrenam felicitatem
vel cupiditate adipiscendi vel timore amittendi: et ideo non
vere faciunt; quoniam carnalis cupiditas, qua peccatum con-
mutatur potius vel augetur, cupiditate aliena non sanatur.
Hi ad vêtus pertinent Testamentum, quod in servitutem gé­
nérât; quia facit illos carnalis timor et cupiditas servos,
non evangelica fides et spes et charitas îiberos. Sub gratia
vero positi, quos vivificat Spiritus, ex fide ista faciunt, quae
per dilectionem operatur, in spe bonorum, non carnalium,
sed spiritualium, non terrenorum, sed caelestium, non tempo-
ralium, sed aeternorum; praecipue credentes in Mediatorem,
per quem sibi n<Jn dubitant, et spiritum gratiae subministra-
ri, ut bene ista faciant, et ignosci posse cum peccant. Hi
pertinent ad Testamentum novum, filii promissionis, regene­
rati Deo pâtre et libera maire.
Huius generis fuerunt antiqui omnes iusti, et ipse Moy-
ses Testamenti minister veteris, haeres novi; quia ex fide qua
nos vivimus, una eademque vixerunt, incamationem, passio-
nem, reeurrectionem Ohristi credentes futuram, quam nos
credimus factam: usque ad ipsum loannem Baptistam quasi
praeteritae dispensationis limitem quemdam, qui Mediatorem
ipsum non aliqua umbra futuri, vel allegorica sìgnificatione,
vel ulla prophetica pronuntiatione venturum esse significans;
sed digito demonstrans ait: Ecce Agnus Dei, ecce qui toTlit
peccatum mundiin; tanquam dicens : Quem multi iusti videre
concupierunt, in quem venturum ab ipsius h umani generis
initio crediderunt, de quo Abrahae dictas sunt promissiones,
de quo scripsit Moyses, de quo Lex et Prophetae sunt testes;*
** E x. 20.
4‘ Io. i, 2g.
xn, 4, 1 1 CONTRA LAS DOS EPÍSI. DE LOS PÉLAGIANOS 571

jantes a éstos, con los cuales se aprende a vivir piadosa y


honestamente, y en especial el decálogo escrito en aquellas
tablas de piedra, excepción hecha apenas de la guarda carnal
del sábado, que significa la santificación y descanso espiri­
tual? Pues ¿ quién dirá que los cristianos no están obligados
a rendir a Dios homenaje religioso, a no dar culto a los ído­
los, a no tomar en vano el nombre del Señor, a honrar a sus
padres, a no cometer adulterios, homicidios, hurtos, ni levan­
tar falsos testimonios; a no desear la mujer ni, en general,
cosa alguna del prójim o? ¿Quién es tan impío que diga que
no guarda estos preceptos de la ley porque él es cristiano
y no está bajo el imperio de la ley, sino bajo el imperio de
la gracia?
11. Sin embargo, aun en esto hay una gran diferencia,
porque los que están bajo el imperio de la ley, a los cuales
mata la letra, guardan estas cosas por el deseo de alcanzar
o por el temor de perder una felicidad temporal, y por eso en
realidad no las guardan, ya que el apetito carnal, por el que
el pecado cambia de objeto o se acrecienta, no se cura con
otro apetito. Estos tales pertenecen al Antiguo Testamento,
que engendra para la esclavitud, porque el temor y apetito
carnal los hace esclavos, en vez de hacerlos libres la fe, la
esperanza y la caridad evangélicas. Mas los que están cons­
tituidos en gracia, a los cuales vivifica el Espíritu Santo,
cumplen todo esto en virtud de la fe que obra por la caridad
con la esperanza de bienes no camales, sino espirituales; no
terrenos, sino celestiales; no temporales, sino eternos; sobre
todo creyendo en el Mediador, mediante el cual no dudan
de que se les concede el espíritu de gracia para guardar bien
estas cosas y poder alcanzar el perdón cuando pecan. Estos
pertenecen al Nuevo Testamento, hijos como son de la pro­
mesa, reengendrados de Dios Padre y de la madre libre.
Tales fueron todos los antiguos justos, y aun el mismo
Moisés, ministro del Antiguo Testamento y heredero del Nue­
vo, porque vivieron de la misma y única fe que nosotros
' vivimos, creyendo en la encarnación, pasión y resurrección
futuras de Cristo, que nosotros creemos han tenido ya lugar;
extendiéndose este tiempo, como hasta el fin de la antigua
economía, hasta Juan Bautista, el cual no con alguna som­
bra del futuro ni con alguna significación alegórica o pro­
fecía anunciadora del futuro, sino mostrando con el dedo al
mismo Mediador, dice: He ahí al Cordero d?, Dios, hs ahí
al que quita el pecado del mundo; como diciendo: He aquí
al Cordero de Dios, he aquí al que quita el pecado del mun­
do, en cuya futura venida creyeron desde la creación del
hombre; por razón del cual le fueron hechas a Abrahán las
promesas, de quien son testigos la ley y las profetas. Desde
este Juan en adelante comenzaron a ser pasadas o presentes
Ecce Agnus Dei, ecce qui tolUt peccatum mundi. A b hoc loan-
rue et deinceps coeperunt de Christo fieri praeterita vel prae-
sentia, quae ab illis omnibus anterioris temporis iustis crede-
bantur, sperabantur, desiderabantur futura. Eadem igitur
fides est, et in illis qui nondum nomine, sed reipsa fuerunt
antea Christiani, et in istis qui non solum sunt, verum etiam
vocantur, et in utrisque eadem gratia per Spiritum sanctum.
Unde dicit Apostolus : H abentes autem eumdem spiritum fi­
disi, secundum quod scriptum est, Credidi, propter quod lo-
cutus sum ; et nos credimus, propter quod et loquimur 47.
12. Aliter itaque dicitur iam obtinente loquendi consue­
tudine vetus Testamentum, Lex et prophetae omnes, qui us­
que ad Ioannem prophetaverunt; quod distinctius vetus ins­
trumentum, quam vetus Testamentum vocatur: aliter autem
sieut apostolica appellai auctoritas, sive hoc nomen expri-
rnens, sive significans. Exprimit enim, ubi dicit: Usque in
hodkrnum diem, quamdiu legitur M oyses, idipsum velam en
in l rctione veteris Testamenti m anet: quod non revelatur,
quia in Ohristo evacuatur4S. Sic enim utique vetus Testa­
mentum ad Moysi retulit ministerium. Item dicit : Ut servia-
mus in novilate spirìtus, et non in Vetustate litt°ra e49: idip­
sum significans Testamentum nomine litkra e. Item alio loco:
Qui et idoneos nos f'c it ministros novi Testamenti, non litte-
rae, sed spiritus; littera enim occidit, spiritus autem vivifi­
cai 50. Et hie per commemorationem novi, illud utique vetus
intelligi voluit. „
Multo autem evidientius, quamvis non dixerit, aut vetus,
aut novum, duo ipsa Testamenta distinxit, per duos filios
Abrahae, unum de ancilia, alium de libera: quod iam supe-
rius commemoravimus. Quid enim expressius quam ut dice-
ret: D icite mihi, sub lege vokn tes esse, legem non audistis?
Scriptum est enim quoniam Abraham duos filios habuit,
unum de anelila, et unum de libera: s cd ille quidem qui de
anelila, secundum carnem natus e s t; qui autem de libera, per
reprom issionem : quae sunt in allegoria. Haec enim sunt duo
Testamenta, unum quidem in monte Sina in servitutem ge-
nsrans, quod est Agar. Sina enim mons est in Arabia, qua?
contunda est huic quae nunc est Ierusalem : servii enim cum
filiis suis. Quae autem sursum est Ierusalem, libera est, quae
est mater nostra. Quid clarius, quid certius, quid ab omni
obscuritate et ambiguitate remotius promissionis filiis? Et
paulo post: Nos autem fratres, inquit, secundum Isaac pro­
missionis filii sumus. Item paulo post: Nos autem, fratres,
non sumus ancillas filii, scd liberate; qua liberiate Christus
nos liberavit51. Eligamus igitur utrum antiquos iustos an-
" 2 Cor. 4, 13. s0 2 Cor. 3, 6.
48 2 Cor. 3, 14-15. 51 Gal. 4, 21-31.
49 R'im. 7, 6.
las cosas que todos aquellos justos de los primeros tiempos
creían, esperaban, deseaban acerca de Cristo. Una misma,
pues, es la fe de aquellos que no eran aún cristianos en el
nombre, pero sí en la realidad, y la de los que són y se llaman
cristianos, y en unos y en otros se da la misma gracia por
el Espíritu Santo. Por lo que dice el Apóstol: Mas teniendo
nosotros él mismo Espíritu, según aquello qwe está escrito:
“ Creí y por eso hablé", también nosotros creemos y por esto
también hablamos.
12. En un sentido, pues, a la ley y a todos los profetas
que profetizaron hasta Juan se les llama ya vulgarmente
Antiguo Testamento, que también recibe el nombre, más
expresivo, de Antiguo Instrumento; y en otro sentido lo
llama Antiguo Testamento San Pablo, bien usando explíci­
tamente de este nombre, bien sobrentendiéndolo. Usa de este
nombre cuando dice: Hasta hoy, siempre que es ¡a ido M oi­
sés, un velo está puesto sobre leí corazón de ellos en la lec­
tura di,i Antiguo Testamento, el cual no se rem ueve, porque
sólo en Cristo desaparece. De esta manera llama Antiguo
Testamento al dado por Moisés. Dice también: Para que sir­
vamos en novedad de espíritu y no en vejez de letra, signifi­
cando el mismo Testamento con el nombre de letra. Y en
otro lugar: E l cual nos hizo ministros idóneos del Nuevo
Testamento, no de letra, sino de espíritu, porque la letra
mata, mas ni espíritu vivifica. También en este lugar, al citar
el Nuevo Testamento, quiso que se entendiera el Antiguo.
Con mucha mayor claridad aún, aunque sin decir Antiguo
ni Nuevo, hizo ver la diversidad de los dos Testamentos en
los dos hijos de Abrahán, uno nacido de la esclava, otro de
la sierva, lo cual ya recordamos antes. Porque ¿qué mayor
claridad que decir: Decidme vosotros, los que deseáis estar
bajo la i y , ¿no habéis oido leer la ley ? Pues escrito está qwe
Abrahán tumo dos hijos, uno de la esclava y otro de la, Ubre.
Mas él de la esclava nacido es según la carne, pero el de la
libre, mediante la promesa. Estas cosas están dichas alegó­
ricamente, pues esas m ujeres son dos alianzas: la una desde
él monte Sinaí, que engendra para la esclavitud, la cual es
Agar. Y, en efecto, él Sinaí es un monte en la Arabia; y
corresponde a la presente J'erumlén, purs es esclava, lo mis­
mo que sus hijos. Mas la Jerusalén de arriba es libre, la cual
es madre nuestra. ¿Hay algo más claro, más cierto, menos
obscuro y ambiguo para los hijos de la promesa? Y un poco
más adelante : Mas nosotros, hermanos, dice, a semejanza de
Isaac, somos hijos de la promesa. Y más adelante: Así que,
hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Digamos, pues, si preferimos llamar a los antiguos justos
hijos de la esclava o de la libre. Lejos de nosotros decir que
son hijos de la esclava. Pues, si son hijos de la libre, per-
cillae fllios dicamus, an liberae. Absit autem ut ancillae:
ergo si liberae, ad novum pertinent Testamentum in Spiritu
sancto, quern vivificantem litterae occidenti opponit Aposto­
lus. Nam quo pacto ad gratiam novi Testamenti non perti­
nent hi, de quorum dictis et Libris istos eiusdem gratia« de-
mentissimos et ingratissimos inimicos refeliendo convin-
cimus ?
13. Sed dicet aliquis: Quomodo vêtus appellatur, quod
post quadringentos et triginta annos factum est per Moy-
sen 52, et novum dicitur, quod ante tot annos factum est ad
Abraham? Qui ex hoc non litigiose, sed studiose movetur,
intelligat primum, quia cum ex anteriore tempore dicitur vê­
tus, ex posteriore autem novum; revelationes eorum consi-
• derantur in his nominibus, non institutiones. Per Moysen
quippe revelatum est Testamentum vetus, per quern data est
lex sancta, et iusta, et bona 53, per quem fieret non abolitio,
sed cognitio peccati; qua convine erentur superbi suam iusti-
tiam volentes constituere, quasi divino adiutorio non egentes,
et rei facti litterae confugerent ad gratiae spiritum, non sua
iustitia iustificandi, sed Dei, hoc est, quae illis esset.ex Deo.
Nam sicut idem Apostolus loquitur: Per legem, cognitio ‘pec­
ca ti; nunc autem sine lege iustitia Dei manifestata est, tes­
tificata per L rgem et Prophetas 54. Lex quippe, eo ipso quo
in ea nemo iustificatur, testimonium perhibet iustitiae Dei.
Quod enim in lege nemo iustificatur apud Deum, manifestum
est, quia iìistus ex fide v iv it55.
Sic ergo, cum lex non iustificat impium de praevaricatio-
ne convictum, mittit ad iustificantem Deum, atque ita iusti­
tiae Dei perhibet testimonium. Prophetae vero testimonium
perhibent iustitiae Dei, praenuntiando Christum, qui factus
est nobis sapisntia a Deo et iustitia et sanctificatio et re-
dem ptio: ut quemadmodum scriptum est: Qui gloriatur, in
Domino glorietur se.
Erat autem occulta ista lex ab initio cum homines ini­
ques natura ipsa convincerei, aliis facientes quod sibi fieri
noluissent. Revelatio autem novi Testamenti in Christo facta
est, cum est manifestatus in carne; in quo apparuit iustitia
Dei, id est, quae hominibus ex Deo est. Hiñe enim ait: Nunc
autem sine legs iustitia Dei manifestata est.
Ecce qua causa illud dicitur vetus Testamentum, quia
priore; hoc autem novum, quia posteriore tempore revela­
tum est. Deinde, quia Testamentum vetus pertinet ad hom i-.

52
Gal. 3, 17.
53
Rom. 7, 12.
64 Rom. 3, 20-21.
55
Gal. 3, il.
fenecen al Nuevo Testamento en el Espíritu Santo vivifican­
te, que el Apóstol opone a la letra, que mata. Pues ¿cómo
no pertenecerán a la gracia del Nuevo Testamento estos con
cuyas sentencias y libros refutamos a los pelagianos, con­
venciéndolos de enemigos insensatísimos e ingratísimos de
esta misma gracia?
13. Pero dirá alguno: ¿Cómo se llama Antiguo Testa­
mento al que después de cuatrocientos treinta años fué dado
por Moisés, y Nuevo al que tantos años antes fué dado a
Abrahán? Quien esto pregunta no con ánimo de porfiar, sino
con amor de la verdad, tenga en cuenta primero que, cuando
por razón del tiempo anterior recibe el nombre de Viejo y
por razón del tiempo posterior el de Nuevo, se atiende a la
revelación de los Testamentos, no a su institución. Pues el
Antiguo Testamento fué revelado por Moisés, por quien fué
dada la ley santa y justa y buena con que se obrara, no la
abolición, sino el conocimiento del pecado; con la que fueran
convencidos los soberbios, que querían asentar su justicia
como si no necesitaran del auxilio divino, y, hechos reos de
la letra, recurriesen al espíritu de la gracia, no para ser
justificados con su propia justicia, sino con la de Dios, esto
es, con la que les viniese de Dios. Pues como dice el mismo
Alpóstol: Por la ley, <8 conocimiento del pecado. Ahora, em­
pero, iné:pe ridt ntemente de la ley, la justicia ds Dios se ha
manifestado, abonada por el testim onio de la ley y de los
profetas. Porque la ley, por el mero hecho de que en ella
nadie se justifica, da testimonio de la justicia de Dios. Y que
por la ley nadie se justifica ante Dios, es m anifiesto, porque
“él justo vive de la fe ” .
Así, pues, como la ley no justifica al impío convencido
de prevaricación, lo remite a Dios, que es el que justifica,
y de esta suerte da testimonio de la justicia de Dios. Los
profetas dan testimonio de la justicia de Dios anunciando a
Cristo: El fué hecho por nosotros sabiduría, como también
justicia, santificación y redención, a fin de que, como está
escrito, “el que s? gloría, que se gloríe en el Señor” .
Esta ley estaba oculta desde él principio, cuando la mis­
ma naturaleza convencía a los hombres de injustos, pues
hacían con los otros lo que no hubiesen querido se hiciera
.con ellos. Mas la revelación del Nuevo Testamento fué hecha
en Cristo cuando se manifestó en carne, en el cual se descu­
brió la justicia de Dios, o sea, la que en los hombres procede
de Dios. Por eso dice: Ahora, empero, independientemente
de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado.
La razón, pues, de que aquél se llame Antiguo Testa­
mento es que fué revelado primero, y estotro recibe el nom­
bre de Nuevo porque fué revelado después. Otra razón es
que el Antiguo Testamento pertenece al hombre viejo, por
item veterem, a quo neoesse est hominem incip ere, novum
àutem ad hominem novum, quo debet homo ex vetustate trans­
ire. Ideo in ilio sunt promissa terrena, in isto promissa cae-
lestia: quia et hoc ad Dei misericordiam pertinuit, ne quis-
quam vel ipsam terrenam qualemeumque felicitatem, nisi a
Domino creatore universitatis putet cuiquam posse conferri.
Sed si propter illam colatur Deus, servilis est cultus, perti-
nens ad filios ancillae: si aufcem propter ipsum Deum, ut in
aeterna vita sit Deus omnia in omnibus, libsralis est servitus,
pertinens ad filios liberate, quae est mater nostra aeterna in
caelis; quae prior tanquam sterilis apparebat, quando per­
spicuo« filios non habsbat ; nunc autem videmus quod de illa
prophetatum est: Laetare, sterilis, quae non paris; erumpe
et exclama, quae non parturis: quia multi filii desertae, ma~
gis quarn eius quae habit virum 57: id est. magis quam illius
lerusalem, quae le-gis quodammodo vinculo maritata est, et
servii cum filiis suis. Tempore igitur veteris Testamenti Spi-
ritum -sanctum in eis, qui etiam tunc secundum Isaac pro­
missioni« filii erant, non solum adiutorem, quod isti suo
dogmati suffieere existi-mant ; verum etiam largitorem dici-
mus fuisse virtutis, quod isti negant, libero earn potius ar­
bitrio tribuentes, contradicentibus illis patribus qui sciebant
ad Deum veraci pietate clamare: Diligam te, Domine, vir-
tus m eass.

CAPUT V

Calum nia de pr oph e ta ru m et apostoloru m iu s t it ia

14. Aiunt etiam, quod omnes A postoli vel Prophetae non


piene sancti dsfiniantur a nobis, sed in comparatione peiorum
minus malos eos fuisse dicamus; et hanc esse iustitiam cui
Deus testimonium perhibet, ut quomodo dicit propheta, ius-
tificatam Sodomum comparatione Iudaeorum 5B, sic etiam nos
criminosorum comparatione dicamus sanctos aliqwam exer-
cuisse virtutem . .
Ahsit ut ista dicamus: sed aut non valent intelligere, aut
nolunt advertere, aut calumniandi studio dissimulant se sci­
re quod dicimus. Audiant ergo, vel ipsi, vel potius ii quos
idiotas et ineruditos decipere moliuntur.
Nostra fides, hoc est catholica fi des, iustos ab iniustis,
non operum, sed ipsa fidei lege discernit : quia iustus ex fide*83

88 Ps. 17, 2.
83 -Ez. 16, 46-57.
donde es forzoso comience el hombre, y el hombre nuevo al
Nuevo, cor él cual debe el hombre salir de la vejez. Por «so
en aquél se prometieron cosas terrenas, en éste celestiales,
porque aun esto fué propio de la misericordia de Dios, para
que nadie piense que puede cualquier felicidad ser concedida
sino por el Señor, creador de todo el mundo. Pero, si se sirve
a Dios por alcanzar esta felicidad, es éste un culto servil,
propio de los hijos de la esclava; mas si se sirve a Dios por
el mismo Dios, a fin de que en la vida eterna sea Dios todas
las cosas en todos, éste es un culto propio de los libres y de
los hiios de la libre, que es nuestra madre eterna en el cielo,
la cual pareció primero estéril cuando no tenía hiios visi­
bles; mas ahora vemos cumplido lo que de ella se profetizó:
A lborózate, m ujer estéril, que no has 'parido; prorrumpe en
gritos de júbilo y f omita la que no has estado de parto, por­
que son más Jos hijos de la abandonada <m° Tos hiios de la
casada, esto es, más que los de aquella Jerusalén que se des­
posó en cierto modo con el vínculo de la ley-y sirve con sus
hiios. Decimos, pues, que en tiempo del Antiguo Testamento
fué el Espíritu Santo, en aquellos que aun entonces eran
hiios de la promesa a semejanza de Isaac, no sólo ayudador,
que es lo que éstos juzgan suficiente según su doctrina, sino
también dador de la virtud, lo cual niegan éstos, atribuyén­
dola más bien al libre albedrío, contra el sentir de aquellos
padres, oue sabían clamar con sincera piedad: Te amaré a
ti, ¡oh Señor, fortaleza m ía!

CAPÍTULO V
C alum nian l o s pelagianos l a doctrina católica acerca
de los profetas apóstoles 1
4

14. Dicen también que no confesam os nosotros que to­


dos los apóstol's y profetas fueron enteram ente santas, sino
que decimos que, comparados con los peores, fueron menos
malos, y que la justicia eme Dios aprueba consiste en esto :
qu° así como dio’ el profeta que es justa Sodoma en compa­
ración de los judíos, así también nosotros confesam os que
los santos, si los comparamos con los grandes pecadores, se
ejercitaron algún tanto en la virtud.
Lelos de nosotros el afirmar tal cosa. Lo que ocurre es
que ellos no pueden entender o no quieren entender, o. mo­
vidos del deseo de calumniar, hacen como si no entendieran
lo que decimos. Oiganlo, pues, ellos, o más bien los ignoran­
tes e indoctos a los que tratan de engañar.
Nuestra fe, que es decir la católica, distingue a los iustos
de los pecadores no en virtud de las obras, sino de la fe,
S.A g. I X 1»
inmi. Per quam discretionem fit, ut homo ducens vitam sine
homicidio, sine furto, sine falso testimonio, sine appetì tu rei
ullius aliena«, parcntibus honorem debitum reddens, castus
usque ad continentiam ab omni omnino concubitu, etiam
coniugali, ekemoaynarum largissimus, iniuriarum patientissi-
mus, qui non solum non auferat aliena, sed nec sua reposent
ablata, vel etiam venditis omnibus suis erogatisque in pau-
peres, nihil suum propriumque possideat; cum suis tarnen
istis velut laudabilibus moribus, si non in Deum fidem rectarn
et catholicam teneat, de hac vita damnandus abscedat. Alius
autem, habens quidem opera bona ex fide recta quae per di-
ketionem operatur, non tarnen ita ut file bene moratus, in-
continentiam suam sustentât honestate nuptiarum, coniugi!
carnalis debitum et reddit et repetit, nec sola propagation is
causa, verum etiam voluptatis, quamvis cum sola uxore, ccn-
oumbit, quod coniugatis secundum veniam concedit Aposto­
lus 60; iniurias non tarnen patienter accipit, sed ulciscendi
cupiditate fertur iratus; quamvis, ut poesit dicere: Sicui et
nos dimittimus debitoribus n ostrìsG1, rogatus ignoscat: pos-
sidet rem familiärem, faciens inde quidem ekemosynas, non
tarnen quam ille tam largas: non aufert aliena; sed quamvis
ecclesiastico iudicio, non forensi, tarnen repetit sua: nempe
iste qui moribus ilio videtur inferior, propter rectarn fidem
quae illi est in Deum, ex qua vivit, et secundum quam in
omnibus delictiff suis se accusât, in omnibus bonis operibus
Deum laudat, sibi tribuens ignominiam, illi gloriam, atque
ab ipso surnens et indulgentiam peccatorum et dilectionem
recte factorum* de hac vita liberandus et in consortium cum
Christo regnaturorum recipiendus emìgrat.
Quare, nisi propter fidem? Quae licet sine operibus ne­
minem salvai (ïpsa enim est non reproba fides, quas per di-
lectionem operatur) ; tarnen per ipsam etiam peccata solvun-
tur, quia iustus ex fide vivit: sine ipsa vero etiam quae vi-
dentur bona opera, in peccata vertunfcur; omne enim quod
non est ex fide, peccatum est62. Et fit propter hanc maximarn
differentiam, ut cum, dubitante nullo, perseverans virgina-
lis integritas coniugali castitati sit potior; tarnen mulier
etiam bis nupta catholica professae virgini haereticae praefe.
ratur: nec ita praeferatur, ut ista melior sit in Dei regno,
sed ut illa ibi non sit omnino. Nam et ille quem velut melio-
ribus descripsimus moribus, si adsit ei fides recta, superai

80 i Cor. 7, 6.
61 Mt. 6, i2.
82 Rom. 14, 23.
porque el justo vive de Ja fe. Y a causa de esta distinción
sucede que el homibre que vive sin com eter homicidio, ni
hurto, ni falso testimonio, ni desear cosa ajena; honrando
a los padres como ellos deben ser honrados; siendo casto, de
tal suerte que se abstenga de toda conmixtión camal, aun
conyugal; muy limosnero, muy sufridor de injurias; que no
sólo no usurpa lo ajeno, pero ni aun reclama lo que se le ha
quitado, o que, vendidos todos sus bienes y distribuidos entre
los pobres, nada tiene propio ; a pesar de todas estas aparen­
temente laudables costumbres, ,si no se tiene la fe recta y
católica en Dios, al dejar esta vida, incurre en condenación.
Otro, en cambio, que practica obras buenas en virtud de la
fe recta que obra por la caridad, pero que no es tan morige­
rado como el primero; que resguarda su continencia con la
honestidad del matrimonio, y paga y pide el débito conyugal
no sólo con el fin de procrear, sí que también por placer, lo
cual concede indulgentemente el Apóstol a los casados; que
no sufre con tanta mansedumbre las injurias, sino que siente
el aguijón del deseo de vengarse, perdonando, empero, a
quien le pide perdón, a fin de poder decir: así como nosotros
perdonamos d nuestros deudores; que tiene su hacienda fa­
miliar y de ella usa para hacer limosnas, aunque no con
tanta largueza como el otro; que no usurpa lo ajeno, pero
que ante el tribunal eclesiástico, no secular, reclama lo suyo,
éste, digo, que parece menos recomendable en sus costumbres,
a causa de su recta fe en Dios, de la cual vive y según lat
cual se arrepiente de todos sus delitos, alaba a Dios en todas
las obras buenas, queriendo para sí la ignominia, para El la
gloria, y recibiendo del mismo el perdón de los pecados y el
amor de las obras virtuosas, deja este mundo para alcanzar
la salvación y ser admitido a la compañía de los que han de
reinar con Cristo.
¿ Y por qué esta diferencia sino por la fe ? Y aunque ésta
no salva sin las obras a nadie, porque la fe recta es aquella
que obra por la caridad, no obstante, por ella se perdonan
los pecados, porque el justo vive de la fe ; mas sin ella aun
las que parecen buenas obras se convierten en pecado, pues
todo lo que no procede de la fe es pecado. Y, a causa de esta
grandísima diferencia, con ser la perpetua integridad vir­
ginal más excelente1, sin ningún género de duda, que la cas­
tidad conyugal, esto no obstante, la mujer católica, aun ca­
sada en segundas nupcias, es preferida a la virgen herética
que profesa virginidad, y no de manera que la primera sea
mejor en el reino de los cielos, sino de manera que la segunda
no entrará en el reino de los cielos. Pues el que hemos descrito
como adornado de mejores costumbres se aventajará, como
no le falte la fe recta, all segundo, pero uno y otro vivirán
ilium alterum, sed ambo ìllic eruut: si autem fides ei desit,
sic ab ilio superatur, ut ipse ibi non sit.
15. Cum itaque iusti omnes et antiquiores et Apostoli
ex fide vi?.erint recta, quae est in Christo lesu Domino nostro,
moresque tam sanctos cum fide habuerint, ut licet non tam
perfectae virtutis in hac vita esse potuerint, quam quae post
hanc vitam futura est, tamen quidquid peccati ex humana
infirmitate subre peret, pietate ipsius fidei continuo deleretur:
unde fieri potest ut in comparatione iniquorum, quos damna-
turus est Deus, iustos esse fuisse dicendus sit; cum per piam
fidem tam in contrarium ab illis impiis sint remoti, ut clamet
Apostolus: Quae pars fideli cum infiddi ? *63
Sed videlicet Pelagiani novi haeretici, religiosi amatores
et laudatores videntur sibi esse sanctorum, si non audeant
dicere imperfectae illos fuisse virtutis, cum hoc confiteatur
Vas electionis, qui considerans ubi adhuc esset, et quia cor-
pus quod corrumpitur, aggravai animam ®4*, Non quia iam
acceperim, ait, aut iam perf ctus sim : fratres, tgo mi ipsum
non arbitror apprehendisse. Et paulo post tamen, qui se ne-
gaverat esse perfectum: Quotquot ego p erfid i, inquit, hoc
sapiamus 05: ut ostenderet secundum istius vitae modum esse
quamdam perfections m, eique perfectioni hoc quoque depu-
tarì, sì se quisque noverit nondum esse perfectum. Quid enim
perfectius, quidve e:, cellentius in velcri populo sacerdotibus
sanctis? Et tamen eis praeoepit Deus sacrifìcium primitus
pro suis offer re peccatis68. Eit quid sanctius in novo populo
Apostolis? Et tamen praecepit eis Dominus in oratione di-
cere : Dim itte nobis d bita nostra. Omnium igitur piorum sub
hoc onere corruptibilis camis et in istius vitae infirmitate
gementium spes una est, quod advocatum habemus ad Pa-
trem Iesum Christum iustum, et ipse est exoratio peccato-
rum nostrorum67.

CAPUT VI
C alu m n ia de peccato i n C h k isto

16. Iustum advocatum non habent illi, qui sunt a iustis


(etiamsi sola ista esset differentia) in contrarium longieque
discreti. Quem iustum advocatiun absit ut dicamus, sicut
ipsi calumniantur, carnis necessitata mentitwm: sed dicimus
eum in similitudine cam is peccati de peccato damnasse pec*

83 2 Cor. 6, 15.
64 Sap. 9 , 15.
63 Phil. 3, 12-13. 15.
“ Lev. 9, 7 ; 16, 6.
*’ 1 Io. 2, 1-2.
allí; mas, si le falta la fe recta, de tal suerte es aventajado
por el otro, que él no estará allí'.
15. Pues si todos los justos, lo mismo los antiguos que
los apóstoles, han vivido de la fe de Cristo nuestro Señor y
se han distinguido por tan santas costumbres junto con la
fe, que, aunque no poseyeran una vida tan perfecta como
la que ha de haber en la vida futura, no obstante, todo pecado
debido a la humana flaquera luego se borraba con la piedad
de la misma fe, ¿qué razón hay para decir que fueron justos
en comparación con los pecadores, que Dios ha de condenar,
siendo así que por la fe recta están tan diametral mente se­
parados de los pecadores, que dice el Apóstol: ¿ Qué armonía
del fiel con él infiel?
Mas los pslagianos, estos nuevos herejes, créense fervo­
rosos devotos y panegiristas de los santos si no llegan a con­
fesar que los santos tuvieron una virtud imperfecta, siendo
así que esto lo proclama el vaso de elección, el cual, teniendo
presente dónde vivía y que el cuerpo corruptible d~prime
al alma, dice: No que ya lo haya obtenido o que ya sea yo
p erf-cto. Hermanos, yo no me hano cu n ta todavía d° ha­
berlo yo mismo axrresado. Y, sin embargo, un poco más ade­
lante, el que había negado ser justo dice: ' Cuantos, puss,
som os perfectos, tengamos rstos s rntim irntos, queriendo en­
señar qu>e, según es posible en esta vida, ee da una cierta
perfección, y que es propio de esta perfección conocer cada
uno que todavía no es perfecto. ¿Quién más perfecto y exi­
mio en el Antiguo Testamento que los sacerdotes santos?
Pues, sin embargo, Dios les mandó que en primer lugar ofre­
ciesen sacrificios por sus propios pecados. Y en el nuevo
pueblo, ¿quién más santo que los apóstoles? Y, esto no obs­
tante, mandóles el Señor decir en la oración: Perdónanos
nuestras d udas. Una es, por tanto, la esperanza de todas las
afluías piadosas que gimen bajo este peso de la carne corrup­
tible en esta miserable vida, y es que tenemos un abogado
ante el Padre en Jesucristo y El ruega por nuestros pecados.

CAPÍTULO VI
C a lu m n ia pelagiana achacando a lo s católicos ADMrim
pecado e n C risto 1
6

16. No tienen un abogado justo los que están (aunque


no existiera más diferencia que ésta) diametralmente sepa­
rados de los justos. Leios de nosotros el decir, como éstos
nos acusan calumniosamente, que este abogado mintió por
necesidad de la exorne, sino que decimos que en sem cianza de
carne de pecado y como víctima por él pecado condenó él
catum °8. Quod fortasse isti non intelligentes et calumniandi
cupiditate eaecati, quam diversis modis peccati nomen in
Scriptum sanctis poni soleat ignorantes, peccatum Christi
affirmare nos iactant.
Dicimus itaque Christum, et nullum Imbuisse peccatum,
nee in anima, nec in cam e; et suscipiendo carnem in simili­
tudine camis peccati de peccato damnasse peccatum. Quod
subobscure ab Apostolo dictum duobus modis solvitur: give
quia rerum similitudines solent earum rerum nominibus nun-
cupari, quarum similes sunt, ut ipsam similitudiiuem camis
peccati voluisse intelligatur Apostolus appellare peccatum;
sive quia sacrificia pro peecatis peccata appellabantur in
lege, quae omnia figurae fuemnt cam is Christi, quod est
verum et unicum sacrifìcium pro peecatis, non solum his quae
universa in Baptismate diluuntur, veram etiam his quae
post ex huius vitae infirmitate subrepunt ; propter quae quo-
tidie universa in creatione ad Deum clamai Ecclesia; Dimitte
nobis di bita nostra; et dimittuntur nobis per singulare sa-
criflcium pro peecatis, quod Apostolus secundum legem lo-
quens, non dubitavit appellare peccatum. Unde est etiam illud
eius multo evidentius: Obsecramus pro Christo reconciliari
D eo: eum qui non ncmerat peccatum, pro nobis piccatim i
fecit, ut nos sìnius iuslitia D ii in ip so 89. Nam quod superius
commemoravi : De peccato damnmit •piccatum ; quia non
dictum est : De peccato suo, potest quispiam sic intelligere, ut
dicat eum de peccato Iudaeorum damnasse peccatum ; quia de
peccato eorum, qui eum crucifixerunt, factum est ut sangui-
nem suum in remissionem funderet peccatorum: hoc vero,
ubi dicitur Deus ipsum Christum, qui non noverat peccatum,
fee lese peccatum, non mihi convenientius videtur intelligi
quam Christum factum sacrificium pro peecatis, et ob hoc
appeliatum esse peccatum.

CAPUT VII
C alum nia de im pletion e praecepto ru m i n fu tu r a vita

17. Quis autem ferat eos obiicere nobis, quod post re-
sum ctìonem . tides processus futures esse dicamus, ut ibi in-
cipiant homines, quae hic nóluerint, D ei mandata com piere:
quoniam dicimus, ibi omnino nullum futurum esse peccatum,
nec cum aliqua peccati cupiditate conflictum ; tanquam ipsi
audeant hoc negare ? Sapientiam quoque et cognitionem Dei

“ Rom . 8, 3.
“ a Cor. 5, 20-21.
pecado. Por no entender tal vez esto, y cegados por el deseo
de calumniar, ignorando que la palabra pecado tiene diver­
sas acepciones en las Sagradas Escrituras, propalan los pe-
lagianos que nosotros admitimos pecado en Cristo.
Nosotros decimos que Cristo no tuvo ningún pecado, ni
en el alma ni en el cuerpo, y que, tomando carne en seme­
janza de carne de pecado, por el pecado condenó el pecado.
Esto que dice el Apóstol con alguna obscuridad, puede inter­
pretarse de dos modos: o diciendo que el Apóstol quiso dar
al pecado el nombre de semejanza de carne de pecado, por­
que las semejanzas de las cosas reciben el nombre de las
mismas cosas; o bien diciendo que los sacrificios ofrecidos
por los pecados recibían en la ley el nombre de pecadas, loe
cuales sacrificios fueron todos figura de la carne de Cristo,
que es el verdadero y único sacrificio ofrecido por los peca­
dos, no sólo los que se perdonan en el bautismo, que son
todos, sino también los que se cometen después a causa de
la humana flaqueza, por los cuales toda la Iglesia clama cada
día al Señor: Perdónanos nuestras deudas; y se nos perdonan
en virtud del único sacrificio ofrecido*por los pecados, que
el Apóstol, hablando al modo de la ley, no vaciló en llamar
pecado. Y ésta es también la razón de lo que de manera más
clara e indubitable dice: Os rogamos en nombre de C risto:
Reconciliaos con Dios. A l que no conoció pecado, por nos­
otras le hizo pecado, a fin de que nosotros m niés:m os a ser
justicia de Dios en M . Pues lo que antes recordé: Por él pe­
cado cond nó el pecado, por cuanto no se dijo de su pecado,
puede cada cual entenderlo diciendo que por el pecado de
los judíos condenó él pecado, ya que por el pecado de los
que le crucificaron derramó su sangre para remisión de los
pecados; mas estotro pasaje en que se dice que Dios hizo
pecado a Cristo, que no conocía pecado, paréceme que la
mejor manera de enténderlo es decir que Cristo se hizo sacri­
ficio por los pecados y que por esto se le llamó pecado.

CAPÍTULO V TI
LOS PELA OIANOS CALUMNIAN LA DOCTRINA CATÓLICA ACERCA
del cumplim iento de los preceptos1
7
17. ¿ Quién llevará en paciencia que nos acusen de decir
que después de la resurrección se obrará tal cambio, que los
hombres comenzarán a cumplir los preceptos que aquí no
quisieron cumplir? Y nos acusan de esto porque decimos au!e
allí no habrá absolutamente ningún pecado; como si ellos
pudieran negar esto. ¿ Y quién, sino el que sea tan contrario
a la verdad que no merezca por ello conocerla, negará que
tune perfici in nobis, et in Domino tantam exultationem, ut
ea sit plena et vera seeuritas, quis negabit, nisi tarn aversus
sit a vero, ut ob hoc ad earn pervenire non possit? Verum
haec non erunt in praeceptis, sed in eorum quae hie observan-
da sunt praemio praeceptorum. Quorum quidem praecepto-
rum contemptus ilio non perducit ad praemium, sed hie stu-
dium praeeepta servandi gratia Dei tribuit. Quae si quid
etiam in eis praeceptis minus ssrvatur, ignoscit, propter quod
orando dicimus, et, Fiat voluntas tua; et, Dimitte nobis de-
bita n ostra70. Hie ergo praeceptum est, ut non peccemus:
ibi praemium, non posse peccare. Hie praeceptum est, ut de-
sideriis peccati non obediamus: ibi praemium, ut desideria
peccati non habeamus. Hie praeceptum est: Intelligite ergo
qui insipientes estis in populo; et stulti, aliquando sop ite71,
ibi praemium est, plena sapientia et perfecta cognitio. Vide-
mus enim nunc per speculum in aenigmate ait Apostolus;
tunc autem facie ad fadem . Nunc scio ex parte; tunc autem
cognoscam sicut et cognitus sum 72. Hie praeceptum est: Ex-
m ltate Deo adiutori nostro 73; et, Exsultate, iusti, in Domv
n o 74; ibi praemium est, exsultare perfecto et ineffabili gau­
dio. Postremo in praecepto positura est: B eati qui esuriunt
et sitiunt iustitiam : in praemio autem: Quoniam ipsi satura-
buntur7S.
Unde quaeso, saturabuntur, nisi quod esuriunt et sitiunt ?
Quis igitur ita, non solum a divino, sed a sensu quoque abhor-
net humano, qui dicat in homine tantam esse posse iustitiam,
cum ab ilio esuritur et sititur, quanta erit, cum ex illa satu-
rabitur? Quando autem esurimus sitimusque iustitiam, si
fides Christi vigilat in nobis, quid nos nisi Christum esurire
ac sitire credendum est ? Qui factus est nobis sapientia a Dea
et iustitia et sanctificutìo et redem ptio; ut, quemadmodum
scriptum est, Qui gloriatur, in Domino gloriedur7G. Et quia
modo in eum non videntes credimus, ideo sitimus esurimus-
que iustitiam. Quamdiu enim sumus in corpora, peregrina?
mur a Domino: per fidem enim ambulamus, non per spe**
ciem 77. Quem cum viderimus, pervenientes utiaue ad speciem.
exsultaibimus gaudio inenarrabili78: et tunc iustitia satura-
bimur; quia nunc ei pio desiderio dicimus: Saturabor cum
manifestabitur gloria tu a 79.
18. Quam vero est, non dico impudens, sed insana super­
bia, nondum esse aequales Angelis Dei, et putare se iam posse
habere iustitiam aequalem Angelis Dei ; nec intueri tam mag­
num et sanctum virum, qui utique ipsam iustitiae perfectio-
nem esuriebat atque sitiebat, quando magnitudine revelatio-
Mt. 6, io. i2. 71 Ps. 32, i. ” 2 Cor. 5, 6-7.
• 51 Ps. 93, 8. 75 Mt. s, 6. 78 1 Pet. 1, 8.
7! 1 Cor. 13, 12. 78 1 Cor. 1, 30-31. ” Ps. 16, 15.
73 Ps. 80, 2.
entonces será perfecta la sabiduría y el conocimiento de Dios,
y tan grande el gozo en el Señor, que será aquélla la segu­
ridad plena y verdadera ? Mas tal dicha no la dan los precep­
tos, sino el premio otorgado a los preceptos que deben guar­
darse aquí abajo. No conduce allá el desprecio de estos pre­
ceptos; mas el deseo (Je observar los preceptos lo da en esta
vida la gracia de Dios. La cual, cuando no se guarda alguno
de tales preceptos, perdona, por lo que decimos en la oración:
Hágase tu voluntad y Perdónanos nuestras deudas. Aquí,
pues, tenemos mandamiento de no pecar; allí es premio no
poder pecar. Aquí es precepto no condescender con los de­
seos de la carne; allí es premio carecer del deseo de pecar.
Aquí es precepto: Entended, necios del pueblo. Y vosotros,
fatuas, ¿cuándo seréis cnerdos? ; allí es premio la perfecta
sabiduría y el conocimiento consumado: Porque ahora vem os
por medio de espejo, en enigm a; mas entonces cara a cara.
Ahora conozco parcialm ente; entonces conoceré plenamente
al modo que yo mismo fuá conocido. Aquí es precepto: En­
salzad a Dios, fortaleza nuestra; alegraos, ¡oh ju stos!, en él
Señor; allí el premio es alegrarse con gozo perfecto e ine­
fable. Finalmente, se ha impuesto como precepto: Bienaven­
turados los que tienen hambre y sed, de la ju sticia; y como
premio: Porque ellos serán saciados.
¿Quién, por tanto, estará tan reñido con la ciencia, no
sólo divina, sí que también humana, que diga que puede el
hombre poseer tanta justicia, teniendo hambre y sed de ella,
como cuando de ella se sacie? Cuando tenemos hambre y
sed de la justicia, si está despierta nuestra fe en Cristo, ¿ qué
otra cosa se ha de creer que pedimos sino tener hambre y
sed de Cristo? El fué hecho por Dios para nosotros sabidu­
ría, como también justicia, santificación y redención, para
que, según está escrito, “ el que se gloria, que se glorie en él
Señor” . Y como ahora creemos en El, a quien no vemos, por
eso tenemos hambre y sed de la justicia. Pues mientras
estamos domiciliados en el cuerpo, andamos ausentes lejos
del Señor: como quiera que por la fe caminamos, no por la
vista. Cuando le veamos cara a cara, nos regocijaremos con
gozo inenarrable, y será entonces cuando nos saciemos de
justicia, pues ahora le decimos con fervoroso deseo: Me sa­
ciaré cuando aparezca tu gloria.
18. Pues ¿qué soberbia, no digo tan osada, sino tan
necia, no ser aún iguales a los ángeles de Dios y creer que
ya pueden tener una justicia igual a la de los ángeles dte
Dios, y no hacer caso de un varón tan grande y santo, que
tenía verdadera hambre y sed de la misma pérfección de la
justicia cuando no quería envanecerse con la sublimidad de
las revelaciones, y que, no obstante, a ñn d)e no ensoberbe-
num nolebat extolli ; nec tarnen, ut non extolleretur, arbitrio
suo voluntatique commis3us est, sed accepit stimulum carnia,
angelum satanae, qui éum colaphizaret ; propter quod Do­
minum ter rogavit, ut discederet ab eo; dixitque ei Dominus:
Sufficit tibi gratia mta; nam virtus in ìnfirm itate perfiei-
tu r 80. Quae virtus, nisi ad quam pertinet non extolli ? Et
quis dubitat hoc ad iustitiam pertinere ? Huius igitur iustitiae
perfectione sunt praediti Angeli Dei, qui semper vident fa-
ciem P atris8l, ac per hoc totius Trinitatis, quia per Filiutn
vident in Spiritu sancto. Nihil est autem ista revelatione su­
blimimi; nec tarnen Angelorum quisquam illa contemplatio-
ne laetantium necessari um habet angelum satanae, a quo
colaphizetur, ne ilium tanta magnitudo revelationum extol-
lat. Hanc perfectionem virtutis utique nondum habebat apo3-
tolus Paulus, nondum aequalis Angelis Dei: sed inerat illi
extollendi se infirmitas quae per angelum etiam satanae fue-
rat comprimenda, ne revelationum magnitudine extolleretur.
Quanquam itaque ipsum satanam elatio prima deiecerit:
tarnen summus ille medicus, qui bene uti novit etiam malia,
de angelo satanae adhibuit contra elationis vitium, salubre,
quamvis molestum medicamentum; sicut fieri consuevit an-
tidotum, etiam de serpentibus contra venena serpentum.
Quid est ergo: Sufficit Ubi gratia mea, nisi ne deficiendo
succunibas sub colapho angeli satanae? Et quid est: Virtus
in ìnfirm itate p erfid ia r; nisi quia in isto loco infirmitatis
hactenus perfectio potest esse virtutis, ut ipsa ìnfirmitate
praesente elatio reprimatur? Quae utique infirmitas, futura
immortalitate sanabitur. Quomodo est enim dicenda sanitas
piena, ubi etiam de angeli satanae colapho adhuc est neces­
saria medicina?
19. E x hoc factum est, virtutem, quae nunc est in homi-
ne iusto, perfectam hactenus nominari, ut ad eius perfectio­
nem pertineat etiam ipsius imperfectionis et in ventate cogni-
tio, et in hinnilitate confessio. Tune enim est secundum hanc
infirmitatem pro suo modulo perfecta ista parva iustitia,
quando etiam quid sibi desit intelligit. Ideoque Apostolus et
imperfectum et perfectum se d icit82: imperfectum scilicet,
cogitando quantum illi ad iustitiam desit, cuius plenitudinem
adhuc esurit ac sitit ; perfectum autém, quod et suam per­
fectionem confiteli non erubescit, et ut perveniat bene pro-
oedit. Sicut possumus dioere perfectum esse viatorem, cuius
bene promovetur accessio, quamvis non perficiatur intentio,
nisi fuerit facta perventio. Propterea cum dixisset: Secun­
dum iustitiam, quae in lege est, qui fuerim sins qu rela;
mox addidit : Quae mihi lucra fu runt, haec propter Christum
damna esse duxi; verumtamen e t arbitrar omnia damnum*
s" 2 Cor. 12, 7-9. 82 P h il. 3, 12. 15.
** Mt. 18, io.
cerse, no se confió a su albedrío y voluntad, sino que recibió
el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que lo abofetea­
ba, por lo cual tres veces rogó al Señor que se alejase de él,
y le dijo el Señor: Te basta mi gracia, que en la flaqueza
llega al colmo la virtud? ¿Qué virtud es ésta sino aquella de
la que es propio no envanecerse? De esta perfecta justicia
están adornados Jos ángeles de Dios, que contemplan sin ce­
sar el rostro del Padre, y, por tanto, de toda la Trinidad,
porque mediante el Hijo ven en el Espíritu Santo. Nada hay
más sublime que esta revelación, y, sin embargo, ninguno de
los ángeles que gozan de aquella contemplación ha menester
del ángel de Satanás que lo abofetee a fin de que no lo enso­
berbezca tan sublime revelación. Esta perfección de la virtud
no la tenía aún el apóstol San Pablo, que todavía no era igual
a los ángeles; sino qué existía en él aquella flaqueza de enva­
necerse que debía ser reprimida por el ángel de Satanás para
no envanecerse con la grandeza de las revelaciones. Así, pues,
aunque aquella soberbia primera había derribado a Satanás,
no obstante, aquel excelentísimo médico, que sabe usar bien
aun de los males, del ángel de Satanás sacó contra el vicio
de ¡la soberbia una medicina saludable, bien que dolorosa, así
como contra el veneno de las serpientes se extrae el antídoto
de las mismas serpientes.
¿ Qué quiere decir, pues, bástate mi gracia, sino no sucum­
bas por la bofetada del ángel de Satanás pecando? ¿ Y qué
quiere decir que en la flaqueza Uega al colmo la perfec­
ción, sino que en este lugar de flaqueza solamente puede dar­
se la perfección de la virtud reprimiendo la soberbia con la
flaqueza? Da cual se curará con la futura inmortalidad. Por­
que ¿cóm o puede haber salud cumplida donde todavía es
necesaria la medicina que viene de la bofetada del ángel de
Satanás?
19. De aquí es que la virtud que ahora posee el hombre
es perfecta en el sentido de que su perfección incluye el ver­
dadero conocimiento y la confesión humilde de la misma im­
perfección. Esta pequeña justicia, perfecta en la medida que
lo consiente esta flaqueza, es perfecta cuando no deja de com­
prender lo que le falta. Por eso el Apóstol se llama a sí mismo
imperfecto y perfecto: imperfecto, pensando cuánto le falta
para llegar a aquella justicia de cuya plenitud tiene hambre
y sed; perfecto, por cuanto no se avergüenza de confesar su
imperfección y obra bien a fin de alcanzarla. Como pódeme»
decir que es perfecto el viandante cuyo arribo al término se
facilita, aunque no se logra el deseo de llegar mientras no se
haya, llegado. Por eso, después de haber dicho: Habiendo
sido hombre sin tacha en cuanto a la justicia que pueda darse
en Ja ley, añadió : Cuantas cosas eran para mí ganancias,
ésas por Cristo las he reputado pérdida. Que sí, que aun to~
esse propter emine ntem scientiam Christi lesu Domini nostri;
propter quern omnia non solum detrim ento endidi, v rum
etiam stercora existim am esse, ut Christum lucrifaciam, e t
inventar in iUo non habens msam iustitiam quae ex l.g e est,
sed earn quae tst per fidem Christi, quae est ex D eo iustitia
in fid e 83. Ecce Apostolus secundum iustitiam quae ex legd
est, sine querela se fuisse, non utique mepdaciter dicit; et
tamen haec quae illi lucra fqerunt, abiicit propter Christum,
et damna, detrimenta, stercora eixistimat, non solum haec,
sed et caetera omnia quae supra commemoravit ; propter non
qualemlibet, sed emin ntem, sicut ipse dicit, sekntiam Chris­
ti It su Domini nostri, quam procul dubio adhuc in fide habe-
bat, nondum in specie. Tunc enim erit eminens Christi scien-
tia, quando fuerit ita revelatus, ut quod creditur videatur.
Unde alio loco ita dicit: Mortui enim estis, et vita vestro
abscondita est cum Christo in Deo. Cum Christus apparw rit
vita vestra, tunc et vas apparebitis cum ilio in gloria sl. Hinc
et ipse Dominus: Qui diligit me, inquit, dilig tur a Patre
meo, et ego diligam eum, et manifestabo mi ipsum illi “5.
Hinc Ioannes Evangelista: Dilectissim i, inquit, filii Dei su-
m m , et nondum apparuit quod erimus. Scimus autem quia
cum apparuerit, similis ei erimus, quoniam videbimus eum
siculi e s t 88. Tunc erit eminens Christi scientia. Nunc enim
est quidem abscondita in fide, sed nondum eminens apparet
in specie.
20. Abiicit ergo ilia bsatus Paulus praeterita iu3titiae
suae tanquam detrimenta et stercora, ut Christum lucrifa-
ciat, et inveniatur in ilio non habens suam iustitiam, quae
ex lege est. Quare suam, si ex lege est? Ncque enim lex ilia
Dei non e3t: quis hoc nisi Marcion et Manichaeus et aliae
similes pestes dixerunt? Cum ergo lex illa Dei sit, iustitiam
suam dicit esse quae ex lege est: quam iustitiam suam no-
luit habere, sed proiecit ut stercora. Cur ita, nisi quia hoc
est, quod etiam superius demonstravimus, eos esse sub lege,
qui ignorantes Dei iustitiam, et suam volentes constituere,
iustitiae Dei non sunt eubiecti ? 87 Putant enim se arbitrii
sui viribus implere legem iubsntem, et ista implicati super­
bia, ad gratiam non convertuntur iuvantem. Sic eos littera
occidit, aut aperte etiam sibi reos, non faeiendo quod prae-
oepit; aut putando se tacere, quod spiritali, quae ex Deo
est, non faciunt charitate. Ita remanent aut aperte iniqui,
aut fallaciter iusti; in aperta iniquitate evidenter elisi, in
fallaci iustitia insipienter elati. A c per hoc miro quidem*

** Phil. 3, 6-o.
*4 Col. i , 3-4.
** Io. 14, 21.
*• 1 Io. 3, 2.
" Rom. 10, 3.
das las cosas estim o ser una pérdida, comparadas con la em i­
nencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi S ñor, por quien
di al traste con todas, y Jas tengo por basuras, a fin de ga­
narme a Cristo y $ r hallado en El, no poseyendo una ju sti­
cia propia, aquella que viene de la ley, sino la que viene por
la fe de Cristo, la justicia que p roa de de Dios, fundada so­
bre la fe. Veis aquí que el Apóstol dice sin mentir que él
fué, en cuanto a la justicia que puede darse en la ley, hom­
bre sin tacha, y, no obstante, estas que fueron para él ganan­
cias las desecha por Cristo y las reputa daño, pérdida y ba­
sura, y no sólo estas ganancias, sino todo lo que antes ha
mencionado lo desecha a causa no de cualquier conocimiento,
sino dt.l conocim i.nto em inente d Jesucristo nuestro Señor,
conocimiento que poseía cortamente por la fe, pero cún no
por la contemplación. Porque será eminente el conocimiento
de Cristo cuando Cristo se descubra de tal suerte que se vea
lo que ahora se cree.
Por eso dice en otro lugar: E stáis m uertos, y vuestra
vida está scondida con Cristo en Dios. Y por la misma ra­
zón dice el Señor: Qui n me ama s rá amado de mi Padre,
y yo también le amaré y me manifestaré a él. Y el apóstol
San Juan dice por el mismo motivo: Carísimos, somos hijos
de Dios y todavía no se m ostró qué ser m as; sabremos que,
cuando se mostrare, serem os sem ejantes a E l, porque le ve­
remos tal como es. Entonces es cuando será eminente el co­
nocimiento de Cristo. Pues ahora se esconde en la fe, pero no
sa muestra aún eminente en la contemplación.
20. Desecha, pues, San Pablo las obras anteriores de su
justicia como pérdida y basura a ñn de ganarse a Crist t y
ser hallado en El no poseyendo una justicia propia, aquella
que viene de la ley. ¿Cómo propia, si viene de la lev? Porque
de Dios es esa ley. ¿Quién ha negado esto sino Marción y
Manes y otras que tales pestes? Pues, con ser de Dios esa
ley, llama justicia propia a la que viene de la ley; y esa
justicia propia no la quería tener, sino que la desecha como
basura. ¿Por qué, sino porque esto quiere decir, como arri­
ba demostramos, que están sujetos a la ley los que, ignoran­
do la justicia de Dios y empeñándose en establecer su propia
justicia, no están sujetos a la ley de Dios? Porque piensan
que con las fuerzas de su albedrío cumplen la ley, que manda,
y, engañados con esta soberbia, no buscan la gracia auxilia­
dora. De esta manera la letra ios mata, o convictos en el
tribunal de su conciencia, pues no hacen lo que manda, o
creyendo que hacen lo que no hacen con la caridad espiritual
que procede de Dios. Y de este modo permanecen o manifies­
tamente injustos o mentirosamente justos: evidentemente
malheridos con la indignidad manifiesta, neciamente infatua­
dos con una justicia engañosa. Y a causa de esto, cosa ma~
modo, sed tamén vero, iustitiam legis non implet iustitia
quae in lege est, vel ex lege, sed quae in spiritu gratiae.
Iustitia quippe legis impletur in eis, sicut scriptum est, qui
non secundum carnem ambulant, sed secundum spiritumss.
Secundum iustitiam vero quae in lege est, se fuisse sine que­
rela in carne, non in spiritu, dicit Apostolus; et iustitiam
quae ex lege eSt, suam dicit fuisse, non Dei,
Intelligendum est igitur iustitiam legis non impleri se­
cundum iustitiam, quae in lege est, vel ex lege, id est, se­
cundum iustitiam hominis; sed secundum iustitiam quae est
in spiritu gratiae: ergo secundum iustitiam Dei, hoc est,
quae homini ex Deo est. Quod planius et brevius ita dici pot­
est : Iustitiam legis non impleri cum lex iubet, et homo quasi
suis viribus facit; sed cum spiritus adiuvat, et hominis libe­
ra, sed Dei gratia liberata voluntas facit. Legis itaque iusti­
tia est, iubere quod Deo placet, vetare quod displicet: in lege
autem iustitia est, servire litterae, et extra earn nullum Dei
adiutorium ad recte vivendum requirere. Cum enim dixisset :
Non habens meant iustitiam, quae ex lege est, sed cam quae
est per fidem Christi; addidit, quae est ex Deo. ipsa est ergo
iustitia Dei, quam superbi ignorantes, suam volunt consti-
tuere. Non enim propterea iustitia Dei dicitur, quoniam Deus
ea iustus est ; sed quia homini ex Deo est.
21. Secundum hanc autem iustitiam Dei, hoc est, quae
ex Deo in nobis est, nunc fides operatur per dilectionem89.
Id autem operatur, quomodo perveniat homo ad eum, in quem
modo non videns credit; quem cum viderit, tunc quod erat in
fide per speculum in aenigmate, iam erit in specie facie ad
faciem 90: tunc perficietur et ipsa dilectio. Nimis quippe in-
sipienter dicitur, tantum amari Deum antequam videatur,
quantum amabitur cum videbitur. Porro si in hac vita, pio
nemine dubitante, quanto amplius diligimus Deum, tanto
sumus utique iustiores; quis dubitet, piam veramque iusti­
tiam, cum fuerit dilectio Dei perfecta, tunc perfici? Tunc
ergo lex, ita ut nihil omnino desit, implebi tur; cuius legis,
secundum Apostolum, phenitudo dilectio e s t 91. A c per hoc
cum dixisset : Non h a bn s meam iustitiam , quae e x lege est,
sed earn quae est per fidem Christi, quae est e x D eo iustitia
in fide; deinde subiunxit: Ad agnoscendum eum, et mrtutem
resurrectionis suae, e t communicationem passionis eius.
Haec omnia nondum plena et perfiecta in Apostolo erant,
sed tanquam in via positus ad eorum plenitudinem perfec-*

** Rom . 8, 4.
•* Gal. s, 6.
** i Cor. 13, 12.
,l Rom . 13, 10.
ravillosa, pero verdadera, no cumple la justicia de la ley la
justicia que se da en la ley o procede de la ley, sino la que
hay en el espíritu de gracia. Pues la justicia de la ley se
cumple en aquellos que, como está escrito, caminan no según
la carne, sino según el espíritu. El Apóstol dice que fué hom­
bre sin tacha en la carne, no en el espíritu, cuanto a la justi­
cia que puede darse en la ley; y dice que la justicia que
procede de la ley fué su justicia, no la de Dios,
Hemos de entender, por tanto, que no se cumple la jus­
ticia de la ley según la justicia que puede darse en la ley o
que de la ley procede, esto es, según la justicia del hombre,
sino según la justicia que se da en el espíritu de gracia; por
tanto, según la justicia de Dios, es decir, la que le viene al
hombre de Dios. Lo cual puede expresarse con más clam ad
y concisión diciendo que la justicia de la ley no se cumple
cuando la ley manda y el hombre obedece, como si dijéramos,
con sus propias fuerzas, sino cuando auxilia el espíritu, y la
voluntad libre, pero liberada por la gracia, obedece. Así que
la justicia de la ley consiste en mandar lo que agrada a Dios,
prohibir lo que le desagrada; darse justicia en la ley es ser­
vir a la letra y no pedir fuera de la letra ayuda para vivir
bien. Pues habiendo dicho: No tzni ndo una justicia 'propia,
■aquella que viene de la ley, sino Ja que viene por Ja fe de
Cristo, añadió: la que proc de de Dios. Eista es, pues, la
justicia de Dios, desconociendo la cual tratan los soberbios
de establecer su propia justicia. Pues no se llama justicia
de Dios porque Dios sea justo por ella, sino porque le viene
al hombre de Dios.
21. Según esta justicia de Dios, esto es, la que nos viene
de Dios, obra ahora la fe por la caridad. Y obra para que
el hombre llegue a aquel en quien cree sin verle; viendo al
cual, lo que antes se conocía en virtud de la fe por medio
de espejo en enigma, se conocerá por la contemplación cara
a cara; entonces será perfecta la misma cardad. Porque es
mucha necedad decir que es Dios tan amado antes de ser
visto como será amado cuando sea visto. Ahora bien, si,
como no lo pone en duda ninguna persona piadosa, cuanto
más amamos a Dios más justos somos, ¿quién duda de que
llegará a su perfección la justicia santa y verdadera cuando
sea perfecto el amor de Dios? Será entonces cuando se cum­
plirá, sin que le falte una tilde, la ley, cuya plenitud es el
amor. Por lo cual, después de haber di:cho: No poseyendo
una justicia propia, aquella que vi:m>e de la ley, sino la que
viene por la fe de Cristo, la justicia que procede de Dios,
añadió: a fin de conocerle a Ei y sentir en mí el poder de
su resurrección y la comunicación de sus padecimientos.
No poseía aún el Apóstol la plenitud y perfección de estas
cosas, sino que corría como viandante para alcanzar esa
tionemque currebat. Nam quomodo iam perfect® cognoverat
Christum, qui dicit alio loco : Nunc scio ex parte, tunc aut cm
cognoscam sicut et cognitus sum ? 92 Et quomodo iam per­
fette cognoverat virtutem eius resurrectionis, cui restabat
earn plenius tempore resurrectionis camis experiendo cognos-
cere ? Et quomodo iam perfecte cognoverat communicationein
passionum eius, nondum pro ilio passionem mortis expertus?
Denique addit et dicit : Si quo modo occurram in resurrec-
tionem mortuorum. A c deinde ait: Non quia iam acceperim,
aut iam perfectus sim. Quid ergo se confitetur nondum acee-
pisse, et in quo nondum esse perfectum, nisi in ea iustitia,
quae ex Deo est, quam concupiscens noluit suam habere,
quae ex lege est? Hinc enim loquebatur, et ista fuit causa
ut haec diceret, resistens inimicis gratiae Dei, pro qua lar-
gienda crucifixus est Christus: ex quorum genere etiam isti
sunt.
22. Nam ex quo loco suscepit haec dicere, sic exorsus
est : Videte canes, vid te malos operarios, videte condsionem .
N os enim sumus circumcisio qui spiritu Deo servimus; vel
sicut nonnulli codices habent, qui spiritai Deo, vel spiritai
Dei servim us; e t gloriamur in Christo tesa, e t non in carne
fidentes. Hinc manifestum est adversus Iudaeos eum agere,
qui camaliter observantes legem, et suam iustitiam volentes
constituere, occidebantur littera, non vivificabantur spiritu;
et in se gloriabantur, cum Apostoli et omnes promissionis
filii gloriarentur in Christo.
Deinde subiecit: Quanquam ego habeam fidwciam in car­
ne: si quis alius in carne putat se fiduciam habere, magis
ego. Et enumerane omnia quae secundum carnem habent glo­
riaci, ad illud terminavit, ubi ait: Secundum iustitiam quae
m lege est, qui fu'rim sine querela. Et cum haec sibi omnino
damna et detrimenta et stercora fuisse dixisset, ut Christum
lucrifaceret, adiecit unde agitur: E t invernar in ilio non ha-
bens iustitiam meam, quae ex lege est, sed earn quas est per
fidem Christi, quae est ex Deo. Huius ergo iustitiae perfec-
tionem, quae non erit nisi in illa eminenti scientia Christi,
propter quam sibi dixit omnia damnum esse, nondum se
accepisse, confessus est, et propterea nondum esse perfectum.
Sequor autem, inquit, si apprehendam in quo e t apprehensus
sum a Christo lesa. Tale est, si apprehendam in quo et9 2

92 i Cor. 13, 12.


plenitud y perfección. ¿Cómo es posible que hubiera cono­
cido perfectamente a Cristo quien dice en otro lugar: Ahora
conozco parcialmente, entonces conoceré plenam ente? ¿Cómo
es posible que hubiese conocido perfectamente el poder de
su resurrección, si aun le quedaba conocerla más plenamente
en sí mismo el día de la resurrección de su carne? ¿Cómo
es pos ble que ya hubiera conocido perfectamente la parti­
cipación de sus padecimientos, si todavía no había padecido
muerte por El?
Finalmente, dice: Por si logro alcanzar la resurrección
de los muertos. Y luego añade: No que ya lo haya obtenido
o que ya sea yo perfecto. ¿Qué es, pues, lo que confiesa que
aun no ha recibido y en qué no es perfecto todavía, sino en
la justificación que procede de Dios, deseando la cual no
quiso su propia justicia, la que procede de la ley? Esto es
lo que le movía a hablar, ésta la causa de escribir estas cosas
resistiendo a los enemigos de la gracia de Dios, por dar la
cual fué crucificado Cristo; entre los que hay que contar
también a éstos.
22. Pues al entrar 'a tratar de esto, empieza así: ¡Ojo
con los perros, ojo con los malos obreros, ojo con la muti­
lación! Que nosotros somos la circuncisión, los que, en el E s­
píritu de Dios, le damos culto, y, como leemos en algunos
códices, al Dios espíritu o al espíritu de Dios, y nos gloria­
mos en Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza en la
carne. Vese evidentemente por aquí que habla contra los
judíos, que, observando camalmente la ley y queriendo esta­
blecer su justicia, recibían de la letra la muerte en ves de
recibir del espíritu la vida, y se gloriaban en sí mrsinos,
mientras que el Apóstol y todos los hijos de la promesa se
gloriaban en Cristo.
Luego añadió: Si bien yo podía tener también confianza
cin la carne. Si otro alguno se cree poder confiar en la carne,
yo más todavía. Y enumerando todas aquellas cosas que son
gloriosas según la carne, termina dio'endo: Que fui hombre
sin tacha en cuento a la justicia que puede darse en la ley.
Y habiendo dicho que todas estas cosas no eran para él
nada más que daño y pérdida y basura, a fin de ganarse a
.Cristo, añadió lo que estamos tratando: Y sea hallado vn El,
no poseyendo una justicia propia, aquélla que viene de la
ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que pro­
cede de Dios. Confesó, pues, que no había recibido aún, y
que, por consiguiente, no era perfecto, la perfección de la
justicia, que no se alcanza sino con aquel sublime conoci­
miento de Cristo, a causa del cual dijo que eran para él daño
todas las cosas. Mas sigo adelante, dcee, por si logro apre­
sarlo, ya que yo , a mi vez, fui apresado por Cristo Jesús.
El mismo significado tiene apresaré a aquél por quien fui
apprehensus sum ; quale est, cognoscam sicut et cognitus sum.
Fratres, inquit, ego me ipsum non arbitrar apprehendisse:
unum aiitem, quae retro sunt, oblitus, in ea quae ante sunt
exttntus, secundum intentionem sequor ad palmam supem ae
vocationis Dei in Christo Iesu.
Qrdo verborum est, unum autem sequor. De quo uno bene
intelligitur et Dominus admonuisse Martham, ubi ait: Mar­
tha, Martha, sollicita es, et turbaris circa plurima; porro
unum est necessarium 93. Hoc iste volens apprehendere, tan-
quam in via constitutus, sequi se dixit ad palmam supemae
vocationis Dei in Christo Iesu. Quia autem cunctetur, cum
hoc quod sequi ,se asseverai apprehenderit, tunc habiturum
eum, iustitiam aequalem iustitiae sanctorum Angelorum, quo­
rum neminem utique ne magnitudine revelationum extollatur,
satanae angelus colaphizat?
Deinde admonens eos qui possent illius iustitiae plenitu­
dine iam se putare perfectos, Quotquot ergo, inquit, perfacti,
hoc sapiamus; tanquam diceret, Si secundum hominis mor-
talis capacitatela pro huius vitae modulo perfecti sumus, ad
ipsam perfectionem hoc quoque pertinere intelligamus, ut
angelica illa, quae in Ohristi manifestations nobis erit iusti-
tia, nondum nos perfectos esse sapiamus. E t si quid aliter
sapitis, inquit, hoc quoque vobis D us revslabit. Quomodo,
nisi ambulantibus et proficientibus in via rectae fldei, donee
ista peregrinatio finiatur, et ad speciem veniatur? Unde con-
sequenter adiunxit: Verumtamen, in id quod p rvtnimus, in
eo ambul mus. Deinde concludit, ut caveantur illi, de quibus
hie locus sermonis eius sumpsit exordium: Im itatores mei,
inquit, estote, fratres, et intendile eos qui sic ambulant, sicut
habetis formam nostrum. Multi enim ambulant, de epuibus
sa-.pe diabam vobis, nunc et iam flsns dico, inimico,s crucis
Christi, quorum finis est interitus 94, et caetera. Illi ipsi sunt
de quibus incipiens diixerat: Videie canes, videte malos ope­
rarios, et sequentia. Qmnes itaque sunt inimici crucis Ohris­
ti,'qui volehtes constituere suam iustitiam, quae ex lege est,
id est, littera tantum in te, non spiritu impiente, iustitiae Dei
non sunt subiecti. Si enim qui per l gem haeredes sunt;
exinanita est fid es95. Si per leg m iustitia, ergo Chrisms
gratis mortuus est " , ergo evacuatum est soandalum cru­
cis 97. A c per hoc illi inimici sunt crucis eius, qui per legem
dicunt esse iustitiam, ad quam iubere pertinet, non iuvare.*8 5
4

■ * L e. io, 41-42.
84 Pliil. 3, 2-19.
85 Rom. 4, 14.
84 Gal. 2, 21.
88 G al. 5, 11.
aprestado que conoceré como soy conocido. Hermanos, dice,
y o no me hayo cuenta todavía de haberlo apresado; una
cosa hago, em pero; olvidando lo que dejo atrás y lanzándome
a lo que me queda por delante, puestos los ojos en la meta,
sigo corriendo hacia el premio de la soberana vocación de
Dios en Cristo Jesús.
El orden de las palabras es éste: una sola<cosa hago. Con
verdad decimos que encareció el Señor a Marta la necesidad
de esta única cosa al decirle: Marta, Marta, te inquietas y te
azoras atendiendo a tantas cosáis, cuando una sola es nece­
saria. Queriendo éste alcanzarla, dijo, como quien, camina,
que corría hacia el ipremio de la vocación celestial de Dios
en Oristo Jesús. ¿ Quién dudará de que, cuando logre aquello
en pos dé Ib cual dice que corre, tendrá una justicia igual
a la justicia de los santos ángeles, a ninguno de los cuales
abofetea el ángel del Señor para que no sé envanezca con la
grandeza de las revelaciones?
Después, adoctrinando a los que pudieran creerse ya
perfectos con la plenitud de aquella justicia, dice: Cuantos,
pues, somos perfectos, tengamos estos sentim ientos. Como
si dijera: Si según la capacidad del hombre mortal somos
perfectos cuanto cabe serlo en esta vida, entendamos que
es propio también de esta perfección conocer que no somo6
todavía perfectos con aquella justicia angélica que poseere­
mos en la manifestación de Cristo. Y si sobre algo, dice, sen­
tís de diferente manera, también sobre eso D ios os ilustrará.
¿ Y de qué modo sino caminando y progresando en el camino
de la fe recta hasta que se acabe la peregrinación y se llegue
a la contemplación? Por lo que añadió lógicamente: Fuera
de esto, desde el punto hasta donde llegamos, sigamos ade­
lante por los mismos pasos. Y a fin de que huyan el trato
de aquellos de los cuales se ocupa al principio de este dis­
curso, dice: Sed, hermanos, imitadores míos y observad a los
que así proceden según el dechado que tenéis en nosotros.
Porque muchos andan por ahí, de quienes a menudo os decía
— y ahora aun con lágrimas os lo digo— los enem igos de la
cruz de Cristo, cuyo paradero es perdición; y todo lo demás.
Trátase de aquellos de los que había dicho al principio: ¡Ojo
con Jos perros, o jo con los malos obreros!, y lo demás que
sigue. Todos ellos son, pues, enemigos de la cruz de Cristo,
que, queriendo afirmar su justicia, la que procede de la ley,
o sea la ley de letra que manda sin espíritu que obedezca, no
están sujetos a la justicia de Dios. Pites si los hijos de la ley
son herederos, anulada queda la fe. Porque, si por la ley se
alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiera m uerto en vano,
se habría acabado el escándalo de la cruz. Y por esto son*
enemigos de su cruz los que dicen que se tiene la justicia
por la ley, de la cual es propio mandar, no ayudar. Mas la
Gratia vero Dei per Iesum Christum Dominum in Spiritu
sancto. adiuvat infinnitatem nostram.
23. Quamobrem qui secundum iustitiam quae in lege est,
sine fide gratiae Christi vivit, sicut se Apostolus sine querela
vixisse commémorât, nullam veram putandus est habere ius­
titiam: non quia lex vera et sancta non est; sed quia obedire
velie litterae iubenti, sine vivificante spiritu Dei, veluti ex
viribus liberi arbitrii, iustitia vera non est. Iustitia vero,
secundum quam iustus ex fide vivit, quoniam per spiritum
gratiae homini ex Deo est, vera iustitia est. Quae licet non
imnurito- in aliquibus iustis pro huius vitae capacitate per­
fects dicitur, parva tamen est ad illam magnam, quam capit
aequalitas Angelorum. Quam qui nondum habebat, et prop­
ter illam quae iam inerat, perfectum, et propter istam quae
adhuc deerat, imperfectum se esse dicebat. Sed plane minor
ista iustitia facit meritum, maior ilia fit praemium. Unde qui
istam non se qui tur, illam non assequitur. Quocirca post
resurrectionem hominis, futuram negare iustitiae pknitu-
dinem, et putare tantam esse iustitiam in corpore vitae illius,
quanta esse potest in corpore mortis huius, dementiae sin-
gularis est.
Non autem illic incipere homines, quae hie noluerint Dei
mandata compiere, verissimum est. Erit enim perfectissimae
plenitudo iustitiae, non tamen hominum mandata sectan-
tium, et ad earn plenitudinem proficiendo nitentium; sed in
ictu oculi, sicut ipsa futura est resurrectio mortuorum98:
quoniam illa perfectae magnitudo iustitiae, non et ipsa fa-
cienda mandabitur. Sed ita dixerim, mandata fee: runt, ut ad
ipsa mandata meminerimus pertinere orationem, in qua quo-
tidie veraciter dicunt sancti filii promissionis, et, Fiat volun­
tas tua; et, Dimitte nobis d:bita nostra

CAPUT VIII
H aeresis pelagianae capita . Pelaglanorum nebulae
ET CALUMNIAE

24. Cum igitur Pelagiani his atque huiusmodi veritatis


testimoniis et vocibus urgentur, ne negent originale pecca-
tum; ne gratiam Dei qua iustificamur, non gratis, sed secun-
gracia de Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo ayuda
nuestra flaqueza,
23. De aquí es que el que, por vivir según la justicia
que puede darse en la ley, vive sin la fe de la gracia de
Cristo, como dice el Apóstol que vivió él irreprensiblemente,
heme» de decir que no tiene en absoluto verdadera justicia,
no porque la ley no sea verdadera y santa, sino porque no es
verdadera justicia querer obedecer, como en virtud de las
fuerzas del libre albedrío, a la letra que manda sin el vivi­
ficante espíritu de Dios. En cambio, la justicia por la que el
justo vive de la fe, porque le viene al hombre de Dios por el
espíritu de la gracia, es verdadera justicia. La cual, b en que
se puede llamar rectamente perfecta en algunos justos, ha­
bida cuenta de la que en este mundo se puede alcanzar, es
pequeña en comparación de aquella gran justicia que poseen
todos los ángeles. Quien carecía r.ún de ella se consideraba
perfecto por razón de la que tenía, y por imperfecto a causa
de la que todavía le faltaba. Pero la verdad es que esta justi­
cia menor produce el mérito, la mayor es el nremio. Así que
quien no corre en pos de ésta, no alcanza aquélla. Por lo cual
es un gran desatino negar la futura plenitud de la justicia
que ha de existir después de la resurrección del hombre y
pensar que ha de ser tal la justicia en aquella vida como
puede serlo en esta vida mortal.
Que los hombres no empiezan allí a cumplir los mandar
mientos de Dios que aquí no quisieron cumplir, es muchísima
verdad. Pues habrá plenitud de una perfeetísima justicia,
no de los hombres que guardan los mandamientos y que se
esfuerzan, caminando hacia adelante, por llegar a aquella ple­
nitud, sino en un pestañear de ojos, al igual que la resurrec­
ción de los muertos, porque la sublimidad de aquella perfecta
justicia se otorgará como premio, y no se mandará como
precepto, a los que aquí cumplieron los mandamientos. Pero
he dicho cumplieron los mandamientos, para que nos acor­
demos de que es uno de los mandanrentos la oración, en la
que todos los hijos de la promesa dicen todos los días con
verdad: Perdónanos nuestras deudas.

