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“Desde el principio de los tiempos, los ríos han sido las arterias que transportaban vida. Las montañas y
la tierra fueron mi piel. Los bosques y la tierra mi pelaje.
Todo estaba en permanente armonía, hasta que apareció el ser más cruel y caprichoso que jamás
conoció este planeta: el hombre. Una forma de vida supuestamente inteligente, pero desperdiciada por
la codicia, la violencia y la incultura.
Yo soy GAIA, la madre naturaleza, y todo el mal que me hagas te lo devolveré.”
Capitulo 2: Gaia
Mientras Alma Echegaray era ejecutada en la silla eléctrica, estos pensamientos quedaban impregnados
en la sala, donde veinte testigos y media docena de periodistas habían presenciado, como una corriente
de 2.000 voltios atravesaba su convulso cuerpo. Esta primera descarga dejó al reo inconsciente, a
continuación se le aplica otra descarga de 1.000 voltios con el fin de rematarle, y más tarde una tercera,
y última, de 2.000 voltios por si existiera alguna duda de la efectividad de tan piadoso y magnánimo
brazo de la justicia.
Existen numerosas pruebas de que, a veces el reo no muere inmediatamente y que el electrocutado
padece un intenso sufrimiento. Incluso hay personas más resistentes a la electricidad que otras, bien
porque su cuerpo genera una natural resistencia a la misma, o bien por su continua exposición a esta.
Cuando aquel torrente de electricidad recorrió por segunda vez el cuerpo de Alma, este dejó de
convulsionarse y un histérico silencio se adueñó de la sala, se había hecho Justicia, el estado había
asesinado a otra amenaza para el modo de vida americano ¡Alma Echegaray había dejado de existir!
A Jose Hamilton no le resultaban agradables las ejecuciones, pero pensaba que la sociedad debía de
valerse de medios como este para defenderse y conservar un cierto orden en el país. Él siempre fue
partidario de las ejecuciones con inyección letal, por su limpieza, por su modernidad, pero quizás, este
aséptico sistema de eliminación de criminales lo encontraba demasiado dulce y poco didáctico. Desde
que era Gobernador de Georgia había abogado siempre por ejecuciones rápidas y ejemplarizantes. El reo
debía de sufrir como pago de sus crímenes, y para escarmentar y advertir a futuros inquilinos, la vieja
silla, era lo menos malo que él conocía.
Mientras intentaba alejar de su mente los sucesos de las últimas cinco horas, en las que tuvo que
rechazar por dos veces consecutivas el indulto a esa condenada suramericana, y en las que tuvo que
convencer a la prensa, que personas de ese calibre no tenían cabida en su país libre, se sirvió una copa
de su bourbon favorito, y distraídamente encendió su ordenador situado en el despacho que se alojaba
en el ala derecha de su mansión.
Debía poner al día su correo electrónico, antes de darse una reparadora ducha e intentar descansar
¡Había sido un día de muerte!
De repente algo muy extraño comenzó a suceder: Todos los mensajes de entrada estaban borrándose al
tiempo que uno nuevo comenzaba a surgir de la nada y a parpadear insistentemente, con una cadencia
rítmica y enfermiza... Intrigado lo abrió, y su sorpresa fue en aumento cuando vio que la remitente no
era otro que Alma Echegaray. Era imposible, en el corredor de la muerte no existía la posibilidad de que
ningún reo pudiera acceder a ningún ordenador, y menos que se pudiera comunicar con el exterior. En
ese mismo instante sus dedos dejaron de hacer presión sobre el vaso de whisky, que resbaló por la
palma de la mano y terminó estrellándose contra el teclado. El ruido que produjo el brusco choque del
cristal, lo despertó de su fría e irreversiblemente ordenada vida ¡El e-mail acababa de ser enviado!
Rápidamente lo empezó a examinar y mientras sus ojos iban de palabra en palabra, su corazón comenzó
a bombear de forma frenética ¡No podía ser! ¡Era imposible! Pero... ¡si estás muerta!
El e-mail decía así:
"Estimado gobernador, sí, no es una alucinación, es real, le estoy escribiendo desde más allá del dolor,
allá donde su poder y sus leyes no tienen ningún efecto. Donde estoy, por fin, soy libre y mi cuerpo ha
dejado de sufrir las torturas a las que me sometió usted. Y aunque mi alma por fin está libre, yo no he
encontrado todavía la paz, no, mientras no consiga que usted y toda la humanidad que piensa como
usted, entiendan lo que acaban de hacer conmigo no es justicia, es un crimen.
