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DE
S a n A g u s t í n
EN EDICION BILINGÜE
TOMO IX
B IB L IO T E C A DE AUTORES C R IS T IA N O S
MADRID . MCMLII
BIBLIOTECA
DE
AUTORES CRISTIANOS
BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN DE
LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
PRESIDENTE:
. IMPRIMI POTEST:
Fr. F élix G arcía, O. 6. A.
Prov.
IMPRIMATUR :
t José María,
Ob. aux. y Vic. gral.
Madrid, 19 de enero 1952.
I N D I C E G E N E R A L
P á ss.
I ntroducción ................................................................................... 3
I. Una consulta a San Agustín ......................................... 3
II. Variaciones exegéticas .................................................. 11
III. El comienzo de la fe ........ 13
IV. La vocación congrua ...................................................... 18
V. El congruísmo agustiniano..... .'..................................... 33
VI. Interpretaciones .............................................................. 38
VII. La doctrina de la masa condenada y el panegírico
del velo ......................................................................... 46
VIII. Censura de San Agustín ................................................ 56
Bibliografía ..............................•.................................................... 58
LIBRO I.—Dos cuestiones sobre la Epístola a los Romanos .... 61
Cuestión I.—El fin de la ley. El estímulo de la concupiscen
cia. La reviviscencia del pecado con la ley. Los que usan
mal de la ley. Los hombres espirituales la cumplen. Qué se
entiende por la ley del pecado que milita en los miembros.
La ley es buena. Error de los maniqueos. Explicación de los
pasajes al parecer desfavorables para la ley ........................ 61
C uestión II.—El argumento de la Epístola a los Romanos. La
gracia de la fe precede a las buenas obras. Los ejemplos de
Jacob y Esaú y el fin para que los trae San Pablo. Si la
elección de Jacob provino de la presciencia de su futura
fe. Las buenas obras proceden de la gracia y no al revés.
Justicia en la elección de Jacob y en la reprobación de Esaú.
La elección por gracia y propósito de Dios. La fe debe
contarse entre los dones dé la gracia. La fe es don de Dios
misericordioso'. Por qué fué negado a Esaú el don de la fe.
La buena voluntad en nosotros proviene de la operación de
Dios. La vocación congrua. Por qué Esaú no fué llamado
con vocación congrua. El endurecimiento de parte de Dios.
Se resuelve la cuestión sobre la reprobación de Saúl. To
dos los hombres forman una masa de pecado. Se explica
en qué consiste el aborrecimiento divino de Esaú. Qué es
el pecado. Los vasos de perdición se ordenan a la corree-
IMiis.
CUESTIONES A SlMPLICIA.NO
I N T R O D U C C I O N
s Conf., VID, 2.
GNo se han conservado tales escritos, que San Agustín pidió a
San Paulino de Ñola : Libros beatissimi papac Ambrosn credo habere
sanctitatem tuam; eos autem multum desidero quos adversas nonnul-
los imperitissimos et superbissímos, qui de Platonis libris Domdnum
profecisse contendunt, diligentissime et copiosissime scripsit (Episp.
.31, 8 : PL 33. «S i-
De civitate Dei, X , 29, 2 : PL41, 309 : Quod initium Sancti Evan-
gelii, cui nomen est secundutn Ioannem quidam platónicas, sicut a
sancto sene Simpliciano, qui postea Medtolanensi Ecclesiae praese-
dit episcopus, atireis Htterìs conscribendy,m et per omnes Ecclesias
in locis eminentissimis proponendum esse dicebat. La expresión
solebanms audire indica la variedad de entrevistas y conversacio
nes que tuvieron ambos.
maltan el libro de las Confesiones: el relato de la conversión
de Victorino. Por la viveza y colorido de detalles con que
está escrita, se ve que todavía aquella inmarcesible historia
perdura a los ojos de San Agustín como una alborada fresca,
henchida del gozo y melodía del ruiseñor.
“Desde el momento en que vuestro siervo Simplieiano me
contó la conversión de Victorino, me enardecí en deseos de
imitarle: para este ñn me lo contó” 89 .
Aquella historia pasó por su alma de apasionado africano
como un ábrego amoroso o como un carbón abrasador.
Exempla sunt carbones vmtatoves, dirá después el Santo °,
recordando sin duda la quemadura antigua del ejemplo de la
conversión de un profesor de retórica, como él, que “ no
tuvo vergüenza de hacerse escolano de Cristo y dobló su
cuello al yugo de la humildad y abatió su frente al oprobio
de la cruz” 101.
Entonces también Simplieiano debió de medir la anchura
y profundidad del ingenio del joven profesor, que le descu
bría sus ambages y perplejidades, porque más tarde fué ad
mirador de sus libros. Y no era escaso alivio para el escritor
africano la aprobación del maestro, a quien contestaba hacia
el año 397: “ Cuando te agrada a ti lo que yo escribo, ya sé
a quién agrada, porque sé quién mora en ti. Pues el mismo
distribuidor y autor de todas las dádivas espirituales confir
mará con tu parecer mi obediencia. Todo el deleite que aque
llos escritos míos producen en ti, débese al Señor, que, sir
viéndose de mí, ha dicho: Hágase la luz; y al aprobarlo tú,
vió Dios que todo era bueno” J1.
El juicio del anciano era un premio para los sudores del
polígrafo hiponense.
Durante la misma época le dirigió una consulta escritu
raria, a la que respondió San Agustín con dos ü'bros célebres,
a los que va prendida la memoria del Obispo de Milán.
A Simplieiano, estudioso de las Sagradas Escrituras, le
atraía el conocimiento de San Pablo, quien gozó siempre de
alta estima en los círculos monásticos. Sabemos que había
rogado a San Ambrosio que hiciera ante el pueblo la exégesis
de algunos pasajes de sus cartas.
“Me has manifestado que sería de mucho agrado para
tí que declarara al pueblo algunos pasajes de los escritos de
San Pablo*, ipor la profundidad apenas comprensible de sus
consejos, la sublimidad de sus sentencias, que elevan el espí
ritu, y por el ardor con que inflaman a los indagadores de su
pensamiento” 12.
8 Conf., v m , 5.
9 Enar. in ps. 119, 2 : PL 37, 1598.
10 Conf., VIII, 2.
11 Epístola ad Simplicianum, X X X V II, 2 : PL 33, 152.
la Delectari te insinuasti, cum aliquid de Pauli afrostollci scriptis
El mismo anhelo le movió a dirigir la consulta a San
Agustín sobre algunos pasajes difíciles de la Epístola a los
Romanos. Particularmente él hecho de la reprobación de una
gran masa del pueblo escogido ha sido siempre para la cu
riosidad de los cristianos un secreto tentador y para muchos
una piedra de escándalo.
El Apóstol se enfrenta allí con el misterio y sale por los
fueros de la justicia y misericordia de Dios.
Aquellos pasajes tienen una relación próxima con la cues
tión de la gracia y llevan a orillas del pavoroso problema
de la predestinación. Allí, en la figura de Jacob y Ksaú, el
uno predilecto y el otro repudiado, se evidencia la gratuidad
de los dones divinos, la libertad del Señor, a quien nadie
puede arrebatarle la palma de sus iniciativas generosas.
A propósito de esta doctrina concilla San Agustín algu
nos pasajes de la Escritura y justifica la conducta divina
dentro de un plan general de la Providencia, que sabe asig
nar su lugar propio a los que no admite para comensales de
su gloria eterna.
Así nos descubrió el Doctor de la Gracia nuevos matices
de su pensamiento, y mucho antes de entrar en liza con los
pelagianos, formuló los principios de la doctrina católica y
la refutación de su herejía.
“ Simpliciano, sucesor de San Ambrosio en la sede de
Milán, entre otras cuestiones que propuso a su antiguo dis
cípulo, Agustín, le interrogó sobre el capítulo 10 de la Epístola
a los Romanos. La respuesta dada en De diversis quaestioni-
bus ad SimpMcianum constituye por su precisión, su plenitud
y claridad, y sobre todo por la explicación racional que aña
de al dogma, la verdadera clave del sistema agustiniano” 13.
'“A partir del año 397— añade J. Martin— es el período
del conocimiento exacto, y se puede decir definitivo” 14.
Un comentarista moderno de este libro, Mons. Salgueiro,
actualmente obispo en Portugal, escribe también:
“ La importancia del Tratado a Simpliciano ha sido jus
tamente puesta en relieve por muchos críticos. En efecto,
este tratado tiene dos títulos que lo recomiendan particular
mente a la atención de los historiadores del dogma. Desde
luego, él señala una etapa muy importante en la historia del
desarrollo del pensamiento agustiniano. Esta etapa es tanto
más importante cuanto su redacción señala una fecha ante
rior al nacimiento del pelagianismo y tiene por consecuencia
III. El comienzo de la fe
7 De lib. arbitrio, III, 32, 65. Si el alma ignora lo que debe hacer,
es porque no ha recibido aún este conocimiento : pero lo recibirá, si
usa bien de lo que se le dió. Pues se le ha dado la facultad de inqui
rir piadosa y diligentemente, si quisiere (Obras de San Agustín
pBAC], III, pp. 53-55)-
8 Oeuvres de Fénélon, I, pp. 240-243 (París 1853).
IV. La vocación congrua
V. El congruismo agustiniano
VI. Interpretaciones
0 Conf., VIII, i.
10 Conf., III. i.
11 Declaración de los siete salmos penitenciales, i.a parte, p. 74
(Zaragoza 1606).
n Opuscttla theologica : I. De concursa et efficaci auxilio Dei.
«■Opera», t. X I, 1 (París).
por haber sido llamado, sino también el mismo acto y fuerza
de venir lo recibe del Padre por la gracia adyuvante, con
grua y acomodada a la voluntad libre.
La tracción, pues, es moral: Moralis motio, qua Vil finís,
vel rogans aut persuadens impettit sen movet voluntatem,
iuxta ülud'quod Augustinus citat: Trahit s m qusmque vo
luntas13. Suárez aprueba y firma la doctrina del discípulo
de San Agustín San Próspero: “ La gracia de Dios princi
palmente sobresale con persuasiones y exhortaciones, avi
sando con ejemplos, amedrentando con los peligros, estimu
lando con milagros, esclareciendo la inteligencia, inspirando
consejos, iluminando el corazón mismo y penetrándolo con
las mociones afectuosas de la fe” 14.
“P or esta gracia excitante se logra que el objeto pro
puesto al amor aparezca más atrayente y honesto, y lo que
se debe temer, más horrible, y lo que se debe aborrecer, más
abominable; y así de lo demás. Lo cual se consigue, o con
una mayor ilustración del entendimiento, o disponiendo de
algún modo e inclinando el afecto, del que depende princi
palmente el juicio práctico del entendimiento” 15*1 .
8
Y en todo este proceso o en esta persuasión, que se hace
de una manera vital, iluminando el entendimiento y encen
diendo el a fe cto 1S, está excluido todo lo forzado y violento:
todo es suavidad, blandura y toques con manos de seda,
pues la gracia se adapta al hombre con doble congruencia.
“ San Agustín no sólo consideró la dignidad inherente a la
vocación divina, la conformidad propia que trae consigo la
vocación con el ingenio o naturaleza de los hombres, que es
como una congrwcntia in actu primo, sino también y de un
modo más particular dió realce a aquella proporción objetiva
que consiste en que la vocación o llamamiento se cumpla en
el tiempo preciso en que ha de ser eficaz, y es propiamente
en el acto segundo, y entonces puede decirse que es sobre
todo congrua, por adaptarse particularmente al hombre, pues
mejor es llamarle cuando ha de responder, aunque sea con
un llamamiento más apagado, que llamarlo fuertemente
cuando no ha de asentir al llamamiento” .
No pone, pues, San Agustín, según el Doctor Eximio, la
eficacia del llamamiento en una predeterminación física, sino
en una congruidad moral, in congruitate quadam morali,
que guarda Dios cuando quiere convertir a alguien, llamán-
13 Ib., c. ii, 7.
14 De voc gentium, c. 9 : Gratia Dei principaliter praecminet
suadendo exhortationibus, tnonendo exe.mplis, terrendo periculis, in
citando miraculis, dando intellectum., inspirando consuium, corque
ipsum aluminando et fidei affectionibus imbuendo.
11 Opuse., I, 3, c. 10.
18 Persuasio fit vitali modo aluminando intellectum el excitando
affectum (ib., V, S).
dolé cuando y como sabe El que le conviene, para que preste
oidos y consienta” 17.
Terminemos estos testimonios o ensayos de interpreta
ción con el del obispo de Algarbe don Fernando Martín
Mascareñas, quien discurre ampliamente sobre el congruís
imo agustiniano en sus Tractatus de auxiliis divinas gratiae
ad actus supernaturales
Reduce la divina vocación a la gracia operante, “ pues
con ella Dios invita al libre albedrío humano y lo estimula
a convertirse con santos pensamientos y mociones indeli
beradas en la voluntad, es decir, ilustraciones del entendi
miento e inspiraciones en la voluntad, que son los principios
de la justificación y las que logran en el libre albedrío hu
mano la última disposición para la gracia santificante” 19.
Mas no siempre la voluntad se halla templada para moverse
conforme al soplo de lo alto; pero, según San Agustín, “se
contienen en los tesoros de la divina potencia y sabiduría
tantos modos de llamar (tot vocationis modos), que absolu
tamente ninguna voluntad puede hallarse tan obstinada y
endurecida que le falten al Señor a lo menos remedios extra
ordinarios para ablandarla” 20.
La presciencia divina no constituye precisamente la con
gruidad, pero le hace a Dios cierto de ella, sin que ninguna
resistencia pueda prevalecer contra la firme voluntad del
Creador, cuyo artificio maravilloso consiste precisamente en
vencer la resistencia de la criatura con medios suaves, lo
grando que la vocación sea congrua, id est, qua?. libero ar
bitrio sic congrmt ut conssmus sequatur21.
No es fácil explicar—¡añade— en qué consiste la congrui
dad de la gracia. Algunos creen que se llama así por razón
del tiempo, poique se da en tiempo conveniente, cuando el
libre albedrío ha de consentir. Y declaran esto así: Dios,
por la ciencia condicionada, previo que la voluntad de Pe
dro, puesta en tales circunstancias y afectada de tal modo,
había de producir un acto de conversión si en aquel momento
se le prevenía con la gracia excitante, y decretó asistirla en
aquel tiempo, y por haberlo hecho así, se llama vocación
congrua. De este modo la congruidad califica extrínsecamen
te a la gracia, y se reduce a una oportunidad de tiempo para
comunicarla, y recibe por esta causa el nombre de vocación
congrua” .
Pero no satisface a nuestro teólogo esta explicación, pues
más bien la congruidad del tiempo sigue a la congruidad de
)7 Ib., III, C. 12, 12.
18 Olisipone
19 Ib., fol. 8. apud Petrum Crasbeeck, 1604, in folio.
20
Ib., fol. 125.
21
Ib., fol. 47.
la misma gracia. Y por eso “ otros admiten una proporción
o acomodación entre la gracia y la voluntad afectada de,
modo que siga infaliblemente la cooperación” .
Lo cual puede explicarse del siguiente modo: “La volun
tad del pecador, ora por las circunstancias del tiempo y del
lugar, ora por la complexión natural del cuerpo, ora por
algunos afectos de justicia o de otra pasión originados con
algún motivo, ora, finalmente, por otras causas, de tal modo
se halla afectada algunas veces y dispuesta, que tal o cual
ilustración de la mente o inspiración, v. gr., un pensamiento
del infierno o temor de las penas eternas con tal o cual in
tensidad, están debidamente proporcionados para producir
con total certidumbre su conversión. En esta, pues, propor
ción o atemperación ha de ponerse justamente aquella efi
cacia de la gracia que está in actu primo y en cierto modo
puede llamarse habitual” 22.
Tal parece haber sido la mente de San Agustín, conforme
a las palabras del capítulo 14 del libro sobre el bien de la
perseverancia: “De lo dicho se colige que algunos poseen por
índole natural un don divino de inteligencia que les llevaría
a la fe si oyesen la conveniente palabra de Dios o viesen mi
lagros a propósito, y, con todo, si por más altos juicios de
Dios no son separados por la predestinación de su gracia
de la masa de perdición, no oirán las palabras divinas ni ve
rán los hechos por los que vendrían a la fe en caso de ver
u oír tales cosas” 23*.
Donde son de notar las palabras índole et mentibus, que
significan una disposición natural propia, y a ella atribuye
el Santo Padre la congruidad de la gracia, porque en verdad
mucho más fácilmente se mueven a abrazar la verdad por
hallarse bien dotados de condiciones mentales, sobre todo
cuando las verdades que oyen o los hechos que observan con-
cuerdan bien con su estado de ánimo.
Igual sentido tienen las palabras escritas a Simpliciano:
Los Uamó de tal modo, como convenía a los que siguieron el
llamamiento.
En resumen, el obispo de Algarbe define la congruidad
agustiniana de este modo: “ No consiste en una fuerza de
terminante de la voluntad ni en algo que intrínsecamente per
tenezca a la razón misma de la gracia misma, sino en cierta
proporción entre el llamamiento y la voluntad afectada, de
tal modo que, libre, pero infaliblemente, siga la operación o
el consentimiento”
1 A d Sitnplic., II, 16 .
2 De div. quaest. 83, q. 63, 3 : PL 40, 1f i.
3 Serm. 166, 7 : P L 38, 907.
* Serm. 174, 9 : PL 38, 944.
malicia y el veneno de la primera rebelión, y justamente se
llama m a ssa pra ova rication is 5, m assa p e r d i t i o n i s m a s s a
ir a e T. También emplea la palabra de inspiración paulina,
conspersio, co n spa rsio: E x p ú r g a te v e tu s ferm en tu m , wt s itis
\nova conspírsiO j s ic u t e s tis a z y m i67
*.
8
\ La analogía utilizada por San Pablo, de la fermentación
<3e toda la pasta con un poco de levadura, se apropia para
Explicar la corrupción del género humano con el fermento
de Adán y Eva, insignificante porción de la grande masa de
los mortales, la cual quedó dañada por la culpa de un hom
bre: Ista m assa quoniam tota m o rtis es t, cu m per unum ho-
m inem p ecca tum in tra v it in m undum et per p ecca tu m m o rs °.
Conviene, pues, desarrollar las ideas dogmáticas que van
enlazadas al enjullo de esta metáfora para conocer el pensa
miento de San Agustín.
En primer lugar, notamos la unidad y solidaridad de to
dos los hombres en el padre común, pues el género humano
fué instituido radicalmente en Adán: In ipso A d a m g en u s
hum anum tan quam ra d ica liter in s titu tu m e s t 10. Raíz de to
das las gentes y pueblos de la tierra es Adán. “Todos estuvi
mos—'dice en otra parte—en la sombra de la muerte; todos
estábamos unificados en la masa del pecado, procedente de
Adán. Una vez viciada aquella raíz, ¿ qué fruto podía brotar
del árbol del género humano ?” 11
He aquí la segunda idea fundamental, vinculada a la doc
trina de la masa: el universal contagio de la.primera culpa
y las consecuencias de ella derivadas. In fir m a s g en u it in fir
m as: un padre enclenque ha dejado una descendencia enclen
que y tarada. El vicio de la raíz es la mala voluntad que se
apartó de Dios, y la codicia fangosa y viscosa, lu tu len ta cu-
p iditas, que diría el Santo12.
El hombre cayó de una gloriosa altura de privilegios y
.excelencias a la tierra de que se formó su cuerpo: se hizo
una criatura terrena, abandonada a la corriente fugitiva de
las cosas, según aquella ley de asimilación del amor, que
San Agustín enunció: Terram diligencio térra eris: amando
la tierra, serás tierra 13.
Aun los judíos hicieron de su religión un instrumento de
5 Contra Adversarium legis et prophetarum, I, 6. 9 : PL 43, 608.
6 Contra duas epist. pelagianorum, II, 6, 15 : PJL 44, 58a.
7 Serm. 27, 12, 13 : PL 38, 177. ____ _
8 1 Cor. 5, 23. v:
“ Epist. 186, 19 : PL 33, 823.
■ 10 De Genesi ad litt., VI, 14 : PL 34, 345.
11 Omnes in umbra mortis fuirnus, omnes, in massa peccati de
Adam veniente coUigati tenebatnur. Radice vitiata qnaiis nasci po-
tuit fructus ex arbore generis humanit (Sermones Guelf., X , p. 472 :
(«Mise. Agost.»).
12 Serm. 34, 5 : PL 38, 211.
18 Tract. in Epist. loan., II, 14 : PL 35, 1997.
adquisiciones temporales14*; y todos los hombres, a seme
janza de aquel que primero fué formado dsl polvo, son tam
bién lúteos y terrenos: L u te i atque terreni im aginem Ulius
p orta n t q u i p rim u s fa c tu s e s t de térra terren as 1!i. j
La gravitación terrena y el peso de la mortalidad, onusj
mortalitatis1(i, inclinan al hombre “vencido, condenado, cau-j
tivo” J7, al seno de la tierra, de donde salió. Desde que nac?
viene arrastrando en castigo merecido la soga de la muer/-
te: Nemo natscitwr ñisi trahens poénam, trahens merituih
poenae18.
El castigo y la culpa del castigo constituyen la universal
condenación. “ Cuando el Apóstol dioe que vino la condena
ción de uno para todos, señala a la misma masa, la cual
salió toda viciada de Adán” : q u m tota, v itia ta e x A d a m pro-
f l u x i t 19.
La expresión to ta v itia ta debe entenderse de una totali
dad extensiva o universal, no de una corrupción substancial
de la naturaleza humana, como dijeron algunos intérpretes
exagerados del santo Doctor, para quien el mal no es una
substancia, sino un accidente. Así el pecado y s u s consecuen
cias no anularon el vigor de la inteligencia, ni suprimieron
el libre albedrío, ni acabaron con todas las excelencias de
la naturaleza, porque ésta conserva su lote de bienes divinos.
Los pelagianos presentaron ya esta objeción a la doctri
na agustiniana. Cuando el Santo hablaba de la debilidad de
la naturaleza—ilanguor naturae—«, ellos interpretaban esta
expresión como si él admitiera una naturaleza mala, sin dis
tinguir los accidentes de la substancia.
Tin solo pecado fué la causa de tamaño desastre: “aquel
único pecado, tan grave por haber sido cometido en lugar
de tanta felicidad, que en un solo hombre originaria y, por
decirlo así, radicalmente quedó condenado todo el género
humano; el cual no se borra ni perdona sino por obra de un
Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, quien sola
mente nació de modo que no necesita renacer” 20.
Todos los hombres arrastran el contagio de aquella peste:
Trahunt ergo contagiara de illo primo magnoquc peccato21,
o, como dice en otra parte, de radice depravada atque punita
et massa per d ita22. Aunque pecado único en su principio,
se hizo universal y multiforme, traspasándose a todos los
1« En. in ps. 87, 20 : PL 36, 996.
14 De divers. 83 quaest., q. 68, 2: PL 40, 71.
16 Ad Sim-pl., I, 13.
17 Ib. 14.
18 En. in ps. 50, 10 : PL 36, 591. •
1« Contra luí. oPus imp., I, 136 : PL 4?, 1136.
20
Enchir., XLVIII, 14 : PL 40, 255.
Opus imp. contra lu í., III, 161: PL 45, 1315.
Ib., III, 202: PL 45, 1333.
descendientes y formados de la misma masa. Por eso todo
-¡hombre ■viene a este mundo sujeto a miseria desde las con
solaciones de la leche humana. Omnis homo quando nasci-
iur inchoat a miseria. Noli quaerere prophstantem: interro
ga nascentem et vide flentem 'ri.
Estos orígenes han impreso un sello peculiar en el des
arrollo luctuoso del género humano, que con tan fuertes
pinceladas describe el Doctor de la Gracia: “Y así, alejada
de Dios, yacía, o mejor, se revolvía en los males y se preci
pitaba de mal en mal toda la masa condenada del género hu
mano” : Iacíbat in malis vsl etiam volvebatur et de mális in
mala praecipitabatur totius humani generis massa dam-
nata 224.
3
Suele decirse que el hombre es portador de valores eter
nos; pero completemos la frase añadiendo que es igualmen
te portador de grandes miserias temporales. -Por el pecado
perdió,los privilegios de la gracia santificante, la amistad y
familiaridad dulcísima con Dios, el equilibrio espiritual en
tre la vida afectiva y la razón, el señorío sobre el dinamismo
instintivo, la inmortalidad prometida al cumplimiento del
mandato supremo, el esplendor de la sabiduría, la felicidad
terrena y la exención de las miserias. Había sido la suya una
posición de rectitud, en que ocupaba su lugar propio, como
ciudadano de ambos mundos, visible e invisible, y anillo de
conjunción de lo divino y humano, del cielo y de la tierra.
Mas, por haber dejado los senderos fáciles de la justicia, se
hizo esclavo de la corrupción, encorvado hacia la tierra por
el pondus oonsuetudinis carnalis25, por el peso de la cos
tumbre camal..La masa humana, salida de la órbita de Dios,
cayó en poder ds fuerzas obscuras y antidivinas, que sub
mueven el mundo, y cargada en cierto modo de un dinamis
mo pecaminoso, en que intervienen tres factores o impulsos:
impulsos externos, debidos a un espíritu superior, caído y
maléfico, al que San Agustín llama rmdiator ad mortem,
mediador de la muerte. Es el tentador, el adversario envidio
so de los hombres, aterido en un odio perpetuo contra el
Creador y todo lo que lleva el esplendor y la gloria de su
imagen.
En segundo lugar, la masa lleva impulsas propios, des
órdenes inviscerados en la entraña de cada uno por la parti
cipación de la culpa y pena.
En tercer lugar, están los impulsos sociales, provenientes
del contacto con la masa de los demás por la contigüidad
vital y lo que en términos concretos llamamos escándalo. El
“ ■Con/., II, 8.
37 Contra advers. Ugis et prophetarum, V, 17 : PL 42, 640.
Ad Simpl., I, 10 : PL 40, 106. .
39 Serm. 22, 9 : PL 38, 153.
30 Ad Simpl., I, 2, 18 : PL 40, 123.
S! Ib. ib.
Tomemos como ejemplo al Faraón, presentado en la Santa
'Escritura como un tipo de soberbia y rebelión con Dios.
¿Quién le hizo vaso de ira? Además de su pecado de origen,
su orgullo y oposición a los planes, divinos sobre la libera
ción del pueblo hebreo.
De la soberbia faraónica no fué causa, ni podía serlo,
Dios, por ser todo pecado lo más opuesto al ser divino, al
que pretende eliminar y destruir.
Por eso aborrece en ellos la impiedad, que El no ha he
cho : Odit in eis impktatem quam ipse non f e c i t 32. Al con
trario, Dios puede ordenar una pena, castigar un delito,
condenar, logrando que la misma condena sirva de escarmien
to a otros; en este sentido le conviene a El la ordenación de
la pena. Como el juez—razona el Santo— aborrece en el ladrón
el hurto, pero no la condenación a las minas: lo primero es
obra del malhechor; lo segundo, obra del juez. Así el Se
ñor, cuando de la masa de los impíos hace vasos de conde
nación, no aborrece lo que hace, es decir, la ordenación de
la pena, castigando justamente a los que se pierden y dando
ocasión para salvarse a los que El compadece 33*.
También la masa condenada se halla en una radical in
validez para salvarse por si misma, como quien está sumer
gido en un pozo hondísimo, de donde no puede salir si no le
dan la mano. Nótese de camino el cambio que se refleja en
la doctrina de la massa damnata de los escritos anteriores
al 397 y la que se defiende en el escrito dirigido a Sim-
pliciano.
Cuando en el libro De dmersis quaestionibus octoginta
tribus (q. 68) redactó las notas exegéticas sobre el texto
paulino: O homo! tu quis es qui respondeos D eo? Si, concebía
ya el estado de la humanidad como una masa de limo o de
pecado: Omnes una massa luti facti sumus, quod est massa
peccati35. Pero aun admitiendo la universalidad del pecado
de origen, creía en el vigor de la naturaleza lapsa para to
mar por sí misma la iniciativa de salvación.
Así, en la historia de los israelitas en Egipto, cuando
fueron separados de la restante masa humana para que fue
ran vasos de misericordia, no deben excluirse méritos ante
riores al acto de misericordia que hizo el Señor con elle«:
“De la misma masa de pecadores hizo vasos de misericordia,
a quienes socorriese cuando elevaban a El sus plegarias los
. hijos de Israel, y vasos de ira, con cuyo castigo ejemplar los
instruyese, esto es, a Faraón y su pueblo; porque, si bien
ambos eran pecadores y, por lo mismo, pertenecían a una
32 Ib. ib.
33 Ib. ib.
3,1 Rom. o, 2o.
35 PL 4o, 71.
misma masa, sin embargo debían ser tratados de diverso
modo los que habían rogado al único Dios. ¡
Verdad es que se compadece de quien quiere y a quien,'
quiere endurece, pero esta voluntad de Dios no puede ser
injusta, porque procede de méritos ocultísimos, ya que en
los mismos pecadores, aun formando una masa por el pecado
común, hay su diversidad. Precede en ellos algo por lo que,
aun no estando justificados, se hacen dignos de justificación;
y precede en los demás pecadores algo que los hace dignos
de endurecimiento: Prarcedit ergo aliquid in peccatoribus,
quo quamvis nondum sint iustificati, digni efficiantur ius-
tificatione: et item praecedit in ali-is peccatoribus quo digni
sint obtusvcme 3C.
Según esto, aun los pecadores pueden merecer el don de
la justificación, y a sus méritos ocultísimos se otorga la -mi
sericordia que los salva. Ellos por sí mismos se separan de
la masa de condenación para hacerse vasos de gloria.
Pero, en este escrito dirigido a Simpliciano, la masa se
considera más homogénea, digámoslo así, en su incapacidad
para todo movimiento propio y autónomo de separación. Si
Dios no tomara la iniciativa de salvarla, la humanidad eter
namente seguiría sumida en su irremediable miseria. He
aquí una de las bases de la necesidad de la gracia para el
initium fidei, o del auxilio preveniente.
Si los hombres yacen en un abismo profundísimo de im
potencia, sólo la misericordia puede anticiparse y descender
a ellos para salvarlos.
■Como factores de esta impotencia pueden señalarse, so
bre todo, tres: impistas, infirmitas et ignorantia.
La impiedad es un estado de alejamiento d'e Dios, el apos
tatare a D ío 37, la orientación terrena del espíritu, el estrago
del paladar y la desgana para las cosas eternas y celestiales
a causa de la fiebre de la injusticia, de febre iniquitatis3S.
Igualmente, la impiedad equivale a esclavitud, servilis
mo y sumisión a las fuerzas obscuras de la naturaleza. Por
el pecado, el hombre se hizo temporal y terreno: Per pecca-
tum temporalis factus e®*3 39.
8
7
La ignorancia y la flaqueza son también dos vicios que
impiden a la voluntad moverse para obrar el bien o para
abstenerse de la obra mala40.
De aquí la necesidad de la gracia para sanar y fortalecer
la naturaleza caída.
“He aquí la obra del Hijo de D ios: E3 descendió a ti, no
56 PL 40, 72.
37 En. in ps. 50, 18 : PL 37, 597.
38 En. in ps. 33, 6 : PL 37, 251.
33 In Epist. loan., tr. II, 10 : PL 35, 1994.
46 De peco, mentís et remis., 11, 17, 26 : PL 44, 167.
cayó; el caído eres tú ; El descendió y te alargó la mano; con
tus propias fuerzas no puedes levantarte; toma la mano dei
que bajó hasta ti para que seas levantado por el fuerte41.
Tales son las ideas principales que,San Agustín incluye
■en la mássa damnata, en 'la que1se ha querido ver el fermento
de un pesimismo exagerado. Pero ¿es que la realidad misma
de la situación del hombre caído no ofrece bastantes tintas ne
gras para no alucinarse con un optimismo falso, como el de
los pelagianos antiguos o modernos? ¿ O acaso ha sido menos
eficaz o más melindroso el pincel del Apóstol en el terrible
dibujo que nos dejó del hombre antiguo, hijo de la más re
finada cultura?
Sin duda la consecuencia más rigorista de la doctrina
de la 7P assa d a m n a ta es la relativa a los niños que mueren
sin bautismo, a quienes San Agustín no exime de la conde
nación, seguida de una levísima pen a 424 .
3
Quizá en este punto el ardor de la polémica y la nece
sidad de no-ceder ni un palmo de terreno a los pelagianos,
defensores de un lugar medio para morada feliz de los ni
ños muertos sin bautismo, llevaron un poco lejos al Doctor
de la Gracia y a algunos de sus discípulos; mas la teología
católica permite mitigar el rigorismo de sus conclusiones.
Pero, salvo este punto, las demás ideas fundamentales
asociadas a la m assa dam nata, como son la unidad de origen
del género humano, el pecado de los primeros padres, la
transmis:ón de su culpa y pena a todos los descendientes,
la impotencia física y moral en que se hallaba el hombre
para salvarse por su propio esfuerzo, la necesidad de la
redención, la gratuidad absoluta e independencia de los do
nes divinos, la necesidad de la gracia para el in itiu m fid e i,
pertenecen al tesoro dogm ático de la Iglesia.
También ha realzado aquí San Agustín, siguiendo al
Apóstol, el doble misterio de la irü .cru tcbilis mis Hcordia et
in s c r v tá b ilis iv s t it ia , cuya razón pertenece a los secretos
más íntimos del Creador. El considera este secreto como
una profundidad inherente al misterio de la cruz. El cris
tiano ha de cargar a cuestas con esta obscuridad, que es
una de las cruces, de la intergencia cristiana.
La cruz tiene cuatro dimensiones: anchura, longitud,
altura y profund;dad.
El cristiano debe tener la anchura del amor de Cristo
y abrir sus brazos a todo el mundo: la titu d o erg o e s t ca ri
ta s, q u a e so la b en e operatur.
41 En. in ps. 9S, 7 : PL.37, 1211 : Descendit enirn ad le llle qui non
cadit: tu cecider'as, llle descendit, porrexit tlbi manum. Non potes
vlribus tuis surgere, ampleciere manum descendenlis ut erigarii a
forti. c ,
43 Cf. S algueiro, o. c., 114-115. , ,
Y con la anchura no ha de faltar la longitud, es decir,
la longanimidad de la esperanza, que se extiende hasta
el siglo futuro.
La altura significa la elevación de miras, la sublimi
dad de la intención pura, que busca a Dios en todo.
Finalmente, la profundidad es el secreto de la predes
tinación. ¿P o r qué se da a aquél y no al otro? No temo de
cirlo : he aquí la profundidad de la cruz: hoc est profunditas
crucis.
¿P or qué atrae a éste y no al otro ? E s secreto inapea
ble, es un abismo, es la profundidad de la cruz. Los genti
les recibieron la luz de la fe ; los judíos quedaron en las
tinieblas; algunos niños son regenerados con la ablución
bautismal; otros quedan en la muerte del primer hombre.
“ ¡Ouán grandes son tus obras, Señor! Y demasiado profun
dos tus consejos” 43.
Mas adviértase que este peso de la cruz, que fatiga a
las criaturas humanas al subir el escarpe doloroso de sus
destinos, al par que gran mérito de su peregrinación te
rrestre, es la honra más alta y limpia que se tributa a la
majestad de Dios.
A este propósito pláceme recordar una doctrina que
San Agustín repetía en su enseñanza al pueblo,- y que lla
maré el panegírico de la cortina y del velo. Con ella quería
frenar la curiosidad irreverente de los cristianos a propó
sito de los misterios y obscuridades de la Sagrada Escri
tura.
Cristo es el palacio de los grandes secretos y misterios
del Altísimo, y, como dice el Apóstol, en El están encerra
dos todos los tesoros de la ciencia y sabiduría4 44. Y no los
3
ocultó para anularlos, sino para azuzar el deseo con su es
condimiento. Hace c-st utüitas secreti. B e aquí el valor del
secreto. Reverencia en El lo que todavía no entiendes; y
tanto más has de reverenciarlo, cuanto más abundan los
velos. Porque cuanto más honrado y noble es uno, tanto
más penden en su palacio los velos o cortinas. Quanto enim
quisque honoratior est, tanto plura vela pendent in dom o
eius. Vela faciunt honorem secreti. Las cortinas hacen ho
nor al secreto; pero a los que los miran con reverencia, se
descorren los velos; y los que se burlan de ellos, serán arro
jados de la casa. A nosotros, por haber pasado a Cristo,
se nos quita el velo.” 40 , •
He aquí una hermosa doctrina que nunca deben perder
de vista ni los teólogos ni los fieles.
La mansión de Dios, el palacio de la Sabiduría infinita,
43 S e r m . 165, 5 : PL 38, 904-905.
M Col. 2, 3.
Serm. 151, 4, 5 : PL 38, 336.
está lleno de maravillosos tapices y colgaduras, que nos
ocultan los tesoros y magnificencias de la justicia, santi
dad y misericordia del Señor. Pretender levantar con mano
curiosa e irreverente ésas pesadas cortinas, que nos hurtan
a los ojos los arcanos del Altísimo, es una impiedad que
lleva consigo el castigo de la mano árida del Evangelio.
Los arcanos de la casa de Dios son blasones de majestad y
señorío, de riqueza y omnipotencia. Y, ante ellos, lo mismo
que los serafines del cielo, los fieles de la tierra deben can
tar: Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos y lle
nos están los cielos y la tierra de su gloria.
Este cántico de asombro y enmudecimiento ante la in
comprensibilidad de los juicios divinos, esta humildad in
fantil, que se complace en mirar y admirar el bendito velo
que cubre los arcanos de la misericordia y justicia infinita,
cuando de una misma masa hace vasos de gloria o permite
que resulten vasos de ignominia, señala la m eta sudans de
la soteriología del D octor de la Gracia. Toda curiosidad pre
suntuosa debe reprimirse ante el secreto de la predestina
ción: Quare hune traha/t, et ülum non trahat, noli velle
indicare, si non vis errare. Ora u t tra h a risie. Si no quieres
errar, no juzgues por qué atrae a éste y no a aquél : tú rue
ga para que seas atraído.
Sin duda, el fruto más saludable de la meditación en
estos enigmas es la oración y temblorosa humildad con
que ha de trabajar el cristiano para salvarse.
Los monjes antiguos se servían de un apólogo para
enaltecer la reverencia al secreto de Dios.
Un barco lleno de esclavos ancló en una ciudad, y ha
biendo llegado la noticia a los oídos de una noble doncella
que vivía consagrada a Dios, se presentó allí y con buen
precio rescató a una de las dos niñas que allí venían, con
el fin de separarla del mundo y educarla en el temor de
Dios. Luego se presentó también una vieja comediante, y
separó y compró a la otra niña. La primera educó a su
ahijada en la práctica de todas las virtudes, en el temor de •
Dios y obras de piedad. Al contrario, la comediante, cuan
do creció la niña, la enseñó todas las malas artes de la se
ducción y corrupción y la hizo lazo del diablo. ¿Quién pué-
de medir la profundidad del consejo de Dios en esta elec
ción y permisión relativa a las dos criaturas? 47
He aquí dos destinos contrarios según la intención del
apólogo. ¿P or qué una niña es adoptada por una santa don
celia y va por un camino que lleva al paraíso, y la otra cae
en manos de una perversa mujer, quien la pone en la senda
de la perdición ?
Tr.~ín loan., X X V I, 3 : PL 35, 1607.
" J. Brémond, Les Pères du désert, I, pp. 98-100.
Una cosa es visible en este hecho, y conviene ponerla de
relieve; a saber, la ley de la solidaridad o de la caridad y
egoísmo que rige la masa humana. Tanto en la perdición
como en la salvación de los hombres interviene el libre al
bedrío personal y el influjo de los demás o el factor socioló
gico, a que hemos aludido antes. Dios salva a los hombres
por medio de los hombres, les cuales se pierden no sólo por
su iniciativa propia, sino también por la seducción y es
cándalo ajeno.
Bástenos a nosotros con saber lo que el santo Doctor
repite: “Bueno es Dios, justo es Dios. Puede s n buenos
méritos salvar, porque es bueno; no puede condenar sin
malos méritos, porque es justo. Dios devuelve males por
males, porque es ju sto; bienes por males, porque es bueno;
bienes por bienes, porque es bueno y ju s to ; mas no devuelve
males por bienes* porque no es injusto” 48.
Bástenos con saber que es grande el poder de la gracia
y el número de los que se salvan: Constat maffnam esse
gratiam qua plurimi liberantur49.
Llevar muy adelante la curiosidad es lidiar con proble
mas que nos pueden y nos vencen. Soportemos este dolor
obscuro, que nos hace más inteligentes para los misterios
del cristianismo.
“De los libros que escribí siendo obispo, los dos prime
ros, que tratan acerca de diversas cuestiones, están dedica
dos a Simpliciano, prelado de la Iglesia milanense, en cuya
sede sucedió al muy bienaventurado San Ambrosio. Dos de
esas cuestiones, tomadas de la Epístola del apóstol San Pa
blo a los Romanos, las comenté en el primer libro. La pri
mera de ellas trata de lo que escribió el A póstol: ¿Qué di
rem os, pues? ¿E s la l y la causa dsl pecado? De ningún
modo, hasta donde dice: ¿Quién me libertará é e este cuer
po de m uerte? Solamrnte la gracia de Dios por Jesucristo.
Al tratar de la cuestión, lás palabras que dice el Apóstol:
La ley es espiritual, más yo soy carnal, y las restantes, en
-que se declara la rivalidad entre la carne y el espíritu, las
expuse yo como si se tratara del hombre puesto bajo el
. yugo de la ley y no libertado aún por la gracia. Pues fué
mucho más tarde cuando comprendí que tales palabras pu-
L I B E R I
Pauli ad Romanos
duae tractantur
PRAEFATIO
Gratissimam plane atque suavissimam interrogationum
tuarum dignationem mihi, pater Simpliciane, misisti: qui-
bus nisi respondere conarer, non solum contumax, verum
etiam ingratus existerem. Ét ilia quidem quae de Paulo
apostolo dis80lvenda proposuisti, iam a nobis erant utcum
que discussa litterisque mandata. Sed tarnen eadem ipsa
verba apostolica tenoremque sententiarum, non contentus
inquisitione atque explicatione praeterita, ne quid in ea
negligentius praeterissem, cautius attentiusque rimatus sum.
Non enim tu ea percontanda censeres, si eorum intellectus
facilis atque expeditus foret.
QUAESTIO I
Lex ad qmd data. Concupiscentia aucta per legem.. Feccatum
quomodo mortuum erat sine legs. Quomodo revîxit. Legs
quis male utitwr. Lex nonnisi a spiritualibus impie tur.
Carnal; s dwpliciUr dicti. Originalis peccati poetia. L ex
peccati in membris quid. L od in quibus lex videri passif
dici mala. Legem esse bcrnam. Manichaeorum error de ve-
teri lege. Explicantur testimonia, quibus lex videri passif
non bona.
1. Nam ex eo loco ubi scriptum est: Quid ergo dice~
mus? L ex peccatum e s t? A b sit; usque ad eum locum, ubi
ait: Igitur lex volenti mihi bonum e s t : et caetera, credo us-
SOBRE DIVERSAS CUESTIONES
A S I M P L I C I A N O
L I B R O I
PREFACIO
Has hecho llegar hasta mí, ¡oh padre mío Simpliciano!,
el envío agradabilísimo y delicadísimo de tu cuestionario;
y si no procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente,
sino también ingrato. Ya he discutido 3’ publicado algo so
bre las dificultades que me has propuesto de algunos pasa
jes del apóstol San Pablo. Mas, poco satisfecho de mi pri
mera investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos
y omisiones, he vuelto a someter a un examen más diligente
y serio las mismas palabras y razonamientos del Apóstol.
Si su interpretación fuera obvia y fácil, no las creerías tú
dignas de nueva discusión. 4
CUESTIÓN I
' Rom. 7 , 7 -2 5 -
- Rom. 7 , 8 .
es un bien pava nú, si la quiero, y lo que sigue hasta las pa
labras: Desv nturado ds mí, ¿quién me librará del cuerpo ds
esta muerte ? La gracia de Dios por nuestro S ñor Jesucristo.
Me parece a má que en este pasaje asumió el Apóstol en
sí la representación del hombre, puesto bajo la ley, apro
piándose su lenguaje. Y como un poco más arriba había di-
eho: Hemos sido desligados de la V y de muerte, a que está
bamos sujetos, de manera que sirvamos en espíritu nuevo,
no en la letra vieja ; y estas palabras podían tomarse por
un reproche dirigido a la ley, añadió al punto: ¿ Qué diremos
entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡N o, por D ios! Pero yo
no conocí el pecado isino por la V y. Yo no conocería la codi
cia si la ley no dijera: No codiciarás.
2. Aquí se insiste de nuevo: Aunque la ley no sea pe
cado, pero sí un estimulante del mismo, sin embargo, apa
rece malparada con estas palabras.
Hay que advertir, desde luego, que la ley no fué dada
para provocar a pecado ni para extirparlo, sino sólo para
darlo a conocer, para que el alma humana, que se creía
afianzada en su inocencia, palpase la evidencia del mal, y,
no pudiendo vencerlo más que con el favor de Dios, con el
escozor mismo de su culpabilidad se moviese a pedir la gra
cia. Y así no dice: Y o no cometí el pecado más que por la
ley, sino: No conocí cl pecado sino por la ley. Ni repite in
sistiendo: Y o no hubiera codiciado si la ley no dijera: No
codiciarás, sino dice: N o conocía la concupiscencia si la ley
no d ijese: N o desearás. De donde resulta que la ley no ha
impreso en el hombre la concupiscencia, sino la ha dado
a conocer [1],
3. Y como todavía, sin haber recibido la gracia, no se
podía resistir a los deseos de la concupiscencia, era natural
que ella tomase ^uevo3 bríos, pues la concupiscencia ad
quiere más vigor cuando se le añade el delito de la prevari
cación y se obra contra la ley que cuando no hay ninguna
ley prohibitiva. Conforme a esto, añade: Mas con ocasión
del precepto, obró en mi el pecado toda concupiscencia. Esta
existía antes de la ley, pero no desplegaba toda su fuerza,
porque faltaba aún el delito de la resistencia formal. Por
lo cual dice en otro lugar: Pues donde falta la ley, tampoco
hay prevaricación.
4. Y lo que añade: Pereque sin la ley el pecado está
muerto, es como si dijese: el pecado está oculto, aparece
como muerto. En seguida volverá sobre este punto: Y yo
viví algún tiempo sin ley, quiere decir: no me acosaba nin
gún temor de la muerte, causada por los pecados. Porque
no aparecía cuando faltaba la ley, sobreviniendo él manda-
('] Véase, para esta serie de notas entre corchetes, N o ta s c o m
al final del tratado.
p le m e n ta r ia s
revixit; hoc est, apparuit. E go autem mortuus sum ; id
est, mortuum me esse cognovi; vel quia reatus praevari-
cationis certum mortis supplicium comminatur.
Sane quod ait: Peccatum revixit adveniente mandato,
satis significavit hoc modo aliquando vixisse peccatum, id
est notum fuisse, sicut arbitrar, in praevaricatione primi
hominis, quia et ipse mandatum acceperat4. Nam et alio
loco dicit: Mulier autem seducta in praevaricatione facta,
e s t 5*: et iterum: In sim ilitudine praevaricationis Adae, qui
est form a fu tu rie. Non enim potest reviviscere, nisi quod
vixit aliquando. Sed mortuum fuerat, id est, occultatum,
cum mortales nati sine mandato legis homines viverent,
sequentes concupiscentias carnis sine ulla cognitione, quia
sine ulla prohibitione.
Ergo, E go, inquit, vivebam sine lege aliquando. Unde
manifestât, non ex persona sua proprie, sed generaliter ex
persona veteris hominis se loqui.
Adven'isnte autem mandato peccatum revixit. E go au
tem m ortuus sum ; e t iwventum est mihi mandatum quod
erat in vit ani, hoc èsse in m ortem 7. Mandato enim si obe-
diatur utique vita est. Sed inventum est esse in mortem,
dum fit contra mandatum, ut non solum peccatum fiat,
quod etiam ante mandatum fiebat, sed hoc abundantius
et perniciosius, ut iam a sciente et prevaricante peccétur.
5. Peccatum enim, inquit, occasione accepta per man
datum, fefellit me, et per illud o ccid it8. Peccatum non le
gitime utens s lege, ex prohibitione aucto desiderio dulcius
factum est, et ideo fefellit.
Fallax enim dulcedo est, quam plures atque maiores
poenarum amaritudines consequuntur. Quia ergo ab ho-
minibus nondum spiritualem gratiam percjpientibus suavius
admittitur quod vetatur, fallit peccatum falsa duleedine.
Quia vero etiam accedit reatus praevaricationis, occidit.
6. Itaquie lex quidem sancta, et mandatum sanctum, et
iustum et bonum 9. Iubenda enim iubet, et prohibenda pro-
hibet. Quod ergo bonum est mihi factum est m ors? A b s it10.
In male utente quippe vitium est, non in mandato ipso, quod
bonum est. Quoniam bona est lex, si quis ea legitime uta-
tu r n . Male autem utitur lege, qui non se subdit Deo pia
humilitate, ut per gratiam lex possit impleri. Itaque ad nihil
aliud accipit legem, qui no* ea legitime utitur, nisi ut pec-
catum eius quod latebat ante prohibitionem, apparere in-
* Rom. 9, 10-29.
CUESTIÓN II
8 Rom. g, io.
hjn efecto, nadie podría sostener que Jacob, sin nacer
aún, había merecido con sus obras que le prefiriese el Se
ñor, diciendo: Y él mayor servirá al menor.
No fué solamente prometido Isaac cuando se le d ijo : Para
este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo. Y en verdad que
tampoco éste había merecido con ninguna obra que se pro
metiese su nacimiento, a fin de que en Isaac fuera llamada
la descendencia de Aibrahán; es decir, habían de pertenecer
a la herencia de los santos en Cristo aquellos que se tuviesen
por hijos de la promesa, sin engreírse de los méritos propios,
sino atribuyendo a la gracia del llamamiento el privilegio da
ser coherederos de Cristo, pues al hacerse la promesa, para
que lo fuesen, nada habían merecido aún los que no existían.
Mas también Rebeca los tuvo a la vez de nuestro padre
Isaac. Y con mucha advertencia dice que los tuvo de una
sola concepción, porque eran gemelos. No podía, pues, atri
buir a los méritos del padre, como si alguien dijese tal vea:
Nació así el hijo porque el padre estaba afectado de tal •
cual modo en el momento de engendrarlos, o la madre esta
ba afectada de tal manera cuando los concibió Con un mismo
acto seminal los procreó aquél al mismo tiempo, y simul
táneamente los concibió ésta. San Pablo ponderó la simul
tánea concepción de ambos, para quitar también todo pretex
to a los astrólogos, o más bien a los que llamaron genethacos,
los cuales se dedican a predecir las costumbres y vidas de
los hombres por las circunstancias que acompañan sus naci
mientos. Pero aquí no saben explicar las diferencias que se
observan en los gemelos, habiendo sido concebidos en el mis
mos infante, bajo la misma disposición del cielo y de las es
trellas, de suerte que no puede aplicarse a cada uno ninguna
diversidad, y fácilmente pueden comprender, si quieren, que
los horóscopos que ellos venden a los infelices no se fundan
en ningún arte, sino son conjeturas casuales.
Mas, volviendo a nuestro argumento, el Apóstol mencio
na estas cosas con la mira puesta en quebrantar y abatir la
soberbia de los hombrets ingratos a la gracia de Dios y que
osan regodearse de sus méritos. Pues cuando aun no habían ■
nacido ni hecho nada bueno o malo, no por recompensa a sus
obras, sino por voluntad del que llama, se le d ijo: El mayor
servirá al menor. Luego la gracia es del que llama, y las
buenas obras siguen al que recibe la gracia; no producen
ellas la gracia, antes bien, son fruto de la gracia. Pues no
calienta el fuego para arder, sino porque arde; ni la rueda
corre bien para que sea redonda, sino .porque es redonda;
de igual modo nadie obra bien para recibir la gracia, sino
por haberla recibido.
En efecto, ¿ cómo puede vivir justamente el que no ha
sido justificado? ¿Cómo sin ser santificado puede vivir en
vel omnino vivere, qui non fuerit vivificatus? Iustificat
autem gratia, ut iustificatus possit vivere iuste. Prima est
igitur gratia, secunda opera bona, sicut alio loco dicit: Ei
autem qui operatur merces non impwtatur secundum gratiam,
sed secundum debitwm °. Sicut illa immortalitas post opera
bona, si tamen vel ipsa ex debito poscitur: sicut idem alt:
Bonum certamen certavi, citrsum consuminovi, fidem servavi;
de caetero swperest mihi corona iustitiae guani reddet mihi
Dominus in illa die iustus in d ex10. Forte enim quia dixit,
reddet, iam fit ex debito.
Cum vero ascendens in altum captivuvit captivitatem,
non teddidit, sed dedit dona hominibus11. Unde enim ipse
Apostolus tanquam debitum reddi sibi praesumeref, nisi prius
indebitam gratiam percepisset, qua iustificatus bonum ago-
mem certaret? Fuit enim blasphemus et persecutor et iniurio-
sus: sed misericordiam consecutus est, ut ipse testatur12:
credens utique in eum qui iustificat, non pium, sed impium,
ut mistificando pium fa cia t1S.
4. Non ex operibus, ìnquit, sed ex vocante dictum est
ei, quia maior serviet minori. Ad hoc pertinet quod ait: Cum
enim nondum nati fuissent, negus àliquìd egissent bonum a ut
malum; ut posset dici, non ex operibus, sed ex vocante. Unde
oocurrit animo quaerere cur dixerit, Ut secundum electionem
propositum Dei maneret?
Quomodo est enim iusta, aut qualiscumque omnino electio,
ubi nulla distantia est? Si enim nullo merito electus est Iacob,
nondum natus et nihil operatus, nec omnino eligi potuit,
nulla existente differentia qua eligeretur. Item si nullo me
rito improbatus est Bsau, quia et ipse nondum natus et nihil
operatus erat, cum diceretur: E t maior serviet minori; quo
modo eius improbatio iusta dici potest ? Qua ergo discretio-
ne, quo aequitatis examine quod sequitur intelligimus, Iacob
dilexi, Esau autem odio habui?
Quod quidem scriptum est in propheta qui longe posterior
prophetavit, quam illi nati et mortui sunt: sed tamen illa
sententia videtur commemorata, qua dictum est, E t maior
serviet minori; et antequam nati et aliquid operati essent.
Unde igitur ista electio, vel qualis electio, si nondum
natis ncmdumque aliquid operatis nulla sunt momenta meri-
toruan? An forte sunt aliqua naturaxum? quis hoc intelligat,
ex uno patre, ex una matre, ex uno concubitu, ex uno crea-
0 Rom. 4, 4. 12 1 Tim. 1, 13.
10 2 Tim. 4, 7-8. 13 Rom. 4, 5.
11 Epih. 4, 8.
santidad? O simplemente, ¿cómo puede vivir el que no haya
sido vivificado? Ahora bien, la gracia justifica para que se
pueda vivir justamente. Lo primero, pues, es la gracia; las
buenas obras vienen después. Así dice el Apóstol en otro
lugar: Al que trabaja no se le computa el salario como gra
cia, sino como deuda. Tal es la inmortalidad que se recibirá
después de las obras, siendo ella reclamada como una deu
da, según habla el mismo Apóstol: He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ya
me está preparada la corona de la justicia que me pagará
aquel día el S ñ o r , justo juez. La palabra que usa “ me pa
gará” , indica que se trata de una deuda.
En cambio, cuando habla de que, subiendo a las alturas,
llevó cautiva la cautividad, no dice que saldó, sino repartió
dones a los hombres. Pues ¿cómo podía el Apóstol atreverse
a exigir el pago de una deuda, si no hubiera recibido antes
la gracia gratuita para la justificación y para combatir el
buen combate ? Porque fué blasfemo, perseguidor e injurioso,
mas consiguió la misericordia, como atestigua él mismo,
creyendo al que justifica, no al varón piadoso, sino al impío,
haciéndolo piadoso con la justicia [10 y 11].
4. N o en atención a las obras, dice, sino por voluntad de
que llamaba, se declaró a Rebeca: E l mayor vivirá sometido
al menor. A lo mismo se refiere lo que dijo más arriba:
Cuando, pues, aun no habían nacido ni hecho nada bueno ni
malo; para que se pudiera añadir: No por las obras, sino
por la voluntad del que llamaba. Mas aquí se presenta una
cuestión: ¿P or qué dijo: Para que el propósito de Dios, con
forme a la elección, permaneciese? ¿Cómo puede ser justa y
aun simplemente elección, cuando no hay ninguna diferen
cia ? Pues si Jacob fué elegido antes de nacer sin ningún mé
rito y sin haber hecho nada, no pudo ni haber elección con
respecto a él, por no haber ninguna diferencia ni título para
elegirlo. Del mismo modo, si Esaú fué reprobado sin haberlo
merecido, porque aun no había nacido ni obrado nada, cuando
se dijo de él: El mayor estará sometido al menor, ¿cómo
puede justificarse esta reprobación? ¿Qué distinción hare
mos, pues, y con qué juicio equitativo entenderemos lo que
sigue: Yo amé a Jacob y aborrecí a Esaú?
