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Temario 2023

Subsidio para homilías, charlas, talleres


Temario 2023

Presentación

El presente material es una especie de subsidio para el año del laicado, que
pretende servir para la preparación de homilías, charlas, talleres y encuentros sobre
el temario 2023 aprobado por nuestros obispos. Habitualmente, el temario elegido
para el año se desarrolla en el novenario de Caacupé y luego sirve de guía para las
fiestas patronales de las comunidades parroquiales y/o diocesanas.
Los 11 temas enunciados aquí recogen los desafíos sintetizados en la
Asamblea Eclesial de América latina y el Caribe, como también, algunas claves
para ir creciendo y profundizando en la sinodalidad en nuestras comunidades.
Un detalle no menor y llamativo es que no se han seleccionado textos bíblicos
a modo de “leccionario” para justificar los temas del año. Se ha preferido mantener
las lecturas que la liturgia del día propone en cada caso. Esto es importante si
queremos ir creciendo en clave de Animación Bíblica de la Pastoral, que no es otra
cosa que, animar todas las pastorales desde y con la Palabra de Dios; por lo tanto,
es preferible no usar los textos bíblicos ni forzarlos para que coincidan con los
enunciados de los temas que se proponen para este año.
Confiamos en que los diversos predicadores podrán darle un buen uso e
iluminarlo aún más con las lecturas del día para compartir una reflexión con las
comunidades según sus necesidades y realidades propias.
Finalmente, quiero agradecer sinceramente a todos los que hicieron posible el
material que tiene el lector en sus manos, en su mayoría profesores de la Facultad
Eclesiástica de Sagrada Teología de la Universidad Católica, además de otros
colaboradores que son mencionados oportunamente.

fr. Edgar Toledo Ledezma, OP


editor

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Temario 2023

©2022 Equipo de redacción


P. Dr. Cristino Bohnert
P. Lic. Fermín Castellano
Hna. Dra. Nancy R. Fretes, ODN
P. Dr. Wilson Garay
P. Lic. Oscar González
P. Dr. Ricardo Jacquet, SJ
P. Cristian Medina
Dra. Angélica Otazú
P. Dr. César N. Villagra
P. Dr. Roberto Zacarías

Editor: Dr. fr. Edgar Toledo Ledezma, OP

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TEMA 1

El encuentro personal con Jesucristo: fundamento de la vida


cristiana

Jesucristo es la clave del itinerario de los bautizados discípulos y misioneros,


que anuncian el Evangelio encarnado en la realidad

Queridos hermanos y hermanas, este tiempo … es una ocasión propicia para


renovar nuestro encuentro personal con Jesucristo. Somos bautizados, discípulos
y misioneros de Jesucristo, en el ambiente donde nos toca vivir. De ahí, vale la
pena repasar delante de nuestros ojos, usando nuestra imaginación y meditación,
todo ese inmenso paisaje de los encuentros de Jesucristo con una variedad de
rostros, de situaciones humanas dramáticas y de aquellos gritos de dolor que luego,
conducen a encuentros fraternos y, en medio de las dificultades, despiertan todavía
una sonrisa de esperanza, una alegría serena y de consoladora paz.
Les invito pues a reencontrarnos con él, así como lo encontraron los
primeros discípulos, el ciego de nacimiento, la samaritana, el joven rico, Zaqueo, la
mujer adúltera, los amigos de Betania (Marta, María y Lázaro), Nicodemo, el
discípulo amado, Pedro y tantos otros. En esos encuentros, ellos descubrieron en
Jesús el trato cercano y amoroso del Padre, que constituían una buena noticia, con
una alegría desbordante de ser convocados a un proyecto de humanidad nueva, a
una vida de Dios que circulara sin restricciones para todos.
1. Jesús, hombre de encuentros
Hay una consoladora certeza de que Jesús está en medio de nosotros. Por su
encarnación, “la Palabra de Dios se hizo carne y puso su morada entre nosotros”
(Jn 1,14). Esta morada del Verbo de Dios, se traduce en cercanía con los hombres
y mujeres de su tiempo. Quiso hacer que esta morada donde puso su tienda en
medio de los hombres, se convirtiera en la morada de Dios, en el lugar donde habita
Dios. Veamos cómo Jesús hizo de los encuentros con sus vecinos humanos, un
lugar para que reine Dios en su bondad, misericordia y consuelo. Jesús se
encuentra en medio de la humanidad, en los momentos más fecundos de su vida:
en lo cotidiano de la vida pública, en el drama del acontecimiento de la cruz y en la
pascua de resurrección, en medio de sus discípulos, consolándolos y dándoles la
paz.
a. En la vida pública
Dice Juan Bautista, “en medio de ustedes está uno a quien no conocen” (Jn
1,25). Jesús está en medio de nosotros como un “alguien”, un anónimo, un
cualquiera, desapercibido en medio de la multitud. Para que él sea alguien con
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rostro y nombre, hace falta ser señalado de entre la multitud, como hizo Juan
Bautista: “He ahí el cordero de Dios’. Los dos discípulos le oyeron hablar así y
siguieron a Jesús” (Jn 1,35-37). Para que él entre a nuestras vidas, hace falta
seguirle, llamarle, hacernos notar que le seguimos, para que él se detenga, retorne,
fije sus ojos en nosotros y nos haga esta pregunta que determina toda nuestra
existencia: ¿Qué buscan? (Jn 1,38). Para que se inicie una convivencia con él,
como amigo, confidente y discípulo, hace falta que le preguntemos: ¿Maestro,
dónde vives? Se quedaron con él el resto del día (Jn 1,38-39), o el resto de sus
vidas, en una permanencia eterna. Esto es encontrarse con Jesús, para toparse
con él, hace falta que alguien nos indique, nos señale quién es él de entre la multitud
de mensajes, ideas o propuestas; luego, se emprende el camino personal de
seguirle, ver dónde vive y así, quedarse el resto de la vida con él, en intimidad y en
servicio a los otros como él lo ha hecho.
En nuestras comunidades, el que hace las veces de Juan Bautista, aquel que
señala, “fijándose en Jesús que pasaba” (Jn 1,35) son nuestros catequistas,
celebradores de la palabra, el párroco, el vicario, el obispo, el padre espiritual, la
comunidad religiosa, la rezadora de rosario en las novenas a los difuntos; también,
en la casa, son los padres, los hermanos, la abuela, el abuelo, la tía, el tío, el
padrino, la madrina, algún otro familiar que se encontró con Jesucristo y es testigo
viviente para nosotros de la vocación de llevarnos a Jesús, señalándonos y
acercándonos a él, como lo hizo Juan Bautista.
Podemos notar en los primeros discípulos un despliegue de energía,
movimiento, conversación, emoción y pasión por la noticia de la presencia de Jesús
en medio de ellos. Así, por ejemplo, Andrés y el otro discípulo que fueron a ver
dónde Jesús vivía. Andrés se encuentra con su hermano Simón y le cuenta: “hemos
encontrado al Mesías, que quiere decir Cristo y le llevó a Jesús” (Jn 1,41). Cuando
Pedro se encuentra con Jesús, llevado por su hermano Andrés, Jesús fijando su
mirada en Pedro, le dice: “Tú eres Simón, te llamarás Piedra” (Jn 1,42). Al día
siguiente, Jesús se encuentra con Felipe. Jesús le invita a seguirlo. Luego, Felipe
se encuentra con Natanael y le dice: “Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y
también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.
Ven y lo verás (Jn 1,45-46). Cuando Jesús vio que se acercaba Natanael, dijo de
él: ‘ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’ (Jn 1,47). Le
responde Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel” (Jn
1,49).
Esta buena noticia en medio de los discípulos nos ha de contagiar de su
frescura y novedad para llevar nuestros ambientes y hablar de Jesús a nuestros
cercanos, amigos, compañeros, colegas y otras personas de corazón noble. Como
podemos notar, el encuentro con Jesús genera un círculo de convivencia donde el
tema de conversación gira en torno a la presencia de Jesús en medio de ellos.
Además, se da un reconocimiento de lo que es Jesús para los discípulos y de Jesús

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respecto a los discípulos. Se genera una nueva comunidad, con una dignidad única,
que desborda en alegría, reconocimiento mutuo y sinodalidad entre todos.
Así también, podemos notar en el encuentro de Jesús con Bartimeo (Mc 10,
46-52), un mendigo ciego, sentado junto al camino. Dice el texto: “al enterarse de
que era Jesús de Nazaret [el que pasaba], se puso a gritar: ‘¡Hijo de David’, Jesús,
ten compasión de mí! (Mc 10,47). El paso de Jesús por donde se encontraba
sentado junto al camino, le dio a Bartimeo un impulso, una energía y un brío que le
impulsa a gritar, gritar no su miseria, sino apelando a la compasión de Jesús con
él. Jesús se detuvo, pide que venga junto a él. Este ciego tuvo que pasar por
muchas barreras de voces disonantes para que se dé su encuentro con Jesús.
Podemos notar, según el texto: “muchos le increpaban para que se callara, pero él
gritaba más fuertemente”. Por otro lado, se dan las mediaciones hasta llegar la
comunicación al hombre ciego: “llámenle” (la orden por parte de Jesús).
Seguidamente, esta orden se concreta en un acto: “llaman al ciego, diciéndole:
‘¡Ánimo, levántate! Te llama” (Mc 10,49).
Es una ocasión propicia para examinarnos si somos lo que acercamos a Jesús
a los hermanos que gritan y claman por la misericordia y la compasión, o somos de
aquellos que “increpamos para que se callen”, impidiendo cualquier intento de
acercamiento de los hermanos a Jesús. A veces, nuestras murmuraciones,
señalamientos y mezquindades no nos dejan escuchar el grito de tantos hermanos
que han quedado en los bordes del camino y no pueden entrar a nuestras iglesias,
porque “no son puros”, no están en regla con el reglamento que nos hemos
fabricado, estimamos que no son de los nuestros y los marginamos. Pero Jesús se
detuvo y ordenó que le llamaran. Es él quien quiere encontrase con estos
marginados.
Pero felizmente hay otras voces, de aquellas mediaciones que nos acercan a
Jesús.
Cuenta una leyenda de un hombre que quiso hacer un viaje en barco alrededor
del mundo. Todos sus conocidos opinaban que era desmesurado hacer semejante
emprendimiento. Ya en el muelle, seguían las voces de los que procuraban que el
expedicionario detuviera su viaje. Pero, de pronto, se oyó una voz, de entre la
multitud que se agolpó para despedirle al joven viajante, una voz que retumbaba
así: “buen viaje”. Esta es la voz del mediador que acerca junto a Jesús a los
hermanos que claman de misericordia y compasión.
Podemos notar en el episodio de la mujer adúltera (Jn 8,1-11) un modo
particular de comprender el encuentro con Jesús que salva, da vida y habilita sin
condenar. Dice el texto: “los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en
flagrante adulterio, la ponen en medio que, […] según la Ley manda apedrear a
estas mujeres” (Jn 8,3-5). La respuesta de Jesús: “aquel de ustedes que esté sin
pecado, que arroje la primera piedra” (Jn 8,7). Jesús quiere la vida de la pecadora,

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no su muerte. Por eso, Jesús confía y desafía a la mujer para que en su cuerpo ella
lleve la marca, no ya del pecado, sino de la vida y la misericordia de Dios. Jesús le
dice: “vete y en adelante, no peques más” (Jn 8,11). Jesús la habilita para una
nueva vida, confía en su capacidad y la despide con un proyecto de libertad que
ella misma será capaz de poner en marcha. La mirada de Jesús hacia esa mujer
condenada la salvó - la mirada del Amor divino y eterno. El perdón abre a un nuevo
horizonte de vida, es una nueva oportunidad para la creatividad disponible, bajo el
signo del perdón, la misericordia y la confianza en libertad ofrecida. En adelante, la
mujer llevará en su cuerpo la marca del amor de Dios que la recrea y la hace
antorcha viviente de la misericordia entre sus conocidos.
b. En la cruz
En el ambiente de su pasión, cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los
discípulos con él y les dijo: «ardientemente he deseado comer esta Pascua con
ustedes, antes de padecer” (Lc 22,15). Importa destacar el énfasis de este
encuentro de Jesús con sus apóstoles en torno a una mesa de despedida: con
ansias, ardiente deseo, intensamente... La cena que Jesús se dispone a celebrar
con los suyos, los Doce, que están con él, es una cena de despedida, él es el centro
de la comunidad de los comensales. Durante la cena, se pasa por varios momentos
de oración e invocación a Dios. La cena pascual recibe consagración y sentido.
Jesús la había deseado con ardiente deseo. Lo que durante su actividad estaba
siempre presente a sus ojos, ha llegado ahora. Jesús ha deseado ardientemente
celebrar esta pascua con sus apóstoles y su deseo se ha cumplido. La presencia
de los apóstoles simboliza el nuevo pueblo de Dios con el que se va a establecer
la nueva alianza. A ellos les entrega Jesús su cuerpo como comida, y por ellos
derramará Jesús su sangre.
Así también, podemos notar en la cruz a Jesús que está en medio de la
humanidad. Aunque lo crucificaron en las afueras de la ciudad, Jesús está en
compañía de la humanidad que clama salvación y vida eterna. El relato de Juan
dice: “Tomaron a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado
Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí lo crucificaron y con él a otros dos,
uno a cada lado, y Jesús en medio” (Jn 19, 16-18).
Detengámonos en la escena de la cruz con la diligencia de José de Arimatea y
Nicodemo para descender de la cruz el cuerpo de Jesús: “José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.
Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo
con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de
sepultar” (Jn 19, 38-42).
El cuerpo de Jesús es “recibido”, acogido por los discípulos José y Nicodemo
sosteniendo a través de sus cuerpos de discípulos el cuerpo del Maestro para

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llevarlo luego a depositar en el huerto donde se encuentra un sepulcro nuevo. El


texto sugiere una significativa “transformación” al desaparecer el término “cuerpo”
en referencia al nombre de Jesús al momento que es depositado en el sepulcro.
Esto indica que Jesús venció la muerte para siempre y permanece vivo en el cuerpo
de los dos discípulos, en una mística comunión. De ahí, el cuerpo comunitario de
los discípulos es ahora comprendido juntamente con el cuerpo del Resucitado.
De ahí, podemos recoger los rasgos de vida plena que el Resucitado deja sentir
en el ambiente de sus seguidores: su belleza, su gracia de vida plena, su
permanencia para siempre en el corazón de sus seguidores.
c. En la resurrección
El relato de la resurrección dice: “al atardecer de aquel día, el primero de la
semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La
paz con ustedes” (Jn 20,19). Veamos cómo se da el encuentro de los discípulos
con el resucitado.
Los discípulos estaban en un espacio cerrado a causa de un miedo al exterior
humano. Por miedo, no se atrevían pronunciarse a favor de Jesús. Jesús se hace
presente en ese espacio, se puso en medio de ellos y su presencia comunica paz
e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento de un envío
a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre. Aunque el miedo y la
cerrazón todavía sean tan grandes, el resucitado tiene la capacidad de penetrar a
través de las puertas cerradas y ponerse en medio de los suyos. De este modo
explica Juan la resurrección. El resucitado en persona posee la naturaleza de una
realidad espiritual, que caracteriza su nueva presencia en la comunidad de
discípulos. Así es como el resucitado llega una y otra vez a un mundo cerrado para
convertirlo con su acción en un mundo abierto. A pesar del miedo y la cerrazón, él
se pone en medio.
El encuentro con el Viviente, les hace ver que no están solos. En vez del miedo,
la paz. Esta debe ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo.
El corazón de los discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus
rostros. "Paz a ustedes". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido
seguir encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo". El
reconocimiento por parte de los discípulos los llena de alegría. Jesús no entra
atravesando las paredes con su túnica y sus alpargatas; Jesús está presente en la
comunidad, vivo y resucitado; estaba ya antes, solo que a los discípulos les costó
un tiempo darse cuenta. La presencia de Jesús tiene un primer efecto, la alegría,
que contrasta con el miedo anterior. Ahora la tristeza de los discípulos se convierte
en alegría. Alegría es el sentimiento básico de la realidad pascual. La fe en Jesús
vivo y resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los
creyentes, que es el lugar natural donde él se manifiesta y de donde irradia su amor.