CAPÍTULO VIII
T r iple r a íz de la h e r e jía pelagiana . O bscuridades
Y CALUMNIAS PELAGIANAS
24. Pues cuando los pelagianos se sienten comoelidos
por estos y otros semejantes testimonios de la verdad a no
negar el pecado original; a no decir que la gracia de Dios,
por la que somos justificados, se nos da no gratis, sino según
dum merita nostra dari dicant; ne in homine mortali, quam-
libet sancto et bene agente, tantam dicant esse iustitiam,
ut ei non sit necessaria etiam post regen erationis lavâcrum,
donee istam vitam finiat, remissio peccatorum: ergo cum
urgentur, ne ista tria dicant, et per haec homines qui eis
credunt a gratia Salvatoris aliènent, et elatos in superbiam
in iudicium diaboli praecipites ire persuadeant; immittunt
aliarum nebulas quaestionum, in quibus eorum apud homines
simpliciores, sive tardiores, sive sanctis Litteris minus eru-
ditos, impietas delitescat.
Haec sunt nebulae, de laude creaturae, laude nuptiarum,
laude legis, laude liberi arbitrai, laude sanctorum : quasi quis-
quam nostrum ista vituperet, ac non potius omnia in hono­
rem Creatoris et Salvatoris debitis laudibus praedicet. Sed
neque creatura ita vult laudari, ut nolit sanari. Et nuptiae
quanto magis laudandae sunt, tanto minus eis imputanda est
pudenda carnis concupiscentia; quae non est a Patre, sed
ex mundo e s t100: quam profecto invenerunt in hominibus
nuptiae, non fecerunt, quia et illa in plurimis sine ipsis est,
et ipsae si nemo peccaset, sine illa esse potuerunt.
Et lex sancta et iusta et bon a101; nec ipsa est gratia, et
nihil ex ea recte fit sine gratia; quia non est data quae pos­
set vivificare, sed praevaricationis causa posita est, ut con-
victos concluderet sub peccato, et promissio ex fide Iesu
Ohristi daretur credentibus102.
Et liberum arbitrium captivatum nonnisi ad peccatum
valet; ad iustitiam vero, nisi divinitus liberatum adiutum-
que, non valet, A c per hoc et sancti omnes, sive ab ilio
antiquo Abel usque ad Ioannem Baptistam, sive ab ipsis
Apostolis usque ad hoc tempus, et deinceps usque ad termi-
num saeculi, in Domino laudandi sunt, non in se ipsis. Quia
et illoriun anteriorum vox est: In Domino laudabitur anima
m ea103; et istorum posteriorum vox est: Gratia Dei sum id
quod su m 104. Et ad omnes pertinet : Ut qui glorìatur, in Do-
mino glorìetu r10r'; et confiessio communis est omnium: Si
dixerimus quia peccatum non habemus, nos ipsos seducimus,
e t veritas in nobis non e s t 10fl.

,0° Io. 2, i6.


101 Rom. 7, is.
102 G a l. 2 i, 19. 22.
103 P s- 33, 3-
104 i Cor. 15, 10.
,M i Cor. i, 31.
,0* X Io. I . 8.
nuestros méritos; a no decir que la justicia del hombre mor­
tal, por más santo y virtuoso que sea, es tan grande que no
tenga necesidad, aun después del bautismo, de que se le per­
donen, mientras no se acabe esta vida, los pecados; cuando,
pues, se ven forzados a no afirmar estas tres cosas y a no
apartar con ello de la gracia del Salvador a aquellos que les
dan crédito, ni precipitarlos, engreídos por la soberbia, en el
juicio del diablo, esparcen la niebla de otras cuestiones con
el fin de encubrir su impiedad ante las personas sencillas o
de menos ingenio o menos instruidas en las Sagradas Letras.
Y las nieblas no son otra cosa que lo que dicen en ala­
banza de la criatura, en alabanza del libre albedrío, en ala­
banza de los santos; como si alguno de nosotros reprendiera
esta3 cosas y no las alabara todas, como es justo, para gloria
del Creador y Salvador. Pero el caso es que ni la misma
criatura quiere ser alabada de modo que no sea sanada.
Y cuanto más se deba alabar el matrimonio, menos habrá
que reprocharle la concupiscencia vergonzosa de la carne,
que no procede del Padre, sino del mundo; la cual, halla ya
el matrimonio en los hombres, que no la causó, puesto que
ella existe en muchísimos sin el matrimonio, y el matrimonio,
si nadie hubiera pecado, pudo existir sin ella.
Y la ley es santa, y justa, y buena; pero no es la gracia,
y nada se hace en virtud de ella sin la. gracia, porque no se
dió una ley que pudiese vivificar, sino que se dió en razón
de las transgresiones, a fin de encerrarlos, convictos de trans­
gresión, bajo el dom ino del pecado, para que la bendición de
. la promesa se otorgara a los creyentes en virtud de la fe
de Cristo.
Y el libre albedrío cautivo no tiene poder sino para pecar,
mes no para obrar la justicia, si no fuere ayudado y liberado
por Dios. Y por esto, aun a los santos todos, lo mismo desde
aquel antiguo justo Abel hasta Juan Bautista como desde
los apóstoles hasta el día de hoy y en adelante hasta el ün
del mundo, hay que alabarlos en el Señor y no en sí mismos.
Porque es voz de los antiguos justos: En él Señor se gloriará
mi alma. Y de los posteriores: Por la gracia de Dios soy lo
que soy. Y reza con todos: Que el que se gloria, que se gloríe
en él Señor. Y todos confiesan a una voz: Si dijérem os que
no tenemos pecado, a nosotros mismos nos engañamos y la
verdad no está en nosotros.
CAPUT IX
C ath o lico ru m sen tbn tia , in ter M an ich aeorum et P ela -
GIANORUM MEDIA, UTRAMQUE REFELLIT

25. Sed quoniam in his quinqué rebus quas proposui, in


quibus quaerunt latebras, et de quibus connectunt calumnias,
divinis documentis produntur atque convineuntur ; excogita-
verunt Manichaeorum detestabili nomine imperitos quos po-
tuerint deterrere, ne adversus eorum perversissima dogmata
aures accommodent veritati: quia scilicet Manichaei quinqué
istorum tria priora blasphemando condemnant; dicentes, ñe­
que humanam creaturam, ñeque nuptias, ñeque legem a sum-
mo et vero Deo esse institutam. Non autem accipiunt quod
veritas dicit, a libero arbitrio exordium sumpsisse peccatum,
et ex ilio esse omne vel angeli vel hominie malum: quia
mali naturami semper malam et Deo coaeternam nimis a Deo
exorbitantes credere maluerunt. Sanctos quoque Patriarchas
et Prophetas, quantis possunt exsecrationibus insectantur.
Ecce unde se putant haeretici novi, Manichaeorum nomine
obiecto, vim subterfugere veritatis: sed non subterfugiunt.
Insequitur quippe illa, et simul Manichaeos Pelagianosque
subvertit.
Homo enim dum nascitur, quia bonum aliquid est, in
quantum homo est. Manicihaeum redarguit, laudatque Crea-
torem : in quantum vero trahit originale peccatum, Pelagium
redarguit, et habet necessarium Salvatorem.
Nam et quod sananda dicitur ista natura, utrumque re-
percutit: quia nec medicina opus haberet, si sana esset, quod
est contra Pelagium; nec sanari posset omnino, si aetemum
atque immutabile malum esset, quod est contra Manicihaeum.
Item quod nuptiis, quas laudamus a Domino constituías,
concupiscentiam carnis imputandam esse non dicimus, et
contra Pelagianos est, qui earn in laudibus ponunt ; et contra
Manichaeos, qui earn malas alienae naturae tribuunt; cum
sit nostrae naturae accidens malum, non Dei disiunctione
separandum, sed Dei miseratione sanandum.
Item quod dicimus legem sanctam, et iustam, et bonam 107,
non iustificandis impiis, sed convincendis superbis, praevari-
cationis gratia positam 108 : et contra Mianichaeos est, quia
secundum Apostolum laudatur; et contra Pelagianos, quia
secundum Apostolum, nemo ex lege iustificatur 109 : et ideo
vivificandis eis quos littera occidit, id est, quos lex bona

107 Rom. 7, 12. 108 Gal. 3, ii.


108 Gal. 3, ig,
CAPITULO IX

L a doctrina católica contradice a MANIQUEOS Y RELAMANOS

25. Mas como en estas cinco cosas que he mencionado,


en las cuales buscan ocultarse y de las que sirven para in­
ventar calumnias, los desenmascaran y los convencen los
testimonios divinos, dieron en asustar a los ignorantes con el
execrable nombre de maniqueos, a fin de que, al rechazar
sus perversísimos dogmas, no den oídos a la verdad; porque,
de estas cinco cosas, los maniqueos condenan con sus blas­
femias las tres primeras, diciendo que el sumo y verdadero
Dios no es el autor de la naturaleza humana, ni del matri­
monio, ni de la ley. No creen, como enseña la verdad, que el
pecado ha tenido su principio en el libre albedrío y que de
él procede todo mal, así del ángel como del hombre, porque,
apartándose de Dios más de la cuenta, prefirieron creer que
la naturaleza del mal es mala y eterna como Dios. A los
santos patriarcas y profetas los colman de toda suerte de
maldiciones. Aquí tenéis de qué manera se persuaden los
nuevos herejes de que, dándonos en rostro con el nombre de
maniqueos, eluden la fuerza de la verdad; mas no la eluden.
Porque ella no deja de perseguirlos y desbaratar a un mismo
tiempo a maniqueos y pelagianos.
El hombre que nace, por ser un bien, ya que es hombre,
rebate a Manes y alaba al Creador; mas en cuanto hereda el
pecado original, rebate a Pelagio y pide un Salvador.
Y el afirmar que debe ser sanada esta naturaleza es re­
futar a uno y a otro, porque ni tendría necesidad de medicina
si estuviese sana, ni podría en manera alguna sanarse si
fuera un mal eterno e inmutable.
Asimismo, cuando decimos que no se debe achacar al
matrimonio, que alabamos como instituido por Dios, la con­
cupiscencia de la carne, combatimos a los pelagianos, que
la cuentan entre las cosas dignas de alabanza, y a los ma-
niqueos, que la hacen obra de una naturaleza mala, no siendo
sino un accidente de nuestra naturaleza, que ha de sanarse,
no ahijándola de D os, sino con la misericordia de Dios.
Del mismo modo, lo que decimos nosotros, que la ley
santa, y justa, y buena, ha sido dada en razón de las trans­
gresiones, no para justificar a los impíos, sino para conven­
cer a los pecadores, va contra los maniqueos, por cuanto la
alabamos con el Apóstol1, y contra los pelagianos, porque,
según el Apóstol, nadie se justifica en virtud de la ley, y
por eso, para vivificar a lo® que la letra mata, o sea, a aque­
llos que la ley buena, quia manda, hace reos a causa de su
praecipiens praevaricatione reos facit, epiritus gratiae gratis
opitulatur110.
Item quod arbitrium in malo liberum dicimus ad agen­
dum bonum gratia Dei esse liberandum, contra Pelagianos
est; quod autem dicimus ab iillo exortum, quod antea non
erat malum, contra Manichaeos est.
Item quod sanctos Patriarchas et Prophetas debitis in
Deo laudibus honoramus, adversum est Manichaeis; quod
vero et ipsis quamvis iustis et Deo placentibus propitiatio-
nem Domini fuisse dicimus necessariam, adversum est Pe-
lagianis.
Utrosque igitur catholica fides, sicut et caeteros haere-
ticos, adversaries invenit, utrosque divinorum teetimoniorum
auctoritate et luce veritatis convincit.

CAPUT X

P elagiani latere molitjntur in iecta de an im ae origine


QUAESTIONE

26. Addunt sane ad latebrarum suarum nebulas Pela­


giani, de origine animae non necessariam quaestionem; ad
hoc ut res manifestas, aliarum rerum obscuritate turbando,
moliantur latendi locum. Aiunt enim, nos animarían tradu-
oem cum peccati traduce contueri. Quod ubi et quando in
eorum, qui defendunt adversus istos catholicam fidem, vel
sermonibus audierint, vel litteris legerint, nescio. Quia etsi
invenio a Catholicis de hac re aliquid scriptum; nondum
contra istos fuerat veritatis suseepta defensio, ñeque id age-
batur ut eis responderetur. Sed hoc dico, tarn manifestum
esse secundum Scripturas sanctas originale peocatum, atque
hoc dimitti lavacro regenerationis in parvulis, tanta fidei
catholicae antiquitate atque auctoritate firmatum, tarn clara
Ecclesiae celebritate notissimum, ut quidquid de animae ori­
gine cuiuslibet inquisitione vel affirmations disseritur, si con­
tra hoc sit, verum esse non posait. Quapropter quisquís vel
de anima vel de quacumque re obscura id adstruit, unde hoc
quod verissimum, fundatissimum, notissimum est, destruat,
sive sit ille filius, sive inimicus Ecclesiae, aut corrigendus
est aut cavendus.
Sed hic sit huius voluminis finis, ut aliud babeant quae
sequuntur exordium.

110 2 Cor. 3, 6.
transgresión, ayuda gratuitamente el espíritu de la gracia.
Demás de esto, cuando decimos que el albedrío, líbre
para el mal, debe ser liberad» por la gracia de Dios para
obrar el bien, la afirmación se dirige contra los pelagianos;
y cuando decimos que en él tuvo origen el mal que antes
no existía, la afirmación se vuelve contra los maniqueos.
Además, contra los maniqueos, honramos en Dios con las
debidas alabanzas a los santos patriarcas y profetas, y,
contra los pelagianos, decimos que aun aquéllos, bien que
justos y gratos a Dios, tuvieron necesidad de que el Señor
les perdonara.
A unos y a otros, pues, como a los demás herejes, la fe
católica los tiene por adversarios, a unos y a otros convence
con la autoridad de los divinos testimonios y con la luz de
la verdad.

CAPÍTULO X
L a cu estió n del origen del alm a , nueva evasiva pelagiana

26. Con el fin de disimular la emboscada tendida, pro


ponen aquí los pelagianos la cuestión, que no hace al caso,
■del origen del alma, y siguen esta táctica para, mezclando lo
claro con lo obscuro, asegurarse mejor el modo de ocultarse.
Porque dicen que nosotros vemos la transmisión de las almas
juntamente con la transmisión del 'pecado. Dónde y cuándo
han oído tal cosa en las pláticas o leído en los escritos de los
que defienden contra éstos la fe católica, no lo sé. Pues,
aunque es verdad que los católicos han escrito algo sobre
esta materia, todavía no se había emprendido la defensa de
la verdad contra éstos ni se trataba de refutarlos. Lo que sí
digo es que, a la luz de las Sagradas Escrituras, es tan evi­
dente la existencia del pecado original, y qu¡e éste se perdona
en los párvulos con el bautismo, y que esta doctrina se apoya
tan sólidamente en la antigüedad y autoridad de la fe cató­
lica, y es tan universalmente conocida en la Iglesia, que
cuanto de palabra o por escrito se diga acerca del origen del
alma, si choca con todo esto, no puede ser verdad. Por lo cual,
cualquiera que sienta acerca del alma o acerca de otra cues­
tión obscura una doctrina que venga a negar lo que es ver-
daderísimo, fundadísimo, conocidísimo, sea él hijo o enemigo
de la Iglesia, o ha de ser corregido o no se le ha de hacer
caso.
Pero pongamos aquí fin a este libro para dar principio
a lo que sigue.
L I B E R I V

CAPUT I
LATEBRAE PELAGIANORUM QUINQUE

1. Post haec quae tractavimus, quibusque respondimus,


eadem repetunt, quorum redarguimus Epistolam; sed diverso
modo. Nam prius ea proposuerunt nobis obiicientes, quae ve-
lut perperam sentiamus; postea vero quid ipsi sentiant ex-
ponentes, eadem a contrario reddiderunt; addentes duo quae-
dam quae non dixerant, id est, Baptismum se dicere omnibus
aetatibus neceissarium; et, Per Adam mortem ad nos transisse,
non crimma. Quae suo loco et ipsa tractanda sunt. Proinde
quia superiore libro, quem modo explicavimus, quinque rerum
eos obtendere obstacula diximus, in quibus eorum dogmata
inimica gratiae Dei et catholicae fidei delitescant, laude sci­
licet creaturae, laude nuptiarum, laude legis, laude liberi
arbitrii, laude sanctorum: commodius esse arbitror, omnia
quae defendunt, quorum contraria nobis obiiciunt, generatim
distinguere, et quae illorum ad quid istorum quinque perti-
neant demonstrare, ut dilucidior et breVior ipsa distinctione
possit esse nostra responsio.

CAPUT II

PELAGIANORUM LAUS CREATURAE, NUPTIARUM, LEGIS, LIBERI


ARBITRA ET SANCTORUM

2. Laudem creaturae, quod ad genus humanum attinet,


unde nunc quaestio est, his sententiis exseiquuntur: Quod
nascentium conditor Deus, sit, filiique hominum opus sint
D i ; et peccatum omne non de natura, sed de volúntate des-
oendat.
Huic laudi creaturae applicant: Quod omnibus aetatibus
L I B R O I V

CAPÍTULO I
S ofismas p e l a g ia n o s

1. Después de lo que en son de réplica hemos disputado


hasta aquí, aquellos cuya carta hemos refutado repiten las
mismas cosas, bien que siguiendo diferente táctica. Porque
primero expusieron, dándonos con ello en rostro, la falsa
doctrina que,, según ellos, profesamos nosotros; después, al
exponer su propia doctrina, dijeron lo mismo empleando una
táctica completamente diferente y añadiendo dos cosas que
antes no habían dicho, o sea, que conf soban que el bautismo
es en todas las edades necesario y que por el pecado de Adán
había pasado a nosotros la m uerte, no los pecados. Ya tra­
taremos de esto en su propio lugar. Así que, habiendo dicho
en el libro anterior, que acabamos de escribir, que nos opo­
nen como objeciones cinco cosas, con que intentan ocultar
sus opiniones contrarias a la gracia de Dios y a la fe cató­
lica, a saber: la alabanza de la criatura, la alabanza del ma­
trimonio, la alabanza de la ley, la alabanza del libre albedrío,
la alabanza de los santos, me parece más conveniente dividir
en grupos de una manera general todo lo que ellos defienden,
y cuya doctrina contraria nos achacan, y demostrar a cuál
de estas cinco cosas se reducen lo que ellos enseñan, y de esta
suerte nuestra respuesta sea, siguiendo esta división, más
clara y concisa.

CAPÍTULO II
L as cinco alabanzas pelagianas

2. La alabanza de la criatura, por lo que se refiere al


género humano, de que ahora tratamos, la exponen en estas
sentencias: Que Dios es el creador de los que nacen y que
las hijos de los hombres son hijos de D ios; y que todo pe­
cado tiene su origen no en la naturaVza, sino en la voluntad.
En alabanza de la criatura dicen que en todas las edades
dicunt esse Baptism-um necessarium, u t scüicet illa crea­
tura in D ei filios adoptetur, non quod aliquid ex parentibus
trahat, quod sit lavacro regenerationis expvandum. Huic lau­
di adiungunt, et quod Christum Dominum nulla dicunt macu­
la peccati fuisse respersum, quantum attinet ad eius infan-
ti-arn: quia eius carnem ab omni peccati contagione purissi-
•mam, non excellentia propria et gratia singulari, sed commu-
nione naturae, quae omnibus inest infantibus, asseverant.
Eo ipertinet etiam, quod de animae origine inserunt quaestio-
nem: sic animae Christi coaequare molientes omnes animas
parvulorum, quas volunt esse similiter nulla peccati macula
aspersus. Propter hoc etiam dicunt: E x Adam nihil mali
transisse per caeteros, nisi m ortem : quae non sem per est
malum, inquiunt, cum et martyribus sit causa praemiorum,
et vel bonam <et mdlam dici faciat, non resolutio corporum,
quae excitabuntur in omni genere hominum, sed meritorum
diversitas, quae de humana Ivbirtals contingit. Haec scribunt
in hac Epistola de laude creaturae.
Nuptias vero secundum Scripturas laudani, quia Dominus
in Evangelio loquitur: “ Qui fecit ab initio, masculum et fe-
. mìnam fe d i eoe” i, et dixit: “ Crescite, et multiplicamini, e t
replete terram ” 2. Quamvis hoc non in eo loco Evangelii, sed
tarnen in lege sit scriptum. Addunt etiam: Quod ergo Deus
coniunxit, homo non sep a ret3. Quae verba evangelica agnos-
cimus.
In laude legis dicunt V eterem legem secundum Apostólum
iustam e t sanctam et bonam 4, custodkntibus mandata sua,
oc per fidcm iuste viventibus, sicut Prophetis e t Patriarchis
omnìbusque sanctis, vitam potuisse con}erre perpetuam.
In laude liberi arbitrii dieunt: Liberum arbitrium non
periisse, cum loquatur Dominus per prophetam : “ Si volueri-
tis et audisritis m°, quae bona sunt terrae ed etis: si nolueri-
tis et non audisritis, gladius vos com edet” s. A c per hoc et
gratiam uniuscuiusque bonum propositum adiuvare, non ta­
rnen reluctanti Studium virtutis im m ittere, quia personarum
acceptio non est apud D eum 6*.
Laude sanctorum sese contegunt dicentes Baptisma per­
derete homines innovare: Apostolus testis sit, qui per lava-
crum aquae Ecclesiam de Gentibus sanctam fieri immacula-
tamque testatur ', Sanctum quoque Spiritum m entes bonus in
antiquis adiwvisse temporibus, dicente propheta ad Deum:
“Spiritus tuus bonus deducet me in viam rectam " 8. Omnes
quoque Prophetas et Apostolos vel sanctos, tam novi quam
veteris Testamenti, quibus Deus testimonium perhibet, non

1 Mt. 19, 4. * Rom. 7, i2. T Eph. 5, 26.


2 Gen. I, 28. ■
’ Is. i, 19-20. 8 Ps. 142, io.
8 Mt. 19, 6. 0 Rom. 2, il.
es necesario el bautismo para que la criatura sea adoptada
como hijo de Dios, no porque herede de los padres nada
que haya de perdonarse con él bautismo. Y añaden a esta
alabanza que d ios no enseñan que Cristo en su infancia estu­
viese manchado con ninguna mácula de pecado, ya que sos­
tienen que su carne e3tuvo limpísima de todo contagio de
pecado, no en virtud de su propia excelencia y por gracia
especial, sino por participar de la naturaleza común a todos
los niños. Con esto tiene relación la cuestión que proponen
acerca del origen del alma, intentando equiparar al alma
de Cristo todas las almas de los párvulos, las cuales dicen
no están tampoco manchadas con ninguna clase de pecado.
Por lo que dicen también: Que de Adán ningún mal pasó a
los demás sino la m uerte, la cual no siempre es un mal, puesto
que es para los m ártires causa de premios, y lo que la hace
buena o mala no es la corrupción de los cuerpos, con los que
han de ser resucitados todos los hombres, sino la diversidad
de los m éritos que se debe a la libertad humana. Esto es lo
que en esta carta escriben acerca de la alabanza de la na­
turaleza.
De conformidad con las Escrituras alaban él matrimonio,
porque dice el Señor en el Evangelio: El que los creó desde
el principio los hizo varón y hrmbra y d ijo: “ Creced y multi­
plicaos y h nchid la tierra” . Aunque esto último no está es­
crito en aquel pasaje del Evangelio, sino en la ley. Citan asi­
mismo aquello: Lo que Dios, pues, juntó, el hombre no lo
separe; lo cual sabemos se halla en el Evangelio.
En alabanza de la ley dicen que la antigua ley, justa y
santa, y buena, según el A póstol, pudo dar la vida eterna a
los que guardaban sus mandamientos y vivían santamente
por la fe, como fueron los profetas y patriarcas y todos los
santos.
En alabanza del libre albedrío dicen que él libre albedrío
no pereció, ya que dice el 8 ñor por el p rofeta : “ Si vos­
otros queréis y me escucháis, com eréis lo m ejor dél país; si
os negáis y no escucháis, la espada acabará con vosotros” .
Y, por tanto, la gracia ayuda el buen propósito de todo hom­
bre, p cro sin dar el deseo de la virtud a quien lo resiste, por­
que no hay ante Dios aceptación de personas.
Disimulan sus doctrinas con achaque de alabar a los san­
tos diciendo: Que el bautismo obra una completa renovación
en los hombres. Testigo es el A póstol, que asegura que por
el baño dél agua la Iglesia oriunda de la gentilidad se hace
santa e inmaculada. Que él Espíritu Santo ayudó también
en los antiguos tiempos a las almas buenas, pues dice él pro­
feta a D ios: “ Tu santo Espíritu me conducirá al buen cami­
no". Que, asimismo, todos los profetas y apóstoles y santos,
tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, que Dios ala-
in oomparatione sceleratorum , sed regula virtutum iustos
fu isse: in futuro autem tem pore m zrcedm esse tarn bonorum
oprrum, quam malorvm. Caeterum neminem posse, quae hie
contem pserit, Ulic mandada psrfiosre; quia dixrrit A postolus:
“ Oportet nos manif stari ante tribunal Christi, ut reportet
unusquisqus propria corporis, secundum quod gessit, sine
bonum, sive malum” 9.
In bis omnibus quidquid dicunt de laude creaturae atque
nuptiarum, ad hoc referra conantur, ut non sit originate
peccatum: quidquid de laude legis et liberi arbitrii, ad hoc,
ut gratia non adiuve't nisi meritum, ac sic gratia iam non sit
gratia: quidquid de laude sanctorum, ad hoc, ut vita morta-
lis in sanctis videatur non habere peccatum, nec sit eis neoes-
sarium pro dimittendis debitis suis precari Deum.

CAPUT III

QUO SENSU CATHOLICI LAUDENT ADVERSUS PELAGIANOS CREATU-


RAM, NUPTIAS, LEGEM, LIBERUM ARBITRIUM ET SANCTOS

3. Ista nefaria dogmata et damnabiiia in hac tripartita


divisione quisquis mente catholica ©xhorret, illius quinque
partitae latebras insidiasque devitrt, atque ita inter utrum-
que sit cautus, ut sic declinet Manichaeum, ne se inclinet in
Pelagium; rursusque ita se seiungat a Pelagianis, ne con-
iungat Manichaeis; aut si in alterutris iam tenetur, ne sic
se a quibuslibet alteris eruat, ut in alteros irruat. Videntur
quippe inter se esse contrarii; quoniam quinque illa Mani-
chaei vituperando se manifestant, Peiagiani laudando se occul-
tant. Quapropter utrosque damnat atque devitat, quisquis
secundum regulam catholicae fidei sic in hominibus nascen-
tibus de bona creatura camis et animae glorificat Oreatorem,
quod non vult Maniohaeus; ut tarnen propter yitium, quod in
eos per peccatum primi hominis pertransiit, fateatur et par-
vulis neoessarium Salvatorem, quod non vult Pelagius: sic
discemit malum pudenda© concupiscentiae a bonitate nuptia-
rum, ut neque Manichaeis similis unde nascimur culpet,
neque Pelagianis similis imde confundimur laudet: sic le­
gem per Moysen sanctam et iustam et bonam a Deo sancto

9 2 Cor. 5, io.
ba, fueron justos, no comparados con los malvados, ¡sino con
la regla de las virtudes; y que en la otra vida hay pago tanto
de las buenas obras com o de las malas. Por lo demás, nadie
podrá cumplir allí los preceptos que aquí despreció, porque
dice el A póstol: “Porque es necesario que todos nosotros apa­
rezcam os de manifiesto delante de Cristo, para que reciba
cada cual el pago de lo hecho en proporción a lo que obró,
ya sea bueno, ya sea malo” .
Lo que pretenden ensalzando la criatura y el matrimonio
es negar el pecado original, y el objeto de las alabanzas tri­
butadas a la ley y al libre albedrío no es otro que hacer ver
que la gracia no ayuda sino al mérito, y así la gracia ya no
es gracia; y lo que dicen en alabanza de los santos se enca­
mina a mostrar que la vida mortal de los santos carece de
pecado y no necesitan pedir a Dios que les perdone.

CAPÍTULO III
E n qué sentido alaban los católicos l a cr iatu r a , el m a ­
tr im o n io , LA LEY, EL LIBRE ALBEDRÍO Y A LOS SANTOS

3. Todo espíritu católico que mira con horror las opi


niones impías y abominables contenidas én esta triple di­
visión, ha de huir las emboscadas y sofismas de los cinco
capítulos arriba dichos y ha de caminar con tal cautela
entre uno y otro extremo, que se desvie de Manes sin incli­
narse a Pelagio; y asimismo se ha de apartar de los pela-
gianos de tal suerte que no venga a unirse con los maniqueos,
o, si ya está con alguno de los dos, no se separe de él de
modo que venga a dar en el otro. Porque a primera vísta
parecen contrarios ©1 uno del otro, ya que los maniqueos se
descubren cómo son condenando aquellas cinco cosas, y los
pelagianos se ocultan alabándolas; por lo que condena y
huye de unos y otro® quienquiera que, según la regla de fe
católica, glorifica en los hombres que nacen al Creador, con­
siderando la criatura buena de la carne y del alma, que es
lo que no hace Manes; pero confiesa que, a causa del vicio
que han heredado por ei pecado del primer hombre, tienen
necesidad también los párvulos de un Salvador, qué es lo
que no admite Pelagio; que de tal manera distingue el mal
de la vergonzosa concupiscencia del bien del matrimonio,
quie ni condena, a semejanza de los maniqueos, ©1 principio
de nuestro nacimiento, ni, a semejanza de los pelagianos,
alaba lo que nos ruboriza; que de tal suerte defiende que la
ley santa, y justa, y buena ha sido dada por Dios por mi­
nisterio de Moisés, que es lo que en contra del Ajpóstol nie-
S.Ag. I X 20
et iusto et bono datanx esse deifendit, quod contra Apostolum
negat Manichaeus; ut earn dicat et peccatum ostendtre, non
tarnen tollere, et iustitiam iube're, non tarnen dare, quod
rursus contra Apostolum negat Pelagius: sic asserit liberum
arbitrium; ut non ex natura nescio qua semper mala, quae
nulla est sed ex ipso arbitrio coepisss dicat et angeli et ho­
minis malum, quod evertit haeresim Manichaeam; nec ideo
tarnen posse captivam voluntatem, nisi Dei gratia, respirare
in salubrem libsrtatem, quod evertit haeresim Pelagianam:
sic laudat in Deo sanctos homines Dei non solum ex manifes-
tato in carne Christo et deinceps, verum etiam superiorum
tempo rum, quos audent blasphemare Manichaei; ut tqmen de
ipsis plus credat ipsis confitentibus, quam Pelagianis men-
tientibus. Sanctorum enim vox est: Si dixerimus quia picca-
tum non habemus, nos ipsos seducimus, et vfsritm in nobis
non e s t 10. •

CAPUT IV
D e laude creaturae , P elagian i , M an ich ae i

4. His ita se habentibus, quid prodest novellis haereticis,


inimicis crucis Christi et divinae oppugnatores gratiae, quod
a Manichaeorum errore sani videntur, et alia sua pestilentia
moriuntur ? Quid eis prodest, quod in laude creaturae dicunt,
Diurni bonum nascentium condìtorem, per quem facta sunt
omnia, ciusqus opus esse filios hominum, quos Manichaei
dicunt opus esse principis tenebrarum; cum inter utrosque,
vel apud utrosque Dei creatura, quae est in infantibus pe-
reat? Utrique enim nolunt earn Ohristi carne et sanguine li-
berari : illi quia ipsam carnem et sanguinem Christi, tanquam
haec omnino in homins vel ex homine non susoepent, de-
struunt; isti autem, quia nullum malum inesse infantibus
asserimt, unde per Sacramentum carnis huius et sanguinis
liberentur.
Iacet inter illos in parvulis humana creatura institutione
bona, propagatione vitiata; bonis suis confitens optimum
conditorem, malis suis quaerens misericordiosissimum re-
demptorem; Manichaeos habens bonorum suorum vitupera-
tores, Pelagianos habens malorum suorum negatores, utros­
que persecutores. Et quamvis per infantiam loqui non valeat ;
specie tamen tacita et infirmitate abdita impiam vanitatem
utrorumque compellat, et illis dicens: “Ab eo qui bona creai,
credito me creari” ; et istis dicens: “ A'b eo qui me creavit,
gan los maniqu'cos, que también dice que la ley pene de
manifiesto el pecado, pero no lo quita, lo cual a su vez niegan
los pelagianos contradiciendo al Apóstol; que de tal modo
admite el libre albedrío, que confiesa que el mal del ángel
y del hombre no tuvo principio en no sé qué naturaleza
eternamente mala, sino en el mismo libre albedrío, que es
destruir por su base la herejía maraquea; pero que, sin
embargo, no puede sino con la gracia da Dios gozar de liber­
tad para el bien, lo cual echa por tierra la herejía pelagiana;
que glorifica en Dios a cuantos santos han existido, no sólo
les que han existido desde qu; Cristo so reveló y después,
sino también los que existieron en los anteriores siglos, lo
cual niegan con boca blasfema les maniqueos; pero de modo
qiu¡e dé más crédito a ellos en lo que confiesan de sí mismos
que a los mentirosos pelagianos. Porque es palabra de los
santos: Si dijérem os que no tenem os pecado, a nosotros mis­
mos nos engañamos y la verdad no está en nosotros.

CAPITULO IV
Los PELAGIANOS Y MANIQUEOS Y LA ALABANZA DE LA CRIATURA
4. Siendo esto así, ¿ de qué les sirve a los nuevos herejes,
enemigos de la cruz de Cristo y adversarios de la divina
gracia, parecer que están libres del error de los maniqueos,
si perecen devorados por su propia pestilencia? ¿De qué les
sirve decir en alabanza de la criatura que el creador de los
que nacen es el Dios bueno, por quien han sido hechas todas
las cosas, y que son obra suya los hijos de los hombres,
que los maniqueos dicen son obra del príncipe de las tinie­
blas, si a manos de entrambos perece la criatura de Dios que
hay en los niños? Porque ni los unos ni los otros admiten
que es liberada por la carne y sangre de Cristo: aquéllos,
porque niegan la misma carne y sangre de Cristo como no
recibida en el hombre o del hombre; éstos, porque dicen no,
existe en los niños ningún mal del que deban ser librados por
el sacramento de esta carne y sangre.
Yace enferma ante ellos la criatura humana de los niños,
buena por la cr. ación, viciada por la generación; confesando
con sus bienes un óptimo creador, pidiendo con sus males un
misericordiosísimo Redentor; teniendo en los maniqueos vi­
tuperadores de sus bienes; en los pelagianos, negadores de
sus males; en ambos perseguidores. Y aunque por razón de
la tierna edad no pueda hablar, reprende la vanidad de unos
y otros con su silencio y secreta flaqueza, diciendo a aquéllos:
“ Creed que yo soy creada por el que crea los bienes” ; y di­
ciendo a éstos: “Dejad que yo sea sanada por el que me
sinite me sanari” . Manichaeus dicit: “Nihil est huius infan-
tis, nisi anima bona liberanda ; caetera non ad Derma bonum,
sed ad principem tenebrarum pertinentia respuenda” . Pela­
gras dicit: “ Imo huius infantis nihil est liberandum, quia
totum ostendimus salvum” . Ambo mentiuntur: sed iam mi-
tior est carnis eolius accusator, quam qui in universum con-
vincitur saevire laudator. Sed nec Manichaeus humanae ani-
mae subvenit, blasphemando auctorem totius hominis Deum;
nec Pelagianus humanae infantiae divinam gratiam subve­
nire permittit, negando originale peccatum. Deus ergo mise-
retur per catholicam ödem, quae utramque redarguendo per-
niciem, infanti subvenit ad salutem ; Manichaeis dicens : “ Au­
dite Apostolum clamantem: N escitis quia corpus v strum
templum est in vobis Spiritus sancii? 11 et Deum bonum erea-
torem credite corporum, quia non potest esse templum Spiri­
tus sancii opus principis tenebrarum” ; Pelagianis dicens:
“In iniquitatibus conceptus est, et in peccatis eum m ater
eius in utero a lu it1
12, quem conspicitis parvulum. Quid eum
1
tanquam ab omni noxa liberum defendendo, non permittitis
per indulgentiam liberari ? Nemo mundus a sorde, nec infans
cuius est diei unius vita super terram 13. Sinite mieerum
remissionem accipere peccatorum, per eum qui solus nec par-
vus nec magnus potuit habere peccatum” ,
5. Quid eis igitur prodest, quod dicunt: Omne peccatum
non de natura, sed de volúntate desoendere; et Manichaeis
malam naturam dicentibus causam esse peccati, huius sen-
tentiae veri tate resistere: quando nolente s admitiere origi­
nale peccatum, cum et ipsum sine dubio de primi hominis
volúntate descendat, faciunt reos párvulos de corpore extra?
Quid eis prodest, Baptismum omnibus aetatibus necessarium
conf iteri; quod Manichaei dicunt in omne aetate superi!imm :
cum isti dicant esse in parvulis falsum quantum ad remissio­
nem attinet peccatorum? Quid eis prodest, quod carnem
Christi, quam Manichaei nullam vel simulatam esse conten-
dunt, adversus eos isti non solum veram, sed et ipsam ani-
mam nulla peccati macula rcspersam fuisse defendunt: cum
sic eius infantiae canteri ab eis coaequentur infantes, non
impari puritate; ut et illa non videatur servare istorum
comparatione propriam sanctitatem, et isti ex illa nullam
consequantur salutem?
6 . In eo sane quod dicunt: Per Adam mortem ad nos
transisse, non crimina, non habent adversarios Manichaeos:
quia nec ipsi astruunt originale peccatum ex homine primo
prius puro et recto corpore ac spiritu, et postea per arbitrium

11 j Cor. t 6 , iq .
12 Ps. 50, 7-
13 Ib. 14, 5, sec. L X X .
creó” . El maniqueo dice: “ Fuera del alma buena, no hay otra
cosa en este niño que deba ser liberada; todo lo demás, que
pertenece al príncipe de las tinieblas, debe ser despreciado” .
El pelagiano afirma: “Nada hay ¡en este niño que liberar, por
cuanto nosotros demostramos que todo está ya salvado” . Los
dos mienten, pero es acusador más benigno el que lo es so­
lamente de la carne que el alabador convicto de encruelecerse
contra todo. Además, ni el maniqueo, blasfemando de Dios,
autor del hombre todo, presta auxilio al alma humana, ni el
pelagiano, negando el pecado original, deja que la divina
gracia preste auxilio a la humana infancia. Pero Dios se com­
padece por medio de la fe católica, la cual, combatiendo una
y otra calamidad, presta auxilio al niño para que se salve,
diciendo a los maniqueos: “Escuchad el Apóstol, que olama:
¿N o sabéis que vuestros cuerpos son tem plos del Espíritu
Santo ? Creed que Dios es el creador bueno de los cuerpos,
porque no puede ser templo del Espíritu Santo lo que es
obra del príncipe de las tinieblas” . Y diciendo a los pela-
gianos: “El que veis niño ha sido concebido en pecado, y en
pecado lo alimentó su madre en el seno materno. ¿P or qué,
defendiendo que está libre de toda mancha, no dejáis que sea
librado por la misericordia? Na.di" está libre de mancha, ni
el niño que hace un día vive sobre la tierra. Dejad que ett
miserable reciba el perdón de los pecados por el único que,
no siendo pequeño ni grande, no pudo tener pecado” .
5. ¿De qué les sirve decir que el'pecado tk n e su origen
no en la naturaleza, sino en la voluntad, y contradecir con
la verdad de esta confesión a los maniqueos, que dicen que
la naturaleza mala es la causa del pecado, si, no queriendo
admitir el pecado original, que sin duda tiene su origen en
la voluntad del primer hombre, hacen que los párvulos dejen
esta vida en pecado? ¿De qué les sirve decir que en todas
las edades es necesario el bautismo, que para los maniqueos
es superfluo, si afirman que en los párvulos es inoperante en
lo que se refiere al perdón de los pecados? ¿De qué les sirve
defender que la carne de Cristo, la cual, en opinión de los
maniqueos, no existió o fué aparente, no sólo fué verdadera,
sino que su alma no estuvo manchada con ninguna mácula
de pecado, si de tal suerte equiparan a la infancia de Cristo
la de los demás niños en cuanto a la inmunidad de pecado,
que no parece que aquélla, comparada con ésta, resplandez­
ca por su propia santidad, ni ésta reciba de aquélla la sal­
vación ?
6. A l decir que de Adán pasó a nosotros la m uerte, no
él pecado, no tienen como adversarios a los maniqueos, ya
que éstos no confiesan que el pecado original se haya propa­
gado y se propague, junto con la muerte del primer hombre,
primeramente puro y recto cuanto al cuerpo y cuanto al
liberum depravato, deinceps in omnes cum morte transisse et
transire peccatum: sed carnem dicunt ab initio malam de
malo corpore, et a malo spiri tu et cum malo spiritu creatam;
animam vero bonam, partem scilicet Dei, pro meritis inqui-
nationis suae per cibos et potum, in quibus antea colligata
est, venire in homine, atque ita per concubitum camis vincu­
lo colligari. A c per hoc Maniohaei consentiunt Pelagianis,
non crimen primi hominis transisse in genus humanum, neque
per carnem quam nunquam fuisse dicunt bonam, neque per
animam, quam perhibent cum meritis inquinamentorum suo-
rum, quibus pollata est ante carnem, venire in hominis
carnem.
ßed Pelagiani quomodo dicunt, solam m ortem ad nos
transisse per Adam? Si enim propterea morimur, quia ille
mortuus est; ille autem mortuus est, quia peccavit: poenam
dicunt transisse sine culpa, et innocentes parvulos iniusto
supplicio puniri, trahendo mortem sine meritis mortis. Quod
de uno solo mediatore Dei et hominum homine Christo Iesu
catholica fides novit, qui pro nobis mortem, hoc est, peccati
poenam sine peccato subire dignatus est. Sicut enim solus
ideo factus est hominis filius, ut nos per ilium Dei filii fiere-
mus : ita solus pro nobis suscepit sine malis meritis poenam,
ut nos per ilium sine Jaonis meritis conssquercmur gratiam.
Quia sicut nobis non debebatur aliquid boni, ita nec illi
aliquid mali. Commendans ergo dilectionem suam in eos qui­
bus erat daturus indebitam vitam, pati pro eis voluit inde­
bitam mortem. Hane singulärem Misdiatoris praerogativam
Pelagiani evacuare conantur, ut hoc iam non sit in Dominò
singulare, si Adam ita propter eulpam mortem passus est
debitam, ut parvuli ex ilio nullam trahentes eulpam, mortem
patiantur indebitam. Quamvis enim bonis conferatur per
mortem plurimum boni, unde nonnulli congruenter de bono
mortis disputaverunt ; tarnen et hinc quae praedicanda est
nisi misericordia Dei, quod in bonos usus convertitur poena
peccati?
7. Sed hoc ideo dicunt isti, dum volunt ex verbis Apos­
toli in suum sensum homines detorquere. Ubi enim ait Apos­
tolus: Per unum hominem peccatimi intravit in mundum, et
per peccatum m ors; et ita in omnes homines pertransiit;
ibi volunt intelligi non peccatum pertransisse, sed mortem.
Quid est ergo quod sequitur, in quo om nes peccaverunt ? Aut
enim in ilio uno homine peccasse dicit omnes Apostolus, de
quo diyerat: Per unum hominem peccatum intravit in m/un-
espíritu y después depravado por el libre albedrío, a los
demás hombres, sino que enseñan que la carne, mala desde
su origen, fué creada de un cuerpo malo y por un espíritu
malo y con un espíritu malo, y que el alma buena, que es
parte de Dios, en pena de haberse contaminado con los ali­
mentos y con la bebida en los cuales estaba antes encarcela­
da, se une al hombre, y de este modo queda atada, mediante
la conmixtión carnal. Y así los maniqueos vienen a admitir
con los pelagianos que el pecado del primer hombre no pasó
al género humano ni por la carne, que, según ellos, nunca
fué buena, ni por el alma, que dicen se une a la carne del
hombre junto con el reato de la contaminación con que se
manchó antes de unirse a la carne.
Pero ¿cóm o es posible que los pelagianos digan que sólo
la muerte pasó de A)ián a nosotros ? Porque si nosotros mori­
mos porque él murió, y él murió porque pecó, confiesan que
se hereda el castigo sin la culpa y que los inocentes párvulos
son injustamente castigados con el suplicio, incurriendo en
la muerte sin culpa digna de muerte. Ebto solamente lo con­
fiesa la fe católica del que es único mediador entre Dios y
los hombres, el hombre Cristo Jesús, el cual se dignó pa­
decer muerte por nosotros, es decir, la pena del pecado no
teniendo pecado. Porque así como El es el único que se hizo
hijo del hombre a fin de que nosotros fuéramos hechos por
El hijos de Dios, así es el único que sin culpa propia padeció
por nosotros la pena para que nosotros sin obras buenas al­
canzásemos por El la gracia. Pues así como a nosotros no
se nos debía ningún bien, así no merecía El ningún mal. En­
careciendo, pues, su amor para con aquellos a quienes había
de dar inmerecida vida, quiso padecer por ellos inmerecida
muerte. Los pelagianos se esfuerzan en negar esta singular
■prerrogativa del Mediador, ya que no será cosa singular si
decimos que Adán en castigo de su culpa padeció la muerte
merecida, de tal modo que los párvulos, que no heredan de él
la culpa, padecen muerte indebida. Pues aunque los buenos
reciban con la ftiuerte muchos bienes, lo cual ha dado pie a
algunos para disputar sabiamente sobre el bien de la muerta,
¿qué es lo que al fin de cuentas es más digno de alabanza
sino la misericordia de Dios, que muda en bienes la pena del
pecado ?
7. Los pelagianos dicen esto porque con las palabras
del Apóstol pretenden atraer a su opinión a los hombres.
Pues donde dice el Apóstol: Por un solo hombre el pecado
entró en el mundo, y por el pecado ?«■ m uerte, y asi a todos
los hombres pasó Ta mu: rte, dicen que se ha de entender que
no pasó el pecado, sino la muerte. Pero entonces ¿ qué signifi­
can las palabras siguientes: En el cual todos pecaron? O el
Apóstol dice que todos pecaron en aquel único hombre de
dum; aut in ilio peccato, aut cèrte in morte : Non enim mo­
vere debet, quia non dixit: In qua, sed, in quo omnes pecca-
veru n t; mora quippe in graeca lingua generis masculini est.
Quodlibet ergo eligant : aut enim in ilio homim peceaverunt
omnes, et ideo dictum est, quoniam quando ille peccavit, in
ilio erant omnes: aut in ilio peceaverunt omnes, quia genera­
liter omnium factum est, quod nascentes tracturi erant om­
nes: aut restai ut dicant, quod in illa morte peccaverint
omnes. Sed hoc quemadmodum possit intelligi, non piane
video. In peccato enim moriuntur omnes, non in morte pec­
cant: nam peccato praecedente, mors sequitur: non morte
praecedente, peccatum. Aculeus quippe m ortis est pecca-
tu m 14, id est, aculeus cuius punctione fit mors, non aculeus
quo pungit mors. Sicut venenum si bibitur, appellatur pocu-
lum mortis, quod eo poculo facta sit mors; non quod morte
sit poculum factum, aut a morte sit datum. Quod si propter-
ea non potest illis verbis Apostoli peccatum intelligi, in quo
omnes peceaverunt, quia in graeco, unde translata est Epis­
tola, peccatum feminino genere positum est: restai ut in ilio
primo homine peccasse omnes intelligantur; quia in ilio fue-
runt omnes quando ille peccavit, unde peccatimi nascendo
trahìtur, quod nisi renascendo non solvitur. Nam et sic sanc­
tus Hilarius intellexit quod scriptum est, in quo omnes pec-
caverunt; ait enim: “In quo, id est, in Adam, omnes picóa-
verunt". Deinde addidit : Manifestum in Adam omnes peccasse
quasi in massa. Ipse enim per peccatum corruptus, omnes
quos genuit, nati sunt sub peccato. Haec scribens Hilarius®
sine ambìgui tate commonuit, quomodo intelligendum esset,
in quo omnes peceaverunt.
8. Propter quid autem idem Apostolus dicit, nos per
Christum reconciliari Deo, nisi propter quod facti sumus ini­
mici ? Et hoc quid est, nisi peccatum ? Unde et propheta di­
cit: Peccata v&stra separant inter vos e t Dsum ir\ Propter
hanc ergo separationem Mediator est missus, ut tolleret pec­
catum mundi, per quod separabamur inimici, et reconciliati
ex inimicis efficeremur fìlli. Hinc utique Apfbstolus loqueba-
tur: hinc factum est ut interponeret quod ait: Per unum
hominem intrasse peccatum. Haec enim sunt superiora verba
eius. Commendai autem, inquit, sua ni charitatem Deus in
nobis, quoniam cum adhuc peccatores essemus, Christus pro
nobis mortuus e s t; multo magiis Mistificati nunc in sanguine
eius, salvi erìmus ab ira per ipsum. Si enim cum inimici esse­
mus, re conciliati sumus D eo per m ortem Filii eiu s; multo*1 5

" i Cor. 15, 56.


15 Is. 59, 2. . . .
a Interpretado illa Pauli, quam Hilarn nomme citât, legitnr in
Commentariis Ambrosio aliquando inscriptis, qui Hilarii diaconi, sec­
ta luciferiani, patria sardensis esse existimantur.
quien había dicho: Por un hombre entró el pecado en el
mundo, o dice pecaron en aquel pecado o, al miemos, en la
muerte. Pues no hemos de ver dificultad en que no dijo en la
cual, sino en el cual tocios pecaron, por cuanto la palabra
muerte tiene en griego género masculino. Escojan lo que más
les agrade: o en aquel hombre pecaron todos, y por eso se
puso así, porque cuando él pecó todos estaban en él; o en
aquel peleado pecaron todos, porque pasó a ser obra de todos
lo que todos habían de heredar por el nacimiento; o digan,
si no, que en aquella muerte pecaron todos; aunque no com­
prendo en absoluto cómo se pueda entender esto. Porque en
el pecado mueren, sí, todos, mas no pecan en la muerte, ya
que, precediendo el pecado, se sg u e la muerte; pero no se
sigue el pecado por preceder la muerte. Porque el pecado es
el aguijón de la m uerte, o sea, aguijón cuya punzada causa la
muerte, no aguijón con que punza la muerte. De la misma
manera que el veneno, cuando se bebe, se llama bebida de
muerte parque esa bebida ha producido la muerte, no porque
la bebida haya sido hecha o dada por la muerte. Y si las
palabras del Apóstol en que todos pecaron no pueden en­
tenderse del pecado, por cuanto en el texto griego, de donde
se tradujo la epístola, al pecado se da nombre femenino, hay
que concluir que la interpretación acertada es decir que todos
pecaron en aquel primer hombre, porque todos, cuando él
pecó, estaban en él, de quien se hereda por el nacimiento el
pecado, que no se perdona sino naciendo de nuevo. Tal es la
interpretación que da San Hilario ai pasaje en cuestión: en
que todos pecaron, puesto que dice: En él que, o sea, en Adán,
todos pecaron. Y luego añade: E s evidente que todos peca-,
ron on Adán com o en la masa. Pues, viciado él por el pecado,
todos los que ha engendrado han nacido en pecado. Con esto
que escribe enseñó San Hilario sin ambages cómo ha de en­
tenderse el texto en el que todos pecaron.
8. ¿P or qué dice el Apóstol que nosotros por Cristo
somos reconciliados con Dios, sino porque antes fuimos he­
chos enemigos de Dios? ¿ Y qué es lo que nos hizo enemigos
sino el pecado? De aquí que diga el profeta: Vuestros de­
litos son los que ponen separación entre vosotros y Dios.
A causa de esta separación fué enviado el Mediador a quitar
del mundo el pecado, por el que estábamos separados como
enemigos, y hacernos, una vez reconciliados, hijos de Dios.
Por esto escribía el Apóstol: Por un solo hombre entró el
pecado. Pues antes había escrito: Mas acredita Dios su amor
para con nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores,
Cristo murió por nosotros. Con mucha más razón, pues, ju s­
tificados ahora en su sangre, serem os por E l salvados de la
cólera. Porque si, siendo enemigos, fuim os reconciliados con
D ios por la m uerte de su H ijo, eon mucha más razón, una
magis reconciliati, salvi erinms in vita ipsim . Non solum
auttm, sed e t gloriantes in D o per lesum Christum Dominum
nostrum, per quem et nunc reconciliation'm acczpìmus. Dein­
de subiungit: Propter hoc sicut per unum homin m piccatum
in hunc mundum intravit, et per p ccatum m ors; et ita in
omnes homines pzrtransiit, in quo omnss peccaverunt16.
Quid tergiversantur P elagiali? Si omnibus necessaria est re-
conciliatio per Ghristum, per omnes transiit peccatum, quo
inimici fuimus, ut opus reconciliari haberemus. Haec recon­
ciliato est in lavacro regenerationis et Christi carne et san­
guine, sine quo nec pannili posaunt habere vitam in s:met-
ipsis. Sicut enim fuit unus ad mortem propter peccatum, sic
est unus ad vitam propter iustitiam. Quia sicut in Adam
omnes moriuntur, ita rt in Christo o m n s vivificdbuntur171 8
*;
et sicut per unius d lictum in omnes homin s ad condemna­
tion m, ita et per unius iustificationem in omnes homines ad
iustificationem vitae 1S.
Quis adversas haec apostolica verba tanta duritia ne-
fandae impietatis obsurduit, ut his auditis mortem sine pec­
cato in nos per Ajdam transisse contendat, nisi oppugnatores
gratiae Dei, inimici crucis Christi? Quorum finis est int ri-
tus 1B, si in hac obstinatione duraverint. Verum haec dixisset
sùfficiat, propter eorum illam versutiam cerpentinam, qua
volunt mentes corrumpere simpliees, et avertere a catholicae
fidei castitate, veluti laude creaturae.

CAPUT V

D e; laude nuptiarum et legis

9. Porro autem de laude nuptiarum quid eis prodest,


quod adversus Manichaeos, qui nuptias non Deo vero et bono
assignant, sed principi ten sbranila, isti verbis verae pietatis
ohsistunt dicentes, quia Dominus in Evangelio loquitur: “ Qui
fecit ab initio, masculum et feminam fecit eos” 20. et d icit:
“ Cr scil', et muliìplìcamini, et rcplst* t.rram 21. Quod irg o
Deus coniunxit, homo non separat"? 22 Quid eis hoc prode3t,
per verum sediicere ad fai sum ? Hoc enim dicunt, ut ab omni
noxa liberi nasci credantur infantes, ac sic non eis opus sit
Deo reconciliari per Christum, non habentibus ullum origina­
le peccatum, propter quod rèconciliatio necessaria est omni­
bus per unum, qui sine peccato venit in mundum; sicut om-

16 Rom. 5, 8. 1 3 . jVTt. 19, 4.


17 i Cor. 15, 2 3 . 21 Gen. r, 28.
18 Rom. 5, 18. 22 Mt. 19, 6.
XMiil. 3, 1S-19.
vez reconciliados, serem os salvos en su vida. Y no sólo esto,
sino que aun nos gozamos en D ios por N uestro Señor Jesu­
cristo, por quien ahora obtuvimos la reconciliación. Luego
añade: Por esto, como por un sedo hombre el pecado entró en
el mundo, y por el pecado la m uerte, y así a todos los hom­
bres alcanzó la muerte, en que todos pecaron. ¿Por que los
pelagianos han de tergiversar las cosas? Si todos teníamos
necesidad de reconciliación por Cristo, a todos pasó el peca­
do, que nos hizo enemigos, de tal manera que teníamos ne­
cesidad de reconciliación. Ésta reconciliación se obra con el
baño de la regeneración y con la carne y sangre de Cristo,
sin lo cual ni los párvulos tienen vida en sí mismos. Porque
así como uno fué la razón de la muerte a causa del pecado,
así uno es ,1a razón de la vida por la justicia. Porque como
en Adán mueren todos, así también en Cristo serán todos
vivificados. Y así com o por el delito de uno solo para todos
los hombres todo remata en condenación, asi también por el
acto de justicia de uno solo para todos los hom bres todo
acaba en justificación de vida.
¿ Quién se há hecho sordo a estas palabras del Apóstol
con tamaña obstinación de abominable impiedad que, luego
de oírlas, porfíe que de Adán ha pasado a nosotros la muerte
sin el pecado? ¿Quién sino los adversarios de la gracia, ene­
migos de la cruz de Cristo? Cuyo paradero es perdición si
persisten en esta obstinación. Y basta con lo que hemos di­
cho contra esa su astucia de serpiente, con que tratan de
engañar a las almas sencillas y apartarlas de la pureza de la
fe católica con capa de alabar a la criatura.

CAPITULO V
CÓMO LOS PELAGIANOS ALABAN EL MATRIMONIO Y LA LEY

9. Pasando a tratar ahora de la alabanza del matrimo­


nio, ¿de qué les sirve contradecir con el lenguaje de la ver­
dadera piedad a los maniqueos, que hacen autor del matri­
monio no al Dios verdadero y bueno, sino al príncipe de las
tinieblas, diciendo: E l Señor dice en el E vangelio: “E l que
los creó desde el principio los hizo varón y hembra, y d ijo:
Creced y multiplicaos y llenad la tierra. L o que Dios, pues,
juntó, él hembra no lo separe” . ¿ De qué les sirve valerse de
la verdad para persuadir la mentira? Porque dicen esto para
hacer creer que los niños nacen libres de toda mancha y
que así no tienen necesidad de ser reconciliados con Dios por
Cristo, ya que no tienen ningún pecado original a causa del
cual sea necesaria a todos la reconciliación por medio de uno
que entró sin pecado en el mundo. Que ésta es la fe católica,
niuxn factae inimicitiae eunt per unum, per quean peccatum
intravit in mundum. Quod catholice creditur, pro salvanda
natura hominum salva laude nuptiarum: quia nuptiarum
laus est iusta copulatio sexuum, non iniqua defensio vitiorum.
A t per hoc cum isti laudando nuptias, a Manichaeis homines
ad se ipsos volunt traducere ; mutare illis morbum cupiunt,
non sanare.
10 . Kursus in laude legis quid eis prodest, quod contra
Manichaeos verum dicunt, quando ex hoc ad illud volunt du­
cere, quod falsum contra catholicos sentiunt? Dicunt enim:
Legem etiam veterem secundum Apostolum , iustam et sanc­
tum et bonam fatem ur23, quae custodìentibus mandata sua,
ac per fiebern iuste viventibus, sicut Prophetis et Patriarchis,
omnibusque sanctis vitam potuit conferve psrpetuam. Qui-
bus verbis callidissime positis legem contra gratiam laudant.
Nequeenim lex ilia, quamvis iusta et sancta et bona, omnibus
illis hominibus Dei, sed fides quae in Christo est, vitam po­
tuit conferre perpetuam. Haec enim fides per dilectionem
opsratur24, non secundum litteram quae occidit, sed secun­
dum spiritum qui vivificat 25 : ad quam Dei gratiam lex de
praevaricatione terrendo tanquam paedagogus perducit26, ut
sic conferatur homini, quod conferre ipsa non potuit. Letis
namque verbis eorum, quibus dicunt, L gem Prophetis et Pa­
triarchis omnibusque sanctis mandata eius servantibus vitam
potuisse conferre perpetuam ; respondet Apostolus: Si per
legem iustitia, ergo Christus gratia mortuus e s t 27. Si ex I ge
haereditas, iam non ex promissione 28. Si hi qui per legem,
haeredes sunt; exinanita est fid s, et evacuata est promis-
s ìo 29. Quia autem in lege nemo iustificatur apud Deum, ma­
nifestum est, quia iustus ex fide vivit. Lex autem non est
ex fid e; s'd , Qui fecerit ea, vivet in illis 303
.
1
Quod ex lege testimonium commemoratum ab Apostolo
propter vitam temporalem intelligitur, propter cuius amitten-
dae timorem faciebant homines legis opera, non ex fide; quia
transgressores legis eadem lege a populo iubebantur occidi.
Aut si altius intelligendum est, propter vitam aetemam
scriptum esse: Qui fe c crit ea, vivet in illis 31; ideo sic ex-
pressum est legis imperium, ut infirmitas hominis in se ipsa
deficiens ad facienda quae lex imperai, de gratia Dei potius
ex fide quaereret adiutorium, cuius misericordia etiam fides
ipsa donatur. Ita quippe habetur fides, sicut unicuique Deus
partitus est mensuram fid ei32. Si enim non a se ipsis habent,
sed accipiunt homines spiritum virtutis et charitatis et con-

R om . 7, 12. "s G a l. 3, 18.


