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fiíirjimüfi ¡'r¿ asníímiífí'¿líbíisb%at¿'ífixt--n

V
'3

III. E L F I N D E L A SOCIEDAD

'mensión social de la persona

E n l a vida h u m a n a existe u n a tensión dialéctica entre l a


dimensión personal y l a dimensión social. E s t a tensión no sig-
nifica oposición sino complementariedad; más aún, comporta
lina íntima conexión que se refuerza recíprocamente, y a que
solamente en unión con los demás, l a persona puede desarro-
llar s u propia virtualidad y alcanzar su meta { G S 25; OA 14).
I-Ato es así porque existe u n a cierta semejanza entre l a v i d a
Intima de l a Santísima Trinidad y l a comunión (común unión,
participación) que se debe instaurar en l a sociedad h u m a n a ,
que es l a propia de u n a familia en l a que todos son llamados
iil único y mismo fin: el hombre aislado no es capaz de conse-
guir plenamente sü meta, sea porque tiene necesidad de l a
íKj-oJrtcHq .oilÉÍíi*!''
iivuda de los demás, sea también porque es imposible u n ver-
dadero a m o r a Dios separado del amor a l prójimo (/ Jn 4, 20;
e s 24; C E C 1878). De hecho, «Dios no h a creado a l hombre
i'omo u n "ser solitario", sino que lo h a querido como u n "ser
social". L a vida social no es, por tanto, exterior a l hombre, el
cual no puede crecer n i realizar s u vocación sino en relación
con los otros» ( L C 32). S i el hombre es u n ser social, conviene
Mibrayar a l mismo tiempo que «el principio, el sujeto y el fin
tic todas las instituciones sociales es y de debe ser l a persona
humana» ( G S 25; O E D 3 1 ; C E C 1881).

L a esencial afinidad e interdependencia que une a toda


64 Curso de Doctrina Social de la Iglesia Elfvi déla sociedad H.rj 65

la h u m a n i d a d , s i n distinción de r a z a , rehgión, riqueza, tra- piohlema, imposible de resolver, como muestra l a historia de
bajo, etc., es algo que pertenece a l a n a t u r a l e z a h u m a n a y IMH ideas sociales. S i l a persona estuviese subordinada a l a so-
que había sido v i s l u m b r a d a - a u n q u e s i n l a profundidad y l a ciedad - E s t a d o y/o m e r c a d o - , se convertiría e n u n «medio
extensión d e l c r i s t i a n i s m o - p o r los filósofos de l a Antigüe- pmu», lo que es incompatible con l a dignidad del ser humano.
dad clásica. E s célebre l a frase de Aristóteles, a veces usada S I la sociedad fuese, en cambio, u n medio para el bien perso-
como definición del ser h u m a n o , cuando dice que «el hom- Mitl, no sería expHcable l a necesidad de promover el bien co-
bre es p o r n a t u r a l e z a u n a n i m a l s o c i a l [politikon zóon], y mún - a veces a costa del bien i n d i v i d u a l - y fácilmente se lle-
que el insocial por naturaleza y no por azar es o u n ser infe- Hiuía a p e n s a r que los demás s o n u n medio p a r a mí. L a
rior o u n s e r superior a l hombre (...). Y e l que n o puede v i v i r miliición, que evita los errores extremos del individualismo y
en comunidad, o no necesita nada por s u propia suficiencia, tli'l colectivismo, se encuentra - c o m o indican los documentos
no es miembro de l a c i u d a d , sino u n a bestia o u n dios»'. L a tirl Magisterio (por ejemplo, L C 73; C A 4 1 ) - e n buscar positi-
persona, p o r tanto, aunque no se agota e n ello, es n a t u r a l - vuinente l a colaboración de ambos aspectos o, si se quiere, en
mente u n ser p a r a los demás ( M M : M S I 181; C E C 1882; F R ' • iimular el bien integral de todos los hombres: «dado el c a -
21); tal característica relacional, a l a l u z de l a fe, adquiere l a i.u icr social del hombre, se ve que el desenvolvimiento de l a
dimensión de l a total gratuidad, porque e n el prójimo, más persona h u m a n a y el desarrollo de l a sociedad m i s m a están
que u n igual, se ve l a imagen v i v a de Dios, p o r quien es nece- • II mutua dependencia, (...) y a que por s u propia naturaleza
s a r i o e s t a r dispuesto a d o n a r s e , a «perderse» e n s u favor I lii persona] necesita absolutamente de l a vida social. Y como
( S R S 38. 4 0 ) . lit vida social no es p a r a el hombre algo superfino, se deduce
C u a n d o se olvidan estas exigencias de l a sociabilidad, la ipic solo a través de l a relación c o n los demás, los servicios
persona acaba deshumanizada, por masificación o por disper- iMiiiuos, el diálogo c o n los hermanos, el hombre desarrolla to-
sión. L a masificación, impuesta por los estados totalitarios o I is sus posibilidades y puede responder a s u vocación» ( G S
autoaceptada por el diktat de l a m a s a sobre l a masa, termina
• . . . : ,;:'p:
por nivelar todos los valores a u n mínimo general o por esteri-
E s urgente, p o r tanto, p r o m o v e r i n i c i a t i v a s que refuer-
l i z a r l a s mejores i n i c i a t i v a s ; l a dispersión egoísta produce
II el tejido social e i m p i d a n caer en el a n o n i m a t o y en l a
también u n estéril aislamiento. Ciertamente l a dimensión so-
•M isificación impersonal. «El individuo hoy día queda sofo-
cial de l a persona no es l a única n i l a p r i n c i p a l componente
i.lo c o n f r e c u e n c i a entre los dos polos del E s t a d o y del
del hombre: debe estar integrada con los demás aspectos hu-
mercado. E n efecto, d a l a impresión a veces de que existe
manos. A veces se estiman como antiéticos el «bien social» y
lu c o m o p r o d u c t o r y c o n s u m i d o r de mercancías, o b i e n
el «bien personal», o el énfasis entre u n a política socio-econó-
MIO objeto de l a administración d e l Estado, mientras se ol-
m i c a liberal y otra solidaria; este enfoque genera u n pseudo-
• l.i que l a convivencia entre los hombres no tiene como f i n
r \o n i el E s t a d o , y a que posee e n sí m i s m a u n v a -
• A R I S T Ó T E L E S , Política. I , 2, 1253 a 3-5. 27-29, C r e d o s , M a d r i d 1994, len s i n g u l a r a c u y o s e r v i c i o deben e s t a r el E s t a d o y mer-
pp.50y52. ...w.!.,^. endó» ( C A 4 9 ) . T a l r e d u c c i o n i s m o h a sido l a c a u s a de los
Curso de Doctrina Social déla Iglesia tn-f.'- E l fin de la sociedad )''.-.n' 67
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problemas que a c u c i a n l a sociedad a c t u a l : l a modernidad y lits explotaciones y manipulaciones que se comenten e n per-
s u epifenómeno e l Welfare State^, h a n fallado e n s u intento luicio de los hombres ( O E D 31)'*. ;
de r e s o l v e r e l p r o b l e m a , p r e c i s a m e n t e p o r h a b e r desaten- E n esta primacía de la subjetividad no puede dejar de recor-
d i d o l a e n t e r a v e r d a d sobre e l h o m b r e ; v e r d a d que, p o r ilnr'se que l a dimensión más importante de l a verdad sobre el
c u a n t o concierne a nuestro tema, se puede r e s u m i r e n dos hambre se encuentra en el hecho de que este es criatura de Dios,
criterios complementarios: l a subjetividad de l a persona (nn. fli'vado a la dignidad de hijo suyo. De esta condición, las perso-
2 y 3) y el bien común ( n n . 4 y 5). .ibin hiis reciben su consistencia, verdad, bondad, el propio orden y
lu ley conveniente ( G S 36). Frente a l a proliferación de propues-
sociales, se debe insistir e n s u inutilidad cuando no están
2. Primacía de la subjetividad fj • '.lenidas por una adecuada visión trascendente; en efecto, «la
"llttiensión teológica se hace necesaria para interpretar y resol-

