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EL MERCANTILISMO CLASE DEL 08/05/971

El inicio del capitalismo fue punto de observación por los distintos autores que se
atrevieron a investigar el tema. Veremos tres o cuatro tesis acerca del origen del capitalismo: las
de Werner Sombart, historiador y sociólogo alemán (1863-1941), Henri Pirenne, historiador belga
de fin de siglo XIX y principio del siglo XX, y Max Weber, sociólogo y economista alemán
fallecido en 1920. Hay otros autores que también han investigado este tema, por ejemplo, Karl
Marx, Paul Mantoux, entre varios.
En primer término, sabemos que la forma de acumulación del capital puede tener su
origen en distintas actividades económicas. A lo largo de la historia, y más o menos desde 1450,
los estudiosos tradicionales del tema consideran que hubo predominancia de tres tipos de
capitalismo, el comercial, el industrial y el financiero. El capitalismo comercial sostiene que la
fuente de acumulación privada del capital está en el comercio, y la predominancia del capitalismo
comercial se extiende aproximadamente por un período de tres siglos, hasta alrededor del año
1750. El predominio de este tipo de acumulación de capital coincide, en términos generales, con
lo que en historia económica se llama mercantilismo, o práctica de política económica de cuño
mercantilista. El predominio de la acumulación de capital durante el período siguiente, que estaría
comprendido entre 1750 y 1870, lo tiene la industria, aunque esta división cronológica se ha
efectuado pensando más que nada en Inglaterra. Y un tercer período de capitalismo financiero,
que comenzaría hacia ese último año, finalizando en el intervalo temporal comprendido entre
1914 y 1929, esto es, entre la llamada Segunda Revolución Industrial y la Primera Guerra Mundial
(la “Gran Guerra”) y el Octubre negro de ese último año, inicio de la Gran Depresión. ¿En qué
consiste el capitalismo financiero? Es la época en que las finanzas prevalecen como principal
fuente de acumulación, caracterizada en primer término por la propiedad absentista, esto es, los
propietarios del capital que no están junto al mismo, los accionistas privados, concretamente, y,
por otro lado, la gran concentración de capital. Las figuras más conocidas del capitalismo
financiero obtienen su fortuna en un período anterior, por ejemplo, Rockefeller, que era industrial
pero que después incrementará su fortuna dentro del mundo de las finanzas, la banca, etc.
Veamos algunas teorías sobre el origen del capitalismo, como forma de acumulación del
capital. Comenzaremos por Werner Sombart (1863-1941), quien tiene tres teorías acerca del
origen del capitalismo. En primer lugar, él sostiene que el origen del capitalismo está en los
excesos de la renta de la tierra, de gran cuantía, que a través de un mecanismo autorregulador del
mercado en los siglos XIV y XV van decreciendo, que se vuelcan en un conjunto de actividades
económicas alejadas de la actividad rural o agrícola, específicamente, se incorporan al gran
comercio establecido en las urbes, volcando esas rentas a integrar capitales tales que constituyen
el principal lubricante para el comercio de ultramar que, a partir del siglo XV, vinculará a Europa
con América, aunque sin prescindir del sur de África ni de Asia. En segundo término, la presencia
de las cortes medievales europeas, con sus hábitos ligados al lujo y la vida dispendiosa originaron
con sus gastos (originados en los tributos) una industria “artesanal” productora de artículos
suntuarios, muy propicios para saciar aquel despilfarro. Los incipientes industriales de entonces
eran burgueses fabricantes de tales objetos. Finalmente, la presencia de los judíos que, expulsados
de España a fines de siglo XV, emigraron hacia el Oeste de la península, a Francia, los Países
Bajos y otros países. Concentrados en Amsterdam, la convirtieron con sus prácticas en el núcleo
del capitalismo internacional.
Max Weber (1864-1920) sostuvo que la Reforma Religiosa, y, en particular, la influencia
de Calvino, contribuyó al desarrollo del Capitalismo. La doctrina calvinista, en lo que concierne
al préstamo a interés, está en abierta oposición a la Iglesia. La “doctrina de la vocación
profesional” afirma que todo ser humano siente el llamado de Dios para realizar una determinada

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Con actualizaciones. Para la confección del presente material, además de las obras de referencia citadas a lo largo del
texto, se han tenido en cuenta las contribuciones desarrolladas en la actividad pedagógica llevada a cabo, conforme las
normas de cátedra de Historia del Pensamiento Económico, de los siguientes estudiantes: Julián Benassi y Federico
Marzullo (2019).

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tarea, y así el comerciante se inclina hacia la acumulación de riquezas en la certeza de cumplir el
precepto divino.
Henri Pirenne (1862-1935) indicó que, a partir del siglo XII, el capitalismo se afirmó
como resultado del comercio de larga distancia, sobre todo desde y hacia las ciudades de Génova
y Venecia, principalmente.

Hasta ahora habíamos visto lo que denominamos período de exposición fragmentaria o


incidental, cuando las ideas económicas estaban o se presentaban en un contexto más amplio, por
ejemplo, habíamos dicho que, dentro del contexto de la justicia, la economía era una especie de
subconjunto, y que cuando se hablaba de temas como la justicia conmutativa o el justo precio, se
tocaban temas económicos.
A partir del siglo XVI, aproximadamente, se disocian ambos campos, el de la justicia y
el de la economía, esto es, la segunda deja de ser una parte de la primera: empieza lo que
denominaremos período de estudio autónomo, y justamente el mercantilismo es la corriente que
lo inaugura. Es decir, los autores mercantilistas escriben específicamente sobre temas
económicos. Ahora bien, lo hacen “en general”, no con basamento científico o analítico.
Schumpeter llama al mercantilismo pre - científico, mientras que Blaug lo llama pre - analítico.
Sin embargo, cuando veamos a Smith, una fuente muy importante de su pensamiento será el
mercantilismo británico, porque va a contener el germen de muchas de las ideas más brillantes de
Smith. El período que abarca el mercantilismo históricamente, transcurre aproximadamente entre
el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII, digamos, hasta 1750, aunque ya en ese período
están empezando a escribir otros autores que son una especie de mezcla entre el mercantilismo
que está feneciendo y el liberalismo que está amaneciendo, por eso no los trataremos como autores
propiamente mercantilistas, sino en una unidad específica denominada fundadores de la economía
política, por ejemplo, Petty, Cantillon, Steuart, Genovesi, etc.
La aparición del mercantilismo se da coetáneamente con una serie de fenómenos que
están sucediendo en Europa y el mundo. ¿Cuáles son esos fenómenos? En primer lugar, algo que
ocurre en el viejo continente: la formación de los Estados Nacionales que, a juicio de algunos
autores, rompe con la unidad política de la Edad Media; esto sería una verdad a medias: este
proceso rompe la idea de unidad política que recorre toda la Edad Media, buscando restaurar el
Imperio Carolingio, el imperio de Carlomagno, porque la realidad de este largo período histórico
es una realidad de disgregación, no en naciones ni en estados, sino en feudos. En un largo período
iniciado en la Baja Edad Media y culminado entre los siglos XV y XVI, van surgiendo los Estados
Nacionales, las Monarquías inglesa, francesa, española, portuguesa, etc. Los monarcas, aliados
con los sectores urbanos que después serán el germen de la burguesía, derrotan o derrocan o aíslan
económicamente a los señores feudales, van socavando su poder, y entonces comienzan a formar
los Estados Nacionales: Francia, Portugal, Inglaterra, Suecia, Polonia, Rusia de alguna manera,
aunque el proceso demora un poco más que en Europa Occidental, y España, que finaliza su
proceso de Reconquista y unificación en 1492 bajo la hegemonía de los Reyes Católicos
(Fernando de Aragón e Isabel de Castilla). Pero hay dos naciones que quedan al margen de este
proceso: Italia y Alemania, que conseguirán su unidad política recién en la segunda mitad del
siglo XIX.
Este proceso es importante, relacionado con el mercantilismo, porque en general, así
como los autores escolásticos planteaban una especie de pensamiento universalista o cosmopolita,
como podría ser más adelante el pensamiento de los autores clásicos, los autores mercantilistas
plantean un pensamiento nacional, desde cierto lugar, desde una nacionalidad concreta, buscando
como objetivo el engrandecimiento de la nación a la que cada uno pertenecía. Entonces, si
hablamos de los mercantilistas ya no será un pensamiento universalista, sino que hablaremos de
los aspectos de los mercantilismos británico, francés y otros.
El otro fenómeno importante de este período se refiere a los descubrimientos geográficos
en general, de América en particular, y a los primeros intentos de colonización, algunos con más
“suerte” que otros. Básicamente es la época de la formación de los imperios coloniales español y
portugués, de las primeras colonias holandesas e inglesas en Norteamérica, que ocupan solamente
la porción al este del territorio, la creación de todo un sistema de puertos y enclaves en los

