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Lógica

Introducción / Falacias
Parte I

Texto elaborado por Damián Grimozzi, exclusivo para uso interno de la cátedra
CBC-IPC Mársico, Comisiones Grimozzi-Pizzi: Comisión 74017 (martes y
viernes, 13 a 15) y Comisión 74023 (mar y viernes 21 a 23).

A. ¿Qué es un argumento?

Hay una vieja clasificación que puede ser pertinente para entender de qué
vamos a hablar cuando hablemos de falacias:

1. Conceptos

2. Juicios

3. Razonamientos

1. Un concepto es un algo pensable que nos presenta reunidas una serie de


características esenciales en una sola unidad. Desde el punto de vista de la
lógica y de la gramática es la designación mediante una palabra, un término o
cualquier otro signo, de esa unidad. Por ejemplo, mesa, silla, papel, es decir, lo
que conocemos como sustantivos comunes, que remiten a cosas materiales,
pero también voluntad, acción, sentimentalismo, definición, espiritualidad, es
decir, los sustantivos abstractos o nombres de acciones, estados, etc., que
remiten siempre a entidades no materiales. Sin embargo, esta división entre
materiales/no materiales es sólo relativa a la referencia de los términos, no a
ellos mismos, ya que en realidad todo sustantivo o nombre remite a un
concepto. Es verdad que sentimentalismo o espiritualidad se parecen más al
sentido intuitivo que le damos a la palabra “concepto”. Pero los nombres
comunes (perro, casa, ventana, etc.) también poseen un grado de abstracción
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que no solemos notar: no designan a “este perro” y “aquella casa”, sino que
son términos que reúnen los rasgos esenciales de cualquier cosa que quiera
ser llamada de ese modo; o sea, aquellos rasgos por los cuales tal cosa es tal
cosa y no otra cosa. Por eso también son conceptos.

2. Un juicio es decir algo sobre un concepto mediante otro concepto. La división


clásica entre sujeto y predicado es la expresión de los juicios más común en el
lenguaje, pero no la única. Lo único que hace falta para que haya un juicio es
predicar algo sobre algo. Y esto también sucede con los adjetivos. Si digo
“casa verde” equivale a decir “la casa es verde”, o sea, predico el concepto de
verde del concepto de casa. Digo algo sobre algo.

3. Un razonamiento no es un concepto ni es un juicio: es un encadenamiento


de juicios (por lo menos dos) que lleva de unos a otros de una manera muy
específica: uno o más juicios actúan como condiciones o premisas, y un juicio
actúa como conclusión. Se suele decir que de tales y cuales premisas se sigue
tal conclusión. Esto quiere decir que en el significado de esos juicios que hacen
de premisas se dicen cosas que están ligadas entre sí y con la conclusión de
modo pertinente y necesario.

Yo puedo presentar una secuencia de tres juicios cualesquiera, como:

La silla es roja.

El hombre es un animal de costumbres.

Hay animales que no se ven de tan chiquitos que son.

Claramente, no existe ninguna conexión entre los tres juicios o enunciados.


Esto no es un razonamiento.

Otras veces, las palabras que designan conceptos pueden llevarnos a creer
que hay una conexión:

El hombre es un animal de costumbres.

La costumbre es la madre de todos los vicios.

El hombre es un vicio de los animales.

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La repetición de conceptos de un juicio a otro puede ir generando la apariencia
de una conexión lógica que, en este caso, no existe o por lo menos es muy
oscura.

Vale insistir: la conexión necesaria se da cuando uno de los juicios (la


conclusión) se sigue de los otros (la o las premisas).

Y como la existencia de un razonamiento depende de esta conexión, tampoco


es necesario que aparezcan primero las premisas y luego la conclusión. De
hecho, muy frecuentemente armamos razonamientos introduciendo primero la
conclusión, que es lo que principalmente queremos sostener, y luego las
premisas, que son las razones que damos para eso que queremos sostener, y
muy habitualmente lo hacemos diciendo porque. Por ejemplo:

Te dije que no vinieras porque hoy estoy trabajando y, además, no quiero verte.

La casa está llena de luz porque abrí la ventana.

B. Verdad y validez

La lógica nos ayuda a distinguir entre estos dos conceptos, y la distinción es


importante porque nos enseña a pensar mostrándonos cómo pensamos.

En lógica bivalente, se toman dos valores de verdad: verdadero y falso. Hay


otras lógicas con tres valores y más, y además hay lógicas como la modal, que
no se enfoca en el carácter de verdad o falsedad de los enunciados sino en sus
grados de necesidad. También es importante la lógica dialéctica, que también
tiene tres valores, pero operan en un nivel no formal sino principalmente
metafísico: es una lógica del sentido. Para poder abordar cualquier lógica,
conviene primero considerar la bivalente, ya que se ocupa sólo de la forma de
los razonamientos, es decir, de su validez o invalidez.