L a plena perfección de l a persona requiere tener e n cuenta t los actuales problemas de l a convivencia humana» ( C A 55).

todas las dimensiones h u m a n a s : «el desarrollo verdadero es el scar a Dios es l a única tarea verdaderamente importante y

del hombre e n s u integridad. S e trata de hacer crecer l a capa- demás ocupaciones -también las responsabilidades socia-
st' encuentran subordinadas a ella {Mt 6, 33; Le 10, 42; L S :
cidad de cada persona a fin de responder a s u vocación, y, por
. .1 126; M M : M S I 253; C E C 2441).
lo tanto, a l a l l a m a d a de Dios (cfr. C A 29)» ( C E C 2 4 6 1 ) \r
eso l a persona es el primer principio, el sujeto y el a l m a de la Ciertamente e l hombre puede construir l a sociedad y «or-
enseñanza social de l a Iglesia; es u n principio en cuanto cons- |t(ii)l/ar l a t i e r r a s i n Dios, pero, a l f i n y a l cabo, s i n D i o s n o
tituye l a fuente de los demás principios propios de l a doctrina l»K'de menos de organizaría contra el hombre. E l h u m a n i s m o
social: el hombre-persona es el núcleo y el centro de l a socie- - lusivo es u n h u m a n i s m o inhumano»^ E l Papa J u a n X X I I I
dad, que con sus instituciones, estructuras y funciones tiene lu ( M M : M S I 244) que l a insensatez más característica de
por fin l a creación y l a continua adaptación de los requisitos
sociales y culturales que permitan a todos e l desarrollo de sus
E n r«ilidad, el desarroilo humano y el progreso social están concate-'
cualidades y l a satisfacción de sus legítimas aspiraciones de
^ ^ i : «el origen moral de la prosperidad resulta claro en el curso de la histo-
perfección y felicidad. P o r esta razón, l a I g l e s i a n o deja de ^ B i l e se encuentra e n u n a constelación de virtudes: laboriosidad, compe-
abogar por l a dignidad de l a persona h u m a n a , c o n t r a todas ^ H i , orden, honestidad, iniciativa, sobriedad, ahorro, espíritu de servicio,
^PHdad a las promesas, audacia: en resumen, a m o r a u n trabajo bien he-
Ningún sistema o estructura social puede resolver, c o m o por arte d e
^ A este propósito puede ser ilustrativo consultar: A . L L A N O , La nueva ^ B k . L'l problema de la pobrera sin estas virtudes; a la larga, tanto los pro-
sensibilidad, Espasa-Calpe, Madrid 1 9 8 8 , especialmente el cap. I ; M. Toso, ^ P M w cuanto el funcionamiento de las instituciones reflejan estos hábitos
Welfare Society. L'apporto dei pontefici da Leone XIII a Giovanni Paolo II, seres humanos, que se adquieren esencialmente en el proceso e d u c a -
LAS, R o m a 1 9 9 5 ; U N I T E D S T A T E S C A T H O L I C C O N F E R E N C E , Moral principies and
ndo vida a una auténtica cultura del trabajo» JUAN PABLO I I . Discurso
1 9 8 7 . n. 9. I N S X - 1 (1987) 1016; cfr. G S 30; C A 32; C E C 2407.
policy priorities for welfare reform, Washington 1 9 9 5 .
' PP 42, que es una cita de H . D E L Ü B A C . Le drame de l'kumanisme atheé,
' C f r AA.VV., Dignidad personal, comunidad humana y orden ¡urídivo.
, P a r i s l 9 4 5 \ p . 10.
Balmes (2 vol.). Barcelona 1994. n,ij.,, .m . A V / \ J > •

