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Lógica - Introducción y Falacias 2022 1º CUAT PDF
Lógica - Introducción y Falacias 2022 1º CUAT PDF
Introducción / Falacias
Parte I
Texto elaborado por Damián Grimozzi, exclusivo para uso interno de la cátedra
CBC-IPC Mársico, Comisiones Grimozzi-Pizzi: Comisión 74017 (martes y
viernes, 13 a 15) y Comisión 74023 (mar y viernes 21 a 23).
A. ¿Qué es un argumento?
Hay una vieja clasificación que puede ser pertinente para entender de qué
vamos a hablar cuando hablemos de falacias:
1. Conceptos
2. Juicios
3. Razonamientos
La silla es roja.
Otras veces, las palabras que designan conceptos pueden llevarnos a creer
que hay una conexión:
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La repetición de conceptos de un juicio a otro puede ir generando la apariencia
de una conexión lógica que, en este caso, no existe o por lo menos es muy
oscura.
Te dije que no vinieras porque hoy estoy trabajando y, además, no quiero verte.
B. Verdad y validez
Sócrates es hombre.
____________________________
Sócrates es mortal.
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condiciones para que se dé la conclusión o consecuencia de que Sócrates es
mortal.
Sócrates es hombre. B
____________________________
Sócrates es mortal. C
AyB
_______
La definición que da Irving Copi es muy simple: una falacia es una forma de
razonamiento que parece correcta pero no resulta seria cuando se la analiza
cuidadosamente.
Ahora bien, independientemente de la teoría lógica, intuitivamente ya sabemos
qué es un argumento válido y uno inválido; pero no sabemos que lo sabemos.
Y también sabemos, por conocimiento de mundo, que hay más de una forma
de hacer que nuestros interlocutores acepten una determinada afirmación. Y
también sabemos que si le damos a nuestras estrategias persuasivas una
“apariencia lógica”, el otro puede caer en la trampa y aceptar nuestras
conclusiones, o bien verse envuelto en una defensa imposible de sostener. Por
ejemplo, en el argumento ad hominem o contra la persona, si el otro no
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reconoce la falacia puede verse en la situación de tener que defender su propia
persona para defender lo que dice.
De chicos, nos la hemos pasado pidiendo premisas para afirmaciones que no
aceptábamos. La interminable pregunta infantil ¿por qué? obliga al interlocutor
a armar un razonamiento. Esto es, a aceptar que la orden o la afirmación a
secas que le damos se convierta en la conclusión de unas premisas que no
han sido enunciadas. Cada vez que se pregunta por qué, se pide por las
premisas y por la consecuencia lógica. Es decir que al mismo tiempo que
aprendemos a hablar ya aprendemos qué es un argumento, cuáles argumentos
son válidos y cuáles no pero parecen válidos, cómo funcionan los implícitos y
qué otras formas de legitimación de las afirmaciones están en juego. A esto
último nos referiremos más adelante.
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La teoría del Big-Bang parte de un solo dato, obtenido por cálculos
matemáticos: los cuerpos en el espacio se están separando entre sí. De aquí
derivan los astrofísicos que el universo se está expandiendo. Y de que se está
expandiendo, derivan que tiene que haber habido una explosión inicial que
haya dado lugar al universo.
En estas dos formas lógicas, estamos usando las letras para expresar juicios o
enunciados completos. Veamos primero la segunda. A B es la hipótesis del
Big-Bang. Veamos cómo leerla: A equivale a la explosión inicial. B es la
separación de los cuerpos. Para poder probar casi cualquier cosa se razona de
esta manera: se arma una hipótesis, que siempre es una estructura condicional
(si pasa tal cosa, entonces pasará tal otra) y se coloca en el lugar de la
consecuencia el dato que ya tenemos. Y se dice: si hubo una explosión inicial
(A) entonces () los cuerpos se están separando (B). Y como contamos con B,
dado que hay cálculos que lo confirman, afirmamos B. Así, tenemos un
razonamiento de tres juicios: A B es la primera premisa; B es la segunda
premisa; y A es la conclusión.
Pero concluir a partir de B que es cierto A es incurrir en una falacia de
afirmación del consecuente. Intuitivamente, sin necesidad de hacer cálculos
lógicos, nos damos cuenta de por qué es una falacia: B ocurre. Pero su causa
podría haber sido Z o F o P, y no necesariamente A. La ocurrencia de B no
prueba que sea necesariamente cierto que haya ocurrido A.
