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Índice

Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Prólogo. Un oficio de tinieblas
INTRODUCCIÓN
1. ESPERANZA
2. FORJANDO EL CARÁCTER
3. UN PIE EN LA VIDA
4. 2 + 2 NO SON CUATRO
5. PEÓN EN CASILLA OCHO
6. DEJAR QUE LAS COSAS PASEN O HACER QUE LAS COSAS
PASEN
7. MINUTO 93
8. «¡OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN!»
9. NUNCA SABES DE LO QUE ERES CAPAZ HASTA QUE LO
INTENTAS
10. LA ESPAÑA YEYÉ
11. JAQUE MATE
12. «THE WAR ROOM»
13. DE CATALUÑA A CATALUNYA
14. «TE LLAMO EN UN MINUTO»
15. «THE LAST DANCE»: LA ETAPA POST-IVÁN REDONDO
16. FÉNIX
Epílogo. LEVANTARSE PRONTO
AGRADECIMIENTOS
Notas
Créditos
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Sinopsis

Mucho se ha escrito sobre Iván Redondo. Su irrupción en primera


línea política española desata controversia. Tiene acérrimos
defensores que lo han convertido en un referente y detractores
irredentos que lo atacan. Sus planteamientos disruptivos rompían
las costuras del establishment del sector. Sánchez confió en él. Y
Redondo consiguió que este, como antes Basagoiti, Albiol y
Monago, le declarase no ya experto o «mano derecha», si no su
amigo personal. Bolaño, a través de centenares de entrevistas,
desgrana su trayectoria política y vital para arrojar luz ante esta
críptica figura.
MONCLOA
Iván Redondo. La política o el arte de lo que no se ve

Toni Bolaño

Prólogo de Antonio Lucas


Epílogo de Raúl del Pozo
A mi padre, que nos dejó en plena pandemia,
y a mi madre.

A Montse, que sin su apoyo, cariño y comprensión,


esto hubiera sido imposible.

A Khadija y Aitana, las niñas de mis ojos.


Prólogo

Un oficio de tinieblas

Dentro de una década, cuando la historia haya reducido a un par de párrafos


este tiempo excitado donde parece que España se deshace varias veces por
hora, Iván Redondo tendrá cincuenta años. Media vida biológica por
delante. A la vez, parece probable que Pedro Sánchez sea un camafeo más
de los libros de historia contemporánea, como ha sucedido con (al menos)
tres presidentes de la democracia española. Al final, casi todo tiempo
político termina conservado del mismo modo: en un puñado de páginas con
notas al pie de algún libro de texto.
Pero en el mucho o poco rastro que quede de este periodo, alguien
recordará que durante tres años un sujeto de San Sebastián con muchas
curvas en su hoja de ruta estableció unas coordenadas distintas en la
comunicación política antes de esfumarse en medio de un enjambre de
pasiones y sospechas, de odios y entusiasmos, de logros y derrotas. Un tipo
de flequillo trabajado con esmero de dentro a fuera y que de niño aprendió a
leer con los ejemplares de la colección Jazmín de su madre. El que jugaba a
locutor de radio y en la adolescencia tenía a Larry Bird —uno de los
mejores aleros de la historia de la NBA— como único dios verdadero. El
estudiante intachable que dio el estirón en la Universidad de Deusto sin una
estridencia reseñable, siempre con un periódico bajo el brazo y asestando
unas murgas monumentales sobre las estrategias de cualquier partido que en
ese momento estuviese maniobrando para ganar un palmo más de terreno.
Veinte años después, aquel pollopera obsesionado con la política y el
periodismo reinventó los márgenes de un cargo —jefe de Gabinete del
presidente del Gobierno— específicamente asociado a la intriga, a la
penumbra de las estrategias más inverosímiles para que las cosas no
parezcan lo que son. Impulsó a otra dimensión un oficio de tinieblas. Iván
Redondo llegó a Sánchez con un maletín lleno de fórmulas intercambiables,
consciente del recelo que activaba en la vieja guardia socialista. Su rigor
metodológico consistía en saber dar un volantazo a tiempo las veces que
fuese necesario. Unas por la zona templada de la política, otras provocando
en el viraje los peores temporales. Empezó a aplicar sus teorías al margen
del PSOE, con un coraje sostenido en el frágil patrimonio moral de no
pertenecer al partido. Las viejas formaciones metabolizan mal que un
externo se convierta en apóstol del poder que tienen por costumbre
repartirse en cuotas. Entre el aparato e Iván Redondo se estableció un recelo
ártico. Tampoco descuidaban que llegaba al puente de mando con los arreos
de haber sido antes asesor de la derecha, donde al final también le
intentaron reducir a ceniza. La dinámica intestina de las viejas formaciones
no acepta esteparios y digiere mal a los polizones sin carné entre sus filas:
antes o después los sacrifica en favor de seres con adhesión demostrada o
con algún rescoldo de servidumbre.
En la política se ven espectáculos de toda índole, pero aquella semana de
julio de 2021 en que Iván Redondo dejó de ser el rey del ajedrez de La
Moncloa fue una de las más extrañas de las últimas décadas dentro del loop
sinuoso de una crisis de Gobierno. Para unos su salida fue un gesto de
audacia presidencial; para otros, un síntoma de lucha por la vida. La
cuestión es si fue tanta la sorpresa del adiós o hubo pacto de última hora. La
«guardia de palacio» lo esperaba con los viejos cuchillos tiritando bajo el
polvo y en el momento en que el pulgar de Pedro Sánchez se inclinó
igualando con la vida el pensamiento, algunos sintieron la excitación de sus
jugos gástricos por la presunta escabechina de este movimiento clave
producido en medio de la grey.
Iván Redondo recogió el despacho, se despidió del personal, tomó sus
libros y sus fetiches, algunas carpetas, un par de recuerdos y cerró la puerta
de su «búnker» por fuera. Desalojaba el Edificio de Semillas, donde hizo
nido, con la información precisa para saber que en política no existe la
belleza silvestre y que en cualquier momento siempre hay un lobo que se
abate sobre el ganado, descuartiza a varios ejemplares y finalmente solo se
alimenta de uno. Tal vez Redondo había participado en jaurías parecidas y
por eso era consciente de que conviene salir haciendo el ruido justo, aunque
el suyo sea el de mayor estrépito en una estirpe de profetas derribados. En
este oficio no se trata de impresionar a nadie con un melodrama, sino de
marcar los tiempos para evitar que los enemigos se encaramen a tu trozo de
pan. Las peores batallas se celebran al fondo de los valles, en las últimas
breñas del paisaje, en los despachos más discretos, allí donde no llegan los
micrófonos. Y conviene ser consciente de que cada tarde, al cerrar la
carpeta de los asuntos pendientes, siempre hay un adversario esperando a
lanzarte por el precipicio.
Lo que viene a continuación es el resultado del aproximamiento que
pude hacer entonces, a tres días de aquel sábado de julio, cuando Redondo
aún se movía con agilidad anfibia por los pasillos de La Moncloa. Para
entender a este sujeto enlaberintado, rapidísimo de reflejos, cargado de
aristas, conviene verlo en acción. Y comprobar que era cierta la relojería
gigante del poder que se le imputaba, aunque al parecer en su ideario lo
pequeño tampoco es exactamente ineficaz. Todo le vale. Por eso carga el
discurso de frases a medio camino entre el morse y el coach, ligeramente
homeopáticas y ampulosas, que no siempre logran su propósito pero
advierten o despistan según la ocasión. Tiene por costumbre suministrar
reflexiones donde mezcla los movimientos jabonados del alfil con los
derivados del lenguaje de un mecánico de Fórmula 1. Y esta combinación
algo loca alcanza el punto de ebullición con una vehemencia calculada,
lejos de cualquier estridencia fanática.
A veces, cuando lo observas de cerca, sospechas que el compromiso con
la causa de cada momento es imbatible, pero ni un paso más allá. Su lealtad
siempre revierte en sí mismo. Me temo que antes de llegar al borde de cada
precipicio tiene concertado el paracaídas. Nunca esconde su premura
ambiciosa, pero comprende que ese apetito debe de estar siempre dentro de
un contexto. Cualquier arreón a destiempo puede acabar con la porcelana.
De todas las estrategias que ha desarrollado, la más precisa es la que le sirve
para ocultar su alma. Cuando se aceptan ciertos cargos, las mucosas del
odio ajeno son más sensibles y no conviene exponerse demasiado ni dejar la
parte más sensible de uno mismo al descubierto. Desconozco el material del
que está hecho el deseo de Iván Redondo, pero su manera de presentarse en
público deja ver un mar de filiales de sí mismo listas para salir a escena
según la ocasión. Es una estrategia como otra cualquiera. Sabe que los
grandes conceptos, en política, solo sirven para jugar a las máscaras, para
huir por la escalera de incendios o para fingir que uno queda atrás mientras
en verdad se pierde en el espacio. Iván Redondo puede aplicarse aquel
verso del poeta T. S. Eliot en uno de sus Cuatro cuartetos: «En mi fin está
mi principio».

DOCE HORAS EN SU EXVIDA


Tres días después de nuestro largo encuentro, el que algunos consideraban
el hombre más poderoso de La Moncloa dejó de serlo. Iván Redondo
Bacaicoa, nacido el 14 de abril de 1981 en un barrio obrero de San
Sebastián, salió de la órbita del Gobierno el sábado 10 de julio. Su
autoridad se apoyaba en haber convertido la jefatura de Gabinete del
presidente en una fortaleza expandida por casi todos los frentes. Su garantía
era la discreción. Su fuerza, trazar estrategias rebosantes de pérdidas o
beneficios sin miedo a ganar ni a perder: desde la moción de censura de
2018, que desbancó a Mariano Rajoy mientras flotaba en una alberca de
whisky, hasta el tiempo convulso de los indultos a los presos del procés. Y
entre medias, tensiones, desacuerdos, desconfianzas, penumbras y otros
dividendos pasivos de los cuartos oscuros del poder. Casi 200 personas
trabajaban bajo su sayo.
Tres días antes de que Iván Redondo atravesase por última vez el umbral
del Edificio de Semillas de La Moncloa, aceptó una propuesta extravagante.
Durante doce horas sería su sombra: desde el portal de su casa de alquiler
en el Barrio de Salamanca (Madrid) hasta el final de la jornada. Un día que
ahora, ahora sí, está cuajado de claves no resueltas sobre cómo resultó la
travesía hasta el poder de uno de los hombres que confeccionó una nueva
esfera del marketing político obedeciendo a una serie de intuiciones
adquiridas en muchos años de espoleo en la retaguardia y en otros
momentos en que también mereció la pena jugar para perder.
Había pisado mucha tierra quemada antes de llegar al fortín de La
Moncloa, de donde todos los presidentes salen con un espesor de paranoias
en medio del clamor de sus fantasmas. Él venía de ganarle algunas batallas
al PP y de perder para sí otras. Hacer manitas con la derecha no impidió que
Pedro Sánchez lo sumase al proyecto de levantar castillos de arena cuando
solo era un cadáver político consumado. No había nada que perder.
Redondo comenzó a diseñar con cierto orgullo mental la ruta de despegue
de un líder imprevisto, consciente de que darle la vuelta a una tronante
derrota suponía el triunfo más alto antes de cumplir cuarenta años. Era
2017. Daba igual el rechazo que pudiese generar en las cañerías del partido,
en el proceloso terreno de los barones o dentro y fuera del PSOE. Todo
importaba menos que contornear a un líder engarzando virguerías y
conspirando en todas direcciones. Este hombre no ha hecho más que
acomodar su intuición a sus intereses. Y cumplió la misión «contra
natura».
A partir de entonces, su nombre comenzó a sonar en los cenadores donde
se dan cita los caimanes, en las redacciones, en los despachos de doble
puerta, en las reuniones de la competencia. Había logrado resucitar a un
sujeto al que hasta entonces podíamos hacerle, al detalle, un seguimiento
camino del desguace, de la misma manera que se sigue de principio a fin el
recorrido de una carta certificada.
En el momento en que sacó de la chatarra al candidato activó una
maquinaria de guerra esclarecedora que ahora da pistas del alambique
mental de Redondo. Había llegado para cumplir con un contrato. Prefirió no
dárselas de joven sabihondo y se propuso convencer al respetable de que
estaba ahí para cumplir un encargo que iba más allá de la restitución del
fiambre: la meta era llevarlo hasta donde casi nadie había sabido
imaginarlo. La urgencia se convirtió en una carta más de la baraja. Lo
diabólico también es la velocidad con que se está al borde del despeñadero
cuando se va en busca del trono, casi tanto como cuando lo ocupas. La
política es el oficio de levantar y desmontar el decorado todos los días.
Se lanzó al empeño de ser el profesional capaz de romper cualquier
pronóstico. Y desarrolló una forma de intervenir en la vida con preguntas
suaves y respuestas que llevan adosada una dosis de consigna, además del
placebo que cada cual quiere escuchar. Tejió una red de informadores y una
estafeta de mujeres y hombres desde los que lanzar los mensajes. Redondo
jamás desaprovecha la ocasión de colar un eslogan. Es hábil desplazando
conceptos de un lado a otro hasta confundir al auditorio con una razón y su
contraria como si fuesen lo mismo. Habla mirando a los ojos del
interlocutor. Asiente aunque esté en desacuerdo. Su cabeceo no es
afirmación, sino un nervio pinzado hasta que le toca hablar. A veces cita a
Jefferson. También a los Rolling Stones. Alaba la Constitución haciendo
encajar frases floridas en el lugar que conviene, y cuando es necesario
fuerza las palabras con un improvisado malabarismo verbal para conseguir
un efecto concreto.
Dice: «España, más que una nación constituyente es una nación
existencial». Y deja flotar un silencio para sumar presión a los patriotas de
sangre caliente. «España es un caso de éxito. Y ahora tenemos tres retos:
generacional, territorial e ideológico. O integramos a los jóvenes o en cinco
años tendremos un nuevo 15M. Ya pasaron los tiempos líquidos de
Bauman. Ahora toca lo gaseoso. El antídoto es reivindicar la alegría de
vivir y el Gobierno debe acompañar en esa alegría.» Redondo va
esparciendo por el camino estos concentrados de sí mismo para chequear el
grado de cercanía o de distancia del auditorio. Le gusta dar sensación de
euforia sosegada. Tiene un ramalazo de tipo leído, mordaz, irónico,
tecnicista. Desconfía del azar. Tampoco invoca a la suerte. Sus impulsos
van condicionados por la intención de llegar siempre a alguna parte; y se
maneja con una brújula que solo marca el camino que debe marcar, lleno de
atajos, de trochas, de cambios de rumbo, de contradicciones, sin beatería.
Cuando todo se precipitó, quizá solo él sabía que estaba en el tiempo de
descuento de su poder. Por fuera, al menos, logró que nada se notase.
(Aseguran que había pedido al presidente dejar el cargo, al menos, dos
veces. La primera en 2019. La segunda, en el mes de mayo de 2021. Y
dicen que hubo una tercera...) Mantiene la sonrisa como credencial, no
eleva la voz, se expresa sin prisa. Jamás pierde la cara del acompañante y a
cada frase escanea con los ojos el rostro del otro, por testar cómo cae lo que
dice. Cada interlocutor es un laboratorio donde probar fórmulas con las que
hacer después campaña por cualquier cosa. Aquí se trata de ganar. Y,
además, cualquier derrota es una inversión a futuro.
En los años de hacedor en La Moncloa ocupó un despacho amplio que
inauguró Alfonso Guerra en 1982 y también recuperó el viejo escritorio del
«flaco». Delante de la mesa tiene cuatro pantallas de televisión encendidas.
Un ordenador en el que escribe mientras contesta el teléfono. Decenas de
carpetas con un lema estampillado: confidencial. Maneja a la vez varias
varas y en la punta de cada una mantiene en movimiento un plato chino.
Habla con destreza mientras se ocupa en seis cosas a la vez.
—¿Sabrá desacostumbrarse al poder?
—Con el tiempo entiendes que todo es un fraude...
—¿Un fraude?
—Eso es lo que más desconcierta.
—El qué.
—...
—¿Pero sabrá desacostumbrarse al poder?
—Más importante que ganar o perder es saber parar... Parar es una de las
alternativas. Saber hacerlo, saber dar las gracias y saber despedirse. El
presidente es consciente, porque lo hemos hablado varias veces, de que me
iré pronto. Un día en política es una semana en la vida de cualquiera. Y eso
es demoledor. Esta no es época para podar bonsáis. Creo que he usado [dice
«he usado»] el poder como debía [dice «debía»]. No tengo miedo a dejarlo.
El poder es la persona. El personaje se queda en la memoria de algunos y en
etapas concretas, pero la persona continúa su camino. Soy alguien que a
donde va nunca lo hace triste.
—¿Cuáles son sus miedos?
—Desengañar o defraudar.
Solo ha concedido una entrevista en tres años. Apareció en El Diario
Vasco, periódico donde hizo de reportero cuando aún quería dedicarse a
escribir en periódicos. Al final se impulsó a lo de ahora desde algunas
consultoras antes de hacer palanca en el PP (Basagoiti, Monago, Albiol) y
llegar al PSOE (Sánchez). Iván Redondo no es un político propiamente
dicho, pero sabe hacer caldo en la profesión sin ningún esfuerzo. Es
deslizante y no acumula demasiadas torturas mentales. Mantiene cada
neurona en su sitio, obsesionado por anticiparse. Saber eso permite
comprender mejor su trayecto zigzagueante.
A veces habla con acelerones ardientes y otras calla de golpe como si en
esta vida nada tuviese arreglo. En la pizarra de la sala contigua al despacho
hay escritas en letras mayúsculas tres frases de motivación que igual pueden
estar en un vestuario que en un taller de cambio de neumáticos: 1)
Estrategia más que táctica. 2) Mensaje más que imagen. 3) Política más que
comunicación. (La última quizá no sea exportable fuera de estas cuatro
paredes.)
—¿Cómo gestiona los desafectos?
—Sé lo que es llevar el 10 en la camiseta y que vayan a por ti en el
campo. Estoy acostumbrado a los golpes bajos.
—¿Por qué desconfía de las ideologías?
—No desconfío. Tengo la mía. Mi ideología es mi generación... También
es Pedro Sánchez.
—¿Y sus clientes anteriores también son su ideología?
—Es un orgullo haber trabajado para todos. Nunca he tenido un carné de
partido. Soy lo más parecido a un votante, que por cierto es el que en
verdad gana las elecciones. Para quien lo sepa ver soy un humanista. Mi
trabajo es escuchar y saber amortizar lo que escucho. Escucho a los vivos y
también a mis fantasmas. Donde hay datos hay esperanza.
—Lo emparejan con Rasputín o el conde-duque de Olivares.
—No me identifico con eso. A mí me gustan las historias sencillas.
Resulta difícil adivinar qué mensajes —y para quién— infiltra Iván
Redondo en aquello que suelta. Diga lo que diga no pierde jamás el tono
suave, la sonrisa deontológica, la templanza. Se esfuerza en demostrar que
mantiene las hormonas en su sitio. Sabe moverse por el laberinto sutil de
los recados en morse. Lleva mucho tiempo haciendo equilibrios en el filo de
la navaja con éxito, burlando al enemigo.
—Entonces dice que se marchará...
—En algún momento. Quizá pronto. O muy pronto. Y me tomaré un año
sabático. [Insisto: era el 7 de julio, tres días antes de...]
—¿Y después de la política?
—Me interesa la empresa privada.
—¿Lo que ha vivido le hace más escéptico?
—¡Al revés! Llevo tres años experimentando situaciones increíbles. Aún
soy una persona con esperanza, aunque la política puede con todo. Por eso
conviene ir un paso por delante.
—¿Hay triunfos que matan?
—El triunfo y la derrota te desgastan por igual, te envejecen
prematuramente. Aunque la exuberancia de la victoria es aún más peligrosa.
Está confirmado que sin él no habría existido este Gobierno, a pesar de
los errores. Puede que su tiempo de descuento comenzase el 18 de marzo de
2021 a 404 kilómetros de aquí, cuando la moción de censura fallida en
Murcia, donde le pusieron la zancadilla. O quizá algo después, el 4 de
mayo, tras el derrumbe socialista en la Comunidad de Madrid. Incluso
podría no ser por ninguno de estos derrapes y por todos a la vez. Pero aquel
7 de julio insinuó que la hora de empujar la silla estaba cerca. Es un hombre
acostumbrado a las guerrillas de matorral. Su estrategia mental se ha
fraguado en fosas de cocodrilos.
«Con el tiempo entiendes que todo es un fraude.» Eso dice. Aquí está la
clave, aunque todo es susceptible de cambiar en gente contorneada en la
metafísica de los puñales. La jauría política ha sido su última prospección
humana, por ahora. En ese fracking ha perforado ya demasiadas hectáreas.
Insiste en que ahora se dará un año sabático, pero no conviene descuidar la
opción de que antes de lo previsto, cuando los enemigos confíen en haber
sellado su sepulcro, se embale de nuevo en todas direcciones para otra faena
quimérica en territorio apache.

ANTONIO LUCAS,
MADRID, JULIO DE 2021
INTRODUCCIÓN

DECIR MENOS DE LO NECESARIO


«Toni, tengo que contarte una cosa. Voy a trabajar para un partido.» Era un
día caluroso del verano de 2017 en Madrid y acababa de salir de la tertulia
de Espejo Público, con Susanna Griso. Había quedado con mi amigo Iván
Redondo en su despacho de la calle Príncipe de Vergara. Lo miré
inquisitivo. «Te ha contratado el PP», le dije con mucha convicción. Me
miró a los ojos y me dijo contundente: «No». Me sorprendí. Lo hubiera
apostado todo.
Nos habíamos conocido un año antes, en el plató de Antena3. Servidor
acudía como tertuliano, analista y opinador; Iván también, pero con un
detalle añadido: hacía juegos malabares interactivos sobre los próximos
escenarios políticos. Siempre le cuadraba todo. Discutíamos educadamente
en la tertulia y aquel vasco, que ya había hecho sus pinitos en algunas
campañas electorales, me causaba una impresión positiva. Un día quedamos
para comer y conocernos mejor. Hablamos de trabajo, de nuestros proyectos
y de política. Sobre todo, de estrategia y comunicación política, un tema
que me apasiona y que he desarrollado a lo largo de mi vida profesional
trabajando con José Montilla, Josep Borrell, Manuel Fernández «Lito» o
Pepe Álvarez.
Aquella era una vida pasada, una pantalla superada de mi trayectoria
profesional, pero la recordaba con ilusión. La comunicación política fue el
cordón umbilical que nutrió nuestra relación. Tenía curiosidad por sus
planteamientos, sus estrategias y sus interpretaciones, y consideraba sus
recetas inteligentes y audaces, aunque utópicas y, por qué no decirlo, me
parecían casi ocurrencias.
Como periodista de La Razón, había seguido al Partido Socialista Obrero
Español desde las primarias de 2014, en las que Pedro Sánchez fue elegido
por primera vez secretario general, sin apartar la vista de la política
catalana, que en aquellos meses se desarrollaba en un escenario de
confrontación. Aquel trabajo habría sido imposible sin el apoyo de mis
compañeros Ainhoa Martínez en Madrid y Javi Gallego en Barcelona.
Quince días antes de que se reuniera el Comité Federal el 1 de octubre de
2016, publiqué en exclusiva una estrategia orquestada para derribar al
secretario general del PSOE. Se iba a producir una oleada de dimisiones
para acabar con su mandato. Fue todo un bombazo. Tanto Ferraz como el
grupo formado en torno a Susana Díaz desmintieron la información, y
recibí improperios y descalificaciones de compañeros de profesión, que
sugirieron que lo publicado era un invento. No lo era.
Con dicho bagaje e información, me sentía seguro ante un Iván que me
estaba vacilando. «Pues si no es el PP, será Podemos», dije con suficiencia,
ya que no hacía muchas semanas que mi interlocutor había participado en la
Universidad de Verano de los morados en Cádiz. «No», fue otra vez su
respuesta. No daba crédito. «¿El PSOE?», pregunté. «Sí, voy a trabajar con
Pedro», replicó lacónicamente.
En aquel verano de 2017, el PSOE estaba hecho trizas. Lo sabía bien por
mi trabajo, pero también gracias a mi ámbito personal. Había heridas
abiertas tras unas primarias cruentas, en las que la militancia había tumbado
al aparato y un tipo al que todos habíamos dado por muerto había resurgido
de sus cenizas y volvía a ocupar la secretaría de un partido dividido, que
sentía el aliento de la izquierda en la nuca, con menos poder que nunca
desde la instauración de la democracia y con otro partido, Ciudadanos,
compitiendo por parte de su electorado más centrado.
Recuerdo que puse estos temas sobre la mesa. Le sugerí que se
equivocaba porque el PSOE había tomado una deriva de consecuencias
imprevisibles. Era mi opinión como periodista, pero también como
militante socialista, algo que nunca he ocultado. En las primarias había
votado a Susana Díaz, lo que redundaba en una interpretación casi
catastrofista del estado de salud del partido.
Iván me escuchó atentamente, me dejó soltar mi perorata y, cuando
terminé, me dijo sin titubear: «El PSOE es el único partido que puede
crecer y Pedro es el único que tiene posibilidades de llegar a ser presidente
del Gobierno». «¡Puto vasco!», pensé para mis adentros, aunque tuve la
educación de no expresarlo en voz alta. ¿Qué se había tomado? «¡Qué error,
qué error!», pensé mientras me dirigía al aeropuerto. En ese momento,
además, me encontraba totalmente fuera de juego. No sabía que Iván había
ayudado a Pedro en las primarias. Su discreción es tal que, a pesar de
nuestra relación personal y profesional, no había soltado prenda, haciendo
realidad una de sus máximas: «Decir menos de lo necesario». Doy fe de
ello.

«OLVIDAOS DE LAS IDEOLOGÍAS, VAYAMOS A POR LAS PERSONAS.»

Tres años después, escribo este libro. El error que creí que cometía Iván
Redondo, hoy mi error, ha llevado al PSOE a ganar varias elecciones y ha
situado a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. No voy
a caer en la mitomanía afirmando que Iván ha cambiado la historia, pero sí
a constatar una realidad. Su trabajo en la sala de máquinas del PSOE, sus
movimientos audaces y arriesgados, su concepción de la comunicación
política como la suma de estrategia-gestión-comunicación-mercadotecnia-
información-datos se está revelando como una fórmula que funciona en un
mundo altamente mediatizado, rápido y fragmentado.
«Entiendo las resistencias que hay en el partido, pero no me considero en
situación de juzgar las decisiones del presidente. Creyó que fichar a Iván
como jefe de Gabinete era lo mejor y lo hizo, y creo que ha tenido un alto
nivel de satisfacción con su fichaje. Por eso sigue siendo una persona de su
absoluta confianza. El presidente toma las decisiones hablando con mucha
gente, no solo con Iván. Hay gente que se resiste, sí, pero la sociedad ha
cambiado y la política tiene que cambiar con ella. Este cambio no se
entiende sin alguien que te pueda ayudar a interpretar la realidad. El PSOE
tiene una inercia muy poderosa, sus más de ciento cuarenta años de vida,
pero también necesita una modernización que todo secretario general ha
llevado a cabo con independencia del momento. Cuando el presidente toma
la decisión de dar su confianza a alguien, a esa confianza no se le pueden
poner limitaciones. El que tiene boca se equivoca, pero a la presidencia y al
Gobierno la presencia de Iván les ha sido muy útil», Guillermo Fernández
Vara, presidente de la Junta de Extremadura.
El binomio Sánchez-Redondo ha dado la vuelta, como un calcetín, a la
política española, aunque no está exento de críticas. «Tiene una inteligencia
desbordante para lo malo y para lo bueno. Es como los jugadores de
ajedrez, va diez jugadas por delante. Es capaz de ver lo que va a pasar y
maneja muy bien el timing. El problema son sus objetivos. Lo digo con
respeto porque le tengo admiración y mantengo una buena relación, pero
quizá soy un poco naif y pienso que el objetivo es buscar el bienestar de la
sociedad y no simplemente mantenerse en el poder. La política va de otra
cosa y de centrarse más en los ciudadanos. Para dar jaque mate no vale
todo, por eso estoy desilusionado con este Gobierno, porque me han
mentido. Cambian de objetivos según el calendario y lo que vaya
ocurriendo. Para tener esta flexibilidad hay que ser muy hábil. Tienen el
poder, el talento y mantienen la iniciativa en un mundo comunicacional
muy abierto. Fuera hay muy poco talento. Si hubiera gente potente capaz de
generar un relato de oposición, lo tendrían más complicado», afirma Nacho
Cardero, director de El Confidencial.
Este libro es sobre Iván Redondo, sobre su trayectoria profesional, pero,
ante todo, sobre estrategia y comunicación política. Está escrito desde una
óptica plural y transversal, y han participado más de cien voces, que aportan
su visión sobre la nueva concepción de la política en el siglo XXI en una
sociedad que cambia a la velocidad del rayo, al igual que la política. Es un
libro sobre la asesoría política, sobre el asesor, que es tan parecido al
militante, ya que milita en un proyecto para que el líder gane. Es un libro
sobre el soldado desconocido, sobre las personas en la sombra que hacen
que gane el número 10, como le gusta decir al propio Redondo. Es un libro
sobre la forma de comunicar la política, que no es solo un discurso, es la
estrategia desarrollada en un discurso. Es construir el Ferrari ganador, el
coche rojo, por usar otra de sus expresiones.
Algunos se resisten a los cambios y es lógico, pero ahora no basta con
comunicar, hay que gestionar, hay que estar en la cocina de las decisiones,
hay que saber qué piensa el ciudadano, cómo lo piensa, cómo lanzar el
mensaje para que llegue a quien tú quieres que llegue, cómo fijar el objetivo
alejándolo del ruido. Es la profesionalización de la política, de la
comunicación política. Ya nada será lo mismo porque ya no se trata de
comunicar, se trata de conectar a través de una estructura de peones que,
bien movidos, se convierten en dama y permiten el jaque.
En una entrevista que le hizo Pablo Iglesias en abril de 2016 en La
Tuerka, dijo: «Yo creo mucho en la cultura popular y en la cultura de masas.
En muy buena medida, lo que le falta a la política española también es, y lo
digo técnicamente [...], la gestión de lo que quiere la gente. [...] es muy
importante simplificar el mensaje desde la honradez, no simplificar por
reducir la realidad, eso jamás. Pero yo creo en esa cultural popular y luego
creo en una cultura mucho más intelectual. [...] e incluso cuando nos ha
tocado asesorar a políticos, le he dado mucha importancia a ese proceso de
simplificación porque hay que hacer llegar el mensaje a la gente, y te digo
más, el mensaje siempre está en la gente, solo hay que conectar con él».
Más adelante sentencia: «Simplicidad de ideas, pero con intelectualidad
detrás. Olvidaos de las ideologías, vayamos a por las personas». «Algunos
lo califican de mercenario, de trabajar para el PP o el PSOE. Es una virtud,
no un defecto. Acuérdate de que el papa le dijo a Sánchez que no es
momento para ideologías. Ahora tenemos una epidemia social, económica y
política. Es el momento de tender puentes, de dejar de lado las ideologías y
buscar soluciones. Siempre dice que es más de personas que de partidos y
lo demuestra. Además, no tiene una posición sectaria, que te encuentras en
otros partidos, casi más en la nueva política que en la vieja, es más dúctil.
Esto se le critica cuando es una virtud», afirma Susanna Griso, presentadora
de Espejo Público.
Iván Redondo no ha inventado nada, pero es un pionero, un tipo osado.
Ha profesionalizado la comunicación política porque sin una comunicación
política profesional es imposible dar respuestas en un mundo totalmente
fragmentado en el ámbito de los medios, lleno de fake news, absolutamente
«infoxicado», un término acuñado por Toni Aira, doctor en Comunicación,
exresponsable de comunicación del PDeCAT, profesor de Comunicación
Política en la Universidad Pompeu Fabra, colaborador en diferentes
universidades e investigador académico pionero en el estudio de los
asesores de comunicación estratégica en España, tarea que ha desarrollado
en los últimos veinte años, que combina los conceptos de información e
intoxicación. Esto lo ha hecho Iván Redondo en un país en el que ser
profesional está mal visto por quienes siguen defendiendo que las
ideologías son las únicas palancas que mueven el mundo. Lo ha hecho con
menos de cuarenta años y sin estar afiliado al PSOE ni a ninguno de los
partidos para los que ha trabajado.
«Es un punto de inflexión con sus predecesores. No tiene nada que ver.
Eran patas negras del partido e Iván no lo es. Profesionaliza la figura del
que hace esta función de estratega para administraciones distintas y partidos
distintos. Por eso adquiere una dimensión distinta. Iván es un extraterrestre
en un sistema en el que todo se produce por adhesión partidista. Los
equipos se conforman a partir de la militancia, la afinidad dentro del
partido, la familia... Iván es distinto. Ignoro su ideología y a mí tampoco me
ha preguntado la mía», señala Enric Hernández, exdirector de RTVE.
Este chico de provincias ha forjado su carrera de consultor desde la
independencia y la profesionalidad, sin padrinos, y ha crecido al lado de
candidatos desahuciados. Desahuciados por sus propios partidos. Su amigo
del alma, su compañero de fatigas desde La Salle Loiola, José Blanco, lo
explica así: «Es un “chavo” venido de la nada, no de la alta sociedad, ni de
la media. Su única palanca ha sido su trabajo, sin conexiones, sin contactos.
No los tenía cuando llegó a Madrid. Lo ha hecho todo solo con trabajo. Su
madre, humilde, sencilla y con cuatro hijos en un barrio obrero, se esforzó
por llevarlos a buenos colegios. Es lo que ha mamado desde pequeño.
Siempre ha sido muy responsable».
Que Xavier García Albiol pudiera aspirar en 2007 a gobernar Badalona
parecía la veleidad de un gurú con pesadillas; que Antonio Basagoiti salvara
en 2009 los muebles del PP vasco y favoreciera que Patxi López fuera
lehendakari desalojando al todopoderoso PNV era un deseo utópico; que
José Antonio Monago ganara las elecciones autonómicas de Extremadura
era un imposible, ya que nadie daba un euro por el triunfo del PP en la
comunidad socialista por excelencia; y que Pedro Sánchez pudiera llegar en
2018 a la Moncloa no era más que un espejismo que solo veía este vasco
que siempre habla con conocimiento de causa, con convicción, que lo lee y
escudriña todo, que defiende sus posiciones con argumentos, con datos y
con vehemencia, y no habla por boca de ganso.
En este libro también descubriremos a Pablo Rodríguez Valido, que en
2011 se presentó como candidato en Telde, en medio de una monumental
crisis del nacionalismo canario que dejó a Coalición Canaria al borde de la
desaparición en su isla de Gran Canaria. Obtuvo representación en el
municipio y se convirtió en vicealcalde. Años después fue vicepresidente
del Gobierno canario. Y qué decir de Salvador Illa, el candidato del PSC a
la presidencia de la Generalitat en las autonómicas de 2021. Los socialistas
catalanes estaban condenados a ser la tercera fuerza, a mejorar sus
resultados, sí, pero sin situarse como primera fuerza política. El 30 de
diciembre de 2020 se soltó la bomba, Miquel Iceta, el líder del PSC, daba
un paso al lado y el ministro de Sanidad, Salvador Illa, tomaba el relevo. El
Partido Socialista ganó las elecciones. No lo hacía desde 1999. Illa felicitó a
Redondo en público la noche electoral. Nunca, en quince años de carrera, lo
había hecho nadie. «Iván Redondo ha vuelto a hacerlo», titulé un artículo
publicado en La Razón tras las elecciones, cuando el PSC ganó en votos y
en escaños. Lucía Méndez escribió en El Mundo ese mismo día: «El
director del Gabinete sigue abriendo caminos hasta ahora inéditos en la
Moncloa».
«Es el hombre de las causas perdidas. Ha trabajado con diferentes líderes
y ninguno de ellos, ninguno, estaba en las mejores condiciones. Iván no los
escogió, sino que diferentes circunstancias le llevaron a ellos. Con esta
trayectoria se ha construido una figura que se ha preparado para luchar
contra la adversidad, que prefiere apostar para ganar por un caballo que no
se ve ganador. Lo ha conseguido con todos. Su estilo agresivo y de riesgo es
básico, porque solo puedes arriesgar más con alguien que viene desde muy
atrás», afirma Jordi Juan, director de La Vanguardia.
«No es habitual en España que un profesional trabaje para partidos
diferentes, pero fuera sí existe esta tradición. En 1950 se debatía sobre si
quien unía política y comunicación debía ser una persona que viviera con
intensidad el lenguaje político y lo tradujera o, por el contrario, una persona
que, como ya decían en tiempos de Jacques Séguéla, amplificara el mensaje
para que llegara a los ciudadanos con claridad. Nadie le pide ideología a
este proceso técnico y tecnológico. Este es el debate: incluir a personas frías
con capacidad de análisis que no pertenezcan al aparato de los partidos o
mantener como jefes del Gabinete a militantes con carga política.
Personalmente, creo más en los “personigramas” que en los organigramas.
En el caso de Pedro Sánchez, Iván encaja a la perfección. Es normal que
choque con el partido, el mismo partido con el que chocó Pedro Sánchez»,
señala José Miguel Contreras, doctor en comunicación, empresario de la
comunicación y comunicador político. Y pone un ejemplo para ilustrar su
afirmación: «Iván representa muy bien el nuevo papel del jefe del Gabinete.
Joe Biden ha elegido para este puesto a una persona con este perfil, Ron
Klain, especialista en debates electorales y con experiencia en convertir los
mensajes en realidad.» Durante su nombramiento, Biden dijo: «Ron ha sido
indispensable para mí durante los muchos años que hemos trabajado juntos
[fue su jefe de Gabinete cuando era vicepresidente]. Su profunda y amplia
experiencia y su capacidad para trabajar con personas de todo el espectro
político es precisamente lo que necesito en un jefe de Gabinete de la Casa
Blanca mientras enfrentamos este momento de crisis y unimos nuevamente
a nuestro país».
«La ideología es necesaria, existe y está presente en todas las decisiones.
Puede haber diferentes modelos de consultores, profesionales
independientes o ligados al partido, porque la ideología está en el líder, no
en el consultor. Iván Redondo sugiere estrategias. Decide el líder, el
presidente. Lo contrario sería un absurdo democrático. El líder debe tener la
capacidad de escuchar y de decidir, porque la responsabilidad es suya.
Nadie piensa en otorgar la capacidad de decisión al consultor político; es
una leyenda. Otra cosa es su capacidad de influencia. Iván tiene una
capacidad de análisis extraordinaria, sus consejos y estrategias han sido
acertados y se ha cargado de razón, pero si decidiera el consultor, solo
demostraría la debilidad del líder», señala Daniel Anido, exdirector de la
Cadena SER.
«La política española se simplifica mucho. Hay mucha brocha gorda. Le
quieren convertir en un Rasputín. Mi experiencia es que no va en esa
dirección. Un líder lo que quiere es que le presenten propuestas. Le dije a
Iván que estaba desaparecido y que me ayudara —comenta Antonio
Basagoiti, presidente de un PP vasco inmerso en 2009 en una grave crisis a
las puertas de las elecciones—. Necesitábamos recuperar posiciones y se
afanó en presentarme ideas. Y fueron buenas. Las decisiones las tomaba yo.
Jamás le vi en ninguna reunión hacer un planteamiento político que
modificara las posiciones que teníamos en el partido, ni de los principios
del PP. Es un profesional y muy inteligente.»
«La política y el mundo han cambiado, y él lo vio antes que nadie,
aplicando la comunicación política de forma novedosa. Eso genera recelos,
envidias y mala leche. Nos acusaban siempre de marketing. Hacías un acto,
ponías un escenario chulo y te decían que era marketing. Un día le dije a
uno: “¿Qué hago entonces, pongo un sombrajo?”, porque ese escenario
también era una forma de comunicar con la sociedad. Con Iván montamos
un equipo muy interdisciplinar, disruptivo, con gente joven y con ganas,
con hambre de hacer cosas. Siempre hay resistencias al cambio, porque no
todo el mundo tiene capacidad de otear el futuro y de adivinar nuevos
escenarios», afirma José Antonio Monago, expresidente de la Junta de
Extremadura.
Su manera de trabajar y su independencia le han llevado a lo más alto de
la consultoría política y lo han convertido en un oscuro objeto de deseo,
forjándose a su alrededor una leyenda negra. Se ha escrito mucho sobre
Iván Redondo y, sin duda, se escribirá aún más. Su irrupción en la primera
línea de la política no deja a nadie indiferente. Tiene acérrimos defensores,
que lo han convertido en un referente, y detractores irredentos que lo atacan
por tierra, mar y aire, por todos los flancos, incluido el personal.
En el mundo de la comunicación política se le empieza a conocer en
torno a 2007, cuando realiza sus primeros trabajos. No fue bien recibido
precisamente. Sus planteamientos rompían las costuras del establishment
del sector y la visión tradicional de los partidos políticos. Por eso no
extrañaba verlo trabajar en causas perdidas, en causas perdidas para los que
no habían cambiado los axiomas de la comunicación política. Lo que para
algunos eran problemas, para él eran ventanas de oportunidad.
«Hay dos elementos clave que utiliza muy bien, la marca personal de su
cliente y adelantarse a los acontecimientos. Como buen aficionado al
ajedrez, lo que determina realmente las victorias tiene más que ver con la
estructura que se construye en silencio y con el espacio del que se va
apoderando que con mover primero. Construir esta estructura de silencio es
fundamental en esta etapa de la modernidad líquida, en la que la política
líquida es un elemento base de la nueva realidad, donde el cambio es
esencial. Se maneja perfectamente en esa dinámica y otros ni se han
enterado. El cambio llegó para quedarse y las teorías del antiguo
establishment tienen poco que hacer. Tanto a derecha como a izquierda, y
desde luego en el centro, los que manejen este elemento fundamental
tendrán réditos. Esa es la clave», sostiene Mikel Urretavizcaya, periodista,
redactor jefe en EiTB, doctor en Comunicación y profesor de Redondo en la
Universidad de Deusto.
«La figura de Iván Redondo es muy parecida a la figura histórica del
valido de la España de los Austrias y de los Borbones. Algunos reyes
depositaron el poder en una persona para que gestionara en su nombre.
Salvando las diferencias, el símil sirve. Todos estos validos tenían su propia
leyenda negra. Hay una figura que tiene cierto parecido con Iván. Es
Manuel Godoy. Carlos IV lo nombra porque no forma parte de las grandes
familias de la aristocracia española, viene de la pequeña nobleza, de los
hidalgos. A diferencia de Sánchez, Carlos IV era un rey poco preparado,
pero para protegerse busca a alguien no condicionado, como Iván con el
PSOE. Todo político lleva su propia mochila, con gente a la que
promocionar porque son sus apoyos. La diferencia es que Iván no tiene que
promocionar a nadie. Sus propuestas no tienen detrás ningún interés
partidista, por lo que no presiona al presidente. Insisto, si yo fuera político,
querría a una persona de fuera del partido para que me ayudara, porque esa
persona me va a dar el contraste. Te pone al alcance otra opinión», afirma
Francisco Marhuenda, director de La Razón.

UN «CHAVO» DE LAS CAUSAS PERDIDAS


Cuando se empieza a hablar de su trabajo, el «tal Iván» tiene apenas
veintiséis años y es un gran desconocido. Inicia su andadura en un Madrid
convulso, con un PSOE en alza que afrontaba unas elecciones municipales
y autonómicas en 2007 y se aprestaba a repetir un nuevo mandato de José
Luis Rodríguez Zapatero en 2008, en una sociedad todavía impresionada
por los ecos del 11-M. Son sus primeros años en el mundo de la estrategia
política, un mundo absolutamente competitivo, al que siempre había
aspirado a entrar porque es su pasión. Quiso ser periodista e hizo sus pinitos
en El Diario Vasco, hasta que su amigo Álvaro Ruiz, quien junto con José y
Juanma Blanco conformaban el círculo más estrecho del joven Iván, le
convenció de lo contrario: «Soy el culpable de que no hiciera periodismo.
Quería hacerlo en la UPV en Bilbao, pero le insistí en Deusto. Hablamos de
nuestro futuro profesional, de la situación política en la universidad y, con
sus ideas, la UPV podía ser un entorno difícil. Mi padre, profesor de
instituto, hizo el resto, porque además Humanidades-Comunicación abría
un espacio más amplio que el periodismo».
«Cuando estuve en su toma de posesión, sentí emoción y satisfacción.
Llevábamos años, ya desde su época en El Diario Vasco, manteniendo
conversaciones muy íntimas, litera con litera, en las que le decía: “Nano, no
tienes límite, puedes llegar muy lejos”. Si tiras para atrás hay un relato, con
sus vivencias positivas o menos positivas, nunca negativas porque todas
suman. Es complicado porque debes dejar de lado al personaje y conocer a
la persona, saber diferenciar, y aquí juega un papel importante su mujer,
Sandra, porque le ayuda a relativizar. Iván tiene muy buenas habilidades y
está muy entrenado», afirma Txema Redondo Bacaicoa.
«Estaba contento por él. Esperaba que llegara hasta aquí porque aspiraba
a ser un buen profesional todos los días. ¡Y lo que le queda! Hay que tener
unas prioridades tanto en el trabajo como en la vida y saber qué se quiere,
no abarcarlo todo. Eso es lo que ha hecho Iván en su vida laboral. Se
levanta temprano, lee la prensa y puede que escuche un podcast de un
político de la Transición, porque lo suyo es entrenamiento. Si no conoces el
pasado, poco puedes preparar el presente y el futuro. La rueda ya está
inventada y todo el mundo quiere inventar una nueva cada día. Puedes
evolucionar porque cada día es nuevo, hay que planificar porque ninguno es
igual. Cada día puedes construir cosas nuevas», dice Manu Redondo
Bacaicoa.
«Dejará un gran legado. Parte del mismo consistirá en que se considere
que algunas profesiones en política no tienen que estar ligadas a un partido:
crear cantera y roles antes inexplorados en el sector. Con su independencia
política demuestra y profesionaliza algo no visto en España, aunque sí en
otros países: poder trabajar en un proyecto de país sin pertenecer
necesariamente a un partido. Trabajar por España y por las personas en las
que se cree. Él creyó en Pedro Sánchez como presidente e Iván cuando
tiene claro un proyecto va a por todas. Como persona le define la honradez
y como profesional la constancia. No le ha caído del cielo. Trabaja duro y
no se cansa de aprender. Ahora está poniendo todo ese aprendizaje al
servicio de España y lo hace por vocación. Es un orgullo ver hasta dónde ha
llegado y seguir acompañándole en todo lo que venga. Los detractores
piensan que se para a ver sus reacciones. Si lo conocieran sabrían que no es
así. Precisamente algo que admiro de mi hermano es que no dedica ni un
minuto a esas cosas, él sigue adelante y se centra en el reto, en el proyecto,
pero siempre respetando. Ese es Iván Redondo», afirma Lourdes Redondo
Bacaicoa.
Sus críticos le achacan todos los males. Tiene adversarios políticos en la
oposición, pero también en el Gobierno, en el grupo parlamentario y en
Ferraz. La acidez y la virulencia de estas críticas, constantes a lo largo de su
trayectoria profesional, evidencian que se le reconoce un papel importante
en la actual estrategia del Partido Socialista Obrero Español y anteriormente
en el PP extremeño. Se le reconocen poder e influencia, ya que es la voz
que susurra al presidente y su brazo ejecutor. No decide, ejecuta. Lo que
muchos no pueden soportar es que el presidente haya depositado en él toda
su confianza. Sabe, como le dijo a Iglesias, que un spin doctor «es una
persona que se tira por un barranco por su presidente, por su candidato». El
presidente Sánchez, como antes Monago, sabe que Iván es su última
trinchera de defensa, el soldado que se pone el casco para ir a defender la
posición, iniciar el contraataque y alcanzar el objetivo final.
«El consultor político puede ser independiente porque una parte es
técnica. Iván representa una nueva forma de hacer política que nos
moderniza un poco. Las leyendas y los ataques le van en el sueldo. He sido
durante muchos años director adjunto y me preguntaban qué hacía. La
respuesta es sencilla: haces lo que no puede, no le conviene o no le interesa
hacer al director. Es un cargo por eliminación. Por eso tienen que estar
cómodos uno y otro. No puedes tener de director a cualquiera ni tener de
adjunto a cualquiera. Lo mismo con la consultoría. Tú dices lo que te parece
y el cliente es el que toma las decisiones. Cuando las toma, tienes que
buscar salidas y comerte los marrones en situaciones complejas. Es
necesaria la complicidad entre el líder y el asesor, al que no se puede
quemar del todo porque entonces no sirve para nada. Si quieres que tenga
valor, lo tienes que preservar», sostiene Albert Sáez, director de El
Periódico de Catalunya.
Sus amigos lo defienden a capa y espada. Todos llegan a la misma
conclusión: no se casa con nadie. Tiene convicciones y las defiende hasta el
final. No cede a cambio de cualquier cosa, solo si está convencido o
necesita algún movimiento para recuperar la posición. Tiene mirada a largo
plazo, aunque se le acuse constantemente de cortoplacismo marketiniano.
No improvisa. Lo planifica y sustenta todo en los datos, aunque de
momento no es infalible. Esa condición se la deja al papa. «Sánchez ha
tomado algunas decisiones cuestionables, pero, fíjate, no le han pasado una
factura letal que haya acabado con él. Lo arriesga todo en un terreno
político muy complicado y sale airoso gracias a Iván, a cómo opera Iván.
¿Esto le convierte en un personaje como Rasputín o Maquiavelo? No. Es un
profesional. No es deshonesto manejar la gestualidad, la comunicación del
líder», señala Carmelo Encinas, director de opinión de 20 minutos.
Unos califican su forma de trabajar de soberbia; otros, de firme y
profesional. Los periodistas sabemos que es un punto de referencia en el
cosmos del Gobierno porque Iván Redondo no es un jefe de Gabinete al
uso. Tras su llegada al Palacio de la Moncloa, la arquitectura del equipo
más cercano al presidente no se parece en nada a la de sus antecesores. Sus
adversarios le achacan todas las decisiones que se consideran errores y se
han creado verdaderas leyendas urbanas en torno a él, caricaturas que lo
presentan como un hombre con sed de poder, de control, que ha convertido
la política en un terreno de juego sin ideología, manipulador y totalitario.
Es, sin duda, el enemigo a batir y recibe cada día ataques destinados a
«romper las piernas al centrocampista», como él mismo define su papel.
Conoce al dedillo la Administración, el Estado. Aprendió en
Extremadura, donde hizo un máster que le sirvió para su etapa actual en la
Moncloa. «Tuvo un choque con la realidad. Quería cambiar cosas, pero la
Administración es complicada, tienes que saber hacerlo y hacerlo bien.
Aprendió cómo funcionaba la Administración, cómo hacer las cosas,
miraba los presupuestos y entendía las partidas. Fue impresionante. Vive
para trabajar y sabe fidelizar a su gente. No teníamos horario ni fecha en el
calendario», recuerda Marina Godoy, secretaria general del Gobierno de
José Antonio Monago, actualmente en la administración de Guillermo
Fernández Vara, donde también trabajó antes de que Monago ganara las
elecciones.
«La leyenda de Iván surge porque Sánchez va consiguiendo cosas que
previamente se percibían como altamente improbables. Eso tiene que ver
con Sánchez y tiene que ver con Iván. Sánchez gana las primarias, se
consolida, gana la moción de censura, dos elecciones generales, forma
Gobierno y aprueba los presupuestos. Por primera vez en cinco años hay un
horizonte de estabilidad en la política española, después de sobrevivir a una
pandemia en la que todo el mundo pensaba que la mortandad iba a ser una
piedra al cuello que lo iba a tumbar. Detrás de todo esto está el trabajo de un
equipo político. Iván ha adquirido dimensión en función de los resultados
que ha logrado con los líderes con los que ha colaborado. Desde Sánchez a
Albiol, pasando por Monago y Basagoiti. Tiene acreditada una trayectoria
de eficacia en la ejecución. Me parece de justicia que sea valorado», dice
Pedro J. Ramírez, director de El Español.
«Le gusta provocar y descolocar, en el sentido de que no te va a sacar de
tu engaño sobre quién es y lo que piensa. Le va ser un enfant terrible. Los
que le conocemos le respetamos. Otra cosa es que discrepemos. Escucha,
acepta la crítica y aprovecha todas las opiniones», señala Borja Sémper,
dirigente del PP vasco en 2009. «No es un espectador, se implica y hace
guiones de todo. Esto es lo que más gracia me hace, que es capaz de
sintetizar y de preparar un guion que lleva hasta lo que ha fijado como su
objetivo. Profesionalmente es muy bueno, muy bueno. Algunos le critican
que haya trabajado con unos o con otros, pero para el que es jugador, para el
que le gusta montar estrategias, lo importante es jugar. Cuando dice que no
hay que dejar que las cosas pasen, sino hacer que pasen cosas, me recuerda
a Cruyff. Cuando tienes el balón, el adversario no juega. Así es Iván, coge
la iniciativa y no la suelta hasta que marca. Es un estratega, un jugador que
se ha encontrado con un buen cliente. Pedro es de ideas fijas. Son una
buena combinación, Iván le prepara los guiones, señala objetivos, y Pedro
toma las decisiones», afirma Miquel Iceta, primer secretario del PSC y
ministro de Política Territorial y Función Pública.
«Nunca impone nada, hace bien su trabajo, aconseja, tiene visión
política, es buen gestor y es ejecutivo. Jamás he tenido ningún problema
con él. Tiene una visión política especial, es vasco, es periférico, y tiene
unas experiencias importantes y diferentes. Esto le permite tener una visión
poco desviada de lo que es la realidad de la política española y conoce
administraciones diferentes. Es un excelente profesional», declara Salvador
Illa, hoy líder del PSC y ganador de las elecciones catalanas del 14 de
febrero de 2021.
Es el hombre del presidente, una de las personas más influyentes de
España, y esta influencia le convierte en un objetivo prioritario para la
oposición y para todos aquellos que quieren pintar algo en el mundo
mediático-político. Atacarlo tiene réditos y se explotan con ahínco. Dentro
y fuera del gobierno, dentro y fuera del partido. «Es el hombre que piensa,
que planifica, con tiempo por delante, sin improvisaciones, y asume, sin
pestañear, todas las críticas porque es la última trinchera antes de llegar al
secretario general», escribí en La Razón en noviembre de 2019, cuando
arreciaron las críticas tras la repetición electoral. Redondo fue atacado
desde el minuto uno porque a nadie le interesó recordar que era el mismo
que había dirigido la campaña de las generales del 28 de abril de 2019, que
los socialistas ganaron por primera vez desde el ya muy lejano 2008. Y no
solo eso, en mayo el PSOE venció en los comicios autonómicos,
municipales y europeos. Sin embargo, cosechó todas las críticas en las
elecciones de noviembre porque había que buscar una excusa para superar
la incomodidad que representa Iván Redondo.
A pesar del ruido, el PSOE volvió a ganar en noviembre, pero perdió tres
diputados, lo que muchos quisieron aprovechar para romper el binomio
Sánchez-Redondo. No lo consiguieron. El PSOE se impuso en una campaña
con las calles incendiadas en Cataluña por la sentencia del procés y solo se
dejó tres décimas, mientras que la izquierda cayó un 7 %. Redondo encajó
las críticas con deportividad, pese a no ser ni el autor intelectual ni el
artífice de la repetición electoral, y menos aún el responsable de forzar el
desencuentro con Podemos. De haber sido así, costaría entender que el
presidente le hubiera dicho «activa» y se hubiera puesto en marcha para
lograr un acuerdo en veinticuatro horas. El abrazo entre Pablo Iglesias e
Iván Redondo en la Moncloa desmonta la idea de las malas relaciones y los
supuestos enfrentamientos entre ambos. La teoría de que Iván estaba en
contra de Podemos se desmorona como un castillo de naipes.
«Sabe que estar en medio de la mayonesa requiere sapiencia para no
dejarse acorralar por los que quieren que se corte», añadía en el artículo
mencionado, porque Redondo es el cortafuegos de los ataques a Pedro
Sánchez. «Es el pararrayos y el brazo ejecutor de sus decisiones. Incluso
cuando el líder se equivoca. El asesor siempre es el banco malo, el que se
queda con los activos tóxicos», comenta Toni Aira. También se intentó
romper el binomio el 14 de febrero de 2021. Los adversarios de Redondo en
el PSOE tenían la artillería preparada por si el PSC no lograba aumentar el
número de votos, pero duplicó los escaños y el perfil bajo de Ferraz puso en
evidencia su desazón. La intervención del secretario de organización del
PSOE, José Luis Ábalos, para «celebrar la victoria del PSC» se redujo a
poco más de un minuto. Casualmente, esa noche también se produjo un
abrazo en la sede de la calle Pallars. Esta vez, con Salvador Illa.
Hay, también, quienes intentan tener un papel en los aledaños
presidenciales y acometen iniciativas osadas y arriesgadas mientras dicen a
los periodistas: «De esto se enteró Iván Redondo ayer por la noche».
Quieren ser influyentes y presentar una hoja de servicios. Pasó con la
moción de censura en Murcia y el fracaso fue estruendoso. Movieron pieza
sin tener en cuenta que los demás también lo hacían. Algunos querían
despuntar porque el PSOE tiene previsto celebrar su congreso en octubre de
2021 y querían presentarse como imprescindibles, pero se rompieron los
dientes en el bordillo. La persona a la que repudiaban se tuvo que encargar,
una vez más, de arreglar el desaguisado por mandato del presidente, un
desaguisado que provocó un adelanto electoral en Madrid y una derrota
imposible de revertir.
La sociedad española del siglo XXI vive aceleradamente. El tiempo es oro
y hay que condensar los mensajes para que sean fáciles de entender y
generen la opinión que se pretende. La interpretación es un ruido que
perturba la nitidez del mensaje. Por este motivo, el listado de insultos,
epítetos y calificativos dirigidos contra Redondo no tiene fin. Rasputín,
demonio en carne mortal, conspirador, gurucillo, infiltrado de la derecha,
Maquiavelo, sobrevalorado, killer, camarlengo, listillo, ivancillo,
mercenario, virrey, visir, zar, aprovechado, gran mandarín, cortesano,
censor acólito y el (pen)último acuñado: inútil. Sirva como ejemplo lo que
publicó Francisco Pascual en El Mundo el 1 de noviembre de 2020: «Nadie
les niega su enorme capacitación. Ahí están los resultados. Pero esto de los
asesores áulicos nos tiene algo confusos a los informadores. Redondo
encarna una especie de significante maquiavélico, un contenedor vacío en el
que almacenar la ausencia de escrúpulo de su jefe. Cuando Sánchez
incumple sus promesas electorales o arrambla con alguna institución, todo
el mundo se queda mirando a su asesor y el atropello democrático adquiere
de repente tintes de genialidad ajedrecista».
O esto firmado por Nuria Labari en El País el 7 de noviembre de 2020:
«Yo creo que luchar contra las fake news es un asunto de Estado. Otra cosa
(y muy delicada) es quién es el que tiene que luchar y cómo. Reconozco
que me preocupa la retórica que Iván Redondo inocula a la crisis de nuestro
país. Me preocupa la distancia cada vez más grande entre lo que se dice y lo
que se cuenta desde nuestro Gobierno, que tiene, a mi juicio, un problema
narrativo que resolver y en el que debería concentrarse Redondo antes que
nada. A la voz de nuestro actual Gobierno le falta autoridad y legitimidad
narrativa, sin lo cual los relatos se convierten en pregones. [...] Me resulta
inquietante y paradójico que lejos de estar reflexionando sobre la gramática
de todo lo que tiene que contarnos, Redondo esté pensando en controlar
otras voces». Simple y llanamente, el artículo le señala como un censor,
como un Gran Hermano en la Moncloa, tras la publicación en el BOE del
30 de octubre de 2020 del Procedimiento de Actuación Contra la
Desinformación. Su objetivo era defender a la democracia de campañas de
desinformación, defender y proteger al Estado, no proteger al Gobierno de
la crítica, no coartar la libertad, como interpretaron algunos. La UE puso a
todos en su sitio al dar la razón al Gobierno. Se le tachó de censor cuando lo
que pretendía era todo lo contrario.

YA NADA SERÁ LO MISMO


La dirección del Gabinete del presidente del Gobierno no es solamente la
puerta de acceso a la médula espinal del ejecutivo, del presidente, que
influye en las decisiones y define la agenda. Ahora es un centro de
comunicación política global. Todo se analiza, todo se comprueba, todo se
concentra en definir un mensaje. Informes, análisis, estrategias, big data,
definición de escenarios, oportunidades, variables, peligros, relaciones con
la sociedad civil, política internacional, comunicación... configuran una
nueva forma de entender la política y el propio Estado. Es un centro de
comunicación global que coordina la estrategia política y la comunicación,
pero no decide. Redondo solo es el «guardián del mensaje», una definición
acuñada por el jefe de campaña de Barak Obama, David Axelrod, un firme
partidario de que al consultor se le elija no por opciones políticas, sino por
ideas y proyectos. Recordemos el «olvidaos de las ideologías, vayamos a
por las personas». «Es un tipo valiente y arriesgado. No hace lo que espera
todo el mundo, ni se conforma con lo que pasa, sino que se plantea retos
que algunos ni hemos pensado. Esto le hace ser diferente y especial.
Cuando lees aquel artículo que escribió un año antes en Expansión, en el
que anunciaba la moción de censura, parece que lees a Nostradamus. No
mira encuestas, las destila y esto le da versatilidad. Tiene un conocimiento
muy transversal y genera equipo. No existen los líderes empresariales sin
equipo. No crecerías. Debes saber delegar, transmitir confianza, debes ser
exigente sin ser duro con tu gente. Para el presidente es el segundo soñado.
Es leal, en lo personal y en lo profesional, comprometido, sin aires de
grandeza. Lo fichó tomando una decisión empresarial para construir un
gobierno sólido que no tiene la mayoría absoluta. El gran tejedor de esta
manta es Iván.» Rosauro Varo, empresario y vicepresidente del Grupo
Prisa.
En un juego de estrategia y de planificación como el ajedrez se necesitan
todos los datos y la previsión de todos los escenarios para poder ganar la
partida, para dar jaque mate. Se requiere toda la información. Es la regla de
oro, diseñar una estrategia más allá del próximo movimiento, estudiar las
posibles alternativas del adversario, prever cuál será su siguiente jugada y
qué ficha utilizará para estar preparado y contestarle. Incluso hay que
estudiar cómo ceder un peón para dar un vuelco a la partida. Como en el
ajedrez, Redondo planifica el escenario más allá del mañana para dar jaque
mate en la sucesión de partidas que se juegan cada día en la política
española, un juego en equipo en el que los peones se convierten en las
reinas de la escena coordinando todas las variables y contemplando todas
las posibles interpretaciones.
«No siempre se gana», apuntó en su discurso de toma de posesión,
porque en política lo importante es el tiempo. Tardarás más o menos, pero
siempre hay un punto y final. «En política estás escrutado. [...] Nos están
grabando siempre. [...] Analiza tu punto de partida [...], define tus objetivos
siempre [...] define tu estrategia y haz un plan de acción. Y la clave de un
plan de acción siempre es el calendario. El tiempo en política [...] es lo más
importante porque al final todo el mundo acaba cadáver. Es cuestión de
tiempo», señaló en su conversación con Pablo Iglesias.
Para afrontar la nueva estrategia y la comunicación política es
fundamental tener una información estructurada que permita poder elaborar
el mensaje. Por eso se ha creado en el Complejo de la Moncloa un
macrodepartamento adaptado a los tiempos actuales, a las necesidades y
exigencias de un Gobierno. Redondo ha modernizado el viejo palacio
creando un conjunto multidisciplinar que trabaja en equipo y con equipo
para alcanzar sus objetivos. Dirige esta oficina cuidando hasta el más
mínimo detalle. Se trata de un equipo cualificado y con algunos miembros
mantiene una estrecha relación desde hace años. Todos tienen un papel que
jugar. Nada se deja al azar y la improvisación está prohibida. Como decía
Winston Churchill siempre que tenía que realizar una intervención pública:
«Voy a preparar la improvisación de mañana». Debe parecer improvisado,
pero también se trabaja en eso, en si debe parecer una improvisación. La
Moncloa es el centro neurálgico de la política, entendida como el arte de lo
que no se ve. «Me conformaría con tener el 10 % de los recursos que tiene
el Gabinete de la Presidencia, que cuenta con un equipo grande y potente.
Con eso solo sería feliz. No tengo desgraciadamente esos recursos, pero
debe ser un gusto trabajar con esos equipos. A nosotros nos luce lo que
hacemos porque tenemos talento, pero con recursos el talento sale más
fácil», afirma Juanma del Olmo, responsable de Comunicación de Podemos
y el otro «guardián de la coalición» en el Gobierno.
«Las organizaciones están dirigidas por personas y las personas tenemos
capacidad de reflexionar. La política del siglo XXI debe dirigir su mensaje a
las personas y hacer política para las personas. Más que comunicar es hacer
política, aunque lógicamente la comunicación es muy importante, porque es
la forma de conectar con la sociedad. La comunicación solo es el cómo.
Iván es un adelantado al futuro, como el protagonista de Regreso al futuro,
con una visión que le permite ver por dónde va la sociedad. Tenemos buena
relación porque confiamos el uno en el otro. No sé por qué, pero creo que
tiene buenas características como persona y como líder, que escucha, que
entiende de lo que quieres hablar respetando los turnos. El respeto en su
trabajo es fundamental, siempre mantiene una posición de igual a igual. Eso
es mérito suyo, no mío», sostiene Jokin Aperribay, presidente de la Real
Sociedad de San Sebastián.
Ha construido, con sus pros y sus contras, una nueva concepción de la
dirección del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, la primera Secretaría
de Estado, como muchos la califican. Otros llegan aún más lejos: lo sitúan
como primer ministro. En cualquier caso, hay un elemento que une a sus
partidarios y a sus detractores. La concepción de la comunicación política
ha cambiado porque ha demostrado que hay otra forma de hacer las cosas.
No ha inventado nada, pero en España es pionero, ha puesto su sello,
también en la forma de dividir a los actores de la comunicación política:
unos son «los que ven que las cosas pasan» y otros, «los que hacen que las
cosas pasen», según otra de sus famosas frases. Este es el cambio
paradigmático de la comunicación política del siglo XXI.
«Hablando sin ambages, se le puede considerar una de las personas más
influyentes de España en este momento. Marca el ritmo de la actualidad
política y tiene competencias en temas tan diversos como seguridad,
economía, prospectiva, programa, coordinación interministerial y, por
supuesto, comunicación. Su objetivo no es ser protagonista de la noticia ni
estar bajo el foco mediático, pero toda la comunicación del Gobierno de
Pedro Sánchez tiene su impronta. Por eso son atinadas algunas de las
metáforas deportivas con las que le gusta describirse, según he leído: un
centrocampista que hace pases al balón de oro o un ingeniero de Fórmula
1», dice Isidre Fainé, presidente de la Fundación La Caixa.
«La estrategia es fundamental en todos los órdenes de la vida, tanto en la
empresa privada como en la gestión de lo público. La estrategia es la visión
a largo plazo, el pensar por adelantado, y conviene no confundirla con la
táctica. Ambas necesitan del esfuerzo y del talento para alcanzar el objetivo.
Ambas son necesarias y complementarias, pero creo que la estrategia es la
que empieza y la que termina por definir cualquier logro. Saber hacia dónde
se dirigen los esfuerzos de todo un colectivo y saberlo transmitir para
conseguir el objetivo», señala José María Álvarez-Pallete, presidente de
Telefónica.
«Lo conocí en Extremadura en encuentros puntuales. En su actual
responsabilidad, hemos mantenido varios encuentros tanto en Bilbao como
en Madrid. En el primero de ellos, que debió tener lugar no mucho antes de
las elecciones de abril de 2019, me llamó mucho la atención su capacidad
de análisis, de separarse de una vorágine en la que sin duda andaba metido
hasta la médula, que diseccionara con una sorprendente claridad. Hablamos
de todos los temas. Por supuesto, de energía, pero también del contexto
social y económico, y, sobre todo, de asuntos internacionales. Cualquiera
podría pensar que las conversaciones con un jefe del Gabinete del
presidente del Gobierno son para resolver temas urgentes. No es mi caso.
Recuerdo, por ejemplo, una conversación sobre la nueva Oficina Nacional
de Prospectiva y Estrategia de País, a raíz de la cual repasamos muchos de
los grandes retos de España. Tenemos intereses comunes, como la
digitalización, la industria, las nuevas tecnologías o la transición ecológica.
Tenemos valores comunes y eso ayuda a que tengamos un alto grado de
confianza», declara José Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola.
«Un mercenario es un profesional, pero se dice en un sentido peyorativo,
como si no tuviera ni escrúpulos ni principios. Dentro de la centralidad
política que representan el PP y PSOE, hay un espacio amplio para ejercer
esta actividad profesional. No es un cualquiera y ha ido más allá de lo que
es un jefe de Gabinete. Está en un momento de evolución personal, porque
no solo la política ha aprendido de la comunicación, sino que el profesional
de la comunicación, cuando trabaja en política, también se impregna de los
principios de aquel para el que trabaja. Si miras la cuenta de resultados,
Sánchez no está ahí solo por ser Pedro, sino porque se ha subido a una
estrategia que en el medio plazo le ha conseguido el objetivo que perseguía.
Para eso necesitas a una persona que tenga actitud para hacerlo y con
amplitud de miras», afirma Alberto Fernández Díaz, exlíder del PP de
Barcelona, hoy retirado de la vida política.
«La esencia de la política permanece desde Grecia, las herramientas con
las que se ejecuta cambian. Hay un antes y un después de la imprenta, de la
radio, de la televisión, y hay un antes y un después de internet, pero los
fundamentos políticos permanecen. Todos los cambios van en la dirección
de la democratización del conocimiento y ahora de la información, y al
impactar en la política la hacen más exigente, porque la opinión pública está
más formada e informada y, por tanto, la política debe ser más selectiva y la
comunicación más pensada, más articulada, más depurada y con mayor
exigencia. Antes una frase brillante podía servir, ahora necesitas, además,
un argumento. Desde Pericles, la palabra es clave para que los presidentes
sean entendidos. Un presidente emitirá miles de discursos y de mensajes,
cientos de entrevistas durante su mandato. Su nivel de producción
intelectual y de ideas es inmenso, por eso se abraza a quienes le ofrecen
capacidad productiva de ideas, mensajes, discursos; esto es inapelable.
Intuyo que Iván Redondo, como conmigo Miguel Barroso, eso lo suministra
muy bien», sostiene José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del
Gobierno de España.
«Me lo presentaste cuando aún era asesor del PSOE. Ha diseñado y
diseña las estrategias de comunicación y las hojas de ruta desde la
perspectiva política, pero también desde la económica. Su trabajo fue
fundamental para que Pedro Sánchez llegara a la Moncloa y ahora es básico
para orientar sus decisiones. Le invité en plena pandemia a realizar una
videoconferencia y me sorprendió agradablemente. No tuvo pelos en la
lengua, habló claro y sin tapujos, y es de agradecer. No se hizo de rogar y
ya solo este hecho demuestra que es una persona que defiende sus ideas sin
importarle el entorno. Demostró gran capacidad para elaborar propuestas y
ofrecer alternativas a un empresariado que tenía ganas de escuchar las ideas
del ejecutivo. Otro hubiera preferido no mojarse ante el empresariado
catalán, porque sabía que le iban a plantear cuestiones para las que seguro
que no tenía la solución», declara Josep Sánchez Llibre, presidente de
Foment del Treball.
Intenta ser discreto en su trabajo, pero la exposición mediática va en
aumento, lo que incrementa la presión sobre una persona que basa su éxito
en la discreción. Trabaja con los focos apagados, nadie sabe nada de esa
cocina hasta que se hace pública y, recuerden, no dice más de lo necesario.
Esto da pie a que sus detractores construyan relatos novelescos que dan de
sí para la polémica, para la imaginación, para construir una leyenda, a ser
posible maléfica, pero casan más bien poco con la realidad, quizá porque se
sabe poco de su forma de trabajar, de su forma de hacer.
«Hay mucha literatura. En perfiles como los nuestros, somos lo que
cuentan de nosotros. Para lo bueno y para lo malo, eres lo que hablan de ti.
Esto no es siempre rentable, porque los que tienen más motivos para
escribir de ti son los adversarios y cuando tienes un perfil así, la teoría de la
conspiración se encuentra en su salsa, cabe cualquier cosa», afirma Juanma
del Olmo.
«El periodismo necesita alimentar mitos y relatos que no tienen por qué
ser ciertos en su totalidad. Desde que hubo el primer político en la historia
de la humanidad, hubo alguien a su lado asesorándolo porque no tiene todo
el tiempo para dedicarse a comunicar ni a hacer estrategia. Necesita
consultores para ver las cosas a cierta distancia. El consultor le ayuda a
hacer mejor su trabajo, no lo sustituye. Con ninguno de los que he trabajado
ha sido una marioneta. Qué sería de un político que solo pensara en
comunicar ideas en lugar de pensar ideas», señala Verónica Fumanal,
consultora política. Trabajó con Pedro Sánchez desde 2014 hasta 2016.

LLEGA MÍSTER WOLF


Es más de escuchar que de hablar, pero cuando habla lo hace desde ese
convencimiento al que es difícil hacerlo renunciar. No propone nombres ni
estrategias, las sugiere. Raül Murcia «Muto», jefe del Gabinete del
vicepresidente Pere Aragonès en la anterior legislatura, hombre de
confianza de Oriol Junqueras, cordón umbilical entre ambos y hoy jefe de
Gabinete del conseller de Interior, lo sabe bien. Junqueras tiene dos
teléfonos a los que llamar desde la cárcel. Uno es el de su mujer y el otro, el
de Raül. «Muto» me acompañó cuando lo entrevisté en la cárcel de
Lledoners y me pidió conocer a Iván. Los puse en contacto porque creo en
esa cocina, en las bambalinas desde donde se tienden puentes en medio de
la tormenta, se tratan de limar asperezas fuera de los focos y se ponen
encima de la mesa los datos para que los que deciden tengan la
información. Adriana Lastra y Gabriel Rufián, como responsables de sus
grupos parlamentarios, tienen relación en el Congreso; el vicepresidente
Aragonès con Carmen Calvo, en tanto que representantes de sus Gobiernos,
también. Sin embargo, cuando esta relación no funciona, el barco hace
aguas porque nadie más está para achicar y ese es el papel de los que están
entre bambalinas. «Le puedes comprar un coche de segunda mano. Al
principio nos teníamos respeto y nos tratábamos con cautela. Partíamos de
posiciones políticas en las antípodas y de una relación de desconfianza. Hoy
la situación es diferente. No diré que nos tengamos confianza, pero sí que
no engaña. Es una persona de palabra y esto cuesta decirlo de un adversario
político. Ha conseguido elevar el escalón de la comunicación política y su
papel con el presidente va más allá de la misma. No siempre coge el camino
fácil, apuesta por el de las curvas porque asume riesgos», resume «Muto».
«La vieja política tenía fontaneros, ahora hacen falta los míster Wolf de
Pulp Fiction —afirma Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos y
politólogo, en referencia al señor Lobo, el hombre más eficiente del planeta
por su rapidez e inteligencia a la hora de resolver problemas—. Siempre es
muy bueno que haya gente que lo intente antes de gastar el último cartucho.
En una huelga de metro de Barcelona, Ada Colau decidió bajar a negociar.
Error rotundo. Si fracasas, ¿quién te queda? Es relevante que haya figuras
como míster Wolf o el viejo fontanero de la vieja política. Míster Wolf tiene
las mismas connotaciones que los fontaneros. El fontanero clásico no deja
de tener ideología, respeto al partido, mientras que ahora los nuevos
fontaneros no salvan al partido, salvan al líder. Esta visión emprendedora de
la política obliga a que seas inasequible al desaliento. Un militante clásico
cuando tiene una derrota se hunde en la más absoluta de las depresiones
porque lee las consecuencias en términos de país y de proyecto ideológico.
El que viene desde fuera tiene la frialdad del cirujano. Tiene sus ventajas,
pero también sus inconvenientes, sus contradicciones, que es lo que hacen
al personaje de Iván fascinante.»
Las decisiones las toma el presidente del Gobierno o la Comisión
Ejecutiva Federal. En el Gobierno «hay 22 ministerios, cuatro
vicepresidentes y solo un director de Gabinete. Y está a 50 metros de Pedro
Sánchez. Y eso es clave en la Moncloa, donde la influencia se mide en
función del tamaño y la orientación de tu despacho y lo cerca que estés del
presidente», afirma un miembro de su equipo directo citado en un reportaje
de Jesús Rodríguez en El País. Sus detractores prefieren verlo de otra forma
y dibujan a un Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa temeroso de un
Redondo que controla todos los resortes del poder. «Me temo que el que
ordena y manda es Pedro Sánchez. El principal adversario de Iván son las
encuestas y su preocupación es que nadie meta los dientes en el plato de su
mastín. En política, la lealtad es cuestión de fines y no de principios»,
señala Raúl del Pozo.
Iván Redondo rehúye el protagonismo y los focos. Solo aparece
mencionado una vez en Manual de resistencia. En la página 30, en una
escueta referencia a la reunión clave que Pedro Sánchez convocó en Ferraz
el 24 de mayo de 2018, el embrión de la moción de censura, cuando
empezaban a conocerse datos de la sentencia del caso Gürtel. Iván estaba
entre los convocados, junto a Margarita Robles, Adriana Lastra, José Luis
Ábalos, Carmen Calvo, Maritcha Ruiz, Juanma Serrano, Santos Cerdán,
Paco Salazar, Patxi López y Alfonso Gómez de Celis. En la narración del
secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Iván Redondo
permanecía en la sombra.
La relación con el presidente es más que estrecha. Siempre lo ha sido
con las personas, no con los partidos, con las ideas más que con las
ideologías. Se conocieron cuando Pedro Sánchez quería poner en marcha un
proyecto. Fue su momento. Todos los lunes almuerzan juntos. Se ven muy a
menudo y las llamadas del presidente a su director de Gabinete, antes su
asesor en el PSOE y, todavía mucho antes, un interlocutor habitual con el
que compartía charlas apasionadas sobre política, el partido socialista y la
comunicación política, son un aluvión durante muchas jornadas. Su teléfono
no para. Del otro lado, el presidente del Gobierno, que tampoco para ni
siquiera en horas intempestivas. «La anomalía principal que tenemos ahora
no es el jefe del Gabinete, es el presidente. Nunca hemos tenido un
presidente con las manos tan libres como ahora al ganar unas primarias que
impulsan su liderazgo. Antes los presidentes socialistas formaban gobiernos
de coalición del PSOE. Ahora Sánchez, como revive cuando lo dan por
muerto, no debe nada a nadie, tiene un poder que no tiene nadie y su
hombre en la tierra es Iván. Esto refuerza su liderazgo», declara Nacho
Escolar, director de eldiario.es.
Es el blanco de críticas, que lee con voracidad a primera hora de la
mañana, de más de un centenar de calificativos, muchos insultantes,
recopilados en centenares de crónicas, de miles me apresuro a rectificar, que
certifican que es un hombre que no deja indiferente. Es el del coche rojo, el
Ferrari. «Somos el coche rojo y el coche rojo siempre gana», recuerda
Gonzalo Vázquez, antiguo exjefe de prensa del Grupo Parlamentario
Socialista y ahora dedicado a la actividad privada, que decía en muchas
reuniones. Se le acusa de casi todo, de que «cogió un partido sin gobierno y
lo ha convertido en un gobierno sin partido», de gurú («los gurús no
existen», sentencia, porque «los gurús siempre dan la razón al jefe y hacen
lo que quiere el jefe. Los estrategas están para llenar de razones sus
decisiones»). Esta apreciación tiene una interpretación similar en el libro El
retorno de los chamanes, de Víctor Lapuente, colaborador habitual de El
País y compañero de Onda Cero. Los gurús son los chamanes, los
charlatanes que amenazan el bien común, y los estrategas son los
profesionales que pueden salvarnos.
Amigos y adversarios coinciden en que su paso por la Moncloa supone
un antes y un después en la concepción de la figura del jefe del Gabinete de
la Presidencia del Gobierno, al igual que en la gestión de la comunicación
política en España. Dicen que ha tenido suerte. «La suerte se consigue
trabajando. La lotería, si tienes suerte, te toca una vez, pero encadenar
varios éxitos consecutivos no es suerte», comenta con cierta sorna Miguel
Barroso, exsecretario de Estado de Comunicación con el presidente José
Luis Rodríguez Zapatero, que conoce bien la política de comunicación y
estrategia del PSOE porque la ha vivido en primera línea. Hoy Barroso es
miembro del Consejo de Administración del Grupo Prisa. En el momento
de realizar las entrevistas, ni Rosauro Varo ni Miguel Barroso se habían
incorporado aún a este grupo de comunicación.
«Los que atacan al spin doctor no tienen claro cuáles son sus objetivos.
El objetivo no es Iván Redondo, el objetivo es Pedro Sánchez, su Gobierno
y su acción política. Algunos pueden pensar que cargar contra el jefe del
Gabinete puede crear algún tipo de inestabilidad o debilitar al presidente,
pero viendo lo que veo de Sánchez creo que han pinchado en hueso. Yo no
cargaría contra el asesor, cargaría contra las políticas y su responsable. El
asesor intenta dar los mejores consejos, pero el responsable es el jefe»,
afirma Xavier García Albiol, alcalde de Badalona y primer cliente del
consultor político Iván Redondo.
En este libro no eludo mi admiración por su trabajo profesional ni
escondo mi militancia política. No lo he hecho nunca, pero algunos que se
vanaglorian de ser periodistas de investigación, y no pasan de porteras con
carrera, parecen haberlo descubierto ahora como si fuera un gran secreto. Se
dedicaron a lanzar acusaciones falsas que dejan a la profesión a la altura del
betún y hacen que nos avergoncemos de que formen parte de ella. Tampoco
oculto mi relación personal. Todo esto no impide que el libro que van a leer
a continuación sea plural y transversal, que marque el debate sobre el
pasado, el presente y el futuro de la consultoría política, un debate en el que
participan muchas voces y en el que hay centenares de horas de
conversación. Más de cien personas (responsables políticos de todas las
sensibilidades, profesionales del sector, directores y referentes de los
medios de comunicación, amigos, profesores, familiares, miembros de su
equipo, de los de toda la vida y jóvenes talentos que se han incorporado en
este periodo, empresarios, etc.) se han prestado a dar su opinión y espero
que la vean reflejada de forma realista.
También quiero constatar algunas ausencias, la de quienes han declinado
con educación y dando argumentos y la de otros que ni siquiera han
contestado a la petición de entrevista. La de dirigentes socialistas que han
evitado concertarla después de marear durante días y la de aquellos
periodistas que se creen la reencarnación de Josep Pla entrando bajo palio
en una catedral con la faca al cinto y custodiado por la guardia mora. La de
los que se han escondido y no han accedido a contestar unas preguntas
cuando desde sus púlpitos sientan cátedra en su contra y la de algunos gurús
del sector de la comunicación política. La de los que le han menospreciado
desde la política y la de aquellos que desde el propio Gobierno han tenido el
cuajo de decir «haré declaraciones cuando lo deje» o «a este chico apenas le
conozco». No daré nombres, pero espero que las autoras de estos
comentarios se vean reflejadas cuando lo lean.
El 10 de julio de 2021 el presidente Sánchez anunció un cambio de
Gobierno e Iván Redondo salió del ejecutivo. «A veces en la política, en la
empresa como en la vida, además de saber ganar, saber perder, hay que
hacer algo mucho más importante: saber parar. Muchas gracias por todo. Ha
sido un honor. Nos volveremos a ver», decía en una misiva manuscrita de
despedida. Yo añadiría «hay que saber pensar» y lo hago plagiando a una
persona que conoce muy bien a Iván. Consideró que llegó su momento para
marcharse y lo hizo de forma elegante, sin ruidos, sin estridencias. Quiso
poner fin a una etapa y no quiso escuchar cantos de sirena. Consideró que
había llegado su momento para descansar, escuchar y pensar. Lo
volveremos a ver. Hay vida más allá de la política. Lo que pasó en estos
días, al final de este libro en el capítulo «Fénix», el que renace de las
cenizas.
1

ESPERANZA

Muchas gracias primero a las familias por asistir. Es un abrazo íntimo, como queríamos, y
fantástico. En primer lugar, quiero agradecer al presidente del Gobierno de España [se gira para
mirarlo] su confianza. Al final, quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo.
España entra en la modernidad. Hay muchísimos desafíos, como siempre nos recuerda el
presidente, porque los tiempos han cambiado y la política tiene que cambiar con los tiempos.
A mí me gusta siempre recordar que en la vida se gana y se pierde. El fracaso enseña lo que
el éxito oculta y, como me dice siempre mi madre, uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo
intenta. Yo, simplemente, soy una persona muy discreta. Quiero agradecer a mi ama por toda la
fuerza que siempre me ha dado, que es una luchadora, a mi mujer Sandra, a José Ramón y a Mari
Luz, a mis hermanos, que hoy están aquí, a mi hermana Lourdes, a mi hermano Manu y a mi
hermano Txema, a Paula, a todos los que me conocen que también hoy están aquí, pues muchas
gracias. Y, por supuesto, a mi hermana Esperanza, que no está con nosotros y a la que yo no pude
conocer, pero que allí desde el cielo siempre está cada vez que estoy haciendo algo.
Muchísimas gracias
Con estas palabras tomó posesión Iván Redondo Bacaicoa como Secretario
de Estado, director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, en junio de
2018, bajo la atenta mirada del recién elegido presidente, Pedro Sánchez, y
de sus compañeros en la Moncloa. Félix Bolaños, Secretario General de
Presidencia, y Miguel Ángel Oliver, Secretario de Estado de
Comunicación.
Fue un momento emotivo para este guipuzcoano que acababa de cumplir
treinta y siete años. Había ganado la meta volante más importante de su
vida, al menos hasta ese momento. Sus aspiraciones profesionales se habían
cumplido después de catorce años de actividad en una profesión muy
competitiva, donde los nuevos lo tienen difícil para entrar y hacerse un
hueco. Y más, un chico de provincias con ideas disruptivas, casi blasfemas,
que rompía los estereotipos establecidos.
Llegó a Madrid casi con lo puesto en 2003, recién licenciado en
Humanidades-Comunicación por la Universidad de Deusto: sin contactos,
sin amigos bien situados dentro de la almendra de la M-30, sin experiencia,
sin una familia de relumbrón detrás, sin padrinos y casi sin dinero. La
carrera costó un dineral y durante su primer año en Madrid fue su madre,
Juana Mari, quién le proporcionó los recursos. Ahorró toda la vida para
ayudar a sus hijos, incluso a Lourdes, que iba cerrando filas, porque son una
familia trabajadora y austera. Iván estuvo en la primera promoción de la
carrera que el Plan Bolonia cercenó diez años después, dando tiempo a que
Lourdes formara parte de la última.
«El fracaso enseña lo que el éxito oculta y, como me dice siempre mi
madre, uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta», declaró en su
toma de posesión. No se arredró ante las dificultades y le puso tesón.
Saboreó el triunfo y también el fracaso. Pasó de sentirse un incomprendido,
incluso un apestado, a llegar a lo más alto en la profesión, a un puesto que
parecía vetado a una persona independiente, sin cultura de partido, a un
profesional de la asesoría política, a un comunicador que cree en la gestión.

DEL STORYTELLING AL STORYDOING


«Iván en lo que rompe, y lo que le distingue, es en pasar del relato a contar
lo que se hace. Antes la comunicación se centraba en cómo dabas luz a un
relato a través de los medios. Hoy, en un mundo transparente, con opiniones
versátiles y una ciudadanía consciente de su poder y de que lo puede
ejercer, no vale solo con decir que se debe comunicar con hechos. No
puedes ser comunicador si no influyes en las decisiones clave. La
comunicación ha evolucionado del storytelling al storydoing, del decir al
hacer», reflexiona José Antonio Llorente, el hombre que lo fichó en el mes
de octubre de 2004, fundador de la consultoría LLYC y actualmente
presidente de la misma. Fue su primer trabajo.
Las redes sociales, la fragmentación de los medios de comunicación, el
aumento de la exigencia ciudadana, la necesaria transparencia, la
intoxicación... han provocado un cambio revolucionario en la comunicación
política. Las viejas recetas ya no sirven y las viejas formas de hacer política
tampoco.
Pedro J. Ramírez, director de El Español, pone el retrovisor con esta
anécdota: «Siempre recordaré una discusión con Fernando Abril Martorell
en su despacho de la Castellana cuando era vicepresidente del Gobierno.
Intentaba convencerlo de que una parte de su trabajo consistía en contarlo.
Su jefe de prensa, Federico Isado, se desesperaba. Me decía que no hay
manera de que Fernando entienda que, además de hacer las cosas, hay que
contarlas. Con la revolución digital y mediática de hoy hemos llegado al
extremo de que casi el contar es hacer». Hace cuarenta años los políticos se
negaban a comunicar. Los gabinetes de comunicación empezaron a imponer
el storytelling, la creación del relato. Ahora ya se habla del storydoing, de
contar lo que haces, de juntar el relato y la estrategia. En la época de Abril
Martorell, que fue vicepresidente del Gobierno desde 1978 hasta septiembre
de 1979, ni siquiera se había llegado al storytelling e Iván Redondo todavía
no había nacido.
No es muy diferente de esta otra anécdota que cuenta el que fuera líder
del PP en Barcelona, Alberto Fernández Díaz: «El consultor también tiene
que encontrar al político que se deje y el político al consultor que le
seduzca. Por ejemplo, a Fraga ninguno de sus asesores le seducía. Un día,
en la sede del PP en la calle Urgell de Barcelona, le estaban haciendo una
entrevista para RTVE. En mitad de la entrevista pasó una ambulancia y el
cámara dejó de grabar. “Disculpe, don Manuel, hemos parado por el ruido
de la sirena”. Ante el asombro de todos, y para desesperación de su jefe de
prensa, Manuel Fraga dijo: “Pues sepa, amigo mío, que no respondo nunca
dos veces a la misma pregunta”. Genio y figura. Con él era imposible, no
había asesor que pudiera. Fraga no se dejaba seducir y el consultor no podía
influir».
Redondo vio el nicho de mercado de la estrategia y la comunicación
política. «Ya me habló de ello cuando me convertí en okupa del piso de
alquiler en el que vivía con Sandra», comenta José Blanco. El mismo en el
que siguen viviendo ahora y que compartían con Currillo, un cocker spaniel
con algunas malas pulgas. Currillo dejó a Sandra y a Iván en el desconsuelo
el 21 de mayo de 2021, en el aniversario de la victoria de Pedro Sánchez en
las primarias tres años antes. Los acompañó durante trece años de su vida.
Los vio crecer como personas y como profesionales, puso color a su vida,
además de muchos ladridos para reivindicar su premio en los almuerzos y
las cenas. Nos hicimos amigos después de un amago de mordisco el día que
nos conocimos, pero el Currillo cariñoso y travieso quedará en el recuerdo
de todos los que lo han conocido. Es más, Currillo conocía a ciencia cierta
cuál era el futuro de su dueño. Su nuevo desafío.
«Corría el año 2006 y se lanzó a por ese nicho», rememora José, un
amigo de la infancia y casi su álter ego desde los catorce años, cuando se
conocieron en La Salle Loiola. «Con mirarnos ya sabemos lo que estamos
pensando los dos», afirma. Mantienen la relación a pesar de que José lleva
más de doce años en México, donde ha desarrollado su labor profesional.
En su primera época trabajó para el Banco de Santander y viajaba a España
por trabajo. En una de estas visitas, Iván le dijo que estaba trabajando con
Pedro Sánchez: «Tenía una reunión en Boadilla y quedamos para cenar.
Llevábamos años sin vernos y aquel día hizo una cosa que nunca le había
visto hacer, porque Iván no es de demostrar afecto en público. Se levantó en
mitad de la cena y me dio un abrazo. Ese día especial para nosotros me
contó que se iba a trabajar con Pedro Sánchez. Yo no daba crédito. Pedro
Sánchez estaba acabado, pero él ya estaba convencido en ese momento de
lo que iba a pasar. Lo que me parece increíble es que lo haya levantado de
esta manera. Él estaba seguro de que podría hacer grandes cosas con el
ahora presidente».
José Antonio Llorente coincide en esta apreciación: «Quería dedicarse a
la comunicación política y el puesto al que aspiraba era el de jefe del
Gabinete de la Presidencia del Gobierno, el que tiene ahora o tuvo en
Extremadura. No lo quiere por poder, lo quiere porque si no estás en la
gestión, no puedes hacer el trabajo. Tienes que estar con quién decide e
influir en las decisiones, con independencia, con análisis, desde la técnica y
la objetividad, no desde la militancia. Mira las cosas con frialdad, sin
pasión, además de utilizar técnicas muy novedosas. Con ellas ve cosas que
otros no ven. La frialdad es un valor. La pasión nubla la inteligencia y
facilita el error. En las elecciones vota la gente, no los colegas ni los
compañeros de partido. Es importante tener una idea para saber en qué está
la población y este ejercicio hoy por hoy no lo dan las encuestas. Hay que
destilar bien la información, porque tenemos millones de datos. En la
comunicación, la información es un valor central. También ayuda mucho
escuchar. Iván escucha bien y tiene un octavo sentido, porque entiende bien
el contexto y cómo abordar de forma técnica la comunicación».
Este octavo sentido remitiría a la irrefrenable necesidad de las personas
de comunicarse con la finalidad de ser entendidas por los demás, de crearse
una entidad propia en el colectivo en el que se desenvuelven. Quizá el libro
Storytelling: la máquina de fabricar historias y formatear las mentes, de
Christian Salmon, y No pienses en un elefante, de Georges Lakoff, sean las
dos obras puntales de la nueva comunicación; la primera es generalista y la
segunda se ciñe más a la comunicación de carácter político. Ambos autores
han establecido los marcos en los que se desenvuelven los procesos de
comunicación. Para Salmon, la transmisión de conocimiento debe
formularse en un relato no lineal, sino emotivo, interesante y empático. Para
Lakoff, hay que cambiar los marcos de referencia mediante nuevos
lenguajes, «porque cambiar el marco es cambiar el modo que tiene la gente
de ver el mundo». Como consecuencia, en la profesionalización de la
comunicación se dan cita habilidades de muy distinto género, que van de lo
sociológico a lo tecnológico, pero también se requieren conocimientos de
psicología colectiva y de los mecanismos cognitivos de los individuos y las
sociedades.
«La comunicación ya no puede ser humo o ingenio vacío. O en otras
palabras: no es charlatanería, ni simulación. Una comunicación que no
transmita realidades, certezas, veracidades, se queda anclada en las recetas
anticuadas de los viejos gurúes supuestamente capaces de hacer pasar por
bueno lo malo, por limpio lo sucio y lo deshonesto por honrado. El engaño
no es posible y si llega a circular termina descubriéndose. Hoy la
comunicación debe incorporar una deontología específica, una ética
comunicacional que asuma el compromiso de la veracidad en los
contenidos de conocimiento que transmite. La comunicación no es
publicidad, ni es propaganda. Se acostumbra a confundir el márquetin como
una forma de comunicación. No es del todo cierto, el márquetin puede ser,
en según qué casos, un instrumento al servicio de la comunicación, pero no
la agota y ni siquiera contiene sus elementos más esenciales. [...] Los
gestores de la comunicación trabajan en una doble dirección: hacia dentro y
hacia fuera. Antes de poner en marcha los mecanismos de la transmisión es
preciso conocer las potencialidades del mensaje, sus certezas, sus fortalezas
y sus debilidades. La fase inicial de la gestión comunicativa es callada,
silente, interna, constructiva. Crea el presupuesto del relato para que este
luego no sea humo, una banalidad o, sencillamente, un mensaje que se
pierde ahogado en la indiferencia. Quizá este sea el desafío más importante
de los gestores de la comunicación: no son empaquetadores de grandes
almacenes a los que no preocupa el producto que envuelven. Son los
inspectores de la mercancía que prescriben; de qué manera puede y debe
venderse el conocimiento en una sociedad como la actual alertada y reactiva
ante tanto engaño y ocultación», escribe en El octavo sentido José Antonio
Llorente.
Iván recuerda aquellas dudas de juventud. No sabía si dedicarse al
periodismo o si enfocar su profesión hacia la estrategia política. A quienes
no sorprende que pusiera en valor la información, el trabajo cotidiano en
una redacción, es a sus amigos. «En la universidad hizo sus pinitos en El
Diario Vasco. Lo acompañé muchas veces a hacer entrevistas por los
pueblos del Goierri para la sección de cultura. Siempre leía la prensa,
analizaba las noticias, el entorno político, el económico. En la universidad
lo leía absolutamente todo y siempre iba con El Diario Vasco bajo el brazo.
La mayoría de la gente va a la universidad a aprobar, él iba a formarse.
Quería ser periodista y escribir un libro. Ya en este tiempo le empezó a
gustar la comunicación política, la política, y en los recreos nos daba unas
chapas de política memorables —explica José Blanco, al que tampoco le
sorprende su posición actual—. A nadie, a ninguno del grupo, a ninguno de
nosotros nos ha sorprendido su éxito. Era un tipo superresponsable y
superestudioso. En nuestro grupo de chat decimos que se veía venir». Sus
amigos se ríen cuando se les pregunta por las chapas de Iván. «¿Iván dando
la chapa? No me lo puedo creer. ¿En serio? Cuando empieza a hablar de
política, te cita nombres y apellidos como si fuera gente que conocieras de
toda la vida. Recuerdo que hablaba mucho de Pablo Iglesias cuando
empezaba. A veces le digo, dile a tu amigo que estamos hasta el gorro de
que estén todo el día peleándose entre ellos, que lo que queremos es que
arreglen los problemas», apunta Juanma Blanco.
Lourdes Redondo ha sido una mina con El Diario Vasco. Trabajó diez
años después en el periódico y se puso manos a la obra como
documentalista para recuperar piezas escritas por su hermano. «Bautismo
en el aire a 4.000 metros. Tres jóvenes guipuzcoanos relatan su experiencia
tras lanzarse en paracaídas»; «Lekumberri medieval»; «Entre bingos y
casinos»; «Un escenario algo descafeinado. Los triunfitos Alejandro y
Gisela los más aclamados»; «Alto nivel de colecciones»; «Unos hoteles con
mucha tela»; «Una isla en horas bajas»; «Donde estuvo el sol»; «¡Qué
verano más helado!»; «Con la esperanza de lucir los cuerpos al sol»; «Un
aurresku apagado por la lluvia»; «El noble veterano»; «La nuit des
Bouquets»; «El novel ganador»; «El triunfo entre aplausos»; «La belleza de
lo sencillo»; «Un arte lírico muy variable»; «El respeto a Caballer»;
«Artistas del deslizamiento»; «Arranca el Open Zone»; «Todos con el hijo
de la novia»; «El arte no es pintar una cosa bonita, sino una bella cosa»;
«Tipula continúa la serie Karramarro Artea con dos nuevas entregas»; o
«Una Semana Grande equilibrada». Era el verano de 2002 y un joven de
veintiún años se pateaba fiestas, festivales, campings, playas y actividades
para realizar entrevistas y reportajes culturales para DVerano de El Diario
Vasco. Estos son solo algunos de sus artículos, una pequeña muestra de la
primera incursión seria de Iván Redondo en el mundo de la comunicación.
«Siempre he visto en Iván a una persona tenaz e intensa. En La Salle, el
hermano Sebastián nos decía que, para tener éxito, el secreto es el “aceite
de codo”, mientras hacia el gesto de untarse algo en los codos. El mensaje
está claro, que todo se saca a base de trabajo. La frase del hermano Sebas se
volvió recurrente entre nosotros. Cuando algo nos iba a costar, nos
decíamos: “¡¡¡Aceite de codo!!!”. Se lo ha aplicado siempre porque tenía
claro su objetivo desde que se fue a Madrid. Quería formarse lo mejor
posible, en SATSE, en Llorente y Cuenca... compaginándolo con trabajos
en hostelería. A veces me decía que los días eran duros y se acumulaba el
cansancio. ¡¡¡Aceite de codo!!!», afirma Álvaro Ruiz.
Un año después de su aterrizaje en la capital, se incorpora como becario
a Llorente y Cuenca, que por entonces tenía unos 35 empleados, lejos del
músculo que luce en la actualidad. «Le contratamos en octubre de 2004 y,
como director de recursos humanos y financieros, hice una excepción.
Todos tenían que hacer prácticas durante seis meses. Era una forma de
selección del personal. No estaba haciendo ningún máster y nos dejó muy
claro que si seguía en prácticas, se buscaba otra cosa. Eso me sorprendió.
Era un tipo maduro y no tenía ni veinticinco años. Su primer salario fue de
10.000 euros brutos anuales. De ahí venía Iván. No lo conocíamos de nada
ni venía enchufado. Lo consideré tan bueno, que nos saltamos las normas y
lo contratamos como asistente ejecutivo, el escalafón más bajo», recuerda
Enrique González, el hombre que lo fichó.
«El éxito de Iván radica en haber montado un sistema de escucha capaz
de escuchar a todos a la vez y de procesar esa información. Ese es el
modelo que se está imponiendo. La inteligencia empresarial o política
consiste en saber lo que está pasando en la calle. Esa capacidad de entender
lo que tienes a tu alrededor es lo que busca un CEO, un presidente. Esa es
su aportación a Sánchez. Utiliza la escucha como herramienta principal a la
hora de decidir lo que quiere hacer y cómo lo quiere plantear. Ya se le veía
cuando era joven. En la empresa éramos conscientes de que o le ofrecíamos
una carrera y crecimiento en la compañía o se iría. De hecho, se fue», dice
Francisco Hevia, su jefe de sección en LLYC y hoy director corporativo de
Galletas Gullón.
La definición de Paco Hevia del «sistema de escucha» se ha extendido
como una mancha de aceite entre un sinfín de entrevistados. El Gabinete de
la Presidencia del Gobierno es objeto de opiniones variopintas, pero la
mayoría reconoce que es un nuevo modelo acorde con los tiempos. «El
aparato que ha creado no tiene precedentes. Es un cambio radical. Nunca ha
habido un ejército tan disciplinado como el que ha construido en este
tiempo. Hay de todo, desde matemáticos hasta big data, pasando por
filósofos y analistas de todo tipo. Es un equipo de esta época para un
Gobierno de esta época, con gente muy joven. Ha creado un mundo, pero
no puedes equivocarte en una cosa, tienes que vigilar que este mundo no te
lleve al aislamiento», apunta Lucía Méndez, periodista de El Mundo.
«Ayudar a coordinar la labor de Gobierno requiere contar con estructuras
cada vez más potentes, como vemos en otros países. Para llevar el día a día,
pero sobre todo para asegurarse de que no se dejan de lado los grandes
asuntos de Estado. Si tuviera que destacar un elemento diferencial de Iván
Redondo, señalaría su accesibilidad y su plena disposición a ayudar y
buscar soluciones. También la transparencia. Escucha y expone con
franqueza sus puntos de vista para poder buscar soluciones de forma
conjunta o para que afloren nuevas ideas. Hablo con él con cierta frecuencia
y es uno de los miembros del Gobierno con el que tengo una relación fluida.
Si tuviera que enumerar a las diez personas del Gobierno con las que tengo
más interlocución, Iván Redondo sería una de ellas. Está muy preparado
técnicamente, tiene visión e intuición. Conoce muy bien las técnicas de
análisis sociológico y, sobre todo, tiene una gran capacidad para extraer
conclusiones y elaborar planes de actuación concretos. Combina el perfil
del estratega con un gran cuidado de los aspectos tácticos», afirma José
Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola.
Pedro J. Ramírez entiende este nuevo modelo porque hay que cambiar al
ritmo que cambia la sociedad, la política y la propia comunicación política:
«Miguel Ángel Rodríguez o Miguel Barroso fueron elegidos hombres de
confianza política de presidentes, pero no como profesionales capaces de
poner la suficiente distancia emocional como para hacer en cada momento
lo conveniente y no lo que espera el jefe. Me hubiera gustado que Aznar o
Zapatero hubieran tenido un equipo y una organización de esta envergadura.
Los dos expresidentes habrían creído en esta estructura si se hubieran dado
cuenta de la trascendencia que tiene la comunicación».
«Creo que la estructura de la Moncloa surge de un Iván Redondo que
tiene claro lo que quiere y cómo debe ser eficaz. No es solo quien la dirige,
sino que ha conformado un equipo, un equipo con poder, el poder de las
cabezas que piensan y trabajan sustentándose en los datos. Ha montado una
estructura para que sea eficaz porque el jefe del Gabinete no puede estar
solo para resolver asuntos puntuales de agenda, hacer cartas o discursos.
Tiene que ser el otro Sánchez y, para ello, es necesario que el Sánchez
número uno confíe ciegamente en el número dos. Esta simbiosis existe y
Sánchez no sería Sánchez sin Redondo. Hay una relación de
interdependencia —comenta Fernando Ónega, una de las personas a las que
Iván llama «mi mentor»—. La prueba es que no paran de hablar por
teléfono. Un día estábamos comiendo en la Moncloa, se oye un helicóptero
y me dice: “Llega el presidente. Ahora te tendré que dejar porque me
llamará”. Efectivamente, así fue. Nada más aterrizar lo llamó. El montaje
que ha hecho me parece muy inteligente. Lo único que no sé es si Tezanos
depende de él. Y si no depende, lo parece», explica, con esa retranca
gallega tan suya. «Eso de escuchar es como una manía. Quedábamos en
Vitoria en una cafetería cerca del Parlamento Vasco. Siempre llegaba antes
de tiempo porque le encantaba escuchar las conversaciones en la barra del
bar. Iba solo y simplemente escuchaba porque quería oír lo que dice la
gente de verdad», corrobora el director de «Estado de Alarma», el
periodista Javier Negre. Raúl del Pozo sentencia de forma lapidaria:
«Planifica, estudia, escucha y tiene un equipo fantástico».
«Un spin doctor tiene que identificar alertas tempranas. Es una de sus
principales tareas. Y cuando las identifica, la válvula se dispara y sale el
vapor, para controlar la situación. Iván es de una generación que necesita
posicionar en el mercado su marca. Hay otra lógica más subterránea, más
por abajo, más del viejo país. La derecha pacata y provinciana guarda las
apariencias. Compárame a María Jesús Montero diciéndole a Pablo Iglesias
en una discusión que no sea cabezón, a Soraya Sáenz de Santamaría o
Dolores de Cospedal recibiendo a Villarejo, recurriendo a espías e
investigadores. A Montoro poniendo a la agencia al servicio de su facción
en el Gobierno. Multando a Aznar, por ejemplo, o sancionando a Margallo.
¿Me lo vas a comparar? La derecha tuvo a su Iván. Durante mucho tiempo
manejaba Pedro Arriola. La derecha, con esa patrimonialización del poder,
ha pensado que España le pertenecía y al final ha buscado los atajos. En
lugar de buscar a un Iván, ha preferido buscar a un Villarejo», apunta Juan
Carlos Monedero con este análisis que, a buen seguro, no dejará indiferente
a nadie.
«Yo, simplemente, soy una persona muy discreta. Quiero agradecer a mi
ama por toda la fuerza que siempre me ha dado, que es una luchadora, a mi
mujer Sandra, a José Ramón y a Mari Luz, a mis hermanos, que hoy están
aquí, a mi hermana Lourdes, a mi hermano Manu y a mi hermano Txema, a
Paula, a todos los que me conocen que también hoy están aquí, pues
muchas gracias», dijo Iván mientras dedicaba más de la mitad de su corta
intervención a dirigirse a su familia, porque el hilo conductor de su vida ha
sido la esperanza. Volvió a recordar su pasado para reforzar un concepto, el
porqué de hacer las cosas, cómo las hacemos y para qué. Está acostumbrado
a formar equipo, a mantenerse siempre en activo, cultural o físicamente, a
empezar de cero para llegar a la final, a jugar el campeonato y perderlo,
pero llevándose un trofeo. En apenas dos minutos de discurso hizo un
repaso de su vida profesional y personal. En ambas, su familia es muy
importante. Así comienza su historia, con Esperanza y, debajo del brazo, un
libro, El mundo de Sofía, un compendio filosófico de Darwin a Marx,
pasando por Sartre o los presocráticos, el romanticismo, el existencialismo
o el Renacimiento. Álvaro lo recuerda bien: «Nos dio con entusiasmo por
El mundo de Sofía. No era un tipo habitual y parece que nosotros tampoco.
La filosofía siempre ha estado en nosotros. Cuando empezó a estudiarla,
comentábamos los filósofos mientras íbamos en el topo (metro de San
Sebastián) de camino a casa. Compartíamos lo que habíamos hecho ese día
y leíamos la realidad traduciéndola con los filósofos. Sobre todo, Iván».
Su familia es una piña. Sus hermanos mayores, su madre, su hermana
pequeña y ahora su mujer son sus referentes. Y el recuerdo, entrañable, a su
hermana Esperanza, fallecida cuando era una cría. Su muerte hizo posible la
llegada de Iván a este mundo, ya que le recomendaron a su madre que
tuviera otro hijo para superar la pérdida. Para el pequeño Iván, su madre y
sus hermanos eran su modelo, porque su padre pasaba largas temporadas
fuera de casa por su profesión. Es el enano y todavía le envían mensajes del
estilo «“nano”, ¿cómo estás?». Todos los hermanos son diferentes, aunque
tienen un común denominador en la manera de expresarse y en el tono, en
la forma de hablar. Manu es introvertido y se convirtió en su referente
intelectual, mientras que Txema, más extrovertido, habla como él,
traduciendo en esquemas sus palabras. Iván, y en eso coinciden sus
familiares y amigos, es una mezcla de sus dos hermanos mayores, con un
punto introvertido y otro extrovertido que no muestra hasta que tiene
confianza con su interlocutor. Apenas se conoce esta faceta extrovertida por
su timidez.
«Iván es un cóctel de Manu y Txema. Yo llegué diez años después a ser
una mezcla de ellos tres. Manu es una enciclopedia con patas, el
intelectualoide de la familia, como le dijo Iván el día de su boda. Txema es
un hombre hecho a sí mismo e Iván un intelectual que no farda de
conocimientos y deja hablar. Todos nos hemos apoyado siempre
compartiendo conocimientos e inquietudes para crecer siendo una versión
mejor cada día. El gran denominador común de todos, aunque creo que
representa especialmente a Iván, es la ama. Los valores que nos ha
transmitido son todo lo que él lleva por bandera: constancia, trabajo duro,
honradez y mucha dedicación. Es un gran escuchador. No se cierra a
escuchar a las viejas generaciones y escucha atento también a las nuevas.
Sabe aprender del diferente y eso es una gran virtud. Estudia el pasado y
analiza el presente para poder crear un futuro mejor. Hacen falta más
profesionales así. Sin escucha y capacidad de adaptación no habrá mejoría.
Para mí es, sin duda, un ejemplo a seguir como persona y profesional. Si lo
conocieran, sabrían que lo que se dice de él es imposible. Nosotros vamos
al reto, pero siempre respetando. En mi familia coexisten todas las
ideologías, pero somos de personas, no de ideologías. Es una frase de Iván,
pero así somos todos», afirma Lourdes.
Sus hermanos mayores influyeron mucho en el joven Iván, que asumía el
estatus de «nano» porque lo entendía como una forma de disciplina, por
heredar la ropa, por recogerla y guardarla cuando estaba encima de la cama,
por ir a comprar el pan y El Diario Vasco o porque era el que iba al
videoclub a buscar películas. Era el chico de las tareas, el enano, pero las
vivía con admiración hacia sus hermanos. Como todos, ha vivido lo propio
de su generación, pero su estrecha relación con Manu y Txema le permitió
acceder a lecturas, música o deporte de otras anteriores. Su madre no les
dejaba zanganear y les fomentaba la cultura y el deporte en todas sus
expresiones. El tiempo había que aprovecharlo. Dormir solo era para
descansar.
«La prudencia siempre está presente. Hay que saber escuchar y
responder con criterio y educación, y echando una mano, aunque esto no
siempre se interprete igual. Si dos personas se quieren conocer, tienen que
buscar puntos de encuentro. Otra cosa es que haya personas que te
despierten más expectación porque valoras su información. En esto tiene
una habilidad innata. Nuestra praxis es muy sencilla. Tenemos una escala de
valores o etapas, al margen de con quién estés. Iván en la primera etapa le
va a ofrecer a cualquier persona que tenga delante respeto; en la segunda,
sencillez; en la tercera, profesionalidad; en la cuarta, confianza; y en la
quinta, liderazgo. Siempre cierra con liderazgo. Ese es el ADN de Iván
Redondo Bacaicoa», apunta Txema.
«Algunas críticas son simplemente estupideces. No argumentan,
insultan. Dicen lo que dicen porque les cae mal o les han contado que ha
dicho no sé qué. Algunas están fundamentadas, son serias, pero la gran
mayoría no tienen nivel. Hay que aceptar las críticas, pero se deben hacer
siempre desde el respeto. La política es como los equipos de fútbol: o eres
de uno o eres de otro, hooligan de uno o de otro. Hay cosas más
importantes que insultar en campañas de odio orquestadas porque sale
gratis. Iván tiene claras sus prioridades y coge la tangente ante esos
insultos. Son campañas de desgaste para que abandone. A fin de cuentas,
los que le quieren poner la zancadilla lo terminan ayudando. Lo critican
para erosionarlo y él lo utiliza como un aprendizaje diario», señala Manu.
«Hagamos un poco de política ficción. ¿Qué pasará cuando,
lógicamente, Sánchez pierda las elecciones, porque eso pasará? Se tendrá
que ir, pero tiene todavía una gran carrera por delante. Iván seguro que nos
sorprenderá y le auguro un gran futuro en su campo. Esta vida es efímera y
tiene muy claro que esto dura lo que dura. Hay que tener las ideas muy
claras para llegar al final de la mejor manera posible. Lleva solo tres años
en el Gobierno con situaciones inauditas. Y otro dato: es el primer Gobierno
de coalición de la democracia y eso es muy complicado de articular, sobre
todo con la parte del Gobierno con la que tiene que lidiar, que es gente muy
anárquica y que no está acostumbrada a gobernar», sostiene Jesús Cimarro,
director del Teatro de Mérida y empresario cultural.

DE LA NADA A LA GLORIA EN UN AÑO


Ha conseguido algo que era impensable un año antes, que Pedro Sánchez
fuera presidente del Gobierno de España. Lo teorizó en mayo de 2017 en su
blog The War Room, en Expansión: «Si enfocamos bien el ajedrez político
que se avecina deben saber que hay altas probabilidades de que Sánchez
puede ser presidente. Bien a través de una moción de censura (si se suceden
más escándalos en el seno del PP y se conforma una mayoría alternativa) o
tras el resultado de unas elecciones anticipadas».
Pedro Sánchez e Iván Redondo se encontraron en el momento adecuado
y congeniaron. Sánchez era un desahuciado de la política que había vuelto
de nuevo a la Secretaría General del PSOE, un partido dividido en lo
orgánico y en coma en lo electoral. En su toma de posesión, Iván le
agradeció la confianza que había depositado en él, porque sabía que había
tomado una decisión personal difícil: nombrarlo con la oposición de
sectores del PSOE que no disimulaban mucho su desprecio por la figura
que susurraba al presidente desde hacía un año.
«El fuego amigo existe y del adversario, ni te digo. Son
comportamientos humanos que se nutren de la tensión que provoca el
poder. Es muy humano querer estar al lado del líder y poder decir que el
líder te hace caso a ti. Forma parte del juego. La capacidad de influir
depende de dos cosas: no interferir en las decisiones y no convertir al líder
en un rey desnudo. Tomar una decisión depende del análisis previo, pero
también de escuchar otras voces. Por eso es importante el líder. Tiene la
obligación de saber quiénes le aportan. Lógicamente, un buen consultor
político trata de influir, pero también tiene que intentar que haya otras voces
que le ayuden a él a conformar opinión y que no aíslen al líder», señala
Daniel Anido.
«El presidente prefiere rodearse de los mejores a anteponer la confianza.
Su equipo es lo más técnico posible. El que hace una cosa es porque sabe
sobre ello. El presidente es muy frío. No se deja llevar por las emociones
cuando tiene que tomar una decisión. Solo Ábalos consigue convencerlo.
Iván es elegido no solo por la confianza, sino por su eficacia, porque
seguramente confianza tiene más en Juanma. La confianza no se convierte
en el criterio fundamental, es la eficacia», opina el director de eldiario.es,
Nacho Escolar. «El líder necesita un asesor que le diga la verdad, aunque se
juegue el puesto», sentencia Raúl del Pozo. El director de El Independiente,
Casimiro García Abadillo, lo ve con este prisma: «En junio de 2018, en el
PSOE hubo conflictos y lágrimas porque algunos fueron víctimas del
instinto asesino del poder. Juanma Serrano era un tipo fiel, pero el
presidente del Gobierno sabía que en la nueva etapa necesitaba análisis y
prospectiva más allá de Ferraz».
«El presidente es un tipo especial. Un tipo duro. Un día clave en esta
historia es el día que envía a Adriana Lastra al Congreso, a Maritcha la deja
en Ferraz y a Juanma lo sitúa en Correos. Cuando llega al paraíso de la
Moncloa, llega acompañado por Iván. El presidente apuesta por la
profesionalidad. “Me han valido, pero ahora necesito otra cosa”», dice el
director de informativos de La Sexta, César González. Para Nacho Cardero,
director de El Confidencial, «el éxito de Pedro Sánchez es Iván Redondo.
Cuando tomó la decisión de que se quedara a su lado, acertó. Era una
decisión difícil y acertó. Solo te puedes quitar el sombrero viendo actuar al
presidente. Se dio cuenta de que para esta nueva etapa necesitaba a otras
personas, porque si tu empresa crece tienes que tomar estas decisiones.
Acertó y ahí están los resultados. No es una cuestión de confianza, que
seguramente con ellos tenía más, es una cuestión de eficiencia».
En la misma línea opina Susana Díaz, secretaria general del PSOE
andaluz, enfrentada a Sánchez en las primarias y, en consecuencia, con un
Iván que mantenía charlas interminables con el candidato Sánchez sin luz ni
taquígrafos. «Hay gente que dice que el consultor político te marca lo que
debes hacer. No, no, el consultor propone cómo hacerlo y define los
tiempos. El responsable es el líder. Pedro dirige e Iván ejecuta. Es un
profesional, no un militante, que está haciendo un grandísimo trabajo que
empezó en el proceso de primarias. A mí me faltó un Iván Redondo en ese
momento [risas] y se lo he dicho alguna vez. En serio, lo hizo en las
primarias y lo está haciendo en el Gobierno. Lo importante es contar con el
mejor y tenemos a uno de los mejores. El cómo, los tiempos y la ventana de
oportunidad son su misión. Ha sido el mejor fichaje como consultor que
hemos hecho en los últimos años. No hay que tener recelos, hay que
rodearse de los mejores. No solo por ti, sino porque estamos en el Gobierno
de España».
Aunque parezca mentira, la posición de Susana Díaz es muy similar a la
de su «enemigo íntimo» en el PSOE andaluz, el alcalde de Dos Hermanas,
puntal de Pedro Sánchez en las primarias y hoy presidente del Comité
Federal del PSOE, Quico Toscano. Su relato en primera persona de lo que a
su juicio sucedió tras el triunfo de la moción de censura hasta la llegada a la
Moncloa, horas después, no tiene desperdicio. No tiene pelos en la lengua.
«Estuve en la votación, sentado al lado de Begoña y de los padres de
Pedro. Cuando ganó la moción, vino a saludar a su familia y se encontró
conmigo. Fueron momentos entrañables. Duraron poco porque era el
momento de tomar decisiones. Nos trasladamos del hemiciclo al edificio de
grupos, al otro lado de la Carrera de San Jerónimo. Allí había de todo.
Algunos estaban entusiasmados con el nuevo liderazgo. Estaban
alborozados como si hubieran estado con Pedro desde siempre, aunque solo
unos meses antes se habían puesto de perfil cuando se les pidió dar un paso
para la integración. Otros trabajaban en una sala. Félix Bolaños, con los
papeles hechos, pensaba en la estructura. La transición no duraría semanas,
sino horas. Entré en la sala y ese era el panorama: unos trabajando, dos o
tres pensando en el futuro, en lo que se venía encima, y otros jugando sin
ser conscientes de lo que sucedería en breve.
»Iván no estaba. Estaba con Pedro. Ya vi que su opinión era la decisiva.
Allí estaban Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Adriana Lastra. Me vi con
Pedro unos instantes y le dije que no era el momento de hacer una ejecutiva
de partido, que era el momento de hacer un Gobierno. No hay que
equivocarse. Aquí no se pagan lealtades, aquí se busca eficiencia. No me
callé y le di mi opinión sobre algunas personas.
»Tenía claro que Iván debía acompañar a Pedro. Se estaba produciendo
un cambio de secretario general a presidente del Gobierno. En esta
metamorfosis, algunos no estaban ni preparados ni a la altura. Iván era el
hombre de Pedro, en el que ponía su confianza para separarse de la presión
partidista. Tenía frescura y una visión por encima de las miserias de los que
se daban codazos. Una visión profesional y objetividad era lo que
necesitaba Pedro y lo que le convenía a España, y como le convenía a
España le convenía al partido. Iván fue su único interlocutor ese fin de
semana. Ábalos, Adriana y Santos estaban a la espera y a la escucha.
Esperaban que Pedro les llamara y estoy convencido de que estaban
cabreados. Se habla mucho de Susana y Susanas hay muchas en el partido.
Unas andaluzas y otras no, pero ponen las mismas zancadillas.
»La almohada de Pedro era Iván. Si ya tenían recelos con él antes, sin
ocupar un puesto en el partido ni tener un cargo, ese fin de semana fue para
ellos determinante. Sus recelos aumentaron porque el poder no estaba en
Ferraz, estaba en la Moncloa. Por eso van en su contra, porque algunos no
saben ser felices con lo que tienen. Tienen unos puestos que les superan y
son infelices porque quieren algo más. Es la política del codazo. No me
sorprendió su nombramiento. Juanma se portó como un caballero y, aunque
estaba tocado, acató la decisión. La cosa no quita para que lo azuzaran
contra Iván. La etapa que se iniciaba era diferente y se le buscó un encaje
porque había hecho mucho.»
Juanma Serrano ha declinado participar en este libro. Ha dado la cara y
ha expuesto su percepción. «Quiero ser prudente. Prefiero mantenerme al
margen», me dijo. Seguramente no es un plato de su gusto, pero ha
mantenido la honestidad. A mi juicio, le honra esta actitud.
«El presidente nombró a Iván Redondo y prescindió de una persona de
máxima lealtad, solvencia y rigor que le había acompañado en la travesía
del desierto. Fue su decisión y no fue fácil. Lo vi en televisión en la
Moncloa en una visita de un mandatario extranjero. Al día siguiente ya
supimos que no sería el jefe del Gabinete. Pedro encontró dos aliados
extraordinarios. Uno fue Iván y el otro, Juanma. No se le ha oído decir una
palabra más alta que otra, ni una queja ni un reproche, y mira que lo
buscaron. Si hay un sinónimo de lealtad, ese es Juanma Serrano. Acató la
decisión del presidente y punto. No sabremos cómo funcionaría el Gabinete
con Juanma Serrano al frente, pero sí sabemos cómo lo hace con Iván
Redondo y, visto lo visto, parece que funciona», comenta Chema Crespo,
director general de Público y un hombre que conoce de primera mano los
vericuetos del PSOE.
«Si Pedro Sánchez no hubiera salido de Ferraz, nunca habría elegido a
Iván. Lo echaron de la Secretaría General y eso fue una experiencia vital
que le hizo ver las cosas de otra manera. Los aliados no siempre son tus
aliados. Por eso buscó a una persona de fuera. ¿Cuántas veces ha pasado en
un partido? Muy pocas. La decisión del presidente de ficharlo como jefe del
Gabinete la tenía tomada desde hacía tiempo, incluso desde antes de saber
que se presentaría la moción de censura. El Gabinete de la Moncloa es
distinto porque las circunstancias del PSOE, y de la moción de censura, son
diferentes. El presidente no le debe nada al partido, por eso no tiene que
colocar a nadie del partido», señala Carmen Galbete, coordinadora de
Asuntos Nacionales en la Moncloa y antes trabajadora en Redondo y
Asociados. Alfredo Franco, también colaborador en la empresa y antes en
Extremadura, y hoy subdirector de Agricultura, Pesca y Alimentación y
Reto Demográfico en el Gabinete, considera que «no es fácil ver la
diferencia entre el poder orgánico y el poder institucional. Siempre tienes la
tendencia a escoger a los tuyos y premiar. El presidente ha buscado otras
cosas. Eso no es tan fácil de aplicar y encima no había tiempo para buscar
equipo.»
«Iván y Paco Salazar forman un buen tándem, se complementan porque
Paco tiene mucho conocimiento de la vida interna del PSOE. Es un tándem
institucional no orgánico, pero los dirigentes orgánicos van a degüello en su
contra. Ellos saben cuál es su papel, pero los orgánicos están inmersos en su
guerra entre Ferraz y la Moncloa», afirma Quico Toscano, quien aporta esta
visión desde dentro del cascarón, aunque desde fuera no se ve tan diferente.
Tomar esta decisión aumentó las resistencias en el seno del partido, las
críticas y las zancadillas. No gustó en ciertos sectores que Iván Redondo
asumiera un papel de relevancia, aunque no tuvieron otro remedio que
aceptar la decisión del presidente. Empezaba, o se acentuaba, la guerra
soterrada, esa en la que se aprovecha cualquier momento para clavar una
daga, y sus protagonistas son artífices de una parte de la leyenda negra que
se ha construido en torno a su papel en la política española.
Paco Marhuenda, director de La Razón, explica su visión: «Pedro me
sorprendió, ya que fue capaz de tener la frialdad de prescindir de todo su
equipo porque no le servía para la nueva etapa, aunque no dejó a nadie
tirado. Se ha portado muy bien con ellos, no como otros presidentes. Tienes
que ser capaz de prescindir de tus entornos en nuevas etapas, porque no es
lo mismo ser secretario general, candidato o presidente del Gobierno.
Construyó un equipo presidencial como lo hace el presidente de Estados
Unidos, lo profesionalizó porque la política necesita profesionalización, no
fieles y aduladores, sino gente que te haga ver la realidad. En definitiva, el
presidente lo que hace es modificar la estructura de poder entre el partido y
el Gobierno. Da un giro con el que establece unos mecanismos y nombra a
unas personas pensadas para una etapa de gestión que, seguramente, no le
hubieran servido en la etapa anterior. Pone al frente a una persona en la que
puede confiar porque no tiene ninguna aspiración política, ni interés político
personal. El presidente e Iván trasladan a la Moncloa un modelo de gestión
más empresarial que político».
Verónica Fumanal ha trabajado con Albert Rivera, con Pere Navarro en
su época de primer secretario del PSC, con Jaume Collboni y con Pedro
Sánchez. En las últimas elecciones autonómicas de 2019 trabajó con
Guillermo Fernández Vara. Su última parada ha sido la campaña de Àngels
Chacón en el PDeCAT. Ha vivido de cerca y desde dentro una parte de la
historia del PSOE. «La confianza con el líder es fundamental. El feeling es
una parte de esa confianza. Pasas con él más tiempo que con tu familia o tus
amigos. En la política de primer nivel le faltan horas al reloj. Durante esas
horas y horas con el líder, si no hay confianza y sinceridad, el binomio no
funciona. ¿Acertó Pedro en junio de 2018? Es la primera vez en la historia
moderna que la dirección del Gabinete es un modelo más orientado a la
estrategia y a la comunicación y menos un modelo orgánico. Viendo los
resultados, no fue una mala decisión. Ha ganado las elecciones y sigue
siendo presidente. Ha mantenido a Iván como jefe del Gabinete en contra de
algunos pronósticos que refleja la prensa y en contra del parecer de parte
del partido. Ambos confían el uno en el otro. Son una pareja, una pareja
profesional con una relación emocional, una pareja en toda la dimensión de
la palabra.»
Su antecesor en el cargo, José Luis Ayllón, no duda en afirmar que
Redondo supone «un cambio en la comunicación y un cambio en la
estructura de cómo entender la jefatura del Gabinete del presidente. Solo
hay dos modelos de jefe de Gabinete: o dama de compañía o ama de llaves.
Iván es ama de llaves. El presidente lo ficha porque necesita a alguien que
le ayude a construir un relato, comunicación, marketing, gestión, estrategia.
No es un objetivo de nación, el objetivo es reforzarse electoralmente como
presidente. El marketing es comunicación política, es un activo electoral, y
el presidente no hace nada que no persiga dicho objetivo. Ese es el papel de
Iván y no lo digo en tono peyorativo. Se puede hacer marketing político
arreglando los problemas del país».
No difiere mucho José Miguel Contreras, que tuvo su bautismo de fuego
con el asesoramiento a Felipe González tras el fiasco de su primer debate en
Antena3, al que llegó sin haberlo preparado y en el que Aznar le dio un
revolcón. Su amistad con Miguel Barroso hizo el resto. «Iván es el
paradigma del cambio de la comunicación política en las últimas décadas.
Su figura hubiera sido inimaginable en España hace solo unos pocos años.
Ha introducido un mayor grado de profesionalización porque el mundo
comunicativo ha cambiado y es mucho más complejo. Las redes sociales y
las nuevas tecnologías han provocado cambios en un ecosistema
enmarañado con una gran fragmentación de los medios, y ha quedado atrás
el escenario en el que lo básico y fundamental eran las relaciones políticas o
de lobby con los grandes grupos empresariales. Había dos grandes partidos
y cuatro o cinco grandes empresas de comunicación, y prácticamente las
relaciones se ceñían a ellos. Esto ha cambiado y, con el cambio, han ganado
mucho peso los técnicos profesionales.»