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continentes africano y asiático, etc., en suma, de una expansión europea que los historiadores han
calificado no de imperial sino de colonial.
También tenemos otro fenómeno importante que es la Reforma religiosa. Así como había
una idea de unidad política en la Edad Media, había de hecho una fuerte unidad religiosa al amparo
de la Iglesia Católica (palabra que significa universal). Aquí, a partir de 1520, esta unidad es rota
por distintos movimientos religiosos, o religioso - políticos o religioso - socio - políticos, porque
no son puramente religiosos, ya que hay cuestiones de intereses en el medio, que cuestionan la
hegemonía papal y que, bajo razones más o menos convincentes, rompen con ella. Así aparecen
por ejemplo los luteranos en Alemania, los calvinistas en Francia y Suiza, y los anglicanos en
Inglaterra. La Iglesia Anglicana es la más parecida a la Iglesia Católica, dogmáticamente, porque
se limitó a romper con el Papa por una cuestión matrimonial de Enrique VIII (y a expropiarle las
tierras a la Iglesia). Por lo general, estos movimientos pretenden restaurar la supuesta pureza
original del cristianismo, pero lo importante para nuestro estudio es que se rompe una unidad
religiosa, que no se vuelve a recuperar. Cada uno pretende ser el intérprete fiel de la Biblia, pero
algunas de las corrientes protestantes, en contraposición a las ideas papales o católicas, admiten
la libre interpretación de los textos religiosos. Otros admiten la idea de la predestinación, lo cual
va a traer un tipo de implicancias en el comportamiento de ciertas clases sociales. Pensemos que
hay una teoría de Max Weber, prestigioso alemán, que dice que el origen del capitalismo está en
la ética protestante. Esta teoría la veremos oportunamente. Pero, de hecho, este cambio tiene
consecuencias de tipo social, por ejemplo, en Alemania, donde aparece la rebelión de los
campesinos al amparo del luteranismo, que arrasan con los feudos, saquean castillos, etc., es decir,
un fuerte cuestionamiento al sistema social imperante. Lutero termina finalmente condenando a
los campesinos, que son masacrados... pero la rebelión se hace, digamos, al amparo de los temas
religiosos. Los calvinistas, en Francia, van a agrupar a toda la burguesía industriosa, hasta que
sean expulsados varios siglos más tarde, emigrando a Prusia y convirtiéndose en uno de los
gérmenes de la burguesía alemana...
Económicamente, es el auge del capitalismo comercial, un movimiento que se inicia en
el siglo XI ó XII y que recién culminará en el siglo XVIII. Es decir, un largo movimiento que
surge por una serie de transformaciones, algunas de las cuales analizaremos más tarde.
Otro acontecimiento contemporáneo de éstos, es la invención y difusión de la imprenta.
Saben ustedes que la imprenta fue inventada (o más bien re - inventada, porque los chinos la
conocían varios siglos antes) por Juan Gutenberg, un editor de Maguncia, hacia mediados del
siglo XV (se cree que en 1452). ¿Por qué es importante la invención de la imprenta? Porque
transforma el concepto de libro. Un libro, antes de esto, se copiaba a mano, mientras que ahora
se hace una tirada de cierta cantidad de ejemplares. El primer libro que edita Gutenberg, y no
casualmente, es La Biblia. Pero este simple hecho permite quitar el monopolio del saber a los
sectores monárquico y eclesiástico que lo habían detentado en la Edad Media, y permite difundir
el conocimiento, en cualquiera de sus ramas, entre capas un poco más amplias de la población,
digamos, porque el grueso del campesinado seguirá siendo analfabeto por varios siglos más. Pero,
básicamente, entre los sectores más poderosos de la burguesía comercial se difunde el
conocimiento y, al amparo de la difusión de nuevas ideas, aparecen las primeras polémicas,
aparece la discusión de ideas; aparece, por ejemplo, el famoso movimiento humanista, con
Erasmo de Rotterdam, que cuestiona literariamente la moral imperante, o la crítica de costumbres,
con Montaigne; aparece el ensayo literario como nuevo género, etc., etc. El libro deja de ser un
objeto, digamos, casi sacramental, para pasar a ser un objeto que se consume, que se difunde
“masivamente”. Y estos nuevos personajes comienzan a formar las primeras bibliotecas
privadas...
O sea que hay una serie de fenómenos en el campo de los hechos históricos y hay una
serie de fenómenos en el campo de las ideas. Coetáneamente a la aparición y difusión de la
imprenta, se cohesionan de alguna manera o se consolidan y difunden las lenguas nacionales.
Recuerden ustedes que los escolásticos escribían en latín, mientras que los autores mercantilistas
van a escribir en sus respectivas lenguas maternas (inglés, alemán, francés, español, etc.). ¿Saben
ustedes cuál fue el libro fundacional del alemán moderno? Pues fue la traducción del latín de La
Biblia que hizo Lutero... Estamos hablando de Alemania como concepción geográfica o inclusive
de nación, no como país, pues en esta época no lo era.