Por el contrario, en el primer modo de razonar, llamado modus ponens, tengo
dos premisas: A B y luego A. La primera premisa me dice: si ocurre A, va a
ocurrir B. La segunda premisa me dice que efectivamente ha ocurrido A.
Entonces, puedo concluir que va a ocurrir B.
El problema es que A generalmente es un enunciado universal del que nunca
podemos tener una evidencia cierta. Sólo tenemos o creemos tener evidencia
de los casos particulares.
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De hecho, la ciencia trabaja de esta manera casi siempre: no tenemos otra
cosa que datos, casos, hechos particulares o enunciados que se refieren a
hechos particulares, y tenemos que explicarlos.
La medicina, por ejemplo, no puede evitar trabajar con las FAC o contingencias
todo el tiempo: el hecho concreto (B) de que se haya curado un enfermo a
partir de tratarlo con antibióticos no demuestra categóricamente que las
enfermedades bacterianas se curan con antibióticos. Solamente confirma que,
en ese caso particular, sí ha sucedido de manera contingente.
Lo importante no es tratar de buscar una forma lógica de razonar que sea
infalible, porque eso es imposible. Lo importante es saber que trabajamos
siempre con hipótesis, esto es, con suposiciones, conjeturas, cuya
comprobación completa es imposible pero cuyos grados de acercamiento a una
cierta verosimilitud o una cierta eficacia son mayores si mantenemos la
conciencia de que siempre son posibles otras explicaciones para B (los casos,
los hechos particulares: lo que tenemos). Mantener la mente abierta a que esas
otras posibilidades están ahí nos mantiene alejados del dogmatismo y nos
puede permitir descubrir otras respuestas. Si damos por absolutamente cierto
lo que tenemos, cerramos todas las puertas a nuevas respuestas.
Parte II
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De la condición de mes que se atribuye a diciembre en la segunda premisa y
de la afirmación universal (válida para todos los meses) de poseer por lo
menos 28 días se sigue lógicamente que diciembre también tiene que tener por
lo menos esa cantidad de días.
Dicho ahora desde un punto de vista pragmático, aceptamos la conclusión,
Diciembre tiene por lo menos 28 días, exclusivamente porque se deriva de
esas premisas (independientemente de que sepamos que es verdadero por
cotejo con alguna fuente externa de referencia).
Ahora bien, se suele decir que los argumentos tienen un nivel formal y uno no
formal, y a este último nivel corresponde la intención de persuadir de quien
sostiene un argumento en una conversación, texto o discurso cualquiera. Sin
embargo, el nivel formal, que suele considerarse estrictamente lógico, también
involucra un grado de persuasión. Nadie compone un argumento, válido o
falaz, si no quiere formarse una idea sobre alguna cuestión. Y formarse esa
idea implica persuadir o persuadirse a uno mismo. Cuando pensamos qué
conviene más para tal o cual situación, utilizamos, sin necesidad de pasar por
el discurso, argumentos. Estos argumentos tienen una estructura lógica, y la
necesitamos para convencernos, para persuadirnos de que debemos aceptar la
conclusión a la que lleguemos.
Este planteo nos permite además hacer una distinción importante que, tras el
conocido giro lingüístico, ha sido un poco olvidada: la distinción entre pensar y
hablar, o entre el nivel del pensamiento y el nivel de la conversación.
Independientemente de la discusión acerca de si se puede o no se puede
pensar sin palabras, es evidente que sí se dan dinámicas distintas en cada
caso: si estoy pensando o discutiendo conmigo mismo, no se dan ciertas
convenciones e implícitos que sí se dan cuando estoy en una situación
conversacional. Y esto es importante para las falacias que llamaremos no
formales, sobre todo para las falacias pragmáticas, y en particular para una de
ellas: la apelación a la fuerza.
En su clásico libro Introducción a la lógica, Irving Copi toma tres elementos
fundamentales para considerar a un argumento inválido como una falacia no
formal: la persuasión, el carácter psicológico del error y la intención de
engañar. No todos estos elementos se dan en todos los tipos de falacias que él
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considera. Más aun, son tantos variados los elementos de conexión psicológica
que la denominación de falacias no formales resulta muy vaga y sobre todo
muy poco explicativa. Además, bajo la etiqueta de “psicología” en realidad
quedan sin analizar cuestiones que se pueden ver con más claridad desde la
lingüística pragmática, como lo haremos en este texto.