SU PRIMER TRABAJO EN EQUIPO: LA FAMILIA


Su madre es su puntal. Las madres en Euskadi tienen un punto mágico
porque la sociedad vasca es culturalmente un matriarcado. Además, en su
caso, la figura del padre quedó diluida primero por su trabajo, que le
obligaba a pasar largas temporadas fuera de casa, y luego porque sus padres
se separaron. A los chavales Redondo Bacaicoa no les faltó de nada. A
Iván, el más pequeño, tampoco, porque su madre y sus hermanos le
aportaban todo.
Iván fue el cuarto en nacer en una familia humilde del barrio de
Trintxerpe en San Sebastián, o en Pasaia (Pasajes) según se mire, porque
ambos municipios están inmersos en un conflicto de lindes, más conocido
como el conflicto de las mugas. No vamos a entrar en la polémica, pero
Trintxerpe es el distrito más cercano a San Sebastián y la propia página web
del Ayuntamiento de Pasaia reconoce que, por su cercanía a la capital,
muchos piensan que es un barrio donostiarra. Los Redondo vivían en la
frontera entre Pasaia y San Sebastián, en la calle Gomistegui, que durante
años se llamó calle Azkuene, por el equipo de fútbol del barrio en el que
Txema fue una estrella absoluta. Para los chavales del barrio, el Azkuene
era un equipazo. De él salió una generación, la de Txema, que llegó a todas
las categorías y llevó a algunos de sus miembros, entre ellos al hermano de
Iván, a la selección de Euskadi. «He conocido a Txema y me han contado
que jugaba muy bien. Txema e Iván tienen un gran parecido. Txema tiene
también mucha visión, capacidad de síntesis, de abstraer lo importante de
una conversación. Ese es su denominador común», apunta el presidente
realista. Un denominador común a los tres, a Txema, Iván y Jokin
Aperribay, es que son todos de la Real Sociedad, aunque Iván tiene como
segundo equipo al Real Madrid. «Yo también —añade su hermano Txema
—. Es muy de la Real, pero siempre ha sido muy merengón, como yo,
aunque reconocemos, por ejemplo, que el Barça es un grandísimo equipo y
que Messi es el mejor jugador del mundo. Iván vive el fútbol por todos los
poros. Ha jugado, ha entrenado y, para nosotros, siempre ha sido una
válvula de escape. Entiende mucho de fútbol. Tenemos nuestra filosofía
desde pequeños, un enfoque emocional como el de antes, cuando el jugador
y el espectador iban de la mano. Vivimos el fútbol porque siempre hemos
tenido a la Real muy presente y hacemos un guiño al Real Madrid. Se pone
la camiseta del Real Madrid para ver los partidos y se siente cómodo, pero
con la de la Real también.»
Trintxerpe tiene poco que ver con el barrio de la Concha o el monte
Igueldo, con Gros o con Eguía. Ni siquiera se parece al Casco Viejo.
Trintxerpe es otra cosa: un barrio industrial que creció durante el auge de la
industria pesquera y se convirtió en el distrito más poblado de Pasaia, y
sigue siéndolo a pesar de la crisis del sector en los años ochenta y noventa
del siglo pasado. Es un barrio de familias humildes y trabajadoras que viven
del mar. Se podría definir como el barrio de pescadores de San Sebastián-
Pasaia. Con la crisis, también llegaron la depresión, la marginalidad, las
drogas y el paro.
A este barrio llegaron los Redondo desde Galicia y lo convirtieron, junto
con otros muchos, en un «barrio de gallegos», aunque en realidad conviven
la emigración extremeña, andaluza, murciana y, por supuesto, gallega. El
gallego José Manuel Redondo se casó con Juana Mari Bacaicoa, una vasca
de pura cepa, oriunda de la Navarra más cercana a Guipúzcoa, de Lacunza,
una tierra dura. José Manuel y Juana Mari se quedaron en el barrio. Allí
nacieron sus hijos: Manu, Esperanza, Txema e Iván, que llegó para llenar el
vacío dejado por Esperanza, quien murió cuando apenas tenía veinticuatro
meses a causa de un tumor. «Y, por supuesto, a mi hermana Esperanza, que
no está con nosotros y a la que yo no pude conocer, pero que allí desde el
cielo siempre está cada vez que estoy haciendo algo», dijo en su toma de
posesión.
Juana Mari, a la que todos llaman Juanamari, así de corrido, algo muy
vasco, se dedicaba a criar a sus hijos y José Manuel pasaba largas
temporadas fuera de casa, en la pesca de altura. Muy trabajador y entregado
a su trabajo, fue escalando en la jerarquía profesional hasta llegar a ser jefe
de máquinas. Pasaba muchos meses en alta mar y solo hablaban con él por
el teléfono del barco. Todos conocieron a Iván el 14 de abril de 1981,
cincuenta años después de la proclamación de la Segunda República, como
le gusta recordar. La ruptura familiar fue dura, como todas, y los marcó a
todos. Iván se hallaba en plena adolescencia. Fueron unos años muy
difíciles para Juana Mari y para sus hijos, a los que fue sacando adelante
trabajando primero en la limpieza y más tarde como cocinera para una
familia de San Sebastián hasta su jubilación.
«No emite juicios de valor. Tiene sus opiniones, pero en una
conversación no entra en bandos. Opina siempre, pero nunca descalifica, al
contrario. Eso es lo que hemos aprendido en casa. Son los valores de mi
madre. Lo que somos se lo debemos a ella. Nos educó en el respeto al
diferente y la clave siempre ha sido la comunicación. Con mi madre
hablábamos mucho, pero no era nuestra amiga, era nuestra madre y alguna
vez nos llevábamos alguna perca, un zasca. La presión, la imposición, no
son el camino que nos han enseñado. Compite, trabaja duro, pero siempre
de acuerdo con tus ideales y tus valores, que te quieran por quién eres, no
por quién no eres. Iván es muy parecido a mi madre en muchas cosas»,
afirma Lourdes.
«En casa somos muy plurales y tenemos muy marcada la constancia. En
pareja, en la familia, con los amigos, en el trabajo, siempre. Ese es el pilar
más definido por nuestra madre. A partir de ahí, las ideas y los ideales se
quedan en las personas. Tengo amigos de todos los partidos políticos.
Podemos divagar en cuanto a criterios, pero tenemos que saber dónde está
el personaje y dónde está la persona. Dentro de la gestión del conocimiento
de cada uno siempre se puede llegar a puntos de encuentro. Es nuestra
filosofía. Lo nuestro es abrir el melón. Todos sentimos y padecemos, pero si
tienes una mente desarrollada y con predisposición a construir, sabes
aprender del diferente y entender al diferente. Puedes hacerlo como una
hormiga, con tranquilidad. Si estás entrenado, no fallas, y él está entrenado
desde pequeño», añade Txema.
«Era la máxima de nuestro abuelo Ildefonso, el padre de mi madre. La
familia es la familia y las ideologías son de cada uno. Mi abuelo era así y a
todos nos gusta esa forma de ver la vida, porque así somos libres. Eso no se
tiene muchas veces en Madrid; allí se ven las cosas en blanco y negro, sin
grises. Aquí cada uno es como es y no le puedes quitar a una persona sus
ideas. Otra cosa es hacer el burro con las ideas. Desde el respeto, todo
funciona bien, aunque hay gente que no se respeta ni a sí misma. Desde el
respeto, todo es válido. Esta elasticidad de pensamiento, este respeto por el
diferente es vital para su trabajo. ¿Cómo puedes hacer cosas para un país si
no tienes en cuenta todos los puntos de vista que hay a tu alrededor? Hacer
eso fastidia mucho a la gente que prefiere la imposición», apunta Manu.
Juana Mari contaba en casa con la ayuda de la tía Asun, su hermana
pequeña, que cuidaba a los niños mientras ella trabajaba. Dicen que Iván
era un crío obediente y que si le mandabas quedarse en un rincón, había que
volverlo a llamar porque si no se quedaba allí tan pancho. Sus tías fueron
muy importantes en su niñez y en su adolescencia. Su tía Asun pasaba
muchas horas en casa y le quería como a un hijo, y su tía María Jesús, ya
fallecida, fue importante para su madurez, ya que lo trataba como a un
adulto y mantenían grandes conversaciones, lo que llevó al «nano» a abrirse
mucho con ella.
Iván es pétreo, pero reconoce haberse emocionado durante su toma de
posesión. Fue un momento importante, no la culminación de nada, sino el
inicio de una nueva etapa; como máximo, fue un punto y seguido, porque
no es lo mismo alcanzar el Gobierno que tener el poder. Tras la toma de
posesión, se fue a comer con su familia. Tuvo que salir corriendo porque los
incendios se acumulaban en la Moncloa. El presidente se le acercó tras la
toma de posesión y le dijo: «Vamos a rescatar al Aquarius».
Fue el gesto que marcó el inicio de la legislatura y envió un mensaje al
mundo sobre quién era Pedro Sánchez. La oposición lo utilizó más adelante
para lanzar duros ataques al Gobierno recién constituido. Iván siempre
pensó que fue un buen movimiento. El Aquarius interrumpió la celebración
familiar en la que estaban presentes todos: sus hermanos, su ama, sus
suegros José Ramón y Mari Luz, su sobrina Paula y su mujer Sandra, pero
el primer marrón echó agua al vino. «La operación del Aquarius se vio
como una analogía con la retirada de tropas de Irak por parte de Zapatero.
Se pudo percibir como un golpe de efecto, pero esta decisión tenía luces
largas. No se puede acusar al Gobierno de vendepatrias y de buscar
beneficios electorales. O una cosa u otra. El Aquarius fue un golpe de
efecto que no perseguía efectos inmediatos, sino a más largo plazo»,
sostiene Enric Hernández.
«Nuestro primer marrón fue el tema migratorio —recuerda bien el
responsable de internacional, el sherpa José Manuel Albares, hoy
embajador de España en París—. El Aquarius fue el símbolo. Teníamos un
importante incremento de la inmigración, el país de Europa que más
recibíamos, y no teníamos política migratoria. La construimos poniendo en
la balanza responsabilidad y solidaridad. Lo tuvimos que hacer sobre la
marcha porque el problema no apareció con el presidente Sánchez, ya
estaba ahí.»
A pesar de la distancia, mantiene una relación constante con su familia.
Se percibe en ellos orgullo y cuidan de su hermano e hijo, al que siguen en
su día a día a través de las informaciones de la prensa. Su relación es
especial. Una muestra de ello. Un día, mientras manteníamos una charla, su
hermano Txema le envió un SMS: «Egun on. ¿Qué tal estás “nano”?». El
mensaje no decía nada más, pero estaba claro que se había preocupado por
las informaciones publicadas aquellos días. Iván le contestó: «Bien,
descansando». Y Txema respondió: «Perfecto». La conversación fue corta,
pero suficiente. Es el código entre los dos hermanos. Otro ejemplo: Manu le
envió un mensaje cuando el 11 de octubre tuvo el encuentro con Fran
Bragado, el joven estudiante gallego que creó la cuenta no oficial de Twitter
«Iván Redondo info». Manu sabía que al día siguiente tendría un día duro y
le envió un SMS: «No olvides lo que dijo Rocky Balboa. Esta noche
cambia la hora, descansarás una hora más y yo trabajaré una hora más». Sin
más, una mezcla entre Séneca con cita a Rocky Balboa y porque no se le
ocurrió citar a Chuck Norris, según comentó entre risas el propio Iván. Con
su hermana Lourdes la relación es diferente. Vive en Madrid y se ven
mucho más a menudo. Entre librerías y cafeterías, comparten opiniones y
discuten ideas, a menudo con un pintxo de tortilla de por medio. Todos ellos
estaban en su toma de posesión y también su mujer Sandra, con la que se
casó el 1 de abril de 2017, después de años de convivencia personal y
profesional. En la boda les bailaron un aurresku y sonó el himno de
Navarra. Además de Juana Mari, hay otro navarro en sus vidas, José
Ramón, el padre de Sandra.
«Si estuviera en los zapatos de cualquier político, desde Pedro Sánchez
hasta Pablo Casado, me gustaría tener a una persona como Iván muy cerca
y no los entornos de los partidos de siempre. Hoy todos quieren tener un
Iván. Todos. La comunicación es la que marca el futuro, ya que los aparatos
de los partidos están anticuados para la vida que nos ha tocado vivir, para
afrontar la sociedad hipercomunicada. Tenerlo a tu lado es un acierto
porque está al cabo de la calle, de cómo hay que hacer a un líder y, lo más
importante, de lo que este tiene que hacer para seguir siéndolo», apunta
Carmelo Encinas, director de opinión de 20 minutos.
«Es bueno tener personas independientes que te pongan en duda. La
gente próxima también hace ese papel, pero conviene tener una mirada
diferente para no quedarse enquistado en el partido. Es bueno tener un
equipo liderado por una persona de tu máxima confianza que haga el papel
de outsider, un papel diferente. Las críticas vienen más de dentro que de
fuera. Desde fuera es una leyenda negra, desde dentro es la resistencia a un
cambio de modelo y a la pérdida de influencia.», afirma Jordi Juan.
«Quizá por falta de conocimiento, lo que más inquietud y ganas de
conocer me suscita es saber cómo se puede actuar en política sin estar
movido por principios. Los sinsabores de la política los sobrellevo por mis
principios. Mi bálsamo es mi amor por España y mi entrega a los españoles.
Me gustaría saber cómo cura sus heridas una persona a la que no le mueven
los principios y los valores. Los asesores lo pueden ver de otra manera,
porque son profesionales, pero incluso en este punto tienes que creer en lo
que haces. Lo más inteligente de Redondo es que está detrás de todos los
movimientos clave y, sin embargo, nunca asumirá responsabilidad porque
quienes toman las decisiones son otros, aunque es el hombre clave, lo que
es muy inteligente jurídicamente. Iván está en la comunicación y en la
gestión, pero no gestionando ni tomando las decisiones. Las toman los
ministros, los vicepresidentes, el presidente. En cualquier otro caso, el líder
es el que toma las decisiones. En el caso de Iván esto es lo extraordinario.
Todos los aciertos, no para España, todas las decisiones del Gobierno de
coalición que permiten que se mantenga vivo a pesar de las tensiones
aireadas por la parte comunista, se las atribuyo a Iván. No suelo ser mala en
los análisis», dice Macarena Olona, portavoz de VOX.
«Me dijo que Pedro Sánchez iba a ganar las primarias. No lo creí. Tenía
en contra al viejo PSOE y a la gran mayoría de los medios de
comunicación. El presidente estaba solo, abandonado tras el 1 de octubre, e
Iván hablaba mucho con él y seguro que lo animaba. Fue su momento,
porque cuando estás en momentos bajos, agradeces mensajes en positivo y
él siempre ve una puerta de salida. Siempre tiene un relato, aunque es un
poco trilero. Espero que no se moleste. [Sonríe.] Tú estás mirando una
bolita y ya está preparando otra. Es muy proactivo y planifica escenarios.
Cree que una mala noticia se puede solapar con una buena o con un
escenario distinto. La amarga victoria en las últimas elecciones es un
ejemplo. Todos pensábamos que el PSOE iba a sacar más rédito con la
repetición electoral. Yo tengo la duda de si era partidario de repetir las
elecciones o no, pero en veinticuatro horas le dio la vuelta. Fue el epicentro
de las conversaciones con Pablo Gentili y con Pablo Iglesias», señala
Susanna Griso.
El lunes 11 de noviembre de 2020 cené con Iván en un hotel madrileño.
Durante la cena recibió un SMS rubricando el pacto. El mensaje era escueto
y solo contenía una palabra: «Perfecto». El emisor era Pablo Iglesias, el
secretario general de Podemos. El preacuerdo del Gobierno de coalición
quedaba cerrado. Tuve la suerte de estar en el momento adecuado con la
persona adecuada. La confianza hizo el resto. Publicamos la exclusiva en
La Razón. Había pasado la tormenta de la noche electoral. «Si se miran las
imágenes de esa noche en Ferraz, se puede ver al presidente tocado y a
todos esos personajes hostigando a Iván y a Paco. Lo vimos por la tele a
500 kilómetros. Pedro no era Pedro y veíamos en los pasillos de Ferraz a los
que querían pasar factura por las elecciones. Pedro reaccionó con rapidez y
volvió a confiar en Iván. Bueno, no volvió a hacerlo porque nunca le había
retirado la confianza. Confía y sigue confiando, frente a los que pensaban
que era la oportunidad de darle un hachazo», dice Quico Toscano.
«Cuando lo veo siento admiración. No le ha caído del cielo, no ha sido
fácil, se lo ha trabajado desde siempre. Cuando me dijo que se iba a Madrid
a estudiar un máster, le dije que nunca volvería a Donostia a vivir. Se rio. Es
más, le dije que acabaría casándose con Sandra. Se volvió a reír y me dijo
que no. No me equivoqué en ninguna de las dos cosas. No me sorprendió
nada cuando me dijo que eran pareja. A Sandra la conocía desde hacía años,
de la época de los cines en los que trabajábamos todos juntos. La vida
siempre da muchas vueltas. Tampoco me sorprendió que llegara a la
Moncloa. Es un tipo peculiar, curioso y único. Ha encontrado su vocación al
100 %. Le gusta mucho leer y todo lo que lee se le queda grabado. Retiene
todos los datos, tiene una memoria fotográfica. Todo lo que ha aprendido no
ha sido de un día para otro. Como él dice, son años de entrenamiento, de
dar todo el día vueltas a lo mismo», explica Juan María Blanco, un amigo
de la juventud.
2

FORJANDO EL CARÁCTER

MIRADA DE VASCO, PALABRA DE VASCO


«No se trata de aprender solo los contenidos del título, sino competencias.
Es decir, identificar un problema, buscar las fuentes de información,
resolverlo, explicarlo por escrito y ser capaz de defenderlo oralmente»,
afirma Juan Manuel Cortés, vicerrector de Docencia y Convergencia
Europea y profesor de Historia Antigua de la Universidad Pablo de Olavide,
citado en El País por Elisa Silió en un artículo titulado «Aristóteles es
director estratégico». Juana Mari lo formulaba de otra manera y se lo
imbuyó a sus hijos: «Si sabes algo, debes explicarlo de manera sencilla. Si
no, no te lo sabes».
Juana Mari animó a sus hijos a hacer de todo, sobre todo al adolescente
Iván, porque «es un niño muy especial». Sigue viviendo en una casa
humilde de 70 metros cuadrados, en el cuarto piso de un bloque de doce
plantas. La familia ha vivido siempre en esa vivienda de Trintxerpe bajo el
matriarcado de Juana Mari, una vasca abertzale, en un barrio nada
nacionalista. Siempre ha sido simpatizante del PNV, del Euzkadi Buru
Batzar, pero también ha inculcado a sus hijos la pluralidad, el respeto por el
diferente y el orgullo por la identidad. «Soy navarra, soy vasca y soy
española», les decía, porque su realidad no era excluyente. Estas enseñanzas
formaron parte de la educación de sus cuatro hijos: lo importante son las
ideas, más que la ideología que las formula, y las personas más que los
partidos. Esta posición, que Iván defiende a capa y espada, se debe a su
educación, a los debates que vivieron en casa, donde se expresaban ideas
diferentes, pero sin conflicto, porque la tolerancia era fundamental.
La familia no es una rara avis. «Somos vascos, yo de Bilbao y él de
Donostia. Estamos acostumbrados a escuchar porque en el País Vasco había
que escuchar mucho para entender al diferente, lo que nos da una visión de
España diferente a la de Madrid. Creo en una España más plural, más
diversa, porque España es variada. Durante años luchamos en nuestra tierra
por la libertad y tenemos un pensamiento más elástico. Dices las cosas
como las piensas y escuchas los argumentos contrarios. Somos polemistas,
pero de las polémicas surgen puntos de encuentro», apunta Antonio
Garamendi, presidente de la CEOE, que aprovecha para señalar que
«tenemos más cosas en común. Además de vascos, los dos venimos de los
jesuitas de Deusto y eso imprime carácter: trabajo en equipo, esfuerzo,
respeto a la discrepancia y toma de decisiones».
Xabier Bariandarán, burukide del PNV desde enero de 2001, que fue
profesor de Iván y sigue dando clases en la Universidad de Deusto, continúa
en esta línea: «Le di clase de opinión pública, que es lo que más me gusta.
Siempre estaba sentado en las primeras filas, mostraba un enorme interés y
no era nada pelota. Tenía una enorme curiosidad intelectual, era muy
despierto. De esto hace al menos dieciséis o diecisiete años. Ser de Deusto
imprime carácter y marca la forma de hacer y ver las cosas. Ser vasco le
ayuda a ver una España diferente, porque conoce muy bien la realidad
vasca, que beneficia la visión de una España plural, plurinacional diría yo,
sustentada en la diversidad. Es consciente de ello y esta actitud positiva. Si
uno tiene una idea unívoca de lo que es España, el Estado español, favorece
poco los procesos que el Estado necesita».
Otro profesor de Deusto lo define así: «Era un tipo activo, que absorbía
la información y la procesaba muy rápido. Es tímido. Escucha mucho, solo
habla cuando tiene que hablar y es muy observador. Los vascos tenemos un
pensamiento elástico. Los orígenes, la cultura te dan una mayor cintura. La
sociedad vasca ha sido terriblemente convulsa, con posiciones extremas. Al
final, todos formamos parte de ella, los que la defendemos con medios
lícitos. Ser vasco te da un buen entrenamiento y ser de Deusto imprime
carácter porque hemos vivido una situación absolutamente politizada y
variopinta. Era nuestro día a día. Somos periféricos», sostiene Jesús Mari
Gabirondo, director de Comunicación de la CNMC. «La convivencia
nacional se construye a partir de personas diferentes. Iván siempre ha
perseguido la convivencia porque vivimos una realidad en la que convives
con múltiples objetivos políticos, con riesgos de todo tipo y trabajas para
alcanzar acuerdos. Ha nacido en ese entorno político y además es un gran
observador», señala Jokin Aperribay.
Desde las antípodas ideológicas, Nicolás Redondo Terreros, exsecretario
general del PSE, dice sobre Iván: «Tengo una posición muy crítica con el
Gobierno y distancias muy grandes con Iván Redondo. Eso no quita para
que sea una persona agradable con la que se puede hablar. Es inteligente y
estoy seguro de que no es el responsable de todo lo que se dice de él, no es
el protagonista de todas las leyendas. Es culto, escucha y demuestra que
tiene interés en conocer tu opinión, aunque sea crítica, porque es receptivo,
polemista y un apasionado de la defensa de sus posiciones».
«Todo el mundo es consciente de su papel y sabe que Iván tiende
puentes con todo el mundo, no los rompe, porque, aunque se le critica por
ello, por estar en el centro del huracán, es la única manera de hacerlo bien
en su profesión. Le critican los que son incapaces de tender puentes. Lo
hace porque es lo que la historia nos ha enseñado a los vascos. Somos
pactistas. Preferimos un mal pacto a un desencuentro y luego ya lo
limaremos. Iván aplica este sentido común, tan poco común en la política y
en el país», dice Jesús Cimarro, empresario cultural y ermuarra. Y añade:
«El hecho de ser vasco ayuda y estudiar en los jesuitas también, ayuda
porque en Euskadi vivimos una situación muy complicada. Hemos
aprendido de la historia para no volver a repetirla. Por eso entendemos la
España diversa».
«El presidente dice que el PSOE es el partido que más se parece a
España. Nosotros pensamos que la SER se parece mucho a España y que
nos llega la percepción de lo que pasa en todo el territorio. Seguro que le
influye ser vasco, porque es más elástico en su pensamiento, pero te niego
la mayor: no creo que haya un pensamiento mesetario. Más bien, me
parecen excusas de los mesetarios. Iván entiende este país y el presidente
entiende este país. Es más, creo que el PP también. Otra cosa es que utilice
excusas mesetarias por interés electoral. Quien no lo entienda se equivocará
en su acción de Gobierno o en su trabajo periodístico. Si alguien pretende
hacer periodismo solo desde Malasaña, yerra totalmente», afirma Daniel
Anido.
«Que sea vasco le da una visión más abierta y mucho más acertada de lo
que es hoy la realidad de España. Los que estamos en la villa y corte a
veces perdemos la perspectiva. Cantabria, Asturias o Andalucía no son
Madrid. Sus realidades son diferentes y ser periférico ayuda a tener una
perspectiva más rica y más abierta. No hay que olvidar una cosa que es
básica, su estrecha relación con el PNV», señala Antonio García Ferreras,
director de La Sexta.
«Es pragmatismo vasco y elasticidad de pensamiento. Pragmático no
significa ser dogmático, pero un pragmático que no es dogmático no
implica que sea maleable o flexible. Tiene valores humanos y deseos de
transformar desde el pragmatismo, lo que se traduce en un profesional
comprometido con un proyecto. Ha trabajado con el PP, pero estoy seguro
de que cualquiera de los líderes del PP con los que ha trabajado te dirán lo
mismo que yo, porque Iván da un gran valor a la amistad», apunta Paco
Salazar, director adjunto al jefe del Gabinete de la Presidencia del
Gobierno, su hombre en la Moncloa.
«No es sensiblero, pero tiene mucha sensibilidad», dice Enrique
Simancas, su amigo y compañero profesional en mil batallas, quien revela
un aspecto que solo conocen sus más íntimos, quienes trabajan o han
trabajado con él: «No se enfada, no chilla, pero con los años he aprendido
que cuando está cabreado, le sale el acento vasco. Si lo oyes hablar con el
deje de su tierra, prepárate que vienen curvas». Carmen Seguín, miembro
de su equipo en Extremadura y hoy directora de Comunicación del alcalde
de Salamanca, el popular Carlos García Carbayo, coincide con Simancas:
«El momento más complicado en el Gobierno extremeño se produjo tras el
conflicto de Canarias. Parecía que flaqueaba la cohesión del equipo y fue un
golpe difícil de encajar. Los nervios se alteraron, pero no los perdió. Fue un
momento de tensión y de pena, pero no era un jefe al uso. Siempre estaba a
tu lado cuando tenías un marrón. No chilló nunca, pero le salió su ramalazo
del norte y el acento vasco».
En este ambiente fue creciendo Iván, el «nano», el que iba a comprar y
devoraba El Diario Vasco. Lo leía todo, aunque muchas veces ni lo
entendía. Además, en casa, su madre potenciaba la educación y la cultura en
todas sus expresiones. Sus hermanos hicieron el resto, transmitiéndole con
maestría sus conocimientos, sus aficiones y su acervo cultural. El crío Iván
aprendía nombres de países y conceptos que le parecían rarísimos, como
importaciones, exportaciones o tecnología, cosas que todavía no estudiaba
en el colegio. La música, el deporte y sus experiencias formaron parte de su
educación. «Somos muy parecidos porque somos muy competitivos. Es
disfrutar, vivir la vida, pero también forja el carácter la supervivencia. Lo
teníamos muy definido en nuestras conversaciones de litera. Absorbía lo
que le aportábamos Manu y yo, lo hacía suyo e iba configurando su
personalidad. Ahora ya nos han salido canas, no somos la nueva
generación, e Iván está teniendo en su vida una recompensa más que
merecida. Sigue siendo la misma persona discreta, responsable, respetuosa
y sencilla, lo que siempre nos ha remarcado nuestra madre», dice Txema.
«En la distancia corta tiene una sonrisa fácil, es afable, un gran
conversador con un humor inteligente. Es el buen amigo al que sientas a tu
mesa con la certeza de que va a ser una velada entretenida y divertida.
Como a buen vasco, le gusta la buena mesa y disfruta cenando en casa. A
pesar de ser uno de los hombres con más poder de este país, sigue aferrado
a sus orígenes, a la ciudad que le vio nacer, a la que regresa cada vez que
puede. Disfruta como nadie tomando pintxos en la parte vieja y callejeando
en medio del anonimato, que adora —relata Rosa Díez Urrestarazu, su
profesora en tercero de carrera en Deusto—. Lleva fuera de San Sebastián
veinte años y se siente tan donostiarra como los que vivimos aquí. Se
enorgullece de su origen y siempre está dispuesto a ayudar a su ciudad
desde el anonimato. Lleva el nombre de Donostia en su ADN y lo exhibe
por donde va. Es uno de los mejores embajadores con los que San Sebastián
puede contar y sería, sin duda, un gran Tambor de Oro, la máxima
distinción de la ciudad, con la que ya cuentan la escultora Cristina Iglesias,
Iñaki Gabilondo, Gabriel Celaya, Antonio Mercero, Elías Querejeta o
Ainhoa Arteta, entre otros.»
En 2020, coincidiendo con la tamborrada, concedió una entrevista
personal a El Diario Vasco, el periódico que iba a comprar cada día desde
niño, el diario de Donostia, su patria chica. Le cayó la del pulpo. Sabía lo
que iba a pasar y aun así concedió la entrevista. Era como el pago de una
deuda personal con su tierra.
«Tiene mucha resistencia. Se le notan los años de recorrido y que conoce
administraciones muy distintas. No pierde los papeles y tiene una visión de
largo alcance. Siempre busca una salida y tener toda la información, trabaja
para que los medios no le pasen por delante, crea la noticia, es proactivo y
alimenta nuestra necesidad de información. Eso es lo que tiene que hacer un
jefe del Gabinete del presidente porque los nuevos tiempos requieren de una
figura así», señala Susanna Griso.
«Lo conocí en un encuentro informal ese verano [2020] gracias a Rosa
[Díez Urrestarazu], que hizo de casamentera y con quien había trabajado en
Euskal Telebista, y me fijé mucho en él. Es un tipo perspicaz, buen analista,
con buenos reflejos, informado, que memoriza mucho, polemista con
recursos intelectuales, que defiende con contundencia sus posiciones y que
habla mucho de escenarios de futuro. Matiza tus argumentos y escucha al
que piensa diferente. Para lo otro ya tiene su espejo», apunta Martxelo
Otamendi, director de Euskaldunon Egunkaria y exdirector de Berria,
diario cerrado en 2003 tras ser acusado de formar parte del entramado
empresarial controlado por ETA. En 2010, los imputados fueron absueltos y
la fiscalía acabó por no presentar cargos. La sentencia de la Audiencia
Nacional también consideró que el cierre temporal del diario como medida
cautelar tenía un encaje difícil en el ordenamiento jurídico y no existía una
habilitación constitucional directa para poder hacerlo, según se puede leer
en el perfil de Otamendi en Wikipedia. El Tribunal de Estrasburgo condenó
a España por no haber investigado de manera efectiva la denuncia de
torturas interpuesta por los detenidos.
Se vieron en el Hotel María Cristina de San Sebastián, donde once años
antes se había presentado la campaña de Antonio Basagoiti. «De entrada me
sorprendió que el jefe del Gabinete del presidente del Gobierno español
quisiera hablar conmigo. Soy el decano de los directores (siempre digo con
guasa que soy el director con pasaporte español que más años lleva
dirigiendo un diario, de papel se entiende), pero no tengo la relevancia que
tienen otros en la villa y corte, porque además mi diario es en euskera. Fue
un encuentro agradable y hasta hoy no se lo había contado a nadie. El
primero eres tú», dice Otamendi.
Paco Salazar es su número dos en el Palacio de Semillas. Uno tiene el
despacho en el ala oeste y el otro, en la este, equidistantes del despacho del
presidente. Dicen que su relación fue un flechazo y Paco fue su lazarillo
para evitar los campos de minas de Ferraz. Desde entonces forman una
pareja indestructible. Se reparten los papeles, ejecutan las decisiones y
dinamizan el equipo de la Moncloa. «Iván tiene talento y visión estratégica.
Es muy teutón, hiperorganizado y ordenado, y con gran capacidad de
trabajo. Se lee todos los correos e intenta sacarle partido a todo», dice Paco
Salazar. En su grupo de confianza figura José Antonio Rodríguez Salas, el
exalcalde de Jun, al que todo el mundo llama Jun: «No entra en pánico en
ningún momento. La noche electoral del 10 de noviembre salimos los tres
de Ferraz mientras oíamos volar los cuchillos. Iván se había quedado casi
sin voz, no por el resultado, sino por una gripe de campeonato. Pensaba que
se lo podían cargar, pero fuimos con él. Unimos nuestra suerte. Fue un
momento duro, pero a pesar de todo transmitía confianza. Nos decía: “A
esto le daremos la vuelta, ya veréis”, tanto que al día siguiente ya había
hablado con Pablo Iglesias. Mientras los otros pensaban cómo cargárselo, él
ya estaba trabajando en una solución. Además, la decisión de repetir las
elecciones no fue de Iván. Asumió las culpas y buscó una solución».
«Sánchez no es torpe y tiene gran experiencia. Puede haberlos más
listos, pero no está en el pelotón de los tontos. Les ganó una batalla
tremenda a las vacas sagradas del socialismo y si les ganó, no puede ser un
gilipollas. Iván es el culpable de ese éxito, pero no es su mérito, es su
profesionalidad, su conocimiento y donde están su techo y su sótano»,
sostiene José María García, otrora líder indiscutible de la radio española.
Desde muy pequeño le encantaba la política y estaba fascinado con
Felipe González. Se tomaba como un deporte escuchar sus discursos o ver
debates parlamentarios. Tenían una televisión en el salón de la casa,
suficiente para toda la familia, pero insuficiente para Iván, que se agenció
un aparato en blanco y negro que había quedado en el olvido. Consiguieron
que funcionara y poder ver las nuevas cadenas, Antena3 y Tele 5. Iván
consideró haber heredado la «nueva» televisión y la instalaron en la cocina.
Mientras unos veían películas en la sala, Iván seguía las noches electorales.
Vamos, que se metió en política siguiendo a Felipe González en una
televisión en blanco y negro.
Como han repetido varios entrevistados, «ser vasco y de Deusto» marca
el carácter. Todos presumen de este hecho diferencial, del que sacan pecho
independientemente de su orientación política. «Soy de Salamanca y tengo
el honor de ser cónsul de Bilbao, y hace diez años recibí el “LagunOnari”.
Me unen a Iván Redondo el orgullo y el cariño por esta tierra, y estoy
convencido del papel clave que va a jugar el País Vasco en el futuro»,
afirma el presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán. Y hace otro
apunte: «Nos une también nuestra educación en los jesuitas, él en Deusto y
yo en el ICAI. Esto imprime carácter, porque hacemos realidad la parábola
de los talentos. En tu educación te dan unos talentos y los tienes que
devolver con intereses, con espíritu de superación y con un toque social. El
esfuerzo, el trabajo en equipo, valorar las capacidades y la lealtad es lo que
nos define». «Los vascos somos muy francos. Tenemos mirada de vasco y
palabra de vasco. La palabra es el contrato, me da igual firmar un papel o
no. Si incumples la palabra, se acabó. No hay más. Somos a veces así de
bestias, así nos han educado. Y eso que no soy jesuita», remata el
presidente de la Academia de las Artes Escénicas, Jesús Cimarro.
«Con apenas cuarenta años y una sólida trayectoria como asesor a sus
espaldas, es un exponente avanzado y muy cualificado de la nueva
generación política. Está dotado de un gran instinto político,
complementado por su capacidad de análisis y su vasta cultura e
inteligencia de lo público. Interpreta y sintetiza la res publica como un todo.
Y siempre es rápido y perspicaz en sus conclusiones. Le considero una
persona cabal, seria, equilibrada y fiable, de trato afable y cercano. Podría
ser más prolijo en adjetivos, pero creo que lo que le singulariza es, sobre
todo, la combinación de razón e intuición», sostiene Isidre Fainé, presidente
de la Fundación La Caixa.
«Me parece una persona extremadamente brillante e inteligente, con una
inteligencia humilde. Es rápido y fluido en el desarrollo de sus ideas. No
impone, razona. A veces razona tanto, que es difícil seguirle. Hay que leer
entre líneas. Es polemista, escucha, no habla hasta que acabas y agradeces
su conversación, aunque le lleves la contraria. Tiene toda la información y a
veces te deja sin argumentos, en fuera de juego. Es un tipo que transmite
tranquilidad y confianza al empresario. Hay cosas de su visión que pongo
en duda, como la coalición de Gobierno. Soy de centro derecha y me gusta
que me gobiernen con honestidad y sensatez. He votado de todo en mi vida,
pero la figura de Pablo Iglesias me da miedo porque la filosofía comunista
ha fracasado y perjudica al Gobierno. En este punto discrepo de Iván, pero
también es verdad que les lleva la delantera y les gana en protagonismo»,
afirma Cayetano Martínez de Irujo.
«Es bueno sentirse orgulloso de las raíces. Nuestros valores son, en gran
parte, fruto de nuestra historia personal y tenemos la oportunidad de
enriquecerlos con la visión más amplia posible de otras realidades. De esa
forma comprenderemos más y mejor lo que pasa a nuestro alrededor y
podremos contribuir a dar soluciones amplias a problemas complejos. Uno
siempre es lo que es porque ha nacido donde ha nacido. Luego, la vida te
lleva... Telefónica viene del mundo analógico y hoy es un líder digital. La
misión de Telefónica es hacer un mundo más humano conectando la vida de
las personas. No es casualidad, porque cuando se conectan los puntos, todo
se hace más grande y somos capaces de hacer cosas increíbles. Lo
importante es tener esa mirada amplia y la curiosidad intacta para poner a
España a liderar los grandes debates mundiales, porque estamos preparados.
Nuestra agenda puede ser de mucho mayor impacto si estamos conectados.
Estamos en la mejor posición para liderar la cuarta industrial. Bienvenido
sea quien ayude a lograrlo, venga de donde venga», declara José María
Álvarez-Pallete.
«Es un gran profesional de la comunicación, de la estrategia, y un gran
formador de líderes. Trabaja para el líder, le aporta ideas factibles, realistas,
que tratan de conectar con la ciudadanía. En situaciones difíciles es capaz
de construir hojas de ruta viables. Por ejemplo, su trabajo ha propiciado que
se aprobaran los presupuestos y con una mayoría muy importante. Hay que
reconocerle el mérito. Es un hombre racional y receptivo, que escucha. He
tenido con él muchas conversaciones en momentos buenos y no tan buenos,
hemos estado de acuerdo y discrepado, y cuando discrepas, da la cara, da
explicaciones y no rompe puentes. Siempre contesta y esto es muy
importante. Trabaja en favor de los intereses del Gobierno y del presidente,
pero puedes pactar las discrepancias», apunta Josep Sánchez Llibre.
En esta misma línea se expresa también el presidente del Real Madrid,
Florentino Pérez: «Tiene una enorme capacidad de trabajo, a lo que se
añade una visión estratégica importante y un talante respetuoso, algo que
para mí es fundamental en los que ejercen la actividad pública. Te puedo
asegurar que tiene un profundo sentido de Estado. Hace su trabajo con una
magnífica capacidad de diálogo, aceptando la discrepancia». El economista
Carlos Ocaña, director de proyectos corporativos y de regulación del club
blanco lo ve así: «Es un tipo muy listo, superavispado. Sabe adaptarse
perfectamente a foros y ambientes diferentes, es camaleónico, se adapta al
entorno en cada momento. Es un tipo que siempre escucha. Me lo ha
demostrado y en muchas ocasiones me llama la atención que escucha más
que habla. Es reflexivo y si no tiene una opinión, te escucha para
formársela».

EL TEUTÓN DE XIAN
La ruptura familiar fue un punto de inflexión en la vida del joven Iván. Con
quince años cristalizaron los principios y valores que se irían proyectando
en su vida desde el punto de vista político, pero también personal. «Es una
persona mentalmente muy resistente, que se curtió en esos años —explica
Sandra, que añade mientras sonríe—: Cuando discutes con él, se convierte
en un guerrero de Xian, firme, impertérrito ante lo que dices. Es un hombre
de piedra que ni gesticula. Es como un rompeolas que no se viene abajo
ante la adversidad.»
Paco Salazar ilustra esta forma de ser con un ejemplo: la negociación del
protocolo de la visita del presidente Sánchez a Joaquim Torra en el Palau de
la Generalitat. «Fue un momento de gran tensión. El Gobierno de España
quería trasladar el mensaje de que era el Gobierno de toda España y de que,
como presidente, visitaba la sede de la Generalitat de Catalunya. Queríamos
ocupar un espacio y dar a conocer los acuerdos en el lugar donde se hacen
las comparecencias del presidente catalán: la galería gótica. La idea
incomodó a la Generalitat. No les gustaba que el presidente Sánchez fuera
al Palau y no les hacía ninguna gracia la rueda de prensa en la galería
gótica. Lo que no sabían es que, al día siguiente, y eso tampoco les gustó, el
Gobierno contestaría a las 44 demandas del Govern.»
«El día antes de la visita Iván y yo fuimos al Palau y la respuesta a
nuestra propuesta fue un no rotundo. La galería es solo para el president,
dijeron. “¿Cómo que solo para el president?”, pregunté, haciendo un poco
el papel de poli malo. Estábamos enrocados. Nos ofrecieron el Pati dels
Tarongers y otras instalaciones. Argumentaron que allí habían presentado
hasta un vehículo de Fórmula 1, pero un vehículo de Fórmula 1 no es el
presidente de España. La reunión duró dos o tres horas. La tensión bloqueó
la situación. Se negaron a que el presidente Sánchez ocupara ese espacio
porque sabían lo que representaba. Eran conscientes de que era un mensaje
inequívoco de la unidad de España, se caía su relato de que se trataba de la
visita del presidente de un país a otro país. Aquí surge el teutón. “Nosotros
nos vamos y os lo pensáis. Si consideráis que no puede ser así, se suspende
la reunión y ya está”, dijo Iván. Dos horas más tarde llamaron para dar el
visto bueno a la galería gótica. Al día siguiente, el presidente marcó la
agenda dando respuestas a las demandas de la Generalitat y lanzó un
mensaje muy claro de lo que se podía hacer y lo que no. Con ello, la visita
quedó fijada como una visita del presidente a una comunidad autónoma.
Habíamos ganado la batalla del simbolismo, habíamos ganado el mensaje.
La estrategia se tiene que ver en cada momento, en cada discurso, en cada
eslogan, en cada frase, en cada mensaje. Y la foto del Palau era todo eso.
Para lograrlo había que actuar con firmeza», cuenta Paco Salazar.
Firmeza y convicción son sus características. Su mujer, Sandra, lo define
así: «Si está convencido, no se doblega, es un muro, puro mármol, pero
dialoga, escucha, absorbe lo que le dicen». «Otra característica suya es la
paciencia. No se deja llevar por el pánico. Sabe estar, es tranquilo. La
mayoría nos dejamos llevar por el pánico ante el conflicto. He aprendido
con él que lo importante es distinguir lo importante de lo accesorio.
Parafraseándolo, lo importante es la señal, no el ruido», añade César Mogo,
senador del PSOE por Lugo, que empezó a trabajar con Iván cuando se
incorporó como asesor del secretario general. «Nunca quiso despacho en
Ferraz. Nos reuníamos habitualmente en la sala Txiki Benegas, la sala del
secretario de organización, José Luis Ábalos, quien participaba en muchas
de las reuniones. Además de nosotros, normalmente asistían Paco Salazar,
Santos Cerdán, Sergio Vázquez (actual secretario general de
Infraestructuras), David Giménez, Julio Navalpotro (actualmente diputado
en el Congreso), Jesús Perea (director de Información Autonómica en la
Moncloa) y el equipo de Iván: Fran Gómez, Alfredo Franco y Carmen
Galbete.» Hoy todos ellos forman parte de su núcleo duro en el Palacio de
Semillas.
Para Rosauro Varo, presidente del grupo GatTechnology y
vicepresidente del Grupo Prisa: «No es un vende humos. Es realista y un
gran negociador. Sabe reconducirse para seducir y tiene capacidad para dar
la vuelta a la situación inicial. Puede partir de una premisa, pero se adapta a
las circunstancias en pro de su objetivo final. Escucha activamente,
pregunta, se interesa, a pesar de los marrones que tiene. Es un mago
proponiendo ayudas o soluciones».

MENSAJES ENCRIPTADOS
Su carácter teutón le marca en todas sus acciones. No dice más de lo
necesario, mide sus palabras y utiliza a veces un lenguaje críptico que su
interlocutor debe interpretar. Hay que leer entre líneas. «Concibe la política
por semanas, define el tema y las planifica desde el principio hasta el final,
analizando cada movimiento como si fuera una partida de ajedrez: cómo se
posiciona el Gobierno, qué tiene que decir el presidente, qué va a pasar con
el caballo o el alfil si muevo esta pieza. Te cuenta no solo lo que quiere que
se publique, sino cómo lo ve personalmente y cómo encaja en su marco
mental, que es difícil de interpretar, aunque al final lo acabas conociendo.
Es bastante críptico en sus análisis, pero creo que juega a que no se le
entienda. Es su estrategia. Cuando le cuentas algo, te suelta una chapa de
tres minutos que tendrías que hacer tantas preguntas para descifrarla, que
llegas a la conclusión de que no quiere que le entiendas. Desde que estoy en
RTVE, ha seguido enviando mensajes encriptados. En ocasiones envía
algunos que solo descifran correctamente quienes han hablado previamente
con él sobre ese tema. Cuando los ves, te das cuenta de que te has perdido
alguna conversación, de que te faltan datos. Es monosilábico cuando se
trata de un tema operativo, pero si conversas con él sobre la acción del
Gobierno a través de mensajes, tienes que leerlos más de una vez», dice
Enric Hernández, exdirector de RTVE.
No es el único. Fernando Ónega incluso colecciona SMS: «Fernando,
entre nosotros, si dicen que no o abstención a la propuesta lentejas, se
destruyen. Si votan sí quedándose en la oposición, nos dan el Gobierno
monocolor. Jaque mate». «Algo inconfesable entre nosotros como
cocineros. Si el presidente hubiera propuesto los pactos de la Moncloa
directamente, no tendrían la mayor oportunidad. Había que ser más
inteligente para que la idea viniera de fuera y ganara en credibilidad y
autenticidad. La política es el arte de lo que no se ve.» «El mensaje ya está
en la gente, solo hay que conectar con él. En ajedrez aleatorio todo
movimiento es bueno si conoces la dirección del viento.» «Mentor, ya has
visto que vamos avanzando en los pactos con el PP. Hay que dar oxígeno al
rival», le dijo el 20 de abril de 2020. Estas son perlas que Fernando guarda
celosamente. Hay decenas más y una confesión: «Muchas veces no le llamo
porque tengo dificultades para entenderlo. El que parece que lo entiende
bien es Enric Juliana, de La Vanguardia». Sin embargo, este periodista no
ha respondido ni a una sola de las peticiones realizadas para que colaborara
en este libro. Una lástima.
Pedro J. Ramírez apostilla: «Hay algunas de sus expresiones que solo
puedes interpretar si antes has tenido una conversación sobre el tema. Te
dice: “Cuidado con los movimientos”. ¿Qué coño quiere decir con cuidado
con los movimientos? Son señales que dicen más de lo que parecen; por
tanto, nosotros a la señal. ¿Qué está diciendo? Ciertamente son mensajes
encriptados. Por ejemplo, cuando me envió un SMS definiendo el triunfo de
Biden. El voto por correo ha sido la nueva forma de tecnología que ha
derrotado a Trump. Una nueva forma de tecnología que es la más clásica de
todas. Pura poesía».
«Si me preguntas si me cuesta a veces entenderlo, la respuesta es sí. Da
la sensación de que su mente va más deprisa que su lengua, con ese
latiguillo vasco de “¿no sabes?”. A veces dan ganas de interrumpirlo y
decirle: “No sé, no sé”. Es su punto peculiar, como con el ajedrez. Siempre
está haciendo comparaciones de la política con el ajedrez. Tanto es así, que
un día le reté a jugar una partida. Hizo como los de Bilbao. Soy de Bilbao,
pero no del mismo Bilbao. No la jugamos», dice Jordi Juan.
Tampoco hay excepciones en el mundo político. Miquel Iceta, primer
secretario del PSC y ministro de Política Territorial y Función Pública,
comentó antes de dar un paso al lado como cabeza de lista en las catalanas:
«He estado algunas veces con él y le acabas dando la razón. Vas con tus
ideas y sales con las suyas. Es, salvando las distancias, como Alfredo Pérez
Rubalcaba, que te decía: “¿Lo ves?”. Iván dice: “¿No sabes?”. De repente,
con algo que no se te ha ocurrido, o de lo que recelas o tienes rechazo
inicial, te cuenta la jugada y te acaba metiendo en ella, te proyecta». No
cabe duda de que Iceta vivió esta experiencia.
«Tiene mucha capacidad de síntesis. Escucha, analiza y pregunta. Es
críptico cuando habla porque su mensaje es profundo. Sus conversaciones
tienen profundidad y contenidos muy pensados. Está siempre pensando en
el por qué, para qué y con quién», afirma Jokin Aperribay. Eso sí, Jokin
Aperribay se enteró de que Iván Redondo estuvo en el equipo de atletismo
de la Real Sociedad y participó en la selección de Euskadi durante la
conversación que mantuvimos para este libro. Iván nunca le había dicho
una sola palabra. Aperribay ya está buscando alguna foto. Una nueva
víctima del no decir más de lo necesario.
Juanma del Olmo, su otro yo en el Gobierno de coalición, lo justifica:
«Tienes que interpretar muchas cosas de las que dice. Es lógico que sea
críptico, porque seguramente no puede decir según qué cosas a su
interlocutor, pero tiene que orientarlo. En determinados espacios tienes que
dar mucha importancia al valor de las palabras. Es consciente de lo que dice
y lo traslada, no divaga. Antes de la reunión ha reflexionado sobre lo que
quiere decir y cómo lo quiere decir».
Personalmente, tengo que reconocer que todavía me descoloca.
Conversamos de forma habitual y me explica su posición, su interpretación.
Si pierdes el hilo, dos o tres días más tarde te encuentras la información en
otro medio y te maldices porque eres consciente de que ya te lo había dicho.
Otras veces, quizá porque escuchas más, eres capaz de interpretar la noticia
que te ha envuelto en su discurso. «Su lenguaje críptico forma parte de su
propia leyenda y la ejerce, porque le hace parecer más listo de lo que en
realidad es y no lo menosprecio: me parece listo. Lo que digo es que esta
leyenda que cultiva tiene parte de leyenda y parte de impostura, porque el
poder tiene impostura y él está en el centro del poder. Tiene que impostar su
leyenda y su poder. No puede no estar a la altura de lo que se espera de él»,
remacha Lucía Méndez.

LOS QUINCE AÑOS, UNA EXPERIENCIA VITAL


¿Qué se espera de él? Juana Mari le inculcó que tenía que estudiar:
«Siempre lo vi como un universitario». Desde pequeño sacó buenas notas
en el San Luis La Salle, al que llegaba subiendo por el monte porque era el
camino más corto, un camino que había que recorrer con cuidado para no
caerse y llegar hecho un cromo si había llovido, y que enseñó a su hermana
Lourdes, pero la abrupta separación de sus padres provocó un altibajo en
sus estudios en su etapa adolescente en La Salle Loiola. El batacazo en las
notas se hizo notar. Le costó adaptarse y la primera evaluación fue un
desastre. Suspendió todo pese a poner «aceite de codo». En la segunda
empezó a remontar y recuperó el curso. En su casa le apoyaron, pero en el
colegio algunos profesores le giraban la cara en función de la nota.
Ese año aprendió lo que es ser el primero y el último, aprendió que se
pueden cometer errores, pero que hay que mejorar para no repetirlos. Y otra
cosa: el mejor intérprete de tu posición eres tú mismo. En Extremadura lo
señalaron como el culpable de todo, incluso los suyos, olvidando que cuatro
años antes habían ganado las elecciones, remontando quince puntos en un
territorio hostil para el PP y rozando la mayoría absoluta. También fue
señalado en Madrid seis años después, sin tener en cuenta su trayectoria
junto a Pedro Sánchez desde 2017.
«Iván es volver a empezar. Extremadura fue su entrenamiento para jugar
la liga oficial en el Estado. Salió de allí herido, pero fue un aprendizaje.
Aprendió de errores y aciertos. Hasta esa época nunca había estado tan
expuesto como en Mérida. Ahora, cuando le critican se ríe y antes lo pasaba
mal, ha crecido profesionalmente, no se toma las cosas tan a pecho, pero
sigue dándole vueltas infinitas en su cabeza a los temas», dice José Blanco.
«Todos aprendemos de los errores y no es infalible. También se equivoca,
pero sabe reconducirse. Era un tipo muy joven entonces, el más joven del
Gobierno. Le faltaba bagaje, un bagaje que ha adquirido en estos años y que
lo ha convertido en un personaje de referencia», añade Jesús Cimarro.
«Extremadura fue su mejor máster. Tal cual. No añadiría nada más. Iván
conoce las exigencias del día a día en escenarios complicados. Lo que vivió
en Extremadura tiene más de bueno que de poco bueno. Nunca hay
experiencias negativas; en todo caso, menos positivas. La experiencia de
Mérida fue un gran máster en el plano profesional y lo aprobó con un
notable muy alto. Le ha hecho llegar a la Moncloa», dice Txema Redondo.
En el colegio La Salle Loiola les pareció estupenda la remontada. Pasó
de ser el último a colocarse en el pelotón de cabeza, pero el joven Iván
quedó dolido con algunos profesores. Tras hablar con su madre, decidió
cambiar de colegio e ir al instituto público. Allí conoció un sistema distinto
y contactó con todas las tendencias políticas, incluida la izquierda abertzale.
El ambiente político estaba muy caldeado: asesinatos, kale borroka, los
presos... Iván tenía un perfil especial en el instituto. Hablaba euskera y, por
decisión propia, estudiaba en el grupo en castellano, algo que muchos no
entendían y sorprendía a otros. En La Salle Loiola también había una parte
euskalduna e independentista. «Se hablaba poco de política, pero sabías de
qué bando era cada uno. Fuimos conscientes en ese momento de quiénes
eran unos y otros. Yo soy muy español y él también. Teníamos al entorno de
ETA muy cerca. A alguno lo detuvieron por kale borroka», apunta José
Blanco.
A mitad de curso le llamaron de La Salle Loiola para que volviera. Lo
habló en casa y su ama le dejó que decidiera. Volvió y empezó fuerte, como
delegado de clase. En ese momento, con dieciséis años, empezó a trabajar.
Fueron dos años de vértigo en los que le ocurrió de todo: sus hermanos
trabajaban, la economía familiar, su contacto con la realidad política, la
comprensión del entorno, el cambio de instituto, la separación de sus
padres. La situación no acabó con él, al contrario, forjó su carácter teutón,
tímido y resistente. «Nos conocimos en La Salle Loiola. Iván era un poco
mayor que yo, igual que José. Vivíamos muy cerca, él en Trintxerpe y yo en
Bidebieta, una zona humilde. Íbamos juntos en el topo al colegio por el
único camino que había para llegar, un pasadizo estrecho en el que todos los
alumnos coincidíamos a diario. Empezamos saludándonos hasta que los
saludos se convirtieron en conversaciones y acabaron en una amistad que
dura veinticinco años», dice Álvaro, quien no le siguió en sus inquietudes
«porque siempre fui más de ciencias», pero no se olvida de sus
conversaciones. «Cuando hablábamos del futuro, siempre decíamos que
teníamos que salir del barrio y ayudar a cambiar las cosas. Soñábamos con
cambiarlas y aspirábamos a ser algo en nuestra profesión, con tenacidad y
trabajo. Él lo ha hecho con la filosofía y la política, que siempre han sido
sus pasiones», añade.
A este grupo se unió Juan María Blanco, Juanma. Se conocieron en la
bolera donde jugaban al futbolín antes de ir a lo que les parecía el paraíso,
la discoteca Young Play de Hernani. «El tiempo pasa y ahora la discoteca es
un supermercado. Quedábamos a las cuatro, echábamos unas partidas y nos
íbamos a bailar en autobús. Volvíamos a Donostia a cenar y así hasta la
madrugada. Lo hacíamos todo con bastante menos dinero que ahora, porque
entonces básicamente no teníamos dinero. Me emocioné cuando vi la
entrevista que le hicieron para el 20 de enero, la tamborrada, en El Diario
Vasco. Se acordó de todos nosotros. Dijo que nos echaba de menos. El
problema vasco ha sido un gran problema, pero nosotros lo vivimos de una
manera especial. Éramos muy jóvenes. Ibas con cuidado de no comentar
ciertas cosas delante de cierta gente, te cortabas a la hora de opinar para
evitar tensiones o malos rollos, porque los otros, más que nosotros, se
molestaban bastante.»
«La entrevista en El Diario Vasco ha sido muy criticada. Se ha creado la
leyenda de que maneja todos los hilos, de que es la persona que manda en el
país, cuando está en la sombra y no tiene presencia pública. Y en el
momento en que la tiene, aunque sea por un motivo como este, porque es la
tamborrada, se le critica como si quisiera tener protagonismo. Los que
estamos a su lado sabemos que ni lo tiene ni lo quiere», dice Juan Francisco
Caro, un hombre que lleva trabajando con Iván Redondo desde hace diez
años y que actualmente está en el equipo de la Moncloa.
Empezó a realizar trabajos temporales a los dieciséis años. Mientras se
construía el Kursaal de San Sebastián, trabajó en una empresa que instalaba
los aparatos de música en los auditorios. Ese es el motivo de que se conozca
el Kursaal como su casa, no porque asistiera a actos o conciertos. Los fines
de semana trabajaba como reponedor en grandes superficies. Compaginaba
los estudios, el trabajo y el ocio porque su madre le enseñó a administrar el
tiempo y a hacer las cosas con rapidez, exactamente como ella. A los
dieciocho años empezó a trabajar en un restaurante de la parte vieja
sirviendo las mesas y la barra, tronchándose la espalda con las cajas de
vino, porque un restaurante es un trabajo duro, sobre todo en el casco viejo
de San Sebastián. El restaurante en cuestión es un clásico, propiedad de un
directivo de la Real Sociedad. En los últimos años han coincidido muchas
veces, pero, fiel a no decir más de lo necesario jamás, le ha contado que de
chaval trabajó en su restaurante. La liebre la hace saltar su amigo José, que
se ríe cuando lo recuerda: «Es cierto, jamás lo ha contado». El restaurante
se llama Ubarretxena, propiedad de Mikel Ubarretxena, vicepresidente de la
Real.
Euskadi fue una de las primeras autonomías en aplicar la LOGSE y, por
tanto, cambió el sistema educativo y desapareció BUP. «Hemos sido los
primeros en muchas cosas. Somos la generación de la primera vez. Los
primeros del nuevo plan de estudios en bachillerato y la primera promoción
de Humanidades-Comunicación en la universidad —dice Sandra, que sonríe
con intención—, los primeros en romper la hegemonía del PSOE en
Extremadura, los primeros en lograr un cambio de Gobierno en Badalona,
los primeros en lograr investir a un lehendakari socialista, los primeros en
formar un Gobierno de coalición en España y los primeros en ganar una
moción de censura. Dime si somos o no la generación de la primera vez.»
Iván empieza después a trabajar en el McDonald’s y, para ello, se saca el
título de manipulador de alimentos. Ya está en la universidad y hay que
arrimar el hombro en casa. El McDonald’s estaba en Garbera, a cuarenta y
cinco minutos andando desde su casa y así, a pie, iba a trabajar porque es la
mejor manera de conocer la ciudad. Luego lo repitió en Madrid. Se distraía
escuchando grabaciones de discursos políticos o debates, y a veces música
en un walkman. Iba andando, entre otras cosas, porque en aquella época no
había ni autobús. Allí hizo de todo: limpiar el local, cocinar, limpiar mesas,
baños. La cocina fue dura y acabó con los brazos llenos de quemaduras.
«Recuerdo que tenía turnos largos, pero siempre nos hacía un hueco. Nos
enseñaba las heridas de guerra, quemaduras, ampollas... La dureza del
trabajo... Se le notaba el cansancio, pero ahí estaba con nosotros», recuerda
Álvaro.
«Iván siempre está ahí. Se lo agradezco porque fueron unos momentos
muy complicados. Tuvo una actitud que no tenía por qué tenerla. Es de esas
personas con las que se conecta, que aporta mucho, y sus opiniones te
valen. Cuando lo necesité, ahí estaba. Y eso en política no es fácil. Iván
siempre tiende puentes y me facilitó esos puentes. Se lo valoro y se lo
reconozco. Habíamos ganado las elecciones, pero salimos del Gobierno,
teníamos que hacer el tránsito a la oposición y no era fácil. Te dice las cosas
con objetividad, sin maquillarte la realidad», afirma Susana Díaz.
«Iván es muy exigente, es claro en lo que quiere y deja margen para
trabajar. Cuando llegó aquí, no lo conocía de nada y tuvimos que aprender
el uno del otro, como en cualquier trabajo con un jefe nuevo. Aquí funciona
una premisa de 24-7. No hay espacio para más. Al principio cuesta, pero si
quieres estar en la Champions, tiene que ser así. El presidente te puede
llamar en cualquier momento para que prepares un papel. Ahora hemos
cogido confianza, nos entendemos rápido. La clave es mantenerlo al tanto
de todo. Es un hombre muy ocupado, pero encuentra tiempo para hablar. Es
muy ejecutivo, somos muy ejecutivos. Te da espacio, pero te marca la
estrategia. Es un buen jefe y se aprende con él», dice Manuel de la Rocha,
secretario general de Asuntos Económicos y G20.
En la Universidad de Deusto hace piña rápidamente con un grupo de
compañeros con sus mismas inquietudes. Su amigo José le sigue, pero se
apunta a Humanidades-Empresa. En este grupo se encuentra Sandra, una
chica de Irún, hija de una santanderina, Mari Luz, y de un navarro
euskaldún, José Ramón. Sandra compaginó los estudios con el trabajo. El
primero de ellos fue en la Operación Paso del Estrecho, contando vehículos
en el paso de Biriatou, «compartiendo frontera y garita con la Guardia
Civil», justo antes de entrar en la universidad, donde conoció a Iván. Hacían
las tareas universitarias juntos, pasaban juntos los fines de semana con sus
compañeros y, con el tiempo, también trabajaron juntos. Sandra encontró
trabajo gracias a su amiga Irene en los cines Oscar La Bretxa de San
Sebastián, de taquillera primero en las sesiones matutinas para luego
ampliar el horario. Los cines acababan de abrir y necesitaban personal, y
allí trabajaron todos: Sandra, Iván, José, Álvaro, Juanma, un grupo de
chavales de extracción humilde a los que el trabajo permitió cierto bienestar
y tener un euro en el bolsillo. Iván cambió las quemaduras del McDonald’s
por la venta de palomitas, cortar entradas o limpiar salas. Para los chicos,
los cines eran el edén, porque solo trabajaban el fin de semana, veían
películas, conocían a gente y cobraban 700 euros al mes.
Iván llegó a la universidad con buenas notas y empezó a sacar matrículas
de honor. «Estaba entre el 5 % de los mejores», dijo en La Tuerka. Cada
matrícula servía para pagar menos porque los créditos salían gratis. Era una
forma de ayudar a la economía familiar. Eso sí, según recuerdan sus
compañeros, le tuvieron que explicar que existían las matrículas y para qué
servían. La primera fue en Teoría de la Comunicación, con Jesús María
Aguirre, un jesuita. No sería la única.
El inglés fue otra historia. Siempre llegaba al final con photofinish.
Sandra tenía ventaja, ya que había estudiado en la St. George’s English
School. La profesora de inglés del primer año se llevó una mala impresión
de Iván. Lo aprobó por la mínima. Cambió de opinión en el segundo curso,
en literatura inglesa. Iván había mejorado su inglés y, en una clase de
literatura comparada entre Pío Baroja y Charles Dickens, la sorprendió.
Como no sabía expresarse, la profesora pensó que era un pardillo. En el
segundo año, la cosa cambió.
«Es un hombre que razona bien y es complicado convencerle. Es
contumaz y duro, pero si tiene que ser flexible lo es. Si detecta que la
estrategia tiene que cambiar, la cambia. Esto le genera muchas críticas,
porque se equipara flexibilidad con error. Hace lo contrario de mucha gente
de nuestra profesión, que toma una decisión, se equivoca y, aun así, la lleva
hasta el final. Iván no. Hay que ser flexible y lo es porque no es un teórico,
es pragmático, estudia la realidad y asume los nuevos inputs, razona y se
adapta», señala Raül Murcia, de Esquerra Republicana de Catalunya.
3

UN PIE EN LA VIDA

Este es el día de san Crispín. El que sobreviva a este día y vuelva sano y salvo a su casa, se
izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí
mismo al oír el nombre de san Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año,
en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es san Crispín». Entonces
se subirá las mangas y, al mostrar sus cicatrices, dirá: «Recibí estas heridas el día de san
Crispín». Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo recordará aún las
proezas que llevará a cabo hoy. Y nuestros nombres serán para todos tan familiares como los
nombres de sus parientes y serán recordados con copas rebosantes de vino: el rey Enrique,
Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester. Esta historia la enseñará un buen
hombre a su hijo y, desde este día hasta el fin del mundo, la fiesta de san Crispín nunca llegará
sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro
pequeño y feliz ejército, de nuestra banda de hermanos. Porque quien vierta hoy su sangre
conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición. Y los
caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra se considerarán malditos por no estar
aquí, y será humillada su nobleza cuando escuchen hablar a uno de los que haya combatido con
nosotros el día de san Crispín.
Se trata del discurso pronunciado por Enrique V el día de san Crispín, en el
momento previo a la batalla de Agincourt en 1415. Las tropas francesas les
doblaban en número y todo hacía presagiar una derrota, pero no fue así. El
rey las arengó enunciando valores como el compañerismo, el liderazgo, el
valor, el compromiso, la camaradería, la fe, el honor, la motivación o la
inspiración ante una situación de máxima dificultad.
«Esa es una de las características de Iván. Trabaja en equipo, comparte
desde la lealtad. Somos como hermanos de sangre porque hemos vivido de
todo y eso une mucho», cuenta Paco Salazar, que se conoce el discurso de
Enrique V casi al dedillo, tanto como la Revolución francesa, su gran
afición y adicción. En una cena, Pedro J. Ramírez, también un hooligan de
este tema, quedó sorprendido de sus conocimientos: «¡Conocía la historia
de personajes secundarios de la Revolución y documentos históricos!».
«Iván se ha ganado el respeto de todos por el trabajo. Es una batalla
permanente y, como en toda batalla, respetas la valentía del otro, su
compañerismo, el trabajo en equipo en el día a día. Lo conocía por lo que
leía y veía en los medios. Me enteré de que iba a trabajar con él por el
secretario general del PSOE. Me dijo que quería que lo conociera y que nos
lleváramos bien. Entendí la sugerencia porque es importante trabajar en
equipo, así se funciona mejor. Fue una comida larguísima y hablamos de
estrategia, de nuestras vidas, de política, de cosas frikis, de campañas
americanas... Salí a gusto del encuentro», cuenta Paco Salazar.
«Monago no habla de Iván. Sabe que el PP odia a Iván porque ahora es
el soldado de Pedro Sánchez. En los partidos no se soportan las figuras
externas. Viví en primera persona como asesora en los ministerios las malas
relaciones de Chaves y Zarrias con Susana Díaz. El de fuera está marcado y
su cerrazón les impide ver que ha obtenido resultados con quien ha estado.
Le puedes criticar las campañas como ciudadano, pero en consultoría
política ha obtenido resultados. Marca estrategias claras porque está por
encima del partido, es independiente y se desconoce su ideología. Trabaja
como soldado para su general y gana elecciones. La ideología la pone el
líder. Solo es un ejecutivo y trabaja de la mañana a la noche. Vive para y
por el trabajo», apunta Ana Pardo de Vera, directora corporativa de Público
y autora de las informaciones sobre los viajes a Canarias del presidente
Monago. Un poco más adelante contará su versión de estos hechos. Sus
afirmaciones son una fotografía gélida de cómo puede actuar la política.
Es cierto que el expresidente Monago no ha hablado de Iván en todo este
tiempo, pero ha roto su silencio para este libro, lo que le agradezco porque
sin su presencia quedaría cojo: «Soy de personas más que de ideologías, ya
lo dije en la campaña de 2011, en el vídeo electoral. Iván es un profesional
de la comunicación. Ha trabajado con personas sin crear barreras con las
ideologías. Es un unicornio objeto de deseo. Lo quiso Podemos y lo quiso el
PP. El que no lo tiene lo mira con recelo. Mi partido lo mira con recelo. Yo
no, porque ha trabajado conmigo. Sería tanto como hablar mal de mí. He
tenido la fortuna de trabajar casi seis años con él y piensa más en las
personas que en las ideologías, ya que mucha gente te vota porque cree en ti
como persona». Un alto dirigente del PP que prefiere mantener el
anonimato apunta un poco más allá: «Iván pudo haber trabajado con el PP a
nivel nacional porque es un animal político. Quería dar el salto de la
política extremeña a la nacional, pero Jorge Moragas y su mano derecha,
Alfonso de Senillosa, lo calificaron de friki. Le sentó mal y le dolió mucho,
porque es un hombre que cree en lo que hace. Lo ridiculizaron, le faltaron
al respeto, traspasaron la frontera y le cerraron la puerta». Iván no volvió a
llamar a esa puerta.
«El PP ha intentado montar una estructura con algunos comunicadores,
aunque realmente todo se construye bajo el radar de Teo García Egea. Los
grandes titulares del PP vienen por él. En otros partidos no hay figuras
potentes que hagan su papel. No hay nada similar en la oposición y en la
oposición hace mucho frío», dice Nacho Cardero.
«A veces el político confunde las figuras del estratega de comunicación
con el jefe de prensa. Debes tener un jefe de prensa que te acompañe, te
ayudé a trabajar con la prensa y que aporte ideas. Otra cosa es el que está en
un despacho pensando, diseñando estrategias y controlando la
comunicación política. A la oposición le falta esta figura de estrategia,
análisis, diseño y comunicación. Están en una larga travesía en el desierto
porque tres formaciones se están peleando por media España. Además, si la
derecha depende de VOX, la España periférica nunca votará con la derecha.
Sánchez sale, de entrada, con más de veinte diputados. La estrategia de
confrontación ha sido manejada mucho mejor por el Gobierno que por la
oposición, contando además con la Moncloa, que es una máquina de
publicidad y poder brutal. En la oposición, la potencia de fuego
comunicativa está mermada. Por eso hay que ser hábil e Iván lo fue cuando
preparó un gran golpe con la moción de censura. Era un win-win. Se ganaba
siempre; si se ganaba, evidentemente, pero también si se perdía. La moción
fue muy importante porque, además de ganar o ganar, vio la ventana de
oportunidad, que se agrandó con la mala gestión de Rajoy de la moción y de
la Gürtel», dice Paco Marhuenda.
«Me gustaría que la rara avis que representa se extendiera en la política.
Quitaría tensión. Soy transversal en mis opiniones y también admiro a
personas de ámbitos políticos muy distintos al de Iván. Seguro que hay
talento en otras organizaciones para seguir sus pasos, pero lo que está claro
es que abre un camino, una senda para hacer las cosas de otra manera, de
forma diferente. El problema es que cuando hay un Michael Jordan en una
generación es difícil que surja otro en la misma. Creo que en el mundo de la
comunicación política ha transmitido las características que lo hacen
especial, que su legado va más allá de una estructura, un organigrama en un
Gobierno. Su legado es la construcción de un liderazgo», sostiene Rosauro
Varo.
«El problema de Pablo Casado es que ha llegado demasiado pronto al
liderazgo del PP. Tiene un marrón, porque el partido pasa por un momento
delicado y le falta equipo. Nunca he visto en el principal partido de la
oposición un nivel tan bajo. Almeida podría asumir este papel, jugar ese rol
de comunicación política, pero es difícil que funcione porque es el portavoz
del partido, quiere tener carrera política propia y es el alcalde de Madrid. La
gran diferencia es que Iván no compite y Almeida sí», afirma Casimiro
García Abadillo.
«El PP comunica fatal, es un desastre. Quedan lejos aquellos tiempos en
los que manejaba la comunicación y el PSOE no tenía nada que hacer.
Necesitan a alguien como Iván, sobre todo siendo la oposición. Veo su
perfil más arriesgado para una institución, pero en un partido es
imprescindible. Tiene montado un tinglado muy potente, nada que ver con
el de Zapatero, que era un entorno de políticos y diplomáticos. Iván ha
montado otra cosa, una amalgama multidisciplinar», dice Ana Pardo de
Vera.
«Echo a faltar una figura similar en el PP y esa ausencia es uno de sus
grandes problemas. Lo único que se asemeja es Isabel Díaz Ayuso, que sin
Miguel Ángel Rodríguez sería imposible de entender. MAR es de este
mundo, lo conoce bien y tiene su peculiar forma de trabajar, un estilo casi
antagónico al de Iván. MAR es impulsivo, más de combate. Iván es más de
reflexión, de organización y planificación. Esto todavía hace más evidente
que Pablo Casado no tiene esta figura, que no tiene una estructura potente
de gabinete, lo que lastra su comunicación política. Le falta coherencia y
continuidad», señala José Miguel Contreras.
«Hay partidos que ven en esta nueva era de la comunicación política,
que el covid ha acelerado, una nueva forma de hacer. El PP no lo está
sabiendo ver. VOX, sí; Podemos y la Moncloa, también. El PSOE tampoco
lo ve, porque el PSOE no es el contrapeso del Gobierno, ya no existe. Esa
es la tesis crítica de Nacho Varela, que afirma que el PSOE ha sido opado
por Pedro Sánchez. El PSOE histórico, ese que algunos intentan resucitar,
lo único que hace es afianzar a Sánchez, porque todo lo que sea
establishment y vieja guardia no es bien visto. Y se equivocan en una cosa,
Sánchez no ha opado al PSOE, han sido los militantes», apunta Nacho
Cardero.
Iván no volvió a llamar a esa puerta, que el PP cerró. Hubiera sido su
crecimiento natural. No cuajó porque el aparato del partido, la diferencia
generacional con el líder y las viejas formas de hacer se impusieron y lo
relegaron. El PSOE de Pedro Sánchez sí vio el unicornio. Otros, solo un
patito feo. La situación hoy es la que es. «Iván acabó asesorando a Sánchez
porque en Génova no le hicieron ni caso. Se conocieron antes de aquel
Comité Federal que acabó tan mal. Estoy convencido de que, como en
Génova le cerraron las puertas, vio en Sánchez una oportunidad», dice Iñaki
Oyarzábal.

LA FORMACIÓN COMO DEPORTE


La formación empezó pronto en casa, no en el colegio, en casa, donde
aprendió unos valores, una forma de trabajar y, lo más sustancioso, una
forma de percibir la realidad. «Todo tiene su razón», dice con asiduidad. En
un entorno familiar y personal complejo, el joven Iván pone el pie en la
vida. Un joven euskaldún llega al instituto y se apunta en el grupo de
castellano. En casa le apoyaron, pero no les gustó la idea. Es en ese
contexto, como muchos jóvenes de su generación, donde se da cuenta de
quiénes eran ellos y quiénes éramos nosotros. Lo ve, quizá más tarde que
otros, cuando llega al instituto, cuando entra en contacto directo con la
izquierda abertzale.
Siempre había estudiado en euskera, desde el jardín de infancia hasta el
San Luis La Salle. Tenía conciencia política por los discursos, los debates y
las campañas que había visto en la televisión, pero la conciencia política
«de los unos y los otros» la desarrolla a los dieciséis años. Tuvo que
convivir y compartir desde muy joven, lo que fomentó un discurso elástico
que busca entender al diferente, que intenta ver la política en positivo. Vio
como captaban a compañeros para la causa abertzale, chavales con los que
se llevaba bien porque hablaban euskera. Vio como en su grupo de
castellano muchos tenían dificultades con el idioma. Tomó conciencia de
quién era y de que había dos modelos porque era euskaldún y estudiaba en
castellano.
Años después trabajó para el PP vasco y recuerda con orgullo la elección
de Patxi López como lehendakari. Su inmersión en el mundo le hizo
entender que las realidades son diversas, que España es diversa y que
Euskadi es diversa, y que las identidades no son excluyentes. Adquirió,
como todos los jóvenes de su generación, tanto los unos como los otros,
conciencia del problema, aunque no se consideraban parte del mismo.
Cuando estaba en octavo de EGB asesinaron a Gregorio Ordóñez. Lo
admiraba, como mucha gente en San Sebastián, porque leía muchas cosas
de él en el diario. Iván entendió su figura tiempo después, pero el asesinato
lo marcó. Es cuando se da cuenta de la existencia de ETA. Solo tenía
catorce años. Cuando se pone a dibujar, imita una viñeta de Zulet en El
Diario Vasco en la que Ordóñez se está yendo porque acaba de ser
asesinado. A partir de ese momento quiere saber todo lo que pasa.
«Que algunos profesores fueran con escolta daba respeto. En mi caso no
me tocó vivir los peores años del País Vasco, pero incluso en mi época
estaba muy normalizado ir con seguridad», dice Lourdes, que años después
acudió a la misma universidad en el mismo edificio, el Padre Arrupe. En
Humanidades y Comunicación, Iván eligió sociología; Lourdes, grandes
religiones del mundo. «No me dejaron elegir las dos.»
Sus hermanos y su ama le ayudaron también a entender la situación
política, a conocer otras formas de pensar. Su madre le inducía, sin obligar,
a dibujar, escribir y leer; sus hermanos, más dinámicos y de acción, con
personalidades complementarias, lo estimulaban en la música, el deporte, le
abrían las puertas a nuevas formas de expresión cultural, le inculcaban que
tuviera inquietudes y que fuera abierto a explorar otras formas de
interpretación de la realidad, a leer Robinson Crusoe como la planteó su
autor, Daniel Defoe, como una novela económica, no como una novela de
aventuras.
En su actividad profesional le gusta definirse como un «centrocampista»,
al que le rompen las piernas, que antes era delantero, aunque acabó de
defensa. Estar en el centro del campo permite ver lo que es arriba y abajo, y
le viene como un guante a alguien muy competitivo. Siempre sale a jugar.
Si hay partido, juega. «La vida son altibajos con curvas cerradas y
pronunciadas, por lo que siempre tienes que saber reducir la velocidad.
Siempre tienes que ser competitivo porque siempre es complicado tirar para
adelante», comenta Manu, el hermano mayor. «Esto siempre nos lo ha
remarcado mucho nuestra madre», remacha Txema, que sigue llamando a
Iván «nano»; a Lourdes, «nana»; y a Manu, «bro», de brother.
¿Dibujar? Esa es una de sus pasiones. Influido por los cómics y el
manga, dibuja de todo: estrategias de fútbol, historietas para su hermana,
humor, viñetas periodísticas y hasta trabajos universitarios. Rosa Díez
Urrestarazu, que le dio clases en tercero de carrera, dice: «En los diecinueve
años que llevo en la universidad, ningún otro alumno me ha entregado un
storyboard como el suyo, de una precisión increíble, con escenas dibujadas
a lápiz. Cada secuencia estaba en perfecta sincronía con el texto. Tenía la
costumbre de, una vez corregidos, devolver los ejercicios a los alumnos con
una hoja en la que detallaba una serie de observaciones para mejorar. Aquel
storyboard era tan impecable, que me arrepiento de habérselo devuelto. Me
consuela saber que lo conserva en el domicilio familiar de San Sebastián.
Iván despuntaba desde el silencio, porque siempre ha sido una persona con
una educación exquisita y muy discreto. Todos sus ejercicios eran
impecables. ¡Y le puse una merecidísima matrícula de honor! Fue una de
las mejores promociones y eso que fue la primera».
«Manu es una referencia para todos nosotros. En el manga, para mí, no.
Eso se lo dejo a ellos, que van de la mano. Ambos dibujan muy bien, lo
practican y están muy enganchados desde muy pequeños. Iván es muy
rápido mentalmente y se apropiaba de todo lo que se ponía a su alcance,
desde la música hasta el manga, el deporte, la lectura, la filosofía», dice
Txema Redondo. Manu no piensa igual: «No soy el faro de mis hermanos.
Mi padre era marinero y pasaba largas temporadas fuera de casa. Solo soy
el hermano mayor, como pasa en todas las familias. El mayor tiene una
cierta ventaja, lleva la delantera en todo. Tenía que ir detrás de ellos cuando
eran pequeños, como todos los hermanos mayores. En casa siempre había
mucha cultura y se disfruta más cuando se comparten gustos comunes. No
dibujo mejor que Iván, es justo lo contrario. Yo solo me defiendo. Iván
ahora ha perdido algo, pero en cuanto tenga tiempo volverá al primer nivel.
Lo debería seguir haciendo para evadirse un poco de la presión».
En esa formación paralela, Juana Mari era la directora de orquesta y sus
hermanos mayores, los activistas. Eligió el deporte y se apuntó a artes
marciales, a kenpo kai, seguramente porque también lo practicaba Manu,
aunque su hermano lo niega: «Hizo kenpo kai porque quiso y le gustaba, no
porque lo hiciera yo. Lo que pasa es que yo no soy nada de fútbol. Eso se lo
dejé a ellos, sobre todo a Txema». El kenpo kai potenció la relación entre
los dos hermanos y transmitió al pequeño Iván la fascinación por la
filosofía china y japonesa. Un vecino lo vio dando patadas cuando fue a
coger el ascensor y lo quiso fichar. Era profesor de kárate. Juana Mari
quería que su hijo invirtiera mejor el tiempo y le ayudó a tomar una
decisión. Se decidió por el kenpo kai, que no es solo un deporte para
trabajar la fuerza, sino una filosofía de vida. Todos los días, a las cinco de la
tarde, su madre o su tía Asun lo llevaban al gimnasio a entrenar, hasta que
cerró. Se quedó a las puertas del cinturón negro. Su saludo eran el puño y la
mano abierta y no lo ha olvidado, como tampoco contar en chino. Acabó en
la selección de Euskadi y todavía guarda el trofeo de un triangular en el que
llegaron a la final con Francia. Iván la ganó.
Sin embargo, su pasión era el fútbol. Entrenó y jugó. Como corría
rápido, la Real Sociedad le hizo pruebas para los 100 metros. Las pasó con
nota y lo ficharon para el equipo de atletismo. Fue titular y compitió con los
grandes equipos, como el Larios y el Barça, y acabó en la selección de
Euskadi. El atletismo le aburría, aunque en casa lo animaron a seguir y
aguantó en la competición, con una marca a la altura de la de Alfredo Pérez
Rubalcaba, que corría los 100 metros en 10,9 segundos. La universidad lo
cambió todo. Solo mantuvo la pasión por su hermano, al que siguió
acompañando a jugar todos los fines de semana. Siempre recuerda un
partido en el estadio del Eibar cuando solo había dos gradas, no las cuatro
actuales, frente al Trintxerpe. Ganaron por 0-1 y el gol lo marcó su
hermano. En el fútbol, Iván era la velocidad y Txema, la calidad. «Iván es
una gacela desde muy pequeño en todas las áreas. Tuvo una temporada muy
bonita en el atletismo de la Real Sociedad. Es rápido y atlético. En el fútbol
siempre ha sido táctico. Ahora con la edad ya vamos como el covid, con la
curva.» Su plan era ir a ver jugar a su hermano los fines de semana. En esos
años construyó su fortaleza física, pero también la mental.
Ahora también hace deporte cuando puede, necesita ir al gimnasio
porque lo ha hecho toda su vida. También practicó el remo hasta que un día
entrenando se vio solo en una trainera en las afueras de Pasajes San Pedro y
pensó: «¡Cómo me han podido engañar!». Aguantó poco porque solo quería
emular a Manu, el hermano mayor, el que iba siempre varias jugadas por
delante. Con él aprendió a leer sus primeros cómics y le siguió hasta el
manga, la novela gráfica. Txema era otra cosa, la estrella del fútbol que
jugó en la selección de Euskadi y el crack del equipo del barrio, el
Azkuene, todo un equipazo en aquellos años. Además del deporte, estaban
la música, el cine, las lecturas y, lo mejor, los grandes debates tras ver una
película o leer un libro. Era el momento del análisis.
Todos los hermanos son diferentes, pero es sorprendente reconocer «al
otro» en lo que dicen y cómo lo dicen. Son iguales en muchas expresiones,
comentarios, guasas. También Lourdes entra en este equipo, aunque llegó
diez años más tarde y es de otra generación. Otro cambio en casa de los
Redondo-Bacaicoa: Manu se incorpora profesionalmente al ejército y es
destinado a Canarias. Y Txema se marcha a hacer el servicio militar e Iván
tiene, por primera vez, una habitación para él solo. Se acabaron las
conversaciones de litera.
La música siempre le ha gustado y ha sido y es su leitmotiv, tanto que
está presente en sus artículos de The War Room. Una muestra de ello. Nos
situamos en el segundo intento de investidura de Mariano Rajoy y el titular
de un artículo de octubre de 2016 reza «Un día cualquiera, moción de
censura»: «Año 1980. Suena “La chica de ayer”. Nacha Pop. De estreno.
Estamos en la Carrera de San Jerónimo. Y en un día cualquiera, sin saber
por qué, nos encontramos con la siguiente sorpresa: constatando que el
presidente Suárez y su Gobierno, tras un año de poder constitucional, han
incumplido reiteradamente compromisos programáticos contraídos ante el
conjunto de los ciudadanos, acuerdos con otras fuerzas políticas y asimismo
otros contraídos entre las Cortes Generales y que han dejado de ejecutar
innumerables mociones o proposiciones no de ley aprobadas por las
Cámaras, el PSOE de Felipe González Márquez (“Isidoro”, piensen ahora
en Pablo Iglesias, “El Coletas”) presenta una moción de censura en el
Congreso. [...] El objeto de la operación política era la presentación en
sociedad de González como la alternativa de Gobierno en España. Dos años
después obtendría, como saben, de largo la presidencia».
Tanto le gusta la política, que se sabe las fechas de los nacimientos por
los hitos políticos y electorales. Manu es de 1975, la Transición; Txema es
de 1977, las primeras elecciones democráticas; él de 1981, el año del golpe
de Estado y el 50 aniversario de la proclamación de la República (además
nació el 14 de abril); y Lourdes, de 1990, la reunificación alemana.
El presidente Sánchez concedió una entrevista a La Sexta en plena
pandemia. El equipo se trasladó a la Moncloa un sábado del verano de
2020. César González, director de informativos, y Antonio García Ferreras
también estaban presentes. Ambos recuerdan que Iván apareció con una
mascarilla de Iron Maiden, una banda británica de heavy metal, con ropa
informal y zapatillas deportivas. Les sorprendió que el jefe del Gabinete del
presidente del Gobierno llevara este atuendo. «No te lo puedes imaginar de
un tipo que es un estajanovista, un trabajador que está veinticuatro horas al
día pensando en lo mismo de forma incansable», apunta el director de La
Sexta. «Es así. Nosotros tenemos la ventaja de que lo conocimos antes de
que fuera famoso. Lo vimos trabajar en Ferraz y pensamos que era una
persona clave», puntualiza César.
Si alguien conoce esta pasión, además de su familia, es su mujer. La
mascarilla de Iron Maiden se la hizo y regaló ella. El presidente lo sabía,
porque se lo preguntó el día de la grabación de La Sexta. Días después se
celebró un acto en Ferraz, también en fin de semana. Iván acudió con su
mascarilla de heavy metal. Muchos le preguntaron cómo la había
conseguido. El presidente lo descubrió entre risas: «Se la ha hecho Sandra».
¿Y barón rojo? Así se calificaba a José Antonio Monago en Extremadura,
un sobrenombre que lo decía todo sobre su perfil, sobre su papel como
verso suelto del PP. ¿De dónde viene el nombre? Barón Rojo fue un grupo
de heavy metal español, madrileño para más señas, de los años ochenta.
Recuerden que Iván afirma que sí cree en las casualidades.

¿RENACER DE SUS CENIZAS?

«Es un “máquina” dibujando y en música lo ha escuchado todo.


Absolutamente todo», apuntan sus hermanos y amigos. Se leyó todos los
cómics que tenía Manu y veían juntos a diario varias series en TF-1, la
televisión francesa, en el programa Club Dorothée. Al principio no entendía
mucho el francés, pero poco a poco fue acostumbrándose al idioma, aunque
después la emitió EiTB en euskera. Por aquel entonces había un debate en
torno a Dragon Ball, sobre si el manga incitaba a la violencia a los niños.
Ciertamente, había mucha sangre. Era el mundo de Manu e Iván, donde la
televisión no era una caja tonta, sino toda una industria cultural audiovisual.
Luego llegó «El puño de la Estrella del Norte» con Kenshiro como
protagonista, un personaje basado en la figura de Bruce Lee junto con
influencias de la serie de películas Mad Max. Los valores eran la
resistencia, la fuerza y la tenacidad.
Con apenas ocho años veía Los Caballeros del Zodiaco con su hermano
y en Navidades pidió a Seiya, el Pegaso de los Caballeros, el protagonista.
Con los regalos no llegó Seiya, sino Fénix, un personaje que no salía
demasiado en la serie, al menos en aquellos capítulos que lo habían
enganchado. Le preguntó a su hermano Manu quién era aquel personaje y
este le explicó que renacía de sus cenizas, que siempre iba en línea recta,
que era capaz de reinventarse y seguir cambiando, y que nunca le podían
matar. Fénix sigue estando en las estanterías de su casa rodeado de otras
adquisiciones que hicieron Sandra e Iván en un viaje a Japón. Entre ellas,
evidentemente, Pegaso. Dos días enteros pasaron en Akihabara, el barrio de
Tokio que hace las delicias de los aficionados al manga. «No paró hasta que
encontró el muñecote que quería. Estaba como en éxtasis. Era una frikada
total y, además, tuvimos que cumplir con los encargos de Manu», confiesa
Sandra entre risas. «No encontramos a Seiya. No había ni uno porque era un
muñeco que querían todos los críos. Era difícil encontrarlo, casi imposible.
Que Sandra no se queje del viaje a Japón, porque disfrutó mucho y si a ella
le hubieran interesado los muñecotes, hubiera movido Roma con Santiago.
Digamos que no es afín a este tipo de productos», replica el hermano mayor
con mucha sorna.
Hoy reconoce que su sueño es heredar el patrimonio de revistas gráficas
y películas de su hermano. No es ninguna broma. Como ejemplo suele
poner que tiene toda la serie de Dragon Ball, todo un acontecimiento desde
su punto de vista. Ha sido así desde que entraba en su habitación a
escondidas para acceder a lo que le parecía un santuario de saber y
conocimiento. Y, además, sigue acumulando patrimonio. Manu sonríe
cuando le cuento la aspiración de Iván. «En esto de heredar mi colección va
a tener competencia. Lourdes también aspira. ¡Vaya dos! En el manga hay
de todo, no solo ciencia ficción. Tienes un gran abanico de alternativas,
todo tipo de géneros y escritores, como en la literatura. Tienes suspense,
ficción, ciencia ficción... Si buscas, siempre encuentras algo que te gusta. El
manga no son solo Los Caballeros del Zodiaco o Dragon Ball, y no son
solo dibujitos, es toda una filosofía. Ahora estoy disfrutando de los cómics
del teniente Blueberry. Leímos mucho de jóvenes y lo seguimos haciendo
ahora. También leímos los libros de El Club de los Cinco, luego de los
Siete, de la familia Hollister y de Hitchcock y los tres investigadores.» El
Club de los Cinco reaparecería tiempo después en la vida de Iván.
En la universidad, la actividad no se circunscribía solo a las clases. Jesús
Mari Gabirondo dejó la asociación de empresarios de Guipúzcoa en el año
2000. «La salida fue cruenta porque el 8 de agosto pusieron una bomba lapa
a mi presidente, José María Korta, muy cercano al PNV. Ese día habíamos
quedado para cenar. Quería convencerme para que no me fuera. No
pudimos hacerlo, nos lo impidieron. Para mí, el perfil de Korta se parece
mucho al del protagonista de Patria. Iba en bicicleta, estaba en la
organización de las fiestas del pueblo, en la ikastola, muy involucrado en la
vida social de Zumaia. Cuando lo mataron, a alguno de sus hijos le hicieron
bullying. Se lo hicieron sus amigos. Ese es nuestro pasado y los chicos
vivieron eso, crecieron cada día con noticias de asesinatos y de detenciones.
Lo tenían integrado en su vida.» Gabirondo se incorporó al despacho
Cuatrecasas mientras daba clases en Deusto sobre gabinetes de
comunicación.
«Se sentaba en primera fila y traía los periódicos del día leídos y
absorbía todo lo que decías. A esos chicos se les abrió un mundo, sobre
todo a Iván. En el País Vasco había dos asuntos muy determinantes: el
primero, una economía industrial en la que la comunicación era un gasto,
no una inversión. Su actividad se abordaba más a través del marketing y de
las ferias. Pocas empresas no públicas tenían siquiera un departamento de
comunicación. El segundo, el terrorismo. ETA invitaba a no comunicar, a
replegarse en la política del caracol, a encerrarse en casa y no hacer
ostentación. Nadie tenía un coche más ostentoso que un Audi y San
Sebastián estaba plagada de ellos. La comunicación no solo es el
periodismo, no solo es unidireccional; cualquier organización puede ser
actor en la comunicación. Como no soy un académico, les conté mi
experiencia, porque la comunicación no tiene una solución única. Les hablé
de los problemas cotidianos en este trabajo», dice Gabirondo. Para sus
alumnos era un lujo tenerlo de profesor. La relación entre ambos se
intensifica cuando Gabirondo les manda elaborar un análisis del año 1988,
el año de la huelga general. Iván lo preparó con referencias a series y
películas, y realizó un análisis de aquellos momentos históricos desde el
punto de vista político y cultural. Ese mismo estilo lo utilizó años después
en Expansión o El Mundo. A Gabirondo le impresionó y lo llamó para
preguntarle por el trabajo. En ese momento, en tercero de carrera,
empezaron a tener una relación de admiración entre alumno y profesor.
En la etapa universitaria ya era todo un apasionado de la política, de la
política cotidiana de Euskadi. «Es más joven que yo. Yo había acabado la
universidad y era diputado en el Parlamento vasco. Política muy dura.
Veníamos del asesinato de Miguel Ángel Blanco, de los años de Gesto por
la Paz y del movimiento universitario alrededor de Deusto en defensa de las
víctimas», apunta Iñaki Ortega, exdirector de la Deusto Business School. Se
respiraba la tensión. Un ejemplo de ello: en la Universidad de Deusto no
había televisión en la cafetería y estaba prohibido jugar al mus.
«Cuando vi a Iván acompañando al presidente Pedro Sánchez en el
debate de TVE, no pude evitar recordar al alumno discreto y atento que
prestó una atención especial cuando expliqué los entresijos del debate como
género. Desde el primero que tuvo lugar en Estados Unidos, entre Nixon y
Kennedy, hasta el hito histórico que marcó el primer debate entre Aznar y
González moderado por Manuel Campo Vidal en Antena3. Siguió, como
pocos, los detalles que les contaba mientras lo veíamos en una pantalla. Lo
anotaba todo en un cuaderno y escuchaba con especial atención, con esa
mirada de persona inteligente que las caza al vuelo antes incluso de que
termines la frase. Se sentaba en un rincón, en segunda fila, en la misma que
Sandra, pero ella en el centro. También era muy empollona, estudiosa y
meticulosa», recuerda Rosa Díez Urrestarazu.
«Tiene la capacidad de adelantarse a los hechos y cuando surgen
imprevistos, capacidad de reacción. Sabe leer a las personas, los contextos y
las tendencias. Escucha y pregunta sin perder los nervios. Escuchaba
nuestra opinión y tomaba la decisión final. Te daba la información necesaria
para que hicieras tu trabajo, no más. Siempre sabía qué iba a pasar o movía
las piezas para que pasaran cosas. Siempre estaba todo planificado para
tener capacidad de anticipación. En algunos temas, la planificación venía de
meses antes. Iván es política, ajedrez y series. Veía estrategia en todo, en
una película, en un programa de entretenimiento, en todo. La vida es
ajedrez. Y resistencia», dice Ana Sellers, miembro del equipo de
Extremadura.
«Lo interesante de Pedro Sánchez es que ha diseñado a su alrededor un
equipo muy eficiente. Es de lo más destacado que se ha hecho, incluso para
los que lo menospreciaron, porque el PSOE actual se ha repoblado de
neosanchistas. Un día me dijo en broma que dejara de apoyarle en público
porque Madina lo utilizaba en mi contra. No lo apoyaba, pero analizo y creo
que Sánchez es un buen político, enormemente empático, un gran seductor.
Le gusta ser el centro de atención. No tengo ninguna queja del presidente,
pero como político es un killer y difícilmente le vas a ganar. Tiene una
capacidad de resistencia como pocos e Iván vio un buen producto para
alcanzar el objetivo final: la presidencia del Gobierno. No fue fácil porque
puedes estrellarte, pero Sánchez tiene madera, decisión y convicción en sus
propios valores. Solo hay otra persona con esta capacidad de resistencia:
Iván Redondo», apunta Paco Marhuenda.
«Sabe perder. Él ha perdido también. Y cuando ha perdido, sabe mover
las piezas para reconstruirse. Sabe levantarse. El presidente Sánchez
también. Saben que en la sociedad actual hay que ser resistente», afirma
César González. «Lo que mejor lo define es el Manual de resistencia.
Siempre que hay un momento agónico, como en esta pandemia, Iván está
ahí, al frente, porque es un hombre con una gran fortaleza. Toma la
criptonita de Superman. Creo, sinceramente, que si dejaran de insultarle, se
descolocaría. El presidente vive en esta tensión e Iván también. Puede
parecer que Iván la provoca, pero a los gobiernos siempre les gusta la
estabilidad. Hace de la necesidad virtud y, a partir de aquí, se ha construido
un mito. Un Gobierno necesita calma para gobernar y con este Congreso de
los Diputados es imposible. Iván se reinventa cada día y para eso sirve»,
dice Lucía Méndez.
«Los spin doctors son cada vez más visibles y, por tanto, más proclives a
la crítica. Son más fusibles. Hace poco más de un año, Polonia [un
programa de humor de TV3] emitió un gag muy ilustrativo. Pedro Sánchez
se llevaba a Pablo Iglesias a una habitación para explicarle su estrategia. En
esa habitación, los recibía un personaje en calzoncillos, con americana y
corbata, con orejas de burro, que no paraba de saltar de un lado para otro y
de dibujar estrategias en una pizarra. Ese personaje es Iván Redondo.
Iglesias flipa tanto, que acaba dando la razón a Pedro. Ambos salen de la
habitación y el personaje de Redondo dice mirando a cámara “lo que se
tiene que hacer para que parezca que el tonto soy yo” —explica Toni Aira
—. El spin doctor es el escudo del líder. Le han hecho críticas durísimas, lo
han trinchado. Se le señaló en la repetición electoral como el culpable, el
Rasputín. A Cummings, el asesor de Johnson también le apodan así. Y le
acusaron de hacer tecnopolítica. Redondo ni rechistó. Hizo su papel de
escudo: resistencia frente a la adversidad. Cummings no tiene la culpa de
todo lo que hace Johnson ni Peter Mandelson la tuvo de lo que hizo Toni
Blair. Tampoco el equipo de Donald Trump. Redondo asume este riesgo con
todas sus consecuencias y tiene un líder que lo cuida. Esto no siempre es
así. El asesor es un fusible. Si se quema lo hace para resguardar al líder. Los
que nos dedicamos a esto sabemos que la repetición de las elecciones no fue
idea de Redondo. Fue una decisión del líder, del presidente. Su papel era el
de resistir.»
«El presidente e Iván encajan en cuestiones profesionales y personales.
Tienen una coincidencia generacional, son apasionados de la política y de la
ciencia política, tienen una vocación transformadora de España y
compromiso social, un marcado cariz humanista y disciplina en el trabajo.
Son muy ordenados, muy teutones, porque son resistentes. El presidente
lleva los temas hasta el último detalle y quiere tener toda la información
para tomar las decisiones. Son perfiles difíciles de encontrar. En el
Gobierno de España han aprendido juntos. Son compañeros de armas,
hermanos de sangre, como dice Shakespeare en el discurso de Enrique V a
sus tropas en la batalla de san Crispín», dice Paco Salazar.
En segundo de carrera les hablaron de la existencia de la Liga Nacional
de Debates Universitarios, la misma en la que también intervino un joven
estudiante de derecho de la Universidad Ramón Llull de Barcelona al que
conocería años más tarde: Albert Rivera, dos años mayor que Iván, la ganó
en el año 2000. No coincidieron por poco. El equipo de los vascos de
Deusto participó los años 2001 y 2002, capitaneados por Sandra Rudy en el
segundo año y con Iván Redondo en el equipo. Se presentaron a dos
premios, el de mejor equipo de debate y el de mejor equipo de
investigación. El tema del campeonato fue la adopción de niños por parte de
parejas homosexuales y el lugar, la Universidad Europea de Madrid.
Ganaron en el apartado de investigación, un premio que compartieron con
la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE de Madrid, dos
universidades jesuitas. En el apartado de debate «nos pasó como a la
selección, que nos eliminaron en cuartos», pero Sandra encuentra una
justificación: «Nos tocó el grupo más chungo, el de los mejores. Eso sí,
tuvimos una puntuación muy alta, igual que la del equipo que llegó a la
final en el otro grupo».
Había que prepararse tanto para defender como para atacar. «Una
moneda decidía cuál debía ser la posición que tenías que defender», justo al
inicio. El equipo de Deusto subió al escenario, los capitanes se colocaron
frente a frente y tiraron la moneda al aire. Llevaban meses preparándolo con
trabajo en equipo, investigando y analizando las dos posiciones, «algo que
te hace llegar a la conclusión de que en la vida no hay blancos ni negros, te
ayuda a ser elástico en tu ideología, a ver cuáles son los puntos a favor y en
contra de cualquier posición». Les tocó posicionarse en contra de la
adopción por parte de las parejas del mismo sexo. La tesis se centró en
«demostrar que la sociedad no estaba preparada para que las familias
homosexuales pudieran adoptar, que no se podía ir en el ámbito legislativo
por delante de lo que la sociedad todavía no había asumido».
Iván se preparó para intervenir en defensa de esta posición bajo una
tesis: a mí me gustaría, pero, por lo que estoy escuchando en este debate, no
estamos preparados. De repente, se acercó a su compañero y, de forma
inesperada, le dio un beso en la boca delante de todo el mundo. La sorpresa
en el recinto fue mayúscula y se escuchan comentarios. «Todo el mundo
flipa» e Iván continúa su discurso: «Les estoy viendo las caras y ¿ven como
no estamos preparados? A mí me gustaría y algún día lo estaremos». Era el
año 2001 y el matrimonio homosexual sería legalizado en 2005. El debate
lo ganaron claramente, aunque la suerte no los acompañó hasta el final
porque, según Sandra, «estaban en el grupo de la muerte». La liga de
debates fue una gran experiencia, pero se extinguió. Ahora se ha
revitalizado. Los impulsores fueron a la Moncloa a contárselo. En la liga
aprendió algo que luego sería una tónica habitual en su quehacer
profesional: dar un golpe de efecto.
Los «salsas» se meten en otro proyecto. En Francia se constituye un
movimiento para crear Junior Empresas en las facultades. El grupo se
entera y monta la suya. Fue su primer contacto con el mundo empresarial y
crearon una Junior Empresa que se llamó Jendelan, que se traduce del
euskera como «personas trabajando». El proyecto trataba de acercar a los
estudiantes al conocimiento de lo que era una empresa, con estatutos,
clientes, cargos, contabilidad, responsabilidades, proyectos, «todo muy
pedagógico». Un ejemplo: realizaron un estudio de mercado para una
constructora que quería saber por qué no vendían las plazas de
aparcamiento que habían construido en un barrio de San Sebastián. Ni corto
ni perezoso, el grupo inició una campaña puerta a puerta para saber la
opinión de los vecinos y tener respuestas de primera mano. Tomaron nota y
diseñaron una campaña de comunicación.
La experiencia los llevó a entablar relaciones con las Junior Empresas de
otras universidades y con el propio equipo rector de la Universidad de
Deusto. En 2002 les tocó organizar el Congreso Nacional de Junior
Empresas en España. Fue su primer gran evento, al que acudieron
universidades de todo el país. Tenían que ocuparse de todo, desde el cartel
hasta los autobuses, pasando por los hoteles, las cenas, el lugar del evento,
la creación de un comité organizador... Sandra lo certifica: «Fue una currada
y el mejor congreso de Junior Empresas». En esas relaciones con otros
centros de toda España vieron reflejada la sociedad española: «La nacional
tenía una visión más unitaria, más homogénea. Nosotros, más federalista.
De hecho, nos entendíamos mejor con los catalanes y estábamos más de
uñas con otras comunidades». Se afanaron en buscar a una persona de nivel
para inaugurar el evento. Tuvieron éxito y al acto, que se celebró en el
Palacio de Miramar de San Sebastián, asistió el entonces consejero de
Industria del Gobierno Vasco, Josu Jon Imaz. En esa época Imaz estaba en
lo más alto y muchos «fliparon que acudiera a un acto de mocosos y
¡encima salimos en la prensa!». No les faltaba razón. Dos años después,
Josu Jon Imaz fue elegido presidente del Euskadi Buru Batzar.
El director del Gabinete del presidente del Gobierno lo recibió años
después en el Palacio de la Moncloa, ya como consejero delegado de
REPSOL. Sabía que Imaz tenía referencias suyas por Joseba Aurrekoetxea
del PNV. En la entrevista no le recordó que se habían conocido dieciocho
años atrás. Tampoco tuvo el arrojo de comentarle su profecía. «Imaz era el
líder del PNV y hablábamos de él. No nos parecía del PNV porque
estábamos acostumbrados a otros estilos, a Ibarretxe o Arzalluz. Recuerdo
que me dijo: “Este no va a durar mucho porque es un adelantado a su
tiempo, no lo van a entender y no va a tener mucha trayectoria”. Y eso
pasó. De estas anécdotas tiene un montón. Mientras todos suben la
montaña, él ya está viendo lo que hay detrás», cuenta Álvaro Ruiz.

LA MODERNIDAD LÍQUIDA
«Le gusta hablar de la política líquida y del ajedrez como un juego que
sirve para manejarse de modo adecuado en la vida política, porque ya nada
es lo que parece, todo cambia y la verdad inmutable es precisamente el
cambio. Es un gran lector de autores como Zygmunt Bauman, que explica
esta modernidad líquida. Como todo cambia de un momento a otro, somos
conscientes de que somos cambiantes y, por tanto, tenemos miedo de no
poder fijar nada para siempre, porque las realidades sólidas de nuestros
abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, han
desaparecido», explica Mikel Urretavizcaya.
Jaume Giró, conseller de Economía de la Generalitat de Catalunya con el
gobierno de Pere Aragonès, consultor empresarial y exdirector general de la
Fundación Bancaria La Caixa, fue uno de los primeros en acceder a la
gestión desde la comunicación en las empresas que ha trabajado y también
cita a Bauman: «Tomar una decisión u otra es trascendental, pero sobre todo
depende del momento. Estamos en una sociedad líquida, una sociedad muy
voluble. Su papel no es solo apagar incendios, que también, y poniendo
todos los coches de bomberos, su papel es la comunicación estratégica, no
la táctica, anticiparse a los distintos escenarios, como hacen las grandes
compañías. Debe anticiparlos y ver cómo actuar en ellos para bien del
presidente. Este es un elemento inédito en el Gobierno español, que haya
alguien que piense en la táctica, pero también en la estrategia, con todos los
elementos de información y de datos para hacer fácil la toma de decisiones.
El éxito no está nunca garantizado al 100 % porque la comunicación
estratégica es un arte, no una ciencia. Los datos son fundamentales, deben
medir de forma objetiva cómo percibe la opinión pública determinadas
cuestiones. La oportunidad de una decisión, las alianzas y complicidades,
todo ello debe tratarse de forma profesional. Esto es lo que hace y por eso
supone un punto de inflexión y es un precursor de fórmulas nuevas. No está
debajo del mostrador, sino encima, de forma oficial y transparente, en un
centro de poder como la Moncloa».
Zygmunt Bauman es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen
judío que desarrolló el concepto de «modernidad líquida». El líquido es
fluido, se adapta a cualquier tipo de forma, tiene un flujo, no conserva
fácilmente su forma, no se fija en el espacio. En los líquidos lo que importa
es el tiempo, se adecuan con facilidad y, a diferencia de los sólidos, es
difícil contenerlos.
Bauman presenta la analogía entre una sociedad líquida opuesta a una
sólida: la estructura social sólida se mantuvo estable, en peso y forma, hasta
cierto punto inalterable, incuestionable y rígida, se valoraba lo perdurable;
la tradición, la capacidad de comprometerse a largo plazo, por ejemplo, con
la familia y el trabajo partían de moldes que no dejaban lugar para la
improvisación, a diferencia de la sociedad actual, que, como los líquidos, no
tolera las formas perdurables y es cambiante.
Según Bauman, los jóvenes están acostumbrados en la actualidad a los
cambios constantes. Un ejemplo de ello son los dispositivos móviles: no se
deshacen de ellos porque ya no sirvan o porque estén rotos, sino porque hay
un modelo nuevo; no buscan obtener un empleo para toda la vida, sino
ascender rápido y tener experiencias. La tecnología experimenta cambios
constantes y rápidos, tan rápidos que la sociedad líquida se tiene que
adaptar a ella día a día y cada vez se ve más cercana la globalización de
ideas y conceptos. Anteriormente, el poder se mantenía en Estados y
naciones de manera consolidada, ahora el poder se ha evaporado en el
espacio global; es decir, el poder es global, pero las políticas son locales.
Giró tiene a la entrada de su despacho barcelonés unas frases que
guardan similitud con las tesis de Iván: «Las grandes mentes hablan sobre
ideas, las mentes medianas hablan sobre cosas y las mentes pequeñas
hablan sobre gente. Eleonor Roosevelt». El universitario Iván Redondo era
un muchacho muy crítico con la universidad, con los profesores, con los
medios que tenían... «Éramos conejillos de indias», comenta Sandra.
Humanidades, junto con las ramas de Comunicación, Ciencias Sociales y
Empresa, iniciaba su andadura para sustituir a la tradicional Filosofía y
Letras. Los profesores eran unos huesos y algunos llegaban a clase a
primera hora de la mañana fumando un puro que apestaba. Ahora, más de
quince años después, Iván recuerda esos momentos con cierta nostalgia. Se
acuerda de un profesor, Juan Manuel Díaz de Guereñu, que les explicaba
literatura de vanguardia y era un peso pesado en la universidad. Les hacía
leer todo tipo de libros y entre ellos figuraba un autor desconocido para el
gran público llamado Fernando Aramburu, que había escrito un libro
autobiográfico surrealista titulado Fuegos con limón.
El libro entraba en el examen, era voluminoso como Patria y «lo
odiábamos. Sobre todo a Hilario, el protagonista de la historia, pero
también a Aramburu y a Guereñu», dice con guasa Sandra, porque los
obligaron a leer un libro rupturista, surrealista, que tenía sus orígenes en el
grupo Cloc, fundado en 1978 por Álvaro Bermejo, José Félix del Hoyo y
Francisco Javier Irazoki, además del propio Aramburu. Entre las hazañas de
la Revolución Surrealista, que toma su nombre (Cloc) del ruido de los
garbanzos al caer en el plato, figuran la publicación del asesinato de
algunos de sus miembros en la prensa vasca, poner anuncios en medios
pidiendo cosas surrealistas, lanzar esquelas por el Boulevard al grito de
«Viva la Coca Cola» en plena campaña electoral o pintar el Peine del
Viento porque solo era un amasijo de hierros.
Eran los jóvenes del siglo XXI que se inspiraban y bebían de las fuentes
de aquellos que fueron jóvenes en los primeros años de la democracia. «Leí
por primera vez Fuegos con limón de Fernando Aramburu cuando estudiaba
en la Universidad de Deusto. En Donostia hace ya dieciséis años. La
literatura como redención. Esa “bebida” de dragones. Su prosa rebosaba
juventud, ironía y compasión. Lo había publicado en 1996 cuando tenía
treinta y siete años y era lectura obligatoria de literatura española para
nuestro profesor, un visionario, Juan Manuel Díaz de Guereñu, junto a Pío
Baroja o Blas de Otero, entre otros. [...] Su éxito con Patria, tiempo largo
después, a uno no le sorprende», escribió Redondo en su blog The War
Room en abril de 2017, recordando a un escritor que no era nuevo para él.
«Te cuento un secreto. Nunca le gustó la tele, siempre prefería la radio.
En la universidad, cuando tenía que hacer prácticas, siempre decía que en la
tele no. Siempre ha sido muy vergonzoso. ¡Las vueltas que da la vida! Hizo
mucho entrenamiento entre bambalinas y eso le ayudó cuando se
reinventó», comenta Manu.
4

2 + 2 NO SON CUATRO

«Sigo los liderazgos, también el del papa. He leído un documento en el que


distingue entre la vida en conflicto y la vida en crisis. La vida en crisis es
algo natural, porque la crisis siempre es una lucha por la mejora, por la
búsqueda de nuevos líderes, de nuevos caminos. La vida en conflicto es lo
bueno y lo malo, el amigo, el enemigo. El papa dice que la Iglesia no puede
estar en una vida en conflicto. Le conté estas reflexiones a Paco Salazar y le
dije que eso es lo que nos pasa a nosotros. Muchos compañeros están en
permanente conflicto. Eres más enemigo que si estuvieras en otro partido.
Son los que están en la vida en conflicto. O tú o yo. Deberían estar
contentos desarrollando su trabajo y satisfechos de que el partido, a través
de Pedro, haya encontrado a una persona que trae aire fresco, que asesora
de forma profesional al presidente y al proyecto que tenemos para España.
El problema es que se quedan solo con la mediocridad de si hablan con el
presidente, si influyen, si tienen más poder. Y en puertas del congreso, eso
todavía se agita más», afirma Quico Toscano.

VIDA EN CRISIS
Según sus amigos de la infancia y la juventud, les marcó una película: El
indomable Will Hunting, que quizá guarde ciertas similitudes con ese Iván
que se plantea su futuro, lleno de dudas, como todos los jóvenes.
Una vez acabada la carrera, se planteó, como Will, qué hacer, cómo
acceder desde la nada a una profesión complicada, en la que la vida en
conflicto es el hábitat de muchos y la vida en crisis, la norma habitual.
Llegó a Madrid por accidente. Quería hacer en Sevilla un máster en
Marketing Político, pero se frustró la opción y tuvo que improvisar. Sandra
tenía claro que su futuro pasaba por Madrid. Gabirondo la había marcado
con sus clases de comunicación empresarial y «me matriculé en la
Complutense para estudiar una titulación de Experto en Gabinetes de
Comunicación en Empresas e Instituciones. Solo me faltaba encontrar
piso». Iván también tenía claro que la información económica y financiera
era lo suyo. Al fallar Sevilla, puso en marcha un plan B y se matriculó en
un máster en Información Económica organizado por la Asociación de
Periodistas de Información Económica (APIE) junto con el semanario El
Nuevo Lunes, también en la Complutense.
Habían forjado una buena amistad en sus años universitarios y, al
cruzarse sus caminos, buscaron piso juntos. Lo consiguieron y no volvieron
a Donostia hasta el final del verano. Su nuevo hogar fue un piso pequeño en
la calle Juan Pradillo, en el que Iván se llevó la peor parte, la habitación
más pequeña. Corría el año 2003. Eran buenos amigos, no una pareja, y
decidieron compartir piso. Para Iván no fue un buen año. Se pasaba los días
encerrado en su habitación porque le costaba adaptarse, se sentía fuera de su
mundo, descolocado, y no tenía un duro. En ese momento se planteó
seriamente volver a Donostia una vez acabado el máster. Además, la
sociedad española convulsionó con los atentados de Atocha. Aquellos días
tensos provocaron un vuelco electoral de gran calibre y el Partido Socialista
ganó las elecciones que auparon a la presidencia a José Luis Rodríguez
Zapatero.
«Iván tiene guiños para todos. Somos muy parecidos en la base y
diferentes en el enfoque. Es un complemento de todos. Es camaleónico,
algo vital para su trabajo, y es una persona de hechos. Quizás es un poco
más felino que nosotros porque eso te lo da Madrid. Es su punto de
inflexión. Es sobrevivir sí o sí en una gran ciudad. Llega a Madrid, tiene
que aprender cómo es, cómo funciona, tiene que adaptarse y saber que no te
puedes dormir. El primer año lo pasó mal, fue complicado, pero no hay
nada imposible. No sabes de lo que eres capaz hasta que lo intentas»,
apostilla Txema Redondo. Otra forma de decir que hay que intentarlo, no
ver que pasen cosas, sino hacer que las cosas pasen.
Según Miquel Martín Gamisans, secretario de Comunicación del último
Govern de Cataluña, leyó un artículo mío en La Razón titulado «Iván
Redondo ha vuelto a hacerlo», en el que destacaba esta frase. Me envió un
mensaje: «Tengo una foto en el despacho con una frase atribuida a Moshe
Dayan, general del ejército israelí y ministro de Defensa en aquel entonces.
La he repetido mil veces desde hace años y dice que no estamos aquí para
explicar todo el día lo que hacemos, que estamos aquí para hacer que lo que
queremos que pase, que suceda».
La relación entre los dos hermanos siempre ha sido intensa, pero quizá
más con Txema por las muchas horas de charla de litera. «Cuando la gente
de lugares pequeños llegamos a Madrid, te pueden pasar dos cosas: que la
rechaces por sus dimensiones, por lo inhumana que es, o que encuentres un
refugio en el que puedas expandirte sin la fiscalización de los sitios
pequeños. Encontré lo segundo. No tenía fronteras, lo podía hacer pequeño
y a la vez todo lo grande que quisiera», dice Jokin Aperribay. Sin duda,
Madrid es una ciudad complicada para muchas personas que llegan en
busca de su espacio profesional. Le pasó a Iván y le pasó también a Juanma
del Olmo, un soriano que se apuntó a un proyecto político, Podemos, desde
el principio, algo que no entraba en sus planes y estaba lejos de sus
aspiraciones como informático.
«Madrid fue su peor época. Lo de Extremadura no lo conozco bien,
porque no hablo mucho con él de lo laboral. Tengo pinceladas, claro,
porque estoy al día de todo lo que se publica y sabe que siempre estoy ahí.
Lo peor fue Madrid. Fue empezar de cero. Cuando abandonas el nido
familiar, tienes que buscarte la vida. Yo fui a Canarias y tampoco es
Donostia. Cuando llegas de novato, hasta que no tienes conciencia de cómo
funciona la ciudad, es el peor momento de la vida porque estás solo, aunque
él se fue con Sandra. No nadaba en la abundancia, pero no le faltaron
recursos y la familia está para lo que está. No pides ayuda porque te puede
el orgullo y eso es una gran estupidez», dice Manu.
Es un tipo callado y la soledad se lo acentuó. Rara vez toma la palabra
para decir algo, es como una especie de rebeldía. Intenta pasar inadvertido,
pero cuando habla sale el Txema que lleva dentro. Es su referente en los
aspectos más personales y profesionales. Es el Iván que se ve. Su lado
Manu es su personalidad independiente, lo que no le impide tener buenos
amigos. Manu era el mayor y con Txema pasaban más tiempo juntos, desde
sus conversaciones de litera hasta las horas en la calle esperando a que su
hermano y sus amigos le dejaran jugar al fútbol mientras los observaba.
Para Iván, las experiencias con Txema siempre eran una primera vez y supo
absorber su fuerte: la comunicación. Ante esta percepción, Txema sonríe:
«Está en una edad avanzada [risas]. Siempre ha marcado la diferencia,
desde muy pequeño, sobre todo por el aporte de tranquilidad, cosa poco
común en un niño de su edad. Lo tiene en el ADN. Tiene duende. Era
constante en todo desde la base, en colaborar con los niños pequeños,
sociable, muy discreto, nada introvertido. Los críos son joviales y el aditivo
de la discreción no lo tienen en un alto porcentaje. Es un gran éxito de
nuestra madre, que es el pilar de todos».
«Cuando te conoce, te examina, te observa. Un día comimos con unos
miembros de la embajada estadounidense que querían conocerlo. Acababa
de tener sus primeros resultados en Badalona y Euskadi. Querían sonsacarle
información y sucedió todo lo contrario. En cierto momento, le preguntó a
uno de ellos si seguía tocando el piano. Lo descolocó. No lo conocía de
nada, pero se fijó en sus manos y vio que tenían las características de las de
un pianista. Acabó contándole su vida. La información que dio Iván fue
ninguna. Esto lo maneja de forma innata. Todos podemos estudiar, pero
Iván tiene un don», sostiene Enrique Simancas.
Sandra afrontó la situación de forma diferente porque es más líquida,
más abierta, más sociable. No le costó construirse una vida nueva y
disponía de más recursos económicos, ya que estaba cobrando el paro que
había acumulado tras trabajar desde los dieciocho años y disfrutaba de una
beca para cursar su grado en la Complutense. A Iván, en una situación
económica más precaria y más retraído, todo se le hacía muy cuesta arriba.
Solo tenía un pequeño reducto, un grupo de colegas que había conocido a
través de José, su compañero de la escuela y de la universidad.
Añoraba su barrio, un barrio fuerte, con vida, con una sociedad civil
consistente. Con la crisis, fue decayendo, pero, en los momentos álgidos,
era un barrio potente, de gente trabajadora con posibilidades, porque
cuando llegaban los barcos corría el dinero. Venían de África, de Australia,
y los marineros ganaban mucho y se lo gastaban. Su padre se ganaba bien la
vida porque era jefe de máquinas y su madre lo administraba de forma
austera, lo que permitió que todos pudieran estudiar. Esa austeridad la
aplicó en Madrid. No le quedó otro remedio.
Sandra ya trabajaba de becaria en Llorente y Cuenca mientras él se
dedicaba a su multitarea. En la agencia entabló amistad con Elisa, la
recepcionista, una estudiante de Recursos Humanos. Cribaba los currículos
que llegaban a la empresa y así se enteró de que estaban buscando a una
persona para el equipo azul. Llorente y Cuenca se organizaban en aquella
época por colores. El equipo azul estaba dirigido por Francisco Hevia:
«Acababa de terminar la carrera. Era un tipo muy inquieto, despierto, con
ganas de aprender, y trabajaba con mucho interés. No le valía hacer lo que
le decías que hiciera. Era un inconformista y le daba la vuelta a los temas,
planteándote nuevas alternativas. Al tiempo, tenía mucha ambición, quería
ir más deprisa de lo que la compañía podía facilitarle. Éramos totalmente
conscientes de que o le ofrecíamos una carrera y crecimiento o se iría,
porque era una persona propensa a aburrirse y quemarse». De Hevia
aprendió que «venimos de una escuela que considera que la comunicación
es estrategia. Como en el ajedrez, haces movimientos que esconden tu
estrategia, tus próximos pasos. No sé cómo lo hace Iván, no tengo
evidencias, pero no me sorprende porque ya lo trabajamos en aquel
tiempo».

Y EMPEZÓ TODO...
En 2005 empezó su vida profesional. «Madrid es dos cosas. Doscientas
conspiraciones por la mañana y por la noche solo sobrevive una. En
Madrid, o das una conferencia o te la dan. Madrid es Palacio, es villa y
corte, es el conflicto permanente.» Esta frase recurrente nos la dicen a todos
cuando llegamos a Madrid con ganas de comernos el mundo. A Iván
también.
En Llorente y Cuenca había que ir a trabajar con traje y corbata, y le
surgió un problema: no tenía ni traje ni corbata. No tenía dinero y se lo
pidió a un amigo. Le costó un dineral, atendiendo a su mermada economía:
116 euros en el Zara de la calle Princesa. No pudo dejarlo en la tienda para
que le arreglaran las mangas y las perneras porque lo necesitaba al día
siguiente. Las amigas de Sandra se afanaron en ayudarle. Lo subieron a una
silla y le cogieron el bajo de los pantalones. Con escaso éxito. Nada más
entrar en el portal de Llorente y Cuenca, el bajo se soltó y se aprestó a
solucionarlo doblándolo hacia dentro con la esperanza de que no se viera.
Mientras se dedicaba a este quehacer, lo saludó un señor. Ese señor era,
nada más y nada menos, que José Antonio Llorente. Iván no lo supo hasta
que le presentaron al conjunto del equipo. Se dieron la mano, pero ya lo
conocía, lo había visto unos minutos antes. «Ah, eres el chico que estaba en
el portal», zanjó con cierta guasa su nuevo jefe. Llorente sonríe cuando le
cuento la anécdota: «No la recuerdo, pero si te lo han dicho, será verdad».
Enrique González, el que fuera director financiero y de recursos
humanos de la firma, ha estado escudriñando sus papeles para tener la
información actualizada. Fue el responsable de hacerle un contrato el
primer mes: «Tiene una inteligencia superdotada y le han construido una
imagen que no se corresponde con la realidad. Le buscan más vueltas que
virtudes. Si lo conoces, estas veleidades se caen como un castillo de naipes.
Lo que pasa es que muchos no lo conocen. Se empolla los temas, los mama,
no habla gratuitamente de nada y domina las materias. Ya era así. Deja
hablar y escucha. Y, algo que me maravilla, respeta los turnos y es amigo de
sus amigos. Se considera un trabajador y un profesional de la comunicación
política y no es ambicioso con el dinero». González lo tiene todo muy
medido: «Entró a trabajar en 2005 cobrando 10.000 euros brutos. Volvió en
el mes de octubre y se le asignó un salario de 15.000, ya como consultor
junior. En enero de 2006 le subimos el sueldo a 17.500 y en noviembre a
23.000. Lo cierto es que no ganó mucho dinero trabajando para nosotros —
dice sonriendo—. Iván es una de las 15 personas que más admiro en el
mundo y eso que hay una diferencia generacional importante. [González se
jubiló en diciembre de 2020.] Eso de admirar a gente más joven que tú no
es fácil. De esa generación de LLYC es el que tiene el currículum más
impactante de todos».
En LLYC conoce una persona con la que sigue manteniendo una relación
profesional y personal, su responsable directo en la firma. Hoy, Francisco
Gómez Loarte es el actual jefe del Gabinete del director del Gabinete de la
Presidencia del Gobierno. En su casa todos le llaman Francisco, pero en el
mundo profesional se le conoce como Fran. Le acompañó a Extremadura y
trabajó en Redondo y Asociados. Llevan juntos toda la vida y se entienden
a la perfección. «En la OPA de Endesa no estuve porque estaba dedicado a
la creación del centro corporativo. Eso lo viví de lejos. Coincidimos bajo la
dirección de Paco Hevia en el sector del tabaco y nos tocaron muchas
batallas, como la de fumar en los bares y restaurantes, los centros de
trabajo... fue duro. Hevia nos enseñó mucho. Es el método por el método.
Teníamos un horario flexible, pero con Paco eso era un oxímoron. Era
inflexible. Se empezaba a las ocho en punto y no permitía retrasos. Iván se
ganó a la gente currando. Su modelo de autoridad es el que tira el primero
del carro. Aquí en la Moncloa también, como en Extremadura. Es capaz de
empezar con el documento uno, el que ni siquiera tiene nombre. Así se gana
al equipo. Otros se lo ganan a voces. No grita y mira que en este trabajo hay
momentos de tensión para aburrir», apunta Gómez Loarte.
Fran se sorprendió de las habilidades del nuevo becario y sugirió a sus
superiores que lo ficharan, aunque no hubieran pasado los seis meses de
rigor. Llorente y Cuenca rompió con sus reglas y lo hizo. Solo se lo dijo a
Sandra y a su madre. La llamó desde una cabina de la calle Hermanos
Becker. Lloraba desconsoladamente. Era su primer trabajo de verdad.
«El conocimiento que tiene de la estrategia y de la comunicación política
es de matrícula de honor. Para aguantar lo que ha aguantado, te tiene que
gustar lo que haces. Es una vocación, es su vocación. Está conectado
permanentemente y su cabeza cavila, le da vueltas a todo. Además, con la
política actual tan cambiante, estar conectado permanentemente es una
virtud», señala Gonzalo Miró, periodista. Llorente defiende la profesión:
«Operamos en el territorio de la libertad de expresión y del derecho a
contarte un punto de vista, a influir en tu opinión, y del derecho a saber y
conocer opiniones. Este trabajo es fundamental, es extraordinariamente útil,
porque la sociedad necesita el intercambio de ideas y el debate para tomar
posición».
Tenía trabajo y los problemas económicos habían pasado a mejor vida,
pero seguía siendo austero. Sandra iba a Llorente en autobús. Iván prefería
patearse cada día la distancia que separaba su piso de Fernando de los Ríos
de la agencia, sita entonces en la calle Hermanos Becker. Era su
entrenamiento para conocer Madrid. Cuando cobró su primera nómina,
devolvió los 116 euros de su primer traje al amigo que se los había
prestado. Era más dinero de lo que le costaba vivir en su piso.
Iván siguió en Llorente y Cuenca, tras su paso por el SATSE, y Sandra
inició su andadura en Ulled Comunicación. Iván estuvo muy integrado en el
equipo de la OPA de Gas Natural sobre Endesa, un asunto empresarial que
adquirió una relevancia política absoluta. El joven Redondo, a sus
veinticuatro años, estuvo en pleno meollo en un momento intenso para los
profesionales de la comunicación institucional, empresarial o política. Lo
puedo afirmar con conocimiento de causa. En esa época dirigía la
comunicación del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio a las
órdenes de José Montilla. Conocí a José Antonio Llorente, pero no al
jovencísimo Iván Redondo, que iba creciendo en la empresa, ascendiendo y
asumiendo más responsabilidades.
Era estajanovista entonces y lo es ahora. «Desayuna a las siete de la
mañana con su chófer y su jefe de Gabinete. Aprovecha para enviarme
mensajes. Es trabajador y capaz, y muy joven. Todavía tiene mucho
desarrollo por delante y la cabeza en su sitio, lejos del engreimiento»,
afirma Miguel Barroso. Para el director de eldiario.es, Nacho Escolar,
Barroso es «el único equivalente como spin doctor que tiene Iván Redondo.
Control del discurso, influencia política, ir más allá de lo que es un jefe de
Gabinete. Ni José Enrique Serrano ni Jorge Moragas tenían un peso
parecido. Barroso sí, aunque fuera en un puesto inferior como secretario de
Estado de Comunicación. Antes de eso, Miguel Ángel Rodríguez».
«La Moncloa de MAR no tiene nada que ver con la actual. Ahora hay un
hecho administrativo y político muy relevante, porque el poder en la
Moncloa siempre ha estado muy repartido. En todas las “moncloas”, los
presidentes situaban a sus peones para que hubiera competencia entre ellos,
aunque se quisieran mucho. La estructura los llevaba al enfrentamiento, a
pelearse por el favor y la agenda del presidente. Por primera vez, la
estructura se concentra en una sola persona», afirma Lucía Méndez,
periodista y en su día jefa del gabinete de Miguel Ángel Rodríguez en la
Moncloa.
Susanna Griso corrobora esta versión: «He comprobado que se despierta
muy pronto. A las cinco le puedo enviar un mensaje y me responde casi de
forma inmediata. No es lo habitual en el sector. Es muy ejecutivo y capta la
atención del periodista porque es muy críptico. Le gusta jugar al misterio y
casi nunca te da el tema resuelto. Siempre te anuncia que va a pasar algo,
pero lo deja abierto. ¿Presión de Iván? Para nada. Fíjate que lo encuentro
sumamente respetuoso con mi trabajo. Más que llamarle, le envío muchos
SMS, lo que me genera problemas en el directo. Estoy atenta al WhatsApp
y no a los SMS. La gente importante de este país usa SMS, desde la Casa
Real hasta el CNI. Hay determinadas antenas de poder que solo utilizan
SMS».
Iván conoció a mucha gente en el plató de Antena3. A mí, por ejemplo.
Y a Raúl del Pozo, Nacho Cardero, Casimiro García Abadillo, Miguel
Ángel Rodríguez, Chema Crespo y tantos otros. Fue su vuelta al ruedo, otra
forma de explicar la estrategia y la comunicación política. Se estaba
reinventando y le picaba el gusanillo del periodismo, que siempre estuvo
ahí. «Cuando estaba haciendo su travesía del desierto y empezó a colaborar
en Espejo Público, me dio mucha alegría, sobre todo después de la
situación que atravesó. En este país no somos capaces de tener altura de
miras. Que yo trabaje para un Gobierno o para otro no significa que sea un
traidor. Soy un profesional que trabaja y pone sus conocimientos al servicio
de una institución, no de un partido. Luego, en privado, opinaré lo que
tenga que opinar», apostilla Jesús Cimarro.
Siempre lleva una libreta encima para apuntar cosas. Allí donde va, su
libreta le acompaña. Anota ideas, conceptos, anécdotas, cosas que le pasan.
Cuando empezó, quería ser periodista, aunque dudaba si estudiar Derecho.
Leyó Cartas a un joven periodista, de Juan Luis Cebrián, con el objetivo de
tomar una decisión. Su madre le inculcó la lectura desde muy pequeño y lo
leía todo, incluso las novelas de Jazmín que compraba su ama. Les gustaba
tanto leer, que eran socios del Círculo de Lectores. Cada mes cogían algún
libro. Así conoció la ufología, a Jiménez del Oso, o la literatura clásica.
Compraban muchos libros, pero también los sacaban de la biblioteca. El de
Cebrián salió de ahí.
Su pasión por la lectura sigue muy viva, tanto que se levanta a las 5:30
de la mañana para repasar la opinión y la información del día, y organizar
su agenda y la del presidente. Eso no es óbice para que pueda escuchar, por
ejemplo, un podcast de Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona, porque «la
Transición fue modélica, pero incompleta», como repite en multitud de
ocasiones.
No se perdía un solo discurso de Felipe González y lo leía todo sobre él.
El episodio que más le impactó de la historia del PSOE fue la dimisión de
Joaquín Almunia, el único que lo ha hecho en una noche electoral. El día de
los hechos todavía estaba en la universidad y cuando ganó Aznar, en 1996,
acababa de terminar la EGB. Fueron sus dos primeras grandes experiencias
con la política de joven, tras una infancia en la que dominó Felipe
González, su conexión con la política y al que consideraba su maestro,
como un senséi.

