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Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que suben


sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias historias.
Al subir libros de un autor, se toma como plagio.

Algunas autoras ya han descubierto los foros que traducen sus libros ya
que algunos lectores los suben al Wattpad, y piden en sus páginas de
Facebook y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos
y foros.

¡No subas nuestras traducciones a Wattpad!

Es un gran problema que están enfrentando y contra el que luchan todos


los foros de traducción. Más libros saldrán si no se invierte tiempo en este
problema. Igualmente por favor, no subas capturas de los PDF a las redes
sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la
traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a
sus grupos y comentes que leíste sus libros, ni subas capturas de las
portadas de la traducción, recuerda que estas tienen el logo del foro o del
grupo que hizo la traducción.

No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedaras sin

Wattpad, sin foros de traducción y sin sitios de descarga!


STAFF
SNOPSIS
De los Despiadados, el vicio se levantará.

Yo, Ethan Antonio Giovanni Callahan, primer hijo del antiguo jefe de la
mafia irlandesa, Liam Alec Callahan, y del antigua jefa de la mafia italiana,
ex-gobernadora, Melody Nicci Giovanni Callahan, juro solemnemente
proteger sin piedad el nombre de nuestra familia, nuestro negocio y nuestra
forma de vida, sin importar el coste para mí o para cualquier otra persona.
No tendré piedad, no ofreceré perdón, no habrá paz para los que se enfrenten
a mí.

Viviré para mi familia.

Mataré por mi familia.

Me casaré por mi familia.

Yo, Ivy O'Davoren, la única hija de Shay O'Davoren, juro solemnemente


vengarme despiadadamente de los Callahans y de todos los que traicionaron
a mi padre y a mi familia.

Viviré para la venganza.

Mataré por venganza.

Me casaré por venganza.

Devoraste la serie The Ruthless People. Ahora es el momento de deleitarse


con el reinado de los niños Callahan...
INTRODUCCIÓN

Children Of Vice es la primera novela derivada del éxito de la serie


Ruthless People, y seguirá las vidas de los hijos de Liam y Melody
Callahan.

No tienes que empezar con “Ruthless People”.

Si te estás uniendo a la familia Callahan ahora mismo, todo lo que


necesitas saber es que Liam y Melody tuvieron tres hijos.

Mellizos, Donatella y Wyatt. Y Ethan, que es su mayor y primer hijo…


esta es su historia.
INDICE
Capítulo 1 Capítulo 18

Capítulo 2 Capítulo 19

Capítulo 3 Capítulo 20

Capítulo 4 Capítulo 21

Capítulo 5 Capítulo 22

Capítulo 6 Capítulo 23

Capítulo 7 Capítulo 24

Capítulo 8 Capítulo 25

Capítulo 9 Capítulo 26

Capítulo 10 Capítulo 27

Capítulo 11 Capítulo 28

Capítulo 12 Epílogo

Capítulo 13 Sobre la autora

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17
PRÓLOGO

“Los monstruos toman decisiones. Los monstruos dan


forma al mundo. Los monstruos nos obligan a ser más fuertes,
más inteligentes, mejores. Separan lo débil de lo fuerte y proveen
una forja para el fortalecimiento de las almas. Incluso cuando
maldecimos a los monstruos, los admiramos. Tratamos de
convertirnos en ellos, de alguna manera. Hay cosas mucho,
mucho peor que ser un monstruo”.

~ Jim Butcher ~

ETHAN

No estoy seguro de cuándo ocurrió...

Cuando comenzó agrietarse y a alterar su forma...

Mirando hacia atrás, hay tantos momentos que podrían haber sido la
primera vez, el origen.

Si le preguntas a alguien que no sea de la familia, dirá que sucedió el


día que nací.

Que el momento en que vine a este mundo como Callahan, la


inocencia, la moralidad y las virtudes que normalmente son comunes
a todos los demás, en mí estaban defectuosas. Como una casa con las
ventanas rotas. Si le preguntas a alguien de mi familia, te dirá que las
ventanas no están fracturadas, sino escarchadas y a prueba de balas,
porque así es como debe ser. Después de todo, la gente que apuntaba
a mis ventanas era la misma que usaba persianas. Esa era mi
familia... estúpidamente rica, peligrosamente poderosa,
indeciblemente despiadada y obsesionada con metáforas extensas.
Pero la cosa era... que no me importaba si era una casa con ventanas
fracturadas, escarchadas o a prueba de balas. Si la gente tenía
curiosidad por saber el tipo de hombre que era, eran libres de
averiguarlo por su cuenta y riesgo.

Lo que me importaba era cuándo.

¿Cuándo ocurrió?

¿Cuándo entendí lo que significaba ser un Callahan?

Ser Ethan Antonio Giovanni Callahan.

Mirando las aguas sobre mí hasta que mis ojos se cerraron, un


recuerdo, un momento se presentó...

ETHAN - ONCE AÑOS

Se parecía a lo que todos decían que Santa Claus debía parecerse...


con todo menos la larga barba blanca, que hacía que su cuerpo gordo
de cara roja y piel blanca, cubierto de túnicas rojas fuera molesto de
ver.

—¿Por qué hay una pantalla aquí si todavía puedo verte?

Se rio. —¿Esta es tu primera confesión, muchacho?


No me gusta. Pensé inmediatamente y por tres buenas razones
también.

Uno, se rio, cuando estaba siendo serio.

Dos, no respondió a mi pregunta.

Tres, me llamó “muchacho”.

—Sí —respondí de todos modos, pero sólo porque mamá me dijo que
fuera respetuoso en la iglesia.

—Junto a tu asiento hay una tarjeta. Te dirá lo que tienes que decir.

Realmente no me gusta.

¿Por qué pondrías una tarjeta en un puesto oscuro? Era una


estupidez.

Alrededor de mí, tome la pequeña tarjeta y la levanté, leyendo.

—Perdóneme, Padre, porque he pecado... pero no, no lo he hecho. —


Lo miro de nuevo.

—¿Ahora de verdad? —dice, con la voz en alto—. ¿No has hecho nada
malo?

—No.

—A veces podemos pensar que las cosas no están mal o que son tan
pequeñas que no son pecados, pero Dios se preocupa por todos
ellos —responde.

—Bien, cuando tenga algo volveré —le digo, dejando la tarjeta.

—¿Así que nunca has dicho nada para herir a alguien? Tal vez
empujaste a tu hermana pequeña...
—¿Por qué iba a empujar a mi hermana?

—¿O golpear a tu hermano?

—Tampoco hice eso.

—¿Gritar o pelear con tus padres?

—No. Mis padres me matarían y luego me traerían de vuelta para


patearme el culo hasta Irlanda para que cada Callahan de allí pudiera
matarme de nuevo. —Me rio de eso. Me gusta Irlanda. Todos son como
el tío Neal.

—¿Callahan?

La forma en que dice el nombre me hace prestarle atención. Lo dice


como… como si fuera impactante o incluso aterrador. No. Cuando
miro sus ojos azules estaban muy abiertos y temblaban. No sabía que
eso era posible. Tal vez toda su cabeza temblaba y sólo podía ver sus
ojos.

—Sí —asentí y añado—. Soy Ethan Antonio Giovanni Callahan, primer


hijo de Liam Alec Callahan y Melody Nicci Giovanni Callahan. ¿Eres
nuevo en esta iglesia?

No me responde, así que toco la pantalla.

—¿Por qué tienes miedo?

Cuando lo dije, se sentó más recto y se concentró en mí. —No tengo


miedo.

—Estás mintiendo… deberías confesar eso.


Todo el asunto del alegre sacerdote desapareció cuando volvió a
hablar. —Comprendiendo quiénes son tus padres, ahora veo por qué
eres tan maleducado y presumido a tan temprana edad.

¡Hazle daño!

Quería hacerlo, pero en vez de eso seguí hablando. —¿Quiénes crees


que son mis padres? Estoy seguro…

—No es lo que creo que son. Es lo que son. Asesinos.

—¿Y qué? —Le pregunto.

—¿Y? ¿Y?

Asentí. —Moisés era un asesino. El rey David era un asesino. En


realidad casi todos en la Biblia eran asesinos… espera a Jesús. Pero
como es parte de Dios, ¿no lo convierte eso en un asesino por
conexión? Porque Dios le dice a la gente que mate a la gente también
y…

Su voz comenzó a elevarse. —Estás torciendo las palabras de Dios.

—No, está ahí. Estoy seguro.

—Tú… —Respira profundamente—. En la Biblia, muchacho, Dios


busca la justicia, una justicia para todo el mundo, en un mundo en el
que hay gente mala que hace daño, porque en aquel entonces no había
cárceles. No había manera de evitar que la gente siguiera lastimando
y engañando a otros. La iglesia nos enseña que cada vida es preciosa
y en un mundo moderno las cárceles existen. Como tal, el asesinato
es un pecado.

—¿Qué pasa con el ejército?

—Es para el bienestar general del país y sólo es aprobado por la iglesia
si es absolutamente necesario.
¿Todos los adultos son así de tontos?

—Así que ser un asesino está bien. Sólo necesitas permiso. Y sólo
puedes obtener permiso si es necesario. Mis padres sólo hacen cosas
si es necesario…

—Nada de lo que hacen tus padres, muchacho…

—¡Deja de interrumpirme! —Estallo, mirándolo fijamente mientras me


pongo de pie en el confesionario—. Deja de llamarme “muchacho”. Le
dije que mi nombre es Ethan Antonio Giovanni Callahan. No te he
interrumpido ni una sola vez. Te he permitido decir lo que piensas. Y
tú eres el que está siendo grosero. Te dije quien son mis padres y aún
quieres hablar mal de ellos conmigo. Si chismorrear no es un pecado,
debería serlo y deberías confesarlo. Mis padres sólo hacen cosas si es
necesario. La gente nos ataca todo el tiempo, y nosotros nos
defendemos, nuestras familias y nuestra gente. Si mis padres no
fueran asesinos… si yo no fuera un asesino. ¡Estaríamos muertos!

Jadea. —¿Qué acabas de decir?

No le respondo. Cuanto más lo miro, más me enojo.

—¿Has matado a alguien?

—Sí, pero no estoy pidiendo perdón.

Otra vez, hizo un sonido gruñón.

—¿Qué te han hecho? ¿Cuántos años tienes que te han convertido en


un monstruo?

—Gracias a Dios. —Digo la última línea de la tarjeta de confesión que


me dijo que tomara antes, lo que significaba que habíamos terminado.
Al abrir la puerta, parpadeé unas cuantas veces, ajustándome a la luz.
—Ethan, ¿por qué tardaste tanto? —Dona aparece justo en mi cara.
Su cabello castaño oscuro estaba muy rizado y la hacía parecer
graciosa, pero aún así le gustaba. Sonreía como si supiera algo que yo
no. Sin embargo, la sonrisa de Dona siempre me hacía sonreír sin
importar lo que pasara.

Pero antes de que pudiera decir algo, ya se dirigía hacia el


confesionario del que había salido.

Agarrándole el brazo, la tiré hacia atrás. —No vayas con él.

Me miró durante mucho tiempo antes de asentir y dar un paso atrás


a mi lado. —Todos los demás están llenos. Papá, mamá y Wyatt
entraron.

Miro alrededor de la catedral y en las filas de madera estaba toda la


gente de mamá y papá. Dos estaban directamente detrás de Dona,
hablando entre ellos, y otros pocos se movían entre la multitud para
estar más cerca de uno de los puestos donde supuse que estaban
papá, mamá o Wyatt.

—Sólo espera a otro.

—Bien —aceptó, deslizándose en una de las filas, su vestido verde se


hinchó cuando se sentó.

Justo cuando me siento a su lado a esperar, otra persona se mueve


para entrar a la cabina, pero la cara de idiota de Santa Claus sale. No
me mira. Bueno, creo que no podía verme por encima de toda la gente.
Se disculpa con el tipo que intentaba entrar a continuación antes de
volver. Por alguna razón, no puedo apartar la vista. Tengo este
sentimiento en mí y no sabía lo que era.

—¿Adónde vas?

No me di cuenta que estaba parado y moviéndome hasta que Dona


dijo algo.
—Al baño —mentí y empecé a caminar entre la multitud.

—¡Ethan! —uno de los guardias de mi padre me llamó.

—¡Al baño! —Levanté mi teléfono para que lo viera. Sabía que estaba
siguiéndome, pero no me importaba. No estaba haciendo nada malo.
Además, toda la gente se le estaba haciendo difícil ponerse al día.

Cuando salí de la capilla principal, miré a mi izquierda y derecha, pero


el gordo se había ido. Fui a la derecha porque… bueno, ¿por qué iría
a la tienda de la iglesia? Cuanto más lejos iba, más oscuro se volvía, y
la luz que entraba por el vitral azul hacía que pareciera el cielo antes
de que lloviera. Caminé y caminé hasta que llegué a un pasillo con un
cartel que decía “Sólo Sacerdotes”. Ignorándolo, caminé por el pasillo.
La mayoría de las puertas estaban cerradas y una se abrió por
completo. Escuché su voz.

—¿Cómo que el audio no funcionó?

Incliné la cabeza y miré por la rendija, vi al gordinflón cerca de la


ventana de cristal, tratando de mirar a alguien, agarrando el teléfono
con fuerza.

—Bien. Bien. Eso no importa. El chico lo confesó. Le oí decir con su


propia boca que él y sus padres eran asesinos.

¿Qué?

Fue entonces cuando me di cuenta de los cables en su escritorio.

Hizo clic.

Él era nuevo.

Él era nuevo y viniendo a esta iglesia, la iglesia de mis padres, y


odiando a mis padres.
—¿Así que estás diciendo que aunque testifique no es suficiente?
¿Qué quieres que haga? ¿Atraparlos en el acto? —gritó tan fuerte que
supuse que no escuchó la puerta cuando entré.

Pero entonces de nuevo estaba aún más tranquilo de lo que pensaba.

—Mira, el trato era… no, ¡escúchame! El trato era que yo hacía esto y
nadie se enteraba de lo de Ohio. No lo haré… ¡ahh!

—¡Ugh-ahh! —Esos fueron los sonidos que hizo mientras mi cuchillo


se clavaba en su espalda.

¡Zas!

El teléfono se le escapó de las manos mientras intentaba girar. Al sacar


el cuchillo, vi como su bata roja se oscurecía cada vez más al salir la
sangre.

—¿Qué… qué… qué hiciste…?

—Esto. —Lo apuñalo una y otra vez, en cualquier lugar que pude, su
enorme cuerpo cayó de espaldas, tratando de agarrarse al escritorio
pero cayendo al suelo.

—¡Aww, hombre! —Me quejé de mi cuchillo ahora roto—. ¡Acabo de


recibir este también!

Suspirando, molesto, levanté el teléfono, que ya estaba desconectado.


Pasando por encima de él, agarré los cables, los tiré y los corté.

—Mon… mon…

—¿Lunes? —Me volví hacia él.

Intentaba arrastrarse, para llegar a donde, no sabía. —Mon…


—¿Mono?

Su vientre se levantó y cayó, se levantó y cayó. Estaba en shock, creo.


Me miraba fijamente en estado de shock. Sus ojos azules brillaban con
lágrimas, no con lágrimas tristes. O lágrimas de perdón. Sólo otro
líquido que salía de su cuerpo.

—Monstruo —le digo—. Así es como quieres llamarme, ¿no? Esta


semana en la escuela nos hicieron leer Frankenstein. Fue genial. Me
gustó. Me gustan los libros que me hacen pensar. Por eso estoy en la
clase avanzada. Mi parte favorita es cuando el monstruo mira al Dr.
Frankenstein y le dice que es su culpa. Me recuerda un poco a ahora.
Me llamaste monstruo. Me fui caminando. Luego amenazaste al
monstruo. Así que si se trata de ti o de mí, tengo que elegirme a mí.

—Ve a…

Sacando mi segundo cuchillo… bueno, el cuchillo de Wyatt, lo apuñalé


en la garganta y lo saqué. Cuando lo hice, la sangre se fue por todas
partes. Limpiándome la cara, me acerqué a la ventana que también
tenía vidrios de colores, tratando de ver lo que estaba mirando antes.

—¿Ethan?

Dando la vuelta, era el guardia de mi padre. Miró entre el hombre de


rojo y yo… no estaba seguro de si era policía o sacerdote. Sacó su
teléfono, marcó un número antes de hablar.

—Docena de lirios entregados en mi ubicación —dijo, caminando más


cerca de nosotros.

—Por parte de Ethan —añadí.

Me miró fijamente, y le devolví la mirada.

—Sí, así es. Una docena de lirios del… segundo. Hágaselo saber al
Jefe.
—Hágaselo saber a todos —susurré principalmente para mí mismo,
mirando los dos cuchillos en mis manos.

Regla 103: tener siempre un cuchillo.


UNO

“Comienza, sé audaz y aventúrate a ser sabio”

~ Horace ~

ETHAN

Sólo cuando mis pulmones comenzaron a arder, pidiendo aire, mis


ojos se abrieron de nuevo. Cuando lo hice, pude ver figuras caminando
hacia los bordes. Sentado desde el fondo y nadando hasta que mi
cabeza salió a la superficie, me muevo el cabello hacia atrás,
inhalando el aire frío por la nariz.

—Buenos días, Jefe —dijeron los cuatro.

Dos a mi izquierda y dos a mi derecha.

No respondí a ninguno, ya en el borde, me salí del agua, caminando


hacia la ducha para lavarme. Una criada, que se esforzaba por no
mirarme la polla mientras me lavaba, me dejó caer unas sandalias a
los pies una vez que salí. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar
la toalla, hizo un movimiento para secarme. Toby, que le salvó la vida,
extendió la mano y sujeto su muñeca, agarrándola con fuerza
mientras yo tomaba la toalla y la ataba alrededor de mi cintura.
Cuando volví a mirar hacia al frente, la escaneé y luego detrás de ella,
en la silla donde estaba mi desayuno.
—¿Dónde está la segunda toalla? —Toby le exigió, soltando su brazo.

—Segunda… ¿Qué? —Me miró fijamente con los ojos abiertos y me


siguió con la mirada mientras me movía a mi silla—. Lo siento, Señor.
Sólo traje una.

Ignorándola, me senté, levantando la tapa de mi comida sólo para


desear no haberlo hecho. Molesto, dejé caer la tapa de nuevo en el
plato.

—Conseguiré otra.

—Fuera —dije en voz baja, hablando por primera vez, alcanzando mi


teléfono y levantándome de la silla.

—¿Señor? —Se inclinó.

Desplazándome a través de mis mensajes, empecé a caminar hacia el


ascensor. —Toby, dile a la jefa de servicio que si vuelve a poner a
prueba mi paciencia con criadas imbéciles, será ella la que buscará
un nuevo empleo.

—Anotado. —Asintió hacia la criada para que se fuera, lo cual hizo


como si hubiera visto al mismísimo diablo, olvidando la maldita
bandeja que había traído, la idiota.

—Hoy hay otro almuerzo honorífico de la ciudad de Chicago. Tu abuela


quería recordarte que tu hermana no llegará hasta mañana, así que
tendrás que hacer el discurso. —Me informó Greyson, el segundo en
la fila de mis hombres detrás de Toby, cuando entramos en el
ascensor—. El discurso ha sido enviado por correo electrónico.

Ya había empezado a leerlo antes de que hablara.

—Siguiente —esperé.
—El Sr. Downey… está aquí. —Miré desde mi teléfono. Asintió y
añadió—. Está empezando tal y como dijiste que lo haría.

—Brillante —no pude evitar la sonrisa que se extendió por mis


labios—. No hagamos esperar a los traidores.

Al salir del ascensor en mi piso de la mansión familiar, sólo había dos


puertas en los extremos opuestos del pasillo, y ninguno de mis
hombres me siguió cuando llegué a la mía. Haciendo una pausa, les
devolví la mirada. Ambos estaban hombro con hombro, tan positivos
como cualquiera de ellos podía ser. El cabello corto naranja irlandés
de Grey y su gran complexión, y el cabello marrón de Toby hasta el
hombro y su complexión más delgada.

—¿Señor? —Toby dio un paso adelante.

—Los cuerpos están a punto de empezar a apilarse —fueron palabras


que no debería haberles dicho pero lo hice de todas formas—. Y
cualquiera que intente detenerme se encontrará enterrado junto a sus
familias bajo ese montón.

No hablaron. Sin embargo, no había nada que pudieran decir… sus


acciones hablarían por sí mismas como las mías. Entrando en mi
habitación principal, me quité la toalla de la cintura y la tiré en el sofá
cerca de la cama… un regalo de mi tía, que había hecho toda la
remodelación de la mansión después de la muerte de mi padre por
petición mía y para el disgusto de mis dos hermanos. Cuando
terminaron de romper las paredes, de poner otras nuevas y de recrear
toda la planta, la habitación parecía irreconocible. Desapareció el
dormitorio clásico moderno de mis padres, y en su lugar, el rústico,
de tamaño doble con caoba oscura del suelo al techo.

No había puertas, excepto una sola para entrar y salir. Caminando


hacia mi armario, las luces se encendieron en una fila mientras
pasaba mis trajes, dirigiéndome directamente a la mesa del medio, y
escaneaba mi dedo. La tapa se deslizó hacia atrás, permitiéndome
levantar el último regalo que mi madre me había dado antes de su
muerte, un revólver Colt de plata con respaldo de diamante 38 Special,
las palabras Che sarà, sarà 1 grabadas en la culata de madera del
mismo.

Cargando una sola bala dentro, como lo hacía cada mañana, la puse
a un lado mientras buscaba un traje. No importaba cuál; lo estaría
quemando al final del día.

Ringgg.

—¿Está ella aquí?

—Sí, Señor —declaró Toby.

Sin responder, colgué.

Ni siquiera un segundo después, pude oír su voz desde detrás de la


puerta.

—¿Ethan?

—Aquí —dije mientras me abotonaba la camisa azul marino.

Entró, vistiendo un traje amarillo brillante y tacones negros. Tenía el


cabello teñido de rubio cobrizo y cortado por encima de los hombros.

—Nana, ya hemos hablado de esto. Tienes setenta y tres años. No


puedes ir por ahí eclipsando a las veinteañeras de esta manera.

—Adulador. —Frunció los labios y cruzó los brazos—. Puedo


atestiguar que todos los hombres Callahan lo han dominado.
Desafortunadamente para ti, años de exposición me han hecho
inmune.

1 Che sarà, sarà —Lo que será, será.


—¿Debo cambiar a los insultos?

—¿Te gustaría morir?

Sonreí con eso. —¿Estás amenazando al Ceann na Conairte2?

—¿En eso te has convertido ahora?

Mi mandíbula se apretó mientras buscaba mi corbata. —Abuela, aún


no he desayunado. Te aconsejo que prestes atención y te detengas.

—Oh bueno… —Jadeó, tomando asiento en el banco de cuero contra


la pared que separa los trajes del resto de mi ropa—. Sólo porque me
has aconsejado.

—Cumplo veintiocho años el sábado.

—Soy consciente.

¿Lo era? —un año más que mi padre cuando se casó con mi madre.

Se rio. —¿Es por eso que has estado agitado… bueno, más agitado…
de lo normal últimamente? Si tu abuelo no lo hubiera forzado, habría
esperado hasta que tuviera…

—Treinta —no importa qué, para que sea respetado como Jefe, el
Ceann na Conairte, las reglas, sí, reglas establecidas por mi senil,
también bisabuelo muerto, y transmitidas de padre a hijo, exigían que
nos casáramos.

—Todavía tienes dos años.

—¿No se supone que las abuelas deberían estar preocupada por morir
antes de ver a sus bisnietos?

2
Ceann na Conairte —Jefe del Tratado en Irlandés original.
Rechinó los dientes con rabia. —¿Estás diciendo que moriré antes de
que te cases? ¿Yo, que he vivido para ver a tu bisabuelo, a tu abuelo,
a tu tío abuelo y a tu padre asesinados? ¿De alguna manera tendré
una vida más corta que tú?

Girando hacia ella, sus ojos se estrecharon y levanto las cejas.

Y fue divertido verla actuar tan suave y relajada… —Después de casi


veintiocho años, ¿creí que ya entendías mi sentido de humor a esta
altura?

—Uno pensaría que después de casi veintiocho años alguien te habría


dicho que no es gracioso en ningún sentido.

Para apaciguarla lo mejor que podía, intenté despreciarme a mi


mismo. —Como si un hombre Callahan escuchara las opiniones de los
demás.

No quería, pero sonrió de todas formas. —¿Por qué me has llamado


aquí?

—He encontrado una esposa…

—¿Repítelo? —sus ojos se abrieron mucho mientras me miraba.

—Una esposa —dije muy lentamente—. He encontrado una… bueno,


esposa.

—¡Ethan, una mujer no es un gato! ¿Qué quieres decir con que la


encontraste?

—Es una larga historia. Sin embargo, va a necesitar tu ayuda. No es


exactamente material para Callahan y antes de que preguntes, no la
conozco. Es una herramienta en un juego importante, una
herramienta que necesito que asegures sin duda para que esté lista
para mi cumpleaños.
Me miró sorprendida, confundida, molesta hasta que finalmente se
quebró. —¡Ethan! Juro por Dios, si no dejas de ser tan críptico…

—Tú eres consciente de que alguien de los irlandeses en Boston no


está contento con esta familia, ¿correcto?

Sonrió, poniéndose de pie. —Los celos deben ser duros.

—No lo sabría —respondí, y simplemente puso una cara mientras


continuaba—. Nana, es todo lo que puedo decir por ahora.

Suspirando, se paró frente a mí y extendió su mano para ponerla en


mi mejilla, pero retrocedí. Sin inmutarse, dejó caer su mano y habló
de nuevo —¿Te das cuenta de que el matrimonio en esta familia es
irreversible, correcto? —No sabes nada más que no es material para
un Callahan, que es lo más importante que puede ser ella, y sin
embargo estás dispuesto a sacrificar el resto de tu vida, la privacidad
y la paz, simplemente para que tu gran plan pueda salir adelante.

—Si eso significa proteger el nombre y el legado de esta familia, me


prendería fuego. —Sentí que todo mi cuerpo se tensaba mientras
hablaba—. No seré el hijo que heredó el reino sólo para dejar que se
desmorone a mis pies. Ese no es mi destino.

—Sabes que es por esto que tus primos te tienen miedo, ¿verdad? —
Hizo una mueca—. Creen que me matarías incluso a mí para ganar…
y por supuestos a ellos también.

La miré fijamente durante mucho tiempo. Me estaba probando, quería


escuchar lo que diría sobre eso, y por eso no le contesté. Alargando la
mano, tome el arma y la puse en la funda oculta del hombro bajo el
brazo antes de agarrar mi abrigo y ofrecerle mi brazo.

—¿Te gustaría unirte a mí para el almuerzo, Nana?


—Bien, puedes decirme dónde encontrar a esta chica —respondió,
caminando hacia las puertas dobles para salir.

—Ethan… —Su voz se alejó mientras me miraba peligrosamente,


cuando de nuevo no le respondí.

—Ricker Hill.

—¿EN LA PRISIÓN?

—¿No lo mencioné? —Me detuve junto a mi puerta, con la mano en el


mango.

—¡NO, no lo hiciste, joder! —maldijo, y no pude evitar sonreír.

—“Y yo que pensaba que no juzgabas, abuela…”

—Bueno, por una vez te equivocaste.

—Una vez entre un millón no es un mal récord. ¿Nos vamos? —


Mantuve la puerta abierta para ella.

Su nariz se ensanchó y parecía como si quisiera golpearme. Sin


embargo, mantuvo la compostura al ver a Greyson y Toby esperando.

—Esto no ha terminado.

¿Cómo puede ser? Ni siquiera había empezado.


DOS

¿El caminante elige el camino, o el camino al caminante?

~ Garth Nix ~

ETHAN

Todos aplaudieron cuando me paré frente a ellos, los flashes de la


cámara casi cegaban, y aún estaba imperturbable, demasiado
acostumbrado a esto, tratar con otras personas ricas y/o importantes,
en un lujoso salón de baile, hablar de lo mucho que nos importaba
esta ciudad, nuestro hermoso Chicago, y toda la gente fea que eligió
vivir aquí… incluido yo mismo. Fea porque todos sabíamos sobre qué
se construyó esta ciudad, y lo difícil que era crecer aquí, lo cansado
que podía ser. Y aún así nos enorgullecíamos de ella.

—Es un gran honor y privilegio estar aquí ante todos ustedes. Ayer, la
revista TIME me nombró el magnate más influyente de la década, y
como soy un Callahan no puedo aceptar nada humildemente —digo,
provocando que algunos se rieran.

—Especialmente cuando sé que no es verdad. Hace una década estuve


en el precipicio de la madurez, saboreando los últimos momentos de
libertad antes de que la responsabilidad amaneciera. Siempre
consciente de que los zapatos que debía pisar eran imposibles de
llenar para cualquier humano. El pie derecho, una talla nueve, cuatro
pulgadas, tacón blanco de Prada con adornos de cristal sólo porque…
en el pie izquierdo, una talla trece, zapato personalizado de Paul
Costelloe Derby en cuero y nunca de gamuza porque un hombre
siempre debe ver su reflejo cuando mira hacia abajo…

Maldito sea este discurso. Y sabía sin duda alguna a quién tenía que
agradecer por eso.

—Mis padres revolucionaron esta ciudad. Mi padre revitalizó el sector


privado, por lo que hoy Chicago es la ciudad líder en creación de
empleo. Las políticas que aplicó mi madre y su administración han
hecho que no sólo Chicago, sino también las universidades de todo
Illinois, se sitúen entre las cinco mejores escuelas del país, con más
del ochenta y siete por ciento de sus residentes con diplomas de
secundaria. Un porcentaje tan impactante que Peter McBurg, uno de
los mayores críticos de mi madre, escribió esta mañana “Mi ciudad
natal de Chicago, que una vez fue sinónimo de nombres como Al
Capone y la Mafia, se ha convertido ahora en sinónimo de Mark
Zuckerberg y Silicon Valley”. No estoy seguro de si debo llorar o cantar.

Más fealdad… ahora que la ciudad ha mejorado no hablamos de eso,


hablamos de la edad oscura porque extrañaban el caos. El viejo
Chicago. La ironía de todo esto era casi demasiado para soportar.

—Debemos honrar a los hombres y mujeres aquí presentes, que


trabajaron sin descanso para impulsar la visión de mis padres mucho
tiempo después de su muerte y que amablemente me permitieron
tomar todo el crédito por eso. Como su hijo y en nombre de toda mi
familia, les agradezco y aplaudo a todos por su duro trabajo y éxito.

Retrocediendo, aplaudí. Uno por uno, todos se levantaron de sus


asientos, silbando y vitoreando fuertemente. Mi abuela se inclinó como
yo, mi brazo alrededor de su hombro para las cámaras, su cara
presionada contra la mía, causando que me pusiera tenso, aunque
estoy seguro de que no se dio cuenta.
—Los discursos de Donatella se están volviendo demasiado auto
despreciativos para mi gusto, —le susurré, con la esperanza de
distraerla.

Sonrió mientras ambos nos dirigíamos a las cámaras. —La chica tiene
un don. Casi lloro.

Sonreí con eso. Mi abuela no había llorado desde que mi padre murió
y nada cambiaba eso… comía uñas en el desayuno sólo para mantener
su lengua afilada.

—Senador Forbes. —Dio un paso hacia el hombre calvo que caminaba


hacia nosotros.

Fue en ese momento cuando me sentí en piloto automático, parado a


su lado y hablando de cosas que no recordaría con gente que apenas
podía soportar. Divertido por cómo encajo perfectamente con ellos…
yo, el hombre que dijo que Chicago se había librado de sus bestias,
siendo el más bestial de todos. Divertido porque podía verlo, las grietas
en la elegancia y la nobleza que todos se habían esforzado tanto en
crear para sí mismos. Chicago era ahora el hogar de la gente más
inteligente del país… el infierno, el mundo… y los medios de
comunicación nos elogiaron. Brutal, despiadada, Chicago ahora
domesticada. Ja. Las bestias domesticadas eran mucho más temibles
que las salvajes… sabían exactamente a quiénes estaban matando y
tenían la paciencia para esperar. Sí, Chicago seguía siendo salvaje.
Era la arena del salvajismo la que estaba cambiando.

—Sr. Callahan. —Toby asintió.

Luché contra la sonrisa tratando de extenderse por los labios,


bebiendo el resto de mi champán para enmascararla.

—Damas y caballeros, por favor, discúlpenme. Parece que no hay


descanso para nosotros los magnates.
—Siempre se nos escapa, Sr. Callahan. —El Senador Forbes hizo
pucheros… eso era feo—. Mi hija llegará en cualquier momento y me
matará por dejarte escapar.

—Estoy seguro de que la conoceré uno de estos días, Senador Forbes,


y si es la mitad de hermosa que su esposa, estoy seguro de que no
podré perderla la próxima vez.

—Eres tan bueno mintiendo como tu maldito padre. —El Senador


Forbes se rio.

—¡Walter! —La esposa del Senador Forbes regañó.

Besé la mejilla de mi abuela, susurrando: —Llama cuando estés


cansada de perder el tiempo con estos idiotas sin sentido.

—Por supuesto, querido. —Sonrió, ni siquiera un poco aturdida.

Mientras caminaba hacia la salida, Toby me siguió junto con Grey y


otros dos guardias, el resto se quedó con mi abuela.

—¿Qué sacaste de este… Sr. Downey? —Dije una vez que subimos al
ascensor.

—Todavía se niega a hablar con nadie más que con usted, —respondió
Toby, pulsando el botón.

—Y aquí pensé que podrías ser persuasivo.

—Si fuera más persuasivo, estaría muerto.

No respondí porque no había necesidad de hacerlo una vez que las


puertas se abrieron. Caminamos a través del vestíbulo de color oro y
marfil, no hacia las puertas delanteras o incluso las traseras, sino a
través del restaurante. Todo el lugar estaba lleno, y supuse que no
podía quejarme. Más dinero para mí. Una vez en la cocina, los chefs y
el personal fingieron no vernos mientras caminábamos hacia el cuarto
trasero. Desnudo y atado a la pared con una cabeza de pescado real
metida en su boca, estaba el Sr. Downey.

—Bienvenido a Chicago, Sr. Downey. He oído que ha estado


preguntando por mí.

IVY

Había muchas reglas para sobrevivir en una prisión. La primera y más


importante era mantener todos los agujeros cerrados. No veías nada,
no escuchabas nada, y seguro que tampoco olías nada. Esa era la
parte fácil… lo que tenías que hacer para mantener los agujeros debajo
de la cintura cerrados, ahora eso era difícil… a menudo peligroso. Pero
vi lo que le pasó a las chicas que no corrieron ese riesgo y no me
interesaba que me rompieran como a ellas.

—Aww, ¿No eres bonita? ¿Quieres que seamos amigas? —Dallas, una
de las más grandes y nuevas reclusas, rio como una hiena salvaje,
agarrando la barbilla de otra chica nueva. Habían sido procesadas
juntas, así que supongo que por eso se fijó en ella tan rápidamente—.
Vamos… será divertido. Dame un pequeño beso.

La chica trató de moverse de la mesa de la cafetería, pero Dallas la


agarró del brazo. Miré a los guardias que, como siempre, fingían no
ver nada.

Han pasado treinta y siete días, les toca un recordatorio… pero es el


día de los macarrones con queso. Volví a fruncir el ceño al plato dorado
que podía estar comiendo felizmente, cuando la voz de Dallas me llegó
otra vez.
—Cree que quieres ser mi amiga. —Dallas no miraba a nadie más, lo
que significaba que la tomaría desprevenida. Treinta y siete días sin
un incidente lo estaban presionando, Ivy.

—¡Maldita sea! —Murmuré y luego suspiré amargamente al salir de


la fila del almuerzo. Caminando hacia su mesa y antes de que Dallas
pudiera poner sus labios calientes sobre la chica, puse mi bandeja
entre sus caras.

—¡HEY! —Dallas golpeó la bandeja.

—Déjala en paz, Dallas. Es sólo una niña.

Dallas saltó a la mesa, sobre todo porque lo necesitaba. El hecho de


medir 1,80 m no iba a asustar al gato en el patio, y mucho menos a
mí.

—¿Qué me dijiste? —me gritó.

—Te dije que la dejaras en paz…

—¿O qué harás, chica? ¿Eh? ¿Sabes quién soy?

Miré a las otras dos mujeres… y usé esa palabra con moderación…
mientras se acercaban por detrás de ella. Se rumoreaba que el novio
de Dallas era un pandillero muy malo en las calles. Buen momento
para recordar eso, Ivy.

—Sí, ahora no tienes nada que decir, ¿verdad, princesa? Eres bastante
linda. ¿Te gustaría ser mi amiga?

En el momento en que sus cortos y rechonchos dedos empujaron mi


cabeza a un lado, le agarré las piernas antes de que pudiera parpadear
y la saqué de la mesa, la parte de atrás de su cabeza golpeó tanto la
mesa como el asiento. En el suelo, tomé mi bandeja y se la metí en la
boca.
—¡Perra! —Uno de las dos marimachas se me acercó, dándome una
patada en las costillas, mientras sacaba la bandeja de la boca de
Dallas y golpeaba el ojo de la chica, dándole un puñetazo en la
garganta y otra vez en la nariz.

—Tú… —una segunda se me acercó, pero tuve la suerte de que fuera


tan tonta como parecía porque se tropezó con uno de los zapatos de
Dallas. Cuando se le cayeron no tenía ni idea, pero maldita sea… la
vieja cayó más duro que una tonelada, su barbilla golpeando el borde
de la mesa… joder.

—Tú, idiota… —Dallas saltó sobre mi espalda como un maldito mono,


tirándome del cabello, así que hice lo único que pude. Salté y me
permití caer de nuevo justo encima de ella.

—Ahh… —gritó, dejándome ir. Rodando por sólo un segundo antes


de darme la vuelta, le pegué un puñetazo en la cara, una y otra vez,
hasta que me dolieron tanto los nudillos que agarré la bandeja en el
suelo a mi lado y la volví a meter entre sus labios.

—Dallas, eres nueva aquí —digo, quitándome el cabello rubio del


rostro antes de continuar, “pero la gente no me llama princesa”. Me
llaman Yvy Psicótica. No es muy creativo, lo reconozco, pero va al
grano. Si me tocas, terminas en Medway. Si te acercas a mí de la
manera equivocada, terminas en Medway. ¡Si me molestas, acabas en
Medway! ¿Está claro?

Intentó hablar contra la bandeja, pero la sostuve con fuerza.

—¡Voy a necesitar un sí o un no de ti, Dallas, antes de que entre la


brigada antidisturbios!

—¡Uhghghs! —Se esforzó, pero la inmovilicé.

—¿Qué fue eso?


—¡TODO EL MUNDO ABAJO! —La caballería llegó con sus malditos
trajes negros y todo. Dejándola ir, me tumbé en el suelo con las manos
sobre la cabeza.

—Estás tan jodidamente muerta, —me murmuró Dallas—. Tú. Toda


tu familia. Todo el mundo va a morir.

Girando mi cabeza hacia ella, sonreí.

—No tengo familia, Dallas. Estoy aquí desde hace mucho tiempo. Así
que a menos que tu novio se corte la polla, no me va a tocar. Y ambas
sabemos que no tiene las pelotas para eso. —Cuando me incliné, ella
trató de inclinarse—. ¿Debo escribirle instrucciones?

—Estás enferma de la cabeza.

—Sí, te dijo que… unas cuantas veces en solitario te hará eso. —Guiñé
un ojo mientras me ataban las manos y los pies como siempre.

—O’Davoren ¡Debería haberlo sabido! —Jimmy gritó mientras me


levantaba con otro tipo.

—¡Quiero que quede constancia de que no pude almorzar, chicos! —


Grité, relajándome—. Y en serio, no hacen falta dos de ustedes para
levantarme.

—¡CÁLLATE, O’DAVOREN!

—Fee-fi-fo-fum, huelo la sangre de la chica Dallas. Está viva o está


muerta, moleré sus huesos para hacer mi pan… ¡jajaja! ¡Dallas!
¡Dallas!

—¡Eso es! ¡Dispárale! —gritó.

—¡No! —Grité, luchando en sus brazos—. ¡No puedes hacer eso! ¡No!
¡No! ¡Suéltame!
Me pincharon a algo, me arremangaron las mangas y traté de luchar.
Aún sabiendo que no haría nada, traté de luchar hasta que sentí su
calor al entrar en mi piel. Pasó un segundo hasta que todo se aflojó y
ya no pude ni siquiera sostener mi cuerpo.

Antes de darme cuenta, estaba de vuelta en la celda oscura. Me


dejaron caer… como si fuera basura. Y por culpa de esa maldita
inyección no me pude mover. Era la cosa más aterradora del mundo.
Estar en un cuarto oscuro… y estar completamente paralizada.

La poca fuerza que tenía la usé para vigilar la puerta.

Nunca me había pasado nada. Pero escuché a las otras chicas.

Y supe que era sólo cuestión de tiempo… especialmente con la nueva.


Pero si venía, tenía algo para él.

¿De qué sirve si no puedo moverme?

Concentrarse.

Respirar.

Cálmate.

Concéntrate.

Respirar.

Cálmate.

—Eso es… eso. —Sonreí cuando sentí que mi dedo se movía.

Sonreí. Aunque era la sonrisa más patética del mundo. Así es como
sobreviví aquí. No estaba loca… bueno aparentemente eso era
discutible porque no muchas de las otras chicas actuaban como yo.
Pero esto era lo único que sabía hacer.
No se suponía que esta fuera mi vida.

Sacudiendo mi cabeza, hice lo mejor que pude para no pensar así. Si


lo hacía, me enfadaría. Si me molestaba, no podía pensar, y si no podía
pensar, era como si estuviera muerta.

Actúa como una loca. Actúa como si no fueras capaz de pensar


lógicamente. La locura es tu amiga. Pelea. Así es como sobrevives. Así
es como todos los agujeros se mantuvieron cerrados. Como no te
rompes…

ETHAN

Cuando abrieron la puerta de la gran nevera de la cocina del hotel, un


par de pisos debajo del salón de baile donde los oficiales de policía y
los políticos se daban palmaditas en la espalda, una ráfaga de aire
helado me pasó por la cara. Había un Sr. Downey todavía desnudo,
colgado de una grúa, pálido, púrpura y tembloroso.

—Ayúdenlo a bajar, —digo, apoyándome en la pared, disfrutando de


la frescura de la misma. Para “ayudar” al hombre le cortaron las
ataduras, dejándolo caer por sí mismo.

—Sr. Downey… no me gusta mucho la gente que pierde el tiempo. Así


que espero que tenga más que decirme ahora que hace diez
minutos, —le dije mientras se agitaba en el suelo, el color de su piel
lentamente coincidiendo con el de un pitufo.

—Siempre he querido saber, si le cortas la mano a un hombre cuando


está en hipotermia, ¿Sangrará menos? Mi hermano es médico.
Pensarías que podría preguntarle estas cosas, pero se enfadaría y me
acusaría de querer saber por todas las razones equivocadas. Grey, por
favor, acaba con mi curiosidad.

—Sí, Señor, —dijo, sosteniendo un cuchillo de carnicero.

—¿Un cuchillo de carnicero, Grey? ¿Te sientes nostálgico? —Le


pregunto.

—Sí, Señor, —respondió, sacando el brazo de Downey—. Sabes que


nunca he continuado el negocio familiar, pero si me pones un cuchillo
en la mano, el hijo de un carnicero sigue siendo un hijo de carnicero.

—Estoy seguro de que tus padres están orgullosos. Continúa…

—¡No! ¡Por favor! ¡No! ¡Te lo diré! ¡Te lo diré!, —Downey encontró la voz
para suplicar.

—¡Bueno, entonces sigue adelante! —Grey gritó, el cuchillo se movió


hacia la garganta del hombre.

—Me llamo Eamon Downey. Me enviaron los hermanos Finnegan.

Apartándome de la pared, me acerco. Arrodillado frente a él, Grey lo


soltó y dio un paso atrás, dejando el cuchillo de carnicero en el suelo.

—Ya sabía todo eso, Sr. Downey. Me importan una mierda tú y tu


nombre. Mi pregunta era ¿Qué están planeando? ¿Por qué lo
enviaron?

—Porque… porque… querían que mintiera, y que nombrara algunas


familias que se estaban volteando en su contra.

—Cuando realmente son los hermanos Finnegan los que me han


traicionado. —¿Realmente creyeron que les permitiría determinar
quiénes eran mis enemigos y aliados? ¿Parecía un perro?

—Y…
—¿Y?

Silencio.

Agarré el cuchillo y se lo llevé a la muñeca. Gritó, temblando mientras


se agarraba a su muñeca en agonía. —Me alegro de que haya
encontrado su voz de nuevo, Sr. Downey. Le daré un segundo para
que se componga.

—S…sis… —jadeaba, llorando mientras la sangre continuaba


fluyendo de su muñeca.

—Se acabó el segundo, ahora termina de hablar antes de que empiece


a ponerme violento… y créeme, no quieres verme violento.

—Ellos… él… ellos…

—Sr. Downey.

—Alianza. —Usó toda su fuerza para decirlo.

—¿Una alianza de qué? —Pregunté con calma, girando el cuchillo en


mi mano.

—Tu… tu… hermana…

—¿Hermana? ¿Quieren a mi hermana?

—Es todo… es todo lo que sé, —habló rápidamente, su adrenalina


bombeando. Agarrándose a mi brazo con su mano buena, se aferró
como un hombre en el borde. —Lo juro. Lo juro. ¡Perdóname! ¡Por
favor! ¡Por favor!

Alargando la mano, le arranqué los dedos ensangrentados de mí. —


Dios perdona. El Papa perdona. No soy ni Dios ni el Papa.
—Puedes usarme… ¡haré todo lo que me pidas! Seré un espía para ti.

—Un espía que cambia de lado no es un espía, es un traidor. No me


sirven los traidores, —dije, tomando el cuchillo de carnicero y
golpeándolo entre la cabeza y los hombros. Su sangre salpicó mi traje.

Me levante y aparte mi mano. —¿Dónde está Dona? —Pregunto.

—Acaba de subir a su vuelo. Estará aquí en la próxima hora —


respondió Toby, colocando la toalla en mi mano.

—Ponla al teléfono.

Me limpio la cara y las manos antes de dejar caer la toalla sobre él,
me deshice de los gemelos y la corbata negra antes de quitarme la
camisa, lanzando cada uno a Grey, quien a cambio me entregó un
nuevo par de réplicas.

—La tengo, Señor, —dijo Toby, entregándome el auricular.

—Dona.

—Sabes, realmente deberías darle un aumento a tu redactor de


discursos. Es absolutamente brillante. —Su petulancia llegó alto y
claro.

—Aparentemente tendré que hacerlo, ya que ahora está usando un


vuelo comercial por alguna razón que desconozco. ¿Qué estás
haciendo, hermanita? —Pregunté, abotonando mi camisa de nuevo.

Silencio.

—Donatella.

—No me llames así. Soy tu hermana, no una de tus secuaces.


—Sigo esperando, —le dije mientras me ponía la corbata en el cuello.
Sabía que Dona nunca haría nada para traicionarme, pero también
sabía cuando estaba escondiendo algo.

—¿Por qué no podemos tener nunca conversaciones normales entre


hermanos? Como: “Hola, Dona, ¿cómo estuvo Boston?” “No está mal,
un poco de frío para agosto, pero oye, ¿Qué puedes hacer?” “Sí”.
Chicago sigue siendo tan ventoso como siempre. Y estoy aburrido hasta
la médula. ¿Cuándo vas a volver…?”

—¿Cuánto tiempo planeas mantener esta pequeña obra unipersonal?

—¿Cuánto tiempo planeas tratarme como a una bebé?

—Hasta que seas mayor que yo. —Sonreí, escuchándola rechinar sus
dientes, tratando de hacer lo mejor para no gritarme. En cambio, eligió
molestarme.

—¿Dónde paramos la obra? Oh, claro, me extrañas. Bueno, no te


aburras, hermano, volveré antes de que puedas decir…

Pensé por un momento en por qué estaba luchando tanto contra mí.
No era como ella… y entonces me di cuenta.

—Fuiste por Wyatt.

No respondió.

—Este es tu último viaje a Boston por un tiempo. —Esperé a que


tuviera la última palabra, poniéndome la chaqueta mientras caminaba
hacia la puerta de metal.

—No importa lo que Wyatt haya hecho, sigue siendo nuestro hermano.

—No fui quien lo exilió. Se fue por su cuenta. Abandonó a la familia,


su familia, por su cuenta. Por lo tanto…
—Lo sacaste… de todo.

—Eso pensé y aquí estás.

—¡Soy una Callahan! Voy donde me da la gana. —Me dijo en voz alta
y por un segundo sonó como nuestra madre.

Podía sentir un dolor de cabeza.

—Te veré en casa, —le dije antes de colgar mientras salía a la calle con
la brisa tan dolorosamente fría hoy, que se sentía como si me cortara
la piel.

—Señor. —Mi chofer asintió, sosteniéndome la puerta.

—Toma la ruta panorámica.

Deslizándome en el asiento trasero, metí la mano en el pliegue de la


silla delante de mí, levantando la tablet. Tan pronto como escaneó la
huella de mi pulgar, vi el archivo.

El nombre IVY O’DAVOREN apareció primero.

Pasando a la siguiente página, lo primero que vi fue una foto policial,


lo que parecía un rostro de piel pálida con cabello rubio salvaje por
todas partes. Apenas pude ver algo de lo que describía su gráfico.

El nombre: Ivy O’Davoren.

Cargos: Asalto agravado. Asalto con un arma mortal.

Sentencia: Doce años.

Edad: Veintisiete años.

Ojos: Azules.
Pelo: Rubio.

Altura: 1,80 m.

Tatuajes: Ninguno.

Nada de eso era tan importante como la siguiente sección. Su pariente


más cercano.

Madrastra: Shay O’Davoren.

Hermanastra: Rory Donoghue.

Primo(s): Cillian Finnegan, Elroy Finnegan.

Dicen que todo gran plan sólo necesita el cincuenta por ciento de
pensamiento, el resto es una combinación de habilidad, voluntad y
suerte.

De todos los lugares donde los hermanos Finnegan tuvieran familia,


¿Qué suerte tuve de que fuera en mi propio patio trasero? Que suerte
que fuera ella…

IVY

—Levántate y brilla…

Sentada en mi cama, retrocedí rápidamente mientras él caminaba


hacia la puerta de mi celda.

Sus ojos azules me daban escalofríos en la columna vertebral. No eran


como los míos. Ni siquiera como los de mi padre. Eran ojos muertos,
del color de los ojos de un pez justo después de ser atrapado.
Brillantes, viscosos, sin parpadear y sin sentir.

—¿Puedo ayudarle en algo? —Me burlé mientras me miraba por la


pequeña ventana de la puerta.

—¿Todo bien, cuarenta y cuatro? —Una voz llegó a su radio.

—Todo despejado. Caminando a través de…

—Cuarenta y cuatro. Tráela. Tiene 32-14.

¿32-14?

—¡Cuerpo abajo ahora! —me gritó, hice lo que dijo. Poniendo mis
manos en la cabeza, escuché las llaves sonar antes de que la pesada
losa se abriera. Me palmeó, agarrándome el pecho con fuerza y
bajando por mi espalda. Me mordí el labio para tratar de evitar
golpearlo cuando me apretó el trasero… después de todo, nosotras las
chicas en aislamiento no teníamos derecho a pedir guardias
femeninas.

—Despejado, —gritó, y las bridas estaban en mis manos. Cadenas


esposadas a mis pies.

Ignorando mientras tiraban, lanzaban y me empujaban, los seguí


fuera de mi celda, cojeando por el peso de las cadenas sobre mí. El
camino era el mismo de siempre, largo, oscuro, aburrido y maloliente.
Finalmente, llegamos a una habitación. Dos guardias abrieron la
puerta, y allí, de pie, con un traje gris, había un hombre negro mayor.

—Por favor, desencadene a mi cliente.

—No puede ser, está en aislamiento. Cómo se las arregló para…

—Desencadénenla o tendré que empezar a preguntar sobre el uso


excesivo del aislamiento en la prisión, la falta de personal femenino y,
por supuesto, todos y cada uno de ustedes, —ordenó y el hombre lo
maldijo en voz baja, pero hizo lo que le pidió.

—Pareces un buen abogado. Lo que significa que definitivamente no


puedo pagarte, —dije, tomando asiento frente a él—. ¿Está seguro de
que tiene a la persona correcta?

—Ivy O’Davoren, nacida el 4 de julio, condenada a veinticinco años


por robo de vehículo, asalto agravado y asalto con arma mortal…
Bonita, nariz pecosa con ojos azules, Ivy O’Davoren.

Sonreí. —Inventaste la última parte. Estoy segura de que no estaba en


mi expediente.

—No lo está, pero podría. De hecho, si quieres, podría decir Ivy


O’Davoren, liberada por buen comportamiento. O ha cambiado
completamente su convicción…

—¿Alguna vez te han dicho que eres un poco sospechoso?

Asintió. —Sí. ¿Y qué será, señora?

—¿Señora ahora? —Me reí—. No, en serio, ¿Quién eres? ¿Es esta una
nueva forma enfermiza de castigar a las presas? Tráelos aquí y diles,
sorpresa, tienes un nuevo abogado, aquí tienes tu tarjeta de salida de
la cárcel.

—Sra. O’Davoren, me llamo Avery Barrow, y créame, sé lo mal que


puede estar el Correccional del Estado de Illinois. Es una de las cosas
en este Estado que se niega a inclinarse ante el cambio.

—¿Así que has venido a ser el hada padrino de la prisión?

Se rio. —He venido en nombre de la familia Callahan para


asegurarme…

—¿Qué… qué? —Casi me ahogo con el mismo aire—. ¿Quién te envió?


—La familia Callahan.

Me reí. Me reí tan fuerte que me dolía el estómago y me ardía la


garganta. Me reí como el Guasón en el manicomio porque estaba
segura de que ahí iba a terminar.

—¿La familia Callahan? —Repetí—. ¡Ese nido de víboras y mierda! ¡Al


diablo con la familia Callahan! Prefiero pasar el resto de la eternidad
pudriéndome aquí siendo manoseada por toda la maldita fuerza que
aceptar la ayuda de esa gente.

Escupí a mi izquierda. —¡Si todos se ahogaran en su sangre no sería


suficiente justicia! ¡Guardias! ¡He terminado aquí!

—Sra. O’Davoren…

—No estoy segura de lo que esa gente tiene sobre ti, pero piensa en tu
salud antes de venir aquí a venderme aceite de serpiente. ¡Guardias!
—Grité de nuevo, y entraron. Esta vez con mucho más ganas, les abrí
los brazos.

Callahan… si pudiera matarlos yo misma lo haría.


TRES

“Como de costumbre, había una historia detrás de la historia,


y ahí es donde la verdad estaba oculta”

~ Kenneth Eade ~

EVELYN

Está en el comedor Señora, me dijo el mayordomo mientras las criadas


me quitaban el abrigo.

Una vez conocí a todos los mayordomos y criadas de esta casa por su
nombre. Sin embargo, la muerte me había enseñado muchas lecciones
a lo largo de mi vida. La primera fue recordar sólo a aquellos que
realmente importaban. Si no, aprendería que el corazón puede
romperse infinitamente. Y la segunda lección vino casi
inmediatamente después... el corazón se rompe en diferentes niveles
y todos causaron diferentes cicatrices, algunas tan grandes que nunca
se curaron. Sólo aprendes a manejar el dolor.

—¡Nana!

Girando hacia atrás, no vi nada más que un borrón de cabello castaño


oscuro antes de que se aferrara a mí. Sonriendo, la abracé por la
espalda, poniendo mi mano en su cabeza.

—La princesa está de vuelta en el castillo.


—Finalmente, alguien que me extraña. —Se rio, retrocediendo,
poniéndose a la altura de mis ojos. Aparentemente, la altura de
nuestros tacones era la misma hoy también. A pesar de la sonrisa en
su rostro, pude ver una ramita de tristeza familiar en sus ojos verdes.

—¿Cómo esta Wyatt?

—Larga historia —Sacudió la cabeza—. ¿Qué tal con el mayor?

—Larga historia —repetí, asintiendo—. Ahora vamos, estoy segura de


que quiere gritarme antes de la cena.

—¿Y ahora qué? —Gimió, caminando conmigo hacia el comedor.

Allí, al final de la mesa vestida de blanco, estaba sentado Ethan,


cortando su filete, mientras el mayordomo vertía vino en su copa.

—Llegan tarde las dos —dijo, su voz casi tan poco emotiva como sus
ojos verdes, un rasgo que tanto él como Donatella habían heredado de
su padre.

—Allá vamos —dijo Donatella, acompañándome a mi silla a la


izquierda de él. Me besó la mejilla y se movió para sentarse a su
derecha, él se detuvo, con el bocado carne adobada todavía en el
tenedor, a sólo una pulgada de sus labios.

—¿Cómo está Wyatt?

—¿Te importa o sólo quieres que recuerde que he violado tu ley?

Fingió pensar por un momento —Ambos.

Suspirando, levanté mi copa de vino porque estaba segura de que no


iba a pasar esta cena sin alcohol.
—No lo sé, Ethan. ¿Por qué no llamas y preguntas? Su número no ha
cambiado y todavía lo tienes en tu teléfono.

—¿Así que va a volver y pedirá perdón? —Siguió adelante, obviamente


sin entender su punto de vista. En realidad no, deliberadamente no lo
entendió—. Porque es la única manera de que reciba una llamada mía.

—Es curioso, él dijo lo mismo —Sólo tenía que ir a avivar las llamas.

—Dona. —Antes de que alguno de los dos tomara ese camino,


intervine—. ¿Te has enterado de que tu hermano se va a casar?

Sus ojos se abrieron de par en par y su rostro se relajó cuando se


volvió hacia Ethan. —¿Tú qué?

—Hablando de eso, te pedí que fueras a verla, no que fuera nuestro


maldito abogado. Podría haber llamado al maldito abogado.

—¿Quieres, que vaya a la cárcel para hablar con ella? —dije despacio,
para asegurarme de que no estaba matando a un niño que había
perdido la cabeza.

—Es importante.

—Entonces ve tú mismo maldición.

—¡ESPERA! —Dona Gritó, mirándonos a los dos—. ¿Prisión?


¿Matrimonio? ¿De qué mierda estamos hablando? ¿Por qué diablos no
lo sé? ¿Y cómo demonios te atreves a dejar que me entere así?

—Soy el que se va a casar. ¿Cómo te involucra eso a ti? —Ethan le


preguntó, y no sabía si debía llorar o gritarle que era un idiota.

—¿Có…Cómo? —Jadeó mientras el camarero traía nuestra comida.


Sin embargo, en su rabia agarró el vaso y lo tiró, casi golpeando a
Ethan en la cara, pero ni siquiera se inmutó, dejando que se rompiera
en la pared—. ¡FUERA!
Corrieron tan rápido que casi dejaron caer la comida. Qué lástima. En
realidad esperaba comer en algún momento de la noche.

Ethan suspiró. —Dona...

—Tengo un hermano mellizo que odia tanto ser parte de esta familia
que se fue a Boston para ser médico. Tú y tu infinita sabiduría me
dijeron que no me preocupara porque volvería. Cinco años después y
todavía no ha vuelto, Ethan. Así que cada vez que me siento un poco
deprimida, tengo que volar a Boston, sólo para que me diga que está
ocupado y sólo nos veamos para tomar un café. Compartí el útero con
él durante ocho meses y el dormitorio durante casi doce años, y ahora
tengo veinte minutos con una taza de café de mierda. ¿Sabes por qué
es una mierda? ¡Porque no bebo café! —Gritó, arrebatando la botella
de vino que el camarero dejó en la mesa y llenando su copa—. Sin
embargo, sí bebo vino. Gracias a Dios, porque si no, querría matarte,
hermano mayor. ¿Te vas a casar? ¿Tú? ¿La misma persona que no
permite que nadie te toque la piel? ¿De verdad? ¿Cómo va a funcionar
eso…?

—El sexo es siempre una excepción…

Oh, Dios. No quería oír eso.

—¡Ese no es el punto! —Gritó—. Tú… maldita sea, Ethan. ¡Estás tan


ocupado maquinando y moviendo a todos como si fueran putas piezas
de ajedrez que olvidas que somos jodidos seres humanos! Ni siquiera
sabía que estabas viendo a alguien…

—No lo estoy.

—No lo estás.

Tanto Ethan como yo dijimos al mismo tiempo.


Se puso de pie y agarró su copa, marchó hacia la puerta, diciendo
antes de irse —¿Alguna vez pensaste que esto apesta para mí, Ethan?
¿Qué sólo porque sé que debes ser un adulto y casarte, demostrar a
todos que puedes ser todo lo que papá era, no significa que esté feliz
por eso? ¿Qué ceder mi silla a una mujer cualquiera, a la que tendrás
que poner por encima de mí, sea una mierda? ¿Que saber que todo el
mundo menos yo, puede seguir siendo un Callahan apesta?

Lo miró por encima del hombro, y Ethan, en su reconocimiento, la


miró un momento, frunciendo el ceño antes de alcanzar su copa.

—Supongo que no —dijo y se fue.

—Buenas noches. —Tuvo las pelotas para decirlo.

Y sacudí mi cabeza hacia él, Ethan el corazón de hierro. —Podrías al


menos fingir con…

—¿Consolarla? —Se rio de eso—. Nana, en esta familia Dona es la


última persona que necesita consuelo. No está enojada porque no se
lo dije. No le importa. Está enfadada porque ahora se enfrenta al hecho
de que ella, como dijo, no puede ser la reina Callahan. Todos piensan
que porque sonríe, se ríe y actúa tan dulcemente es la mejor de los
tres. Pero la verdad es que es la hija de Liam y Melody Callahan, lo
que significa que como todos nosotros es calculadora, fría y
despiadada. Es la razón por la que Wyatt se fue. No podía soportar ser
el segundo todo el tiempo y por eso se fue a jugar al héroe. Dona…
mataría por este asiento, para estar donde estoy. No se lo dije porque
le ahorraba el dolor de despertarse y darse cuenta de que por mucho
que me preocupe por ella, nunca me controlará. Ahora, ¿quieres carne
o pollo?

—Pollo —respondí y alcancé la campana, tocándola antes de bajarla.

—Buena elección —dijo y lo repitió para uno de los sirvientes.

—Enseguida, Señor.
Cuando volvió a tomar el tenedor y el cuchillo me senté en silencio.
No me sorprendió. Con toda honestidad, estaba cansada. Cansada de
todos estos. Pero tenía una promesa que cumplir… y esta era la forma
más rápida de hacerlo.

—Ivy O’Davoren. Iré a verla por la mañana. —Agarre mi servilleta, la


abrí y la puse en mi regazo.

Asintió. —Espera que sea hostil contigo.

—¿Por qué?

—Odia a esta familia.

Es un masoquista.

—¿Y eso por qué? —Agarré mi bebida.

De nuevo pensó por un momento, metiendo un trozo de filete entre


sus labios. —Cree que matamos a toda su familia.

—¿Lo hicimos?

Sonrió y cuando lo hizo se podía ver lo guapo que era realmente. Alto,
tonificado, de piel marfil, con los ojos verdes más profundos, como su
padre, y cabello castaño oscuro que era casi demasiado perfecto y sin
embargo le quedaba bien. Las mujeres caían a sus pies y la mayoría
de las veces pasaba por encima como si no se hubiera dado cuenta.
Cuanto más frío era, más le querían… pero cuando sonreía, parecía
tan… inocente y dulce.

—¿Qué? —me preguntó.

—Nada. —Me incliné hacia atrás, haciendo espacio para que el


camarero bajara el plato—. Estaba pensando en lo guapo que te ves
cuando sonríes.
—Lo sé, por eso trato de contenerlo —bromeó y era… esa ramita de
humor que siempre me recordaba que tenía corazón, lo mantenía
encerrado bajo tres metros de acero en medio del desierto.

—Más vale que esta mujer valga la pena. —Por su plan… y por su
corazón. Arreglado, un peón, lo que sea, tenía un infierno de vida por
delante—. Y todavía no me has dicho cómo planeas hacer que no nos
odie.

—Diciendo la verdad y mintiendo.

Pensé en su padre y por primera vez desde… desde que lo perdí…


quise golpearlo por dejarme con este lío.
CUATRO

“Ya sea que seamos hombres, exiliados o ángeles. No importa.


Para todos nosotros, la naturaleza de la verdad es implacable.”

~ Jessica Shirvington ~

IVY

—¡Suéltame! —Grité y pateé mientras me llevaban al cuarto privado


para la visita de mi abogado... el abogado que no pedí—. ¡Dije que me
soltaran! ¡Tengo derecho a rechazar la asesoría legal! ¿Me oyes?

¿Qué clase de mierda era esto?

Me ignoraron, abrieron la puerta, me llevaron hasta mi asiento y me


dejaron caer. Cuando el imbécil se inclinó para atarme a la mesa, me
di cuenta de que no era el abogado negro que estaba enfrente de mí,
sino una anciana sentada muy tranquila, vestida con un abrigo
púrpura oscuro, un suéter negro, con perlas alrededor del cuello,
junto con un sombrero negro para el sol.

—Así que abandonaron al hombre negro y enviaron a una abuela para


tratar de que entregue mi alma. Eso no va a suceder. ¡Guardia! —Grité
y la puerta se abrió. Sin embargo, el guardia no me prestó atención.
Simplemente se acercó a la anciana con una taza de té.
—Lo siento, no tenemos crema —dijo Jimmy con la voz más educada
que jamás había oído—. ¿Puedo traerle algo más, Sra. Callahan?

Mi cabeza se sacudió de regreso a la anciana y antes de que pudiera


contenerme traté de arremeter contra ella y le habría arrancado la
cabeza de sus hombros si no fuera por las malditas cadenas.

—¡Siéntate! —Jimmy volvió a ser el mismo de antes, y ya estaba


sacando su pistola eléctrica.

—Estoy bastante bien. Puedes irte.

—¿Está segura, señora...?

La mirada que le echó le hizo tragar innecesariamente. Me miró como


si dijera que me comportara y se dirigió hacia las puertas.

—Tienes un poco de valor...

—No hables. Sólo te haces ver imprudente. —Se atrevió a


interrumpirme, presionando el botón de seguir en una tablet que ni
siquiera noté que estaba frente a mí, hasta ahora, antes de recoger su
taza de té.

La imagen estuvo borrosa por un momento antes de finalmente


enfocar perfectamente...

—¿Papá? —Me senté.

—Oye, pajarito... —Sonrió a pesar de que se veía... justo como lo


recordaba. Cabello rubio canoso, ojos marrones, y necesitado de una
afeitada. Antes de que volviera a hablar, lo detuvo.

—¿Qué es esto? —Me burlé, devolviéndole la mirada.

—¿Crees que matamos a tu familia? Bueno, te equivocas. Me imaginé


que no nos creerías... por suerte, tu padre solía ser más razonable...
—No hables de mi padre.

—Bien, no quieres oír sus últimas palabras. Me iré.

—Espere. —Alcancé la tablet—. Espere.

Sin decir una palabra más, presionó el botón para seguir de nuevo y
escuché su voz por primera vez en... en lo que se sintió como una vida
entera.

—Si estás viendo esto, probablemente me haya ido. El Jefe me dijo que
te hiciera un montón de estos videos por si acaso... por si acaso pasaba
algo... se hace el duro, pero es un buen hombre, o al menos sabe lo que
es tener una hija... espera, ugh... lo siento. Esto probablemente no tiene
sentido y... lo siento.

La pantalla se cortó.