Verdad que estas palabras se leen en el profeta que las
escribió mucho tiempo después que ellos habían nacido y
muerto; mas ellas parecen recordar la sentencia que pronun
ció Dios aun antes que naciesen y obrasen algo: El mayor
servirá al menor. ¿En qué se funda, pues, esta elección y
qué clase de elección eis, cuando no existe ninguna diferencia
de méritos en los que no han nacido ni obrado nada? ¿Será
la diferencia de naturalezas? Pero eso es difícil de admitir,
porque aquí sólo hay un padre, una madre, una Concepción
tore? An quemadmodum ex eadem terra idem Creator pro-
duxit diversa animantium at que gignentium genera, ita ex
eodem hominum coniugio atque complexu produisit in ge-
minis diversam prokm, un am quam diligerei, alteram quam
odisset? Nulla ergo electione, antequam esset quod eligere-
tur. Si enim bonus factus est Iacob, ut placeret, unde placuit
antequam fieret, ut bonus fieret? Non itaque electus est ut
fieret bonus, sed bonus factus eligi potuit.
5. An ideo secundum electkmem, quia omnium Deus
praescius etiam futuram fidem vidit in Iacob nondum nato,
ut quamvis non ex operibus suis iustificari quisque mereatur,
quandoquidem bene opera ri nisi iustiflcatus non potest, ta-
men quia ex fide iustifieat gentes D eu s*14, nec credit aliquis
nisi libera voluntate, hanc ipsam fidei voluntatem futuram
praevidiens Deus, etiam nondum natum praescientia, quem
iustificaret, elegerit ?
Si igitur electio per praescientiam, praescivit autem Deus
fidem Iacob, unde probas quia non etiam ex operibus elegit
eum? Si propterea quia nondum nati erant, et nondum ali-
quid egerant bonum seu malum, ita etiam nondum crediderat
aliquis eorum. Sed praescientia vidit crediturum? a Ita praes
cientia videre poterai operaturum: ut quomodo dicitur elec
tus propter fidem futuram, quam praesciebat Deus, sic alius
possit dicere, propter futura opera potius eleetum, quae
nihilominus praesciebat Deus.
Quapropter unde ostiendìt Apostolus non ex operibus
dictum esse, Maior servici minori? Si quoniam nondum nati
erant, non solum non ex operibus, sed nec ex fide dictum est,
quia utrumque deerat nondum natis.
Non igitur ex praescientia voluit intelligi factam eleetio-
nem mìnoris, ut maior ei servirei. Volens enim ©stendere non
ex operibus factam, propterea intulit, dicens : Cum enim non
dum nati fuissentj ncque aliquid egissent bonum seu malum.
Alioquin poterai ei dici : Sed iam sciebat Deus quis quid
esset acturus.
Quamobrem unde illa electio facta sit quaeritur: quia
si non ex operibus, quae non erant in nondum natis, nec ex
fide, quia nec ipsa erat; unde igitur?
6. An dicendum est quod nulla electio fuerit, non exis-
tente aliqua diversitate in utero matris vel fidei, vel operum,
vel quorumlibet omnino meritorum ? Sed dictum est : Ut se
cundum electionem propositum Dei m aneretl5. E t ideo quae-
rimus quia dictum est. Nisi forte sic est distinguenda sen-
14 G al. 3, 8.
14 Rom. 9, il.
a E d iti : Sed sicut praescientia vidit crediturum. Mss. tres Vatica
ni : Si praescientia, etc. Corfoeiensis et Genovefaeanus : Sed prae-
scientia vidit crediturum? omisso, sicut. PL 40, 114.
y Un Creador. ¿O se dirá tal vez que, así como de una
misma tierra el mismo Creador produjo diversas clases de
animales y de seras que se reproducen, análogamente de un
mismo .matrimonio y abrazo conyugal produjo a dos gemelos
de tan diversas condiciones que el uno mereciese su amor y
el otro su aborrecimiento? No habría, pues, elección antes
de existir quienes fuesen elegidos. Pues sí Jacob fué creado
bueno para que le agradase, ¿cóm o le agradó antas de ser
hecho para que fuese bueno? No fué elegido, pues, para que
se hiciese bueno, sino, habiendo sido creado bueno, pudo ser
«elegido [12].
5. ¿O tal vez las palabras conforme a su elección sig
nifican que, conociendo Dios de antemano todas las cosas,
previo igualmente la fe futura de Jacob, aun cuando no ha
bía nacido? Si bien ninguno merece ser justificado por el
valor de sus obras, porque nadie puede obrar bien sin poseer
la justicia, sin embargo, como Dios justifica a las naciones
por la fe, y ésta se abraza por consentimiento de la libre vo
luntad, ¿ acaso, previendo Dios la futura voluntad de creer,
habría escogido en su presciencia al que no había nacido
aún para justificarlo?
Mas si la elección vino de la presciencia que tuvo Dios
de la fe de Jacob, ¿ cómo se probaría que no ha sido elegido
también por razón de sus obras ? Si se responde que todavía
no había nacido ni hecho bien o mal, tampoco había creído
aún ninguno de ellos. ¿Que con su presciencia conoció la fe
que había de tener? Con la misma pudo conocer las obras
que había de hacer; y si alguien dice que Dios lo ha elegido
en previsión de su fe futura, otro podrá añadir que lo ha
hecho por razón de sus obras, que no le son menos conocidas.
Así, pues, ¿cóm o demuestra el Apóstol que no por causa
de las obras se dijo: El mayor estará sujeto al menor? Por
que si no habían nacido aún, no sólo quedan eliminadas las
obras, mas también la fe, porque lo uno y lo otro falta en el
que no ha nacido aún. No quiso, pues, darnos a entender que
la elección del menor, para que le estuviese sujeto el mayor,
se hizo por razón de la presciencia. Con la intención de de
mostrar que la elección no se hizo por las obras, d ijo: Porque
no habían nacido aún ni obrado nada bueno o malo.
De otro modo, se le podría objetar: Es verdad, pero ya
sabía Dios lo que había de hacer cada uno.
Indágase, pues, la raíz de esta elección: ella no proviene de
las obras, por ser nulas antes de nacer; no proviene tampoco
de la fe, por idéntica causa. ¿De dónde,-pues, proviene ? [13].
6. ¿Se dirá que no hubo propiamente elección, por no
haber tampoco entre ellos ninguna diferencia en el seno ma
terno, ni en la fe,.ni en las obras, ni en los méritos? Pero
el texto afirma: Para que, según la elección, el -propósito de
tentia, non ut intelligamus tanquam ideo non ex operibus, sed
ex meante dictum esse, Maior seralet minori ut secundum
electionem propositum Dei maneret: sed ita potius, ut ad
hoc de nondum natis et nondum aliquid operatis ex-qmplum
datum accipiatur, ne aliqua electio hic possit intelligì.
Cum enim nondum nati fuissent ñeque aliquid egissent
sb>e bonum sire malum, ut secundum electionem propositum
Dei manerei; id est, ñeque aliquid egissent bonum aut malum,
ut propter ipsam actioniem electio aliqua fieret eius qui bene
egerat: cum ergo nulla esset electio bene agentis, secundum
quam maneret propositum Dei, non ex operibus, sed ex vo-
cante, id est, ex eo qui vocando ad fidem gratia iustificat
impium, dictum est ei, Quia maior servisi minori.
Non ergo secundum electionem propositum Dei manet,
sed ex proposito electio: id est, non quia invenit Deus opera
bona in hominibus quae eligat, ideo manet propositum iusti-
ficationis ipsius; sed quia illud manet, ut iustificet credentes,
ideo invenit opera quae iam eligat ad regnum caelorum. Nam
nisi esset electio, non essent electi, nec recte diceretur: Quis
accusdbit adversas electos D ei ? 16
Non tamen electio praecedit iustificationem, sed electio
nem iustiñeatio. Nemo enim eligitur, nisi iam distans ab ilio
qui reiicitur. Unde quod dictum est: Quia elegit nos Deus
ante mundi constitutionem17; non video quomodo sit dictum
nisi praescientia.
Hic autem quod ait: Non ex operibus, sed ex vocante
dictum est ei, quia maior serviet minori, non electione meri-
torum, quae post iustificationem gratiae proveniunt, sed li-
beralitate donorum Dei voluit intelligì, ne quis de operibus
extollatur. Gratia enim Dei salvi facti sumus; et hoc non
ex nobis, sed Dei donum est; non ex operibus, ne forte quis
extollatur1S.
7. Quaeritur autem utrum vel fides mereatur hominis
iustificationem; an vero nec fidei merita praecedant miseri-
cordiam Dei, sed et fides ipsa inter dona gratiae numeretur.
Quia et hoc loco cum dixisset, non ex operibus, non ait sed
ex fide dictum est ei, quia maior serviet minori:, ait autem;
sed ex vocante. Nemo enim credit qui non vocatur. Misericors
autem Deus vocat, nullis hoc vel fidei meritis largiens;
10
Rom. 8, 33.
17 Eph. i, 4.
18 Ib. 3, 8. 9.
Dios subsistiese. Precisamente por haberse empleado esta pa
labra se propone la cuestión. A, no ser que se dé distinta in
terpretación a esta frase, según la cual el Apóstol no hubie
ra querido decir : No por mérito de l%s obras, sino por volun
tad del que llama, Iss le dijo que al menor serviría el mayor,
para que el propósito divino, conforme a la elección, perdura
se, sino más bien, con el ejemplo de dos niños que no habían
nacido aún ni realizado ninguna obra meritoria, se pretende
eliminar toda clase de elección.
Pues no habiendo nacido aún ni hecho nada bueno o malo,
para que según la elección permaneciese el propósito divino;
o en otras palabras, no habiendo hecho nada bueno o malo
que determinase su elección en favor del que había obrado
bien; no habiendo ninguna elección fundada en las buenas
obras que diera firmeza a la determinación de Dios, luego
no por las obras, sino por la voluntad del que llama, esto es,
por la voluntad del que justifica al impío, llamándolo por la
gracia a la fe, se dijo que el mayor serviría al menor.
No recibe, pues, el propósito de Dios su firmeza de la
elección, sino la elección del propósito; en otras palabras, el
decreto de la justificación no se sostiene sobre las obras bue
nas que hallara Dios y le movieran a elegir a los hombres ;
antes bien, porque está firme el propósito que El tiene de
justificar a los que creen, por eso halla obras por las cuales
elige para el reino de Dios. Pues a no haber elección, tampo
co habría elegidos, ni se diría bien: ¿Quién acusará a los
elegidos de Dios?
Con todo, la elección no precede a la justificación, sino la
justificación a la elección, porque nadie es elegido si no está
distanciado del rèprobo. He aquí por qué no veo, de no ad
mitirse la presciencia divina, cómo se pudo decir: Nos eligió
Dios antes de la creación del mundo.
Al decir, pues : No por razón de las obras, lamo por volun
tad del que llama se le dijo: El mayor servirá al menor, quiso
darnos a entender que no hablaba de la elección de los méri
tos contraídos después de la justificación de la gracia, sino
de la liberalidad de los dones divinos, para que nadie se enor
gullezca de las obras. Pues por gracia de Dios nos hemos sal
vado, y esto no es obra nuestra, sino favor divino; no se debe
a Tds obras para que nadie se despeñe en la arrogancia [14].
7. Pero se pregunta si la fe, a lo menos, merece la justi
ficación del hombre, o si la misericordia divina se anticipa
a los méritos de la fe, de suerte que ésta sea contada entre
los dones de la gracia. Pues aun en este mismo lugar, des
pués de haber anulado el valor de las obras, no atribuye el
Apóstol a la fe la preeminencia del menor sobre el mayor,
sino a la voluntad del que llama. En efecto, nadie cree si no
es llamado. Y llama Dios en su misericordia sin reparar en
quia merita fidei sequuntur vocationem potius, guam praecs-
dunt. Quomodo enim credent, quem non audierunt ? et quo-
modo audient sine praiedicante ? 19 Nisi ergo votando praece-
dat misericordia Dei, nec credere quìsquam poteSt, ut ex hoc
incipiat iustificari, et accipere facultatem bene operandi. Ergo
ante omne meritum est gratia. Etenim Christws prò impiis
mortuus e s t *20. E x vocante igitur minor accepit, non ex ullis
mentis operum suorum, ut maior ei servirei : ut etiam quod
scriptum, Iwcob dilexi, ex vocante sit Deo, non ex operante
Iacob.
8. Quid deinde Esau, quod servii minori, et quod scrip
tum est, Esau autem odio habui, quibus malis suis hoc me
ruit, cum et ipse nondum natus fuisset, ñeque aliquid egisset
boni aut mali, quando dictum est: E t maior serviet minori?
Ata forte quemadmodum illud de Iacob nullis meritis bonae
actionis dictum est, ita Esau nullis meritis malae actionis
odiosus? Si enim quia praesciebat Deus futura eius opera
mala, propterea eum praedestinavit ut servirei minori ; prop-
terea praedestinavit et Iacob ut ei maior serviret, quia futura
eius bona opera praesciebat, et falsum est iam quod ait,
Non ex operibus. Si autem verum est quod non ex operi,bus,
et inde hoc probat, quia de nondum natis nondumque aliquid
operatis hoc dictum ; unde nec ex fide, quae in nondum natis
similiter nondum erat : quo merito Esau odio habetur ante-
quam nascatur?
Quod enim fecit Deus ea quae diligerei, nulla quaestio
est. Si autem dicamus eum fecisse quae. odisset, absurdum
est, oceurente alia Scriptura et dicente : Ñeque enim odio ha-
bens aliquid constituisses, et nihil odisti horum quae fedis
ti 21. Quo enim merito sol factus est sol, aut quid offendit
luna, ut tanta ilio inferior, vel quid promeruit ut sideribus
cateteris tanto clarior crearetur? Sed haec omnia bona creata
sunt quaeque in genere suo. Non enim diceret Deus: Solem
dilexi, lunam autem odio habui; aut lunam dilexi, Stellas
autem odio habui, sicut dixìt: Iacob dilexi, Esau autem odio
habui. Sed illa omnia dilexit, quamvis excellentiae diversis
gradibus ordinata; quoniam vidit Deus quia bona sunt22,
cum dicto eius sunt instituía : ut autem odisset Esau, nisi
iniustitiae merito, iniustum est.
Quod si eoncedimus, incipit et Iacob iustitiae merito di
ligi. Quod si verum est, falsum est quod non ex operibus.
Aln forte ex iustitia fidei? Quid ergo te adiuvat, Cum enim
nondum nati fuissent? quandoquidem in nondum nato nec
iustitia fidei poterai esse.
,a Rom. io, 14. 21 Sap. ir. 15.
20 Ib. 5, 6. 22 Gen. 1.
méritos ni en la fe ; porque los méritos de la fe son posterio
res al llamamiento, no anteriores. Pues ¿cóm o creerán en
Dios, sin haber oído nada de E lf Y ¿cóm o oirán, si nadie les
predica ? Luego si la misericordia de Dios no se adelanta
■llamando, nadie puede conseguir la fe, que es la base y
principio para justificarse y conseguir la facultad de obrar
bien. En consecuencia, la grada precede a todo mérito. Por
que Cristo murió por los impíos. Luego por la voluntad del
que llama, no por ninguna obra meritoria suya, consiguió
el menor el traspaso del mayorazgo; e igualmente lo que está
escrito: Am é a Jacob, debe explicarse por la voluntad de
Dios, que llama,, no por las obras que hizo Jacob.
8. ¿Qué diremos ahora de Elsaú? ¿P o r qué maldades
suyas mereció la servidumbre al hermano menor y la repulsa
de .Dios, de que habla la Escritura, cuando, sin haber nacido
aún ni haber hecho nada bueno o malo, se dijo: El mayor
servirá al menor? ¿ Aicaso, como Jacob fúé mirado con predi
lección sin mérito alguno de su parte, Esaú se hizo odioso
sin ninguna mala a cdón ? Pues si Dios en previsión de sus
maldades le predestinó para que estuviese sometido al menor,
puede explicarse lo mismo la exaltación de Jacob por la pres
ciencia de sus buenas obras, y entonces no tiene razón el
Apóstol al excluir el mérito de las obras. Pero si es verdad
que aquel privilegio no se debe a las obras, y lo prueba San
Pablo porque se habla de hombres que todavía no han na
cido, ni habían hecho nada, ni eran capaces de tener fe, ¿por
qué razón es aborrecido Esaú antes de nacer?
Que Dios creó las cosas para amarlas, no ofrece ninguna
dificultad. Decir que las hizo para aborrecerlas es un absur
do, que va contra la divina Escritura: Pues amas todo cuanto
existe y nada aborreces de lo que has hecho. ¿Qué méritos
tiene el sol para ser lo que es, qué ha hecho la luna para ser
tan inferior a él o para merecer el brillo con que aventaja
tanto a los demás astros? Mas todos estos seres fueron crea
dos buenos, cada uno en su género. Y no diría Dios: He
amado al sol y aborrecido- la luna; o he amado a la luna y
aborrecido a las demás estrellas, como dijo: Amé a Jacob y
aborrecí a Esaú. Amó a todos aquellos seres, aunque orde
nados en diversos grados de excelencias, porque vió Dios
que eran buenos después de haberlos creado con su palabra;
pero sería injusto que aborreciese a Esaú a no ser por su
injusticia.
Si concedemos esto, también para Jacob el principio del
amor será el mérito de la justicia, Y siendo así, no tendrá
razón San Pablo en eliminar las obras. ¿ O fué tal vez amado
por la justicia de la fe ? Mas tampoco te favorece esto, porque
se trata de los que no habían nacido aún, en quienes no podía
caber ni justicia ni fe.
9. Vidit itaque Apostolus quid ex his verbis posset ani
mo audientis vel legentis occurrere, statimque subiecit : Quid
ergo dicemus? nunquid iniquitas est apud Deum? Absit. Et
quasi docens quomodo absit: Moysi enim dicit, inquit, Mise-
rebor cui misertus ero et misericordiam praestdbo cui mir
sericors fuero 223.
Quibus verbis solvit quaestionem, an potius arctius colli-
gavit? Idipsum est enim quod maxime movet, si miseretur,
cui misertus eri't, et misericordiam praestabit cui misericors
fuerit, cur haec misericordia defuit Esau, ut etiam ipse per
illam esset bonus, quemadmodum per illam bonus factus est
Iacob? An ideo dictum est: Miserebor cui misertus ero, et
misericordiam, praestabo cui misericors fuero, quia cui miser
tus erit Deus, ut eum vooet, miserebitur eius ut credat; et
cui misericors fuerit ut credat, misericordiam praestabit, hoc
est, faciet eum misericordem, ut etiam bene opere tur? Unde
admonemur nec ipsis operibus misericordiae quemquam opor-
tere gloriari et extolli, quod eis quasi suis Deum promeruerit:
quandoquidem ut haberet ipsam misericordiam iUe praestitit,
qui misericordiam praestabit cui misericors fuerit.
Quod si eam credendo se m*eruissa quis iactat, noveri!
eum sibi praestitisse ut crederei, qui miseretur inspirando
fidem, cuius misertus est ut adhuc infideli vocationem im-
pertiret. Iam enim discemi'tur fidelis ab impio. Quid enim
habes, inquit, quod non eccepisti? Si autem e t accepisti, quid
gloriaris quasi non acceperis? 24
10. Reote quidem hoc; sed cur haec misericordia sub-
tracta est ab Esau, ut non sic vocaretur, ut et vocato inspi-
raretur fides, et credens misericors fieret ut bene operaretur?
An forte quia noluit? Si ergo Iacob ideo credidit quia voluit.
non ei Deus donavit fidem, sed eam sibi ipse volendo praesti
tit, et habuit aliquid quod ilon aceepit.
An quia nemo potest credere nisi ve lit, nemo velie nisi
vocetur, nemo autem sibi potest praestare ut vocetur, vo-
cando Deus praestat ét fidem; quia sine vocatione non pot
est quisquam credere, quamvis nullus credat invitus? Quo
modo enim credent, quem non audierunt? aut quomodo au~
dient sine pmedicante?
Nemo itaque credit non vòcatus: sed non omnis credit
vocatus. Multi enim sunt vocati, pauci vero electi25: utique
ii qui vocantem non contempserunt, sed credendo secuti sunt ;
volentes autem sine dubio erediderant.
40 Le. i, 6.
41 Mt. 5, 6.
,= i Cor. 15, 22.
43 Mt. 20, IX.
Por eso de los fieles y de los que cumplen la divina voluntad
se dice que caminan sin reproche, porque ninguna repren
sión haca de ellos la divina Escritura.
Mas ¿por qué reprende?, dice. Pues ¿quién resiste a su
voluntad, cuando se apiada de quien quiere, y a quien quiere
endurece?
Pero veamos los pasajes anteriores con el fin de formar
nos una idea recta, según la ayuda que nos diere el mismo
Señor [18].
16. Poco antes dice: ¿Qué diremos entonces? ¿Acaso
hay injusticia en D ios? Ni remotamente. Este principio
debe mantenerse firme e invariable en el alma que ama la
moderación y la constancia en la fe : en Dios no cabe nin
guna injusticia. Luego es necesario creer, con la mayor te
nacidad y firmeza, que cuando Dios se apiada de quien
quiere, y endurece a quien quiere, esto es, cuando Dios se
compadece de quien se compadece y no se apiada de quien
no quiere, hay una misteriosa justicia, inaccesible al espí
ritu humano, que se puede vislumbrar también en este
mismo mundo y en los contratos de los hombres; pues si
nosotros no tuviésemos impresas como ciertas huellas de
la suprema justicia, nunca nuestra flaqueza osaría levan
tar les ojos y los suspiros del deseo a aquella mansión y
santuario sacratísimo y purísimo de los preceptos espiri
tuales de Dios. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán hartos.
En este, pues, desierto árido de la vida y en nuestra
peregrinación mortal quedaríamos agostados aun antes de
tener sed, si no nos rociase del cielo cierto oreo suavísimo
de la justicia.
Por lo cual, como la sociedad humana se relaciona entre
sí con un intercambio mutuo de cosas, debidas o no, que se
dan y reciben, ¿¡quién no ve que no se puede acusar de
injusticia al que exige lo que se le debe ni al que perdona
la deuda, y que esto no depende del deudor, sino del acree
dor? Hie aquí una imagen y, como arriba dije, un vesti
gio de la justicia suprema, impreso en las cosas humanas.
Si, pu'es, todos los hombres, que, según sentencia del
Apóstol, mueren en Adán, de quien ha pasado el pecado
original a todo el género humano, forman cierta masa de
pecado, que tiene con la divina y suprema justicia una deuda
penal, ora en exigirla, ora en perdonarla, no hay ninguna
iniquidad.
Los deudores soberbiamente juzgan a quién debe exi
girse y a quién perdonarse, como los operarios conducidos
para trabajar en la viña se indignaron injustamente por
que se les daba a otros el jornal que ellos habían recibido.
Pues bien, esta petulante curiosidad reprime el Apóstol
tolus: 0 homo, tu quis es qui respondeos Deo? Sic enim
respondet Deo, cum ei displicet quod de peccatoribus conque-
ritur Deus, quasi quemquam Deus peccare cogat, si tantum-
modo quibusdam peccantibus misericordiam iustiñcationis
suae non largiatur, et ob hoc dicatur obdurare peccantes
quosdam, quia non eorum miseretur, non quia impellit ut
peccent. Eorum autem non miseretur, qui bus misericordiam
non esse praebendam, aequitate occultissima et ab humanis
sensibus remotissima iudicat. Inscrutabilia enim sunt indi'
eia eins et investigabiles viae ipsius4*. Conqueritur autem
iuste de peccatoribus, tanquam de his quos peccare ipse non
cogit. Simul etiam ut hi quorum miseretur, hanc quoque
habeant vocationem; ut dum conqueritur Deus de peccato
ribus, compungantur corde, atque ad eius gratiam conver-
tantur. Iuste ergo conqueritur, et misericorditer.
17. Sed si hoc movet, quod voluntati eius nullus resis-
tit, quia cui vult subven it, et quem vult deserit; cum et ille
cui subvenit, et ille quem deserit, ex eadem massa sint pee-
catorum, et quamvis debeat uterque supplicium, ab uno
tarnen exigatur, alteri donetur: si hoc ergo m ovet: O homo,
tu quis es qui respondeos D eo? Arbiträr enim sub eadem
significa tione posi tum, quod dictum est, hom o; sub qua et
illud dicitur: Nonne homines estis et secundum hominem
ambulatisi Ibi enim carnales et animales notantur hoc no
mine quibus dicitur: Non potuì loqm vobis quasi spiritua-
libus, sed quasi carnalibus; et illud: Nondwm enim potera-
tis; sed ñeque adhuc potestis, adhuc enim estis carnales 45;
et illud : Animalis autem homo non percipit quae sunt Spiri
tus D e i46.
His ergo dicitur : 0 homo, tu quis es qui respondeos Deo ?
Numquid dicit Jigmentum ei qui se finocit: Quare me sic
fecisti? A ut non habet potestatem figulus luti ex eadetn
conspersione f acere aliud quidßm vas in honorem, aliud in
contumeliam? Eo ipso fortasse satis ostendit se homini car
nali loqui; quoniam hoc limus ipse significat, unde primus
homo formatus est: et quia omnes, u t iam commemoravi,
secundum eundem Apostolum, in Adam moriuntur, unam
dicit esse conspersionem omnium. Et quamvis aliud vas fiat
in honorem, aliud in contumeliam, tarnen et illud quod fit
in honorem, necesse est ut carnale esse incipiat, atque inde
in spiritualem consurgat aetatem. Quandoquidem iam in
honorem facti erant et in Christo iam nati erant : sed tarnen
quoniam párvulos adhuc alloquitur, etiam ipsos carnales
appellai dicens: Non potvì loqui vobis, quasi spìritualibus,
14
Rom. u , 33.
46
i Cor. 3, 1-4.
4«
Ib. a, 14.
'cuando dice: ¡Oh hombre!, ¿tú quién eres para pedir cuen
tas a D iosf Porque en verdad ae pone a pleitear con Idos
por no ver con buenos ojos las reprensiones dadas a los
pecadores, como si El forzase a pecar a alguien, al negar a
algunos que le ofenden la misericordia de la justificación,
y por eso se dice que endurece a algunos malos, por no
compadecerse de ellos, no porque los impulse al crimen.
Pues El no hace misericordia a los que juzga indignos de
ella, según las reglas de una justicia altísima e inaccesible
a la inteligencia humana. Insondables son sus juicios e in
escrutables sus caminos. Y con razón se queja de los pe
cadores, porque El no les mueve al pecado. Así consigue a
la vez la firmeza de la vocación de los que El mira con mi
sericordia, para que, al oír la queja divina contra los pe
cadores, se arrepientan en su corazón y recurran a su gra
cia. Luego justo y misericordioso es Dios en sus repren
siones.
17. Mas si se nos hace cosa recia que a su voluntad
nadie resista, pues al que quiere favorece y al que quiere
abandona, cuando tanto el favorecido como el abandona
do pertenecen a la misma masa de pecadores, y aunque
los dos sean deudores de una misma pena, al uno se la
exige y al otro se la perdona; si esto, repito, nos parece
cosa recia, ¿tú quién eres, ¡oh hombre!, para pedir cuen
tas a Dios? Yo creo que la palabra hombre tiene aquí el
mismo sentido que en este otro pasaje: Pues ¿no sois vos
otros hombres y camináis com o tales? Se designa aquí a
los hombres carnales y animales, a quienes se dice: Yo no
pudis hablaros como a espirituales, sino como a carnales:
y también: Aun no podíais admitir los manjares sólidos,
ni ahora podéis recibirlos, porque sois carnales todavía.
Y en otra parte dice: El hombre 'animal no percibe las co
sas del Espíritu de Dios.
A éstos, pues, se dirige el Apóstol: ¡Oh hombre!, ¿tú
quién eres para pedir cuantas a Dios? ¿Acaso dice el vaso
al alfarero: Por qué me has h0cho así? ¿O es que no puede
hacer el alfarero del mismo barro un vaso de honor y un
vaso para uso vil? Bien claramente se ve aquí que habla
con el hombre carnal, pues eso mismo significa el barro de
que fué formado el primer hombre; y como todos, según
el pasaje que recordé del Apóstol, mueren en Adán, dice que
forman una masa común. Y aunque un vaso se haga de
honor y otro se destine para usos viles, con todo, aun el
mismo Vaso de honor comienza necesariamente por ser car
nal antes de llegar a la edad espiritual. Ciertamente los co
rintios eran ya vasos de honor y habían sido regenerados
en Cristo: pero, como se dirige a párvulos, los llama carna
les, diciendo: Yo no pude hablaros como a espirituales, sino
sed quasi carnaübus. Quasi parvulis in Christo lac vobis
potum dedi, non escam : ncque enim. potpratis; sed nec adhuc
quidern jo te s tis ; odhuc enim estis carnales47. Quamvia ergo
carnales eoa esse dicat, tarnen iam in Christo natos, et in ilio
parvulos, et lacte potandos.
Et quod adiungit: Npc adhuc quidern potestis, ostendit
proficientes futurum esse ut possint: quia iam in eis spiri-
tualiter renatis gratia fuerat inchoata. Ergo iam vasa erant
in honorem facta, quibus adhuc tarnen recte diceretur: O
homo, tu quis es qui respondeas D eo? Et si talibus recte
dicitur, multo rectius eis qui vel nondum ita regenerati
sunt, vel etiam in contumeliam facti. Illud tantummodo
inconcussa fide teneatur quod non sit iniquitas apud Deam :
qui sive donet,.sive exigat debitum, nec ille a quo exigit, recte
potest de iniquitate eius conqueri, nec ille cui donat, debet
de suis meritis gloriari. Et ille enim, nisi quod debetur, non
reddit: et ille non habet nisi quod accepit.
18. ISed enitendum est hoc loco, si Dominus adiuvet,
videre quemadmodum et illud verum, sit, quod scriptum
est: Nihil odisti eorum quae fe c is ti48; et illud: Jacob dilexi,
Esau autem odio habui49.
Si enimi proptorea Esau odio habuit, quia vas factum
erat in contumeliam, et aliud vas in honorem, aliud in con
tumeliam idem figulus fecit, quomodo nihil odisti eorum
qua? fccisti? Ecee enim odit Esau, quod vas ipse fecit in
contumeliam.
Qui nodus ita solvitur, si intelligamus omnium creatura-
rum esse artificem Deum. Omnis autem creatura Dei bona
e s t50; et omnis homo in quantum homo est, creatura est, non
in quantum peccator est. Est ergo Creator Deus et corporis
et an:mi humani. Neutrum horum malum et neutrum edit
Deus: n:hil enim odit eorum quae fecit. Est autem animus
praestant’or corpore: Deus vero et animo et corpore, utrius-
que effector et corditor, nec odit in homine nisi peccatum.
Est autem peccatum hominis inordinatio atque perversitas,
id est, a praestantiore Conditore aversio, et ad condita infe
riors conversio. Non igitur odit Deus Esau hominem, sed odit
Deus Esau peccatorem. Sicut dicitur de Dominio : In sua pro
pria venit, et sui eum non receperunt31 : quibus item ipse
dicit: Fos propterea non auditis, quia non estis ex Dio 52.
Quomodo sui, quomodo non ex Deo, nisi quia illud dictum est
de hominibus, quos ipse Dominus fecerat; illud de peccatori-
bus, quos ipse Dominus arguebat? iidem tarnen ipsi et homi-
“ Rom. s, t
“* Ib. 4, s.
“ Ib. g, as.
pecadores: hombres por la creación de Dios, pecadores por
su propia voluntad.
¿ Luego el hecho de amar a Jacob significa que no era pe
cador? N o; pero Dios amó en él no la culpa, que borraba,
sino la gracia que le dió. Pues también Cristo murió por los
impíos, no porque siguiesen siendo impíos, sino para que.
purificados de su impiedad, se convirtiesen creyendo en aquel
que justifica al impío, porque Dios aborrece la impiedad.
Por lo cual, en algunos la castiga condenándolos, en otros
la destruye justificándolos, según juzga que se debe hacer
en sus juicios impenetrables. Y aunque del número de los
impíos que no justifica hace vasos de ignominia, no por
eso aborrece en ellos su propia hechura, porque, en cuanto
impíos, son dignos de execración; mas en cuanto son vasos,
para algún servicio se destinan, es decir, por la justa orde
nación de sus penas sirven al aprovechamiento ds los vasos
honoríficos. No los aborrece, pues, en cuanto son hombres
ni en cuanto son vasos, es decir, no aborrece en ellos ni su
obra de la creación ni su obra de la ordenación providencial,
pues nada aborrece de cuanto hizo.
Y al hacerlos vasos de condenación, lleva la mira puesta
en el servicio que prestan para la corrección de los demás.
Aborrece en ellos la iniquidad que él no ha hecho; como el
juez aborrece en el hombre el hurto, pero no la condenación
dsl ladrón a los trabajos de las minas. Lo primero lo hace
el ladrón; lo segundo, el juez. Análogamente, Dios, hacien
do de la masa de los impíos vasos ed condenación, no abo
rrece lo que hace, es decir, la obra de su ordenación penal
para los réprobos, con que ayuda a salvarse a los que favo
rece con su misericordia.
En este sentido se dijo al Faraón: Para esto te he en
cumbrado, para mostrar en ti mi poder y dar a conocer mi
nombre en toda la tierra. Esta ostentación del poder divino
y el pregón de su nombre por toda la tierra infunde temor
santo e inspira deseo de corregirse a los que han sido lla
mados convenientemente. Conforme a esto, prosigue San Pa
blo: Si para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poderío
soportó con mucha longanimidad los vasos de ira, aptos
para la perdición, ¿tú quién eres para pedir cuentas a Dios?
Relacionando estas palabras con las anteriores, he aquí su
sentido: Si Dios, para manifestar su justicia, ha soportado
a los vasos de condenación, ¿tú quién eres para.pedirle razón?
Y no dice sólo que, queriendo manifestar su ira y dar a
conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos
de cólera, aptos para la perdición, sino añade que su fin fué
hacer ostentación de la riqueza de su gloria sobre los vasos
de misericordia.
¿ Qué aprovecha a los vasos que han de condenarse los
112 DE DIV. QUAESÏ. AD SIM PLICIANUM I, 2, IB
I--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
76
Mt. 7, 7.
77
Rom. ii , 5.
76
1 Cor. 1, 37.
rito de nuestras obras, pues para que la voluntad se esfuer
ce, ni falten las trazas da ingenio y las obras salgan infla
madas de caridad, El nos concede la fuerza, El nos presta
su ayuda.
Se nos manda pedir para que recibamos, y buscar para
que hallemos, y llamar para que nos- abran. Pues bien, ¿ no
es a vecsís nuestra oración tan tibia, o más bien fría, y aun
casi nula, o totalmente nula, que ni siquiera reparamos con
dolor en ello? Porque dolerse de esa flojedad es ya tener ora
ción.
¿ Qué significa, pues, esto, sino que el mismo que nos man
da pedir, buscar y llamar, nos concede la gracia para poder
hacerlo ? Luego no es del que quiere y se esfuerza, sino de
Dios, que se compadece, porque no podemos ni querer ni co
rrer sino moviéndonos y excitándonos El mismo [25 y 28].
22. Si aquí se da alguna elección, de suerte que enten
damos el texto: Sólo un resto se salvará por la elección de
la gracia—no hablo de la elección de los justificados para la
vida eterna, sino de los que se han de justificar—■, cierta
mente tan misteriosa es ella, que no acierto a vislumbrarla
en la misma masa; o si alguno la vislumbra, confieso yo mi
cortedad de vi3ta en «late punto. Si se me permite dar alguna
opinión sobre el examen de esta elección, no alcanzo a ver
otros motivos para escoger a los hombres a esta gracia sa
ludable sino o el mayor talento o menor culpabilidad, o am
bas cosas a la vez. Añadamos también, si os place, alguna
doctrina provechosa y honesta.
Según esto, el que estuviere menos impedido y mancilla
do de faltas (pues ¿quién puede hallarse inmune completa
mente?) y el que tuviere un ingenio penetrante y cultivado
por las artes liberales, parece el más llamado para la elec
ción de la gracia.
Pero, al fijar estas condiciones, sin duda las tendrá por
tan irrisorias el que escogió a los débiles para confundir
a los fuertes y a los necios para confundir a los sabios, que,
levantando yo los ojos hacia El y enmendado por la vergüen
za, miraré ya con menosprecio a muchos que son más castos
que algunos pecadores y más elocuentes que algunos pesca
dores. ¿N o vemos a muchos de nuestros fieles que van por
el camino del Señor y no pueden compararse por su inge
nio, no digo a ciertos herejes, pero ni siquiera a los come
diantes? ¿N o hay también personas de ambos sexos que
se portan con irreprochable castidad conyugal, y, sin em
bargo, son harejes o paganos, o que, viviendo en la verda
dera fe e Iglesia, andan tan tibios, que nos admiramos al
ver que las cortesanas e histriones repentinamente converti
dos los aventajan, no sólo en la templanza y paciencia, sirio
también en la fe, esperanza y caridad?
Restât ergo ut voluntates eligantur. Sed voluntas ipsa,
nisi aliquid occurrerit quod delectet atque invitet animum,
moveri nullo modo potest: hoc autem ut occurrat, non est
in hominis potestate. Quid volebat Saulus, nisi invadere,
trahere, vincine, necare christianos? Quam rabida voluntas,
quam furiosa, quam oaeca ! qui tamen una desuper voce pros-
tratus, occurrente utique tali viso quo mens illa et voluntas
refracta saevitia retorqueretur, et corrigeretur ad fidem,
repente ex Evangelii mirabili persecutore mirabilior praedica-
tor effectus e s t 70.
Et tamen quid dicemus? Numquid ìniquitas est apud
Deum, exigentem a quo placet, donantem cui placet? qui ne
quáquam exigit indebitum, nequáquam donat alienum.
Numquid iniquitàs est <xpud Deum? Absit. Quare tamen
huic ita, et huic non ita? 0 homo, tu quis es? Debitum si
non reddis, habes quod gratuleris : si reddis, non habes quod
queraris. Credamus tantum, etsi capere non valemus, quo-
niam qui universam creaturam et spiritualem et corporaiem
fecit et condidit, omnia in numero et pondere et mensura
disponi!*80. Sed inscrutabilia sunt indicia eius, et investiga-
bifes viae eiu s81. Dicamus Alleluia et collaudemus canticum,
et non dicamus: Quid hoc? vel, quid hoc? Omnia enim in
tempore suo creata suntS3.
Act. 8, 3, et g, i.
80 Sap. il, ai.
8; Rom. ii, 33.
’ ’ Hccli. 39, 19. 26.
Luego no queda otro motivo para la elección que las vo
luntades. Mas la voluntad no puede ser movida de ningún
modo si no se. le brinda algo que le engolosine y atraiga el
ánimo, y no está en el poder del hombre que se le ofrezca
eso. ¿ Qué pretendía Saulo sino apoderarse, arrastrar, ma
niatar y matar cristianos? ¡Qué rabia y furia y ceguera se
acumulaba en su voluntad! Y, sin embargo, derribado con
una sola palabra que oyó del cielo, sobrevínole también una
visión, para que, amansada su ferocidad, su mente y su co
razón se doblegasen y sometiesen a la fe; y en un instante,
de admirable perseguidor del Evangelio se hizo más admi
rable predicador del mismo.
¿Qué diremos, pues? ¿Acusaremos a Dios de injusto tal
vez, porque exige la deuda al que quiere y se la perdona a
quien le place ? Y El nunca exige cosa que no se le deba ni da
tampoco cosa de que no sea dueño.
¿Acaso, pues, hay injusticia en Dios? Ni remotamente.
I Y por qué a éste lo trata así y al otro no ? ¡Oh hombre!,
¿tú quién eres? Si no te exigen la paga, motivos tienes de
darte el parabién; si te la exigen, no tienes derecho para
quejarte.
Creamos solamente, aunque no podamos comprender, que
el que ha creado y hecho todas las cosas, lo mismo las espi
rituales que las corporales, todo lo dispone con número, peso
y medida. M¡as son impenetrables sus juicios e inaccesibles
sus vías. Nosotros bendigamos al Señor y entonemos el cán
tico de alabanza, dejando a un lado las cuestiones difíciles:
¿Por qué esto? ¿ Y por qué aquell®? Pues todas las cosas
fueron creadas a su tiempo [27].
L I B E R I I
PRAEFATIO
Satis iam de Apostolo me ad proposita respondisse exis
timo: nunc ad ea quae de libris Regnorum requisisti aliud
volumen aggrediar; quae, sicut multa et prope omnia veterum
librorum, flguratiora sunt et mysteriorum velaminibus in
voluta. Quamvis autem ex eo quod transierimus ad Christum,
auferatur velamen *, tarnen vid-mus nunc in aenigmate, tunc
aut'm fad e ad faciem. Velamen quippe omni modo interclu-
dit aspectum: aenigma vero, tanquam per speculum, sicut
idem A|postolus ait: Videmus nunc p:r speculum et in a;nig~
mate 2, nec evidentissimam detegit speciem, nec prorsus ob-
tegit veritatem. Aggrediar ergo et ista, duce Domino, tuis
potius sublevatus orationibus, quam iussionibus aggravatus.
Praesertim quia ex epistola tua non hoc te intellexi quaerere,
quid haec in prophetia significent: in quo revera obtempe
rare mihi esset difflcillimum ; quia et de tota eorumdem con-
textione librorum dueenda esset intentio, et si esset promptior
intellectus, magnitudo tarnen operis impediret; quae si sub-
eunda est, prolixius otium tempusque flagitat: sed nunc
ipsas rerum proprietates gestarum, quae his verbis quorum
a te facta commemoratio est, significantur, quomodo intelli-
gerern nosse dignatus es et mei3 litteris aperiri.
1 2 Cor. 3, 26.
■ i Cor. 13, 12.
L I B R O I I
PREFACIO
15 i Tim. 4, 4. 19 lo b 2, 5.
10 2 R eg. i, 14-15. Le. 22, 31.
11 Rom . 13, i. -1 i Reg. i6, 13-15.
18 Io. 19, II.
buena, valga el hecho de que el mismo Saúl, reprobado ya,
criminal e ingrato para con el piadoso David, perseguidor
suyo, cuando le embravecía el furor de una cruelísima envi
dia, sin embargo de esto, era llamado el Cristo del Señor,
nombre que le dió el mismo David al vengar su muerte.
Pero, a mi parecer, más bien el espíritu maligno que ator
mentaba a Saúl se llamó espíritu del Señor porque por oculto
juicio de Dios era el azote para su castigo. Pues sírvese Dios
de los espíritus malos como de ministros para ejecutar su ira
con los malos y probar a los buenos, si bien de diversa ma
nera en ambos casos. Porque aunque un espíritu malvado lo
es por su maligna voluntad de dañar, pero aun esta misma
facultad de daño está subordinada a Aquel bajo cuyo poder
están concertadas todas las cosas según ciertos y justos
grados de méritos.
Porque así como ninguna mala voluntad procede de Dios,
así no hay podier que no venga de El. Y aunque cada cual
es dueño de querer lo que le place, no está, sin embargo, en
la potestad de uno lo que puede hacer a otro cualquiera o lo
que puede sufrir de él. Pues el mismo Hijo único de Dios,
estando ya para padecer por cierto tiempo, respondió humil
demente a las palabras orgullosas de un hombre que se arro
gaba la potestad de matarle o dejarle libre: No tendrías, le
dijo, sobre mí ningún poder si no te hubi.se sido dado de
arriba.
También el diablo, queriendo dañar al .santo varón Job— y
en verdad que no le faltaba la voluntad para ello— , con todo,
pidió permiso al soberano Dios, diciendo: Extiende tu mano
y tócale en su carne, si bien, logrado e l. permiso, había de
hacer esto él mismo. Era una manera de pedir permiso, y
después de haberlo obtenido, mano del Señor llamaba a su
propia mano, esto es, a la misma potestad que quería reci
bir. Concuerda esto con lo del Evangelio, donde dijo el Se
ñor a los discípulos: Satanás os ha buscado esta noche para
aecharos como trigo.
Así, pues, se llamó espíritu malo de Dios, o sea instru
mento de Dios para ejecutar en Saúl el castigo que debía
llevar según el juicio de Juez todopoderoso. En tanto que
quería el mal, no era aquél espíritu de Dios, pero sí como
criatura suya que le debía el ser y como dotada de un poder
que no era suyo, sino recibido de la justicia del Señor de to
das las cosas. La misma Sagrada Escritura se expresa de
este modo: Samuel se levantó y se volvió a Rama. Y el es
píritu de Dios se retiró de Saúl, y le turbaba un mal espíritu,
mandado de Yavé. Y dijeron a Saúl sus servidores: Te ves
turbado por un mal espíritu de Dios.
La expresión que usan los servidores: espíritu malo del
Señor, la declara la narración anterior de la Sagrada Escri-
rae et dicentis : Spiritus malignus a Domino. Secundum enim
hoc Domini, quod a Domino. Quia per se ipsum veile nooere
habebat, id est, comprehendere Saul : posse autem non habe
bat, nisi summa iustitia sineretur. Si enim iuste vindicat
Deus, quemadmodum ipse dicit Apostolus22, cum tradit ho
mines in concupiscentias cordis eorum, non mirum si nihilo-
minus iuste vindicans tradit eos etiam in concupiscentias
aliorum nocere volentium, sua semper incommutabili acque
tate servata.
5. Amimadvertendum sane est, cum additamento dici
spiritus Dei malus. Cum autem tantummodo dicitur, Spiri
tus Dei, etiamsi non addatur bonus, ex hoc intelligitur bo
nus. Unde apparet bonum spiritum secundum substantiam,
malum autem secundum ministerium dici spiritum Dei.
Quanquam quaeri adhuc possit utrum cum spiritus Dei
dicitur, et ex ipso iam, etsi nihil addatur, intelligitur bo
nus, ille intelligatur qui est in Trinitate consubstantialis
Patri et Filio Spiritus Sanctus, de quo dicitur: UH autem
Spiritus Domini, ibi libertas22; et iterum: Nóbis autem re-
velava Deus per Spiritum suum 24, et illud: Sic et quae Dei
sunt, nemo seit nisi Spiritus D e i25.
Et multis locis hoc modo dicitur Spiritus Dei, et intel
ligitur Spiritus Sanctus, etiamsi non addatur: quoniam ea
quae circumstant, satis indicant de quo dicatur; ita ut ali-
quando nec Dei addatur, et intelligatur tarnen ille Spiritus
Dei principaliter sanctus. Nam quem alium commemorat,
ubi dicit: Ipse Sniritus testimonium dot spiritui nostro,
quia sumus filii D e i2S; et, Ipse Spiritus adiuvat infirmita-
tem n ostram 27; et, Haec omnia operatur unus atque idem
Spiritus, dividens singula umcuìque prout v u lt28; et, Dì-
visiones donationum sunt, idem autem Spiritus? 20
In hia enim omnibus sententiis, nec Dei, nec sanctus
est additum, et tarnen ipse intelhgitur. Sed nescio utrum
manifesto aliquo exemplo probari possit, alicubi spiritum
Dei dictum s ne additamento, ubi Spiritus ille sanctus non
significetur, sed aliquis quamvis bonus, creatus tarnen et*3 9
7
72 Rom . i, 24.
33 2 Cor. 3, 17.
51 1 Cor. 2, io.
33 Ib. io, i l .
30 Rom . 8, 16.
37 Ib. 8, 26.
39 1 Cor. 12, i l .
39 Ib. 12, 4.
tura, cuando dice: un mal espíritu mandado por Dios. Pues
en tanto es espíritu del Señor en cuanto cumple sus órdenes.
Este espíritu tenía en sí la voluntad para dañar a Saúl, esto
es, para apoderarse de é l; mas no podía usarlo sin la permi
sión de la soberana justicia. En efecto, si Dios ejecuta una
justa venganza, entregando, según dice el Apóstol, a los hom
bres a los apetitos de la carne, no será de extrañar que los
entregue también, por una venganza justa, a los deseos de los
que quieren dañarle, aunque siempre dentro de las reglas
de su inmutable equidad.
5. Conviene advertir que a la palabra espíritu de Dios
se añade malo. Pues cuando se dice simplemente espíritu de
Dios, sin añadir bueno, se sobrentiende que es el bueno. De
donde resulta claramente que se llama bueno si se atiende a
su naturaleza, y malo por el ministerio que ejerce.
Aunque también podría preguntarse si cuando habla del
espíritu de Dios, y por lo mismo bueno, sin aditamento al
guno, se ha de entender por el Espíritu Santo, que en la
Trinidad es consubstancial al Padre y al Hijo, de quien se
dice: Mas donde está el Espíritu del Señor, allí está la liber
tad; y en otro lugar se dice: Pero a nosotros nos lo reveló
por su Espíritu; y en otro: Las cosas que son de Dios na
die Ms sabe más que el Espíritu de Dios. Y en otros mu
chos lugares se llama así Espíritu de Dio3 y se entiende el
Espíritu Santo, aunque nada se añade, porque el contexto
da a entender suficientemente de quién habla; de suerte que
a veces simplemente se dice Espíritu, y se entiende aquel
Espíritu de Dios que es principalmente santo. Pues ¿ .che qué
otro espíritu habla cuando dice: El mismo Espíritu da testi
monio al nuestro de que somos hijos de Dios; y cuando se
escribe: El mismo Espíritu ayuda nuestra flaqueza; y en
otro lugar: Todas estas cosas las hace un mismo e idéntico
Espíritu, repartiendo sus dones a cada uno según su beneplá
cito; Hay divisiones de dones, pero uno mismo es el Espíritu?
En todos estos pasajes, el Espíritu, sin ningún aditamen
to de Dios ni santo, se entiende el Espíritu Santo. Mas no
sé si se podrá demostrar con algún ejemplo claro que en
alguna parte de la Sagrada Escritura se diga simplemente
el Espíritu de Dios, sin más, donde no se trate del mismo
Espíritu Santo, sino de otro espíritu bueno, aunque creado
conditus. Quae proferuntur enim, dubia sunt, et indigent
clariore documento; sicut illud quod scriptum est: Spiritus
Dei svperferebatur super aquam 30. Nam et ibi Spiritum
Sanctum accipere quid impediat non invenio. Cum enim
aquarum nomine illa materies insinuetur informis, quae de
nihilo facta est, unde omnia fierent, quid prohibet intellige-
re Spiritum sanctum Oonditoris, quod superferebatur huic
materia©, non locorum gradibus intervallisque spatiorum,
quod nequáquam de ulla re incorporea recte dicitur, sed
excellentia et eminentia dominantis super omnia volunta
tis, ut omnia conderentur? Praesertim cum eà locutio, sic
ut illarum Scripturarum mos est, etiam propheticum quid-
dam sonet, mysteriumque futuri baptismatis ex aqua et
Spiritu sancto nascituri populi praefiguret. Non ergo cogit
quod dictum est: E t Spiritus Dei superferebatur super
aquam, ilium intelligere spiritum, sicut nonnulli volunt,
quo mundi moles universa ista corporea velut anima tur,
ad ministerium quorumque gignentium, et in sua specie
continendarum corporalium creaturarum. Creatura est
enim quidquid est tale.
Illud etiam quod scriptum est: Quoniam Spiritus Domi
ni replevit orbem terrarum 31, non desunt qui eumdem spi
ritum velini accipi, invisibilem scilicet creaturam cuneta
visibilia universali quadam conspiratione vegetantem at-
que continentem.
Sed ñeque hic video quid impediat intelligere Spiritum
Sanctum, cum ipse Deus dicat apud prophetam: Caelum et
terrain ego impleo Non enim sine suo Spiritu Sancto
implet Deus caelum et terram. Quid ergo mirum si de Spi
ritu sancto eius dictum est, Replsvit orbem terrarum? Ali-
ter enim replet sanctificando, sicut de Stephano dicitur:
Repletas est Spiritu Sancto33, et de caeteris talibus; aliter
ergo replet sanctificante gratia, sicut quosdam sanctos ; aliter
attestante atque ordinante praesentía:b, sicut omnia. Quam-
obrem nescio utrum certo aliquo documento Scripturarum
possit ©stendi, cum sine ullo additamento dicitur Spiritus
Dei vel spiritus Domini, aliquid aliud significan quam Spiri
tum Sanctum. Sed etsi est forte quod in pra: sentía non occur-
rat, illud certe arbitrar non temere dici, quoties in sanctis
eloquiis commemoratur spiritus Dei, ñeque additur aliquid,
sive ille Patri et Filio consubstantialis Spiritus Sanctus, sive
aliqua creatura invisibili« intelligatur, malum tamen non
posse i-ntelligi, nisi addatur etiam malus. Malo enim quia
bene utitur Deus ad ministerium iudicii sui, appellata* etiam
QUAESTIO II
CUESTIÓN II
8 i Cor. 13, g.
7 Ib. 12, 8.
8 Ps. 81, 1.
riendas más comunes nos trazan como cierto camino para
pasar a las sublimes realidades de Dios. Pues si privo a la
dencia humana da su condición variable y de los cambios que
se producen en nuestros pensamientos cuando pasamos de
unos a otros y nos esforzamos por traer ante los ojos del
ánim-o lo que se hallaba oculto poco antes, y así saltamos de
una representación a otra con frecuentes actos de memoria
—>lo cual hace decir al Apóstol que nosotros conocemos par
cialmente— ; si quito, pues, estas imperfecciones y dejo allí,
o mejor que dejo—(pues no es esto propio de la ciencia hu
mana— , si me esfuerzo en representar según mi alcance la
realidad viviente de una verdad derta e indubitable, que
todo lo abarca con una mirada única y eterna, entonces lo
gro un vislumbre de lo que as la ciencia de Dios, ya que este
nombre, en cuanto significa que una cosa por la ciencia queda
descubierta a los ojos del hombre, puede aplicarse común
mente a los dos.
Sin embargo, aun entre los hombres suele distinguirse la
sabiduría de la ciencia, como también lo dice el Apóstol:
A uno se da el lenguaje de la sabiduría por el E spíritu; a
otro, el lenguaje de la ciencia según el mismo Espíritu, pero
en Dios las cosas son una sola.
Se suelen distinguir probablemente diciendo que a la sa
biduría pertenece el conocimiento de las cosas eternas, mien
tras la ciencia tiene por objeto lo que comprendemos con la
experiencia de los sentidos. Pero aunque alguien señale otra
diferencia entre las dos, no las hubiera distinguido San Pa
blo a no haber ninguna distinción entre ellas. Y si es verdad
que el nombre de ciencia comprende los conocimientos adqui
ridos por los isentidos, entonces no hay de ningún modo cien
cia en Dios, porque su naturaleza no se compone de cuerpo
y alma como el hombre. Más razonable es decir que la ciencia
de Dios no es dje'l mismo género que la del hombre, como la
idea misma de Dios es muy diversa de la que se expresa en
el Salmo al decir: Estuvo en el consejo de los dioses.
No obstante lo dicho, la idea de ciencia comprende en
cierto modo algo común a la humana y divina, conviene a
saber, la manifestación de una cosa.
Así también de la ira del hombre quito todo movimiento
turbulento, de suerte que sólo quede el vigor de la justicia
vindicativa, y de algún modo llego al atisbo de lo que se llama
la ira de Dios. Asimismo, si de la misericordia suprimo el
dolor de la miseria participada con aquel de quien te com
padeces, de modo que sólo quede el sosiego y la voluntad de
socorrer y librar de la desgracia, se tendrá alguna remota
idea de la misericordia divina.
No repudiemos tampoco ni desechemos el celo de Dios
cuando lo hallemos en la Escritura, sino despojémoslo de su
aspernemur, cum scriptum invenimus : sed auferamus de hu-
mano zelo pallidam tabem doloris, et morbidam perturbatio-
nem animi; remaneatque illud solum iudicium quo corruptio
castitatis impunita esse non sinitur, et assurgimi!» ut inci-
piamus aliquo modo capere zelum Dei.
4. Quapropter cum legimus etiam Deum dicentem : Poe-
nitet me, consideremus quod esse1 soleat in hominibus opus
poenitendi. Procul dubio reperitur voluntas mutandi: sed in
homine cum dolore animi est: reprehendit enim in se quod
temere fecerat. Ajuferamus ergo ista, quae de humana infir-
mitatte atque ignorantia veniunt, et remaneat solum velie,
ut non ita sit aliquid, quemadmodum erat : sic potest aliquan-
tum intimari menti nostra©, qua regula intelligatur quod
pqenitet Deum. Cum enim potenitere dicitur, vult non esse
aliquid, sicut ftecerat ut essst: sed tamen et cum ita esset,
ita esse debebat; et cum ita esse iam non sinitur, iam non
dlebet ita esse, perpetuo quodam et tranquillo aequi tatis
iudicio, quo Deus cuncta mutabilia incommutabili voluntate
disponit.