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La comunidad reunida en torno a la celebración dominical es ahora el lugar del


encuentro con el Resucitado. Esta comunidad transformada por la presencia del
Resucitado, es ahora el medio del encuentro con el Cristo Viviente.
2. Encuentro personal con Cristo, fundamento de la vida cristiana
Ecclesia in América (1999)
Cabe recoger aquí la exhortación apostólica postsinodal ECCLESIA IN
AMÉRICA de Juan Pablo II, del 22 de enero de 1999. Esta exhortación postsinodal
lleva por título “El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la
comunión y la solidaridad en América”. El Papa invita a reflexionar sobre la
identidad cristiana en América poniendo como el fundamento el encuentro con
Jesucristo Vivo. Cabe indicar que, a lo largo del documento, el término “encuentro”
aparece 84 veces en la versión sustantivada y 30 veces en su acepción verbal.
Para comprender mejor el énfasis que pone el documento sobre esta invitación al
“encuentro”, descubrimos que su dinámica interna parte del encuentro con
Jesucristo vivo; este encuentro crea la comunidad eclesial de seguidores y, en fin,
el encuentro con Jesucristo en Iglesia lleva a otros al encuentro con él y a promover
el bien común.
Veamos los grandes ejes del dinamismo del encuentro, según el documento
Ecclesia in América:
En primer lugar, el Papa invita al encuentro con Jesucristo vivo. Esta realidad
aparece reflejada en los encuentros personales y comunitarios. Efectivamente, los
evangelios relatan numerosos encuentros de Jesús con los hombres y mujeres de
su tiempo. Una característica común a todos estos episodios es la fuerza
transformadora que tienen y manifiestan los encuentros con Jesús, ya que “abren
un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad”.
En segundo lugar, se aprecia el encuentro con Jesucristo en el tiempo de la
Iglesia a partir de la situación de los hombres y mujeres de América y su encuentro
con el Señor. Pide se acompañe al niño en su encuentro con Cristo, la celebración
de la asamblea como encuentro con el Señor Resucitado presente en la eucaristía,
donde se asegure el clima de encuentro fraterno. Así, el encuentro personal con el
Señor si es auténtico llevará también consigo la renovación eclesial. En efecto, se
reconoce a la Escritura y a la Eucaristía como lugares de encuentro con Cristo.
Además, ¿Cómo no poner de relieve el papel que la Virgen tiene respecto a la
Iglesia peregrina en América, en camino al encuentro con el Señor? Este encuentro
contribuirá eficazmente a consolidar la fe de muchos católicos, haciendo que
madure en fe convencida, viva y operante.
En fin, el encuentro con Cristo, con una fe convencida, viva y operante lleva a
evangelizar. A este respecto, dice el documento, el encuentro con el Señor produce
una profunda transformación que lleva a comunicar a los demás la riqueza

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adquirida en la experiencia de este encuentro. No se trata sólo de enseñar lo que


hemos conocido, sino también, como la mujer samaritana, de hacer que los demás
encuentren personalmente a Jesús: “Vengan a ver” (Jn 4, 29). De ahí, el programa
evangelizador es ciertamente el encuentro con el Señor, de “llevar a todos los
hombres al encuentro con Jesucristo”. Así también, el encuentro lleva consigo la
fuerza del espíritu del Resucitado para “promover el bien común en una sociedad
justa”.
Documento de Aparecida (2007)
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe reunida
en Aparecida, que lleva el título: “Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para
que nuestros pueblos en Él tengan vida”, evoca de una manera evidente la
necesidad del encuentro con Jesucristo.
Veamos algunos rasgos de este encuentro con Jesucristo:
La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y
audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. Se
trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en
nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo,
que suscite discípulos y misioneros (DA 11). A todos nos toca recomenzar desde
Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o
una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva 1” (DA 12).
En América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se
preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante
el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones
personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el
corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento
fundante y encuentro vivificante con Cristo. Él se manifiesta como novedad de
vida y de misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social. Esto
requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más
misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres
(DA 13).
Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia
para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación
recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del
encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra
dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para
que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado

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Benedicto XVI, Deus Caritas est, 1.

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a todos (DA 14). En el espíritu de Aparecida, “esperamos, ser una Iglesia viva, fiel
y creíble que se alimenta en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Promover un
laicado maduro, corresponsable con la misión de anunciar y hacer visible el Reino
de Dios. Acompañar a los jóvenes en su formación y búsqueda de identidad,
vocación y misión, renovando nuestra opción por ellos. Valorar y respetar a los
pueblos indígenas y afrodescendientes. Hacer de este continente un modelo de
reconciliación, de justicia y de paz. Cuidar la creación, casa de todos en fidelidad al
proyecto de Dios” (DA Mensaje Final).

P. Ricardo Jacquet, SJ

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TEMA 2

La misión de la familia en la Iglesia y en el mundo

La Iglesia, familia de familias, la familia cuna y defensora de la vida

¡Familia, sé lo que eres! (FC 17)

En el segundo día…, la Iglesia nos invita a meditar el tema de la familia, su


misión en el pueblo de Dios y en el mundo. Creemos que la familia es imagen de
Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia. En la
comunión de amor de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen,
su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino. (DA 434)
Afirmamos que la familia es sinónimo de amor; decía al respecto del tema el
Papa Francisco: “El amor es el tema más importante, para los hombres y para Dios.
Para Él porque la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es
la ternura; y para nosotros porque en el amor expresamos la fidelidad a nuestros
seres queridos y nuestra búsqueda de la trascendencia”. (prólogo, Amoris laetitia).

1. Presentación: “la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo”


Expresa el Documento de Aparecida (DA 432) que “la familia es uno de los
tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es
patrimonio de la humanidad entera. En nuestros países, una parte importante de la
población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan
directamente la institución familiar…”.
Hoy queremos profundizar nuestro conocimiento en cuanto a nuestra vocación-
misión y compromiso en la sociedad.

1.1. Vocación y misión de la familia


Partamos del principio fundamental afirmando que la misión de la familia
cristiana en la Iglesia le viene dada por su vocación bautismal y su pertenencia al
Pueblo de Dios. En la medida que se integra en la Iglesia y vive su pertenencia a
esta comunidad sacerdotal, profética y real estará cumpliendo su misión, que es la
misma que la Iglesia ha recibido de Cristo Resucitado. Es la de EVANGELIZAR.
La familia tiene la misión de ser cada día más lo que es, una comunidad de vida
y de amor (GS.48); asimismo, la familia recibe la misión de custodiar, revelar y

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comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la
humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.

1.2. La Santidad del matrimonio y la familia


El mismo Dios es el autor del matrimonio, esa comunidad de vida y de amor
fundada por el Creador y que se estableció por medio de la alianza del matrimonio.
“Así, el hombre y la mujer, que por una alianza conyugal ya no son dos, sino
una sola carne (Mt 19,6)”, dice el documento de GS y aclara: “Tanto esta íntima
unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen
la fidelidad plena de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad”.
“Jesús, la expresión máxima del amor del Padre por sus creaturas, nos dejó el
mandamiento más importante en dos acciones de plenitud: amar al prójimo como
a uno mismo y amarnos tanto como él nos ha amado. La oportunidad de amarnos
y amar al prójimo se inicia y trasciende en la propia familia, la institución natural
más importante de todas. Es en este camino donde el amor debe sortear las
dificultades más complejas de la vida común, en la pareja, el matrimonio, la
paternidad, la filiación y la humanidad. Por ello “la Iglesia, se inclina sobre el
corazón de las familias, a veces alegre, a veces herido, y ofrece su regazo de
humanidad para acoger a tantos como sea posible”. (prólogo, Amoris laetitia).

1.3. El amor familiar: vocación y camino de santidad


Valoro aquí las virtudes de la vida en familia, que comparto a continuación:
- “… La fe sostiene y robustece las opciones morales en la familia, impidiendo
que éstas se diluyan en un legalismo formal;
- la esperanza favorece la capacidad de mirar hacia el futuro y de abrirse a la
vida;
- la caridad alienta desde dentro de las relaciones entre los cónyuges, el
servicio educativo y el compromiso en la sociedad civil…”.
Entre las paredes domésticas se cultivan asimismo las virtudes típicamente
familiares de la sencillez, la capacidad de servicio, la hospitalidad, la actitud de
acogida, sobre todo en lo que respecta a “los últimos”. (Nuevo Diccionario de
Teología Moral, 756-577).

2. Ideas fundamentales
- La Iglesia, familia de familias: Dice en el número 229 del Directorio para la
Catequesis: “La Iglesia anuncia el evangelio a la familia. La comunidad cristiana es

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familia de familias y es en sí misma familia de Dios. La comunidad y la familia son,


la una para la otra, una referencia constante y mutua: mientras que la comunidad
recibe de la familia una comprensión de la fe inmediata y naturalmente vinculada a
los acontecimientos de la vida, la familia a su vez recibe de la comunidad una clave
explícita para releer con fe su propia existencia. Consciente de esta profunda
conexión, la Iglesia, en su preocupación evangelizadora, anuncia el Evangelio a las
familias, haciendo la experiencia de que es ‘la alegría que llena el corazón y la vida
entera, porque en Cristo somos liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento’”.
- La familia cuna y defensora de la vida, Iglesia doméstica Según LG 11 y
FC 49-51 la Iglesia doméstica, es como una Iglesia en miniatura. Dice al respecto
el documento del Concilio Vaticano II, la Lumen Gentium (LG) 11: “… los esposos
cristianos, con la fuerza del sacramento del matrimonio, por el que representan y
participan del misterio de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y su Iglesia (cf.
Ef 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial y con la
acogida y educación de los hijos. Por eso tienen en su modo y estado de vida su
carisma propio dentro del Pueblo de Dios… En esta especie de Iglesia doméstica
los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su
palabra y con su ejemplo, y han de favorecer la vocación personal de cada uno y,
con un cuidado especial, la vocación a la vida consagrada”.
- La promoción del matrimonio y de la familia es deber de todos (GS 52)
Expresa el documento que “la familia es una escuela del más rico humanismo”.
Para que pueda alcanzar la plenitud de su vida y su misión se requieren una
benévola comunicación espiritual, un propósito común de los esposos y una
cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos…”. Este deber de
todo se puede articular así:
✓ Corresponde a los padres presentarse a los jóvenes como guías para
fundar una familia, con su prudente consejo.
✓ El poder civil ha de considerar como un sagrado deber suyo el
reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la
familia, protegerla y fomentarla.
✓ Se debe proteger con legislación previsora y diversas iniciativas a
aquellos que desgraciadamente carecen del bien de una familia y
proporcionarles la ayuda adecuada.
✓ Los científicos, sobre todos los biólogos, médicos, sociólogos y
psicólogos, pueden prestar un gran servicio al bien del matrimonio y
de la familia y a la paz de las conciencias. Que, uniendo sus estudios,
se esfuercen por aclarar más profundamente las diferentes
condiciones que favorecen una honesta ordenación de la procreación
humana.
3. Preguntas y pautas para la reflexión

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▪ ¿Es la familia de Nazaret modelo para nosotros? ¿En qué?


▪ En nuestra familia, ¿recibimos la gracia necesaria para testimoniar el amor
y vivir la comunión? ¿En qué se manifiesta?
▪ ¿De qué manera vivimos nuestra vocación como familia?
▪ ¿En qué forma acompañamos como comunidad a los otros matrimonios?
▪ Las comunidades están llamadas a acompañar a las familias en las
situaciones concretas por las que pasen. Pensemos alguna acción concreta
para realizar en nuestras familias y busquemos la manera de llevarla a cabo.
▪ El papa Francisco anima a las comunidades a iluminar y acompañar
especialmente a aquellas familias que pasan momentos de crisis, angustias
o dificultades o que requieran de un discernimiento especial. Pensemos
alguna acción concreta para realizar en nuestras comunidades y buscamos
la manera de llevarla a cabo.

P. Roberto Zacarías

Materiales para ampliar

1. F. Compagnoni, G. Piana y S. Privitera, M. Vidal (eds.), Nuevo Diccionario de Teología


Moral, Madrid, 1992, 751-757.
2. Documento de Aparecida (195-213).
3. H. OTERO, La Alegría del amor - Claves y propuestas sobre el amor en la familia, México,
2016, 58-88.
4. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 47-52.
5. J. J. CALLES, “La misión de la familia cristiana en la Iglesia y en el mundo”, Primera Semana
de la Familia en la Diócesis de Salamanca (11-17 de mayo de 2014).

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Temario 2023

TEMA 3

La mujer en la vida y misión de la Iglesia Su presencia, valor y


reconocimiento

La importancia de las mujeres en la vida de la comunidad eclesial, presencia y


misión en los servicios y en los ámbitos decisivos y de decisión

Hoy quisiéramos reflexionar sobre la mujer en la vida y misión de la Iglesia.