l-r^SIDAD D E P I U
68 Curso de Doctrina Social de la Iglesia E l fitj de ¡a sociedad 69

nuestra época está en el intento de establecer u n orden tem- luitiiano e n campo sociopolítico, estos principios se referirán
poral sólido y fecundo prescindiendo de Dios; mientras que la M la persona h u m a n a en cuanto tal, a s u dimensión social y a l
e x p e r i e n c i a c o n f i r m a l a s p a l a b r a s d e l S a l m o ( 1 2 7 , 1); «si M i l de los bienes terrenos.
Yahvé no construye l a casa, en vano se afanan los constructo-
Respecto a l a persona, s u constitutivo esencial es l a liber-
res». R e s u l t a así que el proyecto de u n a sociedad verdadera-
iiul: las personas son los primeros sujetos activos y responsa-
mente h u m a n a no debe c o m e n z a r p o r los aspectos econó-
hlcs del propio proceso de desarrollo; libertad que a s u vez
micos y políticos, y - c o m o sobreabundancia- los religiosos; el
1 'importa s u b s i d i a r i e d a d y respeto de l a identidad de toda
verdadero orden c o m i e n z a c o n los valores religiosos, p a r a
tsona y de cada pueblo. L a dimensión social i m p l i c a que el
después resolver en modo ordenado los problemas sociales y
omhre debe participar con sus iguales en l a producción y el
materiales. No construir en tal modo l a sociedad comporta los
liso del bien común de l a sociedad, a todos los niveles; más to-
«desórdenes» evidentes e n e l mundo actual: s i se prescinde de
iLivía hoy, que h a crecido l a interdependencia planetaria: es e l
Dios queda únicamente l a prepotencia, l a coacción, física o
pi incipio de l a solidaridad. E n cuanto a los bienes terrenos,
quizá más sutil de los diversos condicionamientos sociales^. ^
I' iiio hombre debe tener l a posibilidad de disfrutar del bienes-
l i.M - m a t e r i a l , c u l t u r a l , e s p i r i t u a l - que es necesario p a r a el
•f pleno desarrollo: derecho de uso común de los bienes^, llamado
3. Principios morales del obrar social por J u a n Pablo I I «primer principio de todo el ordenamiento
ílico-social» ( L E 19) y «principio peculiar de l a doctrina [so-
L a finalidad de l a v i d a social e s . p o r tanto, f a c i l i t a r que ill cristiana» ( S R S 42). E s t o s tres p r i n c i p i o s m o r a l e s ( L C
toda persona c r e z c a e n s u «ser» según l a entera verdad hu- 89-91; S R S 33; C A 15. 30), no son solo criterios de valora-
m a n a : in primis, s u dimensión trascendente. Pero, además, es "11, sino sobre todo d i r e c t r i c e s que deben ser puestas e n
necesario evidenciar otros principios, íntimamente conecta- l'l.íctica e n los diversos campo s de l a a c t i v i d a d social, s i se
dos a este fundamento, que sirvan como criterio para valorar tpiiere a l c a n z a r el pleno desarrollo «de todo el hombre y de
las situaciones, las estructuras y los sistemas sociales'. Como lodos los hombres». Aún más, el uso común de los bienes te-
s e trata de criterios que están relacionados con el desarrollo norios, l a libertad personal y l a donación (solidaridad), s o n
^_ ' 'i i i i s características h u m a n a s que se mantienen o se pierden
* «Las técnicas psicológicas que se adentran por el laberinto del psi*
|(intas: l a propiedad de las cosas es garantía del obrar libre, y
quismo humano ofrecen hoy a los grupos dominantes, a los núcleos prepo-
tentes, posibilidades alarmantes de condicionar hasta límites éticamente
lii libertad se verifica (se hace verdadera) especialmente e n l a
inadmisibles el despliegue de ia libertad personal, que es requisito previo
para la responsabilidad a s i m i s m o personal del hombre. De esta forma sr
produce l a bancarrota del gran principio de la primacía de la persona, que Identificamos estos dos derechos: uso común - o destinación univer-
está en la base de la subsidiariedad del E s t a d o y de la participación ciu de los bienes y participación al proceso de pleno desarroilo, porque el
dadana» J . L . G U T I É R R E Z G A R C Í A , I M concepción cristiana del orden social. 'le los bienes está orientado al pleno desarrollo de las personas, y ade-
Übisa. M a d n d iy7S, p. X I X . "i.is lio se trata solamente de desarrollo y de bienes materiales (no se debe
' Cfr. F . F E R N Á N D E Z (din). Estudios sobre la Encíclica «Centesimus an- ' "titundir bienes terrenos con bienes materiales), sino de todos los dere-
ñus». Unión Editorial, Madrid 1992; C D S I 160-208. ^,. -. ^^.i. liindamentales de la persona: cfr. S R S 42. ,tdo> - ' n i
Curso de Doctrina Social de la Iglesia » i ' E l ^n de la sociedad •\ 71
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autodonación, p o r eso encerrarse e n sí m i s m o o en los pro- M Honesta c o n frecuencia a empeñarse e n e l propio desarrollo;
pios bienes terrenos comporta u n a falta de auténtica libertad. ' iidar a los perezosos p a r a que estos continúen en s u pereza
es destino universal de bienes, sino de males; para u n hol-
fc.i/an el b i e n es a y u d a r l o a s a l i r de l a propia indolencia. E l
3.1) Uso común de los bienes
piiiicipio del destino u n i v e r s a l de los bienes significa hacer
«El origen primigenio de todo lo que es u n bien es e l acto une lodas las personas y los pueblos se encuentren en condi-
m i s m o de Dios que h a creado e l mundo y el hombre, y que ha lories de alcanzar el desarrollo integral, y c o n t r i b u i r así a «la
dado a este l a tierra para que l a domine con s u trabajo y goce rioinoción de u n m u n d o más h u m a n o p a r a todos, donde
de s u s frutos (cfr. Gn 1, 28-29). Dios h a dado l a tierra a todo el Illa uno pueda dar y recibir, y donde e l progreso de unos no
género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, .1 obstáculo p a r a e l desarrollo de los otros, n i u n pretexto
sin e x c l u i r a nadie n i privilegiar a ninguno. H e ahí, pues, l a |i.iia s u servidumbre» ( L C 90). ^.