5. Sed quoniam praescientiam et scientiam cum laude
solemus in hominibus appellare, iramque ipsam solet huma-
num genus in magnis potestatibus timere, potius quam re-
prehtendere, congruenter putamus talia dici de Deo. Qui au-
tem zelai, et quem aliquid poenitet, quoniam vel culpari so
let, vel in se culpam corrigere, atque ideo cum reprehensione
ista de hominibus dici, propterea movet, cum legimus esse
aliquid in Deo eiusmodi. Sed illa Scriptura omnibus consu-
lens, propterea magis et ista ponit, ne illa quae plaoent sic
intelligantur in Deo, quomodo consueverunt in hominibus in-
fielligi. Per haec enim qua© displicent, ctnn ea non audemus
sic intelligere in Deo, ut inveniuntur in homine, discimus
etiam illa sic quaerere, quae apta esse atque convenientia
putabamus. Nam si propterea non est illud de Deo dicendum,
quia in hominte displicet, non dicamus incommutabilem Deum,
quia de hominibus cum reprehensione dictum est: Non enim
est iMs commutano Item sunt quaedam quae in homine
laudabilia sunt, in Deo autem esse non possunt: sicut pudor,
quod aetatum viridiorum magnum est omamentum : sicut ti
mor Dei, non enim tantum in veteribus libris laudatur, sed
Apostolus etiam dicit: Perficiente\s sanctificationem in ti
more D e i10; qui utique in Deo nullus est. Sicut ergo quae
dam laudabilia hominum non recte dieuntur in Deo, sic quae
dam culpabilia hominum recte iritelliguntur in Deo: non ita
QUAESTIO III
Samuel per pythonissam evocari quomodo potuerit. Samuelis
forte phantasma fuit, non spiritus. Daemones quomodo
norint futura.
CUESTIÓN III
Cómo Samuel pudo ser evocado por la pitonisa. Tal vez fué
el fantasma, no el espíritu de Samuel. Cómo los demonios
conocen lo futuro.
QUAESTIO IV
CUESTIÓN IV
QUAESTIO V
In verba Eliae querentis Deo de m orte filii viduae
CUESTIÓN V
Sobre la queja de Elias al Señor con m otivo de la muerte
del hijo de la viuda.
QUAESTIO VI
De spiritu mendaeii misso ad decipiendum Achab
CUESTIÓN VI
B ib l io g r a f ía
L I B E R I
CAPUT I
P raefatio
L I B R O I
CAPÍTULO I
P refacio
CAPUT III
‘ Gen. 2, 17.
* Mt. 8, 32. :
* (leu . 3, 19 .
4 3 Cor. s, 2-4.
CAPITULO II
El pecado, causa de la muerte de A dán
2. Quienes dicen que Adán fué oreado de suerte que hu
biera muerto aun sin pecar, no por castigo de su culpa, sino
por necesidad de su naturaleza, sin duda se empeñan en apli
car, no a la muerte corporal, sino a la del alma, que se con
trae pecando, lo que está escrito en la ley: E l día en que co
miereis, ciertam ente m oriréis,
Con esa clase de muerte indicó el Señor que estaban
muertos los infieles, de quienes dice: D eja a Jos m uertos en
terrar Jos muertos. Pero ¿ qué responderán al pasaje donde
se lee lo que dijo el Señor al primer hombre después del peca
do, increpándole y condenándole: Tierra eres y n i tierra te
convertirás?
Pues, evidentemente, no por razón del alma, sino del
cuerpo, era tierra, y con la muerte corporal había de volverse
polvo. No obstante eso, aun siendo corporalmente tierra y
conservando este cuerpo animal en que fué creado, si no pe
cara, hubiera sido transformado en cuerpo espiritual, para
conseguir sin peligro de muerte el estado de incorrupción
prometido a los fi¿les y a los santos.
Y no sólo sentimos en nosotras mismos el deseo de esta
incorrupción, sino que nos lo da a conocer el Apóstol, cuan
do nos avisa y dice: Porque, estando aquí, gemimos, anhe
lando sobrevestirnos de nuestra morada celeste, con tal de
que seamos hallados Vestidos, no desnudos. Porque los que
estamos en esta tienda, gemimos agobiados, por cuanto no
queremos ser despojados, sino más trien sobrevestidos, a fin
de que esto mortal quede absorbido por Ja vida.
Luego, a no haber pecado Adán, no hubiera sido despojado
del cuerpo, sino hubiera recibido un vestido de inmortalidad
y de incorrupción, de manera que lo mortal fuese ahsorhido
por la vida, esto es, pasase de una condición animal a una
espiritual.
CAPÍTULO III
Una cosa es ser mortal, y otra , estar sujeto
a la muerte3
*
3. En efecto, no era de temer que tal vez, por la larga
duración de su condición animal, sucumbiese al peso de la
vejez y con el lento proceso de esta edad le llegase la muer-
rum vestimentis et calceamentis praestitit, quod per tot
annos non sunit ob trita ü; quid anirulm si obedienti homini
eiusdem potentia praestaretur, ut animale ac mortale habeas
corpus, haberet in eo quemdam statum, quo sine defechi
esset annosus, tempore quo Deus vellet, a mortalitate ad
immortalitatom, sine miedia morte vent/urus ? Sicut enim haec
ipsa caro quam nunc habemus, non ideo non est vulnerabilis,
quia non est neeessfe ut vuìneretur: sic illa non ideo fuit mor
tali«, quia non erat ne casse ut moreretur. Talem puto habi-
tudinem adhuc in corpore animali atque mortali, etiam illis
qui sine morte hinc translati sunt, fuisse concessami. Neque
enim Enoch ©t Elias per tam longam aetatem senectute mar-
euerunt.
■Nee tarnen credo eos iam in illam spiritualem qualitatem
corporis commutatos, qualis in resurrectione promittitur, quae
in Domino prima praecisssit : nisi quia isti fortasse nec his
cibis egent, qui sui consumption^ reficiunt ; sed ex quo trans-
lati sunt, ita vivunt, ut similem habaant satietatem illis qua-
draginta diebus, quibus Elias ex calice aquae et ex collyrida
panis sine cibo v i x i t : aut si et his suste ntaculis opus est,
ita in paradiso fortasse pasountur, sicut Adam, priusquam
propter peccatum exinde exire meruisset. Habebat enim,
quantum existimo, et de lignorum fructibus ref actionem, con
tra defectionem, et de Ugno vitae stabilitatela conitra vetus-
tatem.
CAPUT IV
6 Deut. 29, 5.
6 3 Reg. 19, 6.
' 1 Rom. 8, io. in
te. Porque si Dios concedió a los vestidos y calzado de los
israelitas que durante tantos años no sufriesen menoscabo
y detrimento, ¿qué maravilla fuera que al hombre, obediente
a sus mandatos, le otorgase con su poder el privilegio de
llevar un cuerpo animal y mortal dotado de cierta estabili
dad, sin que sufriera menoscabo durante muchos años, mien
tras pluguiera a su voluntad, para pasar por fin de la morta
lidad a la inmortalidad sin el intermedio de la muerte ? Pues
así como esta carne, en su presente condición, no deja de ser
vulnerable aun cuando no es necesario que reciba heridas,
así también el cuerpo del primer hombre no dejaba de ser
mortal, aunque no era necesario que muriese. Tal es igual
mente, a mi parecer, la condición de cuerpo animal y mortal
que aun conservan los que sin morir fueron trasladados de
este mundo; pues Elias y Elnoc, a pesar de sus muchos años,
están libres de la consunción senil.
Porque no creo que ellos hayan logrado la renovación es
piritual del cuerpo que se promete en la resurrección, cuyo
arquetipo es la del Señor; ahora que ellos tal vez ni siquiera
necesitan de los manjares cuyo consumo nos sostiene a nos
otros, sino que desde su rapto viven de tal modo, que tienen
una hartura semejante a la de la cuaresma en que se man
tuvo Elias sin comer, con el vaso de agua y la torta de pan;
o si han menester de tales manjares, tal vez en el paraíso
se sustentan, como Adán antes de merecer salir de allí por
su pecado. Pues, según creo, con los frutos de los árboles
reparaba sus fuerzas contra el desfallecimiento, y el árbol
de la vida le aseguraba la estabilidad, preservándole de la
decrepitud.
CAPITULO IV
T a m b ié n la m uerte c o r p o r a l v ie n e d e l peca d o
CAPUT V
M o rtale, m ortu um ac m o r it u r u m
CAPUT VI
Quom odc corpus m ortu um ob peccàtum
CAPITULO V
•Di f e r e n c i a e n tr e lo m o r ta l, lo m u er to y lo que ha
DE MORIR
CAPITULO VI
CÓMO EL CUERPO MURIÓ POR CAUSA DEL PECADO
10 Rom. 8, io.
11 Rom. 8, 10-13.
CAPÍTULO Vil
CAPUT IX
CAPÍTULO IX
14 i Io. 3, 8.
15 Sap. 2, 24. 25.
16 i Cor. 11, i.
” lb . 3 , 7 -
Rom. 5, 12.
mitir que el bautismo quita él pecado original en los pár
vulos, pues el hombre nace totalmente inocente. Mas si el
Apóstol hubiera querido mencionar el pecado que entró en
el mundo, no por generación, sino por imitación, hubiera
nombrado a su primer autor, que no fué Adán, sino el de
monio, de quien está escrito: Desde el principio peca el diablo.
También se lee de él en el libro de la Sabiduría: Por envidia
del diablo entró la m uerte en el orbe de la tierra. Y cómo
esta muerte vino a los hombres por el diablo, no porque de él
procede, sino porque le han imitado, lo dice a continuación:
Y le imitan los Que a él pertenecen. Refiriéndose, pues, el
Apóstol ál pecado y a la muerte, que se han propagado de
un hombre a todos, puso como autor a aquel de quien ha
tenido comienzo la propagación del género humano.
10. iSin. duda son imitadores de Adán todos los que por
desobediencia traspasan los mandamientos de Dios; pero
una cosa es Ja fuerza del ejemplo para los que pecan por
voluntad propia y otra la consecuencia original para los que
nacen con pecado.
Pues también imitan a Cristo sus santos para seguir el
camino de la justicia. Por lo cual el mismo Apóstol dice:
Sed im itadores míos, com o y o lo so y de C risto. Pero, ade
más de esta imitación, la gracia de Cristo produce la ilu
minación y justificación en lo íntimo deí alma con aquel
linaje de operación de la que dice el mismo predicador:
Ni el que planta es algo ni el que riega, sino el que da. in
crem ento, que es Dios. En efecto, por esta gracia también
a los niños bautizados los inserta en su Cuerpo cuando ellos
son incapaces de imitar a nadie.
Así como, pues, Cristo, en quien todos son vivificados,
además de darse a sí mismo como ejemplo de imitación
para la justicia, infunde también en los fieles la secretísima
gracia de su espíritu, incluyendo entre ellos a los párvulos,
así Adán, en quien todos mueren, no sólo dió ejemplo de
imitación a los transgresores voluntarios de los preceptos
del Señor, sino además contagió con la oculta gangrena de
su concupiscencia carnal a todos los que nacen de su estime.
Atendiendo a esto, y sólo a esto, dice el A póstol: Por
un hom bre en tró el pecado en el mundo y por el pecado
la m uerte, y así a tod os los hom bres alcanzó la m uerte,
pues en él todos pecaron. Si lo dijese yo esto por cuenta
mía, me contradirían los adversarios, clamando que ese
lenguaje no es exacto ni responde a la verdad. Si las ante
riores palabras fueran de un hombre cualquiera, ellos no les
darían otro sentido sino él que no quieren hallar en el pasaje
apostólico. Mas com o son sus propias palabras y les abru
ma la fuerza de su autoridad y doctrina, nos motejan de
tardos de entendimiento, defendiendo a capa y espada no sé
intelligendi tarditatem, eum ea quae taira perspicue dieta sunt,
in nescio quid aliud detorquere1 conantur. Per unum, inquit,
hominem peccatum intravit in mundum, et per peccatum
more. Hoc propagationis est, non imitationis: nam si imita
tionis, per diabolum diceret. Quod autem nemo ambigit, is-
tum primum hominem dicit, qui est apeilatus Adam. E t ita,
inquit, in omnes homines pertranìsiit19*2.
1
CAPUT X
A ctualis et origin aliò peccati distinctio
CAPÍTULO X
D is t in c ió n e n tr e e l pecad o a c t u a l o r ig in a l
CAPUT XI
Regnum m o r t is q u id a p u d A postolu m
C A P Í T U L O XI
CAPUT XII
CAPITULO XII
Ha y u n pecad o q u e e s co m ú n a todos
CAPUT XIII
CAPITULO XIII
CÓMO POR UNO NOS VINO LA MUERTE Y POR UNO LA VIDA
¡x 8
CAPUT XIV
N em o n is i C h r is t u s iu stific at
CAPUT XV
C onfirm ât e x p r o p a g a t o n e peccatum esse , quemadmodum
et iu stitia m e x regeneratione . Q uomodo e t omnes per
AíDam peccatores , e t omnes per C h r is t u m iu s t i
26
i Cor. li , i.
2T
Rom. 4, 5.
23
Io. 14, I.
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPUT XVI
28 Rom . 5, 1 2 -3 1 .
30 Gen. 2, 17.
a In Enchiridio multis annis post edito scripsit Augustinus,
n. 13, non improbabiliter dici, párvulos parentum non solum pri
morum, sed etiaim suorum de quibus ipsi nati sunt, peccatis. obli
gan , eosque ante regenerationem teneri illa divina sententia : Rcd-
darti peccata pdtrum in fiììos. Magister S e n t, 1 . II, c. 33, ostehdit
Augustinum haec dixisse, non asserendo, sed diversoruan opiniones
referendo. Dixit sane ea regula et moderatione quam servari iussit
in libro VI De Gen. ad litt., n. i4 t nimirum, «ut in profundo Serip-
turae _ sensu magia praestaret diligentiam inquirendi, quam affir-
mándi temeritatem» (PL 44, 120).
cristo, Señor nuestro; pues por la generación carnal se con
trae solamente el pecado de origen; mas con la regeneración
espiriual no sólo se logra la remisión del pecado original,
sino también la de todos los personales.
CAPÍTULO XVI
CAPUT XVII
N on esse in fan tib u s personale peccatoti tribuendum
CAPUT XVIII
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
38 Tit. 3, 5-
34 Rom. 8, 24. 25.
lb. s, 6-
nado el pecado, sino para que renazcan espiritualmente, sien
do creados en Cristo y haciéndose partícipes d© su reino ce
lestial y, del mismo modo, hijos y herederos de Dios, pero
coherederos de Cristo. Cuando a éstos se les proponte la cues
tión sobre si los no bautizados y no hechos coherederos de
Cristo y participantes del reino de los cielos, consiguen a lo
menos el beneficio de salvación eterna en la resurrección de
los muertos, hacen laboriosos esfuerzos, pero no hallan nin
guna salida.
Pues ¿quién entre los cristianos pasará porque se defien
da para alguien la posibilidad de llegar a la salvación eter
na sin el renacimiento ten Cristo, que El quiso se operase por
virtud del bautismo ten el tiempo en que hubo die ser institui
do este sacramento para engendrar a los hombres a la espe
ranza de la vida eterna?
Por esta razón dice el Apóstol: No por obras hechas en
justicia, que nosotros hubiéramos practicado, sino, según su
misericordia, nos salvó por el baño de la regeneración. Esta
salvación la conseguimos en esperanza, mientras vivimos en
este mundo, según afirma en otra parte: Porque en esperanza
hemos sido salvados; mas la esperanza que se ve, ya no es
esperanza. Pues lo que uno ve, ¿cóm o puede esperarlo? Pero
si esperamos lo que no vemos, en paciencia lo esperamos.
Luego ¿ quién osará defender que sin esta regeneración se
salvan los niños para siempre, como si Cristo no hubiera
muerto por ellos? Porque Cristo murió por los impíos. Como,
por otra parte, es evidente que estas criaturas no han come
tido ninguna impiedad con su vida propia, si tampoco titenen
ningún vínculo de pecado original, ¿cóm o murió por ellos el
que murió por los impíos?
Si no están heridos con ninguna enfermedad de pecado
hereditario, ¿por qué sus deudos, con piadoso temor, se apre
suran a llevarlos al Médico Cristo,- esto es. a recibir el sacra
mento de la salvación eterna, ni se les dice en la Iglesia:
Retirad de aquí a estos inocentes, porque los sanos no tienen
necesidad dte médico, sino los enfermos; Cristo no vino a lla
mar a los justos, sino a los pecadores?
Nunca se dijo, nunca se dicte, nunca se dirá jamás tal
cosa en la Iglesia- de Cristo.
CAPUT XIX
I nfantes u t fidbles , it a e t po en itentes d icun tur . P eccata
SOLA INTER DUUM ET HOMINES SEPARANT
CAPUT XX
Ad m en sa m D o m ini nem o k ite n is i baptizatu s accedit
lo- 3» 3- 5-
Io. 6, 54.
realiza en esperanza por virtud del sacramento y de la divina
gracia, de que Cristo dotó a su Iglesia. Por lo demá3 , ¿quién
\ignora que nada le aprovechará lo que recibió siendo niño
si, llegando al uso de razón, no creyera ni se abstuviere de
los deseos culpables? En cambio, si muriese en la inocencia
bautismal, libre del reato al que estaba sujeto por razón de
su origen, alcanzaría la perfección de la dicha en aquella luz ■
de la Verdad que, permaneciendo inmutable, ilumina a los
santos con la presencia del Creador. Porque los únicos mu
ros de separación entre el hombre y su Dios son los pecados,
los cuales se quitan con la gracia de Cristo, por cuya media
ción somos reconciliados cuando justifica al pecador.
CAPITULO XX
N adie se acerca debidamente a la m esa del S eñ o r si no
ESTÁ BAUTIZADO
29. Bene autem non ait, ira Dei venie t super eum; sed
manet supir eum. Alb hac quippe ira, qua omnes sub peccato
sunt, de qua dicit Apostolus, Fuimus enim et nos aliqmndo
naturaliter filli trae, sicut et ca ettri43, nulla res libérât, nisi
gratia Dei, per Iesum Christum Dominum nostrum. Haec
gratia cur ad ilium veniat, ad ilium non veniat, occulta esse
causa potest, iniusta non potest. Numquid enim iniquitas
axpud Deum ? A b sit44. Sed prius sanctarum Scripturarum
auctoritatibus colla subdenda sunt, ut ad intellectum per
fidem quisque perveniat. Ncque enim frustra dictum est:
ludicia tua sicut abyssus multa 45. Cuius abyssi altitudinem
veluti expavescens, exclamat Apostolus: O altitudo divitia-
rum sapkntias et scisntiae D ei! Praemiserat quippe senten-
tiam mirae profunditatis, dicens: Conclusa enim Deus omnes
in incredulitate, ut omnibus misereatur. Cuius profunditatis
veluti horrore percussus: O altitudo, inquit, divitiarum so
pii ntiae et scientiae D ei! quam inscrutabilia indicia eius, et
investigabiles viae eius! Quis enim cognovit sensum Domi
n i? A ut quis consiliarius illius fu it? A ut quis prior d.dit
üli, et retribuetur ei? Quoniam ex ipso, et per ipsum et in
ipso sunt omnia; ipsi gloria in saecula sasculorum. Amen ir\
Valde ergo parvum sensum habemus ad discutiendam iui-
titiam iudiciorum Dei; ad discutiendam gratiam gratuitam,
nueis mentis praecedentibus non iniquam, quae non tam
movet cum praestatur indignis, quam cum aeque indignis
aliis denegatur.
30. Nam et hi quibus videtur iniustum ut parvuli sine
gratia Christi de corporei exeuntes, non solum regno Dei,
quo et ipsi fatentur nisi per Baptismum renatos intrare non
posse, verum etiam vita aeterna et salute priventur; quae-
rentes quomodo iustum sit ut alius ab originali impietate
solvatur, alius non solvatur, cum eadem sit utriusque con
ditio: ipsi respondeant secundum suam sententiam, quomodo.
identidem iustum sit ut huic praestetur Baptismus, quo
intret in regnum Dei, illi non praestetur, cum sit utriusque
par causa. Si enim movet, cur ex his duobus, cum ex aequo
ambo sint originaliter peccatores, alius ab hoc vinculo sol-
vitur, cui conceditiur Baptismus; ailius non solvitur, cui taiis*1 4
CAPUT XXII
“ Sap. 4, it.
“ 1er. i, s.
Rotn. g, II-I3.
cramento y el otro sigue cautivo, pues no se le concede tal
gracia, ¿por qué no se alarman también cuando, entre dos
criaturas originariamente inocentes, la una recibe el bautis
mo, con que entra en el reino de los cielos, y la otra no,
quedando excluida del reino de Dios?
E!n ambas hipótesis hay que volver a la exclamación
apostólica: ¡Oh profundidad de las riquezas!
Además, aun entre los mismos párvulos bautizados, de
cidme: ; ror qué uno es arrebatado de la vida para que la ma
licia no le pervierta el corazón, y otro vive, para ser con el
tiempo un impío? Si los des fueran arrebatados, ¿no es
verdad que ambos entrarían en el reino de los cielos? Y, sin
embargo. n:rguna injusticia. hay en Dios. ¡Q;ué más! ¿Quién
no se maravilla, quién no se ve obligado a exclamar, ante la
profundidad de los juicios divinos, al ver que unos niños son
atormentados por los espíritus inmundos, otros se ven li
bres de tales tormentos, otros, en fin. como Jeremías, son
santificados en el útero materno, siendo así que todos son
culpables, si admitimos el pecado original, y en la hipótes's
contraria, todos son también inorantes? ¿De dónde vienen
tan notables diferencias, sino porque son inescrutables los
juicios de Dios y cerrados a nuestro pensamiento su3 ca
minos ?
CAPÍTULO XXII
“ Io. 3, 8.
53 i Cor. i, 31. •
para las almas humanas una vida anterior a su existencia
actual en los cuerpos, por la cual vinieron al mundo para
experimentar aquí bienes o males según la diversidad de
sus méritos. Mas los límites impuestos a este trabajo nos
impiden extendernos sobre este punto. Sin embargo, entre
muchos no omitiré un hecho admirable que yo tengo ave
riguado. ¿Quién entre los que opinan que las almas que
sufren más o menos los trabajos y pesadumbre del cuerpo
por obras realizadas durante su vida anterior a ésta, no
reconocerá que los pecadores más perversos e indignos han
sido los que merecieron perder la lumbre de la razón hasta
el punto de venir al mundo en una condición muy semejan
te a la de los brutos? No me refiero a los muy tardos de
entendimiento, pues esto también suele decirse de otros,
sino a los alienados y furiosos, que mueven a risa a la gente
sensata con sus locuras: el vulgo los suele llamar m oñones,
de un nombre derivado del griego.
No obstante eso, uno de ellos hubo tan cristiano, que
soportaba con extremada paciencia e insensibilidad cuan
tas injurias se le hacían; pero tan insoportables le eran las
injurias al nombre de Cristo o las hechas en su persona a
la religión que profesaba, que arremetía a pedradas con los
blasfemos cuerdos que se complacían en provocarle de este
modo, sin perdonar en este punto ni a sus mismos dueños.
Estes tipos de hombres han sido predestinados y crea
dos, a mi parecer, para que entiendan, los que son capaces
de ello, que la gracia divina y el Espíritu, que sopla donde
quiere, no excluye ninguna clase de hombres del número
de los hijos de la misericordia, y que entre los hijos de la
perdición hace caso omiso de toda clase de ingenios, para
que qur'en se gloríe, en el Señor se gloríe.
Quienes admiten que cada una de las almas, según los
méritos ds una vida precedente, reciben diversos cuerpos
terrenos, cuya carga grava más a unos y a otros menos;
y que según los mismos méritos se d :stribuyen los ingenios,
unos más agudos y otros más obtusos; y que, en fin, en la
misma form a se dispensa la gracia divina a los hombres
que se han de salvar, ¿cóm o pueden explicar este caso?
¿Cómo es posible atribuir a este demente, por una parte,
una vida anterior tan execrable, por la que mereció tanta
degradación, y por otra, tan meritoria, que, a causa' de la
gracia de Cristo, era preferible a los hombres de más luci
do ingen:o?
33. Rindámonos, pues, y abracemos la autoridad de las
divinas Es r'turas, que no sabe engañarse ni engañar; y así
como creemos que los no nacidos nada han hecho de bueno
y malo para establecer entre ellos categorías de méritos,
tampoco dudemos de que todos los hombres están sujetos a l 1
hcminem intravit in mundum, et per omnes homines per-
fcransiit, a quo non libsrat nisi gratia Dei per Dominum nos
trum Iesum Christum, minima dubitemus.
CAPUT XXIII
C h r is t u s ettam in p a n t iu m salvator et redem ptok
CAPUT XXIV
B a p t is m u s “ s a l u s ” , E u c h a r i s t i a “ v i t a ” vocatur a P u n ic is
C h r is t ia n is
54 Io. i, 29.
55 Lc. 2, ii.
pecado, que entró por un hombre en el mundo y pasó a to
dos, del cual sólo nos libra la gracia de Dios por mediación
de nuestro Señor Jesucristo.
CAPITULO XXIII
C r is t o e s t a m b ié n el Salvador de l o s in f a n t e s
CAPITULO XXIV
88 Ib. 8, 3.
” i Cor. is, 3.
’* 2 Cor. 5, 14 ; 6, 2.
,l Gal. i, 3. 4.
a la ley era imposible por ser débil a causa de la carne, lo
hizo Dios enviando a su propio Hijo en carne semejante a
la del pecado, y como víctima por el pecado, condenó al pe
cado en la carne.
Defiendan los que tengan valor la conveniencia de nacer
Cristo en semejanza de carne de pecado, a no haber nacido
nosotros en carne de pecado.
44. A los corintios escribe el mismo: Pite® ós he trans
mitido a vosotros en primer lugar la doctrina que yo mismo
recibí; es decir, que Jesucristo murió a causa de nuestros
pecados, según las E serituras.
■En la segunda Epístola repite a los mismos: Porque el
amor de Cristo nos apremia, persuadidos como estamos de
que, si uno murió por todos, luego to'do¡s son muertos. Y mu
rió por todos para que los que viven no vivan ya para sí,
sino para aquel que por ellos murió y resucitó. De manera
que desde ahora a nadie conocemos según la carne; y aun
a Cristo, si le conocimos según la carne; pero ahora ya no
es mí. De suerte que el que es de Cristo, se ha hecho cria
tura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho muevo. Mas todo
esto viem de Dios, que por Cristo nos ha reconciliado con
sigo y nos ha confiado el ministerio de Ja reconciliación. Por
que, a la verdad, Dios estaba en Cristo, reconciliando al
mundo consigo y no imputándole sus delitos, y puso en nues
tras manos la palabra de reconciliación. Somos, pues, emba
jadores de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de
nosotros. Por Cristo os rogarnos, reconciliaos con Dios.
A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para
que en El fuéramos justicia de Dios. Cooperando, pnces, con
El, os rogamos que no recibáis en vano la gracia de Dios,
porque dice:. “En el tiempo propicio te escuché y en el día
de la salud te ayudé”. Este es el tiempo propicio, éste el día
de la salud.
Si los niños están excluidos de esta salvación y recon
ciliación, ¿quién los busca para el bautismo de Cristo? Mas
si es al contrario, luego ellos deben contarse también en el
número de los hombres muertos, por quienes murió ESI; ni
pueden reconciliarse y salvarse si no les perdona y deja de
imputarles los pecados.
45. A los gálatas escribe también: La gracia y la paz
sean con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del
Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para
librarnos de este siglo malo.
La ley fué dada, explica en otra parte, por causa de las
transgresiones, promulgada por ángeles, por mano de un
mediador, hasta que viniese el Descendiente a quien la pro
mesa había sido hecha. Ahora bien, el mediador no es de
una persona seda, y Dios es uno solo. ¿Luego la ley está
Si mim data esset lex, quae posset vivificarne, omnimo ex
lege fasset iustitia. Sfati concimiti; Scriptiura omnia sub pec
cato, ut promissio ex fide Iesu Christi daretur credenti-
bus ®2.
46. lAld Epheaios etilam: E t vos cum essetiis mortui de
lictis et peccatis vsstris, in quibus aMquando ambulastis se
cundum saixulum, mundi huius, secundum prmcipem po-
testatis (tleris, Spiritus d us qui.numc operatiur in filiis diffi-
denticve, in quibus et nos omnes aliquamdo conversati sumus
m desiderih carms nostrae fadM tes voluntatem carnis, et
affectionum, et emmus naturaliter filii irae, sicut et ernten.
Deus autem qui dives est in misericordia, propter multam
dilsctkmem qua dMexit nos, et cum essemus mortui pecca-
iis, convivificavit nos Christo, cuius gratia sumus salvi facti.
Elt paulo post: Gratia, inquit, salvi facti estìs per fidem; et
hoc non ex vobis, s&d D d donum est; non ex operibus, ne
forte quis extollatur. Ipsius enim sumus figmentum, creati
in Christo Iesu in optribus bonis, quxa pnosparavit Dem ,
at in ittis ambulemus. Et paulo post: Qui eratis, inquit, Mio
tempore sine Christo, alienati a societate Israel, et peregri
ni testamentorum et promissionis, spam non hdbentes, et
sine Deo im hoc mundo: nunc autem in Christo Iesu, qui ali-
quando erntis longe, facti estis prope in sm guine Christi.
Ipse est enim pax nostra, qui fecit utraique unum, et medium
parietem macerine solvens mimicitms, in carne sua legem
mmuMtorum deerctis évacuons, ut duos condePeti in m in
anum novum hominem, fa dens pacem, et commutarci utiros-
que in uno corpore Deo, per crucem interficiens ihimicitias
im si:\rmtipso. Et venions evangelûsaviti pacem vobis qui etfa-
fis longe, et pacem his qui prope, quia per ipsum hßbemus
acoedmm ambo in uno spirita ad Patrern 93.
item alibi : Sicut veritas est im Iesu, deponere vos secun
dum priorem eonversationem •veterem hominem, eum qui
corrumpitur secundum concupiscentias deceptionis. Reno-
vamini autem spiritu mentis vestrae, et induite novum ho
minem, eum qui secundum Deum creatus est in iustitia et
Sœnotitatie veritatis. Et alibi: Nolite ccmtristari Spiritium
Sanctum D d, im quo signati estis in diem redempticmis 9*.
47 . A d Oolossl:tns£e etiam ita loquitur: Gratias agentes
Patiti ickmeos faeienti nos in partem sortis sanctorum in
lumino, qui eripuit nos de potestate tenebrarum et trans-
tulit im regnum Filii charitatis suae, in quo hdbemus redemp-
tionem in remissione peccatorum 9B. E t alio loco : Et estis,
«I
Ib. 3, 19-22.
Eph. 2, 1-18.
94
•3
Ib. 4, 21-24. 30.
Col. I, 12-14.
contra Jas promesas de Dios? De ningún modo. Si hubiera
\sido dada una ley capaz de vivificar realmente, la justicia
vendría de la ley; pero la Escritura todo lo encerró bajo
pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por
la fe en Jesucristo.
46. A los de Efeso escribe: Y vosotros estabais muertos
por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo
habéis vivido, siguiendo él espíritu del mundo, bajo el prinr
cjpe de las potestades aéreas, bajo el espíritu que influye en
los hijos rebeldes, entre los cuales también nosotros todos
nos hallamos en otro tiempo, en manos de las concupiscen
cias de la carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus depra
vadas deseos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo
que los demás; mas Dios, rico en misericordia, por el extre
mado amor con que nos amó, y estando nosotros muertos
por nuestros delitos, nos vivificó con Cristo, por cuya gracia
hemos sido salvados. Y poco después continúa: Pues de gra
cia habéis sido salvados por Id?fe, y esto no os viene de vos
otros; es don de Dios. No se debe a las obras, para que nadie
se glorie. Porque de El somas hechura, creados en Cristo
Jesús, para hacer buenas obras, que de antemano dispuso
Dios para que en ellas anduviésemos. Y aun prosigue luego:
Estuvisteis entonces sin Cristo, alejados de la sociedad de
Israel, extraños a la alianza de la promesa, sin esperanza
y sin Dios en el mundo; mas ahora, por Cristo Jesús, los
que en un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por
la sangre de Cristo. Pues El es nuestra paz, que hizo de los
dos pueblos uno, derribando él muro de separación, la ene
mistad; anulando en su carne la ley de los mandamientos,
formulada en decretos, para hacer en sí mismo de los dos
un solo hombre nuevo, y dando la paz y reconciliándonos a
ambos en un sólo cuerpo en Dios, por medio de la cruz, aca
bando con la enemistad. Y viniendo nos anunció la paz a los
de lejos y a los de cerca, pues por El tenemos los unos y los
otros la potestad de acercarnos al Padre en un mismo Es
píritu.
En otro lugar escribe: Según la verdad que está en Je
sús, renunciando a vuestra conducta pasada, despojaos del
hombre viejo, viciado por la corrupción dél error; renovaos
en vuestro espíritu y vestios del hombre nuevo, creado según
Dios, en justicia y santidad verdaderas. Guardaos de entris
tecer al Espíritu, en quien habéis sido sellados para el día
de la redención.
47. El mismo lenguaje emplea escribiendo a los colosen-
ses: Demos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces
de participar la herencia de los santos en el reino de la luz,
y nos libró dél poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino
del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la re-
inquit, in ilio repleiì, qui est caput omnis prmdpatus et po
les twiis : in quo etiam circumcisi estis drcumcìsìone non
mamufaicia, in exspoliaitione corporis carnis, in circumcisione,
Christi, cons'spult'i ei in Baptismo, in quo et consurrexistis!
per ficliìm op.m tionis Dei, qui suscitava ilium a mortuisL
Et vos, curri essetis mortui delictis et pmeputio carnis vest
irne, convivtificuvit cum ilio, donalns nobis omnia delieta,,
delens quod advsrsus nos ermi chirographum é-\cniii, quoti
erat contrarium nobis, tolleris illud de medio, et affigem
illud cruci, exuems se cameni, principatus et potestates exmx-
plavit fiducialiter triumphans eos in semci.pso 8,i.
48. Et ad Timotheum: Humanus, inquit, sermo et orreni
acceptione dignus, quia Christus lesus verni in mundum
peccatores ìsalvos facere, quorum primus eo sum. Sed ideo
miserieordiam consecutus sum, ut in me osi udir i primo
Christus lesus omnem longanimitatem, ad informationem
eorum qui credit uri sunt itti vitam aeternam !‘7.
Item dicit : Unus tnim Deus, unus et mediator Dei et ho-
minum homo Christus lesus, qui dedit semetipsmn redemptio-
nem pro omnibus as.
In secunda etiam ad eumdem: Noli ergo, inquit, erubes
cite testimonium Domini nostri, ncque me victum eius: sed
collabora Evangelio secundum virtutem Dei salvos nos fa-
cientis, et vocantis vocatione sua Isancta; non secundum opera
nostra, sed secundum suum propositum et gratiam, quae
data est nobis in Christo lesu ante smerda alterna, mani
festata autem nunc per adventum Domini nostri lesti Christi,
evacuantis quidem mortem, illuminantis autem vitam et in-
corrwptionem pe r Evangelium 8ß.
49. Ad Titum etiam : Exspectantes, inquit, beatam Warn
spem et manifestationem glorias magni Dei, et salvatoris
nostri lesu Christi, qui dedit semetìpsum pro nobiìs, ut nos
redimerei, ab omni iniquitate, et mundaret nos sibi pópulum
abundantem, aemulatorem bonorum operum 10°.
Et alio loco: Curri autem benignitas et humanitas üluocit
Salvatoris Dei nostri, non ex opcrìbus iustvtiae, quae nos fe-
cìmus, sed \secundum suam miserieordiam salvos nos fecit
per lavacrum regenerationis et renovationis Spiritus Sancii,
quem ditissime effudit super nos per Issum Christum salva-
torem nostrum, ut iustificati ipsius gratta haeredes efficia-
mur secundum spem vitae aetem ae *101.
Ib. 2, 10-15.
1 Tim. 1, 15. 16.
** Ib. 2, 5. 6. ‘
: 99 2 Tim. 1, 8-10.
Tit. 2, 13-14.
101 Tit. 3, 4-
misión de los pecados. Estáis llenos de El, continúa en otra
parte, que es la cabeza de todo principado y potestad, en
quien fluisteis circuncidados con una circuncisión que no es
, de mano humana ni consiste en mutilación de carne, sino
' con la circuncisión de Cristo.
I Con El fuisteis sepultados en el bautismo, y en El asi-
Imismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que
Jle resucitó de entre las muertos. Y a vosotros, que estabais
[muertos por vuestros delitos y por la inmortificación de
\vuestra carne, os vivificó con El, perdonándoos todos los
\delitos, borrando el acta de los decretos, que estaba escrita
¡contra nosotras, y que nos era contraria, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz, y, despojándose de su carne,
humilló ejemplarmente a los principados y potestades, des
pués de haberlos vencido gloriosamente en su persona.
48. A Timoteo escribe: Es una verdad digna de fe y de
toda aceptación que Cristo Je$ús 'vino al mundo para salvar
a los pecadores, de los cuáles el primero soy yo. Mas por
esto alcancé misericordia, para que en mí hiciese brillar su
extremada paciencia, siendo ejemplo vivo a los que hablan
de creer en El para la vida eterna.
También dice: porque uno es Dios, uno también el Me
diador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús, que
se entregó a sí mismo para redención de todos.
En la segunda epístola al mismo Timoteo escribe: No
te avergüences de dar testimonio a nuestro Señor ni de
m>í, su prisionero, antes bien soporta los trabajos por la
causa del Evangelio con el apoyo de la fuerza de Dios,
el cual nos salva y nos llama con su santa vocación, no se
gún nuestras obras, sino según su propio beneplácito y la
gracia dada a nosotros en Cristo ante los siglos, y que se
manifestó ahora por la venida de Nuestro Señor Jesucristo,
que ha destruido la muerte y descubierto por él Evangelio
nuestro destino a la vida inmortal.
49. A Tito escribe: Aguardemos esta bienaventurada es
peranza y la epifanía de Ja gloria del gran Dios y Salvador
nuestro, Jesucristo, que se entregó por nosotros para rescar
tamos do toda iniquidad y purificar para sí un pueblo nu
meroso, cumplidor de las buenas obras.
En otro lugar dice: Cuando apareció la bondad y el amor
de Dios, nuestro Salvador, a los hombres, no por las obras
justas que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericor-
dia, nos salvó mediante el baño de la regeneración y de la
reneyvación del Espíritu Santo, que abundantemente derramó
sobre nosotros por Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que,
justificados por su gracia, seamos herederos de la vida kter
na, según nuestra esperanza.
50. Ad Hebraeos quoque Epistola, quamquam nonnullis
incerta sit, tamen quoniam legi quosdam huic nostra«1 de
Baptismo parvulorum sententiae contraria sentientes, eam
quibusdam opinionibus suis testem adhibere voluisse, magis-/
que me movet auctoritas Ecclesiarum orientalium, quae hanc
etiam in canonicis habent, quanta pro nobis testimonia coni
tineat, advertendum est. i
In ipso eius exordio legitur: Mult is partibus et multi?
modis olìm Deus locutus est patribus in Prophetiis; postremo
in Ms diebus locutus est nobis in F ilio, quem constitua huej-
redem universorum, per quem fecit et saecula. Qui cum sìt
splendor glorine et figura substantiae eius, gerens quoque
omnia verbo virtutis \suae, purgations peccatorum a se factd,
sedei ad dexteram mmestatìs in excelsis 102.
Et post pauca: Si enim qui p'zr Angelos dictus est sermo,
factus est firmus, et omnis praevaricatio et inobedientm
iustam accepit mercedis retributionem; quomodo nos effu-
giemus, si tantum nsglcxerimus salutem?
Et alio loco : Propterea ergo quia pueri communicaverunt
sanguini et carni, et ipse propemodum eorwm participavit,
ut per mortem évacuant turn qui potestatem habebat mor
tis, id est, diabólum, et liberaret eos qui timore mortis per
totam vitam rei erant servìtutis.
Et paulo post: Unde ckbuit, inquit, secundum omnia fra-
tribus similis esse, ut miszricors fieret, et fidelis prinoeps
sacerdotum eorum, quae sunt ad Deum propitiandum pro
délictis populi10S.
Et alibi: Tenzamus, inquit, confeissionem: non enim ha-
bemus sacsrdotem qui non passif compati infirmitatibus
nostris; etenim expertus est omnia secundum simüitudinem
sine peccato 104.
Et alio loco: Intransgressibile, inquit, habzt saczrdotiwm:
unde et salvos perficere potest eos qui adveniunt per ipsum
ad Deum, semper viuens ad interpellandum pro ìpsis. Talem
enim decebat habere nos principem sacerdotum, iustum, sine
malitia, incontaminatum, separatum a peccatoribus, altiorem
a caelis factum, non habentem quotidianam necessitatem, sic-
ut principes sacerdotum, primum pro suis peccatis sacrifi-
cium o f ferre, dehinc pro populo: hoc enim semel fecit offe-
rens se 105.
E t alio loco: Non enim in manu fabricata sanata intro-
ivit Christus, quae sunt isimiMa verorum, sed in ipsum caelum,
apparere ante facie m Dei pro nobis; non ut saepius o f ferai
Hebr. i, 1-3.
los lb. 2, 2. 3. 14. 17
50. Hase de advertir también cuántos testimonio® favo
rables a nosotros contiene la Epístola a los Hebreos, en la
cual, aun siendo para algunos de dudosa autenticidad, según
he leído, han querido buscar apoyo para su manera de pen-
( sar los que se oponen a nuestra sentencia sobre el bautismo
de los párvulos; mas a mi me hace fuerza la autoridad de
la Iglesia oriental, que lo tiene por libro canónico.
En el mismo principio de ella se leen estas palabras: En
muchas partes y maneras habló Dios en otro tiempo a los
padres por él ministerio de los profetas; mas últimamente,
en nuestros días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó
heredero universal, por quien hizo también el mundo. El
cuál, siendo él esplendor de su gloria y la imagen misma de
su substancia, y que con la fuerza de su palabra sustenta
todas las cosas, después de haber purificado todos los peca
dos, está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas.
Pues si la palabra proferida por los ángeles fué firme,
prosigue poco después, hasta él punto de que toda transgre
sión y desobediencia recibió la conveniente sanción, ¿cómo
nosotros la rehuiremos, si tenemos en poca estima tan grande
beneficio ?
Y en otro lugar dice: A-sí como los hijos tienen parte en
la carne y sangre, de igual manera El participó de las mis
mas para destruir por la muerte al que tenía el imperio de
la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que por el
temor de. la muerte estaban toda la vida sujetos a servi
dumbre.
Y poco después añade: Por eso hubo de asemejarse en
todo a sus hermanos, a fin de hacerse pontífice misericor
dioso y fiel en las cosas tocantes a Dios, para expiar los
pecados del pueblo.
Y en otra parte dice: Mantengámonos firmes en la confe
sión de la fe, pues nosotros no tenemos un pontífice que no
pueda condolerse de nuestras flaquezas, antes fué tentado
en todo a semejanza nuestra, fuera del pecado.
Y en otro lugar: Jesús tiene un sacerdocio indestructible;
es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que se adhie
ren a Dios, y siempre vive para interceder por nosotros. Y tal
convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, in
maculado, apartado de los pecadores y más alto que los cie
los; que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada dia
víctimas, primero por sus propios pecados y después por el
pueblo; pues esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí
mismo.
No entró Cristo, dice también en otro lugar, en un san
tuario hecho por mano de hombres, figura del verdadero,
sino en el mismo délo, para comparecer en la presencia de
Dios en favor nuestro. Ni para ofrecerse muchas veces, a la
semetvpsum, sicut princeps saeerdotum intrat in sanata, in ,
anno semel cum sanguine alieno. Caeterum oportebat turn ;
saepius pati a mundi constitutions: nunc autem semel in '
extremitate saeculorum ad remissionem peccatorum per sa-
crificium suum manifestatus est. E t sicut constitutum est'
hominibus semel tantum mori, et post hoc indicium: sic et
Christus semel oblatus est, ut muttorum peccata portaret;
secando sins peccatis apparebit eis, qui eum sustinent, ad
salatemi10C.
51. Aipocalypsis etiam Ioannis has laudes Christo per
canticum novum testatur offerii: Dignus es aocitpere librum,
et aperire signacukt eius; quoniam occisus es, et redsmÀsti
nos D :o in sanguine tuo, de ornimi gente et lingua, et popolo
et nationswr.
52. Item in Actibus Apostolorum, inceptorem vitae Pe
trus apostolus dixit esse Dominimi lesum, increpans Iudaeos
quod occidissent eum, ita loquens: Vos autem sanctum et
iustum inhonorastis, et negastis, et postulastis hominem ho-
micìdam vivere et donavi vobis: nam inceptorem vitae octi-
distis 10S. Et alio loco : Hic est lapis repróbatus a vobis a>:di-
ficantibus, qui foetus est in caput anguli. Non est enim aliud
nomen sub cado datum hominibus, in quo oporteat salvos
fieri Mbs109.
E t alibi: Deus patrum suscitavit lesum, quem vos inter-
fecistis suspendentes in Ugno. Hunc Deus principem et sal-
vatorem exaltamt gloria sua, dare poenìtentìam Israel et re
missionem peccatorum in ilio110.
Item alio loco : Huìc omnes Prophetae testimonium perM-
bent, remissionem peccatorum accipere per manum illius
omnem eredentem in eum 1U.
Item in eodem libro apostolus Paulus: Notum ergo sit
vobis, inquit, viri fratres, quoniam per hunc vobis r'missio
peccatorum amnuntiatur db omnibus, quibus non potuistis in
lege Moysi iustìficari, in hoc omnis credens iustifim tur112.
53. Hoc tanto aggere testimoniorum, cuius adversus ve-
ritatem Dei elatio non praematur ? E t multa quidem alia re-
periri possimi, sed et finiendi huius operis cura non negli-
genter habenda est.
De libris quoque Vieteris Testamenti multas contastatio-
nes divinorum eloquiorum adhibere in hanc sententiam su-
pervacaneum putavi, quandoquidem in illis quod occulitatur
sub velamento velut terrenarum promissionum, hoc in Novi
Testamenti praedicatione revelatur. Et ipse Dominus Libro-
rum veterum utilitatem breviter demonstravit et deflnivit di-
oens, oportuisse impleri quae de ilio scripta essent in Lege et 1
8
7
6
0
106 Hebr. g , 24-28. 108 Ib. 4, 11. 12. 111 Ib. io, 43.
107 Apoc. s, g. 110 Ib. 5, 30. 31. 112 Ib. 13, 38. 39. ,
108 Act. 3, 14. 15.
manera que el sumo sacerdote entra cada año en él santuario'
con sangre ajena; de otra manera sería preciso que padeciera
muchas veces desde la creación del mundo. Mas El sólo
apareció una vez di fin de los tiempos, para destruir él peca
do, ofreciéndose en sacrificio. Y asi como está decretado' que
los hombres mueran una sola vez y que depués sean juzga
dos, así también Cristo, que se ofreció una sola vez para
llevar sobre sí los pecados de muchos, por segunda vez apa
recerá sin pecado a los que le esperan para recibir la sal
vación [7].
51. También ©1 Apocalipsis de San Juan atestigua que
en un cántico nuevo se ofrecen estas alabanzas a Jesucristo:
Digno eres de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque
fuiste sacrificado y con tu sangre has comprado para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación.
52. En las Abtas de (los Apóstoles, San Pedro presenta
a Jesús como iniciador de la vida, increpando a los judíos
por haberle dado muerte y diciéndoles: Vosotros habéis des
honrado a este santo y justo, negándole y pidiendo el indulto
para un homicida,. Al autor de la vida disteis muerte. Esta
es la piedra rechazada por vosotros, los constructores, pero
que ha llegado a ser la piedra angular. Pues ningún otro
nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres,
por el cual podamos salvamos.
En otra parte dice: El Dios de nuestros padres resucitó
a Jesús, a quien vosotros habéis matado, suspendiéndole de
un madero. Pues a El lo ha encumbrado Dios a su diestra
por Príncipe y Salvador, a fin de conseguir para' Israel por
mediación suya la penitencia y el perdón de los pecados.
En otro lugar está escrito: De El dan testimonio todos
los profetas, de que por su nombre cuantos crean recibirán
el perdón de los pecados.
San Pablo repite la misma doctrina en este libro: Sabed,
pues, hermanos que por éste se os anuncia la remisión de los
■pecados y de todo cuanto en la ley de Moisés era impotente
para justificaros. Todo el que cree en Cristo es justificado.
53. Este acervo imponente de testimonios basta para
abatir la soberbia de los enemigos de la verdad divina. Aun
podrían reunirse numerosos pasajes, pero se ha de pensar
también en dar remate a este libro.
He creído también superfluo aducir del Antiguo Testa
mento muchos divinos testimonios favorables a nuestra doc
trina, pues las verdades que allí se hallan ocultas bajo el velo
de las promesas terrenas salen a luz con la- predicación del
Nuevo Testamento. En efecto, el mismo Señor manifestó y
declaró en breves palabras la utilidad de los antiguos libros,
al decir que era conveniente se cumpliesen en su persona
todas cuantas cosas estaban escritas de El en la Ley, los
Prophetis et Psalmis; et baec ipsa esse, quod oportsbat
Christum pati, et resurgere a mortms tertia die, et pra^dicari
in nomine eius pœnitentiam et remisskmem peccatorum per
omnes gentes, indpientïtms ab 1erusaient.11S.
Et Petrus dicit, quod paulo ante commemoravi, huic om
nes Prophetas testimonium perhibere, remissionem pecca
torum accipere per manum eius omnem credentem in eum 114.
54. Verumtamen commodius est, etiam ex ipso Vetere
Testamento testimonia pauca depromere, quae vel ad supple-
mentum, vel potius ad cumulimi valere debebunt. Ipse Domi-
nus per Prophetam in Psalmo loquens ait: Sanctis qui sunt
in terra dus, mirificavit omnes voluntates meas in ü iis115.
Non merita illorum, sed voluntates meas. Nam illorum
quid, nisi quod sequitur? Multiplioatae sunt infirmitates
eorum : supra quod infirmi erant. Ad hoc et lex subintravit,
ut abundaret delictum. Sed quid adiungit? Postea accelera-
verunt: multiplicatis infirmitatibus, hoc est, abundante de
lieto, alacrius medicum quaesierunt, ut ubi abundavit pec-
catum, superabundaret gratia118. Denique, Non congregaba,
inquit, conventícula eorum de sanguinibus: quoniam multis
sacrificiorum sanguinibus, cum primum in tabernaculum vel
in templum congregarentur, convincebantur potius peccato-
res, quam mundabantur. Non ergo iam, inquit, de sanguini
bus congregai» conventícula eorum. Unus enim sanguis pro
multis datus est, quo veraciter mundarentur. Denique sequi
tur : Nec memor ero nominum illorum per labia m ea117
tanquam innovatorum. Nam nomina eorum erant prius, filii
carnis, filii saeculi, filii irae, filii diaboli, immundi,’ peccato-
res, impii: postea vero, filii D'ei, homini novo nomen novum,
canticum novum cantanti per Testamentum Novum.
Non sint ingrati homines gratiae Dei, pusilli cum magnis,
a minore usque ad maiorem. Totius Ecclesiae vox est: Erra
vi sicut ovis perdita 11S. Omnium membrorum Christi vox
est: Omnes ut oves erravimus, et ipse traditus est pro pec-
catis nostris. Qui totus prophetiae locus apud Isaiam est, quo
per Philippum sibi expósito, spado file Candarás reginae in
Riiim credidit119. Vide quoties hoc ipsum commendet. et tan
quam superbis nescio quibus, vel contentiosis identidem in-
culoet : Homo, inquit, in plaga, et qui sciât ferre infirmitates;
propter quod et avertit se fades eius, invariata est, nec mag
ni aestimata est. Hic infirmitates nostras portât, et pro*1
133 Ib. i, 5.
134 i Cor. 15, 22.
123 Rom. 5, i8.
128 Mt. 12, 30.
CAPÍTULO XXVIII
CAPUT XXIX
B o n u m CONIUGII QUID. BONI ET MAU USUS QUATUOR
DIFFERENTIAE
127 2 "lìhess. 3, 2.
12’ Gen. 3, i-6.
lleva la semejanza de la carne del pecado, por la que todos
se libran del castigo.
Y esta expresión todos no debe entenderse como si todos
los que nacen de !la carne del pecado alcanzasen sin excepción
la limpieza que obra la carne que lleva la estampa del pe
cado, porque la fe no es de todos. La verdad es que todos
los qu© proceden por vía de un matrimonio camal nacen
en carne de pecado, y todos los que pertenecen a la genera
ción del matrimonio espiritual consiguen su purificación por
medio dé la carne que lleva la semejanza de la carne del pe
cado; es decir, aquéllos por Adán vienen a la condenación,
éstos por Cristo reciben la justificación. E s como si dijése
mos por ejemplo: Hay una so-la partera, que asiste, al na
cimiento de todos en esta ciudad, y un solo maestro qué en
seña letras a todos: en el primer caso, la expresión todos
sólo puede referirse a los que nacen, y en el segundo, a to
dos los que aprenden letras; sin embargo, no todos los que
nacen aprenden letras. Pero es evidente a todos que la ex
presión es exacta en ambos casos. En el primero se dijo
bien “ a todos asiste” , porque la partera ayuda al nacimien
to de todos; y se dijo bien “ a todos enseña” , porque nadie
, aprende letras sin pasar por su magisterio [8 y 9 ],
56. Pesando, pues, el valor de estos divinos testimonios
que he aducido, ora discutiéndolos separadamente, ora agru
pándolos y considerándolos en conjunto, asi como el de otros
pasajes similares que no he mencionado, se concluye que la
Iglesia, a quien ha sido confiada la misión de vigilar contra
tas novedades profanas, sostiene que todo hombre está se
parado de Dios si no se reconcilia con El por medio de Cris
to, y que la separación es originada por el impedimento de
los pecados. No hay, pues, reconciliación sin el perdón de
los pecados, por la sola gracia del misericordiosísimo Sal
vador, por la única víctima d'el verdaderísimo Sacerdote; y
así todos los hijos de Eva, que creyó a la serpiente, hasta
ceder a los apetitos corrompidos, no obtienen la liberación
del cuerpo de muerte sino por el Hijo de la Virgen, que cre
yó al ángel para que concibiese virginalmente.
CAPITULO XXIX
C uál es e l b ie n d e l m a t r im o n io .
'Cu a t r o u s o s d if e r e n t e s
DEL BIEN Y DEL MAL
131 lo. 3. 3.
I3: Rom. 6, 6.
CAPITULO XXX
E n qué s e n t id o a d m it e n l o s p e l a g ia n o s l a n e c e s id a d d e l
BAUTISMO PARA LOS NIÑOS
CAPUT XXXI
C h r is t u s c a p u t e t c o r p u s . C h r is t u s o b p e r so n a e u n it a t e m
ET IN CAELO MANEBAT, ET IN TERRA DEAMBULABAT
CAPÍTULO XXXI
C r is t o p u e d e c o n s id e r a r s e com o cabeza y com o cuerpo.
P or r a z ó n de l a u n id a d d e s u p e r s o n a , p e r m a n e c ía e n el
c ie l o y a la vez c a m in a b a por la t ie r r a
CAPUT XXXII
CAPÍTULO XXXII
CAPUT XXXIII
CAPITULO XXXIII
N adie puede reconciliarse con Dios sino por medio de
C risto
C A PU T X X X 1V
CAPÍTULO XXXIV
La forma o ceremonias del bautismo. El exorcismo
CAPUT XXXV
CAPITULO XXXV
CAPUT XXXVI
CAPITULO XXXVI
B e l a ignorancia de lo s n iñ o s y su origen
CAPUT XXXVII
68. Dicet aliquis: Si haec natura pura non est, sed vitio-
sae primordia, quia talis non est creatus Adam; cur Christ us
longe excellentior, et certe sine ullo peccato natus ex virgins,
in hac tamen infirmitate atque astate procreatus apparuit?
Huic propositioni respondemus : Adam propterea non ta
lenti creatum, quia nullius parentis praecedente peccato, non
est creatus in carne peccati. Nos ideo tales, quia iUius prae
cedente peccato, nati sumus in carne peccati. Christus ideo
talis, quia ut de peccato eondemnaret peccatum, natus est in
similitudine carnis peccati1M. Nbn enim hie agitur de Adam ,.
quod pertinet ad corporis quantitatean, quia non parvulus
factus est, sed perfects mole membrorum: potest enim dici,
etiam pecora sic creata, nec tamen eorum peccato factum
esse, ut ax eis pulii parvuli nascerentur; quod quale sit nunc
non quaerimus: sed agitur de illius mentis quadam valentia
usuque rationis, quo praeceptum Dei legemque mandati et
docilis Adam caperei, et facile posset custodire, si veiled. Nunc
autem homo sic nascitur, ut omnino non possit, propter
horrendam ignorantiam atque infirmitatem, non carnis, sed
mentis; cum omnes fateamur in parvulo non alterius, sed
eiusdem substantiae cuius in primo homine fuit, hoc est,
rationalem animam degere.
