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PROCESO COMPETENCIAL EN BOLIVIA_____________________________________5

1. INTRODUCCIÓN............................................................................................................................5
2. MARCO TEÓRICO..........................................................................................................................5
2.1. DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA___________________________________________________5
2.2. ORDEN COMPETENCIAL_______________________________________________________________8
2.3. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS_____________________________11
2.4. ORDENAMIENTO JURÍDICO AUTONÓMICO_______________________________________________15
2.4. CONFLICTO COMPETENCIAL___________________________________________________________18
2.5. PROCESO COMPETENCIAL_____________________________________________________________23
2.6. CONFLICTOS DE COMPETENCIA EN EL CÓDIGO PROCESAL CONSTITUCIONAL____________________26
2.7. CONFLICTO DE COMPETENCIA ENTRE EL NIVEL CENTRAL DEL ESTADO Y LAS ENTIDADES TERRITORIALES
AUTÓNOMAS Y ENTRE ÉSTAS_____________________________________________________________27
2.8. CONFLICTOS POSITIVOS DE COMPETENCIAS______________________________________________28
2.9. CONFLICTOS NEGATIVOS DE COMPETENCIA______________________________________________28
2.10. CONFLICTOS DE COMPETENCIA ENTRE LA JURISDICCIÓN INDÍGENA ORIGINARIA CAMPESINA Y LA
JURISDICCIÓN ORDINARIA Y AGROAMBIENTAL________________________________________________30

3. CONCLUSIÓN...............................................................................................................................31
4. BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................................................32
PROCESO COMPETENCIAL EN BOLIVIA
1. INTRODUCCIÓN
El punto de partida del presente trabajo se deriva del análisis del Sistema
Competencial Boliviano, mas propiamente y para enfocar la investigación, desde el
punto de vista autonómico, en cuanto a la estructura y organización territorial del
estado. Es en tal sentido que en inicio, debemos comprender como está organizado
territorialmente el país, cuales son las competencias que la constitución y las leyes le
otorgan a los diferentes gobiernos regionales.
Todo ello, ante el irreversible cambio constitucional, que genero cambios en el
ordenamiento jurídico que regulaba la autonomía departamental, regional, municipal, y
la autonomía indígena originaria campesina; lo que motivó la ampliación del objeto de
investigación y actualización de la normativa, doctrina y jurisprudencia consultada para
tener una cabal comprensión del reparto de competencias establecido en el Estado
Boliviano.
De ahí surge la inquietud en analizar el sistema competencial, que es lo que sucede
cuando algunas posturas, en cuanto a la implementación de políticas administrativas
están en disonancia, de acuerdo a las facultades que la constitución atribuye a un
gobierno regional, con las de la administración central; y como resolver este tipo de
controversias.
2. DESARROLLO DEL TEMA
2.1. DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA
El Estado, como órgano y realidad sustancial de una sociedad que regula las
relaciones de gobierno, con apoyo de la fuerza legítima, en función de las
características sociológicas e históricas en la que se desenvuelve toma diversas
formas. Entendidas estas como la diferente estructuración y distribución del poder
dentro del contenido territorial de ese Estado. Los procesos de descentralización cuyo
ápice ahora en nuestra realidad es la autonomía, necesariamente involucra estas
mutaciones estatales que brevemente las resumiremos en sus aspectos más centrales
y relevantes.
2.1.1. Forma de Estado, Proceso Autonómico y Administración Territorial

El eje temático de las autonomías, derivan como ya lo dijimos antes necesariamente,


de procesos de descentralización y desconcentración tanto a nivel administrativo como
político de Estados cuya característica fundamental es su carácter unitario,
representado formalmente en una organización constitucional que responde a la triple
unidad del poder estatal y de los gobernantes, siendo uno en su fundamento, en su
estructura y en su ejercicio.
Precisamente este parece ser el caso boliviano, cuyo centralismo si no es absoluto, es
por lo demás evidente, en la medida en que en esta realidad, se presentan las
siguientes características que aclaran las afirmaciones anteriores:

 La subordinación del orden territorial en manos del nivel superior


 La adjudicación de poder hacer leyes sólo a la fuente legislativa Nacional.
 La no segmentación de niveles subnacionales, o regionales
 La supervivencia de la "administración periférica" del nivel Nacional en el
ámbito subnacional.
Fuera de estas es indudable, que la estructura del estado boliviano, ha sufrido
diferentes procesos de recambio en torno a las características descentralizadoras, de
ellas la más importante es el proceso iniciado por la ley de participación popular, la
cual significo, la bipolarización política en la distribución del poder, entre nivel superior
nacional, y nivel local o municipal, dejando de lado el nivel meso o intermedio,
consolido así una autonomía municipal relativa, de tipo federalista. 1
Básicamente estás serían las características de configuración espacial del estado
boliviano, no circunscritas ortodoxamente, al unitarismo o al federalismo. Aunque tiene
más características del primero, y casi nada del segundo.

1
GONZÁLES ARAMAYO, I. S. "El proceso de descentralización administrativa en Bolivia", 1989; La Paz – Bolivia.
Respecto al segundo comporta decir, que básicamente es una forma estatal,
asociativa, donde varios estados agrupados, hacen renuncia expresa a su
independencia, estableciendo a la vez una soberanía común, y sometiéndose a un
poder o nivel superior.
Forman así una comunidad de estados co-soberanos. Algunas de sus características
son:

 La colegislación del nivel meso o intermedio en aspectos determinados de la


norma (constitución federal) del Estado global.

 La dependencia del nivel municipal en el ámbito de estatalidad del nivel meso, o


intermedio (estados asociados).

 La alta densidad constitucional del nivel meso o intermedio, regulación de los


estados, asociados, desde el poder central federalizado solo en aspectos
determinados, dejando un amplio margen de autonomía legislativa,
administrativa y política a los estados periféricos.

 El tipo de estado federal, básicamente se diferencia del unitario, en su mayor


grado de descentralización política y administrativa como lo sugieren las
características arriba enunciadas.
Siendo así, que el concepto moderno de autonomía, dista mucho desde luego de lo
que es un modelo federal; siendo que, de un modo general, surge principalmente con
la idea de Kant y que da a entender que es la capacidad del sujeto de gobernarse por
una norma que él mismo acepta como tal sin coerción externa. Por el hecho de poder
gobernarse a sí mismo, el ser humano tiene un valor que es el de ser siempre fin y
nunca medio para otro objetivo que no sea él mismo, esto, como ya se mencionó, en
un sentido abstracto. Stuart Mill, considera a la autonomía como ausencia de coerción
sobre la capacidad de acción y pensamiento del individuo. A Mill lo que le interesa es
que el sujeto pueda hacer lo que desea, sin impedimentos.
Ahora bien la Reala Academia Española en la edición de 1970 señala la potestad que
dentro del Estado pueden gozar municipios, provincias, regiones u otras entidades de
él, para regir interés peculiar de su vida interior mediante normas u órganos de
gobierno propio, en este nuevo concepto define su nivel de organización dentro del
Estado y orienta la potestad autonómica a sus intereses peculiares y la referencia a
normarse.
De todo lo mencionado deben distinguirse los tres tipos primordiales que se deducen
del proceso autonómico, lo cuales son: desconcentración, delegación o devolución. La
implementación de la devolución permite la creación o fortalecimiento financiero y
legal de las unidades de gobierno subnacional, cuyas actividades están fuera del
"control directo" del gobierno central, es decir, cuentan con autonomía e
independencia; delimitadas por un espacio geográfico determinado contando con una
autoridad exclusiva con facultades también exclusivas. Las experiencias de otros
países explicitan que los ciudadanos perciben que los gobiernos locales pueden
identificar oportunamente sus problemas inmediatos y procurar una solución, mucho
antes que el gobierno nacional.
La devolución como la forma más profunda de descentralizar abarca tres dimensiones
fundamentales: política, administrativa y fiscal. La primera abarca la elección popular
de las autoridades, arreglos institucionales para que los ciudadanos participen en la
toma de decisiones, existencia de mecanismos de control social, rendición de cuentas
y la delimitación espacio territorial. La dimensión administrativa implica la transferencia
de competencias en el ámbito de servicios, planificación, coordinación y promoción de
la participación social. La tercera dimensión, fiscal, debe orientarse a identificar las
necesidades de los ciudadanos, optimizar la asignación de bienes públicos, distinguir
las fuentes de los ingresos locales (generación de recursos propios o transferencias) y
la libre disponibilidad de los mismos (decisiones independientes o recursos
etiquetados).