Ahora bien, ¿qué es esto de verdadero/falso y de validez/invalidez? Aquí la


clasificación que hemos hecho se vuelve muy importante:

1. En el nivel de los conceptos, no hay verdad o falsedad. Si remiten a alguna


entidad, esto es lo único que nos dicen: que remiten a una entidad. Y siempre
significan algo: pero significar tal o cual cosa no es pasible de ser considerado
verdadero o falso. Simplemente, es. Decir o pensar mesa, decir o pensar
voluntad, no implica sostener que la mesa existe o que la voluntad es
necesaria. Recordemos: para sostener estas cosas hay que armar juicios.
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2. En el nivel de los juicios ya podemos hablar de verdad o falsedad. Cuando
predico algo sobre algo, lo que sostengo puede ser calificado de verdadero o
de falso según criterios muy diversos: un cotejo con la experiencia (la voluntad
es necesaria), una verificación por los sentidos (la casa es verde) o un sistema
de creencias (Dios es uno y trino), etc. Pero siempre necesitamos algún
criterio, algún parámetro; es decir, siempre hay una instancia, generalmente
intersubjetiva, cultural, que funciona como fuente para considerar a tal o cual
juicio como verdadero o como falso.

3. En cambio en el nivel de los razonamientos ocurre otra cosa un poco más


compleja: la verdad o la falsedad es algo que se transmite desde las premisas
a la conclusión. No se puede decir, ni tiene sentido decir, de un razonamiento
que es verdadero o que es falso, pero sí se puede decir de los juicios que lo
integran. Si se transmite la verdad o falsedad, hablaremos de razonamientos
válidos; si no se transmite, de razonamientos inválidos.

Todos los hombres son mortales.

Sócrates es hombre.

____________________________

Sócrates es mortal.

Según qué parámetros o fuentes para atribuir verdad o falsedad utilicemos,


diremos que es verdad que todos los hombres son mortales o que es falso. Por
ejemplo, si adherimos a un sistema de creencias que postula la vida eterna,
diremos que es falso que los hombres sean mortales. También podría decirse
que es falso que Sócrates sea un hombre (pongamos que hay un texto antiguo
donde se lo trata como a un dios, y nos basamos en ese texto para decir que
no era un hombre). Pero aquí, en el nivel de los razonamientos, lo que importa
es si aquel valor de verdad que hayamos atribuido a las premisas se transmite
o no a la conclusión. En este caso, si fuera verdad que todos los hombres son
mortales y si fuera verdad que Sócrates es hombre, entonces tiene que ser
verdad que Sócrates es mortal. Lo que importa es considerar por qué. Veamos:
si es verdad que todos los hombres son mortales, va a ser cierto que un
hombre cualquiera también va a ser mortal. Es imposible que todos los
hombres sean mortales y un hombre determinado no lo sea. Sócrates es un
hombre determinado, así que no puede no ser mortal. Lo que concluyo se
deriva con necesidad de las premisas.

También se puede decir así (y es importante para las formulaciones


científicas): Todos los hombres son mortales y Sócrates es hombre son

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condiciones para que se dé la conclusión o consecuencia de que Sócrates es
mortal.

Así, este mismo razonamiento puede expresarse mediante un esquema que


muestre mejor la pura forma del razonamiento.

Todos los hombres son mortales. A

Sócrates es hombre. B

____________________________

Sócrates es mortal. C

Si se dan A y B, entonces necesariamente se da C.

AyB

_______

Se llama estructura condicional, y su importancia está en que todas las


hipótesis científicas tienen esta forma.

C. ¿Qué es una falacia? ¿Son simples errores o no?

La definición que da Irving Copi es muy simple: una falacia es una forma de
razonamiento que parece correcta pero no resulta seria cuando se la analiza
cuidadosamente.
Ahora bien, independientemente de la teoría lógica, intuitivamente ya sabemos
qué es un argumento válido y uno inválido; pero no sabemos que lo sabemos.
Y también sabemos, por conocimiento de mundo, que hay más de una forma
de hacer que nuestros interlocutores acepten una determinada afirmación. Y
también sabemos que si le damos a nuestras estrategias persuasivas una
“apariencia lógica”, el otro puede caer en la trampa y aceptar nuestras
conclusiones, o bien verse envuelto en una defensa imposible de sostener. Por
ejemplo, en el argumento ad hominem o contra la persona, si el otro no

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reconoce la falacia puede verse en la situación de tener que defender su propia
persona para defender lo que dice.
De chicos, nos la hemos pasado pidiendo premisas para afirmaciones que no
aceptábamos. La interminable pregunta infantil ¿por qué? obliga al interlocutor
a armar un razonamiento. Esto es, a aceptar que la orden o la afirmación a
secas que le damos se convierta en la conclusión de unas premisas que no
han sido enunciadas. Cada vez que se pregunta por qué, se pide por las
premisas y por la consecuencia lógica. Es decir que al mismo tiempo que
aprendemos a hablar ya aprendemos qué es un argumento, cuáles argumentos
son válidos y cuáles no pero parecen válidos, cómo funcionan los implícitos y
qué otras formas de legitimación de las afirmaciones están en juego. A esto
último nos referiremos más adelante.