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¿Cuáles son los aspectos centrales del pensamiento mercantilista? Ante todo, ¿se puede
calificarlo de escuela de pensamiento? La mayoría de los autores no están de acuerdo en otorgarle
esta calificación, y más bien coinciden con la opinión de Heckscher, autor sueco que publicó un
libro monumental sobre el mercantilismo en 1931, obra muy difícil de superar por su erudición,
estilo narrativo, etc., quien calificó al mercantilismo, más que como una escuela de pensamiento,
como un conjunto de ideas sobre política económica. Para él la era del mercantilismo es la de las
políticas económicas mercantilistas que aplican los Estados Nacionales en este largo período.
Podría afirmarse, sin temor a equivocarnos, que el mercantilismo tuvo su origen en dos doctrinas
que fueron importantes en su época: por un lado, el crisohedonismo, que postulaba que la felicidad
individual radicaba en la acumulación de oro, y por otro lado el bullionismo (ver más adelante),
esto es, la acumulación de lingotes de oro y plata, como llevará a cabo España.
Retomamos entonces la pregunta anterior: ¿cuáles son los aspectos centrales del
pensamiento mercantilista sobre los que hay, en general, coincidencia entre los autores? Seguimos
para ello la presentación que, al respecto, hace Mark Blaug, economista holandés contemporáneo
(1927-2011) muy crítico del mercantilismo:
1°) oro y joyas como esencia de la riqueza: la riqueza, para los mercantilistas, estriba en
la acumulación de estos metales preciosos;
2°) regulación del comercio exterior para generar una entrada neta de metales preciosos;
3°) promoción de la industria mediante la introducción de materias primas baratas;
4°) aranceles protectivos de la industria doméstica, impuestos a las exportaciones de
bienes manufacturados por otras naciones, obviamente;
5°) estímulo a las exportaciones, sobre todo de bienes terminados;
6°) insistencia en el crecimiento demográfico (o sea, son poblacionistas) para mantener
bajos los salarios, porque una gran población asegura gran cantidad de mano de obra y una fuerte
oferta en el mercado de trabajo, con la consiguiente reducción salarial; y
7°) lo que Blaug caracteriza como falacia básica del mercantilismo: es conveniente una
balanza comercial favorable, porque de algún modo genera la prosperidad nacional, tal como él
lo plantea: de algún modo, de alguna manera no claramente explicada ni definida. Es un poco
peyorativo plantearlo de esa manera, ya que algunos mercantilistas han dado algunas ideas muy
definidas a ese respecto.
Ustedes seguramente conocen la estructura tradicional del balance de pagos, con sus
cuatro rubros: mercancías y servicios, transferencias unilaterales, capital y oro monetario y errores
u omisiones. De todo esto, ¿qué descubren los mercantilistas? Un concepto que integra el primero
de los rubros citados, y que se llama balanza comercial o balanza de comercio. El primero que,
al parecer, utilizó este nombre o designación fue un autor italiano, doctorado en derecho en la
Universidad de Nápoles, Antonio Serra (siglos XVI-XVII) en un texto hoy olvidado escrito
durante su estancia en la prisión por rebelión contra el poder español, hacia 1615 (Breve tratado
sobre las causas que pueden hacer abundar el oro y la plata en reinos donde no hay minas), y
parece derivarse de una noción cara al pensamiento político de la época, que era la expresión
balanza o balance de poder. Para ellos, como para nosotros, la balanza comercial es la diferencia
entre exportaciones e importaciones (BC = X – M) y, de acuerdo a Blaug, la falacia básica es que
el resultado de esta sencilla ecuación sea mayor que cero, o positivo, para lo cual preconizan en
sus escritos, sobre todo los mercantilistas clásicos de los siglos XVI y XVII, una serie de medidas
para fomentar el crecimiento de las exportaciones y medidas para disminuir el monto de las
importaciones, como forma de asegurarse una balanza comercial favorable y por lo tanto un flujo
de metálico siempre favorable a la nación. Es decir que identifican la riqueza con el metálico.
Esta es una noción muy peligrosa, es una falacia. En los siglo XVII y XVIII John Locke y, sobre
todo David Hume, van a destruir esta idea, con un expediente muy sencillo, un argumento que
hoy nos parece de Perogrullo. ¿Cuál es ese argumento? Como hay una especie de “vasos
comunicantes” entre la balanza de comercial y el Tesoro real, si hay un exceso de metálico en una
nación, esto ocasiona un aumento generalizado en los precios domésticos; por lo tanto, los
productos de fabricación nacional se tornan relativamente más caros. Entonces, ¿qué desean las
personas? Comprar los productos importados, que son relativamente más baratos. Por lo tanto,
ese auge de metálico lo que hace es aumentar la demanda de importaciones, y a la vez hace

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descender las exportaciones, porque éstas se tornan menos competitivas, diríamos hoy, se
encarecen relativamente. Con lo cual, el metálico acumulado se va de la nación... Observen
ustedes con qué sencillez se anula esta falacia básica, siendo los mercantilistas los primeros, tal
vez, que descubren la teoría cuantitativa, por boca de Jean Bodin o Bodino - según los textos -
(1530-1596), un autor francés que analiza el fenómeno que nosotros conocemos hoy como
Revolución de los Precios, diciendo que el mismo se da debido a la multiplicación por ocho de la
cantidad circulante de metálico en Europa, derivada del descubrimiento y explotación de los
yacimientos americanos que habían sido, digamos, esquilmados, básicamente por España. Esto lo
hace en el siglo XVI.
Entonces, ésta sí es una noción descubierta por los mercantilistas, la de balanza comercial,
que se incorporará definitivamente al pensamiento económico. Otra noción que descubren es la
de valor agregado. Relean nuevamente la cuestión 3°) planteada por Blaug; ellos pretendían
importar materias primas y exportar bienes o productos terminados porque de esa manera todo el
valor agregado quedaba para la propia nación, y no había que pagárselo a otras naciones.
El primer economista que expone con toda contundencia la idea de esta confusión entre
metálico y riqueza fue Adam Smith, en el Libro IV de La Riqueza de las Naciones (1776),
destinado básicamente a atacar al mercantilismo. Es más, el título de la obra de Smith es un título
mercantilista (riqueza de las naciones); en este caso Smith destruye la noción de riqueza de los
mercantilistas y la reemplaza por otra, la de los clásicos. Entonces, él y posteriormente John Stuart
Mill son los que fervientemente difunden esta idea, que después Blaug recoge, de que los
mercantilistas confunden el metálico con la riqueza. Sin embargo, en 1936 cuando John M.
Keynes publica la Teoría General..., dedica un capítulo de este libro al mercantilismo, el 23,
titulado Notas sobre el mercantilismo, las leyes sobre la usura, el dinero sellado y las teorías del
subconsumo. Como de alguna manera el libro se presenta “herético” respecto a las ideas
dominantes, lo que hace Keynes es intentar traer, digamos, agua para su molino, esto es, traer el
pensamiento de autores, antiguos o modernos, que de alguna manera coincidan con sus ideas.
Entonces rescata a Hobson, por sus ideas sobre el subconsumo, y a los mercantilistas. ¿Qué
aspecto en particular de estos últimos? El siguiente: ¿qué nos asegura el flujo permanente de
metálico a una nación? Nos asegura una oferta monetaria en constante expansión, lo que a su vez
significa una baja en la tasa de interés, lo cual alentaría la inversión privada. Por esa razón los
considera precursores suyos.

