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https://www.vatican.va/roman_curia/tribunals/apost_penit/documents/rc_trib_appe
n_pro_20201208_decreto-indulgenze-sangiuseppe_sp.html
https://youtu.be/2DptTSDLo10
https://www.scd.org/sites/default/files/2021-01/LETANIAS%20A%20SAN%20JOSE.pdf
Glorioso San José, modelo de todos los que se consagran al trabajo, otorgadme la
gracia de trabajar con espíritu de penitencia por la expiación de mis numerosos
pecados; de trabajar en conciencia, anteponiendo el culto del deber a mis
inclinaciones; de trabajar con reconocimiento y con alegría, considerando como un
honor poder emplear y desarrollar mediante el trabajo los dones recibidos de Dios; de
trabajar con orden, paz, moderación y paciencia, sin retroceder jamás ante el
agotamiento y las dificultades; de trabajar sobre todo con pureza de intenciones y con
desapego de mí mismo, teniendo siempre presente la muerte y que tendré que dar
cuenta del tiempo perdido, de los talentos inutilizados, del bien omitido y de las vanas
complacencias en el éxito, tan funestas para la obra de Dios. ¡Todo sea por Jesús, todo
por María, todo por imitaros, patriarca José! Este será mi lema en la vida y en la
muerte. Amén.
Himno de súplica
Salve, José, guardián piadoso, Esposo de la Virgen María, Maestro sin igual.
Por tu oración, obtenga la salvación, y alcance el perdón de sus pecados el alma
pecadora.
Que seamos librados por ti, de todas las penas tan merecidas por tantos
crímenes culpables.
Que obtengas todas las gracias que te suplicamos, sobre todo, la salvación de
nuestra alma.
Que tu intercesión un día una nuestras almas a los espíritus bienaventurados
en la patria eterna.
Que todos los corazones turbados Sean librados por tu oración De todas sus
angustias.
Que tu intercesión ante Cristo procure al universo la paz, a los enfermos la
salud.
José, hijo excelso del Rey David ¡Ay! Piensa en el día del juicio, en los que creen
en Cristo.
Suplica al único Salvador de todos que venga a librarnos en el momento de
nuestra muerte.
Protégenos en esta vida y haz gozar a los difuntos del cielo de los
bienaventurados. Amén.
1- ¡Oh castísimo esposo de María, glorioso San José! Tan terrible fue para vos el
dolor y la angustia de vuestro corazón cuando creísteis que debíais separaros
de vuestra inmaculada Esposa, cuán vivo fue el gozo que experimentasteis
cuando el ángel os reveló el misterio de la Encarnación. Os suplicamos, por este
dolor y por este gozo, que os dignéis consolar nuestras almas ahora y en
nuestros últimos momentos, obteniéndonos la gracia de llevar una vida santa y
de morir con muerte semejante a la vuestra, en los brazos de Jesús y de María.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
2- ¡Oh felicísimo Patriarca, glorioso San José, que fuisteis elevado a la excelente
dignidad de padre adoptivo del Verbo Encarnado! El dolor que tuvisteis viendo
nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se trocó bien pronto en gozo celestial,
cuando pudisteis contemplar y abrazar al Niño Jesús y cuando conocisteis, por
los pastores el canto de los ángeles y fuisteis testigo de los gloriosos
acontecimientos de aquella resplandeciente noche. Os suplicamos, por este
dolor y por este gozo, nos obtengáis, después de esta vida, la gracia de ser
admitidos a escuchar los sagrados cánticos de los ángeles, y gozar del esplendor
de la gloria celestial. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
3- ¡Oh perfecto modelo de sumisión a las leyes divinas, glorioso san José! La vista
de la preciosa sangre que el Niño Redentor vertió en su circuncisión, atravesó
vuestro corazón con el más vivo dolor, pero la imposición del nombre de Jesús
lo reanimó, llenándolo de consuelo. Obtenednos, por este dolor y por este gozo
que, después de haber extirpado nuestros vicios durante la vida, logremos
morir santamente, invocando con nuestro corazón y con nuestros labios el
santo nombre de Jesús. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
4- ¡Oh siervo fiel, glorioso San José, que fuisteis confidente de los misterios de
nuestra Redención! Si la profecía de Simeón acerca de lo que debían padecer
Jesús y María os causó mortal dolor, os colmó también de santo gozo al