Quamquam etiam ipsa tanta carnis infirmitas, nescio quid,
quantum arbitror, poenale damonstrat. Movet enim, si pri
mi illi homines non peccassent, utrum tales essent filios ha-
bituri, qui nec lingua, nec manibus, nec pedibus uterentur.1 6
4
146 Rom. 8, 3.
a M elio ris notae m a n u sc rip ti C o rb eie n sis, R e m ig ia n u s, C y g ira n -
n en sis, et a lii q u id a m , si in hac vita non nati parvuli contraxcnm t
(P L 44, 149 n ota).
chera, que dura, no una noche, como las más pesadas, sino
largos meses y años; y hasta que no se logre eso, perdona
mos a los niños innumerables faltas, muchas de las cuales
se castigan en las personas mayores. Si, pues, este gran
mal de la ignorancia y de la flaqueza lo han contraído los
párvulos en esta vida, ¿dónde, cuándo y por qué delito co
metido fueron envueltos en tan espantosa obscuridad?
CAPITULO XXXVII
CAPUT XXXVIII
CAPUT XXXIX
CAPÍTULO XXVIII
I gnorancia y debilidad de los infan tes
CAPITULO XXXIX
H asta qué pu nto es destruído e l pecado por e l bautismo
EN LOS PÁRVULOS Y ADULTOS. UTILIDAD DE ESTE SACRAMENTO
CAPUT II
CAPITULO II
CAPUT III
CAPUT IV
CAPITULO III
CAPITULO rv
CAPUT V
CAPITULO V
La v o l u n t a d h u m a n a t i e n e n e c e s id a d de l a a y u d a de D io s
CAPUT VI
CAPITULO VI
CAPUT VI I
S ecunda quaestio , an sit alaquis h om o sin e peccato in
HAC VITA
8. Si autem quod secundo loco posueram, quaeratur
utrum sit, esse non credo. Magis enim credo Scripturae dicen
ti : Ne intres in iudicium cum servo tuo, quemiam non iustifi-
cabitur in conspectu tuo omnis vivrn s2B. E t ideo misericordia
Dei opus est, quae superexaltat iudicio, quae illi non erit
i Cor. 4, 7.
“ Ier. io, 23.
"i*5
6 Ps. 118, 4. 5. 6. 133.
"7 Io. 1, 12.
78 Ih. 8, 36.
5 Ps. 142, 2.
b M ss., ut non dominetur (PL 44, 155).
c Id abest a Mss. (PL 44, 15).
vida, responderé que puede con la gracia de Dios y el con
curso del libre albedrío. Y añadiré sin titubear que el mismo
libre albedrío pertenece a la gracia de Dios, es decir, a la
categoría de sus dones, no sólo en cuanto existe, sino tam
bién en cuanto es bueno o se esfuerza por cumplir los pre
ceptos del Señor; y así la gracia divina no sólo manifiesta
lo que debe hacer, más también le ayuda a obrar según la
luz que le da. Pues ¿acaso tenemos algo que no hayamos
recibido? Por lo cual dice Jeremías: Señor, bien sé que no
está en mono del hombre trazarse ¿u camino ni puede nadie
fijar su paso por él con equidad.
También en el salmo, habiendo dicho uno a Dios: Tú
mandaste que tus mandamientos se cumplieran diligentemen
te, al punto, libre de toda presunción, manifestó su deseo
de cumplirlos: Ojalá sean firmes mis caminos en la guarda
de tus preceptos. Entonces no seré confundido, cuando atien
da a todos tus mandamientos.
Mas ¿quién pide lo que e 3tá en su mano el hacerlo sin
necesidad de ayuda alguna ? Y en los versos siguientes mues
tra bien de quién espera obtener lo que pide, no de la for
tuna o del hado, sino de Dios: Dirige mis pasos con tus pa
labras y no dejes que me domine iniquidad alguna.
De esta abominable dominación y servidumbre se ven
libres los que han recibido al Señor Jesús y de El la potestad
para hacerse hijos de Dios. De esta horrible dominación ha
bían de ser libertados aquellos a quienes dice: Entonces se
réis verdaderamente libres, si os librare el Hijo de Dios.
Con estos y otros innumerables testimonios del mismo
sentido tengo la certidumbre de que ni Dios ha impuesto
ningún precepto imposible al hombre ni hay cosa alguna que
El manda que no se pueda cumplir, contando con su socorro
y asistencia.
En conclusión, puede el hombre, si quiere, con la ayuda
de Dios, hallarse sin pecado.
CAPITULO VII
CAPUT VIII
PERFECTK) QUANDO
CAPÍTULO Vi II
Cuándo se lo srar á la perfección
CAPUT IX
O biectio P elagianorum . Q uare iu stg s non gi&nat iustu m
CAPITULO IX
O b jec ió n de los pe la g ia n o s : ¿ P or qué el ju sto no engen
dra JUSTOS?
CAPUT X
C onciliât Scripturas
CAPÍTULO X
CAPUT XI
CAPÍTULO XI
J ob previó la pasión de C r isto . L a hum ildad en los santos
C A P U T X I I
CAPÍTULO XI I
• CAPUT XIII
CAPÍTULO XIII
L a j u s t i c i a h u m a n a a u n e n l o s j u s t o s e s im p e r f e c t a
TODAVÍA
67 Le. i, 6.
08 Phil. 3, 7-11.
09Ih. 3,
e Isabel, ¿ hay cosa que no se encierre en el testimonio que
dió de sí mismo el Apóstol cuando todavía no había creído
en Cristo ? El afirma también que vivió irreprensibl'ment^ se
gún la justicia qu° mandaba la ley. Lo mismo se lee de aqué
llos: Eran ambos justos en la presencia de Dios e irreprensi
bles caminaban en los preceptos y observancias del Señor.
Porque toda la justicia de ambos no era simulada ante los
hombres, se dijo que eran justos en la presencia de Di-os.
Y lo que dice el Evangelio de Zacarías y su mujer: Ca
minaban en los preceptos y observancias del Señor, San Pa
blo todo lo cifró brevemente en la palabra ley. Antes del
Evangelio só'lo hubo una ley para aquéllos y para éste; una
sola y la misma fué dada, según leemos, por Moisés a los
padres, y conforme a ella era sacerdote Zacarías y ofrecía
sacrificios cuando le tocaba el turno.
Y, sin embargo, el Apóstol, que estuvo dotado entonces
de la misma justicia, prosigue y dice: Pero cuanto tuve por
ventaja lo reputo daño por amor de Jesucristo, y aun todo lo
tengo por daño a causa del sublime conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo huello
como estiércol, con tal de gozar a Cristo y ser hallado en El, ■
no en la iposesión de la justicia de la ley, sino de la justicia
•que procede de Dios, que se funda en la fe y que nos viene
por la fe en Cristo, para conocerle a El y el poder de ¡su re
surrección y la participación en sus padecimientos, confor
mándome a El en la muerte por si legro alcanzar la resu
rrección de los muertos.
A pesar, pues, del elogio de la Escritura, tan lejos esta
mos de creer que Zacarías e Isabel lograran la perfecta jus
ticia, inmune de toda imperfección, que ni siquiera atribui
mos al mismo San Pablo una perfección tan culminante, no
sólo en el orden de la justicia legal,, en la que fué semejante
a ellos, y que reputa él daño y estiércol, parangonada con
la sublime justicia que nos viene de la fe en Cristo, pero ni
siquiera en el orden del ideal de la santidad evangélica, donde
alcanzó la preeminencia en el apostolado. Yo no me atreve
ría a lanzar esta afirmación si.n o tuviese por impiedad no
darle crédito a é)l mismo; pues en el citado lugar prosigue y
dice: No es que la haya alcanzado ya, es decir, que haya lo
grado la perfección, sino que la sigo por si le doy alcance,
por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Her
manos, y o no creo aún haberla alcanzado; pero, dando al
olvido lo que queda atrás, me lanzo en persecución ds lo que
tengo delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de Ja
soberana vocación en Cristo Jesús. ,
Ved cómo él mismo confiesa que no ha recibido, que no es
perfecto aún con la plenitud de justicia que deseó conseguir
en Cristo, y que su intención se dilata hacia lo futuro, olvi-
viscentem in ea quae ante sunt extendi: ut noverimus etiam
ad ipsum pertinere illud quod ait: E t si exterior homo nos-
ter *borrumpitur, sed interior renovatur de die in diem 70:
quamvis iam esset perfectus viator, etsi nondum erat ipsius
itineris perfection s perventor. Di nique tales vult secum in
isto cursu comités rapere, quibus continuo subiungit et di-
cit : Quotquot ergo perfecti■, hoc sapiamus; et si quid aliter
sapitis, hoc quoqws Deus vobis revelabit: verumtamen, in
quod perv' nimus, in eo ambulemus71.
Ambulatio ista, non corporis pedibus, sed mentis affecti-
bus et vitae moribus geritur, ut possint esse perfecti iusti-
tiae possessores, qui recto itinere fidei de die in diem in sua
renovatione proficientes, iam perfecti facti sunt eiusdem ius-
titiae viatores.
CAPUT XIV
Om n e s peccatores
CAPUT XV
O b ie c t t o P e l â g ia n o r u m . P e r p e c t u s i n IUSTIÏIA recte Dl-
CITÜR, QUI MULTUM IN EA PROPECIT
CAPÍTULO XIV
T odos somos pecadores
CAPÍTULO XV.
’ * Ib. 2, 6.
,0 Ph il. 3, 15-16.
tiende la absoluta exención de penado con que algunos pue
den vivir en este mundo. Hemos afirmado arriba la mera
posibilidad de este hecho; ahora indagamos si alguien real
mente 'la consigue. Pero que nadie eleva sus deseos hasta la
altura del blanco que tamaña perfección supone, lo hemos
visto ya, según lo declaran los muchos testimonios de la
Escritura traídos a este propósito.
No obstante, cuando se encomia la perfección de uno, hay
que ver de qué se trata. Pues poco ha he mencionado un
testimonio de San Pablo donde declara que todavía no es
él perfecto en la posesión de la justicia a que aspira, y, con
todo, a continuación añade: Cuantos, p u s , somos perfectos,
tengamos esos sentimientos. No haría esta doble aserción si
en algo no fuera él perfecto y en algo imperfecto.
Por ejemplo, un cristiano puede estar perfectamente ca
pacitado para oír el lenguaje de la sabiduría; pero no lo es
taban aquellos a quienes dice: Como a niños en Cristo, os di
a beber leche, no comida, porque aun no Ja admitíais y ni)
ahora la admitís. Y, sin embargo, les dice igualmente: Habla
mos la sabiduría entre los perfectos. Se refiere, sin duda, a
los oyentes perfectos; luego, como he dicho, puede uno estar
perfectamente habilitado para oír y no para enseñar; puede
conocer muy bien las reglas de la justicia y no practicarla;
puede ser cabal en el perdón de los enemigos y no en el ejer
cicio de la paciencia para sufrir.
Y del que es perfecto en la extensión del amor a. los hom
bres, porque lo dilata hasta los enemigos, se puede pregun
tar si lo es en la intensidad del mismo, quiero decir, si a los
que. ama los ama según prescribe que deben amarse la regla
inmutable de la verdad.
Cuando, pues, en la divina Escritura se pondera la per
fección de alguna persona, se ha de atender bien a qué se
refiere, pues no es lógico deducir que un hombre está sin
pecado, aunque se diga de él que es perfecto en alguna co3a.
Aidemás, también puede asegurarse que se considera per
fecto a un hombre, no porque ya nada pueda adelantar en la
virtud, sino por lo muchísimo que ha progresado. Así puede
encomiarse.a un doctor como perfecto en el conocimiento de
la ley aun cuando ignore alguna cosa, igual que el Apóstol
calificaba de perfectos a los que decía aún: Y si sobre algo
sentís de otra manera, también sobre eso Dios os ilustrará.
Sin embargo, llegados a este camino, sigamos por él adelante.
CAPUT XVI
' 23. Ñeque negandum est hoc Deum iubere, ita nos in fa
cienda iustitia esse de bere perfectos, ut nullum habeamus
omnino peccatum. Nam nee peccatum erit, si quid erit, si non
divinitus iubetur ut non sit. Cur ergo iubet, inquiunt, quod
seit nullum hominum esse facturum?
Hoc modo etiam dici potest, cur primis illis hominibus
iusserit, qui duo soli erant, quod sciebat eos non esse fac-
turos ?
Ñeque enim dicendum est, ideo iussisse, ut nostrum ali-
quis id faceret, si illi non facerent : hoc enim, ne de illa sci
licet arbore cibum sumerent, nonnisi illis solis Deus iussit ;
quia sicut sciebat quid iustitiae facturi non erant, ita etiam
Sciebat quid iustitiae de illis erat ipse facturus.
Eo modo ergo iubet omnibus hominibus ut non faciant
ullum peccatum, quamvis sit praescius neminem hoc imple-
turum, ut quicumque impie ac damnabiliter eius praecapta
contempserint, ipse faciat in eorum damnations quod iustum
est: quicumque autem in eius praeoeptis obedienter et pie
proficientes, nec tarnen omnia quae praecepit implentes, sicut
sibi dimitti volunt, sic aliis peccata dimiserint, ipse faciat
in eorum mundatione quod bonum est. Quomodo enim di-
mittenti dimittitur per Dei misericordiam, si peccatum non
est ? aut quomodo non vetatur per Dei iustitiam, si peccatum
est?
24. Sed ecce, inquiunt, Apostolus dicit: “Bonum certa
men certavi, fidem servam, cursum consummam; superest
mihi corona iustitiae" 77: quod non diceret, si habtret ullum
peccatum.
Inumo vero respondeant quomodo potuit haec dicere, cui
adhuc restabat ipsius passionis, quam sibi iam impendere
dixerat, tarn magna conflictatio, tarn molestum ac grande
certamen. An ad eius comsummandum cursum parum adhuc
deerat, quando illud deerat ubi erat futurus acrior et cru-
delior inimicus?
Quod si ideo talibus verbis certus securusque gaudebat,
quia de victoria futuri certaminis certum eum securumque
iam fecerat qui eamdem passionem iam illi revelaverat im-
minere; non re pienissima, sed spe firmissima haec dixit, et
77
2 Tim. 4, 7. 8.
CAPITULO XVI
CAPUT XVII
26. Iam ergo quod loco tertio posui videamus. Cum, vo
lúntatela humanam gratia adiuvante divina, sine peccato in
hac vita possit homo esse, cur non sit, possem facillime ac
veracissime respondere, quia homines nolunt: sed si ex me
quaeritur, quare noflunt, imus in longum. Verumtaman etiam
hoc sine praeiudicio diligentioris inquisitionis breviter dicam.
Nolunt homines facere quod iustum est, sive quia latet
an iustum sit, sive quia non delectat. Tanto enim quidque
vehementius volumus, quanto eertius quam bonum sit novi-
mus, eoque delectamur ardentius. Ignorantia igitur et infir-
mitas vitia sunt, quae impediunt voluntatem ne moveatur ad
faciendum opus bonum, vel ab opere malo abstinendum.
Ut autem innotescat quod latebat, et suave fiat quod non
delectabat, gratiae Dei est, quae hominum adiuvat volunta-
tes: qua ut non adiuventur, in ipsis itidem causa est, non
in Deo, sive damnandi praedestinati sint propter iniquitatem
superbiae; sive contra ipsam suam superbiam iudicandi et
erudiendi, si filii sint misericordiae. Unde Ieremias cum di-
xisset: Scio, Domine, quia non est in homine via eius, nec
viri est ut amìndet et dirigat gressus suos; continuo subiun-
xit: Corripe me, Domine; vsrumtamen in iudicio, et non in
, 81 Mt. 6, za.
a- Mt. 19, 2o. ai.'
I— ----- -
los cuales, cada cual por sí, dicen con verdad: Perdónanos
nuestras deudas, asi como nosotros perdonamos a nuestros
deudores.
Por donde los mismos adversarios que disputan contra
estos oráculos divinos, son laudables por su castidad y bue
nas costumbres y ponen, sin duda, en práctica el consejo
dado al rico que le preguntó sobre los medios de conseguir
la vida eterna. Habiéndole respondido al Señor que había
guardado todos los mandamientos, le añadió que, si quería
ser perfecto, vendiese sus posesiones y diese su producto a
los pobres y depositase el tesoro al cielo; pero ninguno de
ellos lleva la audacia al extremo de reputarse inmaculado.
Yo creo que hablan así con ánimo sincero; y si mienten,
ya con el acto de mentir comienzan a pecar o a multiplicar
sus pecados.
CAPITULO XVII
S.ti se. IX 12
CAPUT XVIII
V oluntas bona a D eo
87
i Cor. 4, 7.
CAPITULO XVIII
L a voluntad buena procede de D ios
Ps. 84, 5.
,8 Ps. 102, 10.
CAPÍTULO XIX
De la gracia provien en e l conocim iento y el gusto para
HACER EL BIEN
CAPUT XX
A id QUARTAM QUAESTIONEM RESPONDET, NULLUM, EXCEPTO
C h risto , fuisse , vel esse posse , qui n u l l u m h abeat
PECCATUM
CAPITULO XX
S e respon de a la cuarta c u e stió n : N a d ie , fu era de Cristo ,
HA HABIDO NI PUEDE HABER EXENTO DE TODO PECADO3 4
CAPUT XXI
101 G en. 2, g. 16 . ly .
alguien absolutamente puro en todo tiempo y que no haya
pasado del estado de pecador a la justicia perfecta?
Ahora bien, si son verdaderas las conclusiones que saca
mos al hablar de los párvulos, no hay nadie entre los hijos
de los hombres, ni hubo, ni habrá, exento de toda culpa,
excepto el único Mediador, en quien está el perdón de nues
tros pecados y nuestra justificación, merced a la fcual somos
reconciliados con Dios y se acaban las enemistades causadas
por la culpa. No es, pues, ajeno a nuestro propósito, según
bastare para dilucidar la presente cuestión, recordar algunos
hechos desde el origen del género humano, con el fin de
informar y prevenir a los lectores contra ciertas dificultades
qué pueden hacerles alguna fuerza.
CAPÍTULO XXI
Adán y E va. Cuán recomendada fué al hombre por Dios
LA OBEDIENCIA
CAPUT XXII
CAPITULO XXII
' E stado del hombre antes del pecado
CAPUT XXIII
N aturae corruptio per peccatum, et renovatio
per Christum
CAPITULO XXIII
Corrupción de la naturaleza por causa del pecado y la
RENOVACIÓN HECHA POR JESUCRISTO3
7
CAPUT XXIV
Incarnatone V erbi quod nobis collatum sit beneficium
CAPITULO XXIV
CAPUT XXV
O eiectio Pelagianorum
39. Quod autem supra respondimus adversus eos qui di-
cunt, Si peccator gemiti peccatorem, iustus quoque iustum
gignere d ib u it111, hoc etiam his respondemus, qui dicunt,
de homine foaptizato natum iam Velut baptizatum haberi
debuisse. Cur enim non, inquiunt, in lumbis patris sui potuit
baptìzari, si secundum Epistolam quae ad Hebraeos scripta
est, in lumbis Abraìms Levi potuit decimavi? 112
Hoc qui dicunt, attendant non propterea Levi postea non
fuisse decimatimi, quia iam fuerat decimatus in lumbis Abra-
hae; sed quia sic ordinatus est honore sacerdotii, ut accipe*
ret décimas, non praeberet: alioquin nec caeteri fratres eius,
111 Supra, n. i i .
112 Hebr. 7, 9. io.
a Editi, de natura carnis peccati. Sorbonici codices duo et unus
Casalensis abbatiae, de materia carnis peccati. ■Vetustissima® autem
Corbeiensis caeterique Gallicani codices, . necnon très Vaticani, et
quot a Lovaniensibus visi suut, Belgici quatuor férunt, de materna
carne peccati. Ci. librum quintum Contra Iulian., c. 9 i et librium
decimum De Gen. adH tt., nn. 18 et 20 : PL 44, 174 nota.
de la ca rn. y :::.ngre, pero no de da voluntad de un hombre
\ni del apetito de la carne, sino de Dios. Nosotros nacimos
¡piara la muerte por causa del pecado; Eli vino para morir
por nosotros, sim tener ningún pecado.
Mas así como su naturaleza humana, con que se dignó
descender hasta nosotros, no se igualó enteramente con la
nuestra, según era la postración en que la halló, de igual
modo nuestra elevación por la gracia, con que subimos a El,
jamás nos igualará con la grandeza de que le veremos reves
tido en la gloria. Nosotros seremos hechos hijos de Dios por
gracia, El era siempre Hijo de Dios por naturaleza; nos
otros alguna vez por nuestra conversión nos uniremos a
Dios, sin ser iguales a E l; El, sin haberse jamás apartado,
permanece igual a Dios. Nosotros seremos participantes de
la vida eterna. El es la vida eterna. Sólo El, aun encarnán
dose sin dejar de ser Dios, no tuvo jamás pecado alguno ni
tomó carne de pecado. Pues lo que de nosotros tomó, o lo
purificó antes de tomarlo o lo purificó en el acto mismo de
tomarlo. Para este fin creó a la Virgen, a la que había de
elegir para que le diese el ser en su seno, y ella no concibió
por la ley del pecado o deseo de la concupiscencia, sino me
reció por su piedad y su fe que el santo germen de Cristo
fuese formado en sus entrañas.
Luego ¡ con cuánta más razón ha de ser bautizada una
carne de pecado para evitar el juicio divino, si también se
bautizó la carne inmaculada para darnos ejemplo de imi
tación !
CAPITULO XXV
U na o b j e c i ó n b e e o s p e e ag í a n o s
“ J i Cor. 7, 14.
porque también en la entraña de Abrahán lo habrían paga
do a Mslquisedec.
40, Ni se replique a e3to que muy bien los hijos de
Abrahán pudieron pagar los diezmos aun después de haberlo
hecho en la persona de su padre, porque los diezmos debía
pagarlos cada uno muchas veces, como lo hacían los israe
litas todos los años, y de los frutos se hacían frecuentes
diezmos a los levitas, mientras «1 sacramento del bautismo
es de tal índole, que sólo se administra una vez, y, habién
dolo recibido ya estando en la entraña del padre, debía
considerársele como ya bautizado, porque procedía por ge
neración de un bautizado.
Para abreviar la discusión, los que razonan así conside
ren lo que era la circuncisión, que también se hacía una sola
vez y personalmente en cada individuo. Luego si en el tiempo
de aquel sacramento al que nacía de un circunciso había que
circuncidarlo, del mismo modo ahora al hijo de un bautizado
también se le debe bautizar.
41. Pero el Apóstol dice: De otro modo vuestros hijos
serían impuros, mas ahora son santos; y, por tanto, insis
ten nuestros objetantes, tos hijos de los fieles de ningún
modo debieran ser bautizados.
• ’ Me admira que digan esto los que niegan se contraiga
el pecado original de Adán. Pues si entienden las palabras
del Apóstol en este sentido y creen que los hijos de los fieles
nacen ya santificados, ¿por qué ellos mismos no dudan en
declarar que conviene bautizarlos? ¿P or qué no quieren con
fesar que de un padre pecador se hereda una mancha de ori
gen, si de un padre santo se contrae alguna santidad?
Aun suponiendo que de padres fieles nacen hijos inocen
tes, nosotros podemos sostener sin contradicción nuestra doc
trina, es decir, que esos niños, si no se bautizan, se condenan,
pues también ellos los excluyen del reino de los cielos, aun
suponiéndolos exentos de todo pecado propio, y original; y si
es. una injusticia, a su parecer, que los inocentes se conde
nen, ¿cóm o puede ser justo que los inocentes sean excluidos
del reino de D ios? Reflexionen particularmente sobre esto:
Si de padres santos se hereda alguna santidad y de los im
puros alguna impureza, ¿cóm o padres pecadores no han de
comunicar algo de su pecado a los hijos? Ambas cosas abar
có el que dijo: De otro modo, vuestros hijos serian impuros,
mas ahora son santos.
Explíquennos, además, cómo puede ser justo que, nacien
do de padres fieles hijos santos, y de padres infieles hijo3
contaminadas, sin embargo, todos igualmente, si no se bau
tizan, son excluidos del reino de Dios. ¿ De qué les sirve, pues,
la santidad a los primeros? Porque si afirmaran que los hijos
de los infieles, que nacen manchados, se condenan, y que las
in Dei quidem- regnum intrare non posse, niai fuerint bapti-
zati, non tarnen damnari, quia sancti sunt, esset qualiscum-
que distinctio: nunc vero natos de sanctis sanctos, et de
immundis immundos, aequaliter dicunt, et quia peccatum
non habent, non damnari, et quia Baptismum non habent, a
Dei regno separari. Hanc absurditatem talia ingenia non
videre quis credat?
42. Nbstrae autem, imo ipsius Apostoli sententiae, qui
dixit: E x uno omnes ad condemnationem; et, E x uno omnes
ad iustificationem vitae 114 : quam non sit contrarium hoc
quod ait, cum de alia re ageret: Alioquin filii vestri immundi
essent, nunc autem sancti sunt, paululum attende.
*
, CAPUT XXVI
S anctificatio m u l t ip l e x . S acram entum catech um en orum
CAPITULO XXVI
D iversos modos de santificación . E l sacram ento de los
CATECÚMENOS
CAPUT XXVII
Q uare ba ptizan tu r qui ia m de ba ptizatis nascuntur
117
i Cor. 7,
118
Io. 3 - 3 -
Uaná en el hermano; pues de otro modo vuestros hijos fue
ran inmundos, mas ahora son santos.
¡Sea cual fuere el sentido de este pasaje, nadie lo interpre
tará, creo, tan infielmente, que piense que un marido paga
no, por la única razón de tener esposa cristiana, no necesita
ya bautizarse, y que ha conseguido el perdón de los pecados
y entrará en el reino de los cielos por haber dicho el Após
tol que está santificado >en la mujer [26].
CAPÍTULO XXVU
P or qué se bau tiza a los h ij o s de los cristianos
CAPUT XXVIII
L ex peccati dicta peccatum . Concu pis centi a quomodo in
BAPTIZATTS PEREMPTO EIUS MALO MANEAT
CAPÍTULO XXVIII
45. Está ley del pecado, que llama también San Pablo
pecado, donde dice: No reine, 'pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus deseos, no so
brevive en los miembros de los que han renacido con el agua
y el espíritu, como si no hubieran conseguido su remisión
(pues se les han perdonado total y perfectamente todos los
pecados y se han acabado todas las enemistades que nos se
paraban de D io s ); mas permanece en la porción vieja de
nuestro ser camal, si bien superada y muerta, si no revive
en cierto modo por el consentimiento a las tentaciones ilíci
tas y no se restituye a su reino propio y soberanía.
Mas una vez que ha sido perdonada esta ley del pecado,
o, si se quiere, este pecado, aquellos retoños del hombre viejo
se diferencian tanto del espíritu de vida que ha renovado a
los bautizados con la gracia de Dios con un segundo naci
miento, que el Apóstol no se contentó con decir de ellos que
estaban en pecado, sino añadió que no estaban ni en la
carne, aun antes de emigrar de esta vida. Los que viven en
la carne no pueden agradar a D ios; pero vosotros no vivís
según la carne, sino según el espíritu, si es verdad que el
Espíritu de Dios habita en vosotros.
Sin embargo, así como de esa misma carne corruptible
utuntur, qui membra eius ad opera bona convertunt, in qua
carne non sunt, quia non secundum earn sapiunt neque vi-
vunt; sicut denique etiam morte, quae primi peccati poena
est, bene utuntur, qui earn pro fratribus, pro fide, pro qua-
cumque vera et sancta institia fortiter et patienter impen-
dunt: sic illa etiam lege peccati, quod iam remissum in ve-
tustate carnis manet, bene utuntur coniugati fideles, qui ex
eo quod sunt in Christi novitate, dominali sibi libidinem mi
nime patiuntur; ex eo autem quod adhuc trahunt Adae ve-
tustatem, regenerandos immortaliter filios mortaliter géné
rant cum ea propàgine peccati, qua illi qui renati sunt
obnoxii non tenentur, et qua illi qui nascuntur renascendo
solvuntur. Quamdiu ergo manet lex concupiseentialiter in
membris, manente ipsa reatus eius solvi tur; sed ei solvitur,
qui Sacramentum regenerationis accepit renovarique iam
coepit. %
Ex illa autem manente concupiscentiae vetustate quod
nascitur, renasci indiget ut sanetur. Quia parentes fideles et
nati camaliter et renati spiritualiter, filios carnaliter genue-
runt; filli vero antequam nascerentur, renasei quomodo po-
tuerunt?
46. Nec mireris, quod dixi, manente concupiseentialiter
iege peccati reatum eius solvi per gratiam Sacramenti. Sicut
enim facta et dieta et cogitata iniqua, quantum ad ipsos
motus animi et corporis pertinet, iam praeterierunt et non
sunt; eis tamen praeteritis et non turn existentibus reatus
eorum manet, nisi peccatorum remissione solvatur: sic con
tra in hac non iam praeterita, sed adhuc manente lege con
cupiscentiae, reatus eius solvitur, et non erit, cum fit in Bap-
tismo piena remissio peccatorum. Denique si continuo con-
sequatur ab hac vita emigratio, non erit omnino quod obno-
xium hominem teneat, solutis omnibus quae tenebant. Sicut
ergo non est mirum, praeteritorum dictorum, factorum, atque
cogitatorum reatum remanere ante peccatorum remissionem:
sic contra non debet esse mirum, manenti3 concupiscentiae
reatum praeterire post peccatorum remissionem.
hacen buen uso los que emplean sus miembros para obrar el
bien, y no están en la carne, porque no viven según sus gus
tos, y del mismo modo que usan bien de la muerte, que es
un castigo del primer pecado, quienes la ofrecen con fortale
za y ipacicinciai por los hermanos en la defensa de la fe, por
una causa cualquiera justa y santa, de igual modo usan bien
de aquella ley del pecad«?, que, aunque perdonado, aun perma
nece en él hombre viejo, los casados fieles, quienes, por ha
llarse en posesión de las fuerzas nuevas de la gracia de Cristo,
no permiten que la liviandad les tiranice; pero, en lo que
todavía conservan del viejo Adán, ellos engendran para la
vida mortal hijos, a quienes sólo la regeneración puede in
mortalizar, y les comunican un germen de pecado al que están
sujetos todos, fuera de los renacidos, y del que sólo pueden
liberarse con un segundo nacimiento. Mientras, pues, esta
ley concupiscencia! permanece en los miembros, ha perdido
su carácter culpable, aun sin desaparecer de ellos, mas para
el que ha recibido el sacramento del bautismo y ha comen
zado a renovarse. Sin embargo, lo que nace en virtud de esa
antigua inclinación camal, que todavía perdura, debe ven
cer para que consiga la salud. Porque los padres fieles, na
cidos según la carne y renacidos según el espíritu, engen
draron también a los hijos carnalmente; y éstos, antes de
nacer, ¿cóm o podían renacer?
46. Ni te admires de lo que he dicho, conviene a saber,
que, aun permaneciendo en nosotros la ley del pecado en
cuanto a la concupiscencia, su reato ha sido perdonado por
la gracia del sacramento. Pues así como cuando las accio
nes, palabras y pensamientos culpables han pasado y ya no
existen como movimientos del ánimo o del cuerpo, con todo,
aun después de su desaparición, su culpa permanece, mien
tras no sea borrada con el perdón de los pecados, aquí, en
un sentido contrario, aun sin desaparecer y permaneciendo
la ley de la concupiscencia, su reato desaparece y no existi
rá, porque el bautismo obra la perf ecta remisión de los peca
dos. Y si el bautizado sale inmediatamente de este mundo,
nada hay que pueda tenerle cautivo, porque está desatado
de todas las cadenas que le sujetaban. Luego como no es de
admirar que antes de perdonarse los pecados persevere la
mancha de los dichos, hechos y pensamientos pasados, tam
poco debe parecer cosa extraña que, aun continuando la con
cupiscencia, su reato haya desaparecido con el perdón de los
pecados.
382 _________________ d e i t :c c .\t o r u m MKRrrrs et r e m is s io n e 11,29,48
CAPUT XXIX
47. Quae cum ita sint, ex quo per unum hominem pec-
catum intravit in hunc mundum, et per pecca turn mors, et
ita in omnes homines pertransiit1211 , usque in finem camalis
3
2
huius generationis et corruptibilis saeculi, cuius filli générant
et generantur, nullo existente homine de quo in hac vita con
stitute varaciter dici posait, quod nullum habeat omnino pec-
catum, excepto uno Mediatore, qui nos Creatori nostro per
remissionem conciliât peccatorum : idem ipse Dominus noster
hanc suam medelam nullis generis humani temporibus ante
ultimum futurum adhuc iudicium denegavit eis, quos per
certissimam praescientiam et futuram bensficentiam secum
regnaturos in vitam praedestinavit aeternam. Namque ante
nativitatem carnis infirmitatemque passionis et virtutem re-
surrectionis suae, earum rerum futurarum fide eos qui tunc
fuerant, informabat ad haereditatem salutis aeternae; qua-
rum rerum praesentium fide informavit eoa qui cum gere-
rentur adérant, atque implori praedicta cemebant; quarum
etiam praeteritarum fide qui'postea fuerunt, et nos ipsos, et
qui deinde futuri sunt, informare non cessât.
Una ergo fides est quae omnes salvos facit, qui ex car
nali generatione spiritualiter renascuntur, terminata in eo
qui venit pro nobis iudicari et mori, iudex vivorum et mor-
tuorum. Sed huius unius fidei pro significationis opportuni-
tate per varia tempora sacramenta variata sunt.
48. Idem ipse itaque Salvator est parvulorum atque ma-
iorum, de quo dixerunt Angeli: Natus est vobis h®die Sal
vator 122 ; et de quo dictum ¡est ad virginem Mariam : Foca bis
nomsn eius lesum; ipse enim salvum faciet populum suum
a peccatis eoru m 123 : ubi aperte demonstratum est, eum hoc
nomine, quo appellatile est Iesus, propter salutem quam nobis
tribuit, nominari; Iesus quippe, latine Salvator-est.
Quis est igitur qui audeat dicere Dominum Christum
tantum maioribus, non etiam parvulis esse lesum? qui venit
in similitudine carnis peccati, ut evacuarci corpus peccati,
in quo infirmissimo nulli usui congrui,s vel idoneis infantili-
CAPUT XXX
CAPÍTULO XXX
R esponde a una o bje ció n de los pelagianos
CAPUT XXXI
CAPÍTULO XXXI
CAPUT XXXIII
R espondet ad obiectionem P elagianorum
CAPÍTULO XXXIII
R esuelve una dificultad de lo s pelagianos
. CAPUT XXXIV
CAPÍTULO XXXIV
Prov. 4, 27.
CAPÍTULO XXXV
N O H A Y QUE DESVIARSE N I A LA DERECHA N I A LA IZQUIERDA
CAPUT I
PELAGIUS EXIST 1M ATUS VIR SANCTUS. E lU S EXPOSITXONES IN
P au lu m
R o m . 5, i2.
L I B R O I I I
Epístola Marcelino
CAPÍTULO I
L a f a m a de sa n tid a d de P e l a g io . S u s l ib r o s
CAPUT II
O b ie c t io P e l a g ii . P a r v u l i i n c r e b e n t iu m e t f ib e l iu m
NUMERO DEPUTATI
CAPÍTULO II
D if ic u l t a d q u e p r o p o n e P e la g io
CAPUT III
CAPÍTULO III
A r g u m e n t o s d e P e l a g io c o n t r a e l p e ca d o o r ig in a l
CAPUT IV
IESUS ETIAM INFANTIUM IESUS EST
CAPÍTULO IV
J e s ú s e s t a m b ié n e l S a lv a d o r de l o s n iñ o s
CAPUT V
T estim o n iu m C y p r ia n i
11 Rom. 5, 14.
12 Ci. E pist. 157, 20 : PC 33, 6S4 ; De p ecca i, m erli, et remis,
I, 11, 13 : PC 44, iió ; D e nuptiis et con cu p ., II, 27, 46: PC 44,
462-463 ; Contro Iidianum . h-aercsis pelag. d efen sorem libri, s e x , V I,
9 : PI_ 44, 826-827. ■ •
de pecado, sino para los que han de ser redimidos de él ?
¿E s dudoso, en fin, lo que dice Jesús: que si no comieren
los hombres su carne, esto es, se hicieren participantes de su
Cuerpo, no tendrán vida?
Con estos y otros testimonios que resplandecen con di
vina luz y se imponen con absoluta certeza por su autoridad
infalible, ¿n o proclama sin equívocos la verdad divina que
los niños sin bautismo, no sólo no pueden entrar en el reino
de Dios, sino también que no pueden conseguir la vida eter
na fuera dfel Cuerpo de Cristo, pues para incorporarse a El
reciben la ablución sacramental? ¿N o' atestigua la verdad
sin sombra de duda que, si manos piadosas llevan a los
infantes al Médico y Salvador, Cristo, es para que por la
medicina del sacramento queden sanos del contagio pestilen
cial del pecado? ¿P or qué vacilamos, pues, en dar a las pa
labras del Apóstol, de cuyo sentido tal vez dudábamos, una
interpretación conforme con estos testimonios, cuya clari
dad disipa toda incertidumbre?
9. Y aun en el mismo pasaje donde San Pablo trata de
la condenación de muchos por el pecado de uno y de la jus
tificación de muchos por la justicia de uno, yo no veo nin
guna ambigüedad fuera de la frase : Adán es el tipo del hom
bre futuro.
Estas palabras, además de significar que todos sus des
cendientes futuros son engendrados en pecado y heredan su
misma naturaleza, admiten otras diversas interpretaciones.
Yo mismo las he explicado de otro modo, y tal vez les daré
aún nuevo sentido, que no contraría al que se ha expresado
aquí. Tampoco Pélagio les dió una interpretación única.
Empero, todo lo demás que allí se dice, si se estudia y
examina con diligencia y atención, como me he esforzado
yo en hacerlo en el primero de aquellos dos libros, aunque
la naturaleza misma del asunto engendra necesariamente
alguna obscuridad de expresión, no admite otro sentido sino
el que retuvo la antigüedad eclesiástica, conviene a saber:
que los párvulos fieles han obtenido el perdón del pecado de
origen por el bautismo de Cristo.
C A P Í T U L O V
CAPUT VI
CAPÍTULO VI
C onsentim iento u n án im e sobre el pecado original
lob 14, 5.
“ h>. 25, 5. 6.
" H ieron., Super c. 3 Ionae: PL 25, 1140-1141
* Anno, credimus, 411, cum apnd Carthaginem Collatio cum Do-
natistis haberetur. Quo tempore Pelagium a se visum testatur Augus
tinus, infra, in libro De Gestis Pelagii, n. 46.
m , 6, 12
___ c ___ _________ —
DE LOS M ÉRITOS Y
. .
PERD ÓN D E LOS PECADOS
- .... .......................... - . i
CAPUT Vili
" Rom. 5, i 2.
nuestros días, en que apareció esta novedad, la fe de la Igle
sia ba conservado Esta doctrina con tan inquebrantable cons
tancia, que los expositores católicos de la divina palabra la
asentaban como artículo fundamental para refutar otros erro
res, porque ninguno osaba rechazarlo como falso.
Por lo demás, en los litaros canónicos brilla con todo es
plendor y plenitud de autoridad esta enseñanza, que hace cla
mar al Apóstol : Por un hombre entró el pecado en el mundo
y por el pecado la, muerte, y así pa>só a todos los hombres,
pues todos en él pecaron. Luego no es exacto decir que el pe
cado de Adán fué funesto >a los que no pecan, pues la Escri
tura dice que todos pecaron.
Ni se dice ajeno está pecado de suerte que de ningún '
modo pertenezca a los párvulos, pues todos pecaron enton
ces en Adán, cuando todos en él eran una misma cosa por
la potencia generatriz, insita en su naturaleza ; sin embargo,
se llama también ajeno porque no tenían entonces los hom
bres una vida personal y propia y la razón seminal de todo
el proceso futuro se encerraba en la vida de aquel único
hombre [28 y 29].
CAPÍTULO VIII
CAPUT IX
N on sem per c h r ist ia n i ch ristian os , ñeque m undati m u n -
DATOS GIGNUNT
17. His et talibus forsitan utcumque conarer exemplis
persuadere hominibus, qui mundationis Sacramenta superfluo
filiis mundatorum crederent adhiberi, quam recto consilio
baptizatorum parvuli baptizentur: quamque fieri possit ut
homini habenti utrumque semen, et mortis in came, et im-
mortalitatis in spiritu, non obsit regenerato per spiritum,
quod obest eius filio generato per camem; sitque in isto re
missione mundatum, quod sit etiam in ilio simili remissione,
velut circumcisione, velut trituration® ac ventilation«, ni'in-
dandum.
Nunc vero, quandoquidem cum eis agimus, qui confi-
tentur baptizatorum filios baptizandos; quanto melius sic
agimus, ut dicamus: V os qui asseritis, de hominibus a
peccati labe mundatis sine peccato nasci filios debuisse, cur
non attenditis, eo modo vobis posse dici, de christianis pa-
rentibus christianos nasci fílios debuisse? Cur ergo eos
christianos fieri debere censetis? Numquid in eorum pa-
rentibus corpus christianum non erat, quibus dictum est:
Nescitis quia corpora res ira membra sunt Christi ? 28 An
28 i Cor. 6, 15.
cosas hombres cuya mente perezosa está encadenada por le»
prejuicios de las opiniones y por el lazo de la terquedad gra
vísima que le sujeta?
Mas si yo hubiera emprendido la defensa de esta verdad
contra los que prohibítn absolutamente el bautismo de los
párvulos, alegando que los hijos de los fieles heredan nece-
sariamuíte los méritos de los padres, entonces detenía es
forzarme con más trabajo y dificultad tal vez para persuadir
esa opinión. Y si por razón de la obscuridad de las cosas de
la naturaleza y por habérmelas con hombres rudos y oabte^
zones me resultase difícil refutar el error y persuadir la ver
dad, acudiría tal vez a algunas comparaciones usuales y fá
ciles ; y pues a olios les sorprende cómo el pecado que se borró
en el bautismo aparece en los hijos de los bautizados, yo' les
preguntaría, a mi vez, cómo el prepucio, amputado por la cir
cuncisión, perdura en los hijos de los circuncisos, y cómo
la paja, que sis separa del buen grano con tanto cuidado por
obra de los hombres, vuelve a aparecer en el fruto que nace
del trigo limpio [30]. -
CAPITULO ÍX
CAPUT X
CAPÍTULO X
CAPUT XI
A cúleos m o r t is quis
CAPÍTULO XI
C u á l e s e l ag u ijó n be l a m uerto
«0
II i Cor. 15, 21-22.
53-56.
bre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte,
y así pasó a todos los hombres, tiene el mismo sentido que
este de la Epístola a los Corintios: Por un hombre vino la
mu rte y por un hombre la resurrección de las muertos, pues
asi como en Adán todos muenn, así serán todos vivificados
en Cristo. Es indudable para todos que aquí se habla de la
muerte corporal, porque la cuestión, tratada con tanto énfa
sis por San Pablo, versaba también sobre la resurrección
corporal; y así, al parecer, nada dijo alli del pecado, porque
tampoco se trataba de la justicia. Mas aquí en la Carta a
los Romanos comprendió ambas cosas con mucho realce y
desarrollo, conviene a saber, el pecado en Adán y la justicia
que tenemos en Cristo: la muerte en Adán y la vida en
Cristo. Como he dicho ya, sobre estos pasajes del documen
to apostólico hice particular indagación y declaración en el
primer libro, según eran mis fuerzas y lo pedía, a mi parecer,
el desarrollo del tema.
20. Aunque también en aquel lugar de la Epístola a los
Corintios donde trató largamente de la resurrección llegó a
una conclusión que no permite dudar de que la muerte vino
por causa del pecado: Preciso es que lo corruptible se revista
de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmor
talidad. Y cuando este ser corruptible se r rvista de incorrup
ción y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces
se cumplirá ló que está escrito: La muerte ha sido sorbida
por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde
está, muerte, tu aguijón? Y añadió a continuación: El agui
jón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Luego, según muestran estas clarísimas palabras del
Apóstol, en tanto será la muerte absorbida por la vida en
cuanto nuestro elemento corruptible y mortal se revestirá
de incorrupción e inmortalidad, esto es, en cuanto Dios vi
vificará nuestros cuerpos mortales por la morada de su Es
píritu dentro de nosotros. De lo cual se concluye evidente
mente que el pecado es el aguijón de esta muerte corporal,
contraria a la resurrección de la carne; es el aguijón que
produjo la muerte, no el que la muerte produjo, pues nos
otros morimos a causa del pecado; no pecamos padeciendo
la muerte. La expresión aguijón de la muerte es semejante
a la del leño de la vida, el cual no era efecto de la vida hu
mana, sino sostenía la vida humana, como el árbol de la
ciencia fué el instrumento de la ciencia del hombre y no una
hechura de su ciencia. Análogamente, el aguijón de la muer
te no es el efecto de la muerte, sino el que produjo la muerte.
También decimos bebida de muerte la que ha matado o pue
de matar a alguno, no la que ha hecho algún moribundo o
muerto. EH aguijón, pues, de la muerte es el pecado: con la
punzada del pecado recibió muerte el género humano. ¿ A qué
tu mortificatimi est genus humanuma. Quid adhuc quaerl-
mus cuius mortis, utrum animae, an corporis ? utrum primae
qua mine omnes morimur,' an secundae qua tunc impii mo-
rientur?
Nulla causa est exagitandi quaestionem, nullus tergiver-
sandi locus; Apostoli verba quibus id agebat, interrogata
respondent: Cum mortale hoc, inquit, induerit immortalita-
tem, tunc fiet sermo qui scriptus ts t: Absorpta est mors in
victoriam. Ubi est, mors, victoria tua? ubi est, mors, acu-
leus tuus? Aculeus autem mortis est peccatum; virtue vero
peccati, lex.
De resurrectione corporis agebat, qua absorbebitur mors
in victoriam, cum mortale hoc induerit immortalitàtem. Tunc
ipsi morti insultabitur, quae in victoriam resurrectione cor
poris absorbebitur. Tunc ei dicetur: Ubi est, mors, victoria
tua? ubi est, mors, aculeus tuus? Morti ergo corporis hoc
dicetur. Hanc enim absorbebit victoriosa immortalitas, cum
mortale hoc immortalitatem induetur. Morti, inquam, corpo
ris hoc dicetur: Ubi est victoria tua, qua omnes sic viceras, ut
etiam Dei Filins tecum confligeret, teque non vitando, sed
suscipiendo superaret? Vicisti in morientibus, vieta es in re-
surgentibus.
Victoria tua qua absorbueras corpora morientium, tem
poralis fuit: victoria nostra, qua in corporibus absorpta es
resurgentium, aetema constabit. Ubi est aculeus tuus? hoc
est, peccatum, quo puncti et venenati sumus, ut te etiam in
nostris corporibus figeres, et ea tam longo tempore posside-
res? Aculeus autem mortis est peccatum; virtus vero peccati,
lex. Peccavimus in uno omnes, ut moreremur in uno omnes:
accepimus legem, non ut emendatione finiremus peccatum,
sed ut transgressione augeremus. L ex enim subintravit ut
abundaret peccatum, et conclusìt Scriptum omnia sub pecca
to. Sed Deo gratias, qui dedit nobis victoriam per Dominum
nostrum Iesum Christum32, ut ubi abundavit peccatum, su-
perabundaret gratia 33 atque ut promissio <~x fide Iesu Christi
daretur credentibusS4, et vincere mus mortem per immorta-
lem resurrectionem, et aculeum eius peccatum per gratuitam
iustificationem.
33
i Cor. 15, 57.
33
Rom. s, 20.
34
Gal. 3, 22.
Aliquot Mss., p c c c a to p u n c tu m .
preguntar todavía si se trata de la muerte del alma o del
cuerpo, o si de la primera, por la que todos morimos ahora,
o de la segunda, por la que morirán entonces los impíos ?
No hay motivo para suscitar esta cuestión ni para tergi
versar el pasaje. Examinando las palabras del Apóstol rela
tivas a este argumento, nos dan la respuesta: Cuando este ser
mortal ss revistiere de inmortalidad, entonces se cumplirán
las palabras que están escritas: La muerte ha sido sorbida
por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde
está, muerte, tu aguijón? Pero el aguijón de la muerte es él
pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Hablaba de la resurrección del cuerpo, cuando la muerte
será sorbida en victoria, al revestirse de inmortalidad este
cuerpo mortal. Entonces se hará mofa de la muerte, porque,
con la resurrección corporal, ella será destruida por la victo
ria. Entonces se le dirá: ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón? A la muerte del cuerpo se
dirigirán estas palabras, porque ella será invadida por una
victoriosa inmortalidad cuando este elemento mortal se re
vistiere de inmortalidad. A la muerte, repito, se le dirá:
¿Dónde está, muerte, tu victoria, que de tal modo extendiste
a todos, que hasta el Hijo de Dios peleó contigo, y te venció,
no evitándote, sino abrazándote? Venciste en los que sucum
ben a la muerte; fuiste vencida en los que triunfan con la re
surrección.
Temporal fué la victoria con que sometiste a tu dominio
los cuerpos de los mortales; eterna será nuestra victoria, por
la que fuiste devorada en los cuerpos de los resucitados.
¿Dónde está, pues, tu aguijón, esto es, el pecado, con que
fuimos pungidos y emponzoñados, hasta el punto de clavarte
en ellos y someterlos largo tiempo a tu poderío ? Mas el agui
jón de la m w rte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
Pecamos todos en uno solo, para morir todos en é l; y reci
bimos la ley, no para acabar con el pecado por la enmienda,
sino para aumentarlo con transgresiones. Pues la ley entró
para que abundase él pecado, y la Escritura todo lo puso
bajo el imperio d:l pecado. Pero demos gracias a Dios, que
nos ha otorgado la victoria por medio de nuestro Señor Je
sucristo, de suerte qu>e donde abundó él delito sobreabundase
la gracia, para que la promesa fuese dada a los creyentes
por la fe en J sucristo, y así venciésemos a la muerte por
la resurrección inmortal, y el aguijón del pecado por la jus
tificación gratuita.
CAPUT XII
,s Me. 2, 17.
** i Cor. 7, 14.
57 D e s e r m o n e D o m in i in m o n te , 1. I, a. 45.
*• Ez. 18, 6.
CAPITULO XII
CAPUT XIII
E pilo g es . S ollicitos esse oportet u t baptizen tur
INFANTES
as Mt. 6, is.
40 i Io. i, 8.
a In Mss., tam firma.
tengan con sus esposas santas y virtuosas, quedan por eso
purificados de sus maldades, que los separan del reino de
Dios y los arrastran a la condenación, ni los niños, a pesar
de haber nacido de cualesquiera padres santos y justos, son
absueltos del reato del pecado original si no se han bautizado
én Jesucristo. Y por ellos hemos de interesarnos con tanto
más ahinco cuanto menos pueden hacer para si mismos.
CAPÍTULO XIII
E pílogo . C onviene ten er m u c h a diligencia para bautizar
a LOS NIÑOS
L I B E R i
CAPUT I
R o m a n i e p is c o p a t o s p r a e e m in e n t ia
L I B R O I
CAPITULO I
P r e e m in e n c ia d e l R o m a n o P o n t íf ic e
1 . Ya te conocía, ¡oh beatísimo y venerable papa Boni
facio!, por la fama universal que pregonaba tu nombre, y por
muchas y muy verídicas noticias sabía cuán lleno estabas de
la gracia de Dios. Mas después que mi hermano AJipio te vi
sitó y de ti recibió tantas muestras de sincero afecto y gozó
del dulce trato que inspira la mutua caridad, y, en el breve
tiempo que vivió en tu compañía, se unió a ti con grande
afecto, introduciéndose a sí mismo y a mí también en tu co
razón y traspasándote a ti en el suyo, después de esto digo,
la fama de tu santidad ha crecido en la misma medida en
que se han afirmado los vínculos de la amistad. Porque tú,
que no eres altivo, aunque desempeñes más alta dignidad, no
te desdeñas de ser amigo de los humildes y sabes correspon
der al amor que te profesan. ¿Pues qué otra cosa es la amis
tad, que trae su nombre de amor y que nunca es fiel sino en
Cristo, en quien únicamente, además, puede ser eterna y di
chosa ? Así que, más animado con la venida de este hermano,
por quien te he conocido más familiarmente, me he atrevido
a dedicar a tu beatitud algún escrito que trate de las cuestio
nes que en estos tiempos excitan con nuevo estímulo el celo
de los obispos, dedo que tingamos ¡este celo, para velar por
la grey del Señor.
2. Porque, aunque la pública condenación de esto 3 here
jes, enemigos de la gracia de Dios, que se da a los grandes y
a los pequeños por Nuestro Señor Jesucristo, diga bien a las
claras qu© debemos guardamos de los tales, no se cansan ellos
de tender celadas con sus escritos a los corazones de las per
sonas sencillas y poco instruidas- Es necesario salirles al paso
etiam si non metueremus, ne quemquam catholicorum veri-
simili sermone deciperent. Cum vero non desinant fremere
ad dominici gregis caulas, atque ad diripiendas tanto pretio
redemptas oves, aditus undecumque rimari, communisque sit
omnibus nobis qui fungimur episcopatus officio (quamvis ipse
in ea praeemineas celsiore fastigio) specula pastoralis: fació
quod possum pro mei partícula muneris, quantum mihi Do-
minus adiuvantibus orationibus tuis donare dignatur, ut
pestilentibus et insidiantibus eorum scriptis medentia et mu-
nientia scripta praetendam; quibus rabies qua furiunt, aut
etiam ipsa sanetur, aut a laedendis aliis repellatur.
3. Haec autem quae duabus Epistoli3 eorum respondeo :
uni scilicet quam dicitur Romam misisse Iulianus, credo ut
per illam, quos posset, suos aut inveniret, aut faceret, alteri
autem quam decern et octo velut episcopi participes eius
erroris, non ad quoslibet, sed ad loci ipsius episcopum sua
cálliditáte tentandum, et ad suas partes, si posset fieri, tra-
ducendum, ausi sunt Thessalonicam scribere : haec ergo quae
istis, ut dixi, duabus Epistolis illorum, ista disputatione
respondeo, ad tuam potissimum dirìgere Sanctitatem, non
tam discenda quam examinanda, et Ubi forsitan aliquid dis-
plicuerit, emendanda constituí. Indicavit enim mihi frater
meus, quod eas illi dare ipse dignatus es, quae in tuas manus,
nisi vigilantissima diligentia fratrum nostrorum filiorum
tuorum, venire non possint.
Aigo autem gratias sincerissima« in nos benevolentiae
tuae, quod eas me latere noluisti Litteras inimicorum gra-
tiae Dei, in quibus reperisti nomen meum calumnióse atque
evidenter expressum. Sed spero in Domino Deo nostro, quod
non sine mercede quae in -caci is est, illi me laceran! dente
maledico, quibus me pro parvulis, ne fallaci laudatori Pelagio
perditi relinquantur, sed veraci Salvatori Christo liberandi
offerantur, oppono.
CAPUT II
CAPÍTULO II
R e f ú t a n s e l o s e r r o r e s d e J u l i á n a c e r c a d e l l ib r e a l b e d r ío
d e AlDÁN
CAPUT IV
P elag ian i praecipitatores lib e r i ar bit r ii
CAPÍTULO IV
LíOS PELAGIANOS PRECIPITAN EL U BRE ALBEDRÍO
CAPUT VI
11. Quid tamen isti velint, quid intendat, quo rem per-
ducere moliantur, adiuncta istius verba declarant, ubi ait
nos dicere, propterea eos qui innocentes nascuntur, reos esse;
e t a diaibolo fieri, non a Deo, quia de hoc diabólica commix-
tione naseuntur.
Gum itaque nos nec diabolicam dicamius coniugum com-
mixtionem,' máxime fidelium, quae fit causa generandorum
qui postea regenerandi sunt, filiorum; nec hotmines ullos a
diabolo fieri, sed a Deo in quantum homines sunt: et tamen
étiam de coniugibus fidellbus reos nasci, tanquam ex oliva
oleastrum, propter origínale peecatum; et propter hoc esse
stub diabolo, nisi renascantur in Christo; quoniam diabolus
culpae- auctor est, non naturae: contra illi párvulos dicen-
tes nullum trahere origínale peocatum, et ideo non esse sub
diabolo; quid efificere laborant, nisi ut ilia Dei gratia evacue-
tur in parvulis, qua eruit nos, siout didt Apostolus, de po
tentate tenebrarum, et transtuUt in regnum Filii charitatis
suae ? 15 Quandoquidem párvulos negant esse in potestate
tenebrarum, etiam ante Domini liberatoria auxilium; ita in
eis laudantes opus Creatoris, ut misericordiam destruant
Redemptoris. Quam nos quoniam et in maioribus et in par
vulis confitemur, hoc didt, sine aliqua ambiguitate esse Ma-
nichaeum:. cum sit antiquissimum. catholieum, unde novum
istorum dogma evertatur haereticum.
CAPUT VII
CAPÍTULO VI
P or qué alaban los pelagianos la co n m ix tió n carnal
11. Qué es lo que éstos quieren, qué es lo que se propo
nen y adonde intentan llevar la cuestión, díeemlo las palabras
de Julián al acusarnos de que decimos: Los que nacen ino
centes son reos y proceden del demonio, no de Dios, puesto
qmi nacen de esta conm ixtión diabólica.