D. Diálogo y diálogo polémico


Todos sabemos que si aceptamos las premisas de nuestro rival vamos a tener
que aceptar cualquier conclusión que se derive válidamente de ellas. Si la
intención es sostener un diálogo, esto será para llegar a un acuerdo.
Generalmente, este acuerdo se alcanza aceptando premisas comunes y
razonando de manera válida.
Sin embargo, lo más habitual es que sostengamos diálogos polémicos
(pólemos = guerra), donde no se trata en realidad de refutar lo que el otro dice
sino de destruir verbalmente al otro o imponer mediante las estrategias que
sean necesarias la aceptación de nuestra voluntad. Por eso hay tantos tipos de
falacias y por eso las conocemos: hay una utilidad polémica en fingir que un
razonamiento es válido, o directamente que una orden o un intento de generar
algo en otros es un razonamiento. La línea que separa los argumentos válidos
de las falacias suele coincidir con la que separa el diálogo del diálogo polémico.

E. La falacia de afirmación del consecuente.


Pero antes de entrar de lleno en las falacias no formales, consideremos cómo
también en el nivel de las formales encontramos argumentos que parecen
válidos, e incuso son tomados de esa manera, y en realidad no nos garantizan
una segura y completa transmisión de la verdad desde las premisas hacia la
conclusión.

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La teoría del Big-Bang parte de un solo dato, obtenido por cálculos
matemáticos: los cuerpos en el espacio se están separando entre sí. De aquí
derivan los astrofísicos que el universo se está expandiendo. Y de que se está
expandiendo, derivan que tiene que haber habido una explosión inicial que
haya dado lugar al universo.

Modus ponens Falacia de afirmación del consecuente


AB AB
A B
B A

En estas dos formas lógicas, estamos usando las letras para expresar juicios o
enunciados completos. Veamos primero la segunda. A  B es la hipótesis del
Big-Bang. Veamos cómo leerla: A equivale a la explosión inicial. B es la
separación de los cuerpos. Para poder probar casi cualquier cosa se razona de
esta manera: se arma una hipótesis, que siempre es una estructura condicional
(si pasa tal cosa, entonces pasará tal otra) y se coloca en el lugar de la
consecuencia el dato que ya tenemos. Y se dice: si hubo una explosión inicial
(A) entonces () los cuerpos se están separando (B). Y como contamos con B,
dado que hay cálculos que lo confirman, afirmamos B. Así, tenemos un
razonamiento de tres juicios: A  B es la primera premisa; B es la segunda
premisa; y A es la conclusión.
Pero concluir a partir de B que es cierto A es incurrir en una falacia de
afirmación del consecuente. Intuitivamente, sin necesidad de hacer cálculos
lógicos, nos damos cuenta de por qué es una falacia: B ocurre. Pero su causa
podría haber sido Z o F o P, y no necesariamente A. La ocurrencia de B no
prueba que sea necesariamente cierto que haya ocurrido A.
Por el contrario, en el primer modo de razonar, llamado modus ponens, tengo
dos premisas: A  B y luego A. La primera premisa me dice: si ocurre A, va a
ocurrir B. La segunda premisa me dice que efectivamente ha ocurrido A.
Entonces, puedo concluir que va a ocurrir B.
El problema es que A generalmente es un enunciado universal del que nunca
podemos tener una evidencia cierta. Sólo tenemos o creemos tener evidencia
de los casos particulares.

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De hecho, la ciencia trabaja de esta manera casi siempre: no tenemos otra
cosa que datos, casos, hechos particulares o enunciados que se refieren a
hechos particulares, y tenemos que explicarlos.
La medicina, por ejemplo, no puede evitar trabajar con las FAC o contingencias
todo el tiempo: el hecho concreto (B) de que se haya curado un enfermo a
partir de tratarlo con antibióticos no demuestra categóricamente que las
enfermedades bacterianas se curan con antibióticos. Solamente confirma que,
en ese caso particular, sí ha sucedido de manera contingente.
Lo importante no es tratar de buscar una forma lógica de razonar que sea
infalible, porque eso es imposible. Lo importante es saber que trabajamos
siempre con hipótesis, esto es, con suposiciones, conjeturas, cuya
comprobación completa es imposible pero cuyos grados de acercamiento a una
cierta verosimilitud o una cierta eficacia son mayores si mantenemos la
conciencia de que siempre son posibles otras explicaciones para B (los casos,
los hechos particulares: lo que tenemos). Mantener la mente abierta a que esas
otras posibilidades están ahí nos mantiene alejados del dogmatismo y nos
puede permitir descubrir otras respuestas. Si damos por absolutamente cierto
lo que tenemos, cerramos todas las puertas a nuevas respuestas.