Jajesarekomi mba'épa Ñandejára oipota kuña nguéra peguarã, ha mba'éichapa
ha'e kuéra oipytyvõ ipehẽngue ha hogaygua kuérape Tupã Ñandejára rayhupápe
ha omyasãivo hemimbo'ekue opaite henda rupi ha opa ára, ojepytasóvo Pa'i kuéra
ykére. Ñañepyrũvo ñañamindu'umi Ñandejára Ñe'ẽme he'íva rehe:
"Tupã ojapo yvypóra, ha'éicha, ojoguáva chupe ojapo, kuimba'e ha kuñáva
ojapo" (Gn 1,27), "Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios
le creó, macho y hembra los creó".
Es una realidad que las mujeres cooperan en la Iglesia en diferentes áreas.
Desde el inicio de la comunidad cristiana se resaltan las actividades y esfuerzos de
las mujeres, en el fortalecimiento de la unidad entre los hermanos y la confianza
puesta en la palabra del Maestro.
Sin duda, el caminar de la iglesia es también el caminar de las mujeres. En la
evangelización, catequización, ellas siempre han puesto todo el empeño, lo mejor
de sí mismas. Se puede decir que su trabajo catequístico comienza en la vida
cotidiana, en la casa y se prolonga en la iglesia. Se puede decir que sus historias
forman parte de la historia de la Iglesia. En el seguimiento de Jesús, sus testimonios
y perseverancia sirven de inspiración para muchas personas, que procuran asumir
un compromiso con la vida comunitaria. Su presencia y actividad en la Iglesia están
siendo valoradas debidamente.
En ese sentido, podemos señalar el reconocimiento hacia las mujeres
pronunciado en el mensaje final del Concilio Vaticano II:
«Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un
poder jamás alcanzado hasta ahora. Por eso, en este momento en que la
humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del
Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga. [...] Mujeres,
vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer
penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares,

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y en la vida de cada día». (Mensaje del Concilio a las mujeres (8 de diciembre de


1965).
Es oportuno recordar que, en este Concilio por primera vez, participaron como
auditoras 23 mujeres, 10 de ellas religiosas y las otras 13 laicas. La presencia de
las mujeres en el evento eclesial, es un hecho relevante por su colaboración en las
comisiones y abrió nuevas posibilidades de servicio a la Iglesia con sus
experiencias y compromisos.
A partir del Vaticano II, entonces, el reconocimiento del papel de las mujeres ha
aumentado, lo cual ha permitido la visibilización de su presencia y actuación en la
Iglesia, y no solamente en los documentos, sino también sus aportes en las
organizaciones de las comunidades eclesiales se han reavivado. Además, se
declara que:
«La Iglesia hace votos para que las mujeres cristianas tomen plena conciencia
de la grandeza de su misión: su papel es capital hoy en día, tanto para la renovación
y humanización de la sociedad como para descubrir de nuevo, por parte de los
creyentes, el verdadero rostro de la Iglesia» (Declaración sobre la cuestión de la
admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial, 6).

Por otra parte, vale mencionar que la educación teológica formal de las mujeres
es determinante. A partir del Vaticano II, se les ha alentado a formarse en teología,
precisamente con vista a optimizar su servicio en la Iglesia y en la sociedad,
ejerciendo, como todos los cristianos el sacerdocio bautismal, profeta y rey.
Especialmente, en la enseñanza de los tres últimos pontífices se constata el
esfuerzo empleado, a fin de que la mujer sea respetada en su dignidad y pueda
enriquecer el mundo con su "genio", como bien había expresado el papa Juan Pablo
II, y que se reitera con frecuencia en la catequesis de Benedicto XVI y en la del
Papa Francisco.
El aporte de las mujeres en el campo de teología es amplio, se encuentra en
crecimiento y en plena evolución. Se aprecia que el pontificado de Francisco ofrece
oportunidades de reflexión sobre el desarrollo de la misión de la mujer, su visión
del mundo y de la Iglesia.
Gracias a la apertura en la formación teológica, ellas hoy día pueden ocupar
también servicios en puestos clave de la Iglesia. Obviamente se están dando pasos
importantes en la integración de las mujeres en los organismos del Vaticano, como
el de la secretaria del Sínodo de obispos, por primera vez ocupa una mujer.
Francesca Di Giovanni es la nueva subsecretaria de la Sección para las Relaciones
con los Estados, el cargo más alto ocupado por una mujer en la Secretaría de
Estado. La brasileña Cristiana Murray es la vicedirectora de la oficina de prensa del
Vaticano; Claudia di Giovanni es la directora de la Filmoteca vaticana, y Barbara

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Jatta es la directora de los Museos Vaticanos. La española Carmen Ros es la


subsecretaria de la Congregación de la Vida Consagrada. De hecho, son pasos
que resultan muy significativos en la concreción de la participación de las mujeres
en la Iglesia.
Además, el Papa Francisco institucionalizó, algo que se venía realizando pero
que no estaba legislado, que las mujeres pudieran realizar los ministerios del
Lectorado y el Acolitado, es decir, leer la Palabra de Dios en las misas y ayudar al
sacerdote en el altar o distribuir la comunión, entre otras funciones.
No hay que olvidar a las fundadoras de congregaciones, quienes con sus
testimonios y carisma sirven a la humanidad. Una forma de vivir el Evangelio
emprendida por mujeres en las diferentes etapas de la historia de la Iglesia. En
nuestro país surgieron congregaciones femeninas como respuesta a las propuestas
del Vaticano II...
En cuanto a la formación teológica de las mujeres a nivel local, tendríamos que
preguntarnos cuántas catequistas de cada diócesis acceden a la formación
teológica, en qué medida apoyamos a nuestras incansables colaboradoras para
que se capaciten, se especialicen en algún ámbito de la teología... Pues, el
quehacer teológico les facilita reflexionar y tomar conciencia sobre la manera cómo
Dios crea y recrea a la mujer incesantemente.
Upéicha avei tekotevẽ ñane mandu'ami ha jajepy'amongetami mba'erépa
ojejuka ha ojerereko asyete heta kuña nguérape ko ñane retãme ha América Latina-
pe. Ñande Iglesia guive ñaipytyvõve va'erã topa ko'ã mba'e vaiete oikóva. Aníke
jajahéi rei kuña nguéra rehe, ñañangarekove uvei hese kuéra ñane retã tuichakue
javeve. Tupãsy Ka'akupe tosambyhy kuña nguérape; toñemomba'e mive hekove,
ha tojehechakuaave hembiapo ha ikéra yvoty.
Debemos reflexionar seriamente en la Iglesia, en nuestras parroquias sobre el
incremento de la violencia contra las mujeres, todos juntos como cristianos
debemos hallar una vía de solución, cómo frenar esa violencia, que se respete la
vida de la mujer. Iniciar una campaña desde la Iglesia, promover el respeto y la
dignidad de las mujeres, siguiendo las enseñanzas de los Papas.
Que la Virgen Caacupé proteja a las mujeres de todos los atropellos y les
bendiga siempre.

Dra. Angélica Otazú

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TEMA 4

Laicos, promotores de la dignidad humana


(Ikarai pyréva pa’i ỹva guive, omotenonde omoakãrapu’ãvo teko
yvate)

La misión laical de evangelizar e impulsar la cultura de la vida, del encuentro,


de la fraternidad, del respeto con todos. Cultura de protección, de la solidaridad,
de la dignidad y del buen trato

Aclaración inicial2:
Partimos poniéndonos de acuerdo en lo que se refiere al “laico”. Una muy buena
aclaración nos la hace el Catecismo de la Iglesia Católica: “Por laicos se entiende
aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado
religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados
a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan a su manera
de las funciones de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su
condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” 3
También tienen otra acepción, pero desde el ámbito civil: “y significa aquel quien es
independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico.
Enseñanza laica.” (Cf. RAE: laico, ca)4.
Sin profundizar en esta distinción de la RAE, sugerimos algunas guías que nos
dan las SS.EE., el Catecismo de la Iglesia Católica, el Código de Derecho
Canónico, etc. En primer lugar, iniciaremos con algunos textos bíblicos que ya
pueden iluminar en parte, la temática a ser tratada. Aclaramos, que este tema
podría conducirnos a una gran amplitud, pero en este caso, no lo haremos.
Sugerimos algunos textos iluminadores para el tema, pero que no lo desarrollamos
en este lugar.5

2
Esta propuesta no es una reflexión u homilía en sentido estricto; más bien, estas líneas quieren ofrecer
algunas pocas pistas para la preparación de una reflexión o una homilía con el tema propuesto en el título.
3
CIC 897. Texto extraído de la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II Lumen Gentium nº 31.
4
https://dle.rae.es/laico (visita el 16.08.2022).
5
Textos útiles que amplían nuestro horizonte para la profundización de la temática:
Carta Pastoral de los Obispos del Paraguay. Año del laicado del 26.12.2021, en: https://episcopal.org.py/wp-
content/uploads/2019/12/Año-del-Laicado-Carta-Pastoral-2022.pdf; Margot Bremer, Caminando juntos
descubrimos los valores del otro, Reflexiones sobre el caminar misionero con los Pueblos Indígenas, CONAPI,
(libro que puede ser iluminador en el encuentro de culturas, de formas de pensar, de fe…), en internet:
http://conapi.org.py/documentos/68/caminando_juntos_descubrimos_los_valores_del_otro.pdf; J.
Gómez Cerda, Laicos católicos, Libro digital (2018), en el “que se trata de biografías y datos de personajes
que se han distinguido por ser personas que se dedicaron a vivir su fe dentro del mundo social, entre el pueblo,
sin perder sus principios y valores cristianos, con una ética que los distingue de otros personajes. Han sido
modelos como laicos.” En internet: http://www.relats.org/documentos/VCT.GCerdaLibro.pdf.

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1. Los textos bíblicos propuestos para el desarrollo del tema:


Hch 10,34: “Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: ´Verdaderamente
reconozco que Dios no hace diferencia entre las personas´”.
Rm 2,11: “Dios no hace distinción de personas”
Ga 2,6: “En cuanto a los dirigentes de más consideración (lo que hayan sido
antes no me importa, pues Dios no se fija en la condición de las personas),
no me pidieron que hiciera marcha atrás.”

2. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC)


En el nº 871 se menciona que “son fieles cristianos quienes, incorporados a
Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y, hechos partícipes a su
modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno
según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios
encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo” (CIC, can. 204, 1; cf. LG 31).
Y el aspecto señalado se encuentra desarrollado en los siguientes puntos:
- la vocación propia del laico (cf. 898-900);
- la participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo (cf. 901 al 903);
- la participación en la misión profética de Cristo (cf. 904 al 907)
- y participación en la misión real de Cristo (cf. 908-913).

3. Código de Derecho Canónico (CDC)


Se define a los fieles cristianos en el nº 204, §1 (ver punto anterior y nº 871 del
CIC). Ver también los números 207; 208 del CIC.

4. Documentos de la Iglesia universal


Teniendo presente lo anterior, la Constitución pastoral del Concilio Vaticano II,
GS 12-226, presenta varias verdades fundamentales que contribuyen a una mejor
comprensión del ser humano y su relación con el Creador: que el hombre es imagen
de Dios; que es una unidad de cuerpo y alma; que, por su razón, participa de la
inteligencia divina, naturaleza intelectual, etc.
La dignidad de la persona humana. Los creyentes o no creyentes, estamos
generalmente de acuerdo en que todos los bienes de la tierra deben ordenarse en
función del hombre, centro y cima de todos ellos. La educación también tiene como

6
GS: Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II.

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Temario 2023

fin al hombre, por lo tanto, es decisiva la idea que se tiene de él. Del concepto
hombre dependerá el enfoque de las teorías, métodos y técnicas pedagógicas y
didácticas.
A continuación, presentamos el capítulo I de la constitución pastoral Gaudium
et Spes, que hace referencia al concepto humanístico y católico de la dignidad del
hombre, la cual, lo define. Esta concepción del hombre forma uno de los cimientos
más importantes de la educación.
En resumen, las verdades fundamentales que resalta este documento:
1. El hombre es imagen de Dios (cf. GS 12-13).
2. Es una unidad de cuerpo y alma (cf. GS 14).
3. Por su razón, participa de la inteligencia divina, naturaleza intelectual que
debe perfeccionarse por medio de la sabiduría (cf. GS 15).
4. La dignidad de su conciencia moral le viene de una ley que no se dicta a sí
mismo, pero a la cual debe obedecer: hacer el bien y evitar el mal (cf. GS
16).
5. Esta orientación al bien sólo la logra con el buen uso de su libertad (cf.
GS.17).
6. El hombre tiene un destino feliz situado más allá de las fronteras de la muerte
corporal (cf. GS 18).
7. Esta dignidad alcanza su razón más alta en la educación del hombre a la
unión con Dios. Estas verdades fundamentales nos ayudan a orientar
nuestro criterio en el momento de emitir un juicio y una valoración ante
cualquier teoría, método y técnica pedagógica.

En la exhortación Apostólica postsinodal Christifideles Laici (CL), nº 5 se


mencionan los desafíos para la persona humana:
“Pensamos, además, en las múltiples violaciones a las que hoy está sometida
la persona humana. Cuando no es reconocido y amado en su dignidad de imagen
viviente de Dios (cf. Gn 1, 26), el ser humano queda expuesto a las formas más
humillantes y aberrantes de «instrumentalización», que lo convierten
miserablemente en esclavo del más fuerte. Y «el más fuerte» puede asumir
diversos nombres: ideología, poder económico, sistemas políticos inhumanos,
tecnocracia científica, avasallamiento por parte de los mass-media. De nuevo nos
encontramos frente a una multitud de personas, hermanos y hermanas nuestras,
cuyos derechos fundamentales son violados, también como consecuencia de la
excesiva tolerancia y hasta de la patente injusticia de ciertas leyes civiles: el
derecho a la vida y a la integridad física, el derecho a la casa y al trabajo, el derecho
a la familia y a la procreación responsable, el derecho a la participación en la vida
pública y política, el derecho a la libertad de conciencia y de profesión de fe
religiosa”.

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5. En la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)7


La DSI, al tratar el tema de los fieles, en el segundo capítulo, menciona a la
Doctrina Social y Compromiso de los laicos. Plantea quién es el fiel laico, su
espiritualidad. En cuanto a los compromisos del fiel laico, esto se manifiesta en: el
servicio a la persona humana, en el servicio a la cultura, a la economía y a la
política.

Reflexión8
Se destaca que todo laico está llamado a evangelizar en el ambiente en que se
desenvuelve, en ambientes en que el consagrado accede con mayor dificultad.
Para ello debe crecer en autoestima y creer que la Iglesia hoy y siempre tiene
y tendrá una palabra por dar: palabra de aliento, palabra de corrección, palabra de
llamada. De atención, etc. Por eso es conveniente tener en cuenta que:

• La Iglesia Católica no tiene una vocación de poder, pero está


profundamente implicada en la vida y destino de las naciones: es un lugar
propicio de la Iglesia a través de y con sus laicos, estar presente en los
pueblos que se expresa claramente en la religiosidad popular; es digno de
reconocer que nuestro pueblo tiene profundas expresiones de caridad, de
generosidad y solidaridad expresadas en diversas necesidades y
situaciones de nuestro (ejemplos recientes tenemos por doquier).

• Es necesario hacer un profundo examen de conciencia en cuanto a la


comprensión de la dignidad y responsabilidad de la condición de bautizado
y posteriormente reconocer y pedir perdón por los pecados de acción y
omisión. En este proceso salir al encuentro del hermano que sufre a causa
de la injusticia, de la pobreza, de la violencia, etc. El ideal es la
construcción de una cultura de la vida en la que se la respete, de una
cultura del encuentro fraterno.

• Para llegar a vivir lo propuesto, es de suma necesidad tener un encuentro


personal con Cristo o en renovar el mismo, lo que llevará a sentir, pensar
y vivir como Cristo (testimonio de vida).