^ Rom.
T ? s \ s rì
a 4, 14.
r A

30 Gal.
SI T
3, n-13.
31 I.e v . 18, 5.
“2 Rom. 13, 3.
con que se salva la naturaleza humana sin dejar de alabar
a la criatura, porque alabanza de la criatura es la honesta
conmixtión de los sexos, no la injusta defensa de los vicios.
Por tanto, cuando éstos tratan, alabando el matrimonio, de
hacer pasar a los hombres del bando de los maniqueos al
suyo, lo que intentan es hacerles cambiar de enfermedad, no
curarlos.
10 . Y cuanto a la alabanza de la ley, ¿qué les aprovech
confesar la verdad contra los maniqueos, cuando quieren con­
cluir de aquí la falsedad que defienden contra la doctrina
católica? Porque dicen: Confesem os que también Ja antigua
l'y fué justa, y santa, y buena, según él A póstol, la cual
pudo dar la vida eterna a los que guardaban sus mandamien­
tos, como fueron los patriarcas y profetas y todas los santos.
Con palabras muy hábilmente citadas ensalzan la ley contra
la gracia. Porque aquella ley, aunque justa, y santa, y bue­
na, no pudo dar la vida eterna a todos aquellos hombres de
Dios, sino la fe que se tiene por Cristo. Pues ésta es la fe
que obra por la caridad, no según la letra, que mata, sino
según el espíritu, que vivifica; a la cual gracia conduce ame­
nazando, como el pedagogo, con el castigo de la transgre­
sión la ley que prohíbe, a fin de que ss dé al hombre lo que
ella no puede dar. A estas palabras de los tales, con las que
dicen que la ley pudo dar la vida eterna a los profetas y pa­
triarcas y a todos los santos, r?soonde el Apóstol: Si ñor la
ley se alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiese m uerto
en vano. Si de la ley dependiera la herencia, ya no proc de­
rla de la promesa. Si los hijos de la ley son hcn d eros, anu­
lada queda la fe y abolida la promesa. Qu° en virtud de la ley
nadie se justifica en él acatam vnto de Dios, es cosa mani­
fiesta, porc¡ue él justo viv'j de la fe. Ahora bien, la lev no
proe d ’ por vía de fe , sino el que hiciere estas cosas vivirá
por ellas.
Está claro que este testimonio de la ley citado por el
Apóstol se refiere a la vida temporal, por temor de perder
la cual cumplían los hombres las obras de la ley, no en vir­
tud de la fe, porque la misma ley mandaba que se d;ese muer­
te a los transgresores de la ley. Y si ese testimonio tiene un
sentido más profundo y se refieren a la vida eterna las pala­
bras el que hiciere estas cosas vivirá por ellas, hemos de de­
cir que se ha .puesto aquí de relieve la pujanza de la ley a
fin de que la flaqueza del hombre, de suyo insufic!ente para
hacer lo que la ley prescribe, buscase en virtud de la fe la
ayuda en la gracia de Dios, por cuya misericordia se otorga
la misma fe. Porque así es como se tiene la fe: Se aún ejwe
Dios dió a cada uno la medida de la fe. Pues si no tienen de
sí mismos, sino que reciben el espíritu de virtud, de caridad
y de continencia, por lo que dice el mismo Doctor de las
tinentiae; unde dicit idem ipse doctor Gentium: Non enim
acccpimus spiritimi timoris, sed virtutis et charitatis et con-
tin en tiae 33.* proffeto accipitur etiam spiritus fidei, de quo
dicit : Hab ntes au-tem eumdtrn spiritimi fid e i34. Verum ergo
dicit lex: Qui fecerit ea, vivst in illis. Sed ut faciat ea et
vivai in eis, non lex quae hoc imperai, sed fides est necessa­
ria, quae hoc impetrat. Quae tarnen ¿des, ut haec accipere
mereatur, ipsa gratia datur.
11. Nusquam autem isti inimici gratiae ad eamdem gra-
tiam vehtmentius oppugnandam occultiores moliuntur in-
sidias, quam ubi legem laudani, quae sine dubitatione lau-
danda est. Legem quiippe diversi» locutionum modis et va-
rietate verborum in omnibus disputationibus suis volunt
intelligi gratiam, ut scilicet a Domino Deo adiutorium cogni-
tionis habsamus, quo ea quae facienda sunt noverimus; non
inspirationem dilectionis, ut cognita sancto amore faciamus,
quae proprie gratia est. Nam scientia legis sine charitate
inflat, non aedificat, secundum eumdem apostolum apertissi­
me dicentem: Sdentici in fìat,'charitas vero a.dificat 3\ Quae
sententia similis est ei, qua dictum est: Littera occidit, Spi­
ritus v iv ifica i3a. Quale est enim, scientia infìat; tale est,
littera occid it; et quale est, charitas aedificat; tale est, Spi­
ritus vivifica i; quia charitas Dei diffusa est in cordibus
nostris per Spiritum sanctum, qui datus est n obis37. Cogni-
tio itaque legis facit superbum praevaricatorem : per donum
autem charitatis deketat legis esse factorem. Non ergo Ugsm
evacuamus per fidem, sed legem statuìm us3S: quae terrendo
ducit ad fidem. Ideo quippe lex iram operatur . ut territo
atque converso, ad iustitiam legis implendam, Dei misericor­
dia gratiam largiatur, per Iesum Christum Dominum nos­
trum : qui est Dei sapientia 3 40, de qua scriptum est : Legem
9
et misericcrdiam in lingua p o rta i 4 1 legem, qua terreat; mi-
sericordiam, qua subveniat; legem per servum, misericor-
diam per se ipsum: legem tanquam in baculo, quem misit
Elisaeus ad filium viduae suscitandum, et non resurrixit:
Si enim data esset lex, quae posset vivificare, omnino ex lege
esset iu stitia 42; misericordiam vero tanquam in ipso Elisaeo.
qui figuram Christi gerens, mortuo vivificando magni sacra­
menti velut Novi Testamenti significations coniunctus e s t 4

33 a Tim. i, 7. 39 Rom. 4, i j .
11 2 Cor. 4, 15. 19 X Cor. 1, 30'.
'Jß 1 Cor. H , 1 . 11 j ’rov. 3, io, see. LX X .
•» Cor. 1 , 6. 13 Cai. 3, 21.
” Kom. 5, 5. 13 4 Refi-.. 4, 19-33.
■ Koai. j , 31.
Gentes: Que no nos dio Dios un espíritu de tem or, sino de
fortaleza, y de caridad, y de templanza, también se recibe el
espíritu de fe, del que dice: Tsnvndo e l mismo espíritu de fe.
Dice, pues, bien la ley: El que los guardare vivirá por ellos.
Mas para guardarlos y vivir por ellos es necesaria no la ley
que manda esto, sino la fe que lo alcanza.
11. Pero nunca estos enemigos de la gracia arman con
más disimulo emboscadas para combatir la misma gracia
como cuando alaban la ley, que, no hay duda, es digna de
alabanza. Con variedad de frases y palabras, en todas sus
disputas quieren que por ley se entienda la gracia en el sen­
tido de que recibimos de Dios Nuestro Señor la ayuda del co ­
nocimiento por el que conocemos lo que debemos hacer, no la
inspiración del amor para obrar con amor santo lo que cono­
cemos se debe obrar. Pues el conocimiento de la ley sin la
caridad hincha, pero no edifica, como clarísimamente dice el
Apóstol: La ciencia hincha, mas la caridad ed ifica; sentencia
que se parece a aquella otra: La letra mata, el espíritu vi­
vifica. Fnes lo mismo quiere de:¡ir Ja ciencia hincha que la
letra mata, lo mismo la caridad edifica que si espíritu vivi­
fica, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos fué dado. Así, pues,
el conocimiento de la ley nos da al trarisgresor orgulloso;
gracias al don de la caridad siéntese deleite en cumplir la
ley. No anulamos, pues, la ley por la fs, sino que afianzamos
la lry, la cual conduce con sus amenazas a la fe. Pues la ley
produce cólera a fin de que al hombre atemorizado y deter­
minado a cumplir la justicia de la ley conceda la misericor­
dia de Dios la gracia por Jesucristo nuestro Señor, que es la
misericordia de Dios, de la que está escrito: En sus labios
lleva la l y y la m isrieordia: la ley para atemorizar, la mise­
ricordia para ayudar; la ley por ministerio de su siervo, la
misericordia por sí mismo ; la ley como en el bastón aue en­
vió Elíseo para resucitar al hijo de la viuda, y no resucitó:
Porque, si hubiera sido dada una l'y capaz d " vivificar, en­
tonces realmente de la ley vrocederia la justicia; la miseri­
cordia como en el mismo Elíseo, el cual, por ser figura de
Cristo, se unió al muerto para darle vida, significando un
gran sacramento, como sacramento del Nuevo Testamento.
CAPUT VI
D e laude lib e r i a r b it r ii . I nschutabilis quaestio

12. Item quod adversus Manichaeos laudani liberum ar-


bitrium, adhibentes propbeticum testimonium: Si volu iritis
et audieritis me, quae bona sunt terrae ed etis; si autem no-
Itieritis et non audieritis me, gladius vos consum i 44; quid
eis hoc prodest? quandoquidem non tarn contra Manichaeos
defendunt, quam contra Catholicos extollunt liberum arbi-
trium. Sic enim volunt intelligi quod dictum est: Si volueri-
tis e t audieritis m e; tanquam in ipsa praecedente voluntate
sit consequentis meritum gratiae; ac sic gratia iam non sit
gratia, quae non est gratuita, cum redditur debita. Si autem
sic intelligerent quod dictum est: Si volueritis, ut etiam ip-
sam bonam voluntatem ilium praeparare confiterentur, de
quo scriptum est: Praeparatur voluntas a D om ino 45; tan­
quam catholici uterentur hoc testimonio, et non solum hae-
resim veterem Manichaeorum vincerent, sed novam Pelagia-
norum non conderent.
13. Quid eis prodest, quod in laude ipsius liberi arbitrii,
gratiam dicunt adiuvare uniuscuiusqus bonum propositum ?
Hoc sine scrupulo acciperetur catholice dictum, si non in
bono proposito meritum ponerent, cui meritum iam merces
secundum meritum, non secundum gratiam redderetur; sed
intelligerent et confiterentur etiam ipsum bonum propositum,
quod consequens adiuvat gratia, non esse potuisse in homine.
si non praecederet gratia. Quomodo enim est hominis bonum
propositum sine miserante prius Domino; cum ipsa sit bona
voluntas, quae praeparatur a Domino? Quod autem cum di-
xisset, gratiam quoque adiuvare uniuscuiusqus propositum
bonum, max addiderunt, non tamen reluctandi studium vir-
tutis im m ittere: posset bene intelligi, si non ab istis, quorum
sensus notus est, dicere tur. Reluctanti enim prius auditus
divinae vocationis ipsa Dei gratia procuratur, ac deinde in
ilio iam non reluetante studium virtutis accenditur. Verum-
tamen in omnibus quae quisque agit secundum Deum, mise­
ricordia eius praeveniet eum 4G. Quod isti nolunt, quia non
esse Catholici, sed Pelagiani volunt. Multum enim delectat
impietatem superbam, ut etiam id quod cogitur confiteri a
Domino datum, non sibi donatum videatur esse, sed reddi-
tum: ut scilicet filii perditionis, non promissionis, ipsi cre-
dantur se bonos fecisse, et Deus iam bonis a se insis effeetis,
pro isto eorum opere praemium reddidisse.*4
44 Is. I, 19-20.
15 Prov. 8, sec. I.XX.
44 Ps. 58, I I .
CAPITULO VI
D e LAS ALABANZAS TRIBUTADAS POR LOS PELAGIANOS AL LIBRE
ALBEDRÍO
12. Prosigamos. ¿D e qué les sirve alabar, en contra de
los maniqueos, el libre albedrío, citando a este propósito ei
testimonio del profeta: Si accedéis y escucháis, com eréis lo
m ejor del -país; mas si o s negáis y os rebeláis, por la espada
seréis devorados, si, más bifen que defender el libre albedrío
contra los maniqueos, lo que hacen es ensalzarlo contra los
católicos ? Porque interpretan las palabras Si quisiereis y me
oyereis como si en la misma voluntad precedente estuviere
incluido el mérito de la gracia subsiguiente, y así la gracia
ya no es gracia, pues se da como pago. Si ellos entendiesen
el pasaje en cuestión: Si quisiereis y me oyereis, confesando
que prepara aun la misma buena voluntad aquel de quien
está escrito: Dios dispone la voluntad, citarían como católi­
cos este testimonio y no sólo rebatirían victoriosamente la
herejía maniquea, sino que, además, no inventarían esta nue
va herejía pelagiana.
13. ¿D e qué les sirve alabar el libre albedrío diciendo
que la gracia ayuda el buen propósito de todo hombre ? A esto
se le podría dar un sentido católico, si en el buen propósito
no supusieran el mérito al cual se deba conceder la recom­
pensa como deuda, no como gracia; sino que entendieran y
confesaran que el mismo buen propósito, al que luego ayuda
la gracia, no pudo existir en el hombre si no hubiera prece­
dido la gracia. Porque ¿ cómo puede estar en mano del hom­
bre el buen propósito, si se prescinde de la misericordia del
Señor, cuando la voluntad buena es precisamente la que
Dios prepara ? Lo que después de las palabras: Que la gracia
ayuda el buen propósito de todo, añadieron: pero sin dar el
deseo de la virtud a quien hace resistencia, podría tener un
sentido ortodoxo sii no lo dijeran éstos cuyo pensamiento es
bien conocido. Porque en favor de quien resiste la misma
gracia de Dios obtiene que oiga primero el divino llama­
miento, y luego, en cesando la resistencia, enciende en él el
deseo de la virtud. Pero siempre, en todo cuanto uno hace
agradando a Dios, le previene su misericordia, que es lo que
éstos no admiten, porque no quieren ser católicos, sino pela-
gianos. Porque siente gran placer la orgullosa impiedad en
que aquello mismo que se ve obligada a confesar como don
de Dios, no parezca don que recibe, sino pago, es decir, pa­
rezca que ellos, los hijos de la perdición y no de la promesa,
se han hecho buenos a sí mismos y que Dios, después que
ellos se han hecho buenos, les ha pagado esta obra con el
debido premio.
14. Ita namque illis tumor ipse aures cordis obstruxit,
ut non audiant, Quid enim hab s quod non «cc pisti? 47*;
non audiant, Sin■ mo nihil potestis fac^rr4S; non audiant-
Charitas ex D.:o e s t 4B; non audiant, D us par tit us •s t mzn-
suram fidA r,°; non audiant, Spiritus ubi vult sp ira l51; et,
Qui spiritu D A aguntur; hi filii sunt D A M; non audiant.
Nemo pot st v nire ad rar, nisi fuerit ei datum a Pairs
m so 53; non audiant quod Esdras scribit, Benedictus est
Dominus patrum nostrorum, qui hoc d ;d it in cor rcgis,
clarificar - domum suam, quae i.ost in Iexusalcm •'*; non au­
diant, quod p ’ r Ieremiam dicit Dominus: E t. timorrm rm um
dabo in cor eorum, ut a m non r'cedant, A msitabo ros,
ut bonos eos faciam r,r': maximeqve illud per Ezechielem
prophrtam, ubi prorsus Dsus ostendit nullis ?e hominum
bonis, meritis iprovccari, ut eos bonos fac'at, id rst. obe-
dientes mandatis suis; sod. potius haec eis se retribuere
bona pro malis, propter s-2 ipsum hoc fac:endo, non propter
illos. Ait enim: Haec dicit Dominus D u s: E go facio, non
propter vos, domus Israel, s d propter n om n mrum sanctum,
quod profanastis in gentibus, quo intrastis illud; rt sancti-
ficabo nomen mrum magnum, quod profanatum est in g n ti-
bus, et profanastis in m dio eorum ; et sclent g :n les quia
ego sum Dominus, dicit Adonai Dominus, cum sm ctificatus
fuero in vobis ante oculos eorum, e t accipiam nos de gentibus,
et congr gabo vos ex omnibus terrii, r t indu am v.os in ter-
ram v s tr a m ; et aspzrgam super vOs aquam mundam, et
mundabimini ab omnibus immunditiis vrstris, ei mundabo
v o s; et dabo vobis cor novum, e t spiritum novum dabo in
vobis; et auf retur cor lamd'um de cam e vcstra, et dabo
vobis cor carn'um ; et sviritum m rum dabo in vobis, et fa-
ciam ut in iustificationibus meis am buhtis, et indicia msa
obsrrv tis et faciatis.
Et post aliquanta per eumdem ipsum prophetam: Non
propter vos, inquit, ego facio, dicit Dominus D u s; notum
erit vobis: confundimini, et <~rubescite de viis vzstris, domus
Israel. Haec dicit Dominus D eus: In di° quo mundabo vos
ab omnibus iniquitatibus vzstris, et constitm m civitates, et
aedificabuntur dss'rta, et terra exterm inata opmdbitur, pro
eo quod exterminata est ante oculos omnis praetereuntis.
E t dicent: Terra ilia exterminata, facta est sicut hortus vo-
luptatis, e t civitates d esrta z et exterminatar et effossae,
munitae s'derunt. E t sevn t gm tes quaecumque r-lictas fue-
rint in circuitu vsstro, quia ego Dominus aedificavi d/struc-
tas, plantavi exterminatas. Ego Dominus locutus sum, et
feci. Haec dicit Dominus: Adhuc hoc inquiram domui Israel
47 i Cor. 4, 7. so Rom. 12, 3. MIo. 6, 66.
“ Io. 15, 5. 51 Io. 3, 8. ' 4 Esdr. 8, iS.
*“ i Io. 4, 7. 12 Rom. 8, 14. 55 Ier. 42, 40-41.
14. De tal manera les ha encallecido los oídos la sober­
bia, que no oyen aquello: ¿Q ué tienes que no hayas recibido?
No oyen: La caridad procede d s Dios. No oyen: A cada cual
repartió Dios la medida de la fe. No oyen: E l Espíritu sopla
donde quiere. Y aquello: Los que son guiados por el Espíritu
de Dios, éstos son los hijos de Dios. No oyen: Nadie puede
venir a mí si no le fuere concedido por mi Padre. No oyen
lo que dice Esdras: Bendito es el Dios de nuestros padres,
que inspiró al corazón del rey el que glorificara su casa de
Jírusalén. No oyen lo que dice el Señor por Jeremías: E in­
fundiré m i tem or en su corazón para que no se aparten de
mí y los visitaré para hacerlos buenos. Y sobre todo lo que
dice por el profeta Ezequiel, mostrando clarísimamente Dios
que no sondas buenas obras de los hombres las que le mueven
a hacerlos buenos, sino que les otorga estos bienes a cambio
de males, por consideración de sí mismo y no de ellos. Pues
dice: Así habla el Señor, Y avé: No lo hago por vosotros,
casa de Israel, sino más bien por el honor de mi nombre,
profanado por causa, vuestra entre \las gentes a que habéis
ido. Yo santificaré mi nombre grande, profanado entre las
gentes a causa de vosotros en medio de ellas, y sabrán las
gentes que yo soy Yavé, dice el Señor, Yavé, cuando me
santificare en vosotros a sus ojos. Y o os tom aré de entre
las gentes, y os reuniré de todas las tierras, y os conduciré
a vuestra tierra. Y os aspergeré con aguas puras y os puri­
ficaré de todas vuestras im/purszas, de todas vuestras ido­
latrías. Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros
un espíritu nuevo. Os arrancaré ese corazón de piedra y os
daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi es­
píritu y os haré ir por mis mandamientos y observar mis
preceptos y ponerlos por obra.
Y poco después dice por el mismo profeta: No lo hago
por vosotros, dice e l Señor, Y a vé; sabedlo, confundios y
avergonzaos de vuestras obras, ¡oh casa de Israel! A sí ha­
bla el Señor, Y avé: E l día ten que os habré purificado de
todas vuestras iniquidades, repoblaré ¡las ciudades y recons­
truiré las ruinas. La tierra desolada, en que el caminante
no ve más que desolación, volverá a ser labrada, y se dirá:
Aquella tierra inculta se ha convertido en jardín del Edén;
las ciudades arruinadas, asoladas y desiertas están fortifi­
cadas y pobladas, y los pueblos que en torno vuestro han
sido dejados, sabrán que yo , Yavé, he reedificado vuestras
derribadas ruinas y he repoblado de árboles la tierra devas­
tada. Yo, Yavé, lo he dicho y lo haré. A sí dice el Señor, Y avé:
Aun esto más núe dejaré y o inducir a hacer >por la casa de
Israel: multiplicaré los hombres como se multiplican los re-
ut faciam eis: multiplicabo eos sicut oves homines, siout
cues sanctas, sicut oves hrusalem i/n di bus festis eius: sic
e-runt civitates illae desolatae, pknae ovium hominum, et
scient quia ego Dominus 5e.
15. Quid remansit pelli morticinae, unde possit inflarj,
et dedignetur, quando gloriatur, in Domino gloriari ? Quid ei
remansit, quando quidquid dixerit se fecisse, ut eo praece-
dente hominis merito ab homine exorto, Deus subsequenter
faciat quo dignus est homo, respondebitur, reclamabitur,
contradicetur : E go facio, sed p r o p tr nomen meum sanctum,
non propter vos ego facio, dicit Dominus De us? Nihil sic
evertit Pelagianos dicentes, gratiam Dei secundum merita
nostra dari. Quod quidem ipse Pelagius, et si non corrigen­
do, tamen orientales iudices timendo damnavit. Nihil sic
evertit hominum praesumptionem dicentium, Nos facimus,
ut mereamur cum quibus faciat Deus.
Respondet vobis non Pelagius, sed ipse Dominus: Ego
facio, et non propter vos, srd propter nomen m um sanctum.
Quid enim potestis facete boni de corde non bono? Ut autem
habeatis cor bonum, Dabo, inquit, vobis cor novum, et spi-
ritum novum dabo vobis. Numquid potestis dicere: Prius
ambulavimus in iustificationibus eius, et iudicium eius ob-
servavimus, et fecimus ut digni essemus, quibus gratiam
suam daret? Quid enim boni faceretis homines mali; et quo-
modo ista bona faceretis, nisi boni essetis? Ut autem homi­
nes sint boni, quis facit, nisi ille qui dixit: E t visitabo eos,
ut eos bonos faciam ; et qui dixit: Spiritum meum dabo in
vobis, et faciam ut in iustificationibus m is ambuletis, et
indicia moa observetis et faciatis? Itane nondum evigilatis?
non àuditis: Faciam ut ambuletis, faciam ut observetis, pos­
tremo, faciam ut faciatis? Quid adhuc vos inflatis? Nos
quidem ambulamus, veruna est; nos observamus, nos faci­
mus: sed ille facit ut ambulemus, ut observemus, ut facia-
mus. Haec est gratia Dei bonos faciens nos, haec misericor­
dia eius praeveniens nos. Quid merentur deserta, et exter­
minata, et effossa; quae tamen aedificabuntur, et operabun-
tur, et muniintur? Numquid haec pro meritis desertionis,
exterminationis, effossionis suae? Absit. Ista enim merita
mala sunt, haec munera bona. Redduntur itaque malis bona:
gratuita ergo, non debita; et ideo gratia. Ego, inquit Domi­
nus, Ego Dominus. Nonne te ista vox comprimit, o humana
superbia, quae dieis: “ Ego facio, ut merear a Domino aedi-
ficari atque plantari” ? Nonne audis: Non propter vos ego
fa cio: Ego Dominus ed ifica v i d structas, piantavi extermir
natas: E go Dominus loculus sum, et feci; non tamen prop­
ter vos, sed propter nomen meum sanctum?
baños; a modo de ovejas consagradas, de ovejas de Jerusa-
lén en sus solemnidades, así serán las ciudades arruinadas,
llenas de rebaños humanos, y sabrán que yo soy Yavé.
15. Después de esto, ¿qué motivos puede invocar la
piel de muerto para pavonearse y desdeñarse, cuando se glo­
ría, de gloriarse en el Señor? ¿Qué razones puede invocar
cuando, alegando cuanto hubiese hecho a fin de que, en aten­
ción a este mérito precedente del hombre, Dios haga, con­
siguientemente, lo que hace digno al hombre, se le respon­
derá, se le argüirá, se le contradirá: Así habla el Señor: Yo
lo hago, pero por consideración a mi santo nombre, no por
vosotros? No hay argumento más fuerte para desbaratar a
los pelagianos, que dicen que la gracia de Dios se da en pago
de nuestros méritos. Lo cual condenó el mismo Pelagio, si no
retractándose, al menos por temor de los jueces de Oriente.
No es Pelagio quien os responde, es el mismo Señor:
Yo lo hago, y no por vosotros, sino por mi santo nombre.
Porque ¿qué bien podéis hacer si el corazón no es bueno?
Pues para que tengáis buen corazón, os daré, dice, un cora­
zón nuevo y un espíritu nuevo. ¿P or ventura podéis decir:
Antes hemos andado el camino de sus mandamientos y dic­
támenes y nos hicimos dignos de que nos concediera su gra­
cia? ¿Cómo podríais obrar el bien siendo malos, y cómo ha­
ríais estas obras buenas si no fuerais buenos? Pues ¿quién
hace que los hombres sean buenos sino aquel que dijo: Los
visitaré para hacerlos buenos? Y que también dijo: Y os in­
fundiré mi espíritu y haré que caminéis en mis preceptos y
practiquéis mis dictámenes. ¿N o despertáis aún? ¿Todavía
no escucháis: Haré que caminéis, haré que guardéis; final­
mente, haré que hagáis? ¿Seguís inflándoos? Nosotros somos
los que caminamos, ello es cierto; nosotros los que guarda­
mos, nosotros I03 que hacemos; pero El hace que caminemos,
que guardemos, que hagamos. Esta es la gracia de Dios, que
nos hace buenos; ésta la misericordia preven;ente d;e Dios.
¿Cuáles son los méritos de las ciudades que están desiertas,
y asoladas, y destruidas, y que, esto no obstante, han de ser
reedificadas, y cultivadas, y fortificadas? ¿Acaso lo serán
en premio de su ruina y asolamiento y destrucción? Nada
de eso. Porque éstos son malos méritos, y aquéllas, dádivas
buenas. Los males se pagan con bienes; luego éstos son
gratuitos y, por tanto, no debidos, sino que son gracia. Yo,
dice el Señor, yo el Señor. ¿N o te abruma esta voz, ¡oh so­
berbia humana!, que dices: “Yo obro de suerte que merezco
ser reedificada y plantada” ? Pues ¿no estás oyendo: No lo
hago esto por vosotros. Yo el S'ñor edifiqué las ciudades
destruidas y planté las exterm inadas; yo el Señor lo pro­
m etí y lo ejecuté, pero no por vosotros, sino por mi santo
nombre?
Quis multiplicat sicut oves homines, sicut oves sanctas,
sicut oves Jerusalem: quis facit ut civitates illae desolata©
plenae sint ovium hominum, nisi ille qui sequitur et dicit:
E t scient quia, ego Dominus? Sed quibus ovibus hom inibii 3
implet, sicuti est pollicitus, civitates, utrum qua3 invenit,
an quas facit? Psalmum interrogemus, ecce respondet, au-
diamus: Venite, adoremus et procidamus ei, et ploremus ante
Dominum qui fecit n os; quia irise est Deals nosbtr, et nos
populws pasciute eins, et om s manus ein s57. Ipse igitur facit
oves, quibus desolatas impleat civitates. Quid m inim? Quan-
doquidem illi unicae ovi dicitur, hoc est, Ecclssiae, cuius
membra sunt omnes oves homines: Quoniam ego sum Domi­
nus qui furio te. Quid mihi obtendis liberum arbitrium, quod
ad faciendam iustitiam liberum non erit, nisi ovis fueris?
Qui facit igitur oves homines, ipse ad obedientiam pietatis
humanas libérât voluntates.
16. Sed quare istos homines oves facit, et istos non
facit, apud quem non est acceptio per3onarum ? 580 *6 Ipsa est
quaestio, quam beatus Apostolus curiosius quam capacius
proponentibus ait: O homo, tu quis es ut respondeas D eo?
Numquid dicit figm cntum ei qui se fin xit: Quare sic me fe­
risti? n!l Ipsa est quaestio, quae ad illam pertinet altitudi-
nem, quam perspicere volens idem apostolus, quodam modo
expavit, et exclamavit: O altitudo divitiarum sapkntiae et
sdentine D ei! quam inscrutabilia sunt iudicia dus, et in-
vestiga b ils viae d u s! Quis enim cognovit Pensum Domini?
aut quis consiiliarius dus fu it? Aut quis. prior dédit illi. et!
retribuetur ei? Quoniam ex ipso, et per ipsum, et in ipso
sunt omnia: ipsi gloria in saecula sa^culorum<i0.
Non itaque istam scrutari audeant inscrutabilem quaes-
tionem, qui meritum ante gratiam, et ideo iam contra gra-
tiam defendentes, priores volunt dare Deo, ut retrìbuatur
eis; priores utique dare quodlibet ex libero arbitrio, ut sit
gratia retribuenda pro praemio: et sapienter intelligant, vel
fideliter credant, etiam quod se putant, priores dedisse, ab
ilio ex quo sunt omnia, per quem sunt omnia, in quo sunt
omnia, percepisse. Cur autem iste accipiat, ille non accipiat,
cum ambo non mereantur accipere, et quisquis eorum aece-
perit, indebite accipiat, vires suas metiantur, et fortiora se
non scrutentur61. Sufficiat eis scire quod non sit iniquitas
apud Deum. Cum enim nulla merita invenisset Apostolus,
quibus Iacob geminum apud Deum praecederet fratrem: Quid
ergo dicemus?, inquit; numquid est a»pud Deum- iniquitas?

s’ Ps. 94, 6-7.


R om . 2, l i .
ä” R o m . g, 20.
60 R o m . l i , 33-36.
81 Eccli. 3, 22.
¿ Quién es el que multiplica loa hombres como las ove­
jas santas, como las ovejas de Jerusalén? ¿Quién hace que
aquellas ciudades desoladas se llenen de rebaños humanos,
sino el que a continuación dice: Y sabrán que yo soy el Se­
ñor? ¿ Y de qué ovejas-hombres llena, como prometió, las
ciudades? ¿P or ventura de las que encontró o, más bien, de
las que El hizo? Preguntemos al salmo; escuchemos lo que
responde: Venid, adoremos, postrém onos ante su acatamien­
to y lloremos ante E l que nos creó, pu s E l es él Dios nues­
tro, y nosotros el pu blo que E l apañen’a, las ovejas de
su mano. Eli, pues, El es qii:áen, hace las ovejas ccn que'
llena las ciudades desoladas. ¿Y qué tiene esto de extraño,
si es a la oveja única, la Iglesia, cuyos miembros son todas
las ovejas-hombres, a la que se dice: Porqw yo soy '7 Señor
que te hago? ¿ A qué me vienes tú con el libre albedrío, que
no será libre para obrar la justicia si no fuere de la oveja?
Quien hace las ovejas-hombres es el mismo que libera las
voluntades humanas para que obedezcan santamente.
16. ¿ Y por qué razón aquel en quien no cabe acepta­
ción de personas a estos hombres hace ovejas, a esotros no
hace? Esta -es la cuestión planteada por algunos con más
curiosidad que suficiencia, y a la cual responde el Apóstol:
¿T ú quién eres, que plantas cara a D ios? ¿P or ventura dirá
la pieza dc barro al que la m odeló: “ ¿P or qué me hiciste
así" ? Es ésta una cuestión tan profunda, que el mismo Após­
tol, al querer sondearla, sintió como pavor y exclamó: ¡Oh
profundidad de la riqueza, y de la sabiduría, y de la ciznña
de D ios! ¡Cuán insondabl-s son sus juicios 3 irrastrrables
sus cam inos! Puos ¿quién conoció el camino díl Señor o
quién fu é su con ssj-ro? ¿O quién le dió primero y a- Je pa­
gará en retorno? Porque de E l, y por El, y para Él son todas
Ices cosas: a E l la gloria por los ñ glos. Amén.
No osen, pues, sondear esta insondable cuestión los qüe,
defendiendo el mérito como preexistente a la gracia, y, por
tanto, defendiéndolo contra la gracia, pretenden dar ellos
primero a Dios a fin de que se le3 retribuya, e3 decir, pre­
tenden dar primero algo en virtud dél libre albedrío para
que se les dé en retorno la gracia como premio; y entiendan
prudentemente, o crean fielmente, que aun aquello que a
ellos se les antoja dan primero, lo han recibido de aquel de
quien proceden todas las cosas, por quien son todas las cosas,
en quien están todas las cosas. Y antes de preguntar por
qué éste recibe y aquél no recibe, por qué ambos no mere­
cen recibir y por qué, sea quienquiera el que recibe, recibe
gratuitamente, midan sus fuerzas y no presuman escrutar 1Q
que está sobre ellas. Básteles saber que no hay injusticia ep
Dios. Pues no habiendo hallado el Apóstol ningún mérito
por el que Jacob aventajara a su hermano gemelo, dioe;
A bsit. M oysi enim d icit: M iserebor cui miser tus ero ; et mi-
sericordiam praestabo cm m isericors fuero. Igitur non va­
lentie, ncque currentis, sed mis eventis est Dei. Grata sit ergo
nobis eius gratuita miseratio, etiamsi haec profunda insoluta
sit quaestio. Quae tamen eatenus solvitur, quatenus earn
solvit idem Apostolus, dicens: Si autem Deus vo>lens osten-
dere iram et demonstrare potentiam suam, attulit in multa
patientia vam irae, quae perfecta sunt in perditionem, et
ut notas faceret divitias glorine suae in •vasa misericordiae,
quae praeparavit in gloriam 02. Ira quippe non redditur, nisi
debita, ne sit iniquitas apud Deum: misericordia vero etiam
cum praebetur indebita, non est iniquitas apud Deum. Et
hinc intelligunt vasa misericordiae, quam gratuita illis mi­
sericordia praebeatur, quod irae vasis cum quibus est eis
p-erditionis causa et massa communis, ira debita et iusta
rependitur. Haec iam satis sint adversus eos, qui per arbi-
trii libertatem destruere volunt gratiae largitatem,

CAPUT VII

DE LAUDE SANCTORUM. ECCLESIA HUroS TEMPORIS NON EST


SINE MACULA ET RUGA

17. Quod vero laude sanctorum, nolunt nos affectu illius


Publicani esurire et sitire iustitiam, sed vanitate illius Pha-
risaei tanquam saturates plenosque ructare 636 ; quid eis prod-
4
est quod adversus Manichaeos, qui Baptisma destruunt, isti
dicunt: Baptismo perfecte homines innovari, atque ad hoc
Apostoli adhibent testimonium, qui per lavacrum aquas E c-
clesiam de gsntibus sanctam fieri immaculatumque testa-
tu r ,]i; cum superbo sensu atque perverso contra orationes
ipsius Ecclesiae suas exserant disputationes ? Hoc enim prop-
terea dicunt, ut credatur Ecclesia post sanctum Baptismum,
in quo fit omnium remissio peccatorum, ulterius non habere
peccatum; cum adversus eos ilia a solis ortu usque ad occa-
sum omnibus suis membris clamet ad Deum: Dim itte nobis
debita nostra 65.
Quid, quod etiam de se ipsis in hac causa si interrogen-
tur, quid respondeant non inveniunt? Si enim dixerint se
non habere peccatum: respondet eis Ioannes, quod se ipsos
decipiant, et veritas in eis non s i t 66. Si autem confitentur
peccata sua; cum se velint esse Ghristi corporis membra,
quomodo erit illud corpus, id est, Ecclesia, in isto adhuc

" Rom. g, 14-16. 22-23 65 Mt. 6, 12.


ss l x . 18, 10-14. M 1 Io. I , 8.
64 Eph. 5, 26.
¿Qué diremos, pues? ¿P or ventura hay injusticia en D ios?
¡Eso no! Porque a Moisés dice: “ Me compadeceré de quien
me compadezca y me apiadaré de quien me apiade” . Así,
pues, no está en que uno quiera ni en que uno corra, sino en
que se compadezca Dios. Séanos, pues, grata su gratuita
compasión, aunque quede por resolver cuestión tan profun­
da. Por más que se resuelve de algún modo, como la resolvió
el mismo Apóstol diciendo: Si para mostrar Dios su ira y
dar a conocer su poder, soportó con mucha longanimidad
a los vasos de ira aptos para la perdición, y , di contrario,
quiso hacer ostentación de la riqueza de su gloria sobre los
vasos de su misericordia que El preparó para la gloria.
N o se usa sino de la ira merecida, para que no haya injus­
ticia en Dios; mas, cuando se otorga la misericordia inde­
bida, no hay injusticia en Dios. Y por aquí vienen a entender
los vasos de misericordia cuán gratuitamente se les otorga
la misericordia, puesto que a los vasos de ira, a los que los
une una causa y masa común de perdición, se les paga con
la ira debida y justa. Y hagamos ya punto final en lo que
llevamos dicho contra los que quieren destruir la liberalidad
de la gracia con la libertad del albedrío.

CAPÍTULO VII
L a alabanza de los santos , l a santidad de l a I glesia y los
SOFISMAS DE LOS PELAGIANOS
17. Cuanto a la alabanza de los santos, al no querer
éstos que nosotros, a semejanza del publicano, tengamos
hambre y sed de la justicia, sino que, dominados por la va­
nidad del fariseo, la eructemos como quien está harto, ¿de
qué les sirve decir contra los maniqueos, que niegan el bau­
tismo, que el bautismo obra una renovación completa en los
hombres, citando a este propósito el testimonio del Apóstol,
que asegura que por el baño del agua la Iglesia procedente
de la gentilidad se hace santa e inmaculada; si, por otra
parte, soberbia y perversamente esparcen a los cuatro vien­
tos escritos contrarios a las mismas oraciones de la Iglesia?
Porque dicen eso para que se entienda que la Iglesia, des­
pués del bautismo, en que se perdonan todos los pecados,
no tiene ya pecado; siendo así que ella dice a sus hijos de
uno al otro confín del mundo: Perdónanos nuestras deudas.
¿Qué significa el hecho de que, cuando ellos mismos son
preguntados acerca de esto, no saben qué responder? Pues,
si dijeren que no tienen pecado, les responde San Juan que
se engañan a sí mismos y no hay en ellos verdad. Mas si
confiesan sus pecados, puesto que quieren ser miembros de
Cristo, ¿ cómo este cuerpo, es decir, la Iglesia, vivirá en este
tempore perfecte, sicut isti sapiunt, sine macula et ruga,
cuius membra non mendaciter confitentur se habere pecca­
ta? Quapropter et in Baptismate dimittuntur cuncta pec­
cata et per ipsum lavacrum aquae in verbo exhibetur Christo
Ecclesia sine macula et ruga 67. Quia nisi esset baptizata,
infructuose dicsret: Dimitte nobis debita nostra; donee per-
ducatur ad gloriam, ubi ei perfectius nulla insit macula
et ruga,
18. E t Spiritimi sanctum,, fatendum est, etiam antiquis
temporibus non solum monies bom s adiuvisse, quod et isti
volunt; verum etiam bonas eas fecissp, quod noiunt. Omn&s
quoque Prophetas et A pestolos w l sanctos e t cvangilicos
e t antiquos, quibus De us testimonium perhibet, non in com-
paratkme sceleratorwm, s:d regula virtutum iustos fuisse,
non du'bium est ; quod adversum est Manichaeis, qui Patriar-
chas Prophetasque blasphemant : sed quod adversum est et
Felagianis, interrogati omnes de se ipsis cum in hoc corpore
degerent, una voce concordissima respoederent, Si dixtrimus
quia peccatum non habemus, nos ipsos seducimus, et ver it as
in nobis non e s t 08.
In futuro autem tempore, negandum non est, merced'm
esse tarn honorum op rum quam malorum; e t nomini pro; d p i,
quae hie contem pserit, mie mandata perficere: sed plenae
iustitiae saturitatem, ubi peccatum esse non possit, quae hie
a sanctis esuritur et sititur, hie sperali in praecepto, ibi
percipi in praemio, eleemosynis et orationibus impetranti-
bus, ut quod hie minus impletum fuerit mandatorum fiat
impunitum per indulgentiam peccatorum.
19. Quae cum ita sint, desinant Pelagiani quinque ista-
rum rerum insidiosissimis laudibus, id est, laude creaturae,
laude nuptiarum, laude legis, laude liberi arbitrii, laude sanc­
torum, quasi a Manichaeorum tendiculis fingine se homines
velie eruers, ut possint eos suis retibus implicare: id est, ut
negent originale peccatum, et parvulis invideant Ohristi
medici auix ilium; et ut dicant, gratiam Dei secundum merita
nostra dari, ac sic gratia iam non sit gratia69; et ut dicant
sanctos in hac vita non Imbuisse peccatum, ac sic evacuetur
oratio quam sanctis tradidit qui non habebat peccatum, et
per quern sanctis orantibus dimittitur omne peccatum. Ad
haec tria mala homines incautos et ineruditos quinque ilio-
rum bonorum fraudulenta laude seducunt. De quibus omni­
bus satis me existimo respondisse eorum crudelissimae et
impiissimae et superbissimae vanitati.
67
Eph. 5, 27.
66 1 Io. 1, 8.
69
Rom . 11, 6.
mundo sin ninguna mancha ni arruga, cuando sus miembros
confiesan con verdad que tienen pecado? Por tanto, en el
bautismo se perdonan todos los pecados y, mediante el baño
del agua por la palabra, la Iglesia es presentada a Cristo
sin mancha ni arruga. Porque, si no hubiese sido bautizada,
en vano diría: Perdónanos maestras deudas, hasta que sea
conducida a la gloria, donde de manera más perfecta care­
cerá de mancha y arruga.
18. Hay que confesar asimismo que el Espíritu Santo no
sólo ayudó también en los antiguos tiem pos a las almas bue­
nas, lo cual éstos admiten, sino que también las hizo buenas,
que e<s lo que niegan. No hay duda tampoco de que, asimismo,
todos los profetas y apóstoles y santos, tanto del NUevo
Testamento como del Antiguo, alabados por Dios, fueron
justos, no comparados con los malvados, sino con la regla
de las virtudes; lo cual es contrario a la doctrina de los ma-
niqu'Sos, que blasfeman de los patriarcas y profetas; pero
también es contrario a los pelagianos, pues si a todos se les
preguntase acerca de sí mismos cuando vivían en carne,
todos a una voz responderían: Si dijérem os que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay en nos­
otros verdad.
No se puede negar que en la otra hay pago, tanto de las
buenas como de las malas obras, y qvúe a nadie se manda
allí cumplir los preceptos que aquí despreció, y que habrá
allí, cuando ya no pueda existir el pecado, hartura de la
justicia perfecta, hartura de que tienen hambre y sed los
santos; que se espera aquí en virtud de un mandamiento
y se goza allí como premio, alcanzando las limosnas y ora­
ciones que, si no se ha guardado aquí algún mandamiento,
quede sin castigo por el perdón de los pecados.
19. Siendo, esto así, dejen los pelagianos de simular que
lo que pretenden alabando arteramente estas cinco cosas, a
saber, con la alabanza de la criatura, y del matrimonio, y de
la ley, y del libre albedrío, y de los santos, es arrancar a los
hombres de las redes de los ’ maniqueos para enredarlos en
sus propias redes; es decir, pretender negar el pecado origi­
nal, y negar a los párvulos la ayuda del médico, Cristo, y
decir que la gracia se da por nuestros méritos, y, por tanto,
la gracia ya no es gracia; y decir que los santos no tuvieron
pecado en esta vida, y negar de esta suerte la oración, que
enseñó a los santos el que no tenía pecado y por quien se
perdona a los santos, cuando oran, el pecado. Con miras a
persuadir estos tres males, embaucan a los hombres incautos
e iletrados con la alabanza engañosa de aquellos cinco bie­
nes. Paréceme que acerca de todas estas cosas he dado cum­
plida respuesta a la cruelísima, impiísima y orgullosísima
vanidad de los pelagianos.
A
CAPUT VIII
C y p r ia n i te stim o n iu m de peccato originali

20. Sed quoniam dicunt: Inimicos suos dicta nostra in


veritatis odium, suso:pissej et toto penitus Occidente non
minus stultum quam impium dogma esse sUsctptum, et sim-
plicibus episcopis sine congregai ione synodi in locis suis se-
dentïbus ad hoc confirmandum subscriptionem queruntur ex­
tort am ; cum potius eorum profanas vocum novitates70 Ec­
clesia Christi et oceidentalis et orientalis horruerit : ad curam
nostram existimo pertinere, non solum Scripturas sanctas
canonicas adversus eos testes adhibere, quod iam satis feci-
mus; verum etiam de sanctorum litteris, qui eas ante nos
fama celeberrima et ingenti gloria tractaverunt, aliqua docu­
menta proferre: non quo canonicis Li bris a nobis ullius
disputatoris aequetur auctoritas, tanquam omnino non sit
quod melius seu verius ab aliquo catholico, quam ab alio
itidem catholico sentiatur; sed ut admoneantur, qui putant
istos aliquid dicere, quemadmodum de his rebus ante nova
istorum vaniloquia, catholici antis ti tes eloquia divina secuti
sint; et sciant a nobis rectam et antiquitus fundatam catho-
licam fidem adversus recedentem Pelagianorum haereticorum
praeeumptionem perniciemque defendi.
21. Beatissimum, corona etiam martyrii gloriosissimum
Cyprianum, nec Africanis atque occidentalibus tantum, ve­
runi et orientalibus Ecolesiis, fama praedicante et scripta
eius longe lateque diffundente notissimum, etiam ipse haere-
siarohes istorum Pelagius cum debito certe honore commé­
morât, ubi testimoniorum librum scribens, eum se asserii
imitari, “ hoc se” , dicens, “ facere ad Romanum, quod ille
fecerat ad Quirinum” . Videamus ergo quid de originali pec­
cato quod per unum hominem intravit in mundum71, sen­
se rit Cyprianus.
In epistola De opere et eleem osynis ita loquitur72: Cum
Dominas adveniens sanasset üla quae Adam portaverat vul­
nera, e t vinena serpe ntis antiqua cur asset, legem dédit sano,
et praecepit ne ultra iam peccaret, ne quid peccanti gramus
even irci73. Coarctati eramus, et in angustimi innocentiae
praescriptione conclusi: nec haberet quid fragüitatis huma-
nae i/nfirmitas atque ìm bedllìtas faceret, nisi iterum pietas

70 i Tim. 6, 20.
Rom. 5, 12.
PL 4, 625.
Io. 5, 14.
CAPITULO VIII

T estim onio de S an Cipria n o acerca del pecado original

20. Mas, puesto que dicen que nuestros enemigos han


entendido esto con odio de la verdad y que en todo el Occir
dente este dogma, tan necio como im/pío, ha sido umversal­
mente recibido, y se quejan de qué, para confirmar esto, se
ha arrancado por la fuerza la firma a obispos sencillos en
sus s des sin reunirías en concilio, cuando la verdad es que
la Iglesia de Cristo, así del Occidente como del Oriénte, ha
mirado con horror las novedades impías, creo es mi obliga­
ción no solamente citar contra ellos el testimonio de las
Escrituréis canónicas, como lo hemos hecho hasta la sacie­
dad, sino alegar también algunas pruebas tomadas de los
escritos de los santos que antes de nuestro tiempo las estu­
diaron, ganándose universalísima fama y renombre; y no
porque a la autoridad de cualquier controversista demos el
mismo valor que el que damos a los libros santos, como si lo
que algún católico dice no lo pueda decir en absoluto nin­
gún otro católico mejor y con más verdad, sino para adver­
tir a los que piensan que los pelagianos enseñan algo cómo
los prelados católicos, antes de que se oyese la vana palabre­
ría de los pelagianos, entendieron las sentencias divinas que
versan acerca de esta materia, y sepan que nosotros defen­
demos la sana y antiquísima fe católica contra la desertora
presunción y estragos de los pelagianos.
21. El mismo corifeo de estos herejes, Pelagio, cita elo­
giosamente, como se merece, al bienaventurado San Cipriano
—gloriosísimo, además, por la corona del martirio y conocidí­
simo no sólo en las iglesias de Africa y de Occidente, sino
también en las del Oriente por la fama que lo aplaude y pre­
gona por todo el mundo sus escritos—cuando, escribiendo el
libro de los Testimonios, dice que sigue el ejemplo del Santo
dedicando su libro a Romano, como San Cipriano había de­
dicado el suyo a Quirino. Veamos, pues, lo que sintió San
Cipriano acerca del pecado original, que por un hombre en­
tró en el mundo.
En la epístola De las obras y de las limosnas se expresa
así: Habiendo sanado el Señor en su venida las heridas de
Adán y curado del antiguo veneno de la serpiente, mandó
y ordenó al hombre curado que no pecara en adelante, para
que no le acaeciera algo peor. Estábamos atados y cruel­
m ente encarcelados por la pérdida de la inocencia, y nada
podría hac r la débil flaqueza humana si de nuevo la divina
piedad, viniendo en su auxilia, ño mostrara con las obras de
divina subvsnisns, iustitiae et missricordiae operibus osten-
sis, viam quamdam tuendais salutis aperiret; ut sordes post-
modum quascumqu?. contrahimus, elesm osynis abluamus7i*.
Hoc testimonio duas istorum falsi tateg testis iste redarguii :
unam, qua dicunt nihil vitiorum ex Adam trahere genus
humanum, quod sit curandum sanandumque per Christum;
alteram, qua dicunt nullum post Baptismum sanctos habere
peccatum.
Rursum in eadem epistola 75 : Ponat, inquit, unusquisque
ante oculos Imos diabolum cum suis servis, id est, cum po­
pulo perditionis ac m ortis, in medium prosilire, plebem Chris-
ti p ra ssn ts ac indicants ipso comparationis examine pro­
vocare die intern: E go pro istis quos mecum vides, nec alapas
accept, nec flagella sustinui, nec crucsm pertuli, nec san-
guinem fudi, n :c familiam meam pretio passionis et cruoris
redem i; sed nec regnum illi cadeste prom itto, nec ad para-
distim rsstituta immortalitate denuo revoco. Respondent Pe-
lagiani, quando fuerimus in immortalitate paradisi, et quo-
modo inde fuerimus expulsi, ut eo Christi. gratia revocemur.
Et cum invenire nequiverint quid hie pro sua perversitate
respondeant, attendant quemadmodum intellexerit Cypria-
nus quod ait Apostolus: In quo omnes peccaverunt7S; et Pe­
lagian! h aeretici novi de Manichaeis vate ri b us h ae ret iris n u lli.
catholico audeant irrogare calumniam, ne tam seeleratam
etiam martyri antiquo Oypriano facere convincantur iniu-
riam.
22. Hoc enim et in epistola, cuius De m ortalitate titulus
inscribitur, ita d icit77 : Regnum D i, fratres dilectissimi, esse
co -pit in proxim o, praemium vitae, et gaudium salutis aster-
m s, et perpetua laetitia, et possessio paradisi nu per amissa,
mundo transeunte iam veniunt.
Hoc rursus in eadem78 : Amplectamur, inquit, diem qui
assignat singulos domicilio suo, qui nos isthinc ereptos et
laqusis saecularibus exsolutos paradiso restituât et regno.
Item in epistola De patisntia 79: Dsi sententia cogitetur,
inquit, quam in origine statim mundi et generis Inumani
Adam praeoepti immemor et datas legis transgressor asse-
p it: tune sckm us quam patientes esse in isto sasculo dsbsa-
mus, qui sic nascimur, ut pressuris isthic et conflictationïbus
labor-mus. “ Quia audisti, inquit, vocem mulv.ris tua?, et
manducasti ex ilia arbors, di qua sola p ro'c peram tïbi ne
manducar es, maledicta terra erit in omnibus operibus tuis.
In tristitia et gemitu edes ex ea omnibus diebus vitae tuae:
spinas et tribulos ciicict tibi; et ed -s pabulum agri. In ¡su­
dóre vultus tui edes panem tuum, donee revertaris in terram

71 P L 4, 625-626. 7S Rom. 5, i2. 7* P L 4, 624.


15 PL 4, 641-642. 77 P L 4, 605. J" PL 4, 653-654.
justicia y misericordia un -medio de asegurar la salvación, de
modo que borremos con las limosnas cualqui ra pecado que
en lo sucesivo cometamos. Con este testimonio refuta este
testigo dos falsedades de los pelagianos: una, que consiste
en decir que el género humano no hereda ningún pecado de
Adán, y la segunda, cuando afirman que los santos no tienen
ningún pecado después del bautismo.
Dice también en la misma epístola: Consideren atenta­
m ente todos que el diablo, acompañado de sus sirv a s, o sea
del pueblo de la condenación y de la muerte, sale al medio
y , con el mismo examen de comparación, acusa al pu blo de
Cristo, estando presente y actuando como juez el mismo Cris­
to, diciendo: “ Yo no he recibido por estos que aquí ves bofe­
tadas, ni he padícido azotes, ni he llevado la cruz, ni ¡he
derramado la sangre, ni he redimido a mi familia con el pre­
cio de la pasión y de la sangre, pero ni siquv.ra les he pro­
metido el reino de los ciílos, ni los llevo de nuevo al paraíso,
devolviéndoles la inmortalidad” . Dígannos los pelagianos
cuándo hemos vivido en la inmortalidad del paraíso y cómo
fuimos expulsados de él para ser otra vez llevados allí por
la- gracia de Cristo. Y como no sabrán qué responder en de­
fensa de su perversidad, oigan cómo entendió San Cipriano
lo que dice el A póstol: En que todos pecaron; y no osen ca­
lumniar los pelagianos, nuevos herejes, a ningún católico
poniéndole el sambenito de hereje maniqueo, porque queda­
rán convictos de ofender con tan criminal calumnia la me­
moria del antiguo mártir San Cipriano.
22. En la epístola que lleva por título La inmortalidad
dice: Se acerco., hermanos carísimos, el reino de D ios; el pre-
'mió de la vida, y el gozo de la salud eterna, y la perpe :ua alc-
grÍ7 y la posesión rioco antes perdida del paraíso, se ccerc’c.n
según pasa el mundo.
Leemos en la misma epístola: Pensemos en aquel día que
ha de señalar a cada uno su morada, en aquel día que nos
ha de devolver, libres ya de estas ataduras y desatados los
lazos del siglo, el paraíso y el reino.
En la epístola Sobre la paci n cia: Tengamos, dice, pre­
sente la sentencia impuesta en él principio del mundo a Adán
por haberse olvidado d íl pree pto y hab:r desob'dtcido la
ley recibida; asi aprenderemos cuán sufridos debemos ser
en este mundo nosotros, que nademos con el signo d :l dolor
y de la lucha. “Porque has oído, dice, la voz de tu mujer, co­
miendo del árbol de que te prohibí comer, por ti será maldita
la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu
vida; te daré espinas y abrojos, y com erás de hierbas del
campo. Con él sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que
vuelvas a la tierra, pues de ella has sido formado, ya que
polvo eres y al polvo volverás” . Estam os todos fuertem ente
de qua sump tus e s : quoniam terra es, e t in ferrarti ibis” 80.
Huius sent&ntiae vinculo colligati omnes et constricti sumus,
donee m orte expuncta de isto saeculo recedamus.
Item in eadem 81: Nam curri in illa, inquit, prima trans-
gressione praecepti firm itas corporis cum immortálitate dis-
cesserit, et cum m orte infirm itas venerit, nec passit firm itas
recipì, nisi cum recepta et immortdlitas fu erit; oporfet in
hoc fragilitate atque infirm itate corporis luctari semper et
congredi. Qwaie luctatio et congrcssio non nisi patizntiae pot­
est viribus sustineri.
23. In epistola autem quam scripsit ad episcopum Fi-
dum, cum sexaginta sex coepiscopis suis, a quo fuerat con-
sultus propter circumcisionis legem, utrum ante octavum
diem baptizari liceret infantem, haec causa sic agitur, tan-
quam provisione divina tam longe futuros haereticos Pela-
gianos iam catholica confutaret Ecclesia. Ñeque enim qui
consuluerat inde dubitabat utrum nascentes traherent origi­
nale peccatum, quod renascendo diluerent; absit enim ut hinc
aliquando fides Christiana dubitaverit; sed ille dubitabat,
utrum regenerationis lavacrum, quo non dubitabat solvendum
originale peccatum, ante diem tradi deberet octavum. Ad
quam consultationem respondens beatissimus Cyprianus :
Quantum vero, inquit82, ad cawsam infantum pertinet, quos
dixisti, intra secundum vzl tertium d rm quo nati sunt con­
stituios baptizari non oportere, e t com id'random esse legem
circumcisionis antiquaeS3, ut intra octavum diem eum qui
natus est baptimndum et sanctificandum non putares, longe
aliud in concilio nastro omnibus visum est. In hoc enim quod
putabas esse faciendum, nemo consen,sit: sed universi potius
mdioavimus nulli hominum nato misericordis Dei gratiam
denegandum. Nam cum Dominus in Evangelio suo dicat:
“Filius hominis non venìt animas perdere, sed salvare” 84:
quantum in nobis est, si fieri potest, nulla anima perden­
do est.
Et paulo post: Nec aliqwils, inquit, nostrum id d 'b ct kor-
rere, quod Dominus dignatus est facere. Nam et si adhuc
infans a partu novus est, non ita est tamen, ut quisquom
ilium in gratia dando atque in pace faciendo horrere debeat
osculori: quando in osculo infantis unusquisque nostrum
pro sua religione ipsas adhuc recentes Dei manus debeat co­
gitare, quas in homins modo form ato et recens nato quodam
modo exosculamur, quando id quod Deus fecit am plectim ur85.
Item paulo post: Caeterum si homines, inquit, impedire
aliquid ad consecutionem gratiae posset, magis adultos et
provectos e t maiores natu possent impedire peccata graviora.
s " Gen. 3, 17-19. 83 Gen. 17, 12.
81 P L 4, 657. 81 Le. g , 56.
82 P L 3, 1050-1051. 85 P L 3, 1053.
atados y apretados con la cadena ále esta sentencia basta
que, vencida la m uerte, salgamos de este siglo.
Y en otro pasaje'de la misma epístola se lee: Habiendo
perecido en aquélla primera transgresión del precepto la
salud del cuerpo junto con la inmortalidad, y habiéndose
seguido la flaqueza y la muerte, y no podiendo recuperarse
la salud sino cuando m recobre la inmortalidad, es necesario,
en tanto dure la flaqueza y debilidad drl cuerpo, luchar sin
cesar y combatir. Y esta lucha y combate no se puede sos­
tener sino con las fuerzas de la paciencia.
23. En la epístola que juntamente con otros 66 obispos
escribió al obispo Fido, quien le había consultado, citando
la ley de la circuncisión, si era lícito bautizar a los niños
antes del octavo día después de su nacimiento, trátase esta
cuestión ni más ni menos que si providencialmente la Iglesia
refutara a los herejes pelagianos de los siglos venideros.
Pues no es que el consultante dudara de que los que nacen
heredan el pecado original, que deben borrar renaciendo
—nada más absurdo que pensar que la fe cristiana haya
padecido dudas acerca de esta sentencia— , sino que dudaba
de si el baño de regeneración, por el que se sabía se había
de perdonar el pecado original, debía administrarse antes
de que transcurriesen ocho días. Contestando a esta con­
sulta, dice el beatísimo Cipriano: En lo tocante al bautismo
de los niños, los cuales dices no conviene sean bautizados
antes de transcurrido el segundo o tercer día después dél
nacimiento, y que hay que tener en cuenta la ley de la an­
tigua circuncisión, nuestro parecer en el concilio ha sido
enteramente contrario. Porque nadie opina que se haya de
hacer lo que tú creías, sino que antes bien todos hemos
creído que a ningún hombre nacido debe negarse la gracia
de Dios misericordioso. Pues diciendo el Señor en su Evan­
g elio: “El H ijo del hombre no ha venido a perder las almas
de los hombres, sino a salvarlas” , en cuento dependa de nos­
otros, ni un alma, si es posible, ha de perderse.
Y poco más adelante: Y nadie debe sentir repugnancia,
de hacer lo que él Señor se dignó hacer. Pues aunque el niño
sea recién nacido, no hay por qué sentir repugnancia de él
al besarle, dándole la gracia y la paz, ya que, al dar el ósculo
al niño, cada uno de nosotros debe pensar, según su propia
devoción, en las manos divinas que acaban de terminar su
obra, las cuales besamos en el nuavo hombre recién nacido
cuando abrazamos lo que Dios hizo.
Y poco más adelante agrega: Además, si hubiese algo que
pudiese impedir a los hombres la consecución de la gracia,
serían más bien los pecados m uy graves los que impedirían
a los adultos y provectos y de más edad el recibirla. Ahora
S .A e. IX 21
Porro autem si etiam> gravissim is delictor ibus, et in Deum
multo ante peccantibus, cum postea crediderint, remissa pec-
catorum datur, e t a Baptismo atque gratia nemo prohibetur :
quanto magis prohiberi non debet infans, qui recens natus
nihil peccaivit, nisi quod secundum Adam carnaliter natus,
contagium m ortis antiquae prima nativitate con traxit; qui
ad remissam peccatorum acdpienda, hoc ipso facilius accsdit,
quad Uli rem ittuntur non propria, sed aliena peccata86.
24. 'Quid ad ista dietim sunt, gratiae Dei non solum
desertores, sed etiam persecutores ? quid ad ista dicturi sunt ?
Quo pacto nobis paradisi possessio redditur? Quomodo pa­
radiso restituimur, si numquam ibi fuimus? Aut quomodo
ibi fuimus, nisi quia in Adam fuimus? Et quomodo ad sen-
tentiam quae in transgressorem dicta est pertinemus, si
noxam de transgressore non trahimus? Postremo baptizan-
dos etiam diem censet octavum, ne per contagium mortis
antiquae prima nativitate contractual pereant animae par-
vulorum: quomodo pereunt, si ex hominibus etiam fidelibus
qui nascuntur, non tenentur a diabolo, donee renaseantur in
Christo, et eruti de potestate tenebrarum in regnum illius
transferantur? 87
Et quis dicit nascentium, nisi renaseantur, animas peri-
turas ? Niempe ille qui sic laudat creatorem atque creaturam,
opificem atque opus, ut humani sensus horrorem quo dedig-
nantur homines reoentes ab utero parvulos osculali, Crea-
toris ipsius interposita veneratione comps scat et corrigat,
dicens, in illlius aetatis osculo recentes Dei manus essie cogi-
tandas. Numquid ergo confitens originale peccatum, aut na-
turam damnavit, aut nuptias? Numquid, quoniam nascenti
ex Adam reo adhibuit regenerationis purgationem, ideo Deum
negavit nascentium conditorem ? Numquid, quia metuens ani­
mas cuiuslibet aetatis perire, etiam ante diem octavum libs-
randa esse sacramento Baptismi cum collegarum concilio
iudicavit, ideo nuptias accusavit; quandoquidem in infante
sive de coniugio, sive de adulterio, tamen quia homo natus
est, recentes Dei manus dignas etiam osculo pacis ostendit?
Si ergo potuit sanctus episcopus et martyr gloriosissimus
Cyprianus peccatum originale in infantibus medicina Christi
censere sanandum, salva laude creatura«, salva laude nup-
tiarum ; cur novitia pestilentia, cum istum non audeat dicere
Maniehaeum, Catholicis qui ista defendunt, ut obtegat pro-
prium, putat obiiciendum crimen alienum? Ecce praedica-
tissimus tractator divinorum eloquiorum, antequam terras
86 P L 3, 1054-1055.
87 Col. i, 13.
bien, si a los m ayores pecadores, y que antes han ofendido
mucho al Señor, se tes concede ti perdón de los pecados y
nadie queda excluido del bautismo ni de la gracia, ¿cuánto
más no debe quedar excluido el niño recién nacido, que nin­
gún pecado ha com etido, fuera de haber incurrido, por haber
nacido según la carne de Adán, en el contagio de la primera
muerte oon el primer nacim iento; que se acerca para obtener
el perdón de los pecados tanto más fácilm ente cuanto que
no se le perdonan pecados propios, sino ajenos?
24. ¿ Qué replican a esto los que, además de desertores,
son también perseguidores de la gracia de Dios ? ¿ Qué repli­
can? ¿Cómo se nos devuelve la posesión del paraíso? ¿Cómo
somos de nuevo conducidos al paraíso, si nunca estuvimos
allí ? ¿ O cómo estuvimos allí sino porque estuvimos en Adán ?
¿ Y cómo reza con nosotros la sentencia dictada contra el
transgresor, si no heredamos del transgresor el pecado? Fi­
nalmente, juzga que deben ser bautizados aun antes de los
ocho días para que no perezcan las almas de los niños por
el contagio de la antigua muerte, contraído en el primer na­
cimiento. ¿ Cómo perecen, si los que nacen aun de padres
fieles no están sujetos al demonio hasta tanto que no renaz­
can en Cristo y, libertados del poder de las tinieblas, sean
trasladados a su reino?
¿ Y quién es el que dice que han de perecer las almas
de los que nacen si no renacen? Pues no otro sino el que de
tal suerte alaba al Creador y a la criatura, al artífice y a la
obra, que, invocando la veneración debida al mismo Creador,
reprende y corrige la natural repugnancia que retrae a los
hombres de besar a los niños recién nacidos, diciendo que,
al besar a tan tiernos niños, se ha de pensar en las manos
de Dios, que acaban de terminar su obra. ¿Acaso por con­
fesar el pecado original condenó la naturaleza o el matrimo­
nio? ¿Acaso por aplicar al reo que nace de Adán el baño
de la regeneración, negó al Dios creador de los que nacen?
¿ Acaso porque, temiendo que pereciesen las almas en cual­
quier edad, juzgó con el concilio de sus colegas que debían
ser liberadas aun antes de los ocho días después del naci­
miento, condenó el matrimonio, ya que hace ver en el niño
nacido de matrimonio o de adulterio, pero porque es hom­
bre, las manos aun húmedas de Dios, dignas hasta del
ósculo de paz ? Si, pues, el santo obispo y mártir gloriosísimo
Cipriano juzgó que el pecado original de los niños debía sa­
narse con la medicina de Cristo, dejando a salvo la alabanza
de la criatura, dejando a salvo la alabanza del matrimonio,
¿por qué la nueva peste, no osando llamar maniquea a esta
doctrina, se atreve a achacar a los católicos, que esto defien­
den, un crimen ajeno con el fin de encubrir su propio crimen ?
He aquí que un celebérrimo expositor de la palabra divina,
nostras vel tenuissimus odor Manichaeae pestilentiae tetigis-
set, sine ulla vituperatione divini opens atque nuptiarum
confitetur originale peccatuip, non dicens Christum ulla pec­
cati macula aspersum, nec tamen ei comparans cameni pec­
cati in nascentibus caeteris, quibus per similitudinem carnis
peccati mundationÌ3 praestet auxilium: nec originis anima-
rum obscura quaestione terretur, quo minus eoa qui Christi
gratia liberantur, in paradisum remeare fateatur. Numquid
ex Adam dicit in homines mortis conditionem sine peccati
contagions transisse? Non enim propter corporis mortem
vitandam, sed propter peccatum, quod per unum intravit in
mundum, dicit per Baptismum parvulis quamlibet ab utero
reeentissimis subveniri.

C A P U T I X

C yp r ia n i testim on ia de gratia D ei

25. Iam vero gratiam Dei quemadmodum adversas istos


praedicet Cyprianus, ubi de oratione dominica disputât, evi-
denter apparet. Ait enim 88: Dicimus: "Sanctificetur nomen
tuum” ; non quod optemus Deo ut m nctificetur orationibus
nostris, sed quod petamus ab eo ut nomen eius m nctificetur
in nobis. Caeterum a quo Deus sanciificatur, qui ipse sanc­
tifien t? Sed quia ipse d ixit: “ Sancti estote, quoniam e t ego
sanctus sum” K0; id petimus e t rogamus, ut qui in Baptforno
sanctificati sumus, in eo quod esse coepimus perseverem os.
Et alio loco in eadem epistolau0: “ Addimus quoque", in-
quit, e t dicim us: “Fiat voluntas tua in cáelo et in terra ":
non ut Deus faciat quod vult, sed u t ñas facere possimus
quod Deus vult. Nam D ìo quis obsistit, quominus quod velit
faciat? Sed quia nobis a diabolo obsistitur, quominus per
omnia noster animus atque actus D eo obsequatur, oramus
et petimus ut fiat in nobis voluntas Dei. Quae ut fiat in no-
bis, opus est D ei volúntate, id est, ope eius et protections:
quia nemo suis viribus fortis est, sed Dei indulgentia et mi­
sericordia tutus est.
Item alio 01 : Fieri autem petimus, inquit, voluntatem Dei
in cáelo et in terra, quod utrumque ad consurnmatìonzm, nos-
trae incolumitatis pertinet et salutis. Nam cum corpus e terra
et spiritus possideamus e cáelo, ipsi terra et caelum sumus,
et in utroque, id est, in corpore et spirita ut Dei voluntas fiat
oramus. E st 'enim inter carnem et spiritum colluctatio, et
aun antes de que el más ligero rumor de la peste maníquea
se esparciera por nuestra tierra, confiesa, sin condenar en
absoluto la obra divina ni el matrimonio, el pecado original,
sin decir que Cristo estuviese manchado con ningún género
de pecado, ni tampoco parangonando con El la carne de pe­
cado de los demás nacidos, a los que otorga, por la semejan­
za de la carne de pecado, el remedio del bautismo; ni se
siente embarazado por la difícil cuestión del origen de las
almas, para confesar que los que son liberados por la gracia
de Cristo retornan al paraíso. ¿Dice por ventura que la muer­
te ha pasado de Atdán a los hombres sin el contagio del pe­
cado ? Pues dicé que por el bautismo se ha de socorrer a los
niños aun recién, nacidos, no para evitar la muerte del cuerpo,
sino a causa del pecado que entró por un hombre en el mundo.