—No. —Pero antes de que terminará de pronunciar la palabra, volvió


a la pantalla, esta vez con otra camisa de cuello en V, con el cabello
tan despeinado como siempre.

—Así que voy a hacer este video. Sabes que no soy tan bueno con las
palabras, pajarito. —Me guiñó un ojo. Siempre lo hacía cuando estaba
nervioso—. Primero. Quiero disculparme. Disculparme por hacerte
crecer alrededor de todo esto. Por dejarte sufrir. Nunca quise esto para
ti. Quería algo mejor, mucho mejor. Pero no podía... sabiendo lo que ese
bastardo le hizo a tu madre. —Se mordió el labio inferior y sentí mis
lágrimas quemándome los ojos—. Si no fuera por los Callahan,
probablemente habría muerto antes. Tal vez tú también.

Todo mi cuerpo se relajó, mi boca se abrió. —¿Q-q-qué?

—Sí. Ya me has oído. Los Callahan. No soy un traidor. Keegan... —


Escupió a su izquierda—. Así es, el pobre viejo tío Keegan Finnegan.
Todo esto es culpa suya. ¿Y por qué? ¿Qué razón tenía para matar a MI
ESPOSA? ¡Porque quería lo que tienen los Callahan! No tiene dinero,
apenas un apellido, o conexiones, y aún así sigue diciendo que va a
cambiar las cosas. Mi papá siempre dijo que la pobreza te jode... te hace
pensar que puedes hacer cosas que realmente no puedes y empezar a
vender tu alma por cosas que no tienen precio. —De nuevo, se frotó la
barbilla, con lágrimas en la cara.

—Tenía razón. Nunca le escuché. Aunque tal vez si lo hubiera hecho


sabría cómo leer mejor a la gente. Es mi culpa, pajarito. Es mi culpa. No
fui cuidadoso. No protegí a tu madre ni a tu tía… demonios, apenas
puedo protegerte a ti. Así que escúchame, ¿Me oyes? —Se sentó,
apuntando a la cámara—. No sé cuánto tiempo tengo. Pero nunca me
has escuchado en tu vida. Escúchame ahora. ¿Recuerdas el lugar
donde viven el búho tuerto y el gato? Es real. Ve allí. Tengo algo de
dinero escondido. Tómalo y lárgate de Boston. No hables con ninguno
de ellos, ni con Shay, ni con tus primos. Te cortarían tu propio riñón e
intentarían vendértelo de nuevo. Y por último, escucha, pajarito, si
alguna vez, quiero decir alguna vez te metes en problemas, llama a los
Callahan y diles que eres la hija de Sean O’Davoren. ¿De acuerdo? Te
tienen. Lo que siempre digo…

—No los hacen más duros que los del Burren —dije al mismo tiempo
que él, limpiándome la cara en la esquina de mi camisa. Cuando
levanté la vista, la anciana me estaba mirando fijamente y le sostuve
la mirada, insegura, sin querer creer nada de esto.

—¿Cómo sé que no le hiciste decir esto?

Se encogió de hombros. —Podríamos… pero ¿Por qué te diría un lugar


secreto para recoger el dinero que le pagamos y no usar un código para
decirte que le estaban obligando?

—Esto es una especie de truco.

—Esta es la verdad y como te has convencido de que somos el enemigo


durante tanto tiempo tu cerebro no puede aceptarlo… pero, Ivy, ¿Te
dijo tu padre alguna vez directamente en privado que los Callahan
eran los culpables?

Inmediatamente quise decir que sí, pero no se me ocurrió nada. Nada.


Todas las veces que habló en contra de los Callahan fue público nunca
dijo nada cuando estábamos en casa.

—Supongo que no. Bien, ¿Alguna vez te dejó estar con tu tío o tus
primos?

Otra vez quise decir que sí, pero mi voz no me lo permitió. Como si me
estuviera muriendo, toda mi vida pasó por delante de mis ojos. Como
siempre interrumpía cuando el tío Keegan me hablaba. O me decía
que fuera a estudiar cuando venían mis primos. O como siempre me
descartaba diciéndome que eran “cosas de hombres”, lo que me
molestaba mucho. Pensé que trataba de protegerme para que no
supiera que los Callahan no…

—No. —Negando con la cabeza—. No, —repetí de nuevo, y


honestamente se veía preocupada. Sin compadecerse de mí.

—Hace siete años, viniste a Chicago con tu hermanastra, buscando


pruebas de que tu padre fue asesinado. —No necesitaba preguntar
como lo sabía, porque de alguna manera, una foto mía y de Rory
capturada de un peaje apareció en la pantalla—. Pareces sorprendida.
¿Por qué? Fuiste a casi todas las tiendas de la esquina, mecánicos y
peluqueros, ¿No pensaste que no llegarían las noticias?

—Lo hice —susurré, mirando las fotos de mí que acaban de aparecer


en la pantalla. Me dio escalofríos por la columna vertebral. Podrían
hacer esto. Podrían espiarme en las calles—. Sabía que me oirías y
pensé…

—Preguntar sin miedo directamente… un último esfuerzo, que no


funcionó. —No tenía que recordármelo. Esos días me perseguirían por
el resto de mi vida—. Entonces fuiste a un bar donde bebiste tu dolor,
condujiste borracha y golpeaste a una joven, paralizándola de cintura
para abajo. Perdiste tu beca en la Universidad de Boston, tu familia se
endeudó tratando de sacarte, tu prometido te dejó, todo porque
querías vengarte.

Mi garganta me quemó, mi mandíbula se apretó. Inhalando


profundamente, asentí, confesándolo. —Sí. Sí, a todo. Estoy segura de
que tiene una transcripción completa y podría preguntarle al juez
personalmente. Hice algo malo y lo estoy confesando. Y no es que
quisiera vengarme. Es querer. Tiempo presente.

Terminó su té, dejó la taza. —Estás confesando el crimen de otra


persona.

Me quedé helada por eso. No respondió. Volví a mirar la pantalla. En


la esquina de Bank y la 5ª, vi al Mustang negro correr por el oscuro
camino, como Sarah Foster, nunca olvidaría su nombre, cruzando la
calle, escuchando su música y leyendo.

—Ah… —jadeé cuando la golpeé. Su cuerpo subió al capo y luego


rodó, golpeando el suelo. Quise cerrar los ojos pero no pude,
esperando verme a mí misma. Sin embargo, no era mi cabello rubio…
era rojo. Era Rory. Salió del auto frenética, corriendo hacia la chica, y
luego miró a su alrededor… con horror vi como sacaba mi yo
desmayada del asiento del pasajero y se ponía delante del volante,
cerrando la puerta antes de entrar en mi sitio.

—¿Cómo se siente ahora ese sentimiento de responsabilidad? —


Destripó lo que quedaba de mí—. Tu familia no está en deuda, por
cierto. El abogado era un amigo de la familia y apenas le pagaron algo.
Tu antiguo prometido está ahora casado con tu hermanastra.

—¿Qué?

Me miró fijamente y luego se rio, sacudiendo la cabeza. —Me disculpo.


Pensé que te lo habían dicho, pero olvidé que tu familia no parece
entender la definición de familia. De principio a fin te tendieron una
trampa y te abandonaron. Tus primos incluso te usan, diciendo que
los Callahan te encerraron por hacer preguntas… tu sentido del deber
no parecía venir a jugar ahí… pero oye, ninguno de nosotros es
perfecto.

Me quede en silencio mientras ella se ponía de pie.

—Ya es suficiente por hoy. Volveré mañana.

Paralizada, las lágrimas que retuve durante siete años, durante siete
largos y dolorosos años, se derramaron de mis ojos hasta el punto de
arder. Con cada momento que pasaba, me dolía más y más hasta el
punto que quería… quería morir. Creo que me estaba muriendo…

Ni siquiera me di cuenta de que me estaban llevando de regreso, hasta


que pasé por las salas de teléfono.

—Mi llamada —susurré, quitándome las lágrimas del rostro con las
manos esposadas—. No he tomado una en meses. Necesito hacer una
llamada.

Miré a Jimmy.

Asintió para que me llevaran.

Quería correr. Pero esperé pacientemente, tan pacientemente como


pude mientras abrían las puertas, me daban la tarjeta y me sentaban
detrás de la mesa. Me limpié la nariz con las manos antes de apretar
los botones… rezando para que respondieran.

—¿Ivy? —La voz de Rory vino de la línea.

—Hola… —Intenté decirlo alegremente, pero mi garganta estaba seca.

—¡Justo a tiempo, increíble! Estamos teniendo una reunión. Toda la


familia está aquí. ¿Quieres saludar?
Lamiéndome los labios, asentí aunque ella no podía ver. —Claro.
¿Puedes ponerme en el altavoz?

—¡Chicos, es Ivy!

—¡IVY! —Escuché un coro de vítores y tuve que morder el sollozo que


amenazaba con desgarrarme, todo mi cuerpo temblando de rabia.

—¿Cómo está la casa grande? ¿Tienes algo…?

—Cállate, Elroy, —gritó Rory.

—Mantente fuerte, ¿de acuerdo? Ya casi ha terminado —la voz


profunda de Cillian habló.

—Sí. No podemos esperar a que llegues a casa, —Shay, mi madrastra,


fue la siguiente en hablar.

Y esperé y esperé… pero él no habló.

—¿Ivy? ¿Estás ahí?

—Sí, —respondí, agarrando el teléfono con fuerza—. Estaba esperando


que Pierce hablara.

Todos estaban en silencio.

—Pierce —lo llamé—. ¿No vas a saludar? Ya me siento bastante mal


por no haberlo felicitados a ti y a Rory por su matrimonio.

Silencio.

—Por el amor de Dios, ¡Encuentra tus pelotas y habla! —Grité.

—Yo… nosotros… Ivy… lo siento —dijo, finalmente su culo de perra.

—Ivy, no ha pasado nada antes. Los dos estábamos tan tristes por ti…
—Rory, hazme un favor y cierra tu puta boca y deja de insultarme,
pequeña zorra. —Siseé.

—¡Ivy! —Me gritó su madre—. No queríamos que te enteraras de esta


manera, pero no te pongas así.

Y sólo me reí. —¿Ponerme cómo? ¿Enfadada? Oh no, Shay, no estoy


enojada. Estoy motivada. Tan jodidamente motivada que estoy
temblando de anticipación. Quizás todos ustedes olvidaron que jodido
soy. Pero no se preocupen, les recordaré a todos y cada uno de
ustedes…

—Ivy, sé…

—¡LO SÉ TODO! —Grité, tratando de mantener la calma—. Todos


ustedes saben lo que me hicieron. Cómo cada uno me traicionó.
Éramos una familia, pero me traicionaste y ahora… voy a ir a por
todos. Puede que estuviera ciega cuando vine aquí, pero créanme,
ahora veo.

—¿Y qué se puede hacer desde una celda de una prisión a ochocientas
kilómetros de distancia? —Cillian preguntó. Ni siquiera estaban
asustados… no valía nada para ellos. Eso es lo que quería decir.

—Hace siete años, te dije que la venganza no tiene límites y no tiene


fecha de caducidad. Todavía creo eso. Así que vigila tu frente que
estaré fuera muy pronto. —Golpeando el teléfono en el receptor, me
senté apretando el puño.

Los quiero muertos.

Los quiero a todos muertos.


Ya estaba sentada y esperando cuando entró. No podía dormir. Sólo
esperé, sentada en la oscuridad, sin comida ni agua. Nada importaba
excepto esto.

—Buenos días. —Se sentó frente a mí, con un vestido de manga larga,
sobre la rodilla bajo su abrigo gris y sus perlas.

—¿Qué tengo que hacer? —Pregunté directamente.

Frunció el ceño, aceptando su nueva taza de té. —Lo primero es


saludar educadamente a la gente cuando se le habla. Los modales no
son sólo para las apariencias.

—Buenos días… ¿Cómo fue tu noche? ¿Qué tengo que hacer?

—Ahora que sabes la verdad, ni siquiera puedes disculparte. —Sonrió,


tomando un sorbo de su té—. Lo que hace que ya te gusten tantas
personas de mi familia.

—Has destrozado todo mi mundo… perdóname si apenas me siento


agradecida. —Me quebré, deseando de verdad que estas malditas
esposas no estuvieran en mis manos—. ¡Me siento… tan malditamente
enfadada!

—Eres un desastre, Ivy O’Davoren. —Me sonrió y asintió—. Una mujer


enfadada, impulsiva, imprudente, perdida, es un completo desastre.
Cuya vida se arruinó no por la gente a la que te has dedicado a odiar,
sino por tu propia familia. Si no te sintieras enfadada, me preocuparía
por tu cordura.

—Estoy segura de que podrías haberlo expresado mejor.

—Podría haberlo hecho. Pero no quiero que te sientas bien mientras


estás encerrada como un animal. Quiero ver si estás dispuesta a hacer
algo para salir de este infierno y conseguir justicia. Porque, Ivy, puedo
hacerte una de las mujeres más poderosas de este país. Cualquiera
que te haya hecho daño en el pasado y en el presente rogará por
misericordia. No volverás a necesitar nada nunca más. Tu padre
estará tranquilo, sabiendo que la gente que lo mató y destruyó a su
familia ha sido castigada tan profundamente, que se convierte en un
cuento con moraleja. Pero sólo puedo hacerlo si estás segura.

—Lo estoy. Estoy segura. ¿Qué tengo que hacer? —dije por tercera
vez.

—Renuncia a tu apellido.

Fue entonces cuando estaba segura de que el diablo era una anciana
con un gusto espectacular por la moda.

–Conozco esa mirada. —Sonrió—. Pero no, cariño, no soy la peor. Sólo
soy la anciana a la que se le ha encomendado la tarea de prepararte
para lo peor. Así que asústate ahora, sácalo de tu sistema, vomita si
lo necesitas, y cuando termines, empezaremos.

Me tragué el bulto en mi garganta, sentada ahora. —Estoy bien.

—Estupendo. —Abrió su bolso, sacó su teléfono para presionar un


solo botón antes de volver a mirarme—. Las cosas van a empezar a
suceder muy rápidamente. ¿Hay algo que necesites?

—¿Necesitar? —Le pregunté.


Asintió. —Aparte de la obvia ducha, shampoo, acondicionador, cera,
y… mucho más. Puedo hacer que te preparen una habitación privada.
Al menos así podrás ducharte y deshacerte de esos horribles ojos de
mapache. ¿Comida? ¿Hay algo que quieras?

—¿Comida?

—Por favor, deja de repetir todo lo que digo. —Frunció el ceño y luego
sacudió la cabeza—. Bien. No te preocupes por nada. Dejaré que tu
cerebro se ponga al día antes de hacer más preguntas. Sólo asegúrate
de comer y dormir… esto se acabó.

Se puso de pie y cuando llegó a las puertas, Jimmy corrió hacia ella
como un zorro con el rabo entre las piernas.

—Ivy. —Su tono cambió… de forma inquietante y mucho más


educado—. Este es el Sr. Keely. Sr. Keely, ella es Ivy. Se la vuelvo a
presentar porque quienquiera que haya sido para usted antes ya no
se compara con quien es ahora. Si se golpea el dedo gordo del pie, te
culparé a ti. Si está incómoda de alguna manera, te culparé a ti. Si
alguien sabe que vine aquí, te culparé a ti. ¿He sido clara?

—Sí, Señora. —Le hizo una seña con la cabeza.

—Estupendo. Por favor, no olviden que mi nieto maneja los


recordatorios muy desordenadamente. No quiero ni imaginarme lo
enfadado que estaría si algo le pasara a su prometida.

—¿Su qué? —Jimmy y yo dijimos al mismo tiempo.

No respondió y sólo me dio una palmadita en la cabeza. —Recuerda,


come, duerme… y tal vez péinate ese cabello, querida.

Así como así, salió, con sus tacones haciendo ruido al salir.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —Susurré.


—¿Cómo diablos debería…? —Se detuvo, con los ojos bien abiertos
cuando me miró—. Ugh… arreglaré su habitación… ma… Sra.
O’Davoren. ¿Qué tal si vas a comer? Podemos hacer que le traigan
algo.

De ninguna jodida manera. Si no pareciera que tiene tanto dolor físico


sólo por sacar las palabras, pensaría que estoy soñando. No se molestó
en preguntar nada más. En vez de eso, me desató las esposas de las
muñecas antes de bajar y deshacer las cadenas de los pies. Frotando
mis muñecas doloridas, no podía dejar de mirarlo, preguntándome
qué alienígena había secuestrado su cuerpo. Ni siquiera me levantó de
la silla.

—¿Qué día es hoy? —Pregunté.

—Martes.

Sonreí. —Hoy hay espaguetis y albóndigas en la cafetería.

—Como quieras —murmuró antes de hablar en su micrófono a


continuación—. Puerta.

La puerta se deslizó y se abrió delante de nosotros.

Salí primero e inmediatamente puse mis manos a los lados. Cuando


entré en el pasillo, estaba convencida… de que esta era la zona del
crepúsculo. Tres hombres tuvieron que traerme, esposada y
encadenada, a esa habitación no hace ni una hora. Podía verlos, al Sr.
Cabeza de Músculo, al Sr. Aliento Caliente y a la enredadera de ojos
azules, al otro lado de las ventanas de cristal. Todos me miraban como
si fuera la extraña. No había cambiado. Seguía siendo Ivy. Ellos eran
los que actuaban de forma extraña. Me miraban fijamente hasta que
hice contacto visual, luego fingían estar ocupados con algo.

—Puerta —dijo Jimmy otra vez una vez que llegamos al final del
pasillo.
No me di cuenta de que estábamos en otra sección de la prisión hasta
que la puerta se abrió y vi la sala de control.

—Camina rápido —dijo, pero no me apuró.

Asintiendo, caminé rápido, manteniendo la cabeza baja hasta que


llegué a las escaleras de metal, que bajaron en espiral hasta que llegué
al fondo.

—Puerta. General. Uno dentro —dijo Jimmy y la puerta se abrió, y


finalmente identifique dónde estaba… la cafetería.

Afortunadamente, no me siguió dentro. Y era normal aquí, nadie me


miraba, así que tomé una bandeja en silencio y caminé hacia la fila.
Acababa de poner la leche en mi bandeja cuando un par de manos
cortas y rechonchas se acercaron y la tomaron.

—¡Si no es más que Ivy la Psicótica, miren todos!

Aww ¡Vamos! ¡No tenía energía para una pelea hoy!

—¿A quién tuviste que darle una mamada para salir del
confinamiento?

Antes de que pudiera terminar su frase, alguien le agarró la muñeca,


y ambas miramos a esta… mujer de mediana edad con piel oliva y
cabello negro ondulado.

—¿Quién carajo son…?

La mujer la apretó más fuerte, y miré a los guardias, pero miraban


hacia otro lado…

—Non ho male a nessuno dal 1984…ma posso —le dijo, y hubiera


adivinado que era español pero a juzgar por la mirada confusa de su
rostro supongo que me equivoque.
—Traducción. —Otra mujer se puso detrás de ella—. Siéntate, cállate
antes de que te hagas daño, enana.

—Se necesitará más que dos brujas italianas para… —Dallas se


congeló cuando notó que las dos mujeres que la respaldaban… ya no
lo hacía. En su lugar, estaban comieron en una esquina—. Oigan.

—¿Dos? Cuenta de nuevo —le dijo la primera mujer, que aún tenía su
muñeca inmóvil.

No estaba segura de cuándo o cómo había sucedido, pero toda la


cafetería estaba en silencio, lo que sería bastante aterrador, si no fuera
por el ceño fruncido… la clara advertencia que se dio a través de al
menos una docena de las mujeres, por lo que pude contar. La
advertencia era simple ¿Tienes ganas de morir?

Aturdida, miré a la única persona que reaccionaba normalmente cerca


de mí, a Dallas, que parecía lista para orinarse. Lo que debió ser
suficiente para las mujeres porque le soltaron el brazo.

—Discúlpate —dijo la segunda mujer.

—Lo siento —me dijo Dallas.

—¿Y su leche? —exigió la de cabello ondulado.

—Bien —murmuró Dallas, poniendo la leche de nuevo en mi bandeja.


Cuando no dijeron nada más, caminó tan rápido como pudo de vuelta
a su mesa. No era la única. Las mujeres italianas hicieron lo mismo
sin decirme una palabra a mí tampoco.

No podía moverme. No sabía realmente qué hacer.

Y aparentemente, tampoco tenía que hacer nada. Porque nadie


caminaba delante de mí. En cambio, otras personas pusieron su
postre en mi bandeja, causando que me moviera de nuevo, pero en
piloto automático, ni siquiera parpadeando cuando la mujer detrás del
mostrador me dio mucha más comida de lo que normalmente hacía.
Levantando la bandeja, me di la vuelta para buscar un lugar donde
sentarme cuando esta voz entró en mi mente…

Puedes sentarte en cualquier sitio, Ivy.

Probando mi teoría, caminé hasta la mesa más llena que encontré y


me quedé allí. Ni siquiera un segundo después, se levantaron, ni uno
ni dos, sino todas… todas se levantaron.

Sentada, tomé la pajilla y la metí en mi leche antes de mirar hacia


arriba. Al igual que los guardias, estaban miraron fijamente y luego
evitaron mi mirada.

Y mientras bebía, observándolas mientras evitaban mi mirada, algo


hizo clic.

Ah… así que esto es poder, pensé.

El poder. Influencia. La gente temía y respetaba esas cosas. Sabía


eso…

Es que… nunca lo había experimentado…

No. Eso era una mentira. Lo había experimentado cada vez que me
habían arrojado a esa celda oscura, cada vez que me habían cacheado,
o cuando había perdido una pelea, o cuando el juez me había arrojado
aquí, o cuando el abogado de mierda que me habían dado me había
arrojado a los lobos, y cuando mi padre había perdido la vida.

Había experimentado el poder y la influencia.

Nunca había tenido ninguna.

Ahora sí la tenía.
Así que me consolé con su miedo. Porque significaba una cosa… los
Callahan eran realmente tan poderosos como todo el mundo solía
decir. Podía mantener mi promesa.

Ellos pagarán. Lo juro, papá.


CINCO

“No había conocido el peso hasta que sintió la libertad.”

~ Nathaniel Hawthorne ~

IVY

—Sra. O’Davoren.

—¿Sra. O’Davoren?

—¿Señora?

—¿Eh? —Bajé la mirada del cielo sobre mí y me concentré en el


abogado, Avery Barrow, como dijo que se llamaba, usa un traje parado
frente a un Mercedes negro.

—Entiendo. Es sólo el cielo… pero después de años de verlo a través


de ventanas ¿Ya no parece sólo el cielo?

No respondí, metí las manos en los bolsillos de mi vieja sudadera con


capucha que me habían devuelto. Dio un paso hacia un lado de mí, y
el conductor del auto abrió la puerta para que entrara. Miré una vez
más a las vallas detrás de mí antes de cerrar los ojos, conté hasta
cinco y los volví a abrir…

Esto no es un sueño.
—Cuando esté lista…

—Estoy lista, —dije suavemente, deslizándome en el asiento trasero


del auto, esperando que me siguiera, pero la puerta se cerró una vez
que entré.

En su lugar, se dirigió al asiento del pasajero mientras el conductor


rubio se ponía al volante.

—¿Hay algo que quiera escuchar? —preguntó, y miré al abogado, que


estaba enviando un mensaje por teléfono.

—Está hablando con usted, Sra. O’Davoren.

Eché una mirada al conductor, que se encontró con mi mirada en el


espejo retrovisor brevemente, esperando. Sacudiendo la cabeza con un
no, vi como el edificio de la prisión se encogía al fondo… las vallas se
extendían. No fue hasta que llegamos a la cuarta parada de las vías
que llegamos al final, y lo sentí real…

—Sí, Señora —el abogado habló por teléfono—. Gracias…

Se detuvo abruptamente, obviamente colgó, y volvió a revisar su


teléfono.

—¿Era la Sra. Callahan? —Pregunté.

—No. Esa Sra. Callahan —respondió—. La Sra. Callahan no llamará


hasta que usted esté lista.

Frunciendo el ceño, me moví. —¿Estás tratando de ser vago a


propósito?

—No. ¿Hay algo que quiera que le aclare, Señora?


—¿En serio? Tienes como treinta años sobre mí. Sólo llámame Ivy. Ya
basta de esto Sra. O’Davoren …

—Todavía no lo entiendes —dijo, sin levantar la vista ni una sola


vez—. Ya no eres sólo Ivy.

—No, lo entiendo, la familia Callahan es rica y poderosa, no quieres


molestarlos. Pero no…

—¿No quieres molestarlos? —Finalmente dejó su teléfono y me miró.


Parecía que lo estaba pensando por un momento antes de asentir—.
Tienes razón. Ofenderlos es peligroso. Sin embargo, no es por eso que
ni yo ni Thomas nos dirigimos a usted como lo hacemos. No es por eso
por lo que de repente te protegieron ahí dentro… no fue por miedo, fue
por respeto.

—¿Respeto? —Mis labios se movieron en una mezcla de diversión y


conmoción.

Asintió seriamente. —Siete años… ese es el tiempo que has estado en


prisión. Cualquiera que sea la razón, siendo tan joven, es una
tragedia… estoy seguro que es una de muchas en tu vida. Y aunque
puedas sentir que tienes lo peor, no es así. Hay mucha gente como
tú. Gente engañada, victimizada, abusada, olvidada, la lista continúa.
¿Por qué? Porque el mundo no es blanco o negro. A veces necesitas
hacer lo malo para hacer el bien y lo peor para hacerlo aún mejor. Los
Callahan hicieron lo peor. El dinero, la fama, el poder, se construyeron
con sangre y huesos. ¿Por qué? Porque nadie más podía hacerlo. Y al
hacerlo, un chico que creció viviendo en el barrio más gueto de
Chicago, con un padre abusivo y drogadicto por madre, salió de la
cárcel, con un viaje completo a la universidad, donde se convirtió en
abogado. Al hacerlo, ayudó a otros chicos, a los que nadie miraba dos
veces, a obtener sentencias reducidas, a salir del corredor de la
muerte, a tener una segunda oportunidad en la vida. Así que cuando
digo que no sólo eres Ivy, digo que ahora eres parte de una familia,
que sí, ha herido a muchas personas, la mayoría merecedoras,
algunas discutibles, y seguramente ayudando a muchas más. ¿Algo
que quieras añadir, Thomas?

El conductor se encogió de hombros. —No me han enviado a ninguna


universidad ni nada. Y he escuchado cosas… pero… —Se encontró
con mis ojos en el espejo retrovisor otra vez—. Después de lo que
hicieron por mis hijos, moriría si me necesitaran para eso.

—Suena como un culto. Te cuidan a ti y a tu familia para que


renuncies a tu vida —murmuré para mí misma, sintiéndome
enredada. De los Callahan… también había oído cosas.

—Por esa definición, cualquier ayuda del gobierno en América es


también una secta.

Me enoje con él. —Definitivamente eres un abogado, de acuerdo.

Ambos sonrieron ante mi evidente pérdida y no dijeron nada más.


Cerré los ojos por lo que pensé que era sólo un segundo. El auto se
detuvo y el Sr. Barrow me llamó de nuevo.

—Sra. O’Davoren.

Fruncí el ceño, abriendo un ojo.

—Estamos aquí. —Asintió hacia su izquierda.

Mirando por la ventana, vi las puertas de cristal de un hotel muy


elegante. Moviéndose, salió del lado del pasajero, Thomas ya estaba
de pie afuera. No abrió la puerta hasta que el Sr. Barrow llegó a mi
lado. Al salir, lo primero que sentí fue el fuerte viento, como si el hielo
me atravesara. Rodeándome con mis brazos, vi como el valet toma las
llaves del Bentley que teníamos delante y lo estacionaba cerca de tres
Lamborghini.

—Sígueme. No hagas contacto visual con nadie —dijo el Sr. Barrow,


caminando por la alfombra roja, hice lo que me indicó, pero una vez
que entramos en el cálido vestíbulo de mármol crema y dorado con
una enorme araña colgando sobre nosotros, no pude evitar susurrar.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

No respondió… al parecer era demasiado responder a mis preguntas.

Me sentí como una rata que había entrado en una cocina de cinco
estrellas. La gente, no cualquiera, la gente que llevaba diamantes del
tamaño de los pomos de las puertas alrededor de sus figuras, me
miraba confundida mientras caminábamos hacia los ascensores. El
Sr. Barrow no dijo nada. Ni siquiera parecía aturdido mientras
esperábamos el ascensor.

—Buenos días. —Un de los botones vestido de negro y dorado me


asustó mucho cuando se abrieron las puertas.

—¿Qué piso? —preguntó, mirando al Sr. Barrow cuando entramos,


fingiendo no notarme.

—Ático —respondió, entregándole una tarjeta negra, que el botones


usó para pasar el lector antes de apretar el botón.

—Gracias, señor. —El botones le dio la tarjeta.

El Sr. Barrow no respondió.

El viaje fue silencioso y rápido. Fuimos desde el vestíbulo hasta la


cima en menos de unos segundos, y cuando las puertas se abrieron,
nos encontramos cara a cara con dos hombres vestidos con trajes
negros, parados frente a la suite.

El Sr. Barrow salió primero y luego se movió para que me pasara.

—Uh… disfrute de su estancia. Gracias por elegir el Hotel


Troposfera —el botones tartamudeó, confundido, pero cerró la puerta
tras de mí una vez que salí.
Los guardias, ambos asiáticos, me asintieron antes de abrir las
puertas dobles de la suite.

—Todo esto grita mierda sagrada. —Me quedé sin aliento al entrar a
la habitación, no, palacio, que tenía la vista más impresionante de la
ciudad. Todo era de color dorado. Las sillas, el escritorio, incluso los
candelabros.

—Mierda. —Me giré hacia una mujer asiática con una falda burdeos
ajustada, un cinturón con tachuelas de diamantes y una blusa con
estampado azul que entró desde el balcón. Su cabello negro estaba
acomodado en un peinado recogido. No tenía ni una sola mancha en
la piel, como si la hubieran editado en la vida real.

—No es la peor reacción que ha tenido mi hotel.

—¿Tu hotel? —Repetí.

—Gracias, Avery. Me encargo a partir de aquí —le dijo.

—No hay problema, Sra. Callahan. —Le hizo una inclinación con la
cabeza y luego a mí—. Sra. O’Davoren, fue un placer.

Así, antes de que pudiera decir nada, salió de la suite y estaba


tratando de alcanzarlo. Cuando recordé lo que había dicho en el auto.

–¿Sra. Callahan? —Mi cabeza giro hacia ella.

—¿No parezco una Callahan? —preguntó, tomando asiento en la silla


que parecía un trono, cruzando sus piernas con elegancia.

—No… quiero decir, no es que… ugh. Lo siento, ¿Te importaría


decirme qué estoy haciendo aquí? Pensé que iba a ver a la Sra.
Callahan… bueno, a la Sra. Callahan mayor. O… ¿Cuántas Señoritas
o Señoras Callahan hay?
—Llegaremos allí. En cuanto a mi abuela. —Inclinó la cabeza hacia un
lado—. ¿Realmente crees que estas preparada para conocerla?

El tono de su voz era agudo… y familiar.

Parada más recta, no retrocedí. —Sí. Ya la he conocido…

—Incorrecto. La abuela eligió verte porque es así de simpática y pasó


por alto tus defectos obvios.

Amable no es la palabra que usaría. —Lo siento, ¿Qué? ¿Defectos?


Sólo porque no esté bien arreglada no significa…

—Incorrecto de nuevo —me interrumpió por segunda vez,


mirándome—. Cómo te presentas ahora significa todo… para ti es lo
único que importa. Cuando mi abuela te conoció, no eras nadie. Ahora
estás en camino de ser alguien. Eso significa que antes de que ella te
vea de nuevo, tienes que parecerte al papel y no como un adolescente
hambrienta de 1985. Ni siquiera yo me atreví a acompañarte hasta
aquí.

—¡Lamento que la prisión no venga con una tarjeta de Bloomingdale3!

—Estás perdonada, por eso te enviaron a mí primero. —Sonrió incluso


cuando la miré fijamente—. Ahora, ¿Podría sentarte para que
podamos empezar?

—Me quedaré de pie.

—No estaba preguntando, Ivy.

—¿Está todo bien, Señora? —Una criada, vestida con esos ridículos
trajes franceses, salió del dormitorio.

3
Bloomingdale—Es una cadena de lujo de tiendas por departamentos
La mujer me miró, esperando, y termine haciendo lo que me dijo, me
senté en el sofá.

—Sí, diles que estamos listas. —Le indico a la criada.

—¿Vas a decirme tu nombre o tengo que llamarte señora


también? —Pregunté, alcanzando la manzana del tazón de frutas de
la mesa.

—No seas ridícula. —Sonrió, ajustando el anillo en su dedo—.


Estamos a punto de ser familia pronto. Puedes llamarme Nari. Soy la
prima de Ethan.

—¿Ethan? —Repetí—. ¿Es ese el nieto con el que se supone que me


voy a casar o lo que sea?

Me miró fijamente como si estuviera loca y luego simplemente sacudió


la cabeza. —Un paso a la vez.

Y ni un segundo después, sonó el timbre de la puerta, que ni siquiera


sabía que los hoteles tenían. La criada caminó hacia la puerta y la
abrió, permitiendo que al menos una docena de personas entraran.
Vinieron como soldados, parados frente a nosotros para la inspección.

—Los tres primeros se encargarán de sus uñas, de la depilación con


cera y de los tratamientos faciales. —Señaló a las tres mujeres, que
asintieron, y siguió dirigiéndolas—. Quiero que sus uñas sean de un
color crema opaco. Necesitarás añadir largo pero no mucho, de forma
ovalada. Para la depilación y el facial…

Me estaba observando y la miré fijamente, sin saber qué significaban


la mitad de las palabras que salían de su boca. Así que mordí la
manzana… molesta por lo bien que sabía y lo mucho que lo disfrutaba.
Era sólo una maldita manzana.
—Sus cejas están llenas. Manténgalas así con un ligero arco. Nada
drástico o fuerte. Todo lo demás eliminado. Por suerte su piel no es lo
peor, gracias a Jesús. Necesitará un facial con láser y una mascarilla
suavizante. ¿Tienes bultos en alguna parte?

—¿Eh? —Me lamí los labios, mirándola.

—¿Bultitos? ¿Acné? ¿Granitos? ¿Algo en cualquier lugar? —Preguntó


otra vez—. No pierdas el tiempo avergonzándote, sólo dilo. No son
nadie.

Cielos, están parados justo ahí. Y sin embargo, cuando los miré, ni
siquiera parecían estar aturdidos, sólo esperaban.

—Ugh, tengo este vello encarnado bajo mi barbilla… —dije. Cuando lo


hice, me agarró la barbilla, la levantó y asintió.

—Encárgate —le dijo a las mujeres, quienes asintieron en respuesta—


. ¿Algo más?

—¿Los moretones cuentan?

Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Dónde?

—Mis costillas y algunos en mis piernas…

—Háganle un láser de cuerpo entero, y también agreguen suero de


leche a su baño —les dijo—. Quiero que se haga todos los días que
esté aquí y también que se envié un mensaje a la jefa de limpieza de
la mansión para que se haga el mismo tratamiento una vez que llegue.

—Sí, Señora —uno de ellos habló, y cuando Nari asintió dieron un


paso a la derecha y una mujer delgada y alta se mantuvo en su lugar.

—Sus dientes…

—¿Mis dientes? —Puse mi mano sobre mi boca—. Odio a los dentistas.


—Que puedo decir —la perra disparó y luego miró a la mujer.

—Blanquea, y aunque no veo nada malo en la perfección, los


irlandeses… bueno, no necesitan que sea perfecta. No le corten los
dientes para que estén perfectamente rectos… pero lo más parecido
no estaría mal.

¿Esta mujer acaba de decir corten? ¿Y dientes? ¿Qué demonios?

El siguiente era un hombre bajito, que se quedó esperando sus


órdenes.

—Suelta tu sudadera con capucha —me dijo Nari.

Haciendo lo que me pidió, vi como ambos hacían muecas.

—¿Qué? —Pregunté, pasando mis manos por mi cabello rubio.

—No puedes hablar en serio. —Nari suspiró profundamente—. ¿Qué


le has estado haciendo a tu cabello?

—Lavar, secar, repetir… otra vez la prisión…

—No es una excusa para esto. Estoy segura de que al menos tienen
un peine. —Sacudió la cabeza y miró al pequeño hombre—.
Obviamente, tendremos que cuidar los nudos y la longitud. Si es
necesario, cortarlo y añadir extensiones, pero preferiría no hacerlo.
Necesitará cualquier milagro que puedas hacer pero mantenlo largo.

Asintió y se hizo a un lado para que los cuatro finalistas, dos hombres
y dos mujeres, se pararan frente a ella.

—Ropa —me dijo Nari—. Ponte de pie.

—Me dijiste que me sentara.


Me miró fijamente, esperando, y me levanté. Cuando lo hice, las dos
mujeres se acercaron.

—Vamos a medirla, Señora —me dijeron. Hice una mueca y asentí,


levantando los brazos y permitiéndoles hacer lo suyo.

—Necesitará zapatos, tacones no menor de tres pulgadas y media. Y


no mayor a cinco.

—¿Cinco? ¡Ya soy alta para ser una chica!

—Ethan mide 1,80 m. —Dijo como si fuera lo único que importaba.

—¿Y si no puedo caminar con esos zapatos?

—Te enseñaré. ¿Puedo continuar ahora? —Preguntó, pero no esperó a


que respondiera antes de continuar—. Trae también sus zapatillas de
dormitorio y de baño, con monograma IC. Para la ropa, suficiente para
al menos un mes. Estoy segura de que la abuela arreglará el resto.
Que las envíen directamente a la mansión. Necesitará al menos una
semana aquí. Eso incluye camisones, ropa interior y algunos vestidos.
Nuestra mayor prioridad ahora serán los vestidos para la fiesta de
Ethan. Quiero esos personalizados. Contacta con quien sea y diles que
los necesitamos para el sábado. ¿Alguna pregunta?

Nadie habló.

—Estupendo. Ahora, por favor, sálvenla. —Me sonrió, acomodándose


en su silla.

—Por aquí, Señora. —Los tres primeros, encargados de la depilación y


todo eso, me dijeron mientras me llevaban al baño.

No pude evitar preguntarme.

¿Para qué demonios me había apuntado?


¿Y cómo diablos me vería después de que esto terminara?

NARI

—¿Y bien?

Suspirando, me serví un vaso de whisky.

—Nari.

—No es material de Callahan —le dije sinceramente, mirando las luces


de la ciudad—. Dicho esto, no es fácil de convencer y no tiene
problemas para decir lo que piensa aunque esté un poco asustada. Y
aunque esté asustada, está decidida a hacer lo que sea necesario.
¿Será leal después de conseguir lo que quiere? Honestamente no lo sé.
Pero no es como las demás mujeres, ya que está cegada por el dinero.
Podría decir que es bonita, lo que prueba que se verá hermosa cuando
termine con ella.

—Apenas me importa eso.

—Estás mintiendo —murmuré, sorbiendo el líquido lentamente—. Te


des cuenta o no. No hay hombre que no quiera a una mujer hermosa
en su brazo. Especialmente la que será suya permanentemente.

—¿Algo más que valga la pena destacar?

Eché un vistazo a la habitación. —Ella es...

—¿Vas a terminar tu frase o debo esperar con la respiración


contenida?
Me enfrenté de nuevo a la ciudad, respondiendo. —No tiene ni idea de
quién eres. Conoce el nombre de Callahan. Estoy segura de que tiene
alguna idea sobre la familia, pero aparte de eso, no entiende la
gravedad de todo esto.

—Entonces explícaselo. No tengo tiempo para enseñarle o cuidarla.

—No, no es así... pero tendrás que encontrar tiempo para muchas


cosas porque será tu esposa, y eso significa que por el resto de su vida
la gente estará tras ella. Todos sabemos lo solitaria que puede ser la
mansión.

—Así que nada más que valga la pena señalar. Buenas noches. —
Colgó.

Dejé el teléfono, terminé mi bebida y dejé el vaso.

—¿Señora?

Me di la vuelta para ver al peluquero. —¿Ya terminaste?

—Todo lo que pude hacer por esta noche. Exigió dormir. Está
sufriendo —dijo.

—Bien. Váyase.

Asintiendo, llamó al resto de ellos para que salieran de la habitación.

Esperé a que todos se fueran antes de entrar en su habitación. Se


acostó en la cama, acurrucada en una bola, vestida sólo con su bata.

—No está mal —dije, ya que sus piernas estaban ahora lisas, junto
con los dedos de los pies y las uñas. La máscara en su cara me hizo
difícil ver cómo estaba su piel, pero estaba segura de que sería mejor.
Su cabello estaba recogido en rulos.
—Me depilaron en lugares que no sabía que necesitaban
depilarse —susurró, mirando al techo.

—De nada —le dije, sentándome en el borde de la cama.

Inclinando la cabeza, sus ojos azules, que parecían mucho más


llamativos sin el pelo de gato en la cara, se centraron en mí.

—Así que si me acerco a este Ethan de la forma en que llegué aquí,


pensará que soy fea.

—No pensaría en ti en absoluto —le respondí honestamente—. Por


alguna razón las mujeres de hoy en día quieren que los hombres las
amen como son naturalmente... aunque el pensamiento es bonito, en
realidad significa “amarme aunque no me esfuerce”. ¿Por qué? Si no
te esfuerzas en cuidarte a ti misma, incluso tu propio cuerpo te
rechaza y se descompone, entonces ¿Por qué exigirle eso a otro ser
humano? El arreglarse, como tú dices, sólo es visto como algo negativo
por las personas que por cualquier razón son incapaces de hacerlo.
Juzgamos los libros por sus portadas. Juzgamos los restaurantes y
hoteles por la decoración. Juzgamos. Acéptalo y asegúrate de que te
juzguen por el valor que crees que tienes.

Suspirando, se sentó, cruzando las piernas. —Y al casarme con él,


valgo mucho.

—Hoy hemos gastado casi un millón en ti.

—¿Qué? —Sus ojos se abrieron mucho.

Asentí. —Ese millón es como un centavo caído en la bóveda familiar...


sólo te lo dije para que supieras que sí, que vales mucho.

—He odiado a tu familia durante mucho tiempo. —Dejó caer la


cabeza—. Los he maldecido todos los días de mi vida. Crecí con gente
que los maldijo a todos. Los Callahan, los ladrones irlandeses, los
asesinos...
—Mafiosos. —Terminé por ella.

—Así que es verdad. —Sacudió la cabeza—. ¿Así que realmente venden


drogas?

—Soy dueña de hoteles —repetí al instante.

Y puso los ojos en blanco. —Sí. Sí.

Sonreí. —Eres como mi hija.

—¿Tienes una hija?

Levanté el dedo para que viera el anillo en mi mano.

—Pero tu nombre es…

—¿Sra. Callahan? —Respondí, asintiendo—. Sí. Soy Nari Callahan, la


hija adoptiva de Neal Callahan, el tío de Ethan. Mi madre se casó con
él cuando era una niña. Me hizo legalmente su hija. Mi madre, que
una vez fue tan pobre que ella y su hermano se peleaban por la
comida, se convirtió en la esposa de un Callahan, una posición por la
que a menudo era despreciada, y fui acosada a menudo, por supuesto
sólo a nuestras espaldas. Ninguno se atrevió a decírnoslo a la cara.
Sabía que en el momento en que fuera lo suficientemente mayor no
iba a renunciar a mi nombre. Es el único vínculo que tengo con esta
familia. Por supuesto, mi abuela y mis primos siempre me quisieron.
Sin -embargo, en el momento en que me cambiara el nombre volvería
a ser nadie. Mi marido lo entiende.

—Ugh… —Murmuró—. Sabes que eres la tercera persona hoy que ha


intentado hacer parecer que me caso con la realeza o algo así.

—Mira a tu alrededor, Ivy —dije, poniéndome de pie—. Lo estás


haciendo. Si te cuesta intentar fusionar la familia Callahan de la que
siempre has oído hablar y la que estás viendo ahora, entonces piensa
en eso de esa manera. La familia Callahan es la realeza americana. Te
vas a casar con el rey. Y para ser reina, tendrás que depilarte en
lugares de los que nunca has oído hablar, y ser pinchada y empujada
de arriba abajo y dos veces. Se espera que sonrías aunque quieras
gritar y decir que todo está bien incluso cuando el cielo está en
llamas… porque eso es lo que hacen las reinas. Hacen que la belleza
parezca sin esfuerzo y el miedo sin sentido.

Mientras caminaba hacia la puerta, preguntó —¿Cuándo tendré el


manual de Callahan para los discursos profundos? Hasta ahora todos
me han hablado, y mi padre solía decir que soy de lengua afilada.

—Será mi regalo de bodas.

Cerrando la puerta detrás de mí antes de que pudiera hablar de nuevo,


miré el anillo en mi dedo y me recordé a mí misma que…

Amaba a mi marido.

Pero nunca dejaría de lado el nombre de Nari Callahan.

Al salir del ático, los dos guardias me saludaron con la cabeza. Entré
en el ascensor, sacando mi teléfono. Sólo tenía que sonar una vez
antes de que respondiera.

—Y aquí pensé que alguien se había olvidado de mí.

—No lo hice. No todos tenemos tiempo libre para holgazanear todo el


día.

—Disculpe. En primer lugar, después de la vida estresante que he


vivido, no hay nada malo en descansar mucho. En segundo lugar, ni
siquiera puedo descansar ahora que soy dueño de un bar y una
parrilla. —Gritó—. ¡Somos dueños de un bar y una parrilla!

Sonriendo, sacudí la cabeza. Nunca cambian. —Papá, tú y mamá tal


vez quieran esperar para la inauguración. Ethan se va a casar pronto.
—¿Cuándo me he hecho tan viejo? Ayer mismo eran todos unos niños
peleando por quién se subía a la parte de atrás de mi moto.

—¿Los dejaste subir a la parte trasera de tu motocicleta? —Mi madre


le respondió con una sonrisa.

—¡No puedes estar enfadado por eso ahora! Fue hace mucho tiempo.

—Oh, de verdad, ¿Y no sólo ayer?

Podría escucharlos así para siempre.


SEIS

“Quien crea que un gran avance y nuevos beneficios hacen


que los hombres olviden las viejas heridas está equivocado.

~ Nicolas Maquiavelo ~

IVY

—¡Mierda! —Grité, poniendo mis manos sobre mi boca, girando para


enfrentar al equipo detrás de mí, y todo lo que pude decir fue—,
¡Maldita sea!

—Los milagros existen —respondió Nari, mirándome de arriba a abajo,


y luego metiendo la mano en su bolso para sacar las tarjetas de crédito
y entregándoselas a una del persona—. Se llaman Visa y Express.

—La hinchazón realmente bajó. —Me incliné hacia el espejo, como


asustada de mí misma. Tomó tres días para que cada golpe y defecto
fuera eliminado con el láser. Todos los moretones desaparecieron
también. Me veía... me veía, bueno, como Nari, no físicamente, pero
sin esfuerzo, hermosa como ella dijo. —¡Mi cabello rebota!

—Bien, ahora estás siendo vergonzosa —dijo Nari, firmando los


recibos mientras pasaba mi mano por mi cabello dorado. Nunca había
usado la palabra dorado para mi cabello. Pero después de hacer su
magia, así era como se veía, rizos de oro brotando de mi cabeza. Era
hermoso... realmente hermoso.
—Adelante, vamos.

—¿Vamos? —La miré, todos los demás ya se están yendo.

Asintió, entregándome un bolso amarillo, que hacía juego


perfectamente con los tacones amarillos que llevaba. Ambos eran de
un color llamativo, añadidos al vestido de vieira plisada de manga
larga gris de Carmen Marc Valvo que llevaba. Palabras que aún no
entendía, pero como sea.

—Me alegro de que te guste. Sin embargo, ahora mismo me gustaría


ver cómo reaccionan los demás. Vamos —dijo, caminando hacia la
puerta.

—¿Los demás?

—La gente en el hotel. Piensa en esto como una prueba de carretera


mientras almorzamos —dijo. Cuando entré en el pasillo, los dos
hombres que hacían guardia detrás de mí se movieron por primera vez
en tres días, o por lo menos los vi moverse por primera vez, para
pararse a nuestro lado... mientras Nari llamaba al ascensor. Llegó
rápidamente, y el mismo botones estaba esperando.

—Buenas tardes. —Asintió y sus cejas se juntaron cuando se fijó en


mí. Me miró fijamente mientras caminaba para pararme detrás de él,
su mirada encontrándose con la mía en el reflejo de las puertas del
ascensor. Finalmente, cuando nos acercamos a la planta baja, sacudió
la cabeza como si se estuviera librado de todo lo que estaba pensando.

—Que tengan un buen día —dijo cuando nos bajamos.

—Eso estuvo bien —respondió Nari, de pie a mi lado—. Llegó a la


conclusión de que no había manera de que pudieras ser la misma
mujer que vio hace tres días.

—¿Era la prueba?
—Primera parte. —Asintió y luego miró al vestíbulo—. Esta es la
segunda parte.

No sabía lo que quería decir y la seguí hasta el restaurante del hotel.


Estaba tan ocupada haciendo lo mejor para seguir su ritmo y no
torcerme el tobillo, que no me di cuenta de las miradas que estaba
recibiendo hasta que ella lo señaló.

—Cuando llegaste aquí la gente te miraba fijamente porque no parecía


que pertenecieras —dijo, y asentí—. Ahora los hombres te miran
porque les atraes y las mujeres se molestan porque les robas el
protagonismo.

Eché un vistazo y vi más de esas estúpidas miradas lascivas que


hicieron cuando pensaron que estabas interesado en ellos. No me fijé
en las chicas porque no miraban o lo hacían con el rabillo del ojo. No
es que todos se detuvieran a mirarme, pero había gente que lo hacía.
Algunos incluso la miraban a ella.

—Bienvenidas, Señoritas —dijo la anfitriona en la entrada del


restaurante—. Mesa para...

—Dos —respondió Nari, y la mujer asintió, llevándonos a través del


restaurante hasta que nos sentamos junto a una cascada de cristal.

—Su camarero estará enseguida con ustedes —nos dijo la mujer antes
de irse mientras nos sentábamos.

—¿No sabe la gente que eres la dueña de este hotel? —Pregunté.

Levantó el vaso, inspeccionándolo, lo que debería haber sido un claro


indicio, pero podría haber sido una arrogante. —Abrimos este hotel el
año pasado. Estoy segura de que no lo saben y es mejor para mí
inspeccionar cuando...

—¿Qué? —Pregunté cuando dejó de hablar.


Sacudió la cabeza. —No estamos aquí para hablar de mí. Felicidades,
ahora te ves lo suficientemente bien para que te vean conmigo en
público. Ahora tenemos que trabajar en tu educación.

Oh no. —Por favor, no me digas que vas a tener que enseñarme sobre
los tenedores de ensalada o algo así.

—Difícilmente. Lo que quieras comer con tu ensalada es tu elección.


Esto es mucho más importante —respondió, levantando la mano, y
uno de los guardias, que fue sorprendentemente fácil de olvidar, le dio
una tablet y una a mí también.

—La familia —dijo, y un árbol genealógico apareció en la pantalla. La


primera foto de—... mi abuela, Evelyn Callahan.

Al lado de la foto había otra de un joven apuesto, tal vez de unos


cuarenta años.

—Sedric. Mi abuelo. Fue asesinado cuando Ethan era un bebé.


Ninguno de nosotros lo conocía, pero Evelyn visita su tumba cada
semana —dijo con facilidad.

—Realmente lo amaba —susurré, viendo todas las fotos de ellos


juntos.

—Sí —dijo como si no fuera nada y pasó a la siguiente foto de tres


hombres—. Sedric y Evelyn tuvieron tres hijos. Neal, mi padre, su
primer hijo. Yo, como te dije, fui adoptada. Y mis padres después
tuvieron un hijo, al que llamaron como mi abuelo, Sedric. Actualmente
es el lanzador titular de los Chicago Cubs, algo de lo que mi padre se
jactará ante cualquiera que le escuche.

—Es tan...

—Estamos a punto de comer. No digas caliente o guapo. Voy a vomitar


—dijo, pasando a la imagen de otro hombre guapo con ojos marrones.
—Este es Declan Callahan. No es el hijo de Sedric y Evelyn, sino su
sobrino. Sin embargo, lo criaron después de que sus padres fueran
asesinados a tiros. También está casado. —Desplazó hasta esta
hermosa mujer de piel oscura—. Coraline, también tienen una hija
adoptiva, Helen. Actualmente es la Jefa de Tecnología de WaveTree y
se encarga de toda la seguridad cibernética de la familia. Piensa en
Tony Stark, sin Ironman... y bueno, negra y mujer.

—Tan ingeniosa, arrogante y...

—Un enfurecimiento para sus compañeros de trabajo, pero al mismo


tiempo también difícil de no amar. —Asintió, pasando a la siguiente
foto—. Su hermano menor es Darcy, el armador de los Chicago Bulls.
Él y mi hermano están muy unidos, obviamente por su amor a los
deportes, pero también porque son rivales. Aparentemente, sólo puede
haber un atleta número uno en la familia y en la ciudad.

—La gente debe amarlos. —Sonreí al ver una foto de ellos corriendo
por la ciudad. Ambos eran guapos con sus camisetas número nueve.

—Exactamente —dijo.

Levanté la vista.

—Darcy y Sedric, por el mero hecho de jugar un deporte, traen buena


prensa. La gente escucha una historia negativa sobre nosotros y luego
los ve y piensa, “pero son tan buenos chicos, deben venir de buenas
familias”, además de que ambos son bi-raciales, con sus padres aún
felizmente casados, la gente se siente bien con esto. En sus mentes, el
racismo está muerto, la igualdad está aquí, y cualquiera puede
cumplir su sueño.

—Estaba empezando a sentirme bien hasta que empezaste a cagar en


mi arco iris. —Fruncí el ceño. Cielos, era como si tuviera esta increíble
habilidad de meterte la realidad por la garganta.
—No necesitas ver a esta familia a través de gafas de color rosa.
Necesitas verla por lo que es —respondió, y me recosté en mi asiento.

—No dudo que ambos hagan deporte porque les importa la imagen de
la familia.

—Y estarías equivocada. Cuando ambos eran jóvenes fueron a ver a


Ethan después de oír que sería el Jefe de la familia y le hicieron saber
que siempre le serían leales. Verás, la gente siempre busca grietas en
la familia para entrar. La primera esposa de mi padre traicionó a la
familia, y... ella se fue.

—¿Él...?

—No preguntes, no lo digas —respondió—. Cualquiera podría


tenderles una trampa. Hacer que parezca que también están
traicionando a la familia. Ethan, en ese entonces, les dijo
simplemente, hazme quedar bien y diviértete haciéndolo. Haz un
deporte. Un estadio, que también puede tener fans, que te traten como
superestrella, y nunca estar vinculado a nada en lo que no estén
destinados a estar. Heredé los hoteles de mi padre. No necesito que la
gente se abanique sobre mí, sólo respeto. Helen es igual. Todos
estamos en nuestras propias esferas, así que nunca nos pisamos los
dedos de los pies. No es un feliz accidente, sino por diseño... el diseño
de Ethan.

—¿Todos están haciendo las carreras que les dijo que hicieran?

Asintió como si eso no fuera espeluznante. —Creció con nosotros.


Nuestros padres estaban ocupados. Nos cuidó a todos, y a medida que
crecíamos, nos preocupábamos más por cómo iban a ser nuestras
vidas cuando fuéramos adultos, él... nos conocía a cada uno de
nosotros mejor de lo que nos conocíamos nosotros mismos. Sabía que
Helen era una genio de la informática y le dijo que siguiera con eso.
Sabía que a los chicos les gustaba la atención, la competición y los
deportes. Soy mandona. Me gusta ser mandona. ¿Por qué no ser un
jefe? Crees que es raro y sin embargo somos probablemente la única
familia en América que tiene cenas mensuales y nunca se pierde un
cumpleaños o un día festivo con la familia extendida.

Cuando lo dijo así no parecía tan espeluznante.

—Por fin —dijo, y se volteó hacia una foto de una hermosa pareja, el
hombre de ojos verdes y cabello castaño, la mujer de cabello largo y
negro con grandes ojos marrones—. Los padres de Ethan, Liam y
Melody Callahan, el anterior rey y la reina... ambos muertos.

Me congele. Con sólo mirarlos, sus fotos, de lo que parecía ser una
revista difundida, no estaba segura de sí era falso o no, pero se
miraban cada uno como si fueran las únicas dos personas en el
planeta.

—Melody... totalmente malvada —susurró, y levante la mirada para


verla observando la foto de su tablet también—. Si había un techo de
cristal a menos de 15 metros de ella, se rompía automáticamente. Ella
y Liam fueron arreglados para casarse porque su padre era el Jefe de
la mafia italiana... hasta que ella se hizo cargo.

—Espera... ¿Qué? —Susurré y luego recordé a las dos mujeres


italianas que me protegieron cuando volví a la prisión.

—Es una larga historia. Si empezara, necesitaría por lo menos cuatro


novelas para terminar —contestó, tocando la foto—. En resumen,
cuando se casaron, fusionaron la mafia irlandesa e italiana,
aplastando a todos los demás en su camino. Más tarde pasó a la vida
pública, convirtiéndose en Gobernadora, y fue tan amada, que la gente
esperaba que se presentara a la presidencia. Pero dijo que Chicago era
su hogar y que si quería vivir en una casa blanca gigante pintaría su
casa de blanco. Murió debido a un repentino ataque cardíaco por un
accidente de auto... Liam, su marido, quedó destrozado. Fue la época
más oscura de nuestra familia. Todavía puedo recordarlo a la semana
siguiente. Se podían oír sus gritos por toda la casa, y luego se quedó
en silencio. Bebía hasta dormirse... mi padre y el tío Declan vigilaban
en caso de querer suicidarse. Después de su funeral apenas hablaba
con alguien y visitaba su tumba todos los días hasta que murió una
semana después de que los gemelos cumplieran dieciocho años. Ethan
tenía diecinueve años.

Alcancé mi vaso de agua, no estaba segura de qué decir. Me dolía


mucho la garganta, más aún cuando miraba a la pareja.

—Tenían tres hijos. Wyatt Sedric Callahan, que actualmente es


Cirujano de Trauma en el Boston Medical.

Quería decir que la belleza era cosa de familia, pero al ver cómo me
había transformado, no podía creer que fuera genética. De cualquier
manera, Wyatt era guapo. Alto, con ojos marrones profundos, cabello
castaño, lucia como recién despertado, y una sombra de barba. Era
robusto en cierto modo y relajado. Hasta ahora, era la única persona
que había visto que no usaba trajes. Si no llevara uniforme, usaba
jeans y suéter.

—Su hermana melliza Donatella Aviela Callahan.

Ugh... era más o menos su madre pero con ojos verdes. En otras
palabras, aún más impresionante.

—Déjame adivinar, ¿Es una supermodelo? —murmuré.

—No. Donatella es una novelista —respondió, tomándome


completamente por sorpresa.

—¿Una autora? ¿Ella?

—Nadie lo sabe. Escribe bajo un seudónimo. Todos piensan que es la


princesa de la familia, pero su trabajo es muy famoso. —Volvió a
deslizar en la pantalla, llegando a la última foto—. Por último, pero no
menos importante, tu futuro marido, Ethan Antonio Giovanni
Callahan, el Jefe de la mafia irlandesa e italiana, y la familia Callahan.

No me jodas.
Ugh, no así… bueno… no, sólo quise decir. Mierda. Lo volví a mirar.

—Sí, por eso lo dejé para el final. —Guiñó un ojo, apagó la tablet y se
la devolvió al guardia, que una vez más olvidé que estaba allí—. Diles
que pueden traer la comida ahora.

¿Qué estás haciendo, Ivy?

Me estaba absorbiendo y distrayendo…

No importaba su aspecto o lo que hiciera cualquiera de ellos.

—No importa —susurré—. No voy a pasar por todo esto por él… por
ninguno de ustedes. Estoy aquí por una sola razón… mi padre… por
venganza.

—Entonces estás en el lugar correcto. Nos especializamos en la


venganza. Pero… —dijo mientras el camarero ponía los platos delante
de nosotros.

—¿Pero? —Lo repetí cuando se fue.

—¿Puedes manejarlo?

—¿Qué?

—Ivy. —Se inclinó—. Unir las manos con Ethan no significa que vaya
a entrar con un bate y herir a quien te haya herido… es un estudiante
de Maquiavelo4. Los derribará lentamente y luego los borrará de la faz
de la tierra.

También me incliné. —Sé que mi comportamiento poco sofisticado a


menudo hace que la gente me menosprecie. También sé que la gente
piensa que soy débil, pero Nari, he leído El Príncipe también.

4
Nicolás Maquiavelo—fue un diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano, considerado
padre de la Ciencia Política moderna. Obra notable: El Príncipe.
Maquiavelo dijo una vez “Amo a mi ciudad más que a mi alma”. Y como
tal, ningún sacrificio es demasiado pequeño. Tu abuela me pidió que
renunciara a mi nombre. Le dije que estaba bien. Tú me dijiste que
me cortara los dientes y me arrancara el vello del cuerpo. Dije que
estaba bien. El matrimonio para los irlandeses es para siempre. Lo
que significa que un hombre que no conozco será dueño de cada parte
de mí, indefinidamente, y aún así dije que estaba bien. No me importa
cómo lo haga… mientras lo haga.

NARI

—Bueno, entonces supongo que no se puede decir nada más —


respondí, llevando el agua a mis labios, y ella alcanzó su tenedor. Le
vi, a través del cristal esmerilado de la cascada, levantarse, abrocharse
la chaqueta del traje y caminar hacia la salida.

El rey había oído lo que necesitaba oír...


SIETE

“Esta noche el mundo es tuyo, como lo soy yo”


~ Melissa de la Cruz ~

ETHAN

—Toc toc.

La miré y sonrió, utilizando un vestido negro largo y ajustado, cuya


espalda estaba descubierta, lo que la hacía algo demasiado revelador
para mi gusto.

—¿Vas a un funeral o a una audición para reina de los condenados?


—Pregunté, alcanzando mi pajarita.

—Estás siendo cruel, —dijo, entrando más en mi armario y


quitándome la pajarita de las manos—. Y aquí vine atar tu pajarita por
última vez.

—Si alguien te escuchara, pensaría que tienes un complejo de


hermana mayor. —Le sonreí, y puso los ojos en blanco, levantando
más el cuello para poner la pajarita—. Dona, sabes...

—Sí, lo sé. —Me miró y sonrió—. No te olvidarás de mí.

—Eso no. Me voy a olvidar totalmente de ti. Al igual que tú has


olvidado totalmente que eres terrible atando pajaritas.
Se detuvo y como siempre abrió la boca para maldecirme, pero no
pudo hacerlo, cerró la boca y se mordió el labio. Ató la pajarita como
si estuviera atando los cordones de los zapatos.

—¡Ahí tienes, imbécil! —Grito, girando sobre sus talones y caminando


hacia la puerta.

—Dona.

—¿Qué? —Gritó.

—Si alguna vez me olvido de ti, mátame.

Cruzó sus brazos. —Júralo.

—Lo juro —dije sin dudarlo, y asintió, saliendo. No necesitaba más


que eso. Deshaciendo el desastre que hizo y volviendo a atar la maldita
pajarita, salí de mi armario para ver a Toby esperando con mi
chaqueta de traje.

Caminando hacia él, deslicé mi brazo izquierdo y luego el derecho,


parado frente al espejo para ajustar mis gemelos.

—¿Dónde está? —Le pregunté, y levantó la caja de terciopelo para que


la viera.

Tomándolo de sus manos y abriendo la caja, miré el anillo en forma


de lágrima en oro rosa. No sabía nada de anillos, pero el diamante era
lo suficientemente grande. Cerrando la caja, la volví a poner en mi
bolsillo.

—Está en la habitación de invitados —informó, y no me moví—.


¿Puedo decir algo como... tu amigo?

Mi ceja se levantó cuando lo miré a través del espejo. —¿Mi amigo?


—Perdóname. Me refería a la persona que ha estado a tu lado durante
casi veinte años.

—Si es necesario —respondí, notando su sarcasmo.

—Está aterrorizada —respondió, y me di la vuelta, mirándolo de


frente—. No me importa lo que diga. No tiene ni idea de quién eres, y
esta noche la harás pasar por tu prometida. No seas tú mismo.

—¿Perdón?

—O sé menos de ti mismo tanto como puedas.

—Te das cuenta que es por el hecho que has estado a mi lado durante
casi veinte años que no te estoy quitando la cabeza ahora mismo
¿Correcto?

Asintió. —Por eso voy a seguir hablando. Tienes una tendencia a


resultar... frío, desalentador y amenazador. Ella no es el enemigo... es
de la familia.

—¿Has terminado?

—No, pero supongo que es todo lo que podré conseguir esta noche.

—Así que tienes un cerebro —dije mientras caminaba hacia la puerta.

Él, todavía usando su cerebro, se acercó también, abriéndola y


permitiéndome salir primero. Cuando lo hice, pude ver a los guardias
parados fuera de su puerta a unos pasos del pasillo.

Desalentadores y amenazantes, pensé mientras me acercaba a ellos.


Ninguna de esas palabras era mala. En realidad las prefería. Sin
embargo, esta situación apenas requería ninguna de las dos. El único
problema era que no podía cambiar la forma en que la gente me
percibía.
Alcanzando la puerta y golpeé, lo cual no tenía mucho sentido, ya que
sabía que estaba vestida y que era mi maldita casa, esperé hasta que
ella habló.

—Entra.

Girando la perilla y entrando, esperaba verla allí esperando. Sin


embargo, no estaba dentro de la habitación.

—Aquí afuera —llamó desde el balcón.

Siguiendo su voz, me dirigí hacia las puertas dobles, parado justo


donde la puerta se encontraba con el balcón, y donde estaba sentada
en la barandilla, su cabello rubio rozando sobre su hombro. Llevaba
un vestido esmeralda que le colgaba de los hombros y tenía una
abertura que llegaba hasta la mitad del muslo, no pude evitar mirar
desde allí sus suaves piernas hasta sus pies descalzos. Era
impresionante... como debe ser.

—Ethan Callahan —dijo, casi en un susurro.

—Ivy O'Davoren —respondí, apoyándome en el marco.

Asintió. —Supongo que sabes mucho sobre mí.

—Un historial criminal hará eso.

—Cierto. —La comisura de su labio apareció—. Pero injusto. No soy


una verdadera criminal como todos ustedes me han mostrado. Pero
todos ustedes lo son… y no pude obtener ninguna información sobre
ustedes.

—Primero, será prudente no llamar a mi familia… esta familia…


criminales. —Hice lo que pude para no ser tan duro como lo sería con
cualquier otra persona—. Y en segundo lugar, Sra. O’Davoren, tiene el
resto de su vida para obtener información sobre mí, pero una ocasión
a la que debemos llegar a esta noche.
—Es tu fiesta. Empieza cuando apareces, y así que no llego
tarde —respondió, deslizando un mechón de su cabello detrás de la
oreja—. ¿A menos que no quieras hablar conmigo?

—No soy muy hablador.

—Lo que te hace extraño… nunca he conocido a un irlandés al que no


le gustara hablar… especialmente de sí mismo.

Con una sonrisa, le recordé —Sólo soy medio irlandés.

—¿Alguna vez has conocido a un italiano tranquilo? —Elevo una ceja.

Tenía razón. —Muy bien. Soy extraño. ¿Algo más?

Suspiró, saltando de la barandilla y colocándose sus tacones.


Acomodando su vestido, se puso más recta. —¿Cómo me veo? Tu
prima se esforzó mucho para asegurarse de que me viera hermosa
para ti.