• Es vital para la Iglesia la interpelante y desafiante tarea de ayudar a crecer


a los bautizados como discípulos y misioneros de Jesucristo (Documento

7
Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. 2005.
8
Puede ser de utilidad el material que resultó de la Reunión plenaria de la Comisión Pontificia para
América Latina: “El indispensable compromiso de los laicos en la vida pública de los países latinoamericanos”,
1-4 de marzo de 2016, Ciudad del Vaticano. Las frases entre comillas son citas textuales…

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de Aparecida) que se manifiesta en la catequesis de iniciación, en la


renovación de la tarea pastoral (conversión pastoral) que insistentemente
invita el Papa Francisco. En la realidad conviene esta revisión en todas las
estructuras de la Iglesia y de cómo son cristianas: las familias, las
parroquias, las comunidades eclesiales de base, las asociaciones de
fieles, las nuevas comunidades, las escuelas y colegios parroquiales
y/religiosos, la universidad católica, los Seminarios, etc.
Ya hemos mencionado que se debe crecer en autoestima y creer que la Iglesia
tiene mucho que aportar y abrirnos a la vida misionera con el testimonio de vida,
con el anuncio y el servicio de vida en todos los ambientes.
Es tarea importante reconocer que los laicos, por el encuentro personal con
Cristo, den “testimonio de la fuerza transformadora y constructora del Evangelio en
la vida pública, participando en la dialéctica democrática y colaborar para ir creando
condiciones de mayor justicia, paz y fraternidad en sociedades inclusivas y
fraternas. Colaborar así́, en la edificación del Reino de Dios en medio del mundo.
Es muy importante que los laicos tomen la posta y se comprometan en la
promoción del bien común en “las instituciones y en la praxis política como alta
forma de la caridad y servidores apasionados de su pueblo y especialmente de los
pobres y los que sufren”.
Un primer compromiso de los fieles laicos en la vida pública “concierne al
matrimonio y la familia, que son del orden de la intimidad, pero no cuestión
“privada”. Hoy más que ayer, este es necesaria la defensa de los valores del
matrimonio y la familia cristianas.
Otro compromiso importante es: “la Iglesia ha de prestar especial atención
pastoral a políticos, economistas, empresarios y sindicalistas, educadores,
académicos e investigadores, comunicadores y artistas.” Y es deseable que los
laicos que ejerzan responsabilidades en distintos ámbitos de la vida pública,
participen o estén insertos en una comunidad eclesial que los sostenga en la fe,
que ayude en el discernimiento de sus acciones…
Para un buen ejercicio eclesial de los laicos, es necesario una formación
permanente de los cristianos en diversos aspectos: es necesario un buen
conocimiento de las Sagradas Escrituras, de la Doctrina Social de la Iglesia, etc. La
vida de oración personal y comunitaria son importantes, así como la vida litúrgica
como sacramental para un crecimiento de la vida cristiana de los laicos. Conviene
crecer en la confianza que la Iglesia tiene mucho que contribuir a la renovación de
la sociedad.
Preguntas que pueden ayudarnos a la reflexión:
1. ¿Cómo la Iglesia puede favorecer una cultura del encuentro?
2. ¿Qué implica estar al lado del que más necesita?

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Temario 2023

3. ¿Cómo es combinable el crecimiento económico con un compromiso


solidario, con la equidad, la inclusión y la justicia?
4. ¿Cómo podemos custodiar y promover los valores de la vida, familia, la
fraternidad, la educación, la salud, el trabajo, la seguridad, etc.?
5. ¿Cómo cuidar la casa común?

Ikatu avei ñande, Ñandejára ha Tupãsy renondéme, ñañeporandúmi:


Mba’épa jajapo hína ñamomba’e guasu haguã ñande rekove?
Sapy’ánte ko ñande voi jajo apo’i ñande rógape ha ñande rogaygua kuéra ndive.
Nañamba’aposéi. Jaipota oñeme’ẽmba ñandéve.
Mba’épa ojapo hína umi omoakãva ñane retã?
Añetépa omotenonde amoakãrapu’ã haguã teko yvate?
Ñande rapicha kuérapa oreko tape porã onohẽ haguã ha ohepyme’ẽ pe hy’áikue
kokuépe guare?
Ohópa Mbo’ehaópe oñembokatupyrymi haguã?
Ohupytýpa chupe kuéra pohã?
Ikatúpa ñande rapicha kuéra oguahẽ Tasyópe hasymi ramo?
Orekópa oñangarekomi va’erã hese kuéra?

P. Cristino Bohnert

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Temario 2023

TEMA 5

Los laicos, llamados a ser constructores de la paz y de la


justicia social

1. Los laicos
Los laicos son miembros del pueblo de Dios. Son las “piedras vivas” del edificio
de la Iglesia, constituyen el pueblo santo de Dios: “linaje elegido, sacerdocio real,
nación santa, pueblo adquirido” (1 Pe 2,9), propiedad de Dios. Por el bautismo, los
fieles laicos se integran en una universal comunión en el “Cuerpo de Cristo” que es
la Iglesia y con sus propias funciones, carismas y ministerios, de diversos modos,
se ensamblan para estructurar un único organismo vivo conducidos por Cristo, su
cabeza, y guiados por el Espíritu Santo.
Hoy, más que nunca, los laicos están convocados por la Iglesia para que su
presencia sea cada vez más activa y notoria en los diversos estamentos y niveles
de la comunidad eclesial. En este proceso sinodal están llamados a caminar juntos,
al lado de los pastores, para discernir y participar en la configuración de una Iglesia
que pueda responder con fidelidad a los actuales desafíos, en especial a lo que
atañe a la “construcción de la paz y de la justicia social”.

2. Llamados a ser constructores de la paz


En la primera gran enseñanza que Jesús imparte a sus discípulos, en el Monte
de las bienaventuranzas, entre otros principios y valores fundamentales, proclama
“bienaventurados” a los “constructores de la paz” (Mt 5,9).
En la tradición bíblica, la “paz” no se limita a la tranquilidad o a la ausencia de
guerra; sino indica, más bien la vida vivida en plenitud (cf. 1 Mac 14,4-15; Is 45,7;
Jr 33,6-9).
De esta vida plena que es la paz los misioneros se hacen anunciadores. En el
mundo helenístico, los jefes políticos recibían el título de “pacificadores” en razón
de su habilidad para eliminar los conflictos con la destreza de la diplomacia o, a
veces, con el recurso de las armas. Para el judaísmo, la obra de la paz, la obra de
caridad y el honor que se prestan a los progenitores son las cosas que permanecen
en el mundo futuro.
En la bienaventuranza, Jesús declara “dichosos”, es decir “felices”, no a los
“irenistas” —personas que, a toda costa, procuran evitar conflictos, a veces, incluso,
sacrificando principios y postulados— sino a los “constructores de la paz”, a los que
hacen del establecimiento de la paz una tarea, una acción, una meta.

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Temario 2023

La imagen arquitectónica de la “construcción” evoca la faena de quien, con


paciencia, coloca ladrillo a ladrillo, sobre un seguro fundamento, para la edificación
de la obra que ha proyectado. Por eso, el “constructor de la paz” no padece una
acción externa, no es un “pasivo” observador de los acontecimientos sino un activo
protagonista de la concordia y de la armonía en la comunidad.
El que se dedica a fomentar la paz es un “obrero” comprometido con la misión
de establecer auténticas relaciones de amistad y de fraternidad. En el polo opuesto
se sitúan los irenistas que no son “pacíficos” sino irresponsables con sus
compromisos comunitarios y sociales, por lo tanto, no son constructores de la paz.
Si bien la paz es un don de Dios, depende también del hombre. A un hombre
que presenta su ofrenda se le recuerda que si tiene conflicto con alguien debe ir a
hacer las paces para que su ofrenda tenga valor (Mt 5,23-24). La reconciliación es
un requisito para la paz y la paz —que supone la justa relación con el hermano—
afecta las relaciones cotidianas. Así, la paz viene a ser una vida feliz que nace de
las profundas y sinceras relaciones entre las personas.
Los “pacificadores” serán llamados “hijos de Dios”, filiación adoptiva que supone
una relación íntima y profunda con Dios y revela así la conducta de Dios. La obra
de la paz alcanza su plenitud en el amor al enemigo.
En este sentido, los laicos están llamados a diseñar, en los ambientes socio-
comunitarios, estrategias de acción con el fin de empeñarse arduamente en la
promoción y consolidación de relaciones de paz, procurando derribar los muros
artificiales que dividen a la comunidad, fomentando la comunión, la fraternidad
cristiana, el espíritu de servicio, desechando la violencia física, verbal y sicológica
y proponiendo un sistema de relaciones basada en el respeto y en la humildad.

3. Llamados a ser constructores de la “justicia social”


Santiago, en el “discurso sobre la falsa y la verdadera sabiduría” (Sant 3,13-18),
nos dice que la paz es fruto de la justicia (v. 18): “Los que procuran la paz siembran
en paz”.
Por tanto, no se puede pretender conseguir la paz mediante los artilugios y
estratagemas de la diplomacia (que siempre tiene aspectos de falsificación de la
verdad) ni, mucho menos, con la simple eliminación del trasgresor con el recurso
de las armas o de la prepotencia, imponiendo una supuesta paz fruto de la mentira
y de la violencia, en cualquiera de sus formas.
Por eso, “justicia” y “paz” están íntimamente relacionadas. La “justicia” es una
nota esencial para llegar a la meta de la paz. De hecho, Jesús, en su discurso
programático en el Monte de las bienaventuranzas, dedica su declaración central
de “felicidad” a quienes “tienen hambre y sed de la justicia” (Mt 5,6).

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Temario 2023

“Hambre y sed” son necesidades espontáneas y elementales. Se trata de un


deseo que requiere satisfacción inmediata. Sin esa satisfacción, en un lapso breve
de tiempo, la vida del hombre se expone a la muerte. Se trata de una necesidad
fuerte y natural.
La justicia de la que habla Mateo no es ni legislativa ni distributiva. Se trata del
proyecto de Dios, de su voluntad que actúa a través del hombre mediante el
ejercicio del amor (Mt 25,37).
Hambrientos y sedientos de la justicia son aquellos que han hecho del
cumplimiento de la voluntad de Dios la máxima aspiración y realización de la propia
vida, hasta tal punto que su búsqueda resulta vital para ellos, para su sobrevivencia,
como el comer y el beber.
La recompensa consiste en la saciedad, en la comunión plena y definitiva con
Dios y con los hermanos.
La “justicia social” es una consecuencia lógica del Evangelio de Cristo. Y es
social porque afecta a la comunidad cristiana. No se trata de una “sociologización”
de la justicia sino de una justicia que, por razones de la estructura propia de la
comunidad humana y eclesial, se hace comunitaria en cuanto que repercute en las
interrelaciones entre las personas.
Es cuestión de “justicia social” todo aquello que involucra a la correcta
respuesta a las exigencias de relación que se concreta en “libertad” para los
oprimidos; pan para el hambriento, sed para el sediento, salud para el enfermo,
protección para el inmigrante extranjero, protección para el anciano, los niños,
jóvenes, huérfanos y viudas, para todos aquellos que viven en las márgenes de la
comunidad y de la sociedad. La justicia social, por eso, apunta su objetivo,
principalmente, al sector vulnerable de la comunidad humana; a quienes son
considerados intrascendentes, descartables, sobre todo en una sociedad de
consumo que elimina de su esfera a quienes no tienen poder de adquisición.
El rol de los laicos, en este sentido, deberá proyectarse hacia la “construcción”
de una red no solo de asistencia sino, sobre todo, de fomento, de promoción e
impulso de quienes carecen de todo hacia la adquisición de una vida digna que
incluye “techo”, “educación”, “salud”, “trabajo” honesto y “recreación”.
Si no alcanzamos una “justicia social” en nuestro medio no se puede pretender
alcanzar la paz.
La comunidad cristiana sufre cuando uno de sus miembros no tiene alimento,
asistencia médica, trabajo digno y un ingreso razonable que le permita insertarse
en la compleja interrelación social. En este sentido, el Estado debe ser garante de
la búsqueda de la justicia social regulando todo aquello que implique una mejor
distribución de las riquezas que se producen en el suelo patrio.

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Conferencia Episcopal Paraguaya – Equipo Nuevo Trienio
Temario 2023

Con todo lo dicho anteriormente, necesitamos hacer una revisión seria, una
profunda reflexión y autocrítica, también en la Iglesia, para reconocer, valorar y
corregir todo aquello que necesitamos mejorar para construir la paz y justicia social.

P. César N. Villagra Cantero

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Conferencia Episcopal Paraguaya – Equipo Nuevo Trienio
Temario 2023

TEMA 6

El protagonismo de los jóvenes en la Iglesia y en la Sociedad.


Vida y misión de los jóvenes

Los jóvenes bautizados son el ahora de Dios.


Convocados para colaborar como agentes de trasformación en la comunidad
eclesial y en la sociedad

1. Análisis de la Realidad

La importancia del protagonismo juvenil radica en esencia de la fuerza


renovadora de la Iglesia, con la venida del Espíritu Santo, amén del ímpetu y la
energía propios de la edad. Son muy capaces de generar una visión muy diferente
al mundo adulto. Piensan diferente y, si se considera un líder por naturaleza,
conducirían por caminos diferentes sus destinos y el de los demás. En los grupos
coetáneos y familiares se dan cuenta que poco a poco van tomando parte en
decisiones, discusiones y desafíos propios de nuestro tiempo. Existe una mayoría
creciente que no se deja llevar por el qué dirán, recurren a la formación integral de
sus vidas y optan por salir adelante. Algunos ya son padres y madres a esta edad
– sumándose a ello – la responsabilidad por mantener a sus familias: tanto a sus
padres, como a sus hijos. Ciertamente que tenemos también un importante número
de jóvenes “que han perdido el camino”, que no tienen oportunidades para una
educación de calidad, o el cuidado de la salud, están sin trabajo o caen en las
drogas, el microtráfico o delitos de diverso tipo.