Por otro lado, él divide las falacias no formales en falacias de inatinencia y
falacias de ambigüedad. Conservaremos sólo la última denominación, con
ciertos cambios en el modo de considerarla.
Así, hablaremos entonces de dos grandes tipos de falacias no formales: las
pragmáticas y las debidas a ambigüedades en el uso del lenguaje o
desplazamientos de sentido en la presentación de los enunciados.
El esquema general es el siguiente:
Falacias no formales
Falacias pragmáticas:
Composición
División
Sucesión temporal desplazamiento de sentido
Petición de principio
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I. FALACIAS PRAGMÁTICAS
Además de que deben, al igual que en las falacias formales, aparentar validez,
ocurre con las falacias pragmáticas que se apela a un elemento exterior para
dar validez a la conclusión. Decimos exterior en el sentido de que no está
presente explícitamente en ninguna de las premisas y, sin embargo,
comprendemos la inferencia y, en muchos casos, la aceptamos. Veamos cada
una para entender mejor qué es este elemento exterior al razonamiento mismo.
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Está claro que en ninguno de los dos casos la conclusión se infiere de las
premisas explícitas. Hay un implícito en juego en cada caso.
Si buscamos en nuestra experiencia vamos a encontrar que hay casos de
falacia contra la persona que son más aceptados que otros. Desde el punto de
vista lógico, nunca son aceptables; pero desde el punto de vista pragmático
hay un elemento exterior al argumento que suele empujarnos a aceptar
determinadas conclusiones.
2. APELACIÓN A LA AUTORIDAD
Apelar a la autoridad es hacer valer como elemento exterior al argumento
lógico la autoridad que quien lo enuncia o quien lo defiende posea.
Y ocurre que hay varios contextos en que no se nos ocurriría discutir la validez
pragmática de esta apelación, como lo es el clásico contexto de la educación
de los niños: No pongas los dedos en el enchufe suele ser seguido, según las
edades, por la clásica pregunta ¿Por qué? Al principio, tratamos de razonar, es
decir, aportar premisas desde las que se pueda deducir válidamente la
conclusión No debo meter los dedos en el enchufe. Sin embargo, como bien
sabemos, hay un momento en que los porqués deben dejar el lugar a la orden
directa: No los metas porque lo digo yo.
En otro orden, hay también otro fenómeno que se puede pensar como falacia
de apelación a la autoridad: es cuando el prestigio o legitimidad de alguien en
un determinado campo se traslada a otro, en el cual no se ha desenvuelto esa
persona. René Favaloro, por ejemplo, genial cardiocirujano, inventor del
bypass, era además fanático de San Martín. En cierto momento, sacó un libro
que se llamó ¿Conoce usted a San Martín? Ese libro se convirtió en best-seller
rápidamente, mientras que los libros de historia argentina producidos por las
personas que se especializan en eso y trabajan durante años y años para
publicar un libro, esto es, los investigadores de las instituciones académicas,
jamás podrían producir un best-seller de historia. Lo que allí ocurre es que
colectivamente hemos inferido, de la autoridad que Favaloro poseía en su
campo, que lo que dijera en otro campo tenía que ser también verdadero.
A su vez los “testimonios” de las publicidades son ejemplos frecuentes de esta
falacia. Se nos insta a consumir determinado producto porque un campeón de
natación o porque un corredor de autos afirma su superioridad, y se nos
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asegura que tal o cual cosmético es mejor porque es el preferido de cantantes
de ópera o estrellas de cine. Son todas apelaciones a la autoridad, en las que
claramente la relación entre premisas y conclusión no es pertinente para llegar
a esas conclusiones.
3. APELACIÓN A LA MULTITUD
El político que hace su campaña electoral argumenta que él debe recibir
nuestros votos porque “todo el mundo” vota por él. Se nos dice que tal o cual
marca de alimentos, o de cigarrillos, o de automóviles es la mejor porque es la
que más se vende en el país. Una cierta creencia debe ser verdadera porque
todos creen en ella. Pero la aceptación popular de una actitud no demuestra
que sea razonable; el uso difundido de un producto no demuestra que éste sea
satisfactorio; el asentimiento general a una opinión no demuestra que sea
verdadera.
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El argumento de las razones en contrario es falaz en todos los contextos
excepto en uno: el judicial, donde el principio rector es suponer la inocencia de
una persona hasta que se demuestre su culpabilidad. La defensa puede
sostener legítimamente que si el acusador no ha demostrado la culpabilidad,
debe dictarse un veredicto de inocencia.
