frente
Me
volví
chivo TEXTO Y FOTOS
GUSTAVO ADOLFO MONTENEGRO
H
ace unos 10 años, Alfredo
Mackenney Fleischmann se
recostó sobre una de las fuma-
rolas de vapor azufrado de la
laguna volcánica de Ixpaco,
Santa Rosa. ¿Y no le dio miedo? Dice él que
no y que disfrutó, con los ojos cerrados, el
calorcito sabroso en todo el cuerpo mien-
tras su imaginación dibujaba hermosas imá-
genes. “Eran unas figuras bellísimas, abs-
tractas pero lindas. Cuando abrí los ojos, me
estaban dando los primeros auxilios. Dicen
que yo estaba inconsciente, sin pulso y no
estaba respirando. Casi me muero allí pero
la verdad es que hubiera sido una muerte
muy bonita”, cuenta el montañista, fotógra-
fo, taxidermista, documentalista, fabricante
de maquetas arqueológicas, coleccionista,
además de médico y cirujano.
t¿Cuántas veces ha subido el Pacaya?
Las tengo bien contadas. Con el ascenso
del domingo (10 de julio), llevo 1051 veces de
subir el volcán. Esta última es especial, por-
que el 11 de julio se cumplen 40 años de que
entrara en actividad el Pacaya. Una historia
rápida: el Pacaya estuvo quieto desde 1846.
Hubo una última erupción reportada en
1861, sacó ríos de lava y cráteres explosivos,
después se apagó. En 1962 hubo un hundi-
miento en el cono, sin actividad, pero en
1965, el 11 de julio vimos algo raro en el hun-
dimiento. Lo exploramos y vimos que había
un conito haciendo erupciones. Entonces
ya se volvió algo de ver como está el próxi-
mo domingo y el siguiente. Esta visita más
reciente sería como una celebración de
cumpleaños...
t¿Y a qué sube tanto?, se preguntará
mucha gente, incluido yo...
Me lo preguntan mucho y yo digo: cada
vez que uno llega al volcán lo encuentra di-
D-8 : 17 de julio de 2005
Alfredo Mac-
kenney ha es-
calado 1,051 ve-
ces el volcán
de Pacaya, sin
contar los
otros volcanes
de Guatemala.
En algunas
ocasiones, el
coloso lo ha re-
cibido a pedra-
das de fuego
ferente. Es increíble ver los cambios de un
volcán de actividad. Cada vez que uno llega
al Pacaya encuentra el volcán más alto o que
ha estallado y sacado ríos de lava.
t¿Cuántas rutas de ascenso hay?
Hay una obligada. Puede irse por otras
pero tienen la arena tan floja que cuesta ca-
minar.
tSe hace realidad aquello de “dar un
paso y bajar dos”
Esa es exactamente la descripción de la
subida por otros lados del cono, lo cual tiene
también su emoción.
t¿Alguna vez ha estado en peligro?
Sustos nos ha pegado un montón de ve-
ces. Uno tiene que aprender a conocerlo. A
veces nos ha recibido a pedradas incandes-
centes. Los vulcanólogos profesionales usan
protecciones como cascos y trajes de asbes-
tos para el calor. Pero nosotros, cuando nos
están cayendo piedras con fuego, lo que ha-
cemos es que nos ponemos la mochila sobre
la cabeza. Y para el calor, simplemente apro-
vechamos cuando el viento sopla.
t¿Qué otros volcanes ha escalado?
De Guatemala, todos. Incluso algunos
que no están registrados como volcanes.
t¿Y cuál ha sido el más difícil?
De los más difíciles, yo pondría tres: el
Tacaná (San Marcos), el de Fuego (Chimal-
tenango) y el Atitlán (Sololá). Son muy can-
sados, muy empinados y de largo camino.
t¿Cómo le nació el gusto por los volca-
nes?
Mis papás son de Quetzaltenango, pero
nací en la capital. A los 5 años me fui al Oc-
cidente y me volví chivo. Las excursiones
escolares eran al Cerro Quemado y al Siete
Orejas, a la laguna de Chicabal (que está en
un volcán apagado). Al volcán Santa María
sí lo han visto con más recelo, pero a los
otros era destino obligado del colegio, des-
pués ya excursiones con compañeros. En
1963 entré a la Federación de Andinismo y
allí se reune gente con la misma pasión por
los volcanes
t¿Podría decirse: los locos por los vol-
canes?