Parte II

Nota de agradecimiento: varios de los ejemplos que utilizamos en esta Parte II


han sido elaborados por los alumnos del curso de IPC del 1º cuatrimestre del
año 2019, en el trabajo práctico sobre este tema. Nuestro agradecimiento por
tan buen trabajo y por permitirnos su utilización.

E. Falacias no formales: pragmáticas y de deslizamiento de sentido.


Tomemos como base un argumento cuya validez, en principio, depende
exclusivamente de su forma lógica:

Todos los meses del año tienen por lo menos 28 días.


Diciembre es un mes.
Diciembre tiene por lo menos 28 días.

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De la condición de mes que se atribuye a diciembre en la segunda premisa y
de la afirmación universal (válida para todos los meses) de poseer por lo
menos 28 días se sigue lógicamente que diciembre también tiene que tener por
lo menos esa cantidad de días.
Dicho ahora desde un punto de vista pragmático, aceptamos la conclusión,
Diciembre tiene por lo menos 28 días, exclusivamente porque se deriva de
esas premisas (independientemente de que sepamos que es verdadero por
cotejo con alguna fuente externa de referencia).
Ahora bien, se suele decir que los argumentos tienen un nivel formal y uno no
formal, y a este último nivel corresponde la intención de persuadir de quien
sostiene un argumento en una conversación, texto o discurso cualquiera. Sin
embargo, el nivel formal, que suele considerarse estrictamente lógico, también
involucra un grado de persuasión. Nadie compone un argumento, válido o
falaz, si no quiere formarse una idea sobre alguna cuestión. Y formarse esa
idea implica persuadir o persuadirse a uno mismo. Cuando pensamos qué
conviene más para tal o cual situación, utilizamos, sin necesidad de pasar por
el discurso, argumentos. Estos argumentos tienen una estructura lógica, y la
necesitamos para convencernos, para persuadirnos de que debemos aceptar la
conclusión a la que lleguemos.
Este planteo nos permite además hacer una distinción importante que, tras el
conocido giro lingüístico, ha sido un poco olvidada: la distinción entre pensar y
hablar, o entre el nivel del pensamiento y el nivel de la conversación.
Independientemente de la discusión acerca de si se puede o no se puede
pensar sin palabras, es evidente que sí se dan dinámicas distintas en cada
caso: si estoy pensando o discutiendo conmigo mismo, no se dan ciertas
convenciones e implícitos que sí se dan cuando estoy en una situación
conversacional. Y esto es importante para las falacias que llamaremos no
formales, sobre todo para las falacias pragmáticas, y en particular para una de
ellas: la apelación a la fuerza.
En su clásico libro Introducción a la lógica, Irving Copi toma tres elementos
fundamentales para considerar a un argumento inválido como una falacia no
formal: la persuasión, el carácter psicológico del error y la intención de
engañar. No todos estos elementos se dan en todos los tipos de falacias que él

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considera. Más aun, son tantos variados los elementos de conexión psicológica
que la denominación de falacias no formales resulta muy vaga y sobre todo
muy poco explicativa. Además, bajo la etiqueta de “psicología” en realidad
quedan sin analizar cuestiones que se pueden ver con más claridad desde la
lingüística pragmática, como lo haremos en este texto.
Por otro lado, él divide las falacias no formales en falacias de inatinencia y
falacias de ambigüedad. Conservaremos sólo la última denominación, con
ciertos cambios en el modo de considerarla.
Así, hablaremos entonces de dos grandes tipos de falacias no formales: las
pragmáticas y las debidas a ambigüedades en el uso del lenguaje o
desplazamientos de sentido en la presentación de los enunciados.
El esquema general es el siguiente:

Falacias no formales
Falacias pragmáticas:

Contra la persona (ad hominem)


De autoridad
Apelación a la multitud conocimiento de mundo compartido
Arg. de las razones en contrario
Apelación a la piedad
Apelación a la fuerza inferencia por implícitos

Falacias de ambigüedad y de desplazamiento:

Equívoco ambigüedad semántica

Composición
División
Sucesión temporal desplazamiento de sentido
Petición de principio

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I. FALACIAS PRAGMÁTICAS

Además de que deben, al igual que en las falacias formales, aparentar validez,
ocurre con las falacias pragmáticas que se apela a un elemento exterior para
dar validez a la conclusión. Decimos exterior en el sentido de que no está
presente explícitamente en ninguna de las premisas y, sin embargo,
comprendemos la inferencia y, en muchos casos, la aceptamos. Veamos cada
una para entender mejor qué es este elemento exterior al razonamiento mismo.