anunciaros que estos sufrimientos serían seguidos de la salvación de
innumerables almas. Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos ser del
número de aquellos que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la Virgen
María, resucitarán para ir a la gloria. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
6- ¡Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que visteis con admiración al Rey de
los Cielos sumiso a vuestras órdenes! El consuelo que sentisteis al volver de
Egipto fue turbado por el temor de Arquelao: mas, tranquilizado por un ángel,
permanecisteis gozoso en Nazaret con Jesús y María. Obtenednos, por este
dolor y por este gozo, que, libre nuestro corazón de todo temor nocivo,
gocemos de la paz de la conciencia, vivamos seguros en unión de Jesús y María,
y entreguemos nuestras almas en sus manos en la hora de nuestra muerte.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
7- ¡Oh modelo de santidad, glorioso San José! Que después de haber perdido sin
culpa vuestra al Niño Jesús y haberle buscado durante tres días con profundo
dolor, experimentasteis la mayor alegría de vuestra vida al encontrarle en el
templo en medio de los doctores. Os suplicamos de lo más íntimo de nuestro
corazón, por este dolor y por este gozo, que os dignéis interceder ante Dios por
nosotros, para que no perdamos jamás a Jesús por algún pecado grave; y que,
si por desgracia, le perdiésemos, le busquemos de nuevo con profundísimo
dolor, hasta que le volvamos a encontrar propicio, y sobre todo en la hora de
nuestra muerte, para poder gozar de El en el Cielo, y cantar eternamente allí
con vos sus infinitas misericordias. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
San José, vos habéis vivido en una intimidad tan grande O con el Verbo hecho carne,
con el Verbo por quien todas las cosas fueron hechas, y por quien, encarnándose,
todas las cosas fueron restauradas en su principio. Este Verbo vive en nuestros
corazones creados, salvados, santificados por Él en el Espíritu Santo para gloria del
Padre. Él habla en nosotros, al Padre. Él actúa en nosotros por el Espíritu Santo. Por
nosotros, Él querría abrazar este mundo, santificarlo y llevarlo a su glorificación. El
Verbo está en nosotros, que hemos sido transfigurados en sus miembros por el bau-
tismo. Pero lo conocemos tan poco. Lo olvidamos tanto. Nos alejamos con tanta
frecuencia de Él. Lo exterior nos domina, nos acapara, nos oscurece, porque no
vivimos del Verbo que habita en nosotros. Así, en lugar de dominar este mundo con
amor para llevarlo al Padre, nos dejamos dominar por el mundo para ser arrastrados
lejos de Dios.
San José, el Evangelio nos muestra cuánto iluminó la fe la mirada de vuestra alma.
Todas vuestras acciones, tal como se perciben en la Revelación, parten de un silencio
profundo que escucha respetuosamente lo que Dios os dice, parten de una reflexión
pacífica que considera, juzga y decide delante de Dios, parten del alma perfectamente
pacificada en Dios. Vuestro exterior es el espejo verdadero, el resultado lógico, la
consecuencia fiel de la vida interior. Vivíais de Dios, de ese Dios hecho visible, que os
guiaba desde lo interior para dejarse conducir por vuestra mano. Toda vuestra rica
actividad estaba dominada y penetrada de esta vida interior vivida tan intensamente,
semejante a la de vuestra Esposa Inmaculada, en el misterio del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, misterio que ilumina, santifica, fortalece vuestra alma, para que pueda
realizar los actos más ricos y más perfectos. San José, enseñadme a vivir de Dios que
vive en mí, a vivir del Verbo por el Espíritu Santo en la gloria del Padre, como vos.
Amén.
San José, quiero ser como vos : un hombre que no busca y no hace sino la voluntad de
Dios, un hombre que no mira sino a Dios, un hombre que ama el silencio y obra en
silencio, que piensa, que habla delante de Dios, que no discute jamás con Dios, que
vive de lo interior, de un interior unido a Dios, que se eleva sin cesar hacia Dios con
toda su mente, con toda su alma, con todo su corazón, con todas su fuerzas, que eleva
el mundo hacia su Creador, un hombre que ama ardientemente a Jesús, que vive y
muere por Él, que honra a su Madre Virginal y sabe respetar a cada mujer por amor a
ella !