CAPÍTULO IX
T estim onio de S an Cipria n o acerca de la gracia de D ios

25. Es evidente que San Cipriano, al hablar de la oración


dominical, predicó contra éstos la gracia de Dios. Porque
dice: Decimos santificado sea el tu nombre, no 'porque de­
seem os a Dios que E l sea santificado con nuestras oraciones,
sino porque le pedimos que su nombre sea santificado en
nosotros. Fuera de eso, ¿por quién es santificado Dios, sien­
do E l el que santifica? Mus com o E l d ijo: “ Seréis santos,
porque y o isoy santo” , pedimos y rogamos que los que hemos
sido santificados en el bautismo perseverem os en lo que co­
menzamos a ser.
Y en otro pasaje de la misma epístola dice: Añadimos y
decimos tam bién: “Hágase tu voluntad en el cielo y en la
tierra” , no para que Dios haga lo que quiere, sino para que
nosotros podamos hacer lo que Dios quiere. Porque ¿quién
•puede oponerse a Dios de modo que Dios deje de hacer lo que
quiere? Mas como el demonio nos hace guerra a nosotros, a
fin de que nuestra alma y nuestros actos todos se conformen
con la voluntad de Dios, oramos y pedimos que ,se haga en
nosotros la voluntad de Dios. Y para que ésta se haga se
necesita la voluntad de Dios, o sea, su ayuda y protección,
porque nadie es fiierte por sus propias fuerzas, sino que está
firme por la voluntad y misericordia de Dios.
Y en otro lugar escribe: Pedimos que se haga la voluntad
de Dios en el cielo y en la tierra, lo cual se refiere a la per­
fección de nuestra incolumidad y salvación. Porque, como
tenemos ún cuerpo terreno y un espíritu celestial, som os tie­
rra y cielo, y rogamos que en uno y en otro, esto es, en el
cuerpo y en el espíritu, se haga Ja voluntad de Dios. Porque
discordantibus advensus se invicem quotidiana congressio,
ut non quae volumus, ipsa faciamus, dum spiritus et caeles-
tia e t divina quaerit, caro terrena et saecularia concupisca.
E t ideo petimus inter duo ista ope et ausilio D ei concordiam
fieri; ut dum et in spiritu e t in carne voluntas Dei geritur,
quae per eum renata est, anima servetur. Quad aperte atque
manifeste apostolus Paulus sua voce declam i: “Caro, inquit,
concupisca adversus spiritum, et spiritus adversus car-
nem: haec enim invicem adversantur; ut non quae vultis,
tpsa faciatis” **. •'
Et paulo p o s t93: P otest e t sic intelligi, inquit, fratres
dilectissimi, ut quoniam mandat et docet Dominus etiam ini-
micos diligere, e t pro his quoque qui nos persequuntur ora­
r e 0?, petamus et pro illiis qui adhuc terra sunt, e t needum
càelestes esse coeperumt, u t e t circa illos voluntas Dei fiat,
quam Christus hominem conservando e t redintegrando per­
fe c t.
Itemque alio 95: Hunc autem panem, inquit, dori nobis
quotidie pastulamus, ne qui in Christo sumus, e t Eucharis-
tiam quotidie ad cibum salutis accipimus, intercedente aliquo
graviore delicto dum dbstenti et non communicantes a cae-
lesti pane prohibemur, a Christo corpore separemur.
Et aliquanto post in eadem 90: Quando autem rogamus,
inquit, ne in tentationem veniam us07, admonemur infirmita-
tis et im becillitatis nostrae, dum sic rogamus, ne quis se
insolenter extoltat, ne quis sibi superbe atque arroganter
aliquid assumat, ne quis aut confessionis aut passionis glo-
riam suam ducat; cum Dominus ipse humilitatem docens di­
v erti: “ Vigilate et orate ne vsniatis in tentationem : spiritus
quidem promptus est, caro autem infirma” 98: ut dum prae-
cedìt humilis et submissa confessio, e t datur totum Deo,
quidquid suppliciter cum timore et honore Dei petitur, ipsius
pietate praestetur.
Item ad Quirinum, in quo opere se Pelagius vult eius
imitatorem videri, ait in libro tertio 80: In nullo gloriandum,
quando nostrum nihil \sit. Cui proposito testimonia divina
subiungens, inter caetera posuit apostolicum illudi, quo isto-
rum maxime ora claudenda sunt : Quid enim habes, quad non
accepisti? Si autem eccepisti, quid gloriaris, quasi non acce-
peris” ? 100 ■
Item in epistola De patientia101: E st enim nobis, inquit,
cum D eo virtus ista communis; inde claritas eius e t dignitas
caput sumit, origo et magnitudo patientiae Deo auctore pro­
ceda.*5 3
,J- Gal. 5, 17. 81 Mt. 6, 13.
53 P L 4, S47-54S. 83 Mt. 26, 41.
Mt. 5, 44. 89 PL 4, '764.
35 PL 4, 548.549. 100 1 Cor. 4, 7.
“ P L 4 >5 5 5 - 101 PL 4, 647-648.
hay lacha entre la carne y el espirita y diario com bate at
pelear el uno contra él otro, de manera que no hacemos lo
que queremos, puesto que él espíritu anhela las cosas celes­
tiales y divinas, y la carne lo terreno y mundano, Y por eso
pedimos que por obra y ayuda de D ios haya concordia entre
los dos, de modo que, haciendo en el espíritu y en la carne
la voluntad de Dios, el alma se salve. Lo cual enseña clara y
manifiestamente el apóstol San Pablo: “ Pues la carne codicia
contra él espíritu y él espíritu contra la carne, pues uno y
otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis
Y un poco más adelante: Puede también entenderse, ama­
dísimos hermanos, de esta manera: que, puesto que él Señor
manda amar aun a los enemigos, pidamos se haga oración
por los que nos persiguen y por los que todavía son tierra y
no son aún celestiales, a fin de que se haga respecto de ellos
la voluntad de Dios, como la hizo Cristo conservando y re­
parando al hombre.
Y ten otro pasaje: Pedimos que se nos dé todos los días
este pan, no isea que los que vivimos en Cristo y diariamente
tomamos la Eucaristía com o alimento de salvación, al no po­
der, a causa de algún grave delito, recibir el pan celestial,
excluidos com o estamos de la comunión, seamos separados
del cuerpo de Cristo.
Y un poco más adelante en la misma epístola: Cuando
oramos para no entrar en la tentación, som os advertidos de
nuestra flaqueza y debilidad para que nadie se engría inso­
lentem ente, para que nadie con soberbia y arrogancia se atri­
buya algo, para que nadie se atribuya a si mismo la gloria
de la confesión y del martirio, ya que el mismo Señor ha di­
cho enseñando la humildad: “ Velad y orad para que no en­
tréis en la tentación; el espíritu sí está animoso, mas la car­
ne es flaca” ; de modo que, yendo por delante la confesión
humilde y sumisa y atribuyendo todo a Dios, cuanto por la
oración se pide a Dios teniendo presente su santo tem or y su
gloria, se nos conceda por su piedad.
También en el libro tercero de la obra dedicada a Quirino,
que Pelagio quiere imitar, dice así: De nada hornos de glo.-
riarnos, ya que nada es nuestro. Y abonando esta sentencia
con testim onios divinos, cita, entre otros, este pasaje del
A póstol: “ ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has
recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras re­
cibido ?”
En la epístola Sobre la paciencia escribe: E sta virtud nos
es común con D ios: en E l tiene su principio, de E l procede
su nobleza y dignidad; el origen y sublimidad de la paciencia
reconoce por autor a Dios.
26. Numquid iste sanctus tam memorabili» Ecclesiarum
in verbo veritatis instructor, liberum arbitrium negat esse in
hominibus, quia Deo totum tribuit quod recte vivimus ? Num­
quid legem Dei culpat, quia non ex ipsa iustificari hominem
significat; quondoquidem quod illa iubet, a Domino Deo pre-
cibus impetrandum esse deolarat? Numquid sub nomine gra­
tia® fatum esserit, quamvis dicat, in nullo gloriandomi, quan­
do nostrum nihil sit? Numquid, sicut isti, Spiritum sanctum
adiutorem ita credit esse virtutis, tanquam ipsa virtus quae
ab hoc adiuvatur, oriatur ex nobis, quando nostrum nihil
esse asserens, propter hoc Apos'tolum dixiss; commémo­
rât: Quid enim halbes quod non accepisti? virtutemque ex-
cellentissimam, hoc est, patientiam, non a nobis dicit incipe-
. re, ac deinde adiuvari Spiritu Dei ; sed ab ipso caput, ab
„ ipso originem sumere ? Postremo noe propositum bonum, nec
Studium virtutis, nec mentes bonas sine gratia Dei incipere
esse in hominibus confitetur, cum dicit in nullo gloriandomi,
quando nostrum nihil sit. Quid tam in libero arbitrio consti­
tutum, quam quod lex dicit, non adoràndum idolum, non
moechandum, non homicidium perpetrandum ? Ista autem
sunt atque huiusmodi crimina, quae si quisquam commise-
rit, a corporis Christi communione removetur. Et tarnen si
beatissimus Cyprianus bis non committendis existimaret nos-
tram sufficere voluntatem, non sic intelligeret quod in ora-
tione dominica dicimus: Pantin nostrum quotidianum da
nobis hodie; ut hoc nos petere asseverarci, ne intercedente
aliquo graviore delieto, dum abstenti et non communicantes
a cadesti pane prohibemur, a Christi corpore separemur.
Respondeant certe haeretici novi, quid bonorum merito-
rum praecedat in hominibus inimicis nomini christiano. Non
solum enim non habent bonum, sed habent etiam pessimum
meritum. Et tarnen etiam sic Cyprianus intelligit, quod in
oratione dicimus: Fiat voluntas tua in caelo et in terra; ut
et pro ipsis, qui propter hoc terra intelliguntur, oremus.
Oramus ergo non solum pro nolentibus, verum etiam pro
repugnantibus et oppugnantibus. Quid ergo petimus, nisi ut
fiant ex nolentibus volentes, ex repugnantibus consentientes,
ex oppugnantibus amantes? A quo, nisi ab ilio de quo scrip­
tum est : Praeparatur voluntas a Domino ? 102 Discant ergo
esse eatholici, qui dedignantur, si quid mali non faeiunt, et
si quid boni faeiunt, non in se ipsis, sed in Domino gloriari.1
2
0
102 Prov. 8, sec. LXX.
26. ¿Por ventura este Santo, maestro tan celebrado de
la verdad, niega el libre albedrío de los hombres por hacer a ,
Dios causa total de nuestra vida virtuosa? ¿P or ventura
vitupera la ley de Dios cuando da a entender que el hombre
no es justificado en virtud de ella, ya que declara que lo que
ella manda se ha de alcanzar de Dios con oraciones? ¿Por
ventura con el nombre de gracia quiere significar el hado,
aunque diga que de nada hemos de gloriarnos, puesto que
nada es nuestro? ¿Por ventura cree, como éste», que el Es­
píritu ¡Santo es ayuda de la virtud en el sentido de que esta
virtud, que recibe ayuda de El, proceda de nosotros, cuando,
diciendo que nada es nuestro, trae a este propósito lo que
dijo el Apóstol: Pues qué tienes que no hayas recibido?
¿O dice que una virtud excelentísima, la paciencia, tiene su
principio en nosotros y después es ayudada por el Espíritu
de Dios, sino que dice que en El tiene su principio y su ori­
gen? Por último, que ni el buen propósito, ni el deseo de la
virtud, ni los buenos pensamientos comienzan a existir en el
hombre sin la gracia de Dios, lo confiesa al decir que no he­
mos de gloriamos de nada, puesto que nada es nuestro, ¿ Qué
cosa tan sujeta al libre albedrío como ¡lo que la ley dice:
que no se deben adorar los ídolos ni cometer adulterio ni
homicidio? Estos crímenes y otros semejantes son los que,
si alguien los comete, le apartan de la comunión del cuerpo
de Cristo. Y, sin embargo, si el beatísimo ¡Cipriano pensase
que bastaba nuestra voluntad para no cometerlos, no enten­
dería que decíamos en la oración el pan nuestro de cada día
dánosle hoy en el sentido de que nosotros pedimos que no
seamos apartados del pan celestial y de la comunión por cau­
sa de un grave delito, separados del cuerpo de Cristo.
Respondan estos herejes de nuevo cuño qué buenos mé­
ritos precedentes hay en los enemigos del nombre cristiano.
Porque no sólo no tienen nuevos méritos, sino que los tienen
pésimos. Y, esto no obstante, ¡San Cipriano entiende qué de­
cimos en la oración: Hágase tu voluntad en el cielo y en la
tierra a fin de que oremos por ellos, que por esa razón son
designados con «1 nombre de tierra. Oramos, por tanto, no
sólo por los que no quieren, sino también por los que resisten
y combaten. ¿Qué es, pues, lo que pedimos sino que pasen
del no querer al querer, del resistir al consentir, del comba­
tir al amar? ¿ Y quién ha de hacer esto sino aquel de quien
está escrito: Dios dispone la voluntad? Aprendan, pues, a
ser católicos los que, si acaso no cometen algún pecado o
practican alguna obra buena, no quieren gloriarse en el Se­
ñor, sino en si mismos.
CAPUT X
CYPRIANI TESTIMONIA DE IUSTITIAE NOSTRAE IMFERFECTIONE

27. Hlud iam tertimm videamus, quod non, minus in istis


omne Christi nuemltanim et totem eius corpus exhorret, quia
contendunt esse in hae vita, vel fuisse iustos, nullum haben-
tes omnino peecatum. Qua praesumiptione apertissime oratio-
nd dominicae contradi cunt, in qua omnia memlbra Chris ti ;
Dim itte nobis debita nostra, veraci corde et quotidianis voci-
buis clamant. VSdeamus ergo quid etiam e?c hoc Cyprianus in
Domino gloriosissimus senserit; quid ad instruendas Eco le-
sias, non antique Manichaeorum, sed Catholicorum, non solum
dixerit, verum etiam litteris, memoriaeque mandaverit.
In epistola D e opere e t eleem osynis103; Agnoscamus Ha­
gue, fratres, inquit, dilectissimi, diviime indulgentiae salubre
munus, et emundandis purgandisque peccatis nostris, qui
sine aliquo conscientiae vulnere esse non possumus, medelis
spiritualibus vulnera nostra curemus. N eo quis quam sie sibi
de puro atque de immaculato pectore blandiatur, ut innocen­
tia sua fretu s medicinam non putet adhibenèam esse vulne-
ribus: cum scriptum sit : “Quis gloriabitur castum se habere
c o r f aut quis gloriabitur mundum se esse a peccatis?” 104
et iterum in E fistola sua Ioannes ponat e t dicat: “ Si dixeri-
mus quia peocatum non habemus, nos ipsos decipimus, et
veritas in nobis non est" 105. Si autem nemo esse sine peccato
potest, et quisguis se inculpatum dixerit, aut superbtis aut
stuttws es t: quam necessaria, quam benigna est divina d e ­
m entia; quae cum sciât non deesse sanatìs quaedam post-
modum 'vulnera, dédit curandis denuo sanandisque vulnerïbus
remedia salutaria?
Rursus in eademi10,1: E t quoniam quotidie, inquiit, deesse
non potest quod peooetur in conspectu D ei; sacrificia quoti­
diana non deerant, quibus possent peccata tergi.
Item in epistola De m ortalìtate107.* Cum avaritia, inquit,
nobis, cum impudicitia, cum ira, cum ambitione congressio
e s t; cum carnalîbus vitiis, cum ïllec&bris saecularibus assidua
et molesta luctatlo e s t: obsessa mens hominum, et unÆque
diaboli infestations vallata, vix occurrit singuMs, vix resista.
Si avaritia prostrata est, exsurgit libido; si libido compressa
est, isuccedit am bitio; si ambitio contem pla est, ira exaspérât,
inflat superbia, vinolentia invitât, invidia concordiam rumpü,
amicitiam zelus dbscindit: cogtris maledicere, quod divina
103 PL 4, 627.
104 Prov. 20, q.
105 to. T, 8.
CAPÍTULO X
T estim onio de S a n Cip ria n o acerca de l a im pe rfecc ió n de
NUESTRA JUSTICIA

27. Examinemos la tercera afirmación de los pelagia-


nos, que rechaza con horror todo miembro de Cristo y todo
su cuerpo: que en esta vida hay o hubo justos que no tuvie­
ron el más pequeño pecado. Con esta presunción contradicen
evidentísimamente la oración dominical, en la cual todos los
miembros de Cristo claman con verdad todos los días: Per­
dónanos nuestras deudas. Veamos, pues, lo que San Cipria­
no, gloriosísimo en el Señor, enseña acerca de esto; qué es
lo que para instruir a las iglesias, no de los pelagianos, sino
de los católicos, no sólo dijo, si que también escribió y dejó
encomendado.
En la epístola De las obras y de las limosnas escribe:
Reconozcamos, pues, carísimos, él don saludable de la divina
indiligencia, y para limpiar y borrar nuestros pecados, nos­
otros, que no podemos 'vivir sin alguna herida en él alma,
apliquémonos a curar nuestras heridas con medicinas espi­
rituales. Y que nadie se forje ilusiones creyendo que su co­
razón es puro e inmaculado, de manera que, fiando en su ino­
cencia, piense que no necesitan medicina sus heridas, pues
está escrito: “ ¿Quién se gloriará de tener un corazón casto
o quién se gloriará de estar limpio de pecados?” Y San Juan
dice en su epístola: “ Si dijéram os que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros.
Pues si nadie puede estar sin pecado y quien se cree sin cul­
pa es o soberbio o necio, cuán benigna es la divina clemencia,
la cual, sabiendo que los hombres, aun después de sanados,
no dejan de tener algunas heridas, proveyó de remedios opor-
nos para curarlas de nuevo y sanarlas.
Y en la misma epístola escribe: Y porque no puede pasar
un día sin que pequemos en la presencia de Dios, no faltaban
sacrificios cotidianos para borrar los pecados.
Y en la epístola De la m uerte dice: Tenemos que luchar
contra la impureza, contra la ira, contra la ambición; es cons­
tante y m olesta la lucha contra los vicios de la carne, contra
los placeres del sig lo; asediada el alma del hombre y cerca­
da de todas partes de tentaciones, mal puede luchar contra
todos, a duras penas puede resistir. Si es vencida la avari­
cia, se desata la concupiscencia; si es reprimida la concupis­
cencia, despiértase la ambición; si es menospreciada la am­
bición, nos exacerba la ira, nos hincha la soberbia, nos atrae
la pasión dél vino, la envidia rom pe la concordia, los celos
lex prohibât; com pelleris turare, quod non licet. Tot perse-
cutiones animus quotidie patitur, tot periculis pectus urgetur,
e t denotai hic inter diàboli gladios diu stare; cum rrmgis
concwpiscewdum sit et optandum ad Christum, subveniente
velocius m orte, properare.
Item in ipsa 108: B eatus, innuit, apostolus Paulus in Epis­
tola sua ponït et d icit: “Mihi vivere Christus cet, et mori
lucrum/’ 10ü; lucrum maximum compilions iam saecularibus
loquets non teneri, iam nuïlis peccatis et vitiis carnis obno-
xium fieri.
Item de oratione dominica, exponens quod petimus d’cen-
tes: Sanctificetur nomen tuum ; ait inter caetera110: Opus
est enim nobis quotidiana sanctifècatione, ut qui quotidie
dclinquimm, delieta nostra sanciificatione assidua repur-
gemus.
Rursus in eadem 111, cum exponeret quod dicimus: Dimittc
nobis deMta n ostra 11-. Quam necessarie autem, inquit, quam
providenter et salubriter admonemur, quod peccatores sumus,
qui pro peccatis rogare compellimur; ut dum indulgenti\a de
T>vo petìtur, conscientiae suae animus recordetur. N e quis
sibi quasi innoce ns plaaeaÈ, et is? extollendo plus p'reat, in-
struitur e t docetur peccare se quotidie, dum quotidie pro
peccatis ìubitur orare. Sic denique et Ioannes in Epistola sua
monet dicens: “ Si dixerimus quia peccatum non habemus,
nos ìpsos seducimus, et veritas in nobis non est. Si autem.
confessi fuerim us peccata nostra, fidelis et iustus est qui
nobis peccata dìm ittat” 113.
Merito et ad Quirinum de faac re absolutisiimam sentten-
tiam suam proposuitI14, cui 'testimonia divina sub iunge rei :
Neminem sine sorde et sine peccato esse; ubi et’am illa tes­
timonia posuit, qui bus confirma tur originane peccatum, quae
conantiur iati in neseio quos alios novos sensu? convertere:
sive quod ait sanctus lob, neminem esse sine sorde, nec cuius
sit vita diei unius super terram 113; sive quod in Psalmo le-
giltur: In facinore concept ns sum, et in peccatis me mater
mea in utero a lu it116. Quibus testimonìiis, propter eos etiam
qui iam in astate maiori sunt sancti, quia nee ipsi sunt sine
sorde atque peccato, adiunxit etiam illud beatiss-mi loannis,
quod multis et aliis locis saepe commémorât: Si dixerimus
quia peccatum non habemus; et caetera eins sententiae, quae
ab omnibus Oatholicis non tacenltur advérsus istos, qui se
ipsos decipiunt, et in eia veritas non est.
28. Dicant, si audent Pelagiani, hunc hominem Dei Ma-
destruyen la amistad; siéntese uno forzado a maldecir, lo
cual prohíbe la ley de D ios; vese forzado a jurar, casa que
no es licita. Tantas son las persecuciones que padeo* cada
día el alma, tantos los peligros que angustian el corazón, y,
no obstante, se ama el vivir entre el ruido de las espadas
infernales, cuando más bien debemos desdar y anhelar correr
hacia Cristo con el favor d° una pronta muerte.
Dice también en la misma epístola: El bienaventurado
apóstol San Pablo escribe: “Para mí el vivir es Cristo” , repu­
tando por máxima ganancia no estar ya atado por los lazos
del siglo, no estar sujeto a ningún pecado ni vicio de la
carne.
Exponiendo lo que pedimos en la oración dominical: San­
tificado sea el tu nombre, dice entre otras cosas: Tenemos
necesidad de purificarnos todos los días, a fin de que los que
p ccamos todos los días limpiemos nuestros pecados con con­
tinua purificación.
También en la misma epístola, explicando lo que deci­
mos con las palabras Perdónanos nuestras deudas, dice: Con
cuánta necesidad, con cuánta providencia y provecho ss nos
advierte que som os pecadorqp obligados a pedir el perdón de
nuestros pecados, para que, al pedir a Dias misericordia, el
alma recuerde sus culpas. A fin de que nadie se goce en sí
mismo como si fuera inocente y perezca más desastradamen­
te por su soberbia, al mandarle que ore todos los d'kes por sus
pecados, se le advierte y enseña que peca todos los días. Así
lo enseña San Juan en su epístola al decir: “ Si dijérem os que
no tenem os pecados, nos engañamos a nosotros mismos y no
hay verdad en nosotros. Si confesárem os nuestros pecados,
fiel es y justo para perdonarnos los pecados
Con razón, escribiendo a Quirino, nos dejó su testimonio
categórico acerca de esta materia, abonándolo con testimo­
nios divinos: Nadie está sin mancha y sin pecado. Cita tam­
bién los testimonios con que se confirma la existencia del
pecado original, los cuales se esfuerzan éstos por interpretar
dándoles no sé qué nuevos y perversos sentidos; como lo que
dice Job: que nadie está libre de pecado, ni el niño que hace
un día vive sobre la tierra. O como lo que dice el Salmo: En
culpa nací y m° concibió en pecado mi madre. A estos testi­
monios, alegados teniendo presente aun a los que alcanzan la
santidad en la edad adulta, porque tampoco ellos están sin
pecado, añadió este del beatísimo San Juan, que cita muchas
veces: Si dijéremos que no tenem os pecado, nos engañamos
a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros, y otras
sentencias como ésta, que todos los católicos citan contra
léstos, que se engañan a sí mismos y no poseen la verdad.
28. Digan los pelagianos, si a tanto se atreven, que este
hombre de Dios fué pervertido por el error de los maniqueos,
nic'haeorum errore perversum, quia ita laudai sanctos, ut
tamen fateatur neminem in hac vita ad tantam perfectionem
pervenire institiae, ut nullum habeat omnino peccatum, sen-
tentiam suaan testimoniorum canonicorum perspicua venta­
te et divina auotoritate confirmans. Numquid enim negat in
Baptismo immersa peccata dimitti, quia fatetur manere
fragilitatem atque infirmitatem, unde nos dicit peccare post
Baptismum, et usque in huius vitae finem cum carnalibus
vitiis indesinentem habere confliotum? Aut ideo non memi-
nerat, quid de immaculata Ecclesia dixisseit Araostolusm ,
quia praecepit neminem sic sibi de puro atque immaculato
pectore blandiri, ut innocentia sua fretus, medicinan non
putet adhibendam esse vulneribus? Puto quod concedant novi
haeretici huic homini catholico scire, Spiritimi sanctum men­
tes bonos etiam witiquis temporibus ad iw iss?: imo etiam
quod ipsi nolunt, nec mentes bonas eos nisi per Spiritual
sanctum habere potuisse. Puto quod omites Prophìstas vel
A postólos vel quosNbet sanctos, qui Domino quocumque tem­
pore placu°runt, non in comparatione scelsm torum , sicut nos
isti dicere calumniantur, sed regula virtutum , sicut se dicere
gloriantur, iustos fuisse n o v e r i Cyprianus qui tamen dicit:
Nemo esse sine peccato p o test; et quisquís se inculpatum
dixprit, aut superbus aut stultus 'est. Nes propter aliud in-
fcelligit scriptum: Quis gloriabitur castum se habere cor? aut
quis gloriabitur mundum se esse a peccatis? 113 Puto quod
non ab istis docendus fuerat Cyprianus, quod optime scie-
bat, in futuro tempore mercedem esse honorum op°rum, ma-
lorum autem supplicium; caeterum neminem posse, quae Me
contem pserit, Ulic mandata perficere: et tamen apostolum
Paulum, mandatorum divinorum non utique contemptorem,
non ob aliud intellìgit asseritque dixisse: Mihi vivere Chris­
ties est, et mori lucrum 119; nisi quia lucrum maximum com-
putabat, iam post hanc vitam saecularibus laqueis non te­
neri, iam nullis peccatis et vitiiis carnis obnoxium fieri.
Sensit ergo beatissimus Cyprianus, atque in divinarum
Scripturarum ventate perspexit, etiam ipsorum Apostolorum
quamvis bonam, sanctam, iustamque vitam, nonnullos nexus
saecularium laqueorum fuisse perpessam, nonnullis peccati3
et vitiis carnis obnoxiam; et ideo eos mortem desiderasse,
ut his malis carerent, et ut ad illam, quae ista non pateretur,
nec iam in mandato facienda, sed in praemio percipienda
esset, perfectam iustitiam pervenirent. Ñeque enim cum ve-
nerit quod oramus dicentes : Vrniat regnum tuum 12°, non

11? Eph. 5, 27-


118
Prov. 2o, g.
119
Phil. I, 21.
130
Mt. 6, io.
porque de tal manera alaba a los santos, que, esto no obstan­
te, confiesa que nadie en esta vida llega a tanta perfección
en la virtud que no tenga absolutamente pecado alguno,
confirmando su sentencia con la clara verdad y divina auto­
ridad de los testimonios de la Escritura. ¿ Por ventura niega
que en el bautismo se perdonen todos los pecados, porque
confiesa que queda la fragilidad y debilidad, por lo cual dice
que pecamos después del bautismo y que hasta el fin de la
vida sostenemos una lucha constante contra los vicios de la
carne? ¿O no tenía presente lo que de la inmaculada Iglesia
había dicho el Apóstol, por cuanto dijo que nadie se forjara
ilusiones creyendo tener un corazón puro e inmaculado, de
modo que, estribando en su inocencia, descuidase aplicar la
medicina a sus heridas ? Supongo que los nuevos herejes con­
cederán que este católico varón sabía que el Espíritu Santo
ayudó en los antiguos tiempos a las almas buenas; más
aún: que ellas no pudieron, lo cual éstos no admiten, tener
buenos pensamientos sino por la acción del Espíritu Santo.
Y que todos los profetas y apóstoles y cualesquiera santos
que agradaron al Señor en cualquier tiempo, fueron justos,
no comparados con los malvados, como calumniosamente
afirman éstos que nosotros décimos, sino comparados con la
regla de las virtudes, como los mismos se jactan de decir,
supongo lo sabía San Cipriano, que, sin embargo, dice: Na­
die puede vivir sin pecado, y cualquiera que se crea sin culpa,
o es soberbio o necio. Ni por otra razón escribe que se ha
escrito: ¿ Quién se gloriará de tener un corazón casto o quién,
se gloriará de estar limpio de pecado? Paréceme que no ne­
cesita recibir lecciones de los tales San Cipriano, que sabía
muy bien que en la otra vida las buenas obras tendrán su re­
compensa, y las malas su castigo, y que nadie podrá cumplir
dllí los preceptos que aquí despreció; y, a pesar de esto, en­
tiende y afirma que el mismo apóstol San Pablo, que cierta­
mente no era despreciador de los divinos mandamientos, no
por otra razón dijo: Mi vivir es Cristo y él morir ganancia',
sino porque reputaba máxima ganancia no estar atado des­
pués de esta vida con los lazos del siglo ni estar expuesto a
ninguna clase de pecados ni vicios de la carne.
Sintió, pues, el beatísimo San Cipriano y halló en la ver­
dad de las divinas Escrituras que aun la vida de los apóstoles,
con ser buena, santa y justa, padeció alguna molestia de los
lazos del siglo y estuvo expuesta a algunos pecados y vicios,
y, a causa de esto, desearon la muerte, a fifi de verse libres
de estos males y alcanzar aquella perfecta justicia que care­
ce de estas molestias, y que es no mandamiento que hay
que cumplir, sino premio que se recibe. Porque cuando tenga
cumplimiento lo que pedimos: Venga a nos él tu reino, no ha
de faltar la justicia en el reino de Dios, puesto que dice el
erit in ilio Dei regno ulla iustitia ; cum dicat Apostolus : Non
est emim regnum Dei esca et potws, sed iustitia et pax et
gaudium in Spirita sancto 121. Nempe ista tria inter caetera
praecepta divina praecipiuntur. Hie nobis praecipitur iusti­
tia cum dicitur, Facits iustitiam 122. Praecipitur pax cum di-
citur: Pacem habete inter v o s 123*. Praecipitur gaudium cum
dicitur : Gaudete in Domino sem per12i. Negent ergo Pelagia-
ni haec futura in regno Dei, ubi sine fine vivemus; aut usque
adeo, si videtur, insaniant ut iustitiam, pacem, gaudium,
qualia sunt ihic iustis, talia et illic futura contendant. Quod
si et erunt, et non talia erunt; profecto eorum hie in prae-
cepto curanda est actio, illic in praemio speranda perfectio :
ubi saecularibus ullis laqueis non retenti, nullisque peccatis
et vitiis carnis obnoxii (propter quod Apostolus, sicut hoc
testimonium accepit Oyprianus, mori lucrum sibi dicebat);
perfecte diligamus Deum, cuius erit facie ad faciem con-
templatio 125; perfecte diligamus et proximum, cum mani-
festatis cogitationi'hus cordis nulla ullum de ullo mali ullius
possit sollicitare suspicio.

CAPUT XI

A m brosii testim on ia de peccato originali , de gratia D ei


ET DE PRAESENTIS IUSTITIAE IMPERFECTIONE

29. Sed et iam gloriosissimo martyri Cypriano, ad istos


cumulatius redarguendos beatissimum addamus Ambrosium:
quoniam et ipsum Pelagius ita laudavit, ut ne ab inimicis
quidem in eius libris quod reprehenderetur, diceret inveniri.
Quoniam ergo Pelagiani dicunt non esse originale pecca­
timi, cum quo nascantur infantes, et Catholicis qui eis prò
antiquissima Ecclesiae fide resistunt, haeresis Manichaeae
crimen obiiciunt: respondeat eis de hac re homo Dei catho-
licus, et ab ipso Pelagio in veritate fidei laudatus Àmbrosius ;
qui cum Isaiam prophetam exponereta, ait : Idcirco Christus
immaculatus, quia, nec ipsa quidem nascendi solita conditione
maculattis est.
Et alio loco in eodem opere, loquens de Apostolo Petro:
Ipse se, inquit, óbtulit, quod ante putabat esse peccatum, la­
vari sibi non solum pedes, sed et caput poscens 126: quod
121 Rolli. 14, 17.
Is. 56, 1.
323
Me. 9, 49.
124
Phil. 4, 4.
1 Cor. 13, 12.
i'GIo. 13, 9.
a Expositio haec in Isaiam non exstat.
Apóstol: Que no es el reino de Dios comida ni bebida, sino
justicia y yaz y gozo en el Espíritu Santo. Porque éstas son,
sobre todo, las tres cosas que junto con otras nos están man­
dadas. Se nos manda aquí la justicia cuando se nos dice:
Obrad la justicia. Se nos manda la paz por estas palabras:
Estad en paz unos con otros. Se nos manda que nos gocemos
cuando se nos dice: Alegraos siempre en el Señor. Digan des­
pués de esto los pelagianos que no han de existir estas cosas
en el reino de Dios, donde hemos de vivir eternamente, o lle­
ven, si quieren, a tal extremo su locura que se empeñen en
dlecir que los santos han de tener allí, ni más ni menos que
como se poseen aquí, la justicia, la paz y el gozo. Pues si
han de tener estas cosas, y no como aquí, luego hay que es­
forzarse por cumplirlas aquí como precepto y esperar su per­
fección allí como premio; allí donde, desembarazados de los
lazos del siglo y sin estar ya expuestos a ningún pecado ni
vicio de la carne— a Causa de lo cual el A'póstol reputaba, se­
gún la interpretación de San Cipriano, ganancia el morir— ,
amemos perfectamente a Dios, a quien veremos cara a cara;
amemos también perfectamente al prójimo, cuando, revelados
los pensamientos del corazón, nada malo sospechemos de
nadie en nuestro corazón.

CAPÍTULO XT

T estim o nio de S an A m brosio acerca del pecado original ,


DE LA GRACIA Y DE LA IMPERFECCIÓN DE LA JUSTICIA EN ESTE
MUNDO29

29. Después del beatísimo mártir San Cipriano citemos,


para refutar aun más a éstos, al beatísimo Ambrosio, ya que
Pelagio lo ha alabado de tal suerte que ha llegado a decir
que ni sus enemigos han hallado en sus libros cosa que cen­
surar.
Pues bien: puesto que los pelagismos dicen que no hay
pecado original con que vengan a la vida los niños, y acusan
de maniqueísmo a los católicos, que defienden contra ellos la
antiquísima fe de la Iglesia, respóndales aquel católico varón
de Dios, alabado a causa de su sana fe por el mismo Pelagio,
Ambrosio, quien en su iExposición sobre el profeta Isaías
dice: Cristo es inmaculado, porque no lo manchó ni la ma­
nera ordinaria de nacer.
Y en otro pasaje de la misma obra, hablando del apóstol
San Pedro, dice: El mismo se ofreció, lo cual antes tenía por
pecqdo, para que le lavaran no sólo los pies, sino también la
cabeza, porque al punto entendió que con el lavatorio de los
illico intéllexisset, lavacro pedum, qui in primo lapsi sumt
homine, sordem obnoxiae successionis aboleri.
Item in eodem opere: Servatimi est'igitu r, inquit, ut ex
viro et midiere, id est, per ülam corporum commixtionem
nemo videatur expers esse delicti; qui autem expers delicti
est, expers est etiam huiusmodi conceptionis.
Item contra Novatianos-scribe-ns: Omnes hommes, inquit,
sub peccato nascimur. Quorum ipse ortus im vitio est, sicut
habes lectum, dicente David: "EcCe enim in iniquitatibus
conceptus sum ef in delictis pepsrit me mater mea” 1271 .
8
2
Item in Apologia prophetae David: Antequam nascamur,
inquit, maculamur contagio, e t ante usuram lucis originis
ipsius accipimus iniuriam, in iniquitate concipim ur12S.
Item de Domino loquens: Dignum enim fu it, inquit, ut
qui non erat habiturus corporeae peccatum prolapsionis,
nidlum sentiret generationis naturale contagium. M erito ergo
David fM nliter in se deplorava ipsa inquinamenta naturae,
et quod prius inciperet in homine macula quam v ita 129.
Item de Arca Noe: Per unum igitur, inquit, Dominum
Iesum salus ventura nationibus declaratur, qui solus potuït
iustus esse, cum generatio omnis erraret, non ob aliud, nisi
quia natus ex virgine generationis obnoxiae privilegio mini­
me teneretur. “E cce, inquit, in iniquitatibus conceptus sum,
et in delictis peperit me mater mea” , dicit is qui iustus prae
caeteris putabatur. Quem igitur iam iustum dixerim, nisi
horum liberum vinculorum, quem naturae communis vincala
non temami?
Ecce vir sanctus, Pelagii quoque testimonio in fide catho-
lica probatissimus, Belagianos negantes originale peccatum
tanta manifestations redarguii; nec tarnen cum Manichaeis
vel Deum nasoentium conditorem negat, vel nuptias, quas
Deus instituit et benedixit, accusat.
30. Felagiani diount ab homine incipere meritum per
liberum arbitrium, cui Deus subsequens gratiae rétribuât
adiumentum. Etiam hic eos reifellat venerandus Ambrosius in
Expositione Isaiae prophetae: Quia hwmana cura sine divina
ope imbecilla est ad medendum, Deum auxiliatorem requirit.
Item in libro qui inscribitur, De fuga saeculi 13°: Fre-
quens nabis, inquit, de effugiendo saeculo isto est serm o;
atqwe utinam quam facilis sermo, tam cautus e t sollicitus
affectus. Sed quod peius est, frequenter irrepit terrenarum
ilheebra cupiditatum, et vanitatum, offu sio mentem occupai,

127 Ps. 50, 7 ; D e Poenit. : PL 16, 490.


128 Apoi. proph. David: PL 14, 914.
122 Ib. : P L 14, 915-
180 PL 14, 597 -598 -
■pies, que se ¡habían deslizado en el primer hombre, se abolió
la mancha de la herencia del pecado.
Y en la misma, obra escribe : E stá decretado que nadie que
nace de hombre y m ujer, es decir, por la conmixtión de los
Cuerpos, esté exento de pecado; mas el que está exento de
peoado, está también exento de esta concepción.
Y escribiendo contra los novacianos, dice : Todos lo,s hom­
bres nacemos en pecado, siendo pecado el mismo nacimiento,
pues dice David: “ Yo en maldad fui formado y en pecado me
dio a luz mi madre” .
Dice en la Apología del profeta David: Antes de nacer
contraemos el contagio y antes de disfrutar de la luz del dia
padecrmos la injuria de nuestro origen, som os concebidos
en pecado.
Hablando del Señor, se expresa así: Justo fué que quien
no había de tener el pecado de la mancha corporal no sin­
tiera en modo alguno el contagio natural de la generación.
Con razón, pues, deploró en sí mismo David con lágrimas el
contagio de la naturaleza y que en el hombre tuviese, antes
principio el pecado que la vida.
Y del arca de Noé dice : Muéstrase que las naciones logra­
rán su salvación solamente por el Señor Jesús, el único que
pudo ser justo cuando todos los hombres pecaban, y no por
otra razón sino porque, nacido de virgen, no estaba su jeto a
la ley de ser concebido en pecado. “H e aquí, dice, que en
maldad fui formado y en pecado me dió a luz mí madre
E sto dice el que era reputado justo entre los demás. Por
tanto, ¿a quién llamaré justo sino al que está libre de estas
ataduras, aquel a quien no aprisionan las ataduras de la co­
mún naturaleza?
Veis aquí que un hombre santo y de integérrima fe cató­
lica, según el testimonio de Pelagio, refuta tan abiertamente
a los pelagianos, que niegan el pecado original, y, sin embar­
go, no niega con los maniqueos que Dios sea el creador de
los que nacen, ni condena el matrimonio, que Dios instituyó
y bendijo.
30. Dicen los pelagianos que en el hombre tiene princi­
pio el mériito por el libre albedrío, al cual concede Dios el
auxilio subsiguiente de la gracia. Pues también 'esto refuta
contra los pelagianos el venerable Almbrosio al escribir en
la Exposición del profeta Isaías: Cómo la diligencia humana
es im potente sin la ayuda divina para curar, reclama el auxi­
lio de Dios.
En el libro De la huida del siglo escribe : Muchas veces de­
cimos que debemos huir de este siglo, y pluguiera a Dios
que, tanto como es fácil el decirlo, fuéramos cautos y dili­
gentes en guardarlo. Pero lo peor es que muchas veces nos
asalta el señuelo de los placeres terrenos y se apodera del
ut quod studem vitate, hoc cogites animoque volvas. Quoi
cavere difficile est homìni, exuere autem impossibile, Denique
voti magis e am esse verri, quam effectu s, testatur propheta
dicendo: “ Declina cor meum in testimonia tua, et non m
avaritiam” 131. Non enim in potè state nostra sunt cor nostrum
et nostras cogitationes, quas im provise of fusa0 mentem ani-
mumque confundunt, ,atque alio trahunt quam tu proposue-
ris: ad saecularia revocant, mundana inserunt, voluptaria
ingerunt, illecebrosa intexunt; ipsoque in tempore, quo ele­
vare mentem paramus, insertis inanibus cogitationibus ad
terrena pPrumqw delieimur. Quis autem tam b'atus, qui in
corde suo semper ascendati Bed hoc sine auxilio divino qui
fieri p otest? Nullo profecto modo. Denique supra eadem
Scriptum dicit: “ Beatus vir cuius est auxilium eius abs te,
Dom ine; ascensus in corde eius” 132.
Quid apertius et sufficientius dici potest? Sed ne Pela-
giani forte respondeant, eo ipso quo divinum auxilium posci-
tur, praecedere hominis meritum ; idipsum meritum esse di-
centes, quia orando fit dignus cui gratia divina subveniat:
attendant quid idem vir sanctus dicat in Expositione hsaias:
E t orare Deum, inquit, gratia spiritualis est. Nemo enim dicit
Dominum lesum, nisi in Spirita sancto 133. Unde et exponens
Evangelium secundum Lucani : Vides utique, inquit, quia uM-
que Domini virtus studiis cooperatur humanis, ut nemo possit
aedificare sine Domino, nemo custodire sine Domino, nemo
quidquam incipere sine Domino 1:!1.
Numquid quoniam haec dicit vir tantus Ambrosius, et
gratiam Dei, sicut Alio promissionis congruit, grata pietate
commendat, ideo destruit liberum arbitrium? aut eam vult
intelligi gratiam, quam divers is locutionibus Pelagiani nolunt
nisi legem videri, ut videlicet non ad faciendum quod cogno-
verimus, se ad cognoscendum quid faciamus, nos Deus adiu-
vare creda tur? Si hoc istum hominem Dei sapere existimant,
quid de ipsa lege dixerit, audiant. In libro De fuga saeculi:
Lex, inquit, os omnium potuit obstruere, non potuit mentem
con vertere1S!i. Item alio loco in eodem libro : Lex, inquit,
factum damnat, non aufert malitiam 13B. Videant fidelem et
catholicum virum Apostolo consentire dicenti, Scimm autem
quia quaecumque lex loquitur, his qui in lege sunt loquitur,
ut omne os obstruatur, et reus fiat omnis mundus D eo; quia

131 Ps. n8, 36. 131 P L 15, 1666,


132 Ps. 83, 6. 1M PL 14, 605.
133 i Cor. 12, 3. 133 PL .14, 616.
alma la niebla d°. las vanidades, de suerte que, lo que des-as
evitar, eso es lo que piensas y revuelves en tu alma. D ifícil
es para el hombre guardarse de esto e imposible verse libre
de este asedio. Y que es más deseo que realidad lo at stigua
el profeta diciendo: “ Inclina mi corazón a tus mandatos y no
a la avaricia” . Porque no están en nuestra mano nusptro co­
razón y nuestros pensamientos, los cuales, al asaltarnos de
improviso, llenan de confusión el entendimiento y el alma,
llevándote a donde tú no qu ieres; hócennos volver a ■las cosas
del ¡siglo, nos inspiran lo que es mundano, nos inculcan los
placeres, nos tienden lazos seductores, y , en el momento mis-
mo de disponernos a elevar nuestra mente, desatándose el
tropel de vanos pensamientos, som os muchas veces derriba­
dos en tierra. ¿Quién es tan dichoso que camine siempre
hacia lo alto? y esto, ¿cóm o se podrá hacer sin el divino
auxilio ? De ningún modo. Por último, la misma Sagrada E s­
critura dice: “Bienaventurado el varón cuyo auxilio viene de
ti, ¡oh Señor! Ascensos en su corazón” .
¿Se puede decir algo más claró y convincente que esto?
Y para que los pelagianos no repliquen que precede el mérito
del hombre por el mero hecho de pedirse el auxilio divino,
diciendo que el mérito consiste en que por la oración se hace
digno de que le ayude la divina gracia, oigan bien lo que el
mismo santo varón dice en la Exposición de Isaías: Rogar a
Dios es gracia espiritual. Porque nadie dice ¡Señpr Jesús!
sino por el Espíritu Santo. De aquí es que, comentando el
evangelio de San Lucas, se expresa así: Mira cómo siempre
la virtud dél Señor coopera a los buenos deseos del hombre,
de manera que nadie puede edificar sin el Señor, ni guardar
sin el Señor, ni dar principio a cualquier cosa sin el Señor.
¿Acaso el gran Ambrosio, por decir esto y recomendar
con agradecida piedad, cual conviene al hijo de la promesa,
la gracia de Dios, ya por eso destruye el libre albedrío?
¿ 0 entiende por gracia lo que los pelagianos con variedad
de vocablos dicen es la ley; de suerte que creamos que Dios
nos ayuda no para ejecutar lo que conociéremos, sino para
conocer lo que debemos obrar? Pues si creen que »este hom­
bre de Dios pensaba así, véan lo que dice de la misma ley.
En el libro De la huida del mundo dice: La ley pudo cerrar
la boca de todos, no cambiar él corazón. Y en otro pasaje del
mismo libro: La ley condena el hecho, no quita la malicia.
Vean cómo este varón fiel y católico concuerda con el Após­
tol, que dice: Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley,
con aquellos habla que están dentro de la ley, para que toda
boca se cierre y el mundo todo se reconozca reo ante la jus­
ticia de Dios, dado que, en virtud de las obras de la ley, no
será mortal alguno justificado en su presencia. De esta doc-
non iustificabitur ex le ge omnis caro coram Ülo 137. Ex eo
enim apostolico sensu illa sumpsit et scripsit Aanbrosius.
31. lam vero quoniam Pelagiani dicunt, iustos in hac
vita vel esse vel fuisse, qui sine ullo peccato vixerint, in
tantum ut vita futura, quae in praemio speranda est, provec-
tior et perfectior esse non poissit: etiam hie eis respondeat
eosque refutet Aimbrosius. Nam exponens Isaiam prophetanì,
propter id quod scriptum est: Filios genui e t exaltavi, ipsi
autem me spreverunt13S, suscepit de generationibus quae ex
Deo sunt disputare ; atque in ipsa disputatione commemoravit
testimonium Toannis, ubi ait : Qui natus est ex Deo, non pec­
cai *13°. Et eamdem quaestionem difficillimam tractans : Cum
in hoc mundo, inquit, nullus sit qui immunis sti a peccato,
cum ipse Joannes dicat: “'Si dicimus quia non peccavimus,
mendacem jacimus ilium” 140. Si autem ex Deo nati non pec­
cant, et de his intelligimus qui in hoc mundo sunt innúmeros,
necesse est aestimemus, qui per lavacri regenerationem Dei
gratiam consecuti sunt. Sed tamen cum dicat prophetar “ Om­
nia a te exspectant, ut des ìllis cibum in tempore : dante te
iis, colligent sibi; aperiente te manum tuam, universa im-
plebuntur bonitate; avertente autem te faciem tuam, turba-
buntur: auferes spiritum eorum, et deficient, et in pulverem
suum convertentur: em ittes spiritum tuum, e t credbuntur, et
innovabis faciem terras” 141; possunt non de quocumque tem ­
pore videri dicta, sed de futuro, quo erit nova terra et novum
caelum. Turbabuntur ergo, ut principium sumant, atque ape­
riente te manum tuam, implebuntur universa bonitate; quáe
non facile huius saeculi est. Nam de hoc saeculo Scriptura
quid dicti? “ Non est qui faciat bonitatem, non est usque ad
unum” 142. Si igitur diversas generationes sunt, et hic introi-
tus in hanc vitam receptor est delictorum, in tantum ut sper-
natur etiam ipse qui genuit, alia autem generatio peccata non
recipit; videamus ne qua sit post huius vitae curriculum nos­
tra regeneratio de qua dictum est: “In regenerations, cum se­
derti Filius hominis in throno gloriae suae” 143. Sicut enim
regeneratio lavacri dicitur, per quam detersa peccatorum col-
luvione renovamur: ita regeneratio dici videtur, per quam ab
omni corpóreas concretionis purificati labe, mundo animae
sensu in vitam regeneramur aeternam ; eo quad purior quae-
dam qualitas sit regenerations, quam lavacri istivs, ut non
solum in actus eius, sed ne in ipsas quidem cogitationes nos-
tras aliqua codât suspicio peccatorum.
Item alio loco ih eodem opere : Videmus, inquit, impossibile
esse ut perfecte quis immaculatus esse possit in corpore con-
stitulw s; cum etiam Paulus imperfectum se dicat. Sic enim
137 Rom. 3, 19-20. M0 i Io. i, 10. 142 Ps. 13, i.
133 Is. i, 2. Ps. 103, 27-30. 143 Mt. 19, 28.
13” i Io. 3, o.
trina apostólica tomó y escribió aquellas sus palabras San
Ambrosio.
31. Y pues los pelagianos dicen que hay o hubo en
esta vida justos que vivieron sin pecado, de tal manera que la
vida futura, que esperamos como premio, no ha de ser mejor
ni más perfecta, que también aquí les replique y refute
San Ambrosio. Comentando al profeta Isaías, al llegar a
aquel pasaje: Y a he criado hijos y los he engrandecido, y
ellos me han despreciado, comenzó a tratar de las generacio­
nes que proceden Dios, y citó el testimonio de San Juan: El
que ha nacido de Dios no peca. Y estudiando esta misma difi­
cilísima cuestión, escribe: No habiendo nadie en este mundo
que esté libre de pecado, pues el mismo San Juan dice: “ Si
decimos que no tenemos pecado, le hacemos m entiroso” . Pues
si los nacidos de D ios no pecan, y por tales entendemos muchí­
simos que viven en el mundo, debemos creer que son los que
han alcanzado la gracia por medio del bautismo. Mas como
el profeta d ice: “ Todos esperan de ti que les des el alimento
a su tiempo. Tú se lo das y ellos lo tom an; abres tu mano y
sádanse de todo bien ; si tú escondes tu rostro, se twrban;
si iles quitas el espíritu, mueren y 'vuelven al polvo; si man­
das tu espíritu, se recrían, y asi renuevas la faz de la tierra” ,
puédese pensar que no se han dicho. aquellas palabras de
todo tiem po, sino del tiempo venidero, cuando habrá nueva
tierra y nuevo cielo. Volverán, pues, al caos, comenzarán a
ser, y , al abrir tu mano, se saciarán de todo bien; lo cual
no se puede aplicar fácilmente al siglo presente. Porque ¿qué
dice la Escritura de este siglo? “N o hay quien haga el bien;
ni uno existe que obre el bien” . Pues si se trata de diversas
generaciones, y Ja entrada en esta vida no se hace sin recibir
pecados, de tal suerte que se desprecia al mismo que nos
engendró, y la otra generación no admite pecados, veamos
si, después de la carrera de esta vida, no hay alguna gene­
ración nuestra de la que se ha dicho: “En la regeneración,
cuando se sentare el H ijo del hombre en el trono de su g lo -.
ria” . A si como decimos regeneración del bautismo, en virtud
de la cual, purificados de la inmundicia de los pecados, somos
renovados, «m í parece que recibe el nombre de regeneración
aquella por la cual, purificados de toda mancha corporal,
som os reengendrados con pureza del alma para la vida eter­
na, porque es una manera de regeneración más pura que la
del bautismo, de modo que no pueda recaer sospecha de pe­
cado no solamente en sus actos, pero ni aun en nuestros
pensamientos.
Y en otro pasaje de la misma obra leemos: Vemos que es
imposible que uno pueda ser perfectam ente inmaculado vi­
rtiendo en cuerpo, ya que San Pablo se llama a sí mismo im­
perfecto. Pues dice: “No que ya lo haya obtenido o que ya
habet: “ Non quod iam acceperim, aut iam perfectas sim ". Et
tarnen post paululum ait: “ Quicumque ergo perfecti su-
mus” 144. Nisi forte quia est perfectio alia in hoc mundo, alia
post illud perfectum de quo dicit ad Corinthios: “ Cum venerit
quod perfectum est’’ 14sy et alibi: “Donee occurramus omnss
in unitatem fidei, et agnitionem Filii Dei, in virum perfectum ,
in mensuram aetatis plenitudinis Christi” 14C. Ut ergo perfec­
tos secum multos ait Apostolus in hoc mundo sitos, qui si ad
perfectionem veram respieias, perfecti esse non poterant, quia
ipse dixit: “ Videmus nunc per speculum in aenigmate, tune
autern fad e ad fad em ; nunc cognosco ex parte, tune autem
cognoscam sicut et cognitus sum” 147; ita et immaculati sunt
in hoc mundo, et immaculati erunt in regno D ei; cum utique
si minutips discutías, immaculatus esse nemo possit, quia
nemo sine peccato.
Item in ipso: Videmus, inquit, quia dum in hac vivimus
vita, nos mumdare debemus, et qùaerere Deurn, et incipere ab
emundatione animae nostrae, e t quasi fundamenta constituere
virtutis, ut perfectionem purgationis post hanc vitam merea-
mur adipisd. Itemque in ipso: Gravatus autem, inquit, et in-'
gem iscens quis non loquatur: “Infelix ego homo, quis me
liberabit de corpore m ortis huius ?” 148 Ita eodem magistro
omnes varietates interpretationis absolvimus. Nam si omnis
infelix qui se corporis implicatum molestiis recognoscit, uti­
que omne corpus in felix: ñeque enim felicem ilium dixerim,
qui confusus quibusdam mentis suae tsnebris conditionem
suarn ncscit.
Illud quoque non absurdum ad intellectum accessit. Si e'nim
homo qui se cognoscit, infelix est, infelices profecto orrmes;
quia unusquisque suam infirmitatem aut per sapientiam re­
cognoscit, aut per insipientiam nescit.
Item in libro De bono m ortis: Operetur igitur, inquit, mors
in nobis, ut operetur et vita, bona vita post mortem, hoc est,
bona vita post victoriam, bona vita absoluto cer famine : ut
iam lex carnis legi mentis repugnare non nove'rit140ut iam
nobis nulla sit cum corpore mortis contentio li0.
Rursu3 in eodem. Ergo, inquit, quia iusti hanc remunera-
tionem habent ut videant fadem Dei et lumen illud ‘quod illu­
minât omnen hom inem 151 ; abhinc induamus huiusmodi Stu­
dium, ut appropinquet anima nostra D eo, appropinquet oratio,
adhaereat illi nostrum desiderium, non stparem ur ah eo. E t
hic quidem positi, meditando, legenda, quaerendo copulemur
D eo: cognoscamus eum, ut possumus. E x parte enim hie

144 Phil. 3, 12. 15.


144 Ti OCor.
li¡> w 13,
u 10.
in x w x u . y , M4*
140 Eph. 4, 13. 143 R o m . 7, 33.
sea y o 'perfecto” . Y poco después dice: “ Cuantos, pues, somos
perfectas” . Tal vez porque hay una perf ección en este mundo
y otra después de lo perfecto de que trata escribiendo a los
Corintios: “Mas cuando viniere lo perfecto". Y en otra parte:
“Hasta que lleguemos todos juntos a encontrarnos en la uni­
dad de la fe y del pleno conocim iento del H ijo de Dios, a la
madurez del varón perfecto, a un desarrollo orgánico pro­
porcionado a la plenitud de Cristo” . Pues asi com o dice el
A póstol que hay en este mundo muchos perfectos com o él,
los cuales, si miramos la verdadera perfección, no podían
ser p rfretos, ya que él mismo d ijo: “Porque ahora vemos
por medio de espejo en enigma, mas entonces cara a cara;
ahora conozco parcialmente, entonces conoceré como y o mis­
mo fui conocido” , así hay hombres inmaculados en este
mundo y los habrá en el reino de D ios; aunque, si bien lo
consideras, nadie puede ser inmaculado, porque no hay quien
no tenga pecado.
Y en la misma obra escribe: Vem os que, mientras vivi­
mos en este mundo, debemos purificam os, y comenzar por el
alma la purificación, y asentar las bases de la virtud para
m erecer alcanzar después de esta vida la perfecta purifica­
ción. ¿Quién no dirá apesadumbrado y lloroso?: “ ¡Desven­
turado de m í! ¿ Quién me librará del cuerpo de esta muerte ?”
De esta manera abarcamos, siguim do su doctrina, las varias
interpretaciones. Porque isi es desgraciado el que se si nte
atenac ado por las miserias del cuerpo, entonces no hay duda
qué todo cuerpo es desv'nturado; ni tampoco llamaré dicho­
so al que, cagado por ciertas nieblas de su alma, no conoce
su condición.
Tampoco es despropósito referir aquello al entendimiento.
Porque, si el hombre que se conoce es desventurado, no hay
duda que todos som os desventurados, porque todos o reco­
nocen por la sabiduría su flaqueza o la ignoran'por su ne­
cedad.
En el libro Del bien de la muerte dice: Obre, pues, la
mu'-rts en nosotros a fin de que obre la vida, la buena vida,
después de la muerte, esto es, la vida buena después de la
victoria, la vida buena después de terminado el combate,
para que la ley de la carne no repugne ya a la ley del es­
píritu, para que no tengamos que luchar con el cuerpo.
Dice también en la misma obra: Por tanto, como los jus­
to s reciben este premio, que es ver a Dios y aqu'lla luz que
ilumina a todo hombre, tengamos desde ahora este ardiente
anhelo para que nuestra alma se llegue a Dios, se llegue a
la oración, nos adhiramos a E l por el deseo, no nos separe­
mos de El. Y mientras vivamos aquí, unámonos a Dios
meditando, leyendo, buscando, y conozcámosle cuanto nos
es posible. Pues aquí conocemos parcialmente, porque aquí
cognoscimus : quia hie im perfecta, ülic perfecta om nia; hie
parvuli, ülic robusti. “ Videmus, inquit, nunc per speculum m
aenigmate, tunc autem facie ad fadem ’'. Tunc revelata fad e
' gloriami Dei speculari iicebit, quam name animate corporis
huius concretis visceribus involutae, e t quiibusdam carnis
huius maculis e t eolluvionibus obumbratae sincere videre non
possunt. “ Quis enim, inquit, vid&bit vultum mernn, e t vi-
vet ? " 152 E t recto: nam si solis radios ocuM nostri ferre non
possunt, e t si quis diutiais e regione solis intenderà, caecari
solere perhibetur; si creatura creaturam sine fraudo atque
offensione sui non potest intueri; quomodo potest sine perieu-
lo sm vibrantem cernere vultum Creatoris aeternis corporis
huius oipertus exu viis? Quis enim iustificatur in conspectu
D e i 153 ; cum unius quoque diei in fans mundus a peccato esse
non p o ssit154, e t nemo possit de sui cordis i/ntegritate et cas­
timonia gloriavi? 155.

CAPUT XII

H a e r e s is p e l a g ia n a e t s y n o d i g e n e r a l e co n gr eg a ™

32. M inis longum erit, si omnia velina commemorare,


quae sanctus Amforosius adversus hanc haeresim Felagiano-
rum tanto post exorturam, non eis quidem respondens, sed
praedicans catholicam fidem, atque in ea homines aedificans
dixit et seripsit. Sed nec ilia omnia commemorare potui vei
debui, quae gloriosissimus in Domino Cyprianus posuit in
Epistolis suis, quibus demonstretur, quam sit haee, quam te-
nemus, fides vera vereque Christiana atque catholica, sicut per
Scripturas sanctas antiquitus tradita, sic a patribus nostris,
et usque ad hoc tempus, quo isti earn convellere tentaverunt,
retenta atque reservata, et deinceps propitio Deo retinenda
atque servanda. Nam sic Oypriano et a Cypriano tradita haec
atque huiusmodi ex eius litteris testimonia prolata testantur :
sic autem usque ad tempora nostra servata, ea quae de his
rebus antequam isti ebullire eoepissent, Ambrosius conscrip-
sit, ostendunt, et quod eorum profanas novitates catholicae
aures quae ubique sunt, horruerunt: sic porro deinoeps esse
servanda, satis salubriter istorum partim damnatio, partim
correctio declaravit. Quodlibet enim mutire audeant adversus
sanam fidem Cypriani et Ambrosii, non eos puto in tam mag­
num prorupturos furorem, ut memorato® ét memorabiles ho- '
mines Dei audeant dicere Maniehaeos.

153 Ps. 142, 2.


15,1 lo b 14, 5, sec. L X X .
153 Prov. 20, 9 ; PL 14, 590-591.
todo es im perfecto y allí perfecto. “ Vemos, dice, ahora por
medio de espejo en enigma, después cara a cara” . Entonces-
podremos, descubierta Ja faz del Señor, contemplar su glo­
ria, que aihora no pueden contemplar bien las almas, ence­
rradas como están en estos cuerpos groseros y desalumbra­
das por ciertas máculas e inmundicias de la carne. Porque
'‘¿quién, dice el Señor, puede ver mi faz y vim rV' Y en ver­
d a d s i nuestros ojos no pueden soportar los rayos del sol,
y si uno mira de hito en Mto el sol, queda enceguecido, como
dicen; si la criatura no puede sin su propio daño y perjuicio
contemplar otra criatura, ¿ cómo podrá, cargada de los des­
pojos de este cuerpo, contemplar sin peligro la faz fulgu­
rante del Señor? ¿Quién se hallará justo en el acatamiento
de Dios, si aun el niño de un día no puede estar limpio de
pecado y nadie puede gloriarse de la rectitud y pureza de su
corazón?

CAPÍTULO XII

L a h e r e jía pelagiana y la celebración de u n concilio


GENERAL

32. Me haría interminable si quisiera citar cuanto con­


tra esta herejía pelagiana, que había de aparecer mucho más
tarde, dijo y escribió el santo Ambrosio, no en son de ré­
plica, sino predicando la fe católica e instruyendo en la
misma a los hombres. Como tampoco pude ni debí citar
cuanto ¡el gloriosísimo en el Señor Cipriano consignó en sus
epístolas, con que se demuestra cómo esta fe que profesa­
mos es la verdadera fe y la verdaderamente cristiana y ca­
tólica, profesada y guardada, tal como antiguamente fué
enseñada por las Santas Escrituras, por nuestros padres
hasta el tiempo presente, en que éstos intentaron destruirla,
y que siempre, con el favor de Dios, se ha de profesar y
guardar. Pues que ésta es la fe que enseñaron a Cipriano
y la que Cipriano enseñaba, lo dicen los testimonios citados
y otros que pueden citarse de sus mencionadas epístolas;
y que ésta es la fe que se conservó hasta nuestro tiempo, lo
prueba cuanto Ambrosio escribió sobre estas materias antes
de que éstos comenzaran a aparecer y el hecho de que los
católicos de todo el mundo han rechazado con horror estas
profanas novedades; y que así se ha de conservar en ade­
lante lo declaró provechosamente, por un lado, la condena­
ción, y*por otro, la corrección de los mismos. Por mucho que
hablen contra la recta fe de Cipriano y Ambrosio, no creo
que caigan en tanto desatino que osen llamar maniqueos a
estos venerables hombres de Dios.
33. Quid est ergo quod rabiosa mentis caecitate nunc
iactant, toto penitus Occidents non minus stultum quam im-
pium dogma suscsptum : quandoquidem Domino miserante
suamque Ecclesiam misericorditer gubernante, sic vigilavit
catholica tides, ut non minus stultum quam impium dogma,
quemadmodum Manichasorum, ita etiam non susciperetur is-
tcrum? Ecce sancti et doc.ti viri fama totius Ecclesia© con­
testante catholdci, et creaturam Dei, et nuptias ab ilio insti-
tutas, et legem ab eo per sanctum Mioysen datanti, et liberum
arbitrium naturae hominis insitüm, et sanctos Patriarchat
et Prophet as debitis ac congruis praedicationibus làudani:
qua© omnija quinque Manichaei, partim negando, partim
etiam detestando condemnant; unde apparet istos doctor es
catholicos longe a Manichaeorum sensibus alienos : et tarnen
asserunt originale peccatum, asserunt gratiam Dei super li­
berum arbitrium, omne antecedere meritum, ut vere gratui-
tum divinum praebeat adiutorium,; asserunt sanctos ita iuste
in hac vita vixisse, ut eis esset necessarium, quo dimittantur
quotidiana peccata, orationis auxilium, perfectamque iusti-
tiam, quae non possit habere peccatum, in alia vita futuram
eis, qui iuste hic vixerint, praemium.
34. Quid est ergo quod dicunt: Simplidbus episcopis,
sine congregations synodi in locis suis sedentibus, extorta
subscriptio est? Numquid beatissimis et in catholica fide ex-
cellentissimis viris Cypriano et Ambrosio ante istos, adver-
sus istos extorta subscriptio est: qui eorum impia dogmata
tanta manifestatione subvertunt, ut quae contra eos iftani-
festiora dicamus, vix nos invenire possimus?
Aut vero congregatione synodi opus erat, ut aperta per-
nicies damnaretur? quasi nulla ha-eresis aliquando nisi sy­
nodi congregatione damnata sit; cum potius rarissimae in-
veniantur, propter quas damnandas necessitas talis exstiterit;
multoque sint atque incomparabiliter plures, quae ubi exsti-
terunt, illic improbari damnarique meruerunt, atque inde per
caeteras terras d evitanda© innote soere potuerunt. Verum is-
torum superbia, quae tantum se extollit adversus Deum, ut
non in ilio velit, seti potius in libero arbitrio gloriari, hanc
etiam gloriam captare intelligitur, ut propter illos Orientis
et Occidentis synodus congregetur. Órbem quippe catholicum,
quoniam Domino eis resistente pervertere nequeunt, saltern
33. ¿Cómo, pues, propalan ahora con rabiosa ceguera
espiritual que en todo el Occidente se extendió esta opinión,
tan necia como impía? Cuando la verdad es que por la mi­
sericordia de Dios, que gobierna con misericordia a su Igle­
sia, la vigilante fe católica hizo que se rechazara esta opi­
nión tan necia como impía, lo mismo que antes se había
repudiado la de los maniqueos. Ved cómo hombres santos y
doctos, y, según el testimonio universal de la Iglesia, cató­
licos, celebran con las debidas y convenientes alabanzas a
la criatura de Dios, y el libre albedrío dado a la naturaleza
del hombre, y el matrimonio por El instituido, y la ley por
El dada mediante el ministerio de Moisés, y a los santos
patriarcas y profetas; todas las cuales cinco cosas conde­
nan los maniqueos, ora negándolas, ora abominando de ellas;
por donde se ve que estos doctores católicos profesan una
doctrina muy diferente de la de los maniqueos, y, sin em­
bargo, admiten el pecado original; admiten que la gracia
de Dios, obrando sobre el libre albedrío, antecede a todo
mérito para prestar ayuda divina verdaderamente gratuita;
admiten que los santos de tal suerte vivieron una vida pia­
dosa en carne mortal, que les era necesario el auxilio de la
oración para que se les perdonasen las faltas cotidianas, y
enseñan que la perfecta justicia, inmune de todo pecado, ha
de ser en la otra vida premio de los que aquí vivieron san­
tamente.
34. ¿Cómo, pues, dicen que se hizo firm ar a la fuerza
y sin las formalidades de un concilio a obispos sencillos re­
sidentes en sus sed es? ¿P or ventura se hizo firmar a la fuer­
za, antes que éstos existieran y contra éstos, a los beatísi­
mos y beneméritos de la fe católica Cipriano y Ambrosio,
los cuales pulverizan las afirmaciones pelagianas con tanta
claridad que apenas será posible hallar expresiones más
claras ?
Pero ¿ es que era necesario un concilio para condenar una
calamidad tan evidente? Como si no se hubiera condenado
nunca ninguna herejía sin las formalidades de un concilio,
siendo, por el contrario, poquísimas las que han hecho ne­
cesaria la celebración de un concilio y mucho más nume­
rosas, sin comparación alguna, las que hubieron de ser des­
aprobadas y condenadas allí donde aparecieron y de donde
se dieron a conocer en otras regiones para que también en
éstas fueran repudiadas. Mas la soberbia de los pelagianos,
que se atreven a tanto contra Dios que no quieren gloriarse
en El, sino más bien en el libre albedrío, muestra bien a las
claras que aspiran a la gloria de ver reunido por su causa un
concilio de las Iglesias de Oriente y de Occidente. Ya que no
pudieron, por atajar Dios sus planes, pervertir el mundo
católico, tratan al menos de alborotarlo; siendo así que lo
commovere conantur: cum potius vigilantia et diligentia
pastorali post factum de illis competens sufficiensque iudi-
cium, ubicumque isti lupi apparuerint, contersndi sint, sive
ut sanentur atque mutentur, sive ut ab aliorum salute atque
integri tate vitentur; adiuvante Pastore pastorum, qui ovem
perditam et in parvulis quaérit, qui oves sanctas et iustas
gratis facit, qui eas quamvis sanctificatas et iustificatas, ta-
men in ista fragilitate atque inflrimitate pro quotidianis pec-
catis, sine quibus hic non vivitur, etiam cum bene vivitur,
quotidianam remissionem, et ut pétant providenter instruit,
et petentes clementer exaudit.
que procede es que la. vigilancia y diligencia de los pastores,
una vez que han sido juzgados conveniente y suficientemente,
los aplaste dondequiera que aparezcan, bien para que sanen
y se enmienden, bien para que huyan de su compañía los
sanos y de fe recta, con la ayuda del pastor de los pastores,
que busca la oveja perdida aun entre los párvulos; que crea
gratuitamente las ovejas justas y santas, a las cuales, aun­
que santificadas y justificadas, instruye sabiamente, mientras
viven en este mundo de fragilidad y flaqueza, para que pidan
el perdón de los pecados de cada día, sin los que no es posi­
ble vivir en esta vida, perdón que El, cuando se lo piden,
otorga misericordiosamente.
A c t a s del p r o c e s o c o n t r a P e l a g io
I N T R O D U C C I Ó K

San Agustín ha sido llamado martillo de la herejía, nom­


bre que le cuadra bien al D octor de la Gracia por los golpes
vigorosos descargados sobre la herejía y por la porfía cons­
tante con que ha machacado el error hasta reducirlo a polvo.
San Agustín ha sido, entre todos los luchadores que ha tenido
el cristianismo, el más sabio y el más batallador. En cuanto
ha conocido al adversario de la doctrina de la Iglesia, le
presenta la batalla en todos los terrenos y combate sin tre­
gua contra él con todas las armas. Tal fué su estilo de com­
bate contra las herejías maniquea y donatista; tal la lucha
sostenida contra la herejía pelagiana. La pluriforme activi­
dad polémica de San Agustín contra el pelagianismo abarca
todos los terrenos y reductos en que se puede combatir a la
herejía. Es la conversación privada, el sermón predicado a
los fieles, el comentario fulminante, las cartas dirigidas a
personas de la más diversa posición social, sin excluir a los
mismos herejes, cuya corrección se procura con exquisita
prudencia. Es la serie ininterrumpida de libros de profunda
especulación teológica o de refutación de los escritos heré­
ticos. Es la participación en los concilios africanos, asam­
bleas al par que batallas decisivas en la lucha contra la he­
rejía, y que reflejan el corazón y la inteligencia de San Agus­
tín. Son los viajes emprendidos, no obstante su precaria
salud, cuando lo requiere el bien de la Iglesia, empeñada en
la lucha contra sus enemigos. Es incluso la divulgación y
comentario de los documentos públicos que pregonaban cla­
ramente la derrota y condenación de la herejía.
A este último género pertenece el libro De gestis Pelagn
que estamos prologando. Pero, antes de ocuparnos del libro,
parécenos oportuno recoger aquí los escasos datos que se
conocen de- la vida de Pelagio, el heresiarca más temible con
quien hubo de medir sus armas el D octor de la Gracia.