VIDA EN CONFLICTO
No parece que ahora Felipe González esté por la labor de ser el senséi de
Iván. No creo que le gustara la idea. Se conocieron personalmente en un
mitin de la campaña para las elecciones municipales de Majadahonda, en
2011. Se presentaba Borja Cabezón como cabeza de lista y Felipe accedió a
apoyarle. Iván llevaba la campaña del candidato socialista, al que le unía
una gran amistad.
Varios de los entrevistados apuntan a la existencia de un grupo que bebe
del «rubalcabismo», como lo define uno de ellos. Todos prefieren
permanecer en el anonimato. Es un tema delicado y no quieren poner
nombre a sus palabras: «Vale cualquier cosa para hacer daño al partido,
hacer daño al presidente y, por ende, a Iván. Perdieron las primarias, pero se
consideran la esencia del socialismo». Este grupo, una suerte de think tank,
está integrado por Felipe González, Nacho Varela, Eduardo Madina, Elena
Valenciano, Javier Moscoso (hijo), Rocío Martínez Sempere, Antonio
Caño, Toni Roldán, José Antonio Zarzalejos y José Ignacio Torreblanca.
Desde sus tribunas mediáticas lanzan críticas contra Pedro Sánchez
demonizando el papel y la figura de Iván Redondo. Es un think tank
«antisanchista» liderado por Felipe, que critica el hiperliderazgo de Sánchez
y el escaso papel del partido.
Lo que seguramente no saben estas «esencias» es que Alfredo Pérez
Rubalcaba le pidió a Borja Cabezón que le presentara a Iván Redondo.
Tenía interés en conocerlo. La cita no pudo producirse porque la muerte se
lo impidió. Lo que sí saben todos es que Cabezón mantiene una buena
relación con Iván y eso le está costando caro. «Lo que sufre Borja en el
partido demuestra que no se hace lo que dice Iván. Lo están machacando.
Le han puesto zancadillas y palos en las ruedas por ser su amigo. Es de
mediocres. Se le juzga por ser su amigo, no por su trayectoria profesional y
política en el PSOE. Le presenté en la campaña de Majadahonda porque
éramos dos amigos que iban juntos a la Moncloa a ver a Felipe González
cuando teníamos diez años. En esta mala praxis solo pierde el militante
socialista. No le dejan ser titular porque es amigo de Iván, un Iván que tiene
un poder limitado», dice Gonzalo Miró, periodista y presentador de
televisión, amigo de Borja Cabezón, a quien considera «el hermano que no
ha tenido».
«La personalización de la política por parte de los medios de
comunicación da mayor importancia al líder y, por ende, se diluyen los
contrapesos internos del partido y los que están alrededor del líder. Esto
mismo dijo Felipe González [a Carlos Alsina en Onda Cero el 26 de
noviembre], como si Felipe González no hubiera sido un ejemplo de
hiperliderazgo. Por eso los ataques se centran en los entornos del líder y
cuánto más te ataca el adversario, más poder e influencia revelas. Este es su
caso, le atacan con saña porque le conceden importancia. Roberto Dorado,
durante años jefe del Gabinete de Felipe González, tenía importancia e
influencia, pero no era el objetivo. Lo importante estaba en otro sitio, en los
barones, en el Comité Federal. Ahora no. Las estructuras que están a la
sombra del líder han desaparecido mediáticamente, emerge la figura de
Redondo y se fija en él el objetivo porque es el importante. Hay que
desgastarlo para desgastar al presidente», dice Toni Aira.
«Cada vez debes hablar más para que no hablen por ti. Es normal que se
focalice la comunicación en el líder. A mí me gusta más una comunicación
más coral para llegar a más medios, pero en este mundo donde la
comunicación lo es todo, es lógico que se centre en una persona para
humanizar las instituciones o las empresas», apunta Antonio Garamendi,
presidente de la CEOE. Josep Sánchez Llibre coincide con él: «El
presidente ha acertado teniéndolo a su lado. Es válido y solvente, y no tiene
apriorismos ideológicos al no provenir del Partido Socialista. Se centra en
las ideas y esto es importante porque la situación política, económica y
social se debe resolver con apuestas transversales, no con ideologías
cerradas. Maneja bien la comunicación del líder porque los partidos en
algunas ocasiones son una rémora. El líder es el protagonista porque el
Gobierno es Pedro Sánchez y Pedro Sánchez es el Gobierno». Esta misma
frase dijo Lucia Méndez: «Es el Gobierno más presidencialista de la
democracia, sin ningún género de dudas. Como dicen algunos ministros, el
Gobierno es Pedro Sánchez y Pedro Sánchez es el Gobierno. Por eso Iván
es algo más que un jefe del Gabinete, porque la Moncloa es el Gobierno».
«Pocas veces un jefe del Gabinete ha acumulado tanto poder, lo que
genera fobias y rechazo en algunos sectores del partido. Iván es consciente
de ello y lo ha ido gestionando para evitar conflictos, pero su figura es una
rara avis. El punto de inflexión fue el periodo interelectoral de 2019. Un
sector del PSOE lo señaló como el boicoteador del pacto con Podemos y el
inductor de la repetición electoral. Mi impresión es que no es cierto, pero se
trasladó un arquetipo a los periodistas para fijar buenos y malos. Fue un
salto cualitativo en los ataques. Se le señaló como culpable, pero fue el
primero que se movió tras los resultados electorales y logró un acuerdo en
cuarenta y ocho horas. Iván lideró este giro y lo hizo inteligentemente. Es
obvio que no se gestó en dos horas. Lo tenía planificado. Los conflictos se
agudizan cuando un Gobierno comete errores y se le busca como chivo
expiatorio. Con la pandemia, la oposición ha centrado sus críticas en Iván
porque lo consideran el eslabón más débil y porque es el punto de sustento
del presidente», señala Enric Hernández.
Juan Carlos Monedero, profesor en la Complutense, lo analiza
sustentándose en Mair y Katz, y su teoría del partido cártel: «Asistimos en
la actualidad a un proceso de parlamentarización o gubernamentalización de
los partidos, una tendencia que hace que aumenten las posibilidades de
relegar a un segundo plano al partido de los afiliados y al partido de la
organización central. Se tiende a conceder más peso a los parlamentarios y
a sus líderes en comparación con lo que sucedía en la década de 1960-1970,
reduciéndose así el poder de los representantes del partido que no ostentan
un cargo público.
»Iván es un emprendedor de la nueva política, que ha evolucionado
desde el siglo pasado. Los politólogos explicamos que primero fue el
partido de cuadros, luego el de masas, luego lo que llamamos el partido
atrapalotodo y, por último, lo que Mair y Katz definen como el partido
cártel. Es el partido propio del siglo XX, caracterizado por una serie de
reglas que articulan un cártel: si no las cumples, no entras. No se trata de
mafias. La cartelización tiene que ver con que todos los partidos que juegan
cumplen determinadas normas y también reciben determinadas
recompensas. El que gana no lo gana todo y el que pierde no lo pierde todo,
siempre se mantiene un resquicio de poder para sobrevivir. Este partido
cártel es un partido profesionalizado en el que el líder es lo relevante, los
fondos vienen del Estado y de lo privado, no de los militantes, y las
campañas se han espectacularizado. En el partido cártel las ideologías y los
militantes pierden relevancia y la televisión capta todo el imaginario
político personalizándolo en el líder.
»Esta es la idea central, los partidos se convierten en empresas por la
profesionalización del partido. Iván se adapta muy bien a esta concepción
de la política como una gran empresa, muy típica de los neoliberales. Esa
frase de Erdoğan: “Voy a gobernar Turquía como una gran empresa”. Es la
misma lógica de Macri, Trump o Macron. Los partidos se convierten en una
rémora porque fiscalizan al líder. Repudian al militante, les molesta porque
lastra el éxito. En esta concepción empresarial, el partido, el militante
sobran. Hay ejemplos en las listas de Macron, Manuela Carmena o lo que
ha hecho en España el propio Sánchez con el Partido Socialista. Los
partidos se convierten en creadores de problemas. El gran emprendedor
tiene la idea, el empuje, la capacidad de concitar apoyos sociales, apoyos
políticos concretos; en cambio, el partido genera ruido al líder. Los grandes
problemas de Casado los ha causado gente de su partido; los problemas de
Pablo [Iglesias], también, porque algunos querían ser el califa en lugar del
califa, como Errejón o Bescansa. A mí me preguntan por qué sigo con
Pablo. Sigo con Pablo porque no compito con Pablo.
»Te cito una frase que dijo Rosa Luxemburgo y repitió Trotski. Cuidado
porque el partido sustituye a la sociedad, el Comité Central sustituye al
partido y el secretario general sustituye al Comité Central. Y yo añado: y el
spin doctor sustituye al secretario general. No deja de ser cierto, ya que, en
el modelo liberal, que se basa en los pesos y contrapesos, la división de
poderes, la prensa como gran articulador de este balanceo... estos pesos y
contrapesos han desaparecido porque los órganos con capacidad de
gestionar se han disuelto.»
A esta opinión crítica se contrapone la del diputado andaluz José
Antonio Rodríguez Salas, el único que es miembro de la Ejecutiva Federal
y de la Ejecutiva del PSOE andaluz: «Este hombre ha cambiado al viejo
PSOE por otro que está adaptado a la sociedad del minuto, una sociedad en
la que todo cambia a velocidad de vértigo. Si no actúas rápido, no das
soluciones. La sociedad del minuto o de la visibilidad mutua es lo que no
han entendido los partidos. Los partidos emiten mensajes de ida, solo la
visibilidad mutua permite que lleguen los mensajes de los electores. La
comunicación es interacción. La estructura arcaica del partido subsiste e
Iván ha aportado frescura porque introduce métodos y análisis que
funcionan. Tienes que rodearte de gente que domine estos escenarios».
«Para Iván Redondo, Felipe González es de la época de los Reyes
Católicos. Cuando habla Felipe como símbolo de una época, todos ponemos
el acento en las críticas a Pedro. Iván juega en otra liga. No es que no le
preocupe, es que no le presta atención. Está en otro escenario, en otra
época, en otro nivel y gestionando otra política. Entiende el Estado de
forma diferente a como lo ha entendido nuestra generación. Iván tiene
cuarenta años y es hijo de la nueva política, que como dice es
comunicación, comunicación, comunicación. Esta es la nueva realidad, que
para los antiguos es poco profunda, poco honorable, es humo, líquida, pero
lo que pasa es que nos ha tocado vivir una realidad líquida —apunta Lucía
Méndez—. No tiene ideología, pero tiene las ideas necesarias para crear un
liderazgo. Que eso sea una competencia o un conocimiento más o menos
profundo, tradicional o ajustado a las reglas de la política de toda la vida es
una cosa discutible. Creo, además, que no tiene nada que ver con una
persona con la que lo comparan, Dominic Cummings. No tiene el elemento
populista profundo de Cummings, no es un populista al estilo de Trump,
Salvini, Orbán... Es un consultor político que utiliza las herramientas que
ahora te pueden llevar a ejercer el poder, a ganar las elecciones, a crear una
leyenda y a construir un relato político que sea identificable. Eso es Iván
Redondo.»
Pedro J. Ramírez no lo analiza igual. Más bien, abre un sinfín de
interrogantes: «Si has visto Brexit, te das cuenta de que no hay tanta
diferencia entre Dominic Cummings e Iván Redondo. Cummings está
jodido con el sistema y se toma su desquite con el Brexit. Organiza una
estrategia de Estado Mayor y se prepara en el campo de batalla auxiliándose
con herramientas tecnológicas, igual que Iván. Su única diferencia es la
motivación. Iván no es populista. La tecnología siempre va por delante de la
regulación. Aquí el tema capital es la protección de las libertades públicas
frente a la manipulación de los medios de masas y de las redes sociales.
Cuando el ecosistema es el que es, la actividad que desarrolla Iván se tiene
que profesionalizar necesariamente. Eso no me preocupa. Lo que me
preocupa es saber cuáles son los límites de la comunicación y de la
utilización de las redes. El episodio de Cambridge Analytica es un ejemplo.
No sé si en el Gabinete de la Moncloa están o no programando maneras de
llegar a la gente utilizando big data que tiene que ver con su intimidad. No
sé si hay un Cambridge Analytica trabajando para la Moncloa; entre otras
cosas, porque si lo hubiera podrían decirnos que es legal o que no está
regulado. Creo que la democracia necesita protegerse frente a la inteligencia
combinada con la tecnología».
«Algunos comunicadores de la oposición que hicieron la campaña de
Fernández Vara en 2015 son ahora hooligans de Casado en Twitter. Es el
caso de César Calderón, su fan más entregado en las redes sociales. Sin
duda, ese no es el papel de un consultor de comunicación, hacer la pelota al
líder en las redes. En esta profesión, lo peor siempre es el fuego amigo. En
el Gobierno no hay cacofonía, hay tensiones, y en el PSOE no hay una voz
fuerte. Iván tiene que hacer valer los presupuestos de la fuerza mayoritaria,
pero también tiene que ser el árbitro. No puede ser un rival, debe ser el
continuador, el que asegure la integridad del equipo. Ahora se hace todo
muy difícil porque el actor principal es el presidente y el resto son actores
muy secundarios. Esto es un demérito para dar la imagen de grupo de
espectro amplio y aviva la sensación de que el PSOE ha dejado de ser un
partido, lo que aviva los conflictos internos», señala Miguel Barroso.
Contundente se manifiesta Chema Crespo: «Cuando consigue el
objetivo, formar un Gobierno en España, en una comunidad o un
ayuntamiento, el PSOE solo tiene una misión, arropar al que está en el
poder, al que ha logrado el objetivo. Ahora vienen viejos líderes criticando
al partido diciendo que a mí no me van a callar. Escuchárselo a Alfonso
Guerra me ha llamado la atención, porque me enseñó de niño que al partido
no le queda otra que apoyar al Gobierno, que ya tenemos bastantes
enemigos fuera y que cuando el Gobierno o la Ejecutiva Federal hablan,
todos nos ponemos en fila. Así no le ha ido mal al PSOE y no eliminó la
discrepancia que se reactivaba cuando se perdía el poder. Ahora algunos
militantes de brillante trayectoria no aceptan este principio básico, que sin
embargo sí asume la mayoría de la militancia porque gobierna el que han
elegido y al que han apoyado los ciudadanos. A cualquier militante ilustre,
meritorio, que tuvo su oportunidad y lo hizo bien, le corresponde hacer un
ejercicio de solidaridad y lealtad con humildad, y no están cumpliendo. No
comparto la escenificación de decir que no se sienten identificados con
algo. Los que critican olvidan que Sánchez fue elegido directamente por la
militancia y cuando uno debe su elección directamente a los militantes,
otros intermediarios, como los líderes territoriales y los exlíderes, pasan a
otro plano. En los procesos electorales, el partido no debe estorbar. El líder
debe marcar la hoja de ruta y ese es el espacio de Iván Redondo».
Este debate suscita todo tipo de opiniones. José Luis Ayllón, jefe del
Gabinete de Mariano Rajoy es muy sintético: «Cuando estás en el
Gobierno, el partido no existe. El partido es el Gobierno porque el poder
está en el Gobierno». El director de El Periódico de Catalunya, Albert
Sáez, opina que «Sánchez ganó en el partido antes de ganar el poder, no lo
domina porque ahora lo tenga, sino porque se fundió a una generación de
dirigentes. Ni ZP pudo hacerlo. Sánchez jugó a todo o nada y se quedó con
todo. Los aparatos de los partidos tienen resistencias a figuras como la de
Iván porque compiten directamente. Seguramente, el presidente les llama,
pero cuando lo hace ya tiene una opinión formada porque Iván le ha pasado
la información. Además, Sánchez se lo ha ganado. Su relato empieza
cuando gana las primarias y vuelve a la dirección. Es su manual de
resistencia y aquí tiene un trabajo Iván. Sánchez puede vivir de su asesor
porque ganó en el partido, ganó un momento después de que lo apuñalaran
y se levantó».
«La vida de Pedro en el cine sería un gran guion. Llega como llega al
partido, lo echan por la puerta de atrás y dándole una patada, coge un coche
y da la vuelta a España, vuelve a primera línea con la jugada maestra de la
moción de censura, lidera el partido que le había echado, con el Congreso
de los Diputados más dividido nunca, gana dos elecciones en seis meses,
acaba gobernando en coalición, cosa que no había ocurrido nunca, y cuando
ya por fin empieza su andadura, llega la pandemia, la peor crisis sanitaria en
cien años, y sale con esa presión todos los días en televisión delante de una
cámara. Se le puede criticar políticamente, pero, después de todo eso, yo
hubiera dicho me voy, no hay quien lo soporte. Ese relato lo tiene gracias a
Iván. Esa es la realidad», apunta Gonzalo Miró.
«Iván tiene clara la estrategia, el proyecto y su papel en el Gabinete, que
no es otro que hacerle la vida más fácil al presidente, y se lo toma al pie de
la letra. Es muy organizado. ¿Qué pasa? Pues que el partido no está maduro
para asumir su figura. El partido no, pero el presidente sí, y no les va a
quedar más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos, se llame esa figura
Iván Redondo o Juan Pérez. Los partidos se nutren de militantes y los
líderes de asesores. El mundo de la asesoría está en una nueva dimensión.
Un profesional independiente no tiene los posos que tienen los
profesionales que están inmersos en una organización política. A estos
también hay que tenerlos en cuenta, pero es interesante tener otro criterio,
más objetivo, acercar a una persona que no esté en la organización, ni en las
guerras, ni en las tribus, para reforzar la comunicación de la política, la
comunicación del líder, que además de presidente es secretario general del
PSOE», afirma Borja Cabezón.
El presidente Zapatero también aborda sin prejuicios esta cuestión: «Sin
duda, el presidente tiene las manos más libres porque el gran cambio en el
PSOE lo dio Rubalcaba cuando decidió que al secretario general se elegía
por primarias. Se modificó la legitimidad de elección y, por tanto, el
gobierno del partido. Pasamos de un sistema parlamentario a un sistema
presidencial. Ahora el presidente, el secretario general, es fundamental.
Tengo mis dudas sobre el modelo, sobre su conveniencia para que no se
vacíen de contenido los órganos del partido, que no se pierda el espíritu
deliberativo y de contraste de ideas. Ahora tenemos la superautoridad del
secretario general porque fue elegido por los militantes. Esto me preocupa y
el partido debe tener un debate intenso sobre esta cuestión. No conozco al
equipo de Iván, pero si Pedro lo abraza es porque le suministra ideas,
conocimiento y discurso. Tenía mis suspicacias cuando lo conocí porque
había trabajado con líderes del PP. Me dio buena impresión estratégica,
intelectual, técnica e incluso ideológica, porque puede estar perfectamente
en nuestra familia ideológica. Lo importante en la vida es superar prejuicios
y eso solo se supera con el conocimiento directo. Cabe preguntarse si la
repetición electoral era inevitable, aunque yo sabía que acabaríamos con un
pacto con Podemos, pero a lo mejor no estaba maduro. No fue Iván quien lo
decidió».

LA GUERRA DEL FÚTBOL


«El líder debe saber rodearse de los mejores. La prueba la tienes en que,
después de lo que ha pasado, el Gobierno sigue fuerte, entero. Esto imprime
carácter. La imagen que se está trasladando de Iván es justo la contraria a la
real, porque él no toma las decisiones, las toma el líder. El fuego amigo
existe, es humano, pero duele. El ajeno lo esperas. Sin duda, ficharía a Iván
para la empresa o para la Real. Las personas nos equivocamos, pero tardar
en equivocarnos ayuda en la resolución de los problemas. Es una persona
con capacidad de síntesis, que lo tiene todo estudiado y que, además, sabe
lo que quiere el de enfrente, la persona a la que se lo quiere transmitir, y lo
transmite de forma fácil. Es un 10. Es un tipo fuera de lo normal. Es la
visión de la acción. Siempre dice “lo veo, lo veo” y cuando lo ve, lo ve de
verdad», apunta Jokin Aperribay, presidente de su club del alma, la Real
Sociedad.
Y añade: «¿Sabe de fútbol? [Risas] Debería hablar más de fútbol con él.
Como en la política, no es lo mismo ver que pasen cosas que hacer que las
cosas pasen. Hay estrategias, tácticas, presión, no presión, hay que
organizar todo eso para que pasen cosas. Si le damos algo más de tiempo,
llegará al final, a saber, a organizar. Soy un poco forofo, lo reconozco. No
cobro como presidente de la Real y llevo doce años en el club. Eso me
permite serlo. No hay que adaptarse a la realidad, hay que crearla, hay que
crear una concepción de la Real. ¿Qué queremos? Crear una organización
para las personas. ¿Y quiénes son esas personas? Los niños. Nuestro
objetivo es desarrollar el talento a través de la metodología, educándolos
para que aprendan a tomar decisiones, no solo a correr. Los chavales no
vienen a Zubieta solo a correr, porque eso ya lo hacen en La Concha, vienen
a educarse, a aprender a tomar decisiones. Nuestro éxito no está en que los
domingos jueguen y ganen, sino en que sean los mejores de lunes a viernes
y el domingo sea la consecuencia. Tenemos principios y desarrollamos el
principio de pertenencia, el orgullo de ser de la Real. Damos oportunidades,
pero con normas, porque hay que formarlos en principios».
En marzo de 2021, Roger Sabatés escribió un interesante artículo en El
País sobre la filosofía del equipo donostiarra titulado «Fútbol de
proximidad: el método de la Real Sociedad». La entradilla dice así: «Los
vascos son el club con más jugadores criados en la misma provincia. Un
récord que, en Zubieta, su centro formativo, atribuyen a una sabia mezcla
de tradición e innovación de la mano del “big data” para tutelar al detalle la
evolución de cerca de 650 promesas». Puede que Iván no sepa de fútbol,
como sugiere Aperribay, quien lo dice con sutileza, pero tal vez sepa más de
lo que creen y diga menos de lo necesario porque habla con profesionales.
Lo que está fuera de toda duda es que la Real Sociedad aplica una filosofía
similar a la forma de hacer y trabajar de Redondo. Crea equipo, big data,
información, formación, mensaje, y no se conforma con la realidad que
narra, trabaja para que pasen cosas, para crearla haciendo cosas. Del
storytelling al storydoing.
Opina igual Cayetano Martínez de Irujo, quien conoció a Iván en un
partido entre el Atlético de Madrid y la Real en San Sebastián. Desde
entonces se han visto en varias ocasiones, incluida otra más en San
Sebastián con Jokin Aperribay y Gonzalo Miró. «Me gusta conocer gente
que me pueda aportar, sin ánimo de conseguir más, como me pasó contigo
en las tertulias de Espejo Público. Me pareció un encuentro muy interesante
para conocer los entresijos de la política de Sánchez. El presidente de la
Real sabe mucho de fútbol y es un gran estratega. Tiene grandes
conocimientos y una filosofía muy parecida a la que practica Iván en la
comunicación estratégica: juego en equipo, respeto por el adversario y la
estrategia como elemento fundamental para ganar el partido. Es una idea
que se puede aplicar al fútbol, a la empresa o al Gobierno.»
Quizá Aperribay tenga razón, porque Gonzalo Miró también sonríe
cuando se le pregunta por el Iván futbolero: «¿Sabe de fútbol? Digamos que
le gusta. Creo que Jokin te dirá lo mismo. El presidente de la Real es un
fenómeno, un gran gestor y lo que está haciendo con el equipo tiene mucho
mérito». Eso de que la Real sea su equipo del alma hay que ponerlo entre
comillas. Lo resume así José Blanco: «Iván no es superforofo, le gusta, pero
es muy de la Real, aunque después del Real Madrid. Yo a la inversa,
primero del Barça y luego de la Real. Ahí sí que teníamos buenos debates».
Más prudente y oficialista se manifiesta Florentino Pérez: «Es ante todo,
y por encima de todo, un donostiarra gran seguidor de la Real Sociedad,
aunque tenga simpatías por nuestro club». Carlos Ocaña, otro merengue de
pro, también se pronuncia: «En esta vida, todo el mundo cree que sabe de
comunicación, de política y de fútbol. Después de un partido, sale el
entrenador que llevamos dentro. La diferencia es que una cosa es tener
opinión y otra pensar que se sabe. Una cosa es creer y otra saber. Iván sabe
de política. De fútbol, lo justo, aunque cree que sabe».
«Es un merengón, pero yo más que él. Cuando cerró Público, monté una
revista deportiva y cultural que se llamó Libero, así que de esto algo sé —
comenta Óscar Abou-Kassem, periodista, colaborador de Iván Redondo en
la Moncloa, a la que llegó por amistad con Borja Cabezón y tras enviarle el
borrador de un discurso—. Lo pasé fatal. Estaba con mi hijo en Albacete y
sin internet. Al final, se lo envié desde la plaza del pueblo conectado al
teléfono.» Después de leer las respuestas, saque usted sus propias
conclusiones.
«Es un tipo muy especial —dice Enrique Simancas, mientras recuerda
una anécdota—. Estábamos trabajando en las antiguas oficinas de Redondo
y Asociados en Madrid y España jugaba el Mundial. A la hora de comer
pedimos pizzas y nos pusimos a ver el partido. Todos menos Iván. “¿No te
quedas a ver el partido?”, le pregunté. “No, no. Si no hay gol entre el
minuto 60 o 65 no me interesa el partido”, me contestó. “¡Puto vasco!”,
pensé yo. España marcó en el minuto 63 y encima nos lo explicó, porque
siempre tiene una explicación estadística. Tiene datos de cualquier cosa que
hables. No tiene chuleta, te los dice de cabeza.» En esta conversación con
Enrique descubrí que no soy el único que le tilda de «puto vasco». Dicho
con cariño, claro.
No tuvo tanta suerte en su predicción de la final de Copa entre la Real y
el Athletic. Pronosticó un 3-1, pero la Real ganó 1-0. Le salió la vena un
poco forofa. Estaba feliz esa noche. Dicen que les dio suerte porque se
fotografió en la Moncloa con la camiseta txuriurdin.

MILITANCIA EN EL PROYECTO
Los cambios tecnológicos y comunicativos, los nuevos retos de la sociedad
actual, provocarán que los sectores más críticos al cambio fracasen.
«Estamos en una nueva etapa. Transición ecológica, diversidad de género y
transformación digital. El entorno de Sánchez ha sido listo, se las ha
apropiado y va a tener dinero para ponerlas en marcha. Otro síntoma de la
época: el hiperliderazgo. Ahora se identifican con personas más que con
partidos. Los líderes ocupan espacio e Iván ha sabido verlo», dice Nacho
Cardero. Y cuenta cómo lo conoció: «Tenemos una buena relación desde
que coincidimos en Espejo Público. Ahí ya tenía cierto nombre como
analista, demoscópico, consultor, como Michavila o Varela, y destacaba
porque tenía una inteligencia supina. Al poco tiempo le dieron un espacio
en el programa. Su papel ha crecido hasta llegar a asesorar a Pedro Sánchez
y llegar a la Moncloa. ¡Ves la trayectoria de este tío y tienes que
descubrirte!».
El director de elconfidencial.com pone énfasis en otra cuestión, la
tecnología: «Un día le invité a visitar el periódico. Como sabía que las
nuevas tecnologías le apasionan porque le permiten ir un paso más allá, le
llevé a nuestra unidad de big data. Se quedó alucinado porque es un hombre
que interpreta las encuestas como nadie y le gusta la información,
manejarla. Por eso quiso saber cómo teníamos organizados los datos, cómo
se usaban, cómo manejábamos la información y cómo la cruzábamos». El
big data es, sin duda, el futuro en cualquier materia, en cualquier disciplina.
El País publicó el 4 de abril de 2021 un interesante reportaje titulado
«Carolina Marín y el poder del “big data” en el deporte». Los datos y su
interpretación abren nuevos espacios que permiten afinar estrategias, buscar
nichos receptores y conectar con ellos o predecir movimientos del
adversario.
«En la nueva era de los datos, Movistar apoya a sus deportistas de élite
patrocinados con proyectos de analítica avanzada y machine learning
adaptados a las necesidades de cada uno. Además de con Marín en
bádminton, trabajan con el Estudiantes de baloncesto, el Movistar Team de
ciclismo o la Rafa Nadal Academy en tenis. Y no son los únicos. La
Federación Española de Atletismo acaba de invertir este 2021, con apoyo
de una ayuda europea, un millón de euros para digitalización de big data.
La Liga ha invertido más de 200 millones de euros en los últimos seis años
en un enorme proyecto de digitalización, inteligencia artificial y analítica
dirigido por José Carlos Franco. Entre todas las iniciativas, una se centra en
la parte deportiva: han creado una plataforma en la que los clubes tienen
acceso a un exhaustivo estudio estadístico de sus jugadores y resultados
elaborado por Mediacoach, el departamento propio en el que trabajan
matemáticos, físicos y analistas deportivos. “Los equipos pueden ver sus
estadísticas y las de sus contrincantes”, explica Roberto López del Campo,
coordinador de Mediacoach. “Democratizamos el dato para que haya
igualdad de condiciones”», se puede leer en dicho reportaje.
«La comunicación política ha pasado a ser un único concepto. Es
imposible hacer política sin comunicación. Hay que enviar el mensaje,
saber lo que los ciudadanos desean y centrar la estrategia en la figura del
líder, que siempre tiene la última palabra. Los mitos sobre el equipo del
presidente son esotéricos. Estamos en el “momentum” del líder y no se
puede hacer política si el líder no es capaz de atraer la atención. Un partido
sin líder no tiene juego en la comunicación política moderna. Eso sí, es
conveniente una representación coral, repartir papeles y representar
funciones diferentes. El PSOE tiene una deficiencia en este aspecto,
consecuencia de que Pedro Sánchez surja como la solución a una crisis
grave. La única salida era construir un liderazgo fuerte, con mando
indiscutible, para imponer la unidad de criterio y restar fuerza a las
divergencias y evitar la diseminación del poder. El liderazgo de Pedro
Sánchez es la consecuencia del desastre del PSOE desde la crisis 2008, que
se llevó por delante la identidad de la socialdemocracia en España», apunta
José Miguel Contreras.
«Iván aporta al PSOE y lo hace en medio de una pandemia inimaginable
y con una derecha asalvajada. Es un momento muy difícil. Lograr que, con
este ruido, el mensaje del Gobierno llegue a la gente no tiene precio. El
partido es complementario. El peso de la ideología, los valores, lo que
somos y representamos, están ahí. No somos un equipo de marketing,
somos del PSOE y no se nos olvida. Y es importante que estén a nuestra
vera los mejores para trasladar nuestro mensaje a los ciudadanos. Los
necesitas para explicar lo que haces, la gestión y los valores, para que la
gente entienda por qué tomas las decisiones, para explicarnos más y mejor.
El partido es insustituible, lo que no es incompatible con tener buenos
profesionales. La información llega a los hogares en tiempo real, casi sin
filtros. Los consultores adaptan el mensaje del Gobierno, del PSOE, para
que llegue al ciudadano y lo hacen a través de los datos, el big data, y lo
hacen en medio del ruido. El “trumpismo” está presente, con muchas
interferencias, para confundir al ciudadano. Eso son Abascal, VOX y todos
aquellos que promueven el odio, la crispación y el enfrentamiento», afirma
Susana Díaz.
En esta línea se manifiesta también Salvador Illa, secretario de
Organización del PSC y un hombre de partido de toda la vida: «Es una
persona que desarrolla sus labores con un alto nivel de rigor. Lo ficharía, lo
querría tener a mi lado siempre. Me genera confianza y se la genera al
presidente, y el modelo organizativo de la Moncloa le funciona. Alimenta
un clima positivo en la relación política y lo demuestra con el
funcionamiento de la coalición, que no es tarea fácil. No sé cuál será el
futuro, pero sí afirmo que, ante una comunicación más global, más rápida y
volátil, las instituciones deben adaptarse y cambiar la forma de comunicar
en estos nuevos tiempos». Illa hizo estas declaraciones antes de que fuera
anunciada su candidatura a la presidencia de la Generalitat, pero después de
haberla aceptado. Todos mantuvieron la discreción. Illa no dijo ni una
palabra, ni tampoco Miquel Iceta, Paco Salazar o, menos aún, Iván
Redondo. Curiosamente, los cuatro me emplazaron a hablar otra vez tras las
elecciones. Ninguno me confirmó si Illa iba a ser el candidato. Lo pregunté
y lo negaron. La gestión de los tiempos y el no decir nunca más de lo
necesario se cumplieron a rajatabla. Me dejaron en fuera de juego. Me
enteré de que Illa era el candidato mientras entrevistaba a Jesús Cimarro en
el Teatro La Latina. «Yo lo sabía», me dijo entre risas. Me quedé con cara
de circunstancias.
«La política es enfrentamiento entre líderes. Debes acertar el mensaje y
garantizar que llegue a los destinatarios, que puedan reaccionar en positivo,
debes personalizarlo. Al PSOE le queda mucho por hacer en este campo
porque hemos de afrontar un problema de renovación del partido
sustituyendo a las generaciones más mayores por los jóvenes. Las
transiciones son siempre difíciles y hay que estar bien asesorado por gente
que conozca los medios y lo que se está moviendo, con datos y big data
asociados», apunta Miquel Iceta. Mantuvimos la entrevista en plena omertá.
Visto en perspectiva, dijo algo que tendría que haber disparado las alarmas:
«Lo importante en una campaña es saber mover a los tuyos. Cada vez va a
ser más importante el papel de los expertos en comunicación o en opinión
pública, de los estrategas que no solo son capaces de leer una encuesta, sino
que, al verla, son capaces de moverla a favor de su candidato. Las
emociones son muy importantes porque crean movimiento. La izquierda se
siente más cómoda con la razón que con la emoción, justo lo contrario que
el nacionalismo. Somos más de razones, pero cuando se renuncia a las
emociones, se pierde siempre». Se garantizó el efecto sorpresa, el golpe de
efecto, para cumplir con la máxima del «control de los tiempos». No les
tengo en cuenta que me dejaran en el limbo, porque en consultoría política
este control es fundamental y para conseguirlo no hay que decir más de lo
necesario. El control de los tiempos es un tema que le apasiona a Iván desde
que escuchó a Xabier Bariandarán dar una conferencia al respecto en la
Universidad de Deusto.
«Soy una rara avis en esto de la política. Soy programador informático y
un apasionado de la comunicación. Decidí entrar en política por Pablo
Iglesias. Soy militante de un espacio político, pero no es la única forma de
militar. La militancia no solo está adscrita a una formación política y en
estos tiempos mucho menos. Iván no es militante del PSOE, es militante de
este Gobierno. Tu apuesta personal la puede representar un partido o un
proyecto, un Gobierno de coalición. Eso es lo que hace confiable al
interlocutor con el que trabajas. No hay principios del PSOE en el Gobierno
que Iván no se adapte para defenderlos. Es más, creo que los comparte. El
Gobierno de coalición es un proyecto político en el que se puede militar, y
más ahora que todo es mucho más líquido que hace unos años. Antes los
partidos eran unas estructuras rígidas e impermeables. Hoy son mucho más
líquidos. Antes las secretarías de organización lo controlaban todo, ahora
los de comunicación son tan importantes como los de organización», afirma
Juanma del Olmo.
Esta idea de militancia en el Gobierno también la pone sobre la mesa
Carmen Seguín, estrecha colaboradora de Iván en Extremadura: «Tuve la
suerte de ver más allá del personaje y conocer a la persona. No todo el
mundo lo hizo o tuvo esa oportunidad, y por eso surgieron a su alrededor
muchos mitos. Formó un equipo supercohesionado, variopinto, en el que no
se pedía el carné de un partido, donde lo más importante eran las ideas, la
fuerza, el coraje de cada uno por encima de las ideologías. Nuestro único
objetivo era proteger al presidente con alma, vida y corazón. Nos supo
trasladar su pasión. No éramos militantes de un partido, éramos militantes
de un proyecto». Ana Sellers, su compañera en Extremadura y también en
Salamanca, rubrica: «Los profesionales podemos trabajar en cualquier
proyecto. Si alguien pone en marcha un proyecto e Iván accede a trabajar
con él, tiene muchísima suerte. Es de las personas más inteligentes que he
conocido en mi vida».
«Hay gente que mide la lealtad por el carné del partido, cuando los
carnés entienden muy poco de lealtades. En la época de Extremadura había
de todo: socialistas, populares, independientes, funcionarios e incluso
compañeras que habían estado en Izquierda Unida. Todos trabajamos sin
ningún problema, pero las resistencias de los partidos son evidentes»,
apostilla Juan Francisco Caro, Juanfran, miembro primero del equipo
extremeño y ahora en la Moncloa.
«La comunicación se concentra en el líder. En el mundo de antes, al líder
se le sobreprotegía; en el de hoy, está expuesto porque la comunicación es
entre personas, es conversación. Las instituciones no comunican porque no
interactúan, comunica el líder porque es el que conversa. Esto es lo
relevante. Las organizaciones deben estar estructuradas para participar en
esta conversación entre personas. Un ejemplo es Trump, que tiene más
seguidores en las redes que su presidencia», dice José Antonio Llorente.
El periodista José María García pone el punto ácido a esta polémica: «Es
un profesional que está por encima de la militancia. Le importa más la
persona. Tiene buenas ideas, es joven y está preparado. Lo contrario de lo
que sucede en la política española, a la que llegan personas a aprender
cuando se tiene que llegar ya preparado. En los partidos hay una
mediocridad infinita. Si eres un mediocre, te rodeas de mediocres. Si eres
un tipo preparado, te traes a los mejores. ¿Quién asesora al alcalde de
Madrid? ¿Quién lo ha puesto a empujar un coche en plena nevada? El
acalde tiene que coordinar, no empujar coches, no tiene que estar en esas
soplapolleces en pleno desabastecimiento. Al presidente le critico muchas
cosas y se lo he dicho personalmente, pero es un superviviente. Lo echaron
del PSOE a patadas y ahora están a sus pies. Le acusan de querer ser
presidente a toda costa, pero no he conocido a nadie que llegara y quisiera
dejar de serlo. El problema lo tiene Casado. Le faltan muchos ivanes y
doscientos hervores. No tiene consejeros, tiene aduladores. No puedo
entender que estuviese libre. ¿Alguien en el PP sabía quién era Iván? Claro
que lo sabían, pero lo fusilaron porque no les interesó tener a un tío
inteligente. Les interesan los mediocres e Iván es de todo menos
mediocre».
«Es un ideólogo que no está preso de la ideología, lo que no significa ser
equidistante ni cambiar de camiseta. Es sensato y elabora con las
herramientas que tiene el mejor producto, el mejor proyecto. Me molesta
cuando le lanzan críticas por haber trabajado con partidos y líderes
diferentes. En el mundo de la política, de la empresa, del fútbol o del
periodismo hay grandísimos profesionales que cambian de equipo y eso no
nos tiene que hacer dudar de su profesionalidad. Nadie se cuestiona que un
líder empresarial esté en una empresa y luego se vaya a otra. Y ya no
digamos en el fútbol o en el propio periodismo. Si eres un profesional, te
dejas la piel por la camiseta que vistes. Lo importante es el compromiso que
tienes con el proyecto. Para mí no es una contradicción haber trabajado con
el PP y estar ahora con Pedro Sánchez, es una característica, casi un elogio,
un piropo. Hasta ahora, los especialistas en comunicación, en estrategia,
estaban presos de ideología. Iván, no», sostiene Rosauro Varo.
«Si yo fuera el PP, también le daría caña al asesor para debilitar los
puntos de apoyo del presidente. El problema es que a Casado le dicen tantas
veces que necesita un Iván Redondo, que le preguntan quién es su Iván
Redondo, que hay personas a su alrededor que están hasta los cojones de la
comparación, por lo que estimulan los ataques diciendo que tampoco Iván
es para tanto, que no es la leche», señala Pedro J. Ramírez, director de El
Español.
«Recomendé su fichaje a Mariano Rajoy. Lo conocí a través de Fran
Gómez, que estaba en mi equipo de Exteriores, al que llegó de la mano de
mi responsable de comunicación, Tomás Poveda. Fran y Tomás hicieron un
gran trabajo, sobre todo para protegerme de Soraya Sáenz de Santamaría y
de María González Pico, su jefa de gabinete. No cuajó la idea de su fichaje
porque Moragas se opuso. Iván trabaja para personas, por eso siempre dice
que no es socialista, sino sanchista, y construye un relato favorable para la
persona para la que trabaja —afirma José Manuel García-Margallo,
exministro de Asuntos Exteriores y eurodiputado del Partido Popular—.
Iván plantea diversos escenarios, pero otra cosa es que imponga la
estrategia. A mí, algunos intentaron marcármela en el ministerio. Iván no es
de ese estilo. Define escenarios y el líder toma la decisión, la instrumenta y
la comunica.»
Miguel Ángel Rodríguez, jefe de Gabinete de la presidenta Ayuso, me
atiende en la Puerta del Sol. Nos conocemos desde hace años. De hecho,
empezamos en Antena3 en un ya lejano 2008 zurrándonos cada lunes bajo
la atenta mirada de Susanna Griso. Durante toda la entrevista no para de
lanzar rejonazos contra el Gobierno y contra Iván Redondo. «La política es
una idea, una ideología. Lo puedes contar mejor o peor, pero si lideras sin
ideología no hay nada que contar. Idea e ideología son lo mismo y tengo la
ventaja de que la presidenta tiene idea e ideología y sale a explicarla, eso
que llaman ahora relato. Sin la idea, el relato no funciona porque el humo se
va fácilmente. Tengo la ventaja de que la presidenta es una mujer con ideas.
¿Son todas válidas? Pues como en todo: no todas. Esa es mi forma de
trabajar. No estudio lo que va a hacer el de enfrente. Nosotros estamos a lo
nuestro. Hay que tenerlo en cuenta, pero Madrid no está a la defensiva, está
al ataque.»
Iván se consolida en Llorente. Tenía trabajo y estabilidad, pero no se
conformaba. Quería dedicarse a la comunicación política y se devanaba los
sesos para definir su proyecto y cómo introducirse en ese mundo. En su
debe, tesón; en su haber, intentar entrar en un mundo tan competitivo sin
contactos, sin familia política, sin padrinos y con apenas veinticuatro
primaveras. Sus posibilidades eran endebles. Mientras, Sandra sigue
trabajando en Ulled y allí conoce a dos personas que se convierten en
«miembros de mi familia profesional». Son Alfredo Franco, sentado a su
derecha en la oficina en un grupo de cuatro mesas, quien los ha seguido
durante años hasta llegar al Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y
Albert Concepción, su jefe, un catalán muy culé afincado en Madrid desde
hace años. Albert trabaja hoy con ella, codo con codo, en la agencia R&A
Comunicación.
El gusanillo de la estrategia y de la comunicación política no solo había
prendido en Iván. Era ya todo un incendio. Quería dar un paso adelante y
surgió una oportunidad. Leyó en PR Noticias que el SATSE, el Sindicato de
Enfermería, buscaba un técnico en comunicación. Sandra le convence y se
presenta a pesar de sus reticencias. Pasa las pruebas y empieza a trabajar en
el ámbito sindical durante seis meses. En ese periodo coincidió con Paloma
Rocasolano, la madre de la reina Letizia y presidenta de la Fundación del
SATSE. Se ha dicho en algunos medios que tuvieron mucha relación, lo que
contrasta con la realidad. Su relación no fue más allá de coincidir en
algunos actos porque Rocasolano estaba en la fundación e Iván en el
sindicato.
Esta temporada en el SATSE ayudó mucho a un inquieto Iván, que
volvió a Llorente y Cuenca, donde inició una segunda etapa de casi 500
días en los que siguió adquiriendo la experiencia necesaria para dar el salto
en solitario a la consultoría. Se reencuentra con Fran Gómez, con el que, al
finalizar la jornada laboral, se toma casi cada día una caña «corporativa» en
el «Lista», donde charlan de la familia, de la vida y, entre sillones de cuero
y taburetes tapizados, también de política y de cómo poner en marcha un
proyecto entre los dos: una empresa.
Mientras llega ese momento, Iván se forma en la dirección de campañas
electorales y, en un seminario, conoce a Joseba Aurrekoetxea, un hombre
del PNV, del Euskadi Buru Batzar, que será muy importante en su futuro.
Meses más tarde se reencuentran y retoman su relación en un encuentro en
la embajada de Estados Unidos. El 28 de enero de 2007 es la fecha. Deja
Llorente y Cuenca y decide dedicarse a la consultoría política. Por su parte,
Sandra deja Ulled y ficha por otra agencia, que la contrata como implant en
Punto Radio para sustituir a la dircom de la cadena de emisoras, Mónica
Pérez Gallego, durante su baja por maternidad. Allí coincide, en el
momento de máximo esplendor, con María Teresa Campos, Luis del Olmo,
Josep Pedrerol, Félix Madero, José Miguel Azpiroz, Ramón García, Ana
García Lozano, Guillermo Moreno, actual jefe de Deportes de La Sexta, y
un jovencísimo Rafa Latorre. «Lo pasé muy bien y aprendí mucho. Estaba
físicamente en la redacción, pero mis tareas eran de comunicación. Me
ayudaron mucho a fijar los titulares. Estaba muy cuidada», recuerda Sandra.
Desde Punto Radio contempla el año intenso de Iván, un año de tránsito,
acompañando a Xavier García Albiol, el líder del PP de Badalona, que
aspiraba a hacerse con la alcaldía de una ciudad del cinturón rojo en la que
el Partido Popular no avanzaba desde 1999, cuando consiguió cinco
concejales. En 2003, los resultados no habían mejorado.

LA INDEPENDENCIA DE UN PROFESIONAL
Su primera colaboración profesional, con García Albiol en 2007, fue su
primer éxito y su primer peón en casilla ocho, cuando el peón puede
rescatar a la reina y dar jaque mate. Fue el primer desembarco en la
profesión y en Cataluña. No sería el último de su carrera. Tras Albiol,
trabajó para el PP y, desde 2017, con el PSC.
«Es periférico, euskaldún y tiene una forma de ver las cosas que es el
sello de este Gobierno. Nosotros, tú y yo, Toni, somos periféricos. Tenemos
una visión del mundo diferente. No tenemos esa visión mesetaria,
centralista, con esa verdad unívoca e incuestionable. Tenemos una visión
diferente en la que no todo es blanco o negro, hay grises. Somos así porque
estamos acostumbrados a vivir con concepciones diferentes, con
identidades superpuestas, sobre la vida o el Estado. Cuando hablas con
Iván, ves todo esto y no tienes la sensación de que está defendiendo las
esencias socialistas. Puede tender puentes con Ciudadanos o con el PNV, un
partido que conoce bien porque los ha tratado mucho y se le nota. Conoce y
respeta posiciones como las del independentismo catalán y, desde esta
posición de respeto, maneja determinados egos», afirma Susanna Griso.
«Ha conseguido mantener la coherencia en el discurso del presidente. Lo
conozco desde 2014 porque Pedro fue el único dirigente nacional que vino
a Cataluña al día siguiente de la consulta del 9-N. El PSOE no permitirá
ningún referéndum de ruptura, pero busca modular una cuestión clave: la
reconciliación, el encaje, porque el independentismo sigue teniendo peso y
no es previsible que lo pierda a corto plazo. Por eso apuesta por un sector
más sosegado y pragmático, por encima del más irredento o unilateral. No
quiere ganar todas las partidas, prefiere que los demás se lleven alguna
victoria, siempre que redunde en la integración del independentismo en la
gobernabilidad o en un esquema de diálogo con el Estado. Un ejemplo de
una cesión de este tipo es Pedralbes. Se eliminó cualquier referencia a la
Constitución, lo que generó ruido y era un elemento que podía afectar al
electorado socialista. Sin embargo, el objetivo iba más allá del momento, se
pensaba en cómo reconstruir un encaje que se había dinamitado por el
unilateralismo, por un Rajoy que no supo gestionar e incentivó el
victimismo y la pulsión rupturista», señala Enric Hernández. Piensa que
Redondo puede desempeñar un papel clave en este pulso porque «tiene una
posición compleja frente al mensaje patriótico de unos en Cataluña y de
otros en Madrid. Su procedencia donostiarra le permite entender mejor la
idiosincrasia del nacionalismo, del independentismo, y conoce Cataluña
desde su etapa con García Albiol, lo que le separa de esa concepción que se
tiene en el Madrid de la M-30 de “España una y no cincuenta y una”, que
jalea a diario el PP de Madrid en su faceta de Partido Independentista».
«Personalmente estoy muy preocupado por la situación en Cataluña y
aprieto a Iván y al presidente cada vez que tengo oportunidad. Estoy
convencido de que tienen una idea en positivo de Cataluña, a diferencia del
PP y de Rajoy, que no tenía propuestas más allá de la Constitución y no fue
hábil para dar una salida al conflicto más allá de ley. Sánchez e Iván tienen
una idea de Cataluña y han impuesto un relato. Aunque en Cataluña hay
gente que dice que todo esto es una trampa, que detrás del sosiego que
predican no hay nada, yo creo que sí, que hay voluntad de un acuerdo y que
hay un proyecto. Todo acabará en una consulta, no sobre la independencia,
sino en una consulta para definir un nuevo modelo de encaje. Han
entendido que hay gente a la que no le gusta este modelo y no es
independentista, y han visto cómo han aflorado las mentiras de estos años
del independentismo. Detrás de la declaración de independencia no había
nada», afirma Jordi Juan.
«Las palabras no dejan de tener efectos y la falta de valores ideológicos
de Iván y su equipo tiene consecuencias. Lo ven todo en términos técnicos.
Iván es elástico en sus planteamientos, transversal, pero esta elasticidad es
peligrosa porque siempre es utilizada deslealmente por los que quieren
romper la goma, tanto en Cataluña como en Euskadi», dice Pedro J.
Ramírez.
«Hay una parte de la sociedad que dice que si el Estado español quiere
que se encuentre cómoda en España, debe reconocer bien la pluralidad
lingüística. Debe entender que no nos empeñamos en hablar euskera o
catalán, que no es una manía. Hace falta mucha pedagogía del Estado para
hablar de la diversidad. No pasa nada por fomentar las lenguas. Un día leí
un artículo de un periodista catalán en Madrid que decía que estaba harto de
tener que justificar por qué, estando en Madrid, hablaba con su familia en
catalán. Ser de la periferia, de zonas con lengua propia, nos hace tener una
sensibilidad diferente, otra manera de entender España. Aquí tenemos otra
sensibilidad. Rosa [Díaz de Urrestarazu] lo cuenta siempre, la sensibilidad
de Euskadi», apunta Martxelo Otamendi.
«Aquí tenemos una España periférica y una España mesetaria. Hice la
carrera en Deusto y todos mis amigos son de allí. Soy periférico. Tengo una
visión muy distinta a la que tiene la gente de Madrid. Me molesta
muchísimo la gente que, cuando está en Cataluña, dice que le molesta que
se hable en catalán. Ante esto siempre cito unos versos de Gabriel Aresti
dedicados a Tomás Meabe, un socialista: “Cierra los ojos muy suave,
Meabe, pestaña contra pestaña, que solo es español quien sabe, Meabe, las
cuatro lenguas de España”.» Yo quise hacer una ley de lenguas. El error es
considerar al catalán, al gallego, al euskera o al valenciano como lenguas
ofensivas contra el castellano. Las lenguas son nuestras, no de los
nacionalistas ni de los independentistas. La interpretación de España como
Castilla es un error. Hay que defender las culturas españolas, por eso,
porque son españolas, son de todos», declara José Manuel García-Margallo.
«La periferia es algo más que independentistas y nacionalistas, y sin la
periferia no se gobierna. El PSOE los necesita para mantener la estabilidad
del Gobierno, al tiempo que el PP sabe que sin ellos no superará la
debilidad en la que está por la presión de VOX. La derecha no ha asumido
que hay una pulsión centro-periferia, más allá del tradicional paradigma
izquierda-derecha. Sus realidades son diferentes y ser periférico ayuda a
tener una visión más amplia y una perspectiva más rica y abierta», sostiene
Antonio García Ferreras.
«La polarización no es izquierda-derecha. Eso no tiene sentido. La
política económica de un PSOE ortodoxo no sería muy distinta de la del PP.
En geopolítica, este eje ha desaparecido. La tesis de Iván, seguro que la
correcta vista desde la periferia, es que no hay izquierda y derecha, no hay
bipartidismo, que un nuevo eje centro-periferia, con un nuevo populismo y
nacionalpopulismo, ha entrado hasta el tuétano en las estructuras
democráticas promoviendo una nueva transformación, una nueva era»,
afirma Nacho Cardero.
«Iván es un poco PNV, muy vasco. La anomalía política española es
Madrid. Madrid nunca ha sido tan potente económicamente. Tiene poder
económico, pero nunca ha estado tan débil políticamente, porque el resto de
España manda más y eso lo llevan fatal sus élites. Madrid tiene unas
dinámicas electorales y políticas muy diferentes al resto de España y la
sociedad madrileña se ha crispado todavía más. Iván sabe que Madrid no es
España. La derecha mantiene Madrid como eje político, pero mientras la
derecha no se unifique en un partido, y ese partido no sea VOX, tiene
imposible gobernar España porque los catalanes y vascos, los cántabros,
canarios, valencianos y turolenses siempre han sido importantes, pero ahora
son imprescindibles, son los árbitros. VOX provoca en algunas
comunidades un rechazo del 80 o el 90 por ciento. Con VOX, ninguno de
los árbitros cambiará su opción sobre la derecha», señala Nacho Escolar.
Estas palabras de Nacho son anteriores al tsunami de Madrid, pero atinan en
el análisis. Díaz Ayuso convocó elecciones para gobernar con las manos
más libres acompañada por VOX. Rompe la columna vertebral del discurso
de Casado y juega a construir una nueva derecha.
«Tenemos dos bloques, pero son diferentes a la derecha-izquierda de
Pedro Arriola. Ahora surge el bloque de la periferia, que no solo es
nacionalista, y va contra la aspiradora de Madrid. Díaz Ayuso es un regalo
para la estrategia del Gobierno. Iván forma parte de esta visión periférica y
está planteando este nuevo bloque como contrapunto a esa amalgama que
aglutina el eslogan de Madrid, un núcleo de empresas y medios a los que les
da igual lo que le pase al resto del mundo. En la última crisis, con esta
actitud surgieron fenómenos como Podemos o VOX. Ya no estamos en los
viejos esquemas de derecha e izquierda», reitera Albert Sáez.
«Siempre ha tenido mucho interés por Cataluña. Nos conocimos en
2017, cuando se incorporó como asesor, en el momento de los sucesos de
octubre y las elecciones. Tuvimos una relación muy estrecha y hablamos
muchísimo. Hoy seguimos teniendo mucha relación. Y buena. Iván es un
profesional. Aprecio mucho conocer sus puntos de vista y sus consejos. Es
vasco, es periférico, con experiencias importantes y diferentes, que le
permiten tener una visión un poco desviada de la política española, tanto en
el ámbito territorial como en el conocimiento de las administraciones»,
apunta Salvador Illa. El líder del PSC siempre dice que Iván tiene una
visión especial. Sin duda, con él la tuvo.
Miquel Iceta, otro de los afectados por la visión especial, se suma:
«Tiene esa visión no tanto por vasco como por periférico. Si hubiera sido
murciano, también la tendría, porque en Madrid confunden Madrid con
España. Pues mire, no, mal que les pese, Madrid no es España. ¿O es que
no te acuerdas de la campaña de Pepe Borrell en las primarias frente a
Almunia? Recuerdo, y tú Toni tuviste una gran parte de culpa, que hicimos
la campaña del candidato en la prensa local y regional. Desde Madrid nos
llamaron raros porque pusimos un artículo de Pepe en todos los diarios
locales y regionales de referencia. Recuerdo que te encargaste de colocar en
todos ellos la particularidad territorial. Fue una gran campaña porque
tenemos una visión más completa y más parecida a la realidad».
En este punto quiero rendir mi más sincero homenaje a un hombre que
me enseñó mucho de lo que sé hoy de la profesión: mi amigo, mi
compañero y mi maestro Julio de Benito. Un recuerdo muy cariñoso desde
el corazón para el jefe de campaña de Pepe Borrell en aquel año, ya muy
lejano, de 1998.
5

PEÓN EN CASILLA OCHO

MISIÓN IMPOSIBLE: LOS ORÍGENES


El fútbol era una pasión para Iván, que seguía con admiración la carrera de
su hermano Txema. Jugó en el Azkuene, en el Trintxerpe, en el Touring de
Errenteria y en la selección de Euskadi. Iván creía que eran buenísimos
porque salían en El Diario Vasco. Así fue creciendo, jugando al fútbol,
hasta que a los dieciséis años entrenó a su primer equipo.
Nadie daba un euro por ellos. Eran como una precuela de lo que pasaría
después con Basagoiti, Monago, Sánchez, Rodríguez Valido, Illa,
Gabilondo o Albiol. Los críos tenían siete u ocho años y jugaban en las
categorías de superbenjamín y benjamín, pero no tenían cabida en los
equipos que ya estaban formados, bien porque sus padres no podían
cuadrarse los horarios o porque no eran precisamente los más diestros en el
campo. El Azkuene quería darles una oportunidad y unirlos a todos para
que sus padres tuvieran más tiempo y le propusieron a Iván que los
entrenara. La oferta no era casual porque Trintxerpe tenía cultura de barrio
y el tejido asociativo buscaba soluciones. Txema y sus compañeros también
azuzaron e Iván aceptó.
Se apuntaron a torneos de fútbol de barrio, pero ese primer año el equipo
fue como una seta. No se frustró y siguió trabajando. Iba a conseguir su
primera misión imposible. Aún lo tiene todo apuntado en sus libretas:
esquemas, estrategias, análisis de cada chaval y hasta escribía historias con
él como entrenador de protagonista. El primer año no ganaron nada. El
segundo se produjo casi un milagro: consiguieron el subcampeonato en la
liga y llegaron a cinco finales en los diferentes torneos en los que jugaron.
Incluso hubo equipos que se fijaron en los chavales. A uno de ellos lo
llamaron para que hiciera las pruebas en la Real y no quería ir, quería jugar
en su barrio con Iván. Además, el entrenador enamoró a las madres, que no
daban crédito a que un chaval de dieciséis años leyera en los ratos muertos
El mundo de Sofía.
Ese segundo año, ante el éxito del equipo, el Colegio Público Virgen del
Carmen de Trintxerpe le hizo una propuesta: constituir el equipo del colegio
sumando los chavales de su equipo a los del centro. En la liga de ese año
fueron por primera vez subcampeones. Iván era el único de los hermanos
que no había estudiado en este colegio, que lleva el nombre de la patrona
del barrio. Lo hizo en el Colegio Rubio, justo debajo del San Luis Lasalle,
donde la enseñanza era íntegramente en euskera. El entrenador escudriñaba
a los críos para aprovechar sus habilidades y planteaba jugadas de estrategia
para conseguir «goles mágicos». Una de ellas consistía en provocar faltas
cerca del área para que las lanzara Ikeia, el delantero que daba unas buenas
castañas a la pelota parada. O que Unai sacara largo los fueras de banda
para meter la pelota en la portería. Eran trucos de estrategia para potenciar
los puntos fuertes y compensar los débiles. Había que intentarlo, lo intentó
y lo logró, porque uno no sabe si es capaz hasta que lo intenta, como dijo en
su toma de posesión. Los que venían de la nada, empezaban a serlo todo.
Les recuerdo que hablo de los chavales, no de políticos. No fue su única
escaramuza como entrenador. Su amigo Álvaro entrenaba a un equipo
infantil femenino en La Salle Loiola: «Le pedí ayuda y fue muy divertido.
Entrenamos a las chicas y participamos en la Donosti Cup, un torneo
internacional. Competimos y llegamos a la final con nuestro equipo
femenino». No ganó, pero siempre juega y siempre se lleva un trofeo.
En plena campaña electoral nos cruzamos muchos mensajes. Es nuestro
trabajo cotidiano. En el ecuador de las catalanas, me envió este mensaje,
que a buen seguro reconocen los compañeros que están en el candelero de
la política siguiendo al Gobierno o al PSC: «Hoy vamos a pasar del efecto
Illa al afecto Illa. Mensaje: España quiere a Cataluña y Cataluña quiere a
España. Ahí está el alma de la victoria y la clave para construir un camino
para la solución. Se acabaron los bloques. Avanzar. Hace tres meses nadie
se creía que llegaríamos a la final. Ya hemos logrado el objetivo. Nadie cree
que ganaremos. Ganar es soñar, hay que merecer ganar, pero jugando la
final como lo estamos haciendo. Haciéndolo de donde veníamos, ya somos
ganadores. ¡Salimos la última semana a por la copa!». Lo dicho, siempre
juega y se lleva un trofeo. Lo lleva haciendo no desde 2007, sino desde
1997.
«El consultor político tiene que sugerir y no decidir, porque no es
político. Solo es el que asesora, ofrece diferentes alternativas, plantea el
mapa de riesgos y analiza sus posibles consecuencias. El líder decide
porque la decisión es política. En esta sociedad líquida, la comunicación
tiene que estar en las decisiones, en la estrategia. Las empresas se han dado
cuenta de que son las percepciones las que mueven el mundo. Compras a
una empresa o votas a un partido por los sentimientos que transmite, por los
valores. Cualquier líder debe primar no a quien le haga la pelota, sino a
quien le saque las castañas del fuego», declara Jesús Mari Gabirondo.
Rosa Díez Urrestarazu apunta una debilidad de esta sociedad líquida: «El
cambio son las nuevas tecnologías y los tiempos de la información, y hay
un riesgo, que las nuevas generaciones solo se queden en los titulares. No
profundizan en la información porque la siguen en las redes sociales, no en
los medios. No leen periódicos. No contrastan. Y las redes ganan la batalla
a los medios convencionales. Ves un informativo en televisión y ya es viejo.
Por eso es necesaria la información para hacer comunicación, identificar los
nichos, adecuarte a los soportes, definir el lenguaje, para garantizar que el
mensaje sea claro y necesariamente corto, y saber a quién quieres
dirigírselo. Además, hay que conocer la calle, pisar la calle, palpar la
realidad. Estoy segura de que con la que está cayendo en la Zarzuela, si
tuvieran a un Iván, diseñarían una estrategia del siglo XXI y no una del XIX».
Ahí queda ese aviso para navegantes.
Xavier García Albiol y el PP de Badalona obtuvieron en las elecciones
de 2007 siete regidores, dos más que en los comicios anteriores, y se
convirtieron en la segunda fuerza en un momento en el que el PP iba
desapareciendo en Cataluña. El discurso de Albiol rompió moldes y las
distancias con el Partit dels Socialistes de Catalunya se redujeron. El PSC
retuvo la alcaldía, aunque con solo nueve concejales. El PP se quedó a
5.000 votos de ganar. Para Iván y Xavier García Albiol fue todo un subidón.
Le llegó a decir: «¡Quiero ser el nuevo Gallardón!». Era su primera vez. En
2011 ganaron, pero ya no fue igual. Albiol llevaba años en política. En 1987
no obtuvo representación y en 1991 solo un concejal. Subió hasta 4 en 1995
y llegó a 5 en 1999, estancándose en 2003. El PP estaba paralizado en una
ciudad gobernada en el primer mandato por el PSUC y que desde entonces
siempre había sido dirigida por el PSC.

NACE EL CONSULTOR POLÍTICO IVÁN REDONDO


Redondo y Albiol se conocieron una tarde lluviosa de principios de 2007 en
un céntrico restaurante madrileño. El líder del PP era un simple concejal en
Badalona, la tercera ciudad de Cataluña. «Lo quería conocer porque la
comunicación política me interesaba mucho, sobre todo en la política local,
que se hacía de forma muy amateur. Fui a Estados Unidos para aprender e
hice dos cursos en la Universidad George Washington. Se me abrieron los
ojos sobre el papel de los consultores y la necesidad de profesionalizar las
campañas, también en el ámbito municipal», apunta el hoy alcalde de
Badalona. «Hay una resistencia al cambio por parte de la profesión porque
no existe una tradición. La comunicación de la política se ha forjado en
Estados Unidos. Latinoamérica ha comprado el sistema y tienen referentes
muy buenos, como la George Washington», remarca Jesús Mari Gabirondo.
Este camino también lo hizo Pedro Sánchez tras el fiasco del 1 de
octubre de 2016. Mientras decidía qué hacer, fue a Estados Unidos. Toni
Aira lo explica: «La figura del consultor político depende mucho de la
personalidad del líder. Pedro Sánchez cree en este modelo. Cuando era un
paria tras el 1 de octubre, asistió a un simposio en Estados Unidos sobre
comunicación política, que seguía la campaña electoral de Hillary Clinton y
Donald Trump. Allí coincidió con las periodistas Núria Ribó y Silvia
Cóppulo, con Carmen Andrés, la regidora socialista de Barcelona, con Tolo
Noya, el actual director de Comunicación de Blanquerna (Facultad de
Comunicación y Relaciones Internacionales de la Universidad Ramon
Llull) y con Gabriel Colomé, el director de la Fundación Rafael Campalans,
de la órbita del PSC, y creador del Centre d’Estudis d’Opinió, el CIS
catalán. Este viaje muestra que es un líder contemporáneo que entiende el
papel de la comunicación política».
Xavier García Albiol tenía claro lo que necesitaba. Lo había escuchado y
estudiado en Washington. «La política es como el Starbucks. El café es café
y en todos los sitios te cobran un dólar. Vas a Starbucks y te ponen un vaso
bonito, te lo adornan, te dejan sentarte en el restaurante con wifi y te cobran
por el mismo café cuatro dólares. La política es lo mismo: tienes una idea y
para convertirla en un proyecto necesitas darle forma y comunicarla. Si no
lo logras, la idea no sirve. Eso es lo que busco cuando contacto con él.»
Antes de decidirse, se reúne con varios consultores. Tenía claro que
quería uno, pero no a quién. «Es básico que la política se profesionalice
desde el punto de vista de la asesoría y la comunicación, porque el mundo
evoluciona hacia una comunicación global, en el que la comunicación lo es
todo. El papel del consultor político cada vez tendrá más fuerza», apunta el
primer cliente de Redondo. Lo dice en 2020, pero ya creía firmemente en
ello en 2007. «Yo quiero lo del Starbucks», le dijo nada más empezar a
Redondo. «Tenía las ideas claras, solo necesitaba que alguien me las
empaquetara y les pusiera un lazo para que el producto fuera mejor»,
remarca.
Albiol era consciente de que necesitaba romper el techo del PP en un
feudo tradicional de la izquierda. Necesitaba una campaña diferente.
Empezamos una relación profesional que acabó en amistad. Cuando él
decide dar el paso de ir por libre, le contrato.» Iván también fue directo con
Albiol. Le hizo una pregunta, la misma que ha repetido a todos aquellos con
los que ha trabajado: «¿Crees que puedes ganar?». «Sí, siempre lo he
creído. Tengo que hacer las cosas bien, tener algo de suerte y una estrategia
clara», le dijo el candidato. Y ahí es cuando entra Iván Redondo en la vida
de Albiol. Y viceversa. «Entra porque creo en la comunicación política. Si
no hubiera ido a Estados Unidos, no lo habría conocido porque no me
habría interesado este mundo de la comunicación política», señala.
«Iván aporta pensamiento estratégico. Picasso siempre decía que si
llegan las musas, que te pillen trabajando. Es decir, puedes tener suerte,
pero la tienes que buscar. Si no estás en el lugar adecuado en el momento
adecuado, y trabajando, no te encontrarás con la suerte. Ese es Redondo. Ha
bebido de la experiencia norteamericana y aplica una concepción
estratégica a la comunicación política. Puedes ganar, puedes perder, pero la
partida la das, y con estrategia. Comunicas con intención, apelando al
sentimiento, la palabra y la estrategia, porque todo movimiento tiene
consecuencias y hay que preverlas para adelantarse. Como en el ajedrez,
debes prever el movimiento respuesta de tu adversario», afirma Toni Aira.
La suerte en la vida se busca. Toda la gente con la que ha trabajado no
estaba bien posicionada, ni en la política ni en su partido, como publicó El
Diario Vasco en junio de 2018 bajo el título «Un jefe de Gabinete curtido
en misiones imposibles». «La suerte tiene que pillarte preparado,
trabajando, en el momento adecuado, con la cabeza lista para dar respuestas
en términos de estrategia, con dotes de generar confianza, de aportar. La
suerte hay que buscarla, como la inspiración», añade Jesús Mari Gabirondo.
La buscó y la encontró.
La campaña fue disruptiva. Había que crecer. En el PP creían que se
podía aumentar el espacio político a costa de los electores moderados de
Convergència i Unió, de la derecha local de toda la vida. Albiol no lo tenía
tan claro. Sabía que para crecer de verdad había que entrar en los barrios
con voto mayoritariamente socialista. Iván coincidió con Albiol y se fijaron
el objetivo de crecer a costa del PSC, erosionando su fuerte implantación en
los barrios periféricos, barrios golpeados por las crisis sucesivas,
degradados, con altos índices de paro, empleo precario y mucha
inmigración. «Para que te voten necesitas dos cosas. La primera es un
proyecto claro con el que la gente se identifique, que la gente te perciba
como una persona útil, que representas lo que les preocupa y les inquieta. Y
la segunda es que, para que te voten, tienen que conocerte. Me convencí de
que trabajando con un consultor político podría llegar a ser alcalde. Sabía
que en 2007 no era la ocasión, pero sí el momento de crecer», dice Albiol.
Con este planteamiento, se pusieron en marcha. Albiol puso encima de la
mesa la inmigración: «El Gobierno miraba para otro lado. Quise dar la
batalla porque era un problema que tenían los ciudadanos de toda Badalona,
pero sobre todo de algunos barrios. Iván pone entonces el lazo,
introduciendo la inmigración en el debate vecinal a través de un vídeo y
situando a Badalona en todos los informativos de televisión, radio y prensa
de toda España. En las tertulias se hablaba de nuestra situación».
«A un consultor político estadounidense le preguntaron el porqué de sus
muchos éxitos y contestó: “Elijo muy bien a mis clientes”. El consultor
debe ver la oportunidad, la madera del candidato, ver cómo puede hacerlo
ganar y ganar. Iván siempre encuentra el punto que hace palanca y
concentra todo su esfuerzo en él. Funciona y ha funcionado con candidatos
distintos, en contextos distintos. Eso quiere decir que es un buen
profesional. No hay otra figura que le haga sombra ni que esté a su nivel»,
apunta Miquel Iceta. En Badalona funcionó y en España y en Extremadura,
también. No en vano, Monago siempre decía que Iván era el clavo de su
abanico. Iceta, que en aquel momento era viceprimer secretario del PSC, no
vio que Iván era el clavo que les faltaba a los socialistas de Badalona.
La inmigración se convirtió en el hilo argumental de una campaña en la
que se distribuyeron miles de DVD en los domicilios de los ciudadanos.
«Nos hemos de situar. En aquel momento no había redes sociales, ni
Facebook, ni Twitter, ni Instagram. Por eso repartimos más de 80.000
vídeos y utilizamos YouTube. Un vídeo de una ciudad a la que solo se
conocía por el Joventut, por el baloncesto, tuvo en tres semanas más de
150.000 visualizaciones, lo que en ese contexto era la hostia», rememora el
alcalde con cierta emoción.
Duraba siete minutos, cosechó un aluvión de visitas en internet y se
presentaba como una narración periodística con imágenes impactantes y
declaraciones de vecinos. Albiol fijó su mensaje en un tono moderado,
menos agresivo que el conjunto del vídeo, como afirman las crónicas de la
época: «Tenemos que reaccionar para construir una ciudad digna. Queremos
una Badalona limpia y segura. Yo, por mi parte, estoy dispuesto. Tú
decides». «El vídeo consiguió lo que buscaba, provocar que una parte
importante de votantes de izquierdas me votaran y lo siguen haciendo,
porque este problema sucedía en feudos socialistas y el PSC, el Gobierno
municipal, les dio la espalda. Di la cara por ellos. Podía ser un “facha”
porque era del PP. Me preocupé por ellos y ellos me dieron su voto», afirma
Albiol.

UNA CAMPAÑA ARTESANAL


«Estás hablando con alguien con intuición que lee muy bien el escenario
político. Era un lujo quedar con él cuando iba a Badalona. Hasta había
competencia para hacerlo. Respetaba como nadie nuestro trabajo. Su
presentación pública en la ciudad fue cuando acudimos a Badalona TV para
negociar los espacios electorales», dice María Teresa, «Terry», García,
exdirectora de Comunicación del PP de Badalona, que trabajó con Albiol
hasta 2015.
El vídeo fue un montaje artesanal «muy provocador. Con imágenes y
música de impacto. Nos dijeron de todo, pero el vídeo no es censurable. No
fui a los juzgados por las acusaciones que me lanzaron en aquella época»,
apostilla Albiol. Ciertamente, las primeras denuncias contra él, con
citaciones ante la justicia, no llegaron hasta 2010, tres años después. «Visto
con la perspectiva de ahora, seguramente no lo habría hecho. Todo
evoluciona, pero en aquel momento las imágenes, las declaraciones de los
protagonistas, la música, todo fue provocador y consiguió el objetivo de
ponernos en el centro del debate.» Música, ritmo e impacto serían
denominadores comunes en las campañas posteriores del joven consultor.
El vídeo incluía un guion y textos del propio Iván Redondo, con un
montaje low-cost, realizado por una productora de L’Hospitalet de
Llobregat, al estilo de «Callejeros viajeros», como recuerda Javier Negre en
un reportaje publicado en agosto de 2005 en El Mundo. El vídeo se grabó
en una furgoneta e Iván, «sentado en la furgoneta, daba instrucciones, fijaba
las imágenes, los encuadres, las preguntas que había que hacer a la gente.
Era el director, el productor, lo era todo», cuenta Xavier García Albiol.
La sencillez y el coste mínimo (Javier Negre publicó que fue de unos
2.000 euros) serán una constante en sus inicios en la consultoría política.
«Es un apasionado de la política y, lo más importante, es buena gente —
dice Terry García—. Nos entendimos muy bien. Además de ejercer
fascinación sobre nosotros, siempre templaba las polémicas.»
«Como respuesta a la indignación que sentimos con lo que está
ocurriendo en España, con un gobierno negligente e incapaz de gestionar
esta crisis que se está llevando vidas de españoles, que juega con la verdad,
la mentira y la desinformación utilizando medios de comunicación a su
orden y conveniencia, hemos decidido dar un paso al frente y cambiar esta
situación. En este canal conocerás la verdad de lo que ocurre realmente en
nuestro país, sin censura, sin mordaza, sin la venda que nos quieren
imponer a todos», declara el canal de «Estado de Alarma», impulsado por el
periodista Javier Negre. Su distanciamiento con Iván es hoy abismal: «Cada
uno estamos en un lado, pero siempre le voy a respetar. Nos conocimos en
2009 en un máster de la Carlos III. Era un coñazo de máster, con la
tradicional comunicación política instalada en los partidos, basado en lo de
siempre, en el marketing político tradicional. Tuvimos una clase con el
profesor Redondo y rompió los moldes. Me sedujo su forma de transmitir y
su cercanía al alumno. Dio la clase más interesante del máster, un chaval
joven, con capacidad divulgativa y con cercanía. Buzoneó el vídeo y la
campaña se la hizo la prensa que te odia y te critica, los adversarios».
De ese máster habla también el consultor político Xavier Salvatella, que
fue director de comunicación del Real Club Deportivo Espanyol: «Nos dio
una clase magistral y se avino a quedarse con nosotros como tutor de los
trabajos de final de máster. Formamos el grupo con Javier Negre, Laura
Martín, actual teniente de alcalde de Meco, y un buen amigo, Paco Bercero.
Éramos de la misma generación: alumnos y profesor de la misma edad.
Ninguno teníamos los treinta años. Había hecho cosas importantes en
Badalona y Euskadi, y había creado su propia firma de Public Affaires, que
fue una de las primeras en definirse así en el mundo de la comunicación
española. Eso fue lo que más me sorprendió, la visión y la valentía de crear
una firma, especializarse y tirar adelante como pequeño empresario».
Negre y Salvatella cuentan anécdotas de ese curso y ambos se acuerdan
del trabajo. Salvatella lo explica así: «Fue una campaña electoral en el
ámbito local. Nos remarcó dos cosas que explican muy bien su manera de
entender la comunicación política. Primero, el uso de datos para hacer un
posicionamiento previo, un análisis de la situación de inicio antes de las
elecciones. Segundo, la singularidad. Nos venía a decir que, para hacer una
campaña normal y corriente, no merece la pena hacerla. Si no te diferencias,
si no haces tu trabajo singular o diferente, no destacas y no acabas
consiguiendo el objetivo».
La campaña de Albiol fue eso, diferente. Actos a pie de calle y un único
mensaje, la inmigración ilegal y la inseguridad, para captar la atención de la
ciudadanía, dar a conocer al candidato y convertir el debate en el punto
fuerte de Albiol. El ahora alcalde recuerda hasta en el más mínimo detalle
de esa campaña de 2007: «Seguro que no se acuerda de esta anécdota.
Estábamos preparando el debate de candidatos en la televisión local y
sabíamos que tendría a la candidata socialista, Maite Arqué, justo enfrente.
En un momento dado, Iván me dijo: “Tienes que decirle la siguiente frase y
con la siguiente escenificación. Habla muy lento, la miras a los ojos y le
dices: ‘Señora Arqué, míreme a los ojos, ¿usted cree que puede decir a los
vecinos de Badalona que no hay problemas de inmigración ilegal y de
inseguridad con lo que se está viviendo en estos momentos? ¿Usted,
mirándome a los ojos, puede mantener que esto que estoy diciendo no es
cierto?’”. Lo hice y la descoloqué. Como me dijo Iván, lo hice en la primera
parte. Arqué quedó hundida y destrozada para todo el debate». Iván también
se acordaba de la preparación del debate. Esas cosas no las olvida.
El mensaje no se circunscribió a Badalona. Traspasó fronteras y la
polémica se instaló en la calle Génova. No todos estaban entusiasmados con
Albiol. Algunos pedían su dimisión. Josep Piqué, el entonces dirigente del
PP catalán, salió en defensa del líder en Badalona. «Pidieron mi dimisión,
pero una de las personas que más que criticó, Rafael Rodríguez Ponga, el
actual rector de la Universidad Abad Oliva-CEU y entonces miembro de la
dirección del partido, me dijo meses después: “Xavier, tengo que reconocer
que me equivoqué”», recuerda Albiol.
A pesar de los problemas, ni Albiol ni Redondo se arredraron y, cuatro
años más tarde, el PP obtuvo por primera vez la alcaldía tras ganar las
elecciones. La campaña también dio que hablar. «Muchos lo piensan, yo lo
digo», rezaba el eslogan, ilustrado con un Albiol que se quitaba un
esparadrapo de la boca. También incluía un vídeo en el que la música volvía
a tener un papel protagonista por impactante. No tuvo tanta repercusión
como la de 2007, pero para entonces el PP de Albiol ya lucía músculo.
«Hicimos un acto electoral para unas municipales y juntamos a más de
3.000 personas. Teníamos proyecto y ganamos a un candidato del PSC
débil, Jordi Serra. Lo tuvimos contra las cuerdas desde que llegó a la
alcaldía sustituyendo a Arqué. No era un buen candidato y tensamos la
campaña con el “calle, calle, calle” y comunicar, comunicar, comunicar. Y
el esparadrapo», sonríe.
«Iván se ha llevado siempre a candidatos con opciones limitadas. Albiol,
a mi juicio, es el más notable, porque en Badalona era casi imposible.
Monago fue muy afortunado porque ganó, pero, en condiciones normales,
Izquierda Unida siempre se hubiera decantado por los socialistas. Se dio la
circunstancia de que IU estaba muy harta del PSOE, un hartazgo que se
concretó en enviarlo a la oposición. Lo importante era que se crearan las
condiciones y se crearon», sostiene José Luis Ayllón.
Años más tarde, el PP de Badalona hizo una campaña bajo el epígrafe
«Limpiando Badalona». Corría el año 2015. Cuando Redondo llega a la
Moncloa, los medios de comunicación se la atribuyen. «Seguro que ahora
no haría esa campaña. Ni siquiera fue la campaña de 2015. Pretendía ser
una precampaña específica en unos barrios determinados. Era consciente de
que provocaría y crearía follón, de que se hablaría de ella. Fijamos solo
algunos barrios porque las cosas nos iban bien y no era cuestión de
provocar, pero sí de reforzar en algunas zonas. Cuando llegó el momento, la
empresa de publicidad se equivocó y colocó las vallas en la autopista.
Pusieron las vallas en la C-31 y se desmadró todo —comenta el alcalde,
llevándose todavía las manos a la cabeza—. Esa campaña no fue de Iván.
Era una campaña segmentada del partido en barrios concretos. Además, por
entonces trabajaba en Extremadura. Es un error atribuirle su paternidad.»
Albiol y el PP de Badalona no son su único cliente. En esa época
también trabajaba con el candidato del PP de Aragón, Gustavo Alcalde, en
la comunicación por internet y el diseño de la campaña. Alcalde fue
candidato en una época complicada para el PP de Aragón, frente a un
Marcelino Iglesias todopoderoso y con la guerra del agua, el Plan
Hidrológico Nacional, de fondo. Otra misión imposible. El agua
concentraba el voto popular en Valencia y el candidato era débil. Como
siempre, el partido no creía en su candidato. Subieron dos escaños y, años
más tarde, el PP de Aragón conquistó el Gobierno.
Enrique Simancas lo conoció, junto a otros consultores, en aquella
campaña de Gustavo Alcalde: «Monté un equipo de comunicación
audiovisual. En esa campaña vino a asesorar un consultor de la campaña
hispana de George Bush. Cuando nos reuníamos, Iván parecía estar siempre
en segundo plano, sin protagonismo, pero era quien hacía que todo
cambiase. Me di cuenta de que el que estaba callado, con el abrigo, era el
que manejaba el cotarro».
En esa época despuntaba Antonio Torres, alcalde de Sariñena, quien se
estaba planteando ser candidato si Alcalde fracasaba. Quería que Iván le
llevara esa hipotética campaña por la amistad que habían forjado. No le
hubiera importado, pero jamás trabajó con el malogrado Antonio Torres.
Después de las elecciones, Gustavo Alcalde le contrató para elaborar un
informe sobre si debía seguir al frente del partido tras los comicios. En el
informe le aconsejó que no siguiera y eso hizo. Fue sustituido por Luisa
Fernanda Rudi y, en 2012, nombrado delegado del Gobierno en Aragón.
Nunca propuso a Antonio Torres, aunque pensaba que podía ser un buen
presidente de Aragón.
Junto con otros consultores, presentó la web del candidato Mariano
Rajoy para las elecciones de 2008, que incluía la «llamada del candidato».
La web rompía moldes: no era una página con un menú, sino que se
presentaba como en un carrusel.
Los partidos políticos siguen con su campaña de cara a las elecciones del 9 de marzo en
Internet. Después de los últimos movimientos de Izquierda Unida la pasada semana con «Gaspi»,
el alter ego más ácido y crítico de Gaspar Llamazares, el Partido Popular ha lanzado una página
web en la que el usuario se convierte en el centro de la tradicional reunión de la dirección del PP.
Basta con pinchar en la pantalla del portátil que aparece en la portada, introducir el nombre y
el teléfono y, a continuación, aparece un vídeo que muestra una reunión de 'maitines' del PP.
En él aparecen Mariano Rajoy, Ana Pastor, Gabriel Elorriaga, Pío García Escudero, Jorge
Moragas y Sandra Moneo. Cuando están a punto de empezar, Rajoy dice: «Espera, no estamos
todos, falta alguien».
Después, Pío García-Escudero se levanta y exclama «y ahora ¿qué hacemos?», a lo que el
propio Rajoy contesta «lo voy a llamar a ver dónde se ha metido».
Tras esto, el líder del PP coge su teléfono móvil, llama al teléfono de la persona que se ha
metido en la web, y dice: «Hola, soy Mariano Rajoy, ¿dónde te has metido? Te estamos
esperando, pero si no puedes llegar, yo lo que te pido es que nos mandes tus ideas a mi página
web. Un saludo y un fuerte abrazo».
Además, el Partido Popular invita en esta misma página a mandar vídeos electorales hechos
por los propios usuarios. De todos los que reciban seleccionarán uno para emitir en los espacios
electorales de TVE.
El «efecto llamada» ha sido inmediato y hasta las 18.00 horas del viernes, unos 20.000
ciudadanos han visitado la página del PP.

Así explicaba El Mundo, en febrero de 2008, cómo era la página que


abrió los informativos. Por esas fechas, Iván da el salto a los medios de
comunicación como experto en el cosmos político de Estados Unidos. Su
pasión desde muy joven por la política norteamericana se convirtió en un
trampolín inesperado. Aquellos primeros pasos tienen un escaparate
público-mediático en un blog, The War Room, publicado en Expansión,
donde comenta la campaña de Obama. Empieza a hacerse un hueco con
cierta notoriedad pública, que se agranda cuando lo llaman para colaborar
en «La Mirada Crítica» de Tele 5, presentado por María Teresa Campos y,
durante unos meses, por Yolanda Benítez, que la sustituyó cuando enfermó
de cáncer.
Su primera intervención la hizo acompañado por Miguel Ángel Aguilar.
Sandra lo vio entusiasmada y notó que hacía repetidamente un gesto
extraño, una mueca. Al llegar a casa, su mujer le inquiere: «¿Qué te
pasaba?». «Nada, que he ido solo con una lentilla. No encontré la otra.
Seguro que la he perdido», respondió. Entre risas, Sandra lo sometió a una
sesión de fotos porque venía maquillado y no tenía brillos. Una de ellas fue
la primera foto, y durante mucho tiempo la única, de Redondo y Asociados.
No tenían para más.

LA CONSULTORÍA INDEPENDIENTE Y EL NUEVO LIDERAZGO


Al mundo de la consultoría política se llegaba desde los partidos políticos,
desde sus ámbitos de influencia. No existía el consultor independiente. La
mayoría formaba parte de alguna familia. Iván Redondo dio un giro a esta
percepción y levantó ampollas. Algunos de los que lo criticaron hace más
de diez años ahora lo niegan o se desmarcan. Recibió críticas desde todos
los espacios ideológicos, pero también por cuestiones formales, en un
mundo donde estaba todo muy estipulado, hasta los honorarios: no las
cantidades, por supuesto, sino la política de facturación.
«No facturaba por horas, sino por proyectos», recuerdan consultores
todavía en activo que también presentan hoy sus honorarios por proyectos y
no por horas. Por ejemplo, su labor con Albiol en 2007 le costó al dirigente
popular 30.000 euros por cinco meses de trabajo y una comisión de
resultados. El PP tenía que aumentar dos regidores y lo hizo, y Redondo
cobró 9.000 euros de comisión de éxito. «Ahora lo ficharía —dice Albiol,
quien bromea—, pero no tendría dinero para pagarle. En 2007 me salió a un
precio más que razonable. Estaba empezando y nos ayudamos mutuamente.
Después le puse en contacto con el partido en Cataluña y lo contrataron
para llevar la campaña de Alicia Sánchez Camacho.» Esa forma de facturar
también se la propuso a José Antonio Monago: «Me sorprendió. Me pidió
un fijo y un bonus si ganábamos. Eso es bueno, moderno, porque supone un
reto para quien te ofrece el servicio y da confianza al que lo recibe».
Por esas fechas recibe también una llamada del Partido Popular vasco
para hablar sobre las elecciones autonómicas de 2009, unas elecciones a las
que no se presentaba la izquierda abertzale por estar ilegalizada. Le
contactan desde el equipo de María San Gil, por entonces presidenta del PP
de Euskadi. Se pone a trabajar en la estrategia a seguir y, en pleno proceso,
San Gil rompe con Mariano Rajoy.
El consultor Iván Redondo suma algún cliente más a los populares
vascos y aragoneses, y a Xavier García Albiol. El éxito en Badalona motivó
que el secretario general del PP catalán, Jordi Cornet, quien falleció durante
la escritura de este libro, le pidiera ayuda a sugerencia de Albiol. Las
autonómicas catalanas se iban a celebrar en 2010 y requirió sus servicios
para potenciar la figura de Alicia Sánchez Camacho. Iván colaboró en esas
elecciones, aunque no estuvo en primera línea debido a resistencias, cómo
no, en el seno del partido. Artur Mas logró vencer al tripartito, pero quedó
lejos de la mayoría absoluta. Necesitaba votos para gobernar y realizar
recortes en sanidad, en educación y en la mayoría de los servicios sociales.
Eran los años de las vacas flacas, de la crisis que empezó en 2008 y que, en
2010, estaba en pleno apogeo.
El PP de Sánchez Camacho pasó a ser fundamental con sus 18 escaños y,
durante dos años, fue el sostén de Convergència i Unió. El pacto decayó
cuando Mas, para superar el descrédito que suponían los recortes y el
fracaso de su intento de pacto fiscal, rompe con el Mariano Rajoy de la
mayoría absoluta y convoca elecciones con el objetivo de lograr una
ansiada mayoría absoluta. No lo consiguió por segunda vez. Fue el mejor
momento del PP. Gobernaba en Madrid y cogobernaba en Cataluña. Había
mejorado en 2010 los mejores resultados del partido desde aquel ya lejano
1995 en que alcanzó 17 diputados de la mano de Alejo Vidal Quadras, el
líder popular que fundó VOX.
Iván trabajaba con el PP catalán en diferentes niveles. Seguía con Xavier
García Albiol y empezó a colaborar con Alberto Fernández Díaz, el líder de
los populares barceloneses: «Tuvo una colaboración tangencial en un par de
campañas en Barcelona. Hizo mi precampaña en 2011 y conseguimos nueve
regidores». Alberto posó vestido de motorista (las motos son su pasión) en
una terraza desde la que Barcelona quedaba a sus pies. «Barcelona tiene un
ADN sobre ruedas y es la capital europea de la moto. Tenía muchas lecturas
y era una campaña muy de Iván, porque consideraba que el candidato tenía
que ponerse en el tablero, en el mapa político y, para conseguirlo, tenías que
romper y hacer cosas distintas.»
El dirigente popular, retirado de la primera línea de la política y
atrincherado en su empresa familiar, afirma: «Iván no encaja con los
candidatos conservadores, no por ideología, sino por su forma de entender
las campañas. En cierta manera, fue un avanzado hace una década y,
lamentablemente, su trabajo en el Partido Socialista le está dando la razón.
Con Iván, el PP de Barcelona sacó el mejor resultado en la ciudad y sentó
las bases del crecimiento cuatro años más tarde. Ese resultado no lo había
conseguido ni UCD. En mi caso, dejó una huella de afecto y respeto, y no la
voy a borrar esté donde esté. Iván no se suma a causas perdidas, sino que ve
causas que pueden ser ganadoras atendiendo a las circunstancias. Sentó las
bases de lo que es Xavier García Albiol. En Euskadi nunca fue fácil, y más
con la situación del partido, y Extremadura era un feudo inexpugnable del
PSOE».
Xavier Salvatella ofrece otro prisma: «Es indiscutible que
evolucionamos hacia liderazgos, productos políticos y marcas personales.
Es la concepción moderna de la comunicación y lo estamos viendo en todo
el mundo. Es una nueva manera de concebir los liderazgos, en la que no
pesa tanto la marca y el partido como la singularidad del líder. Este es el
camino que ya explicaba en clase. Lo tenía muy claro y explica las
campañas profesionales que ha hecho: líder y planteamiento singular».
«La personalización de la política viene de muy atrás. Felipe o Ibarra
eran eso. Mi experiencia me dice que cuando gobiernas, el partido se tira
para atrás, el líder es lo relevante y el partido se retrae. Los que se quedan
en el partido y no llegan al Gobierno se consideran castigados por no estar
en el poder. Siempre pasa, siempre están preparados, porque los Gobiernos
cambian, siempre hay oportunidades. Y si no las hay, las fuerzan», afirma
Juan Fran Caro.
Miquel Iceta se apunta a esta tesis y quizá esta opinión explique por qué
aceptó ceder la cabeza de la candidatura a Salvador Illa: «Los partidos
pintan menos, se acercan al modelo estadounidense, son estructuras al
servicio del candidato. Antes no era así, pero el cambio no llega ahora, ya
vino con Felipe. Fue también un hiperliderazgo. La política es el combate
de los jefes y, por tanto, el jefe manda. El liderazgo es mediático, se ejerce a
través de los medios, se concentra en una persona y no en las
organizaciones, que se han debilitado. Soy muy partidario de Pedro, porque
ha salvado al PSOE. Tenía una opa por su izquierda en un momento de
malestar social, levantó la bandera de la izquierda y salvó al partido, salvó
la hegemonía de la izquierda, y luego ganó las elecciones. Hizo su liderazgo
a contracorriente porque demostró su valía superando situaciones de las que
otros no hubieran salido. Ese es su liderazgo y su mérito».
«No es para nada un mercenario. Es un consultor que trabaja para quien
le llame. Es un estratega que no trabaja para los partidos, trabaja para las
personas, personas que tienen un partido detrás que trabaja para hacer
crecer al líder. Eso lo hace muy bien», dice Chema Timón, director del
Gabinete del presidente de la Federación de Fútbol y, de joven, miembro
del equipo de Iván en Extremadura.
«Centró la comunicación del partido en Pedro, en el líder, porque la
clave de la comunicación es no perder tiempo en lo innecesario, sino ir a lo
central. La oposición se pierde en la lógica aparente de los acontecimientos,
que duran veinticuatro horas y pasan inadvertidos. No hay que perderse en
los señuelos irrelevantes. El cambio de Iván consiste en primer lugar en
centrar el liderazgo lanzando mensajes cortos, directos, huyendo de las
frases subordinadas. En segundo, en centrar el mensaje, porque el mensaje
no es solo comunicar, conectar. Conectar no es comunicar, es política y,
sobre todo, no es un engaño, no es marketing. Iván no es un cascarón vacío;
es estrategia, contenidos, datos, información y, por supuesto, liderazgo. En
este tiempo he aprendido que la comunicación es liderazgo y el liderazgo
no es solo vender, es gestión. La comunicación política es gestionar la
información del liderazgo. El éxito de la fusión entre Pedro e Iván es que
todo encaja. Se señala lo esencial, lo que tendrá impacto en la opinión
pública», afirma César Mogo.
«Felipe González era la hostia, pero siempre tenía que pactar con el
partido, y eso que estaba por encima del bien y del mal. Pedro Sánchez no
tiene que hacerlo, no hay nadie que le haga sombra. Sánchez es el
hiperlíder. No tengo claro que Iván haya hecho a un presidente. Al César lo
que es del César. Sánchez demuestra su valía cuando decide no tirar la
toalla y, con cuatro y el del tambor, da la batalla y la gana. Susana, por el
contrario, parecía la división Panzer y no ganó. Luego se lanzó a una
moción de censura que nadie pensaba que iba a salir, porque el PNV
acababa de pactar los presupuestos, y ganó. Tuvo la suerte de los ganadores,
pero Iván le da prestigio, altura y unas hechuras de presidente que no tenía.
Lo hace creíble y le da proyección internacional. Lo hace líder porque
trabaja para el líder», comenta Casimiro García Abadillo.
«Personalizar la comunicación en el presidente, en una empresa, en las
instituciones, no sé si esa es la única manera, pero sí es la más eficaz y la
única que yo conozco. En una compañía hay un comité de dirección, pero
en cualquier institución lo más importante es el presidente, quien, a su vez,
es lo más débil. Podemos teorizar mucho, pero para quienes conocemos la
realidad del Vietnam de la comunicación la parte más delicada, sensible y
más importante dentro del equipo es el presidente. Si quieres hacer bien tu
trabajo, la mayoría de los esfuerzos deben dedicarse a buscarle las
fortalezas, protegerlo de sus debilidades y ayudarle a buscar complicidades.
Eso ocurre en los gobiernos y en todas las instituciones económicas»,
sostiene Jaume Giró.
«Ahora el partido manda menos, no por Iván, sino por Sánchez. Iván no
se ha inventado este modelo de comunicación política centrada en la figura
del líder, que no tiene nada que ver con los partidos nuevos o viejos: es un
fenómeno global. Además, los medios están más fragmentados, ya no son
monopolios y no tienen el poder que tenían antes. La manera de comunicar
es diferente porque hay más actores, los prescriptores son distintos, la
opinión pública está muy fragmentada y más informada, y ha cambiado
cómo se accede a la información», dice Nacho Escolar.
No todos piensan igual. José Miguel Contreras afirma que «el PSOE
debería solucionar el déficit de no ser más coral para llegar a más
electorados. De cara al futuro, sería práctico y eficaz que existieran otros
portavoces que arroparan o sirvieran de muro a Sánchez para evitar que
tenga que sufrir todo el castigo. De hecho, quien soporta este peso en el
Gobierno es Pablo Iglesias, que sufre el desgaste que padecen los segundos
de los presidentes y porque su partido es el menor de la coalición, además
con un perfil más radical. Le atacan más porque es el más débil y, atacando
a Iglesias, pueden erosionar más al Gobierno». Una razón a tener en cuenta
a la hora de analizar su marcha del ejecutivo en marzo de 2021.
«No sé dónde está el futuro, si en los hombres de partido o en
independientes. Iván tiene la ventaja de no estar inmerso en las batallas
endogámicas, lo que le ayuda a ver las cosas con distancia y con más
frialdad. Al tiempo, también es verdad que los partidos tienen su historia y
una carga emocional con su electorado. Está bien el hiperliderazgo, pero
sería conveniente algo más coral. Este modelo no es inservible ni obsoleto,
pero el que lidera Iván tampoco es rechazable, ni es inferior técnica ni
éticamente. Deben fijarse las reglas del juego. No sé si es peor o mejor, es
distinto», señala Miguel Barroso.
También coincide Juan Carlos Monedero: «Esta es una cuestión
politológica importante, porque el gran golpeado por las democracias es el
partido. Las funciones del Parlamento han desaparecido. El control del
Gobierno no lo ejerce el Parlamento, aparte del ruidaco que se monta cada
semana, lo ejercen los medios de comunicación. Y la tercera función, que es
la representación de la nación, tampoco. No la cumple. Esto es importante
porque implica que los parlamentos liberales se han vaciado y han
desaparecido las funciones del partido, que no representa la ideología y el
líder ya no lo necesita».
Albert Sáez, vicedecano de Periodismo en Blanquerna, de la Universidad
Ramon Llull, y actual director de El Periódico de Catalunya, hace este
análisis: «La comunicación política se ha ido de los medios a las redes.
Empezó alrededor de 2011 y, al pasar de los medios a las redes, pasa de los
partidos a los influencers. A los partidos que lo han entendido les ha ido
bien y esto no tiene nada que ver con nuevos o viejos. La Convergència de
David Madí ya lo entendió en su momento, pero una parte de Podemos aún
no lo ha hecho. En esta nueva situación, los partidos tienen menos poder
para controlar los liderazgos. Cuando hace veinte años querías liderar un
partido y lo ibas a explicar, te preguntaban qué diario y qué banco te
apoyaban. Ahora, los liderazgos han nacido fuera de los partidos, de los
medios y de los bancos: desde Pedro Sánchez hasta Pablo Iglesias, pasando
por algunos líderes del independentismo catalán o el propio Santiago
Abascal. Hasta Casado es un ejemplo evidente. Cuando no llegas al
liderazgo pactando con el aparato del partido, tienes más autoridad y tienes
más capacidad para decidir tu estrategia y elegir a tus asesores».
«Iván ha sabido leer la nueva comunicación. Es más transversal, más
integral, más global. Las empresas se han adaptado a este nuevo escenario.
La responsabilidad social corporativa, las nuevas tecnologías, la transición
ecológica a un mundo más sostenible son un compromiso empresarial que
se tiene que comunicar en un mundo más abierto, con más medios, más
fragmentación. Con la irrupción de las redes sociales, las empresas se han
resituado. También las instituciones deben hacerlo. Ante la comunicación
global, una respuesta global. Cada vez hay que hablar más para que no
hablen por ti, por lo que es lógico que se focalice la comunicación en el
líder, ya sea el presidente del Gobierno o el presidente de una empresa. Me
gustaría algo más coral, pero en este mundo lo lógico es que se centre la
comunicación en una persona, para humanizar las instituciones o las
empresas», dice Antonio Garamendi.
La actividad de Iván Redondo, con algunos contratos menores, era febril:
además de Xavier García Albiol, Gustavo Alcalde, Antonio Basagoiti,
Alberto Fernández, el Grupo Popular en el Senado o Alicia Sánchez
Camacho. Los buenos resultados de Euskadi propiciaron una nueva llamada
de la Universidad Carlos III para que diera clases durante el curso 2009-
2010. Empezó a explicar su propia filosofía.
La función del asesor político no es otra que cargar de razones al líder
para que tome una decisión, que el asesor asume y defiende. Su papel no
consiste en frenar a los que quieren decir algo al líder, al presidente, ya que
es conveniente que haya otras visiones. Bunkerizarlo es un error. Otra cosa
son las ganas de estar al lado del líder para ponerse en valor, para ganar en
los despachos lo que no se gana en el campo, por usar un símil deportivo.
Lo verdaderamente importante es que haya una decisión. Lo que debe dar
miedo es que no se tomen decisiones, porque se pierde un tiempo valioso.
Monago no tomó una decisión cuando fue atacado por los viajes a Canarias.
Tampoco lo hizo Rajoy cuando el PSOE presentó la moción de censura. El
grado de profesionalización se mide con estos baremos. El asesor
suministra la información, espera y se va a por todas, incluso para recibir en
primera persona los ataques.
En política siempre hay momentos complicados y hay que aprender de
los errores. Por eso es importante que la relación entre el líder y el asesor
sea lo más intelectual posible. Al líder no se le marca, se le pasa la pelota,
como diría Redondo, el centrocampista que hace un pase al número 10.
Dicen los cercanos a Iván que no se mete donde no tiene que hacerlo, que
no transmite la mayor parte de las veces su posición, porque esta la marca el
presidente, y que convive con las decisiones que no comparte. Y jamás
muestra sus diferencias en público.
Su predecesor José Luis Ayllón comparte esta formulación: «Es una
persona desapasionada de la política en el sentido de la ideología. Hizo lo
mismo para un señor del PP en Extremadura y un señor del PSOE en
Madrid. No es una persona con un marcado componente ideológico y le
parecerá bien que se escriba sobre él por una cosa adicional: sobre lo bueno
le gustará, sobre lo malo es mejor que lo escriban de él que no de Pedro
Sánchez. A mí me hubiera gustado ver en la prensa que era el culpable de
algo, aunque no lo hubiera sido. ¡Qué más da! Hace el trabajo que le han
encargado y lo hace de la mejor manera posible».
«El estratega aconseja, pero el líder decide», así tituló El Periódico de
Catalunya un artículo publicado el 21 de marzo de 2021 sobre los
«fontaneros», su poder y las leyendas negras. En él, diferentes profesionales
opinan sobre esta figura. Lo iremos viendo a lo largo de estas páginas,
porque todos y cada uno de ellos abordan debates que se plantean aquí. La
profesora de Ciencia Política Paloma Román «sostiene que la figura del
“cerebro gris que mueve los hilos” está demasiado adornada de misticismo.
“La estrategia ha sido siempre la columna vertebral de la política. Ahora
estamos perplejos por estos giros de guion constantes, pero siempre ha
habido fontaneros. Sin fontanería, la política no funciona”».
6

DEJAR QUE LAS COSAS PASEN O HACER QUE


LAS COSAS PASEN

UN CANDIDATO Y UN BURUKIDE
«El PP vasco estaba destrozado. Con la salida traumática de María,
enfrentada a Rajoy, entramos en barrena, con tensión interna y con los
medios de la derecha de Madrid poniéndonos a parir porque todas las
patadas que le daban a Rajoy, las daban en el trasero del PP vasco.
Habíamos pasado de ser los valientes, los héroes, a ser los traidores, a
renunciar a los principios y valores. ¡Éramos los mismos! Los que dimos la
cara en los años más duros. En Euskadi éramos fachas a los que ETA ponía
en el punto de mira y en Madrid nos consideraban unos blandos, unos
traidores. En aquel momento de desconcierto en las bases y entre los
dirigentes, se elige a Antonio como presidente, quien me nombra secretario
general. Teníamos elecciones en pocos meses y empezábamos a trabajar
con el partido hecho trizas, con la gente tocada y desmoralizada», sostiene
Iñaki Oyarzábal, por entonces secretario general del PP vasco y hoy
presidente del partido en Álava.
Quedaban apenas seis meses para afrontar la campaña electoral, aunque
en octubre de 2018 la fecha todavía era una incógnita, ya que aún no se
habían convocado los comicios. Iván Redondo había salido muy bien
parado de la campaña de las municipales en Badalona con García Albiol,
quien le dio la primera carta de presentación en un sector altamente
competitivo.
En esos meses de 2018, le contacta el PNV. Su buena relación con los
nacionalistas vascos se remonta a años atrás, a la embajada de Estados
Unidos, cuando conoce en un curso a Joseba Aurrekoetxea. En la actualidad
es miembro del Euskadi Buru Batzar presidido por Andoni Ortuzar y
cuando se conocieron, lo era bajo el mandato de Iñigo Urkullu. Es el
burukide responsable de los procesos electorales y de organización del
PNV. Los dos son vascos, uno de la Real y otro del Athletic, y los dos son
de Deusto, aunque con una diferencia de edad de veinte años. «Es vasco, es
de Deusto y todo imprime carácter. Es un apasionado de lo que hace», dice
Aurrekoetxea. Tienen buena amistad y se respetan. Para Iván, Joseba es el
CEO de Sabin Etxea, conforme a su visión profesional de la política. En el
argot tradicional, es el fontanero mayor del PNV. Es el jefe de la cocina
peneuvista y ya lo era. Aurrekoetxea es un hombre importante en el
engranaje del partido y fue muy relevante en la moción de censura de 2018.
El PNV votó a favor pese a que días antes había apoyado los presupuestos
de Mariano Rajoy. Muchos se arrogan ese mérito, pero la realidad es
sencilla: Joseba e Iván hablaron mucho durante esos días e Iván es un
hombre de palabra para el PNV.
Según el Diccionario abierto de euskera, burukide significa miembro de
una junta rectora. Buru significa cabeza. El Diccionario de neologismos del
español actual no aporta mucho más: «Dirigente del Partido Nacionalista
Vasco», casi una redundancia. El diario El País en un artículo publicado el
23 de diciembre de 2007 y firmado por Manuel Montero, juega con el
término y su percepción en la sociedad vasca, ya que un burukide no es
simplemente un cargo del partido. Es mucho más en un partido que se
mueve como pez en el agua en la bicefalia, algo a lo que no sobrevive la
gran mayoría, y con una dirección casi desconocida que marca, nada más y
nada menos, que al lehendakari, al presidente de Euskadi. El artículo tiene
su guasa, su ironía, pero define muy bien el aura de la que viven rodeados
los burukides:
Sin embargo no es lo mismo un miembro de la Ejecutiva del PSOE o de la Junta Directiva
del PP, y esas cosas, que burukide. No tiene el mismo empaque. Nada que ver. Aquellos son
cargos internos de partidos, estructuras funcionales. El burukide es eso, pero algo más. Ni hace
falta decir «burukide del PNV», pues es una redundancia. Comparte el estigma del ungido, del
augur que guía al rebaño, una suerte de encarnación del espíritu del pueblo, cada burukide en su
parte alícuota, claro está. Cómo será, que ni siquiera el vocablo mahaikide —otra singularidad de
la tierra—, pese a sus implicaciones siniestras, produce tal temor reverencial ni sobrecoge tanto
el ánimo. En cierto sentido, burukide es lo más a que se puede llegar entre los vascos —casi
como lehendakari, que no deja de ser un gestor, bien que está adquiriendo pátina sacrosanta—.
En cierto sentido, los burukides son el Pueblo vasco.
No sabemos nada sobre el burukide, en realidad. Ahora están eligiendo burukides y apenas
sale una nota en el periódico. En tiempos no muy lejanos, casi ni eso. El burukide como tal y en
el ejercicio de su sacerdocio tiende a la opacidad. Nadie sabe muy bien a qué se dedican
los burukides, qué hacen en la vida, y sin embargo te señalan a uno por la calle y te dicen con
embeleso no exento de aprensión «ese es un burukide» y un escalofrío de respeto te recorre el
cuerpo.
No hacen falta más señas, es burukide y todos le mirarán con alguna devoción o directamente
con fervor. Le rodea un aura, un hálito de respetabilidad, es una especie de Don de la ideología,
un Padrino de los vascos. A primera vista los burukides parecen humanos normales, aunque es
difícil precisar si el burukide nace o se hace. Luego te das cuenta que tienen una seriedad
ancestral, una sonrisa profunda y triste y una mirada que se pierde en lontananza.
No es para menos. El burukide llega a la máxima jerarquía nacionalista y resulta su función
básica vigilar la doctrina, dirigir la comunidad, diseñar la estrategia y la política, controlar a los
cargos nacionalistas... pero no gobernar, sino quedarse con la miel en los labios, al margen del
gobierno al que orientan y marcan directrices, es un suponer. Esta labor doctrinal, de vigilar la
pureza ideológica y definir cada día la ortodoxia, justifica su circunspección tenaz y su carácter
sacral, como el de los druidas.

En 2009, el presidente del PNV de Vizcaya era Andoni Ortuzar; el del


Euskadi Buru Batzar, Iñigo Urkullu; y el fontanero mayor, Joseba
Aurrekoetxea. Redondo fue a Bilbao, hizo una propuesta, participó en un
briefing de la agencia de publicidad y dio su opinión. Hizo el contacto, pero
la cosa no fue a más. No cuajó, pero mantuvo una relación política y
personal que sería fundamental años después. Lo contaremos más adelante
en palabras del propio Joseba Aurrekoetxea. A la semana siguiente de la
reunión con el PNV, lo fichó el PP vasco.
Parece que Iván Redondo tampoco acabará con un contrato con el PNV
cuando finalice su etapa con el presidente Sánchez. «No estamos en eso de
contratar a un consultor político en el partido. Otra cosa son los
ayuntamientos o el propio Gobierno vasco. Ahí sí se buscan figuras de estas
características, que no hay muchas en el mercado, aunque cada vez pululan
más. Dentro del PNV no veo la necesidad. Aquí el partido marca la
diferencia, la estrategia y la dirección de campaña está aquí dentro. Iván ha
hecho de la política una profesión, y con su papel la está animando, pero
está por ver si se va a hacer de esto una oportunidad, si va a ayudar a la
política, si se va a hacer de la consultoría un valor. Lo tienen que demostrar.
Estamos en una fase que ha revolucionado las campañas, encaminando el
trabajo profesional al candidato», apunta Aurrekoetxea, que coincide con su
compañero en el Euskadi Buru Batzar Xabier Barandiarán: «El PNV no
hace fichajes, no es nuestro modo de funcionar, pero sí tenemos un sistema
relacional con quien tiene conocimiento sobre estas cosas. Lo hacemos y lo
seguiremos haciendo. Las organizaciones todavía tenemos mucho que
hacer, aprendiendo y siendo capaces de adaptarnos a las condiciones del
entorno. Los que escuchan poco, tienen poca capacidad de adaptación.
Hemos de escuchar y aprender, y esa es nuestra forma de hacer».
Iván acudió a una cita con el equipo de María San Gil, que todavía era la
presidenta del partido, para hablar de las elecciones de 2009 y aceptar el
encargo. Estaba presente Iñaki Oyarzábal. En la lógica empresarial, estaba
trabajando en varios proyectos para el PP y empieza a darle vueltas a la
estrategia. Sandra se había quedado sin trabajo y se marcha a Euskadi a
echar una mano y quedarse hasta que finalice la campaña.

UN PARTIDO EN CRISIS A LAS PUERTAS DE LA IRRELEVANCIA


Antes de llegar a este idílico escenario, las cosas se aceleraron: San Gil
rompió con Mariano Rajoy. «En mayo de 2008, en plena crisis política de
su partido tras perder las elecciones generales de marzo, fue designada
junto a Alicia Sánchez-Camacho y a José Manuel Soria miembro de la
comisión redactora de la ponencia política del XVI Congreso nacional del
PP, celebrado en junio de ese mismo año, pero decide abandonarla por
diferencias de criterio fundamentales con sus compañeros de redacción y
con Mariano Rajoy. El 21 de mayo, después de una reunión con el propio
Rajoy días atrás para tratar de solventar las discrepancias en torno al
contenido de la ponencia, haría público un comunicado en el que mostraría
su desconfianza en Rajoy y su dimisión como presidenta y como miembro
del grupo parlamentario del PP vasco. En septiembre de 2008 renunció
formalmente a su escaño en el Parlamento vasco», se puede leer en
Wikipedia.
Una muestra de lo enconado que estuvo la situación es lo que contó el
diputado en el Parlamento Vasco Leopoldo Barreda, que continuó con los
sucesores de San Gil, en el libro Memorias de Euskadi de María Antonia
Iglesias. Allí Barreda afirmó que María San Gil dijo públicamente que no
era «a nosotros» a quienes la gente quería, sino a ella, que era el referente
nacional, el referente moral, la que tenía los votos, a la que más querían de
España y a la que «querían» las cámaras. El PP exigió a su portavoz que
matizara lo dicho sobre San Gil, ante el malestar detectado, pero la política
no respondió a dichas afirmaciones, según recoge la enciclopedia digital.
Las convulsiones no cesaban. San Gil dimitió en mayo y el nuevo equipo
con Antonio Basagoiti, Iñaki Oyarzábal, Javier Maroto y Borja Sémper no
llegó hasta octubre. Antonio Basagoiti sabía que no tiene demasiado
tiempo: «Le pedí [a Iván] que me trajera ideas, no desde el posicionamiento
político, que lo teníamos claro, sino sobre cómo transmitir nuestro mensaje
porque queríamos salir de la irrelevancia. El escenario dibujaba que la
alternativa a Ibarretxe era el PSE. El que había sido años antes un polo
Ibarretxe-Mayor Oreja, era en aquel momento Ibarretxe-Patxi López». La
cita se produce a instancias de Oyarzábal.
Era la primera campaña de Iván más allá del ámbito municipal y lo tenía
todo en contra: un líder recién llegado, con escaso conocimiento ciudadano
fuera de Bilbao, un partido herido, desmoralizado, con unas encuestas que
invitaban más a salir corriendo que a plantar batalla y con pocos recursos.
«El PP vasco era un partido pequeño y con capacidad relativa. Nos encajó
todo incluso económicamente, porque algunas agencias cobraban unas
remuneraciones exorbitantes, con el agravante de que en Euskadi muchos
no querían trabajar con nosotros. Puso las ideas por delante y no los
honorarios», dice el que fuera su valedor, Iñaki Oyarzábal.
Despachaba con el líder, Antonio Basagoiti, pero su relación se centraba
en Iñaki Oyarzábal. «García Albiol le habló bien de Iván a Antonio y me
dijo que quería que lo conociera y que si encajaba haría la campaña. Me dio
la sensación de que tenía muchas ideas, pero también de que había que
ponerle filtros. Necesitábamos una persona como él, con ideas y empuje.
Me convenció de que el PP vasco tenía que cambiar el chip e introducir
elementos novedosos para proyectarlos en la sociedad vasca porque
estábamos abriendo una etapa distinta, de que teníamos que hacer cosas
novedosas y atractivas pensando en los jóvenes y en las redes sociales»,
recuerda Oyarzábal.
Y prosigue: «En el tema de redes estábamos a por uvas, literalmente.
Hacíamos las campañas con el método tradicional, con esos mítines que ya
no se comía nadie. No necesitábamos una agencia de publicidad al uso,
necesitábamos a alguien que aportara nuevos conceptos y frescura, un
comunicador, un estratega, un plan de acción. Daba la sensación de que
Iván quería comerse el mundo. Era una ametralladora de ideas que nos
hablaba de las redes sociales y nos proponía cambiar la forma de hacer
política para acercarnos a la sociedad y eliminar parte del rechazo que
teníamos. Y me convenció. Era el tipo que necesitábamos».
La pareja de baile Oyarzábal-Iván se puso manos a la obra. No tenía el
PP vasco mucho margen. El tiempo apremiaba e Iván estuvo dispuesto a
asumir el reto. Le convencieron las personas y el momento político. El PP
obtuvo trece diputados (las encuestas le otorgaban siete y ya se hablaba de
la Gürtel) y Patxi López fue elegido lehendakari. La estrategia que les
presentó funcionó. Iván era consciente de que el partido estaba deprimido y
cualquier cosa que se propusiese sería atacada sin piedad por las
inseguridades del momento. Acudió a la reunión con dos campañas.
Presentó la primera y los ataques se produjeron. Todos los dirigentes del
partido tomaron la palabra e Iván no habló hasta que acabó el último.
Cuando parecía que ya finalizaba la reunión, Redondo dijo: «Parece que
hemos terminado, pero la campaña que os he presentado no es la que quiero
hacer. Es esta». Y enseñó el boceto con la imagen de niño de Antonio
Basagoiti y el eslogan «Hola, soy Antonio Basagoiti y quiero ser
lehendakari», una imagen que simbolizaba a toda una generación que solo
había conocido Gobiernos nacionalistas. El apoyo fue unánime. Este relato
lo corrobora Borja Sémper, exdirigente de los populares vascos ahora
retirado de la política y dedicado a la actividad privada. «Nos presentó
varios bocetos y el mejor fue el último. Eso también fue estrategia», dice
sonriendo.
Otro dirigente del PP vasco, Iñaki Ortega, exdirector de la Deusto
Business School, estuvo en la presentación de los bocetos y quedó
entusiasmado. Se conocen desde que Iván estaba en la universidad: «Tenía
mucho interés por la política vasca y estaba muy involucrado». Se
reencontraron en la presentación de la campaña de los populares vascos en
Madrid. Ortega tenía muy buena relación con el nuevo equipo dirigente,
algo que Iván desconocía.
«Cuando estaba en el Gobierno municipal de Ruiz Gallardón me llamó
Iñaki Oyarzábal para que viera la campaña de Antonio Basagoiti y la
política pop. Fui a ver la presentación de los bocetos y me encontré con
Iván. Era una campaña maravillosa, bien pensada, un reflejo de Basagoiti,
de Iñaki, de quitarse los complejos y desprenderse de la imagen casposa del
PP vasco, muy vinculado a las grandes familias de la burguesía. Lo
consiguió. Llegaron a la gente joven e hicieron cosas novedosas y
divertidas. Hizo un buen tándem con Iñaki», dice Ortega. El Iván
observador detectó la proximidad de Ortega con sus nuevos clientes y «al
cabo de un par de días me llamó para que le contara mi relación. Desde
entonces no hemos perdido la nuestra».
La campaña distó de ser fácil. El PP vasco estaba muy referenciado en
los medios de comunicación en la línea de Jaime Mayor Oreja y su sucesora
María San Gil, con un mensaje casi único, monotema, el no a ETA.
Algunos de estos medios embestían con duras críticas: «Nos decían que nos
habíamos vendido al independentismo». Y Basagoiti estuvo sometido a
desgaste y escrutinio desde el primer día. Además, la imagen que transmitía
el PP vasco era clasicona, anquilosada, anticuada y algo rancia, lo que les
vedaba algunos territorios en los que se lo consideraba un partido hostil.
Tampoco llegaba a los jóvenes vascos, unos jóvenes que ahora dirigían el
partido. También unos jóvenes dirigían su campaña.
La fragmentación y el enfrentamiento interno ayudaban a construir este
relato en los medios. Para contrarrestarlo, se diseñó una campaña diferente
que rompiera con la imagen tradicional del partido y situara al candidato
más allá de los límites de su organización política, que le diera un valor
añadido, algo que Iván había aprendido dos años antes dirigiendo la
campaña de Xavier García Albiol. El mensaje fue el candidato, no el
partido. El mensaje fueron ideas, no ideología. «Éramos un partido triste,
derrotado, agotado emocionalmente. Iván nos dio un cambio de tercio, nos
dio la emoción y la ilusión», comenta Borja Sémper.
La versión de Basagoiti va en la misma línea: «Es verdad que ayudó al
PP a salir a la calle, porque eso sí que se lo pedimos, y acertó sacándonos
de la irrelevancia. Veníamos a la baja, no gobernábamos en España y el
terrorismo de ETA había perdido intensidad. Yo exageré un poco en las
formas. Era lo que había que hacer y la campaña iba en esa dirección. Mi
imagen de niño con el eslogan “quiero ser lehendakari” fue impactante. Era
lo que buscábamos. Tengo que decir que ese cartel, ese mensaje, fue una
idea de Iván. Nuestra posición era de centro derecha, liberal, foral y
constitucional, queríamos que nuestro voto fuera útil en un escenario
envenenado. Sobre eso le pedimos ideas, a ver qué se le ocurría», dice
sonriendo. Y se le ocurrieron cosas.

LLEGA LA POLÍTICA POP


«No tuve nunca la sensación de que nos marcase la política, eso era nuestra
responsabilidad. Iván solo planteaba las ideas. Nunca nos sentimos
amenazados. Hizo cosas muy efectistas, mediáticas, con repercusión y con
poco coste porque sabía que no teníamos dinero. De la noche a la mañana,
Antonio pasó a dar una imagen diferente y su presentación fue muy
creativa. Me encontré muy cómodo en el diseño de la campaña, incluidos
los mítines. Estaba convencido de que teníamos que hacer algo con las
formas para existir. No podíamos hacer lo de siempre. En política no hay
peor cosa que no existir», recuerda Oyarzábal con cierto tono de nostalgia.
No le fue fácil al dirigente popular que el partido asumiera las propuestas de
Iván.
«Hizo un planteamiento novedoso y lo aceptamos, pero muchas ideas
fueron rechazadas. Ahora nos dicen que los políticos hacen lo que les dice
el asesor. Eso es falso. El director estratégico debe plantear ideas, proponer,
siempre por exceso más que por defecto, y el líder debe decidir hasta dónde
quiere arriesgar. Si dices sí, la decisión es tuya, no del asesor. En Euskadi,
nosotros marcamos la línea política y las decisiones fueron nuestras. Él solo
marcaba cómo hacerlo», dice Oyarzábal. Sémper coincide: «Nosotros
siempre tomamos las decisiones. Iván estaba a nuestro lado, hacía
sugerencias, pero el protagonismo político era nuestro, de Antonio
Basagoiti, que era nuestro líder».
«En las tertulias se le pone a parir. Nunca he dejado pasar una cosa, que
se le acuse de ser el que impone las decisiones, de ser el culpable. No lo es,
porque decide Sánchez, como antes decidieron Basagoiti o Monago.
Tampoco es un amoral, no es un hombre sin escrúpulos. Eso no es cierto. Se
le presenta como un tipo que quiere romper España y eso es falso. Puedes
criticarle, pero tiene el Estado en la cabeza y, evidentemente, no quiere
romper nada. En este país, hay otros mucho más amorales», comenta
Carmelo Encinas, director de opinión de 20 minutos.
La imagen de la campaña se condensa en la imagen del niño Basagoiti
con el lema «quiero ser lehendakari» y un vídeo que presenta a un PP vasco
más amable y atractivo. Redondo y Oyarzábal contaron con una gran
ventaja, que Antonio Basagoiti se prestaba a la innovación. Tomó la
decisión de arriesgar e Iván arriesgó. Oyarzábal lo tiene claro: «Antonio era
menos pudoroso que yo, hacía lo que le pedía para que la campaña saliera
adelante. Casi lo convierte en un actor, pero el formato no lo era todo. Sabía
lo que queríamos contar y nos preparó sobre cómo contarlo, cómo
debíamos introducir el contenido político, porque una cosa es saber lo que
quieres decir y otra muy distinta la mejor manera de contarlo».
«Nos puso el micro en la cara, nos quitó el atril, íbamos con pinganillo
en la oreja, hablábamos sentados en una banqueta, utilizamos las incipientes
redes sociales, tuve que hacer vídeos cada dos días y pensé que estaba loco.
¡Que me voy a poner delante de un tipo que me va a grabar! Todo esto es
normal hoy, pero en 2008 no lo era. Modernizó el partido, lo que llamó la
política pop. En Madrid, la derecha mediática nos puso a caldo tildando la
campaña de frívola, sin principios ni valores, que era solo imagen, con ese
Iván que han contratado que da más importancia a la imagen y al marketing
que a la política. Eso decía nada más y nada menos que Federico Jiménez
Losantos.»
Iván no se amilanó. La política pop no solo fue criticada con hostilidad
manifiesta por los medios, sino que también se vio con recelo en algunos
sectores del partido. La marcha de San Gil había llevado al PP al precipicio
de los siete diputados, frente a los quince que tenía en el Parlamento de
Vitoria. Iván, consciente de la situación, dedicó muchas horas a preparar al
líder, elaborar discursos, construir mensajes, y poner sillas en los mítines y
hablar con los técnicos para solucionar problemas. Con uno de estos
técnicos se encontró años después en la sede del PSOE. Fue a saludarlo por
su nombre, Unai, y le preguntó por su padre, que en Euskadi había sido su
interlocutor en la empresa Laser, la que hizo la campaña del PP vasco.
Ante las críticas, decidieron explicar la política pop. Se introdujeron en
las redes con vídeos en YouTube, foros abiertos de debate, mensajes que
acercaran a los jóvenes a la política. «Sacó al PP a la calle. Hasta fueron por
las televisiones locales. Estaban encerrados y la campaña abrió puertas y
ventanas. Tenía que situar al PP en medio de una situación política
polarizada entre el PNV y los socialistas, y lo consiguió», afirma Nicolás
Redondo Terreros, líder del PSE durante años, que vivió esos momentos
desde el burladero. Siguió la campaña de cerca por su amistad con Antonio
Basagoiti, «que tenía muy claro qué hacer tras las elecciones. Es una de las
mejores personas que he conocido en política. No me sorprendió nada que
le tendiera un puente de plata a Patxi López».
La política pop dio la vuelta como un calcetín a la forma de hacer de los
populares vascos. Introdujeron la música y la cultura en la política. Leyeron
poesías en los mítines y contrataron grupos musicales. Oyarzábal apoyaba
la idea, pero sabía de la contestación interna, al igual que Basagoiti:
«Teníamos que llegar a ámbitos a los que no estábamos acostumbrados.
Muchos nos decían “¿qué broma es esta?”. Estaban en otra onda, en la
tradicional, en la que los mítines son para que te suelten el rollo. Iván nos
dijo que había que ser atrevidos porque teníamos a la militancia muy tocada
y por eso se confeccionaron mítines diferentes, divertidos, cercanos,
huyendo de las chapas. Cambiamos porque se debía superar la falta de
movilización y en Euskadi había un problema añadido, que mucha gente no
quería que se la identificara con el PP».
Jokin Aperribay define así aquella campaña: «La recuerdo muy bien
porque las personas de mi edad hemos vivido la política en Euskadi con
intensidad. Logró que el PP conectara con la sociedad del siglo XXI y no con
la del XIX, porque Iván es un hombre del siglo XXI». Antonio Garamendi es
contundente: «La campaña nos sorprendió a todos. La voy a definir con una
palabra que hoy está muy de moda y fue acuñada por Iván: disruptiva. Fue
profundamente disruptiva y logró abrir el País Vasco a la alternancia».
«El vasco ha sido siempre muy tradicional: religioso, fueros, ritos,
apegado a las costumbres. Hay una base sociológica carlista que fue incluso
franquista. Este sustrato es el PP, que no ha sabido recuperar su esencia
fuerista porque se ha involucrado en el nacionalismo español, presionado
durante años por el terrorismo. Iván volvió a los orígenes, al PP vasquista.
Vino a decir que la lengua, la identidad, las costumbres y la cultura son de
todos, que otros los utilicen de manera ilícita, matando a gente, no quiere
decir que no sean patrimonio común de todos», reflexiona Jesús Mari
Gabirondo.
Iván aplicó una de sus máximas: «No ver que pasen cosas, sino hacer
que las cosas pasen». Y en los mítines empezaron a ocurrir cosas, cosas que
además entretuvieron y atrajeron a la gente. Las encuestas los dejaban en la
cuneta, pero fueron decisivos en las votaciones y el PP le dio la
Lehendakaritza a Patxi López. El nuevo PP, el que miraba al futuro, liberal
y conciliador, ganó la batalla al rencor, al que miraba siempre al pasado.
Iván fue valiente y el PP de Basagoiti también. «Aurrera begira. Mirando al
futuro» fue el lema de la campaña. Curiosamente, el mismo que utilizó el
PNV en la campaña de las generales en 2016: «Euskadi mira al futuro».
Joseba Aurrekoetxea se sorprende cuando le planteó la cuestión: «¡Vaya, no
lo sabía! Ya sabes que en la campaña buscas eslóganes y al final juegas con
grupos de palabras. Es fácil que coincidan. Nosotros siempre hemos
trabajado mucho la palabra Euskadi, que es un valor en sí misma, porque
Euskadi mira al futuro. Los eslóganes se repiten porque vivimos en una
competición imposible».