raíz p r i m e r a del destino u n i v e r s a l de los bienes de l a tierra.


E s t a , por s u m i s m a fecundidad y capacidad de satisfacer las • ') S o l i d a r i d a d ' " . . , . . .
necesidades del hombre, es e l primer don de Dios para el sus-
tento de l a vida humana» ( C A 31). N o es el momento de mos- 1.a noción de s o l i d a r i d a d , a m p l i a m e n t e u t i l i z a d a p o r e l

trar l a entera doctrina de l a Iglesia sobre este punto; debemos Magisterio", recuerda el sentido etimológico de participación
(M solidum, y significa el conjunto de vínculos que unen a los
solo recordar que l a solución a l problema de l a propiedad de
Iminbres entre sí y los impulsa a l a ayuda recíproca. E l fenó-
los bienes y s u destino común n o es tanto de carácter técnico,
Mirno de l a socialización conlleva u n a interdependencia cada
cuanto moral. No es decir sí o no a u n cierto régimen de pro-
.' más imperiosa, a nivel personal, asociativo, nacional e i n -
p i e d a d , s i n o d e c i r sí a l h o m b r e , p a r a q u e toda p e r s o n a en
u i n a c i o n a l ; n i n g u n a persona o c o m u n i d a d puede conseguir
c u a l q u i e r c i r c u n s t a n c i a sea tratada como tal^: «lo que l a i n -
pot sí sola los propios objetivos: las mutuas relaciones c o m -
d u s t r i a h u m a n a produce c o n l a elaboración de l a s materias
piittan u n c o n j u n t o d e conexiones c o n i n f l u e n c i a s m u t u a s ,
primas y con l a aportación del trabajo, debe servir igualmente
II tupre más intensas. De ahí que, incluso desde u n punto de
al bien de todos» ( S R S 39).
I ui pragmático, resulte conveniente promover l a coopera-
n E s t o es así porque l a materia p r i m a es don del Creador a > n >n y l a ayuda recíproca. P o r e n c i m a de esta razón pragmá-
todos los hombres y el trabajo para s u elaboración es fruto del ili ii, la interdependencia, considerada e n s u perfil ético, r e i -
hombre, y todos los demás hombres están solidariamente uni-
dos a él. Evidentemente estas palabras no son u n incentivo al
I " Sobre este punto será títil consultar F . F E R N Á N D E Z (dir.), Estudios so-
parasitismo, n i significan que las personas o los países menos hi F.ncíclica «Sollicitudo rei socialis». Unión Editorial, Madrid 1990.
avanzados tengan derecho a ser ayudados s i n esfuerzo propio '' L a solidaridad, aunque sin emplear la expresión, es uno de los princi-
i'i'is basilares de la Rerum novarum ( M M : M S I 162; C A 10) y de la entera
( P P 5 4 ) : eso sería m a l i n t e r p r e t a r l a d o c t r i n a c r i s t i a n a , que
• nan/a social de la Iglesia ( L C 73) que, a partir de Pío X I I -cfr. el Radio-
-isiiit! Uvate capita. 2 4 - X I I - 1 9 5 2 . A A S 45 (1953) 39 ss. u s a l a palabra