No diciendo nosotros que sea diabólica la conmixtión de
los cónyuges, sobre todo de los fieles, realizada para engen
drar hijos que luego han de ser regenerados; ni que ningún
hombre, en cuanto hombre, proceda del demarro, sino de
Dios, y afirmando, no obstante, que aun de los cónyuges
Cristianos nacen retos los hombres, como procede el ace-buche
del olivo, a causa del pecado Original, y que por esto están
bajo ©1 poder del demonio si no renacen en Cristo, puesto
que tei demonio es el autor de la culpa, no de la naturaleza;
y afirmando, en cambio, ellos que los niños no heredan nin
gún pecado original, ¿qué es lo que persiguen toan tanto em
peño simo negar en los niños la gracia de Dios, con 1-a que,
como dice el Apóstol, nos libertó de la potestad de las tinie
blas y nos trasladó al reino d el H ijo de su am or? Porque nie
gan que los párvulos estén bajo el poder de las tinieblas aun
anbets de haber recibido la ayuda del Señor liberador, y de
tal suerte alaban en ellos la obra del creador, que destruyen
la misericordia del Redentor. Y porque nosotros confesamos
esta misericordia m los grandes y en lo® párvulos, déce que
esto es, sin ningún género de duda, doctrina momiquea, cuan
do en realidad es antiquísima doctrina católica que destruye
por su base esta nueva herejía.
CAPÍTULO Vil
Los santos del A n tig u o T estam ento fu e r o n liberados
po r C risto
CAPUT VIII
C alum nia pelagiana de P au li e t al io r u m apostolorum
im m oderata libid ine 1
3
CAPÍTULO VIII
24 Rom. 3, 20-28.
25 Rom. 4, 13-13.
26 Rom. 3, 20.
27 Rom. 6 , 14.
28 Gal. 3, 11,
m ente por su gracia, mediante la redención que se da en
Cristo Jesús. Y más adelante escribe: ¿Dónde es'á, pues, el
orgullo? Qucdó eliminado. ¿P or cuál ley ? ¿L a de Jas obras?
Pues razonamos ser justificado el hombre independientemen
te de las obras de la ley. Y también dice: No por la ley fué
hecha a Abrahán y a su posteridad la promesa de ser el he
redero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los
hijos de la ley son herederos, anulada queda la fe y abolida
la promesa, pues la V y produce cólera; que donde no hay
ley, tampoco transgresión. Y en otro lugar: Mas la ley se
atravesó para que aumentase el d elito; mas donde aumentó
él delito, sobrerrebosó la grama. Y en otro pasaje: Porque
el pecado no ha de dominar en vosotros, pues no estáis bajo
la ley, sino bajo la gracia. Leemos en otra parte: ¿O es quo
ignoráis, hermanos, pues hablo a qui-nes saben lo que es la
ley, que la ley mantiene su dominio sobre el hombre por todo
el tiempo que viv e? En efecto, la m ujer casada está atada
por la V y al marido mientras éste vive, mas, una vez muerto
él marido, queda desligada de la l y del marido. Y poco des
pués : A si es que, hermanos, también vosotros quedáis muer
tos a la ley por el cuerpo de Cristo, a fin ds que pertenezcáis
a otro, a aquel que fué resucitado de entre los m uertos, para
que llevemos frutos para Dios. Porque, cuando estábamos en
la carne, las pasiones de los pecados, atizadas por la ley, obra
ban en nuestros miembros para llevar frutos en pro de la
m uerte; mas ahora nos desentendimos ds la ley, habiendo
muerto a aquello que nos tenía apresados, de modo que sir
vamos en novedad de espíritu y no en vejez de letra.
Con estas y otras parecidas pruebas muestra bien clara
mente aquel Doctor de las Gentes que la ley no pudo quitar,
sino más bien aumentó el pecado, que debe, destruir la gra
cia; porque la ley, ante la cual sucumbe la flaqueza, manda,
y la gracia, con que se infunde la caridad, ayuda. Para que
nadie, apoyándose en estos testimonios, vitupere la ley y
afirme que es mala, el mismo Apóstol, a quien no se ocultó
lo que podrían pensar quienes los entendiesen mal, se pro
puso esta cuestión. ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es mala?
;Eso no! Sin embargo, el pecado no lo conocí sino por la ley.
Ya antes había dicho: Por la ley no se alcanza sino el cono-
dm icnto del pecado. No la destrucción, sino el conocimiento.
14. Y ya desde este punto comienza— que es lo que ha
motivado esta3 consideraciones— ia introducir su propia per
sona y como a hablar de sí mismo. Pero los pelagianos no
admiten que se trata del Apóstol, sino que dicen que se puso
a si mismo en lugar de otro, vale decir, del hombre consti
tuido todavia bajo la ley y no liberado aún por la gracia.
Mas aquí deben conceder por lo menos que nadie se justifica
en la ley, como en otra parte asegura el Apóstol, sino que la
cati, et ad ipsius legis praevaricationem valere legem, ut,
cognito auctoque peccato, per fidem gratia requiratur.
Non autem timent ista de Apostolo intelligi, quae posset
et de praeteritis suis dicere, sed ea quae sequuntur timent.
Hie enim: Concupiscentiam, inquit, nesciebam, nisi lex elice
rei, “Non concupisces” . Occasione autem accepta, peccatum
per mandatum operatum est in me omnem concupiscentiam.
Sine lege enim peccatum mortuum e s t: ego autem vivebam
aliquando sine lege: adveniente autem mandato peccatum
revixit; ego autem mortuus sum. E t inventum est mihi
mandatum, quod erat in vitam, hoc esse in mortem. Pecca
tum enim, accepta occasione per mandatum, fefeU it me, et
per Ulud occidit. Itaque lex quidem sancta, et mandatum
sanctum et iustum et bonum. Quod ergo bonum est, mihi
factum est m ors? A bsit. Sed peccatum ut appareat pecca
tum, per bonum mihi operatum est mortem, ut fiat supra
modum peccator aut peccatum per mandatum29. Haec om
nia, sicut dixi, potest videri Apostolus de sua vita comme
morasse praeterita: ut illud quod ait: E go autem vivebam
aliquando sine leg e; aetatem suam primam ab infantia ante
rationales annos volluerit intelligi; quod autem adiunxit: Ad
veniente autem mandato peccatum rev ix it; ego autem mor
tuus sum ; iam se praecepti capacem, sed non efficacem, et
ideo praevaricatorem legis ostenderet.
CAPUT IX
CAPÍTULO IX
P eca q uien sólo p o r tem or no eje c u ta e l pecado
31 Eph. 2, 1-5.
32 Tit. 3, 3-7.
pecados, en los cuales un tiem po caminasteis conform e a la
corriente de este mundo, conform e al príncipe de la potencia
del aire, el espíritu que ejerce ahora su acción en los hijos
de la rebeldía, entre los cuales también nosotros todos nos
hallamos en otro tiempo, en manos de las concupiscencias de
nuestra carne, cumpliendo las voluntades de la carne y d:< los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira lo mis»
mo que los dem ás; mas Días, rico como es en misericordia,
por el extrem ado amor con que nos amó, aun cuando está
bamos nosotros m uertos por los pecados, nos vivificó con la
vida en Cristo, con cuya gracia hemos sido salvados. Y es
cribiendo a Tito dice: Porque éramos un tiempo también nos
otros insensatos, rebeldes, descarriados, esclavizados por con
cupiscencias y placeres de toda suerte, obrando a impulsos
de la malicia y de la envidia, abominables, odiando los unos
a los otros. Tal fué Saulo cuando dice que vivió sin tacha
según ila justicia que puede darse en la ley. Y que después
de esta vida abominable no había aprovechado en la ley para
vivir sin tacha, decláralo evidentemente a continuación, cuan
do dice que no fué en verdad librado de estos males sino por
la gracia del Salvador, lo cual confiesa aquí, como en la
Epístola a los Efesios, diciendo: Mas cuando se manifestó
la bondad y amor a los hombres de Dios, nuestro Salvador,
no por obras hechas en justicia que nosotros hubiéramos
practicado, sino según su misericordia, nos salvó por el baño
de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que
derramó sobre nosotros opulentamente por Jesucristo, nues
tro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos
constituidos conform es a la esperanza, herederos de la vida
eterna.
16. iLo que dice en este pasaje de la Epístola a los Ro
manos: E l pecado, para m ostrarse pecado, por medio de una
casa buena me acarreó la muerte, concuerda con lo dicho
arriba: Sin embargo, el pecado no lo conocí sino por la ley.
Porque ni la concupiscencia conociera si la l°y no dijera: “N o
codiciarás” . Y antes había dicho: Por la ley se alcanza él
conocim iento del pecado. También aquí dijo: Para m ostrarse
pecada, a fin de que lo que había escrito: Porque sin ley el
pecado está muerto, no lo entendamos sino en el sentido de
que está oculto, no aparece, se desconoce en absoluto sepul
tado en no sé qué tinieblas de ignorancia. Y aquello que
dice: Yo vivía en algún tiempo sin ley, ¿qué quiere decir sino
me parecía a mí que vivía? Y lo que añadió: Mas, venido el
mandamiento, él pecado revivió, ¿qué otra cosa significa
sino salió al exterior y apareció? Pero, sin embargo, no
dice vivió, sino revivió. Porque había vivido en el paraíso,
cuando era evidente que se había cometido violando el pre
cepto dado; mas, cuando es heredado por los que nacen,
S .A g. I X 16
tuum sit Jätet, donec repugnans iustitiae malum eius prohi-
bitione sentiatur, cum aliud iubetur atque approbatur, aliud
delectat atque dominatur: tune peccatum quodam modo in
notitia nati hominis reviviscit, quod in notitia.primum facti
hominis aliquando iam vixerat.
CAPUT X
S equitur de eodem akgumento
17. Sed quod sequitur, non ita expeditum est, quomodo
de Paulo possit intelligi. Scimus enim, inquit, quia lex spiri-
talis e s t; ego autem camalis su m 333
. Non ait: Fui; sed, sum.
4
Numquid ergo Apostolus, cum haec scriberet, carnalis fu it?
An secundum corpus hoc dicit? Adhuc enim erat in corpore
mortis huiusxi, nondum facto quod alibi dicit: Seminatur
corpus animale, surget corpus sp irita le35. Tunc enim ex
toto se, id est, utraque parte qua constat, spiritalis homo
erit, quando spiritale etiam corpus erit. Ncque enim absur-
dum est, ut sit in illa vita etiam caro spiritalis; si potuit
esse in hac vita, in his qui adhuc camalia sapiunt, etiam spi-
ritus ipse carnalis. Sic ergo ideo dixit: E go autem carnalis
sum ; quia nondum spiritale corpus habebat Apostolus.
Sicut posset dicere: Ego autem mortalis sum; quod utiqu?
non nisi secundum corpus intelligeretur dixisse, quod non
dum erat immortalitate vestitum.
Item quod adiunxit: Venundatus sub peccato; ne quis-
quam eum nondum redemptum Ohristi sanguine existimet,
etiam hoc secundum illud potest intelligi, quod ait: E t nos
primitias habentes spiritus, et ipsi in nobismetipsis ingemis-
cimus, adoptionem exspectantes, redemptionem corporis nos
tri 30. Si enim secundum hoc se dicit venundatum sub peccato,
quod adhuc non est redemptum a corruptions corpus eius;
vel venundatum aliquando in prima transgressione praecepti,
ut haberet corpus corruptibile quod aggravat animam37:
quid prohibet hie Apostolum intelligi de se ipso dicere, quod
ita dicit, ut etiam in ipso possit intelligi; etiamsi in sua per
sona non se solum, sed omnes accipi velit, qui se noverimi
spiritale delectatione cum camis affectione sine consensione
confligere?
18. An forte metuimus ea quae sequuntur: Quod enim
operar, ignoro: non enim quod volo, hoc a g o ; sed quod odi,
illud fa cio ; ne forte ex his verbis quispiam consentire carnis
33 Rom. 7, 14. 36 Rom. 8, 23.
34 Rom . 7, 24. 31 Sap. 9, 15.
33 Cor. 15, 44.
está encubierto, como si estuviera muerto, hasta que el mal,
contrario a la justicia, es conocido por la prohibición del
mismo, cuando se manda y es recibida con aprobación
una cosa, y otra cosa deleita y avasalla; entonces revive en
cierta manera el pecado, que ya había vivido en el conoci
miento del primer hombre creado.
CAPÍTULO X
3‘ Rom. 6, 13.
tienda alguno sospechando que el Apóstol consiente en la
concupiscencia de la carne para obrar el mal? Pero es preciso
tener en cuenta lo que añade : Y si lo que no quiero eao es lo
que hago, convengo con la ley en que es bu: na. Dice que más
conviene con la ley que con la concupiscencia de la carne, a
la que da el nombre de pecado. Dijo-, pues, que hada y obraba
no con voluntad de consentir y obrar, sino con el impulso
de la concupiscencia. De aquí es, dice, que convengo con la ley
en que es buena: convengo porque nó quiero yo lo que ella
no quiere. Seguidamente añade: Mas ahora ya no soy y o
quien lo hago, sino el pecado, que habita en mí. ¿ Qué quiere
decir Mas ahora, sino ahora bajo la gracia, que ha liberado
la delectación de la voluntad de consentir en la concupiscen
cia? Porque la mejor manera de entender Mas ahora ya no
soy yo quien lo hago, es saber que no consiente en presentar
sus miembros como armas de iniquidad al servicio del pecado.
Porque, si desea y consiente y obra, ¿cóm o no ha de ser él
quien obre, aunque se duela de obrar y llore amargamente
al ser vencido ?
19. En las palabras siguientes resalta con toda eviden
cia la razón de lo que dice: Porque sé que no habita en mi,
quiero decir, en mi carne, cosa buena. Si no lo declarase aña
diendo : quiero decir, en mi carne, tal .vez se interpretarían en
otro sentido las palabras en m i: y por eso vuelve a repetir
lo mismo, diciendo: Pues el querer lo tengo a la mano, mas
el poner por obra lo bueno, no. Pues poner por obra lo bueno
no es otra cosa sino que el hombre esté libre de la concupis
cencia; ©1 bien es imperfecto cuando existe en el hombre la
conciL'piscencia, aun cuando no condirscienda con la concupis
cencia para obrar el mal. Porque no es él bien que quiero lo
que hago; antes el mal que no quiero es lo que obro. Y si lo
que no quiero eso y o hago, ya yo no soy quien lo obro, sino el
pecado, que habita en mi. Y volvió a repetir lo mismo, incul
cando y como despertando de su sueño a los más ignorantes.
Hallo, pues, dice, esta le y : que, al querer y o hacer él bien,
me encuentro con él mal en las manos. La ley es, por tanto,
buena para el que quiere hacer el bien, pero de la concu
piscencia viene el mal, en el cual no consiente el que dice:
Ya no soy y o quien obro.
20. Entrambas cosas se declaran más explícitamente en
lo que sigue: Pues me complazco en la ley de Dios según el
hombre in terior; mas veo otra ley en mis miembros que gue
rrea contra la ley de la razón y me tiene aprisionado como
cautivo de la ley del pecado, que está en mis miembros.
Podemos preguntar si las palabras Y me tiene aprisionado
no suponen algún consentimiento. Así que a causa de estas
tres cosas, a saber, las dos que ya hemos estudiado: Mas yo
soy carnal y Vendido por esclavo al pecado, y de la tercera:
me- in lege p e c c a tiquae es t in membris meis, potest videri
■Apostolus eum descrfbeue qui sub lege adhuc vivit, nondum
sub gratia. Sed sicut ilia duo exposuimus, propter camem
adhuc corniptibilem dicta; sic et hoc potest intelligi, ut
oaptivantem me, dixerit, came, non m ente; motione, non
. consensi one : et ideo oaptivantem me, quia et in ipsa came
■non est aliena natura, sed nostra. Sicut ergo exposuit ipse
quid dixerit: Scio enim quia non habitat in me, hoc est, in
carne mea, bonum; sic iam ex illius expositions hunc locum
debemus accipere, tanquam dixerit, captwantem me, hoc est,
cameni:meam, in lege peccati, quae est in membris meis.
21. Deinde subiungit propter quod dicta sunt omnia:
Miser ego homo, quis me Uberabit de corpore m ortis hums?
Gratia Dei per Iesum Christum Dominum nostrum. Atque
inde concludit: Igitur ipse ego mente servio legi Dei, carne
autem legi peccati; carne scilicet legi peccati, concupisoendo ;
mente autem legi Dei, eidem concupiscentiae non consenten
do. Nulla ergo condemnatio est nunc his qui sunt in Christo
lesu. Non enim damnatur nisi quia concupiscentiae carnis
consentii ad malum. L ex enim spiritus vitae in Christo Jesu
liberavit te a lege peccati et mortis 89; ne scilicet consensio-
nem tuarn concupiscentia sibi vindicet camis. Et ea quae se-
quuntur, eumdem sensum magis magisque demonstrant: sed
•adhibendus est modus.
.22. Visum autem aliquando etiam mihi fuerat, hominem
sub lege, isto Apostoli sermone describia. Sed mihi vim fe-
cerunt postea ista verba, quod ait: Nunc autem iam non ego
operor Ulud. Ad hoc enim pertinet illud quod ait et postea :
NuMa ergo condemnatio est nunc his qui sunt in Christo lesu.
Et quia non video quomodo dioeret homo sub lege: Condo-
lector legi Dei secundum interiorem hominem; cum ipsa de-
.lectatio boni, qua etiam non consentii ad malum, non timore
poenae, sed amore iustitiae (hoc est enim condelectari), non-
nisi gratae deputanda sit.
Rotn. _7, 15 ; 8, 2.
' a Ita illi visum fuerat in Expositione quarumdam propositionum
Epistolae ad Romanos (prop. 44 et 45), et in Epistolam ad Gala-
tas (c. 5, n. 47) et libro x ad Simplicianum, q. x, nn. 7 et q).
Y » 3 tiznz aprisionado como cautivo en la ley dzl pecado,
puede parecer que el Apóstol describe al que vive aún bajo
la ley y que no vive todavía bajo el imperio de la gracia. Pues
así como expusimos las dos primeras refiriéndonos a la carne
corruptible, del mismo modo puede entenderse la tercera de
manera que las palabras y me tizne aprisionado com o cautivo
las dijera de la carne, no diel espíritu; del impulso, no del
consentimiento; y dice con razón: y que m e emotiva, porque
en la carne no existe una naturaleza extraña, sino nuestra
propia naturaleza. Puesto que él mismo, pues, expuso el pa
saje: Porque sé que no habita en nú, quiero decir, en nú
carne, cosa buena, por la exposición de este pasaje debemos
entender estotro: Y que me cautiva, entendiendo que quiere
decir: y que cautiva mi carne bajo la ley del pecado, que está
en mis miembros.
21. Escribe luego las siguientes palabras, que han mo-,
tívado todos nuestros razonamientos: ¡Desventurado de m í!
¿Quién me librará del cuerpo de esta m uerte? La gracia de
Dios por Jesucristo nuestro Señor. Y deduce de aquí: Así
que y o mismo con la razón sirvo a la ley de Dios, más con
la carne a la ley del pecado. O sea, con la carne, a la ley del
pecado por la concupiscencia; con el espíritu a la ley de D ios,.
no dando oídos a la concupiscencia. Ninguna condenación,,
pues, pase ahorai sobre los que están en Cristo Jesús. Porque
no es condenado sino el que da oídos a la concupiscencia de
la carne para Obrar el mal. Porque la ley del espíritu de la
vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la
m uerte, a fin de que la concupiscencia de la carne no arrastre
tras sí su consentimiento. Lo que s'gue confirma más y má>
el mismo sentido; pero vayamos despacio,
22. En algún tiempo había opinado yo también que con
estas palabras el Apóstol retrataba al hombre que vive bajo
la ley. Pero después me hicieron fuerza para cambiar dé opi
nión estas sus palabras: Mas ahora ya no soy y o quien obra.
A esto se refiere lo que después dice : Ninguna condenación, ,
pues, pesa ahora sobre los que están en Cristo Jesús. Además, ■
no comprendo cómo el hombre que vive bajo la ley podía de
cir: Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre
interior, siendo así que no hay que atribuir sino a la gracia
la misma delectación del bien, por la cual no consiente en
obrar el mal no por temor de la pena, sino por amor de la
justicia, que esto significa condeleitarse. ,
i
CAPUT XI
I te r u m de eodem argumento
CAPUT XII
C a l u m n ia p h l a g ia n o r u m de im m u n it at e a p e c c a t o m
C h r is t o
CAPUT XIII
Rom. 8, 14.
a q u e l h om b re que v in o a lo s h o m b re s sin q u e m ediara, n in
g u n a concup iscencia. Y p o r eso n a d a m á s a je n o de n o so tro s
que d e c ir de lo s ap ó sto les, com o éste n os a c h a c a calu m n io
sam en te, que, p o rq u e eran h om b res y a r r a s tr a b a n en esta
v id a m o rta l un cu erp o c o rru p tib le que a g r a v a e l alm a, estu
vieron siempre, dominados por una concupiscencia inmode
rada; sino que d ecim os que, p rese rv a d o s de co n sen tir en los
m a lo s deseos, se lam en ta ro n , no o b stan te, d e la c o n cu p is
c e n cia de la carn e, que re fre n a b a n dom inándola, con ta n ta ,
h u m ild ad y Verdad q u e p r e fe ría n verse lib res de e lla a ten er
que d om arla. :¡ ¡
CAPITULO XII
L a in m u n id a d d e p e c a d o e n C r is t o , c a l u m n ia d a
POR LOS PELAGIANOS . i '
CAPÍTULO XIII
L a REMISIÓN DE LOS PECADOS EN EL BAUTISMO Y LAS CALUM
NIAS FELAGIANAS
CAPUT XIV
C rimxna et peccata v e n ia u a
Prov. 20, 9.
“ Mt, 6, 12-13.
*r lac r, 14-15.
no porque en realidad sea pecado, sino porque ha sido cau
sada por el pecado; del mismo modo que a la escritura se
da el nombre de mano de fulano o mengano, porque la mano
es la que la ha escrito. Pecados son las cosas que se hacen,
se dicen, se piensan, obedeciendo a la concupiscencia de la
carne o a la ignorancia; estos pecados, aun después de co
metidos, nos hacen reos mientras no sean perdonados. Y esta
concupiscencia de la carne de tal manera se perdona en el
bautismo, que, aunque haya sido heredada por los nacidos,
no daña a los renacidos. Mas de éstos, si engendran hijos
según la carne, se hereda de nuevo, y de nuevo dañará a los
que nacen si, del mismo modo, no se perdona a los que re
nacen, persistiendo sin menoscabo de la vida eterna, por
cuanto el reato de la misma, heredado por la generación, ha
sido perdonado por la regeneración y, por tanto, ya no es
pecado, sino que recibe este nombre, ora porque ha sido
causada por el pecado, ora porque se mueve con el gusto de
pecar, aunque, por triunfar la delectación de la justicia, no
se consienta en ella. Ni por razón de la concupiscencia, cuyo
reato ya ha desaparecido por el baño de la regeneración,
dicen los bautizados en la oración: Perdónanos nuestras deu
das, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, sino
por razón de los pecados que se cometen, ahora consintiendo
en ella, lo que ocurre cuando el apetito triunfa de la volun
tad; ahora cuando la voluntad abraza por ignorancia el mal
como si fuera bien. Y se cometen, ya de obra, ya de palabra,
ya de pensamiento, que son los pecados que se cometen con
tantísima facilidad y rapidez. ¿Quién entre los fieles se jac
tará de tener el corazón limpio de estos pecados? ¿O quién
se gloriará de estar libre de pecado ? Lo que seguidamente
se dice en la oración, por razón de la concupiscencia se dice:
No nos dcjes caer en la tentación, mas líbranos de mal. Por
que dada cual es tentado, como está escrito, al s r seducida
por la concupiscencia; luego la concupiscencia, después que
ha concebido, pare pecado.
CAPITULO XIV
CAPUT XV
A n t it h e s e s p e l a g ia n a e de l ib e r o a r b it r io , de n u p t h s e t
DE CONIUGALI COMMIXTIONE
Alt. X) \J.
i T im . 3, io.
perdonamos a nuestros deudores, y con. ta santa limosna.
Pues nadie es tan necio que diga que no atañe a los bauti
zados el precepto d&l Señor: Perdonad, y se os perdona
rá ; dad, y se os dará. Nadie en la Iglesia de Dios podría
ser ordenado canónicamente como ministro si hubiera dicho
el Apóstol: Si hay alguno sin pecado, donde dijo: Si hay
alguno sin crimen. O si hubiera dicho: Que no tengan ningún
pecado, donde d ijo: Que no tengan ningún delito. Porque
muchos fieles bautizados hay sin delito, pero no diré que
haya nadie sin pecado, aunque los pelagianos, porque esto
decimos, se infien contra nosotros y revienten a causa de su
locura; y no es que quede algo del pecado que no se perdone
en el bautismo, sino porque, en tanto permanecemos en esta
vida miserable, no cesamos de hacer cada día algo que se
nos ha de perdonar orando nosotros fielmente y practicando
la misericordia todos los días. Esta es la salud de la fe ca
tólica que el Espíritu Santo derrama en todas partes, no
la vanidad y presunción de espíritu de la maldad herética.
CAPITULO XV
A n t ít e s is p e l a g ia n a s a c e r c a d e l u b r e a lb ed r ío
Y DEL MATRIMONIO
29. Veamos ahora cómo Julián, después de habernos
echado en rostro calumniosamente lo que dice creemos y de
haber inventado lo que no creemos, hace profesión de su fe
o de la fe de los pelagianos.
Contra todo esto, dice, luchamos nosotros sin tregua, y
por eso no queremos asentir a lo que dicen los prevaricado
res, puesto que nosotros decimos que el libre albedrío existe
naturalmente en todos y que no pudo perecer por él pecado
de Adán; lo cual se prueba con la autoridad de todas las
Escrituras. Si dijerais esto, como debierais decirlo, pero sin
combatir la gracia de Dios, no asentiríais a lo que dicen los
prevaricadores, sino que corregiríais vuestro parecer. Mas
esto ya lo tratamos antes con el debido detenimiento cuanto
nos fué posible.
30. Sostenemos, dice, que los matrimonios que ahora se
celebran en todo el mundo han sido instituidos por Dios, y
que no son culpables los cónyuges, sino que son los forni
cadores y adúlteros los qUe deben ser condenados.
Esta es doctrina verdadera y católica; pero la conse
cuencia que queréis sacar de aquí, a saber, que los que nacen
de la conmixtión del varón y la mujer no heredan al nacer
ningún pecado que haya de lavarse con el baño de la rege
neración, esto es falso y herético.
31. Motum, inquit, genitalium, ' id est, ipsam virilitatem
sine qua, non p otest esse commie, tio, a D eo dicimus insti-
tutàm.
Ad hoc respondemus, motum genitalium, et, ut verbo ei us
utar, virilitatem, sine qua non potest esse commixtio, Deus
sic instituit, ut nihil ha beret pudendum. Non enim fas fuit
ut eius erubesceret creatura de sui opere Creatoris; sed in-
obedientia membrorum supplicio iusto primis hominibus in-
obedientibus reddito est, de qua erubuerunt, quando foliis
ficulneis pudenda texerunt, quae prius pudenda non fuerunt.
CAPUT XVI
PU DOR N U DITÀTIS PO ST PECCATUM
42 Gen. 2, 2o.
33 Gen. 3, 6-7.
34 Gen. 21, 19.
31. Afirmamos, dice, que la conmoción carnal, es decir
la misma virilidad, sin la cual no puede realizarse la con
m ixtión, ha sido instituida por Dios.
A e sto rep licam o s que la conm oción c a m a l, y , p a ra v a
lerm e de la p a la b ra p o r él em pleada, la v irilid a d , sin la cu al
no puede h a b e r con m ixtión , Dios la in s titu y ó de m odo que
n ad a tu v ie ra de ve rg o n zo so . P u e s no era ju s to que la c ria
tu r a se a v e r g o n z a ra de la o b ra de s u c re a d o r ; pero s e im puso
com o ju s to c a stig o a lo s p rim ero s h om b res la desobediencia
de lo s m iem bros, de la cu al se a v e rg o n z a ro n cuan do cu brie
ron con h o ja s de h ig u e ra la s p a rte s ve rg o n zo sa s, que a n te s
n o era n tales.
CAPÍTULO X VI ;
E l pudor después del pecado
CAPUT XVII
a Forte, in ca membra.
ya no pudieron mirar desnudos aquellos miembros que cu
brieron inmediatamente, ¿n o es verdad que sintieron contra
su voluntad, él en la conmoción manifiesta y ella en la oculta,
la desobediencia de aquellos miembros, que debieron señorear
con su voluntad al igual que las demás cosas? Y con razón
padecieron esto, ya que tampoco ellos fueron obedientes a su
Señor. Se avergonzaron, pues, de no haber servido a su
Creador, viniendo a perder justamente el señorío sobre aque
llos miembros con los que habrían de engendrar hijos.
33. Este pudor, esta vergüenza inevitable, nace, én efec
to, junto con cada hombre y está, en cierto modo, impuesta
por las leyes de la naturaleza, de modo que en este particu
lar se ruborizan aun los mismos cónyuges castos, y nadie
se corrompe tanto y tan torpemente que, por saber que Dio*
es autor de la naturaleza y del matrimonio, ya por eso, si ha
de hacer uso de'l matrimonio, no se avergüence, si alguien
le ve, de esta conmoción carnal y no busque un lugar secreto
donde esté a cubierto de las miradas, no sólo de los extraños,
pero aun de todos los suyos. Así, pues, déjese a la naturaleza
humana reconocer el mal que le ha sobrevenido por su culpa,
no sea que se vea obligada, o a no avergonzarse de estos
desordenados movimientos, lo que sería grandísima desver
güenza, o a avergonzarse de las obras de su Creador, que
sería grandísima ingratitud. Sin embargo, de este mal usan
rectamente, en razón del bien de la generación de los hijos,
los matrimonios castos. Satisfacer la concupiscencia sin otro
fin que el placer carnal es pecado, bien que a los casados les
esté indulgentemente permitido.
CAPITULO XVII
¿ P udo e x is t ir l a c o n c u p is c e n c ia e n e l p a r a ís o a n t e s d e l
PECADO ?3 4
CAPUT XVIII
QUOMODO HOMINES SINT FILII DEI
CAPUT XIX
I n it iu m bonae voluntatis et venire ad C h r is tu m , donum
GRATIAE
CAPÍTULO XVIII
CÓMO LOS HOMBRES SON HIJOS DE DIOS
36. Defendem os, dice, que los hombres son obra de Dios
y que nadie es arrastrado contra su voluntad al bien o al mal
;por la acción de Dios, sino que por su propia voluntad prac
tica él bim o el m al; que siem pre es ayudado por Dios en la
obra buena y que en la mala es tentado por las sugestiones
del diablo.
A esto decimos qfue los hombres son hijos de Dios en
cuanto son hombres, pero que están sujetos al demonio en
cuanto son pecadores, sá no son liberados de tal sujeción por
aquel que no se hizo mediador entre Dios y los hombres sino
porque no pudo nacer de los hombres pecador; y que nadie
es arrastrado contra su voluntad al b'en o al mal por la
acción de Dios, sino que cada uno, o por abandonarle Dios,
se inclina por su culpa al pecado, o, ayudándole Dios, abraza
el bien sin méritos de su parte.
CAPÍTULO XIX
E5s LA GRACIA DE DIOS LA QUE LLEVA A CRISTO
57 Rom. ii, 6.
™ Act. q.
50 Tit. 3, 5.
“° Io. 6, 66.
“ Mt. 5, 44.
Act. 7, sq.
C3 Io. 6, 44.
a Cf. De gestis Pelagli, n. 30.
es debida, y, per tanto, la gracia ya n-o es gracia, sino lo que
JPelagio fingió condenar en el sínodo de Palestina, o sea, que
la gracia se da según nuestras méritos.5
Dime, por tu vida, ¿qué bien, sino antes grandes males,
quería Pablo cuando todavía era Saulo, cuando, respirando
matanzas, se dirigía con espantosa ceguera espiritual y fu
ror a destruir a los cristianos ? ¿ Bn atención a qué méritos
de la buena voluntad lo convirtió Dios de estos males al bien
con maravillosa y súbita vocación? Mas ¿qué digo méritos,
cuando él clama: No por obras hechas en justicia, sino según
su misericordia nos ,salvó? ¿Qué significa lo que ya he re
cordado antes que dijo el Señor: Nadie puede venir a mí,
que quiere decir, creer en mí, si no le fuere concedido por mi
Padre? ¿Acaso se concede esto al que ya quiere creer, te
niéndose en cuenta los méritos de la buena voluntad, o más
«bien la misma voluntad, como la de Saulo, es movida por
Dios para que crea, aunque esté tan apartado de la fe que
hasta persigue a los que creen? ¿Por qué nos mandó el Se
ñor que oremos por los que nos persiguen? ¿A caso pedimos
que se les dé la gracia como recompensa de su buena volun
tad, y no más bien que la mala voluntad sea cambiada para
el bien? Como creemos que no en vano oraron entonces por
Saulo los santos a quienes perseguía, a fin de que su volun
tad se convirtiese a la fe que asolaba. La conversión de Sau
lo, obrada por Dios, se manifestó además con evidente mila
gro. ¡ Cuántos enemigos de Cristo son súbitamente atraídos
todo3 los días por la gracia oculta de Dios!
Si no hubiese citado este pasaje del Evangelio, ¿cuántas
cosas no hubiera escrito Julián contra mí a causa de esto,
puesto que aun así resiste, no a mí, sino a aquel que clama:
Nadie puede venir a mi si no le trajere mi Padre, que me
envió? Pues no dijo quiere, para que entendiésemos de al
guna manera que se adelanta a la voluntad. ¿Quién es traído
si ya quería? Y, sin embargo, nadie viene sino queriendo.
Para que quiera es atraído con admirables trazas por aquel
que sabe obrar interiormente en los mismos corazones de
los hombres, no para que los hombres crean contra su vo
luntad, lo que es imposible, sino para que los que no quieren
quieran.
CAPUT XX
G ratxae D m v is dem on strator
CAPUT XXI
CAPUT XXII
G r a t ia e e t b a p t is m i n é c e s s it a s iu x t a p e l a g ia n o s
CAPÍTULO XXI
S a n tid a d de l o s j u s t o s d e l A n t ig u o T e st a m e n t o
39. Afirmamos, dice, que Jos santos del Antiguo Testa
mento pasaron en estado de perfecta justicia de esta vida a
la eterna, es decir, que se apartaron por amor de Ja virtud de
iodos los pecados; poreque sabemos que aun aquellos de los
que leem os que com etieron algún pecado, después se arre-
pintieron.
Por más santos que hagas a los antiguos justos, no los
salvó sino la fe del Mediador, que derramó su sangre para
perdonar los pecados. Pues lo que ellos dicen es: Creí y, por
tanto, hablé. Por lo cual dice el apóstol San Pablo: Mas te
niendo nosotros el mismo espíritu de fe, según aquello qué
está escrito: “ Creí y por esto hablé” , también nosotros cree
mos, y por esto también hablamos. ¿ Qué quiere decir el mis
mo espíritu, sino el que tuvieron aquellos justos que esto di
jeron? Dice también el apóstol San Pedro: Ahora, pues,
¿por qué tentáis a Dios con imponer un yugo que ni nosotros
pudimos sobrellevar? Mas por la gracia del Señor Jesús
creem os ser salvos de la misma manera que ellos. Esto es lo
que vosotros, enemigos de la gracia, no admitís: que se crea
que los antiguos fueron salvados con la misma gracia de
Jesucristo, sino que dividís los tiempos con Pelagio, en cuyos
libros se lee esta doctrina, y decís que antes de la ley fueron
salvos por la naturaleza, después por la ley, y, finalmente,
por Cristo. Como si la sangre de Cristo no fuese necesaria a
los hombres de los dos primeros tiempos, o sea, antes de la
ley y en la ley, porque uno es Dios, uno también el Mediador
de Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús.
CAPÍTULO XXII
N e c e sid a d d e la g r a c ia y d e l b a u t is m o s e g ú n l o s
PELAGIANOS4 0
40. Confesamos, dicen, que la gracia de Cristo es necesa
ria a los adultos y a los párvulos, y anatematizamos a quienes
dicen que no debe ser bautizado el nacida de dos bautizados.
Novimus quomodo non secundum Paulum apostolum, sed
secundum Pelagium haereticum ista dicatis: parvulis vide
licet Baptismum necessarium, non propter remissionem pec-
catorum, sed tantummodo propter regnum caelorum. Datis
enim eis extra regnum Dei locum salutis et vitae aetemae,
etiamsi non fuerint baptizati. Ntec attenditis quod scriptum
e st: Qui crediderit et baptizatus fuerit salvus erit, qui autem
non crediderit, condemndbitur74. Propter quod in Ecclesia
Sailvatoris per alios parvuli credunt, sicut ex aliis ea quae
illis in Baptismo remittuntur peccata traxerunt. Nec illud
ccg'itatis, eos vitam habere non posse, qui fuerint expertes
corporis et sanguinis Christi, dicente ipso: Nisi manduca-
veritis carnem rnearn, e t biberitis sanguinem meum, non ha-
bebitis vitam in vobis 7-\ Aut si evangelicis vocibus cogimini
confiteri, nec vitam salutemque posse habere párvulos de cor
pore exeuntes, nisi fuerint baptizati; quaerite cur compellan-
tur non baptizati secundae mortis subiré supplicium, iudi-
cante illo qui neminem damnat immeritum; et invenietis
quod non vultis, originale peccatum.
CAPUT XXIII
CAPUT XXIV
CAPITULO XXIII
E fectos del bautism o según los felagianos
CAPITULO XXIV
CAPUT II
Eccli. 7, 30.
Io. 8, 36.
muerte aquel de quien dijese no padecía hidropesía, si veía
que estaba aquejado de otra enfermedad mortal, así la ver
dad no da a éstos el parabién por no ser maniqueos, si de
liran con otro género de perversidad. Por tanto, una cosa
es lo que anatematizamos con ellos y otra la que anatemati
zamos en ello®. Porque detestamos con ellos lo que con ver
dad les desagrada a ellos, mas de tal suerte que detestamos
en ellos la causa por la que no sin razón no® desagradan ellos.
CAPITULO II
L a s h e r e j í a s m a n iq u e a y p e l a g ia n a s e c o n t r a d ic e n m u t u a
m ente Y SON CONDENADAS POR LA IGLESIA
CAPUT III
O a l u m n ia e P e l a g ia n o r u m a d v e r s u s R o m a n a e E c c l e s ia e
CLERICOS
Phil. 3, 15.
Porque, si hubiesen de ser amados los pelagianos porque
odian a los maniqueos, deberían ser amados los maniqueos
porque aborrecen a los pelagianos. Lejos de nosotros el pen
sar que nuestra madre la Iglesia, por aborrecer a los irnos,
haya de amar a los otros, siendo así que, siguiendo el man
damiento del Señor y con su ayuda, debe huir de unos y
otros y a unos y a otros sanar.
CAPÍTULO III
I dem tr a c ta tu r argumenttjm
lo- 6, 54-
11 I nnoc ., E p i s t . 182, n. 5, mter Angustimanas.
del de Cartago y del de Milevi, babia recibido escritos, ¿no
habla clarísimamente de los párvulos? He aquí sus pala
bras : Lo que vuestra fraternidad dice que ellos predican, que
Jos párvulos pueden recibir el premio de la vida eterna aun
sin la gracia del bautismo, es una gran necedad. Porque, si
no comieren la carne del H ijo del hombre y bebieren su san
gre, no tendrán vida en sí mismos. Paréceme que los que
les conceden esta vida sin la regeneración, tratan de anular
el mismo bautismo al enseñar que ellos tienen lo que nos
otros creemos que no se les ha de dar sino por medio del
bautismo. ¿Qué dice a esto ese ingrato a quien, como si es
tuviese enmendado con su confesión, perdonó con benigní
sima lenidad la Sede Apostólica? ¿Qué responde a esto?
¿Tendrán o no tendrán los párvulos después de esta vida la
eterna aunque en su vida , mortal no. sean bautizados en
Cristo? Si contesta que sí, ¿cóm o respondió que, de confor
midad con la sentencia de Inocencio, de santa memoria, con
denaba las doctrinas divulgadas con su nombre? Pues he
aquí que el papa Inocencio, de santa memoria, dice que, sin
el bautismo y sin la participación del cuerpo y de la sangre
de Cristo, los párvulos no tienen vida. Si contesta que no,
¿cómo es, pues, que, al no alcanzar la vida eterna, serán,
por consiguiente, condenados a muerte eterna, si no heredan
ningún pecado original?
8. ¿Qué responden a esto los que sé atreven a escribir
y enviar a los obispos orientales sus calumniosas impieda
des? Consta que Celestio prestó su asentimiento a lo escrito
en las epístolas del venerable Inocencio; andan an manos de
todos las epístolas de dicho prelado en que escribe que los
párvulos no pueden tener vida. ¿ Quién negará que de aquí 3e
sigue que tienen muerte los que no tienen vida? ¿ Y de dónde
les viene a los párvulos esto triste pena, s! no existe la culpa
original? ¿Cómo, pues, estos desertores de la fe y adversa
rios de la gracia acusan de prevaricación a los clérigos ro
manos, dando a entender que en la condenación posterior de
Celestio y Felagio sintieron diferentemente de lo que habían
sentido en la primera condenación, en el pontificado de Ino
cencio?
Habiéndose hecho evidente la antigüedad de la fe cató
lica por las cartas del venerable Inocencio sobre que los pár
vulos, si no fueren bautizados en Cristo, permanecerán su
jetos a eterna muerte, sin duda será traidor a la Iglesia
romana quien se aparte de esta sentencia; y no habiendo
sucedido esto, gracias a Dios, sino que se ha guardado con
la reiterada y constante condenación de Celestio y Pelagio,
entiendan estos tales que ellos son aquello de que acusan
a los demás y cúrense, por fin, de su prevarica.ción contra la
fe. Pues la fe católica no dice que la naturaleza del hombre,
*
CAPUT V
R efellu n tu r P elagianorum calu m n iae de libero arbitrio
ET DE FATO
12 i Tim. 6, 20.
12 Col. 3, 25.
tal como en el principio fué creado el hombre, sea mala,
ni que lo que Dios crea ahora en ella, cuando procrea hom
bres de los hombres, sea mal de la naturaleza, sino que es
mal lo que se hereda del pecado dél primer hombre.
CAPITULO V
CAPUT VI
Fati c r im in a t io retorquetur in a d v e r s a r io s
CAPÍTULO VI
CAPUT VII
ls Eph. s, 8-g.
propio. Calláis, y es que os reconocéis a vosotros mismos
en lo que nos achacáis a nosotros. Pues si donde no hay
mérito decís que necesariamente hay que admitir el hado,
y queréis que con el nombre de gracia de Dios se entienda
el mérito del hombre para no veros obligados a confesar el
hado, he aquí que más bien sois vosotros los que admitís
el hado en el bautismo de los párvulos, cuyo mérito negáis
en absoluto. Mas si concedéis que, al ser bautizados los pár
vulos, no precede absolutamente ningún mérito, pero que no
hay hado, ¿por qué publicáis que nosotros admitimos el hado
cuando decimos que la gracia de Dios se da gratuitamente,
precisamente para que no deje de ser gracia y para que no
se dé como debida a nuestros méritos precedentes, no com
prendiendo que, así como no hay méritos propios en la jus
tificación de los impíos, porque hay gracia de Dios, así no
hay hado porque hay gracia de Dios, como tampoco hay
aceptación de personas porque hay gracia de Dios?
12. Los que admiten el hado defienden que no solamente
las acciones y sucesos, si que también nuestras voluntades,
dLpenden, al tiempo que algui en es concebido o nace, de la
posición de los astros llamados constelaciones. Aíhora bien,
la gracia de Dios trasciende no sólo todos los astros y todo
el cielo, sino tamibién todos los ángeles. Además, los defen
sores del hado atribuyen al hado los bienes y males de los
hombres; pero Dios castiga en los males de los hombres la
culpa de los mismos con ©1 deb do castigo y concede, con
misericordiosa voluntad, los bienes por gracia ind.bida,
obrando entrambas cosas no por la temporal agrupación de
las estrellas, sino por los eternos y profundos designios de
su severi dad y de su bondad. Vemos, púas, que ni una cosa
ni otra entra en el concepto de hado.
Si decís ahora que la misma benevolencia de Dios, que no
obra «n atención a los méritos, sino que otorga bienes in
debidos con graciosa voluntad, haya de llamarse hado, como
el Apóstol la llama- gracia diciendo : Por la gracia habéis
sido salvados mediante la fe, y esto no de vosotros, que de
Dios es el don para que nadie &e gloríe, ¿no os fijáis, no com
prendéis que no admitimos nosotros el hado con el nombre
de gracia divina, sino qrae sois vosotros los que dais a la
gracia divina el nombre de hado ?
CAPITULO VII
q u e lo s católicos n o po n e n e n D io s aceptación
DE PERSONAS
13. Además, se dice con razón que hay aceptación de
personas cuando el juez, habiendo caso omiso del mérito de
teri contra alte rum suffragati«1, quia invenit aliquid in per
sona quod honore vel miseratione sit dignum. Si autem quis-
piam duos habeat debitores, et alteri velie t dimittere debitum,
alterimi exigene, cui vult donat, sed meminem fraudati nec
acceptio personarum dicenda est, quando iniquitas nulla est.
Alioquin eis qui parimi intelligunt, pofcest acceptio persona-
rum videri, ubi vineae dominus operariis, qui una hora illic
opus fecerunt, tantum dedit, quantum illis qui pertulerunt
pondus diei et aestus, aequales faciens in mercede, quorum
tam magna distantia fuerat in labore. Sed quid respondit de
hac voluti acceptione personarum adversas patremfamilias
murmuran tibus ? Am ice, inquit, non fa d o tibí iniuriam. Non
ne ex denario convenisti mecum ? Tolte quod tuum est, et
vade. Volo autem et huic novissimo dare sicut e t Ubi. Annon
licet mihi quod volo facere? An oculus tuus nequam est, quia
ego bonus su m ?ie Nempe hic tota iustitia est: Hoc volo.
Tibi, inquit, reddidi, huic donavi; ñeque ut huic donarem,
tibí aliquid abstuli, aut quod debebam" vel minui vel negavi.
Annon licet mihi facere quod volo? an oculus tuus nequam
est, quia ego bonus sum?
Sicut ergo hic nulla est acceptio personarum; quia sic
alius gratis honoratur, ut alius debito non fraudetur: sic
etiam cum secundum propositum Dei vocatur alius17, alius
non vocatur, vocato datur gratuitum bonum, cuius boni est
vocatio ipsa principium; non vocato redditur malum, quia
omnes rei sunt ex eo quod per unum hominem peccatimi in-
travit in mundum 18. Et in illa quidem operariorum similitu
dine, ubi unum denarium acceperunt, qui una hora, et qui
duodecies tantum laboraverunt, qui utique secundum rabo
nes humanas, sed vanas, pro quantitate laboris sui duodecim
denarios accipere debuerunt, utrique in bono coaequati, non
alii liberati, alii damnati sunt: quia et illi qui plus laborave
runt, et quod sic vocati sunt ut veninent, et quod eie pasti
ut non deficerent, ab ipso patrefamilias habuerunt. Ubi autem
dicitur: E rgo cui vult miseretur, e t quem vult obdurat; qui
fadt, aliud vas in honorem, aliud in contumeliam 19.* bonum
quidem immerito et gratis datur, quia ex eadem massa est
cui non datur, malum vero merito et debitum redditur, quia
in massa perditionis malum malo non male redditur; et ei
cui redditur malum est, quia supplidum eius est; ei vero a
quo redditur, bonum est, quia recte factum eius est. Nec ulla
est acceptio personarum in duobus de'bitoribus aequaliter reis,
si alteri dimittitur, alter exigitur, quod pariter ab utroque
debetur.
14. Sed ut id quod dkimus alicuius exempli manifesta-1 6
16 Mt. so, 9-15.
" Jtom. 8, sS.
’ * Rom . 5, 12
*’ Rom . 9, 18. 21.
la causa, favorece a uno en perjuicio de oteo por considerar
en la persona algo digno de honor o de compasión. Pero, si
uno tiene dos acreedores y quiere perdonar a uno y reclamar
ila deuda al otro ante los tribunales, da a quien quiere, pero
con ninguno es injusto, y no ha de decirse que hay aceptación
de personas cuando no se comete ninguna injusticia. De otra
. manera, a las personas de pocos alcances puede parecer acep
tación de personas qiuie el Señor de la viña diera a los opera
rios que sólo trabajaron en ella una hora lo mismo que a los
que soportaron ©1 peso del día y del calor. Pero ¿qué res
ponde a los que murmuraban contra el amo de casa ? Am igo,
dice, no te hago agravio. ¿N o te concertaste conmigo por un
denario ? Toma lo tugo y vete. Quiero a este último darte lo
mismo que a ti. ¿N o me es perm itido hacer de lo mío lo que
quiero? ¿O ha de ser malo tu ojo porque yo soy bueno? Es
decir, que en esto consiste toda l'a justicia: Esto quiero.
A ti, dice, te he pagado, a éste he dado, y para dar a éste no
te quité a ti nada ni rebajé ni negué la deuda. ¿N o me es per
mitido hacer lo que quiero? ¿O h ad e ser mato tu ojo porque
yo soy bueno?
Pues así como no hay aquí ninguna aceptación de perso
nas, porque uno es honrado gratuitamente, de modo que al
otro no se deja de pagar la deuda, así también cuando, según
el designio de Dios, uno es llamado y otro no, al que es lla
mado se le da un don gratuito, del que es principio la misma
vocación; ol que no es llamado sé le da en castigo el mal,
porque todo® son reos, a causa de que por un hombre entró
el pecado en el mundo. Y en esa parábola de los obreros, (Se
gún la cual los que trabajaron una hora recibieron un dena
rio, al igual que los que trabajaron doce, y que, según el dis
curso humano, pero vario, debieron recibir doce, en propor
ción con su trabajo, unos y otros fueron igualados en el bien,
sin que fueran unos librados y otros condenados; porque los
que trabajaron más, el haber sido llamados de modo que res
pondiesen al llamamiento y el haber sido mantenidos de modo
qué no desfalleciesen, del padre de familias lo recibieron. Mas
cuando se dice: A sí, pues, de quien quiere se compadece, y
a quien quiere endurece; que hace un vaiso para honor y otro
para vileza; el bien se concede sin mérito y gratuitamente,
por cuanto procede dfe la misma masa aquel a quien no se da;
mas el mal se da merecidamente y por ser debido, porque
dentro de la masa de perdición no se paga injustamente con
el mal al malo, y para aquel a guíen se paga es un mal, porque
es su suplido; mas para aquel qué paga es un bien, porque
es una obra suya justa. Y no hay aceptadón de personas,
tratándose de dos acreedores igualmente reos, si a uno se
perdona y a otro se exige lo que entrambos deben.
14. Mas, para que se vea claro con un ejemplo lo que
tiohe clarescat, constituamus aliquos ab aliqua meretrice ge-
minos editos, atque ut ab aliis colligerentur expositos : horum
sine Baptismo exspiravit imus, alius baptizatus. Quod id fa-
turn f ortunamve fuisse dicamus, quae omnino nulla sunt ?
Quam personarum acceptionem, cum apud Detim nulla esset
etiam si in istis ulla esse potuisset : qui utique nihil habebant,
unde alter alteri praeferretur, meritaque nulla propria, sive
bona, quibus mereretur alius baptizari; sive mala, quibus
alius sine Baptismate m ori? An aliqua parentum fuerunt,
ubi fornicator pater, meretrix mater? Sed qualiacumque ilia
fuerint, non utique istis tarn diversa conditione morientibus
ulla diversa, sed utrique communìa. Si ergo nec fatimi, quia
nullae stellae ista decemunt; nec fortuna, quia non fortuiti
casus haec agimt; nec personarum, nec meritorum diversitas
hoc fecerunt: quid restat, quantum ad baptizatum adtinet,
nisi gratia Dei quae vasis factis in honorem gratis datur;
. quantum autem ad non baptizatum, ira Dei, quae vasis factis
in contumeliam pro ipsius massa» meritis redditur?
Sed in ilio qui baptizatus est, gratiam Dei vos confiteri
cogimus, et meri turn eius nullum praecessisse convincimus:
de ilio autem sine Baptismate mortuo, cur ei defuerit Sacra-
mentum, quod et vos fatemini omnibus aetatibus neoessarium,
et quid isto modo in eo fuerit vindicatum, vos videritis qui
non vultis esse originate delictiun.
15. Nobis in duobus istis geminis imam procul dubio ha-
bentibus causarti, difficultatem quaestionis cur alius sic, alius
vero sic mortuus est, velut non.solvendo solvit Apostolus:
qui cum et ipse de duobus geminis tale aliquid proposuisset,
propter quod non ex operibus, quia nondum operati fuerant
aliquid boni vel mali, sed ex vocante dictum est: Maior ser
visi m inori; et, Iacob dilexi, Esau autem odio habuì: et huius
profunditatis horrorem usque ad hoc perduxisset, ut diceret :
E rgo cuius vult miseretur, et quern vult obdurat; sensit
continuo quid moveret, et sibi verba eontradicentià, quae
apostolica auctoritate coerceret, opposuit. A it enim : Dicis
itaque m ihi: Quid adhuc conqueritur? nam voluntati eius
quis resista ? Responditque ista dicenti: O homo, tu quis es
qui respondeas D eo? Numquid dicit figm entum ei qui se
finxit, Qvare sic me fecisti? Annon habet potestatem figulus
luti ex eadem massa facere aliud quidem vas in honorem,
aliud in contumeliam? Delude secutus, tam. magnum abdi-
tumque secretum, quantum aperiendum esse hominibus iudi-
decimos, supongamos el caso de dos mellizos dados a luz por
alguna meretriz y abandonados para que otros los recojan;
uno murió sin bautismo; el otro, bautizado. ¿ Qué hado o
fortuna diremos que hubo m este tal caso, si no existen en
absoluta tales cosas? ¿Qué aceptación de personas, no exis
tiendo ninguna aceptación en Dios, aunque hubiese podido
haber alguna en el caso día estos dos, los cuales nada tenían
por donde el uno fuese preferido al otro, ni méritos propios
por los que uno mereciese ser bautizado, ni méritos malos
por los que el otro mereciese morir sin bautismo ? ¿ Existie
ron acaso los méritos de los padres, habiendo sido forni
cador el padre y meretriz la madre ? Pero, cualesquiera que
fuesen esos méritos, no fu:ron diversos en éstos, que tienen
ten diversa muerte, sino idénticos en ambos. Pues si no se
debe esto al hado, porque no hay estrellas que tal decreten;
ni a la fortuna, porque los casos fortuitos no son causa de
estas cosas; ni a la diversidad de personas ni de méritos,
¿qué ¡nos queda en el’ caso del bautizado sino la gracia de
Dios, que se da gratuitamente a los vasos hechos para ho
nor, y en el caso del no bautizado la ira de Dios, con que sé
castigan los méritos de la masa éin los vasos hechos para usos
vites ?
Nosotros os forzamos a confesar la gracia de Dios en el
que fué bautizado y os probamos que no precedió ningún
mérito suyo ; y en cuanto 'al que murió sin bautismo, allá
veréis vosotros, que no admitís el pecado original, por qué
no recibió el sacramento que confesáis ser necesario en to
das las edades y qué es lo que de esa manera se castiga en él.
15. La dificultad de por qué uno de esos mellizos murió
de una manera y el otro de otra, siendo la misma la condi
ción de entrambos, nos la resuelve, como si no intentara re
solverla, el Apóstol; porque, habiéndose propuesto una di
ficultad parecida en el caso d® dos gemelos, como no se dijo
en virtud de las obras, pues aun no habían practicado nin
guna obra buena ni mala, riño por gracia del que llama: El
m ayor servirá al menor, y también: Am é a Jacob y odié a
E saú; y habiendo revelado el horror de este abismo hasta
diaeir: De quien quiere se compadece, y endurece a quien
quiere, se dió cuenta de la cuestión que suscitaba y se objetó
las palabras del adversario para corregirlas con su autori
dad apostólica. Pues dice: M e dirás, pues: ¿A qué, pm s, se
querella todavía? Pues a su resolución, ¿quién se opuso?
Y responde: ¡Homibre, vam os! ¿Tú quién eres, que le plan-
to e cara a D ios? ¿P or ventura dirá la pieza de barro al que
la modela: Por qué me hiciste así? ¿O es que no tiene el
alfarero dominio sobre él barro para de una misma masa ha
cer tal vaso para honor y tal otro para vileza? Y prosigue
descubriendo, cuanto le pareció bien descubrir a los hom-
cavit, aperuit dicens: Si autem volens Deus ostendere ìram,
et dem onstrate potentiam suam, attulit in multa patientia
vasa irate, quae perfecta sunt in perditionem, et ut notas ta
cerei divitias (fiorine suae in vasa misericordiate, qum prae-
paravit in gloriam 20.