5. APELACIÓN A LA PIEDAD
Es, como su nombre lo indica, la falacia que se comete cuando se apela a la
piedad para conseguir que se acepte una determinada conclusión. Se
encuentra con frecuencia este tipo de argumentación en los juicios, cuando un
abogado defensor deja de lado hechos que son pertinentes para el caso y trata
de lograr la absolución de su cliente despertando piedad en los miembros del
jurado. Copi ilustra esta situación con esta anécdota: “Clarence Darrow, el
famoso abogado criminalista, era un maestro en el uso de este género de
recursos. Cuando defendió a Thomas I. Kidd, funcionario de la Unión de
Trabajadores de la Madera llevado a juicio bajo acusación de conspiración
criminal, Darrow dirigió estas palabras al jurado: ‘Apelo a vosotros no en
defensa de Thomas Kidd, sino en defensa de la larga sucesión -la larguísima
sucesión que se remonta hacia atrás a través de las épocas y que se proyecta
hacia adelante en los años del futuro- de los hombres despojados y oprimidos
de la tierra. Apelo a vosotros por los hombres que se levantan antes que
amanezca y vuelven a su hogar a la noche, cuando ya la luz ha desaparecido
del cielo, y dan sus vidas, sus fuerzas y su trabajo para que otros se
enriquezcan y se engrandezcan. Apelo a vosotros en nombre de esas mujeres
que ofrendan sus vidas al dios moderno del dinero, y apelo a vosotros en
nombre de sus hijos, los que viven y los que aún no han nacido.’1
Un ejemplo propuesto por alumnos del curso de 2019 es muy ilustrativo de esta
falacia:
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Irving Stone, Clarence Darrow for the Defense, 1941, Garden City Publishing Company, Nueva York.
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semanales, los domingos voy a misa, y los sábados voy a asistir a los que
menos tienen en los barrios carenciados.
6. APELACIÓN A LA FUERZA
Esta falacia tiene una dificultad particular. Se la define clásicamente como
aquella falacia que se comete cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de
uso de la fuerza, para provocar la aceptación de una conclusión. Sin embargo,
existe una diferencia importante entre la simple amenaza y la falacia de
apelación a la fuerza. En la amenaza, simplemente se hace eso: amenazar, es
decir, coaccionar a alguien para que haga algo que no quiere hacer,
indicándole que si no lo hace sufrirá algún tipo de daño. En cambio en la falacia
de apelación a la fuerza esta indicación no está presente entre las premisas, no
es explícita, sino que el interlocutor comprende la amenaza a partir de un
implícito.
El siguiente episodio histórico ilustra muy bien este tipo de falacia: durante la
conferencia de Yalta, al final de la Segunda Guerra Mundial, Churchill informó a
los demás (Roosevelt y Stalin) que el Papa exigía estar presente en esa
reunión. Stalin respondió preguntando: ¿Y cuántos tanques tiene el Papa?
Comparemos ahora con este otro argumento:
Si no tomás la sopa,
no comés postre.
Aquí hay una simple amenaza: si no hacés tal cosa, va a pasar tal otra. Lo que
va a pasar está dicho. La amenaza es explícita. No hay falacia pragmática. En
cambio en el caso del episodio de Yalta es preciso inferir la amenaza del
comentario de Stalin. Stalin no dice explícitamente: “nosotros tenemos la fuerza
militar que ha ganado esta guerra: quien no la tenga, no se puede sentar a esta
mesa”. Pero la conclusión: El Papa no se puede sentar a esta mesa se infiere
con total claridad a partir de la pregunta por los tanques.
Igualmente, un dirigente de un partido político usa la apelación a la fuerza en
una discusión con otro dirigente del mismo partido si le recuerda que él cuenta
con tantos miles de votantes en el distrito electoral del otro.
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II. FALACIAS DE AMBIGÜEDAD Y DE DESPLAZAMIENTO
Estas falacias ya no son pragmáticas porque no dependen del contexto de
comunicación, pero tampoco son formales, en tanto sigue habiendo un
elemento que interfiere en la transmisión de verdad desde las premisas a la
conclusión, y ese elemento no es formal sino semántico. Se trata de un error
que cometemos por deslizamiento de sentido, ya sea en torno a una sola
palabra (ambigüedad), ya sea en torno al significado de las proposiciones que
forman el argumento.
