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“8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos robado? En vuestros adiezmos y ofrendas.
9 aMalditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
10 Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora
en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y
derramaré sobre vosotros abendición hasta que sobreabunde.
11 Reprenderé también por vosotros al adevorador, y no os destruirá el fruto de la
tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.
12 Y todas las naciones os llamarán bienaventurados, porque seréis tierra deseable,
dice Jehová de los ejércitos”.
(Malaquías 3: 8 – 12)
“5 De cierto os digo, acontecerá que todos los que se reúnan en la tierra
de aSion serán diezmados de todas sus propiedades sobrantes y observarán esta ley,
o no serán considerados dignos de permanecer entre vosotros.
6 Y os digo que si mi pueblo no observa esta ley para guardarla santa, ni me
santifica la tierra de aSion por esta ley, a fin de que en ella se guarden mis estatutos
y juicios, para que sea la más santa, he aquí, de cierto os digo, no será para vosotros
una tierra de Sion”.
La ley del diezmo, cual se conoce hoy, no se había dado a la Iglesia antes de esta
revelación. La palabra diezmo empleada en la oración que se acaba de citar, así
como en revelaciones anteriores (64:23; 85:3; 97:11), se había referido no tan
solo a una décima parte, sino a todas las ofrendas voluntarias, o sea, donaciones,
a los fondos de la Iglesia. El Señor había dado previamente a la Iglesia la ley de
consagración y la mayordomía de bienes, la cual los miembros (principalmente
los élderes que dirigían) aceptaron por medio de un convenio que había de ser
sempiterno. Por motivo de que muchos de ellos no cumplieron con ese convenio,
el Señor la retiró por un tiempo y en su lugar dio la ley del diezmo a toda la
Iglesia.
“18 Pude haber dado una atraducción más clara de esto, pero para mi objeto tiene
suficiente claridad tal como está. Basta saber, en este caso, que la tierra será herida
con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista
un beslabón conexivo de alguna clase, tocante a algún asunto u otro; y he aquí,
¿cuál es ese asunto? Es el cbautismo por los muertos. Pues sin ellos nosotros no
podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros. Ni tampoco
podemos nosotros ni ellos perfeccionarnos sin los que han fallecido en el
evangelio; porque al iniciarse la ddispensación del cumplimiento de los tiempos,
dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa
y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y
glorias se realicen y sean revelados desde los días de Adán hasta el tiempo
presente. Y no solo esto, sino que las cosas que jamás se han revelado desde
la efundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán
reveladas a los fniños pequeños y a los de pecho en esta, la dispensación del
cumplimiento de los tiempos”.