LA MÚSICA COMO LEITMOTIV


El bloque estrella de la política pop lo marcó la música. La puesta de largo
en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián fue ya en sí misma todo un
reto, porque las campañas se iniciaban siempre en Vizcaya. Basagoiti era de
Bilbao, pero optó por Donostia. De teloneros actuaron Pignoise, un grupo
de pop punk que había saltado a la fama en 2005 cuando su canción «Nada
que perder» fue elegida como sintonía de la serie Los hombres de Paco y
por haber sido los encargados de componer y cantar la canción oficial de la
Selección Española de Fútbol en la Eurocopa 2008, «Pasar de cuartos».
Las canciones de Pignoise se convirtieron en una premonición. El PP
vasco no tenía nada que perder tras su travesía del desierto y sus nuevos
líderes querían pasar de cuartos. El broche de oro a este cúmulo de
analogías lo puso la canción que interpretaron en el mitin de presentación
del candidato Basagoiti: «Sube a mi cohete». «Cuando me lo propuso, no
sabía ni quiénes eran. Voy a quedar como un inculto, pero no los conocía,
aunque tenían su público. Iván siempre decía que había que poner música
que gustara a personas más allá del partido, pero a la gente le costó tragar,
tuvimos problemas con muchos dirigentes y me tocó hacer una labor de
zapa. Y aquí es donde contamos con la ventaja de Antonio, que siempre
decía “para adelante”. Iván siempre buscaba al grupo, al artista, y los
buscaba con canciones que dijeran en el título o en la letra algo que
quisiésemos contar», apunta Iñaki Oyarzábal.
Además de innovar en las formas, la política pop también fue una nueva
forma de comunicar, de transmitir el mensaje. La campaña estaba ligada a
la imagen de un joven Basagoiti, a un partido desacomplejado, que hablaba
de libertad y de ETA, pero no solo de libertad y de ETA, sino también de
paro, economía, protección social, ecología... Pretendía romper el techo de
cristal y conseguir un papel decisivo y decisorio en la política de Euskadi.
Las encuestas no lo ponían fácil. En una campaña totalmente polarizada
entre el PNV y el PSE, los siete diputados que les otorgaban eran
insuficientes. Con un candidato nuevo, sin comparación con la conocida
María San Gil, y un partido triste, las expectativas eran escasas. Para hacer
frente a este escenario, el candidato se convirtió en el mensaje cabalgando a
lomos de la política pop, un leitmotiv en el que pop se interpretó como
«Populares», aunque la idea original transitaba por otros lares. Desde el PP
vasco nunca desmintieron la confusión. Iván Redondo, tampoco.
La idea de incluir la música tenía una razón de ser. La política pop nació
para atraer a la política a los jóvenes, que no tenían ningún interés en asistir
a actos ni en escuchar discursos. El interrogante a despejar era ligar una
cosa con otra, juventud y política. «¿Qué escuchan los jóvenes?», se
preguntaba Iván Redondo, y acudió en busca de consejo a la que se
convertiría en su «asesora particular» en las elecciones vascas, a su
hermana pequeña, Lourdes, una fan de la música y de la década de los
ochenta. «No viví esa época y quizá por este motivo, influida por mis
hermanos, se convirtió en mi pasión y mi obsesión. Lo leía todo sobre
música, cine [aquí el gran culpable es el virus que le inoculó Manu],
literatura, y le sugerí a mi hermano posibles grupos de actualidad», comenta
Lourdes.
«¿Qué escuchan los jóvenes? ¿No hay cuatro o cinco grupos por ahí de
esos que se oyen ahora?», leyó Lourdes en un correo de Iván. «Me convertí
en público objetivo», sonríe. Le propuso a Pignoise, Vera, Pitingo, «y todos
acabaron tocando en los actos tanto en Donostia como en Bilbao. Era como
su Wikipedia musical.» También le gustan las series. No en vano, Lourdes
era fan de Los hombres de Paco.
Iván, que conocía a algunos de estos grupos, asumió las propuestas-
apuestas de Lourdes, que acabaron dando fuerza a los mítines de Basagoiti.
La prensa de la época asoció este nuevo modelo con la comunicación
política estadounidense. «No fue así —puntualiza Lourdes—. Fue todo más
sencillo, fue una idea que surgió de querer acercar la política a los jóvenes y
divertirse en los mítines. A mí personalmente me sirvió para entender más
el contexto político que estábamos viviendo. Era la primera vez que iba a
un mitin.» Lourdes Redondo siguió los pasos de su hermano en la
Universidad de Deusto, donde cursó Humanidades-Comunicación. «Conocí
a algunos de los dirigentes del PP vasco. Eso sí, procuraba escaquearme de
las presentaciones y los saludos al final de los actos para que no me
identificaran. Recuerdo la época con mucho cariño: yo era joven y él tenía
mucha paciencia con mis preguntas y mis dudas. A pesar de estar siempre
trabajando y centrado, sacaba tiempo para explicarme las cosas con
tranquilidad, le gustaba hacerme partícipe. Siempre me trató como adulta y
ayudó a fomentar mi autoestima con su apoyo constante, creyendo en mí.
Yo ya tenía claro por entonces que llegaría a donde se propusiera.» Se sigue
escaqueando de las presentaciones. Algún profesor que ha conocido a los
dos hermanos lo explica así: «Son trabajadores y discretos. Muy
trabajadores y muy discretos». Lourdes define la filosofía de su hermano
con dos frases: «El trabajo habla por sí solo» y «No digas más de lo
necesario».
Con la «exclusiva asesora personal», pone en marcha una campaña para
meter al PP en el partido, jugar, convertirlo en decisivo y llevarse un trofeo.
«Siempre aprovecha el mínimo resquicio cuando plantea una campaña. Sale
siempre a jugar el partido», explica su mujer, Sandra Rudy, en su rol de
consultora política. Muchos medios afirmaban categóricamente que «no
tenían nada que hacer», medios que, al mismo tiempo, criticaban los modos
y las maneras del candidato Basagoiti. Había que romper el tablero.
Se rompió con la presentación del candidato, con la política pop,
hablando de la crisis económica, del paro, del bienestar social, de
infraestructuras, de ausencia de libertades, de la libertad, también de ETA, y
del idioma. Se rompió en el fondo y las formas. Antonio Basagoiti fue uno
de los primeros en no usar un atril, en rodearse de gente joven, en ponerse
un micrófono de diadema, acompañado siempre por la música, y los mítines
se convirtieron en fiestas en las que la gente aplaudía a rabiar, incluido
Javier Maroto, miembro de la dirección popular y hoy muy crítico con la
labor de Redondo. Mariano Rajoy acudió con asiduidad, más de la que
hubieran querido los nuevos dirigentes del PP de Euskadi. Música y un
nuevo estilo, algo que empezó en Badalona, continuó en Euskadi, siguió en
Extremadura y llegó al PSOE en 2017, y a Illa en las catalanas y a
Gabilondo en las madrileñas en 2021.
Los mensajes para abrir un nuevo espacio se sucedían, mensajes y gestos
bajo el paraguas del lema «Aurrera begira. Mirando al futuro», una
campaña bilingüe en cartelería y folletos, notas de prensa, página web y
actos de la candidatura. Se incorporó la ikurriña, se reivindicó el euskera,
marginado en el partido con la llegada de Mayor Oreja y María San Gil, y
se participó por primera vez en debates en euskera en la televisión.
«Defendemos el castellano y el euskera, sin imposiciones», era el mantra
que se repetía aquellos días para superar algunas reticencias y, lo más
importante, para no dejar la exclusividad al PNV. El chip cambia cuando se
plantea que «el idioma y la bandera son de todos los vascos», algo lógico
por la procedencia de Iván. Carlos Iturgaiz fue el primer candidato del PP
que habló en euskera. La política pop estaba personalizada en Arantxa
Quiroga, Antonio Basagoiti, Iñaki Oyarzábal, Javier Maroto, Borja Sémper,
Javier de Andrés, una nueva generación para un partido clásico que salía a
la luz desde sus propias catacumbas.
En esa lista no figuraba un joven Santiago Abascal, que no repitió su
escaño en 2009. «Viví de cerca sus enfrentamientos a cara de perro con
Basagoiti. Abascal e Iván nunca se entendieron y, por primera vez, no supo
ver un potencial político en Santi. No supo verlo Iván, pero tampoco el PP
vasco», dice el periodista Javier Negre. Abascal abandonó el partido en
2013. «No sé si se conocieron, no tengo datos. No conocí al presidente
hasta 2019. Solo te digo que ha conseguido que alguien como yo, una
persona de toga negra, a la que le asustaba la vida política porque la veía
como un área de luchas cainitas, sin meritocracia, en la que solo crecía el
más servil, diera un paso adelante con lo peyorativo que es en mi profesión
de abogada del Estado. Ha sido el único que lo ha conseguido y le bastaron
veinte minutos. Tiene una fuerza innata, vi en él a un líder y acepté. Si Iván
ha hecho lo que ha hecho con Pedro Sánchez, y no le quito mérito porque
ha superado todos los inconvenientes, imagínate con Abascal. Creo que no
lo hubiera dejado escapar, aunque también creo que no lo hubiera aceptado
en su equipo», afirma Macarena Olona, portavoz de VOX en el Congreso.
Iván Redondo y Santiago Abascal solo coincidieron dos días en Euskadi.
No supo ver su potencial, pero tampoco lo vieron en su partido, ni siquiera
Javier Negre. Casi coincidieron más en Madrid, ya que la sede de VOX
estaba en el barrio en el que vivía Redondo. La primera vez fue en la
presentación de un vídeo muy cañero que jamás se utilizó. Hasta a Santi,
como le llamaban en aquellos tiempos, le pareció fuerte. La segunda vez
fue en la Junta Directiva del PP vasco. Abascal se enfrentó a un Rajoy que
estaba muerto y resucitó tras las elecciones gallegas y vascas. Ganó en
Galicia y echó al PNV. Era un momento idílico para todos, menos para
Abascal, que se opuso a que el PP cediera el Gobierno vasco al Partido
Socialista. Ha sido imposible contrastar con Santiago Abascal esta versión
de los hechos, explicada por el PP vasco. Desde el gabinete de prensa de
VOX se declinó participar en este libro. Excepto por esta anécdota, la
campaña tuvo un efecto balsámico, de reconciliación en el seno del partido.
El efecto de la política pop, con mensajes sencillos y un relato vasquista
centrado en los problemas de la gente y la bandera de la libertad, cuajó.
Hasta los más reacios empezaron a estar a gusto incluso antes de las
votaciones. Un dirigente de este sector dijo: «No soy mucho de política
pop, pero si política pop es de populares, contad conmigo». En quince días,
el sector más contemporáneo, la nueva dirección, y el sector tradicional, el
más clásico, aunaron fuerzas.

LA HORA DE LA VERDAD
Los populares vascos fueron decisivos y sus trece diputados, determinantes
para investir lehendakari a Patxi López sin necesitar el voto de Gorka
Manero, de UPyD. La decisión la tomó Antonio Basagoiti la misma noche
electoral: «Logramos trece diputados y fuimos decisivos. Iván no tuvo
ningún papel en esta decisión. La tomó el partido y la respaldó Mariano
Rajoy».
Basagoiti decide apoyar «gratis» a Patxi López. «Fuimos decisivos para
echar a Ibarretxe, para sacar al nacionalismo del Gobierno, demostrar que
era posible la alternancia y que, en España, el PP y el PSOE pactaran. La
noche electoral fue tremenda. Antonio llamó a Patxi cuando sacamos el
escaño número trece. Le dijo: “Te vamos a dar el apoyo, sumamos”. Patxi
se puso remolón. Le argumentó que no hay cultura de que gobierne el
partido que no ha sacado la mayoría. No era como Antonio, no quería ser
lehendakari. Quería ser vicelehendakari y se resistió un poco. Ante las
reticencias de Patxi, le comunicó que iba a anunciar en la rueda de prensa
su apoyo sin contrapartidas, porque no podíamos perder la oportunidad.
Antonio bajó a la rueda de prensa y puso los trece escaños del PP a
disposición de Patxi López», resume Oyarzábal. Redondo no estuvo de
acuerdo porque pensaba que era un error. Solo se lo dijo a Oyarzábal.
Defendió la opción de entrar en el Gobierno con el PSE.
Al joven consultor de veintisiete años no le hicieron caso en estos temas
de nivel, pero otra cosa es que no dijera lo que pensaba. Creyó que para el
PP era mejor opción entrar en el Gobierno, incluso con el PNV pidiendo
que Ibarretxe diera un paso atrás, y sin duda con Patxi López, porque entrar
en el ejecutivo consolidaba al PP vasquista, le habría institucionalizado y
fortalecido con la gestión. Nunca se tomó en consideración esta visión y se
interpretó el Gobierno en minoría de los socialistas como, de facto, un
Gobierno de coalición. Hubiera sido importante visualizar a Basagoiti como
vicelehendakari y compartir el poder real con el PSE, pero se optó por la
oposición, asumiendo el desgaste del Gobierno como si se participara en él.
Iñaki Azkuna, el alcalde de Bilbao por excelencia, tenía como principal
oponente a Basagoiti. Siempre decía que «Antonio tiene que ser ministro»,
porque le veía madera. Algunos piensan que si Basagoiti hubiera optado al
puesto de vicelehendakari, le habría puesto muy cuesta arriba a Azkuna
ganar las municipales. Esta épica, según el relato del PP, es desmontada
desde el Partido Nacionalista Vasco: «Aquello estaba muy acuñado, muy
trabajado desde el Estado. La situación de 2009 empieza a gestarse en 2001,
con la Ley de Partidos Políticos. El PSE tuvo cinco parlamentarios menos,
pero el cambio ya estaba interiorizado por el propio Estado, lo contrario de
lo que pasó con Txiki Benegas y Ardanza unos años antes», sentencia
Joseba Aurrekoetxea. Basagoiti y su nueva dirección dieron el paso,
llevaron a la presidencia del Parlamento a Arantxa Quiroga e hicieron
realidad el cambio en Euskadi al aupar a Patxi López a la Lehendakaritza.
«Tengo que decirte que aquel Iván no es el de ahora. En aquellos años
era un viejo prematuro y un friki de la política, un tipo raro, que te recitaba
las campañas estadounidenses, un tipo pálido al que no le daba la luz del
sol. Dedicaba mucho tiempo a estudiar campañas, anuncios, estrategias.
Una rara avis a la que nadie esperaba y se minusvaloró, excepto Iñaki
Oyarzábal. Muchos lo veían como un iluminado y, de hecho, los siguientes
movimientos de Iván se interpretaron en esa línea. ¿Cómo es que se va a
Extremadura? ¿A Mérida? Eso es una bomberada. ¿Qué hace uno de San
Sebastián en Mérida? Todo esto refleja esa superioridad moral de los
vascos, que pensamos que somos mejores y que del Ebro para abajo no hay
nada», afirma Iñaki Ortega.
«Me hubiese gustado que Iván trabajara con nosotros. Fue una pena no
ficharle en 2015 o 2016. Jorge Moragas se lo curró mucho, pero Iván es
compatible con una agencia de publicidad. Son cosas diferentes. Contar con
él hubiera sido cojonudo», interpreta todavía Oyarzábal. Tras las
autonómicas, continúa trabajando con el PP vasco hasta las municipales de
2011, donde puso en marcha la campaña «Quédate conmigo», que se tocaba
con orquesta en los mítines. Uno de los candidatos que se encontró muy a
gusto fue Javier Maroto, hoy un gran crítico de Iván Redondo. Al contrario
de lo que pueda parecer, Maroto y Redondo no han roto puentes. Se siguen
viendo con discreción. La última vez fue en un almuerzo en casa de Iñaki
Oyarzábal el día de la Constitución de 2020. En el encuentro, Iván les dijo
que el PSC iba a ganar las elecciones en Cataluña y que VOX entraría con
fuerza en el Parlament, haciéndole sorpasso al PP. Maroto respondió con
sonoras carcajadas. Oyarzábal le envió el 14 de febrero de 2021 un SMS a
Iván recordándole el episodio. En el PP no se habían enterado, no quisieron
enterarse, y tampoco quisieron oírle.
Basagoiti encargó a Redondo y Asociados otros trabajos más, trabajos
puntuales relacionados con la Fundación de Estudios Vascos, vinculada al
PP. Iván conoció durante la campaña a Borja Sémper. Sintonizaron y
trabaron amistad, y la relación se intensificó. Sin embargo, Iván, como buen
tímido, mantuvo un secreto. Lanzaba indirectas que sorprendían a Sémper,
que se preguntaba cómo sabía ciertas cosas de su juventud, incluso de su
infancia, aunque no le dio mayor importancia. No supo el porqué hasta
tiempo después. En una fiesta en el Joy Eslava de Madrid organizada por El
Mundo, Borja saludó con efusión a una amiga de la infancia, Sandra Rudy.
Habían sido amigos y vecinos desde niños. Su sorpresa aumentó al
enterarse de que aquella amiga del barrio era la pareja de Iván Redondo.
Cuando se constituye el Parlamento vasco y Patxi López es elegido
lehendakari, Sandra e Iván deciden tomarse unos días de descanso y hacen
su primer gran viaje. Destino: Estados Unidos. Visitan Nueva York, Boston
y Washington. Todavía era primavera, con temperaturas más bien
fresquitas. El hotel de Nueva York no era para tirar cohetes, un hotel
«rancio», en palabras de Sandra. Un comentario sobre el Milford en internet
lo define así: «Un hotel sin atractivo ni encanto. Ofrece pocas prestaciones,
aunque sí un alojamiento limpio y una buena ubicación en el corazón de
Manhattan». La pasión política de Iván le llevó de cabeza a las librerías.
Pasaron muchas horas en las inmensas librerías neoyorquinas , tantas que
en una ocasión Sandra se quedó dormida en un cómodo sillón mientras lo
esperaba. Compraron muchos libros y una maleta para poder traerlos a
España: treinta y dos, incluidos los libros usados a un dólar de Top Books,
junto con todo tipo de merchandising político que todavía conservan en el
despacho en Madrid de R&A COMUNICACIÓN, la empresa sucesora de
Redondo y Asociados. Hasta entonces Iván había viajado poco: un viaje en
Semana Santa a Sevilla y otro a Madrid para participar en la Liga de
Debates Universitarios, sin contar sus idas y venidas a Navarra para ver a la
familia, y fuera de España, además de Francia por proximidad, una vez a
Londres.
La nueva empresa se estaba consolidando. Tenía como activos el éxito
de García Albiol y de Antonio Basagoiti, pero necesitaba prestigio para
darse a conocer. En 2010 presentaron la campaña de Euskadi a los premios
de la Asociación Americana de Consultores Políticos, los PollieAwards, los
«óscar» de la comunicación política. Se presentaron en 2010, 2011 y 2012 y
en las tres ediciones lograron premios. Los PollieAwards exigen que en
cada convocatoria se presente un trabajo del año anterior, por lo que en
2010 presentaron la campaña de Basagoiti, que realizaron en 2009.
Obtuvieron un oro por un anuncio en el que unos niños iban desgranando el
programa del candidato. El último de los niños decía «quiero ser
lehendakari», centrando la pelota al candidato que remataba: «Lo más
importante es el futuro de nuestros hijos, debemos ocuparnos del empleo,
de la libertad y de las libertades. Soy Antonio Basagoiti y también quiero
ser lehendakari». Concluía con una voz en off que decía: «Vuelve a creer en
la política. Aurrera begira. Mirando al futuro».
El vídeo no lo realizó una productora. De la narración y el guion se
encargó Iván Redondo. La grabación, el sonido y el montaje corrieron a
cargo de Enrique Simancas: «Simplemente nos entendemos y nos
compaginamos. Tiene una idea y sé cómo contarla, las imágenes que quiere
y cómo las quiere. Con estas premisas, hacíamos buena calidad y sufrimos
juntos las zancadillas que nos iban poniendo en el mundo de los asesores
del PP». Simancas todavía se acuerda del mal rato que pasaron en Madrid
mientras esperaban a que, a veinticuatro horas del inicio de la campaña en
Euskadi, Jorge Moragas les diera el visto bueno. «Nuestro hueso era
Moragas. Estábamos esperando el OK desde primera hora de la mañana. Lo
teníamos todo preparado para lanzarla, pero nos tuvo de plantón hasta el
mediodía. Estaban cagados porque lo de Basagoiti de niño les ponía
nerviosos», recuerda.
El vídeo lo ideó Iván con el apoyo entusiasta de Oyarzábal. «Me llama y
me cuenta la idea, una idea para ya, no para dentro de un mes. Me habla de
niños, de una casa. Le digo que eso es imposible, que si aparecen críos se
necesita una autorización de la Comunidad de Madrid, varias licencias, y
eso comporta un mínimo de diez días. La respuesta fue taxativa: “No
tenemos tiempo” —cuenta Enrique Simancas, entusiasmado mientras
explica cómo se pergeñó el vídeo, improvisando—. Pensé en mi familia,
con niños para aburrir, y nos pusimos manos a la obra. Alquilamos la casa
de un amigo y les dimos fiesta en el colegio. Estaban encantados. Mi hijo,
un sobrino e hijos de amigos fueron los protagonistas en Villanueva de la
Cañada.» Esto sucedía en el terreno práctico, pero Simancas también tiene
otra explicación más teórica, si se quiere: «El equipo lo formábamos cuatro,
Iván, un servidor, un ayudante y un técnico de sonido. No necesitábamos
más. Si tienes el mensaje, todo fluye. La técnica añade un buen plano y un
buen sonido. Tanto a Iván como a mí nos gustaba la película Tucker, un
hombre y su sueño, que explicaba que lo importante era la idea, que la
técnica se construye sobre la marcha. Con la idea y la técnica ganó los
premios PollieAwards de comunicación política. No había detrás ni una
productora, ni un equipo de producción. Por eso podíamos poner un precio
competitivo. Iván es superhonesto, nunca me ha hecho jugadas feas y
siempre va de cara».
La aventura en la casa de la sierra madrileña salió bien. A partir de este
momento, Enrique colaboró con la empresa en cursos de formación, vídeos
y otras actividades, y se convirtió en amigo de la pareja. Unos años más
tarde, el 1 de abril de 2017, hizo el vídeo de su boda. En los Pollie
estadounidenses obtuvieron otro premio: un bronce por el cartel de la
campaña en el que Basagoiti de niño aparecía al lado de un «quiero ser
lehendakari».
Los premios, que se entregaron en Phoenix, causaron furor en Redondo
y Asociados. Se presentaron gracias a la ayuda de Alfredo Franco, que les
ayudó a traducir las propuestas al inglés. Alfredo, compañero de Sandra,
también estaba sin trabajo tras dejar Ulled y meses más tarde se incorporó a
Redondo y Asociados. Para celebrarlo hicieron una nota de prensa, porque
la empresa se convirtió en la primera consultora española que recibía esta
distinción por una campaña estrictamente española. Algunas consultoras ya
habían obtenido estos galardones en años anteriores, pero por campañas
realizadas fuera de nuestras fronteras, sobre todo en América Latina.
Alfredo sigue trabajando con Iván en la Moncloa.
«Para nosotros fue lo más», recuerda Sandra, aunque siempre hay un
pájaro de mal agüero. Un periodista se puso en contacto con ellos para
comentarles que le había «llamado una persona del sector afirmando que
sois unos farsantes, que es falso que hayáis ganado estos premios». La
primera reacción fue de sorpresa e incredulidad, hasta que conocieron el
nombre del autor de las llamadas a los medios. Los premios fueron una
realidad y volvieron a ganar con la campaña de Extremadura. Repitieron
triunfo en 2011 y 2012, con tres premios en cada convocatoria. En 2012
consiguieron dos con la campaña de José Antonio Monago, a la mejor cuña
de radio y al mejor anuncio de televisión. Hubo un tercer premio, un Pollie
de oro en la categoría de Asuntos Públicos de ámbito internacional, por el
audiovisual «Memoria, compromiso y libertad», un vídeo de homenaje a las
víctimas de ETA realizado para un acto que organizó la Fundación Popular
de Estudios Vascos y presidió Mariano Rajoy en el Palacio Euskalduna de
Bilbao. Los ocho galardones siguen hoy ocupando un lugar especial en las
oficinas de la empresa.
Algunos en el sector no ven bien los premios Pollie, los «óscar» de la
comunicación política. Luis Arroyo, que dirigió al primer Sánchez que
llegó a Ferraz tras imponerse en las primarias a Eduardo Madina y José
Antonio Pérez Tapias, los menosprecia: «Todo el que se presenta obtiene un
premio. Por eso no me he presentado nunca». Arroyo fue el jefe del
gabinete de Miguel Barroso en su etapa de secretario de Estado de
Comunicación y asesoró a Carme Chacón desde su llegada al Ministerio de
Vivienda hasta la campaña de las primarias abiertas de 2014 que acabó con
su retirada. De esa campaña nonata no guarda un buen recuerdo. En su
despacho de la calle Zorrilla, con vistas en primerísimo primer plano al
Congreso de los Diputados, duermen el sueño de los justos en un altillo
decenas de camisetas con el lema «El cambio empieza por nosotros». Lo
que pudo ser y no fue para una dirigente socialista con fuerza y
convicciones, a la que la muerte nos arrebató muy temprano.
Las camisetas, como la campaña, no vieron la luz. «Carmen no tenía que
haberse retirado. Al hacerlo, dejó abierto a Sánchez el camino hasta la
Secretaría General. Lo estuve asesorando durante dos años con una
estrategia basada en corrupción cero, de ahí la contundencia en el caso de
las tarjetas black; en calle, calle, calle, con el objetivo de darlo a conocer y,
a partir de enero de 2016, fortaleciendo la imagen presidencial.»
Desde entonces, Iván Redondo ha vuelto a Euskadi de vacaciones para
ver a la familia y a los amigos. Alguna vez, también para trabajar. En una
ocasión asistió a una reunión en Sabin Etxea invitado por Joseba
Aurrekoetxea. En esa reunión estaba el lehendakari Iñigo Urkullu. Querían
repasar los datos de las encuestas e Iván les dijo que estaba hecho, que el
PNV volvería a ganar. No era una relación comercial, simplemente querían
la opinión de un experto en el que tenían confianza, lo que demuestra un
tipo de relación que en Madrid no se «pilla». Las relaciones no siempre son
monetizadas, son relaciones personales de un partido con un asesor que no
es un político. Es más, un asesor que es un rival. Me van a permitir que lo
diga: en el PNV son muy profesionales, hablan con quien tienen que hablar
para luego saber qué teclas tocar en momentos complejos. Son hábiles.
La segunda vez fue al Círculo de Empresarios Vascos, cuando ya
ocupaba su puesto en la Moncloa. Lo presentó el presidente de Iberdrola,
José Ignacio Sánchez Galán: «Lo recuerdo muy bien, fue en la Torre
Iberdrola poco después del verano de 2019. Su intervención generó muchos
comentarios entre los asistentes por su brillantez, claridad y transparencia.
Pasamos revista a la situación política, social y económica, como es
habitual con todos los ponentes, y no reparó en contestar a todas las
preguntas de los asistentes de una manera muy precisa. No le voy a revelar
nada de la reunión porque estos encuentros están envueltos en la discreción.
Sí le puedo decir que no se calló nada, dijo las cosas como las pensaba. Fue
directo y transparente. Y un detalle: se sabía jugando en casa».
Iñaki Ortega lo sabe bien. Vinculado al empresariado desde la Deusto
Business School, se lamenta de que el PP lo dejara escapar: «Hay que
entender por qué el PP no ha aprovechado a Iván. Eran otros tiempos. Por
entonces era todo un personaje. Es un tipo muy especial, muy introspectivo,
estudioso, reflexivo, muy joven para la generación que mandaba en el PP de
Madrid y un outsider. Moragas es diplomático, Rajoy registrador de la
propiedad y él era un chico joven con una carrera incipiente en provincias y
con Basagoiti, que era un enfant terrible. Con Monago, que se presentaba
como la izquierda del PP, el barón rojo. Se le menospreciaba y
minusvaloraba porque no estaba en el radar. No es un tipo que haya
demostrado nada, no es un señor de las grandes familias, no venía
recomendado por nadie. ¿Recomendado por García Albiol, Basagoiti y
Monago? ¿Quiénes son esos? En el PP decían que estaban en otro nivel.
Iván enamora a Albiol, Basagoiti y a Monago porque les va mal. Enamora a
Sánchez porque le va mal. Todos se agarran al clavo ardiendo que
representa Iván porque no tienen nada que perder, porque no tienen nada.
¿Quién era Sánchez en ese momento? Un perdedor. Monago se presentaba
en un lugar en el que no se podía ganar nunca. Basagoiti estaba en el peor
sitio para hacer política y Albiol ni te cuento. Si Sánchez hubiera sido
presidente del Gobierno, nunca lo hubiera contratado. Se encontraron en el
momento adecuado. Iván se apuntó con los perdedores, con los que nadie
quería estar. No tenían otra cosa». Así empezó la historia con el PP, que le
dio la oportunidad, y acabó con el PSOE por casualidad.
Iván siempre ha jugado el partido con candidatos que tenían la pátina de
perdedores o se lo parecían a la gran mayoría. Fueron sus «misiones
imposibles» particulares, siempre jugando el partido, siempre con un
equipo, como aquel ya lejano de críos de su barrio. Aceptó entrenarles y
enseñarles a jugar al fútbol, y acabaron ganando trofeos. Nadie creía en
ellos, como nadie creía en Albiol, Basagoiti, Monago, Sánchez e Illa.
Asume sus retos porque «es una persona noble, de palabra, que cumple lo
que dice. Como decimos en el País Vasco, euskaldunhitza, “palabra de
vasco”», afirma Rosa Díez Urrestarazu, la profesora que le puso una
matrícula.
7

MINUTO 93

EMPIEZA EL BAILE
García Albiol se colocó en buena posición en 2007 y se propuso conquistar
la alcaldía en 2011, por lo que mantuvo su relación con la consultora
Redondo y Asociados. Los populares vascos también le renovaron su
confianza. En las elecciones municipales y autonómicas de 2011 se preveía
un gran movimiento en el tablero, ya que el PSOE estaba en horas bajas,
agobiado por una crisis económica cuyas recetas impactaron negativamente
en su electorado. Los comicios municipales y autonómicos se prometían
como una suerte de primarias de las generales de 2011.
Tres personas se pusieron en contacto con Iván Redondo en esas fechas:
un senador extremeño, José Antonio Monago; un joven dirigente socialista
de Madrid, Borja Cabezón, que se presentaba como cabeza de lista en su
pueblo, Majadahonda, un feudo tradicional del Partido Popular en la
Comunidad; y otro joven y desconocido dirigente de Coalición Canaria,
Pablo Rodríguez Valido, que se presentaría en Telde, en la isla de Gran
Canaria.
«Nos conocimos a través de un amigo común, conectamos, tuve buenas
sensaciones y, con el tiempo, le contraté para la campaña en Majadahonda.
Tomé la decisión en un momento difícil, sobre todo en mi ciudad. Todos
teníamos en la retina el 10 de mayo de 2010 y mi municipio no es
precisamente un lugar donde se prodigue el votante socialista. Esta
dificultad nos unió mucho y, además, era mi primera campaña electoral. La
hicimos con mucha ilusión y por amistad. De hecho, nuestro lema fue
“Recupera la ilusión”», recuerda Borja Cabezón. Tuvieron sintonía desde el
primer momento por su forma de entender la política, por su pasión por la
misma y por conexión generacional. Presentarse a esas elecciones fue un
reto sobrehumano si se tiene en cuenta que el PSOE estaba en caída libre y
que Majadahonda es terreno comanche para los socialistas. El panorama era
sombrío, quería intentarlo y pagó los honorarios de la campaña de su
bolsillo.
Felipe González participó en el mitin central. «Fue una campaña muy
profesional, meticulosa, cuidada hasta el más mínimo detalle. Aprendí
mucho y me sirvió cuando coordiné la campaña de Ángel Gabilondo en
2019. Me gustó su conocimiento, la neutralidad con la que analiza las cosas
y la facilidad que tiene para encontrar espacios donde a priori no los hay.
Había que tener valor para presentarse en Majadahonda, trabajó con pasión
y los resultados fueron más que aceptables en un momento en el que al
PSOE se le caía todo», dice Cabezón. Los populares lograron catorce
concejales y revalidaron la mayoría absoluta. El PSOE quedó segundo con
cuatro, pero resistió al empuje de UPyD e Izquierda Unida. No fue un gran
resultado, pero se libró de desaparecer cuando lo tenía todo en contra.
«Detecté que era un profesional como la copa de un pino. Además, da
tranquilidad, explica qué tipo de proyecto tienes que construir, qué
conocimiento debes tener de la población y qué campaña has de hacer.
Realiza el trabajo independientemente del color político que tengas»,
señala. Borja Cabezón tiene claro que no existía un conflicto de intereses.
Redondo trabajó desde la independencia ideológica, además de con el
PSOE en Majadahonda, con Coalición Canaria en Gran Canaria, con el PP
en Badalona, en Euskadi y en las autonómicas de Extremadura. Ninguno de
estos casos colisiona porque sus efectos se circunscriben a sus territorios.
Lo que no se podría es asesorar al PP en Extremadura y al mismo tiempo al
PSOE en Don Benito. El territorio es lo que marca la incompatibilidad.
Borja Cabezón desconocía la existencia del tercer candidato (no decir
más de lo estrictamente necesario) que se había puesto en manos del
consultor Redondo. No pertenecía ni al PP ni al PSOE y estaba de acuerdo
con el axioma de que «el territorio marca la incompatibilidad». Era Pablo
Rodríguez Valido, por entonces líder de las juventudes de Coalición Canaria
en la isla de Gran Canaria: «Nos conocimos en Madrid en 2009 a través de
un amigo común que había hecho un curso con Iván. Conectamos y me
fascinó su capacidad de persuasión». Dos años más tarde, Pablo no tenía
ningún cargo público y solo era el líder de las juventudes de Coalición
Canaria. Sus compañeros le propusieron ser el candidato en Telde, un
municipio de cien mil habitantes. El nacionalismo canario se había dividido
en una convulsa escisión, todas lo son, y todos los cargos electos y casi todo
el partido al completo en Gran Canaria se integraron en Nueva Canarias.
«No teníamos representación en Telde, Nueva Canarias ostentaba la alcaldía
y ocupaba un espacio central. La misión era casi imposible. En 2007
presentamos a un candidato que había sido alcalde y no obtuvimos ni un
regidor. A mí ni siquiera se me conocía y la marca en la isla no estaba en su
mejor momento. Nada sumaba», recuerda Pablo. Por eso le pidió a su
amigo Redondo que le echara una mano.
Siempre que se le pregunta, Iván dice que más que trabajar con
Coalición Canaria, trabajó con Pablo, con quien tuvo una gran conexión, y
el escenario endiablado hizo el resto. Sonríe cuando se le recuerda este
momento: «Hicimos un gran trabajo de equipo y te digo honestamente que
no fue un negocio ni para Iván ni para su agencia. Lo hizo por
convencimiento y por amistad». Coalición Canaria se hizo fuerte en
Tenerife y necesitaba un golpe de efecto para recuperarse en Gran Canaria.
Además del escenario y la amistad, le pareció un reto interesante que en las
islas las campañas sean mucho más americanas, una misión imposible más.
Pablo Rodríguez Valido obtuvo dos regidores, los suficientes para ser
decisivo. Fue vicealcalde en coalición con el PP y gobernó, dejando fuera al
histórico alcalde de Nueva Canarias, Paco Santiago.
«Su trayectoria es de retos imposibles. De haber estado graduándose
como comunicador político, lo de Telde sería un trabajo de final de grado.
Innovamos mucho, hicimos cosas que nadie había hecho y polarizamos con
Nueva Canarias para darme a conocer. Entramos en el consistorio y fuimos
la llave», apunta Rodríguez Valido. Además de la campaña, Iván diseñó el
camino del futuro político más inmediato de Pablo. En 2016, el presidente
Fernando Clavijo lo nombró vicepresidente del Gobierno. Hasta ahí llegó la
fuerza que logró en Telde. El primer consejo que le dio Iván fue que dejara
las juventudes, porque nadie vota al líder de las juventudes. Logró sus
objetivos.
Lo recuerda como si fuera ayer. Ambos lo habían mantenido en secreto
o, más bien, en la discreción: «Es cierto que no era conocido. Nunca lo
habíamos contado y serás el primero que lo hagas. Vino mucho a Canarias y
ahora, desde que está con Pedro Sánchez, me dicen: “Oye, ¿ese no es tu
amigo?”. Me ha hecho mucha ilusión que se sepa que trabajamos juntos.
Tuve ese privilegio. Ahora se dicen verdaderas barbaridades».
«No tenía ningún tipo de experiencia. Era joven y fue todo un reto. Los
eslóganes son efímeros y casi no me acuerdo de los de ninguna campaña de
las que me he presentado. De esa, sí: “Aire nuevo”. Y años después la gente
me seguía asociando con ese lema por mi forma de hacer política. El resto
de formaciones me decían que estaba haciendo una campaña para el futuro.
Vio que Telde solo era un paso, vio mi carrera al completo. Mucho no se
equivocó. He sido vicepresidente del Gobierno, sigo como diputado y
Coalición Canaria ostenta la alcaldía de Telde. La comunicación política, la
pasión por la política, fue nuestro punto de conexión. “Aire nuevo” caló
muchísimo porque había una demanda de renovación. En aquel tiempo se
hablaba mucho de renovación, de regeneración, de gobierno abierto y
términos que hoy son muy habituales pero entonces no lo eran. Iván aportó
esta innovación.»
En esa época se produjo un cuarto contacto que quedó en nada. El PP
nacional le volvió a cerrar las puertas. No era la primera vez. Lo hizo en
2007 en Badalona, miró para otro lado en 2008 y en Génova desconfiaron
en 2009 durante la campaña vasca. Sus éxitos en Euskadi y Cataluña
propiciaron que algunos dirigentes populares insistieran en que el partido lo
fichara para la campaña de Mariano Rajoy. Ante la insistencia, en 2011 se
produce un encuentro con la mano derecha de Rajoy en San Juan de Luz.
Jorge Moragas iba acompañado de una persona de su máxima confianza,
Alfonso de Senillosa, más tarde director de Seguridad Nacional. Iván llegó
a la población vasco francesa acompañado de su suegro, que le llevó en
coche desde Euskadi. El encuentro fue amable, pero no se logró un acuerdo.
Redondo puso como condición sine qua non tener relación directa con
Mariano Rajoy y Moragas no lo aceptó. Quería despachar directamente con
Redondo y no tenía intención de dejar que le «puentearan», según él
entendía la cuestión. Debía pensar que ya tenía bastante puenteo con la
presencia de Pedro Arriola. Moragas ha declinado participar en este libro.

EL PP PIERDE SU OPORTUNIDAD
Más tarde, en 2015, no es que lo rechazaran, es que le cerraron la puerta de
un portazo. «Hay un rumor insistente que me cuentan algunas personas, que
el PP rechazó a Iván sin tener una figura similar. Sigue sin tenerla porque
Miguel Ángel Rodríguez no es el del PP, es de Ayuso. Casado necesita otra
cosa. Para ganar puede esperar el hundimiento de la izquierda o el
hundimiento de VOX, y no parece que vaya a pasar ninguna de las dos
cosas. No ganará nunca si hace un discurso que legitime a VOX. En la
moción de Abascal se desmarcó de la ultraderecha, pero en su día a día
repite el discurso de que estamos ante una dictadura como en Venezuela o
Cuba. Si dices esto y te lo crees, la respuesta es VOX, no el PP, excepto en
Madrid, y más tras la convocatoria electoral. El PP no ha encontrado a
nadie con la finura suficiente. Rajoy tenía a Arriola, que sabía que no podría
gobernar si tenía el mismo discurso que Esperanza Aguirre. Si quieres
gobernar con los no independentistas catalanes o vascos, no puedes hacer
ese discurso. Rajoy lo entendió; Casado, no», apunta Nacho Escolar.
«Lo calificaban de vendehúmos y no era bien recibido en Génova —
recuerda Javier Negre, quien añade—: Visto lo visto, el PP perdió su gran
oportunidad. Si el PP no le hubiera cerrado las puertas, hubiera cambiado la
historia, porque Pedro Sánchez no sería lo que es sin Iván Redondo.
Hubiera sido imposible.» Estas opiniones de Nacho Escolar y Javier Negre
no difieren mucho de la realidad. Iván volvió a Madrid antes de las
generales de 2016 y de las catalanas de 2015. En ese momento, Javier
Negre publicó un artículo en El Mundo: «El hombre que creó a Xavier
García Albiol, el “gigante” de Rajoy para Cataluña», que decía en el último
párrafo: «Cumplido un ciclo, el donostiarra ha rechazado su propuesta [de
Monago] de acompañarle en la oposición. Ahora tiene pensado desconectar
del ámbito político. Tiene dos ofertas, una de ellas de una de las empresas
más punteras del Ibex 35. Sin embargo, una llamada de Albiol le podría
trastocar sus planes. “Él no quiere ser su asesor durante la campaña. Sabe
que es un marrón y que es muy difícil conseguir algo en solo dos meses,
pero si le llama ahí estará”, cuenta un allegado a Redondo. Los contactos ya
se han iniciado».
Javier Negre siempre ha tenido buena información del PP y Redondo
leyó su artículo atentamente. Se cumplió lo que decía. Xavier García Albiol
le llamó y le pidió que le llevara la campaña. La respuesta fue negativa. Le
explicó que presentarse en Cataluña era un error porque su ámbito era local
o nacional, no autonómico. La conversación se produjo por amistad y
porque Iván quiso serle sincero. Las autonómicas no eran el partido de
Xavier. Los datos así lo demuestran. En 2015 ganó las municipales en
Badalona y no tuvo la vara de mando porque toda la oposición se unió tras
el candidato del PSC. Se presentó a las autonómicas de 2015 sin ser el
presidente del partido, con una presidenta que no quería asumir el reto y
dimitió buscando acomodo en la Asamblea de Madrid, y con el partido en
plena crisis. Tras el fiasco, García Albiol volvió a Badalona a jugar en su
liga y en 2019 volvió a ganar las elecciones. A Negre le pasaron la
información para presionar a Iván, para que aceptara llevar la campaña,
aunque en el mismo artículo se puede leer la respuesta: Iván no lo va a
hacer. Que no iba a salir bien no fue una previsión errada. El PP logró once
diputados en 2015 y solo cuatro en 2017. En 2021 casi desaparece del
hemiciclo con tres exiguos diputados. La noche de la derrota, García Albiol
le envió un SMS a su amigo Iván. Estaba tocado.
Hay que tener en cuenta otro elemento. Había ocurrido algo que
predispuso a Iván en contra del PP. Sucedió en la Moncloa cuando tuvo un
encuentro con el presidente Rajoy porque aspiraba a dar el salto a la política
nacional. Como cuenta unas páginas atrás un dirigente del PP, que prefiere
mantener su anonimato, su jefe de Gabinete, Jorge Moragas, ridiculizó su
trabajo delante del presidente e Iván lo consideró una falta de respeto «se
equivocaron».
Aquí acabó una historia que empezó en 2007, cuando el PP le dio una
oportunidad. Le ocurrieron muchas calamidades tras la derrota de
Extremadura y acabó con el presidente Sánchez. Una etapa de locos, de
personas, de momentos, donde hay que saber ganar, saber perder y saber
parar. Quedó muy quemado tras la derrota de 2015 en Mérida y se tomó un
respiro, pero este duró poco.
«Siempre supe que estaba trabajando para el PP. Los partidos políticos
ya no son tal y como los entendíamos en los años ochenta porque la política
evoluciona y muchos van a acabar siendo plataformas electorales al estilo
de la de Macron. Ahora más que ideologías son ideas, alternativas para la
sociedad. El PSOE es socialdemócrata y lo tiene en su ADN, pero los
candidatos modulan su mensaje en función del momento social, del
momento en el que viven. No tiene nada que ver la sociedad de Pedro
Sánchez con la de Felipe González, pero el PSOE siempre ha tenido la
habilidad de detectar por dónde iba la sociedad española y qué hacer para
conectar con ella. Iván Redondo tiene la capacidad de detectar la situación y
lo hace triturando datos. Olfato, talento y trabajo, mucho trabajo: no tiene
suficientes horas el día», señala Borja Cabezón.
«Es un hombre de personas más que de partidos, más de ideas que de
ideología. Estoy absolutamente convencido. Es el momento de los
profesionales que trabajan desde la equidistancia, con capacidad de análisis
y visión de las jugadas más allá de la inmediatez. Iván siempre va un paso
por delante en el tablero político. Tiene una obsesión sana con todo esto, lo
estudia todo desde primera hora de la mañana y tiene una capacidad de
trabajo brutal. Sabe qué fichas mover y qué fichas se van a mover. Nunca
me impuso una propuesta ni tampoco lo pretendía. Ve los diferentes
escenarios, todos, para que cuando tomes la decisión lo hagas con
conocimiento. Es el político el que tiene que tomar la decisión porque es el
que pone la ideología; Iván pone la profesionalidad. Es un camino que no
tiene vuelta atrás —apunta Pablo Rodríguez Valido, quien en la
conversación destaca el apoyo que siempre tuvo de una persona de
Coalición Canaria, la diputada Ana Oramas—. Siempre me ha apoyado
muchísimo. Es un animal político.» No seré yo quien le lleve la contraria.
Oramas no deja a nadie indiferente cada vez que interviene en el hemiciclo.
Es vehemente y razonable, centra el debate en la política y, en los tiempos
que corren, eso es muy de agradecer.
«Lo contrataría sin pensar. Vistos sus resultados, sería un buen fichaje.
Le han creado un personaje que, conociendo su humildad, es falso. No creo
que le guste que se diga que es el que preside los Consejos de Ministros y lo
he leído. Nunca me sentí amenazado por Iván cuando trabajamos juntos y
eso que era un principiante. Creo en el liderazgo colectivo y en el trabajo en
equipo, con decisiones compartidas. Por eso también Iván jamás me impuso
ninguna decisión. Te podía convencer, eso seguro. Y un detalle: nunca me
presentó una opción, te presenta varias alternativas para que elijas aquella
con la que te sientas más cómodo», concluye Pablo.
Borja, por su parte, argumenta que «es el oscuro objeto de deseo de los
de fuera y también de los de dentro, aunque todos saben que el que toma las
decisiones es Pedro. También las tomaba yo cuando trabajé con él. Le
atacan porque entienden que su trabajo es positivo para el presidente y
porque define una nueva concepción, un proyecto nuevo para España. Nos
guste o no, más allá de Iván, e incluso del presidente, en España se está
gestando un nuevo mapa político. Es lo que pasa siempre. Cuando alguien
destaca quieres que esté en tu equipo. Y cuando no está, lo quemas en la
hoguera, porque todos quieren tener un Iván».
Durante la crisis del PSOE, Borja Cabezón acabó en la gestora. Se
reunieron en un sinfín de ocasiones para analizar la situación política y el
hervidero en que se había convertido el partido: «No me dio detalles de su
relación con Pedro, solo me comentó que hablaban a menudo. Cuando ganó
Pedro, volví a mi actividad privada. A finales del verano de 2017 me llamó
y quedamos para tomar unos vinos en Pintor Rosales. Empezó a hablar en
un lenguaje críptico. Recuerdo que me dijo que teníamos que hablar
detenidamente, que la gente con vocación política no podía abandonar... Yo
no entendía nada. ¡Cómo me decía todo eso cuando yo estaba en la gestora
y Pedro había arrasado! Esa misma noche me enteré de que se había hecho
oficial que el secretario general del PSOE lo había fichado para su equipo.
Le mandé un mensaje. Se rio y me dijo sin inmutarse que por eso quería
verme. Pero en la cita no soltó prenda». No fue la última vez que Iván
vaciló a Borja.
LA AVENTURA DE EXTREMADURA
José Antonio Monago lo conoció en el Senado. El joven consultor de
veintinueve años trabajaba con el Grupo Popular en la Cámara Alta y una
persona del Departamento de Comunicación del PP los puso en contacto
porque el senador extremeño buscaba ayuda profesional para su campaña
de las autonómicas. Nadie creía en su proyecto. El PP se había conformado
con ser el segundón en el feudo histórico del PSOE. La primera toma de
contacto se produce en Madrid, en los alrededores del Senado. Ambos
sintonizan y, al cabo de unos días, se vuelven a encontrar. Esta vez Monago
acude acompañado de dos personas de su máxima confianza, Cristina
Teniente y Fernando Manzano. Se cierra el acuerdo.
El expresidente de la Junta rememora aquellos días: «La vida son
casualidades y cruces de caminos. Me eligieron presidente del PP de
Extremadura en 2008 y no tenía ninguna intención de serlo porque teníamos
prevista la transición en la alcaldía de Badajoz, pero las discrepancias en el
seno del partido me llevaron a presentar mi candidatura. Un año antes de las
elecciones hice una reflexión: necesitaba una persona de apoyo para
cambiar la inercia del partido. Quería a alguien para conectar mejor con la
sociedad y le encargué a Luis Alfonso [Hernández Carrón], que luego fue
consejero de Sanidad, que indagara y lo buscara. Me planteó dos o tres
propuestas y me dijo que una era un chaval que había trabajado con
Basagoiti y con García Albiol, pero que era muy joven. Contacté con él y
quedamos en un bar de Madrid para tomar una cerveza. Me cautivó. Lo
primero que me dijo fue: “¿Tú piensas ganar las elecciones, quieres ganar
las elecciones, crees que las puedes ganar?”. Me quedé helado. “Pues claro
que pienso que las puedo ganar. He dejado mi carrera en Badajoz y me
embarco en una historia. ¡Como para no ganar!”, le dije. Me pareció una
impertinencia».
El grupo empieza a prepararse para el asalto al omnipresente poder de
los socialistas extremeños, que se presentaban con el presidente de la Junta
al frente, Guillermo Fernández Vara. En la calle Génova «no daban un duro
por Monago», lo que favoreció la autonomía de los populares extremeños, y
de Iván, en la preparación de la estrategia, la definición del mensaje y la
planificación de los objetivos.
Primer objetivo: cambiar la imagen del Partido Popular extremeño, muy
vinculado a «los señoritos», y doblegar el clientelismo instalado tras años
de gobierno socialista en una comunidad con la mayor tasa de funcionarios
por habitante de España. Los obstáculos eran infinitos. «Teníamos
posibilidades de ganar y creíamos en la victoria, pero la gente, no, e incluso
algunos compañeros se reían. Cuando me eligieron presidente del partido,
fui a Madrid y Ana Mato me lo dejó claro: “No vais a ganar nada”. “Vaya,
pues muchas gracias”, le contesté. La noche electoral me llamó Mariano
Rajoy: “Bueno, José Antonio, felicidades, pero ya sabes que esto no va a
ser posible, yo no lo veo”. Daba por hecho que Izquierda Unida votaría al
PSOE. No lo hizo y lo nuestro salió. Teníamos fe, pero solo Iván y yo, y
tres más y el del tambor», dice Monago, quien casi acierta en el número. El
núcleo duro fueron José Antonio Monago, Cristina Teniente, Luis Alfonso
Hernández Carrón, Juan Parejo y Fernando Manzano, el club de los cinco.
El origen del club de los cinco hay que buscarlo en la infancia de Iván, que
leyó los libros de la colección y trasladó su espíritu a su trabajo porque,
para hacer política, no hace falta mucha gente. Los Cinco (The Famous
Five) es una colección de libros de éxito de Enid Blyton en los que dos
chicas, dos chicos y un perro investigan diferentes casos en los que
converge el misterio y la aventura.
Segundo objetivo: cartografiar la comunidad extremeña y definir los
veinte municipios en los que había que ganar u obtener un buen resultado.
El efecto arrastre llevaría al PP a ganar las elecciones. ¿Cómo hacerlo?
Ofreciendo a la sociedad extremeña un cambio, un cambio político que
aportara un cambio social.
Tercer objetivo: socavar el apoyo que ostentaban los socialistas
definiendo los colectivos sobre los que incidir, como los parados de larga
duración, mayores de cincuenta y cinco años que llevan mucho tiempo en el
paro; los jóvenes, obligados a irse de la comunidad para trabajar; y las
mujeres, que en Extremadura sufren una discriminación adicional.
Cuarto objetivo: una vez definida la estrategia, identificados los
mensajes, cartografiada la geografía y estudiadas las reivindicaciones de los
colectivos, preparar la campaña desempolvando ideas de la reciente
campaña vasca con un relato distinto al tradicional de los populares. Se
trataba de pasar de Carlos Soriano, exlíder del PP en la Comunidad, a José
Antonio Monago, de lo viejo a lo nuevo, de dejar de ser la casta de la mano
de un candidato hecho a sí mismo, nacido en una familia humilde y de
profesión bombero, que en sus ratos libres realizó los estudios de Derecho,
un hombre que sabe de lo que habla.
Quinto objetivo: fijar el mensaje. Lo primero es el empleo; hay razones
para cambiar; Monago, presidente.
Monago no solo ganó las elecciones, sino que remontó 15 puntos, la
mayor remontada de la historia en unas elecciones autonómicas, y se quedó
a 5.000 votos de la mayoría absoluta, a un diputado. Era la primera vez que
el PP ganaba en Extremadura. En Génova seguían sin apostar por él porque,
como Rajoy, daban por hecho un pacto entre los socialistas e Izquierda
Unida, lo que les arrebataría a última hora la presidencia. No confiaban en
una solución alternativa al pacto de las izquierdas. Sin embargo, Iván
Redondo se empecinó en jugar el partido hasta el final, en aprovechar ese
minuto 93 para dar la vuelta a una situación que parecía irreversible. Ya
había previsto y estudiado la fórmula que se debía utilizar para convencer al
líder de Izquierda Unida, Pedro Escobar: se trabajó en un acuerdo de bases
para el cambio, un documento que se gestó un domingo en el que parecía
que todo estaba perdido. Iván insistió en que había que tomar la iniciativa y
el domingo siguiente Monago ya era presidente.
EL ÚLTIMO MINUTO
El cambio en las formas de gobernar, el cambio de Gobierno para cambiar
la sociedad: el concepto de cambio se repitió hasta la saciedad durante la
contienda electoral y se convirtió en un ansiado pase de gol, logrado en el
último minuto del partido aprovechando las malas relaciones entre
comunistas y socialistas, que se habían enquistado tras años de predominio
del PSOE.
Izquierda Unida se abstuvo y Monago fue elegido el primer presidente
del PP de la democracia en Extremadura; Cristina Teniente fue nombrada
primera vicepresidenta de la Junta; y Fernando Manzano, presidente de la
Asamblea. Monago fue el primer presidente en no ser investido en la plaza
del Rastro, sino en el incomparable escenario del Museo de Arte Romano
de Mérida. Sin embargo, ese día el diario Hoy de Badajoz no habló de
Monago y publicó en la primera página una foto de Fernández Vara
tomándose unas cañas en Mérida. Todo un presagio de lo que iba a ocurrir.
Todo el mundo apunta a que la clave de lo que sucedió fue Pedro
Escobar. No van errados, pero no aciertan del todo. Pedro Escobar y José
Antonio Monago mantenían, y mantienen, una relación especial.
Coincidieron durante años en el Ayuntamiento de Badajoz. Sin embargo, un
hombre clave fue Alejandro Nogales. En 1995, el PSOE de Rodríguez
Ibarra ganó las elecciones, aunque perdió la mayoría absoluta. Ibarra
gobernó en minoría, dando la presidencia del Parlamento a Izquierda Unida.
A mitad de legislatura, se rompió la baraja y el PSOE consiguió mayoría
absoluta con los diputados de Nueva Izquierda, que rompieron con
Izquierda Unida. Fue todo un golpe en lo político y en lo personal que
Nogales, diputado en esa época, tenía muy grabado.
En la legislatura de 2011, además de Escobar y Nogales, también fue
elegido diputado Víctor Casco. La dirección de IU convocó una consulta
para decidir qué decisión tomar en la investidura del presidente. Nogales
rompió el pacto de silencio de la dirección y pidió respeto por la lista del PP
en la Asamblea de Villafranca de los Barros. De los 47 posibles votantes, 46
votaron por la abstención. Se abrió el melón. El voto de Alejandro Nogales
fue clave, porque si Escobar y Casco hubieran votado a Vara, Nogales no lo
iba a hacer. Con su posición empezó la oportunidad de cambio de Monago.
Nogales demostró que no olvidaba lo sucedido años antes cuando el PSOE
engulló a IU. No quería que se repitiera.
El líder de Izquierda Unida, Pedro Escobar, ha retomado su trabajo de
profesor y da clases a presos de español, alfabetización y consolidación de
conocimientos para obtener el graduado escolar en el Centro Penitenciario
de Badajoz. No está en primera línea y reconoce que no es asiduo de las
asambleas del partido, aunque sigue acudiendo, sobre todo para decir lo que
piensa. Es un apasionado de la política y se acuerda perfectamente de lo que
ocurrió: «En 2011, Izquierda Unida volvió a la Asamblea, en la que había
estado ausente en los últimos cuatro años. No pude celebrarlo porque ganó
el PP. Vara pagó el descontento por la actuación del gobierno de Zapatero.
Sacamos tres diputados, justo lo que desequilibraba la balanza y podía dar
la presidencia al PSOE. Nunca disfruté de la situación porque ya veía la que
se nos venía encima. Si apoyábamos al PSOE lo debíamos apoyar siempre,
porque el PP era el primer partido. Era un cheque para cuatro años».
Y añade Escobar: «La abstención nos permitía mantener cierta distancia.
Tengo que reconocer que había cierto rencor en la gente de IU, que no
olvidaba lo que pasó en 1997. Pactamos con ellos y nos utilizaron. El PSOE
es el Pragmatismo Socialista Obrero Español. Además, teníamos muy cerca
el ejemplo de Andalucía, donde el PSOE ha utilizado históricamente a
Izquierda Unida. Eran su muleta para todo y este trabajo nunca tuvo réditos
electorales. En Extremadura, la militancia de Izquierda Unida estaba
cansada. El PSOE era omnipresente y no nos dejaba trabajar bien en los
pueblos, donde los socialistas tenían un dominio mayor. La gente
equiparaba al PSOE con los caciques.
»El debate fue intenso, con asambleas a cara de perro. Recuerdo lo que
me dijo un viejo militante: “Si el PSOE se ha ‘cagao’, que se limpie él.
Nosotros no lo limpiamos. Nosotros a lo nuestro”. Casi un aplastante 80 %
dijo que no apoyáramos al PSOE y, por supuesto, que no votáramos a
Monago. Jamás se planteó votar a favor. Si el resultado hubiera sido al
revés, si el PSOE hubiera ganado, jamás habríamos dado el poder al PP.
Cuando se conoció la decisión, la presión aumentó. Vino Cayo Lara a
Mérida y la Asamblea fue tensa. Le silbaron cuando dijo “vais a apoyar a
los que fusilaron a vuestros antepasados en la plaza de toros”. El ambiente
subió de tono. No convenció al Consejo Político Regional. La votación fue
de 26 a 19, con el apoyo del 80 % de la militancia. Nunca gobernamos con
Monago y nunca votamos a favor del PP. Monago ganó las elecciones y no
tuvo mayoría absoluta porque entramos nosotros en la Asamblea. Si no, la
habría tenido. Nuestro papel fue determinante para cambiar algunas cosas».
«IU estaba harta de trastadas históricas, del robo de diputados y de parte
de la cúpula en 1997. Tengo buena relación con Pedro desde el
Ayuntamiento de Badajoz porque nunca los menosprecié y eso que cabían
en un seiscientos —dice con guasa José Antonio Monago—. Tenemos
muchos puntos en común. Es muy amigo de mi hermano Manolo, que son
de la misma quinta. Lo traté siempre con mucho respeto. Se desquitaron
con el PSOE.»
Con esos resultados, el PSOE se movió rápido para salvar la Junta, pero
cometió un error. No reconoció la derrota, no felicitó al ganador y esa noche
ofreció consejerías con IU, lo que esta formación percibió como un acto de
prepotencia. Los socialistas no tuvieron en cuenta que el PP había
recuperado 15 puntos, se había quedado a cinco mil votos de la mayoría
absoluta e Izquierda Unida tenía memoria.
«Vara me dijo que teníamos que hablar y hablamos, pero nunca nos
ofreció consejerías en esas conversaciones. No sé si lo dijo en público, pero
en privado no lo hizo y me voy a la tumba con ello. Esa posibilidad jamás
existió. Nos quedamos a gusto dando un estacazo al PSOE, pero a lo mejor
nos equivocamos. Teníamos otra alternativa más inteligente, como forzar un
Gobierno de coalición. No lo hicimos porque estábamos muy divididos, con
una fuerte oposición interna. En las generales de ese 2011, meses después
de la abstención que llevó a Monago a la presidencia, los extremeños no
nos castigaron. Sacamos más votos que en las autonómicas de cinco meses
antes», remacha Pedro Escobar.
«En la derrota de 2015 influyeron muchos factores. La crisis económica
fue el principal. Tuvimos un pésimo resultado en las ciudades porque la
crisis golpeó con dureza a las clases medias urbanas. El PP lo aprovechó.
Personalmente, me dolió más la abstención de Izquierda Unida. Hablamos
en varias ocasiones, pero mientras yo hablaba con Pedro, los suyos
hablaban con el PP. Todo esto es ya el pleistoceno», contrapone el
presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara.
Mientras Izquierda Unida tomaba la decisión, Monago estaba con su
mujer y sus hijos en el norte de la comunidad. Estaba apesadumbrado. Tenía
la sensación de que Izquierda Unida no se abstendría. «Recibí una llamada
de Iván: “Vuelve inmediatamente, que eres el presidente electo” —recuerda
Monago, quien narra así las vicisitudes del momento—. Me llamó para que
volviera porque me había ido el fin de semana con la familia de camping.
Pedro recibía muchas presiones; la primera, la de Cayo Lara. Le dije a Iván:
“¿Cómo voy a bajar? ¡Si no tengo ropa para ir a Mérida, que estoy de
camping!”. Hablé con un amigo y me llevó ropa a un hotel a medio camino.
El día fue tremendo y empezó con una anécdota que no conocen sus
protagonistas. Estaba en la cafetería del camping, sin gafas, y me sonó el
móvil. Creí leer Carlos Cuesta y, como somos buenos amigos, me puse a
hablar a calzón quitado. Le expliqué cómo estaba la cosa: que la gente de
Izquierda Unida eran unos caballeros de los que quedan pocos; que Pedro,
Alejandro Nogales y Luis, un “pata negra” del PCE, estaban a favor de
abstenerse, pero la presión de una parte de su organización y de Cayo Lara
era brutal; que aquello no iba a salir, que era un desastre, que eran una
banda, que lo que estaba haciendo Cayo Lara, etc. Colgué el teléfono y
busqué las gafas. Me quedé helado: no había hablado con Carlos Cuesta,
sino con Carlos Cué. Tuve suerte, porque a las pocas horas se conoció el
resultado de la consulta a la militancia. Cué lo estaba viviendo en directo.
Los confundí, pero nunca se lo dije ni a Cuesta ni a Cué.»
Tras la victoria electoral, el PP empieza a mover sus piezas en un juego
coral entre el partido y el equipo directo de Monago. Se constituye el
Parlamento y el PP presenta el «Acuerdo de bases para el cambio», una
reedición del documento con el mismo título que le presentó Antonio
Basagoiti a Patxi López. Otros lo llamaron los diez mandamientos, por «el
tono eclesiástico que le encanta al PCE». El PP citó en su sede al PSOE
para pedirle la abstención. Sin embargo, citó antes a Izquierda Unida y se
tomó una foto del momento. Salió un comunicado que incluía dos palabras
que hicieron saltar las alarmas en el PSOE, que daba por hecho el acuerdo
PP-IU: interlocutor preferente. En Euskadi, el PP vasco fue el socio
preferente. Los socialistas cancelaron el encuentro.
El acuerdo estaba lejos de alcanzarse, pero la estrategia del PP de utilizar
un juego de espejos dio los resultados esperados. Con la foto, el PP tomaba
la iniciativa, descolocaba al PSOE y mostraba que tenía un proyecto para la
región. El acuerdo no se cerró hasta que finalizó la Asamblea de IU, el
domingo siguiente. Los populares de Monago estuvieron en posesión del
balón durante toda la semana, jugando al ataque, no al catenaccio, porque
eran un equipo sólido y cohesionado, y marcaron el gol en el minuto 93,
aunque nada fue improvisado.
Los objetivos electorales fueron tres: alcanzar la mayoría absoluta de 33
diputados, lo que implicaba obtener seis diputados más; aumentar en 20
puntos el conocimiento de José Antonio Monago, al que solo conocía el 72
% de los electores porque estaba demasiado vinculado a Badajoz («Era puro
Badajoz», la aldea gala en una comunidad de mayoría socialista), y lograr
las alcaldías de quince de las veinte ciudades más pobladas.
Como en toda partida de ajedrez, hay que averiguar los movimientos del
adversario y estudiar sus debilidades. La primera debilidad que se detectó
fue que el candidato socialista, Fernández Vara, el sucesor del presidente
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, tenía un déficit de liderazgo y de carisma en
la sociedad, no por falta de aptitudes, sino porque no resistía la
comparación con su predecesor y porque representaba, en segundo lugar, el
hartazgo de buena parte de la sociedad extremeña con la hegemonía del
PSOE.
Atendiendo a estas variables, se definieron las líneas maestras, una
especie de llaves de judo encadenadas para aprovechar los puntos fuertes
propios y los débiles del contrario. Así nació una nueva manera de hacer del
candidato, que tomó forma en la precampaña con «Te escuchamos» y, ya en
campaña, con «Razones para cambiar». Se dibujó un perfil cercano que
aportaba savia nueva a la política extremeña, el de un hombre normal que
sabe de lo que habla porque viene de donde viene. Se construye a un
Monago que es el sucesor natural de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, con una
campaña pensada para activar al votante extremeño, que busca el voto útil
con un tono y unas formas cargadas de emoción. Se fijó el mensaje del
cambio y se mostró a Monago como la evolución de un referente político
para una mayoría de extremeños: Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
También se cambiaron las formas de activar al electorado. Monago se
reunió durante meses con la sociedad civil, lo que le permitió construir
nuevos mensajes de nuevas maneras. Como Génova «pasaba» de
Extremadura, les dejaron hacer. Los folletos adquirieron la forma de un
bumerán (frente a la pasividad de Fernández Vara, la movilidad de
Monago), personalizados para que el ciudadano pudiera incluso escribir al
candidato sus propuestas o reivindicaciones. «Tú propones y tu propuesta
vuelve», decía el argumentario. El objetivo era lograr que la ciudadanía
viera en Monago una evolución, aire fresco, un cambio. Los colores del
partido dieron paso a los colores de la bandera extremeña (verde, blanco y
negro), que se unían en un corazón verde que envolvía el logo del Partido
Popular. La campaña televisiva rompió moldes. El locutor de los vídeos,
más tarde premiados en Estados Unidos, fue el propio José Antonio
Monago, que utilizó un lenguaje cercano e intimista para trasladar con una
fuerte carga emotiva la idea del cambio, una idea muy parecida a las ya
explotadas en Badalona y Euskadi, con sus matices, su adaptación a la
situación y, lo más importante, aprovechando los puntos fuertes del
candidato.
El partido, el PP, pasó a un segundo plano, haciendo buena la filosofía de
Redondo, que no es otra que «trabajar para las personas, no para los
partidos», algo que ha demostrado a lo largo de los años. Con todos los
candidatos que ha trabajado, la marca política no era un valor añadido, sino
un lastre que generaba rechazo en amplios segmentos de la población. De
ahí la importancia de creer en el candidato, de convertirlo en ese valor
añadido que se pierde por el sobrepeso de la «marca partido». Con Pedro
Sánchez pasó algo similar. Las siglas del PSOE eran una rémora. Podemos
apretaba por dar el sorpasso. La derecha ninguneaba al candidato y líder del
partido de la oposición para arrinconarlo en esa oposición, acentuando las
contradicciones internas, ya que en el PSOE siempre se encontrarán voces
discordantes. Jóvenes y mayores. Los medios de comunicación convirtieron
sus críticas en un deporte nacional, en el que zumbar al líder socialista era
un común denominador. Como resultado, el partido era rechazado de
entrada por amplias capas de la población.
Ese es el modus operandi de Iván Redondo. Cualquiera puede hacer una
campaña con una marca partido fuerte. El candidato apenas aporta nada
nuevo. Sin embargo, la campaña de un candidato que tiene una rémora de la
marca partido puede acabar triunfando con una condición previa: creer en el
candidato y que el candidato esté convencido. Otros expertos en materia de
comunicación no lo ven así. El predecesor de Redondo en el PSOE, Luis
Arroyo, considera que «Iván se ha vendido muy bien, vende un relato en el
que afirma que planifica varias estrategias para conseguir sus éxitos. A toro
pasado, todo se puede explicar. Iván lo que tiene es mucha suerte».
Enric Hernández, exdirector de El Periódico de Catalunya y de la
edición catalana de El País no da crédito a esta versión y explica una
anécdota de cuando se conocieron: «Me contó que concebía la política por
semanas. Esta semana va de esto y la tengo planificada desde el principio
hasta el final, viendo cada movimiento como si fuera una partida de ajedrez.
Tiene su mente cuadriculada por semanas, tiene esquemas mentales
articulados y orientados a una estrategia determinada, pensada, a la que le
da vueltas todo el día».
Tampoco está de acuerdo Verónica Fumanal: «Los partidos nunca llaman
a un consultor cuando están bien y menos aún si es disruptivo. Somos como
los médicos, te llaman cuando están en campaña o cuando tienen
problemas. Los consultores independientes siempre tenemos una
vinculación con el reto muy importante, porque nos gusta la superación.
Los comunicadores no somos la solución a todos los males ni el bálsamo de
Fierabrás. No hacemos milagros y no siempre sale todo bien. Hacemos un
trabajo profesional, con objetivos, un mensaje identificable, averiguamos
quiénes son los votantes, por qué canales se informan, entrenamos al líder,
creamos su perfil... En definitiva, estrategia».
Fumanal lo sabe bien. En las últimas elecciones catalanas llevó la
campaña del PDeCAT. No fue una campaña fácil y los neoconvergentes
estuvieron a punto de entrar en el Parlamento. No lo consiguieron, pero sus
76.000 votos permitieron que Junts per Catalunya no ganara ni en votos ni
en escaños a ERC. Su trabajo con el PDeCAT cambió el escenario político
el 14F, ya que habría sido muy diferente si Puigdemont hubiera vuelto a
ganar a ERC. Por primera vez, no lo consiguió.
LA ESPIRAL DEL SILENCIO
En todas estas campañas hay también otro cordón umbilical que las une: el
rechazo que genera el partido hace aumentar el voto oculto. La gente, el
ciudadano de a pie, no reconoce que vota a un partido porque «está mal
visto», condicionado por los mensajes que se lanzan a través de los medios
de comunicación. Estaba mal visto decir que se iba a votar al PP en
Badalona y, no digamos, en Euskadi, al igual que al PSOE en Majadahonda,
a Coalición Canaria en Telde o, en 2015, a Pedro Sánchez. En 2011, sucedía
lo mismo en Extremadura. No se reconocía el voto al PP.
La espiral del silencio, teorizada por la politóloga alemana Elisabeth
Noelle-Neumann, expone que las personas ocultan sus opiniones cuando
son minoritarias, o cuando creen que lo son, por miedo al rechazo social, a
las consecuencias. Nos apuntamos a la mayoría, a lo que interpretamos
como pensamiento mayoritario, que equiparamos con pensamiento único.
Esta interpretación viene mediatizada por los medios de comunicación, que
trasladan una forma de pensar que sitúa a unos en una posición frágil y a
otros en una posición fuerte. Según la autora alemana, tenemos intuición
para identificar esta dicotomía y nos sumamos a la mayoría en nuestro rol
social, no expresando públicamente lo que pensamos.
Para superar este miedo escénico, esta espiral del silencio, había que
normalizar a los candidatos. Se hizo con todos en todas las campañas,
también con Monago. Recorrió el territorio, escuchó y habló de todos los
temas de tú a tú, sacó los mítines a la calle (para romper esta espiral y para
insuflar ilusión a un partido que se había resignado a ser el segundón), sin
escenario, con micros de diadema y con la música haciendo acto de
presencia para aportar un aire nuevo.
Iván Redondo, encerrado en el Hotel Trip de Mérida con un calor
asfixiante aunque era primavera, empezó a pergeñar el vídeo en el que
concretar todos estos objetivos. Lo llamó, como no podía ser de otra
manera, «Espiral del silencio». En él, un Monago protagonista, intimista y
cercano apelaba directamente al votante, a su responsabilidad para dar
fuerza al cambio, y lo situaba en el centro de la campaña, quitándole, en
definitiva, el miedo y haciéndolo salir de la espiral del silencio. No había en
el vídeo ni una sola propuesta política, no se basaba en la retórica de
enumerar acciones de gobierno. Se apelaba a la emoción, a la voluntad de
gobernar, a la confianza en la persona, al cambio. Esta estrategia ya la
utilizó Barak Obama con su «Yes, We Can». Obama pronunció un discurso
que le llevó a la victoria sin hacer una sola propuesta, solo con un gran
objetivo emocional que cautivó a millones de estadounidenses. Monago
hizo lo mismo.
La campaña extremeña ganó dos premios Pollie. El propio Redondo
explicó su estrategia en una nota de prensa emitida por su firma el 4 de abril
de 2012: «En política hay que saber siempre qué puente hay que cruzar y
qué puente hay que quemar. Y una vez decidido el puente, había que
mantenerlo lo suficientemente ancho y fuerte como para que todos aquellos
que no nos conocían pudieran cruzarlo [...] acercar, desde una perspectiva
estratégica y profesional, a los políticos españoles a sus votantes. Y trabajar
para que nuestros políticos no olviden, ni ellos ni el sistema político en
general, que en política en primera instancia, no en última, todos estamos al
servicio de las ideas y de las personas».
Cree «en ideas más que en ideologías, en personas más que en partidos»,
como escribió en el texto al que puso voz Monago en el vídeo electoral, un
texto en el que aparecen frases que han sido un denominador común en el
trabajo profesional del consultor Redondo: «Dicen que somos esclavos de
nuestras palabras, pero dueños de nuestros silencios» y «En política, lo más
importante es lo que no se dice». La política de las emociones ganó las
elecciones extremeñas. Dos años antes, Basagoiti rompió en Euskadi el
techo de cristal del Partido Popular con aquel «quiero ser lehendakari» y
Albiol cogió el bastón de mando de la alcaldía de Badalona. Años más
tarde, esa política de las emociones llevó a Pedro Sánchez a la presidencia
del Gobierno cuando el PSOE recuperó la confianza del electorado, que se
había refugiado en el rechazo al Partido Socialista, y Salvador Illa ganó las
elecciones en 2021, dieciocho años después de la victoria de Maragall.
Fran Bragado, un joven gallego que estudia Ciencias Políticas y ha
creado en Twitter la cuenta no oficial «Iván Redondo info», lo explica de
forma muy explícita: «Busca lo mejor para su candidato. Es una forma de
rejuvenecer y modernizar la política española. Es muy anglosajón, y muy
norteamericano, en su forma de trabajar. Antes de Iván hubo grandes
comunicadores, pero él rompe la dinámica. No es un hombre de partido.
Busca a la persona, no busca al partido; las ideas, no las ideologías. Lo dice
cuando afirma que no es del PSOE, sino sanchista». Sobre la política de las
emociones se ha escrito y teorizado mucho, al igual que sobre el papel del
consultor político. También sobre Iván, porque atacarlo es atacar al líder
político. «Cuando estaba con Monago ya le acusaban de ser la mano del
poder», comenta Bragado, que saca a colación durante nuestra conversación
un episodio muy concreto. Iván Redondo participó en la Escuela de Buen
Gobierno del PSOE hablando de campañas, de emociones, al lado del
director de eldiario.es, Nacho Escolar, y de Guillermo Fernández Vara.
«Cuando vi el vídeo colgado en YouTube, no tuve dudas de que sería
malinterpretado para atacarlo. No dice nada que no esté escrito, pero lo han
sacado de contexto», cuenta Bragado.
Macarena Olona, la portavoz de VOX en el Congreso de los Diputados,
criticó con dureza lo que consideraba una manipulación de los ciudadanos.
En el corte que circula por las redes sociales sobre este acto del PSOE, Iván
dice en síntesis que «estamos en una época de cambio o en un cambio de
época». Y afirma, parafraseando la famosa frase de Bill Clinton, que «son
las emociones, estúpido». En su reflexión, dice que «primero nos
emocionamos, luego pensamos. Pienso, siento y luego decido. Esta es la
manera de afrontar una campaña electoral y la política». Y acaba diciendo
que «las principales emociones son el miedo, el rechazo y la esperanza». La
reacción de algunos medios fue virulenta y muy crítica. Se le caricaturizó
como un manipulador que agitaba sentimientos para controlar a la gente.
Algo así como el «formateador de mentes» teorizado por Christian Salmon
en su libro Storytelling. El profesor Aira lo defendió en un artículo
publicado en septiembre de 2020 en el Huffington Post, dónde afirmó que
Iván Redondo «sabe clarísimamente que emocionas o no existes».
A los ataques mediáticos seguirían los políticos. Macarena Olona lo hace
en una entrevista en OKdiario. En la web de su partido se lee: «Apunta,
entonces, a Iván Redondo, el jefe de Gabinete de Sánchez. Dice que
manipula los sentimientos y que juega con el miedo de los españoles
aprovechando la pandemia. “Es el hombre de poder en la sombra y usa a
Pablo Iglesias como tonto útil. Cuando necesitan una cortina de humo,
azuzan a la bestia, le quitan el bozal y lo sueltan al campo. Iván Redondo
manipula nuestros sentimientos. En una intervención que está en las redes
dice que el mejor instrumento de poder, de manipulación y de dominio de
un pueblo son los sentimientos y, en particular, el miedo”». «Lo que dice
Olona y la realidad no se parecen en nada, pero a Olona ya le vale —
puntualiza Bragado, quien añade—: Hoy nadie se lee los programas
electorales. La gente vota por emociones. Si quieres ganar, tienes que agitar
esas emociones, agitar a la persona.»
«No soy crítica con Iván Redondo, soy crítica con el Gobierno del que
forma parte y donde tiene un papel estelar. Es un hombre clave en el
Gobierno de coalición y, sobre todo, en el Gobierno de propaganda. Desde
Soraya Sáenz de Santamaría no ha habido una figura tan relevante en
política, e Iván está a años luz de Soraya. A España le iría mucho mejor si
Iván no formara parte del Gobierno. Es el hombre que está consiguiendo
todos los aciertos, no para España, pero sí para su Gobierno. Es brillante.
Ciertamente, los sentimientos son los que mueven la política y el Gobierno
ha jugado con los sentimientos durante la pandemia. Nos mueve, nos ha
movido, mejor dicho, nos ha paralizado con el miedo. Los sentimientos son
el arma más poderosa, son los que movilizan a la sociedad, y cuando tienes
el Gobierno de España, tienes un plus de responsabilidad. Nosotros lo que
decimos es que abusan de la propaganda, están en un ejercicio constante de
propaganda, tienen perfectamente identificado el leitmotiv, el punto que
deben tocar, y a partir de ahí movilizan todos los recursos e instrumentos
que tienen a su disposición, y que deberían utilizarse desde el principio de
neutralidad política, no para mover o paralizar a la ciudadanía a su antojo»,
dice Olona.
Días después de realizar la entrevista a Bragado, el joven fue recibido
por el jefe del Gabinete del presidente del Gobierno en su despacho en el
Palacio de la Moncloa, a escasos 50 metros del de Pedro Sánchez. «He
dejado de temblar hace poco», comenta Fran días después del encuentro.
Sin duda, no se esperaba que Redondo viera y leyera sus comentarios en las
redes sociales. Y menos aún que lo recibiera en Semillas.
8

«¡OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN!»

«Conocí a Iván en septiembre de 2011, el Día de Extremadura, en el Teatro


Romano. Recuerdo que le dije: “Bienvenido al club de los poetas muertos”
y, en su primera intervención en la Comisión por la que pasaban todos los
altos cargos, empezó diciendo: “¡Oh, Capitán, mi Capitán!”. Esto lo hace
gente inteligente», dice Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de
Extremadura.
La escena final de la película El club de los poetas muertos popularizó el
poema que Walt Whitman escribió como homenaje al presidente de Estados
Unidos Abraham Lincoln después de su asesinato en 1865. Habla del
liderazgo, la superación personal y la inspiración.

¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado;


El barco capeó los temporales, el premio que buscamos se ha ganado;
Cerca está el puerto, ya oigo las campanas, todo el mundo se muestra
alborozado,
la firme quilla siguen con sus ojos, el adusto velero tan audaz.

Pero ¡Oh, corazón! ¡Corazón! ¡Corazón!


Oh, se derraman gotas rojas
en la cubierta donde yace mi Capitán
caído, frío y muerto.

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas;


levántate —por ti la enseña ondea— por ti suena el clarín;
por ti son las guirnaldas y festones —por ti se apiñan gentes en la orilla;
por ti claman, la inquieta masa a ti se vuelve ansiosa.

¡Escucha, Capitán! ¡Querido padre!


Te pongo el brazo bajo la cabeza;
Un sueño debe ser que en la cubierta
hayas caído frío y muerto.

Mi Capitán no contesta, están sus labios pálidos e inertes;


mi padre no es consciente de mi brazo, no tiene pulso ya ni voluntad.
El barco sano y salvo ha echado el ancla, el periplo por fin ha concluido;
del azaroso viaje, el barco victorioso regresa logrado el objetivo.

¡Exultad, oh, costas!, y ¡sonad, oh, campanas!


Mas yo, con paso fúnebre recorro
la cubierta donde yace mi Capitán
caído, frío y muerto. 1

Algún portavoz del PSOE también fue obsequiado con un libro de Walt
Whitman en la Asamblea, o con alguna intervención de Iván Redondo sobre
la literatura estadounidense, sobre el papel de los asesores o, simplemente,
con una comparación entre Abraham Lincoln y Extremadura. Inició su
intervención recogiendo el guante de Guillermo Fernández Vara para
mostrarle su respeto, por entonces en la de oposición, con el «barón rojo» al
frente de la Junta.
En la primera intervención en el Parlamento extremeño se centró en el
ajedrez. Le habían puesto el sambenito de que lo controlaba todo. Combatir
una leyenda es difícil, pero recogió el guante, escogió otro camino y habló
de la literatura del siglo XIX en Estados Unidos, de ajedrez, y citó a Robert
Frost, a Walt Whitman... Los diputados se quedaron atónitos. No sabían de
qué estaba hablando. No entró al trapo porque su trabajo es estar en el back
office. El trabajo del asesor consiste es formular la mejor recomendación,
no en tomar decisiones. Tiene que estar preparado para que el presidente
pulse el interruptor, no hacerlo él. En Extremadura siempre le preguntaban
por eso y nunca contestó. Alguna vez les habló de los poetas muertos y
pensaron que se refería a la película, pero se refería a Whitman o a Frost.
Fue un mensaje de respeto a Guillermo Fernández Vara en un lenguaje que
solo entendieron ellos dos.
«Cuando compareció en el Parlamento de Extremadura, se los comió con
patatas. Se equivocaron porque no le tuvieron respeto y hay que tenerle
mucho respeto porque tiene la cabeza muy bien amueblada. No puedes ir de
“sobrao” con él y menos contra él. Hizo un discurso magnífico con citas de
libros, de series; los dejó KO», afirma Enrique Simancas.

EL CLAVO EN EL ABANICO
Tienes once años y pareces una vieja,
sigues prisionera de tus gustos ancestrales.
Mueves tus resortes para hacer todos los males,
siempre te alimentas de los vicios nacionales.
¡No te importa nada! ¡No te importa nada!
Y me sancionas,
y me presionas,
y distorsionas.
Yo tu prisionero he dejado de ser,
pues me he librado a tiempo de ti.
Y una pesadilla ya nunca serás,
de mis sueños te alejarás.
José Antonio Monago inició su andadura en la presidencia de la Junta de
Extremadura dispuesto a romper moldes y consolidar un hito histórico. En
poco tiempo se convirtió en el «barón rojo», en un verso suelto, en el
representante de una nueva forma de hacer política en la derecha española.
Pronto tuvo relevancia en la política nacional y su admirado grupo musical,
al que recibió en la plaza del Rastro, sede de la Presidencia, le regaló el
sobrenombre por el que fue conocido durante esos años. Se convirtió en un
calificativo que reflejaba una nueva manera de hacer política inspirada en la
estrategia que puso en marcha Iván Redondo primero como asesor externo
del ejecutivo y, desde septiembre de 2012, como consejero del Gobierno.
No dudaron, ni el asesor ni el presidente, en bajar al tajo y mancharse las
botas. Sonríe Monago cuando le recuerdo la canción que más le gusta de
Barón Rojo: «Tenía en el despacho una cinta de casete porque los conocí
por mi hermano Luis, que tiene quince años más que yo. Cuando era
adolescente tenía un casete y cada mes me compraba una cinta. He ido a sus
conciertos en Extremadura, a los de Miguel Ríos, Alaska y los Pegamoides,
Siniestro Total... La canción que más me gustaba era “Con botas sucias”,
porque siempre me he metido en el barro».
Quizá el título de esta canción fuera una premonición, porque la música
siempre está ligada a la actividad profesional de Iván. Se metieron en el
barro para sacar adelante un Gobierno que lo tenía difícil, con propuestas
como el IVA cultural, la renta básica, la ley LGTBI, la ley anticorrupción,
Agrotech o el Centro de Cirugía de Mínima Invasión.
«Fueron años muy duros. Para el PSOE fue bueno perder porque nos
regeneramos, aprendimos, nos reactivamos, pero para los ciudadanos fue
malo. No le eché la culpa a nadie, ni a Izquierda Unida. Lo importante fue
reconocer deficiencias. Había una pata coja en mi primer mandato, las
relaciones empresariales, e hice un programa de alta dirección para entender
mejor a las empresas, lo que quieren y lo que necesitan. Por eso hicimos
toda una serie de cambios legislativos en la legislatura pasada. En la
oposición, nos dedicamos a construir nuestro nuevo programa. Un elemento
clave fue la moción de censura, que nos permitió dar a conocer un
programa de Gobierno», sostiene Guillermo Fernández Vara.
El nuevo Gobierno de Extremadura empezó creando nuevas estructuras
y marcando un nuevo estilo, formando un «aparato» multidisciplinar,
transversal y profesional al que no estaban acostumbrados en la comunidad.
Fue el primer The War Room de Iván Redondo, al que descalificaban desde
dentro y fuera del partido calificándolo desdeñosamente de Redondistán.
«No fue nada fácil. A Iván lo veían como el que no nos dejaba hacer lo que
nos daba la gana. Los que no entraban en la Administración le atacaban
porque le culpabilizaban de no tener cargo. Había conexiones extrañas
porque la política al por menor es muy compleja —dice Francisco Gómez
Loarte, Fran, compañero desde los tiempos de Llorente y Cuenca—. Recibí
una propuesta y no lo tuve claro. Acababa de montar una empresa y mi
relación con Extremadura era cero. Me animó, conocí al presidente y a
Cristina Teniente, el tema me pareció apasionante y entré como director
General de Comunicación y Relaciones Informativas. Estuvimos viviendo
un tiempo en un hotel y cuando llegó mi familia en diciembre, nos fuimos a
vivir a Badajoz.»
«Siempre he dicho que era el clavo del abanico. Era el que marcaba las
alertas y supervisaba a los consejeros. Tenía potestas porque le di potestas,
igual que se la ha dado Sánchez. Iván se la gana, pero se la tienes que dar.
Preparaba escenarios y yo decidía. Sánchez también lo hace. Iván sugiere
cómo hacerlo, en qué momento comunicarlo, pero la decisión es tuya. Si le
rechazas una idea, prepara inmediatamente otro escenario para que puedas
tomar la mejor decisión. Lo hice consejero para que fuera de verdad el
clavo del abanico. Había que hacer la cuña de la misma madera que la del
resto de consejeros. Algunos se resistían, pero ese era su papel y les puse a
todos los mismos galones. Necesitas a alguien que tenga el radar puesto
más allá del día a día. Fíjate que siempre está detrás de Sánchez, a distancia,
oteando. Conmigo también lo hacía. Extremadura fue su gran universidad,
aprendió mucho y lo aprendió aquí. El equipo que tiene en la Moncloa lo
tenía en Mérida. Ahora es mucho más potente, pero con los mismos
elementos, interdisciplinar. Fue un teatro de operaciones a pequeña escala.
Para mí es un orgullo y mira que nos criticaron. Iván me dijo un día que era
lo mismo, pero ahora más grande. Y, además, allí en la Moncloa están Fran,
Juanfran, Alfredo, gente que estuvo aquí con nosotros», apunta José
Antonio Monago.
El culpable de la decisión de Iván de proponer a Fran Gómez fue Paco
Hevia, su jefe directo en Llorente, que era «el método por el método». Y
eso se necesitaba en Extremadura, un método que Fran había perfeccionado
«en la última empresa que trabajé, Porter Novelli. Trabajábamos mucho la
metodología y esa experiencia la llevé a la Administración».
El PP extremeño había estado veintiséis años en la oposición y muchos
se aprestaron a ocupar la finca recién conquistada. Toparon con una nueva
forma de hacer. «Me miraban como si fuera el espía de Iván. Fue una época
muy tensa. En 2012 pasé a ser secretario general y se fichó como
responsable de comunicación al director de Europa Press en la región, Juan
Rodríguez. A partir de ahí, mi equipo estudiaba la acción de Gobierno en
todas las comunidades y si había algún tema interesante, hacíamos un
informe por si podía serlo también para nosotros. La rebaja del IVA cultural
fue un estudio de nuestro departamento. El origen de muchas medidas
estuvo en este equipo, en el que cada seis meses se hacía una evaluación de
la gestión de Gobierno, del programa o de las propuestas del presidente.
Este trabajo lo parametrizaba Alfredo Franco, que hizo una labor
impagable.»
«Entré en el Gobierno porque me transmitió un proyecto transformador
para Extremadura. Había que empujar y me pareció una oportunidad
interesante para rescatar a una comunidad maltratada por la historia. Con
Iván como soporte técnico de la estrategia, se creó un gran equipo que
respiraba ilusión por hacer cosas nuevas para avanzar posiciones en el mapa
nacional, crecer económicamente, despertar el interés de grandes empresas
de fuera y de casa para dar ese impulso inversor y de internacionalización.
Era un propósito noble e interesante que compensaba la durísima
dedicación», afirma Juan Rodríguez Plaza, secretario general de
Comunicación.
«Iván me puso sobre la pista de Juanfran [Caro], un hombre que había
trabajado para gobiernos socialistas. Desde el PP me pasaron tochos de
perfiles para colocar a gente en la Administración y en la televisión. Era
todo muy primario. “Llevamos veintiséis años esperando y ahora ficháis a
gente del PSOE”, nos decían. Ficharlo fue poco menos que una afrenta,
cuando es un tío imbatible en cuanto a los datos. En aquel momento
colaboraba con el diario Hoy, pero lo vieron como un atentado contra la
personalidad del PP. Era el mejor perfil y Monago quería en el Gobierno a
los mejores, el PP tenía un hándicap de talento y muchos no querían entrar
en un Gobierno en minoría apoyado en Izquierda Unida», dice Fran Gómez
Loarte.
«Trabajé durante seis años con los Gobiernos de Rodríguez Ibarra y
Fernández Vara, siempre en áreas económicas. La que se lio cuando me
ficharon. Aunque soy un profesional, no se entendió que entrara a trabajar
con Monago. Hubo compañeros míos que me dejaron directamente de
hablar y, en la parte contraria, en el PP, acusaron a Iván de fichar a un
socialista, a un infiltrado del PSOE. Cuando me contrató, se lo comuniqué a
la que fue mi jefa, la vicepresidenta María Dolores Pallero. Me dijo que lo
entendía, pero que no le pidiera que lo comprendiera. Profesionalmente fue
una gran oportunidad», explica Juan Francisco Caro, hoy también
enquistado en el equipo de la Moncloa. Acabó de director general de
Economía, una dirección de análisis creada tras una crisis por el control de
la Caja de Ahorros de Extremadura, «que acabó con el cese del consejero
de Economía, Antonio Fernández, en 2014. En el PP de Extremadura
siempre hubo camarillas, no eran disputas abiertas, pero ahí estaban, eran
una constante».
El «núcleo duro» se empezó a formalizar desde el primer momento con
profesionales. El epicentro fue una funcionaria que había sido la jefa del
Servicio de Contratación y Gestión Económica durante la presidencia de
Fernández Vara. «Estaba esperando el cese para volver a mi plaza. Me
sorprendieron. Me ofrecieron seguir de secretaria general, un alto cargo
técnico, que se ocupa de toda la tramitación en presidencia. Absolutamente
todo —explica Marina Godoy, que hoy sigue trabajando como alta
funcionaria en la Administración del presidente Vara—. Fue un cambio
histórico después de años de una Administración construida por un partido,
el PSOE, pero hay que entender que los funcionarios trabajan con todos los
Gobiernos porque, ante todo, somos profesionales.»
Marina lo conoció antes de formalizar su puesto: «Fue muy seco, muy
del norte, y tímido, pero si no sabes que es tímido la primera impresión es
que es un tipo antipático. Llegué a casa y le dije a mi marido que había ido
fatal. Al principio tuvimos muchos encontronazos. Iván no conocía bien el
funcionamiento de la Administración y yo defendía a los funcionarios, su
trabajo. Decía “vamos a hacer” y yo le cortaba: “No, no lo vamos a hacer,
no se puede”. Nos llevábamos tan mal, que pensé que me iban a cesar, pero
no me echó. Al final nos hicimos amigos porque es una persona que sabe
hacer equipo».
«Soy una profesional que entiende que se puede ser leal a una persona, a
un equipo y a un proyecto sin necesidad de tener carné. No es raro que
venga alguien de fuera para sumar. Fue un orgullo trabajar en el Gobierno
de mi comunidad y ser jefa del Gabinete del alcalde de Salamanca sin ser
charrita», dice Ana Sellers, quien desempeñó este último cargo hasta 2020.
La joven periodista, que trabajaba con una beca de comunicación en la
Asociación de la Prensa de Cáceres, no había oído hablar en su vida de Iván
y se unió a Monago porque «los profesionales podemos trabajar en
cualquier proyecto. El tiempo que estuve allí fue un máster y cada reunión
con él era una clase magistral. Es apasionado, se levanta y está conectado al
minuto, desde por la mañana hasta que se acuesta. No pierde la calma, se
adelanta siempre a los acontecimientos y no le afecta el ruido. Sabe
diferenciar lo que es una tontería de lo que no».
«Puso en valor el trabajo de los directores de comunicación, convenció a
los políticos de nuestra importancia en la comunicación estratégica. No
éramos solo los que hacían las notas de prensa, teníamos un papel.
Construyó un equipo cohesionado en torno a un proyecto que
considerábamos propio, trabajando con una sola voz y en una sola
dirección. No te daba miedo el trabajo, siempre querías estar activo, porque
el que lo dirigía era el primero que llegaba y el último que se iba. Nuestro
objetivo era ganar semana a semana, ganar dominando la agenda
informativa», añade Sellers.
«Cada maestrillo tiene su librillo», reza el dicho castellano. Todos sus
colaboradores tienen grabada una fórmula: 7×1=0 y 3×3=1. Dicen que Iván
recuerda constantemente la fórmula de la comunicación, que obliga a elegir
bien los mensajes y repetirlos para que calen. Si lanzas siete mensajes una
sola vez, no calará ninguno de ellos. Si lanzas tres y los repites tres veces,
calará al menos uno. Es la manera de ganar la semana, una fórmula que se
repite en la Moncloa, en el complicado entramado de un Gobierno de
coalición: «Cada lunes se planifica, se definen los mensajes y cómo
transmitirlos. Ese es el objetivo de los maitines de la Moncloa. Se habla de
temas internos para que la coalición afronte la mirada a una semana,
además de los temas políticos o el desatranque de algunas cuestiones.
También tenemos otras reuniones para hacer el seguimiento del programa
de coalición y el día a día, donde surgen las polémicas. Trabajamos para
engrasar la comunicación, para que no se pierda el contacto entre los
actores. En este punto, trabajamos mucho Iván y yo», dice Juanma del
Olmo. Semana a semana. Estos maitines se suspendieron debido a la crisis
de principios de año. Sin embargo, del Olmo y Redondo siempre
mantuvieron su contacto semanal.
«Prepara semanas binarias que tienen que ser 0, 1 o -1. Ganar la semana
es 1 y perder -1. El 0 es quedarse igual. Nuestro trabajo es que cada semana
sea positiva, crear un marco favorable, planificar hasta el más mínimo
detalle de la estrategia, la agenda y los mensajes. Lo que más me fascina es
la preparación de los debates parlamentarios del presidente. Cada
intervención es un mensaje, no cuatro o cinco. Se trabaja para que tenga un
mensaje en todas y cada una de sus apariciones públicas, y se hace con
previsión», apunta Manuel de la Rocha.
«Al principio pensaba que no llegaría a la siguiente semana por el
volumen de llamadas. Generamos información, tenemos una agenda potente
con mensajes continuos y un presidente que lidera un proyecto y cree en la
comunicación de lo que haces, en una nueva forma de comunicación de la
política, un proyecto de transformación con el que me siento identificado,
aunque no soy militante socialista. Siento respeto por el liderazgo de Iván.
Somos un equipo cohesionado al servicio del presidente. Le damos razones
para que tome decisiones», dice el secretario de Estado de Comunicación
Miguel Ángel Oliver, miembro del nuevo club de los cinco.
«Los asesores no toman las decisiones. Eso se dice desde el
desconocimiento. Lo cierto es que tienes capacidad de influencia y en
Extremadura la teníamos porque Iván nos dio un papel en las propuestas y
los análisis. No nos limitábamos a tomar notas. Otra cosa es que en política
todo el mundo cree que sabe de comunicación. Dio a la comunicación un
estatus que era inaudito en Extremadura, pero creo que en muchos sitios
también. Éramos unos niñatos y opinábamos de la estrategia de un
Gobierno. Para nosotros fue toda una experiencia», afirma Carmen Seguín,
miembro del equipo de Extremadura y hoy directora de Comunicación del
Gobierno popular del Ayuntamiento de Salamanca, al que llegó de la mano
de su compañera Ana Sellers.
«Sigo aprendiendo de su trabajo y le tengo mucho cariño. Aprendió en
Extremadura, lo que le ha servido para llegar hasta donde está ahora. Ha
conseguido lo que nadie: coger a Pedro Sánchez, que estaba como estaba,
primero en el partido y luego en el Gobierno gracias a la moción de
censura, y consolidarlo en la Moncloa. Tiene un don, es un erudito y un
estratega político, social y económico. Ve las cosas venir, traza las
estrategias y hace equipo. Lo tiene todo muy claro y, como buen líder, deja
opinar. No se cierra a otras ideas. Le interesa el punto de vista de su
equipo», dice Chema Timón, director del Gabinete de la Federación
Española de Fútbol. Su padre le incitó a enviar el currículum al Gobierno
porque Monago había dicho por televisión que quería a los mejores y lo
hizo.
«Siempre me he rodeado de gente joven, con talento. Me pasó con Iván,
que tenía todos los mimbres para crecer, o con Chema Timón. El niño,
dicho con mucho cariño porque en esa época era realmente un crío, me
envió un correo con mucho desparpajo. Le llamamos y lo fiché por ese
desparpajo y porque estaba muy preparado.» Timón tiene una frase en su
perfil de LinkedIn que recuerda a lo que dijo Iván Redondo en La Tuerka:
«Simplicidad de ideas, pero con intelectualidad detrás». Chema apuesta por
«todo debe ser tan simple como es, pero no más sencillo».
«Empecé en el gabinete de prensa llevando las redes sociales,
participando en la realización de eventos y realizando argumentarios. Había
trabajado en varias empresas en Madrid y estaba especializado en la gestión
de redes, un tema que estaba en pañales en la comunicación. Era muy joven
y cogí mucha experiencia, me curtí en un cambio comunicacional
importante. Se trabajaban las redes y se construía un relato. Por ejemplo,
pasamos de ser la Junta de Extremadura a ser el Gobierno de Extremadura.
Era otro mundo porque con Monago hubo un gran cambio de imagen»,
explica Chema Timón.
Dicen que hay momentos en la vida en los que hay que abrir los brazos y otros en los que hay
que cerrar los ojos. [...] En esa imagen [el abrazo entre Monago e Iván Redondo] se recoge con
precisión uno de esos días de tu vida en los que recibes una herida inmortal de la que sabes que
nunca te vas a recuperar. No hace falta que pase el tiempo para darte cuenta de ello. En política la
permanencia se percibe al instante. Y desde entonces, Extremadura se ha convertido en lo
profesional y en lo personal, pase lo que pase, en parte de mi vida. Ese día, un vasco de San
Sebastián que llevaba varios años siendo madrileño, se hizo también extremeño.
Durante cuatro años ha sido un lujo formar parte de una generación irrepetible de personas
que han hecho historia en esta preciosa región. A Cristina Teniente, Fernando Manzano, Juan
Parejo y Luis Alfonso Hernández Carrón les agradezco su confianza, su tiempo y su amistad. Y a
los consejeros Pedro Nevado, Antonio Fernández, José Antonio Echávarri, Trinidad Nogales,
Víctor del Moral, Jerónima Sayagués, Javier Perianes, Clemente Checa y Marian Muñoz sus
ideas y sus experiencias. A mis treinta y cuatro años no sólo me han enriquecido sus
conocimientos, sino que ha sido un privilegio formar parte de este Centro de Alto Rendimiento
en el que habíamos convertido, entre todos, no sólo el PP extremeño, sino también la Junta de
Extremadura bajo el liderazgo fuerte del presidente del Gobierno de Extremadura en funciones,
José Antonio Monago.
Agradezco a Marina Godoy su rigor, su defensa de los empleados públicos y su lealtad a esta
Administración y a las anteriores. A Javier Castaño su sentido histórico. Me acordaré siempre del
periodismo de Loly López, del orden estratégico en los discursos de Myriam Simón, de los
análisis de Francisco Gómez y de las recomendaciones de comunicación, siempre muy pegadas a
la calle, de Juan Rodríguez.
Pero esta distinción sería incompleta si no la hiciera extensible, en diferentes etapas, a
muchas otras personas como Luis García, Juan Francisco Caro, Alfredo Franco, Juan Manuel
Merchán, Carmen Seguín, Matías García, Fran Montoya, Diego Espinosa, Chema Timón, Ana
Sellers, Kike Arias, Esperanza Pérez, Beatriz Bravo, María José Rodríguez, Mer Bibiloni, Javier
Álvarez, Guadalupe Martínez, Carmen Martínez, Ana Benítez, Rosa Coroba, Alba Reigada, Nati
Hernández, Antonio Galván, Alicia Pajuelo o Antonio Corrales.

Así se despidió Iván Redondo en un artículo titulado «Gracias


Extremadura», que publicó en El Periódico Extremadura tras la derrota de
2015. Se acordó de todos y cada uno de sus colaboradores. Unos siguen con
él en la Moncloa, con otros mantienen relación y otros lo tendrán siempre
en su retina. Todos coinciden con lo que dice Ana Sellers: «Su gran frase,
“la política es el arte de lo que no se ve”, lo define mucho en un país en el
que se premia la mediocridad. Cuando alguien destaca, se va a por él, a
matarlo, porque se ataca a lo desconocido. A Pedro no lo querían ni en su
partido y ha llegado a ser presidente de España. José Antonio Monago ganó
unas elecciones liderando el PP en una comunidad en la que siempre había
ganado el PSOE. Fue un hito histórico. Detrás de ellos solo podía estar
Iván».
«Nunca me tuvo abducido. Apelo a tu inteligencia, Toni. Es una tontería.
Me gusta hablar con pocos papeles y se notaba cuando intervenía en el
Parlamento. Me proponía estrategias y si no me convencía, me presentaba
otra. En tu equipo tienes relaciones en función del trabajo que desempeña
cada uno y en toda dinámica de grupo se generan envidias. Pasa en las
familias, en la política, en los partidos. La política ha cambiado. El mundo
ha cambiado. Iván lo vio antes e hizo la comunicación política de una forma
novedosa. Algunos todavía no lo han visto. Eso generaba recelos, envidias
y mala leche. Montamos un equipo interdisciplinar, con gente joven y con
ganas, con hambre de hacer cosas. Hicimos campañas de turismo en inglés
para que vinieran turistas internacionales y nos criticaron por ello. Esto
forma parte de las resistencias al cambio, porque no todo el mundo tiene
capacidad de otear el futuro y adivinar nuevos escenarios», señala José
Antonio Monago.

LA LEYENDA NEGRA
En 2011 Extremadura vivió un seísmo en el statu quo de la región. El PP
ganó las elecciones, pactó con Izquierda Unida y gobernó cuatro años. Fue
un triplete que rompió moldes. Iván fue duramente criticado durante toda la
legislatura y se le atribuyó la derrota, un clásico. Se dijeron muchas cosas
sobre su trabajo y surgió una leyenda negra a la que no respondió. Hoy sabe
que debía haber hablado más con los periodistas. Pensaba que no era su
trabajo. Aprendió de los errores porque es su resistencia, esa que se sustenta
en el «saber ganar, saber perder y saber parar», y resurgió como el ave fénix
dos años más tarde. Ahora se ve con todo el mundo, hasta con Federico
Jiménez Losantos, que lo visitó en la Moncloa. El periodista lo contó en su
programa y dijo que hizo con Redondo de todo menos sexo en el Palacio de
Semillas. Ahora cultiva al discrepante y dedica a todos muchas horas. En
política no puedes vivir recluido, aunque tu trabajo implique tener que
estarlo. Tras su paso por Extremadura, su vida profesional cambió.
Le acusaron de todo: de comprar a los medios de comunicación con
dinero, de intentar controlarlos, de presionar a periodistas, de poner
detectives a sus oponentes, de montar Redondistán en la plaza del Rastro,
de buscarse enemigos, de utilizar la guerra sucia, de egocentrismo, todo ello
para acabar siendo «el octavo consejero». Redondistán es el pazguato apodo
que pusieron a la oficina del presidente que montó en Extremadura y el
octavo consejero, una parodia de Alien, el octavo pasajero, aquel
«organismo infiltrado en un entorno extraño (el PP) que acaba parasitando a
su líder», según escribió en febrero de 2020 Carlos Prieto en un artículo
titulado «Cosas que Iván Redondo hizo de joven y nuestros hijos deberían
saber», publicado en El Confidencial. En el texto, muy crítico, el secretario
general de CCOO hasta 2017, Julián Carretero, afirma: «Redondo siempre
termina parasitando a sus clientes. Es un killer experto en candidatos
maleables y sin ideología clara».
Todo un visionario. Sánchez estaba desahuciado y ahora es presidente
del Gobierno. Monago llegó a la presidencia de la Junta. Se les puede
criticar casi todo, pero calificarlos de maleables y de estar parasitados es
simple y pura ignorancia. García Albiol, un hombre imposible de malear, es
alcalde de Badalona y habla con mucho cariño del que fuera su guardia de
corps desde 2006 hasta 2011. Iñaki Oyarzábal, su álter ego en el PP vasco y
actual presidente del PP de Álava, comparte con Iván mesa y mantel a
menudo, la última vez acompañados por Javier Maroto, el látigo del
Gobierno en la Cámara Alta. Basagoiti sigue recordándolo con cariño y el
propio Monago cenó con Iván en Madrid poco antes de fin de año de 2020.
«No es el futuro, el futuro ya está aquí. Desde hace unos años todo el
mundo es consciente de que tienen que existir comunicadores que trabajen
en paralelo a la dirección política y a los partidos tradicionales nos costó
verlo y hacer este cambio, porque el cambio llegó con dirigentes un poco
mayores que no lo supieron ver. Las nuevas generaciones lo ven mucho más
rápido porque ahora la comunicación política es acción de cada a día. La
izquierda y los partidos nuevos llegaron antes que nosotros, le dieron
importancia al cambio. Me hubiese gustado que trabajara con nosotros. Fue
una pena no ficharle en 2015 o 2016», dice Iñaki Oyarzábal.
Ángel Ortiz, director de El Norte de Castilla y otrora director del diario
Hoy de Badajoz, es uno de los periodistas más críticos. Lo descalifica por
todas sus actuaciones, desde por la figura opaca de su gabinete, ya sea en la
Moncloa o en Mérida, hasta por la creación de la Oficina Nacional de
Prospectiva y Estrategia, a la que compara con una oficina de empleo,
pasando por el control de los medios o la abducción de Monago y el control
absoluto de los consejeros de la Junta. Lo hace sentando cátedra. Lo que no
cuenta Ángel Ortiz es que Iván lo citó en la plaza del Rastro. Corría el
rumor de que iba a ser cesado e Iván le transmitió a Ortiz un mensaje claro:
«Haz lo que tengas que hacer. Ten presente que si te despiden, yo dimito».
Se lo dijo a solas y cara a cara. Ortiz nunca lo ha contado y ha declinado
toda conversación para explicarse en este libro, a pesar de las insistentes
llamadas a la redacción de El Norte de Castilla, a las que ni siquiera ha
contestado.
Quizá no lo ha hecho porque no puede explicar que «va siempre de
“sobrao” y apuntala opiniones en contra de Iván. El problema empezó
cuando a su mujer, que es médico, la trasladaron de hospital. Iván no tenía
nada que ver, pero le daba igual. Lo entendió como una declaración de
guerra, como una represalia porque Hoy no se doblegaba a lo que decía el
Gobierno. Es un tema de animadversión personal», apunta un periodista
conocedor de la realidad extremeña que prefiere mantener el anonimato
porque sigue trabajando en Extremadura.
Las relaciones con Hoy fueron duras desde el principio. «Arranca de
antes de que Monago tomase posesión. En campaña, Hoy realizó mayor
cobertura de Vara y lo dio como favorito. Ganó Monago y se situó la
incógnita en Izquierda Unida. La línea informativa del diario se orientó a
empujar a IU a apoyar al PSOE. Así empezó el desencuentro, que Monago
llevaba muy dentro y Hoy también», afirman estas fuentes y corrobora a su
manera Juan Rodríguez.
«Los recortes en publicidad fueron durísimos porque venían impuestos
desde Madrid y Bruselas. Los padecieron todos los medios, no solo Hoy,
pero al principal periódico de Extremadura no le sentó bien. Intenté que las
relaciones fueran cordiales, pero el desencuentro ya venía de muy atrás»,
señala Rodríguez. Además, según él, «se puso en marcha un estilo de
comunicación que hasta entonces nunca se había llevado a cabo. Los
consejeros no eran fuentes. El teléfono lo cogía el servicio de prensa y no
directamente el consejero. Estaban acostumbrados al trato directo y, al ser el
principal diario de la región, no querían un trato igual al resto. No
entendían, ni querían entender, un modelo que potenciaba la figura del líder,
porque preferían a un presidente con un perfil más bajo, más burócrata, más
sosegado, justo lo contrario de Monago, que tenía un punto enérgico que el
estilo de comunicación acentuaba. Lo interpretaron como una imposición,
como abrumar a los medios. No aceptaron ser uno más». Sin embargo, Juan
Rodríguez quita algo de hierro al asunto: «Desde Hoy había una crítica
feroz, pero no una cacería. Ahora hay incluso más dureza con el Gobierno
de Vara. Hoy era “no a Monago”. Fue un enfrentamiento habitual y normal
entre el primer medio de la región y el Gobierno».
«Nunca amenazó a periodistas. Eso es una patraña. Ahora es más
proactivo y en Extremadura no adoptó ese papel. El reparto de fondos fue
un detonante, porque se definió el mapa de medios y se distribuyó lo que
había, que no era mucho, también entre medios nacionales para poner a la
región en el mapa. A los que tenían una situación cómoda, los que tenían
garantizada la cuenta de resultados, no les gustó y surgió esa leyenda negra.
Han salido informaciones sobre las ayudas a los medios que son
desorbitadas y tienen poco sentido. Hasta se criticaron las campañas
internacionales de turismo porque se hicieron en inglés. No sé si sabían que
estaban dirigidas al mercado internacional», sostiene Juanfran Caro.
«Jamás me dijeron lo que tenía que decir, ni siquiera cuando se produjo
el debate sobre el aborto. Monago estaba en contra de la ley Gallardón. Iván
sabía perfectamente que me iba a tener enfrente. Me respetó y siempre
respetó mi libertad —dice Loli Izquierdo, empresaria de la comunicación,
tertuliana en radios y platós de televisión, y directora de Antena Regional
de Extremadura, asociada a la COPE—. Lo conocí en las elecciones de
2011 y hemos trabado una gran amistad, lo que me ha dado disgustos
porque muchos amigos míos del PP no lo entienden. Me dijo ¡en 2011! que
íbamos a ganar las elecciones. Pensé que no estaba bien de la cabeza, que la
tenía llena de pájaros. Me llamó la atención la seguridad que tenía.»
El presidente Fernández Vara pone orden en las trifulcas del pasado:
«Iván sigue manteniendo buena relación con Monago. Yo, también. Nunca
nos hemos perdido la cara ni hemos volado los puentes. Es un valor en
política hablar con tu adversario y te aseguro que son charlas largas, sobre
la familia, los hijos, los nuevos tiempos, la nueva economía, la evolución de
la sociedad y mucha política. Son conversaciones muy interesantes porque
no están viciadas por el momento, están alejadas de los trabajos de aliño.
Tratamos de entender la sociedad que tenemos delante y la comunicación
política es fundamental. El PP de ahora es diferente. Antes José Antonio
tenía una persona en la que depositó mucha confianza y le hizo la vida muy
agradable porque se sentía muy apoyado. Atribuyo importancia a los
asesores, pero la ideología no está en ellos, sino en el líder y en el partido.
La ideología la pone el líder, no el asesor. No me creo esa leyenda negra, ni
en el caso de Pedro Sánchez ni en el de José Antonio Monago. Iván lo que
hace es ayudar a que tomes decisiones, no toma las decisiones».
Todos los periodistas y directores de medios de comunicación
entrevistados para este libro coinciden en que no se avienen con esta
leyenda negra. De hecho, sus opiniones se parecen tanto a lo que se dijo
como un huevo a una castaña, lo que no quita para que publiquen opiniones
e informaciones que le dan pábulo, ya que siempre hay quien tiene interés
en divulgarlas porque en los aparatos de los partidos existe resistencia, ya
sea en el PSOE de hoy o en el PP de ayer. Siempre hay quien tiene
aspiraciones.
Un periodista extremeño lo cuenta así: «Un columnista estrella del PP en
Hoy, Tomás Martín Tamayo, mantenía un enfrentamiento muy duro y
utilizaba términos ofensivos, machistas e incluso humillantes contra la
vicepresidenta Cristina Teniente. Eso duró toda la legislatura y Martín
Tamayo publicó todas las columnas que quiso. Era difícil convivir con ello.
Algunas personas dicen que esta animadversión viene de que se
autopropuso para un puesto y no lo consiguió». «En pueblo pequeño,
infierno grande», reza el dicho; de ahí que muchos prefieran el anonimato.
«He aprendido mucho de los periodistas extremeños que he tenido el
honor de conocer y también de los que escriben sin saber quién soy. He
tomado la palabra tras cuatro años de silencio fundamentalmente para
homenajear a mis compañeros. Poniendo en valor a los políticos y a los
asesores. Seguiré luchando por la excelencia en el trabajo, también en la
política y echaré de menos nuestros debates, pero os aseguro que esté donde
esté, si está en mi mano, seguiré a vuestro servicio, y que si de mi depende,
ayudaré siempre a Extremadura», escribía Iván Redondo en El Periódico
Extremadura.

NEGRO SOBRE BLANCO


«Las relaciones son muy profesionales. Él hace su trabajo, me da la
doctrina, y yo hago el mío, con mis análisis. Nos gastamos bromas por
mensaje y somos sinceros el uno con el otro, aunque trabaje en un periódico
que no mantiene una relación fácil con la Moncloa. Es un hombre de Estado
muy adecuado para esta época. No tiene ideología, pero tiene las ideas
necesarias en estos tiempos para crear un liderazgo político», dice Lucía
Méndez, de El Mundo.
«Principalmente, los enemigos que se ha fraguado en el pasado son los
que ahora le intentan poner la proa. El rencor es el veneno que toma uno
para que muera otro, pero la cosa es que te lo tomas tú. Mantengo una
relación con los altibajos normales en esta profesión. Siempre dice las cosas
de buena manera, pero las dice. Pedro Sánchez e Iván Redondo son lo
mejor que hay, porque tienen inteligencia política y emocional. He tratado
con todos los Gobiernos y con todos los partidos, y con todas las personas
que han ostentado el poder, y jamás me han tratado mejor que ahora. Ni
Rajoy. Han sido receptivos y tenemos unas relaciones cordiales y
profesionales», afirma Nacho Cardero, de El Confidencial.
«Una de sus caricaturas apunta a que manda mucho. El que manda es el
secretario general del PSOE. Sabe cómo funcionan los medios y sabe que el
camino no es la presión. Su método consiste en crearte opinión. No riñe,
como otros responsables de comunicación, no presiona ni para publicar ni
para no hacerlo, intenta convencer y eso no siempre pasa», sostiene Nacho
Escolar, de eldiario.es.
«Lo conocí en una comida en Mérida y me dio la sensación de que se
pasó todo el rato escrutándome. En ese viaje constaté que los consejeros del
PP le tenían bastante tirria. Puedes no compartir su opinión, pero siempre
deja una salida, es posibilista, pragmático, un profesional químicamente
puro con el que puedes hablar a pesar de las diferencias que puedan surgir»,
comenta Carmelo Encinas, de 20 minutos.
«Le gusta cuidar al periodista, leerlo, conocerlo, hasta el punto de que
cuando lee una información ya sabe quién es la fuente. Me trató bien en el
País Vasco y en Madrid. Siempre analiza el tablero político, quiénes son los
periodistas que influyen, quiénes son aliados y quiénes son adversarios. Lo
desmenuza todo. Mima al periodista y lo mima dándole información. Nunca
pide que publiques nada, solo te cuenta su historia e intenta seducirte. Es
muy accesible, aunque le gusta estar en la trastienda», dice Javier Negre, de
«Estado de Alarma».
«El valor añadido de Iván es que es valiente, toma riesgos, con un estilo
directo. No se dedica a discutir un titular, se centra en el tema de fondo, en
la reflexión. Con nosotros es muy respetuoso. Transmite sus mensajes de
forma previa, no a posteriori, y nunca pone pegas a lo publicado. No actúa
a toro pasado, trata de influir antes de la publicación», opina Jordi Juan, de
La Vanguardia.
«Es un personaje muy estadounidense. Pedro Sánchez lo incorporó a su
equipo sin ser un hombre de partido, lo que descolocó en el PSOE, que no
entiende que una persona sin ADN socialista ocupe ese lugar. La decisión
de Sánchez es una visión muy moderna e Iván tiene la influencia que le
determina el presidente del Gobierno. Genera recelos entre los clásicos del
PSOE y en el PP no entienden que siga ahí con la que está cayendo. No
entienden que Iván nunca fue del PP, que no fue uno de los suyos», señala
Antonio García Ferreras, de La Sexta y Al Rojo Vivo.
«Es una persona fría, no es un hooligan ni se pierde en nimiedades. No
te llama tras una publicación, ni por una foto, una coma o una carta al
director. Te llama para entablar una conversación inteligente entre los que
quieren comunicar y los que tenemos que informar, para hablar de cosas
serias, de temas de fondo, agenda. Parece que ni para él ni para mí los
debates sobre los pies de foto son gratificantes», apunta Albert Sáez, de El
Periódico de Catalunya.
«Lo conocí cuando no era un dios, sino un hombre de trayectoria corta,
poco conocido y brillante, que hacía cosas innovadoras y novedosas.
Entonces dirigía El Mundo y siempre hemos tenido una relación profesional
más que correcta. No me siento presionado y hablamos menos de lo que
quisiera. Jamás me ha llamado para protestar. Sabemos cuál es el papel de
cada uno. Sabe tratarte y ayudarte. En estos días, por ejemplo, el presidente
ha escrito un artículo para el anuario del periódico. Esta es su forma de
trabajar», dice Casimiro García Abadillo, de El Independiente.
«Lo conocí en el plató de Susanna Griso y me pareció un tipo que sabía
de lo que hablaba y que no llevaba la camiseta de ningún partido. Me
entiendo muy bien con él, incluso cuando se pone en plan sofista. Los
partidos lo critican mucho porque son una agencia de colocación y temen a
los que no son del sindicato de la fe del carbonero», dice Raúl del Pozo, de
El Mundo.
«Con Iván hay un antes y un después. Ha profesionalizado el Gabinete
de la Presidencia, una unidad organizada con criterios de eficiencia
empresarial. Una de sus virtudes es la serenidad. Nunca le he visto perder la
calma. En un entorno, en un hábitat de apasionamiento emocional, es
positivo. En esto se parece a Zapatero. No se le ha subido el poder a la
cabeza. Es un tipo con que el que te puedes pasar horas charlando sin que
marque las distancias, cosa que hacen otros con menos poder e influencia»,
opina Pedro J. Ramírez, de El Español.
«Tengo una relación buena personal y profesional. Le llamo poco porque
tengo cierta dificultad para entenderlo, ya que usa un lenguaje críptico,
sobre todo en los SMS. Me parece un genio y seguro que tienen sus
defectos y ambiciones, pero como estratega es perfecto. Las ve venir, se
sitúa en todos los campos posibles y calcula las repercusiones. Sabe por
dónde atacar y por dónde avanzar. Seguramente se equivocará a veces, pero
las menos. ¿Cuál es el riesgo? Que, a base de estrategia, los que opinamos
pensamos que todo es táctico. Ese es el riesgo, pero entiendo que Sánchez
sin él no es nadie», dice Fernando Ónega.
«Tuve referencias de él cuando participaba en los debates de 13TV y
cuando se incorporó con Pedro Sánchez. Luego me quiso conocer y eso me
extrañó, pero fui a la cita. Me gustó porque hace análisis osados y le gusta
desbrozar el campo, quitar las hierbas que molestan y centrarse en lo
nuclear. Me fijé mucho en sus reflejos», señala Martxelo Otamendi, de
Euskaldunon Egunkaria.
«Juega a la expectación y da el titular al final de la intervención. Te
obliga a seguirlo hasta el final. A pesar del poder que atesora, no ha
cambiado, no está borracho de poder. Lo conocí tras la etapa extremeña,
cuando se postulaba desde una posición humilde. Encaja la crítica, escucha
y absorbe. Escucha a Carlos Alsina todas las mañanas, es como su cilicio,
porque Alsina es muy ácido, pero lo escucha porque le interesan los que son
diferentes, no solo quienes le ríen las gracias. La única entrevista que
concedió cuando lo nombraron fue a Espejo Público. Esto le honra porque
fue nuestro colaborador. Eso y que no paraste de mandarle mensajes desde
el plató, Toni, para que lo hiciera», comenta Susanna Griso, de Antena3.
«Sabe perder y sabe mover las piezas para reconstruirse. Sabe levantarse,
al igual que el presidente. La clave de su comunicación es controlar el
mensaje. Su manera de actuar es comunicación, comunicación y
comunicación, y se mueve cómodo en este escenario. Es comunicación, es
estrategia y es el hombre del presidente», dice César González, de La
Sexta.
«Hemos tenido discrepancias, pero sabe que actúo tomando las
decisiones que convienen a RTVE, no al Gobierno. Te cuento una anécdota.
En octubre de 2019, en puertas de la campaña, salió la sentencia de los ERE
de Andalucía. Di instrucciones de que la cobertura fuera mejor de la que se
dio a la Gürtel, ya que no quería que se dijera que diluíamos la sentencia
porque afectaba al Gobierno. Recibí un mensaje de Iván: “Lleváis 25
minutos con los ERE en el Telediario. ¿Falta mucho?”. Le respondí: “Ya
estamos acabando”. No hubo más, no volvimos a hablar del tema. Si esto se
puede interpretar como presión, llegó tarde, porque la historia ya no tenía
solución. Nadie cuestionó nuestra información», recuerda Enric Hernández,
de RTVE.
«El problema de Iván es que en muy poco tiempo se ha abierto camino y
se ha situado al lado de Pedro Sánchez. Es la voz que susurra al líder y eso
en un partido político es terrorífico. Ya fue insoportable en Extremadura.
Por lógica pura, nadie lo va a querer jamás, ya que todos piensan que quiere
hacer carrera política, como ellos. No es su camino para nada. Nunca me he
sentido presionado y quien lo crea es que no me conoce. Me interesan sus
análisis porque han sido acertados para llevar a Sánchez a la Moncloa»,
afirma Paco Marhuenda, de La Razón.
«Hemos tenido momentos de todo tipo, pero la relación es correcta, es la
que tiene que ser, profesional. En mi carrera las ha habido peores. Las
relaciones entre un medio de comunicación y la política son siempre de
tensión, no son idílicas, y quien las tenga de forma continua con los actores
políticos no hace bien su trabajo. Un medio de comunicación no manda, los
que gobiernan son otros. Todos los Gobiernos tratan de imponer su opinión
y son invasivos, unos más que otros. Este Gobierno lo es menos. Su modelo
de comunicación es el que se impone en Estados Unidos, aunque todos los
modelos chocan con el periodismo», comenta Daniel Anido, de la Cadena
SER.
«Nos conocimos en Espejo Público. Cuando vi su nombre en la mesa
dije: “¡Hostia!”. Él sí sabía quién era yo. Me sorprendió su espíritu
deportivo, que sabía pasar página tras el asunto de los viajes a Canarias. Da
las batallas, o se las dan, pero no identifica como enemigo a alguien con el
que ha tenido una jugada profesional. Nunca me he sentido menospreciado
por lo sucedido entre Público y Monago. No soy periodista, pero las fuentes
no se desvelan. Solo te digo que he aprendido que la capacidad de la
oposición para investigar asuntos que atañen a quien está en el poder es
bastante limitada. Alguien puso sobre la pista y no fue precisamente la
oposición parlamentaria en Extremadura», dice Chema Crespo, de Público.
UNA FORMA DE HACER
De esta revelación hablaremos más adelante. Sin duda, el episodio de los
viajes a Canarias es un caso típico de «fuego amigo». En vista de estas
opiniones, o los responsables de los medios de toda España son unas
«cenicientas», unos vendidos al «oro de la Moncloa», o la leyenda negra de
Iván Redondo es una conjunción de medias verdades, mentiras, intereses,
envidias y batallas por el poder. Su trabajo es criticable y está sometido a
juicio, pero no es quien mueve los hilos, no es el culpable de todo lo que
pasa, ni toma ninguna decisión. Es independiente, no tiene aspiraciones
políticas y solo rinde cuentas al líder. Esto no casa con una percepción más
lineal y menos participativa de la toma de decisiones.
«La figura de Iván Redondo vive bajo un efecto casi legendario. Han
creado en el imaginario una figura plenipotenciaria, con un poder absoluto,
que no se corresponde con la realidad. Lo que ha hecho está en línea con la
concepción moderna de la política, es una figura que coordina los mensajes
y los contenidos, determina la manera de trasladarlos a la sociedad y
hacerlos efectivos. Antes, o había políticos haciendo comunicación o
periodistas haciendo de políticos. Eso ya es historia, es un modelo obsoleto.
Ahora hacen falta profesionales integrales, como lo fue Miguel Barroso,
que articulen el contenido, con conocimiento de los medios y capacidad de
gestión. Por eso monta una estructura para dar respuestas en un nuevo
escenario. Las decisiones no se toman en un despacho con un grupo de
gente hablando. Hoy se necesita conocimiento del terreno de juego para
entender la realidad», dice José Miguel Contreras.
«La novedad es que las decisiones de los partidos las toman
ahora grupos de personas más reducidos y sus perfiles profesionales han
cambiado. En el pasado, el equipo que rodeaba al líder estaba compuesto
por juristas, sociólogos, filósofos y politólogos. Ahora lo forman
comunicadores, estrategas digitales y community managers. Están
acostumbrados a ver muchas series de Netflix y son especialistas en hacer
que ocurra algo en cada capítulo para que el espectador mantenga la
atención», afirma Cristina Monge en un artículo publicado en El Periódico
de Catalunya en marzo de 2021.
«Cada maestrillo tiene su librillo y cada época, su circunstancia. La
actual estructura está puesta al servicio del líder, centrando todo el mensaje
en su persona. Yo también trabajo así, porque hay que poner cara y ojos al
proyecto para darle sentido. El líder toma decisiones con la información y la
estrategia de comunicación le da sentido. Cuando dejé la Moncloa, eché de
menos una cosa: la información. El jefe del Gabinete la tiene porque es un
colaborador esencial, debe saber lo que ocurre para dirigir la agenda, saber
qué decir, en qué momento y a qué medio. Eso es estar en la máquina
trabajando con la información por adelantado. Estoy más cerca de la
política porque tengo una idea y una ideología. La comunicación es otra
cosa. Soy colaborador esencial, no spin doctor. Si lo hago todo, me vuelvo
loco», dice Miguel Ángel Rodríguez, todopoderoso jefe del Gabinete de
Ayuso.
«Hay mucha mística sobre el papel de los comunicadores modernos.
Nuestro papel puede ser relevante, pero las decisiones las toma el cliente,
como lo llamamos en nuestro argot. Se le critica que pasara del PP al PSOE.
Desgraciadamente, aquí no se entiende como un trabajo profesional. Se le
critica este cambio, pero se oculta que quien decidía en el PP no quiso
quedarse con Iván. Nunca se atrevieron a contratarle. Si quieres ser
avispado, debes incorporar a tu equipo al más avispado. Sus clientes eran
casos perdidos, no eran candidatos vencedores. Lo fueron luego gracias a su
trabajo, porque ve las condiciones de liderazgo de las personas por encima
de los partidos. No se trata de un órdago, sino que identifica las
posibilidades y oportunidades que otros no ven», apunta José Antonio
Llorente.
Tuve el honor de trabajar con Miguel Barroso en su época de secretario
de Comunicación del primer Gobierno del presidente Zapatero. Fueron
momentos apasionantes. Barroso ha trabajado también con Carme Chacón,
Ximo Puig, José María Barreda, Pasqual Maragall, José Montilla y Susana
Díaz. Es un hombre con amplia experiencia y buen conocedor de las
trastiendas: «Cuando las situaciones políticas contrarias son por azar o por
problemas que no le pueden ser atribuidos, afronta la situación sin buscar
culpables y se pone a trabajar con una frialdad profesional. Tiene una
desventaja, que le falta vinculación emocional, y una gran ventaja, que
afronta el problema de forma más serena y lo hace desde un centro de poder
que ha eliminado los corralitos. Concentrándolo, se gana eficiencia, se
garantiza que el engranaje funciona. Sinceramente, es positivo que en el
epicentro de este poder esté una persona ligada a la comunicación política,
porque hoy, más que nunca, la política es comunicación. Es una chorrada
decir que toma las decisiones. Eso lo hacen el presidente o el partido. Está
cerca del líder, pero no le regala el oído», dice Barroso.
Verónica Fumanal opina que «el asesor es el fusible, un recambio que se
usa en caso de emergencia. La profesión está en pañales porque hay un
nicho de mercado debido a la fragmentación de los medios y a la necesidad
de comunicar bien en un carrusel de veinticuatro horas de noticias. Antes
tenías un programa y alimentabas a los medios. Ahora tienes con eso para
medio día de noticias. El consumo de información es brutal y los partidos
están obligados a ser productores de contenidos de forma infinita. Por eso
necesitas un productor de contenidos que trabaje para un cliente, que lo
defina, porque sus objetivos pueden no ser los mismos que los de su
entorno, los del partido. El cliente es el líder y lo demás es secundario, el
partido es secundario, y eso en España no se lleva bien».
Jesús Cimarro fue elegido por el Gobierno de Monago para relanzar el
Festival de Mérida. Recibió muchas críticas, junto al llamado «octavo
consejero»: «Me contrataron para levantar un festival y así fue. Nos
inventamos unos premios, los CERES, que fueron muy criticados por la
prensa y por el PSOE, pero que relanzaron el festival. Nos acusaron de
todo. Iván jugó un papel importante al llevarme. Es de las pocas cosas que
el Gobierno de Vara ha mantenido. He pasado de un Gobierno del PP a uno
del PSOE y ahí sigo. En España siempre se critican la novedad y el
conocimiento, y se hace desde el desconocimiento, la ignorancia, la envidia.
Lo atacaron con dureza porque era joven y le daba la vuelta a todo.
Tenemos la manía de criticar lo desconocido. Es algo innato en el español».

