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H.E.F.R.A
“HERMANDAD DE ESTUDIOS
DE LA FRATERNITAS ROSICRUCIANA ANTIQUA”
Avenida 3G, No. 65-65. Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela.
Director General: Dr. Hernando Rodríguez Hno. Mayor Zain.
E-mail: hefravenezuela1990@gmail.com

Transcripción, diagramación y montaje: Dr. Alexis Fuenmayor.
Tauro 2021 E.V.

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LOS Manifiestos
rosacruces
ÍNDICE
Johann Valentín Andreae - El Autor
Emilio García Estébanez. Página 5.
Prólogo. Página 19.
Fama Fraternitatis - Versión 1. Página 21.
Capítulo I. Página 22.
Capítulo II. Página 24.
Capítulo III. Página 28.
Capítulo IV. Página 31.
Capítulo V. Página 33.
Fama Fraternitatis - Versión 2. Página 35.
Confessio Fraternitatis - Versión 1. Página 46.
Capítulo I. Página 47.
Capítulo II. Página 48.
Capítulo III. Página 40.
Capítulo IV. Página 50.
Capítulo V. Página 52.
Capítulo VI. Página 53.
Capítulo VII. Página 54.
Capítulo VIII. Página 55.
Capítulo IX. Página 56.
Capítulo X. Página 57.
Capítulo XI. Página 58.
Capítulo XII. Página 59.
Capítulo XIII. Página 60.
Capítulo XIV. Página 61.
Confessio Fraternitatis - Versión 2. Página 62.

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JOHANN VALENTÍN ANDREAE
EL AUTOR
Emilio García Estébanez

PRIMEROS ESTUDIOS Y VIAJES 1586-1614


LOS MANIFIESTOS ROSACRUCES
Johann Valentín Andreae nació el 27 de agosto de 1586 en
la ciudad suaba de Herrenberg, al suroeste de Stuttgart, ducado
entonces de Württemberg, Alemania, en el seno de una piadosa
familia luterana. Sus padres fueron Johannes Andreae (1554-
1601), decano y superintendente de Herrenberg, y Maria Moser
(1550-1632), hija del preboste (Vogt) de esta población. El
primero era un apasionado de la alquimia y gustaba de
coleccionar objetos de arte y manuscritos, aficiones en las que
gastó a lo largo de su vida más dineros de los que aconsejaban el
bienestar y la seguridad de su familia. De carácter jovial y
sociable, no destacó como clérigo, si bien consta que fue un
hombre bondadoso y cumplidor.
A su padre lo presenta Johann Valentín como el hijo de
Jakob el Teólogo, dando a entender que este personaje era bien
conocido del lector. En efecto, Jakob Andreae 1528-1590 había jugado un papel
protagonista e histórico en la redacción de la llamada “Fórmula de la Concordia”, un cuerpo
de principios doctrinales que recogía las tesis básicas de la confesión luterana en torno a
ciertos puntos concretos todavía controvertidos. Concluida en 1577 tras muchas reuniones y
disputas, fue suscrita oficialmente por la mayoría de los grupos evangélicos en 1580,
constituyéndose en el canon del luteranismo ortodoxo junto con la “Confesión de Augsburgo”,
la “Apología de Melanchthon” y los “Catecismos de Lutero”. En los ambientes cultos se
consideraba que el padre de esta fórmula había sido Jakob, pues había intervenido
decisivamente tanto en su redacción como en los contactos y negociaciones diplomáticas
algunas a nivel internacional que hicieron posible su aceptación. Johann Valentín invocará a
menudo su condición de nieto de este acreditado “teólogo” para protestar de su ortodoxia
luterana, puesta en duda una y otra vez por sus enemigos, sin otra motivación dirá siempre
como un estribillo que la envidia y el odio a su persona.
Jakob Andreae, hijo de un herrero de Waiblingen, empezó su carrera eclesiástica como
diácono en una parroquia de Stuttgart primero y de Tübingen después, pasando pronto a ser
decano y superintendente de Góppingen. Hizo el doctorado en teología por deseo expreso de
los duques de Württemberg, que le nombraron profesor de teología y canciller de la
universidad de Tübingen en 1562 y le encomendaron la tarea de conseguir la unidad luterana.
Cuatro de sus hijos abrazaron el estado eclesiástico y tuvo buen cuidado de casar
ventajosamente a sus seis hijas. Cuando en 1630 Johann Valentín publica la biografía de su
abuelo, le cuenta 80 nietos, 30 de ellos clérigos, y estima los biznietos en unos 200, de los que
muchos eran ya clérigos o se preparaban para serlo. Es, pues, el patriarca y fundador de una
ubérrima dinastía de prelados luteranos. En términos sociales significa esto que Johann

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Valentín pertenecía a una clase económicamente acomodada, la llamada “honorable”, y que
las quejas, por tanto, que profiere de continuo sobre sus estrecheces económicas hay que
entenderlas por referencia al nivel de bienestar y hasta de fausto que se consideraba propio de
esta clase o estamento, sin nada que ver, ni de lejos, con el nivel de subsistencia en que se
debatía la mayoría de la población. Por los datos que él mismo nos suministra se comprueba
que, aún en los momentos más aciagos de la Guerra de los Treinta Años, dispuso de cantidades
muy notables de dinero y de recursos. Aunque se preocupó sincera y eficazmente de los
pobres, lo hizo sin superar la conciencia de la época, que veía en las diferencias de clases un
supuesto obvio y natural.
A la muerte de Johannes Andreae, ocurrida en Kónigs-bronn, de donde había sido
nombrado abad por razones de salud, su viuda, Maria Moser, acosada por la necesidad, decidió
trasladarse a Tübingen, donde esperaba poder sacar adelante a sus siete hijos con la ayuda de
los amigos de la familia. Durante el viaje tuvo Johann Valentín un accidente grave: al querer
subir al carro que transportaba los enseres, metió ambas piernas en medio de la rueda y se las
hubiera partido si una piedra que había en el camino no hubiera detenido el carro justo en
aquel momento. Las señales, sin embargo, de aquella retorcedura las llevó toda su vida, como
él mismo comenta. Para contrarrestarlas practicaba ejercicios físicos con regularidad, llegando
incluso a sobresalir en algunas habilidades gimnásticas. En Tübingen funcionaron
impecablemente las amistades de la familia. La viuda pudo instalarse con sus hijos en una casa
propiedad de la universidad y se empeñó con tesonería en recabar medios y favores. Unos años
más tarde se fue a Stuttgart para hacerse cargo de la farmacia de la corte que le había
ofrecido la duquesa Sibila. Johann Valentín llama a su madre con admiración y respeto
“virago”, aludiendo a su personalidad resuelta y perseverante a la vez que profundamente
piadosa.
En el año 1602, pocos meses después de su llegada a Tübingen, Johann Valentín se
matricula como estudiante de filosofía y teología en la universidad de esta ciudad. Una
prueba, sin duda, del celo de su madre y de la eficacia con que operaba la solidaridad entre
las familias de un mismo estamento. Muchos de los profesores habían sido amigos de su abuelo
o de su padre y no dudaron en prestar su apoyo a estos parientes necesitados.
No debe olvidarse que Johann Valentín es uno de los grandes renovadores de la
pedagogía, de quien el mismo Comenius se declarará discípulo y deudor. Acabados los cursos
de filosofía y obtenido el título de Maestro en Artes 1605, prosiguió, como era normal, los de
teología. Pero un escándalo en el que se vio envuelto le obligó a interrumpirlos bruscamente y
a abandonar la universidad dos años después. En varias de sus obras se refiere a este suceso
calificándolo de un “castigo” y una “vergüenza”, pero nunca logra aclararnos en que consistió.
Parece que fue lo siguiente: algunos estudiantes solían organizar fiestas privadas a las que
invitaban también a mujeres. Estas eran generalmente de baja extracción, pero de vez en
cuando se sumaba alguna hija de buena familia. Una de estas fue objeto de burlas en un
escrito que circuló por la universidad cuando se anunció su próximo matrimonio. Hubo una
investigación y los responsables fueron expulsados, entre ellos Johann Valentín, quien había
tenido el escrito en sus manos, aunque no participaba de estas fiestas ni había tenido nada que
ver con la redacción del libelo.
Nuestro joven, que aún no tenía decidido si emplearse en la administración civil o en la
eclesiástica, se ofreció de momento como instructor particular de hijos de familias nobles o
ricas a fin de poder subsistir. Con esta ocasión aprovechó para poner en práctica sus nuevas
concepciones sobre los métodos de enseñanza. Dado que este trabajo no le sujetaba
demasiado, se determinó a emprender algunos viajes por Europa y visitar sus principales

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ciudades, diligencia esta que se miraba entonces como obligada en la formación de un
estudiante, parecido a como lo eran las peregrinaciones en la Edad Media. Los más largos
fueron los que hizo a París y a Roma, en otro tiempo capital del mundo y hoy capital del vicio,
el primero rodeando por Suiza y el segundo por Austria.
La razón de los mismos, dirá con énfasis en su autobiografía, fue la de “aprender
lenguas”. Sus adversarios, en efecto, le reprocharon siempre el carácter mundanal y
contaminante de tales correrías. En el transcurso de su viaje a París realizó una escala en
Ginebra 1611, quedando gratísimamente impresionado por el ambiente austero y piadoso
que reinaba en esta ciudad calvinista gracias a los tribunales de costumbres que todas las
semanas inquirían el comportamiento de los ciudadanos y castigaban cualquier exceso, incluso
el más pequeño. Formaban tales tribunales los vigilantes de los barrios, o los ancianos de la
zona, o el senado mismo, según fuera la gravedad del asunto y la dureza de corazón y
contumacia del delincuente. Si no fuera la diferencia de religión, escribe, se hubiera quedado
para siempre en esta ciudad. El empeño de toda su vida fue introducir algo semejante en sus
parroquias luteranas, los llamados Comités Eclesiásticos, o Kirchenkonvente, cosa que
conseguiría finalmente. En Cristianópolis, su república utópica, la vigilancia mutua de los
ciudadanos es una de las bases de su buen orden y de la vida virtuosa de sus habitantes.
Durante el viaje a Italia 1612 formuló el voto de abrazar la vida clerical. A su vuelta
se presentó al examen de párroco, pero es suspendido por falta de la debida preparación,
como se dice expresamente en un documento que se conserva, aunque nuestro hombre aduce
otros pretextos en su autobiografía.
Reanuda sus estudios de teología en la universidad de Tübingen, que termina en 1614, y
se presenta otra vez al examen, aprobándolo esta vez. En la primavera de este mismo año se
instala en la ciudad de Vaihingen, junto al río Enz, al noroeste de Stuttgart, en calidad de
diácono.
Sus enemigos, recelosos siempre de su ortodoxia, argüirán que entró en la vida
eclesiástica demasiado repentinamente, sin haberse dado el tiempo necesario para disponer su
espíritu y purificarlo.
Su vida universitaria está marcada por una insaciable pasión de saber. El día lo dedicaba
al estudio de las ciencias, la noche a la lectura de autores. A causa de esta desmesura en el
estudio mi vista se debilitó, contraje las molestias del insomnio y se debilitó la fidelidad de mi
memoria. Pero a causa de ello también conseguí ponerme casi a la altura de mis compañeros
en las ciencias, en experiencia, en cambio, superé a muchos, por lo que ya en mi temprana
juventud se me confió la educación de la juventud. Probablemente uno de los efectos de esta
industriosa nocturnidad fue alguna especie de atresia mental, pues de otra manera no se
explica el rematado confusionismo y tortuosidad con que se expresa al escribir.
La feracidad literaria de Johann Valentín es superlativa, en cuanto a la cantidad por lo
menos. En el catálogo de sus obras publicado en 1793 por Phillip Burk la lista de las editadas
hasta entonces tanto en latín como en alemán es de cien, número que el bibliógrafo pone
sucumbiendo más bien a la magia del guarismo que ateniéndose a la realidad, pues se sabe que
rebasan esa cifra con mucho y que, por otra parte, las impresas eran y son algunas menos. El
inventario de estas últimas confeccionado por Richard van Dülmen alcanza hasta 99, incluidas
unas pocas de las que solo es editor. A ello hay que añadir su correspondencia, más de 3.000
cartas, todavía sin clasificar ni publicar. Este oficio de escritor lo inaugura con su entrada en la
universidad y lo ejercerá durante toda su vida. Él mismo nos refiere que todos los días escribía
algo, en sus tiempos de estudiante para descargar el bastimento que iba recogiendo de sus

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lecturas y más tarde para combatir la forzosa ociosidad a que le tenía sujeto su cargo de
pastor de almas. Pero la causa primera de esta fiebre de escribir fue sin duda su enorme
inquietud intelectual y su profunda aspiración a reformar el mundo y la Iglesia evangélica.
En estos primeros años compone algunas obras de teatro, imitando a los autores
ingleses, unas de tema bíblico, como Esther, y otras de tema clásico, como Hyazinth, “Die
Verwünschung der Venus” “La execración de Venus”, “Ein unglücklicher Zufall” “Un caso
desgraciado” y otras. Realiza, asimismo, algunas traducciones, entre ellas los libros sobre la
historia romana de Justo Lipsio (1574-1606), autor del que aprendió mucho, nos dice, pero que
dañó mucho su estilo y que, según los críticos actuales, influyó poderosamente en las
concepciones políticas de Johann Valentín. Esta traducción, completada, la publicó en 1620
con el título de “Admiranda oder Wundergeschichten”… También tradujo libros espirituales,
como los de Philipp Nicolai y otros pietistas tanto alemanes como extranjeros, buscando siem-
pre en esta actividad como traductor el conocer y practicar las distintas lenguas. La obra más
valiosa de esta época juvenil fue, de acuerdo con su propio parecer, “Theodosius”, dos
volúmenes bastante extensos en que expone su idea sobre lo que debe ser un buen educador.
Esta obra, como la mayoría de las que produjo por entonces, se perdió, cosa que desea
hubiera pasado con todas para que ahora escribe no estuvieran tantas de ellas expuestas a
la envidia. Alude sin duda a los llamados “Manifiestos Rosacruces” que, aunque vieron la luz
algo más tarde, su redacción y circulación manuscrita hay que datarla por estas fechas. Dada
la importancia que tuvieron en la vida de nuestro hombre, trataremos de ellos posteriormente
con detalle en un apartado destinado a ese tema.

DIÁCONO EN VAIHINGEN (1614-1620)


EL “LABORATORIO”
Cuando Johann Valentín toma posesión de su cargo de diácono coadjutor o párroco
segundo en la ciudad de Vaihingen tenía veintiocho años. En su autobiografía hace un saldo
de lo que había sido su vida hasta entonces: “Debo a Dios las más grandes gracias, pues
mediante los sufrimientos corporales me impuso moderación, mediante la dulzura de unos
afectos puros guardó incólume mi castidad al mismo tiempo que me libró de las ataduras del
matrimonio, que por cuatro veces me quisieron poner, mediante la escasez ahogó todo exceso,
mezcló amargura a mi curiosidad y me salvó de los muchos peligros de la vida y de la fortuna”.
Agradece también estos buenos resultados a las piadosas y ardientes oraciones de su madre.
Aunque había sabido mantenerse fiel a sus fervientes ideales, nuestro biografiado cree que
esta fase de su vida había estado marcada por una búsqueda demasiado apasionada de la
verdad, que le había llevado a invadir peligrosamente los campos de las ciencias humanas y a
confiarse excesivamente en ellas. Equipara esta pasión suya a la demanda fáustica del saber y
escribe sobre ella una sátira teatral, “Turbo” “Torbellino”, en la que ilustra la inutilidad de
los esfuerzos humanos por alcanzar la sabiduría a la vez que propugna, no obstante, la
conveniencia de estudiar las ciencias humanas y cultivarlas con devoción. Los orígenes de esta
obra están en las conversaciones habidas a la mesa durante su estancia 1611-12 en la casa
de Hafenreffer, quien le animó a que les diera cuerpo y las pusiera por escrito.
Publicada en 1616, pertenece a la tradición literaria del “Fausto”, tradición que tiene
sus raíces precisamente en esta región wurttembergense y que logra su desarrollo más
brillante en las versiones teatrales de Christopher Marlowe en Inglaterra 1594 y en la de
Goethe en Alemania 1808, primera parte.

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Cuatro meses después de su llegada a Vaihingen se casó con Agnes Elisabeth Grüninger,
hermana de la esposa de Johannes Andreae, hermano menor de Johann Valentín que ejercía
por entonces de decano en Waiblingen, e hija del párroco de la vecina Ludwigsburg, pequeña
población al norte de Stuttgart. El matrimonio, que vivió siempre contento, tuvo un total de
nueve hijos, de los que solo sobrevivieron tres. Durante el poco tiempo que residió en
Vaihingen fueron muchas sus desgracias, de las que no deja de lamentarse larga y
puntualmente: murieron dos de sus hijos, se sucedieron las noticias sobre la muerte de otros
familiares y, para colmo, la ciudad fue presa del fuego por dos veces, la primera de ellas muy
violenta, afectando a la iglesia y a la casa de Johann Valentín, que sufrió, según él dice,
grandes pérdidas. Con esta ocasión escribió sendos informes en que fustiga las malas
costumbres de sus feligreses, que se habían atraído la cólera de Dios, reprocha el
comportamiento que habían mostrado durante el incendio, más propio de ladrones que de
cristianos, y arremete contra las autoridades del lugar, culpables de desidia y violencia. El
estilo de estas requisitorias y lamentaciones, muy próximo al de los escritores bíblicos, y el
lenguaje en que están escritas, el latín, hacen pensar que lo que pretende es ante todo
componer una pieza literaria para los humanistas de su tiempo, únicos que podían leerla, y no
una crónica sobre las pérdidas y desgracias sufridas por la población. Su actitud recriminatoria
le ganó la animosidad de muchos, de modo que nuestro pastor se dio trazas para conseguir
cuanto antes su promoción al decanato y poder así abandonar una parroquia en la que no
contaba como persona grata. Solicitó, pues, su traslado a Ensingen, donde se había producido
una vacante, pero por segunda vez hubo de pasar por la amarga experiencia de ver como su
valía y sus méritos eran ignorados a favor de otro pretendiente más cualificado, si bien nuestro
clérigo comenta con acidez que el otro había logrado ese puesto gracias a las diligencias de su
madre. En este mismo año de 1619, invitado por algunos barones, realiza un viaje a Austria
para inspeccionar las comunidades luteranas de aquel país y ampararlas frente a la Iglesia
reformada. En el transcurso de esta misión se da por seguro que visitó a Kepler. Después de
una ausencia de seis semanas volví el 12 de noviembre para contento de los míos y disgusto de
los envidiosos.
Muy poco más tarde queda disponible el puesto de decano en la parroquia de Calw y
Johann Valentin , a quien, para consolarle de la humillación sufrida, se le había prometido el
primero que hubiera libre, obtiene por fin el ansiado nombramiento y traslado. A principios del
año 1620 la familia se instala en esta ciudad, situada al oeste de Stuttgart, a orillas del río
Nagold.
A pesar de tantos quebrantos, su época de diácono en Vaihingen la define en su
autobiografía como la primavera y verano de su vida, habida cuenta, dice, de que estaba en la
flor de la edad y de que la región era de gran hermosura y fertilidad.
Lo único que le perturbó estos años fueron las discordias de los ciudadanos, la
corrupción de sus costumbres, las injurias a su persona y, sobre todo, los incendios de la
ciudad, que le causaron una vejez prematura y volvieron blancos sus cabellos antes de sazón.
Desde el punto de vista de sus trabajos literarios y pastorales llama a este tiempo
pasado en Vaihingen “laboratorio”, aludiendo a la gran labor que desarrolló en ambos campos
y al proceso de transmutación y maduración que experimentaron sus ideas y sus proyectos. Su
actividad como escritor durante este período es, en efecto, extraordinaria. Produjo más de
cien obras, las más relevantes de su abundantísimo repertorio, la mayoría de ellas motivadas
por el incidente de la “Fraternidad Rosa-Cruz”. El sesgo torcido y delirante tomado por este
movimiento le obligó a precisar una y otra vez cual era el sentido de sus aspiraciones
reformistas y cuál era su concepto de una hermandad cristiana. Asimismo, en este período

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inicia y multiplica sus oficios para fundar una asociación de cristianos, primero de ámbito
internacional, luego, a la vista de las dificultades encontradas, de ámbito parroquial y
diocesano, reduciendo los horizontes ecuménicos con que soñaba a unos más modestos y
factibles. Los “Manifiestos Rosacruces” sellaron el destino de Johann Valentin Andreae, no solo
durante su vida, sino también después de su muerte. De todo ello nos ocuparemos con mayor
detenimiento en otro lugar de esta introducción.