1. ARGUMENTO AD HOMINEM O CONTRA LA PERSONA


La expresión argumentum ad hominem significa literalmente “argumento
dirigido contra el hombre”. Se comete esta falacia cuando, en vez de tratar de
refutar la verdad de lo que se afirma, se ataca a la persona que hace la
afirmación.
Charles S. Peirce, semiólogo y filósofo norteamericano, fundador de la teoría
triádica del signo, fue refutado en cierta ocasión por un colega en cuanto a sus
aportes a la semiótica por el hecho de que era alcohólico. Claramente, la
condición personal de alcohólico no tiene conexión alguna con lo que sostenía
en sus desarrollos teóricos. Se pretendió deslegitimar lo que decía la persona
deslegitimando a la persona misma. Sin embargo, aunque este caso parece
bastante transparente, hay muchos otros en que solemos aceptar esta falacia,
esto es, inferimos que es falso o al menos que queda invalidado lo que alguien
dice simplemente a partir de condiciones o rasgos personales. Estas
condiciones personales son ese elemento exterior al que nos referíamos. Lo
importante a destacar, y que merece nuestra reflexión, es por qué aceptamos
esa inferencia.
Otros casos emblemáticos y por todos conocidos:

Vos no podés hablar de fútbol porque sos mujer.

Ustedes no pueden hablar de corrupción porque cuando fueron gobierno se


robaron todo.

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Está claro que en ninguno de los dos casos la conclusión se infiere de las
premisas explícitas. Hay un implícito en juego en cada caso.
Si buscamos en nuestra experiencia vamos a encontrar que hay casos de
falacia contra la persona que son más aceptados que otros. Desde el punto de
vista lógico, nunca son aceptables; pero desde el punto de vista pragmático
hay un elemento exterior al argumento que suele empujarnos a aceptar
determinadas conclusiones.

2. APELACIÓN A LA AUTORIDAD
Apelar a la autoridad es hacer valer como elemento exterior al argumento
lógico la autoridad que quien lo enuncia o quien lo defiende posea.
Y ocurre que hay varios contextos en que no se nos ocurriría discutir la validez
pragmática de esta apelación, como lo es el clásico contexto de la educación
de los niños: No pongas los dedos en el enchufe suele ser seguido, según las
edades, por la clásica pregunta ¿Por qué? Al principio, tratamos de razonar, es
decir, aportar premisas desde las que se pueda deducir válidamente la
conclusión No debo meter los dedos en el enchufe. Sin embargo, como bien
sabemos, hay un momento en que los porqués deben dejar el lugar a la orden
directa: No los metas porque lo digo yo.
En otro orden, hay también otro fenómeno que se puede pensar como falacia
de apelación a la autoridad: es cuando el prestigio o legitimidad de alguien en
un determinado campo se traslada a otro, en el cual no se ha desenvuelto esa
persona. René Favaloro, por ejemplo, genial cardiocirujano, inventor del
bypass, era además fanático de San Martín. En cierto momento, sacó un libro
que se llamó ¿Conoce usted a San Martín? Ese libro se convirtió en best-seller
rápidamente, mientras que los libros de historia argentina producidos por las
personas que se especializan en eso y trabajan durante años y años para
publicar un libro, esto es, los investigadores de las instituciones académicas,
jamás podrían producir un best-seller de historia. Lo que allí ocurre es que
colectivamente hemos inferido, de la autoridad que Favaloro poseía en su
campo, que lo que dijera en otro campo tenía que ser también verdadero.
A su vez los “testimonios” de las publicidades son ejemplos frecuentes de esta
falacia. Se nos insta a consumir determinado producto porque un campeón de
natación o porque un corredor de autos afirma su superioridad, y se nos

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asegura que tal o cual cosmético es mejor porque es el preferido de cantantes
de ópera o estrellas de cine. Son todas apelaciones a la autoridad, en las que
claramente la relación entre premisas y conclusión no es pertinente para llegar
a esas conclusiones.

3. APELACIÓN A LA MULTITUD
El político que hace su campaña electoral argumenta que él debe recibir
nuestros votos porque “todo el mundo” vota por él. Se nos dice que tal o cual
marca de alimentos, o de cigarrillos, o de automóviles es la mejor porque es la
que más se vende en el país. Una cierta creencia debe ser verdadera porque
todos creen en ella. Pero la aceptación popular de una actitud no demuestra
que sea razonable; el uso difundido de un producto no demuestra que éste sea
satisfactorio; el asentimiento general a una opinión no demuestra que sea
verdadera.