EL DÍA EN EL QUE BRUTO MATÓ A CÉSAR CON FUEGO AMIGO


Estamos en Mérida, en el marco incomparable de la Roma imperial, donde
las cuitas políticas se saldaban apuñalando al adversario. En la Mérida de
principios de 2011, también, pero sin sangre. El fuego amigo siempre
existe, en el PP y en el PSOE. Los dos partidos le pusieron la proa a Iván
Redondo en 2015, cada uno con sus argumentos. Meses antes se había
producido la mayor crisis del Gobierno de Monago, coincidiendo con una
convención del partido en Cáceres. El escándalo fue mayúsculo y se le
acusó de gestionar mal la situación. ¿Qué ocurrió? Estas son las opiniones
en primera persona de sus protagonistas.
«Lo de Monago se gestionó mal. Era la ecuación perfecta. Un senador
que iba de rojo, una voz discrepante en el partido, un hombre popular en
todo el país... y, de repente, sacan los gastos que pagaba con dinero público
del Senado para ir a ver a una novia a Canarias. En el Senado no se
justificaban los viajes y fue una noticia bomba para el morbo español. Se
personalizó en él, pero muchos viajaban sin control y con tarjetas de
crédito. La noticia era verdad y existía toda la documentación. Ellos lo
sabían —recuerda Ana Pardo de Vera, la entonces directora de Público—.
Monago estaba desesperado porque aquello acababa con su carrera. La
información venía del propio Partido Popular, que le quería bajar los humos
porque criticaba sistemáticamente lo que se hacía en Génova. Eran guerras
internas. La información salió de Madrid. Hubo una filtración e hicimos una
investigación, pero detrás había intereses partidistas.»
Y prosigue: «No sé si Iván gestionó la crisis en primera persona porque
solo hablé, y poco, con la jefa de prensa. Estaban acojonados y lo negaron
desde el principio. En el Senado le hicieron un papel para justificar que los
viajes eran para gestionar cosas en Canarias, un ridículo, porque salió el PP
de Canarias negando cualquier tipo de gestión. No lo gestionaron bien
porque no se dieron cuenta que tenían al enemigo en casa».
Lo cierto es que el «octavo consejero» fue apartado ex profeso de esta
crisis porque alguien quería dejar en la cuneta a Monago. Lo mejor para
lograrlo era separarlo de Iván Redondo. La crisis se solventó, pero Monago
quedó tocado. No parecía que eso fuera un problema para quienes desde la
sala de máquinas de Madrid agitaron la información a través de Público.
Más valía un barón rojo tocado, que un sólido presidente extremeño del PP.
Ana Pardo de Vera, como periodista de raza, no suelta prenda acerca de la
fuente. ¡Solo faltaría! La pena es quedarse sin saberlo. Desconozco si Ana e
Iván intercambiaron esta información. Se vieron en el Palacio de la
Moncloa y hoy son amigos.
«En el conflicto de Canarias primé defender a mi familia, todos mis
esfuerzos fueron para mi familia. Se equivocaron. Nunca aspiré a estar en la
política nacional. Todo lo que me he ganado, me lo he ganado yo, nunca me
ofrecieron nada. Si algunos me veían como adversario, y visto lo visto
puede que así sea, no tenían ni idea, porque no tenía esa aspiración. Iván te
lo habrá dicho, que no quería colocarme en Madrid. Por eso me duele más
que actuaran así. Decía lo que decía de corazón. Si me enfrenté al Gobierno
fue porque tenía que defender mi comunidad. Mariano me dijo que hiciera
lo que tenía que hacer y nunca me llamó la atención. Con María Dolores de
Cospedal nos enfadábamos mucho, pero con nobleza. Durante años no
pensé que fuera fuego amigo, pero ahora sí lo creo. Demasiadas
coincidencias —dice José Antonio Monago—. Visto lo visto, puede que
alguien en Madrid tuviera miedo al presidente de Extremadura. Se juntaron
varias crisis a la vez (Canarias, la Caja Rural, la ley antisobornos, el
escándalo de Nogales) y las casualidades no existen. Hace unos años era
más cándido y no pensé que pudiera ser fuego amigo. Todas las crisis
estallaron a seis meses de las elecciones.»
«Todo aquello fue fuego amigo, de eso no tengo ninguna duda. Todo lo
que hice en ese momento fue intentar aplacar los ánimos y salvaguardar a
una familia. Izquierda Unida aceptó el pacto de 2011, que incluía la renta
básica, el control de la televisión y el de la gran cooperativa extremeña, que
eran las obsesiones de Nogales. A medida que avanzó la legislatura, entró
todo en crisis. No tenían experiencia, intentaron controlar la Caja Rural y
les salió mal, perdieron la votación en la Asamblea. Otra cosa es el tema
personal, que siempre tiene que estar fuera de todas las batallas», afirma
Guillermo Fernández Vara.
«Lo de Canarias fue fuego amigo. Lo mataron porque incordiaba mucho
y la victoria del PSOE fue un desastre para Extremadura. Monago se
confundió en la estrategia por no contar con Iván», dice Loli Izquierdo.
Todas las fuentes consultadas coinciden que se refugió en el partido. Su
principal error.
«Nos vimos por primera vez cuando llegó a la Moncloa. Tenemos una
relación profesional, algo que no tuve en Extremadura. Ya sé que dice que
nunca habló con la redacción de Público y es probable que así fuera, porque
yo no hacia la información y no tenía que hablar con él. Lo que publicamos
era veraz y contrastado, un trabajo profesionalmente impecable. E insisto:
la información no vino de la oposición», afirma Chema Crespo.
«No ocultaba que no estaba en el partido ni que tenía su propia hoja de
ruta con Monago, no con el PP. Le daba consejos al líder, no al partido y, al
trabajar con el líder, es fácil tener al partido enfrente porque se reduce su
influencia. En una charla con el presidente Monago en Monfragüe
hablamos largo y tendido de Iván. Me llamaba la atención porque lo veía
como un agente distinto a cualquier otro. Me dijo que era un tío muy útil,
muy profesional. Tiene diez ideas y de ellas tienes que apartar las que no
sirven, que pueden ser un desastre, pero de estas hay dos que son geniales.
Propone, y no dispone, y no piensa en la correlación de fuerzas internas. Es
muy proactivo y el líder se fía más de él que de su partido. El líder sabe que
el que le cuida es él, no el partido», declara Carmelo Encinas, de 20
minutos. Sin embargo, en esta crisis Monago apostó por el partido que le
estaba segando la hierba. Descartó a Iván y se equivocó. Ahora sabe que el
ataque venía de dentro de la empalizada y que el PSOE de Fernández Vara
no tuvo nada que ver.
«Por mucho que hiciera Iván, en el asunto de Canarias no se podía hacer
nada. Una de dos: o te vas para tu casa o te pones el turbante, lo aprietas y
tiras para adelante. Lo hicieron y apretaron. La correlación de fuerzas
cambió. Fueron demasiadas cosas», afirma José Luis Ayllón, quien mide
sus palabras. No dice más, pero tampoco menos. Siempre se puede hacer
algo si uno se lo propone. Otra cosa es que no se haga.
Pedro Escobar considera que Canarias no tuvo tanta trascendencia en las
elecciones de 2015. Para el exdirigente de Izquierda Unida fue una
tormenta perfecta: «Nos estalló el caso Nogales ¡diecisiete años después!
Fuimos portada en Hoy durante varios días. ¡Qué casualidad! Coincidió con
la crisis de Caja Rural, con Acorex, una potencia en cooperativas en la
región, también financiada por Caja Rural, todo a la vez, además de los
viajes de José Antonio, un tema de 2007. La intencionalidad política era
muy clara porque ya había recuperado su unidad familiar. Dieron una
imagen de bribón de José Antonio». Pedro Escobar no se acordó durante
esta charla de la Ley Anticorrupción ni tampoco mencionó la ola negativa
del PP en toda España, pero si apuntó un tema de forma muy taxativa:
«Iván no gestionó lo de Monago. Lo sé. Todos podemos tener una crisis
matrimonial. Lo que pasó es que la bomba la lanzó su partido porque era el
verso suelto del PP, como yo lo era de IU. Los suyos lo quemaron. Quien no
haya tenido una crisis que tire la primera piedra. José Antonio lo gestionó
él, no lo hizo como le decía Iván. Y lo hizo mal».
El propio Monago hace la siguiente reflexión: «A Iván lo quemaron en la
plaza pública, pero gané por poco y perdí por poco. Lo hemos hablado
muchas veces. El centro derecha se dividió con un cambio político en el
ámbito nacional. Perdí el poco colchón que tenía. Apareció Podemos y
estamos en la tierra del PSOE. Se le quemó porque siempre se busca un
culpable. También se quiso quemar en la plaza pública a Pedro Escobar.
Entró por poco y salió por poco, porque no tenía colchón. Sin IU no hubiera
podido gobernar, con Podemos era imposible. La vida es derrota y victoria.
He ganado más elecciones de las que he perdido y he llegado a la Junta de
Extremadura, y aquí no es fácil porque nuestra realidad es la que es».
No son los únicos que opinan así. Juan Rodríguez dice que «coincidieron
en el tiempo multitud de fuegos e hicieron daño. A Monago le tenían ganas
diferentes facciones del partido, lo dejaron tirado; ahí te las compongas
como puedas. Fíjate que esos mismos días Luisa Fernanda Rudi se cargó a
un diputado de Aragón por el mismo motivo, por estar liado con la misma
chica. No creo que el caso de Canarias afectase tanto a la evolución de los
acontecimientos. No fue un valor decisivo, porque aunque se armó un
escándalo, se circunscribió a un medio de comunicación y a otros de forma
tangencial. Hubo un oleaje contra el PP en toda España y en Extremadura
no se retrocedió tanto, pero por poco que se retrocediera se perdía». «El
2015 se salvó desde Extremadura, el problema era el deterioro de la marca
del PP nacional. Además, en Extremadura no había margen y aun así se
salvaron los muebles. La prueba es que Fernández Vara tuvo que gobernar
en minoría», señala Carmen Seguín.
«Monago perdió las elecciones, pero no las perdió Iván. Desde el PP lo
señalaron como culpable y quedó tocado. Lo veían como que quería subir
en el escalafón, que no se conformaba con la Junta, y no me extraña, porque
Iván no se pone límites. Además, en nuestra tierra el PSOE es una máquina
trituradora y bloqueó al Gobierno durante toda la legislatura, hasta presentó
una moción de censura para darse visibilidad porque estaba desaparecido.
Iván diseñó la estrategia y quizá hizo una campaña demasiado
estadounidense que la gente no entendió. Además, Monago es muy
escrupuloso con los dineros y recortó en esos años todo lo recortable, sobre
todo en publicidad. Eso no gustó al Hoy de Extremadura, que le dio la
espalda. Fue todo una coctelera e Iván era el malo de la película. Fíjate que
el titular de Hoy cuando tomó posesión Fernández Vara fue “Vuelve la
normalidad a la Junta de Extremadura”», dice Loli Izquierdo.
Antes de entrar en el Gobierno autonómico, era el único consultor
político en España que había ganado elecciones con el Partido Popular no
solo en el País Vasco y en Cataluña, sino también en Extremadura. Ha
asesorado asimismo tanto al PP como al PSOE y siempre le ha tocado, por
decir muchas veces que no, como diría Robert Frost, el camino menos
transitado. El más difícil.
Pero les reconozco que formar parte, tras veintiocho años de gobiernos socialistas, de un
Ejecutivo del Partido Popular en minoría, que debía enfrentarse al mayor desafío político,
económico y social que ha vivido España en los últimos años y que debía conseguirlo, además,
gobernando con una abstención de Izquierda Unida, ha sido insuperable. Para los que lo hemos
vivido profesionalmente, hemos participado, sin duda, en el mayor ejercicio político de
expansión y contracción de la historia de un Gobierno autonómico en España. [...]
Con el tiempo se entenderá todo lo que se ha conseguido. Pero antes la ciencia política nos
exige definir las “circunstancias objetivas” a las que nos hemos enfrentado en el contexto
electoral de 2015, que eran muy diferentes a las del año 2011: la concentración del voto era muy
débil (el voto útil no era ya el Partido Popular, sino los partidos emergentes); la aparición de un
nuevo operador por la derecha como es Ciudadanos dividía el voto; el eje izquierda-derecha, que
dominamos durante toda la legislatura con el presidente Monago como punto de encuentro entre
ambos, no era ya el protagonista en la recta final de campaña: la dinámica nacional lo había
sustituido por el eje arriba-abajo (algo que en una comunidad autónoma con la renta per cápita
más baja de España atomizaba con facilidad el mercado electoral); el desgaste objetivo de la
acción del Gobierno regional que siempre calculamos en torno a cinco puntos; la tendencia muy
fuerte en toda España del desgaste de la marca del Partido Popular en sus principales nichos de
voto; las cicatrices de la crisis económica todavía latentes y los constantes escándalos de
corrupción. Fue una tormenta perfecta.
Y a pesar de todo ello, tanto desde el partido como desde Gobierno tuvimos la capacidad de
superar diariamente todos estos obstáculos. El presidente Monago sabe muy bien, además, que si
en 2013 hubiera adelantado las elecciones autonómicas antes de que muchas de estas
«circunstancias objetivas» tomaran forma, las habría ganado con mayoría absoluta. Es importante
que se conozca este hecho, porque siendo conscientes como nos enseñaron nuestros padres de
que la victoria y la derrota son dos caras de la misma moneda, el presidente decidió mantenerse
leal a Izquierda Unida, que hubiera sido la gran damnificada, y al mandato de todos los
extremeños dando estabilidad a la región.

Esto escribió Iván Redondo en El Periódico Extremadura. De esta


forma, ponía fin a otra etapa de su vida. No había ganado por poco, porque
habían dejado cojo a su candidato. El PP extremeño no cayó los veinte
puntos que los populares retrocedieron en el resto de España, pero la
sentencia ya era firme. Algunos lo aprovecharon para ajusticiarle y otros
para mirar a otro lado. «No siempre se gana y hay que saber perder»,
porque la estrategia política no es infalible. El Partido Popular, el partido
que lo vio crecer profesionalmente, pasó de Iván Redondo. No le trataron
bien. Envió un mensaje muy duro a una persona a la que quería muchísimo.
Nunca se ha sabido a quién se lo envió, pero el receptor sí lo sabe: «Estoy
en una hoguera quemándome, vi como llorabas, pero no hiciste nada».
Proseguía:
Sobre mi relación con el presidente Monago y estos cuatro años de presidencia se escribirá
algún día. Ha sido sólida, muy profesional y de gran lealtad. Es una gran persona, que sabe
delegar y que cree en el trabajo en equipo. Si de todas sus cualidades tuviera que destacar una
como presidente de la Junta, además de creer en la comunicación política, sería su capacidad
extraordinaria para gobernar en tiempos de crisis. Ese será su mejor cartel ahora y siempre. Esa
tensión baja y esa maestría en el control de los tiempos.
Su legado económico es indiscutible y su compromiso con la cultura y con lo social también.
Podría citar a Winston Churchill para referirme a él (como José, él también ganó y perdió
elecciones: «Me quieren para la guerra y no para la paz», dijo), pero yo siempre he sido en los
análisis políticos una persona de muchos más matices y si hay algo que me caracteriza, es que no
me gusta ser previsible.
Creo que se siente más como el primer ministro de Reino Unido, Harold Wilson, cuando,
como cuenta en sus memorias, tras perder su primer Gobierno en 1970 y llegando a Downing
Street, dijo lo siguiente: «Ningún primer ministro entrante se tuvo que hacer cargo de una
situación económica como a la que nosotros le hemos dado la vuelta. Yo deseaba utilizar la
mejora de la economía y el empleo para construir sobre lo logrado, por ejemplo, en los servicios
sociales, en sanidad o en educación; quería acelerar lo que ya estábamos haciendo, intensificarlo
y desarrollarlo. Ahora cedemos los medios para realizarlo; se los cedemos a otro Gobierno». El
espejo no podría ser más perfecto. Wilson como Churchill no tardó mucho en volver a ganar
elecciones. Y seguro que Monago tampoco lo hará. [...]
2015 siempre será un año singular en la política española. Panta rei. Todo fluye, todo
cambia. A veces no deciden los votantes, sino la historia, como así ha sucedido. Pero no es el
objeto de este artículo. Solo es cuestión de tiempo que muchos de los que nos están leyendo
coincidan en un hecho: que Ferrari vuelva a ganar en Extremadura nunca fue una novedad,
nosotros siempre seremos los que, en territorio Ferrari, ganamos con el McLaren. Sé que duele
especialmente y lo entiendo, porque es una herida inmortal de la que sabes que nunca te vas a
recuperar.

Su relación con Monago continúa. Se ven periódicamente y tienen


amistad. El Ferrari ganó también las elecciones de 2019. Lo novedoso es
que el de Sánchez ganó dos elecciones consecutivas y llegó a la Moncloa
tras una moción de censura. Siempre gana el coche rojo, ya saben.
9

NUNCA SABES DE LO QUE ERES CAPAZ


HASTA QUE LO INTENTAS

«Cogió a Pedro Sánchez en un mal momento sí, pero si no lo intentas, no


sabes de qué eres capaz. Siempre dicen que es imposible hasta que no lo es.
Si te equivocas aprendes del error y tiras para adelante. Fallar no es malo.
Fallar es aprender. Ahí es donde encuentras las claves para solucionar las
cosas. Lo importante es no repetir los errores y ser realista. Si edulcoras la
realidad, te haces más daño. Y esto sirve para el trabajo y para la vida»,
afirma Manu, el hermano mayor de los Redondo Bacaicoa. Es su filosofía y,
de hecho, la de la familia. «El fracaso enseña lo que el éxito oculta y, como
dice siempre mi madre, uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo
intenta», dijo Iván en su toma de posesión como secretario de Estado en la
Moncloa.
Esta apreciación sobre la vida tiene su origen en una frase de Jean
Cocteau, poeta, novelista, dramaturgo, diseñador, pintor, ocultista, crítico y
cineasta francés: «Lo consiguieron porque no sabían que era imposible»,
todo un llamamiento a la superación de las limitaciones que nos
autoimponemos y nos obstaculizan en el día a día. El fracaso no es malo,
siempre que se aprenda de los errores.
APRENDER DE LOS ERRORES Y DISFRUTAR LOS ÉXITOS
Acabada la aventura de Extremadura, Iván se tomó su tiempo. Las heridas
estaban abiertas y, para alejarse de todo, se sacó el carné de conducir. Una
especie de disciplina para hacer cosas en un momento sombrío. En lugar de
descansar y darle vueltas y más vueltas a la cabeza, se impuso una
actividad. Aprobó, pero jamás se ha puesto al volante. «Cuando acabó la
legislatura, estaba muy tocado. Viví la noche electoral en primera línea.
Cuando empezaron a llegar los resultados, lo vio enseguida. Muchos
pensábamos que se podía ganar, pero él lo vio claro desde el primer
momento. No era posible ganar. Se sacó el carné de conducir porque
durante la legislatura era imposible, a no ser que le hubieran dado clases a
las cuatro de la madrugada», dice Marina Godoy.
«Cuando Monago se presentó, ya me dijo que iba a perder. Tiene muy
clara la política y me dio todo tipo de detalles demoscópicos. Me dijo:
“Vamos a perder, pero vamos a luchar para conseguir un buen resultado”. Y
añadió: “Pase lo que pase, no voy a seguir con Monago”. Sabe cuál es el
principio, sabe lo que tiene que hacer y sabe cuándo llega al final, lo que no
impide que hable de Monago como su amigo», afirma Enrique González.
Iván piensa en el futuro sin olvidar el pasado, porque en el Gobierno
extremeño, además de sinsabores, también hubo buenos momentos cuando
se aprobaron medidas que fueron importantes, como la renta básica, o
salieron adelante proyectos como el Festival de Teatro de Mérida y el
Centro de Cirugía de Mínima Invasión. «El gran reto fue el encuentro entre
España e Israel. Trabajamos con ellos codo con codo y fue un momento
impresionante e ilusionante. El Centro de Cirugía de Mínima Invasión fue
impulsado por Rodríguez Ibarra, que apoyó el proyecto. Otro tema
destacado fue el Teatro de Mérida. Fichar a Jesús fue un acierto
extraordinario», apunta Juan Rodríguez Plaza.
«Agrotech quería ser un proyecto de futuro. Contactamos con Carlos
Barrabés, con el que tengo buena amistad y quien se implicó con nosotros,
un hombre que ha colaborado con Ana Patricia Botín, con Telefónica, con
Silicon Valley. Y también con Iñaki Ortega, con el que fui profesor de
emprendimiento en la Deusto Business School. Estuve bien valorado, no
cobraba y la gente se extrañaba. ¿Qué hace un extremeño hablando de
emprendimiento en un programa de alta dirección?», cuenta el expresidente
Monago, quien al recordar estos momentos los revive con emoción.
«En Mérida tuvimos mucha relación. Iba mucho por trabajo y formamos
una pandilla con Carlos Barrabés, el pionero del comercio electrónico en
España, y con un tipo de Benasque, Javier Placer, que montó el primer
comercio online de esquí en España. Estábamos muy empeñados en un
proyecto para atraer inversiones tecnológicas al campo extremeño y eso nos
llevó a Israel. Iván conoció a Shimon Peres y trabó relaciones con el
Gobierno israelí y la comunidad judía. La idea era convertir a Extremadura
en el Israel español con una política pública inteligente que atrajera a
fondos de inversión. Cada uno tenía su especialidad e hicimos un buen
equipo», dice Iñaki Ortega.
«El centro lo creó Rodríguez Ibarra y surgió en la Facultad de
Veterinaria como un centro de investigación y formación de prestigio
internacional. El plan era convertir a Extremadura en una región moderna,
llevar a cabo una transformación, y se aprovechó el enlace con Israel para
poner en marcha un proyecto de transformación económica que llevara la
tecnología al campo y aprovechara los recursos hídricos: el proyecto
Agrotech. Queríamos posicionar a Extremadura en el futuro. Lo apoyó
Ibarra y también Felipe González», señala Juanfran Caro, director de la
Consejería de Economía en aquellos días.
«En la Deusto di clases con el embajador de Israel, Alon Bar. Las
dábamos al alimón. Era necesario porque hablaba de Israel, entablamos una
gran relación y apostamos por el Centro de Mínima Invasión. Extremadura,
además, tiene una bioincubadora en Nazaret, con investigadores judíos de
origen árabe. Tuvimos una agenda que ningún presidente extremeño ha
tenido. Pedí ayuda a la embajada y una reunión con Shimon Peres. Me
dijeron que era imposible. Estuve con Shimon Peres durante más de dos
horas y le transmitimos la idea de Agrotech. Queríamos modernizar nuestra
tierra y apostar por el talento. Nos dio su apoyo. El embajador quiso estar
presente en la reunión y le dije que no, pero me respondió que eso sería un
conflicto diplomático. Entonces le dije que iba a entrar, pero no iba a piar. Y
no pio. El embajador no consiguió la entrevista, la consiguió Iván. Lo que
hicimos fue estratégico para Extremadura», rememora el expresidente
Monago. Sin duda, se le nota orgulloso de esa época de su vida, no en lo
político, en lo personal. «Toni, nos dejamos la piel por Extremadura»,
sentencia.
«Otro gran éxito fue el Teatro de Mérida, pero se empezó con mal pie.
Blanca Portillo me dijo que se suspendía todo porque no había cobrado
nadie. Llamé al gerente y, para explicarme las cuentas, me entregó medio
folio. Presentamos una querella y me traje en comisión de servicios a Pedro
Salguero, un inspector de Hacienda, para reconstruir toda la contabilidad.
Iván me dijo que el único que podía salvar aquello era Jesús Cimarro, pero
que lo tenía que enganchar porque no quería ni a tiros. Le pedí que
asumiera el reto y al final aceptó», afirma Monago. Todavía sigue porque es
un gran profesional y el Gobierno de Fernández Vara lo ha mantenido.
«Nos reunimos en Mérida y me explicó que quería reflotar el festival y
potenciarlo. Soy observador y me di cuenta de que tenía enfrente a una
persona muy joven con la cabeza muy articulada y las ideas muy claras. He
trabajado con todo tipo de Gobiernos y con gente de todos los partidos que
ha celebrado mítines en el Teatro La Latina, incluido el presidente Sánchez.
Me contrataron para levantar un festival y lo hice. Nuestra relación se
consolidó con su salida del Gobierno, cuando era prácticamente un
apestado. Tengo amigos y amigas en todos los partidos. No me importan ni
la profesión, ni la religión que profesan, ni su opción sexual, ni a qué
partido están afiliados. Me interesan las personas, y hay personas buenas y
malas, gente que interesa y gente que no», dice Jesús Cimarro.
Iván se tomó un tiempo y reactivó Redondo y Asociados. Siguió con The
War Room y empezó a publicar Moncloa Confidencial en El Mundo. El
hombre que le contrató, Casimiro García Abadillo, director del diario por
aquel entonces, fue a Ferraz a ver al nuevo secretario general del PSOE:
«Al salir de la entrevista, me encontré con Iván en el ascensor. Fue entonces
cuando supe que lo había contratado».

LA LLAMADA DE PEDRO SÁNCHEZ


El salto a la palestra se lo consigue su antiguo colaborador, Juan Rodríguez
Plaza. «Me llamó para sugerirme que lo ficháramos en Espejo Público. Lo
probamos sin compromiso. Iván quería un escaparate televisivo, además de
sus artículos. Lo leía y me gustaba, y me gustó en la tele, aunque al
principio le decía que bajara el nivel porque hablaba para muy cafeteros,
que tenía que hacerlo más comestible. Lo hizo. En la tele aportaba un plus
que iba más allá de la reacción periodística. Aprendió rápido el lenguaje
televisivo y estaba dispuesto a jugar con un ábaco, al ajedrez, con quesitos y
grafismos de todo tipo. A raíz de sus apariciones en el programa le contactó
una persona: Pablo Iglesias. Empezaron a enviarse mensajes y acabó yendo
a La Tuerka», cuenta Susanna Griso.
Un par de semanas después de aquella entrevista, recibió una llamada en
el despacho de Redondo y Asociados. Iván estaba dando una conferencia en
la Next International Business School de Manuel Campo Vidal, en la
antigua Escuela de Ingenieros de Madrid, en la que coincidió con el alcalde
de Jun, José Antonio Rodríguez Salas. Desde el despacho llamaron a
Sandra: «Ha llamado Celia, la secretaria del secretario general del PSOE.
Pedro quiere hablar con Iván». Sandra no le dijo nada hasta que acabó la
conferencia.
Se citaron en Ferraz para tomar un café. Desde entonces, el contacto
nunca se interrumpió, ni antes ni después de las primarias, aunque no se le
vio nunca por el cuartel general de la calle Marqués de Riscal. Pedro
Sánchez le hizo una oferta para que le ayudara. La respuesta fue negativa,
porque tenía el compromiso con su mujer de darse un tiempo, de tomarse
dos años sabáticos. El presidente lo entendió, pero le dijo una cosa: «Lo que
te falta es un éxito con el Partido Socialista».
La relación se consolidó y, tras el Comité Federal de octubre, hablaron
mucho, sobre todo acerca de su futuro como diputado. Sánchez dejó su
escaño y montó un equipo en el que Iván era uno más, sin ningún
protagonismo, aunque fue un gran embajador del candidato Sánchez en los
medios de comunicación: «Va a ganar las primarias», le decía a todo el
mundo.
Pedro Sánchez anunció su candidatura el 28 de enero de 2017 en Dos
Hermanas, en el Lago de la Vida. El día anterior cayó agua a mares, lo que
obligó a buscar alternativas. Ese sábado amaneció soleado, incluso picaba
el sol. Empezaba la batalla de la militancia contra el aparato, aunque estaba
todo por hacer. Quico Toscano, hoy presidente del Comité Federal y
entonces solo alcalde de Dos Hermanas, fue uno de los primeros en creer en
Sánchez, junto con Paco Salazar, que estaba en la sala de máquinas con
Juanma Serrano. No fue casualidad que el acto se celebrara en Dos
Hermanas. O sí, porque la idea inicial fue hacerlo en Sevilla, en la sede de
UGT, pero los responsables del sindicato no cedieron los locales elegidos
porque «tenían un aforo medianito. No sabíamos cuál iba a ser la acogida
de la militancia y no se quería pinchar», recuerda Toscano. Los días previos
habían sido intensos y el grupo más cercano a Sánchez se había empezado a
preocupar porque el candidato no se decidía a dar el paso: «Estaba muy
solo. Se enfrentaba a Susana Díaz, un enfrentamiento lícito, y estaba dolido
con las personas que le habían abandonado». Su pequeño grupo empezó a
movilizarse en busca de apoyos en el partido, pivotando todo en torno a
Serrano, Salazar y, sobre todo, José Luis Ábalos, que además tenía una
misión: convencer a Pedro Sánchez para que se presentara, incluso
presionarlo, y lo hizo en condiciones.
Quico Toscano estaba con la mosca detrás de la oreja: «Le preguntaba a
Juanma si, además de hablar con nosotros, tenía confianza con alguien más,
alguien con quien hablar y pensar. “Estaría bien que lo supiéramos”, le
decía. Luego descubrimos que esa persona era Iván, con el que ya mantenía
contacto y tenían conexión». Empezaron a contactar con líderes de
diferentes comunidades. Era el momento de tantear, pero el líder seguía sin
tomar la decisión, lo que preocupaba al núcleo duro. «Ante el bloqueo,
Ábalos se propuso como candidato. “Yo puedo ser el candidato si Pedro no
tira para adelante porque no podemos dejar a la gente tirada”, dijo. “Tú no
puedes ser una opción”, le contesté. La alternativa de Pedro está sustentada
en una parte mística, de victimismo, de rebeldía, y eso solo lo representa él.
No podía ser el candidato si Pedro no daba el paso. Se había abstenido en la
investidura de Rajoy y hubiéramos tenido que buscar a alguien entre los
diputados que votaron no a la investidura», dice Toscano.
A principios del mes de enero, el núcleo duro se puso de acuerdo y
hablaron todos, por separado, con Pedro Sánchez. «Ábalos dio el do de
pecho, lo tensionó, la presión surtió efecto y tomó la decisión. José Luis le
tocó la fibra diciéndole que no estaba perdiendo una oportunidad personal,
sino que estaba haciendo perder a muchos militantes la oportunidad de
revitalizar el partido, que si no daba el paso se iba a arrepentir toda la vida.
Nos convocó a una reunión en Madrid y pusimos el proceso en marcha. Ahí
empezó todo», dice Toscano. El acto de Dos Hermanas se desbordó. Iván
todavía no había hecho su aparición, pero Quico está convencido de que
«ya estaba allí, ya tenía una relación especial con Pedro, aunque nadie lo
sabía».
El grupo empezó a crecer con diferentes grados de compromiso.
«Convivíamos con personalismos, con compañeros que no daban el paso
adelante hasta que vieran la posibilidad de ganar, con algunos con ansias de
protagonismo y también con otros que se dejaban la piel. Contábamos con
todos, aunque algunos molestaran: son las miserias internas. Esa era la
realidad», prosigue Toscano. Tras las primarias que gana holgadamente
Sánchez, se empieza a preparar el congreso y «se conforma una ejecutiva
con la gente que le ha arropado en ese tiempo, con los que ha ganado.
Ahora estamos a las puertas de otro congreso, pero no es lo mismo. Ahora
hay nerviosismo porque el único que es seguro que va a repetir se llama
Pedro Sánchez, que es el secretario general y presidente del Gobierno. Esto
provoca nervios y tensiones, lo que se traduce en tensiones con Iván. Los
demás, llámense Ábalos, Adriana, Santos o quien sea, saben qué día que
llegaron, pero no saben si seguirán o por donde van a salir». Toda una
advertencia de Toscano.
Fueron momentos convulsos en el PSOE. Los militantes los vivieron con
intensidad y con preocupación. No voy a ocultar que aposté por Susana
Díaz, aunque tengo que reconocer que en Cataluña lo hicimos cuatro y el
cabo. No me sentí en ningún momento ni menospreciado ni ninguneado en
el PSC por expresar públicamente mi posición, mucho menos por Miquel
Iceta y Salvador Illa. Un militante que lo vivió en primera línea fue José
Antonio Rodríguez Salas, el exalcalde de Jun, hoy miembro de la Comisión
Ejecutiva Federal del PSOE y de la Comisión Ejecutiva del PSOE de
Andalucía, el único con las dos responsabilidades: «Manuel Campo Vidal
me invitó a un debate sobre la influencia de las redes en las elecciones
estadounidenses. Ese día partía a Estados Unidos para trabajar con el
Partido Demócrata, que me había encargado un informe sobre redes y
electorado hispano. Recuerdo que me preguntaron cómo veía la situación
española y dije que en unos días se iban a cargar a Pedro Sánchez. En
Twitter los partidarios de Susana hablaban claramente del 1 de octubre».
«Aunque fuera el secreto mejor guardado y los viajes preparatorios a
Madrid de la presidenta andaluza hayan sido muy discretos desde final del
verano, el pasado martes día 13 de septiembre, sorprendentemente, un
crítico de Susana Díaz anunció la operación en el marco del Congreso de
Comunicación Política organizado por la escuela de negocios NEXT IBS.
Gran exclusiva, aunque la duda que mantenía es si Susana no haría emerger
un tapado contra Sánchez por si no se ganaba la batalla, que se prevé feroz.
No era una indiscreción, porque nadie se lo dijo, sino porque “supo leerlo
en Twitter”», así retrataba la situación Manuel Campo Vidal el 19 de
septiembre de 2016 en el Diario de Sevilla. Escribió lo que le escuchó decir
a «Jun».
José Antonio Rodríguez Salas se había postulado en 2013 como
candidato a las primarias andaluzas, a las que también se presentó el
ministro de Agricultura, Luis Planas. La campaña la llevó Paco Salazar.
«Jun» no obtuvo los avales necesarios porque Susana Díaz suprimió los
electrónicos. Esa noche Rodríguez Salas cenó con Salazar en su casa: «Tú
no lo sabes, pero has sido parte de un experimento —le dijo Salazar—.
Hemos querido valorar si usando las redes sociales se pueden conseguir
más apoyos que usando los métodos convencionales. El asunto del que te
hablo se llama Pedro Sánchez». «Me quedé parado y le pregunté: “¿Quién
es Pedro Sánchez?”. La respuesta de Paco fue contundente: “Un diputado
que va a ser secretario general del PSOE y presidente del Gobierno”»,
recuerda Rodríguez Salas. Miró las redes sociales, su observatorio y no
quedó convencido: «“Solo tiene ochocientos y pico seguidores y Madina
tiene ciento y pico mil. Lo que me dices es imposible” le dije. “Para eso
estás aquí y para eso te queremos a ti. Lo vas a conocer en breve.” Y lo
conocí». A partir de ese momento se convirtió en el hombre de las redes
sociales en el equipo de Pedro Sánchez, en 2014 y en 2017.
El día del debate en NEXT «Jun» coincidió con Iván: «La relación se
mantuvo y se acentuó cuando Pedro ganó las segundas primarias y
desembarcó en el PSOE. Fue un momento complejo y ocurrieron cosas.
Todo el mundo lo miraba con recelo y lo esquinaba. Lo veían como algo
extraño. Solo hubo dos personas que le prestamos atención: Paco Salazar y
yo. Ambos llegamos a una conclusión: este tipo es de otro mundo y se nota
algo, que hay calidad».
El día del triunfo, el ya secretario general llamó a Redondo para comer,
pero aplazaron el encuentro unos días porque la suegra de Iván estaba
ingresada en San Sebastián y viajó con su mujer a visitarla. Eso sí, desde
Euskadi adelantó la victoria de Sánchez y, al día siguiente, analizó la
situación en Espejo Público. Coincidimos ese día con posturas antagónicas.
Iván me había ganado la partida y de largo. Lo peor fue que me lo había
dicho mil veces. Quedaron en un sitio discreto y Pedro llegó acompañado
de Juanma Serrano. Iván no tenía claro para qué quería verlo Pedro. Sandra
lo miró incrédula y le dijo: «Pues para hacerte una oferta». Y se la hizo.
Pedro Sánchez le ofreció todo, lo que nunca hizo el PP: «Quiero que estés
conmigo porque eres el mejor».
Redondo aceptó con una condición, que Pedro se lo dijera a Guillermo
Fernández Vara. Se confabularon. La noticia se hizo pública durante la
celebración del Día de Extremadura en septiembre de 2017, curiosa ironía.
Un día antes el presidente Vara recibió la llamada de Pedro Sánchez y el
expresidente Monago, la de Iván. Se enteraron a la misma hora. La nota de
prensa se emitió ese día. Como diría Pedro J. Ramírez, es pura poesía.
Sánchez fichó a Iván Redondo el Día de Extremadura. ¡Vaya día tuvieron
que pasar los dos presidentes!
«Después de 2015, cuando volví al Gobierno, noté en mí algo de rencor.
Me equivocaba porque a veces actuaba con rencor y no es buen consejero,
así que lo olvidé. Cuando me llamó Pedro y me dijo que había conocido a
un chico joven experto en comunicación política, le dije antes de que
terminara que era Iván Redondo. Le dije que si lo había decidido porque
pensaba que era lo mejor para él y para el PSOE, lo apoyaría. Me confesó
que Iván había supeditado aceptar su propuesta a que yo le diera el OK. Lo
llamé inmediatamente para decirle que no tenía ningún problema y que
debíamos aprender a trabajar juntos. Le di un consejo: el PSOE no es el PP.
A lo largo de todo este tiempo hemos trabajado mucho y bien. Nos
valoramos mutuamente, ya que estar en la oposición a un Gobierno en el
que está Iván no es fácil porque es más listo que los ratones coloraos. Tiene
dos virtudes: es listo y trabajador, y el trabajo siempre da buenos resultados,
además tiene una gran capacidad de absorción», dice Guillermo Fernández
Vara.
«Cuando me llamó para decirme que trabajaría para Sánchez, le dije que
me alegraba en lo personal, pero no en lo político. Me alegré de que
creciera profesionalmente y le agradecí la llamada. Creo que me llamó un
viernes. El domingo le llamé y le pregunté qué hacía. La respuesta fue:
“Trabajando”. Hubiera preferido que trabajara para el PP. Es trabajador y
buena persona», afirma José Antonio Monago.
Desde que se fueron a Madrid, Loli Izquierdo hablaba frecuentemente
con Sandra y quedaban todos para comer a medio camino entre Madrid y
Extremadura los fines de semana. Un domingo del verano de 2017
quedaron en La Taberna del Loco, en Navalmoral de la Mata. «Pensaba que
me iban a contar algo personal y me quedé de piedra. Me dijo que iba a
trabajar con Pedro. Tuve un disgusto monumental porque no lo compartía.
Salí del restaurante a llorar. Me explicó el porqué, no me gustó, ni me
convenció, pero lo entendí. Ese día supe que lo iba a hacer presidente del
Gobierno. Un amigo mío del PP me dijo que cómo iba a conseguirlo si era
como hacer una silla de madera con un palo de hierro. Pues lo hizo y ese
fue el problema del PP, que no supo verlo. Cuando Sánchez ganó la moción,
me emocioné, no por Sánchez, por Iván. Me emocioné como cuando una
madre ve triunfar a su hijo», recuerda Loli Izquierdo.

EMPIEZA LA CHAMPIONS LEAGUE


Nada más llegar a Ferraz, aparecen resistencias en el partido y acusaciones
por doquier: Iván Redondo es un mercenario. «Esa acusación solo se puede
hacer desde la ignorancia o la mala fe. Que haya trabajado con otros líderes
con otras ideas es un mérito, no un demérito. No es un diputado que ha
cambiado de partido, es un profesional que trabaja con diferentes clientes
del ámbito político. Para dedicarse a este oficio siempre es mejor atesorar
una experiencia previa más plural y más diversa. Es independiente, pero
lleva la camiseta del PSOE calada hasta los huesos. Cualquier jugador que
no sea de la cantera no llega al Real Madrid o al Barça a la primera de
cambio, pasan por diferentes clubes antes de jugar la Champions. Ese ha
sido el camino de Iván», apunta Jaume Giró.
Había renacido de sus cenizas. Había superado una situación negativa en
Extremadura y llegó la venganza del destino. No era su plan, pero en la vida
hay momentos que no corresponden a ningún plan y con la resistencia se
hacen realidad. ¿Qué pasó? Pasó que, tras ser repudiado y despreciado por
un partido, encontró su camino. Ayudó a Sánchez en las primarias, ganó la
moción de censura, llegó a la Moncloa y ganó dos elecciones generales.
También ayudó a ganar las autonómicas, las municipales y las europeas. Y
una foto para la historia: en el mitin final de Fernández Vara en las
elecciones de 2019, Iván Redondo estuvo presente en la plaza de toros
porque debía, pero también porque quiso. Lo que ocurrió en 2015 ya era
historia, otra época con más mentiras que verdades. Lo novedoso era venir
de Mercedes (PP) y acabar en Ferrari, y con el vehículo ganador (PSOE), el
coche rojo. Esa es la novedad de Iván Redondo, que es disruptivo porque
empezó en un campo político y acabó en otro. Ha puesto en marcha una
línea profesional de consultoría política independiente que explicó más de
una vez en el Parlamento de Extremadura. Esas intervenciones son
referentes para muchos: «Es un gran comunicador. A veces me daba el
discurso entero para que tuviera claro el mensaje. He visto un vídeo
impresionante de una intervención suya en la Asamblea de Extremadura,
donde empezaba diciendo que era un humilde asesor. Hablaba de ajedrez,
de libros de autores de comunicación, de series... Es un vídeo muy
clarificador. Ese es Iván», afirma Pablo Rodríguez Valido, de Coalición
Canaria.
«Lo difícil no es evadirse del ruido, es evadirte de tu ruido, por eso creo
que le meten mucha presión. Es difícil evadirte del ruido que te afecta
porque no es lo mismo estar bajo presión que recibir la presión. Es
complicado abstraerte porque desgasta emocionalmente. Es habitual que
pase, pero no es aceptable que, por el hecho de estar en política, te abrasen.
Otra cosa es que Iván juegue a que lo hagan para que no abrasen al
presidente. Todos deben asumir su rol porque el liderazgo siempre es
compartido y cada uno tiene un papel», apunta José Antonio Llorente.
«Cuando me dijo que iba a trabajar con Pedro Sánchez, pensé: “¿Dónde
te metes?”. Además, me dijo que iba a hacerlo presidente del Gobierno en
un año. Así, sin medias tintas. Iván falla, como todo el mundo, pero tiene un
don, huele por dónde van las cosas, cosas de las que los demás ni nos
enteramos. Tiene mirada a corto, medio y largo plazo. Sabe cómo formar a
un líder y cómo acompañarlo. Utiliza muy bien lo que la oposición llama
propaganda y yo considero comunicación. Utiliza muy bien todos los
resortes para que un partido político gane las elecciones a través de un
candidato y esta vez lo ha hecho teniendo todo en contra. Estuvo hábil para
plantear la moción de censura, ganó la partida y las elecciones», dice Jesús
Cimarro.
Los inicios con Pedro Sánchez no fueron un camino de rosas. Había que
construir un relato y una alternativa de Gobierno con una coyuntura política
endiablada. Podemos apretaba por la izquierda, el PP lo hacía por la
derecha, Albert Rivera estaba en su mejor momento y los medios de
comunicación eran muy críticos con Sánchez. «Para frenar la presión de
Podemos, una de las líneas de trabajo fue construir un relato sobre la
izquierda de orden, el PSOE, frente a la izquierda de desorden, Podemos.
Era clave delimitar el escenario para poder ofrecer una alternativa a los
ciudadanos, para que pudieran elegir», sostiene Fran Gómez Loarte. Sin
duda, sigue siendo un debate muy actual.
«“Somos la izquierda” fue un pulso con Podemos. Hablando con Pedro,
Iván y Paco Salazar teníamos claro que no podíamos dejarnos comer el
terreno porque el PSOE es izquierda, Pedro es izquierda. Se recuperó el
rojo porque la identidad corporativa de los partidos es muy importante. El
coche rojo siempre gana, el Ferrari. No puedes perder parte de la esencia.
Es importante construir la marca con el color y la tipografía», analiza el
responsable de esta campaña, Manu Cavanilles, subdirector general de
Estrategia y Comunicación. Manu es el hombre de las campañas, ya sean en
el Gobierno o en el PSOE, estas últimas a título particular.
Tres detalles. Cavanilles estuvo detrás de la campaña del «Sí es sí» en
las primarias «como contrapunto al famoso “No es no”. Sí al empleo, sí al
cambio. Pedro estaba convencido desde el principio de que iba a ganar. Es
la encarnación del optimismo». También diseñó la portada de Manual de
resistencia: «El presidente me lo contó y trabajé en varias opciones que les
planteé al él y a Iván. Les dije que una era mi preferida y la aceptaron
porque ninguno de los dos son conservadores, no son de esconderse. El
presidente no compra cualquier cosa, pero es un hombre arriesgado».
Las fotos de la campaña «“La España que quieres” también son
arriesgadas. La idea original surgió de Jaime Miquel, que propuso “La
España que surge, la España que nos merecemos”. La humanizamos y
acabó en “La España que quieres”. “Haz que pase” es una frase de Iván,
que se sustenta en no conformarse con ver que pasen cosas , sino hacer que
pasen. Nos pusimos los creativos a trabajar y propusimos “Haz que pase”,
en imperativo, al estilo del “Hazlo” de la campaña de Nike Just do it»,
añade Cavanilles. No es casualidad que la campaña de Illa tuviera un sello
parecido: «Hagámoslo».
«Estuvimos tres meses preparando el terreno. Se nos acusó de estar
callados, pero estábamos forjando una estrategia. La moción fue una
oportunidad. Se generó un debate y coincidimos en el análisis. Había que
presentarla porque si la perdíamos en el Congreso, la ganábamos en la calle.
Nadie iba a entender que, tras una condena por corrupción, no hiciéramos
nada», apunta Paco Salazar. Pero, el silencio del PSOE no se entendía.
Tampoco los amigos lo hacían. «Cenamos con nuestras mujeres, Irene y
Sandra, una semana antes de la moción de censura porque nos íbamos a
Nueva York. Irene le dio mucha caña a Iván acusando al PSOE de estar
perdido, de no hacer nada. Recuerdo que le dijo que estuviera tranquila, que
iban a pasar cosas, pero que había que dar tiempo. No la convenció. Sandra
y yo intentamos mediar sin éxito. Iván repetía que iban a pasar cosas. En
aquel momento, Albert Rivera era la estrella ascendente y el presidente
Rajoy estaba atrincherado con sus presupuestos. Iván insistía y repetía sin
cesar que iban a pasar cosas. Una semana más tarde, se presentó la moción
de censura y pasaron cosas. Mi mujer le envió un SMS desde Nueva York
reconociendo su error. Luego nos hemos reído mucho con esto», explica
guasón José Antonio Llorente.
Esa era la realidad. Había mantenido conversaciones con Iván sobre ese
silencio estratégico y me incluyo entre los que no lo entendíamos. Me
explicó que no era un silencio estratégico, que se trataba de buscar los
momentos, el calendario, que el líder escoge sus batallas. Me sorprendió
cuando me llamó y me dijo: «Prepárate, que la próxima semana entrevistas
al secretario general». Así lo hicimos y, casualidades de la vida, fue la
última entrevista de Sánchez en un diario antes de la moción de censura.
Fui a su despacho junto al director, Paco Marhuenda, y a mi compañera
Ainhoa Martínez. Hicimos la entrevista y, en los primeros diez minutos,
dijo cuatro o cinco veces «cuando sea presidente». Le interrumpí: «¿Lo cree
realmente?». «Sí, me veo de presidente del Gobierno», me contestó. La
entrevista se publicó el domingo anterior a la presentación de la moción.
La situación en aquel momento la explica con una anécdota Lucía
Méndez, quien conoció a Iván por mi culpa en un sitio poco habitual, la
cena anual de la Academia de Gastronomía, en el Paseo de la Castellana. Se
sentaron juntos y empezaron a charlar. Tuvieron tiempo de hacerlo, porque
el acto fue interminable. Este encuentro tuvo lugar antes de que Iván
trabajara con Pedro Sánchez y Lucía empieza a tener una relación habitual
con el asesor del PSOE. «Tenemos una vivencia personal muy graciosa. Me
invitaron a participar en una Escuela de Buen Gobierno del PSOE que se
celebró un mes antes de la moción. Fue un acto tremendamente deslucido.
No fue nadie, solo Javier Solana y les echó la bronca. Participé en una mesa
con Enric Juliana, Iván Redondo, Guillermo Fernández Vara y Nacho
Escolar. Versaba sobre las emociones y la política. Estábamos cuatro gatos
y era todo muy desangelado. En ese acto hubo una intervención del público
muy dura. Un interviniente se lanzó a criticar a los asesores áulicos,
dirigiéndose directamente a Iván de forma desagradable. Su respuesta se ha
hecho viral por internet. Los periódicos en aquellos días publicaban
reportajes del estilo “Pedro Sánchez desaparecido”, “Desastre en la Escuela
de Gobierno”, “¿Qué le pasa a Pedro Sánchez?”, “El PSOE no existe” y un
sinfín de este palo. Después, creo recordar que comimos con Guillermo
Fernández Vara y Paco Salazar. En esa comida, Iván empezó a hacer esas
cuentas que hace. Tres, tres, tres, veinte, veinte, veinte, y sus
combinaciones, y dijo rotundo: “Podemos ganar las elecciones”. No daba
crédito. Lo miraba y pensaba que me tomaba el pelo, que era imposible, una
profecía predicada en el desierto. Iván salió del acto algo compungido
porque fue desagradable y quedó tocado. Un mes después lo encontré a la
salida del Congreso, ya con Pedro Sánchez como presidente tras ganar la
moción de censura. Me acerqué por detrás y le dije: “¡Hay que ver, hay que
ver!”. Se giró y me contestó: “No estaba mal para ser el primer año”. “La
última vez que te vi estábamos en otro mundo, parece mentira lo que está
pasando”, le comenté. Esto representa muy bien lo que se ha vivido en
España en este tiempo y lo que ha vivido él personalmente, con presión
externa y mucha presión interna.» No le falta razón a Lucía Méndez.
Fueron unos momentos duros, complicados, con un partido que lo miraba
de reojo cuando no le ponía la zancadilla. Solo confiaba en él la persona
que le llamó cuando estaba en el hospital visitando a su suegra.
«Lo conocí cuando estaba como coordinadora en la Secretaría de
Formación del PSOE, cuando preparamos la Escuela de Buen Gobierno.
Antes había sido jefa del Gabinete del secretario de Organización, Óscar
López. Propusimos que Guillermo e Iván estuvieran juntos en la misma
mesa. Nadie puso ningún problema y tuvimos todos los ok tras tres o cuatro
reuniones. Vengo del mundo de la consultoría, lo escuché hablar y me
sorprendí. Hablaba mi lenguaje, un lenguaje que no era el del partido. Eso
me llamó la atención. Retrocedí a mis años de consultoría», dice Nuria
Lera, directora de Asuntos Nacionales en el Palacio de la Moncloa.
La situación no era fácil. «En diciembre de 2017 Pedro nos convocó a un
retiro espiritual en la Tablas de Daimiel. Era secreto hasta que Odón Elorza
puso un tuit desde el autobús. Iván no dijo una palabra, pero nos hizo un
retrato a todos. Unas semanas después, me pidió que asistiera a la reunión
de datos que se organizaban en Ferraz cada miércoles. En esas reuniones se
incorporaban los sistemas que se utilizaban en Estados Unidos a los
testados por Iván. Empezamos a estudiar diferentes escenarios. Uno de
ellos, el de la moción de censura. Se hizo un proceso de big data y
comprobamos que la situación no era buena, que estábamos casi cuartos y
que había que dar un cambio radical a todo, con procedimientos de
mecánica moderna que no tenían nada que ver con los métodos
tradicionales utilizados en los partidos, ni en España ni en Europa. Se
montó un equipo muy potente, aunque estaba un poco aislado en un PSOE
en el que cundía el pánico», cuenta «Jun». Sin embargo, Iván no es una
persona que se deje llevar por el pánico, ni por el ruido.
UN HUMILDE ASESOR
«¿Puede un estratega y comunicador estar hoy con un partido y mañana con
otro? La respuesta es sí. Es su trabajo. Su trabajo es convertir en caballo
ganador a una persona que tiene una ideología. Detrás hay más trabajo de lo
que parece. Soy testigo de cargo. Siempre que le llamo está en los temas,
los tiene trabajados. Desde nuestra primera conversación, en 2017,
mantenemos una relación constante porque pasamos página. No me extrañó
nada que estuviera en la campaña de 2019. Desde 2015 nos hemos visto
muchas veces, la mayoría de ellas a tomar café cuando voy a Madrid, y
tenemos mucha y buena relación. Es una nueva etapa de nuestra vida. No se
puede estar en política con rencor. Los errores que he cometido en la vida
son consecuencia de que no supe dejar a un lado cierta subjetividad. Hay
que intentar centrarse en la ideología y el rigor. Reaccionar por cosas del
pasado no tiene sentido. Ahora mismo mantengo con Pedro Escobar una
gran relación. No la dejamos de tener nunca porque yo sé que al primero
que le dolió que la derecha llegara al Gobierno fue a él, por su abstención»,
afirma Guillermo Fernández Vara.
«Cuando le preguntaban a David Axelrod si sus candidatos siempre eran
demócratas, contestaba con un “depende”, diciendo que estaba
especializado en candidatos negros progresistas, pero que si estas
características las encarnaba un republicano, podría ser su candidato. Esta
opción profesional es la de Redondo. Es una cuestión de proyecto, de
momento, y de estar al cien por cien con el líder. Sánchez sabe que cuenta
plenamente con él y esa es la apuesta de Redondo. Su apuesta es Pedro y
durará lo que dure Pedro. No tiene aspiración de seguir después. Hará otras
cosas y esperará su momento. Cuando le preguntaban a Baltasar Porcel
cómo era posible que escribiera discursos para el rey y para el presidente
Pujol, contestaba que no creía ni en marcas ni en partidos, sino en personas.
Iván cree en las personas, no en las ideologías. Es una concepción
anglosajona y muy moderna. Los estadounidenses tienen una máxima: el
candidato es el mensaje, un líder que resume un proyecto político. Sánchez
y Redondo tuvieron un flechazo, unieron sus proyectos y construyeron un
relato», señala Toni Aira.
«No es un tipo que se pase al enemigo por despecho. Ese es un
mercenario. Lo son los que actúan por despecho, los que lo critican
absolutamente todo por no estar en el epicentro y los que no aceptan la
realidad y no han sabido perder. La gran diferencia es que Iván no llega a la
consultoría de la mano de un partido, llega desde la profesión. Los
mercenarios son los que llegan de la mano de un partido y cuando no pintan
nada, se van a otro. Iván no debe obediencia al PSOE porque su promoción
profesional no está circunscrita al partido. Los otros sí y por eso hacen la
pelota más de lo deseable. Iván está fuera de este circuito y pone a
disposición sus conocimientos. Yo llegué a esto por inclinación política y
sería un mercenario si pusiera mis conocimientos a disposición de otra
formación. Iván no está ligado a la militancia, está ligado a la profesión.
Los otros no pueden decir lo mismo», declara Miguel Barroso.
«Cuando llegó a Ferraz, se conformaba con el apoyo de Pedro. Con eso
tenía bastante. En el partido había de todo. En términos de confianza, Pedro
se la tenía. Me di cuenta de que tenían contacto, nada que ver con Luis
Arroyo, el consultor de su primera etapa en la Secretaría General. Nunca
quiso despacho ni se metía en líos ni en los vericuetos de Ferraz —cuenta
César Mogo—. Se trabajaba en diferentes escenarios, se analizaban y se
hablaba de futuro. Éramos un grupo técnico sin conexiones orgánicas, el
embrión del comité electoral que se truncó por la moción de censura.
Fuimos el taller que preparó todas las fichas de Pedro y casi en tiempo
récord. Iván nos sorprendió porque tenía una percepción diferente de cómo
hacer las cosas. Fue como un bien material intangible. El que jugó un papel
de embajador fue Paco Salazar y las reuniones se sistematizaron.»
«Al principio, cuando llegó a Ferraz, nadie lo vio como una amenaza.
No se relacionaba mucho con los de Ferraz. Bueno, tampoco Pedro se
relacionaba», apunta Ana Pardo de Vera.
Redondo y Salazar empezaron juntos y ahora son inseparables. Su
relación de confianza política y personal es total. Se conocieron porque
Sánchez le pidió a Paco Salazar que formara equipo con Iván. Era un
hombre de Ábalos, el que se metía en los marrones de la Secretaría de
Organización. Tras ganar la moción de censura, José Luis Ábalos le ofreció
ser su jefe de Gabinete. Lo rechazó porque el presidente le propuso
acompañarlo a la Moncloa. Se complementan y tienen un denominador
común en la pasión por la política. Son dos intelectuales, ávidos lectores y
grandes polemistas. Iván es retraído; Paco, un torrente. Es campechano y
divertido, y algunos lo minimizan porque solo ven esto. Es un gran error,
porque se trata de un tipo muy culto y muy estratégico, que conoce el PSOE
mejor que el comedor de su casa. En Ferraz fue el gran aliado de Redondo.
Como en Extremadura, el club de los cinco volvió de manera natural.
José Luis Ábalos, Santos Cerdán, Paco Salazar, Adriana Lastra y César
Mogo formaron ese primer grupo. Funcionó en Extremadura, en Ferraz y en
la Moncloa, porque la tesis de Iván es que para hacer política no hace falta
mucha gente. Cinco personas unidas pueden cambiarlo todo porque la
política puede con todo.
«Las organizaciones son eso, organizaciones, da igual que sea el PSOE o
el PP. Me afané en que Iván entrara bien. Fui casi su embajador, trabajando
codo con codo con el secretario de Organización. Iván y José Luis se
entendieron, pero en Ferraz había gente que le acusaba de ser un
paracaidista y provenir del PP. A pesar de ello, Iván hizo equipo y conectó
con la gente. Siempre habla en términos estratégicos y no tácticos. En
términos tácticos tiene un don, porque siempre caza el momento, pero su
don principal es la estrategia, la visión, el control de los tiempos y jugar a
largo plazo. Es muy difícil otear el horizonte en política —afirma Paco
Salazar, quien no oculta su posición con respecto a Iván, aunque sus
opiniones le han generado enemigos en el seno del partido, entre aquellos
que aspiran a sustituirles—. Es humanista, tiene valores. Cuando veo a
alguien humanista, ya se me antoja socialdemócrata. Y más si tiene valores
personales como el trabajo en equipo, el compañerismo y la generosidad.
Tiene ideología, vocación transformadora y valores. ¿Qué etiqueta tienen
esta vocación y estos valores? Cada uno que lo valore como considere, pero
lo que está claro es que Iván no es un conservador, no es de derechas.»
«Siempre he creído que tiene cojera socialdemócrata. Ficharlo es uno de
los mayores éxitos del presidente, sobre todo tras el proceso traumático que
se produjo en las primarias de 2017. Pedro lo leyó bien y tuvo la suerte de
tenerlo a su lado. A Felipe lo admiro, lo quiero, porque se lo debo todo. Ha
sido una persona de enorme relevancia, sino la más relevante de la política
española, pero esta política ha cambiado y ahora todos quieren tener a un
Iván en su equipo. El PSOE tiene mucha suerte de que esté con nosotros»,
dice Borja Cabezón.
Félix Bolaños, miembro del equipo de Iván, es secretario general de la
Presidencia del Gobierno y ministro secretario de la Orden de Carlos III,
según se puede comprobar en un voluminoso libro que reposa sobre la mesa
de visitas de su despacho: «Al principio eran habituales las críticas, que si
era un independiente, un tío que había trabajado con el PP. Siempre les
decía que ya me gustaría que en el partido hubiera tres o cuatro como Iván.
El presidente es exigente y quiere a los mejores a su alrededor. A Iván lo
considera de primera división. Luego me di cuenta de su importancia en el
engranaje».
José Manuel Albares, embajador en París y primer responsable de
Asuntos Internacionales en el equipo de Pedro Sánchez, su primer sherpa,
como le apodaron sus compañeros y la prensa, es mucho más concreto al
respecto: «Seamos claros. Las decisiones las toma el presidente tras
aconsejarse con distintas personas. Esa imagen que quieren trasladar de un
Rasputín que controla el cerebro del presidente es no conocer a Pedro
Sánchez ni a Iván. Iván no se dedica a influenciar la decisión del presidente.
El presidente pregunta, propone, pide propuestas. Iván le responde y le da
lo que pide. Nunca le he visto frustrado cuando el presidente no sigue su
consejo y nunca le he visto intentando forzar su mano, entre otras cosas
porque el presidente no se lo permitiría. Decir esto es una aberración. Lo
dicen los que no los conocen, los que pierden protagonismo e influencia, los
que tienen una visión clásica de la política, los que consideran que no hay
otra opción que la de ser político, los que asumen que los asesores del
político quieren ser políticos. Nada más lejos de las intenciones de Iván».
En sus inicios en la oposición, en el otoño de 2017, «Iván desplegó sus
encantos. Es muy hábil. Coge lo que has dicho y lo elogia, aunque haya
sido una estupidez, para luego decir lo que quiere decir, pero de forma que
no te sientas agredido, aunque le dé la vuelta a lo que has dicho. Eso sí, su
cambio de paradigma, su paréntesis, siempre lo ilustra con “totalmente” o
“dicho esto” después de citarte un par de campañas. Lo hace con el objetivo
de no herir sensibilidades. Sabía perfectamente lo que quería decir antes de
entrar en una reunión. Al principio lo hizo mucho para allanar el terreno,
para abrir camino», dice Carmen Galbete. «Ábalos lo delegaba todo en
Paco Salazar, aunque alguna vez se pasaba por las reuniones. También
acudió Salvador Illa alguna vez. En las reuniones veías a los diferentes
bandos internos y quién estaba a la espera para dar a Iván porque era un
infiltrado, aunque entre ellos también se daban», recuerda Alfredo Franco.
A este grupo se unió desde el primer día César Mogo, un hombre de la
cocina del PSOE casi desde los tiempos de Pablo Iglesias, el fundador. Lo
digo con cariño y aprecio porque conozco a César desde mis tiempos con
José Borrell y Carme Chacón. «El secretario de organización venía a estas
reuniones del equipo técnico. Para los del partido su presencia tenía una
lectura importante porque, desde nuestra visión política, sus análisis nos
resultaban más comprensibles. Sin embargo, me di cuenta de un detalle.
Ábalos participaba porque Iván lo promovía, porque tenía una visión
orgánica y territorial. Las reuniones empezaron a ser dirigidas por Iván y
todavía hoy mi reto es cómo definirlo. Lo que estaba claro es que tenía una
forma diferente de ver las cosas», señala Mogo.
«Lo conocí en el comité estratégico y enseguida pude ver que tenía un
olfato alucinante y que funcionaba como un tándem con el secretario
general. Ferraz es un entorno muy complejo. Le acusaban de ser más de
marketing que de política y su trayectoria en la comunicación política no
fue bien recibida. Se supo mover bien para salir del atolladero, aunque tuvo
que hacer frente a muchas reticencias contra la figura del “gurú”. Basa su
éxito en el trabajo y en entender el papel de Pedro Sánchez en cada
momento. Le dio la partitura desde la Secretaría General hasta la
presidencia. Trabaja para y por el líder. Él proponía y Pedro decidía. Por eso
me sorprende que se diga que es el responsable de la repetición electoral.
No tuvo nada que ver. Eso es una leyenda interesada», dice Gonzalo
Vázquez.
«Los que lo conocemos lo respetamos. Otra cosa es que discrepemos.
Escucha y acepta la crítica, aprovechando todas las opiniones. Le gusta más
la estrategia que el marketing, pero en realidad sus intenciones en cada
movimiento solo las conoce el ahora presidente del Gobierno. Le va la
estrategia, aunque, en estos momentos, en política la estrategia va asociada
al marketing», afirma Borja Sémper.
«La figura de Iván genera muchas resistencias internas, pero una prueba
de que los partidos son cada vez más permeables es la propia figura de Iván
dentro del PSOE. Un partido no se habría adaptado nunca a esta nueva
figura si no fuera más permeable. No conozco las interioridades de esa
relación y aquí hablo más a tientas. Pedro había vuelto con una crisis
interna muy potente y necesitaba a alguien que los entendiese y
comprendiese bien, incluso para intentar robarnos electorado, porque nos
habíamos acercado mucho y el sorpasso estaba ahí», comenta Juanma del
Olmo.
«Sánchez es un fenómeno raro. Ha caído y se ha levantado dos veces y
se ha salvado de la campana en los presupuestos. Este tipo de liderazgos
son habituales en la política estadounidense, francesa o italiana, pero aquí
no estamos acostumbrados. Lo importante no es triunfar, sino saber perder.
Esto es muy específico de Pedro Sánchez. Es lo que permite que haya a su
lado una figura como la de Iván. El presidente tiene capacidad de aguante,
en términos ciclistas, capacidad de sufrimiento, coraje personal. Felipe
González, todo un referente, tenía muy mal perder y menos aguante. El
matrimonio Sánchez-Iván funciona y separados no serían lo mismo.
Entienden la política y la comunicación de forma diferente al resto. Iván
innova ante el cambio de protagonismo en la información, de los medios a
las redes, y con liderazgos liberados de los partidos. Innova con el relato: lo
importante no es el discurso o la consigna, sino dónde colocas el relato y a
quién», dice Albert Sáez.
«Necesitábamos un comunicador, un estratega. Queríamos a alguien que
aportara ideas para acompañar nuestra estrategia con un plan de acción.
Aprendí mucho en esa etapa, lo que me ha permitido valorar el trabajo de
otras personas con las que he trabajado. En estos años me he encontrado
con consultores a los que tenías que darles tú las ideas, todo lo contrario que
con Iván, que te presentaba muchas, lo que te permitía escoger. Ahora las
campañas se centran en el líder. Eso ya lo hicimos en 2009 con Basagoiti,
pero también presentamos un PP vasco con equipo. Detrás de un líder tiene
que haber un equipo que incluya diferentes tonos, diferentes acentos»,
señala Iñaki Oyarzábal.
«Debería ser normal el perfil de un asesor independiente, pero es
francamente difícil porque la política tiene un componente ideológico,
frentista, es pasión y sentimiento. No digo que el consultor independiente
no tenga que existir, pero será difícil de normalizar. Además, Iván da un
salto peculiar, sorprendente, que es ocupar un cargo político. Ha habido
asesores más o menos independientes de otros partidos, los alemanes en la
Transición o el propio Arriola, pero Iván da un salto al asumir una
responsabilidad política. No es un mercenario, es un empresario, un
analista, un gestor. Nadie es un mercenario, pero la política es como una
religión, tiene ese elemento de irracionalidad. Es un sistema depredador»,
afirma Francisco Marhuenda.
«Los partidos están en baja consideración y tienen desgaste. Iván lo que
hace es marcar la actualidad, llevar la iniciativa, y todos van a remolque. La
ventaja de la Moncloa es que marca su estrategia a pesar de las
circunstancias: Gobierno de coalición y minoritario. No quiero imaginar a
Iván en un Gobierno de mayoría absoluta. Marca su relato en los medios y a
la propia oposición. Redondo tiene mérito porque ha llevado a Pedro
Sánchez a la presidencia y Sánchez tiene mérito porque a lo largo de estos
años ha recibido infinidad de sugerencias, con peso específico en el partido,
para que aparte a Iván. Esto es significativo y hay que ponerlo en valor. Al
presidente se le nota que le gustan la política y la comunicación política, y
en eso tienen una gran conexión», dice Jordi Juan.
«En política puedes ser un profesional, pero no puedes actuar contra tus
propios principios. No conozco su ideología, pero la tiene, sin
compartimentos estancos, transversal, no está hiperideologizado, pero tiene
sentido de la lógica. Está al frente de la gestión de un Gobierno, no de un
partido. En el partido vendes ideología; en el Gobierno, gestión, y más en
uno de coalición. Es un pragmático», dice Enric Hernández.
«Incorpora metodologías sistemáticas, muy precisas, para diagnosticar la
realidad y configurar una visión estratégica ajustada a esa realidad, lo que le
da una ventaja competitiva frente a otras personas que funcionan con la
pituitaria, el olfato o el conocimiento. Es un profesional de la estrategia,
conoce en profundidad los mecanismos de diagnóstico de la realidad social
y política, y su articulación. No solo tiene olfato, tiene argumentaciones
sólidas. Ha trabajado con personas diferentes porque no sitúa su trabajo
como parte integrante de una posición ideológica. Es un profesional del
diagnóstico y de la estrategia, con sus valores y su visión del mundo, pero
no está necesariamente integrado en una ideología. Ha establecido una línea
de trabajo en ese sentido», apunta Xabier Bariandarán.
«No es un mercenario. He leído esa palabra, pero no la concibo. Es un
profesional. Tiene una concepción de la comunicación diferente a la que
estamos acostumbrados. La tentación de Rasputín es atractiva, es como una
leyenda, pero tampoco la suscribo. De parecerse a alguien se parecería a
Maquiavelo. Es un profesional al que se le encarga una misión y la cumple
a rajatabla. Es la definición más honesta por mi parte. Es la mano invisible
que está detrás de todas las decisiones del presidente. Es lo que está en el
contrato. Cuando estás en la Moncloa, tus amigos te reconocerán los
méritos y los aciertos del presidente. Los adversarios solo se fijarán en los
errores. Eso es la política y también la vida. Atacarlo es erosionar al
presidente. También va en el sueldo», dice Fernando Ónega. José Manuel
García-Margallo hace esta interpretación: «No es Rasputín, es Potemkin.
Disfraza la realidad como Potemkin, que le ponía a la zarina Catalina
fachadas de cartón para que no viese la realidad. Se la dulcifica al
presidente absorbiendo toda la presión que tiene, porque Sánchez solo trata
de gestionar, no tiene estrategia, no tiene un plan». Genio y figura.
«Cuando me enteré de que empezaba con Pedro Sánchez, me sorprendió,
pero como lo conozco, lo entendí. Tiene una ideología muy definida y en su
trabajo mantiene una buscada equidistancia partidista. Sus referentes son
muchos. Siente admiración por el PNV, por líderes de partidos diferentes a
los que se refiere con admiración. Trabajar con Pedro Sánchez fue como un
reto porque colaboró con él cuando estaba desahuciado y parecía otra
misión imposible», apunta Pablo Rodríguez Valido, de Coalición Canaria.
«Cuando lo fichó Pedro Sánchez, no me sorprendió. Es su trabajo. La
gente no lo entiende y le llamaron vendido. Ha trabajado con todos, con el
PP, con el PSOE, con Coalición Canaria, porque siempre ha sido
independiente. Si eres independiente, enseguida te llaman mercenario y si
haces tu trabajo, propagandista. Eso sí, sin argumentarlo. Ha tenido
conexión con Pedro Sánchez y han aunado fuerzas para tirar para adelante,
porque a ninguno les han regalado nada. Es más, no paran de ponerles
zancadillas. Gracias a todos los que los han criticado y machacado han ido
pasito a pasito, con constancia, han aprendido y han llegado hasta donde
están. Iván es respetuoso con las personas y eso no se lleva. Su principal
cualidad es la constancia, es constante en todo, a su ritmo, tranquilo, como
Induráin, poco a poco. Tiene palabra y, sin palabra, ¿adónde vas por la
vida? Solo te queda confiar en la gente que tiene palabra y cumple. Somos
iguales. Si digo sí, confía. Si digo no, te lo argumentaré y te lo diré a la
cara. Misiones imposibles hay pocas, solo las de Tom Cruise», dice Manu
Redondo Bacaicoa.
10

LA ESPAÑA YEYÉ

GANAR LA OPORTUNIDAD...
«Lo que ahora se ve tan claro ya lo escribió en The War Room cuando habló
de una nueva mayoría y de una moción de censura. Corría el mes de octubre
de 2016 y Redondo había vuelto a la empresa tras la salida del Gobierno de
Extremadura. Estoy convencido de que la teoría de ese artículo es lo que le
lleva a Pedro. Ahora es muy obvio, pero en aquel momento planteó una
suma diferente. Tiempo después repitió el argumento de los bloques, la
derecha, la izquierda y la España periférica, y me dijo que se presentaría la
moción. Estaba en Kiev en un partido de la Champions, me llamó y me dijo
que era el momento», cuenta César González, el director de informativos de
La Sexta, quien se enteró de este modo del movimiento que estaba
preparando el PSOE tras la sentencia del caso Gürtel.
Para llegar a la presentación de la moción de censura todavía quedaban
nueve meses. Sánchez había recuperado la Secretaría General gracias al
voto directo de la militancia y había configurado a la ejecutiva a su imagen
y semejanza en el 39 Congreso Federal. En el verano de 2017, la situación
del PSOE distaba mucho de ser brillante. Hacía falta construirlo todo
porque el partido era un erial consumido por el proceso de primarias, una
crisis política e institucional en Cataluña con un riesgo serio de escisión, la
Casa Real en un mal momento y un Gobierno del PP que se mantenía en el
poder por la debilidad de un PSOE sin liderazgo y sin un relato atractivo.
El capital político del PSOE solo era uno. «El concepto Pedro Sánchez y
militancia. Ahí es donde Iván vio un diamante en bruto para tallar», resalta
Jaime Miquel, que se autodefine como «un obrero del dato» (El Nacional
04-09-2017). Jaime aprendió el oficio con su padre, que fue director general
de Gallup. Se encargaron durante la transición de hacer las encuestas del
rey, por ejemplo. Hoy es el director de la Unidad de Desarrollo en la
encarnación del «CIS de la Moncloa» y fue invitado por Iván Redondo a
una entrevista con Pedro Sánchez: «No da puntada sin hilo y concertó la
reunión a sabiendas de lo que le iba a decir a Pedro, que el PSOE no
representa a nadie porque es tan uninacional como la derecha. Lo sabía bien
porque trabajaba para diferentes formaciones políticas como Podemos,
Ciudadanos o el PDeCAT de Marta Pascal. Según mis datos, en aquel
momento VOX entraba en el Congreso y en abril de 2018 Ciudadanos
podía ganar porque el PSOE no remontaba. Ciudadanos se planteaba que
entrara VOX para romper al PP, con mayores e indignados de un perfil
autoritario. VOX se dimensiona con dos conceptos: familia tradicional y
modelo autonómico. Este era el escenario antes de la moción de censura».
El Luis Aragonés de la sociología, como lo define desde que lo conoció
Iván Redondo, un «no sociólogo» porque estudió Geografía e Historia, es la
mente gris de la investigación del comportamiento electoral del Gabinete
del presidente del Gobierno. Miquel dibujaba así la situación: «El PSOE
estaba asediado por las encuestas. La gestora llevó al partido a un 17 % de
intención directa de voto, un mínimo histórico. El viejo PSOE era incapaz
de definir una España distinta a la que está en manos de la derecha,
autoritaria, con un poder judicial que no se ha reformado desde el principio
de la democracia y con una concepción territorial del Estado agotada. El
viejo PSOE no es España, no es un factor de renovación. Era necesaria una
reforma muy profunda de la oferta socialista y una perestroika en el país».
Lo dijo en Público ese mismo verano: «Quien sepa explicar España tendrá
la confianza de los ciudadanos».
Con este panorama empieza a trabajar Redondo. El primer objetivo era
reforzar el perfil de Pedro Sánchez, ampliar su espacio en la sociedad civil
como secretario general del PSOE, líder de la oposición y alternativa. La
izquierda de Gobierno y oposición de Estado. Se centró toda la estrategia en
el «valor añadido», el secretario general, porque la marca PSOE estaba
tocada y casi hundida, con Ciudadanos achicando espacios por el centro y
Podemos lanzada al sorpasso, mientras el PP se atrincheraba en la Moncloa
amparado por la crisis institucional de Cataluña.
El segundo objetivo consistía en reconstruir el relato del PSOE, por lo
que los grupos de trabajo enfocaron el «Plan estratégico nuevo PSOE», un
plan pensado para tres años que tenía su base en una frase de Pablo Iglesias,
el fundador del Partido Socialista: «por mucho que valgan las ideas, no
pueden prosperar en el grado que deben si sus sostenedores, y
principalmente los que ocupan las primeras filas, no son enteros, serios y
morales. No solo hacen adeptos los partidos con sus doctrinas, sino con
buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres». A toro pasado, todo
un aviso para navegantes.
El documento se sustentaba en tres líneas de trabajo: 1) recuperar la
España de derechos; 2) restaurar el contrato social entre generaciones, y 3)
unir a todos los pueblos de España, dando forma a las resoluciones del 39
Congreso Federal. Los grupos de trabajo se afanaron en los objetivos
basándose en propuestas sobre derechos, libertades y convivencia. Se hizo
el trabajo en silencio y con discreción, aguantando el chaparrón de los que
acusaban al PSOE de estar desaparecido. Las apariciones públicas de Pedro
Sánchez se dosificaron y buscaron causar impacto. La primera fue en la
Feria del Libro y dijo: «Me siento próximo a los votantes de Podemos, pero
no a su dirección». Fue su forma de acercarse a los miles de votantes
socialistas que habían huido del barco, reclamando para el PSOE el papel
de la izquierda de Gobierno. Se pensaba ya en la triple cita electoral de
2019, con comicios municipales, autonómicos y europeos.
Se aguantaron las críticas porque había que pertrechar al líder, y al
partido, de argumentos, ya que los líderes, según la filosofía de Redondo,
deben elegir las batallas que libran para poder luchar al día siguiente. Los
líderes han de elegir las batallas que libran, incluso dejar alguna para luchar
otro día. Mientras se trabajaba en el relato, se dosificaban las apariciones y
se elegían los momentos porque no sobraban fuerzas. Para librar estas
batallas, acertar en su elección, se eligió a un «interior derecho», el
secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, un hombre que
podía seducir a la izquierda plantando cara a la derecha.
Planear a futuro es un leitmotiv en el trabajo de Iván Redondo. Un
ejemplo de ello: en la Moncloa se están trabajando en 2021 escenarios y
objetivos para 2023. En 2017 se trabajaba pensando en 2019, cita electoral,
y en el escenario de 2020. Sánchez creía en sus posibilidades, en su
disposición de ganar, porque había dimitido de diputado para ser presidente.
Y también creía Iván Redondo, que se puso manos a la obra y elaboró el
«Glosario estratégico» que definía a qué públicos dirigirse y construía el
relato más adecuado para lograr el objetivo:

PARTIDO DE GOBIERNO: Con ciento cuarenta años de historia, veintidós


años al frente del Gobierno de España y con experiencia de Gobierno,
nuestro proyecto de Gobierno está a la altura de la demanda de los
españoles y hemos de prepararnos para gobernar. La aspiración del PSOE
es gobernar el presente para transformar el futuro.
IZQUIERDA DE GOBIERNO: Tenemos que ser claros y honrados en los
análisis con los ciudadanos, honestos con el diagnóstico del presente para
ser útiles y gobernar por un horizonte ilusionante de justicia social.
OPOSICIÓN DE ESTADO: España se construye desde el Gobierno, pero
también desde la oposición. Desde nuestra posición estaremos siempre al
lado del Gobierno en todas aquellas cuestiones que supongan poner en
riesgo los pilares de nuestra sociedad y un ataque a la esencia de nuestro
país.
SENTIDO INSTITUCIONAL/SENTIDO DE ESTADO: Sabemos mejor que nadie lo
que supone tomar decisiones difíciles en momentos críticos. Tenemos la
sensibilidad necesaria para entender que es el momento de estar a la altura
política que vive el país, defendiendo las instituciones y construyendo país
desde la izquierda.
ESTADO SOCIAL/UNIÓN SOCIAL: Es necesario imponer en nuestro país un
sistema social, político y democrático que no deje atrás a nadie. Es
responsabilidad de la izquierda presentar batalla en el terreno de la
economía, no solo de la política. El Estado social garantiza igualdad,
mejores salarios y el reparto por igual de la riqueza entre capital y trabajo.
ESPAÑA DE DERECHOS: Frente a la España de derechas, defendemos la
España de derechos. La España de derechas es la España de los despachos,
que solo se fija en los parámetros macro de la economía. La España de
derechos es la España de la calle, la que pone nombre y apellidos a la
auténtica realidad. Somos capaces de ofrecer un marco de estabilidad y
seguridad basado en el respeto mutuo, en el reconocimiento de las
diferencias, pero también del de una ciudadanía de derechos y libertades
iguales para todos. La España de derechos es el espacio necesario para el
progreso.
CONTRATO SOCIAL ENTRE GENERACIONES: Los jóvenes, los parados de
larga duración y la generación del baby boom son nuestra prioridad. Es el
momento de reconstruir el contrato social entre generaciones.
UNIÓN DE TODOS LOS PUEBLOS DE ESPAÑA: Es uno de los objetivos de
Estado y un pilar estratégico del proyecto de gobierno del PSOE. La España
de hoy se enfrenta a una serie de retos que marcarán la España del futuro.
La amenaza yihadista, los ciberataques, el desafío independentista o la
defensa y estabilidad de la UE son razones de peso para trabajar por la
unión de todos los pueblos de España, porque solo desde la unión seremos
capaces de superar estos retos que son una realidad hoy para favorecer un
cambio de futuro.
SILENCIOS SOCIALES: La principal debilidad de la sociedad es el grado de
empobrecimiento al que ha llegado tras la crisis. La gran recesión se ha
traducido en gran desigualdad porque hay seis millones de ciudadanos que
pueden caer en la pobreza ante cualquier vaivén.
PACTO DE RENTAS: Nuestro proyecto político va orientado a ayudar a
todas las personas que sufren desigualdad y silencio social. Nuestra misión
es trabajar para multiplicar las oportunidades. Este pacto de rentas debe
incluir una red de seguridad, un plan de rescate para jóvenes, un nuevo
Pacto de Toledo y la prestación de ingresos mínimos.
SOCIALDEMOCRACIA SOLVENTE: Frente a los desafíos institucionales,
políticos, generacionales, económicos, sociales, culturales y
medioambientales, es obligación del PSOE impulsar una socialdemocracia
solvente capaz de dar respuesta y solución a las necesidades de España, que
pasa por cultivar la cultura del pacto y mantener el espíritu constitucional
del 78.
DEMOCRACIA FRENTE AL MERCADO: La España de hoy no se resigna y
aspira a un futuro mejor y exige más democracia frente al mercado. Un
Gobierno solvente se caracteriza por defender a la ciudadanía política, pero
también nuestra condición de ciudadanos económicos.
ESPAÑA FEDERAL: Corregiría los defectos de organización y
funcionamiento del Estado autonómico y ayudaría a construir una unión
más perfecta, cuya soberanía reside en el conjunto de los ciudadanos
españoles con premisas de cooperación, solidaridad interterritorial,
colaboración y lealtad institucional.
ESPÍRITU CONSTITUCIONAL DEL 78: El PSOE quiere dar continuidad
histórica al espíritu constitucional que se materializa en la lealtad
institucional y el respeto a la ley.
CONSTRUIR ALTERNATIVA: Nuestro reto es construir un Gobierno de
izquierdas solvente hasta que se celebren las próximas elecciones. Nuestro
objetivo es ser la primera fuerza cuando a España le toque decidir entre
pasado y futuro, entre avanzar y retroceder.
CULTURA DE PACTO: Las mayorías absolutas son parte del pasado. La
España que viene exige empatía, diálogo y consenso. No se trata de
geometría variable, sino de una demanda transversal del conjunto de los
ciudadanos. Multipartidismo.

Sin duda, un repaso de estos criterios sitúa negro sobre blanco algunas
de las actuaciones del PSOE, incluso en 2021: su apoyo a Rajoy ante el
desafío independentista, que presentó a Sánchez como un hombre de
Estado; las políticas de izquierda sensata y gubernamental que, a pesar del
cambio de guion provocado por la pandemia, se han mantenido como eje
argumental; el Gobierno de izquierdas que se hizo realidad en 2019; un
modelo de Estado político y económico impulsado por una estrategia de
transformación que es la base del actual Gobierno para afrontar la crisis
pandémica; sin olvidar la posibilidad de una moción de censura que se
puede leer entre líneas en «construir alternativa». Se trataba de crear un
nuevo PSOE que se abriera paso en la España yeyé, esa España donde todo
es posible, donde se mueven piezas por doquier y en la que debes tener un
papel protagonista para poder influir, y para influir debes trabajar las formas
y los contenidos y ser audaz en los movimientos. Así trabajó Sánchez para
convertirse en el líder de la oposición y así se mostró cuando se acentuó la
crisis catalana y el presidente Rajoy le llamó a la Moncloa. A pesar de las
diferencias y las distancias, más de las que Casado tiene con Sánchez,
según recuerdan algunos colaboradores, se vio con Rajoy y el PSOE apoyó
la aplicación del 155. El presidente y el líder de la oposición se vieron
muchas veces, muchas más de las que se hicieron públicas. Se marcó el
perfil de hombre de Estado.
Pulir el «diamante en bruto» obligaba a dar a conocer al nuevo Pedro
Sánchez. Sirva este ejemplo que cuenta Iñaki Ortega para ilustrar estos
movimientos: «Me pidió que lo llevara a conocer a empresarios para
explicarles quién era y cuál era su proyecto. Ahí estuvo involucrado
también un buen amigo nuestro, Manu Escudero. Concerté encuentros
discretos del ahora presidente. Lo hice por la convicción de que era bueno
que el PSOE estuviera cerca del mundo empresarial, que es mi mundo, y
porque hay que evitar malentendidos y prejuicios. Lo hice desde una
posición no partidista, por amistad con Iván y buena relación con Pedro, al
que conocí cuando era portavoz de Economía del PSOE en el Ayuntamiento
de Madrid y yo director de Promoción Económica. Un mes antes de la
moción, Iván me llamó para que Pedro Sánchez diera un masterclass sobre
pensiones. Montamos un acto en Deusto, en la sede de la calle Castelló, y
salió muy bien».
El PSOE crea un Gobierno en la sombra y Pedro Sánchez multiplica su
agenda de contactos pensando en la llegada al poder, algo que ahora parece
lógico, pero entonces se antojaba una utopía. En ese tiempo, el ahora
presidente contacta con algunas personas que luego formaron parte de su
Gobierno. Dolores Delgado y Fernando Grande Marlaska son dos ejemplos.
La razón de estos movimientos hay que buscarla en que la sala de máquinas
del PSOE pensaba que se podían ganar las elecciones de 2019 y se
trabajaba para ello. Se trataba de aprovechar la oportunidad que abrieron las
primarias, que llevaron de nuevo a Pedro Sánchez a la Secretaría General
del PSOE.

... Y VENCER LA RESISTENCIA

El camino distó mucho de ser un camino de rosas. El grupo de Redondo y


Asociados se puso a trabajar con el grupo de técnicos y políticos del PSOE
que estaban en la fontanería de la organización. La incipiente relación no
estuvo exenta de tensiones en lo que parecía una versión en miniatura de la
España yeyé. Iván rechazó un despacho para no alimentarlas y los grupos
de trabajo se reunían en la sala Txiki Benegas, al lado del despacho de
Ábalos. Se constituyeron dos equipos: el grupo de análisis y el grupo de
datos. La vieja guardia del partido lo miraba raro. Les parecía todo una
locura porque su lenguaje era muy diferente al que estaban habituados. Una
vez en Ferraz, oteó el panorama y trató de identificar con quién podía
trabajar codo con codo, ya que su llegada causó recelo, cuando no
animadversión, sobre todo entre quienes se consideraban la guardia
pretoriana del secretario general.
El primer identificado fue Paco Salazar: «Iván representa un cambio de
paradigma dentro del mundo de la consultoría. Es su profesión, por eso
puede trabajar en contextos, con líderes y en territorios distintos. Ha abierto
un camino enorme a los jóvenes que se dedicarán a esta profesión, porque
no es el futuro, es el presente. Los nuevos consultores ya están en esta clave
y, en España, su caso es disruptivo. Es un profesional comprometido con su
cliente, aporta profesionalidad, visión estratégica, técnica y compromiso. Es
un profesional consciente de que para hacer su trabajo la información es
primordial. Solo un patán lo calificaría de mercenario».
«Acabado el congreso, aparece Iván. Paco Salazar, un tipo discreto, bien
formado, con capacidad intelectual y de trabajo, se había ido con Pedro al
área de organización. Allí se conocen y le reconoce su valía. Para lo bueno
y para lo malo, no tiene nada que ver con la estructura y la dirección del
partido. Cuando venía a Andalucía los fines de semana, nos hablaba
ochenta veces de Iván. Lo tenía cautivado. Los dos trabajaron desde el
principio en paralelo», dice Quico Toscano.
El alcalde de Dos Hermanas quiso conocerlo y Salazar les organizó un
encuentro: «Aprecié cualidades en él. Primero, era joven, con
conocimientos y experiencia. En segundo lugar, le pregunté por sus
vivencias, de dónde venía, cuáles eran sus experiencias vitales. Me contó
que mantenía relaciones personales con las personas con las que había
trabajado, que estaba orgulloso de haberlo hecho. No me intentó vender una
bola diciéndome que era una etapa pasada de su vida a la que se había visto
abocado y de la que renegaba. Justo lo contrario: no oculta su pasado ni le
hace ascos. Recuerdo que le dije a Paco que lo importante no es la
ideología, sino las personas, y que lo importante de la persona es que sea
leal a su trabajo. Es un tío preparado, con experiencia, que va a aportar a
Pedro una visión totalmente distinta, lejos de la endogamia y los
enfrentamientos internos, jugando siempre a no dejar la silla vacía».
«Paco Salazar es un engrasador que consigue eliminar problemas para
que todo sea más fácil. Iván no controla el partido, eso se lo deja a Paco.
Por eso genera tantas iras. Cuando me ven a mí en el Congreso, los ven a
ellos, ven la Moncloa. Era el responsable de dinamización federal y al
tiempo estaba en la Moncloa, lo que generaba tensiones. En cierto
momento, me atacaron a muerte y estaba preocupado. Iván me vio y me dio
un abrazo, me apoyó porque hace equipo, lo protege y le da visibilidad.
Iván es la excelencia. Trabajas con una persona a la que puedes admirar
porque te dobla en todo y lo comparte contigo. Lo más importante en mi
vida era ser alcalde de Jun y dimitir se me hacía difícil. Comimos juntos y,
tras el encuentro, decidí que debía hacerlo, que quería trabajar con él»,
afirma José Antonio Rodríguez Salas, «Jun». Quizá por estar asociado al
equipo más cercano a Iván Redondo, el diputado Rodríguez Salas no ha
intervenido nunca en representación del PSOE en el pleno del Congreso.
¿Por qué será?
Esta endogamia interna del PSOE no vio con buenos ojos el aterrizaje de
un Redondo que se esforzaba por allanar el terreno y poner en marcha los
diferentes grupos de trabajo. Es la resistencia interna a los cambios, unos
cambios que para muchos son incomprensibles, con unos análisis alejados
de la ortodoxia. Y un añadido: la figura de Iván empieza a generar recelos
por su cercanía al líder. «La existencia de Pedro Sánchez no se entendería
sin Iván Redondo, pero tampoco se entendería a Iván Redondo sin Pedro
Sánchez», sentencia José Miguel Contreras.
Iván se traslada a Ferraz con Alfredo Franco, Carmen Galbete y Fran
Gómez Loarte. «Lo que se dice de Iván y Pedro es lo mismo que se dijo en
Extremadura de su relación con Monago, que Iván es el que manda.
Llegaron a decir que Monago era una marioneta en un intento de minar su
relación. En el PSOE se hizo lo mismo. Existe un partido, lo que Esteban
González Pons denomina “el internado”, formado por los que están a verlas
venir, a esperar su momento, y están todo el día minando, metiendo cizaña.
El fuego amigo es el sino de la política», señala Fran Gómez.
Alfredo Franco conoció a Sandra antes que a Iván en Ulled
Comunicación, en 2005. Carmen lleva con ellos desde 2010: «Salí de Ulled
por la crisis y decidí hacer un máster. Dudaba entre uno de la Carlos III y
otro de la Complutense. Sandra me dijo: “Iván da clases en los dos”. Me
apunté al de la Carlos III». Carmen también estaba haciendo un máster «en
una clase de aire» de Luis Arroyo y recibió una llamada de Sandra para
hacer prácticas: «Concertamos una entrevista y me preguntó: “¿Qué te
parece que podamos trabajar para partidos diferentes?”. Le contesté que una
cosa era la profesionalidad y otra la ideología. Le debió de parecer bien,
porque me contrató de becaria». «Eres un profesional y no puedes trabajar
solo con tu ideología, porque te autolimitas, te quitas trabajo. Mis creencias
políticas son mías y ves la política con distancia. Es trabajo, no ser un
mercenario. Decir eso es absurdo, porque la ideología a veces te impide ver
las cosas desde la distancia necesaria», concluye Alfredo.
Los tres son profesionales independientes. Fran acabó después de la
aventura extremeña con García-Margallo, que lo considera «una buena
persona y muy sensata». «Presenté a Margallo a mi amigo Iván Redondo.
Acababa de llegar a Exteriores y como Margallo ve crecer la hierba, le
pareció un perfil muy interesante. Quedamos muchas veces para comer en
el ministerio y me preguntó por qué no lo fichábamos. Incluso participó en
un proyecto de la marca España porque Margallo quería conocer su opinión,
pero en ese momento Iván se estaba reinventado. Cuando llegó Dastis, salí
del ministerio porque reorganizó su equipo y me incorporé a su empresa»,
comenta Fran.
«Aportó una cultura diferente a la que había vivido en el partido. Le iba
a ver con urgencias y siempre me decía que me olvidara del ruido y me
centrara en lo importante. Me di cuenta de que era capaz de instalar la
acción política no en el día a día, sino más allá, en sus efectos duraderos, y
lo digo sin mitomanía. Con esa mirada no se nace, pero casi: hay que tener
una serie de componentes que van más allá de los conocimientos», afirma
César Mogo, otro de los identificados por Iván Redondo para trabajar en la
calle Ferraz.
«En el PSOE hay un cambio de paradigma y no entenderlo lleva a un
análisis equivocado. Sánchez ganó dos primarias. En las primeras, los que
le apoyaron pensaron que lo podrían manejar, que sería una marioneta. Se
lo cargaron y ganó las segundas. Tiene una legitimidad de origen que no ha
tenido ningún secretario general del PSOE. Eso es una carga de confianza y
de poder enorme, porque no tiene que guardar ningún equilibrio. Ese es el
gran cambio. Por eso me parece una chorrada, una memez, que se diga que
el que toma las decisiones es Iván. Eso es no conocer a Pedro Sánchez»,
apunta Francisco Marhuenda.
«A un agente externo no se le acoge de forma positiva. Iván siempre
identifica el hueco para sumar y que salga adelante el proyecto, sumar
siempre y evitar los escollos buscando una alternativa. Si tienes delante un
muro, no te choques, sáltalo o rodéalo. Su primer reto fueron las elecciones
andaluzas. Recuerdo que dijo con mucho aplomo que esa era la última
campaña que perdía el Partido Socialista en algún tiempo. No es una
casualidad que las cosas acaben así, ganando las elecciones, porque trabaja
con procedimiento, captando talento y con el potencial de todas las
personas del equipo», señala Jesús Herrero, politólogo y consultor político,
afiliado al PSOE, miembro del equipo de la Moncloa y alumno del máster
de la Universidad Camilo José Cela impartido por Iván Redondo. Más tarde
desempeñó funciones en el Ministerio de Economía.
«La comunicación global necesita una comunicación global desde las
instituciones. La comunicación ha cambiado mucho y debe cambiar la
institucional. Tiene que ser proactiva y rápida. Iván ha puesto en marcha
formas de comunicar anglosajonas y es pionero en España. No hay vuelta
atrás. Es un consultor independiente. En el partido hay resistencias, pero es
un acierto meter savia nueva, tener una visión más espacial, que te abra
todas las opciones posibles y de una forma transversal», dice Susanna
Griso.
«Iván no quiere dirigir el partido, ni ser del partido, solo quiere que sea
efectivo en la campaña electoral y que haga bien su trabajo diario en el
Congreso. Sus críticos piensan que quiere controlar el partido. Se
equivocan. El PSOE no ha entendido que la marca PSOE está por debajo de
la marca Pedro Sánchez. Es Pedro quien tira del partido y no al revés»,
afirma Óscar Abou-Kassem Rubio.
«Los inicios no fueron fáciles. Había recelos. De hecho, Iván desechó un
despacho para no generar más envidias. Se reunía con Ábalos en La Vaca
Argentina y otros le destrozaban su figura, como Maritcha Ruiz. Iván es
desde entonces el hombre que susurra a Pedro Sánchez y este se apoya en
Iván porque confía en él. En las grandes redacciones no se vieron ni se
interpretaron estos movimientos porque el cauce oficial era Juanma
Serrano», señala Javier Negre.
«Iván está haciendo un gran servicio, pero a muchas y muchos les
gustaría estar en su papel en este momento apasionante de la historia de
España. No tiene ninguna intención de aspirar a un cargo en el partido, no le
gusta lo orgánico. No es de esos. Pedro e Iván son un binomio que
funciona, pero no funcionaría sin el político. Iván es el estratega, pero no
marca el camino. Lo marca Pedro. Puedes tener el mejor consultor del
mundo, pero si no sabes lo que quieres no lo puedes transmitir. Hay muchos
que se creen que el consultor te dice lo que tienes que hacer. Es al revés. El
consultor ayuda en el cómo y en el cuándo. Iván asume su papel y absorbe
las críticas, aguanta todos los porrazos. Eso se llama lealtad. Además de
buen profesional, necesitas que sea leal, aunque hay quien confunde lealtad
con fidelidad. Puedes no estar de acuerdo y ser leal en los aciertos y en los
errores», afirma Susana Díaz.
«Los aparatos de los partidos se resisten a figuras como la de Iván
porque compiten directamente, aunque Sánchez se ha ganado su capacidad
de elección y puede vivir de su asesor, ya que ganó después de que lo
apuñalaran y se levantó. El consultor político puede ser independiente
porque la técnica moderniza la política. Le adjudican leyendas porque le va
en el sueldo. He sido muchos años director adjunto, y me preguntaban y qué
haces. La respuesta es sencilla haces lo que no puede, no le conviene o no le
interesa hacer al director. Es un cargo por eliminación y tienes que estar
cómodo con el director. No puedes tener de director a cualquiera ni tener de
adjunto a cualquiera. Esto también pasa en la consultoría. Tú dices lo que te
parece y el cliente es el que toma las decisiones. Cuando las toma, tienes
que buscar salidas, comerte los marrones. Es necesaria una complicidad
entre el líder y el asesor. El líder debe cuidarlo porque quemado no le sirve
para nada. Si quieres que tenga valor lo tienes que preservar», apunta Albert
Sáez.
«En el PSOE cae mal, es la parte mediocre de la política. En lugar de
formar un equipo con los mejores para hacerlo lo mejor posible, intentan
cargarse al mejor porque no es de su cuerda o porque limita su capacidad de
influencia. Quienes salen perdiendo son el militante y el ciudadano. Los
mediocres siempre critican lo desconocido y solo piensan en la silla.
Cuando la ocupan, ya no la sueltan», dice Gonzalo Miró.
«Iván produce relatos continuamente, a cada acontecimiento le pone una
explicación. A veces vas por un sitio buscando algo y te pone encima de la
mesa otro relato que te pasa desapercibido. A mí me ha pasado, no publicar
algo que me cuenta y verlo en otro medio. Como a ti, seguro. En todo caso,
no engaña y no pretende ser más de lo que es, una persona leal a su jefe. Su
objetivo es construir un presidente y para conseguirlo no se distrae. Obvia
las distracciones. Su preocupación y su ocupación es el presidente», declara
Lucía Méndez. Le doy toda la razón.
«El fuego amigo es terrible, sobre todo si no tienes pedigrí y has
trabajado para el adversario, que se lamenta de la pérdida de influencia con
el líder —dice Jesús Mari Gabirondo—. Es un elemento característico e
histórico de la política. Todos los reyes o los papas han tenido un personaje
a su lado que les asesoraba y al que se le culpaba de todo, desde el conde-
duque de Olivares hasta Richelieu o Mazarino. Siempre ha habido asesores
a los que se atribuía un poder seguramente mayor del que tenían y se les
culpabilizaba de las decisiones que tomaba el rey. El imaginario popular
necesita encontrar un chivo expiatorio. Que reciban estos ataques implica
que hacen bien su labor, que no es otra que preservar la figura de su jefe.
Son la última trinchera y tienen que estar preparados para ir al
contraataque.»
«Lo peor es siempre el fuego amigo. En el Gobierno no hay una
cacofonía, hay tensiones, y en el PSOE no hay una voz fuerte. Iván tiene
que hacer valer los presupuestos de la fuerza mayoritaria, pero también
tiene que ser el árbitro. No puede ser un rival, debe ser el continuador, el
que asegure la integridad del equipo. Ahora resulta todo muy difícil porque
el actor principal es el presidente, el resto son actores muy secundarios. Eso
aviva la sensación de que el PSOE ha dejado de ser un partido, lo que
alimenta los conflictos internos», apunta Miguel Barroso. «Lo que sí es
motivo de estudio e investigación es por qué ha saltado de un centro de
poder a otro centro de poder, por qué ha tenido la máxima relevancia y por
qué hace apuestas profesionales por líderes que son ignotos», comenta
Chema Crespo.
«En el PSOE hay gente muy sectaria que critica que esté en este puesto
de poder sin tener el carné del partido. Siempre están atentos para ver
cuándo se equivoca y atacarle. Sin embargo, estos críticos se olvidan de que
el presidente valora mucho que sea su última trinchera. Y ser el soldado de
la última trinchera solo lo puede hacer alguien que no tiene aspiraciones
políticas», declara Casimiro García Abadillo. «Iván ha tenido clientes
diversos, muy diversos. Trabaja para el cliente, pone herramientas técnicas,
no ideológicas, y se guía por el arte de la guerra que es la consecución y el
mantenimiento del poder. Él pone las ideas y el líder pone la ideología»,
sostiene Nacho Cardero.
«El partido tiene recelo a todo personaje que tenga influencia en el líder,
sea Monago o Sánchez, porque esa influencia se la arrebata al aparato. La
gente de Ferraz se siente como que le han robado su posición y aprovecha
cualquier oportunidad para disparar. Su opinión no es unánime. No todos
atacan a Iván. Ha conseguido apoyos importantes en el PSOE, apoyos que
valoran su trabajo», señala Carmelo Encinas.
«En Extremadura le acusan de cambiar de chaqueta. Se equivocan. No es
un político, trabaja para personas, no para partidos, trabaja para proyectos.
Es un tipo avanzado, progresista, no es arcaico. Sacó a Pedro Sánchez de un
pozo y aquí ganó con Monago. En Extremadura ponía cabeza en el
Gobierno y espero que allí también lo haga en el Gobierno de Sánchez.
Tiene que creer en el proyecto porque es un profesional al margen de la
ideología política. Para decepción mía, trabaja con los socios que tiene»,
afirma Marina Godoy.
«Decía en una entrevista en El Diario Vasco que es humanista, que cree
en las ideas más que en las ideologías, en las personas más que en los
partidos. Seguro que en Ferraz eso le ha chirriado a mucha gente. Es así, es
auténtico», apunta Manuel de la Rocha. «Esa entrevista ha sido muy
criticada. Es normal, porque se ha creado la leyenda de que maneja, de que
es poco menos que la persona que manda en el país, cuando está en la
sombra, no tiene presencia pública, no quiere ningún protagonismo. Otra
cosa es una entrevista local coincidiendo con la tamborrada», comenta
Juanfran Caro. La entrevista, publicada en El Diario Vasco el 17 de enero
de 2021, es la única concedida por Iván Redondo durante su ejercicio y no
tenía contenido político.
«Las resistencias son genéricas en los partidos y en la izquierda todavía
más. Las luchas internas son agotadoras y sangrantes. Los históricos no ven
bien que el presidente se apoye tanto en alguien externo. Lo que tienen que
hacer es confiar en su criterio, porque si no es por esta persona externa, el
presidente no sería presidente. Pongo en valor la fidelidad de Pedro hacia
Iván porque probablemente le sería más fácil, internamente, eliminarlo y
poner a otro que seguir contando con él de la manera que lo hace. Esto hay
que ponerlo en valor», dice Gonzalo Miró.
«Lo sigo mucho. Lo leo todo y se dicen barbaridades. El no ser militante
hace que trabaje con más distancia, que aporte una visión diferente, más
tranquila, más amplia y más relajada, porque no se ve afectada por la
emoción. Si te pilla el corazón, la razón se nubla. Lo analiza todo y a partir
del análisis plantea salidas, alternativas, para hacer un poco de arte, algo
que sirva para gobernar. Imagino que se le hará duro estar a tantas
revoluciones, pero está acostumbrado a estas situaciones de
responsabilidad. En Extremadura fueron crueles hasta en el tema personal.
Yo le decía que el futuro le compensaría y así ha sido. Extremadura sirvió
para que acelerara más el tema analítico sobre el tema emocional. Se puso
el impermeable, aprendió de los errores y positivizó sus experiencias. Para
él Extremadura fue una universidad», sostiene Álvaro Ruiz.
«Iván está en el foco de todo porque su sector está muy escrutado, por
eso has de tener tranquilidad, respeto a la persona que tienes delante,
transmitirle confianza desde la profesionalidad para llegar al liderazgo. Nos
echó a los toros y nos educó una gran mujer. Partiendo de esa base, te pones
todo por montera, entiendes la vida y te adaptas a las circunstancias. Nos
han hecho a todos con un mismo troquel, nos han mecanizado de forma
muy similar», dice su hermano Txema.
«Le he pedido que se afilie al partido porque su forma de pensar no
difiere de la nuestra. No me ha contestado, pero estoy seguro de que lo tiene
en la cabeza. No hay la simbología del carné, pero es uno más de nosotros.
Cualquiera que dude de Iván es un desleal. Si con su entrega, su dedicación
al proyecto de Pedro, al proyecto de país y, por tanto, al proyecto del PSOE,
no se le considera uno más, eso se llama deslealtad», remacha Quico
Toscano.

CONSTRUYENDO UN LÍDER ANTIFRÁGIL


«No se ocupa de la comunicación del partido, sino de la comunicación de
un liderazgo, de un estilo de liderazgo que toma decisiones que marcarán
los próximos veinte años. La comunicación de partido traslada valores,
ideología. Luego hay una comunicación profesional-política, que es un
oficio que permite trasladar las decisiones para que las entiendan los
ciudadanos y elevar el liderazgo por encima del ruido, que cada día tiene
más decibelios. El presidente necesita a su lado a alguien templado, a una
persona que le ayude. El gran error es decir que Iván es el que decide. Eso
es tanto como pensar que el presidente es tonto, que Iván es tonto y que
todo el mundo es tonto. Iván establece el marco para que pueda decidir»,
dice José Manuel Albares.
«Marca el futuro porque los aparatos de los partidos se han quedado
anticuados para afrontar la sociedad hipercomunicada. Pedro Sánchez
acierta en tenerlo a su lado porque le ha construido su imagen como
presidente del Gobierno, lo ha convertido en líder y planifica todo para que
lo siga siendo», apunta Carmelo Encinas.
«Consigue su objetivo creando expectación. Envía mensajes que califica
de históricos, combinados con otros que son del día a día. A veces esos
mensajes históricos no lo son tanto. Con su actividad genera expectación y
lo cubre todo, la historia y los diez minutos de telediario», afirma Lucía
Méndez.
«No ha cambiado la comunicación, la ha metido en el corazón de la
gestión. La ha embridado. No es un asesor de comunicación, es algo más.
No se puede conformar solo con eso porque es incompatible con su
carácter. No es ambición, es hambre de hacer cosas. No puede estar en la
campaña y no estar en la estrategia. Si estás en política, tienes que estar en
la gestión y tomar decisiones al lado del que manda, se llame Monago o
Sánchez, y llevar al adversario a tu terreno. Tuvo un equipo importante en
Extremadura y ese equipo sigue en la Moncloa», señala Iñaki Ortega,
coautor de un artículo titulado «Antifrágil. El “nuevo liderazgo”»,
publicado junto a Iván Redondo en The War Room en 2018.
La construcción de ese líder antifrágil conlleva una sobreexposición
mediática para explicar la gestión, dar pasos en la estrategia, comunicar lo
que haces y conectar con la ciudadanía. Esa sobreexposición comporta
críticas, como que se utiliza más el marketing que la política, que se usa al
Gobierno para construir un candidato o se utiliza el Estado para fines
partidistas. En definitiva, acusaciones de hacer marketing electoral desde
las estructuras del Estado, de improvisar con el único objetivo de no perder
el poder.
«Es un yonqui de la mercadotecnia con buenos modales. Sus principios
solo buscan resultados finales. Los del aparato del partido dicen que es un
mercenario, pero yo creo que se ha hecho amigo del presidente. Miguel
Ángel Rodríguez aún cree en algunas cosas, incluso en Dios. Iván cree en
las tendencias más que en los principios y dice que la política es el arte de
lo que no se ve. Estudió en los jesuitas y se levanta a las cinco de la
mañana. Un tipo así puede llegar a papa», dice Raúl del Pozo.
«Detrás de las acusaciones de ser un marketiniano suelen estar sus
competidores. No soportaron su entrada en el sector ya hace años y ahora
mucho menos. Genera recelos en destacados comunicadores políticos. Les
desmontó el chiringuito y no le recibieron con los brazos abiertos. Son los
que periódicamente filtran informaciones en su contra. Tiene una gran
habilidad. Se gana al enemigo. Con Fernández Vara se llevaba a matar y
ahora están a partir un piñón. Ahora le puedo hacer una dura crítica en el
programa y la relación será la misma. Sabe olvidar, no es rencoroso. Es un
profesional y el mejor relaciones públicas que puede tener un Gobierno de
cara a la prensa. No deja un mensaje sin responder, siempre señala el
camino a seguir», sostiene Javier Negre.
En esta línea crítica, remito a tres artículos. Uno publicado en el diario
Hoy de Badajoz: «Iván Redondo replica su libreto», firmado por Antonio J.
Armero; otro en El Confidencial, firmado por mi buen amigo Javier
Caraballo, con el que discrepo profundamente, titulado «Iván Redondo,
inútil 2020», en el que critica con dureza que Redondo tenga un sueldo del
Estado y no del PSOE, porque trabaja para el secretario general del partido;
y un tercero de José Antonio Zarzalejos, también El Confidencial, que
considera que Sánchez ha creado dos Gobiernos en un artículo titulado «El
exorbitante contrato de Iván Redondo o la gran trampa de Pedro Sánchez».
Los tres concentran sus críticas en la improvisación, el marketing como
herramienta política y la acción política dirigida desde la Moncloa. El de
Antonio Armero añade que Redondo está replicando «fil per randa» (que
significa «punto por punto» en catalán) lo que hizo en Extremadura.
Caraballo y Zarzalejos apuntan a que no puede ser secretario de Estado, a
que, como máximo, su papel tiene que ser el de asesor externo del PSOE.
Por cierto, Caraballo cita a Tomás Martín Tamayo, el látigo irredento de
Iván en Hoy, el mismo que se quedó sin cargo en Extremadura siendo del
PP de toda la vida. Los tres artículos tienen un denominador común: por su
propia crítica, ponen en valor el papel de Iván Redondo al frente del
Gabinete en la Moncloa, porque sin Redondo no sería lo mismo. Y lo
saben.
Zarzalejos y Caraballo ponen el dedo en la llaga: ¿debe el consultor estar
en la sala de máquinas del Gobierno o debe quedarse en los aledaños? El
especialista en marketing político Jorge Santiago decía en un reportaje
publicado por El Periódico de Catalunya: «Es cuestionable que un asesor
político asuma un cargo público. Debería ser un consultor externo que
orienta e indica, pero no toma decisiones. Cuando el asesor se convierte en
jefe de Gabinete, pierde independencia».
«Hizo el rodaje en Extremadura, un máster de cómo funciona la
administración. Al principio se desesperaba por la maquinaria y se la
aprendió. Lo mismo ocurre en la Moncloa. Tengo alguna amiga en palacio y
así me lo cuenta. Entró en el Gobierno porque, para hacer bien su trabajo,
debe estar en el Gobierno», dice Marina Godoy.
José Luis Ayllón no lo ve igual. Se presenta a la hora convenida en un
bar cercano a la sede de la calle Génova para charlar conmigo. Nos vemos
en las mismas cuatro paredes que fueron testigos de primera línea de las
reuniones de los sorayistas, el mismo sitio en el que celebraron su efímera
victoria en las primarias. Los militantes les dieron la victoria, pero el
congreso se la tumbó. Al hombro, una mochila con el escudo de Seguridad
Nacional. La lleva con orgullo: «Me la regaló Moragas porque cuando
llegué a la Moncloa no había. Había que hacerlas y me salió la vena
catalana en eso de gastar. Luego me echaron y no me dio tiempo». Parece
que la mochila de Seguridad Nacional no es exclusiva de Iván Redondo,
con todo lo que se ha dicho.
«Nada impide que un independiente sea jefe del Gabinete, pero no es el
modelo más adecuado. Como hombre de confianza del presidente vale, pero
como figura institucional, no, porque es el jefe del Gabinete de la
Presidencia del Gobierno. El cargo no es jefe del presidente, es jefe de la
presidencia. No puede ser la misma persona la que dirija la seguridad
nacional, controle las fake news, sea el responsable de la comunicación
política, la estrategia o el marketing. Institucionalmente, no lo veo. No es
una cuestión de que el responsable sea del partido. Si lo fuera, pensaría lo
mismo. Ha borrado la fina línea entre el Pedro Sánchez presidente del
Gobierno y el Pedro Sánchez jefe del partido. Y cuando incorporas todas
esas actividades de autopromoción, bombo y superbombo de Pedro Sánchez
y lo haces desde la Moncloa, estás empezando a generar dudas entre la
imagen institucional y la opción política. Cuando se potencian la
comunicación, la figura y la imagen del presidente, se está haciendo algo
más que comunicación política de la presidencia del Gobierno. Se potencia
al futuro candidato», añade Ayllón. O se potencia un liderazgo, como
sostiene José Manuel Albares.
Ayllón insiste en su análisis: «Un ejemplo es José Enrique Serrano, un
hombre que sabe que lo más importante de su puesto es la institución, no el
presidente. Iván lo pone a la inversa, porque se debe al presidente, a la
persona, no a la institución, ni al partido. Arriola nunca quiso tener una
representación institucional, ayudaba desde los laterales del terreno de
juego. Iván sí ha saltado esa línea porque es Sánchez el que quiere que esté
a su lado. Podía contar con él como asesor externo y no lo ha hecho. Esta es
la gran decisión del presidente. La de inicio. Arriola siempre trabajó desde
fuera porque desde dentro se traspasa una línea entre la acción política y la
institucional. Es mi duda, mi reflexión, que desde el Gobierno se trabaje
para el candidato del PSOE y no al revés, que se trabaje desde fuera, desde
el PSOE, para el presidente del Gobierno».
Sin embargo, el propio Ayllón defiende que «el Gabinete atienda todo lo
que pasa en la política, porque un Gobierno tiene influencias de todo tipo,
muy cruzadas y algunas veces propias. Yo empecé a trabajar en la Moncloa
en el Gabinete de Aznar. Una persona que era mi jefe directo en aquel
momento me dijo: “El Gabinete del presidente del Gobierno está
fundamentalmente para proteger al presidente de sus ministros”. Era muy
joven y pensé que no estaba en el sitio correcto, pero al final vi que era
verdad. No se trataba de protegerlo para que no le hicieran daño, sino
porque un ministro quiere manejar su parcela y un Gobierno es un
equilibrio». Quizá la gran diferencia es que Ayllón es militante de un
partido político e Iván no tiene carné de ninguno.
Enrique González, el hombre que le hizo a Iván su primer contrato en
LLYC, dice: «Una tía mía del pueblo me dijo que me rodeara siempre de
gente inteligente porque con los ignorantes nunca podría hacer nada. Es la
filosofía de la sabiduría. Iván es muy inteligente y se rodea de gente
inteligente, y en la Moncloa ha construido un montaje de poder, una
maquinaria marketiniana. Ayllón es más corporativo, aunque en sus tiempos
construyó una imagen de Rajoy en la que el presidente no hacía nada más
allá de leer el Marca. Ahora dice en LLYC que le hace ilusión que su
despacho esté ocupado por Iván porque lo respeta intelectualmente.
También Pablo Iglesias le respeta, porque en la entrevista de La Tuerka se
pican intelectualmente en una pieza genial de guerra de posiciones».
El director de El Confidencial, Nacho Cardero, difiere de Caraballo y
Zarzalejos: «Cuando me hablan de la estrategia de la Moncloa, siempre
digo que es perfecta. Debe pasar esta situación de crisis económica y
pandémica, subirse a la corriente de fondos europeos, dar paso a la sociedad
civil y abrir el camino para los nuevos retos de la España de 2050. Tienen el
camino despejado, aunque la política es la política. Pueden surgir cisnes
negros y la monarquía puede ser un cisne negro. Será clave en el futuro
próximo, como lo serán los parados, las colas del hambre. Habrá que ver
cómo lidian con todo esto, pero lo conseguirán porque fuera no hay nadie».
«Es bastante alucinante que, después de lo que ha pasado este año, el
Gobierno esté más fuerte, aunque sea un Gobierno débil. Esto tiene que ver
con algo que Iván plantea desde hace tiempo. A mayor exageración, a
mayor reacción, a mayor histerismo de la derecha contra el Gobierno
socialcomunista, más fácil lo tiene el Gobierno para conseguir alianzas en
el Parlamento y más difícil lo tiene la derecha para debilitar al Gobierno, y
más aún para recuperarlo», dice Nacho Escolar.
«Aprende de la gestión del Gobierno de coalición. No sé si está
construyendo un manual para gobiernos de coalición, pero sí sé que el
Gobierno está saliendo adelante. Para todos aquellos que decían que sería
imposible, no lo está siendo. Es cierto que gobernar en coalición y en
función de los socios puede ser muy complicado, y hemos tenido momentos
que así lo atestiguan, pero se puede decir que, hasta la fecha, no ha habido
ninguna crisis que lo pusiera en riesgo», comenta Carlos Ocaña.
«El cambio que ha introducido en la profesión está asociado al cambio
que ha imprimido el presidente en su trayectoria. Siempre ha sido valiente,
de romper con cosas del pasado, en el PSOE y en el Gobierno. Lo fácil es
recurrir a las figuras históricas del partido y el presidente no lo hizo. Eso
hubiera sido lo fácil. Lo viejo no siempre es la receta y más cuando vienes
de una crisis de representación. El presidente se dejó guiar por un
profesional, lo que implica que tiene muy claro su proyecto. El líder tiene
un proyecto, sus líneas estratégicas, y necesita una persona que le ayude a
trasladarlas, a canalizarlas», dice Mónica Belinchón, politóloga, alumna de
Pablo Iglesias en la Complutense y coordinadora del equipo de Paco
Salazar en el Palacio de la Moncloa.
«En la política actual vives al día. Los medios de comunicación, que no
son el cuarto poder, sino el primero, crean los significados de los mensajes
porque son la referencia ciudadana. Todo va acelerado y no sabes lo que va
a pasar. Por eso se planifica todo semana a semana, pero la política es otra
cosa. Debes trabajar en objetivos estructurales, en cosas que no se ven pero
están ahí. Hay una batalla por lo que se ve y otra batalla por lo que no se ve,
el largo plazo. Lo interesante es la batalla por lo que no se ve», dice Juanma
del Olmo.
Iván Redondo ya era acusado de marketiniano en Extremadura. En una
réplica al PSOE en el Parlamento dijo: «Detrás de nuestro trabajo no hay un
tema marketiniano. Detrás hay estrategia, datos, contenidos». En su
intervención, el entonces consejero del Gobierno explicó el marketing a
través de un ensayo escrito en 1960 por Theodore Levitt, de la Universidad
de Harvard, titulado La miopía del marketing, donde se explica que
marketing no es imagen, que el concepto de marketing debe centrarse en las
necesidades del cliente y que en España se hace una mala utilización del
concepto. Iván Redondo siempre dice que no es de marketing, aunque la
comunicación y el marketing le han dado una tierra. Se define como un
hombre de letras, de filosofía pura, de ideas, de cifras, de números, que no
hace comunicación, que hace política. Otra cosa es que la comunicación lo
haya adoptado. Normalmente se quiere cosificar la política enfundándola en
el marketing y cuando en política no se hacen las cosas bien, se culpa a la
comunicación. Se reducen las cosas, se simplifican, se cosifican y se
sintetizan en el marketing y la comunicación, cuando estamos hablando de
política. Si la comunicación es buena es porque la política es buena, el
contenido es bueno y las ideas son buenas. Lo fácil es culpar a la
comunicación. He visto a compañeros y compañeras de comunicación caer
injustamente porque les han echado la culpa. Cuando la comunicación falla,
lo que falla es la política.
Jesús Rodríguez escribía en El País: «Solo se altera cuando se le acusa
de ser un táctico y no un estratega; alguien más centrado en el mensaje
urgente y las soluciones directas, rápidas y emocionales, destinadas a un
electorado pixelado, que en saber exactamente a dónde se va y cuáles
pueden ser las consecuencias de cada decisión. Un fontanero de la era de
Rajoy incide en ese paradigma: “Iván sabe jugar con las circunstancias
inmediatas, pero no analiza a largo plazo”». Iván niega siempre su
tacticismo. Ya lo hizo en La Tuerka: «No creo en el elitismo de alguien que
lanza una idea y nadie le entiende. Y no creo, y sospecho mucho de ellos,
en los que no creen en la comunicación política. Ni la comunicación
política tiene todas las respuestas ni el marketing político lo es todo. El
programa político es fundamental. Siempre le damos la máxima
importancia a la política y a saber hacer política, que es en el terreno de las
ideas y luego ya se comunicará. Cuando simplificas, tienes que ser muy
honesto en el terreno de las ideas. Es la línea roja que nunca tienes que
pasar». Minutos después de esta intervención, añadía: «El spin doctor es
una persona que sabe de comunicación electoral, política y parlamentaria,
que son disciplinas distintas y que requieren un tipo de ajedrez distinto. Es
un portero que lo para todo y que le cubre las espaldas. Para salvar a
alguien, le tienes que preguntar primero qué contenido tiene detrás y está es
la gran revolución, la evolución del spin doctor. Pero un estratega debe
dominar la comunicación y también la política, dominar los juegos y
conocer las instituciones».
«Los partidos acusan siempre al contrario de utilizar el marketing. Aquí
todavía no se ha superado esta concepción del marketing, cuando todos
quieren lo mismo, vender su forma de hacer y de pensar, vender su
estrategia. En España todavía hay una cierta prevención a contratar a
asesores de comunicación independientes para que el bumerán no vuelva a
ti y te acusen también de hacer marketing», afirma Verónica Fumanal.
«Le acusan de efectista, pero sus efectos tienen réditos políticos a medio
plazo. Los ven como táctica, pero son estrategia. Que el presidente visite a
Torra en el Palau de la Generalitat no le suma ni un voto, no tiene un
beneficio inmediato, pero tiene la virtud de desarbolar el victimismo de una
parte del independentismo y de dar alas a los sectores más conscientes de
que lo que se hizo en 2017 fue un error. Cuando el Gobierno acepta que la
Declaración de Pedralbes no recoja la palabra Constitución, sabe que va a
recibir brea, pero considera que es el momento de buscar la desinflamación
y no el momento de sacar pecho, aunque, al tiempo, se cuida a un
electorado progresista, ajeno al independentismo, que es partidario de
buscar una solución política. Ese es el escenario que persigue Iván, que es
puntal y coraza para Sánchez porque los ataques externos los cohesionan.
Está al frente de la gestión, no del partido. No vende ideología, vende
gestión, debe ser pragmático», dice Enric Hernández. Lo contó en
noviembre de 2020 y las elecciones fueron en febrero de 2021. Un ejemplo
de táctica y estrategia.
«Me decían que era un táctico y no es verdad: es un estratega. Siempre
dice que hay que dar un golpe para distraer y distrae. Eso no es táctico, es
estrategia con largo recorrido. Le tengo respeto intelectual y cariño, y, a
medida que lo conoces, ves que tiene profundidad. Debes rodearte de los
mejores e Iván es de los mejores. Mucha gente se vende como consultor y
no tiene nivel. Con valor añadido hay pocos como él. El político debe tener
claro el camino porque el problema no es la comunicación, es la política»,
sostiene Susana Díaz.
«Iván aplica un modelo más yanqui. Ha montado una estructura
centralizada que nos complica el acceso a la información porque reduce las
fuentes. Cualquier estructura trata de imponer su relato y este modelo se
está implantando en muchos sitios y consigue resultados. Cada Gobierno y
cada partido deben organizarse como consideren oportuno, pero sin
confundir el ruido con lo importante. La política de comunicación es
correcta o no en función de los resultados y la prueba son las urnas, donde
se demuestra si se han hecho las cosas que se debían hacer o si se han
comunicado bien. Tengo mis dudas sobre la gestión del ejecutivo, pero
quienes consideran que este Gobierno es ilegítimo, aunque no lo es porque
ha salido de las urnas, y quienes pensaban que lo iban a tumbar ya saben a
estas alturas que no es posible. Son capaces de conseguir las mayorías
necesarias, como en los presupuestos. Que se hayan aprobado es uno de los
logros alcanzados durante la pandemia», dice Daniel Anido.