DECANO EN CALW 1620-1639


“EL DIRECTORIO”
Por las fechas en que Johann Valentín se traslada a ella con su familia, Calw era todavía
una ciudad floreciente gracias a su industria textil y al comercio intenso que mantenía. Esta
prosperidad, sin embargo, estaba ya decreciendo debido a los efectos de la Guerra de los
Treinta Años 1618-1648 y a la afluencia masiva de jornaleros, que crearon problemas de
vivienda y bolsas de pobreza. La piedad y sentimientos humanitarios de nuestro fervoroso
pastor se desplegarían con celo para hacer frente a esta situación y para ayudar a los
necesitados, como luego diremos.
El matrimonio tuvo aquí seis hijos, pero solo dos de ellos se lograron, una mujer, Agnes
Elisabeth, y un varón, Gottlieb. Este abrazó la carrera clerical siguiendo sin duda los deseos de
su padre, el cual, en el testamento que redactó ya en 1634, propone esta opción como
prioritaria para los varones de la familia y amonesta a las mujeres a que tomen por esposo a
un clérigo preferentemente. Sus dos hijas, sin embargo, María y Agnes, se casaron con seglares
pertenecientes a la clase acomodada. Gottlieb tuvo un único hijo varón, que murió antes que
él sin dejar descendencia, de modo que los sucesores masculinos directos de Johann Valentín
se extinguieron muy pronto.
A pesar de ello la estirpe andreana se propagó con éxito. El 13 por 100 de los
ciudadanos de Calw caídos durante la Primera Guerra Mundial llevaba el apellido Andreae, y
en 1936 lo llevaba el 10 por 100 de los estudiantes de bachillerato y muchos de los
confirmandos. Como se ve, uno de sus sueños más queridos, la formación de una dinastía
andreana, se convirtió en una florenciente realidad. Es notable, en efecto, el interés con que
nuestro hombre se ocupó del tema de su familia. Escribió una biografía de su abuelo, “Fama
Andreana Reflorescens”, en la que, aparte los datos concernientes a la vida de su ilustre
antecesor, se entretiene en indagar cuantos y quienes eran sus descendientes para aquellas
fechas, las de 1630, resultando ser 80 nietos y en torno a los 200 biznietos. De los primeros, 30
ejercían de clérigos, 17 de médicos, 13 de juristas, 10 estaban al servicio del duque y otros 10
estudiaban aún en la universidad. Confeccionó, junto con su esposa, una genealogía detallada
de los Andreae y de las ramas con ellos emparentadas, “Geschlechtsregister”, que ambos
dedicaron a sus hijos. Nos dejó una amplia biografía de sí mismo, “Vita abipso conscripta”, en
la que fue anotando y glosando los acontecimientos más importantes que afectaban a su
persona con el fin, nos dice, de arrojar luz sobre ellos, pues se temía que las continuas
envidias y calumnias de que era víctima pudieran empañar su imagen y dañar el buen nombre
de sus parientes y sucesores. Desde luego, si se cree lo que cuenta en ella, hay que decir que
conjuró el peligro eficazmente, ya que se pone a una luz inmejorable sin excesivas
concesiones a la verdad y casi ninguna a la modestia. A todo esto hay que añadir otros
documentos menores, como oraciones fúnebres, memorias, acciones de gracias, etc., que no
se privaba de mandar a los tórculos este hombre que sentía una fascinación irresistible por la
letra impresa. Todavía su hijo Gottlieb pergeñó una breve biografía de él, que hizo imprimir
junto con la oración fúnebre que pronunció en honor de su querido padre, cuya vida y obras

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compara con las del profeta Samuel, no menos de lo que hubiera hecho el propio Johann
Valentín.
Durante esta etapa calwense tuvo lugar un acontecimiento sumamente dramático. En
1634 la Liga Católica infligió en Nordlingen una severa derrota a las tropas suecas y a las de sus
aliados alemanes. Württemberg, que había querido permanecer neutral en el conflicto, se
convirtió en botín de guerra. El 10 de septiembre de ese mismo año la ciudad de Calw fue
asaltada, saqueada e incendiada por las tropas imperiales al mando de Johann Werth,
comandante del ejército de Baviera. La población huyó primeramente a los bosques y
montañas vecinas y luego buscó refugio en otras ciudades. Fueron muchos, no obstante, los
que perecieron a manos de la soldadesca y en el incendio o como consecuencia del hambre y
el frío. Nuestro pastor se lamenta amargamente de la muerte de su hijo Ehrenreich, de diez
años, que había nacido con una deficiencia psíquica. Pero da más cabida al tema de sus
pérdidas materiales, de las que hace una relación completa y pormenorizada.
Johann Valentín siguió de cerca los sucesos de la Guerra de los Treinta Años y opinó
activamente sobre ellos. En 1633, un año antes del arrasamiento de Calw, había publicado un
volumen en que reunía varios opúsculos suyos que tocaban temas relacionados con esta
contienda: “Gallicinium” “Canto del gallo”, en que expresa su júbilo y el de toda la
Alemania protestante por la entrada del rey Gustav Adolf de Suecia en la guerra contra el
imperio de los Habsburgo; “Apap” Papa, solo que en clave, un tratado contra la injerencia
del Estado en los asuntos de la Iglesia y una diatriba al mismo tiempo contra el poder
pontificio, del que los países evangélicos esperan ser liberados gracias al valor y a la piedad
del rey sueco; otros dos escritos, “Alloquium” “Saludo” y “Suprema Verba” “Despedida”,
el primero una laudatoria que la Iglesia alemana dirige al rey y el segundo una supuesta carta
que este, caído en 1632 en la batalla de Lützen, dirige desde el cielo a la Iglesia alemana
animándola a continuar su lucha por la libertad. Sobre las terribles jornadas vividas por él y sus
conciudadanos tras el asalto de Calw escribió una crónica patética y realista, “Threni
Calvenses”, una de sus obras más apreciadas en la actualidad por cuanto constituye un
testimonio extraordinario sobre los desastres de aquella guerra.
La mayoría de sus publicaciones durante este período son obras didácticas de carácter
práctico, destinadas a ilustrar y promover la piedad cristiana: catecismos para niños, para
padres y para adultos, resúmenes de la historia sagrada, dos compendios de la doctrina de
Johann Arndt, composiciones teatrales con argumentos bíblicos para ser representadas por los
niños, poesías devotas, himnos litúrgicos -alguno se canta todavía hoy en las iglesias luteranas,
y una selección de las leyes eclesiásticas del ducado, “Cynosura oeconomiae ecclesiasticae
Wirtembergicae”, que fue objeto de sucesivas ediciones hasta muy entrado el siglo XIX.
Johann Valentín califica esta fase de su vida de “directorio”, pues, por contraposición al
tiempo pasado en Vaihingen, aquí ya tenía claros y definidos los fines concretos de la reforma
luterana, de modo que su solicitud pastoral pudo centrarse exclusivamente en dirigir las almas
de sus fieles hacia esos fines.

PREDICADOR EN LA CORTE
MUERTE 1639-1654
En el otoño de 1638 recibe el nombramiento de predicador en la corte, después que una
primera petición para este destino le había sido denegada en favor de otro candidato, lo que,
como es de suponer, atiza su más querida lamentación de que es objeto de envidias y de
persecuciones. A principios del año siguiente pone en orden sus asuntos en Calw,
principalmente lo concerniente a la Sociedad Cristiana, y el 14 24 según el calendario
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gregoriano de enero de 1639 se instala en Stuttgart, de donde siempre me había apartado con
recelo y a donde ahora había sido llevado. Su primera diligencia es redactar un juramento en
que confiesa su fe luterana, abjura de la Iglesia Católica y declara que siempre se había reído
del cuento “Marlein” del rosacrucismo.
Su nuevo campo de trabajo es la capital, la cancillería y la corte, a las que, como no
podía ser de otro modo, encuentra relajadas y corrompidas, algo menos a la última a la que
solo reprocha su desmedida afición a la caza. Conseguir su mejoramiento es el desafío natural
al que se enfrenta este devoto e infatigable reformador. Desde 1639 a 1646 Johann Valentín
formó parte, por razón de su cargo, del Consistorio, órgano supremo de la política del ducado
que estaba constituido por las primeras autoridades civiles y eclesiásticas. Desde el primer
momento formula sonoras y repetidas acusaciones contra la total inoperancia de este
organismo y le acusa incluso de connivencia con las malas costumbres. Se indigna, por
ejemplo, de que algunos aprueben la celebración de fiestas y bailes pretextando que eran
convenientes para distraer y aliviar a una población deprimida y atribulada por las privaciones
y miserias de la guerra. Pero lo que más duro le resultaba era asistir con absoluta impotencia
al sometimiento de la Iglesia a los intereses del Estado, el cesar o papismo que con tanto celo
había combatido siempre o, como él gustaba de llamarlo en su particular clave esotérica, el
“Apap”. Los duques, en efecto, habían sabido transformar el Consistorio en un mero y eficaz
instrumento de sus intereses políticos. También formó parte del Sínodo, un consejo integrado
exclusivamente por eclesiásticos al que competía el gobierno de la Iglesia en todo el territorio
del ducado basándose sobre todo en los informes que presentaba cada uno de los prelados
después de girar la visita anual a las parroquias de su respectiva jurisdicción. Aquí tuvo mejor
suerte. Logró, en primer lugar, reanudar las sesiones del mismo, suspendidas desde hacía seis
años a causa de la guerra, y pudo ver, en segundo lugar, cómo disponía en 1644 la
implantación obligatoria de los Kirchenkonvente en todas las parroquias, esto es, de unos
tribunales de costumbres al estilo de los creados por Calvino en Ginebra y que tan
favorablemente le habían impresionado cuando visitó aquella ciudad. El objeto de estos
tribunales consistía en velar por la buena conducta de los feligreses y en castigar sus
desmanes. Los delitos más perseguidos, también los más frecuentes, eran la blasfemia, el
adulterio, la borrachera y semejantes, pero no se pasaban por alto otras pravedades menos
gruesas, como puede comprobarse en algunas actas que nos han llegado: a un joven se le
amonesta por tocar la zampoña en domingo, a una muchacha se le reprende por moverse sin el
debido recato, a un feligrés se le multa por faltar al servicio religioso…
Puede suponerse la clase de terrorismo espiritual que significaba la simple existencia de
tales tribunales. Hay que añadir, sin embargo, que entre sus misiones figuraban algunas muy
positivas, como la de reunir fondos para pagar la escolarización de los niños pobres y
huérfanos, la de urgir a los padres la obligación de mandar los hijos a la escuela, la de socorrer
a las viudas y necesitados, etc. Los Kirchenkonvente funcionaron en Wüttemberg hasta el año
1891 y, al decir de los historiadores, han determinado poderosamente el carácter de los suabos
hasta nuestros días.
A pesar de ser miembro de los organismos más altos del Estado, el Consistorio y la
Dieta, y de la Iglesia, el Sínodo, Johann Valentín no pudo introducir ninguno de los objetivos
de su programa reformista. Así lo reconoce con amargura en su autobiografía, en la que,
curiosamente, da como prueba de su impotencia el que ninguna de las personas que él ha
propuesto haya sido promovida y ninguna de las que él ha denunciado haya sido depuesta. En
Stuttgart, concluye escribiendo en 1647, he pasado nueve años de esclavitud.
Bajo el punto de vista personal este tramo de su vida está lleno de satisfacciones y

12
reconocimientos. Gozó del aprecio y la confianza del duque August de Braunschweig-Lüneburg,
con el que mantuvo unas relaciones estrechas y cordiales, así como con sus tres hijos, de lo
que da testimonio la abundante correspondencia que se cruzaron. La intercambiada entre 1643
y 1649 la publicó en un volumen al que puso el pomposo título de “Seleniana Augustalia”
1649. También cultivó una entrañable amistad con las tres hermanas del duque Eberhard III
de Württemberg, que le llamaban cariñosamente “su padre” y él a ellas “sus tres Gracias”. En
1641 la universidad de Tübingen le concede el título de doctor en teología para demostrar
escribe mi inocencia y mi ortodoxia ante toda la cristiandad. Al año siguiente su hijo
Gottlieb es nombrado diácono de Cannstatt. En 1646, centenario de la muerte de Lutero,
cumple sesenta años, cosa, dice, que para un hombre de su flaca constitución y precaria salud
apenas si se podía esperar y hay que contarlo entre las raras buenas acciones de Dios, aunque
también, añade, a los baños que solía tomar en Bad-Teinach y Bad-Liebenzell. Su felicidad
sería completa, si pudiera ver firmada la paz. En el mismo año de 1646, a propuesta del duque
August, es recibido en la Fruchtbrin-gende Gesellschaft, una sociedad académica fundada para
promover el uso de la lengua alemana y su calidad literaria y que solo admitía como miembros
a quienes hubieran sobresalido por ambos capítulos.
Elige el nombre de “Mürbe” “El Mórbido”, apropiado explica a mi edad y a mi
jubilación, y como emblema un musgo adherido a un árbol con la leyenda “Noch grünts”
“todavía verdeguea”, cuyo tono jovial y determinado contrasta llamativamente con el
cansancio y desilusión que refleja la otra leyenda que hizo poner en su escudo de armas,
“Sufficit” “Basta”, que puede verse en un retrato que le hizo Kilian hacia 1648. En este año
se firma la paz de Westfalia y nuestro hombre puede por fin retirarse de sus cargos, pues lo
venía pidiendo desde hacía algún tiempo y se le rehusaba por causa precisamente de la guerra.
Su último servicio en la corte fue la celebración o, mejor, preparación de las solemnes fiestas
organizadas con motivo del fin de las hostilidades, ya que con las prisas, nos cuenta, se resbaló
y cayó de tan mala manera que hubo de guardar cama durante dieciocho días con fuertes
dolores de cadera.
También tuvo la gran felicidad de poder publicar al fin su estudio más importante y
sistemático sobre la educación, “Theophilus”, un diálogo que contiene las líneas
fundamentales de su doctrina pedagógica. Lo había concluido en 1622 pero la censura prohibió
que se imprimiera. Deseoso de darlo a conocer, envió algunas copias a sus amigos en el
extranjero. Su propio original desapareció en el incendio de Calw. Cuando más adelante,
muertas ya las personas que acusaban al libro de herético, pensó en que podría sacarlo al
público, indagó entre sus amigos si aún conservaban la copia. Comenio, que se encontraba por
aquellas fechas en Danzing-Elbing, se enteró de las gestiones de Andreae a través de Magnus
Hesenthaler, correspondiente y amigo de ambos. Inmediatamente le escribió expresándole su
alegría por saberle vivo, pues creía que había muerto en el asalto de Calw, y anunciándole que
le remitía una copia del manuscrito porque el que había recibido de él lo tenía lleno de
anotaciones. Gracias a esta obsequiosidad del gran pedagogo, Johann Valentín pudo publicar
en 1649 esta obra que tanto estimaba, veintisiete años después de su composición. El episodio
contribuyó además a restablecer las relaciones entre ambos, rotas unilateralmente por nuestro
pastor, que en el prólogo al libro del duque August de Braunschweig-Lüneburg, “Evangelische
Kirchen Harmonie” 1646, había calificado la doctrina pedagógica del autor checo como una
superchería de la pansofía escolástica para escarnio de Lutero. Comenio se sintió
profundamente dolido por esta inesperada y desabrida asomada del que consideraba su amigo
y su maestro y le pidió en una carta que fuera más benevolente en sus juicios. En el prólogo al
“Theophilus” Johann Valentín se deshace en salvas y agradecimientos a Hesenthaler y a
Comenio.

13
En 1650 es nombrado abad de Bebenhausen, y en 1654 es promovido a abad de
Adelberg. En los últimos párrafos de su autobiografía alude a los muchos sufrimientos, cor-
porales y espirituales, por los que ha pasado en su cuarto año de cárcel escribe en 1653, que
solo un condenado a galeras, o a las minas, o a luchar contra las fieras, podría comprender. Ha
soportado la insolencia de los arribistas, la venganza de sus rivales, el abandono de sus amigos,
la deslealtad de sus colaboradores, el desagradecimiento de sus clientes, el engaño de sus
servidores y, más que nada, la ambición desatada de un hombre despreciable… Todo ello lo
referirá, Dios mediante, en el diario del próximo año.
No tuvo ocasión de hacerlo, pues el 27 de junio 7 de juli según el calendario
gregoriano de 1654 moría en Stuttgar y era enterrado en el cementerio de la iglesia-hospital
Hospitalkirche. Su hijo Gottlieb nos cuenta los últimos momentos de la vida de su padre. Al
sentir cercana la; muerte, Johann Valentín se revistió de sus ornamento sacerdotales y recibió
la sagrada eucaristía en compañía de sus familiares y amigos. Asistido por las oraciones de lo
siete clérigos que rodeaban en su lecho, recitó con voz quebrada pero muy clara los doce
artículos del credo que su mujer le iba leyendo por delante. “Me siento bien, indeciblemente
bien”, musitó poco antes de morir o de dormirse, pues como él mismo había escrito en su
utopía cap. 99, los cristianopolitanos llaman sueño a la muerte.

LA FAMA DE J. V. ANDREAE
La repercusión de la obra andreana en la historia de pensamiento europeo ha sido
decididamente pobre. Parece que su memoria se libró de la “muerte súbita” gracias a dos
hechos circunstanciales que no tienen nada que ver con la valía de los escritos. El primero fue
la suprema sencillez de Comenio, que en sus cartas y libros le cita honrándole con el título de
maestro suyo y precursor de la reforma educativa. El prestigio alcanzado en toda Europa por
este extraordinario pedagogo mantuvo a flote el nombre, y poco más que el nombre de
Andreae. El otro fue la extremada; adusta espiritualidad del pastor suabo, que le mereció un
puesto en la tradición pietista. Hay que hacer caso aparte con los “Manifiestos Rosacruces”,
pero estos no se asociaron públicamente a su nombre, en un principio al menos, ni la exégesis
que se hizo de ellos respondía en absoluto a sus ideas y proyectos.
Las muestras de interés por su legado intelectual son pocas y esporádicas. En 1738 un
editor de Tübingen anuncia la publicación de las obras completas de Andreae en cuatro
volúmenes, pero la empresa, promovida por teólogos del círculo pietista, no llegó ni a
empezarse. También en esta ciudad y a finales del mismo siglo aparece el catálogo completo
de sus libros impresos hecho por Phillip Burk, que ya hemos citado. Pocas de sus muchas
publicaciones, escritas la mayoría en latín, merecieron el honor de una segunda edición o de
ser traducidas al alemán. “Civis Christianus” y “Christiani Cosmoxeni Genitura Iudicium”
fueron editados en Amsterdam en 1660 y otra vez en Leipzig, junto con “Theophilus”, en 1706,
y el primero solo, traducido al alemán, en 1775. J. G. Herder saca a la luz en 1786 una
selección de sus poesías y expresa en el prólogo su entusiasmo por la calidad de las mismas,
lamentándose de que los eruditos alemanes, fascinados, como siempre, por los nombres
foráneos e insensibles para los propios, no hayan prestado la debida atención a un hombre de
la talla y merecimientos de J. V. Andreae. “Theophilus” apareció malamente traducido al
alemán en 1826 y en forma más rigurosa en 1878. “Turbo” lo fue en 1907 y los “Threni
Calvenses” en 1922.
Su autobiografía en 1799 y una edición crítica del original latino en 1849. Por lo que se
refiere a “Cristianópolis” no fue vuelta a editar en latín hasta muy recientemente, y la
primera traducción al alemán, que data de 1741, fue reimpresa otras dos veces en breve

14
espacio de tiempo.
Parecida fortuna tuvieron sus tratados más estrictamente espirituales o eclesiásticos.
Uno de ellos, “Vox Libera”, en que defiende la primacía y la independencia de la Iglesia frente
al Estado, publicado en 1667, ya después de su muerte, fue traducido al alemán por un
colaborador íntimo de Spener y vio la luz en 1678 con el título de “Freye Feder”.
También lo fueron sus dos resúmenes de la doctrina de Arndt, que salieron juntos con
dos trataditos espirituales de este último en 1765, así como “Apap” y “Gallicinium”, e 1827, y,
traducido por uno de sus parientes, “Herculi Christiani Luctae XXIV”, en 1845 47.
En la actualidad existe en Alemania un manifiesto interés por recuperar la figura
intelectual de Andreae, como lo delata la publicación de varias obras suyas en estos últimos
años y el relieve dado al cuarto centenario de su nacimiento 1586-1986, celebrado con unas
Semanas conmemorativa y una Exposición que han organizado las tres ciudades e que vivió,
Herrenberg, Vaihingen y Calw. El interés por su producción literaria, que ha estado limitada a
los “Manifiestos Rosacruces”, a la “Utopía” y al “Theophilus”, se extiende ahora a todos sus
escritos. La Editorial Frommann-Holzboo tiene programada la publicación de los mismos en
unos 2 volúmenes, de los cuales el 2 y el 7 ya han visto la luz en 1994. Ello revela sin duda las
buenas expectativas que el mercado cultural ofrece a la obra de nuestro autor.
Donde nuestro personaje ha alcanzado una presencia ininterrumpida, aunque sin pasar
nunca de lánguida, ha sido en el terreno de la literatura ocultista. Sus conexiones con la
Fraternidad Rosa-Cruz han sido su destino, fatal por todos los conceptos, ya que esta faceta
meramente anecdótica en el conjunto de su extensa y polimorfa actividad literaria ha dejado
en la sombra a su verdadera personalidad intelectual y humana. A Johann Valentín se le hace
Gran Maestre del Priorato de Sión después de Robert Fludd antes de Robert Boyle, Hermano
Mayor de la Fraternidad Rosa-Cruz puesto en el que sucedería a Francis Bacon sería seguido
por Robert Boyle, Maestro de los Templarios, miembro del Colegio Invisible… Esta dimensión
esotérica es casi la única que se asocia con él cuando se le menciona. Así lo hace, por
ejemplo, Jorge Luis Borges en su breve relato de ciencia ficción “Tlon, Ugbar, Orbis Tertius” o
Umberto Eco en su novela “El péndulo de Foucault”. La investigadora inglesa Francés A. Yates,
que tiene varios estudios muy buenos sobre el ocultismo renacentista, uno de ellos
expresamente sobre los rosacruces, rodea la persona de Johann Valentín con un halo de
misterio y suspenso que acaba por hacerle aparecer como un interesante conspirador cósmico
más que como el párroco diligente y picajoso que era. Toda la trama que urde la autora se
ordena a establecer una conexión entre la Sociedad Rosa-Cruz y la Royal Society, la famosa
sociedad científica inglesa fundada por Hartlieb y Boyle.
Resulta patético observar como Yates se ve obligada a concluir, cada vez que agota una
línea de investigación sobre el supuesto ocultismo andreano, que faltan estudios sobre la
cuestión, o que Andreae no se expresa aquí o allí con la suficiente claridad. Esto último es la
condición natural de nuestro hombre, que no tenía necesidad ninguna de hacerse ocultista
para escribir incomprensiblemente.
En cuanto a sus maneras clandestinas es cosa que suena a guasa referida a Andreae,
quien todo lo ponía por escrito, un hombre del que puede decirse como de ningún otro que no
sabía lo que pensaba hasta que lo tenía puesto en libros. La creación de la Royal Society es
posible que se deba a causas humanas. En toda Europa se estaban erigiendo sociedades de este
tipo, como la famosa “Accademia dei Lincei” de Roma, en 1603. La “Accademia del Cimento”
de Florencia, 1657, la “Accademia degli Investiganti” de Ñapóles, en 1663, la “Academie des
Sciences” de París, en 1666, etc. La Royal Society de Londres, constituida en 1662 a partir de

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otra ya existente, bien pudiera explicarse como un resultado normal de este movimiento
europeo. Si los ingleses quieren buscarle unos orígenes míticos en vez de los naturales de las
otras sociedades, eso es asunto distinto.
Este destino ha arrastrado también, como era de esperar, a “Cristianópolis”, una de sus
obras mejor conseguidas, a quien un historiador de las utopías como Lewis Mumford se ha
atrevido a conceptuar como una de las mejores en su género, por delante de las de
Campanella y Bacon. Ernst Bloch, por ejemplo, es un buen exponente de este reduccionismo
inicuo.
En castellano no hay, que nosotros sepamos, ningún título de Johann Valentín Andreae a
excepción, claro está, de los “Manifiestos Rosacruces”.