En el caso de Bolivia se ha definido constitucionalmente un modelo de Estado


descentralizado en el que la autonomía implica la elección directa de sus autoridades,
la administración de sus recursos económicos, el ejercicio de las facultades legislativa,
reglamentaria, fiscalizadora y ejecutiva. 2 La Ley Marco de Autonomías establece que
el proceso de descentralización tiene como fin la distribución de funciones político
administrativas del Estado para la participación ciudadana en la toma de decisiones, la
profundización de la democracia y la satisfacción de las necesidades colectivas y del
desarrollo socioeconómico.3
Si bien el modelo boliviano de descentralización se denomina Autonómico, para
consolidarse requiere atender todas las variables enunciadas. En lo político es
fundamental que las normas jurídicas garanticen la participación de los ciudadanos en
la toma de decisiones sobre el destino de recursos de los gobiernos municipales y
departamentales, de la misma manera profundizar la rendición de cuentas.
En lo administrativo es necesaria una mayor transferencia competencial en orden
exclusivo y menor concurrencia. Pero sin duda, el punto de inflexión en la realidad
deberá ser la dimensión fiscal generando mayor libertad en la disponibilidad de sus
recursos y que éstos de manera progresiva sean mayormente generados por cada
gobierno subnacional para garantizar la sostenibilidad e institucionalidad a largo plazo.

2
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO, Gaceta Oficial de Bolivia, Artículos 1 y 272.
3
LEY MARCO DE AUTONOMÍAS Y DESCENTRALIZACIÓN “ANDRÉS IBÁÑEZ”, Gaceta Oficial de Bolivia, Artículo 7.
No se debe perder de vista que a mayor descentralización, mayor autonomía y ésta a
su vez contribuirá a la consolidación democrática y desarrollo económico.
2.2. ORDEN COMPETENCIAL
2.2.1. Competencia Administrativa

En primer término, debemos definir a que nos referimos al hablar de competencia.


Desde un punto de vista técnico-jurídico, este vocablo tiene muchas acepciones, pero
desde el punto de vista sistemático, consiste en la enumeración de una serie de
posibilidades de actuación atribuidas a un órgano, por razón de los asuntos que le
están atribuidos de un modo específico.
Adquiere una especial relevancia en Derecho Administrativo, integrando lo que se
llama sección orgánica de la Constitución, que se resuelve al enumerar los distintos
Poderes del Estado, todos con sus respectivas competencias. Pero no solo estos, sino
también, que es el caso de nuestro país, el de las que se les otorga a los diferentes
niveles administrativos, sean estos departamentales, regionales, municipales e
indígena originarios campesinos.
Dentro de esta atribución de competencias, se enumeran y describen los asuntos que
corresponden a cada uno de ellos, quedando determinado y concretado el
procedimiento concebido para resolver los conflictos que pueden crearse cuando
pretenden conocer y efectuar averiguaciones del mismo asunto dos órganos
diferentes, y a uno de ellos no le corresponde, o cuando un órgano entiende que no le
atañe intervenir, perteneciendo el asunto a una instancia diferente, que considera lo
anterior. A partir de este punto se enumeran en la Constitución otras instancias
administrativas, con sus respectivas atribuciones.
2.2.2. Catalogo Competencial

Un Catálogo Competencial lo que hace es clasificar las competencias de entes


descentralizados de un Estado, por nivel de gobierno. Una competencia tiene
usualmente atribuciones y funciones, las que se subclasifican. Pero en el caso
boliviano, la Constitución Política del Estado, lo que tiene es en realidad como
competencias, políticas públicas, proyectos, actividades y también competencias. Por
tanto, se ha adoptado el criterio de llamar a las mismas “materias competenciales” 4,
para de esta manera más genérica, encontrar un puto de apoyo y sustento teórico
para lo que se tiene en el marco constitucional, como competencias.

4
BÖRTH, Carlos; ALARCÓN, Carlos; ROMERO, Carlos. HACIA UNA CONSTITUCIÓN DEMOCRÁTICA, VIABLE Y
PLURAL. Fundación Ebert, Fundación Boliviana por la Democracia Multipartidaria, Netherlands Institute for
Multiparty Democracy. La Paz. 2008.
“Las competencias en el modelo boliviano son producto de la combinación del alcance
material: educación, salud, u otro y un alcance facultativo con tres elementos como
máximo: legislar, reglamentar y ejecutar. El alcance material se refiere al ámbito en el
que el Estado en sus distintos niveles actúa, es una porción de la realidad. Mientras el
alcance facultativo es lo que puede hacerse con ese ámbito para alcanzar ciertos
objetivos. Se ejerce entonces la facultad sobre la materia, allí la competencia”. 5
La novedad del modelo de asignación competencial implementado en Bolivia no radica
en el alcance material, sino en el alcance facultativo y sus combinaciones. Muchos
países, especialmente federales, establecen la facultad legislativa como única
característica de su alcance material. En contraste, es interesante la mención a dos
facultades (legislación y reglamentación) que hace la Constitución italiana a la hora de
definir uno de sus tipos competenciales.
En el caso boliviano, sobre cada una de las facultades y su alcance material, existe la
habilitación o negación de transferir o delegar todo o parte de la competencia. Esta
variación de permisividad y autorización y la participación de los distintos gobiernos
derivan en los tipos de competencias o llaves de asignación.
Siendo así, y de acuerdo a la Constitución Política del Estado y la normativa vigente,
podemos señalar que las competencias establecidas en la misma son las siguientes:
a) Privativas.
b) Exclusivas.
c) Concurrentes.
d) Compartidas.
a) Las Competencias privativas.- Son aquellas cuya legislación, reglamentación y
ejecución no se transfiere ni delega, y están reservadas para el nivel central del
Estado.
Es aquella facultad que permite crear un conjunto de leyes o reglamentar éstas sea de
una materia determinada o no según sea su atribución y no se puede delegar o
facultar a un tercero.
b) Las Competencias exclusivas.- Son aquellas en las que un nivel de gobierno tiene
sobre una determinada materia las facultades legislativa, reglamentaria y ejecutiva,
pudiendo transferir y delegar estas dos últimas. Es aquella que permite crear leyes y
estas se pueden reglamentar o ejecutar por o delegar. Ejemplo: Un policía puede
mandar o ejecutar una ley pero no puede crearla.

5
LEY MARCO DE AUTONOMÍAS Y DESCENTRALIZACIÓN “ANDRÉS IBÁÑEZ”, Gaceta Oficial de Bolivia, Artículo 4,
parágrafo II numeral 4.
Se consideraba antiguamente dividida la competencia por razón de la materia, de
calidad de las personas, su capacidad y finalmente por el territorio. Sin embargo, la
clasificación más aceptada, es la considerada como la competencia objetiva en cuanto
al valor y la naturaleza de la causa; competencia territorial, otras clasificaciones
aunque tienen valor doctrinario, no se ajustan a la realidad, a una sistemática
clasificación como la anteriormente mencionada.
c) Las Competencias concurrentes.- Son aquellas en la que la legislación corresponde
al nivel central del Estado y los otros niveles ejercen simultáneamente las facultades
reglamentaria y ejecutiva. Es la que permite paralelamente a la legislación la creación
de reglas, normas y mandarlas o ejecutarlas a aquellos con esa facultad.
d) Las Competencias compartidas.- Son aquellas sujetas a una legislación básica de
la Asamblea Legislativa Plurinacional cuya legislación de desarrollo corresponde a las
entidades territoriales autónomas, de acuerdo a su característica y naturaleza. La
reglamentación y ejecución corresponderá a las entidades territoriales autónomas.
Son aquellas leyes basadas en un principio básico de leyes, estas pueden ser creadas
reglamentadas ejecutadas por entidades territoriales autónomas según sus
características y naturaleza.
Finalmente, en relación a las competencias concurrentes cabe una aclaración. Para lo
cual nuevamente acudimos al Clasificador Competencial del Ministerio de Autonomías:
“Adicionalmente, la redacción constitucional deja entrever dos aspectos: i) que las
responsabilidades a ser distribuidas deben llegar sin excepción a todas las
autonomías y ii) que las responsabilidades deben ir acompañadas indefectiblemente
por el binomio reglamentación ejecución. No sería correcto entonces que en este tipo
de competencias se obvie la participación de un nivel autonómico ni que en la
distribución se ampute una facultad.
El Clasificador Competencial del Ministerio de Autonomías, clasifica las mismas en
cuatro grandes tipos:

 Políticas.