LIDERAZGOS EN AGUAS TURBULENTAS


Otra visión la aporta el mundo empresarial. Que esté Iván al frente del
Gabinete del presidente del Gobierno genera confianza. Incluso a los que
discrepan. «Es un tipo que escucha. Es mi experiencia y la de mis
colaboradores. Es dialogante y abierto a opiniones diferentes. Ayuda y
siempre está disponible. Tiene gran capacidad de análisis, lo que, unido a su
inteligencia y preparación, le faculta para elaborar estrategias de forma
rápida. La claridad estratégica no está reñida con una cierta flexibilidad en
su ejecución. Un buen director de gabinete es clave en una organización, no
solo para preparar todos los temas relativos a la agenda, sino también como
facilitador, para que los asuntos fluyan de forma ágil entre los diferentes
departamentos. Tiene un papel crucial para evitar tensiones entre los
miembros de un equipo directivo y es fundamental para gestionar y
priorizar los encuentros y los asuntos públicos», afirma José Ignacio
Sánchez Galán.
El presidente de Iberdrola presentó a Iván Redondo a los empresarios
vascos. La reunión fue muy bien porque Iván conectó con sus inquietudes y
habló a calzón quitado. José Antonio Llorente también hizo de maestro de
ceremonias en un encuentro del Círculo de Confianza de Nueva Economía,
invitado por José Luis Rodríguez: «En la presentación dije que en el
Gobierno actual hay un binomio que potencia las virtudes de uno y de otro.
Iván sabe mucho, pero el que tiene mérito es Pedro Sánchez, que lo puso a
su lado y podía haber decidido otra cosa. Iván en el colectivo empresarial
tiene magia, tiene capacidad de atracción intelectual. Despierta admiración
y respeto, y también prevención, porque el colectivo empresarial estaba
acostumbrado a considerarse superior en materia de comunicación y se ha
encontrado con un equipo que maneja muy bien la puesta en escena, las
bambalinas y los tiempos».
«Lo extremadamente sorprendente es que esto se haya producido en la
política española. Sostener que haya un jefe de Gabinete con tanto poder
con un partido que se resiste es complicado. Iván ha ganado elecciones y ha
sido capaz de configurar mayorías para sostener al Gobierno. Sánchez ganó
las primarias en contra del aparato, ganó las elecciones y tuvo que buscar
apoyos en un Gobierno de coalición. No es lo mismo llegar al poder que
tener poder, pero ahí están», apunta Francisco Hevia.
«Cuando se aprobó la prórroga de los ERTE, la tensión era importante.
Cuando llegamos a un acuerdo y se firmó, llamé al presidente y a Iván. Al
presidente le dije que le agradecía que no me hubiera llamado. Ese es su
talante. Marcan posición, pero dejan margen de maniobra. No presionan y
esto transmite confianza, franqueza. La situación es de tal complejidad, que
es necesario mantener la cabeza fría. Me critican por ser blando, me critican
por no ser más duro, pero la patronal debe ser independiente y asumir su
responsabilidad. Estamos en un momento complejo en el que es mejor un
mal acuerdo que un no acuerdo. Hay que dar respuestas a la incertidumbre.
Hay que superar la confrontación y buscar complicidades. En la Moncloa
son susceptibles a esta forma de pensar», dice Antonio Garamendi.
«Me inspira confianza por su sentido de Estado, incluso cuando
disentimos en los análisis. Para la política de este tiempo, la comunicación
es uno de los pilares esenciales, pero siempre acompañada de la ejecución,
la materialización y la acción pública. Ha demostrado que es un gran
estratega y, por esa misma razón, ha llegado al Palacio de la Moncloa. Es un
hombre que escucha, debate y asume con respeto y mesura las opiniones y
los análisis discrepantes con sus planteamientos», sostiene Florentino Pérez,
quien reconoce que en gran parte de sus conversaciones con Iván, además
de política y de España, de sus posibilidades de país y de la coyuntura
compleja actual, hablan de fútbol: «Nuestros equipos, el Real Madrid y la
Real Sociedad, acaparan buena parte de nuestras conversaciones».
«Yo soñaba con un acuerdo con el PP, de hecho le envié al presidente
algún mensaje en este sentido, pero no estamos preparados para este
acuerdo. No tenemos ni la madurez ni la sensatez. La derecha está
absolutamente dividida y pugnando por el liderazgo. A Abascal lo conocí
en los toros. Intercambié mensajes con él durante un tiempo. Ahora ya no se
los envío. Se ha radicalizado, se ha ido a la extrema derecha y no me gustan
los extremos. Tengo la esperanza de que el presidente e Iván manejen la
situación de la mejor manera posible. El presidente es presidente por el
trabajo silencioso de Iván, porque le ha ayudado a conducir la nave en
aguas difíciles y con tempestades. Tengo fe en Pedro Sánchez por dos
razones. La primera es porque le conozco personalmente y cuando le envías
mensajes, siempre responde. Te respeta y te tiene en cuenta cuando le
críticas con honestidad y sinceridad. Se ha ganado mi respeto. Y la segunda,
por Iván. A pesar de lo que estamos viviendo, mantengo mi confianza en
ellos», dice Cayetano Martínez de Irujo.
«Hablo bastante con los líderes empresariales y empresarios que buscan
certidumbres en el Gobierno. Iván en este campo es una garantía, porque no
está preso de una ideología y tiene claros sus objetivos. En el ámbito
empresarial, desde mi modesta opinión y conocimiento, su figura crea
certidumbre ante el Gobierno de coalición. Mantiene el punto de equilibrio
para dar confianza a la inversión empresarial. Además, es un mago de la
negociación, hace de las circunstancias oportunidades. A mí, por ejemplo,
me hubiera gustado otra situación política, un Gobierno de otro tipo, pero la
situación es la que es y con lo que hay debe construir, y lo ha hecho, un
Gobierno sólido», señala Rosauro Varo.
«No soy votante del PSOE. Cuando me contó que se iba a trabajar con
Pedro Sánchez, no me hizo gracia. Me lo dijo en uno de esos cafés eternos
que nos tomamos en el Starbucks de Ortega y Gasset para ponernos día. A
Sánchez no le tenía demasiado respeto y sigo sin tenérselo. Iván lo defiende
siempre. Hay una cosa que me tranquiliza, que detrás de todo lo que hace
está Iván Redondo. Las cosas no pueden ser tan desastrosas como aparentan
si él está detrás», dice Enrique González.
«Cada presidente formaliza su estructura de poder y la diseña en función
de sus propias características, de su forma de entender la política y la
comunicación. Esto tiene mucho que ver en que el presidente Sánchez lo
haya escogido. Ha dado un giro de 180 grados a la estructura de poder,
poniéndolo como pieza fundamental en la coordinación de la estrategia
política, económica y de comunicación. Si tuviera que valorar esta gestión,
lo haría de forma positiva. Se han aprobado los presupuestos y el Gobierno
ha superado la pandemia sin sufrir el desgaste que algunos daban por hecho.
Y eso que es un Gobierno de coalición, lo que no es fácil de gestionar»,
afirma Josep Sánchez Llibre.
«La pandemia nos ha enseñado muchas cosas. Además de dolor, dudas e
impotencia, el virus nos ha mostrado que somos vulnerables, nos ha puesto
a prueba y nos ha empujado a confiar en los pasos de otros para continuar el
camino, para poder seguir avanzando. La confianza es más importante que
nunca. Y la comunicación es confianza. El líder de una organización debe
ser el motor de esa confianza. Lo importante es hacer bien las cosas para
luego contarlas con transparencia y con la verdad por delante. Son
momentos en los que muchas de las certezas que dábamos por descontadas
han desaparecido. La confianza y los valores son la clave de una
comunicación eficaz e influyente, entendida como consecuencia de la
seriedad mantenida. Es el momento de pensar a lo grande, de reimaginar las
funcionalidades del mundo que conocíamos y de superarnos. Y luego de
saber contarlo», sostiene José María Álvarez-Pallete.
Llegué al despacho de Félix Bolaños acompañado del general
Ballesteros. Me perdí en la H del Palacio de Semillas y tuvo el detalle de
guiarme. Iván y Félix llegaron juntos a la Moncloa y, de hecho, estuvieron
solos con el presidente en las primeras horas en el recinto. También en su
entorno Iván genera confianza. «Ni el presidente está cautivo, ni Iván lo
pretende. La leyenda dice que Iván es todopoderoso, es el mal, el culpable
de todo... pues larga vida a Iván Redondo, porque así los demás nos vamos
de rositas», dice Bolaños.
Tras el encuentro estuvimos charlando sobre nuestro apellido. Le di una
master class, que aguantó con estoicismo, sobre el origen del apellido
Bolaño y Bolaños. Lo siento, me apasiona el tema. Aprovecho para pedirle
disculpas por la chapa que le di. «La importancia de la comunicación va a ir
en aumento, porque si no eres capaz de explicar lo que haces, por qué lo
haces y para qué lo haces, si no consigues que pase la puerta, estás muerto.
La comunicación política va a tener más peso. Este Gobierno es una
máquina de hacer cosas y las cosas las tienes que explicar», dice Bolaños.
Sirva para ilustrar estas palabras una entrevista concedida a Nativel
Preciado el 17 de enero de 2021 en Infolibre, en la que decía: «Este es el
Gobierno más trabajador de la democracia».
«Los partidos políticos y los líderes institucionales son nuestra bicefalia,
necesitan relacionarse con la sociedad y la comunicación no es dar solo
información, es interacción de confianza con los ciudadanos. Con la
fragmentación de la comunicación, se necesita más y mejor información de
la sociedad a través de sistemas de big data para poder deliberar y tomar
decisiones de calidad, y para interactuar con la diversidad creciente de la
sociedad. Necesitamos dar respuesta en base al conocimiento. La
regeneración del sistema político requiere información e interacción, del
líder, de la institución y del partido. La escucha es un elemento sustancial
para la comunicación porque no puedes estar aislado de la sociedad.
Desconozco con precisión lo que ha hecho Iván en la Moncloa, pero sabe
que para tomar decisiones hay que tener un conocimiento previo. Las
jefaturas de gabinete, al menos las que conozco, disponen de algunos datos,
de encuestas en épocas electorales, pero no tienen una lógica sistemática de
escucha activa y reconocimiento social. Esto es absolutamente necesario,
pero necesitas vocación, capacidad financiera y tecnológica, y recursos
humanos. Es el futuro de la política, pero también del sistema institucional,
porque las instituciones nos representan a todos y el acierto de las políticas
públicas legitima más que suficientemente escuchar bien a la sociedad
siempre desde un punto de vista democrático», señala Xabier Bariandarán.
Martxelo Otamendi fue en su juventud profesor de euskera de Arancha
González Laya, la ministra de Exteriores: «Somos de Tolosa. Su padre es
don Antonio, profesor, maestro de escuela. Hacía prácticas de Magisterio en
lo que eran las escuelas municipales y Arancha tendría seis o siete años, fue
sobre el año 1975. Le di clases de euskera un par de años. Le he pedido una
entrevista y sería muy bonito hacerla, porque sería el reencuentro del
profesor con la alumna. Ya de cría era muy lista. Su madre siempre me
recuerda que cuando me preguntó cómo podría mejorar la niña el euskera,
le dije que la niña hablaba euskera perfectamente». Y sobre Iván comenta:
«Lo que me sorprende de Iván, y en eso tengo cierta discrepancia, es que a
mí me costaría hacer campañas para Albiol, Extremadura o Basagoiti.
También me costaría trabajar en algunos medios de comunicación. Lo
explica fácil diciendo que es un profesional y que prima la técnica, la
tecnología, los datos, la estrategia y la mercadotecnia, pero, insisto, a mí me
costaría. Explica que su trabajo consiste en poner diferentes estrategias
encima de la mesa y el ejecutivo, ahora el presidente, decide. Me asombra
la normalidad con la que defiende su posición. Seguramente es mi déficit y
su facultad. Fue fácil quedar con él y no me pidió discreción. Solo te lo he
contado a ti».
«Es diferente a lo que he conocido. Buenas ideas, joven, preparado y
deja de lado las militancias políticas. Le importa más la persona que la
militancia de esa persona. Si no tiene libertad para hacer cosas, lo dejará.
No vende motos y lo que dice es razonable. Inspira confianza, aunque
discrepes. Tiene un encanto y una magia que, en estos tiempos, más que
difícil de encontrar, es un milagro. Manda menos de lo que piensa la gente y
mucho menos de lo que debería mandar», afirma José María García, quien
acompaña estas palabras con agrias críticas al presidente Sánchez.
«El cambio de la imagen del PSOE ha sido brutal. Busca expresiones
que sean sencillas y no políticas. Por ejemplo: “Haz que pase”. A nadie se
le hubiera ocurrido como eslogan. Además, no es una frase natural, pero
llegó a la gente porque no tiene politiqueo. Domina el lenguaje de los
medios, de las redes, de los vídeos, piensa siempre en el objetivo final.
Estar fuera del partido le permite tener una visión más fría y en el partido
siempre será fuente de controversia. Se preguntan quién decide, quién
manda, qué papel tiene el partido en un Gobierno tan presidencialista, algo
que la pandemia ha acentuado. El consejero del príncipe tiene al final más
peso que toda la corte y esto puede generar momentos de tensión, pero es
verdad que no tiene intereses partidistas y no entra en conflicto con gente
que sí tiene intereses internos. Ha tenido grandes aciertos y, ante la gran
pregunta de quién decide, siempre digo que, para bien o para mal, decide el
que manda. El líder se rodea de quien quiere y deja que el entorno mande lo
que el líder quiere que mande, porque si no, no mandaría. Cada uno tiene
sus responsabilidades y las que quiere las delega. Iván es seductor, siempre
te involucra en su estrategia porque la presenta como ganadora y los
jugadores siempre quieren ganar», dice Miquel Iceta, quien parece saberlo
bien.
«No lo definiría como seductor. Es un profesional con ideas claras,
experiencia y conocimientos, que comunica bien. Es un poco visionario y,
al tiempo, un gran interpretador de encuestas, pero no es seductor. Eso es
para actores y políticos, e Iván no es político», apunta Paco Marhuenda.
«En una ocasión se lo dije: “Si te cuentan que digo que no pintas nada,
es cierto, porque hay demasiado interesado en afirmar, y no de buena fe,
que en la Moncloa mandas tú”. Por eso me encargo de decir que es un
elemento sustancial en la toma de decisiones del presidente, pero hay un
partido político, el PSOE, con unos órganos del PSOE y un secretario
general del PSOE, que es el presidente del Gobierno, que son los que toman
las decisiones. El presidente no es una marioneta en manos de Iván
Redondo, como dicen algunos que le tienen una hostilidad manifiesta.
Pedro Sánchez se lo debe todo al partido porque nunca se salió de su
iglesia. Nunca. Renunció a ser diputado por no romper la disciplina que le
había marcado un partido que le había echado. Busca la reconquista del
poder desde dentro y lo consigue, porque una cosa es el partido y otro la
dirigencia», afirma Chema Crespo. Un buen ejemplo de lo que es la España
yeyé, la que se revuelve contra quien destaca, amante de la teoría de la
conspiración y experta en la confección de leyendas negras.
«Lee bien el escenario y no sabemos si los fallos son al cien por cien
suyos. Por ejemplo, la repetición electoral o la presentación de la moción de
censura. En las elecciones de noviembre, la decisión final fue voluntad de
Sánchez. Iván siempre repite que el jefe del Gabinete debe presentar
propuestas y, conociendo a los dos, estoy convencido de que la última
palabra nunca la tiene Redondo. Plantea pros y contras, el presidente decide
y él ejecuta. Sus críticos dicen que es el visir que ha capturado al califa, que
le oculta información, pero, sinceramente, esa película no me la creo. Lo
cierto es que Redondo tiene un poder que no ha tenido nadie, pero es el
poder de Sánchez», dice Nacho Escolar.
«Imprime carácter al presidente Sánchez y ha puesto en marcha una
nueva forma de comunicar. Tiene palabra de vasco. Ser vasco y estudiar en
Deusto imprime carácter. Es una mezcla de las cualidades que aprendió
aquí y de lo que va aprendiendo por ahí. Estamos viendo a un personaje que
no existía en el escenario político español. Creo que va a ir a más, porque
ahora está asumiendo componentes institucionales que son muy
importantes. Pedro es presidente en parte por él, por su trabajo, y su
binomio funciona. Es analítico, estratega, tiene capacidad para avanzar
movimientos, para ver cosas a medio y largo plazo, y, sobre todo, es un tipo
osado, que arriesga, con una gran capacidad de trabajo y propositivo.
Siempre propone muchas alternativas», señala Joseba Aurrekoetxea.
«Iván padece el fuego amigo. Lo digo con conocimiento. Solo tienes que
ver a quién nos han dejado en el Congreso en el Grupo Parlamentario
Socialista. Ves a una Adriana Lastra, a un Rafael Simancas, y ves a un Iván
Redondo. Es como hablar de la Champions League o de zafiedad. En la
actividad parlamentaria del PSOE no hay un peso de Estado. Me bastaron
diez minutos de conversación para tener claro que Iván tiene otro nivel,
nada que ver con el Grupo Parlamentario Socialista», afirma Macarena
Olona.
«Ha sabido estar en distintos partidos y salir vivo del intento, lo que no
es fácil», dice Miguel Ángel Rodríguez. «Iván no es un mercenario, es un
profesional. Raúl del Pozo escribió un artículo en el que le llamó
mercenario. Me pareció ofensivo y fuera de lugar, y así se lo dije. Es un
profesional de éxito, como ha demostrado en su carrera. Raúl se equivocó.
No tengo ninguna duda de que priman las personas sobre las ideologías. Las
pugnas de poder en este país han dejado las ideologías en un segundo plano.
Solo hace falta ver al PSOE actual de Pedro Sánchez. Iván tendrá el futuro
que quiera. Una vez me escribió un SMS en el que me decía que una de las
cosas importantes en la vida es saber irse a tiempo. Es una persona que
sabrá cuándo tendrá que hacerlo y lo hará. Cuando crea que su opinión o su
estrategia no sirven, sabrá irse. No busca la gloria. Su inteligencia es
suficientemente humilde y objetiva como para que tome la decisión en el
momento oportuno», señala Cayetano Martínez de Irujo.
«Lo importante de Iván es que inspira confianza. Es un elemento
intangible, pero no es una tontería. Es fundamental esta percepción porque
representa al presidente del Gobierno. Si no inspirase confianza, no fuera
convincente y no cumpliera, afectaría a la institución. Para eso hay que
echarle muchas horas, porque la política es el arte de lo que no se ve.
Siempre hablo de la comunicación estratégica como un arte, porque
vivimos en una sociedad líquida y muy acelerada en la que la política es la
punta del iceberg. Hay que hacer un trabajo que no se ve para tejer alianzas,
mirar a medio y a largo plazo. Para mí, solo hay una persona que jugó un
papel similar: Miguel Barroso. Rodríguez es un buen profesional, que hace
una labor que preocupa a Pablo Casado, es un francotirador, pero no es una
labor estratégica. No está en el circo de tres pistas de Iván, que asesora al
presidente de España, a la coalición de Gobierno y atiende la situación de
Cataluña. En todos estos temas aporta y se tiene en cuenta su opinión,
aunque el que decide es el presidente, porque el problema es de la política,
no de la comunicación», apunta Jaume Giró.
11

JAQUE MATE

«El ajedrez siempre se ha considerado un juego de reyes. [...] Todos se


vieron seducidos por un juego que se erige en metáfora de la guerra. Para
encontrar la forma más similar al ajedrez actual tenemos que remitirnos a
un legendario juego aparecido en el norte de India a principios de nuestra
era. Conocido con el nombre sánscrito de chaturanga, la mayoría de los
especialistas lo estima como el más probable ancestro. El chaturanga se
jugaba entre cuatro personas en un tablero de 64 casillas, todas del mismo
color. Los bandos norte y oeste eran aliados y luchaban contra los bandos
sur y este. Sus piezas eran el rajá, de movimiento similar al rey actual, el
consejero, equivalente a la reina, el elefante, el caballo, de idéntico
movimiento al nuestro, el carro y los soldados (que iban hacia delante paso
a paso, como los peones de hoy). Estas cuatro últimas piezas tienen su
equivalencia en el ejército indio de la época. No en vano, el término
chaturanga (cuatro secciones) se refiere a una formación militar», escribió
Carles Padró Sancho en un artículo publicado en La Vanguardia el 3 de
diciembre de 2020.
No cabe duda de que si Redondo hubiera jugado al chaturanga, estaría
en la alianza del norte con el oeste, su sitio habitual no solo por ver la serie
política por excelencia, sino porque su despacho está, como no podía ser de
otra manera, en el ala oeste del Palacio de Semillas. Su posición en ese
juego está clara: el consejero. En el ajedrez actual, el peón que llega a
casilla ocho para convertirse en reina y dar jaque mate.

DÍA D, HORA H
«En política y en el ajedrez, la estrategia es fundamental al tiempo que hay
que estar atento al adversario para detectar un movimiento en falso que le
pueda dejar con la guardia baja. Entonces es el momento de actuar porque
en la política y en el ajedrez no vale con cobrarte piezas. Para ganar, hay
que hacer jaque mate. Pedro Sánchez y su equipo más cercano habían
trazado la estrategia de hace meses con solo un objetivo concreto: no
equivocarse ni errar. Así Sánchez fue escaso en actuaciones mediáticas en
el primer trimestre del año, centrándose sobre todo en el partido realizando
asambleas abiertas por todo el territorio. Era una forma de estar presente, de
estrechar lazos con las bases que lo encumbraron a la Secretaría General,
mientras se alejaba del ruido mediático de la pelea PP y Ciudadanos.
Cataluña, su apoyo a la aplicación del 155, y la moción de censura en la
Comunidad de Madrid que acabó con el mandato de Cifuentes fueron su
línea argumental, en paralelo a la configuración de las listas electorales de
la triple contienda de 2019. Sin embargo, en esta estrategia también
figuraba la moción de censura. Estaba durmiente hasta que la sentencia del
caso Gürtel la despertó», escribía en junio de 2018 en La Razón sobre los
meses de Redondo en la fontanería de Ferraz hasta la moción de censura.
Una estrategia medida para consolidar un relato, un proyecto, una
alternativa y un candidato. Alberto Surio resumía en El Diario Vasco de
forma brillante el relato del PSOE que, como en el juego de los barcos,
estaba tocado y hundido: «Como experto en consultoría política tiene la
tesis de que “es mucho más importante conectar que comunicar” y hacerlo
con “un relato épico” que sepa “humanizar” los mensajes ideológicos».
Fueron meses de sinsabores en los que arreció la crítica interna y la
incomprensión externa. El trabajo silencioso, la argamasa del nuevo PSOE,
llegó compacta al momento clave: la moción de censura.
«Tengo que decir que en política la suerte es muy importante. La moción
de censura fue uno de esos momentos. Fue un momento inverosímil,
parecía un imposible. De hecho, era imposible. El papel de Marta Pascal
vacilando a Puigdemont, que el PNV se sintiera concernido por este asunto
y que, en dos días, el edificio rocoso del PP se derrumbara, perdóname,
pero era inverosímil. No le quito mérito a Pedro Sánchez, pero francamente
tuvieron mucha suerte. Hicieron una operación relámpago y tuvieron la
suerte de que el PP se desmoronara por completo, que Rajoy estuviera
devastado personal y políticamente, que el partido estuviera dividido y
envenenado internamente, que no fuera capaz de reaccionar... ¿En qué
acertó Iván? En la búsqueda del momento, pero no podía saber que Rajoy
estaba destruido emocionalmente y que el PP era un gigante con pies de
barro, que el PNV iba a tener tanto miedo a quedarse solo apoyando a
Rajoy y que Pascal iba a plantar cara a Puigdemont. Le costó el puesto.
Todo eso no lo podía saber porque no lo podía saber nadie. No podía saber
que el PP estaba en shock. Eso sí, para tener suerte, hay que estar. En eso
acertó», dice Lucía Méndez.
«En este mundo hay una combinación de contingencia y profesionalidad.
No sé si ha tenido suerte, pero la suerte hay que ganársela. Está de jefe del
Gabinete porque el presidente quiere que esté. No es por suerte. Me siento
muy identificada con su figura porque hemos trabajado con líderes de
diferentes partidos sin que a nosotros nos resultara molesto o extraño.
Partimos de un modelo de comunicación que nace en Estados Unidos,
donde entienden la comunicación como algo mucho más normalizado en la
política. Aquí todavía es algo excepcional», apunta Verónica Fumanal.
Lucía Méndez se acercó por detrás a Iván Redondo y le dijo: «¡Quién
nos lo iba a decir!». Estaba en la tribuna de invitados, encima de los
escaños del PP. A su lado, José Antonio Rodríguez Salas, Santos Cerdán y
Paco Salazar. El primer mensaje que recibió tras la moción de censura fue
de Fernando Ónega, lo que para Iván supuso, nada más y nada menos, que
una transferencia de conocimiento de una persona que vivió la Transición,
algo así como un remake del «Puedo prometer y prometo». Anabel Díez, a
la que admiro porque tiene al PSOE en la cabeza por su trabajo a lo largo de
toda su trayectoria profesional, le dijo a Iván que el «fotoperiodismo existe»
y hubo una foto para la historia: estaba contando con los ojos cerrados los
votos necesarios.
La clave para el equipo de Redondo fue cuando el presidente dijo:
«Dimita, señor Rajoy, aquí y ahora, y todo terminará». Con esta frase Pedro
Sánchez lanzaba un mensaje muy claro: quiero el poder, pero no a cualquier
precio. El PP permaneció impasible. Lo explicaba Iván Redondo en
aquellos momentos en los que todos vivimos la política con pasión en los
pasillos del Congreso. Recuerdo una dura discusión con mis compañeros de
Onda Cero en el programa Más de Uno de Carlos Alsina, en un estudio
improvisado en los pasillos de la cámara. El único que creía que la moción
salía adelante era yo. Mi principal adversario ese día, el jueves 31 de mayo,
fue mi director, Paco Marhuenda.
Días después escribía: «Oficialmente, los socialistas afirman que no
conocieron la posición final del PNV hasta el jueves. Oficiosamente,
trabajaban en este escenario desde el martes. De hecho, se prepararon desde
ese momento a contemplar un nuevo movimiento defensivo del PP para
proteger a su rey: la dimisión de Rajoy». Por este motivo, Sánchez le pidió
a Rajoy su dimisión en el pleno: «Si quiere que esto acabe, dimita». Casi
aguantando la respiración, el equipo de Sánchez esperó la respuesta del
todavía presidente del Gobierno. No contestó. El último bastión, su
dimisión y la convocatoria electoral, no iba a ser utilizado porque también
sabía que las posibilidades del PP de mantener el Gobierno eran casi nulas.
Rajoy sabía hacía horas, igual que Sánchez, que el PNV no le iba a dar
cobertura. Los nacionalistas solo pusieron dos condiciones: no tirar atrás los
presupuestos recientemente aprobados y convocar elecciones en un
horizonte no lejano. Todos se apuntaron ese tanto. La verdad, unas páginas
más adelante.
Charlé con Iván varias veces esos días y siempre señalaba que la
«moción era un homenaje a la Transición» y que cuando dijo esa frase
estaba demostrando que Sánchez no quería ser presidente a cualquier precio
y que Rajoy volvió a ser un ciudadano de a pie, el samurái «transfiriendo la
presidencia al candidato». Redondo siempre cita la Transición política. Es
un estudioso de ese periodo y la considera ejemplar, pero incompleta. La
nueva generación tiene que completarla. Difiere de Podemos porque no está
en contra de la Transición, que para él es una fuente de sabiduría y a la que
dedica horas, al igual que a la historia política española.
«La moción de censura nos sorprendió a todos. Se movieron rápido. Se
acababan de pactar los presupuestos con PNV y Ciudadanos, y Albert
estaba de subidón. Se tenía la sensación de que Rajoy había ganado tres
años de tranquilidad. Que saliera la moción era lo último que nos
esperábamos. Solo podía salir si se fraguaba desde la rapidez y la
discreción, y aquí Iván supo conjurar muchos intereses. El PNV había
ganado mucho en la negociación de los presupuestos, pero sus votantes no
querían a Rajoy. Igual que ERC, JxCAT, Podemos... Fue una alianza contra
Rajoy, no a favor de Pedro. Fue capaz de ver el movimiento y que Pedro lo
ejecutara», cuenta Susanna Griso.
Javier Negre relataba así el 7 de junio de 2018 en El Mundo lo que
acababa de suceder en España. Se unieron el arrojo de unos y el
apalancamiento de otros:
Jueves 24 de mayo. Hay júbilo en el búnker de Mariano Rajoy. Su Gobierno acaba de
aprobar los presupuestos. La felicidad en el inexpugnable núcleo duro del PP es tal que ni el
estruendo de la condena por el caso Gürtel les borra la sonrisa. Creen que las cuentas son un
salvavidas hasta 2020. Ven el mar calmado. Sin otear el virulento tsunami que se les viene
encima. Un tsunami que desatará uno de los suyos. El hijo del jefe de máquinas de un barco. Un
hombre de la casa al que no quisieron convertir en capitán de su transatlántico. Que tuvo que
saltar a una embarcación rival que se encontraba en el astillero ante la falta de oportunidades en
Génova. Con un horizonte tan ambicioso como él: hacer caer al presidente y aupar a Pedro
Sánchez a La Moncloa. Su sueño más deseado desde que era un adolescente adicto al Ala Oeste
de la Casa Blanca. Un sueño que Iván Redondo siempre supo que lograría. Tarde o temprano.
Pero no con el PSOE.
Este consultor político de treinta y siete años fue quien recomendó al líder socialista que
apretase el botón rojo para acabar con el «rinoceronte» Rajoy. Para activar la moción de censura.
Un as en la manga que se había guardado durante meses en espera de la tormenta perfecta. Y la
tormenta llegó en forma de condena de la Audiencia. Tres llamadas bastaron para orquestar el fin
de Rajoy.
Tras conocerse la sentencia el jueves, Sánchez (46) telefoneó a Redondo para preguntarle
cómo veía una moción. El estratega, según fuentes socialistas, fue tajante. «Es el momento de
hacer jaque mate. Puedes ser presidente del Gobierno». Redondo vio cómo Ciudadanos había
retirado su apoyo y cómo la oposición estaba harta de que Rajoy no asumiese su responsabilidad.
El ruido de la calle acompañaba. Sólo había que hacer ver al resto de actores que era posible
hacer caza mayor. Sánchez llamó a su secretario de organización, José Luis Ábalos, que se
encontraba en Copenhague, y a la vicesecretaria Adriana Lastra. Dieron su OK. Es ese sanedrín
el que diseña una hoja de ruta para batir a Rajoy que había avanzado Redondo en su blog de
Expansión The War Room el 22 de mayo de 2017. «Si enfocamos bien el ajedrez político que se
avecina deben saber que hay altas probabilidades de que Sánchez pueda ser presidente. Bien a
través de una moción de censura (si se suceden más escándalos en el PP y se conforma esa
mayoría alternativa) o tras el resultado de unas elecciones anticipadas.» Su profecía se cumplió
hace dos días.

«En la política he aprendido que hay gente que utiliza como palanca
fundamental la exageración de los problemas. Alfredo Pérez Rubalcaba era
de esta escuela y era magistral. Creaba el problema, ficticio e inexistente, y
llegaba con la caja de herramientas para solucionarlo. Iván es justo lo
contrario. No incita al pánico, intenta presentar el problema de forma
aséptica y serena. Es de los que se pone a buscar la solución, transmite
calma. No relativiza los problemas, pero busca serenidad —comenta
Miguel Barroso, que echa mano de una película para ilustrar esta
aseveración—. Michael Caine protagonizó una película malísima que se
llamaba Ejecutivo ejecutor. Había una crisis en la empresa y todos gritaban,
y el CEO, Michael Caine, le decía a su equipo: “Vosotros dos, 'pánico'; el
resto, a pensar”. Iván es de los que se pone a buscar una solución a los
continuos problemas sobrevenidos. Es el que piensa y le presenta diversos
escenarios al presidente. En esos momentos, entiendo que las pasiones
fueron desbordantes y eso llevó a Pedro a confiar en un profesional externo,
alejado de este mundo. Que lo mire con distancia y frialdad es un
suplemento de servicio.»
El momento de locura llegó con la sentencia del caso Gürtel. Se abre una
ventana de oportunidad para cumplir lo escrito dos años antes en
Expansión. Pedro Sánchez está en la SER y sabe que sus adversarios están
en la COPE y en Onda Cero. El secretario general pide un informe sobre lo
que dicen y otro sobre cómo ven las redes la presentación de la moción de
censura. «Jun» lo prepara y se lo envía a Pedro, con copia a Iván: «Hay un
movimiento a favor de la presentación de la moción. Si la presentamos,
ganamos en la calle, aunque se pierda en el Congreso. Esa fue mi
conclusión». La moción se presentó al día siguiente, a primera hora, para
evitar que el PP reaccionara. Rajoy tuvo todo un día para dimitir y convocar
elecciones, pero no lo hizo porque el PP estaba paralizado: «Se le dio
tiempo para que reaccionara en un juego de comunicar sin comunicar».
«El 24 de mayo de 2018 empezó a cambiar la vida de Pedro Sánchez de
un modo tan monstruoso que ni él mismo se enteró. Esa mañana, tras salir
de una entrevista con Pepa Bueno en el programa Hoy por Hoy de la
Cadena SER, Sánchez desayunaba con los directivos de la radio cuando los
móviles empezaron a sonar: la sentencia del caso Gürtel era cuestión de
minutos. “¿Harás una moción de censura?”, le preguntaron. Se lo había
preguntado Iglesias hace meses y la respuesta de Sánchez fue la misma que
espetó en la planta noble de la SER: “¿Para perderla?”. De esa reunión da
cuenta la periodista Carmen Torres en el libro Instinto de poder (La Esfera,
2019). [...] Sánchez hizo dos llamadas al salir de la radio: una a Margarita
Robles para que fuese a Ferraz a detallar la sentencia y otra a Iván Redondo
Bacaicoa [...] para saber qué hacer con ella», escribía Manuel Jabois en un
artículo titulado «La sala de guerra de Iván Redondo», publicado en El País
el 19 de enero de 2020.
«Después de la entrevista, Sánchez tuvo un sinfín de reuniones. Ábalos y
Paco Salazar llegaron a última hora de la noche de Copenhague. A las
reuniones asistió mucha gente, desde Carmen Calvo a Adriana Lastra,
desde Iván a Juanma Serrano, Margarita Robles y José Luis Ábalos. En la
última no éramos más de ocho personas. La situación era muy compleja
porque un tercio de la ejecutiva estaba en contra de presentarla. Ahora todos
dirán que estaban a favor, pero la realidad no fue esa. Y no me refiero solo a
las secretarías ejecutivas (lo contemplo en su conjunto), también a las
importantes. Estaban en contra porque pensaban que si fracasaba, Pedro
tendría que dimitir como ya había dicho Pablo Iglesias», recuerda José
Antonio Rodríguez Salas.
«No creí en la moción. Me equivoqué. Se lo dije a Pedro. Iván lo veía
clarísimo y me dio un argumento de peso. Ante un hecho tan grave como el
que acaba de confirmar el Supremo, si no pedíamos responsabilidad y
explicaciones, como primer partido de la oposición, estábamos perdiendo
una oportunidad de oro. Debíamos hacerlo. Otra cosa era que la moción se
ganara. Pedro tomó la decisión con Iván a su lado», dice Quico Toscano.
Dos años antes, Iván Redondo había fijado claramente su posición en La
Tuerka: «A las personas que han robado en este país hay que apartarlas e ir
a por ellas sin piedad». Y en el memorándum del PSOE en el que había
empezado a trabajar nueve meses antes se decía: «No solo hacen adeptos
los partidos con sus doctrinas, sino con buenos ejemplos y la recta conducta
de sus hombres». Así se construyó la alternativa alrededor de Pedro
Sánchez frente a Mariano Rajoy. El motor del Ferrari, del coche rojo que
llevaba en boxes varios meses, empezó a correr, aceleró y se puso en
primera posición.
La excepcionalidad política sorprende a Ábalos y Salazar mientras se
dirigen a Copenhague para asistir a una reunión de los socialistas europeos.
«Nos dice que se va a presentar la moción, aunque en el debate en Ferraz
había posiciones para todos los gustos. Nos plantea suspender el viaje, pero
Ábalos le comenta que no podemos ausentarnos de la cumbre del PSE.
Cuando aterrizamos en Dinamarca, ya teníamos dos billetes de vuelta para
España cinco horas después. Antes de coger el vuelo, Pedro vuelve a llamar
a José Luis para ponerlo al día de la situación. Me pasó el teléfono y le dije:
“Pedro, la moción está ganada. Si no se gana en el Congreso, la ganamos en
la calle. Hay que presentarla porque si no lo hacemos, tendremos que dar
explicaciones”», recuerda Salazar.
«El 24 de mayo de 2018, ya con Pedro Sánchez al frente del PSOE, Iván
Redondo no valoraba la moción de censura en función de ganarla o
perderla, siendo lo primero prioritario y lo segundo positivo. Contaba que
se trataba de neutralizar a Podemos y marcar distancia: recuperar la
hegemonía de la izquierda. Le había salido bien a Felipe González cuando
perdió la moción en 1980 y en 1982 arrasó. Aunque, por supuesto, se iría a
ganar. La periodista Lucía Gómez-Lobato relata en su libro La moción
(Samarcanda, 2019) cómo pedir la dimisión de Rajoy para convocar nuevas
elecciones durante la sesión de moción de censura legitimaba, según el
elástico código Redondo, el acceso al poder: “Es Rajoy quien elige
presidente a Sánchez al no dimitir”. Voilà», escribe Manuel Jabois en el
artículo ya citado.
Sánchez decide aguantar y guardar silencio. El PSOE no diría nada a la
espera de la reacción del Gobierno. Se mantuvo el silencio a pesar de la
presión mediática, de la sorpresa en el conjunto del PSOE y de las críticas
de otros partidos, porque la estrategia se ejecuta, no se cuenta. Si quieres
aprovechar el efecto sorpresa, debes ser cauto. En definitiva, Sánchez se
preparaba para su jaque mate. El Gobierno no movió pieza. Se presentó la
moción de censura.
El texto fue registrado por sorpresa el viernes por la mañana con el
leitmotiv «o Rajoy o cambio». El relato era potente. No se trataba de votar a
Sánchez como candidato, sino que Sánchez «se convertía en la única
posibilidad de desalojar a un Rajoy señalado por una sentencia que dejaba
al PP embadurnado de corrupción. El jaque a Rajoy se había consumado. Si
la moción se perdía, el PSOE ganaba porque lo volvía a situar en la pole
position, de donde había sido desalojado. Si se ganaba se consumaba el
jaque mate. A ello se puso Sánchez después de marcar la línea argumental
en el Comité Federal y en el Grupo Parlamentario, el secretario general
socialista empezó a realizar llamadas. Pablo Iglesias y Marta Pascal,
coordinadora general del PDeCAT, fueron los primeros. Pascal fue
fundamental para que la antigua Convergència diera su apoyo a Sánchez
porque le paró los pies a Carles Puigdemont, partidario de la abstención, y
porque se convirtió en un canal de comunicación con el PNV. Pedro
Sánchez en ningún momento llamó ni a Puigdemont ni a Joaquim Torra. Sin
embargo, sí llamó a Puigdemont Pablo Iglesias», expliqué en La Razón, en
un artículo firmado con Ainhoa Martínez.
Ábalos y Salazar llegaron a las 12 de la noche y Sánchez los esperaba en
Ferraz. Mientras estaban en Copenhague, se reunió el núcleo duro:
Margarita Robles, Juanma Serrano, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Pedro
Sánchez e Iván, que asume el papel de defender la posición de Ábalos y
Salazar, con los que había hablado por teléfono. Algunos estaban en contra
porque temían una mala reacción del partido y planteaban que la derrota
dejaría al secretario general en una posición delicada y tendría que dimitir.
Un tercio de la ejecutiva no veía la moción. «Cuando llegamos, leímos la
sentencia y analizamos el documento que se remitiría al Congreso. Pedro
nos convocó de nuevo a primera hora de la mañana, aunque creo que en ese
momento ya tenía tomada la decisión. Llevaba todo el día consultando a
todo el partido, también a Iván. Ambos coincidíamos, como también el
secretario de organización. Otros, no», explica Paco Salazar, aunque en la
ejecutiva del día siguiente todos estuvieron en línea.
«Fue una semana muy intensa. Recuerdo que se nos dijo de todo, pero
los ataques se desactivaron cuando Pedro dijo en la tribuna aquello de “hoy,
aquí y ahora, si usted renuncia, se acaba todo”. Fueron torpes en su reacción
y Rajoy, por las luchas internas, se quedó bloqueado. El movimiento y la
reacción estaban encima de la mesa, previstos por Iván —añade Salazar—.
Se le dio tiempo al PP para que reaccionara, pero sus líos internos lo habían
momificado.»
«Llamé a Félix Bolaños. Le expliqué que estábamos liados con la
moción y que nadie pensaba en la posibilidad de ganarla. Sin embargo, le
pedí que pensara en la estructura de un Gobierno. Más tarde me pidió abrir
el equipo para que participara más gente en la tarea. Le dije que no, que lo
hiciera solo. El jueves ya lo tenía claro. Volvimos a hablar y le dije:
“Mañana tienes que estar aquí con todo lo que hayas preparado”. Mañana
era el viernes, el día que se votaba. Llegó Félix con un montón de carpetas
de colores y cuando acabó la moción, se las enseñó a Pedro.»
La versión de Paco Salazar difiere poco de la Félix Bolaños: «Me llamó
Ábalos y, acto seguido, Paco. “Hemos estado hablando con el presidente y
pensamos que esto no va a salir, pero por si acaso encárgate de todo el tema
legal, de cómo sería la estructura del Gobierno, los primeros decretos, los
primeros nombramientos, la estructura de los ministerios.” El lunes me
vuelve a llamar para informarme. La moción no va a salir, pero al menos no
nos envían a hacer puñetas. No nos dicen que no, nos escuchan, y muchos
nos dicen que dónde hay que votar para echar a Rajoy. Aun así, José Luis
me insistía en que no iba a salir y al mismo tiempo me metía presión: “Pero
tú estás con eso, ¿eh?”. Estaba y acabé con una carpeta ciertamente
voluminosa». Si alguien hubiera echado un vistazo más a fondo a las
carpetas que custodiaba como un centinela Félix Bolaños, en las que se
detallaba la estructura del Gobierno, ya hubiera intuido que Iván Redondo
iba a ser el próximo jefe del Gabinete.
Bolaños prosigue: «El PNV anunció el jueves que iba a votar que sí. El
día anterior me había llamado José Luis para informarme de la posición del
PNV. “Félix, ¡que esto sale, que el viernes Pedro es presidente!”, me dijo.
Era mediodía y estaba comiendo con un amigo mío. “¿Qué te pasa?”, me
preguntó. Me había quedado pálido y el corazón me había dado un vuelco.
Aquella tarde le di un acelerón al trabajo, con organigramas, competencias.
Cuando salió elegido presidente, Pedro convocó una reunión en su
despacho en el Congreso a la que fui arrastrando mi carpetón de un lado
para otro. Había una diferencia en esas salas: los que se quedaban fuera del
despacho y los que estábamos dentro. Por la tarde nos fuimos a Ferraz.
Ábalos, Santos, Iván y yo repasamos todo el dosier. Acabamos a la 1 de la
madrugada. El fin de semana estuve en mi casa y hablé con Pedro a través
de mensajes. Me pidió el teléfono de dos ministras y me preguntó alguna
cosa».
Acabado el pleno y, con Sánchez ya presidente, se trasladaron todos al
edificio de grupos, en la otra acera de la Carrera de San Jerónimo. Reinaba
la alegría y muchos se acercaron a donde se estaba cociendo el futuro. El
presidente Sánchez entró en su despacho y, en un momento determinado,
llamó solo a Iván. Mantuvieron una conversación corta y directa. «Pídeme
lo que quieras», dijo Sánchez. «Yo, nada», respondió Iván. «¿Quieres ser
ministro?». «Yo no, para nada. ¿Qué quieres tú?». «Quiero que seas el
director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno», añadió Sánchez. Iván
le pidió tiempo para hablarlo con Sandra porque no estaba en sus planes.
No tenía intención de hacerlo. Era consciente de que si daba ese paso, la
colocaba otra vez en un escenario de «vuelta a empezar» y ya lo había
vivido en Extremadura. Llamó a su mujer, que estaba comiendo con el resto
del equipo que había trabajado en la preparación de la moción. La llamada
pasó inadvertida para todo el mundo, para todos menos para Carmen
Galbete. Iván no contestó al presidente hasta muchos días después.
«Félix hizo los deberes. Había preparado toda una estructura, que llegaba
hasta las empresas públicas. Algunos acudieron a la reunión con un decreto
de tres páginas. El momento más feliz fue cuando vimos desde la tribuna,
junto a Iván, cómo se ganaba la moción», recuerda Paco Salazar. «Tienes
que saber qué datos son buenos y relevantes, cuáles impactan. Este trabajo
es sofisticado y técnico, y en la cabeza de Iván este sistema funciona. Como
a todos los buenos, le da una ventaja competitiva porque va con dos jugadas
de ventaja. Toma una decisión y sabe cuál es el movimiento siguiente.
Dibujar el escenario es fundamental. Ese es su ajedrez aleatorio. Has de
tener claro el viaje, el camino, la ruta, a dónde quieres llegar», dice José
Antonio Llorente, quien tiene claro que el movimiento de la moción de
censura estaba trabajado.
Con él coincide Miquel Iceta, que lo relaciona con el ajedrez: «Una cosa
que me maravilla es el ajedrez aleatorio. El objetivo es único, pero plantea
la manera de llegar de forma diversa, con diferentes alternativas y con
muchas piezas moviéndose. Tiene una visión del tablero, de lo que es
importante y de lo que no».
Iván Redondo es una tumba sobre sus movimientos en la moción de
censura. Contactó con el PNV y puso en valor su relación con Joseba
Aurrekoetxea. Hablaron a menudo y establecieron los puentes. ¿Qué
puentes? ¿Qué conversaciones? Redondo es inflexible: «Solo lo sabe el
presidente». Otros, sin duda, se apuntan el mérito, pero Iván Redondo hizo
valer su «palabra de vasco» y la garantía de su palabra ante la cúpula del
PNV, ante sus amigos del Euskadi Buru Batzar, algo que sigue haciendo.
No necesitan demasiadas palabras: es un código que está encriptado y es
difícil de entender en Madrid.
Esta es la versión íntegra de la conversación que mantuve con Joseba
Aurrekoetxea, responsable de procesos electorales del PNV y burukide del
Euskadi Buru Batzar. Es la única manera de entender esta relación. La
transcripción es absolutamente literal.
¿Iván fue básico en el año 2018?
Yo creo que sí, que fue importante.
¿Hablaste con Iván, habló con el PNV?
Hubo dos movimientos. Uno era para posicionarse, porque, aunque no hubiera salido, era un
movimiento que iba a traer consecuencias. Era un movimiento que si no lo hubiera hecho el
PSOE, lo hubieran hecho otros. La moción tenía las dos virtualidades. Al final, al PSOE la
moción le daba un papel. Iván estaba en eso, tenía la cabeza en eso. Tiene capacidad para ver los
movimientos y para anticiparlos, y esa capacidad de arriesgar. Otra cosa es que su candidato se lo
compre, pero, como te decía antes, es un hombre propositivo. Es un hombre rápido. Otra cosa es
que luego te salga bien o te salga mal. Iván tenía la información. Si solo te fías de las encuestas,
te puedes pegar un sopapo, pero tienes la información y tienes que trabajar en las lecturas. Es lo
que hacemos en el PNV. No es una cuestión solo de técnicos ni solo de pura mercadotecnia.
Ciertamente, aquí el mercado es más pequeño. Aquí pulsas la realidad con solo salir a la calle e ir
por los pueblos. Iván tiene esa capacidad. El que puso la valentía fue Iván y nos metió a todos en
un lío.
¿Tuvisteis contactos durante esos días?
Nosotros siempre hablamos y en aquellos días lo hicimos con mucha discreción. Hablamos
sí, sí. También hablamos con el partido, sobre todo para detectar, para testar el movimiento.
¡Imagínate que la hubieran retirado! Nosotros estábamos un poco en el alambre. La situación era
de mucho riesgo. Habíamos aprobado los presupuestos y les habíamos forzado a que se levantara
el 155 y esas cosas. La caldera estaba muy en ebullición, también aquí. Iván hizo el movimiento
pensando en lo que les tocaba a ellos. Fue para él un acierto. Nosotros tuvimos un papel para que
no se echaran atrás, claro, porque había movimientos anteriores. El pacto con Ciudadanos, la
investidura que no salió. Tenías que fiarte de que lo que se estaba haciendo saliera adelante.
¿Me estás diciendo que, para fiarte, para que el PNV tuviera confianza, Iván ayudó?
Sí, Iván ayudó con las claves que nos dio, sí. También el presidente, claro. Con Iván tenemos
mucha lealtad, siempre hemos sabido distinguir cuándo se habla en clave institucional, de manera
más oficial, y cuándo se habla de la situación política. Hemos tratado siempre de cuidarlo y
nunca nos hemos hecho daño. Creo que hay que cuidarlo y mantenerlo. Siempre hay que tener
líneas calientes. Eso fue muy importante.

Joseba Aurrekoetxea es meridianamente claro con estas palabras. Más de


uno, y más de dos, quedan retratados. Muchos quisieron apuntarse la
decisión del PNV, lo intentaron pero no parece que la razón les asista. Las
victorias tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas. Bueno, son los
mismos que señalan como culpable de cualquier derrota a un tal Iván. La
cruda realidad es que, en solo nueve meses, el PSOE había arreglado el
motor de su Ferrari, el coche rojo: había pasado de ser el partido que perdía
todas las convocatorias electorales, que se dividía en luchas cainitas y veía
amenazado su espacio, a llegar a la presidencia del Gobierno. Dejó de ser
un muerto viviente de la socialdemocracia europea para convertirse en un
partido de referencia ganando la primera moción de censura de la
democracia. Iván Redondo le dio al PSOE la vuelta como a un calcetín.
«Llega la moción de censura, moción en la que está Iván metido hasta el
tuétano, y yo estoy al loro de todos los movimientos por Marta Pascal, de
los movimientos de Iván, que estaba en lo principal, en el PNV, porque el
PNV era fundamental. Sin PNV no había nada. Iván en este elemento fue
clave, en el apoyo del PNV. Eso lo supe por Marta, que la moción salía por
el PNV y que Iván estaba detrás», afirma Jaime Miquel.
El equipo de Redondo en Ferraz se puso manos a la obra con Iván como
director de la moción. Sus grupos de trabajo se convirtieron en la espina
dorsal de los documentos que se prepararon para el candidato Sánchez. «El
jueves salió la sentencia de la Gürtel y al día siguiente me casaba. Me fui
con los presupuestos cerrados y sin moción. Me enteré cuando llegué a
Moscú. Me casaba el 26 y la moción se presentó el 25. En la oficina
planteamos el debate sobre si se debía presentar o no. Sandra y yo
defendimos que si se planteaba, se iba a ganar, porque poner la cabeza de
Rajoy en una estaca era muy goloso. Al principio parecía lejano porque
había que convencer a mucha gente. Iván acertó al no plantear una mayoría
con Pedro Sánchez, sino una mayoría contra Mariano Rajoy. Ese fue el gran
acierto. En el acuerdo del PNV con Rajoy no ponía en ningún sitio
“aprobarás los presupuestos y no votarás una moción de censura”. Había
que convencerlos porque no podían apoyar a Rajoy, pero esperaron a que
hubiera apoyos suficientes para no quedarse en tierra de nadie. No podían
decirlo hasta el final para hacerse valer, para hacerse imprescindibles,
aunque el Euskadi Buru Batzar tenía claro que no podía quedarse solo
apoyando a Rajoy», recuerda Alfredo Franco.

LA TRANSICIÓN MÁS CORTA DE LA DEMOCRACIA


El equipo de la Moncloa y el proyecto de Gobierno se construyen en casa
del presidente Sánchez el sábado al mediodía. Había tomado posesión por
la mañana y se reunió para comer con Iván fuera de todo tipo de focos.
Nadie lo sabía. De hecho, el lunes acudió a la Moncloa acompañado de
Juanma Serrano. Iván todavía es un hombre invisible, trabaja en la sombra
para poner en marcha su filosofía de gabinete, que no es más que una
expresión de la voluntad del presidente del Gobierno.
Desde Alberto Aza con Suárez, los gabinetes han evolucionado. Con
Suárez era poco más que la figura de su jefe de Gabinete, como cuenta
Fernando Ónega, y con Felipe todo el mundo reportaba estructuralmente a
Alfonso Guerra. El salto adelante de Pedro Sánchez es construir un
Gabinete del presidente del Gobierno de España a nivel del Elíseo o de la
Casa Blanca, porque el presidente de España está al nivel de todos ellos. Un
ejemplo de ello: se celebró una Conferencia de Embajadores en la que el
presidente envió un mensaje diplomático a todos los embajadores de
España en el mundo. Solo hubo un acto similar con Zapatero en 2008. El
Gabinete cuida estos detalles porque es una demostración del poderío de
España en el mundo. Se trata de generar hitos, como el inicio de curso en
Casa América, que se está convirtiendo en una tradición, para que perduren
en la memoria política, ya sea con una administración progresista o con una
conservadora.
«La acción más importante fue la visita a París, Berlín y Lisboa apenas
dos semanas después de llegar al Gobierno. Se escenificó quiénes eran
nuestros grandes aliados y cómo, frente a las críticas internas que acusaban
al gobierno de debilidad y falta de credibilidad, en Europa nos recibía todo
el mundo. Los liberales centristas de Macron y la mejor amiga de Rajoy,
Angela Merkel, la derecha que nos recibió con honores militares, y
socialdemócratas como el primer ministro Costa. No ha habido nunca un
presidente del Gobierno que le haya dado tanta importancia a la política
internacional. Hasta ahora los presidentes se pensaban que lo del exterior
era una especie de coreografía. Si no lo haces bien, no ayudas a los
españoles», afirma José Manuel Albares.
En la Moncloa, el equipo de Rajoy sí pareció saber que la moción se
perdía. Quizá por eso dieron la imagen de que el castillo de naipes se
desmoronaba. «Empezaron a destruir papeles y vaciar ordenadores el
miércoles 30 de mayo, lo que quiere decir que sabían que la moción salía
adelante el día que empezó. Nos lo han contado funcionarios del palacio.
Cuando llegamos, los ordenadores estaban bloqueados y las carpetas de
archivos vacías, se notaba que lo habían borrado manualmente porque
estaban las carpetas sin archivos», cuentan quienes iban a ocupar desde ese
momento el Palacio de la Moncloa.
Galbete cuenta su experiencia de una semana en la que no vio el sol: «El
lunes se determinó en Ferraz cómo íbamos a trabajar. El equipo lo dirigía
Iván y lo coordinaba César Mogo. Teníamos muy poco tiempo. Definimos
hasta el tipo de letra porque pedíamos documentación a las CC. AA., el
partido, instituciones. A las 18 horas nos dijeron que el debate empezaba el
miércoles. Tuvimos que hacerlo todo en menos de veinticuatro horas,
pasarle los papeles a Pedro para que tuviera tiempo de leérselos. Fueron
unas horas de locura porque entraban y salían temas. Acabamos el martes a
las 20 horas. El miércoles aterrizamos en una sala del Congreso, también
sin luz natural. Al grupo de Ferraz se sumaron Álvaro Abril, que después
fue jefe del Gabinete de Transición Ecológica; Jesús Perea, que se ocupaba
de los discursos, trabajó en la SEC y más tarde ocuparía la Secretaría de
Estado de Migraciones; Iván García Yustos, Julio Navalpotro, David
Giménez Glück, Sergio Vázquez... Estuvimos todo el día preparando
papeles. Iván estaba más en un segundo plano en esta sala y aprovechaba
sus momentos con el presidente para hablar y llevaba la batuta. La que no
calló en ningún momento en ese tiempo fue Carmen Calvo. Margarita
Robles, Adriana Lastra o Santos Cerdán querían tener su papel y, a medida
que iba avanzando la moción, la gente se iba animando».
Ciertamente, muchos querían tener un papel y algunos, como ha contado
Quico Toscano, pasaron un calvario durante el fin de semana pegados al
teléfono. Se notaba quién estaba en la pomada y quién quería estar. De
hecho, algunos forzaron tanto la máquina y tensaron tanto la cuerda, que
pareció que se rompía. «Por ejemplo, Ábalos, uno de los pocos con
contrapeso interno, casi se queda fuera del Gobierno y se lo tuvo que
trabajar mucho. También intentó un pulso Margarita Robles, que quería ser
ministra de Justicia y no de Defensa. Casi se queda fuera del Gobierno
hasta que agachó la cabeza. Y Adriana Lastra no consiguió entrar en el
Gobierno», comenta un periodista que prefiere mantener una cierta
discreción ante estas informaciones.
En esos días la Moncloa era una locura. El nuevo equipo se iba
incorporando con cuentagotas y preparaba su estrategia sobre dos pilares:
una agenda internacional para «promover la proyección internacional de
España» y una agenda interior con tres objetivos: afrontar la brecha
generacional «dirigiéndose directamente al público urbano, jóvenes y
mujeres, haciendo suyo el discurso feminista»; la brecha ideológica,
«buscando siempre la centralidad»; y la brecha territorial, convocando de
forma inmediata a los presidentes autonómicos para buscar una «relación
directa de las comunidades con el Estado».
En el ámbito internacional, Sánchez aprobó con nota. En apenas unos
días consolidó el eje París-Berlín-Lisboa-Madrid. Se reunió con el
presidente Macron, con Merkel, a la que ayudó a superar una crisis interna a
cuenta de la inmigración, y con Costa, y participó en la cumbre de Bruselas,
donde tuvo mucho protagonismo. Nadia Calviño se encargó de transmitir
tranquilidad a Bruselas con los compromisos de España y Sánchez acabó
reuniéndose personalmente con Jean-Claude Juncker.
«Iván mueve el aparato que representa mejor que nadie al PSOE, el
aparato de su secretario general. Ganó las primarias y, en sus circunstancias,
no tiene contrapesos internos. Las críticas son contra Iván porque no se
atreven a criticar directamente a Sánchez. Le culpan de cosas cuyo último
responsable es Pedro. Iván, sin duda, tiene mucho poder. Para mí está
siendo el vicepresidente o el primer ministro, pero es un poder vicario de
Sánchez, no tiene un poder autónomo. Ábalos sí tiene un poder propio, pero
Iván es cien por cien Sánchez, es su herramienta», sostiene Nacho Escolar.
Raúl del Pozo le pone guasa a su interpretación: «Con el padre nuestro
en la mano no se hace política. Ya sabes que la política es la conspiración
permanente y hay que mancharse las manos. Iván no es un tipo soberbio, al
contrario, es modesto, aunque no sé si se le habrá subido a la cabeza el
puesto de conde-duque o de Monja de las Llagas que le han dado. Antes era
tímido y aplicado, situándose más cerca de Maquiavelo que de Rasputín.
Que yo sepa no es un depredador sexual en palacio y sí un funcionario de
Estado que se sabe el manual de gánsteres de Maquiavelo. No solo se sabe
de memoria al florentino, sino a todos los spin doctors que enseñaron a los
presidentes a mover las manos y a limarse los dientes cuando aparecen en la
tele o en el Parlamento. Se sabe de memoria a todos los Séguéla de todos
los presidentes, incluso a Miguel Ángel Rodríguez».
«Que un tercio de la ejecutiva no estuviera a favor era ya un
recordatorio, sobre todo para los que estuvieron en contra. Iván dio
protagonismo al partido, pero tuvo un papel directo. La moción de censura
la viví encerrada en la sala Txiki Benegas de Ferraz y en la biblioteca donde
nos ubicaron en el Congreso. En ninguna había ventanas. Tras la votación,
aquello fue un horror. Unos estábamos trabajando y otros en pleno jolgorio,
unos de juerga y otros, currando. Comimos en la cafetería del anexo del
Congreso y aquel día vi la luz. Llevaba una semana pegada a un ordenador
y en habitaciones sin ventanas», recuerda Carmen Galbete. En ese momento
vio cómo Sandra cogía el teléfono y se le mudaba la cara. Sabía que Iván la
había llamado y que el presidente le acababa de hacer una propuesta.
«Iván no me dijo ni una palabra sobre la moción de censura, pero sí que
me dio alguna pista. Con ese lenguaje que usa, no vislumbré la cuestión.
Cuando me avisó de que se iba a presentar, tuve la sensación de que iba a
salir adelante. Fue un movimiento político muy audaz por parte de Pedro y,
sobre todo, de Iván. Salió la moción y me la volvió a jugar. Me citó para
ofrecerme ser director de Asuntos Nacionales. Todo coincidió en el tiempo.
Después de mi salida de la gestora iba a volver a Ferraz. Me convocaron a
una reunión sobre planificación electoral que fue nonata por la moción.
Acepté la propuesta y volví a la cocina, esta vez en la Moncloa. Estaba
alucinado. Mientras salía de su despacho, me dijo: “Por cierto, durante unas
horas llevarás la dirección de Asuntos Internacionales porque el responsable
está fuera de España”. A partir de ese momento me metieron en un
despacho y empezó a aparecer gente. Mi primer día y acabé pasadas las 11
de la noche», cuenta Borja Cabezón.
«En el mundo de antes, el que decidía, decidía, y luego el de
comunicación se ponía a contarlo, pero no participaba en la toma de
decisiones, simplemente adaptaba la decisión al contexto. Ahora no, ahora
el de comunicación debe prever los escenarios de comunicar la decisión: los
problemas, los puntos fuertes, los movimientos del adversario. Esto es
básico en la comunicación de hoy», apunta José Antonio Llorente. Una
razón de peso para el nombramiento de Iván Redondo como jefe del
Gabinete.
Sus compañeros en Redondo y Asociados se citaron el sábado por la
mañana para desayunar. «Alfredo estaba muy pesado desde Moscú. En
pocas palabras, le dije que bebiera vodka y nos dejara en paz. Tenía muy
claro que Iván había recibido una oferta. Había llamado a Sandra mientras
comíamos el día anterior en el Congreso. El presidente buscaba un modelo
diferente, porque no es fácil ver la diferencia entre el poder orgánico y el
poder institucional, siempre existe esa tendencia a escoger a los tuyos y
premiar. Eso no es tan fácil de aplicar y menos con tan poco tiempo para
formar un equipo», dice Carmen Galbete. Alfredo Franco lo ve de forma
similar: «Es imposible. Es difícil que las resistencias desaparezcan.
Además, no entienden que una cosa es el Gobierno, la institución, y otra el
partido».
En la cita se encuentran Sandra, Iván, Carmen Galbete y Fran Gómez.
Quedaron a las 8 de la mañana porque Fran tenía que salir tarifando para
asistir a la primera comunión de su hija. La tarde anterior fue bastante de
locos. Carmen desapareció porque tenía un asunto personal y Sandra iba y
venía porque a Currillo lo acababan de esterilizar y lo tenía que sacar a la
calle. El sábado empezó tranquilo, pero duró poco. «Nos pidió nuestra
opinión porque, como imaginaba, el presidente le había ofrecido ser el jefe
del Gabinete. La más reacia fue Sandra, porque sabía que si aceptaba sería
una vuelta a empezar en la empresa. Era la segunda vez que le pasaba»,
apunta Galbete. Fran Gómez lo vio así: «Nos contó que Pedro quería que
fuera con él y nos preguntó si estábamos dispuestos a seguirle. Lo tuvimos
claro: todos le dijimos que nos íbamos con él. Carmen y yo dijimos que
adelante; Alfredo dio el OK desde la distancia. Solo se quedó en la empresa
Sandra». Iván, como procedía, se desvinculó de la empresa a todos los
efectos y sin ningún tipo de participación. Sandra, asesorada por un equipo
de abogadas especialistas en compliance, refundó la compañía y la orientó a
su perfil profesional: estrategia corporativa y comunicación. Era la segunda
vez que lo hacía.
«Le dimos nuestro apoyo, pero creo que no lo necesitaba. Nos dijo que
ya nos avisaría, pero el lunes por la mañana Sandra e Iván fueron al notario
para desligar a Iván de la empresa. No lo volvimos a ver hasta el viernes,
cuando nos incorporamos a la Moncloa porque nos llamó el jueves. El
palacio parecía un desierto, no había nadie. Solo vino la directora adjunta
del jefe del Gabinete, Isabel Isasi Isasmendi, para pasar la información.
Nadie fue cesado, no lo fueron hasta que tuvieron un empleo, pero ya no
estaban en los despachos», cuenta Carmen Galbete.
«Se hizo una transición modélica. Nadie fue cesado hasta que tuvieron
solucionadas sus salidas. Se iban a marchar todos, pero no hasta que no
tuvieran un puesto de trabajo. No era la primera vez que Iván afrontaba una
situación similar. Tenía experiencia. Algunos no lo entendieron, pero se
hizo así. Eduardo Ribas, mi predecesor, no fue cesado hasta que no tuvo
una salida. Lo agradecieron mucho. Se les trató como a personas, porque las
transiciones incluso dentro del mismo partido son muy complicadas.
Recuerdo que, durante mi paso por Exteriores, cuando llegó Dastis algunos
diplomáticos se enteraron de su cese por el BOE», afirma Fran Gómez.
«Cada presidente pone a un jefe de Gabinete en función de sus
necesidades. Quizá el caso paradigmático es Rajoy, que ha tenido dos:
primero nombró a Jorge Moragas para dar un impulso a su política
internacional y, en la segunda etapa, una vez superadas sus necesidades
internacionales, me fichó a mí. Cuando me lo dijo, le hice una broma, le
pregunté si ya no le importaba Siria, sino Soria. Nuestro jefe de Gabinete no
tiene nada que ver con el de ahora. Con Rajoy había una vicepresidenta que
concentraba mucho poder. Ahora Iván es casi el primer ministro, es el único
que mira todo desde una perspectiva global. Nadie más lo hace. Ahora hay
vicepresidencias divididas que se ocupan de sus competencias. El partido
está diluido. Los ministros y el Gobierno, también. Y en este contexto solo
hay un jefe del Gabinete y un único líder, el presidente», sostiene José Luis
Ayllón.
«Es lógico que los líderes se rodeen de personas de su confianza. Es lo
normal, lo hacen todos los partidos y todos los líderes, desde Felipe a
Aznar, pero dentro del partido siempre hay gente discrepante con los que
tienes que lidiar. Felipe y Guerra las tenían de todos los colores y sé bien de
lo que hablo. Si no fuese así, nadie pondría en duda a Iván dentro del
partido, porque entonces todo el mundo respetaría la decisión del
presidente. Y no es así. Se le critica porque está cerca del presidente y dicen
que le susurra, pero no todas sus sugerencias se cumplen. La gente vive en
un error, porque la capacidad de decisión está muy repartida. Los que
intentan que cale este discurso dicen muy poco de todos los demás. Hay
decisiones, y de eso estoy seguro, que se toman en contra de su criterio,
aunque es una tumba y nunca lo reconoce. Las decisiones no las toma la
mano derecha del presidente, las toma el presidente», afirma Gonzalo
Miró.
Esta valoración la comparte al milímetro el propio Ayllón: «A Rajoy no
le impuse nada. Le di muchos consejos, pero no le impuse nada de nada.
Tomaba sus decisiones hablando con muchísima gente. Antes de dar un
paso, hablaba con el partido. No creo que Pedro Sánchez haga lo que Iván
quiere. Es al revés. Iván Redondo hará lo que Pedro Sánchez necesite. El
jefe del Gabinete debe ayudar al presidente y hacer el trabajo de
información, de estrategia, que le ayude a tomar la mejor decisión. El jefe
del Gabinete tiene también una obligación: decirle al líder lo que no quiere
oír y decirle lo que tiene que hacer sabiendo que no quiere hacerlo».

EL CLUB DE LOS CINCO, EL NÚCLEO DURO


El comité de dirección se reúne todos los lunes a las 17 horas. La jornada de
Iván empieza mucho antes. Se levanta, se ducha, toma un café y repasa la
prensa, centrándose siempre en los más críticos. Son las 5:30 de la mañana.
Mientras escudriña los medios escucha un podcast de políticos de la
Transición, porque para él fue modélica pero incompleta. A las 8:30 se pone
los auriculares, se monta en el coche y escucha a Carlos Alsina en Onda
Cero. A esas horas ya ha despachado los temas del día con el presidente.
Llega a su despacho antes de las 9:00 y empieza a trabajar con su equipo.
Manuel de la Rocha se entrevistó con Iván: «En el encuentro me hizo
una envolvente espectacular. Me aplicó una estrategia en toda regla. Le
pregunté que con qué equipo contaba, qué puesto, qué responsabilidades, le
pedí que me lo aclarase. “No te lo puedo aclarar. Ya te llamaré”, me
contestó sin inmutarse. Me pilló por sorpresa. Reaccioné rápido: “Oye, que
yo quiero estar aquí, olvídate de lo que te he dicho”. Entonces me dijo:
“Bienvenido”. Empecé en el Gabinete anterior como director de Asuntos
Económicos junto a José Manuel Albares, con el que tenía una gran
relación. Quince días después del encuentro con Iván estaba en el Elíseo
con Macron, Pedro Sánchez y Albares. Me pellizcaba para saber que era
verdad. Había pasado de los cursos de la universidad a estar en el Elíseo».
De la Rocha siempre ha estado en la cocina de Ferraz. Ha «hecho
papeles» para Pedro Sánchez, Rubalcaba, Elena Valenciano o Juan
Moscoso. En las primarias de 2014 apoyó a Eduardo Madina, aunque
mantuvo una relación cordial con Pedro, hasta el punto de que, finalizado el
proceso, entró en la primera ejecutiva. «En ese periodo me di cuenta de lo
brutal que puede ser la política», afirma. El 1 de octubre no dimitió, aunque
no estaba de acuerdo con la política del «no es no», pero, sobre todo, no
estaba de acuerdo con traicionar al secretario general. «Me llamó Jonás
Fernández para que firmara la dimisión, aunque me dijo: “Ya les he dicho
que no firmarás”. “Es que me conoces”, respondí. Me he educado en la
forma de hacer política que me ha enseñado mi padre. Soy fiel a lo que he
aprendido y la idea de traición para mí es impensable. Le mostré mis
discrepancias y Pedro me dijo que me agradecía que hubiera sido honesto y
leal.»
Tras el 1 de octubre, volvió a su plaza en el ICEX y, durante el nuevo
proceso de primarias, se unió a Patxi López porque consideraba que «podría
ser algo intermedio que condujera al partido. No tenía que ser
necesariamente el candidato. Era una tercera vía que nos podía unir y
llevarnos a las siguientes elecciones con garantías, porque el partido estaba
desgarrado. Le ayudé y le avisé de que nunca diría una palabra negativa ni
de Pedro, ni de Susana, ni de sus proyectos. Me limité a defenderlo porque
lo consideraba un buen candidato y, al tiempo, colaboré con la gestora».
Tras las primarias se puso al servicio de la nueva ejecutiva porque «las
primarias sirven para elegir al candidato y, al día siguiente, todos detrás».
La moción de censura lo sorprendió trabajando en la Universidad de la
Rioja como director de Innovación. Llevaba solo seis meses. «En la
Universidad me dijeron que seguro que me iban a llamar y lo hizo Iván:
“Me ha dicho el presidente que te llame”. En una semana estaba en la
Moncloa y esto es otra liga. No lo conocía, solo había oído hablar de él»,
recuerda de la Rocha.
«Me llamó un día por la mañana antes de ir a la televisión y me pilló
peleándome con una persiana de casa. Me sorprendió la llamada porque
hacía tiempo que no sabía de él y eso que había colaborado conmigo en el
informativo. Me preguntó si estaría dispuesto a asumir la Secretaría de
Estado de Comunicación. Le dije que si me daba treinta segundos para
pensarlo y me sobraron veinte. Me comentó que Ábalos y él se habían
fijado en mí y que se lo comunicarían al presidente. Luego me llamó el
presidente. Estaba noqueado porque hacía pocos días que había muerto mi
hermana. No daba crédito a estar asumiendo esa función. Dije que sí porque
los informativos de Cuatro habían entrado en una mala deriva. Hacía tres
semanas que habían suprimido el programa de Javier Ruiz», comenta
Miguel Ángel Oliver. Lo que no sabía hasta el momento de la entrevista que
mantuvimos en su despacho es que Iván me había preguntado si tenía su
teléfono. Como no lo tenía, se lo pedí a Javier Ruiz. Me lo dio sin hacerme
ninguna pregunta, aunque seguramente podía intuir de qué se trataba.
Cuando se hizo público su nombramiento, Javier me envió un mensaje
insultándome entre risas.
«Los primeros momentos fueron complicados. Me reuní con Carmen
Martínez Castro y empezamos a trabajar. Tengo que reconocer que acusaron
a Iván de estar detrás de algunas cosas que hicimos en los primeros
momentos. Aprovecho para decirte que no: ni la foto de las manos del
presidente, ni la foto en el Falcon con gafas de sol (¡como si nadie fuera con
gafas de sol en un avión!), ni abrir las ventanas en su primera entrevista de
televisión fueron ideas de Iván, fueron mías. Tengo que reconocer que tuve
su apoyo ante las críticas, porque en los medios de comunicación hay
cainismo, no hay piedad. Me he acostumbrado a vivir con eso. La entrevista
en televisión no tenía ningún secreto, era mi obligación que saliera bien.
Dijeron que las ventanas abiertas eran una metáfora. No es cierto. Estaban
abiertas para evitar los reflejos del sol. A veces las cosas son más sencillas
de lo que parecen —dice Oliver, que es vecino de Iván en la Moncloa,
aunque los separa la residencia de la vicepresidenta Carmen Calvo—. Con
Iván siempre tienes la sensación de que detrás hay un misterio. Es educado,
amable, tímido, pero detrás de él hay auctoritas. Reconozco, reconocemos,
su liderazgo. Da sopas con ondas a sus antecesores en la jefatura del
Gabinete con ideas, iniciativas, potencia intelectual.»
«Iván es muy bueno en lo suyo. Ha dado un gran salto pasando de hacer
campañas para candidatos a diseñar la estrategia y la comunicación del
Gobierno como director del Gabinete. Antes los directores de Gabinete
estaban más pensados en técnicas y gestión de Gobierno y ahora está más
pensado como gestor de la comunicación. En la Moncloa el primer cartel
que ves dice “Complejo de la Moncloa” y ciertamente es muy complejo. Lo
importante es tener el oído afinado, controlar la agenda y ver al presidente.
El acceso al presidente es fundamental. Siempre ha sido así en la Moncloa y
en la Casa Blanca», dice Miquel Iceta.
El primer secretario del PSC olvida que en Extremadura también ejerció
el papel de estratega en el Gobierno de Monago. «A veces nos contaba que
había propuesto cosas al presidente y que le había respondido “verdes las
han segado”, o sea que no. La gente en Extremadura decía que Monago era
un títere, pero nada de eso. Otra cosa es la confianza que le tienen Sánchez
o Monago. No se entiende nuestro trabajo porque se desconoce. Somos una
fábrica de ideas, iniciativas, puntos de vista distintos, argumentos,
alternativas, aportamos mucho para que luego el presidente decida. Lo que
Iván consiguió entrando en el Gobierno con rango de consejero fue que la
comunicación tuviera mucha importancia en la acción de Gobierno. Los
jefes de prensa éramos escuchados para marcar el ritmo y unir fuerzas en un
mensaje. Los consejeros fueron muy receptivos porque les hizo ver la
importancia de la comunicación. Aquí todo es más complejo porque hay
más ministros, pero se puede hacer porque está en el centro de la gestión,
como en Extremadura. Ahora nos centramos más en el presidente, que es
quien marca la línea de actuación del Gobierno», afirma Juanfran Caro.
«Se nota que Extremadura fue un laboratorio. Salvando las distancias,
las filosofías del Gobierno de Extremadura y del de España son paralelas.
En los golpes de efecto, las fotografías, los mensajes y los eslóganes hay un
paralelismo entre el Gobierno de Sánchez y el de Monago. Cuando
escuchas algo de Pedro Sánchez o ves algún movimiento, sabes dónde está
Iván y dónde no», dice Carmen Seguín.
«Siempre deja margen de maniobra a sus colaboradores, otorga una
confianza casi absoluta a su equipo. Es exigente, cuidadoso en la selección
del personal y establece una dinámica de trabajo en la que él no tiene que
estar encima. Es un superior destacado que siempre da la cara por el equipo
ante las críticas, aunque sea el eslabón más débil. No le gusta ni la palabra
superior ni la palabra subordinado. Es un loco del trabajo, pero no es un
negrero. Es de trato excepcional, educado y encantador. Todos teníamos
nuestro espacio y, aunque no lo parezca, había momentos para la
camaradería», señala Juan Rodríguez Plaza.
«Los primeros en llegar a la Moncloa fueron Iván y Félix. Quedé el
domingo con Iván para tomar un café. Me preguntó qué iba a hacer y le dije
que lo que dispusiera el presidente, porque soy un legionario del partido. En
esa conversación ya hacía su trabajo: estaba preparando el nuevo equipo.
Acabado el café, me marché sir saber mi futuro. Días más tarde me volvió a
llamar para comunicarme la decisión de Pedro, aunque primero me
preguntó si me quería ir con Ábalos al ministerio porque al presidente le
había dicho que me quería en Fomento. Acepté la propuesta de Pedro y a
José Luis no le hizo ninguna gracia, aunque le ayudé a formar su equipo.
Cuando llegué la Moncloa, era la nada. Iván y yo nos paseamos por los
despachos para conocer a la gente y para saber qué había en la agenda.
Hicimos la transición en días, casi en horas, cuando siempre se han tardado
semanas», cuenta Paco Salazar.
«En el entorno de la Moncloa todos eran militantes profesionalizados.
Iván ha provocado un cambio porque hay un boom de la comunicación
política y figuras como la suya son esenciales para el cambio que se está
produciendo. Es también una forma de trabajar para lo público», comenta
Pablo Rodríguez Valido. El equipo de Redondo es variopinto. Hay
militantes socialistas como Salazar, Bolaños, Manu Cavanilles, de la Rocha
o Oscar Abou-Kassem; independientes como él mismo o Miguel Ángel
Oliver, además de Carmen Galbete, Fran Gómez, Alfredo Franco, Juanfran
Caro, Jaime Miquel; miembros del PSOE que vienen de otros sectores,
como el propio de la Rocha, Nuria Lera, la exjefa del Gabinete de Óscar
López, Mónica Belinchón y un largo etcétera. También están imbricados los
funcionarios de carrera. Transversal y plural podría ser una definición
acertada para un Gabinete que está preparado para todo y del que salen
estrellas porque «se agita el vestuario».
«Da protagonismo y visibilidad a los diferentes perfiles y los ha
cohesionado, aunque tiene que jugar con los egos. A alguno le dije que hay
coroneles que mandan más que un general, porque estos coroneles hablan,
por ejemplo, con el delegado del Gobierno y el general no lo hace nunca, es
decir, tienen más información para tomar decisiones. Otros alardean de que
hablan casi cada día con el presidente, que son íntimos. Los que lo dicen
mienten. A Iván no le hace falta decirlo, no tiene necesidad de ostentación.
Esos no hablan con el presidente, que tiene su peligro, y mucho, a primera
hora de la mañana, cuando sale a correr, y en la cena, porque es cuando
descuelga el teléfono y llama a todos. Es así ahora y ya lo era antes. Iván sí
habla con él. Y mucho», dice Fran Gómez.
«Se reinventa cada día y para eso sirve. Ha repetido el modelo que ha
seguido desde Albiol y Basagoiti hasta Monago, pero ahora lo ha hecho a lo
grande. Lo puede hacer porque el presidente cree en la comunicación. Tras
el Comité Federal de 2016, Sánchez puso un océano de por medio y se fue a
Estados Unidos a hacer un curso de comunicación. Estaba tocado. Todos los
presidentes necesitan a alguien a su lado, necesitan a alguien que les de
seguridad y que esté a su lado físicamente. Aznar lo hizo con Miguel Ángel
Rodríguez hasta que lo echó. Rajoy fue el último presidente que dependía
de una persona tan estrechamente y esa persona era Carmen Martínez
Castro. Fue la única que lloró cuando fue investido tras las investiduras
fallidas. Ahora con Sánchez esa persona es Iván», afirma Lucía Méndez.
«Está confeccionando los nuevos formatos de Gobierno de las próximas
legislaturas y de las próximas décadas. Nunca ha ocultado que en un
horizonte no muy lejano volverá al sector privado, que es de donde viene y
de donde es, pero dejará los cimientos de unas nuevas formas de gobernar.
Está convirtiendo la comunicación en una ciencia y un arte. Las
organizaciones empresariales, sociales, políticas están integradas por
personas y un buen líder necesita un buen equipo. Esto sirve para la
pequeña o la gran empresa. El presidente acertó al llevárselo a la Moncloa.
Es como decir que el Real Madrid es el que tiene más copas de Europa. Es
una verdad objetiva, igual que es una verdad objetiva que acertó. No
conozco al presidente Sánchez, pero eligió a una magnífica mano derecha»,
dice Rosauro Varo, vestido con la camiseta merengue.
Todo fue rápido, con prisas, porque la transición se tenía que hacer en
pocos días cuando la tradición siempre había marcado que durara semanas e
incluso meses. «Esa semana empezamos a ir por la Moncloa mientras
cerrábamos los temas de la empresa, e Iván y Paco Salazar empezaron a
configurar un equipo. Entonces me ofreció ser su jefe de Gabinete y aquí
estoy. Esto es el epicentro de todo y estamos todo el día gestionando
tensiones y presiones. Muchos altos cargos me preguntan sobre temas,
sobre cómo gestionar las cosas con Iván y cuando les dices que le envíen
directamente un mensaje, alucinan. Se dan cuenta de que, en el día a día, es
la naturalidad absoluta», comenta Fran Gómez.
«El jefe del Gabinete de un presidente o el CEO de una compañía tienen
una función especial. El modelo de la política se está aplicando al mundo de
la empresa. Lo hizo Jaime Renovales en el Santander o Jaume Giró en
Repsol. Esta posición ha ido evolucionando en las compañías porque se
requiere un perfil profesional muy atípico. Tienes que saber de
responsabilidad corporativa, de derecho, de comunicación para darle al
CEO una posición que no está relacionada con el negocio directo, que
influye mucho en la creación de valor y en la gestión reputacional de la
compañía. Iván es el primero que lo pone en marcha en política. No solo
ayuda a su CEO, sino que participa en la gestión y en la definición
estratégica. Esto es lo que marca la diferencia con los jefes del Gabinete
anteriores. El problema viene cuando un CEO busca a una persona como
Iván. No es un problema de demanda, es una cuestión de oferta. Gente
capaz de hacer este trabajo hay muy poca y no abunda en el mercado. Lo
importante para un CEO o un presidente, lo inteligente, es rodearse de gente
tan preparada como ellos. Tiene que haber simbiosis entre el líder y su
consultor. Ese tándem debe funcionar y el líder debe dejar hacer y entender
el trabajo del asesor», afirma Paco Hevia.
«El binomio funciona y bien. No sé si es por un tema generacional,
aunque la edad ayuda, o es una cuestión de espíritu. Ambos comprenden
que el mundo ha cambiado porque la tecnología lo ha convertido todo en
inmediatez, sin perder de vista el largo plazo. Esa es la dificultad, no te
puedes quedar en lo cómodo, en gestionar lo inmediato, en mirar como
mucho a cuatro años vista o no contestar en las redes sociales. Hay que
estar en todo, contrarrestando las fake news, haciéndolo con cabeza y
gastando energía, al tiempo que se trabaja en cómo conseguir las
transformaciones que necesita el país. Aquí es donde funciona el dúo. Esa
es la grandeza de Pedro Sánchez, entender que es así como se debe
gobernar, y la inteligencia de Iván de decir: “Yo voy a aportar esto, voy a
acompañar el movimiento del presidente”», señala José Manuel Albares.
José Antonio Rodríguez Salas, «Jun», también se incorporó al equipo del
presidente en los primeros momentos. Junto con Iván y Paco Salazar,
conforman un equipo desde aquel verano de 2017. «Llegamos a la Moncloa
en el momento de las decisiones, entre ellas, la estructura del Estado. El
presidente convocó una reunión y Félix Bolaños presentó el cartapacio que
Paco Salazar le había pedido unos días antes. Ese informe lo cambió todo.
Paco Salazar e Iván Redondo se encerraron en la Moncloa y afrontaron los
primeros incendios. Un diplomático le comunicó a Paco la llegada del
presidente de Ucrania. Se le pidió un documento para abordar la visita. Al
poco tiempo tenía el documento en sus manos. El diplomático le dijo que le
había dado un toquecito de izquierdas. Paco le respondió que el toquecito
de izquierdas ya se lo daba él», recuerda.
Estoy convencido de que la primera salida del presidente del Palacio de
la Moncloa también se tuvo que improvisar, tanto en el Gabinete del
presidente, que estaba en pañales porque no llevaban ni una semana en el
cargo, como en la Federación Española de Fútbol, que debía tener
preparadas dos camisetas, una con el nombre de Pedro Sánchez y otra con
el nombre de Mariano Rajoy. La selección partía al mundial de Rusia y el
acto protocolario estaba en el aire. Entonces funcionó la conexión
extremeña. «Queríamos cumplir con la tradición. Cuando la selección se
marcha a un mundial o una Eurocopa, el rey y el presidente del Gobierno
los despiden, charlan con ellos. Es un acto entrañable. Lo teníamos todo
previsto y solo había una incógnita, nada más y nada menos que quién sería
el presidente, si Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. Como tenía buena
relación con Iván y con Fran les llamé para ponerlos sobre aviso y
preparamos el acto a la velocidad del rayo. No hubo ningún problema, todo
fue fácil», cuenta Chema Timón, un hombre del equipo de Iván en
Extremadura y en aquel momento coordinador del gabinete de Luis
Rubiales. Después sería su jefe de Gabinete.
«Pedro Sánchez tiene su ideología, su partido y su proyecto. Lo que
necesita es un profesional que los haga llegar a una sociedad en permanente
cambio, en la que la forma de comunicar y la política deben adaptarse a la
nueva realidad para comunicar mejor. Esto va a favor del modelo Pedro
Sánchez-Iván Redondo: gente joven que conoce los nuevos medios, las
redes, multidisciplinar, organizada para la respuesta inmediata a las
demandas de la sociedad. El Gabinete del presidente debe parecerse a la
sociedad. La apuesta de Iván tiene mucho que ver con los cambios de la
comunicación y de la política», apunta Mónica Belinchón, mano derecha de
Paco Salazar.
12

THE WAR ROOM

The War Room es un documental dirigido por D. A. Pennebaker y Chris


Hegedus sobre la campaña de Bill Clinton en 1992. Se estrenó un año más
tarde y centraba la acción en el cuartel general de los demócratas en Little
Rock. En la campaña de Trump, Steve Bannon puso en marcha su podcast
War Room, desde donde divulgaba las fake news que tanto agradaban al que
fuera presidente de Estados Unidos. The War Room también fue un blog
muy activo en España en dos periodos: el primero, en el que se hablaba
básicamente de las elecciones estadounidenses, desde el 10 de julio de 2008
hasta el 19 de abril de 2012; y el segundo, desde el 17 de julio de 2015
hasta el 11 de mayo de 2018. Lo firmaba Iván Redondo, que hoy ocupa el
despacho que fue de Alfonso Guerra en el ala oeste del Palacio de Semillas.
No crean en las casualidades y, menos aún, cuando se trata de uno de «los
cuatro gatos» que veían en la 2 de RTVE la serie de culto más innovadora
sobre la política: El ala oeste de la Casa Blanca.
El despacho es amplio, austero, con un guiño a su tierra, San Sebastián,
ya que lo preside un cuadro nocturno de las rampas de los relojes en La
Concha. Los teléfonos suenan, las carpetas están perfectamente apiladas
sobre su mesa y siempre hay tres televisiones encendidas que lo mantienen
informado. La radio suele escucharla por la mañana, de camino a su war
room, mientras calienta en la banda con la sintonía de Carlos Alsina.
Ubicación: el ala oeste del Palacio de Semillas, el epicentro del Gabinete de
la Presidencia del Gobierno.
La war room de la Moncloa no es la primera. Hubo una antecesora en
Extremadura, donde conformó un equipo transversal, multidisciplinar y
muy ejecutivo que dio un impulso al Gobierno de José Antonio Monago.
Fran Gómez Loarte, Juanfran Caro o Alfredo Franco acompañaron a Iván
Redondo en aquella primera aventura y continúan en el Gabinete de la
Presidencia del Gobierno en la Moncloa, un gabinete criticado y envidiado
por propios y extraños. Tanto en el de Extremadura como en el del
Gobierno de España conviven todo tipo de profesionales de distintos
ámbitos y con diferentes especializaciones. Todos ellos tienen un objetivo:
ayudar a construir una estrategia sustentada en datos, información,
informes, estudios y análisis. No se improvisa nada. Son salas de guerra
construidas al estilo de las de Washington, Londres o París.

TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DEL PRESIDENTE


El Palacio de la Moncloa es la residencia del presidente y de su equipo,
pero hasta ahora el equipo nunca había sido lo que es hoy. No es solo un
laboratorio de producción de ideas, de discursos, de agenda y de mensajes,
sino que las ideas, los discursos y los mensajes se planifican más allá del
día a día, se construyen con datos, big data, se juega al corto, medio y largo
plazo, se analizan todos los inputs que llegan a través de los análisis
sociológicos, de las redes sociales, desde puntos de vista diferentes,
multidisciplinares. Priman la política y la gestión, y con ellas se planifica la
estrategia, que se comunica para conectar con los ciudadanos. Ese es el
leitmotiv del equipo de la Moncloa, desarrollar la estrategia en un discurso.
El equipo agrupa a dos secretarías de Estado, dos altos comisionados, una
secretaría general, una dirección adjunta, 19 departamentos, 33 unidades
operativas y un comité de dirección. Al frente está Iván Redondo junto con
Félix Bolaños, Miguel Ángel Oliver, Paco Salazar y Manuel de la Rocha, la
última versión del club de los cinco. Siempre están activos, las veinticuatro
horas de los siete días de la semana. ¿Producción? Más de dos mil informes
anuales, siempre sintéticos, en un folio a ser posible.
Es trabajo en equipo, con equipo y para reforzar el liderazgo del
presidente, para ponérselo fácil, como dijo Felipe González cuando nombró
a Julio Feo. Muchos dirán que es electoralismo puro y duro. Sin embargo, la
sala de guerra de la Moncloa, la war room, vive para la política y para el
presidente, para comunicar la política de puertas adentro y también de
puertas afuera, para reforzar un liderazgo nacional e internacional. Vive
para hacer política, y comunicar la política y conectarla con los
ciudadanos.
«La estructura del Gabinete y las funciones de su director están
perfectamente regladas por la ley. Un jefe del Gabinete debe dar asistencia
política y técnica al presidente del Gobierno, con la extraordinaria
responsabilidad que conlleva asistir, coordinar y organizar la actividad del
responsable del Ejecutivo y las relaciones con los demás poderes del
Estado. Pero, sobre todo, ha de ser un articulador. Debe ser una corriente de
aire fresco que recorra y renueve constantemente la atmósfera de toda la
organización, con la gran responsabilidad de establecer prioridades y
atender tanto las situaciones que requieren urgencia como aquellas que
precisan visión —dice José María Álvarez-Pallete—. Para ocupar este
puesto de relevancia han de darse obligatoriamente un cúmulo de
importantes cualidades, sin espacio para la improvisación: prudencia,
discreción y siempre un punto de atrevimiento para intentar sacudir las
cosas, que salgan adelante y puedan progresar. Y, sobre todo, mucha visión
estratégica.»
«Tiene organizado el Gabinete como un equipo de Fórmula 1. Todo está
sincronizado para atender cualquier situación, actuar y fijar la estrategia a
seguir. Todo está planificado. La mayoría de directores y asesores le envían
un informe diario. Iván se lo lee todo. No para de pensar y tiene una
capacidad de trabajo espectacular. Una compañera le envió un informe a
altas horas de la noche y me preguntó si creía que lo leería a esas horas. Su
sorpresa no fue que lo leyera, sino que el director fue a su despacho, la
llamó por su nombre y le dio un par de apuntes para que cambiara algunas
cosas. Se quedó de piedra», cuenta «Jun».
En estrategia y comunicación política se gana y se pierde. Hay que
aprender a perder y aprender del perder. Hay que saber que la decisión la
toma el líder y que cuando está tomada, ya es tú decisión. Seguramente, al
principio llevas peor que tú decisión no sea la elegida y estoy seguro de que
a Iván Redondo le ha pasado al menos en el pasado. Actualmente tiene la
piel más curtida. Lo importante es que se tome una decisión, que se
disponga de toda la información para tomarla, con diferentes escenarios y
alternativas. Lo peligroso, lo chungo, es que no haya una decisión, porque
sin decisión no hay ni política ni comunicación política.
En la Moncloa siguen esta máxima al pie de la letra y asumen que la
decisión del presidente es «la» decisión. Ellos solo recomiendan, son los
jugadores de un equipo que dirige un entrenador, el presidente, en el que
deben confiar y confían. Algunos son claros: «Si no asumes la dirección del
presidente, es que no eres del equipo del presidente». Unanimidades en la
toma de decisiones, pocas. Diferentes interpretaciones, datos, visiones y
diversas disciplinas profesionales abren siempre el debate y dibujan los
escenarios. Las discrepancias siempre «se quedan en el vestuario». No se
airean. No se pueden saber porque no son éticas. Si eres un profesional
debes ser, por principio, discreto.
«Nos ha tocado asumir decisiones con las que no estábamos cómodos,
que incluso pensábamos que no eran el camino. No es nuestra función
cuestionarlas. Nunca hemos hecho públicas las discrepancias ni lo haremos.
No hacerlo alimenta la leyenda negra de Iván. Los que construyen esas
leyendas no lo conocen: nunca juega a la agresión. Entiende su papel como
de protección del presidente. Paciencia, trabajo y camino largo. Tendrá
adversarios, enemigos, pero nunca plantea en una reunión, ni de trabajo ni
privada, que hay que joder a alguien, entre otras cosas porque no es su
estilo ni su forma de hablar. Defiende al presidente y el proyecto con
astucia, con movimientos estratégicos y tácticos, siempre en defensa de la
presidencia del Gobierno, jugando siempre a largo plazo porque, como dice,
la política es un juego a largo plazo, planificando el día a día, cada semana,
mes, trimestre y año. Se planifica todo», dice Paco Salazar.
«Nunca le he visto frustrado cuando el presidente no sigue su consejo y
nunca ha intentado forzar su mano. Iván es un profesional de la
comunicación al que le apasiona la comunicación política, no la política en
su vertiente partidista. Aprende de sus aciertos y de sus errores, y sabe que
si quieres resultados diferentes, tendrás que hacer cosas diferentes. Si haces
lo de siempre, el resultado será el mismo. Por eso hace propuestas que ni
siquiera has pensado. Es un seductor, no un embaucador. Las explica de
forma fácil para que veas toda su lógica. Cree que la gente le puede aportar
y por eso tiene un gabinete potente que atrae talento. Si se considerara muy
listo, le sobrarían la mitad. Y es un tipo muy austero», afirma José Manuel
Albares.
«Redondo tiene más poder que sus predecesores, pero no creo que lo
controle todo, ni que se le pueda culpar de todo lo que pasa. A Miguel
Ángel Rodríguez le ocurre lo mismo: no tiene tanto poder como se le
supone. Al final, la decisión última la toma su jefa, que fue quien le
contrató», valora la politóloga Cristina Monge en un artículo publicado en
El Periódico de Catalunya el 21 de marzo de 2021.
Son el escuadrón de peones del presidente, los militantes de un proyecto.
«Los tiempos han cambiado y la política debe cambiar con los tiempos. La
figura que nos une a todos es la figura del militante, ese asesor que siempre
está detrás. Siempre hay que destacar que es el peón el que, cuando llega a
la casilla ocho, puede transformarse en cualquier pieza. Esto es lo bonito
del peón. Y es con la estructura de peones como se ganan las partidas en la
política y en el ajedrez», le dijo Iván Redondo a Pablo Iglesias en La
Tuerka. Para la confección de este libro intenté entrevistar sin éxito al
exvicepresidente, aunque siempre tuvo una respuesta amable. Todo lo
sucedido desde febrero hasta mayo de 2021 lo impidió. Tuvieron mejor
suerte en Furor TV. En la entrevista dijo: «Si la política no se puede contar,
no sirve para nada. La gente puede tener comportamientos políticos en
función de la comunicación que tiene. Es consustancial a la política poder
contar las cosas». Yo me quedé con las ganas.
En la segunda planta del Palacio de Semillas también hay un ala este, la
sala de mando del director adjunto del Gabinete de la Presidencia del
Gobierno, Paco Salazar. Fue uno de los primeros en estar con Pedro durante
las primarias en la sala de máquinas que compartían unos pocos para
llevarlo de nuevo a Ferraz. Desde entonces ha estado metido en todos los
líos, desde las elecciones hasta el 155, pasando por la pandemia, las
elecciones catalanas y madrileñas, la moción de censura o los pactos de
Gobierno. Paco siempre está ahí. Si hay otra persona a la que el presidente
llama a todas horas, además de Iván, es a Paco. Licenciado en Ciencias
Políticas y Sociología por la UNED, fue alcalde de Montellano, su pueblo,
aunque antes obtuvo su grado de ingeniero técnico agrícola. Es la
enciclopedia andante del PSOE. Lo sabe todo y conoce a todos. Es la
muleta de Iván en ese PSOE complejo y cambiante, y le sirvió de
embajador plenipotenciario a su llegada a Ferraz. Fue una de las piezas
clave de la fontanería socialista junto a Santos Cerdán y José Luis Ábalos.
En la Moncloa, es el dinamizador de los grupos de trabajo, el que mueve y
activa el banquillo.
Su teléfono suena a menudo: «Paco, ven a verme». «Lo siento me llama
el presidente», responde a modo de disculpa, lo que sus partenaires
interpretan como «¡Coño, cuánto manda este tío!». A simple vista no lo
parece y algunos lo caricaturizan, aunque no le llegan a la suela de los
zapatos. «“Es un gran político porque ha experimentado el fracaso y viene
desde abajo”, sostienen fuentes próximas a Iván Redondo», escribió Isabel
Morillo en El Confidencial en febrero de 2021.
Además de a su secretaria Milagros, que siempre está en todo, tiene a su
lado a Mónica Belinchón, una politóloga que trabajaba de consultora en
Perú. «Los conocí cuando llegué a la Moncloa. Solo conocía al director por
lo que había leído. Me gustaría dedicarme a esto porque me he
especializado en comunicación política y en campañas. En Perú son muy
normales los consultores, hasta el último alcalde tiene uno. Lo que está
pasando en España es impresionante. Nadie sabía lo que era un politólogo
hasta que salió Pablo Iglesias y nadie sabía lo que era un consultor hasta
que surgió Iván Redondo. A quienes nos gusta esta profesión nos abre
muchas puertas. Aquí en Semillas somos gente muy joven, gente normal.
Tenemos formación y nos están dando una oportunidad. Aprovechan el
talento. El director no tiene tics elitistas, ni siquiera lo concentra todo. Es
pedagógico con nosotros y muy accesible. Hasta el último asesor lo ve y
recibe en su correo sus respuestas, siempre con anotaciones.»
«Iván, con su inteligencia emocional, y Paco, más temperamental,
forman un equipo compacto y muy bueno. Son las personas con más
influencia, pero no tienen el poder, el poder lo ostenta el presidente. Aquí se
ejecuta lo que decide el que tiene el poder, un poder autónomo de los
poderes del Estado, incluidos los económicos. El director no impone,
persuade, y tiene la templanza esencial para su puesto. Lo hemos visto
durante la pandemia, cuando parecía que el Gobierno se caía, con un apoyo
parlamentario débil, con los problemas sanitarios... Esas semanas fueron
brutales porque parecía que esto se acababa. Mantuvo siempre la
templanza, el objetivo, y nos lo contagió a todos. En ese momento no le
hizo un servicio ni a él ni a Pedro, le hizo un servicio al país. Si el Gobierno
hubiera caído, ¡a saber! Se centró en el objetivo, no en el ruido, buscando
soluciones, porque somos la última línea de protección del presidente.
Método, dato, inteligencia, emoción, todo bien argumentado. Empecé a
trabajar el 29 de febrero, un viernes, el día del cumpleaños del presidente,
que estaba dando un mitin en Galicia. Nos pidieron dar una vuelta a su
discurso. Acabamos pasadas las nueve de la noche. Al terminar, Iván nos
citó en su despacho. ¡Era mi primer día y despachaba con el director! Había
leído tantas cosas negativas, que no me creía lo que acababa de suceder»,
cuenta Jesús Herrero, politólogo y consultor político.
«Un día nos pidió que buscásemos un elemento que uniese a los
españoles. Soy de Albacete y, para mí, una cosa que nos une son los
molinos de viento, el Quijote, algo universal. Estaba convencido de que
había acertado. Le envié un correo. Me contestó casi de inmediato, con
cariño. Me dijo algo así como “bien el papel, pero te advierto que los
molinos no identifican a los españoles. Yo no vi uno hasta los veintitantos
años”. Me quedé helado, pero de todo se aprende. Y agradeces el tono»,
recuerda Félix García, licenciado en Derecho y Políticas, y miembro del
equipo de la Moncloa.
«Llevo tan poco tiempo, que todavía no me lo creo. En mi grupo somos
gente muy joven y una amplia mayoría de mujeres, con muchísimas
directoras de unidad. Nos organizamos siempre de forma cooperativa,
porque no quieren que compitamos entre nosotros. El modelo está muy
conseguido y el trabajo es intenso. En los momentos de intensidad, de
conflicto, la organización, el modelo y la pasión nos unen aunque tengamos
criterios diferentes. Y los tenemos, porque tenemos profesiones diferentes»,
dice Coral Nieto, jurista y politóloga. Es un modelo que se reproduce en
todas las unidades: no hay una unidad de periodistas, otra de sociólogos,
analistas, demoscópicos, filósofos, escritores, matemáticos... Están todos
juntos y revueltos, no se han construido departamentos estancos, sino
multidisciplinares.
El periodista Óscar Abou-Kassem Rubio, que trabajó en eldiario.es y
montó Libero, un diario deportivo, fue compañero de colegio de Borja
Cabezón. Es el cordón umbilical entre Redondo y Miguel Ángel Oliver, y el
ojo avizor del Gabinete en la prensa regional «porque hay vida más allá de
Madrid y Barcelona». «Borja me facilitó un encuentro porque me fascinaba
la comunicación política desde Alastair Campbell. La entrevista fue bien,
hubo una conexión generacional al compartir aficiones comunes. Al
principio no era consciente de lo valioso que es su tiempo y entraba en su
despacho como en el salón de mi casa. No me echó nunca y me dedicó su
tiempo. Me di cuenta del error y de que su forma de contacto es el SMS. Al
principio me costaba entenderlo porque usa ese lenguaje que descoloca. No
preguntaba por falta de confianza y me iba a mi despacho a descifrar el
jeroglífico. Condensa lo esencial y va tres pantallas por delante. Es difícil
seguirle y si pierdes un paso, no llegas. Juega con una ventaja, tiene más
información y la tiene procesada. Tú, no.»
«Mi sensación es que juega veinte partidos a la vez. Nosotros solo
hacemos una parte del análisis; solo él y Paco tienen todo el contexto.
Trabajar con él es un lujo porque tiene una capacidad de trabajo y de
síntesis brutal. Es el primero en llegar y el último en irse. Aquí nunca se
pierde el tiempo. Es un puesto que supone un sacrificio tremendo. Atacarlo
es la mejor forma de disparar contra el presidente. Creo que es injusto
porque es un hombre que siempre trabaja en positivo. Las situaciones son
complejas y necesitas trabajar con libertad, con seguridad, para ser más
resistente. Y nos deja trabajar con libertad», dice David Lizoain, licenciado
en Económicas por Harvard y miembro del equipo de la Moncloa.
«Siempre planifica e intenta ir por delante de los acontecimientos,
dibujar escenarios. Su gran activo es la intuición de cómo van a ir las cosas
y siempre trabaja para estar preparado y poder afrontar cualquier escenario.
Eso es lo que le diferencia, que siempre va por delante, porque no se dedica
a la comunicación, se dedica a la estrategia política. La idea de un gabinete
con expertos en diferentes áreas ya la puso en marcha en Extremadura.
Nuestro trabajo es dar ideas y apuntalarlas con datos e informes. Llevo dos
años en la Moncloa y me sigue impactando venir a trabajar al palacio.
Aprendes mucho y eres testigo en primera persona de situaciones históricas,
aunque vives sobresaltado por si llama Nuria [su jefa en Asuntos
Nacionales, que incluye Hacienda, su unidad]. Somos los que seguimos a
todos los ministerios», asegura Juanfran Caro.
«Está trabajando con una nueva generación, haciendo un gran esfuerzo
de atracción de talento. Quiere que este talento se quede en la
Administración, evitar que se vaya, por eso tenemos un equipo muy joven.
Nosotros ponemos las ideas, el partido pone la posición ideológica y el
programa electoral, el presidente. Todo el partido, no solo Ferraz. La
ejecutiva y el Gobierno son los garantes de la posición ideológica y la
ideología no es mutable», afirma Paco Salazar.
Manu Cavanilles es el hombre de las campañas del PSOE. En los
últimos años, todas llevan su sello. A Paco Salazar lo conoce desde que, en
la campaña de las primarias, Manu presentó en el cuartel general sanchista,
en la calle Marqués de Riscal, el «Sí es sí». «Paco fue un entusiasta. Iván es
muy intuitivo, siempre da pistas al creativo. Lo del ajedrez está muy
manoseado, pero es verdad que tiene la visión del ajedrez, ve movimientos
que otros no vemos, aunque conviene reconocer que tiene datos que otros
no tenemos. Es importante la parte intuitiva y, en publicidad, es básica, más
allá de la planificación estratégica o los datos. Es un profesional de nivel y
es un placer trabajar con él porque entiende la comunicación política, el
marketing, la publicidad. Tiene en la cabeza todos los ingredientes de las
campañas estadounidenses, cómo se trabaja la publicidad en los Gobiernos
ingleses, la sensibilidad de campañas como la del “Yes We Can”. Esto para
un creativo es fundamental», dice Cavanilles.
«Le digo a mi equipo que tienen que estar orgullosos de estar en primera
línea porque para su currículum es espectacular. Trabajar con él es todo un
orgullo. No es mentira, no es hacer la pelota. Llevo muchos años en el
partido y siempre he estado en segunda fila, y ahí seguiría si no me hubiera
dado la oportunidad al confiar en mí cuando se fue Borja. Me llamó y me
dijo: “Asumes la dirección. ¿Te parece bien?”. No daba crédito. Llamé a
Borja para criticarle que no dijera nada. Tampoco lo sabía. Nunca le he oído
una palabra más alta que otra. Eso se agradece mucho. Te hace sentir
importante. No solo a mí, que soy la directora, sino al conjunto del equipo.
Mis chicos le escuchan como si fuera el rey mago. Los hipnotiza con la
palabra, aunque a veces es muy críptico, pero como en mi equipo están
Carmen, Alfredo y Fran se hace más fácil esa interpretación», asegura
Nuria Lera.
«En la reunión que tuve con el presidente Sánchez en Ferraz ya
hablamos de la moción de censura. Iván lo tenía claro porque el purasangre
quiere carrera. Es muy bueno en el tema táctico, en la batalla concreta, sabe
cómo jugar para ganar y siempre quiere hacerlo, por eso es arriesgado en la
estrategia y superlativo en la táctica. Jugamos la Champions, pero
buscamos más partidos, hasta de solteros contra casados. Nos gusta jugarlos
y ganarlos. Y para eso, siempre los datos. Los que nos dedicamos a esto
sabemos que o estás en los números o estás en la inopia. Ese es nuestro
trabajo», dice Jaime Miquel.

HISTORIAS MONCLOVITAS
«¿Que si ha cambiado la Moncloa? Yo era un pardillo y la Moncloa, una
entelequia», responde Fernando Ónega, quien casi se pone sentimental
cuando le hago esta pregunta. No es para menos. «Cuando llego y entro por
la puerta, literalmente, me topo con Carmen Díaz de Rivera, la jefa de
Gabinete de Suárez, que acababa de cesar. Dimitió justo antes de las
elecciones de 1977. Me mira y me pregunta: “¿Qué haces aquí? ¿Cómo
vienes ahora si se puede ir todo al carajo?”. Me quedé helado. Mi primer
trabajo fue hacer una nota de prensa de su dimisión.»
Han pasado nada más y nada menos que cuarenta y cuatro años. «El
Departamento de Comunicación estaba formado por dos periodistas y un
servidor. El Gabinete del presidente del Gobierno lo formaban Alberto Aza,
que sustituyó a Carmen Díaz de Rivera, y dos secretarias. ¡Ese era el
aparato del Estado de la décima potencia industrial del mundo! Eso sí, tenía
el apoyo logístico y documental de los ministerios», recuerda Ónega.
«Como gran aportación, hacía un briefing diario a las cuatro de la tarde y
un resumen de prensa de un par de hojas que se entregaba en el Consejo de
Ministros —explica con esa guasa que solo los gallegos saben decir con el
semblante serio e impasible—. Me pasaba el día viendo periodistas,
hablando con Adolfo Suárez. El briefing era diario porque me obligaba
también a tener contacto con los ministerios, con lo que se cocía.»
Esta relación con los periodistas, nacionales e internacionales, le valió un
susto morrocotudo años después: «Me llamó el jefe de los servicios secretos
y me invitó a desayunar. No sabía para qué, pero estaba encantado de volver
a pisar el Palacio de la Moncloa. Entré en el recinto y me llevaron a una
sala donde había dispuestos varios servicios de desayuno. Pensé que Emilio
Alonso Manglano habría convocado a más periodistas». La sorpresa llegó
en ese momento, cuando no entraron más periodistas: «Todos los que
aparecieron por allí eran del CNI, que todavía se llamaba CESID. Me quedé
de piedra».
Imaginemos la cara de Fernando Ónega cuando le explican que «“se
acaba de publicar una lista de espías de la Unión Soviética. En esa
información hay una lista de España y en esa lista está usted como espía”.
Estaba yo ¡como espía del KGB!». Para acabar de meterle presión, Alonso
Manglano inició la reunión diciendo: «El presidente del Gobierno sabe que
estamos manteniendo esta conversación».
«Aluciné. No daba crédito a la situación y más cuando me empezaron a
preguntar si conocía a algún ruso. “¿Cuál es o ha sido su relación con
Rusia?” “Pero ¡si no conozco a ningún ruso!”» La procesión de preguntas
parecía no tener fin: «Me atornillaban y no paraban de preguntar hasta que
caí de la burra. Conocía a un ruso. Cuando estuve en la Moncloa hablé
muchas veces con el corresponsal de una revista soviética que me llamaba
constantemente. Le atendía y le daba información, la que les daba a todos
los periodistas. Pues bien, el tipo me puso en una lista, imagino que para
justificarse. Salía mi nombre, con una cita, como persona cercana al
presidente del Gobierno». Fernando es un tipo muy educado, pero se le veía
con ganas de decir: «¡Manda carallo!». En aquella época, la Moncloa era,
como dice, una entelequia. Aun así, sin medios, este maestro de periodistas
nos dejó para la historia aquel inolvidable «Puedo prometer y prometo».
José Miguel Contreras da una curiosa explicación que deja en evidencia
a todos aquellos que dicen que el Gabinete encapsula al presidente, que es
un rehén al que se le cierran las puertas al mundo exterior. Y no es una
explicación sesuda. Es más bien sencilla y real. «La evolución de la
comunicación política está muy ligada a los cambios tecnológicos. Primero
fue el teléfono. Zapatero fue el primer presidente que gobernó con el móvil.
Acceder a Felipe González requería un esfuerzo, era difícil. Se creaban
estructuras con filtros y más filtros. Los equipos lo blindaban para bien o
para mal. Los móviles cambiaron la forma de comunicación. El presidente
no necesita intermediarios para hablar con quien quiera. Todo el mundo
puede hablar directamente con él. Por eso, antes del móvil, los jefes de
Gabinete eran personas de confianza que les resolvían tareas de gestión,
jurídicas o de procedimiento, pero no tenían nada que ver con la
comunicación política, con un planteamiento estratégico global, y si querían
bloqueaban el acceso. Ahora eso es imposible: el presidente habla con
quien le da la gana», afirma. Inapelable.
«Que haya concentrado todo el poder en la Moncloa elimina los
diferentes corralitos que existían en la época de Zapatero. Se parece mucho
a José Enrique Serrano porque los dos tienen el Estado en la cabeza, pero
José Enrique solo disfrutaba en la Comisión de Subsecretarios. En los
maitines, ni abría la boca. Iván actúa en todos los campos, en el
administrativo, en el aparato del Estado, en la comunicación, en las
relaciones con el mundo exterior y en la fabricación de percepciones,
porque la política es estrategia, pero, sin duda, percepción. La Moncloa ha
dado un gran salto adelante con la integración de los equipos, una estructura
vertical y una dinámica de trabajo integral. El presidente Zapatero no se
preocupaba de integrar, sino que incluso se recreaba fomentando la
diferencia, el debate en sus equipos. Cuando alguien se quejaba de que no le
dejaban trabajar, el presidente siempre contestaba que eso eran “celopatías”,
aunque solo quisieras trabajar sin que tus compañeros te apuñalaran por la
espalda. Iván ha dado un cambio radical. Es un buen esquema, sobre todo
en los momentos más complejos de la política española. Ahora los cuatro
centros de poder, el jefe del Gabinete, la dirección de comunicación, la
dirección de la Oficina Económica y Secretaría General, todos están
alineados en la misma estructura, lo que reduce los problemas al líder. En la
época de Zapatero el peso de la vicepresidenta primera era impresionante.
También pasó en la época del PP. En la Moncloa se llegaron a cerrar o abrir
puertas para facilitar el acceso al presidente. Ahora este modelo es más
saludable, menos patológico», asegura Miguel Barroso.
El expresidente Zapatero se defiende de la indirecta de su antiguo
colaborador y buen amigo Barroso: «Nosotros tuvimos una buena
coordinación de Gobierno. Los dimes y diretes no van a ningún lado. En la
Moncloa siempre había una competencia sana entre vicepresidencia, prensa,
Secretaría General, economía... Todos querían tener el mayor tiempo
posible con el presidente. La coordinación horizontal no es fácil. Procuraba
dar a cada unidad una parte del papel y cuando se desequilibraba, actuaba
para equilibrar».
«La diferencia entre el Gabinete del presidente Sánchez y el del
presidente Zapatero es el perfil de los equipos. Ahora somos un equipo de
gente joven, multidisciplinar y con espíritu de superación. En la época de
Zapatero primaba lo jurídico frente a lo político. Se trabajaba de forma
diferente. Por ejemplo, ahora los informes son sintéticos, se nos hace
pensar, ser creativos. Una frase o una palabra pueden ayudar más que un
informe sesudo. En la época de Zapatero eran verdaderos tochos. Los
equipos son proactivos, hacemos trabajos que nadie pide, rastreamos,
buscamos información y preparamos un informe que, no tengas dudas, Iván
se lee», dice Nuria Lera, la única persona que ha hecho doblete.
«MAR fue el primer secretario de Estado de Comunicación. Sus
antecesores fueron directores generales. Después de Aznar nadie ha
cambiado esta estructura. Es el primer presidente, es la primera Moncloa en
la que el jefe del Gabinete concentra todo el poder sin contrapesos, porque
Carmen Calvo no es un contrapeso. Ni Félix Bolaños. Me parece llamativo
que todos los que están ahí en el palacio reconozcan la autoridad de Iván y
nadie pretenda ir en paralelo. Nadie le desafía lo más mínimo y todos le
reconocen como líder y como autoridad. Eso le da mucho poder, por lo que
es un hombre envidiado en el partido, en el Gobierno», apunta Lucía
Méndez, exjefa del gabinete de Miguel Ángel Rodríguez.
«La comunicación ha cambiado mucho. Cuando estuve en la Moncloa
no existían ni las redes sociales ni WhatsApp, y el teléfono móvil solo
servía para hablar. Cuando llegué, me reuní con los periodistas y les dije
que la información la recibirían por mail. Se montó una bien gorda.
Formaron una comisión que me vino a ver para quejarse y me dijo: “¿Tú te
crees que vamos a encender el ordenador todos los días para ver si nos
envías un e-mail? No, de eso nada, las informaciones las mandas por fax,
como siempre”. Fíjate lo que hemos evolucionado», dice Miguel Ángel
Rodríguez, primer secretario de Estado de Comunicación.
Carlos Ocaña llegó en 2004 a la Moncloa de la mano de Miguel
Sebastián, a la Oficina Económica, como adjunto a la dirección de su
gabinete. Le siguió a las municipales de Madrid para volver a la Oficina ya
dirigida por David Taguas. «Me acuerdo de que teníamos un ordenador para
trabajar y otro para internet. En el que tenía internet descargaba los archivos
del INE en un USB que luego me llevaba al otro para trabajar», dice. En ese
mismo año, el Gobierno de Zapatero aprobó la campaña «Todos.es» para
impulsar el uso de internet en la sociedad española. La campaña, justo es
decirlo, la impulsó el Gobierno de Aznar, pero no la aprobó porque perdió
las elecciones. El concurso lo dilucidó el Ministerio de Industria,
comandado por José Montilla y con Francisco Ros al frente de la Secretaría
de Estado de Telecomunicaciones. Yo era el director de Comunicación y
aprobé la campaña. Se dividió en dos paquetes: uno publicitario, en el que
participaron los actores de la serie Cuéntame cómo pasó, en aquel momento
la más vista en España, y otro de marketing directo, con autobuses que
recorrieron la geografía española. Visto lo visto, parece que funcionó.
Visi y Magdalena son los baluartes del Gabinete de la Moncloa. Visi fue
secretaria de José Luis Ayllón desde sus tiempos al frente de la Secretaría
de Estado de Relaciones con las Cortes y, antes, de su antecesor, José de
Francisco. Magdalena lleva cuarenta años en la administración y ha visto de
todo. Empezó con el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de
Mendívil, luego con el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, con
Alfonso Guerra, Calvo Sotelo, Carlos Aragonés, José Enrique Serrano en su
época con Felipe y con Zapatero, Jorge Moragas y Ayllón. «Mis hijos me
dicen que podría escribir un libro, pero no lo haré nunca. En este puesto
siempre sumas muchas anécdotas —cuenta Magdalena, quien añade—: Que
yo recuerde, Iván es el único secretario de Estado que se ha reunido con
todos los jefes de Gabinete anteriores. Otros no lo hicieron, se vieron solo
con los de su partido. Se reunió con todos y habló por teléfono con
Moragas, que estaba en Estados Unidos. Por encima de la política, se lleva
bien con todo el mundo. A veces me ha extrañado que se viera con según
qué personas. Sorprende, pero siempre dice que esto es una institución. A
nosotras nos pasa igual. Somos profesionales al margen de quién esté
dirigiendo la secretaría. Trabajamos con todos y luego cada uno, cuando
vota, se manifiesta como le apetece.» Ciertamente, se vio con todos sus
predecesores y seguro que escuchó sugerencias e ideas. Algunos dicen que
le dieron ideas a Iván. Todos los jefes de Gabinete ponen su impronta en la
configuración de su equipo. Iván también lo ha hecho, pero lo ha construido
como una expresión de la experiencia de los anteriores.
Un estudio publicado en la Revista Española de Ciencia Política por los
profesores Antonio Garrido y María Antonia Martínez, de la Universidad de
Murcia, titulado «El poder en Moncloa: el jefe de Gabinete del presidente
del Gobierno», explica muy bien la evolución de este cargo con mucho
poder, «que deriva del que le delega el presidente del Gobierno en el marco
de su propia relación de confianza y ha sido construido como una disputa
permanente con otras fuentes de poder institucional en el entorno
presidencial». El poder del jefe de Gabinete ha ido aumentando en todos los
aspectos, un poder «derivado de la influencia» sobre el presidente, y ha
crecido arrebatando, por ejemplo, el control de la agenda a la Secretaría
General o a Comunicación. «¿Cómo es que el que hace la agenda y prepara
las intervenciones del presidente no hace la comunicación, como se hace en
otros gabinetes?», se pregunta el que fuera subdirector en el Gabinete del
presidente Aznar, Gabriel Elorriaga. No hacer la comunicación
desencadenó enfrentamientos con Comunicación, como reconoce el propio
Elorriaga. Estos enfrentamientos provocaron, por ejemplo, la salida de
Miguel Ángel Rodríguez del ejecutivo y una larga lista de damnificados en
los Gobiernos de Zapatero, no tanto por el enfrentamiento con el jefe de
Gabinete, José Enrique Serrano, como por el omnipresente poder de la
vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega.
El estudio abarca hasta Iván Redondo, pero, lamentablemente, no llega a
analizar el modelo porque acababa de acceder al Palacio de la Moncloa. En
su análisis, examina la función del gatekeeper de los jefes de Gabinete, el
«portero» que controla el acceso al presidente: «Algunos directores del
Gabinete han tenido un acceso exclusivo al jefe del Ejecutivo y solo ellos
despachan con él, como Lalonde con Pierre Trudeau». Esto varía
dependiendo de la personalidad del primer ministro y para gustos, los
colores. El gatekeeper tiene otra función: «el reclutamiento de los distintos
asesores y colaboradores», una labor de filtro que «en la Casa Blanca suele
conocerse como “get the right people in the room”», es decir, conseguir que
estén en la habitación, en la sala de guerra, las personas adecuadas.
La estructura del Gabinete ha evolucionado con los años. La figura de
director de gabinete del jefe del Gabinete no aparece hasta 2008, con
Serrano: Ana María Soto. Moragas contó con Valentina Martínez y
Abelardo Bethencourt, y Ayllón con Eduardo Ribas. Hoy ocupa el cargo
Fran Gómez Loarte. Otro elemento que aporta este estudio es la conexión
entre el jefe de Gabinete y los ministerios, y su centralidad en el poder. La
hipótesis de la centralidad ha ido creciendo con los años, convirtiendo a esta
figura en un actor clave que, hasta la llegada de Redondo, siempre había
estado ligado a la tradición partidista. Este análisis es interesante porque,
además, se puede cuantificar «a través del índice de modularidad». Las
conclusiones de los profesores Garrido y Martínez se podrían resumir así:

Se afianza un claro perfil político de esta figura, así como su


vinculación con dirigentes de carreras políticas previas que han dotado
de una amplia experiencia a quienes han desempeñado el cargo.
Se ha construido en disputa con otros actores gubernamentales, como
los vicepresidentes, los secretarios generales de Presidencia o los
propios ministros.
Desempeña dos funciones fundamentales, la base de su poder. Su
papel como gatekeeper debido a su gran poder de exclusión —acceso
al presidente— y su papel de brokering, el poder de conexión e
intermediación, como eje del entorno presidencial.
Aumento progresivo de la centralidad de la figura, que es diferente en
función del partido que está en el Gobierno, lo que ha generado dos
tradiciones diferentes de proximidad y confianza entre el presidente y
su jefe de Gabinete.

Cabe afirmar que, con Iván Redondo, ha llegado una tercera tradición, el
jefe de Gabinete es un hombre que no está ligado al partido.

EL PENSAMIENTO LATERAL
«El pensamiento lateral (del inglés lateral thinking) es un método de
pensamiento que puede ser empleado como una técnica para la resolución
de problemas de manera imaginativa. El término fue acuñado por Edward
de Bono, en su libro New Think: The Use of Lateral thinking y publicado en
1967, que se refiere a la técnica que permite la resolución de problemas de
una manera indirecta y con un enfoque creativo. El pensamiento lateral es
una forma específica de organizar los procesos de pensamiento, que busca
una solución mediante estrategias o algoritmos no ortodoxos, que
normalmente serían ignorados por el pensamiento lógico. [...] se caracteriza
por producir ideas que estén fuera del patrón de pensamiento habitual. La
idea central es la siguiente: al evaluar un problema existiría la tendencia a
seguir un patrón natural o habitual de pensamiento [...] lo cual limitaría las
soluciones posibles. Con el pensamiento lateral sería posible romper con
este patrón rígido, lo que permitiría obtener ideas mucho más creativas e
innovadoras para representar todos esos caminos alternativos o
desacostumbrados, que permiten la resolución de los problemas de forma
indirecta y con un enfoque creativo. En particular, la técnica se basa en que,
mediante provocaciones del pensamiento, se haría posible un desvío del
camino o patrón habitual del pensamiento», se puede leer en la Wikipedia.
«Lo de Illa no se lo esperaba nadie. Se amagó en un momento, pero no.
Es la solución de los problemas de forma imaginativa. No es la solución del
día a día, es audacia pura. No es el pensamiento lógico. El partido tenía un
problema en Cataluña, con un liderazgo quemado, y surgió una alternativa
que ganó las elecciones —dice Óscar Abou-Kassem Rubio, que está en el
grupo más cercano a Redondo, compartiendo despacho con Isabel León,
una funcionaria de carrera y abogada de profesión, que ya estaba en el
equipo de José Luis Ayllón—. El modelo de Gabinete dependerá de quién
venga, pero te digo más, en el PP deben estar tirándose de los pelos por
haberlo perdido. El que venga lo aprovechará porque es una forma de
entender la política, no solo la comunicación política. Iván está en el futuro,
en lo que va a venir. En el PSOE están a veces en el pasado, no han
evolucionado. Un ejemplo es el pensamiento lateral, que no es el
pensamiento lógico que enseñamos a nuestros hijos. Si te caes, te vas a
hacer daño. Es el que te permite afrontar los problemas no de la manera que
te pide el cuerpo, sino con otro prisma.» Estos movimientos no son
improvisados ni son excentricidades, aunque los críticos se acogen a esta
última interpretación. Tienen una base rigurosa y se sustentan en la
información que procesan todas las unidades.
«El primer día de trabajo mi hermano me preguntó si veía a Iván
Redondo y le contesté “¿tú qué te crees?”, pero sí, sí se le ve. De hecho,
entra en las reuniones sin avisar, comenta cosas y nos escucha, y siempre
aporta. No es un gerifalte, ni esto es una suma de compartimentos estancos.
Vengo de jugar en el equipo filial de mi pueblo y ahora, de repente, me veo
en el pasillo con Messi, y encima Messi me tira un balón. La primera
semana hice un documento y me dijeron que se lo enviara. No daba crédito.
Lo envié y al ratito me salió la respuesta. Había pasado tan poco tiempo,
que pensé que me había equivocado. “No he mandado el archivo”, me dije.
Pero sí lo había hecho y me dio las gracias. Cuando lo ves sabe quién eres y
lo que haces», asegura Coral Nieto.
Una vez por semana se reúnen los responsables de las direcciones
generales de política nacional, institucional, economía y G20, Unión
Europea, internacional, análisis y estudios, y asuntos políticos, que son el
cordón umbilical con la Secretaría de Estado de Comunicación y con
Seguridad Nacional, que coordina la dirección adjunta. Es el segundo nivel
del equipo de la Moncloa. Todos están bajo la tutela del Comité de
Dirección. «En el equipo hay de todo, desde diplomáticos hasta sociólogos,
pasando por economistas, ingenieros, politólogos, periodistas. Todo se
coordina en la dirección adjunta, el departamento de Paco Salazar, donde se
engrasa la maquinaria para preparar lo que pide el director del Gabinete. Se
buscan datos, se hacen informes, se recaba toda la información y la
documentación para los dosieres que piden el director o el propio
presidente. También nos coordinamos con el resto de los ministerios y las
embajadas. Todo se centraliza, se depura el producto hasta que se configura
la nota estratégica para el presidente, desde esas notas hasta los discursos
del presidente, los borradores», afirma Mónica Belinchón.
«Donde pueda estar el presidente, a donde vaya, lo que haga, algún papel
hemos hecho en Asuntos Nacionales. Nuestra principal función es darle
toda la información sobre cualquier tema en informes basados en datos que
recogen la posición del Gobierno, qué le pueden preguntar, cuáles son los
temas más candentes, qué temas le pueden plantear. No es un informe
político, es técnico y sintético. Otra de nuestras funciones es la preparación
de las Comisiones de Subsecretarios. Trabajamos siete días a la semana las
veinticuatro horas. Siempre hay alguien de guardia. Esto solo te puede pasar
una vez en la vida. Bueno a mí dos, que ya estuve cuando era muy joven
con el presidente Zapatero. Entonces tenía veintisiete años», dice Nuria
Lera.
«Uno de sus valores añadidos es su gestión de los recursos humanos:
construye equipos y saca lo mejor de cada uno, y trabaja en equipo. Todos
se orientan a la excelencia en el trabajo. Los informes se van mejorando
cada día y, al final, es un material procesado con miles de datos de
información, transformado y destilado en una materia que es la gasolina del
presidente. Transformar la información en conocimiento, en conocimiento
de un folio o dos como máximo sobre cualquier tema que se esté
sustanciando. Esta gasolina vale su precio en oro. El grupo es rocoso,
aunque como en todos los sitios hay de todo, y hay que gestionar perfiles de
todo tipo, con sus proyecciones, con sus agendas, con sus egos, con sus
intereses. Iván no se pierde en estas cosas, está orientado al objetivo y el
objetivo es la excelencia del trabajo para el presidente. La gestión de los
recursos humanos es lo más importante y en eso Iván es impecable, porque
da a todos su espacio de crecimiento con el presidente», apunta Fran Gómez
Loarte, jefe del gabinete de Iván Redondo.
«El cambio en la Moncloa es brutal. Lo que sí ha conseguido es que, a
pesar de ser un Gobierno de coalición, se coordine al ejecutivo y no se haga
nada, más allá del día a día, política, gubernamental o estratégicamente sin
que pase por el equipo. En mi etapa no era así. El Gabinete de la Moncloa
no conseguía tener el control que tiene Iván ahora, con un Gabinete muy
analítico, demoscópico, de estudios, de datos, muy adaptado a la coyuntura
política que toca vivir en este momento. Por poner un pero, en mis tiempos
la Oficina Económica era una unidad de estudios a medio plazo y al
presidente este Gabinete de estudios a medio plazo le venía muy bien para
no depender directamente de los ministerios. Si tienes el control de los
ministerios, no hay problema, pero antes, en mi época, o tenías este
contrapeso o si no estabas más vendido», sostiene Carlos Ocaña.
«Es un consultor independiente que conoce mucho al PSOE. Cuando me
dio clase, ya me hablaba del Ferrari, el coche rojo, y que podía ganar. Tiene
un profundo conocimiento de la historia de España, del sistema de partidos,
de la sociedad. Los partidos siguen resistiéndose, pero la consultoría ha
cambiado. Si todo cambia, cómo no va a cambiar también. Los partidos
también han cambiado. Tenemos un liderazgo como el de Pedro Sánchez,
que llega apoyado por la militancia, dejando en fuera de juego a las
estructuras de los partidos. Veremos más cambios a partir de ahora porque
la sociedad cambia mucho más», dice Jesús Herrero.
«Pone en valor tu trabajo, da autonomía. A mi equipo le digo que nadie
puede ir de listo, ni una sola vez, y que el margen de error es cero. No te
puedes relajar, es un killer que no permite un error que perjudique al
presidente. Ciertamente, disfruto de mi labor, pero no te relajas nunca
porque se levanta a horas intempestivas y no sé de dónde saca el tiempo. Si
yo fuera el presidente del Gobierno, también querría un Iván. Cada día a
primera hora tienen una primera conversación. Mientras el presidente
desayuna, ya sabe qué hará, qué marrones le vienen y qué dice la prensa.
Hablan mucho e Iván claro que influye, pero no te quepa ninguna duda de
que el que decide es el presidente. Iván es el cancerbero, prepara las
estrategias, quién gana, quién pierde y qué camino hay que seguir para
llevar adelante sus decisiones», afirma Manuel de la Rocha.
«Viaja poco con el presidente porque ese no es su papel. Es el que
mueve y organiza el Gabinete, mientras que yo tengo un papel más
operador, más ejecutivo. Es una esponja, lo lee todo, absolutamente todo, lo
que es un acicate para un equipo de gente joven con mucho talento, un
equipo que atrae talento. Tenemos gente de todas las disciplinas en un
Gabinete muy estructurado, que se sustenta en el análisis y en estudios.
Tenemos que saber de todo, tener conocimiento de cualquier tema. Si no
tienes información y datos, no puedes proyectar el futuro», asegura Paco
Salazar.
«Tiene tres puntales. El primero es su mujer, Sandra. ¡Ojo con Sandra!
Tiene una gran calidad y consistencia personal y profesional, porque
también sabe de esto, lo que genera una empatía muy especial en torno a
Iván. Es la relaciones públicas de la pareja. El segundo puntal es Paco
Salazar, mi gran descubrimiento. Y el tercero es Félix Bolaños. Su equipo
es, cualitativa y cuantitativamente, una máquina bien engrasada. Es
multidisciplinar y cubre todas las circunscripciones, porque es muy difícil
desarrollar un proyecto sin tener el flanco de la comunicación integral bien
cubierto. Además, Iván se ha encontrado con alguien muy moderno en su
mentalidad que le ha dotado con todos los medios soñados», declara Pedro
J. Ramírez.
«No es un Rasputín que quiere coger todo el poder. Al revés. Es un tipo
que hace bien su trabajo. El Gobierno ha hecho cosas criticables, pero no
son responsabilidad de Iván Redondo, son responsabilidad del PSOE y del
presidente. Él ha hecho su trabajo y ha construido un Gabinete que ya me
hubiera gustado a mí. Iván es un modelo, un modelo turbante, siempre para
adelante. ¡Que hablen! Eso es ruido y el ruido no se interpone en el
objetivo. Con el ruido no pasa nada, porque está por todos los lados. Hay
tanto, que al final ya no sabes a qué ruido atender. Su camino es: “Voy a
atender a mi parroquia y el resto me da absolutamente lo mismo. No me
asusto ante cualquier runrún, al revés, lo magnifico en sentido contrario”. Y
como no hay alternativa en la derecha, pues puedes ir tirando así un montón
de años, salvo que estos míos se paren algún día a pensar», dice José Luis
Ayllón.
«Ha montado una amalgama multidisciplinar para mantener la iniciativa,
un objetivo difícil porque los medios quieren marcar la agenda y las redes
amplifican los mensajes de los medios. La mayoría de las televisiones no
están a favor del Gobierno debido a la alianza con Podemos y los
independentistas. Necesitas un sistema muy potente para poder competir. Es
toda una novedad lo que ha montado y tiene un riesgo total, porque este
país tiene sus peculiaridades. Puede salirle mal, pero, con todo lo que ha
pasado, con todas las críticas, la valoración es positiva. Ha hecho del
presidente Sánchez un presidente distinto, una rara avis. Con todo lo que ha
caído, el PSOE se mantiene y, como dice Raúl del Pozo, el PSOE es el
partido que manda en España. Cuando no podía dormir, no era por
Podemos, sino por la responsabilidad que tiene sobre los hombros», señala
Ana Pardo de Vera.
«Las críticas que recibimos, las tortas y los palos que nos dan a veces,
son consecuencia del desconocimiento. Es una leyenda negra que es Iván el
que decide, como lo es que no deja libertad para trabajar. Al contrario, da
libertad y trabaja en equipo. Todos trabajamos para ejecutar las decisiones
del presidente. Decide y actuamos. Otra cosa es que su equipo más directo
tenga más influencia. Somos los que más cerca estamos de él», apunta
Miguel Ángel Oliver.
Cinco secretarias llevan la secretaría de Redondo. «Es fácil de tratar y de
llevar, es correcto, un chico joven que sabe lo que quiere hacer y lo tiene
claro. Es fundamental que la persona que tienes por encima de ti sepa lo que
quiere y te deje trabajar. A nosotras nos deja llevar la secretaría sin
interferencias, sabe perfectamente lo que hacemos. Es muy organizado y
metódico en su actividad y no le chirría si las cosas no salen. Esto es un no
parar. Desde las siete y media de la mañana hay gente trabajando y
acabamos cuando acabamos, y durante la pandemia esto ha sido muy duro»,
asegura Visi.
«Tiene una agenda tremenda. Se pone una reunión tras otra. Solo de
verla me agobio. Sin embargo, es resolutivo, no se pone nervioso y no le he
oído gritar nunca. Es sencillo, cercano, no está por encima del bien y del
mal. Saluda a todo el mundo. Otros jefes ni siquiera sabían si había un ujier
en la puerta. Me cuesta pensar en la jubilación porque estoy disfrutando.
Hay mucha leyenda a su alrededor. Cuando leo algunas cosas, pienso si le
conocerán para decir lo que dicen de él. Deja hablar y escucha, y te pide tu
opinión. No estamos acostumbradas a esto. Me sorprende mucho lo que leo
y lo que hace. Atiende a todo el mundo y contesta todas las llamadas, tanto
al fijo como al móvil», dice Magdalena.