4. ARGUMENTO DE LAS RAZONES EN CONTRARIO (CONOCIDO COMO


ARGUMENTUM AD IGNORANTIAM)
El ejemplo clásico de este tipo de falacia es el que sostiene que debe haber
fantasmas porque nadie ha podido demostrar nunca que no los hay. Se comete
esta falacia cuando se sostiene que una conclusión es verdadera simplemente
sobre la base de que no se ha demostrado su falsedad, o que es falsa porque
no se ha demostrado su verdad.
Si bien este tipo de argumentos son muy fáciles de identificar y de ejemplificar,
es un poco más difícil explicar la presencia de un elemento exterior que esté
induciendo a aceptar la conclusión. Se trata de lo que conocemos como
conocimiento de mundo compartido. Y por eso mismo esta es también una
falacia pragmática: sólo el contexto cultural nos lleva a aceptar que algo tiene
que ser verdad sobre la única base de que no se puede probar su falsedad (y
viceversa). La referencia académica más fuerte que podemos traer al respecto
es una famosa discusión de Noam Chomsky con otro lingüista que le objetaba
distintos aspectos de su teoría lingüística. Chomsky, en lugar de aceptar las
críticas o discutir los puntos que se le objetaban, contestó: ¿usted tiene una
propuesta mejor?

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El argumento de las razones en contrario es falaz en todos los contextos
excepto en uno: el judicial, donde el principio rector es suponer la inocencia de
una persona hasta que se demuestre su culpabilidad. La defensa puede
sostener legítimamente que si el acusador no ha demostrado la culpabilidad,
debe dictarse un veredicto de inocencia.

5. APELACIÓN A LA PIEDAD
Es, como su nombre lo indica, la falacia que se comete cuando se apela a la
piedad para conseguir que se acepte una determinada conclusión. Se
encuentra con frecuencia este tipo de argumentación en los juicios, cuando un
abogado defensor deja de lado hechos que son pertinentes para el caso y trata
de lograr la absolución de su cliente despertando piedad en los miembros del
jurado. Copi ilustra esta situación con esta anécdota: “Clarence Darrow, el
famoso abogado criminalista, era un maestro en el uso de este género de
recursos. Cuando defendió a Thomas I. Kidd, funcionario de la Unión de
Trabajadores de la Madera llevado a juicio bajo acusación de conspiración
criminal, Darrow dirigió estas palabras al jurado: ‘Apelo a vosotros no en
defensa de Thomas Kidd, sino en defensa de la larga sucesión -la larguísima
sucesión que se remonta hacia atrás a través de las épocas y que se proyecta
hacia adelante en los años del futuro- de los hombres despojados y oprimidos
de la tierra. Apelo a vosotros por los hombres que se levantan antes que
amanezca y vuelven a su hogar a la noche, cuando ya la luz ha desaparecido
del cielo, y dan sus vidas, sus fuerzas y su trabajo para que otros se
enriquezcan y se engrandezcan. Apelo a vosotros en nombre de esas mujeres
que ofrendan sus vidas al dios moderno del dinero, y apelo a vosotros en
nombre de sus hijos, los que viven y los que aún no han nacido.’1
Un ejemplo propuesto por alumnos del curso de 2019 es muy ilustrativo de esta
falacia:

Profesor, por favor, no me desapruebe el parcial. No pude estudiar porque no


tuve tiempo: trabajo ocho horas todos los días, vengo a cursar tres materias

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Irving Stone, Clarence Darrow for the Defense, 1941, Garden City Publishing Company, Nueva York.

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semanales, los domingos voy a misa, y los sábados voy a asistir a los que
menos tienen en los barrios carenciados.

6. APELACIÓN A LA FUERZA
Esta falacia tiene una dificultad particular. Se la define clásicamente como
aquella falacia que se comete cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de
uso de la fuerza, para provocar la aceptación de una conclusión. Sin embargo,
existe una diferencia importante entre la simple amenaza y la falacia de
apelación a la fuerza. En la amenaza, simplemente se hace eso: amenazar, es
decir, coaccionar a alguien para que haga algo que no quiere hacer,
indicándole que si no lo hace sufrirá algún tipo de daño. En cambio en la falacia
de apelación a la fuerza esta indicación no está presente entre las premisas, no
es explícita, sino que el interlocutor comprende la amenaza a partir de un
implícito.
El siguiente episodio histórico ilustra muy bien este tipo de falacia: durante la
conferencia de Yalta, al final de la Segunda Guerra Mundial, Churchill informó a
los demás (Roosevelt y Stalin) que el Papa exigía estar presente en esa
reunión. Stalin respondió preguntando: ¿Y cuántos tanques tiene el Papa?
Comparemos ahora con este otro argumento:

Si no tomás la sopa,
no comés postre.

Aquí hay una simple amenaza: si no hacés tal cosa, va a pasar tal otra. Lo que
va a pasar está dicho. La amenaza es explícita. No hay falacia pragmática. En
cambio en el caso del episodio de Yalta es preciso inferir la amenaza del
comentario de Stalin. Stalin no dice explícitamente: “nosotros tenemos la fuerza
militar que ha ganado esta guerra: quien no la tenga, no se puede sentar a esta
mesa”. Pero la conclusión: El Papa no se puede sentar a esta mesa se infiere
con total claridad a partir de la pregunta por los tanques.
Igualmente, un dirigente de un partido político usa la apelación a la fuerza en
una discusión con otro dirigente del mismo partido si le recuerda que él cuenta
con tantos miles de votantes en el distrito electoral del otro.