¡Ho Bienaventurado José! a quien Dios eligió para cumplir la misión de padre con
respecto a Jesús, Dios os hizo esposo castísimo de María siempre virgen y jefe de la
Sagrada familia en la tierra, el Vicario de Cristo os eligió como Patrono y Abogado de la
Iglesia Universal fundada por el mismo Cristo Nuestro Señor; con la mayor confianza,
imploro vuestro auxilio poderosísimo en favor de esta misma Iglesia que lucha en la
tierra. Proteged, os suplico, con solicitud particular y amor verdaderamente paternal y
ardiente, al Romano Pontífice, a todos los obispos y sacerdotes unidos a la Santa Sede
de Pedro. Sed el defensor de todos los que sufren para salvar las almas en medio de las
angustias y adversidades de esta vida. Haced que todos los pueblos se sometan
espontáneamente a la Iglesia, que es el medio absolutamente necesario para
conseguir la salvación. Tened también la amabilidad de aceptar y recibir, queridísimo
San José, la entrega de mi ser que yo os hago plena y totalmente. Me consagro a vos, a
fin de que queráis ser siempre para mí un padre, un protector y un guía, en el camino
de la salvación. Obtenedme una gran pureza de corazón, un amor ardiente a la vida
interior. Haced también que yo siga vuestros ejemplos y dirija todas mis acciones a la
mayor gloria de Dios uniéndolas a los afectos del Divino Corazón de Jesús y del
Inmaculado Corazón de la Virgen Madre. Finalmente, rogad por mí, a fin de que pueda
participar de la paz y del gozo que vos tuvisteis muriendo tan santamente. Amén.
San José, padre nutricio tan fiel al Niño Dios, esposo virginal de la Madre de Dios,
protector poderoso de la Santa Iglesia, a vos recurrimos para encomendarnos a vues-
tra especial protección. Vos no habéis buscado en este mundo, sino la gloria de Dios y
el bien del prójimo. Lo disteis todo al Salvador; vuestro gozo era rogar, trabajar,
sacrificaron, sufrir y morir por Él. Erais desconocido en este mundo y sin embargo erais
conocido de Jesús. Sus miradas se posaban complacientes sobre vuestra vida sencilla y
escondida en Él.
San José, ya habéis ayudado a muchos hombres. Venimos a vos con una gran
confianza. Vos veis a la luz de Dios lo que nos falta, conocéis nuestras preocupaciones,
nuestras dificultades, nuestras penas. Encomendamos a vuestra solicitud paternal esta
necesidad particular... La ponemos en vuestras manos que salvaron al Niño Jesús.
Pero, ante todo, implorad para nosotros la gracia de no separarnos jamás de Jesús por
el pecado mortal; de conocerlo y amarlo siempre más, así como a su Santa Madre, de
vivir siempre en presencia de Dios; de hacerlo todo para su gloria y el bien de las
almas, y de que lleguemos un día a la visión beatífica para alabarlo eternamente con
vos. Amén.
San José, vos me conocéis bien, puesto que soy la prometida de vuestro Jesús. Pero,
como lo conozco aún tan poco, lo amo también muy poco. Hay aún en mí muchas
cosas que no son enteramente suyas. Vos habéis conocido a Jesús muy bien, nadie
como vos, salvo María; haced que yo lo conozca. Vos lo habéis amado mucho,
comunicadme vuestro amor. Vos, que gozabais de un trato íntimo con Él dadme un
poco de vuestra intimidad respetuosa respecto a Él. Vos, que erais el casto esposo de
la Inmaculada, haced de mí una esposa toda casta de vuestro Jesús. Vos, que vivíais la
pobreza con Jesús, hacedme toda pobre con Él. Vos que erais tan obediente a la
Providencia divina, hacedme perfectamente obediente con respecto a mis Superiores
como el mismo Jesús lo era para con vos.
Oración de un joven para elegir a San José como guía y protector de su vida
San José, el mismo Hijo de Dios os eligió para ser su padre, su guía y, protector en su
infancia, su adolescencia y su juventud. Él quiso ser guiado por vos en todos los
caminos de su joven existencia terrena. Vos cumplisteis vuestra misión con total
fidelidad. Yo también quiero confiaros mi juventud. En nombre de Jesús, os ruego
encarecidamente que seáis mi guía y mi protector, me atrevo a decir mi padre, en la
peregrinación de mi vida. No permitáis que me aleje del camino de la vida que está en
los Mandamientos de Dios. Sed mi refugio en las adversidades, mi consuelo en las
penas, mi consejero en las dudas, hasta que llegue finalmente a la tierra de los
vivientes, al cielo, donde gozaré en Jesús mi Salvador con vos, vuestra santísima
esposa María y todos los Santos. Amén.