LOS MANIFIESTOS ROSACRUCES


En la universidad luterana de Tübingen se había constituido discretamente un pequeño
grupo de profesores alumnos a los que embargaba el anhelo común de ver cumplidos pronto y
hasta el final los nuevos ideales cristianos surgidos de la Reforma. Además de Johann Valentín
entonces estudiante, se sabe que eran miembros de esta asociación figuras destacadas de la
teología y de otras ciencias, entre ellos Tobias Hess, utopista y milenarista, Christoph Besold,
canonista, místico y “pansofo”, profesor de gran autoridad y prestigio que encabezaba junto
con Hes la fervorosa capilla de amigos, Abraham Holzl, Thoma Lansius, Wilhelm Bidembach,
Wilhelm Schickhardt, mate mático y astrónomo, inventor de la primera máquina calculadora o
“reloj de contar” y sobrino del célebre arquitecto Heinrich Schickhardt, que había diseñado
para el duque Johann Friedrich de Württemberg “La Ciudad de la Alegría” “Freudenstadt”,
un plano en que parece inspirarse la estructura arquitectónica de Cristianópolis y, finalmente,
Johan Jakob Hainlin y alguno más. Para estos la tarea de enmendar la doctrina teológica ya
había sido llevada a término por Lutero y sus discípulos inmediatos, pero aún faltaba traducir
esa doctrina en fe vivida íntimamente, concertada cristianamente con los nuevos saberes
científicos y profesada públicamente. Estos son los tres objetivos reformistas que se anuncian
con cierta prisa y vaguedad en los Manifiestos. Johann Valentín los repetirá, ya con más
precisión, en casi todos sus escritos, especialmente en su “Utopía”, donde el trío “piedad”,
“probidad” y “erudición” o sus sinónimos es un estribillo que aparece poco más o menos en
todas las páginas.
En el año 1614 ve la luz en Kassel el escrito más característico del mito rosacruciano, a
saber: “Fama Fraternitatis”, sin nombre de autor. Va dirigido a los rectores, estamentos y
letrados de Europa, relata la vida del hermano Christian Rosencreütz al que solo se designa
con las iniciales C. R. o C. R. C., fundador de la Fraternidad de la Rosa-Cruz, y promete,
usando modales esotéricos y apocalípticos que se parecen a los usados por Gioacchino de
Fiore, una filosofía nueva y la transformación del mundo. En esta primera edición la Fama va
como un añadido al texto Reforma universal y general de todo el ancho mundo, que es un
capítulo de la obra de Boccalini “Ragguagli di Parnaso” “Noticias del Parnaso”, lo que delata
un cierto matiz irónico en el escrito, más para protegerlo de interpretaciones burlonas que
para restarle seriedad. Al año siguiente salió una segunda edición de la Fama, esta vez junto
con la anunciada “Confessio Fraternitatis”, el otro manifiesto rosacruz. La redacción de los
mismos, sin embargo, es bastante anterior según los críticos, los años 1609-11 para la Fama y
1611-13 para la Confessio.
Un año después, en 1616, aparece, también sin nombre de autor: “Las bodas químicas
de Christian Rosencreütz Año 1459”, que se atribuyó a Besold hasta mediados del siglo XVIII,
cuando, al editarse la traducción alemana de la autobiografía de Johann Valentín, pudo
16
comprobarse que era de este. De acuerdo con los datos que suministra, lo compuso entre los
años 1605-6. Así, pues, aunque es el tercer manifiesto rosacruz en publicarse, es el primero en
ser redactado. La presencia en los tres de un mismo protagonista, Christian Rosenkreuz, así
como otros indicios que arroja la crítica interna y externa de los escritos, ha creado la
convicción entre los investigadores alemanes de que el autor de la Fama es Johann Valentín
Andreae. Respecto de la Confessio no abrigan esa seguridad pero lo vinculan, desde luego, al
círculo de Tübingen. La investigadora inglesa Francés A. Yates cree encontrar para el
movimiento rosacruz una conexión inglesa que partiría de John Rober Fludd, pasaría por
Alemania y retornaría de nuevo a Inglaterra en las personas de Samuel Hartlieb y Robert Boyle,
ambos implicados en la fundación de la Royal Society.
El impacto de la Fama fue enorme. Solo entre 1614 y 1622 se produjeron más de 200
respuestas en forma de cartas, folletos y tratados en distintos lugares de Europa, y la ola se
hubiera incrementado si el comienzo en 1618 de la Guerra de los Treinta Años no la hubiera
parado y restado sentido. Los personajes más señeros de la época se vieron empujados por
ella, unos pidiendo o proclamando su pertenencia a la Fraternidad, como Comenio y Fludd,
otros negándola, como Descartes, otros burlándose de una asociación que pretendía renovar
las ciencias nada menos que mediante la alquimia, la magia y la cábala, como Naudé,
Mersenne y muchos más.
De hecho, el impulso rosacruz había tomado un sesgo fantasioso y romancesco que
desnaturalizaba por completo los objetivos anunciados en la Fama. El cambio que aquí se pro-
pugnaba lo llevó a un terreno espiritualista e ilusorio absolutamente ajeno a la realidad, y la
unión de todas las fuerzas ilustradas de Europa se concretó en una sociedad facciosa y
esotérica nutrida en gran parte de petulantes, embaucadores y visionarios.
Por otro lado, el movimiento provocó la desconfianza de los gobiernos a causa del
componente revolucionario que albergaba. El alma del círculo de Tübingen era Tobías Hess, al
que las autoridades civiles y eclesiásticas de Alemania vigilaban con recelo, las primeras
porque temían los efectos desestabilizadores de su milenarismo, que mostraba mucha afinidad
con las doctrinas separatistas de algunos líderes religiosos todavía no olvidados, como Kaspar
de Schwenckfeld, Valentín Weigel y Thomas Müntzer, las segundas porque desaprobaban
cualquier tipo de iluminismo que restara importancia al creer en beneficio del hacer. Johann
Valentín era un íntimo amigo y admirador de Hess, al que puso como modelo de púgil cristiano
en una de sus obras, “Herculis christiani luctae XXIV” 1615, y del que publicó una colección
de sentencias piadosas, “Theca gladii Spiritus” 1616. Era, asimismo, amigo de Johann Arndt,
autor de algunos tratados de piedad que habían provocado la reacción airada de la
ultraortodoxia luterana. Desde sus tiempos de estudiante se había tratado familiarmente con
Besold, quien unos años antes de su muerte 1638 se convirtió al catolicismo. Estas “malas
compañías” y la falsa recepción de que fue objeto el programa anunciado en la Fama le
colocaron en una posición incómoda y peligrosa que le obligó a ponerse a la defensiva.
En cuanto tuvo noticia del revuelo provocado por la Fama y la Confessio y del sentido
alienado dado a su llamamiento, niega repetidas veces y con énfasis tener algo que ver con
ellos. Llega incluso a escribir un libro contra la Fraternidad de la Rosa-Cruz, Turris Babel
1619, acusándola de ser un caos y una comedia y, cuando en 1639 tomó posesión de su cargo
de predicador en la corte, aún tiene cuidado de jurar, por propia iniciativa, que siempre se
había reído del cuento del rosacrucismo. Estas protestas, sin embargo, nunca fueron tajantes e
inequívocas, de manera que ni entonces calmaron a sus adversarios ni hoy convencen a los
historiadores. No hay que excluir que la ambigüedad de tales protestas se deba a su
incapacidad para decir algo con nitidez y exactitud o a que realmente no tuvo nada que ver

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con los dos documentos ni con los orígenes de la Fraternidad. No obstante, es más verosímil
que se deba a que, estando en profundo y sincero desacuerdo con la interpretación
espiritualista y aventurera dada al programa de Christian Rosenkreuz y negándose a admitir
cualquier tipo de parentesco o connivencia con esa interpretación, temiera que al
descalificarla se entendiera que estaba descalificando el programa mismo, con el cual, fuera o
no fuera él el autor, estaba identificado por completo. Claramente lo dice en la obra citada
“Turris Babel”: “Digo adiós a la sociedad de la Hermandad Rosa-Cruz, pero nunca a la
verdadera Hermandad cristiana, la que huele a rosas bajo la cruz”.



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PRÓLOGO
Esta es la traducción de los “Manifiestos Rosacruces” que aparecieron en imprenta y
en idioma alemán en el año 1615, y el año anterior habían aparecido escritos en latín,
teniendo como títulos “Fama Fraternitatis” y “Confessio Fraternitatis”. Sin embargo
existen documentos históricos que aseguran que se habían visto los mismos escritos circular
escritos a mano en latín, tan temprano como en el año 1610.
Johann Valentín Andreae, un místico, hizo aparecer estos “Manifiestos Rosacruces” en
el año 1610, pero nadie sabe ni donde los obtuvo ni que conexión tenía él con la Fraternidad
fundada por Christian Rosencreutz, más o menos 200 años antes de esto. Se sabe como cosa
muy segura que Andreae no era un miembro de la Orden de los Hermanos Mayores, pues
Johann Andreae era una persona muy conocida en grupos intelectuales de su tiempo y esto
significa mucho, ya que nunca se había visto en persona alguna de los Hermanos de la Orden.
Durante centenares de años desde la fundación de la Orden, muchos habían hecho
grandes esfuerzos de hacer contacto con los Hermanos de la Orden, pero sin resultado. Algunos
de estos fueron Francis Bacon, Kepler, Robert Fludd, que conocían mucho de las enseñanzas,
escribieron libros conteniendo aclaraciones de estas para atraer la atención de los Hermanos
de la Orden, pero todo fue en vano. Hubo hasta rumores en Francia que el filósofo Descartes
era uno de estos Hermanos y el tuvo que aparecer físicamente en París para poder desmentir
estos rumores haciendo un viaje a Bélgica, ya que nadie había visto a uno de ellos, como
decían, “Invisibles Hermanos Rosacruz”.
Hasta varios centenarios más tarde, al principio de 1900, se hizo presente uno de los
Hermanos Mayores de la Orden Rosacruz, que los hermanos habían observado y elegido como
su mensajero, para dar sus Enseñanzas para el Mundo Occidental. “Fama” y “Confessio” no
contiene las más internas enseñanzas que solo se imparten a Probacionistas y Discípulos de la
Fraternidad fundada por Christian Rosencreutz, pero estos Manifiestos Rosacruz, “Fama” y
“Confessio”, contienen la información sobre la vida de Cristian Rosacruz, la fundación y
principios de la Fraternidad y un ofrecimiento de dar sus conocimientos a los jefes de gobierno
y a intelectuales que se consideraban sabios ellos mismos de las universidades en Europa,
para que ellos cambiaran el curso equivocado de sus artes.
El ofrecimiento se extendía también a todos los que con sinceridad y mente abierta
buscan la verdad, y como vemos aseguran que:
“Nadie que así nos da su nombre fallará en hablar con alguno de nosotros en cualquier
idioma, sea en palabra, o de alguna otra manera, si algo se haga por escrito y esto lo decimos
en verdad, que sea quien sea que honradamente y de su corazón tiene afecto por nosotros,
esto le beneficiara”…
No hay que tomar “Fama Fraternitatis” y “Confessio Fraternitatis” completamente
al pie de la letra en todas partes, pues muchas cosas son simbólicas. Esto es también un
documento histórico de los viajes de Christian Rosencreutz y los lugares donde obtuvo sus
conocimientos e iniciaciones, como también el principio o nacimiento de la Orden Rosacruz
que él fundó.

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Christian Rosencreutz, se cree que descendía de una noble y renombrada familia
alemana de los Rosacruces, fue un hombre admitido a los misterios y secretos del cielo y
de la tierra por medio de revelaciones divinas, sutiles razonamientos y la incansable labor
de toda su vida. En sus viajes por Arabia y África reunió un tesoro superior a los de los
reyes y emperadores; pero viendo que no era apropiado para sus tiempos lo conservó
secreto para que la posteridad lo descubriera, y designó herederos leales y fieles de sus
artes y también de su nombre.
Construyó un microcosmos correspondiente en todos sus movimientos al
macrocosmos, y por último elaboró su compendio de todas las cosas pasadas, presentes y
futuras. Entonces, cuando tenía ya más de cien años, aunque no padecía ninguna
enfermedad, que ni había sentido en su propio cuerpo, ni permitido que atacara a otras
personas, fue llamado por el Espíritu de Dios y entre los últimos abrazos de sus hermanos
rindió el alma iluminada a Dios su creador. Fue un amoroso padre, un afectuoso hermano,
un fiel maestro y un leal amigo, y fue ocultado por sus discípulos durante 120 años.
En esta edición, compilada por la H.E.F.R.A., se ofrecen al lector profano en estos
estudios y a los discípulos rosacruces, dos versiones en español de cada uno de estos
manifiestos, que contienen ligeras diferencias que pueden ayudar a interpretar y
comprender las enseñanzas del Johann Valentín Andreae.



20
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FAMA FRATERNITATIS
CAPÍTULO I
A los regentes, a las órdenes y a los hombres de ciencia de Europa.
Nosotros, hermanos de la Fraternidad de la Rosa-Cruz, dispensamos nuestras oraciones,
otorgamos nuestro amor y saludamos cortésmente a todos los que lean nuestra Fama con una
intención cristiana.
Durante estos últimos tiempos, por la sabiduría de sus designios y en su gracia singular,
Dios ha derramado la bondad de sus dones sobre el género humano con tanta prodigalidad que
el conocimiento de la naturaleza, así como el de su Hijo, no ha cesado de aumentar, por lo
que podemos enorgullecemos de los tiempos felices que vivimos.
No solo ha sido descubierta la mitad del mundo desconocido y oculto, sino que el Señor
también nos ha procurado innumerables obras y criaturas naturales extrañas y desconocidas
hasta ahora. Ha favorecido el nacimiento de espíritus de gran sabiduría cuya misión fue la de
restablecer la dignidad del arte parcialmente manchado e imperfecto, para que el hombre
acabe comprendiendo la nobleza y magnificencia que le son propias, su carácter de
microcosmos, y la profundidad con que este arte suyo puede penetrar la naturaleza.
Pero todo ello es considerado por la frivolidad del mundo como de escasa utilidad. Las
calumnias y las burlas no cesan de crecer. Los hombres de ciencia se encuentran imbuidos de
una arrogancia y un orgullo tales que se niegan a reunirse para hacer un cómputo de las
innumerables revelaciones con las que Dios ha gratificado los tiempos que vivimos mediante el
libro de la naturaleza o la regla de todas las artes. Cada grupo combate a los otros antiguos
dogmas, y, en vez de la luz clara y manifiesta, prefiere al Papa, a Aristóteles, Galeno y a todo
lo que se parece a una colección de leyes e instrucciones cuando, sin ninguna duda, estos
mismos autores tendrían sumo gusto en revisar sus conocimientos si vivieran. Sin embargo,
nadie está a la altura de tan elevadas palabras y el antiguo enemigo, pese a la fuerte oposición
de la verdad en teología, en física y en matemáticas, manifiesta abundantemente su astucia y
su rabia entorpeciendo una evolución tan hermosa mediante el espíritu de fanáticos y
vagabundos.
Nuestro difunto padre, Fr. C. R., espíritu religioso, elevado, altamente iluminado,
alemán, jefe y fundador de nuestra fraternidad, consagró esfuerzos intensos y prolongados al
proyecto de reforma universal. La miseria obligó a sus padres, aún siendo nobles, a ponerlo en
el convento a la edad de cuatro años. Allí adquirió un conocimiento conveniente de dos
lenguas: latín y griego. También vio colmadas sus incesantes súplicas y plegarias en la flor de
su juventud: fue confiado a un hermano, P. A. L. que había hecho el voto de ir en
peregrinación al Santo Sepulcro. Aunque este hermano no viese Jerusalén pues murió en
Chipre, nuestro Fr. C. R. no retrocedió; por el contrario se embarcó para Damcar con la
intención de visitar Jerusalén partiendo de esta ciudad.
Durante el tiempo en que se vio obligado a prolongar su estancia en Chipre obligado por
el cansancio, ganó el favor de los turcos gracias a su experiencia no despreciable del arte de

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curar. Por azar oyó hablar de los sabios de Damcar en Arabia, de las maravillas que eran
capaces de realizar y de las revelaciones que les habían sido hechas sobre la naturaleza
entera.
Este rumor encendió el noble y elevado espíritu de Fr. C. R., que pensó entonces menos
en Jerusalén que en Damcar. No pudiendo contener sus deseos se puso al servicio de señores
árabes quienes, mediante una cierta cantidad, deberían conducirlo a Damcar. Cuando llegó
solo tenía 16 años aunque era un mozo fornido, de raza alemana.
Si creemos su propio testimonio, los sabios no lo acogieron como a un extranjero sino
como a alguien cuya llegada esperaban desde hacia mucho tiempo. Le llamaron por su nombre
y ante su sorpresa, constantemente renovada, le mostraron que conocían numerosos secretos
del convento donde había estado. En contacto con ellos se perfeccionó en lengua árabe hasta
el punto que pudo traducir en buen latín al cabo de un año el libro “M”, que posteriormente
conservó. Allí adquirió sus conocimientos de física y de matemáticas por los que seria justo
que el mundo se felicitase si hubiera más amor y la envidia fuera menos grande. Tras una
estancia de tres años tomó el camino de vuelta y, provisto de buenos salvoconductos, franqueó
el golfo arábigo, se detuvo en Egipto el tiempo justo para perfeccionar sus observaciones de la
flora y de las criaturas, a continuación atravesó el Mediterráneo en todos los sentidos y,
finalmente, llegó a donde le habían indicado los árabes: a Fez. ¿No debemos sentir vergüenza
ante estos sabios que viven tan lejos de nosotros? Desprecian los escritos difamatorios y su
armonía es perfecta; más aún, revelan y confían sus secretos graciosamente y con buena
voluntad.
Los árabes y los africanos se reúnen cada año para examinar las diferentes artes, para
saber si se han hecho descubrimientos mejores y para averiguar si las hipótesis han sido
depreciadas por la experiencia. Los frutos que cada año producen estas discusiones sirven al
progreso de las matemáticas, de la física y de la magia, que son las especialidades de la gente
de Fez.
Hoy no faltan en Alemania los hombres de ciencia; magos, cabalistas, médicos y
filósofos. ¡Dios quiera que deseen actuar por amor al prójimo y que la gran mayoría no desee
acapararlo todo para sí! En Fez tomó contacto con los que suelen llamarse los habitantes
elementales, quienes le confiaron numerosos secretos. Si entre nosotros los alemanes reinase
un entendimiento parecido y si nuestras averiguaciones se caracterizaran por la mayor
seriedad posible, podríamos igualmente poner en común una parte de nuestro saber. Sospechó
a menudo que la magia de los habitantes de Fez no era enteramente pura y que su religión
también había mancillado la cábala. Sin embargo supo sacar de ello un gran provecho, que
afirmó aún más su fe en la presencia concordante de la armonía en el universo, armonía que
marca con su sello maravilloso periodis seculorum. Llegó a la hermosa síntesis siguiente:
“Al igual que cualquier semilla contiene por entero el árbol o el fruto que aparecerá
dichosamente en el momento oportuno, el microcosmos encierra íntegro al gran número. La
religión, la política, la salud, los miembros, la naturaleza, la lengua, la palabra y los actos del
microcosmos están en acuerdo musical y melódico con Dios, con los cielos y con la tierra”.
Todo lo que contradice esta tesis es error, falsedad, obra del diablo, causa última y
primer instrumento de la confusión, la ceguera y la necedad de este mundo.

23
Bastaría que cualquiera examinase a todos los hombres de esta tierra sin faltar uno,
para encontrar que lo que está bien y lo que es cierto siempre se encuentra en armonía
consigo mismo mientras que, por el contrario, todo lo que se aparta de ello, está manchado
por una multitud de opiniones erróneas.