Antes de que termine esta noche, usted será juzgado, pero antes quiero que conozca usted una historia.
Historia que se remonta al año 1500. Lea atentamente, y sírvase otra copa, le veo con la boca seca..."
Capitulo 3: La Conquista
El viento se despertó
Levantando al dios del mar
Mientras bostezaba el sol
El horizonte se desveló
Capitulo 4: Alma
Azaak, a sus 19 años, no alcanzaba a comprender que, más allá de donde nace y muere el sol, existiera
una raza tan poderosa como misteriosa. En la aldea corría el rumor de que hombres con la tez blanca
como la harina y con vello por toda la cara, habían venido flotando en montañas y estaban cerca de su
poblado, mostrando ropajes imposibles y blandiendo cuchillos que escupían fuego y muerte.
Para ser la menor de cinco hermanos, Azaak ya poseía una inmensa sabiduría y una gran
responsabilidad. Desde pequeñita había desarrollado la capacidad de hablar con los árboles y de leer los
mensajes que las nubes le mandaban. Se sentía en perfecta comunión con la naturaleza, a la que
llamaba hermana.
Aquella mañana, su corazón le había avisado que un peligro desconocido moraba entre los suyos. Más
tarde, tuvo noticias de que aquellos seres de dos cabezas y con patas de bestia, y de la intención de
estos de hacer prisioneros a toda hembra sana que estuviera en edad de procrear.
Y fue en ese instante, cuando la vi, en el que supe que no había conocido la belleza en su totalidad,
hasta que sus ojos me taladraran con una dulce e inquisitiva mirada. Me encontraba frente a ella y, a mi
lado, Jerónimo de Aguilar, naufrago español que arribó a la Costa Maya ocho años antes de la llegada de
Cortés y que, además, hablaba la lengua de los nativos con cierta soltura y solvencia..
Junto a Aguilar y a mí, arremolinadas en torno a esa bella indígena, se encontraban las ancianas
emitiendo chillidos desgarradores y sollozando desconsoladamente. Poco a poco, me fui abriendo paso
ante aquella multitud y pude ver cual era el motivo de tanto dolor y desconsuelo. Tumbada en un
pequeño lecho de hojas verdes, yacía una criatura de no más de cuatro años. Sus pequeños ojos me
miraron como intentando hablar, su tez morena y su largo cabello estaban empapados de sudor y su
respiración había perdido toda cadencia natural. Con un movimiento rápido, pero delicado, Azaak
levantó su cabeza y apaciguó un tanto su agonía, dándole a beber agua de su propia mano.
- Diles mi nombre, y que si en algo puedo servir, muy gustoso habré de hacerlo. Y diles también,
Aguilar, que no teman, que nada malo esperen de mí. –comenté con humildad.
Jerónimo de Aguilar intercambió unas palabras con Azaak. Tras una breve pausa, que a mí me pareció
una eternidad. Aguilar se incorporó y me dijo: “Se está muriendo, Pedro, tiene una grave dolencia, pero
sus corazones no lloran por su marcha, sino porque nos han ordenado detenerles y la niña se quedará
sin su canción del Alma”.
Mi cuerpo se cansó
Mi vida bostezó
Pero mi mente sigue en pie
No es una cuenta atrás
Es otro ciclo más
Es un principio, no es el fin
Me puso la salud
Los cuernos con tu dios
Y mi sentencia dictó
En mis tinieblas hay
Una luz que al final
Arrulla mi corazón
Pasaron muchas lunas, y yo cada vez estaba más impregnado del magnetismo de aquella singular
mujer. Aún siendo cautiva de los españoles, no albergó nunca odio o rencor hacia nosotros, pero
tampoco abrazó el cristianismo como hicieron otras. Ella no entendía el afán de Hernán Cortés por
invadir y dominar a Tenochtitlan, capital del imperio Azteca. Azaak aseguraba que la tierra, las nubes y
las montañas pertenecían a quien supiera vivir en comunión con ellas, no utilizarlas como plataforma de
crecimiento personal., venganza o abuso. En las muchas noches que pasé, hechizado, escuchando
preciosas historias que me contaba, empecé a comprender lo que me quería enseñar.