Hoc est gratiae Dei, non solum adiutorium, verum etiam
documentum: adiutorium scilicet in vasis misericordiae; in
vasis autem irae documentum: in eis enim ostendit iram,
et demonstrat potentiam suam, quia tam potens est bonìtas
eius, ut bene utatur etiam malis; et in eis notas facit divi
tias gloriae suae in vasa misericordiae, quoniam quod ab
irae vasis exigit iustitia punientis, hoc vasis misericordiae
dimittit gratia liberantis: nec beneficium quod quibusdam
gratias tribuitur, apparerei, nisi Deus aliis ex eadem massa
pariter reis iusto supplicio condemnatis, quid utrisque debe-
retur, ostenderet.
Qum- enim te discernit? ait idem Apostolus, homini tan-
quam die semetipso et de suo proprio bono glorianti: Quis
enim te discernit? utique ab irae vasis, a massa perditionis,
quae per unum omnes misit in damnationem. Quis te discer
n it? Et tanquam respondisset: “Discernit me fides mea, pro-
positum meum, meritum meum” , Quid enim habss, inquit,
quod non accepisti? Si autem et accepisti, quid gloriaris
quasi non acceperis? 21 hoc est quasi de tuo sit, unde discer-
neris. Ergo ille discernit, qui unde discemaris impertit, poe-
nam debitam removendo, indebitam gratiam largiendo: ille
discernit, qui cum tenebrae essent super abyssum, dixit: Fiat
lux, e t facta est lu x: et divisìt, hoc est, discrevit inter lucem
et tenebras22. Non enim cum sola« essent tenebrae, quid dis-
cerneret invenit: sed lucem faciendo discrevit; ut iustificatis
impiis dicatur: Fuistis enim aliquando tenebrae, nunc autem
lux in D om ino23; ac sic qui gloriatur, non in se ipso, sed in
Domino glorietur24. Ille discernit, qui de nondum natis, nc
que qui aliquid egerant boni aut mali, ut secundum electio-
nem propositum eius maneret, non ex operibus, sed ex se ipso
vocante dixit: Maior serviet m inori26.* atque idipsum com-
mendans postea per prophetam; Iacob, inquit, dilexi, JSsau
autem odio habui26. Eleetionem quippe dixit, ubi Deus non
ab alio factum quod eligat invenit, sed quod inveniat ipse
facit: sicut de reliquiis Israel scriptum est: Reliquiae per
eleetionem gratiae factae sunt. Si autem gratia, iam non ex
operibus; alioqum gratia iam non est gratia 27.
25 Sap. 4, ti.
Por lo cual deliráis, sin duda alguna, los que, al decir
la verdad: Se ha dicho: “No por las obras, sino por grada
del que Uama” , decís vosotros que Jacob fué amado en vir
tud de las obras futuras que El sabía de antemano había de
obrar; y de esta smerte contradecís al Apóstol, que dice:
No en virtud de las obras; como si no pudiese decir: “ No por
las obras presentes, sino por las futuras” . Pero dios : No
por las obras, para realzar la gracia: Si es por la gracia, ya
no es por las obras; que si no, la gracia ya no resulta gra
cia. Es decir, que precede no la grada debida, sino la gra
tuita, a fin dé que medíante ella se hagan buenas obras, no
sea que, si preceden las buenas obras, la gracia sea recom
pensa de las obras y, por tanto, la gracia no sea gracia.»
16. Pues para quitaros todo pretexto de dudas, por eso
puse el caso de dos gemelos a quienes no valiesen los méri
tos de sus padres y que muriesen en los umbrales de la in
fancia, uno bautizado, otro sin bautizar; no fuera que dije
seis, como en contra del Apóstol decís de Jacob y Esaú, que
Dios premió sus obras futuras. Habiendo de morir ellos en la
edad de la infancia, ¿cóm o previo sus obras futuras, siendo
así que más bien previo, puesto que su presciencia no puede
engañarse, que no habría obras futuras? ¿O qué ganan los
que son arrebatados de esta vida para que la malicia no
trastorne su inteligencia o el fingimiento seduzca su alma,
si el pecado que no ha ¡sido hecho, dicho ni pensado se cas
tiga como si hubiera sido cometido ? Pues si es absurdísimo,
insulsísimo, insensatísimo que algún hombre haya de ser
condenado por los pecados cuyo reato, como decís, no hereda
de los padres, pues que ni aun pudieron pensar en tales
pecados, se vuelve a vosotros el hermano gemelo del que
recibió el bautismo que él no recibió, y sin palabras os pre
gunta a vosotros por qué— si así como no existe la fortuna,
ni el hado, ni la aceptación de personas en Dios, así tampoco
existe ninguna suerte de gracia otorgada sin méritos, ni
pecado original—fué él separado de la felicidad de su her
mano, por qué ha sido castigado con esa infelicidad, de suer
te que, habiendo sido adoptado el otro como hijo de Dios, él
no recibió el sacramento que es necesario en todas las eda
des, como confesáis. Vosotros humilláis vuestra lengua y
vuestra voz ante un táemísiino párvulo: no tenéis qiue respon
der a quien no habla.
CAPUT VIII
CAPUT IX
lo. 15. 5-
Phil, i, 6.
31 2 Cor. 3, 5-
33 Prov,• 10, i.
gracia; y asi la gracia no se da gratuitamente, sino según
nuestros méritos. El Señor no dijo, replicando al futuro Pe-
lagio: “ Sin mí difícilmente podéis hacer algo” , sino que dice:
Sin mí nada podéis hacer. Y para dar en la misma sentencia
evangélica una respuesta a estos que un día habían de exis
tir, no dice: Sin nú nada podéis llevar a cabo, sino hacer.
Porque si hubiese dicho llevar a cabo, podrían entonces decir
que la ayuda de Dios es necesaria no para comenzar el bien,
que lo tenemos de nosotros mismos, sino para llevarlo a cabo.
Pero oigan asimismo al Apóstol. Cuando el Señor dice:;
Sin mí nada podéis hacer, con esta sola palabra significa el
principio y el fin. Pero el Apóstol, como expositor de la
sentencia del Señor, distingue más particularmente entram
bas cos,as diciendo: Quien comenzó en vosotros la obra bue
na, la llevará al cabo hasta el día de Cristo Jesús. Pero aun
nos presentan las Sagradas Escrituras, en los escritos del
mismo Apóstol, un testimonio más explícito del que venimos
comentando. Tratamos del deseo del bien: si pretenden que
éste tenga principio en nosotros y que sea llevado a cabo
por Dios, ellos verán qué es lo que responden a San Pablo
cuando dice : No que por nosotros mismos seamos capaces
de pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra
capacidad nos vi'n e de Dios. Dice pensar algo, naturalmen
te, bueno. Albora bien, menos es pensar que desear. Pues pen
samos todo lo que deseamos, pero no deseamos todo lo que
pensamos, ya que algunas veces pensamos lo que no desea
mos. Pues siendo menos pensar que desear, por cuanto puede
el hombre pensar el bien que todavía no desea, y, pasando
adelante, desear después lo que antes pensó sin desear, ¿cóm o
es que para lo menos, es decir, para pensar algún bien, no
somos idóneos, sino que nuestra capacidad nos viene de Dios,
y para lo más, como es desear algún bien sin el divino auxi
lio, somos idóneos gracias al libre albedrío ? Porque tampoco
en este pasaje dice el Apóstol: “ No porque nosotros mismos
seamos capaces de pensar lo que es perfecto como de nos
otros mismos” , sino que dice pensar algo, cuyo contrario es
nada. De aquí aquello del Señor: Sin mi nada podéis hacer.
CAPÍTULO IX
E xp o sic ió n de las E scrituras torcidam ente interpretadas
POR LOS PELAGIANOS19
19. Por cierto que, no entendiendo bien lo que está es
crito : Del hombre es preparar el corazón, mas del Señor pro
cede la respuesta de la Pugna, se engañan juzgando que pre
parar el corazón, es decir, incoar el bien, toca al hombre sin
tinere. Albsit ut sic intelligant filli promissioni«, tanquam
cum audierint Dominum dicentom : Sine me nihü poE stis fa~
cere; quasi convincant eum dicentes: “Ecce sine te possumus
cor praeparare” ; aut cum audierint a Paulo apostolo: Non
quia idonei sumus cogitare aliquid quasi e x nobism tìpsis,
sed sufficientia nostra ex Deo est; tanquam et ipsum con
vincant dicentes: ‘E cce idonei sumus ex nobismetipsis p r e
parane cor, ac per hoc et boni aliquid cogitare” . Quis enim
potest sine bona cogitations ad bonum cor praeparare? Ab-
sit ut sic infcelligant, nisi superbi sui arbitrii defensores et
fidei catholicae desertores. Ideo quippe scriptum est: Homi
nis est praeparare cor, et a Domino responsio linguae; quia
homo praeparat cor, non tarnen sine adiutorio Dei, qui sic
tangit cor, ut homo praeparet cor. In responsione autem
linguae, id est, in eo quod prep arato cordi lingua divina
respondet, nihil operis habet homo, sed totum est a Domi
no Deo.
20. Nam sicut dictum est: Hominis est praeparare cor,
et a Domimo responsio linguae; ita etiam dictum est : Aperi
os, et adimplebo ìllud 33. Quamvis enim nisi adiuvante ilio,
sine quo nihil possumus tacere, os non possumus aperire:
tarnen nos aperimus illius adiumento et opere nostro ; implet
autem illud Dominus sine opere nostro. Nam quid est prae
parare cor, et os aperire, nisi voluntatem parare? Et tarnen
in eisdem Litteris legitur: Praeparatur voluntas a D om ino343 5;
et, Labia mea aperies, et os nieum annuntiabit laudem tuam ss.
Ecce Deus admonet, ut praeparemus voluntatem in eo quod
legimus : Hominis est praeparare co r; et tarnen ut hoc faciat
homo, adiuvat Deus; quia praeparatur voluntas a Domino.
Et, A peri os, ita dicit iubendo, ut nemo possit nisi ipse id
faciat adiuvando, cui dicitur: Labia mea aperies. Numquid
istorum aliqui ita desipiunt, ut aliud os, aliud labia esse
contendant, et mirabili vanitate hominem dicant os aperire,
labia hominis Deum? Quanquam Deus illos et ab hac ahsur-
ditate compescit, ubi ad Moysen famulum suum dicit: E go
aperiam os tuum, et instruam te quae debeas lo q u i3<J. In sen-
tentia ergo illa ubi dicitur: Aperi os, et adimplebo ittud; qua
si unum eorum videtur ad hominem pertinere, alterimi ad
Deum: in hac autem ubi dicitur: E go aperiam os tuum, et
instruam te ; utrumque ad Deum. Quare hoc, nisi quia in uno
istorum cooperatur homini facienti, alterum solus facit ?
CAPUT X
CAPÍTULO X
Q u ié n e s e l que ll a m a a lo s elegidos
22. ¿Qué es, pues, lo que más adelante, al exponer su
doctrina, confiesan diciendo que la gracia ayuda el buen pro
pósito de todos los hombres, pero que al hombre que resiste
no da el desco de la virtud?
Porque afirman esto como si el hombre tuviera de sí mis
mo, sin la ayuda de Dios, el buen propósito y el deseo de la
virtud, y por este mérito precedente fuera digno de ser ayu
dado por la gracia subsiguiente de Dios. Piensan tal vez que
dijo el Apóstol: Y sabemos que Dios coordena toda su acción
al bien de ios qvle le aman, de los que según el designio son
llamados, como si quisiese dar a entender que se trata del
designio del hombre, al cual designio, en razón de ser buen
mérito, sigue la misericordia de Dios, que llama; e ignorando
que se dijo los que según su designio son llamados, de modo
positum intelligatur, quo eos quos praescivit et praedestinavit
conform es imaginis FUii s u i41, elegit ante mundi constitu-
tionem 424. Non enim omnes vocati, secundum propositum sunt
3
vocati : quoniam multi vocati, pauci e le c ti4".
Ipsi ergo secundum propositum vocati, qui eLecti ante
oonstitutionem mundi. De hoc proposito Dei dictum est et
illud, quod iam commemoravi de geminis Esau et Iacob:
Uit secundum, electionem propositum Dèi maneret, non ex
operibus, sed e x vocante dictum est. Quia maior serviet
m inori4*. Hoc propositum Dei et ilio commemoratur loco, ubi
ad Timotheum scribens ait: Colldbora Evangelio secundum
virtutem D ei, salvos nos fad en tis, e t vocantis vocations sua
sancta, non secundum opera nostra, sed secundum suum pro
positum eli gratiam, quas data est nobis in Christo Iesu ante
saecula aeterna, manifestata autem nunc per adventum Sai-
vatoris nostri Iesu C hristi45. Hoc est ergo propositum Dei
unde dieitur : Omnia cooperatur in bonum iis qui secundum
propositum vocati sunt. Hominis autem propositum bonum
adiuvat quidem subsequens gratia, sed nee ipsum esset nisi
praecederet gratia. Studium quoque hominis quod dicitur bo
num, qüainvis cum esse coeperit, adiuvetur gratia, non tarnen
incipit sine gratia: sed ab ilio inspiratur, de quo dicit Apos
tolus: Gratias autem Deo, qui dedit idem Studium pro vobis
in corde Titi 4C. Si Studium quisque ut pro aliis habeat, Deus
dàt; Ut pro ipso se habeat, quis alius est daturus?
23. Quae cum ita sint, nihil in Sctipturis sanctis homi-
ni a Deo video iuberi, propter prqbandum liberum arbitrium,
quod non inveniatur vel dari ab eius bonitate, vel posci prop
ter adiutorium gratiae demonstrandum: nec omnino incipit
homo ex maio in bonum per initium fidei commutati, nisi hoc
in ilio agat indebita et gratuita misericordia Dei. De qua
suam cogitationem recolens quidam, sicut legimus in Psalmis :
Numquid obliviscetur, inquit, misereri Deus? aut continebit
in ira sua m isem tiones suas? E t dim : Nunc coepi, haec mu-
tatio dexterae E xcelsi47. Cum ergo dixisset: Nunc coepi;
non ait, haec mutatio arbitrii mei; sed dexterae E xcelsi. Sic
itaque Dei gratia cogitetur, ut ab initio bonae mutationis
suae usque in finem consuihmationis qui gloriatur in Domino
glorietur4S. Quia sicut nemo potest bonum perficere sine Do
mino, sic nemo incipere sine Domino. Sed hie sit huius volu-
minis terminus, ut legentis reficiatur intentio et ad sequentia
reparetur.
CAPUT I
E xordium
CAPUT II
CAPITULO 1
I n t r o d u c c ió n
CAPITULO II
C a l u m n ia p e l a g ia n a a c e r c a d e l u s o d e l a l e v
1Z i Io. 8.
la i Io. 3, g.
“ x Cor. 15, 10.
14 Io. 26, 8-9.
14 Io. I S, 22.
" Eph. 2, 2.
CAPITULO III
C a l u m n ia p e l a g ia n a a c e r c a d e l o s e f e c t o s d e l b a u t is m o
CAPUT IV
C alu m n ia de V e ter ì T estam ento et anttquis itjstis
CAPÍTULO IV
Los dos T estam entos y das calu m n ias felagianas
3* .Rom. 4, 14-15,
*• Gen, 17. 4*5-
."•.'Rom;: 10» -3 . ■■
la promesa, pues la ley produce céAsra, que donde no hay ley,
tampoco transgresión, Lo que dice en aquel pasaje: Porque,
si de la ley dependiera la herencia, ya no proa dería de la
promesa. Y , sin em bargo, a Abrahán le otorgó Dios la dona
ción de la promesa, esto mismo dice en este pasaje: Porque,
si los hijos de la ley son los h e r d cros, anulada queda la fe
y abolida, la prom esa; mostrando bien a las claras que per
tenece a nuestra fe, la cual es propia del Nuevo Testamento,
lo que Dios otorgó a Abrahán mediante las promesas. Y lo
mismo dice en aquel pasaje: Pues ¿ y la l?y?, respondiendo:
En razón ds las transgresiones filé adicionada, esto mismo
escribió en esotro lugar: Pues l¡i ley produce cólera, pues
donde no hay ley, tampoco transgresión.
8. Por tanto, Abrahán y los justos que vivieron antes
de él, y los que vivieron después de él hasta el mismo Moi
sés, por quien fué dado el testamento que dssde el monte
Sinaí engendra para la esclavitud, y después de él los demás
profetas y santos hasta Juan Bautista, son hijos de la prome
sa y de la gracia, según Isaac, el hijo de la libre; herederos
de Dios y coherederos de Cristo, no en virtud de la ley, sino
en virtud de la promesa. Le^os de nosotros el negar que el
justo Noé y los jcstos de los primeros tiempos y cuantos
justos pudieron existir desde él hasta Abrahán pertenecen a
aquella celestial Jerusalén que es nuestra madre, aunque vi
vieran antes que Sara, en quien estaba profetizada y figurada
la madre libre. Pues ¿cuánto más ciertamente, a partir de
Abrahán, en cuyo favor fué declarada la promesa de que
sería padre de muchas gentes, deben ser tenidos como hijos
de la promesa todos los que agradaron a Dios? Que no es
por Abrahán y desde Abrahán más verdadera la generación
de los justos, sino más manifiesta la profecía.
9. Al Antiguo Testamento, que desde el monte Sinaí en
gendra para la servidumbre, que es Agar, pertenecen los que,
habiendo recibido la ley santa, y justa, y buEna, creen tener
bastante con la letra para vivir; y por eso no imploran la
divina misericordia a fin de ser obradores de la ley, sino que,
desconociendo la justicia d° Dios y empeñándose en man
ten r los fueros de la propia justicia, no se rindieron a la
justicia ds Dios. De esta casta de hombres fué aquella mu
chedumbre que murmuró de Dios en el desierto y fabricó el
ídolo, y la que, ya en la misma .tierra de lEroru'sión. adoró
a los dioses extraños. Mas esta tal muchedumbre fué muy
reprobada en el ursino Antiguo Testamento. Asimismo, cuan
tos había allí que sólo buscaban los bienes terrenos, los úni
co allí prometidos por Dios, y que ignoraban lo que los mis
mos figuraban en relación con el Nuevo Testamento, guar
daban los preceptos de Dios per la codicia de alcanzar aque
llos bienes y por el temor de perderlos, o más bien, no los
per dilectionem operabatur 41*, sed terrena cupidi tas metusque
camalis. Sic autem praecepta qui facit, procul dubio invitus
facit, ac per hoc in animo non facit: magis vult enim om-
nino non facere, si secundum ea quae cupit et metuit, per-
mittatur impune. A c per hoc in ipsa voluntate intus est
reus, ubi ipse qui præoepit inspicit Deus.
Tales erant filli terrenae Ierusalem, de qua dicit Aposto
lus: Servit enim cum fü iis suis} pertinens ad Testamentiun
vetus a monte Sina in servitutem generans, quod est Agar*".
Ex ipso genere fuerunt, qui Dominum crucifixerunt, et in
eadem infidelitate manserunt. Inde sunt adhuc etiam filii
eorum in ingenti multitudine Iudaeorum, quamvis iam novo
Testamento, sicut prophetatum est, per Christi sanguinem
patefacto atque firmato, et a flumine ubi baptizatus magis-
teriumque professus e st43 usque ad terminos terrae Evan
gelio diffamato. Qui Iudaei, secundum prophetias quas le-
gunt, per omnes sunt terras ubique dispersi, ut ex eorum
quoque codicibus Ohristianae non desit testimonium ventati
10. Et vetus igitur Testamentum Deus condidit: quia
Deo placuit, usque ad plenitudinem temporis promissis terre-
nis tanquam in praemio constitute promissa velare ca d este;
et populo terrenis bonis inhianti, et propterea durum cor
habend, quamvis spiritalem, tarnen in tabulis lapideis legem
dare. E xcepte quippe Librorum veterum sacramentie, quae
sola signifi^andi ratione praecepta sunt (quanquam et in eis,
quoniam spiritaliter intelligenda sunt, recte lex dicitur spi-
ritalis) ; caetera certe quae ad pietatem bonosque mores
pertinentia, non ad aliquam significationem ulla interpreta-
tione referenda, sed prrorsus ut sunt dicta, facienda sunt.
Profecto illam Dei legem, non solum illi tunc populo,
verum etiam nunc nobis ad instituendam recte vitam neees-
sariam nemo dibitaverit. Si enim Christus nobis aibstulit illud
gravissimum multarum observationum iugum, ne camaliter
circumcidamur, ne pecorum victimas immolemus, ne sabbato
septeno dierum volumine redeunte ab operibus etiam neces-
sariis quiescamus, et caetera huiusmodi, sed ea Spiritualité)'
intellects teneamus, remotisque umbris significantibus in
rerum ipsarum quae significantur luce vigilemus: numquid
propterea dicturi sumus, non ad nos pertinere quod scriptum
est, ut aiienum quodeumque perditum quisquis invenerit,
reddat ei qui perdidit44; et alia multa similis, quibus pie
re dequ e vivere discitur, maximeque ipsum Decalogum, qui
41 Gai. 5, 6.
12 Gai. 4, 2$. 24.
43 Mt. 3, 16-17.
44 Lev. 6, 3-4.
guardaban. Ni en ellos obraba la fe por el amor, sino la ava
ricia y el temor carnal. El que de esta suerte guarda los pre
ceptos, guárdalos, sin duda, contra su voluntad, y, por tanto,
no los guarda en su olma; porque más quisiera no guardar
los de ninguna manera si, obedeciendo a sus deseos y temo
res, pudiera hacerlo impunemente. Por eso en lo interior de
la voluntad está el reo cuando mira Dios, que es quien impone
el precepto.
Tales eran los hijos de la Jerusalén terrena, de la que
dice el Apóstol: E s esclava en su.s hijos, y pertenece al An
tiguo Testamento, que desde e l monte Sinaii engendra para la
servidumbre. Esta es Agar. A esta casta pertenecieron los
que crucificaron al Señor y perseveraron en su infidelidad.
A la misma pertenecen todavía sus hijos en el numeroso
pueblo judío, aunque el Nuevo Testamento ya haya sido re
velado y confirmado por la sangre de Cristo y se haya ex
tendido el Evangelio desde el Jordán, donde fué bautizado
y dió principio a su magisterio, hasta los confines de la
tierra. Estos judíos viven desparramados por todo el mun
do, como rezan las profecías que ellos leen, para que aun sus
mismos libros sean un testimonio de la verdad cristiana.
10. Por tanto, Dios es también autor del Antiguo Tes
tamento, porque plugo a Dios velar las promesas celestia
les con promesas terrenas, como si éstas fuesen premio, hasta
que llegase la plenitud de los tiempos y dar al pueblo, que
codiciaba los bienes terrenos y por esto tenía un corazón
duro, una ley, aunque espiritual, pero escrita en tablas de
piedra. Exceptuados, pues, los sacramentos de los antiguos
libros, que tan sólo fueron dados como figurativos— bien que
también en ellos la ley recibe justamente el nombre de espi
ritual en razón de que se han de entender espiritualmente— ,
no hay duda de que todo lo demás que atañe a la piedad y
buenas costumbres no se ha de interpretar en modo alguno
refiriéndolo al tipo figurativo, sino que se ha de cumplir tal
como ha sido ordenado.
Por cierto qiuie tenían necesidad de aquella ley para vivir
bien no sólo ellos en aquel tiempo, sino también nosotros
en el tiempo presente. Pues si Cristo nos quitó aquel yugo
pesadísimo de tantas observancias— que no seamos carnal
mente circuncidados, ni sacrifiquemos victimas de animales,
ni cada siete años, al repetirse el ciclo sabático, descansemos
aun de los trabajos necesarios, y otras cosas por el estilo,
sino que las guardemos entendidas de una manera espiritual,
y, desechando las sombras figurativas, contemplemos la ver
dad de las mismas cosas significadas— , ¿acaso ya por esto
habremos de decir que no reza con nosotros que el que ha
llare cualquier cosa perdida del prójimo la entregue, como
está escrito, a quien la perdió, y otros mandamientos serne-
duabus illis lapideis tabulis contine tur, excepta sabbati ob
servations carnali, quae spirituakm sanctificationem quie-
temque significai? Quia enim dieat non debere observare
Ohristianos, ut uni Deo religionis obsequio serviatur, ut
idolum non colatur, ut nomen Domini non accipiatur in va-
num, ut parentes honorentur, ne adulteria, homicidia, furta,
falsa testimonia perpetnentur, ne uxor, ne omnino res ulla
concupiscatur aliena ? 45 Quis est tam impius, qui dicat ideo
se ista legis non custodire praecepta, quia est ipse Ghristia-
nus, nec sub kge, sed sub gratia consti tutus?
11. Verum haec plane magna distantia est, quod faciunt
ista sub lege positi, quos littera occidit, terrenam felicitatem
vel cupiditate adipiscendi vel timore amittendi: et ideo non
vere faciunt; quoniam carnalis cupiditas, qua peccatum con-
mutatur potius vel augetur, cupiditate aliena non sanatur.
Hi ad vêtus pertinent Testamentum, quod in servitutem gé
nérât; quia facit illos carnalis timor et cupiditas servos,
non evangelica fides et spes et charitas îiberos. Sub gratia
vero positi, quos vivificat Spiritus, ex fide ista faciunt, quae
per dilectionem operatur, in spe bonorum, non carnalium,
sed spiritualium, non terrenorum, sed caelestium, non tempo-
ralium, sed aeternorum; praecipue credentes in Mediatorem,
per quem sibi n<Jn dubitant, et spiritum gratiae subministra-
ri, ut bene ista faciant, et ignosci posse cum peccant. Hi
pertinent ad Testamentum novum, filii promissionis, regene
rati Deo pâtre et libera maire.
Huius generis fuerunt antiqui omnes iusti, et ipse Moy-
ses Testamenti minister veteris, haeres novi; quia ex fide qua
nos vivimus, una eademque vixerunt, incamationem, passio-
nem, reeurrectionem Ohristi credentes futuram, quam nos
credimus factam: usque ad ipsum loannem Baptistam quasi
praeteritae dispensationis limitem quemdam, qui Mediatorem
ipsum non aliqua umbra futuri, vel allegorica sìgnificatione,
vel ulla prophetica pronuntiatione venturum esse significans;
sed digito demonstrans ait: Ecce Agnus Dei, ecce qui toTlit
peccatum mundiin; tanquam dicens : Quem multi iusti videre
concupierunt, in quem venturum ab ipsius h umani generis
initio crediderunt, de quo Abrahae dictas sunt promissiones,
de quo scripsit Moyses, de quo Lex et Prophetae sunt testes;*
** E x. 20.
4‘ Io. i, 2g.
xn, 4, 1 1 CONTRA LAS DOS EPÍSI. DE LOS PÉLAGIANOS 571
52
Gal. 3, 17.
53
Rom. 7, 12.
64 Rom. 3, 20-21.
55
Gal. 3, il.
fenecen al Nuevo Testamento en el Espíritu Santo vivifican
te, que el Apóstol opone a la letra, que mata. Pues ¿cómo
no pertenecerán a la gracia del Nuevo Testamento estos con
cuyas sentencias y libros refutamos a los pelagianos, con
venciéndolos de enemigos insensatísimos e ingratísimos de
esta misma gracia?
13. Pero dirá alguno: ¿Cómo se llama Antiguo Testa
mento al que después de cuatrocientos treinta años fué dado
por Moisés, y Nuevo al que tantos años antes fué dado a
Abrahán? Quien esto pregunta no con ánimo de porfiar, sino
con amor de la verdad, tenga en cuenta primero que, cuando
por razón del tiempo anterior recibe el nombre de Viejo y
por razón del tiempo posterior el de Nuevo, se atiende a la
revelación de los Testamentos, no a su institución. Pues el
Antiguo Testamento fué revelado por Moisés, por quien fué
dada la ley santa y justa y buena con que se obrara, no la
abolición, sino el conocimiento del pecado; con la que fueran
convencidos los soberbios, que querían asentar su justicia
como si no necesitaran del auxilio divino, y, hechos reos de
la letra, recurriesen al espíritu de la gracia, no para ser
justificados con su propia justicia, sino con la de Dios, esto
es, con la que les viniese de Dios. Pues como dice el mismo
Alpóstol: Por la ley, <8 conocimiento del pecado. Ahora, em
pero, iné:pe ridt ntemente de la ley, la justicia ds Dios se ha
manifestado, abonada por el testim onio de la ley y de los
profetas. Porque la ley, por el mero hecho de que en ella
nadie se justifica, da testimonio de la justicia de Dios. Y que
por la ley nadie se justifica ante Dios, es m anifiesto, porque
“él justo vive de la fe ” .
Así, pues, como la ley no justifica al impío convencido
de prevaricación, lo remite a Dios, que es el que justifica,
y de esta suerte da testimonio de la justicia de Dios. Los
profetas dan testimonio de la justicia de Dios anunciando a
Cristo: El fué hecho por nosotros sabiduría, como también
justicia, santificación y redención, a fin de que, como está
escrito, “el que s? gloría, que se gloríe en el Señor” .
Esta ley estaba oculta desde él principio, cuando la mis
ma naturaleza convencía a los hombres de injustos, pues
hacían con los otros lo que no hubiesen querido se hiciera
.con ellos. Mas la revelación del Nuevo Testamento fué hecha
en Cristo cuando se manifestó en carne, en el cual se descu
brió la justicia de Dios, o sea, la que en los hombres procede
de Dios. Por eso dice: Ahora, empero, independientemente
de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado.
La razón, pues, de que aquél se llame Antiguo Testa
mento es que fué revelado primero, y estotro recibe el nom
bre de Nuevo porque fué revelado después. Otra razón es
que el Antiguo Testamento pertenece al hombre viejo, por
item veterem, a quo neoesse est hominem incip ere, novum
àutem ad hominem novum, quo debet homo ex vetustate trans
ire. Ideo in ilio sunt promissa terrena, in isto promissa cae-
lestia: quia et hoc ad Dei misericordiam pertinuit, ne quis-
quam vel ipsam terrenam qualemeumque felicitatem, nisi a
Domino creatore universitatis putet cuiquam posse conferri.
Sed si propter illam colatur Deus, servilis est cultus, perti-
nens ad filios ancillae: si aufcem propter ipsum Deum, ut in
aeterna vita sit Deus omnia in omnibus, libsralis est servitus,
pertinens ad filios liberate, quae est mater nostra aeterna in
caelis; quae prior tanquam sterilis apparebat, quando per
spicuo« filios non habsbat ; nunc autem videmus quod de illa
prophetatum est: Laetare, sterilis, quae non paris; erumpe
et exclama, quae non parturis: quia multi filii desertae, ma~
gis quarn eius quae habit virum 57: id est. magis quam illius
lerusalem, quae le-gis quodammodo vinculo maritata est, et
servii cum filiis suis. Tempore igitur veteris Testamenti Spi-
ritum -sanctum in eis, qui etiam tunc secundum Isaac pro
missioni« filii erant, non solum adiutorem, quod isti suo
dogmati suffieere existi-mant ; verum etiam largitorem dici-
mus fuisse virtutis, quod isti negant, libero earn potius ar
bitrio tribuentes, contradicentibus illis patribus qui sciebant
ad Deum veraci pietate clamare: Diligam te, Domine, vir-
tus m eass.
CAPUT V
88 Ps. 17, 2.
83 -Ez. 16, 46-57.
donde es forzoso comience el hombre, y el hombre nuevo al
Nuevo, cor él cual debe el hombre salir de la vejez. Por «so
en aquél se prometieron cosas terrenas, en éste celestiales,
porque aun esto fué propio de la misericordia de Dios, para
que nadie piense que puede cualquier felicidad ser concedida
sino por el Señor, creador de todo el mundo. Pero, si se sirve
a Dios por alcanzar esta felicidad, es éste un culto servil,
propio de los hijos de la esclava; mas si se sirve a Dios por
el mismo Dios, a fin de que en la vida eterna sea Dios todas
las cosas en todos, éste es un culto propio de los libres y de
los hiios de la libre, que es nuestra madre eterna en el cielo,
la cual pareció primero estéril cuando no tenía hiios visi
bles; mas ahora vemos cumplido lo que de ella se profetizó:
A lborózate, m ujer estéril, que no has 'parido; prorrumpe en
gritos de júbilo y f omita la que no has estado de parto, por
que son más Jos hijos de la abandonada <m° Tos hiios de la
casada, esto es, más que los de aquella Jerusalén que se des
posó en cierto modo con el vínculo de la ley-y sirve con sus
hiios. Decimos, pues, que en tiempo del Antiguo Testamento
fué el Espíritu Santo, en aquellos que aun entonces eran
hiios de la promesa a semejanza de Isaac, no sólo ayudador,
que es lo que éstos juzgan suficiente según su doctrina, sino
también dador de la virtud, lo cual niegan éstos, atribuyén
dola más bien al libre albedrío, contra el sentir de aquellos
padres, oue sabían clamar con sincera piedad: Te amaré a
ti, ¡oh Señor, fortaleza m ía!
CAPÍTULO V
C alum nian l o s pelagianos l a doctrina católica acerca
de los profetas apóstoles 1
4
80 i Cor. 7, 6.
61 Mt. 6, i2.
82 Rom. 14, 23.
porque el justo vive de Ja fe. Y a causa de esta distinción
sucede que el homibre que vive sin com eter homicidio, ni
hurto, ni falso testimonio, ni desear cosa ajena; honrando
a los padres como ellos deben ser honrados; siendo casto, de
tal suerte que se abstenga de toda conmixtión camal, aun
conyugal; muy limosnero, muy sufridor de injurias; que no
sólo no usurpa lo ajeno, pero ni aun reclama lo que se le ha
quitado, o que, vendidos todos sus bienes y distribuidos entre
los pobres, nada tiene propio ; a pesar de todas estas aparen
temente laudables costumbres, ,si no se tiene la fe recta y
católica en Dios, al dejar esta vida, incurre en condenación.
Otro, en cambio, que practica obras buenas en virtud de la
fe recta que obra por la caridad, pero que no es tan morige
rado como el primero; que resguarda su continencia con la
honestidad del matrimonio, y paga y pide el débito conyugal
no sólo con el fin de procrear, sí que también por placer, lo
cual concede indulgentemente el Apóstol a los casados; que
no sufre con tanta mansedumbre las injurias, sino que siente
el aguijón del deseo de vengarse, perdonando, empero, a
quien le pide perdón, a fin de poder decir: así como nosotros
perdonamos d nuestros deudores; que tiene su hacienda fa
miliar y de ella usa para hacer limosnas, aunque no con
tanta largueza como el otro; que no usurpa lo ajeno, pero
que ante el tribunal eclesiástico, no secular, reclama lo suyo,
éste, digo, que parece menos recomendable en sus costumbres,
a causa de su recta fe en Dios, de la cual vive y según lat
cual se arrepiente de todos sus delitos, alaba a Dios en todas
las obras buenas, queriendo para sí la ignominia, para El la
gloria, y recibiendo del mismo el perdón de los pecados y el
amor de las obras virtuosas, deja este mundo para alcanzar
la salvación y ser admitido a la compañía de los que han de
reinar con Cristo.
¿ Y por qué esta diferencia sino por la fe ? Y aunque ésta
no salva sin las obras a nadie, porque la fe recta es aquella
que obra por la caridad, no obstante, por ella se perdonan
los pecados, porque el justo vive de la fe ; mas sin ella aun
las que parecen buenas obras se convierten en pecado, pues
todo lo que no procede de la fe es pecado. Y, a causa de esta
grandísima diferencia, con ser la perpetua integridad vir
ginal más excelente1, sin ningún género de duda, que la cas
tidad conyugal, esto no obstante, la mujer católica, aun ca
sada en segundas nupcias, es preferida a la virgen herética
que profesa virginidad, y no de manera que la primera sea
mejor en el reino de los cielos, sino de manera que la segunda
no entrará en el reino de los cielos. Pues el que hemos descrito
como adornado de mejores costumbres se aventajará, como
no le falte la fe recta, all segundo, pero uno y otro vivirán
ilium alterum, sed ambo ìllic eruut: si autem fides ei desit,
sic ab ilio superatur, ut ipse ibi non sit.
15. Cum itaque iusti omnes et antiquiores et Apostoli
ex fide vi?.erint recta, quae est in Christo lesu Domino nostro,
moresque tam sanctos cum fide habuerint, ut licet non tam
perfectae virtutis in hac vita esse potuerint, quam quae post
hanc vitam futura est, tamen quidquid peccati ex humana
infirmitate subre peret, pietate ipsius fidei continuo deleretur:
unde fieri potest ut in comparatione iniquorum, quos damna-
turus est Deus, iustos esse fuisse dicendus sit; cum per piam
fidem tam in contrarium ab illis impiis sint remoti, ut clamet
Apostolus: Quae pars fideli cum infiddi ? *63
Sed videlicet Pelagiani novi haeretici, religiosi amatores
et laudatores videntur sibi esse sanctorum, si non audeant
dicere imperfectae illos fuisse virtutis, cum hoc confiteatur
Vas electionis, qui considerans ubi adhuc esset, et quia cor-
pus quod corrumpitur, aggravai animam ®4*, Non quia iam
acceperim, ait, aut iam perf ctus sim : fratres, tgo mi ipsum
non arbitror apprehendisse. Et paulo post tamen, qui se ne-
gaverat esse perfectum: Quotquot ego p erfid i, inquit, hoc
sapiamus 05: ut ostenderet secundum istius vitae modum esse
quamdam perfections m, eique perfectioni hoc quoque depu-
tarì, sì se quisque noverit nondum esse perfectum. Quid enim
perfectius, quidve e:, cellentius in velcri populo sacerdotibus
sanctis? Et tamen eis praeoepit Deus sacrifìcium primitus
pro suis offer re peccatis68. Eit quid sanctius in novo populo
Apostolis? Et tamen praecepit eis Dominus in oratione di-
cere : Dim itte nobis d bita nostra. Omnium igitur piorum sub
hoc onere corruptibilis camis et in istius vitae infirmitate
gementium spes una est, quod advocatum habemus ad Pa-
trem Iesum Christum iustum, et ipse est exoratio peccato-
rum nostrorum67.
CAPUT VI
C alu m n ia de peccato i n C h k isto
83 2 Cor. 6, 15.
64 Sap. 9 , 15.
63 Phil. 3, 12-13. 15.
“ Lev. 9, 7 ; 16, 6.
*’ 1 Io. 2, 1-2.
allí; mas, si le falta la fe recta, de tal suerte es aventajado
por el otro, que él no estará allí'.
15. Pues si todos los justos, lo mismo los antiguos que
los apóstoles, han vivido de la fe de Cristo nuestro Señor y
se han distinguido por tan santas costumbres junto con la
fe, que, aunque no poseyeran una vida tan perfecta como
la que ha de haber en la vida futura, no obstante, todo pecado
debido a la humana flaquera luego se borraba con la piedad
de la misma fe, ¿qué razón hay para decir que fueron justos
en comparación con los pecadores, que Dios ha de condenar,
siendo así que por la fe recta están tan diametral mente se
parados de los pecadores, que dice el Apóstol: ¿ Qué armonía
del fiel con él infiel?
Mas los pslagianos, estos nuevos herejes, créense fervo
rosos devotos y panegiristas de los santos si no llegan a con
fesar que los santos tuvieron una virtud imperfecta, siendo
así que esto lo proclama el vaso de elección, el cual, teniendo
presente dónde vivía y que el cuerpo corruptible d~prime
al alma, dice: No que ya lo haya obtenido o que ya sea yo
p erf-cto. Hermanos, yo no me hano cu n ta todavía d° ha
berlo yo mismo axrresado. Y, sin embargo, un poco más ade
lante, el que había negado ser justo dice: ' Cuantos, puss,
som os perfectos, tengamos rstos s rntim irntos, queriendo en
señar qu>e, según es posible en esta vida, ee da una cierta
perfección, y que es propio de esta perfección conocer cada
uno que todavía no es perfecto. ¿Quién más perfecto y exi
mio en el Antiguo Testamento que los sacerdotes santos?
Pues, sin embargo, Dios les mandó que en primer lugar ofre
ciesen sacrificios por sus propios pecados. Y en el nuevo
pueblo, ¿quién más santo que los apóstoles? Y, esto no obs
tante, mandóles el Señor decir en la oración: Perdónanos
nuestras d udas. Una es, por tanto, la esperanza de todas las
afluías piadosas que gimen bajo este peso de la carne corrup
tible en esta miserable vida, y es que tenemos un abogado
ante el Padre en Jesucristo y El ruega por nuestros pecados.
CAPÍTULO VI
C a lu m n ia pelagiana achacando a lo s católicos ADMrim
pecado e n C risto 1
6
CAPUT VII
C alum nia de im pletion e praecepto ru m i n fu tu r a vita
17. Quis autem ferat eos obiicere nobis, quod post re-
sum ctìonem . tides processus futures esse dicamus, ut ibi in-
cipiant homines, quae hic nóluerint, D ei mandata com piere:
quoniam dicimus, ibi omnino nullum futurum esse peccatum,
nec cum aliqua peccati cupiditate conflictum ; tanquam ipsi
audeant hoc negare ? Sapientiam quoque et cognitionem Dei
“ Rom . 8, 3.
“ a Cor. 5, 20-21.
pecado. Por no entender tal vez esto, y cegados por el deseo
de calumniar, ignorando que la palabra pecado tiene diver
sas acepciones en las Sagradas Escrituras, propalan los pe-
lagianos que nosotros admitimos pecado en Cristo.
Nosotros decimos que Cristo no tuvo ningún pecado, ni
en el alma ni en el cuerpo, y que, tomando carne en seme
janza de carne de pecado, por el pecado condenó el pecado.
Esto que dice el Apóstol con alguna obscuridad, puede inter
pretarse de dos modos: o diciendo que el Apóstol quiso dar
al pecado el nombre de semejanza de carne de pecado, por
que las semejanzas de las cosas reciben el nombre de las
mismas cosas; o bien diciendo que los sacrificios ofrecidos
por los pecados recibían en la ley el nombre de pecadas, loe
cuales sacrificios fueron todos figura de la carne de Cristo,
que es el verdadero y único sacrificio ofrecido por los peca
dos, no sólo los que se perdonan en el bautismo, que son
todos, sino también los que se cometen después a causa de
la humana flaqueza, por los cuales toda la Iglesia clama cada
día al Señor: Perdónanos nuestras deudas; y se nos perdonan
en virtud del único sacrificio ofrecido*por los pecados, que
el Apóstol, hablando al modo de la ley, no vaciló en llamar
pecado. Y ésta es también la razón de lo que de manera más
clara e indubitable dice: Os rogamos en nombre de C risto:
Reconciliaos con Dios. A l que no conoció pecado, por nos
otras le hizo pecado, a fin de que nosotros m niés:m os a ser
justicia de Dios en M . Pues lo que antes recordé: Por él pe
cado cond nó el pecado, por cuanto no se dijo de su pecado,
puede cada cual entenderlo diciendo que por el pecado de
los judíos condenó él pecado, ya que por el pecado de los
que le crucificaron derramó su sangre para remisión de los
pecados; mas estotro pasaje en que se dice que Dios hizo
pecado a Cristo, que no conocía pecado, paréceme que la
mejor manera de enténderlo es decir que Cristo se hizo sacri
ficio por los pecados y que por esto se le llamó pecado.
CAPÍTULO V TI
LOS PELA OIANOS CALUMNIAN LA DOCTRINA CATÓLICA ACERCA
del cumplim iento de los preceptos1
7
17. ¿ Quién llevará en paciencia que nos acusen de decir
que después de la resurrección se obrará tal cambio, que los
hombres comenzarán a cumplir los preceptos que aquí no
quisieron cumplir? Y nos acusan de esto porque decimos au!e
allí no habrá absolutamente ningún pecado; como si ellos
pudieran negar esto. ¿ Y quién, sino el que sea tan contrario
a la verdad que no merezca por ello conocerla, negará que
tune perfici in nobis, et in Domino tantam exultationem, ut
ea sit plena et vera seeuritas, quis negabit, nisi tarn aversus
sit a vero, ut ob hoc ad earn pervenire non possit? Verum
haec non erunt in praeceptis, sed in eorum quae hie observan-
da sunt praemio praeceptorum. Quorum quidem praecepto-
rum contemptus ilio non perducit ad praemium, sed hie stu-
dium praeeepta servandi gratia Dei tribuit. Quae si quid
etiam in eis praeceptis minus ssrvatur, ignoscit, propter quod
orando dicimus, et, Fiat voluntas tua; et, Dimitte nobis de-
bita n ostra70. Hie ergo praeceptum est, ut non peccemus:
ibi praemium, non posse peccare. Hie praeceptum est, ut de-
sideriis peccati non obediamus: ibi praemium, ut desideria
peccati non habeamus. Hie praeceptum est: Intelligite ergo
qui insipientes estis in populo; et stulti, aliquando sop ite71,
ibi praemium est, plena sapientia et perfecta cognitio. Vide-
mus enim nunc per speculum in aenigmate ait Apostolus;
tunc autem facie ad fadem . Nunc scio ex parte; tunc autem
cognoscam sicut et cognitus sum 72. Hie praeceptum est: Ex-
m ltate Deo adiutori nostro 73; et, Exsultate, iusti, in Domv
n o 74; ibi praemium est, exsultare perfecto et ineffabili gau
dio. Postremo in praecepto positura est: B eati qui esuriunt
et sitiunt iustitiam : in praemio autem: Quoniam ipsi satura-
buntur7S.
Unde quaeso, saturabuntur, nisi quod esuriunt et sitiunt ?
Quis igitur ita, non solum a divino, sed a sensu quoque abhor-
net humano, qui dicat in homine tantam esse posse iustitiam,
cum ab ilio esuritur et sititur, quanta erit, cum ex illa satu-
rabitur? Quando autem esurimus sitimusque iustitiam, si
fides Christi vigilat in nobis, quid nos nisi Christum esurire
ac sitire credendum est ? Qui factus est nobis sapientia a Dea
et iustitia et sanctificutìo et redem ptio; ut, quemadmodum
scriptum est, Qui gloriatur, in Domino gloriedur7G. Et quia
modo in eum non videntes credimus, ideo sitimus esurimus-
que iustitiam. Quamdiu enim sumus in corpora, peregrina?
mur a Domino: per fidem enim ambulamus, non per spe**
ciem 77. Quem cum viderimus, pervenientes utiaue ad speciem.
exsultaibimus gaudio inenarrabili78: et tunc iustitia satura-
bimur; quia nunc ei pio desiderio dicimus: Saturabor cum
manifestabitur gloria tu a 79.
18. Quam vero est, non dico impudens, sed insana super
bia, nondum esse aequales Angelis Dei, et putare se iam posse
habere iustitiam aequalem Angelis Dei ; nec intueri tam mag
num et sanctum virum, qui utique ipsam iustitiae perfectio-
nem esuriebat atque sitiebat, quando magnitudine revelatio-
Mt. 6, io. i2. 71 Ps. 32, i. ” 2 Cor. 5, 6-7.
• 51 Ps. 93, 8. 75 Mt. s, 6. 78 1 Pet. 1, 8.
7! 1 Cor. 13, 12. 78 1 Cor. 1, 30-31. ” Ps. 16, 15.
73 Ps. 80, 2.
entonces será perfecta la sabiduría y el conocimiento de Dios,
y tan grande el gozo en el Señor, que será aquélla la segu
ridad plena y verdadera ? Mas tal dicha no la dan los precep
tos, sino el premio otorgado a los preceptos que deben guar
darse aquí abajo. No conduce allá el desprecio de estos pre
ceptos; mas el deseo (Je observar los preceptos lo da en esta
vida la gracia de Dios. La cual, cuando no se guarda alguno
de tales preceptos, perdona, por lo que decimos en la oración:
Hágase tu voluntad y Perdónanos nuestras deudas. Aquí,
pues, tenemos mandamiento de no pecar; allí es premio no
poder pecar. Aquí es precepto no condescender con los de
seos de la carne; allí es premio carecer del deseo de pecar.
Aquí es precepto: Entended, necios del pueblo. Y vosotros,
fatuas, ¿cuándo seréis cnerdos? ; allí es premio la perfecta
sabiduría y el conocimiento consumado: Porque ahora vem os
por medio de espejo, en enigm a; mas entonces cara a cara.
Ahora conozco parcialm ente; entonces conoceré plenamente
al modo que yo mismo fuá conocido. Aquí es precepto: En
salzad a Dios, fortaleza nuestra; alegraos, ¡oh ju stos!, en él
Señor; allí el premio es alegrarse con gozo perfecto e ine
fable. Finalmente, se ha impuesto como precepto: Bienaven
turados los que tienen hambre y sed, de la ju sticia; y como
premio: Porque ellos serán saciados.
¿Quién, por tanto, estará tan reñido con la ciencia, no
sólo divina, sí que también humana, que diga que puede el
hombre poseer tanta justicia, teniendo hambre y sed de ella,
como cuando de ella se sacie? Cuando tenemos hambre y
sed de la justicia, si está despierta nuestra fe en Cristo, ¿ qué
otra cosa se ha de creer que pedimos sino tener hambre y
sed de Cristo? El fué hecho por Dios para nosotros sabidu
ría, como también justicia, santificación y redención, para
que, según está escrito, “ el que se gloria, que se glorie en él
Señor” . Y como ahora creemos en El, a quien no vemos, por
eso tenemos hambre y sed de la justicia. Pues mientras
estamos domiciliados en el cuerpo, andamos ausentes lejos
del Señor: como quiera que por la fe caminamos, no por la
vista. Cuando le veamos cara a cara, nos regocijaremos con
gozo inenarrable, y será entonces cuando nos saciemos de
justicia, pues ahora le decimos con fervoroso deseo: Me sa
ciaré cuando aparezca tu gloria.
18. Pues ¿qué soberbia, no digo tan osada, sino tan
necia, no ser aún iguales a los ángeles de Dios y creer que
ya pueden tener una justicia igual a la de los ángeles dte
Dios, y no hacer caso de un varón tan grande y santo, que
tenía verdadera hambre y sed de la misma pérfección de la
justicia cuando no quería envanecerse con la sublimidad de
las revelaciones, y que, no obstante, a ñn d)e no ensoberbe-
num nolebat extolli ; nec tarnen, ut non extolleretur, arbitrio
suo voluntatique commis3us est, sed accepit stimulum carnia,
angelum satanae, qui éum colaphizaret ; propter quod Do
minum ter rogavit, ut discederet ab eo; dixitque ei Dominus:
Sufficit tibi gratia mta; nam virtus in ìnfirm itate perfiei-
tu r 80. Quae virtus, nisi ad quam pertinet non extolli ? Et
quis dubitat hoc ad iustitiam pertinere ? Huius igitur iustitiae
perfectione sunt praediti Angeli Dei, qui semper vident fa-
ciem P atris8l, ac per hoc totius Trinitatis, quia per Filiutn
vident in Spiritu sancto. Nihil est autem ista revelatione su
blimimi; nec tarnen Angelorum quisquam illa contemplatio-
ne laetantium necessari um habet angelum satanae, a quo
colaphizetur, ne ilium tanta magnitudo revelationum extol-
lat. Hanc perfectionem virtutis utique nondum habebat apo3-
tolus Paulus, nondum aequalis Angelis Dei: sed inerat illi
extollendi se infirmitas quae per angelum etiam satanae fue-
rat comprimenda, ne revelationum magnitudine extolleretur.
Quanquam itaque ipsum satanam elatio prima deiecerit:
tarnen summus ille medicus, qui bene uti novit etiam malia,
de angelo satanae adhibuit contra elationis vitium, salubre,
quamvis molestum medicamentum; sicut fieri consuevit an-
tidotum, etiam de serpentibus contra venena serpentum.
Quid est ergo: Sufficit Ubi gratia mea, nisi ne deficiendo
succunibas sub colapho angeli satanae? Et quid est: Virtus
in ìnfirm itate p erfid ia r; nisi quia in isto loco infirmitatis
hactenus perfectio potest esse virtutis, ut ipsa ìnfirmitate
praesente elatio reprimatur? Quae utique infirmitas, futura
immortalitate sanabitur. Quomodo est enim dicenda sanitas
piena, ubi etiam de angeli satanae colapho adhuc est neces
saria medicina?
19. E x hoc factum est, virtutem, quae nunc est in homi-
ne iusto, perfectam hactenus nominari, ut ad eius perfectio
nem pertineat etiam ipsius imperfectionis et in ventate cogni-
tio, et in hinnilitate confessio. Tune enim est secundum hanc
infirmitatem pro suo modulo perfecta ista parva iustitia,
quando etiam quid sibi desit intelligit. Ideoque Apostolus et
imperfectum et perfectum se d icit82: imperfectum scilicet,
cogitando quantum illi ad iustitiam desit, cuius plenitudinem
adhuc esurit ac sitit ; perfectum autém, quod et suam per
fectionem confiteli non erubescit, et ut perveniat bene pro-
oedit. Sicut possumus dioere perfectum esse viatorem, cuius
bene promovetur accessio, quamvis non perficiatur intentio,
nisi fuerit facta perventio. Propterea cum dixisset: Secun
dum iustitiam, quae in lege est, qui fuerim sins qu rela;
mox addidit : Quae mihi lucra fu runt, haec propter Christum
damna esse duxi; verumtamen e t arbitrar omnia damnum*
s" 2 Cor. 12, 7-9. 82 P h il. 3, 12. 15.
** Mt. 18, io.
cerse, no se confió a su albedrío y voluntad, sino que recibió
el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que lo abofetea
ba, por lo cual tres veces rogó al Señor que se alejase de él,
y le dijo el Señor: Te basta mi gracia, que en la flaqueza
llega al colmo la virtud? ¿Qué virtud es ésta sino aquella de
la que es propio no envanecerse? De esta perfecta justicia
están adornados Jos ángeles de Dios, que contemplan sin ce
sar el rostro del Padre, y, por tanto, de toda la Trinidad,
porque mediante el Hijo ven en el Espíritu Santo. Nada hay
más sublime que esta revelación, y, sin embargo, ninguno de
los ángeles que gozan de aquella contemplación ha menester
del ángel de Satanás que lo abofetee a fin de que no lo enso
berbezca tan sublime revelación. Esta perfección de la virtud
no la tenía aún el apóstol San Pablo, que todavía no era igual
a los ángeles; sino qué existía en él aquella flaqueza de enva
necerse que debía ser reprimida por el ángel de Satanás para
no envanecerse con la grandeza de las revelaciones. Así, pues,
aunque aquella soberbia primera había derribado a Satanás,
no obstante, aquel excelentísimo médico, que sabe usar bien
aun de los males, del ángel de Satanás sacó contra el vicio
de ¡la soberbia una medicina saludable, bien que dolorosa, así
como contra el veneno de las serpientes se extrae el antídoto
de las mismas serpientes.
¿ Qué quiere decir, pues, bástate mi gracia, sino no sucum
bas por la bofetada del ángel de Satanás pecando? ¿ Y qué
quiere decir que en la flaqueza Uega al colmo la perfec
ción, sino que en este lugar de flaqueza solamente puede dar
se la perfección de la virtud reprimiendo la soberbia con la
flaqueza? Da cual se curará con la futura inmortalidad. Por
que ¿cóm o puede haber salud cumplida donde todavía es
necesaria la medicina que viene de la bofetada del ángel de
Satanás?
19. De aquí es que la virtud que ahora posee el hombre
es perfecta en el sentido de que su perfección incluye el ver
dadero conocimiento y la confesión humilde de la misma im
perfección. Esta pequeña justicia, perfecta en la medida que
lo consiente esta flaqueza, es perfecta cuando no deja de com
prender lo que le falta. Por eso el Apóstol se llama a sí mismo
imperfecto y perfecto: imperfecto, pensando cuánto le falta
para llegar a aquella justicia de cuya plenitud tiene hambre
y sed; perfecto, por cuanto no se avergüenza de confesar su
imperfección y obra bien a fin de alcanzarla. Como pódeme»
decir que es perfecto el viandante cuyo arribo al término se
facilita, aunque no se logra el deseo de llegar mientras no se
haya, llegado. Por eso, después de haber dicho: Habiendo
sido hombre sin tacha en cuanto a la justicia que pueda darse
en Ja ley, añadió : Cuantas cosas eran para mí ganancias,
ésas por Cristo las he reputado pérdida. Que sí, que aun to~
esse propter emine ntem scientiam Christi lesu Domini nostri;
propter quern omnia non solum detrim ento endidi, v rum
etiam stercora existim am esse, ut Christum lucrifaciam, e t
inventar in iUo non habens msam iustitiam quae ex l.g e est,
sed earn quae tst per fidem Christi, quae est ex D eo iustitia
in fid e 83. Ecce Apostolus secundum iustitiam quae ex legd
est, sine querela se fuisse, non utique mepdaciter dicit; et
tamen haec quae illi lucra fqerunt, abiicit propter Christum,
et damna, detrimenta, stercora eixistimat, non solum haec,
sed et caetera omnia quae supra commemoravit ; propter non
qualemlibet, sed emin ntem, sicut ipse dicit, sekntiam Chris
ti It su Domini nostri, quam procul dubio adhuc in fide habe-
bat, nondum in specie. Tunc enim erit eminens Christi scien-
tia, quando fuerit ita revelatus, ut quod creditur videatur.