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II. FALACIAS DE AMBIGÜEDAD Y DE DESPLAZAMIENTO
Estas falacias ya no son pragmáticas porque no dependen del contexto de
comunicación, pero tampoco son formales, en tanto sigue habiendo un
elemento que interfiere en la transmisión de verdad desde las premisas a la
conclusión, y ese elemento no es formal sino semántico. Se trata de un error
que cometemos por deslizamiento de sentido, ya sea en torno a una sola
palabra (ambigüedad), ya sea en torno al significado de las proposiciones que
forman el argumento.

7. SUCESIÓN TEMPORAL (CONOCIDA COMO DE CAUSA FALSA)

Esta falacia se comete cuando inferimos que un acontecimiento es la causa de


otro simplemente sobre la base de que el primero es anterior al segundo o de
que ambos son simultáneos. Dicho más simplemente, le damos a la relación
temporal un valor de causa-efecto que no tiene. No es difícil ver que el mero
hecho de la coincidencia o la sucesión temporal no basta para establecer
ninguna conexión causal. Sin embargo mucha gente cree en testimonios sobre
remedios, según los cuales el señor X sufría de un fuerte resfrío, bebió tres
frascos de una cocción a base de una hierba “secreta”, y en dos semanas se
curó del resfrío.
Ejemplos de falacia de sucesión temporal:

Una persona está viajando en colectivo y un pasajero tose cerca de ella. A los
cinco minutos comienza a sentir un dolor de garganta fuerte, entonces atribuye
la molestia a que el pasajero la contagió.

Cada vez que veo un relámpago, al ratito oigo un trueno. Evidentemente, los
truenos son causados por los relámpagos.

Conviene hacer una salvedad importante. Estos tipos de falacia pueden


clasificarse como de sucesión temporal sólo si el único motivo para atribuir una
relación de causa y efecto es esa sucesión temporal. Si eliminamos el factor
temporal y por ejemplo, para el primer caso, sostenemos que los contagios de

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enfermedades virales se dan siempre en los medios de transporte sobre la
base de que suelen producirse, estamos ante un razonamiento inductivo, que
tiene otro tipo de problemas, pero no es una falacia de sucesión temporal o
causa falsa.

8. EQUÍVOCO
Aquí la falacia se produce gracias al hecho de que las palabras son
polisémicas, es decir, tienen más de un significado. Si a lo largo del
razonamiento subrepticiamente cambiamos ese significado, podemos producir,
o bien una cadena sin sentido, o bien una que parece válida pero no lo es, es
decir, una falacia.
Un ejemplo tradicional de esta falacia es el siguiente:

El fin de una cosa es su perfección; la muerte es el fin de la vida; por lo tanto, la


muerte es la perfección de la vida.

Este razonamiento es falaz porque en él se confunden dos sentidos diferentes


de la palabra fin, que puede significar “objetivo” o “último acontecimiento”. Por
supuesto que ambos significados son legítimos, pero lo que es ilegítimo es
confundirlos, como en el razonamiento mencionado.
Otros dos ejemplos creados por alumnos de diversos cursos de IPC:

La coca produce daño cerebral.


Cuando Juan tiene sed toma Coca.
Juan tiene daño cerebral.

Este ejemplo sólo funciona oralmente. En la escritura, la mayúscula del nombre


propio despeja el equívoco.
Otro ejemplo de una alumna:

Las candelas son brillantes.


Yo soy Candela.
Entonces soy brillante.

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En la plaza hay bancos para sentarse.
Los bancos abren de 9 a 15 hs.
Sólo podré sentarme en la plaza de 9 a 15 hs.

Hay un tipo particular de equívoco que merece mención especial. Se relaciona


son los términos relativos, que son aquellos que tienen diferentes significados
en contextos diferentes. Por ejemplo, alto es un término relativo: un hombre
alto y un edificio alto están en categorías completamente distintas. Un hombre
alto es el que es más alto que la mayoría de los hombres; un edificio alto es el
que es más alto que la mayoría de los edificios. Ciertas formas de
razonamiento que son válidas para términos no relativos, pierden su validez
cuando se sustituyen éstos por términos relativos. Este razonamiento es
perfectamente válido:

Un elefante es un animal.
Por la tanto, un elefante gris es un animal gris.

Es válido porque gris es un término no relativo. En cambio:

Un elefante es un animal.
Por lo tanto, un elefante pequeño es un animal pequeño

Resulta un razonamiento ridículo. El quid de la cuestión es que pequeño es


otro término relativo: un elefante pequeño es un animal muy grande. Se trata
de una falacia por equívoco, debido al término relativo pequeño.