—Lo sé. Tengo la cuenta.

Se acercó a mí, no paró hasta que apenas hubo unos centímetros entre
nuestros cuerpos. —Está haciendo que nuestro primer encuentro sea
muy anticlimático, Sr. Callahan.

—¿Hubieras preferido que te agarrara por la cintura y te besara en el


momento en que te viera?

Pensó por un momento, honestamente, antes de sacudir la cabeza.

—Demasiado presuntuoso y amenazador. Pero saber que el


pensamiento cruzó tu mente es agradable.
—También eres bastante extraña, Sra. O’Davoren. —No es para nada
lo que imaginaba y normalmente soy muy bueno juzgando a las
personas.

—¿Cómo es eso?

—Francamente, me pregunto si estás tratando de seducirme. Lo cual


no tendría sentido porque ya me tienes. O si hay alguna otra razón
por la que actúas tan… lúcida y de voz suave. Por lo que he oído,
intentaste saltar sobre mi abuela cuando la conociste.

—Eso… eso fue mi culpa. Supongo que sí. —Hizo una mueca y luego
sacudió la cabeza como si de repente recordara algo—. ¡No,
definitivamente no estoy tratando de seducirte! Sólo estoy nerviosa y
no quiero hacer el ridículo… más de lo que ya lo he hecho.

La miré fijamente.

—Entonces no lo hagas.

—Oh, gracias, no había pensado en eso. —Me golpeó y esta vez fue mi
ceja la que se levantó—. Lo siento. Mirarme así, sólo me pone más
nerviosa… eres sólo…

—¿Guapo?

—¡Arrogante aparentemente! —Puso los ojos en blanco y sonrió—. Y


sí, guapo, pero iba a decir desalentador. He oído tanto sobre tu familia,
tanto sobre tu posición, como cabeza de familia, y sin embargo casi
nada sobre ti. Lo que odias, lo que te gusta, lo que amas…

—Odio la deslealtad. Me gusta y amo la lealtad.

Me miró fijamente, sus ojos azules me observaba tan… inocentemente,


que se estremeció.

—¿Eres un robot?
—¿Te queda alguna pregunta que valga la pena responder? —Si no,
entonces preferiría terminar esta noche rápidamente.

—Entonces, ¿Eso es todo lo que necesitas de mí, la lealtad? —preguntó


lentamente, como si lo estuviera procesando. No tenía ni idea.

Metiendo la mano en el bolsillo de mi chaqueta, saqué la caja de


terciopelo. Saqué el anillo y dejé caer la caja al suelo antes de levantar
su mano.

—No soy romántico. Estoy seguro de que haré o diré muchas cosas
que resultarán anticlimáticas, robóticas y bizarras como has dicho.
Sin embargo —deslicé el anillo en su dedo— nunca te mentiré, ni te
abandonaré. Siempre seré leal y fiel. Todo lo que tengo será siempre
tuyo. A cambio pido lo mismo.

—¡Qué anillo! —Se quedó boquiabierta con el anillo hasta que una
sonrisa se extendió por sus labios—. Si este eres tú siendo no
romántico, tengo curiosidad por ver cómo es tu lado romántico. Puedo
ser leal… Feliz cumpleaños, por cierto. —Sus labios rosados se
inclinaron ligeramente.

Así como así, volvió a entrar en la habitación, y no pude evitar


pensar… si no estaba intentando seducirme ¿Cómo sería su lado
seductor?

—¿Vienes?

Entrando a la habitación, le devolví la mirada. —Me han informado


que es mi fiesta y como tal no puedo llegar tarde.

Sus labios formaban una fina línea. —¿Te estás burlando de mí?

—Sí. —Me acerqué a la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera


abrir la puerta la cerré, girando para verle la cara y la sujete contra la
puerta.
—¿Son sólo nervios?

—¿Qué? —Sus ojos buscaron en los míos, probablemente tanto como


busqué en los suyos.

—Le dijiste a nuestro abogado, y cito “Si todos se ahogaran en su


sangre no sería suficiente justicia”. Luego, al conocer a mi abuela,
trataste de liberarte de tus cadenas. Y luego, inmediatamente después
de que ella te mostrara un video, llamaste a tu familia. A la mañana
siguiente aceptaste convertirte en mi esposa.

—¿Qué intentas decir? —Dijo con calma, aunque sus ojos azules me
miraban con rabia—. ¿Soy un espía? ¿Estás jodidamente loco?

—He aceptado casarme con una mujer que no tiene casi nada que
ofrecer. —Me incliné, nuestras caras apenas a una pulgada de
distancia—. Mi cordura debe ser cuestionada. Así como debe ser tu
lealtad.

—No —respondió, haciendo lo posible por alejarme. Sin embargo, no


me moví.

—Tu padre era un mentiroso...

ZAS.

—¡Llama a mí padre mentiroso en mí cara y te cortaré la garganta! —


amenazó, respirando por la nariz.

—Tu padre era...

ZAS. —¡Cállate!

Mi mejilla quemó. Sin embargo, lo ignoré, sujetando su muñeca antes


de que cometiera su tercer error.
—Tu padre...

—¡Mi padre amaba a mi madre de la misma manera que tu padre


amaba a la tuya! —Grito, y me quedé congelado, mirándola fijamente,
tan molesto, que quise golpearle la cabeza.

—Nunca... —Le apreté la muñeca—. NUNCA. Coloques a mis padres


al nivel de los tuyos.

—¿Por qué? —Me enfrentó—. ¿Porque eran ricos, famosos y


poderosos? ¿Mientras que los míos eran pobres, típicos e
insignificantes? ¿Importaba, sin embargo? Mi madre murió
repentinamente como la tuya...

—¡Te lo advierto! —Agarré su garganta. Sin embargo, no se echó atrás.


Sostuvo su cabeza más arriba.

—Y mi padre tenía el corazón roto como el tuyo. Murió con ella y solo
dejó caminando a un caparazón de persona hasta que finalmente
murió también... por lo menos sabes que tu padre se fue en sus
propios términos.

—¡SUFICIENTE! —La golpeé contra la puerta.

Sólo me miró fijamente. —Si recibieras un mensaje de tu padre y te


dijera que la persona que mató a tu madre no era quien creías que
era... sino otra persona, ¿Lo cuestionarías? Mi padre amaba a mi
madre y prefería morir antes que mentirme. En el momento en que vi
ese vídeo supe que era la verdad. Lo supe con cada fibra de mí ser.
Simplemente no podía aceptarlo. Al principio porque significaba que
me permití odiar a la gente equivocada. Me permití confiar en los
equivocados también y así es como mi vida entera se arruinó. Durante
los últimos siete años he estado en el infierno porque confié en ellos.
Porque eran familia. ¿Sabes lo que se siente? Créeme, duele mucho
más que ser golpeado contra la puerta por ti.
Soltándole el cuello, di un paso atrás. Inhaló profundamente y luego
caminó hacia el espejo del tocador, limpiándose las esquinas de los
ojos e inspeccionando su cuello.

—No confías en mí, bien —susurró, retocando su maquillaje—. Pero


estoy segura de que la única razón por la que me elegiste es para
detener la rebelión que está creciendo... así que no soy inútil. Y estoy
aquí porque quiero a Cillian, Elroy, Rory, Shay, el viejo amigo de mi
padre, Michael, junto con un guardia de la prisión, muertos. Esa es
mi lista.

Molesto con ella y conmigo, levanté su barbilla para ver su cuello.

—Esto no volverá a suceder.

—No me importa —respondió—. Mi lista. ¿Puedes hacerlo o no?

Simplemente asentí, levantando mi brazo para que lo tomara. Me miró


fijamente antes de unir los brazos.

—Debería haberte creído la primera vez. No eres nada romántico —


murmuró cuando abrí la puerta... sólo para encontrarse con la cara
de confusión y estupidez de Toby mientras miraba entre nosotros.

Justo entonces sus palabras volvieron a la mente. —Tienes una


tendencia a resultar... frío, desalentador y amenazador.

No me he presentado como nada... simplemente lo era. Tenía que


serlo.

IVY
Las cámaras casi cegaban mientras subíamos la gran escalera,
obligándome a agarrarlo más fuerte hasta que llegamos al último
escalón donde ambos posamos para el fotógrafo. Obligándome a
sonreír, recordé lo que Nari había dicho sobre las reinas sonriendo
incluso cuando querían gritar. ¿Quién iba a pensar que tendría que
hacerlo tan pronto? Podía sentir a todo el mundo mirando,
susurrando...

—Ivy, te ves hermosa. —Su abuela, Evelyn, fue la primera en acercarse


a nosotros cuando el fotógrafo se movió a un lado, utilizaba un vestido
color champagne. Me abrazó, obligándome a liberar a Ethan.

—Gracias. Estoy tan contenta de ser digna de ser vista en tu presencia


—susurré, abrazándola. Cuando nos apartamos, las comisuras de sus
labios aparecieron con una pequeña sonrisa.

—¿Me saludas, abuela? Después de todo, es mi cumpleaños. —Llamó


su atención y Evelyn puso los ojos en blanco.

—Siempre el rey de la atención. —Le hizo una mueca.

—Por supuesto, aprendí de ti —respondió, inclinándose para besar su


mejilla, y cuando dio un paso atrás, volví a poner mi brazo alrededor
del suyo. Noté una vez más que se puso rígido y luego se relajó.

—Y yo que pensaba que habías aprendido de mí. —La diosa que era
Donatella se acercó a continuación, vestida de negro—. Me esforcé
tanto en ser la estrella del espectáculo. Ivy, me has robado el
protagonismo.

—Gracias, Donatella, estoy segura de que una vez que todos hayan
superado la novedad, tomarás el lugar que te corresponde como centro
de atención —respondí y nuestros ojos se encontraron.

Me miró fijamente lo que parecieron ser horas, pero en realidad fueron


segundos antes de reírse.
—Estás perdonada. Ethan, sácala más para que ya no sea tan nueva
y brillante.

—Tomaré nota. ¿Wyatt? —preguntó, y ambas mujeres lo miraron


seria, y él la dejó pasar, avanzando, llevándome con él.

Nos reunimos con sus primos, Nari de pie entre ellos con un vestido
rojo estampado de flores.

—¡No somos dignos! —Darcy y Sedric, que llevaban chaquetas de


terciopelo, se burlaron, inclinando la cabeza ante él.

—Por lo menos lo saben. —Ethan les sonrió.

—Sabes que lo dijimos en broma, pero… —Darcy empezó a decir.

—¿Pero ahora te sientes un poco como una mierda? —Sedric terminó,


asintiendo.

—Sí. —Asintió, obviamente sintiéndolo también.

—Yo también.

Me reí. Eran lindos. —Perdónalo. No pueden evitarlo.

—Olvídalo, perdóname —respondió Darcy, tomando mi mano y


besándola—. Creí que estaba alucinando, pero aquí está un verdadero
ángel de la vida real entre nosotros, meros mortales.

No pude evitar sonreír de oreja a oreja a pesar de que era tan cursi.

—Lo siento. —Sedric puso su mano sobre su corazón—. ¿Qué dijo? No


pude oírlo por el sonido de mi corazón explotando al verte.

Darcy puso los ojos en blanco y otra vez me reí. —Muy bien, me siento
muy halagada, chicos.
—¿Alguno de los dos tiene otra frase que le gustaría usar con mi
prometida o está satisfecho? —Ethan los interrogó, levantando las
cejas.

Sin embargo, Darcy y Sedric se miraron el uno al otro y luego a él. —


Tú prometida.

—Helen, Nari, tomen a sus hermanos antes que yo.

No me había fijado en Helen, que llevaba un vestido azul de


medianoche sin tirantes, cuya parte inferior estaba cubierta de
dorado. Su cabello marrón rizado se detenía en sus hombros.

—El punto de que ahora sean adultos es que no tengo que


preocuparme tanto por ellos. —Helen suspiró y luego me miró—. Así
que tú eres la elegida.

—Supongo que sí.

—Bienvenida a la familia. —Me abrazó, lo cual no vi venir. Cuando se


alejó, me dijo— Cuento contigo.

—¿Para qué?

—Para asegurarte de que Ethan responda a mis llamadas.

—Helen, ni siquiera el propio Jesús puede hacerme sentar y


escucharte hablar de evaluaciones heurísticas y estructuras de datos
no contiguas —respondió Ethan automáticamente, haciendo reír a
todo el mundo, con la excepción de Helen, que hacía pucheros, y yo,
que estaba perdida. Pero sonreí de todas formas.

Nari se acercó a los dos y miró a Ethan primero. —Nuestros padres ya


han enviado regalos. La abuela dice que te los dará, para asegurarse
de que todos estén al tanto que la familia ya lo sabe.

—¿Saben? —Dije, y ella asintió.


—La razón por la que todos los demás están esperando es porque
Ethan te está presentando oficialmente a la familia. Todo el mundo
tiene que darte la bienvenida —respondió.

—Estoy esperando mi bienvenida entonces. —Le sonreí.

—¿Por qué tengo la sensación de haber creado un monstruo? —


murmuró cuando me abrazó.

No dije nada a cambio.

—Entonces, ¿Cuándo comemos? —Sedric echó un vistazo a la comida,


y Darcy lo siguió. Uno por uno nos dejó, y me volví hacia Ethan.

—¿Por qué se siente como si estuvieran buscando razones para


dejarnos? —Murmuré para mí misma.

—Porque lo hacen. —Se enfrentó a mí, con su mano alargando un


mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Están permitiendo paso a
otras personas para felicitarnos. Así que sonríe.

—¿No lo he hecho?

Pensó por un momento. —Corrección, mírame como si estuviera


enamorada de mí.

De nuevo me obligué a no sonreír, diciendo —¿Qué aspecto tiene eso?

—Eso. —Su mirada se dirigió a la chica parecida con Jessica Rabbit,


con el cabello y el vestido rojo, acercándose a nosotros con algunas
otras personas.

—¡Ethan! —Sonaba un poco animada—. ¡Feliz cumpleaños!

—Gracias. Ivy, esta es Klarissa Moretti —nos presentó—. Klarissa, mi


prometida, Ivy O’Davoren.
—Encantada de conocerte, Klarissa, gracias por venir —le dije,
sabiendo muy bien que la molestaría.

—Por supuesto. Ethan y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo.


—Sus ojos parpadeaban hacia él y luego hacia mí—. Felicidades. No
es fácil ser la nueva Sra. Callahan.

—Tal vez para algunos. Para mí fue amor a primera vista. —Me incliné
más hacia él, y su mandíbula se apretó.

—Eres un hombre afortunado, Ethan. Es un placer, Sra. O’Davoren,


—habló uno de los hombres a su lado, seguido de otro.

—Eres una visión absoluta.

Y otro.

—Tu vestido es precioso.

Nos rodearon como los tiburones lo harían en una playa llena de focas,
hablando y riendo a la vez, felicitándome a diestro y siniestro hasta el
punto de que se volvió repetitivo.

—Ethan —Klarissa habló, y quienquiera que fuera, la gente bajó la


voz, permitiéndole hablar—, tu regalo.

Asintió para que alguien se acercara y le entregó su champán a una


de las criadas, mientras le entregaban la caja. —Llegó de París hace
una hora.

—¿Desde París? Estoy emocionado.

Me volví hacia él, soltando nuestros brazos para que pudiera abrirlo.

Al dar un paso adelante, abrió la tapa para revelar…


—Una pistola de Napoleón I —dijo con orgullo, mientras Ethan sacaba
la cosa de la caja acolchada.

—La victoire appartient aux plus persévérants —leyó con un perfecto


acento francés, y ella sonrió, asintiendo.

—La victoria pertenece a los más perseverantes —tradujo ella


mientras Ethan la colocaba de nuevo en la caja.

—Gracias, Klarissa, estoy seguro de que encontraremos un lugar para


ella —le dije, levantando la caja de sus manos y dirigiéndome a la
misma persona que se la había traído—. Por ahora, que el mayordomo
la guarde en el estudio de Ethan, por favor.

Asintió, tomándola, y cuando la enfrenté pude sentir la rabia que


desprendía de ella en oleadas y entonces sonreí.

—No pude evitarlo. Me encantan los regalos, y miré muchos de los que
llegaron temprano. Todos son tan gentiles, mi regalo palidece en
comparación —mentí a través de mis dientes y se lo comieron… con
su real dolor en el culo Klarissa, que estaba haciendo su mejor
esfuerzo para molestarme.

—Oh, no te burles de nosotros. ¿Qué le has dado al hombre que puede


conseguir cualquier cosa? —PINCHAZO… pinchazo. Pinchazo… así es
como se siente cada palabra.

Y todos esperaban escuchar, incluso Ethan, que no hacía


absolutamente nada para ayudar a quitarme de encima a su groupie.
—Es un poco embarazoso…

—Oh, gracias a Dios —un hombre vitoreó, bebiendo—. Una Callahan


debería avergonzarse de vez en cuando, sólo por el bien de nuestros
egos.

—No digan que no les advertí a todos. Volveré enseguida. —Me alejé
de ellos, tratando de pensar rápidamente, hasta que vi la pequeña
orquesta en la esquina, porque ya conoces a gente rica, me acerqué al
director, susurrándole la canción. Me miró y sonrió, lo que a su vez
me hizo sonreír.

¡Gracias, Jesús, María y José!


Uno de los mayordomos tomó el soporte del micrófono y lo movió hasta
la maldita escalera aunque nadie le había preguntado, y quería tirarle
mi zapato. Pero en lugar de eso me acerqué.

—Damas y caballeros… —Ya estaban en silencio—. El celebrante me


ha pedido mi regalo, y yo, como muchos de ustedes, me he
preguntado… ¿Qué demonios voy a darle a un hombre que vive en una
casa como esta? —Dije y por suerte se rieron—. Desde que me
comprometí…

Alias desde el lunes.

—He pensado en mi padre a menudo. Me llamaba pajarito, porque


aunque era bastante mala en muchas cosas, podía cantar a pulmón
abierto, así que esta noche, te ofrezco esta canción, Ethan. ¡Feliz
cumpleaños! —Asentí, respiré hondo y recé para que mi padre no
mintiera.

ETHAN

¿Qué demonios estás haciendo? Fue mi primer pensamiento cuando


se fue de mi lado.

Si realmente me avergüenzas, te arrepentirás. Fue mi segundo.

Y entonces empezó a cantar… y no pude pensar más. La habían


llamado un ángel, una visión de su belleza, y sólo pensé que Nari lo
hizo bien. Pero cuanto más escuchaba, más… y… más cautivado me
sentía. Me dio escalofríos, me secó la garganta, y todo mi cuerpo me
dolió por ella… y no sólo por mí. Todo estaba más que asombrado.
Estaban… estábamos paralizados por su magnificencia.

La forma en que sus ojos azules brillaban bajo las luces del candelabro
cuando me miraba sólo a mí, la forma en que su cuerpo se balanceaba,
porque ni siquiera ella podía evitar que la canción que cantaba la
llevara, y cada vez que se movía mis ojos seguían cada curva de su
cuerpo, desde sus caderas hasta sus pechos. Incluso los labios
tentaron, con cada palabra que dijo.

Cada vez que decía unas palabras me llegaban al corazón, era como si
me lo guardara para mí, y yo, que nunca había mostrado ninguna
forma de afecto público, me acerqué a ella cuando la balada terminó,
subí las escaleras a su lado, le rodeé la cintura con mis brazos, la
arrastré hacia mí y la besé… con toda la pasión que me acababa de
dar. Disfrutando de la forma en que su cuerpo se fundió con el mío y
el sabor de su lengua en mi boca, quise más… mucho más. El vestido
que llevaba me frustró aún más.

—¡Consigan una habitación! —La voz familiar de Darcy me sacó de


momento.

Sólo así nuestros labios se separaron, la miré fijamente, y ella me


devolvió la mirada como si no tuviera idea de lo que estaba haciendo,
como si no hubiera causado esto.

—Y ahora todos ustedes ven por qué la boda es tan pronto. —Mi
abuela se rio, salvándonos a los dos—. Felicitaciones a ambos por
haber encontrado la otra mitad de su corazón —añadió, aplaudiendo,
lo que provocó que el resto también aplaudiera.

Sentí que intentaba dar un paso atrás… sin embargo, no la dejé ir.

Mi tercer pensamiento finalmente vino a mí…

Mía. Era infantil y simple, pero a veces una palabra era suficiente.
Ivy O’Davoren era mía, y ahora todo el mundo lo sabría.

Por suerte, entre mi abuela, Dona, y ella, la mayoría de los ojos


estaban fuera de mí. Mirando por encima de mi hombro, Greyson
asintió, y me aparté de su lado. Caminé con él hacia la sección privada
de la casa. Fiestas como ésta se usaban a menudo cuando había que
ocuparse de otros asuntos importantes.

Me detuve frente a La Redención de Ícaro de Lisandro Castiglione, el


cuadro que mi madre había encargado a mi abuela, aparentemente
para reemplazar un cuadro que ella había destruido. Ícaro volando de
noche sobre un mundo dormido, el cuadro era simple… sin embargo,
ese era el punto.

Alcanzando detrás de ella, la pequeña luz del escáner se movió


mientras leía sobre mi dedo, antes de que la pintura se deslizara a la
derecha junto con la puerta. Al atravesarla, vi a los tres hombres
esperando en mi estudio privado, sentados en mi sofá, bebiendo mi
vino y fumando mis cubanos, riéndose entre ellos.

—Gracias por venir, caballeros —dije, tomando asiento en la silla


grande, desabrochando mi chaqueta—. Estoy seguro de que todos
saben por qué los llamé aquí…

—Antes de hacerlo, en nombre de nosotros, muchas felicidades por tú


esposa. Lo hiciste bien con una mujer irlandesa —Frank McShane me
interrumpió, sonriendo al hombre italiano que estaba sentado frente
a él, chupando su pipa como si fuera una máscara de oxígeno.

—Prometida —Savino Moretti, el padre de Klarissa, corrigió.

Hizo reír al viejo Mahoney, sentándose y bloqueándome la cara para


decirles —Miren eso, muchachos, está todo lastimado, no va a
conseguir…
Agarrando su vaso, lo golpeé contra su maldita cabeza. El cristal se
rompió por todas partes y la sangre goteó por la parte de atrás de su
cabeza e incluso llegó a mi mano. Se agarró la parte de atrás de su
cabeza y volvió a su maldito lugar.

—¿Tengo tu puta atención ahora? —Los miré… cada uno de ellos en


silencio. Mahoney se agarró a la parte de atrás de su cabeza—. Si
vuelves a sentarte delante de mí, te arrancaré la lengua de la boca y
te la meteré por el culo.

Mis ojos se dirigieron a Frank. Se quitó la pipa de la boca lentamente.

—Que esto se sepa y que lo hagan bien. Mi matrimonio no me


predispone ni a la familia irlandesa ni a la italiana. El hecho de que
pienses que una mujer bastaría para influenciarme duele, Frank, y
cuando me duele, todo el mundo tiene que doler.

—Lo siento…

—A la mierda tus disculpas y cállate. —Estalle, y luego me volví hacia


Savino—. Ivy O’Davoren, desde todo punto de vista, es mi esposa. Lo
que significa que me has insultado o amenazado. O crees que soy tan
voluble que me desharía de las mujeres que he reclamado, o crees que
la mujer que he reclamado no estará el tiempo suficiente para ser mi
esposa. Lo cual no veo posible a menos que alguien intente hacer algo
muy estúpido. ¿Planeas hacer algo muy estúpido, Savino?

—No, señor…

—¿Estás diciendo que soy voluble?

—No, yo…

—Entonces es mi esposa y lo respetarás o terminarás en un estado


mucho peor que el de Mahoney aquí. —Volví a mirar a Mahoney y la
sangre que goteaba por su cuello—. Mahoney, sabes que es de mala
educación sangrar en los muebles de otro hombre, ¿Correcto?
—Lo siento…

—Me importa un bledo tu disculpa. Quiero que dejes de sangrar en mi


sofá.

Pensó por un momento antes de quitarse la chaqueta y cubrir el sofá.


Cuando terminó, me senté.

—¿Puedo continuar con lo que estaba diciendo cuando llegué o


alguien más quiere faltarme al respeto esta noche?

Ninguno habló.

—Bien. —Extendiendo mi mano, Greyson me dio los papeles, que


simplemente tiré sobre la mesa delante de nosotros. Eran fotos de
Sammy, junto con dos docenas de personas que ninguno de ellos
conocía.

—No lo entiendo. —Frank levantó las fotos.

—Greyson. —En el momento en que lo llamé, abrió la segunda puerta


del estudio, permitiendo que Toby trajera a Sammy adentro, quien no
tenía ni un rasguño, pero parecía listo para cagarse encima. Toby lo
empujó sobres sus rodillas junto a mi silla—. Sammy, dile a tu tío lo
que hiciste.

Sammy dejo caer la cabeza.

—¿Sammy? ¿Qué hiciste? —Frank presionó, pero aún así el chico no


habló.

—Frank, sabes cómo odio cuando la gente me ignora cuando hablo,


—dije con calma, tomando el whisky que Greyson me dio para beber.
—Sammy, esto no es un juego. Habla.
Sammy finalmente levantó la cabeza mientras bebía. —Corté el
producto con Fentanyl.

—Maldito cabrón —maldijo Frank, gimiendo, y luego me miró—.


Señor, es sólo un niño estúpido…

—¿Un niño estúpido? —Tiene veinte años. No es un niño y si es


estúpido no es culpa de nadie más que suya. ¿Verdad, Sammy?

—Sí… Señor.

—¿Ves? —Me senté, bajé mi vaso y saqué mi revólver, se lo di a Frank.

Lo miró fijamente durante mucho tiempo y luego me devolvió la


mirada.

—Degradó mi mierda para ganar dinero rápido. Al hacerlo, casi treinta


personas han muerto en el último mes, y ahora tengo gente haciendo
preguntas que nadie ha hecho desde que mi madre murió. Eres tú o
él —le respondí, y tomó el arma, se puso de pie, caminó alrededor de
Savino para pararse frente a su sobrino, quien por supuesto comenzó
a llorar.

—Te dije que tenías que tener cuidado. —Frank sacudió la cabeza,
sosteniéndola contra el cráneo del chico.

—Cualquier día de estos. —Bebí, y un trozo de hielo que se me metió


en la boca.

—Dile a mamá que lo siento. —Sammy cerró los ojos con fuerza y…
Frank apretó el gatillo. Sammy se estremeció. Sin embargo, al darse
cuenta de que no estaba muerto, su cabeza se volvió a levantar para
mirar a su tío, que estaba mirando el arma.

—Bueno, ¿no tienes suerte? —dije, extendiendo mi mano para el


arma. Frank me la devolvió rápidamente y cuando lo hizo, la giré en
la palma de mi mano y disparé—. Tu tío no tanto.
—¡Tío! —gritó, tratando de levantarse de sus rodillas, pero Toby lo
sujetó. El cuerpo de Frank ya estaba en el suelo, la bala fue justo entre
sus ojos. Colocando el arma a mi costado, me incliné hacia atrás.

—Lo mataste —Sammy finalmente habló.

—Lo sé. Eso era el objetivo del arma. ¿Quieres que enviemos su cuerpo
o sus cenizas? —Le pregunté a Sammy, que no pudo apartar la vista
del cuerpo de Frank—. No era un hombre tan malo después de todo.

—Su cuerpo —susurró.

—Eres libre de irte. —Lo que significaba que Toby era libre de dejarlo
en cualquier esquina donde quisiera. Esperé a que se fuera antes de
volverme hacia Mahoney y Savino—. No parezco prejuicioso, ¿Verdad?

—Para nada —dijeron ambos.

Sonriendo al entusiasmo, pasé a asuntos más importantes. —¿Sabías


que mi abuela quiere a casi cuatrocientas personas en mi boda?

Savino se rio. —Eso no es nada. Deberías haber visto el de tus padres.


La gente se tropezaba entre ellos tratando de entrar.

Irlandeses e italianos. Sabíamos beber y follar demasiado bien… si


nuestras relaciones crecían más tendríamos que alquilar una pequeña
ciudad.

IVY

Mis pies me estaban matando cuando finalmente terminó. Al entrar


en la habitación de invitados, lo primero que hice fue quitarme los
tacones, tirándolos a un lado. Al oír que la puerta se abría y cerraba,
no me di la vuelta, y él no se acercó más.

Me volví para encontrar a Ethan, todavía perfectamente vestido,


apoyado contra la puerta, sus ojos verdes viajando por mi cuerpo
hasta que se detuvieron en mis pechos y finalmente en mi rostro. No
podía mentir. Estaba... jodidamente caliente. Era el tipo de chico que
verías en las revistas y con el que secretamente desearías pasar una
noche. Sus hombros eran anchos, su mandíbula tan afilada que
estaba segura de que cortaría a alguien con ella, pero extrañamente
eran sus labios los que no podía dejar de mirar. Se habían sentido
increíbles en los míos... gentiles y apasionados... prometedores...

¡Concéntrate, Ivy!

—Estás mirándome —dije.

—Tú también.

Lo estaba, pero no era mi intención.

—Desapareciste y me dejaste a cargo de mí misma.

—No sabía que necesitaras protección... dudo mucho que alguien esta
noche sea peor que cualquier que hayas conocido en prisión.

Ugh ¡Es molesto! ¡Tenía una repuesta de regreso para todo!

—Tu beso fue inesperado —susurré, alcanzando mi cremallera trasera


cuando sus manos rozaron las mías, abriendo el vestido para mí.

—Me gustan las cantantes... quién sabe —dijo suavemente mientras


sostenía la parte delantera de mi vestido.

—¿Y ahora cuál es tu excusa?

—¿Mi excusa?
Asentí, mirando la cama gigante que está a pocos metros de nosotros.
—Entrando en mi habitación sin llamar, abriendo la cremallera de mi
vestido sin que te lo pida.

—Tu habitación es mi habitación. Esta es una habitación de


invitados... en mi casa —declaró, sin inmutarse—. En cuanto al
vestido... creí que estabas luchando y te ofrecí mi ayuda.

—Traducción... esperabas que lo dejara caer y pudieras tomarme.

—No es el peor resultado.

Molesta, me di la vuelta y lo enfrenté, deseando por un segundo no


haberlo hecho porque la forma en que me miraba me calentaba el
cuerpo... sólo traté de convencerme de que era el hecho de que no
había sentido a un hombre de buena gana en siete años.

Dejé caer el vestido. Sus ojos verdes trazaron cada centímetro de mí


antes de mirarme a los ojos.

—Estoy aquí —le dije—. Toda bonita y suave... pero aún no me has
ganado.

—¿Ganarte? —Se rio.

—¿Qué? ¿Sólo porque vine de la prisión y tú eres el gran Ethan


Callahan debo decir que si? —Lo empujé hacia atrás—. Estamos en
un contrato. Me convertí en una mujer adecuada para ser la Sra.
Callahan. Por eso desfilé frente a toda esa gente de mierda y con tu ex
novia Klarissa. —Esperé a que lo negara y cuando no lo hizo, seguí
adelante—. Fui encantadora, hermosa, y te hice quedar bien. Incluso
te devolví el beso. Antes de que consigas algo más, algunas de mis
demandas deben ser satisfechas.

—¿Tu lista de objetivos? Tengo una...


—Michael Deans, Richard Doher, ambos trabajaron en la prisión pero
se retiraron. Kellyann Heaton fue transferido, y otro hombre que
trabaja en la tercera y octava rotación. Tiene los ojos azules y un corte
militar. Empezó hace poco. Si supiera su nombre te lo diría, pero hice
todo lo posible para bloquear... —Cerré los ojos, inhalando
profundamente antes de volver abrirlos—. Hice lo que pude para
bloquear a los que eran más bestias que hombres. Quiero herirlos.

—¿Sólo herirlos?

—Tan heridos que nada pueda arreglarlos —dije claramente—. No


pueden morir sin más.

Me miró fijamente. —¿Y sus familias?

Pensé que estaba bromeando, pero esperó a que le respondiera.

—¡No tengo nada contra sus familias! Sólo a ellos —dije rápidamente.

Alargó la mano y me agarró la barbilla, levantando la cabeza para


mirarme el cuello otra vez.

—Te lo dije, estoy bien.

—Nunca dijiste bien. Dijiste que no importaba. —Frunció el ceño.

—Bueno, lo estoy diciendo ahora. —Quité sus manos de encima. No


quería que me tocara—. Y mi familia debería saber lo nuestro ahora.

—Primero, no son tu familia, Ivy. —Me lo recordó y me dolió—.


Segundo, déjame preocuparme por eso...

—En primer lugar, la familia siempre es familia, no importa lo que


hagan o digan. Siguen siendo de sangre. Segundo, la venganza es la
única razón por la que estoy aquí —respondí—. Así que discúlpame si
no confío en ti tampoco.
—¿Quién eres, Ivy? —preguntó, y no estaba segura de lo que quería
decir—. No deberías dudar. Buenas noches.

—¿Quién eres entonces? —Grité antes de que pudiera irse.

—Ethan Antonio Giovanni Callahan, Jefe de la familia Callahan y tu


futuro marido.

Y así como así se fue.

Miré la roca en mi dedo. Mi futuro marido.

Mío.
OCHO

“Porque a mi manera es una mentira. Estrellas, oculten sus


fuegos; No dejen que la luz vea mis negros y profundos deseos.”
~ William Shakespeare ~

DONATELLA

Remolviendo el vino en mi copa, miré el retrato familiar que colgaba


sobre la chimenea, apoyándose en el asiento de cuero.

—Uno menos, falta otro, Nana —susurré, llevando el vaso a mis labios.

—¿Cómo supiste que era yo? —Se acercó a la silla, aún usando su
vestido como yo.

—El Poivre de Caron —le respondí. Era la única que llevaba ese
perfume. Lo había usado desde que tengo memoria—. Ethan e Ivy se
llevarán bien. Lo que deja a Wyatt como el único que te queda para
preocuparte.

—¿Y qué hay de ti, jovencita? —Me miró.

En realidad me sorprendió esa pregunta. —Tú y yo sabemos que los


hombres necesitan a una mujer por una variedad de razones
diferentes. La mayoría de ellos desean ser amados intensamente. Las
mujeres los validan y los hacen parecer completos y capaces a los
demás.
—¿Y para las mujeres? ¿No crees que también queremos ser validadas
y parecer completas?

Bebí de nuevo. —Por supuesto que sí, desesperadamente. Pero


también sé que a diferencia de los hombres, las mujeres pueden
funcionar, aún pueden gobernar el mundo con un corazón hueco.
Porque a menudo tenemos que elegir entre la familia o la ambición,
aprendimos a tragar el dolor de lo que dejamos.

—Tu madre encontró una manera de tener ambos.

—¿Lo hizo? —Eché un vistazo a la mujer sentada, vestida de blanco,


con la misma piel y rostro de oliva que yo—. Se acercó, más que
cualquier otra mujer, pero al final también fracasó… murió antes de
que nadie se diera cuenta.

Cuando no respondió, supe que me estaba mirando. Esa mirada de


preocupación que a menudo ponía cuando hablaba así. Preferí no
verla esta noche.

—¿Qué quieres, Dona?

Qué pregunta tan horrible. Riéndome, respondí honestamente. —Todo.


Quiero poder, reconocimiento, fama y respeto. Quiero ser una reina,
no una princesa. Quiero entrar en una habitación y ver a cada persona
inclinando la cabeza ante mí mientras paso. Quiero que se escriban
libros sobre mí. Quiero ser el tema del examen final de algún
estudiante universitario. Quiero crear un cambio, un cambio
duradero. También quiero ser madre y esposa… quiero casarme con
un hombre que esté tan enamorado de mí que lo lleve al borde de la
locura y vuelva de nuevo. Un hombre que esté a la par conmigo, que
también sea respetado y temido, que entienda mis ambiciones, a veces
eclipsará las suyas. Que pueda soportar ser el fondo de mi primer
plano. Lo quiero todo, Nana, y cada día que no lo consigo siento que
me quemo por dentro. Como si hubiera un monstruo dentro de mí que
continuará arañando mi corazón hasta que le dé lo que quiere.
—Esa es la tragedia de las mujeres que nacen con las ambiciones de
los hombres.

Me reí. No lo entendió. —No son las ambiciones de los hombres, son


mis ambiciones. Y lo conseguiré… todo lo que quiero… o moriré en el
intento. No me rendiré como ella lo hizo.

Levanté mi copa por la mujer del cuadro, sin saber si estaría orgullosa
o tan preocupada como mi abuela, y sin importarle nada. Ethan y
Wyatt seguían tan heridos por sus muertes… pero yo había enterrado
eso hace mucho tiempo.

—Te quiero, Dona. —Me besó en la cabeza antes de irse,


probablemente porque no tenía idea de qué decirme.

Terminando el vino, lo puse en la mesa antes de levantarme de mi


asiento, dándome la vuelta justo cuando las puertas se abrieron de
nuevo, esta vez no revelando a nadie más que a Tobías, alias Toby, el
único amigo de mi hermano aunque no lo admitiera.

—Realmente deberías dejar de compartir tus pensamientos más


oscuros con ella. Se preocupa por ti —habló con franqueza.

—Me tiene miedo —corregí.

—Tu abuela ha visto mucho. No dudo de que esté asustada…

—Tiene miedo no por lo que quiero, sino porque no tiene ni idea de


cómo lo conseguiré —le aclaré, aunque debería haberlo visto—. Le
preocupa que un día me vuelva tan hambrienta de poder que termine
traicionando a toda esta familia.

—No lo harías.
—No estés seguro. Ni siquiera yo sé lo que haré a veces —Guiñé un
ojo, dirigiéndome hacia la puerta cuando me agarró del brazo, tirando
de mí hacia atrás.

—¿Sí? —Miré fijamente a sus ojos marrón avellana.

—No me trates como a todos los demás. —Se burló—. Te conozco


mejor que a todos. Tu amor por tus hermanos es lo único que eclipsa
tus aspiraciones.

—También te conozco, Tobías. —Levanté la mano, quitando los


mechones sueltos de su cabello castaño—. Sé que eres el hombre que
necesito, pero no lo aceptaré porque no tienes el estatus para estar a
mi lado. Sé que eres consciente de que la única razón por la que
puedes agarrar mi brazo es porque te lo permito. Y lo más importante,
ambos sabemos que la única razón por la que cuentas con mi amor
por mis hermanos, como dices, eclipsa mis aspiraciones, es porque en
el fondo eres dolorosamente consciente de que si te pidiera que
eligieras... si te pidiera que traicionaras al hombre que consideras tu
hermano, lo harías. Me odiarías por obligarte a hacerlo y te odiarías a
ti mismo porque me amarías incluso después.

Se estremeció, todo su cuerpo como una piedra, mientras me miraba


con el ceño fruncido por decir simplemente la verdad.

—Donatella C. Valentino. Tiene un hermoso apellido, ¿No es así?


Italiano, valiente y fuerte, lo que también me conviene perfectamente,
pero tú ya lo sabías, ¿No? Es tu apellido, Tobías. —Exprese su propio
deseo, su propia ambición, poseer una mujer que estaba fuera de su
alcance.

Alardeando, con la nariz ensanchada, apretó más fuerte. —¿Crees de


verdad que estaré enamorado de ti para siempre? ¿Que haré esto
contigo para siempre?

—Sí —dije, sin ninguna duda—. Los átomos serán infinitos. El sol
saldrá por el este y se pondrá por el oeste. El tiempo continuará
perpetuamente. Y Tobías Nikolai Valentino siempre me amará. Si
estará conmigo o no depende completamente de ti.

—¡Sabes que eso no es verdad! —Se burló, mostrando sus dientes


hacia mí.

—Como sabes que es tu problema, no el mío, y esperaré a que lo


resuelvas. Ahora suelta mí brazo antes de que me moleste.

La mirada en sus ojos era tan acalorada, tan furiosa. Si pudiera, me


haría un agujero en la cara.

—Última advertencia.

Cuando me liberó, salí por la puerta diciendo —Por eso me sigo


llamando Donatella Aviela Callahan.
NUEVE

“No soy un santo, a menos que pienses que un santo


es un pecador que sigue intentándolo”.
~ Nelson Mandela ~

IVY

Al salir del baño, esperaba ver a la criada que venía a ayudarme, pero
se había ido. En su lugar, Ethan estaba parado frente a mi cama,
vestido sólo con la parte inferior de un pijama negro de seda,
permitiéndome ver su pecho desnudo, la definición perfecta de...
bueno, jodidamente hermoso. Cada centímetro de él estaba tonificado
y liso como si estuviera tallado en mármol sólo para que yo lo mirara
embobada.

Caminando hacia él, suspiré. —Pensé que habíamos dicho todo lo que
había que decir...

—Ivy. —Puso su dedo en mi labio—. Deja de pelear.

Ese solo toque me paralizó... no podía moverme. No quería moverme.


Mi boca se separó y mi cuerpo se inclinó mientras una de sus fuertes
manos me agarraba el culo, la otra el pecho.

—Dilo —susurró antes de morderme la parte superior de la oreja.


Sabía lo que quería que dijera, pero no me atreví a hacerlo. En su
lugar, me estiré, tocando su pecho, que se sentía tan frío bajo la punta
de mis dedos y sin embargo me hacía sentir tan caliente al mismo
tiempo. Me besó en el cuello, su lengua caliente mientras me lamía la
piel, con la mano apretándome... acabamos de conocernos. No
deberíamos... pero maldita sea, lo deseaba tanto. Lo necesitaba
mucho.

—Por favor... —Me acurruqué en sus brazos, el dolor entre mis muslos
era lo único que me impulsaba a pensar en ese momento.

—Dilo —me exigió de nuevo, levantando la cabeza, con sus labios


sobre los míos—. En el momento en que lo digas... puedes tenerlo todo.

—Yo... —Antes de que pudiera decir las palabras se había ido.

—¿Señora?

—¿Señora?

Con los ojos abiertos, miré fijamente la cara de una mujer mayor,
quizás de treinta y tantos o cuarenta y tantos años, con ojos marrones
que me miraban fijamente.

—Buenos días, Señora. —Sonrió amablemente, retrocediendo


mientras me sentaba, pasándome las manos por el cabello.

Me tomó menos de un segundo recordar dónde estaba. No fue difícil,


ya que la habitación en la que me senté definitivamente no era una
celda de la cárcel.

—Hay misa esta mañana, y normalmente la familia se salta el


desayuno, pero me dijeron que le diera algo ligero, que fuera suficiente
—dijo, colocando la bandeja encima de la cama sobre mis piernas.

Eché un vistazo al tazón de frutas, galletas, agua y jugo de naranja


que me preparó.
—Si no le gusta, puedo hacer que la cocinera prepare otra cosa.

Mi mente estaba un poco aturdida. ¿Así era como empezaban el día?


¿Desayuno en la cama? Era tan diferente de mi propia vida que estaba
demasiada aturdida para hacer o decir algo.

—¿Señora?

—Está bien... ugh... gracias —murmuré, buscando el agua en lugar


del jugo.

Asintió, caminando hacia la parte delantera de la cama donde levantó


dos trajes. El primero era un vestido gris de mangas de gorro con un
escote de novia y un abrigo de lana burdeos. El segundo era un vestido
de encaje burdeos con mangas largas hasta el codo y un abrigo gris
de lana. Ambos gritaban elegancia. Sin embargo, preferí estar un poco
más tapada... tal vez eso me evitaría tener que tirarme a cualquier
cosa que estuviera a la vista, ya que no podía mantener mi mente fuera
de la maldita cuneta.

—El rojo —dije, metiéndome unas cuantas galletas en la boca.

—¿Y cuáles zapatos? —Levantó tres pares diferentes en la parte


delantera de la cama. Por un segundo me pregunté qué demonios
había tomado para que pudiera preparar todo esto mientras dormía a
menos de unos centímetros. Tenía el sueño ligero... o al menos eso
creía.

—Puedes elegir lo que sea —murmuré, todavía comiendo. Estaba


segura de que todos encajarían perfectamente y dolerían como el
demonio cuando el día terminara de todos modos.

—Prepararé su ducha —dijo, moviéndose al baño.

Cuando desapareció dentro, me caí de nuevo en la cama para


asustarme como debería haber hecho cuando me desperté. ¡Oh, Dios
mío! Estaba soñando con él. Ethan. Apenas lo conocía y aún así quería
follarlo tanto.

¡No es tu culpa, Ivy! Intenté consolarme. No era culpa mía. No era una
de esas chicas tontas. No era Klarissa Moretti, que estaba dispuesta a
hacer una maldita voltereta hacia atrás para llamar la atención de
Ethan. Era solo biología. No había estado con nadie en tanto tiempo
que mi cuerpo sólo reaccionaba a la atención... sólo biología. No tenía
nada que ver con Ethan.

¿Ethan? ¿Por qué seguí pensando en su nombre? Ugh. Me quejé,


colocando la almohada sobre mi cabeza. Y quería llorar por lo suave
que era. Como si alguien hubiera agarrado las alas de un ángel y las
hubiera puesto en la cama... ¿Dormí sobre esto?

—Señora, está listo. —Salió, e inmediatamente me senté de nuevo,


poniendo la almohada a mi lado. Sin embargo, no me miró de forma
diferente, sólo esperó.

Levantando la bandeja y moviéndola a un lado, entré en el baño de


mármol blanco. Todo de arriba abajo.

—¿Quiere que le lave el cabello? —preguntó, siguiéndome dentro.

—Estoy bien desde aquí, de verdad. Gracias —dije, dándome cuenta


rápidamente y le pregunté su nombre. Pero si era como la gente del
hotel, dudaba que fuera muy conversadora. No quería convertirme…
en alguien como ellos. Todos altos y poderosos como si fueran mejores
que todos los demás—. ¿Cómo te llamas?

—Danielle, Señora…

—Por favor, deja de llamarme Señora. Se siente raro. —Me reí,


acomodándome el cabello detrás de las orejas.

Sus ojos se abrieron de par en par. —Lo siento. Nadie me dijo que
prefería Sra. Callahan.
¿Qué?

—No. Quiero decir… —Jodido hombre de mierda. Parecía asustada.

—Cualquiera de los dos está bien, no te preocupes —dije rápidamente,


y asintió, saliendo del baño. Desnudándome, me volví para mirar mi
reflejo, pero el vidrio ya estaba nublado debido al vapor. En la
encimera vi la bata… la que tenía mis nuevas iniciales. IC, aunque
todavía no estaba casada. Quitándome el anillo, lo puse encima antes
de ponerme debajo de la ducha…

Sra. Callahan.

Iba a ser la Sra. Callahan.

Lo sabía, pero oírlo decir eso fue…

—Papá, ¿Qué estoy haciendo? —Suspiré, poniendo mi cabeza en el


mármol. Al hacer esa pregunta me dolió el corazón… se había ido.
Estaba haciendo esto porque se había ido. Porque era mi única opción.

—¿Y qué se puede hacer desde una celda de una prisión a ochocientas
kilómetros de distancia? —La voz de Cillian serpenteó en mi mente.

Golpeando mi mano contra la pared con ira, me puse más recta.

Por eso estoy haciendo esto.

Lavándome el cabello y el cuerpo lo más rápido posible, salí de la


ducha y encontré a Danielle sosteniendo una toalla para mí junto con
la bata y el anillo. Me asusto, pero no era como si no estuviera
acostumbrada a ser observada tan cuidadosamente, la tomé,
secándome. Desde el principio hasta el final se concentró en
asegurarse de que me viera y oliera perfectamente.
—¿Hay algo más que le gustaría? —preguntó, dándome un bolso de
mano color borgoña que no tenía nada dentro, y extendió algo en mi
cara para el maquillaje.

—Danielle, ¿Hay alguna razón para el gris y el burdeos? —Pregunté,


mirando mi reflejo… no me reconocí… otra vez. Incluso había añadido
suaves ondas a mi cabello dorado.

—No. El Sr. Callahan está usando estos colores hoy —dijo como si
nada, poniendo mi cabello sobre mi hombro.

—¿Me has hecho coincidir con él?

Toc. Toc.

Corrió hacia la puerta, abriéndola parcialmente. —Está lista.

¿Lo estoy? Cuando la puerta se abrió de par en par, pensé que lo vería.
Pero no estaba allí, sólo uno de los grandes guardias.

—Buenos días, Señora. El Sr. Callahan está esperando abajo —dijo,


moviéndose para que saliera.

—Gracias —dije, saliendo. Y cuando lo hice, me di cuenta por primera


vez que las dos únicas habitaciones del pasillo eran la mía y, supongo
que la suya, mientras caminábamos hacia el ascensor.

—Estamos bajando —habló al micrófono y no pude evitar sonreír. Era


como si fuera parte del servicio secreto.

Cuando bajamos, mis tacones empezaron a sonar, hasta que llegué a


la gran escalera. En el borde lo vi revisando su teléfono, vestido con
un traje gris oscuro, corbata y zapatos burdeos y esperé. Podría haber
tenido que esperar para siempre si uno de los dos hombres a su lado
no hubiera llamado su atención. Levantó la vista, sus ojos verdes sólo
en mí. Colocando su teléfono en el bolsillo del traje, subió las escaleras
y ofreció su brazo.
—Buenos días —le dije.

—Buenos días —respondió. Ninguno de los dos dijo nada, bajando las
escaleras y saliendo por la puerta donde estaba estacionado un
Bentley blanco. Le quitó las llaves a uno de los hombres y me abrió la
puerta del pasajero. Ya acomodada en el asiento de color rojo, miré
mientras él caminaba para sentarse a mi lado.

—Te ves bien —dijo, arrancando el motor.

—¿Tuviste que esperar hasta que estuviéramos en privado para decir


eso? —Crucé mis brazos—. ¿Por qué? ¿Crees que tus compinches
pensarán que eres blando o algo así?

Me miró, una de sus cejas subió y preguntó —¿Quién demonios sigue


diciendo compinches?

En serio.

—Yo.

—Y aún así me llamas bizarro. —Se rio, sacudiendo la cabeza mientras


pasaba por las puertas.

—Nunca dije que no lo fuera —murmuré, inclinándome hacia atrás en


el asiento. En el espejo retrovisor vi al Range Rover negro
siguiéndonos.

—Eres católica, ¿Correcto? —preguntó recién ahora…mientras íbamos


camino a su iglesia.

—¿Importa eso?

—¿Es imposible que me respondas directamente? —Frunció el ceño.

¡Estaba bromeando! —¡Tampoco me respondes directamente!


—¿Qué has preguntado que no he contestado? —Su palma se deslizó
sobre el volante con facilidad. Y acaricie el anillo de oro en su dedo
meñique.

—Anoche cuando te pregunté adónde habías desaparecido… me


distrajiste y evitaste la respuesta.

—Nunca preguntaste…

—Yo…

—Declaraste que desaparecí. Nunca me preguntaste adónde fui.

Pensé en esa conversación y quise poner los ojos en blanco. —Era una
pregunta implícita.

—No respondo a eso —dijo, deteniéndose en el semáforo en rojo,


mirando hacia la calle.

—Bien. ¿Es usted un gángster, Sr. Callahan?

En el momento en que le pregunté, me miró. Sus ojos me atravesaron


como cuchillos, pero lo que realmente me dejó sin aliento fue la
sonrisa que se extendió por sus labios. Era… tan condenadamente
hermoso.

—Recuérdame que te consiga un diccionario actualizado —respondió,


presionando el acelerador tan fuerte que mi cuerpo se presionó contra
el asiento mientras aceleraba.

—Ves, no estás respondiendo.

—Sí. —Me miró por el rabillo del ojo—. Pero un gángster con
sofisticación y moralidad.

—¿Qué clase de moralidad podrías tener?


—Uno bíblico —dijo mientras llegábamos a la catedral, y por supuesto
había un lugar dedicado a su familia, en el cual se estacionó
fácilmente. No se movió para quitarse el cinturón de seguridad, sólo
miró a la iglesia antes de decir—. Nombrar como castigo, vida por vida,
ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura
por quemadura, herida por herida, moretón por moretón.

Pensó que era tan hábil, así que le recordé. —Has oído el dicho, “Ojo
por ojo y diente por diente”. Pero te digo, no te resistas a una persona
malvada. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, dale
también la otra. Y si alguien quiere demandarte y quitarte la camisa,
entrégale también el abrigo.

—Y sin embargo aquí te sientes, una hipócrita. —Se rio—. ¿Dónde está
tu perdón?

Siempre tenía que tener la última palabra.

—Nunca dije que fuera moral.

—Estaba implícito —dijo, y aunque iba en serio, podía sentir que se


burlaba de mí.

Me encogí de hombros. —Aparentemente esos no cuentan.

—Aparentemente —respondió, saliendo del auto y caminando a mi


lado. Cuando lo abrió, vi que sus ojos se dirigían a mis piernas
mientras hacía lo posible por salir sin abrirlas tan ampliamente.
Tomando su mano, me ayudó a salir.

Debimos estar llegando un poco tarde, porque éramos los únicos en el


estacionamiento, y cuando dije nosotros, me refería a él, a sus
sombras y a mí. Caminamos a través de las puertas mientras las
mantenían abiertas para nosotros. Y me di cuenta de que no
llegábamos tarde, sino perfectamente a tiempo. La misa aún no había
empezado, pero todo el mundo ya estaba sentado, y cuando las
puertas se abrieron nos miraron… nos estaban esperando. Ni siquiera
se inmutó, caminando hasta el mismo frente donde se sentaba el resto
de su familia. Bendiciéndome a mí misma antes de entrar en el banco,
Ethan se sentó en el extremo, poniéndome entre él y su abuela,
Evelyn, me miró y asintió, en aprobación. ¿De qué? no estaba segura.
Pero tomé el libro que me dio.

Ni un segundo después de sentarnos sonó la música, señalando que


todos nos levantáramos al entrar el cura. En cambio, al otro lado de
la iglesia, vi los ojos marrones de Klarissa mirándome, no sólo a ella,
sino también a otras mujeres, y me pregunté con cuántas de ellas
había estado Ethan.

—No les hagas caso —susurró Evelyn mientras todos los demás
cantaban—. Cada una de ellas vendería su alma para sentarse donde
tú te sientas. Todos lo saben ahora.

¿Sería suficiente un alma para este lugar? Sentado de nuevo, Ethan


se inclinó hacia mí, diciendo suavemente —¿Quieres poner la mejilla
o tu lista?

Mis ojos se abrieron de par en par mientras lo miraba. ¿Eligió ahora


sacar el tema? ¿Ahora?

—Habla ahora o calla para siempre.

Era el diablo. Maldito malvado. Quería que lo dijera, que lo confirmara


aquí, en la iglesia, en la casa de Dios.

—Mi lista —murmuré.

El hijo de puta tuvo el descaro de sonreírme.

—Está bien —susurró, mirando hacia adelante otra vez—. Si


estuviéramos sin pecado no iríamos a la iglesia.
DIEZ

“Toda mi vida he comprendido la naturaleza del


lugar de donde vengo, pero nunca pensé que podría
ser malvado hasta ahora”
Brenna Yovanoff

IVY

Exhalé, mirando mi reflejo frente al espejo del baño de la iglesia. Toda


la congregación sintió que contenía la respiración, asegurándose de
que no cometiera ningún error. Ni siquiera escuché realmente el
mensaje... tacha eso, no lo escuché en absoluto. ¿Cómo podría cuando
sentí una docena de miradas como dagas disparándose en mi espalda,
el muslo de Ethan rozando el mío, y su abuela agarrándome la mano?

—Parecías abrumada.

Mi cabeza se levanta hacía la maldita Klarissa Moretti, vestida con una


falda color crema y una blusa negra. Se acercó al mostrador y colocó
su cartera.

—Tengo que dárselo a Ethan. Sí que sabe elegir a sus mujeres. —


Sonrió, sacando su lápiz labial rojo—. Míranos, somos hermosas.

—No sabía que Ethan estaba metido en la poligamia. —Sonreí, me lavé


las manos—. Pero, de nuevo, sólo hay un anillo en los dos pares de
manos aquí, así que... debes estar equivocada sobre de quién eres
mujer.

Me miró con desagrado, y podría jurar que sus cejas se levantaron.


Tranquilizándose, forzó una sonrisa.

—Guarda el anillo. Puedo comprar mi propia piedra. Al final del día,


puede que seas suya... pero en el momento en que la mierda golpee el
ventilador, como suele pasar en la familia Callahan, se dará cuenta de
que no eres lo suficientemente fuerte para ser su mujer.

—¿Y sabes lo fuerte que soy? —Termino de secarme las manos y la


enfrento.

Pone su lápiz labial en su bolso y se volvió hacia mí. —Tienes razón.


Discúlpeme. No te conozco. Pero sí me conozco. Sé lo que Ethan y yo
somos. Cuando su madre murió, yo estaba allí. Cuando su padre
murió, yo estaba allí. Y después de hacerme el amor de maneras que
no puedes ni imaginar, hasta que salió el sol, me dijo que se alegraba
de tenerme siempre. También sé que una chica con traidores en la
familia, no vale ni la bolsa que llevas. O'Davoren... nada más que un
montón de...

No pude evitarlo. Le di un puñetazo en la nariz y cuando su cabeza se


sacudió sujete su cuello, lanzándola contra la pared, apretando con
fuerza hasta que me dio un rodillazo en el estómago tan fuerte que la
solté, retrocediendo. Se movió para darme una bofetada, pero agarré
su muñeca.

—Deberíamos parar antes de que esto termine mal. —Le sonreí,


apretando con fuerza—. Me disculpo por casi romperte el cuello,
pero... Klarissa, si te pones delante de mí otra vez y abres tu boca de
zorra sobre Ethan o mi familia, no seré tan amable.

Me miró fijamente, jalando su brazo hacia atrás. —O podemos sacar


esto a relucir como cualquier mujer Callahan debería hacer.
—¿Y sabes qué pasa con lo de ser Callahan? —Donatella entró al baño,
vestida con un traje de pantalón azul oscuro, caminando hacia el
mostrador donde sacó una pequeña botella de loción. Sus ojos nos
miraron a través del cristal—. ¿Y bien, Klarissa? ¿Qué haría cualquier
Callahan?

—Dona.

—Donatella. No eres de la familia. Si deseas dirigirte a mí, es Donatella


o Sra. Callahan. —Le respondió con un chasquido—. Y para que
conste, las mujeres Callahan no nos peleamos por los hombres. Qué
pérdida de tiempo pelear por lo que ya tenemos. Yo, sin embargo, no
veo nada malo en lastimar a alguien que lastime a mi hermana. —
Como un lobo se movió para ponerse de pie delante de Klarissa, que
habría dado un paso atrás si Donatella no le hubiera agarrado la
barbilla—. No eres especial. Sabía que estabas esperando e incluso
después de acostarse contigo, a pesar de ser cercano a tu padre, eligió
a otra persona. ¿Por qué? Porque no significas nada para él. Y si
supiera que estás aquí tratando de causar problemas en su nombre,
para perjudicarlo así, ¿Qué crees que haría?

Cuando Donatella soltó su barbilla, Klarissa cerró los ojos y cuando


los abrió, las lágrimas fueron retenidas por fuerza de voluntad.

—Lo siento. Por favor, olvidémoslo.

—Sólo estaba aquí para empolvarme la nariz. —Donatella se encogió


de hombros, caminando hacia las puertas de nuevo—. No vi nada, así
que el no puede oír nada de mí.

Cuando se fue, sólo éramos Klarissa y yo.

Y cuando no habló, yo sí.

—¿No vas a disculparte? —Le dije, caminando de regreso para agarrar


mi bolso.
Silencio.

—Supongo que no. —Vi como se dirigía a la salida.

—No volverá a suceder —dijo, deteniéndose justo fuera de la


puerta—. Lo siento.

—No, no lo haces... pero lo harás...

¡BOOM!

Mi cuerpo voló contra la pared, el calor de la explosión junto con el


humo que entraba en el baño desde el pasillo... el pasillo que podía
ver claramente ahora que la puerta no estaba... no, estaba...
destrozada encima del cuerpo de Klarissa... un trozo de madera en su
muslo. Levantándome del suelo, los tejidos, la ceniza y los pedazos de
la pared se cayeron de mí cuando lo hice. Alcanzando mis oídos, sentí
la sangre pero no lo creí hasta que vi el líquido carmesí en la punta de
mis dedos. El timbre en ellos no se detuvo hasta que me acerqué
lentamente a la puerta.

—Ayúdenme... —Escuché su voz.

Girándome hacia ella, vi cómo me tendía la mano. La miré fijamente


durante mucho tiempo. Parecía una hermosa muñeca rota de
American Girl.

—No.

ETHAN

—¿Dónde está? —Le pregunté a Donatella cuando bajó los escalones


de la iglesia hacia mí.
—¿Quién? —Fingió no saber. Salí de mi auto, me paré frente a ella, lo
que sólo le hizo poner los ojos en blanco—. Está teniendo una charla
con Klarissa en el baño de damas.

Maldita sea, Klarissa. —Ella y su padre son iguales —murmuré para


mí mismo, moviéndome hacia las escaleras cuando volvió a hablar.

—Deja que se encargue, Ethan. No es una niña. Además, ya había


recibido un buen golpe cuando entré. Dudo mucho que no se haya
enfrentado a cosas peores…

¡BOOM!

Instintivamente, agarré a Dona, tirándola hacia mí y luego abajo,


cubriendo su cabeza con mis brazos.

—¡Oh Dios mío!

—¡AYUDA!

—¡FUEGO!

La gente gritaba a nuestro alrededor, y por un breve segundo sentí


una sensación muy familiar, un momento de déjà vu mientras el caos
se desplegaba a nuestro alrededor. Levantándome, miré fijamente las
llamas que salían de la iglesia, los cuerpos saliendo, tropezando unos
con otros mientras trataban de escapar, sin importarles como se
empujaban y pisoteaban unos a otros para salvarse.

—¡TOBY, LLÉVALA A CASA! —Grité a los hombres que estaban detrás


de mí, empujando a Dona hacía ellos, antes de sacar mi arma. Vi a
Greyson y a otros tres hombres por el rabillo del ojo, asintiendo para
que se adelantaran. Los empuje a un lado, abriéndome camino para
atravesar los escombros por todo el suelo agrietado, con cuerpos
tirados allí, inmóviles.
—¿Quién salió? —Le pregunté, usando mi pañuelo para cubrir mi
boca del humo. Se detuvieron. —¿QUIÉN DIABLOS ESTÁ DENTRO?

—¿Ethan? Uugh.

Dando vueltas y tropezando entre los escombros, con un solo zapato,


tosiendo, con el cabello revuelto y sangre saliendo de su oreja
izquierda… era Ivy. Corriendo hacia ella, la levanté, sus brazos
rodeando mi cuello.

—Estoy… bien… —intentó decir.

—No hables. —Dejé caer el pañuelo sobre su boca, agarrándola


fuertemente mientras llegábamos a la salida. Por suerte no estaba
lejos. Se agarró con fuerza, girando su cabeza del sol una vez que
salimos. Corriendo a uno de los Range Rover, la metí dentro.

—¡Ethan! —Dona, que debería haberse ido, luchó en los brazos de


Toby, gritando hasta que la agarro, tirándola por encima del
hombro—. ¡NANA! ¡ETHAN! ¡NANA!

El puro horror en sus ojos sólo se comparaba con los míos cuando me
volví a la iglesia… todos habían salido… excepto ella. Siempre se
quedaba atrás para hablar con el diácono. ¡Mierda! Todos los hombres
estaban dentro. Toby ya estaba saliendo a toda velocidad. No quedaba
nadie más en quien pudiera confiar para llevarla. ¡JODER!

—Ve. —Ivy tosió, recostándose en el asiento trasero—. Ve… estoy bien.

Apretando los dientes con rabia, cerré la puerta de un portazo y me


dirigí hacia el asiento del conductor cuando, afortunadamente,
Greyson llegó agarrándose a… mi… una mujer que llevaba la ropa de
mi abuela, pero las quemaduras en sus brazos… me dejaron aturdido.
Los paramédicos vinieron justo a tiempo para detenerse a poca
distancia de mí.

La metieron en la ambulancia.
—¡Está respirando! —Fue lo último que escuché antes de que las
puertas rojas y blancas se cerraran.

—¡Señor! —Greyson corrió hacia mí.

—¿Todo el mundo está fuera? —Pregunté, mi voz apenas por encima


de un susurro.

—Sí, Señor.

Greyson entró en la parte delantera junto con uno de mis hombres


cuando abrí la puerta, sentado en la parte trasera con Ivy, cuyos ojos
estaban pegados a la iglesia en llamas.

—¡Quiero sus malditos nombres! —Grite—. Los suyos, sus familias.


¡Todos!

—Ya estoy en eso, Señor. —Lex, que solía llevar a mi abuela, se sentó
en el asiento del pasajero.

Ivy se volvió hacia mí, con la cara cubierta de polvo y sangre seca. Me
miró fijamente con los ojos abiertos, en estado de shock. —Esto era
sobre ti.

—Nosotros. —Estalle, recordándole una vez más, maldita sea—. Me


preguntaste si era un gángster. ¡Este es el puto motivo! ¡Para que la
gente no intente esta mierda! Pero aparentemente algunas personas
han olvidado la definición, así que ahora es mi trabajo re-marcarlo en
sus cráneos.

Me quité la corbata y tomé el brandy que siempre había en la parte de


atrás, vertiéndolo sobre mi corbata antes de volverme hacia ella. Me
miró confundida. Agarrando su barbilla suavemente, giré su cabeza
para poder ver su oreja. Luego limpié su oreja, causando que se
estremeciera mientras removía la sangre. Hice lo mejor que pude para
reprimir la rabia que sentía… al menos por ahora.
—Sammy Shannon y algunos amigos suyos están saliendo de la
ciudad —respondió Lex.

Me congele, cerré los ojos, inhalando por la nariz. —¿Quién los ayudó?

—¿Señor?

Recuperando la corbata mojada, la tiré. —¿Quieres que me crea que


unos cuantos chicos veinteañeros que ni siquiera saben cómo cortar
la coca correctamente hicieron esto?

Incluso desde unos pocos kilómetros todavía se podía ver el maldito


humo.

—Tenían ayuda. Llama a Helen para que intercepte todas las malditas
cámaras del país si es necesario y vuelva sobre sus malditos pasos
desde anoche hasta esta maldita mañana.

—Sí...

—¡CÁLLATE Y LLAMA!

Recostándome hacia atrás en mi asiento, miré por la ventana. Uno


pensaría que perder a su tío sería suficiente para que se mantuviera
al margen. Debería haberlo sabido mejor que el maldito idiota era
demasiado estúpido para tener miedo.

Va a...

Moví mi mirada hacia abajo a mi puño, para ver una pequeña mano
acariciando la mía. Mirándola, no dijo nada, sólo apoyó la cabeza en
la ventana.

—¿Cuánto falta? —Le pregunté a Greyson, más tranquilo.

—Diez minutos. Tráfico, Señor.


La imagen de mi abuela apareciendo en mi mente, me tragué el nudo
en la garganta...

Dios, no puedes tener a mi abuela también.

—Boston, Señor —dijo Lex, y aunque ya tenía la sensación de que


había llegado a ese nivel... se me metió bajo la piel.

Me entregó la tablet, permitiéndome ver los mensajes privados entre


Sammy y los hermanos Finnegan... justo después de que le perdonara
la maldita vida.

—¿Ella está realmente fuera? ¿Está con los Callahan?

— Sí, todo el mundo habla de la boda.

—Ya veremos eso...

—Se trataba de mí —susurró, y no me había dado cuenta de que


estaba leyendo por encima de mi hombro.

Apagando la tablet, la dejé caer en el asiento.

—Ellos hicieron... esto. —Señaló el humo que venía de lejos—. Por mi


culpa.

Todavía no lo entendía.