2. Sugerencias

La Iglesia debe aprovechar más este caudal de jóvenes venidos desde la


catequesis o desde las familias, la pastoral de la juventud o que vienen de los
grupos y comunidades juveniles, formando parte de actividades parroquiales o
religiosas. Son ellos los destinatarios de una opción preferencial de continua
formación, escucha y acompañamiento, especialmente en este ambiente sinodal y
laical que estamos viviendo. El acompañamiento se entiende como un servicio que
promueve el protagonismo juvenil, facilita la formación y acompaña en sus acciones
junto a los jóvenes. La tarea de la asesoría es la formación y el acompañamiento
integral. En cambio, la coordinación, la organización y ejecución de las actividades
propias de los grupos debe ser llevado por los mismos jóvenes. Hay que confiar
más en los y las jóvenes de nuestras comunidades…

3. Referencias bíblicas y magisteriales

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Conferencia Episcopal Paraguaya – Equipo Nuevo Trienio
Temario 2023

Rescatemos algunos tesoros de las Sagradas Escrituras, donde varias veces


se habla de los jóvenes y de cómo el Señor sale a su encuentro9.
En el Antiguo Testamento
En una época en que los jóvenes contaban poco, algunos textos muestran que
Dios mira con otros ojos. Por ejemplo, vemos que José era uno de los más
pequeños de la familia (cf. Gn 37,2-3). Sin embargo, Dios le comunicaba cosas
grandes en sueños y superó a todos sus hermanos en importantes tareas cuando
tenía unos veinte años (cf. Gn 37-47).
En Gedeón, reconocemos la sinceridad de los jóvenes, que no acostumbran a
edulcorar la realidad. Cuando se le dijo que el Señor estaba con él, respondió: «Si
Yahvé está con nosotros, ¿por qué nos ocurre todo esto?» (Jc 6,13). Pero Dios no
se molestó por ese reproche y redobló la apuesta por él: «Ve con esa fuerza que
tienes y salvarás a Israel» (Jc 6,14).
Samuel era un jovencito inseguro, pero el Señor se comunicaba con él. Gracias
al consejo de un adulto, abrió su corazón para escuchar el llamado de Dios: «Habla
Señor, que tu siervo escucha» (1 S 3,9-10). Por eso fue un gran profeta que
intervino en momentos importantes de su patria. El rey Saúl también era un joven
cuando el Señor lo llamó a cumplir su misión (cf. 1 S 9,2).
El rey David fue elegido siendo un muchacho. Cuando el profeta Samuel estaba
buscando al futuro rey de Israel, un hombre le presentó como candidatos a sus hijos
mayores y más experimentados. Pero el profeta dijo que el elegido era el jovencito
David, que cuidaba las ovejas (cf. 1 S 16,6-13), porque «el hombre mira las
apariencias, pero Dios mira el corazón» (v. 7). La gloria de la juventud está en el
corazón más que en la fuerza física o en la impresión que uno provoca en los
demás.
Salomón, cuando tuvo que suceder a su padre, se sintió perdido y dijo a Dios:
«Soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar» (1 R 3,7). Sin
embargo, la audacia de la juventud lo movió a pedir a Dios la sabiduría y se entregó
a su misión. Algo semejante le ocurrió al profeta Jeremías, llamado a despertar a
su pueblo siendo muy joven. En su temor dijo: «¡Ay Señor! Mira que no sé hablar,
porque soy demasiado joven» (Jr 1,6). Pero el Señor le pidió que no dijera eso
(cf. Jr 1,7), y agregó: «No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para
librarte» (Jr 1,8). La entrega del profeta Jeremías a su misión muestra lo que es
posible si se unen la frescura de la juventud y la fuerza de Dios.
Una muchachita judía, que estaba al servicio del militar extranjero Naamán,
intervino con fe para ayudarlo a curarse de su enfermedad (cf. 2 R 5,2-6). La joven
Rut fue un ejemplo de generosidad al quedarse con su suegra caída en desgracia

9
Exhortación Apostólica Christus Vivit, 5-20

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Temario 2023

(cf. Rt 1,1-18), y también mostró su audacia para salir adelante en la vida


(cf. Rt 4,1-17).
Y no nos olvidemos de Daniel, el joven que demostró ser un defensor de la
verdad y la inocencia de una hija de Israel en contra de unos ancianos corruptos
(Dn 13).
En el Nuevo Testamento
Cuenta una parábola de Jesús (cf. Lc 15,11-32) que el hijo “más joven” quiso
irse de la casa paterna hacia un país lejano (cf. vv. 12-13). Pero sus sueños de
autonomía se convirtieron en libertinaje y desenfreno (cf. v. 13) y probó lo duro de
la soledad y de la pobreza (cf. vv. 14-16). Sin embargo, supo recapacitar para
empezar de nuevo (cf. vv. 17-19) y decidió levantarse (cf. v. 20). Es propio del
corazón joven disponerse al cambio, ser capaz de volver a levantarse y dejarse
enseñar por la vida. ¿Cómo no acompañar al hijo en ese nuevo intento? Pero el
hermano mayor ya tenía el corazón avejentado y se dejó poseer por la avidez, el
egoísmo y la envidia (cf. vv. 28-30). Jesús elogia al joven pecador que retoma el
buen camino más que al que se cree fiel pero no vive el espíritu del amor y de la
misericordia.
Jesús, el eternamente joven, quiere regalarnos un corazón siempre joven. La
Palabra de Dios nos pide: «Eliminen la levadura vieja para ser masa joven» (1
Co 5,7). Al mismo tiempo nos invita a despojarnos del «hombre viejo» para
revestirnos del hombre «joven» (cf. Col 3,9.10)[1]. Y cuando explica lo que es
revestirse de esa juventud «que se va renovando» (v. 10) dice que es tener
«entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia,
soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente si alguno tiene queja
contra otro» (Col 3,12-13). Esto significa que la verdadera juventud es tener un
corazón capaz de amar. En cambio, lo que avejenta el alma es todo lo que nos
separa de los demás. Por eso concluye: «Por encima de todo esto, revístanse del
amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,14).
Advirtamos que a Jesús no le caía bien que las personas adultas miraran
despectivamente a los más jóvenes o los tuvieran a su servicio de manera
despótica. Al contrario, Él pedía: «que el mayor entre ustedes sea como el más
joven» (Lc 22,26). Para Él la edad no establecía privilegios, y que alguien tuviera
menos años no significaba que valiera menos o que tuviera menor dignidad.
La Palabra de Dios dice que a los jóvenes hay que tratarlos «como a hermanos»
(1 Tm 5,1), y recomienda a los padres: «No exasperen a sus hijos, para que no se
desanimen» (Col 3,21). Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar
cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el
mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de
sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la

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Temario 2023

esperanza, y a cada uno le repito: «que nadie menosprecie tu juventud» (1


Tm 4,12).
Sin embargo, al mismo tiempo a los jóvenes se les recomienda: «Sean sumisos
a los ancianos» (1 P 5,5). La Biblia siempre invita a un profundo respeto hacia los
ancianos, porque albergan un tesoro de experiencia, han probado los éxitos y los
fracasos, las alegrías y las grandes angustias de la vida, las ilusiones y los
desencantos, y en el silencio de su corazón guardan tantas historias que nos
pueden ayudar a no equivocarnos ni engañarnos por falsos espejismos. La palabra
de un anciano sabio invita a respetar ciertos límites y a saber dominarse a tiempo:
«Exhorta igualmente a los jóvenes para que sepan controlarse en todo» (Tt 2,6).
No hace bien caer en un culto a la juventud, o en una actitud juvenil que desprecia
a los demás por sus años, o porque son de otra época. Jesús decía que la persona
sabia es capaz de sacar del arcón tanto lo nuevo como lo viejo (cf. Mt 13,52). Un
joven sabio se abre al futuro, pero siempre es capaz de rescatar algo de la
experiencia de los otros.
En el Evangelio de Marcos aparece una persona que, cuando Jesús le recuerda
los mandamientos, dice: «Los he cumplido desde mi juventud» (10,20). Ya lo decía
el Salmo: «Tú eres mi esperanza Señor, mi confianza está en ti desde joven […]
me instruiste desde joven y anuncié hasta hoy tus maravillas» (71,5.17). No hay
que arrepentirse de gastar la juventud siendo buenos, abriendo el corazón al Señor,
viviendo de otra manera. Nada de eso nos quita la juventud, sino que la fortalece y
la renueva: «Tu juventud se renueva como el águila» (Sal 103,5). Por eso san
Agustín se lamentaba: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde
te amé!»[2]. Pero aquel hombre rico, que había sido fiel a Dios en su juventud, dejó
que los años le quitaran los sueños, y prefirió seguir apegado a sus bienes
(cf. Mc 10,22).
En cambio, en el Evangelio de Mateo aparece un joven (cf. Mt 19,20.22) que se
acerca a Jesús para pedir más (cf. v. 20), con ese espíritu abierto de los jóvenes,
que busca nuevos horizontes y grandes desafíos. En realidad, su espíritu no era
tan joven, porque ya se había aferrado a las riquezas y a las comodidades. Él decía
de la boca para afuera que quería algo más, pero cuando Jesús le pidió que fuera
generoso y repartiera sus bienes, se dio cuenta de que era incapaz de
desprenderse de lo que tenía. Finalmente, «al oír estas palabras el joven se retiró
entristecido» (v. 22). Había renunciado a su juventud.
El Evangelio también nos habla de unas jóvenes prudentes, que estaban
preparadas y atentas, mientras otras vivían distraídas y adormecidas (cf. Mt 25,1-
13). Porque uno puede pasar su juventud distraído, volando por la superficie de la
vida, adormecido, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo más
hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin substancia. O uno
puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así prepara un
futuro lleno de vida y de riqueza interior.

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Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo, la esperanza y la


generosidad, ante ti se presenta Jesús como se presentó ante el hijo muerto de la
viuda, y con toda su potencia de Resucitado el Señor te exhorta: «Joven, a ti te
digo, ¡levántate!» (Lc 7,14).

4. Civilización del Amor: Proyecto y Misión


Como el Maestro Jesús, que se acerca, escucha y mira compasivamente a su
pueblo, para comprenderlo y acompañarlo en sus necesidades, desde una
diversificación de escenario (Lc 24,13-35), deseamos que esta mirada permita
palpar las expresiones, utopías, vivencias de los jóvenes, pero también los
desaciertos, que, desde su cotidianidad, los llevan a las búsquedas de sentido y
experiencia de fe. (28)
Uno de los desafíos para los jóvenes es emprender una dimensión de vida
nueva en los distintos contextos y desde una conversión pastoral, personal y
eclesial, como camino de discípulo misionero dar vida a nuestros pueblos. Esto es
construir el Reino del Amor en la Patria Grande.
En este tiempo del Laicado y de la sinodalidad no podemos perder el tiempo,
sino ganarlo buscando a los jóvenes en sus propios lugares, escucharlos y caminar
junto a ellos
Conocer y valorar a la juventud, constituye un verdadero desafío para la Iglesia
y la Pastoral Juvenil (DSD 253). Esta última se siente llamada e invitada a deshilar
los signos de los tiempos, a dar respuestas eficaces, a partir de una reflexión seria
sobre las prácticas pastorales, desde la gran novedad del misionero por excelencia
que es Jesucristo. Él nos invita a mirar hacia un horizonte que nos mueve para dar
frutos al mundo, en abundancia y en dirección a la Vida plena. De Él aprendemos,
cada vez con mayor claridad, que la juventud es una realidad teológica.
Es fundamental que hagamos un análisis de la realidad de nuestros jóvenes, a
nivel país, ciudad, distrito, pueblo, parroquia, etc. Y seguramente, podremos
descubrir problemas comunes y otras que son más específicas del contexto social
en el que viven. Por ejemplo:

• Falta de empleo u oportunidades laborales


• Falta de oportunidades para estudiar y formarse profesionalmente
• Violencia intrafamiliar o doméstica
• Migración masiva, ya sea dentro como fuera del país.
• Muchos son víctimas de las drogas, el alcohol o trata de personas.
• El aumento de la discriminación, el bullying, abusos de diversos tipos,
violencias, etc.

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La Iglesia, que es madre, no puede quedar indiferente ante la realidad de


muchos de sus hijos e hijas y denuncia estos males que afectan a nuestra juventud.
El consumo creciente de las drogas, el fácil acceso a los estupefacientes,
además de los otros vicios como el alcoholismo, el tabaquismo, etc.
La violencia ejercida por grupos que atentan contra la vida de los jóvenes, que
estudian y trabajan. La inseguridad impera en nuestra sociedad. A veces, ya no se
tienen ganas de luchar para que otros roben.
El imperante desafío de una educación que pretende polarizar una postura
antiética y anticristiana, inmoral y con una fuerte tendencia de un tipo de ideología
de género…
La violencia y desintegración familiar, síntomas de un tiempo en el que también
se pierden los valores humanos y cristianos.
La manipulación política de los jóvenes con falsas esperanzas o propuestas
ilícitas y de corrupción que se materializan sin ninguna consecuencia judicial.
Por otro lado, creemos en un Dios que siempre hace nuevas todas las cosas; y
valoramos también a muchos jóvenes que procuran salir adelante, ser mejores y
construir un Paraguay más justo y fraterno. Por ejemplo,

• Se arriesgan a emprender y sobresalir, a pesar de las dificultades y


carencias
• Se esfuerzan por estudiar y sobresalir, incluso en el extranjero
• Jóvenes misioneros que llevan el evangelio de Jesucristo con alegría
• Jóvenes que sirven en sus comunidades, ya sea en la Iglesia o en la
sociedad: en los coros, las catequesis, los grupos juveniles, los grupos de
liturgia, voluntarios, bomberos, emprendedores de actividades de solidaridad
para el barrio o la ciudad, los que cuidan la naturaleza, etc.
• Los que participan con alegría y compromiso en la vida Parroquial, y animan
a otros a hacer lo mismo, contagiando con su testimonio de vida.

5. ¿Y ahora qué podemos hacer?


• Necesitamos un compromiso total con nuestra realidad, poniendo a
Jesucristo como centro de nuestras vidas.
• Vivir la caridad cristiana en las pequeñas cosas de la vida, para que el
Espíritu Santo nos regale un nuevo Pentecostés a la Iglesia y al mundo.
• Seguir el ejemplo de del “hágase” de María. Ella creyó en Dios, se animó
a decir “sí” para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una
misión, lo asumió y se entregó plenamente.

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«Los jóvenes No son el futuro, son el ahora de Dios». En Jesús hay un amor
misericordioso que quiere conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro,
porque no es un “mientras tanto” en la vida o una moda pasajera, es un amor que
invita a entregarse completamente. Es un amor concreto, cercano, real; es alegría
festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la
caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante
por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación.
Jesús revela el ahora de Dios que sale a nuestro encuentro para convocarnos
también a tomar parte en su ahora: «llevar la Buena Noticia a los pobres, la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia en el Señor» (cf. Lc 4,18-19). Es el ahora de Dios que
con Jesús se hace presente, se hace rostro, carne, amor de misericordia que no
espera situaciones ideales o perfectas para su manifestación, ni acepta excusas
para su realización. Él es el tiempo de Dios -que no siempre comprendemos- que
hace oportuna cada situación. En Jesús se inicia y se hace vida el futuro prometido.
Aunque cueste aceptar que «el amor divino se haga concreto y casi experimentable
en la historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas» (Benedicto XVI,
Audiencia general, 28 septiembre 2005).
Ser joven no es sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno
correspondiente. Y en el “mientras tanto” de esa hora, les inventamos o se inventan
un futuro bien empaquetado y sin consecuencias, bien armado y “bien asegurado”.
Decía el Papa Francisco: “No queremos ofrecerles a ustedes un futuro de
laboratorio. Es la “ficción” de alegría, no la alegría del hoy, del concreto, del amor.
Y así, con esta ficción de la alegría los “tranquilizamos” y adormecemos para que
no hagan ruido, para que no molesten mucho, para que no se pregunten ni
pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen; y en ese “mientras tanto” sus
sueños pierden vuelo, se vuelven rastreros, comienzan a dormirse, son
“ensoñamientos” pequeños y tristes (cf. Homilía del Domingo de Ramos, 25 marzo
2018)
Tan solo porque consideramos que todavía no es su ahora; que son demasiado
jóvenes para involucrarse en soñar y trabajar el mañana, y así los seguimos
procrastinando, y ¿saben una cosa? A muchos jóvenes les gusta esto… no
involucrarse, dejar para mañana…
«No son el futuro, ustedes jóvenes, son el ahora de Dios».
Todos nos necesitamos, la sociedad adulta, la Iglesia les necesita. Tenemos
que esforzarnos en propiciar canales y espacios en los que involucrarse para soñar
y trabajar el mañana ya desde ahora…
Queridos jóvenes, ustedes son el presente... no son el futuro. Ustedes, son el
ahora de Dios. Él los convoca, los llama en sus comunidades, los llama en sus

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ciudades para ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; de sus hermanitas


y hermanitos para ponerse de pie y junto a ellos tomar la palabra y poner en acto
el sueño con el que el Señor les soñó.
Podremos tener muchas cosas, pero si falta el amor auténtico, faltará todo. El
amor de Dios es la fuerza más poderosa para transformar nuestra Iglesia, nuestro
país y el mundo entero.