Se desconoce el lugar de nacimiento de Pelagio y sólo ae


sabe, por el testimonio de sus contemporáneos, que fué bre-
tón. A Pelagio se refiere San Próspero con estas palabras:
Dogma quod antiqui satiatum, felle draconis
pestifero vomuit coluber sermone Britannus '.
Orosio escribe que Pelagio tuvo humilde nacimiento y que
sus padres no pudieron darle una educación intelectual es­
merada, por lo que hubo de servirse en la redacción de sus
obras de una pluma más elegante qjie la suya. Las obras que
de él nos quedan y la habilidad con que se defendió de sus
errores nos le muestran como hombre de talento y dado a la
especulación. San Agustín dice de él que era acutissimus, y,
refiriéndose a Pelagio y a Celestio, principales corifeos de la
herejía pelagiana, los llama fortissim a y celérrima ingenia e
ingenios no despreciables.
Pelagio fué monje, como le llama San Agustín y otros
contemporáneas, señal de que no tuvo otra dignidad. El
año 405 se hallaba en Oriente. Parece ser el monje de quien
escribe San Juan Crisòstomo en 405 en su carta a Olimpias,
quejándose de los que habían desertado del partido que de­
fendía su inocencia: Cánsame gran pena Pélagio. Tú mismo
puedes ponderar cuántas y cuán bellas coronas han merecido
los que han permanecido fieles en la ¡prueba, si tienes en
cuenta que se han dejado arrastrar varones tan observantes
y probados. El mismo año 405 lo encontramos en Roma,
donde permaneció hasta el año 410, gozando de gran predi­
camento entre las personas piadosas como director espiritual
sabio y experimentado. Eísta fama se extendió fuera de Roma,
sosteniendo Pelagio activa correspondencia epistolar con va­
rones de reconocida virtud, como San Paulino de Ñola y
otros. Por ello no es de extrañar que San Agustín en sus
primeros escritos contra Pelagio le llame varón santo digno
de alabanza, cristiano de no mediana virtud, y le dedique
otros elogios semejantes a éstos y nos hable del fervor y arre­
batado celo con que Pelagio exhortaba a la virtud.
Pero, a compás del cambio obrado en su inteligencia por
la negación da la fe cristiana, se vino abajo lo que parecía
sólida virtud. Orosio, que escribía su Apologia en 415 ó 416,
llama en ella a Pelagio maestro y amigo de la buena mesa,
que se forjaba la ilusión de alcanzar la vida perfecta lle­
vando una vida cómoda y regalona. Le echa también en cara
la embriaguez, y, después de compararlo con el gigante Go­
liat, dice : Ahí tenéis al descomunal y arrogante Goliat, muy
pagado de la opulencia de su cuerpo, que ss cree capas de
todo y anda cargado de llamativos arreos de pies a cabeza2.
EÌ año 411, Pelagio salió de Roma, entró, según parece,
en Sicilia y pasó, acompañado de su discípulo Oelestio, a
1 FL si, 94.
- PL 31, 1176.
Africa, aportando a Hipona; pero no hizo en esta ciudad pro­
paganda de sus errores. En este mismo año encontramos a
Pelagio en Cartago, donde lo vió una o dos veces San Agus­
tín, muy entretenido entonces con los preparativos de la céle­
bre conferencia contra los donatistas. De Cartago se trasladó
Pelagio a Egipto y poco después a Palestina, donde se halla­
ba el año 415 y acaso antes, en 411. Aquí parece trabó amis­
tad con San Jerónimo; pero la amistad duró poco, porque el
solitario de Belén escribía el 414 la carta a Ctesifonte, que es
una refutación de las doctrinas que Pelagio enseñaba secre­
tamente a sus discípulos, y al año siguiente tres libros en
forma de diálogo contra los errores pelagianos.
El año 415 se celebró el sínodo de Dióspolis, al que con­
currieron catorce obispos de la Palestina, para juzgar a Pe­
lagio, acusado por los obispos galos lieros y Lázaro. El sí­
nodo condenó los errores atribuidos a Pelagio y absolvió al
heresiarca, lo que dió ocasión para que Pelagio o sus secuaces,
adelantándose a la divulgación de las actas del sínodo, hi­
cieran correr rápidamente por el mundo cristiano un escrito
gloriándose de que la doctrina de Pelagio había sido aprobada
por catorce obispos. Al tener noticia de lo ocurrido en Diós­
polis, los obispos del Africa proconsular, reunidos en Carta­
go (416), condenaron de nuevo los errores pelagianos, junto
con sus autores, Pelagio y Celestio, mientras éstos no con­
denaran lisa y llanamente su herejía. Lo mismo hicieron poco
después los obispos de la Numidia reunidos en Milevi, y en­
viaron las actas, lo mismo que los del Africa proconsular, al
papa Inocencio I. Este confirmó las decisiones de ambos con­
cilios en cartas de 27 de enero de 417, en las que decía que_
había recibido, enviadas por laicos, las actas del sínodo de*
Dióspolis, pero que no las tenía en cuenta por echarse en
ellas de menos la sinceridad de Pelagio y porque le habían
sido remitidas sin que viniesen acompañadas de alguna carta
de Pelagio o de los obispos que lo habían declarado inocente;
así que dudaba de la autenticidad de las actas y juzgaba que
Pelagio no creía mucho en la absolución que propalaba, y,
por tanto, haciendo caso omiso de las actas y fundado en
la relación que le habían enviado los Obispos africanos, exco­
mulgaba a Pelagio y a Celestio como indignos de la comu­
nión eclesiástica.
Praylio, que había sucedido al obispo de Jerusalén Juan,
escribió al papa Inocencio recomendando con empeño la causa
de .Pelagio, cuya carta le remitía juntamente con la suya.
Como el papa San Inocencio había muerto en marzo del 417,
las cartas fueron entregadas a su sucesor, Zósimo, que cre­
yó sinceras las declaraciones que de su ortodoxia hacía Pe­
lagio, y escribió a los obispos africanos en este sentido el
mismo año 417, censurándoles como precipitada la condena-
ción de Celestio y quejándose amargamente de que hubiesen
dado fe a las acusaciones de los adversarios de Pelagio. Re­
cibida la carta que Zósimo había escrito en favor de Celeetio,
los obispos africanos rogaron al papa que dejara las cosas
•como estaban, y le comunicaban que mantenían la sentencia
dictada por el papa Inocencio contra Pelagio y Celestio hasta
tanto que éstos confesaran sin ambages la necesidad de la
gracia tal cual la confiesa la Iglesia católica ; le recordaban
también el juicio que al papa Inocencio había merecido el
sínodo de Dióspolis y desenmascaraban los sofismas de la
profesión de fe enviada por Pelagio a Roma. El papa condes­
cendió con el deseo de los obispos africanos de dejar por el
momento las cosas como estaban. Recibióse la carta del papa
el 28 de abril del 417, cuando los obispos de toda el Africa
Se aprestaban a celebrar un concilio plenario para condenar
los errores pelagianos. En efecto, este concilio aprobó nueve
Cánones condenando dichos errores e hiriendo de muerte a
la ¡herejía.
Aludiendo a estos concilios africanos y a la decisiva in­
fluencia de San Agustín en la condenación del pelagianismo,
cantó después San Próspero:
Convenere tui ¡de cu n d ís urbibus altini
: 9 pontífices, gem inoque senum celebérrima coetu
decernis .quod Roma probet, quod regna sequantur.

An alium (¡re finem 'posset procederé sancturh-


■ ConcUmm, cui dux Aurelñis, ingeniumque
Augustiñws cratt f
Por su parte, el emperador Honorio dió el 30 de abril
* de 418 una ley contra los pelagianos, desterrando a Pelagio
y Celestio de Roma caso de que se encontrasen en esta ciu­
dad y condenando al destierro y privación de bienes a los pe­
lagianos convictos de herejía. El papa San Zósimo citó a su
juicio a Celestio para resolver definitivamente la cuestión;
pero 'Celestio respondió con la fuga, y entonces el Papa apro­
bó los decretos del concilio de Cartago, condenó a Pelagio y
a Celestio, reduciéndolos al estado de los penitentes en el
caso de que detestaran sus errores, y fulminó contra ellos
la eoscomunión si no se retractaban, y escribió a los obispos
de todo el mundo una epístola, conocida con el nombre de
VracUma, condenando los errores pelagianos. Poco después
Pelagio desaparece de la escena de la controversia religiosa,
sinique se sepa de manera cierta su ulterior paradero.

Hemos hablado antes del sinodo de Diospolis, que fue un


episodio important« en la controversia pelagiana y dio oca-
‘ PI- 51, 101-102.
sión a San AJgustín para escribir el 'libro De gestis Pélagü o
A ctas del proceso contra Pelagio, que presentamos a los lec­
tores de la B. A C. Digamos algo del sínodo y de los ante­
cedentes del libro.
El año 411 llegó Pelagio a Palestina, según hemos dicho
antes. Como en otras partes, propagó también aquí sus erro­
res acerca del pecado original y de la gracia, lo que fué causa
de que se originaran disturbios y disputas que turbaron la
paz de los fieles. Para restablecer la paz se celebró, a ins­
tancia de los presbíteros de Jerusalén, una junta bajo la
presidencia del obispo de esta ciudad, Juan, a la que asistie­
ron el español Orosio, los presbíteros Vital y Paserio, un
intérprete y Dómino, el cual, lo mismo que Paserio, gozaba
de mucho prestigio por su experiencia, por su virtud y por­
que hablaba tanto el latín como el griego. Por eso entrambos
habían sido invitados por los sacerdotes jerosolimitanos para
asistir a la junta en calidad de intérpretes. A ruego de los
mismos sacerdotes asistió Orosio, que por aquel entonces
vivía en Jerusalén, adonde había sido enviado por San Agus­
tín para instruirse al lado de San Jerónimo y seguir los pasos
a Pelagio. En su A pología4, Orosio nos ha dejado una rela­
ción bastante detallada do esta junta, de la que no se levan­
taron actas por no haber sido nombrado un secretario.
En entrando Orosio en el lugar de Ja junta, el obispo le
mandó sentar, y todos le rogaron que, si tenía conocimiento
de haberse tomado en Africa alguna decisión contra la here­
jía que predicaban Pelagio y Oelestio, lo dijera fiel y pun­
tualmente. Respondió Orosio que Celestio había sido conde­
nado por el concilio de Cartago. Dijo también que Agustín,
obispo de Hipona, estaba escribiendo a este tiempo un libro,
De natura et gratia, y añadió que consigo tenía la carta que
el mismo obispo habia dirigido a Hilario, residente en Sicilia,
la cual leyó en seguida por mandato del obispo. Juan. Segui­
damente entró Pelagio en la junta. Todos a una voz le pre­
guntaron si había enseñado las opiniones que había comba­
tido el obispo Agustín, a lo que respondió con desenfado Pe­
lagio: “ ¿Qué tengo yo que ver con Agustín?” Indignados los
presentes con esta respuesta, que era una injuria al gran
obispo debelador de la herejía donatista, dijeron que Pelagio
debía ser expulsado no sólo de la junta, sino también de la
Iglesia católica; pero el obispo Juan, en vez de castigar la
audacia del beresiarea, le mandó sentar entre los presbíte­
ros, y, para mejor dejar pasar la injuria hecha a Agustín,
d ijo : “ Yo soy Agustín” . A lo que replicó fulminante Orosio:
“ Si eres Agustín, obra como Agustín” .
Después de esto preguntó Juan si el contenido de la carta
iba contra Pelagio o contra algún otro, y añadió que, si en la*
* PL 31, 1176- 1178.
carta se combatía a Pelagio, todos podían exponer los cargos
que tuvieran que hacerle. Entonces Orosio, con aprobación
de todos, d ijo : “ Pelagio me dijo que él enseñaba que el hom­
bre puede vivir sin pecado y observar fácilmente, si quiere,
los mandamientos de Dios” . “ No puedo negar—respondió
Pelagio— que he enseñado y enseño esta doctrina” 5. “ Pues
bien— le replicó Orosio— , esta doctrina ha sido condenada
por un concilio africano y por los escritos de Agustín y de
Jerónimo, cuya palabra es para Occidente como rocío del cie­
lo” . Pero Juan, haciéndose sordo a todo, quería que ellos
tomasen sobre sí el cargo de acusador ante él, puesto que era
el obispo de Jerusalén. Negábanse todos diciendo: “ Nosotros
no somos acusadores de Pelagio, sino que referimos lo que
los obispos, tus hermanos y padres nuestros, han dicho y
hecho contra esta herejía predicada por un laico, a fin de
que no se turbe la paz de tu iglesia” . Como Juan persistiese
en su empeño, dijéronle todos: “Nosotros somos hijos de la
Iglesia católica; no nos pidas que nos hagamos doctores de
los doctores o jueces dé los jueces. Los Padres que el mundo
entero venera, y con los cuales vivimos en gozosa comunión,
han condenado estos errores, y :es justo que nosotros les obe­
dezcamos” . Aun siguió perorando Juan, acaso con el desig­
nio de hacer decir a Orosio que Dios era el autor de la na­
turaleza humana mala y sujeta necesariamente al pecado.
Los principales interlocutores de la junta eran el obispo Juan
y Orosio. Juan hablaba en griego, Orosio en latín; de donde
ee seguía que ninguno de los dos entendía al otro sino va­
liéndose del intérprete, el cual no desempeñaba bien su co­
metido, más por ignorancia que por mala fe, según cuenta
Orosio: ya daba a las palasbras un sentido diferente del que
tenían, ya cambiaba unas cosas por otras, o bien las omitía
otras veces, de suerte que las más de las respuestas de Orosio
las trastrocaba o las suprimía, como lo echaron de ver Pa-
serio, Avito y Dómino. Eln vista de lo cual dijo Orosio re­
sueltamente que el hereje era latino, como lo era él; que la
herejía era mejor conocida en el mundo latino, y que Juan
no era juez a propósito para entender en esta causa, puesto
que, sin que existiera acusador, se arrogaba el papel de juez.
Al dictamen de Orosio se arrimaron los más de ia junta, por
lo que, después de cruzarse entre una y otra parte diversos
dichos, si mismo obispo Juan dijo que se enviarían algunos
emisarios al papa con el fin de que todos observaran lo que
el mismo decretara; que, entretanto, Pelagio debía cesar en
su propaganda y sus adversarios guardarse de tratarle como
convicto de herejía. Todos se conformaron con esta decisión.
Pero la tregua duró poco, y la cuestión pelagiana tomó
a Confiesa Orosio que Pelagio admitió que el hombre puede vivir
sin pecado con el auxilio de Dios.
inopinadamente ot|o sesgo. Escandalizados los obispos galos
Seros y Lázaro, que el año 415 se hallaban en Palestina, de
los errores diseminados por los pelagianos, redactaron en la­
tín un libelo acusatorio con la lista de los errores que en sus
libros enseñaban Pelagio y Ctelestio y lo presentaron a Eulo­
gio, obispo de Cesárea y metropolitano de Palestina. Para
juzgar a Pelagio celebróse en Dióspolis o Lida, en 415, un
sínodo, al que asistieron catorce obispos de Palestina. Pelagio
presentó al sínodo muchas cartas a él dirigidas por personas
muy santas, que le colmaban de elogios, entre las cuales
había una de San Agustín, que Pelagio tuvo buen cuidado de
que se leyera, como se leyeron algunas otras. Viniendo al
punto concreto de las acusaciones contenidas en el libelo
acusatorio, se fueron leyendo y traduciendo al griego por
medio de un intérprete, ya que los jueces desconocían el la­
tín. A los cargos que los jueces le hacían, Pelagio respondía
en griego. La serie de cargos y descargos forma el fondo del
presente libro, donde puede leerlos resumidos el lector en los
números 60-65 del mismo. La sentencia dada por el sínodo
reza así: En vista de las satisfactorias explicaciones de Pe­
lagio, aquí presente, que profesa la sana doctrina y condena
y anatematiza la doctrina contraria a la fe de la Iglesia, pro­
nunciamos que es digno de la comunión eclesiástica.
Tal fué el sínodo de ¡Dióspolis, que San Jerónimo calificó
de miserable, sin duda atendiendo al escándalo que en el
ánimo ds las gentes sencillas había dé causar. Las causas de
esta resolución sinodal no son difíciles de conocer. Al sínodo
no asistieron Heros ni Lázaro, por hallarse enfermo uno de
ellos. Tampoco Orosio ni nadie que acusase a Pelagio y des­
cubriese el sentido qué a sus palabras daba Pelagio, forzán­
dole a exponer su doctrina sin ambigüedades ni tergiversa­
ciones. ¿N o andaría en esto de por medio la mano de los pe­
lagianos? Pelagio, pues, fué absuelto y condenada su herejía
o lo que sus labios reprobaron, como dice San Agustín, el
cual no dejó de alegar contra Pelagio la autoridad del sínodo
diospolitano. M mismo Santo llama a los jueces del sínodo
“piadosos jueces” , con lo que da a entender suficientemente
que Pelagio había sorprendido su buena fe.
Ya hemos dicho antes que, adelantándose a la divulgación
de las actas, Pelagio o sus secuaces habían hecho correr una
carta jactándose de que catorce obispos habían aprobado que
el hombre puede vivir sin pecado y guardar fácilmente, si
quiere, los mandamientos divinos. Divulgóse asimismo un
escrito apologético en que se decía que Pelagio se había jus­
tificado en el sínodo de todos los cargos que sé le habían he­
cho. En cuanto San Agustín tuvo en sus manos las actas
del sínodo de Dióspolis, lo que no sucedió hasta fines del
año 416 o principios del 417, escribió su libro D e gestis Pe-
lagii, que es, además de réplica a los escritos pelagianos
antes mencionados, crítica y comentano teológico de las
actas del sínodo diospolitano. San Agustín demuestra que,
si' bien Pelagio fué absuelto, la herejía pelagiana fué clarísi-
mamente anatematizada y las actas del sínodo no podían ser
invocadas como un arma en favor de la herejía. Las actas
del sínodo dan ocasión a San Agustín para exponer impor­
tantes doctrinas relacionadas con la controversia pelagiana,
es decir, con la gracia. Tal es el contenido de este libro.
ACTAS DEL PROCES O CONTRA P E L AGI O
DE G EST I S PELAGII

PROOEMIUM

1. Posteaquam in manus nostras, sánete papa Aureli,


ecclesiastica sesta venerunt, ubi Pelagius ab episcopis qua-
tuordecim Palestinae catholicus est pronuntiatus, cunctatio
mea terminum accepit, qua disserere aliquid plenius atque
fidentius de ip3a eius defensione dubitabam. Hanc enim iam
in quadam chartula, quam mihi ipse missrat, legeram. Sed
quia eius cum illa nullas a se datas litteras sumpseram, ve-
rebar ne aliquid aliter in meis verbis invèniretur, quam le­
gere tur ep'isoopalibus gestis: atque ita forsitan negante Pe­
lagio quod ipse mihi illam c'hartulam mise ri t, quoniam facile
convinci uno teste non posset, ego potius ab iis qui ei neganti
faverent, aut suppositae falsitatis, aut, ut mitius dicam, te-
merariae credulitatis arguerer. Nunc ergo cum ea pertracto
quae gesta testantur, iam quantum mihi videtur, utrum pro
se ille sic egerit, dubitations sublata, profecto et de ipsius
defensione, et de hoc opere nostro Sanctitas tua, atque om-
nis qui legerit, facilius et certius iudicabit.

CAPUT I
Quonam sensu s it n e c e s s a r ia s c ie n t ia l e g is

2. Primum itaque Domino Deo, rectori custodique meo,


ineffabiles ago gratias, quod me de sanctis fra tribus et
coepiscopis nostris, qui in ea causa iudices consederunt, opi­
nio non fefellit. Responsiones enim eius non immerito appro-
baverunt, non curantes quomodo ea quae obiiciebantur, in
opusculis suis iposuerit, sed quid de his in praesenti examina-
tione respondent. Alia est enim causa fidai non sanae, alia
locutionis incautae.
ACTAS DEL P R O C E S O
C O N T R A P E L A G I O

PROEMIO
1. Luego que llegaron a mis mane®, venerable obispo'
Aurelio, las actas del proceso en el que catorce obispos de
la provincia de Palestina pronunciaron su sentencia decla­
rando católico a Pelagio, cesaron mis vacilaciones y me re­
solví a escribir má.s prolija y confiadamente ácerca de la jus-
t 'ficación con que intentó sincerarse Pelagio. Oierto que yo ya
había leído la tal justificación en un breve escrito que él me
había remitido; mas, como al escrito no acompañaba carta
alguna, temía que mis palabras no se ajustasen a la verdad
de las actas episcopales, y, por tanto, que, si Pelagio negaba
acaso haberme enviado aquel escrito, como no era fácil con­
vencerle de lo contrario con un solo testigo, sus secuaces me
condenaran como impostor o, al menos, como hombre crédu­
lo en demasía. Al escribir ahora con las actas a la vista, me
persuado que tu santidad y todo el que me leyere podrá for­
marse más fácilmente un juicio cabal sobre mi libro y decir
si Pelagio logró justificarse o no de las doctrinas que se le
achacaban.

CAPÍTULO I
CÓMO EL CONOCIMIENTO DE LA DIVINA LEY AYUDA A NO PECAR
2. Antes de comenzar doy de la manera más rendida
gracias a Dios, que me dirige y guarda, porque no me he
visto defraudado en la opinión que tenía de los santos her­
manos y obispos que actuaron como jueces en esta causa.
Pues no sin razón dieron como buenas las respuestas de Pe­
lagio, sin preocuparse de si las doctrinas de que se le acusaba
se enseñaban o no en sus libros, sino teniendo únicamente
en cuenta lo que respondió a las preguntas que se le hicieron.
Una cosa es negar la fe y otra muy distinta dejarse llevar
de ciertas inexactitudes de lenguaje.
Denique in his quae de libello, quem dederunt sancti fra-
tres et coepiscopi nostri Galli, Heros et Lazarus, qui propter
gravem (sicut postea probabilius comperimus) unius eorum.
aegritudinem, praesentes esse minime potuerunt, recitata
sunt.obiecta Pelagio, illud est .primum, quod in libro suo
quodam scribit: Non posse 'esse sine p secato, niisi qui legis
scientiam habuerit. Quo recitato Synodus dixit: Tu hoc edi-
disti, Pelagi? A t Hie respondit: Ego quidem dixi, ssd non
sicut üli intailigunt : non dixi, no>n posse peccare qui scien­
tiam legis habuerit; sed, adiwvari psr legis scientiam ad non
peccandum, sicut scriptum est: “Legem in adiutorium dsdit
Ulis” L. Hoc audito, Synodus dixit: Non sunt aliena db E c­
clesia, quae dicta sunt a Pelagio.
Plane aliena non sunt, quae respondit : illud vero quod
de libro eius prolatum est, aliud sonat. Sed hoc episcopi,
Graeci homines, et ea verba per interpretem audientes, dis­
cutere non curarunt; hoc tantum intuentes, quid ille qui
interrogabatur, sensisse se diceret, non quibus verbis eadem
sententia in eius libro scripta diceretur.
3. Aliud est autem, hominem per scientiam legis ad non
peccandum adiuvari; et aliud est, non posse esse sine pec­
cato, nisi qui scientiam legis habuerit. Cum enim videamus,
exempli gratia, et sine tribulis areas triturari, quamvis ad-
iuvent si adsint; et sine paedagogis posse pueros pergere
in scholam, quamvis ad hoc non sint inutilia paedagogorum
audiumenta; et multos sine medieis ab aegritudine conva-
lescere, quamvis manifesta sint adiutoria medicorum ; et aliis
cibis sine pane homines vivere, quamvis panis adiutorium
valere plurimum non negetur; et alia multa, quae nobis
tacentibus cogitanti facile occurrunt.
Frofecto admonemur adiutoriorum genera esse duo. Alia
quippe sunt, sine quibus illud ad quos adiuvant, effici non
potest; sicut sine navi navigai nemo, nemo sine voce loqui­
tur, nemo sine pedibus graditur, nemo sins luce intuetur, et
multa huiusmodi: unde est etiam illud quod nemo sine Dei
gratia recte vivit. Alia vero sunt adiutoria, quibus sic adiu-
vamur, ut etiam si desini, possit alio modo fieri propter
quod ea requirimus: sicut ilia sunt quae commemoravi; tri-
bula ad fruges terendas, paedagogua ad puerum ducendum,
medicamentum humana arte confectum ad reeipiendam salu-
tem, et caetera alia.

1 Is. 8, 20, sec. L X X .


Digamos ya que los santos hermanos y obispos de las Ga-
lias Heros y Lázaro habían presentado un memorial contra
Pelagio; mas, siéndoles imposible asistir a la tramitación del
proceso por la enfermedad de uno de ellos, como después
supimos, de su memorial se tomaron los cargos hechos a
Pelagio, siendo el primero haber escrito en uno de sus libros:
No puede vivir sin pecado sino quien tuviere conocim iento de
la ley. Formulado este cargo, dijo el sínodo: ¿Tú, Pelagio,
has escrito esto ? Y él respondió: Sí, por cierto, pero sin dar
a mis palabras el sentido que les atribuyen mis adversarios.
Yo no he dicho: N<o puede pecar quien tuviere el conocimien­
to de la ley, sino que él conocimiento de la ley es una ayuda
para no pecar, según está escrito: Diales la ley como ayuda.
Oída esta respuesta, dijo el sínodo: La doctrina que profesa
Pelagio no es contraria a la doctrina de la Iglesia.
Cierto que no es contraria a la fe de la Iglesia la respuesta
de Pelagio; pero sí lo ¡es el pasaje citado de su libro. Los
obispos, como su lengua era el griego y las palabras de Pe­
lagio tenían que entenderlas por medio del traductor, no qui­
sieron enredarse en disquisiciones, atentos sólo a la profe*-
sión de fe que hacía Pelagio y no parándose a examinar las
palabras con que Pelagio expresaba su fe.
3. Una cosa es que el conocimiento de la ley ayude al
hombre a no pecar, y otra muy diferente que no pueda vivir
sin pecado sino quiten tuviere conocimiento de la ley. Vim os
que las mieses se desmenuzan sin los trillos en la era, bien
que los trillos, si acaso se usan, sirven de ayuda; que los
niños pueden ir a la escuela sin la compañía del ayo, bien
que no sea inútil la ayuda del a y o; que muchos sanan de sus
achaques sin la asistencia del médico, aunque es evidente la
ayuda prestada por el médico; qute el hombre puede susten­
tarse con otros alimentos, aunque no use del pan, sin em­
bargo de que el pan es tan excelente mantenimiento. Y como
estos casos podrían citarse otros muchos, que fácilmente se
le ocurren a quien reflexione un poco.
Síguese de aquí que hay dos maneras de ayuda. La prime­
ra es aquella sin la cual no se puede ejecutar aquello para lo
que es ayuda: así nadie puede navegar sin nave, ni hablar
sin palabras, ni andar sin pies, ni ver sin luz, y otras cosas
por el estilo, como, por ejemplo, que sin la gracia de Dios
nadie puede vivir santamente. La otra manera de ayuda es
cuando somos ayudados de tal suerte que, aun faltándonos la
ayuda, podemos realizar aquello para lo que requerimos tal
ayuda, como sucede en los casos antes mencionados: del
trillo, que ayuda para desmenuzar las mieses; del ayo, que
hace más fácil el camino de la escuela; de la medicina arti­
ficial, que ayuda a recobrar la salud, y otras cosas seme­
jantes.
Quaerendum est igitur, ex quo duorum istorum generum
sit legis scientia, id est, qUomodo adiuvet ad non peccandomi.
Si eo modo, ut sine illa hoc non possit impleri ; non solum
Pelagius verum r$spondit in iudicio, sed etiam verum scrip-
sit in' libro : si vero eo modo, ut adiuvet quidem si adfuérit,
possit tarnen illud ad quod iuvat alio modo fieri, etiamsi ista
defuerit; verum quidem respondit in iudicio, quod merito
episcopis placuit, adiuvari hominem ad non peccandum legis
scientia; sed non verum scripsit in libro, non esse hominem,
sine peccato, nisi qui scientiam Isgis hdbusrit, quod indis-
cussum iudices reliquerunt, latini sermonis ignari, et eius
qui causam dicebat, confessione contenti; praesertim ubi
ex adverso nullus astabat, qui verba libri eius exponendo
aperire Interpretern cogeret atque unde fratres non frustra
moverentur, ostendere. Paucissimi quippe sunt legis periti:
multitudinem autem membrorum Christi usquequaque diffu-
sam, et legis tarn profundae ac multiplicis imperitam, sim-
plicis fidei pietas, et spes firmissima in Deo et charitas sin­
cera commendat, quae his donis praedita, gratia Dei se con-
fidit a peccatis posse mundari per Iesum Christum Dominum
nostrum.

CAPUT II

P r o se q u it u r id em a r g u m e n t u m

4. Ad hoc si forte Pelagius responderet, hanc ipsam se


dixisse scientiam legis, sine qua non potest homo liber esse
a peccatis, quae per doctrinam fidei neophytis atque in
Christo parvulis. traditur, qua etiam baptizandi catechizan-
tur, ut Symbolum noverint; non quidem ista intelligi solet,
quando habere quisquam scientiam legis dicitur; sed illam
secundum quam legis periti appellantur ; verumtamen, si
haec verba, quae pauca numero, sed magna sunt pondere,
et more omnium Ecclesiarum fideliter baptizandis intiman-
tur, scientiam legis nuncuparet, asserens de hac se dixisse,
non esse 'sine peccato, nisi qui scientiam legis habuerit, quae
necesse est, tradatur credentibus, antequam ad ipsam remis-
sionem veniant peecatorum; etiam sic circumdaret eum, non
disputantium, sed vagientium baptizatorum multitudo innu-
merabilis parvulorum, qui non verbis, sed ipsa innocentiae
ventate clamarent: Quid est, quid est quod scripsisti, non
posse esse sine peccato, nisi qui scientiam legis habuerit ?
Ecce nos grex magnus agnorum sine peccato sumus, et legis
Importa saber a cuál de estas dos clases de ayudas per­
tenece el conocimiento de la ley.
Si decimos que el conocimiento de la ley es absoluta­
mente necesario para no pecar, Pelagio confesó la veraad
en el juicio, y verdad es lo que escribió en el libro; pero si
decimos que el conocimiento de la leiy es una ayuda, cuando
lo tenemos, para no pecar, pero podemos pasarnos sin pe­
car aun faltándonos ese conocimiento, entonces habremos
de decir que Pelagio confesó la verdad en el juicio, mere­
ciendo por ello la aprobación de los obispos al decir que el
conocimiento de la ley ayuda al hombre para no pecar; pero
no es verdad lo que escribió en su libro: Que sólo el hombre
que tiene conocimiento de la ley puede vivir sin pecado,
afirmación esta que los jueces, por no conocer la lengua la­
tina, no sometieon a examen, contentándose con las expli­
caciones del relator de la causa. Lo cual no es de extrañar,
si tenemos en cuenta que no asistía al juicio ningún acusa­
dor que obligase al intérprete a precisar el sentido de las
palabras e hiciese ver cuán justamente se habían alarmado
los hermanos. Muy pocos son los que tienen un conocimien­
to perfecto de la ley. A la muchedumbre de los miembros
de Cristo, esparcida por el mundo todo e incapaz de alcan­
za r^ 1 conocimiento de una ley tan profunda y varia, bás­
tale la piedad de una fe sencilla, la esperanza firmísima en
Dios y la caridad sincera, .y, rica con estos dones, cree que
puede purificarse de sus pecados con la gracia de Dios por
nuestro Señor Jesucristo.

CAPÍTULO II
T k á t a s e l a m ism a m a t e r ia

4. Si Pelagio replica que designó precisamente con el


nombre de conocimiento d:e la ley aquel conocimiento sin
el que es imposible que el 'hombre se vea libre de sus peca­
dos, el conocimiento en que son imbuidos por la doctrina de
la fe los neófitos, los que son aún tiernos en la fe y los que
se preparan para recibir el bautismo con la explicación del
símbolo, responderé que no suele aplicarse a estas cosas el
nombre de conocimiento de la ley, sino a la ciencia del le­
gisperito. Con todo, si a estas palabras, pocas en número,
pero importantes por su significación y que, según la cos­
tumbre de todas las iglesias, se intiman fielmente ,a los que
han de recibir el bautismo, quisiera llamar conocimiento de
la ley, asegurando que a ésta se refería al decir que no
puede vivir sin pecado sino el que tuviere conocimiento de
la ley, que debe enseñarse al que cree antes de que se le
tamen scientiam non habemus. Nempe isti eum saltern, lin­
gua tacente, tacere compellerent, aut forte etiam coniìteri,
vel nunc se ab illa perversitate correptnm, vel certe hoc se
quidem et ante sensisse, quod nunc in ecclesiastico dixit
examine; sed eius sententiae non se circumspecta verba po-
suisse, et ideo fldem suam esse approbandum, librum emen-
dandum. E st enim, ut scriptum est, qui labitur in lingua,
et non in corde 2.
Quod si diceret, vel si dicat, quis eisdem verbis incautius
negligentiusque conscriptis non faciliime ignoscat, cum sen-
tentiam, quam verba ilia continent, non defendat, sed earn
dicat ,suam, quam veritas probat ? Hoc etiam pios indices co­
gitasse credendum est: si tamen hoc quod in libro eius
latino est, diligenter interpretatum, satis intelligsre potue-
runt, sicut eius responsionem graeco eloquio prolatam, et ob
hoc facile intellectam, alienam non esse ab Ecclesia iudica-
verunt. Sed iam cetera videamus.

CAPUT III

UTRUM OMNES SUA VOLUNTATE REGANTUR. D e INDULGENTIA


ERGA PECCATORES IN EXTREMO IUDICIO
5. Adisci t enim episcopalis Synodus, et ait: Legaturr
et aliud caepitulum. Et lectum est in eodem libro suo posuisse
Pélagium, omnes volúntate propria regi. Quo lecto Pelagius
respondit: E t hoc dixi propter liberum arbitrium, cui Deus
adiutor est eligenti bona: homo vero pecoans, ipse in culpa
est, quasi liberi arbitrii. Quo audito episcopi dixerunt: Ñeque
hoc alienum est ab ecclesiastica doctrina. Quis enim condem-
haret liberum arbitrium vel negaret, cum quo Dei adiutorium
praédicatur? Quapropter et sententia respondentis merito
episcopis placuit; et tamen illud quod in libro eius positum
est: Omnes volúntate propria regi, fratres qui noverant quid
adversus Dei gratiam isti soleant disputare, procul dubio
debuit permovere. Sic enim dietum est: Omnes volúntate
propria regi, tanquam Deus neminem reg'at, et frustra scrip­
tum s it 3: Salvum fac populum tuum, et benedìc hereditatem
tu a m ,et rege eos, et extolle ttlos usque in saeculum ; ne re-
maneant utique, si volúntate propria siné Deo reguntur, velut*3

3 Eceli. ig, i6.


3 Ps. 27, 9.
perdonen los pecados, aun en este caso se vena asediado
de una muchedumbre no de disputadores bautizados, sino
de tiernos infantes que claman no con palabras, sino con
toda la fuerza de la inocencia: ¿Qué es eso que dices, que
no puede vivir sin pecado sino el que tuviere conocimiento
de la ley? Nosotros, inmensa multitud de parvulillos, no
tenemos pecados, y, no obstante, carecemos dél conocimien­
to de la ley. Estos niños con su silencio le harían, cuando
menos, enmudecer, y acaso leí obligarían a decir que reco­
nocía ya su yerro o que profesaba la misma doctrina que
confesó en el juicio eclesiástico, pero que no había acertado
a expresar bien su pensamiento: así que su fe era ortodoxa
y falso lo que había escrito en su 'libro: Porque algunos se
deslizan en la lengua y no en el corazón.
Si hubiera procedido 0 procede ahora de esta suerte,
¿ quién no le perdonará el haberse servido de un lenguaje
menos exacto y prudente, puesto que no se obstina en de­
fender lo que las palabras literalmente suenan, sino que acep­
ta las enseñanzas de la verdad ? Así pensaron, sin duda, sus
piadosos jueces, supuesto que entendieran, correctamente
traducido, lo que se lee en su libro escrito en latín. De la
misma manera aceptaron como ortodoxa la respuesta que
dió en griego, y que por lo mismo pudieron fácilmente en­
tender. Pero prosigamos.

CAPÍTULO III
Sí TODOS SE RIGEN POR SU PROPIA VOLUNTAD. INDULGENCIA
CON LOS PECADORES EL DÍA DEL JUICIO5
5. D ijo el sínodo: Léase otro capitulo. Y habiéndose
leído que Pelagio había escrito en su libro: Todos se rigen
por su propia voluntad, explicó Pelagio: Escribí esto por
razón del libre albedrío, al que Dios ayuda en la elección
del bien; mas cuando el hombre peca, él tiene la culpa, pues­
to que es libre. Oído esto, dijeron los obispos: E sto no se
opone a la doctrina de la Iglesia, Porque ¿quién se atreve­
ría a condenar o negar el libre albedrío, cuando se proclama
que es ayudado de la gracia de Dios? Teniendo esto en cuen­
ta, los obispos aprobaron la respuesta de Pelagio; no obs­
tante lo cual, los hermanos que conocían las disputas de los
pelagianos contra la gracia de Dios se alarmaron muy jus­
tamente por lo que en el libro estaba escrito: Que todos
se rigen por su propia voluntad, porque venía a insinuarse
con estas palabras que Dios no rige a nadie y que en vano
está escrito: Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad y ri-
gelos y ensálzalos eternamente. Como si dijera: No vengan
oves non habentes pastorem ; quod absit a nobis. Nam proeul
dubio plus est agi, quam regi: qui enim regitur, aliauid
agit; et a Deo regitur, ut recte agat; qui autem agitur,
agere aliquid ipse v k intelligitur: et tarnen tantum praestat
voluntatibus propriis gratia Salvatoris, ut non dubitet Apos­
tolus dicere45: Quotquot spiritu D ei aguntur, hi fìlii sunt
Dfi. Nec aliquid in nobis libera voluntas melius agere potest,
quam ut illi se agendam commendet, qui male agere non
potest; et hoc cum fecerit, ab ilio se ut faceret, adiutam
esse noti dubitet cui dicitur in Psalmo: Deus meus, miseri­
cordia fins praeveniet ire?5.
6. Denique in ilio libro, ubi illa capitula Pelagius scriip-
sit, huic positioni, qua dixit: Omnes volúntate propria regi,
e t suo desiderio unumquemque dimitti, subiecit aliquid de
testimonio Scrioturarum, quo satis appareat, non se sibi
hominem regendum debere committere. Alt enim de hoc ipso
Sapientia Salomonis: Sum quidcm et ego mortalis homo,
similis omnium, ex genere terreno iMius qui prior finctus
e s t 5: et cetera usque ad eum capituli finem, ubi legitur:
Unus ergo omnibus introitus ad vit.am, et similis fxitu s:
propUr hoc optavi, e t datus est mihi sensus, e t invocavi,
et venit in m° sviritus sa/pitntiae Nonne luce claries an-
paret, quemadmodum iste considerata miseria fragilitatis
humanae, non est ausus se regendum sibi committere; sed
optavit, et datus est ei sensus, de quo dicit Apostolus: Nos
autem s rnsum Domini hab°m us8; et invocavit, et venit in
eum spiritus sapientiae? Hoc enim spiritu. non viribus pro-
priae voluntatis, reguntur et aguntur aui filli sunt Dei.
7. Nam et illud quod posuit de Psalmo in eodem Cavi-
tulorum libro, ut quasi probaret, Omms volúntate proaria
regi: “ D tt°xit maVdictum, et v'n iet fi; et noluit bsn?dictio-
nem, et elongabitur ab l78
9
eo a: quis nesciat hoc vitium esse, non
naturae, sicut earn condidit Deus, sed voluntatis humanae,
auae reeessit a. Deo? Verumtamen si non di’exisset male-
dictionem, et voluissét benedictionem, et in hoc ipso volun-
tatem suam divina gratia negaret adiutam, ingratas atque
imoius sibi regendus dimitteretur, ut sine rectore Deo prae-
cipitatus, non se a se ipso regi potuisse, poenis exoeriretur.
Sic etiam in ilio testimonio, quod in eodem libro eidem
titulo subdidit: Apposuit tibi aquam et ignrm, ad quod vis
porrige manum tuam ; ante hominem bonum et malum, vita
et m ors; quo.d placuerit ei, ddbitur ü li10: manifestum est,
4 Rom. 8, 14.
5 Ps. 58, TI.
6 Sap. 7, i.
7 Ib. ib. 7.
8 i Cor. 2, 16.
9 Ps. 108, 18.
10 F.ecli 15, 17-18.
a ser, si se rigen por su propia voluntad sin la acción de
DíG3, como ovejas sin pastor, lo cual Dios no permita. No
hay duda que más es ser movido que regido, porque quien
es regido obra algo, bien que sea regido por Dios para obrar
el bien; mientras que apenas concebimos acción alguna en
el que es movido. Pues bien, tan poderosamente obra la
gracia del Salvador en nuestras voluntades, que el Apóstol
no vacila en decir: Cuantos son movidos por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios. Nada más provechoso para
nosotros que dejaros mover por quien no puede mover sino
santamente, y cuando esto hiciéremos, tengamos por cierto
que nuestra libertad ha sido ayudada para obrar por aquel
de quien dice el salmo: Dios, piadoso co>nmigo, me preser­
vará con su favor.
6. En el libro De los capítulos, después de las palabras:
Todos se rigen por su propia voluntad y son abandonados a
sus propios deseos, citó Pelagio algunos testimonios de la
Escritura que muestran cómo el hombre no debe regirse por
sí mismo. Dice la Sabiduría de Salomón: Soy yo también
mortal, igual que todos, y desciendo del primer hombre, for­
mado de la tierra, y todo lo que sigue del mismo capítulo en
que se dice: Una t s para todos la entrada en la vida y la sa­
lida igual. Por esto rogué, y me fu é dada la prudencia; su­
pliqué, y vino sobre mí él espíritu de sabiduría. ¿N o es más
claro que la luz del día que el sabio no osó, vista la humana
flaqueza, regirse por sí mismo, sino que deseó ardientemente,
y se le otorgó, la prudencia, de la que dice el Apóstol: Nos­
otros poseem os el pensamiento del Señor, y que suplicó y
recibió el espíritu de sabiduría? Por este espíritu, que no
ccn la-3 fuerzas de la propia voluntad, son regidos y llevados
los hijos de Dios.
7. ¿ Y quién ignora que no debe achacarse a la natura­
leza tal como fué formada por Dios, sino a la voluntad pre­
varicadora, lo que en confirmación de su principio: Todos se
rigen por su propia voluntad, escribió Pelagio, tomándolo
del libro de los Salmos: Am ó la maldición y caerá sobre é l;
no quiso la bendición y se alejará de él? Sin embargo, si,
lejos de amar la maldición, hubiese amado la bendición, y
en esta misma voluntad rehusase reconocer el socorro de la
divina gracia, sería abandonado a sus propias fuerzas, y,
al precipitarse en la condenación por faltarle la dirección de
Dios, el castigo le haría ver que no había podido regirse por
sí mismo.
Y por lo que hace al pasaje citado por Pelagio en el mis­
mo libro: Ante ti ha colocado el fuego y el agua; extiende
tu mano a lo que quieras. Ante el hombre está el bien y el
mal, la vida y la m uerte; lo que quisiere, se le dará, es evi­
dente que a la libertad del hombre ha de imputarse la acción
quod si, ad igncm magnum mittit, et maltun et mors ei placet,
id voluntas hominis operatur; si autem bonum et vitam di-
ligit, non solum voluntas id agit, sed divinitus adiuvatur.
Sufficit enim sibi oculus. ad non videndum, hoc est, ad tene-
bras: ad videndum vero lumine suo non sibi sufficit, nisi illi
extrinsecus adiutorium clari luminis praebeatur. Absit au­
tem, ut ii qui secundum propositUm vocati sunt, quos prassci-
vit, et prasdestinavit conform es imagìnis Filii su i11, suo, ut
pereant, desiderio dimittantur. Hoc enim patiuntur vasa irae,
quae perfecta sunt ad perditionem: in quorum etiam ipsa
perdition© notas facit Deus divitias gloria© suae in vasa
misericordiae suae. Propter hoc enim, cum dixisset: Deus
■ meus, misericordia eius praeveniet m e; continuo subiecit:
Deus meus demonstravit mihi in inimicis meis 12. lilis ergo
fit quod scriptum est : Tradidit ülos Deus in desiderio cordis
eorum 13. Non autem fit praedestinatis, quos regit Spiritus
Dei; quoniam non inanis est vox eorum: Ne tradas me, Do­
mine, a desiderio meo peccatorili. Quandoquidem et contra
ipsa desideria sic oratum est, ut diceretur: Aufer a me con-
cupiscentias ventris, e t desiderium concúbitos ne appr'ehen-
dat me 15. Praestat hoc Deus illis quos subditos regit ; non
autem illis, qui se idoneos ad se ipsos regendos putant, et
praefidenti cervice propriae voluntatis ilium dedignan tur ha­
bere rectorem.
8. Quae cum ita sint, filii Dei qui hoc noverunt, et se
Dei Spiritu regi et agi gratulantur, quomodo moveri potue-
runt, cum audirent vel legerent a Pelagio scriptum: Omnes
volumtate propria regi, et suo desiderio unumquemque di-
m itti? Et tarnen quia interrogatus ab episcopis, quid mali
sonarent illa verba persensit, responditque : hoc Se dixisse
propter liberum arbitrium; continuo subiiciens, cui Deus ad-
iutor est eligenti bona; homo vero peccane, ipse in culpa
est, quasi liberi arbitrii: hanc quoque sententiam pii iudicss
approbantes, quam incaute, vel quo sensu illa in libro eius
verba sint posita, considerare vel quaerere noluerunt, suffi-
cere existimantes ita eum confessum esse liberum arbitrium,
ut eligenti bona Deus esset adiutor, peccans vero esset in
culpa, ad hoc sibi sufficiente propria volúntate. Ab per hoc
Deus regit, quibus adiutor est eligentibus bona. Et ideo bene
regunt quidquid regunt, quoniam ipsi reguntur a bono.
9. Item recitatum est quod in libro suo Pelagius posuit :.
In die iudicii iniquis et peccatoribus non esse parcendum,
sed aztírnis eos ignibus exurendos. Quod ideo fratres move-
rat, ut obiiciendum putaretur, quod ita dictum est, tanquam

" Rom. 8, 29. 11 Ps. 139, 9. '.


12 P s. 'sS, 12: ■ K E ccli. 33, 6. '
13 Rom . i, 24. '
de extender la mano al fuego y escoger el mal y la muerte;
pero, si prefiere el bien y la vida, hay que admitir, junto con
el acto de la voluntad, el auxilio de la divina gracia. El ojo
se basta a sí mismo para no ver, es decir, no trasciende el
límite de las tinieblas; mas no es capaz de ver con su propia
luz si de fuera no recibe la claridad de la luz. Lejos de nos­
otros el pensar que Dios abandona a sus deseos, para que
perezcan, a los que, según el designio de su voluntad, fueron
llamados y de antemano conoció y predestinó a ser conformes
con la imagen de su Hijo. Esta es la suerte de los vasos de
ira, los cuales han sido hechos para su condenación, pues aun
en la condenación de algunos descubre Dios las riquezas de
su gloria para con los vasos de misericordia. Por esto, des­
pués de decir; Dios mío, su misericordia me prevendrá, aña­
dió: y me hará mirar triunfante a mis enemigos. Cúmplese
en ellos lo que está escrito: Dios los abandonó a los des:os
de su corazón. No sucede esto coñ los predestinados, a los
que rige el espíritu de Dios; que no en vano dicen: No per­
mitas, Señor, lo que desea él impío. Pídese a Dios libre de los
malos deseos diciendo: No se adueñen de mi los placeres del
vientre y de la sensualidad, y no me entregues di deseo lasci­
vo. Dios otorga esta gracia a los que humildemente se dejan
regir por El, no a los que se creen capaces de regirse por sí
mismos y que, muy engreídos de su libertad, rehúsan dejar­
se regir por Dios.
8. Siendo esto así, cuando los hijos de Dios que profe­
san esta doctrina y se complacen en ser regidos y movidos
por el espíritu de Dios, oyeron o leyeron que Pelagio había
escrito: Todos se rigen por su propia •voluntad, ¿qué sorpre­
sa tan grande no debieron de sentir? Pelagio, dándose cuen­
ta de lo mal que sonaban en los oídos católicos esas pala­
bras, respondió a las preguntas de los obispos que las ha­
bía escrito por razón del libre albedrío, al cual, añadió, Dios
ayuda en la elección d i bien; mas cuando el hombre peca,
él tiene la culpa, puesto que es libre. Los piadosos jueces die­
ron por buena esta respuesta, sin querer examinar o averi­
guar cuán imprudentemente se habían escrito aquellas pala­
bras o qué sentido tenían en el libro; parecióles bastante que
Pelagio reconociera que Dios ayuda al libre albedrío en la
elección del b!en y que el hombre, cuando peca, es respon­
sable de su pecado, pues para pecar se basta el libre albedrío.
Por tanto, Dios rige a aquellos a quienes ayuda a elegir el
bien. Y por eso rigen bien, porque son regidos por el Bien.
9. A continuación leyóse del libro de Pelagio: Que en
el día del juicio no habrá perdón para los malvados y peca­
dores, sino que serán atormentados con fuego eterno. Los
hermanos, maravillados de este lenguaje, acusaron a Pela­
gio de que condenaba a las penas eternas del infierno a todos
omnes peccatores aeterno" essent supplicio puniendi, non eis
exceptis qui fundamentum habent Christum, quamvis su-
peraedificent ligna, foenum, stipulam, de quibus dicit Apos­
tolus: Si cuius opus eocustum fuerit, detrimentum patietur; '
ipss autem salirne erit, sic tarnen quasi per ignem 16. Sed
cum respondisset Pelagius, hoc secundum Evangelium se
dixisse, ubi dicitur de peccatoribus: “ Illi ibunt in supplicium
aeternum, insti autem in vitam mternam” 17; nullo modo
potuit christianis iudicibus evangelica et dominica displicere
sententia, nescientibus quid in verbis de libro Pelagii prolatis
moverit fratres, qui disputationes eius vel discipulorum eius
audire consueverunt : quando his absentibus qui libellum con­
tra Pelagium sancto episcopo Eulogio dederunt, nullus ur-
gebat, ut peccatores per ignem salvando» a peccatoribus
aeterno supplicio puniendis aliqua exeeptione distinguerei,
et eo modo intelligentibus iudicibus cur fuerit illud obiec-
tum, si nollet distinguere, merito culparetur.
10. Quod autem addit Pelagius : Et si quis aliter credit,
Oxigenista est: hoc accepertìnt indices, quod re vera in Ori-
gene dignissime detestatur Ecclesia, id est, quod etiam illi,
quos Dominus dicit aeterno supplicio puniendos, et ìpse
diabolus et angeli eius, post tempus licet prolixum purgati
liberantur a poenis, et sanctis cum Deo règnantibus socie-
tate beatitudinis adhaerebunt.
Hoc ergo Synodus dixit, alienum non esse ab Ecclesia,
non secundum Pelagium, sed potius secundum Evangelium,
quod tales iniqui et peccatores aeternis ignibus exurentur,
quales tali supplicio dignos iudicat Evangelium; et quod
detestabiliter cum Origene sentiat, quisquis dixerit aliquando
eorum finiri posse supplicium, quod Dominus dixit aeternum.
De illis vero peccatoribus, quos dicit Apostolus, exusto
eorum opere, tanquam per ignem salvos futuros, quoniam
nihil Pelagio de iis evidenter obiectum est nihil iudicaverjint.
Quapropter qui dicit inìquos et peccatores, quos aeterno
supplicio veritas damnat, aliquando inde posse liberari, non
inconvenienter eum Pelagius Origenistam vocat: sed rursus,
qui nullum peccatorem in Dei iudicio misericordia dignum
existimat, quod vult ei nomen imponat, dum tarnen et hune
errorem ecclesiastica ventate non recipi intelligat. Indicium
enim sine misericordia fiet illi, qui non fecit misericordiam.
11. Quomodo autem iìet hoc iudicium, difficile in Scrip-

“ i Cor. 3, 15.
17 M<t. 25, 46.
los pecadores, .sin exceptuar ni aun a los que tienen como
fundamento a Cristo, por más que sobreedifiquen madera,
heno, paja, de los cuales dice el Apóstol: Si la obra de uno
quedare abrasada, sufrirá detrimento; él sí se salvará, aun­
que así como a través del fuego. Respondió Pelagio que sus
palabras estaban concordes con el Evangelio, donde se dice
de los pecadores: Irán aquéllos al eterno suplicio, y los justos
a la vida eterna. Jueces cristianos como eran los obispos,
no pudieron desaprobar la sentencia evangélica del Señor,
por cuanto ignoraban la razón del escándalo de los hermanos
que solían oír los discursos de Pelagio o de sus discípulos, y
porque, ausentes los que habían acusado a Pelagio ante el
obispo Eulogio, no había nadie que obligase a Pelagio a dis­
tinguir de algún modo entre los que se han de salvar puri­
ficados por el fuego y los que han de ser eternamente ator­
mentados. De haber sido informados los jueces acerca del
motivo de la acusación, hubieran podido fulminar su conde­
nación contra Pelagio, si Pelagio se negaba a admitir esta
distinción.
10. Los jueces aprobaron lo que seguidamente dijo Pe­
lagio: Si alguien afirmare otra cosa, ese tal es origznista,
porque, en efecto, la Iglesia condena muy justamente el error
origenista, que sustenta que aun los que han de ser conde­
nados, según la sentencia del Señor, al eterno suplicio, y el
mismo diablo, después de una purificación más o menos lar­
ga, se verán libres de sus penas y gozarán de la gloria del
cielo en compañía de los bienaventurados.
El sínodo dijo que no era contra el sentir de la Iglesia,
fundado no en Pelagio, sino en el Evangelio, decir que serán
atormentados con el fuego eterno los malvados y pecadores
que el Evangelio condena a este suplicio; y dijo asimismo
que sigue la detestable doctrina de Orígenes quien aseverare
que algún día tendrá fin el suplicio que el Salvador llamó
eterno.
Respecto de los pecadores de los que dice el Apóstol que,
destruida su obra por el fuego, se salvarán ellos como a tra­
vés del fuego, los jueces, como no se había hecho a Pelagio
ningún cargo sobre este particular, no pronunciaron sen­
tencia.
Concluyamos, pues, que no es impropio el nombre de ori­
genista que da Pelagio a los que afirman que los condenados
al eterno suplicio por Jesucristo se han de ver libres de él
algún día. Pero téngase en cuenta que, cualquiera que sea
el nombre que se dé al que niega la misericordia de Dios en
el juicio a todos los pecadores, la fe católica condena también
este error. Porque habrá un juicio sin misericordia para el
que no hizo misericordia.
11. Es cosa difícil de entender por las Escrituras cómo
turis sanctis comprehendi potest: modis enim multis signi-
ficatur, quod uno modo futurum est. Namque aliquando dicit
Dominus adversus eos, quos in suum regnum non recipit,
ostium se clausurum, clamantibusque illis et dicentibus :
Aperi nobis, in tuo nomine manducavimus et bibimus, et ce­
tera quae iüos dicere scriptum est, se responsurum: Nescio
vos, qui operamïni iniquitatem 1S. Aliquando iussurum se com­
mémorât, ut hi qui noluerunt eüm regnare, sibi adducantur,
et interficiantur coram ilio 10. Aliquando venturum se dicit
cum Angelis suis in maiestate sua ut congregentur ante eum
omnes gentes, et dividat eas, et alios ponat ad dexteram,
quorum bona opera commemorans, reportet in vitam aeter-
nam; alios ad sinistram, quibus bonorum sterilitatem im-
putans, eos aeterno igne condemnet*1 20. Aliquando servum
9
nequam et pigrum, qui pecuniam eius neglexit impendere,
vel etiam hominem inventum in convivio non habentem ves-
tem nuptialem, iubet, ligatis manibus et pedibus mitti in
tenebras exteriores 21. Aliquando susceptis quinque pruden-
tibus, ostium contra stultas alias quinque virgines claudit22.
Haec, et si quid est aliud quod in praesentia non occurrit,
de iudicio dicuntur futuro, utique non uno vel quinque, sed
in multis exercendo. Nam si unus esset, qui de convivio, quod
non habebat vestem nuptialem, in tenebras iussus est mitti;
non continuo sequeretur, et diceretur: Multi enim sunt va­
cati, pauci vero electi23; cum potius uno proiecto atque dam-
nato, multi in domo remansisse videantur. Sed de his omni­
bus nunc quantum satis est disputare perlongum est. Hoc
tamen breviter possum dicere, sine praeiudicio (quod in pe-
cuniariis rationibus dici solet), melioris discussionis, unum
aliquem iudicii modum, qui est inscrutabilis nobis, servata
dumtaxat in praemiis et pœnis diversitate praemiorum,
multis per Scripturas sanctas significali modis.
Quod autem huic causae, de qua nunc agitur, satis est,
si dixisset Pelagius, omnes omnino peccatores aeterno igne
et supplicio puniendos: quisquis id iudicium approbasset, in
se ipsum primitus sententiam protulisset. Quis enim gloria-
bitur se mundum esse a peccatis24. Quia vero nec omnes
dixit, nec quosdam, sed indefinite posuit, et hoc secundum
Evangelium se dixisse respondit; vera quidem sententia epi­
scopali est confirmata iudicio; sed adhuc quid sentiat Pela­
gius non apparet, et post hoc etiam episcopale iudicium non
impudenter inquiritur.
'* Le. 13, 26-27. 22 Mt. 25, io.
19 JVtt. 25, 13. 23 Mt. 22, 14.
20 M t. 25, 31-46. 24 Prov. 20, 9, see. LX X .
21 Le. 19, 22 ; Mt. 22, ii.
se ha de realizar este juicio, que se describe de varios modos,
aunque el modo será uno solo. Unas veces dice el Señor que
cerrará la puerta a los que no admite en su reino y que, cuan­
do ellos clamen y digan: Abrenos, que comimos y bebimos
en tu presencia, y lo demás que dirán, les responderá: No os
conozco, obreros de la iniquidad. Otras veces dice que orde­
nará llevar ante sí a los que no lo quisieron como rey y man­
dará que les den muerte en su presencia. Otras veces dice que
vendrá con gran majestad acompañado de1 sus ángeles para
que ante él comparezcan todos los pueblos y sean juzgados,
y pondrá unos a la derecha, para darles la vida eterna en
premio de las buenas obras que entonces recordará, y otros
a la izquierda, condenados al fuego eterno por carecer de
buenas obras. Otras veces ordena que, atados de pies y ma­
nos, sean arrojados a las tinieblas exteriores, ora el siervo
necio y perezoso que no quiso negociar con el dinero de su
Señor, ora el convidado que no llevaba en el banquete el ves­
tido nupcial. Recordemos también cómo, después de entrar
las vírgenes prudentes, cierra la puerta a las necias.
Estas y otras maneras de juicio que ahora no recorda­
mos, se aplican al juicio futuro, al que estarán sujetos no
una o cinco personas, sino muchas. Porque, si no fuera más
de uno el arrojado del banquete a las tinieblas exteriores
por no llevar el vestido nupcial, no diría luego el Señor:
Muchos son los llamados y pocos los escogidos, puesto que,
si sólo uno es echado fuera y condenado, parece debían que­
dar muchos dentro. Iríamos muy lejos si hubiésemos de ex­
plicar cada una de estas palabras. Diremos solamente ahora,
sin perjuicio, como se suele decir en los negocios de dinero,
de una más profunda discusión, que las Escrituras declaran
de varias maneras que no habrá sino un modo único de jui­
cio, bien que los premios y penas serán diversos en razón de
la diversidad de los méritos.
Concretándonos al caso presente, si Pelagio hubiese dicho
que todos los pecadores sin excepción han de ser condenados
al fuego y suplicio eternos, quien aprobara esta opinión se
condenaría a sí mismo, porque ¿quién podrá gloriarse de es­
tar limpio de pecado? Mas como no dijo todos ni algunos,
sino que usó de una palabra de sentido vago, dando autori­
dad a sus palabras con el Evangelio, los obispos confirmaron
ia verdadera doctrina; pero nos quedamos sin saber todavía
lo que opina Pelagio, cuya explicación sobre este particular
tenemos derecho a exigir aun después de la sentencia pro­
nunciada por los obispos.
CAPUT IV

N on esse in h o m in is volúntate omnes prorsu s pravas


COGITATIONES VITARE

12., Obiectum est et illud Pelagio, tanquam in suo libro


scripserit: Malum nsc in cogitationem venire. Respondit
autem: Hoc non ita posuimus, sed diocimus, dsbere stufare
Christianum, n° male cogitet; quod, sìcut decuit, episcopi
approbarunt. Quis enim dubitai, malum cogitari non opor-
tere ? Et revera in libro suo quod ait, malum nrc cogitari, si
ita legitur, nsc cogitandum quidem, hoc inteìligi solet, malum
nec cogitari d'bsre quidam. Hoc autem qui negat, quid aliud
dicit, quam debere‘ cogitari malum? Quod si verum esse!,
non diceretur in laude caritatis: Noti cogitat malum 25. Non
venire tamen in cogitationem iustorum atque sanctorum,
ideo non tam probe asseritur, quia cogitatio vocari solet
etiam cum aliquid in mentem venit, etsi consensio non sequa-
tur. Cogitatio vero quae culpam contrahit, et merito prohiba-
tur, consensione non caret. Potuit ergo fieri, ut mendosum
codicem legerent, qui hoc ita obiiciendum arbitrati sunt,
tanquam Pelagius dixerit : Mdlum nec in cogitationem venire ,
id est, iustis et sanctis in mentem non venire quod maium
est. Quae sententia proferto absurdissima est; cum enim
mala reprehendimus, nisi cogitata verbis enuntiare non pos-
sumus: sed illa, ut diximus, culpabilis appellatur cogitatio
mali, quae consensionem trahit.

CAPUT V

Duo T e s t a m e n t a

13. Cum ergo et hanc Pelagii responsionem iudices


approbassent, recitatum est aliud, quod in sui libello scrip-
sit: Regnum caelorum etiam in veteri Testamento promissum.
Ad quod Pelagius: Hoc et per Scripturas probari possibile
est: Kacretici autem in iniuriam Veteris Testamenti, hoc ne-
gant. Ego vero Scrìpturarum auctoritatem sequsns diri, quo-
niam in proph'ta Daniels scriptum est, Et accipient sancii
regnum Altissim i2fl. Qua eius accepta responsione, Synodus
dixit : Negus hoc alimum est a fids ecclesiastica.
14. Numquidnam ergo fratres nostros, ut etiam hoc in­
ter cetera obiicerent, sine causa verba ista moverunt? Non
i Cor. 13, 5. Dan. 7, iS.
CAPITULO IV
Q ue no e stá e n m an os del h o m br e verse libre de todo
MAL PENSAMIENTO

12. Se acusó también a Pelagio de haber escrito en su


libro: El mal ni siquiera, tiene cabida en ti pensamiento.
Respondió Pelagio: No escribí tal, sino que dije que el cris­
tiano debe esforzarse por evitar los malos pensamientos ; lo
cual, como era razón, aprobaron los ju'cCgs. Porque ¿quién
duda que no es cosa conveniente admitir los malos pensa­
mientos? Y es mucha verdad que si las palabras de Pelagio
malum m e cogitari (el mal no es pensado) se leen n :c cogi-
tandum quidem, tendrán este sentido: el mal ni se debe pen­
sar. Quien esto niega, ¿qué afirma sino que se debe pensar
el mal? Si esto fuese cosa buena, no se diría en alabanza de
la caridad: No piensa mal. Pero no es acertado decir que los
justos y santos no tienen malos pensamientos, porque es co­
rriente llamar pensamiento a lo que nos viene a la mente,
aun cuando no se consienta en ello. El pensamiento culpable
y, por ende, prohibido, no existe sin consentimiento. Tal vez
leyeron algún códice defectuoso los que acusaron a Pelagio
de haber escrito malum nsc in cogitatíonem venir :, como si
hubiera querido decir que los justos y santos no tienen ma­
los pensamientos, lo cual es absurdísimo, toda vez que no
podemos reprender lo malo con palabras, si antes no lo he­
mos pensado; pero, repito, es pensamiento malo el pensa­
miento culpable acompañado de consentimiento.