- Vosotros –me dijo- utilizáis el mar para alimentaros y para viajar por él, pero jamás lo cuidáis. Y el
mar como ser vivo que es, necesita amor y atenciones, al igual que el río o el árbol. Ayer escuché al
viento y me advirtió que dentro de muchas lunas, cuando tengáis barcos que no necesiten al hermano
viento para desplazarse, el mar sufrirá una enfermedad de tal gravedad que si no lo remedia el hombre
blanco, morirá de pena y de suciedad. Y la madre naturaleza os castigará por ello.
A las puertas de Tenochtitlan, mientras la luna iluminaba nuestras caras, Azaak alumbró mi alma
contándome la profecía que según ella ocurrirá en nuestra Gaia dentro de muchos, muchos años.
En la noche del 30 de junio de 1520, y tras haber cohabitado con los aztecas en Tenochtitlan,
aprovechando la creencia de estos de nuestra procedencia divina, Hern án Cortés ordenó que
abandonáramos la capital, ya que la paciencia de los aztecas y el apoyo del pueblo a Monctezuma, había
llegado a su fin. Las órdenes eran claras, debíamos transportar todo el oro y los tesoros que pudiéramos
y en alianza con la oscuridad que nos proporcionaría la noche, huiríamos con la misma clandestinidad
que un ladrón tiene al abandonar la escena del crimen. Yo mismo me vi empujado a la rapiña y la
ambición. Todos éramos presa de una mezcla de miedo y extraña borrachera de poder. Había quienes,
incluso, dejaban sus armas y cascos, para así poder trasladar más botín.
Y como las patas del mentiroso y del ladrón son muy cortas, no pudimos ir muy lejos. Debido al poco
sigilo que mantuvimos, los aztecas dieron la voz de alarma y al ver que cobardemente huíamos con su
riquezas, nos atacaron con la fuerza que da el defender tu raza y tu tierra. Los caballos se hundían en el
agua, fruto de tanto sobrepeso y muchos de mis compañeros perecerían ahogados por el mismo motivo.
Fue una matanza. Cortés resultó herido, y las bajas fueron cuantiosas. Yo sufrí una herida de la cual
nunca podré curarme, y fue la herida que recibió mi alma al ver en que me había convertido: ladrón y
asesino cobarde. Azaak, también, había conseguido escapar con vida, pero muy a su pesar, pues seguía
esclava de nosotros y creo que también de mi corazón... entre ella y yo había surgido algo más fuerte
que el odio o la ambición, ¡el amor!
Me armé de valor y aprovechamiento que Cortés tomaba aliento al pie de un árbol, me decidía a hacerle
saber mi punto de vista sobre aquella, tan poco honrosa, forma de proceder. Mi sorpresa fue descubrir a
Hernán Cortés llorando ante ese árbol, fue una noche de tristeza, fue la noche triste...
Hoy tengo el convencimiento de que hablé que el corazón, que todo cuanto dije a Cortés fue lo correcto
y lo que tenía que hacer, pero en ese momento, una vez que mi boca dejó de soltar toda esa verborrea,
y después de acusar a Cortés, el miedo me abrazó tan fuerte que incluso él decidió apiadarse de mi y no
ahorcarme por traición. Evidentemente, fui arrestado y el juicio postergado hasta mi regreso a Cuba,
donde se me trataría con deshonor y se me encarcelaría.
Pero Cortés, a la vez, necesitaba hombres y yo, aunque contestón y, según él, cobarde, era útil para sus
propósitos. Se había propuesto volver a Tenochtitlan y conquistar el imperio Azteca de una santa vez.
Como siempre mi bella Azaak me dio consuelo y aseguró que en la vida hay que regirse por principios
tan simples como estos...
Si siembras un ideal
En la tierra del quizás
Y lo abonas con la envidia
Será difícil arrancar
La maldad
De tu alma si ha hecho raíz
Y si te sientes perdido
Con tus ojos no has de ver
Hazlo con los de tu alma
Y encontrarás la calma
Tu rosa de los vientos seré
Sí te embriagas de pasión
Y no enfrías tu corazón
Tartamudearán tus sentidos y quizás...