Locos es la palabra mejor porque a uno
se le vuelve una obsesión. Yo le digo una
cosa: cuando yo no voy, siento que algo me
hace falta. Sobre todo porque ahora ha es-
tado activo. Hace 4 años se quedó sólo con
una columnota de vapor y se volvió un po-
co monótono, pero hace un año que empe-
zó con otro período de actividad maravi-
llosa
tMe llama la atención el calificativo
“maravillosa”, cuando para la mayo-
ría, un volcán en erupción es “terrorí-
fico” o “espantoso”...
Mire hay volcanes que sí son muy peli-
grosos, por el tipo de actividad como el
Santiaguito, que tiene unas explosiones de
nubes ardientes, que fue lo que mató a los 4
quezaltecos hace como 10 años. Hay otros
demasiado violentos como el volcán de
Fuego. El Pacaya es una maravilla, porque
Alfredo MACKENNEY (1931)
no sólo es un cono sino un complejo de
montañas desde las cuales se puede ver la
actividad sin peligro.
t¿A usted, personalmente, alguien le ha
dicho que está loco?
Me han dicho que estoy chiflado por ir
mil veces al mismo lugar. pero es que cada
semana es un volcán diferente. Con fotos yo
lo demuestro: mire, así era hace una semana
y hace un mes y hace un año.
t¿Cuál ha sido la visita más emocionan-
te?
Todas, pero el 16 de enero de 2000, llega-
mos al volcán y estando casi en la meseta,
estalló. Tuvimos enfrente toda la actividad.
Fueron como cuatro horas, nos bajamos co-
mo hasta las 8 de la noche.
t¿Y no le da ni un poquito de miedo?
El miedo queda atrás. Esa vez nos empe-
zaron a caer pidrecitas encima, después pie-
dronas con fuego, pero era fantástico.
tQuizá por eso hay quienes prefieren
los volcanes dormidos...
Fíjese que para algunos, el volcán de
Agua es el más peligroso precisamente por-
que esta dormido y muy poblado alrededor,
“Es como si fuera
mi hijo: cualquier
cambio en él es lo
más maravilloso
para mí”.
Al referirse al
volcan de Pacaya.
por sus fértiles tierras. El día que se le ocu-
rra estallar a un volcán como el de agua,
ahora o en 10 mil años va a hacer una ma-
tanzinga bárbara…
Mayas, sapos y maquetas
Otra pasión de Mackenney es la arqueo-
logía. Su paciencia y dedicación le llevaron
a ejecutar maquetas de diversos sitios ma-
yas. Por si ha ido al Museo de Arqueología,
las impresionantes detalladas maquetas de
Tikal y Zaculeu son obra suya. “Yo estuve
en Yaxhá, invitado, por los arqueólogos del
sitio e hice la maqueta de Topoxté, Yaxhá,
Naranjo, Nakum, todas ciudades lindísi-
mas. He hecho también a Uaxactún, Ceibal,
que está allá en el museo del sitio, y de las
del altiplano la maqueta de Iximché y la de
Zaculeu.
t¿Y cómo empezó lo de las maquetas?
La primera fue Zaculeu, allá por 1953.
Luego vino la de Tikal. Pensé al principio
sólo hacer la Plaza Mayor, pero Luis Luján
Muñoz (+), que estaba de director del mu-
seo me dijo: Por qué no hacés toda el área
de Tikal. El trabajo terminado se puso en
exhibición 1969.
tLe gusta la arqueología y los volca-
nes... ¿de dónde salió médico?
Es que las Ciencias Naturales me han
apasionado siempre. Yo de patojo tomé un
curso por correspondencia para disecar
animales. Prácticamente era como una ci-
rugía. Y me gustaba tanto que empecé a
mezclar las maquetas con la disecación. Hi-
ce varias maquetas con sapitos disecados,
representaba escenas de sacrificios mayas.
Hice una en la que represento la cumbre
del volcán de Zunil. Aparecemos tres ex-
ploradores y unos sacerdotes mayas, todos
hechos con sapitos (fotografía principal).
t¿Y cuál fue su mayor travesura de niño?
Como le dije, el volcán Santa María era
un lugar prohibido, porque se decía que allí
unos brujos habían matado a unos alema-
nes en la cumbre, pues se corrió la bola de
que iban a destruir sus altares. Con unos
amigos, patojos, nos pusimos de acuerdo
para escalarlo. Yo tenía como 13 años. Fue
una hazaña, sobre todo porque nos costó
unos buenos palos al regreso.
t¿Y estaba bonito el volcán?
Lindísimo, las vistas del Santa María son
preciosas. Cada 8 de diciembre había cere-
monias, pero ahora ya no porque años des-
pués nombraron ese día como el del andi-4
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