—No. —No se trataba de ella—. No de ti. Nosotros.


IVY

—¿Sientes alguna presión aquí? —preguntó la doctora mientras me


apretaba los dedos en el cuello. Pero sólo miraba a Ethan mientras
estaba de pie, como una estatua, en la parte delantera de mi cama.
Sólo escuchaba parcialmente y esperaba oír si su abuela había salido
de la cirugía. Ya llevábamos un poco más de dos horas aquí.

Aparentemente había inhalado mucho humo y me revisaban cada


treinta minutos, aunque se suponía que era una vez cada hora hasta
que me dieran el visto bueno.

—¿Sra. Callahan? —me llamó y lo que más me sorprendió fue cómo


respondí—. ¿Siente alguna presión?

—Estoy bien.

Ethan rechino los dientes y respiró profundamente, algo que empecé


a darme cuenta que hacía cada vez que quería estallar pero trataba de
calmarse.

—Bien, estás a salvo. Daremos algo para el dolor…

—Sin medicinas, la interrumpí, haciendo que Ethan finalmente me


mirara a la cara.

—Dale las medicinas…

—No me gustan. No confío en ellos. ¡No las quiero! —Estalle hacia él.

—¡TOMA LAS MALDITAS MEDICINAS!

—¡NO!
Los dos nos miramos fijamente.

—No estás tan malherida. Tienes mucha suerte. Sin receta médica
estará bien —dijo el médico, interviniendo rápidamente, pero ni Ethan
ni yo miramos hacia otro lado hasta que la puerta se abrió.

—¿Señor?

Salió corriendo, y también me levanté, dejando la habitación privada


que me había conseguido innecesariamente y siguiéndole hasta que
llegamos a un vestíbulo privado donde Donatella, Helen, Nari, junto
con Sedric y Darcy estaban mirando al doctor.

—Sr. Callahan. —El hombre mayor asintió hacia Ethan.

—¿Cómo está? —preguntó directamente.

—Está estable. —En el momento en que lo dijo, todos los demás se


relajaron. Incluso Ethan se veía medio punto decimal mejor—. Sin
embargo, las quemaduras en su brazo y pierna izquierda son graves
para una mujer de su edad. Necesitará mucho descanso y cuidado,
mientras se le hacen injertos de piel. Todos ustedes son libres de verla,
pero todo su cuerpo sigue sufriendo, sólo hay una cantidad limitada
de morfina que podemos darle.

Donatella fue la primera en lanzarse hacia su habitación, seguida por


Darcy.

—Señor… —El grandote, Greyson, volvió a llamar su atención, y antes


de que pudiera terminar de decir algo las puertas del ascensor se
abrieron. Un hombre alto con los familiares ojos marrón claro salió
vestido con jean y una chaqueta de cuero. Jalando su brazo del agarré
que tenía uno de los guardias, se puso delante de Ethan, y se miraron
fijamente.

—¿Dónde está?
—¿Y tú eres? —Ethan respondió.

—¡Corta el rollo, Ethan! —gritó en su cara, pero Ethan no se movió—.


¿Dónde está Nana?

—Dijiste que no querías ser parte de esta familia, Wyatt.

¡Wyatt! Era su hermano. Su hermano. Ahora que lo había dicho, la foto


que Nari me había mostrado me vino a la mente. Sin embargo, ambos
se veían mucho más guapos en persona… ¡Por el amor de Dios, eso no
es importante, Ivy!

—Ethan. —Wyatt agacho la cabeza—. ¿Vas a hacerme rogar para ver


a mi propia abuela?

—Los médicos dijeron que sólo la familia. Otra vez…

—Por favor —lo interrumpió y debe haber necesitado todo lo que hay
en él para decirlo. Apretó el puño y la mandíbula, diciendo de
nuevo—. Por favor, déjame verla. Si no es por mí, hazlo por ella.

—Puedes esperar aquí hasta que ella pregunte por ti —dijo Ethan,
girando para entrar en la habitación.

—¿Me estás tomando el pelo? —Wyatt se quebró, tratando de moverse


de todos modos, pero el guardia lo hizo retroceder. Ethan, ignorándolo,
se detuvo, esperando que lo siguiera.

—Tampoco soy familia todavía —le recordé. Tronó su mandíbula por


la molestia—. También iré cuando me llame.

Parecía dispuesto a arrancarme la cabeza pero se retuvo, asintiendo.


—Bien.

Viéndolo desaparecer en la habitación, me senté en uno de los sofás.


—¡Esperaré! Así que quítame las manos de encima. —Wyatt aparto
sus brazos. Parecía listo para luchar… contra cualquiera en ese
momento antes de finalmente sentarse en las sillas frente a mí,
pasando sus manos por su cabello castaño. Era más ligero, pero no
por mucho, que el de Ethan. Mirándome, frunció el ceño.

—¿Eres la loca que se une a esta familia? —preguntó.

—¿Eres el loco que se fue?

—No estoy loco. —Sacudió la cabeza y señaló el hospital—. ¿Sabes


cuántas veces hemos venido a este hospital? Toda esta suite fue
diseñada no para gente de alto perfil, sino para nosotros. ¿Por qué?
Porque una y otra vez esta familia se mete en una mierda tan profunda
que no se puede evitar este lugar… o la morgue. La gente normal no
vive de esta manera.

—Sí. —Asentí, pensando en cómo también quería ser normal hace


tantos años.

—No pareces la devota adoradora habitual —murmuró, estrechando


sus ojos hacia mí.

—¿Qué?

—Esos tontos. —Señaló tanto a Greyson como a... Toby, creo. Ambos
ni siquiera se molestaron en mirarlo—. Los idiotas que morirían por la
gente de esta familia sólo porque...

—Ese idiota. —Señalé a Greyson—. Es el que encontró a tu abuela y


la sacó antes... de que pudiera haber sido mucho peor. No soy una
devota adoradora como dijiste, pero al menos no lo llames idiota. Es
un héroe.

Echó una mirada a Greyson, que aún no lo miraba, permaneciendo


como esos guardias con sombreros graciosos en Londres... sólo que
sin los sombreros graciosos.
—Greyson, aparentemente te debo una.

—Nuestro líder supremo nos ha dicho que no te reconozcamos, así que


puedes quedarte con tu favor —dijo Greyson como un robot, y me reí.

¡Me retracto! No, definitivamente no como los Guardias de Londres.

—Todavía tan mezquino como siempre. —Se rio, sacudiendo la cabeza.


Luego se concentró en mí—. Si no eres una de sus seguidoras, ¿De
dónde eres?

—¿No lo sabes? —Fruncí el ceño por eso.

—No te lo tomes como algo personal. —Se inclinó hacia atrás en su


asiento—. Hago todo lo posible para evitar cualquier charla sobre los
irlandeses, o los italianos, o cualquier cosa que involucre a esta
familia.

—Soy de Boston —dije y sus cejas se juntaron en la confusión.

—¿Boston, Massachusetts?

—Nacida y criada —dije con orgullo.

Me di cuenta de que estaba dividido entre preguntar más y no querer


involucrarse, como dijo, con esta familia.

—Tengo una pregunta para ti, como tu futura cuñada.

—No prometo que responderé, pero puedes preguntar.

—También quiero ser normal —le dije, así que supo que no estaba
tratando de atacarlo—. Siempre he querido ser normal. Quería que mi
madre me peinara para el baile de graduación. Que mi padre me
acompañara al altar. Graduarme en la Universidad de Boston con un
título en Bioquímica y Ciencias Farmacéuticas, hacerme famosa por
crear medicina que salven vidas. Tener una casa con una terraza para
poder ver la lluvia o la nieve, con una mascota, probablemente un
perro porque mi papá era alérgico a los gatos. ¿Quizás un Russell
terrier?

—¿Hay una pregunta en todo esto? —Sonrió. Estaba seguro de que le


gustaba la idea.

—Sí. —Asentí—. ¿Qué haces cuando te conviertes en una víctima?

—¿Qué?

—¿Qué haces cuando te conviertes en una víctima? —Le pregunté de


nuevo—. Me llamaste loca por unirme a esta familia. Pero nunca soñé
que mi vida sería así. Pero mi madre fue asesinada. Luego también mi
padre. Luego me mintieron, me estafaron, y perdí siete años de mi vida
porque nadie me cubría las espaldas. Ni mi familia. Ni la policía, ni los
tribunales. Nadie. Tu familia no me hizo eso. La vida lo hizo. ¿Qué se
supone que debo hacer? ¿Esperar al karma? ¿Esperar a la justicia?
Doscientas mujeres estaban en mi bloque de celdas, todas querían ser
normales y algo salió mal. Muchas de ellas por sus propias manos...
demasiadas por las manos de otros. Si fuera otra persona, otra familia
que controlara en lugar de los Callahan, tú también estarías en esa
iglesia. Nadie habría sacado a tu abuela. Entonces dime... ¿A qué te
dedicas? Porque por lo que he visto, si no eres el victimario... eres la
víctima.

Sacudió la cabeza, poniéndose de pie. —Encajarás bien, Ivy.

—¿Te vas?

—Voy a comprobar con el hospital y ver si alguna de las otras víctimas


necesita ayuda. Lo más probable es que esté fuera durante unas horas
más. Hágaselo saber al supremo. —Le dio una palmadita en los
hombros de Greyson y Toby antes de ir al ascensor.
No había necesidad de decírselo porque en el momento en que las
puertas se cerraron Ethan salió al vestíbulo. Estaba segura de que
había escuchado la conversación. Y aunque no parecía estar perplejo,
había algo en sus ojos mientras miraba las puertas cerradas del
ascensor.

—Llama que traigan el auto —le dijo a uno de ellos.

—¿Vas a algún sitio? —Pregunté, levantándome del asiento y


poniéndome delante de él. Su mirada bajó hacia mí. Sin mis tacones
me sentí muy pequeña bajo su mirada.

—Sí, a ser el victimario —respondió, caminando a mi alrededor y hacia


el ascensor. Obviamente escuchó nuestra conversación—. Ve a
descansar.

—En el momento en que la mierda golpee el ventilador, como suele


suceder en la familia Callahan, se dará cuenta de que no eres lo
suficientemente fuerte para ser su mujer.

Sus palabras me molestaron. Sentía que si me iba a la cama cuando


salía, le demostraría que tenía razón. Y así, cuando la luz se encendió
indicando que el ascensor llegó, me puse a su lado.

—¿Qué estás haciendo?

—Siguiéndote.

—¿Por qué?

—Porque no quiero oír hablar de ti a otras personas —dije, subiendo


al ascensor. Él y sus guardias me miraron fijamente, sin
moverse—. ¿Vienes?

—Ivy, no es un juego...
—¡Oops! —Cerré las puertas, gritando— ¡Lo siento, vas a tener que
tomar el siguiente!

Me reí, deseando tanto poder ver su cara. Probablemente nunca había


tenido a nadie que le hiciera eso antes. Cuando llegué al piso de abajo,
me di cuenta de que podría haber estado realmente loca porque fue
entonces cuando lo vi, el puro caos. La gente seguía entrando
apresuradamente, había médicos y enfermeras por todas partes.
Wyatt, que había bajado hacía sólo unos minutos, ya estaba de alguna
manera en una camilla trabajando sobre una niña pequeña, tratando
de meterle un tubo por la garganta. Cuando lo introdujo, saltó,
gritando algunas instrucciones antes de correr hacia el siguiente
paciente. La sangre goteaba por todos los pisos, que rápidamente
estaban siendo limpiados por los conserjes. En la sala de espera, la
gente que aún estaba vestida con sus ropas de iglesia se sentaba
abrazándose fuertemente.

—No vayas a ninguna parte sin avisarme y al menos con un guardia.


—Ethan apareció a mi lado, y salté, sin darme cuenta de cuánto
tiempo había estado allí. Miró hacia el vestíbulo sin ninguna emoción.
¿Cómo podía hacer eso? No estaba segura—. Vámonos.

Lo seguí atrás de él mientras caminaba hacia las puertas de cristal y


otra vez estaba tan distraída por todo que me tropecé con su espalda,
sin darme cuenta de que se había detenido. Se paró más recto,
mirándome por encima del hombro.

—Lo siento —murmuré, llevando un mechón de mi cabello detrás de


las orejas.

Mirando al frente, vi a un niño pequeño, tal vez de siete u ocho años,


agarrado al brazo de algún animal de peluche... no podía decir porque
sólo tenía lo que quedaba del peluche... un brazo.

—¿Sí? —Ethan le preguntó.

—¿Es usted el Sr. Callahan? —El chico frunció el ceño.


Ethan asintió, y el chico levantó el brazo del peluche y se lo acercó. —
Era de mi hermano. Ya se ha ido. Mamá dijo que lo recordaras. Les
harías pagar por mi hermano.

—¡Tony! —Una mujer, que sólo podía adivinar era su madre, se


precipitó hacia él, agarrándolo fuertemente. Nos miró a los dos, con
los ojos inyectados en sangre—. Lo siento...

—No se disculpe, Sra. Bellucci —dijo, bajando el brazo de peluche y


devolviéndoselo al chico, le dijo—. No necesito esto para recordar a su
hermano. —Sacó una pequeña navaja y se cortó la palma de la mano,
sacando su propia sangre antes de mostrársela—. Así es como lo
recuerdo.

Girando hacia las puertas, salimos al aire frío. Sólo era el final de la
tarde, así que una parte de mí esperaba que estuviera oscuro afuera.
Había prensa y ambulancias por todas partes. El Range Rover se
detuvo justo al lado del hospital para no bloquear a nadie. Toby
mantuvo la puerta abierta, permitiéndome entrar primero. Se sentó a
mi lado.

—No puedes tenerlos —habló por teléfono, inclinándose hacia atrás


en su asiento—. Jefe Moen, esto es personal. Te daré uno de ellos...
puedes inventarte la historia que quieras... radicalismo, satanismo,
pura locura, no me importa. Pero sólo conseguirás a uno de ellos con
vida.

Apoyó su dedo en el labio, mirando por la ventana. La rabia... la sed


de sangre salía de él en oleadas.

—En Boston —hablé en voz baja y no me atreví a mirarlo mientras lo


hacía—. Decían que los Callahan eran codiciosos y egoístas, matones
hambrientos de poder que ya no se preocupan por su propia gente.

—Tienen razón —dijo, para mi sorpresa—. Somos codiciosos, egoístas,


y el hambre de poder es nuestra segunda naturaleza. Me da igual si
me importa o no, son nuestra gente y es mi deber asegurarme de que
todos sobrevivan a cualquier precio. Y así lo hago. Wyatt quiere ayudar
a las víctimas. Pero es el dinero Callahan el que expandió ese hospital
y el dinero Callahan el que se ocupará de esa gente cuando el gobierno
se detenga. ¿De qué sirve salvarles la vida si no puede permitirse
vivirla después?

Empezaba a entender por qué todo el mundo era tan devoto de ellos.
—Un gángster con sofisticación y moralidad.

Las comisuras de su boca aparecieron.

—Exactamente.
ONCE

“Cuando un monstruo dejó de comportarse como un monstruo


¿Dejó de ser un monstruo? ¿Se convirtió en otra cosa?”
~ Kristin Cashore ~

WYATT

—Buen trabajo, Dr. Callahan. —Algunos me dieron una palmadita en


el hombro al salir del quirófano. Eché un vistazo al anciano que
estaban llevando a recuperación.

—Es un placer tenerlo aquí, Dr. Callahan —dijo la Jefa Shen mientras
se lavaba las manos arrugadas a mi lado. Ya sabía lo que iba a pedir.

—Es sólo por un rato, pero me alegro de haber podido ayudar. —Sonreí
educadamente.

—Toda su familia está aquí, Dr. Callahan. Me sorprende que haya


elegido Boston en lugar de Chicago.

—Necesitaba un cambio de escenario —dije, secándome las manos, y


me quité el gorro para cirugía.
—Si usted...

—Soy feliz en Boston por ahora, gracias. —Me fui antes de que ella y
todos los demás médicos del hospital trataran de reclutarme para
trabajar con ellos, seguí las líneas amarillas hacia la parte vieja del
hospital hasta que llegué a las escaleras. Sabía que sólo me querían
porque esperaban que entrara más dinero en el hospital. Era el médico
con un cajero automático, no importaba lo bueno que fuera. La gente
todavía me miraba, esperando que les diera cientos de miles para sus
investigaciones o que construyera una nueva ala del hospital para
ellos.

Al salir al exterior, en un callejón conocido, inhalé el aire frío, metí mi


mano en el bolsillo para agarrar el paquete de cigarrillos. Encendiendo
uno, no lo fumé pero lo coloqué en las escaleras a mi lado... el mero
olor me recordó las muchas veces que atrapé a mi padre escondido en
este mismo callejón para fumar. Había perdido la cuenta de cuántas
visitas al hospital habíamos tenido que soportar. Pero siempre recordé
haber venido aquí a sentarme con él.

—Tú también pensarías que estoy loco, ¿Verdad, papá? —Pregunté en


voz baja. Miré fijamente al cielo, la marca de humo que se desvanecía
en la distancia aún era evidente—. No puedo decir que me importe,
aunque... tengo paz.

Cada vez que venía a esta ciudad olvidada por Dios, sentía como si
mis pulmones se colapsaran. Nunca terminaba. Nos vengábamos,
alguien más buscaba venganza contra nuestra venganza, una y otra
vez hasta que las madres enterraban a sus hijos y viceversa. El círculo
vicioso vivió de generación en generación. Sólo quería que terminara.
Y por eso me saqué a mí mismo de él. Tenía que hacerlo.
—¿Escuchaste que los Callahan se consiguieron una suite de lujo
aquí? —Algún idiota se rio justo debajo de la escalera—. Sí, están
todos aquí. La mitad de los malditos irlandeses de la ciudad están
aquí.

Poniendo los ojos en blanco, me levanté y me dirigí a la puerta.

—Exactamente. No hay nadie en su maldita mansión.

Hice una pausa, mirando al cielo. ¿En serio, Dios? ¿Por qué? Por lo que
sea. No era probable que pasaran la seguridad de todos modos.

—Al diablo con la seguridad. Bueno, joder, no tienes que miar mi idea
así. Joder. —Escupió a un lado y se rio— ¡Ahora estás hablando! Estoy
seguro de que podríamos golpear algunas de las casas... Estoy
revisando la mierda de algunos de los muertos. Ya me he comprado
unos bonitos relojes.

Soltando la manilla de la puerta y me gire, bajé las escaleras, rezando


para que me oyera y al menos corriera.

—No, tengo unos cuantos crucifijos y anillos de boda pero todavía no


mucho. —Cuando sus ojos oscuros se encontraron con los míos, miré
fijamente al hombre que llevaba el uniforme azul. Colgó
rápidamente—. ¿Qué mierda estás mirando?

No le respondí. Mi mirada se dirigió al reloj de su muñeca.

Se fijó que miraba el reloj. —Un regalo.


Esta mierda asquerosa.

—Tengo trabajo que hacer —dijo, dándose la vuelta y tratando de abrir


la puerta. Agarrándolo por su cabello, lo tiré hacia atrás y lo golpeé
contra la pared de ladrillos justo al lado de la puerta.

—¿Los muertos dan regalos ahora? —Pregunté, sin esperar a que


respondiera antes de golpear su cráneo contra la pared roja una y otra
vez hasta que se rompió, hasta que la sangre salpicó mi cara, hasta
que su cuerpo fue un peso muerto, hasta que me sentí jodidamente
mejor. Entonces lo dejé caer.

Inclinándome sobre él, agarré su teléfono, que estaba bloqueado, pero


gracias a Dios por la tecnología. Levantando su mano, puse su pulgar
sobre el lector. Desbloqueado, volví a marcar el último número al que
había llamado.

—¿Mark? ¿Cómo te atreves a colgarme, idiota? —gritó una mujer tan


fuerte que tuve que apartar el teléfono de la oreja. Casi me arrepiento
de haber matado al imbécil. Estaba seguro de que esta mujer le habría
hecho un gran daño.

—Mark ya no puede atender el teléfono —le dije, mirando el desastre


que había hecho.

—¿Quién diablos eres tú?

—Cariño, si no quieres terminar como tu amigo, te sugiero que dejes


de robar a los muertos y que enmiendes tus actos. —Colgando, le lancé
el teléfono a su pecho.
Chicago siempre sacó lo peor de mí.
DOCE

“Veo tu lado oscuro sangrante. Siento tu corazón enojado.


Revela lugares prohibidos. Más monstruo aún vivo…”
~ Static-X ~

ETHAN

Me quité la chaqueta y el chaleco, se los entregué a Ivy. Estaba tan


absorta en lo que estaba pasando, que ni siquiera discutió. Frotando
un lado de mi barbilla, respiré hondo, girando hacia los tres estúpidos
que ahora estaban arrodillados en la hierba delante de mí.

Mis manos temblaban.

—¿Saben que mi familia tenía una regla contra los asesinatos en los
días domingos? —les pregunté mientras el viento soplaba a través de
nosotros, deslizando los nudillos de latón dorado en mis manos—. Soy
muy particular en cuanto a cumplir las reglas. Así que nunca las había
roto... no hasta hoy.

Mi puño impactó, golpeando el latón en un lado de la cara del primero.


Me agarré a su cuello antes de que pudiera caer, golpeándolo de
nuevo.
—¡PEDAZO DE MIERDA! —grité mientras mi puño golpeaba su cara
una y otra vez, arrancando la carne. Me costó toda mi fuerza no seguir
adelante. Apartando mi mano hacia atrás, la sangre oscura goteaba
de ella. Lo solté y se cayó. Levantando la mano, me limpié la sangre
de la mejilla... o quizás la estaba extendiendo más. Tratando de
calmarme, me volví hacia el resto de ellos. Ninguno habló. No es que
pudieran hacerlo con la cinta adhesiva sobre sus bocas.
Arrodillándome, puse mi mano en la cara del siguiente hombre—.
¿Parezco realmente el tipo de hombre que muere fácilmente?

Me miró fijamente.

—No me gusta esa mirada. —Fruncí el ceño, saqué mi cuchillo y lo


apuñalé justo en el ojo.

—¡MIGHJ MEH! —gritó contra la cinta, retorciéndose como un gusano


en el dolor.

—Mucho mejor. —Volví a dar un paso atrás—. Todos deben pensar


que tienen bolas de acero. Volaron una iglesia. Todos son tan malos,
¿Verdad? Veamos.

Uno por uno mis hombres los pusieron de pie, todos menos Sammy,
y les bajaron los pantalones. En el momento en que lo hicieron, los
tres entraron en pánico.

—Greyson, muéstrales qué tipo de hombres son realmente. —No tuve


que decirlo. Lo había estado esperando. Su padre estaba en esa iglesia.
Agarrando las bolas del primero, las tiró antes de cortarlas. Estaba
seguro de que ahora estaban sollozando, pero no podía oír nada por el
golpeteo de mi sangre en los oídos. El recuerdo de Ivy, su primer día
en el mundo como mi mujer, tropezando cubierta de polvo y sangre,
mi abuela quemada, Donatella gritando. Cuanto más pensaba en eso,
más me enfadaba. Agarré las bolas de la hierba y las metí en la boca
de su dueño antes de pisotearle la boca y la cara hasta que dejó de
retorcerse de dolor y murió o cedió al dolor.
Tomando el cuchillo de Greyson, agarré el cabello del segundo, tirando
de su cara hacia atrás y grabando la palabra fhealltóir en su cara.
Luchó, sólo empeorando las cosas para él mismo. Listo, golpeé mi
cabeza contra la suya. Ya no había palabras que pudieran expresar mi
ira y yo estaba rugiendo de rabia. —¡AHHH!

Respirando pesadamente, cada uno de mis hombres se alejó de mí


cuando me metí en la parte de atrás del auto, agarrando la cuerda y
un frasco. Volviendo a Sammy, sacudió su cabeza hacia mí. Agarrando
un puñado de su cabello, lo arrastré hacia el árbol, atando la soga
alrededor de su cuerpo, así como cualquier antiguo niño explorador
debería hacerlo antes de rasgarle la camisa. Su flaco y blanco pecho
se levantó y cayó una y otra vez, su miedo se hizo notar. Le arranqué
los jeans hasta que se quedó en su antigua ropa interior blanca.

Girando la cuchilla en mi mano, la introduje profundamente en su


estómago, haciendo un corte lo suficientemente profundo como para
desangrarlo, pero no rápidamente.

Abriendo el frasco de miel, lo esparcí sobre su cara. —Tu tío me dijo


una vez que te aterrorizaban los insectos... qué malvado. Disfrútalo.
—Le di una palmadita en la mejilla, dejé caer el frasco junto a sus pies
y me volví. No estaba seguro de por qué o cómo. Pero me había
olvidado de ella. Sus grandes ojos azules sobre mí, estábamos
cubiertos de sangre, rodeados de hombres muertos o moribundos. Y
lo que era peor, era el hecho de que no podía entender lo que estaba
pensando.

—Asegúrate de que todos mueran —le dije a mis hombres y me volví,


dejando a Sammy atrás, caminé hacia la mansión más arriba en el
bosque. Podía oírla siguiéndome en silencio.

Caminamos hasta que no pude soportarlo.

—¡ESTO ES LO QUE SOY! —grité, volviéndome para enfrentarla, y ella


volvió a tropezar—. Cualquier pensamiento juvenil que tengas sobre
la venganza, termínalo. Porque esta es la única manera en que
resuelvo las cosas. Tus primos... reza para que mueran rápido porque
si no lo hacen los encadenaré a mi sótano como los malditos perros
que son hasta que decida que he terminado de torturarlos y les prenda
fuego.

—Está bien. —Asintió.

—¿Está bien? —Di un paso hacia ella, y retrocedió—. Sin embargo,


tienes miedo.

—No. —Frunció el ceño, señalando mis manos—. Olvidas el hecho de


que acabas de tocarle las pelotas a un tipo... soy alérgica a la miel.

Ella, aún sosteniendo mi ropa, caminó a mi alrededor y hacia la


mansión, dejándome tan confundido que la única explicación para su
reacción a medias fue... Ivy estaba loca.

¿Por qué me hizo sonreír?

IVY

Su habitación era enorme.

Y mientras me sentaba en su cama, traté de no mirarlo mientras se


duchaba, porque no tenía una maldita puerta, sólo una ducha de
cristal bajo la cual se paraba.

Sólo una mirada no haría daño, me mentí a mí misma, mirando para


ver su perfectamente esculpido trasero. Parecía tan difícil desde aquí.
Inclinando la cabeza hacia un lado, me incliné hacia adelante, ahora
abiertamente, hasta que se dio vuelta y sus ojos estaban en mí
mientras el agua viajaba por un pecho aún más sexy de lo que podría
haber imaginado.
Mierda. Rápidamente, volví a mirar hacia delante.

Me había limpiado en el hospital y aún así me sentía sucia. No estaba


segura de si era realmente mi cuerpo o mi mente en este momento. Al
oír que la ducha se detenía, fingí estar interesada en mis uñas.

—¿Estás tan caliente que no puedes pensar en nada más?

—¡Eh! —Mis ojos se dirigieron a él y se enfocaron. Se quedó desnudo


al lado de la cama, usando la toalla para secarse el cabello y no
cubrir... su polla... su muy grande... gruesa...

—¿Oye? —Sonrió, repitiéndome.

—¡Cállate! —murmuré, lanzándole su chaqueta. ¿Por qué carajo


seguía sosteniéndola? Era molesto.

—Maté a dos hombres delante de...

—No lo sé. Es como el gato de Schrödinger. Ambos están vivos y


muertos hasta que alguien pueda confirmar cualquiera de los dos.

Me miraba como todos los demás en la prisión cuando seguía


comiendo, incluso cuando apuñalaban a alguien en mi mesa.

—Se lo merecían. No tienes que preguntarte si estoy bien o no. Porque


se lo merecían.

—¿Y si mato a alguien que no se lo merecía? —preguntó, moviéndose


para sentarse en su sofá desnudo... quieto. Afortunadamente se le
había caído la toalla en el regazo.

No le contesté.

No habló.
Así que nos miramos hasta que volvió a hablar.

—¿Cuánto tiempo vamos a hacer esto, Ivy?

—¿Hacer qué?

—Follarnos con los ojos —dijo, haciendo exactamente eso.

—Sólo nos conocemos desde hace dos días —dije mucho más
suavemente... de lo que quería, moviéndome en su cama.

—¿Y qué? —Su ceja subió.

Tenía razón. Ni siquiera lo conocía y dije que sí a casarme con él.


Bueno, nunca me lo había pedido, pero aún así...

—Ivy.

—Sí.

—Ven aquí —me exigió, y no pude. No lo haría... pero él sólo tenía que
mirarme en ese momento y decir—. Por favor...

Arrastrándome hacia adelante en la cama hasta que llegué al borde y


pisé la madera, me paré entre sus piernas. Sentado, puso su mano en
la parte posterior de mi muslo y apoyó su cabeza en mi estómago.
Incapaz de detenerme, pasé mis manos por su oscuro y húmedo
cabello.

—Hoy... fue un desastre —murmuró—. Quería mostrarte algunas de


las mejores partes de esta familia antes de que oscureciera.

—¿Por qué? —No es que mi opinión haya importado.

Levantó la cabeza. —Esto es para siempre. Eres mía para siempre.


Una vez que tu ira se haya ido, ¿Qué te hará quedarte?
Fruncí el ceño y me incliné lentamente sobre él, permitiéndole
relajarse y a mí sentarme en su regazo. Cuando alcancé a tocar su
cara, se echó hacia atrás ligeramente. —No te gusta que te toquen. —
No estaba preguntando. Me di cuenta de que nadie lo tocaba, excepto
cuando le agarraba el brazo.

Asintió pero no habló, recordándome que sólo respondía a preguntas


directas.

—¿Por qué?

—No me gusta cómo me hace sentir —respondió honestamente, pero


aún así no lo entendí. Debió verlo porque siguió adelante—. Cuando
mi abuela extiende la mano para tocarme, lo hace porque ve a mi
padre. No soy mi padre. Mi hermana, extiende la mano cuando se está
derrumbando. No siempre puedo estar ahí para salvarla. No quiero
que sienta que puede contar conmigo para eso también. El resto de mi
familia, es como si esperaran algo. Si no son familia, no necesitan
tocarme.

—¿Y yo?

Pensó por un momento y simplemente dijo —No estoy acostumbrado


a ti.

Probando esa teoría, le alcancé para tocarle la mandíbula, y esta vez


no se alejó, permitiendo que mis manos rastrearan su piel.

—No tengo a nadie más —susurré suavemente, rozando ligeramente


su piel—. Esta mañana me desperté pensando que no quería ser como
tú y tu familia. Y ahora...

—¿Y ahora? —Me alcanzó, agarrándome las manos.

—Y ahora, todo está roto. —Lo había visto mientras se rompía—. Lo


que yo creía. La gente que me importaba. Todo se ha ido. Y no hay
nada más para mí que ser la Sra. Ivy Callahan. No hay nada para mí
excepto esto. Así que voy a disfrutarlo. Tú me trajiste aquí... espero
que sepas lo que has hecho porque ahora no me voy a ningún lado.

Me bajó la barbilla, deteniéndose justo cuando nuestros labios se


juntaban. —¿Qué hay de ganarte?

—Cállate y bésame, Ethan. —No tuve que pedírselo de nuevo antes de


que sus labios estuvieran sobre los míos. Al recostarse, su mano se
agarró a mi cintura mientras mi cuerpo se apretaba contra su pecho
desnudo. Su lengua caliente se deslizó en mi boca, mi lengua se
arremolinó sobre la suya, probándolo. Sentí como se endurecía bajo
mí. Su polla se levantó, metiendo mi muslo a través de la toalla. Nos
besamos hasta que mis pulmones se quemaron e incluso entonces
quise más... tristemente, se alejó, no mucho, pero lo suficiente para
que ambos respiráramos.

Levantándome y llevando mis manos detrás de mí, bajé la cremallera


del vestido, también se levantó, ayudándome a sacar los brazos de las
mangas, y luego me quitó el brassier. Lo tiró a un lado, y sin las copas,
mis pechos rebotaron ligeramente delante de sus ojos. Mi vestido
estaba ahora esparcido alrededor de mi cintura.

—Ahh... —Jadeé cuando su fría mano agarró suavemente mi pecho,


su pulgar golpeó mi pezón antes de inclinarse hacia adelante y llevarlo
a su boca. Lamiéndome los labios, me agarré a su cabello,
permitiéndole besar donde quisiera. Su mano derecha se deslizó entre
mis muslos y se congeló cuando tocó los labios de mi coño.

—¿Has estado conmigo todo el día sin ropa interior?

—Me siento un poco insultada, sólo hasta ahora te has dado cuenta.
—Sonreí ante la lujuria de sus ojos, alcanzando la toalla la tiré en la
misma dirección en la que había tirado mi brassier.

—Acepta mis disculpas entonces.


—Oh... —Jadeé, agarrándome de su hombro mientras metía dos
dedos. Al morderme el labio inferior, mis caderas se balancearon
contra sus dedos, completamente bajo su control, para mi disgusto.
Traté de mirarlo mientras sus dedos se estiraban sólo para frotar los
labios húmedos de mi coño. No se dio cuenta de que dos personas
podían jugar a este juego. Alargando la mano, lo agarré, haciendo que
su boca se separara un poco. La misma mirada que le había dado a
él, me la estaba daba a mí también...

—Ah... joder. —Apreté los dientes cuando tres de sus dedos entraron
en mí. Cerrando los ojos, respirando por la nariz, envolví mis dedos
alrededor de su polla, deslizándolos hacia abajo y hacia arriba, mi
pulgar deslizándose sobre la punta.

—Abre los ojos —susurró, besando la parte superior de mi oreja.

No pude. Apenas podía aguantar, y mucho menos verle


observándome.

—Ivy. —Dijo mi nombre tan suavemente y me besó en el rostro tan


dulcemente que nunca creerías que era el mismo hombre que acababa
de matar a tres hombres.

Abriendo mis ojos, su frente se apoyó en la mía y mi corazón golpeó


contra mi pecho mientras sacaba los dedos, levantando ligeramente
mis caderas... esperándome. Sin apartar la vista de sus ojos verdes,
mantuve su polla quieta, colocándola bajo mi coño. Su agarre sobre
mí se apretó. No estaba segura de si era él o yo quien temblaba...

—Ahh... —Los dos gemimos mientras me colocaba lentamente sobre


él.

—Ivy... —Apretó los dientes, sus ojos cayeron hasta mi cintura. Podía
sentir que me estaba estirando. Era... era el mejor dolor del mundo.
Colocando mis manos en sus hombros, tratando de respirar, me quedé
quieta mientras entraba en mí completamente. Sus brazos me
envolvieron con fuerza, sus manos alcanzando mi cabello, acercando
mi cara a la suya mientras nos besábamos. Cada parte de mí estaba
zumbando. Mientras nuestras bocas se juntaban, deliberadamente
empecé a moverme encima de él. Empezamos despacio, torturándonos
el uno al otro y a nosotros mismos.

Empujándolo contra el mueble, me miró hambriento mientras me


subía en su regazo, subiendo ligeramente y volviendo a bajar. Me miró
y eso me excitó mucho más de lo que debería. Levantándome, me
aparté el cabello de mi piel ardiente, moviéndome y rebotando más
rápido encima de su polla, el sonido de nuestras pieles golpeando
juntas y nuestros gemidos era lo único que podía oír.

—Joder... —Siseó, agarrándose a mí, empujando hacia arriba en mí.

—¡Ethan! —Apenas pude dejar de gritar.

Pero no le importaba. Aferrándose a mí, se clavó cada vez que bajaba,


profundizando, volviéndome cada vez más loca, hasta el punto de que
no me importaba quién me escuchara. Agarrándome de los pechos,
me pellizqué los pezones, gritando de placer mientras llenaba cada
centímetro de mí.

Los dedos de mis pies se curvaban, la presión en mi vientre suplicando


por su liberación... él estaba... —Oh... oh... ¡SÍ!

Al correrme, mi cuerpo cayó hacia él, y simplemente me agarró de las


caderas, se levantó del mueble llevándome con él. Envolviendo mis
brazos alrededor de su cuello, mi pecho estaba en llamas mientras me
ponía en la cama. Cuando se apartó de mí, automáticamente lo
extrañe.

—Si crees que he terminado contigo... estás tristemente equivocada.


—Me besó los labios. Acostado detrás de mí, me levantó la pierna.

Me quite el cabello del rostro. —No me importa equivocarme... uhh...


—Más fuerte —exigió, embistiéndome con su polla. Mi boca se abrió y
estaba segura de que estaba babeando en este punto, pero no pude
evitarlo. Me agarré a las sábanas mientras me follaba... el caballero
del sofá desapareció mientras me sostenía el muslo, sacándolo sólo
para luego empujarme hacia delante.

Mi mente no estaba funcionando mucho en este punto. Cualquier cosa


que quisiera se la daría para que nunca se detuviera.

—Más fuerte —grité, con las uñas clavadas en las sábanas, sonriendo
mientras toda la cama se movía con nosotros.

—¡Mierda! —Me reí o lloré... no lo sabía... pero esto era el cielo. Me


corrí por segunda vez con él.

—Ivy —gritó, entrando en mí.

Los dos jadeábamos por aire. Me soltó la pierna y cayó rápidamente.


Me quedé allí unos momentos antes de darme la vuelta para
enfrentarlo. Y la mirada en sus ojos, como un animal salvaje después
de su primera muerte, me dijo que esto era sólo el principio.

ETHAN

Parado bajo el calor de la ducha tratando de calmarme, me costó toda


mi fuerza no sólo follarla enojado. No para destrozarla. Estaba siendo
jodidamente considerado... yo. Una de las cosas que nunca había
sido... pero la mujer imprudente se puso en mi camino otra vez.

—Si vienes aquí, no podrás salir —le dije cuando oí sus pasos.

Como si no me oyera, se metió en la ducha conmigo, levantando la


cabeza para disfrutar del agua que caía por cada centímetro de su
cuerpo. Limpiándose el rostro, se volvió hacia mí y esperó... probando
que me había oído...

—Ivy. —Jadeé cuando se arrodilló delante de mí. Su lengua lamió un


costado de mí polla hasta que llegó a la punta. Sus manos se
deslizaron por mis piernas, hasta mis muslos mientras me llevaba a
su boca.

Maldita sea. Encorvado sobre el agua que caía sobre mi cabeza


mientras agarraba un puñado de su cabello con una mano y me
apoyaba contra la pared de la ducha con la otra, le metí la polla en su
húmeda, caliente y hermosa boca. No pude evitar rendirme, cerrando
los ojos y disfrutando de la forma en que me succionaba, los sonidos
que salían de ella mientras me follaba su boca. Mi polla golpeó tan
profundamente en su garganta y aún así no se atragantó como otras
mujeres, sólo la tomo felizmente, agarrándose a mis piernas para
apoyarse.

Todo mi cuerpo suplicaba por ella... para correrse... para ver si se la


llevaba toda. Pero cuando miré hacia abajo para verla observándome
a través de esas largas pestañas suyas. ¡Mierda! Esto no era suficiente.
Tirándole del cabello, la obligué a soltarme.

—¿Qué está mal? —preguntó inocentemente.

—Tú. —Estalle, dándole la vuelta e inclinándola, extendiendo sus


muslos, mientras se apoyaba contra la pared, apretando su sexy y
redondo trasero, que tenía las más bellas pecas—. Tú eres lo que está
mal.

Respirando por la nariz, agarrando su cintura, la saliva se acumulaba


en mi boca mientras me metía en su coño.

—Uhh... —Jadeó, presionando fuertemente sus manos contra la


pared.
—Traté de advertirte —dije, apretando mi mandíbula mientras cedía...
no, mientras dejaba de controlarme.

Nada me detuvo cuando me salí de ella y golpeé regreso tan fuerte


como pude. Mis caderas golpearon contra su piel... jadeando para
respirar mientras la tomaba... con fuerza. Golpeando su trasero hasta
que se puso rojo y encorvándose sobre su espalda... besé su hombro,
su espalda presionada contra mi pecho mientras me agarraba a sus
pechos, apretando ambos, pellizcando sus pezones rosados mientras
me la follaba.

—Ethan... —Lo que sea que estaba tratando de decir fue superado por
sus gemidos. Temblaba debajo de mí, gritando mientras se corría.

Mi visión se oscureció, pero no pude detenerme. Joder, está muy


apretada.

—Ahh... —No pude contenerme más, me quedé quieto mientras la


llenaba—. Joder.

—Acabamos de hacerlo. —Se rio cuando la saqué, colapsando en el


suelo de la ducha—. Cumpliste tu promesa... de ninguna manera
saldré de aquí.

Tragando la saliva en mi boca y cerrando los ojos, respiré


profundamente, el agua ahora fría en mi piel.

Es sólo el segundo día.

En sólo dos días de conocer a Ivy O'Davoren, que pronto será


Callahan, había visto lo peor de mí, de mi familia, y me tenía dentro
de ella de todos modos. Dos días, y aún así parecía que los años
habían pasado.

Finalmente pude ver bien, cerré el agua, dejándola mientras caminaba


hacia la bañera de hierro fundido en la esquina. La llené con agua
caliente antes de volver a recogerla y llevarla conmigo.
—Oh... — Sonrió cuando el agua tocó su piel.

Recostada en la bañera, vi como miraba al tragaluz, el día se


oscureció.

—Nos vamos a casar —le dije.

—Ya lo sé. Hiciste una especie de gran cosa al respecto. —Se rio,
levantando el anillo que ni siquiera recordaba haber visto en ella.

Sin embargo, ese no era mi punto. —Quiero decir, nos vamos a casar
esta noche.

Su boca se abrió. —¿Qué?

—Tan trágico como ha sido hoy, nos permite renunciar a una boda
masiva sobre la base de que nuestra iglesia familiar ya no es... —Me
mordí el interior de la mejilla—. Toda mi familia está en la ciudad. Lo
haremos en la habitación de mi abuela y terminaremos con esto.

Se volvió hacia mí e hizo un puchero. —No eres realmente romántico,


¿Verdad?

—Te lo dije ayer.

Puso los ojos en blanco. —¡Está bien! Y aunque acabas de follarme por
toda tu habitación, sigo vistiendo de blanco.

—Apenas te he follado por toda mi habitación. Todavía está el armario,


el balcón...

Puso su mano sobre mi boca. —¿Estás tratando de matarme?

¿Me lo estaba preguntando? Como si no fuera la razón por la que


estaba así para empezar. Levanté su mano de mi cara, acercándola a
mí, sus labios apenas se movían sobre los míos mientras hablaba.
—Mi padre me contó una vez que la historia reconoce a cuatro mujeres
peligrosas: la mujer que le dio la manzana a Adán, la que lanzó mil
barcos, la tercera que abrió la caja de Pandora, y la cuarta... la esposa
de la Ceann na Conairte.

Sonrió de oreja a oreja y respondió: —Siempre he querido ser


peligrosa.

Sonriendo, me incliné hacia atrás, mirando a través del tragaluz. —


Esa canción que cantaste ayer... cántala.

Se recostó contra mí, y cerré los ojos, escuchando su voz.

Estaba hecha para mí.


TRECE

“Vivimos en un mundo oscuro y romántico y bastante trágico.”


~ Karl Lagerfeld ~

ETHAN - 6 años

—Déjame ver...

—Lo tengo —dije, quitándome la corbata y caminando hacia mi tía


Cora junto a la chimenea. Ella miró a Wyatt y luego a mí.

—No le hagas caso. Es sólo...

Lo sé. Lo se devolví la voz. Siempre estaba en lo peor en esta época del


año. No había mucho que se pudiera hacer sino dejar que Wyatt
hiciera lo que quisiera. Viendo a Dona escribiendo, como siempre,
sentada junto a la ventana, con sus zapatos negros en el suelo a su
lado. Estaba concentrada, moviendo los dedos de los pies con
entusiasmo. Ni siquiera se fijó en mí cuando me senté frente a ella en
la ventana.

—¡Ethan! —Me gritó mientras le quitaba el libro—. Devuélvelo.

—¡Odio que me ignoren! —Le grité, quitándole las manos mientras


abría el libro—. ¿Qué estás escribiendo de todos modos?
—¡Ethan, voy a matarte! —Se abalanzó sobre mí, pero la esquivé,
levantándome con el libro. No quería leerlo, pero al ver el nombre de
mi madre escrito, no pude evitarlo—. Ethan.

Ignorándola y corriendo por la habitación mientras intentaba robarlo,


leí rápidamente.

—¡Wyatt, saca tu culo de la cama! —Melody gritó, arrancando las


sábanas del idiota dormido que todavía estaba follando en seco su
almohada.

—¡Mamá! —gritó—. ¡Sal de aquí!

—¡Vete tú. Soy la dueña de la casa! —le gritó.

—Ugh, eres tan... —Antes de que pudiera decirlo, tomó la almohada y


se la lanzó a la cabeza, enviándolo de vuelta a su trasero.

—¿Qué fue eso? —Cruzó los brazos.

—En serio, ¿Por qué debemos entrenar siempre? Quiero dormir. —Él
tomó la almohada y se la arrojó de nuevo. Pero siendo la gran mujer que
era, la agarro con una mano. Sin embargo, la almohada explotó,
enviando plumas de ganso por todas partes.

Ambos se congelaron.

Wyatt miró a su madre, sus ojos se abrieron de par en par en shock


antes de que no pudiera evitarlo y estalló en un ataque de risa.

—Pequeño... —Su madre agarró otra almohada y comenzó a golpearlo


sin piedad hasta que de repente una almohada le golpeó en la parte
posterior de su cabeza.

Al darse la vuelta vio el reflejo adolescente de sí misma con ojos verdes


ya en modo de batalla con dos almohadas en la mano. Le arrojó una a
Wyatt, quien escapó, agarrando rápidamente la almohada y girando
alrededor para enfrentarse a ella.

—Eh tú, Dona? —preguntó Melody a su hija.

—César debe caer, madre, —dijo su hija, cargando hacia ella. Pero
antes de hacerlo, una almohada le golpeó en la cara.

Conmocionada, Donatella miró a su hermano, que la miraba con


desprecio, tratando de ser serio, como era su naturaleza, pero ni
siquiera pudo evitar sonreír.

—No en mi guardia —dijo, de pie junto a su madre, que le entregó una


almohada.

—Y así se han trazado las líneas de batalla —dijo Wyatt, con una
amplia sonrisa en la cara, levantando a su hermana antes de rebotar
sobre las puntas de sus pies.

Melody echó un vistazo a su primogénito, diciendo: —Recuerda…

—La misericordia es sólo para Dios y el Papa —respondió, bien versado


en sus estrategias de batalla.

—¡PELEA! —Dona gritó, cargando una vez más.

Un caos total se produjo cuando comenzó la más épica batalla de


almohadas.

Plumas volando a izquierda y derecha en las caras y bocas de todos,


metiéndose en el cabello. Ninguno de los dos inclinaba la cabeza en la
derrota. En la familia Callahan la victoria era la única opción. Y parte
de la victoria, según les había dicho su madre, era la planificación
estratégica. Sabía que su hijo y su hija lucharían con sus almohadas
hasta que se les quitara hasta la última pluma. Sin embargo, era más
sabia, mucho más astuta, con años de victorias en su haber. Mientras
su primogénito los mantenía distraídos y luchaba con una mano a
medias... su mano derecha recogía todas las demás almohadas y las
tiraba detrás de ella. Sólo cuando todas las plumas se cayeron de las
almohadas de Donatella y Wyatt se dieron cuenta de que no tenían
otras armas.

—¡TRAMPOSO!¡ —Wyatt gritó, señalándolos.

—¿Ethan? —Melody lo llamó—. ¿Qué decimos de la gente que llama a


los demás tramposos?

—Tienen que ser perdedores. —Sonrió malvadamente.

—Exactamente. —Asintió—. Y como los perdedores deben recoger cada


pluma.

—Mamá, —se quejó Dona.

—¿Ethan? —volvió a llamarlo—. ¿Cómo llamamos a los quejicas?

—Todavía perdedores —respondió, la sonrisa en su cara ahora es una


sonrisa completa.

—Ustedes son... —Cuando Dona vio la mirada de su madre se calló y


se puso de rodillas para recoger las plumas.

—Esto va a llevar todo el día —gruñó Wyatt, poniéndose a su lado.

—¿Qué es esto?

Los cuatro se levantaron para ver a su padre, todavía en pijama, con su


cabello castaño en un desastre épico.

—Victoria —dijeron, Melody y Ethan al mismo tiempo.

Liam miró a sus otros dos hijos y sacudió la cabeza. —No te rindas.

—Se llevaron todas las almohadas —dijo Wyatt, mirándolo.


Liam suspiró, caminando hacia su esposa y besando su mejilla. —¿Qué
vamos a hacer con estos mocosos?

—¡Eh! —Ethan enloqueció—. Yo estaba en el equipo ganador.

Liam levantó la ceja, se agachó y tomó la almohada, golpeándole la cara


tan fuerte que cayó sobre su trasero junto a Wyatt. Luego se paró en el
mismo lugar que una vez estuvo parado.

—Ese es tu equipo. —Señaló a su hermano y a su hermana—. El único


equipo en el que está tu madre es el mío.

Melody se rio, moviendo la cabeza. —Qué inmaduro.

—Trata de negarlo —dijo, esperando que hablara, y no lo hizo, poniendo


los ojos en él. Pero la ignoró y miró a sus hijos—. Disfruta de la limpieza.
Tu madre y yo vamos a tener tiempo de adultos.

—¡ARG!

—¿EN SERIO?

—SÓLO VÁYANSE.

Los tres gritaron, completamente asqueados.

Su madre se inclinó hacia Ethan, arrancándole una pluma del cabello.


—Gracias por cubrirme las espaldas, hombrecito.

—Soy más alto que tú —dijo, enfurruñado.

—¿Quieres que te corte a mi medida? —Inclinó la cabeza hacia un lado.

—Quiero decir, no hay problema —dijo Ethan rápidamente, causando


que sus dos hermanos se rieran.
Mientras Melody besaba a sus otros hijos, Liam se inclinó frente a
Ethan, sonriendo, el Ethan que aún no había dominado. —Sin
resentimientos, niños. Un día, cuando te casen, lo entenderán.

Ethan no le dijo nada.

Volviendo a ponerse de pie, le revolvió el cabello a Dona y a Wyatt antes


de que él y su esposa se fueran.

Así es como la familia Callahan pasó el día de hoy.

Había llegado a sus últimas palabras, la fecha de hoy. Cuando levanté


la vista, tenía lágrimas que no dejaba caer acumuladas en sus ojos.
Me arrebató el libro y volvió a la ventana.

Frotándome la parte de atrás de la cabeza, mi pecho ardía... había


sonreído. Quería reírme. Se sentía tan real. Como un recuerdo que
había olvidado. Podía sentir las almohadas. Podía verla... nuestra
madre. Pero no era un recuerdo. No había almohadas y no podía verla.
Ella se había ido. Ella nunca tendría ese momento.

Eso es lo que está haciendo. Me di cuenta. Cada año sacaba el mismo


libro y debía hacer una historia, un final alternativo.

—No va a venir. —Mi tío Declan frunció el ceño, de pie en la puerta.

—Entonces yo no...

—¡Nos vamos! —Le grité a Wyatt—. Mamá al menos merece estos de


nosotros.

Molesto, deseaba no haberlo leído nunca. Lo empeoró. Dejando la


habitación, atravesé el pasillo hasta que salí de la maldita casa. Los
autos negros estaban esperando. Volviendo atrás, miré hacia la
oficina, su oficina. Todo lo que vi fue su mano con un vaso de vino...
el vino de mi madre.
—¿Ethan? —Toby dijo en estado de shock, colocando inmediatamente
las rosas a su espalda.

—¿Por qué pareces conmocionado? Es mi casa. —Lo miré y las rosas


seguían a sus espaldas—. Te dije el año pasado que mi madre no era
fanática de las rosas.

—Es la única flor que tenían preparada en la floristería.

Eso sonó como una mierda, pero no quise pensar más, abriendo la
puerta del lado del conductor.

—¿Vienes? —Le pregunté.

—Sí. —Corrió al otro lado del auto, saltando al frente y tirando las
rosas a la parte de atrás.

Salí. No quería estar cerca de ninguno de ellos en este momento.


Estaba harto... de todo.

—Toby.

—¿Sí?

Pensé en cómo decirlo y me decidí por lo más simple. —Cuando me


haga cargo, tendré que casarme... no dejes que me enamore de ella.

—¿Y cómo diablos se supone que voy a detenerte? —preguntó


seriamente.

Tenía razón. —Bien... si lo hago, y ella muere, mátame también... no


me dejes ser como él.

—Está bien.

Lo miré con desprecio, listo para echarlo del auto mientras seguía
conduciendo. —Al menos finge estar en conflicto por eso, idiota.
—¿Qué tal si te enamoras primero? Me preocuparé de eso entonces,
—murmuró, cerrando los ojos y sonriendo—. Nunca antes un
Callahan me había llevado en auto.

—¿Alguna vez te ha atropellado un Callahan? —le pregunté y por


suerte no habló. Conduje, sabiendo muy bien que un guardia me
seguía. No era necesario. Si retaba a alguien a que empezara la mierda
hoy... lo mataría con mis propias manos.

Si mi padre no iba a estar al lado de mi madre muerta, yo estaría allí.


CATORCE

"Tú y este mundo me recordarán"


~ Bonnie y Clyde ~

IVY

Yo, como muchas chicas, siempre soñé con el día de mi boda. Estando
comprometida una vez antes, ya había empezado a planear.

Mis colores iban a ser rojo intenso, naranja del atardecer y crema.
Quería rosas. No cualquier rosa, sino rojo intenso, rosa apenas
florecida y rosas blancas.

Mi vestido iba a ser hecho por la Sra. Crenshaw en la 2ª calle.

Se suponía que la boda iba a ser enorme. Toda mi vecindad estaría


invitada a venir.

Es curioso cómo funciona la vida, ¿no?

No había colores. Y ni siquiera habíamos pensado en flores hasta que


llegamos aquí, así que usamos los tulipanes rosados y púrpuras que
la tía de Ethan, Coraline, había traído para Evelyn. Mi vestido era
blanco, por suerte, y no era de la Sra. Crenshaw, sino de Diane von
Fürstenberg. Y aunque la familia de Ethan era numerosa, no era tan
grande. Nada en mi vida salió de la manera en que había intentado
planearlo.
Nada. Y sin embargo...

—Ethan Antonio Giovanni Callahan, ¿Tomas a Ivy O'Davoren como tu


legítima esposa, para tener y mantener, desde este día en adelante, en
las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la
enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe?

—Sí, acepto. —No dudó, sus ojos nunca se apartaron de los míos.

—Ivy O'Davoren, ¿Aceptas a Ethan Antonio Giovanni Callahan como


tu legítimo esposo, para tener y mantener, desde este día en adelante,
en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la
enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe?

—Sí —respondí suavemente, congelada bajo el poder de su mirada.

El sacerdote continuó. —¿Están preparados, al seguir el camino del


matrimonio, para amarse y honrarse mutuamente mientras ambos
vivan?

—Sí —dijimos al mismo tiempo.

—¿Están preparados para aceptar a los niños con amor de Dios y


criarlos según la ley de Cristo y su Iglesia?

¡Niños!

—Sí —dijo Ethan solo y levantó la ceja cuando no hablé. Me apretó la


mano ligeramente.

—Sí. —Asentí.

—Anillos —pidió.
Y Wyatt, incluso para su sorpresa, fue quien se lo dio. Ethan le miró
de forma extraña, pero Wyatt lo ignoró, retrocediendo, y Ethan se
concentró en mí nuevamente.

—Con este anillo, ato mi vida a la tuya, en las buenas y en las malas,
en la enfermedad y en la salud. Es un símbolo de mi amor eterno, mi
amistad eterna y la promesa de todas mis mañanas. Un recordatorio
exterior de nuestra unidad interior. Abandono a todas las demás, te
elijo a ti, hasta que la muerte nos separe —dijo Ethan, deslizando el
anillo de oro en mi dedo hasta que se encontró con el anillo de
compromiso.

Tomando el anillo de oro de las manos de Donatella, lo deslizo por su


dedo, repitiendo sus palabras. —Con este anillo, ato mi vida a la tuya,
en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud. Es un
símbolo de mi amor eterno, mi amistad eterna y la promesa de todas
mis mañanas. Un recordatorio exterior de nuestra unidad interior.
Abandono a todos los demás, te elijo a ti, hasta que la muerte nos
separe.

—Lo que Dios une, que nadie lo separe. Que ambos sean bendecidos.
Sr. Callahan, puede besar a su esposa.

Me besó como si... como si hubiéramos pasado la tarde haciendo el


amor en su habitación. Intenté no ceder... pero, maldita sea, sus labios
eran pecaminosos y me atrajeron.

—Sr. y Sra. Callahan —llamó el sacerdote, obligándonos a separarnos,


junto a las risas de su familia. Alcanzando la comisura de mi labio, lo
limpié—. Felicidades —añadió el sacerdote.

—Bueno, maldita sea, me siento viejo, el muchacho está casado— dijo


su tío Neal, un hombre grande, con el vello de su barba crecida por la
foto que había visto de él y algo canoso.

—¿El muchacho? —Ethan preguntó.


Pero Neal lo ignoró y fue el primero en abrazarme y susurrar —Trata
de amarlo y termina con su ruptura.

Estaba tan aturdida, y me soltó rápidamente, haciendo una broma


que no entendí ni seguí antes de que su esposa, Mina, con el cabello
corto, me besara a ambos lados de las mejillas.

El siguiente fue su tío Declan, cuyo cabello castaño oscuro tenía


pequeñas manchas blancas. No me abrazó, sólo me miró de arriba
abajo y luego miró a Ethan. —Es demasiado bonita para ti.

Su esposa, Coraline, cuya piel morena no tenía ni una sola


imperfección, le golpeó el brazo y me abrazó fuertemente. Olía a lluvia
fresca y me hizo relajar.

—Era la más cercana a la madre de Ethan —dijo, y por alguna razón,


tanto Neal como Declan se burlaron e intentaron no reírse. Cuando
ella los miró, ambos miraron hacia otro lado. Con sus ojos marrones,
abrió una caja... dentro había un revólver.

—Por supuesto, maldición. —Declan agitó la cabeza—. Discúlpeme,


Padre.

—Creo en la 2ª Enmienda— dijo con la mano en la Biblia.

—¿Hay dos? —Ethan murmuró, sus ojos fijos en el arma. Metió la


mano en su chaqueta, eligiendo la misma arma. Era sólo un poco más
grande.

—Gracias —dije, pasando mi mano por el cañón. Cerró la caja, dando


un paso atrás. Dona era la siguiente.

Me abrazó demasiado fuerte, susurrando —Si traicionas a mi


hermano, te mataré con esa pistola.

La boda de mis sueños, pensé sarcásticamente.


—Bienvenida a la familia. —Wyatt asintió y no se molestó en
abrazarme.

Sin embargo, sus primos lo compensaron, todos ellos rodeándome,


haciéndome reír mientras me abrazaban, levantándome del suelo.

—Chicos... —Helen gritó, de pie junto a Evelyn, cuyos brazos estaban


envueltos en vendas. Estaba acostada con una máscara de oxígeno
sobre su boca, pero sus ojos sobre mí. No podía imaginar el dolor
mientras levantaba el brazo para quitarse la máscara de la cara.

—Váyanse... menos Ivy —dijo, y miré a Ethan, que la miraba


fijamente. Podía ver su cuerpo tenso, sus manos en forma de puños,
su rabia retornando. Ni él, ni sus tíos, ni sus hermanos, ni sus primos
se atrevieron a desobedecerla.

Uno por uno fue saliendo, me dejaron a solas con ella.

—Siéntate —me dijo.

Escuchándola, me senté al lado de su cama. No hablaba, y cuanto


más tiempo me sentaba en silencio, más me balanceaba ansiosamente
de izquierda a derecha hasta que no pude soportarlo más y me incliné
hacia adelante, preguntando —¿Querías amenazarme también?

Sonrió, no una sonrisa completa, sino una pequeña sonrisa.

—Mira en la Biblia. —Inclinó la cabeza hacia su mesita de noche.


Alcanzándola, casi la dejo caer, causando que una carta se saliera—.
Es para ti.

Curiosa de como lo escribió, puse la Biblia en mi regazo junto con


mis... bueno, sus flores, leyendo.

A la mujer que ha venido a reemplazarme en el corazón de mi hijo,


—¿Esto es de su madre? —Mis ojos se dirigieron a ella.
—Lee, Ivy. La maldita mujer siempre supo exactamente qué decir. —
Frunció el ceño, se molestó, y fue algo gracioso.

A la mujer que ha venido a reemplazarme en el corazón de mi hijo.

Debe saber que no eres lo suficientemente buena. Nunca serás lo


suficientemente buena. Fui al infierno con una sonrisa en mi cara por
mi hijo. Ethan tiene un lugar en mi corazón que ningún otro ser humano
puede tocar. Así que nunca estarás a la altura de la mujer que imagino
para él, porque la verdad es que nadie será lo suficientemente buena.
No te consueles con esa admisión. Antes de actuar, imagina si yo te
juzgara... imagina a esa horrible suegra en cada película, aunque yo
sería peor, pero intenta impresionarme de todos modos. Ahora eres la
jefa de esta familia. Actúa como tal y haz que hablen de ti como
hablaron de mí. Haz que te recuerden como a mí. Persigue a la mujer
que un día vendrá y te reemplazará como la número uno en el corazón
de tu propio hijo como yo hice con Evelyn y como Evelyn hizo con
Margaret. Haz que te teman tanto como a él. Confío en mi hijo lo
suficiente para saber que no eligió a una bonita idiota con un corazón
de oro... no necesita eso. Eso sólo lo llevará a la muerte. No, en cambio,
alimenta su lado oscuro, disfruta de estar ahí con él. No lo cambies. Yo
lo hice y es perfecto. No hay nada que cambiar.

Si puedes, tal vez te odie menos...

Lo he pensado. Todavía te odiaré.

Melody Nicci Giovanni Callahan

—Bueno, es simplemente genial. —No pude evitar sonreír. Por alguna


razón podía sentir su ira, dolor y amor a través de ella perfectamente.
También pude ver de dónde Ethan sacó su personalidad.

—Quémala— dijo.

—¿Qué?
Asintió. —Es sólo para ti.

Lo consideré. Volví a mirar la carta, a la mujer que era, como dijo que
la reemplazaba, y me levanté, poniendo la Biblia y las flores de nuevo
en la mesita de noche. Inclinándome hacia ella, besé un lado de su
cabeza.

—Evelyn, gracias, pero me quedaré con la carta...

—No puedes... Ethan verá...

—Lo sé. —Asentí. Presioné el botón de su morfina. —Voy a


mostrársela. Como dijo, soy la cabeza ahora. No me digas qué hacer
con mi carta. Sólo descansa y no te mueras por un largo tiempo.

Me miró fijamente, pero sólo le guiñé un ojo.

—Duerme bien —dije, cuando la medicina para el dolor empezó a


funcionar. Antes de levantarme y caminar hacia la puerta.

—Está durmiendo —les dije y me acerqué a Ethan, levantando la


carta. —Quería que quemara esto.

Sus cejas fruncieron el ceño mientras la tomaba. Sus ojos rozaron la


primera línea antes de darse cuenta de quién era... lentamente leyó
hasta que se relajó y luego esa sonrisa engreída suya volvió a su cara.
Pude ver por la expresión de su cara que sostenía las palabras de su
madre como un evangelio.

—¿Crees que puedes hacerlo? —preguntó.

—Ya lo estoy haciendo. Muchas gracias —le respondí,


arrebatándosela. La doblé, y la guarde en mi pequeño bolso. Al menos
había algo más que un lápiz de labios.

—¿Hacer qué?
Los dos, casi como si hubiéramos olvidado que todos estaban a
nuestro alrededor, miramos a Donatella, cuyos ojos estaban pegados
a mi bolso.

—Nada. —Obviamente mentí y lo hice alegremente, enfrentándome a


Ethan otra vez—. ¿Esta boda viene con comida o se supone que solo
viene con un anillo?

Ethan me miró como si estuviera loca, considerando que me había


atiborrado de elegante pasta para gente rica, albóndigas de bourbon,
vieiras a la parrilla, palomitas de maíz y helado en la mansión antes
de venir aquí.

—Di cualquier cosa que pueda tomarlo como que me estas llamando
gorda. —Lo desafié a que comentara.

—¿Y qué harás?

—Oooh... pregunta tonta. —Su tío Neal gimió, poniendo su mano


sobre su boca. Declan también se cubrió la boca con una mano,
sacudiendo la cabeza hacia él.

—Te arrepentirás de eso, créeme.

—¿Está terminada esta reunión secreta de matrimonio? —Sedric


preguntó con curiosidad antes de acercarse a mí y poner su mano
sobre mi hombro. —Si es así, me gusta totalmente donde está la mente
de mi prima política con este negocio de comida.

—Manos —le dijo Ethan.

Sedric hizo una mueca y levantó las manos en señal de rendición.

—Ya está aquí —respondió Coraline, revisó su teléfono, y un segundo


después el ascensor hizo un ping. Cuando las puertas abrieron los
guardias, muchos más ahora que tantos de nosotros estábamos aquí,
los escanearon antes de dejarlos avanzar.
—Instalense en la habitación —Coraline dirigió a sus chefs privados.

Estaba pensando en pizza pero aparentemente seguía pensando en


pequeño mientras veía a los hombres con sombreros de chef blanco
rodar sus carros hacia la habitación. Incluso había un pastel de bodas
con las iniciales E.I. en la parte superior.

—Bueno, vamos. —Cora miró al resto de la familia.

—¿Qué haríamos sin ti, mamá? —Darcy trató de abrazarla, pero


Declan extendió la mano, lo empujó y llevó a su esposa hacia adelante,
haciendo reír a todos.

Vi a Wyatt tratando de escapar. Estaba segura de que Ethan también


lo notó, pero no dijo nada.

Así que mientras todos caminaban hacia adelante, dije —dijiste que
ayudarías a las víctimas, ¿Verdad?

Se congeló y me miró, vestido con su uniforme azul.

—Bueno, una iglesia cayó sobre mí esta mañana. Mi boda se está


celebrando en una habitación de hospital y no hay nadie de mi familia
aquí. Estás añadiendo un insulto a la herida al irte... no me hagas
daño, Doc. —dije, tratando de actuar realmente herida.

—Vas a ser un dolor. Me doy cuenta —murmuró para sí mismo antes


de pasar por delante de mí hacia la habitación de su abuela.

—Se necesita uno para conocer a otro. —Me giré sobre las puntas de
los pies.

Ethan lo vio entrar.

—No lo mires fijamente. Sabes que lo quieres aquí —susurré, tomando


su mano.
Lo miró y luego a mí, diciendo —¿Cómo carajo tienes todavía hambre?

—Casi olvido que estaba molesta contigo. Gracias, idiota. —Chasqueé,


aparté mi mano y marché a la habitación sola.

ETHAN

Confiaba en que si mi madre seguía viva no tendría ni idea de cómo


manejar a Ivy. La mujer era la definición misma de un enigma,
envuelta en un misterio, dentro de un enigma. No reaccionaba ni decía
nada como lo haría cualquier otra persona. A un hombre le habían
cortado las pelotas y ella se había acostado conmigo. Le mencioné que
había comido demasiado y estaba dispuesta a no volver a hablarme
nunca más. Sonrió cuando se suponía que tenía que estar asustada y
juzgó las cosas complicadas de forma simple. No había un camino
hacia el norte con ella. Sin embargo, reaccionó basándose puramente
en su propio código moral, que era tan sesgado como el mío.