 Productivas.

 Económico Financieras.

 Recursos Naturales.

 Sociales.

El listado que se presenta, lo que hace es seguir rigurosamente, lo establecido en la


Constitución Política del Estado, la Ley Marco de Autonomías y las leyes sectoriales,
de aquellos sectores de mayor relevancia en las competencias departamentales y
municipales.
2.3. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS
El artículo 270 de la Constitución consagra los principios que rigen la organización
territorial y a las entidades territoriales descentralizadas y autónomas. Este artículo
recoge los principios de autonomía, unidad, preexistencia de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos, y solidaridad; principios fundamentales y propios del
Estado de las autonomías.
También recoge otro principio propio de un Estado de autonomías, el “principio
dispositivo” o de voluntariedad, al reconocer a las nacionalidades y las regiones el
derecho de acceder voluntariamente a la autonomía de acuerdo con determinadas
reglas, establecidas en la propia Constitución.
Por el principio de unidad, la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la
nación. “Nación”, a partir de la doctrina de Sieyes –acepción cívica–, es aquel conjunto
de ciudadanos sometidos a la misma ley, es decir, titulares en igualdad de condiciones
de los mismos derechos. Bajo esta línea de pensamiento, nación equivale a “pueblo”,
si se enfoca desde el punto de vista de su composición, o equivale a “Estado”, si se
enfoca desde el punto de vista de la sujeción a la misma ley.
Este concepto encuentra su fundamento en la voluntad de los ciudadanos, expresada
en un contrato que funda al Estado. La Constitución lo emplea al hablar de “la nación
boliviana”.
Ahora bien, en un sentido cultural, que se remonta a Herder, Fitche y Savigny, la
“nación” se fundamenta en elementos culturales y no jurídicos (lengua, raza, territorio,
historia, costumbres); apela a sentimientos de pertenencia basados en condiciones
naturales. Tiene entonces un significado muy diferente: se refiere a un conjunto de
personas con un vínculo común por razones denominadas naturales, como hablar un
idioma, tener el mismo sentimiento de pertenencia, haber formado parte
históricamente de un Estado u organización política, gozar de un idéntico derecho
consuetudinario, compartir tradiciones comunes y ciertas características raciales y
culturales. Este concepto fundamenta el reconocimiento, por parte de la Constitución
boliviana, de las naciones y pueblos indígena originario campesinos.
La Constitución, en suma, adopta las acepciones cívica y cultural de “nación”. La
nación boliviana es nación cívica porque está formada por todos los ciudadanos
bolivianos sometidos a la Constitución, y las nacionalidades y regiones son los
“pueblos en sentido cultural”.
Bolivia está formada por pueblos con culturas, tradiciones, lenguas e instituciones
diversas, que el proyecto de Constitución protege, al reconocerles el derecho a la
autonomía. La Constitución enuncia que Bolivia es una nación –acepción cívica–
jurídicamente unitaria. El instrumento jurídico que da unidad al conjunto es,
precisamente, la Constitución.
La unidad del Estado boliviano está basada en la soberanía que reside en el pueblo,
del cual emanan los poderes del Estado. Se expresa en la totalidad de las
instituciones y organizaciones jurídico-políticas de la nación boliviana, incluyendo las
naciones, regiones y otros entes territoriales.
El principio de unidad, aplicado a los Estados de autonomías, posee tres
manifestaciones, a saber: las competencias de las instituciones, la igualdad de
derechos y la unidad económica del Estado. En un Estado de autonomías, las
instituciones centrales con poderes jurisdiccionales dictan normas cuya eficacia obliga
a los órganos autónomos; al mismo tiempo, las instituciones del Poder Legislativo y
del Gobierno cumplen actos (leyes, reglamentos y actos administrativos) cuya eficacia
depende de la distribución de competencias.
La Constitución de los Estados de autonomías garantiza la igualdad de los derechos
básicos de todos los ciudadanos. No obstante, esta igualdad no es absoluta ni total,
teniendo en cuenta que la autonomía implica pluralidad de ordenamientos. Por tanto,
respecto a determinadas materias, las leyes son diferentes, lo que implica que los
derechos de las personas también puedan ser diferentes.
Y es que la igualdad no implica un tratamiento jurídico uniforme sino una igualdad de
posiciones jurídicas fundamentales. La aplicación del principio de igualdad, por tanto,
no impone que todas las autonomías ostenten las mismas competencias, ni que su
ejercicio y resultado sea uniforme. La unidad económica del Estado se manifiesta a
través de dos mecanismos: el Estado-institución central dirige la política económica
por medio de la legislación básica y la planificación general de la actividad económica;
y, segundo, la unidad de mercado queda garantizada por la libre circulación de bienes.
La Constitución recoge, con determinados matices, estas manifestaciones del principio
de unidad del Estado de las autonomías. Manda que el órgano legislativo (la
Asamblea Legislativa) dicte leyes que son de obligatorio cumplimiento en todo el
territorio nacional, cuya eficacia no depende de la distribución de competencias;
aunque al mismo tiempo pueden ser diferentes la restantes normas que conforman el
ordenamiento jurídico, según las definiciones de las distintas unidades territoriales.
En un Estado Autonómico el principio de autonomía determina el ámbito del poder
político y la esfera de competencias de cada una de las entidades autonómicas. Para
comprender este principio es necesario analizar su relación con la unidad del Estado,
su significado, características y contenido. La autonomía debe entenderse a partir de
su relación con la unidad estatal; ello implica que se conciban dos enunciados
importantes.
Primero, que en un Estado autonómico la unidad admite la diversidad y, segundo, que
la autonomía no es soberanía. El régimen autonómico se caracteriza por un equilibrio
entre homogeneidad y diversidad en la condición jurídica de las entidades territoriales
que lo integran. Sin homogeneidad no habría unidad ni integración en el conjunto
estatal, razón por la cual se reclama la aprobación de los Estatutos Autonómicos por la
Asamblea Legislativa.
Sin diversidad, no concurriría una verdadera pluralidad ni capacidad de autogobierno.
La autonomía no es soberanía sino que es el resultado del ejercicio de la soberanía
por el pueblo; por ello, la autonomía alcanza su verdadero sentido en la unidad del
Estado y, lógicamente, no puede oponerse a ésta. Si bien la autonomía expresa
diversidad y pluralismo, encuentra su limitación en la soberanía primaria del pueblo, en
la Constitución, y está limitada por ésta.
Ahora bien, determinada como está la relación entre la autonomía y la unidad del
Estado, es pertinente que se establezca, también, que autonomía no es dependencia
jerárquica del Estado institución; implica la capacidad de crear un ordenamiento
jurídico y de autogobernarse dentro del marco de sus competencias. Las entidades
autonómicas no están subordinadas jerárquicamente al Estado-institución; actúan con
independencia de éste, en mérito de las normas a las que están sometidas, de
acuerdo con el reparto de funciones constitucionales y estatutarias.
En principio, las actuaciones de las entidades autonómicas no son controladas por el
Estado, aunque éste puede impugnar sus actuaciones a través de mecanismos
constitucionalmente establecidos (controles de carácter jurisdiccional: procesos
contencioso-administrativos y recursos constitucionales), con lo cual, el Estado ejerce
un poder de vigilancia. Es recomendable partir del principio de que las entidades
autonómicas gozan de autonomía para la gestión de sus respectivos intereses. Ahora
bien, con la finalidad de comprender esta afirmación, debe diferenciarse entre la
autonomía de carácter político y la de carácter administrativo.
La autonomía de carácter administrativo tiene un carácter ejecutivo, es decir, por ella
las entidades autonómicas pueden dictar reglamentos y resoluciones dentro del
ámbito de sus competencias, pero éstas siempre vienen definidas previamente en una
ley dictada por el Poder Legislativo. La autonomía política, en cambio, permite que las
entidades autonómicas dicten en el ámbito de sus competencias leyes que se
subordinen únicamente a la Constitución y a su propio estatuto.
Es decir, las entidades autónomas tienen la capacidad de dotarse de leyes propias y
de crear un auténtico ordenamiento jurídico, derivado de la Constitución pero con
todas las características de coherencia y plenitud. En resumen, es la capacidad de
legislar la que distingue a la autonomía política de la administrativa.
La autonomía política también implica la capacidad de autogobierno de las entidades
autonómicas; es decir, la capacidad auto organizativa, el ejercicio de poderes para
regular instituciones propias y llevar a cabo políticas en la esfera de las competencias
asumidas; poderes que permiten actuar de forma diferenciada y con finalidades
distintas de las otras entidades autonómicas. La autonomía política tiene su origen en
la democracia, dado que las autoridades autonómicas son elegidas a través de
elecciones que cuentan con la participación del ciudadano, que, en última instancia,
orienta la política de su comunidad; además, las instituciones autonómicas han sido
establecidas por el ciudadano que manifestó su voluntad a través del voto.
Entendido el alcance de la autonomía política, debe establecerse que su contenido se
encuentra delimitado por las competencias asignadas normativamente. Por eso el