CAPITULO V
L os dos T estamentos

13. Aprobada por los jueces la respuesta de Pelagio, se


leyeron del libro De los capítulos del mismo estas palabras:
El remo de Dios fué prometido aun en el Antiguo Testamen­
to. Respondió Pelagio: Esto se puede probar con la autoridad
de las Escrituras, aunque los herejes lo niegan por odio al
Antiguo Testamento. Yo, fundado en el testimonio dz las Es­
crituras, dije que en el libro de Daniel está escrito: Recibirán
el reino los santos del Altísimo. Satisfecho el sínodo con esta
respuesta, dijo que no era contraria al sentir de la Iglesia.
14. ¿Pero es que nuestros hermanos acusaron sin fun­
damento a Pelagio de estas palabras? No por cierto; pero
téngase en cuenta que el nombre de Antiguo Testamento
utique:, sed Veteris Testamenti nomen modis duobus did
solet, uno modo secundum divinarum Scripturarum auctori-
tatem, alio secundum loquendi vulgatissimam consuetudinem.
Paulus namque apostolus dicit ad Galatas: Dicits mihi, in­
quit, isub lege volentes esse, legem non audistis? Scriptum
est enim quod Abraham duos filios habuit, unum de ancilla,
alterum de libera : quae sunt in allegoria. Haec 'enim sunt
duo Testamento, unum quidem in servitutem gen&rans, quod
est Agar, Sina mons est in Arabia, quae coniuncta eist ei, quae
nunc est, lerusaltm; servii enim cum filiis suis: quae autem
sursum est Itrusalem, lìbera est, quae est mater nostra -T.
Cum ergo Vetus Testamentum ad servitutem pertineat, unde
etiam dictum est: Eiice anciltam et filium eius, non enim tve-
reis erit filius ancillae cum filio meo Isaac2
7
28*3
0
; regnum autem
caelorum ad libertatem: quomodo etiam regnum caelorum
ad Vetus pertinet Testamentum ? Sed quoniam, ut dixi, etiam
sic solemus loqui, ut Scripturas omnes legis et prophetarum,
quae ante incarnationem Domini ministratae, auctoritate ca­
nonica continentur, nomine Testamenti Veteris nuncupemus;
quis ecclesiastieis litteris vel mediocriter eruditus ignorai,
ita Scripturis illìs promitti potuisse regnum caelorum, sicut
etiam illud Testamentum Novum, ad quod pertinet regnum
caelorum? Certe enim in illis litteris apertissime scriptum
est : Eccs dies veniunt, dicit Dominus, et consummabo domui
Israel et domui Iacob Testamentum Novum, non secundum
Testamentum quod disposui patribus eorum, in die qua
apprehendi manum eorum, ut educerem eos de terra A'cgyp-
HM. Tunc autem Daniel propheta nondum erat qui dixe-
r a t a : Acdpient sancti regnum Altissim i:i0. His enim verbis
praemium, non Veteris, sed Novi Testamenti prophetabat :
sicut i'psum Christum venturum iidem Frophetae praenun-
tiarunt, cuius sanguine dedicatum est Testamentum Novum:
cuius Testamenti ministri Apostoli facti sunt, dicente bea­
tissimo Paulo: Qui et idoneos nos fecit minisiros Novi Tes­
tamenti, non Uttera, sed spirita. Littera enim occidit, Spiri­
tus 'autem vivificai 31.
In ilio vero Testamento quod proprie Vetus dicitur, et
datum est in monte Sina, non invenitur promitti apertissime,
nisi terrena felicitas. Unde illa terra, quo est populus intro-
ductus, et per eremum ductus, terra promissionis vocatur,
in qua pax et regnum, et ab inimicis victoriarum reportatio,
et abundantia filiorum ac fructuum terrenorum, et si qua
huiusmodi, haec sunt promissa Veteris Testamenti: quibua
etsi flgurantur ad Novum Testamentum pertinentia spiritua-
27 Gal. 4, 21-26.
28 Ito. 30.
2” Ier. 31-32.
30 Dau. 7, 18.
31 2 Cor. 3, 6.
suele tomarse en dos acepciones, o sea, según la autoridad de
las divinas Escrituras y según la universal manera de ha­
blar. Escribe San Pablo en la Epístola a loe Gálatas: Decid­
me vosotros, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no habéis
oido leer la ley ? Pues escrito está que Abráhán tuvo dos hi­
jos: uno de la esclava y otro de la libre; estas cosas están
dichas alegóricamente. Púas esas mujeres son dos alianzas:
la una, que engendra para la esclavitud, la cuál es Agar.
Y, en efecto, el Sincñ es un monte en la Arabia y corresponde
a la presente Jerusálén, pues es esclava lo mismo que sus
hijos. Mas la Jerusálén de arriba es libre, la que e® madre
nuestra. Pues si el Antiguo Testamento se aplica a la ser­
vidumbre, por lo cual está escrito: Echa afuera la esclava,
pues no heredará el hijo de la esclava con mi hijo Isaac;
y el reino de los cielos se aplica a la libertad, ¿ cómo es que
el reino de los cielos pertenece al Antiguo Testamento?
Como, según he advertido, todas las Escrituras de la ley y
los profetas, dadas por Dios antes del advenimiento de Jesu­
cristo y recibidas por la autoridad de la Iglesia, suelen de­
signarse con el nombre de Antiguo Testamento, ¿ quién me­
dianamente instruido en la doctrina de la Iglesia ignora que
en aquellas antiguas Escrituras pudo prometerse el reino de
los cielos, así coano se prometió el Nuevo Testamento, al que
se aplica el reino de los cielos? Fuies es cierto que en el An­
tiguo Testamento se lee clarís'mamente: He aquí que vienen
días, dice él Señor, en que pastaré con la casa de Israel y la
casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que pacté
con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacar- r
los del país de Egipto. Esto se realizó en el monte Sinaí,
cuando aun no existía el profeta Daniel para decir: Los san­
tos del Altísimo recibirán él reino. Con las cuales palabras
anunciaba el premio no del Antiguo Testamento, sino del
Nuevo, de la misma manera que los profetas anunciaron al
futuro Mesías, con cuya sangre se hizo la dedicación del
Nuevo Testamento, del que fueron ministros los apóstoles,
según lo que escribe San Pablo: El cuál nos hizo ministros
idóneos del Nuevo Testamento, no de letra, sino de Espíritu,
porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica.
Vemos que en el Testamento llamado con propiedad An­
tiguo, y que fué dado en el monte Sinaí, no se promete con
toda claridad sino una felicidad terrena. Por esto aquella
tierra donde fué introducido el pueblo después de ser con­
ducido a través del desierto se llama tierra de promisión,
porque con ella se prometen la paz, y el reino, y triunfos so­
bre los enemigos, y frutos terrenos, y otras que tales cosas,
todas las cuales son promesas del Antiguo Testamento; y
aunque con ellas se anuncian figurativamnete los bienes es­
pirituales, que pertenecen al Nuevo Testamento, no obstante,
lia, tamen qui propter illa terrena suscipit legem Dei, ipse
est he res Veteris Testamenti. Ea quippe secundum Vet us
Testamentum promittuntur atque tribuuntur, quae secundum
hominem veterem coneupiscuntur. Quae aufem illic ad Novum
Testamentum pertinentia figurantur, novos homines quae-
runt. Ñeque nesciebat enim quid loqueretur tantus Apostolus,
qui duo Testamenta in ancilla et libera, allegorica signifi­
ca tion distincta esse dicebat, Veteri filios carnis, Novo filios
promissionis attribuens: Non qui filii carnis, inquit, hi fìlli
Dei, sed filii promisisionis dsputantur in semen a'J. Filii ergo
carnis pertinent ad terrenam Ierusalem, quae servit cum
filiis suis: filii autem promissionis ad earn quae sursum est,
liberam matrem nostram in caelis aeternam. Unde perspici-
tur, qui ad regnum terrenum, et qui pertineant ad regnum
caelorum. Istam distinctionem qui etiam ilio tempore per
Dei gratiam intelligentes, filii promissionis effecti sunt, Novi
Testamenti heredes in occulto Dei consilio deputati sunt,
etiamsi Vêtus Testamentum per temporum distributionem
divinitus datum populo veteri congruenter ministraverunt.
15. Quomodo ergo non merito commoverentur filii pro­
missionis, filii liberae Ierusalem in caelis aeternae, cum ista
discretio apostolica atque catholica Pelagii verbis videretur
auferri, et Agar quodam modo Sarae crederetur aequari?
, lile igitur haeretica impietate scripturae Veteris Testamenti
facit iniuriam, qui earn ex Deô bono, summo et vero, fronte
sacrilegae impietatis negat: sicut Marcìon, sicut Manichaeus,
et si quae alia pestis hoc sentit. Quapropter, ut de hac re
quod sentio, qua possum bre-vitate complectar : sicut Veteri
Testamento, si esse ex Deo bono et summo negetur; ita et
Novo fit iniuria, si Veteri aequetur.
Sed cum Pelagius respondisset, cur etiam dixerit in Ve­
teri Testamento promitti regnum caelorum, Danielis <pro-
phetae commemorans testimonium, qui sanctos accepturos
regnum Altissimi, apertissime prophetavit, non esse hoc alie-
num a fide catholica, merito iudicatum est: non secundum
illam distinctionem, qua in monte Sina promissa terrena ad
Vetus Testamentum proprie per tiñere monstrantur; nec ta­
men improbe, secundum hanc loquendi consuetudinem, qua3 2

32 Rom. g, 8.
quien recibe la ley por ia codicia de esos bienes terrenos es
heredero del Antiguo Testamento. Pues en el Antiguo Testa­
mento se prometen y dan los bienes que apetece el hombre
viejo. Los bienes del Nuevo Testamento, figurados en el An­
tiguo, piden hombres nuevos. Que sabía muy bien el gran
Apóstol lo que decía al afirmar que los dos Testamentos es­
taban alegóricamente figurados como Testamentos diferentes
en la esclava y en la libre, perteneciendo al Antiguo los hijos
camales, y al Nuevo los hijos de la promesa: No los hijos
de la carne esos son los hijos ds Dios, sino los hijos de la
promesa son contados como díscendisntes. Por tanto, los hi­
jos de la carne pertenecen a la Jerusalén terrena, que es
esclava lo mismo que sus h ijos; mas los hijos de la promesa
pertenecen a la. celestial Jerusalén, que es nuestra madre
libre. Así que fácil es colegir quiénes pertenecen al reino te­
rreno y quiénes al reino de los cielos. Cuantos por la gracia
de Dios tuvieron conocimiento, aun en aquellos siglos, de la
diversidad de Testamentos, siendo por ello hechos hijos de
la promesa, fueron reputados en los secretos juicios de Dio3
como herederos del Nuevo Testamento, bien que fueron cons­
tituidos ministros del Antiguo Testamento, dado por Dios
al pueblo antiguo según la división de los tiempos.
15. ¿Cómo no habían de alarmarse, y con razón, los hi­
jos de la promesa, los hijos de la Jerusalén libre y eterna de
los cielos, viendo que se negaba, al parecer, esta diferencia
apostólica y católica de Testamentos con las palabras de Pe­
lagra y que Agar era equiparada en cierto modo a Sara?
Odia con impiedad herética las Escrituras del Antiguo Tes­
tamento quienquiera que niegue que su autor es Dios bueno,
sumo y verdadero, como, en efecto, lo niegan Marción, Ma­
nes y todo el que profesa tan pestífero error. Así es que,
para decir en pocas palabras lo que siento, digo que de la
misma manera que se hace injuria al Antiguo Testamento
negando que su autor sea el Dios bueno y sumo, así se hace
injuria al Nuevo Testamento si se le equipara al Antiguo.
Como Pelagra, en su respuesta a los jueces, dio la razón
de haber dicho que en el Antiguo Testamento se prometía
el reino de los cielos, aduciendo el testimonio del profeta
Daniel, el cual profetizó evidéntísimamente que los santos
habían de heredar él reino del Altísimo, los jueces senten­
ciaron que la respuesta no era contraria al sentir da la Igle­
sia. Y aunque no se fundamentó la sentencia en esa diversi­
dad de Testamentos según la cual los bienes prometidos en
• el Sinaí pertenecen propiamente al Antiguo Testamento, la
sentencia fué justa, como fundada en la costumbre universal
universae scripturae canonica« ante inearnationem Domini
ministrata« Veteris Testamenti appellatione censentur. Non
enim aliud est regnum Altissimi, quam Dei regnum; aut
quisquam contendere audebit, aliud esse Dei regnum, aliud
regnum caelorum.

CAPUT VI
UTRU M HOMO POSSIT, SI VEU T, ESSE SINE PECCATO

16. Post haec obieetum est, quod Felagius in eodem


libro scripserit suo: Posse homimm, si vilit, esse sine pec­
cato: et quod scribens ad viduam adulatorie dixerit: Inve­
ntât apud te pietas, quae nusquam inventi, locum: inveniat
ubique peregrina in te sedem iustitia: veritas quae iam nemo
cognoscit, domestica Ubi et amica fia t: et l:x Dei quas ab
omnibus prope hominibus conterhnìtur, a te sola honoretur.
E t iterum ad ipsam: O te felicem et beatam, si iustitia, quae
in cario tantum esse crednda est, apud te solam inveniatur
in terris! Et in alio ad ipsam libro, post orationem Domini
et Salvatoris nostri, docens quemadmodum debeant sancti
orare, ait: Ills ad D'-um digne elevai manus, tile oration: m
bona conscientia effundit, qui potest dicere: Tu nosti, Do­
mine, quam sanctae, et innocentes, et mundae sunt ab omni
molestia et iniquitate et rapina, quas ad Ps estendo manus;
quemadmodum insta et manda labia, ét ab omni mendacio
libera, quibus afferò Ubi deprecationem, ut mihi miserearis.
Ad hoc autern Pelagius respondens ait: Posse quidem homi­
nem sine peccato esse, et Dei mandata custodire, si v : Ut,
diximus: banc enim possibilitatem Deus üli dedit. Non autem
diximus, quod inveniatur aliquis, ab infantia usque ad se-
nectam, qui nunquam peccaverit: sed quoniam a peccatis
convtrsus, proprio labore et DÀ gratia possit esse sine pec­
cato; nec per hoc tamen in posterum inconversibilis. Reli-
qua vero quae subi:icerunt, ncque in Ibbris nostris sunt, ncque
talia unquam diximus. Illis auditis Synodus dixit: Quoniam
hegas te talia scripsisse, anathematizes illos qui sic tenenti
Pelagius respond:t : Anathematizo quasi stultos, non quasi
haereticos; siquidem non est dogma. Deinde iudicavUrunt
episcopi dicentes: Nunc quoniam propria voce anathematv-
zavit Pelagius incertum stultiloqumm, recte respondens, ho­
minem cum adiutorio Dei et gratia posse esse sine peccato,
respondeat et ad alia capitula.
17. Numquid hie poterant indices, yel debebant, incogni­
ta et incerta damnare, quando nemo contra aderat, qui ea
quae ad viduam repondhensifoilia scripta dicebantur, Pelcgium
de llamar Antiguo Testamento a todas las Escrituras canó­
nicas anteriores al advenimiento de Cristo. Porque el reino
del Altísimo no es diferente del reino de Dios, ni nadie osará
decir que una cosa es el reino de Dios y otra el reino de los
cielos.

CAPÍTULO VI
Si puede e l hom bre con su s FUERZAS v iv ir SIN PECADO

16. Seguidamente se acusó a Pelagio de haber escrito


en su libro: Puede el hombre, si quiere, vivir sin pecado; y
de que en carta a una viuda había estampado estas frases
lisonjeras: Halle en ti la piedad el lugar de reposo que en
ninguna parte hedió; halle en ti morada la justicia, peregrina
del mundo; sea tu familiar y amiga la verdad, que hoy nadie
conoce ya ; y rinde homenaje a la ley de Dios, que desprecian
casi todos los mortales. También se citó esto: ¡Qué feliz y
dichosa serás si la justicia, que hemos de creer sólo mora en
los cirios, en ti únicamente halla acogimiento mbre la tierra!
Y en otro libro dedicado a la misma viuda escribe, luego
•después de la oración dominical, enseñándola a orar : Levan­
ta santamente sus manos a Dios y ora con pureza de corazón
el que puede d eir: Tú conoces, ¡oh Señor!, cuán santas,
inmaculadas y limpias de toda maldad, iniquidad y rapiña
están las manos que levanto hacia' ti; cuán santos y puros
y libres de toda mentira están los labios con los que te ofrez­
co mi oración para que tú te compadezcas de mí.
Sincerándose de este cargo, dijo Pelagio: Ht dicho, en
efecto, que el hombre puede vivir sin pecado y observar los
mandamientos divinos, si quiere, por cuanto Dios le ha con­
cedido esta posibilidad; pero no he dicho que haya un sólo
hombre que haya llegado a la ancianidad sin pecar nunca,
sino que el hombre, arrepentido de sus pecados, puede con su
propio esfuerzo y la gracia de Dios vivir sin pecado, bien
que sin ser impecable en adelante. Oída esta respuesta, dijo
el sínodo: Puesto que niegas haber escrito lo que ss te acha­
ca, ¿anatematizas a los que profesan estas doctrinas? Ha­
biendo respondido Pelagio: Los anatematizo como necios,
no como herejes, puesto que no hay dogma que los condene,
dijeron los jueces: Por cuanto Pelagio ha condenado expre­
samente un lenguaje insensato, diciendo con verdad que el
hombre puede con el auxilio y gracia de Dios vivir sin pe­
cado, responda a otros capítulos.
17. ¿Podían acaso los jueces proceder de otra manera
condenando a Pelagio sin motivo conocido y cierto, no ha­
llándose presente al juicio nadie que pudiera convencer a
scripsisse convincerei ? Ubi profecto parum esset codicem
ferre, et de scriptis eiu® liaee legerte, ni si et testes adhibe-
rentur, si illa scripta soia esse, etiam cum recitarcntur, ne­
garci. Verumlamlin in his quoque fecerunt iudices, quod
facere potuerunt, interrogantes Pilagium, utrum anathema-
tezaret illos, qui talia sentiunt, qualia se negavit scripsisse,
sive dixisse: quos ubi se tanquam stultos anathematizare
respondit, quid amplius de hac re iudices, adversariis ahsen-
tibus, quaerere debuerunt?
18. An et illud fortasse tractandum est, utrum. recte
dictum sät, non tanquam haereticos, sed tanquam stultos
anathematizandos qui ita st ntirent quoniam dogma non esset ?
Sed ab hac quaestione non levi, ubi quaeritur, quatenus sit
definìendus haereticus, recte se in praesentia iudices absti-
nuerunt. Non enim, si quisquam, verbi gratia, d'xerit aqui-
larum pullos paterno ungue suspensos et radiis solis oblatos,
si oeulis palpitavi rint, tanquam adulterinos in telram, luce
quodam modo convincente, dimitti, si forte hoc falsum est,
haerabti cus iudicandus est- Et hoc, quia in hominum docto-
rum litteris invenitur, famaque vulgatum est, nee stulte dici
iputandum est, etiam si verum non est; nee fidem nostram,
propter quam fideles vocamur, aut ereditimi laedit, aut ere-
ditum iuvat- Porro, si ex hoc sensu quis contenderit, animas
ratìónabiles inesse volucribus, tx eo quod in ea revolvantur
huimanae: tem vero tanquam hatretica pestis, ab auribus
animoque péllenda est; agendiumque et demonstrandum,
etiam si hoc de aiquilis verum est, sicut multa mira ante oou-
los nostros de apibus vera sunt, longa tarnen ab huiusmodi
irrationabilium animantium, quamvis mirabili sensu, distare
rationem, quae non hominibus et peooribus, sed hominibus
Angelisque communis est. Multa vero etiam atulta dicuntur
aJh impiritis et vands, nec tamiin baeretids; quali:a Sunt
eorum, qui de aliènds artibus, quas non didicerxmt, temere
iudicant, aut immoderatu et caeco affectu vel laudani quos
diligunt, vel vituperant quos oderunt; fcit quidqul'd aliud in
consuetudine si rmonis humani, non statuto dogmate, sed
passim, ut ad tempus oeciurrerit, per stuttitiae levitatem,
vel stilo etiam litterisque committitur. Multos denique de
hiis pauMum admonitos, talia dixisse inox poenitit: ita ea
non placito quodam fixa retinebant, sed quasi undeeumque
rapta, et non considerata, profuderant. Vix est autem cani re
istis malis: et quis est, qui non labitur lingua, et offindit
Pelagio do haber escrito las reprobables palabras que se
decía’ había escrito a la viuda,? Porque, de no presentar tes­
tigos, poco se adelantaba con mostrar el códice y citar de
él las frases antes dichas, si Pelagio negaba ser su autor. Di­
gamos, pues, que los jueces hicieron cuanto estaba en su
mano preguntando a Pelagio si condenaba a los que profe­
saban lo que él negó haber escrito o dicho. Como Pelagio
respondió que los condenaba como necios, ¿qué más pudie­
ron hacer los jueces, no hallándose presentes los acusa­
dores?
18. ¿Vale la pena discutir si se dijo con verdad que no
deben ser condenados como herejes, sino como necios, los
que hicieron aquéllas afirmaciones, puesto que no hay dog­
ma que los condone ? Los jueces se inhibieron de pronunciar­
se sobre cuestión de tanta monta como es decir cuándo uno
ha de ser tenido por hereje. Porque no vamos a condenar
como hereje al que diga, por ejemplo, y después resulte no
ser tal vez exacto, que las águilas levantan en el 'aire sus
polluelos^ cogiéndolos con las uñas y haciéndoles mirar de
hito en hito al sol, para dejarlos caer como adulterinos si
no pueden resistir el resplandor de la luz. Y no condenaría­
mos como hereje al que tal afirmara, porque esto se lee en
los libros de hombres doctos y es lo que vulgarmente se dice,
y, por tanto, no es necedad el afirmarlo, aunque en reali­
dad no sea cierto; y tal afirmación no cede en perjuicio ni
en beneficio de la fe por la que nos llamamos fieles. Por el
contrario, si uno dedujese de este instinto de las águilas que
las aves están dotadas de alma racional, por cuanto en ellas
están encerradas almas humanas, habría que desterrar del
lenguaje y del espíritu tal aserción, como pestilencial here­
jía, y demostrar que, aunque sea cierto lo que se dice die las
águilas, como son ciertas muchas cosas admirables que se
cuentan de las abejas, la razón, que es común no a los hom­
bres y a los animales, sino a los hombres y a los ángeles,
dista inmensamente del instinto, por más maravilloso que
lo supongamos, de los. seres irracionales. Muchas tonterías
suelen decir los hombres ignorantes y vanos y que, no obs­
tante, no son herejes, verbigracia, cuando hablan con lige­
reza de las artes que no conocen, o cuando con desordena­
do afecto alaban a sus amigos o censuran a sus enemigos,
o cuando, como es corriente, se hacen afirmaciones extrañas
al dogma de palabra o por escrito, diciendo sin reflexión lo
primero que se viene a la lengua. Muchos, cuando se les ad­
vierte lo que han dicho, sienten haberlo dicho, y es que
habían lanzado al azar sus afirmaciones, tomadas de acá
y de allá, sin examinar ninguna. Difícilmente se hallará
quien no cometa alguna de estas ligerezas, porque ¿quién
es el que no se desliza en la lengua ni tropieza en la pala-
jm v e t i» ? Sed interest quantum, interest unde, interest pos­
trèmo utrum admonitus corrigat, an pertinadter defenden-
do etiam dogma faciat, quod levitate, non dogmate dixerat.
Öüm igifur omnis haereticus consequenter et stultus sit, non
aiuton onrnl’s stultus continuo sit appellandus haereticus;
recite iudkies incertum sbultiloquium propria voce Pelagium
aaiathedatizassa dixerunt : quia et Si haefeisis esset, procul
dubio stultiloquium esset. Proinde quidquid illud sit, gene­
ralis vitii nomine appellaveruni. Utrum autem ex aliquo dog-
m ateista sint dicta, an vero non fixa placitaque sententia,
sod facile emendabili vanitate, qmioniam ille qui audiebatur,
.quoquo modo dicta essent, sua esse negaverat, discutiendum
in praesentia non putarurif.
19. Nos sane cum hanc Pelagli defensionem in ilia, quam
prius accepdmus, chartula legeremus, aderant quidam sancti
fratras, qui se Pelagii libros extortatorios vel consolaiorios
ad quamdam viduam conscriptos, cuius nomen non est ex-
-pressum, se habere dixerunt; et admonuerunt requirendum,
¡utrum illiu ista quae sua negavet, essent forte conscripta;
quoniam hoc. et ipsi se ignorare! asserebant. Tum vero cum
.ildem libri -ab exordio legerentur, quaesita et inventa sunt.
Affirmabant autem illi qui protulerant codlicem, ante qua-
tuor ferme annos se istos tanquam Rei agii libros habere
coapisse, nec unquam utrum eius essent, ab aliquo se audis-
:se dubitari. Oonsiderantes itaque optime nobis servorum Dei
cognitom ödem de hac re non posse: mentiri, restare vide-
batur, ut Pelagium potius in episcopali iudicio crederemus
' fuisse mentitimi, nisi fieri potuisse cogitaremus, etiam ante
annos tarn nrultos aliquid sub eius nomine, non tafflsn ab ilio
fuisse conscriptum : ncque enim isti eosdem libros ab ipso se
accepisse, veì quod ipsius essent, ab eodem audisse dioebant.
Nam et miihi quidam fratres nostri nonnulla opuscula sub
meo nòmine in Hispaniam venisse dixerunt, quae quidem ab
iis iqui alia nostra legissent, non agnoscerentur ; ab aliis
■tarnen nostra esse crederentur.
20. Illud sane quod Pelagius suum esse confessus est,
adhuc latebrosum est: sed puto quod in istorum gestorum
consequentibus partibus elucebit. Ait enim: Posse quidem
hominem esse - sine peccato, \&t Dei mandato.\ custodire, si
velài, diximùs: hanc enim possibilitatem Deus illi dedit. Non
autem dìxìmus, quod irweniatur atìquis, ab infantia usque ad
senectaJm, qui nunquam peccaverit: sed quoniam a pecoatis
conversus, proprio labore et Dei gratia possit esse sine pecca­
to ; nec per hoc tarnen in posterùm mconversibilis. In his ver­
bis, qiiam dicat Dei gratiam, prorsus latet: et iudiees qui­
dem cattolici nullam aliam intelligere potuerunt, nisi quam
nobis plurimum apostolica dottrina commendai, Haec est
bra? Pero importa ante todo y sobre todo saber jai un ó is e .
obstina en hacer un dogma de lo que no fué sino una lig e - í
reza. Como todo hereje, por el hecho de serlo, es necio, au n -;
que no todo necio sea hereje, los jueces sentenciaron q u e
Pelagio había condenado claramente un lenguaje insensa­
to; pues, caso de ser herejía, sería modo de hablar insensato.
Sea ello como fuere, designáronlo con el nombre general ele
vicio. Como Pelagio, cualquiera que fuera el sentido con que
aquellas palabras fueron dichas, negó ser su autor, los ju e­
ces creyeron que no se debía discutir si habían sido dichas
con intención de establecer un dogma o se habían dicho por
una de esas ligerezas que fácilmente se corrigen.
19. Cuando yo leía la defensa de Pelagio en ¡el escrito
que de él recibí, hallábanse presentes algunos santos h e r -.
manos que dijeron tener en su poder los libros dirigidos p o r '
Pelagio a cierta viuda, cuyo nombre no se expresa,- exhor­
tándola o consolándola, y dijeron que se debía averiguar,
puesto que ¡ellos no lo sabían, si en esos libros estaban las
palabras que Pelagio dijo no había escrito. Leídos desde su
principio los libros, halláronse las1 frases buscadas. Decían
los que presentaron el códice que hacía cuatro años que te­
nían a Pelagio por autor de tales libros y que no sabían
que nadie jamás hubiese dudado de esto. Considerando nos-
otros que los siervos de Dios, cuya veracidad conocíamos
muy bien, eran incapaces de mentir, no podíamos menos de*
creer que Pelagio había mentido en el sínodo episcopal, como
no dijéramos que muchos años antes se había divulgado con
su nombre un libro del cual él no era autor, pues los her­
manos decían que ni habían recibido los libros de Pelagio ni
habían oído decir a Pelagio que eran suyos. Por cierto que
yo mismo fui informado en cierta ocasión por algunos her­
manos de que se habían divulgado en España con mi nom­
bre algunos opúsculos, que no podían reconocer como míos
quienes hubiesen leído otros escritos ciertamente míos; pero
los demás creerían que era yo su autor.
20. Está todavía bastante obscuro lo que Pelagio re-:
conoció como doctrina suya; pero se aclarará, me parece,
con la exposición de las restantes actas del proceso. Dice
Pelagio: He dicho, en efecto, que el hombre puede vivir sin
pecado y observar los mandamientos divinos, si quiere, por
cuanto Dios le ha concedido esta posibilidad; pero no he, di­
cho que haya un solo hombre que haya llegado a la ancia­
nidad sin pecar nunca, sino que el hombre, arrepentido da
sus pecados, puede con su propio esfuerzo y la gracia <¿4
. Dios vivir sin pecado, bien que sin ser impecable en adelante.
No es posible saber lo que por estas palabras entiende Pe­
lagio con el nombre de gracia; y los jueces, como católicos,
entendieron que esta gracia ¡no era otra cosa que la que
enim, qua nos liberali posse speramus de corpore mortis
huìus per lesum Christum Dominum nostrum: et pro qua
impetranda oremus, ne intremus in tentationem.

CAPUT VII
G ra tia D es

Haec gratia non est nature: sed qua subvenitur fragili


vitiataeque naturae. Haec gratia non est legis scientia: sed
ea est, de qua dicit Apostolus: Non irritam faciam gratiam
Dei; ngm si per legem ìustìtia, ergo Christus gratis mortuus
esst3S; et ideo non est littera occidens, sed spiritus vivificans.
Scientia quippe legis sine gratia spiritus, operatur in homine
omnem concuplscentiam. Peccatum enim, inquit, non cognovi,
nisi per legem: nam concupisOentiam nesciebam, nisi lex di-
ceret: Non concupisces. Occasione autem accepta, peccatimi
per mandatum operatum est in me omnem concupiscm-
tiam Si. Nec ista dicendo legem vitupérât, imo etiam laudai,
cum dicit : Lex quidtm mncta, et mandatum sanctum, et ius-
tum, et bonum. Quod ergo bonum est, inquit, mihi factum est
mors? AbsU: sed peccatum, ut appareat peccatum, per bo­
num mihi opemtus est mortem 35. Et iterum legem laudai,
dicendo: Scimus enim quod lex spiritualis est; ego autem
carnalis sum, venumdatus sub peccato. Quod enim operor
ignoro. Non enim quod volo, hoc ago: sed quod odi, ülud
facto. Sì autem quod nolo, hoc facio; consentio legi quoniam
bona eist3(ì. Ecce iam legem novit, laudat, eique consentit,
hoc est, earn bonam esse consentit: quoniam quod illa iubet,
hoc et ipse vult; et quod illa vetat et damnat, hoc et ipse
odit: et tarnen quod odit, hoc facit. Inest ergo legis sanctae
scientia, nec tarnen sanatur vitiosa concupiscentia : inest vo­
luntas bona, et valet opsratio mala. Bine est quod duabus
legibus inter se colluctantibus, dum legi mentis lex répugnât
in membris, et captivat sub lege peccati, a confitente excla-
matur : Infelix ego homo, quAs me liberabit de corpore mortis
huìus? Gratia Dsì per lesum Christum Dominum nostrum 3T.*

** Gai. 2, 21,
sl Rom. 7, 7-8.
,ä lb. 12-15.
lb. 14-16.
Tb. 24-25.
tanto nos predica la doctrina apostólica, o sea, la gracia
mediante la cual esperamos ser librados del cuerpo de esta
muerte por Jesucristo nuestro Señor.

CAPITULO VII
La gracia de D io s

Para alcanzar esta gracia pedimos a Dios que no nos


deje caer en la tentación. Esta gracia no es la naturaleza,
sino ayuda de la frágil y viciada naturaleza. Esta gracia
no es el conocimiento de la ley, sino aquella gracia de la que
dice el Apóstol: No repudio como nula la gracia de Dios;
porque, si por la ley se alcanzase la justicia, entonces Cristo
hubiera muerto en vano; y por eso no es letra que mata, sino
espíritu que vivifica. Porque el conocimiento de la ley sin
la gracia del espíritu obra en el hombre toda la concupis­
cencia. El pecado no lo conocí sino por la ley; porque ni Ja
concupiscencia conociera si la ley no dijera: No codiciarás.
Mas tomando ocasión el pecado por medio del mandamiento,
obró en mí toda concupiscencia. Y, al decir esto, no repren­
de la ley, sino que antes la alaba cuando escribe: Así que
la ley es santa, y el mandamiento es santo, y justo, y bueno,
iLuego lo bueno vino a ser para mí muerte? ¡Eso, no! Mas
el pecado, para mostrarse pecado, por medio de una cosa
buena me acarreó la muerte. Tom a a alabar la ley diciendo:-
Porque sabemos que la ley es espiritual, mas yo soy carnal,
vendido por esclavo al pecado. Porque lo que hago no me
lo explico, pues no lo que quiero es lo que obro; antes lo que
aborrezco, eso es lo que hago. Y s ilo que no quiero eso es lo
que hago, convengo con la ley en que es buena. Tenemos, pues,
que conoce la ley y la alaba y conviene con ella en que es bue­
na, por cuanto lo que la ley manda, eso quiere él; y lo que
la ley prohibe, eso es lo que él aborrece; y, no obstante todo
esto, hace lo que odia. Tiene, pues, el conocimiento de la ley,
pero no ha sido curado de la viciosa concupiscencia; tiene
buena voluntad, pero prevalece la mala acción. De aquí pro­
cede que, al luchar entre sí las dos leyes, como la ley de los
miembros repugna a la ley del espíritu y hace al hombre cau- ’
tivo del pecado, llega el Apóstol a exclamar: ¡Desventurado
de mí! ¿ Quién me libraré del cuerpo de esta muerte? La gra­
cia de Dios por nuestro Señor Jesucristo.
CAPUT VIII
I dem tr ac ta tu e argum entum
21. Non ergo natura, quaie sub peccato venumdata et vi-
tio sautiata redemptorem salvatoremque desiderat, nec legis
scientia, per quam fit concupiscentiae cognitio, non evictio,
liberat a corpore mortis huius: sed gratia Domini per Iesum
Christum Dominum nostrum.

CAPUT IX
P rosequitur idem argu m entum
Ista est non natura moriens, nec littera occidens, sed Spi­
ritus vivificans. Iam enim habebat iste naturam cum volun­
tatis arbitrio; nam dicebat: Veile adiacet m ihi33; sed non
habebat naturam cum sanitate, sine vitio; nam dicebat:
Scio quod non habitat in me, hoc est, in carne m a, bo-
numm. Iam habebat cognitionem legis sanctae, nam dice­
bat: Peccatum non cognovi nisi per legem ; sed non habebat
vires agendas perficiendaeque iustitiae, nam dicebat: Non
quod volo hoc ago; sed quod odi hoc facio; et, Pi rf icere bo-
num non invenio 40. Ideo nec voluntatis arbitrium, nec legis
praeceptum. unde liberaretur de corpore mörtis huius; quia
utrumque iam habebat, aliud in natura, aliud in dootrina:
sed gratiae Dei posoebat auxilium, per lestun Christum Do­
minum nostrum.

CAPUT X
^ N o n oonstat P elag ium gratiam D ei iu x t a m en tem
E cclesiae confessu m esse
: 22. Hanc itaque gratiam. quam in catholica Ecclesia no-
tissimam noverant, episcopi crediderunt Pelagium confiteri,
cum audirent eum dicere: hominem a peccatis conversum,
proprio labore et Dei gratia posss esse sine peccato. Ego
autem propter illüm librum, quem mihi refellendum serví
D eia dederunt, qui discipuli eius fuerunt, et cum éumdem
Pelagium valde diligerent, eius esse dixerunt, ubi hac quaes-
tione sibi proposita, quia hoc in eo iam plurimos offenderat,
quod adversus Dei gratiam loqueretur, apertissime expressit:
** Rom. 7, 18. 40 Ib. 15 et 18.
*• n » . a Timasius et Iacobus.
CAPÍTULO VIII
P rosigue e l m ism o argumento

21. No nos libra, pues, del cuerpo de esta muerte la


naturaleza, vendida por esclava al pecado y herida por el>
pecado, y que tiene necesidad de redentor y salvador; ná el;
conocimiento de la ley, que nos da el conocimiento de la;
concupiscencia, pero no la victoria sobre la misma; sino,;
que nos libra la gracia de Dios por Jesucristo nuestro Sefiqir.,

CAPITULO IX
P rosigue ee argumento an te rio r
\ ,. X '* :>

La gracia no es la naturaleza perecedera ni la letra que


mata, sino el espíritu que vivifica. No dejaba de tener natu­
raleza el Apóstol junto con el libre albedrío, puesto que de-,
cía; El querer a la mano lo tengo; mas no tenía naturaleza
sana y sin vicio, porque decía: Sé que no mora en mi, es de-
cir, en mi carne, él bien. Conocía la ley santa, por cuanto
decía: No he conocido él pecado sino por la ley; pero fal­
tábanle fuerzas para obrar, y obrar con perfección, la justi­
cia, ya que escribía: No obro lo que quiero, sino qite hago-
lo que aborrezco. Y también: No está en mí el hacer el bien.-
Por todo esto no demandaba él libre albedrío ni el precepto
de la ley para verse libre del cuerpo de esa muerte, por;
cuanto ya poseía ambas cosas, sino que demandaba el auxilio ,
de la gracia de Dios por nuestro Señor Jesucristo.

CAPÍTULO X
E s DUDOSO QUE PELAGIO CONí’ESARA LA GRACIA CON MENTÍ
ORTODOXA

22. Esta gracia tan umversalmente conocida en la Igle­


sia de Dios, creyeron los obispos era la que confesaba Pe­
lagio cuando le oyeron decir que él hombre, convertido de
sus pecados, puede con su propio esfuerzo y la gracia de Dioé •
vivir sin pecado. Fundado yo en el libro que me entregaron, '
rogándome lo refutara, los siervos de Dios que habían sido
discípulos amantísimos de Pelagio y atribuían a su maestro
tal libro, en el cual Pelagio, sabedor del revuelo causado >
por sus discursos contra la grada, se propone esta cuestión
hano se dicere Dei gratiam, quod possibttitatem non peccan-
di natura, nostra cum condsretur, accepit, quoniam condita
est cum libero arbitrio: propter hunc ergo librimi ego, plu­
rimi autem fratres propter eius disputationes, quas dicunt
sibi esse notissimas, adhuc sumus de istorum verborum eius
ambiguitate solliciti, ne forte quid in ea lateat, atque se hoc
dixisse sine praeiudicio sui dogmatis exponat postea disci-
pulis suis, ita disserens: Dixi quidcm, proprio labore et Dei
gratia posse hominem esse sins peccato; sed quam. dicam
gratiam optime nastis, et legando recolere potestis, quoi ea
sii, in qua creati sumus a D o cum libero arbitrio. Atque ita
duna euna credunt episcopi eam dixisse gratiam, non qua ho­
mines creati sumus, sed qua in novam creaturam adoptati
(hanc enim apertissime gratiam divina Scriptura commen-
dat), ignorantes haereticum, tanquam catholicum absolve­
runi. Suspectum enim me facit etiam illud, quod cum in
eodem libro, cui respondi, apertissime dixerit, Abel iustum
nunquam ornnino peccasse, modo ait: Non autem dianmus,
quod invenuUur aliquiSj ab infantia usque ad ssnectam, qui
nunquam peccar)erit ; ssd quoniam a pcccatis convrsus, pro­
prio labore et Dei gratia possit esse sins piccato. Abel quippe
iustum, non a peccatis conversum in cetera vita dixit factum
esse sine peccato, sed quod peccatum nullum unquam fecerit.
Unde si ille ipsius liber est, profecto ex ipsa responsione
emendandus est. Nolo enim eum dicere modo fuisse menti­
temi, ne forte quod in libro ilio scripserit, se dicat oblitum.
Proinde cetera vidaamus. Ed quippe consequuntur in eccle-
giasticis gestis, quibus, adiuvante Domino, possumus esten­
dere, etiam Pelagio, sicut nonnullis videtur, in illa exami­
nations purgato, et certe apud iudices duntaxat homines ab­
solute, hanc talem haeresim, quam et ulterius progredì et in
peius proficere nolimus, sine dubio esse damnatam.

CAPUT XI

E rrores C aelestii a PELAGK) reprobati

23. Haec enim sequuntur obiecta Pelagio, quae in doctri-


na Caelestii discipuli eius referuntur inventa. Adam morta-
lem factum, qui sive piccar et, sive non peccaret, moriturus
easet. Quoniam peccatum Adas ipsum solum la: se rit, et non
genus humanum. Quoniam lex sic mittit ad regnum, eju/m-
admodum Evangelium. Quoniam ante adventum Christi
fuerunt hommes sine peccato. Quoniam infantes nuper nati
y la resuelve diciendo sin ambages que él llama gracia de
Dios a la posibilidad de no pecar dada por Dios a la natura-
lema en su creación, puesto que se le dió, al s í r creada, el libre
alb.dr'ío; fundado yo, digo, en lo escrito en este libro, y
fundándose muchísimos hermanos en los conocidísimos dis­
cursos de Pelagio, dudamos del sentido de sus palabras, te­
miendo no tengan otro sentido del que suenan y que luego
las explique a sus secuaces sin condenar su doctrina, diciendo:
Dije, en efecto, que el hombre puede vivir sin pecado por su
propio esfuerzo y con la gracia de Dios; pero ya sabéis muy
bien, y lo recordaréis leytndo mis escritos, que yo llamo gra­
cia de Dios aqu -lla en que nos creó dándonos él libre albedrío.
De donde resulta que los obispos, creyendo llamaba gracia
de Dios no a aquel don por el que fuimos hechos hombres,
sino al don por el que fuimos adoptados como nueva criatu­
ra (que de éste habla evidentísimamente la Escritura), lo de­
clararon católico por no haber descubierto en él al hereje.
Me da también que sospechar el hecho de que, habiendo es­
crito Pelagio, en el libro que refuté, estas clarísimas pala­
bras : Que el justo Abel nunca pecó, dijo en el sínodo: Yo no
dije que haya un sólo hombre que haya llegado a la anciani­
dad sin pecar nunca, sino que él hombre, arrepentido de sus
p eados, puede con su propio esfuerzo y la gracia de Dios
vivir sin pecado. No había dicho que el justo Abel, una vez
convertido de sus pecados, había vivido el resto de su vida
sin pecado, sino que nunca había cometido pecado. Por tanto,
si el libro es da Pelagio, debe corregirse según esta confesión
de Pelagio. No me atrevo a decir que mintió en el sínodo,
porque podría replicar que'no se acordaba de lo que en el
libro había escrito.
Prosigamos: Las actas siguientes nos ofrecen suficientes
argumentos para demostrar que, si Pelagio logró justificarse,
como algunos quieren, y fué absuelto por los hombres, pero
esta herejía, que Dios no quiera se propague más ni vaya
adelante, fué sin duda alguna condenada.

CAPÍTULO XI
E rrores de C elestio condenados por P elagio

23. A continuación se acusó a Pelagio de las doctrinas


profesadas por su discípulo Celestio: Que Adán fué creado
mortal y que, ora pecase, ora no pecase, estaba sujeto a la
Y)iwrt'\ Que él pecado de Adán tan sólo a él l ? perjudicó y
no al género humano. Que la ley conduce al cielo lo mismo
que el Evangelio. Que antes de la venida d° Cristo hubo
hombres que vivieron sin pecado. Que los niños recién na-.
in ilio statu sunt, in quo Adam fuit ante praeoaricationem.
Quoniam ñeque per mortem vel praevarioationem Adae omne
gemís hominum moriatur, ñeque per resurrectionsm Ghristi
omne genus hominum vesurgat.
Haee ita obiecta sunt, ut etiam apud Carthaginem a
sanctitate tua et ab aliis tecum episcopis dicerentur audita
atque damnata. Ubi quidem, ut recolis, ipse non fui, sed
postea cum venissem Carthaginem, eadem gesta recensui, ex
quibus aliqua memini: sed nescio utrum eis haec omnia te-
neantur. Quid autem interest, utrum aliqua inibi non sint
forte commemorata et ideo nee damnata, cum constet esse
damnanda?
Deinde obiecta sunt et alia quaedam capitula, comme-
moratione meii nominis interposdta, quae mihi de Sicilia missa
fue rant, cum ibi fratres catholici huiusmodi quaestionibus
turbarentuir, quibus per librum ad Hilarium scriptum, qui
ea mihi in epistola sua consulens miserai, satis sufficienter,
lit mihi videtur, respondí. Ista sunt anitem : Posse hominem
sme peccato, si velit, esse. Infantes, etsi non baptizentur,
habere vitam aeternam. Divites baptízalos, nisi omnibus
abrenuntient, si quid boni visi fuerint facete, non reputavi
Hits, ñeque regnum Dei posse habere.
24. A d haec sibi obiecta, slicrut gesta testantur, Peiagius
ita resipondit: De posse hominem sine peccato esse, dictum
est, inquit, superius; de eo quod fuerint ante adventum Do­
mini homines sine peccato, dicimus et nos quoniam ante ad­
ventum Ghristi vixerunt quidam sánete et iuste, secundum
Scriptumrum sanctarum traditionem. Réliqua vero et secun­
dum ipsorum testimonium a me dicta non sunt, pro quibus
ego satisfacere non debeo:, sed tamcn ad satisfactionem sanc­
tus Synodi, anathvmatizo illos qui sic tenent, out aliquando
tenuerunU Post hanc eius responsionem Synodus dixit: Ad
haec praedicta capitula sufficienter et recte satisfecit pra e-.
sens Peiagius, anathematizans ea quae non erant eius.
Videmus igitur, ,et tenemus, non solum a Peiagio, verum
etSam a sanotis episcopis qui illi iudicio prae&idebant, mala
perniciosissima huiusmodi haeresis essa damnata: Adam
mortdlem factum, quod ut plenius exponeretur quomodo dic­
tum sit, additum est, qui sive peccant, sive non peccaret,
moriturus asset. Quod k x sic mittat ad 'regnum, quemad-
modum et Evangelium. Quod mfantes nuper nati in dio statu
sint, in quo Adam fuit ante praevaricationem. Quod ñeque
per mortem vel praevaricationem Adae omne genus huma-
num moriatur, ñeque per resurrectkmem Chri&ti omne genuis
humanum resurgat. Quod infantes, etsi non baptizentur, ha-
beaut vitam aeternam. Quod divites baptizati, nisi omnibus
cidos se hallan en el mismo estado que tuvo Adán antes de
•pecar. Que ni por la muerte o pecado de Adán perece todo
el género humano ni por la resurrección de Cristo resucitan
\ todos los hombres.
Al acusar de estas doctrinas a Pelagio, se dijo que tú y
otros obispos las habíais conocido y condenado en Cartago.
No me hallaba yo entonces en Cartago, como sabes; mas
cuando, pasado algún tiempo, fui allí, tomé nota de las
piezas del proceso, de las que recuerdo algunas; pero no sé
si todas estas afirmaciones están reproducidas en las actas.
Mas ¿qué importa que las actas no recojan todas las afir­
maciones, si es verdad que todas deben ser condenadas?
Seguidamente acusaron a Pelagio, citándose a este res­
pecto mi nombre, de ciertos capítulos que me habían sido re­
mitidos desde Sicilia a causa del escándalo producido entre
los católicos con estas disputas, capítulos a los cua^s di
cumplida respuesta, según me parece, en el libro dedicado a
Hilario, que fué quien me los había remitido. Estos capítulos
o afirmaciones son: Que el hombre puede, si quitre, vivir sin
pecado. Que los párvulos alcanzan, aunque no se bauticen,
la vida eterna. Que los ricos bautizados, si no renuncian a
todas sus bienes, aunque crean que hacen buenas obras,
de nada les sirve ni pued'n alcanzar la vida (Urna.
24. A estos cargos respondió Pelagio: Acerca de la po­
sibilidad de vivir él hombre sin pecado, ya respondí antes.
En cuanto a haber existido antes d° la encarnación d' Cristo
hombres sin pecado, digo que antes ds la encarnación de
Cristo hubo algunas hombres que viviron santa y virtuo­
samente, como ens:ñan las Sagradas Escrituras. Lo demás,
como reconoce, no lo he enseñado yo, y así no tengo por
qué responder; pero, accediendo a los deseos del sínodo, con-
d no a lots que enseñan o enseñaron estas doctrinas. Oída
esta respuesta, dijo el sínodo: Pelagio ha respondido cumpli­
da y adecuadamínte a estos capítulos condenando lo que no
es doctrina suya.
Sabemos, pues y estamos ciertos de que no sólo Pelagio,
sino también los obispos que presidían aquel juicio condena­
ron esta perniciosísima herejía: Que Adán fué creado mor­
tal, y, para mejor explicar cómo ,se había dicho esto, se aña­
dió: y que ora pecase, ora no pecase, estaba suj to a la muer­
te. Que él pecado de Adán tan sólo a él le perjudicó y no al
gén ro humano. Que la ley conduce al cielo lo mismo que el
evangelio. Que los niños recién nacidos se hallan en el mismo
estado que tuvo Adán antes de pecar. Que ni por la muerte
o pecado de Adán perece todo el género humano, ni por la
resurrección de Cristo resucitan todos los hombres. Qu° los
niños, aunqu° no s-an bautizados, alcanzan la vida eterna.
Que los ricos bautizadosj si no renuncian a todos sus bienes,
abrenuntimt, si quid boni visi fuerint fasere, non Ulis repute-
tur, ncque regnum Dei possint habere. Haec certe omnia
iudicio Silo ecclesiastico, >anathematizante Pelagio, et epdsco-
pis in/byrloquientibus, eonstat esse dannata.
25. His autem quaestionibus, et istaruxn sententi arum
contenti osissimi s asserti onibus iam usquequaque ferventibus,
multorum fratrum turbabatur snfìrmitas. Unde eoacti sumus
sollicitiudine earitatis, quam, erga Ecclesiam Christi per gra-
tiam Christi nos habere convenit, etiam ad beata® memoriae
Marcellinum, qui eos quotidie disputatore® molestissimos pa-
tiebatur, et me per litteras oonsulebat, de quibusdam istarum
quaiestionibus scribere, et maxime de baptismo parvulorum:
de quo etiam postea, te iubente, in basilica Maiorum, gestans
quoque in manibus epistolam gloriosissimi martyris Cypriani,
et de: hac re verba this recitans atque pertractans, ut error
iste nefarius de quorumdam cordiibus auferretur, quibus per­
suasa fuerant, quae in his gestibus videmus damnata, adiutus
orationibus tuis, quantum potui, laboravi. Haec sunt, qua®
nonnullis frafcribus, quidam balia sentiintes, ita persuadere
conabantur, ut de. orientaliibus comminarentur Ecclesiis, quod
nisi haec tenerent, earnm possent iudicio condemnari. Ecce
quatordecim antistites orientalis Ecclesiae, in ea terra cui
Dominus praesentiam. suae carnis exhibuiit, Pelagium non
absolverent, nisi ea tanquam fidei catholicae adversa dam-
naret. Unde, si proptirea est iste absolutus, quod anathe-
matizaverit talia; procul dubio illa damnata sunt: quod multo
oumulatius altquie clarius in consequentibus patebit.
26. Unde nunc duo illa videamus, quae noluit anathema-
tizare Pelaigius, qui etiam sua esse cognovit; sed ut illud,
quod in illis offcndebat, auferret, quomodo ea sentirei expo-
sudt. Posse quidem,, linquit, hominem sine peccato esse, dic­
tum est superìus. Dictum sane, et nos meminimus: sed ideo
mitigatimi, et a iudicibus approbatum, quod addita est Dei
gratia, quia© in illis capitulis tacebatur.
De hoc autem altero quemadmodum respondent, diligen-
tiuis intuendum est. De iUo autem, inquit, quod fuerint ante
adventum Domini homines sine peccato, dicimus et nos quo-
niam ante adventum Christi vixerunt quidam sm ete et iuste,
secundum sacrarum Scripturarum traditionem. Non est ausus
dicere: Dicimus et nos quoniam ante adventum Christi fue-
ruint homines siine peccato; cum hoc illi de Caelestii diotis
fuisset obiectum; sensit enim quam esset pm culosum tt mo-
lestum: sed ait: Dicimus et nos quoniam ante adventum
Christi vixerunt quidam sanate et iuste- Quis hoc negavm t?
aunque crian que hacen buenas obras, de nada les sirve ni
pueden alcanzar la vida eterna. Consta, pues, con toda cer-
i teza que todas estas doctrinas fueron condenadas por Pela-
\gio y por los obispos.
\ 25. Efetas disputas y provocadoras doctrinas, apasiona­
damente defendidas en todas partes, llevaban la inquietud
a muchos hermanos flacos en la fe. Urgido, pues, por la
caridad, que es razón tenga por la gracia da Cristo, para
con la Iglesia de Cristo, escribí a instancias de Marcelino,
que tenía que soportar a diario estas perturbadoras disputas
y que me había hecho por carta algunas consultas, un libro
que estudia algunas de estas cuestiones, y en particular la
del bautismo de los párvulos. De este mismo asunto traté
por orden tuya, y ajaldado de tus oraciones, en la basílica
de los Mayores, teniendo en la mano la epístola del gloriosí­
simo mártir Cipriano, cuyas palabras cité y expliqué, esfor­
zándome cuanto pude por desterrar este execrable error del
ánimo de algunos a quienes se habían persuadido estas doc­
trinas ahora condenadas en estas actas. Estas son las doc­
trinas que algunas extraviados querían persuadir a los fieles,
amenazándoles con que, si no las aceptaban, podrían 'ser con­
denados por las iglesias orientales. Pues he aquí que catorce
obispos orientales de aquella región santificada con la presen­
cia corporal de Cristo no hubieran absuelto a Pelagio, si Be-
lagio no hubiera condenado estas doctrinas como contrarias
a la Iglesia. Así que, si fué absuelto porque las condenó, lue­
go tales doctrinas fueron, sin duda, condenadas, como lo
veremos más detallada y claramente en los capítulos si­
guientes.
26. Analicemos ahora dos afirmaciones que Pelagio se
negó a condenar, sin embargo de haber reconocido que eran
suyas, y cuyo sentido, para limar chocantes asperezas, ex­
plicó en el sínodo. Se ha dhoho antes, dijo, que el hombre
pucde vivir sin pecado. Se dijo, en efecto, y yo me acuerdo
de ello ; pero se suavizó la frase y mereció la aprobación de
los jueces porque se añadió: con la gracia de Dios, que es lo
que en aquellos capítulos no se decía.
Examinemos ahora atentamente cómo Pelagio se explicó
acerca del segundo punto. En cuanto a haber existido, dijo,
antes de la encarnación del Señor algunos hombres sin pe­
cado, digo que, en efecto, antes de la encarnación del Señor'
hubo algunos hombres que vivieron santa y virtuosamente,
como ensañan las santas Escrituras. No se atrevió a decir,
como enseñaba Celestio, que antes de la encarnación del Se­
ñor vivieron algunos hombres sin pecado, porque se dió cuen­
ta de que decir esto era arriesgado y enojoso, sino que se
contentó con decir: Digo que antes de la encarnación del Se­
ñor vivieron algunos hombres santa y virtuosamente, ¿Quién
Sed-aliud est hoc, et aliud fuisse sine peccato: quia et illi
sánete bisteque vivebant, qui veracitir tarnen dicebant: Si
dixerimus quia peccatimi non habemus, ipsi nos seducimos,
et veritas in nobis non e s t 41- Et hodie multi fuste cancteque
vivuint, nec tarnen in oratione mentiuntur, cum dicunt: Di­
mette nobis debita nostra,, sicut et nos dimittimus debitorlbus
nostris 42. Hoc ergo dudicibus placuit, quemadmodum se dice­
rs assevera vit Pelagius; non quemadmodum ofaiiciebatur di-
xisse Oaekstius, Nunc ea quae restant, pertractemus, ut
possumius.

CAPUT XII

E cclesia C h r is t i m acula e t ru ga n o n caret in h o c mundo

27. Obieetum est Pelagio, quod diceret: Ecclesiam htc


esse sine macula et ruga. Unde etiam Donatista« diuturnum
nobiscum habuerunt in nostra Collations conflictum ; sed illos
. de permixtione malorum hominum tanquam paleae cum fru-
mentis, propter areae similitudinem potius urgebamus: qua
similitudine etiam istis respondere possumus, nisi Ecclesiam
in solis iustis vellent fortasse intelligi, quos nullum omnino
a see run t habere peccatum, ut possit Ecclesia hic esse sine
macula et ruga. Quod si ita est eadem repeto, quae paulo ante
memoravi : Quomodo sunt membra Ecclesia«, de quibus verax
clamat humilitas : Si dix rimus quia p.coatum non habemus,
ipsi nos seducimus, et verilas in nobis non est? Vel quomodo
id quod eam Dominus docuit, orabit Ecclesia: Dimitts nobis
debita nostra: si in hoc saeculo est Ecclesia sine macula
et ruga? Postremo ipsi de se ipsis interrogandi sunt, utrurn
necne fateantur aliqua se hafcere peccata. Quod si negabunt,
dicendum est eis, quod se ipsos decipiant, et veritas in eis non
sit. Si autem peccatum se habere fatebuntur, quid aliud quam
de ruga sua vel macula fatebuntur? Non sunt ergo isti Eccle­
sia« membra; quia illa est sine macula, hi autem cum macu­
la et ruga.
28. Sed ad hoc obieetum vigilanti circumspectione rea-
pondit, quam sine dubio catholici indices approbaverunt.
Dictum est, inquit, a nobis, s d ita, quoniam lavacro ab omni
macula et ruga purgatur Ecclesia, quam velit ita Dominus
permanere. Ad quod Synodus dixit: Hoc >et nobis placet.
Quis enim nostrum negat, omnium in Baptismo peccata
dimitti, et omnes fiddes sine macula et ruga de lavacro re-
generationis ascendere? Aut cui ehristiano catholico non
placet, quod et Domino placet, idque futurum est, ut Ecclesia
" Io . I , I I .
*” Mt. 6, 12.
niega esto? Pero una cosa es vivir santa y virtuosamente y
otra vivir sin pecado; porque santa y virtuosamente vivían
ios que confesaban: Si dijéremos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos y no decimos verdad.
Y ahora mismo viven santa y virtuosamente muchos que
dicen: Perdónanos nuestras deudas, asi como nosotros per­
donamos a nuestros deudores. Los jueces, pues, dieron por
buena la respuesta de Pelagio, no la doctrina de que se acu­
saba a Oelestio. Estudiemos lo que sigue.

C.A P Í T U L O XII ' ■ ...


L a I glesia n o carece de m a n c h a e n este mondo

27. Se acusó a Pelagio de haber dicho que la Iglesia no


tiene en este mundo mancha ni arruga, que fué lo que motivó
nuestra larga disputa con los donatistas en la controversia
de Cartago; bien que a los donatistas los combatíamos con el
argumento de la mezcla de los buenos con los malos, a seme­
janza de lo que ocurre con la era, donde andan mezclados el
trigo y la paja. Este mismo argumento podemos esgrimir
contra los pelagianos, a no ser que digan que ia Iglesia se
compone sólo de justos, que, según dicen, no tienen el más
pequeño pecado, y así la Iglesia puede vivir sin mancha ni
arruga. Si esto es lo que afirman, repito el argumento de an­
tes: ¿cómo pueden ser miembros de la Iglesia aquellos que
confiesan humilde y sinceramente: Si dijéramos que no te­
nemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no deci­
mos verdad? ¿O cómo podrá la Iglesia orar del modo que el
Señor le ha enseñado: Perdónanos nuestras deudas, si la'
Iglesia no tiene mancha ni arruga en este mundo? Por últi­
mo, hay que preguntarles a ellos mismos si confiesan o no
que tienen algún pecado. Si dicen que no, hay que replicarles
que se engañan a sí mismos y no dicen verdad. Pero, si con­
fiesan que tienen pecado, ¿qué es lo que confiesan sino sus
manchas y arrugas? Luego no son miembros de la Iglesia,
porque ía Iglesia no tiene mancha y ellos sí.
28. La respuesta de Pelagio a esta acusación fué ¡estu­
diadamente moderada y mereció la aprobación de los jueces.
Dije, respondió, que la Iglesia no time en este mundo mancha
ni arruga, porque el bautismo la libra de toda mancha y es
voluntad del Señor que conserve esta pureza. A esto dijo
el sínodo: Piáosnos la respuesta.
Y en verdad, ¿ quién niega que Se perdonan en el bautis­
mo todos los pecados y que todos los fieles se libran en el
bautismo de sus manchas y arrugas? ¿O qué cristiano no
aprobará lo que el Señor aprueba y algún día será realidad,
permaneät sine macula et ruga? Quandoquidem id nunc agi-
tur Dei misericordia et veritate, ut ad illam perfeetionem,
ubi sine macula et ruga in aeteraum mansura est, sancta
Ecclesia perducatur. Sed inter lavacrum, ubi omnes praeteri-
tae maculae rugaeque tolluntur, et regnum, ubi sine macula
et ruga perpetuo manebit Ecclesia, bempus hoc medium est
orationis, ubi necesse est dicat: Dimitte nobis debita nostra.
Propter hoc obiectum est eos dicera hie cstse Ecclesiotm sins
macula et ruga, utrum a per hanc sententiam auderet prohi-
bere orationem, qua diebus et noctibus veniam peccatorum
iam baptizata sibi poscit Ecclesia. De quo medio tempore
inter remissionem peccatorum quae fit in lavacro, et per-
mansionem sine peccatis quae futura est in regno, cum Pe-
lagio nihil est actum, nihil ab episcopis pronuntiatum: sed
tantum hoc quod breviter significandum putavit, non se ita
dixiss;, ut videbatur obiectum. Cum enim hoc ait: Dictum.
est a nobis, sed non ita: quid voluit videri, nisi non ita, quem-
admodum dixisse, ab his qui obieoerant, credebatur? Quid
tarnen secuti sint iudices, ut dicerent sibi hoc placere, id
est, Baptismum quo abluitur a peccatis, et regnum ubi per-
manebit sine peocatis sancta, quae nunc mundatur, Ecclesia,
satis, quantum existimo, apparet.

CAPUT XIII
VlRGlNITAS PLUS EST QUAM CAST1TAS CONIUGALI®

29. Dcinde obiecta sunt de libro Caelestii, quid in uno-


quoque capitulo contineat, magis secundum sensum, quam
secundum verba : quae quidem ille latius exsequi'tur ; sed tune
subiieere omnia, qui libellum adversum Pelagium dederunt,
se non potuisse dixerunt. Ergo in primo capitulo libri Cae­
lestii hoc scriptum esse posuerunt: Quoniam plm facimus,
qmm in Lege et Evangelio ìussum est. Ad hoc Pelagius res-
pondit: Hoc quasi nostrum posu runt: dictum est vero a no­
bis secundum Apastolum de virginitate, de qua Paulus dicit:
“PraEc ptiim Domini non h a b s o ” 4:s. Synodus dixit: Hoc et
Ecclesia recipit.
Legi ego, quo sensu id Caelestius in libro suo posuerit:
si tarnen suum esse non negat. Dixit enim hoc, quo videlicet
persuaderei, tantam nos habere per naturane liberi arbitrii
non peccandi possibilitatem, ut plus etiam quam praeceptum

" i Cor. 7, 25.


a Forte, ut non.
o sea, que la Iglesia no tenga mancha ni arruga ? Porque, en
el tiempo presente, la misericordia y verdad de Dios condu­
cen la santa Iglesia hacia aquella perfección que consistirá
en vivir por siempre sin mancha ni arruga. Pero, esto no obs­
tante, entre el bautismo, donde se quitan todas las manchas
pasadas y arrugas, y el cielo, en el cual vivirá eternamente
1a Iglesia sin mancha ni arruga, hay un tiempo intermedio
de oración, que le obliga a decir: Perdónanos nuestras deu­
das. A causa de esto se les acusó de que decían que la Iglesia
no tizne en este mundo mancha ni arruga, por si con estas
palabras querían prohibir la oración, con la que incesante­
mente pide la Iglesia bautizáda el perdón de sus pecados. De
este tiempo intermedio entre la remisión de los pecados obra­
da en el bautismo y la perseverancia inmune de pecados en el
cielo no se trató en el proceso contra Pelagio, ni los obispos
dictaron sentencia, contentándose con la confesión de Pela­
gio de que no había dado a sus palabras el sentido que le
objetaban. Porque al decir: Dije esto, pero en este sentido,
¿qué quiso significar sino que los acusadores daban a sus
palabras un sentido extraño a su intención? Por lo demás,
creo que aparees suficientemente claro el motivo por el que
aprobaron la respuesta de Pelagio, o sea el bautismo, que
libra de pecados, y el cielo, en que permanecerá sin pecados
la santa Iglesia, que ahora no deja de purificarse de sus pe­
cados.

CAPÍTULO XIII

L a virginidad es m á s pe rfec ta que l a castidad conyugal

29. Seguidamente se citaron, más bien en cuanto al sen­


tido que literalmente, las doctrinas que Oelestio expone más
detalladamente en su libro; pero los que habían presentado
el libelo de acusación contra Pelagio dijeron que no podían
hacer los cargos con toda minuciosidad. Dijeron, pues, que
en el primer capítulo de su libro Oelestio había escrito: Ha-
c mos más de lo que nos manda el evangelio. A esto respon­
dió Pelagio: Me objetan esto como si fuera doctrina mía; yo
lo dije, fundado en el Apóstol, de la virginidad, acerca ds la
cual se expresa San Pablo ds esta su rte: “ No h° recibido
precepto del S'Sñor". E l ánodo añadió: Esta es también la
doctrina de la Iglesia.
Por la lectura del libro de Oelestio, dado que Celestio
confiese ser suyo el libro, he visto el sentido que da a sus
palabras. Celestio escribe las susodichas palabras para con­
vencemos de que es tanta la posibilidad de no pecar que tie­
ne el hombre, gracias al libre albedrío, que hacemos más de
est faciamus : quoniam perpetua servatur a plerisque virgi-
nitas, quae praecepta non est, cum ad non peccandum praev
oepta implere sufficiat. Quod autem a Pelagio responsum est,
ut approbarent iudices, non sic acceperunt, tanquam omnia
Degis et Evangelii praecepta custodiant, qui virginitatèm,
quae praecepta non est, insuper servant; sed ad hoc tantum,
quod plus est virginitas quae non est praecepta, quam con-
iugalis pudicitia quae praecepta est, et custodire istam, quam
illam, utique plus est : cum taonen neutrum eorum habeatup
sine gratia Dei; quandoquidem Apostolus de hac re loquen$
ait: Volo autem omnes homines esse sicut me ipsum: s>£<l
unvsquisque proprium donum habet a D eo: alius sic, alius
autem sic 4*. E t ipsi Domino cum dixissent discipuli: Si haec
hominis est causa cum uxore, non expedit nubere, vel, quod
latine mslius dicitur, non expedit ducere; Non, inquit, omne$
capiunt verbum hoc, sed quibus datum è s t45. Hoc ergo epi_
scopi Ecclesiam recipsne pronuntiarunt, quod plus sit virgj.
pitas perseverans, quae praecepta non est, quam nuptianmi
castitas, quae praecepta est. Quo autem sensu illud Pelagius,
sive Caelestius dixerit, iudices nescierunt.

CAPUT XIV
E rrores Caelestii . D ona apostolo P aulo concessa

30. Hinc iam obiiciuntur Pelagio alia Caelestii capitula


capitalia, et sine dubitatione damnanda, quae nisi anathe-
matizasset, cum his sine dubio damnaretur. In tertio capitulo
scripsisse Caelestium: Grutiam Dei et adiutorium non ad
singulos actm dati, sed in libero arbitrio esse, vel in leg#
oc doctrina. Et iterum : Dei gratiam secundum merita., nostra
dari, quia si peccatoribus illam det, videtur esse iniquus:
et his verbis intulisse ; propterea et ipsa gratia in mea volún­
tate posita est, sive dignus fuerim, sive indignas. Si enim
per gratiam omnia facimos ; quando vincimur a peccato, non
nos vincimur, sed Dei gratia, quae voluit nos adiuvare omnì
modo, et non potuit. Et iterum ait : Si gratia Dei est, quando
vincimus peccata; ergo ipss est in culpa, quando a peccato
vincimur, quia omnino custodire nos aut non potuit, aut
nolmt.
Ad ista Pelagius respondit : Haec utrum Caelestii siwt,
ipsi viderint qui dicunt ea Caelestii esse: ego vero nunqvam

*' i Cor. 7, 7.
45 Mt. Ì9, io - ï i .
lo que se nos manda; pues muchos guardan perpetua vir­
ginidad, que no está mandada, ya que para no pecar basta
con cumplir lo mandado. Los jueces aprobaron la respuesta
de Pelagio no en el sentido de que guardan todos los precep­
tos de la Ley y el Evangelio los que guarden virginidad,
que no es cosa mandada, sino en el sentido de que es cosa
más perfecta la virginidad, que no está mandada, que la cas­
tidad conyugal, que está mandada, y guardar lo primero es
más perfecto $ue lo segundo, aunque ninguna de las dos co­
sas se pueda lograr sin la gracia de Dios, pues tratando de
este asunto el apostól San Pablo, escribe: Quisi ra yo que
todos fuesen como y o ; pero cada uno tiene de Dios su propia
gracia, éste una, aquél otra. Y cuando los discípulos dijeron
al Señor: Si tal es la condición del hombre y la mujer, es
preferible no casarse, o, dicho mejor en latín, non expedit
duoere, les contestó: No todos enti.ndín esto, sino aquellos
a quienes ha sido dado. Por tanto, los obispos sentenciaron
que, según el sentir de la Iglesia, es más perfecta la virgini­
dad perpetua, que no está mandada, que la castidad conyu­
gal, que está mandada; pero quedáronse al fin sin conocer el
, pensamiento de Pelagio. o Oelestio.