Oración de una joven a San José
San José, Dios os confió la joven más santa y más bella, la Virgen María. Ella pudo
abandonarse a vos con total confianza, con su alma y su cuerpo, sabiendo que
respetaríais fielmente todos los designios de Dios en Ella. En nombre de María, vuestra
esposa virginal e inmaculada, os ruego que seáis mi protector, que guardéis mi alma y
mi cuerpo para los designios de Dios. Si Dios me ha destinado a la misión admirable de
la maternidad según la carne, elegid para mí un novio que se os parezca, que sepa
respetarme, que sepa amarme con amor auténtico en Dios, que me guarde íntegra
para el feliz día de nuestra boda, que camine conmigo en los senderos de un amor
conyugal verdaderamente cristiano y santificador, que ame en Dios a nuestros hijos,
frutos de nuestro amor, y los eduque conmigo para Dios, que proteja en ellos a vuestro
Jesús y que me ame un poco como vos habéis amado a María. Pero, si Dios me ha
destinado a la vida religiosa, a ese matrimonio con el Verbo hecho carne en la pobreza,
la obediencia y la continencia perfecta, guardadme totalmente para Jesús como habéis
guardado a María. Proteged mi alma, proteged mi cuerpo para Jesús, conducidme muy
cerca del que quiso ser como vuestro hijo y retenedme siempre muy cerca de Él.
Amén.
¡Hombre verdaderamente feliz, San José! a quien fue dado no solamente ver y oír a
ese Dios a quien muchos reyes desearon ver y no vieron, oír y no oyeron, sino, más
aún, llevarlo, abrazarlo, vestirlo y protegerlo. ¿Pero acaso no soy tan feliz como vos,
puesto que puedo recibir a ese mismo Jesús realmente presente bajo las apariencias
de pan.
Oración a San José para la santificación del día del Señor (San Pío X - 1905)
¡Oh glorioso patriarca san José! Os suplicamos que imploréis de Nuestro Señor
Jesucristo las más abundantes bendiciones sobre todos los que santifican el día del
Señor. Haced que los profanadores reconozcan, mientras están en esta vida, qué gran
mal cometen y qué castigos se atraen en la vida presente y futura. Alcanzad su pronta
conversión.
¡Oh fidelísimo San José! vos que fuisteis todos los días de vuestra vida tan fiel
observador de la ley de Dios, haced que llegue pronto el día en que todo el pueblo
cristiano se abstenga, en los días de fiesta, de todo trabajo prohibido, que se ocupe
seriamente de la salvación del alma y glorifique a Dios que vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.
¡Oh glorioso san José! Padre y custodio de las vírgenes, fiel guardián a quien Dios
confió a Jesús, la misma Inocencia, y a María, la Virgen de las vírgenes, os ruego y
suplico, por Jesús y María, las dos preciadísimas prendas que os fueron tan queridas,
que hagáis que, limpio de toda mancha, puro de espíritu y de corazón y casto de
cuerpo, sirva constantemente a Jesús y María con perfecta pureza... Amén.
(San José tuvo una duda mortificante sobre la voluntad divina en cuanto a la última
elección que debía tomar respecto a la Virgen María. Toda su verdadera vocación
dependía de esta decisión. ¡Cuánto debe ayudar a los que tratan de conocer su
vocación! )
San José, Dios Padre colmó vuestro corazón con una sabiduría y un amor paternal sin
igual. Porque debía haceros capaz de cumplir el oficio de un verdadero padre respecto
al Hijo de Dios. Vos le buscasteis el primer refugio, le construisteis una casa, le
salvasteis de la mano de Herodes, le llevasteis a Egipto, le trajisteis a Israel, trabajasteis
para Él, lo protegisteis, le guiasteis, le enseñasteis vuestro oficio de carpintero. ¿Quién
podrá reseñar vuestra paternidad? Tened piedad de todos los padres de la tierra, a fin
de que se den cuenta del gran valor de la paternidad y aprendan a honrar y amar en
sus hijos al mismo Jesús. Amén.
" Memento " de un gran devoto de San José (San Bernardino de Siena)
¡San José! Padre virginal de Jesús, purísimo esposo de la Virgen María, rogad cada día
por nosotros a mismo Jesús, el Hijo de Dios, a fin de que, provistos con la armas de su
gracia, y luchando como se debe en la vida, seamos coronados por El en la muerte.
¡Jesús, María y José, os doy el corazón y el alma mía! ¡Jesús, María y José, asistidme en
mi última agonía!