—Una entrega. —Toby llegó con una cesta gigante de girasoles.

—¿De? —pregunté. Todos se detuvieron de comer para mirar.

—La familia Moretti. También estaban en la iglesia. Todos salieron


vivos, sin embargo.

—¿Todos? —Ivy preguntó, y Toby asintió, haciendo que frunciera el


ceño mientras volvía a hablar. —Eso es raro.

—¿Qué? —cuestionó mi tía Mina.

—Estaba segura de que dejé a Klarissa desangrándose en el suelo


antes de salir de la iglesia. Pidió ayuda, pero me fui, y el humo estaba
entrando a raudales. Supongo que algunas personas realmente tienen
nueve vidas. —Se encogió de hombros, lamiendo el pastel de su
cuchara. Sus ojos se iluminaron y se volvió hacia mí—. ¡Esto está
realmente bueno!

Todos los demás guardaban silencio, tratando de procesar lo que


acababa de admitir casualmente.

—¿La dejaste desangrándose? —El Sr. Tus-malditos-sentimientos, le


preguntó.

Ivy lo miró y asintió. —Un trozo de la puerta entró en su muslo.

—¿Y la dejaste? —Wyatt sigue presionando.

Sacudiendo la cabeza, alcancé el vino mientras ella continuaba.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Cargarla en mi hombro? —preguntó, y


resoplé, luchando contra una risa. Yo. Todos estaban tan
sorprendidos como yo, mirándome. Ignorándolos, me limpié la
comisura de la boca.

—Podrías haber...

—La próxima vez que una iglesia me caiga encima, puedes hacerme
saber lo que debería haber hecho. Pero honestamente no la dejé
porque hubiera sido pesada, sino que obviamente me retrasaría en
salvar mi propia vida, gracias por preguntar, por cierto. —Le hizo una
mueca, y me moría de ganas de reírme por dentro, pero mantuve la
compostura mientras ella seguía—. No me gusta ella. Estoy un poco
decepcionada. Realmente desearía que el grandote hubiera manejado
eso por mí.

Nadie dijo nada, sólo la miraban fijamente, y se movió incómodamente


en su asiento, suspirando antes de volverse hacia Toby.
—¿Al menos está bien? —le preguntó, pero su tono claramente no
daba dos mierdas.

—Tiene las dos piernas rotas —respondió Toby.

—Bueno, eso es algo, supongo. —Se encogió de hombros y luego se


giró hacia mí, señalándome con su cuchara. —¿Vas a comerte tu
pastel?

Levantando el plato, se lo entregué y pensarías que le he dado un


lingote de oro.

—Gracias. —Comía feliz, ignorando o no notando las miradas que le


daban todos alrededor de la mesa.

Mis dos tíos me miraron. Conocía esa mirada. Aprobación.

Con quien elegí casarme no era sólo asunto mío, era asunto familiar.
Y aunque parecían hombres casados felices y afortunados... eran
Callahan. Aceptaron mi elección, porque tenían que hacerlo. La
aprobación fue la razón por la que mi tía Cora organizó esta cena, la
última vez que estaríamos juntos por mucho tiempo, ya que se irían
de Chicago otra vez. Una vez que mi padre murió y tomé el mando, no
querían que se confundiera quién era la cabeza de la familia... y
estaban cansados. Quemados. El tío Declan y la tía Cora vivían en un
barco. Sí, un maldito barco. Habían pasado el último par de años
navegando juntos. Casi siempre estaban inalcanzables, sólo hacían
excepciones para emergencias. Mientras que el tío Neal y la tía Mina
vivían en las afueras de algún lugar de Corea del Sur, como gente
normal.

—Sólo por esta vez voy a fingir que voy al baño de damas para que
todos ustedes puedan tener un momento para hablar de mí —dijo Ivy,
reconociendo el hecho que sí se dio cuenta de sus miradas, y luego se
levantó para hacer precisamente eso.
Los ojos marrones de Nari se dirigieron hacia mí y asentí para que
siguiera a Ivy fuera de la habitación.

—Bueno, es honesta. —Mi tía Cora sonrió.

—Eso es lo que la hace tan... —Mi tía Mina se quedó cayada cuando
me miró. —Perfecta para ti.

—Buena jugada. —El tío Neal se rio y se movió hacia adelante,


poniendo sus codos sobre la mesa, acariciando su barba mientras me
miraba cuidadosamente.

—¿Sí?

—De todas las mujeres del mundo encontraste una que es lo


suficientemente loca como para soportarte, y lo suficientemente fría
como para hacer que tu madre se sienta orgullosa. Además de eso, un
espectador. Llámame loco, pero parece una gran coincidencia, sobre
todo porque tu padre no creía en ellas.

—Por suerte no soy mi padre. —Algo que había estado repitiendo


durante demasiado tiempo.

—Neal, ¿Pensaste en todo eso por tu cuenta? —El tío Declan jadeó en
un simulacro de shock, aplaudiéndole.

El tío Neal alcanzó los cubiertos y lo habría apuñalado si la tía Mina


no lo hubiera agarrado del brazo y la tía Cora ya le había dado una
palmada en el brazo al tío Declan... Había visto a este payaso actuar
casi tantas veces como la gente me comparaba con mi padre.

—¿No lo sabías? —Donatella se llevó una copa de vino a los labios. Su


cara no tenía expresión, su voz casi entumecida. —Ella vino de la
prisión... Estoy seguro que siete años pueden hacer un lío a una chica.
En cuanto a ser bonita, Nari ayudó con eso.
—¿Prisión? —La voz del tío Declan se volvió seria. Sin embargo, lo
ignoré y me concentré en Dona.

—¿Qué lío es ella, Dona? —pregunté—. No veo nada malo en ella. ¿Yo
también soy un desastre?

La tía Cora le agarró el brazo, apretándolo, tratando de advertirle que


lo dejara caer, pero siendo Dona nunca pudo echarse atrás.

—Sí. ¡Todos somos un maldito desastre!— Estalló.

—Aquí vamos—. La tía Cora suspiró, tomando su servilleta y


poniéndola en su plato. La cena había terminado... era casi
medianoche de todos modos.

—¡Míranos! Estamos teniendo una cena de bodas dentro de un cuarto


de hospital, el cuarto de hospital de nuestra abuela, riéndonos
mientras ella está drogada...

—¿Prefieres que nos riamos mientras ella está sufriendo? — Empujé


de regreso.

—¡Maldita sea, Ethan! —gritó justo antes de ponerse en pie. —¡Uggh,


olvídalo! Olvídalo todo. Me voy a casa...

—¡SIÉNTATE! —Le rugí. Sólo le había gritado una vez en toda mi vida,
así que saltó un poco—. ¡SIÉNTATE! O harás que todo el mundo se
pregunte si realmente soy tu hermano.

Con el puño cerrado, se sentó de nuevo.

—Escuchen, y háganlo bien, porque si tengo que repetir esto alguien


saldrá herido —dije a través de mis dientes. —Ivy es ahora mi esposa.
Si la insultas, me insultas a mí. No soporto los insultos de nadie, sean
de sangre o no. La respetarán; no la tratarán como si fuera un maldito
extraterrestre por decir cada maldita cosa que todos ustedes piensan.
Ya tengo demasiada mierda en mi plato para empezar a subir a tu
montaña rusa emocional, Donatella. Si quieres enfadarte, hazlo en
silencio. Si quieres juzgar... —Miré a Wyatt—. Juzga en maldito
silencio. Porque si lo veo, responderé a la última pregunta de la
abuela... ¿Haría daño a la familia? ¿No ha respondido ya papá a esa
pregunta? Es esposa primero, familia segundo, clan tercero. Recuerda
ese orden.

Levantándome, me acerqué a mi tía Cora, poniendo mi mano en su


hombro.

—Gracias por la cena y todo lo demás —le dije, antes de dirigirme a la


puerta, mirando por última vez a mi abuela, que dormía en silencio.

Por la mañana se habrá ido. El tío Declan y la tía Cora se quedarían


con ella en Irlanda. Odiaba las despedidas. Ella lo sabía. Lo
entendería.

IVY

Sentada en el mostrador del baño, miré mis manos... una fina banda
de oro que estaba junto al diamante... me casé. Buscando la carta en
mi bolso, la de su madre, sonreí. Tenía una letra horrible... igual que
yo.

—Melody escribió sólo Dios sabe cuántas cartas a sus hijos antes de
morir —dijo Nari en voz baja cuando entró en el baño. —Recibí una el
día que di a luz. Fue la única carta que recibí. —Pensó, apoyándose
en el mostrador a mi lado—. Realmente sabía cómo destripar a la gente
y darle poder al mismo tiempo.

—Realmente la admiras.
—Sí —dijo como si fuera obvio. —Ella lo cambió todo. Antes, las
mujeres Callahan eran sólo bonitos accesorios en los brazos de sus
maridos. A las hijas les gustaba ser los premios para las familias
cercanas. Eso parece... todo medieval, pero esa era la tradición.

—¿Y en la era post-Melody?

Se rio de eso. —Seguimos siendo accesorios, pero somos... como uno


de esos artilugios en una película de James Bond. Por fuera
parecemos un lápiz labial, pero en realidad somos una bomba.
Tenemos la habilidad de hacer cosas que ellos no pueden y por eso
muchas más mujeres son ahora parte de todo o al menos por lo que
he oído.

No estaba siendo tímida. Realmente no sabía mucho.

—Huh. —No sabía realmente cómo responder.

—Voy a decirte algo e iba a esperar hasta que no fuera en tu día, pero
también podría agrupar toda la mierda...

—¿Qué es?

Suspiró, abriendo su bolso para sacar su teléfono y mostrarme un


informe médico... el informe médico de Klarissa Moretti.

—Está embarazada —dijo como si no pudiera leer.

Mirando hacia otro lado, traté de pensar, pero mi mente se quedó en


blanco.

—Puedo...

Saltando del mostrador, salí del baño, tratando de averiguar a dónde


ir.
—Señora. —Greyson, el hulk, se puso delante de mi cara. — ¿Estás
bien?

Cuando no le contesté, alcanzó el teléfono, pero sacudí la cabeza.

—Detente. —Mi voz apenas se escuchaba en un susurro cuando las


ruedas empezaron a girar en mi mente. —Cuando Ethan no está cerca
tienes que escucharme, ¿Verdad?

—Sí, Señora. —Asintió, poniendo el teléfono en su bolsillo.

—No está aquí. Así que llévame a la habitación de Klarissa Moretti.

—Señora...

—Ahora.

Miró por encima del hombro y a nuestro alrededor, pero no había


nadie más, con la excepción de los guardias. Asintiendo, me llevó, no
al ascensor, sino a las escaleras.

—Ethan sabe, ¿No?... sobre ella —dije mientras bajábamos la escalera


blanca, que conducía al nivel del hospital. Pero respondí a mi propia
pregunta. —Por supuesto que lo sabe. Si Nari lo sabe, tiene que
saberlo.

No dijo nada mientras caminaban por el mismo piso. Los guardias de


la escalera se movieron hacia nosotros mientras bajábamos. Abriendo
la puerta de su piso, lo seguí, notando por primera vez lo tarde que
era ya que todas las luces de las habitaciones estaban atenuadas. Sólo
había una enfermera en todo el piso. Todas las puertas estaban
cerradas y las persianas bajadas, pero sabía que no había nadie.
Grayson se detuvo frente a la habitación 9219.

—Es aquí. —Asintió a la puerta.


Durante mucho tiempo pensó en cómo iría esto, lo que le hizo decir —
Señora, no lo haga, no la hará sentir mejor.

—Grayson, el noventa por ciento de las cosas que hago ahora no son
para sentirme mejor.

Al oír que la enfermera se levantaba y empezaba a irse, me giré hacia


ella. —¡Disculpe!

—Señora. —Grayson trató de impedirme que hablara con ella, pero lo


ignoré, caminando para acercarme. Era una mujer mayor, quizás
unos años mayor que Evelyn. Su aburrido cabello rubio-grisáceo me
recordaba al mío antes de que lo arreglaran.

—¿Necesitaba algo, Sra. Callahan?

¿Señora Callahan ya? Parece que se corrió la voz rápidamente. Señalé


el broche dorado de Claddagh, el corazón estaba hecho de una perla
blanca brillante, que estaba prendida en sus uniformes azules. —¿De
dónde sacaste esto? Me gusta mucho.

Miró hacia abajo rozando sus dedos sobre el broche; —¿Esta cosa
vieja? La compré por un dólar en el mercadillo de mi barrio.

—¿Puedo comprártelo? Pagaré cien mil por él —dije con una sonrisa
en mi cara.

Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Qué?

—El broche. Me gusta mucho. —Le repetí.

Me miró como si estuviera loca, pero se lo quitó y me lo dio. Lo miré


antes de decirlo.

—Gracias. Grayson, por favor págale —dije, dándome la vuelta,


poniendo el broche en mi bolso abierto y dirigiéndome directamente a
la habitación 9219. La puerta de madera chirrió cuando entré.
Haciendo que la mujer de dentro, que ni siquiera miraba hacia mí,
dijera. —Sabía que vendrías. —Se giró, la sonrisa de su cara se
desinfló al verme a mí en lugar del hombre que esperaba que viniera.

Tenía el cabello peinado sobre el hombro, y tenía cortes en los brazos


y la cara, incluyendo el del puñetazo que le había dado. Se sentó en la
cama con anterioridad... había estado esperándolo.

—¿Cómo supiste que vendría? —pregunté mientras entraba en la


habitación, cerrando la puerta tras de mí.

—Porque valora la familia más que cualquier otra cosa. Una vez que
lo supiera, tendría que venir —dijo orgullosa, poniendo su mano sobre
su estómago. —¿No soy afortunada? Nuestro hijo es un luchador como
su padre.

Le eché un vistazo a su estómago y luego a ella otra vez. —No me tienes


miedo, ¿Verdad?

—¿Por qué iba a tenerlo?

—Sí, la mayoría de la gente dice eso. —Suspiré.

Se rio, incluso con la cabeza a un lado. —No perteneces a nuestras


vidas. Esto es una prueba. Felicidades, puede que ahora seas la
esposa de Ethan, pero yo voy a ser la madre de su hijo... no dejará que
nos pase nada a ninguno de los dos.

—Hmmm...

—¿Qué? —Me miró fijamente. —No hay nada que puedas hacer.
Aparte de acostumbrarte a mí.

Sin decir una palabra, me volví hacia la máquina que estaba a su lado,
busque en mi bolso y saqué la tarjeta que había robado a la enfermera
mientras me daba su broche, pasándola por la máquina.
—¿Qué estás haciendo? ¡Para! —Trató de alcanzarme para apartar mi
brazo pero no pudo hacerlo, hice lo que tenía que hacer.

—Estoy segura de que realmente amas a Ethan. —Dije girando hacia


ella. Recogiendo su goteo de morfina y presionando fuerte, le quitó el
límite y la droga inundó su sistema—. Y no puedo decir que lo haga...
así que esto puede parecer injusto. Pero la vida también ha sido
injusta para mí. En el pasado... simplemente lo dejé pasar. El bien
ganará al final del día. Eso es lo que me dije a mí misma... Pero estaba
equivocada. Ahora tengo una segunda oportunidad, Klarissa. No
puedo esperar al final del día. No puedo ser la mejor persona. No
puedo quedarme atrás.

Su cuerpo se debilitó, sus brazos cayeron de nuevo en la cama, pasé


la tarjeta de la enfermera una vez más, salí del sistema, volví a poner
la dosis a la normalidad, y moviéndome hacia ella, puse el control del
goteo en su palma.

—Arde... en... el infierno. —Me dijo cuando volví la habitación a la


normalidad, incluso moviendo la máquina a su lugar.

—Ya lo hice —le susurré, acariciando su mejilla antes de volver a la


puerta.

Cuando abrí la puerta, Greyson me miró y luego a la mujer que me


miraba fijamente a la espalda.

—Ella no quiere hablar —le dije.

Frunció el ceño pero asintió, moviéndose para que pasara. Me detuve


cerca de la estación, la enfermera ya se había ido, probablemente
celebrando felizmente. Dejé su tarjeta en el escritorio antes de cruzar
el vestíbulo de color crema, hacia la puerta. Allí, de pie con su traje
negro en lo alto de la escalera blanca, estaba el propio Ethan. Los
guardias se habían ido, y él no se movió, no dijo una palabra, sino que
simplemente me miró.
—¿Se suponía que iba a ser tu amante mientras yo era la feliz esposa
irlandesa que ayudaba a recuperar el apoyo de Boston?

—Los hombres Callahan no tienen amantes —dijo impasible y sin


emociones como siempre.

—Lo escuché una vez —respondí dando un paso al frente hasta que
me puse al su mismo nivel. Lo mire para enfrentarlo. —Era una niña,
estábamos en una comida al aire libre, mis padres acababan de
celebrar su aniversario y mi abuela dijo “Di lo que quieras de los chicos
Callahan, pero ninguno de ellos se aparta de sus esposas”. Su voz fue
lo primero que pasó por mi mente cuando Nari me habló de Klarissa.

—¿Es...?

Antes de que pudiera decir algo, le di un puñetazo tan fuerte como


pude. Su cabeza retrocedió, pero lo tomó, levantando la mano para
limpiarse la sangre de la nariz.

—Dona tenía razón. Sabes cómo dar un puñetazo —murmuró.

—Y sabes cómo usar a la gente. —Le devolví el golpe. —La segunda


cosa que pasó por mi mente fue si tú sabías. Rápidamente me di
cuenta de que lo sabías. Y si ibas a mantenerla como tu amante, te
habrías asegurado de que Nari no tuviera oportunidad de hablar
conmigo. Pero no lo hiciste. Así que eso significa que debes haberle
dicho que me lo dijera. Hiciste esto para que la matara y no tenías que
tener eso en tus manos. No mataste a tu hijo no nacido, tu esposa lo
hizo.

No se molestó en tratar de negarlo. —Sólo tenía tres semanas. No era


un niño. Era un montón de células.

—Y aún así no pudiste hacerlo.

Una vez más no lo negó.


—¡No vuelvas a usarme nunca más sin mi consentimiento!

—Me encargaré entonces...

—En otros dos minutos estará muerta —susurré amargamente.

—¿Qué?

—Sabía lo que planearías para cuando llegara a esa puerta. Lo sabía


y estaba enojada, te equivocaste al usarme, pero sería peor si lo
hubieras hecho.

Sus cejas se unieron en la confusión. —Creí que habías trazado la


línea.

—Ninguno de los dos tiene una línea —susurré, apoyando mi cabeza


en su hombro. —Su intravenosa era en parte cloruro de sodio,
sacarosa, bicarbonato y vitaminas. Eso y el aumento de morfina que
le di le causará una insuficiencia cardíaca, si los médicos llegan a
tiempo y tratan de usar paneles morirá instantáneamente. Si no,
morirá por falta de oxígeno.

Cuando terminé de hablar miré a la puerta, escuché a un médico y a


una enfermera corriendo y gritando. Greyson entró en el
compartimento de la escalera mirándome primero.

—¿Está muerta? —pregunté.

Asintió.

—Qué triste —dije, subiendo las escaleras, dejando a Ethan solo. Pero
no sin antes añadir —no te sorprendas si no te hablo por un tiempo.

No miré a nadie. No hablé al llegar al piso de los Callahan. Uno de los


guardias abrió la puerta de la habitación de Evelyn, toda la familia se
sentó alrededor de la suite, como si fuera su casa. Algunos de ellos
descansaban en el sofá. Algunos junto a la ventana, pero mis ojos se
dirigieron a la mesa donde acabábamos de comer. Cora estaba
empaquetando lo que quedaba de mi pastel de bodas. Sus ojos
marrones me miraron. Yo miré hacia otro lado, caminando hacia la
cabecera de Evelyn. Sus ojos apenas se abrieron. Pero una pequeña
sonrisa estaba en su cara mientras miraba a su familia. Sentada en
su cama, saqué el broche de mi bolso.

—Un Claddagh. —Le dije, aunque sabía que era consciente de lo que
era y lo que significaba —Manos en lealtad.

La comisura de su boca se levantó y asintió.

ETHAN

Me dio el hielo para la cara, que tomé, sentado en un escalón de las


escaleras.

—Exactamente como lo planeó, Señor —me dijo Greyson.

—No, Greyson. —Sonreí. —Esto fue mucho, mucho mejor.

Sabía que la usaba. Lo sabía todo. Esto era libre de culpa, algo que ni
siquiera pensé en lograr.

No quería a Klarissa.

Había elegido robar un condón y jugar a ser ella misma Dios.

Jugó la partida y perdió.

Nunca estuvo destinada a ser mi esposa.


11:58 p.m... Hora de la muerte de Klarissa. La hora del renacimiento
de Ivy.

—Ella es fría, Señor —dijo Greyson, parcialmente aterrorizado,


parcialmente impresionado.

—Equivocado otra vez —respondí. —Es una Callahan y como todos los
Callahan... es despiadada.
QUINCE

"El camino al infierno quedó pavimentado con los huesos de hombres


que no sabían cuándo dejar de luchar".
~ Paulette Jiles ~

ETHAN

—La lista que querías —dije, entregándole la tablet mientras leía los
mensajes que llegaban a mi teléfono. En el caos del día anterior casi
había olvidado que le había dado mi palabra, y que era un hombre que
cumplía con ella. Sin sentir que se quitaba el peso de la mano, me
detuve, mirándola, pensando que se había dormido. Sin embargo, se
limitó a mirar por la ventana mientras nos dirigíamos a casa.

—Ivy —llamé.

El silencio fue lo que obtuve a cambio. Y estaba seguro de que me


había oído porque se movió aún más hacia su puerta y se alejó. Odiaba
muchas cosas, pero nada me molestaba más que ser ignorado.

—Sra. Callahan —llamé de nuevo.

Esta vez sólo bajó la ventana, respirando profundamente el aire frío,


con su cabello rubio y dorado por todas partes. Una parte de mí pensó
en dejarla en paz, pero...

—¡Esposa! —le dije con fuerza.


Y respondió, no con palabras. Me quitó la tablet de la mano y la tiró
por la ventana. Se inclinó, y le dio un toque a Toby en el hombro.

—Sí, Señora —el bastardo estaba demasiado feliz.

—¿Puedo tener un teléfono? —le preguntó suavemente y su cara


estaba demasiado cerca de la suya para mi gusto.

—¿Y a quién quieres llamar? —le pregunté.

Aún así, silencio.

—Toby, no necesito llamar a nadie, sólo para poder escuchar música


y tener Internet, por favor —le dijo y luego se acomodó en su asiento,
cerrando los ojos.

Las comisuras de la boca de Toby se convirtieron en una pequeña


sonrisa y tenía la mitad de mi mente lista para darle una paliza. Sin
embargo, conociéndolo, sólo se reiría de inmediato al verme alterado
por una mujer. Bien. Ella no quería hablar. Entonces no le hablaría.

—Toby, consigue lo que quiera. Una cosa menos de la que tengo que
preocuparme —murmuré, volviendo a poner el teléfono en mi
chaqueta e inclinándome en el asiento también.

El auto estuvo en silencio todo el camino de vuelta a casa. Y tan pronto


como atravesamos los portones y nos detuvimos en la puerta, los
mayordomos ya estaban esperando, Ivy salió por su cuenta, dando un
portazo detrás de ella mientras se alejaba, como una niña. Girando los
ojos, salí y rodeé el auto, parando justo al lado de Toby, de nuevo con
esa mirada de humor imprudente en su cara.

—La próxima vez que mi esposa se niegue a hablar conmigo y por lo


tanto se dirija a ti... tus próximas palabras deberían ser “Tendrá que
hablar con su marido, Señora”. ¿Entendido? —no esperé a que me
respondiera y subí las escaleras hacia la casa. Me quité el abrigo y se
lo di al mayordomo, y me preparé para nuestra probable pelea.
Dudaba mucho de que fuera capaz de mantener su ira embotellada
por mucho tiempo.

Cuando llegué a nuestra ala, estaba tirando del pomo de la puerta de


su antigua habitación, confundida. Escuchando mis pasos, me miró
mientras ya empezaba a quitarme los gemelos.

—Fuimos atacados. La casa sigue cerrada. Sólo las huellas dactilares


y la voz de un Callahan pueden abrir las puertas hasta que desbloquee
todo... así. —Agarré el pomo de mi puerta. — Ethan Callahan.

La puerta sonó antes de abrirse. Me miró y levantó su dedo medio,


sólo su dedo medio, para mostrarme su anillo de bodas.

—Bien, ahora eres una Callahan. —Sonreí. —Cuando quieras que te


agreguen al sistema, avísame. Hasta entonces puedes entrar antes de
que cierre la puerta, o puedes dormir en el pasillo, como un perro, no
como una esposa.

Trono su mandíbula a un lado, y esperé. Cuando me miró fijamente y


no se movió, me encogí de hombros, entrando en mi... nuestra
habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

Mujer loca.

Empujándola fuera de mi mente, caminé hacia mi armario, tirando mi


abrigo en el sofá y saqué mi pistola. Pensé en el regalo que le había
hecho mi madre. Era como ella. Si había algo que mi madre amaba,
era una buena pistola. Si había algo que mi padre odiaba, era mi
madre con una pistola, probablemente porque terminaría
disparándole. De hecho, le disparó dos veces.

Espera... sacando mi teléfono, llamé a mi tía.

—¿Ethan?
—Asegúrate de que nadie le diga a mi esposa que mi madre le disparó
a mi padre. Prefiero que esa tradición muera con mi madre.

—Lo siento, cariño, pero lo que se habla entre las mujeres Callahan
son secretos incluso para sus maridos...

—Apuesto a que ahora se está arrepintiendo de ese comentario sobre


la comida. —Escuché a mi tío Declan reírse sobre la línea.

—Dile al tío que no me arrepiento —dije.

—Díselo tú mismo —dijo, la oí darle el teléfono.

—Ethan.

—Tío.

—Siempre me he preguntado qué te diría cuando llegara este día —


dijo mientras me ponía el auricular en la oreja y tiraba el teléfono a
un lado.

—¿Y qué día es ese?

—El día de tu boda. Bueno, llego un poco tarde por el hecho de que
has organizado esa boda sin mucha advertencia, pero por suerte un
buen consejo nunca caduca.

—¿Y cómo estás seguro de que es bueno? —pregunté, quitándome la


camisa.

—Porque estoy felizmente casado. También lo estaba tu padre y


también tu abuelo. Obviamente lo hicimos bien.

—Muy bien, imparte tus sabios conocimientos si es necesario, pero


por favor no ahora. Me gustaría dormir un poco antes de que alguien
más se ponga de mi lado malo —dije, quitándome los zapatos.
—Tan malditamente cabeza dura. —Suspiró cuando escuché lo que
sonaba como la apertura de una botella.

—¿No crees que es un poco pronto para el whisky?

—No —respondió, y sonreí. Obviamente ya no estaba al lado de mi tía.


—Ethan, el secreto de estar felizmente casado, no importa el tipo de
persona, es perder.

—¿Repítelo?

—Sé que debe ser difícil para alguien como tú, que ha hecho todo para
ganar siempre. Sin embargo, las esposas son diferentes. Tienen la
habilidad de hacerte saber que están enojadas incluso cuando no
están hablando.

Hice una pausa, mirando a la cámara del cuarto en la parte superior


de mi armario. —¿Has estado espiándome, tío?

—No, ¿Por qué? —Parecía honesto, lo que me hizo dudar más de él. —
De todos modos, lo que intento decir es que no tendrás paz con una
esposa enojada. Pelear es bueno, es saludable, hace que el sexo sea
bueno también...

—Adiós...

—Sin embargo, llega un momento en cada batalla en el que debes


conceder la derrota. ¿Sabías que la tía Coraline pensó que sería una
buena idea ir a ver la aurora boreal y dormir en una maldita tienda?
Ella odia las tiendas de campaña. Odia estar en el bosque. Lo último
que quería era arrastrar mi culo hasta el bloque de hielo que es
Canadá, para ver el cielo cambiar de jodidos colores, encima también
escuchar a su perra interior sobre el maldito frío que tiene o cuántos
bichos hay. A ella le encantaría durante unos diez minutos y luego
querría irse. Un yo más joven habría tratado de explicarle eso
racionalmente. Nos pelearíamos. Me ignoraba durante días hasta que
mis bolas azules y yo cediéramos. Iríamos a donde quisiera y pasaría
exactamente lo que sabía que haría y pasaríamos el tiempo buscando
un hotel. Gracias a Dios que ya no soy el joven yo. Dije, claro, cariño,
vamos. Estaba muy emocionada empacando mientras yo buscaba un
hotel. Así que cuando llegamos a la puta capital del hielo del mundo y
ella tuvo su momento mágico yo era el héroe que ya tenía un hotel
esperando. No hay bolas azules. Sin peleas. Sólo nosotros en una suite
bien caliente. ¿Por qué?

¿Porque eres una perra azotada? Eso pensé. Pero esperé a que siguiera
adelante.

—Porque perdí la batalla y gané la guerra. Habrá muchos momentos


en los que sabrás hasta el cielo y de vuelta que tienes razón con
evidencias. Nada de eso significa una mierda para una mujer enojada
y serás arrastrado a la tierra de los locos con ellos. En sus mentes, tú
eres el idiota que no consigue coños. Así que sólo pierde. Es más fácil.
Vivirás más tiempo.

—Gracias por su sabio consejo. Sin embargo, Ivy es diferente. Es más


racional...

—¿Con quién estás hablando? —escuché a mi tío Neal unirse a él.

—Ethan. Cree que su esposa es diferente y racional.

Los dos se rieron y colgué. Deberían agradecer a Dios que son familia.

Vestido para la cama, entré en mi habitación y cerré las persianas


antes de ir a la cama. Estaba a punto de acostarme cuando llamó a la
puerta, tal como sabía que lo haría.

Suspirando, apreté el botón junto a la mesa de mi escritorio para


abrirla.

—Me alegra saber que no eres un...


—¡JODIDO BASTARDO! —gritó, lanzándome uno de mis propios
jarrones. Se rompió sobre la cama y mientras los fragmentos caían me
pregunté dos cosas. Primero, cómo carajo pensaba que era racional, y
segundo, ¿por qué diablos había jarrones en mi habitación? Esos
fueron los dos pensamientos que pude tener antes de que empezara a
tirarme más mierda y me vi obligado a esquivar. —¡Cómo carajo
puedes dejarme afuera!

—Yo… —Esquivé un libro. —¡Te dije que entraras!

—¡EN TUS TÉRMINOS!

—¡ES MI MALDITA HABITACIÓN!

—¡NUESTRA MALDITA HABITACIÓN!

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER ENTRADO!

—¡ME HACES ENOJAR! —antes de que pudiera agarrar algo más,


sujete su muñeca, empujándola contra la puerta.

Respirando profundamente... por qué estaba gritando, no tenía ni


idea... me golpeó; estaba en tierra de locos. Cerrando los ojos, traté de
no escuchar la risa de mis dos tíos en mi cabeza.

—¿TÚ ERES...?

La besé, y ella luchó hasta que presioné mi cuerpo firmemente contra


el suyo. No estaba seguro de que se diera cuenta, pero se relajó, sus
pechos rozando mi pecho, su boca abriéndose más para mí, pero me
alejé. Me miró fijamente con los ojos abiertos, algo aturdida, y antes
de que recordara que estaba enfadada, le hablé.

—Si se trata de Klarissa...

—¡No se trata de ella! —me interrumpió.


Y ahora estaba confundido. —¿Qué más si no es ella?

—Realmente eres lento.

—¿Te gustaría volver a salir? —no pude evitar decir.

—Tú...

—Continúa y termina con esto para que pueda dormir. —Peleé.

Sólo miró fijamente.

—Ivy. —Suspiré, dejando caer mi cabeza. Pierde la batalla. —Me


disculparé, pero debo saber mi error, cariño.

—Te estás burlando de mí.

—No. Sólo estoy cansado. —Mañana volvía a la guerra y necesitaba


que centrara su rabia en otro lugar.

—Se trata de mí. No tengo ni el tiempo ni la energía para enojarme por


el bien de los demás. La persona más importante para mí soy yo —
declaró, sacando sus manos de mi flojo agarre y cruzándolas sobre su
pecho. Intenté ignorar el hecho de que eso hacía que sus pechos se
elevaran, pero era difícil no notarlo.

—¿Y qué hay de ti?

Frunciendo el ceño, murmuró —no importa.

¡MATARLA! ¡Quería tirarla por la maldita ventana! ¿Qué mierda quiso


decir con “no importa”? Si no era importante, ¿Por qué demonios era
todo esto?

Me alejé y me senté en mi escritorio, sin saber si debía dormir cuando


una maníaca compartía mi cuarto. Se acercó a la cama, tirando su
bolso al suelo antes de desnudarse completamente. Agarrando el
edredón, movió los fragmentos rotos hacia mi lado de la cama antes
de acurrucarse. Justo cuando mis ojos se cerraban y me relajaba en
mi silla, fue cuando la loca decidió encontrar su voz.

—¿Me matarías a mí también? —susurró.

—No es la pregunta más sabia en este momento.

Esperaba que se volviera loca otra vez, pero en vez de eso se quedó ahí
acostada.

—Si no me necesitaras para cualquier plan que se te ocurra, te habrías


casado con Klarissa. Sin embargo, tienes muchas ganas de ganar, así
que prefieres seguir con tu plan y hacer que la maten... ¿Y qué hay de
mí? ¿Qué pasa cuando ya no sea útil para tu plan? ¿Qué pasa si
necesitas otra mujer para tu apoyo? ¿Terminaré muriendo? Escuché
que tu tío Neal... mató a su esposa así que...

—La esposa del tío Neal traicionó a la familia. Casi consigue que maten
a toda la familia por lo que me dijeron. Eligió la sangre por encima de
ella. Se equivocó al hacerle tomar esa decisión — interrumpí antes de
que me cabreara.

—Bien, pero...

—Sin peros. Me casé contigo. Te elegí... sabía que eso significaba hasta
el día de mi muerte. Le dije a Klarissa el primer día que apareció frente
a mí que nunca me iba a casar con ella. Que nunca la amaría. Se
atrevió a tener la esperanza que de alguna manera vería la luz y caería.
Sin embargo, soy un hombre de palabra. Siempre lo he sido.

—Un gángster con sofisticación y moralidad.

—Si supiera que ibas a seguir repitiendo eso, habría tratado de hacerlo
más atractivo. —Bostecé.

Se rio. —¿Cuáles fueron tus palabras para mí?


No hablaba en serio.

Levantándome de la silla, me acerqué a su lado de la cama. Me miró y


le devolví la mirada hasta que me agaché y la levanté, recostado de
espaldas con ella descansando sobre mi pecho.

—Cuando puse ese anillo en tu dedo creo que mis palabras exactas
fueron, Ato mi vida a la tuya, en las buenas y en las malas, en la
enfermedad y en la salud. Es un símbolo de mi amor eterno, mi
amistad eterna y la promesa de todas mis mañanas. Un recordatorio
exterior de nuestra unidad interior. Abandono a todas las demás, te
elegí a ti, hasta que la muerte nos separé.

Levantó la mano para que los dos pudiéramos verla. —No cuenta si
hay una mentira entre ella.

—¿Qué mentira?

—Cuando dices mi amor eterno y mi amistad eterna... ¿Cuándo te


enamoraste de mí? ¿Y cuándo nos hicimos amigos?

De todas las mujeres del mundo... suspirando, cerré los ojos. —Ivy...
nadie está tomando tu lugar a mi lado. No te estoy abandonando, así
que por el amor de Dios, cállate y déjame dormir.

IVY

Se durmió así, con sus brazos envueltos alrededor de mí.

—¿Quién dice que no eres romántico? —susurré en voz baja.


Cerrando los ojos... y tenía una sensación familiar en mi pecho. Una
que no había sentido en mucho tiempo.

Girando en sus brazos, lo miré fijamente. Se veía tan gentil cuando


dormía. Con esas largas pestañas y su cabello, en un ligero desorden.
Como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. A pesar de
que su corazón estaba justo debajo de mis manos. Poniendo mi cabeza
en él, cerré los ojos. No se dio cuenta de lo aterrador que era...
sabiendo que tu línea de vida estaba unida a una persona y que esa
persona no tenía reservas en deshacerse de la gente que no le servía.

Pero le creí.

O al menos quería creerle.

No había otra opción que la duda y eso me llevó al dolor y estaba


cansada de ese dolor.
DIECISÉIS

"Se deslizaron rápidamente en una intimidad de la


que nunca se recuperaron."
~ F. Scott Fitzgerald ~

ETHAN

BIP. BIP. BIP.

—Haz que pare— susurró, pero como estaba encima de mí, su labio
rozó mi piel con cada palabra. Eso y la sensación de su cuerpo
desnudo presionando el mío no ayudaron a mi polla, que se hizo más
dura cada vez que se movía.

BIP.

—Ahh —se quejó y luego hizo pucheros, levantando su cabeza y


apoyando su barbilla en mi pecho—. Tu teléfono.

—Me tienes inmovilizado— le dije y luego miré al otro lado de la cama


donde estaba mi teléfono.

Suspirando, se incorporó, olvidando que estaba desnuda o no le


importaba, y sentándose en mi cintura se estiró, permitiéndome ver
sus pechos levantarse mientras lo hacía. Acomodándose el cabello
revuelto detrás de las orejas, se inclinó, y supe entonces que me estaba
tentando a propósito.
—Ahh. —Jadeó cuando le mordí el pezón. Lamiendo y chupando, saltó
ligeramente cuando mis manos se aferraron a sus dos pechos,
apretándolos—. Oh...

No me detuve, moviendo mi boca de un pezón a otro. Viendo como


pasaban de rosa a rojo, cuanto más mordía y chupaba, sus gemidos
llenaban mis oídos.

BIP. BIP.

Soltando sus pechos y apartando mis manos, me senté, quitándole el


teléfono de sus manos.

—¿Qué pasa?

Se sentó sobre mí en shock. Sus ojos azules miraban a sus marcados


pechos, como si quisiera asegurarse de que no se lo había imaginado,
y luego a mí. Lentamente, una sonrisa malvada se extendió por sus
labios.

—¿Señor? ¿Me ha oído?

—Yo...

Me arrebató el teléfono y dijo —Gracias por llamar al Sr. Callahan.


Está actualmente en su luna de miel y no estará disponible... hasta
que se encuentre dispuesto a hacerlo. Por favor, no lo molesten a
menos que sea una emergencia. Gracias, adiós.

Tiró mi teléfono por encima del hombro, enviándolo al suelo. Sin


embargo, moviéndose de mi cintura a mi polla, no me dejó entrar en
ella. En vez de eso, me torturó con la sensación de su coño frotándose
en mi polla.

—Por todo lo que sabemos... —Cerré los ojos, inhalando al sentirla


antes de hablar—. Eso podría haber sido una emergencia.
—¿Más urgente que tu mujer? —dijo suavemente, poniendo sus
manos en mi pecho, inclinándose hacia adelante, sus caderas nunca
se detuvieron—. Cuando te dormiste, tomé la decisión de conocerte
mejor... ahora mismo sólo quiero saber las diferentes formas en que
puedes hacerme correrme.

—Siempre se trata de ti, ¿correcto?

Lo había declarado hace sólo una hora.

—Sí. —Besó mis labios suavemente—. No me importa cómo lo hagas,


esposo... sólo hazme correrme.

Los dos estábamos aturdidos. Medio dormidos. Medio despiertos... y


calientes. Sabía que era la única razón por la que estábamos así... por
la que me importaba un bledo por lo que fuera que Toby había llamado
para preguntarme... y por la que no quería nada más que hacer
exactamente lo que me pedía.

Girándonos, la inmovilizaba debajo, contuvo la respiración, el deseo


de sus ojos sólo coincidía con los míos. Sentado sobre mis rodillas,
levanté sus caderas hacia mí. Su ceja se levantó y antes de que se
atreviera a hablar y a tentarme más, le levanté los muslos más alto,
tan alto que su espalda se separó de la cama y sus manos se fijaron
en las sábanas debajo de ella, mientras colocaba sus piernas sobre
mis hombros, lamiendo su coño, ya mojado para mí. Mi lengua se
movió, burlándose de ella lentamente.

—Ahh...— Gimió, meciéndose en mi boca. Extendiendo la mano, la


abrí para lamer su clítoris, deslizando mi dedo medio en ella.

—E…

Viendo la forma en que se aferraba a mi dedo, quería


desesperadamente mi polla en su lugar y sin embargo se paralizaba
cada vez que la chupaba.
—¡Oh! —gritó, y la ignoré, follándola con el dedo, burlándome con mi
lengua hasta que demasiado rápido se corrió en mis dedos, gritando
mi nombre— ¡Ethan!

Saliendo de ella, dejándola caer en la cama, su pecho se elevó mientras


intentaba respirar. —Eso fue rápido, esposa. No pidas lo que no
puedes manejar.

Abrió los ojos, y estaba seguro de que me ladraría, pero se congeló


cuando me miró mientras la saboreaba en mi dedo. Sorprendiéndome,
se levantó de la cama, con el cabello ya pegado al cuerpo, y de rodillas
me lamió lentamente el dedo medio antes de llevárselo a su cálida boca
y soltarlo lentamente.

Lamiéndose los labios, sus ojos se encontraron con los míos mientras
decía —No te pongas arrogante. El primero es siempre el más fácil.

Podía sentir que me desafiaba y reaccioné, tirando de su cabello hacia


atrás y a eso sonrió, añadiendo un insulto a la herida diciendo. —Si
puedes doblarme, entonces rómpeme.

La única cosa que había estado tratando de no hacer, lo pidió por su


nombre.

Levantándome de la cama, sentí sus ojos sobre mí. Volviéndome, le


ofrecí mi mano. La tomó, mirándome, pero no dijo nada mientras la
llevaba a mi armario. Cuando se paró en el medio de la habitación, la
dejé, caminando para detener la grabación de las cámaras. Una
docena de cosas pasaron por mi mente, pero al recordar que acababa
de salir de la cárcel hace poco más de una semana y nuestro pequeño
enfrentamiento hace sólo unas horas, me hizo darme cuenta de lo que
su boca decía y para lo que su mente estaba preparada eran dos cosas
diferentes. Por lo tanto... necesitaríamos pasos de bebé. Agarrando
una de mis corbatas amarilla, roja que me hacían sentir demasiado
como un cliché... me acerqué a ella.
—¿Qué estás haciendo?

—Romperte.

IVY
Sentí que mi corazón se aceleraba y el tiempo se ralentizaba mientras
él caminaba delante de mí. La corbata que tenía en sus manos ya decía
mucho sobre lo que estaba por venir y... quería decirle que no iba en
serio al 100% con lo de romperme.

—¿Confías en mí? —preguntó y la forma en que me miró me dio


escalofríos. Como si el mundo entero pudiera caerse y continuaría ahí
mirándome así.

Sintiéndome un poco incómoda, traté de aligerar el ambiente y le dije


—Lo suficiente para dormir contigo... y casarme contigo.

Sin embargo, no la tenía. —¿Sí o no, Ivy?

—Sí —lo admití, aunque no tenía ni idea de por qué.

—Bien. Porque confío en ti. —Me besó la frente.

Cerré los ojos, preparándome para lo que fuera que iba a hacer. Sin
embargo, cuando los abrí para ver lo que pasaba, no estaba preparada
para verle tomar la corbata y envolverse los ojos.

—Haz lo peor que puedas, esposa.

—¿Esto me está destrozando? —Me burlé, no estoy segura de qué


demonios estaba pensando.

—Sí, esposa —respondió directamente.


Me quedé allí, sin saber qué hacer, y también se quedó allí, como una
estatua griega desnuda, perfectamente relajado.

—¿Así que puedo hacerte lo que quiera? —Pregunté, acercándome,


agitando mi mano frente a su cara para asegurarme de que no pudiera
ver.

—Sí, esposa.

Sonriendo como una idiota, realmente quería ver si haría lo que


quisiera. —Arrodíllate... y bésame los pies.

Su cara era dura y dudaba.

—Sabía...

Antes de que pudiera decir las palabras, se acercó a mí y me obligó a


mirarle hasta que me puso la mano en la cintura y se arrodilló. Sus
manos bajaron hasta que tocó mis pies y los besó. En el momento en
que lo hizo, por alguna razón, sentí mi pecho apretado y no estaba
segura de qué. Él sólo esperó, aún arrodillado.

Era Ethan, imbécil, engreído, sabelotodo, el Sr. Centro del Mundo, el


malvado Callahan, y ahora estaba arrodillado a mis pies, esperando
que le dijera qué hacer.

—¿Por qué estás haciendo esto? —susurré.

—Porque tú... lo necesitamos, esposa —respondió, llamándome


esposa por cuarta vez desde comenzamos esto—. Necesitas sentir que
controlas algo. Que eres diferente a cualquier otra mujer. Necesito que
sepas que lo haces. Y lo eres. Me controlas a mí, algo que nadie más
ha hecho nunca.

Me costaba respirar, así que tuve que apartar la vista de él, y deseaba
no haberlo hecho porque fue entonces cuando vi su pistola en el
armario central.
Levantando la mano, puse mi mano en su cabello, que se sentía
mucho más suave ahora que no estaba jalándolo.

—Sabes que podría matarte ahora mismo.

Sonrió. —Si te hace sentir mejor, esposa.

¡QUÉ ES LO QUE LE PASA! Mi mente gritaba y aún así mi cuerpo


temblaba. Lo peor de todo es que estaba confundida por lo que sea
que estaba sintiendo.

—El sexo rudo hubiera estado bien —murmuré.

—Rompe tu mente, esposa, y tu cuerpo vendrá muy pronto. —Sonrió.

—Gracias, Aristóteles —me burlé, no es que pudiera ver mi cara. ¿Por


qué era yo la que estaba tan irritada? Él era el que se suponía que
debía escucharme. No tenía que seguir pensando.

Inclinándome sobre él, no iba a dejar que siguiera metiéndose conmigo


de esta manera. —Bésame... apasionadamente, como si fuera tu
primer, último y único amor verdadero.

Esperaba que volviera a llamarme esposa, pero en vez de eso extendió


la mano, me agarró por un lado de la cabeza y puso mis labios sobre
los suyos. Mi boca se abrió inmediatamente para su lengua, rodando
sobre la mía, su mano libre tirando de mí hacia su pecho, donde me
envolvió con sus brazos, sujetándome fuertemente, preciosamente,
sus manos nunca se movieron hacia abajo para agarrar mi pecho o mi
culo. Me besó con todo lo que le pedí. Estaba indefensa a pesar de que
esto fue mi idea. Mi cuerpo se relajó en el suyo y ambos caímos al
suelo de su armario. Nos hizo rodar sobre un costado, mi pierna sobre
su muslo, sin espacio entre nuestros cuerpos. El apasionado beso que
me había dado hace sólo unos segundos se transformó en uno suave.
Se separó ligeramente para dejar un beso suave tras otro en mis labios
y cada vez que lo hacía estaba ansiosa por el siguiente.
—Hazme el amor —susurré en sus labios.

—Muéstrame cómo, esposa —susurró en la pequeña distancia entre


nosotros—. Nunca he hecho el amor con nadie.

No está jugando limpio. Ni siquiera me había dado cuenta de lo que


pedía hasta que las palabras salieron de mi boca y él respondió.
Porque si lo hubiera hecho, me habría dado cuenta de que tampoco
sabía lo que significaba... no hasta que me besó.

Levantando la mano, tiré de su corbata hasta que se deshizo. Parpadeó


unas cuantas veces antes de que sus hermosos ojos verdes se
centraran en los míos. Devolviendo el sonido que intentaba salir de mi
garganta, sonreí y le respondí —Mírame y sujétame así, bésame como
lo hiciste y tómame despacio.

—Sí, esposa —dijo en voz baja, se puso encima de mí y me besó de


nuevo. Cerrando mis ojos, mis brazos se envolvieron alrededor de su
cuello.

—Oh... —gemí contra su boca cuando lo sentí entrar en mí como si


fuera virgen... mientras se enterraba profundamente, dejándome cada
vez con más ganas.

—Ivy— susurró, apoyando su frente en la mía.

—¿S... sí?

—¿Por qué estás llorando?

Ni siquiera me di cuenta de que lo estaba. Y ahora que lo hice traté de


apartar la mirada, pero sólo me besó la mejilla y un lado del ojo. Hasta
que sus labios estuvieron en mi oreja otra vez.

—No juegas limpio...


¿Yo? ¿No juego limpio?

—Apenas puedo controlarme cuando sonríes... viéndote así... —Me


besó la oreja otra vez—. Incluso lloras maravillosamente... me hace
débil.

Me aferré a él con más fuerza, tratando de no convertirme en un


desastre aún más grande.

—¿Quién dijo que podías hablar? —Me ahogué—. Creí que era la que
tenía el control aquí.

Cuando no volvió a decir nada, le volví a mirar y me sonrió


suavemente, una capa de luz encima de él.

—Perdóname, esposa —dijo antes de besarme de nuevo y mientras me


llenaba no quise dejar el suelo del maldito armario.

ETHAN

Por primera vez desde que la conocí, estaba callada mientras


comíamos en el suelo de nuestro dormitorio. Después de mi
experimento en el armario, nos quedamos ahí envueltos en los brazos
del otro durante casi una hora hasta que su estómago gruñó y llamé
para una cena temprana. Ya eran las cuatro de la tarde. Hice lo mejor
que pude para no mirarla mientras comía su yogur, todavía aturdida,
pero fallando. Sin embargo, eso demostró que tomé la decisión
correcta. ¿Quería atarla y salirme con la mía...? Sí. ¿Odié recibir
órdenes de alguien... también sí? Pero Ivy estaba acostumbrada a la
dureza, y aunque ese pensamiento me cabreó mucho, intenté pensar
en eso sólo en el contexto de su vida y no en alguien con quien hubiera
estado antes que yo. Sí, soy chovinista, joder siempre. De cualquier
manera, pensé que si hubiera hecho lo que quería, ella no se habría
desconcertado mucho.

—Esposa —llamé, y saltó ligeramente, mirándome—. ¿Estás bien?

—Huh... sí... quiero decir, sí, estoy bien. Sólo hambrienta. —Mintió,
comiendo de nuevo y mirando hacia atrás a través del teléfono que
apareció junto con la comida.

Esto es mejor, pensé, dando un mordisco a mi pollo. Me di cuenta de


que no se quedaría así de callada y reservada por mucho tiempo. Pero
eso no importaba.

—Aquí. —Levanté la corbata amarilla y se la entregué—. Para cuando


vuelvas a necesitar el control. No vayas a abusar de tu poder, esposa.

Sonrió, quitándomela. —Lo intentaré, pero tú eres el que le dio el


poder a una novata.

—No es una novata. Es mi esposa. —Seguiría diciéndolo hasta que lo


entendiera.

—¿Por qué confías tanto en mí? Te odiaba sólo hasta hace poco
tiempo... —Dejó su taza y su cuchara—. Y no me digas que son los
votos otra vez. A pesar de ser una idiota cuando nos conocimos, sigues
siendo considerado y amable conmigo.

No estaba seguro de cómo decírselo, aparte de. —Regla cuatro: no hay


divorcio sangriento. Regla cuarenta y ocho: ama a tu esposa por
encima de todo... después de todo, es la que puede mantenerte
caliente por la noche o asegurarse de que nunca te despiertes. Regla
cuarenta y nueve: nunca seas infiel. Las aventuras destruyen la
familia. Ningún rostro o cuerpo vale la pena.

—¿Qué? ¿Cuáles son esas reglas?


—Las reglas de la familia Callahan —dije, tomando otro bocado de mi
comida mientras centraba toda su atención en mí—. De mi padre, que
vino de su padre y su padre antes que él. Las reglas son muy
importantes para esta familia porque nos han mantenido en la cima.
Las respetamos. Reconocemos que a veces pueden ser contrarias. Sin
embargo, el punto es el mismo, cuida de tu familia, de tu gente, y hazlo
mientras te ves impío y guapo. Algo con lo que fui afortunadamente
bendecido en gran medida.

—Vaya... —Se estiró—. Si tu ego fuera comida, podría acabar con el


hambre en el mundo dos veces.

Ignorándola, seguí adelante. —¿Por qué te trato así? Porque así es


como me han enseñado a tratarte.

Frunció el ceño, acercándose a mí hasta que apoyó su barbilla en mi


hombro. —Siento que hay más.

—Todos sienten que hay más —murmuré, tomando el vaso de agua,


con sus ojos aún sobre mí—. Pero es la verdad. ¿Preferirías que se me
ocurriera algo romántico?

—¿Sabes cómo?

Fruncí el ceño ante eso. —Lo siento, ese era el fuerte de mi padre.

—¿Tu padre?

Asentí. —El hombre que amaba tanto a su esposa que casi se suicida.
La historia de amor de mis padres era conocida y cegadora para
nosotros mientras crecíamos.

—Mis padres también se amaban —dijo, pero no creí que lo


entendiera.

—Estoy seguro. Sin embargo, mis padres estaban obsesionados —le


dije, pensando en eso, aunque no era difícil de recordar—. Eran como
dos imanes. En el momento en que uno de ellos entraba en la
habitación lo sabían automáticamente, y cuando estaban cerca eran
casi inseparables. Peleaban entre sí física y verbalmente con el único
propósito de reconciliarse. Si mi madre pasaba más de una hora sin
hablar con él, se irritaba. Mi padre se negaba a dormir hasta que ella
llegara a casa. Caminaban al mismo ritmo. Sus ojos se encontraron al
mismo tiempo. Incluso respiraban uniformemente. Durante mucho
tiempo pensé que era normal, hasta que vi a los padres de Toby
divorciarse. Ni siquiera entendí realmente lo que eso significaba
entonces. Pensé que tal vez sólo eran ellos. Pero pronto me di cuenta
de que casi la mitad de los matrimonios fracasaban y me sorprendió.
Nunca fue una realidad para nuestra familia.

No me di cuenta de que me había cayado hasta que me levantó la


barbilla del hombro.

—¿Quieres un amor como el de tus padres?

—No. —Me reí, bebí, y luego recordé con quién estaba hablando. Por
supuesto que no estaba contenta—. Suena genial ser amado de esa
manera. Estoy seguro de que fue genial. Hasta que mi madre murió.
Y, como dije, mi padre se convirtió en la cáscara del hombre que era.
Pero eso no fue lo peor. Si simplemente se hubiera autodestruido,
podría haberlo comprendido. En cambio, era... horrible. Descargó su
ira contra nosotros, sus hijos, como nos culpó por mantenerlo vivo y
no morir. Nos destrozó con su venganza. Envió a Dona a un internado.
Y felizmente nos enfrentó a Wyatt y a mí cuando estábamos juntos. Y
cuando estaba con él, me culpaba por derrotar a Wyatt. Me
preguntaba cómo dejaba que mi hermano fallara, mientras que me
pedía que lo hiciera fallar. No había paz. El día que murió todos
respiramos profundamente de nuevo. Eso es lo que hizo su amor... y
no quiero tener nada que ver con eso.

—Así que nunca am...

—El punto no es no amar... es no obsesionarse.


Sonrió y asintió. —Te lo haré saber si empiezas a obsesionarte
conmigo.

—No soy el problema —dije, agarrando mi yogur.

—¿Estás diciendo que yo lo soy?

—¿Me has visto?

Gimió, puso los ojos en blanco y se levantó. —Voy a tomar una ducha.
Siéntete libre de casarte con tu propio reflejo o algo así.

—Lo intenté. Aparentemente no es legal en el estado de...

—¡Oh Dios mío, eres molesto! —gritó y se rio, yendo al baño.


Sonriendo, no me moví y seguí comiendo.

—Espero que sepas que esta historia no es gratis —grité, agarrando


una manzana mientras me levantaba.

—¿Qué?

Caminando hacia la ducha, vi como se paraba bajo el agua y como se


deslizaba por la curva de su pecho.

—Mis ojos están aquí arriba.

—Sé dónde están tus ojos. No los estaba mirando —dije, dando un
mordisco a la fruta que tenía en la mano.

—¿Cómo decías? —Alcanzó mi champú, y se echó de la botella de cien


dólares en la cabeza.

—Dar y tomar. Si te enteras de mi pasado, me enteraré del tuyo


cuando lleguemos a Boston.

—¿Qué? —Se detuvo, sus manos se enredaron en su cabello.


—Salimos para Boston a primera hora de la mañana. Lo siento,
esposa, pero me gustan los negocios con un lado de placer. —Quería
unirme a ella... mucho. Pero la mirada de horror, ira y anticipación
me mantuvo a raya. Dejándola, volví a mi cama, tome mi teléfono,
hace tiempo que lo olvidé. Sólo tres llamadas perdidas de Dona y una
de mi tía Cora, a las que siguió un mensaje que decía que se habían
ido con mi abuela.

Marcando, sonó una vez antes de que contestara.

—¿Señor?

—¿Está todo listo?

—Sí. Saldré volando...

—No. Te quedarás aquí en Chicago. Preséntate a Dona, hazle saber


que la dejo para que mire la casa. —Ella sabría lo que eso significa y
esperemos que le refresque la cabeza un poco. Dona no fallaría. El
problema era que, al igual que un perro que había probado la sangre,
era casi imposible volver a enjaularlos—. Sin embargo, Tobías... no la
pierdas de vista.

—Por supuesto.

—Bien.

—Ethan —dijo antes de que pudiera colgar—. Felicidades por tu boda,


amigo mío.

—Sigues llamándome así, pero no somos amigos. —Colgué, tirando el


teléfono sobre la cama.

Dándose la vuelta, Ivy se había puesto mi bata, que le quedaba tan


grande que casi parecía que se ahogaba en ella, con el cabello mojado
y pegado a la cara.
—¿Quién se muere primero?

—Cualquiera que no se incline.

La comisura de su labio apareció, al igual que la mía.

Boston estaba a punto de ponerse muy feo.


DIECISIETE

"Quería movimiento y no un curso tranquilo de la existencia.


Quería emoción, peligro y la oportunidad de sacrificarme
por mi amor."
~ Leo Tolstoy ~

TOBIAS

Hay gente en este mundo que se niega a seguir el camino fácil. Lo ven
delante de ellos. Muchas veces incluso se les coloca sobre él, se les
dan instrucciones y simplemente se les dice que caminen. Sin
embargo, se niegan. Prefieren pelear. Prefieren luchar. Prefieren gritar
de frustración y casi morir, siguiendo un camino mucho más doloroso.
Los forasteros los llaman masoquistas. Sin embargo, esa gente no se
dieron cuenta de lo que la gente como yo se dio cuenta... no hay nada
al final del camino fácil. ¿Por qué? Porque los que crearon ese camino
lo despojaron de todo lo que valía en su camino. De donde vino la
gloria, la riqueza y el poder, eso sólo vino del camino sin retorno.

Elegí ese camino hace mucho tiempo.

Para ser esta persona, para estar tan cerca...

Significó dolor, pero valió la pena. Ella valió la pena.

—Dijiste que la casa de la piscina era el lugar donde las cosas van a
morir —dije, mirando mientras bebía su vino tinto, su mirada nunca
se apartó de la piscina delante de ella. Pequeñas ondulaciones se
extendieron por la superficie del agua mientras pateaba suavemente
su pie de un lado a otro.

—¿Crees que me voy a suicidar? —preguntó, bebiendo de nuevo.

—Te amas demasiado como para morir —respondí, caminando por el


lado de la piscina hacia ella.

—Cierto. —Asintió... terminando su copa y recogiendo la botella a su


lado y rellenando su copa.

—¿No crees que es suficiente?

—¿Le harías esa pregunta a mi hermano?

—No. —Sabía lo que estaba tratando de insinuar—. Pero sólo porque


no estoy enamorado de tu hermano. Puede beber hasta morir si quiere.

Suspiró, finalmente mirándome. —¿Qué quieres, Toby?

Dios, me hacía subir por la pared a veces. Parado a su lado, le entregué


el celular, que tomó y leyó el mensaje antes de tirarlo al agua que tenía
al frente.

—Pensé que estarías feliz de que te dejara las llaves del reino.

Se burló. —¿Por qué me haría feliz que el chico de los recados de mi


hermano me entregara un mensaje de mi propio hermano? De hecho,
si tuviera la fuerza estaría furiosa. Ya no puede encontrarme por sí
mismo.

No dejes que te atrape. Quería luchar. Sólo quería menospreciar a


alguien para sentirse mejor. Si reaccionaba, le permitía elegirme.

—Está en su luna de miel con su esposa. No ha salido de su habitación


en todo el día. Lo cual fue impactante en sí mismo.
—Luna de miel. —Se rio amargamente—. El hombre que evita el amor
como la peste seguro que se adapta bien.

—Nunca ha dejado de amarte.

—Soy de la familia.

—Ella también.

—¿Estás tratando de hacerme sentir mejor o de hacerme enojar?

—Ninguna de las dos cosas, sólo intento hacerte entrar en razón.

Se puso de pie, y aunque era más baja, por la forma en que me miraba
no te dabas cuenta. —Crees que estoy siendo una mocosa.

No respondí.

Asintió, terminó su vino y tiró la copa al suelo, rompiéndola en el


impacto antes de sumergirse en la piscina. Al girar, vi como no se
molestaba en nadar, sólo se hundió hasta el fondo, cerrando los ojos.

En el momento en que cayó al agua, sin siquiera intentarlo, ya empecé


a cronometrarla. Podía durar nueve minutos y cuarenta segundos en
su mejor día... y hoy no estaba en su mejor momento. Cuando vi las
burbujas y ella se molestó en moverse, seguí esperando, esperando
que saliera, pero ¡joder, hombre!

Me quité el abrigo y me sumergí en el agua, bajé y la subí conmigo.


Jadeaba buscando aire mientras salíamos a la superficie y me
apartaba el brazo.

—¡No te pedí que me salvaras! —gritó, saliendo de la piscina.

—¡No, prefieres torturarte!


—¡Estaba pensando!

—¡Pensando y ahogándote! —También le grité cuando salí. Empapado


y enojado, me molesté de nuevo, me encontré maldiciéndola en
italiano—. ¡Juro por Dios, Donatella, que si no te amara te tiraría de
nuevo al agua y mantendría tu cabeza abajo!

—¡Me gustaría ver que lo intentes! —gritó también en italiano—.


¡Sigues intentando salvarme! ¡Estoy más allá de tu ayuda, así que vete!
Como todos los demás, ¡Vete!

Al pasar al toallero, agarré una antes de volver a ella, colocando la


maldita cosa en su cabeza.

—No me voy a casar contigo. No voy a estar contigo. Te lo dije, no eres


lo que quiero. —¿Estaba mal que sus palabras ya no dolieran? Estaba
tan acostumbrado a ellas.

—Te vas a casar conmigo. Vas a estar conmigo. Soy lo que necesitas
—le respondí, secando su cabello y su cara—. Ethan se ha casado...
por fin. Eso significa que sólo me tienes a mí.

—Te olvidas de un hermano.

—El que se escapó. —Me reí—. No lo olvidé. Él no cuenta.

—Eres demasiado engreído. —Me empujó a mí y a la toalla, caminando


para conseguir la suya—. Y esperar a que mis hermanos estén fuera
para tratar de tomarme es débil. Yo no soy débil.

¿Es eso lo que ella piensa?

—Dona. —Me reí, usando la misma toalla para secarme—. Me habría


enfrentado a Ethan en cualquier momento. Ethan no es mi problema.
Tú lo eres.

—¿Y cómo es eso?


—¿Qué estás haciendo? —Odiaba verla así. Era la que estaba débil,
no yo—. Siempre supiste que Ethan se iba a casar. Que Wyatt también
se casaría algún día. Siempre supiste que este día llegaría. Entonces,
¿Por qué actúas como...?

—¡Porque no me lo dijo! —gritó—. Él, como padre, como madre, como


cualquier otra maldita persona, me dictó cuál era el plan y esperaba
que lo siguiera. La casa de la piscina no es donde las cosas van a
morir, ¡es donde yo voy a morir! ¡Tenía siete años cuando mi madre
me sacó de la cama y me tiró a la piscina y me dijo que nadara! Nadé
durante horas hasta que sentí que mis brazos estaban ardiendo. ¿Por
qué? Porque pensaba que era débil. Así que me empujé todos los días
durante horas. Y una noche estaba nadando y Ethan vino a decirme
que mi madre había muerto. Y papá me dijo que no me ablandara. Me
empujé con fuerza y un día, mientras nadaba, papá vino y me dijo que
iba a un internado por los próximos cuatro años. Arrojaron mi vida al
caos sin advertencia, sin respeto, y luego ¡Me llamaron mocosa por
estar molesta!

Su pecho se elevó y cayó una y otra vez mientras trataba de calmarse,


pasando sus dedos por su cabello mojado. —Ethan quiere tener a una
ex-convicta, esa es su elección. Pero no confió en mí lo suficiente como
para hacérmelo saber... hasta el día antes de casarse... también tengo
planes. Tengo cosas que necesito hacer también y cuando no sé lo que
está pasando parezco una maldita idiota.

—Dona...

—Vengo aquí. —Señaló a su alrededor la casa de la piscina—. Para


ahogarme. Matar a la Doña de ese momento y volver a empezar. Volver
a planear, volver a pensar, volver a todo. Discúlpame si soy un poco
bratón al hacerlo. Pero no te pedí que vinieras aquí conmigo. No te
pedí tu amor...

—Ahí es donde te equivocas —la interrumpí, demasiado aturdido para


gritar. Por un segundo casi creí que estaba herida porque su hermano
había seguido adelante. No, al final del día, todavía estaba
maquinando para sí misma—. Me pediste que te amara.

—¿Cuándo se te ocurrió esa idea?

—8 de septiembre —le recordé, aunque por su mirada no tuve que


hacerlo—. La noche antes de que te fueras a Italia. Después de que
tus hermanos, tus tías, tíos y todos los demás le rogaran a tu padre
que no te enviara y fracasaran. Me llamaste. Me dijiste que era mejor
que no me enamorara de nadie porque...

—Cállate. —Me miró fijamente—. Me acuerdo. No tienes que decirlo.

—Porque pertenecía a Donatella Aviela Callahan.

Frunció el ceño. —Tenía quince años y era estúpida.

—Eres egoísta, hambrienta de poder, frenética en un momento y frío


al siguiente. Bebes demasiado vino y rompes aún más copas...

—Se supone que debes añadir rasgos positivos ahí...

—Y siempre tienes que decir una palabra incluso cuando estamos


hablando legítimamente de ti. —Me reí—. Podría escribir una novela
sobre toda la mierda que haces y que me molesta. Sin embargo, lo
único que nunca serás es estúpida. No lo fuiste entonces y no lo eres
ahora. Me dijiste que no amara a nadie más y durante más de una
década he hecho precisamente eso. Así que si quieres que me detenga,
dímelo.

Sus ojos verdes se juntaron como si no me entendiera. —¿Podrías


dejar de amarme si simplemente te lo dijera? ¿Cuándo te volviste tan
voluble...?

—No les de vueltas, Dona. Si quieres que me vaya, entonces dilo. Dime
que vaya a buscar otra mujer... alguien, como tú dices, que esté a mi
altura.
Pude ver que iba a llamarme mentiroso y la besé, como me moría de
ganas desde que volvió, envolviéndola en mis brazos y estrechando su
cuerpo contra el mío. Y sólo cuando me devolvió el beso me alejé de
nuevo.

—Lo siento. Ahora dime.

—Vete a la mierda. No acepto órdenes —Estalló, agarró su botella de


vino y salió de la casa de la piscina.

—Jesús —murmuré para mí mismo, deseando haberla besado más


tiempo, mis pantalones se apretaron más mientras mi polla se
endurecía.

Once años.

Ese fue el tiempo que estuve andando por el camino hacia ella.