' V o l v e r e m o s sobre este argumento en el capítulo V I . • •• ' • • 1 rúente frecuencia. f.-.: ^ .i liüiiranu l a a i . ' r í . r t ' i - . j i ,iK:rii ¿j-.*^»;*»
Curso de Doctrina Social de la Iglesia üi?-. El fin de la sociedad
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v i n d i c a u n modo de actuar virtuoso y estable, que se traduce i o n las amplias zonas de m i s e r i a y de privación que no pue-
en u n a conducta solidaria, entendida como tarea concreta al den contar con l a fuerza de u n asociaciónismo organizado, y
servicio de los hermanos'^. E n este sentido, l a solidaridad se r » o será prueba de que las reivindicaciones hechas - p o r ejem-
convierte en el fin y e n el criterio para organizar l a sociedad plo, por los sindicatos- no se deben a intereses de parte ( L E 8.
(OA 26), y es uno de los principios fimdamentales de l a ense- .'()). Solidaridad, por tanto, con l a entera vida social: como to-
ñanza s o c i a l c r i s t i a n a : no c o m o s i m p l e deseo m o r a l i z a n t e , dos son verdaderamente responsables de todos, nadie puede
sino como explícita y legítima exigencia del ser h u m a n o ( C E C i'lnptar u n a a c t i t u d cómoda, r e m i s a o d e s t r u c t i v a d e l es-
1939)'3. hu-i/o comiín. De hecho «los p r o b l e m a s socio-económicos
L a solidaridad significa promover l a inalienable dignidad • •In pueden ser resueltos con l a ayuda de todas las formas de
de toda persona - c o n independencia de s u raza, nivel social, •luiaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y
ideas políticas, etc.-, y contribuir a que se desarrolle de modo ION pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y
íntegro; tiende a que todos los hombres puedan a c t u a r e n l a liis empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pue-
sociedad con l a conciencia y l a responsabilidad propias de la IIIHS L a solidaridad internacional es u n a exigencia del orden
persona; y es, por tanto, el d i n a m i s m o que vivifica y potencia iiinial. E n buena medida, l a paz del m u n d o depende de ella»
las instituciones sociales, p a r a que no se conviertan e n estruc- íClíC 1941). Así se explica que l a solidaridad sea algo más que
turas de pecado. L a solidaridad no debe conñindirse c o n «un liberalidad: no es únicamente u n a «virtud de los acomodá-
sentimiento superficial p o r los males de tantas personas, cer- is sino de todos, porque todos deben contribuir a instau-
canas o lejanas. A l contrario, es l a determinación firme y perse- M iilaciones de hermandad universal, que no consisten solo
verante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien II las ayudas económicas, porque «la virtud de l a solidaridad
de todos y cada uno, y a que todos somos verdaderamente res- i más allá de los bienes materiales» ( C E C 1942); estas doná-
ponsables de todos» ( S R S SS'"^). Aunque l a solidaridad com- is «nes son el primer escalón de l a ayuda m u t u a .
prende a todos los hombres, u n a razón de urgencia hace que l ' l empeño p o r ía s o l i d a r i d a d s o c i a l adquiere v a l o r y
la solidaridad sea más necesaria cuanto más difíciles sean las liii'i/a en u n a actitud de solidaridad personal: «el ejercicio de
situaciones de las personas {Me 12, 41-44; Ef 4, 28; L C 66-68; ' t solidaridad dentro de cada sociedad es válido solo cuando
C A 5 7 ; , 9 ^ C 1932. 2442-2449). N o pued? faltar 1^ SoüdaridaU it miembros se reconocen unos a otros c o m o personas»
•RS 39). E s t o i m p l i c a superar las tendencias a l anonimato
'2 «Se trata de la interdependencia, percibida como sistema determi- M liis lelaciones h u m a n a s ; convertir l a «soledad» e n «solida-
nante de relaciones en el mundo actual, en sus aspectos económico, cultu-
•l.ul", l a «desconfianza» en «colaboración»; p r o m o v e r l a
ral, político y religioso, y asumida como categoría moral. Cuando la interde-
pendencia es reconocida así, su correspondiente respuesta, c o m o actitud 'inptcnsión, l a confianza mutua, l a ayuda fraterna, l a amis-
moral y social, y c o m o "virtud", es la solidaridad» S R S 38; cfr. O E D 38. i'l Aún más, «a l a l u z de l a fe, l a solidaridad tiende a supe-
" Cfr. AA.VV., Vida humana, solidaridad v teología. Ateneo de Teologlii, i i u ' a sí m i s m a , a l revestirse de las dimensiones específica-
Madrid 1990, rristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación.
Hemos modificado ligeramente la versión de l a últimafrasede la cili iices e l prójimo no es solamente u n ser h u m a n o c o n sus
para hacerla más conforme a l original. . , .6iJíi3ii:3;rt 9iti-<i. , •
Curso de Doctrina Social de la Iglesia E l fin de la sociedad •i 75
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derechos y s u igualdad f u n d a m e n t a l c o n todos, s i n o que se bienes que c o m o u n sujeto que produce y consume p a r a v i -
convierte en l a imagen viva de Dios Padre, rescatada por la cnlt)nces pierde s u necesaria relación con l a persona h u -
Sangre de Jesucristo y puesta bajo l a acción permanente del & y termina por alienarla y oprimirla» ( C A 39). .yitii-i
Espíritu S a n t o . P o r tanto, debe s e r amado, aunque s e a ene- K l principio de s u b s i d i a r i e d a d tiende a favorecer activa-
migo, con el m i s m o amor con que le a m a el Señor, y por Él se nte, por parte del E s t a d o y de los organismos superiores,
debe estar dispuesto a l s a c r i f i c i o , i n c l u s o extremo: " d a r la hilos de libertad y de r e s p o n s a b i l i d a d ; e s t i m u l a el d i n a -
vida p o r los hermanos" (cfr. i Jn 3, 16)» ( S R S 40; S R S 46). |»mo y l a creatividad propias de l a iniciativa privada; y pro-
leve l a solícita participación social de las personas y de los

3.3) L i b e r t a d y subsidiariedad pos, con su potencial eficacia y plenitud de energías reno-


oras ( G S 64). L a libertad no es solo ausencia de coacción o
íntimamente unido a los dos criterios precedentes se en- iferencia e n e l obrar; es u n a formidable energía de pro-
cuentra el principio de subsidiariedad y el derecho de inicia- t e o que no debe permanecer inactiva, tanto en las personas
tiva. L a Iglesia lo h a profesado continuamente: el E s t a d o y las Individuales cuanto e n los grupos y en los países ( S R S 4 1 ) .
fuerzas sociales no deben suplantar l a iniciativa, l a libertad y
Nt lamente se precisa l a ayuda solidaria de todos, pero l a fí-
l a r e s p o n s a b i l i d a d de l a s personas y de los grupos sociales
ii.iluiad principal de esta es que las diversas personas y países
menores ( Q A : M S I 8 2 ; M M : M S I 177; G S 6 5 ; L C 7 3 ) . L a
|iiu'dan desarrollarse por sí mismos, y aportar también u n a
m i s m a «experiencia nos demuestra que l a negación de tal de-
iontribución a l b i e n común ( S R S 3 9 ) . E n este sentido
recho o s u limitación e n nombre de u n a pretendida "igual-
II.indo, por diversas circunstancias, resulte oportuno que u n
d a d " de todos e n l a sociedad, reduce o, s i n más, destruye de
IM nanismo más vasto ejerza u n a a c t i v i d a d s u p l e t o r i a , esta
hecho el espíritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa
ilehe r e s t r i n g i r s e a l máximo. C o n c r e t a m e n t e , «el E s t a d o
del ciudadano» ( S R S 15). Así, l a restricción - a u n q u e sea solo
puede ejercer/M«cíotte5 (k suplencia en situaciones excepcio-
económica- de l a l i b e r t a d , que es p r e r r o g a t i v a e s e n c i a l del
II.lies, cuando sectores sociales o sistemas de empresas, dema-
hombre, debilita l a vida de l a persona y daña todo el tejido so-
c i a l . E s t o h a sido evidente e n el área del colectivismo mar- n d o débiles o e n vías de formación, sean inadecuados para