contenido de las autonomías se identifica con sus competencias y con las funciones
que se le permite ejercer sobre determinadas materias.
La complejidad y contradicciones propias del Estado boliviano no permiten apreciar
con claridad absoluta la aplicación del principio de autonomías. Es evidente que la
autonomía expresada en la Constitución no impone una dependencia jerárquica del
Estado-institución boliviano.
En la Constitución, las entidades autónomas gozan de la libertad necesaria para la
gestión de sus respectivos intereses. Finalmente, está el principio de solidaridad, que
en un Estado autonómico se proyecta en los aspectos competencial y económico-
financiero; es decir, en el equilibrio económico, social y financiero de las entidades
autonómicas, así como del ejercicio de sus competencias. La creación del Estado
necesariamente significó la convergencia de los intereses de las personas que lo
constituían y que comenzaron a actuar solidariamente. Por tanto, la solidaridad es un
componente esencial del Estado.
El fundamento del principio de solidaridad se halla en la idea de Estado como
comunidad de intereses, que se ubica por encima de las partes que lo componen. El
principio de solidaridad tiene una doble finalidad, funcional y sustancial. Es funcional,
en tanto pretende dar la mayor eficacia posible al conjunto del Estado; y, es sustancial
al buscar la igualdad de los distintos componentes, lo que constituye una garantía
estatal. Este principio se expresa en la igualdad económica, social y financiera,
adecuada y justa, entre las diversas partes del territorio de un Estado, atendiendo a
sus particulares características; con lo cual la autonomía no implica privilegios
económicos o sociales.
En las finanzas de las entidades autonómicas se expresa con mayor intensidad el
principio de solidaridad, dado que éstas pretenden corregir los desequilibrios
económicos interterritoriales. El Estado de las autonomías ha de procurar una menor
disparidad en las diferencias de renta por habitante, así como un igual acceso a los
servicios públicos básicos. El principio de solidaridad impone que, en el ejercicio de
sus competencias, el Estado y las entidades autonómicas guarden el deber de lealtad
y el de colaboración. La lealtad implica que el vínculo entre el Estado y las entidades
autonómicas es de tal naturaleza que impide a las partes actuar unilateralmente,
lesionando sus intereses.
Un adecuado equilibrio evita que la inserción de las autonomías conduzca a
separaciones o divisiones que desconozcan la unidad del sistema. Esto se logra con la
adopción de formas y fórmulas de coordinación.
2.4. ORDENAMIENTO JURÍDICO AUTONÓMICO
El ordenamiento principal está compuesto de la Constitución que sienta las bases del
Estado autonómico. El ordenamiento secundario –que se deriva del principal– está
compuesto por los estatutos autonómicos y por las normas dictadas por las
instituciones creadas por la Constitución, como la ley marco de autonomías. Esta
normatividad se encuentra sujeta al control jurisdiccional del Tribunal Constitucional y
de los órganos contencioso-administrativos.
En un Estado autonómico, el ordenamiento jurídico responde a los principios de
jerarquía, temporalidad y coherencia procedimental. La Constitución es la norma
suprema y los estatutos autonómicos constituyen un instrumento jurídico limitado,
aunque rija los destinos de la entidad autónoma. El estatuto es una norma peculiar, de
carácter orgánico, de naturaleza rígida, pero de contenido pactado, fundada en el
principio de voluntariedad, inserta en el ordenamiento jurídico, que expresa la voluntad
de los habitantes de una unidad territorial determinada; fija la estructura, los
procedimientos y los órganos de las autonomías y determina las materias sobre las
que éstas asumirán competencias.
Aunque en nuestro ordenamiento el concepto de Constitución esté reservado para el
Estado, que es el único ente soberano capaz de dictar una norma no subordinada a
ninguna otra, funcionalmente el Estatuto autonómico es la “Constitución” de la unidad
territorial autónoma. No obstante, se debe precisar que se encuentra condicionado y
subordinado a la Constitución, pues la autonomía no equivale, ni mucho menos, a la
soberanía.
La posición del estatuto en el ordenamiento está definido por dos circunstancias, una
de tipo material y otra de tipo formal. Materialmente, el estatuto es una norma
complementaria a la Constitución, sin el cual una parte de ésta no tendría aplicación.
Los estatutos son los que, en base a lo dispuesto en la Constitución, delimitan las
competencias de las entidades autónomas y, como consecuencia de ello, también las
del Estado (aunque haya un núcleo competencial reservado exclusiva y
excluyentemente para éste).
Formalmente, su posición se define por la rigidez (cláusulas de reforma de los
estatutos). Esto determina que, una vez sancionados y promulgados, los estatutos
sólo pueden ser modificados por referendo y mediante los procedimientos que ellos
mismos establecen. En suma, el estatuto es una norma que prolonga materialmente a
la Constitución y que formalmente sólo resulta alcanzable para el Estado a través del
procedimiento de reforma de la Constitución. (En Bolivia, dado que el estatuto no es
aprobado por una ley orgánica, el Estado se mantiene ausente de su reforma).
La doctrina y la legislación comparada informan que el estatuto tiene un doble carácter
de norma estatal y de norma autonómica; es una norma estatal, dado que el Congreso
tiene competencia para aprobarlo, modificarlo o derogarlo, por mayoría absoluta; y es
una norma autonómica, puesto que encabeza el ordenamiento jurídico subnacional y
sólo está limitado por la Constitución.
En Bolivia, sin embargo, el estatuto tiene exclusivamente un rango autonómico, pues
no requiere de aprobación legislativa nacional para aparecer o para modificarse. En
general, el estatuto autonómico se caracteriza porque emerge de un pacto, es
elaborado por acuerdo de los representantes de los territorios afectados, que quieren
acceder a la autonomía, y de los representantes del Estado. El contenido no lo
determina la voluntad del Estado; es producto de un acuerdo entre éste y los
representantes autonómicos.
El estatuto representa una garantía para la autonomía, ya que su reforma no depende
de la sola voluntad del Estado. La entidad autónoma dispone de la iniciativa de
reforma e interviene en su tramitación condicionando, de forma decisiva, la voluntad
central que, por sí sola, no puede lograr la elaboración ni la modificación de los
estatutos.
En la Constitución, sin embargo, el estatuto autonómico pierde el carácter de pacto
entre la entidad autónoma y el Estado, pues su aprobación o modificación sólo
depende de la voluntad de los ciudadanos del ente territorial del que se trate. La
Constitución contiene preceptos que garantizan que los estatutos autonómicos
respondan a la voluntad de los ciudadanos de las entidades autónomas; sin embargo,
no aseguran que emerjan de un pacto entre dichas entidades y el Estado.
En cuanto a su contenido, el estatuto autonómico debe reflejar la identidad histórica de
la entidad territorial y su delimitación espacial, así como señalar la organización de las
instituciones y las competencias que asume en el marco establecido por la
Constitución.
También establece las bases para el traspaso de los servicios correspondientes a
cada competencia asumida. El estatuto tiene que prever una asamblea legislativa
elegida por sufragio universal, un consejo de gobierno y un presidente políticamente
responsable ante la Asamblea; además, debe implementar en el territorio subnacional
el sistema de justicia que contemple la Constitución.
El estatuto, además de aplicar la competencia legislativa, que es la señal indiscutible
de la autonomía política, asume las competencias previstas para él en la Constitución.
Las relaciones entre el ordenamiento estatal y el autonómico están regidas por los
principios de jerarquía, competencia, supletoriedad y prevalencia. El principio de
jerarquía informa que la Constitución es la ley suprema del ordenamiento jurídico: ni
los estatutos autonómicos, ni las leyes, ni los reglamentos pueden contener
previsiones contrarias a la misma, pues, de lo contrario, el Tribunal Constitucional
determinará su invalidez.
La relación entre los órdenes estatal y autonómico también está regida por el principio
de competencia, que no afecta a la validez de las normas, sino a la eficacia de éstas
en una determinada entidad autónoma. La norma que emite una entidad autónoma
respecto a una materia dada es válida, pero no es aplicable ni exigible en otra entidad
autónoma, ni en el resto del Estado.
Bajo el principio de supletoriedad, los preceptos del ordenamiento jurídico principal del
Estado se aplican cuando el ordenamiento jurídico secundario autonómico no contiene
una norma adecuada para un caso, aun después de haberse utilizado todos los
medios de interpretación. El principio de supletoriedad tiene su origen en la necesidad
de generar seguridad jurídica, evitando que los vacíos normativos afecten los
derechos legítimos de los ciudadanos.
Aunque la doctrina y la jurisprudencia comparada no se han pronunciado
uniformemente sobre el alcance y la aplicación del principio de prevalencia, una
corriente importante establece que, en caso de conflicto, las normas estatales deben
prevalecer sobre las normas de las entidades autonómicas, en todo lo que éstas no
tengan competencia expresa. Sin embargo, la postura de mayor repercusión es la que
sostiene que un conflicto de normas amerita la búsqueda de una solución en el ámbito
jurisdiccional.
2.4. CONFLICTO COMPETENCIAL
2.4.1. La acreditación competencial

