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Buen día, les hablaré de mi historia como campesino desplazado debido al cultivo de coca
en mi región. Hace algunos años, mi familia y yo vivíamos en una pequeña finca ubicada
en una zona rural de Colombia. Trabajábamos en nuestros cultivos de café, plátano y
yuca, que eran nuestra principal fuente de ingresos.
Sin embargo, la presencia de grupos armados ilegales en nuestra región comenzó a
afectar nuestra tranquilidad y seguridad. Estos grupos estaban involucrados en el cultivo y
tráfico de cocaína, lo que generaba violencia y miedo en nuestra comunidad.
A pesar de que nosotros no estábamos involucrados en estas actividades ilegales,
nuestra finca se encontraba cerca de las zonas de cultivo de coca. Los grupos armados
comenzaron a extorsionarnos y amenazarnos, exigiéndonos que les vendiéramos parte
de nuestra tierra para que ellos pudieran sembrar coca. Nos negamos a hacerlo, pero las
amenazas se intensificaron y la violencia se volvió más común en nuestra región.
Finalmente, nos vimos obligados a abandonar nuestra finca y huir de la zona para
proteger nuestras vidas y las de nuestros seres queridos. Fue un momento muy difícil
para nosotros, pues tuvimos que dejar atrás todo lo que habíamos construido con tanto
esfuerzo y dedicación.
Además de la pérdida emocional, también perdimos nuestros cultivos y nuestra principal
fuente de ingresos. La presencia de la coca en nuestra región no solo nos desplazó, sino
que también afectó negativamente la economía y los cultivos legales de las comunidades
cercanas.
El cultivo de coca genera un impacto negativo en la agricultura de la región, ya que los
campesinos que antes se dedicaban a la producción de alimentos ahora se ven obligados
a dejar sus tierras o a trabajar para los grupos armados que controlan la producción de
cocaína.
Ahora somos desplazados, vivimos en un lugar extraño y desconocido para nosotros. No
podemos trabajar en nuestras tierras, no podemos hacer lo que nos gusta. La vida en la
ciudad es difícil, no podemos pagar el alquiler y a veces no tenemos suficiente para
comer.
Lo más difícil es que no sabemos qué pasará en el futuro. ¿Podremos volver a nuestras
tierras? ¿Tendremos que vivir así para siempre? Nos sentimos abandonados por el
gobierno y por la sociedad, como si no fuéramos importantes para ellos.
Pero seguimos luchando, luchando por nuestros derechos y por un futuro mejor para
nuestras familias y para Colombia. A pesar de todo lo que hemos pasado, aún tenemos
esperanza. Esperamos que algún día podamos recuperar nuestras tierras y volver a vivir
en paz y armonía.