xista, pero sucede también en países de «economía libre» alta- MI cometido. Tales intervenciones de s u p l e n c i a , j u s t i f i c a d a s

mente b u r o c r a t i z a d o s ( G S 3 1 ; OA 4 7 ; S R S 15; O E D 4 1 ) . pul razones urgentes que atañen al bien común, en l a medida
Evidentemente, l a «libertad económica» será vana s i no está de lo posible deben ser limitadas temporalmente, para no p r i -
acompañada de l a s demás libertades civiles y del respeto de n establemente de sus competencias a dichos sectores socia-
todos los derechos humanos ( S R S 15. 44; O E D 46), porque la l i s y sistemas de empresas, y para no a m p l i a r excesivamente
libertad o es integral y abarca todas las dimensiones de l a per- r l ámbito de intervención estatal de m a n e r a perjudicial para
sona, o no es auténtica libertad ( L C 32. 9 5 ) : «la libertad eco- lu libertad tanto económica como civil» ( C A 48).
nómica es solamente u n elemento de l a l i b e r t a d h u m a n a . E n resumen, l a libertad y l a solidaridad -personales, n a -
Cuando aquella se vuelve autónoma, es decir, cuando el hom- «límales o supranacionales- reclaman, c o m o condición indis-
bre es considerado más como u n productor o u n consumidor jH'nsable, autonomía y libre disponibilidad de sí m i s m o y, a l
76 Curso de Doctrina Social de la Iglesia E l fin de la sociedad -^O 77

m i s m o tiempo, exigen l a determinación de aceptar los sacrifi- Para que sea común este bien debe estar a l s e r v i c i o de
cios necesarios en l a construcción del bien comiin, a nivel na- ttulo hombre, y a que l a sociedad está ordenada a l bien de las
cional y m u n d i a l { M M : M S I 184; G S 65; OA 46; L E 20; S R S l > i T s o n a s ' - \r eso el bien común «supone, en primer lugar, el
45). Q u i e n -persona, asociación, país- desatendiese estas es- trspeto a la persona e n cuanto tal. E n nombre del bien común,
pecíficas responsabilidades, faltaría gravemente a u n concreto líis autoridades están obligadas a respetar los derechos funda-
deber m o r a l ( S R S 23). m c n l a l e s e inalienables de l a persona h u m a n a . L a sociedad
<\<hc permitir a cada u n o de sus miembros realizar s u voca-
(Tiíí-vifibíí'rrTa «vf l a i w r i i r>fa ¡rKurner h e b i v í t e í - i ^ e l Y ( W i ^ í n ¡ »ion. E n particular, el bien común reside e n las condiciones
lie ejercicio de las libertades naturales que son indispensables
4. El bien comiin: dimensiones materiales y espirituales i"-. pnia el pleno desan^ollo de l a vocación humana» ( C E C 1907).
I II este principio fundamental"' se puede encontrar l a luz ne-
U n a sociedad a l servicio del hombre es aquella que se pro-
•aria p a r a afrontar correctamente los p r o b l e m a s concer-
pone como meta prioritaria el bien común, entendido como el
nniites a las relaciones entre el bien privado y el bien común,
conjunto de condiciones necesarias p a r a que los hombres, las V |>aia superar eventuales contrastes que puedan surgir de su
familias, las asociaciones y los países puedan alcanzar, plena Hpaiente contraposición.
y fácilmente, el propio desarrollo ( M M : M S I 184; G S 26; C E C
1906): «una política p a r a l a p e r s o n a y p a r a l a sociedad en- Otro criterio esencial sobre el bien común es que este no
cuentra s u criterio básico e n l a consecución del bien común. puede considerarse como u n fin último; tiene valor solo en re-
como bien de todos los hombres y de todo el hombre, correc- I r i r n c i a al bien común universal de l a entera creación, que se
tamente ofrecido y garantizado a l a libre y responsable acep- liletililica con Dios mismo: por ningún motivo se puede privar
tación de las personas, individualmente o asociadas» ( C L 42). il hien común de s u dimensión teologal ( C A 41). E s t a pers-
E l hombre, l a f a m i l i a y las comunidades menores no se en- • liva asume u n mayor relieve con l a Encamación y l a R e -
cuentran en grado de llegar por sí mismas a l pleno desarrollo; tli-nción, que i l u m i n a desde dentro l a naturaleza del progreso
de ahí d e r i v a l a necesidad de u n a sociedad políticamente l i l i liien común: nuestra historia - e l esfuerzo personal y colec-
constituida, cuya meta es hacer posible que las personas reca- por elevar l a condición h u m a n a - comienza, se inserta y
ben los bienes necesarios - m a t e r i a l e s , culturales, morales y linina en Cristo. «El sueño de u n "progreso indefinido" se
e s p i r i t u a l e s - , p a r a v i v i r u n a e x i s t e n c i a auténticamente h u - ' ilica, transformado radicalmente p o r l a nueva óptica que
m a n a : l a sociedad es para el hombre, no el hombre para l a so- Í!Ol
ciedad. Pero esta no es u n a m e r a agregación de individuos:
presupone su unión formal y orgánica con el objeto de buscar «Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de c a d a c u a l