Otros autores contemporáneos que también, de alguna manera, se salen de la corriente


principal, como Jan Tinbergen (1903-1994), autor holandés, y Gunnar Myrdal (1898-1987), autor
sueco, ambos Premios en Ciencias Económicas en homenaje a Alfred Nobel (tal el nombre
completo y correcto de este premio, instaurado por el Banco Central Sueco en 1969), rescatan y
valorizan positivamente algunos aspectos del pensamiento mercantilista, sobre todo en algunas
experiencias del llamado Tercer Mundo en las décadas del ’50 y ’60 del siglo XX: piensan que
las experiencias mercantilistas pueden ser valiosas para esas naciones. ¿Por qué? Porque los
mercantilistas preconizan la intervención estatal, cosa que Keynes también preconiza. Muchos de
los textos mercantilistas no son más que una serie cuasi infinita de consejos a los gobernantes
sobre las formas de aumentar el poderío nacional. Se suele decir que la concepción de sociedad
de los mercantilistas era la de una sociedad de suma cero, es decir, un concepto estático de la
actividad económica, que imponía un techo o límite, donde las ganancias de una nación se
traducían en pérdidas para las restantes, por lo que el interés para cada autor mercantilista era que
su nación fuera la más favorecida. Es decir, una concepción de la lucha de las naciones entre sí,
a costa de las otras.
Ahora bien, si es un sistema de política económica, va de suyo que los principios que se
aplican en cada una de las naciones no son exactamente los mismos. Efectivamente, el
mercantilismo tiene variantes nacionales, o distintos programas en ejecución, digamos. Hay
básicamente tres formas de mercantilismo: primero el mercantilismo metalista o bullionista;
bullion es una palabra francesa que significa lingote; esta variante se da básicamente en España;
el mercantilismo industrialista, que se da en Francia y Austria, y el mercantilismo comercialista
o comercial que se da primero en Holanda y después en Inglaterra. El mercantilismo industrialista
como experiencia se da en Francia, bajo el ministerio de Jean Baptiste Colbert (1619-1683), por

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cuya razón se le denomina colbertismo. En Austria no se da como política, sino como idea: el
cameralismo, que es la forma mercantilista en ese país y también en Alemania.
Vamos a la primera, el metalismo. Es la forma más cruda, más elemental del
mercantilismo, que consiste en la simple acumulación de metálico, porque se supone que, de esa
manera, se va a ser la nación más rica y, por lo tanto, más poderosa. No es casual que aparezca
en España, que en ese momento está llevando a cabo la conquista o colonización de América,
extrayendo todo el metal precioso de México (oro) y del Alto Perú (planta de Potosí). El Estado
español monopolizaba la extracción de oro y plata a través de la Casa de Contratación, que
controla el comercio entre la metrópoli y las colonias americanas, unido al denominado sistema
de flotas y galeones, que permitía dos viajes anuales que partían de Cádiz y llegaban a los puertos
americanos de Veracruz y Panamá, en lo que denominaba Tierra Firme. A su regreso, llevaban el
“tesoro americano” (Hamilton dixit) hacia España, aunque se calcula que aproximadamente un
tercio de los envíos nunca llegaron, ya sea por ataques de piratas, corsarios o bucaneros, o bien
porque directamente quedaron en el fondo del mar… Ahora bien, paralelamente a esto España no
desarrolla ningún tipo de política industrial, motivado esto por toda una serie de factores
nacionales, como podrían ser la derrota de los comuneros hacia 1520, o el desprecio al trabajo,
como se evidencia en toda la literatura de la época, el llamado Siglo de Oro, porque se arrasan los
bosques españoles para construir los buques de sus famosas Armadas, emigran los más audaces
o emprendedores, que se van a América, etc., etc. Todo lo cual, unido al desastre de la Armada
Invencible (1588), ocasiona de alguna manera una derrota de España, la cual, pese a conservar su
Imperio, pasa a ser una potencia de segundo orden; aunque este pasaje se da a lo largo de un siglo,
no sucede de un día para otro, como podría pasar contemporáneamente. Por lo tanto, de poco sirve
esta política, porque el oro y la plata que se acumulan servirán para comprar los bienes
manufacturados que producen las otras naciones, o que transportan éstas, como es el caso de los
holandeses, apodados los carreteros del mar, y más tarde de los ingleses. Inclusive hay un autor
francés que dice que “gracias a Dios España ha acumulado toda esa cantidad de oro con la cual
nos podrá comprar nuestros productos”... de una forma que se demostró como completamente
ineficaz y no hizo nada para sacar a España de su postración. Recién a fines del siglo XVIII
España habilitará a otros puertos americanos para el comercio… pero ya será demasiado tarde.
Si nosotros dividimos a la economía en sectores, primario, secundario y terciario o de
servicios, ¿qué consideran los mercantilistas en el sector primario? La agricultura y la minería.
Para ellos, la agricultura no servía como medio para acumular riqueza. Si bien fomentaban ideas
de poblaciones numerosas, hay que reconocer que no era muy grande, muy extendida, la cantidad
de población en Europa. Y en parte, creo yo, porque dos siglos antes, había ocurrido la epidemia
conocida como peste negra que acabó con el 75% de la población mundial de su época. Los fletes
eran elevados, los viajes eran costosos, había inseguridad en mares y caminos, etc., por lo tanto,
el comercio de granos, que además era una materia prima, no ofrecía demasiados atractivos ya
que, para la idea mercantilista de la acumulación y la balanza comercial favorable, este tipo de
comercio no tenía mayor utilidad. ¿Cuál era la función del grano? Pues simplemente mantener a
la población alimentada, nada más. La minería sí podía tener más utilidad, sobre todo cuando se
trataba de extraer metales preciosos. El sector secundario, por su parte, eran las manufacturas, y
aquí pivotean, sobre todo, los mercantilistas industrialistas. El sector terciario, para los
mercantilistas, es el comercio, y no cualquier comercio, sino el comercio exterior, porque el que
se ejercía dentro de las fronteras nacionales no traía mayor riqueza a la nación, era un simple
intercambio entre los nacionales; lo único que permitía incrementar la riqueza nacional era el
comercio ejercido con otras naciones. Esta es la idea que pivotea en el mercantilismo
comercialista.

Veamos ahora el mercantilismo industrialista. Éste se da básicamente como experiencia


política o de política económica, como ya dijimos, en Francia bajo el gran ministro Colbert,
durante el largo reinado de Luis XIV en el siglo XVII. Colbert, un funcionario aduanero muy
hábil, es convocado por el monarca para asumir como Ministro de Hacienda, cargo que ocupó
entre 1665 y el momento de su muerte, en 1683. Él, o alguien de su entorno, descubre que Francia,
al carecer de una flota mercante tan potente como la británica, puede especializarse, con apoyo
estatal, en la producción de ciertos bienes manufacturados de lujo, para consumo de las clases

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nobiliarias del resto de Europa, y así obtener una balanza comercial favorable. Es obvio que el
grueso de la población, en Francia o en otros países, no tenía el suficiente poder adquisitivo para
poder comprar bienes importados. Digamos, Francia adopta estilos, modas, etc., que son
inmediatamente copiados por el resto de las cortes europeas, y por la burguesía que trata de
parecerse cada vez más a estos altos círculos. Estos son los clientes naturales: por ejemplo, los
famosos gobelinos, nacen en esta época. Se crean toda una serie de talleres y sociedades bajo,
sino el control, por lo menos el apoyo de los organismos estatales. Y, de alguna manera, la
experiencia tiene sus frutos, digamos. Ahora, la aplicación estricta de estos principios ocasiona
dejar en el abandono al agro francés, lo cual va a motivar en el siglo XVIII la reacción fisiocrática
contra todo esto, como veremos oportunamente.
El objetivo del colbertismo, entonces, era atraer oro al país, y el medio para ello era
desarrollar la industria de bienes con alto valor agregado (particularmente, de lujo), que siempre
serían demandados por las clases altas del exterior, como dijimos. ¿Cuáles, entonces, serán las
herramientas de política económica que aplicará este gobernante? Veamos:
• Aplicación de derechos aduaneros a la importación de bienes manufacturados.
• Otorgamiento de primas a la navegación, por medio de las cuales se autoriza a ciertos
navegantes al comercio de mercancías franceses en el resto del mundo.
• Otorgamiento de cartas de monopolio para la producción de ciertos y determinados bienes.
• Fomento de la inmigración de mano de obra, para que el costo de producción sea menor.
Esto provocará el repudio de las clases populares, ya que hace reducir el nivel de los salarios.
• Eliminación de algunas barreras aduaneras internas.
• Mejoramiento sistemático del transporte terrestre metropolitano, para ser utilizado como
alternativa al transporte fluvial.
• Expansión colonial buscando aprovisionamiento de materias primas baratas, por ejemplo, en
Santo Domingo, Antillas, la Guayana y Canadá (la zona de Quebec, posteriormente perdida
en beneficio de los ingleses).
• Política de mejoramiento de los puertos del amplio litoral marítimo francés, para abaratar el
costo del transporte marítimo.
• Política de reclutamiento forzoso de mano de obra para las manufacturas protegidas. Así, se
despoblará parcialmente el agro francés, que se transformará por efecto de estas políticas en
el gran “subsidiador” de la industria de artículos de lujo, vía reducción del salario.