P. Cristian Medina

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TEMA 7

Los laicos, comprometidos a vivir la misericordia con los más


vulnerables.

Defensa de los pueblos originarios y la escucha del clamor de los pobres,


excluidos y descartados

Una de las páginas más bellas de los evangelios es, sin dudas, el de Mateo 25,
en donde leemos un impactante relato sobre el juicio final. Más allá de las
discusiones exegéticas sobre este relato, podemos descubrir un mensaje claro del
evangelista para su comunidad de aquel tiempo y también, hoy para cada uno de
nosotros, para los discípulos misioneros de Jesucristo, fuente de vida para todos
los hombres y mujeres.
Todo bautizado tiene una dignidad única e irrepetible de hijo e hija de Dios que
merece ser cuidado, respetado y valorado. Por su vocación bautismal, todo laico
debe vivir su fe en el seguimiento de Jesús, es decir, siguiendo las huellas del
Maestro, asumiendo y compartiendo sus valores, sus actitudes y comportamientos
con los demás, que son sus hermanos y hermanas.
Uno de los rasgos sobresalientes de Jesucristo es su profunda compasión y
misericordia con los excluidos, marginados, y vulnerables de su tiempo. Es más,
Jesús se identifica con “los pequeños”, con los pobres de este mundo. Cuando
proclamó en Nazareth su proyecto encarnando en su persona la profecía de Isaías
empezaba afirmando: “el Espíritu del Señor está sobre mí para anunciar la Buena
Noticia a los pobres…” (Lc 4,18). Este anuncio de la Buena Noticia del reino de
Dios a los pobres se concretó de diversas formas, por ejemplo, en la curación de
leprosos, ciegos, paralíticos y enfermos de toda clase. Estos “milagros” brotaban
de su compasión por el pobre, por el que sufre, por el excluido, por la viuda, es
decir, por toda persona vulnerable de su tiempo. Jesús proclamó “bienaventurado”
a los pobres, a los que sufren, lloran o pasan hambre… porque precisamente el
Reino que él vino a instaurar les pertenecía; Dios no se había olvidado de ellos.
El laico, discípulo de Jesús, está llamado a comprometerse realmente con los
valores y actitudes de su Maestro. De allí que el programa de misericordia y
compasión que proclama el evangelista Mateo sea una propuesta urgente hoy en
día para cada uno de nosotros. Pero para comprender mejor este programa es
preciso fijarnos también cómo describe el evangelista Lucas esta dinámica.
En los tres pasajes que menciona la compasión de Jesús, del samaritano o del
padre, siempre aparecen tres acciones implicadas profundamente: ver,
compadecerse y tocar (Lc 7,13; 10,33; 15,20). Si hay algo que caracteriza al

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mensaje lucano es que la Buena Noticia que narra está colmada de la compasión
de Dios, el cual, viendo se deja tocar por las miserias del ser humano. Asimismo,
el cristiano hoy está invitado a ver la realidad del otro, y viendo a través de Jesús,
puede practicar la compasión sin excepción alguna (raza, religión, estado, etc.). El
Evangelio de Lucas es, sin duda, el Evangelio de la compasión, pero no de
cualquier compasión, sino de aquella compasión que «se deja tocar por lo que ha
visto», y «actúa en consecuencia», pues no puede quedarse indiferente ante lo que
ha visto.
Comprometerse a vivir la misericordia…
Un laico y una laica que realmente quiere vivir su identidad cristiana debe
comprometerse a vivir la misericordia. ¿Cómo podrá hacerlo?
En primer lugar, deber “ver”, es decir, abrir los ojos para comprender la realidad
en la que vive. Una realidad que nos golpea duramente y diariamente con la
situación de más del millón de paraguayos y paraguayas que viven en extrema
pobreza, esto es, que pasan hambre, que no tienen trabajo, que no pueden
costearse la salud, que no tienen techo o tierra, cuyos hijos no pueden acceder a
una educación de calidad, etc. Especialmente, debe “ver” la dura realidad de
nuestros hermanos indígenas… explotados, ninguneados, marginados, burlados…
Los pueblos originarios de nuestro país son los más pobres entre los pobres.
Es hora de que todos los laicos y laicas junto a sus pastores levanten la voz para
decir:

• ¡Basta de desalojos y violencias contra los pueblos originarios!


• ¡Basta de ningunear y hacer oídos sordos a los reclamos y
reivindicaciones de los pueblos originarios!
• ¡Basta de discriminaciones y burlas de los pueblos indígenas!
• ¡Basta de indiferencia eclesial antes sus sufrimientos!
“Ver” para identificar quiénes son los excluidos y descartados de nuestra
sociedad hoy; ver a esos que tenemos cerca y alrededor de nosotros mismos.
En segundo lugar, “dejarse conmover” por estas realidades, es decir, dejarse
tocar. Un laico o laica, discípulo de Jesús no puede quedarse indiferente ante el
sufrimiento de cualquier ser humano. Solamente si se deja “afectar” por estas
realidades podrá hacer algo para remediar dicha situación. La indiferencia o el puro
sentimentalismo no es una opción válida.
En tercer lugar, “tocar”, es decir, actuar en consecuencia, no quedarse en el
sentimiento de la impotencia o desazón por todos los males que nos aquejan, sino
más bien, responder con todos sus dones y capacidades para resolver lo que está
en sus manos. El laico está llamado a tejer redes de colaboración para paliar las
necesidades más urgentes, colaborar en todas las iniciativas que buscan la justicia
para los más vulnerables: niños y niñas abusadas, mujeres violentadas, abuelos

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abandonados, etc. El laico y laica están llamados a desarrollar, generar y sostener


las ayudas necesarias para hacer que nuestro barrio, ciudad y país sean un lugar
más fraterno, más solidario, más justo.
¿Qué diremos al Señor cuando nos diga…?

• Tuve hambre, o tuve sed, o fui migrante, o no tenía ropas, o estaba enfermo,
o estuve en la cárcel, o era un indígena, o era un niño/a abusada, o un
anciano abandonado o maltratado, o fui discriminado por mi orientación
sexual o ideológica… o era un chespi, o una prostituta o un vagabundo, etc.
La respuesta que dieron los que estaban a la izquierda del cordero, según
Mateo, no es una opción para el laico y laica comprometidos a vivir su fe en serio.
Nos recuerda el Papa Francisco: “así como la Iglesia es misionera por naturaleza,
-y el laico- también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con
el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve” (EG 179).
Sigue afirmando el Papa Francisco: ¡Qué peligroso y qué dañino es el
acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo
por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia! La Palabra de Dios enseña que
en el hermano y hermana está la permanente prolongación de la Encarnación para
cada uno de nosotros: «Lo que hiciste a uno de estos hermanos míos más
pequeños, conmigo lo hiciste» (cf. Mt 25,40). Lo que hagamos o dejamos de hacer
con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la misma medida con que
midan, se los medirá a ustedes» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con
nosotros: «Sean compasivos como su Padre es compasivo. No juzguen y no serán
juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den
y se les dará… (Lc 6,36-38) (cf. EG 179).
En la vivencia y práctica de la misericordia con los más vulnerables se juega la
autenticidad de nuestra fe.

• ¿Somos conscientes de esto?


• ¿Cómo estamos viviendo esta dimensión de nuestra vocación laical?
• ¿Qué podemos hacer para comprometernos en serio con los más
vulnerables de nuestra sociedad?
• ¿Puedo identificar más situaciones de vulnerabilidad o pobreza que precisan
de una urgente atención?

fr. Edgar Toledo Ledezma, OP

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TEMA 8

Laicos, miembros plenos de la Iglesia, Pueblo de Dios

El Bautismo es una gracia especial para constituirse miembro pleno de la


iglesia; ahí se origina el compromiso y la responsabilidad. Compromiso real y pleno
de la iglesia, “don y tarea” como miembro comprometido. No es una simple
coincidencia quiénes son los llamados a formar parte plena de la tarea de anunciar
el Reino, pues el compromiso surge desde el bautismo donde es llamado a ser
sacerdote, profeta y rey. Dicho de otro modo, es dar curso a la responsabilidad de
llevar a cabo lo encomendado por Dios.
Dios potencia los recursos y facultades de los laicos como miembros plenos de
su pueblo en favor de acrecentar e incrementar su Iglesia. Potenciar dones al
servicio de la Iglesia es una noble tarea cuyo beneficio se reditúa en la gracia de
Dios para la vida de aquel que se ofrece.
Es un modo de predicar La Palabra a través de la acción, testimoniar con actos
precisos de caridad, que demuestren la presencia del Espíritu de Dios salvífico.
El fiel bautizado tiene un compromiso doble dentro del ambiente eclesial
espiritual y en la circunstancia temporal; al respecto, Apostolicam Actuositatem
afirma que el laico es “a un tiempo fiel y ciudadano, debe comportarse siempre en
ambos órdenes con una conciencia cristiana” (AA 5). El cristiano da su vida,
arriesga todo y se compromete completamente por la causa del Reino de Dios, (los
comerciantes, los juristas, los jóvenes, estudiantes, autoridades, padres de
familias), es decir, anhela que Cristo sea conocido por todos a través de las
palabras y las obras.
En efecto, el bautizado, por la acción del Espíritu Santo, se siente impulsado a
realizar obras de caridad y construir el Reino de Dios en favor de los más
necesitados. De igual forma, ofrece su vida en sacrificio agradable a Dios en la
oración y la celebración de los sacramentos. También está llamado a oponerse a
las estructuras de pecado que existen en la sociedad, ya que ellas contradicen
directamente el plan salvífico de Dios para con los hombres y mujeres, imágenes y
semejanzas suyas. En últimas, los laicos “tienen un papel activo en la vida y en la
acción de la Iglesia, como partícipes que son del oficio de Cristo sacerdote, profeta
y rey” (AA 10).
Así, los fieles se comprometen con la iglesia a través de las diversas formas de
vida que llevan en el mundo: como miembros de una familia, como servidores en
una determinada acción laboral, como profesionales, como agentes activos de la
pastoral parroquial-eclesial, como miembros de asociaciones de caridad y

40
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Temario 2023

fundaciones que se dirijan a suplir las necesidades materiales de las personas


vulneradas, como partícipes de un grupo social, como miembros de un círculo de
amigos y de personas cercanas. El compromiso laical que se deriva de la realidad
bautismal, debe darse a conocer en todos los ámbitos de la vida cotidiana y
espiritual.
Reflexionar sobre la identidad del laico y laica como miembros plenos de la
Iglesia nos lleva a preguntarnos sobre cómo se concreta esto en nuestras
respectivas comunidades parroquiales, diocesanas o en toda la Iglesia paraguaya.
El desafío fundamental que nos hace el Papa Francisco en este caminar de la
Iglesia en clave sinodal es doble: que todos los laicos (bautizados) se hagan
conscientes de su papel y valor en la Iglesia, pueblo de Dios; y que nuestros
pastores (diáconos, sacerdotes, obispos) también reconozcan, impulsen, animen y
acompañen a todos los laicos en las diversas tareas que puedan desarrollar en las
comunidades.
“Miembro pleno” significa que no debería haber “cristianos de primera y de
segunda”, ya que, por la dignidad del bautismo, todos los fieles forman el Pueblo
de Dios que camina hacia la patria celestial. Dentro de este pueblo hay vocaciones
y servicios especiales o específicos que no van en detrimento de los otros.
“No es exagerado decir que toda la existencia del fiel laico tiene como objetivo
el llevarlo a conocer la radical novedad cristiana que deriva del Bautismo,
sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales
según la vocación que ha recibido de Dios. Para describir la «figura» del fiel laico
… estos tres aspectos son fundamentales: el Bautismo nos regenera a la vida de
los hijos de Dios; nos une a Jesucristo y a su Cuerpo que es la Iglesia; nos unge en
el Espíritu Santo constituyéndonos en templos espirituales.” (cf. ChL 10).
Otro de los desafíos importantes que nos hace la Sinodalidad es profundizar en
el concepto o imagen de Iglesia como “Pueblo de Dios”, que ya el Concilio Vaticano
II nos describe maravillosamente…

P. Fermín Castellano

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Temario 2023

TEMA 9

Los laicos y el desafío de educar en la esperanza. Los desafíos de


la educación para una sociedad más humana

Transitamos tiempos que requieren una decidida capacidad de resiliencia y una


apuesta por fortalecer lo germinal y frágil que anuncia una novedad. Habitamos un
mundo grávido de transformación con múltiples signos de las ansias de sentido, en
medio de los desencantos, las decepciones y las angustias. Nunca estuvimos tan
interconectados y, al mismo tiempo, «más solos que nunca» (Fratelli Tutti 12).
A diario, somos estimulados al pesimismo más que a la esperanza. Resulta
difícil soñar cuando la desilusión amenaza los anhelos más legítimos. Pues, es
innegable la inequidad e injusticia estructural que somete a una mayoría pobre de
este país. Sin considerar la brecha digital que agrava la exclusión. Bajo su peso
gimen los excluidos y su sordo clamor se eleva hasta los cielos. ¿Cómo podemos
quedarnos impasibles e indiferentes ante esta realidad?
Mudanzas profundas se suceden de forma vertiginosa difícil de acompañar. El
flujo de vida se escurre con una fluidez liquida casi gaseosa dejándonos sin
referentes sólidos, que den garantía de seguridad y estabilidad. Son signos de una
aguda «metamorfosis no sólo cultural sino también antropológica, esto nos desafía
a reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones y renovar la pasión
por una educación más abierta e incluyente»10.
Los dramas de nuestro tiempo nos desafían a proponer itinerarios pedagógicos
que coloquen a la persona en el centro de la enseñanza/aprendizaje, en función de
una formación de la mente, el corazón y las manos. Porque es preciso desaprender
formas relacionales indiferentes para estrenar aquellas en las cuales la
preocupación por el otro sea la prioridad. Al mismo tiempo, supone ampliar el
concepto de educación para descifrar la novedad que entraña y rescatar su
ineludible protagonismo en un proceso de cambio social.
Pensar la educación en términos de formación integral implica formular planes
y programas cuyo punto focal sea el reconocimiento de la dignidad de la persona y
el valor del saber al servicio del desarrollo humano. Y en el acto de educar se
considere la urgencia de enfatizar el diálogo: fe-ciencia, fe-cultura, fe-justicia, fe-
solidaridad, fe-tecnología, fe-ecología… Se trata de un proyecto que sea capaz de
abrir una brecha en el escepticismo, la decepción y la desesperanza para permitir

10
Discurso del santo padre Francisco a los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la santa sede
con motivo de las felicitaciones de año nuevo. Ciudad del Vaticano, 9 de enero 2020. [On-line edition].