CONECTAR MÁS QUE COMUNICAR


«Vivimos tiempos sin precedentes. En este nuevo mundo digital que nos ha
sobrevenido y en el que Telefónica es un actor fundamental, la capacidad de
alcance de la información parece no tener fin y hay que estar muy atentos a
los principios, porque pocos ven lo que en verdad es, pero muchos ven lo
que aparenta ser. Cuanto mayor es una organización, pública o privada,
mayores son sus puntos de contacto con los grupos de interés: clientes,
accionistas, inversores, empleados, socios, proveedores... personas. Hay que
ser capaces de poder identificar todos los puntos de contacto en las
relaciones con los grupos de interés y gestionarlos de una manera eficiente
y ordenada. La mejor manera de gestionarlos es hacerlo de manera
unificada, con una estructura responsable y una visión global, capaz de
ganarse la confianza de la gente. Comprender en su globalidad el inusitado
nivel de cambio que vivimos, en situaciones donde el nivel de
incertidumbre alcanza niveles sin precedentes, es crucial para poder
comunicar», asegura José María Álvarez-Pallete.
La comunicación global no se circunscribe a los medios de
comunicación y a las redes sociales. En la Moncloa se contesta a miles de
personas que se dirigen directamente al presidente. La única persona que
contesta en su nombre es su jefe de Gabinete, igual que en la Casa Real solo
contesta en nombre del rey Jaime Alfonsín, su jefe de Gabinete. En el
Palacio de Semillas se busca la información y se redactan las respuestas. Es
un sistema rápido, una especie de buzón institucional, que da respuesta
individualizada al conjunto de la sociedad civil. «El presidente debe estar
atento a todo, estar en todos los sitios», resumen en el «equipo». «Una de
nuestras funciones es preparar borradores de respuestas a las cartas, mails o
telegramas que recibe de los ciudadanos. El proceso se inicia recabando
información, preguntando a los ministerios afectados, y se confecciona una
respuesta que valida el secretario de Estado y más tarde el presidente. La
respuesta puede ser de ambos; la de Iván, siempre en nombre del
presidente», dice Nuria Lera.
Para sorpresa de algunos, Iván Redondo fue invitado por José Enrique
Serrano a participar en un acto en la Fundación Felipe González, quien
también estuvo presente. Estaban todos los que le critican, los que
reivindican más papel del partido. En ese acto se visualizó lo que era antes
y lo que se ha construido hoy. Tuvo un mano a mano con José Enrique. Ya
no es solo comunicar, es conectar. Le felicitaron por su intervención, en la
que explicó como novedad el funcionamiento del Gabinete de
Comunicación con los Ciudadanos, que se encarga de contestar todas las
cartas que recibe el presidente. Iván Redondo se extendió en detallar el
proceso de trabajo, cómo se sistematizaba, categorizaba y se integraba en el
Departamento de Análisis y Estudios, convertido en una especie de CIS
adelantado. Las cartas son opinión pública y se traducen en cifras y
medición, con indicadores de simpatía, empatía, campañas organizadas por
lobbies, de los que surgen temas y datos que son interesantes, como
comentan miembros del equipo. La tasa de respuesta es de nueve de cada
diez por correo electrónico, por carta o incluso mediante una llamada
telefónica.
El Gabinete de Comunicación con los Ciudadanos reconoce que también
existe un capítulo de insultos, «aunque es un tema menor». Este año han
puesto en marcha una nueva sección denominada «planeta ciudadano», que
recoge anécdotas y situaciones muy originales, porque la micropolítica
también es uno de los objetivos. A estas respuestas no se les da publicidad,
no se comunican. Se hacen públicas cuando lo hacen los receptores en su
ámbito local. La potencia de la comunicación reside en que la fuente no sea
el Gobierno, ni el presidente, en que la fuente sean los protagonistas, la
«placa tectónica» de este tipo de comunicación. En las últimas Navidades el
presidente escribió varias cartas a niños que le preguntaban si iban a llegar
los Reyes a pesar de la pandemia. En el Palacio de Semillas apuntan que si
se entiende la presidencia de una manera moderna, esto se debe
sistematizar, «porque el Gabinete está hecho a imagen y semejanza del
presidente, y el presidente gobierna a través del Gabinete. Además de la
asistencia técnica en cualquier materia, de la asistencia estratégica, hay una
parte de gestión de la comunicación de la presidencia del Gobierno con
todos los stake holders y con todo el entorno».
Además de las reuniones jerárquicas, el Gabinete mantiene reuniones de
carácter horizontal, «reuniones por productos, mensajes, seguimiento de
agenda —apunta Mónica Belinchón—, sin olvidar los foros de los jefes de
gabinete de los ministerios». Al presidente le gusta escribir y mete
«cuchara» en todos los papeles. «Somos un gran centro de información y
ahora tenemos experiencia. Las cosas ahora ya van de oído, la máquina está
muy engrasada —dice Paco Salazar—. Somos el vestuario, un vestuario
que se anima, del que salen estrellas porque se agita.» Son los hombres y
mujeres del presidente.
«Se gana la confianza desde dos ángulos. Ofrece tranquilidad frente al
nerviosismo. Ante los problemas, facilita soluciones. Además, le pone
mucho trabajo, mucha disciplina. Aporta un elemento de serenidad frente a
la desesperación, sin adulación y sin peloteos. Iván es la mesura. No
exagera los problemas ni los magnifica, trata siempre de dimensionarlos y
de distinguir entre lo importante y lo urgente», afirma Miguel Barroso.
La estrategia del equipo de la Moncloa es proteger a su director de los
problemas cotidianos con los ministerios. Es la misión de sus directivos. El
director solo interviene si la cuestión se pone en «alerta 5». Si hay una
discusión con un ministerio, si Félix Bolaños, Manolo de la Rocha, Paco
Salazar o Miguel Ángel Oliver no llegan a un acuerdo, interviene en el
problema el director, se activa la alerta 5 y entra el apagafuegos. Esa es la
clave.
Se le critica que no es del partido, que no tiene carné. Lo que parece que
obvian los críticos de Ferraz es que en el equipo de la Moncloa hay más
PSOE que nunca y, un aviso a navegantes, más PSM que en toda la historia.
El trabajo del partido se pone en valor. Estos miembros del partido tienen,
legítimamente, sus aspiraciones políticas, pero en Semillas hay una norma
no escrita que todo el mundo conoce: nadie puede utilizar su cargo en el
partido en beneficio propio, porque la Moncloa es una institución. Esto no
es impedimento para que los críticos intenten seducir a los militantes
socialistas monclovitas, seducirlos para desestabilizar en la mayoría de las
ocasiones. Es «el código del vestuario». No se puede utilizar el cargo en
beneficio propio, pero no se coartan las aspiraciones políticas. Por eso
desde fuera se aprovechan de que la política es competición para hacer
melés.
«Hacemos nuestro trabajo sin competencia porque el único que tiene que
brillar es el presidente del Gobierno y nosotros estamos aquí para ayudarle,
somos sus herramientas. No es un mundo tóxico, al contrario, hay buen
ambiente y no es un sitio estirado. La figura del director genera tanta
controversia porque conlleva cambios y los cambios, resistencias, y más en
los partidos que tienen estructuras endogámicas. Ha abierto una puerta que
no se va a volver a cerrar. Iván Redondo es a la consultoría lo que Iglesias a
la ciencia política. Son como sus descubridores», asegura Félix García
García.
«A pesar de las diferencias de prisma por nuestras especialidades, en el
Gabinete la relación es buena. No somos un centro de comunicación
política, somos mucho más. Es la confluencia de un sinfín de disciplinas
para interpretar la actualidad y la realidad, desde la técnica hasta la historia,
los datos, los microdatos y su análisis, pasando de lo más micro a lo más
macro», afirma David Lizoain, militante del PSC y licenciado en Harvard.
«Mi aportación es la certidumbre social, el análisis de percepciones en
términos cualitativos con un modelo de estimación y de análisis. Las
encuestas fallan, pero unas fallan más que otras. Trabajamos con técnicas
que hacen equivalencia en número de electores, en números absolutos, no
por porcentajes, porque eso es un subproducto del principal. Esto exige un
cálculo integrado con la abstención y eso es complicado, porque las
encuestas son más participativas que la realidad», sostiene Jaime Miquel.
«El objetivo del trabajo internacional es que, para que las cosas vayan
bien dentro de España, hay que hacerlas bien fuera. Muchas veces el
director ve al de internacional como al margen, no le hace caso. Iván lo tuvo
presente desde el primer minuto porque la política exterior la hace el
presidente, más allá del Ministerio de Exteriores, ya que en los foros
internacionales, en los centros decisorios, el presidente está solo, sin
asesores. España fuera de España es Pedro Sánchez. La comunicación debe
centrarse en el presidente e Iván es un Stradivarius en el traslado de las
decisiones de Estado a la comunicación política para que las entienda el
ciudadano y ganarse su adhesión. No se deja llevar por el éxito ni la
exaltación cuando las cosas van bien ni por el decaimiento cuando van
mal», dice José Manuel Albares.
«Somos prudentes y centralizamos la información y, como es sensible, se
concentran las fuentes para evitar malentendidos. Al principio no hablaba
con nadie sin consultárselo. En este tiempo juntos hemos evolucionado y
ahora tomo la iniciativa cuando el mensaje está muy claro. Con Iván he
aprendido cómo se hace la estrategia política. Al poco de estar aquí le dije:
“Vosotros, los expertos en comunicación política...”. Y me corrigió: “No
soy un experto en comunicación política, soy un experto en estrategia
política, la comunicación solo es el instrumento”. Cada semana me siento
actor de la planificación de esta estrategia. Iván está en otro nivel porque
los diferentes responsables conocemos nuestros departamentos, la agenda
del presidente de tu área, pero Iván tiene en la cabeza toda la película. Mi
equipo marca la agenda económica con un único objetivo, liderar el marco
y tener la iniciativa, teniendo en cuenta que el único imprescindible en este
Gobierno es el presidente», apunta Manuel de la Rocha.
«El modelo que ha montado corresponde al de un presidente del siglo
XXI. Pedro Sánchez es el primer presidente del siglo XXI, aunque
cronológicamente no haya sido así porque también lo fueron Rajoy y
Zapatero. Hemos hecho muchas cosas por primera vez, por primera vez en
la historia, y lo van a repetir otros presidentes. La nueva generación de
políticos que llegue a la Moncloa no podrá volver atrás», afirma Félix
Bolaños.

LA ESTRATEGIA Y LA COMUNICACIÓN POLÍTICA


EN UNA NUEVA DIMENSIÓN

«Los nuevos consultores ya no son las agencias de publicidad al uso. Su


labor está encaminada a un candidato e Iván esto lo tiene muy claro. Está
por demostrar si es una nueva oportunidad que va a ayudar a la política.
Estamos en una fase que está revolucionando las campañas, porque hay más
conciencia del candidato y todos quieren su consultor. Estamos asentando
un nuevo tiempo. ¿Hasta dónde llegará, hasta dónde es positivo, qué
perfiles deben tener? Eso está por ver. Ahora estamos en una fase en la que
ya están ahí las nuevas figuras del jefe de Gabinete, el consultor, el
periodista, y el papel de Iván es fundamental porque marca un camino. Hay
una cosa que no cambia: no se pueden hacer estrategias coyunturales, sino
estrategias de política a medio y largo plazo», dice Joseba Aurrekoetxea.
«El asesor está en la sombra, fuera de cámara, de escena, y esto alimenta
la especulación, la leyenda. Si además sabes que manda mucho, pero no lo
puedes fiscalizar como al presidente o a un ministro, la leyenda crece. Eso
les pasa a los buenos consultores porque los medios lo identifican como un
obstáculo, ya que es el que levanta o baja la barrera de la información. Es su
adversario y por eso lo atacan. De ahí que digan que es Rasputín, que lo
controla todo, porque la leyenda es un alto porcentaje del trabajo del asesor.
Lo que está claro es que marca tendencia. Habrá un antes y un después en
España en la comunicación política tras su paso por la Moncloa. Ha abierto
un camino, ha sido el primero que ha mostrado un modelo de asesoría de
comunicación y estrategia en España a este nivel. El futuro dependerá del
liderazgo político, que debe entender este tipo de comunicación. Iván ha
encontrado su camino de la mano de un hombre que, cuando empezó con él,
era un paria —afirma Toni Aira—. Ha constituido y lidera lo más cercano a
un gabinete total que se ha visto en la Moncloa, cosa que acerca más su
figura de director del Gabinete al patrón estadounidense, donde quien
ostenta este cargo se equipara más a un primer ministro que a un jefe o
coordinador de asesores.»
«Algunos insisten en la idea de que LLYC va a tener muchos contratos
porque Iván va a volver a la empresa cuando deje el Gobierno. Esto lo he
oído más veces, pero eso es no conocerme ni a mí ni a Iván. Somos la
primera empresa del sector y lo éramos también en tiempos de Rajoy o
Zapatero. Desgraciadamente, no hacemos grandes negocios con el sector
público por los sistemas de contratación, aunque sería deseable que el
sector público contratara más servicios de alto nivel en comunicación»,
señala José Antonio Llorente. En el mundo de la comunicación siempre hay
personajes que lanzan este tipo de calumnias bajo el epígrafe de «difama
que algo queda». En este mundo todo se sabe.
«La comunicación política ha confundido la ideología con los dogmas.
Los dogmas funcionan bien en la comunicación de masas. Bien lanzados,
puedes conseguir que la gente se los crea. En la comunicación en red, los
dogmas funcionan peor porque no tienes canales que te aseguren la difusión
masiva. Ahora tenemos una comunicación sustentada en la conversación, en
el diálogo, y aquí es donde surgen las ideas. La gente no se ha vuelto cínica,
pero una cosa son las ideas y otra los dogmas. Tiene voluntad de
emanciparse de la familia, de la religión, del Estado o de los mercados,
quiere decidir por sí misma. Las ideas son la inspiración de lo que se quiere
hacer, no son una cárcel que limita el campo de los colectivos a los que se
dice representar. Esto nunca ha pasado y ahora sucede menos. Marx hizo un
gran diagnóstico del capitalismo, pero su alternativa no funcionó. La gente
estaba de acuerdo en el análisis, pero se buscó la vida para hallar sus
soluciones. Pasaron del dogma a las ideas. Los líderes que pasan del dogma
a las ideas son los líderes de la sociedad actual. Aquí es donde flota bien el
presidente Sánchez», apunta Albert Sáez, experto en redes sociales.
«Antes los periódicos eran la guía de todo ciudadano. Seleccionaban y
estratificaban la información. Ahora todo lo que ocurre es una locura sin
estratificar ni seleccionar. Los usuarios valoran por igual las informaciones,
ya sean importantes o no. Esto cambia la comunicación del político y, por
eso, el que lleva la agenda tiene que estar encima de la comunicación, y
más que antes, porque comunicación y estrategia política sigue siendo dos
patas de la misma mesa y la mesa no se aguanta solo con una. Las redes han
roto los esquemas y hay que diferenciar lo importante del ruido. Menos de
50.000 retuits ni me preocupan. Sí me preocupa si una información salta de
burbuja. Por eso centro mi trabajo en los periodistas, porque se escuchan
sus opiniones en distintas burbujas, en distintas celdillas, son los verdaderos
influencers. Hay que tener en cuenta las redes sociales, evidentemente, pero
sobre todo lo que salta a los medios de comunicación convencionales. Hay
mucha gente en las redes, pero son muchos menos que los que están en los
medios convencionales y las redes se desprestigian día a día», afirma
Miguel Ángel Rodríguez.
Aunque sorprenda, el expresidente Zapatero coincide en parte con este
análisis de Rodríguez: «Cuando llegué al Gobierno, la penetración de
internet era escasa. No me siento en desventaja con respecto a la actualidad.
En todo caso, me siento solidario con los gobernantes actuales porque
gobernar con las redes sociales debe ser extraordinariamente más difícil que
antes. Las redes, su influencia, irán descendiendo paulatinamente. Ahora
tiene el plus de la novedad, pero luego se irá digiriendo, como hicimos con
la radio y la televisión. Lo difícil es tener un buen discurso político. Cuando
lo tienes es imparable más allá de las radios, las televisiones, los periódicos
o los periodistas. Lo difícil es tenerlo».
«La conexión con el presidente es generacional. Sánchez es un político
práctico, toma decisiones en función de cómo van las cosas, no bajo
parámetros ideológicos. No necesita el tamiz del PSOE. En la Moncloa lo
han hecho muy bien porque no se puede elaborar una comunicación política
sino se tiene una base de información muy potente que esté pegada al
terreno y sea realista. El Gabinete le da todas las armas para hacer política,
una política que se hace en la Moncloa y no en el PSOE, que solo es un
aparato de transmisión del presidente, el más presidencialista que hemos
tenido. Por eso las decisiones no son de Iván, son del presidente. Su
fortaleza radica en que es consciente de sus limitaciones, de cuáles son y de
hasta dónde puede llegar. El papel que le atribuyen es falso, se limita a
susurrar al presidente, nada más y nada menos que eso», dice Casimiro
García Abadillo. En un estudio del profesor Aira, Carlos Aragonés, el jefe
de Gabinete con Aznar, afirma: «Redondo, más que un jefe del Gabinete, es
para Sánchez un compañero de ruta muy importante».
«Un alto dirigente del PP me decía que cómo podía producirse el giro de
Sánchez de pactar con Bildu, con ERC, cuando hay una persona como Iván
que era de los nuestros. Con esta frase se cuestionan los principios políticos
de Iván, lo que demuestra que es el éxito de Pedro Sánchez, que ha sabido
incorporar a la política española a alguien que iba más allá de las
vinculaciones o carnés de partido, contratando a un profesional de alto
nivel, que tenía una trayectoria vinculada al PP en determinados territorios,
pero que es un profesional de la comunicación, de la estrategia política y de
la demoscopia», asegura Antonio García Ferreras.
«Comunica con la intención de ilusionar en un mundo que no es
monodireccional. Vivimos rodeados de información. Es un gran conocedor
de la historia, de lo que pasó, y ahora tiene conocimiento de lo que pasa y
tiene a su alcance las herramientas de comunicación, por eso es un misil, no
tanto por cómo comunica, sino por las herramientas de las que se nutre para
comunicar. Su principal activo es que sabe qué mensajes dar, en qué timing,
qué relato construir, cómo comunicarlos, en qué formato... Es un tipo que
estudia mucho las situaciones», dice Rosauro Varo.
«Lo de susurrar al presidente es un mito. El presidente habla con quien
quiere y lo hace con mucha gente. Eso de que el presidente no sabe lo que
pasa no es verdad. Es cierto también que los que rodean al presidente
intentan protegerlo, poner filtros, pero Felipe se los saltaba; Aznar y Rajoy,
también; yo, por supuesto; y el presidente Sánchez, también. La tarea
fundamental de un liderazgo es mantener un temple de aspecto positivo con
los demás y mantener un rumbo. En la concepción del poder hay cambios
importantes. Debo hacer un ejercicio de honestidad intelectual. En las
empresas mandan sus presidentes, o sus CEO, en el Gobierno y en el
partido manda el presidente. Y ya está. Las decisiones las toma el
presidente. Es normal que los ataques se dirijan al presidente. Que se dirijan
contra Iván es su habilidad, porque así le quita presión, pero las decisiones
no las toma Iván Redondo, las toma Pedro Sánchez. Que nadie se
equivoque. Yo he estado ahí y tomaba todas las decisiones», afirma José
Luis Rodríguez Zapatero.
«Es muy raro que el acceso al presidente que clásicamente tiene un
director de Gabinete lo tenga un ministro y ha pasado en casos contados con
los vicepresidentes, por lo que su figura, más aún si así lo quieren el líder y
el propio asesor, como es el caso, se acerca más a la de un ministro sin
cartera y, en un Gobierno de coalición, si además dependen de él la
estrategia y la comunicación del Ejecutivo, pasa a ser en la sombra un
primus inter pares», dice Toni Aira.
«Antes el jefe del Gabinete era una persona que debía tener cintura, no
ser demasiado dogmático y llevarse bien con el líder. No era un profesional
de la comunicación y la estrategia. Hemos tenido abogados del Estado,
diplomáticos y todo tipo de gente, pero no profesionales de la
comunicación. Es un puesto muy propicio para la comunicación política
porque la sociedad ha evolucionado. Aplica un método anglosajón, muy
técnico, que analiza los datos de la realidad, hace un diagnóstico al cliente y
le propone una estrategia», sostiene Jesús Mari Gabirondo.
«Se ha convertido en el primer jefe del Gabinete de la Presidencia que
no milita en el partido gobernante. Este hecho ha supuesto la
profesionalización de un cargo clave del ejecutivo. Tiene cualidades, sobre
todo un gran instinto político y capacidad de análisis. He leído que define la
política como el arte de lo que no se ve. Por eso no me sorprende que, como
él mismo confesó en su blog The War Room, una de sus debilidades sea la
práctica del ajedrez (político) a ciegas», comenta Isidre Fainé. «Iván es
diferente porque es un profesional contratado para ser jefe del Gabinete, a
diferencia de los anteriores, que éramos gente del partido con un escalafón
determinado», señala José Luis Ayllón en declaraciones a Toni Aira para un
estudio académico.
«La política moderna pasa por tener asesores externos al partido que
sean capaces de explicar el clima político y mediático. Ser ajeno al partido
es un acierto. Se han de superar las ideologías en pro de ser más proactivos
y más resolutivos», apunta Susanna Griso. «En la Moncloa ha dado un salto
a la modernidad. Es una estructura más actual de lo que tiene que ser la
presidencia del Gobierno, con gran diferencia con las anteriores. Zapatero
empezó a innovar, Rajoy hizo un parón, sobre todo en la última etapa
porque Moragas aún intentó algo, y ahora Iván ha revolucionado la
organización con un equipo multidisciplinar, muy joven, que concentra el
big data, la estrategia, la gestión y la comunicación. Ha incorporado talento
a una estructura horizontal. Cada unidad tiene su objetivo. Ha incluido la
innovación empresarial en la gestión del Estado», afirma Susana Díaz.
«Iván facilita la tarea al presidente, le pone los mimbres para que tome
una decisión. Cualquier persona que le conozca lo tiene que admirar y
respetar, aunque no esté de acuerdo con él. No comparto nada de lo que
hace en el Gobierno porque creo que este Gobierno no es bueno para
España. Estamos en las antípodas y, a pesar de ello, nuestra amistad está por
encima de todo. Pedro Sánchez es muy listo. Los del PP ahora se tiran de
los pelos y buscan un Iván Redondo. Lo que le hicieron no tiene nombre.
Moragas lo vetó y ahora se lo comen con patatas. Lo machacaron y no lo
respetaron, un respeto que le tiene hasta Federico Jiménez Losantos, que el
otro día, en su programa, cuando un tertuliano atacó a Iván, le dijo:
“Respetemos el talento del diablo”», declara Loli Izquierdo.
13

DE CATALUÑA A CATALUNYA

La última vez que ganaron los socialistas en Cataluña fue en 2008. «Si tú no
vas, ellos vuelven», rezaba un controvertido lema de campaña. Carme
Chacón era la candidata y obtuvo veinticinco diputados, el mejor resultado
del PSC desde la instauración de la democracia en España. Los artífices
fueron Pepe Zaragoza y Miquel Iceta, y tuve el placer de trabajar con ellos
llevando la comunicación de la campaña. No se olvidará en mucho tiempo
aquel lema, que llevaba de fondo una identificación gráfica de los líderes
del Partido Popular. Zapatero se jugaba la reelección. Ganó. En su análisis
de la victoria dio las gracias a los ocho diputados vascos; a los veinticinco
catalanes no les dedicó ni una palabra, ni buena, ni mala.
La crisis económica de 2008 llevó al PSOE a entrar en un bucle que
desembocó en aquel fatídico mes de mayo de 2010. Los socialistas
catalanes se vieron arrastrados a la derrota en las elecciones celebradas ese
año, lastrados por un PSOE que había renunciado a ser la izquierda y
rebasados por el debate político catalán, que no se situaba en el tradicional
eje izquierda-derecha, sino en el eje nacionalistas-no nacionalistas, un
terreno siempre resbaladizo para el PSC, que ya entonces levantaba la
bandera del federalismo.
Años antes, en plena negociación del Estatut, el presidente Zapatero dijo
en un mitin en el Palau Sant Jordi aquello de «aprobaré el Estatut que salga
del Parlament», unas palabras que fueron utilizadas hasta la saciedad, y lo
siguen siendo, por el independentismo, que juzga ese momento como la
clave del «España no nos quiere». Miguel Barroso señala que esta frase
surge de una conversación entre Alfredo Pérez Rubalcaba y José Montilla.
El expresidente de la Generalitat lo niega: «Hablé con Zapatero para que
dijera en el mitin algo a favor del Estatut que se estaba negociando, que
dejara una puerta abierta para aprobarlo en Madrid. En el mitin se calentó y
fue cuando dijo lo que dijo. Fue toda una improvisación». En eso coincide
con Miguel Barroso, en que fue una improvisación, pero una improvisación
que ha marcado la batalla política durante años.
«En 2004 este tema ya estaba presente. Tuve la audacia, como
presidente, de abordar la situación de Cataluña y del País Vasco, este último
con más de cuarenta años de terrorismo. Casi todos los países tienen un
problema estructural recurrente, incluso los mejores. Tuve ese mandato y lo
tiene este Gobierno, tiene el mandato y la responsabilidad. Será el elemento
que lo defina y que lo juzgue a largo plazo. Si el mensaje es bueno, dura,
aunque es verdad que menos que antes», afirma José Luis Rodríguez
Zapatero. ¡Vaya si dura! Sus palabras en el Sant Jordi todavía resuenan.
La derrota electoral, que conllevó la pérdida del Gobierno, llevó también
al PSC a entrar en un torbellino que casi lo aboca a la desaparición por la
trituradora del procés que puso en marcha Mas tras las autonómicas de
2012. Las convocó con el objetivo de lograr la mayoría absoluta para
Convergència i Unió, pero fracasó estrepitosamente. Tenían que decidir
quién sería su socio. En 2010 eligieron al PP; en 2012, a ERC, con la
intención de arrinconar definitivamente a su adversario más peligroso, el
socialismo catalán, siempre incómodo y el único muro de contención a sus
aspiraciones. Prácticamente, Mas se subió a la ola independentista para
enterrar al catalanismo de izquierdas. Todo sería más fácil con una
oposición centrada en el Partido Popular y en Ciudadanos. Ya saben aquello
de que contra la derecha española se lucha mucho mejor.
El procés hizo mella en el partido. Escisiones, marchas airadas a las filas
del independentismo, fugas a Ciudadanos y los Comunes, y bajas en cientos
de pueblos dejaron a los socialistas catalanes en las raspas. Por si fuera
poco, la ausencia de liderazgo agravaba la situación. Pere Navarro fracasó y
Núria Parlón abandonó el barco antes de subirse a la sala de mandos. El
PSC naufragaba hasta que Miquel Iceta salió a la tribuna en un Consell
Nacional que se asemejaba a un velatorio y dijo algo así como «si me
necesitáis, aquí estoy».
Nadie daba un euro por él, ni por el PSC, que en 2014 estaba en sus
horas más bajas. Las elecciones de 2015 auguraban una debacle
descomunal. Pedro Sánchez, que acababa de llegar a la arena política, se
puso a remar junto a Miquel Iceta al frente de las mermadas huestes del
socialismo catalán. Las encuestas eran muy pesimistas (les otorgaban un
máximo de doce diputados) hasta que un baile alocado de Iceta lo puso en
el mapa y lo salvó de la inanición, aunque el partido quedó muy maltrecho.
Se iniciaba una época que se auguraba difícil con solo dieciséis diputados.
Detrás de Iceta ya trabajaba para coser el partido un hombre serio, poco
dado a los desmanes, que se pateó el territorio para dar vida a un partido
socialista que en las municipales de ese año perdió la joya de la corona, el
cinturón rojo de Barcelona, amén de quedar diezmado en la Cataluña
interior. A pesar de los malos resultados, el municipalismo del PSC fue
básico en los hechos de octubre del 2017, ya que era el único partido
constitucionalista afianzado en el territorio.
Con estas costuras, los socialistas catalanes transitaron hasta 2017 a
trancas y barrancas. La situación política estaba envenenada y la económica
también, lo que les llevó a vender la histórica sede de la calle Nicaragua. El
155, el referéndum, la declaración unilateral de independencia y las
elecciones fueron un cóctel que puso a prueba la cohesión del PSC. El
complejo escenario vivía de la confrontación constante con los líderes
independentistas en la cárcel o fugados y la tensión en la calle era evidente.
En las generales de 2015 y 2016, el PSC no levantó cabeza. No solo le
ganó ERC, sino que el primer partido fueron los Comunes de Ada Colau,
que había llegado a la alcaldía en 2015 con un PSC reducido a la mínima
expresión con solo cuatro concejales. En el resto de España, el PSOE seguía
noqueado. Podemos le había comido terreno y Ciudadanos ensanchaba su
espacio aupado por el arrollador triunfo en las catalanas.
Iván conocía bien la política catalana. Su primer aterrizaje fue en 2007
en Badalona, donde estuvo hasta 2011. En esos años también colaboró con
el Partido Popular de Cataluña, tanto a nivel nacional como local, con
Alberto Fernández Díaz y Alicia Sánchez Camacho, aunque no estuvo en
primera línea. En 2015 rechazó el ofrecimiento de García Albiol para que
llevara su campaña. Le dijo que no iba a salir bien y así fue. En 2017 ya
estaba en la sala de máquinas de la calle Ferraz.

ELECCIONES O REFERÉNDUM
«En 2017 había una discrepancia de fondo sobre cómo lo llevaba Rajoy,
pero al mismo tiempo teníamos un compromiso de colaboración. No lo
estaban llevando bien, pero teníamos que colaborar con ellos desde la
oposición porque nos estábamos jugando algo muy importante», dice
Miquel Iceta. El primer secretario del PSC traslada su mente a los días 6 y 7
de septiembre: «Se quebró todo, fue el peor momento de mi vida política.
Lo pasé fatal también en el tema personal». Tras estos hechos, Iceta
mantuvo abierto un canal de comunicación con la vicepresidenta Soraya
Sáenz de Santamaría: «Estaba hablando con Soraya y se puso Rajoy al
teléfono. Estuvimos charlando y me invitó a comer para hablar de la
situación. Recuerdo que me dijo que si quería, llevara a Pedro. Entonces le
respondí que eso no iba así, que en todo caso invitara a Pedro y, si eso, me
invitaran a mí. Ese día le dije: “Presidente, los días 6 y 7 se tenía que haber
intervenido”. Y me contestó: “¿Vosotros me hubierais seguido?”. Estaba
claro que solo podía actuar aplicando el 155 si tenía un gran consenso».
«Lo de 2017 fue muy duro. No estuvieron a la altura. Ni Puigdemont, ni
Junqueras. En el último Consell de Govern, Puigdemont les pidió a todos
que se pronunciaran y Junqueras no lo hizo. Solo dijo: “Haré lo que diga mi
partido”. Lo interpreto como una falta de coraje. Junqueras debería explicar
si esto es así. Si es lo primero es cinismo. Si es lo segundo, que lo explique,
porque si se hubieran convocado las elecciones las podría haber ganado
ERC. De esta indefinición surgió un proceso muy negativo para Cataluña
porque había una pugna casi personal entre Puigdemont y Junqueras. Los
independentistas estaban prisioneros de esta rivalidad y la política catalana,
también», afirma Salvador Illa.
«No quiero utilizar palabras malsonantes, pero la noche de autos
Junqueras se quiebra, no dice lo que piensa. Se decide convocar elecciones
y se pone de perfil, y al día siguiente envía a Marta Rovira a acusar a todos
de traidores y a Rufián con el tuit de las 155 monedas de plata. Junqueras
no tuvo valor de acompañar a Puigdemont para no irse por el barranco. De
hecho, Puigdemont lo apunta en sus libros. Se puso de perfil delante de
mucha gente», dice Miquel Iceta.
En esos días previos a la declaración unilateral de independencia, los
socialistas se desplegaron para conseguir que se optara por las elecciones y
no por «implementar el 1 de octubre», como reza el catecismo
independentista. El objetivo era dar garantías a Carles Puigdemont de que el
155 se aprobaría en el Senado, pero no se aplicaría si convocaba elecciones
autonómicas. Aplicarlo era potestad del ejecutivo de Rajoy. Núria Marín,
alcaldesa de L’Hospitalet y viceprimera secretaria del PSC, acudió al Palau
de la Generalitat. También fueron Miquel Iceta y el expresidente de la
Generalitat José Montilla.
Montilla era senador y, como tal, mantenía contactos con el presidente
Rajoy. Se vieron en un par de ocasiones en la Cámara Alta. Después del
pleno del 6 y el 7 de septiembre, Montilla le interpela en el Senado y
después se reúnen: «Fue una entrevista larga de la que estaban informados
Pedro Sánchez y Miquel Iceta. La reunión la pidió el presidente Rajoy
porque quería hablar con el PSC. Iceta me lo remitió a mí. En el encuentro
le dije que el referéndum se iba a celebrar y el presidente me respondió que
no, que lo tenían todo controlado, incluidas las urnas. Le insistí en que,
aunque fuera así, no tendrían capacidad para controlarlo todo, en todos los
pueblos y todas las mesas. Sería imposible impedirlo. “Los míos me dicen
que no pasará”, aseguró. El presidente lo decía convencido. Viendo lo que
pasó, creo que le mentían».
El centro de mando del PSC lo comandaba Salvador Illa. Mantenía un
contacto constante con los alcaldes y concejales para pulsar el estado de la
situación en el territorio, un rudimentario sistema de escucha que ayudaba a
los socialistas a afinar posiciones en sus conversaciones con el Gobierno de
España. «Nosotros veíamos que el PP y Rajoy no estaban tomando la
iniciativa. El que fuera delegado del Gobierno, Enric Millo, sí planteó
algunas propuestas, que nunca aceptaron. No se llegó a ningún acuerdo. El
Gobierno contaba con nosotros porque solo tenían un alcalde en Cataluña,
el de Pontons. Para saber qué pasaba solo podía hablar con los socialistas»,
recuerda Miquel Iceta.
En esos días Salvador Illa conoció a Iván. En solo cuatro años han
compartido elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas, una
pandemia, los sucesos de 2017 y las elecciones de 2021. «Es un buen
compañero que, en momentos complejos, da confianza y, lo más
importante, seguridad. Me lo envió Pedro, quien me dijo: “Es una persona
que me asesora a mí y lo tienes a tu disposición a título particular”. Y así
fue, trabajamos codo con codo. Los días 1, 2 y 3 de octubre también tuvo
un papel muy activo Paco Salazar. Me ayudó mucho porque es un hombre
integrador, hace de cemento y rompe barreras. Es más sofisticado e
inteligente de lo que aparenta; más allá de ese andaluz campechano hay una
gran capacidad y es un gran intelectual. Iván y Paco tienen perfiles
diferentes, pero forman un gran equipo. Paco es peculiar y hábil. Recuerdo
que te llamaba: “Hola, Salvador, ¿cómo estás? Te paso a Ábalos, que lo
tengo aquí al lado”. Iba por el camino de en medio. Quería que hablaras con
Ábalos y si no lo hacías, te cercaba. Es su forma de trabajar, siempre
remando en favor de una visión estratégica, que siempre tiene muy clara.
Como Iván, va tres pasos más allá.»
Rajoy lo tenía claro: «El 155 solo lo aplicaré si hay un acuerdo con los
socialistas, porque Ciudadanos aprieta», le dijo al president Montilla.
Después del día 1 se puso en marcha la tramitación del 155 y «el único
socialista catalán que debía votarlo era yo. Hablé con Ander Gil, el
portavoz del PSOE y le sugerí no estar en el proceso de tramitación del 155
en la comisión. Podía ser miembro, pero consideraba que no debía estar. No
le dije cuál era mi posición, solo le dije que se la explicaría cuando
correspondiera», afirma Montilla. No estuvo presente en la comisión, pero
durante el proceso de tramitación estuvo encima, analizando todas las
enmiendas y controlando el proceso.
Montilla había tomado una decisión: «Un president de la Generalitat no
puede votar el 155». La misma semana de la aprobación almorzamos en el
centro de Barcelona. Una señora se le acercó y le dijo: «President, por
favor, no vote el 155». «No se preocupe, que sé lo que tengo que hacer»,
respondió. En ese momento tuve la certeza de que no votaría y de que
tampoco se abstendría, porque sería tanto como dar alas a los
independentistas. Salirse del pleno era la única opción y así fue.
Sabía qué hacer, pero quería hacerlo bien, quería que su posición fuera
entendida en el PSC. Y en el PSOE. «Hablé con Miquel, quien me dijo: “Lo
que hagas bien hecho estará. Daremos cobertura a tu decisión”. Hablaron
del tema en la ejecutiva y se me dio carta blanca. Lo dije claro: “No voy a
votar el 155, ni en contra ni a favor, porque he sido presidente de la
Generalitat, pero daré explicaciones”», dice Montilla. Un compañero de
partido cuenta una anécdota: «Se encontró con Soraya y con Alicia en la
cafetería del Senado y Alicia le dijo: “Me imagino que esto [el 155] no lo
podrás votar”. Hasta el PP lo tenía asumido».
«Hicimos un intento desesperado de que no se rompiera todo.
Personalmente, estuve hablando con Urkullu y con el propio Puigdemont.
De hecho, enviamos al Palau a Núria Marín y a José Montilla. Yo mismo
fui para intentar convencerle de que el 155 no se aplicaría si no declaraba la
DUI y convocaba elecciones. Intentamos darle garantías si no hacía locuras,
pero no hubo forma», dice Miquel Iceta, quien pivotaba la situación
hablando constantemente con Pedro Sánchez, porque en esta cuestión el
PSOE y el PSC coincidían en el análisis, en el diagnóstico y en la
estrategia. El PSOE había virado en sus planteamientos sobre el modelo de
Estado. Ya no estaba en aquel punto uninacional. La unidad de España, sí,
pero atendiendo a la diversidad y a la diferencia, un nuevo encaje más
acorde con los tiempos. El PSOE de Pedro Sánchez y el PSC de Miquel
Iceta actuaban al unísono superando un tema un tanto espinoso que había
tenido en tensión al socialismo español durante años.
Dos días antes de votar el 155 en el pleno del Senado, Montilla se
entrevistó con Puigdemont en el Palau. La cita se concretó el día anterior
tras una llamada de Montilla. «Todavía estás a tiempo, convoca
elecciones», cuenta el expresident que le dijo al titular de la Generalitat. La
reunión se celebró con conocimiento de Pedro Sánchez y de Mariano
Rajoy: «Hablé con los dos antes de ir al Palau».
«Cuando lo vi ese miércoles lo vi en shock, demacrado, con cara de
cansado, de no haber dormido, sin afeitar. Estaba afectado por la presión del
entorno, sobre todo de ERC. Le pedí que convocara elecciones para evitar
la aplicación del 155, que la garantía que le planteaba estaba suscrita por el
presidente Mariano Rajoy y el líder de la oposición, Pedro Sánchez. “Si
hago eso me costará pasearme por Girona”, me contestó e insistió en “pedir
más garantías porque los 'Jordis' están en la cárcel”», afirma Montilla.
Puigdemont obtuvo respuesta de Montilla: «No hay garantías de ningún
tipo en los temas judiciales. El Gobierno no puede darlas aunque quiera y
seguramente no querrá. Tampoco te pueden dar garantías en el tema de la
fiscalía. Las garantías son políticas. No se aplicará el 155 si convocas
elecciones. Se aprobará, pero la aplicación depende del Gobierno y el
Gobierno puede decidir no aplicarla. Tienes que fiarte porque nunca te lo
darán por escrito». Ese día también se entrevistó una delegación catalana
con el lehendakari Urkullu para pedir su mediación. Le pidieron que
convenciera a Puigdemont de que con la convocatoria electoral se
difuminaba el 155. Iñigo Urkullu lo hizo, pero tampoco tuvo éxito.
«Salí de la reunión con Puigdemont al mediodía y me quedé con la idea
de que estaba confuso. Quería convocar elecciones, estoy convencido, pero
no resistió tras el aquelarre del miércoles por la tarde y el jueves por la
mañana —afirma Montilla, quien en este punto es contundente—. El
culpable de que no se convocaran elecciones fue Santi Vila. Se tomó la
decisión de madrugada y salió diciendo que era mejor esperar al día
siguiente porque no se podía publicar en el DOGC. Ese fue el gran error,
porque al día siguiente vino el apretón de ERC y de los fundamentalistas
con sus 155 monedas de plata.»
Montilla salió del Palau y se subió al AVE. Había quedado esa tarde con
Pedro Sánchez y con sus compañeros del Senado para cerrar todos los
flecos de la ley que se iba a aprobar al día siguiente. «Cuando iba en el
AVE, ya me llegaron malas vibraciones. Hablé con los que fueron a Euskadi
y de las conversaciones entre Urkullu y Puigdemont. Llegué a Ferraz y me
reuní con Pedro y Ábalos. “¿Qué vas a hacer?” “No voy a votar, como te
puedes imaginar”, le dije al secretario general. Todos fueron muy
respetuosos conmigo en el PSOE y en el PSC. Pedro solo me pidió que
fuera capaz de explicárselo a los compañeros. Y así lo hice. No voté y salí a
dar explicaciones justo cuando comenzaba la votación. En ese momento
todos los senadores socialistas recibieron una carta mía exponiendo mis
razones y di explicaciones ante los medios de comunicación.»
Después de ver a Pedro Sánchez, Montilla se entrevistó con el presidente
Rajoy para comentarle la reunión con Puigdemont. Rajoy se ancló: no
aplicaría el 155 si convocaba elecciones y no hablaría con el fiscal general.
Rajoy no tenía intención de decir nada porque las malas lenguas contaban
por entonces que «si Rajoy le decía algo al fiscal general, al día siguiente lo
sabría todo Madrid». Rajoy esos días estaba sobrepasado, pero tenía
algunas cosas claras. Cuando se vio con Iceta, el primer secretario del PSC
le planteó el tema de si se iba a modificar la ley de indultos: «La ley de
indultos no se tocará porque el Estado debe guardarse la última llave».
Miquel Iceta es muy crítico con lo que sucedió el 1 de octubre: «Ese día
el Gobierno de España se dividió. No sabemos con certeza lo que pasó, pero
se dividió. Y, además, ¿cómo es posible que no se hubiera detectado nada?
Otra gran incógnita. ¿Cómo es posible que no se encontrara ni una sola
urna? Más tarde fui al CNI a preguntar. La única respuesta que obtuve fue
que el centro se limita a proporcionar la información y las decisiones
corresponden a otra esfera. La verdad es que no sé si le dijeron algo al
Gobierno, si no se hizo nada o si simplemente no tuvieron ni siquiera la
información. En aquel momento falló la política, falló la información y falló
la política internacional».
Y, entre esos fallos, el hoy ministro de Cultura y Deporte señala uno: «El
discurso del rey no era el discurso del rey, era el discurso de la Casa Real».

UN REY, UN MENSAJE A UNA NACIÓN HERIDA... SIN DIÁLOGO


Y SIN CATALÁN

El día 3 de octubre el rey Felipe VI pronunció un duro discurso sobre la


situación de Cataluña que empezaba así: «Estamos viviendo momentos muy
graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero
dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de
los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final
de la Generalitat de que sea proclamada —ilegalmente— la independencia
de Cataluña». La Constitución y la ley, hasta ahí todos de acuerdo, pero no
abrió ninguna puerta al diálogo. Ni una sola palabra en catalán.
El PSOE estaba inmerso en un profundo debate interno. Pedro Sánchez
trasladó a Rajoy su apoyo. Las reuniones entre ambos se habían sucedido
desde su llegada a la Secretaría General. No todo el mundo lo veía bien.
Redondo sabía que este tema era importante para fortalecer la imagen de
hombre de Estado y se conjuraron para que no afloraran las diferencias con
el Gobierno en público, pero en privado se decían las cosas, con franqueza
y con confianza. El momento lo requería. Sánchez y Redondo sabían que la
situación provocaría un enorme desgaste, pero había que considerarla como
una inversión. El desgaste se pudo comprobar en las elecciones de
diciembre. El PSC solo obtuvo 17 diputados y Ciudadanos ganó las
elecciones.
Tras los sucesos del 1 de octubre, Pedro Sánchez y Miquel Iceta
hablaron con la Casa Real. Sánchez le dijo a Iceta: «He hablado con el rey y
le he pedido que incluya la palabra diálogo, que tendría que hacer en su
discurso una apelación al diálogo. Insístele otra vez». Iceta ya había
transmitido este mensaje a la Casa Real, pero insistió: «Llamé a Alfonsín y
le insistí, esta vez con el beneplácito del secretario general. Me contestó:
“Mira, Mikel, porque me llama como si fuera vasco, no va a poder ser.
Desde Cataluña no lo veréis igual, pero este es el mensaje del jefe del
Estado a una nación herida a la que se prometió que no habría un
referéndum y ha visto cómo se votaba”».
La frase no deja lugar a dudas: era un mensaje contra Rajoy. «Los
errores del rey son los errores de Rajoy. Los discursos se envían de la
Zarzuela a la Moncloa y el Gobierno interviene si toca. Ahora se interviene.
Si el discurso está bien, no se toca; cambiar por cambiar, tampoco. Pero si
es necesario, se hace», explica un alto funcionario. De hecho, hoy cuando
se envía un discurso del rey a la Moncloa se hace bajo el epígrafe «proyecto
de palabras del rey». Además, los contactos son habituales. Iván Redondo y
Jaime Alfonsín mantienen cada veinte días una reunión de trabajo. «Era una
frase contra Rajoy, era un discurso contra Rajoy, contra un Rajoy que no
habría hecho ese discurso. Incluso le expliqué una anécdota a Alfonsín para
convencerle de que no cerrara todas las puertas. Cuando el rey Juan Carlos
visitó por primera vez Cataluña, dijo unas palabras en catalán. Mi abuela
lloró. Republicana y catalanista, y lloró. Le conté esto y le dije que
Cataluña seguiría y el rey seguiría, pero que había que dejar algún hilo del
que tirar, que la historia no se acababa aquí, una frase en catalán, una frase
que dijera algo así como sabremos resolver la situación con diálogo, algo
que no comprometiera, que fuera un gesto, pero no hicieron nada», cuenta
Miquel Iceta.
El libro que le regaló Jaime Miquel a Pedro Sánchez se publicó con el
título de La perestroika de Felipe VI, aunque su título provisional era La
rebelión de los idiotas. «En España se ha producido una renovación
demográfica que no se organiza en función de las directrices de los dos
bandos de la guerra. El consenso llega hasta mayo del 80 y con la moción
de censura de Felipe González, vuelve la confrontación. No solo que votes
por mí, sino contra el fascista. Esta dinámica hoy se ha roto, el
comportamiento electoral ha cambiado y, por eso, aparece el
pluripartidismo. La hegemonía del PSOE llegó hasta el 92, el bipartidismo
empezó en el 93 y duró hasta el 2010, porque se desmoviliza el electorado
joven del PSOE. La hegemonía del PP solo duró dos años. Los idiotas
somos los más viejos, porque la parte joven del censo arrastra a la sociedad
española a una rebelión electoral ante los parámetros de la transición. El
factor reaccionario del PSOE es este, el inmovilismo ante esta rebelión es
no tener revisión crítica de la transición y apostar por la reforma de la
Constitución para promover un cambio constitucional profundo. En el
discurso de Felipe VI hay elementos de cambio, pero luego caen por la
dinámica política y no se abordan estas reformas», afirma Miquel.
«La actual crisis del sistema institucional es la más profunda de la
historia moderna de la democracia en España. Actualmente, la única salida
posible es acometer una reforma integral que cambie la naturaleza del
Estado. Y ese proceso inevitable que se ha estado gestando en los últimos
años cristaliza ahora y cambiará el futuro de todos los españoles», así reza
la sinopsis de un ensayo que su autor define como «un libro que habla de la
finalización de un orden, de la nueva política, de la irrupción de Podemos y
Ciudadanos, la finalización de una concepción de España, que es la única
que existe, que es autoritaria, que es la de la derecha, y de la necesidad de
una sociedad que evoluciona y cambia, para ir a otro paradigma de la
concepción de España que es plurinacional».
Este paradigma no se entiende desde la Casa Real. «Es el camino que
debía emprender Felipe VI para dar respuesta a una serie de reformas
pendientes. Lo que pasa es que está preso de esta derecha y de su propia
casa. No ve los cambios ni el hecho diferencial del país. Si un rey no es
aprobado por siete de cada diez ciudadanos, no es rey. Si no es aprobado
por la mayoría en todo el territorio del reino, tampoco es rey. Si la
monarquía tiene el apoyo del 54 %, está en crisis absoluta. España nunca ha
sido una nación, pero ha sido uno de los Estados más antiguos del mundo y
sabe ejercer la presión mejor que cualquier otro. El rey se siente confortable
detrás de este Estado tan apabullante y tiene una concepción viejuna de la
realidad. El discurso del 3 de octubre, que tanto puede satisfacer a Alfonsín,
no fue del agrado de Iván porque tiene una concepción diferente. Este
discurso dejó sin reino a Leonor y, a partir de él, el rey dejó de serlo en
Cataluña y el País Vasco. Desde Ferraz se expresó el malestar a la Zarzuela.
Se mantuvo la discreción, pero se lanzó el mensaje a la Casa Real», dice
Jaime Miquel.
Nacho Cardero añade: «Sobre este tema hacemos pocos editoriales, pero
los que hacemos son para decir que apoyamos la ley y la Constitución
porque no somos republicanos. Lo que no podemos es ayudar al
republicanismo ocultando informaciones relacionadas con el rey emérito.
Ocultarlas es convertir al rey en un rey facha. Podemos no abre el melón de
la monarquía, lo abre la propia monarquía».
Rosa Díez Urrestarazu se apunta a este debate: «Con la que está cayendo
en la Zarzuela, si tuvieran un Iván diseñaría una estrategia del siglo XXI.
Hoy están haciendo una política del siglo XIX. Tendrían que hacer como
Iván, que se pasa el día pensando y testando la realidad».
El PSOE siempre ha mantenido discreción y prudencia sobre esta
cuestión. De hecho, la sigue manteniendo. Sin embargo, lo que dice Jaime
Miquel pone negro sobre blanco lo que sabemos muchos periodistas, que el
discurso del 3 de octubre no gustó un colín en Ferraz, que intentó abrir una
puerta al diálogo a través de Pedro Sánchez, José Montilla y Miquel Iceta, y
seguramente otros. El rey la cerró. Solo se abrió cuando Pedro Sánchez
llegó a la Moncloa con el apoyo, a tener en cuenta, de Convergència i Unió
(pilotados por Marta Pascal y Carles Campuzano, que se enfrentaron a
Carles Puigdemont) y de Esquerra Republicana. La llegada a la Moncloa
cambió el terreno de juego. Seguía siendo endemoniado, complicado, con
Torra desmelenado abriendo momentos diarios de tensión, pero Sánchez se
aferró al diálogo y a una palabra de moda: desinflamación. En ese
momento, el PSC también empezó a recuperar el pulso político. La actitud
inmovilista de Ciudadanos, la emigración de su élite a Madrid, uniendo su
destino al PP en la moción de censura, se lo puso un poco más fácil.
El conflicto se agudizó con la situación del rey emérito, sus
regularizaciones fiscales, los temas judiciales, los regalos económicos, las
prebendas recibidas y Podemos abanderando un discurso republicano. El
Consejo de Ministros se reunió y duró más de lo esperado. Sin duda, no fue
un consejo normal. El presidente salió en defensa «de la monarquía
institucional», dijo que «se juzga a las personas y no a las instituciones»,
apostó por reforzar «el pacto constitucional» y apoyó a la Casa Real, que
«va en la línea adecuada». El rey emérito se marchó de España y la
polémica continua.
El PSOE marcó su posición, que mantiene inalterable hasta hoy, en una
carta de Pedro Sánchez a la militancia el 6 de agosto de 2020 en la que
repite los argumentos esgrimidos en el Consejo de Ministros en torno a tres
ejes: blindar a la monarquía reforzando la Constitución, proteger al rey y
marcar distancias con el emérito. Ese día Podemos reconoció que la
declaración de Sánchez «no fue la declaración de un monárquico». «La
monarquía parlamentaria es un elemento de ese pacto, no todo el
pacto. Todo el pacto es la Constitución y no se puede trocear y seleccionar a
capricho. Somos leales a la Constitución; a toda, de principio a fin. Y la
defenderemos a las duras y a las maduras —reza la carta—. El peor error
que podemos cometer es regalar a los conservadores la exclusividad del
legado constitucional. La Constitución fue una conquista alcanzada con la
lucha y el sufrimiento de los demócratas antifascistas. [...] Y necesitamos
además instituciones robustas. Dotadas de la fuerza que procede de la
ejemplaridad. Por eso, ante las noticias sobre presuntas conductas
reprobables del anterior jefe del Estado nuestra respuesta ha sido clara:
Nadie puede sustraerse a la transparencia de los medios informativos, ni a la
acción de los tribunales. Todo responsable público debe rendir cuentas de su
conducta y así sucederá sin excepciones.»
El tema sigue estando hoy encima de la mesa y desde la Moncloa se
mantienen conversaciones constantes y discretas con la Casa Real. Los que
negocian, o el que realmente negocia, no dice una sola palabra: «el
Gobierno debe ser discreto». En marzo de 2021, El País explicaba que se
estaban manteniendo conversaciones entre Zarzuela, Moncloa y el PP para
«negociar con discreción el futuro de la monarquía de Felipe VI». En
palabras de Jaime Miquel, se está negociando la perestroika.
Lamentablemente, la Casa Real no ha contestado al requerimiento para
poder charlar sobre este tema. Tal cual, sin respuesta, ni siquiera una
negativa o una excusa.

ELECCIONES DE 2017, EL ESTANCAMIENTO


Miquel Iceta todavía piensa que «Rajoy acertó en la convocatoria electoral
inmediata. Si se hubiera dilatado en el tiempo, hubiera sido peor y el Estado
se hubiera metido en un berenjenal. La gente votó lo que votó y ahora ha
vuelto a votar lo mismo. Los bloques no se mueven y el independentismo
sigue ahí. Hay que buscar una salida, porque la teoría de no hacer nada, la
del suflé que caerá solo, no tiene sentido. Si nos inventamos nosotros un
suflé, ganamos». Ese suflé llegó en 2021 con el «efecto Illa».
Rajoy convocó elecciones el 21 de diciembre de 2017 en el marco del
artículo 155 que intervenía la Generalitat, vigente desde el 27 de octubre.
La primera incógnita era si el independentismo aceptaría presentarse a pesar
de lo que calificaban de «golpe de Estado». Aceptaron. «Tenía que haber un
Gobierno cuanto antes. Era una cuestión de sentido común, coherencia y
dignidad democrática. Los catalanes tenían que elegir. En ese tiempo,
Ábalos habló mucho con Iceta y con Salvador. Teníamos una estrategia
diferente a la del Gobierno, pero éramos leales y dentro del partido había
compañeros que dudaban de la aplicación del 155. Ábalos e Iván estaban a
tope defendiendo que teníamos que ser oposición y al tiempo Estado, y que
nos tocaba tragar porque el Gobierno se equivocaba por su agresividad y los
independentistas la aprovechaban. En 2017 fuimos leales. Illa sudó la
camiseta con los alcaldes. Íbamos en el mismo barco, pero no teníamos el
timón», dice Paco Salazar.
El constitucionalismo catalán estaba movilizado. El independentismo,
también. La campaña electoral se vivió con alta tensión porque los
independentistas izaron la bandera de la libertad en lucha contra el Estado
opresor y plantearon las elecciones como un plebiscito. Puigdemont lo hizo
desde Waterloo y Junqueras, desde la cárcel de Lledoners. Los
constitucionalistas, unionistas en el argot «indepe», estaban más
movilizados que nunca y salieron de forma masiva a la calle el 8 de octubre.
El PSC no apoyó explícitamente la convocatoria, aunque estuvo presente.
Josep Borrell fue uno de los oradores y Salvador Illa, secretario de
Organización, se situó en la cabecera de la manifestación. El PSC trataba de
hacerse un hueco y marcar diferencias con otros dos partidos también
presentes: Ciudadanos, con Inés Arrimadas al frente, y el Partido Popular de
Xavier García Albiol, que estaba jugando una liga que no era la suya, como
ya le dijo Iván Redondo en 2015.
Sociedad Civil Catalana volvió a convocar en puertas de la campaña, a
finales de octubre, otra gran manifestación en la que intervinieron Paco
Frutos, exsecretario general del PCE, Josep Borrell y Josep Piqué. El PSC
se suma por primera vez a la convocatoria y asiste Miquel Iceta. Los
socialistas sabían que las elecciones eran una contienda de trincheras, lo
que no auguraba nada bueno para el que estaba en medio de los dos bandos.
El socialismo catalán no es independentista, pero tampoco se encontraba
cómodo aferrándose a la Constitución como si fueran las tablas de la ley. El
catalanismo constitucionalista no tenía el músculo necesario para ganar
defendiendo encontrar una solución. «Solucions ara» fue el lema de
campaña. Iceta no cejó y se postuló como president, presentándose como la
única solución posible al momento de confrontación. Sabía que había que
buscar puntos de encuentro para superar la crispación de una sociedad
catalana absolutamente dividida en dos partes irreconciliables que no
podían imponerse la una a la otra. Así lo planteó y defendió la aplicación de
los indultos. En Ferraz, el PSOE de Pedro Sánchez evitó cualquier tensión
con el PSC, aunque Iceta «iba por libre». Consideraban que las propuestas
de Iceta dejarían al PSC más al pairo en una contienda entre el sí y el no a
la independencia. Ciudadanos aprovechó esta propuesta para radicalizar aún
más si cabe su postura. Acertó Inés Arrimadas.
«Miquel Iceta anunció ayer que pediría el indulto para los líderes
secesionistas catalanes en caso de que sean condenados en sentencia firme
por el Tribunal Supremo. Se trataría, dijo, de “cerrar heridas”, una idea que
encaja con su mensaje “a favor de la reconciliación entre catalanes” que
transmite en sus mítines para afrontar la fractura social que ha producido el
independentismo. El PSOE aseguró que “respeta” la postura del candidato
del PSC. El candidato socialista a la Generalitat había expresado en
diversas ocasiones en privado su opinión en favor de la medida de gracia
contra los dirigentes del secesionismo si finalmente los condena el Tribunal
Supremo», publicó El País el 14 de diciembre de 2017.
Tras estas declaraciones, la campaña se rompe y el PSC empieza a bajar
en las encuestas. Iceta había mentado la bicha. Los contrarios a la
independencia le giraron la espalda porque no era el momento. El hartazgo
ciudadano no estaba por tender puentes, estaba por destruirlos, por doblegar
al adversario. Pedro Sánchez eludió el enfrentamiento con el PSC
apostando por la cohesión. El secretario general del PSOE y el primer
secretario del PSC eran conscientes de la situación y sus planteamientos
coincidían, pero no los tiempos ni tampoco las formas. Sin embargo, la
cohesión funcionó porque se había gestado en el proceso de primarias y por
las tribulaciones del PSOE en esos años. Así lo explica Paco Salazar: «La
cohesión interna en el PSOE en esta y otras cuestiones se dilucidó en las
primarias. Ábalos hizo un gran trabajo de coser el partido tras el congreso
para integrar a los que se habían quedado fuera. Luego ayudó que se ganara
la moción de censura y llegar al Gobierno con 84 diputados. Volvíamos a
ser el partido de Gobierno y tuvimos un gran triunfo en abril, y ahí está la
clave, repercutió positivamente en las municipales y autonómicas. Todo
esto reforzó el liderazgo de Pedro porque se le reconoció el liderazgo».
Obtuvieron 17 diputados, 606.659 votos, el 15 %, un resultado del todo
insuficiente en el nuevo panorama. En el mundo independentista,
Puigdemont se impuso a Junqueras por apenas 10.000 votos y dos
diputados. A ERC se le atragantó la campaña. Con el líder en prisión, los
vaivenes de los republicanos les hicieron mella. Ganaban en todas las
encuestas y perdieron las elecciones. Sin embargo, los independentistas
obtuvieron dos millones de votos y una clara mayoría en el Parlament. En el
mundo constitucionalista, Ciudadanos arrasó y ganó la contienda. El PP se
hundió, firmando Albiol el peor resultado de los populares. Para el PSC
solo hubo una alegría: los Comunes de Xavier Doménech únicamente
obtuvieron ocho diputados. El aliento de Podemos y los Comunes en la
nuca de los socialistas se había frenado en Cataluña.
Tras diferentes intentos de investir a Carles Puigdemont, Jordi Sánchez o
Jordi Turull, se constituyó el Gobierno catalán. ERC puso pie en pared y
empezó a desmarcarse de la estrategia de confrontación permanente. Al
final, el Gobierno de coalición independentista quedó presidido por un
desconocido Joaquim Torra, un radical que había militado en las filas de
Reagrupament, una escisión de ERC. De él solo se conocían textos con
tintes xenófobos contra España. El peor president de la historia de la
Generalitat fue elegido el 14 de mayo. Apenas quince días después, Pedro
Sánchez ganaba una moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy.
Lo consiguió con el apoyo de ERC y el apoyo del PDeCAT, a pesar de que
Puigdemont intentó por todos los medios que fracasara. Marta Pascal,
todavía máxima dirigente del partido de Puigdemont, lo evitó y esta
posición le costó su defenestración.

DEL PALACIO DE PEDRALBES Y EL CONSEJO DE MINISTROS


EN BARCELONA A LA MESA DE DIÁLOGO
En España han sucedido muchas cosas en este tiempo. Una moción de
censura llevó a Pedro Sánchez al Gobierno de España y, después de dos
elecciones, se constituyó el primer Gobierno progresista del PSOE con
Podemos. El jefe del Gabinete del presidente es Iván Redondo; el ministro
de Sanidad, Salvador Illa. Se conocieron tres años antes y no sabían todavía
qué vicisitudes les tocaría vivir. «Iván Redondo ha demostrado que conoce
perfectamente las respuestas tácticas a la coyuntura y todo apunta a que
detrás del Gobierno de coalición hay una estrategia a medio y largo plazo,
que estará muy condicionada a la respuesta a la situación territorial.
Tenemos una pandemia, diferencias en el seno del Gobierno, pero la gran
cuestión de la izquierda, la gran cuestión del Gobierno de coalición es el
tema territorial, es Cataluña. Nos faltan elementos para saber si hay una
estrategia elaborada», afirma José Luis Rodríguez Zapatero. «Nadie como
el presidente Zapatero fue nunca tan claro al decir que si a este país no lo
entendemos en su pluralidad o en su diversidad, no lo entendemos. Con
carácter general, el PSOE quiere a España como nadie. A veces puede tener
dudas, pero la idea de una España plural y diversa está asociada al Partido
Socialista», dice Chema Crespo.
En el nuevo Gobierno, un catalán desconocido para el gran público llegó
al Consejo de Ministros como titular de Sanidad con el objetivo de hacer
política. La pandemia lo truncó todo. Salvador Illa desapareció de la
política catalana. Solo pudo mover pieza en una reunión de la mesa de
diálogo. Antes, el nuevo Gobierno hizo un movimiento. Sánchez se reunió
con Torra en el Palacio de Pedralbes, cenó con los empresarios catalanes
que llenaban hasta la bandera el salón del Hotel Reina Sofía, desayunó con
la alcaldesa Ada Colau y el Consejo de Ministros se celebró en Barcelona
con las calles incendiadas. Un manifestante le dijo a un policía: «Yo
defiendo la república». Y el policía contestó: «La república no existe,
idiota». Se le abrió un expediente.
La Moncloa tomó una decisión arriesgada, ir a Barcelona «a pesar del
follón». Fue una decisión que pretendía lanzar un mensaje claro: Cataluña
es España y el Gobierno de España se reúne en Barcelona, visita al
presidente catalán y se reúne con la sociedad civil y el Ayuntamiento de
Barcelona. «Ese día se negoció todo, hasta vimos a Torra cambiando
flores», dicen algunos que estuvieron allí, en el meollo del encuentro del
Palacio de Pedralbes. Algunos lo interpretaron como un golpe de efecto sin
ninguna consecuencia. Se equivocaron. Meses después, Sánchez volvió a
Barcelona, al Palau, hizo una rueda de prensa en la sede del poder de la
Generalitat, contestó a sus reivindicaciones y se mostró dispuesto al
diálogo.
«No es lo mismo la confrontación directa del Estado con el
independentismo que el ofrecimiento de diálogo dentro del Constitución sin
ninguna posibilidad de celebrar un referéndum de autodeterminación. Abrir
el diálogo desautoriza el discurso de “España nos roba” y “Estado opresor”.
Es todo muy complejo, pero el Gobierno tiene una hoja de ruta. Iván lo
resume en una frase: la señal frente al ruido. El ruido se provoca para que
no se vea la señal. El PP lo agita con la lengua, la educación o denunciando
un pacto con los terroristas. No se habla de la gran reforma que pone en
marcha la nueva ley ni de que tenemos acceso a 27.000 millones de fondos
europeos. La señal es que tenemos presupuestos y tres años de estabilidad»,
señala Paco Salazar.
Pedro Sánchez es lo peor que le ha pasado al independentismo, que vivía
encantado con la política de tensión constante. No se dieron cuenta de que
utilizando su lenguaje, e incluso sus mismas armas, el PSOE y el PSC
estaban trabajando para lanzar un mensaje diferente a la sociedad catalana,
eliminando esa posición de sumisión al relato independentista que tenía el
universo España. El primer movimiento se fraguó en aquella visita que
Torra trató de boicotear, pero se abrió una brecha en el monolitismo
independentista. Pere Aragonès, el vicepresidente, no tenía esa actitud y
luchó mucho por estar en la foto de Pedralbes y en la cena de Foment del
Treball.
En Pedralbes se firmó un documento que solo apelaba al diálogo y eludía
la palabra Constitución. El independentismo asumía que la vía unilateral
había fracasado. Prueba de ello es que Torra se afanó en filtrar un papel con
sus demandas, que ni siquiera sus consejeros presentaron en la bilateral que
se mantenía en el Palacio, pero la derecha se encargó de poner luces y
sombras de carácter semántico porque se hablaba de seguridad jurídica y no
de la Constitución. PP y Ciudadanos consiguieron marcar este campo de
debate y se armó una bronca monumental. El Gobierno se había vendido al
independentismo. Ruido, mucho ruido, pero el ruido no importó. La señal
era empezar un camino, el principio de una nueva etapa, el fin del
desencuentro y el principio del reencuentro, que no estaría exento de
conflictos, exabruptos, marcianadas y crisis, pero lejos de una repetición de
la declaración unilateral.
En la Moncloa tienen claro que fue un acierto, aunque el desgaste fue
mayúsculo. La oposición ganó la batalla del ruido, pero en el mundo
independentista se instaló la idea de que se había pasado de un Gobierno de
la confrontación, del Gobierno de los malos, a un Gobierno que quería
interlocutar. A Junts per Catalunya le dio alergia, porque le rompía la
estrategia. ERC lo veía de otra manera. Se abría una zanja entre ambas
formaciones. Hay que recordar que esa noche las calles estaban incendiadas
y se vivieron momentos de violencia durante toda la visita. Esa división
sigue vigente en el seno del independentismo con una pugna constante entre
ERC y Junts. Se vio en las elecciones y en las negociaciones para formar el
Govern.
Tras el encuentro en Pedralbes, Sánchez y varios ministros acudieron a
la cena de los premios Ferrer Salat que entregaba Foment del Treball. Josep
Sánchez Llibre recuerda el 21 de diciembre de 2018: «El verdadero artífice
de ese encuentro se llama Iván Redondo. Yo acabé sin voz cuando terminó
el acto por los nervios que pasamos y eso que me chuté cortisona. El acto se
desconvocó varias veces por la actitud del presidente Torra, que amagó con
no presentarse e incluso exigió cambios en el orden protocolario. No quería
que Sánchez hablara tras él. De hecho, una hora antes del inicio todo eran
incógnitas. Presidencia de la Generalitat quería que el acto no se celebrara.
Pere Aragonès, vicepresidente y consejero de Economía, puso todo de su
parte para que se pudiera hacer».
Era el primer acto de Sánchez Llibre como presidente de Foment.
Acababa de ser elegido. «Iván supo compaginar todos los problemas y
solventarlos para que al final el acto fuera el propio mensaje. Sánchez,
Torra, Colau y el vicepresidente Aragonès estuvieron presentes. Quería
hacer un acto que contaba con el apoyo del empresariado para lanzar un
mensaje de solidaridad, de sosiego, de punto de encuentro, de lo que ahora
se califica como desinflamación. La cena de Foment era un buen escenario.
En definitiva, queríamos, y en eso estaba de acuerdo con el Gobierno, pasar
página del pasado y mirar al futuro. Costó mucho, pero se trasladó un
mensaje que los empresarios agradecieron. La confrontación permanente no
lleva a ninguna parte, la discrepancia no es necesariamente hostilidad y el
diálogo es una piedra filosofal que hay que buscar.»
Estuve en primera línea en esa cena, echando una mano a mi amigo
Josep Sánchez Llibre, al que había ayudado en su campaña electoral. Llamé
a Susanna Griso para que lo presentara. Creí que era importante asociar su
imagen a la del diálogo. «Cada momento había cambios y conatos de no
asistencia. Recuerdo que me dijo: “Josep, no sé si el presidente de la
Generalitat vendrá. No te preocupes, lo que sí puedes contar es que el
presidente del Gobierno estará presente”. Y cumplió. Al final vinieron
todos, aunque Torra se marchó justo cuando acabó su discurso», dice Josep
Sánchez Llibre.
La cena sirvió para demostrar que, a pesar de ser un momento de gran
convulsión política, era posible reunir en una misma mesa al presidente de
España, al presidente de la Generalitat de Cataluña y a la alcaldesa de
Barcelona. Ese era el mensaje de Iván, que fue el gran aliado para lograr el
objetivo del presidente de los empresarios catalanes. «Muchos de los
asistentes me dijeron que ya era hora de que pudiéramos hacer un acto de
estas características. Además, todos vieron que en la mesa presidencial no
volaban los cuchillos, sino que se habló con cordialidad y se habló de
muchos temas candentes, sobre todo entre el presidente Sánchez y el
vicepresidente Aragonès. Se lo digo yo que estaba en medio. Iván ayudó a
Foment para que el acto saliera adelante y lanzar un mensaje de
complicidad, para que la economía y la política no fueran por caminos
diferentes. Mereció la pena», declara Sánchez Llibre. En el argot de Iván
Redondo, Sánchez fue a jugar a campo contrario y no perdió. Compitió y
sacó un buen resultado. Como dice Enric Hernández, es un movimiento que
no tenía réditos inmediatos, pero sí a medio plazo. Tres años después,
Salvador Illa ganó las elecciones.
Desde que se conocieron, Raül Muto e Iván Redondo han tenido
contactos, se han convertido en interlocutores discretos. De sus
conversaciones no se conoce ni un detalle. Muto afirma que si no existiera
un Redondo, habría que inventarlo. «El diálogo lo tienes que hacer con los
que son diferentes —recuerda mientras entra en detalles sobre aquella
reunión de la mesa de diálogo en la Moncloa—. Iván fue de las personas
que más apostó por esa mesa. Como buen vasco, entendió que la realidad
era compleja. Sabía que la mesa era la única opción a pesar de los
problemas en España y en Cataluña, y ayudó a que viera la luz. Junts per
Catalunya no apostaba por el diálogo y por eso ERC puso como condición
que Torra estuviera involucrado, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo.
Costó darle forma, hasta analizamos cómo debían sentarse, cómo llegar a la
Moncloa... Se miró todo al milímetro.»
«Soraya Sáenz de Santamaría nos reunió a un grupo de periodistas
durante el 9N. Nos hizo un detallado repaso del tema judicial. Ante esto,
alguien preguntó si habían pensado en dar una gatera a Artur Mas, si se
había hablado con él. Soraya contestó que no estaba allí para dar una gatera
a nadie, pero ¡si la política es dar gateras! El arte de la política es encontrar
gateras. Con un Iván Redondo se hubieran explorado otras posibilidades
porque siempre trabaja con la intención de coser heridas, de suturar y de
tender puentes. En estos últimos meses ha conseguido que ERC vote los
presupuestos, algo que el nacionalismo catalán no hacía desde 2011. Desde
esa opción mesetaria dirán que es un acuerdo a base de cesiones, pero no se
preguntan dónde estaba ERC hace cuatro días. El cambio ha sido
exponencial porque ERC participa de la gobernabilidad del Estado. Creo
que eso es importante», afirma Susanna Griso.
«Siempre tiene una visión global del tablero que tú no tienes, porque
posee datos, información y la virtud de adelantarse a los acontecimientos.
Probablemente es una de sus principales virtudes, ver por dónde van los
tiros de cada actor del juego. Le pueden sorprender, pero siempre tiene
estudiadas tres o cuatro situaciones que pueden suceder. Lo de Illa es un
ejemplo. Lo planificó todo, creó las condiciones desde hace tiempo. Cuando
todo el mundo está echando humo por la nariz, es que se ha hecho bien.
Ahora hay partido en Cataluña. Más allá de las críticas de la oposición,
tanto en España como en Cataluña, si fuese militante socialista catalán
estaría dando palmas con las orejas por tener a Illa para poder votarle.
Siempre tiene un golpe de efecto en sus campañas. Ha trabajado para
diferentes partidos, para lograr votos en diferentes segmentos. Eso
demuestra que has de tener una perspectiva de futuro muy amplia, tener
caminos abiertos, saber qué opción has de tomar», dice Gonzalo Miró,
entrevistado mucho antes de que se celebraran las elecciones de febrero de
2021.
«Tenemos una relación de lealtad y sinceridad, aunque estamos en las
antípodas. Esto no es fácil en política. No siempre podemos pactar la
discrepancia, pero entendemos la lógica de la situación. Sabemos que en
muchos temas es imposible el acuerdo. ERC defiende un referéndum de
autodeterminación, la amnistía. El Gobierno no está por la labor y sabemos
que es casi imposible llegar al gris. Estamos en el blanco o negro. Y
sabiéndolo, nunca dejamos de hablar. Es un tipo íntegro y cuando no puede
cumplir, te lo dice. No se esconde en circunloquios. No es fácil tener este
tipo de relación porque tenemos temas candentes siempre encima de la
mesa y, a pesar de la discrepancia, nuestra interlocución es positiva, es
fundamental, ya que es un eslabón importante en la cadena de diálogo.
Hacemos un trabajo previo para que la posibilidad de llegar a un
entendimiento sea una realidad. Somos los zapadores que vamos abriendo y
desbrozando el camino», asegura Raül Muto.
Otros miembros del Gobierno quisieron ir por libre y se chamuscaron.
La vicepresidenta Carmen Calvo fue un ejemplo de ello cuando se metió en
el jardín del relator, del «releitor», en el guasón argot que circula por el
Palacio de Semillas entre los colaboradores de Redondo. En plena pelea,
ERC le levantó la camisa a la vicepresidenta. Para ERC hay una cosa peor a
que le gane Junts per Catalunya, que le gane el PSC. Por eso la traicionaron
y la metieron en un lío del que salió porque se convocaron elecciones. ERC
tensó la cuerda en el Congreso y dejó al Gobierno de los «84 valientes» sin
presupuestos.
«Lo del relator fue un ataque a la línea de flotación del barco. Fue una
situación compleja que se tuvo que trabajar a fondo. Nadie sabe afrontar
situaciones como esta mejor que Iván. Cuando estás en un momento muy
crítico, estás orgulloso de trabajar con él porque te seduce y lo ves trabajar
de otra manera a la que estás acostumbrado», afirma «Jun». «La jugada más
audaz del pensamiento lateral es la del “releitor” —neologismo irónico para
recordar este episodio—. Cuando Carmen Calvo asume este concepto en
sus conversaciones con el independentismo, la derecha estalla y convoca la
manifestación de la Plaza de Colón. Esa misma mañana Iván detecta que ha
sido un fracaso. Si no han sido capaces de llenar el centro de Madrid como
antaño, es que no están movilizados. La respuesta debe ser potente. Dos
días después se filtra que se van a convocar elecciones», sostiene Óscar
Abou-Kassem. El presidente Sánchez convocó elecciones para abril de
2019. Dio por concluida la etapa del Gobierno en solitario y en debilidad.

EMPIEZA EL BAILE DE ICETA


«Iceta estaba de salida desde hacía un año y medio, cuando se le ofreció la
presidencia del Senado. Luego no entró en el Gobierno, entró el secretario
de Organización. Es evidente que tenía que ser Illa el candidato», dice
Susana Díaz. Tiene razón la secretaria general del PSOE andaluz. El efecto
Illa no hubiera existido si Sergi Sabrià, el jefe de máquinas de ERC, no se
hubiera precipitado. En sus ansias de castigar al PSC y al PSOE, cerró el
paso a Iceta como senador autonómico. Se tuvo que quedar en Cataluña tras
las elecciones de noviembre y no pudo ser presidente del Senado. Cometió
un grave error porque, con Iceta en Madrid, Illa no hubiera sido ninguna
sorpresa. Iceta no fue senador y, de haberlo sido, no habría dejado la
primera secretaría del PSC ni el escaño en el Parlament, pero el efecto Illa
no hubiera sido el mismo.
En noviembre de 2019 ERC estaba incandescente porque se acababa de
dictar la sentencia del procés y las calles catalanas estaban incendiadas. El
PSOE ganó las elecciones y se mantuvo en porcentajes. Perdió tres
diputados por la distribución de restos. La izquierda cayó 7 puntos. En
Cataluña, ERC ganó por la mínima y el PSC recuperó su fuerza en las
generales. Unos meses antes, en las municipales, los socialistas catalanes
volvieron a pintar de rojo el cinturón barcelonés y gobiernan en Barcelona
con Colau.
«En julio de 2020 nos presentan un estudio cualitativo que lo hace
GESOP. Era un cualitativo para preparar la campaña, para ver cómo la
enfocábamos. El 24 de julio recibo el focus group. Sobre mi liderazgo
decía: falta de carisma y de personalidad. Demasiado blando. Demasiado
simpático y divertido. Es un hombre de partido, no es creíble y muestra un
cierto cansancio como candidato. En positivo, apuntaba que era conciliador,
inteligente, dialogante y buen comunicador. Fue la primera vez que me
planteé que no estaba en un momento óptimo, porque había una frase que
salía de forma recurrente “Iceta no es cambio”. Durante las vacaciones le
fui dando vueltas al cualitativo. Al volver, nos encontramos con la segunda
ola de la pandemia y me dediqué a lo que me dediqué. Esa es mi historia,
pero seguro que hubo otras cosas por el medio que yo desconozco. Seguro
que las hubo por lo que ahora te voy a explicar», apunta Iceta. Aquí empezó
todo. Un cualitativo y un primer secretario, Miquel Iceta, preocupado
dándole vueltas a una solución. El cualitativo tenía un cuantitativo, «no
había posibilidades de crecer. Nos daba sobre los 25 diputados», dice Paco
Salazar.
La segunda ola remite, empiezan a vislumbrarse las elecciones y un Iceta
dubitativo va a ver a Pedro Sánchez a la Moncloa. Era el 19 de noviembre.
«Le expliqué el cualitativo y le dije que yo no era el cambio. Entonces le
planteé que deberíamos estudiar que la alternativa fuera Salvador. Me
encontré con un Pedro que ya lo había pensado, pero que nunca me había
dicho nada. “No sabes lo que han sido estos meses para mí —le contesté—,
dando vueltas a esto sin poder descansarlo en nadie.” El presidente me dijo:
“Lo veo bien, pero solo podemos hacerlo en los últimos días del año. Hasta
entonces no se debe saber nada porque hay el riesgo de que pase cualquier
cosa y que finalmente no se pueda dar el paso, con lo que sigues de
candidato hasta el día de autos”.» Lo hizo muy bien Iceta. Mantuvimos la
primera entrevista para este libro unos días después. No dijo nada. Solo
apuntó una cosa, como hicieron también Iván Redondo, Salvador Illa y
Paco Salazar: «Nos volvemos a ver después de las elecciones». Y yo, tan
contento y en la inopia. «Te lo negué siempre porque era nuestro
compromiso. No fue lo más grave. Se lo negué por activa y por pasiva a
Daniel Basteiro, que tenía la información. No la publicó. La peor parte se la
llevaron el presidente y Salvador negándolo en ruedas de prensa y
entrevistas», apunta Iceta.
Al salir del encuentro con el presidente, Iceta llamó a Salvador Illa.
Quedó con él esa misma tarde en el Ministerio de Sanidad. «“Le he contado
la encuesta del GESOP y te he propuesto como candidato.” Se quedó muy
parado y me dijo que le diera veinticuatro horas para que se lo pensara. El
día 20 me llamó y me dijo que estaba dispuesto», cuenta Iceta. Salvador Illa
sabía que Iceta se veía con Pedro Sánchez. «El presidente me ha dicho que
los momentos no se escogen, se presentan, y lo que no podemos hacer es no
aprovecharlo. Esto que te voy a decir solo te lo puedo plantear yo. Quiero
que seas el candidato. Pedro no se opone, pero pide que apuremos hasta el
último momento, que esperemos a que el plan de vacunación esté en
marcha, a que comience el principio del fin», le dijo Iceta. Illa escuchó y
pidió veinticuatro horas porque quería hablar con el presidente.
El ministro lo llamó. «Siempre he tenido una gran relación con Miquel,
pero quería oírlo del presidente. Al día siguiente le dije que sí, que aceptaba
el reto. Nos conjuramos para mantener la máxima discreción hasta que la
campaña de vacunación estuviera en marcha. Fue difícil mantener el secreto
porque quedaba un mes y medio y teníamos una campaña en marcha. El día
que me lo dijeron dormí bien, como en toda la campaña. Me despertaba
muy pronto desde hacía meses porque de madrugada pasaban los datos de
la pandemia y tenía activado el reloj biológico», asegura Illa. También
llamó Illa a su amigo, a Paco Salazar.
El cualitativo lo conocieron en julio y poca gente tuvo acceso, solo Iceta
e Illa, Eva Granados y Pepe Zaragoza. «A Miquel el cualitativo le hizo
reflexionar mucho porque no se le identificaba con el cambio. Yo ni lo
pensé», dice Illa. El 24 de noviembre se reunieron de nuevo Pedro Sánchez,
Salvador Illa y Miquel Iceta. Se volvió a repetir la historia. Los tres a la vez
se conjuraron en el silencio. El 2 de diciembre, se empieza a preparar el
«efecto Illa» en una reunión a la que, además de los interesados, asistieron
los únicos que conocían la operación: Iván Redondo, Paco Salazar y Víctor
Francos. El 10 de diciembre Iceta se lo dijo a Eva Granados. Antes de eso,
se lo dijo a otra persona, al expresidente José Montilla, que siempre ha sido
una tumba. No iba a ser menos en esta ocasión. Cuando trabajé con él,
apodaba cariñosamente a Montilla y al secretario del Govern Isaías
«Pantxo» Táboas, hoy presidente de RENFE, «los héroes del silencio». «Te
lo cuento porque tienes que saberlo», le dijo Iceta. La confianza entre
ambos es absoluta desde que Iceta se convirtió en la década de los ochenta
en el portavoz del grupo socialista en Cornellà con el alcalde Montilla, que
solo le preguntó: «¿Tienes datos cualitativos que sustenten esta decisión?».
Iceta le dijo que sí. «Esta decisión dice mucho de ti. Si es para mejorar,
adelante», respondió. Iceta lo tenía claro: sí, era para mejorar.
«Lo que fue clave fue el gesto generoso de Miquel y su implementación,
que estuvo bien pensada y planificada. No solo para el partido, que vio
cómo su primer secretario salía de su zona de confort y daba un paso al lado
para que un compañero que estaba en mejores condiciones afrontara el reto,
también para la propia sociedad catalana, porque revolucionamos
completamente la campaña», asegura Salvador Illa.
Tras dar el OK, Salvador Illa habló con Víctor en un piso que
compartían ambos. Víctor no se sorprendió, aunque le impactó «la rapidez
con la que tomaron la decisión. Salvador me dijo: “No lo sabe nadie, pero
hay que empezar a engrasar la campaña con Eva Granados, que es un activo
en el partido. Quiero que la dirijas porque, para bien o para mal, jefe de
Gabinete solo hay uno y te ha tocado”». Víctor Francos se reunió con Illa y
con Iceta y les puso una condición: «que se lo dijeran a Eva y que nos
dieran margen para trabajar. A los quince segundos me dijeron que no me
preocupara y así ha sido hasta el final».
Víctor Francos lleva en la fontanería del PSC casi toda su vida. Su
relación con Iceta viene de años, de la agrupación socialista de Cerdanyola
del Vallès, y tienen una gran amistad. «Salvador es un soldado y aceptó,
Miquel se puso a disposición y el resto todos a remar. La relación con Iván
era permanente porque era fundamental su opinión para trabajar la imagen
del ministro. No vigilaba la campaña, ayudaba. El objetivo solo era uno:
llevar a Salvador a ganar las elecciones. Lo hablábamos absolutamente
todo. Tengo que decir que lo puso fácil y en los momentos complejos es
rápido para tomar decisiones», dice Víctor. Illa, Iceta, Granados y Francos
se repartieron los papeles en una reunión en Barcelona. «Iván y Paco no
interferían en el trabajo de Barcelona, nosotros nos encargábamos de la
campaña y José Miguel Contreras y Miguel Barroso nos ayudaron en los
debates», apunta Víctor Francos, que recuerda que Iceta dijo a sus
compañeros de secreto: «“No tengo nada mejor que hacer que dedicarme a
la campaña.” Se volcó hasta que fue nombrado ministro».
Desde el 19 de noviembre hasta el 30 de diciembre mantuvieron el
secreto para controlar los tiempos y dar un golpe de efecto, el efecto Illa.
No fue fácil. «Durante el silencio, el que peor lo pasó fue Miquel. La
política requiere dosis de serenidad para hacer bien las cosas. Se lo
explicamos a Eva Granados en el Hotel Barcelona Sants porque había
restricciones horarias. Llegué a Barcelona en el AVE y nos vimos allí los
tres. Eva se quedó parada, pero enseguida tuvimos su complicidad para
poder preparar las cosas. Yo no lo pasé tan mal porque estaba más en
Madrid y muy concentrado en la pandemia», afirma Illa.
El 27 de febrero escribí en La Razón: «El club de los cinco se conjuró
para que la información no se conociera. El silencio fue sepulcral. De
hecho, el comité de campaña del PSC siguió trabajando en la candidatura de
Iceta. Hasta el Consell Nacional fue convocado para ratificar la candidatura
del primer secretario pasadas las Navidades. Iceta se hace las fotos para los
carteles y los carteles se diseñan con el lema “Ahora cambio. Ahora Iceta
presidente”. Nunca vieron la luz y “estuve toda una tarde haciéndomelas”».
Iceta no duda en calificar la situación de surrealista, pero era necesaria una
gestión de los tiempos para hacer realidad el efecto Illa. No obstante, el
máximo responsable de los socialistas catalanes se sentía culpable y le decía
a su gente: «Tenemos a los nuestros como resignados, hemos de preparar un
revulsivo». El revulsivo ya estaba en marcha. Iceta defendía un cambio y el
cambio ya estaba hecho, y él estaba de acuerdo, pero no lo comentó con su
equipo. No podía.
El día 29, el presidente Pedro Sánchez almorzó con Carmen Calvo,
Adriana Lastra y José Luis Ábalos. En ese momento les comunicó que al
día siguiente se haría pública la candidatura de Illa. El día 30 por la
mañana, Miquel Iceta llamó a Núria Marín, Antonio Balmón y a otros
dirigentes del PSC. «La reacción fue positiva en su mayoría. Algunos,
pocos, lo consideraron un error. Creían que el momento de Salvador sería
más adelante, que corríamos el riesgo de quemarlo, que yo merecía ir a unas
elecciones a crecer. Les contesté que podíamos dar un mordisco más grande
y que no hacerlo sería imperdonable: “Soy el primer secretario, veo las
limitaciones de mi candidatura y tenemos una mejor. ¿Cómo decir que no?
¿Por conveniencia?”. La política catalana quema mucho. Cogí el partido en
un momento muy, pero que muy delicado. De hecho, en aquel Consell
Nacional del PSC en el que me propuse tras la retirada de Núria Parlón,
Isidre Moles me dijo que era el único que podía salvar el barco», asegura
Iceta.

EL EFECTO ILLA
«Pedro me habló de dos cosas. La candidatura se debe anunciar cuando
estén los presupuestos aprobados, porque si esto sale antes, vete a saber si
ERC no entra en crisis, y el plan de vacunación debe estar preparado. Hasta
aquí lo que yo sé —me dice muy serio el ya ministro Iceta, quien añade—:
Curiosidad o no, el CIS ya preguntaba por Salvador mucho antes. No
descarto que el presidente hubiera dado ya muchas vueltas al tema. Carolina
Darias estuvo en todas las reuniones y ruedas de prensa del ministro de
Sanidad, desde septiembre. Conclusión, el presidente lo había pensado, pero
a mí no me había dicho nada. Estoy convencido de que en la Moncloa le
habían dado vueltas al tema. Les hubiera agradecido que me lo hubieran
dicho porque estuve unos meses pensando sin poderlo hablar con nadie.
Desconozco si a Salva le llegaron campanas antes de hablar con él.»
«Iceta se lo dijo a Pedro no por una cuestión jerárquica, como se ha
dicho, sino porque quería contar con el apoyo del presidente, ya que Illa era
ministro de su Gobierno y estábamos en medio de una pandemia, y quería
el apoyo del secretario general del PSOE porque se tenían que encarrilar los
presupuestos —comenta Paco Salazar, que pone el acento en esta cuestión
—. La clave era el elemento sorpresa y que el anuncio lo hiciera Miquel por
dos razones; la primera, por el impacto mediático; y la segunda, por tener la
iniciativa. No fue una imposición, fue su reflexión. La frase que lo explica
todo es “Cataluña no necesita un candidato, necesita un presidente”, una
frase que ponía el foco de la paternidad en Miquel Iceta.»
César Mogo se acercó a Iván el día 29 de diciembre y le dijo: «Estoy
impactado. Vamos a ganar las elecciones en Cataluña». Iván le contestó sin
más datos: «Pues espérate a mañana». La candidatura de Illa se anunció el
día 30. Todo cuadraba porque incluso el Consell Nacional estaba convocado
para ese día. «La estrategia de Iván era anunciarlo y a partir de ese día no
perder la iniciativa. Todo se planificó y agendó. De hecho, estaba
planificado que Salvador iba a ser ministro hasta el último día, aunque yo
no lo veía porque se nos podía girar en contra. Cada día tenía su impacto
mediático. No se dejó nada a la improvisación, ni siquiera mi toma de
posesión. En mi caso es curioso: todo el mundo lo daba por hecho y no tuve
presión mediática. Iván me dijo: “Lo que no haremos será confirmarlo”. Y
otra cosa, Iván pronosticó que todos iban a hacer una campaña de todos
contra Illa y eso jugaría a nuestro favor. Lo que dicen en Estados Unidos de
convertir cada elección en un plebiscito. Es un sí o no a alguien», afirma
Víctor Francos.
«Las catalanas fueron un referéndum sobre la gestión sanitaria del
Gobierno de España, pero no solo eso. No se plantearon en estos términos,
pero si la gente hubiera pensado que la gestión de los socialistas había sido
nefasta, no hubiéramos ganado las elecciones. En determinados episodios y
momentos, la gente quiere unidad, que estemos a la altura, que no se intente
sacar rédito político de una situación de emergencia. Para mí esta campaña
ha sido reivindicar un cierto estilo de hacer política, reconocer errores y
méritos del adversario. No se puede estar siempre en una confrontación
permanente. No entré en la campaña en ningún momento a criticar la
gestión de la Generalitat. Sí que les he dado mi opinión en privado», dice
Salvador Illa.
«Illa convulsionó el mercado. Antes de Illa, nuestros datos indicaban un
PSC con cierta desmovilización y 25 escaños. Se auguraban unos ingresos
de poco más de cien mil votos provenientes de Ciudadanos, los Comunes y
ERC. Con Illa el PSC subió, incorporando también a votantes del PP. A este
movimiento de Iván le puse pegas. Apenas subíamos a 27 y encima me
decía que podía ganar el PSC. “Quítatelo de la cabeza, es imposible”, le
respondía. Lo empecé a ver con la certidumbre de las vacunas. Se podía dar
por cerrada la etapa del ministro. Además, Cataluña no estaba devastada,
estaba en decadencia. Illa era el revulsivo y se convertía en el voto útil.
Empecé a pensar que se podían ganar las elecciones», asegura Jaime
Miquel.
Seguramente, el resto de los partidos también lo vieron en sus sondeos.
El efecto Illa no fue un grito de guerra del PSC, sino una realidad. Y ante la
realidad, Pere Aragonès se planteó posponer las elecciones con el respaldo
tácito del resto de formaciones políticas. «La decisión de desconvocar las
elecciones estuvo muy ligada al revulsivo que provocamos. La situación
epidemiológica del 14F estaba en un escenario mejor del que preveían y en
cambio esgrimieron que no se podían celebrar. Los datos lo han desmentido
de forma rotunda. La abstención tuvo bastante que ver con la inseguridad
que ellos crearon. Provocamos un efecto, un revulsivo, que dio un vuelco a
la situación», apunta Víctor Francos. La sospecha está ahí. Además, qué
casualidad que, quince días después de las elecciones, la Generalitat anulara
más de 74.000 contagios porque eran datos duplicados.
No pudieron posponer la convocatoria y se desató el «todos contra Illa».
«Durante la planificación de la campaña pensamos que los independentistas
no iban a caer en eso y fue lo primero que hicieron, consolidando la
campaña del PSC —apunta Víctor Francos, quien añade—: Cuando
firmaron el documento contra el PSC, diciendo que no pactarían con el
PSC, tuvimos la convicción de que les perjudicaba y utilizamos el judo para
dar la vuelta a la situación. Como en el caso de las PCR, pusimos énfasis en
que era una campaña orquestada. En ambos casos, lo aprovechamos para
visibilizar el “todos contra Illa”. Lo hicimos desde el minuto cero. Así
diseñamos la campaña, pero no pensábamos que iban a ser tan torpes y lo
fueron cuando firmaron el cordón sanitario al PSC.» Raül Muto pone un
contrapunto: «No quedaba otra alternativa para nosotros. Si no lo
firmábamos, nos acusarían de botiflers, de traidores. Si lo hacíamos, le
quitábamos la cartera a Junts y polarizábamos con el PSC. Eso era lo que
nos interesaba. Si polarizábamos con el PSC, implicaba que liderábamos el
mundo independentista».
«Me encontré cómodo con el “todos contra Illa” porque el equipo de
campaña me dijo que era lo que buscábamos. Cuanto más iban todos contra
Illa, mejor. Era un signo de que las cosas irían bien. Como ya estaba
acostumbrado al pim, pam, pum en el ministerio no viví esta situación de
una forma especial. Era una forma de meternos en el centro de la campaña,
en cuyo diseño Iván tuvo un papel muy importante. Durante la pandemia
consolidamos una relación personal y es un lujo tenerlo al lado. Es
ejecutivo, reflexivo, aporta y es muy competitivo, y amigo de las metáforas
deportivas, como la del Ferrari, el coche rojo, que es el partido, el piloto
que es el candidato y los mecánicos que son el equipo. El circuito es el
mismo para todos. También usa metáforas de fútbol o de básquet y repite
que siempre se puede ganar en el último minuto. Ese minuto 93. Además,
tiene intuición y es audaz. Es intuitivo y encuentra la frase de forma natural.
En este campo solo conozco a una persona igual, Miquel Iceta. Sacan frases
casi sin esfuerzo. En la audacia se parece a Pepe Zaragoza», dice Illa. Quizá
por eso Illa incorporó a Zaragoza a su comité de campaña.
Miquel Iceta tiene apuntada en una libreta la evolución de las encuestas
día a día, porque si algo no está en papel, no existe, como recuerda más de
una vez. Illa no puede enseñar esos datos. Cuando la cosa se puso mal al
final de la primera semana, se los dejaron de enviar. Cuando empezó la
remontada en la segunda semana, siguieron sin pasárselos. El mejor
tracking del PSC se produjo el 1 de febrero. Los socialistas conseguían 36
diputados, «con tres en Lleida y Girona. El resultado logrado se situaba en
la banda alta de las previsiones. Iván siempre dijo que como máximo
tendríamos 34 diputados. Tuvimos 33», dice Iceta.
«Hubo dos momentos complicados. El primero cuando los
independentistas firmaron un documento contra el PSC y el segundo, con
las PCR en TV3. En el primero reaccionamos y lo hicimos bien, a tenor de
cómo se movieron las encuestas. Teníamos un control demoscópico
permanente y esto nos dio un alto nivel de profesionalización. El electorado
estaba monitorizado y sabíamos su pulsión diaria en el campo cuantitativo y
cualitativo. Salvador solo puso como condición mantener el discurso de su
vida política, por eso se negó a hacerse la PCR, porque no quiso saltarse el
protocolo que había recomendado a los ciudadanos. Me dijo que prefería
pagar un coste que saltárselo, porque entonces no le quedaba nada. Eso
determinó mucho cómo era el candidato», afirma Víctor Francos.
Para los miembros de la campaña socialista, el episodio de las PCR tiene
un autor, el jefe de informativos de TV3, David Bassa. Se inventaron un
protocolo que no había seguido nadie más. La información salió en Nació
Digital, saltó a todos los medios y los candidatos entraron a saco en el
«todos contra Illa». «Pensaron que nos iría mal y se equivocaron», apunta
Francos. David Bassa es autor de Terra Lliure, punt final y Totes les
preguntes sobre Cristòfor Colom, donde entrevista a Jordi Bilbeny, el
lumbreras que ha descubierto que Colón, santa Teresa de Jesús, Cervantes o
Shakespeare eran catalanes. La noticia la publicó un diario dirigido por
Ferran Casas, que en su día sustituyó a Bassa en el Grup de Periodistes
Ramon Barnils.
«Redondo se ha sacado la espina que tenía clavada el 10N de 2019,
cuando los resultados de la repetición electoral no fueron los que esperaban
ni él ni Sánchez. Una parte del PSOE le responsabilizaba de la repetición
electoral en la que los socialistas perdieron escaños. Hasta cierto punto,
Redondo se considera redimido de esa supuesta falta después del 14F. Y la
redención la ha logrado en Cataluña, donde en vísperas de las generales se
incendiaron las calles, lo que afectó directamente al resultado electoral»,
escribió Lucía Méndez el 16 de febrero. De hecho, los que estuvieron en esa
campaña recuerdan que «no fue una campaña normal. No se pudo dirigir
igual. Iván estaba todas las mañanas reunido en el Consejo de Seguridad
Nacional. Fue muy extraña».
Más le valió a Iván Redondo que Illa ganara en Cataluña. En Ferraz se
preparaban para una nueva noche de los cuchillos largos. El maremoto
contra Redondo se situaba en los votos. Se daba por hecho que el PSC iba a
subir en escaños, pero se consideraría un fracaso que el partido no superara
los votos obtenidos en 2017. En esos comicios la participación fue de casi
el 80 % y en 2021 cayó más de 20 puntos. Para los que estaban afilando las
hachas era un detalle menor. El PSC fue el único partido, junto con VOX,
que mejoró sus números absolutos. Si la participación hubiera sido la
misma que en 2017, hubiera obtenido 1.200.000 votos. «Algunos continúan
con su trauma del 10 de noviembre porque fue un éxito. El PSOE volvió a
ganar», apunta un colaborador cercano a Redondo.
La verdad es que no sé si es un hombre querido en el partido, pero sí lo
es entre la militancia. La noche del 10N chavales que estaban en Ferraz
quisieron hacerse una foto con él. En Cataluña, la militancia socialista no
oculta ese fervor. Se pudo ver la noche del 14F, cuando habló con Ábalos
para darle algunas ideas para la rueda de prensa. El secretario de
Organización del PSOE no habló más de un minuto y medio aquella noche.
«Cada uno decide quién le susurra y la gestión de Iván se mide por los
resultados. Si a alguien no le gusta, que lo diga. El PSC sacó 33 diputados y
fuimos los primeros en votos. Pedro está cómodo con lo que hay y el
partido, como a todos los que han llegado a ser presidentes, les aburre.
Seguirá contando con Iván para tener resultados. O sabes convivir o te
quedas al margen. Algunos tendrán que tomar nota y entenderlo», asegura
Miquel Iceta.
Lucía Méndez apuntaba esta valoración monclovita en su artículo: «La
fórmula exitosa del candidato Illa, al decir de las fuentes consultadas,
incluye como elemento central a Sánchez. El presidente se la jugó sacando
del Gobierno al responsable de la gestión sanitaria. Era una apuesta
arriesgada en la segunda ola y en el comienzo del plan de vacunación. Esta
demostración de audacia, el perfil de gestor templado y prudente del
candidato, una campaña fresca, dinámica y actual, que representa muy bien
al PSOE de Pedro Sánchez, ha sido la clave del éxito electoral. El
presidente es el valor más sólido de la generación de los jóvenes líderes que
relevaron a los anteriores por la crisis de los partidos. Es el único que
garantiza la estabilidad, se ha consolidado como presidente y las elecciones
catalanas lo confirman sin duda».
«La noche electoral felicité a mi equipo: Iván, Paco, Víctor, Miriam y
Eva Granados. Lo hice de forma muy sentida, porque tenía los sentimientos
a flor de piel, en lo político y en lo personal. Me acababa de enviar un
mensaje muy bonito la mujer de Sergi Mingote», dice Illa. Mingote e Illa
eran buenos amigos desde los tiempos en que los dos fueron alcaldes: Illa
en La Roca y Mingote en Parets, desde 2011 hasta 2018. Mingote, un
alpinista de prestigio, falleció el 16 de enero en Pakistán, en una caída
fatídica en el K2. «Me envió un mensaje tras el debate de TV3 y otro la
noche electoral. Esos mensajes me dieron fuerza para decir lo que dije. Me
salió de dentro. Por eso también cité a Sergi», añade. Illa y la mujer de
Sergi Mingote se vieron tras las elecciones. Fue un encuentro muy sentido.
Mientras me contaba esta anécdota, Salvador Illa se emocionó y se puso a
llorar. No podía ni hablar: «Es la segunda entrevista en la que me emociono.
No me había pasado nunca. Me emocioné también cuando me entrevistó
María Llapart [compañera de La Sexta] para un libro que estaba
escribiendo. Me preguntó si el ministerio era mi casa y me rompí».
«El agradecimiento es público. Con Iván fue muy especial, porque no es
ni del PSOE ni del PSC. Agradecerle su trabajo es un síntoma. Puso un
punto de calidad en la campaña, pero la clave del éxito no fue la
profesionalidad, la clave fue que nos respetaba y se nos quería. Disfrutamos
realmente de la campaña, en la que incluso asistí a reuniones del Comité
Electoral. Lo hice también en 2017, pero eso no es lo habitual», dice Paco
Salazar.
Illa había ganado unas elecciones imposibles. Francesc-Marc Álvaro
escribía en La Vanguardia en diciembre de 2020, el día de los Inocentes
para ser exactos, un artículo titulado «Batalla por la autenticidad» en el que
decía que «el candidato será auténtico o no será» y, refiriéndose a los
republicanos y los socialistas, apuntaba: «ERC y el PSC tienen un problema
parecido. Los republicanos y los socialistas deben hacer llegar a los
electores un mensaje que sea lo bastante atractivo para anular la pregunta
sobre la autenticidad en beneficio de otra cuestión, más potente. Para los de
Iceta, eso es más fácil: se trata de vincular su oferta a la estabilidad, la
seguridad y una cierta normalización, en conexión con el Ejecutivo de
Sánchez. En cambio, Aragonès deberá salpimentar su posibilismo con algún
guiño a los electores que dudan (esta vez son muchos) entre ERC, JxCat y
la CUP». A la vista de los resultados, parece que lo consiguieron. «En
Cataluña entramos en una etapa nueva. Es irreversible pase lo que pase en
la formación del nuevo Gobierno. Los resultados no reflejan que haya una
pulsión independentista porque han perdido más de 700.000 votos. Por
mucho que digan, hay una mayoría clara de izquierdas, la gente ha apostado
por el cambio, por cosas nuevas», afirma Salvador Illa.
«Hacía muchos años que la militancia socialista no estaba tan
entusiasmada. El que le echaba agua al vino era Iván, que siempre repetía
que el máximo posible eran 34. Obtuvimos un gran resultado. Conmigo de
candidato, la mejor encuesta nos daba 26-27 diputados. Hice lo que tenía
que hacer. Mis previsiones no eran malas, pero con Salvador todas las
encuestas nos ponían por encima de los treinta. Todo es un riesgo, porque si
el resultado no hubiera sido tan bueno, habríamos podido quemar a
Salvador, pero al final el PSC ha obtenido un gran resultado y no hemos
quemado posibilidades de futuro. En 1999 Pasqual también ganó, pero no
gobernó. Ahora Salvador tendrá que montar su película con un Gobierno en
la sombra. El pacto independentista irá al hambre, tendrán un mal vivir,
porque le harán la vida imposible a Aragonès y al final lo harán caer como
traidor», dice Miquel Iceta.
«Contar con Iván no te garantiza ganar, te da calidad y capacidad para
competir. El PSC hacía años que no jugaba por la primera plaza. Con Illa lo
hizo. Iván deja hacer, pero siempre está atento y aprovecha los momentos
clave. Sacó petróleo de los errores de los independentistas —dice Paco
Salazar, quien, además, explica—: La campaña se planificó desde el 30 de
diciembre hasta el 14 de febrero. Cada día tenía su afán. Planificamos, pero
atentos a tener cintura. El PSC llevaba varias campañas desfondándose en
la última semana. En 2017 se achacó al indulto, pero, con o sin indulto, la
semana se hizo eterna. El objetivo era salir fuertes y llegar fuertes. El éxito
fue la planificación, una buena campaña y un buen candidato. Se leyó bien
el escenario. En ciencia política se denomina “consigna de referencia
dominante”. En 2017 fue “independencia sí, independencia no”. Nuestro
“diàleg”, no tuvo encaje. En 2021, era el cambio. Y se acertó.»
Los independentistas tienen, ciertamente, la mayoría. En el nuevo
Parlament habrá 11 diputados de la extrema derecha. «Iván me advirtió del
crecimiento de VOX en Cataluña, fue el primero y muchos meses antes.
Tienes que creerte lo que dice porque analiza las encuestas como nadie»,
sostiene Casimiro García Abadillo.
Con el 5 % del voto escrutado, Iván Redondo habló con Illa: «Vas a
ganar». Con el 10 %, clavó el resultado. No era la primera vez. Ya lo hizo
en Extremadura y en las generales. Algunos no se lo creen hasta que lo
viven. La mujer de Salvador Illa lo conoció esa noche y le dijo a su marido:
«Te puedes fiar de este hombre para cualquier cosa».
«Nunca maniobré para ser el candidato por mi estima y lealtad a Miquel.
Un día el presidente me dijo que tenía que disfrutar y compartió conmigo
experiencias personales: “Tendrás contacto con la gente, una campaña es
una experiencia irrepetible. Disfrútala”. Paco Salazar me dijo: “Olvídate de
todo. La campaña la dirigen otros. Tú preocúpate de lo tuyo. Te lo daremos
todo y te lo daremos todo muy pensado”», recuerda Illa. El primer día de
campaña, cuando llegó a la sede de Pallars, al candidato Illa le apeteció un
McDonald’s. Anna Sendra, su directora de Comunicación, le dijo:
«“Hombre, como ministro de Sanidad no sé yo si queda muy bien que lo
digas.” No lo hago nunca, pero no sé por qué aquel día me apetecía. Fue un
capricho».
Illa no paró en una campaña en la que se hicieron cuatro debates. El
primero fue en La Vanguardia. «Ahí me situé, me lo preparé mucho. En ese
momento me di cuenta de que llevaba otro traje, no el del ministro de
Sanidad, sino el del candidato del PSC», afirma. Para preparar estos debates
contó con la ayuda de José Miguel Contreras y Miguel Barroso, que
tuvieron su bautismo de fuego en estas lides con Felipe González en el
segundo debate con Aznar en 1993.
«En aquella época no había procedimientos, ni experiencia, era una
época de inocencia. Tuve que improvisar. Sabía de teórica, de cómo
preparar un debate. Había estado en Estados Unidos, había hecho la tesis
doctoral sobre este tema, pero carecía de toda práctica. Investigación
académica, mucha; práctica, cero. Recuerdo que tuvimos que poner negro
sobre blanco lo que sabíamos, dar forma, diseñarlo y, en horas, inventamos
un procedimiento de debate y acertamos bastante. Las técnicas de
preparación de los debates han cambiado poco, mantienen su esencia: cara a
cara, varios candidatos, televisado, en directo... Siempre es lo mismo y el
candidato está bastante desnudo, apenas puede manejar información y no se
puede parar el reloj. Las técnicas han cambiado poco», dice José Miguel
Contreras.
«Barroso y Contreras me ayudaron, repasaron intervenciones mías y me
criticaron. Me ayudaron a tener un lenguaje televisivo y me gustó mucho
que me dijeran lo que hacía bien y lo que hacía mal. Me dieron buenas
instrucciones y recomendaciones. Me costó, pero lo hice. Se trabajaron los
mensajes, cómo no perder los papeles y mantenerse siempre pausado, pero
firme a la hora de trasladarlos. Los debates fueron duros, pero iba tranquilo.
No me hice el test porque no me tocaba, pero sobre todo porque no estaba
dispuesto a saltarme los protocolos que habíamos establecido para todos los
ciudadanos», añade Illa.
«Iván coordinó la preparación de los debates y tenía sus apartes con
Salvador. Se conocen desde 2017, se respetan, son una piña. Se ha
estudiado todas las campañas del PSC, conoce sus puntos fuertes y sus
habilidades. Fíjate, la última frase de campaña fue la de “ponga usted el
voto, yo pongo el cambio”. En el debate esta frase impactó», asegura Paco
Salazar.
«Son muy profesionales, tienen método y conocían al candidato, que es
muy cartesiano. Salvador se encontró a gusto. También nos ayudó Javier
Vilamajor, militante del PSC. El único que no estuvo en este grupo y que
estuvo con Montilla fue Luis Arroyo», comenta Víctor Francos, quien
apunta otro elemento curioso de la campaña, el momento en el que se
decidió arriesgar pasando del candidato Illa al president Illa. «Salvador
estaba encantado con la precampaña de “Vuelve Cataluña”. Aquí miraba de
lado, con una imagen poco retocada, realista. Le tuvimos que convencer
porque no le gustaba la foto. Nos decía que él no era así. Ciertamente, era
una imagen dura, melancólica. En campaña, cambiamos a president Illa, no
a Illa president. Lo hicimos presidente, arriesgando, en los carteles. El
hashtag #presidentilla nos jugó una mala pasada, nos jodió, pero nos salió
bien.»
La campaña acabó y el PSC ganó las autonómicas por primera vez desde
1999. Toda la campaña la dirigió el club de los cinco. Los eslóganes, los
mensajes, salían de dentro del comité de campaña. «No hemos colaborado
con ninguna agencia de comunicación. Solo teníamos una empresa que
ejecutaba el diseño y el grafismo. Todo lo decidíamos nosotros», afirma
Víctor Francos, a la sazón el jefe de este comité porque Iván la codirigía.
Víctor era el director y trabajaba codo con codo con Eva Granados.
Sun Tzu afirma en El arte de la guerra que «los buenos guerreros hacen
que los adversarios vengan a ellos y de ningún modo se dejan atraer fuera
de su fortaleza». Así definió la campaña catalana el hermano mayor de
Iván, Manu.
14

«TE LLAMO EN UN MINUTO»

«“Te llamo en un minuto”, dice muchas veces. Tiene los SMS llenos, pero
bueno eso es muy particular. Llamar te llama, otra cosa es que el minuto
dure días», dice Manu Redondo.
No es de extrañar que no cumpla siempre con ese minuto, porque estos
años al frente del Gabinete han sido intensos: una moción de censura y un
Gobierno con solo 84 diputados, las elecciones de abril y el pacto fallido, la
repetición electoral y el acuerdo exprés con Podemos, la pandemia y otros
momentos como los presupuestos, las fake news, la exhumación del
dictador Franco, las elecciones municipales, autonómicas y europeas,
además de las catalanas y madrileñas, o RTVE. En este contexto, lo
complicado era encontrar un minuto.

UN GOBIERNO EN FASES
«Es la primera vez que una persona de la comunicación política llega a la
jefatura del Gabinete. Antes el jefe del Gabinete era un viceministro y la
comunicación iba por otro lado. Ahora las dos figuras están en una. Iván
Redondo lo controla todo, tiene todo el poder, más poder que algunos
vicepresidentes, porque además del aparato de la Moncloa, la cercanía al
líder hace mucho. Tienen sintonía y está en la toma de decisiones. En todas.
Le tienen envidia porque aunque el presidente habla con todos, con Iván
habla todo el día», asegura Casimiro García Abadillo.
La leyenda de Iván Redondo ha ido aumentando de intensidad desde que
Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno. Se le achacan todos los males
y, aunque menos, también los éxitos. Lo lleva con deportividad, para
desesperación de los que lo despellejan en las tribunas de los medios de
comunicación, de los que lo machacan desde la oposición y de quienes
azuzan desde dentro del partido todo tipo de patrañas y conspiraciones. Es
la resistencia frente al ruido, consciente de su papel de cancerbero. Sin
embargo, la presión y el ruido no cejan y cualquier oportunidad es buena
para segarle la hierba bajo sus pies.
«Hay tres líneas de ataque a Iván Redondo, lo que indica que es una
persona fundamental en la estabilidad del Gobierno de coalición, mejor
dicho, es una persona fundamental hoy por hoy para la presidencia de
Sánchez. Le disparan los socios de coalición, Unidas Podemos, porque lo
ven como un rival a batir, con filtraciones, con comentarios, acusándole de
ser el hacedor del giro al centro, etc. También le atacan desde las entrañas
del Partido Socialista porque, igualmente, lo ven como un rival, como
alguien que no es un pata negra con carné del PSOE y que tiene una
influencia, y eso es verdad, muy determinante en la estrategia política de
Sánchez. Y el tercer flanco es la dirección actual del Partido Popular, que
no entiende cómo uno de los que consideran “de los nuestros” es clave en
esa estrategia y clave en el triunfo del PSOE», señala Antonio García
Ferreras.
La realidad es que el PSOE lleva tres años en el Gobierno, pese a las
disensiones, los problemas internos de la coalición y los ataques
descarnados de la oposición, que se las prometió muy felices al inicio de la
pandemia augurando una rápida caída del ejecutivo, que se redoblaron tras
la victoria de Ayuso y tras la concesión de los indultos. Han sido tres años
intensos: debilidad en los primeros meses, convocatoria electoral en abril,
fracaso del acuerdo con Podemos, nuevas elecciones, Gobierno de
coalición, pandemia y la ruptura del tablero político en mayo, con las
elecciones en Madrid y sus consecuencias en la política nacional que
Casado se ufana en equiparar con un cambio de ciclo, aunque las elecciones
no tienen una fecha inmediata. Eso sin tener en cuenta el escenario andaluz
y la incertidumbre ante la legislatura en Cataluña y, sin duda, la polémica de
los indultos y la mesa de diálogo.
«Lo primero que hay que hacer en política es no menospreciar al
adversario. Ese fue el error del PP, que pensó que este Gobierno iba a caer a
la primera de cambio. Menospreciaron la capacidad de resistencia de un
tipo que fue elegido en primarias, defenestrado, que tiene el coraje y la
fortaleza mental de volverse a presentar, de ganar, de presentar una moción
de censura, ganarla y convertirse en presidente del Gobierno... y de escribir
un libro que se llama Manual de resistencia. Esto tiene un gran valor y el
PP no supo valorarlo», dice Verónica Fumanal. Tras Madrid, parece que el
PP vuelve a cometer el error del menosprecio. No cabe duda de que el
PSOE y el Gobierno reaccionarán para recuperar la iniciativa política, y
herramientas tienen. Veremos cómo se concretan.
La prueba del algodón del nivel del Partido Popular la encontramos en lo
que supuestamente era un reportaje de investigación titulado «La Moncloa
acapara el 47 % de los 730 asesores a dedo del Gobierno» y publicado en
ABC el 7 de marzo de 2021. Es un ejemplo de la visión que tienen los
populares del Gabinete del presidente, que bien querrían para ellos. Rajoy
tuvo 618 asesores; el Gobierno socialista, 730, según los datos, pero la
potencia de este equipo con respecto a los anteriores no tiene parangón. Lo
que queda claro con esta crítica es que el árbol no les deja ver el bosque,
porque el actual Gabinete de la Moncloa es una cuestión de Estado, no es
solo una cuestión de Gobierno, de este Gobierno. Tras la crisis de Gobierno,
la nueva dirección quiere cambiar la estructura del Gabinete. Dicen que
debe ser más política, con menos marketing y más presencia del PSOE, una
forma de decir que quieren cargarse la estructura del Gabinete, una forma
de amputarse 3/4 del cerebro. Ciertamente, cada uno se suicida como
quiere. El Gabinete de la Moncloa es una estructura de Estado, no de
Gobierno. Lo que pasa es que es muy difícil gestionarla y no todo el mundo
puede o sabe.

FASE I: LAS TRES DERECHAS Y LAS TRES ESPAÑAS


El 6 de junio de 2018 tomó posesión el nuevo ejecutivo y el día 13 ya
estalló la primera crisis, que acabó con el cese del ministro de Cultura,
Màxim Huerta. No quedó ahí la cosa. El PP lanzaba ataques por tierra, mar
y aire, consciente de la debilidad de un ejecutivo apoyado por solo 84
diputados. No le concedieron a Pedro Sánchez los cien días de gracia. Solo
tuvo una semana plácida: la primera. El PP había tirado la toalla y estaba
sumido en una profunda crisis y el nuevo ejecutivo empezó a construir un
relato. Cada nombramiento ministerial era un mensaje. Todo se preparó
para mantener la iniciativa política al ser conscientes de su propia
fragilidad.
Así describía un servidor la situación en La Razón en septiembre de
2018, cuando la presión se intensificó durante la ausencia del presidente, de
viaje por Estados Unidos: «Hablar de semana “horribilis” en el Gobierno de
Pedro Sánchez comienza a ser tan frecuente que parece ya una norma
instaurada. Sin embargo, los últimos días han sido especialmente negros por
sumarse, a las múltiples polémicas encadenadas, la ausencia del presidente.
La presión política y mediática ya era intensa y en lugar de apaciguarse —
tras los casos de la dimitida Carmen Montón y la crisis del doctorado del
propio Sánchez—, se acentuó con la publicación de las grabaciones de la
ministra de Justicia, Dolores Delgado, con el excomisario Villarejo —ahora
detenido y condecorado hace nueve años, cuando tuvo lugar el encuentro—
y la difusión de la sociedad patrimonial del titular de Ciencia, Pedro Duque.
[...] La estrategia de defensa del Gobierno se sustentó en dos frentes: el
nacional y el internacional. En España, “su gente se debía batir en el fango”
contra “una estrategia de acoso y chantaje al Estado en colaboración con los
partidos de la oposición que, ante un ataque de este calibre, no se ponen del
lado del Estado”. Evidentemente en este plano también se ubicaban los
ministros afectados. Sin embargo, en un principio los dos prefirieron actuar
“por libre” lo que les llevó a cometer errores, según diversas fuentes
consultadas. Los fallos de coordinación y de estrategia fueron evidentes,
especialmente en el caso de la titular de Justicia, con el resultado del cese
fulminante del grueso de su equipo de comunicación. Ante la envergadura
de la crisis, ambos ministros se pusieron en manos del equipo del
presidente». Para colmo, este papel que asumía el equipo de Redondo no
fue un plato de gusto para muchos que buscaban con ahínco un premio por
lo que arremetieron contra «la mano ejecutora del Secretario General». Este
grupo crítico lo ha buscado inasequible al desaliento, esperando su
momento. No desaprovechaban su oportunidad porque decían que Sánchez
confiaba más en Redondo que en el PSOE. La historia reciente les da la
razón, pero no lo quieren ver. Confiar en Redondo ha sido más fructífero
para el PSOE que confiar en los que consideraban que el partido es su
cortijo particular. Incluidos los jubilados. Creo sinceramente que la etapa de
Redondo no acabó el 10 de julio. Acabará cuando se convoquen elecciones
y el PSOE las pierda. Entonces Pedro Sánchez será consciente de su error.
El tiempo lo dirá.
«Hay carpetas de todos los ministros —aseguraban en la Moncloa por
aquellos días—. Ciudadanos y PP quieren forzar un bloqueo para justificar
su insistencia en el adelanto electoral. El Gobierno ni se remodelará ni se
adelantarán las elecciones.» «Expansión y resistencia» era la consigna en un
momento en el que las crisis se acentuaban y la debilidad del nuevo
ejecutivo se hacía patente. «Resistir es expandir», me contó Óscar Abou-
Kassem que decía Iván Redondo en las reuniones, porque el PSOE «es la
casa grande de los progresistas». Y una última consigna: sobre todo «no hay
que cometer errores».
Vistos así, de corrido, parece que estos tres pilares se desmoronaron y
llevaron a Pedro Sánchez a convocar elecciones porque los esfuerzos para
mantener los equilibrios no funcionaron y la mayoría que permitió al
presidente ganar la moción de censura se diluyó como un azucarillo,
básicamente porque a ERC le temblaron las piernas y se negó a dar su
apoyo a los presupuestos, presionada por Junts per Catalunya, que azuzaba
una política de confrontación. Los republicanos no podían dar este paso con
el juicio del procés en plena efervescencia. No era el momento más
adecuado para situarse en una vía más pragmática por su constante pelea
con JxCat para liderar el independentismo catalán. Y, por otro lado, las tres
derechas se hicieron la foto de Colón, donde se detectó un elemento
fundamental: la escasa movilización.
Rotas las negociaciones presupuestarias, y con el Gobierno atado de pies
y manos, en la Moncloa empezaron a trabajar en diferentes escenarios:
«Teníamos claro el supermayo [hacer coincidir las generales con las
autonómicas, municipales y europeas], pero se produce la foto de Colón.
Ese mismo día, me llama Iván y me pide los números no para mayo, sino
para febrero. Cuando ve la foto, ya sabe que estamos hablando de aritmética
de bloques, que no nos interesa el supermayo, que nos interesa que las
generales se celebren antes. Me plantea que estudie un anticipo electoral. La
foto de Colón fue un punto de inflexión, un cambio de visión estratégica»,
afirma Jaime Miquel.
Los socialistas se pusieron en marcha para afrontar unas elecciones en
abril. Las tres derechas habían aceptado el argumentario de VOX y lo
incorporaron a sus discursos con el objetivo de frenar su crecimiento, al
tiempo que era algo que había que aprovechar para cambiar la situación.
«Cuando Redondo observó la irrupción de VOX y sus mensajes contra la
Ley de Violencia de Género tuvo claro que tenía que usar este partido para
dos cosas: por un lado para fragmentar a la derecha y conseguir que esa
división favoreciese al PSOE en las provincias que repartían menos escaños
y por otro para meterle el miedo en el cuerpo al público femenino. El jefe
de Gabinete de Sánchez sabía que alimentando el fantasma de la llegada de
VOX y haciendo ver que su irrupción supondría un recorte de derechos a
las mujeres ello provocaría una movilización masiva», así lo explicaba
Javier Negre en su Informe Negre, que la COPE publicó en abril de 2019
bajo el título «Así cocinó el gurú del PSOE Iván Redondo el triunfo de
Pedro Sánchez».
La campaña ideada por Redondo fue selectiva, no para meter miedo
como decía Negre, sino para concienciar de una evidencia a un colectivo
muy determinado: la llegada de VOX supondría un recorte de los derechos
conquistados en los últimos años. Y se lo explicaba a las mujeres nacidas
entre 1960 y 1972, que recibieron una carta con la firma del presidente.
Eran las que habían vivido las reformas de las leyes de género y eran
conscientes de lo mucho que había costado conseguirlas y lo mucho que
significaría perderlas. La recibieron en sus casas por correo. Nada de
nuevas tecnologías en el envío: se recurrió a la carta personal. Fue una
actuación directa sobre un nicho electoral clave para el resultado final,
porque este público haría decantar la victoria del lado de Pedro Sánchez. Se
identificó el nicho. El texto presentaba a Pedro Sánchez como una garantía
de progreso y un muro de contención ante la posible pérdida de derechos.
No fue la única misiva que recibieron miles de hogares. Se definieron
grupos de electores: pensionistas, mujeres, nuevos votantes, la generación
de la Transición y, dentro de estos, se pusieron en marcha muchas
variaciones para fomentar la movilización. «El eje de la campaña no será
izquierda-derecha, sino avance-retroceso», puntualiza Negre. Además de
esta campaña, Redondo puso en marcha una política muy activa en las redes
sociales de la mano de José Antonio Rodríguez Salas, el exalcalde de Jun.
«Fue de las primeras personas que me dijo que mientras hubiese tres
derechas, el bloque de centro izquierda estaba garantizado. Siempre habla
de la política de bloques, de la división en la derecha y de los riesgos de que
consiga imponerse», afirma Susanna Griso. De hecho, lo teorizó en algunos
artículos publicados en The War Room. «En esto tuvo mucha visión. Hizo lo
mismo que Rajoy con Podemos. Acuérdate de cuando le dijo a Iglesias
delante de todas las cámaras: “Qué bien te van los sondeos”. Sabía que así
le hacía un flaco favor al PSOE. Ahora las cosas son distintas, pero el
análisis de Iván coincide con el de Aznar, que también dijo que una derecha
dividida será una derecha perdedora. Casado no está por centrarse. No es un
central, a veces juega de extremo y genera un discurso incoherente», añade.
«El PP ahora no tiene criterio. Pablo Casado está desnortado, va como
pollo sin cabeza y me duele en lo personal. Al final, el partido fuerte de la
derecha será VOX, porque el PP se ha acomplejado y ha hecho dejación de
su ideología. No encuentra su sitio. Mientras haya tres derechas, siempre va
a ganar el PSOE. Casado no tenía que buscar el enfrentamiento con VOX y
menos aún en lo personal con Santi Abascal», dice Loli Izquierdo.
«Las tres Españas nos recuerdan la necesidad de estar unidos frente a lo
que hay al otro lado. La aritmética parlamentaria, la ley d’Hondt es
endiablada para la derecha porque mientras haya tres partidos no van a
tener nada fácil lograr una mayoría en unas elecciones. Todo empuja a este
país y, por la tozudez de los números, al PSOE a apostar por la coalición»,
sostiene Juanma del Olmo.
«Hay dos culturas, la de los estrategas viejos y la de los estrategas
nuevos. Los viejos siempre están pensando en ganar, en la gente, en
conseguir el 51 %. Los nuevos saben que no existe la gente, existen muchas
gentes, que el 51 % es un imposible y que hay que dialogar, pactar. La
cultura vasca es la del multipartidismo, las elecciones se ganan con un 30
%. En España se habla de la gente y la gente no existe. Tú movilizas grupos
de votos. En Cataluña pasa lo mismo que en Euskadi. Ser vasco le da un
plus de preparación para afrontar las situaciones complejas del
multipartidismo en España», asegura César González.
«Aún no hemos visto el peor rostro de la derecha. Me acusan de apoyar a
Pedro porque tengo miedo a perder el sillón. ¿A perder el sillón? ¿Después
de lo que he pasado? No. A lo que tengo miedo es a lo que se está viendo
venir, a la derecha. No me gusta lo que veo, porque ya hemos visto el
blanqueo que algunos han hecho de lo ocurrido en el Capitolio. ¿Qué pasará
si la derecha en este país pierde el poder? Algunos mensajes como los de
Abascal y Ayuso son un blanqueamiento de la ultraderecha, una respuesta
fascista», afirma Susana Díaz. Lo dijo Susana Díaz en plena pandemia. La
convocatoria de primarias en Andalucía la ha alejado de estos
planteamientos. Es más, a pesar de reconocer que le hubiera hecho falta un
Iván Redondo en la campaña de 2017, en 2021 lo menospreció afirmando
que la «campaña se hace en las Casas del Pueblo», levantando la bandera
contra la gestión de Pedro Sánchez en una especie de segunda vuelta de las
primarias que perdió ante el presidente del Gobierno. Cuando la escuché,
me sorprendí sobremanera. Mantuve la discreción porque esas
declaraciones se circunscribían a este libro, pero no me gustaron las
dobleces de Susana.
«No estamos ante dos bloques, la derecha o la izquierda, sino en un
paradigma diferente: centro y periferia, donde se ubican derecha, izquierda
y periféricos. Para Iván este bloque periférico está formado por
nacionalistas e independentistas, pero también regionalistas o localistas.
Mientras el bloque de la derecha se debilita por el papel de VOX, el PSOE
sabe que sin los periféricos no se gobierna y el PP sabe que esa debilidad se
mantendrá en el tiempo porque ningún periférico pactará con ellos. Esto
garantiza la mayoría y la estabilidad, porque un pacto con el PP es tóxico
para quien lo haga. Por eso, hay que estar atentos a la evolución política de
la derecha. Es cierto que el PP gana por una amplia mayoría en Madrid,
pero puede sufrir en la periferia de una manera tremenda si es percibido
como el partido de Madrid. Los que teorizan con el choque entre Madrid y
periferia tienen una parte de razón porque hay otros elementos que no son
Madrid», dice Antonio García Ferreras. Los acontecimientos le han dado
toda la razón. Ayuso y Casado representan dos formas de entender al PP. El
final todavía no está escrito.
«En consecuencia, los puntos fuertes del relato de Ayuso en Madrid
podrían ser los puntos débiles del discurso de Casado en el conjunto de
España. El paraíso fiscal madrileño puede resultar un manjar irresistible
para buena parte de los vecinos de la Villa y Corte. Sin embargo, ese
paraíso fiscal no sólo no es extrapolable a muchos territorios que no pueden
permitírselo sino que, llevado al extremo y al conjunto del país, podría
percibirse como un peligro para la viabilidad de los servicios públicos y las
infraestructuras, sobre todo en autonomías envejecidas y vaciadas. Y al
mismo tiempo, ese mensaje implícito del “Madrid, primero”, que se tradujo
en gestos de insolidaridad a la hora de compartir las medidas de emergencia
sanitaria con las comunidades vecinas —alguna del mismo partido que
Ayuso—, traslada una imagen de individualismo territorial que erosiona la
compacta y disciplinada españolidad que predica Casado. Sin olvidar que,
aunque las elecciones las pierden los gobiernos y sus errores, siempre hace
falta algo más que un eslogan que conecte hábilmente ideología con
psicoanálisis para ganarse la confianza de todo un país», escribía Carles
Castro en La Vanguardia el 11 de mayo de 2021.
«No creo en esta teoría de las tres Españas. ¡Qué barbaridad! Empezando
por considerar que el PP no es de derechas, porque no ha dado la batalla
cultural a la izquierda. En un reportaje publicado en junio de 2020 en El
País, “El hombre del presidente”, Iván hablaba de guerra cultural, una
batalla desde los tiempos de Zapatero que ha impuesto las ideas de la
izquierda global. La derecha la había perdido por incomparecencia. El PP
no tiene legitimidad y los veo muy perdidos. Acuérdate de que el presidente
del Gobierno fue sustituido por un bolso. La gente quiere autenticidad. El
político profesional no es auténtico porque se juega los garbanzos. En la
moción de censura que presentó Abascal, nos dijeron algunos diputados del
PP y del PSOE que la apoyarían, pero no podían hacerlo porque se la
juegan. De hecho, miré si era posible una votación secreta, pero en las
mociones está descartada», declara Macarena Olona.
«El PP tiene un problema enorme con VOX. Los periféricos jamás
votarán con el PP, porque el PP de Génova se reduce a Madrid, a la España
central. No son conscientes de que España está dividida en tres: izquierda,
derecha y periférica, y esta última España piensa de otra manera, es
diferente, y el PP no asume que existe. Mientras no la entiendan, no van a
tener relevancia. Moreno Bonilla no piensa como el centralismo de Madrid.
Ayuso y Moreno Bonilla son el agua y el aceite. Feijóo lo mismo, los de
Génova le parecen una panda de niñatos que no saben de política. Casado
pareció romper con VOX en la moción de censura, pero no. Esa
indefinición le va a matar electoralmente, porque no tiene el cuajo de otros
líderes del partido, ni tiene el asesoramiento de otros líderes. Aznar tuvo a
MAR, Rajoy a Soraya, Casado no tiene a nadie. Ayuso tiene a MAR y
hemos visto de lo que es capaz. Hasta VOX tiene su comunicación. Detrás
de Abascal está Quico Méndez Monasterio, un tipo intelectual e inteligente
que le dio un repaso al líder de VOX para que dé el pego a mucha gente. Es
trumpismo puro y no olvidemos que Trump tiene a medio Estados Unidos
con él. Trump se va, pero su gente se queda», señala Ana Pardo de Vera.
«Siempre le decía de broma a Zapatero que ni siquiera tú eres
todopoderoso. Ni siquiera Iván puede garantizar que las piezas a las que da
movimiento se comporten con racionalidad. Si no existiera la Unión
Europea, estaríamos en una dinámica similar a los años treinta, porque se
está destruyendo el espacio de centro. No hay derecho a que Casado no
tenga recompensa política alguna tras su gesto de romper con VOX. A los
diez minutos lo habían amortizado. ¿Dónde está el sentido de Estado, el
concepto de comunidad democrática?», dice Pedro J. Ramírez.
«Iván teorizó los dos bloques en su blog. Incluso Aznar lo hizo. La
división da la victoria al adversario. Iván mueve muy bien las piezas de su
tablero de ajedrez. Hay una voluntad de destacar a VOX en detrimento del
PP. En Cataluña juega con las dos almas, con ERC y JxCat, para tener dos
interlocutores. En el País Vasco solo el PNV tenía esa interlocución y le ha
abierto cancha a Bildu. Todo esto es política y lo hace con suma habilidad»,
afirma Jordi Juan.
Con los datos en la mano, y con un mensaje claro, Pedro Sánchez
convocó elecciones en abril y nació la campaña «La España que quieres»,
que llevó al PSOE a ganarlas. El PSOE no triunfaba en una confrontación
electoral en España desde 2008 y las derrotas se acumulaban en la sede de
Ferraz. Los 123 diputados llenaron de orgullo a la militancia socialista, que
llevaba años sin celebrar una victoria. En la Moncloa también se celebró y
el equipo de Iván le regaló a su jefe las siete bolas de Dragon Ball. Seguro
que hacían juego con la figurita de Son Goku que reposa sobre su mesa de
trabajo. Abril de 2019 puso tierra de por medio con el sorpasso de Podemos
y puso en evidencia a una derecha dividida y en plena pugna entre
Ciudadanos y PP, y la entrada de VOX en el escenario político español. Los
123 diputados fueron un resultado que ni los más optimistas esperaban.
Para muchos que agitaban las aguas contra Redondo fue todo un
contratiempo.
«Es usted el director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, pero la
información más discreta le eleva a usted de categoría: es el gran gurú y el
gran estratega del presidente Sánchez. Es la cabeza que piensa por él. Es el
que marca los pasos que debe seguir... Y si alguien es el guardaespaldas
para evitar errores en la campaña, ese guardaespaldas tiene que ser también
usted, señor Redondo. Tanto es así, que si a mí me preguntan quién ganó
ayer las elecciones, respondo que ha sido quien se presentaba, que era su
jefe, pero quien se las hizo ganar ha sido usted. Quien hizo pasar a Sánchez
de ser un tipo demonizado por parte de la prensa a ser el claro ganador en
las urnas, ha sido usted, don Iván... Ha entrado en la categoría de leyenda.
No estoy escribiendo a una persona física, estoy escribiendo a una leyenda,
casi me da miedo, pero lo tenía que hacer en un día como el de hoy porque
detrás de un gran hombre no solo hay una gran mujer. En estos tiempos,
detrás de un gran hombre siempre hay un gran asesor», decía Fernando
Ónega en su carta nocturna en La Brújula de Onda Cero al día siguiente de
las elecciones.
Fue una gran victoria, pero insuficiente, y se abrió la negociación para
formar gobierno. Adriana Lastra, Carmen Calvo y José Luis Ábalos
formaron el tridente negociador. Muchos llamaron esa noche a Iván
Redondo para felicitarlo. Solo algunos, como el presidente de La Razón
Mauricio Casals, lo felicitaron también en noviembre. Aquella noche tuvo
muchísimas menos llamadas.