En Austria se da el cameralismo, que es más que nada una concepción, no llega a


ejecutarse, sobre todo en la visión de Phillip W. von Hörnick (1638-1712) y J. H. G. von Justi
(1720-1771). El texto del primero de ellos, publicado en 1684, tiene un título por demás elocuente:
Austria sobre todos los países, si así lo quiere. ¿Qué sucedía con este país? No tenía grandes
minas de metales preciosos y, siendo un país mediterráneo, tampoco tiene salida al mar, por lo
que no puede ejercer el comercio marítimo, por lo que, para poder progresar, tiene que hacer una
política industrialista al estilo francés. En los textos de von Hörnick, sobre todo, se ataca mucho
al francés, inclusive con frases hirientes, porque era testigo de la invasión de artículos de lujo
hechos por los franceses que iban en detrimento de la poquísima industria manufactura que podía
haber en Austria. Entonces, en el fondo, lo que él querría es aplicar lo que hace Colbert en Francia,
pero en su país. Una curiosidad: el cameralismo austríaco y alemán duró prácticamente hasta el
siglo XIX, ya que en su primer tercio todavía escriben algunos autores de esa tendencia, que
serían, entonces, los últimos estertores del mercantilismo. Se llamaba cameralismo porque estos
hombres, a diferencia de otros autores mercantilistas, estaban muy cercanos al poder, en las
cámaras (kammer, en idioma alemán) de los príncipes y de otros señores. Era casi la única base
de poder que podían tener en estas economías atrasadas, a diferencia de un Mun, director de la
Compañía de las Indias Orientales, como veremos. La única forma que tenían de poder llevar a
cabo algunas de sus ideas, era vincularse al poder.

La tercera variante es el mercantilismo comercialista, y aquí el gran autor es (Sir)


Thomas Mun (1571-1641), que tiene título nobiliario ya que Inglaterra nunca olvida premiar a
los hombres que han contribuido a su engrandecimiento. El título del libro más importante de
Mun es El tesoro de Inglaterra por el comercio exterior, escrito probablemente hacia 1630 y

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publicado póstumamente por su hijo en 1644. Lo que él propone en su obra es el programa político
que llevó a cabo Gran Bretaña: constituir la primera flota mercante del mundo. ¿Cuándo empieza
a ejecutarse ese programa? En 1651, cuando se sanciona la primer Acta de Navegación. ¿Qué
dicen las Actas de Navegación? Todos los productos que exporta Inglaterra podrán transportarse
únicamente en barcos ingleses; todos los productos que el gobierno inglés permite importar,
también lo serán en barcos ingleses, y ustedes saben que al que introducía una manufactura textil
en Inglaterra, procedente de Europa continental, la primera vez que lo descubrían le cortaban una
mano, pero la segunda vez lo ejecutaban mediante ahorcamiento, como forma de asegurarse el
mercado cautivo para la naciente industria textil británica, lo cual no es un dato menor, porque
cuando se produzca la Revolución Industrial, la industria sobre la que va a pivotear la misma es,
justamente, la textil. O sea, Inglaterra, cuna del liberalismo, lo fue después de un largo siglo y
medio de proteccionismo, como lo demuestra la simple lectura de los hechos históricos. Es más,
la reglamentación llegaba a tales extremos que se prohibía sepultar a los muertos con una mortaja
que no fuera británica. Tenía que ser hecha en Inglaterra. También los barcos tenían que tener el
capitán y el 75% de la población de nativos ingleses, no debían tocarse otros puertos que no fueran
ingleses durante el trayecto, y otra serie de detalles menores. Todas las colonias debían estar
subordinadas al Parlamento británico, y se les prohibía a las mismas cualquier tipo de desarrollo
manufacturero capaz de competir con el de Inglaterra.
Esta legislación, y las luchas que hubo durante el siglo XVII contra Holanda,
transformaron a los ingleses en la primera potencia marítima del mundo, desplazando a los
holandeses como carreteros del mar. Mun repite aproximadamente todo lo que ya hemos visto:
importación de materias primas lo más baratas posibles, exportación de productos
manufacturados, prohibición absoluta de introducir productos que hagan alguna sombra de
competencia a los ingleses, etc. Mun, como otros autores mercantilistas, no era un intelectual
desinteresado, que escribía por el bien de la humanidad, como podía ser Smith, o un intelectual
desclasado como podía ser Marx, sino que era un funcionario de la Compañía de las Indias
Orientales, que tenía cierto grado de poder monopólico sobre ciertos aspectos del comercio entre
la metrópoli, Gran Bretaña, y la colonia de la India. O sea que él escribía motivado por un interés,
hasta personal, si se quiere. Esta es una de las cosas que se les cuestionan a muchos autores
mercantilistas; se dice: racionalizaban sus propios intereses, pero ustedes recuerden siempre lo
que dice Schumpeter: está bien, tenían intereses, pero pese a ello, pudieron esbozar algunas
verdades a las que todavía hoy les reconocemos algún carácter científico. Enunciaron la noción
de balanza comercial, por ejemplo, o descubrieron el valor agregado. Mun fue uno de los que
efectuaron este descubrimiento, cuando dice en su obra: si nuestros productos fueran
transportados en barcos de otras naciones, Inglaterra se quedaría con x libras por cada tonelada
de producto; ahora bien, si los comercializamos nosotros, dice, nos quedaríamos con X libras más,
y explica por qué sucede esto. Y está bien, él tenía un interés concreto, pero lo expuesto no por
ello deja de ser verdad. Las Actas de Navegación recién fueron derogadas en 1849, pero antes
habían ocasionado, entre otros, los siguientes efectos:
• Las compañías reglamentadas se convirtieron en algo superfluo, ya que Inglaterra (y Gran
Bretaña después) se constituyó en un gran monopolio comercial.
• Se abrió el comercio (a la fuerza, en ocasiones) al Mar Báltico, a Rusia y a África.
• El monopolio comercial permitió a los mercadores ingleses comprar productos a bajo precio
y colocarlos caros, lo cual les significó una importante acumulación de capital, el cual sería
destinado posteriormente a la industria. Luego, esta ”revolución comercial” sería una
precondición de la Revolución Industrial del último tercio del siglo XVIII. Smith y también
Marx se referirán a este fenómeno, más adelante, como “acumulación originaria”.
• La política industrial agresiva llevó a las guerras comerciales con Holanda, como ya se dijo,
y a la alianza con Portugal, como veremos más adelante.
• Las colonias se hicieron más importantes como mercados para las manufacturas británicas.
• El Estado pasó a ser un servidor de la industria, ya que debía proteger los intereses británicos
con las sucesivas guerras externas, y garantizar el orden interno protegiendo a los
comerciantes y burgueses.