CAPITULO XIV
E rr or es de C elestio . L os dones otorgados a l apóstol
S an P ablo

30. Después de esto leyéronse a Pelagio otros capítulos


importantes y evidentemente heréticos de Oelestio, y tales
que, de no haberlos condenado Pelagio, él mismo hubiera
sido condenado, sin duda, juntamente con ellos. Leyóse que
Celestio había escrito en el tercer capítulo: La gracia y auxi­
lio de Dios no s e dan para cada uno de los actos, puesto que
no es otra cosa que el libre albedrío o la ley y doctrina.
Item: Que la gracia de Dios ss da según nuestros méritos,
porque, si la concediese a los pecadorí s, parece que obraría
injustamente. Y que había añadido a estas palabras: Por
tanto, la gracia depende de mi propia voluntad, s a digno o
indigno. Porque si todo lo hacemos por la gracia, al ser ven­
cidos por el pecado, no somos nosotros los vencidos, sino la
gracia de Dias, qus quiso ayudamos con toda suerte d¡ me- ■
dios y no pudo. Escribe también: Si (s gracia de Dios que
venzamos al pecado, luego El tiene la culpa cuando somos
vencidos, por cuanto en realidad no pudo o no quiso guar­
damos.
A estos cargos replicó Pelagio: Allá con su dicho los que
dicen que Celestio ha enseñando estas doctrinas; yo no las
sic tenui, sed anathematìzo qui sic tenet. Synodus dixit:
Recipit te sancta Synodus, ita verba reproba conde mnantem.
De his certe omnibus, et Pelagii eadem anathematizantem
manifesta responsio est, et episcoporum ista damnantium
absolutissima iudicatio. Utrum ea Pelagius, an Caelestius,
an uterque, an neuter illorum, an alii sive cum ipsis, sive sub
nomine illorum senserint, sive adhuc sentiant, sit dubium
vel occultum: satis tarnen hoc iudicio declaratum est, esse
damnata, et Pelagium simul fuisse damnandum, nisi haec
etiam ipse damnaret. Nunc certe post hoc iudicium, quando
contra huiusmodi sententiam disputamus, adversus damna--
tam haeresim disputamus.
31. Dicam etiam aliquid laetius¿ Superius metuebam,
cum diceret Pelagius, adiuvante gratia Dei posse esse homi­
nem sime peccato, ne forte eamdem gratiam possibilitatem
diceret esse naturae a D e o condita« cum libero arbitrio, sicut
in libro ilio est, quem tanquam eius accepia, cui respondí, et
eo modo nescientes iudices fallerei: mine vero cum anathe-
matizat eos qui gratiam Dei et adiutorivm non ad singulos
actus dari, Síd in libero arbitrio esse, vel in lege atque doc­
trina; satis evidenter apparet, earn illud dicere gratiam, quae
in Christi Ecclesia praedicatur, quae subministratione sancti
Spiritus datur, ut ad nostros actus singulos adiuvemur: unde
et oramus semper adiutorium opportunum, ne inferamur in
tentationem. Nec illud iam metuo, ne forte ubi dixit: Non
posse esse sine peccato, nisi qui sckntiam legis habuerit,
atque id ita exposuit, ut ad non peccandum im legis sckntia
panerei adiutorium, eamdem legis scientiam Dei gratiam
ve lit intelligi. Ecce anathematizat qui hoc sentiunt: ecce nec
naturam liberi arbitrii, nec legem atque doctrinam vult in­
telligi gratiam, qua per actus singulos adiuvamur. Quid ergo
restai, nisi ut earn intelligat quam dicit Apostolus, submi­
nistratione Spiritus sancti dari? de qua dicit Dominus: No-
lite cogitare quomqdo aut quid loquamini; dabitur enim vo-
bis in üla hora quid loquamini; non enim vos estis qui To-
quimini, sed Spiritus Patria vestri qui loquitur in vob is4<;.
Niec illud metuendum est, ne forte ubi ait, Omnes volún­
tate propria reg i; idque exposuit, ideo se dkrìsise, propter
liberum arbitrium, cui Deus adiwtor est eligentì bona, etiam
hic per naturam liberi arbitrii et per doctrinam legis adiuto-
rem dixerit. Cum enim recte anatbematizaverit eos qui dicunt

4t Mt. io, 19-20.


a Liber Pelagli a Iatobo et Timasio acceptus, cui respondit lib.
De natura et gratia.
defiendo, sino que anatematizo a quien las defienda. El sí­
nodo dijo: E l sínodo te reconoce como hijo de la Iglesia,
ya que condenas tan execrables palabras.
Efcs, pues, clara tanto la respuesta de Pelagio, anatemati­
zando esta doctrina, como el juicio formal de los obispos que
condenan la misma doctrina. Sea o no dudoso que Pelagio,
o Celestio, o entrambos, o ninguno de los dos, u otros jun­
tamente con ellos o usando su nombre, profesaron estas doc­
trinas, la verdad es que por este juicio se declaró suficien­
temente que estaban condenadas y que contra el mismo Pe­
lagio se hubiese fulminado anatema de no haberlas conde­
nado él también. Desde ahora, cuando disputemos contra
estas doctrinas, disputaremos, en realidad de verdad, contra
una herejía que ha sido condenada.
31. Lo que sigue es más tranquilizador. Antes, cuando
Pelagio decía que puede el hombre, con el auxilio de la gra­
cia, vivir sin pecado, me asaltaba el temor de que llamase
gracia a la potencia de la naturaleza creada por Dios junto
con el libre albedrío, según se lee en el libro, que yo recibí y
refuté, atribuido a Pelagio, y temía que engañara a los des­
prevenidos jueces; mas viendo ahora que anatematiza a los
que afirman que la gracia y auxilio de Dios no se da paira
cada uno de los actos, puasto que no es otra cosa que el libre
albedrío o la ley y doctrina, ve se claramente que llama gra­
cia a la que se predica en la Iglesia de Cristo y es dada por
el Espíritu Santo como ayuda para cada uno de nuestros
actos; por lo que pedimos siempre el auxilio oportuno a fin
de no caer en la tentación. Y recordando aquellas palabras:
No puede vivir sin pecado sino el que tuviere el conocimiento
de la ley, que explicó haciendo consistir la ayuda en el cono­
cimiento de la ley, ya no temo qué quiera designar la gracia
con el nombre de conocimiento de la ley. Tenemos, pues, que
anatematizar a los que profesan esta doctrina, y que, según
él, la gracia, necesaria para cada uno de los actos, no es
la naturaleza datada del libre albedrío, ni la ley y doctrina.
Pues entonces, ¿qué entenderá Pelagio con el nombre de gra­
cia sino la que dice el Apóstol que se da por donación del
Espíritu Santo? De la cual dice el Señor: Cuando os en­
tregaren, no os preocwpe cómo o qué hablaréis, porque se os
dará en aquella hora lo que habéis de d íd r. N o seréis nos­
otros los que habléis, sino él Espíritu del Padre el que habla­
rá en vosotros.
Ni debemos temer que en aquellas sus palabras: Todos se
rigen por su propia voluntad, que dijo las había escrito por
razón del libre albedrío, al cual ayuda Dios en la elección
del bien, haga consistir el auxilio de Dios en la naturaleza
dotada del libre albedrío y en la doctrina de la ley. Pues ha­
biendo anatematizado, como era justo, a los que dicen que
gratiam Dei et adiutorium non ad singülos actus dart, sed in
Ubèro arbitrio esse, vtl in l. ge o c doctrina: provecto Dei
gratia vel adiutorium ad singülos actus datur, excepto libero
arbitrio, vel lege atque doctrina: ac per hoc per singülos
actus a Deo regimur, quando recte agimus; nec frustra oran­
tes dicimus: Itintra mea dirige stcundum verbum tuum, né
dominetur mihi omnis iniquitas47.
32. 'Sed quod ita sequitur, me rursus sollicitât. Cum
enjm de quinto capitulo libri Cælestii huic fuisset obieetum,
quod affirm ent unumquemqwe hominem omn_s virtutes posse
habere et gratias, et auferant diversitatem gratiarum, quam
Apostolus docet; Pelagius respondít: Dictum est a nobis, ssd
maligne et im perite reprehend^runt. Non enim auferimus gra­
tiarum diversitatem : sed dicimus donare Deum ti qui fu rit
dignus acçipere, omnes gratias, sicut Paulo apostolo donami.
Ad hoc Synodus dixit: Consequ¿nter et ecclesiastico s n s u
et ipse stn sisti de dono gratiarum, quae in soneto A postolo
continentur.
Hic dicet aliquis: Quid ergo sollicitât? An tu negabis
omnes virtutes et gratias fuisse in Apostolo? Ego vero, si
illae accipiantur omnes, quas uno quodam ipse Apostolus
commemoravit loco, quas et episcopus intelkxisse arbìtror,
ut hoc approbarent, et pronuntiarent sensu ecclesiastico dic­
tum, non eas dubito habuisse apostolum Paulum. Ait enim:
E t quosdam quidem posuit Deus in Ecclesia, primo apostólos,
secundo prophetas, tertio doctores, deinde virtutes, deinde do­
n a tion s sanitatum, adiutoria, gwbtm atiom s, genera lingua-
rum 48. Quid ergo ? dicemus quod haec omnia non habuerit
apostolus Paulus? Quis hoc audeat dicere? Nam eo ipso quod
apostolus erat, habebat utique apostolatum. Sed habebat et
prophetiam. An non prophétia eius est? Spiritus enim mani­
feste dic'd, quia in novissimis temporibus recèdent quidam
a fide, intendentes spiritibus seductoribus, doctrinis datmo-
niorum 40. Ipse erat et doctor Gíntium in fids et v e n ta te 50:
et operabatur virtutes et sanitates; nam mordentem vipe-
ram manu excusait illaesa61, et paralyticus ad verbum eius
restituía continuo salute surrexit62. Adiutoria quae dicat,
obscurum est ; quoniam vis huius verbi late patet : quis tamen
huic et istam gratiam defuisae dicat, per cuius laborem sa-
lutem hominum sic constat adiutam? Quid vero eius guber-
natione praeclarius, quando et per eum Dominus tune tot
Ecclesias gubernavit, et per eius Epístolas nunc gubernat?
Iam genera linguarum, quae illi deesse potuerunt, cum ipse
dicat: Gratias D o, quod omnium visir um lingua loquor?
Quia ergo istorum omnium nihil apostolo Paulo defuisse cre-

" Ps. n 8 , 133. 8° n>. 3, 7* 88 Ib. 14, 9.


48 I Cor. 12, 28. 51 Aot. 28, 5. 83 i Cor. 14, 18.
48 i Tim. 4, i.
la gracia y auxilio de Dios no se da para cada uno de los actos,
sino que consiste en el libre albedrío o en la ley y doctrina,
no hay duda de que la gracia y auxilio de Dios se da, además
del libre albedrío o la ley y doctrina, para todos los actos;
y por esta razón en cada uno de nuestros actos somos regi­
dos por Dios cuando nosotros regimos bien, y no en balde
decimos en la oración: Dirige mis pasos con tus palabras
para que no me domine ninguna iniquidad.
32. No deja de preocuparme lo que sigue. Habiéndose
acusado a Peiagio de lo que Celestio escribe en el quinto
capítulo, afirmando que todos los hombres pueden poseer to­
das las virtudes y gracias y de que suprimen la diversidad
de gracias enseñada por San Pablo, Peiagio contestó: Dije
esto, pero ha sido interpretado maligna y neciam ente; por­
que no suprimo la diversidad de gracias, sino que digo que
Dios da, a quien sea digno de recibirlas, todas las gracias,
como las dió al apóstol San Pablo. A esto dijo el sínodo: Por
consiguiente, profesas la doctrina de la Iglesia acerca de
los dones otorgados al apóstol San Pablo.
Dirá aquí alguno: ¿cuál es la causa de tu preocupación?
¿E s que tú niegas que el Apóstol tuvo todas las virtudes y
gracias? Si por todas entendemos las que el Apóstol enume­
ró en cierto pasaje, y a las cuales creo se refieren los obispos
al aprobar la respuesta de Peiagio, no dudo de que las tuvo
el apóstol San Pablo. Dice é l: Dios puso en su Iglesia prime­
ro apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder
de milagros, las virtudes, después las gracias de curación,
de asistencia, de gobierno, los géneros de lenguas. ¿Diremos
que el apóstol San Pabló ño tuvo todos estos dones? ¿Quién
osará decir tal ? Por el mero hecho de ser apóstol poseía el
apostolado. Tenía asimismo el don de profecía. ¿N o es pro­
fecía suya: Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos
tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu
d íl error y a las enseñanzas del demonio? Era también maes­
tro de los gentiles en la fe y en la verdad; y obraba virtudes
y curaciones, pues se sacudió, sin padecer ningún daño, el
reptil que le había picado, y con su palabra curó a un para­
litico. No está claro lo que entiende con la palabra asistencia
(adiutoria), porque este vocablo tiene un sentido muy am­
plio; no obstante, ¿quién dirá que careció de esta gracia
San Pablo, cuyos trabajos sabemos cooperaron tanto a la
salvación de los hombres? ¿ Y qué don de gobierno más ex­
celente que el suyo, puesto que primero en vida suya gobernó
el Señor por su ministerio tantas iglesias y ahora las go­
bierna con sus epístolas ? ¿ Ni qué géneros de lenguas pudie­
ron faltarle, si dice él mismo: D oy gracias a Dios de que
hablo en la lengua de cada uno de vosotros? Como debemos
creer que ninguno de estos dones faltó al apóstol San Pablo,
dendum est, propterea responsionem Pelagli omnes gratias
ei donatas esse dieentis, radices approbaverunt.
Sed sunt et aliae gratiae, quae hic commemoratae non
sunt. Ñeque enim, quamvis esset apostolus Paulus multum
excellens membrum corporis Christi, nullas plures et amplio-
res gratias accepit ipsum totius corporis caput, sive in car­
ne, sive in anima hominis, quam creaturam suam Verbum
Dei in unitatem personae suae, ut nostrum caput esset, et
corpus eius essemus, assumpsit. Et revera si esse possent in
singulis omnia, frustra de membri3 corporis nostri ad hanc
rem data similitudo videretur. Sunt enim quædam commu­
nia omnibus membris, sicut sanitas, si cut vita: sunt autem
alia etiam singulis propria, unde nec auris sentit colores,
nee oculus voces; propter quod dicitur: Si totum corpus
ocultis, ubi auditus ? Si totum auditws, ubi odoratws‘ì 54
Quod quidem non ita dicitur, tanquam impossibile Deo sit,
et auribus praestare sensum videndi, et oculis audiendi. Quid
tarnen in Christi corpore quod est Ecclesia, et quam diversi-
tatem Ecclesiarum a velut per membra diversa ut essent dona
etiam singulis propria, signifieaverit Apostolus, certum est.
Quapropier, et qua causa hi qui illud obiecerunt, auferri no-
luerint distantiam gratiarum, et qua causa episcopi propter
Paulum apostolum, in quo dona omnia, quae hoc uno loco
commemoravit, agnoscimus, id quod respondit Pelagius po-
tuerint approbare, iam darum est.
33. Quid est ergo, unde me de hoc capitulo sollidtum
factum esse praedixi? Hoc videlicet, quod ait Pelagius: Do­
nare Deus ei qui fu -rit dignus accipere, omnes gm tias, sicut
Paulo apostolo donavit. Nihil eseem de hac eius responsione
sollicitus, nisi quod attinet ad hanc causam, cuius maxime
cura gerenda est, ne scilicet gratia Dei, nobis tacentibus et
tantum malum dissimulantibus, oppugnetur. Cum ergo non
ait: Donare Deum cui voluerit; sed ait: Donare Drum ei,
qui fuerit dignus accipere, omnizs grattas; non pótui, cum
legerem, non esse suspiciosus. Ipsum quippe gratiae nomen
et eius nominìs intellectus aufertur, si non gratis datur, sed
earn qui dignus est accipit.
An forte quis dicet, Apostolo me facere iniuriam, quia
•gratia dignum fuisse non dico? Imo tune fació et illi iniu­
riam, et anihi poenam, si quod ipse dicit, non credo. An ille
gratiam non ita definivit, ut eam sic, quod daretur gratis,
appellatam ostenderet? Nempe ipse dixit: Si autem gratia,
iam non ex operibus; alioquim gratta iam non est gratia65.
Unde item dixit: Ei autem qui operatur, m erces non impu-
tatur seetmdum gratiam, sed secundum debitum 5B. Quisquís
ergo dignus est, debitum est ei ; si autem debitum est, gratia
5,4 i Cor. i2, 17. 48 Rom. 4, 4.
54 Rom. h , 6. a Ferie, gratiarum.
por eso los jueces aprobaron la respuesta de Pelagio al con­
fesar que le habían sido otorgadas al Apóstol todas las
gracias.
Pero hay, además, otras gracias fuera de éstas. Pues
aunque el apóstol San Pablo fuese un miembro tan eximio
del cuerpo de Cristo, no vamos a decir que no tuvo más abun­
dantes y excelentes gracias la cabeza de este cuerpo, sea en
la carne, sea en el alma del hombre o criatura que el Verbo
de Dios asumió en unidad de persona para hacerse nuestra
cabeza y hacemos a nosotros su cuerpo. Y en verdad, si to­
dos pudiesen tener todas las gracias, parecería fuera de
propósito traer a cuento el símil de los miembros del cuerpo.
Hay ciertas cosas que son comunes a todos los miembros,
verbigracia, la salud, la vida; pero hay otras que son pro­
pias de cada miembro; de donde resulta que ni el oído perci­
be los colores ni el ojo los sonidos. Por eso dice San Pablo:
Si todo él currpo es ojo, ¿.dónde está él olfa to? Lo que no
quiere decir que sea imposible para Dios dar a la oreia apti­
tud para ver y a los ojos para oír. El Apóstol dice claramen­
te lo que de hecho ha obrado en el cuerpo de Cristo, que es
la Iglesia, y qúe hay diversidad de gracias en los diversos
miembros de este cuerpo. Es. por tanto, evidente la razón de
que los acusadores de Pelagio no quisiesen que se negase la
diversidad de gracias, y de que los obispos, teniendo en cuenta
cómo San Pablo poseía todas las gracias referidas, aprobasen
la respuesta de Pelagio.
33. ¿ Que por qué he dicho antes que no me satisfacía
este capítulo? Por lo que dice Pelagio: Que Dios da todas
las gracias a qui'n sea digno de recibirlas, como las dió a
San Pablo. No pondría reparos a esta respuesta si ella no
fuera, al callar y disimular nosotros, un ataque a la gracia
de Dios, que es lo que sobre todo nos debe preocupar en este
asunto. No pude por menos de alarmarme al vez que no
dice: Dios da a quien quiere, sino que dice: Dios da todas
las gracias al que sra digno de recibirlas. Desaparece el nom­
bre e idea de gracia si no se da gratuitamente, sino que la
recibe el que fuere digno.
¿Me dirá acaso alguno que hago injuria al apóstol San
Pablo porque no lo creo digno de la gracia? Muy al contra­
rio, hago iniuria al Apóstol y merezco castigo si no creo lo
que él enseña. ¿P or ventura no define él la gracia diciendo
que se llama así porque se da gratuitamente? Porque dice
el Apóstol: Ahora bien, si es por gracia, ya no es por obras;
que ai no, la gracia ya no resulta gracia. Por lo que también
dice: A l que trabaja no se le abona el jornal como favor,
sino como deuda. Si, pues, es digno, tiene una deuda a su fa­
vor, y si hay deuda, ya no hay gracia, por cuanto la gracia
se da, la deuda se paga. Así que la gracia ss otorga a los
non est: gratia quippe donatur, debitum redditur. Gratia
ergo donatur indignis, ut reddatur debitum dignis: ipse
autem facit ut habeant quaecumque redditurus est dignis, qui
ea quae non habebant donavit indignis.
34. Hoc forte dicet: E go non ex operibus, sed ex fide
dixi Apostolum fuisse dignum, cui tantae illae gratiae do-
narentur ; non enim opera, quae bona ante non habuit, sed
tam.cn fides eius hoc meruit. Quid enim: putamus quod fides
non operetur? Imo ipsa veraciter operatur, quae per dilec-
tionem operatur 07. Quamtumlibet autem opera infidelium
praedicantur, eiusdem Apostoli sententiam veram novimus et
inviotam, Omns quod non est ex fide, peccatum e s t 5S. Ideo
vero saepe dicit, non ex operibus, sed ex fide, nobis iustitiam
deputari, cum potius fides per dilectionem operetur, ne quis-
quam existimet ad ipsam fidem meritis operum perveniri,
cum ipsa sit initium, unde bona opera incipiunt ; quoniam,
ut dictum est, quod ex ipsa non est, peccatum est. Hinc et
Ecclesiae dicitur in Cantico Canticorum: V i nies et transies ab
initio fid ei*09. Quapropter quamvis bene operandi gratiam fides
impetret: ipsam certe fidem ut haberemus, nulla fide meruì-
mus, sed ih ea nobis danda, in qua Dominum sequeremur, mi­
sericordia eius praevenit n o s00. An ipsam nobis nos dedimus,
et ipsi nos ipsos fideles fecimus? Prorsus etiam hic clamabo:
Ipse fecit nos, et non ipsi n o s61. Nihil vero aliud apostolica
doctrina eommendat, ubi ait: Dico autem per gratiam Dei,
quae data est mihi, omnibus qui sunt in vobis, non plus
sapere, quam - o-portet sapere, sed sapere ad temperantiam,
Meut unicuique Deus partitus est msnsuram fidei °2. Hinc est
quippe et illud: Quid enim habes quod non acoepisti? 63
Quando et hoc accepìmus, unde incipit quidquid in nostris
actibus habemus boni.
35. Quid est ergo quod idem dicit Apostolus: Bonüm
certamen certavi, cursum consummavi, fidem servavi; de
ca tterò superest mihi corona iustitiae, quam reddet mihi
Dominus in ilio die iustus index ei; si haec non redtduntur
dignis, sed donantur indignis? Hoc qui dicit, parum consi­
dérât coronam reddi non potuisse digno, nisi gratia data
asset indigno. Ait enim: Bonum certamen certavi; sed idem
ipse ait: Gratias Deo, qui de dit nobis victoriam per Dominum
nostrum lesum Christum l!0. Ait : Cursum consummavi; sed
ipse idem ait: Non volentis, ncque eurrentis, sed miserentis
est D ei60. A it: Fidem servavi; sed idem ait: Scio enim cui
ere didi, e t certus sum quia potens est depositum msum serva­
re in ilium diem 67, id est, commendatum meum: nam codiees
47 Gal. s, 6. 01 Ps. 99, 3. 65 1 Cor. 15, 57-
11 Rom. 14, 23. 69 Rom. 12, 3. 69 Rom. 9, io.
09 Cant. 4, 8, sec. LXX. 63 1 Cor. 4, 7. 97 2 Tim. 1, 12.
99 Ps. 58, II. 64 2 Tim. 4, 7-8.
indignos a fin de que se pague la deuda a los dignas; el mismo
que dió a los indignos lo que no tenían hace que tengan los
dignos cuanto les ha de pagar.
34. Pero replicará tal vez Pelagio que el Apóstol fué
digno, no por sus obras, sino por su fe, de ser enriquecido de
tan soberanas gracias; no merecieron esto sus obras buenas,
que en realidad de verdad no tuvo, sino su fe. Pero ¿es que
la fe no tiene buenas obras ? Precisamente la fe que actúa por
la caridad es la que en verdad obra. Por más que se ensalcen
las obras de los infieles, sabemos que es verdadera e irreba­
tible la sentencia del Apóstol: Todo lo que no procede de la
fe es picado. Por eso repite con frecuencia que se nos imputa
la justicia no por las obras, sino por la fe, puesto que es la
fe actuada por la caridad la que obra, a fin de que nadie se
imagine que alcanza la fe por medio de las obras, cuando la
verdad es que la fe es el principio de las buenas obras, por­
que, como acabamos de decir, lo que no procede de la fe es
pecado. Esta es la razón de que se diga a la Iglesia en el
Cantar de los Cantares: DA principio de la fe vendrás y pa­
sarás adelante. Por tanto, aunque la fe alcance la gracia
de obrar bien, con ninguna otra fe hemos merecido la fe,
sino que la misericordia del Señor se ha adelantado a dár­
nosla para que mediante ella le sirvamos. ¿O es que nos la
hemos dado nosotros mismos y nosotros mismos nos hemos
hecho fieles? También aquí clamaré: E l nos ha hecho y no
nosotros mismos. No otra cosa nos enseña el Apóstol al de­
cir: Por la gracia que me ha sido dada os encargo a cada uno
de vosotros no sentir por encima de lo que conviene sentir¡
simo sentir modestamente, cada uno según Dios le repartió
la m-dida de la fe. De aquí también lo que dice: ¿Q ué tienes
que no hayas recibido f Eln cuya cuenta hemos de poner lo
que es principio de todos nuestros actos buenos.
35. Pues ¿cóm o escribe el mismo Apóstol: He combati­
do el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado
la fe ; ya me está preparada la corona de la justicia, que
me otorgará aquel día el Señor, justo juez, si la corona no se
da a los dignos, sino a los indignos? Quien esto dice no tiene
en cuenta que no se hubiera podido dar la corona al digno
si no se hubiera otorgado la gracia al indigno. Dice San
Pablo: He combatido el buen com bate; pero también dice:
Doy gracias a Dios, que nos ha concedido la victoria por
nuestro Señor Jesucristo. Dice: He terminado mi carrera;
pero dice también: No es del que quiere ni del que corre,
sino de Dios, que tiene misericordia. Escribe: He guardado
la f e ; pero también escribe: Sé a quién me he confiado, y
estoy seguro de que puede guardar mi depósito para aquel
día, es decir, mi encomienda, pues en algunos códices no se
nonnulli non habent, deposìtum ; sed quod est planius, com-
mmdatum. Quid autem commendamus Deo, nisi quae oramus
ut servet, in quibus et ipsa est fides nastra? Nam quid aliud
apostolo Petro ‘ Dominus commendavit orando, unde illi ait:
Ego rogavi prò te, Petre, ne deficiat fides tu a os; nisi ut eius
Deus servaret fidem, ne tentationi cedendo de&ceret? Quo-
circa, oh beate Paul®, magna® gratiae praedicator, dicam,
néc timeam (quis enim anihi minus succensebit ista dicenti,
quam tu, qui ea dicenda dixisti et docenda docuisti?) dicam,
inquam, nec timeam: redditur quidem meritis tuis corona
sua, sed Dei dona sunt merita tua.
36. Redditur ergo debitum praemium Apostolo digno:
sed ipsum apostolatum indebitum gratia donavit indigno.
iAm hoc me dixisse poenitebit? Absit: eius enim testimo­
nio aib hac invidia defensabor, nec me qu'squam vocabit
audaoem, nisi qui fuerit ausus ipsum vocare mendacem. Ipse
clamai, ipse testatur, ipse ut in se Dei dona commendet, nec
in se ipso, sed in Domino glorieturlil', non solurn nulla se
habuisse dicit merita bona; sed etiam mala merita sua dicit,
ut Dei gratiam manifeste! et praedicet. Non sum, inquit,
idoneus vocari apostolus 70.- quod quid est aliud, quam non
sum dignus? nam hoc plerique latini codices habant. Hoc est
nempe quod quaerimus: nempe isto munere apostolatus illae
omnes gratiae continentur. Non enim decebat aut oportebat
apostolum non habere prophetiam, aut non esse doctorem,
aut non clarescere virtutibus donationibusque sanitatum, aut
adiutoria non praebere, aut Eccfcsias non gubernare, aut
linguarum generibus non excellere. Omnia haec unum nomen
apostolatus amplectitur. Ipsum igitur consulamus; ipsum-
potius audiamus: dicamus ei, Sancte Paule apostole, Pelagius
monaehus dignum te dicit fuisse, qui acciperes omnes gratias
apostolatus tui; tu ipse quid dicis? Non sum, inquit, digmts
vocari apostolus? Itane, ut dcferam honorem Paulo, Pelagio
magis de Paulo credere audebo, quam Paulo? Non faciam:
me namqus potius onerabo, quam ilium honorabo, si fecero.
Audiamus etiam, cur non sit dignus vocari apostolus:
Quia persecutus sum, inquit, Ecclesiam D siT1. Si sensum se-
queremur, quis non istum a Christo damnandum censeret
potius quam vocandum? Quis ita diligat praedicatorem, ut
non detestetur persecutorem? Optima ergo ipse atque' vera-
citer: Non sum, inquit, dignus vocari apostolus, quia perse­
cutus sum Ecclesiam Dei. Facisns igitur tantum mali, unde
meruisti tantum boni ? Audiant respondentem omnes gentes :*

os Le. 22, 32.


M i Cor. 1, 31.
i^Cor. i S, 9.
* Forte, de apostolo.
loe depositum, sino una palabra más llana, commsndatum.
¿ Y qué es lo que encomendamos a Dios sino las cosas que
le pedimos nos conserve, entre las cuales está nuestra fe ?
¿ Qué es lo que con su oración encomendó a San Pedro cuan­
do dijo: Yo he rogado 'por ti, ¡oh Pedro!, para que no desfal­
lezca tu fe, sino que Dios guardara su fe a fin de que no
desfalleciera cediendo a la tentación? Por lo cual, ¡oh bien­
aventurado Pablo, gran predicador de la gracia!, osaré de­
cirlo sin tiemor (porque ¿quién será más indulgente conmigo
que tú, que dijiste debían decirse y enseñarse estas cosas?),
•osaré, repito, decir: Dios paga tus méritos con la corona;
pero tus méritos son dádiva de Dios.
36. Paga Dios la deuda al apóstol digno, pero antes ha­
bía dado gratuitamente el apostolado al que era indigno.
¿M e retractaré de lo que acabo de decir? No, en manera
alguna; con el mismo testimonio de San Pablo me defenderé
de mis adversarios, y no me llamará atrevido sino quien
llame mentiroso al Apóstol. El clama, él da testimonio, él,
para agradecer los beneficios que Dios ls ha concedido y
gloriarse no en sí mismo, sino en el Señor, no solamente dice
que careció de buenas obras, sino que además recuerda sus
malas obras con el fin de manifestar y encarecer la gracia de
Dios. No soy idóneo, dice, para ser llamado apóstol. ¿Y qué
es idóneo sino digno? Porque digno se lee en muchos de los
códices latinos. De esto se trata, es decir, que el oficio del
apostolado abarca todas estas gracias. No era decoroso ni
conveniente que el Apóstol no tuviera el don de la profecía,
o que no fuese doctor, o que no se distinguiera por las virtu­
des o por el don de curaciones, o que no prestara asistencia,
ni gobernase las iglesias, ni sobresaliera por los géneros de
lenguas. Todo esto encierra el apostolado. Pues consultémos­
le mejor a él y oigamos su respuesta; digámosle: Bienaven­
turado apóstol San Pablo, el monje Pelagio dice que tú fuiste
digno de recibir todas las gracias de tu apostolado; tú, ¿qué
dices? Yo, dice, no soy digno de ser llamado apóstol. Pues
¿ cómo, por honrar a San Pablo, he de dar más crédito a
Pelagio que a San Pablo en lo que concierne a San Pablo?
No haré tal. Si tal hiciera, en vez de honrar a San Pablo, yo
mismo me cargaría con un pecado.
Oigamos por qué no es digno de ser llamado apóstol. Por­
que he perseguido, dice, a la Iglesia de Dios. Mirando las
cosas humanamente, ¿quién no juzgaría que el apóstol San
Pablo debía ser condenado en vez dfe ser llamado? ¿Quién
amará al predicador sin detestar al mismo tiempo al perse­
guidor? Muy bien, pues, y con toda verdad dice él: No soy
digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Igle­
sia de Dios. Pues ¿cómo obrando tanto mal has merecido tan
gran bien ? Oiga todo el mundo la respuesta: ilíos por la gra-
s.Ag. tx 24
Sed gratia Dei sum id quod su m 72. Numquid aliter est gratia
commendata, nisi quia est indigno data ? E t gratia tius, in­
quit, in me vacua non fu it73.
Hoc et aliis praecipit, ut etiam arbitrium voluntatis os-
bendat, ubi ait: Prae tip ventes autem et rogamus, ne in va­
cuum gratiam Dei su stipia tis7i. Unde autem probat quod
gratia eius in eo vacua non fuit, nisi ex eo quod sequitur:
Sed plus omnibus Mis laboravi? 75 Proinde non laboravit ut
gratiam acciperet, sed acoepit ut laboraret : atque ita, unde
ad accipienda debita praemia fieret dignus, gratiam gratis
accepit indignus.
Nec ipsum sane laborem sibi ausus est arrogare. Cum
enim dixisset: Plus omnibus Mis laboravi; continuo subitcit:
Non ego, sed gratia D ei niscum ie. O magnum gratiae prae-
ceptorem, confessorem, praedicatorem! Quid est hoc: Plus
laboravi, non eg o ? Ubi sese extulit aliquantum voluntas, ibi
continuo vigilavit pietas, et tremuit humilitas, quia se ag-
novit infirmitas.
37. Merito, quod gesta indicant, etiam hoc usus est
testimonio sanctus Ioannes Ierosolymitanae antistes Eccle-
siae, sicut interrogatus quae apud ilium ante iudicium gesta
fuerint, coepiscopis nostris, qui simul in ilio iudicio praesi-
debant, ipse narra vit. Ait enim, tunc quibusdam susurran-
tibus, et dicentibus, quod sine Dei gratia, diceret Pelagius
posse liomimm perfici, id est, quod superius dixerat, esse
posse hominem sine p .cca to: Culpans, inquit, super hoc etiam
intuii, quia et apostolus Paulus multum laborans, sed non
mcundum suam virtutem , sed secundum gratiam Dei, d ixit:
“Amplius omnibus Mis laboravi; non ego autem, sed gratia
Dei me cum” ; et iterum : “Non est volentis, neque cw rentis,
sed miserentis D ei” 17; et Mud: “Nisi Dominas asdificaverit
domum, in vanum laboraverunt qui aedificant -earn” 78 ; et
alia multa similia diximus, inquit, de Scripturis sanctis. lilts
autem non suscipvntibus quae dicebantur a nobis de sanctis
Scripturis, sed adhuc susurrantibus, dixit Pelagius: E t ego
sic credo: anathema sit, qui d itit absque adiutorio D ei posse
hominem ad profectum omnium venire virtutum.

CAPUT XV

P rosequitur i &e m argum entum


38. Haec narravit episcopus Ioannes, audiente Pelagio,
qui utique posset honorifioe dicere: Fallitur Sanctitas tua,

77 Rom. o, 16.
11 2 Cor. 6 , I . '* Ps. 126, I .
73 ICor. 15, 10.
d a de Dios soy lo que soy. ¿ No pondera aquí la gracia cabal­
mente porque ha sido otorgada a un indigno? Y su gracia,
dice, no fué en nú estéril.
Esto mismo encarga a los demás para mostrar la grati­
tud de la gracia: Os mandamos y rogamos que no recibáis
en vano la gracia del Señor. ¿ Y cómo prueba que la gracia
de Dios no ha sido en él estéril sino por lo que sigue: Pero
he trabajado más que ellos? Luego no trabajó para recibir
la gracia de Dios, sino que recibió la gracia de Dios para
trabajar, y de esta suerte recibió gratuitamente, siendo in­
digno, la gracia de Dios, a fin de ser hecho digno de recibir
los premios merecidos.
Ni aun el mismo trabajo osó atribuirse, pues habiendo di­
cho: He trabajado más que todos ellos, añadió seguidamente:
N o yo, sino la gracia de Dios conmigo. ¡Oh eximio maestro,
confesor y predicador de la gracia! ¿Qué quiere decir: He
trabajado, mas no y o ? Tan pronto como se complace algún
tanto la voluntad, muéstrase vigilante la piedad y túrbase
la humildad, porque se conoce a sí misma la fragilidad.
37. Con razón el obispo de Jerusalén, Juan, alegó, como
consta por las actas, este mismo testimonio, según refirió
a los obispos que con él formaban el tribunal en aquel juicio
y que le preguntaron acerca de lo actuado antes dél juicio.
Como algunos murmuraban por lo bajo y decían que, según
Pelagio afirmaba, podía el hombre alcanzar la perf ección
sin la gracia de Dios, es decir, podía el hombre vivir sin pe­
cado, dijo: Condenando esta doctrina como un crimen, dije
que él apóstol San Pablo, trabajando mucho, pero no por
sus propias fuerzas, sino por la gracia de Dios, d ijo: “ He\
trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo". Y en otro lugar: ‘‘No es del que corre o del
que quiere, sino de Dios, que se compadece’’. Y en otro pasa­
je : “ Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajaron los
■que la construyen” . Y como éstos, cité otros testim onios de
las Sagradas Escrituras. Y no quedándose aquéllos satisfe­
chos con estos testim onios, porque seguían murmurando, dijo
Pelagio: Yo también lo creo a sí; sea excomulgado el que diga
que sin el auxilio de Dios puede alcanzar la perfección de to­
das las virtudes.

CAPITULO XV
P elagio n o desm intió las palabras del obispo J u a n

38. Esto es lo que refirió el obispo Juan oyéndolo Pe­


lagio, el cual podía haber dicho enfáticamente: “Engáñase
su santidad, no recuerda bien lo sucedido; no dije A si lo creo
non bene meministi, non dixi ad ista testimonia quae de
Scripturis commemorasti: E go sic credo; quoniam non ea
sic intelligo, quod gratia Dei sic laboret cum homine, ut
quod non peccat, non volentis, neque currentis, sed mise-
rentis sit Dei.

CAPUT XVI

P erversa in t e r pr eta tio cuiusdam sen ten tiae A po sto li a


P elagio neganda a u t corrigenda

39. Sunt enim quaedam expositiones Epistolae Pauli,


quae scribitur ad Romano3, quae ipsius Pelagii esse dicun-
tur, ubi hoc quod scriptum est: Non vol-ntis, ncque cu m n -
tis, ssd m isenntis est Dei; non ex persona Pauli asserii dic­
tum ; sed eum voce interrogantis et redarguìntìs usum fuis-
se, cum hoc diceret, tanquam hoc dici utique non deberet.
Non ergo, cum episcopio Ioannes piane istam sententiam
esse Apostoli agnovit, eamque ideo commemoravit, ne Pela-
gius sine Dei gratia non peccare quemquam putaret, et dixit
respondisse Pelagium: E t ego sic cred o; neque cum hoc
praesens audiret, respondit : Non sic credo. Oportet ut illam
expositionem perversam, ubi hoc non sensisse Apostolum,
sed potius redarguisse intelligi voluit, aut suam neget, aut
corrigere atque emendare non dubitet.
Nam quidquid dixit episcopus Ioannes de absentitous fra-
tribus nostris, sive coepiscopis Heróte ac Lazaro, sive de
praesbytero Orosio, sive de aliis quorum ibi non sunt no­
mina expressa, credo quod intelligat ad eorum praeiudicium
non valere. Si enim praesentes essent, possent eum fortasse,
absit ut dicam, convincere de mendacio, sed forte comme­
morare, quid forte fuissec oblitus, aut in quo eum fefellerit
latinus interpretes, etsi non studio mentiendi, certe alienae
linguae minus intellectae nonnulla difficultate: praesertim
quia non in gestis agebatur, quae, improbi ne mentiantur,
boni autem ne aliquid obliviscantur, utiliter instituta sunt:
Si quis autem memoratis fratribus nostris ex hoc aliquid
quaestionis intulerit, eosque ad iudidum episcopale vocave-
rit, sibi ut poterunt, aderunt: nobis hic laborare quid opus
est; quando ne ipsi quidem iudices, post coepiscopi nostri
narrationem, aliquid inde pronuntìare voluerunt ?
a los testimonios que citó de las Escrituras, ya que y o no
entiendo tales testimonios en el sentido de que la gracia de
Dios concurra con la acción del hombre de modo que el no
pecar sea obra no del que quiere ni del que corre, sino de
Dios, que se compadece”.

CAPITULO XVI
P elagio debe negar ser su y a o corregir l a falsa inter­
pretación DE UNA SENTENCIA DEL APÓSTOL

39. Hay unos comentarios de la Epístola de San Pablo


a los Romanos atribuidos a Pelagio, en los que se lee que
las palabras: N o es del que quiere ni del que corre, sino de
Dios, que tiene misericordia, no son palabras del Apóstol,
sino de una supuesta persona que le interroga y arguye, al
decir esto el Apóstol, como si no debiera decirse. Pues bien,
cuando el ohispo Juan, que sabía muy hien era ésta sentencia
del Apóstol, la citó para convencer a Pelagio de que nadie
sin la gracia de Dios podía evitar el pecado, y cuando des­
pués refirió en el concilio que Pelagio había dicho: Yo tam­
bién lo creo así, Pelagio no respondió: Y o no lo creo así. Es,
por tanto, necesario que diga que no es suya o corrija esa
torcida interpretación con que se niega la sentencia del
Apóstol so pretexto de que se trata de palabras de un su­
puesto contradictor del Apóstol.
Cuanto dijo el obispo Juan de nuestros hermanos ausen­
tes Heros y Lázaro y del presbítero Orosio o dé otros cuyos
nombres no se expresan, paréceme que no lo interpretará
como desfavorable a los mismos. De haberse hallado pre­
sentes, hubieran podido, no digo convencerle de mentiroso,
sino recordarle acaso alguna falta de memoria o alguna
inexactitud cometida por el traductor latino, debida no a
mala fe, sino al conocimiento imperfecto de una lengua ex­
traña; y más que de lo actuado no se levantaron actas, sa­
biamente inventadas para que ni los malos mientan hi los
buenos se olviden de las cosas. Si, con ocasión de este pro­
ceso, alguien tratase de mover cuestión a dichos hermanos
y acusarlos ante el tribunal episcopal, ellos se defenderán
oportunamente. ¿Para qué hemos de insistir nosotros en
e3te punto, cuando los mismos jueces, oída la relación del
obispo Juan, no creyeron conveniente tomar ninguna re­
solución?
. CAPUT XVII

U trtjm aposto lu s P au lus dignus fu e r it accipeke gratias


IPSI A D eo concessas

40. Cum ergo Pelagius praesens, ad illa testimonia Scrip-


turarum dixisee s e . ita credere tacitus agnoverit, quomodo
illud Apostoli testimonium paulo superius recolens, et inve-
niens eum dixisse: Non sum dignus vocari apostolus, quia
psrsecutus sum Eecltsiam Dei, sed gratia Dei sum id quod
sum 70; non vidit, non se dioere debuisse, cum ageretur de
abundántia gratiarum, quas idem accepit apostolus, dignum
fuisse qui acciperet; cum ipse se non solum dixerit, sed et
aliam causam reddens, probarit indignum, et eo ipso gratiam
were gratiam commendaverit ?
Sed si forte illud iam dudum a sancto Ioanne narratum,
cogitare vel meminisse non potuit ; recentissimam suam res-
ponsionem respioenet, et quae paulo ante de Caelestio sibi
obiecta anathematizaverit adverteret. Nempe etiam inter ilia
est, quod obiectum est dixisse Caelestium, D d gratiam se­
cundum merita nostra dari. Si ergo veraciter hoc Pelagius
anathematizavit, quid est quod dicit, gratias omnes Apos­
tolo secundum meritum datas? Ain aliud est dignum esse
accipere; aliud, secundum meritum accipere? et potest ali-
qua subtilitate disputationis ostendere, dignum esse aliquem,
sed non mereri ? Verumtamen Caelestius, vel quis alius, cuius
omnes superiores anathematizavit sententias, nec de hoc ver­
bo eum nebulas obtendere atque in eis latere permittit. Urget
enim et dicit: E t ipsa gratia in mea volúntate posita est,
sine dignus fuerim , sime indignus. Si ergo recte hoc a Pelagio
veraciterque damnatum est, ubi dicitur, D ii gratiam secun­
dum merita et dignis dori; quo corde cogitavit, quove ore
protulit quod ait: Dicimus donare Deum ei, qui fusrit dignus
accipere, omnes gratias? Quis non ista si diligenter adverte-
rit, fiat de illius responsione vel defensione sollicitus ?
41. Cur, ergo, ait aliquis, hoc iudices approbaverunt?
Fateor, ideo iam ipse ambigo: sed nimirum, aut breve dictum
eorum audientiam et intentionem facile subterfugit, aut ali-
quo modo id recte posse accipi existimantes, cuius de hac
re confessiones liquidas sibi habere videbantur, pene de uno
verbo, nihil controversine movendum putarunt. Quod et nobis
forsitan contigisset, si cum illis in ilio iudicio sedissemus.
Si enim pro eo quod positum est dignus, positum esset prae-
destmatus, vel aliquid huiusmodi, nihil certe scrupuli tan-
79
i Cor. 15, 9.
CAPÍTULO XVII

E l A pó sto l no fu é digno de recibir las gracias otorgadas


po r Dios
40. Habiendo reconocido Pelagio con su silencio que
daba fe a los testimonios alegados de la Escritura, ¿cómo
es que, al recordar el texto de San Pablo: N o soy digno de
ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios, mas
por la gracia ds Diois soy lo qus soy, no se dió cuenta de que
no debió decir, tratando de la abundancia de gracias que
recibió el Apóstol, que fué digno de recibir, puesto que el
mismo Apóstol no sólo se llama a sí mismo indigno, sino
que, aduciendo una razón más, prueba su indignidad, y con
esto mismo enseña que la gracia es verdaderamente gracia?
Y si acaso no se acordó de las palabras del obispo Juan
dichas hacía ya algún tiempo, debió acordarse de su recen­
tísima respuesta y caer en la cuenta de que había conde­
nado las doctrinas de Celestio que se le imputaban. Una de
estas doctrinas era que la gracia de Dios ss da s gún nues­
tros méritos. Si Pelagio anatematizó sinceramente esta doc­
trina, ¿cóm o dice que fueron dadas al Apóstol todas las
gracias en razón de sus méritos? ¿O es que sé puede de­
mostrar con sutilezas que son cosas diferentes ser uno digno
de recibir y recibir según sus méritos ? Pero es el caso que
Celestio, o quien sea el autor del libro cuyas doctrinas con­
denó Pelagio, no da lugar a obscuridades ni subterfugios,
porque dice resueltamente: La ffracia depende de m i volun­
tad, ahora sea digno, ahora sea indigno. Si, pues, Pelagio
condenó recta y sinceramente esta doctrina que dice que la
gracia de Dios ss da en razón de los méritos y a los dignos,
¿cóm o pudo pensar y decir: ¿Decim os que Dios da todas las
gracias al que fuere digno de recibirlas? En vista de esto,
¿quién no mirará con reservas la respuesta y justificación
de Pelagio?
41. ¿Cómo es, dirá alguno, que los jueces aprobaron la
respuesta de Pelagio? Hablando con franqueza, yo mismo
no me lo explico. Sin duda, o la. respuesta, por ser tan
breve, fácilmente pasó sin ser oída o entendida, o, pensando
que podía tener un sentido ortodoxo, pues Pelagio había
hecho ya una confesión tan explícita, creyeron que no se
debía discutir por una palabra. EÉ probable que a mí me
hubiera sucedido lo mismo, caso de haber sido uno de los
jueces de aquel tribunal. Si en vez de la palabra digno se
hubiera puesto la palabra predestinado u otra semejante, no
habría fundamento para dudar y desconfiar, y, no obstante,
geret atque angeret animum : et tarnen si dicatur, eum qui per
eleetionem gratiae iustifìcatur, nullis quidem praecedentibus
meritis bonis, sed destinatione dignum vocari, sicut electus
vocatur, utrum vel certe, vel minima offensione intelligentiae
dici possit, difficile iudicatur, Nam quantum ad me attinet,
ab hoc verbo facile transirem, nisi me Über ille, cui respondi,
ubi omnino nullam dicit Dei gratiam, nisi naturam nostram
cum libero arbitrio, gratiam creaturam, de ipsius Pelagii
sensu sollicitum redderet, ne forte hoc verbum non de negli­
gentia ìocutionis, sied de diligentia dogma tis curarit ins erere.
Iam ea quae restant novissima, ita iudtees commoverunt, ut
ante responsionem Pelagii damnanda censerent.

CAPUT XVIII
. C aelestti capitu la a P elagio reprobata
42. Nam in sexto capitulo Caelestii libri positum obiec-
tum est: Filias Dei non posse vocari, nisi omnì modo absque
peccato fuerint effecti. Unde secundum ipsum dictum est,
néque apostolum Paulum esse filium Dei, qui dixit : Non quod
iam acoeperim, aut quod iam perfectas sim 80.
In séptimo capitulo: Oblwionem et ignorantiam non sub-
iàcere peccato, quoniam non secundum vóluntatem evm iunt,
sed secundum necessitatem . Cum David dicat : Dslieta iuven-
tutis m rae ne memineris et ignorantiae m eae81; et cum in
lege sacrificia prò ignorantia sicut pro peccato offereban-
tu r S2.
In decimo capitulo : Non esse hberum arbitrium, si Dei
indigeat auxilio, quoniam in propria volúntate habet unus-
quisque aut f ac ere aliquid, aut non facers.
. In duodecimo capitulo: Victoriam nostram non ex Dei
esse adiutorio, sed ex libero arbitrio; quod inferro dictus
est bis verbis: N ostra est victoria, quoniam propria volún­
tate arma suscepim us; sicut e contrario nostrum est quando
vincimur, quoniam armari propria volúntate cóntempsimus.
E t de apostolo Petro posuit testimonium, divinae nos esse
consortes naturae 8B. E t syllogismum facere dicitur : Quo­
niam si anima non potest esse sine peccato, ergo et Deus
subiacet peccato, cuius pars, hoc est, anima, peccato obno­
xia est.
In tertio decimo capitulo dicit: Quoniam poenitentibus
venia non datur secundum gratiam e t misericordiam Dèi,
sed secundum merita et laborem eorum, qui per poeniten-
tiém digni fuerint misericordia.
80 Phil. 3, 12. ' 82 Lev. 4.
“ Ps. 84, 7. 83 2 Petr. 1, 4.
si se dijera que al que es justificado por la elección de la
gracia, sin que precedan buenos méritos, se le llama digno
por su predestinación, como' se le llama elegido, sería difícil
juzgar si tal palabra era rigurosamente exacta o adolecía de
ser algo obscura. Por lo que a mí se refiere, sin hacer caso
de esta palabra, hubiera pasado adelante, si no me hubiera
hecho sospechar de la intención de Pelagio el libro que re­
futé, en el cual no admite otra gracia de Dios que nuestra
naturaleza dotada de libre albedrío, la gracia-criatura; esto
me haría pensar no en descuido no advertido, sino en una
nueva doctrina que ha querido introducir.
Lo que resta que decir pareció tan grave a los jueces,
que lo condenaron aun antes de oír la respuesta de Pelagio.

CAPÍTULO XVIII

N uevos er ro res de Celestio condenados po r P elagio

42. Otáronse las palabras del sexto capítulo de Celes-


tío : No pueden ser llamados hijos de Dios si no se han hecho
absolutamente impecables. Por tanto, según él, ni el mismo
apóstol San Pablo es hijo de Dios, pues dice: No es que la
haya alcanzado ya, es decir, que ya haya alcanzado la per­
fección.
Y del séptimo capítulo: Que el olvido y la ignorancia
no son pecado, por cuanto no dependen de la voluntad, sino
que son hechos necesarios, siendo así que David dice: No te
acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mi ignorancia.
Y en la ley se ofrecían sacrificios por la ignorancia lo mismo
que por el pecado.
Del libro 10: Que no existe el libre albedrío si necesita
del auxilio de Dios, porque cada uno tiene en su ‘voluntad
el hacer algo o dejar de hacerlo.
Del capítulo 12: Que nuestra victoria no se debe al auxi­
lio de Dios, sino al libre albedrío, lo cual pretendió demos­
trar con estas palabras: Nuestra es la victoria, porqúie por
nuestra propia voluntad tomamos las arm as; así com o, por
el contrario, nuestra es la derrota, por cuanto voluntaria­
mente rehusamos tomar las armas. Citó también el testimo­
nio del apóstol San Pedro: Que somos partícipes de la natu­
raleza divina. Y propone muy ufano este silogismo: Si el
alma no puede estar sin pecado, luego está sujeto al pecado
Dias, una parte del cual, o sea el alma, está sujeta al pecado.
' En el capítulo 13 dice: Que no se otorga el perdón a los
arrepentidos por gracia y misericordia de Dios, sino por los
méritos y trabajos de aquellos que por la penitencia fueren
dignos de misericordia.
CAPUT XIX

P elagii resfon sio e t peofessio fidei

43. His recitatis Synodus dixit: Quid ad haec quae tecta


sunt capitula dicit p ra sen s Pelagius monachus ? H oc enim
nprobat sancta Synodus, f t sancta D ei cathdliea Ecclesia.
Pelagius respondit; It (rum dico quia haec e t secundum ip-
sorum testimonium non sunt m ea; pro quibus, ut died, sa-
tisfaction em non dsbeo: quae vero mea esse confessus sum,
ha c recta esse affirm o: quae autem dim non esse mta, se­
cundum indicium sanctae Ecclesiae reprobo, anathema diem s
omni contravsnisnti et contradic'nti sanctae catholicae Ec­
clesiae doctrinis. E go enim in imius substantiae Trinitatem
cr do, ft omnia s cundum doctrinam sanctae catholicae E c­
clesiae: isi qnis vero aliena ah hoc sapit, anathema sit.

CAPUT XX

A bsolutio P elagii

44. Synodus dixit: Nunc quoniam satisfactum est nobis


prosecutionibus prm sentis Pelagii monachi, qui quidem piis
doctrinis consenta, contraria vero Ecclesia? fidei reprobai
et anath'matizat, communionis ecclesiasticae eum esse et
catholicae confitetnur.

CAPUT XXI

P u r &atio P elagii suspecta h abetu r

45. Si ista sint gesta, qüibus amici Pelagii gaudent esse


purgatum: no,s, quoniam erga se nostram quoque amicitiam,
prolatis etiam familiaribus epistolis nostris, atque in hoc
iudicio recitatis, quas insertas continent gesta, satis probare
curavit, salutem quidem eius in Christo cupimu3 et optamus;
de ista vero eius purgatione, quae magis creditur, quam li-
auido demönstratur, gaudere fernere non debemus. Nsque hoc
dicens, iud:cum arguo vel negligentiam, vel conniventiam, vel,
quod ab eis longe abhorrere certissimum est, impiorum dog-
matum conscientiam • sed eorum iudicio pro merito approbato
atque laudato, Pelägiu& tarnen apud eos quibus ampHus cer-
tiusque notus est, non mihi videtur esse purgatus. Hli enim
CAPÍTULO XIX
R espuesta de P elagio : su profesión de fe

43. Leído todo esto, dijo el sínodo: ¿Qué responde el


monje Pelagio a todo esto que condena el sínodo y la santa
católica Iglesia de D ios? Contestó Pelagio: Repito que estas
doctrinas no son mías, y así no tengo por qué defenderme.
Las doctrinas que reconozco son núm, son ortodoxas; las
' otras que he dicho no son mías, las condeno según el juicio
de la santa Iglesia, anatematizando al que contradiga la
doctrina de la santa y católica Iglesia. Pues yo creo en la
trinidad de personas y unidad ds substancia, y en cuanto
enseña la santa y católica Iglesia. Quien otra cosa enseñe,
Sea eoccomulgado.

CAPITULO XX
A bsolución de P elagio

44. Oída esta confesión, dijo el sínodo: Puesto que Pe­


lagio ha respondido satisfactoriam ente a nuestras preguntas
con las explicaciones dadas, profesando la sana doctrina y
reprobando y anatematizando la doctrina contraria a la fe
de la Iglesia, confesam os que es digno ds la comunión ecle­
siástica y católica.

CAPITULO XXI
ES SOSPECHOSA LA JUSTIFICACIÓN DE PELAGIO

45. Estas son las actas cotí las que los amigos de Pe­
lagio tanto cacarean su justificación. Yo, puesto que Pelagio
tuvo buen cuidado de hacer resaltar la amistad que me unía
a él citando mi carta, que se leyó e insertó en las actas, deseo
fervorosamente su salvación por Jesucristo; pero uo me pa­
rece que deba alegrarme prematuramente de esta justifica­
ción, que es más fácil creer que probar. Y, al decir esto, no
es mi intención condenar la negligencia o connivencia de los
jueces, ni menos acusarlos de profesar estas doctrinas im­
pías, pues sé con toda certidumbre que las detestan; pero,
alabando y aprobando su juicio, como él se merece, paré-
cerne que Plelagio no consiguió justificarse de los cargos que
se le hicieron. Como ellos juzgaban a un hombre que no
tanquam de ignoto iudicantes, his praesertim absentibus qui
contra eum libedlum dederant, Kcxminem quidem diligentius
examinare minime potuerunt: hàeresim tamen ipsam, si
eorum sequantur iudicium qui prò eius perversitate certabant,
penitus peremerunt. Illi autem qui bene sciunt quae Pelagius
dooere consuevit, sive qui eius disputationibus restiterunt,
sive qui ex ipso errore se libenatos esse gratulantur, quomodo
possunt •eum non habere suspectum, quando eius non sim-
piicem confessionem praeterita errata damnantem, sed talem
confessionem legunt, quasi nunquam aliter senserit, quam
istò iudicio in eius est responsionibus approbatum?

CAPUT XXII
' P elagius unde notus A ngustino
46. Nam, ut de me ipso potissimum dicam, prius ab­
sentia et Rom.ae constituti Pelagii nomen cum magna eius
laude cognovi: postea coepit ad nos fama perferre, quod ad-
vsrsus Dei gratiam disputar et; quod licet dolerem, et ab eis
mihi diceretur quibus erederem, ab ipso tamen tale aliquid,
vel in eius ali quo libro nosse cupiebam, ut si inciperem re-
darguere, negare non pos3et. Postea vero quam in Africani
venit, me absente, nostro, id est, Hipponensi littore excep-
tus est, ubi omnino, sicut comperi a nostris, nihil ab ilio
huiusmoii auditum est: quia et citius quam putabatur, inde
profectus est. Postmodum eius faciem Carthagine, quantum
recolo, semel vel iterum vidi, quando cura Collationis, quam
cum haereticis Donatistis habituri eramus, occupatissimus
fui: ille vero etiam ad transmarina properavit.
Interea per ora eorum qui eius discipuli ferebantur, dog­
mata ista fervebant: ita ut Caelestius ad ecclesiasticum iudi­
cium pervenirci, et reportaret dignam sua perversitate sen-
tentiam. Salubrius sane adversus eos agi putabamus, si ho-
minum nominibus tacitis, ipsi refutarentur et redarguerentur
errores, atque ita metu potius ecclesiastici iudicii corrige-
rentur homines, quam ipso iudicio punirentur. Nec libris igi-
tur adversus mala illa disserere, nec popularibus tractatibus
cessa bamus.
conocían, y, por otra parte, estaban ausentes los que habían
presentado contra él la acusación, no pudieron someter a
Pelagio a un examen completo. Esto no obstante, si los que
estaban empeñados en el triunfo de la impiedad aceptan el
juicio de los obispos, habrán de confesar que los obispos
hirieron de muerte la herejía. Los que saben muy bien las
doctrinas que solía predicar Pelagio, tanto los que se le opu­
sieron midiendo sus armas con él como los que se felicitan
de haber sido liberados de sus errores, ¿cóm o no han de des­
confiar de la justificación de Pelagio al leer, no la confesión
llana de sus errores pasados, sino una confesión que no es
ni más ni menos que declarar que nunca profesó otra doc­
trina que la contenida en las respuestas del procesó ?

CAPITULO XXII

Cómo conoció San A gustín a P elagio


46. Limitándome principalmente a mis relaciones cón
Pelagio, he de decir que, tanto cuando Pelagio vivía fuera
de Roma como cuando vivía en Roma, oí hablar con mucho
encomio de él. Más tarde la fama nos trajo la noticia de su3
disputas contra la gracia de Dios, y aunque esto, que no
podía menos de apesadumbrarme, me lo referían personas
dignas de todo crédito, quería yo saberlo por confesión del
mismo Pelagio o leerlo en algún libro suyo, con el fin de que,
si me ponía a rebatir sus errores, no lo pudiese él negar.
Cuando más tarde arribó al Africa, hallándome yo ausente,
aportó a Hipona; pero, según me dijeron los míos, no hizo
ninguna propaganda y se ausentó luego. Después lo vi, creo
que una o dp3 veces, en Cartago, estando yo ocupadísimo
con motivo de la conferencia que íbamos a celebrar con los
donatistas; pero él no tardó en dejar las costas africanas.
Entretanto, sus discípulos propagaban ardorosamente es­
tas novedades, siendo OeRstio denunciado ante un tribunal
eclesiástico, el cual dictó contra él la sentencia que merecía
su impiedad. Parecióme entonces lo más acertado refutar y
rebatir sus errores callando los nombres de las personas, con
el fin de que ellos mismos, por temor de ser juzgados, se
corrigiesen fie su3 errores antes de que los condenase el tri­
bunal eclesiástico. Combatí, pues, sin tregua, en libros y
sermones predicados al pueblo, esta perniciosa doctrina.
CAPUT XXIII

L iber quidam P elagii ab A ngustino kefutàtus

47. Cum vero mihi etiam liber ille datue esset a servis
Dei, bonìs et honestis viris Timasio et Iacobo, ubi apertissime
Pelagius obiectam sibi a se ipso tanquam ab adversario, unde
iam grandi invidia laborabat, de Dei gratia quaestionem non
aliter sibi solvere visus est, nisi ut naturam cum libero ar­
bitrio conditam, Dei diceret gratiam; aliquando, idque te-
nuiter, nec aperte ei coniungens vel legis adiutorium, vel
remissio'riem etiam peccatorum: tum vero sine ulla dubìta-
tione mihi claruit, quam esset christianae saluti venenum
illius perversitatis inimicum. Nec sic tamen operi meo, quo
eumdem librum refelli, Pelagii nomen inserui: facilius me
existimans profuturum, si servata amicitia, adhuc eius vere-
cundiae parcerem, cuius litteris iam parcere non deberem.
Hinc est, quod nunc moleste fero, in hoc iudicio dixisse quo-
dam loco: Anathematizo Ulos qui sic tenent, aut aliquando
tenuerunt. Suffecerat dicere, qui sic tenent; ut eum credere-
mus esse correctum: cum vero addidit, aut aliquando tenue-
ru n t; primum, quam iniuste damnare immeritos ausus est,
qui ilio, quem sive aliis, sive ipso doctore didicerant, errore
caruerunt? Deinde, quis eorum qui eum ista non solum ali-
quando tenuisse, verum etiam docuisse noverunt, non merito
suspicetur, simulate anathematizasse qui haec tenent, cum
eodem modo anattoematizare non dubitavit qui haec aliquan­
do tenuerunt, in quibus eum ipsum recordabuntur magis-
tmim? Ecce, ut alios taceam, Timasium et Iacobum, quibus
oculis, qua fronte conspiciet, suoe et dilectores, et aliquando
discipulos, ad quos librum scripsia, ubi libro eius respondi
qui certe quemadmodum mihi rescripserint, tacendum et prae-
tereundum non putavi; sed exemplum litterarum subter an-
nexui.

CAPUT XXIV
E pistola T im asii et I acobi ad A ugustinum
48. "Domino vere beatissimo, et merito venerabili patri
episcopo Augustino, Timasius et Iacobus, in Domino salutem.
Ita nos refecit et recreavit gratia Dei ministrata per ver-
bum tuum, ut prorsus germane dicamus: Mimt verbum swum,
e t scmmrit teos 8\ domine beatissime, et merito vemerabilis
pater. Sane ea dihgentia ventilasse Sanctitatem tuam textum
84 Ps. IOÓ, 20. a De natura et gratta.
CAPÍTULO XXIII
R efuta San A gustín un libro de P elagio
47. Cuando Tfimasio y Santiago, varones virtuosos, me
entregaron el libro del que antes hice mención, en el cual
Pelagio se propone la cuestión de la gracia que había con­
citado gran animadversión contra él, y que Pelagio resuelve
muy sencillamente llamando gracia de Dios a la naturaleza
dotada del libre albedrío y, tal cual vez, aunque sin mucho
empeño ni abiertamente, a la naturaleza junto con la ayuda
de la ley, o al perdón de los pecados, entonces vi con toda
claridad que había en esta doctrina un veneno de perver­
sidad muy contrario a la salud cristiana. Ni aun entonces
revelé en mi libro, al refutar él suyo, el nombre de Pelagio,
parí ciándome que sería más útil no herir, en gracia a la
amistad, 3u susceptibilidad personal; sus escritos no podía
menos de combatirlos. Por eso me desagrada ahora que Pe­
lagio dijera en este juicio: Anatematizo a las que profesan
o profesaron 'esta doctrina. Bastaba con que hubiera dicho
a loo que profesan, y creeríamos en su enmienda; mas aña­
diendo o profesaron antes, ¿no comete una injusticia contra
los que estaban libres del error que habían aprendido de
otros o de él mismo? Además, cuantos saben que antes no
sólo profesó, sino que también enseñó estas doctrinas, ¿ cómo
no han de sospechar que ante matiza fingidamente a los que
las profesan, pues entre ellos se encuentra el mismo maestro ?
No sé con qué cara mirará, por no citar otros nombres, a
Timasio y Santiago, sus amigos y primero sus discípulos, a
quienes dirigí el libro con que refuté el de Pelagio. Me ha
parecido conveniente no pasar en silencio la carta con que
me contestaron. Hela aquí.

CAPÍTULO XXIV
Carta de T imasio y Santiago a San A gustín

48. “Al beatísimo y venerable padre y obispo Agustín


desean salud en el Señor Timasio y Santiago. Nos ha con­
fortado y consolado tanto la gracia de Dios administrada
por tu ministerio, que con sinceridad decimos, beatísimo se­
ñor y venerable padre: Envió su palabra y los sanó. Vemos,
en efecto, que tu santidad ha hecho un estudio acabadísimo
eiusdem libelli reperimus, ut ad singulos apices responsa de­
dita stupeamus, sive in his qui refutare, detestan, ac fugere
deceat christianum; sive in illis, in quibus non satis inveni-
tur errasse; quamvis, nescio qua calliditate, in ipsis quoque
gratiam Dei credidit supprimendtm. Sed unum est quod nos
in tanto beneficio afficit, quia tarde hoc tam praeclarum Dei
munus effulsit. Siquidem contigit absentes fieri quosdam,
quorum caecitati ista tam perspicuas veritatis illustratio de-
deretur; ad quos, etsi tardius, non diffidimus propitio Deo
eamdem gratiam pervenire, qui vult omnes homines salvos
fieri, et ad agnitionem veritatis venire 85. Nos vero, etsi olino,
spiritu charitatis, qui in te est, docti, subiectionem eius abie-
cerimus erroris, in hoc etiam nunc gratias agimus, quod
haec quae ante credidimus, nunc aliis aperire didicimus, viam
facilitates uberiore Sanctitatis tuae sermone pándente” . Et
alia manu: “Incolumen Beatitudinem tuam, nostriqjue memo-
rem, misericordia Dei nostri glorifioet in aeternum” .

CAPUT XXV

PELAGIUS StTUM er ro re m agnoscere debet

49. Si ergo et iste confitieretur, ita in hoc errore se fuisse


aliquando, ut hominem praeoccupatum, sed nunc anathemati-
zare qui haec tenent; quisquis >ei non gratularetur, tenente
iam ilio viam veritatis, ipse amitteret viscera charitatis.
Nunc vero parum est quod se non confessus est ab ea peate
liberatemi, sed anathematizavit insuper liberatos, qui eum sic
diligunt, ut etiam ipsum cupiant liberate : in quibus et isti
sunt, qui benevolentiam suam erga ilium significaverunt,
his ad me dates litteris euis; nani et ipsum praecipue co-
gitabant, cum dicerent, hoc se affici, quod tarde ilium librum
scripserim? Siquidem contigit, inquiunt, absentes fieri quos­
dam, quorum caecitati ista tam perspicuae veritatis illustra­
tio deber'itur; ad quos etsi tardius, inquiunt, non diffidimus
propitio Deo eamdem gratiam pervenire. Nomen quippe vel
nomina ipsi quoque adhuc tacenda putaverunt, ut vivente
amicitia, error potius moreretur amicorum.
50. At nunc si Pelagius Deum cogitai, si non est ingra-
tus eius misericordiae, qui eum ad episcoporum iudicium
propterea perduxit, ut haec anatbemata defenders postea
non auderet, iamque detestanda et abiicienda cognosceret,
gratius accipiet litteras nostras, quando expresso nomine
ulcus sanandum potius aperimus, quam illas, ubi cum dolo-
rem facere timeremus, tumorem, quod nos poenitet, auge-
bamus. Si autem mihi fuerit iratus, quam inique irascatur
“ i Tini. 2, 4.
del contenido del libro, y nos causan asombro tus atinadísi­
mas respuestas, ora referentes a aquellas cosas que el cris­
tiano debe detestar y huir, ora relativas a aquellas otras
en que no consta con toda certidumbre que erró, bien que aun
en éstas, no sabemos con qué habilidad, optó por suprimir
la gracia de Dios. Una cosa nos apena en medio de tan gran
beneficio, y es que tan tardíamente resplandeciera este favor
de la divina gracia. Porque están ausentes algunos cuya
ceguera debiera curarse con la luz de tan evidente verdad;
pero confiamos en que, aunque sea más tarde, ha de llegar
hasta ellos la misma gracia con el favor de Dios, que quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
de la verdad. Aunque nosotros, enseñados por tu espíritu
de caridad, desechamos hace mucho tiempo la servidumbre
del error, no dejamos de dar gracias porque con tus palabras
podemos persuadir fácilmente a los demás lo que antes que
ellos hemos creído.” Y de otra mano: “ Que la misericordia
de Dios te guarde y glorifique eternamente y que te acuerdes
de nosotros” .