Una persona está viajando en colectivo y un pasajero tose cerca de ella. A los
cinco minutos comienza a sentir un dolor de garganta fuerte, entonces atribuye
la molestia a que el pasajero la contagió.
Cada vez que veo un relámpago, al ratito oigo un trueno. Evidentemente, los
truenos son causados por los relámpagos.
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enfermedades virales se dan siempre en los medios de transporte sobre la
base de que suelen producirse, estamos ante un razonamiento inductivo, que
tiene otro tipo de problemas, pero no es una falacia de sucesión temporal o
causa falsa.
8. EQUÍVOCO
Aquí la falacia se produce gracias al hecho de que las palabras son
polisémicas, es decir, tienen más de un significado. Si a lo largo del
razonamiento subrepticiamente cambiamos ese significado, podemos producir,
o bien una cadena sin sentido, o bien una que parece válida pero no lo es, es
decir, una falacia.
Un ejemplo tradicional de esta falacia es el siguiente:
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En la plaza hay bancos para sentarse.
Los bancos abren de 9 a 15 hs.
Sólo podré sentarme en la plaza de 9 a 15 hs.
Un elefante es un animal.
Por la tanto, un elefante gris es un animal gris.
Un elefante es un animal.
Por lo tanto, un elefante pequeño es un animal pequeño
COMPOSICIÓN Y DIVISIÓN
Estos dos tipos de falacia son cada uno el inverso del otro, y admiten a su vez
dos subtipos. Tanto en la división como en la composición, la falacia se da al
movernos del todo a las partes o de las partes al todo (modo distributivo) o de
los individuos al colectivo y del colectivo a los individuos (modo colectivo).
Veamos de qué estamos hablando cuando hablamos de estos modos. No es lo
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mismo sostener que los hombres son mortales que sostener que los hombres
son numerosos. En el primer caso, se está predicando una propiedad (ser
mortales) en sentido distributivo: de cada hombre tomado separadamente
como miembros de la clase de los hombres se dice que es mortal. En el
segundo caso en cambio el sujeto está tomado en sentido colectivo: es Los
hombres como un todo, y de ese todo es que se predica el ser numerosos, no
de cada uno. Igualmente, en el enunciado Los roedores tienen cuatro patas,
predicamos esta propiedad de los roedores distributivamente, esto es,
afirmamos que cada roedor tiene cuatro patas. Pero en el enunciado Los
roedores se hallan ampliamente difundidos por la Tierra, estamos hablando de
los roedores colectivamente.
9. COMPOSICIÓN
La falacia por composición en sentido distributivo consiste en razonar
falazmente yendo desde las propiedades de las partes de un todo a las
propiedades del todo mismo. Un ejemplo muy evidente de esta falacia consiste
en argüir que, dado que todas las partes de una cierta máquina son livianas de
peso, la máquina como un todo es liviana. Sin embargo, no todos los ejemplos
de este tipo de falacia de composición son tan obvios. Algunos son engañosos.
Hemos oído y hasta dicho que si la Selección de fútbol está integrada por los
mejores jugadores del mundo, tiene que ser la mejor selección de todas. El
primer tipo de falacia de composición se comete cuando se infiere que un todo
tiene cierta propiedad a partir de la premisa de que cada parte constituyente de
este todo tiene esa propiedad en cuestión.
Un ejemplo de los alumnos:
Los músicos de esa orquesta son los mejores de Buenos Aires, por ende, la
orquesta es la mejor de buenos aires.
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decimos que cada roedor tiene la capacidad de habitar el mundo entero, lo cual
sería absurdo.
10. DIVISIÓN
La falacia de división es simplemente la inversa de la falacia de composición.
En ella, se presenta la misma confusión, pero la inferencia procede en la
dirección opuesta. Como en el caso de la composición, pueden distinguirse dos
variedades de la falacia de división. El primer género de división consiste en
argumentar que lo que es cierto de un todo debe serlo también de cada una de
sus partes. Por ejemplo:
Igualmente, suponer que, puesto que todos los árboles de un parque dan una
sombra espesa, cada árbol del parque da una sombra espesa, sería cometer el
segundo género de falacia de división. Es evidente que cada árbol puede ser
escuálido y lanzar una magra sombra, y sin embargo puede haber tantos que,
en conjunto, den una sombra espesa.
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A
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Damián Grimozzi
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