P
nciesariamente relacionado con el bien común. Este solo puede ser de-'
el bien común. E n este sentido, el bien común es el objetivo t i nn referencia a l a persona humana: "No viváis aislados, cerrados e n
que unifica, da plena justificación y exige el ordenamiento so- ros mismos, como si estuvieseis ya justificados, sino reunios para bus-
intos lo que constituye el interés común" (Carta de Bernabé, 4 , 1 0 ) »
cial: el fin de l a sociedad civil es el bien común temporal ( R N :
M S I 33; L S : M S I 119; PT: M S I 288; G S 74, etc.). ' M ' f r c a p . V I H , nn. 5-8. •
78 Curso de Doctrina Social de la Iglesia E l fin de la sociedad -.^ J

abre l a fe cristiana, asegurándonos que este progreso es posi- Iwneias concretas de cada sociedad, y l a importancia relativa
ble solamente porque Dios Padre h a decidido desde el princi- ilr los distintos elementos varía con las condiciones sociales y
pio hacer a l hombre partícipe de s u gloria en Jesucristo resu- r l momento histórico ( G S 7 8 ) . R e s u l t a así necesario empe-
citado, porque " e n él tenemos p o r m e d i o de s u sangre el ñarse por u n a adecuada y justa armonización de estos diver-
perdón de los delitos" {Ef 1, 7 ) , y en Él h a querido vencer al nos aspectos según las épocas y situaciones, a l a l u z del B i e n
pecado y hacerlo servir para nuestro bien más grande, que su- «hsoluto, aunque tal esfuerzo no sea fácil n i quizá plenamente
pera infinitamente lo que el progreso podría realizar» ( S R S (iKanzable en esta tierra.
3 1 ; P P 16). U n a visión puramente terrena y m a t e ria lis t a tei- A un nivel de mayor importancia respecto a los bienes m a -
minaría por transformar el bien común en simple «bienestai Irriales, el bien común comprende l a dimensión espiritual y
socioeconómico», privado de l a finalidad teologal, perdiendo inoi'al del hombre, a l a que corresponde el primado entre sus
así s u profunda razón de s e r E s más: u n aparente «bien co- diversas cualidades''. L o importante es l a plena realización de
mún» separado del bien supremo y absoluto solamente aca- lít persona, «ser» mejor, crecer armónicamente de acueixio con
rrearía perjuicio a l a sociedad y a las personas ( C D S I 170). In erilera verdad sobre el hombre - m a t e r i a l , c u l t u r a l , espiri-
A c l a r a d a esta necesaria dimensión teologal del bien co- l u a l - s i n dejar fuera n i n g u n a v i r t u a l i d a d h u m a n a , y dispo-
mún, conviene a h o r a exponer sus aspectos terrenos. E n pri nrr-se así a alcanzar el definitivo B i e n absoluto (PT: M S I 291).
m e r lugar será oportuno r e c o r d a r que e l bien común no es ('leí lamente tal desarrollo integral implica el tener bienes m a -
una noción genérica e indefinida: este se especifica en conte- lei iales; sin embargo, estos no bastan: s u objetivo es el de con-
nidos concretos, t a n reales cuanto lo es l a sociedad m i s m a ; I I ihuir a l a maduración y a l enriquecimiento de la persona h u -
sus exigencias dependen de las condiciones sociales de cada mana en cuanto tal. U n bien común referido exclusivamente, o
época y están íntimamente relacionadas con los derechos hu prelerentemente, a l a a b u n d a n c i a m a t e r i a l a c a r r e a funestas
manos. L o s documentos del Magisterio contienen u n a des i'onsecuencias a l a v i d a de l a sociedad: se produce u n a cre-
cripción enumerativa de diversos elementos del bien común, i lenle insatisfacción interior y exterior, que acaba con l a dis-
que ayudan a percibir s u contenido concreto. Por ejemplo: la Kiejíación social ( S R S 33). Efectivamente, como los bienes m a -
moralidad pública, l a educación y l a c u l t u r a , el empeño poi (rriales no pueden satisfacer las necesidades personales, s u
salvaguardar l a paz interior y exterior, l a correcta organiza búsqueda exclusiva, además del desempeño social, comporta
ción de los poderes estatales, l a preservación del ambiente \ una cultura de muerte, que podría indicarse como uno de los
del territorio nacional, los servicios esenciales como son l a sa iis[H*ctos distintivos de nuestra época, especialmente e n las so-
lud, el transporte, l a vivienda, las comunicaciones, etc. Por su
conexión a l B i e n supremo, l a sustancia del bien común esla
" Para llevar a cabo el bien común se necesita «un humanismo nuevo,
regulada por l a ley eterna; s i n embargo, l a naturaleza hislo )|Ur permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores
rica del hombre v de l a sociedad explica las continuas varia «U|)criores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así
l ' M i l i a realizar en toda su plenitud el verdadero desarrollo, que es el paso
ciones de sus exigencias a lo largo del tiempo. P o r eso estas
[ l i l i i i i ada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas a condi-

exigencias se encuentran en íntima relación con las circuns I Idiics más humanas» PP 20.
BO Curso de Doctrina Social de la Iglesia El fin de la sociedad ,va»0 61