CAPÍTULO XXV
P elagio debe retractarse de su error
49. Si Pelagio confesara que profesó algún tiempo este
error sin darse de ello mucha cuenta, pero que ahora anate­
matiza a los que lo abrazan, quien no se felicitase con él por
verle vuelto al camino de la verdad, no tendría entrañas de
caridad. Pero es el caso que no sólo no ha confesado estar
curado de esta p e s t e , sino que ha anatematizado a los que '
de ella están curados y que le aman y quieren su curación,
como son los que han manifestado el amor que le tienen en
la carta que me escribieron, pues él era quien particular­
mente estaba presente en su pensamiento cuando decían que
se lamentaban de que yo hubiese escrito tan tarde mi libro:
Porque están ausentes, dicen, algunos cuya ceguera debiera
curarse con la luz de tan evidente verdad; pero confiamos
en que, aunque sea más tarde, ha de llegar hasta ellos la mis­
ma gracia con d favor de Dios. Creyeron prudente callar el
nombre o los nombres, a fin de que, sin perecer la amistad,
pereciese más bien el error de los amigos.
50. Si Pelagio piensa ahora en Dios; si no es ingrato
a su misericordia, pues lo llevó al tribunal de los obispos
para que no osara en adelante defender doctrinas ya conde­
nadas, sabiendo que se deben detestar y desechar, este mi
escrito, en que descubro la llaga revelando su nombre, lo
recibirá más agradecido que recibió la carta, con la que,
temiendo desagradarle, abrí, desgraciadamente, más la he­
rida. Si se irrita conmigo, advierta que su ira no tiene razón
attendat, et ut vincat iram, tandem aliquando Dei postule!
gratiam, quam in hoc iudicio confessus est singulis nostris
actibus necessariam; ut veram consequatur, ilio adiuvante,
victoriam. Quid enim ei prosunt tanta« eius laudes in episto-
lis episcoporum, quas pro se commemorandas, vel etiam le­
gendas atque alle gandas putavit; quasi eum haec perversa
sentire, omnes qui vehementes et quodam modo ardentes ad
bonam vitam exhortationes eius audiebant, facile ecire po-
tuerint?

CAPUT XXVI

De epistola ab A ugustino P elagio scripta

51. Et ego quidem in epistola mea, quam protulit, non


solum ab eius laudibus temperavi; sed etiam quantum potui,
sine eius commotione quaestionis, de Dei gratia recte sapere
admonuL Dixi eum quippe in salutation«, Dominum: quod
epistolari more etiam non christianis quibusiam scribere
solemus; ñeque id mendaciter, quoniam omnibus ad salutem,
quae in Christo est, consequendam, debemus quodam modo
liberam servitutem. Dixi dilectissimum : quod et nunc dico;
etsi iratus fuerit', adhuc dicam; quoniam nisi erga eum di-
lectionem tenuero, ilio irascente, ìpse mihi magis nocebo.
Dixi desideratissimum ; quoniam valde cupiebam cùm prae-
aente aliquid colloqui: iam enim audieram contra gratiam,
qua iustificamur, quando bine aliqua commemoratìo fie ret,
aperta eum contentione cOnari. Denique litterarum ipsarum
brevis textus hoc indicat : nam cum egissem gratias, quod
me scrip tis suis exhilarasset, certum faciendo de sua salute
ac suorum, quos utique si correctos volumus, etiam corpora­
li salute salvos velie debemus; mox ei bona optavi a Domi­
no retribuì, non ad salutem corporis pertinentia, sed ea po-
tius, quae putabat esse, vel forte adhuc putat, in solo arbi­
trio voluntatis et propria potentate posita, simul optans et
propter hoc vitam aeternam. Deinde quia litteris suis, qui-
bus respondebam, talia quàedam in me bona multùm benig-
neque laudaverat; etiam ibi pelivi ab èo, ut pro me oraret,
quo potius a Domino talia fienem, qualem me esse iam crede­
rei: ut eum sic admonerem, contra quod ille sapiebat, ipsam
quoque iustitiam, quam in me laudandam putaverat, non esse
volentis, ñeque currentis, sed missrentis D e i88. Hoc est to-,
turn, quod brevis illa epistola mea continet, eaque intentione
di et ata est: nam ita se habet.8
6

86 Rom. 9, i 6 .
de ser, y para triunfar de ella no deje de pedir la gracia de
Dios, que ha confesado en este juicio ser necesaria en cada
uno de nuestros actos, y por la gracia alcanzará verdadera
victoria. ¿Qué argumento en favor de su causa pueden ser
las grandes alabanzas que le tributan los obispos en sus
cartas, que Pelagio tuvo buen cuidado de recordar, citar
y alegar, cuando la verdad es que era muy difícil que cono­
ciesen sus errores los que oían sus fervorosas y encendidas
exhortaciones a la virtud?

CAPÍTULO XXVI

A claraciones sobre la carta escrita por San A gustín


a P elagio

51. Por cierto que en la carta que escribí a Pelagio, y


que él citó, no sólo tuve buen cuidado de no prodigarle des­
medidas alabanzas, sino que, aun sin tocar de propósito la
cuestión de la gracia, insinué la necesidad de profesar la
verdadera doctrina en esta materia. En el saludo le di el
tratamiento de señor, que es corriente dar a veces aun a
los que no son cristianos. Y no és esto un formulismo men­
tiroso, porque a todos debemos en cierto modo servir libre­
mente para que logren su salvación por Cristo. Le llamé
amadísimo, y le llamo ahora y le seguiré llamando, por mi®
que él se enoje, pues si no le amo a pesar de su enojo, me
haría daño a mí mismo. Le llamaba deseaMsimo, porque tenía
grandes deseos de tratar personalmente con él, pues ya tenía
noticias de que, cuantas veces salía a relucir la cuestión de
la gracia, no dejaba de asestar contra ella algún tiro para
combatirla. La misma brevedad del texto de la carta con­
firma lo que vengo diciendo, puesto que, después de agra­
decerle la alegría que me había proporcionado con su carta
dándome noticias de su salud y de la de los suyos, la cual
es un bien que, junto con la corrección, les debemos desear,
hacia votos por que Dios le concediese no los bienes que se
refieren a la salud del cuerpo, sino más bien aquellos otros
que él pensaba, y quizás piensa aún, dependen del libre
albedrío y de sí mismo, deseándole por ello la vida eterna.
Y como en su carta, a la que yo contestaba, me alababa en
términos muy expresivos y corteses de poseer yo tales bie­
nes, le pedía que rogase por mí para que Dios me hiciera
tal como él pensaba que yo era, advirtiéndole así, contra lo
que él opinaba, que la misma virtud por la que me alababa
no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que se
compadece. A esto se reduce el contenido de mi pequeña
carta y no fué otro el pensamiento que la inspiró. Dice así:
CAPUT XXVII ET XXVIII
A u g u stin i ad P elag iu m episto la

52. “ Domino dilectissimo, et desideratissimo fratri Pe­


lagio, Augustinus, in Domino salutem. Gratias ago pluri-
mum, quod me litteris tuis exhilarare dignatus as, et eer-
tum tacere de salute vestra. Rétribuât tibi Dominus bona,
quibus semper sis bonus, et cum ilio aeterno vivas in aeter-
num, domine dilectissime, et desideratissime frater. E go
autem, etsi in me non agnosco prae conia de me tua, quae
tuae Benignitatis epistola continet; benevolo tarnen animo
erga exiguitatem meam, ingratus esse non possum: simul
admonens, ut potius ores pro me, quo talis a Domino flam,
qualem me iam esse arbitrarie” . Et alia manu: “Manor nos­
tri, incolumis Domino placeas, domine dilectissime, et desi­
deratissime frater” .

CAPUT XXIX
PELAGIUS CONFITERI DEBET ERRASSE CIRCA GRATIAM

53. In ipsa quoque subscription quod posui, “ ut Domino


plaoeat” , magis hoc esse significavi in eius gratia, quam in
sola hominis voluntate, quando id nec hortatus sum, nec
praeoepi, nec docui, sed optavi. Quemadmodum vero si hor-
tarer, aut praeciperem, aut docerem, pertinere hoc et ad li­
berum arbitrium demonstrarem, nec tarnen Dei gratia dero-
garem: ita quia optavi, Dei quidem commendavi gratiam,
non tarnen arbitrium voluntatis extinxi. Utquid ergo in hoc
iudicio protulit hanc epistolam? secundum quam si ab initio
sapisset, nullo modo fortassis, licet a bonis fratribus. sed
tarnen perversitate disputationum eius offensis, ad episco­
pale iudicium vocaretur.
Porro autem, sicut ego rationem de hac m-ea epistola
reddidi; ita de suis, si esset necesse, redderent quorum alle-
gavit, dicentes vel quid putaverint, vel quid ignoraverint, vel
qua ratione scripserint. Proinde Pelagius de quorumlibet
sanctorum amicitia se iactaverit, quorumlibet de suis laudi-
bus litteras legarit, quaelibet purgationis suae gesta protur
lerit, nisi ea quae contra Dei gratiam, qua vocamus et ius-
tificamur, posuisse in libris suis idoneorum testium fide pro-
batur, confessus anathematizaverit, ac deinde contra haec
ipsa scripserit et disputaverit, nequaquam his quibus plenius
notus est, videbitur esse correctus.
CAPITULOS XXVII Y XXVIII
C a r t a de S a n A g u s t ín a P e l a g io

52. “ A l amadísimo señor y deseadísimo hermano Pela­


gio, Agustín salud en el Señor. Te agradezco la alegría que
me has proporcionado con tu carta y con las noticias que
me das de tu salud y de la de los tuyos. Que Dios te lo pague
concediéndote, amadísimo señor y deseadísimo hermano, los
bienes que siempre te hagan bueno y eternamente dichoso
en su compañía. Yo, aunque no veo en mí lo que dicen las
inmerecidas alabanzas de tu carta, pero no puedo menos de
mostrarme agradecido a quien se muestra benévolo con mi
humilde persona, rogándote al mismo tiempo que ores por
mí a fin de que Dios me haga como tú crees que yo soy” .
Y de otra mano: “ Que te acuerdes de mi y sirvas incólume
al Señor, amadísimo señor y deseadísimo hermano” .

CAPITULO XXIX

P elagio debe condenar sus errores acerca de la gracia

53. La misma subscripción, “que sirvas a Dios” , ya in­


dica que esto es más efecto de la gracia de Dios que de la
voluntad del hombre, puesto que no exhorto a esto, ni lo
mando o enseño, sino que lo deseo. Así como, si exhortase,
o mandase, o enseñase, daría sin más a entender que es obra
del libre albedrío, sin que esto fuera negar la gracia de Dios;
así, por el hecho de desear, puse de relieve la gracia de
Dios, pero sin destruir el libre albedrío. ¿ Qué pretendió,
pues, al citar mi carta en este juicio? Porque la verdad es
que si hubiese profesado la doctrina de la carta, no lo hubie­
sen acusado tal vez ante el tribunal episcopal hermanos vir­
tuosos escandalizados de la perversidad de sus disputas.
Lo mismo que yo he dado razón de mi carta, la darían,
si fuese necesario, los demás que Pelagio citó en su favor,
y dirían lo que pensaban o ignoraban o había guiado su
pluma. Por tanto, si Pelagio, convicto por testigos idóneos
de haber escrito contra la gracia de Dios, a la que se debe
nuestra vocación y justificación, no reconoce su yerro y lo
anatematiza escribiendo seguidamente contra él, por más que
se jacte de la amistad de cualesquiera personas santas, por
más alabanzas que se le hayan tributado, por más que di­
vulgue actas de su justificación, las personas que le conocen
bien no creerán en su enmienda.
*

CAPUT XXX

PELAGIUS GLORIATUR SUOS ERRORES A SYNODO DIOSCOPOUTANO


FUISSE PROBATOS

54. Iam enim, quae post hoc iudicium consecùta sint,


quae hanc suspicionem magis augeant, non tacebo. Pervenit
in manus nostras nonnulla epistola, quae ipsius Pelagli dice-
retur, scribentis ad amicum suum quemdam presbyterum,
qui emn litteris, sicut eadem epistola continetur, benigne
admonuerat, ne per eius occasionem se aliquis a corpore
Eccksiae separaret. Ibi inter caetera, quae inserere longum
est, ait Pelagius: Quatuoréecim episcoporum sententia dsfi-
nitio nostra comprobata est, qua dvcimus, posse hominem
sine peccato esse, et D ei mandata facile custodire, si velit.
Quae sententia, inquit, contradictionis os confusione perfudit,
e t omnem in malum conspìrantem societatem ab invicem se­
parami.
Sive ergo istam epistolam Pelagius vere seripserit, sive
sub eius nomine a quoeumque conficta sit, quis non videat,
quemadmodum hic error et de iudicio ubi convictus atque
damnatus est, tanqpam de victoria glorietur? Sic enim po-
suit haee verba, quemadmodum leguntur in libro eius, qui
Capitulorum vocatur, non quemadmodum obiecta sunt in
iudicio, vtel eius etiam responsione repetita. Nam et illi qui
obiecerunt, nescio qua incuria, minus posuerunt verbum, de
quo non parva est controversia. Posuerunt enim eum dixisse:
Posse hominem, si .velit, esse sine peccato, et Dei mandata
custodire, si v elit; de facilitate nihil est dictum. Deinde ipse
respondens ait: Posse qmdem hominem esse sine peccato, et
Dei mandata custodire, sì velit, diximus; ñeque ipse dixit
facile custodire, sed tantummodo, custodire.
Ita alio loco inter illa de quibus me Hilarius consuluit,
atque rescripsi, sic otoiectum est: Posse hominem esse sine
peccato, si velit. Ad quod ipse ita respondit: Posse qmdem
hominem esse isine peccato, dictum est superius. Ñeque hic
ergo, vel ab eis qui obiecerunt, vel ab ipso qui respondit,
additum est, facile.
Superius etiam in narratione sancii Ioannis episcopi ita
commemoratum est: lilis, inquit, instantibus e t Aìcentibus:
Quia haereticus e s t; dicit enim quoniam potest homo, si
voluerit, esse sine peccato; e t de hoc interrogmntibuis nobis
eum, respondit: Non dixi quoniam recepii natura hominis ut
impeccábüis s it; sed dixi quoniam qui voluerit pro propria
salute laborare e t agonizare, ut non peccet et ambulet in
praeceptis Dei, habere eum hanc possibilitatem a Deo. Time
CAPITULO XXX
Jáctase P elagid de haber sido aprobados sus errores por
E L SÍNODO de DIÓSPOUS

54. No debo callar algunas cosas que sucedieron después


de este juicio y que hacen más fundada esta soscecha contra
Pelagio. A mis manos llegó una carta atribuida a Pelagio
y dirigida a un presbítero su amigo, el cual por carta le
había pedido delicadamente no diese ocasión a que alguien
se separase del cuerpo de la Iglesia. Entre otras cosas que
sería prolijo referir, pues no hacen al caso, dice Pelagio:
Una sentencia de catorce obispos ha aprobado nuestro aserto
de croe puede <1 hombre, si qui:re, vivir sin p'cado y guardar
fácilm ente los mandamientos de Dios. Esta sentencia, dice,
confunde a los contradictores y pone división entre los que
conspiran para el mal.
Sea esta carta de Pelagio o sea de otro que la ha publi­
cado con el nombre de Pelagio, ¿quién no ve claramente «me
el error llega a celebrar como una victoria el mismo juicio
en que fué convicto y condenado? Porque ése es el tenor
de las palabras que se citan de Pelagio y el que se lee en su
libro D ' los capítulos; pero no son ésas las palabras textua­
les en las acusaciones del juicio y en las respuestas dadas
por Pelagio, pues los que presentaron la acusación omitie­
ron, no sé por qué descuido, una palabra de capital impor­
tancia en la cuestión. Pusieron'que había dicho: Pued* el
hombre, si quiete, vivir sin p'cado y guardar los manda­
m ientos de Dios. Ni el mismo Pelagio, pues, dijo guardar fá ­
cilm ente, sino guardar.
Entre las cosas que me consultó Hilario, a quien res­
pondí, se acusaba a Pelagio de haber dicho en otro pasaje
de sus escritos que puede el hombre vivir sin p'cado, si
qui're. A lo cual respondió: Ya se dijo a n t's que el hombre
pulid° vivir sin pecado. Ni en esta ocasión, pues, los acusa­
dores de Pelagio ni el mismo Pelagio mencionaron la palabra
fácilmente.
Ya recordamos antes lo que refirió el obispo Juan: Como
ellos no cesaban de instar y decir quc era hereje, pues decía
que el hornbre puede, si qui te, vivir sin pecado, le pregunté
sobre esto y con testó: “ No he dicho que el hombre sea por
naturaleza impecable, sino que, si qui te trabajar y luchar
por su salvación, ha recibido de Dios el pod r no pecar y
andar por él camino de sus mandamientos. Murmurando en­
tonces algunos y diciendo que Pelagio e.ns ñaba que puede
el hombre sin la gracia de Dios alcanzar la perfección, con-
quibusdcm- susurramtibus et diosntibuis, quod sine Dei gratia,
diceret Pelagius posse hominem p erfiti: Culpans, inquit, sur
per hoc etiam intuii, quia et apostolus Paulus multum labo-
rans, sed non secundum suam virtutem, sed secundum gra-
tiam Dei, diooit: Amplius omnibus ttlis laboravi, non ego au-
tem, sed gratta Dei mscum 87; et caetera quae iam Gomme-,
moravi.
55. Quid sibi ergo vult, quod in hac epistola ita gloriari
ausi sunt, ut non solum possibilitatem non peocandi, sed
etiam facilitatem, sicut in libro Capìtulorum eiusdem Pelagli
positum est, iudieantibus quatuordecim episcopis se persua-
sisse iactarent, cum totie® eadem obiecta gestis atque repe­
rita nusquam hoc habere inveniantur? Quomodo enim etiam
ipsi defensioni et responsioni Pelagii non est hoc verbum
contrarium, curai et episcopus Ioannes sic eum apud se res-
pondisse dixerit, ut eum vellet intelligi posse non peccare,
qui voluerit prò salute sm Jaborare et agonimre; et ipse iam
gestis agens seque defendens, proprio labore et Dei gratta,
dixerit hominem posse esse isime peccato? Quomodo ergo fa­
cile fit, si laboratur ut fiat ? Puto enim omnem sensum homi-
num nobiscum agnoscere quod ubi labor est, facilitas non
est. Et tamen epistola camalis ventositatis et elationis volat,
et gestorum tarditate procurata, celeritate praecedens, in ma-
nus hominum praevolat, ut quatuordecim episcopis orienta-
libus placuisse dicatur, non solum posse estse hominem sine
peccato, et Dei mandata custodire, sed et fatile custodire;
nec nominato Eleo iuvante, sed tantum, si ve Ut: ut videlicet
tacita, prò quo vehementissime pugnabatur, divina grafia,
nestet, ut sola in epistola legatur infelix, et se ipsam deci-
piens velut victrix, humana superbia.
Quasi non hoc se dixerit culpasse Ioannes episcopus, et
velut giganteos montes adversus supereminentiam gratiae
caelestis struetos tribus divinorum testimonìorum tanquam
fulminum ictibus deiecisse: aut vero cum ilio etiam caeteri
episcopi iudices, vel mente, vel ipsis auribus ferrent Pela-
gium dicentem: Posse quidcm hominem sine peccato esse, et
Dei mandata custodire, si velit, diximus; nisi continuo acque-
re tur: Hanc enim possibilitatem Deus Uli dedit (quod nescie-
bant illi, eum dicere de natura, non de ili a, quam in aposto­
lica praedicatione noverant, gratia) ; ac deinde coniungeret :
Non autem diximus, quod invematur aliquis, ab infaniia us-
que ad senectam, qui nunquam peccaverit; sed quoniam a
peccatis conversus, proprio labore et Dei gratia possit esse
sine peccato. Quod etiam sua sententia declararunt, elicente®,
eum recte respondisse, hominem cum adiutorio Dei et gratia
posse esse sine peccato; quid aliud metuentes nisi ne hoc
negando, non possibilitati hominis, sed ipsi Dei gratiae fa-
87 i Cor. is, 16.
donando esto, d ijo : Dije que el apóstol San Pablo, trabajando
mucho, piro no por sus propias fuerzas, sim o por la gracia
de Dios d ijo: "•He trabajado más que todos ellos, pero no yo,
sino la grada de Dios conmigo", y lo demás que antes cité.
55. ¿Cómo es, pues, que en esta carta llegan al extre­
mo de gloriarse y jactarse de haber hecho admitir a los
catorce obispos, sus jueces, no sólo la posibilidad de no pe­
car, sino también, como se lee en el libro De los capítulos,
la facilidad de no pecar? ¿N o consta por las actas que ni
en los cargos ni en los descargos se trató de tal facilidad?
¿Cómo esta palabra ha de ser favorable a la justificación y
respuestas de Pelagio, si el mismo obispo Juan dijo que éste
había declarado que, según él, quien no podía pecar era
aquel que quisiese trabajar y luchar por su salvación?; ¿ y si,
durante el proce&o, al tener que defenderse en el juicio, con­
fesó que podía vivir el hombre sin pecado con su esfuerzo y
la gracia de Dios? ¿Cómo puede hacerse con facilidad lo que
se ejecuta con trabajo? Paréceme que el sentido común está
de nuestra parte al reconocer que donde hay trabajo no hay
facilidad. Pues, esto no obstante, he aquí que esa carta, toda
orgullo y arrogancia, corre mundo y, adelantándose con ra­
pidez a la divulgación calculadamente lenta de las actas, llega
a manos de todos diciendo que catorce obispos orientales
aprobaron no solamente que el hombre puede vivir sin pe­
cado y guardar los mandamientos de Dios, sino que puede
guardarlos fácilmente. Y no sé nombra para nada el auxilio
de Dios, sino que se dice si quiere; de donde resulta que, no
diciéndose nada de la gracia de Dios, que era el punto neu­
rálgico de la cuestión, tan sólo se destaca en la carta, des­
dichada y mentirosamente victoriosa, la soberbia humana.
Pero los hechos son que el obispo Juan condenó esta doc­
trina y abatió con los rayos de tres testimonios divinos estos
como montes gigantescos alzados contra la sobreeminencia
de la divina gracia, y que los demás obispos, jueces junta­
mente con él en este proceso, no pudieron llevar en paciencia
ni siquiera oír a Pelagio cuando decía: Dije que el hombre
puede vivir, si quiere, sin pecado y guardar los mandamien­
tos de Dios, hasta que explicó: puesto que Dios le ha dado
esta posibilidad (no sabían ellos que Pelagio decía esto de la
naturaleza, no de la gracia predicada por el Apóstol), y luego
añadió: No dije que haya ningún hombre que llegue sin pe­
cado a la ancianidad, sino que, convertido de sus pecados,
puede vivir sin pecado por su propio esfuerzo y con la gracia
de Dios, Que es lo mismo que los jueces declararon en . la
sentencia diciendo había confesado rectamente que puede el
hombre vivir sin pecado con el auxilio y gracia de Dios, por­
que temían, si esto negaban, hacer una injuria, no a la capa­
cidad del hombre, sino a la gracia de Dios. Pero no se definió
cere viderpntur iniuriam? Nec tamen definitimi est, quando
fiat homo sine peccato, quod fieri posse adiuvante Dei gratia,
iudicatum est: non est, inquam, definitum, utrum in hac
carne concupiscente adversus spiritimi, fuerit, vel sit, vei
futuras sit aiiquis, i’am ratione utens et voluntatis arbitrio,
sive in ista frequentia hominum, sive in solitudine monacho-
rum, cui non sit iam necessarium, non propter alios, sed etiam
propter se ipsum dicere in oratione : Dimitte nobis debita*
nostra S8; an vero tune perficiatur hoc donum, quando similes
ei erimus, quando videbimus eum, sicuti e s t89; quando dice-
tur, non a pugnantibus: Video aliam Igem in nt>-mbris meis
repugnantem Ugi mentis m ette30; sed a triumphantibus:
Ubi est, mors, victoria tua? ubi est, mors, acuì us tuus? 91
Quod non inter catholicos et haereticos, sed inter ipsos catho-
licos fortasae pacific© requirendum est.

CAPUT XXXI
PRDFESSIO FIDEI PELACI! FÜITNE SINCERA ?

56. Quomodo igitur credi potest, Pelagium (si tamen


haec epistola eius est) et Dei gratiam, quae ñeque natura
est cum libero arbitrio, ñeque legis scientia, ñeque tantum
remissio peccaiorum/ sed quae in singulis nostris est actibus
necessaria, veraeiter fuisse confessum, et veraciter anathe-
matizasse quisquis contra ista sentirei; quando in epistola
sua et facilitatem posuit non peccandi, de qua nulla in hoc
iudicio quaestio fuit, quasi iudicibus etiam de hoc verbo pla-
cuerit, et gratiam Dei non posuit, quam confitendo et adden­
do, poenam ecclesiasticam damnationis evasit?

CAPUT XXXII
F raudes P elagii in EXPLICANDIS ACTIS SYNODI
DIOSPOLITANI

57. Est et aliud quod silere non debeo. In chartula de-


fensioni3 suae, quam mihi per quemdam Charum nostrum
Hipponensem civem, orientalem autem diaconum, misit, fecit
aliquid, quod aliter se habest, quam gestis episcopalibus
continetur. Quod autem habent gesta, long© melius est ac
firmius, et omnino enodatius pro catholics veritate contra
illius haeresis pestem. Nam, cum eamdem chartulam legerem,
!* Mt. 6, 12.
8” i Io. 3, 2.
M Rom. 7, 23.
1,1 x Cor. 15, 55.
cuándo el 'hombre llega a ser impecable, lo cual es posible
con lá gracia de ¡Dios, según la sentencia de los jueces; no
se definió, digo, si, en tanto que dura la lucha de la carne
contrá el espíritu, hay o habrá algún hombre, gozando del
uso de su razón y libertad, sea en medio del mundanal ruido,
sea en la soledad de la vida monacal, que pueda dejar de
decir, no refiriéndose a los demás, sino a si mismo: Perdó­
nanos nuestras deudas; o si más bien se alcanzará esta im­
pecabilidad cuando seamos semejantes a él, porque le vere­
mos como es; cuando no dirán los que luchan: Veo otra ley
en mis miembros que contradice a la ley de mi mente, sino que
dirán los que triunfan: ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde 'está tu aguijón? Pero ésta no es cuestión que se
haya de debatir «ntre los católicos y los herejes, sino, si
acaso, punto que debe discutirse entre los católicos con es­
píritu de caridad.

CAPÍTULO XXXI

¿FUÉ SINCERA LA PROFESIÓN DE FE DE PELAGIO?

56. ¿Cómo podemos creer que Pelagio, dando por su­


puesto que esta carta sea de él, haya hecho una confesión
católica de la gracia, que no es la naturaleza dotada del libre
albedrío, ni la ciencia de la ley, ni tan sólo el perdón de los
pecados, sino la gracia necesaria en cada uno de nuestros
actos, y que haya anatematizado sinceramente a los que
sienten de otra manera, cuando, por una parte, en su carta
habla de la facilidad de no pecar, cosa que no se trató en el
juicio, diciendo que esto lo aprobaron los jueces, y por otra
parte habla de la gracia de Dios, que se vió forzado a con­
fesar para evadir la sentencia eclesiástica?

CAPÍTULO XXXII

M ala fe de P elagio e n l a relación de las actas del sínodo


DIOSPOUTANO5
7

57. Hay algo más que no debo callar. En la carta escrita


para justificarse, y que me remitió por conducto de un tal
Caro, ciudadano de Hipona y diácono de Oriente, cuenta las
cosas de muy diferente manera de como se refieren en las
actas episcopales. Lo que refieren las actas tiene un sentido
católico más sano, más ortodoxo y más claro contra las abo­
minables afirmaciones heréticas. Como leí la carta antes de
priuequam ad nos gesta venissent, nesciebant ea ipsa vérba
posuisse, quibus, cuxn sibi adesset, usus est in iudicio: pauca
enim, et non multo aliter se habent, de quibus non nimis
euro.

CAPUT XXXIII

CHARTULA PELAGII DEFECTU SINCERITAT1S LABORAT

Moleste autem ferebam, quod aliquarum sententiarum


Caelestii, quas cum gestis anathematizasse perspicuum est,
servasse sibi defensionexn, potest videri. Nam earum quas-
dam suas negavit, diœns tantummodo, pro eis non se debere
sat isfactionem: anäthematizare autem in eadem chartula no-
luit, quae ist'ae sunt : Adam, mortalem asse factum, qui sive
peccarci, sins non peccant, esset moriturus. Quod peccatum
Adas solum ipsum nocuerit et non genus humanum. Quod leœ
sic mittat ad rrgnum caelorum, qwemadmodum et Evange­
lium. Quod infantes nuper nati in iUo statu sint, in quo fuit
Adam ante praevaricationem . Quod nequs per mortem vél
pra'varication ■m Adae omne genus humanum moriatur, ne-
qws per n surrectionem Christi omne genus humanum re-
surgat. Infantes, etiamsi non baptizati, habere vitam aeter-
nam. Divite s baptizâtos, nisi omnibus abrenuntiaverint, si
quid boni videntur f aczre, non ülis reputari, neque habituros
Mos regnum caelorum.
Ad ista quippe in chartula ita respondit : Hfaec omnia
secundum ipsorum testimonium a ms dicta non sunt, nec
pro eis debso satisfactiomm. In gestis autem ad eadem ipsa
ita locutus est: S cundum ipsorum testimonium a me dicta
non sunt, pro quibus ego satisfaosre non deb:o; sed tarnen
ad satisf actionem sanctae Synodi anathematizo eos qui sic
tenent, aut alvquando tenwsrunt.
Cur ergo non ita et in ilia chartula scriptum est? Non
multum, ut opinor, atramente, nec litterarum, nec morae, nec
ipsius chartulae, si ita fieret, impenderetur. Sed quis non
ersdat id fuisse procuratemi ut tanquam pro gestorum illo-
rum breviatione, ista Charta usquequaque discurreret? ubi
putaretur, non esse ablatam quamlibet earum sententiarum
defendendi licentiam, quod ei tantummodo obiectae, nec eius
probatae fuissent, non tarnen anathematizatae atque dam-
natae.
58. Postea etiam de libro Caelestii capitula sibi obiecta
in eadem chartula multa congessit; neque his intervallis quae
continent gesta, duas responsiones, quibus eadem capitula
anathematizavit, sed imam simul omnibus subdidit. Quod
studio brevitatis factum putarem, nisi plurimum ad id
llegar a mis manos las actas, ignoraba que en la carta había
copiado las mismas palabras de que se sirvió en el juicio al
defenderse; hago caso omiso de alguna variante sin impor­
tancia.

CAPITULO XXXIII
P e l a g io no es s in c e r o en su carta

Pero me desagradó que, según parece, dejó a su cuenta


defender algunas de las opiniones de Oelestio que condenó
claramente en el juicio. Porque dijo que algunas de ellas no
eran suyas, contentándose con añadir qu- no tenía por qué
dar explicación's sobre las mismas. Hielas aquí: Que Adán
fué creado mortal y que, ora pecase, ora no pecase, estaba
sujeto a la muerte. Qu° el pecado de Adán tan sólo a él le
perjudicó y no al género humano. Que la Ley conduce di cielo
lo mismo que el Evangelio. Que los niños recién nacidos se
hallan en el mismo estado qu° tuvo Adán antes de pecar.
Que ni por la muerte o p'cado de Adán perece todo el género
humano, ni por la resurrección de Cristo resucitan todos
los hombres. Qu° los niños, aunque no s'an bautizados, al­
canzan la vida eterna. Que los ricos bautizados, si no renun­
cian a todos sus bienes, aunque crean que hacen buenas obras,
de nada les sirve ni pwsd'n alcanzar la 'Vida eterna.
La carta dice que a todo esto respondió: Estas opiniones,
como reconocen mis acusadores, no son mías, y así no tengo
por qué dar explicaciones. En el proceso había dicho: Según
reconocen mis acusadores, yo no he sostenido estas doctri­
nas, y así no tengo por qué dar explicaciones; no obstante,
para dar satisfacción al santo sínodo, anatematizo a los que
la defienden o defendieron en algún tiempo.
¿Por qué no lo hizo constar también así en la carta? Nto
se necesitaba mucha tinta, ni muchas palabras, ni mucho
tiempo, ni alargar mucho la carta. Pero ¿ quién no echa de
ver que se hizo así de intento, para que, con pretexto de ha­
berse procurado abreviar las actas, se divulgase pronto la
carta en todas partes y creyesen todos que podían defenderse
esas doctrinas, puesto que de ellas se había acusado a Pela­
gio, pero sin probarse que fueran en efecto suyas y sin que
hubiesen sido condenadas o anatematizadas?
58. En la misma carta cita muchos cargos que se le hi­
cieron tomados del libro de Celestio; pero no copió por se­
parado, como rezan las actas, las dos respuestas con que
anatematizó los referidos capítulos, sino puso una sola res­
puesta a todas las objeciones. Podría achacar este procedi­
miento al deseo de abreviar, si no estuviese de por medio algo
33,08

quod nos movet, interesse perspicerem. Ita enim clausit:


Iterum dipo, quoniam ista et secimdum eorum testimo­
nia, non sunt mea, pro quibus, ut dim, satisfactionsm non
debeo; quae auttm mea esse confessile sum, haec recto me
dicere affirm o: quae autem dùci mea non esse, secundum
iudicium sanctae Ecclesiale reprobo, anathema diane ormi
còntravenienti sanctae et catholicae Ecclesiae doctrinis; si­
militer et his qui falsa fingentes, nobis calumniam commo-
verunt. Hun-c ultimum versum non habent gesta, sed nihil
ad rem de qua solliciti esse debemus. Sint enim prorsus ana­
thema et hi qui falsa fingentes, eis calumniam commoverunt.
Sed cum primum legi: Quae autem dixi mea non esse,
secundum iudicium sanctae Ecclisiae reprobo; factum illud
esse iudicium Ecclesiae nesciens, quoniam hie taciturn est,
et gesta non legeram, nihil aliud existimavi, quam eum esse
pollicitum hoc se de his sensurum esse capitulis, quod Ec­
clesia iam non iudicasset, sed quandoque iudicaret, et ea se
reprobaturum, quae illa iam non reprobasset, sed quandoque
reprobaret ; ut ad hoc pertineret etiam quod adiunxit, ana­
thema diosns omni contrari nienti nel contradicenti sanctae
catholicae Ecclesiae doctrinis. Verum autem, ut gesta tes-
tantur, iam de his ecclesiasticum iudicium ab episcopis qua-
tuordecim factum erat, secundum quod iudicium se dixit ista
omnia reprobare, et anathema dicere his qui talia sentiendo,
contra iudicium vehiunt, quod iam factum fuisse gesta in­
dicant. Iam enim dixerant iudices: Quid ad haec, quae leda
sunt capitula, dicit praesens Pelagius monachus? Haec enim
reprobai sancta Synodus, et sancta Dei catholioa Ecclesia.
Sed hoc qui nssciunt, et istam chartam legunt, putant aliquid
illorum licite posse defendi, tanquam non fuerit iudicatum
catholicae contrarium esse doctrinae, paratumque se Pela-
gius dixerit, id de his rebus sapere, quod Ecclesia non iudi-
cavit, sed iudicaverit. Non itaque sic scripsit in ea, de qua
nunc agimus chartula, ut agnosceretur quod habet gestorum
fìdes, omnia scilicet illa dogmata, quibus eadem hasresis pro-
serpebat, et contentiosa convalescebat audacia, ecclesiastico
iudicio praesidentibus quatuordecim episcopis esse dannata.
Quam rem, si ut est, innotesoere timuit, se potius corrigat,
quam nostrae licet serae vigilantiae qualicumque succen-
seat. Si autem hoc eum timuisse falsum est, et sicut homines
suspicamur, ignoscat, dum tarnen ea quae gestis, quibus
auditus est, angthematizata et reprobata sunt, de caetero
oppugnet; ne parcendo illis, non solum haec antea credidisse,
sed credere videatur.
muy importante en este asunto. Porque termina así su carta:
Repito que estas doctrinas no son mías, y asi no tengo por
qué. d fn d erm e. Las doctrinas que reconozco son mías, son
ortodoxas; Tas otras que he dicho no son mías, Tas condeno
según el juicio de la santa Iglesia, anatematizando al que
contradiga a la isanta y católica Iglesia. Pues yo creo en la
trinidad, de, versonas y unidad de substancia y en cuanto
ensaña la santa y católica Iglesia. Quien otra cosa ens ñe,
sea anatema. Esto último no se lee en las actas, bien que no
es detalle de importancia en lo que venimos diciendo. Sean
enhorabuena anatematizados los inventores de falsedades que
los calumniaron.
Cuando leí: Lo que he dicho que no es doctrina mía lo
condeno según el juicio de la Iglesia, yo no sabía, porque la
carta nada dice y yo no había leído aún las actas, que la
Iglesia había pronunciado ya su juicio, y así vi en esas pa­
labras su promesa de sentir con la Iglesia, no según lo que
la Iglesia había ya juzgado, sino según juzgase al pronun­
ciarse sobre esos capítulos, y vi asimismo su promesa de
condenar no lo que la Iglesia ya había reprobado, sino lo
que en adelante reprobase, incluyendo en esto lo que aña­
dió: Anatematizando a todo el que desobed zca o contradiga
las doctrinas de la santa Iglesia católica. Mas, como rezan
las actas, los catorce obispos ya habían pronunciado acerca
de estas cosas su sentencia, en consonancia con la cual dijo
las reprobaba todas ellas y que anatematizaba a los que,
profesándolas, rechazaban la sentencia que ya estaba dada,
según dicen las actas. Ya habían dicho los jueces: ¿ Qué res­
ponde a estos capítulos que se han l-ido rl monjc Pelagm,
aquí presente ? Pero los que desconocen esto, creen, cuando
leen la carta, que pueden defenderse algunas de aquellas doc­
trinas por no haber sido iuzgadas por el sínodo como con­
trarias a la doctrina católica, y que Pelagio se mostró dis­
puesto a sentir acerca de ellas no según lo que la Iglesia
ya había juzgado, sino según lo que en adelante juzgare. Así
que la carta en cuestión no dice lisa y llanamente, como lo
dicen las actas, que fueron condenadas por el juicio de ca­
torce obispos las doctrinas de esa herejía que se propagaba
y extendía con arrogante audacia. Si tuvo miedo de decir la
verdad, que se corrija y no lleve a mal nuestra intransigente
vigilancia. Pero, si no hubo tales temores y nuestra sospecha
no es fundada, que perdone, con tal de que impugne las doc­
trinas que fueron condenadas y anatematizadas en el proceso
que le dió ocasión de defenderse, no sea que, negándose a
hacerlo así, se haga sospechoso de haberlas defendido antes
y de seguir defendiéndolas ahora.
'> C A P U T XXXIV
A bsolutio P elag ii n o n e s t approbatio h aeresis pelagianae
59. Proinde istum librum, in tana gravi et grandi causa
non frustra fortasse prolixum, ob hoc ad tuam Veneratio-
nem scribare volui, ut si tuis sensïbus non displicuerit, aue-
toritate potius tüa, quae longe maior est quam nostrae exi-
guitatis industria, quibus necessarium existimaverit, inno-
tescat, ad eorum vanitates contentionesque opprimendas, qui
putant absoluto Pelagio, iudicibus episeopis orientalibus ilia
dogmata placuisse, quae adversus christianam fidem, et Dei
gratiam qua vocamur et iustificamur, perniciosissime pullu-
lantia, Christiana semper veritas damnat et istorum etiam
quatuordecim episcoporuin auctoritate damna vit, quae simul
et Pelagium, nisi, ab ilio es,sent anathematizata, damnasset.
Nunc iam, quoniam reddidimus homini curam fratemae
charitatis, et de ilio ac pro ilio nostram sollicitudinem fide-
liter prompsimus, videamus quomodo breviter possit adverti,
etiam ilio, quod clarum, apud homines absoluto, haeresim
tamen ipsa divino iudicio semper damnabilem, etiam iudicio
quatuordecim episcpporum orientalium esse damnatam.

CAPUT XXXV

A'bsolutio P elagii et gestorum recapitulatio

60. Haec est illius iudicii postrema, sententia. Synodus


dixit: Nunc quoniam satisfactum est nobis prosecutionibus
pracsentís Pelagii monachi, qui quidem piis doctrinis con­
sentii, contraria vero Ecclesiae fidei reprobai et anathima-
tìzat, communionis eccleisiasticae eum esse et catholicae con-
fitemur.
Duo quaedam satis perspicua de Pelagio monacho sancii
episcopi iüdices suae sententiae brevitate complexi sunt:
unum quidem piis eum consentire doctrinis; alterum autem,
EccUsiàs fid 'i reprobare et anathematimre contraria. Pela-
gius propter haec duo communionis ecclesiasticae et catho-
lieae pronuntiatus est.
Quibus ergo verbis eius interim, quantum homines in
praesentia de manifestis iudicare potuerunt, utrumque cla-
ruerit, omnia breviter recapitulando videamus. In his enim
sibi obiectis, quae sua non esse respondit, dictus est repro­
bare et anathematizare contraria. Breviter ergo totam istam
causam ita, si possumus, colligamus.
CAPITULO XXXIV

L a absolución de P elagio n o equivale a u n a aprobación


DE SU HEREJÍA

59. Me ha parecido conveniente dedicarte este libro, que


tal vez no parecerá demasiado voluminoso si se tiene en cuen­
ta la importancia del asunto, para que, si no te desagrada,
lo des a conocer con tu autoridad, siempre mayor que mi in­
dustria, a cuantos lo necesiten, a fin de que sean vencidos el
orgullo y vanidád de los que piensan que, absuelto Pelagio,
los obispos orientales aprobaron tales errores, que en mala
hora se extienden con gravísimo daño de la fe cristiana, en
contra de la gracia, por la que somos llamados y justificados.
La verdad cristiana condena estos errores, y los condenó la
autoridad de catorce obispos, que hubieran condenado al mis­
mo Pelagio de no haberlos anatematizado también Pelagio.
Y ahora, una vez que hemos cumplido los deberes de la
caridad fraterna con él, y por su causa y en bien suyo he-
. mos cumplido nuestra obligación, digamos en pocas palabras
cómo, aún absuelto Pelagio, de lo cual nadie duda, esto no
obstante, la herejía, digna de ser condenada siempre por el
juicio de Dios, fué condenada por el juicio de catorce obispos
orientales.

CAPITULO XXXV

A bso lu c ió n de P elagio y resum en de las actas

60. La sentencia final del sínodo fué de este tenor: En


vista de las satisfactorias 'explicaciones de Pelagio, aquí pre­
sente, que profesa la sana doctrina y condena y anatematiza
la que es contraria a la Iglesia, pronunciamos que es digno de
la comunión eclesiástica.
Dos cosas hace resaltar en el monje Pelagio la breve sen­
tencia de los obispos: primero, que profesa la sana doctrina
de la Iglesia; segundo, que condena y anatematiza la doctri­
na contraria a la Iglesia. Teniendo esto en cuenta, los obis­
pos lo juzgaron digno de la comunión eclesiástica.
Recapitulemos lo expuesto hasta aquí para ver en qué
palabras de Pelagio pudieron fundamentar los obispos los
dos extremos de su sentencia. Ya dije antes que Pelagio con­
denó y anatematizó las doctrinas que le achacaron y que dijo
no eran suyas. Resumamos, pues, lo actuado en esta causa.
S A g . IX 26
61. Quoniam ne cesse erat impleri quod praedixit apos­
tolus Paulus: Oportet et haereses esse, ut probati manifesti
fiant in vobis !)2, post veteres haeivses, invecta etiam modo
haeresis est, won ab episcopis, seu presbyteris, vel quibus-
cumque clerìcìs ; sed a quibusdam veluti monachis, quae con­
tra Dei grati am, quae nobis per Iesum Christum Dominum
nostrum, tanquam defendendo liberum arbitrium, disputa­
rci, et conaretur christianae fidei firmamentum evertere, de
quo scriptum ■est : Per unum hominem mors, et per unum
hominem resurrectio mortuorum: sicut enim in Adam omnes
moriuntur, sic et in Christo omnes vivificabuntur93; et in
actibus nostris Dei adiutorium denegarci, dicendo, ut non
peccemus, impìeamusque imtitiam, posse sufficere naturam
humanam, quae condita est cum Ubero arbitrio; eamque esse
, Dei gratiam, quia sic conditi sumus, ut hoc volúntate pos-
simus, et quod adiutorium legis mandatorumque suorum de-
dit, et quod ad se converses peccata praeterita ignascit; in
his solis esse Dei gratiam deputandam, non in adiutorio nos-
trorum actuum singulorum. Posse enim hominem esse sine
peccato, et mandata Dei facile custodire, si velit.
62. M a haeresis cum plurimos decepisset, et fratres,
quos non deceperat, conturbaret; Caelestìus quidam talìa
sentiens, ad indicium Carthaginensis Ecclesiae perductus,
episcoporum sententia condemnatus est. Deinde post aliquot
annos Pelagio, qui magister eius perhibetur, cum ista hae­
resis fuisset obiecta, ad episcopale indicium etiam ipse per-
venit: recitatisque omnibus quae in libello contra eum dato
Heros et Lazarus episcopi Galli posuerant; illis quidem ab-
sentibus, et de aegritudine unius eorum excusantlbus, Pela-
gium ad omnia respondentem, quatuordecim episcopi pro-
vinciae Palestinae secundum responsiones eius alienum a
perversitate huius haeresis pronuntiarunt; eam tarnen hae-
resim, sine ulla dubitatione damnantes.
Approbaverunt enim secundum quod ille ad ea quae ob­
iecta sunt, respondebat, adiuvari hominem, per legis scientiam
ad non peccandum, sicut scriptum est: “Legem in adiuto­
rium dedit illis” 94. Non tarnen ex hoc eamdem legis scien­
tiam illam Dei gratiam esse approbaverunt, de qua scriptum
est: Quis me lib rdbit de corpore mortis huius? Gratia Dei
per Iesum Christum Dominum nostrum. Nec ideo dixisse
Pelagium: Omnes volúntate sua regi, ut non eos regeret Deus;
respondit enim: Hoc se dixisse propter liberum arbitrium,
cui Deus adiutor <est eligenti bona; hominem vero peccantem
ipsum esse in culpa, quasi Uberi arbitra.
Approbaverunt etiam, iniquis et pecoatoribus in die iudidi
non esse parcendum, sed aeternis eos ignibus puniendos.9 1
91 i Cor. xi, 19. 94 Is. 8, 30, sec. LX X .
5:1 Ib. 15, 31-22.
61. Como no podía menos de cumplirse lo que dice el
Aipóstol: Es necesario que haya herejías, a fin de que se
destaquen entre vosotros los de probada virtud, después de
las antiguas herejías surgió esta nueva herejía, inventada
no por obispos, presbíteros o clérigos, sino por ciertos mon­
jes, combatiendo, so pretexto de defender la libertad, la
gracia que nos es dada por nuestro Señor Jesucristo, y des­
truyendo el fundamento de la fe cristiana, del que está escri­
to v Por un hombre vino la muerte y por un hombre la re­
surrección de los muertos; y así como en Adán mueren todos,
así también todos serán vivificados en Cristo; y negando la
necesidad del auxilio de Dios en cada uno de nuestros actos,
afirmando que para no pecar y ser justos puede ser suficiente
la naturaleza humana, dotada desde su creación del libre al­
bedrío, y que la gracia de Dios consiste en que Dios nos dio
este poder y él awoñlio de su ley y mandamientos y perdona
a quien se arrepiente de los pecados de la vida pasada; que
en esto sólo consiste la gracia de Dios y no en la ayuda pres­
tada a cada uno de nuestros actos, porque puede <1 hombre
vivir sin pecado y guardar fácilmente, si quiere, los manda-
■mientos de Dios.
62. Después que la herejía había engañado a muchos y
llevado la inquietud al ánimo de los hermanos que no había
logrado seducir, Oelestio, uno de los novadores, fué acusado
ante el tribunal de la iglesia de Cartago y condenado por el
juicio de los obispos. Algunos años más tarde, Pelagio, que
es considerado como maestro de Celestio, fué acusado de
profesar esta herejía y hubo de responder ante el tribunal
episcopal, y leídas las acusaciones contra él formuladas por
los obispos galos Heros y Lázaro, imposibilitados de asistir
al juicio por enfermedad de uno de ellos, catorce obispos de
la provincia de Palestina declararon a Pelagio, en vista de
sus respuestas, libre de esta herejía, pero condenaron clara­
mente la herejía.
Aprobaron, a tenor de las respuestas de Pelagio, que el
conocimknto de la ley ayuda al hombre a no pecar, según
mtá escrito: “Dióles como ayuda la ley” ; pero no concluye­
ron <le aquí que este conocimiento de la ley sea la gracia, de
la <|iie dice San Pablo: ¿Quién me librará del cuerpo de esta
mui lint La gracia de Dios por Jesucristo nuestro 8 .ñor.
NI aprobaron lo que Pelagio había dicho: Todos se rigen por
sii i'ohinlad, sin reconocer al mismo tiempo que los rige Dios,
por rinmto respondió: Que había dicho esto por razón d.l li-
lm albedrío, a qukn Dios ayuda cuando' elige el bien; pero
que cuando él hombre peca, la culpa es suya, puesto que es
Ubre,
A¡ mron asimismo que en el día dél juicio no habrá mi-
st<rít< i liara los malvados, y pecadores; porque Pelagio
Quoniam hoc se ille secundum Evangelium dixisse, respon-
dit, ubi scriptum est: Isti ibunt in supplicium aeternum, iusti
autem, in vitam aeternam °5. Non autem dixerat, omnes pec-
catores ad aeternum pertinere supplicium, ut merito contra
Apostolum dixisse videretur, qui quosdam salvos ait futu­
ros, sic tarnen quasi per ignem.
Regnum caelorum ideo approbaverunt et mm in Vetere
Testamento esse promissum, quoniam testimonium dédit de '
propheta Daniele, ubi dictum est : Et accipient sancii regnum
Altissim i96. Hoc loco Vetus Testamentum intelligentes ab
ilio appellatum, non illud solum quod factum est in monte
Sina; sed Scripturas omnes canónicas ante adventum Do­
mini ministratas.
Poesie autem hominem esse sine peccato, si velit, non sic
approbatum est, quomodo ab ilio in libro suo positura vide-
batur, tanquam hoc in sola potestate esset hominis per
liberum arbitrium ; hoc quippe arguebatur sensisse dicendo,
si velit; sed quomodo nunc ipse respondit; imo quomodo id
brevius et apertius iudices epìscopi sua interlocutions com-
memoraverunt, hominem cum adiutorio Dei et gratia posse
esse sine peccato. Neo tarnen definitum est, quando istam per-
fectionem saneti assecuturi sunt, utrum in corpore mortis
huius, an quando absorbebitur mors in vìctoriam.
63. Ex iis etiam, quae Caelestium dixisse vel scripsisse,
tanquam dogmata dismpuli eius, sunt obiecta Pelagio; sua
quaedam et ipse cognovit, sed aliter se, quam obiieiebantur,
sensisse respondit. Hinc est illud : Quod ante adventum Chris­
ti vix runt quidam sánete ac iuste; Caelestius autem dixisse
perhibebatur, quod sine peccato fuerint.
Item obiectum est, dixisse Caelestium: Ecclesiam esse
sine macula et ruga. Pelagius autem dixit, dictum a se qui-
dem, sed ita, quoniam lavacro ab omni macula et ruga pur-
gatur Ecclesia, quam velit Dominus ita permanere.
Item illud dictum a Caelestio: Quoniam plus faciamus,
quam in Lege et Evangelio iussum est. Pelagius autem de
virginitate se dixisse respondit, de qua Paulus dicit: “Prae-
ceptum Domini non hdb o’’ °7.
Item obiectum est, affirmare Caelestium, Unumquemque
hominem posse habere omnes virtutes et gratias, ac sic au-
ferri dìversìtatem gratiarum, quam Apostolus docet. Pelagius
autem respondit: Non se auferre gratiarum divsrsitatem;
sed dicere, donare Drum ei qui fuerit dignus accipere, omnes
gratias, sicut Paulo apostolo donavit.
64. Has ex nomine Caelestii quatuor sententias non sic
approbaverunt episcopi iudices, sicut eas Caelestius sensisse

1,5 M t. 25, 46.


t8 D an . 7, 18.
,r i Cor. 7, 25.
decía esto en conformidad con el Evangelio: Irán éstos al
eterno suplicio, y los justos a la vida eterna. Al decir que
todos los pecadores habían de ir al infierno, no había querido
Pelagio negar la doctrina clara de San Pablo cuando afirma
que algunos se salvarán pasando por el fuego.
Aprobaron también que en el Antiguo Testamento se ha­
bía prometido el reino de los cielos, como reza el texto de
Daniel aducido por Pelagio: Los santos recibirán él reino dél
Altísimo, y entendiendo que Pelagio había llamado Antiguo
Testamento no solamente al que fué dado en el monte Sinaí,
sino también a todas las escrituras canónicas anteriores a la
encamación del Señor.
Los jueces no aprobaron la sentencia de Pelagio: Que
puede él hombre, si quiere, vivir sin pecado, en el sentido de
que para ello baste el libre albedrío del hombre, como en­
seña en su libro Pelagio y se deduce de las palabras si quiere,
usadas por Pelagio; sino que la aprobaron según la respues­
ta de Pelagio, o, mejor, como dijeron con más concisión y
claridad los obispos: Puede el hombre vivir sin pecado con
el auxilio y gracia de Dios. Con todo, no se dijo cuándo los
santos han de lograr esta perfección: si en ésta o en la
otra vida.
63. En cuanto a las doctrinas de Celestio, de que se.
acusó a Pelagio por haber sido maestro de aquél, Pelagio
reconoció algunas como suyas, pero dijo que no las profe­
saba en el sentido que le atribuían. Así, por ejemplo: Que
antes de la encamación del Señor vivieron algunos santa y
virtuosamente. Celestio había dicho: Vivieron sin pecado.
Respecto a lo enseñado por Celestio: Que la Iglesia no
tiene mancha ni arruga, explicó Pelagio: Que él lo había di­
cho porque con él bautismo se purifica de toda mancha y
arruga la Iglesia, y es voluntad de Dios que persevere asi.
Celestio había dicho: Hacemos más de lo quis está manda­
do en la Ley y el Evangelio. Pelagio elijo que él se refería
a la virginidad, de la que dice San Pablo: No tengo manda­
miento diel Señor.
Otra de las acusaciones había sido la afirmación de Pe­
lagio de que todos los hombres pueden tener todas las virtu­
des y gracias, con lo que se suprime la diversidad de gracias.
Pelagio contestó que él no suprimía la diversidad de gracias,
sino que dedo, que Dios da todas las gracias a quien fuere
digno de recibirlas, como las dió a San Pablo.
64. Estas cuatro sentencias no las aprobó el tribunal
episcopal según el sentido que les daba Celestio, sino según
dioebatur: sed sicut de his respondit Pelagius. Viderunt
enim, quod aliud sit sine peccato esse, aliud sancte et iuste
vivere, sicut ante adventum Christi quosdam vixisse Scrip-
tura testatur.
Et quamvis non sit hic Ecclesia sine macula et ruga ;
tamen earn et lavacro regenerationis ab omni macula rugaque
purgari, et eam ita velie Dominas pennanere: nam et ita
permanebit, quia sine macula et ruga utique in aeterna fe­
licitate regnabit.
Et quod perpetua virginitas, quae praecepta non est, sine
dubio plus sit, quam coniugalis pudicitia, quae praecepta
est; quamvis in multis virginitas perseveret, qui tamen non
sunt sine peccato.
Et quod eas omnes gratias, quas loco uno commémorât,
habult apostolus Faullus: quas tamen eum dignum fuisse
accipere, aut non secundum merita, sed potius secundum
praedestinationem aliquo modo intelligere potuerunt; ipse
enim dicit : Non sum dignus, vel, non isum idonem vocari
apostolusos; aut eorum intentionem subterfugit verbum, quod
Pelagius quemadmodum posuerit, ipse viderit. Haec sunt in
quibus episcopi Pelagium pronuntiarunt piis consentire doc-
trinis.
65. Nunc similiter recapitulando ilia paulo attentius
videamus, quae ilium contraria reprobare et anathematizare
dixerunt. In hoc enim /potius tota haeresis ista consistit. Ex-
ceptis ergo illis, quae in adulatione nescio cuius viduae in
libris suis posuisse dictus est, quae ille neque in libris suis
esse, neque alia unquam se dixisse respondit ; et eos qui talia
sapèrent, non tanquam haereticos, sed tanquam stultos ana-
thematizavit : haec sunt quibus haeresis illius dumeta quo-
tidie pullulare, imo iam silvescere dolebamus.
Adam mortalem factum, qui sive peccaret, sive non pec-
caret, moriturus esset.
Quod peccatum Adae ipsum solum laseserit, et non genus
humanum.
Quod Lex sic mittat ad regnum, quemadmodum et Evan­
gelium.
Quod infant&s nuper nati in ilio statu sint, in quo Adam
fuit ante prawaricationem.
Quod neque per mortem vel prasvaricationem Adae orme
genus hominum moriatur, wque per resurrectionem Christi
omne genus hominum resurgat.
Quod infantes, etsi non baptizentur, habeant vitam aeter-
nam.
Quod divides baplizati, nisi omnibus abrenuntient, si

” i Cor. 15, 9.
el sentido explicado en las respuestas de Pelagio. Vieron que
una cosa era vivir sin pecado y otra vivir santa y virtuosa­
mente, como, en efecto, vivieron algunos, según consta por
la Escritura.
Aunque la Iglesia no viva en este mundo sin mancha ni
arruga, es cierto que se purifica en el bautismo de toda man­
cha y arruga y que es voluntad del Señor que así persevere,
y perseverará, pues sin mancha ni arruga reinará en la glo­
ria eterna.
Es asimismo cierto que la perpetua virginidad, que no es
cosa mandada, es más perfecta que la pureza conyugal, que
cae bajo mandamiento, y que muchos guardan perpetua con­
tinencia, aunque no carecen de pecado.
Cierto también que San Pablo poseyó todas las gracias
que él mismo enumeró en un pasaje de sus epístolas; pero en
lo tocante a si fué digno de recibirlas, o bien dejaron entrever
en cierta manera que no fué digno por sus méritos, sino por
predestinación de Dios, pues el mismo dice: No soy digne
o no soy idóneo para ser llamado apóstol; o no repararon en
la palabra, que Pelagio sabrá cómo la dijo: como no diga­
mos que su intención fué sorprendida por el valor de las
palabras. Elstos son los puntos en los cuales, según la sen­
tencia de los obispos, Pelagio profesa la sana doctrina.
65. Pasemos ahora a recapitular cuidadosamente las
doctrinas contrarias a la fe católica que Pelagio, al decir de
los obispos, condenó y anatematizó, pues en ellas se contie­
ne toda la herejía. Excepción hecha de lo que se dijo había
escrito adulando a no sé qué viuda, pero que él rechazó di­
ciendo que ni esa doctrina se hallaba en sus libros ni jamás
la había enseñado, y que condenaba no como herejes, sino
como necios, a los que la profesaran, he aquí las doctrinas
con que brotaba y se hacia tupido bosque la maraña de esta
herejía:
Que Adán fué creado mortal y que, ora pecase, ora no
pecase, estaba sujeto a la muerte.
Que el pecado de Adán tan sólo a él le perjudicó, y no al
género humano.
Que la bey conduce al cielo lo mismo que el Evangelio.
Que antes de la venida de Cristo hubo hombres que vi­
vieron sin pecado.
Que los niñas recién nacidos se hallan 'en el mismo estado
que tuvo Adán antes de pecar.
Que ni por la muerte o pecado de Adán perece todo él
género humano, ni por la resurrección de Cristo resucitan
todos los hombres.
Que los párvulos alcanzan, aunque no se bauticen, la vida
eterna.
Que los ricos bautizados, si no renuncian a todos sus ble-
quid boni visi fuerint facere, non eis reputetur, ñeque regnum
Dei possint habere.
Quod gratia Dei et adiutorium non ad singulos actus de­
tur; sed in libero arbitrio sit, et in lege utque doctrina.
Quod Dei gratia secundum merita nostra detur; et prop-
terea ipsa gratia in homims sit posita volúntate, sive dignus
fiat, sive indignus.
Quod filiì Dei non possint vom ii, nisi omnino absque
pecmto fuerint effecti.
Quod oblivio et- ignorantia non subiacmnt pecm to; quo­
ndam non eveniant secundum voluntatem, sed secundum ne-
oessitatem.
Quod non sit liberum arbitrium, si indigeat auxilio Dei;
quoniam propriam voluntatem habeat unusquisque aut fa­
ceré aliquid, aut non facere.
Quod victoria nostra ex Dei non \sit adiutorio, sed ex libero
arbitrio.
Quod ex ilio, quod ait Petrus, divinae nos esse consortes
naturae, consoquens sit ut ita possit esse sine peccato, quem-
admodum Deus. Hoc enim in undécimo capitulo libri, non
quidem habentvs auctoris sui tituhim, sed qui perhibetur
esse Caelestii, his verbis positum ipse legi: Quornodo quis-
piam, inquit, Ulius rei consortium suscepit, a cuius statu et
virtute esse extraneus definitur? Ideo fratres qui hasc obie-
cerunt, sic eum intellexerunt, tanquam eiusdem naturae ani-
mam et Deum, et partem Dei dixerit animam : sic enim acce-
perunt, quod eiusdem status atque virtutis earn esse cum
Deo senserit.
In extremo autem obiectorum positum est: Quod poeni-
tentibus venia non detur secundum gratìam et misericordiam
Dei, sed s'cundum m-.rìtum <tt laborem eorum, qui per poe-
nitentiam digni fuerint misericordia.
Haec omnia, et si quae argumentationes ad ea confirman-
da interpositae sunt, sua negantem, et anathematizantem
Pelagium iudices approbaveruni: et ideo pronuntiaverunt,
eum contraria ecclesiasticae fidei reprobando et anathemati-
zando, damnasse. A c per hoc quomolibet ea Caelestius po-
suerit aut non posuerit,, vel Pelagius senserit aut non sen­
serit, tanta mala tarn novae huius haenesis ilio ecclesiastico
iudicio damnata gaudeamus, et Deo gratias agamus, laudes-
que dicamus.
66. De his autem quae post hoc iudicium ibi a nescio
quo cuneo perditorum, qui valde in perversum perhibentur
Pelagio suffragar!, incredibili audacia perpetrata dicuntur,
ut Dei servi et ancillae ad curam sancti Hieronymi praesby-
teri pertinentes, sceleratissima caede afficerentur, diaconus
occideretur, aedificia monasteriorum incenderentur, vix ip-
sum ab hoc ímpetu atque incursu impiorum in Dei miseri-
neSj aunque crean que hacen buenas obras, de nada les sirve
ni pueden alcanzar la vida eterna.
Que no se da para cada uno de los actos la gracia de
Dios, puesto que consiste en el libre albedrío y ~en la ley y
doctrina.
Que la gracia de Dios se da según nuestros méritos, y,
por tanto, la gracia de Dios depende de la voluntad del hom­
bre, ora se haga digno, ora indigno.
Que no pueden llamarse hijos de Dios como no estén li­
bres de todo pecado.
Que el olvido e ignorancia no son pecado, porque no de­
penden de la voluntad, \sino que son cosas necesarias.
Que no existe el libre albedrío si necesita del auxilio de
Dios, pues cada uno es dueño de su voluntad para hacer o
dejar de hacer esto o lo otro.
Que nuestra victoria no se debe al auxilio de Dios, sino
al libre albedrio.
Que de las palabras de San Pedro3 que dice que “somos
partícipes de la naturaleza divina”, se sigue que■el alma pue­
de cáncer de pecado como Dios. En el capítulo 11 de un
libro que no lleva el nombre de su autor, pero que se atribuye
a Oelestio, he visto expresada esta doctrina en estos térmi-
- nos: ¿Cómo puide uno haber sido hecho partícipe de una
cosa, si no participa de su estado y virtud? Por eso los her­
manos entendieron que Oelestio admitía la misma naturaleza
en el alma y en Dios y enseñaba que el alma es una parte
de Dios: tal era el sentido que dieron a aquellas palabras.
La última de las acusaciones fué ésta: Que a los que se
arrepienten no se les otorga el perdón por gracia y miseri­
cordia de Dios, sino por los méritos y trabajo de los que por
la penitencia se han bicho dignos de misericordia.
Los jueces absolvieron a Pelagio en vista de que negaba
y anatematizaba estas doctrinas y los argumentos con que
se las quiso probar, y dijeron que de hecho las había conde­
nado al reprobar y condenar lo que fuera contrario a la fe
católica. Cualquiera, pues, que sea la manera como Oelestio
enseña o deja de enseñar estas doctrinas, y prescindiendo de
lo que Pelagio haya opinado o dejado de opinar acerca de
ellas, alegrémonos y demos gracias a Dios y ensalcémosle
porque la Iglesia ha condenado con su juicio tamañas impie­
dades de esta novísima herejía.
66. Nos abstenemos ahora de referir las fechorías come­
tidas con increíble audacia, según es fama, por una turba de
desalmados, perversos secuaces de Pelagio, que llevaron su
furia malvada al extremo de perseguir de muerte a los sier­
vos y siervas de Dios encomendados a la solicitud del santo
presbítero Jerónimo, y mataron a un diácono, y pegaron
fuego a los monasterios, salvándose a duras penas, por la
cordia turris munitior tueretur ; tacendum nobis potius video,
et expectandum quid illi fratres nostri episcopi de his tantis
malia agendum existiment, a quibus eos dissimulare posse,
quis credat'? Impia quippe dogmata huiuscemodi hominum,
a quibuslibet catholicis, etiam qui ab illis terris longe absunt,
redarguenda sunt; n-e ubicumque nocere possint, quo perve­
nire potuerint: impila vero facta, quorum) coercitio ad eipl-
scoipàlem pertinet disciplinam, ubi comimittuntur, ibi potissi-
mum a praesentibus vel in proximo constitute, diligentia
pastorali et pia severitate plectenda sunt. Nos itaque tam
longe positi, optare debemus his causis talem illic finem
dari, de quo non sit neeesse ubilibet ulterius iudicare; sed
quae nobis potius praedicare conveniat: ut animi omnium,
qui illorum scelere fama usquequaque volitante graviter vul­
nerati sunt, Dei misericordia consequents sanentur. Unde
iam huius libri terminus iste sit, qui, ut spero, si sensibus
tuis piacere meruerit, adiuvante Domino, utilis erit Iegenti-
bus; tuo quam meo nomine commendatior, et tua diligentia
plurimis notion
misericordia de Dios, el mismo Jerónimo en una torre bien
fortificada. Esperemos a que nuestros hermanos los obispos»
de aquella región tomen sus resoluciones en vista de tantos
males, porque ¿cómo vamos a suponer que puedan disimular­
los ? Las impías doctrinas de hombres de esta ralea deben ser
combatidas por todos los católicos, aun por los que viven le­
jos de aquellos países; pero los reprobables delitos, cuyo
castigo toca a la autoridad episcopal, deben ser diligente­
mente reprimidos con piadoso rigor, allí donde se cometen,
por los obispos del lugar o de los lugares vecinos. Nosotros,
que tan lejos vivimos del lugar de aquellos sucesos, anhela­
mos que todo termine sin que haya necesidad de ulteriores
juicios y de modo que, por la misericordia de Dios, se dé
una reparación a los que padecieron tan gran escándalo con
la noticia de aquellos crímenes. Y demos fin a este libro, que,
si como espero, es de tu agrado, con el favor de Dios será,
útil a los que lo leyeren, siendo tu nombre, a quien lo dedico,
preciosa recomendación, y tu diligencia en darlo a conocer,
garantía de su difusión.
A C A B Ó S E D E IM P R IM IR E S T E N O V E N O V O ­
L U M E N D E L A S «O BR AS D E S A N A G U S ­
T IN » , D E L A B IB L IO T E C A D E A U T O ­
R E S C R IS T IA N O S , E L D Í A 25 D E
E N E R O D E 1952, F I E S T A D E L A
C O N V E R S IÓ N D E S A N P A ­
BLO, E N LO S T A L L E R E S
D E L A E D IT O R IA L CA ­
T Ó L IC A , S. A ., A L ­
F O N S O X I , 4,
M A D R ID

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

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