24
CAPÍTULO II
Tras permanecer dos años en Fez, Fr. C. R. partió para España llevando numerosos
objetos preciosos en su equipaje. Puesto que su viaje le había sido tan provechoso, alimentaba
la esperanza de que los hombres de ciencia de Europa le acogerían con una profunda alegría y,
a partir de ahora, cimentarían todos sus estudios sobre tan seguras bases. Discutió también con
los sabios de España sobre las imperfecciones de nuestras artes, sobre los remedios que había
que poner a ello, sobre las fuentes de las que se podían sacar signos seguros concernientes a
los tiempos venideros y sobre su necesaria concomitancia con los pasados, sobre los caminos a
seguir para corregir las imperfecciones de la Iglesia y de toda la filosofía moral. Les enseñó
plantas nuevas y frutos y animales nuevos que la antigua filosofía no determina. Puso a su
disposición una axiomática nueva que permite resolver todos los problemas. Pero todo lo
encontraron ridículo. Como se trataba de asuntos desconocidos temieron que su gran
reputación quedara comprometida así como verse obligados a volver a comenzar sus estudios y
a confesar sus inveterados errores a los que estaban acostumbrados y de los que sacaban
beneficios suficientes; que reformaran otros a quienes las inquietudes fueran provechosas.
Era la misma letanía que otras naciones entonaron. Su desengaño fue grande porque no
esperaba en absoluto una acogida semejante y porque entonces estaba dispuesto a transmitir
con mansedumbre todas sus artes a los hombres de ciencia, por poco que estos se esforzaran
en encontrar una axiomática precisa e infalible estudiando las diversas enseñanzas científicas
y artísticas y la naturaleza entera. Dicha axiomática debía orientarse por su centro Único al
igual que una esfera y, como era costumbre entre los árabes, solo los sabios deberían servirse
de ella como regla. Así pues era preciso fundar en Europa una sociedad que poseyese bastante
oro y piedras preciosas para prestarlas a los reyes y que también se encargara de la educación
de los príncipes que conociera todo lo que Dios ha permitido saber a los hombres para que, en
caso de necesidad, estos pudieran dirigirse a ella, como los paganos a sus ídolos. Debemos
confesar en verdad que el mundo, embarazado ya en la época con una gran perturbación,
sentía los dolores del parto; engendraba héroes gloriosos e infatigables que rompían
violentamente las tinieblas y la barbarie, mientras que nosotros, débiles como éramos, no
podíamos sino parodiarlos.
Estaban en el vértice del triángulo de fuego cuyas llamas aumentaban su resplandor
incesantemente y que sin ninguna duda provocará el último incendio que consumirá al mundo.
Esta fue entonces la vocación de Paracelso que aunque no se adhirió a nuestra fraternidad, fue
un lector asiduo del Libro “M”, en el que supo iluminar y aguzar su ingenio. Sin embargo
también fue obstaculizado por la barahúnda tumultuosa de los hombres de ciencia y de los
necios; nunca pudo exponer en paz sus meditaciones sobre la naturaleza, hasta el punto que
consagró más espacio de sus obras a denigrar a los insolentes y desvergonzados que a
manifestarse enteramente.
Sin embargo encontramos en él, en profundidad, la armonía de la que hemos hablado y
que sin duda alguna habría comunicado a los hombres de ciencia, por poco que los hubiera
encontrado dignos de un arte superior al de las vejaciones sutiles. Abandonando el mundo a la
locura de sus placeres, se olvidó a sí mismo en una vida de libertad y de indiferencia.

25
Sin embargo, volvamos al Fr. C. R., nuestro padre bienamado. Tras realizar numerosos y
difíciles viajes impartiendo diligentes enseñanzas, frecuentemente con malos resultados,
volvió a Alemania. Amaba particularmente a Alemania cuya transformación era inminente y
que debería transformarse en campo de batalla de una lucha prodigiosa y comprometida. En
este país, su arte y particularmente el conocimiento que tenia de las transmutaciones
metálicas, hubieran podido proporcionarle una gran gloria. Pero estimó que el cielo, y su
ciudadano el hombre, eran allí de un interés altamente superior a cualquier pompa. Se
construyó una amplia y confortable morada en la que meditó sobre sus viajes y sobre la
filosofía, con el fin de componer un memorial preciso. Se dice que una buena parte del tiempo
que permaneció allí lo ocupó en las matemáticas y que fabricó una gran cantidad de hermosos
instrumentos aplicados a los diferentes aspectos de dicho arte: la mayor parte de ellos se han
perdido y hablaremos más adelante de los pocos que nos quedan.
Al cabo de cinco años volvió a pensar en la tan deseada reforma. Como era de espíritu
constante, resuelto e inagotable, y como carecía de toda clase de ayuda, decidió intentarla
por sí mismo en compañía de un pequeño grupo de adjuntos y colaboradores. Con este fin
invitó a tres de sus hermanos del primer convento por los que alimentaba una estima
particular: G. V., Fr. I. A., y Fr. I. O. los cuales habían adquirido además una experiencia en
las artes superior a la normal en la época. Hizo que los tres contrajeran respecto a él un
compromiso supremo de fidelidad, diligencia y silencio, y les pidió que anotaran por escrito,
con el mayor cuidado, todas las instrucciones que les transmitiera para que los miembros
futuros, cuya admisión debería efectuarse posteriormente gracias a una revelación particular,
no fueran engañados absolutamente en nada. Así pues, estas cuatro personas fundaron el
primer núcleo de la fraternidad de la Rosa-Cruz. Las palabras pronunciadas, dotadas de un
amplio vocabulario, sirvieron para componer la lengua y la escritura mágicas que continuamos
manejando para gloria y honor de Dios, y en las que bebemos una sabiduría profunda.
Igualmente ellos compusieron la primera parte del Libro “M”. Sin embargo estaban abrumados
de trabajo y muy angustiados ante el increíble aflujo de enfermos por lo que, una vez
terminada su nueva morada que posteriormente se llamó del Espíritu Santo, decidieron ampliar
su sociedad y hermandad. Escogieron como nuevos miembros al primo hermano del Fr. Rosa-
Cruz, a un pintor de talento, Fr. B., y a G. C. y P. D. como secretarios, todos de nacionalidad
alemana salvo I. A., en total ocho miembros solteros con voto de virginidad.
Debían componer un volumen en el que se registraran todos los anhelos, deseos y
esperanzas que los hombres pudieran alimentar. Sin que pongamos en duda los notables
progresos que el mundo ha realizado durante un siglo, estamos convencidos de la
inmutabilidad de nuestra axiomática hasta el juicio final. El mundo no vera nada más, incluso
en su edad última y suprema porque nuestros ciclos comienzan con el Fiat divino y se acaban
con el Perat, aunque el reloj divino registre cada minuto y pese a que nosotros tengamos
dificultades para marcar las horas. Igualmente tenemos la firme convicción de que si nuestros
padres y hermanos bienamados hubieran podido aprovechar la viva luz que hoy nos baña, les
hubiera sido más fácil vapulear al Papa, a Mahoma, a los escribas, a los artistas y a los sofistas,
en vez de recurrir a los suspiros y a los deseos fúnebres para manifestar las fuentes de su
ingenio.
Cuando nuestros ocho hermanos dispusieron todo de manera tal que no tuvieron más
trabajos especiales, y cuando cada uno compuso un tratado completo sobre la filosofía
revelada y sobre la filosofía secreta, decidieron no seguir juntos durante más tiempo. Así pues
y como habían convenido al principio, se dispersaron por todo el país, no solo para que los
hombres de ciencia pudieran someter su axiomática a un estudio secreto más profundo, sino

26
también para que pudieran informarles sobre si tales o cuales observaciones habían originado
errores en uno u otro lugar.

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27
CAPÍTULO III
Sus signos de reconocimiento eran los siguientes:
1. Prohibición de ejercer profesión alguna excepto la curación de enfermos a título
benévolo.
2. Prohibición de obligar a llevar hábitos especiales reservados a la hermandad. Por el
contrario, deberían adaptarse a las costumbres locales.
3. Obligación para cada hermano de presentarse el día C. en la morada del Espíritu
Santo, o de explicar los motivos de su ausencia.
4. Obligación para cada hermano de buscar una persona de valía que pudiera sucederle
en caso necesario.
5. Las letras R. C. deberían servirles de sello, sigla y emblema.
6. Durante un siglo la hermandad tenía que permanecer secreta.
Juraron fidelidad mutua a los seis artículos y cinco hermanos se pusieron en camino,
quedándose junto a Fr. C. solamente B. y D. Cuando al cabo de un año estos también
partieron, vinieron junto a él su primo I. O., de manera que durante toda su vida estuvo
asistido por dos personas. Y por mancillada que aun estuviera la Iglesia, sabemos sin embargo
lo que pensaba al respecto así como el objeto de sus esperanzas y anhelos. Cada año se volvían
a encontrar con alegría y relataban exhaustivamente sus tareas: sin duda momentos llenos de
encanto los de escuchar el relato verídico y sin artificio de todas las maravillas que Dios no ha
dejado de derramar por el mundo. Tengamos por seguro que el encuentro de estas personas,
escogidas entre los espíritus más sutiles de cada siglo, es obra de la máquina celeste en su
conjunto, y de que vivieron entre ellos y en medio de la sociedad en la más perfecta
concordia, en una discreción total y lo más caritativamente posible.
Sus vidas transcurrieron en estas actividades encomiables y, aunque sus cuerpos
estuvieran exentos de todo dolor y enfermedad, sus almas no pudieron rebasar el límite
predeterminado de la desagregación. El primer miembro de la comunidad que murió fue I. O.,
en Inglaterra, como le había predicho desde hacía varios años Fr. C. Era de una erudición
particularmente profunda y muy versado en la cábala como atestigua su obra H. Su fama en
Inglaterra era grande, sobre todo porque curó la lepra a un joven conde de Norfolk.
Aunque cada puesto fue ocupado por un sucesor de valía, los hermanos habían decidido
ocultar el emplazamiento de su sepultura, lo que explica que aun hoy ignoremos donde están
enterrados algunos. Actitud con la que, en honor de Dios, queremos testimoniar públicamente
que, aunque podamos imaginarnos la forma y constitución del mundo entero, ignoramos sin
embargo y esta es también la enseñanza secreta del Libro I., donde la hemos bebido tanto
el infortunio que nos amenaza como la hora de nuestra muerte. Dios en su grandeza se los ha
reservado para que estemos constantemente preparados, cuestión que trataremos más
explícitamente en nuestra “Confessio”.
En ella enunciaremos también los 37 motivos por los que revelamos ahora nuestra
fraternidad ofreciendo libre, espontánea y graciosamente, misterios tan profundos y la
promesa de más oro que el que suministran las dos Indias al rey de España; pues Europa está
28
preñada y va a parir un robusto retoño al que sus padrinos cubrirán de oro. Tras la muerte de
O., el Fr. C. no interrumpió su actividad: tan pronto como pudo convocó a los demás miembros
y nos parece probable que su tumba fuera construida en su época. Aunque los más jóvenes
ignorábamos por completo hasta entonces la fecha de la muerte de nuestro padre bienamado
R. C. y solo supiéramos los nombres de los fundadores y de todos los que les sucedieron hasta
nosotros, guardábamos sin embargo en la memoria un misterio que nos confió A., sucesor de D.
y último representante de la segunda generación que vivió con muchos de nosotros, en
enigmáticos discursos sobre los 100 años.
Confesamos también que tras la muerte de A., nadie obtuvo la menor información sobre
R. C. y sus primeros hermanos salvo lo que sobre ellos se encuentra en nuestra Biblioteca
Filosófica, entre otras obras en la “Axiomática” para nosotros capital, en los “Ciclos del
Mundo”, la obra de mayor sabiduría y en “Proteo” la más útil. Así que no sabemos con
certeza si los representantes de la segunda generación poseyeron la misma sabiduría que los
de la primera, y si tuvieron acceso a todos los misterios. Pero recordemos al lector generoso
que ha sido Dios quien ha preparado, aprobado y ordenado lo que hemos aprendido aquí mismo
sobre la sepultura de Fr. C. y que ahora proclamamos públicamente. Le seguimos tan
fielmente que en manera alguna tememos revelar en una obra impresa todo lo que se desea
saber de nosotros, nuestros nombres de pila, nuestros seudónimos, nuestras asambleas, a
condición de que como contrapartida se nos aborde circunspectamente y que las respuestas
sean cristianas.
He aquí pues la relación verídica y completa del descubrimiento del muy iluminado
hombre de Dios Fr. C. R. Después de la bienaventurada muerte de A. en la Galia narbonense,
le sucedió nuestro hermano bienamado N. N. Cuando se nos presentó para prestar el solemne
juramento de fidelidad y silencio, relató confidencialmente que A. había asegurado lo que
sigue: la fraternidad no seguiría siendo secreta: dentro de poco serviría necesaria y
gloriosamente en nuestra patria común, la nación alemana. En su posición, la noticia no le
confundió. Como era un buen arquitecto, cuando al año siguiente terminó sus tareas y se le
presentó la ocasión de iniciar un viaje, abastecido con un viático respetable y con la bolsa de
un favorito de la Fortuna, pensó en restaurar y modernizar la morada. Mientras realizaba este
trabajo se interesó por unas placas de cobre amarillo donde estaban grabados los nombres de
todos los miembros de la fraternidad y otras inscripciones diversas. Quiso trasladarlas bajo
otra cúpula más amplia puesto que los Antiguos habían mantenido secreto tanto el lugar y la
fecha de la muerte de Fr. C. como, posteriormente, su sepultura, razón por la cual no
sabíamos nada de ella. Ahora bien, dicha placa contenía un enorme clavo, más grande que los
otros. Cuando lo arrancaron tirando con fuerza, arrastró una piedra tallada primorosamente
que se desprendió del delgado revestimiento, mostrando una puerta que nadie había
sospechado.
Con alegría y ansiedad quitamos lo que quedaba del yeso y a continuación limpiamos la
puerta en cuyo dintel aparecieron los siguientes caracteres de gran formato: “Me abriré
dentro de 120 años”, seguidos del antiguo milésimo1. Dimos gracias a Dios e interrumpimos

1 La expresión es oscura pues la palabra milésimo, del latín millesimus tiene un doble sentido. Por un lado,
acompañaba antiguamente a la fecha en todas las monedas, medallas, etc., sin alterar la cronología. En esta acepción 120

29
nuestro trabajo pues deseábamos consultar primero nuestra obra sobre los Cielos Por tercera
vez remitimos a nuestra “Confessio”, pues estas revelaciones beneficiarán a los que son
dignos de ellas y, si Dios lo quiere, servirán de poco a los que no lo son. En efecto, de la misma
manera que nuestra puerta se ha abierto de forma maravillosa al cabo de tantos años, también
deberá abrirse otra puerta en Europa cuando se descombre el revestimiento: muchos son los
que la esperan con impaciencia.

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años son 120 años normales. Pero, también puede expresar la cantidad mil que se omite al enunciar la cifra. En esta
segunda acepción 20 años pueden equivaler a 1.120 años o a 120.000 años.

30
CAPÍTULO IV
Por la mañana abrimos la puerta y apareció una sala abovedada en forma de heptaedro.
Cada lado tenía siete pies de largo y su altura era de ocho pies. Aunque los rayos del sol nunca
llegasen a ella, estaba iluminada por otro sol copiado sobre el modelo del primero que se
encontraba en todo lo alto, en el centro del techo. Como sepulcro habían levantado en medio
de la sala un altar en forma circular, con una placa de cobre amarillo que tenía este texto:
A C. R. C.
Estando en vida me di por sepulcro esta quintaesencia del Universo.
El primer círculo que servía de orla llevaba en su contorno:
Jesús es mi todo.
La parte central contenía cuatro figuras encerradas en un círculo y cubiertas por las
inscripciones siguientes:
El vacío no existe;
El yugo de la ley;
La libertad del Evangelio;
Intacta está la gloria del Señor.
El estilo de estas inscripciones, así como el de los siete paneles laterales y el de las dos
veces siete triángulos que figuraban en ellas, era claro y puro.
Nos arrodillamos todos a la vez para dar gracias a Dios, único en su sabiduría, en su
poder y en su eternidad y cuyas enseñanzas, bendito sea su nombre, son superiores a todas las
invenciones de la razón humana.
Dividimos la sala abovedada en tres partes: el techo o cielo, el muro o flancos, y el
suelo o pavimento. No diremos ahora nada del cielo salvo que su centro luminoso estaba
dividido en triángulos orientados hacia los siete lados más vale que, si Dios lo quiere, los
veáis con vuestros propios ojos, vosotros que esperáis la salvación. Cada flanco estaba
subdividido en diez campos cuadrangulares, cubierto cada uno por figuras y sentencias
particulares que reproduciremos con el mayor cuidado y precisión posibles en nuestra obra
“Compendium”.
En cuanto al suelo, también estaba dividido en triángulos que, por representar el reino y
los poderes del déspota inferior, no pueden ser revelados ante el temor de que el mundo
impertinente y pagano abuse de ellos quien por el contrario está en armonía con la
percepción celeste, aplasta sin temor ni daño la cabeza de la vieja serpiente del mal, tarea
que corresponde a nuestro siglo. Cada lado ocultaba una puerta que abría un cofre
conteniendo objetos diversos: todos los libros que poseemos y, además, el “Vocabulario” de
Teoph. P. ab Ho, y diferentes escritos que no cesamos de difundir lealmente, entre otros su
“Itinerario” y su “Vida”, fuente principal esta última de todo lo que precede. Otro cofre
contenía espejos de propiedades múltiples, campanillas, lámparas encendidas, compendios de
cantos maravillosos, dispuestos todo de tal manera que, si la orden o la fraternidad entera
vinieran a desaparecer, todo se pudiera reconstituir aunque pasaran varios siglos, sobre la
única base de esta sala abovedada.

31
Sin embargo, aún no habíamos visto los despojos mortales de nuestro padre, tan
meticuloso, prudente y reflexivo. Así que desplazamos el altar y levantamos una gruesa placa
de cobre. Entonces vimos un cuerpo perfecto y glorioso, todavía intacto, sin la menor huella
de descomposición y coincidente por completo con el retrato que lo representaba engalanado
con todos sus adornos y vestiduras. Tenía en la mano un libro en pergamino con letras de oro
llamado T., nuestro tesoro más preciado después de la Biblia y que no conviene someter a la
opinión del mundo de manera imprudente. El epílogo del libro contenía el panegírico
siguiente:
Simiente enterrada en el corazón de Jesús, C. Ros. C. era el
descendiente de la noble y gloriosa familia germánica de los R. C. El
único de su siglo que, iluminado por la revelación divina, dotado de
la más refinada imaginación, y de un ardor inagotable en el trabajo,
tuvo la suerte de acceder al conocimiento de los misterios y arcanos
de los cielos y del hombre. Tras haber sido el guardián de un tesoro
más que real y más que imperial que reunió durante sus viajes por
Arabia y África y para el que su siglo no estaba aún maduro
corresponde a la posteridad revelar su sentido, tras haber
formado herederos fieles y leales a sus artes y a su nombre; después
de acabar un resumen de todas las cosas pasadas, presentes y
futuras; con más de cien años y sin que ninguna enfermedad le
obligara protegía al prójimo de ella y nunca su cuerpo fue atacado
por las misma, fue llamado por el Espíritu Santo, y entregó su alma
iluminada a Dios su creador en medio de los abrazos y de los últimos
besos de sus hermanos. Durante 120 años estuvo oculto en este
lugar, padre muy amado, el más dulce de los hermanos, preceptor
fidelísimo, amigo íntegro.
Debajo habían firmado todos los hermanos siguientes:
Pr. A. Fr. ch., jefe electo de la fraternidad.
Pr. G. V., M. P. G.
Pr. R. C. el más joven heredero del Espíritu Santo.
Pr. F. B., M. P. A., pintor y arquitecto.
Pr. G. G., M. P. I., cabalista.
Pertenecientes a la segunda generación:
Pr. P. A., matemático, sucesor del hermano I. O.
Fr. A., sucesor del hermano P. D.
Fr. R., sucesor del P. Christian Rosenkreutz, triunfante en Cristo.
Todo se acababa en las siguientes palabras:
Nacemos de Dios, morimos en Jesús, revivimos por el espíritu.