Y seguiría andando durante otros once. Demonios, incluso veintisiete


años. No importaba mientras al final ella fuera mía, delante de todos.

Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa... a ser cualquier cosa por


ella.
DIECIOCHO

"Las piernas destrozadas pueden curarse con el tiempo,


pero algunas traiciones se enconan y
envenenan el alma".
~ George R.R. Martin ~

IVY

—No sabía que era posible que una persona no pudiera viajar en un
jet privado —Ethan habló en voz alta mientras leía el papeleo delante
de él.

—No sabía que era posible ser un vagabundo en tu propio avión —


respondió Wyatt, mordiendo su barra de granola.

Ambos se sentaron en lados opuestos del avión, sin mirarse y


fingiendo que me hablaban cuando realmente se hablaban.

Y pensaba que mi familia tenía problemas.

—Traducción. —Me acomodé en mi asiento mientras descifraba su


conversación infantil—. Wyatt, lo que Ethan quiere decir es que me
alegro de que hayas elegido ahorrar dinero y volar con nosotros.
Ethan, Wyatt dijo que, por supuesto, viendo que heredó el avión lo
usaría de vez en cuando. Gracias por cuidarlo por mí.
Los dos pares ojos se dirigieron a mí, a los que sonreí. —Por favor, no
se detengas por mí. Creo que soy buena en esto.

Quise reírme de inmediato cuando ambos pusieron los ojos en blanco


en el momento exacto y volvieron a lo que estaban haciendo. Como no
me hablaban, me incliné sobre el brazo de mi silla ante los hombres
sentados delante de nosotros. Había tres de ellos, Greyson que
conocía, y Lex, creo, el hombre que había estado en el auto cuando
fuimos al hospital, y un hombre alto y delgado que llevaba un
sombrero de golf y un palillo en la boca.

—Pssst. —Intenté llamar su atención, pero ninguno lo notó. En


cambio, Ethan y Wyatt me miraron. Ignorándolos como lo hicieron
conmigo, tomé una de las sábanas frente a mí, la doblé en un triángulo
y luego la moví perfectamente, sacándole el palillo de la boca—.
¡Anotación!

—¿Tiene la capacidad mental para consentir el matrimonio? —Wyatt


frunció el ceño, mirando a Ethan.

—Que lo haga o no, no es asunto tuyo —dijo, alcanzando su whisky


mientras volvía a leer.

—Wowwww. Ambos son unos idiotas. —Fruncí el ceño, mirando entre


ellos—. Viniendo de ti, Wyatt, el tipo que elige enojar a su hermano
porque prefiere pelear que sentarse en silencio y pretender que no le
importa, insultar mi madurez es divertido. Y tú, Ethan, estoy un poco
dolida. ¿Qué pasó con tratarme como te enseñaron a tratar a una
dama? Supongo que sólo cuenta cuando me estás follando.

La boca de Wyatt se abrió.

Ethan tosió, asfixiándose con su bebida.

—¿Oye, chicos? —Saludé a los hombres, tratando de no reírme—.


¿Cuánto falta para que aterricemos?
—Otra media hora, Señora. —Greyson revisó su reloj.

Gruñendo, me recosté de nuevo en el asiento de cuero marrón. —No


estoy segura de cuánto tiempo más podemos permanecer en una caja
de metal a 41.298 pies sin que alguien muera.

—Eh, 41.298 es un poco específico, ¿No? —Lex preguntó.

Mirando por la ventana por un segundo y luego recostándome, sacudí


la cabeza. —No. Eso debería estar bien considerando cuándo
despegamos y cuánto tiempo más tenemos por recorrer.

Todos me miraban fijamente.

—Nos está tomando el pelo, Señora —dijo el Sr. Palillo, sacando el


palillo de su boca e inclinándose sobre la silla para verme mejor.

Ahora estaba molesta. —Realmente odio cuando la gente piensa que


estoy bromeando cuando hablo en serio. Se siente como si me
llamaran estúpida. ¿Me estás llamando estúpida?

Antes de que pudiera responder o pedir perdón, Ethan presionó el


botón de llamada junto a su silla.

—¿Señor? —Una voz llegó por el intercomunicador.

—¿Cuál es nuestra altitud actual? —Ethan preguntó, sus ojos se


dirigieron a mí también.

—Son 41.298 pies, Señor.

—¡Gracias! —Lancé mis manos.

—Mierda —murmuró Wyatt en voz baja.

—¿Señor? —llamó el piloto.


—Está bien —dijo Ethan, soltando el botón.

Le asentí con suficiencia. —Todos ustedes son como la Sra. Lisowski.

Ethan agitó la cabeza. —¿Debería siquiera preguntar?

—La Sra. Lisowski fue una maestra de cuarto grado en mi escuela. —


Seguí como si no hubiera hablado—. Sin embargo, la maestra de
cuarto grado que me asignaron le dijo que era inteligente y que debía
estar en su clase. La Sra. Lisowski me miró y se rio, diciendo que no
encajaría en su clase.

—¿Hasta que los aturdiste a todos con tu brillantez? —Ethan añadió,


y pude sentir el sarcasmo rodando en oleadas.

—No. Aunque así es como la historia debería haber terminado. En


cambio, la Sra. Lisowski no volvió a hablarme hasta que sustituyó a
mi maestra durante el día del examen. Terminé temprano, como solía
hacer, y me fui a dormir, como estaba permitido, sólo para ser
despertado por su regla en mi cabeza. No creía que hubiera terminado
tan rápido y cuando le mostré, y lo hice todo bien, todavía no lo creía.
Dijo que debía haber hecho trampa y me hizo sentar en un rincón con
este cartel que decía que a Dios no le gustan los tramposos.

Wyatt se rio.

—¡No es gracioso! —Agarré uno de los papeles de la mesa y se lo arrojé


a la cabeza.

—¿También te puso un cono en la cabeza? —Bromeó.

—No. —Hice una mueca, aunque estaba segura de que si hubiera


alguno, lo habría hecho. Me volví hacia Ethan, que me escuchaba,
aunque parecía aburrido—. De todos modos, me dijo que tendría que
sentarme allí todos los días de la semana hasta que admitiera que hice
trampa. Le seguí diciendo que no lo hice y al tercer día uno de los
chicos me tiró pegamento.
Wyatt dejó de reírse de eso. La sonrisa de su cara se desvaneció
lentamente.

Pero la mía no. —Se me llenó la camisa que mi madre me había


comprado, así que salí de la esquina, tome mi silla y se la tiré.

Ethan se rio. —Supongo que eso no te facilitó la escuela.

Me encogí de hombros. —La Sra. Lisowski dijo que era un animal


salvaje que terminaría embarazada, viviendo en un parque de
remolques, comiendo de platos de plástico por el resto de mi vida ya
que no podía actuar o parecer una dama. Le dije que ella tampoco
parecía una dama porque tenía bigote. Todos los niños empezaron a
reírse de ella entonces. La llamamos Sra. Bigotes.

—Ya no sé por quién sentirme mal —murmuró Wyatt.

—¡Por mí! —¿Tenía que preguntar?— Era a la que juzgaba, humillaba,


evitaba la escuela casi todos los días... ¿Podemos ponerla en la lista?
—Miré a Ethan con entusiasmo, incorporándome.

—Déjame ver si entendí bien. —También se incorporó—. ¿Quieres


añadir a tu maestra de cuarto grado, que probablemente sea una
anciana en este momento, a la lista de personas de las que quieres
vengarte?

No me gustó cómo lo dijo ni el caballo hipercrítico en el que estaba


montado. —Sí, ¿Me hace parecer mezquina?

—Mucho. —Tanto Ethan como Wyatt estuvieron de acuerdo.

Míralos. Ahora están confabulando contra mí.

—Disculpen. Estaba traumatizada, gracias —dije, poniendo mi mano


sobre mi corazón. —No tenía amigos, ya que se burlaban de mí. De
hecho, apenas bloqueé la mayor parte de mi infancia porque era muy
malo. Podría haberme hecho repetir la prueba, pero no, tenía que ser
como todos los demás y hacer de mi vida un infierno. —Crucé mis
brazos.

—Como quieras— respondió Ethan, y vitoreé, tratando de pensar en


alguien más.

—Wowww. —Wyatt se desperezó como yo lo había hecho—. Los dos no


tienen vergüenza.

—Que le den a la vergüenza— Ethan y yo dijimos. Y cuando lo hicimos,


ambos cerramos los ojos por un momento. Alcanzando el trabajo de
Ethan, agarré otro trozo de papel, pero me agarró la muñeca.

—¿Te das cuenta de que esto no es para fútbol de papel, verdad?

Asentí. —Es información sobre Boston, y las grandes pelucas de la


ciudad. Primero, ya los has leído y memorizado, segundo, la mitad de
esta mierda está mal. Deberías dispararle a la persona que te lo
consiguió porque es una mierda en la recopilación de información.

—Adiós, Hugh. —Wyatt saludó detrás de él y todos los ojos estaban


puestos en el Sr. Palillo.

—Ups. —No creí que esa persona estuviera en el avión. Lo peor fue lo
aterrado que estaba, ahora mirando la espalda de Ethan. Hizo tronar
su mandíbula a un lado, agarrándose fuertemente al vaso en su mano.

—Yo...

—Por favor, infórmame de lo mala que es la información que tengo


delante para saber si estoy disparando para mutilar o matar— dijo con
demasiada calma.

Algo está mal.


La atención de todos estaba ahora sobre mí y por lo que había visto
sobre Ethan, no hacía amenazas a la ligera.

—Ivy —dijo en serio.

Alargando la mano, le quité los papeles. —En primer lugar, ¿Por qué
carajo Mattapan es uno de los lugares a los que quieres ir? No hay
irlandeses en el Pan. De hecho, era...

Me detuve y mi mirada se dirigió a Hugh. Oh, está muerto.

—Termina tu declaración —dijo Ethan, mirando por la ventana las


pesadas y gruesas nubes, oscureciéndose al entrar la tormenta.
Parecían olas grises que se movían en el cielo.

—Era el lugar donde la gente bromeaba y decía que harían que sus
familiares se quedaran porque sólo querían ver sus culos de lejos —
dije.

—¿Qué? —Greyson cuestionó en voz alta.

—La población de Mattapan es mayoritariamente negra —aclaró


Wyatt.

—Continúa. —Ethan asintió hacia los papeles delante de mí, nada


alterado, pero de nuevo dudé de que lo mostraría si lo hacía.
Levantando el papel, asentí—. McNardy siempre es el limpiador de
dinero y sólo está en mi barrio del sur de Boston, no en el este.

—Tiene que haber miles de McNardys en el sur de Boston —dijo Wyatt


de nuevo, y para alguien que no quería ser parte de esta familia,
encajaba con facilidad. Sin embargo, no hice comentarios porque
sabía que también se daría cuenta de eso.

—Ese es el punto. Vas por ahí preguntando por McNardy y no por el


McNardy correcto, o eres un federal o un idiota. Ambos son motivo
para que te den por el culo un día cuando estés paseando a tu perro.
—He revisado el resto de los papeles—. Todo lo demás no es tan malo.
Es sólo que terminas pareciendo un chico hahdo de Milie, y créeme,
no quieres parecer un chico hahdo de Milie. —Me reí.

—¿Traducción? —Ethan preguntó.

Wyatt habló antes de que pudiera. —Una persona que se esfuerza


demasiado y que viene de un vecindario rico, alias Milton.

—¿Cuánto tiempo has vivido en Boston? —Le pregunté.

—Cinco años. Después del primer año te pones al día rápidamente,


especialmente en el hospital. —Sonrió para sí mismo.

—Oh. —Ya lo veo—. Pero sí —hablé con Ethan de nuevo—. A la gente


de esta ciudad no le gusta el espectáculo. Todos quieren dinero, pero
no quieren verte con él. Había un tipo, Jimmy, que vivía al otro lado
de la calle y robaba cosas. Nada de nadie en el vecindario, como
joyerías y cosas así. Una de esas cosas que todo el mundo sabía pero
que nadie conocía. Su mujer empezó a presumir... a comprar cosas,
cosas muy bonitas y a ocultárselas. Jimmy lo descubrió. Pronto todo
el vecindario lo supo porque la persiguió por la calle con un solo
zapato. Ni una sola persona la dejó entrar en la casa cuando llamó a
la puerta. Mi abuela encendió la televisión entonces.

Wyatt frunció el ceño. —¿La mató?

—No. Lo último que supe es que siguen juntos, viviendo en Back Bay
—le dije, deslizando el papel hacia él.

—Gracias —dijo Ethan, y parecía que lo decía en serio. Me miró de


arriba a abajo, con una pequeña sonrisa en su cara—. Debo
preguntar. ¿El acento de Boston será un accesorio o sólo mientras
estemos aquí?

Ni siquiera me di cuenta de que se me había escapado. —¿Tienes


algún problema...
—J...Jef... —Hugh se atragantó, interrumpiéndome, agarrándose al
cuello mientras su cara se volvía lentamente de color púrpura-azul.

—No, en realidad, es un giro extraño. —Me guiñó un ojo, lo que sólo


me distrajo brevemente del hombre que se caía de su asiento.

—Jefe...

Al darme cuenta de que lo que le hizo a Hugh tenía que estar


preparada de antemano, no pude evitar enfadarme. —¿Por qué me
haces pasar por todo esto si ya sabías que te estaba jodiendo?

—En primer lugar, nadie me jode —dijo en serio y el hombre que ahora
jadeaba por aire detrás de él realmente golpeó ese punto—. En
segundo lugar, quería ver cuánto sabías sobre las partes más oscuras
de tu ciudad.

—¿Así que me estabas manipulando de nuevo?

Sacudió la cabeza. —No tenía ni idea de que ibas a hablar, pero seguí
la corriente. La verdad es que mataste mi dramática escena de muerte
traidora.

Señalé al hombre que ahora tiembla en el suelo del avión. —¿Eso no


es dramático?

—Le dije que dejara de usar esos malditos palillos —murmuró,


evitando mi pregunta, y luego miró a Wyatt, cuyos ojos estaban
cerrados—. ¿No vas a ser un héroe?

—Mi turno no empieza dentro de dos horas —respondió, poniéndose


los auriculares sobre los oídos.

Ethan se encogió de hombros, alcanzando su bebida de nuevo. —


Supongo que no tiene suerte entonces.
¿Fue extraño que encontrara esto refrescante? Se sentía como una
familia para mí. Me gustaban. Todos ellos. Aunque me miraban de
forma extraña, nunca actuaron como si fuera un animal salvaje como
lo hizo la Sra. Lisowski y la gente a lo largo de mi vida. Sabía que a
veces era un poco bipolar, aunque en realidad no era así. El Alcaide
me hizo revisar. Pero aún así, no sentía que no pudiera ser yo misma.

Al ver mi cambio de humor, Ethan dijo en voz baja —¿Qué pasa?

—¿Sabes lo que siempre he querido? —Miré hacia afuera cuando


empezamos a bajar, atravesando las nubes que se cernían sobre la
ciudad—. Siempre he querido ser alguien, para demostrar que se
equivocaban sobre mí. En el momento en que me encerraron pensé
que había soñado demasiado alto.

—¿Me estás dando las gracias entonces? —dijo con humor,


burlándose de mí, pero no estaba bromeando sobre eso.

—Supongo que sí. —Dejé esta ciudad como un patito feo y ahora volvía
como un cisne.

ETHAN

Estaba nerviosa pero entusiasta, serena pero vengativa. Podía decir


que amaba su ciudad como yo amaba Chicago. No sabía cómo me
sentiría si tuviera que irme durante casi una década sin saber cuándo
volvería. Más aún si tenía deudas que pagar. Una parte de mí estaba
tan intrigado por los muchos, muchos, pensamientos que podrían
estar cruzando su mente en algún momento dado. Quería saber qué
haría a continuación. Quería ver hasta dónde llegaría. Cuáles eran sus
planes o si tenía alguno de ellos. No tenía dudas sobre el nivel al que
llegaría si necesitaba saberlo. Pero aún así...
—Les daremos un momento a los dos —declaró al resto del avión,
agarrando su abrigo rojo y su bufanda de su silla, poniéndose entre
nosotros, dijo —habla con él y sé amable. —Luego caminó hacia las
puertas del avión con Lex. Greyson trató de quedarse atrás, pero la
mirada que dio fue aparentemente algo mucho más temible que yo
porque ni siquiera se molestó en comprobarlo conmigo antes de salir.

—Llevas casado menos de un día y ya tiene a todos bajo su pulgar. —


Wyatt miró fijamente a la salida, con la bolsa al hombro, antes de
volverse hacia mí—. Incluso tú... incluso sabe...

—¿Cuándo vas a volver a casa? —pregunté, ignorando su comentario.

—Estoy en casa, Ethan.

—Naciste y te criaste en Chicago. Eres un Callahan. No importa


cuánto quieras borrarlo, eso es lo que eres.

—¡Por el amor de Dios! ¡No estamos en el siglo XVI, Ethan! —Se agarró
más fuerte a su bolsa. Su mirada, que antes estaba en blanco,
comenzó a estrecharse en mí, una mirada con la que me había
familiarizado—. No somos príncipes o dioses o lobos o leones o bestias
o lo que sea con lo que mamá y papá nos hayan llenado la cabeza.
¿Alguna vez escuchas la mitad de la mierda que sale de tu boca? ¿O a
alguien más para el caso? Nos hemos engañado a nosotros mismos
creyendo que somos poderosos, pero, hermano, ¡no lo somos! ¿No lo
demostró la muerte de Mamá? ¿No lo demostró la de papá? ¿La del
abuelo? Por el amor de Dios, Ethan, ¡Una iglesia cayó sobre nuestra
abuela! ¿Eso parece poder? Sé que realmente crees en la grandeza de
nuestra familia, pero fuera de tu burbuja, los Callahan son como los
chicos hahdo de Milie.

Me costó toda mi fuerza no darle una paliza a su pequeño culo de


perra desagradecida. —Sal de mi jet.

—Como te dije, es...


¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

Los disparos parecían interminables y lo único que se me pasó por la


cabeza fue correr hacia la puerta, hacia las balas... ¡Ivy!

Estaba preparado para lo peor, para la sangre, para la muerte.

Sin embargo, cuando salí no vi ni sangre ni muerte. Ivy se levantó


lentamente al lado del viejo Dodge negro, Greyson la protegía.

—Aparentemente, tenemos bromistas en la ciudad —me gritó Lex,


levantando una cadena de fuegos artificiales caseros que aún
humeaban.

Todavía agarrando con fuerza el arma en mi mano, me acerqué


silenciosamente a Ivy. Se limpió el polvo de sus manos raspadas.

—Estoy bien —respondió, aunque no hice la pregunta. Sin embargo,


no lo estaba. Esto hizo que la segunda vez la dejara fuera de mi vista
por un momento y terminara lastimada. Y no habría una tercera.

—Ethan, estoy bien, de verdad. —Se rio, aunque pude ver que no
estaba bien. Estaba agitada.

—Señor. —Greyson me dio el teléfono cuando sonó, ambos sabíamos


quién era.

—Bienvenido a Boston, Sr. Callahan —Cillian habló del otro lado de la


línea—. Espero que no le hayan molestado los fuegos artificiales.
No hable.

—Huh. —Se rio—. Supongo que no lo hizo. Y aquí pensé, ¿Qué son
unas pocas chispas entre amigos? No nos detengamos en eso. De
hecho, tenemos una fiesta en la calle esta tarde. Tú y mi prima
deberían venir. Debería recordar el camino.

Cuando colgó, le devolví el teléfono a Greyson, justo cuando Wyatt


colocó el arma en la funda alrededor de su tobillo y se puso de pie.
Pasó junto a mí, hacia un Alfa Romeo Giulietta Spider gris plateado de
1960, una pelirroja en jeans ajustados y con una de sus camisas
apoyada en la puerta del conductor, esperándolo. No tenía más
palabras para él porque sabía que lo entendía. No estaba huyendo de
mí. Estaba huyendo de sí mismo. Cuando se dio cuenta de que la
única forma de perder tu sombra era morir, volvería. Así que no había
nada más que decir.

—Dale las llaves —hablé, abriendo la puerta del conductor de mi


propio auto para Ivy. Así de fácil, la chispa de sus ojos azules volvió
mientras miraba entre ellos, ansiosa por la llave. Cuando Lex se la
entregó, entró, frotando su mano en el volante.

—Es tan bonito. —Se rio.

Caminando hacia el lado del pasajero, miré a ambos. —Regresen a


Chicago.

—¿Regresar? —Greyson preguntó—. ¿Qué hay de la...

—Ha evolucionado. Vuelve a casa. —Sentado a su lado, me quité la


corbata, desabrochando el botón superior. Sin embargo, no se
movió—. Conduce, Ivy.

—¿Adónde?

No respondí.
DIECINUEVE

"Mi madre me dijo que tenía un alma de camaleón, sin brújula moral
apuntando al norte, sin personalidad fija; sólo una
indecisión interior tan amplia y vacilante como el océano."
~ Lana Del Rey ~

IVY

Mientras conducía encontré todo mi cuerpo relajado, sin importar el


silencio, mirando a Ethan por el rabillo del ojo cada vez que tenía la
oportunidad. Era impresionante, y no podía explicarlo más que pensar
en este momento justo antes de que lloviera. La forma en que un ligero
escalofrío llenaba el aire e instintivamente mirabas las nubes, sólo
para verlas oscurecerse, los relámpagos parpadeando mientras se
arrastraba sobre el sol y bloqueaba la luz. Fue bellamente aterrador y
románticamente catastrófico... así era Ethan cuando se quedó así en
silencio. Me hizo contener la respiración. Me hizo sensible a cada
movimiento de su cuerpo. Desde la forma en que sus ojos se movían
de una persona a otra en la acera hasta la forma en que inclinaba su
cabeza a un lado, su brazo descansaba en la puerta, de vez en cuando
golpeando sus nudillos en su labio inferior, y luego frotando
suavemente un lado de su dedo sobre su labio.

No estaba simplemente excitada, sino desesperada. Quería saber qué


tenía en mente. Quería caer en el mundo en el que se estaba
perdiendo.
—Allí. —Señaló la tienda. Confundida pero sin discutir, estacioné
frente a la tienda Masters y me volví hacia él—. Vayamos.

Asintiendo, lo seguí hasta afuera. Estaba de pie con su traje azul


marino y su camisa morado claro, midiendo el lugar. Sin mirarme,
extendió su mano, y le entregue la llave. Le echó una mirada y sonrió,
cerró el auto, lo puso en mi bolso y me tomó la mano.

Oh.

—Mira quién es tan dulce otra vez. Podrías haberme pedido la mano
—dije, tratando de ignorar el calor que irradiaba su mano a la mía y
al resto de mi cuerpo.

—Anotado— dijo, matando rápidamente mi intento de entablar una


conversación mientras entrábamos en la tienda, el timbre de la puerta
principal sonando mientras lo hacíamos.

—¿Puedo ayudarle...? —la adolescente rubia empezó a decir


automáticamente hasta que miró a Ethan y quedó boquiabierta por
un momento, luego se puso muy... sonriente, llevando su cabello
detrás de la oreja—. Bienvenido a Masters. ¿Necesitas ayuda para
encontrar algo? —le preguntó porque aparentemente era invisible.

Iba a decir algo, pero Ethan, soltándome la mano, pasó junto a ella
como... bueno, como si no estuviera allí, moviéndose hacia los
percheros de ropa y mirándolos.

—Te lo haremos saber. —Le sonreí, y por primera vez me miró.

—Uhh, sí, está bien —murmuró, un poco avergonzada mientras se


hacía a un lado, moviendo el carrito de ropa que estaba colgando para
que yo lo revisara. Caminando a su lado, vi como agarraba algunas
cosas.

—Estamos cambiando. —Me lo hizo saber, leyendo una etiqueta.


—¿Por qué?

Se detuvo y me miró como si estuviera confundido sobre por qué


preguntaba eso. —Porque nos vemos llamativos.

—Estoy bastante segura de que tu prima Nari me dio un sermón sobre


la importancia de vestirse de forma adecuada. —De ahí la razón de los
bonitos y dolorosos tacones que siempre tengo en los pies.

—Las reglas de Chicago no se aplican aquí —dijo, sacando un abrigo


de lana negra de hombre, y se movió a otro estante, pero le agarré el
brazo. Hizo una pausa, permitiéndome ponerme delante de él.

Mirando directamente a sus ojos verdes, le hice la pregunta que me


estaba empezando a comer por dentro.

—¿Qué pasa por su mente, Sr. Callahan? —pregunté suavemente,


alcanzando a tocar su línea de cabello, y no retrocedió ni se inmutó,
permitiéndome hacerlo—. Cuando cambias de humor así, no estoy
segura de qué decir o hacer.

Inclinándose hacia adelante, me besó la frente y mi corazón comenzó


a latir. —Busque ropa, Sra. Callahan.

Así como así, caminó a mí alrededor.

Tragando el bulto en mi garganta y pasando mis manos por mi cabello,


hice lo que me pidió. Agarrando unos vaqueros oscuros y ajustados de
mi talla junto con una blusa rojo sangre, zapatillas negras y una
chaqueta, cuando terminé ya estaba a mi lado esperando.

—Toma mi mano —dijo esta vez cuando la extendió.

—Eso no es pedir —le dije, tomándola de todos modos.

—Tomado nota —repitió, llevándome de vuelta a los vestidores. Intenté


ir al lado de las mujeres, pero me llevó al más grande con él, cerrando
la puerta tras nosotros. Tiró la ropa en el pequeño banco, metió la
mano en su chaqueta y también puso el arma allí. Levantando su pie,
desató los cordones de sus zapatos y luego alcanzó alrededor de su
tobillo, sacando los delgados cuchillos. Del tobillo izquierdo sacó una
pistola más pequeña.

Vaya... ¿Cómo no me di cuenta? Toda su ropa estaba siempre ajustada


y... mi mente se desvió cuando empezó a desabrocharse la camisa.
Viéndolo trabajar en los botones rápidamente mis orejas se
calentaron.

—Maldita sea, Ivy. —Suspiró.

—Qu...

Empujándome contra el espejo, sus manos a los lados de mi cara


mientras sus labios cubrían los míos, su lengua ya estaba en mi boca,
rodando sobre la mía, saboreando cada rincón de mi boca. Su cuerpo
se apretaba entre mis piernas y quería más, tirando ansiosamente de
su cinturón, pero me agarró las manos, poniéndolas sobre mi cabeza.
Sólo entonces nos separamos y apenas, jadeando, tratamos de
recuperar el aliento.

—Nunca me ha costado tanto pensar antes de ti, ¿Te das cuenta? —


Me golpeó, apretando mis muñecas un poco más fuerte—. Puedo
sentir la lujuria que se te escapaba desde el momento en que entramos
aquí.

—¡Es tu culpa! Me estoy quemando y tú eres el que inició el fuego. ¡Así


que o me dejas quemar o haces algo al respecto!

Inhaló por la nariz y, metiendo la mano debajo del vestido, me tiró la


ropa interior a un lado y, sin aviso ni remordimiento, se embistió
contra mi coño.

—¡Uhh! —Grité, agarrándome a sus hombros, mis ojos luchando por


abrirse mientras se retiraba y lo hacía de nuevo. En el fondo de mi
mente era muy consciente de que la chica de la tienda podía oírme
gemir como una estrella porno y ver el vestidor temblar, mi culo
desnudo presionado contra la débil pared mientras me follaba tan
fuerte, los tacones se me cayeron y los dedos de mis pies se
enroscaron, mis brazos rodeando sus hombros.

—E...than. —Le agarré el cabello, con la boca bien abierta cuando me


corrí con él. Congelados con nuestros pechos apretados el uno contra
el otro, pude sentir su corazón acelerado... o tal vez era el mío. Me
abrió las piernas de su cintura, las puso en el suelo y se alejó.

—Ethan...

—Voy a necesitar que me apoyes —murmuró y finalmente me miró, y


juro que fue como si sus ojos estuvieran brillando con algo—. Confía
que cuando elija lo que voy a hacer, serás la primera en saberlo.

—Pides mucha confianza a alguien que apenas conoces.

—¿Lo hago? —Me besó en los labios y se apartó, se quitó los


pantalones y se subió los vaqueros, mientras yo era la que se tenía su
corrida entre las piernas. Por suerte, todavía tenía toallitas faciales en
mi bolso. Me costaba mucho avergonzarme... rara vez sucedía. Pero
no había nada atractivo o sexy en la parte de la limpieza después del
sexo. Otra cosa con la que los chicos se salieron con la suya...

—¿Qué estás haciendo? —Le pregunté, sorprendida mientras tomaba


la toallita de mis manos y la presionaba en mi muslo interno,
deslizándola entre mis piernas.

—Me sorprende que tú, de todas las personas, te avergüences delante


de mí. —Sonrió con suficiencia.

—¡Yo también! —Realmente lo estaba... hasta que me di cuenta de que


no quería que me viera como algo más que sexy.

—Oh... —Gemí por su mano.


Se mordió el labio y me besó un lado de mi cara. Me encantaba cómo
besaba donde quería una y otra vez. —Nena, te lo ruego... cálmate
hasta que terminemos por hoy. Te follaré primero y te haré el amor
después, pero necesito trabajar, así que por favor deja de gemir, y por
el amor de todo lo que es sagrado, deja de follarme con los ojos.

Siempre me culpa a mí. —Tú eres el que sigue volviendo.

—Soy débil por ti. ¿Qué puedo decir? —Guiñó el ojo, tirando la toallita
en el pequeño bote de basura de la esquina.

También soy débil por él. Mucho más débil de lo que pensaba. Esta
vez, cuando se alejó, pude concentrarme lo suficiente para
desnudarme y vestirme de nuevo. Al ponerme la chaqueta, sonreí,
amando la forma en que me quedaba, especialmente los jeans.

—Hermosa —me dijo Ethan, ya vestido y poniendo su segunda pistola


alrededor de su tobillo, estando mucho más caliente en su atuendo
que yo. Había ido con azules oscuros y negros, incluso con botas de
combate.

—Deshazte del traje tan a menudo como puedas —dije, presionando


mi mano en su camiseta de cuello en V.

—Nada es mejor que un traje de tres piezas —me recordó, tomando mi


mano de nuevo antes de abrir la puerta.

—Nuestra ropa...

—Déjalo —respondió, llevándome al mostrador delantero donde


estaban tres chicas, todas sonrojadas, bueno, dos se sonrojaban, una
de ellas sonriendo como si fuera la que se había follado.

—Por la ropa —dijo Ethan, poniendo un par de billetes sobre la mesa,


y luego añadió más—. Y por el ruido.
—Cariño. —Lo arrastré hacia mí y hacia la puerta cuando pude ver las
estrellas que se formaban en sus ojos—. Vámonos.

—Gracias por la compra. ¡Vuelve! —gritó la que sonreía cuando


llegamos al auto. Ethan la miró y le guiñó un ojo antes de entrar en el
lado del pasajero.

Después de cambiarnos y follar, finalmente sentí que podía volver a


respirar tranquila.

—¿Adónde vamos ahora?

—A una fiesta de la calle. Aparentemente, ya sabes dónde. —Bostezó,


reclinándose en el asiento—. Estoy deseando conocer a tus primos,
mucho más ahora.

¿Estaba loco? —Quieres ir...

—Shh... —Se atrevió a cortarme, con los ojos todavía cerrados—. Me


estoy preparando para ser dramático.

—Bien, confía en la chica que fue encerrada por conducir bajo los
efectos del alcohol y tiene su licencia suspendida, para conducir ella
misma a una fiesta. Esperemos que no llueva.

—Lo haré —dijo, y estaba segura de que se había quedado dormido.

Me sentí un poco malcriada, pero realmente deseaba que no hubiera


enviado a sus chicos. Quería que condujeran para poder estar encima
de él.

Me estaba volviendo así de obsesionada.

Intenté mantener mi furia al volante mientras conducía hacia mi


antiguo vecindario. Afortunadamente, nada cambió realmente en este
lado de la ciudad. Cuanto más nos acercábamos, más sentía que mi
corazón latía con fuerza. Sucedió demasiado rápido. En un momento
estaba tratando de prepararme, y al siguiente me detenía lentamente
al final de la calle. El vecindario estaba lleno de comida, cerveza e
irlandeses, todos ellos caminando por la calle entre filas de casas
adosadas, hasta la casa amarilla de dos pisos al final de la cuadra.

—Bienvenida a casa —me susurré a mí misma, agarrándome fuerte al


volante.

—No pienses que es tu casa —susurró Ethan, todavía con los ojos
cerrados.

—Sólo porque me casé contigo no significa que vaya a tir...

—Un hogar es donde siempre eres bienvenido. Es donde no tienes que


susurrarte a ti misma “bienvenido a casa” porque te preocupa que
nadie más lo haga. Es donde vuelves y te hacen la fiesta de la calle, no
te invitan a una que ya está en marcha —dijo, cortando
quirúrgicamente lo que quedaba de mi corazón.

—Gracias —murmuré, conduciendo lentamente por el carril hacia la


casa.

Incorporándose, revisó el reloj de su muñeca. —No me agradezcas


hasta que te haga sentir como en casa aquí.

No estaba segura de lo que quería decir y no se molestó en


explicármelo. Una vez que estacioné, sus ojos estaban fríos otra vez.

—No nos quedaremos mucho tiempo. Pase lo que pase, no muestres


miedo. No van a hacer nada esta noche —me dijo, abriendo la puerta,
y lo seguí. Esta vez no me tomo la mano, sino que se quedó cerca,
caminando a paso ligero delante de mí, más allá de la valla de hierro,
hacia la parte trasera de las puertas.

—Oh, mi error —dijo un tipo, golpeando el hombro de Ethan, con la


cerveza derramándose un poco en su chaqueta.
Ethan le echó un vistazo a su chaqueta y luego al tipo. Sus amigos se
apresuraron a entrar. No parecía tener más de veintidós años. Tal vez.

—Eres genial —dijo, aunque no servía para nada.

El tipo se había ido, vagando por el interior. La gente pasaba a nuestro


lado, nadie nos reconocía realmente a ninguno de los dos.

—Musha ring dumb a do dumb a da. —Elroy estaba de pie sobre la


mesa, ya borracho, con su cabello castaño en un corte de zumbido,
cantando con otros cuatro hombres a su alrededor. Las placas de
identificación de su padre colgaban de su cuello como siempre.

Revisé el patio, buscando a... Pierce y Rory. Estaba segura de que


estarían aquí. Rory vendría aunque sólo fuera para decirme que lo
superara y para mostrarme lo feliz que estaba en mi cara.

—¡Ethan! —Elroy gritó, poniéndose la mano sobre los ojos para ver
mejor—. Ethan Callahan, ¿Eres tú? Bueno, miren todos, ¡Tenemos un
Callahan en el vecindario!

Saltó de la mesa y se quedó tan silencioso que ni siquiera yo lo creí.


Los ojos de todos estaban sobre nosotros, inclinados sobre las mesas
y entre sí para ver mejor. Elroy se acercó a nosotros primero,
parándose a pocos metros de Ethan y haciendo una reverencia. —Su
real trasero, bienvenido a nuestra humilde morada.

La gente se rio.

Alguien incluso gritó —¡Besa el anillo!

Mientras que otro gritaba —Saluda a mi amiguito.

Lo que sólo hizo que la gente se riera ahora. Sin embargo, Ethan los
ignoró, a todos, incluyendo a Elroy, caminando a su alrededor hacia
el congelador. Tomó una de las cervezas, la abrió y me la dio antes de
tomar una segunda. Se la bebió de un trago y la tiró a un lado, dejando
que se rompiera en el suelo antes de tomar otra y sentarse en la misma
mesa de picnic en la que Elroy acababa de saltar.

—Creciste aquí. Dime que la cerveza mejora después de la segunda —


me dijo Ethan, pero sólo a mí.

—En realidad es alrededor de la tercera —dije, tomando un sorbo y


luego frunciendo la cara—. Corrección. Si estás acostumbrado,
después de la segunda es oro, pero te tomas un descanso durante siete
años sabe a pis de rata. —Me estremecí, mirando la botella.

—Cuando tenía ocho años —dijo y siguió fingiendo como si todo el


mundo no estuviera mirando— mi padre me llevó a un pub en Irlanda.
Cuando fue a la parte de atrás a... hacer el trabajo, me senté en el bar
y mezclé algo de Guinness, café irlandés con whisky moonshine.

—No lo hiciste. —Quería vomitar.

Asintió, tomando un trago. —Sabía exactamente así. Estaba borracho


como una cuba.

—¿Te lo bebiste todo?

—Tuve que hacerlo. Mi padre me dijo que no podía quejarme. La


próxima vez tendría cuidado jugando al Sr. Científico.

—¿HAS TERMINADO, MALDICIÓN? —Elroy nos gritó, y ambos lo


miramos.

Ethan miró a su alrededor y luego de vuelta a él. —¿Me estás hablando


a mí?

—Sabes quién soy...

—¿Por qué? —interrumpió, lo que sólo molestaría más a Elroy—. Por


lo que sé, sólo soy un invitado. No me di cuenta de que necesitaba dar
un discurso o algo así.
Elroy se paró frente a su cara y otra vez Ethan no se movió, sólo bebió.
—Crees que puedes venir a mi vecindario...

—¿Tu vecindario? —Una voz muy familiar vino a la derecha de


nosotros. Girando lo vi. Cillian con su pelo castaño rojizo afeitado a
los lados y su gruesa barba. Salió de la casa sosteniendo una bandeja
de filetes con ambas manos. Detrás de él, Pierce Donoghue, mi ex-
prometido, llevaba el hielo sobre sus hombros. Una vez que Cillian le
dio los filetes al hombre de la barra, tomó una toalla, limpiándose las
manos mientras se acercaba a nosotros—. Hermanito, pareces olvidar
que el barrio es de todos. Es nuestro barrio, ¿Verdad, Ivy?

—¿Ivy? —Elroy frunció el ceño, mirándome de arriba abajo—. No me


lo creo. ¿Quién hubiera sabido que había una cara tan bonita bajo ese
pelaje de perro?

—Elroy, ¿Qué tal si le haces saber a Shay que su hija ha vuelto?— le


dijo Cillian, y Elroy miró entre él y Ethan, temblando de rabia.
Aparentemente no solo le hablaron mal sino también por su altura.

—¿Pensé que habías dicho que tu madre había muerto? —Ethan me


preguntó casualmente mientras Elroy se alejaba.

Asentí, moviéndome para sentarme a su lado. —No tengo ni idea de


quién están hablando.

—Hmmm. —Le devolvió la mirada—. Fgory ¿La oyes? No sabe de quién


estás hablando.

Elroy tiró la cerveza al suelo, listo para saltar. Cillian lo empujó hacia
atrás. —¡Ve a refrescarte!

—Vas a dejar que me falte el respeto de esa manera en nuestra casa...

—Lo siento. —Ethan siguió presionando sus botones—. ¿No era ese
su nombre?
—Cálmate. —Cillian se mofó otra vez.

Le arrancó el brazo, dando la vuelta y marchando hacia las vallas,


pateándolas a medida que avanzaba. Me di cuenta de que algunos
otros le seguían. Estaba segura de que Ethan también lo notó.

—Cillian Finnegan. —Extendió su mano—. Viendo como se necesitan


las presentaciones.

Ethan le echó un vistazo a su mano y luego devolvió la botella sobre


sus labios. —Ethan Callahan —dijo y bebió después, sin estrechar su
mano. Asintió hacia mi cuando terminó—. Mi esposa, Ivy Callahan.

—No necesitas presentarla. Ivy es de la familia. —Shay salió de la casa,


con el cabello recogido en una cola de caballo, la cara cuadrada y las
cejas microfinas aún más pronunciadas. Rory salió vestida con
pantalones cortos, una camisa a cuadros alrededor de su cintura, y
una camiseta sin manga. Primero abrazó a Pierce, con sus ojos
marrones sobre mí.

—Creí que habías dicho que no tenías más familia. —Ethan preguntó
de nuevo.

—Creí haber respondido a esa pregunta.

—Correcto. —Asintió y luego la miró—. Ella no sabe de qué estás


hablando.

Me reí de eso.

—Ivy, sé que estás molesta —dijo Rory con esa voz rara e infantil—.
Sobre que Pierce y yo nos amamos de verdad...

—Honestamente te pagaré para que dejes de hablar así. —Me encogí—


¿Realmente te gusta esa clase de voz de mierda? Esquivé una bala con
eso. —Levanté la cerveza y le di uno toque sobre la suya.
—Oh, ahora que te has casado con dinero, ¿te crees mejor que
nosotros? —Puso sus manos en sus caderas—. ¿Crees que eres
demasiado buena para tu propia familia ahora?

—¿Familia? —dije y miré a Ethan, que sonrió con la cerveza en los


labios.

—No sabe de qué estás hablando.

Los dos nos reímos.

Cillian trató de interrumpir. —Viendo que la memoria de Ivy se está


quedando corta ¿Qué tal si todos disfrutamos...

—¿No sabe de qué estamos hablando? —Pierce dijo y cuando lo hizo


gemí, poniendo mi cabeza en el hombro de Ethan, ya sabiendo a dónde
iba esto.

—Perdónale, porque no sabe lo que hace —dije en voz alta para que
todos lo oyeran y en voz baja para poder hablarle al oído.

—Oh, finge ahora, pero hace siete años tú eras la que rogaba y lloraba
por no saber cómo ibas a vivir sin mí. Cómo nadie te entendía excepto
yo...

—Y sólo pienso en tener sexo contigo —dije en voz alta, y añadí— Dios
mío, cuando estoy contigo veo estrellas... sí, todas esas eran líneas de
la novela de Katharine Duong, y qué, lo fingí. —Hablé con el resto de
los observadores, que se pasarían la próxima década inventando cosas
para añadir a esta historia—. Es una gran novela, señoras,
especialmente cuando se trata de una cosa tan pequeña.

No pudieron evitarlo; todos empezaron a reírse y se taparon la boca.


Incluso Ethan se rio, mirando hacia él.
—Pensé que te gustaba que estuviera celosa. Deberías haberme dejado
al menos fingir.

—Tú pequeña...

—¡CÁLLATE! —Cillian finalmente rompió la calma, gritándoles—.


Maldita sea, ¿puedo decir algo o ustedes dos bufones van a seguir
tratando de hacer que un psicópata sienta algo por los dos?

Psicópata. Llevaba aquí menos de una hora y la etiqueta ya estaba


pegada en mi frente.

Rory rodeó a Pierce con su brazo, acercándolo a ella.

—Ahora, ¿Ustedes dos también han terminado de fingir?— Cillian me


miró fijamente.

—¿Fingir? —Ethan cuestionó.

—Siento decírtelo, Ethan, pero no somos tan estúpidos como crees.


Ivy nos llamó desde la cárcel hace dos semanas, ¿Y ahora de repente
está casada contigo? ¿Por qué? —No nos dirigió esa pregunta a
nosotros, sino a la multitud a la que intentaba ganarse.

—Cuéntanos —intervino Ethan, pero Cillian lo pasó por alto.

—Durante años, algunos y su familia han tratado de volver a Boston.


Intentando que nos inclinemos. Como su padre. El padre de su padre
y su bisabuelo antes que él. Todo para pagar los impuestos de
nuestros propios negocios a una familia que no ha vivido aquí por
generaciones. —Hubo quejas por eso. Algunos de los hombres
mayores escupieron a su izquierda y se pusieron más erguidos, como
si estuvieran listos para luchar si fuera necesario.

—A todos nos llaman cuando tu familia está al borde de la ruina. —


Sus ojos se dirigieron a Ethan—. Fingir ser irlandés cuando todos
sabemos que no son más que perros mestizos. —No había terminado.
No, también tenía que darme un tiro limpio a mí—. Ivy, te quería como
a una hermana pequeña. Le prometí a tu padre que te cuidaría...

—¿Eso fue antes de que lo mataras? ¿O hiciste esa promesa en la


oración mientras Rory me incriminaba por un crimen que cometió?

Más gente empezó a murmurar, pero Cillian simplemente lo pasó de


largo. —¿Estabas tan desesperada por salir que creerías cualquier
mentira que te dijera y te prostituirías con él?

Mi puño se apretó y Ethan rompió la botella con sus propias manos,


el vidrio cortándole las manos, lo poco que quedaba de cerveza
derramada en la hierba. Los ojos se estrecharon, le miró fijamente. —
Si quieres insultar a alguien, que sea a mí, no a mi esposa. No le
hables así a una mujer y seguro que no le hablas así a mi mujer.

—La mujer con la que has estado por cuánto, ¿Tres días? —Se rio—.
Discúlpame si no me tomo tu vergüenza en serio. Jugaste con ella.
Bien, pero no estás...

—Por alguna extraña razón todos aquí tienen la impresión de que me


casé con Ivy por Boston. —Me tomó la mano y se puso de pie
conmigo—. Que estoy tan desesperado por aferrarme a todos ustedes,
y a esta ciudad, por eso me casé con una mujer que no conozco. ¿Qué
tan arrogantes pueden ser todos? No me casé con Ivy de Boston. Me
casé con Ivy, hija de Sean O'Davoren, el mismo Sean O'Davoren, que
cuando nos secuestraron a mis hermanos y a mí, nos mantuvo a salvo
hasta que pudimos volver a casa. Me casé con Ivy, que una vez fue la
niña de diez años extrañamente alta que alimentaba a los gatos en el
sótano.

En realidad se rio, pero estaba congelada, su agarre en mí se estrechó.


Tan rápido como se rio se fue y volvió a estar mortalmente serio. —A
todo el mundo le gusta pensar que mi familia se pasa los días
maquinando y tramando... es decir, cuando no estamos tomando
baños de leche y comiendo con tenedores de diamantes. Pero la verdad
es que sólo soy un tipo que se casó con su viejo amor. Si todos quieren
a la familia Callahan fuera de Boston, bien, es su derecho. —Sacó su
teléfono y marcó tres números—. Y ya está hecho. Nos iremos tan
pronto como Ivy termine algunos asuntos y nuestra luna de miel
termine. Gracias por la cerveza de mierda.

Me arrastro. Podía sentir mis piernas caminando, pero mi mente


estaba en otra parte... en su confesión anterior. ¿Lo conocía? ¿Antes
de ahora lo conocía?

—¿Realmente esperas que me crea eso? —Cillian gritó por detrás de


nosotros—. ¿Especialmente después de lo que le hiciste a Eamon
Downey?

—El Sr. Downey era un mensajero personal, pero ya que no entendiste


el mensaje, déjame ser más claro. Ni tú, ni tu hermano con cara de
mierda son lo suficientemente buenos para mi hermana. Mírala de
nuevo y te romperé los dientes personalmente.

¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

¡BANG!

Salté, sobresaltada, volví a centrarme en él, sólo para ver las líneas
eléctricas a nuestro alrededor empezar a explotar, las chispas volando
de cada una de ellas, lloviendo sobre nosotros como luciérnagas
moribundas.

—Eso va a ser un dolor en el culo para arreglar —dijo Ethan, sin


molestarse—. Pero, de nuevo, ese ya no es mi problema. Entonces,
¿Qué son unas pocas chispas entre vecinos?

No entendí lo que quería decir hasta que salí de la casa, Elroy y su


pandilla sentados en el porche, algunos de ellos levantando sus
teléfonos, tratando de buscar señal, mientras pasábamos junto al auto
hacia la casa de enfrente. Finalmente, después de aguantar desde que
aterrizamos, el cielo, como si supiera que Ethan había terminado con
ellos, desató la lluvia que había estado reteniendo. El trueno que
ondeaba a través de las nubes, la lluvia golpeó la tierra con una
venganza justo cuando llegamos a la única casa de la cuadra que
ahora tenía energía eléctrica.

Nota para mí. Ethan tiene un don para lo dramático.

ETHAN

Cuando entramos por la puerta, la luz se encendió de inmediato y se


alejó de mí con suavidad. En un estado de trance, sus ojos azules
recorrieron el vestíbulo y las horribles paredes empapeladas, el viejo
sofá, la alfombra rosa peluda y el televisor... un televisor de caja. Toda
la casa estaba congelada en lo que mi madre dijo que los años 80
dejaron atrás. Era tan hortera como podría serlo, como la casa de la
bisabuela muerta de alguien que regresa para atormentarlo... era todo
eso y a la vez cómodo.

Girando a la izquierda, entró en la cocina, directamente hacia el


armario del fregadero, sacando una botella de vino. La levantó,
inclinando la cabeza a un lado como si no esperara que estuviera allí.
Parpadeando unas cuantas veces, la dejó en la encimera y luego
levantó la mano, abriendo el armario y sacando dos tazas. El primero
tenía un búho guiñando el ojo y el otro lo que parecía ser un gato
borracho. Las puso junto al vino y puso sus dedos en la parte trasera
del armario hasta que se abrió, revelando un agujero en la pared de
donde sacó pilas de billetes polvorientos. No se detuvo hasta que tuvo
cerca de medio millón colocado en el mostrador. Algo que habría hecho
feliz a una persona normal, pero en cambio empezó a llorar cuando se
volvió hacia mí.
—Ahora recuerdo. —Su labio inferior temblaba—. Todos me llamaban
loca, me tiraban piedras, e incluso mi padre lo negaba... negaba que
hubiera conocido a un chico en el sótano de esta casa... ese chico eras
tú, ¿No? Esta es una casa segura, ¿No? Mi padre los escondió aquí,
¿No es así... por eso murieron? Por ti... ¿Por mí?

Antes de que la verdad llegue, hay una dolorosa eliminación de la


ignorancia... mi esposa era la prueba viviente de eso.

Le había dicho a mi abuela que tendríamos que decirle la verdad y


mentirle. La verdad era que mi familia no mató a la suya. Pero sí
murieron por mi culpa.
VEINTE

"El futuro para mí ya es cosa del pasado".


~ Bob Dylan ~

IVY
EDAD DIEZ AÑOS

—¿Por qué nadie me cree? —Grité desde el frente de la casa—. ¡Tengo


un amigo! ¡Vive aquí!

—¡No! —Rory me gritó.

—¡Así es!

—¡No! —gritó, empujándome hacia la valla.

—¡SÍ LO TENGO! —La empujé hacia atrás y empecé a correr—. ¡Te lo


mostraré!

Subiendo por la valla, miré hacia atrás, pero ninguno de ellas venía.
—¡Vengan!

—No, nos vamos a casa—. Rory cruzó sus brazos.


—¡Sí! No queremos que nos vean pasando el rato contigo. —Megan,
una de sus amigas, junto con Rachel, se rieron de mí, cruzando sus
brazos también.

Sonriendo, puse mis manos en mis caderas. —Bien, pero tienes que
decirle a todo el mundo que te equivocaste.

—No nos equivocamos. ¡Mira, está todo polvoriento! —Señaló la casa


que está detrás de mí—. Nadie vive allí...

—Apuesto a que te equivocas.

Rory hizo una pausa, pensando en eso. —¿Apostar qué? ¿Tus


pendientes?

Mis manos subieron para cubrir mis oídos. —¡No! ¡Mi madre me acaba
de dar esto!

—Ves, sabe que está mintiendo. —Se rio con sus amigas.

—¡No lo estoy! —grité otra vez, pisando fuerte—. ¡Bien! Apuesto mis
pendientes, pero cuando pierdas tienes que pedir perdón delante de
todos.

—¡Bien! —gritó, subiendo por encima de la valla con el resto de ellas.

Sonriendo, corrí a la esquina de la casa donde estaba la ventana,


tratando de abrirla.

—Si hay alguien aquí, ¿Por qué no llamas a la puerta? —Rachel


susurró.

—Porque está mintiendo —dijo Rory otra vez, y quise gritar, pero tiré
más fuerte. Aún así no se movió.

—¿Qué estás haciendo?


Gritaron, pero me di la vuelta. Había un anciano sosteniendo un
bastón en una mano, su perro negro y marrón oscuro nos ladraba,
haciéndonos saltar.

—Dijo que un chico vive aquí. —Rory apuntó hacia la ventana—. Nos
dijo que viniéramos a ver.

El viejo frunció el ceño. —Lo siento, señoritas, no hay ningún chico...

—¡SÍ, LO HAY! —grité a todo pulmón. ¿Por qué nadie me cree?— Ha


estado aquí...

—Cariño, creo que estás un poco confundida. Sabría si alguien


estuviera viviendo en mi propia casa. La acabo de vender ayer e hice
que limpiaran todo el lugar el día anterior.

No sabía por qué, pero empecé a llorar.

—¡Una apuesta es una apuesta! —Rory me alcanzó las orejas, pero


corrí. Corrí lo más lejos que pude, salté la valla y seguí corriendo.

IVY

No sé cómo terminé en el suelo de la cocina, pero me senté allí con las


rodillas pegadas al pecho. Ethan se sentó tranquilamente a mi lado y
empezó a confesar.

—Mi hermano, mi hermana y yo vinimos a Boston con mi tío Neal


cuando tenía once años. Mis padres querían que estuviéramos a salvo
mientras se ocupaban de algunos asuntos en Chicago. Sin embargo,
cuando llegamos aquí, nos atacaron. Así es como mi tío perdió su
pierna. Llegamos a esta casa en medio de la noche. Estaba muy oscuro
y nos dijeron que nos quedáramos en las habitaciones, que nos
alejáramos de las ventanas y que no habláramos con nadie. No
escuché ninguna de esas reglas —susurró en voz baja, y sólo apreté
las piernas con más fuerza—. Tu padre y otro hombre a menudo se
sentaban en la cocina o se trasladaban a la sala de estar, vigilando.
Me aburría de esperar día tras día, así que me escabullía en el sótano.

—Donde me escabullía durante la escuela —añadí. Elegí ese lugar un


día después de ver a ese gato gordo caer por la ventana. Me reí mucho
de él pero fui a asegurarme de que estaba bien. Empecé a quedarme
porque pensé que estaba lo suficientemente cerca de mi casa como
para estar segura y que mi padre se mantendría alejado porque era
alérgico—. Fue entonces cuando te conocí.

Asintió. —Estuvimos aquí abajo día tras día durante una semana.

—Hasta que un día desapareciste —dije enojada—. Me arrastré dentro


y esperé a que bajaras, pero nunca lo hiciste, así que subí, justo
cuando mi padre cerraba la puerta del armario. Me gritó por estar
aquí. Al principio no dije nada. Pensé que también te habías saltado
la escuela. Pero cuando no volviste al día siguiente pensé que algo
había pasado e intenté preguntarle a mi padre, pero dijo que nadie
vivía allí.

—No lo sabía entonces, sobre los crecientes problemas entre Boston y


mi familia —respondió, tomando mi mano—. No sabía que tu padre se
jugaba el todo por el todo protegiéndonos.

—Así que cuando balbuceaba sobre el chico del sótano...

—Tu tío se dio cuenta y bombardeó el auto de tu padre, matando a tu


madre. —Asintió, y no podía respirar... intenté apartar mi mano, pero
no lo permitió—. Les rogó a mis padres que lo arreglaran. Y le
ayudamos a matar a tu tío. Cillian y Elroy mataron a tu padre en
venganza y no sólo por eso, querían seguir los sueños de su padre,
haciendo de la familia Finnegan la nueva familia Callahan. Y ahora
quieren mi cabeza...
—A… —Traté de hablar, pero no pude. Me dolió. Me dolía tanto que
todo mi cuerpo empezó a temblar.

—¡Ivy! —Me agarró cuando empecé a atragantarme, pero no sabía con


qué me estaba atragantando, mi culpa, mi rabia, el dolor, o era todo
lo que me quemaba viva de adentro hacia afuera—. ¡IVY! —Me agarró
por los lados de la cara, ahora arrodillado a mi lado—. ¡Respira! No
es tu culpa.

¡Pero lo fue! ¡No debería haber empujado! Debería haber mantenido la


boca cerrada. Sabía que mi padre escondía algo en ese entonces. ¡Pero
no quería que me llamaran más loca!

—Vamos, respira, ¿De acuerdo? Por favor. —Me besó los labios
rápidamente—. Respira, nena.

Inhalando y exhalando, parpadeando las lágrimas de mis ojos, traté


de alejarme, pero se aferró de nuevo. No me dejaba moverme.

—Inhala. —Lo hice—. Exhala. —Lo hice.

Estuvimos así por sólo Dios sabe cuánto tiempo antes de que
finalmente pudiera hablar de nuevo.

—Wyatt tiene razón. Nunca termina...

—¡WYATT ESTÁ EQUIVOCADO! —gritó en la cara—. ¡El problema no


somos nosotros! ¡El problema nunca somos nosotros! ¡El problema
son los que quieren ser nosotros! La muerte de tu madre no es tu
culpa. La muerte de tu padre no es tu culpa. ¡Es la de Keegan! Siempre
hay un comienzo y comenzó con él. Pero el final viene de nosotros. No
pongas tu rabia en otro lugar. No dejes que tu necesidad de venganza
se apague. Vinimos aquí para matarlos a todos, ¿Recuerdas?

Asentí, todavía llorando pero asintiendo, agarrándome a su muñeca


mientras me sujetaba mi cara. —Fuiste mi primer amigo, ¿Sabes? Por
eso quería que todo el mundo lo supiera.
—Fuiste la primera y única chica que amé, la primera y única chica
que me rompió el corazón —me susurró, poniendo su frente sobre la
mía.

—Pensé que no querías amar a nadie.

—Dije que no quería obsesionarme, no con el amor.

—Y aún así, después de todos estos años sigo siendo la primera y


única chica que has amado. ¿No es eso una obsesión?

Frunció el ceño y esta vez, cuando intentó apartarse, fui yo quien se


agarró con más fuerza. —Hasta los diecisiete años no estuve con
nadie. Entonces empezaste a salir con Pierce Donoghue. Cuando me
enteré estaba tan enojado, tan celoso... me acosté con seis chicas del
equipo de porristas durante la semana de bienvenida.

Mis manos y mi boca se abrieron cuando me senté en shock, y él se


puso de pie. La sonrisa en su cara me enojó tanto que le pateé la
espinilla. —¡Pequeña mierda!

—¡Ahh! —Se alejó de mí, agarrándose la espinilla antes de gritar—


¿Qué? Si no ibas a esperarme, ¿Por qué demonios iba a esperarte?

—¡No pensé que existieras! Pensé que eras un producto de mi


imaginación. ¡Era una niña! ¿Sabías que estaba aquí?

Puso los ojos en blanco. —¡Deberías haberte mantenido firme y


recordarme!

—Oh, eres...

—¡Me has olvidado dos veces! —respondió, y me quedé helada.

¿Dos veces? —¿Qué?


—Eres la mujer más exasperante que he conocido en mi vida y has
conocido a las mujeres de mi familia, así que eso es un verdadero
logro. —Sacudió su cabeza hacia mí, apartándome para tomar el vino
del mostrador junto al dinero.

—¿En qué otra ocasión nos conocimos?

Me miró fijamente, usando un cuchillo para descorchar el vino, y lo


vertió en la taza del búho. Extendí mi mano para tomarlo, pero bebió
en su lugar.

—Ahora sólo estás siendo mezquino.

—Se necesita uno para conocer a otro. —Oh... Dios mío, estaba
haciendo pucheros. Vertió el vino en la taza del gato, dándomelo—.
No puedo creer que todavía no te acuerdes. Cuando te conocí en el
sótano en ese entonces, pensé que te darías cuenta, pero nunca lo
hiciste.

—¿QUÉ? —Sólo estaba jugando conmigo ahora.

—¡Viniste a Chicago semanas antes de que llegara a Boston! Fuimos


voluntarios una vez en el refugio, y apareciste tú, incapaz de elegir
entre los...

—Tartas de chocolate y limón. —Me acordé, aplaudiendo, y luego lo


señalé—. ¡Eras tú!

Se rio. —Te llamé quisquillosa.

—Y dije que tal vez no eras lo suficientemente exigente.

—Y me llamaste enano.

—Estaba dejando esa parte fuera a propósito. —Sonreí, finalmente


agarrando mi vino de gato—. Sin embargo, creciste, así que supongo
que no importaba.
—Sí importaba. —Me miró lascivamente—. Nunca había estado tan
molesto con una chica en toda mi vida. Cuando me dijiste “¿Y qué?”
después de que te llamara gorda me puse furioso. Mi padre... se rio.
Todo el mundo se rio porque nunca había perdido una pelea antes.

—Aww, pobre Ethan —me burlé, y puso los ojos en blanco—. Si te


hace sentir mejor, nunca me sentí como si hubiera ganado una pelea.
—La mayoría de las veces, aunque usara el puño, terminaba castigada
de alguna manera o forma.

—No es así —dijo honestamente.

Nos sentamos en silencio por un rato, sosteniendo nuestras tazas.


Se sentía muy lejos, a pocos metros de mí, así que volví a bajar la taza
y caminé hasta donde estaba. Sus ojos se fijaron a los míos. Alargando
la mano, tomé su taza y la dejé también, luego lo abracé, nada más.
Sólo un abrazo. Me rodeó con sus brazos, su barbilla en mi cabeza, mi
mejilla en su pecho.

—Me estás ablandando —susurró.

Sonreí, apretando fuerte. —Aunque sólo para mí.

No me respondió, así que seguí hablando.

—Nunca se te permite decir que no eres romántico otra vez.

—Eso es lo que me han dicho.

—Bueno, duh, no eran yo.

Se rio, y sentí que su pecho temblaba. —Realmente vas a dejar que


esto se te suba a la cabeza, ¿Verdad?

—Absolutamente.
Le importaba. Se acordó. Volvió por mí. Me amaba. No lo estaba
dejando ir. Esta vez lo seguiría, sin importar a dónde fuera.

—Ahora que lo sé todo, ¿Me dirás lo que estás planeando? ¿Por qué
estamos aquí?

—Pensé que la venganza era obvia.

¿Pensó que esto era obvio?

—Ethan, estamos en una casa frente a la gente que queremos matar


y ellos quieren matarnos. No tienes a nadie más que a mí aquí...

—Tengo a todo el mundo aquí —dijo, tirando ligeramente hacia atrás


para mirarme—. Cuando se den cuenta de que me necesitan, que
necesitan a esta familia, nos quedaremos aquí y veremos cómo se
arrastran sobre sus vientres desde su casa hasta esta, pidiendo
misericordia. La humildad impuesta a los orgullosos es la mejor forma
de venganza para ellos. Todos los demás que se resistan encontrarán
que la gente que está a su lado será la misma que les cortará la
garganta.

Antes de que pudiera hablar, algo se rompió contra la ventana detrás


de él. Intenté ir a ver qué era, pero me mantuvo quieta.

—Déjalos que tiren o griten lo que quieran. Nadie puede entrar en la


casa —respondió—. Por ahora olvidémonos de ellos... creo que te hice
una promesa esta tarde.

Sonreí cuando me bajó la cremallera de la chaqueta, pero me aparté.

—Ve a jugar con tus animadoras.

Su boca se abrió un poco y le saqué la lengua.

—Tienes razón. Soy mezquina.


—Ivy... —Dio un paso hacia mí, y salí corriendo, haciendo que me
persiguiera por las escaleras.

¿Cómo era posible que un hombre me hiciera sentir cien emociones


diferentes en un solo día?

ETHAN

Su cabeza descansaba en mi regazo, su cuerpo desnudo entre mis


piernas, las sábanas apenas la cubrían mientras me apoyaba en la
cabecera. Por alguna razón, prefería dormir sobre mí en lugar de en la
cama... pero al menos podía dormir. Yo, por el contrario, me senté a
esperar, mirando la pantalla de seguridad montada en la pared
empapelada antes de la cama. Mi plan parecería una locura para la
mayoría de la gente porque para la mayoría de la gente significaría
ponerse en peligro potencial en todo momento. Sin embargo, no era la
mayoría de la gente, y ya vivía en constante estado de peligro
potencial... y por qué no hacerlo delante de todos. Pensaron que era
sólo el niño que heredó el reinado de su padre... que vivía rodeado de
guardaespaldas, en una mansión en alguna ciudad lejana para que
pudieran hacer lo que quisieran, que podían faltarme el respeto
porque no me conocían, no me temían. Pero cuando el diablo se
mudara al vecindario sabrían cómo sería el verdadero miedo.

Ringgg. Ringgg.

Mirando mi reloj, sonreí antes de alcanzar y contestar mi teléfono


celular. —Hermano.

—¿Qué has hecho?


—La primera vez que me llamas en cinco años, Hermano, ¿Y eso es lo
que me preguntas? —Intenté levantarme, dejarla descansar, pero se
agarró más fuerte, así que cedí y me quedé quieto.

—Te he visto esta mañana, así que ahórrame las tonterías. He tenido
cinco sobredosis esta noche. Dos de ellas tenían GHB en sus sistemas,
la tercera tenía PCP, y las dos últimas tenían ketamina mezclada con
heroína.

—¿Dijiste cinco? Eso no puede estar bien...

—Sé cómo hacer mi maldito trabajo. ¿Cuándo empezaste a descuidar


el tuyo? ¿Estás mezclando mierda ahora?

—Confío en que puedas hacer tu trabajo, Hermano. —Intenté que no


matara mi humor—. Me imaginé que el número de muertos sería
mucho más alto ahora... aparentemente, necesito bajar mis
expectativas.

Se quedó en silencio, pero sólo sonreí. ¿GHB? ¿PCP? ¿Mezclaron


drogas de violación con heroína? ¿Estaban excitados o eran
estúpidos?

—Estás haciendo esto a propósito...

—Ser médico en esta ciudad va a ser mucho más estresante durante


un tiempo, así que buena suerte, hermanito —le respondí, colgando,
y cuando lo hice ella se movió en mi regazo.

—Creo que es la conversación más civilizada que he oído que tú y tu


hermano han tenido —murmuró.

—Tienes razón —dije. Se dio la vuelta y extrañé su sensación en mí


inmediatamente. Agarrándola del brazo, la puse de nuevo en mi
regazo—. ¿A dónde vas?
—Es un poco difícil tener una conversación contigo cuando tu polla
está a centímetros de mi cara —dijo moviéndose hasta que su culo
estuvo justo encima de mí. —Mejor.

—No para mí. Me gustó donde estaba tu cara. —Sonreí mientras me


hacía una mueca. Acercándola a mí, me puso los brazos alrededor del
cuello—. Déjame adivinar... mi esposa quiere saber qué fue lo que mi
hermano y yo hicimos para ser civilizados.

Asintió.

—Drogas.

—¿Qué? —preguntó, sorprendida por la respuesta.

Asintiendo, lo repetí de nuevo. —Aparentemente al doctor no le gustó


que su hermano traficante de drogas tuviera una mala racha de drogas
en la calle causando sobredosis a la gente antes de llegar a su hospital.

—No puede culparte por cada traficante de drogas de la calle — dijo


como si eso fuera obvio, y demostró lo inocente que era en esto.

—Ayer podía —le dije honestamente—. Porque ayer abastecí a todos


los traficantes de la calle. Pero ya no. Le dije a Cillian que los Callahan
se retiraron de Boston, lo que significa que ahora es el proveedor. Sin
embargo, con el paso de los años, más y más gente del noreste se ha
vuelto adicta a la heroína. La demanda es alta y como mi familia
también controla el 99 por ciento de la heroína que entra en el puerto
aquí, eso significa que los hermanos Finnegan no tienen suficiente y
están mezclando todo lo que pueden para vender. El dinero les lloverá
encima un poco y van a pensar que son reyes, pero la demanda sólo
empeorará a medida que se acorten las subidas de la gente y vengan
a buscar más.