COMPOSICIÓN Y DIVISIÓN
Estos dos tipos de falacia son cada uno el inverso del otro, y admiten a su vez
dos subtipos. Tanto en la división como en la composición, la falacia se da al
movernos del todo a las partes o de las partes al todo (modo distributivo) o de
los individuos al colectivo y del colectivo a los individuos (modo colectivo).
Veamos de qué estamos hablando cuando hablamos de estos modos. No es lo

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mismo sostener que los hombres son mortales que sostener que los hombres
son numerosos. En el primer caso, se está predicando una propiedad (ser
mortales) en sentido distributivo: de cada hombre tomado separadamente
como miembros de la clase de los hombres se dice que es mortal. En el
segundo caso en cambio el sujeto está tomado en sentido colectivo: es Los
hombres como un todo, y de ese todo es que se predica el ser numerosos, no
de cada uno. Igualmente, en el enunciado Los roedores tienen cuatro patas,
predicamos esta propiedad de los roedores distributivamente, esto es,
afirmamos que cada roedor tiene cuatro patas. Pero en el enunciado Los
roedores se hallan ampliamente difundidos por la Tierra, estamos hablando de
los roedores colectivamente.

9. COMPOSICIÓN
La falacia por composición en sentido distributivo consiste en razonar
falazmente yendo desde las propiedades de las partes de un todo a las
propiedades del todo mismo. Un ejemplo muy evidente de esta falacia consiste
en argüir que, dado que todas las partes de una cierta máquina son livianas de
peso, la máquina como un todo es liviana. Sin embargo, no todos los ejemplos
de este tipo de falacia de composición son tan obvios. Algunos son engañosos.
Hemos oído y hasta dicho que si la Selección de fútbol está integrada por los
mejores jugadores del mundo, tiene que ser la mejor selección de todas. El
primer tipo de falacia de composición se comete cuando se infiere que un todo
tiene cierta propiedad a partir de la premisa de que cada parte constituyente de
este todo tiene esa propiedad en cuestión.
Un ejemplo de los alumnos:

Los músicos de esa orquesta son los mejores de Buenos Aires, por ende, la
orquesta es la mejor de buenos aires.

El segundo tipo de falacia de composición, el modo colectivo, se da cuando


vamos, no de las partes a un todo, sino de los elementos individuales de una
colección a las propiedades poseídas por la clase o colección como tal. Es el
caso del enunciado Los roedores se hallan ampliamente difundidos por la
Tierra, en el que estamos hablando de los roedores colectivamente: no

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decimos que cada roedor tiene la capacidad de habitar el mundo entero, lo cual
sería absurdo.

10. DIVISIÓN
La falacia de división es simplemente la inversa de la falacia de composición.
En ella, se presenta la misma confusión, pero la inferencia procede en la
dirección opuesta. Como en el caso de la composición, pueden distinguirse dos
variedades de la falacia de división. El primer género de división consiste en
argumentar que lo que es cierto de un todo debe serlo también de cada una de
sus partes. Por ejemplo:

La Universidad de Buenos Aires es una excelente universidad que forma a los


mejores profesionales de Argentina.
Mariana estudió en la Universidad de Buenos Aires.
Por lo tanto, Mariana es una de las mejores profesionales de Argentina.

Igualmente, argumentar que Fulano de Tal debe ser un extraordinario atleta


porque juega en un equipo notable sería también otro ejemplo de este subtipo
de división.
Un ejemplo del segundo subtipo es el que surgiría del que ya señalábamos:

Los insectos están distribuidos por todo el mundo.


Por eso la cocina de mi casa está llena de hormigas.

Igualmente, suponer que, puesto que todos los árboles de un parque dan una
sombra espesa, cada árbol del parque da una sombra espesa, sería cometer el
segundo género de falacia de división. Es evidente que cada árbol puede ser
escuálido y lanzar una magra sombra, y sin embargo puede haber tantos que,
en conjunto, den una sombra espesa.

11. PETICIÓN DE PRINCIPIO


Se discute hasta hoy en lógica si esta falacia es formal o informal. Y es que la
formalización es válida, y se expresa así:

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A

Esto se lee: A (como premisa) entonces A (como conclusión). Evidentemente,


de cualquier proposición puede concluirse con perfecta transmisión de verdad,
es decir con validez, esa misma proposición. El problema es cuando salimos de
la formalización y volvemos al lenguaje, ya sea teórico o comunicacional.
Aristóteles fue el primero en clasificar este razonamiento como una falacia no
formal (él la llamaba material) y la definía como la inclusión implícita o explícita
entre las premisas de aquello que se quiere derivar, o sea, la conclusión.
El ejemplo clásico es:

Yo siempre digo la verdad.


Por lo tanto, yo nunca miento.

Otro buen ejemplo es el que da Molière en El médico a palos, donde el


aprendiz es interrogado acerca de por qué el opio produce sueño y el aprendiz
responde: porque posee la virtud dormitiva.
La petición de principio suele también denominarse argumento circular o círculo
vicioso.

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Damián Grimozzi

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