La asunción de competencias de parte de la entidad autónoma deberá tener en cuenta


la consecución de sus objetivos y fines, y deberá prever que cada competencia goce
de una fuente suficiente de recursos financieros. Asimismo, la entidad autónoma
deberá hacer seguimiento sobre el ejercicio de las competencias transferidas o
delegadas.
El procedimiento para la asunción de competencias se iniciará con la evaluación de
las entidades autónomas para acreditarlas como aptas para asumir la competencia.
Los requisitos mínimos serán definidos por criterios de planificación, organización,
coordinación, dirección, seguimiento y monitoreo de impacto, control interno o
auditoría, información y transparencia, presupuesto, registros contables y estados
financieros.
La planificación incluye el diagnóstico de las necesidades de la población de la entidad
autónoma; la definición de la misión y objetivos de la gestión autonómica; el cálculo de
los resultados y las metas coherentes; la determinación de la calidad del cumplimiento,
así como del presupuesto necesario.
La organización y la coordinación incluyen: la determinación de las áreas de trabajo en
la gestión autonómica, la delimitación de responsabilidades y funciones, el
establecimiento de líneas de mando, la distribución de los recursos financieros,
humanos y de infraestructura.
La dirección conlleva: órganos de gobierno aceptados por la comunidad, flujo de
información interna hacia niveles directivos y de gobierno, legitimidad, rapidez,
oportunidad, y mecanismos de consulta y coordinación para la toma de decisiones.
El seguimiento y monitoreo de impacto requiere de un sistema específico en el que se
distribuyan las responsabilidades, se establezcan procesos, resultados y metas, se
asegure la confiabilidad de la información y se defina mecanismos de verificación.
En control interno y de auditoría se necesita la definición de los criterios y sistemas de
control interno, los planes alternativos de ejecución, los sistemas o mecanismos de
alerta temprana y el registro organizado de incumplimientos, retrasos y problemas
potenciales.
En información y transparencia se incluye medios de información y comunicación, y
mecanismos establecidos de rendición de cuentas económicas y de gestión.
El criterio presupuestario supone: coherencia de ejecución (directamente relacionada
con la planificación), reportes regulares y seguimiento.
El criterio de registros contables y estados financieros conlleva la formulación y la
consistencia de los informes de avance.
Dentro del proceso de acreditación competencial es necesario hacer una distinción
entre las competencias mínimas y las acreditables. Las competencias acreditables son
las comprendidas por el listado de la Constitución; las competencias mínimas son las
inherentes a la propia naturaleza de las entidades autónomas y de aquéllas que
funcionan como entidades autónomas.
Es recomendable que el Estado, a través del gobierno central, asuma la obligación de
fortalecer las capacidades institucionales de las entidades autónomas y
descentralizadas, con la finalidad de permitirles asumir gradual y progresivamente
otras competencias que no tienen aún.
Dada la complejidad del ordenamiento jurídico que norma las autonomías, no siempre
resulta posible la institucionalización de mecanismos de colaboración, cooperación y
coordinación. En cambio, resulta aconsejable el establecimiento de mecanismos de
control y de solución de conflictos.
Los mecanismos de control sobre la actividad de las entidades autónomas se
instituyen con la finalidad de prevenir conflictos, a través de tres técnicas básicas de
fiscalización:
i) la acción del Tribunal Constitucional, encargado del control de la constitucionalidad
de las normas emitidas por las entidades autónomas;
ii) el recurso a la jurisdicción contencioso-administrativa, encargada de la legalidad de
las actuaciones administrativas y del ejercicio de la potestad reglamentaria;
iii) la apelación a la Contraloría General de la República, encargada del control de las
actuaciones económicas y la ejecución presupuestaria de las entidades autónomas.
Completando este esquema, además es aconsejable la constitución de una
delegación del gobierno encargada de la administración del Estado en el territorio de
la entidad autónoma.
2.4.2. El control de actividades de las entidades autónomas

Se hace aconsejable normar la actividad administrativa ejercida por las entidades