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• Se animó la expansión de la flota mercante inglesa (y más tarde, británica), que en el siglo
siguiente a la sanción de las Actas decuplicó2 su tonelaje, convirtiéndose en la más grande
del mundo. El incremento de la navegación comercial y del comercio en general también
facilitó un rápido incremento del tamaño y calidad de la Armada británica, que llevó al Reino
Unido a convertirse en una superpotencia global, por lo menos hasta el estallido de la Gran
Guerra (1914).

Es en esta época cuando aparece también la denominación de economía política, en las


obras de un autor francés llamado Antoine de Montchrétien (1575-1621), que escribe,
justamente, un Tratado de Economía Política, un nombre que va a hacer escuela. Para él la
economía política es la economía del príncipe, siendo entonces la primera vez que la economía
(oikos - nomos) es sacada del ámbito privado en la que la habían mantenido los antiguos griegos
y pasa a formar parte del ámbito público, porque ahora se refiere a la economía del príncipe, de
ahí la denominación de economía política.
Otro aspecto a destacar es que la idea metalista o bullionista es, en realidad, un retroceso
desde el punto de vista de la historia del pensamiento económico, porque ya Aristóteles la había
descartado, al burlarse de las ideas de acumular riquezas, haciendo alusión a un personaje
mitológico griego, el rey Midas, que todo lo que tocaba lo transformaba en oro. Esto quiere decir
que, al menos en este campo, estamos retrocediendo a un pensamiento pre - aristotélico...
Ahora, merece señalarse que el artículo de Grampp incluido en la bibliografía referido al
mercantilismo británico, cuestiona todas estas nociones: cuestiona el que la mayoría de los autores
mercantilistas pensaran en la acumulación de metálico como sinónimo de riqueza, cuestiona que
todos los mercantilistas fueran acerbamente intervencionistas, y dice que hay más continuidad
que cambio entre los pensamientos mercantilista y clásico, por lo menos respecto del caso inglés.
En algunos aspectos es cierto, pero en el artículo se habla de un conjunto de autores que nosotros
no incluimos entre los propiamente mercantilistas, sino que los vamos a ubicar entre los
fundadores de la economía política, como North, Petty, etc., que son autores que ya están
hablando de los precios competitivos, por ejemplo, determinados por la oferta y la demanda, o de
la libertad individual, de la iniciativa individual como garante del máximo bienestar para la
comunidad, a la manera de Smith. Son autores que, inclusive, hablan de la valuación subjetiva de
los bienes, anticipándose al marginalismo del siglo XIX. Son autores como North, que es el
primero que habla del capital en su sentido contemporáneo, como acervo de bienes. Por eso los
veremos en una unidad a la que hemos denominado “los fundadores de la economía política”.
De hecho, la idea de que Smith fundó la economía política tiene hoy muy pocos adeptos: para
Marx, por ejemplo, fue Petty el verdadero fundador de la economía política, mientras que Jevons
decía que el verdadero fundador había sido Cantillon. Von Mises va a hablar de John Law, un
especulador escocés de fuerte actuación en la Francia del siglo XVIII, como un precursor de la
escuela austríaca... Es decir, son personas que, al igual que los escritores mercantilistas, tienen
intereses, pero que escriben ya con un conocimiento que se demuestra más acertado acerca de
temas económicos.

Vamos ahora a enumerar los autores más conocidos dentro del mercantilismo, además de
los ya citados Bodin, Serra, Mun, Montchrétien y Colbert. Tenemos al español Juan Botero
(1540-1617), el inglés Nicholas Borbon (1640-1698) un hombre de transición que reúne aspectos
mercantilistas con otros más liberales, autor de A Discurse of Trade; otro español, Jerónimo de
Ustáriz (1680?-1732?), autor de Teoría y práctica de Comercio y Marina, uno de los autores
fundamentales a la hora de buscar documentación sobre la decadencia española: los lamentos de
Ustáriz son famosos, ya que se lamenta por la declinación del comercio y de la marina, por la
pobreza, por la haraganería del español, etc., o sea, un fresco sobre cómo era la vida en España
bajo los Austrias menores; otro autor inglés, Thomas Gresham (1519-1579) autor de la ley que
lleva su nombre, y según la cual la mala moneda desplaza a la buena moneda; otro autor inglés
pero hombre de transición, Gerard de Malynes (1586-1641); Edward Misselden (1608-1654),

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Es decir, multiplicó por diez…

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también británico; M. de Bethone, Duque de Sully (1560-1641), francés, y el austríaco V. L.
Seckendorff (1626-1692).
Señala el economista francés R. Passet, que, en el caso de los mercantilistas franceses,
especialmente en Bodin y en Montchrétien, parece surgir la idea de que, en materia económica,
así como en el universo físico, pueden existir relaciones necesarias entre las cosas (dicho de otro
modo, leyes). Ilustra tal afirmación con el ejemplo de la relación entre la cantidad de dinero y el
nivel de los precios, expuesta por ambos autores, aunque no se trata de la única anticipación al
pensamiento clásico…

¿Cuáles fueron las víctimas del mercantilismo? Básicamente, los siguientes: en primer
lugar, la agricultura, como habrían de exponer numerosos autores durante el siglo XVIII; en
segundo lugar, los sectores trabajadores, que además de padecer fuertes reducciones salariales no
pudieron usufructuar ninguno de los “beneficios” que las políticas aplicadas aportaban; por
último, las colonias, que padecieron la succión de sus recursos naturales, no solo materias primas
o metales preciosos, sino también los esclavos, víctimas de la infame trata que se prolongó hasta
el siglo XIX, cuando se tornó antieconómica con el surgimiento del trabajo asalariado como forma
predominante del trabajo humano…

Respecto de los casos holandés y lusitano, podemos mencionar los siguientes aspectos.
Respecto al mercantilismo holandés, cabe destacar en primer lugar que, a pesar de ser
considerado el supremo ideal de todos los mercantilismos, dicha corriente penetró en esta nación
menos que en los demás países, adoptando medidas o políticas mercantilistas sólo a último
momento.
En una época donde los reyes y emperadores mandaban en casi todo el mundo, los Países
Bajos eran una república gobernada por el pueblo, o más bien por una aristocracia de comerciantes
urbanos, llamados los regentes. Cada ciudad y provincia tenía su propio gobierno y leyes con un
alto grado de autonomía. De todas formas, el Estado no se abstenía, ni mucho menos, de toda
intervención.
El mercantilismo holandés se caracteriza por una combinación de la actividad industrial
y la comercial. Ambas actividades fueron posibles por el apoyo de tres pilares fundamentales: la
Compañía de las Indias Orientales, las flotas marítimas mercantiles, y los bancos
(principalmente el Banco de Ámsterdam).
La Compañía de las Indias Orientales, creada en 1602, fue una empresa conjunta del
gobierno e iniciativa privada. Se le dotaba de una constitución, copiada de la del Estado, y
quedaba bajo la vigilancia del Gobierno, el cual nombraba también a los primeros directores. Sus
principales objetivos tenían que ver con la administración no solo de lo que se producía en el
territorio, sino también el control de la emisión de metales preciosos, en conjunto con la
exploración y explotación de los recursos naturales de las colonias. A su vez, fue muy importante
su actividad, ya que enviaba barcos a los rincones más lejanos del mundo para adquirir mercancías
raras y revenderlas en Europa. El resultado de esta organización la transformó en una de las más
poderosas de la época colonial, permitiéndole a los Países Bajos expandir sus negocios a distintas
regiones del mundo, incluso a Brasil.
Para que sea factible el movimiento del comercio entre las colonias y el centro económico
holandés era necesario lograr un dominio por parte de las flotas marítimas. Para ello, las flotas
holandesas se volvieron poderosas, dominando varios puntos de los océanos Atlántico e Índico.
Cabe destacar el papel preponderante del puerto de Ámsterdam, junto a su estratégica ubicación.
El desarrollo marítimo resultó de suma importancia al estar cerrados los puertos y barcos
españoles a la presencia de los buques holandeses, por lo cual la supervivencia económica
dependía de su capacidad de construir, tripular y desplegar una gran flota.
La conexión entre Holanda como potencia exploradora y como centro cultural e
intelectual fue muy fuerte. El perfeccionamiento de los barcos fomentó todo tipo de tecnología.
La gente disfrutaba trabajando con sus manos. Los inventos se apreciaban. El avance tecnológico
exigía la búsqueda del conocimiento lo más libre posible, y así Holanda se convirtió en el principal
editor y librero de Europa, al decir de Carl Sagan (1934-1996).