ciedades más avanzadas desde el punto de vista técnico-cientí- r podría decir que quien no se preocupa por el bien co-
fico'*^. P o r esto, l a Iglesia recuerda el carácter esencialmente miin que ve, no puede a m a r auténticamente a l B i e n supremo
espiritual y ético del bien común, también como disposición (|m' no ve.
necesaria para u n a sociedad digna de l a persona. F o r m a parte de l a esencia del bien común su comunicabi-
llilíul, es decir, s u extensión a todas las personas y a todos los
WL'lores de l a sociedad: todos, según las propias circunstan-
5. Responsabilidad acerca del bien común ap!^f;í.ti.\ai.)l IIBH, tienen el deber de edificar el bien común y el derecho de
IIIKII utarlo. L a tarea de l a autoridad es a r m o n i z a r con justicia
E l bien común es responsabilidad de todos los que forman Uth diversos intereses sectoriales; en esto consiste u n a de sus
parte de l a sociedad: nadie queda exento de colaborar en su (unciones más delicadas: l a correcta conciliación de los bie-
consecución y desarrollo. Así como el bien común es el fin de wrn particulares, de grupos y de individuos. E n este sentido
la sociedad, todos sus m i e m b r o s - d e acuerdo a l a s propias llriu' un especial interés el a m o r preferencial por los pobres:
funciones y posibilidades- están llamados a instaurarlo y con- -Indos los miembros de l a comunidad deben participar en el

servarlo: «es necesario que todos participen, cada uno según * común por razón de s u p r o p i a n a t u r a l e z a , aunque e n
el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el Kltulos diversos, según las categorías, méritos y condiciones
bien común. E s t e deber es inherente a l a dignidad de l a per- lie cada ciudadano. Por este motivo, los gobernantes h a n de
sona humana» ( C E C 1913). T a l responsabilidad compete, e n til Icnlar sus esfuerzos a que el bien común redunde en prove-
p r i m e r lugar, a l E s t a d o , porque esta es l a razón de ser de la I lio tie todos, s i n preferencia alguna por persona o grupo so-
a u t o r i d a d y, consecuentemente, es s u deber p r i m a r i o ; coin t lili determinado (...). S i n embargo, razones de j u s t i c i a y de
pete también a las asociaciones intermedias en cuanto tales, \ «piiílad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno
del m i s m o modo a todo ciudadano concreto. E l poder públit (i (Plisan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que
«interviene siempre con u n deseo de j u s t i c i a y dedicación al IMicdan hallarse en condiciones de inferioridad, para defender
bien común, del que tiene l a responsabihdad última. No roba, »lis propios derechos y asegurar sus legítimos intereses» (PT:
pues, a los individuos y a los cuerpos intermedios s u campo M S I 290).

de actividades y sus responsabilidades propias, lo cual les in- E n definitiva, es necesario u n decidido empeño e n favor
duce a c o n c u r r i r e n l a reafización de este bien común» (OA ilp la vida social, que no cele u n egoísmo de personas o de gru-
46). E s urgente recordar y acrecentar e n todos esta grave res pMs. a fin de que todos promuevan l a j u s t i c i a social y el bien
ponsabilidad: desde l a preocupación por l a ecología a l pa^u 1 tHiiun, s i n esperar a que sean los demás los que resuelvan los
de los impuestos justos, desde no defender egoístamente pi i pMiblemas: «los que cuentan más, a l disponer de una porción
vilegios socioeconómicos a i n t e r v e n i r s i n p a s i v i d a d e n los tiiayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse respon-
asuntos públicos. Glosando las palabras de S a n J u a n (/ Jn 4, iiihlfs de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo
i|uc poseen. Estos, por su parte, en l a m i s m a línea de solidari-
'8 Cfr. JUAN P A B L O I I , E n e . Dominum et Vmfkantem, 18-V-1986, n. 57. tliul, no deben adoptar u n a actitud meramente pasiva o des-
82 Curso de Doctrina Social de la Iglesia

tnictiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos Oüiiian


derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien
de todos. Por s u parte, los grupos intermedios no h a n de insis-
tir egoístamente en sus intereses particulares, sino que deben ..i
respetar los intereses de los demás» ( S R S 39).

IV. L A V I R T U D D E L A J U S T I C I A /; m

l. Justicia y caridad en la Sagrada Escritura


•mi -ídí I - Í ' J ' J T Í O Ü .C ^ ?íí'h-jín

E n l a B i b l i a , l a palabra j u s t i c i a tiene u n sentido pluriva-


lente, y se aplica tanto a l ámbito moral y religioso cuanto (en
menor extensión) a l a esfera jurídica y social. L a j u s t i c i a se
«tribuye, en primer lugar, a Dios; pero también se atribuye a
li»s hombres como u n don divino a l que estos deben corres-
ponden Por eso l a noción de justicia, en l a Sagrada E s c r i t u r a ,
llene siempre u n a connotación eminentemente religiosa, se
leliere habitualmente a l conjunto de las virtudes y se identi-
llea con l a santidad. S i n embargo, algunos textos bíblicos ha-
blan de l a j u s t i c i a c o m o v i r t u d especial: «¿amas l a j u s t i c i a
|eomo santidad]? L a s virtudes son sus empeños, pues ella en-
*rl^a la templanza y l a prudencia, la justicia [virtud especial] y
;;qr-írj
In lortaleza: lo más provechoso para el hombre e n l a vida» {Sb
M, 7 ) . L a m i s m a v e r s a t i l i d a d del concepto de j u s t i c i a se en-
í.*im\fn^ obíbí->*b mi «>ríRí«i:>fH ÜS» . o í U i í i H b fiientra en parte de l a filosofía griega. Sucesivamente, Santo
Tomás y l a teología cristiana estudiarán l a j u s t i c i a c o m o vir-
tud especial ( S T h I I - I I , 58, 3 ) , aunque no se h a y a perdido
nunca aquella referencia más general a l a virtud.
;?ttb lfi\3fem ¡Tfilfl-zíit) ^ • ^ í ' > íüfims' V

I I) Antiguo Testamento • wXitml vthb:

I.a caridad fraterna, como virtud, es quizá l a novedad más


Impoi tante de l a enseñanza cristiana; lo que no significa que

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