Unde alio loco ita dicit: Mortui enim estis, et vita vestro
abscondita est cum Christo in Deo. Cum Christus apparw rit
vita vestra, tunc et vas apparebitis cum ilio in gloria sl. Hinc
et ipse Dominus: Qui diligit me, inquit, dilig tur a Patre
meo, et ego diligam eum, et manifestabo mi ipsum illi “5.
Hinc Ioannes Evangelista: Dilectissim i, inquit, filii Dei su-
m m , et nondum apparuit quod erimus. Scimus autem quia
cum apparuerit, similis ei erimus, quoniam videbimus eum
siculi e s t 88. Tunc erit eminens Christi scientia. Nunc enim
est quidem abscondita in fide, sed nondum eminens apparet
in specie.
20. Abiicit ergo ilia bsatus Paulus praeterita iu3titiae
suae tanquam detrimenta et stercora, ut Christum lucrifa-
ciat, et inveniatur in ilio non habens suam iustitiam, quae
ex lege est. Quare suam, si ex lege est? Ncque enim lex ilia
Dei non e3t: quis hoc nisi Marcion et Manichaeus et aliae
similes pestes dixerunt? Cum ergo lex illa Dei sit, iustitiam
suam dicit esse quae ex lege est: quam iustitiam suam no-
luit habere, sed proiecit ut stercora. Cur ita, nisi quia hoc
est, quod etiam superius demonstravimus, eos esse sub lege,
qui ignorantes Dei iustitiam, et suam volentes constituere,
iustitiae Dei non sunt eubiecti ? 87 Putant enim se arbitrii
sui viribus implere legem iubsntem, et ista implicati super
bia, ad gratiam non convertuntur iuvantem. Sic eos littera
occidit, aut aperte etiam sibi reos, non faeiendo quod prae-
oepit; aut putando se tacere, quod spiritali, quae ex Deo
est, non faciunt charitate. Ita remanent aut aperte iniqui,
aut fallaciter iusti; in aperta iniquitate evidenter elisi, in
fallaci iustitia insipienter elati. A c per hoc miro quidem*
** Phil. 3, 6-o.
*4 Col. i , 3-4.
** Io. 14, 21.
*• 1 Io. 3, 2.
" Rom. 10, 3.
das las cosas estim o ser una pérdida, comparadas con la em i
nencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi S ñor, por quien
di al traste con todas, y Jas tengo por basuras, a fin de ga
narme a Cristo y $ r hallado en El, no poseyendo una ju sti
cia propia, aquella que viene de la ley, sino la que viene por
la fe de Cristo, la justicia que p roa de de Dios, fundada so
bre la fe. Veis aquí que el Apóstol dice sin mentir que él
fué, en cuanto a la justicia que puede darse en la ley, hom
bre sin tacha, y, no obstante, estas que fueron para él ganan
cias las desecha por Cristo y las reputa daño, pérdida y ba
sura, y no sólo estas ganancias, sino todo lo que antes ha
mencionado lo desecha a causa no de cualquier conocimiento,
sino dt.l conocim i.nto em inente d Jesucristo nuestro Señor,
conocimiento que poseía cortamente por la fe, pero cún no
por la contemplación. Porque será eminente el conocimiento
de Cristo cuando Cristo se descubra de tal suerte que se vea
lo que ahora se cree.
Por eso dice en otro lugar: E stáis m uertos, y vuestra
vida está scondida con Cristo en Dios. Y por la misma ra
zón dice el Señor: Qui n me ama s rá amado de mi Padre,
y yo también le amaré y me manifestaré a él. Y el apóstol
San Juan dice por el mismo motivo: Carísimos, somos hijos
de Dios y todavía no se m ostró qué ser m as; sabremos que,
cuando se mostrare, serem os sem ejantes a E l, porque le ve
remos tal como es. Entonces es cuando será eminente el co
nocimiento de Cristo. Pues ahora se esconde en la fe, pero no
sa muestra aún eminente en la contemplación.
20. Desecha, pues, San Pablo las obras anteriores de su
justicia como pérdida y basura a ñn de ganarse a Crist t y
ser hallado en El no poseyendo una justicia propia, aquella
que viene de la ley. ¿Cómo propia, si viene de la lev? Porque
de Dios es esa ley. ¿Quién ha negado esto sino Marción y
Manes y otras que tales pestes? Pues, con ser de Dios esa
ley, llama justicia propia a la que viene de la ley; y esa
justicia propia no la quería tener, sino que la desecha como
basura. ¿Por qué, sino porque esto quiere decir, como arri
ba demostramos, que están sujetos a la ley los que, ignoran
do la justicia de Dios y empeñándose en establecer su propia
justicia, no están sujetos a la ley de Dios? Porque piensan
que con las fuerzas de su albedrío cumplen la ley, que manda,
y, engañados con esta soberbia, no buscan la gracia auxilia
dora. De esta manera la letra ios mata, o convictos en el
tribunal de su conciencia, pues no hacen lo que manda, o
creyendo que hacen lo que no hacen con la caridad espiritual
que procede de Dios. Y de este modo permanecen o manifies
tamente injustos o mentirosamente justos: evidentemente
malheridos con la indignidad manifiesta, neciamente infatua
dos con una justicia engañosa. Y a causa de esto, cosa ma~
modo, sed tamén vero, iustitiam legis non implet iustitia
quae in lege est, vel ex lege, sed quae in spiritu gratiae.
Iustitia quippe legis impletur in eis, sicut scriptum est, qui
non secundum carnem ambulant, sed secundum spiritumss.
Secundum iustitiam vero quae in lege est, se fuisse sine que
rela in carne, non in spiritu, dicit Apostolus; et iustitiam
quae ex lege eSt, suam dicit fuisse, non Dei,
Intelligendum est igitur iustitiam legis non impleri se
cundum iustitiam, quae in lege est, vel ex lege, id est, se
cundum iustitiam hominis; sed secundum iustitiam quae est
in spiritu gratiae: ergo secundum iustitiam Dei, hoc est,
quae homini ex Deo est. Quod planius et brevius ita dici pot
est : Iustitiam legis non impleri cum lex iubet, et homo quasi
suis viribus facit; sed cum spiritus adiuvat, et hominis libe
ra, sed Dei gratia liberata voluntas facit. Legis itaque iusti
tia est, iubere quod Deo placet, vetare quod displicet: in lege
autem iustitia est, servire litterae, et extra earn nullum Dei
adiutorium ad recte vivendum requirere. Cum enim dixisset :
Non habens meant iustitiam, quae ex lege est, sed cam quae
est per fidem Christi; addidit, quae est ex Deo. ipsa est ergo
iustitia Dei, quam superbi ignorantes, suam volunt consti-
tuere. Non enim propterea iustitia Dei dicitur, quoniam Deus
ea iustus est ; sed quia homini ex Deo est.
21. Secundum hanc autem iustitiam Dei, hoc est, quae
ex Deo in nobis est, nunc fides operatur per dilectionem89.
Id autem operatur, quomodo perveniat homo ad eum, in quem
modo non videns credit; quem cum viderit, tunc quod erat in
fide per speculum in aenigmate, iam erit in specie facie ad
faciem 90: tunc perficietur et ipsa dilectio. Nimis quippe in-
sipienter dicitur, tantum amari Deum antequam videatur,
quantum amabitur cum videbitur. Porro si in hac vita, pio
nemine dubitante, quanto amplius diligimus Deum, tanto
sumus utique iustiores; quis dubitet, piam veramque iusti
tiam, cum fuerit dilectio Dei perfecta, tunc perfici? Tunc
ergo lex, ita ut nihil omnino desit, implebi tur; cuius legis,
secundum Apostolum, phenitudo dilectio e s t 91. A c per hoc
cum dixisset : Non h a bn s meam iustitiam , quae e x lege est,
sed earn quae est per fidem Christi, quae est e x D eo iustitia
in fide; deinde subiunxit: Ad agnoscendum eum, et mrtutem
resurrectionis suae, e t communicationem passionis eius.
Haec omnia nondum plena et perfiecta in Apostolo erant,
sed tanquam in via positus ad eorum plenitudinem perfec-*
** Rom . 8, 4.
•* Gal. s, 6.
** i Cor. 13, 12.
,l Rom . 13, 10.
ravillosa, pero verdadera, no cumple la justicia de la ley la
justicia que se da en la ley o procede de la ley, sino la que
hay en el espíritu de gracia. Pues la justicia de la ley se
cumple en aquellos que, como está escrito, caminan no según
la carne, sino según el espíritu. El Apóstol dice que fué hom
bre sin tacha en la carne, no en el espíritu, cuanto a la justi
cia que puede darse en la ley; y dice que la justicia que
procede de la ley fué su justicia, no la de Dios,
Hemos de entender, por tanto, que no se cumple la jus
ticia de la ley según la justicia que puede darse en la ley o
que de la ley procede, esto es, según la justicia del hombre,
sino según la justicia que se da en el espíritu de gracia; por
tanto, según la justicia de Dios, es decir, la que le viene al
hombre de Dios. Lo cual puede expresarse con más clam ad
y concisión diciendo que la justicia de la ley no se cumple
cuando la ley manda y el hombre obedece, como si dijéramos,
con sus propias fuerzas, sino cuando auxilia el espíritu, y la
voluntad libre, pero liberada por la gracia, obedece. Así que
la justicia de la ley consiste en mandar lo que agrada a Dios,
prohibir lo que le desagrada; darse justicia en la ley es ser
vir a la letra y no pedir fuera de la letra ayuda para vivir
bien. Pues habiendo dicho: No tzni ndo una justicia 'propia,
■aquella que viene de la ley, sino Ja que viene por Ja fe de
Cristo, añadió: la que proc de de Dios. Eista es, pues, la
justicia de Dios, desconociendo la cual tratan los soberbios
de establecer su propia justicia. Pues no se llama justicia
de Dios porque Dios sea justo por ella, sino porque le viene
al hombre de Dios.
21. Según esta justicia de Dios, esto es, la que nos viene
de Dios, obra ahora la fe por la caridad. Y obra para que
el hombre llegue a aquel en quien cree sin verle; viendo al
cual, lo que antes se conocía en virtud de la fe por medio
de espejo en enigma, se conocerá por la contemplación cara
a cara; entonces será perfecta la misma cardad. Porque es
mucha necedad decir que es Dios tan amado antes de ser
visto como será amado cuando sea visto. Ahora bien, si,
como no lo pone en duda ninguna persona piadosa, cuanto
más amamos a Dios más justos somos, ¿quién duda de que
llegará a su perfección la justicia santa y verdadera cuando
sea perfecto el amor de Dios? Será entonces cuando se cum
plirá, sin que le falte una tilde, la ley, cuya plenitud es el
amor. Por lo cual, después de haber di:cho: No poseyendo
una justicia propia, aquella que vi:m>e de la ley, sino la que
viene por la fe de Cristo, la justicia que procede de Dios,
añadió: a fin de conocerle a Ei y sentir en mí el poder de
su resurrección y la comunicación de sus padecimientos.
No poseía aún el Apóstol la plenitud y perfección de estas
cosas, sino que corría como viandante para alcanzar esa
tionemque currebat. Nam quomodo iam perfect® cognoverat
Christum, qui dicit alio loco : Nunc scio ex parte, tunc aut cm
cognoscam sicut et cognitus sum ? 92 Et quomodo iam per
fette cognoverat virtutem eius resurrectionis, cui restabat
earn plenius tempore resurrectionis camis experiendo cognos-
cere ? Et quomodo iam perfecte cognoverat communicationein
passionum eius, nondum pro ilio passionem mortis expertus?
Denique addit et dicit : Si quo modo occurram in resurrec-
tionem mortuorum. A c deinde ait: Non quia iam acceperim,
aut iam perfectus sim. Quid ergo se confitetur nondum acee-
pisse, et in quo nondum esse perfectum, nisi in ea iustitia,
quae ex Deo est, quam concupiscens noluit suam habere,
quae ex lege est? Hinc enim loquebatur, et ista fuit causa
ut haec diceret, resistens inimicis gratiae Dei, pro qua lar-
gienda crucifixus est Christus: ex quorum genere etiam isti
sunt.
22. Nam ex quo loco suscepit haec dicere, sic exorsus
est : Videte canes, vid te malos operarios, videte condsionem .
N os enim sumus circumcisio qui spiritu Deo servimus; vel
sicut nonnulli codices habent, qui spiritai Deo, vel spiritai
Dei servim us; e t gloriamur in Christo tesa, e t non in carne
fidentes. Hinc manifestum est adversus Iudaeos eum agere,
qui camaliter observantes legem, et suam iustitiam volentes
constituere, occidebantur littera, non vivificabantur spiritu;
et in se gloriabantur, cum Apostoli et omnes promissionis
filii gloriarentur in Christo.
Deinde subiecit: Quanquam ego habeam fidwciam in car
ne: si quis alius in carne putat se fiduciam habere, magis
ego. Et enumerane omnia quae secundum carnem habent glo
riaci, ad illud terminavit, ubi ait: Secundum iustitiam quae
m lege est, qui fu'rim sine querela. Et cum haec sibi omnino
damna et detrimenta et stercora fuisse dixisset, ut Christum
lucrifaceret, adiecit unde agitur: E t invernar in ilio non ha-
bens iustitiam meam, quae ex lege est, sed earn quas est per
fidem Christi, quae est ex Deo. Huius ergo iustitiae perfec-
tionem, quae non erit nisi in illa eminenti scientia Christi,
propter quam sibi dixit omnia damnum esse, nondum se
accepisse, confessus est, et propterea nondum esse perfectum.
Sequor autem, inquit, si apprehendam in quo e t apprehensus
sum a Christo lesa. Tale est, si apprehendam in quo et9 2
■ * L e. io, 41-42.
84 Pliil. 3, 2-19.
85 Rom. 4, 14.
84 Gal. 2, 21.
88 G al. 5, 11.
aprestado que conoceré como soy conocido. Hermanos, dice,
y o no me hayo cuenta todavía de haberlo apresado; una
cosa hago, em pero; olvidando lo que dejo atrás y lanzándome
a lo que me queda por delante, puestos los ojos en la meta,
sigo corriendo hacia el premio de la soberana vocación de
Dios en Cristo Jesús.
El orden de las palabras es éste: una sola<cosa hago. Con
verdad decimos que encareció el Señor a Marta la necesidad
de esta única cosa al decirle: Marta, Marta, te inquietas y te
azoras atendiendo a tantas cosáis, cuando una sola es nece
saria. Queriendo éste alcanzarla, dijo, como quien, camina,
que corría hacia el ipremio de la vocación celestial de Dios
en Oristo Jesús. ¿ Quién dudará de que, cuando logre aquello
en pos dé Ib cual dice que corre, tendrá una justicia igual
a la justicia de los santos ángeles, a ninguno de los cuales
abofetea el ángel del Señor para que no sé envanezca con la
grandeza de las revelaciones?
Después, adoctrinando a los que pudieran creerse ya
perfectos con la plenitud de aquella justicia, dice: Cuantos,
pues, somos perfectos, tengamos estos sentim ientos. Como
si dijera: Si según la capacidad del hombre mortal somos
perfectos cuanto cabe serlo en esta vida, entendamos que
es propio también de esta perfección conocer que no somo6
todavía perfectos con aquella justicia angélica que poseere
mos en la manifestación de Cristo. Y si sobre algo, dice, sen
tís de diferente manera, también sobre eso D ios os ilustrará.
¿ Y de qué modo sino caminando y progresando en el camino
de la fe recta hasta que se acabe la peregrinación y se llegue
a la contemplación? Por lo que añadió lógicamente: Fuera
de esto, desde el punto hasta donde llegamos, sigamos ade
lante por los mismos pasos. Y a fin de que huyan el trato
de aquellos de los cuales se ocupa al principio de este dis
curso, dice: Sed, hermanos, imitadores míos y observad a los
que así proceden según el dechado que tenéis en nosotros.
Porque muchos andan por ahí, de quienes a menudo os decía
— y ahora aun con lágrimas os lo digo— los enem igos de la
cruz de Cristo, cuyo paradero es perdición; y todo lo demás.
Trátase de aquellos de los que había dicho al principio: ¡Ojo
con Jos perros, o jo con los malos obreros!, y lo demás que
sigue. Todos ellos son, pues, enemigos de la cruz de Cristo,
que, queriendo afirmar su justicia, la que procede de la ley,
o sea la ley de letra que manda sin espíritu que obedezca, no
están sujetos a la justicia de Dios. Pites si los hijos de la ley
son herederos, anulada queda la fe. Porque, si por la ley se
alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiera m uerto en vano,
se habría acabado el escándalo de la cruz. Y por esto son*
enemigos de su cruz los que dicen que se tiene la justicia
por la ley, de la cual es propio mandar, no ayudar. Mas la
Gratia vero Dei per Iesum Christum Dominum in Spiritu
sancto. adiuvat infinnitatem nostram.
23. Quamobrem qui secundum iustitiam quae in lege est,
sine fide gratiae Christi vivit, sicut se Apostolus sine querela
vixisse commémorât, nullam veram putandus est habere ius
titiam: non quia lex vera et sancta non est; sed quia obedire
velie litterae iubenti, sine vivificante spiritu Dei, veluti ex
viribus liberi arbitrii, iustitia vera non est. Iustitia vero,
secundum quam iustus ex fide vivit, quoniam per spiritum
gratiae homini ex Deo est, vera iustitia est. Quae licet non
imnurito- in aliquibus iustis pro huius vitae capacitate per
fects dicitur, parva tamen est ad illam magnam, quam capit
aequalitas Angelorum. Quam qui nondum habebat, et prop
ter illam quae iam inerat, perfectum, et propter istam quae
adhuc deerat, imperfectum se esse dicebat. Sed plane minor
ista iustitia facit meritum, maior ilia fit praemium. Unde qui
istam non se qui tur, illam non assequitur. Quocirca post
resurrectionem hominis, futuram negare iustitiae pknitu-
dinem, et putare tantam esse iustitiam in corpore vitae illius,
quanta esse potest in corpore mortis huius, dementiae sin-
gularis est.
Non autem illic incipere homines, quae hie noluerint Dei
mandata compiere, verissimum est. Erit enim perfectissimae
plenitudo iustitiae, non tamen hominum mandata sectan-
tium, et ad earn plenitudinem proficiendo nitentium; sed in
ictu oculi, sicut ipsa futura est resurrectio mortuorum98:
quoniam illa perfectae magnitudo iustitiae, non et ipsa fa-
cienda mandabitur. Sed ita dixerim, mandata fee: runt, ut ad
ipsa mandata meminerimus pertinere orationem, in qua quo-
tidie veraciter dicunt sancti filii promissionis, et, Fiat volun
tas tua; et, Dimitte nobis d:bita nostra
CAPUT VIII
H aeresis pelagianae capita . Pelaglanorum nebulae
ET CALUMNIAE
CAPÍTULO VIII
T r iple r a íz de la h e r e jía pelagiana . O bscuridades
Y CALUMNIAS PELAGIANAS
24. Pues cuando los pelagianos se sienten comoelidos
por estos y otros semejantes testimonios de la verdad a no
negar el pecado original; a no decir que la gracia de Dios,
por la que somos justificados, se nos da no gratis, sino según
dum merita nostra dari dicant; ne in homine mortali, quam-
libet sancto et bene agente, tantam dicant esse iustitiam,
ut ei non sit necessaria etiam post regen erationis lavâcrum,
donee istam vitam finiat, remissio peccatorum: ergo cum
urgentur, ne ista tria dicant, et per haec homines qui eis
credunt a gratia Salvatoris aliènent, et elatos in superbiam
in iudicium diaboli praecipites ire persuadeant; immittunt
aliarum nebulas quaestionum, in quibus eorum apud homines
simpliciores, sive tardiores, sive sanctis Litteris minus eru-
ditos, impietas delitescat.
Haec sunt nebulae, de laude creaturae, laude nuptiarum,
laude legis, laude liberi arbitrai, laude sanctorum : quasi quis-
quam nostrum ista vituperet, ac non potius omnia in hono
rem Creatoris et Salvatoris debitis laudibus praedicet. Sed
neque creatura ita vult laudari, ut nolit sanari. Et nuptiae
quanto magis laudandae sunt, tanto minus eis imputanda est
pudenda carnis concupiscentia; quae non est a Patre, sed
ex mundo e s t100: quam profecto invenerunt in hominibus
nuptiae, non fecerunt, quia et illa in plurimis sine ipsis est,
et ipsae si nemo peccaset, sine illa esse potuerunt.
Et lex sancta et iusta et bon a101; nec ipsa est gratia, et
nihil ex ea recte fit sine gratia; quia non est data quae pos
set vivificare, sed praevaricationis causa posita est, ut con-
victos concluderet sub peccato, et promissio ex fide Iesu
Ohristi daretur credentibus102.
Et liberum arbitrium captivatum nonnisi ad peccatum
valet; ad iustitiam vero, nisi divinitus liberatum adiutum-
que, non valet, A c per hoc et sancti omnes, sive ab ilio
antiquo Abel usque ad Ioannem Baptistam, sive ab ipsis
Apostolis usque ad hoc tempus, et deinceps usque ad termi-
num saeculi, in Domino laudandi sunt, non in se ipsis. Quia
et illoriun anteriorum vox est: In Domino laudabitur anima
m ea103; et istorum posteriorum vox est: Gratia Dei sum id
quod su m 104. Et ad omnes pertinet : Ut qui glorìatur, in Do-
mino glorìetu r10r'; et confiessio communis est omnium: Si
dixerimus quia peccatum non habemus, nos ipsos seducimus,
e t veritas in nobis non e s t 10fl.
CAPUT X
110 2 Cor. 3, 6.
transgresión, ayuda gratuitamente el espíritu de la gracia.
Demás de esto, cuando decimos que el albedrío, líbre
para el mal, debe ser liberad» por la gracia de Dios para
obrar el bien, la afirmación se dirige contra los pelagianos;
y cuando decimos que en él tuvo origen el mal que antes
no existía, la afirmación se vuelve contra los maniqueos.
Además, contra los maniqueos, honramos en Dios con las
debidas alabanzas a los santos patriarcas y profetas, y,
contra los pelagianos, decimos que aun aquéllos, bien que
justos y gratos a Dios, tuvieron necesidad de que el Señor
les perdonara.
A unos y a otros, pues, como a los demás herejes, la fe
católica los tiene por adversarios, a unos y a otros convence
con la autoridad de los divinos testimonios y con la luz de
la verdad.
CAPÍTULO X
L a cu estió n del origen del alm a , nueva evasiva pelagiana
CAPUT I
LATEBRAE PELAGIANORUM QUINQUE
CAPUT II
CAPÍTULO I
S ofismas p e l a g ia n o s
CAPÍTULO II
L as cinco alabanzas pelagianas
CAPUT III
9 2 Cor. 5, io.
ba, fueron justos, no comparados con los malvados, ¡sino con
la regla de las virtudes; y que en la otra vida hay pago tanto
de las buenas obras com o de las malas. Por lo demás, nadie
podrá cumplir allí los preceptos que aquí despreció, porque
dice el A póstol: “Porque es necesario que todos nosotros apa
rezcam os de manifiesto delante de Cristo, para que reciba
cada cual el pago de lo hecho en proporción a lo que obró,
ya sea bueno, ya sea malo” .
Lo que pretenden ensalzando la criatura y el matrimonio
es negar el pecado original, y el objeto de las alabanzas tri
butadas a la ley y al libre albedrío no es otro que hacer ver
que la gracia no ayuda sino al mérito, y así la gracia ya no
es gracia; y lo que dicen en alabanza de los santos se enca
mina a mostrar que la vida mortal de los santos carece de
pecado y no necesitan pedir a Dios que les perdone.
CAPÍTULO III
E n qué sentido alaban los católicos l a cr iatu r a , el m a
tr im o n io , LA LEY, EL LIBRE ALBEDRÍO Y A LOS SANTOS
CAPUT IV
D e laude creaturae , P elagian i , M an ich ae i
CAPITULO IV
Los PELAGIANOS Y MANIQUEOS Y LA ALABANZA DE LA CRIATURA
4. Siendo esto así, ¿ de qué les sirve a los nuevos herejes,
enemigos de la cruz de Cristo y adversarios de la divina
gracia, parecer que están libres del error de los maniqueos,
si perecen devorados por su propia pestilencia? ¿De qué les
sirve decir en alabanza de la criatura que el creador de los
que nacen es el Dios bueno, por quien han sido hechas todas
las cosas, y que son obra suya los hijos de los hombres,
que los maniqueos dicen son obra del príncipe de las tinie
blas, si a manos de entrambos perece la criatura de Dios que
hay en los niños? Porque ni los unos ni los otros admiten
que es liberada por la carne y sangre de Cristo: aquéllos,
porque niegan la misma carne y sangre de Cristo como no
recibida en el hombre o del hombre; éstos, porque dicen no,
existe en los niños ningún mal del que deban ser librados por
el sacramento de esta carne y sangre.
Yace enferma ante ellos la criatura humana de los niños,
buena por la cr. ación, viciada por la generación; confesando
con sus bienes un óptimo creador, pidiendo con sus males un
misericordiosísimo Redentor; teniendo en los maniqueos vi
tuperadores de sus bienes; en los pelagianos, negadores de
sus males; en ambos perseguidores. Y aunque por razón de
la tierna edad no pueda hablar, reprende la vanidad de unos
y otros con su silencio y secreta flaqueza, diciendo a aquéllos:
“ Creed que yo soy creada por el que crea los bienes” ; y di
ciendo a éstos: “Dejad que yo sea sanada por el que me
sinite me sanari” . Manichaeus dicit: “Nihil est huius infan-
tis, nisi anima bona liberanda ; caetera non ad Derma bonum,
sed ad principem tenebrarum pertinentia respuenda” . Pela
gras dicit: “ Imo huius infantis nihil est liberandum, quia
totum ostendimus salvum” . Ambo mentiuntur: sed iam mi-
tior est carnis eolius accusator, quam qui in universum con-
vincitur saevire laudator. Sed nec Manichaeus humanae ani-
mae subvenit, blasphemando auctorem totius hominis Deum;
nec Pelagianus humanae infantiae divinam gratiam subve
nire permittit, negando originale peccatum. Deus ergo mise-
retur per catholicam ödem, quae utramque redarguendo per-
niciem, infanti subvenit ad salutem ; Manichaeis dicens : “ Au
dite Apostolum clamantem: N escitis quia corpus v strum
templum est in vobis Spiritus sancii? 11 et Deum bonum erea-
torem credite corporum, quia non potest esse templum Spiri
tus sancii opus principis tenebrarum” ; Pelagianis dicens:
“In iniquitatibus conceptus est, et in peccatis eum m ater
eius in utero a lu it1
12, quem conspicitis parvulum. Quid eum
1
tanquam ab omni noxa liberum defendendo, non permittitis
per indulgentiam liberari ? Nemo mundus a sorde, nec infans
cuius est diei unius vita super terram 13. Sinite mieerum
remissionem accipere peccatorum, per eum qui solus nec par-
vus nec magnus potuit habere peccatum” ,
5. Quid eis igitur prodest, quod dicunt: Omne peccatum
non de natura, sed de volúntate desoendere; et Manichaeis
malam naturam dicentibus causam esse peccati, huius sen-
tentiae veri tate resistere: quando nolente s admitiere origi
nale peccatum, cum et ipsum sine dubio de primi hominis
volúntate descendat, faciunt reos párvulos de corpore extra?
Quid eis prodest, Baptismum omnibus aetatibus necessarium
conf iteri; quod Manichaei dicunt in omne aetate superi!imm :
cum isti dicant esse in parvulis falsum quantum ad remissio
nem attinet peccatorum? Quid eis prodest, quod carnem
Christi, quam Manichaei nullam vel simulatam esse conten-
dunt, adversus eos isti non solum veram, sed et ipsam ani-
mam nulla peccati macula rcspersam fuisse defendunt: cum
sic eius infantiae canteri ab eis coaequentur infantes, non
impari puritate; ut et illa non videatur servare istorum
comparatione propriam sanctitatem, et isti ex illa nullam
consequantur salutem?
6 . In eo sane quod dicunt: Per Adam mortem ad nos
transisse, non crimina, non habent adversarios Manichaeos:
quia nec ipsi astruunt originale peccatum ex homine primo
prius puro et recto corpore ac spiritu, et postea per arbitrium
11 j Cor. t 6 , iq .
12 Ps. 50, 7-
13 Ib. 14, 5, sec. L X X .
creó” . El maniqueo dice: “ Fuera del alma buena, no hay otra
cosa en este niño que deba ser liberada; todo lo demás, que
pertenece al príncipe de las tinieblas, debe ser despreciado” .
El pelagiano afirma: “Nada hay ¡en este niño que liberar, por
cuanto nosotros demostramos que todo está ya salvado” . Los
dos mienten, pero es acusador más benigno el que lo es so
lamente de la carne que el alabador convicto de encruelecerse
contra todo. Además, ni el maniqueo, blasfemando de Dios,
autor del hombre todo, presta auxilio al alma humana, ni el
pelagiano, negando el pecado original, deja que la divina
gracia preste auxilio a la humana infancia. Pero Dios se com
padece por medio de la fe católica, la cual, combatiendo una
y otra calamidad, presta auxilio al niño para que se salve,
diciendo a los maniqueos: “Escuchad el Apóstol, que olama:
¿N o sabéis que vuestros cuerpos son tem plos del Espíritu
Santo ? Creed que Dios es el creador bueno de los cuerpos,
porque no puede ser templo del Espíritu Santo lo que es
obra del príncipe de las tinieblas” . Y diciendo a los pela-
gianos: “El que veis niño ha sido concebido en pecado, y en
pecado lo alimentó su madre en el seno materno. ¿P or qué,
defendiendo que está libre de toda mancha, no dejáis que sea
librado por la misericordia? Na.di" está libre de mancha, ni
el niño que hace un día vive sobre la tierra. Dejad que ett
miserable reciba el perdón de los pecados por el único que,
no siendo pequeño ni grande, no pudo tener pecado” .
5. ¿De qué les sirve decir que el'pecado tk n e su origen
no en la naturaleza, sino en la voluntad, y contradecir con
la verdad de esta confesión a los maniqueos, que dicen que
la naturaleza mala es la causa del pecado, si, no queriendo
admitir el pecado original, que sin duda tiene su origen en
la voluntad del primer hombre, hacen que los párvulos dejen
esta vida en pecado? ¿De qué les sirve decir que en todas
las edades es necesario el bautismo, que para los maniqueos
es superfluo, si afirman que en los párvulos es inoperante en
lo que se refiere al perdón de los pecados? ¿De qué les sirve
defender que la carne de Cristo, la cual, en opinión de los
maniqueos, no existió o fué aparente, no sólo fué verdadera,
sino que su alma no estuvo manchada con ninguna mácula
de pecado, si de tal suerte equiparan a la infancia de Cristo
la de los demás niños en cuanto a la inmunidad de pecado,
que no parece que aquélla, comparada con ésta, resplandez
ca por su propia santidad, ni ésta reciba de aquélla la sal
vación ?
6. A l decir que de Adán pasó a nosotros la m uerte, no
él pecado, no tienen como adversarios a los maniqueos, ya
que éstos no confiesan que el pecado original se haya propa
gado y se propague, junto con la muerte del primer hombre,
primeramente puro y recto cuanto al cuerpo y cuanto al
liberum depravato, deinceps in omnes cum morte transisse et
transire peccatum: sed carnem dicunt ab initio malam de
malo corpore, et a malo spiri tu et cum malo spiritu creatam;
animam vero bonam, partem scilicet Dei, pro meritis inqui-
nationis suae per cibos et potum, in quibus antea colligata
est, venire in homine, atque ita per concubitum camis vincu
lo colligari. A c per hoc Maniohaei consentiunt Pelagianis,
non crimen primi hominis transisse in genus humanum, neque
per carnem quam nunquam fuisse dicunt bonam, neque per
animam, quam perhibent cum meritis inquinamentorum suo-
rum, quibus pollata est ante carnem, venire in hominis
carnem.
ßed Pelagiani quomodo dicunt, solam m ortem ad nos
transisse per Adam? Si enim propterea morimur, quia ille
mortuus est; ille autem mortuus est, quia peccavit: poenam
dicunt transisse sine culpa, et innocentes parvulos iniusto
supplicio puniri, trahendo mortem sine meritis mortis. Quod
de uno solo mediatore Dei et hominum homine Christo Iesu
catholica fides novit, qui pro nobis mortem, hoc est, peccati
poenam sine peccato subire dignatus est. Sicut enim solus
ideo factus est hominis filius, ut nos per ilium Dei filii fiere-
mus : ita solus pro nobis suscepit sine malis meritis poenam,
ut nos per ilium sine Jaonis meritis conssquercmur gratiam.
Quia sicut nobis non debebatur aliquid boni, ita nec illi
aliquid mali. Commendans ergo dilectionem suam in eos qui
bus erat daturus indebitam vitam, pati pro eis voluit inde
bitam mortem. Hane singulärem Misdiatoris praerogativam
Pelagiani evacuare conantur, ut hoc iam non sit in Dominò
singulare, si Adam ita propter eulpam mortem passus est
debitam, ut parvuli ex ilio nullam trahentes eulpam, mortem
patiantur indebitam. Quamvis enim bonis conferatur per
mortem plurimum boni, unde nonnulli congruenter de bono
mortis disputaverunt ; tarnen et hinc quae praedicanda est
nisi misericordia Dei, quod in bonos usus convertitur poena
peccati?
7. Sed hoc ideo dicunt isti, dum volunt ex verbis Apos
toli in suum sensum homines detorquere. Ubi enim ait Apos
tolus: Per unum hominem peccatimi intravit in mundum, et
per peccatum m ors; et ita in omnes homines pertransiit;
ibi volunt intelligi non peccatum pertransisse, sed mortem.
Quid est ergo quod sequitur, in quo om nes peccaverunt ? Aut
enim in ilio uno homine peccasse dicit omnes Apostolus, de
quo diyerat: Per unum hominem peccatum intravit in m/un-
espíritu y después depravado por el libre albedrío, a los
demás hombres, sino que enseñan que la carne, mala desde
su origen, fué creada de un cuerpo malo y por un espíritu
malo y con un espíritu malo, y que el alma buena, que es
parte de Dios, en pena de haberse contaminado con los ali
mentos y con la bebida en los cuales estaba antes encarcela
da, se une al hombre, y de este modo queda atada, mediante
la conmixtión carnal. Y así los maniqueos vienen a admitir
con los pelagianos que el pecado del primer hombre no pasó
al género humano ni por la carne, que, según ellos, nunca
fué buena, ni por el alma, que dicen se une a la carne del
hombre junto con el reato de la contaminación con que se
manchó antes de unirse a la carne.
Pero ¿cóm o es posible que los pelagianos digan que sólo
la muerte pasó de A)ián a nosotros ? Porque si nosotros mori
mos porque él murió, y él murió porque pecó, confiesan que
se hereda el castigo sin la culpa y que los inocentes párvulos
son injustamente castigados con el suplicio, incurriendo en
la muerte sin culpa digna de muerte. Ebto solamente lo con
fiesa la fe católica del que es único mediador entre Dios y
los hombres, el hombre Cristo Jesús, el cual se dignó pa
decer muerte por nosotros, es decir, la pena del pecado no
teniendo pecado. Porque así como El es el único que se hizo
hijo del hombre a fin de que nosotros fuéramos hechos por
El hijos de Dios, así es el único que sin culpa propia padeció
por nosotros la pena para que nosotros sin obras buenas al
canzásemos por El la gracia. Pues así como a nosotros no
se nos debía ningún bien, así no merecía El ningún mal. En
careciendo, pues, su amor para con aquellos a quienes había
de dar inmerecida vida, quiso padecer por ellos inmerecida
muerte. Los pelagianos se esfuerzan en negar esta singular
■prerrogativa del Mediador, ya que no será cosa singular si
decimos que Adán en castigo de su culpa padeció la muerte
merecida, de tal modo que los párvulos, que no heredan de él
la culpa, padecen muerte indebida. Pues aunque los buenos
reciban con la ftiuerte muchos bienes, lo cual ha dado pie a
algunos para disputar sabiamente sobre el bien de la muerta,
¿qué es lo que al fin de cuentas es más digno de alabanza
sino la misericordia de Dios, que muda en bienes la pena del
pecado ?
7. Los pelagianos dicen esto porque con las palabras
del Apóstol pretenden atraer a su opinión a los hombres.
Pues donde dice el Apóstol: Por un solo hombre el pecado
entró en el mundo, y por el pecado ?«■ m uerte, y asi a todos
los hombres pasó Ta mu: rte, dicen que se ha de entender que
no pasó el pecado, sino la muerte. Pero entonces ¿ qué signifi
can las palabras siguientes: En el cual todos pecaron? O el
Apóstol dice que todos pecaron en aquel único hombre de
dum; aut in ilio peccato, aut cèrte in morte : Non enim mo
vere debet, quia non dixit: In qua, sed, in quo omnes pecca-
veru n t; mora quippe in graeca lingua generis masculini est.
Quodlibet ergo eligant : aut enim in ilio homim peceaverunt
omnes, et ideo dictum est, quoniam quando ille peccavit, in
ilio erant omnes: aut in ilio peceaverunt omnes, quia genera
liter omnium factum est, quod nascentes tracturi erant om
nes: aut restai ut dicant, quod in illa morte peccaverint
omnes. Sed hoc quemadmodum possit intelligi, non piane
video. In peccato enim moriuntur omnes, non in morte pec
cant: nam peccato praecedente, mors sequitur: non morte
praecedente, peccatum. Aculeus quippe m ortis est pecca-
tu m 14, id est, aculeus cuius punctione fit mors, non aculeus
quo pungit mors. Sicut venenum si bibitur, appellatur pocu-
lum mortis, quod eo poculo facta sit mors; non quod morte
sit poculum factum, aut a morte sit datum. Quod si propter-
ea non potest illis verbis Apostoli peccatum intelligi, in quo
omnes peceaverunt, quia in graeco, unde translata est Epis
tola, peccatum feminino genere positum est: restai ut in ilio
primo homine peccasse omnes intelligantur; quia in ilio fue-
runt omnes quando ille peccavit, unde peccatimi nascendo
trahìtur, quod nisi renascendo non solvitur. Nam et sic sanc
tus Hilarius intellexit quod scriptum est, in quo omnes pec-
caverunt; ait enim: “In quo, id est, in Adam, omnes picóa-
verunt". Deinde addidit : Manifestum in Adam omnes peccasse
quasi in massa. Ipse enim per peccatum corruptus, omnes
quos genuit, nati sunt sub peccato. Haec scribens Hilarius®
sine ambìgui tate commonuit, quomodo intelligendum esset,
in quo omnes peceaverunt.
8. Propter quid autem idem Apostolus dicit, nos per
Christum reconciliari Deo, nisi propter quod facti sumus ini
mici ? Et hoc quid est, nisi peccatum ? Unde et propheta di
cit: Peccata v&stra separant inter vos e t Dsum ir\ Propter
hanc ergo separationem Mediator est missus, ut tolleret pec
catum mundi, per quod separabamur inimici, et reconciliati
ex inimicis efficeremur fìlli. Hinc utique Apfbstolus loqueba-
tur: hinc factum est ut interponeret quod ait: Per unum
hominem intrasse peccatum. Haec enim sunt superiora verba
eius. Commendai autem, inquit, sua ni charitatem Deus in
nobis, quoniam cum adhuc peccatores essemus, Christus pro
nobis mortuus e s t; multo magiis Mistificati nunc in sanguine
eius, salvi erìmus ab ira per ipsum. Si enim cum inimici esse
mus, re conciliati sumus D eo per m ortem Filii eiu s; multo*1 5
CAPUT V
CAPITULO V
CÓMO LOS PELAGIANOS ALABAN EL MATRIMONIO Y LA LEY
30 Gal.
SI T
3, n-13.
31 I.e v . 18, 5.
“2 Rom. 13, 3.
con que se salva la naturaleza humana sin dejar de alabar
a la criatura, porque alabanza de la criatura es la honesta
conmixtión de los sexos, no la injusta defensa de los vicios.
Por tanto, cuando éstos tratan, alabando el matrimonio, de
hacer pasar a los hombres del bando de los maniqueos al
suyo, lo que intentan es hacerles cambiar de enfermedad, no
curarlos.
10 . Y cuanto a la alabanza de la ley, ¿qué les aprovech
confesar la verdad contra los maniqueos, cuando quieren con
cluir de aquí la falsedad que defienden contra la doctrina
católica? Porque dicen: Confesem os que también Ja antigua
l'y fué justa, y santa, y buena, según él A póstol, la cual
pudo dar la vida eterna a los que guardaban sus mandamien
tos, como fueron los patriarcas y profetas y todas los santos.
Con palabras muy hábilmente citadas ensalzan la ley contra
la gracia. Porque aquella ley, aunque justa, y santa, y bue
na, no pudo dar la vida eterna a todos aquellos hombres de
Dios, sino la fe que se tiene por Cristo. Pues ésta es la fe
que obra por la caridad, no según la letra, que mata, sino
según el espíritu, que vivifica; a la cual gracia conduce ame
nazando, como el pedagogo, con el castigo de la transgre
sión la ley que prohíbe, a fin de que ss dé al hombre lo que
ella no puede dar. A estas palabras de los tales, con las que
dicen que la ley pudo dar la vida eterna a los profetas y pa
triarcas y a todos los santos, r?soonde el Apóstol: Si ñor la
ley se alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiese m uerto
en vano. Si de la ley dependiera la herencia, ya no proc de
rla de la promesa. Si los hijos de la ley son hcn d eros, anu
lada queda la fe y abolida la promesa. Qu° en virtud de la ley
nadie se justifica en él acatam vnto de Dios, es cosa mani
fiesta, porc¡ue él justo viv'j de la fe. Ahora bien, la lev no
proe d ’ por vía de fe , sino el que hiciere estas cosas vivirá
por ellas.
Está claro que este testimonio de la ley citado por el
Apóstol se refiere a la vida temporal, por temor de perder
la cual cumplían los hombres las obras de la ley, no en vir
tud de la fe, porque la misma ley mandaba que se d;ese muer
te a los transgresores de la ley. Y si ese testimonio tiene un
sentido más profundo y se refieren a la vida eterna las pala
bras el que hiciere estas cosas vivirá por ellas, hemos de de
cir que se ha .puesto aquí de relieve la pujanza de la ley a
fin de que la flaqueza del hombre, de suyo insufic!ente para
hacer lo que la ley prescribe, buscase en virtud de la fe la
ayuda en la gracia de Dios, por cuya misericordia se otorga
la misma fe. Porque así es como se tiene la fe: Se aún ejwe
Dios dió a cada uno la medida de la fe. Pues si no tienen de
sí mismos, sino que reciben el espíritu de virtud, de caridad
y de continencia, por lo que dice el mismo Doctor de las
tinentiae; unde dicit idem ipse doctor Gentium: Non enim
acccpimus spiritimi timoris, sed virtutis et charitatis et con-
tin en tiae 33.* proffeto accipitur etiam spiritus fidei, de quo
dicit : Hab ntes au-tem eumdtrn spiritimi fid e i34. Verum ergo
dicit lex: Qui fecerit ea, vivst in illis. Sed ut faciat ea et
vivai in eis, non lex quae hoc imperai, sed fides est necessa
ria, quae hoc impetrat. Quae tarnen ¿des, ut haec accipere
mereatur, ipsa gratia datur.
11. Nusquam autem isti inimici gratiae ad eamdem gra-
tiam vehtmentius oppugnandam occultiores moliuntur in-
sidias, quam ubi legem laudani, quae sine dubitatione lau-
danda est. Legem quiippe diversi» locutionum modis et va-
rietate verborum in omnibus disputationibus suis volunt
intelligi gratiam, ut scilicet a Domino Deo adiutorium cogni-
tionis habsamus, quo ea quae facienda sunt noverimus; non
inspirationem dilectionis, ut cognita sancto amore faciamus,
quae proprie gratia est. Nam scientia legis sine charitate
inflat, non aedificat, secundum eumdem apostolum apertissi
me dicentem: Sdentici in fìat,'charitas vero a.dificat 3\ Quae
sententia similis est ei, qua dictum est: Littera occidit, Spi
ritus v iv ifica i3a. Quale est enim, scientia infìat; tale est,
littera occid it; et quale est, charitas aedificat; tale est, Spi
ritus vivifica i; quia charitas Dei diffusa est in cordibus
nostris per Spiritum sanctum, qui datus est n obis37. Cogni-
tio itaque legis facit superbum praevaricatorem : per donum
autem charitatis deketat legis esse factorem. Non ergo Ugsm
evacuamus per fidem, sed legem statuìm us3S: quae terrendo
ducit ad fidem. Ideo quippe lex iram operatur . ut territo
atque converso, ad iustitiam legis implendam, Dei misericor
dia gratiam largiatur, per Iesum Christum Dominum nos
trum : qui est Dei sapientia 3 40, de qua scriptum est : Legem
9
et misericcrdiam in lingua p o rta i 4 1 legem, qua terreat; mi-
sericordiam, qua subveniat; legem per servum, misericor-
diam per se ipsum: legem tanquam in baculo, quem misit
Elisaeus ad filium viduae suscitandum, et non resurrixit:
Si enim data esset lex, quae posset vivificare, omnino ex lege
esset iu stitia 42; misericordiam vero tanquam in ipso Elisaeo.
qui figuram Christi gerens, mortuo vivificando magni sacra
menti velut Novi Testamenti significations coniunctus e s t 4
33 a Tim. i, 7. 39 Rom. 4, i j .
11 2 Cor. 4, 15. 19 X Cor. 1, 30'.
'Jß 1 Cor. H , 1 . 11 j ’rov. 3, io, see. LX X .
•» Cor. 1 , 6. 13 Cai. 3, 21.
” Kom. 5, 5. 13 4 Refi-.. 4, 19-33.
■ Koai. j , 31.
Gentes: Que no nos dio Dios un espíritu de tem or, sino de
fortaleza, y de caridad, y de templanza, también se recibe el
espíritu de fe, del que dice: Tsnvndo e l mismo espíritu de fe.
Dice, pues, bien la ley: El que los guardare vivirá por ellos.
Mas para guardarlos y vivir por ellos es necesaria no la ley
que manda esto, sino la fe que lo alcanza.
11. Pero nunca estos enemigos de la gracia arman con
más disimulo emboscadas para combatir la misma gracia
como cuando alaban la ley, que, no hay duda, es digna de
alabanza. Con variedad de frases y palabras, en todas sus
disputas quieren que por ley se entienda la gracia en el sen
tido de que recibimos de Dios Nuestro Señor la ayuda del co
nocimiento por el que conocemos lo que debemos hacer, no la
inspiración del amor para obrar con amor santo lo que cono
cemos se debe obrar. Pues el conocimiento de la ley sin la
caridad hincha, pero no edifica, como clarísimamente dice el
Apóstol: La ciencia hincha, mas la caridad ed ifica; sentencia
que se parece a aquella otra: La letra mata, el espíritu vi
vifica. Fnes lo mismo quiere de:¡ir Ja ciencia hincha que la
letra mata, lo mismo la caridad edifica que si espíritu vivi
fica, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos fué dado. Así, pues,
el conocimiento de la ley nos da al trarisgresor orgulloso;
gracias al don de la caridad siéntese deleite en cumplir la
ley. No anulamos, pues, la ley por la fs, sino que afianzamos
la lry, la cual conduce con sus amenazas a la fe. Pues la ley
produce cólera a fin de que al hombre atemorizado y deter
minado a cumplir la justicia de la ley conceda la misericor
dia de Dios la gracia por Jesucristo nuestro Señor, que es la
misericordia de Dios, de la que está escrito: En sus labios
lleva la l y y la m isrieordia: la ley para atemorizar, la mise
ricordia para ayudar; la ley por ministerio de su siervo, la
misericordia por sí mismo ; la ley como en el bastón aue en
vió Elíseo para resucitar al hijo de la viuda, y no resucitó:
Porque, si hubiera sido dada una l'y capaz d " vivificar, en
tonces realmente de la ley vrocederia la justicia; la miseri
cordia como en el mismo Elíseo, el cual, por ser figura de
Cristo, se unió al muerto para darle vida, significando un
gran sacramento, como sacramento del Nuevo Testamento.
CAPUT VI
D e laude lib e r i a r b it r ii . I nschutabilis quaestio
CAPUT VII
CAPÍTULO VII
L a alabanza de los santos , l a santidad de l a I glesia y los
SOFISMAS DE LOS PELAGIANOS
17. Cuanto a la alabanza de los santos, al no querer
éstos que nosotros, a semejanza del publicano, tengamos
hambre y sed de la justicia, sino que, dominados por la va
nidad del fariseo, la eructemos como quien está harto, ¿de
qué les sirve decir contra los maniqueos, que niegan el bau
tismo, que el bautismo obra una renovación completa en los
hombres, citando a este propósito el testimonio del Apóstol,
que asegura que por el baño del agua la Iglesia procedente
de la gentilidad se hace santa e inmaculada; si, por otra
parte, soberbia y perversamente esparcen a los cuatro vien
tos escritos contrarios a las mismas oraciones de la Iglesia?
Porque dicen eso para que se entienda que la Iglesia, des
pués del bautismo, en que se perdonan todos los pecados,
no tiene ya pecado; siendo así que ella dice a sus hijos de
uno al otro confín del mundo: Perdónanos nuestras deudas.
¿Qué significa el hecho de que, cuando ellos mismos son
preguntados acerca de esto, no saben qué responder? Pues,
si dijeren que no tienen pecado, les responde San Juan que
se engañan a sí mismos y no hay en ellos verdad. Mas si
confiesan sus pecados, puesto que quieren ser miembros de
Cristo, ¿ cómo este cuerpo, es decir, la Iglesia, vivirá en este
tempore perfecte, sicut isti sapiunt, sine macula et ruga,
cuius membra non mendaciter confitentur se habere pecca
ta? Quapropter et in Baptismate dimittuntur cuncta pec
cata et per ipsum lavacrum aquae in verbo exhibetur Christo
Ecclesia sine macula et ruga 67. Quia nisi esset baptizata,
infructuose dicsret: Dimitte nobis debita nostra; donee per-
ducatur ad gloriam, ubi ei perfectius nulla insit macula
et ruga,
18. E t Spiritimi sanctum,, fatendum est, etiam antiquis
temporibus non solum monies bom s adiuvisse, quod et isti
volunt; verum etiam bonas eas fecissp, quod noiunt. Omn&s
quoque Prophetas et A pestolos w l sanctos e t cvangilicos
e t antiquos, quibus De us testimonium perhibet, non in com-
paratkme sceleratorwm, s:d regula virtutum iustos fuisse,
non du'bium est ; quod adversum est Manichaeis, qui Patriar-
chas Prophetasque blasphemant : sed quod adversum est et
Felagianis, interrogati omnes de se ipsis cum in hoc corpore
degerent, una voce concordissima respoederent, Si dixtrimus
quia peccatum non habemus, nos ipsos seducimus, et ver it as
in nobis non e s t 08.
In futuro autem tempore, negandum non est, merced'm
esse tarn honorum op rum quam malorum; e t nomini pro; d p i,
quae hie contem pserit, mie mandata perficere: sed plenae
iustitiae saturitatem, ubi peccatum esse non possit, quae hie
a sanctis esuritur et sititur, hie sperali in praecepto, ibi
percipi in praemio, eleemosynis et orationibus impetranti-
bus, ut quod hie minus impletum fuerit mandatorum fiat
impunitum per indulgentiam peccatorum.
19. Quae cum ita sint, desinant Pelagiani quinque ista-
rum rerum insidiosissimis laudibus, id est, laude creaturae,
laude nuptiarum, laude legis, laude liberi arbitrii, laude sanc
torum, quasi a Manichaeorum tendiculis fingine se homines
velie eruers, ut possint eos suis retibus implicare: id est, ut
negent originale peccatum, et parvulis invideant Ohristi
medici auix ilium; et ut dicant, gratiam Dei secundum merita
nostra dari, ac sic gratia iam non sit gratia69; et ut dicant
sanctos in hac vita non Imbuisse peccatum, ac sic evacuetur
oratio quam sanctis tradidit qui non habebat peccatum, et
per quern sanctis orantibus dimittitur omne peccatum. Ad
haec tria mala homines incautos et ineruditos quinque ilio-
rum bonorum fraudulenta laude seducunt. De quibus omni
bus satis me existimo respondisse eorum crudelissimae et
impiissimae et superbissimae vanitati.
67
Eph. 5, 27.
66 1 Io. 1, 8.
69
Rom . 11, 6.
mundo sin ninguna mancha ni arruga, cuando sus miembros
confiesan con verdad que tienen pecado? Por tanto, en el
bautismo se perdonan todos los pecados y, mediante el baño
del agua por la palabra, la Iglesia es presentada a Cristo
sin mancha ni arruga. Porque, si no hubiese sido bautizada,
en vano diría: Perdónanos maestras deudas, hasta que sea
conducida a la gloria, donde de manera más perfecta care
cerá de mancha y arruga.
18. Hay que confesar asimismo que el Espíritu Santo no
sólo ayudó también en los antiguos tiem pos a las almas bue
nas, lo cual éstos admiten, sino que también las hizo buenas,
que e<s lo que niegan. No hay duda tampoco de que, asimismo,
todos los profetas y apóstoles y santos, tanto del NUevo
Testamento como del Antiguo, alabados por Dios, fueron
justos, no comparados con los malvados, sino con la regla
de las virtudes; lo cual es contrario a la doctrina de los ma-
niqu'Sos, que blasfeman de los patriarcas y profetas; pero
también es contrario a los pelagianos, pues si a todos se les
preguntase acerca de sí mismos cuando vivían en carne,
todos a una voz responderían: Si dijérem os que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay en nos
otros verdad.
No se puede negar que en la otra hay pago, tanto de las
buenas como de las malas obras, y qvúe a nadie se manda
allí cumplir los preceptos que aquí despreció, y que habrá
allí, cuando ya no pueda existir el pecado, hartura de la
justicia perfecta, hartura de que tienen hambre y sed los
santos; que se espera aquí en virtud de un mandamiento
y se goza allí como premio, alcanzando las limosnas y ora
ciones que, si no se ha guardado aquí algún mandamiento,
quede sin castigo por el perdón de los pecados.
19. Siendo, esto así, dejen los pelagianos de simular que
lo que pretenden alabando arteramente estas cinco cosas, a
saber, con la alabanza de la criatura, y del matrimonio, y de
la ley, y del libre albedrío, y de los santos, es arrancar a los
hombres de las redes de los ’ maniqueos para enredarlos en
sus propias redes; es decir, pretender negar el pecado origi
nal, y negar a los párvulos la ayuda del médico, Cristo, y
decir que la gracia se da por nuestros méritos, y, por tanto,
la gracia ya no es gracia; y decir que los santos no tuvieron
pecado en esta vida, y negar de esta suerte la oración, que
enseñó a los santos el que no tenía pecado y por quien se
perdona a los santos, cuando oran, el pecado. Con miras a
persuadir estos tres males, embaucan a los hombres incautos
e iletrados con la alabanza engañosa de aquellos cinco bie
nes. Paréceme que acerca de todas estas cosas he dado cum
plida respuesta a la cruelísima, impiísima y orgullosísima
vanidad de los pelagianos.
A
CAPUT VIII
C y p r ia n i te stim o n iu m de peccato originali
70 i Tim. 6, 20.
Rom. 5, 12.
PL 4, 625.
Io. 5, 14.
CAPITULO VIII
C A P U T I X
C yp r ia n i testim on ia de gratia D ei
CAPÍTULO IX
T estim onio de S an Cipria n o acerca de la gracia de D ios
CAPUT XI
CAPÍTULO XT
CAPUT XII
H a e r e s is p e l a g ia n a e t s y n o d i g e n e r a l e co n gr eg a ™
CAPÍTULO XII
PROOEMIUM
CAPUT I
Quonam sensu s it n e c e s s a r ia s c ie n t ia l e g is
PROEMIO
1. Luego que llegaron a mis mane®, venerable obispo'
Aurelio, las actas del proceso en el que catorce obispos de
la provincia de Palestina pronunciaron su sentencia decla
rando católico a Pelagio, cesaron mis vacilaciones y me re
solví a escribir má.s prolija y confiadamente ácerca de la jus-
t 'ficación con que intentó sincerarse Pelagio. Oierto que yo ya
había leído la tal justificación en un breve escrito que él me
había remitido; mas, como al escrito no acompañaba carta
alguna, temía que mis palabras no se ajustasen a la verdad
de las actas episcopales, y, por tanto, que, si Pelagio negaba
acaso haberme enviado aquel escrito, como no era fácil con
vencerle de lo contrario con un solo testigo, sus secuaces me
condenaran como impostor o, al menos, como hombre crédu
lo en demasía. Al escribir ahora con las actas a la vista, me
persuado que tu santidad y todo el que me leyere podrá for
marse más fácilmente un juicio cabal sobre mi libro y decir
si Pelagio logró justificarse o no de las doctrinas que se le
achacaban.
CAPÍTULO I
CÓMO EL CONOCIMIENTO DE LA DIVINA LEY AYUDA A NO PECAR
2. Antes de comenzar doy de la manera más rendida
gracias a Dios, que me dirige y guarda, porque no me he
visto defraudado en la opinión que tenía de los santos her
manos y obispos que actuaron como jueces en esta causa.