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32
CAPÍTULO V
En este tiempo ya habían desaparecido Pr. O. y Pr. D. ¿Dónde se encuentran sus
sepulturas? No nos cabe ninguna duda que el mayor de los hermanos fue objeto de cuidados
especiales en el momento de su muerte y que también tiene una sepultura oculta. Esperamos
igualmente que el ejemplo que hemos dado incitará a otros a que busquen e investiguen con
más celo sobre los nombres que hemos revelado precisamente con dicha finalidad, así como
para que encuentren los lugares donde están enterrados.
Casi todos ellos fueron célebres y apreciados entre las antiguas generaciones por su arte
médico y pueden contribuir a acrecentar nuestro tesoro o, al menos, a que lo comprendamos
mejor. En cuanto al pequeño mundo lo encontramos conservado en otro altar de talla
pequeña, cuya belleza no puede ser imaginada por ningún hombre razonable, y que no
reproduciremos en tanto no se haya testimoniado confianza a nuestra “Fama”. A continuación
volvimos a poner la placa en su sitio, la cubrimos con el altar y después cerramos la puerta
colocamos en ella todos nuestros sellos, antes de descifrar algunas obras basándonos en las
orientaciones de nuestro tratado sobre los ciclos entre otras, en el libro M. hoh. que sirve
como tratado de economía doméstica y cuyo autor es el dulce M. P..
Después según nuestra costumbre, nos dispersamos de nuevo abandonando nuestros
tesoros a sus herederos naturales y esperando la respuesta, el juicio y el veredicto de sabios e
ignorantes sobre nuestras revelaciones. Aunque seguramente conozcamos la amplitud de la
reforma general divina y humana que no solo satisfará nuestros deseos sino también la
esperanza de otros hombres, no es malo en efecto que el sol, antes de salir, proyecte en el
cielo una luz clara u oscura; no es malo que algunos se den a conocer y se reúnan para
promover nuestra fraternidad con su número y con el prestigio del canon filosófico que
deseaba y que dictó Pr. C., o incluso para disfrutar humildemente y con amor nuestros
inalienables tesoros, dulcificando así las miserias de este mundo y utilizando las maravillas
divinas sin tanta ceguera. Sin embargo, para que cada cristiano pueda apreciar nuestra piedad
y nuestra integridad, confesamos públicamente la certeza en Jesucristo en los términos claros
y netos con los que ha sido proclamada en Alemania en estos últimos tiempos, y con los que la
mantienen y la defienden todavía hoy algunas provincias célebres, contra los fanáticos, los
heréticos y los falsos profetas.
Celebramos igualmente los dos sacramentos instituidos por la primera Iglesia reformada,
con las mismas fórmulas y las mismas ceremonias. En asuntos de gobierno reconocemos como
nuestro regente y como regente de los cristianos a la IV Monarquía. Pese a nuestro
conocimiento de los cambios que se preparan y al deseo profundo que nos anima de
comunicarlos a los que están instruidos por Dios, este es nuestro manuscrito, el que poseemos.
Ningún hombre nos pondrá fuera de la ley ni nos librará a los indignos sin la ayuda del Dios
único. Sostendremos en secreto la buena causa según lo que Dios nos permita o nos prohíba,
pues nuestro Dios no es ciego como la fortuna de los paganos; es el tesoro de la Iglesia, el
honor del templo. Nuestra filosofía no es nueva; coincide con la que heredó Adán después de
la caída y con la que practicaron Moisés y Salomón.
No debe poner en duda ni refutar teorías diferentes. Porque la verdad es única, sucinta,
siempre idéntica a sí misma; porque en consonancia con Jesús en todas sus partes y en todos
sus miembros, es la imagen del Padre al igual que Jesús es su retrato; es falso afirmar que lo
33
que es verdad en filosofía no es cierto en teología. Lo que establecieron Platón, Aristóteles o
Pitágoras; lo que confirmaron Henoch, Abraham, Moisés y Salomón; allí donde la Biblia
coincide con el gran libro de las maravillas, corresponde y describe una esfera o un globo en el
que todas las partes están a igual distancia del centro, ciencia de la que trataremos con más
detalle y con más amplitud en la Colección cristiana.
El gran éxito actual del arte impío y maldito de los hacedores de oro incita a una
multitud de bribones escapados de la horca a cometer grandes canalladas abusando de la
buena fe y de la ingenuidad de numerosas personas. Algunas de ellas están honestamente
convencidas que la transmutación metálica es la cima de la filosofía y su resultado, y que hay
que consagrarse enteramente a ello porque la fabricación de grandes masas de lingotes de oro
agrada a Dios especialmente esperan conquistar a un Dios cuya omnisciencia penetra todos
los corazones, mediante oraciones irreflexivas y con caras sufrientes y derrotadas. Lo que
proclamamos al respecto es lo siguiente: estas concepciones son erróneas.
Los verdaderos filósofos opinan que la fabricación de oro no es sino un trabajo
preliminar de escasa importancia, uno más entre los miles que tienen que realizar, la mayor
parte de ellos de bastante más envergadura. Repetimos el dicho de nuestro padre bienamado
C. R. C.: ¡Uf! ¡Oro! ¡Nada más que oro! Aquel ante cuyos ojos se abre la naturaleza entera no
se alegra por poder hacer oro para, según palabras de Cristo, cebar a los diablos. Se alegra por
ver como el cielo se desvela, como suben y bajan los ángeles del Señor y de que su nombre
esté inscrito en el “Libro de la Vida”. Igualmente atestiguamos que, en el terreno químico,
se han publicado libros e imágenes que mancillan la gloria de Dios.
En su tiempo los daremos a conocer y proporcionaremos un catálogo de ellos a los
corazones puros. Suplicamos a los hombres de ciencia que redoblen su prudencia leyendo estas
obras; el enemigo no cesa de sembrar su cizaña hasta que encuentre el maestro que le
expulse. Así pues, según el parecer del Pr. C. R. C., dirigimos la siguiente súplica a los
discípulos y también a todos los hombres de ciencia europeos que lean nuestra “Fama”
traducida en seis lenguas y la “Confessio” latina; que sometan su arte a un examen
extremadamente preciso y riguroso y que estudien cuidadosamente los tiempos modernos
antes de comunicarnos en obras impresas el resultado de sus meditaciones individuales o
comunes; que mediten con espíritu reflexivo el ruego que les dirigimos.
Aunque actualmente no hayamos indicado ni nuestro nombre ni donde se encuentra
nuestro Consistorio, es seguro que nos llegaran las opiniones de todos, sea cual fuere la lengua
en la que estén redactadas. Y que todos los que indiquen su nombre, conversaran sin falta con
cada uno de nosotros de viva voz o, si tienen dudas, por escrito. Por el contrario, también
declaramos lo que sigue: quien mantenga respecto a nosotros una actitud cordial y seria, se
beneficiará de ello en cuerpo y alma; en cambio quien tenga un corazón falso o rapaz se
sumirá en una miseria extremadamente profunda y no nos causara ningún mal. Es preciso que
nuestra morada, aunque cien mil hombres la puedan contemplar de cerca, siga siendo
eternamente virgen, intacta y celosamente oculta a los ojos del mundo impío.
A la sombra de tus alas, Jehová.



34
FAMA FRATERNITATIS
O EL DESCUBRIMIENTO DE LA FRATERNIDAD DE LA
MUY NOBLE ORDEN DE LA ROSA CRUZ
Vemos que el único sabio y misericordioso Dios en estos últimos días ha dispensado tan
ricamente su misericordia y bondad a la humanidad, para que alcancemos un conocimiento
más y más perfecto de su Hijo Jesucristo y de la naturaleza, de manera que con razón
podemos hacer alarde de vivir en una época feliz, en la cual no únicamente nos es dado
conocer la mitad del mundo que hasta ahora era desconocida y estaba oculta, sino que
también nos ha permitido percibir muchas obras y criaturas de la naturaleza, maravillosas y
hasta ahora nunca vistas, y además ha elevado a los hombres, empapándolos de gran
sabiduría, para que en parte renueven y transformen todas las artes que en nuestra época son
tan imperfectas y defectuosas; de manera que así, por fin, el hombre pueda comprender su
propia nobleza y valor, y porque se le llama microcosmos, y hasta donde se extienden sus
conocimientos de la naturaleza.

Pero esto no será del agrado del grosero mundo, que se reirá y burlará; pero también el
orgullo y la codicia de los que saben son tan grandes, que no les permitirán ponerse de
acuerdo; en cambio si se unieran, de todas estas cosas que con tanta largueza Dios nos está
dando en nuestra época podrían sacar el “Librum Naturae”, o sea el método perfecto para
todas las artes; pero es tal su oposición, que conservan y por ningún motivo quieren abandonar
sus viejas ideas, estimando a Porfirio,2 a Aristóteles y Galeno, sí, y a quien solo tiene una vaga
idea del conocimiento, más que a la luz clara y manifiesta y a la verdad; porque estos sabios,
si estuvieran ahora en vida, con júbilo abandonarían sus erróneas doctrinas. Pero aquí hay
demasiada debilidad para semejante paso. Y aunque la verdad se oponga 3 en el campo de la
teología, de la física y de las matemáticas, siempre el antiguo enemigo demuestra su presencia
con las sutilezas y artimañas con que obstaculiza todos los buenos propósitos, mediante sus
instrumentos y la gente que crea continuamente dificultades. El devoto y muy iluminado
padre, nuestro hermano C. R., alemán, el principal y original de nuestra fraternidad, había
trabajado mucho tiempo intensamente en este proyecto de reforma general; por su pobreza
aunque era hijo de padres nobles C. R. fue enviado a los cinco años de edad a un
monasterio, donde aprendió perfectamente las lenguas griega y latina, y por un deseo muy
vehemente y a su propia solicitud fue encargado por su tierna edad al hermano P. A. L.,
quien estaba decidido a hacer un viaje a Tierra Santa.

Aunque el hermano P. A. L. murió en Chipre y nunca llegó a Jerusalén, nuestro hermano


C. R. no emprendió el viaje de regreso, sino que se embarcó con rumbo a Damasco, pensando
luego dirigirse a Jerusalén; pero por la debilidad de su cuerpo se quedó allí algún tiempo,
ganándose un gran favor de los turcos gracias a sus conocimientos de física y ciencias
naturales. Entre tanto hizo amistad casualmente con los sabios de Damasco de Arabia, y vio los
prodigios que hacían y como la naturaleza se iba descubriendo ante ellos; esto entusiasmó
tanto el alto y noble espíritu del hermano C. R., que en esa época pensaba más en Damasco
2 Error, debería decir “al Papado”, pues el original en alemán dice “al Papa”.
3 El original en alemán dice “se manifieste”.
35
que en Jerusalén. No pudiendo dejar de satisfacer sus deseos por más tiempo, hizo un trato
con los árabes para que lo llevaran a Damasco a cambio de una cierta suma; cuando llegó a esa
ciudad no tenía más que dieciséis años, aunque tenía una fuerte constitución alemana. Allí fue
recibido por los sabios como él mismo declaró no como un extraño, sino como alguien que
hubieran estado esperando hacía mucho tiempo. Lo llamaron por su nombre y le hablaron de
otros secretos de su monasterio, cosa que lo maravilló enormemente. Aprendió mejor ahí la
lengua árabe, tanto que al año siguiente tradujo a un buen latín el libro “M”, que luego se
trajo en su viaje de regreso. Éste fue el lugar donde aprendió física, ciencias naturales y
matemáticas, de lo cual el mundo debería alegrarse con justa razón, si hubiera más amor y
menos envidia. Tres años después regresó con buena voluntad, y se embarcó en el Seno
Arábigo rumbo a Egipto, pero no permaneció allí mucho tiempo, solo el necesario para
registrar mejor las plantas y animales. Navegó por todo el Mediterráneo para llegar a Fez,
como le habían indicado los árabes. Y es una gran vergüenza para nosotros que sabios que
viven tan alejados los unos de los otros no solo sean de una misma opinión en su odio por los
escritos contradictorios, sino también que estén tan dispuestos a compartir sus secretos, bajo
el sello de secreto.

Cada año los árabes y los africanos se escriben cartas para pedirse informes sobre las
artes que practican y para preguntarse si felizmente han descubierto algo interesante o si la
experiencia ha debilitado sus razones. Todos los años algo viene a la luz, de modo que se van
modificando las matemáticas, la física, las ciencias naturales y la magia en la que son muy
hábiles los que están en Fez. Y como en Alemania actualmente no faltan los sabios, magos,
cabalistas, médicos y filósofos, si entre ellos hubiese solo más amor y gentileza la mayor parte
no se quedaría con sus secretos sin comunicárselos a nadie. En Fez conoció a los que
comúnmente se llaman Habitantes Elementales, quienes le revelaron muchos de sus secretos.
Nosotros los alemanes también lograríamos grandes cosas si hubiera una unidad semejante y el
deseo de descubrir secretos entre todos.

Respecto a los de Fez, en muchas ocasiones confesó que su magia no era del todo pura y
que su cábala estaba contaminada con su religión; pero a pesar de esto él supo emplearlas
bien, y encontrar un terreno todavía más firme para su religión, de acuerdo con la armonía del
mundo entero y prodigiosamente grabada en todos los periodos del tiempo. Y de allí resulta
ese suave acuerdo, así como en cada semilla está contenido todo un gran árbol o fruto, de que
igualmente en el pequeño cuerpo del hombre está comprendido todo el gran mundo, cuya
religión, política, salud, miembros, naturaleza, idioma, palabras y obras están de acuerdo y
son afines y tienen una tonada y melodía igual a la de Dios, del Cielo y de la Tierra. Y lo que
está en desacuerdo con estas es error, falsedad y del Diablo, que es la única causa primera,
media y última de las luchas, la ceguera y la oscuridad que hay en el mundo. Y también, si se
examinan todas y varias de las personas de la tierra, se descubrirá que todo lo que es bueno y
recto siempre está de acuerdo consigo mismo; pero todo lo demás está manchado de mil
conceptos erróneos.

Después de dos años, el hermano C. R. abandonó la ciudad de Fez, y zarpó llevando


muchas cosas valiosas hacia España, esperando que como él mismo había empleado el
tiempo en ese viaje de manera tan buena y provechosa, los doctos de Europa se regocijarían
mucho con él y comenzarían a reglamentar y ordenar todos sus estudios según esas bases tan
firmes y seguras. Se entrevistó pues con los sabios de España, demostrándoles los errores de
nuestras artes y como era posible corregirlos, y de donde podían reunir los verdaderos Indicia
del porvenir, y en que estos debían estar de acuerdo con las cosas del pasado; también como

36
los errores de la Iglesia y toda la Philosophia Moralis tenían que corregirse. Les mostró nuevas
plantas, nuevos frutos y animales, que concordaban con la antigua filosofía, y les prescribió
nuevos Axiomata, mediante los cuales todas las cosas podían ser completamente restauradas.
Pero ellos se rieron de esto; y siendo una cosa nueva, temieron que su gran nombre sufriera
merma si volvían a comenzar a estudiar, reconociendo sus errores de tantos años, a los cuales
estaban acostumbrados y con los cuales habían tenido bastantes ganancias. Que se corrija
quien tanto amaba la inquietud.

La misma canción también le fue cantada por otras naciones, lo cual lo impresionó más
porque era contrario a sus esperanzas, ya que por entonces estaba dispuesto a dispensar
copiosamente todas sus artes y secretos a los doctos, si solo hubiesen accedido a poner por
escrito los verdaderos e infalibles Axiomata de todas las facultades, ciencias, artes y de la
naturaleza entera, como algo que él bien sabía que los dirigiría como un globo o un círculo al
único punto medio y Centrum, y que como es común entre los árabes solo les serviría de
regla a los doctos y a los ilustrados. Que haya también en Europa una Sociedad que tenga oro,
plata y piedras preciosas suficientes para conferirlos a los reyes para lo que necesiten y con
propósitos lícitos; con lo que se puede educar a los que estén destinados a gobernar, para que
aprendan todo lo que Dios le ha permitido saber al hombre, y para que así sean capaces de dar
consejo siempre que se necesite a los que lo busquen, como los oráculos paganos.
Verdaderamente tenemos que confesar que en esos días el mundo ya estaba preñado de esas
grandes conmociones, y con dolores estaba por parirlas; y nacieron los hombres sensibles y de
valor, que con toda fuerza irrumpieron en la oscuridad y la barbarie, y que nos dejaron a
nosotros sus sucesores para que siguiéramos su ejemplo; y seguramente ellos fueron el punto
más alto in trigono igneo, cuya flama debería ser ahora más y más brillante, y dar
indudablemente al mundo la última luz.

Por su vocación y profesión, uno de estos fue Teofrasto Paracelso, aunque no fue de
nuestra fraternidad, de todos modos leyó diligentemente el libro “M”, que exaltó su agudo
ingenium; pero la marcha de este hombre también fue obstaculizada por la multitud de
eruditos y falsos sabios, de manera que nunca pudo hablar pacíficamente con nadie sobre el
conocimiento y comprensión que tenía acerca de la naturaleza. Y por ello en sus escritos más
bien se burlaba de estos grupos de entrometidos, y nunca se reveló completamente a ellos tal
como era; y sin embargo en él se encuentra muy arraigada la ya mencionada Harmonia, que
sin duda alguna habría compartido con los doctos, si no los hubiera considerado más bien
dignos de ser sutilmente reprendidos que instruidos en mayores artes y ciencias; luego perdió
mucho tiempo viviendo libremente y sin preocupaciones, dejando al mundo sus necios
placeres.

Pero no olvidemos a nuestro amante padre; el hermano C. R., después de muchos


penosos viajes y de tratar de enseñar la verdad sin obtener ningún resultado, regresó a
Alemania, a la cual por los cambios que poco después sobrevendrían y de las extrañas y
peligrosas disensiones amaba con todo su corazón. Allí podría haber hecho alarde de su arte y
especialmente de la transmutación de los metales, pero estimaba más al Cielo y a sus
ciudadanos, al Hombre que a las vanas glorias y pompas.

De todos modos se construyó una habitación adecuada y bonita, en la cual meditó sobre
su viaje y su filosofía, que expresó juntos en un escrito que es una verdadera reliquia. En esta
casa dedicó mucho tiempo a las matemáticas y construyó muchos instrumentos magníficos, ex
omnibus hujus artis partibus, de los cuales poco nos queda, como entenderéis por lo que

37
sigue. Después de cinco años, le volvió a la mente el deseo de reforma, y al respecto no
confiaba en la ayuda y auxilio de otros; y como él era esmerado, vigoroso e incansable, se
dispuso a emprenderla con unos cuantos que se le unieron. Deseaba contar con la colaboración
para este fin de tres de sus hermanos del primer monasterio al que le tenía un gran afecto,
llamados el hermano G. V., el hermano J. A. y el hermano J. O.; estos, además, tenían un
conocimiento un poco mayor de las artes que lo que en ese tiempo era común, por esto los
unió a él comprometiéndolos a que fueran leales y diligentes, y a que guardaran secretos, así
como también a que con todo cuidado pusieran por escrito todo lo que él les indicara y les
enseñara, para que en el futuro los que por una especial revelación fueran admitidos a esta
fraternidad no se engañaran ni respecto a una palabra ni a una sílaba.

De esta manera comenzó la Fraternidad de la Rosa-Cruz, primero únicamente con


cuatro personas, que elaboraron la escritura y el lenguaje mágicos, con un gran diccionario
que todavía usamos diariamente para alabar y glorificar a Dios, y en él encontramos una gran
sabiduría; también hicieron la primera parte del libro “M”. Pero como esta labor era
demasiado difícil y la inefable ayuda a los enfermos les exigía mucho esfuerzo, y también
mientras se terminaba el nuevo edificio llamado Sancti Spiritus, decidieron atraer y recibir
a otros en su fraternidad; para esto fue escogido el hermano R. C., hijo del hermano de su
difunto padre, el hermano B., hábil pintor, G. y P. D. su secretario, todas ellos alemanes
excepto J. A., de modo que eran ocho en total, todos solteros y con voto de virginidad; estos
reunieron en un libro o volumen todo lo que el hombre puede desear querer o esperar.

Aunque hoy podemos admitir libremente que dentro de unos cien años el mundo estará
mucho mejor que hoy, tenemos sin embargo la seguridad de que nuestros Axiomata
permanecerán irremoviblemente hasta el fin del mundo, y también de que el mundo, en su
edad más alta y última, no llegará a ver ninguna otra cosa; porque nuestra Rota tuvo su origen
aquel día en que Dios dijo fiat, y terminará cuando diga pereat, pero el reloj de Dios da los
minutos, mientras los nuestros apenas dan las horas completas. También creemos firmemente
que si nuestros hermanos y padres hubiesen vivido bajo la clara luz que ahora nos ilumina,
habrían tratado con menos miramientos al Papa, a Mahoma, a los escribas, artistas y sofistas, y
habrían demostrado ser más activos no solo con suspiros y con el deseo de que terminen y se
consuman.

Cuando estos ocho hermanos hubieron dispuesto y ordenado todo de modo que ya no
fuera necesario realizar grandes trabajos, y cuando estuvieron suficientemente instruidos y
eran perfectamente capaces de discurrir sobre la filosofía secreta y manifiesta, ya no quisieron
seguir juntos, sino que como habían acordado en un principio se separaron y se dirigieron a
distintos países, no solo para que sus Axiomata fueran examinados en secreto más
profundamente por los doctos, sino también para que ellos mismos, si acaso en algún país
observaban algo o advertían algún error, se informaran entre sí.

Su pacto era el siguiente:

Primero, que ninguno de ellos profesara ninguna otra cosa que el cuidado de los
enfermos, y esto gratis. Segundo, nadie en la posteridad debía ser obligado a vestirse con un
cierto hábito, sino que seguiría la costumbre del país. Tercero, que todos los años en el día C.
se reunieran en la casa S. Spiritus, o escribieran para explicar la causa de su ausencia. Cuarto,
todo hermano debía buscar a una persona valiosa que después de su muerte pudiera ocupar su

38
lugar. Quinto, la palabra C. R. sería su sello, marca y distintivo. Sexto, la fraternidad
permanecería secreta durante cien años.

Se comprometieron unos con otros a cumplir estos seis artículos, y cinco de los
hermanos partieron, quedándose únicamente los hermanos B. y D. con el padre Fra. R. C.
durante un año entero, al término del cual también ellos partieron. Se quedaron con él su
primo y el hermano J. O. para que tuviera consigo todos los días de su vida a dos de sus
hermanos. Y aunque hasta entonces la Iglesia todavía no había sido limpiada, sabemos que de
todos modos pensaban en ella y en lo que buscaban con anhelante deseo. Todos los años se
reunían con júbilo, y elaboraban un documento completo de todo lo que habían hecho; con
seguridad era un gran placer escuchar verdaderamente y sin invenciones relativas y ensayadas
todas las maravillas que Dios había dispensado en todas partes del mundo. Todos pueden estar
seguros de que las personas enviadas y reunidas por Dios y los cielos, escogidas entre los
hombres más sabios que han existido en diversas épocas, vivían juntas por encima de los
demás en la más alta unidad, el mayor secreto y una suma gentileza de unos con otros.

Después de pasar la vida de esta manera tan encomiable, y aunque estaban libres de
toda enfermedad o dolor, sin embargo no podían vivir más tiempo del que Dios les había
asignado. El primero de la fraternidad que murió, por cierto en Inglaterra, fue J. O., como
mucho antes se lo había anunciado el hermano C.: era muy experto y versado en la cábala,
como demuestra su libro llamado “H”. En Inglaterra se habla mucho de él, principalmente
porque curó de lepra al joven conde de Norfolk. Se habían propuesto que el lugar de su
sepultura se conservara lo más secreto posible, y aunque hasta el día de hoy no sabemos que
fue de algunos de ellos, sin embargo, el lugar de cada uno fue ocupado por un sucesor idóneo.
Pero aquí confesaremos públicamente, para honrar a Dios, que cualesquiera que hayan sido los
secretos que aprendimos en el libro “M” aunque contemplamos ante nuestros ojos la imagen
y el esquema de todo el mundo, no por ello nos fueron reveladas allí nuestras desgracias, ni
la hora de nuestra muerte, que solo son conocidas por Dios mismo, y que por ello quiere que
siempre estemos listos. Pero acerca de esto hay más en nuestra “Confessio”, donde
expresamos las 37 razones por las que no damos a conocer nuestra fraternidad ni exponemos
tan altos misterios, sin coacción ni recompensa. También prometemos más oro del que ambas
Indias mandan al rey de España, pues Europa está encinta y dará a luz un hijo fuerte, que
tendrá necesidad de tener un gran padrino.

