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El lenguaje de la vida
Watson y Crick posan frente a su modelo de la estructura del ADN.
La doble hélice del ADN sentó las bases de la biología molecular y pronto se
convirtió en una de las grandes figuras icónicas de la historia. Es difícil no
sentir cierta fascinación al ver que la molécula clave de la vida, la que nos
hermana con el resto de los seres vivos, tiene una estructura tan conservada y
regular. Hay algo reconfortante en la elegancia matemática, en conseguir
resumir una parte del mundo en una doble hélice o en un E=mc2. Pero a pesar
de algunos logros efímeros, encontrar las bases físicas y matemáticas de la
biología está siendo uno de los grandes desafíos de la ciencia.
Salvo contadas excepciones, el estudio de los seres vivos suele dar resultados
complejos y difíciles de reducir a principios matemáticos. Los físicos suelen
decir que los sistemas biológicos son demasiado «ruidosos». A final de
cuentas, incluso en una célula relativamente sencilla coexisten 42 millones de
proteínas de unos 6000 tipos diferentes en un espacio de apenas unas
milésimas de milímetros.
Pocos años después del logro de Watson y Crick, John Kendrew y Max Pertuz
se lanzaron al estudio de la estructura de las proteínas. Como en el caso del
ADN, se esperaba que las diferentes proteínas compartiesen una estructura
más o menos común. De ser así, obtener esa estructura tridimensional podría
poner otro de los cimientos de la biología molecular. Pero pronto descubrirían
que las proteínas eran más complicadas de lo que se pensaba y sus estructuras
menos vistosas.
El lenguaje de la vida
Representación en plastilina del modelo de estructura tridimensional de la
mioglobina.
El primer modelo publicado por Kendrew y Pertuz en 1958, el de la proteína
mioglobina, era terriblemente feo, más parecido a un gusano o a una salchicha
que a una armoniosa figura geométrica. El propio Kendrew admitió que su
modelo «no podía ser recomendado por su estética». Un experto de la época
resumió la sensación general: «Es un objeto horrible, pero un gran trabajo».
La ciencia podría ser correcta, pero allí no había ni rastro de la elegante
regularidad del ADN.
Además, también se han descifrado muchas de las redes bioquímicas que rigen
el funcionamiento de la vida. Una gran parte de esos procesos son muy
parecidos en células muy diferentes, desde bacterias a neuronas. Eso sugiere
que existen unas bases generales, una serie de reglas compartidas entre todos
los seres vivos.
Pero a pesar de los avances, muchos científicos todavía sienten que están
dando palos de ciego. En su artículo «¿Puede un biólogo arreglar una radio?»,
el bioquímico Yuri Lazebnok argumenta que en muchos campos de la
biología, cuánto más se sabe menos se entiende.
El lenguaje de la vida
Representación en plastilina del modelo de estructura tridimensional de la
mioglobina.
Lo ilustra con un experimento mental: ¿qué pasaría si intentásemos arreglar un
aparato de radio estropeado utilizando el mismo abordaje que se usa en
biología molecular?
Para Lazebnok la ventaja de los físicos es que han sido capaces de crear un
lenguaje cuantitativo, inequívoco y universal para describir los sistemas con
los que trabajan, algo que todavía no ocurre en la biología molecular.
Esa poca claridad y esa limitada capacidad de predicción son un lastre para la
biología. Si Galileo tenía razón y las leyes de la naturaleza están escritas en el
lenguaje de las matemáticas, ¿por qué cuesta tanto encontrarlas en los seres
vivos?
El lenguaje de la vida
La curación del paralítico, uno de los tapices que Rafael realizó para la Capilla
Sixtina.
Schrödinger argumenta que el problema de la biología molecular es que se
sitúa entre dos mundos donde rigen reglas diferentes: el mundo microscópico
y el mundo macroscópico.
Lo que pasa con la biología es que los procesos ocurren a medio camino entre
ambos mundos. ¿Cómo se pueden estudiar sistemas donde un puñado de
moléculas se comportan con la regularidad de un sistema macroscópico?
El lenguaje de la vida
Un cuadro muestra al físico William Bialek con su hijo frente a una pizarra.
Quizás de todos los ejemplos explicados por Bialek el más significativo sea el
de la visión. Para poder ver el mundo necesitamos que los fotones de luz
incidan en las células de nuestras retinas. Una vez ahí, los fotones
desencadenan en las células una señal química que a su vez se transforma en
una señal eléctrica que después es enviada al cerebro, donde se procesa e
interpreta. Se trata de un ejemplo particularmente interesante porque el
proceso tiene lugar justo en esa interfase entre los mundos microscópico y
macroscópico de la que habla Schrödinger
Bibliografía