Y si te sientes perdido
Con tus ojos no has de ver
Hazlo con los de tu alma
Y encontrarás la calma
Tu rosa de los vientos seré
Entre las muchas mujeres que abrazaron el cristianismo, hubo una la cual era el blanco de las iras de
Azaak. Su nombre, Malinche y su condición, amante de Cortés y traidora de su pueblo y de la
naturaleza.
Aquella misma noche vi a Azaak discutir con ella acaloradamente y entre otras amenazas, Azaak le
contó una leyenda que sobrevivía en el tiempo. Es según dijo Azaak, una historia que se cuenta en el
México del futuro y habla de La Llorona...
Con 400 españoles y apoyados por los tlaxcaltecas, Cortés decidió el asedio a Tenochtitlan y así, durante
80 días y 80 noches, los aztecas vieron como su resistencia disminuía a causa del hambre y de un arma
con la que ningún bando contaba: los virus. En efecto, sin proponérselo, Cortés había traído
enfermedades comunes en Europa que sin embargo resultaron mortales para los aztecas; una simple
gripe diezmaba las fuerzas e incluso mataba a cientos de aztecas.
Miles de ellos perecieron, pero antes de que Tenochtitlan fuera finalmente conquistada, Azaak lanzó este
grito de rabia e impotencia al ver destruida tanta belleza...
- Debemos dirigirnos al sur -dijo Azaak-. Allí hay más nativos como yo, que necesitan de mi ayuda y yo
preciso que seas testigo de toda injusticia que allí el hombre blanco está haciendo. Existe un imperio, el
Inca, que pronto caerá en manos de compatriotas tuyos y debes verlo, y luego regresar a tu mundo para
contarlo.
¡Cuánta razón tenía Azaak! El éxito de Cortés no hizo sino animar a más europeos, que veían en el
continente americano una salida a su pobreza y una posibilidad de ir amasando territorios y fortuna.
- Ahora duerme y pon esto en tu lecho. Azaak me entregó un extraño amuleto, que según ella venía de
un pueblo al norte, muy al norte. Entre otras propiedades tenía la de capturar todos tus malos sueños y
que jamás te hirieran.
- Su auténtico poder reside -me dijo- en que captura todos tus anhelos y si deseas algo en tu vida y
sueñas cada día con ello, se cumple. Y ahora duerme, duerme y sueña con ser...
Dichoso es el que ve
Que cielo y horizonte
Condenados están
A tenerse que entender
Yo te mostraré
Que todo en esta vida
Lo puedes tener
Si en ti logras creer
Cuando el alma queda herida de soledad, es cuando aprendes que tener a alguien a quien amas, es un
regalo que debes cuidar y mimar. Azaak nunca se recuperó de aquella matanza, los españoles le
habíamos quitado su identidad, sus costumbres y, a cambio, ella sólo tenía mi amor.
Cuando aquella noche me dijo que la ayudara a huir, todos mis miedos y mis dudas desaparecieron.
Amar a alguien es comprometerse, es pensar en tres: tú, yo y nosotros.
Había encontrado el amor y no lo quería dejar escapar: ¡Claro que la ayudaría!, incluso me iría con ella,
pues si ella se va, yo volvería a encerrarme en vida.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
Quiero estar junto a ti
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
Quiero estar junto a ti
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
Si te vas,
Mi amor, si tú te vas
Me volveré a encerrar en vida
Y no saldré
¿Donde estas?
Mi vida ¿dónde estás?
Pues necesito tu amor para vivir
Si te vas,
Mi amor, si tú te vas
Me volveré a encerrar en vida
Y no saldré, no saldré jamás
¿Donde estas?
Mi vida ¿dónde estás?
Pues necesito tu amor para vivir
Aparecieron en su mansión
Un ciervo anciano y un halcón,
Un bosque quemado y un sauce llorón
“Que el sol de la mañana y la brisa de la noche, no vuelva jamás a ser testigo de injusticias sobre
cualquier pueblo o cultura. Que el canto de un pájaro, no sea un réquiem por el mar. Y que todo cuanto
nos rodea, alimenta y da vida, sea merecedor de nuestro respeto y amor.
El espíritu de la tierra, GAIA, siguió guardando y cuidando el planeta del hombre. Pero eso es otra
historia y en otro momento será contada...” (Txus).