Después de la muerte de J. O. el hermano R. C. no descansó, y tan pronto como pudo


convocó a todos los demás, y suponemos entonces fue hecha su tumba. Aunque hasta ese
momento nosotros que éramos los últimos no sabíamos cuándo había muerto nuestro amante
padre R. C., y de los fundadores no sabíamos más que sus nombres y los de todos sus
sucesores, no obstante esto en nuestra memoria apareció un secreto, el cual por medio de
palabras oscuras y ocultas y discursos de los 100 años, el hermano A., sucesor de D. que
formaba parte de la segunda y última línea y sucesión y que había vivido entre muchos de
nosotros, nos comunicó sobre la tercera línea y sucesión. Pues por lo demás tenemos que
confesar que después de la muerte del mencionado A., ninguno de nosotros sabía nada acerca
del hermano R. C. ni de sus primeros seguidores, más que lo que de ellos se decía en nuestra
Bibliotheca filosófica, en la cual se considera nuestros “Axiomata”, la obra más prominente,
“Rota Mundi” la más artificial y “Protheus” la más útil. De la misma manera, tampoco
sabemos a ciencia cierta si los de la segunda línea fueron de una sabiduría semejante a los de
la primera, ni si se les admitía a todas las cosas. En adelante haremos conocer al gentil lector
no solamente lo que hemos sabido sobre el entierro de R. C., sino que también revelaremos

39
públicamente por la providencia, indulgencia y mandamiento de Dios, a quien obedecemos con
la mayor fidelidad, que si obtenemos una respuesta discreta y cristiana no tendremos ningún
temor de imprimir y publicar nuestros nombres y apellidos, nuestras reuniones o cualquiera
otra cosa referente a nosotros que se nos pregunte.

Pues la verdadera y fundamental relación de los descubrimientos del altamente


iluminado hombre de Dios Fra C. R. C. es ésta. Cuando A. murió en la Gallia Narbonensis, lo
sucedió nuestro amoroso hermano N. N. Éste, después de acudir a nosotros para hacer el
juramento solemne de fidelidad y de secreto, nos informó bona fide que A. lo había consolado
anunciándole que esta fraternidad ya no seguiría estando tan oculta, sino que debía ayudar a
toda la nación alemana, lo que la alegraría por serle muy necesaria; de lo cual de ninguna
manera en su condición se avergonzaba. Al año siguiente, terminados sus estudios, decidió
dedicarse a viajar contando con suficientes medios para hacerlo gracias al caudal de
Fortunato, y pensó ya que era un buen arquitecto hacerle algunas modificaciones a su
edificio para que fuera más adecuado. Durante dichos trabajos de renovación encontró la
placa conmemorativa fundida en bronce que contenía los nombres de todos los hermanos y
otras cuantas cosas. La trasladó a otra cripta, más adecuada, pues la fecha y el lugar de la
muerte de Fra. R. C., y el país en que fue enterrado son cosas que desconocemos porque
nuestros predecesores nos las ocultaron. En aquella placa estaba clavado un gran clavo
bastante fuerte, de manera que al sacarlo por la fuerza salió con él una piedra regularmente
grande de la delgada pared, o aplanado, de la puerta oculta, y así, sin haberla buscado,
descubrió la puerta. Entonces, llenos de alegría y anhelantes, echamos abajo el resto del muro
y despejamos la puerta, en la que estaba escrito con letras grandes Post 120 annos patebo, y
abajo el año del Señor. Luego dimos gracias a Dios y dejamos la cosa por la paz esa noche,
porque queríamos primero ver lo que decía nuestra Rota. Pero volvemos a referirnos a la
Confesión, pues lo que aquí publicamos tiene el objeto de ayudar a los que son dignos de ello,
mientras que a los que no se lo merecen les resultará Dios mediante de muy poco provecho.
Porque así como después de muchos años nuestra puerta fue prodigiosamente descubierta, así
se abrirá una puerta ante Europa cuando se elimine el muro que ya empieza a aparecer,
esperada por muchos con un vehemente deseo.

A la mañana siguiente, abrimos la puerta y ante nuestra vista apareció una cripta con
siete paredes y siete rincones, siendo cada lado de cinco pies de ancho y la altura de ocho
pies. A pesar de que a esta cripta nunca entraban los rayos del Sol, con todo y todo era
iluminada por otro sol, que había aprendido a hacerlo del mismo sol, y que se encontraba en la
parte alta del centro del techo. En medio, en lugar de una tumba había un altar redondo
cubierto con una placa de latón, en la que estaba grabado lo siguiente:

A. C. R. C. Hoc universi compendium unius mihi sepulchrum feci4

Alrededor del primer círculo o canto, decía:

Jesus mihi omnia5

En medio había cuatro figuras, circunscritas por círculos donde alrededor decía:

1. Nequaquam vacum.

4 En lugar de unius debe decir vivus: “Durante mi vida, de este compendio del universo hice mi tumba”.
5
“Jesús es todo para mí”.
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2. Legis Jugum.

3. Libertas Evangelii.

4. Dei gloria intacta6.

Todo esto es claro y diáfano, como también los siete lados y los dos Heptagoni; de
manera que nosotros nos arrodillamos totalmente y dimos gracias al único sabio, único
poderoso y único eterno Dios, que nos había enseñado más de lo que todo el ingenio de los
hombres habría podido comprender, bendito sea su santo nombre. Dividimos esta cripta en
tres partes, la parte alta o techo, las paredes o lados y el suelo o piso.

De la parte alta no comprenderéis nada más en este momento, solo que estaba dividida
según los siete lados en un triángulo, que estaba en el centro brillante 7; pero lo que allí está
contenido, con la voluntad de Dios, vosotros los que deseáis tener contacto con nosotros lo
contemplaréis con vuestros propios ojos; y cada lado o pared está dividido en diez figuras,
cada una de ellas con diversas figuras y frases, como fielmente se expone y muestra
concentratum aquí en nuestro libro.

El piso también está dividido en forma de triángulo8, pero como allí se describe el poder
y el dominio de los gobernadores inferiores, nos abstenemos de manifestar esto mismo por
temor a que el mundo malvado e impío haga mal uso de ello. Sin embargo, los que poseen en
abundancia el antídoto celestial sin miedo ni daño pisotean y magullan la cabeza de la vieja y
malvada serpiente, para lo cual nuestra época tiene mucha capacidad. Cada lado o pared tenía
una puerta o armario, dentro del cual había diversas cosas, especialmente todos nuestros
libros, que ya teníamos. Además del Vocabular de Theoph: Par. Ho9, y los que todos los días
nosotros participamos sin falsificación10. También encontramos allí su Itinerarium y vitam, de
donde ha sido tomada la mayor parte de la presente relación. En otro armario había espejos de
diversas virtudes, y también en otro lugar había campanitas, lámparas y principalmente unas
maravillosas canciones artificiales, en general todas ellas hechas para el fin de que si sucedía,
después de muchos cientos de años, que la orden o fraternidad se extinguiera, fuera posible
restablecerla de nuevo solo por medio de esta cripta.

Pero como hasta entonces no habíamos visto el cadáver de nuestro prudente y sabio
padre, hicimos a un lado el altar, levantamos luego una fuerte placa de latón y encontramos
un cuerpo bello y respetable, entero e intacto, como el que aquí se representa vívidamente
con todos sus ornamentos y atavíos. En la mano tenía un libro de pergamino, llamado “I”, el
cual después de la Biblia es nuestro mayor tesoro, que debería darse a conocer al mundo. Al
final de este libro figura el siguiente Elogium:

Granum pectori Jesu insitum.

C. Ros. C. ex nobili atque splendida Germaniae R. C. familia


oriundus, vir sui seculi divinis revelationibus subtilissimis imagi
6 “1. En ninguna parte existe el vacío. 2. El yugo de la ley. 3. La libertad del Evangelio. 4. Toda la gloria de Dios”.
7 “...solo que estaba dividida en triángulos que iban de los siete lados a la brillante luz del centro”.
8 “El piso también está dividido en triángulos”...
9 Theophrastus Paracelsus ab Hohenheim.
10 “...y que nosotros todos los días comunicamos sin falsificación”.

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nationibus, indefessis laboribus ad coelestia, atque humana
mysteria; arcanave admissus posiquam suam quam Arabico, &
Africano itineribus Collegerat plusquam regiam, atque
imperatoriam Gazam suo seculo nondum convenientem, posteritati
eruendam custodivisset & jam suarum Artium, ut & nominis, fides
acconjunctissimos herides instituisset, mundum minitum omnibus
motibus magno illi respodentem fabricasset hocque landem
preteritarum, praesentium, & futurarum, rerum compendio extracto,
centenario maior non morbo quem ipse nunquam corpore expertus
erat, nunquam alios infestare sinebat ullo pellente sed spiritu Dei
evocante, illuminatam animam inter Fratrum amplexus & ultima
oscula fidelissimo creatori Deo reddidisset, Pater dilectissimus,
Fra: suavissimus, praeceptor fidelissimus, amicus integerrimus, a
suis ad 120 annos his absconditus est11.

Abajo firmaban los siguientes:

1. Fra. I. A., Fr. C. H. Electione Fraternitatis caput12.

2. Fr. G. V. M. P. C.

3. Fra. R. C. Junior haeres S. Spiritus.

4. Fra. B. M., P. A, Pictor & Architectus.

5. Fr. G. G. M. P. I. Cabalista.

Secundi Circuli

1. Fra. P. A. Successor, Fr. I. O. Mathematicus.

2. Fra. A. Successor Fra. P. D.

3. Fra. R. Successor patris C. R. C. Cum Christo Triumphantis.

Al final decía:

Ex Deo nascimur, in Jesu morimur, per spiritum sanctum reviviscimus13.

11 “Un grano sembrado en el pecho de Jesús”.


“C. Ros. C. descendía de la noble y renombrada familia alemana de los R. C.; fue un hombre admitido a los misterios y
secretos del cielo y de la tierra por medio de revelaciones divinas, sutiles razonamientos y la incansable labor de toda su
vida. En sus viajes por Arabia y África reunió un tesoro superior a los de los reyes y emperadores; pero viendo que no era
apropiado para sus tiempos lo conservó secreto para que la posteridad lo descubriera, y designó herederos leales y fieles
de sus artes y también de su nombre. Construyó un microcosmos correspondiente en todos sus movimientos al
macrocosmos, y por último elaboró su compendio de todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Entonces, cuando
tenía ya más de cien años, aunque no padecía ninguna enfermedad. que ni había sentido en su propio cuerpo ni
permitido que atacara a otras personas, fue llamado por el Espíritu de Dios y entre los últimos abrazos de sus hermanos
rindió el alma iluminada a Dios su creador. Fue un amoroso padre, un afectuoso hermano, un fiel maestro y un leal
amigo, y fue ocultado aquí por sus discípulos durante 120 años”. (De la traducción de F. N. Pryce al inglés).
12 “... por elección de Fr. C. H., jefe de la fraternidad”.

42
Ya para entonces habían muerto el hermano I. O. y Fra. D., pero ¿dónde están sus
tumbas? No dudamos que también para nuestro Fra. mayor se puso alguna cosa especial sobre
la tierra, y tal vez también oculta de la misma manera. También esperamos que nuestro
ejemplo incite a otros a investigar sus nombres que para ello ya hemos hecho público con
mayor diligencia y a buscar sus tumbas; pues en su mayor parte se conocen por su práctica y
ciencia, y se les elogia entre la gente muy vieja; así quizá se agrandará nuestra Gaza o por lo
menos será mejor conocida.

Respecto al Minutum Mundum, lo encontramos colocado en otro pequeño altar, más


bello de lo que pudiera imaginario un hombre de gran inteligencia, pero no vamos a
describirlo, hasta que en verdad recibamos la respuesta a nuestra leal “Fama”. Y por esto
volvimos a cubrirlo con las placas, y encima colocamos el altar, cerramos las puertas y las
aseguramos con todos nuestros sellos. Además, por instrucciones y órdenes de nuestra Rota,
fueron vistos unos libros, entre ellos “M” que fue hecho por el laudable M. P., en lugar de
trabajos domésticos. Por último nos separamos unos de otros, y dejamos a los herederos
naturales en posesión de nuestras joyas. Y así, quedamos en espera de la respuesta y del juicio
de los que saben, o de los que no saben.

El hecho es que sabemos que ahora, dentro de algún tiempo, habrá una reforma general
tanto de las cosas divinas como de las humanas, según nuestro deseo y las esperanzas de otros.
Porque conviene que antes de que el sol surja aparezca y brille en el cielo la aurora, o sea una
claridad o luz divina. Y así entre tanto unos cuantos hombres, que darán sus nombres, pueden
unirse para aumentar el número y el respeto a nuestra fraternidad, para dar un feliz principio
a nuestros esperados Cánones Filosóficos, preceptos que nos impuso nuestro hermano R. C.,
para compartir con nosotros nuestros tesoros que nunca pueden agotarse ni desperdiciarse y
recibir alivio de las fatigas de este mundo con toda humildad y amor, y para no caminar tan
ciegamente en el conocimiento de las prodigiosas obras de Dios.

Pero también para que todo cristiano sepa que religión y creencias profesamos,
declaramos tener conocimiento de Jesucristo como ahora y en los últimos tiempos se profesa
más nítida y puramente, en particular en Alemania, donde actualmente está limpio y libre de
gente desviada, de herejes y de falsos profetas, tal como se sostiene, defiende y propaga en
ciertos países bien conocidos. También tenemos dos Sacramentos, tal como fueron instituidos
junto con todas las formas y ceremonias de la primera Iglesia reformada. En “Politia”
reconocemos al Imperio Romano y la Quartam Monarchiam como nuestra cristiana cabeza,
aunque sabemos que son inminentes algunos cambios, y de buena gana y con todo el corazón
compartiríamos los mismos con otros hombres doctos temerosos de Dios; a pesar de los
manuscritos que tenemos en nuestras manos, nadie solamente Dios puede hacer que se
conozcan comúnmente, y ninguna persona de poco valor puede reprochárnoslo. Pero
secretamente ayudaremos a tan buena causa, según que Dios nos lo permita o nos lo impida.
Porque nuestro Dios no es ciego, como la Fortuna pagana, sino que es el ornamento de la
Iglesia y el honor del Templo.

Tampoco nuestra Filosofía es un invento nuevo, sino que está tal como Adán la recibió
después de su caída, y como la emplearon Moisés y Salomón. No contiene mucho que pueda ser
puesto en duda, ni contradicho por otras opiniones o significados, sino que considera que la
verdad es pacífica, breve y siempre igual a sí misma en todas las cosas, y que está
13 “De Dios nacimos, en Jesucristo morimos y por el Espíritu Santo resucitamos”.

43
especialmente de acuerdo con Jesus in omni parte y con todos los miembros. Y como él es la
verdadera Imagen del Padre, así ella es su Imagen. Que no se diga que esto es cierto según la
filosofía, sino que es cierto según la teología14. Y en ella se distinguieron Platón, Aristóteles,
Pitágoras y otros, y fueron excelentes Enoc, Abraham, Moisés y Salomón, y especialmente en lo
que ese maravilloso libro que es la Biblia confirma. Todo esto mismo concuerda y forma una
esfera o globo cuyas partes totales son equidistantes del centro, como se dirá más general y
abiertamente en una reunión de cristianos.

Ahora bien y principalmente en nuestra época acerca de la impía y maldita


fabricación de oro, se ha hecho tan común que bajo su apariencia muchos vagabundos y
bellacos cometen grandes villanías, engañan y abusan de la confianza que se les da. Pues sí,
actualmente los hombres discretos consideran que la transmutación de los metales es el punto
más alto y fastigium de la filosofía, tal es toda su intención y deseo, y que estimen altamente
a Dios y lo honren, lo cual puede producirles una gran cantidad de oro, y en abundancia; esto
lo tratan de obtener del omnisciente Dios y buscador de todos los corazones con plegarias no
premeditadas. Por consecuencia, damos aquí testimonio de que los verdaderos filósofos son de
una opinión muy distinta, pues estiman muy poco la fabricación de oro, que no es más que un
parergon; porque aparte de esto tienen mil cosas mejores.

Y con nuestro amoroso padre R. C. C. decimos Phy: aurum nisi quantum aurum, porque
en ellos se percibe la naturaleza entera: no se regocija de poder fabricar oro, ni de que, como
dijo Cristo, los diablos le obedezcan; sino que se alegra de ver abiertos los cielos, y a los
ángeles de Dios que suben y bajan, y su nombre escrito en el Libro de la Vida. También damos
fe de que bajo el nombre de Química se publican muchos libros y estampas en Contumeliam
gloriae Dei, y de que cuando sea oportuno diremos cuáles son y daremos a los hombres de
corazón puro un catálogo o registro de ellos. Y rogamos a todos los hombres estudiosos que
tomen en serio esta clase de libros; porque el enemigo nunca descansa y siempre anda
sembrando sus malas yerbas, hasta que una más fuerte la desarraigue. Y así, según la voluntad
y la intención de Fra C. R. C., nosotros, sus hermanos, una vez más pedimos a todos los sabios
de Europa que lean nuestras “Famam” y “Confessionem” publicadas en cinco idiomas, que
tengan la bondad de tomar en cuenta con mucha seriedad nuestro ofrecimiento, que analicen
con mayor cuidado y agudeza sus artes, que contemplen el tiempo presente con toda
diligencia y que hagan pública su opinión, ya sea communicatio consilio o singulatim, por
medio de una publicación.

Y aunque en este momento no mencionamos ni nombres ni reuniones, sin embargo la


opinión de todos seguramente llegará a nuestros oídos en un lenguaje o en otro; y nadie que
así de su nombre fracasará, sino que hablará con algunos de nosotros, ya sea por palabras
dichas o, si se puede, escritas. Y esto lo decimos como verdad, que quienquiera que nos tenga
afecto de veras y desde dentro de su corazón, le hará bien a él en cosas, cuerpo y alma, pero
quien tenga un corazón falso o solo ambición de riquezas, en primer lugar no podrá de ninguna
manera ni modo hacernos daño, sino que él mismo caerá en la ruina más absoluta y será
14 “...sino falso en teología”.

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destruido. También nuestro edificio aunque cien mil personas lo hubiesen visto de cerca y
contemplado permanecerá para siempre sir ser tocado ni destruido, y oculto al mundo
perverso.

SUB UMBRA ALARUM TUARUM JEHOVA



Traducción: C. Nogués.

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46
CONFESSIO FRATERNITATIS
CAPÍTULO I
Los rumores y revelaciones sobre nuestra hermandad o confraternidad que ha llegado a
muchos oídos y cuyo origen se encuentra en la precedente publicación de la “Fama”, no
deben ser tenidos ni considerados por nadie como irreflexivos o inventados completamente;
menos aún como un fruto que brote de nuestro antojo.
Actualmente, el mundo está a punto de alcanzar su estado de reposo antes de caminar
con premura hacia un nuevo amanecer una vez acabado su período y su ciclo. Jehová, nuestro
Señor, es quien invierte el curso de la natura.
Él es quien revela actualmente a los que no prestan atención a ello o que ni siquiera
piensan en aquello cuya búsqueda costaba antes gran trabajo y una labor infatigable. Él es
quien lo ofrece graciosamente a los que manifiestan el deseo de ello, a la vez que también
obliga a los refractarios. Desea que los hombres piadosos se vean aliviados de las fatigas de
esta vida humana y libres de las tempestades provocadas por la inconstancia de la fortuna; que
los malvados aumenten y acumulen su malignidad y los castigos que ella merece.
¿Cómo podríamos nosotros ser sospechosos de herejía, de manejos y de complots
culpables contra la autoridad civil, cuando condenamos los sacrilegios de los que es objeto
Nuestro Señor Jesucristo y de los que son culpables tanto Oriente como Occidente
entendamos Mahoma y el Papa y cuando presentamos y dedicamos nuestras oraciones,
nuestros misterios y nuestros tesoros, al jefe supremo del imperio romano?
Nos ha parecido sin embargo bueno y oportuno, por respeto hacia los hombres de
ciencia, completar nuestro resumen formulando en términos mejores los pasajes demasiado
insondables y oscuros de la “Fama”, y también colmando las lagunas que determinadas
intenciones justificaban. Con ello esperamos ganar la estima de los hombres de ciencia y
acrecentar la adhesión y su consentimiento al proyecto que acariciamos.



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CAPÍTULO II
Por lo que respecta la conversión y enmienda de la filosofía hemos explicado
suficientemente, tanto como hoy es necesario, que el cuerpo entero de la dicha filosofía está
enfermo por completo y es enteramente deficiente. Más aún; ello no ofrece la menor duda a
nuestros ojos pese a las numerosas afirmaciones que le atribuyen una salud y una fuerza cuyo
origen ignoro. Vive sus últimos momentos. Se aproxima su partida.
Sin embargo, al igual que es habitual que, por ejemplo, la naturaleza invente un
remedio contra una enfermedad nueva e insólita en la propia morada donde prendió, hete aquí
que se revelan y surgen de la tierra los antídotos contra la multitud de males y accesos que
padece la filosofía. Son los únicos buenos y que convienen de manera suficiente a nuestra
patria, los solos que pueden permitir recobrar la salud a la filosofía confirmándole, por así
decir, una apariencia y un brillo radicalmente nuevos a los ojos de un mundo cuya renovación
es inminente.
No poseemos otra filosofía sino la que es la regente y la suma, el fundamento y la
sustancia de todas las facultades, de todas las ciencias, de todas las artes. Filosofía que, bajo
la óptica de nuestro siglo, se alimenta mucho en la teología y en la medicina, pero poco en la
sabiduría jurídica. En resumen: filosofía que elucida y disecciona al hombre hasta la saciedad,
solo al hombre. Filosofía pues en la que encontrarán más maravillas y misterios que los que
nunca pudieron adquirir, elucidar, admitir como dogma, todos los hombres de ciencia que
respondan a nuestras exhortaciones y se comprometan en nuestras cohortes.