Pues no sin razón dieron como buenas las respuestas de Pe
lagio, sin preocuparse de si las doctrinas de que se le acusaba
se enseñaban o no en sus libros, sino teniendo únicamente
en cuenta lo que respondió a las preguntas que se le hicieron.
Una cosa es negar la fe y otra muy distinta dejarse llevar
de ciertas inexactitudes de lenguaje.
Denique in his quae de libello, quem dederunt sancti fra-
tres et coepiscopi nostri Galli, Heros et Lazarus, qui propter
gravem (sicut postea probabilius comperimus) unius eorum.
aegritudinem, praesentes esse minime potuerunt, recitata
sunt.obiecta Pelagio, illud est .primum, quod in libro suo
quodam scribit: Non posse 'esse sine p secato, niisi qui legis
scientiam habuerit. Quo recitato Synodus dixit: Tu hoc edi-
disti, Pelagi? A t Hie respondit: Ego quidem dixi, ssd non
sicut üli intailigunt : non dixi, no>n posse peccare qui scien
tiam legis habuerit; sed, adiwvari psr legis scientiam ad non
peccandum, sicut scriptum est: “Legem in adiutorium dsdit
Ulis” L. Hoc audito, Synodus dixit: Non sunt aliena db E c
clesia, quae dicta sunt a Pelagio.
Plane aliena non sunt, quae respondit : illud vero quod
de libro eius prolatum est, aliud sonat. Sed hoc episcopi,
Graeci homines, et ea verba per interpretem audientes, dis
cutere non curarunt; hoc tantum intuentes, quid ille qui
interrogabatur, sensisse se diceret, non quibus verbis eadem
sententia in eius libro scripta diceretur.
3. Aliud est autem, hominem per scientiam legis ad non
peccandum adiuvari; et aliud est, non posse esse sine pec
cato, nisi qui scientiam legis habuerit. Cum enim videamus,
exempli gratia, et sine tribulis areas triturari, quamvis ad-
iuvent si adsint; et sine paedagogis posse pueros pergere
in scholam, quamvis ad hoc non sint inutilia paedagogorum
audiumenta; et multos sine medieis ab aegritudine conva-
lescere, quamvis manifesta sint adiutoria medicorum ; et aliis
cibis sine pane homines vivere, quamvis panis adiutorium
valere plurimum non negetur; et alia multa, quae nobis
tacentibus cogitanti facile occurrunt.
Frofecto admonemur adiutoriorum genera esse duo. Alia
quippe sunt, sine quibus illud ad quos adiuvant, effici non
potest; sicut sine navi navigai nemo, nemo sine voce loqui
tur, nemo sine pedibus graditur, nemo sins luce intuetur, et
multa huiusmodi: unde est etiam illud quod nemo sine Dei
gratia recte vivit. Alia vero sunt adiutoria, quibus sic adiu-
vamur, ut etiam si desini, possit alio modo fieri propter
quod ea requirimus: sicut ilia sunt quae commemoravi; tri-
bula ad fruges terendas, paedagogua ad puerum ducendum,
medicamentum humana arte confectum ad reeipiendam salu-
tem, et caetera alia.
CAPUT II
P r o se q u it u r id em a r g u m e n t u m
CAPÍTULO II
T k á t a s e l a m ism a m a t e r ia
CAPUT III
CAPÍTULO III
Sí TODOS SE RIGEN POR SU PROPIA VOLUNTAD. INDULGENCIA
CON LOS PECADORES EL DÍA DEL JUICIO5
5. D ijo el sínodo: Léase otro capitulo. Y habiéndose
leído que Pelagio había escrito en su libro: Todos se rigen
por su propia voluntad, explicó Pelagio: Escribí esto por
razón del libre albedrío, al que Dios ayuda en la elección
del bien; mas cuando el hombre peca, él tiene la culpa, pues
to que es libre. Oído esto, dijeron los obispos: E sto no se
opone a la doctrina de la Iglesia, Porque ¿quién se atreve
ría a condenar o negar el libre albedrío, cuando se proclama
que es ayudado de la gracia de Dios? Teniendo esto en cuen
ta, los obispos aprobaron la respuesta de Pelagio; no obs
tante lo cual, los hermanos que conocían las disputas de los
pelagianos contra la gracia de Dios se alarmaron muy jus
tamente por lo que en el libro estaba escrito: Que todos
se rigen por su propia voluntad, porque venía a insinuarse
con estas palabras que Dios no rige a nadie y que en vano
está escrito: Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad y ri-
gelos y ensálzalos eternamente. Como si dijera: No vengan
oves non habentes pastorem ; quod absit a nobis. Nam proeul
dubio plus est agi, quam regi: qui enim regitur, aliauid
agit; et a Deo regitur, ut recte agat; qui autem agitur,
agere aliquid ipse v k intelligitur: et tarnen tantum praestat
voluntatibus propriis gratia Salvatoris, ut non dubitet Apos
tolus dicere45: Quotquot spiritu D ei aguntur, hi fìlii sunt
Dfi. Nec aliquid in nobis libera voluntas melius agere potest,
quam ut illi se agendam commendet, qui male agere non
potest; et hoc cum fecerit, ab ilio se ut faceret, adiutam
esse noti dubitet cui dicitur in Psalmo: Deus meus, miseri
cordia fins praeveniet ire?5.
6. Denique in ilio libro, ubi illa capitula Pelagius scriip-
sit, huic positioni, qua dixit: Omnes volúntate propria regi,
e t suo desiderio unumquemque dimitti, subiecit aliquid de
testimonio Scrioturarum, quo satis appareat, non se sibi
hominem regendum debere committere. Alt enim de hoc ipso
Sapientia Salomonis: Sum quidcm et ego mortalis homo,
similis omnium, ex genere terreno iMius qui prior finctus
e s t 5: et cetera usque ad eum capituli finem, ubi legitur:
Unus ergo omnibus introitus ad vit.am, et similis fxitu s:
propUr hoc optavi, e t datus est mihi sensus, e t invocavi,
et venit in m° sviritus sa/pitntiae Nonne luce claries an-
paret, quemadmodum iste considerata miseria fragilitatis
humanae, non est ausus se regendum sibi committere; sed
optavit, et datus est ei sensus, de quo dicit Apostolus: Nos
autem s rnsum Domini hab°m us8; et invocavit, et venit in
eum spiritus sapientiae? Hoc enim spiritu. non viribus pro-
priae voluntatis, reguntur et aguntur aui filli sunt Dei.
7. Nam et illud quod posuit de Psalmo in eodem Cavi-
tulorum libro, ut quasi probaret, Omms volúntate proaria
regi: “ D tt°xit maVdictum, et v'n iet fi; et noluit bsn?dictio-
nem, et elongabitur ab l78
9
eo a: quis nesciat hoc vitium esse, non
naturae, sicut earn condidit Deus, sed voluntatis humanae,
auae reeessit a. Deo? Verumtamen si non di’exisset male-
dictionem, et voluissét benedictionem, et in hoc ipso volun-
tatem suam divina gratia negaret adiutam, ingratas atque
imoius sibi regendus dimitteretur, ut sine rectore Deo prae-
cipitatus, non se a se ipso regi potuisse, poenis exoeriretur.
Sic etiam in ilio testimonio, quod in eodem libro eidem
titulo subdidit: Apposuit tibi aquam et ignrm, ad quod vis
porrige manum tuam ; ante hominem bonum et malum, vita
et m ors; quo.d placuerit ei, ddbitur ü li10: manifestum est,
4 Rom. 8, 14.
5 Ps. 58, TI.
6 Sap. 7, i.
7 Ib. ib. 7.
8 i Cor. 2, 16.
9 Ps. 108, 18.
10 F.ecli 15, 17-18.
a ser, si se rigen por su propia voluntad sin la acción de
DíG3, como ovejas sin pastor, lo cual Dios no permita. No
hay duda que más es ser movido que regido, porque quien
es regido obra algo, bien que sea regido por Dios para obrar
el bien; mientras que apenas concebimos acción alguna en
el que es movido. Pues bien, tan poderosamente obra la
gracia del Salvador en nuestras voluntades, que el Apóstol
no vacila en decir: Cuantos son movidos por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios. Nada más provechoso para
nosotros que dejaros mover por quien no puede mover sino
santamente, y cuando esto hiciéremos, tengamos por cierto
que nuestra libertad ha sido ayudada para obrar por aquel
de quien dice el salmo: Dios, piadoso co>nmigo, me preser
vará con su favor.
6. En el libro De los capítulos, después de las palabras:
Todos se rigen por su propia voluntad y son abandonados a
sus propios deseos, citó Pelagio algunos testimonios de la
Escritura que muestran cómo el hombre no debe regirse por
sí mismo. Dice la Sabiduría de Salomón: Soy yo también
mortal, igual que todos, y desciendo del primer hombre, for
mado de la tierra, y todo lo que sigue del mismo capítulo en
que se dice: Una t s para todos la entrada en la vida y la sa
lida igual. Por esto rogué, y me fu é dada la prudencia; su
pliqué, y vino sobre mí él espíritu de sabiduría. ¿N o es más
claro que la luz del día que el sabio no osó, vista la humana
flaqueza, regirse por sí mismo, sino que deseó ardientemente,
y se le otorgó, la prudencia, de la que dice el Apóstol: Nos
otros poseem os el pensamiento del Señor, y que suplicó y
recibió el espíritu de sabiduría? Por este espíritu, que no
ccn la-3 fuerzas de la propia voluntad, son regidos y llevados
los hijos de Dios.
7. ¿ Y quién ignora que no debe achacarse a la natura
leza tal como fué formada por Dios, sino a la voluntad pre
varicadora, lo que en confirmación de su principio: Todos se
rigen por su propia voluntad, escribió Pelagio, tomándolo
del libro de los Salmos: Am ó la maldición y caerá sobre é l;
no quiso la bendición y se alejará de él? Sin embargo, si,
lejos de amar la maldición, hubiese amado la bendición, y
en esta misma voluntad rehusase reconocer el socorro de la
divina gracia, sería abandonado a sus propias fuerzas, y,
al precipitarse en la condenación por faltarle la dirección de
Dios, el castigo le haría ver que no había podido regirse por
sí mismo.
Y por lo que hace al pasaje citado por Pelagio en el mis
mo libro: Ante ti ha colocado el fuego y el agua; extiende
tu mano a lo que quieras. Ante el hombre está el bien y el
mal, la vida y la m uerte; lo que quisiere, se le dará, es evi
dente que a la libertad del hombre ha de imputarse la acción
quod si, ad igncm magnum mittit, et maltun et mors ei placet,
id voluntas hominis operatur; si autem bonum et vitam di-
ligit, non solum voluntas id agit, sed divinitus adiuvatur.
Sufficit enim sibi oculus. ad non videndum, hoc est, ad tene-
bras: ad videndum vero lumine suo non sibi sufficit, nisi illi
extrinsecus adiutorium clari luminis praebeatur. Absit au
tem, ut ii qui secundum propositUm vocati sunt, quos prassci-
vit, et prasdestinavit conform es imagìnis Filii su i11, suo, ut
pereant, desiderio dimittantur. Hoc enim patiuntur vasa irae,
quae perfecta sunt ad perditionem: in quorum etiam ipsa
perdition© notas facit Deus divitias gloria© suae in vasa
misericordiae suae. Propter hoc enim, cum dixisset: Deus
■ meus, misericordia eius praeveniet m e; continuo subiecit:
Deus meus demonstravit mihi in inimicis meis 12. lilis ergo
fit quod scriptum est : Tradidit ülos Deus in desiderio cordis
eorum 13. Non autem fit praedestinatis, quos regit Spiritus
Dei; quoniam non inanis est vox eorum: Ne tradas me, Do
mine, a desiderio meo peccatorili. Quandoquidem et contra
ipsa desideria sic oratum est, ut diceretur: Aufer a me con-
cupiscentias ventris, e t desiderium concúbitos ne appr'ehen-
dat me 15. Praestat hoc Deus illis quos subditos regit ; non
autem illis, qui se idoneos ad se ipsos regendos putant, et
praefidenti cervice propriae voluntatis ilium dedignan tur ha
bere rectorem.
8. Quae cum ita sint, filii Dei qui hoc noverunt, et se
Dei Spiritu regi et agi gratulantur, quomodo moveri potue-
runt, cum audirent vel legerent a Pelagio scriptum: Omnes
volumtate propria regi, et suo desiderio unumquemque di-
m itti? Et tarnen quia interrogatus ab episcopis, quid mali
sonarent illa verba persensit, responditque : hoc Se dixisse
propter liberum arbitrium; continuo subiiciens, cui Deus ad-
iutor est eligenti bona; homo vero peccane, ipse in culpa
est, quasi liberi arbitrii: hanc quoque sententiam pii iudicss
approbantes, quam incaute, vel quo sensu illa in libro eius
verba sint posita, considerare vel quaerere noluerunt, suffi-
cere existimantes ita eum confessum esse liberum arbitrium,
ut eligenti bona Deus esset adiutor, peccans vero esset in
culpa, ad hoc sibi sufficiente propria volúntate. Ab per hoc
Deus regit, quibus adiutor est eligentibus bona. Et ideo bene
regunt quidquid regunt, quoniam ipsi reguntur a bono.
9. Item recitatum est quod in libro suo Pelagius posuit :.
In die iudicii iniquis et peccatoribus non esse parcendum,
sed aztírnis eos ignibus exurendos. Quod ideo fratres move-
rat, ut obiiciendum putaretur, quod ita dictum est, tanquam
“ i Cor. 3, 15.
17 M<t. 25, 46.
los pecadores, .sin exceptuar ni aun a los que tienen como
fundamento a Cristo, por más que sobreedifiquen madera,
heno, paja, de los cuales dice el Apóstol: Si la obra de uno
quedare abrasada, sufrirá detrimento; él sí se salvará, aun
que así como a través del fuego. Respondió Pelagio que sus
palabras estaban concordes con el Evangelio, donde se dice
de los pecadores: Irán aquéllos al eterno suplicio, y los justos
a la vida eterna. Jueces cristianos como eran los obispos,
no pudieron desaprobar la sentencia evangélica del Señor,
por cuanto ignoraban la razón del escándalo de los hermanos
que solían oír los discursos de Pelagio o de sus discípulos, y
porque, ausentes los que habían acusado a Pelagio ante el
obispo Eulogio, no había nadie que obligase a Pelagio a dis
tinguir de algún modo entre los que se han de salvar puri
ficados por el fuego y los que han de ser eternamente ator
mentados. De haber sido informados los jueces acerca del
motivo de la acusación, hubieran podido fulminar su conde
nación contra Pelagio, si Pelagio se negaba a admitir esta
distinción.
10. Los jueces aprobaron lo que seguidamente dijo Pe
lagio: Si alguien afirmare otra cosa, ese tal es origznista,
porque, en efecto, la Iglesia condena muy justamente el error
origenista, que sustenta que aun los que han de ser conde
nados, según la sentencia del Señor, al eterno suplicio, y el
mismo diablo, después de una purificación más o menos lar
ga, se verán libres de sus penas y gozarán de la gloria del
cielo en compañía de los bienaventurados.
El sínodo dijo que no era contra el sentir de la Iglesia,
fundado no en Pelagio, sino en el Evangelio, decir que serán
atormentados con el fuego eterno los malvados y pecadores
que el Evangelio condena a este suplicio; y dijo asimismo
que sigue la detestable doctrina de Orígenes quien aseverare
que algún día tendrá fin el suplicio que el Salvador llamó
eterno.
Respecto de los pecadores de los que dice el Apóstol que,
destruida su obra por el fuego, se salvarán ellos como a tra
vés del fuego, los jueces, como no se había hecho a Pelagio
ningún cargo sobre este particular, no pronunciaron sen
tencia.
Concluyamos, pues, que no es impropio el nombre de ori
genista que da Pelagio a los que afirman que los condenados
al eterno suplicio por Jesucristo se han de ver libres de él
algún día. Pero téngase en cuenta que, cualquiera que sea
el nombre que se dé al que niega la misericordia de Dios en
el juicio a todos los pecadores, la fe católica condena también
este error. Porque habrá un juicio sin misericordia para el
que no hizo misericordia.
11. Es cosa difícil de entender por las Escrituras cómo
turis sanctis comprehendi potest: modis enim multis signi-
ficatur, quod uno modo futurum est. Namque aliquando dicit
Dominus adversus eos, quos in suum regnum non recipit,
ostium se clausurum, clamantibusque illis et dicentibus :
Aperi nobis, in tuo nomine manducavimus et bibimus, et ce
tera quae iüos dicere scriptum est, se responsurum: Nescio
vos, qui operamïni iniquitatem 1S. Aliquando iussurum se com
mémorât, ut hi qui noluerunt eüm regnare, sibi adducantur,
et interficiantur coram ilio 10. Aliquando venturum se dicit
cum Angelis suis in maiestate sua ut congregentur ante eum
omnes gentes, et dividat eas, et alios ponat ad dexteram,
quorum bona opera commemorans, reportet in vitam aeter-
nam; alios ad sinistram, quibus bonorum sterilitatem im-
putans, eos aeterno igne condemnet*1 20. Aliquando servum
9
nequam et pigrum, qui pecuniam eius neglexit impendere,
vel etiam hominem inventum in convivio non habentem ves-
tem nuptialem, iubet, ligatis manibus et pedibus mitti in
tenebras exteriores 21. Aliquando susceptis quinque pruden-
tibus, ostium contra stultas alias quinque virgines claudit22.
Haec, et si quid est aliud quod in praesentia non occurrit,
de iudicio dicuntur futuro, utique non uno vel quinque, sed
in multis exercendo. Nam si unus esset, qui de convivio, quod
non habebat vestem nuptialem, in tenebras iussus est mitti;
non continuo sequeretur, et diceretur: Multi enim sunt va
cati, pauci vero electi23; cum potius uno proiecto atque dam-
nato, multi in domo remansisse videantur. Sed de his omni
bus nunc quantum satis est disputare perlongum est. Hoc
tamen breviter possum dicere, sine praeiudicio (quod in pe-
cuniariis rationibus dici solet), melioris discussionis, unum
aliquem iudicii modum, qui est inscrutabilis nobis, servata
dumtaxat in praemiis et pœnis diversitate praemiorum,
multis per Scripturas sanctas significali modis.
Quod autem huic causae, de qua nunc agitur, satis est,
si dixisset Pelagius, omnes omnino peccatores aeterno igne
et supplicio puniendos: quisquis id iudicium approbasset, in
se ipsum primitus sententiam protulisset. Quis enim gloria-
bitur se mundum esse a peccatis24. Quia vero nec omnes
dixit, nec quosdam, sed indefinite posuit, et hoc secundum
Evangelium se dixisse respondit; vera quidem sententia epi
scopali est confirmata iudicio; sed adhuc quid sentiat Pela
gius non apparet, et post hoc etiam episcopale iudicium non
impudenter inquiritur.
'* Le. 13, 26-27. 22 Mt. 25, io.
19 JVtt. 25, 13. 23 Mt. 22, 14.
20 M t. 25, 31-46. 24 Prov. 20, 9, see. LX X .
21 Le. 19, 22 ; Mt. 22, ii.
se ha de realizar este juicio, que se describe de varios modos,
aunque el modo será uno solo. Unas veces dice el Señor que
cerrará la puerta a los que no admite en su reino y que, cuan
do ellos clamen y digan: Abrenos, que comimos y bebimos
en tu presencia, y lo demás que dirán, les responderá: No os
conozco, obreros de la iniquidad. Otras veces dice que orde
nará llevar ante sí a los que no lo quisieron como rey y man
dará que les den muerte en su presencia. Otras veces dice que
vendrá con gran majestad acompañado de1 sus ángeles para
que ante él comparezcan todos los pueblos y sean juzgados,
y pondrá unos a la derecha, para darles la vida eterna en
premio de las buenas obras que entonces recordará, y otros
a la izquierda, condenados al fuego eterno por carecer de
buenas obras. Otras veces ordena que, atados de pies y ma
nos, sean arrojados a las tinieblas exteriores, ora el siervo
necio y perezoso que no quiso negociar con el dinero de su
Señor, ora el convidado que no llevaba en el banquete el ves
tido nupcial. Recordemos también cómo, después de entrar
las vírgenes prudentes, cierra la puerta a las necias.
Estas y otras maneras de juicio que ahora no recorda
mos, se aplican al juicio futuro, al que estarán sujetos no
una o cinco personas, sino muchas. Porque, si no fuera más
de uno el arrojado del banquete a las tinieblas exteriores
por no llevar el vestido nupcial, no diría luego el Señor:
Muchos son los llamados y pocos los escogidos, puesto que,
si sólo uno es echado fuera y condenado, parece debían que
dar muchos dentro. Iríamos muy lejos si hubiésemos de ex
plicar cada una de estas palabras. Diremos solamente ahora,
sin perjuicio, como se suele decir en los negocios de dinero,
de una más profunda discusión, que las Escrituras declaran
de varias maneras que no habrá sino un modo único de jui
cio, bien que los premios y penas serán diversos en razón de
la diversidad de los méritos.
Concretándonos al caso presente, si Pelagio hubiese dicho
que todos los pecadores sin excepción han de ser condenados
al fuego y suplicio eternos, quien aprobara esta opinión se
condenaría a sí mismo, porque ¿quién podrá gloriarse de es
tar limpio de pecado? Mas como no dijo todos ni algunos,
sino que usó de una palabra de sentido vago, dando autori
dad a sus palabras con el Evangelio, los obispos confirmaron
ia verdadera doctrina; pero nos quedamos sin saber todavía
lo que opina Pelagio, cuya explicación sobre este particular
tenemos derecho a exigir aun después de la sentencia pro
nunciada por los obispos.
CAPUT IV
CAPUT V
Duo T e s t a m e n t a
CAPITULO V
L os dos T estamentos
32 Rom. g, 8.
quien recibe la ley por ia codicia de esos bienes terrenos es
heredero del Antiguo Testamento. Pues en el Antiguo Testa
mento se prometen y dan los bienes que apetece el hombre
viejo. Los bienes del Nuevo Testamento, figurados en el An
tiguo, piden hombres nuevos. Que sabía muy bien el gran
Apóstol lo que decía al afirmar que los dos Testamentos es
taban alegóricamente figurados como Testamentos diferentes
en la esclava y en la libre, perteneciendo al Antiguo los hijos
camales, y al Nuevo los hijos de la promesa: No los hijos
de la carne esos son los hijos ds Dios, sino los hijos de la
promesa son contados como díscendisntes. Por tanto, los hi
jos de la carne pertenecen a la Jerusalén terrena, que es
esclava lo mismo que sus h ijos; mas los hijos de la promesa
pertenecen a la. celestial Jerusalén, que es nuestra madre
libre. Así que fácil es colegir quiénes pertenecen al reino te
rreno y quiénes al reino de los cielos. Cuantos por la gracia
de Dios tuvieron conocimiento, aun en aquellos siglos, de la
diversidad de Testamentos, siendo por ello hechos hijos de
la promesa, fueron reputados en los secretos juicios de Dio3
como herederos del Nuevo Testamento, bien que fueron cons
tituidos ministros del Antiguo Testamento, dado por Dios
al pueblo antiguo según la división de los tiempos.
15. ¿Cómo no habían de alarmarse, y con razón, los hi
jos de la promesa, los hijos de la Jerusalén libre y eterna de
los cielos, viendo que se negaba, al parecer, esta diferencia
apostólica y católica de Testamentos con las palabras de Pe
lagra y que Agar era equiparada en cierto modo a Sara?
Odia con impiedad herética las Escrituras del Antiguo Tes
tamento quienquiera que niegue que su autor es Dios bueno,
sumo y verdadero, como, en efecto, lo niegan Marción, Ma
nes y todo el que profesa tan pestífero error. Así es que,
para decir en pocas palabras lo que siento, digo que de la
misma manera que se hace injuria al Antiguo Testamento
negando que su autor sea el Dios bueno y sumo, así se hace
injuria al Nuevo Testamento si se le equipara al Antiguo.
Como Pelagra, en su respuesta a los jueces, dio la razón
de haber dicho que en el Antiguo Testamento se prometía
el reino de los cielos, aduciendo el testimonio del profeta
Daniel, el cual profetizó evidéntísimamente que los santos
habían de heredar él reino del Altísimo, los jueces senten
ciaron que la respuesta no era contraria al sentir da la Igle
sia. Y aunque no se fundamentó la sentencia en esa diversi
dad de Testamentos según la cual los bienes prometidos en
• el Sinaí pertenecen propiamente al Antiguo Testamento, la
sentencia fué justa, como fundada en la costumbre universal
universae scripturae canonica« ante inearnationem Domini
ministrata« Veteris Testamenti appellatione censentur. Non
enim aliud est regnum Altissimi, quam Dei regnum; aut
quisquam contendere audebit, aliud esse Dei regnum, aliud
regnum caelorum.
CAPUT VI
UTRU M HOMO POSSIT, SI VEU T, ESSE SINE PECCATO
CAPÍTULO VI
Si puede e l hom bre con su s FUERZAS v iv ir SIN PECADO
CAPUT VII
G ra tia D es
** Gai. 2, 21,
sl Rom. 7, 7-8.
,ä lb. 12-15.
lb. 14-16.
Tb. 24-25.
tanto nos predica la doctrina apostólica, o sea, la gracia
mediante la cual esperamos ser librados del cuerpo de esta
muerte por Jesucristo nuestro Señor.
CAPITULO VII
La gracia de D io s
CAPUT IX
P rosequitur idem argu m entum
Ista est non natura moriens, nec littera occidens, sed Spi
ritus vivificans. Iam enim habebat iste naturam cum volun
tatis arbitrio; nam dicebat: Veile adiacet m ihi33; sed non
habebat naturam cum sanitate, sine vitio; nam dicebat:
Scio quod non habitat in me, hoc est, in carne m a, bo-
numm. Iam habebat cognitionem legis sanctae, nam dice
bat: Peccatum non cognovi nisi per legem ; sed non habebat
vires agendas perficiendaeque iustitiae, nam dicebat: Non
quod volo hoc ago; sed quod odi hoc facio; et, Pi rf icere bo-
num non invenio 40. Ideo nec voluntatis arbitrium, nec legis
praeceptum. unde liberaretur de corpore mörtis huius; quia
utrumque iam habebat, aliud in natura, aliud in dootrina:
sed gratiae Dei posoebat auxilium, per lestun Christum Do
minum nostrum.
CAPUT X
^ N o n oonstat P elag ium gratiam D ei iu x t a m en tem
E cclesiae confessu m esse
: 22. Hanc itaque gratiam. quam in catholica Ecclesia no-
tissimam noverant, episcopi crediderunt Pelagium confiteri,
cum audirent eum dicere: hominem a peccatis conversum,
proprio labore et Dei gratia posss esse sine peccato. Ego
autem propter illüm librum, quem mihi refellendum serví
D eia dederunt, qui discipuli eius fuerunt, et cum éumdem
Pelagium valde diligerent, eius esse dixerunt, ubi hac quaes-
tione sibi proposita, quia hoc in eo iam plurimos offenderat,
quod adversus Dei gratiam loqueretur, apertissime expressit:
** Rom. 7, 18. 40 Ib. 15 et 18.
*• n » . a Timasius et Iacobus.
CAPÍTULO VIII
P rosigue e l m ism o argumento
CAPITULO IX
P rosigue ee argumento an te rio r
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CAPÍTULO X
E s DUDOSO QUE PELAGIO CONí’ESARA LA GRACIA CON MENTÍ
ORTODOXA
CAPUT XI
CAPÍTULO XI
E rrores de C elestio condenados por P elagio
CAPUT XII
CAPUT XIII
VlRGlNITAS PLUS EST QUAM CAST1TAS CONIUGALI®
CAPÍTULO XIII
CAPUT XIV
E rrores Caelestii . D ona apostolo P aulo concessa
*' i Cor. 7, 7.
45 Mt. Ì9, io - ï i .
lo que se nos manda; pues muchos guardan perpetua vir
ginidad, que no está mandada, ya que para no pecar basta
con cumplir lo mandado. Los jueces aprobaron la respuesta
de Pelagio no en el sentido de que guardan todos los precep
tos de la Ley y el Evangelio los que guarden virginidad,
que no es cosa mandada, sino en el sentido de que es cosa
más perfecta la virginidad, que no está mandada, que la cas
tidad conyugal, que está mandada, y guardar lo primero es
más perfecto $ue lo segundo, aunque ninguna de las dos co
sas se pueda lograr sin la gracia de Dios, pues tratando de
este asunto el apostól San Pablo, escribe: Quisi ra yo que
todos fuesen como y o ; pero cada uno tiene de Dios su propia
gracia, éste una, aquél otra. Y cuando los discípulos dijeron
al Señor: Si tal es la condición del hombre y la mujer, es
preferible no casarse, o, dicho mejor en latín, non expedit
duoere, les contestó: No todos enti.ndín esto, sino aquellos
a quienes ha sido dado. Por tanto, los obispos sentenciaron
que, según el sentir de la Iglesia, es más perfecta la virgini
dad perpetua, que no está mandada, que la castidad conyu
gal, que está mandada; pero quedáronse al fin sin conocer el
, pensamiento de Pelagio. o Oelestio.
CAPITULO XIV
E rr or es de C elestio . L os dones otorgados a l apóstol
S an P ablo
CAPUT XV
77 Rom. o, 16.
11 2 Cor. 6 , I . '* Ps. 126, I .
73 ICor. 15, 10.
d a de Dios soy lo que soy. ¿ No pondera aquí la gracia cabal
mente porque ha sido otorgada a un indigno? Y su gracia,
dice, no fué en nú estéril.
Esto mismo encarga a los demás para mostrar la grati
tud de la gracia: Os mandamos y rogamos que no recibáis
en vano la gracia del Señor. ¿ Y cómo prueba que la gracia
de Dios no ha sido en él estéril sino por lo que sigue: Pero
he trabajado más que ellos? Luego no trabajó para recibir
la gracia de Dios, sino que recibió la gracia de Dios para
trabajar, y de esta suerte recibió gratuitamente, siendo in
digno, la gracia de Dios, a fin de ser hecho digno de recibir
los premios merecidos.
Ni aun el mismo trabajo osó atribuirse, pues habiendo di
cho: He trabajado más que todos ellos, añadió seguidamente:
N o yo, sino la gracia de Dios conmigo. ¡Oh eximio maestro,
confesor y predicador de la gracia! ¿Qué quiere decir: He
trabajado, mas no y o ? Tan pronto como se complace algún
tanto la voluntad, muéstrase vigilante la piedad y túrbase
la humildad, porque se conoce a sí misma la fragilidad.
37. Con razón el obispo de Jerusalén, Juan, alegó, como
consta por las actas, este mismo testimonio, según refirió
a los obispos que con él formaban el tribunal en aquel juicio
y que le preguntaron acerca de lo actuado antes dél juicio.
Como algunos murmuraban por lo bajo y decían que, según
Pelagio afirmaba, podía el hombre alcanzar la perf ección
sin la gracia de Dios, es decir, podía el hombre vivir sin pe
cado, dijo: Condenando esta doctrina como un crimen, dije
que él apóstol San Pablo, trabajando mucho, pero no por
sus propias fuerzas, sino por la gracia de Dios, d ijo: “ He\
trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo". Y en otro lugar: ‘‘No es del que corre o del
que quiere, sino de Dios, que se compadece’’. Y en otro pasa
je : “ Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajaron los
■que la construyen” . Y como éstos, cité otros testim onios de
las Sagradas Escrituras. Y no quedándose aquéllos satisfe
chos con estos testim onios, porque seguían murmurando, dijo
Pelagio: Yo también lo creo a sí; sea excomulgado el que diga
que sin el auxilio de Dios puede alcanzar la perfección de to
das las virtudes.
CAPITULO XV
P elagio n o desm intió las palabras del obispo J u a n
CAPUT XVI
CAPITULO XVI
P elagio debe negar ser su y a o corregir l a falsa inter
pretación DE UNA SENTENCIA DEL APÓSTOL
CAPUT XVIII
. C aelestti capitu la a P elagio reprobata
42. Nam in sexto capitulo Caelestii libri positum obiec-
tum est: Filias Dei non posse vocari, nisi omnì modo absque
peccato fuerint effecti. Unde secundum ipsum dictum est,
néque apostolum Paulum esse filium Dei, qui dixit : Non quod
iam acoeperim, aut quod iam perfectas sim 80.
In séptimo capitulo: Oblwionem et ignorantiam non sub-
iàcere peccato, quoniam non secundum vóluntatem evm iunt,
sed secundum necessitatem . Cum David dicat : Dslieta iuven-
tutis m rae ne memineris et ignorantiae m eae81; et cum in
lege sacrificia prò ignorantia sicut pro peccato offereban-
tu r S2.
In decimo capitulo : Non esse hberum arbitrium, si Dei
indigeat auxilio, quoniam in propria volúntate habet unus-
quisque aut f ac ere aliquid, aut non facers.
. In duodecimo capitulo: Victoriam nostram non ex Dei
esse adiutorio, sed ex libero arbitrio; quod inferro dictus
est bis verbis: N ostra est victoria, quoniam propria volún
tate arma suscepim us; sicut e contrario nostrum est quando
vincimur, quoniam armari propria volúntate cóntempsimus.
E t de apostolo Petro posuit testimonium, divinae nos esse
consortes naturae 8B. E t syllogismum facere dicitur : Quo
niam si anima non potest esse sine peccato, ergo et Deus
subiacet peccato, cuius pars, hoc est, anima, peccato obno
xia est.
In tertio decimo capitulo dicit: Quoniam poenitentibus
venia non datur secundum gratiam e t misericordiam Dèi,
sed secundum merita et laborem eorum, qui per poeniten-
tiém digni fuerint misericordia.
80 Phil. 3, 12. ' 82 Lev. 4.
“ Ps. 84, 7. 83 2 Petr. 1, 4.
si se dijera que al que es justificado por la elección de la
gracia, sin que precedan buenos méritos, se le llama digno
por su predestinación, como' se le llama elegido, sería difícil
juzgar si tal palabra era rigurosamente exacta o adolecía de
ser algo obscura. Por lo que a mí se refiere, sin hacer caso
de esta palabra, hubiera pasado adelante, si no me hubiera
hecho sospechar de la intención de Pelagio el libro que re
futé, en el cual no admite otra gracia de Dios que nuestra
naturaleza dotada de libre albedrío, la gracia-criatura; esto
me haría pensar no en descuido no advertido, sino en una
nueva doctrina que ha querido introducir.
Lo que resta que decir pareció tan grave a los jueces,
que lo condenaron aun antes de oír la respuesta de Pelagio.
CAPÍTULO XVIII
CAPUT XX
A bsolutio P elagii
CAPUT XXI
CAPITULO XX
A bsolución de P elagio
CAPITULO XXI
ES SOSPECHOSA LA JUSTIFICACIÓN DE PELAGIO
45. Estas son las actas cotí las que los amigos de Pe
lagio tanto cacarean su justificación. Yo, puesto que Pelagio
tuvo buen cuidado de hacer resaltar la amistad que me unía
a él citando mi carta, que se leyó e insertó en las actas, deseo
fervorosamente su salvación por Jesucristo; pero uo me pa
rece que deba alegrarme prematuramente de esta justifica
ción, que es más fácil creer que probar. Y, al decir esto, no
es mi intención condenar la negligencia o connivencia de los
jueces, ni menos acusarlos de profesar estas doctrinas im
pías, pues sé con toda certidumbre que las detestan; pero,
alabando y aprobando su juicio, como él se merece, paré-
cerne que Plelagio no consiguió justificarse de los cargos que
se le hicieron. Como ellos juzgaban a un hombre que no
tanquam de ignoto iudicantes, his praesertim absentibus qui
contra eum libedlum dederant, Kcxminem quidem diligentius
examinare minime potuerunt: hàeresim tamen ipsam, si
eorum sequantur iudicium qui prò eius perversitate certabant,
penitus peremerunt. Illi autem qui bene sciunt quae Pelagius
dooere consuevit, sive qui eius disputationibus restiterunt,
sive qui ex ipso errore se libenatos esse gratulantur, quomodo
possunt •eum non habere suspectum, quando eius non sim-
piicem confessionem praeterita errata damnantem, sed talem
confessionem legunt, quasi nunquam aliter senserit, quam
istò iudicio in eius est responsionibus approbatum?
CAPUT XXII
' P elagius unde notus A ngustino
46. Nam, ut de me ipso potissimum dicam, prius ab
sentia et Rom.ae constituti Pelagii nomen cum magna eius
laude cognovi: postea coepit ad nos fama perferre, quod ad-
vsrsus Dei gratiam disputar et; quod licet dolerem, et ab eis
mihi diceretur quibus erederem, ab ipso tamen tale aliquid,
vel in eius ali quo libro nosse cupiebam, ut si inciperem re-
darguere, negare non pos3et. Postea vero quam in Africani
venit, me absente, nostro, id est, Hipponensi littore excep-
tus est, ubi omnino, sicut comperi a nostris, nihil ab ilio
huiusmoii auditum est: quia et citius quam putabatur, inde
profectus est. Postmodum eius faciem Carthagine, quantum
recolo, semel vel iterum vidi, quando cura Collationis, quam
cum haereticis Donatistis habituri eramus, occupatissimus
fui: ille vero etiam ad transmarina properavit.
Interea per ora eorum qui eius discipuli ferebantur, dog
mata ista fervebant: ita ut Caelestius ad ecclesiasticum iudi
cium pervenirci, et reportaret dignam sua perversitate sen-
tentiam. Salubrius sane adversus eos agi putabamus, si ho-
minum nominibus tacitis, ipsi refutarentur et redarguerentur
errores, atque ita metu potius ecclesiastici iudicii corrige-
rentur homines, quam ipso iudicio punirentur. Nec libris igi-
tur adversus mala illa disserere, nec popularibus tractatibus
cessa bamus.
conocían, y, por otra parte, estaban ausentes los que habían
presentado contra él la acusación, no pudieron someter a
Pelagio a un examen completo. Esto no obstante, si los que
estaban empeñados en el triunfo de la impiedad aceptan el
juicio de los obispos, habrán de confesar que los obispos
hirieron de muerte la herejía. Los que saben muy bien las
doctrinas que solía predicar Pelagio, tanto los que se le opu
sieron midiendo sus armas con él como los que se felicitan
de haber sido liberados de sus errores, ¿cóm o no han de des
confiar de la justificación de Pelagio al leer, no la confesión
llana de sus errores pasados, sino una confesión que no es
ni más ni menos que declarar que nunca profesó otra doc
trina que la contenida en las respuestas del procesó ?
CAPITULO XXII
47. Cum vero mihi etiam liber ille datue esset a servis
Dei, bonìs et honestis viris Timasio et Iacobo, ubi apertissime
Pelagius obiectam sibi a se ipso tanquam ab adversario, unde
iam grandi invidia laborabat, de Dei gratia quaestionem non
aliter sibi solvere visus est, nisi ut naturam cum libero ar
bitrio conditam, Dei diceret gratiam; aliquando, idque te-
nuiter, nec aperte ei coniungens vel legis adiutorium, vel
remissio'riem etiam peccatorum: tum vero sine ulla dubìta-
tione mihi claruit, quam esset christianae saluti venenum
illius perversitatis inimicum. Nec sic tamen operi meo, quo
eumdem librum refelli, Pelagii nomen inserui: facilius me
existimans profuturum, si servata amicitia, adhuc eius vere-
cundiae parcerem, cuius litteris iam parcere non deberem.
Hinc est, quod nunc moleste fero, in hoc iudicio dixisse quo-
dam loco: Anathematizo Ulos qui sic tenent, aut aliquando
tenuerunt. Suffecerat dicere, qui sic tenent; ut eum credere-
mus esse correctum: cum vero addidit, aut aliquando tenue-
ru n t; primum, quam iniuste damnare immeritos ausus est,
qui ilio, quem sive aliis, sive ipso doctore didicerant, errore
caruerunt? Deinde, quis eorum qui eum ista non solum ali-
quando tenuisse, verum etiam docuisse noverunt, non merito
suspicetur, simulate anathematizasse qui haec tenent, cum
eodem modo anattoematizare non dubitavit qui haec aliquan
do tenuerunt, in quibus eum ipsum recordabuntur magis-
tmim? Ecce, ut alios taceam, Timasium et Iacobum, quibus
oculis, qua fronte conspiciet, suoe et dilectores, et aliquando
discipulos, ad quos librum scripsia, ubi libro eius respondi
qui certe quemadmodum mihi rescripserint, tacendum et prae-
tereundum non putavi; sed exemplum litterarum subter an-
nexui.
CAPUT XXIV
E pistola T im asii et I acobi ad A ugustinum
48. "Domino vere beatissimo, et merito venerabili patri
episcopo Augustino, Timasius et Iacobus, in Domino salutem.
Ita nos refecit et recreavit gratia Dei ministrata per ver-
bum tuum, ut prorsus germane dicamus: Mimt verbum swum,
e t scmmrit teos 8\ domine beatissime, et merito vemerabilis
pater. Sane ea dihgentia ventilasse Sanctitatem tuam textum
84 Ps. IOÓ, 20. a De natura et gratta.
CAPÍTULO XXIII
R efuta San A gustín un libro de P elagio
47. Cuando Tfimasio y Santiago, varones virtuosos, me
entregaron el libro del que antes hice mención, en el cual
Pelagio se propone la cuestión de la gracia que había con
citado gran animadversión contra él, y que Pelagio resuelve
muy sencillamente llamando gracia de Dios a la naturaleza
dotada del libre albedrío y, tal cual vez, aunque sin mucho
empeño ni abiertamente, a la naturaleza junto con la ayuda
de la ley, o al perdón de los pecados, entonces vi con toda
claridad que había en esta doctrina un veneno de perver
sidad muy contrario a la salud cristiana. Ni aun entonces
revelé en mi libro, al refutar él suyo, el nombre de Pelagio,
parí ciándome que sería más útil no herir, en gracia a la
amistad, 3u susceptibilidad personal; sus escritos no podía
menos de combatirlos. Por eso me desagrada ahora que Pe
lagio dijera en este juicio: Anatematizo a las que profesan
o profesaron 'esta doctrina. Bastaba con que hubiera dicho
a loo que profesan, y creeríamos en su enmienda; mas aña
diendo o profesaron antes, ¿no comete una injusticia contra
los que estaban libres del error que habían aprendido de
otros o de él mismo? Además, cuantos saben que antes no
sólo profesó, sino que también enseñó estas doctrinas, ¿ cómo
no han de sospechar que ante matiza fingidamente a los que
las profesan, pues entre ellos se encuentra el mismo maestro ?
No sé con qué cara mirará, por no citar otros nombres, a
Timasio y Santiago, sus amigos y primero sus discípulos, a
quienes dirigí el libro con que refuté el de Pelagio. Me ha
parecido conveniente no pasar en silencio la carta con que
me contestaron. Hela aquí.
CAPÍTULO XXIV
Carta de T imasio y Santiago a San A gustín
CAPUT XXV
CAPÍTULO XXV
P elagio debe retractarse de su error
49. Si Pelagio confesara que profesó algún tiempo este
error sin darse de ello mucha cuenta, pero que ahora anate
matiza a los que lo abrazan, quien no se felicitase con él por
verle vuelto al camino de la verdad, no tendría entrañas de
caridad. Pero es el caso que no sólo no ha confesado estar
curado de esta p e s t e , sino que ha anatematizado a los que '
de ella están curados y que le aman y quieren su curación,
como son los que han manifestado el amor que le tienen en
la carta que me escribieron, pues él era quien particular
mente estaba presente en su pensamiento cuando decían que
se lamentaban de que yo hubiese escrito tan tarde mi libro:
Porque están ausentes, dicen, algunos cuya ceguera debiera
curarse con la luz de tan evidente verdad; pero confiamos
en que, aunque sea más tarde, ha de llegar hasta ellos la mis
ma gracia con d favor de Dios. Creyeron prudente callar el
nombre o los nombres, a fin de que, sin perecer la amistad,
pereciese más bien el error de los amigos.
50. Si Pelagio piensa ahora en Dios; si no es ingrato
a su misericordia, pues lo llevó al tribunal de los obispos
para que no osara en adelante defender doctrinas ya conde
nadas, sabiendo que se deben detestar y desechar, este mi
escrito, en que descubro la llaga revelando su nombre, lo
recibirá más agradecido que recibió la carta, con la que,
temiendo desagradarle, abrí, desgraciadamente, más la he
rida. Si se irrita conmigo, advierta que su ira no tiene razón
attendat, et ut vincat iram, tandem aliquando Dei postule!
gratiam, quam in hoc iudicio confessus est singulis nostris
actibus necessariam; ut veram consequatur, ilio adiuvante,
victoriam. Quid enim ei prosunt tanta« eius laudes in episto-
lis episcoporum, quas pro se commemorandas, vel etiam le
gendas atque alle gandas putavit; quasi eum haec perversa
sentire, omnes qui vehementes et quodam modo ardentes ad
bonam vitam exhortationes eius audiebant, facile ecire po-
tuerint?
CAPUT XXVI
86 Rom. 9, i 6 .
de ser, y para triunfar de ella no deje de pedir la gracia de
Dios, que ha confesado en este juicio ser necesaria en cada
uno de nuestros actos, y por la gracia alcanzará verdadera
victoria. ¿Qué argumento en favor de su causa pueden ser
las grandes alabanzas que le tributan los obispos en sus
cartas, que Pelagio tuvo buen cuidado de recordar, citar
y alegar, cuando la verdad es que era muy difícil que cono
ciesen sus errores los que oían sus fervorosas y encendidas
exhortaciones a la virtud?
CAPÍTULO XXVI
CAPUT XXIX
PELAGIUS CONFITERI DEBET ERRASSE CIRCA GRATIAM
CAPITULO XXIX
CAPUT XXX
CAPUT XXXI
PRDFESSIO FIDEI PELACI! FÜITNE SINCERA ?
CAPUT XXXII
F raudes P elagii in EXPLICANDIS ACTIS SYNODI
DIOSPOLITANI
CAPÍTULO XXXI
CAPÍTULO XXXII
CAPUT XXXIII
CAPITULO XXXIII
P e l a g io no es s in c e r o en su carta
CAPUT XXXV
CAPITULO XXXV
” i Cor. 15, 9.
el sentido explicado en las respuestas de Pelagio. Vieron que
una cosa era vivir sin pecado y otra vivir santa y virtuosa
mente, como, en efecto, vivieron algunos, según consta por
la Escritura.
Aunque la Iglesia no viva en este mundo sin mancha ni
arruga, es cierto que se purifica en el bautismo de toda man
cha y arruga y que es voluntad del Señor que así persevere,
y perseverará, pues sin mancha ni arruga reinará en la glo
ria eterna.
Es asimismo cierto que la perpetua virginidad, que no es
cosa mandada, es más perfecta que la pureza conyugal, que
cae bajo mandamiento, y que muchos guardan perpetua con
tinencia, aunque no carecen de pecado.
Cierto también que San Pablo poseyó todas las gracias
que él mismo enumeró en un pasaje de sus epístolas; pero en
lo tocante a si fué digno de recibirlas, o bien dejaron entrever
en cierta manera que no fué digno por sus méritos, sino por
predestinación de Dios, pues el mismo dice: No soy digne
o no soy idóneo para ser llamado apóstol; o no repararon en
la palabra, que Pelagio sabrá cómo la dijo: como no diga
mos que su intención fué sorprendida por el valor de las
palabras. Elstos son los puntos en los cuales, según la sen
tencia de los obispos, Pelagio profesa la sana doctrina.
65. Pasemos ahora a recapitular cuidadosamente las
doctrinas contrarias a la fe católica que Pelagio, al decir de
los obispos, condenó y anatematizó, pues en ellas se contie
ne toda la herejía. Excepción hecha de lo que se dijo había
escrito adulando a no sé qué viuda, pero que él rechazó di
ciendo que ni esa doctrina se hallaba en sus libros ni jamás
la había enseñado, y que condenaba no como herejes, sino
como necios, a los que la profesaran, he aquí las doctrinas
con que brotaba y se hacia tupido bosque la maraña de esta
herejía:
Que Adán fué creado mortal y que, ora pecase, ora no
pecase, estaba sujeto a la muerte.
Que el pecado de Adán tan sólo a él le perjudicó, y no al
género humano.
Que la bey conduce al cielo lo mismo que el Evangelio.
Que antes de la venida de Cristo hubo hombres que vi
vieron sin pecado.
Que los niñas recién nacidos se hallan 'en el mismo estado
que tuvo Adán antes de pecar.
Que ni por la muerte o pecado de Adán perece todo él
género humano, ni por la resurrección de Cristo resucitan
todos los hombres.
Que los párvulos alcanzan, aunque no se bauticen, la vida
eterna.
Que los ricos bautizados, si no renuncian a todos sus ble-
quid boni visi fuerint facere, non eis reputetur, ñeque regnum
Dei possint habere.
Quod gratia Dei et adiutorium non ad singulos actus de
tur; sed in libero arbitrio sit, et in lege utque doctrina.
Quod Dei gratia secundum merita nostra detur; et prop-
terea ipsa gratia in homims sit posita volúntate, sive dignus
fiat, sive indignus.
Quod filiì Dei non possint vom ii, nisi omnino absque
pecmto fuerint effecti.
Quod oblivio et- ignorantia non subiacmnt pecm to; quo
ndam non eveniant secundum voluntatem, sed secundum ne-
oessitatem.
Quod non sit liberum arbitrium, si indigeat auxilio Dei;
quoniam propriam voluntatem habeat unusquisque aut fa
ceré aliquid, aut non facere.
Quod victoria nostra ex Dei non \sit adiutorio, sed ex libero
arbitrio.
Quod ex ilio, quod ait Petrus, divinae nos esse consortes
naturae, consoquens sit ut ita possit esse sine peccato, quem-
admodum Deus. Hoc enim in undécimo capitulo libri, non
quidem habentvs auctoris sui tituhim, sed qui perhibetur
esse Caelestii, his verbis positum ipse legi: Quornodo quis-
piam, inquit, Ulius rei consortium suscepit, a cuius statu et
virtute esse extraneus definitur? Ideo fratres qui hasc obie-
cerunt, sic eum intellexerunt, tanquam eiusdem naturae ani-
mam et Deum, et partem Dei dixerit animam : sic enim acce-
perunt, quod eiusdem status atque virtutis earn esse cum
Deo senserit.
In extremo autem obiectorum positum est: Quod poeni-
tentibus venia non detur secundum gratìam et misericordiam
Dei, sed s'cundum m-.rìtum <tt laborem eorum, qui per poe-
nitentiam digni fuerint misericordia.
Haec omnia, et si quae argumentationes ad ea confirman-
da interpositae sunt, sua negantem, et anathematizantem
Pelagium iudices approbaveruni: et ideo pronuntiaverunt,
eum contraria ecclesiasticae fidei reprobando et anathemati-
zando, damnasse. A c per hoc quomolibet ea Caelestius po-
suerit aut non posuerit,, vel Pelagius senserit aut non sen
serit, tanta mala tarn novae huius haenesis ilio ecclesiastico
iudicio damnata gaudeamus, et Deo gratias agamus, laudes-
que dicamus.
66. De his autem quae post hoc iudicium ibi a nescio
quo cuneo perditorum, qui valde in perversum perhibentur
Pelagio suffragar!, incredibili audacia perpetrata dicuntur,
ut Dei servi et ancillae ad curam sancti Hieronymi praesby-
teri pertinentes, sceleratissima caede afficerentur, diaconus
occideretur, aedificia monasteriorum incenderentur, vix ip-
sum ab hoc ímpetu atque incursu impiorum in Dei miseri-
neSj aunque crean que hacen buenas obras, de nada les sirve
ni pueden alcanzar la vida eterna.
Que no se da para cada uno de los actos la gracia de
Dios, puesto que consiste en el libre albedrío y ~en la ley y
doctrina.
Que la gracia de Dios se da según nuestros méritos, y,
por tanto, la gracia de Dios depende de la voluntad del hom
bre, ora se haga digno, ora indigno.
Que no pueden llamarse hijos de Dios como no estén li
bres de todo pecado.
Que el olvido e ignorancia no son pecado, porque no de
penden de la voluntad, \sino que son cosas necesarias.
Que no existe el libre albedrío si necesita del auxilio de
Dios, pues cada uno es dueño de su voluntad para hacer o
dejar de hacer esto o lo otro.
Que nuestra victoria no se debe al auxilio de Dios, sino
al libre albedrio.
Que de las palabras de San Pedro3 que dice que “somos
partícipes de la naturaleza divina”, se sigue que■el alma pue
de cáncer de pecado como Dios. En el capítulo 11 de un
libro que no lleva el nombre de su autor, pero que se atribuye
a Oelestio, he visto expresada esta doctrina en estos térmi-
- nos: ¿Cómo puide uno haber sido hecho partícipe de una
cosa, si no participa de su estado y virtud? Por eso los her
manos entendieron que Oelestio admitía la misma naturaleza
en el alma y en Dios y enseñaba que el alma es una parte
de Dios: tal era el sentido que dieron a aquellas palabras.
La última de las acusaciones fué ésta: Que a los que se
arrepienten no se les otorga el perdón por gracia y miseri
cordia de Dios, sino por los méritos y trabajo de los que por
la penitencia se han bicho dignos de misericordia.
Los jueces absolvieron a Pelagio en vista de que negaba
y anatematizaba estas doctrinas y los argumentos con que
se las quiso probar, y dijeron que de hecho las había conde
nado al reprobar y condenar lo que fuera contrario a la fe
católica. Cualquiera, pues, que sea la manera como Oelestio
enseña o deja de enseñar estas doctrinas, y prescindiendo de
lo que Pelagio haya opinado o dejado de opinar acerca de
ellas, alegrémonos y demos gracias a Dios y ensalcémosle
porque la Iglesia ha condenado con su juicio tamañas impie
dades de esta novísima herejía.
66. Nos abstenemos ahora de referir las fechorías come
tidas con increíble audacia, según es fama, por una turba de
desalmados, perversos secuaces de Pelagio, que llevaron su
furia malvada al extremo de perseguir de muerte a los sier
vos y siervas de Dios encomendados a la solicitud del santo
presbítero Jerónimo, y mataron a un diácono, y pegaron
fuego a los monasterios, salvándose a duras penas, por la
cordia turris munitior tueretur ; tacendum nobis potius video,
et expectandum quid illi fratres nostri episcopi de his tantis
malia agendum existiment, a quibus eos dissimulare posse,
quis credat'? Impia quippe dogmata huiuscemodi hominum,
a quibuslibet catholicis, etiam qui ab illis terris longe absunt,
redarguenda sunt; n-e ubicumque nocere possint, quo perve
nire potuerint: impila vero facta, quorum) coercitio ad eipl-
scoipàlem pertinet disciplinam, ubi comimittuntur, ibi potissi-
mum a praesentibus vel in proximo constitute, diligentia
pastorali et pia severitate plectenda sunt. Nos itaque tam
longe positi, optare debemus his causis talem illic finem
dari, de quo non sit neeesse ubilibet ulterius iudicare; sed
quae nobis potius praedicare conveniat: ut animi omnium,
qui illorum scelere fama usquequaque volitante graviter vul
nerati sunt, Dei misericordia consequents sanentur. Unde
iam huius libri terminus iste sit, qui, ut spero, si sensibus
tuis piacere meruerit, adiuvante Domino, utilis erit Iegenti-
bus; tuo quam meo nomine commendatior, et tua diligentia
plurimis notion
misericordia de Dios, el mismo Jerónimo en una torre bien
fortificada. Esperemos a que nuestros hermanos los obispos»
de aquella región tomen sus resoluciones en vista de tantos
males, porque ¿cómo vamos a suponer que puedan disimular
los ? Las impías doctrinas de hombres de esta ralea deben ser
combatidas por todos los católicos, aun por los que viven le
jos de aquellos países; pero los reprobables delitos, cuyo
castigo toca a la autoridad episcopal, deben ser diligente
mente reprimidos con piadoso rigor, allí donde se cometen,
por los obispos del lugar o de los lugares vecinos. Nosotros,
que tan lejos vivimos del lugar de aquellos sucesos, anhela
mos que todo termine sin que haya necesidad de ulteriores
juicios y de modo que, por la misericordia de Dios, se dé
una reparación a los que padecieron tan gran escándalo con
la noticia de aquellos crímenes. Y demos fin a este libro, que,
si como espero, es de tu agrado, con el favor de Dios será,
útil a los que lo leyeren, siendo tu nombre, a quien lo dedico,
preciosa recomendación, y tu diligencia en darlo a conocer,
garantía de su difusión.
A C A B Ó S E D E IM P R IM IR E S T E N O V E N O V O
L U M E N D E L A S «O BR AS D E S A N A G U S
T IN » , D E L A B IB L IO T E C A D E A U T O
R E S C R IS T IA N O S , E L D Í A 25 D E
E N E R O D E 1952, F I E S T A D E L A
C O N V E R S IÓ N D E S A N P A
BLO, E N LO S T A L L E R E S
D E L A E D IT O R IA L CA
T Ó L IC A , S. A ., A L
F O N S O X I , 4,
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