—Y dudo que la familia Callahan renuncie a su 99 por ciento —dijo,


uniendo los puntos—. Lo que significa que tendrán que mezclar más
y más, la gente comenzará a morir más y más rápido.
—También causando que el gobierno tenga que intervenir y
enfrentarse a ese feo secreto que nadie quiere admitir... hay un
problema de drogas en Massachusetts. A los drogadictos les importa
un carajo de dónde viene su subidón, siempre y cuando consigan su
dosis. El gobierno puede ignorarlo si no hay un alto número de
muertes. La gente no se queja si se hace rica. Es un sistema que ha
sido perfectamente regulado por nosotros para darles todo lo que
querían y ahora nos hemos ido.

Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de la conclusión


lógica. —¡Será como en los viejos tiempos! Como en las películas con
bandas en guerra tratando de conseguir las mejores drogas. Los
policías en una persecución. Gente muriendo con agujas en sus
brazos. Será un caos.

—Sigue adelante. Piensa ¿Qué pasará cuando la mayoría de esos


hospitales del centro de la ciudad ya no reciben esas misteriosas
donaciones?

La sonrisa que cruzó su rostro me dio escalofríos. —Eres malvado, Sr.


Callahan.

—Sólo estoy empezando, Ivy —le dije, el plan que tenía en la cabeza se
está concretando—. Todo el mundo necesita recordar sus papeles.
Esta ciudad. Aquellos que te hicieron daño. Los hermanos Finnegan.
Wyatt...

—¿Wyatt? —Sus ojos se abrieron de par en par—. ¿Qué planeas


hacerle a tu hermano?

—¿Cuánto quieres saber?

—Todo —dijo, mirándome profundamente a los ojos—. Cuéntamelo


todo. Prometiste no usarme sin mi permiso.
Puse mi mano en su mejilla, acariciando suavemente. —Una vez que
entras en mi mente, Ivy, no hay escapatoria.

—Lo sé.

Sonreí... y luego se lo dije.

Mi familia revolucionó el crimen organizado. Creamos un equilibrio.


Hicimos que nos necesitaran, y se sintieron tan cómodos que
olvidaron lo que era sin nosotros... qué montón de pequeños bastardos
desagradecidos. Me preguntaba si esto era lo que Dios pensaba de los
israelitas.

Si es así, necesitarían arrepentirse.

Para arrepentirse deben lamentarlo.

Para lamentarlo deben sentir dolor.

Así que dejen que se sienta el dolor.


VEINTIUNO

"Mi culpa, mi fracaso, no está en las pasiones que tengo,


sino en mi falta de control de ellas."
~ Jack Kerouac ~

DOS DÍAS DESPUÉS


ETHAN

Vi el auto lento a mi lado mientras corría por la calle.

Sabía quién era. ¿Cómo no iba a saberlo si había llamado casi tres
docenas de veces en los últimos dos días?

Aparentemente no lo entendió.

Al correr más rápido, me salté el desvío hacia la casa, y en su lugar di


una vuelta a la manzana una vez más, el viento chocaba contra mí,
llenando mis pulmones con el aire que olía a café y panecillos. Mi
corazón golpeó contra mi pecho, fuera de sincronía con los sonidos a
mí alrededor: gente levantándose de sus camas, tirando la basura,
hablando por teléfono. Prefería nadar por esta razón. No quería
escuchar a nadie. No quería oler nada. No quería que el maldito
Alcalde me siguiera.
Al parar, respiré profundamente otra vez, comprobando mi reloj antes
de entrar en la tienda de la esquina. El viejo detrás del mostrador
levantó la vista de su tablet, inclinando la cabeza hacia abajo para
mirar por encima de sus gafas de marco pequeño. Al darse cuenta de
que era yo, asintió y tomó su tablet, dirigiéndose hacia la parte de
atrás.

—Kitty, ¿sabes dónde está la maldita aplicación del periódico en esta


cosa? —gritó mientras se iba. Unos segundos más tarde, las luces de
energía junto a la cámara cambiaron de verde a rojo.

Agarrando una cesta, fui al refrigerador que contenía la leche. Tan


pronto como me moví, la campana sonó detrás de mí.

—¿Dos por ciento o entero? —Le pregunté, mirando las leches.

—Las esposas normalmente dice dos, pero que puedo opinar yo solo
soy un hombre —dijo su voz profunda.

Alcancé las dos. —No podemos ir en contra de las esposas, ¿Verdad,


Takahashi? —Miré al hombre canoso que estaba a mi lado con ojos
oscuros, casi al mismo nivel que yo—. ¿Cómo está Kyoko?

—Bien. Ha empezado a trabajar en la cerámica —dijo.

—Cerámica —repetí, moviéndome para ver los cereales y él, por


supuesto, me siguió—. Interesante hobby.

—Es lo único que la relaja ahora... ahora que...

—Tu hijo ha muerto. —Terminé por él, tomando palomitas de maíz y


poniéndolos en la cesta—. Bueno, eso es bueno para ella.

—Se dedicó a las artes. Tomé el trabajo de proteger a la gente de


Boston. Para asegurarme de que nadie más perdiera a su hijo por las
drogas...
—Ahórrese el discurso, Alcalde —le interrumpí, mirando entre el pollo
y las sopas de tomate—. Ya he votado por usted... quiero decir, tengo
los votos para usted. ¿Tomate o pollo?

No respondió ni se molestó en mirar las latas.

—Al diablo con eso. Viviré un poco y conseguiré las dos —respondí,
tirándolas también a la cesta.

—Y a cambio de ese voto me he asegurado de que tu negocio funcione


sin problemas dentro y fuera de la ciudad —respondió. Me detuve en
medio del pasillo—. Sin embargo, lo que sea que esté pasando está
empezando a causar que los cuerpos se apilen demasiado rápido.

—Alcalde. —Hice lo que pude para mantener la calma—. Te trajeron


al redil para difundir la mierda habitual, no para que empieces a
comerla también.

—Esta nueva droga, Ethan, es...

—¡ES SEÑOR CALLAHAN! —grité, volviéndome hacia él—. Todo el


mundo ha olvidado su lugar, Alcalde, y asumiré la culpa por eso. He
permitido que todos tomen el crédito por mis logros, los logros de mi
familia, por tanto tiempo que todos han comenzado a creer que son
suyos. Antes de mí no eras más que un detective, así que, endeudado
te dabas la vuelta y te hacia el muerto por unos pocos grandes, con
una esposa infiel maníaca-depresiva y un drogadicto por hijo. Te
saqué de la cuneta, te desempolvé, te di ese brillante pedestal sobre el
que ahora estás tan orgulloso. No permitiste que mi negocio le pasara
nada, ¡Te reemplazaría! Pase lo que pase aquí, debes hacer lo que te
digan...

—No dejaré que la gente muera...

Dejando caer la cesta, lo agarré por el cuello, lo empujé contra las


puertas de cristal y lo apreté.
—Nunca me interrumpa, Sr. Takahashi. Estoy hasta el cuello de falta
de respeto y no lo aceptaré de usted también. Volverá a su oficina, se
sentará en esa bonita silla grande suya, recordará quién se la compró,
y esperará tan pacientemente como estoy siendo con usted hasta que
reciba sus órdenes. ¿Estoy siendo claro? —Apreté más fuerte,
forzando su barbilla hacia arriba—. ¿Estoy. Siendo. Claro?

—S...i...

Soltándolo, tosió y jadeó por aire, inclinándose hacia un lado mientras


volvía por mi cesta. —La gente como tu hijo siempre morirá. No perdió
a su hijo por las drogas. Yoshiro perdió consigo mismo. La gente como
tú siempre viene, diciendo que limpiarán las ciudades y ahogarán el
suministro de drogas, olvidando que son las mismas gentes en esas
ciudades que dejan entrar la suciedad. ¿Por qué? —pregunté,
inclinándome para alcanzar la gelatina—. Porque no pueden darle
frente. No importa si el dolor es físico o mental. Quieren escapar tanto
que tomarán cualquier cosa. No puedes evitar que las drogas entren
hasta que no pares el dolor. Y el dolor nunca se detiene. Pensé que lo
entendías. Pensé que entendías que suministramos el veneno más
seguro y, por lo tanto respetabas tu papel. Pero pensé
mal. Igualmente, cree que el mal comienza y termina con los
Callahan. Así que observa bien y mira cómo esta ciudad, la que te di,
cambia cuando no soy el guardián de la puerta.

Fui al mostrador, puse mi cesta encima y toqué la campana. Me volví


cuando le oí caminar hacia la puerta, ajustándose la corbata del
cuello. —Cuando esto termine, quizás tenga que conseguir un anillo
para que puedas arrodillarte y besarlo por gratitud.

Abrió la puerta y dijo —Que tenga un buen día, Sr. Callahan.

—Siempre lo tengo.

Se volvió hacia mí una vez más antes de entrar en la limusina, con la


puerta negra cerrándose detrás de él.
—En cuando supe que estabas en la ciudad envié a Kitty y a las chicas
a casa de mi hermana en Florida.

—¿Quieres decir que no está atrás ayudándote a encontrar la


aplicación del periódico? —Le respondí, volviéndome hacia él mientras
se arrastraba detrás del mostrador.

—Afortunadamente no. Les dije, miren, si el Ceann na Conairte viene


aquí en persona, eso significa que algunas personas van a perder la
cabeza, y no las necesito en el punto de mira. No, señor. —Se rio entre
dientes, pasando los artículos de la cesta por el escáner de barra—.
Son 41,97 dólares.

—¿$41.97? Me estás matando, McNardy.

—Chicas, tres de ellas, Callahan, ¿Saben cuánto cuesta la matrícula


hoy en día? Y por supuesto todas tienen que ir a las costosas—. Gimió,
levantando un grueso bolso y poniéndolo sobre el mostrador,
deslizándolo hacia mí.

—Creo que te refieres a Ivy League —dije, abriéndolo para contar el


dinero rápidamente antes de sacar unos cuantos billetes de veinte y
colocarlos en el mostrador.

—Quiero decir que es muy caro. ¿No podría una de ellas tener la
decencia de preocuparse sólo por el maquillaje y los chicos como todos
los demás? —refunfuñó, dándome el cambio, y lo devolví al bolso,
deslizándolo hacia él.

—Guárdalo y cualquier otra cosa que caiga. Distribúyelo entre los


chicos también. Las cosas irán despacio por un tiempo. Estoy seguro
que te ayudará con tus chicas.

Sonrió como si hubiera resucitado de entre los muertos. —Es usted


muy amable, Callahan.
—¡No lo soy! —respondí, moviéndome hacia las puertas—. Si todos
pensaran como tú, seguiría en Chicago, felizmente ignorante del
ridículo costo de la gelatina.

—Me lo dieron los Amish. A todo el mundo le encantan esas cosas. No


puedo conseguirlo en ningún otro sitio que no sea en McNardy.

—Te haré saber, entonces, si valió la pena. —Volví a la brisa ligera,


lanzando la bolsa sobre mi hombro mientras caminaba de regreso.

IVY

—Oh Dios mío, ¿Qué es esto? —Dije, tomando un mordisco del bagel
delante de mí, extendiendo la mano para conseguir más de la gelatina.

—Oro amish, aparentemente —respondió, leyendo los mensajes de su


teléfono, tumbado casi desnudo, nada más que una toalla alrededor
de su cintura, en la cama a mi lado. Había entrado con el desayuno
para mí antes de tomar una ducha rápida hace sólo unos minutos—.
Dame un poco.

Inclino la cabeza hacia mí y tome un poco para ponérselo en la boca.


Viendo como masticaba, esperé una reacción, pero todo lo que hizo
fue asentir. —Bien, pero aún así no vale la pena el precio.

—Shh. —Jadeé, poniendo mis manos sobre la gelatina—. Te


escuchará.

Finalmente me miró y luego a mis manos antes de reírse. Tiró su


teléfono en la mesita de noche, sentándose, y agarró el cuchillo para
extender la gelatina en mis labios antes de lamerlos con su lengua.
—Ahora si es demasiado bueno para mí —susurró. Sus labios, sin
embargo, se cernieron sobre los míos mientras sus dedos bajaban la
pequeña tira de mi camisón hasta que ya no cubría mi pecho derecho.
Tomando el cuchillo y la gelatina, la untó sobre mi pezón, causando
un ligero salto cuando el cuchillo tocó mi piel. Dejando caer el cuchillo
en la bandeja, agarró mi pecho con fuerza, apretándolo antes de que
su cabeza cayera y lamiera la gelatina de mi pezón. Mi boca se separó
cuando le agarré el cabello, cerré los ojos, me incliné más hacia él
mientras me besaba, chupaba y me mordía el pezón y el pecho.

Me besó y me chupó el pecho, subió hasta el cuello. —Oh... —Me


quejé, lamiéndome los labios. Me besó los labios y sólo se separó para
apoyar su frente contra la mía.

—Ahora no tiene precio —susurró, levantando su mano para acariciar


mi mejilla.

—Quiero que no tenga precio para mí también —le susurré, abriendo


su toalla, acercando mi mano para acariciar su polla, sintiendo como
se ponía dura y se paraba orgullosa en mis manos.

—Umm... —cerró los ojos y tomó el mismo cuchillo, lo sumergió en la


misma gelatina y lo pase lentamente a lo largo de él, y luego una vez
más sobre la gruesa vena, rogándome que pasara mi lengua, y quién
era para negarme. Inclinándome, lo lamí como si fuera un helado en
mi cuchara, un caramelo hecho sólo para mí. Le chupé con tanta
fuerza un lado de la polla que gritó, poniendo sus dedos en mi cabello.

—Ethan, tú... sabes tan bien. —Le lamí la punta de la polla antes de
llevarlo a mi boca. Mi cuerpo se inclinó mientras metía en la boca todo
lo que podía.

—Joder... ahh... Ivy... —Siseó.

Sonreí. Me encantó cuando perdió la compostura así. Levantando mi


cabeza, le lamí la punta una vez más y dije —¿Sí, amor?
Sus ojos se abrieron de golpe, la lujuria brillando a través de ellos. No
dijo nada. En cambio, tomó mi pierna y tiró de ella y de mí, acostado
sobre su pecho… hacia atrás.

—No me di cuenta de que tenías tanta hambre como yo... nena — dijo,
tumbado en la cama, mi culo y mi coño completamente expuestos. Me
agarró el muslo con una mano y usó dos de sus dedos para extender
los labios de mi coño para que pudiera comer...

—Oh... mi... Ethan. ¡Ahh! —jadeé, mi cuerpo tembló mientras su


lengua me hacía cosquillas en el clítoris. Incapaz de detenerme, me
balanceé en su boca, mis párpados se sentían más pesados mientras
la temperatura de mi cuerpo subía.

—Come, nena —dijo, y sentir sus labios vibrar contra mí mientras


hablaba fue casi demasiado para mí.

—Sí. —Era todo lo que podía decir antes de llevarlo a mi boca, mis
manos acariciando sus bolas, ambos gimiendo uno contra el otro.

¡Sí!

¡Dios, sí!

¡Más!

Quería más de él.

Lo quería todo.

Nunca quise que esto terminara.


ETHAN

Joder. ¿Por qué es tan malditamente hermosa?

Sus gemidos eran intoxicantes.

La forma en que se veía mientras la follaban, una fina capa de sudor


en su piel blanca que hacía que su cabello rubio se pegara a su cuerpo,
era divina.

Quería perder la noción del tiempo besando cada parte de su cuerpo.


Quería ver de cuántas maneras podía hacer que sus piernas se
debilitaran.

—Ethan... ah... por favor... oh... —gritó, con las palmas tan sudadas
que empezó a deslizarse por el suelo de la cocina...

¿La cocina? ¿Por qué estamos en la cocina?

Por supuesto. Vinimos a buscar más comida, pero tuvo que tentarme
con esa linda bata suya. Que no le cubría el culo cuando se agachaba
para sacar algo de la nevera. Lo que llevó a esto. Ella a cuatro patas y
tratando de mantenerse así mientras me metía en su trasero. El sudor
rodaba por mi cara, por mi barbilla y por su espalda con cada empujón
hacia adelante.

—No puedo... —sus manos se deslizaron y bajó, sus pechos en el suelo


de baldosas, pero no pude parar. No, necesitaba que gritara más.
Quería estar en ella más, mucho más. Así que me incline más sobre
mis rodillas y tiré de sus caderas hacia mí, sosteniéndolas en su lugar
con mi brazo mientras me apoyaba sobre ella, con el pecho sobre su
espalda.
—Ethan. —Balbuceaba, perdida en su aturdimiento sexual—. Tan
bueno. —Me besó la barbilla, hasta que su boca llegó a mis labios, y
desde allí, nuestras lenguas se pasearon por la boca del otro.

—Eres mía —dije cuando nos separamos, mis manos rodeando su


cuello—. Siempre... dilo.

—Estoy... —Intentó cerrar los ojos, temblando mientras le daba una


bofetada a su culo.

—Dilo.

—Soy... tuya...

Me retiré ligeramente, temblando con ella antes de volver a entrar,


tragando la saliva en mi boca para preguntarle. —Por... ¿Cuánto
tiempo? ¿Por cuánto tiempo eres mía?

—Siempre —murmuró.

—¡Más fuerte!

—¡Soy tuya para siempre!

—¿De quién? —Mi agarre se ha estrechado, mi ritmo se ha acelerado.

—¡TUYA! —gritó y una vez que gritó se entregó al placer, la lujuria, lo


salvaje en sí misma y siguió gritando—. ¡Soy tuya! ¡Soy tuya, Ethan
Callahan! Oh, joder... sí... ¡amor, sí! ¡OH! ¡ETHAN!

Lloró cuando se corrió con fuerza, sus piernas se doblaron,


llevándome con ella cuando se desplomó. Apoyándome en mis codos,
besé un lado de su mejilla sudorosa.

—Nunca lo olvides —le susurré, calmándome lentamente, ya que


también estaba al límite—. Nunca olvides que me perteneces a mí y
sólo a mí. Sólo te he esperado, Ivy, sólo he soñado contigo, y ahora
que te tengo, voy a follarte así hasta... ugh... hasta que me dé cuenta
de lo que me has hecho. ¡UH! —gruñí, agarrándome a su cintura
mientras me metía en su interior.

Me levanté con las manos a ambos lados de ella.

Cerré los ojos, tratando de respirar y calmarme.

No sé cuánto tiempo estuvimos los dos así, desnudos, sudorosos,


apretados, respirando pesadamente, y no me importó.

Sólo cuando encontré la voluntad y la fuerza para volver a moverme,


me empujé lentamente y salí de ella, los dos cubiertos el uno del otro.
En mis pies, el mundo se sintió como si estuviera girando por un
momento, antes de que me pusiera de pie. Moviéndome hacia la
nevera abierta de la que la había sacado, alcancé la leche y bebí de la
botella, apoyándome contra la encimera de la cocina cuando terminé.

—Ethan.

Su voz era tan suave que pensé que lo había imaginado.

Girando hacia ella, se había puesto de espaldas, con la mano sobre


los ojos, y no me di cuenta de por qué hasta que habló. —Ummm...
joder... quiero decir... yo... lo que sea que hice... lo que sea que haya
hecho... no lo entiendo.

Estaba llorando.

No sollozaba.

Sólo lágrimas saliendo de sus ojos.

—¿Por qué te cubres la cara?


—¡Porque mis ojos están llorando y no deberían estarlo! —gritó con
frustración—. Debería llorar cuando estoy triste. Ahora bien, esto no
era triste... esto era lo mejor... nunca me había sentido así antes.

Dejando la leche, volví a acercarme a ella e incluso cuando la tome en


mis brazos no me dejó ver su cara, aunque podía sentir sus lágrimas
en mi pecho.

—Dilo —susurró.

—¿Qué?

—Di que nunca intentarás averiguar por qué yo...

—Nunca me preguntaré por qué me enamoré de ti.


VEINTIDÓS

"El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa en sí."


~ J.K. Rowling ~

SIETE DÍAS DESPUÉS


IVY

—Veinte muertos más hasta esta mañana. Los miembros del


ayuntamiento y los médicos advierten que muchos más morirán debido
a la avalancha de drogas diversas que se distribuyen en la heroína. El
Dr. Rioja, cirujano jefe de trauma de Boston Medical, dice que en la
última semana han visto más muertes por sobredosis por heroína que
en los últimos dieciocho meses...

Cambiando la emisora y bajando el volumen, Ethan se inclinó hacia


atrás en su asiento, acelerando al cambiar la luz.

—¿Quieres comer algo en nuestro camino?

—¿De camino a dónde?

—En algún lugar —respondió, y quería saltarle, pero sólo puso su


mano libre sobre mi muslo.
—Tú... —suspiré, cruzando mis brazos y reclinándome. Pude ver que
se divertía... no, no sólo eso. También estaba contento. Contento con
el estado de la ciudad, con la forma en que habíamos estado viviendo.

Durante la última semana nos habíamos quedado en la casa segura,


cayendo en nuestra propia rutina en ese corto tiempo. Ethan se
despertaba a una hora impía de la mañana, besándome la frente y
diciéndome que volviera a dormir antes de salir de la casa a correr.
Algo que hizo por la única razón que sabía que era peligroso. Porque
sabía que lo estarían vigilando. Y como me sentía paranoica cuando
se iba, miraba las cámaras hasta que lo veía volver por la esquina
antes de entrar en la ducha. Desayunábamos juntos, comíamos,
hacíamos el amor, hablábamos o veíamos una película, y
terminábamos de vuelta en la cama, donde me follaba como su puta
personal o me hacía el amor suavemente como si fuera su esposa. Lo
que realmente dependiera de su humor. ¡Por suerte no había vuelto a
llorar! Oh Dios mío, eso fue vergonzoso. Por suerte no lo había
mencionado.

Después de descubrir cómo estábamos conectados, se abrió un poco


más, pero no tanto como me gustaría. Ethan vivía en su cabeza.
Quería entrar ahí al principio, pero era un laberinto en el que incluso
él estaba perdido, así que sólo podía sacarlo, obligándolo a leerme, ver
películas antiguas o dibujarme, un talento secreto suyo. Era un
artista, obsesionado con las obras clásicas de la literatura, el arte y la
gente. Sólo hacía preguntas para evitar que cayera en el abismo de su
mente. Estaba segura de que lo sabía, pero lo aceptó. De lo único que
no hablaba era de su infancia o de sus padres. Todo lo que decía era
que sus padres se amaban, lo amaban a él y a sus hermanos, y que
nunca querían que fueran débiles. Eso era todo.

Cada día intentaba curiosear más y cada día cambiaba de tema. Hoy
estaba decidida a hacer que hablara de eso. Sin embargo, por
supuesto que ahora íbamos a alguna parte... los dos.
Mirándolo mientras conducía bajo la lluvia, su mano era como un
calefactor en mi muslo, acariciando hacia adelante y hacia atrás
suavemente.

—¿Sí? —preguntó, sin necesidad de mirarme para saber que estaba


mirando.

—Todavía no me has dicho adónde vamos. —Acaba de decir “salir”


cuando se lo pregunte—. ¿O no lo sabrás hasta que lleguemos?

—Estamos aquí —dijo, deteniéndose frente a una barbería, el nombre


“Carofiglio” elegantemente escrito en las ventanas.

—Creía que te habías cortado el cabello tú mismo. —Ayer lo vi


perfectamente cortado y peinado con nada más que tijeras y navajas
de barbero.

Por supuesto que no me respondió, en lugar de eso salió del auto y se


acercó a mi lado para abrirme la puerta. Al salir, lo miré con cuidado.

—Estás muy interesada en mi infancia, y prefiero no hablar de eso —


dijo, cerrando la puerta tras de mí y tomando mi mano—. Esto es un
compromiso.

No entendí cómo, hasta que entramos al piso a cuadros, las paredes


de madera cubiertas con docenas si no cientos de fotos, algunas
desteñidas a blanco y negro.

—¡Ethan! —Un anciano, que tenía más arrugas que la camisa


amontonada, cabello gris, que estaba partido y peinado en olas, y una
pequeña barriga, bajó sus tijeras para acercarse a Ethan, que se
inclinó hacia el hombre que era unos centímetros más bajo que yo,
para besar su mejilla derecha, y luego la izquierda. Cuando
retrocedieron, el hombre le agarró los hombros—. ¡Mio caro! Che
piacere vederti. Mi sei mancato molto! ¿Come sta?
Ethan realmente le sonrió al viejo. —No puedo lamentarme con una
bella moglie così.

Los ojos marrones del viejo finalmente se dirigieron hacia mí. —¡Una
vera bellezza! —dijo antes de abrazarme y besar los lados de mis
mejillas tan rápido que no tuve tiempo de procesarlo hasta que se
apartó.

—Ivy —llamó Ethan, finalmente de vuelta en un idioma que podía


entender—. Este es Giovanni Carofiglio, mi antiguo jefe. Giovanni, Ivy
Callahan, mi esposa.

—Es un placer, querida. —Giovanni nos sonrió, cruzando sus brazos


para mirarnos juntos—. Qué vergüenza que tu boda haya sido tan
privada.

—Oh, sí, qué pena que te hayas perdido el vino y la comida gratis. —
Ethan se rio y luego asintió hacia su estómago—. Aunque, veo que te
estás preparando para dos...

Giovanni presionó los dientes y levantó la mano. —No olvides que tu


madre me dio permiso para golpearte si es necesario.

—¿Cómo podría olvidarlo? —Ethan puso los ojos en blanco—.


Encuentras la manera de mencionarlo cada vez que nos encontramos.

—¿Ex jefe? —Interrumpí, mirando entre ellos antes de que


continuaran alegremente por el camino de los recuerdos.

—Oh, sí. —Asintió hacia la séptima y única silla de barbero no


ocupada. Se sentó en la esquina, como un trono de cuero bien pulido.
El nombre de Ethan C. estaba grabado en la esquina superior del
cristal junto a las fotos. Hipnotizada, caminé hacia él. Segura que las
fotos eran de él cuando era adolescente, todavía alto, su cabello un
poco más corto que ahora pero siempre el epítome de lo genial. Había
fotos suyas cortando el cabello a niños pequeños y de hombres
mayores, e incluso mujeres también. La más impactante fue la de
Wyatt, ambos riéndose. Ethan parecía listo para reventar sus tripas,
mientras que Wyatt usaba un mechón de cabello para hacerse un
bigote sobre el labio superior.

—¿Cuándo fue esto? —Susurré, mirando cada foto en la esquina del


espejo.

—Ethan empezó a trabajar en mi tienda cuando vivía en Chicago.


Tenía doce años —dijo Giovanni, ahora de pie a mi lado, mirando las
fotos con puro orgullo—. No era más que un barrendero cuando
empezó.

—Y en poco tiempo tuve más asiduos que tú —dijo Ethan, caminando


hacia el otro lado de la silla y quitándose la chaqueta de cuero,
recogiendo una camisa gris de uniforme abotonada. Su nombre
también estaba cosido en ella.

—La parte amarga de mí quiere culpar de eso a tu apellido. —Giovanni


resopló con rabia—. Por supuesto que la gente quería que un Callahan
le cortara el cabello...

—Pero mis habilidades hablaron por sí misma —dijo Ethan, sacando


una caja llena de herramientas de barbero que brillaban
maravillosamente.

—La humildad lleva mucho tiempo, muchacho —respondió Giovanni.

—La humildad no está en el diccionario de Callahan —digo, riéndome.


Esto era asombroso. ¿Quién hubiera pensado que el Sr. Richie-Rich,
Ethan alimentado con cuchara de plata, tenía un trabajo a tiempo
parcial mientras crecía?

—Aww, cierto. —Giovanni asintió, mirándome—. También ayudaría si


fueran malos en algunas cosas. ¿No le dijo su marido que es mi mejor
estudiante?

—¡Auhmmm!
Los dos nos giramos, y sólo entonces me di cuenta de lo llena que
estaba la barbería. Unos cuantos hombres e incluso jóvenes se
sentaron a esperar en los bancos junto a la pared de madera. Todos
estaban mirando a Ethan mientras se instalaba. Sin embargo, el que
había fingido toser fuerte era un hombre de mi altura con cabello
castaño desvanecido a los lados pero más grueso y liso en la parte
superior. Nos miró desde una patilla que estaba perfilando.

—Y yo que pensaba que era tu mejor estudiante, papá —dijo.

—Se refería al mejor estudiante que no enseñó, Marco —dijo Ethan,


limpiando sus cuchillas—. ¿No es así, Giovanni?

Giovanni se quejó. —Olvidé que eras un sabelotodo. Podría haber


guiado tus manos, pero aún así aprendiste al observarme, ¿No?
Hmh... hablando como si acabaras de despertar en un barbero una
mañana. —Hizo que tanto Marco como Ethan se rieran.

—Me alegro de que hayas vuelto, Ethan, ahora ayúdanos a hacernos


ricos también. —Marco se rio, asintiendo a la fila de gente esperando.

—¿Qué tan rico estamos hablando? —Ethan giró su silla.

—Mucho —dijeron Marco y Giovanni al mismo tiempo.

—Bastardos codiciosos —murmuró Ethan, aunque pude ver que lo


estaba disfrutando.

—Que así sea —dijo Giovanni, volviendo a su silla y a su muy, muy


paciente cliente aparentemente—. ¡Gabby, trae un taburete para la
Sra. Callahan! ¡Y saluda a tu padrino!

Gritó, y una joven de no más de ocho o nueve años, con el cabello


rubio y rizado, sacó la cabeza por detrás de la puerta de la tienda. Sus
ojos color avellana me miraron fijamente y luego se volvió hacia Ethan.
Una enorme sonrisa se extendió por su rostro mientras salía de la
puerta y lo abrazaba.

—¡Tío Ethan!

—Todavía es una abrazadora, ya veo —le dijo Ethan a Marco.

Marco frunció el ceño. —Sólo a ti, parece. No hay lealtad, así es.

—¡No he visto al tío Ethan en mucho tiempo! —Apretó más fuerte, y


Ethan levantó sus brazos, mirándola fijamente.

—¿Es por eso que tu lista de Navidad se hace tan larga cada año? —
le preguntó.

Le enseñó los dientes, uno de los cuales faltaba en la parte inferior.


—¡Sí!

—Así que ahora que me has visto y me has abrazado cerca de la


muerte, no necesitarás nada este año.

Sus manos cayeron junto con su sonrisa y todos los hombres de la


barbería se rieron cuando parecía tener el corazón roto.

—Tío, eres malo. —Hizo pucheros.

—Eso me han dicho. —Le puso la mano encima y la giró hasta que
estuvo frente a mí—. Por suerte mi esposa es mucho más agradable.
Envíenle tu lista de ahora en adelante y se encargará de eso.

—¿DE VERDAD? —Le quitó las manos a Ethan y se acercó a mí—.


Espera, tía, déjame traerte una silla. —Corrió detrás de las cortinas.

—Tienes razón. No hay lealtad en absoluto. —Ethan sacudió la cabeza,


mirando donde había desaparecido detrás de las cortinas.
—Aquí, tía. —Gabby puso el taburete acolchado negro justo al lado de
Ethan mientras llamaba a un chico que parecía de doce años. Se quitó
la gorra de béisbol cuando se sentó en la silla.

—Gracias, Gabby —le dije, sentándome.

—De nada...

—Oh no, no lo haces. —Marco la señaló—. Nada de regalos ni deseos


hasta que vea que la C se convierte en una A.

Gabby sacó un pedazo de papel, lo levantó, y mostró cómo lo giro de


lado esa “C” y coloco un pequeño guión “-” dentro haciendo una “A”.

Me reí tanto que me dolían los costados.

—¿Acabas de falsificar tus notas delante de mí? —Marco le preguntó.

—No. —Escondió el papel a sus espaldas—. Dijiste que una C tenía


que ser una A para que pudiera pedir deseos.

—Tiene razón —respondió Ethan, poniendo una franja blanca


alrededor del cuello del chico.

Marco suspiró. —Sólo tienes que irte.

—Hablaremos más tarde —me dijo Gabby, y asentí.

—¡Adelante!

—¡Me voy! —Se quejó, haciendo un espectáculo de tener que regresar.

—Así que todos ustedes son familia —le dije cuando se fue. Eso tenía
más sentido. Dudaba que Ethan se sintiera tan cómodo con la gente
si no eran familia.
—Parientes muy lejanos de mi madre —dijo Ethan, sin mirarme
mientras se concentraba.

—Muy distantes o no —me dijo Marco— seguimos siendo los únicos


parientes que la Sangrienta Melody ha reconocido.

—¿Sangrienta Melody? —Sonaba como una mala película de terror.

Ethan se rio. —El apodo de mi madre. Aparentemente los irlandeses


se lo dieron después de que se casara con mi padre. Y se tomó en
cuenta el hecho de que mi madre no era, bueno... no era lenta para
usar sus puños.

—¡Ja! —se burló Giovanni—. O pistola. ¿Cuántas veces le disparó a tu


padre? Dos veces, ¿Correcto?

—¿Tu madre le disparó a tu padre? —Mi mandíbula se abrió cuando


lo miré.

Ethan hizo una mueca. —Esperaba que nadie le dijera eso. Ya es


temperamental, y mi madre le dejó el arma.

—¡Oye! —Fruncí el ceño, volviéndome hacia los chicos—. Suena como


un criador del infierno.

—Lo era. Que descanse en paz —dijo Giovanni seriamente, al igual


que casi todos los demás en la tienda, todos menos los niños,
demasiado jóvenes para conocerla. Y recordé la carta que me había
dejado, en la que decía “Ahora eres la cabeza de esta familia”. Actúa
como tal y haz que hablen de ti como hablaron de mí.

Me di cuenta de por qué Ethan me había preguntado si podía hacerlo.


Cuanto más averiguaba sobre su madre, más grandes eran sus
tacones.
—Así que tu madre era la Sangrienta Melody. ¿Tu padre también tenía
un apodo?— No había preguntado eso. En su lugar, Gabby sacó la
cabeza.

Todos la miramos un momento antes de mirar a Marco, que respiró


profundamente.

—Su nombre era el Sombrerero Loco —Marco habló a través de sus


dientes—. Y solía pensar que era porque el hombre pensaba en las
formas más locas de dañar a la gente, pero ahora pienso que debe
haber sido el estrés de ser padre.

—No puede ser —dijo Gabby con suficiencia—. Si así fuera, tú también
tendrías un apodo, ¿Verdad, papá?

Ethan hizo una pausa en el corte de cabello del chico para reírse, en
realidad en voz alta, en público.

—¡Vuelve ahí y haz tu tarea de ciencias! —Marco le apuntó con sus


tijeras para cortar cabello.

—¡La ciencia es aburrida!

—¡GASP! —Puse mi mano sobre mi corazón, y se giró hacia mí—. La


ciencia es asombrosa. ¿De qué estás hablando? Puedes crear casi
cualquier cosa a través de la ciencia. Cuando tenía nueve años, gané
la feria de ciencias creando un receptáculo voltaico incalculable para
acelerar los ciclos de crecimiento de las patatas.

—¿Un qué? —preguntó su padre antes de que ella pudiera. Y no sólo


él. Todos los demás también estaban confundidos. Incluso Ethan me
miró por un rápido segundo.

—Era como un umm... —Traté de pensar—. Era un invernadero que


hacía que las patatas o cualquier otro vegetal crecieran más rápido.
—Oh... —Todos dijeron como si una bombilla se encendiera en sus
mentes.

—¿Ves? Fíjate en eso. A tu edad la gente ya estaba creando


receptáculos voltaicos incalculables —le dijo Marco, mostrando una
mueca.

—No puedo hacerle regalos a la gente que odia la ciencia —le dije,
cruzándome de brazos.

La oí jadear. —Tío Ethan...

—Lo que la esposa dice se hace —dijo, cortando la parte trasera del
cabello del chico con dos tijeras diferentes.

Inclinó la cabeza y se dio la vuelta, volviendo a sus deberes, pero antes


de llegar volvió a girar.

—¿Tienes un apodo, tío? —preguntó.

Toda la habitación parecía haberse congelado, todos un poco rígidos,


todos un poco cautelosos, mirándose unos a otros. Ethan, por otro
lado, simplemente giró al chico en su silla, limpiándolo antes de
quitarle la capa y la franja del cuello.

—Sí —le dijo cuando el chico se levantó, revisando su cabello—. Es


Mani di forbice.

—¿Porque cortas cabello? —le preguntó aunque no lo entendí.

—Claro que sí. —Le hizo una seña con la cabeza.

Lo pensó un poco. —Es un poco largo pero genial, supongo. ¡Papá, voy
a subir a llamar a mamá!

Me saludó con la mano mientras corría hacia la parte de atrás.


—¿Mani di forbice? —le pregunté cuando un hombre mayor se
acomodaba en la silla, señalando su barbilla para afeitarse.

—Manos de tijera —respondió Giovanni cuando no lo hizo.

—Oh. —Entendí que si trabajaba aquí, eso encajaría. Pero también


entendí por la forma en que reaccionaron, y por la forma en que Ethan
ya no se comunicaba, que era mucho más profundo que eso. Me dijo
que saldríamos para que pudiera averiguar más sobre su pasado, así
que no iba a echarme atrás.

—¿Por qué, sin embargo?

Giovanni era el único que hablaba ahora y no era tan alegre como
antes. —Se rumorea que cuando era joven fue por primera vez a
confesarse acompañado de su familia. El sacerdote le dijo que
confesara sus pecados al Señor, y Ethan dijo que estaba libre de
pecado y que sólo se confesaría cuando dejara de estarlo. Tuvieron
una larga discusión hasta que el sacerdote no pudo permanecer más
tiempo con él y se fue. Ethan, sintiendo que algo andaba mal con el
iracundo sacerdote, lo siguió a sus aposentos, donde encontró que el
sacerdote estaba rompiendo sus votos de silencio. Intentaba usar a
Ethan para obtener información sobre su padre y su madre para
salvarse de la persecución. Era un pederasta. Al descubrir esto, Ethan
apuñaló al sacerdote con dos cuchillos, una era un regalo de su padre,
y la otra la tenía para su hermano. Cuando lo encontraron, se paró
sobre el sacerdote, sosteniendo ambas cuchillos, cubierto de sangre,
y confesó a Dios sus pecados entonces.

—Por lo que veo, cualquier hombre que toque a los niños merece
morir, y no es un pecado —murmuró Marco en voz baja, dando forma
a los bordes de la frente de un hombre.

Mis ojos se dirigieron a Ethan, pero era como si ya no estuviera aquí.


Sólo deslizó cuidadosamente la navaja por el cuello del hombre, que o
tenía bolas de acero o no creía en el “rumor”.
—¿Qué pasó después de eso?

Marco se encogió de hombros. —La iglesia estuvo cerrada durante


unas horas, pero se supo que era un pedófilo. Todo el mundo estaba
furioso con los detectives que trataron de usar a otro niño como cebo.
Otras personas estaban tan aterrorizadas de él que se bendijeron
cuando pasó. Su madre lo hizo trabajar para ella después. La gente se
acostumbró a que estuviera cerca, pero nadie dejó de mencionar el
nombre Ethan Mani di forbice Callahan.

Miré a Ethan, que aún fingía no oír ni preocuparse de que estuvieran


hablando de él.

Alimenta su lado oscuro, disfruta de estar ahí. No lo cambies. Yo lo


hice y es perfecto. No hay nada que cambiar.

Las palabras de Melody vinieron a mí.

—Sangrienta Melody y el Sombrerero Loco —dije en voz alta, girando


ligeramente en la silla. Hice obvio que estaba pensando—. Eso junto
se unen muy bien. ¿Cómo diablos voy a encontrar un nombre que
fluya con Mani di forbice?

Fue la única vez que Ethan se detuvo, erguido, con sus ojos verdes
clavados en los míos, tan intensamente que tuve que apartar la vista
y dirigirla a Giovanni.

—Se dan grandes nombres. No puedes elegirlos tú misma —me dijo


Giovanni.

Fue entonces cuando le miré.

El hombre que me había amado desde que éramos niños.

El hombre que me sacó del pozo del infierno y me sentó en su asiento


de lado derecho.
El hombre del que me estaba enamorando cada vez más a medida que
pasaba el día.

—Dame un nombre. —Si era algo que la gente me seguía llamando


incluso después de morir, quería que fuera de él, de nadie más.

—Belladonna —dijo, todavía me miraba fijamente.

—Ivy la Belladonna Callahan —me susurré a mí misma y luego sonreí,


asintiendo felizmente.

La Belladonna y la Mani di forbice.

El hermoso veneno y los cuchillos de duelo.

ETHAN

—Es realmente especial, ¿No es así? —me preguntó mientras rodeaba


su silla. Haciendo una pausa, miré mientras ella y Gabby repasaban
sus deberes. Se sentó en mi silla girando lentamente, hojeando viejos
álbumes de fotos, mientras Gabby escribía lo que fuera que dijera.
Parecía demasiada feliz con sólo ver las fotos, pero Ivy era una persona
que amaba las pequeñas cosas.

—Lo es —le respondí finalmente, pero cambié el tema a asuntos más


serios—. ¿Todos tienen lo que necesitan?

Tomó su té de hoja de abedul y se acomodó en su silla, relajándose.


—No. Pero lo que necesito no es algo que tú me des. El resto de la
familia está bien. He oído que Dona ha impresionado a la gente de
Chicago.

—Es la hija de mi madre. —Sabía que lo haría, por eso la dejé con ello.
Asintió sorbiendo, pero se encogió ante el sabor, su cara se arrugo aún
más. —Acabo de recordar que odio el té.

—Pero odias más el dolor —le recordé, barriendo bajo sus pies.

—Lo odio. —Suspiró pesadamente antes de tomar otro sorbo amargo,


encogiéndose una vez más—. Porca miseria... —maldijo en voz baja
antes de meter la mano en su chaqueta y sacar una petaca. Lo miró
por encima del hombro antes de verterlo y lo volvió a meter en su
bolsillo oculto.

—Estoy seguro de que tu médico estará encantado —dije


sarcásticamente, inclinándome para barrer el cabello.

—Al diablo con él y con el cáncer —murmuró para sí mismo, bebiendo.

Vaciando lo barrido en el cubo de basura cerca de su mesa, puse la


escoba junto a la pared y me apoyé en su puesto de trabajo, pensando
en cómo expresar lo que tenía que decirle.

—Sólo tienes que decirlo. —Me hizo una seña con la mano,
demostrando lo bien que me conocía en ese momento—. Supongo que
esto tiene algo que ver con el caos que está ocurriendo en la ciudad.

Asentí. —Voy a necesitar algo de ti.

—¿Qué puede darte un viejo moribundo? —se rio, bebiendo.

—Tu vida.

Tosió en su taza, conmocionado, y debido a esta condición una vez


que empezó no pudo parar, causando que el té se derramara un poco.

—¿Abuelo? —Gabby lo miró, pero él la despidió. Tomando su taza, le


di una servilleta.
Sujetándola, se limpió las comisuras de la boca y me miró. —Viendo
que siempre he sido leal a ti y a tu madre, supongo que cuando dices
mi vida...

—Necesito que mueras —dije claramente—. Quiero muchas cosas,


Giovanni, y el camino para conseguirlo comienza con sangre.

—Y por qué no la mía. —Apoyó el codo en el reposabrazos—. Al menos


eres lo suficientemente educado para preguntar primero... ¿O tienes
un respaldo?

—Confío en tu lealtad.

—No confías en nadie. —Se rio y asintió con la cabeza hacia donde Ivy
estaba sentada pero sin mirarla—. ¿Sabe tu plan?

No contesté porque no era asunto suyo.

—Exactamente. Deberíamos haberte llamado il burattinaio.

—No elegimos nuestros nombres—. Además, la única manera de ser


un maestro titiritero, como dijo, era asegurarse de que nadie se diera
cuenta de que estabas moviendo los hilos para empezar.

—¿Has fijado el día en que me vas a matar? —preguntó, mirando a su


tienda.

—No seré yo. —Me aparté del mostrador, poniendo mi mano en su


hombro—. Pero te daré tiempo, por supuesto. La información se fijará
de la manera habitual.

Intenté levantar mi mano de su hombro, pero puso la suya sobre la


mía. —Siempre he querido preguntarte algo, Ethan.

—Continúa.
—La carga sobre tus hombros, ¿Cómo la llevas tan bien? En todos los
años que te conozco, te he visto sacrificar lo que sea necesario para el
panorama general. Cada vez con una determinación inquebrantable e
indeclinable. ¿Qué es lo que te hace tan guerrero?

—Nací guerrero. Mi nombre me mantiene como uno —le respondí pero


no esperé a oír su respuesta, ya caminando hacia a mi silla, donde
estaba Ivy. Me quité el uniforme y lo colgué por última vez, luego tomé
mi abrigo.

—Parecías feliz trabajando en esta tienda. —Ivy sonrió, se levantó, se


aferró al álbum de fotos y finalmente me miró, cuando lo hizo su
sonrisa se desvaneció como si pudiera leer mi mente. Dándome la
espalda, rodeo a Gabby con un solo brazo—. Buenas noches, Gabby.
Espero haber ayudado.

—Sí, tu guaooooo eres mejor que mis maestros. —La abrazó, la soltó
y se acercó a mí—. ¡Adiós, tío! Ven más seguido.

Le di una palmadita en la cabeza. —¿Por qué no vienes a Chicago?

—Tío, soy una niña. No puedo ir sola —dijo como si fuera estúpido.

—Bien. Esperaremos a que tu lista llegue en tu lugar —le dije,


tomando la mano de Ivy y caminando hacia la puerta.

—Adiós, Giovanni, gracias por las historias —Ivy le sonrió, y él asintió,


despidiéndonos.

Ni Ivy ni yo hablamos hasta que entramos en el auto.

Miré a la ventana con su nombre. Giovanni se dirigió al cartel de la


ventana delantera y lo cambió a Cerrado.

—Son... normales —susurró. Entendí lo que estaba insinuando.


—Por algún primo de un primo estamos relacionados —susurré,
arrancando el motor—. No entendía por qué mi madre quería que
trabajara para ellos. Sólo los mencionó una vez antes de que empezara
a trabajar. Y los mencionó como si estuvieran tan distantes que eran
una consecuencia de un pensamiento tardío.

—¿Alguna vez entendiste entonces por qué te hizo trabajar allí?

—Porque mi madre... vio el panorama general —dije, incorporándome


a la calle—. Hacer ver a los italianos que su hijo era todavía uno de
ellos. Haz que se acerquen lo suficiente para ver lo oscuro que puede
llegar a ser mi corazón. Haz que te respeten. Que me teman. Dejarme
ver que tan celosos estaban. Pero también para recordarme que si
estuviera destinado a ser un barbero, lo habría sido. Nací en mi
familia, no en la suya. Mi nombre es un recordatorio constante de eso.
Si sintiera que mi vida o mi camino es tan agobiante, reflexiona por
qué todos los demás lo quieren tanto.

Me tomó mucho tiempo darme cuenta de eso.

Mirando hacia abajo y poniendo su mano en mi muslo, la miré


mientras decía —Gabby. Me gusta.

—Como nadie más que yo. —Sería más fácil.

Ese era el cruel hecho de la vida.

Los débiles morirán.

El fuerte vivirá.

Me aseguré de que nosotros, los Callahan, fuéramos siempre los


fuertes, a cualquier precio.
VEINTITRÉS

"Si soy un ángel, píntenme con alas negras"


~ Anne Rice ~

ONCE DÍAS DESPUÉS


IVY
—Hoy, mientras estaba drogado con lo que la policía llama el Cóctel, un
lote de heroína mezclada con varias drogas, un hombre de mediana
edad entró en el tráfico en sentido contrario desnudo y...

Clic.

—El Cóctel, la droga altamente mortal que barre la ciudad, cobró la vida
de un inocente pizzero que llegó a la casa de dos clientes, sólo para ser
golpeado hasta la muerte...

Clic.

—Esta droga contiene sólo alrededor del 2% de la heroína real, lo que


les da a los usuarios una sensación similar pero les hace colapsar
mucho más rápido. Cuando lo hacen, a menudo se vuelven muy
violentos...

Clic.
—¿Qué está haciendo el gobierno? ¿Dónde está la policía? ¡La gente
está muriendo aquí! El conductor del autobús que se estrelló contra un
McDonald local fue la gota que colmó el vaso. Mis hijos y yo nos
quedamos en casa. No sabes quién está en esa basura...

Clic.

Ethan presionó el botón del control remoto una vez más, mientras yo
estaba encima de él, escuchando los latidos de su corazón. Ni siquiera
estaba mirando la pantalla. Sus ojos estaban cerrados, su mano con
el control remoto colgando del sofá perezosamente.

—Los médicos de toda la ciudad han buscado en otros estados la droga


naloxona, comúnmente utilizada para revertir los efectos de una
sobredosis debida a la heroína u otros diversos tipos de analgésicos,
como la morfina, la oxicodona, la metadona y el fentanilo. Sin embargo,
muchos estados se han negado, debido al creciente temor de que esto
sea sólo el comienzo y que los cócteles mortales se extiendan a otras
partes del país...

Clic.

—La policía dice que tiene una pista sobre los traficantes de drogas
detrás del Cóctel, aunque no se puede compartir ningún otro detalle en
el...

Clic.

—¿Cuánto tiempo más? —le pregunté.

—El tiempo que sea necesario —respondió.

Suspiré, sentándome. —Ethan, Rory me saludó hoy. Me saludó. Y


quise romperle su pequeña mano. Me dijiste que esperara y he
esperado. Sin embargo, ella no está siendo castigada por eso. Necesito
hacerlo.
Sus párpados se levantaron lentamente y miró al techo. —Tienes
razón.

—¿Yo?

—Sí. Ahora vamos a ir de compras —dijo, empezando a sentarse, y me


moví para que pudiera.

—Es ese el código para algo...

—El código para el refrigerador está vacío y no podemos vivir a base


de palomitas, alcohol y sexo —dijo, tirándome del sofá.

Sonreí. —Entonces podemos hablar de lo que vamos a hacer.

Antes de que pudiera responder, sonó el timbre de la puerta. La


primera vez desde que nos mudamos.

—Quédate aquí —me dijo mientras salía a la sala de estar. Pero como
era una persona entrometida, asomé la cabeza para ver. En la puerta
principal deslizó el panel a un lado, abriendo la cámara, y luego se
relajó. Abrió la puerta y se hizo a un lado, permitiendo que Wyatt, que
aún estaba vestido con su uniforme de color borgoña, entrara en la
casa. Wyatt pasó, con el cabello revuelto, con círculos alrededor de los
ojos.

—¿Dónde está el alcohol? —preguntó.

—En la cocina. —Señalé, y caminó hacia allí, sirviéndose el mismo.

Ethan comenzó a dirigirse hacia la sala de estar cuando me puse


delante de él. —¿Qué estás haciendo?

—Voy a escuchar las noticias...

—Tu hermano está ahí y se ve como la mierda.


—¿Y? —preguntó.

Quería darle una patada.

—Y obviamente vino porque quería hablar...

—Lo dudo.

Otra vez me puse delante de él. —Si no vas con tu hermano, te juro
que no habrá sexo, ni alcohol, ni palomitas.

—¿Es un código para algo? —se burló de mí, así que le di un puñetazo
en el brazo.

—Ve... —me detuve cuando Wyatt salió con una botella de whisky, el
whisky de Ethan, bebiendo directo de ella con la botella en una mano
y sosteniendo la bolsa de palomitas en la otra. Ignorándonos, entró en
la sala, se deslizó de su bata y se sentó cómodamente en el sofá.
Alcanzando el mando a distancia, cambió a una película al azar y
simplemente miró, comiendo y bebiendo en silencio.

—Creo que se ha roto —le susurré a Ethan.

—Se está escondiendo —corrigió Ethan, moviéndose a la sala de estar,


empujando a Wyatt al suelo para acostarse de nuevo en el sofá. Wyatt
ni siquiera discutió. Sólo siguió comiendo.

No, no estoy haciendo esta mierda.

Tomando el mando a distancia, apagué la televisión, haciendo que


ambos me miraran.

—Wyatt, tu hermano y yo estábamos a punto de hablar de algo


importante hasta que tu culo Gollum se acercó. Así que a menos que
tengas una buena razón para estar aquí te voy a pedir que te vayas...
—Mi novia murió hoy —dijo en seco, mirándome fijamente, y me quedé
helada—. Un lunático la apuñaló. Traté de ayudarla. Me cortó el brazo.
Quería culpar a Ethan. ¿Pero qué iba a decir? ¿Por qué dejó de
suministrar drogas a la ciudad? Sonaba absurdo incluso a mí.

Miré a Ethan, pero seguía haciéndose el muerto.

—Wyatt, lo siento mucho...

—Necesito un lugar donde quedarme por unas horas. —Siguió


adelante, levantando la mano para el control remoto. Cuando se lo di,
Ethan le preguntó.

—¿Por qué no en tu propia casa?

—Porque la gente vendría a verme. Eso es lo que pasa cuando le


agradas a la gente —dijo, metiéndose palomitas de maíz en la boca—.
De todos modos, no tengo la energía para fingir estar triste delante de
ellos, gracias a las locas guardias que he estado haciendo.

Espera, ¿Qué?

—¿Fingir estar triste? —Repetí—. Era tu novia.

—Me acosté con ella unas cuantas veces, salimos cuando estaba
aburrido, pero no la amaba ni la conocía. Todos los demás la llamaban
mi novia, así que parecería un poco cruel negarlo ahora que se ha ido
—respondió, y me quedé mirándolo mientras bebía y comía—. Vine
aquí porque nadie me encontraría y nadie se está muriendo aquí, así
que puedo descansar en paz, mientras tengo la oportunidad.

—¿No estás ni siquiera un poco triste?

Finalmente apartó sus ojos marrones de la televisión hacia mí. —Algo


así. Como si de alguna manera vieras a un ciervo ser atropellado por
un triste auto. Pero eso no es lo suficientemente triste. Creo que
esperan que esté llorando o algo así. Y si tenemos que llorar, lloramos
por la familia.

—Y si tenemos que llorar, lloramos por la familia —dijo Ethan, en


perfecta sintonía con Wyatt.

Bien, entonces. Caminando hacia él y recostándome sobre el pecho de


Ethan, solo me dedique a ver la película.

—¿Cuándo vas a matar a los hermanos Finnegan y salir de mi ciudad?


—Wyatt tomó otro trago largo de whisky.

—Si es tu ciudad, ¿Por qué mierda me pides que la salve? ¿Por qué no
los matas tú mismo? —Ethan dijo en voz baja.

—El juramento hipocrático —respondió Wyatt, y Ethan le golpeó en la


nuca.

Wyatt se detuvo un momento y se volvió. Sin embargo, al verme en su


pecho sonriendo, se volvió a mirar al frente.

—El gran Ethan Callahan, un hombre tan peligroso que la gente


muere incluso cuando no hace nada —murmuró Wyatt.

—Wyatt Callahan, un hombre tan astuto que ha convencido al mundo


de que es un ángel —respondió Ethan.

—Yo...

—Todos menos sus hermanos, por supuesto. Sabemos lo que hiciste


en Boston —dijo Ethan, y Wyatt se congeló, con la botella justo en sus
labios—. Estoy seguro de que lo hiciste por una buena razón. Eso no
cambia el hecho de que lo hiciste, ¿Verdad? Que eres como el resto de
nosotros... tanto un héroe como un villano. Salvador y destructor.

Wyatt puso la bebida en la mesa, levantándose del suelo. —Voy a


dormir en la habitación de invitados.
Con eso se alejó, pero Ethan siendo quien era, necesitaba dar el golpe
final. —Un día, hermano, vas a descubrir que eres mucho más villano
que héroe. ¿Dónde te esconderás entonces?

Wyatt no respondió.

—Eres implacable —le dije cuando Wyatt estaba fuera de alcance de


oírnos.

—Alguien tiene que serlo.


VEINTICUATRO

"¿He interpretado bien el papel?


¡Entonces aplaudan cuando salga!"
~ Emperador Augusto ~

CATORCE DÍAS DESPUÉS


ETHAN

—Buenas noches, señoras y señores, ha sido otro día desgarrador en


Boston, con doce muertes más, tres de ellas debido a un tiroteo con la
policía en Hyde Park, mientras que las otras nueve fueron de nuevo el
resultado de una sobredosis de heroína, lo que eleva el número de
muertos a la cifra sin precedentes de ochenta y siete personas en los
últimos veintiún días desde que los médicos del Boston Medical
informaron de que podría haber un mal lote de drogas en la calle. Eso
significa que, en promedio, esta droga ha cobrado cuatro vidas al día.
A pesar de la advertencia, no ha habido una caída obvia en el uso de
drogas. Esta mañana el Alcalde Takahashi, junto con el Gobernador
Vieira en una conferencia de prensa conjunta ha pedido la intervención
del FBI. Esto ya se ha sumado a la presión masiva por una policía más
estricta, una medida que ha dejado a muchas comunidades
minoritarias sintiéndose aún menos protegidas...
—Bagels... bagels... —Murmuré para mí mismo, abriendo los armarios
mientras la televisión sonaba en el fondo—. Ivy, ¿Dónde diablos están
los bagels? —Le grité al techo.

—¡Se han acabado! —gritó de vuelta.

—¿Qué quieres decir con que están acabados? ¡Acabamos de


comprarlos!

—Bueno, vamos a tener que comprar más...

—¡La razón por la que acabamos de comprarlos es porque queríamos


comprar más por no tener bagels la última vez que lo pedí! —¿Cómo
diablos pasamos por tanto tan rápido?

—¿Por qué quieres tanto los bagels? —me gritó.

Me quedé de pie en medio de la cocina, desconcertado. Estaba loca.


Mi esposa estaba loca. —¿Por qué? ¿Por qué? ¡PORQUE QUIERO
COMER UN SANDWICH, IVY!

—¡DEJA DE GRITARME!

Apretando el puño y la mandíbula, respirando, hablé más suave, —No


puedes oírme a menos que grite.

—¿QUÉ?

—¡NO PUEDES OÍRME A MENOS QUE GRITÉ! —grité porque


obviamente ahora estaba loco. Simplemente brillante, joder.
¡Estupendo! Veintiún días ella y yo habíamos estado solos aquí. No,
no estábamos encerrados. Salimos, pero aún así, todos los días
éramos sólo ella y yo. Algunos días era el paraíso, mientras que al
siguiente estaba listo para arrancarme el cabello. ¿Así es como vivía la
gente normal? ¿Peleando por la comida, la pequeña cama principal,
encima del baño aún más pequeño, teniendo que conseguir pañuelos de
papel y sus malditos tampones? No es de extrañar que los cónyuges se
mataran tan a menudo. Parecían pequeños problemas, pero después
de lidiar con esos día tras día, realmente empezaba a molestarte. Si
alguna vez quería comer algo, el mayor esfuerzo que tenía que hacer
era una maldita llamada telefónica... aparentemente eso me hacía
malcriado, que así sea.

—No te pongas de malas en un maldito giro. Cielos —murmuró,


entrando en la cocina y cuando lo hizo la ira que tenía se desvaneció.
Así de fácil. Era impresionante. El vestido blanco que llevaba se le
pegaba perfectamente a los pechos antes de fluir a la cintura. Incluso
se las arregló para rizar su cabello rubio en las puntas. Colocando su
bolso en el mostrador, se dirigió a uno de los cajones y sacó...

—No puedes hablar en serio —dije, mirando a la tortilla.

—No discrimines el trigo —respondió, poniéndolo justo delante de


mí—. Y estamos a punto de salir. ¿Por qué quieres comer ahora?

Frunciendo el ceño, deshice la atadura de la maldita tortilla. —¿No es


común colar comida en un espectáculo?

Puso los ojos en blanco y luego dio un paso atrás, dando vueltas.
—¿Cómo me veo?

—Como si no quisieras salir —le dije, apartando el jamón.

—Perfecto. —Se rio, mientras besaba mi mejilla mientras robaba un


trozo de tocino—. ¡Esto se ve bien! ¡Hazme uno a mí también!

De nuevo me detuve y luego la miré. —La sociedad ha progresado lo


suficiente para que ahora haga mis propios sándwiches sin molestar
a mi esposa. No me presiones.

—Bien, déjame morir de hambre. —Tuvo el descaro de decir mientras


se comía una de las tortillas sola.

—Estoy seguro de que lo lograrás, de alguna manera.


Al llegar a mí, agarró una rebanada de tomate, se la puso en la boca y
dijo —Te casaste con tu primer amor. Deberías ser más cariñoso, ¿No
crees?

Presione mi mandíbula para mantener la boca cerrada mientras


comía. Enrollando la tortilla, agarré el cuchillo y lo corte en el medio,
colocando uno en una bolsa para mí y el otro para ella.

—¡Gracias! —Sonrió, abriendo su enorme bolso... en este punto era


como una mochila... para poner nuestra comida dentro.

—Qué estás haciendo...

—No puedes sostener los bocadillos cuando te vas. Te ves poco


elegante. Tienes que sacarlo cuando empieza la parte buena y luego
disfrutarlo. —Instruyó, moviéndose para agarrar algunas cajas de
jugo, sí, cajas de jugo, porque sí, las quería. Cuando le dije que tenía
más sentido comprar la jarra de jugo me dijo ¿Cuándo empezaron los
ricos a advertir sobre la compra lógica?

—¿Necesitas algo más? —preguntó mientras tanto que había comido


el 90 por ciento.

—Vámonos —le dije, limpiándome las manos.

—¡Servilletas! —Chasqueó los dedos. Terminó de acomodar las


servilletas dentro, envolvió su brazo alrededor del mío y me siguió
hasta la puerta.

—¿Lo tienes todo? —pregunté.

—Sí, papá. —Se quejó.

Girando los ojos, abrí la puerta, salí primero, y al igual que la primera
noche que llegamos, la calle estaba llena de gente.
Sólo un par de casas tenían luz... las facturas de electricidad habían
subido casi todos los años, pero como mi familia sabía cuánto le
gustaba a la gente estar aquí, cubrimos el costo y les dejamos pagar
lo que pensaban que era un precio justo.

—Todos nos notan ahora —susurró Ivy mientras pasábamos por las
puertas de la calle. Cuando lo hicimos, la gente se movió, la mayoría
por miedo, otros no querían estar muy cerca de nosotros. Por
supuesto, fue un paseo corto, pero dijo mucho sobre cómo se sentía
todo el mundo esta noche. Al llegar una vez más al patio trasero de los
hermanos Finnegan, donde la mayor parte del vecindario estaba una
vez más, esta vez no borracho, ni tan alegre como lo estaban hace casi
un mes, sonreí cuando Cillian miró por encima de su hombro, cuando
los hombres a su alrededor miraron a otro lado.

—Bonito traje. —Asentí con la cabeza al traje negro, camisa y corbata


que llevaba.

—Sabía que no perderías la oportunidad —dijo sin emoción.

—Por supuesto, es una reunión del vecindario y somos parte del


vecindario. —De todos modos, el barrio era mío tal como era.

—Sobre eso... —Su mirada se dirigió a Ivy, que estaba escudriñando


a la multitud cuidadosamente—. ¿Cuánto falta para que termines tus
asuntos aquí, Ivy, y vuelvas a Chicago?

Aún sin mirarlo, dijo —Lo bueno de que sea asunto mío es que es
asunto mío y como tal puedes irte a la mierda.

—Cuidado, prima. —Se movió dentro de su línea de visión—. Te


olvidas de la casa en la que estás.

Lo ignoró y se volvió hacia mí. —¿Por qué dijiste que tenía un bonito
traje? Parece que lo robó de la morgue. —Luego se giró hacia él y le
preguntó— ¿Lo robaste de la morgue?
—¿Te gustaría ir a la morgue y averiguarlo, perra? —preguntó Elroy,
sacando una navaja. Tenía una máscara de hockey que sostenía a
través de las cuencas de los ojos con sus guantes de nudillos.

—Sr. y Sra. Callahan —Cillian intervino antes de que yo pudiera—no


perdamos más tiempo.

—Por supuesto —respondí, caminando hacia el banco de picnic. Los


adolescentes de allí no se movieron. Incluso se propusieron relajarse
más. Mirando hacia otro lado y por encima de sus cabezas a los
árboles, me pregunté por qué la gente sentía la necesidad de ponerme
a prueba—. ¿Harás que se levanten o tendré que hacerlo yo?

—Pídelo amablemente como todos los demás —respondió Cillian.

En ese momento aparté la mirada de los arboles hacia él. —No soy
más amable que esto.

—Qué triste para ti entonces. —Se rio—. Puedes quedarte atrás o irte.

Ivy me apretó el brazo para recordarme por qué me estaba sometiendo


a este nivel de falta de respeto. ¿Por qué mierda seguían respirando
todos? Si supieran cómo esa acción les ha salvado la vida esta noche,
le besarían los pies.

—Cariño —dijo Ivy, metiendo la mano en su bolso para sacar una


manta de picnic a cuadros rojos y blancos.

¿Por qué demonios...? Ni siquiera preguntes. Aunque mientras la


extendía en el suelo, la gente a la que se la ponía delante le miraba
como... como si estuviera en mi cabeza. Cuando terminó, se quitó los
tacones, los puso al lado de la manta y se sentó, cruzando las piernas.
Me senté a su lado cuando metió la mano en su bolso, sacando la caja
de jugo y dándomela antes de tomar una para ella.

—Pensé que no estábamos tratando de perder el tiempo... — Ivy le dijo


antes de chupar su pajita.
—Vamos a empezar. —Cillian asintió al hombre que estaba a su lado,
ignorándola. Finalmente sorbiendo el jugo de manzana, vi como
Cillian se adelantó para dirigirse a la creciente multitud—. Nuestro
vecindario no es nada nuevo para nadie aquí, y aunque sé que muchos
de ustedes lo han encontrado un poco primitivo a veces, nunca se han
pronunciado en contra. Todos sabemos quién fundó esta tradición.
Aunque no les tengamos cariño... —me miró directamente— debemos
reconocer que tienen mérito. Sin embargo, como ya no somos súbditos
de esa familia, debemos decidir aquí, ¿Alguien desea poner fin a las
reuniones?

Ivy se estremeció y puse mi mano en su muslo para calmarla.


Necesitaba tener fe. No votarían para terminar las reuniones.

—¿Se están deteniendo en otros vecindarios? —preguntó una mujer


de cabello corto castaño.

—No somos otros vecindarios. Todo esto es por ti. Es tu elección. No


la mía. No la de los Callahan. Si queremos alejarnos de esto, está bien
—respondió Cillian.

Nadie habló por un momento.

—¡No podemos detenernos! Sigo esperando que ese hijo de puta me


pague —gritó un hombre, señalando a un hombre que estaba a un par
de personas.

—¡Casi mata a mi hijo! ¡Estúpida puta borracha! —gritó una mujer.

—¡Tyler, sé que fuiste tú! ¿Dónde está? Lo robaste, ¿Verdad?

A partir de ahí, la anarquía se desarrolló rápidamente con todos


gritando sobre los insultos que los demás les habían infligido.

—¡VOTEMOS! —Cillian tuvo que gritar, lo que hizo que se calmaran.


—¡Sí, votemos! —repitieron algunos de ellos.

—¿Todos a favor de terminar las reuniones? —preguntó y nadie


levantó la mano.

—¿Todos a favor de continuar?

Al ver su elección, me incliné sobre Ivy y le susurré —Cuando permites


que la mayoría tenga voz, los más enfadados hablan más fuerte y
cuando se les pone entre hacer lo correcto y ser egoístas siempre se
elegirán a sí mismos, lo que hace que todos los demás hagan lo mismo.

Todos eran despiadados. Simplemente no se dieron cuenta.

—Bien, ¿Quién es el primero? —Cillian dio un paso atrás, y Elroy dio


un paso adelante.

—¡Yo! —Ivy se levantó, mientras yo estaba sentado.

Elroy se rio. —¿Tú? ¿En serio, y mientras los dos estaban acurrucados
en tu pequeña casa segura, como cobardes, quién se las arregló para
hacerte daño?

Ivy levantó el dedo para señalar a su derecha. —Ella. Rory Donoghue,


y ahora estoy buscando justicia.