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Temario 2023

aflorar actitudes de compasión, misericordia, solidaridad y compromiso teórico-


practico con la transformación social.
Todo cambio socio-pedagógico requiere diseñar ambientes formativos que
motiven al aprendizaje integral, fomenten la autonomía y la interdependencia,
propicie el debate, el respeto a lo diferente, suscite creatividad, construcción
colectiva y postura crítica ante la realidad. La primacía la tiene el criterio de la
personalización de la enseñanza y la organización de los planes con flexibilidad
según persona, tiempo y lugar. Se trata de priorizar la atención a cada situación
para favorecer el aprendizaje significativo.
La responsabilidad educativa compete a todos los actores sociales: familia,
estado y sociedad. Cada cual cumple un rol especifico desde donde el lugar que le
corresponde. Y es otra de las crisis actuales. Como bien lo ha denunciado repetidas
veces el papa Francisco: la ruptura del pacto global desestabiliza la educación y la
restringe únicamente a la escuela, por ende, a un tiempo-espacio delimitado.
Ya no se asume en conjunto el reto de formar sujetos de derecho, responsables
de su crecimiento, protagonistas del desarrollo y custodios de la tierra y los pobres.
Al reducirse el espacio-tiempo se limita el aprendizaje y las nuevas generaciones
se abocan a la esquizofrenia social. Porque lo aprendido no pueden aplicarlo en
sus ambientes de convivencia habitual.
Significa entonces, que la Escuela es la responsable por «difundir un nuevo
paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la
naturaleza» (Laudato sì’, 215). De esta forma recupera su relevancia social y
adquiere el rango de Centro de formación y desarrollo. Y desde su lugar social
puede incentivar la corresponsabilidad de las familias, el estado y la sociedad en la
formación de las generaciones jóvenes.
La educación, recuerda el pontífice, es un acto de amor y esperanza. Y como
tal es un servicio que nos capacita para acoger la persona en su contexto, escuchar
la realidad y formular preguntas que susciten la curiosidad por aprender, investigar
y debatir. Toda formación intelectual debe traducirse en un apostolado pastoral. Se
aprende sirviendo. De ahí el binomio clave: educar en las letras y en las virtudes
para forjar un nuevo humanismo. Lo que se recibe se debe reflejar en un modo
particular de ser, estar, conversar, servir, amar y acoger.
En fin, los múltiples desafíos de la sociedad nos sitúan en la compleja
responsabilidad de repensar procesos formativos que trasciendan las aulas. Pues,
se trata de ofrecer experiencias significativas que transformen la persona toda.
Conlleva entonces, delinear itinerarios pedagógicos que muevan al aprendizaje, al
amor, al servicio. En última instancia proponga horizonte de sentido y forme desde
la vida y para la vida.

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Temario 2023

Necesitamos personas que, movidas del deseo de ayudar a otros/as en su


crecimiento integral se afanen en su preparación personal y académico-profesional,
para ejercer la docencia como misión. Eduquen desde la interioridad y dispongan
a la persona al encuentro con el Dios de Jesús principio y fundamento de la
existencia y, a partir de allí, descubrir el maravilloso mundo de las ciencias. En
medio de las contradicciones de la sociedad, en este mundo dividido y no solidario
somos convocados/as a anunciar que otro mundo es posible.
Todo cambio, como el de época que estamos viviendo, pide un camino
educativo, la constitución de una aldea de la educación que cree una red de
relaciones humanas y abiertas. Dicha aldea debe poner a la persona en el centro,
favorecer la creatividad y la responsabilidad para unos proyectos de larga duración
y formar personas disponibles para ponerse al servicio de la comunidad11.

Hna. Nancy Raquel Fretes Martínez, odn.

11
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO para el lanzamiento del Pacto educativo, Vaticano, 12 de
septiembre de 2019. [On-line edition].

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TEMA 10

Llamados a cuidar juntos nuestra casa común

Con los laicos, llamados a cuidar juntos nuestra casa común. Unas pautas
para el Cuidado de la Casa común en Paraguay

Orientados por la LAUDATO Sí del Papa Francisco, quien nos dirigiera unas
palabras en este Santuario de Tupãsy Ka’acupe, y reunidos en este AÑO
DEDICADO AL LAICADO, compartimos la PALABRA DE DIOS.
En Caacupé y en todos los santuarios e iglesias del mundo, somos acogidos;
con todos sus hijos para encontrarnos con su Hijo. Ella es “la madre que cuidó a
Jesús, ahora cuidado con afecto y dolor materno este mundo herido. Ella vive con
Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza. Es la
mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas sobre
su cabeza. Elevada al cielo, es María reina de todo lo creado. A ella le pedimos que
nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios (LSi 241. 242)”. No olvidemos
en esa sagrada familia la destacada figura de San José. “Él cuidó y defendió a
María y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa, y los liberó de la violencia
de los injustos llevándolos a Egipto. En el evangelio aparece con un hombre justo,
trabajador y fuerte. Pero de su figura emerge también una gran ternura que no es
propia de los débiles sino de los verdaderamente fuertes, atentos a la realidad por
amar y servir humildemente”.
Culto y Encuentro. El tema que nos ocupa tiene un modelo en las palabras de
San Francisco de Asís (s. XIII). Él anunciaba sobre la “Venida del Verbo del Padre,
tan divino, tan santo y tan glorioso y, que fuera anunciada por Dios, Padre altísimo,
por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa virgen María, de cuyo
seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra”. De aquí que
proclamamos cuando rezamos el Ángelus: “Y el Verbo de Dios se hizo carne, y
habitó entre nosotros”. Trata el misterio de la Encarnación que se prolonga de
generación en generación, como afirma también San Bernardo, abad (s. XII): “El
Hijo, en Ti engendrado, será santo, será Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la
Palabra del Padre en las alturas! Esta palabra, será carne, de manera que el mismo
que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente:
procedo y vengo del Padre”. Y el Señor Jesús continúa -según el texto sagrado-
“mis designios son de paz y no de aflicción”.
Los designios de paz se convierten en obras de paz. Pero ¿de qué modo?
nos preguntaríamos, que según el mismo San Bernardo: “Pues yaciendo en un
pesebre, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiendo
de la cruz, libre entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como

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Temario 2023

también resucitando al tercer día demostrando a los apóstoles la marca de los


clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente ante la mirada de ellos hasta
lo más íntimo de los cielos”. Es decir, Dios hecho hombre, por una “creación” que
precisa más que nunca obras de paz, en medio de tensiones, conflictos y guerras.
Obras de paz para una “creación” que significa mucho más que “naturaleza”: ésta
se refiere a un sistema que analiza, comprende y gestiona.
Creación y naturaleza. Esta “creación”, tiene que ver con un proyecto del
amor de Dios, en el que cada criatura tiene su valor y significado, un proyecto que
nos convoca a una comunión universal (LSi 26); creación entera que gime y sufre
a una, dolores de parto -como dice el Apóstol- (Rom 8,22). El papa Francisco se
refiere a la tierra: Esta hermana nuestra clama por el daño que le provocamos a
causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella;
hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados
a expoliarla (LSi 2). Estamos ahora ante una crisis ecológica puesta de relieve en
la contaminación del ambiente, la cultura del descarte, el calentamiento del sistema
climático, la falta de agua potable segura en África, la pérdida de la biodiversidad,
la inequidad planetaria, y, sobre todo, la falta de reacción a dicha crisis ecológica.
Se trata de un fenómeno global que llama a la atención y a la
responsabilidad.

1. Una mirada de fe sobre nuestra casa común


El tema del cuidado de la Casa común, no es muy difícil si revivimos el aprecio
por la naturaleza creada por Dios. Cuántas veces nos hemos encontrado con Dios,
en la noche estrellada, a campo abierto, en el amanecer de nuestras labores, o al
ocaso de las cosas sin sentido. Sobre todo, en la salmodia y la lectura orante de la
Palabra de Dios.
Muchos habremos participado de las reflexiones sobre la creación; oramos y
afirmamos nuestra fe en el Dios creador de cielo y tierra; nos recreamos en las
letras y melodías del cancionero popular; repasamos las imágenes de las campiñas
y añoramos los cauces de cerros y collados, de ríos y arroyos, bordeando montes
y selvas agrestes. Sobre todo, escuchamos a Jesús que nos relata esos ambientes
naturales y culturales, que penetra nuestros corazones a la escucha de su Palabra
y celebración de los Sacramentos.
La entrañable fe y sencillas costumbres quedan al margen por los debates en
torno a la creación de Dios. Se escuchan polémicas entre evolucionismo y
creacionismo, de manera interesada no siempre interesante. Pero en los últimos
años no hemos sabido aprovechar las consecuencias de esas discusiones y
estamos descuidando nuestra casa común. Para nosotros no se contraponen
simplemente los datos y teorías, pero es claro que en el origen de la vida humana

46
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y su desarrollo posterior está la mano de Dios. La mano que abandonamos cuando


arriesgamos la armonía con todas las criaturas, celestes y terrestres, entre la gente
del campo y la ciudad. En la actualidad crece el debate en torno a un diseño
inteligente (ID) que trata de mediar entre las dos posturas mencionadas.
Muchas veces hemos leído la Biblia separando una masa informe de la Mano
creadora; introduciendo una oposición entre dos principios eternos, mientras que
sólo Dios es eterno y el hombre ha sido creado como corona de toda la creación.
Así, hemos separado las luces del día y de la noche, los elementos supra terrestres
y los terrestres; mientras que San Francisco canta a toda la creación desde la tierra
al cielo con todos sus elementos para expresar una alabanza al Creador. Entonces,
el hermano sol es bello y radiante con gran esplendor; la hermana luna y las
estrellas, claras, preciosas y bellas; el hermano viento y la hermana agua, humilde
preciosa y casta; y el hermano fuego bello y alegre, y vigoroso y fuerte. Otras
consecuencias de ignorar el designio creador de Dios, son el trabajo como un
castigo y las cosas creadas como meros instrumentos útiles o inútiles, a disposición
del arbitrio humano.
Pero la encíclica Laudato Sí, retoma los “mejores conocimientos científicos
disponibles hoy día en el cap. I”. Nosotros recurrimos para esta reflexión a la “luz
de la Biblia y la Tradición viva de la Iglesia” (cap. II).
Fe y vida. La fe y la razón se complementan, nuestras vidas se integran y hemos
de evitar el divorcio entre fe y vida, y manifestar un honesto cuidado de la creación.
La cuestión ecológica, inspirada en San Francisco de Asís, no es una ecolatría.
Pero el ecologismo a veces degenera en ecolatría. Es decir, la naturaleza creada
sólo es tratada como una cuestión biológica (biocentrismo), mientras que los
creyentes contemplamos la creación no al margen de Dios Creador. El hombre no
es un peligro para la misma: “Pues partiendo de la grandeza y la belleza de lo
creado, se puede reflexionar y llegar a conocer a su Creador” (Sb 13,5) confirmada
por el Apóstol: “Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja
ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad” (Rom
1,20). Por ello, con el trabajo, la transformación, que es una obra complementaria
a la del Creador, es al mismo tiempo una alabanza a Dios.
Culto y redención. Nuestra alabanza a Dios, por y con las criaturas, durante las
estaciones del año, es una gran interacción de todas ellas al servicio del hombre.
Sobre todo, en el aquí y ahora de la liturgia y de la actividad del creyente, Dios
manifiesta su sabiduría en grado sumo y está a la raíz de su alabanza. De modo
particular los salmos cantados y los poemas, himnos, pinturas y monumentos
señalan la orientación creyente: “Tú eres digno de recibir la gloria, el honor y el
poder, porque tú has creado el universo” (Ap 4,11). Es decir, a Ti solo, Altísimo, te
convienen.

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Así, se manifiesta hasta qué punto son inseparables la preocupación por la


naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad, y la paz
interior. El cuidado de lo que es débil y de una ecología integral resultan “una
atención especial hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y necesitados”
(LSi 10). En efecto, notamos en un doble movimiento, cuanto el Señor de la libertad
con generosidad y creatividad hizo, hace y hará, y que sus discípulos responderán
al desafío de una crecer en la comunión y misión. Nuestra respuesta, en línea
sinodal, espera promover el desarrollo humano integral y la salud pública de la
población.

2. Un balance negativo
El Santo Padre, Papa Francisco está preocupado por la Casa Común, mejor
aún el hogar común, un bien común de todos los pueblos. Los problemas
ambientales hunden sus raíces en la tecnocracia y el excesivo repliegue
autorreferencial del ser humano (LSi, cap. III), y por aquellos descuidos y daños
ambientales en todas partes. El valor de la “protección del medio ambiente” no
siempre es tratado como un bien común posible, al perderse la recta visión de lo
racionalmente posible; o, mejor dicho, de una visión de justicia. Además, se debería
tener en cuenta la interdependencia internacional del hogar común como un bien
cultural, educativo, de comunicaciones, de existencia, etc. El cuidado del hogar
común, debe ser considerado como un bien común de la humanidad.
En nuestro querido Paraguay, hemos asistido a la deforestación y tráfico de
rollos y de todo tipo de riquezas naturales. En los estudios de ciencias agrarias,
naturales, biológicas, forestales y agro-ganaderas dominan la maquinización y la
digitalización sin que los más pobres participen de las reales posibilidades de
procesamiento. Los medios de producción resultan prioridades antes que los fines,
y se relega así el talento humano. Ya el Papa Francisco postulaba que “todo está
entretejido”, la cuestión ecológica y la cuestión humana, superando la
contraposición entre poderosos y descartables.
Aunque existan un Sistema nacional, Consejo de medio ambiente y Secretaría
del ambiente (SEAM), y tengan la potestad para “formular los planes nacionales y
regionales de desarrollo económico y social, con el objetivo de asegurar el carácter
de sustentabilidad de los procesos de aprovechamiento de los recursos naturales
y el mejoramiento de la calidad de vida” y de “formular, ejecutar, coordinar y
fiscalizar la gestión y el cumplimiento de los planes, programas y proyectos,
referentes a la preservación, la conservación, la recuperación, recomposición y el
mejoramiento ambiental considerando los aspectos de equidad social y
sostenibilidad de los mismos”, una buena planificación y gestión del patrimonio, han
sido insuficientes. El marco legal que regula la política relativa al manejo ambiental
presagia una pobre calidad de vida y escaza posibilidad de desarrollo.

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Juicio negativo. Entonces pesa sobre nuestra conciencia un juicio sobre la


condición humana, debido a que la cuestión ecológica en el fondo es una cuestión
ética. Sí. “El clima es un bien común, de todos y para todos” (LSi 21), pero el
impacto más grave de su alteración recae en los más pobres, y muchos de los que
tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo
en enmascarar los problemas ocultando los síntomas, tratando sólo de reducir
algunos impactos negativos del calentamiento (LSi 23). Traficamos con el bien
común, aunque sea sólo unas parcelas o tareas, bosques o selvas, pero ¿por
cuánto tiempo queda un daño irreparable? El oxígeno, el carbono, la riqueza
mineral y vegetal, inciden directamente a la calidad de vida del entorno habitacional
y humano.
Hasta ahora no han bastado ni la Laudato Sí inspirada en el Cántico de las
criaturas de San Francisco, ni el Canto de mi selva de nuestro Herminio Giménez:
el pueblo o la patria dormida, amanece lentamente cuando suenan las primeras
voces del Chirigüelo, e in crescendo la cascada del Río Aquidabán, anuncia las
luces del amanecer. El canto del Chiricoé en diálogo con el Pájaro campana,
estimulan a las demás aves para animar nuestro quehacer cotidiano. Así, hasta
que, de nuevo dos aves lejanas y otras tantas pregunten ¿dónde están, o dónde es
eso, o hasta cuándo? Después, se nos interpela o se espera nuestra respuesta,
hasta que el final, se presagia de modo apoteótico.
Ambos cánticos traducen nuestros sueños, nuestra cultura y nuestros anhelos.