autónomas, describiendo sus requisitos y alcances, así como la validez y eficacia de
éstos; configurando las causales de nulidad y anulabilidad de los actos, y
estableciendo los procedimientos administrativos (recursivo, revocatorio y jerárquico) y
jurisdiccionales (proceso contencioso-administrativo).
Esto parece llevarnos a los “fines del Estado y la actividad administrativa”. El problema
de enfrentar al Estado con el cumplimiento de sus fines da lugar al planteamiento de
dos cuestiones distintas: la primera es la determinación de cuáles son esos fines, y la
segunda se refiere a la actividad desplegada para realizarlos.
No puede resolverse a priori la cuestión de cuáles son los fines del Estado, pues la
historia nos demuestra que tal cuestión es variable y contingente; no obstante, sí es
posible considerar las posturas teóricas clásicas del Derecho político sobre el tema,
estudiadas bajo la denominación de “tendencias de la actuación estatal”, que son,
fundamentalmente, la individualista, la socialista y la intervencionista.
El individualismo parte de la creencia de que el Estado debe limitarse sólo y
exclusivamente al mantenimiento del orden público, condición indispensable para que
puedan desarrollarse libremente las relaciones económico-sociales. La postura
socialista tiende a confundir los fines de la sociedad y los fines del Estado, lo cual es
una consecuencia de la integración de la sociedad en el Estado mediante la
nacionalización de los medios de producción, con lo que una considerable porción del
sector privado pasa a constituirse en el sector público. Finalmente, como postura
intermedia, está el intervencionismo.
Independientemente de la naturaleza de la actuación estatal (motivada por unos u
otros fines) y del órgano que actúa, es necesario configurar un control administrativo y
otro jurisdiccional sobre el acto administrativo.
La ampliación cuantitativa de los fines del Estado ha influido decisivamente en las
formas de actividad desplegadas por éste para conseguirlos. En términos generales
puede afirmarse que al aumento de la actividad administrativa hay que añadir una
mayor intensidad en las formas de su ejercicio, con el descubrimiento de nuevas
técnicas intervencionistas desconocidas previamente por el Derecho administrativo.
Aunque la Ley 2341 de Procedimiento Administrativo fue aprobada teniendo en cuenta
la actividad ejecutada por un tipo de Estado, que con la nueva Constitución ha sufrido
modificaciones sustanciales, gracias a que esta norma posee una adecuada estructura
teórica-doctrinal, y a que recoge el desarrollo del derecho comparado, puede aplicarse
también a la actividad administrativa emergente de un Estado autonómico.
La polémica sobre los fines del Estado, trasladada a las posibilidades reales de
actuación de los órganos administrativos, se ha traducido en los conceptos claves de
“capacidad” y “competencia”.
La “capacidad” es una consecuencia de la personalidad jurídica, la cual implica la
posibilidad de actuar en pos de un derecho. Ahora bien por regla las personas
jurídicas públicas son creadas en atención a fines cuya consecución justifica
cabalmente su existencia. Sin embargo, como en el Estado y las entidades
autonómicas se da el fenómeno de la ampliación progresiva de los fines constitutivos,
resulta necesario que el ordenamiento jurídico determine cuáles son efectivamente los
que se justifican, eligiendo de entre todos los que una entidad administrativa se
atribuye a sí mismas. De este modo, no es la “capacidad”, sino la “competencia”, en
cuanto atribución legal de una determinada actividad, la que legitima el obrar de un
ente público.
Estas distinciones son recogidas por la Ley 2341 de Procedimiento Administrativo y
deben contemplarse en la ley marco de autonomías para su aplicación a la actividad
administrativa de las distintas entidades. Ahora es pertinente explicar el concepto del
acto administrativo y sus peculiaridades, que también es recogido por la Ley de
Procedimiento Administrativo y puede aplicarse a las entidades descentralizadas y
autónomas.
En un sentido amplio, acto administrativo es todo acto jurídico dictado por la
administración (central, descentralizada o autónoma) sometida al Derecho
administrativo.
No obstante, Zanobini nos da una definición más restringida al afirmar que es la
declaración de voluntad, de juicio, de conocimiento o de deseo realizada por la
administración en ejercicio de una potestad administrativa. Ambas
conceptualizaciones están recogidas por el artículo 27 de la Ley de Procedimiento
Administrativo y son aplicables en un Estado autonómico. No parece necesario apurar
al extremo el estudio analítico de los elementos subjetivos, objetivos y formales que
integran la figura del acto administrativo (administración, órganos, competencia,
investidura legítima del órgano, presupuesto de hecho, objeto, causa, fin,
procedimiento, forma de declaración).
Sí es pertinente precisar que la declaración en que el acto consiste ha de producirse
siguiendo un iter concreto y a través de determinadas formas de manifestación; esta
exigencia también es válida para las entidades descentralizadas y autónomas, dado el
carácter garantista de la actuación administrativa, cualquiera sea su naturaleza y el
órgano público del que emana.
Por otra parte, la impugnación administrativa y judicial regulada por la Ley de
Procedimiento Administrativo también será aplicable a un Estado autonómico, por el
carácter garantista de la actividad administrativa.
La impugnación judicial se traduce en la ejecución del proceso contencioso-
administrativo, que es un autentico proceso de derecho entre partes, cuya misión es
examinar las pretensiones que se deducen de un acto administrativo.
El Código de Procedimiento Civil y la Ley 1979 articulaba técnicamente el proceso
contencioso-administrativo sobre las mismas bases que el proceso civil ordinario de
Derecho, configurándose, no obstante, como un proceso impugnatorio resultante de la
exigencia de un acto administrativo previo, cuyas condiciones de validez son, en
principio, el único objeto del litigio.
Finalmente, es necesario normar la resolución, en la vía jurisdiccional, de los conflictos
de competencias y controversias, que se susciten entre los órganos de gobierno del
Estado y de las entidades autónomas –a iniciativa del gobierno del Estado–, y entre
éstas –a iniciativa de cualquiera de las entidades autónomas–, disponiéndose que
estos conflictos sean resueltos, en una primera instancia conciliatoria, por un órgano
estatal, y, en segunda instancia, por el Tribunal Constitucional, de conformidad con lo
previsto por el artículo 7 de la Ley 1836 del Tribunal Constitucional, de 1 de abril de
1998.
La resolución de los conflictos de competencia implica la aplicación de un
procedimiento jurisdiccional extraordinario que tiene la finalidad de determinar el titular
de una competencia asignada por la Constitución. Se usa en aquellos casos en los
que, con motivo de emitir una disposición, resolución o adoptar un acto, se genera un
conflicto porque se entiende que uno de los titulares de un órgano político invade el
ámbito de competencia de otro.
Doctrinalmente, los conflictos de competencias se generan entre los órganos del poder
público por la invasión en la titularidad de las competencias que les son asignadas por
la Constitución o las leyes orgánicas; es decir, cuando un órgano del poder público
adopta decisiones asumiendo atribuciones que le fueron conferidas a otro.
El Tribunal Constitucional Español, en su Sentencia STC 45/1986. ha definido que “el
conflicto constitucional de atribuciones es un particular y especialísimo proceso que
puede entablarse exclusivamente entre órganos constitucionales, y que tiene por
principal objeto una vindicación de competencia suscitada por uno de estos órganos
constitucionales a consecuencia de actos o decisiones de otro órgano constitucional.
La vindicatio potestais sólo puede referirse a actos constitutivos de invasión de
atribuciones.” El conflicto de competencias muestra la estructura constitucional como
un sistema de relaciones entre órganos constitucionales dotados de competencias
propias, que se protegen también a través de la vía procesal.
El interés preservado por el proceso conflictual es estrictamente el de respeto a la
pluralidad o complejidad de la estructura de poderes constitucionales, lo que
tradicionalmente se ha llamado “división de poderes”, resultando así coherente que el
único vicio residenciable en él sea el deparado por una invasión que no respete esa
atribución constitucional de los poderes.
2.5. PROCESO COMPETENCIAL
2.5.1. Definición

Es el proceso constitucional el que se ocupa de dilucidar los conflictos que se


produzcan entre poderes del estado, organismos constitucionales, gobiernos
departamentales, regionales, municipales o indígena originario campesinos; por
intromisión a la competencia o atribuciones de cualquiera de ellos sobre otro,
atribuciones que se encuentran delimitadas por la constitución y las leyes orgánicas
para cada entidad.
La expresión competencial o conflictos de competencia se utiliza cuando se trata de
gobierno, locales y regionales, en cambio el término atribución o conflicto de
atribuciones se aplica cuando se refiere a los poderes y órganos constitucionales del
Estado.
Asimismo, los conflictos jurisdiccionales son conocidos en la doctrina procesal y se
presentan cuando dos o más autoridades judiciales se consideran competentes o
incompetentes para conocer un asunto determinado generando una, contienda o
conflicto.
Lo que se busca evitar son los vicios de competencia o atribuciones que se pueden
producir entre poderes con órganos constitucionales del Estado, lo que pondría en
cuestión, el sistema organizativo de la Constitución Política del Estado.
2.5.2. Características

 Como características principales se menciona que:

 Es una acción de garantía constitucional.

 Es de naturaleza procesal.

 Es de procedimiento sumario: rápido (exige formalidades).

 Competencia exclusiva (instancia única). Se tramita única y exclusivamente al


Tribunal Constitucional.

 Clase de demanda: solo escrita.

 Presentación de demanda: sujetos legitimados.

 Requiere firma del abogado y poder para tercero.