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CAPÍTULO III
Agregamos para desvelaros en pocas palabras nuestro pensamiento, que el objeto de
todos nuestros esfuerzos no debe ser únicamente provocar la sorpresa ante la sugerencia y la
exhortación que lanzamos. Es preciso que cada cual sepa que, pese a la alta estima en la que
tenemos arcanos y secretos tan profundos, no nos parece contraria a la justicia su divulgación,
su comprensión y su publicidad amplia.
En efecto, es legítimo pensar y creer que una oferta graciosa e inesperada como la
nuestra suscitará reflexiones tan múltiples como variadas entre los que aún ya que el curso
del mundo obliga a considerar el porvenir como presente no han gustado de la revelación de
las maravillas del sexto tiempo, y a los que toda clase de contratiempos propios de nuestra
época, impiden vivir y deambular en este mundo de otra manera que como ciegos, que incluso
a la plena luz del día, no disponen sino del tacto y la palpadura para distinguirse y conocerse.



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CAPÍTULO IV
Según el artículo primero, sostenemos que las meditaciones, las encuestas y las
investigaciones de nuestro bien amado padre cristiano, debidas tanto a la revelación y a la
iluminación divinas, como a los oficios de los ángeles y de los espíritus, a la actividad de una
inteligencia perspicaz, y a una observación, una práctica y una experiencia de largo alcance,
sustituyen a todo lo que la inteligencia del hombre ha inventado, producido, modificado,
propagado y perpetuado desde los primeros días del mundo hasta la época actual. Aunque
desaparecieran todos los libros, y aun cuando el juicio de Dios, el todopoderoso, decretase la
ruina de todos los escritos y de toda literatura, su excelencia, su esplendor, su grandeza, están
en medida de servir a la posteridad como nuevos fundamentos para edificar castillos nuevos o
nuevas fortalezas de verdad. Lo que no debería ofrecer muchas dificultades a condición que se
empezara por desmantelar y abandonar el viejo edificio, tan disforme, para agrandar la
explanada de entrada, perforar ventanas en los apartamentos, transformar las puertas, las
escaleras y demás, cosa que pensamos hacer.
¿Por qué no preparar dicha tarea como ornato original de estos tiempos futuros cuyo
anuncio ha sido hecho? ¿Quién seria susceptible de que no le conviniera una empresa parecida?
¿Por qué no encontrar una sinecura dulce al corazón, una morada, en esta única verdad
que los hombres buscan a través de tantos laberintos y rodeos, si ha placido a Dios reservarnos
la iluminación, la luz del sexto candelabro? ¿No sería bueno no tener que inquietarse más por
nada, ni tener que temer al hambre, a la pobreza, a la enfermedad, ni a la edad?
¿No sería delicioso poder vivir cada hora como si hubierais vivido la historia del mundo
desde sus orígenes hasta nuestros días, y como si estuvierais destinados a seguir viviendo hasta
su fin?
¿No sería maravilla habitar en un lugar tal que los pueblos que viven en las Indias, más
allá del Ganges, no pudieran disimularos sus riquezas, ni los peruanos privaros de sus consejos?
¿No sería cosa deliciosa poder tener un libro que os permita leer, comprender y retener
el fruto nunca descubierto, todavía y para siempre por descubrir, de todos los libros que han
existido y que están por venir y aparecer? ¿Qué fascinamiento no experimentaríais viendo que
vuestro canto atrae a vosotros no las rocas sino solo perlas y piedras preciosas, embelesa no a
las bestias feroces sino a los espíritus, pone en movimiento y hace vibrar no al infernal Plutón
sino a los poderosos, a los príncipes de este mundo?
¡Oh hombres! Bien diferente es el designio de Dios que decidió aumentar y acrecentar el
número de miembros de nuestra fraternidad.
Noticia que acogimos con una alegría parecida a la que experimentamos cuando, en el
pasado, fuimos recipiendarios de tesoros que no habíamos ni merecido, ni esperado, ni exigido
en absoluto. Parecida a la que sentimos cuando pensamos ponernos a la obra con una
constancia que no quebrantarán ni siquiera la compasión y la conmiseración por nuestros
propios hijos, de los que están dotados ciertos miembros de nuestra fraternidad. Es que

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sabemos que estos bienes inesperados no son legado de herencia alguna ni debidos a ninguna
primacía del que los adquiere.

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CAPÍTULO V
No tenemos nada contra el que se queja de nuestra discreción, de que ofrezcamos por
doquier nuestros tesoros sin la menor distinción, de que en este asunto no prefiramos en
absoluto a la gente piadosa, de ciencia, sabios, o incluso a las altas personas principescas,
sobre el hombre de la calle. Su causa no es vil ni mala. Sin embargo, pretendemos
rotundamente que nuestros arcanos y nuestros misterios no alcanzan nunca al común de los
hombres pese a que la “Fama”, editada en cinco lenguas, sea conocida de todos.
Sabemos bien, por una parte, que los espíritus vulgares, necios y estúpidos, la
desprecian, o bien no se preocupan lo más mínimo por ella; que no es una solicitud humana la
que nos ayuda a apreciar y reconocer la dignidad de los postulantes a nuestra fraternidad, sino
la regla de nuestras iluminaciones y revelaciones. En consecuencia, aunque los gritos y el
clamor de los indignos sean mil veces repetidos, aunque se ofrezcan y se presenten mil veces a
vosotros, Dios ha querido que nuestros oídos no escuchen a ninguno, y, además, su nube nos ha
tomado bajo su sombra para que ninguno de nosotros, sus servidores, pueda ser forzado ni
obligado. Nadie, a menos que posea los ojos del águila, puede vernos ni reconocernos.
Si la “Fama” ha debido ser redactada en todas las lenguas conocidas es para no sustraer
ni arrebatar dicha ciencia a los que Dios, por ignorantes que sean, no ha excluido de la
felicidad de una hermandad que debe ser subdividida y compartimentada en grados diferentes.
Los habitantes de Damcar15, en Arabia, tienen una policía completamente diferente a la de los
otros árabes porque están gobernados exclusivamente por espíritus sabios y razonables a los
que el rey ha conferido un poder legislativo particular. A ejemplo suyo, estamos encargados de
organizar el gobierno en Europa poseemos una descripción de él establecida por nuestro
padre cristiano una vez que se realice y se cumpla lo que debe suceder anteriormente;
cuando resuene públicamente el timbre claro, alto y fuerte de nuestra trompeta; cuando las
predicciones, rumoreadas ya por migajas, sobre un porvenir que se presagia mediante figuras y
símbolos secretos, llenen la tierra entera, proclamadas libre y públicamente.
Ved como en los tiempos precedentes numerosos espíritus henchidos de Dios han
combatido secretamente, con una gran prudencia, la tiranía del Papa hasta que la mayor
seriedad y un celo ardiente lo arrojaron de su sede y de Alemania para pisotearlo en buena y
debida forma. A nuestro tiempo está reservada su ruina definitiva; nuestras garras lo
despedazarán literalmente. La voz y el rugido de un león anunciarán el fin de sus rebuznos de
asno. Acontecimientos cuya revelación y noticia ya han llegado convenientemente a los oídos
de varios hombres de ciencia alemanes cuyos escritos, parabienes y felicitaciones, son un
testimonio suficiente.

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15 Damasco.

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CAPÍTULO VI
Podríamos aquí mismo ponernos a considerar en su conjunto el tiempo que ha pasado
desde 1378, año de nacimiento de nuestro bien amado padre Christian Rosenkreutz, hasta
nuestros días. También nos agradaría describir las transformaciones del mundo de las que ha
sido testigo durante los 106 años de su existencia y las experiencias de las que nuestros
hermanos y yo mismo hemos sido herederos tras su bienaventurado pasaje. Pero la concisión
que nos hemos propuesto como objetivo no nos lo permite actualmente y remitimos a más
tarde una exposición adecuada. Basta actualmente a los que no desdeñan nuestra memoria,
que hayamos rozado la descripción de las vías que facilitan un estrechamiento de los lazos de
parentesco que nos unen a ellos.
Ciertamente aquél a quien ha sido dado contemplar y aplicar en su enseñanza las
grandes letras y caracteres que Dios, el Señor, ha grabado sobre el edificio del cielo y de la
tierra, y cuyo renovamiento constante opera a medida que alternan los reinos, este está ya
muy próximo de nosotros aunque no lo conozcamos. Y sabemos que no despreciará nuestro
llamamiento porque no temerá ser engañado pues hay una promesa de la que públicamente
hacemos profesión: no deben defraudarse las esperanzas de aquellos que se presentan a
nosotros aspirando a nuestra comunidad bajo el sello del silencio.
Por el contrario, lo que decimos y testimoniamos respecto a los malvados y a los
hipócritas y a aquellos que no tienen otro objetivo que la curiosidad, es esto: descubrirnos,
entregarnos para perdernos, más aún, forzarnos la mano sin y contra la voluntad de Dios, es
imposible. Él es quien servirá como cimiento para el castigo cuyo anuncio es la “Fama”. Sus
impías maquinaciones se volverán contra sus autores y nuestros tesoros permanecerán, por el
contrario, absolutamente inviolables hasta que el león llegue para reivindicar, tomar y recibir
los tesoros que servirán para la consagración de su reino.



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CAPÍTULO VII
¿Es preciso que hagamos ahora, aquí mismo, el anuncio preciso de ello y que
permitamos escucharlo a todos y a cada cual? Ciertamente Dios ha decidido de manera expresa
conceder y otorgar una última vez más al mundo, cuyo fin sobrevendrá en breve, una verdad,
una luz, una vida y una magnificencia parecidas a la que perdió y despilfarró en el Paraíso
Adán, el primer hombre, arrastrando a sus descendientes a la miseria de la repudiación y el
exilio.
¿Será preciso que retrocedan y cesen todo el servilismo y falsedad, toda la mentira y
tiniebla que subrepticiamente se han infiltrado en todas las artes, en todas las obras, en todos
los imperios humanos, para desarreglar la gran esfera de este mundo y concurrir a su
oscurecimiento casi total? Brota en efecto de ello una infinidad tal, una tal multiplicidad de
falsos juicios y de herejías, que casi han logrado poner trabas al discernimiento y al juicio de
los más sabios de los hombres; el prestigio de los filósofos y de los hombres de ciencia
contrabalancean la verdad de la experiencia y de la experimentación, dificultando su
apreciación y retardando y extraviando su juicio. Cuando todo ello sea abolido y reemplazado
por la exactitud de una regla cierta, será a los hombres dedicados a esta tarea a quienes
convendrá testimoniar nuestra gratitud. Sin embargo, habrá que asignar el conjunto de esta
obra a la ventura de nuestro tiempo.
Al igual que nos agrada reconocer los méritos de una legión de espíritus excelentes
cuyos escritos son los promotores no mediocres de la próxima reforma, no deseamos en
absoluto atribuirnos el honor exclusivo de una obra supuestamente remitida y confiada a
nuestra sola iniciativa. Más bien testimoniamos y profesamos públicamente en nombre de
Cristo, nuestro Señor, que gritarán las piedras antes de que vengan a faltar los ejecutores y
agentes de este designio presente de Dios.



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CAPÍTULO VIII
Dios, el Señor, ha testimoniado ya ciertamente su voluntad en los tiempos que preceden
mediante diversos mensajes, particularmente por varios astros nuevos que han aparecido en
los cielos, en las constelaciones de Arión y del Cisne. Signos vigorosos de acontecimientos
nuevos e importantes testimonian y publican, a los ojos de todos, que Dios aporta a todas las
invenciones humanas el apoyo de sus escrituras y sus caracteres misteriosamente ocultos para
que el libro de la naturaleza sea abierto a todo hombre, y sin embargo no pueda ser leído ni
comprendido sino por una minoría.
Los hombres poseen dos órganos del oído, de la vista y del olfato, pero uno solo de la
palabra. Es vano esperar y exigir que las orejas hablen, que los ojos distingan la voz y los
sonidos. Paralelamente, podemos evocar siglos o épocas que han visto, otras que han
escuchado, otras que han olido y otras que han gustado. Le queda aún a la lengua recibir el
honor que le es debido. Por fin la lengua ha de hablar de lo que ha sido visto, oído y olido.
Ahora que el tiempo se acorta, cuando el mundo ha digerido la embriaguez bebida en el cáliz
del veneno y la somnolencia, y marcha delante del nuevo sol naciente con el corazón abierto,
la cabeza destapada y los pies desnudos, en la alegría y la ligereza.



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CAPÍTULO IX
Estos caracteres y letras que Dios no ha cesado de incorporar a la Santa Biblia, los ha
impreso igualmente con toda nitidez en la maravillosa criatura que son cielos y tierra, y en
todos los animales. Así, al igual que un matemático y un astrólogo pueden predecir mucho
tiempo antes los eclipses que vendrán, nosotros podemos prever y reconocer con precisión la
naturaleza y la duración probable de los períodos de oscurecimiento y de tinieblas que
atraviesa la iglesia.
A estas letras hemos pedido prestadas nuestras escrituras, que han servido de base para
elaborar una nueva, la cual nos permite expresar y explicar la naturaleza de todas las cosas
simultáneamente. Por ello, nuestro poco de sutileza en el conocimiento de otras lenguas no
debe sorprender a nadie. Sabemos sin embargo que no pueden resistir la comparación con la
lengua de nuestro primer padre Adán, ni tampoco con la de Henoch, ya que todas ellas están
sepultadas bajo la confusión babilónica.



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CAPÍTULO X
Sin embargo no debemos dejar de exhortar que lean aplicada y permanentemente la
Biblia, pese a las trabas y obstáculos que aún levantan ante nuestros proyectos algunas plumas
del águila. Que el que sepa satisfacerse con ello sepa que ha desembarazado ampliamente de
obstáculos el camino que le conduce a nuestra fraternidad.
Aunque nuestra regla se resuma y se reduzca enteramente a que todas las letras de este
mundo sin excepción alguna sean retenidas y guardadas cuidadosamente en la memoria, los
que hacen del único libro, la Santa Biblia, la regla de su existencia, son prácticamente
nuestros semejantes y parientes. Semejantes nuestros y parientes son los que hacen de la
Santa Biblia resumen y quintaesencia del mundo entero, objetivo y término de todos sus
estudios; los que saben utilizarla no contentándose con tenerla siempre en los labios sino
aplicando y consagrando cuidadosamente a ella su inteligencia, adecuada al conjunto de
periodos y edades de este mundo. Pues no entra en nuestras costumbres prostituir ni
vulgarizar la Santa Escritura según el uso habitual de las miríadas de intérpretes; ved como la
fuerzan a reproducir su propio parecer, o bien calumniarla utilizando la odiosa comparación
banal que sirve tanto a los teólogos como a los filósofos, a los médicos y a los matemáticos.
Contra ellos, testimoniamos y profesamos en público que desde los comienzos de este
mundo no ha existido un libro superior, mejor, tan maravilloso y salutífero como la Santa
Biblia. Bienaventurado su poseedor, más bienaventurado aún su lector asiduo, el colmo de la
felicidad para el que ha consumado su estudio. Quien sabe comprenderla no puede estar más
cerca de Dios ni ser más parecido a Él.

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CAPÍTULO XI
Acerca del juicio emitido por la “Fama” sobre los impostores en cuestión de
transmutaciones metálicas y de medicina suprema en este mundo, esto es lo que queremos
decir: no queremos en absoluto arruinar ni disminuir este don divino de una excelencia
semejante. Sin embargo, como no siempre aporta enseñanzas y revelaciones suficientes sobre
la transformación de los metales, sobre la medicina y sobre una infinidad de otros misterios y
maravillas naturales, pensamos que es justo consagrar lo esencial de nuestros esfuerzos a
adquirir la comprensión y ciencia de la filosofía. Por ello debe evitarse iniciar en la tintura
metálica a excelentes espíritus que no tengan una buena práctica anterior del conocimiento de
la naturaleza.
¡Qué insaciable puede ser la avaricia de un hombre que ha llegado a ser indiferente a la
pobreza, a las contrariedades, a las enfermedades, que incluso se ha elevado por encima de la
humanidad entera hasta el punto de dominar todo lo que tortura, angustia y martiriza a las
demás criaturas, y a quien la presencia de una mina inagotable de oro y de plata empuja sin
embargo a consagrarse a ocupaciones vanas como construir casas, guerrear, o bien
vanagloriarse ante este mundo!
Dios ha dispuesto de otra manera: eleva a los humildes humillando y despreciando a los
orgullosos. Confía a los santos ángeles el cuidado de dialogar con los hombres serenos y
moderados en palabras, arrojando al desierto y la soledad a los charlatanes fútiles. Éste es el
justo salario con el que retribuye al seductor romano que desborda de blasfemias contra Dios y
contra el Cielo; el mismo que, pese a que en Alemania ha sido descubierta toda su
abominación y su execrable infierno, incluso se aferra en pleno día a su mentira hasta el punto
de colmar la medida de sus pecados y estar listo para el castigo. Vendrá un tiempo en que la
víbora cesará de silbar y en el que será abolida la triple corona, tema del que trataremos más
particularmente y en detalle cuando se celebre nuestra asamblea.



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CAPÍTULO XII
Al término de nuestra confesión, deseamos recordar diligentemente que conviene
proscribir la mayoría, si no todas, las obras de los falsos alquimistas que, por gusto, pasan el
tiempo en abusar inútilmente de la santa y gloriosa Trinidad, en engañar al público con figuras
rocambolescas y propósitos oscuros y ocultos, esquilmando el dinero de los simples. Nuestro
tiempo conoce una proliferación de libros de esta clase. El enemigo del bien del hombre los
mezcla al buen grano con la esperanza de menguar el crédito de la verdad. La verdad es neta,
simple y desnuda; la mentira por el contrario es fastuosa, imponente, majestuosa, rodeada
con la rara aureola que prestan la sabiduría divina y la sabiduría humana.
¡Hombres sutiles! Evitad y huid de estas obras; volveos hacia nosotros que no queremos
en absoluto vuestro dinero y que, por el contrario, os ofrecemos graciosamente nuestros
grandes tesoros. Nosotros no corremos tras vuestros bienes inventando tinturas de charlatán,
deseamos haceros participar de los nuestros. No os hablamos por adagios, queremos iniciaros
en una interpretación, en una explicación, en una ciencia de los secretos que sea clara,
simple, absolutamente comprensible. No buscamos vuestra acogida, vuestra hospitalidad, os
invitamos a nuestras casas que son más que hoteles y palacios del rey. Sabed que no actuamos
según nuestro capricho; quien nos incita y nos exhorta a ello es el espíritu divino, y así lo ha
dispuesto nuestro padre bienamado en el testamento inviolable que nos ha dejado,
obligándonos a ello las condiciones y las intenciones del siglo.



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CAPÍTULO XIII
¿Qué decís, buena gente? ¿Cómo os sentís ahora que comprendéis y sabéis que
proclamamos a Cristo en toda pureza e inocencia, que condenamos al Papa, servimos a la
verdadera filosofía, llevamos una existencia de cristianos, destinamos, acogemos y rezamos en
nuestra sociedad por muchos hombres que también son testigos de la luz de Dios? ¿No pensáis
iniciaros por fin al lado nuestro para aspirar a mejoraros, para encontrar la quietud frente a
Dios y para acomodaros bien con el siglo, habida cuenta no sólo de vuestros dones interiores y
de vuestra experiencia propia del Verbo de Dios, sino también de una meditación activa sobre
las imperfecciones de todas las artes y sobre numerosas inconsciencias?
Hacedlo y tened por seguro el provecho; seréis beneficiarios y herederos de todos los
bienes que la naturaleza, en su maravilla, derrama a los cuatro rincones del mundo.
Rechazaréis sin dolor todo lo que ensombrece la inteligencia del hombre y obstaculiza su
actividad, y borraréis de este mundo todos los excéntricos y todos los epiciclos.



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CAPÍTULO XIV
En cuanto a los presuntuosos, a los que ciega el brillo del oro, o más bien que pese a su
presente piedad corren el riesgo de verse fácilmente corrompidos por la atribución imprevista
de tantos bienes, y de ser incitados a hundirse en la ociosidad y a lanzarse a una vida lujuriosa
y de excesos, les rogamos que no turben con su barahunda intempestiva nuestra calma
recogida y espiritual. Que se pregunten si la panacea puede ya existir y que piensen que
siempre será inaccesible, inabordable, para aquéllos a quienes el designio divino tiene aquí
mismo bajo su férula, afligiéndolos de males.
Paralelamente y en adelante, en tanto que seamos capaces de dar al mundo entero
riqueza y ciencia, de librarlo de innumerables calamidades, no deseamos en absoluto
manifestarnos ni darnos a conocer a nadie sin decreto divino particular. Estamos alejados de
ello hasta un punto tal, que incluso no importa quién de nosotros es incapaz de participar y
disfrutar de nuestros beneficios contra la voluntad de Dios. Quien quisiera encontrarnos
perdería su vida en pesquisas y averiguaciones antes de lograrlo, antes de acceder y llegar a la
felicidad deseada de la “Fraternidad de la Rosa-Cruz”.



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CONFESSIO FRATERNITATIS
O LA CONFESIÓN DE LA LOABLE FRATERNIDAD DE LA
HONORABILÍSIMA ORDEN DE LA RÓSEA CRUZ, DIRIGIDA A TODOS
LOS DOCTOS DE EUROPA
Cualquier cosa que se publique y haga saber a todos acerca de nuestra fraternidad por
la mencionada “Fama”, que nadie la tome a la ligera, ni la considere cosa ociosa o inventada
y mucho menos la reciba como si no fuera más que un capricho nuestro. Pues el Señor Jehová
quien viendo que el Sabbath del Señor es inminente y que de nuevo se dirige rápidamente
hacia su principio, ya que su tiempo o marcha ha terminado es quien hace que la naturaleza
haga su recorrido: y lo que se ha buscado hasta hoy con grandes dificultades y diarias faenas
ahora se manifiesta a los que le dan poca importancia y rara vez piensan en ello; pero a los
que lo desean, es de una manera forzada que se les impone, para que así la vida de los
piadosos sea aliviada de todas sus fatigas y trabajos y ya no quede sujeta a las tempestades de
la inconstante fortuna, y la perversidad de los impíos se aumente y multiplique con ello, junto
con su debido y merecido castigo.