La gente que la rodeaba se movió, permitiendo que todos la vieran. No


hubo ni un sonido... con la excepción de mí mientras chupaba lo
último del jugo y los grillos.

—¡Lo sabía! —Rory gritó, vestida con jeans ajustados y una camiseta
azul de los Red Sox—. ¡Sabía que todavía estarías enfadada por lo de
Pierce! ¡Ni siquiera estabas aquí!

Pierce agitó la cabeza con suficiencia. —Ivy...


—Cállate. Nadie está hablando contigo o sobre ti. —Se volvió hacia
Cillian—. Hace siete años, Rory Donoghue, golpeó y paralizó a una
joven bailarina en Chicago. En lugar de confesar su crimen, me
incriminó a mí.

—No lo hice. —Rory entrecerró los ojos.

—¿Tienes pruebas? —Cillian preguntó—. ¿O se supone que todos


debemos creer en tu palabra?

—Cariño.

Alcanzando mis jeans, saqué el control remoto y presioné el


interruptor de encendido. Todas sus cabezas se rompieron ante la luz
repentina, que proyectó el video del accidente de auto en las hojas del
árbol. Miraron, igual que Ivy, cómo Rory la incriminaba.

—¿Satisfecho? —Ivy preguntó cuándo lo detuve mientras


observábamos como Rory se subía al asiento del pasajero. Fue
entonces cuando todos se volvieron hacia Rory.

—Fue un accidente —les dijo—. Ivy, fue un accidente.

—¿Qué es la justicia para ti, Ivy? —Cillian le preguntó.

Ivy levantó su bolso y lo volteó, dejando todo en la mesa de picnic.


Sujetó un bastón negro, apretando el mango para que se expandiera.

—¡IVY! —Rory le gritó.

Sin embargo, Ivy la ignoró. —Tres costillas rotas, cuatro dedos rotos,
mandíbula y cuenca de los ojos rotos, estrangulada y manoseada, lo
que en ese momento me alivió que no llegaran más lejos... ese fue mi
primer año en Ricker Hill.

Esto se trata de ella.


Esto es de ella.

Esta es su justicia. Tuve que recordarlo porque la rabia que se


derramaba en mi alma era casi demasiado para que la soportara.

Cillian se acercó a ella. —¿Quieres que sienta todo eso? Es tu


hermana.

—Hermanastra —Ivy lo corrigió, su cara dura, sus ojos sin


pestañear—. Y no, quiero que ella sienta siete años de eso.

—La matarás...

—¡ENTONCES QUE MUERA! —Ivy le gritó a Pierce cuando se acercó.

—¡Cillian! ¡No tiene pruebas de que estuvo tan malherida! —Elroy gritó
desde atrás—. Escuché que te dan tres comidas completas y que te
dan televisores y todo eso. Estoy seguro de que no es tan malo...

—¡Cariño! —Ivy me gritó, y presioné el botón una vez más. Aparecieron


fotos de ella en la pantalla, las cuales tuve que obligarme a mirar cada
una. Los moretones que cubrían su cara, los de los costados, estaban
marcados con la fecha, pero ni siquiera los necesitabas para verla
envejecer progresivamente... sin esperanza.

Cillian apartó los ojos de las imágenes para mirarla. —Sí, y el hombre
que te amaba desde la infancia nunca vino a salvarte.

—Después de que empezó a salir con cierto cerdo lo saqué de mi mente


y nunca lo miré hasta hace poco...

—¡NO IMPORTA! —Ivy gritó, temblando ahora—. ¡Él no importa ahora


mismo! Yo sí importo. No lo conocía entonces. Pensaba que, como
todos los demás, era peor que el diablo. No me debía nada. Pero tú sí.

—Ivy...
—¡No digas mi nombre! —Apuntó con el bastón a Pierce y luego se
enfrentó de nuevo a sus primos—. Cillian, ¿Dónde estaban todos
cuando me tocó a mí? ¿DÓNDE ESTABAS? No era una Callahan
entonces. ¡Era un O'Davoren! Era parte del vecindario. ¡Estaba a tu
lado entonces! ¡Era tu prima! Tú sangre y no me protegiste. Así que
me protegí a mí misma. ¿Ahora pido justicia y te interpones en mi
camino otra vez? ¿Han cambiado las reglas? Cuando Jimmy robó los
anillos de boda de la Sra. Renshaw tenía las dos manos rotas. La
justicia no es igualdad, es un castigo. Hemos votado por eso, ¿No? ¿O
era que sólo estabas alardeando? ¿Vas a dejar que tu venganza
personal contra mi marido ignore el voto? Si es así, dígamelo ahora y
conseguiré justicia de otra manera. Y no será sólo ella, sino sobre
todos.

Se volvió hacia la multitud y la rabia que irradiaba de ella no dejó a


nadie más aire para hablar. Caminó alrededor del círculo,
deteniéndose ante una mujer de cabello castaño rojizo rizado que lo
tenía atado en una cola de caballo.

—Hola, Rachel. —Ivy se inclinó hacia ella.

La mujer, Rachel aparentemente asintió, sus brazos se envolvieron


alrededor de ella. —Hola, Ivy.

—¿Recuerdas aquella vez que íbamos a la fiesta de bienvenida y


pensaste que sería divertido mezclar miel en mi champú? Terminé tan
cubierto de urticaria que tuve que ir a urgencias.

Jodida puta, Rachel.

—Usé el baño. No me di cuenta de que estabas...

—Mentirosa —susurró Ivy, inclinándose más—. Estás mintiendo,


como lo hiciste entonces, y nunca pude hacer nada porque nunca tuve
pruebas. La gente dijo que lo hice para llamar la atención.
Aparentemente ya no se me permite hacer justicia en estas reuniones,
por lo que quería pruebas para empezar. Gracias a Dios, porque me
gustaría devolverte eso ahora.

—Ivy —Cillian la llamó.

Sin embargo, Ivy se acercó a la mujer con el chelín a su lado, que era
tan alta como Ivy.

—Megan —Ivy le habló—. ¿Por dónde debería empezar?

Megan sacudió la cabeza. —Éramos unas niñas estúpidas...

—Bueno, soy una adulta estúpida. ¿Quieres ver lo estúpida que soy?
—Ivy sonrió, haciendo que los ojos de la mujer se abrieran más al dar
un paso atrás.

—Cillian. —Rachel dio un paso adelante—. Votamos. Rory necesita


confesar.

Megan, al ver la oportunidad de salvarse, dijo también —Era lo


suficientemente mayor para saberlo mejor.

Salvajes. Así es como supe que todos éramos parientes.

Ivy giró las puntas de sus pies sobre la hierba hacia Cillian, que ahora
tenía que soportar el peso de la corona que había intentado poner en
su pequeña cabeza.

Miró a Rory, que se estaba escondiendo detrás de Pierce, con los ojos
muy abiertos y temblando, agarrándose a su sudadera con capucha.
—Votamos.

—No. No puedes...

Cillian asintió hacia Elroy y a los hombres detrás de él, que separaron
a Pierce de Rory. —¡NO! ¡DETENTE!
Rory estaba en shock, mirando, buscando, desesperada por ayuda, y
uno por uno o bien miraban a un lado o simplemente se quedaban de
pie, sin preocuparse.

Salvajes despiadados, la gente lo era.

Cuando no vio ninguna ayuda se puso de rodillas. —¡Ivy, lo siento


mucho! Yo...

¡WHAM!

Ivy la golpeó tan fuerte en la cara con el bastón que todo lo que vi fue
el cabello de Rory girando en el aire antes de caer al suelo.

—Esta es la parte buena —le susurré a los adolescentes en el banco,


sacando mi sándwich de la bolsa y dándole un mordisco.

—Estoy... —Trató de levantarse, con la sangre saliendo de su cabeza.

Ivy no se detuvo. Una y otra vez la golpeó contra el suelo, sus manos,
sus piernas, su cara, la sangre salpicando su vestido blanco como un
cuadro de Jackson Pollock cobrara vida.

—¡AYUDA! —Rory gritó, pateándola. Intentó correr en busca de ayuda


y nadie se la ofreció, ni llegó lejos debido al dolor, Ivy sólo extendió la
mano, agarró un puñado de su cabello y tiró de su espalda en la
hierba.

—¡Ivy, por favor! ¡IVY! —Pierce gritó, suplicando mientras era retenido
por los chicos de Cillian a no más de un pie de mí—. ¡Cillian, detén
esto!

—¡Shhh! —Le hice una seña, y aún así seguí sosteniendo mi


sándwich—. Se supone que no debes hablar durante el espectáculo.

Y eso es lo que era esto.


No había mayor espectáculo en la tierra que ver a una persona recibir
exactamente lo que se merece.

Fue sólo por puro agotamiento que Ivy tuvo que parar, y cuando
levantó la vista de la mujer que ahora estaba acurrucada en posición
fetal, temblando, su cara estaba cubierta de sangre. Le dolía la mano
por agarrar tan fuerte el bastón. Se le resbaló de los dedos, aunque no
creí que se diera cuenta. En cambio, se limpió la sangre de la cara con
el brazo, que sólo la manchó más. Metiendo la mano bajo la falda de
su vestido, sacó el revólver.

—Mi suegra me dio esto...

—¡IVY! —Cillian finalmente habló—. Has conseguido una...

—No. —Ivy sacudió la cabeza, con los ojos abiertos y ahuecados, y


señaló a Rory—. Todo esto se curará. En unos pocos meses sanará.
No como Sarah Foster, la chica paralizada...

—Sarah Foster no es parte del vecindario. No se trata de...

—No lo entiendes. —Su voz se volvió más suave, y todos los que la
miraban en silencio podían oírla claramente—. Siempre se trata de mí.
Sarah Foster me maldijo en esa sala. Gritó y lloró, lo tomé todo porque
pensé que realmente era yo quien le había hecho eso. Me dije a mí
misma que iría a disculparme cuando saliera. Pero entonces Sarah
Foster se suicidó. Y el peso de eso junto con todo lo demás... parte de
mí murió ese día. Rory hizo eso. Así que... estoy consiguiendo justicia
para mí... todavía. Debería vivir con algo que la persiga también,
¿Verdad? El abuso mental sigue siendo abuso. Es esto o viene a verme
todos los días hasta que esa misma parte de ella muera también.

—IVY, si tú...

—No me des una razón —le advertí a Pierce mientras luchaba—. Al


menos vivirá.
Cillian no dijo nada.

—Ivy... —Rory se levantó, agarrando su vestido con su mano


ensangrentada—. Por favor... por favor... —sollozó.

—¿Sabes lo que aprendí en la cárcel? —Ivy preguntó, mirándola


fijamente—. Que todo lo que te pasa es culpa tuya.

—Y... v... y... somos... hermana...

—Hermanastras —le recordó, quitándose sus manos de su vestido y


mirando el revólver para leer la inscripción—. Che sarà, sarà. Mi
marido dice que significa lo que será, será.

Giró el barril una vez antes de presionar su hombro, sosteniéndola.

—¡IVY!

Disparó.

La gente saltaba, jadeaba, se alejaba. Asustado, un hombre incluso


vomitó, pero fue en vano.

—Aparentemente esto parece ser lo que será —dijo Cillian, cuando no


se disparó ninguna bala.

Ivy sonrió con suficiencia y yo también.

—Mi madre quiso decir que lo que yo seré, será. Que en todo momento
la elección es mía. Si vives, es nuestra voluntad —dije, tomando su
bolso y sus tacones, antes de levantarme—. Si mueres... es nuestra
voluntad.

Ivy disparó una vez más, esta vez la bala le dio en la columna. De
rodillas, puse los tacones delante de ella. Tomó su bolso y les dijo a
todos. —Ahora sí que he terminado. No nos llevará más tiempo.
Se paró a mi lado, y miré hacia él.

—¿Cuánto tiempo más crees que te dejaré estar en este lugar, Cillian?
¿Cuánto tiempo más te dejaré creer que todos aquí consideran que
deben irse de Boston? ¿Cuándo te mostraré cuánta gente se ha vuelto
contra ti? ¿Cuánto tiempo más dejaré que esta ciudad se destruya a
sí misma? —Pregunté antes de mirar mi reloj—. ¿Qué tal hasta el
amanecer?

—Cualquier hombre que crea una palabra de lo que dices es un tonto.


Realmente crees que eres Dios, ¿No es así? —Resopló, riéndose,
aunque pude ver la preocupación en sus ojos. Y el hecho de que
pudiera verlo significaba que no era tan fuerte como creía. Pero eso
fue otra vez obra mía... permití que su confianza creciera.

—Simón —llamé al adolescente que se sentó en la mesa de picnic, que


no se había movido antes. Se puso de pie.

—Sí, Señor —preguntó, ahora con mucho más respeto.

Cillian lo miró claramente.

—¿Cómo está tu abuelo? —pregunté, aunque apenas me importaba.

—Bien, Señor, gracias por su ayuda.

—Pequeño bastardo desleal. —Elroy atacó, pero los chicos a su


alrededor se pusieron de pie, sacando nudillos de bronce, un cuchillo,
uno incluso una pistola.

—Giro de la trama. —Ivy le sonrió a Cillian.

—¿Rory? —Oímos una voz. Shay, la madrastra de Ivy, se precipito, la


gente se apartaba. Sus ojos estaban grandes mientras miraba a la
mujer en la hierba, en estado de shock—. ¡RORY!
Gritó, dejando caer las bolsas y corriendo hacia su hija. —¡Rory! —
Sus manos temblaban cuando la tocaba.— Pide ayuda —dijo al
principio en voz baja hasta que nadie se movió—. QUE ALGUIEN PIDA
AYUDA.

—Pueden llamar, pero ¿Vendrán? —Ivy le preguntó.

Fue entonces cuando vio la sangre en Ivy. Intentó lanzarse hacia


adelante, pero Cillian la agarró, empujándola hacia atrás, y lo único
que pudo hacer fue gritar.

—¡Tu perra loca! ¿Qué has hecho? ¿QUÉ HAS HECHO? Yo... —
Empezó a toser, colapsando—. Te mataré por esto.

—Si no mueres primero por el agua. Espero que no los hayan llenado
con el agua de sus casas... —Ivy dijo, y ella se congeló. Todos miraban
a las jarras de agua que estaban a la vista de la gente. El hombre que
se estaba sirviendo una bebida la dejó caer y dio un paso atrás.

—Trajimos nuestra propia comida por una razón —añadió.

Todos los que tenían vasos en sus manos las dejaron caer.

—¿Qué puedo hacer desde una celda de una prisión a ochocientos


kilómetros de distancia? me preguntaste eso, ¿recuerdas? Y te dije que
tuvieras cuidado con tu frente —le dijo Ivy a Cillian cuando un hombre
empezó a toser suavemente al principio, pero mucho más
violentamente, agarrándose a las personas que estaban alrededor para
mantenerse de pie—. Esto. Podría hacer todo esto.

Una Belladona de hecho.

—Para estos enemigos míos, que no querían que reinara sobre ellos,
tráiganlos aquí y mátenlos antes que yo —dije, recogiendo el paquete
de bagels que Shay había dejado caer de la bolsa del
supermercado—. Puede que no sea Dios, pero eso no significa que no
pueda tomar lecciones de su libro de jugadas, ¿verdad?
Después de todo, si alguien sabía cómo buscar una retribución era el
Señor. —Amanecer, Cillian. Ese es el tiempo que esperaré por tus
disculpas. Para que recuerdes que no eras más que un rey títere que
olvidó que estaba atado con cuerdas.
VEINTICINCO

"Encuentra lo que amas y deja que te mate".


~ Charles Bukowski ~

UNA HORA ANTES DEL AMANECER


IVY

Furia.

Ira.

Rabia.

Muerte.

Ethan, en este mismo momento, era todas esas cosas, personificadas


en silencio, mientras nosotros, y todos los demás dentro del vecindario
y más allá, se quedaban afuera, viendo como la policía de Boston y el
FBI hacían una redada en mi antigua casa de la infancia junto con la
de Cillian y Elroy. Todo el lugar parecía el final de una película de
acción de Christopher Nolan. Los helicópteros flotaban en el aire
mientras sus reflectores iluminaban la calle, los camarógrafos y los
reporteros grababan de un lado, los policías ponían cinta amarilla, los
perros olfateaban las casas... y como en las películas, ninguna escena
del crimen estaba completa sin un cuerpo. Había unos pocos en la
calle, gente que apoyaba a Cillian que eligió disparar a la policía.
Algunos eran jóvenes, probablemente adolescentes, que querían tener
un propósito y ser ricos. La mayoría de ellos eran mayores, alrededor
de la edad de Cillian... todos siguiéndolo... directamente a la tumba.
Quién lo había matado, nadie lo dijo, no con los federales por todas
partes, al menos.

—Gracias, Cooper —una reportera habló en voz alta a la luz y a la


cámara delante de ella, justo al lado de nosotros—. En este momento
yo, junto con muchos otros reporteros, estoy en la base de los famosos
cabecillas de la infame droga conocida como el Cóctel. Poco antes de
las 5:46 de esta mañana, la DEA, el FBI y el Departamento de Policía
de Boston (BPD) descendieron en el sur de Boston, donde se produjo
un tiroteo entre la policía de Boston y los asaltantes a no menos de
unos metros de donde estamos parados. Otro de los atacantes se
dirigió directamente a un patio de transeúntes en el vecindario,
dejando múltiples muertos y heridos. Toda la zona está en alerta
máxima. Aún no se sabe quién ha muerto y si esto pone fin a la droga
mortal. Pero no nos iremos hasta que averigüemos qué pasó aquí
exactamente.

Lo tomó todo. Su mirada pasó de los reporteros a la policía, los perros,


el auto en llamas que se estrelló en la casa de al lado, todo... hasta
que metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono. Presionó sólo dos
teclas antes de ponérselo en la oreja.

—Disfruta este momento, Takahashi, grábalo en tu mente, porque


cuando te encuentre, nunca volverás a mostrar lo que queda de ti
mismo. Ahora eres el Alcalde de nada y de nadie —dijo, colgando y
dirigiéndose rápidamente a la casa.

Entró en el salón y esperó a que se cerrara la puerta antes de agarrar


el atizador de fuego y empezar a destruir todo.

—¡Jodidos simplones! —gritó, lanzándose contra el televisor,


rompiendo el cristal—. ¡CONSTRUÍ TODO A SU ALREDEDOR Y AÚN
ASÍ NADIE ME ESCUCHA! —Destrozó la mesa de café—. ME LLAMAN
GENIO DE LA PLANIFICACIÓN. ¿NO TIENEN CEREBRO? ¿NO
PUEDEN JODIDAMENTE PENSAR?
Golpeó la pared, rompiendo la madera.

—¡CONSIGUE PODER! ¡HAZTE RICO! ¡MANTÉNGASE PODEROSO!


¿CÓMO? ¿CÓMO? —Se balanceó hacia la lámpara. La bombilla
explotó en el impacto y hubo un destello gigante antes de que la luz
se apagara—. ¿NO SABEN CÓMO? ¡SON UNOS CODICIOSOS HIJOS
DE PUTA DE MIERDA!

No quedaba nada por romper, tiró al suelo al cerdo de fuego doblado


y deformado. Pellizcándose el puente de la nariz, se frotó las esquinas
de sus ojos.

—¿Cuánta gente murió en la calle? —preguntó, y no estaba segura de


que estuviera hablando conmigo o consigo mismo. Dejando caer sus
manos, me miró—. Trece, ¿Correcto?

Asentí.

—Más Cillian. Son catorce.

Volví a asentir.

Se detuvo, inclinando la cabeza hacia un lado. —Lo que significa que


Elroy escapó.

No sabía la respuesta a esa pregunta, así que no me moví en absoluto.


No pareció darse cuenta o ni siquiera le importó. Pensaba
rápidamente.

—No hubo ninguna palabra, ni charla sobre la redada, lo que significa


que mi gente en el departamento no lo supo hasta el último momento
o se cerró toda la comunicación. Si no lo sabía, entonces ¿Cómo
mierda escapó Elroy? —Se detuvo de nuevo y me miró, pero la forma
en que sus ojos verdes miraban a través de mí era espeluznante—. No
escapó. Traicionó a Cillian. Iba a inclinarse, a rendirse ante mí. Al
menos por ahora para que me fuera. El orgullo de Elroy no lo
permitiría. Mató a Cillian, tomó el dinero que había, les dijo a los
hombres de afuera que hicieran guardia y se fue. No. —Sus ojos se
movieron de un lado a otro mientras lo unía—. Los dos podrían haber
escapado, si ese fuera el final del juego de Elroy. Cillian quería esperar
para atacar... Elroy quería luchar. Lo que significa ¡IVY!

Trató de alcanzarme, y no supe por qué hasta que un arma fue


presionada contra la parte de atrás de mi cabeza y sus ojos se
abrieron.

—Maldita sea, eres muy hábil, Callahan. —Elroy se rio detrás de mí,
agarrándose a mi brazo—. Me descubriste... un poco tarde. No es una
perra.

ETHAN

Cuando oí las sirenas y los disparos salimos de la casa, pero no


cerramos la puerta. Mientras vigilábamos su casa y a la policía, se coló
y esperó. Atrapándose en el lugar más seguro posible, el único lugar
donde mi guardia estaba baja, y sosteniendo el arma con la que podría
matarme... ella.

—Esperaba que este lugar fuera más... lujoso, ¿Sabes? —Miró


alrededor de la habitación destrozada, agarrando a Ivy con más fuerza,
golpeando con la punta de la pistola en la parte posterior de su cabeza
una y otra vez. No parecía molesta, sólo me miraba fijamente—. Quiero
decir, un poco de pintura podría haber llegado muy lejos.

No dije nada y no me atreví a apartar la mirada de ella. —Vas a estar


bien.

—¡Quizás no entiendas la situación aquí! —gritó, y aún así no le miré


la cara.
¡BANG!

Me estremecí, por primera vez desde que era un niño, cuando le


disparó en el hombro a Ivy. Se mordió el labio inferior con fuerza,
tragándose sus gritos y su dolor. La sangre empapó su blusa.

—¡MÍRAME! —gritó, y lo hice entonces, sin poder evitar que mis manos
temblaran—. Así es. Yo estoy a cargo. Si me vuelves a faltar al respeto,
dispararé a otras partes de su cuerpo. ¿Cuánto puedes aguantar, Ivy?
—preguntó, apretando su mandíbula. Se apartó, girando la cabeza
para escupir la sangre de su boca—. Una pequeña guerrera, ¿No?
Siempre ha sido así. Metiéndose en peleas, sin dejar que la gente la
vea llorar o débil. Sólo corría. Pero tengo que decir que si no fueras mi
prima, estoy seguro de que podríamos haber hecho un buen
espectáculo para tu marido aquí. —Le acarició el cuello y acercó su
nariz para oler su cabello—. Qué pena... pero...

—Dejarla. Ir —dije con los dientes apretados.

—¡Habla! —Se rio, poniendo los ojos en blanco—. Pero eso me sonó un
poco irrespetuoso, ¿No es así, Ivy?

—¡No!

¡BANG!

—¡JÓDETE! —grité, viendo como su pierna se doblaba y ella caía hacia


adelante, gemidos apagados era lo único que salía de su boca, pero la
agarró y la sujetó con fuerza.

—¡Ja, ja! —Se rio, pateando el suelo—. ¡Esto es genial! Planeaba


esperar a que se acostaran antes de matarlos a todos, pero esto... esto
es mucho mejor. ¿Quién hubiera pensado que me sentaría en primera
fila en su propia perdición? Primero el error, luego la rabieta, el
temblor, ahora esto... mirándolos mientras me ven matar lentamente
a su amada novia de la infancia. Toda tu charla, toda tu planificación,
y así es como termina. ¿Qué se siente ser el hombre más tonto de la
habitación?

—Hum...hah... —Ivy se rio suavemente en sus brazos—. Es gracioso


porque iba a hacerte la misma pregunta.

—Debes haber perdido tu…

Antes de que él pudiera terminar, ella levantó su mano libre,


sosteniendo un fragmento de algo que había roto, y se lo pasó por la
cara, sobre su ojo tan rápido como pudo. —¡Tengo brazos largos, hijo
de puta!

—¡AH! —la soltó, llevando sus manos a la cara, causando que Ivy se
desplomara en el suelo. En el momento en que ella estuvo liberada,
me lancé desde la ventana sobre el sofá, lo derribé en el suelo, mi puño
chocando con su cara.

—TU PEQUEÑO...

¡BANG!

Me congelé encima y miré la sangre que ahora manchaba mi camisa.

—¡ETHAN!

Le agarré del cuello y alcancé el arma con la otra mano, tirándola a


un lado. Le apreté, y él golpeó la herida una y otra vez, los dos
luchando ahora en el suelo.

—¡Ah! —siseé cuando consiguió dar otro puñetazo, rodando sobre un


lado. Me agarré el costado, la sangre caliente sobre mi brazo.
Ignorando el dolor, me puse de pie como él. El corte en su cara
sangraba un rojo intenso. Su ojo bueno se dirigió hacia el arma y
cuando corrió para alcanzarla, le pateé la cabeza contra la pared y
tomé el arma, apuntando y disparando, pero no había balas.
—¡Simplemente no es tu día! —se rio y luego cargó contra mí, mi
espalda golpeando la viga trasera cuando se movió para
estrangularme. Mi cabeza golpeó la suya, haciendo que retrocediera
antes de que le golpeara la mandíbula.

—¡SÓLO MUERE YA! —gritó, agarrando un fragmento de vidrio roto.

¡BANG!

—Jodida mierda...— gritó, agarrándose el hombro.

—Duele como una perra, ¿Verdad? —Ivy dijo, apuntándole con la


pistola. Se congeló, mirándola fijamente—. Tienes razón. Estoy un
poco loca. Nos disparaste a mí y a mi marido, Elroy. Amenazaste con
violarme... ¡En nuestra maldita casa!

—Prima...

—¡CÁLLATE!

—Corre —le dije.

—Ethan...

—Corre. Llamemos a esto un empate. Baja las escaleras, al sótano, sal


por la ventana. Ninguno de los policías te atrapará. Esto es entre
nosotros los hombres. ¿De verdad quieres que te mate? Vete. Y reza
para que no nos volvamos a encontrar.

—¡ETHAN! —Ivy gritó.

—¡Ivy, no le dispares! —le dije con fuerza—. Es mío para matarlo.

Se rio y caminó hacia atrás, Ivy todavía le apuntaba con el arma.

—Hasta la próxima vez Callahan, entonces.


—Vigila para asegurarte de que se vaya— le dije, buscando el teléfono
en mi bolsillo. Cojeó hacia atrás, escudriñando cuidadosamente a su
alrededor, todavía sosteniendo el arma con fuerza antes de levantar el
teléfono. Miró hacia abajo unas cuantas veces antes de relajarse
finalmente.

—Cierra la casa —le dije.

—¿Por qué?

—Limpiaste el arma anoche, ¿Recuerdas? Y sólo le metiste una bala.


No quería bajar a buscar el resto, ¿Recuerdas? —me reí
perezosamente y la miré—. Si se hubiera dado cuenta, habría seguido
atacando y yo...

Mis piernas se doblaron debajo de mí y me deslicé por el suelo,


mirando mi propia sangre en mis manos. Hoy realmente no era mi día.

—¡Ethan! —Corrió hacia mí, se quitó la camisa, ignorando el dolor que


le había causado en movimiento, y la colocó sobre mi herida—. ¡Ponle
presión! Voy a conseguir...

—C...on...consigue a Wyatt...a nadie más.

—Ethan, podría estar en cualquier parte ahora mismo. ¡Tienes que ir


al hospital!

Poniendo mi mano en su mejilla, le llevé su frente a la mía. —Esposa,


necesito que primero mantengas la calma, ve arriba, limpia lo mejor
que puedas...

—¡Ethan!

—¡ESCÚCHAME! —grité más porque odié la forma en que dijo mi


nombre, con miedo, con dolor—. Somos Callahan, nena, no nos
caemos y no mostramos debilidad. Todos los ojos están puestos en
Boston ahora mismo. No puedo salir de aquí en una camilla. No
puedes salir corriendo como loca gritando por ayuda. La mitad de
nuestro poder es la percepción. Prefiero morir aquí que parecer débil
allá afuera.

Las lágrimas cayeron de sus ojos. —Te desangrarás.

—Entonces deja de discutir conmigo. —Sonreí, trayéndola para


besarla—. Ve. Wyatt está ahí fuera en alguna parte. Mi hermano finge
que no le gusta la locura, pero la verdad es que se hizo médico para
poder estar siempre en ella y seguir haciéndose el inocente.

Me besó los labios. —¡Si mueres, te mataré!

—Anotado. —Sonreí, relajándome contra la viga—. Ve.

Mi visión estaba empezando a borrarse y no quería desmayarme en su


presencia. Por suerte ya se estaba moviendo. La verdad era que había
una gran posibilidad de que me desangrara antes de que volviera. La
enviaba a la única persona en la que confiaba para sacarla de la
ciudad a salvo si era necesario.

—Lo siento —susurré, sabiendo que no me oiría... había roto mi


promesa. La había manipulado de nuevo.
VEINTISÉIS

"La familia es la familia, y no se determina por los certificados de


matrimonio, los papeles de divorcio y los documentos de adopción. Las
familias están hechas en el corazón. La única vez que la familia se
anula es cuando se cortan los lazos del corazón. Si cortas esos lazos,
esas personas no son tu familia. Si haces esos lazos, esas personas
son tu familia. Y si odias esos lazos, esas personas seguirán siendo tu
familia porque lo que odies siempre estará contigo."
~ C. Joy Bell C. ~

IVY

—Cálmate ——dije.

¿Cómo? debería haber preguntado.

Mi corazón estaba en llamas.

Estaba asustada. Porque no me di cuenta de cuánto lo amaba hasta


ese momento. De lo mucho que no podía vivir sin él ahora. Era... todo
mi mundo. Iría a cualquier parte. Haría cualquier cosa por él. Por eso
salí por la puerta principal sin mirar atrás, preocupada si no
respondía, me derrumbaría o desperdiciaría energía diciéndome que
me fuera una vez más y lo decepcionara.

Me había agarrado el cabello en una cola lateral sobre el hombro por


si la gasa que cubría mi herida no aguantaba y la sangre lo manchaba.
Mi pierna tenía tanto dolor que cada paso que daba la hacía arder,
pero me imaginé el dolor de Ethan y seguí caminando. El traje con
pantalón negro que estoy usando hace que parezca uno de los muchos
reporteros en la escena. El Sur se había convertido en un infierno en
la tierra, el cielo se llenaba de gruesas nubes de humo naranja y gris
que salían del auto y de la casa contra la que se había estrellado. No
sabía dónde mirar. Había demasiada gente, paramédicos, policía, el
FBI, médicos, cada uno corriendo de los camiones de bomberos, autos
patrulla o ambulancias. En el fondo de mi mente sentía la amenaza
constante del tiempo trabajando en mi contra.

—¿Dónde estás? —susurré, sacando mi teléfono de nuevo, pero todas


las líneas estaban ocupadas.

—Lo siento, señora, sin reporteros. —Un oficial de policía me empujó


hacia atrás.

—No soy un reportero —dije, tratando de pensar rápidamente—. Soy


médico. Estaba cerca y corrí cuando escuché la noticia. —Me di una
palmadita en el costado—. Mierda, mi bolsa. Estoy con el Dr.
Callahan. ¿Sabe dónde está?

—No tengo ni idea, pero gracias a Dios hay más de ustedes aquí. —
Levantó la cinta para dejarme pasar—. ¡Oye, Charlie, tenemos un
médico!

¡Mierda! Hizo una seña con la cabeza al hombre de la ambulancia que


me llevó a un policía. Finge.

—¿Qué tenemos? —pregunté, corriendo al lado del hombre.

—Herida de bala en la cadera.

¡Chúpate esa, pequeña perra! Pensé, mirando al hombre que respiraba


pesadamente y temblaba, aunque parecía estar en shock. —
Mantengan ambas piernas estables, llegará al hospital. ¿Tienes
gabapentina?
—No. ¿Está a punto de tener un ataque al corazón? —preguntó,
mirándolo.

No lo sabía, maldición. Respiraba con dificultad y la gabapentina era


lo único que se me ocurrió para ayudar a sus débiles nervios.

—¡Sí, llévenlo a Sharon Med, Boston se está llenando rápido! —dijo


una mujer mayor, vestida con un uniforme y una máscara sobre su
boca, sus ojos marrones familiares mientras me miraban—. ¡Doctora,
un poco de ayuda aquí! —me gritó, levantándose para verter agua
sobre el cuello de un bombero, su cabello marrón grisáceo cubierto de
ceniza mientras tosía.

—Usted es una Callahan, no un médico. He visto tu cara en Internet.


—Frunció el ceño, empacando algo en el abrigo del hombre—. Esto
huele como si todos estuvieran haciendo...

—Ay... — el hombre refunfuñó y ella le enseñó los dientes.

—¿Todo? ¿Te refieres a más de uno? ¿Está Wyatt Callahan aquí?


¿Dónde?

Asintió, dejando al bombero y metiendo la mano en su propia


ambulancia, sacando una bolsa de medicamentos. —Él va a necesitar
esto y a ti. —Tiro de mi chaqueta para ver la herida—. La bala sigue
dentro. Vas a necesitar esto. —Me quitó la gasa provisional de mi
herida, y puso un parche en su lugar—. Ambulancia seis. —Asintió
hacia una de las otras ambulancias de enfrente. Ni siquiera esperé,
aferrándome a la bolsa, y me apresuré.

Ignoré las otras llamadas hasta que lo vi, vestido con bata, tratando
de meterle un tubo en la garganta a un hombre.

—¡Wyatt!
Su cabeza se levantó y me miró, confundido. —Ivy ¿Qué demonios
estás haciendo aquí? ¡Vuelve a cruzar la cinta!

—¿Dónde diablos está la policía? No podemos tener gente corriendo


por ahí. —La paramédica me agarró, pero me solté rápidamente.

—La famiglia viene prima di tutto— dije la línea que había visto escrita
en una de las fotos de la tienda de Giovanni.

—En serio, señora.

—Déjala. —Wyatt ya estaba levantado, quitándose los guantes—. Se


ha ido.

—No puedes simplemente...

—Puedo. Lo tengo. El paciente está muerto. Hay una docena más que
necesito ver, así que a menos que hayas ido a la escuela de medicina
en los últimos cinco minutos muévete. —Le gritó, saltando de la
ambulancia y caminando conmigo mientras hacía lo posible por no
volver corriendo a cruzar la calle—. ¿Qué ha pasado?

—Aquí no —dije suavemente, tratando de asegurarme de que nadie


me mirara.

—¡AYUDA, POR FAVOR! —Un hombre corrió hacia nosotros, pero me


interpuse entre él y Wyatt—. Ambulancia siete, está herido.

No me importaba nadie más. Sólo necesitaba llevarlo a la casa.

Afortunadamente a un lado, la casa en llamas comenzó a


derrumbarse, llamando la atención de todos, incluyendo a los
reporteros. Parecía que habían pasado horas desde la última vez que
toqué la puerta.

—Ivy Callahan —dije, sintiendo que el pomo de la puerta vibraba una


vez antes de abrirla.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde está? —preguntó, pero cerré la puerta
y volví a bloquear la casa.

Respiré profundamente antes de gritar —¡Ethan! —Corrí de vuelta a


la sala de estar, viendo el charco de sangre ahora a su lado, el cuerpo
estaba desplomado—. ¡ETHAN! —Dejé caer la bolsa que había
olvidado que sostenía, arrodillándome en su sangre, mis manos
temblaban al tocarle. Estaba tan pálido... muy pálido.

—Ethan... mira, lo tengo. Tengo a Wyatt —susurré, tocándolo—.


Ethan, abre los ojos, vamos. ¡WYATT AYÚDALO!

Parpadeando primero antes de mover sus manos, se movió muy


lentamente hacia el cuello de Ethan, así que las agarré y las puse en
su pulso.

—No está muerto. No lo está, así que jodidamente sálvalo a él en lugar


de a todos los demás.

Respiró profundamente, afortunadamente, antes de darle la vuelta


para ver la herida de bala. —Ha perdido mucha sangre, pero si lo
llevamos al hospital...

—No hay hospital.

—¿Has perdido la cabeza? ¡Apenas está resistiendo!

—ENTONCES SOLUCIONALO ¡SÁLVALO! —grité—. ¡No estaba


haciendo nada que yo no pudiera hacer! ¿Olvidaste quién eres?
¿Quién es él? ¡Es un Callahan! Ambos son Callahan. ¿Qué tan mal se
verá si sale así, apenas resistiendo? Sabía que estarías ahí fuera. Me
dijo que te encontrara. Así que lo hice. Disparó... y... ugh... —grité,
extendiendo la mano para ponerla sobre su herida. Me mordí el dolor.

—Ivy.
—Disparada, sangrando, con dolor y teniendo un aborto espontáneo,
te encontré. Así que sálvalo, por favor... por favor, Wyatt, por favor.
Sálvalo, por favor —grité, poniendo mi cabeza en el pecho de Ethan.
Todo me dolía y no quería decirlo en voz alta. No quería pensar en eso.
¿Cómo podía decírselo a Ethan en ese estado cuando ni siquiera le
había dicho que estaba embarazada para empezar?

—Déjalo, Ivy —dijo Wyatt y cuando lo hizo, empezó a rasgar la camisa


de Ethan, exponiendo sus abdominales y pecho desnudos.

—¿Estas lo suficientemente fuerte para moverte?

—¿Qué necesitas que haga? —me limpié la cara y la nariz.

—Tira lo que queda en el botiquín —dijo, de rodillas, presionando


alrededor de la herida de Ethan—. Esperemos que haya un...

Se detuvo, escuchando la montaña de mierda que se derramó en el


suelo.

—¿Qué necesitas?

—Todo —murmuró, algo sorprendido—. Primero los guantes. Ponte un


par.

Se las entregué. Pero no se las puso, sino que buscó otra cosa. —Vierte
el antiséptico, el que está en la botella marrón, sobre su herida
primero y luego el resto sobre su estómago. Necesitará sangre, y como
eso es lo único que no tiene esta bolsa, no tengo otra opción.

Murmuró, atando un torniquete sobre su propio brazo izquierdo. Paso


el pequeño algodón con alcohol en su brazo antes de clavar la aguja
con un tubo en su vena, haciendo lo mismo con Ethan. —Vas a vivir
y voy a mantener esta mierda sobre ti por el resto de tu vida —
murmuró Wyatt, sujetando el tubo por un momento antes de que la
sangre comenzara a fluir—. Wyatt, madura. Wyatt, recuerda quién
eres. Mi respuesta a cualquiera de tus frases de mierda será ahora,
¿Recuerdas aquella vez que me convertí en tu bolsa de sangre humana
mientras te operaba?

Se puso los guantes y luego alcanzó un pequeño frasco de líquido.


—¿Puedes sostener esto?

Mi brazo estaba en llamas, pero asentí de todos modos, tomándolo


mientras él cambiaba de mano. Luego tomó el bisturí, se inclinó sobre
la herida de Ethan y cortó. —Hasta que estés viejo, canoso y senil,
contaré la historia de cómo dejé morir a un paciente para venir a
salvarte la maldita vida. Y en caso de que también esté senil, haré que
esta cicatriz sea un poco más grande, para que al menos tengas algo
para activar un recuerdo. Voy a ser tan condenadamente mezquino,
que vas a desear que te hubiera dejado morir.

—Estoy segura de que le encantará— susurré, cansada, mirando, con


una mano en el aire.

—No me importa si le encanta o no —murmuró Wyatt para sí


mismo—. Va a tener que lidiar con eso.

—Sí, doctor.

Me miró, sacudiendo la cabeza antes de mirar hacia abajo, frotando la


sangre en sus dos dedos enguantados.

—¿Qué pasa?

—Por alguna razón su sangre se ha espesado. Es lo único que impide


que sangre más. ¿Estaba tomando algo?

—¿Parece que tu hermano es de la persona que se toma algo? —le


pregunté y luego pensé por un segundo.

—Debe haber tomado algo con muchas proteínas entonces... —


susurró para sí mismo, inclinándose para ver más—. Ivy, mira a ver
si puedes pasarme la cosa que parecen unas pinzas —dijo,
acercándose a un lado de Ethan.

—¿Te refieres a las pinzas? Por supuesto. —Se la pase.

Sonrió, la metió en la herida y sacó una bala fracturada. La miró


fijamente durante un momento. —¿Quién le hizo esto... a los dos?

—Mis primos... primo. Ahora sólo es Elroy.

—¿Está muerto? —preguntó, sin dejar de mirar el trabajo que tenía


delante.

—Herido pero no muerto.

—Bien —dijo, sacando la segunda fracción de la bala y dejándola caer


a su lado.

—¿Bien?

Asintió, tomando una aguja de sutura. —Hay muchas cosas que un


cadáver puede enseñarte. Tengo curiosidad por saber cuántas
costillas puedes sacar antes de que el cuerpo se quede hueco. O
cuánto tiempo puede alguien permanecer despierto durante una
cirugía a corazón abierto sin analgésicos... ya sabes, las preguntas
dolorosas.

—Ethan podría tener algunas preguntas dolorosas que hacer también.

—Bueno, a Ethan se le ha acabado la suerte —dijo en voz alta, atando


su sutura—. Porque su hermano más joven, más inteligente y más
guapo, que comparte su preciosa sangre con su terco trasero, ya se ha
ganado el derecho. Y como tal, debe, sin quejarse, dar un paso atrás.
Después de todo, ¿Qué haría si no tuviera un médico en la familia?

—Ambos son ridículos. —Sonreí, haciendo un gesto de dolor en mi


hombro.
—Sólo un poco más —susurró.

—Estoy bien.

—No lo estás. —Frunció el ceño, cortó la segunda sutura y me miró


un poco somnoliento—. Cuando se despierte, no le digas eso. Se
sentirá peor.

—Quieres que le diga...

—Que sufriste. Sufriste por él. Volverías a sufrir, pero prefieres no


hacerlo —respondió bruscamente, agarrando un frasco de algo e
inyectándolo en su intravenosa antes de volver a cerrar la herida—.
Si dices que estas bien, sabrá que te ha fallado tan seriamente, que ni
siquiera puedes compartir el dolor mental con él. Protege a tu esposa...
falló... al igual que nuestro padre.

—No me falló.

—Y ese es tu trabajo. Defenderlo hasta el último aliento contra todos


y cada uno de ellos. —Sonrió con tristeza, trabajando lentamente por
un lado de la herida, con los ojos un poco caídos—. Pero digan sus
mierdas en privado.

—¿Y cuál es su trabajo, Dr. Sabelotodo?

Hizo una pausa, pasando la mano por la sutura antes de mirarme.


—Coloca un cronómetro para diez minutos más. Tomaré un descanso
y luego comeré antes de mirarte, y daré otra ronda también. Dame la
bolsa y ve a descansar.

—Puedo...

—Ve a descansar. Ya has hecho más que suficiente.

Fruncí el ceño. —Sabes que soy mayor que tú.


Sonrió, tomando la bolsa y levantándola. —No, no es así. Los años de
Callahan son diferentes... pero más días como este y serás una
anciana en poco tiempo. Vete, Ivy.

Ve, Ivy. Se sentía como el eslogan de la noche. Al colocar el cronómetro


en el teléfono, me levanté del suelo, sintiéndome... sintiéndome
completamente asquerosa. Me dirigí a una habitación, la evidencia de
mi búsqueda desesperada de ropa por todas partes. Ignorándolo, entré
en el baño, desnudándome y encendiendo la ducha. Sin importarme
la temperatura, me senté y grité, sollocé, lloré, simplemente me
derrumbé.

WYATT

—¿Jefe? Hemos estado esperando su llamada.

—Soy yo, Greyson —dije, viendo el video de seguridad en el portátil de


Ethan, que había dejado en la cocina.

—¿Dónde está...?

—No es asunto tuyo. Necesito que difundas la foto de Elroy Finnegan


a todo el mundo, hazles saber que no me importa cómo, pero quiero
que lo atrapen y quiero que lo atrapen vivo. Cualquiera que lo mate
morirá en su lugar.

Se quedó en silencio.

—No me hagas tener que repetirme.

—Está el Jefe...
—No es asunto tuyo... mira, me ha hecho repetirlo. Aunque no lo
respetes viniendo de mí, solo debes saber lo que mi hermano quiere y
lo quiere ahora. No hagas preguntas. No especules. No actúes como si
fuera una petición extraña. Un miembro de los Callahan ha pedido un
cuerpo... tráeme el maldito cuerpo. —Colgué, dejando caer el teléfono
a mi izquierda y apoyándome contra la pared a su lado.
Afortunadamente, el color estaba volviendo a su piel y casi no había
sangre en sus vendas. Ya las había cambiado dos veces.

—Es tu culpa. Si tu hermana se tropieza, es tu culpa. Si tu hermano


se corta con un papel, es tu culpa. Si el cielo se cae y daña a alguien
de esta familia al estrellarse, es tu culpa. ¡Eso es lo que significa ser
una familia! —Le susurré—. ¿Recuerdas cuando papá te dijo por
primera vez que... casi te mata porque decidí ir a casa de un amigo y
no te diste cuenta de que me había ido? No fue tu culpa. Y aún así te
quedaste ahí y ni una sola vez señalaste que fui yo quien se escabulló.
Me enfadó. Cualquier cosa que hiciera te culparían y me dijiste que no
fuera estúpido, pero nunca te quejaste. Ugh. Era como vivir con un
robot. El día que estábamos en la escuela... y los disparos sonaron, ni
siquiera te vi afuera, pero después de la primera bala ya nos tenías a
Dona y a mí, cubriéndonos con tu cuerpo bajo la mesa. ¿Por qué no
estabas asustado? ¿Cómo sabías qué hacer?

Me froté el pecho cuando el dolor volvió. No estaba herido. No estaba


enfermo. Pero tenía dolor. —Así es como lo supiste, ¿Verdad? Así... —
Me mordí el labio, inhalando, lo que me dolió, y exhalar me dolió
más—. Este dolor, así es como lo supiste. Es por lo que nunca me
culpaste, por lo que rondabas, incluso cuando vine aquí. No creas que
soy tan tonto como para no notar tus espías. Estoy seguro de que
incluso pagaste a la gente del hospital. Me dije a mí mismo que lo
ignorara y a ti. Y pude hacerlo porque nunca sentí esto. Nunca antes
habías sido tú el que estaba caído. De hecho, ¿Te has contagiado de
gripe alguna vez, monstruo? —Me reí amargamente, otra vez tragando
el bulto—. Me has asustado, sabes. Nunca me voy a quitar esto de la
cabeza. Si mi padre estuviera vivo, ¿me maldeciría por esto? —Ni
siquiera necesitaba preguntar.
Lo haría.

Y yo también debería, pensé, bebiendo el jugo en mi mano.

—Siento haber tardado tanto.

Ivy entró con un vestido negro largo y holgado... no quería nada


demasiado apretado a propósito, ya que su cuerpo acababa de...

—¿Cómo está...?

—¿Te dispararon? —me levanté del suelo, pero tuve que apoyarme
contra la pared.

—¡Cuidado! —se movió para atraparme si era necesario, la idiota.

Divertido, me incliné hacia atrás, deslizándome en el suelo junto a él.


—Hermano, es mejor que te despiertes rápido. Sabes que me gustan
las chicas heridas con grandes corazones.

Me golpeó la cabeza. —¡Soy tu hermana! es como decir eso de Dona.

—Ugh... —me estremecí, queriendo vomitar—. Perdóname y no


vuelvas a hacer esa comparación.

Se rio e hizo una mueca de dolor, alcanzando su pierna, levantándola,


saltando en un pie mientras se ponía lentamente en el suelo.

—Déjame ver —le dije, ya alcanzándola.

—Guarda tu energía. Tienes que asegurarte de que...

—Si se despierta y no te atendí, me matará, con o sin bolsa de sangre.


—Finalmente me culparía por algo. Tomando su pierna, conseguí el
desinfectante, los antibióticos, junto con algunas vendas—. Tienes
suerte de que haya sido una herida limpia. No deberías caminar sobre
ella y definitivamente no deberías dejar que se airee de esa manera.
—¿Y el otro?

—¿El otro? —la miré.

Asintió, levantando su cabello rubio y mostrándome su hombro. —La


doctora de ahí fuera me dio el parche. Ayudó con el dolor, pero dijo
que la bala aún está dentro.

Ahora estaba seguro de que mi padre me mataría si estuviera vivo. Mi


madre también... y yo era su favorito, pero ni siquiera ella podía
aceptarlo. Esta mujer, que sólo había sido familia durante unas pocas
semanas, había sufrido y luchado más por mi hermano que yo en toda
mi vida. Había atravesado el infierno con una bala en el hombro y una
herida en la pierna sólo por él.

—¿Wyatt?

—¿Es el mismo doctor que te dio el botiquín para mí? —pregunté,


quitándole el parche del hombro. Era bueno para mantener el dolor y
bombear antibióticos de emergencia.

Asintió. —Aunque parecía un poco enfadada.

—Se me ocurren una docena de razones por las que cualquier médico
se enfadaría por estar aquí al amanecer. —Me reí, buscando el frasco
de morfina.

—No me gusta tomar drogas —murmuró, mirando el vial—. Nos daban


cosas todo el tiempo en la prisión sin explicar. Tenía miedo de terminar
como un vegetal o en coma sin poder protegerme.

—Primero, eso fue ilegal. Segundo, tienes una familia que te protege
ahora y siempre —respondí.

Cerró los ojos mientras le inyectaba, y luego agarró un segundo par


de pinzas más pequeñas para sacar la bala, que por suerte no se había
fracturado como la de Ethan. Esas cosas eran usadas por las bandas
para hacer más daño.

—¿Puedes hacerme un favor? —susurró, con los párpados cayendo


mientras la droga hacía efecto—. Ya sabes, como tu hermana... como
familia.

—Entre tú y Dona, estoy seguro de que nunca volveré a descansar. —


Sonreí, recogiendo el kit de sutura.

—¿Puedes decírselo de mi parte?

Me congelé, mirando la aguja en mi mano. Ahí estaba otra vez. Ese...


fuego líquido extendiéndose desde mi pecho hasta mi garganta.

—No quiero hablar nunca de eso...

—Lo entiendo. —Volví a recoger la sutura y a acercarme a su


herida—. Sólo descansa, ¿Esta bien?

Inhaló agradecida e hizo lo posible por mantenerse erguida. Trabajé


rápidamente, vendando primero la herida de su hombro. Luego la
levanté mientras se alejaba, agarré algunas cosas más con mi otra
mano antes de subir las escaleras con ella.

Al menos se veía tranquila mientras la tumbaba en la cama.

Agarrando una almohada, levanté su pierna y la apoyé sobre ella,


limpiándola suavemente antes de hacer lo que podía para vendarla sin
moverla demasiado. Terminado, agarré todos los desechos a mí
alrededor. Me levanté para ver la habitación hecha un desastre.
Enfadado, sabiendo lo ordenado que era Ethan, tiré los desechos en
mis manos antes de ir a recoger la ropa. Una por una, juntándolas en
mis brazos, entré en el pequeño armario, donde toda su mierda estaba
perfectamente colgada sin una arruga... todo menos una bolsa de ropa
negra de aspecto familiar.
Dejando caer la ropa, la alcancé. Bajando la cremallera, claro, había
una tarjeta blanca con sus iniciales en monograma rojo en el frente.
Al tomarla y darle la vuelta, leí el mismo mensaje que enviaba cada
año.

Otro año. Sigue siendo un Callahan. Así que vístete como uno y tal vez
empieces a actuar como tal. Ethan.

Apretando los dientes, mis ojos ardían cuando arrugaba la carta,


luchando contra el... el rugido que quería atravesarme, por su bien de
Ivy mientras dormía.

—¡Es tu culpa! Si tu hermana tropieza, es tu culpa. Si tu hermano se


corta con un papel, es tu culpa. Si el cielo se cae y daña a alguien de
esta familia al estrellarse, ¡Es tu culpa! ¡Eso es lo que significa ser una
familia!

Ahora entiendo... por qué nuestro padre le gritó, por qué se aseguró
de que todos estuviéramos allí para presenciarlo, Ethan, el perfecto,
recibiendo un reproche por algo que habíamos hecho. Fue para que
nos diéramos cuenta de que era él quien sufriría si fracasábamos, no
nosotros, y para que estuviéramos agradecidos porque si no fuera por
él, seríamos nosotros, y ¿Podríamos tomarlo como él?

—Siento haber tardado tanto, papá —susurré, saliendo con la bolsa al


hombro.
VEINTIOCHO

"Los monstruos no pueden ser reformados".


~ John Geddes ~

WYATT

—Dile a tu hermano que me debe una botella 1998 de Cuvee Cathelin


Chave y una botella 2005 de Romanee Conti DRC Magnum. —
Giovanni se quejó enojado, sacudiendo sus tijeras mientras buscaba
en Google rápidamente, bebiendo de otra maldita caja de jugo.

—Mierda. —Tosí—. Ambas cuestan casi cincuenta mil malditas libras.


¿Quién te lo dio, el Dalai Lama? ¿La Reina de Inglaterra? ¡Jesús!

—Tu madre. —Dijo y me hizo callar de inmediato—. ¿Sabes lo que


significa recibir vino regalado? Vino REGALADO. Recibí dos. Y por tu
maldita molestia ahora no tengo ninguno. Pequeña mierda.

Me reí, inclinándome hacia atrás en el asiento mientras volvía a mí


con un peine, pasándolo por mi cabello antes de cortarlo.

—¿Qué te hizo beber dos botellas de vino? Estoy seguro de que no


valió la pena el precio —pregunté, inclinando mi cabeza.

—Valió cada centavo. —Suspiró felizmente, luego recordando su ira,


dio un paso atrás para fruncir el ceño—. Ese no es el punto. El punto
es que lo bebí demasiado pronto, todo porque tu hermano planeó
matarme para...

Se detuvo en la mejor parte mientras sonaba la puerta principal.

—Lo siento, hijo, hoy estamos cerrados.

—¿Y el hombre en tu asiento?

—Sólo la familia... —La voz de Giovanni se apagó, las tijeras en sus


manos cayeron cuando miró hacia arriba.

—Perfecto. Entonces pagaré con ella. Ahora ve a donde tengas que ir


y tráeme el paquete.

Cuando me giré, allí estaba, sudando, encorvado sobre... sobre


Gabriella, la nieta de Giovanni. Su labio inferior temblaba mientras
luchaba contra las lágrimas, pero hacía lo posible por no hacer ruido.

—Mira esto. —Sonrió, presionando el arma en su cráneo mientras me


quitaba la capa y me ponía de pie—. Si no es más que el buen doctor.
Callahan. Olí algo sospechoso. Menos mal que traje mi propio cebo.

—Déjala ir —me burlé.

Se rio como un loco, encorvándose sobre ella, sacudiéndola. —¡Es un


déjà vu! Tu hermano dijo lo mismo antes de que le disparara a mi linda
prima.

Gabby se estremeció, empezando a entrar en pánico. —Abue...

—No te preocupes, cariño. —Puso su barbilla sobre su cabeza—. Eres


mi pequeño escudo.

Gritó antes de disparar. Me agaché detrás de la silla y tome mi arma.

—¡VAMOS, CALLAHAN!
El vidrio se rompió a nuestro alrededor, cayendo sobre mí como la
lluvia.

—¡ABUELO, AYUDA! —Gabby finalmente cedió a su miedo y comenzó


a luchar. Pero la sostuvo con más fuerza, levantándola del suelo con
él.

—¡Quita tus sucias manos de mi nieta! —Giovanni se puso de pie,


apuntándole con su propia arma. Y en ese momento los ojos y el brazo
de Elroy se dirigieron hacia él.

Caí sobre mi estómago, disparando directamente a su rodilla. Su


pierna se dobló mientras seguía disparando, y esperé a que su brazo
se extendiera una vez más antes de disparar directamente a su
muñeca, obligándole a soltar el arma y cuando lo hizo, apenas me
levanté antes de correr hacia él. Todavía se aferraba a Gabby, pero no
le disparé, lo empuje. Su cuerpo salió volando por la puerta de cristal.

—¡Muévete! —le grité a Gabby, que seguía mareada, confundida,


sangrando y asustada. Ella rodó hacia un lado, arrastrándose sobre
los vidrios rotos de la acera. Al pisar su cuerpo sangrante, le disparé
en la otra mano.

—Bastardo...

—Sé quién es mi padre, gracias. —Lo solté, estirando mi brazo y


disparando en su otra rodilla.

—Soy tu maldito paquete. —Le disparé en su pie derecho—. Vengo con


la nota: si jode con esta familia, jodemos de vuelta—. Luego disparé
otra vez al pie izquierdo.

Luego en el pecho dos veces.

Me sonrió, con una marca roja oscura sobre su cara. —¿Cómo está tu
hermano?
Le disparé de nuevo a su entrepierna. —¿Cómo está el tuyo?

—JÓDETE...

—Crees que vas a morir, por eso eres tan valiente en este momento.
Por eso puedes incluso sonreír. Crees que esto es lo peor que puede
pasar... pero, Elroy. —Agachándome a su lado, presioné el arma en
una de sus heridas de bala—. Soy un muy buen doctor y un mejor
tirador. Lo que significa que he fallado en todos tus órganos vitales y
sé cómo mantenerte vivo lo suficiente para ver lo que mi hermano
hará.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Sabes lo que es esto? —dije, sacando un frasco del bolsillo de mi


abrigo junto con la jeringa, llenándolo lentamente—. Supongo que no
lo sabes y no importa realmente. Sólo sé que te dolerá, y nadie te oirá
gritar. Hoy has entrado en la barbería equivocada.

Obligando a sus ojos a abrirse, tembló, pero no importó. Sólo hizo que
le doliera más cuando se lo inyecté en el ojo.

—Mi hermano me ha salvado la vida más veces de las que puedo


contar y casi me lo quitas antes de que pudiera dar las gracias. —Me
levanté de nuevo a mis pies—. Reza para que se recupere lo
suficientemente rápido como para matarte él mismo, porque si fuera
yo... me aseguraría de que nunca murieras. Te llevaría al límite y te
traería de vuelta una y otra vez... y otra vez.

Se desmayó por el dolor o el miedo... tal vez ambos.

Cuando me levanté, miré alrededor del vecindario y, por supuesto,


había más de unas cuantas personas, todas ellas mirándome
fijamente.

—¡ABUELO!
Girando hacia la tienda destrozada, mirando a través de la puerta de
cristal rota, vi como Gabby, tal como Ivy había hecho con Ethan, se
agachaba junto a su abuelo llorando, aferrándose a su cuerpo.
Regresando a él, me sonrió.

—B... uena... cosa... que bebí... el vino... ¿eh?— Se rio y tosió sangre.

—¡ABUELO! ¡ABUELO! —Gabby gritó, sacudiendo su brazo,


mirándome—. ¡AYÚDALO!

No podía. No había nada que se pudiera hacer.

Él lo sabía y seguía sonriéndome, abrazándola con una mano mientras


me alcanzaba con la otra. Arrodillado, la tomé.

—Tu hermano... Il bur... attinaio...— Se rio, y luego se había ido.

Tu hermano, el titiritero... Sus palabras se filtraron en mi mente como


veneno y me quedé mirando su sangre... mientras se arrastraba por el
suelo de cuadros blancos y negros.

No.

Levantándome lentamente del suelo, vi cómo la sangre rodaba por el


suelo hacia mis pies. Los sollozos de Gabby se desvanecían en el fondo
mientras intentaba negar este sentimiento que me invadía.

No planeó esto.

No con Gabby.

No con Ivy... no.

Pero luego pensé en cómo tenía todo lo que necesitaba para salvar su
vida.
Cómo todo estaba tan perfectamente limpio. Cómo había conseguido
todo lo que quería.

Boston estaba de rodillas.

Los hermanos Finnegan... estaban muertos o muriendo.

Y... me miré en el espejo fracturado, observándome a mí mismo,


vestido con un traje cubierto de sangre, pareciéndome a... mi padre.

Y cuanto más tiempo miraba, más tiempo empezaba a ver esas


cuerdas, sobre mí, y esas cuerdas se convirtieron en una telaraña.
Pensé que había escapado. Pensé que me había convertido en una
mejor persona. Pensé que era Chicago el que sacaba lo peor de mí...
pero esta vez... elegí dejar que la gente muriera. Elegí usar el traje.
Elegí ir tras Elroy. Elegí la familia.

Elegí la familia porque nunca podría no elegir la familia.

Ringgg.

Al sacar mi teléfono, vi su nombre en la pantalla. Dudando un


momento antes de contestar, puse el teléfono en mi oreja pero no pude
hablar.

—Pregúntame —dijo su voz profunda en la otra línea.

—¿Es todo esto un juego para ti?

—Esa no es la pregunta que quieres hacer.

—Bien. ¿Planeaste esto? —le pregunté en irlandés para que Gabby no


se enterara.

—Sí. ¿Realmente crees que dejé mi ciudad, mi hogar, para perseguir


a un par de insensatos, indisciplinados, aspirantes a Whiteys? Si los
quisiera muertos, podrían haber muerto en un segundo. Podría
haberlos empacado, enviado y entregado a Chicago para que Ivy se
vengara allí. Si quisiera que Boston fuera hecho pedazos, podría
hacerlo de la noche a la mañana con o sin mí aquí. Esto es un maldito
juego, Wyatt. Se llama el juego de la supervivencia y no hay reglas. No
hay devoluciones ni tiempos muertos. Haces lo que sea necesario para
ganar con el más amplio margen.

—¿Todo? Ivy...

—Entre mi esposa y yo... la única que tenía un secreto era Ivy. — Su


embarazo... no lo planeó. Lo que significaba que Ivy seguía adelante
porque quería que él ganara.

—Le dije la verdad. —Siguió adelante—. Le conté todo y como entendió


la importancia de tenernos a todos unidos, recibió las balas por los
dos. Escondió la verdad por los dos. La familia unida no puede morir.
Sobrevivimos porque todos entendemos el juego, y ahora tú también.
Trae a Elroy. Nos vamos por la mañana.

Con eso colgó.

Y así era la verdad. Su verdad y la mía. Ambos éramos monstruos. Él


era el Ceann na Conairte porque era mucho más monstruoso que yo,
pero eso no me absolvió de nada.

Yo nací como Wyatt Sedric Callahan.

La escuela de medicina no cambió eso.

Boston no cambió eso.

Nada podría cambiar eso.


EPÍLOGO

"Le pregunto, ¿cuál es su vicio y a qué tipo de


problemas conduce?"
~ Neal Stephenson ~

IVY

—Un nuevo amanecer se ha levantado sobre Boston, pero


lamentablemente la nube oscura que se cernía sobre la ciudad aún
persiste, ya que muchos residentes del sur se despertaron para
encontrar la cabeza de Cillian Finnegan, el traficante que está detrás
de la infame droga comúnmente conocida como el Cóctel, colgando sobre
el puente de Old Northern Avenue. El Departamento de Policía de Boston
no tiene actualmente ninguna pista sobre quién cometió este acto atroz
ni cómo el autor pudo entrar en la oficina del forense sin ser detectado.
Nos pusimos en contacto con el Alcalde para pedirle comentarios, pero
nos dijeron que el Alcalde Toma Takahashi ha dimitido y ya no se le
puede pedir que haga comentarios. Dejando a muchos de nosotros
preguntándonos ¿Qué pasa ahora? ¿Estamos a salvo o no?

—A salvo... por ahora —susurré a mí misma mientras estaba en la


cama dentro del avión. Mi brazo en cabestrillo descansaba sobre mi
estómago mientras miraba al techo.

Escuché que la puerta se abría pero no me moví.

—¿Sigues durmiendo?
—No —susurré, sintiendo el cambio en la cama.

Se acostó a mi lado, gimiendo. —Caminar fue una mala idea.

Me reí, inclinando la cabeza a un lado para mirarlo, pero mantenía los


ojos cerrados. —¿Se subió al avión?

Me había dormido y lo siguiente que supe fue que estaba aquí.


Escuché su voz hablando fuera, así que sabía dónde estaba, pero no
lo que estaba pasando.

—Está tranquilo. Creo que está en shock, pero está aquí —murmuró,
inhalando profundamente, con el pecho en alto mientras exhalaba.

—¿Qué le dijiste?

Giró la cabeza hacia mí, sus párpados se levantaron, permitiéndome


ver esos llamativos ojos verdes suyos. —La verdad, algunas medias
verdades y algunas mentiras. Será más cauteloso contigo ahora...
todos lo serán.

—Estoy en camino de ser legendaria.

—Sólo si juras no volver a esconderme nada —susurró, y supe que lo


mencionaría al menos una vez.

Asentí. —Lo juro.

—Bien. —Se inclinó, tomando mi mano y llevándola a sus labios,


besando la parte de atrás—. Nadie olvidará nunca el día en que
llegamos a la ciudad.

No. No lo harían.

Intenté pensar en todo lo que había pasado en los últimos treinta y


cinco días. Pero sólo me dejó la cabeza dando vueltas. El hecho de que
pudiera pensar tan a fondo era aterrador. Todo parecía encajar
perfectamente, excepto...

—No había ningún kit médico en la ambulancia de Wyatt. ¿Quién fue


la médica que me dio...? —mi voz se apagó cuando lo miré de nuevo,
viendo su pecho subir y bajar suavemente mientras dormía.
Realmente parecía tan inocente cuando hacia eso...

Nadie adivinaría que él, un hombre tan orgulloso que caminaba como
un rey, estaría dispuesto a recibir una bala sin más motivo que dejar
que su esposa obtuviera su cierre, enseñarle una lección a su
hermanito y dejar que su hermanita probara el poco poder que creía
que necesitaba para seguir adelante. ¿Qué quiso decir con eso? No
estaba seguro. Pero decir que todo fue bien sería una mentira. No fue
fácil. Verlo tan herido me asustó.

Ethan puso a todos los miembros de su familia primero.

Por eso puse su plan primero.

Una gran parte de mí se arrepintió de esa elección.

Sin embargo, la otra parte de mí... quería que supiera que lo puse a él
primero. Que era suya y que no me echaría atrás ante nada. Éramos
nosotros dos, el mundo de Ethan e Ivy. La gente necesitaba
acostumbrarse a eso. Nunca le sería inútil. Mientras ambos
viviéramos, también le protegería.
ETHAN

Nunca pensé que extrañaría tanto el viento como cuando salí del
avión.

—Bienvenido de nuevo, hermano mayor. —Donatella se paró frente al


Ranger vestida con un traje blanco, sin camisa, con gafas de sol en la
cara, aunque no había sol. El día estaba nublado. A su lado, Toby, con
la cara seria, sin emociones, y a su lado, Savino Moretti y algunos
italianos más.

—Esto no se siente como una bienvenida, hermanita.

—Tienes razón, hermano mayor. —Sonrió, se quitó las gafas y me miró


con los mismos ojos verdes—. Creo que la palabra correcta para eso
sería un golpe de estado.

—La palabra correcta para eso sería una traición —le dije.

Tobías le dio un arma, que ella apuntó directamente a mí. —Entonces


llamémoslo traición.

Fue en ese momento que recordé la historia que ella había escrito
todos esos años.

—¿Et tu, Dona? —Melody le preguntó a su hija.

—César debe caer, madre —dijo su hija.


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Sobre la autor

J.J. McAvoy nació en Montreal, Canadá, y actualmente estudia


Humanidades en la Universidad de Carleton. Es la mayor de tres y ha
amado la escritura durante años. Se inspira en todo, desde las
tragedias de Shakespeare hasta la cultura pop. Su primera novela,
Ruthless People, fue un éxito de ventas incontrolado.

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