 Normas aplicables: Se aplican supletoriamente las Normas procesales del


proceso de inconstitucionalidad.
2.5.3. Finalidad

La finalidad de este tipo de procedimientos es proteger fundamentalmente dos


principios: el de Separación de poderes y de organismos constitucionales (división
horizontal) y la redistribución territorial del poder (división vertical).
2.5.4. Normas Comunes en las Acciones de Conflictos de Competencias

Los requisitos para las acciones de conflictos de competencias, consultas y recursos,


deberán contener:
1. Nombre y domicilio de quien interpone la acción, demanda, consulta o recurso, o de
su representante legal, acompañando en este último caso la documentación que
acredite su personería. Además deberá indicarse la dirección de un correo electrónico.
2. Nombre y domicilio contra quien se dirige la acción, demanda, consulta o recurso, o
de su representante legal.
3. Exposición de los hechos, cuando corresponda.
4. Identificación de las normas constitucionales y otras que sean objeto de
consideración, formulando con claridad los motivos por los que se considera que la
norma impugnada es contraria a la Constitución Política del Estado.
5. Solicitud, en su caso, de medidas cautelares.
6. Petitorio.
Las acciones de conflictos de atribuciones y competencias, requerirán el patrocinio de
abogada o abogado.
Asimismo se deben cumplir con ciertos procedimientos, entre los cuales se pueden
mencionar:
Plazos y notificaciones.- Los plazos para las acciones conflictos de competencias,
son perentorios. En los procedimientos ante el Tribunal Constitucional Plurinacional se
contarán los días hábiles de lunes a viernes. Los plazos procesales se computarán a
partir del día siguiente de la notificación con la resolución.
Cuando una acción o recurso sea presentado fuera del plazo que establece este
Código ante el Tribunal Constitucional Plurinacional, se procederá a su rechazo por la
Comisión de Admisión. Esta determinación podrá ser impugnada y será resuelta en
vía de revocatoria por la misma Comisión, sin lugar a recurso ulterior.
Las instituciones de defensa de la sociedad y del Estado serán notificadas con el
señalamiento de audiencias previstas por el presente Código, con una anticipación de
cuarenta y ocho horas.
Presentación de la acción, demanda, consulta o recurso y observaciones de
forma.- Presentada la acción, demanda, consulta o recurso ante el Tribunal
Constitucional Plurinacional, se procederán a su registro y se remitirá en el plazo de
veinticuatro horas a la Comisión de Admisión.
La Comisión de Admisión, en el plazo de veinticuatro horas de recibidos los
antecedentes, observará, si fuera el caso, el incumplimiento de los requisitos
establecidos en el artículo veinte del presente Código, los cuales podrán ser
subsanados en el plazo de cinco días hábiles. De no subsanarse éstos, la acción,
demanda, consulta o recurso se tendrá por no presentada.
Trámite en la comisión de admisión.- Una vez verificado el cumplimiento de los
requisitos o subsanadas las observaciones hechas al escrito presentado, la Comisión
de Admisión en el plazo de veinticuatro horas dispondrá la prosecución del proceso,
de acuerdo con el procedimiento establecido en el presente Código.
Contenido de la resolución.- La Sentencia o Declaración Constitucional contendrá:
1. Título y fecha de la Resolución.
2. Número del expediente.
3. Identificación de quien interpone la acción, demanda, consulta o recurso, y en su
caso de su representante legal.
4. Identificación de la autoridad, órgano o persona contra quien se interpuso la acción,
demanda o recurso.
5. Relación de los hechos.
6. Relación de los antecedentes procesales.
7. Fundamentos y argumentos jurídicos que sustenten la Resolución.
8. Decisión y forma de cumplimiento.
Disposiciones que básicamente, prevén los procedimientos para ser presentados ante
tribunales constitucionales para ser resueltos en el ejercicio del control de
constitucionalidad de las leyes, y de los actos provenientes de los órganos del poder
público en nuestro país (sean Leyes, Estatutos Autonómicos, Cartas Orgánicas,
Decretos y todo género de Resoluciones), estas están plasmadas en el Código
Procesal Constitucional.
2.6. CONFLICTOS DE COMPETENCIA EN EL CÓDIGO PROCESAL
CONSTITUCIONAL
Artículo 80, Código Procesal Constitucional, (OBJETO).
I. El Tribunal Constitucional Plurinacional conocerá y resolverá los conflictos sobre las:
1. Atribuciones asignadas por la Constitución a los órganos constitucionales.
2. Competencias atribuidas por la Constitución, o la ley a los diferentes niveles
territoriales.
3. Competencias entre la jurisdicción indígena originaria campesina, la jurisdicción
ordinaria y la jurisdicción agroambiental.
II. Se entenderá por órgano constitucional a todo órgano público regulado en la
Constitución y al que ésta le confiera atribuciones, funciones o responsabilidades
propias.
III. Se entenderá por legislación de las entidades territoriales autónomas aquellas que
asignen, desarrollen o regulen competencias en el marco del Tercera parte, Título I,
Capítulo Octavo de la Constitución.
Conflicto de competencia entre órganos del poder público
El conflicto de competencia entre órganos del poder público procederá cuando alguno
considere que sus competencias o atribuciones son ejercidas por otro u otros órganos.
Quienes se encuentran legitimados para realizar este procedimiento, serán: cualquier
sujeto activo o pasivo, todos los órganos públicos a los que la Constitución Política del
Estado les confiera específicamente funciones o responsabilidades propias.
Procedimiento previo
El órgano que cuestione el ejercicio de una competencia o atribución a otro, le
solicitará la revocatoria del acto cuestionado en el plazo de treinta días desde el
conocimiento del acto por parte del demandante.
Si el órgano requerido rechaza la solicitud o no se manifiesta en el plazo de quince
días, el órgano demandante se encontrará facultado para plantear el conflicto ante el
Tribunal Constitucional Plurinacional