3. Unas pautas para el Cuidado de nuestra casa común en Paraguay


A partir de nuestras experiencias y la propuesta del papa Francisco en la
Laudato Sí, como marco orientador, extraemos unos ejes temáticos, visto desde
variadas perspectivas que le dan una fuerte coherencia interna:
“La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de
que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas
de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de
entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura y el sentido de
la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad
de la política internacional Y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida” (LSi, 16).
Agua bautismal. Sobre todo, para los bautizados es valiosa el agua, un don
natural que requiere la escucha del clamor de la creación. Como Elías y María, que
reconocieron gracias a la Palabra de Dios las maravillas, de entre las cuales
obtenemos el agua y el pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Al respecto
podemos escuchar también las voces de especialistas en temas ambientales, para
que en verdad nos comprometamos, como testigos de “la falta de una conversión

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ecológica”. Lo que le pasa a la creación, al mundo, nos hace sufrir a todos y hemos
de buscar y encontrar cuál sería la contribución que cada uno puede aportar ante
la crisis ecológica (LSi 15, 19). Apoyados en Jesús, el pan de vida y el agua que
salta hasta la vida eterna (ver San Juan), que nos fue dado gracias a la escucha y
al Sí de María. Por el don bautismal, somos los primeros interesados en el cuidado
del agua, del curso de los arroyos y ríos, y de los campos.
O si no, opàta ñande ykuà; Ha cada vez hepyve avei…
Y no sólo a los cristianos, sino a todos los hombres de buena voluntad, “ya que
ningún aporte y cooperación, de corazón, queda desechado. El agua vale más que
el oro, y el acceso al agua potable segura es un derecho humano básico,
fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por
lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”. Privar a
los pobres del acceso al agua significa negarles “el derecho a la vida, enraizado en
su inalienable dignidad” (LSi 30).
Por ello el Domingo tiene una importancia especial (237). “Es el día de la
resurrección, el primer día de la nueva creación, cuya primicia es la humanidad
resucitada del Señor, garantía de la transfiguración final de toda la realidad creada.
Además, es el día del descanso eterno del hombre en Dios”. Pero, “el ser humano
tiende reducir el descanso contemplativo al ámbito de los infecundo o innecesario,
olvidando que así se quita a la obra que se realiza lo más importante: su sentido.
Por ello estamos llamados a incluir en nuestro obrar una dimensión receptiva y
gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer”.
Agua convertida en Vino. El pan de los sudores y el vino de la alegría, confluyen
en la Eucaristía, fuente y cumbre de nuestra vida cristiana. La oración del
Padrenuestro: eme’ẽ oreve ore rembi’urã, opa ára roikotevẽva, y los frutos de la
tierra y del trabajo del hombre, nos constituyen también como Iglesia, pueblo de
Dios y cuerpo místico de Cristo. En la Palabra y los Sacramentos … manifestamos
nuestra fe entrañable, soñamos y trabajamos juntos, se entretejen nuevas
relaciones para dar testimonio de nuestra caridad común.
No es difícil interesar, preguntar, proponer a los jóvenes el valor de la Eucaristía
y su relación con el Cuidado de la casa común. Ellos han hecho una campaña con
el lema “un joven, un árbol, una vida” (CEP), que requiere de continuidad. En efecto,
saben que “faltan una cultura adecuada (LSi 53) y la disposición a cambiar de estilo
de vida, producción y consumo (LSi 59), a la vez que urge crear un sistema
normativo que asegure la protección de los ecosistemas” (LSi 53), como nos indica
el Papa Francisco: “La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la
pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente
importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de
enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes
que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad

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humana o para regular algún problema ambiental” (LSi 32). Es decir, el problema
de la biodiversidad.
Por ello el papa Francisco nos dice que el amor, “lleno de pequeños gestos de
cuidado mutuo están bien civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que
procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el
bien común son una forma excelente de caridad, que no sólo afectan las relaciones
entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales
económicas y políticas (231)”. En este sentido, los jóvenes se nuclean y trabajan
en torno a la “civilización del amor”. Una cultura del cuidado consiste en el
reconocimiento del llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas
dinámicas sociales, que es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad
y que de ese modo madura y se santifica.
Un estilo de vida. El encuentro con la Samaritana también nos motiva a caminar
juntos, a soñar y a trabajar, por la cultura del encuentro. Nunca olvidemos a
Monseñor Alfert que cada año (aquí) en Caacupé nos ilumina sobre la condición
infrahumana que reporta el abandono de los indígenas, nativos y de toda la
población, por descuido de nuestros ambientes. No olvidemos que el problema
ambiental es un problema humano y que “la falta de reacciones ante estos dramas
de nuestros hermanos es un signo de la pérdida de aquel sentido de
responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil”
(LSi 25). A propósito, en todo el cap. VI de la Laudato Sí se nos recuerda que ningún
proyecto puede ser eficaz si no está animado por una conciencia formada y
responsable, sugiriendo principios para crecer en esta dirección a nivel educativo,
espiritual, eclesial, político y teológico.
Intenciones. Encomendemos pues a la Virgen de los Milagros de Caacupé los
proyectos de vida personal, estatal y privado, a las instituciones, universidades e
iglesias, de modo particular con nuestra enseñanza social de la iglesia (DSI). Los
ambientes del campo y la ciudad, los territorios sociales, que requieren de un
proyecto ambiental comunitario y proyecto ambiental de Estado. Para el cuidado de
nuestra casa común recurrimos a Dios, Padre, para que se cumpla en toda la
población, que “nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios
(cf. 1 Co 13,12) y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que
participará con nosotros de la plenitud sin fin (Yo hago nuevas todas las cosas Ap
21,5).
Tenemos la esperanza, que “la vida eterna será un asombro compartido, donde
cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para
aportar a los pobres definitivamente liberados” (LSi243). Así sea.

P. Óscar González

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TEMA 11

La Virgen María convoca a los laicos para encarnar la Palabra


de Dios
Los laicos llamados a caminar juntos hacia un discipulado misionero a ejemplo
de María
Tupãsy Marane’ỹ ohenõi ikarai va’ekue guivépe ojapo haguã hekovépe
Ñandejára Ñe’ẽ.
Ikarai va’ekue guive oñehenõi oguata haguã oñondivepa, oiko haguã ichugui
kuéra Tupã remimbo’enguéra, Tupãsy oiko haguéicha

[Venimos como peregrinos junto a María… porque en Ella encontramos a


Cristo. María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia sigue peregrinando con
nosotros, con toda la Iglesia, todas las etapas del camino de la vida].

1. María peregrina con nosotros como la nueva Eva


María es prefigurada en el primer anuncio de la salvación: “pondré enemistad
entre ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje”; “Kuña ndive romoingo vaíta ha
iñemoñare ne ñemoñare ndive” (Gen 3, 15).
Los Padres de la Iglesia afirmaban que la desobediencia e infidelidad de Eva
traían perdición y muerte a la humanidad. María, con su respuesta de fe y
obediencia, se convirtió en causa de salvación. Hoy, los laicos y todos los
bautizados están llamados a elegir el camino transitado por María abandonando el
camino de la corrupción; abandonando el camino que destruye la integridad de la
familia y la sociedad, y optando por el camino de María, que es el camino de la vida
y de la defensa de la familia. María nos muestra el camino para ser discípulos y
misioneros de Cristo porque Ella es la primera y la más perfecta discípula y
misionera de Cristo (cf. DA 266-268). “Así como en la familia humana, la Iglesia-
familia se genera en torno a una madre” (DA 268), así María Madre nos convoca a
caminar juntos el camino de la familia, del respeto a su dignidad.
2. María peregrina con nosotros como la plenamente santa
A Ella Dios la redime de raíz por singular privilegio de Dios, preservada de la
culpa original, preparándola para recibir al Hijo para su misión salvadora (cf. Is 7,
14; LG 53). María ha’e upe kuña marane’ỹ, la limpia y pura que limpia el camino
para que nosotros, como peregrinos caminemos seguros hacia Cristo. Una
sociedad que no está limpia por causa de la injusticia, la pobreza, la falta de empleo,
el narcotráfico, la inseguridad, es una sociedad que cada vez más se aleja del
camino transitado por la limpia y pura María.
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3. María peregrina con nosotros como la Madre virginal de Dios


María es Madre de Dios porque Aquel a quien comunicó la naturaleza humana
concibiéndolo, gestándolo y dándolo a luz es la Persona divina de Jesucristo. Con
Cristo se inicia un nuevo comienzo de las cosas.
María ha’e Tupã-sy, oguerúvo imemby yvy ape ári ome’ẽ ñandéve Tupãite.
La grandeza de María no está solamente en la maternidad física sino también en la
fe y en el amor porque acompaña a Cristo en su infancia, al comienzo de su
ministerio público, en las bodas de Caná, en su gesta salvadora.
Tupãsy oguata ohóvo Krísto ndive jerovia ha mborayhu pe. (cf. DP 292; MC
25). María instala la presencia de Dios en nuestra sociedad, en la que se siente el
vacío de Dios y la sed de su Palabra.
4. María peregrina con nosotros incluso al pie de la cruz
María asocia su com-pasión a la pasión de su Hijo Jesús y Este, desde la cruz,
llamará a su Madre con el apelativo “mujer” evocando a la mujer del Génesis,
mostrándola como la nueva madre de los vivientes.
María ha’e upe kuña pyahu imarãne’ỹva oguerúva ñandéve ñande
Pysyrohára.
Hoy, vivimos en esta sociedad en la que sentimos con María el dolor de la cruz,
el dolor de los pobres, de los desprotegidos, de los “sin tierra”, de los abandonados
por las instituciones que debían impartir justicia y solidaridad, el dolor de los jóvenes
sin oportunidades laborales, el de las familias sin apoyo, el de los menores
abusados, el dolor de una educación mediocre, el dolor por la falta de amor a
nuestra cultura, a nuestro idioma autóctono, el dolor de pagar el impuesto a la salud
pero sin acceso a la atención médica ni a medicamentos, el dolor por las calles
destrozadas y veredas intransitables, el dolor de encerrarse en la casa bajo rejas y
grandes candados, mientras que los malvivientes se apoderan de las calles.
5. María peregrina con nosotros acompañando a la Iglesia
Después de la resurrección de Jesús, María peregrina al lado de los apóstoles
cuando desciende el Espíritu Santo que la cobijara primeramente a ella en la
anunciación. “No se puede hablar de la Iglesia si no está presente María” (MC 28).
Jahayhu ramo añete ñande Tupão, jahayhu va’erã avei Tupãsýme.
6. María peregrina con nosotros hasta el cielo con su asunción y gloria
Ella es el “signo grande” (Ap 12, 1) del Pueblo de Dios y la “Estrella de la
Evangelización” (EN 82). Por eso María convoca a todos, especialmente a los laicos
para encarnar la Palabra de Dios, a caminar juntos como discípulos misioneros de
Cristo. ¿Cómo o de qué forma? A través de los cinco verbos principales que

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recorren los dos textos bíblicos: el de la Anunciación (cf. Lc 1, 26-38) y el de la


Visitación (cf. Lc 1, 39-56).
6.1. Recibir: a Cristo, así como lo hizo María con su sí (fiat) en su vida.
6.2. Salir: el que recibe a Cristo no lo guarda para sí mismo, sino que sale y va
para compartir la alegría de haber conocido a Cristo en su vida.
6.3. Servir: el que recibe a Cristo sale, así como María salió y fue a casa de su
prima Isabel para servirla, para ayudarla. Podría haberse quedado en su casa, pero
el amor debe ser operante.
6.4. Alegrar: haber recibido a Cristo produce alegría y todo se hace con la
alegría del Evangelio. Con la alegría se hace más llevadero cargar la cruz para
seguir caminando y evangelizando, en la comunidad, en el barrio, en la capilla, en
la parroquia.
6.5. Alabar: as la alabanza a Dios, así como lo hizo María. La vida es un
continuo magníficat en el que resuena siempre con fuerza las palabras del Profeta
Sofonías, “¡Grita de gozo, oh hija de Sion, y que se oigan tus aclamaciones, oh
gente de Israel! ¡Regocíjate y que tu corazón esté de fiesta, hija de Jerusalén!” (Sof
3, 14).
Tupãsýme ojehu haguéicha: oñeme’ẽ chéve - asẽ - aipytyvõ – vy’apópe –
amomba’e guasu ichupe.
María peregrina con nosotros, ayer, hoy y siempre permeando nuestra primera
evangelización porque:
a) María peregrina con nosotros hablando y escuchando en nuestro idioma
guaraní, gracias a fray Luis Bolaños quien la llamó Tupãsy Marane’ỹ. María ha
aprendido a escucharnos en guaraní y nosotros hemos conocido a Cristo y a María
a través del idioma guaraní.
b) María peregrina con nosotros mostrándose en el arte, ocupando el centro del
friso de los ángeles músicos en la Iglesia Mayor de la misión jesuítico-guaraní de
Trinidad, Itapúa-Paraguay (la Inmaculada rodeada de los ángeles músicos). Se
muestra en las manos de San Roque González de Santa Cruz en sus correrías
apostólicas.
c) María peregrina cantando con nosotros, con los guaraníes, a través de la
música barroca-guaraní, a través del músico laico indígena Julián Atirahu, a través
de los cantos –ñembo’e purahéi- de los Ñembo’e puraheihára o estacioneros.
d) María peregrina con nosotros enseñándonos el catecismo o Tupã rape en
guaraní a través de los catecismos en guaraní de fray Luis Bolaños, Joseph de
Anchieta, Antonio Ruiz de Montoya, o el Manuale ad usum Patrum Societatis Iesu

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o Manual de Loreto de 1721 o más posteriormente el Catecismo bilingüe guaraní-


español de la Doctrina Cristiana de Antonio Guasch.
e) María peregrina con nosotros gracias al laico indígena guaraní Nicolás
Yapuguay a través de sus escritos totalmente en guaraní: Explicación de el
Catechismo en lengua guaraní y su Sermones y Exemplos en legua guaraní.
f) María peregrina con nosotros en el arte pictórico de la mano de otro laico
indígena guaraní, de nombre Haviju, a través de uno de los primeros y más
bellísimos retratos marianos en estas tierras sudamericanas, conocido este retrato
como Virgen de Habiyú (Sic., ortografía guaraní antigua), Reducción de Itapúa,
1618.

¿Somos conscientes de toda esta maravilla? ¿Cómo responderemos a


semejante dignación de amor de Dios?

P. Wilson Antonio Garay Rojas

Abreviaturas

Gen (Génesis); Is (Isaías); Ap (Apocalipsis); Lc (Lucas); Sof (Sofonías): Cf. (Confrontar); Sic. (Así).

DA (Documento de Aparecida); LG (Lumen gentium); MC (Marialis cultus); DP (Documento de


Puebla); EN (Evangelii nuntiandi).

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