San José, padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo, padre tan rico en gracias, esposo
de la bienaventurada Virgen María, toda vuestra vida fue santa y justa, por eso ningún
temor podía turbar, en el momento de la muerte, vuestro deseo del cielo. San José,
especial patrono de los moribundos, os encomendamos nuestra última hora aquí
abajo. Cuando nuestra alma tenga que abandonar este mundo, implorad para
nosotros, en unión con María, vuestra santa Esposa y nuestra Madre, la gracia de
vuestro Hijo divino a fin de que, provistos de una fe firme, una esperanza inconmovible
y una caridad ardiente, podamos vencer las tentaciones del enemigo maligno y
entregar nuestra alma en la paz más dulce, en las manos del Padre, después de haber
recibido dignamente a Jesús en la Santísima Eucaristía. Amén.
San José, padre de Nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Virgen María,
rogad por nosotros ( y por todos los agonizantes de este día, de esta noche ). Haced
¡oh San José! que llevemos una vida sin mancha y que esté siempre segura bajo
vuestro patrocinio.
San José, un verdadero esposo
San José, vos habéis sabido honrar y amar como esposo a la mujer bendita entre todas;
Dios llenó vuestro corazón con el afecto más ardiente y más puro hacia ella. Implorad
para todos los hombres un respeto profundo hacia el sexo femenino, una actitud
caballeresca que proteja la dignidad de las mujeres. Implorad para todos los esposos
un afecto digno y fiel hacia su esposa, el sentido de ese amor cristiano que respeta los
valores eternos, que cuida no solamente el cuerpo sino el alma y que sabe guiar hacia
el bien supremo, la posesión de Dios. Amén.
¡Oh glorioso patriarca san José! Me regocijo de la dicha y la gloria que gozáis por haber
sido hecho digno de mandar, como padre, a Aquel a quien obedecen la tierra y los
cielos. Puesto que fuisteis servido por Dios, yo también quiero ponerme a vuestro
servicio; quiero de ahora en adelante serviros, honraron y amaros como a mi maestro.
Acogedme bajo vuestro patrocinio, y mandad lo que queráis, yo sé de antemano que
todo será para mi bien y para gloria de nuestro común Redentor.
San José, rogad a Jesús por mí. Ciertamente, Él no os negará jamás nada, pues en la
tierra obedeció a todos vuestros mandatos. Decidle que me perdone las ofensas que le
he hecho; decidle que me desprenda de las criaturas y de mí mismo, que me inflame
en su santo amor, y luego que haga de mí lo que sea de su divino agrado.
Y vos ¡Oh María! En nombre del amor que os tuvo José, acogedme bajo vuestra
protección, y rogad a vuestro santo Esposo que me acepte como su servidor.
Finalmente, vos, Jesús mío, quien, para expiar mis desobediencias, quisisteis
humillaros hasta obedecer a un hombre, os suplico por los méritos de la obediencia
que practicasteis sobre la tierra respecto a San José, concededme la gracia de
obedecer desde ahora a todos vuestros mandatos divinos, y en nombre del amor que
habéis tenido a San José, y que él os tuvo a vos, concededme amar siempre a vuestra
bondad infinita, a Vos que merecéis ser amado con todo el corazón. Olvidad mis
ultrajes y tened piedad de mí. ¡Os amo, oh Jesús, amor mío! ¡Os amo, oh Dios mío! Y
quiero amaros siempre. Amén.
Dios te salve José, lleno de la gracia divina, bendito seas entre todos los hombres y
bendito es Jesús, el fruto de tu virginal Esposa. San José, destinado a ser padre del Hijo
de Dios, ruega por nosotros en nuestras necesidades familiares, de salud y trabajo y
dígnate socorrernos en la hora de nuestra muerte. Amén.
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, mi amable protector, San José, que
jamás se oyó decir que ninguno que haya invocado vuestra protección y pedido
vuestro auxilio, haya sido abandonado de vos.
Animado por esta confianza, acudo a vos y me encomiendo con todo el fervor de mi
alma. No desechéis mi oración, vos que sois llamado el Padre del Redentor, antes bien
dignaos acogerla benignamente. Amén.
Dios todo poderoso y lleno de misericordia, que disteis a la Virgen María, vuestra.
Santísima Madre, por esposo, al hombre justo, el bienaventurado José, hijo de David, y
le elegisteis por vuestro padre nutricio, conceded a vuestra Iglesia, por las oraciones y
los méritos de este gran santo, la paz y la tranquilidad, y otorgadnos la gracia de gozar
un día de la felicidad de verlo eternamente en el cielo; vos que, siendo Dios vivís y
reináis con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.