Representación del recurso


El conflicto de competencias se formulará por la persona representante del órgano
constitucional que considere afectadas sus competencias. En el caso de órganos
colegiados, se requerirá la aprobación por mayoría simple de sus miembros para la
presentación de la demanda.
Procedimiento ante el Tribunal Constitucional Plurinacional
Admitida la demanda, la Comisión de Admisión del Tribunal Constitucional
Plurinacional ordenará que ésta, se ponga en conocimiento del otro órgano, para que
en el plazo de quince días alegue lo que corresponda.
Cumplido el plazo, con o sin la formulación de los alegatos, la Comisión de Admisión,
por orden, procederá al sorteo del asunto en trámite para asignar la Relatora o
Relator. Y el Tribunal deberá emitir la resolución correspondiente en el plazo de treinta
días a partir del sorteo
Contenido y efectos de la sentencia
La sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional determinará a qué órgano
corresponde la competencia o atribución objeto de la demanda y, en su caso,
declarará nulos los actos ejecutados por el órgano incompetente.
2.7. CONFLICTO DE COMPETENCIA ENTRE EL NIVEL CENTRAL DEL ESTADO Y
LAS ENTIDADES TERRITORIALES AUTÓNOMAS Y ENTRE ÉSTAS
El conflicto de competencias entre el nivel central del Estado y las entidades
territoriales autónomas y descentralizadas, y entre éstas, procederá como conflicto
positivo, cuando una de ellas entienda que la otra ejerce una determinada
competencia que no le corresponde de acuerdo a la Constitución o la ley.
Asimismo, procederá como conflicto negativo, cuando ninguno de estos niveles asuma
las competencias atribuidas por la Constitución o la ley.
Leyes en materia autonómica
Se entenderá por leyes en materia autonómica aquella legislación del Estado o de las
entidades territoriales autónomas que asignen, desarrollen o regulen competencias en
el marco del Tercera Parte, Título I, Capítulo Octavo de la Constitución Política del
Estado.
Legitimación
Tienen legitimación para plantear o para que le sean planteados conflictos de
competencia entre el nivel central del Estado y las entidades territoriales autónomas y
descentralizadas, y entre éstas:
1. La Asamblea Legislativa Plurinacional y los órganos deliberativos de las entidades
territoriales autónomas y descentralizadas, cuando el conflicto se formule sobre
competencias legislativas. (PARA CONSULTA).
2. El Gobierno y los órganos ejecutivos de las entidades territoriales autónomas,
cuando el conflicto se formule sobre competencias reglamentarias y de ejecución.
3. Las autoridades de las autonomías indígenas originarias campesinas, cuando el
conflicto se formule sobre sus competencias.
2.8. CONFLICTOS POSITIVOS DE COMPETENCIAS
Procedimiento previo
La autoridad o autoridades que se consideren afectadas requerirán al órgano
correspondiente, que el acto cuestionado sea derogado o declarado nulo.
El requerimiento de incompetencia se formulará dentro de los veinte días siguientes al
conocimiento del acto por parte de la autoridad o autoridades que se consideren
afectadas, dirigido a la persona representante del órgano correspondiente.
En el requerimiento se precisarán los preceptos de la disposición o los puntos
concretos de la resolución o acto viciados de incompetencia, así como las
disposiciones legales o constitucionales que se consideren vulneradas.
El órgano correspondiente resolverá en forma motivada el requerimiento dentro de los
siete días siguientes a su recepción, aceptando o rechazándolo, sin recurso posterior.
Una vez notificado el rechazo del requerimiento, o vencido el plazo anterior sin que se
hubiera emitido resolución, la autoridad que se considere afectada podrá interponer,
en el plazo de quince días, la demanda de conflicto de competencia ante el Tribunal
Constitucional Plurinacional.
Suspensión De Competencia
La autoridad demandante podrá solicitar se disponga como medida cautelar la
suspensión de competencia de la autoridad demandada. El Tribunal Constitucional
Plurinacional tomará una decisión al respecto en el plazo no mayor de tres días
después de admitida la demanda.
2.9. CONFLICTOS NEGATIVOS DE COMPETENCIA
Procedimiento previo
La autoridad o autoridades que se consideren afectadas por la falta de ejercicio de una
competencia requerirán al órgano responsable el ejercicio de la misma.
El requerimiento de ejercicio de competencia, se formulará en cualquier momento por
parte de la autoridad o autoridades que se consideren afectadas, dirigiéndolo a la
persona representante del órgano correspondiente.
En el requerimiento se precisarán las disposiciones constitucionales o legales que se
consideren omitidas.
El órgano correspondiente resolverá en forma motivada el requerimiento dentro de los
siete días siguientes a su recepción, aceptando o rechazándolo, sin recurso posterior.
Una vez notificado el rechazo del requerimiento, o vencido el plazo anterior sin que se
hubiera emitido resolución, la autoridad que se considere afectada podrá interponer,
en el plazo de quince días, la demanda de conflicto de competencia ante el Tribunal
Constitucional Plurinacional.
Procedencia por declinatoria
El conflicto negativo de competencia por declinatoria procederá cuando la autoridad o
autoridades se declaren no competentes para resolver una pretensión solicitada por
cualquier personanatural o jurídica, por entender que esta competencia corresponde a
otro órgano. Para iniciar este conflicto negativo de competencia debe haberse agotado
la vía administrativa.
En el conflicto negativo de competencia por declinatoria, la autoridad o autoridades
que se consideren sin competencia requerirán al órgano que entiendan responsable
de la competencia para que ésta sea ejercitada. El requerimiento se formulará en el
plazo de siete días, a partir de la notificación con el último acto administrativo.
En el requerimiento se precisarán las disposiciones constitucionales o legales que
fundamentan su declinatoria y las razones por las que considera que la otra autoridad
es la competente. Se resolverá en la forma y plazo señalado en el artículo anterior.
Una vez notificado el rechazo del requerimiento, o vencido el plazo anterior sin que se
hubiera emitido resolución, la persona natural o jurídica que se considere afectada con
una u otra resolución, podrá interponer en el plazo de quince días la demanda de
conflicto de competencia ante el Tribunal Constitucional Plurinacional.
Procedimiento ante el Tribunal Constitucional Plurinacional en conflictos
positivos o negativos
Admitida la demanda, la Comisión de Admisión del Tribunal Constitucional
Plurinacional ordenará que ésta se ponga en conocimiento de la parte demandada,
para que en el plazo de quince días alegue lo que corresponda.
De ser solicitada la suspensión de competencia en conflictos positivos, el Tribunal
Constitucional Plurinacional procederá de acuerdo con lo previsto por el artículo 90 del
presente Código.
Cumplido el plazo establecido en el numeral uno del presente artículo, con o sin la
formulación de los alegatos, la Comisión de Admisión, por orden, procederá al sorteo
del asunto en trámite para asignar a la Relatora o Relator. El Tribunal deberá emitir la
resolución correspondiente en el plazo de treinta días a partir del sorteo.
2.10. CONFLICTOS DE COMPETENCIA ENTRE LA JURISDICCIÓN INDÍGENA
ORIGINARIA CAMPESINA Y LA JURISDICCIÓN ORDINARIA Y AGROAMBIENTAL
El Tribunal Constitucional Plurinacional resolverá los conflictos de competencia entre
las jurisdicciones indígena originaria campesina, ordinaria y agroambiental.
Procedencia
La demanda será planteada por cualquier autoridad indígena originaria campesina,
cuando estime que una autoridad de la jurisdicción ordinaria o agroambiental está
ejerciendo jurisdicción en el ámbito de vigencia personal, territorial o material que, de
acuerdo con la Constitución y la ley, le correspondería a la autoridad indígena
originaria campesina.
La demanda también podrá ser planteada por cualquier autoridad de la jurisdicción
ordinaria o agroambiental cuando estime que una autoridad indígena originaria
campesina, del lugar donde tiene jurisdicción en razón de territorio, está ejerciendo
atribuciones propias de la jurisdicción ordinaria o agroambiental de acuerdo con la
Constitución y la ley.
Procedimiento previo
La autoridad que reclame una competencia a la otra jurisdicción solicitará que ésta
última se aparte de su conocimiento.
Si la autoridad requerida rechaza la solicitud o no se manifiesta en el plazo de siete
días subsiguientes, a partir de la petición de la autoridad demandante, ésta se
encontrará facultada para plantear el conflicto ante el Tribunal Constitucional
Plurinacional
Procedimiento ante el Tribunal Constitucional Plurinacional
Admitida la demanda, la Comisión de Admisión del Tribunal Constitucional
Plurinacional ordenará que ésta se ponga en conocimiento de la autoridad
demandada, para que en el plazo de quince días alegue lo que corresponda.
Cumplido el plazo, con o sin respuesta, la Comisión de Admisión, por orden,
procederá al sorteo del asunto en trámite para asignar la Relatora o Relator. El
Tribunal deberá emitir la resolución correspondiente en el plazo de treinta días a partir
del sorteo.
Todo lo mencionado anteriormente, busca comprender el marco normativo procesal
que delinea las nuevas reglas de juego para la sustanciación de las Recursos y los
Procesos Constitucionales, cuya importancia radica, en que están dirigidos al
resguardo de la supremacía constitucional y la protección de nuestros derechos y
garantías constitucionales.
3. CONCLUSIÓN
El proceso competencial tiene como finalidad que se respeten las competencias que la
Constitución y las Leyes atribuyen a los poderes del Estado, los órganos
constitucionales, los gobiernos departamentales, regionales, municipales e indígena
originario campesinos. Por lo cual este proceso se presenta ante el Tribunal
Constitucional quien lo resuelve como instancia única.
Los conflictos de Competencia serán juzgados por el Tribunal Constitucional
solamente se refieren a aquellos que se susciten de las atribuciones que la Carta
Constitucional confiere a los diferentes estamentos del Estado, a raíz de la distribución
o asignación de facultades que todo texto constitucional lleva intrínsecamente.
4. BIBLIOGRAFÍA

 GONZÁLES ARAMAYO, I. S. "El proceso de descentralización administrativa


en Bolivia", 1989; La Paz – Bolivia.
 CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO, Gaceta Oficial de Bolivia.
 LEY MARCO DE AUTONOMÍAS Y DESCENTRALIZACIÓN “ANDRÉS
IBÁÑEZ”, Gaceta Oficial de Bolivia.
 BÖRTH, Carlos; ALARCÓN, Carlos; ROMERO, Carlos. HACIA UNA
CONSTITUCIÓN DEMOCRÁTICA, VIABLE Y PLURAL. Fundación Ebert,
Fundación Boliviana por la Democracia Multipartidaria, Netherlands Institute for
Multiparty Democracy. La Paz. 2008.
 IPORRE RIVERO, Jorge. CONFLICTO DE COMPETENCIAS, articulo
disponible en la red internet, http://lapatriaenlinea.com/?nota=35654
 ALARCON GAMBARTE, Maria Micaela; CABRERA DALENCE, Jose Maria;
CLAROS CASTRO, Maria Cristina; MIRANDA RAMIREZ, Carlos Andres; ROCA
SERRANO, Sonia Eliana; SOTILLO ANTEZANA, Aquiles Ricardo; TAPIA
PINTO, Ivan Sandro; Urenda, Juan Carlos; Vargas Lima Alan. NUEVO
DERECHO CONSTITUCIONAL BOLIVIANO, TOMO I, Academia Boliviana de
Estudios Constitucionales. 2016. La Paz – Bolivia.

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