Aunque nadie puede acusarnos de la menor herejía, ni de ningún principio malvado ni


propósito contra el gobierno temporal, condenamos el Oriente y el Occidente es decir el Papa
y Mahoma blasfemos contra Nuestro Señor Jesucristo, y ofrecemos y presentamos de buena fe
al supremo jefe del Imperio Romano nuestras oraciones, secretos y grandes tesoros en oro.

No obstante, creemos que es bueno y adecuado para los doctos agregar algo a esto, y
explicar mejor lo que haya de demasiado profundo, oculto o planteado oscuramente en la
“Fama”, o lo que por alguna razón hubiera sido sencillamente omitido o dejado afuera;
esperando que con ello los doctos se acerquen más a nosotros, que sean mucho más idóneos
para nuestros propósitos y que tengan una mayor voluntad de serlo.

Respecto a los cambios y reformas de la filosofía, ya hemos dicho lo suficiente tanto,


cuanto por ahora es necesario, o sea que, aunque la mayor parte alega falsamente que
quién sabe como es fuerte y firme, nosotros no dudamos que a pesar de ello está a punto de
exhalar el último suspiro y expirar.

Pero así como es común que aún en el mismo lugar o país donde se declara una
epidemia nueva y desconocida, la naturaleza descubra allí mismo la medicina contra dicha
enfermedad, así puede verse que existen los medios apropiados contra las múltiples
enfermedades de la filosofía, que abundantemente están al alcance de nuestra Patria, para
volver a darle firmeza, lo cual equivale actualmente a renovarla y hacerla toda de nuevo.

No poseemos otra filosofía que la que es la cabeza y la suma, las bases y el contenido de
todas las facultades, ciencias y artes, la cual si observamos bien nuestros tiempos tiene
mucho de teología y de medicina, y muy poco de la sabiduría de la ley, y estudia con diligencia
tanto el cielo como la tierra; o sea que, para decirlo brevemente, manifiesta y declara
suficientemente al Hombre, por lo cual todos los hombres de estudio que se nos presenten y
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entren a nuestra hermandad, gracias a nosotros descubrirán más secretos maravillosos de los
que hasta entonces hubiesen conocido por sí mismos, y que pudieran creer o expresar.

Por lo cual, para explicar brevemente lo que queremos decir, debemos esforzarnos con
cuidado para que quien nos conozca no solo sienta admiración y aliento, sino que igualmente
todos sepan que aunque no consideramos ni estimamos en poca cosa dichos misterios y
secretos, de todos modos nos parece conveniente que su conocimiento se manifieste y revele a
muchos.

Porque hay que enseñar y creer que este ofrecimiento hecho de tan buena gana por
nosotros, aunque inesperado, dará pie a muchos y diversos pensamientos entre los hombres,
para los cuales todavía son desconocidos los “Miranda sexta aetatis”, o entre aquellos que
por razones del curso del mundo estiman las cosas futuras como del presente, y que tropiezan
con los inoportunos obstáculos de todas clases que existen en nuestro tiempo, para no hacerlos
vivir más que como ciegos y tontos que a la clara luz del sol son incapaces de discernir ni de
saber nada que no pueda ser captado por medio del sentimiento.

Ahora bien, sobre la primera parte, consideramos que las meditaciones, conocimientos
e invenciones de nuestro amoroso Padre Cristiano son tan excelentes, valiosas y grandes, que
si todos los libros desaparecieran y si, por decisión de Dios Todopoderoso, se perdieran todos
los escritos y todo el saber humano, solo por medio de ellos podría la posteridad poner de
nuevo las bases para sacar otra vez a la luz la verdad pues se refieren a todo lo que desde el
principio del mundo la sabiduría del hombre, ya sea por divina revelación o mediante los
servicios de ángeles o espíritus, o mediante la agudeza y profundidad del entendimiento, o
mediante una larga observación, ha usado, experimentado, descubierto, inventado, producido
o corregido, y que hasta ahora ha sido propagado y trasplantado; lo cual quizá no sería tan
difícil como si fuera menester empezar por demoler y destruir un vetusto edificio ruinoso, para
luego ampliar la fachada, dar luz a las habitaciones y cambiar las puertas, escaleras y otras
cosas según nuestras intenciones.

Pero ¿para quién no sería esto aceptable, revelarlo a todos, en lugar de conservarlo
secreto y guardado, como ornamento especial para el tiempo debido cuando llegue?

¿Por qué motivo no debemos permanecer y quedarnos en la única verdad que los
hombres siempre buscan con numerosos medios erróneos y torcidos, si Dios solo hubiera
querido encendernos el sexto Candelabrium? ¿No sería bueno que no necesitáramos
preocuparnos, ni temer al hambre, la pobreza, las enfermedades y la vejez?

¿No sería valioso que siempre se pudiera vivir así, como si se estuviera en esta vida
desde el principio del mundo, y además como si se pudiera seguir viviendo hasta que este
llegara a su fin? ¿No sería excelente vivir en un lugar en el que ni la gente que vive más allá del
río Ganges en las Indias pudiera ocultar nada, ni los que viven en el Perú pudieran conservar
secretos sus conocimientos y no darlos a conocer a nadie?

¿No sería valioso poder leer el único libro y además con esta lectura comprender y
recordar todo lo que en todos los demás libros que hasta ahora han sido, son ahora y en el
futuro aparecerán ha sido, es y será aprendido y descubierto?

63
¡Qué agradable sería poder cantar así, que en lugar de piedras se pudieran recoger
perlas y gemas, en lugar de fieras, espíritus, y en lugar del infernal Plutón, conmover a los
príncipes poderosos del mundo!

Oíd, hombres, muy distinto es el designio de Dios, quien ha determinado ahora


aumentar y agrandar el número de miembros de nuestra fraternidad, cosa que nosotros hemos
recibido con sumo regocijo, ya que hasta ahora se nos había dado este gran tesoro sin méritos
de nuestra parte, aún sin nuestras esperanzas, ni pensamiento, ni propósito de ponerlo en
práctica con la debida fidelidad, tanto que ni la compasión ni la piedad de nuestros propios
hijos algunos de nosotros, miembros de la fraternidad, los tenemos nos alejará de ello,
porque sabemos que estos no esperados bienes no pueden heredarse ni obtenerse por azar.

Si ahora hay alguien que por otra parte se queje de nuestra decisión, de que ofrezcamos
demasiado libremente nuestros tesoros, de que lo hagamos sin hacer ninguna diferencia entre
los hombres, y de que no consideremos ni respetemos más a las personas piadosas, estudiosas,
sabias o de alta posición que a la gente común y corriente, no lo contradecimos, porque vemos
que no es ningún asunto ligero ni de fácil solución; pero además aclaramos que nuestros
Arcana o secretos de ninguna manera serán comunes y conocidos generalmente. Pues aunque
la “Fama” sea publicada en cinco lenguas y esté al alcance de todo el mundo, sin embargo
nosotros en parte bien sabemos que los ingenios ignorantes y groseros no la recibirán ni la
podrán apreciar; como tampoco el valor de los que sean aceptados en nuestra fraternidad será
medido y conocido por nosotros por medio del esmero del hombre, sino por la regla de nuestra
revelación y manifestación. Por lo cual, si los indignos gritan y llaman mil veces, o si se
ofrecen y presentan ante nosotros mil veces, Dios ha preparado de tal manera nuestros oídos
que no oirán a ninguno de ellos; además, Dios nos ha envuelto con sus nubes para que contra
nosotros sus siervos no pueda hacerse fuerza ni cometerse violencia: y por ello no podemos ser
ni vistos ni conocidos por nadie, excepto por el que tenga ojos de águila.

Ha sido necesario publicar la “Fama” en la lengua madre de todos para que no se


quedaran sin conocerla aquellos que aunque indoctos no habían sido excluidos por Dios de la
felicidad de esta fraternidad, la cual debe dividirse y separarse en ciertos grados; como los
que viven en la ciudad de Damcar16 de Arabia, que tienen un orden político y social
sumamente distinto del de los demás árabes. Porque allí únicamente gobiernan los hombres
sabios y de gran intelecto, quienes hacen leyes particulares con autorización del rey; también
en Europa debería instituirse el gobierno siguiendo este ejemplo del cual tenemos una
descripción elaborada por nuestro Cristiano Padre, cuando se haga lo primero y pase lo que
precederá. Y entonces nuestra trompeta sonará públicamente con una gran fuerza y mucho
ruido, cuando precisamente esto mismo que actualmente es mostrado por pocos, en secreto y
como cosa futura, y expuesto con figuras y estampas sea proclamado abiertamente con
libertad y llene todo el mundo. Aún de la manera tan difícil que hasta ahora ha sido posible,
mucha gente piadosa ha combatido secretamente y con mucha desesperación la tiranía del
Papa, el cual después en Alemania con gran ahínco serio y especial fue derrocado de su trono y
pisoteado; pero su derrota final fue demorada hasta nuestro tiempo, cuando será hecho
pedazos con clavos, y con una nueva voz se pondrá fin a sus rebuznos. Lo cual sabemos que ya
es razonablemente evidente y conocido por muchos hombres doctos de Alemania, como
comprueban suficientemente sus escritos y secretas felicitaciones.

16 Damasco.

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Podríamos aquí contar y declarar lo que sucedió durante todo ese tiempo, desde el año
del Señor de 1378 año en que nació nuestro Padre Cristiano hasta ahora, relatando los
cambios de que fue testigo en el mundo durante los ciento seis años de su vida, y que dejó a
nuestros hermanos y a nosotros para que los estudiáramos cuidadosamente después de su
muerte. Pero la brevedad que nos hemos impuesto no nos permite relatarlo en este momento,
hasta una ocasión más apropiada. Para los que no desprecian nuestras declaraciones, baste
ahora que ya hayamos aludido a esto para preparar el camino para conocernos y hacernos
amigos.

Y a quien se le permite ver las grandes letras y signos que el Señor Dios escribió e
imprimió en el cielo y en el edificio de la tierra, mediante los cambios de gobierno, el cual de
cuando en cuando cambia y se renueva, es ya nuestro aunque todavía no lo sepa. Y como
sabemos que no despreciará nuestra invitación y nuestra llamada, nadie debe temer ningún
engaño, porque prometemos y decimos abiertamente que ni la rectitud ni las esperanzas de
nadie serán defraudadas, sea quien sea quien se nos presente bajo el sello del secreto y que
desee entrar a formar parte de nuestra fraternidad.

Pero a los falsos e hipócritas y a los que buscan algo que no es la sabiduría, les decimos
y declaramos por este medio públicamente que no podemos darnos a conocer para luego ser
traicionados por ellos; y mucho menos podrían de ninguna manera hacer daño sin la voluntad
de Dios, sino que ciertamente también serán objeto del castigo de que se habla en nuestra
“Fama”, para que sus perversas ideas caigan sobre ellos mismos y nuestros tesoros queden
inviolados e intactos, hasta la llegada del león, que los pedirá para usarlos y emplearlos con el
fin de confirmar y establecer su reino. Aquí debemos pues observar muy bien, y hacerlo saber
a todos, que con toda certeza y seguridad Dios ha decidido enviar y conceder al mundo antes
de su fin, que ocurrirá poco después, una verdad, una luz, una vida y una gloria iguales a las
que tuvo el primer hombre Adán y que perdió en el Paraíso cuando él y sus sucesores fueron
sentenciados y arrastrados a la desgracia. Por lo cual cesará toda servidumbre, falsedad,
mentira y oscuridad, que poco a poco y con la gran revolución del mundo se han ido filtrando
en todas las artes, obras y gobiernos de los hombres, oscureciéndolos en su mayor parte. Pues
de allí proceden una innumerable cantidad de falsas opiniones y herejías de todas clases, tanto
que malamente podía el más sabio saber cuales doctrinas debía seguir y abrazar, las cuales no
eran tan fáciles de discernir bien, viendo por una parte que el respeto de los filósofos y
hombres doctos los detenía, obstaculizaba y hacía caer en el error, y por la otra la verdadera
experiencia. Todo lo cual, cuando sea abolido y eliminado y en su lugar se instituya una regla
correcta y verdadera, entonces quedará el agradecimiento hacia aquellos que se esforzaron en
ese sentido. Pero la obra en sí será atribuida a que nuestra época es una época bendita.

Como confesamos ahora de buen grado, los numerosos hombres principales, por medio
de sus escritos, serán una gran fuerza promotora de la reforma que está por llegar; y nosotros
no deseamos que este honor se nos atribuya, como si semejante obra nos hubiera sido
únicamente ordenada e impuesta. Pero admitimos y damos abiertamente fe con Jesucristo
Nuestro Señor que primero sucederá que las piedras se levanten y ofrezcan sus servicios, antes
que falten ejecutores y realizadores de la voluntad de Dios; además, el Señor Dios ya había
enviado anteriormente a ciertos mensajeros para dar testimonio de su voluntad, o sea unas
estrellas nuevas que aparecen y pueden verse en el firmamento, en las constelaciones del
Serpentario y del Cisne, que se revelaron y dieron a conocer a todos como poderosas signacula
de asuntos de gran importancia. Así pues, es sumamente necesario conservar ocultos y
secretos los escritos y signos de todas las cosas descubiertas por los hombres. Y aunque el gran

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libro de la naturaleza está abierto y pueden verlo todos los hombres, hay muy pocos que lo
puedan leer y comprender. Porque así como se han dado al hombre dos instrumentos para oír,
y también dos para ver, y dos para oler, solo se le ha dado uno para hablar, y sería vano
esperar que salieran palabras de las orejas, o que los ojos oyeran. Y así como ha habido épocas
o tiempos que han visto, también ha habido épocas que han oído, olido o gustado. Ahora bien,
falta una en que muy pronto se hará un honor semejante a la lengua y por ella; lo que
anteriormente había sido visto, oído y olido, ahora finalmente será dicho y hablado, cuando el
mundo despierte de su pesado y amodorrado sueño, y con el corazón abierto y la cabeza
descubierta y descalzo salude con alegría y regocijo el nuevo Sol naciente.

Estos signos y letras, como los que Dios ha incorporado aquí y allá en la Sagrada
Escritura, la Biblia, también los imprimió de manera muy clara en la prodigiosa creación del
cielo y la tierra, y también en todos los animales. De manera que como el matemático y el
astrónomo pueden ver y saber cuando se presentarán los futuros eclipses, así podamos
nosotros conocer y ver anticipadamente y en verdad la negrura del oscurantismo de la Iglesia y
su duración futura. Nosotros hemos tomado nuestra escritura mágica de estos signos y letras, y
descubrimos e hicimos un nuevo lenguaje para nosotros mismos, en el cual además está
expresada y declarada la naturaleza de todas las cosas. De manera que no es nada rato que no
seamos tan elocuentes en otros idiomas, los cuales, según sabemos, son completamente
diferentes a la lengua de nuestros antepasados Adán y Enoc, y se perdieron completamente
por medio de la confusión babilónica.

Pero también os debemos hacer entender que ante nosotros hay plumas de águila que
todavía nos cierran el camino e impiden la realización de nuestros fines. Por ello exhortamos a
todos a leer continuamente y con diligencia la Santa Biblia, porque quien tome de ella todos
sus placeres estará preparado de manera excelente para ingresar a nuestra fraternidad. Pues
así como esto es la suma y el contenido total de nuestra regla, que hay que aprender y
observar bien todas las letras y signos que hay en el mundo, así los que hacen de la Santa
Biblia la regla de su vida y el objetivo y fin de todos sus estudios son afines a nosotros y están
aliados muy estrechamente con nosotros; además, es un compendio de la esencia de todo el
mundo. Y no solo tenerla continuamente en la boca, sino saber como aplicar y dirigir su
verdadera comprensión a todos los tiempos y épocas del mundo. Tampoco es nuestra
costumbre prostituir y vulgarizar las Sagradas Escrituras, pues hay innumerables hombres que
las interpretan, unos falseándolas y deformándolas para ajustarlas a su opinión, otros para
deshonrarlas y compararlas con una inmensa perversidad a una nariz de cera para servir por
igual a adivinos, filósofos, médicos y matemáticos.

Contra todos estos, declaramos y reconocemos abiertamente que desde el principio del
mundo no ha sido dado a los hombres un libro más estimable, más excelente, ni más admirable
y saludable que la Sagrada Biblia. Bendito es quien la posee, pero más bendito es quien la lee
con diligencia, aunque el más bendito de todos es el que verdaderamente la comprende,
porque entonces es más parecido a Dios y se acerca más a él. Pero cualquier cosa que se haya
dicho en la “Fama” sobre los impostores de la transmutación de los metales y de la más alta
medicina del mundo, debe entenderse que de ninguna manera menospreciamos y
despreciamos tan gran don de Dios. Aunque esto no trajo consigo siempre el conocimiento de
la naturaleza, no solo trajo la medicina, sino también hizo que innumerables secretos y
prodigios se nos manifestaran y revelaran. Por consiguiente es un requisito que tratemos
seriamente de alcanzar el conocimiento y la comprensión de la filosofía. Y además, los
talentos más excelentes no deben ser arrastrados a la tintura de los metales antes de haberse

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ejercitado bien en el conocimiento de la naturaleza. Debe ser una criatura insaciable, tan
avanzada que ni la pobreza ni las enfermedades puedan hacerle daño, sí, que se encuentre por
encima de todos los demás hombres y domine lo que angustia, aflige y lastima a otros; pero si
tiene tina reserva infinita de oro y plata se dará de nuevo a cosas vanas tales como la
construcción de casas, la guerra y todas las formas del orgullo.

A Dios le placen cosas muy distintas, por ello exalta a los humildes y derriba con desdén
a los orgullosos; envía su santo ángel a hablar con los hombres de pocas palabras; pero a los
charlatanes impuros los empuja al desierto y a lugares solitarios. Lo cual es la recompensa que
se merecen los tentadores papistas, que han vomitado sus blasfemias contra Cristo y todavía
persisten en seguir diciendo sus mentiras en esta luz tan clara y brillante. En Alemania, todas
sus abominaciones y detestables tretas han sido descubiertas, para que así colmen
completamente la medida de sus pecados y se acerquen a la consumación de su castigo. Por
ello un día sucederá que a estas víboras se les cerrará la boca, y los tres cuernos dobles 17
serán aniquilados, como expresaremos más amplia y claramente de viva voz.

Para concluir nuestra Confesión, debemos advertiros gravemente que debéis deshaceros
si no de todos, por lo menos de la mayoría de los libros escritos por falsos alquimistas, que
consideran juego o pasatiempo el mal uso de la Santa Trinidad, la cual aplican a cosas vanas, o
que engañan a la gente con figuras extrañísimas y con frases y razonamientos oscuros y que
con trampas les sacan a los simplones su dinero; pues actualmente se publican muchos libros
semejantes, que el Enemigo del bienestar del hombre todos los días mezcla, y mezclará hasta
el final, con la buena semilla, para hacer que sea más difícil creer en la verdad, la cual en sí
misma es sencilla, fácil y clara; por el contrario, la falsedad es orgullosa y arrogante, y está
cubierta por una especie de lustre de una sabiduría aparentemente piadosa y humana.
Vosotros que sois sabios, descartad tales libros y venid hacia nosotros, que no queremos
vuestros dineros, sino que os ofrecemos con la mejor voluntad nuestros tesoros. No tratamos
de apoderarnos de vuestros bienes por medio de tinturas inventadas y engañosas, sino que
deseamos que compartáis los nuestros. Os hablamos por medio de parábolas, pero con gusto os
guiaremos hacia una exposición, comprensión, declaración y conocimiento correctos, sencillos,
fáciles y sinceros de todos los secretos. No deseamos ser recibidos por vosotros, sino invitaros
a nuestras casas y palacios, que son más que regios, y que verdaderamente no sea por nuestra
propia iniciativa, sino para que vosotros también lo sepáis que os empuje a ello la
instigación del Espíritu de Dios, por medio de su inspiración y en ocasión del tiempo presente.

¿Qué pensáis de esto, oh hombres amorosos, y cómo parece afectaros el ver que ahora
comprendéis y sabéis que nosotros en verdad y con sinceridad profesamos las enseñanzas de
Cristo, condenamos al Papa, nos dedicamos a la verdadera filosofía, llevamos una vida
cristiana y todos los días llamamos, atraemos e invitamos a muchos otros a unirse a nuestra
fraternidad, para que también ante ellos aparezca la luz de Dios? Pensad que es fácil empezar
con nosotros no solo a apreciar los dones que están dentro de vosotros mismos, con la
experiencia que tenéis de la palabra de Dios, además de la consideración cuidadosa de las
imperfecciones de todas las artes y muchas otras cosas inconvenientes, para tratar de
enmendarlas, para aplacar a Dios y para adaptaros al tiempo en que vivís. Seguramente que si
hacéis esto se obtendrá el provecho de que todos los bienes que, prodigiosamente dispersos, la
naturaleza tiene en todas las partes del mundo os sean dados todos de un golpe y fácilmente
os liberen de todo lo que oscurece el entendimiento del hombre e impide su funcionamiento,
como las vanas excentricidades y epiciclos.

17 …triple corona…
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Pero los hombres pragmáticos y racionales a quienes deslumbra el brillo del oro o más
frecuentemente cierto que son honrados pero que, por pensar en tan grandes riquezas como
algo indispensable, se corrompen fácilmente y son empujados a ocuparse de lo inútil y a una
vida licenciosa y orgullosa, esos no queremos que nos molesten con sus lloriqueos vanos e
inútiles. Que piensen que, aunque existiera una medicina para curar todas las enfermedades
completamente, de todas maneras aquellos a quienes Dios ha destinado a padecer siempre
enfermedades y a tenerlos bajo la vara que corrige nunca obtendrán semejante medicina.

Aun así, aunque podamos enriquecer al mundo entero, dotarlo de conocimientos y


liberarlo de innumerables miserias, nunca nos manifestaremos ni revelaremos a nadie sin que
Dios así lo quiera; y quien crea posible obtener el beneficio de compartir nuestras riquezas y
conocimientos sin la voluntad de Dios o contra ella, estará tan lejos que primero perderá la
vida buscándonos y procurándonos, antes que encontrarnos para alcanzar la deseada felicidad
de la Fraternidad de la Rósea Cruz.



Traducción: C. Nogués.

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