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Otra de las fuentes de riqueza fue la entidad bancaria, sobre la cual fluían los capitales
sobrantes del comercio exterior. El Banco de Ámsterdam era responsable de la emisión de crédito
de monedas, que alimentaban la actividad comercial y posibilitaba su ampliación. Los banqueros
holandeses invertían su dinero en la instalación de industrias en el extranjero, en la explotación
de cultivos en las colonias, y empréstitos a otras potencias europeas.
A su vez, el comercio fue apoyado por una temprana revolución industrial y una
revolución agrícola, gracias a los cuales la economía de los Países Bajos alcanzó el mayor nivel
de vida de Europa. Se destacaban los sectores lácteos, tejidos, producción de cerveza,
refinamiento de sal y azúcar, tabaco, cacao y tratamiento de diamantes, entre otras.
Más tarde, en 1621, se fundó la Compañía de las Indias Occidentales. En este caso, la
creación de dicha compañía surgió por iniciativa del Estado, con poca participación privada.
Atendía fines políticos y militares, actividades que su predecesora, la Compañía de las
Indias Orientales, rehuía en lo posible. Tristemente, el mayor beneficio obtenido por esta
organización venía del tráfico de esclavos, actividades de contrabando y de las
incursiones de piratas holandeses. Holanda hegemonizó el comercio de esclavos
durante el siglo XVII. También fue muy lucrativo el comercio de pieles.
Para 1648, los holandeses poseían tres grandes asentamientos en América. En el norte,
donde comerciaban las pieles; la costa atlántica, tráfico de esclavos y contrabando con las
colonias españolas, y una parte de Brasil y Surinam.
El siglo XVII es llamado la Edad de Oro en la historia de Holanda, porque el país estuvo
en el centro de los acontecimientos, alternando con las potencias de la época. Se habló del
nacimiento de una nación grande y orgullosa, de lo cual no se dudó sino hasta fines de ese mismo
siglo, cuando alrededor de 1680 una combinación de contratiempos políticos y militares (guerras
con Francia e Inglaterra) y también económicos condujo este auge a un final repentino. La
conclusión fue una recesión en la economía holandesa hasta 1713, durante la cual la industria fue
parcialmente desmantelada y el comercio dejó de crecer.
Las guerras con Inglaterra y Francia al final del siglo XVIII y sus secuelas políticas
provocaron una crisis económica y financiera de la que la economía no era capaz de recuperarse.
La posición comercial de Ámsterdam pasó a Londres y a Hamburgo (sobre el río Elba), que
durante algún tiempo fue el primer puerto del Continente. Ante esto, el poderío naval y económico
holandés se vio fuertemente debilitado.
El pensador más importante del mercantilismo holandés fue Hugo Grocio o Hugo de
Groot (1583-1645), historiador, politólogo y uno de los fundadores del moderno Derecho
Internacional. Es conocido principalmente por el concepto del “Mare Liberum”, idea según la
cual el mar no es propiedad de nadie, que las aguas son dominios internacionales y que todos
tienen derecho a comerciar y navegar en ellos. Aquí ya se observa cierto mercantilismo a través
de las vías de comunicación.

Examinemos ahora el caso lusitano. A lo largo del siglo XVI el movimiento de expansión
portugués se afirma esencialmente en torno a dos grandes empresas: la de intercomunicación
dentro del Estado de la India y la de creación de un espacio social nuevo en Brasil.
El Estado de la India era una red de relaciones entre diversas civilizaciones, que iba
desde el canal de Mozambique hasta Japón. Sus actividades se organizan según un pequeño
núcleo territorial con el máximo posible de proyección geopolítica. Para esto la Administración
portuguesa se inspira en el ejemplo de la talasocracia (poder basado en el dominio de los mares)
islámica, materializada en el control indispensable de la navegación marítima.
Para alcanzar un máximo de control político con un mínimo de dominio territorial era
necesaria una hegemonía marítima, que se basa en una serie de puntos estratégicos como bases
principales; tales como Ormuz (entre los golfos Pérsico y de Omán), Goa (Oeste de India) y
Malaca (Malasia), apoyados a su vez por otras bases secundarias de menor entidad, cuyo conjunto
constituía una extensa y eficaz red de apoyo logístico que facilitaba la hegemonía marítima
portuguesa.
La base económica de la riqueza del Estado de la India es mercantil: el fin es fomentar el
intercambio de productos entre distintas regiones asiáticas y entre Europa, sumando también la

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región de África. Los principales productos de este comercio mundial eran: la pimienta, el
jengibre, la nuez moscada, la canela, el oro, las sedas y las porcelanas, etc.
Por otro lado, Brasil fundamenta su unidad social básica en la familia colonial
latifundista. La sociedad es aristocrática, esclavista y la clase social dominante está basada en su
riqueza agrícola, facilitada por la explotación del trabajo de los esclavos, principalmente en el
monocultivo de la caña de azúcar y la ganadería.
Sin embargo, a partir del siglo XVII se produjeron importantes cambios, luego de que el
trono portugués pasara a formar parte de la monarquía española (1580-1640). El peso económico
de Brasil hizo que España tuviera cierta preferencia por las posesiones americanas. En la mitad
del siglo, los roles de Brasil y el Estado de India había cambiado significativamente. Por un lado,
creció la producción de azúcar en Brasil, mientras que en el Índico la competencia con los
franceses, holandeses e ingleses se agrava, sumado a casos de corrupción, catástrofes naturales y
perdidas marítimas. En este estado de situación, Luís de Meneses (1632-1690), más conocido
como Conde de Ericeira desarrolla un conjunto de medidas de carácter mercantilista para
mejorar la posición portuguesa. Propuso un aumento de la población como una medida para lograr
una mayor creación de la riqueza, y fomentó la producción manufacturera (fabricación de tejidos,
espejos y artículos de lujo) con el fin de evitar las importaciones. Sus medidas principalmente
fueron: contratar artesanos ingleses para que se instalen y enseñen en Portugal; crear medidas
proteccionistas, aumentando las tarifas aduaneras a los productos extranjeros y, por último,
desarrollar un lanzamiento de leyes pragmáticas que prohibían la compra en el extranjero de
productos de lujo.
Pero este intento duró poco tiempo. Los productos ingleses seguían invadiendo el país.
Por otra parte, los grandes propietarios de vino de Oporto (que lograron fama en Inglaterra)
desafiaron la fabricación diciendo que si Inglaterra no puede exportar sus productos también
fallan al aceptar los vinos portugueses. A raíz de esto se firma el Tratado de Methuen (1703)
que establecía la obligatoriedad de Inglaterra de comprar el vino de Oporto, pagando éste sólo 2/3
de los derechos pagados por Francia. Portugal no pondría obstáculos a la entrada de la lana
inglesa. Este tratado será muy perjudicial para Portugal ya que lograría la destrucción de las
manufacturas que empezaban a nacer, sumado al impedimento del desarrollo industrial. En el
territorio se generó una ampliación de la plantación de la vid a zonas destinadas a los cereales,
concluyendo en un aumento de las importaciones a los ingleses, junto con una salida de grandes
cantidades de oro brasileño para pagar tales importaciones.
Portugal se enfrenta de nuevo con un período de crisis económica: disminuye la afluencia
de oro y azúcar; aumenta la importación de productos alimenticios; el comercio está en la mano
de los extranjeros.
Sebastião José de Carvalho e Mello, más conocido como Marqués de Pombal (1699-
1782), primer ministro del Rey José I (1750-1777), busca resolver la situación calamitosa del
país. Decide llevar a cabo un conjunto de medidas tendientes a solucionar la crisis, de las cuales
se distinguen dos fases:

• 1ª Fase: fomento comercial. Buscó combatir el contrabando, alejar a los mercaderes


extranjeros del comercio brasileño, fomentar el comercio en las colonias. A su vez, creó
varias compañías monopolísticas para favorecer la concentración de capitales en manos
de la burguesía mercantil y de esta manera poder desarrollarse en productos específicos
(azúcar, cacao y vino). A pesar de todas estas medidas, la crisis regresa: el comercio
colonial y la agricultura entran en declive. Entra así en la segunda fase de inspiración
mercantilista

• 2ª Fase: fomento industrial. Buscó nuevamente la protección a la industria, con el


regreso al proteccionismo manufacturero. Se destaca la protección a los grupos sociales
más importantes, el refuerzo de la organización fiscal de las aduanas, un fuerte aumento
de los impuestos, el desarrollo de manufacturas, un marcado apoyo a la creación de
fábricas, y la concesión de facilidades a la importación de materias primas. Sin embargo,

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a pesar de estas medidas, contó con la dificultad de liberar la producción industrial de la
reglamentación corporativa y de no lograr instalar manufacturas modernas.

En el final del siglo XVIII, se produjo un crecimiento económico que en parte se debió a las
medidas de Pombal, pero también a la situación internacional. Sin embargo, comienzan a
producirse cambios sociales en Brasil: la población aumenta, empiezan a aparecer problemas
entre metrópoli y colonia, los brasileños fueron tomando un mayor control de sus ingresos,
generando un debilitamiento en los lazos entre Portugal y Brasil. Es en este punto donde Portugal
comenzó a depender cada vez más de Inglaterra.

En 1779 muere el rey José I, llegando al trono su hija María I de Portugal y su marido Pedro
III, quienes destituyen y obligan al marqués de Pombal a refugiarse en sus propiedades fuera de
la capital.

El imperio decae poco a poco a pesar de que Portugal entra a formar parte, a comienzos del
siglo XIX, del Bloqueo Continental junto a Inglaterra. El declive seguirá durante las guerras
napoleónicas, pasando por la ocupación de la Península Ibérica, la huida de la familia real a Río
de Janeiro y la pérdida de su colonia brasileña en 1822.

Si bien el sistema mercantilista subsiste hasta mediados del siglo XVIII como corriente
de ideas sobre política económica, en la práctica muchas de sus sugerencias o máximas dejan de
aplicarse en un largo período que va entre 1650 y 1750. En Inglaterra, hacia ese último año, la
única práctica mercantilista que se seguía ejecutando era con respecto al comercio exterior; todas
las que podían haber hecho alguna mención a la economía interna ya no estaban, habían
desaparecido. En Francia no sucedió, porque recordemos que los precursores de los fisiócratas,
Vauban y Boisguillebert, se quejaban ácidamente de la situación deplorable en que la agricultura
francesa había quedado por aplicación de las políticas mercantilistas, porque, por ejemplo, en
Francia se prohibió exportar cereal, pues éste se necesitaba para alimentar a la población.
Los autores de transición que citamos previamente, y que veremos oportunamente,
contribuyeron a derrumbar las teorías mercantilistas, pero básicamente la dinámica económica de
transformación del capitalismo comercial en capitalismo industrial, es lo que va a dar, digamos,
el golpe final a todas estas concepciones. No es casual que el cameralismo alemán haya
sobrevivido hasta el siglo XIX, porque operaba sobre un país más atrasado donde no se había
logrado siquiera la unidad nacional, que era la aspiración elemental de cualquier burguesía, esto
es, tener un mercado interno. La burguesía inglesa lo tuvo, la burguesía francesa lo tuvo, pero la
alemana no. Por eso hay algunos autores que van a hablar de dos estilos diferentes de construcción
del capitalismo: uno que sería el estilo británico, que surge desde abajo, desde las entrañas de la
sociedad, es decir, la Revolución Industrial no es provocada por un Estado, sino por una serie de
fenómenos que se dan en forma concomitante. Y otros que hablan de un estilo prusiano de
construir el capitalismo, esto es, el capitalismo construido desde el Estado. Los dos paradigmas
de este estilo serían el Imperio Alemán y el Imperio Japonés con su Revolución o Era Meiji (desde
1868). El caso japonés es más grave todavía, porque no sólo tuvo que construir el capitalismo,
sino modernizar tres siglos las costumbres de una nación, porque Japón se había aislado del resto
del mundo en el siglo XVI. Y en el siglo XIX cuando irrumpen los norteamericanos con el
comodoro Matthew Perry (1858), los japoneses se dan cuenta de todo lo que se han perdido en
ese considerable lapso. Entonces, desde arriba, las autoridades deciden modernizar la nación. No
me parece que tampoco sean una casualidad las alianzas establecidas en el Segunda Guerra
Mundial entre alemanes, japoneses e italianos, al amparo de esas evoluciones, digamos, paralelas,
de sus sistemas económicos. Un capitalismo impuesto desde arriba, que necesariamente lo hace
en forma autoritaria.

A guisa de cierre, restaría una valoración, aunque subjetiva y parcial, acerca del
mercantilismo.

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1.Queda claro que teoría y política mercantilistas realizaron su labor contribuyendo a
crear los Estados Nacionales, potentes instrumentos que fomentaron el comercio hasta que el
capitalismo industrial maduró plenamente en el siglo XVIII.
2. Es efecto de la época y del espacio el énfasis en la balanza comercial favorable, toda
vez que ésta opacaba la presencia de los "invisibles" que resultaron tan relevantes más adelante,
como los fletes y los seguros.
3. La envergadura que adquirió el comercio exterior contribuyó a dar más libertad
económica a cuanto ocurría fronteras adentro, minimizando la importancia que ciudades europeas
habían alcanzado durante el Bajo Medioevo.
4. Formular ideas acerca de la relación entre cantidades de dinero y niveles de precios es
un logro inocultable, pese a que análisis más modernos pulieron aquellas primeras contribuciones.
5. ¿Abrigaba en su seno el mercantilismo la semilla de su propia destrucción? Puede ser
que sí, en tanto se sostenga que la presencia del Estado terminó por ahogar la iniciativa privada
de obtener mayores ingresos.

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