FASE II: LAS ELECCIONES DE FUEGO


Las negociaciones con Podemos acabaron como el rosario de la aurora.
Tampoco Pablo Echenique hizo mucho para lograr un acuerdo. Sánchez
apostó por formar el Gobierno cuanto antes sin necesidad de los
independentistas ni de Podemos. Necesitaba para lograrlo la abstención de
la derecha, que no tragaba con un acuerdo con Podemos, mientras que
Pablo Iglesias estiraba más el brazo que la manga. No hubo forma de
lograrlo porque la celebración de las municipales, autonómicas y europeas
no puso sosiego a la política española, cada día más contaminada por la
confrontación.
Sirva este ejemplo para ilustrar el clima político. Meses después, Xosé
Hermida escribía un artículo en El País el 20 de diciembre de 2020 y lo
sintetizaba en una frase del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo: «No
estamos en el mejor momento de la política». Hermida titulaba su artículo
«La política tóxica contamina a España» y recogía diferentes opiniones.
Manuel Cruz, el que fuera presidente del Senado, afirmaba: «Ahora ya ni
siquiera hay relatos. Ahora es un fuego graneado constante». Íñigo Errejón
apuntaba que a los medios «les interesa más un zasca que el contenido de
los discursos». Juan Carlos Monedero decía: «La derecha son la CEDA del
34 alimentada por los medios que la jalean». E Iñaki Anasagasti
sentenciaba: «No es que nosotros fuésemos mejores, creo que éramos más
vocacionales. Ahora se ha hecho de la política una carrera profesional».
El artículo era posterior a las elecciones, pero el clima de tensión y
agresión era palpable en el interregno entre abril y noviembre de 2019. La
campaña fue durísima y elevó el tono porque se llegó a ella tras la falta de
acuerdos. ERC no quería saber absolutamente nada porque en Cataluña las
calles estaban incendiadas por la sentencia del procés. Podemos estaba
enrocado en su posición y los negociadores socialistas no se lo pusieron
fácil, mientras que la derecha competía por el liderazgo en un escenario en
el que no se hacían prisioneros, ni en la izquierda ni entre las propias tres
derechas.
Las negociaciones fueron de mal en peor. Pablo Iglesias envió en plena
investidura un SMS a Iván Redondo en el que ponía negro sobre blanco la
última oferta de Podemos. Iván se lo reenvió a Pedro Sánchez, que estaba
reunido en la calle Ferraz con su equipo más próximo. Su respuesta fue no.
Y, quizá, su equivocación. Iván Redondo jamás disiente en público de las
decisiones del presidente. Siempre dice que es su papel. Tampoco lo hizo en
este punto. Es lo que se espera del guardián del mensaje. Nunca se
desmarcará del presidente cuando toma una decisión, la vea equivocada o
no. Un consultor político que no asuma que las decisiones del presidente
son sus decisiones es un mal consultor político y un mal guardián del
mensaje.
Estoy convencido, como mucha gente que lo ha dicho en este libro, de
que Iván Redondo no era partidario de una repetición electoral, pero jamás
iba a reconocer, ni reconoció ni reconoce, que no lo era y que tuvo
problemas para preparar la campaña de noviembre. Había malestar en el
votante de la izquierda por que no se hubiera alcanzado un acuerdo entre el
PSOE y Podemos, los socialistas se consideraban humillados por Podemos
y el conflicto catalán estaba enervado. Estos tres ingredientes rebajaban
unas expectativas que los adversarios de Iván en el PSOE aumentaban para
crear una sensación de derrota. A más expectativa, mayor decepción ante un
resultado menor. Desde el equipo de la Moncloa lo tienen claro: «La clave
está en la sentencia del procés, en las calles ardiendo y la sensación de
inseguridad en toda España. Las expectativas y la sentencia fueron
determinantes en unas elecciones en las que nunca nos dimos una hostia.
Perdimos 0,7 puntos y Podemos, un 7 %. Perdimos 3 diputados por los
restos». Fue una nueva victoria del PSOE de Sánchez, pero quienes habían
alentado expectativas desmedidas la vendieron como la mayor de las
derrotas. La campaña fue muy complicada. Fueron las elecciones de fuego.
Los socialistas ganaron y el PSOE era el único partido con capacidad para
formar Gobierno, pero los críticos con Redondo quisieron convertir este
escenario en una derrota. Con este análisis se explican los episodios que
vinieron más tarde.
Mientras que en la Moncloa eran más posibilistas, desde Ferraz se
alimentó la idea de que la repetición electoral era un éxito porque detrás
estaba Iván Redondo y los socialistas mejorarían los resultados de abril y de
largo, decían. Trataban de que se cumpliera la máxima de «a más
expectativas, mayor sensación de derrota si no las cumples», por lo que
pusieron toda la carne en el asador en la repetición electoral para que solo
uno fuera el derrotado: uno con nombre y apellidos. El equipo de Redondo
trató de pincharlas, pero tampoco se podían pasar, so pena de dejar con el
culo al aire al presidente. Intentaban pinchar un globo que otros hinchaban
con fruición. Iván cometió el error de no ser más contundente, aunque era
difícil serlo. Con Salvador Illa las expectativas se gestionaron con
moderación. Es un ejemplo más de algo que Iván dice con asiduidad:
«Puedo cometer errores, pero nunca los mismos».
«Iván conocía cuál era la realidad. Fue el partido el que quiso repetirlas.
Teníamos 7.480.000 votos y 123 escaños, un pedazo de resultado, una
nueva mayoría social frente a la minoría reaccionaria, un resultado que
generaba una expectativa de cambio, de transformación, de perestroika.
Sabíamos que con una repetición perderíamos votos, al menos medio
millón. La gente nos dijo que nos había votado y que nuestra obligación es
ponernos de acuerdo, que si no lo hacíamos éramos idiotas. Castigaron al
PSOE y a Podemos. Y ahí fue cuando desde el PSOE se dijo que se había
acabado el tiempo de los gurús en la Moncloa porque se habían perdido tres
escaños, pero fueron ellos quienes forzaron la repetición. Con la tensión le
propuse a Iván irnos a ganar dinero a Estados Unidos, en las campañas
estadounidenses. Me miró muy serio y me dijo: “Jaime, lo tengo hecho con
Iglesias”. Eso fue al día siguiente de las elecciones, con el griterío en Ferraz
de “A la calle”», dice Jaime Miquel. No se equivocó mucho en su análisis.
El PSOE obtuvo en abril 7.480.755 votos y un 28,68 %, y en noviembre
6.792.199 y un 28,3 %. Ciertamente, el PSOE perdió medio millón de
votos.
Iván encajó todas las críticas haciendo el papel de «última trinchera del
presidente». Es un estajanovista irredento. Lo aguanta todo impasible. Su
amigo y colaborador Enrique Simancas cuenta una anécdota impagable que
define muy bien al personaje: «Estuvimos trabajando en el montaje de un
vídeo del PP. Como Moragas lo tenía atravesado, no nos daba material ni
recursos. Eso fue antes de Extremadura. Eran las tantas de la madrugada y
los dos estábamos con lumbago, buscando setas. Acabamos muy tarde y
Sandra me dijo que me quedara a dormir en su casa. Les pedí un Nolotil
para poder levantarme en condiciones al día siguiente. Iván rechazó la
pastilla y con las mismas dijo: “Yo, a dormir y mañana nuevo”. Volví a
pensar eso de “puto vasco”. Y encima se levantó por la mañana como una
rosa. Yo todavía no me podía mover».
Pablo Iglesias volvió a intentar un nuevo acercamiento desde la tribuna
del Congreso, pero ya era tarde. «El momento de mayor tensión fue durante
la votación de la investidura de julio, cuando Pablo Iglesias salió a la
tribuna. El equipo quería que se aceptara la propuesta, una decisión rápida
que habría cambiado la historia», asegura Juan Francisco Caro. Hay que
tener en cuenta también la opinión de un miembro del Gobierno, que aporta
otro elemento: «Pedro no quería repetir las elecciones, pero Pablo Iglesias
quiso humillar al PSOE y destruir la victoria lograda en abril, y también la
de mayo. Convocar nuevas elecciones era una cuestión de dignidad». Este
alto cargo lo resume así: «Arrasamos y nos humillaron».
«Aquí tengo que hacer una crítica a la posición de Pedro Sánchez ante la
repetición electoral. Se escoró mucho al centro porque consideraba que
Ciudadanos le podía comer la merienda y apretó. Lo hablé con él.
Adoptaron esta estrategia porque perdían votos por el centro, hacia
Ciudadanos y el PP. Aquí la estrategia fue equivocada porque no consiguió
lo que esperaba y dio la sensación de que el presidente era un hombre de
escasas convicciones, que daba bandazos. Pasó de tender puentes con la
izquierda y el independentismo tras la moción de censura a romperlos de un
día para otro. Transmitió incoherencia», afirma Susanna Griso.
No disiente en público, tampoco en privado, quizá solo ante sus más
íntimos, y acató la decisión del presidente, y del PSOE, aunque no fuera la
suya. Algunos no se han enterado de que no quiere hacer carrera política ni
quiere ser vicepresidente del Gobierno, ni tampoco aspira a ser ministro y
mucho menos a tener un cargo en la Comisión Ejecutiva Federal. Por eso
Iván Redondo Bacaicoa siempre asume los problemas, sean provocados por
él o por otros, y se faja en la solución. Dos años después, Madrid es todo un
ejemplo de asunción de errores de otros.
Lo hizo por decisión del presidente, pero no lo vio así el PSOE, que
arreció en la presión que al final hizo efecto en Sánchez en 2021. La
resistencia de Redondo a continuar, su decisión de parar, no gustó al
presidente, quizá porque no la esperaba. Pensaba que, como siempre,
asumiría su decisión. No fue así porque Iván quería poner fin a una etapa de
su vida.
Como respuesta, frialdad con ataques desmedidos y gelidez en el trato.
Sánchez no lo nombró en la declaración institucional tras el cambio de
Gobierno ni en la entrevista que realizó en Tele 5. La inquina de los ataques
sorprendió. Sánchez es lo que es por Redondo. Ahora veremos de lo que es
capaz sin él. De momento, en los primeros compases Sánchez y su nuevo
equipo se dejan llevar por el rencor y por la sed de venganza, como si estos
últimos tres años hubieran sido para ellos un calvario, un calvario que ha
llevado al PSOE al Gobierno y a recuperar el liderazgo en la izquierda.
Ahora toca la etapa POST-Iván Redondo.
En 2019 todo era diferente según el prisma de Sánchez. Sabía que Iván
asumiría su responsabilidad en un movimiento difícil: el acuerdo con
Podemos. Por eso prescindió de sus negociadores para centrar en Iván
Redondo la nueva fase tras las elecciones de noviembre. «Esa noche fue
muy dura. Iván no paraba de repetir que habíamos vuelto a ganar con
diferencia sobre el siguiente y que éramos los únicos que podíamos
gobernar, mientras enfrente tenías a gente del partido con las caras largas y
farfullando. Culpaban de todo a Iván. La decisión fue del presidente y la
seguimos ciegamente —dice Óscar Abou-Kassem, quien añade algo que es
sustancial para entender lo ocurrido en esas horas—. Estuve en la unidad
que preparó documentos sobre qué elementos debían sustentar un Gobierno
de coalición. Iván nos pidió ese trabajo en el mes de mayo, coincidiendo
con las municipales. Entonces empezamos a trabajar activamente en un
Gobierno de coalición, en su estructura y sus políticas. De hecho, en el
acuerdo con Podemos se incorporaron elementos que habíamos trabajado
meses antes. Salió todo en veinticuatro horas porque el tema estaba
trabajado. La gente se piensa que se pueden sacar conejos de la chistera y
no es así. Las cosas se preparan con tiempo y cuando llega el momento, se
hace un sprint. Es audacia, no improvisación. Se había preparado cómo
debía ser el acuerdo, el reparto ministerial, cómo presentarlo, cómo hacer la
comunicación. Lo llevaba hablando desde hacía mucho tiempo con Gentili.
Mueve la pieza final cuando el presidente dice “ya está”. Y se hizo así
porque ya estaba todo preparado.»
«Iván no fue en absoluto el culpable de la repetición de las elecciones,
pero lo asume en primera persona porque tiene que proteger al presidente,
aunque no sea el responsable. Intenté convencer a Pedro de que no
convocara. Hablé con el presidente durante más de una hora en su
despacho. Recuerdo el día porque tomaba posesión la primera mujer
general del ejército. Tenía claro que había que repetirlas por las malas
experiencias con Podemos, porque no era posible un pacto. Le intenté
convencer de lo contrario, se lo puse feo, pero él estaba convencido de que
los resultados serían mejores. Al salir, hablé con Iván, quien me dijo: “Lo
que hables con el presidente es entre tú y él”. Me dijo lo que pensaba, pero
ya estaba trabajando en cómo afrontar los problemas que se planteaban en
esa nueva etapa que empezaba», señala Quico Toscano.
«Hacerle responsable de la repetición de las elecciones me parece
injusto, pero, sobre todo, erróneo. Es una falta de respeto al presidente. En
esas circunstancias hay muchas variables, no todo es controlable. Las
decisiones de Iglesias o Rivera no fueron controlables. Iván lo asumió
profesionalmente, un reto más en una actividad profesional que no acabará
en el Gobierno. La parte más positiva de su actividad está por venir», dice
Gonzalo Miró.
Rotas las negociaciones, el equipo de Redondo preparó las nuevas
elecciones, las elecciones de fuego. Cataluña estaba inmersa en una nueva
crisis por la sentencia del procés, que dejó a sus líderes en prisión. La
gestión de la campaña se hizo complicada porque el Consejo de Seguridad
Nacional se reunía a diario y tenía a Redondo casi bloqueado. Eso sí,
asumió la responsabilidad y se planteó un triple objetivo: vencer a la
derecha, a la izquierda y al independentismo. Ganar en estas condiciones se
antojaba harto difícil, porque lo que pasaba en Cataluña tenía gran
repercusión en España. «Haz que pase» fue el mensaje de una campaña con
la que el PSOE volvió a ganar, mal que les pese a algunos.

FASE III: «ACTIVA», LA NEGOCIACIÓN DEL GOBIERNO


DE COALICIÓN

La noche del domingo electoral Pedro Sánchez se reunió con Iván


Redondo. Analizaron los datos y el presidente le dijo a Redondo: «Activa».
Nadie más lo sabía. Iván llamó a Pablo Gentili, pero no le cogió el teléfono
porque estaba en Sudamérica. Esperó a que le devolviera la llamada.
Algunos subestimaron a Iván y le acusaron de ser el culpable de evitar el
Gobierno de coalición. De hecho, es al contrario. Jamás dijo que Podemos
no pudiera estar en el Gobierno. Otra cosa es que la convivencia sea fácil y
sencilla porque la izquierda es más emocional. Y lo más importante, se
encargó de afianzar los puentes.
«Limó asperezas entre Sánchez e Iglesias porque, además de ser un
estratega, de defender unos intereses, traslada que es un buen tío, una
persona con buen fondo, y Pablo Iglesias sabe que no le va a hacer una
putada. La relación previa entre ellos es fundamental para llegar a la
configuración del primer Gobierno de coalición en la historia reciente de
España, porque no habían roto los puentes. Con Gentili, su interlocutor en
esos días, tiene una cosa en común: no son sectarios. Los partidos acaban
confiando en personas de su misma cuerda ideológica y eso es un error.
Necesitas a alguien con las miras más abiertas, más transversal. No le
puedes llamar chaquetero por estar con Albiol, Basagoiti o Monago y ahora
con Pedro Sánchez, porque su planteamiento de la política es aséptico,
constructivo y neutral. Juega más con ideas que con ideologías. MAR es
pura ideología, el carro de las esencias. Iván, por el contrario, traslada la
necesidad de tender puentes, incluso de superar vetos cruzados», dice
Susanna Griso.
Durante todo ese tiempo Iván se encargó de que no se rompieran los
puentes más allá de la bronca electoral. No es baladí que Iglesias hiciera un
último esfuerzo para alcanzar un acuerdo enviando un SMS a un Iván que
mantenía contactos constantes con Gentili y con Juanma del Olmo. Se dice
que todo cuajó en veinticuatro horas, pero no es del todo cierto. El equipo
de Iván había trabajado en una propuesta de acuerdo y Gentili y del Olmo
estaban al cabo de la calle. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio
una orden a su jefe de Gabinete: «Activa». Y este lo hizo: el proceso se
puso en marcha.
El lunes por la mañana se reunió la Ejecutiva Federal. En su
intervención, Pedro Sánchez no hizo referencia a lo que estaba ocurriendo
entre bambalinas. Los dos partidos eligieron a Adriana Lastra e Irene
Montero como negociadoras, aunque oficiosamente las piezas ya se estaban
moviendo porque había una negociación en marcha entre Pedro Sánchez y
Pablo Iglesias a través de sus personas de confianza, Redondo y Gentili. El
presidente citó el lunes en la Moncloa a Pablo Iglesias para tomar un café.
Antes, Iglesias le había enviado un mensaje: «El acuerdo es una necesidad
histórica».
«El día de las elecciones, a la fuerza ahorcan. Sánchez sabe que o
gobierna con Unidas Podemos o no gobierna. Eso se gestó en una noche.
Forzaron unas elecciones pensando que iban a marcar a Podemos, que
emergería Errejón y subiría Ciudadanos, y alguien ahí hizo mal las cuentas.
De repente, esa noche se movió todo y se pusieron a negociar. El acuerdo
fue entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias», dice Juan Carlos Monedero.
Ese lunes por la noche, como ya he contado, estaba cenando con Iván
muy cerca de su casa cuando recibió un mensaje: «Perfecto». El remitente
era Pablo Iglesias Turrión. El principio de acuerdo estaba hecho. Al día
siguiente se selló con una foto y un abrazo: un abrazo entre el presidente y
el líder de Podemos, y otro entre Iván Redondo y Pablo Iglesias, lo que es la
prueba más palpable de que Redondo no era el adversario de Podemos, de
que no fue el boicoteador del acuerdo que llevó a las segundas elecciones,
ni el responsable del giro al centro. Las imágenes de «los abrazos de la
Moncloa» muestran quiénes estaban y quiénes no. Pedro Sánchez, Adriana
Lastra e Iván Redondo por el PSOE, e Irene Montero, Alberto Garzón y
Pablo Iglesias por Podemos. Ni Carmen Calvo ni José Luis Ábalos. «Ese
abrazo lo desmonta todo —comenta Fran Gómez Loarte—. Demuestra fair
play.» El preacuerdo estaba cerrado. Quedaban algunos matices, pero se
había conseguido el objetivo. Con el acuerdo no había ganado nadie y
ambos partidos tenían un buen sabor de boca porque «¡Qué bien hemos
luchado!».
Jaume Giró recuerda que se reunió con Iván en aquellos días: «Estaba en
cuestión si habría un nuevo Gobierno o no. Dejó caer una frase: “España es
mucho de ganar en el último minuto”. Y así fue. Al cabo de tres días se
formaba gobierno. Parecía una profecía, pero no lo era. Estaba trabajando
con los pies en el suelo porque la intuición es una condición necesaria, pero
no suficiente. Las decisiones se tienen que tomar con datos, con garantías, y
siempre sin confundir los deseos con la realidad. No es fácil porque muchos
los confunden. Siempre tienes que ver cuáles son los movimientos del
adversario, ya que los adversarios no son mancos».
Así se inició el primer Gobierno de coalición en España. Durante todo
este tiempo ha habido altibajos, con el tsunami que representó la «baja por
elecciones» del vicepresidente Iglesias. Mientras el líder del partido morado
estuvo en el ejecutivo, la relación fue compleja. Podemos «marcaba
paquete» (frase de la que tiene la paternidad el exdirigente de ERC Joan
Puigcercós) de forma constante para diferenciarse del PSOE. Quiso ser la
argamasa de la mayoría con los independentistas y quiso ser la esencia de la
izquierda. Sin él, decían, el Gobierno de Pedro Sánchez no sería de
izquierdas.
De hecho, durante los meses que Iglesias fue vicepresidente segundo
vivió agobiado por las encuestas, que lo situaban en los niveles de la
Izquierda Unida de Cayo Lara. Este fue uno de los motivos para que saltara
del ejecutivo y acudiera en auxilio del partido en Madrid, que no estaba
mal, estaba peor. En el Gobierno trataba de marcar un perfil propio
montando permanente una «melé», como en el rugby, para dividir a los
progresistas: el feminismo, la ley trans, la ley de vivienda, la renta mínima
y un largo etcétera. Era la lógica del «astilla que algo queda».
El negocio no le salía rentable, pero ponía al PSOE de los nervios,
aunque a la Moncloa algo menos. Las encuestas mejoraban los resultados
porque los progresistas preferían a la izquierda de gobierno, aquel viejo
marchamo que empezó a trabajarse en el muy lejano verano de 2017. La
primera consecuencia fue que muchos ciudadanos visualizaban al Gobierno
como el Gobierno del PSOE cuando las cosas iban bien y surgía el de
coalición, el de Podemos, cuando las cosas no iban bien y se desatada la
polémica. La coalición solo surgía cuando la bronca subía de decibelios. El
problema era que, con las broncas, Podemos no mejoraba sus expectativas.
Un buen amigo me dijo un día: «Podemos quería asaltar los cielos y el
PSOE asaltó los cielos que están en la tierra». Un colaborador del PSOE
tiene más guasa: «El leninismo pop ha fracasado. Han conseguido que la
gente se olvide de que está Podemos en el Gobierno para lo positivo y solo
aparece cuando las cosas pintan feo». Iglesias estaba cerca de enjaularse en
lo que fue Izquierda Unida, por eso dejó el Gobierno, se convirtió en el
adalid de Podemos-Madrid y abrió el melón sucesorio. No quiso asumir en
primera persona la crónica de esta atomización anunciada y dejó un legado
incierto. Invistió a Yolanda Díaz como sucesora en el Gobierno y a Ione
Belarra como líder de Podemos. Además, los líderes de la izquierda del
PSOE se movieron tras las elecciones de Madrid. Cristina de la Hoz lo
publicó en El Independiente el 10 de mayo. Errejón, aprovechando el tirón
de Mónica García, quiso reordenar a los sectores de izquierda porque para
ellos Podemos era ya un partido amortizado. Y un detalle a tener en cuenta:
las bicefalias no funcionan en España excepto en Euskadi con el PNV. Y las
tensiones no son inexistentes entre Ajuria Enea y el Euskadi Buru Batzar.
Con la formación del segundo Gobierno, Sánchez tomó una primera
medida: remodelar el equipo de la Moncloa, cuya dirección asumió Iván
Redondo. Todo el personal quedó bajo su égida y surgió la leyenda del
primer vicepresidente del Gobierno. Dicen que tiene poder, pero su poder es
por delegación, es el poder del presidente. Estoy totalmente de acuerdo con
Nacho Escolar. Aumentaron los recelos de quienes critican su ascendencia
sobre el presidente y arreciaron las críticas en los medios de comunicación.
«Aquí se sabe todo, quién filtra y quién no, y más ellos que tienen un
aparato de trabajo impresionante en la Moncloa. Estoy convencido de que
el presidente es consciente de todo esto. Esa noche Iván no mantenía las
competencias, sino que las aumentaba. Pilotó el contacto con Podemos y el
presidente se lo llevó a la firma del acuerdo. Para muchos de los que le
quieren matar, se hizo visible quién tenía el poder», afirma Quico Toscano.
También tomó una segunda medida. El Gobierno decidió realizar los
Consejos de Ministros los martes, controlando de esta forma la agenda y la
iniciativa. «Esta jugada no se ha valorado lo suficiente. Con los consejos de
los viernes las medidas tenían un impacto limitado. Se podían contar en los
informativos del día y poco más. Los periodistas se morían por irse de fin
de semana y los temas tenían un recorrido corto. Ahora el impacto es brutal.
El lunes empieza el goteo de informaciones y el martes lo que aprueba el
Consejo marca la actualidad de la semana», dice Óscar Abou-Kassem.
«Hay tres fases en el nivel de exigencia de la ciudadanía. En la primera,
el ciudadano del principio de la democracia exigía a sus dirigentes que
fueran políticos porque veníamos de la nada. En la segunda, el ciudadano
decía “quiero que sea político y que haga política. Diálogo, consenso, que
saque cosas adelante”. En la tercera, “quiero un político que haga política y
que haga que la política sirva para lo que me toca a mí, no solo cuestiones
materiales, sino también cuestiones conceptuales como el cambio climático,
la igualdad de oportunidades o los derechos civiles”. Para cumplir con esta
percepción se necesitan personas de acción. Pedro e Iván son de acción.
Todo se puede repetir, pero, en términos estadísticos, que se dé la
probabilidad de un presidente con un director de Gabinete que tengan
empatía, que coincidan en experiencias complejas, que hayan vivido un
contexto muy determinado, que tengan los mismos proyectos, es difícil que
se repita», dice Paco Salazar.
Iglesias y Sánchez compartieron durante quince meses un Gobierno que
«empezó con el hándicap de que el PSOE no quería un Gobierno de
coalición y se forzaron unas segundas elecciones —apunta Juanma del
Olmo, quien añade su valoración—: El primer año fue muy particular, no
solo por la pandemia, que nos ha obligado a todos a ser más responsables si
cabe, sino porque en un año se ha demostrado que el Gobierno de coalición
es posible, a pesar de ser cuestionado sistemáticamente desde la derecha y
la izquierda. Se puso en duda que pudiera funcionar y uno de los retos ha
sido consolidar en el imaginario que la coalición ha venido para quedarse,
que la coalición es posible y estable, que es posible que el PSOE y Podemos
se entiendan. Este es un objetivo compartido. Hemos conseguido un salto
cualitativo porque ahora quedan pocos que no vean la estabilidad del
Gobierno, a pesar de todos los problemas».
El Gobierno se las prometía felices. La pandemia no fue un invitado
esperado. El gran objetivo era, a pesar de la crisis sanitaria, aprobar los
presupuestos, porque todavía se trabajaba con los de Cristóbal Montoro.
Iván lanzó una consigna a los suyos: «Ahora que tenemos Gobierno toca
hacer cosas. Debemos tener relato, épica, pero también políticas». «El
presidente e Iván son un tándem imbatible. Se complementan muy bien. Del
Sánchez de 2014 al presidente Sánchez de 2021 el cambio es exagerado,
domina el escenario político», afirma Manuel de la Rocha. Dicho en
palabras de José Antonio Llorente, pasar del storytelling al storydoing, del
relato a los hechos.
Juanma del Olmo e Iván Redondo son los que engrasan siempre la
máquina. De hecho, cuando Iglesias abandonó el Gobierno, solo informó al
presidente y a Iván Redondo. Juanma también le envió un mensaje a Iván.
Tienen una buena relación personal y política y se ven todos los viernes,
son los guardianes del mensaje, los guardianes de la coalición. Juanma
conoció a Redondo en la calle. Se cruzaron y se lo presentó Juan Carlos
Monedero, con el que había quedado a tomar café. Del Olmo citó a Iván
Redondo en su libro La política por otros medios, con prólogo de
Monedero, que aprovecha para dar un «zasca» a los asesores como Iván. En
el libro, del Olmo afirma que Redondo «es uno de los pocos que se enteró
de la estrategia política del Tramabús» por un artículo publicado en
Moncloa Confidencial en El Mundo en el que decía «el “Trama Bus”,
aunque polémico, da en el clavo en óptica Podemos. ¿Cuál es el propósito?
¿Poner a sus adversarios a la defensiva? No, es mucho más que eso. Lo
podemos resumir en dos grandes objetivos posicionales en el actual ajedrez
político: 1) Generar un nuevo espacio de ruptura situando en la agenda
pública la “Trama” como núcleo irradiador. Con permiso de Íñigo Errejón.
Es un homenaje a su técnica. 2) Polarizar con el PP y el PSOE, mientras
Ciudadanos se muestra tímido en sus críticas al sistema».
Lejos quedan esos días. Ahora es otra cosa. «Vamos navegando en el día
a día. No hay nada prefabricado, ni rígido. Nuestro trabajo es definir una
cultura de coalición que definirá la cultura de las coaliciones venideras en
España. Cada lunes se planifica la semana, cómo transmitir el mensaje,
analizar temas candentes y desatascar cuestiones. Además, tenemos las
reuniones en las que se afronta el seguimiento del programa de coalición y
el día a día, donde surgen las polémicas, engrasar la comunicación y que no
se pierda el contacto entre los actores. En este punto, trabajamos mucho
Iván y yo», afirma Juanma del Olmo.
No cabe duda de que, con la marcha de Iglesias, la situación cambiará,
porque no es lo mismo un gobierno de coalición sin el líder del partido
pequeño en el ejecutivo, aunque su trabajo continuará siendo similar.
«Hemos generado una relación de confianza, de hablar claro, una relación
sincera, aunque nuestros intereses difieran. Él cuida al presidente y yo al
vicepresidente, pero tenemos el objetivo común de proteger la coalición. No
nos hacemos jugarretas, sino que contribuimos a desatascar los conflictos y
construir puentes para protegerla. Cada uno tiene sus márgenes porque
representamos a dos partidos diferentes. Cuando las situaciones son
complicadas, elevamos la cuestión a los líderes. Nuestro trabajo es
destensar, ser interlocutores con nuestros espacios políticos, el Gobierno y
el partido, buscando la empatía, cribando los temas para que no todos
lleguen al líder. Nuestro papel es negociar a cara de perro sabiendo hasta
dónde se puede llegar. Nuestro papel es en positivo, vehiculando en positivo
la relación, no se trata de arrancar cosas al otro, sino de encontrar puntos de
encuentro», añade del Olmo.
«Iván tiene un papel muy importante en la interlocución con Podemos,
con Pablo directamente, pero también con Juanma del Olmo y otros actores.
Todos tenemos nuestros interlocutores. No es muy distinto un Gobierno de
coalición de un Gobierno monocolor. Otra cosa es lo que se visualiza.
Podemos quiere diferenciarse porque es el hermano pequeño. Esto es la
política. Pero ¿hay algún elemento en el BOE que no sea eminentemente
socialdemócrata o dentro de los cánones de la Unión Europea? No hay ni
elementos revolucionarios ni bolivarianos. A veces lo que se escucha es
disparatado y absurdo. Otra cosa es el debate. En los acuerdos y la acción
de Gobierno no hay nada fuera del manto socialdemócrata», señala Paco
Salazar.
«El Gobierno tiene mucho ruido dentro porque Iglesias se ha empeñado
en meter ruido. Es su batalla de desgaste. Le dije a Iván: “Al final, como
vas a gobernar con tu competidor, debes tener claras las reglas y asumir que
es el competidor, que no sabe que está en el Gobierno y que compite
electoralmente todo el día, con iniciativas ideológicas de la marca Podemos,
que, además, facilitan el rearme de la derecha. Debes tener el timón y el
líder tiene que dar un golpe en la mesa de vez en cuando, afirmando que
aquí no hay dos gobiernos ni dos partidos”. El problema lo tienen porque
tienen al líder dentro. Eso ayuda, pero también complica. Aquí nos pasa
igual. Idoia Mendía está en el Gobierno, pero creo que con un escenario
distinto a futuro. Aquí se trabaja mucho, todos tenemos nuestro papel, y
tenemos líneas calientes abiertas y continuas», afirma Joseba
Aurrekoetxea.
«Nosotros no somos el PNV y ciertas tácticas pactistas no las
entendemos porque pesan más los principios que las tácticas. La tozuda
realidad catalana ha emergido. Quizá su condición de vasco ha ayudado a
que la entienda mejor, pero, al mismo tiempo, que sea vasco es
contaminante porque el símil entre Cataluña y Euskadi no se sostiene. De
hecho, en Cataluña siempre ha habido una cierta vasquitis. Iván entiende el
nacionalismo y eso ayuda mucho, pero ERC no es nacionalista. Somos
independentistas, catalanistas, republicanos, no entendemos el sentido de
nación a la vasca. Nuestro independentismo es más abierto, más plural y
menos identitario. Es verdad que ayuda que Iván sea de Donostia, porque
conoce al PNV y a Bildu, lo que le hace más sensible en el análisis de la
situación. Quizá esta sensibilidad es la que también ha hecho posible que en
España no gobierne un único partido. El causante, el culpable, de que haya
un Gobierno de coalición es Iván Redondo», dice Raül Muto.
«La pregunta es: ¿les interesa a Pedro Sánchez e Iván Redondo mantener
el pulso con Unidas Podemos incluso en la comunicación? Creo que sí. Las
disputas son en casi todos los frentes. Alguna vez parece que incluso va a
explotar. Mantener el reino de taifas de Podemos le interesa porque le da
fuerza a la hora de tomar decisiones. Creo que utilizan a Pablo Iglesias para
afianzarse, igual que hace Pablo para marcar su perfil propio. Estoy
convencido de que hasta miden las consecuencias y el nivel de decibelios
de sus peleas. Fuera del Gobierno, como no son tan inteligentes, tienen para
siete años mínimo, a no ser que haya un cisne negro y, tal como está la
política y la sociedad, puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento»,
asegura Nacho Cardero.
«Estamos viviendo un fenómeno de Gobierno de coalición que la
oposición lleva fatal, con un comunicador al más puro estilo anglosajón
dirigiendo la política, la estrategia, el marketing y la comunicación. Hubo
un antecedente. Miguel Ángel Rodríguez intentó concentrar este papel y
cayó pulverizado por el partido y por el Gobierno», apunta Albert Sáez.
«En materia de comunicación, el Gobierno sabe dividir espacios. Son
inteligentes para reservarse diferentes banderas para cada uno, para el
PSOE y para Podemos. Saben buscar vías de escape, como el tema
monárquico o el tema social, para que la olla a presión no reviente. Hay un
reparto de roles. La prensa habla todos los días de discrepancias, pero son
las discrepancias las que permiten la convivencia armoniosa. Esa es la
paradoja inteligente», dice Verónica Fumanal.
Verónica y yo coincidimos en la teoría de que el Gobierno es una olla a
presión, en que hay que levantar el pitorro para que salga el vapor y no
explote. Juanma del Olmo lo comparte: «Es una buena metáfora, aunque
que la presión sea alta no quiere decir que sea malo para España. Cuanta
más temperatura, mejor para el país, porque estamos discutiendo sobre
cosas que son la política, cosas que afectan a la vida de la gente. Hemos de
ser capaces de discutir para presentar las mejores propuestas. La política es
discusión y conflicto. Hemos de saber discutir y saber llegar a acuerdos,
levantar el pitorro de la olla. Esto es lo importante. Así también
fortalecemos la identidad de los dos protagonistas para que ninguno se
diluya. Tenemos mecanismos para levantar el pitorro, por lo que
consolidamos una práctica por la cual todo el mundo sabe que el pitorro se
levantará y que no pasa nada por discutir. Discutir debe normalizarse
porque o discutimos en el Gobierno o en este país no se discute, ya que la
derecha ha invalidado la discusión en el Parlamento».
El presidente Zapatero es más que escéptico: «La teoría de la olla a
presión me parece algo sofisticada, porque en la política no se produce con
esta capacidad de cálculo. El vicepresidente tiene la tendencia a intentar
reconquistar la posición desde la acción de Gobierno. Esto le debería
merecer una reflexión porque en muchas ocasiones están fuera de lugar y
pocas están justificadas. Por otro lado, a veces también es enfermiza la
crítica a Pablo Iglesias».
«El Gobierno de coalición es un nido de problemas, aunque también lo
son los monocolores. Acuérdate de Soraya y Margallo o, como bien sabes,
Toni, de Bono y Montilla. Los partidos tienen que marcar su posición y el
Gobierno tiene que asumir estas diferencias. La presión de la olla tiene que
salir por algún lado. Podemos es ya como Izquierda Unida, porque no para
de bajar, un papel que odia, y se tiene que hacer notar. El PSOE también es
otra olla a presión con Calvo o Adriana. Eso sí, que cada día haya pullitas
me parece excesivo, porque la gente está hasta el gorro, genera
despolitización y odio a la política, y eso ya sabemos quién lo escampa.
Discrepancias por los temas importantes, sí, no por los anecdóticos. Eso a la
gente progresista le cabrea. Es necesario mantener la unidad de la izquierda
al menos por una vez en la historia», afirma Ana Pardo de Vera.
Ciertamente, Ana tiene razón. Coincidimos en el primer Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero, ella con Bono y yo con Montilla. La relación fue
compleja, sin lugar a dudas.
«Los Gobiernos de coalición siempre son muy complejos. Los
monocolores también son de coalición, no lo olvidemos. El ministro de
Economía siempre se pelea con el resto. A este Gobierno se le añade un
elemento de presión más: ¿a quién le está saliendo mejor el negocio? El
minoritario le saca menos partido y siempre piensa en singularizarse. Si no
van en ascenso permanente, siempre buscarán cómo sacar rendimiento de
su posición. Esto exige una cierta contraposición con el mayoritario. Lo
racional sería pactarlo y que nadie pudiera aparecer como perdedor»,
sostiene Miquel Iceta.
«El líder debe empoderar a su persona de confianza y darle herramientas,
darle el poder. Nadie ha tenido más poder que Iván Redondo. Ni Serrano, ni
Moragas, que compartía espacio con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría.
Iván lo suma todo, poder de decisión en la comunicación, contacto directo
con el líder, en la administración, en la definición de la estrategia a corto,
medio y largo plazo, y en los centros neurálgicos del Estado. El poder
estaba muy repartido con Zapatero entre la Fernández de la Vega, Serrano y
Barroso. Tras la marcha de Barroso, la vicepresidenta lo acaparó todo,
menos el reducto de Serrano. Redondo abre ese espacio gracias a Pedro
Sánchez», dice Toni Aira.
«Iván está en la construcción de un personaje presidencial que es Pedro
Sánchez, que va a volver a ser el candidato, un personaje que está por
encima de las siglas del partido porque rompe algunos esquemas del PSOE
clásico para penetrar con mucha potencia en el electorado de Unidas
Podemos. El votante de esta formación ve a Sánchez como una persona a la
que puede votar y esto provoca nerviosismo en un Pablo Iglesias consciente
de que entra en su electorado. Como respuesta, Unidas Podemos marca su
propio perfil, incluso sobreactuando en cuestiones como la república»,
señala Antonio García Ferreras.
«El Gobierno de coalición está aprendiendo a construir un Gobierno de
coalición. Es una pauta de futuro. Coincide que es el primero en España y la
primera vez que un partido de la coalición llega al Gobierno. Creo que
deberían dedicar más tiempo a la revisión de la evaluación de los
resultados, cada seis meses, para saber los aciertos y los fallos y debería
estar reglado. Ahora sabemos que es posible un Gobierno de coalición y el
balance es muy positivo, porque han afrontado la situación más dura con el
Gobierno más bisoño. Han demostrado una capacidad de madurez, pero en
los dos últimos meses hay algún desajuste. Enero de 2021 y las elecciones
pueden ser la razón. El problema no está en que Podemos quiera marcar
posición, el problema está en que la posición tenga enjundia y atractivo para
que dé un valor añadido. No tendrán más espacio por discrepancias
puntuales, sino por la importancia de las discrepancias. Podemos es
socialdemócrata, pero todavía no lo sabe. Ya lo dije en 2014 en una
entrevista en un diario italiano. El espacio de izquierdas es socialdemócrata.
Es difícil de encontrar otro camino más allá. Pasar de partido protesta a
partido de Gobierno es una tarea ingente, pero cuando eres partido de
Gobierno el espacio de la izquierda que no es socialdemócrata es el que es»,
asegura José Luis Rodríguez Zapatero.

FASE IV: LOS PRESUPUESTOS


Nadie daba un duro por el Gobierno. La pandemia, los equilibrios en el
Congreso, los problemas territoriales, el frente de Madrid, todo era un
galimatías. Sin embargo, los presupuestos se aprobaron y se desató la
mundial porque los apoyaron los independentistas catalanes, los
nacionalistas vascos y Bildu. «No votaré a Bildu nunca, pero si han
abandonado la violencia tienen el mismo derecho a hablar de gobierno o de
presupuestos en el Congreso», afirma Nacho Escolar. La derecha no piensa
lo mismo. Casado se desgañita en desempolvar a ETA, y ETA ya no existe,
pero agitar el espantajo vende. Son las emociones.
«Durante toda la democracia hemos pedido que ETA desaparezca, que
pidan lo que quieran, la independencia, a través de cauces democráticos y
de las elecciones. Lo hemos pedido por activa y por pasiva en Euskadi y
cuando llegan a esto, a negociar los presupuestos, montamos un sarao y nos
ponemos a caldo. ¡Pero si el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, pactó con
Bildu los presupuestos! Lo hizo, aunque ahora no se acuerde, lo hizo
porque tenemos una mirada distinta. Por eso cuando Aitor Esteban
interviene en el Congreso sienta cátedra. Tenemos sentido común, que es lo
que aplica Iván, sentido común en las decisiones, quitando hierro y fuego a
todo, centrando el objetivo, evitando el ruido», asegura Jesús Cimarro.
«No veo que a Iván haya que juzgarle en función del proyecto político
que desarrolla. El proyecto lo define quien tiene la legitimidad democrática.
Creo que está cometiendo un error al atarse en demasía al corto plazo para
mantener una mayoría política sin darse cuenta de los destrozos tremendos
que la labor tóxica de Iglesias, Bildu y ERC está produciendo en la
sociedad española. Cuando en nombre del Gobierno se dice en televisión
que Bildu responde más al espíritu de la Constitución que la bancada de la
derecha, a millones de españoles les cruje algo muy profundo, aunque el
primer impacto sea fortalecer a Sánchez engordando a VOX. No se puede
jugar con el sentido de nación que se está produciendo en las nuevas
generaciones. En la Moncloa no se dan cuenta de esto. Construyen una
mayoría con una estabilidad de meses e incluso años, pero están haciendo
un flaco favor a la sociedad española», dice Pedro J. Ramírez.
«Juegan demasiado a una estrategia necesariamente cortoplacista. Echo
en falta una estrategia de Estado porque el tema de España no es baladí, no
es un tema menor. Le han contratado para un fin y está cumpliendo para ese
fin durante veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Trabaja para el
presidente y punto. Su objetivo es que Sánchez cumpla los cuatro años y los
cuatro siguientes», afirma Fernando Ónega. Eso también pensaba yo.
«La izquierda abertzale siempre quiere sustituir al PNV. Ahora tienen
que convencer a su gente de que tienen que salir de un escenario
revolucionario casi permanente para ir a unos momentos de moqueta,
televisión y glamur. Habrá que ver cómo lo digieren. Tienen que explicar
muchas cosas y no está todo escrito. Bildu ha cambiado una línea que decía
que la violencia era el camino por otra que dice que lo útil es hacer esto
manteniendo los mismos objetivos. Eso tienes que ensamblarlo. A la
izquierda abertzale la cohesionan dos elementos: su sentimiento anti-PNV,
que les une y les motiva, y los presos. Todo esto tendrá sus conflictos
internos y, en el caso de los presos, cuando se reconduzca, tendrán que
explicar cuál es su proyecto a futuro. El PNV tiene la cabeza fría, aunque
digan que estamos nerviosos. Nuestra política ha dado sus réditos y, no se
olviden, también tenemos nuestros objetivos fundacionales», sostiene
Joseba Aurrekoetxea.
«El PNV está tranquilo, sabe que lo de EH Bildu es coyuntural. La
izquierda abertzale tiene un interés especial en mirar al futuro y no al
pasado, en que no se les relacione siempre con el pasado, sino con una
fuerza a futuro. El acuerdo es una necesidad. En el Partido Socialista hay
una cultura de acuerdos con el PNV, lo necesiten o no lo necesiten. Bildu se
ha dado cuenta de que se están dando unas circunstancias especiales porque
su voto tiene una relevancia especial. Aquí entra en juego el papel de
Iglesias, que quiere hacer de valedor, ser el que está llevando a Madrid a
EH Bildu y el que está facilitando las relaciones. El PNV está tranquilo
porque el valedor del Estado es el PNV. Está tranquilo, pero se pone bravo
porque le toca ponerse bravo», apunta Martxelo Otamendi.
«La jugada maestra de la moción de censura no la vio venir nadie salvo
Redondo, que siempre tiene en mente la siguiente jugada porque controla
sus propios tiempos y el que los controla tiene ventaja y puede terminar
controlando la agenda política. El control pasaba por el empeño de cerrar
los presupuestos, incluso con mucho ruido alrededor por el apoyo de ERC y
Bildu. Sabía que si se aprobaban se abriría un largo camino de desarrollo en
el que podía volver a controlar otra vez los tiempos, manejar la agenda, y
que, llegados a una nueva cita electoral, el candidato Sánchez lo hará con
huella de pelo blanco en su corte de pelo con canas de credibilidad,
experiencia y naturalidad. Va a resultar interesante este nuevo camino
porque asistiremos a una confrontación pública entre los dos socios y a la
creación de un nuevo espacio político, según la teoría de Redondo, que le
va a dar a Sánchez margen de crecimiento. Este nuevo espacio entra de
lleno en el planteamiento de Bauman de que hoy hay una enorme cantidad
de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer un mundo
mejor, más hospitalario, no solo para ellos, sino también para los demás. En
ese camino, los políticos que entiendan el mensaje tendrán recorrido, pero
no se trata de imponer soluciones dogmáticas, sino nuevas o renovadas,
muy cercanas a las necesidades de la gente de a pie», dice Mikel
Urretavizcaya. El periodista y profesor vasco hace un análisis premonitorio
de lo que está sucediendo. Quizá la sociedad española sea más líquida de lo
que nos pensamos. Se ha abierto un nuevo escenario y todo está en juego.
«Ahora ha vuelto a hacer lo mismo. En la votación de los presupuestos
de 2021 dijo que cuantos más votos, mejor y volvió a establecer una amplia
mayoría en torno a un denominador común que fijaba al PP como el
adversario. Solo le falta a este Gobierno hacer pedagogía. Por ejemplo, ¿por
qué no mencionan a Bildu? Si pactas, debes ponerlo en valor, sin reparos,
explicando por qué lo haces. La gente critica lo que saben que te es difícil
de explicar. Con Zapatero fue no pronunciar la palabra crisis, con Rajoy,
rescate. Eran sus fantasmas y a Pedro Sánchez se le nota que su fantasma es
no reconocer su pacto con Bildu. Si se hace, lo justificas y haces pedagogía
porque la sociedad española va tres pasos por delante de la sociedad
política. El debate político está anquilosado y el debate social va por
delante. La gente normaliza situaciones que el mundo político no
normaliza. El español es mucho más abierto y tolerante de lo que nos
pensamos a pesar de que el ambiente esté envenenado, también por los
medios de comunicación, porque siempre buscamos el punto de fricción,
que es lo que funciona, pero eso no es lo que vive en la calle», afirma
Susanna Griso.
«Ha conseguido aprobar los presupuestos porque no ha hecho caso de
los diarios. Sánchez se ha colocado por encima de la melé. Tiene baraka.
Esta mayoría que forjaron la moción de censura, la investidura y ahora los
presupuestos es una mayoría que habría sido difícil si Europa no hubiera
levantado el pie del acelerador. Pero, fíjate, ahora Sánchez tiene a la
patronal pidiendo más gasto público, lo que en pleno Gobierno de coalición
es todo un chollo. Su ministra de Trabajo pacta con empresarios y
sindicatos, alejando a los partidos de la derecha de su aliado natural, la
CEOE», dice Albert Sáez. Las distancias aumentaron cuando Antonio
Garamendi dijo aquello de «si acaba en que las cosas se normalicen,
bienvenidos sean». Casado fue muy agrio con el presidente de la CEOE. La
grieta se ensanchaba.
«Hay una diferencia. Bildu camina hacia la política y VOX, hacia la
antipolítica y lo antisistema. No es una cuestión de elegir a uno u otro. El
contexto marca la situación. Vivimos una dura crisis sanitaria que ha
derivado en una económica sin precedentes, a la espera de unos fondos
europeos que nos ayudarán a salir de todo esto y, en medio, los
presupuestos. No se trataba de pactar con el diablo, sino de tener el mayor
apoyo posible. Que alguien me diga qué cesión se ha hecho de soberanía
nacional. ¿Qué elemento es inasumible? ¿Que el Gobierno ha vendido
España? No, el Gobierno ha buscado el consenso y el consenso no es
unanimidad. Es muy diferente. El consenso en este contexto político
fragmentado ha superado al consenso de dos partidos. Consenso no es que
PSOE y PP se entiendan. Eso es el pasado, el bipartidismo. Ahora el
consenso tiene sentido en el bloque de la izquierda definido en el Congreso.
Ahora no toca la geometría variable, ahora toca la geometría absoluta, es
decir, cuanta más gente apruebe los presupuestos, mejor. Hubiera sido
mejor que también se hubieran sumado Ciudadanos e incluso el PP, pero no
ha sido posible. Fuera de este consenso solo se quedaba VOX», asegura
Paco Salazar.
«Ante un conflicto como el apoyo de Bildu a los presupuestos y los
movimientos de Pablo Iglesias, Iván intenta canalizarlo siempre creando un
discurso alternativo. Es flexible para prever los movimientos del contrario»,
dice Nacho Cardero.

FASE V: LA EXHUMACIÓN DE FRANCO Y EL BLANQUEO


DEL FASCISMO

«El sábado 15 de junio de 2019 salí de casa para ir a comprar la comida de


la familia y recibí una llamada del presidente, que no tiene días festivos y
siempre está activo, en la que me dijo que íbamos a ir adelante con la
exhumación de Franco, que mirara cómo lo podíamos hacer. En ese
momento tuve la sensación de enfrentarme al folio en blanco», asegura
Félix Bolaños.
Ese día empezó el calvario más esotérico del Gobierno de Pedro Sánchez
porque la derecha española se empecinó en blanquear al dictador
presentándolo prácticamente como un prohombre al que casi le tenemos
que agradecer que diera un cruento golpe de Estado y que pasara por las
armas a la democracia. La derecha argumentaba que exhumándolo se abrían
heridas en la sociedad española, cuando durante estos años se ha
caracterizado por no cerrarlas al negarse a abrir las fosas de los que
sufrieron la represión para que sus familiares pudieran encontrar los restos
de sus seres queridos. El PP y VOX, y también Ciudadanos, pusieron en
marcha una operación muy peligrosa, el blanqueo del fascismo, que no ha
hecho otra cosa que dar alas a VOX y a majaderías como las proferidas por
Javier Ortega Smith, quien argumenta desde la ignorancia que las Trece
Rosas eran unas asesinas y unas violadoras.
El proceso se antojaba largo y complejo con los herederos del dictador,
envalentonados por el resurgir de la extrema derecha. A Félix Bolaños le
tocó vivirlo desde el primer minuto, desde la primera llamada del presidente
hasta Mingorrubio. «He trabajado en Uría y Menéndez, un despacho de
primer nivel, afrontando pleitos difíciles, y en el Banco de España, donde te
enfrentas a situaciones complejas, y tengo que decir que este asunto es con
diferencia el más complejo de todos los que he tenido que asumir. Ha sido
el más complicado con diferencia porque confluían el derecho local,
autonómico, administrativo, funerario y europeo, todo junto, y una parte
contraria que lo impugnaba todo, lo recurría todo y pedía la suspensión
cautelar de todo. El expediente era complicadísimo y fue muy difícil
ganarlo.»
Bolaños reconoce que ha sudado tinta porque, además de la belicosidad
de la familia, la Iglesia se puso de perfil desde el principio creando una
situación más que surrealista. «El presidente anuncia en una entrevista el 25
de junio de 2019 la exhumación para antes del verano. Le envié de
inmediato un mensaje: “Presidente, esto no será así, la Iglesia no colabora y
es todo muy complejo”», dice Bolaños. Las negociaciones con el cardenal
Osoro no llegaron a buen puerto y en la izquierda había gente que perdía la
paciencia y algunos contemplaban incluso un escenario en el que habría que
tirar la toalla. Bolaños, con el respaldo de Redondo, no perdió la paciencia
y afrontó el caso «con un procedimiento muy garantista» ante un lío
jurídico tremendo, una fuerte presión mediática y una desmesurada presión
política.
Bolaños cuenta el caso como si fuera Wikipedia. Tiene todas las fechas
en la cabeza. Le pregunto si la exhumación del dictador fue un éxito de la
vicepresidenta Carmen Calvo. «La vicepresidenta tiene grandes virtudes,
pero la victoria fue una victoria del Gobierno», afirma. Se le entiende todo a
pesar de su discreción. La sentencia del Tribunal Supremo fue del 25 de
septiembre de 2019. El dictador Franco no salió del Valle de los Caídos
hasta el 24 de octubre. Y añade: «Me reuní varias veces con los abogados
de la familia para llegar a un acuerdo que siempre pasaba por la salida del
dictador del Valle de los Caídos. Algunos grupos ultraderechistas llegaron a
amenazarme de muerte en este periodo por reunirme con la familia, quien
dijo, y te lo digo en la literalidad, que nunca llegaría a un acuerdo con un
Gobierno socialista».
Tras la sentencia del Supremo, se abren nuevos escenarios y el abogado
de los Franco pidió volver a reunirse con el Gobierno para buscar salidas.
«A las reuniones llegó a venir Francis Franco. En ellas se debatió si el
féretro saldría cubierto con una bandera. Les dije que no, que banderas ni
una, ni constitucional ni preconstitucional», dice Bolaños. La postura firme
del ejecutivo no gustó a los familiares del dictador, que se presentaban en
los medios casi como demócratas y preservadores de la libertad. Citando a
Federico Trillo, «manda huevos».
Los gritos de los familiares en la sala de reuniones que tiene Bolaños
habilitada en su despacho se desparramaban por los pasillos del Palacio de
Semillas. «Me llegaron a decir: “Os guste o no, ha sido el jefe del Estado”»,
cuenta Bolaños. La respuesta del secretario general de Presidencia fue
tajante: «Os guste o no, vuestro abuelo ofende a una buena parte de los
españoles y no habrá ninguna bandera». En la recta final de las broncas
conversaciones, la familia afirmó «no reconocer a ningún interlocutor del
Gobierno y dijo que no hablaría con nadie, y menos aún con la ministra de
Justicia, Dolores Delgado, a la que dedicaban epítetos desagradables a voz
en grito».
«Aquel día pensé que se desbloquearía la situación. Los Franco ya tenían
interlocutor en el Gobierno. Ese fue el motivo de ir a La Sexta», dice
Bolaños. El 24 de octubre el dictador dejó el Valle de los Caídos, donde
reposan miles de republicanos asesinados o muertos por el trabajo esclavo
al que fueron sometidos. Se puso punto y seguido a una historia turbia de
España, pero no hemos de olvidar que siguen pendientes muchas
asignaturas de aquellos años. Félix Bolaños aguantó el tirón con el
inestimable apoyo de Redondo. «Al final Franco salió del Valle. La familia
cumplió, aunque costó», añade.
FASE VI: LA PANDEMIA Y LA OPERACIÓN BALMIS
La pandemia lo cambió todo. El segundo Gobierno de Pedro Sánchez
apenas había empezado a andar y España, como el resto del mundo, entró
en shock con la crisis pandémica, que ha desembocado en una crisis
económica y social. En la Moncloa, los equipos se redujeron al máximo. De
hecho, solo el club de los cinco se aventuraba diariamente a acudir al
Palacio. «Durante la pandemia, Redondo ha diseñado una minuciosa
Operación Balmis informativa que ha generado y suministrado a diario
contenidos a todo el país: en tres meses [...] han sucedido 18 apariciones de
Pedro Sánchez, 82 ruedas de prensa con Fernando Simón al frente y 45
comparecencias del ministro de Sanidad», explicaba Jesús Rodríguez en El
País a finales de junio de 2020.
El nombre de la operación se toma del viaje que comandó el médico
militar alicantino Francisco Javier Balmis, quien salvó de la viruela al
Nuevo Mundo y a Filipinas vacunando a toda población. Durante esta
pandemia nace una nueva Operación Balmis. «Llegaron la pandemia, los
muertos, las estadísticas en tiempo real y se planteó un ejercicio de
honradez para informar a la sociedad de forma puntual. El rival político,
con ansias de desgaste, convirtió la información en un arma de oposición.
Se dijo que el Gobierno mentía, engañaba, manipulaba. Con el paso de los
meses hemos visto que ni engañaba, ni manipulaba ni mentía, sino que
trasladaba en tiempo real la información, sin tenerla toda y sin tener todos
los mecanismos para computar adecuadamente los fallecidos. El Gobierno
se comió el marrón en los primeros días mientras la oposición se enredaba
en el ruido. Todo lo que ha pasado está absolutamente mediatizado. Ha sido
y es una situación muy compleja, con mucha presión, pero no ha sido un
Gobierno que calla. Ha demostrado que realmente sabía lo que quería
hacer», dice Chema Crespo.
Las acusaciones de «asesinato» fueron prolijas en esta época. También
las manifestaciones impulsadas por VOX, sobre todo en Madrid, con la
aquiescencia del Partido Popular de Ayuso. Vimos banderas rojigualdas con
el aguilucho o requetés como símbolo de protesta contra un Gobierno
«ilegítimo», culpable de casi un genocidio. Algunos, envalentonados,
acosaban, amenazaban e insultaban en las puertas de sus casas a miembros
del ejecutivo y al propio Iván Redondo. Su foto, aireada en pancartas, le
señalaba y alguno más avezado lo amenazó, y también a su familia, muy
cerca de la zona cero de un movimiento que se presentó como espontáneo y
no era tal. Han pasado los meses y los insultos no han amainado.
«La pandemia fue un momento muy duro. El día 11 de marzo envié a
todo el mundo a su casa porque había un caso sospechoso en la Secretaría
de Estado de Comunicación. Tuvimos que inventar una nueva forma de
trabajar para un momento complejo y difícil. Por temas de seguridad
informática fue complicado habilitar un sistema. Yo transmitía las
preguntas, pero los periodistas querían hacerlas ellos. Lo comprendí y
buscamos fórmulas con las asociaciones. No fue fácil. Recibí ataques que
me tocaron personalmente. Al final encontramos una fórmula, pero no se
puede acusar al Gobierno de ocultar información y de no dar paso a las
preguntas. Hemos sido transparentes e hicimos decenas de ruedas de prensa
y comparecencias», afirma Miguel Ángel Oliver.
«No veo a la oposición. Solo la vi el día que Pablo Casado puso en su
sitio a VOX en la moción de censura. La oposición es alternativa, es la que
apunta algo de futuro. Decir solo que no, que Pedro es malo, que Pablo es
chavista, es fruto de la inercia que esconde una pereza intelectual y política.
No la veo, no sé si es por la fragmentación o por la calidad de sus líderes»,
dice José Luis Rodríguez Zapatero.
Salvador Illa vivió decenas de anécdotas y situaciones duras y difíciles
durante la pandemia, personales y políticas: «Lloré el día del homenaje a las
víctimas. Todos llevábamos un clavel e íbamos acompañados por alguien de
la sociedad civil. Conmigo vino Carmen Mijimolle. No nos conocíamos y,
al finalizar el acto, junto con Jesús Aguilar, el máximo responsable de los
farmacéuticos de España, me explicó que había perdido con tres días de
diferencia a sus padres, ambos farmacéuticos que regían una farmacia en
Leganés. Nos intercambiamos los teléfonos y, al cabo de unos días, vinieron
las dos hermanas al ministerio. Es una historia muy dura. Su padre se
contagió y contagió a su mujer, pero nunca quiso dejar la farmacia. Le
pidieron que se quedara en casa y les dijo a sus hijas que no se iba a mover
de allí. Incluso desde el hospital seguía encargándose de las comandas,
hasta el último día. Cuando supo que se moría, les puso deberes de todo lo
que tenían que hacer.
»Una semana después de las catalanas, Carmen me envió un mensaje y
me dijo que si iba por Madrid le gustaría tomar un café conmigo. Fui a
Leganés, a su farmacia, acompañado por Anna María Sendra [la
responsable de comunicación del PSC]. Fui a visitarlas como un homenaje
a todos los profesionales de la salud por su papel en la pandemia. Fue una
reunión muy emotiva y personal. No la hicimos pública. Me impresionó ese
hombre que abrió la farmacia hasta el final con su “Si me toca, me toca”.
Ese contacto directo con la gente lo encuentro a faltar. Lo viví intensamente
como concejal y luego como alcalde de La Roca. Lo he recuperado en la
campaña.
»Otro día difícil y duro fue cuando vinieron a buscar en ambulancia a mi
secretario general, Faustino Blanco, que llegó al ministerio de la mano de la
ministra María Luisa Carcedo. Me dijo desde el primer día que quería
dejarlo y en eso llegó la pandemia. Me repitió su petición cuando la primera
ola empezó a bajar. Le volví a pedir que esperara hasta el final de la
desescalada y compaginó su trabajo de forma presencial y telemática. Le
pedí que viniera a Madrid porque la oposición había registrado un sinfín de
preguntas y lo hizo. Preparamos la comparecencia a primera hora de la
mañana. Al acabar la reunión, se fue a su casa a cambiarse porque acababa
de llegar de Asturias. Mi jefe de Gabinete me avisó de que no se encontraba
bien y habíamos llamado a una ambulancia. Fui a su despacho y lo vi
tocado, con una bata blanca puesta que lo hacía parecer más voluble,
aunque me dijo que estaba bien. Se lo llevaron y le pusieron un marcapasos.
No suspendimos la comparecencia parlamentaria y contesté todas las
preguntas. Nadie se interesó por su estado de salud. Me empreñé».
A pesar de su enfado, Illa marcó la política del Gobierno cuando elogió a
los portavoces parlamentarios al final de una de sus comparecencias: «No
fue una sugerencia de mi equipo, lo llevaba rumiando desde hacía tiempo
porque comparecía cada semana. En los momentos duros, ves a la persona
que está detrás del personaje. Solo se lo dije a Miriam y a Víctor [la
directora de Comunicación y el jefe de Gabinete de Sanidad], que lo haría a
la primera oportunidad que tuviera. No se lo dije a nadie más. Me dirigí a
todos sin nada escrito, me salió de dentro. El portavoz de Bildu no vino ese
día y le llamé por teléfono. Lo hice a pesar de que con Bildu tengo muchos
prejuicios y prevenciones, pero en este punto quise juzgarlo por su actitud y
no por mis prejuicios».
«No me gustaron las encíclicas dominicales. Eran demasiado largas. Iba
en contra de lo que se hacía en otros países, con intervenciones más
acotadas, aunque dijeran lo mismo que Pedro Sánchez. Lo decían en un
cuarto de hora. Fue innecesario. Se podía decir lo mismo en menos tiempo
y más contundentemente. Jugó a la expectación y daba el titular al final de
la intervención. Te obligaba a seguirlo hasta el final», afirma Susanna
Griso.
«En la pandemia hemos descubierto a un Pedro Sánchez que le encanta
lucirse y salir en televisión, pero esta jugada no le ha salido bien. Ha hecho
un “Aló presidente” con ruedas de prensa interminables. Le habrán dado
popularidad, pero no solvencia. Salir en las ruedas de prensa cada día no
subsana la falta de solvencia y las audiencias se desmoronaron. Si tienes el
poder y te pasa esto, tienes un problema. El Gobierno decidió que fueran las
comunidades autónomas las que jugaran el partido y esto lo va a pagar, no
sé si pronto o tarde, pero lo pagará porque no podemos confiar. Proclamó la
victoria sobre el virus y se fue, huyó. El Gobierno ha perdido una
oportunidad de liderar España y Sánchez pagará dos cosas: no haber estado
al frente de la pandemia y haber buscado la destrucción de Madrid, porque
Madrid no perdona», dice Miguel Ángel Rodríguez con un tono de amenaza
profética.
«Se nota que Redondo viene de la periferia. No es un producto de
Madrid. No se le acaba el mundo fuera de la almendra de la M-30. El
presidente ha concedido las dos primeras entrevistas tras la pandemia a La
Vanguardia y El Periódico de Catalunya. Esto no es casualidad. Dos
medios que no son de Madrid. La pandemia ha sido muy dura. Si al final de
esta crisis el Gobierno socialista no sale con un desastre inmenso, será para
hacer un homenaje a Iván. Aún queda mucho tiempo por delante. Las
semanas del presidente en televisión supusieron un fuerte desgaste. No sé
sinceramente si fue una gran estrategia, porque se expuso mucho. Es
opinable, pero hay un exceso de presidente, que quizá surge de la necesidad
de reforzar su carisma aprovechando que habla bien y que tiene un buen
discurso, pero la sobreexposición pudo quemarlo», señala Jordi Juan.
La pandemia ha sido uno de los elementos de gestión más brutales para
todos los gobiernos, pero, contra todo lo esperado, los ejecutivos están
saliendo fortalecidos, los socios minoritarios están bajando y la oposición
no es capaz de ganar el pulso. Entre los que salen más favorecidos figuran
los ministros de Sanidad. Illa es un buen ejemplo. Se plantearon los
comicios catalanes como una suerte de referéndum sobre su gestión y ganó.
Ayuso hizo lo mismo en Madrid, presentándose como adalid contra el
Gobierno. Un ejemplo europeo es el ministro socialista de Sanidad de
Flandes, un socio minoritario en el Gobierno, que ha visto como su
valoración ha mejorado de forma espectacular. Sin embargo, el PP y VOX
se han lanzado a una ofensiva de «desafío total». Después de las elecciones
madrileñas, el PP ha cogido impulso en las encuestas. La victoria de Ayuso
ha cambiado el tablero político, pero extrapolar su resultado a España es un
error de Pablo Casado, ya que ni Madrid es España, ni España es Madrid.
Algunos se han olvidado de lo que pasó en Cataluña. En el PSOE también
se han olvidado. Todavía es pronto para afirmarlo, pero puede que al
presidente también se le haya olvidado, sobre todo, cuando algún ministro
afirma que el procés se ha acabado. ¿En serio? Los independentistas siguen
ahí y controlan las instituciones. Se abre, sin duda, un nuevo periodo con
muchos interrogantes.
En el Gabinete de la Moncloa se trabaja para apuntalar la recuperación
económica y la aceleración de la vacunación con el objetivo de colocar al
Gobierno en una posición de fuerza y de centralidad que lo sitúe en la pole
position en las próximas elecciones. El presidente tomó la decisión de
comparecer cada semana, de coger el toro por los cuernos, de comunicar la
situación, de conectar con los ciudadanos. Iván Redondo siempre dice que
el líder debe elegir qué batallas quiere dar, no las que le quieren dar, las que
él elige. Sánchez ya eligió cuando dimitió como diputado. Lo hizo para
tener la fuerza de ser presidente del Gobierno y, en la pandemia, eligió dar
la batalla ante el coronavirus. La estrategia funcionó, pero las elecciones de
Madrid cambiaron el tablero político a causa del efecto mariposa de
Murcia. Este movimiento no se fraguó en el Gabinete de la Moncloa y el
presidente Sánchez lo sabe de primera mano, aunque parece que no se
acuerda o que no quiere acordarse.
En el momento de concluir este libro, mayo de 2021, el escenario
político español está agitado. El PP se ha envalentonado por el triunfo en
Madrid y Casado quiere presentarlo como el principio del fin de Sánchez. A
pesar de la marcha de Pablo Iglesias, el Gobierno de coalición se mantiene
firme y sólido, pero no serían descartables cambios para afrontar una nueva
etapa económica y pandémica, y recuperar la iniciativa y marcar la agenda.
En el plano económico, el Gobierno cuenta con los fondos europeos y, en lo
que respecta a la pandemia, el avance de la vacunación y el fin del estado
de alarma, envuelto en polémica, auguran un escenario más benévolo para
el ejecutivo. Sin embargo, no se pueden descartar movimientos de todo
tipo: en Cataluña, los indultos, la crisis de Marruecos, en el PP, en
Andalucía con el presidente Moreno Bonilla deshojando la margarita
electoral y un nuevo tablero político ahora con dos derechas. Y con un
congreso socialista en octubre, en el que el secretario general quiere renovar
en profundidad la Ejecutiva Federal, como escribí en La Razón el 9 de
mayo de 2021, una renovación que estoy convencido de que llegará al
Gobierno porque Sánchez necesita recuperar impulso, recuperar la
iniciativa. La renovación empezó antes de tiempo con la defenestración de
José Luis Ábalos y con una crisis de Gobierno que tiene más interrogantes
que certezas, y algún error mayúsculo.
«Las catástrofes como las pandemias y las guerras suelen reforzar a los
Gobiernos. Ante una guerra bacteriológica como esta, la población lo ha
hecho. El Gobierno ha sabido polarizar bastante bien y, mientras esté VOX,
mientras tenga la fuerza y la imagen suficiente, el PP nunca llegará al
Gobierno, por eso ha acentuado esta polarización. Las leyes de eutanasia,
de memoria histórica y otras como la ley Celaá marcan diferencias con la
derecha, manteniendo viva la polarización en un momento en el que todos
tendríamos que estar preocupados por el covid. Polarizando se moviliza a la
izquierda, a los tuyos, se cambia el epicentro del debate, se cambia el paso
de la opinión pública y se consolida la estrategia de los dos bloques, de
mantenerlos enfrentados para impedir que el PP se pueda postular como
alternativa», afirma Nacho Cardero.
En la Moncloa eran conscientes de estas críticas, pero defendían que el
presidente no solo debía informar, sino también acompañar a los ciudadanos
en la adversidad. El presidente Sánchez no ha sido el único en la historia en
adoptar esta estrategia de comunicación política. Franklin Delano Roosevelt
tuvo sus charlas junto a la chimenea durante la Segunda Guerra Mundial
para tranquilizar a la población estadounidense, acompañar a la nación y
dar las noticias a través de la radio. A pesar de las críticas de la profesión,
que obviamente busca la noticia, esta técnica tuvo su público y ocupó su
espacio. En la Moncloa tienen una percepción muy definida: «claramente
funcionó».
«Se dicen muchas cosas sobre la comunicación política del Gobierno.
Pienso que son elucubraciones en su mayoría interesadas, con
intencionalidad política. Cuando hayan pasado meses y años, se podrán
sacar conclusiones más objetivas, valoraciones menos influidas por la
coyuntura. Se ha comunicado bastante bien desde la visión técnica y
política. Se ha elegido una vía directa con el ciudadano, sin menospreciar a
los medios, porque la situación era muy delicada. Ha sido una estrategia
razonable que no es tan diferente a la seguida en otros países», asegura
Salvador Illa.
La relación entre Illa y Redondo se intensificó durante la pandemia. Otro
aspecto muy criticado fueron los técnicos, que se acercara la información a
los ciudadanos a través de los técnicos. Los mensajes los trabajaba con ellos
el propio Iván Redondo, porque no tenían ningún tipo de experiencia con
los medios de comunicación. «Funcionó porque fue espontáneo», apunta un
alto cargo del ministerio. Se afrontó la «mayor calamidad en cien años» con
profesionales sin experiencia ante los medios. Todo se planificaba, pero,
aun así, se llevaron algún disgusto porque, ante los focos, estos
profesionales corren más riesgos que a los que están acostumbrados.
Alguno metió la pata y los medios y la oposición lo sobredimensionaron.
«Iván se equivocó al poner en las ruedas de prensa a militares porque no
son políticos y, si los expones, pueden meter la pata», apunta Ana Pardo de
Vera.
El ministro de Sanidad y el director del Gabinete se vieron a diario
durante meses, hablaron mucho, trabajaron juntos, planificaron juntos y
lloraron juntos en las primeras semanas al tomar conciencia de lo que
estaba pasando, de la gravedad de la situación. Ambos compartieron
momentos de emoción y desasosiego, sin olvidar a Fernando Simón, que
estuvo al frente de la información y ha sido vilipendiado con dureza durante
toda la pandemia. «Iván es profesional, ejecutivo y competitivo, tiene
intuición y es audaz. Es intuitivo y encuentra la frase de forma natural.
Todo esto lo viví con él en la pandemia. Pasamos momentos muy
complicados. Trabajamos juntos desde la primera ola, preparando los
mensajes y organizando los grupos técnicos. Ese trabajo lo hicimos,
conjuntamente, con Miriam Lorenzo, mi directora de Comunicación. Estaba
expuesto cada día, pero lo asumí. La primera rueda de prensa fue justo
después de la declaración del estado de alarma. Entré en esa dinámica
porque era mi obligación», afirma Salvador Illa.
Hubo un cuarto en discordia, además de Miriam (la responsable del
complejo sistema de información que se puso en marcha en tiempo real), el
ministro e Iván Redondo: el jefe del Gabinete del ministro de Sanidad,
Víctor Francos, exsecretario de Estado de Función Pública. «Iván entendió
desde el minuto uno que la causa de Illa era la causa del Gobierno y se
volcó. Preparábamos las ruedas de prensa, el mensaje del día, quiénes salían
para dar información sobre una situación totalmente nueva y cambiante. La
presencia de los técnicos fue una innovación y tan importante era la rueda
de prensa de la mañana como la del ministro por la tarde. Ahí trabajamos
con epidemiólogos, policías, guardias civiles, militares. Todo era nuevo y
poco conocido, y tenía sus riesgos. En esos meses nuestra relación se
fundamentó en la confianza en lo personal, lo político y lo profesional. Me
jode bastante esa imagen que se transmite de él, de que impone lo que hay
que hacer. Jamás lo ha hecho y hemos tenido un sinfín de reuniones.
Siempre te pregunta cómo lo ves, cómo lo harías», dice Víctor Francos.
Víctor Francos se incorporó al ministerio en marzo. En septiembre fue
nombrado jefe del gabinete, sustituyendo a Germán Rodríguez, que dejó su
puesto por motivos personales. Víctor y Germán, que fue diputado y mano
derecha de Carme Chacón, se conocen de hace mucho tiempo. Se
enfrentaron para dirigir las Juventudes Socialistas de Cataluña en 2003. El
congreso se celebró en Sabadell el mismo día de la toma de posesión de
Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat. La tensión era máxima
y los delegados estaban divididos en dos, casi literalmente. José Montilla,
primer secretario del PSC, me envió a poner cordura y evitar un escándalo,
porque la amenaza era que una parte de los delegados abandonaran el
congreso. Así lo hice. Nos reunimos los tres en una salita con un solo
objetivo: era necesario el acuerdo, el fair play. Víctor Francos ganó el
congreso por apenas seis votos. Germán Rodríguez asumió su derrota y
aceptó el resultado. No hubo escándalo. No habían vuelto a trabajar juntos,
codo con codo, hasta que Illa llegó a Sanidad.

FASE VII: EL CONSEJO DE SEGURIDAD NACIONAL


«Se jugó con la pandemia. No vimos su realidad, la muerte. Nos dijeron que
la habíamos vencido y la gente no fue consciente de que, al salir, fue
víctima de una segunda ola. Se censuró la realidad, se hizo una gran
campaña de publicidad con aquello de que salíamos más fuertes. A pesar de
todo esto, el Gobierno ha salido más fuerte. Esto es obra de Iván. Primero,
tengo la convicción de que Iván conformó este Gobierno y, en cada crisis,
su batuta es la que permite que se mantenga a flote, gestionando sus crisis
internas», dice Macarena Olona. La dura portavoz de VOX en el Congreso
protagonizó un hecho peculiar al negarse a secundar las acusaciones del PP
que insinuaban que el Gobierno estaba al tanto de la trascendencia de la
pandemia porque tenía informes de Seguridad Nacional que así lo
atestiguaban. Se conocieron en la segunda comparecencia de Iván en la
Comisión de Seguridad Nacional. En la primera legislatura también
intervino en esta comisión. Habló de forma tan vehemente, que el entonces
presidente de la misma, José Manuel García-Margallo, dijo: «Muchas
gracias, señor secretario de Estado, por su exposición y por su entusiasmo,
que no habríamos podido igualar ninguno de los miembros del PP». El
informe correspondía todavía a la presidencia de Mariano Rajoy.
«Estuve escuchándole durante la comparecencia y no participé
intencionadamente. Quería observarle, descubrirlo en persona, porque solo
le conocía por lo que leía en los medios de comunicación y por la imagen
que me había formado. Al finalizar me lo presentó José Antonio Rodríguez
Salas», recuerda Macarena Olona. El diputado andaluz lo revive así:
«Estaba en la Mesa —como vicepresidente de la Comisión— junto al
presidente Carlos Aragonés y recibo un mensaje de Macarena Olona: “Me
quedo fascinada con Iván Redondo, se nos ha comido con patatas”. Me pide
que se lo presente. Al día siguiente me dijo: “Es un tipo increíble, muy
inteligente, ¡qué pasada!”».
Olona y Redondo estuvieron hablando durante unos diez minutos.
«Tiene un trato educado y elegante. Me dio la enhorabuena por el personaje
que me había creado. No me he creado ningún personaje, pero me quedé
impactada y no supe qué contestarle. No tengo asesores, los aciertos son
míos y los errores, también. Soy así, transparente, auténtica, eso es lo que
necesita la gente. En esa conversación me estaba aplicando sus esquemas,
sus esquemas profesionales. En política la gente más que profesionalidad
quiere autenticidad. Eso sí, al llegar a casa se me ocurrieron muchas cosas
que contestarle. —Se ríe a carcajadas—. Me sorprendió cómo toreó en la
comparecencia y me fijé en las personas que le acompañaban. Me fijé en
cómo lo veían personas que vestían uniforme, personas que tienen mi
máxima consideración por vestir un uniforme militar. Me llamó mucho la
atención ver miradas de admiración en sus rostros, personas mirando a un
líder. No es una cuestión de adscripción política.»
La diputada Olona pidió visitar el «búnker», la sede del centro para tener
acceso a las alertas de Seguridad Nacional. También lo pidió el diputado del
PP Juan Antonio Callejas. Se les concedió y firmaron un documento de
confidencialidad, como todo el que entra, porque el centro es una cuestión
de Estado. Ambos grupos fueron por separado. Al cabo de unos días, el PP
acusó al general Ballesteros y a Redondo de mentir sobre la pandemia y de
manipular los informes recibidos sobre el coronavirus.
«Me sorprendí cuando leí una noticia en El Mundo, firmada por Juanma
Lamet, en la que se hacía constar que el Gobierno desoyó alertas de
Seguridad Nacional. Yo había accedido a esos informes y tuve claro que la
información era mentira. ¡No se puede manipular a la gente! Se
manipularon los contenidos de los informes y lo denuncié. No defendí a
Iván Redondo, ni al general Ballesteros, defendí la verdad. Considero que el
Gobierno ha hecho méritos más que suficientes para criticarlo sin recurrir a
malas artes para cargar contra su gestión. ¿Mentir y en un tema de
seguridad nacional? No podía decir nada, pero decidí poner un tuit en el que
dejaba claro que la portavoz de VOX, que había tenido acceso a estos
informes, nunca estará en la mentira y la manipulación. En la crítica política
por supuesto que estaré. Esto no va de derechas o izquierdas, sino que creo
que hemos de ser leales en la pugna política y a Iván lo considero
extraordinariamente. Soy crítica, pero leal, transparente, sincera y auténtica,
porque sin honor no hay gloria», afirma Olona.
«Iván consigue estas cosas, también seducir a la oposición. Hace unos
días me dijo Olona que, de tener que confinarse, preferiría hacerlo con
Pedro Sánchez que con Pablo Casado», dice «Jun». A pesar de este
desmentido, el PP exigió la comparecencia de la vicepresidenta Carmen
Calvo y de Iván Redondo para que «rindan cuentas por los informes
confidenciales de enero a marzo». «Sabíamos que estaba advertido desde el
mes de enero. No suspendió ni un partido de fútbol, ni una manifestación,
mucho menos el 8-M. [...] Y, además, Fernando Simón reconoció que su
preocupación venía desde mediados de enero. [...] No hicieron nada, ¿de
qué vienen a dar lecciones? Por eso no quieren comisión para investigar
todo esto», escribió Juanma Lamet en El Mundo el 5 de octubre de 2020,
reproduciendo unas declaraciones de Teodoro García Egea. No todo vale,
tampoco en política.
«El Gobierno lleva a contrapié a Casado. Nadie esperaba una pandemia
como esta, que ha sido horrorosa, en la que se han tomado medidas
contradictorias. El error del PP y de Ciudadanos ha sido no jugar a favor del
Gobierno, esperando su momento, el momento de ajustar cuentas. El
problema del PP se llama VOX, está condicionado por el discurso radical
de VOX y lo mira siempre de reojo. Casado ha desarrollado durante la
pandemia una política errática. Salirse del apoyo al ejecutivo fue un error,
porque perdió la oportunidad de ser un partido de Estado en un momento
que los ciudadanos pedían acuerdos y no batallas. La crispación no le ayuda
y el PP entra en el ruido. En la moción de censura de VOX, Casado estuvo
muy bien, pero luego siempre actúa pensando en VOX», afirma Casimiro
García Abadillo.
La pandemia ha afectado al presidente y a su equipo. Algunos han
contraído el virus, desde la mujer del presidente hasta Iván Redondo,
pasando por la vicepresidenta y más de un ministro, pero, a decir de sus
colaboradores, Pedro Sánchez «está en forma» y, lo más importante, no
cruza las líneas rojas. «El presidente sigue teniendo ilusión. No está
maleado. No va forzado. Cuando dice lo que dice, no hace de actor, se lo
cree. No es impostura, habla con pasión de los temas. Tanto el presidente
como Iván no imponen y son respetuosos con el trabajo profesional. Te dan
el briefing y a partir de ahí te dejan trabajar tirando de análisis, estudios,
investigación, demografía. Todo se basa en datos y en estrategia, pero no
todo vale. Como te digo. El presidente nunca pone problemas en los
rodajes, en las fotos. Acepta las sugerencias sobre cómo tiene que vestir,
cómo tiene que hacer, siempre te dice que el que entiendes eres tú.
Estábamos trabajando en la campaña de la vacuna y le planteé hacer un
rodaje vacunándose. Era la primera opción y dijo que no de forma taxativa.
Tengo que reconocer que Iván me avisó de la negativa. Me dijo que no lo
haría. Nos apostamos un almuerzo y perdí. Pedro Sánchez no lo aceptó
porque no acepta cualquier cosa», dice Manu Cavanilles.
«Sánchez solo trata de gestionar, no tiene una estrategia, no tiene un
plan. Iván lo que hace es construirle una imagen, primero en Europa. Lo
pasea por todas las cancillerías, dejando a Casado como un paleto que no
sale frente al estadista Sánchez. El proyecto no es nada, solo desinflamar.
Lo mismo que en Cataluña. Sánchez dice que quiere hacer para Cataluña
una política prudente, proporcionada y racional. Una afirmación que vale lo
mismo que su contraria. No vas a decir que vas a hacer una política
imprudente, desproporcionada e irracional. Iván siempre plantea distintos
escenarios estratégicos posibles y lo ha hecho en la pandemia, comunicando
las decisiones del presidente, estableciendo un relato y gestionando la
crisis», dice José Manuel García-Margallo. Frente a la visión del
eurodiputado popular, la del exvicepresidente Pablo Iglesias, quien en
declaraciones a Furor TV dijo que «la pandemia es una crisis sanitaria,
social y económica grave que ha hecho caer los paradigmas liberales. La
pandemia ha hecho que el sector público no se haya puesto de perfil».
«El ruido lo llena todo, es la antipolítica. El Gobierno trabaja en la señal
y el presidente está en la señal porque el objetivo es sacar a España de la
situación económica provocada por la pandemia, modernizar el país, desde
la educación hasta la economía, pasando por los derechos sociales. La señal
es un proyecto a largo plazo. La oposición está en el ruido y eso es estar a
corto. Quien juega a corto es un perdedor en política», afirma Paco Salazar.
«Suele romper el manual. Lo ha hecho con otros candidatos. A Albiol le
vota gente que no es del PP ni es de derechas y a Monago le pasó lo mismo,
ganó en un territorio que es made in PSOE. Con Sánchez pasa igual. ¿Es
clave Iván en la moción de censura? Clave. ¿En el pacto con Unidas
Podemos es clave? Clave. ¿En la aprobación de presupuestos es clave?
Clave. Estos son los tres hitos que han marcado los últimos años. No acierta
siempre porque la política es muy líquida. No es solo comunicación, es
estrategia y es el presidente. La ventaja que tiene Iván es que es un
personaje que podría formar parte de El ala oeste de la Casa Blanca, que
para mí es una serie política de referencia. ¿Dónde tienes el personaje del
ala oeste en el PP? No lo encuentras», apunta César González.
«A veces las tragedias dan oportunidades. Hemos vivido una gran
tragedia, con ciudadanos que han perdido seres queridos, con una crisis que
se ha cebado en muchos sectores. Ahora hay que hacer las cosas bien,
porque los mayores cambios vienen de situaciones de crisis. La tragedia
siempre da paso a una oportunidad. Ahora es necesario poner los cimientos
de un nuevo ciclo, de una nueva España. Iván está en este discurso. Cuando
te lo cuenta, llegas a la convicción de que será así porque su mensaje va
más allá de una opción política y de un presidente. Es un mensaje mucho
más ambicioso porque tiene al Estado y al país en la cabeza», sostiene
Rosauro Varo.

FASE VIII: LAS; FAKE NEWS,; UN GOLPE A LA CREDIBILIDAD


El club de los cinco celebraba su reunión habitual para despachar temas y
planificar la agenda. Miguel Ángel Oliver puso sobre la mesa una respuesta
por escrito del 15 de febrero de 2021 de la vicepresidenta de la Comisión
Europea y comisaria de Justicia, Věra Jourová, a las preguntas de la
eurodiputada española Maite Pagazaurtundua, publicada por el Parlamento
Europeo. «No tendrá repercusión mediática, pero conviene que los
periodistas la tengan», dijo el secretario de Estado de Comunicación.
La comisaria afirmaba en su resolución que la Comisión validaba el
procedimiento de actuación contra la desinformación, apuntando que la
orden emitida el 5 de noviembre en el BOE «actualiza el sistema español
existente para prevenir, detectar y responder a las campañas de
desinformación y para establecer estructuras de coordinación», y añadía que
«la Orden ministerial no constituye una base jurídica para decidir sobre el
contenido de la información facilitada por los medios de comunicación»,
porque, «a juicio de la Comisión, el Comité Permanente se encarga de
supervisar y evaluar las campañas de desinformación en línea, investigar el
origen y determinar si el caso debe elevarse al Consejo de Seguridad
Nacional para que se adopte una respuesta política, como actuaciones
diplomáticas o medidas de represalia cuando el autor sea un Estado
extranjero». Finalizaba su respuesta con un contundente «es responsabilidad
del Gobierno central y está en consonancia con el Plan de Acción contra la
Desinformación de 2018, en el que se pedía a los Estados miembros que
reforzaran sus capacidades en la lucha contra la desinformación».
Como barruntaba Oliver, que es perro viejo, la nota pasó sin pena ni
gloria. Nada que ver con la tormenta que se desató en el mes de noviembre
de 2020 cuando el PP levantó una bandera contra los intentos de censura
por parte del ejecutivo y parte de la prensa se lanzó con saña contra el
Gobierno, sobre todo, contra Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver, el
primero como responsable del Consejo de Seguridad Nacional y el segundo
como responsable del «rastreo» de las noticias falsas. «El PP llevará a la
UE la “censura”», tituló La Razón el 5 de noviembre en un artículo que
recogía lo que decía Génova: «atacaban a la prensa escrita, señalaban a
periodistas y ahora crean un orwelliano Ministerio de la Verdad». No fue el
único. «En las fauces del tirano», publicó Vozpópuli, con un subtítulo que lo
dice todo: «Algunos ya están bailando alrededor de la hoguera, celebrando
el ritual que anticipa el advenimiento de un nuevo régimen totalitario».
Nuria Labari escribía en El País: «Quién vigila a Iván Redondo. La voz del
Gobierno sigue siendo patriarcal y anticuada y no está a la altura del
consuelo y el cuidado real que ahora necesitamos». «Un Gran Hermano
desde la Moncloa. Ni la libertad de expresión ni la de información necesitan
de la tutela gubernamental», volvía a publicar La Razón el día 5. Ese mismo
día, Juan Soto Ivars publicaba en El Confidencial «Este artículo está siendo
vigilado por Iván Redondo» y José Antonio Zarzalejos «Redondo es algo
más que un “spin doctor”. Es un estratega que hasta el momento creímos
era solo un táctico. Y en definición del profesor Lawrence Freedman, la
estrategia “es el arte de crear poder”».
Con su resolución, la Comisión zanjaba un debate inventado. Se capeó el
temporal y al final, como le dijo Redondo en una conversación informal a
Manuel Jabois, «En política se falla siempre. Gana el que comete el último
error, y nosotros estamos fallando los últimos. La oposición fracasa
primero», una información publicada en El País el 17 de octubre de 2018,
cuando se presentó en el Congreso a defender el informe de Seguridad
Nacional que había elaborado el Gobierno anterior. Controlar las fake news
no es alergia a la crítica, como se respiraba en una orquestada y contundente
campaña contra el ejecutivo.
«El Gobierno ha perdido la iniciativa muy pocas veces. El ministerio de
la verdad fue una de ellas. Ahí se impuso el relato de la oposición por una
falta de coordinación en un tema que dependía de Iván Redondo y del
general Ballesteros. Ciertamente, el Gobierno no quería controlar los
medios ni imponer su verdad, pero perdieron el relato. Siempre mantienen
la iniciativa porque son expertos en provocar terremotos para desviar la
atención. Es el arte de la guerra, es Maquiavelo y es El ala oeste de la Casa
Blanca», dice Nacho Cardero.
En esos días, la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales
acusaron de «chavización» al Gobierno, de activar la censura y el control de
los medios de comunicación. Se les acusó de oscurantismo, de colar un
decreto por la puerta de atrás sin darle publicidad. Esta aseveración, sin
embargo, es para hacer ruborizar al conjunto de la profesión. Ciertamente,
se publicó sin información en el BOE y quizás ese fue el gran error, no
poner sobre aviso a los medios de comunicación, pero el Gobierno lo hizo
con transparencia. Iván Redondo en persona intervino el 25 de junio en la
Comisión Mixta Congreso-Senado, donde explicó el protocolo de
desinformación. Ese día no hubo ningún problema. Lo mismo que pensó la
Comisión Europea meses después. Tengo que decir que en aquellos días
discutí con mi director. Y mucho. Sin embargo, publicó mi posición y lo
hizo en portada: «Contra la desinformación». Un detalle que honra a
nuestra profesión.
«El decreto desató una tormenta, pero fue buscada. Iván lo había
explicado apenas quince días antes en el Congreso. Nada más lejos de Iván
y de mi profesionalidad la censura. Fue una interpretación que duró como
una tormenta. En el equipo del presidente pusimos la proa para superarla y
lo hicimos porque es nuestro trabajo, un trabajo que quiere ser excelente y
con excelencia», dice Miguel Ángel Oliver.
«El episodio de las fake news fue una polémica superficial y banal.
Simplemente se creó una comisión y se le dieron unos objetivos, pero no
dijeron qué iban a hacer ni cómo. Sería más lógico deslindar el totum
revolutum que han establecido y separar la defensa de los intereses
nacionales de las tramas de manipulación extranjeras. Vivimos en un
mundo en el que se ha superado la guerra de espías de Le Carré. Ahora en
lugar de infiltrar personas, se infiltran bots con perfiles en todas las redes, y
protegernos de esta manipulación exterior es una tarea del Estado. Otra cosa
es la defensa de los ciudadanos frente a la diseminación de noticias falsas.
Eso tiene más que ver con los mecanismos de autocontrol de la profesión y
de los medios para conciliar responsabilidad y libertad. Eso se ejerce con el
autocontrol, con los códigos de buenas prácticas, los libros de estilo o los
estatutos de las redacciones. Pero hay factores que no dependen solo de los
medios. La mejor manera, la más eficiente y más inmediata de luchar contra
las fake news de origen español destinadas a manipular desde dentro, con
mentiras y fomentar el odio, sería crear las condiciones para la vuelta de
Google News a España, que es un gran quiosco virtual en el que solo deben
ser admitidos los que conserven un crédito y unas buenas prácticas. Los
medios que muchas veces solo tienen la apariencia quedarían relegados.
Ahora lo importante es reconstruir el ecosistema informativo, no tanto
establecer un control gubernamental. Para los conflictos, los tribunales»,
afirma Pedro J. Ramírez.
«El Gobierno se equivocó. Tuvo un error de planteamiento y de
comunicación. Fue un acto fallido. Las fake news no han surgido ahora,
siempre han existido en los medios, y rechazarlas es una obligación de
nuestra profesión. No salen solo en la prensa amarilla, también las vemos
en la prensa que se presenta como seria y ahora con las redes son más
visibles. Y hay un agravante: ahora las fake news no solo las lanzan los
medios, lo puede hacer cualquiera. Creo que si hubieran planteado la
cuestión como un tema de ciberseguridad, se hubiera entendido
perfectamente, pero se planteó con un lenguaje no adecuado y se
confundieron algunos términos. A nadie le sorprende la existencia de
campañas internacionales, pero eso no son fake news, son campañas de
desestabilización. Mezclaron términos que no son inocuos, y pareció que se
referían a las noticias del día y eso los llevó al ministerio de la verdad»,
asegura Dani Anido.
«Es evidente que hay que luchar contra las fake news y las injerencias de
países extranjeros. El problema es quién controla a los controladores.
¿Quién tiene el poder de decidir si una noticia es verdadera o falsa? Si la
consideras falsa, lo que aprendí en el CSN es que se pierde su rastro y no
llegas al emisor. Redondo, que tiene todas las virtudes del mundo, no es la
persona para este cometido. Si fuera el presidente, se lo encomendaría con
total tranquilidad porque estaría seguro de que me defendería. Es un error
encomendar esto a una agencia del Gobierno. Se debe encargar a una
agencia que tenga acreditada su imparcialidad y su independencia. La
comisión de la verdad es un disparate porque limita la libertad de expresión.
La censura no me gusta y las medidas que ha impuesto el Gobierno son
censura. Es orwelliano. ¿Quién decide qué es grano y qué es paja? Y siendo
el que decide Iván Redondo, con lo listo que es, me parece muy
preocupante», sostiene José Manuel García-Margallo. La UE piensa justo lo
contrario.
«Los Estados tienen que protegerse y proteger a sus ciudadanos porque
los que manejan los hilos de la comunicación planetaria son corporaciones
transnacionales exentas de control y sin control editorial. Esto hace posible
que los amigos del radicalismo, los que pretenden desestabilizar al mundo
occidental, hayan encontrado una autopista para colocar sus mentiras y
campañas de desinformación. En nuestro país, la política se ha vuelto
simplista y binaria, y los mensajes elaborados y complejos cuestan mucho
de transmitir y son difíciles de procesar por parte del espectador o el lector.
El error no es la medida, que está muy bien tasada. El error es publicar en el
BOE una iniciativa sin acompañarla de una explicación previa que ayude a
descodificarla. Al publicarla, lo que permites es que los medios privados,
que tienen intereses editoriales pero también corporativos, la utilicen de
forma no necesariamente rigurosa, sesgando la información y pretendiendo
afirmar lo que no es. El Gobierno perdió la iniciativa ante una tormenta que
apenas duró cuatro días, hasta que Bruselas dijo que en España no está en
peligro la libertad de expresión y luego lo ratificó. Entiendo que los que han
convertido a las fake news en parte de su negocio vean con recelo estas
iniciativas. A los que difaman, sin duda les incomoda», dice Enric
Hernández.
«El reglamento de las fake news no fue una ocurrencia del Gobierno,
sino una iniciativa de la UE. Lo que falló fue no pensar que, tal y como está
la situación política y la agitación de algunos medios en la capital de
España, no invitaría precisamente a reaccionar como lo hicieron la mayoría
de los diarios europeos. Hay una sobreexcitación. Cualquier cosa que pueda
equiparar a España con una dictadura bolivariana se aprovechará
rápidamente y se buscarán comparaciones. El Gobierno falló al no
explicarlo bien ni aclararlo oportunamente, aunque me parecieron unas
medidas normales y necesarias. Por eso no pusimos el grito en el cielo. Fue
todo una falacia. Algunos de los que más chillaron son los que más
presionan al Gobierno para recibir publicidad o son publicadores de fake
news», asegura Jordi Juan.
«No lo veo como un dictador o un totalitario. El PP lo criticó con toda la
hipocresía y acusó al Gobierno de crear un ministerio de la verdad, cuando
ellos sí que lo intentaron en su momento. ¿Qué le falla aquí? Guardar las
formas, trabajar el relato. Proyectaron que el control de las fake news se
pilotaría desde la Moncloa y se trasladó una imagen que se podía interpretar
como que el reglamento era una herramienta de control. Ese fue el
problema», señala Toni Aira.
«Se han equivocado y mucho con el ministerio de la verdad. No sé si es
verdad o no, pero es lo que se ha publicado. No tengo más información.
Han creado una comisión de seguimiento de las fake news. Eso es lo que he
leído. Creo que Iván es un defensor acérrimo de las libertades. Nunca me ha
pedido un artículo y respeta la libertad de prensa, por eso me chocó verlo
vinculado a algo tan contrario a la libertad como es el ministerio de la
verdad. Fui el primero en criticar eso porque no reconocía a Iván», apunta
Javier Negre.
«Iván no pretende censurar porque nadie lo puede hacer en este país. No
está en esta tesitura, pero en todos los poderes siempre hay una intención de
control porque los medios mienten o no llega nuestro mensaje, suelen decir
en el poder. Si el objetivo es proteger al Estado, luchar contra las fake news
y los ataques orquestados en las redes, contra la desinformación, lo han
vendido muy mal. Primero, no lo han vendido y, de pronto, aterriza esa
noticia. Me envió la intervención que hizo unos quince días antes, pero fue
insuficiente, fue un error sacar el reglamento sin más. Su intervención en el
Senado pasó totalmente inadvertida porque el Senado no existe, no lo
puedes poner de referencia de nada», sostiene Fernando Ónega.
«Las críticas me parecieron simplemente una gilipollez. Seguro que
pudo mejorarse la redacción, pero cualquiera que conozca la administración
y la sociedad sabe que no hay, ni habrá, censura y que hay libertad hasta
para insultar al presidente del Gobierno, incitar al odio o soltar cualquier
mentira. El problema es la situación de confrontación total en la que
estamos. España es un laboratorio del trumpismo. La utilización sistemática
de la mentira, la polarización política incesante o el cuestionamiento de las
instituciones cuando no dicen lo que me conviene han formado parte del
ADN del aznarismo. ¿Cómo pueden hablar de coartar la libertad de
expresión, si muchas veces en la radio y en la televisión no hay noticias,
hay opinión, una realidad alternativa, una realidad paralela? Hay gente que
no vive en este mundo. Jiménez Losantos vende 120.000 libros afirmando
que el comunismo está a la vuelta de la esquina y que nos espera el gulag»,
dice Miguel Barroso.
«El día de las fake news fue un desastre porque el decreto estaba mal
redactado. No sé quién lo hizo, pero daba pena. Dimos la sensación de que
se querían controlar los medios. No es así, es una normativa europea, pero
muchos medios lo atacaron y publicaron a sabiendas de que lo que decían
no era cierto. Solo afectaba a los bots rusos, a las campañas de
desinformación extranjeras o los bulos sobre la salud pública. Nos atacaron
sin piedad. Dio igual el briefing del general Ballesteros y Miguel Ángel
Oliver. No hicieron ni caso», afirma Óscar Abou-Kassem.
«Se explicó mal. El día que llegue el ministerio de la verdad, será como
el lobo, no se lo va a creer nadie. El famoso decreto, tal y como lo han
presentado algunos medios, es en sí mismo una fake news, porque decían
que había llegado la censura a España. El desastre fue que cuando salió en
el BOE, nadie se puso a explicarlo y tampoco antes de publicarlo. Ese fue el
desastre, pero convertir un desastre de comunicación en un intento
totalitario de impedir la libertad de prensa en España, hombre, por favor,
eso es una barbaridad y, lo que es peor, una hipocresía», asegura Nacho
Escolar.
El director de eldiario.es, Nacho Escolar, va más allá en sus opiniones:
«Viví en primera persona la presión de algunos Gobiernos conservadores
quitando y poniendo directores. No hay punto de comparación con la
situación actual. Las presiones, a diferencia de hoy, no se publicaban en el
BOE. Acuérdate de cuando Miguel Ángel Rodríguez le dijo a cuenta de la
guerra del fútbol a Pepe Oneto: “Dile a tu jefe [Antonio Asensio, padre] que
acabará en la cárcel”, de cuando se cargaron a Luis Fernández en Tele 5 por
el Prestige, de cuando echaron a Joan Tapia de La Vanguardia, de cuando
Esperanza Aguirre se ufanaba de haber echado a Zarzalejos de ABC o de
cuando en la época de Rajoy en El País enviaron a Carlos Cué a Argentina.
Eso sí que era presión. Y que estos mismos nos digan que en España hay un
Gobierno totalitario que pone en peligro la libertad de prensa me parece un
chiste. El Gobierno tiene una inmensa mayoría de medios en contra y
algunos a favor con matices. No mandan nada en los medios. Intentan
convencer, pero no hacen el tipo de cosas que hemos visto, como cambiar
directores».
«El poder, el poder de verdad, el real y objetivo, está en la presidencia
del Gobierno. La urgencia con los tiempos la tienen otros. El poder de
verdad no debe tener urgencias. Por eso debió explicarse mejor, sin prisas.
El Gobierno, el poder, debe dejar a la oposición tomar algunas iniciativas,
sobre todo en la crítica, en la certeza de que la oposición sí tiene urgencias y
estas urgencias le van a llevar a equivocarse. Esto es todo un ejemplo de
ello», dice Chema Crespo.

FASE IX: RADIO TELEVISIÓN ESPAÑOLA


En el mes de febrero de 2021 se cerró uno de los temas más complejos de
este Gobierno, la gestión de Radio Televisión Española con la elección de
los miembros del Consejo de Administración y de su presidente, José
Manuel Pérez Tornero, doctor en Comunicación por la Universidad
Autónoma de Barcelona. No voy a detallar el currículum de Pérez Tornero,
pero sí decir que fue un buen profesor de Semiótica para un servidor en un
lejano año 1979 y un buen compañero en diferentes posgrados y másteres
que dirigió y en los que tuve el honor de colaborar en nuestra facultad del
alma, la UAB.
Este acuerdo ha sido histórico porque ha puesto fin a la interinidad que
asumió Rosa María Mateo, sellando un acuerdo entre el PP y Podemos,
nada más y nada menos, al que se sumó el PNV. Hasta el momento de
concluir este libro, es el único pacto cerrado, porque las negociaciones
sobre el Consejo General del Poder Judicial han encallado una vez más. Es
un pacto histórico porque es el primero que suma al Partido Popular y a
Podemos.
Para alcanzarlo, el equipo de la Moncloa se puso en «alerta 5». Félix
Bolaños se encargó de mantener la línea abierta con el PP, en plena
negociación de la dirección de los jueces, e Iván Redondo con Podemos,
con Juanma del Olmo. Estos dos últimos se ven todos los viernes, además
de los maitines de los lunes, pero los viernes se dedican a los descosidos, a
reparar rotos, a encauzar las derivas y restablecer puentes. Ambos tienen
una buena amistad, hablan con franqueza, son dos estrategas consumados y
no son talibanes ideológicos, porque su máxima es ser los guardianes del
Gobierno y velar por que «jamás, jamás, jamás» se rompa la buena relación
entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (ahora Yolanda Díaz). Son los
guardianes del mensaje, los que velan las armas en pro de la buena salud del
ejecutivo. Y otro jamás: jamás se mienten.
Con estos criterios, Juanma del Olmo le dio a Iván Redondo dos
nombres en representación de Podemos y empezó la fiesta. La negociación
fue complicada y pareció romperse en varias ocasiones. Al final, pasadas
las 12 de la noche del 25 de febrero, se consumó el acuerdo. El PP y
Podemos tensaron la cuerda intentando ligar el Consejo de RTVE a la
formación del CGPJ. La respuesta del presidente Sánchez fue no mantener
un toma y daca, y dejar que, al día siguiente, el día de la votación, se lo
pensaran. No hizo falta. Esa misma noche se selló el primer acuerdo del PP
con la izquierda bolivariana, según el lenguaje de los conservadores. Todo
un hito.
Bien está lo que bien acaba, dice el refranero, pero, en junio de 2018, la
bisoñez, la mala fe y el desmesurado protagonismo de algunos dieron al
traste con una compleja negociación. El recién llegado Gobierno en minoría
de Pedro Sánchez propuso al periodista Andrés Gil como presidente
(provisional) de RTVE. Podemos movió sus piezas y puso en la terna, en la
que también estaba Arsenio Escolar, a la periodista Ana Pardo de Vera. A
Ana no solo la puso en la terna, se dio por hecho su nombramiento.
«No tengo nada que ocultar. En esta historia no hubo buenos y malos.
Pequé de ingenua. Me llamó Pablo Iglesias y me explicó que el presidente
le había dicho que los nombramientos de los responsables de los
organismos públicos se los dejaba a él, que lo de RTVE era provisional,
pero que había pensado en mí. Le agradecí la confianza y le repregunté:
“¿El presidente qué dice?”. “Dice que vale”, me respondió y añadió que
también valoraban el perfil de Arsenio Escolar, que me parece un fantástico
profesional, y el de Andrés Gil. Con el presidente también tengo una buena
relación. De hecho, unos días antes había tomado un café en su despacho de
Ferraz», explica la protagonista, Ana Pardo de Vera.
Los negociadores eran Juanma del Olmo, Noelia Vera, Adriana Lastra e
Iván Redondo. Los de Podemos la iban informando y Ana casi iba
explicándolo en Twitter. Sin embargo, la bomba fue un mensaje de Pablo
Iglesias que corrió por WhatsApp como la pólvora. «Esto me dice Pablo,
por si queréis usarlo u os sirve de orientación: “Ayer noche por fin me
llamó Pedro. No acepta que seas presidenta. El argumento que me dio es el
nombramiento de tu hermana en Adif. Habiendo seguido las negociaciones
con Noe y Juanma al frente, creo que el factor Jaume y el papel de Redondo
han pesado más, aunque Pedro no lo reconozca. Acepta a Andrés Gil de
presidente, que claramente tiene un perfil más modesto y que es incluso
menos vendible para su gente. Eso revela que las presiones contra ti le han
pesado enormemente. Lamento que no haya salido como planifiqué y que
esto te haya podido hacer daño”.» El mensaje fue publicado íntegramente
en Mongolia, voló por las redes y, al cabo de pocos minutos, Pedro Sánchez
lo recibió en su móvil.
El mensaje desautorizaba al candidato Andrés Gil y ponía como blanco
del fracaso a Iván Redondo. La operación se autodestruyó. «Lo culparon del
fracaso de mi nombramiento porque según ellos tenía un perfil demasiado
de izquierdas y, por tanto, el PP no me iba a apoyar. Estoy de acuerdo, no
iba a contar con el beneplácito del PP. Hubo una reunión hasta las tantas de
la mañana y me dijeron que era increíble el odio que me tenía y que bajo
ningún concepto quería que fuera yo. Yo pensé: “Pues él se lo pierde”. ¡No
lo conocía!», dice Pardo de Vera.
La razón del fracaso hay que buscarla en el protagonismo que asumió
Pablo Iglesias. Eso de que Pedro se lo dejaba a él recuerda un poco al
reparto manifiestamente mejorable de una finca y muestra una bisoñez
espectacular en negociación. Y en discreción, suspenso absoluto.
«Reconozco que le eché la culpa a Iván. Estaba muy enfadada. Cuando
acabó toda la historia, Iglesias y Juanma del Olmo me pidieron disculpas,
pero el daño ya estaba hecho», afirma Pardo de Vera.
También se las pidieron a Iván Redondo porque «lo de Extremadura ni
salió en las conversaciones», apuntan sus colaboradores. Lo que pasó es que
Podemos, Iglesias, quiso doblar el brazo a Sánchez a la primera de cambio.
Se sentían con fuerza para «domesticar» al nuevo ejecutivo, que no llevaba
ni quince días en la Moncloa y estaba todo por hacer. «A mí me
achicharraron y todos salimos perdiendo porque hubo un linchamiento
público. Podemos es como es y se crecieron, se creyeron que ellos
proponían y punto. Se adelantaron al decírmelo y al dar mi nombre. Pagué
el desaguisado porque fui una ingenua y tenía que haber dicho que no desde
el principio», añade Ana.
Iglesias también sacó a relucir la propiedad de Público, en manos del
empresario Jaume Roures, como causante del no de la Moncloa, poniendo a
Ana Pardo de Vera ante otra crisis en el diario del que era directora. Estaba
ciertamente ilusionada porque siempre había admirado a Pilar Miró y como
periodista estaba dispuesta a asumir el reto: «Dije que sí porque era una
aventura, un desafío, porque en seis meses solo hubiera podido abrir
ventanas».
Tengo que agradecer que Ana Pardo de Vera haya hablado sin pelos en la
lengua para este libro. «Iglesias me llamó y en cierta forma me recriminó
mi actuación, que sacara a colación al presidente Sánchez. Después de esta
conversación estuvimos meses sin hablarnos. Me la recriminó y al tiempo
intentaron salvarse el culo culpando a unos y a otros. Lo que hicieron
conmigo, con Andrés y con Arsenio no fue de recibo. “Mucho ojo con
cuestionar mi profesionalidad”, le dije. Puedo coincidir con ellos en muchas
cosas, en el perfil republicano, pero no soy de Podemos. Soy periodista y
punto», añade.
Tras el desaguisado, Rosa María Mateo asumió las funciones de
presidenta del Consejo y, al poco tiempo, nombró al exdirector de El
Periódico de Catalunya, y antes director de la edición catalana de El País,
Enric Hernández director de Contenidos y Actualidad de RTVE. «El
Periódico de Catalunya fue el único diario que apostó por la moción de
censura informativa y editorialmente, diciendo que podría salir en un
momento en el que había cierta incredulidad en los medios, incluidos los de
la llamada progresía, que estaban recelosos. Nosotros apostamos porque
pensábamos que había que intentarlo y que el PSOE había tomado la
decisión adecuada. Esta posición ayudó a que funcionara la relación con el
secretario general del PSOE y con Iván. Después, la relación profesional se
intensificó», afirma Hernández, quien abandonó El Periódico de Catalunya
en mayo de 2019. A finales de año le nombraron director de RTVE. En
mayo de 2021 fue cesado.
El mundo de la información está ahora muy fragmentado y una
audiencia del 25 % es casi imposible y se considera un éxito sin
precedentes. Las radios, la televisión convencional y la prensa escrita deben
competir con las redes sociales y con la prensa digital. Han proliferado
centenares de periódicos, algunos con una influencia descontada. «Los
periódicos digitales somos un poder de comunicación. Tenemos unas cifras
de lectores que nunca tuvo el papel y una gran parte se informan no por la
prescripción, sino por la jerarquía que deciden las redes sociales a la hora
de seguir la información. Los algoritmos hacen un filtro que hace que veas
las informaciones que a ti te interesan en función de los clics. Estos filtros
destrozan la manera de percibir la realidad y generan un efecto perverso en
la política», dice Nacho Escolar.
La clave con este panorama es tener una política de comunicación sólida,
mantener la atención, controlar los tiempos, alejarse del ruido para centrarse
en la señal y lanzar los contenidos atendiendo a los nichos de destinatarios.
«Rajoy tenía una mesa camilla. Bieito Rubido, Graciano Palomo, Alfonso
Rojo y otros. No entendían por dónde iba la comunicación ni los medios de
comunicación. Iván es otra cosa. No solo sabe por dónde va la
comunicación, sino que va por delante de los medios. Sabe cuáles son los
influyentes, qué necesitan en cada momento, cómo se transmiten los
mensajes, y mantiene relaciones de forma muy profesional. Cuando hemos
tenido conflicto, hemos entablado diálogo, con fair play, con juego limpio.
Desde el punto de vista informativo y emocional, la relación es de diez. En
otros temas, más de concepción política, la satisfacción no es la misma»,
señala Nacho Cardero.
«Es fundamental aislarse de la mala información, del ruido. Creo en la
bondad, porque soy ingenuo, y en la buena información. Los mecanismos
de desinformación, el ruido, los debates estériles en los que se ha instalado
la política, deben ser rehuidos, hay que conseguir que los mensajes lleguen
por encima del ruido. Los mensajes que se sustentan en valores son más
competitivos, pero ya te digo que soy ingenuo. En estos tiempos en los que
el populismo se ha convertido en un eje muy transversal, la situación es
preocupante. Iván sabe enfrentarse a esta nueva situación y es capaz de
prever escenarios, porque es un profesional del conocimiento de la realidad
social», apunta Xabier Bariandarán. Se conocieron en una conferencia que
dio en Deusto cuando el jovencísimo Iván llegó a la universidad. Otro
profesor, Jesús Mari Gabirondo, pone el acento en la combinación de
comunicación-gestión para hacerse un hueco en este mundo mediático
hiperfragmentado: «El límite de la manipulación es la gestión. En cualquier
proyecto político o empresarial hay una parte emocional, pero también tiene
que haber resultados. Dónde se sitúa la economía, si se cumplen las
expectativas de la gente, la sanidad, la convivencia... Si hay datos, hay
gestión. Los sentimientos mueven, pero tu día a día no puede estar abocado
al desastre, tienes que combinar la emoción con la gestión».
«Me parece básico que, ante situaciones de mucha presión, alguien
señale una salida, aporte tranquilidad para iniciar la travesía por la próxima
montaña. No olvidemos que esta persona también está sometida a presión,
con cambios y aluviones de información constantes, e Iván es consciente de
esta vorágine. La memoria es reducida, tenemos mucha amnesia. Una
noticia negativa puede verse reemplazada por una positiva en cuestión de
horas», dice Susanna Griso. «Antes, con cuatro llamadas controlabas la
comunicación porque había pocos medios. Ahora no, ahora tienes que
escuchar lo que dice la gente, lo que le importa, y surfear esta ola. Ya no
diriges las mareas como antes. El ecosistema político mediático se ha vuelto
más diverso, difícil, complejo, salvaje, ya no es tan sencillo controlar la
dirección. Antes se controlaba, ahora se surfea. A veces se critica al
Gobierno, los medios arremetemos, pero a lo mejor estas críticas no son lo
importante, sino lo que pasa por debajo e Iván es un buen surfista», afirma
César González.
El conflicto entre el poder y los medios no es nuevo, porque luchan por
el mensaje. Nacho Escolar explicaba páginas atrás las presiones en la época
de los gobiernos de Aznar. José María García también refiere un episodio
que para él fue sangrante en lo personal: «El que más ayudó al PP fue
Antonio Herrero. Le hizo grandes favores al PP y cuando Aznar llegó a la
presidencia, me vino a ver Miguel Ángel Rodríguez y me dijo que no
estaban dispuestos a que continuara Antonio Herrero, un tío que tenía como
patrimonio su credibilidad. Le contesté que no lo hiciera porque nos íbamos
a movilizar, que si alguien lo tenía que echar eran los obispos. Se murió
Antonio y la noche anterior habían tomado la decisión de echarlo. Federico
Jiménez Losantos y Luis Herrero estuvieron cenando con Aznar y este les
pidió su cabeza. No fue ni al entierro a Marbella ni al funeral en Madrid.
Ese es el tipo de persona que es Aznar».
Nacho Cardero se apunta a esta tesis, que señala al ejecutivo en sus
proyectos mediáticos: «Iván sabe que este 2021 va a ser duro y quiere
rentabilizar los frutos que van a tener. Para controlar este año, además de
polarizar la opinión pública, necesitan tener controlados a los medios y
establecen, como todos cuando llegan al poder, un ecosistema mediático
afín para afrontar estos tiempos duros y el futuro más inmediato. Barroso y
Contreras te dirán que no están en ninguna confabulación, pero todos ellos
hablan de este tema y han pasado por la Moncloa. Muchos editores también
han hablado de forma expresa o tácita para coser intereses comunes. En esto
tiene mucha culpa Iván Redondo. Hay muchos medios de comunicación
que crecerán mucho con este Gobierno. Se nota en la publicidad
institucional. Nosotros tenemos menos publicidad que otros».
Un artículo de Carlos Hernanz publicado en El Confidencial el 8 de
marzo de 2021, titulado «Por qué Iván Redondo debería seguir más a GP
Bullhound y menos al Ibex», insiste en esta posición de su director cuando
dice: «El relevo generacional llama a la puerta, aunque haya una excepción
que confirme la regla, caso de Isidre Fainé (setenta y nueve años) al frente
del universo Caixa. Esta coyuntura no ha pasado desapercibida en el
Palacio de la Moncloa. Nunca antes un presidente del Gobierno como ahora
Pedro Sánchez tuvo menos “feeling” con la élite empresarial. Y no por falta
de ganas. Su atropellado periplo para conquistar el poder en el PSOE y
luego para regir el país, de la mano de Podemos, ha dejado muchos
enemigos en la cuneta y pocos afines. Sin embargo, el jefe de Gabinete
presidencial, Iván Redondo, ha visto en esta carencia una oportunidad y se
ha propuesto alumbrar la llegada de una nueva generación a los puestos de
mando del Ibex».
Sin duda, las posiciones de Cardero y Hernanz apuntan a una batalla por
el control de los medios de comunicación. Si es así, se agradece el sable
florentino antes que la navaja trapera utilizada en otros tiempos. A Nacho
Escolar se le señala como un medio afín. Contesta alto y claro a estas
acusaciones: «No me considero un medio a favor del Gobierno. Somos el
único periódico de los grandes que nos financiamos mediante suscriptores,
no por la publicidad empresarial ni gubernamental. Somos profesionales.
Carmen Montón cayó por una información nuestra. Lo que no seremos es
un altavoz de las fabulaciones de la oposición y damos un mensaje muy
diferente al de los medios de la derecha. Criticamos al Gobierno cuando así
lo pensamos y cuando coincidimos con el Gobierno no es porque esperemos
una tele o una radio, sino porque creemos que tiene razón. En materia de
comunicación, este Gobierno es débil. Eso de que maneja los medios es una
confabulación. Quien los manejaba era Miguel Ángel Rodríguez. El nivel
de control que han tenido los conservadores o que tenía Felipe hoy no
existe». Ni más, ni menos.
El problema no es el control de los medios, sino la comunicación.
Puedes tener medios afines y medios en contra, pero controlar a los medios
es casi un oxímoron. Además, el control de los medios es ahora más
raquítico ante el empuje de las redes sociales. El problema es que algunos
con una política de comunicación precaria agitan el fantasma del control
para esconder sus propias deficiencias. «Ahora siempre hay que luchar
contra el ruido porque las redes y los programas son ruido, porque estos no
tratan de la política, sino de la vida de la política. La motivación del voto
tiene muy poco que ver con un trending topic. La motivación del voto es
algo profundo que conecta con cuestiones ideológicas, identitarias, de
tradición, de novedad, y lo importante es hacer bien esa foto y ese retrato.
El resto es ruido. Si las redes sociales fueran un predictivo, Abascal o
Iglesias serían presidentes del Gobierno. Podemos fue un maestro del
universo cuando nació en 2014. Entendieron perfectamente la
comunicación política, cómo se crea la opinión, cómo influir en ella, cómo
funcionan los sticky concepts [conceptos pegajosos], cómo se define el
concepto de “casta”. A los partidos grandes les ha costado un poco más,
pero lo van entendiendo. Sus líderes ahora son candidatos “perfomadores”,
no son los viejos gestores de antaño. Rajoy no sé cómo lo habría hecho en
unas primarias. Susana, sin primarias, sería la secretaria general. Ahora, con
la apertura de los aparatos, la comunicación tiene mucho más que decir que
cuando se hacía en una mesa camilla. VOX tiene dos periodos. Al principio
no tenía ni idea y la visita de Steve Bannon fue un elemento central que lo
cambió todo», dice Verónica Fumanal.
«Tengo una buena opinión de Pablo Casado. No me atrevo a opinar
sobre su política de comunicación, pero hay que tener claro que no hay
muchos como Iván. Es cierto que me cuesta entender la estrategia a medio
plazo del PP, pero insisto en que no estoy en el meollo. Lo digo desde fuera.
Los partidos no son proyectos teóricos en manos de un estratega, son gente,
son intereses, son influencias, son muchas cosas. Podemos es un proyecto
nuevo, que nace de lo nuevo, que entiende lo nuevo. También VOX está
muy avanzado en comunicación. Los partidos tradicionales vienen de otra
génesis y es más difícil evolucionar. Al PP le pasa que viene de muchos
años de jugar al fútbol y ahora se juega al baloncesto. Cambian las reglas y
hay que adaptarse, y él sigue saliendo a jugar al fútbol en la cancha de
baloncesto. Los otros juegan a encestar y ellos siguen buscando la portería.
El cambio no es tan sencillo y los que nacen de cero lo han tenido más fácil.
La estrategia digital no se basa solo en tener a un estratega digital, necesitas
una organización digital. Esto no se improvisa y no hay tantos Iván. Dime
dónde hay uno», declara José Antonio Llorente. La misma visión que tiene
Loli Izquierdo: «Tipos como Iván nace uno cada cien años».

FASE X: EL GOBIERNO RECUPERA LA INICIATIVA


La convocatoria electoral de Isabel Díaz Ayuso rompió estos paradigmas
que Casado estaba incapacitado para romper. Y los hizo gracias a una
moción de censura en Murcia que pasará a la historia como el peor
movimiento político de los últimos años. La miopía de sus impulsores es
relevante. Ayuso movió el tablero con un movimiento válido, aunque
arriesgado. Pilló a la oposición con el paso cambiado y Ciudadanos
implosionó y ha desaparecido de la Comunidad. Le salió bien, pero tras su
victoria se abren multitud de interrogantes a derecha e izquierda, desde el
centro a la periferia.
¿Desaparecerán las tres derechas en el tablero nacional? ¿Cómo influirá
esta desaparición en la distribución de escaños en unas elecciones
generales? ¿El discurso de Ayuso le servirá a Casado fuera de Madrid?
¿Madrid es España? ¿Aflorará un antimadrileñismo en el resto del país?
¿Los barones populares aceptarán el nuevo rumbo? ¿El PP seguirá
apostando por Gobiernos apoyados por la ultraderecha? ¿Cuál será el papel
de Ayuso frente a Casado? ¿Se abre una pugna de liderazgo político y
orgánico en el seno del PP? ¿La España periférica se acercará al PP si va de
la mano de VOX? ¿Cómo se reorganizarán Podemos y las confluencias,
incluido Más Madrid? ¿La marcha de Iglesias ampliará el espacio del PSOE
en la izquierda? ¿El Gobierno recuperará la iniciativa? ¿Pedro Sánchez hará
una crisis de Gobierno para impulsarla y darle un matiz político al
ejecutivo? ¿Cuál será el alcance de la remodelación? ¿Qué impacto tendrá
en la estabilidad la situación en Cataluña con el nuevo Gobierno de
Aragonès? ¿Cuál será el coste político de los indultos? ¿Cómo influirá en el
PSOE el desenlace de las primarias andaluzas? ¿Hasta dónde quiere llegar
el presidente en la reorganización del PSOE? Y permítanme una última
pregunta: ¿cuál será el papel de Iván Redondo en una nueva fase? ¿Se
quedará o se irá? Ahora ya lo sabemos. En julio de 2021 se produjo la crisis
de Gobierno. Iván decidió marcharse a pesar de la insistencia del
presidente. Se cerró una etapa profesional y también vital. Ahora se suman
nuevas preguntas: ¿será capaz el Gobierno de recuperar la iniciativa?
¿Cómo quedará el nuevo PSOE? ¿Cuál será su papel en el nuevo Gobierno?
Casado anuncia el «cambio de ciclo» y se sube, o lo suben las encuestas
que lo jalean, a la cresta de la ola de la victoria de Ayuso como si fuera
suya. Sin embargo, tiene un problema: el presidente no tiene intención de
adelantar las elecciones. Pedro Sánchez lanza su mensaje: «Se va a votar
antes en las elecciones de Madrid, en las de 2023, que en las elecciones
generales». En la Ejecutiva Federal también lo hizo: «Sánchez dejó claro en
la ejecutiva que no habrá adelanto electoral, transmitió sosiego a la
Ejecutiva Federal, pero señaló un camino: la renovación pendiente. Todos
miraron a Andalucía, a Galicia, a País Vasco y, sobre todo, a Madrid, el
pozo negro del socialismo español. ¿Quién es el culpable? La campaña se
asemejó a una misión imposible porque los errores no están en el final del
trayecto, sino que vienen de mucho antes», escribí en La Razón el 9 de
mayo de 2021. Tranquilidad y movimientos para recuperar la iniciativa en
el partido y en el Gobierno. El presidente esos días pensó de una manera.
Cambió de criterio en estos tres meses.
La respuesta del presidente a los movimientos de Casado tiene como
objetivo bajar los humos a una derecha y a sus aliados mediáticos y
económicos que están envalentonados. La vicepresidenta, Yolanda Díaz,
dijo ese mismo día que «la legislatura empieza ahora». La izquierda del
PSOE está reorganizándose tras las elecciones madrileñas y la salida de la
primera línea de Pablo Iglesias, y está marcando su posición fortaleciendo
el Gobierno de coalición. En esos se despeja una incógnita: Moreno Bonilla
no adelanta las elecciones en Andalucía. Tras el verano, el interrogante
volverá a coger fuerza y veremos qué hace el presidente andaluz. En el
ámbito político se dan por hecho los comicios. Veremos.
La renovación pendiente se plantea como un revulsivo para el PSOE y
para el ejecutivo. Se afronta una nueva etapa y hay que dotarse de nuevas
herramientas. El presidente ratifica de nuevo al frente de su sala de
máquinas a Iván Redondo. Su jefe de Gabinete se quemó a lo bonzo en las
elecciones madrileñas porque el líder se lo pidió. No quiere prescindir de él,
como le sugieren sus críticos, los mismos que protagonizaron el fiasco
murciano o que han dilapidado al Partido Socialista de Madrid, «la única
federación del PSOE que no gana ni un partido de solteros contra casados
desde hace veintiséis años», escribía este autor en el mencionado artículo.
Nadie mejor que Sánchez para conocer de primera mano el estado de salud
del PSM. Sin embargo, el presidente pasó un detalle por alto. Iván Redondo
le dijo el 5 de mayo que quería dar el paso. Le había prometido a su mujer
que estaría con el presidente hasta las elecciones y ya habían pasado tres
años porque la pandemia paralizó la idea. Tras los comicios de Madrid la
recuperó y se lo dijo a quien se lo tenía que decir.
El ejecutivo tiene dos años por delante con unas perspectivas halagüeñas
en lo económico, con los fondos europeos y la reactivación de los sectores
económicos por la apertura tras la pandemia, y sanitarios, porque la
vacunación avanza. Son dos elementos positivos, pero insuficientes. El
presidente baraja cambios para fortalecer la gestión y para reforzar la
política, y para hacer frente a nuevos retos y nuevas polémicas, como la
crisis con Marruecos o los indultos a los políticos presos por los hechos de
2017 en Cataluña.
También la imagen, porque Yolanda Díaz no es Pablo Iglesias, y ambos,
Sánchez y Díaz, saben que deben reforzar la cohesión del ejecutivo porque
el electorado de izquierdas no quiere enfrentamientos continuos, y Yolanda
Díaz también necesita tiempo para pensar, o repensar mejor dicho, el
proyecto a la izquierda del PSOE. Sin duda, empieza una nueva etapa sin
Iván Redondo que mirará los toros desde la barrera. Escuchar y pensar es
ahora su dedicación, amén de descansar después de compartir un proyecto
de cuatro años con el presidente del Gobierno.
15

THE LAST DANCE:


LA ETAPA POST-IVÁN REDONDO

ANTES DEL TSUNAMI DEL 10 DE MARZO DE 2021


Jordi Juan recordaba en un billete del director publicado el 29 de noviembre
de 2020 en La Vanguardia una frase que le dijo Aznar a Miguel Ángel
Rodríguez: «Vamos a la muerte o a todo. ¿Te apuntas?». Se lo dijo cuando
Aznar decidió dar el salto a la política nacional. La frase define una forma
de actuar de Aznar, evidentemente, pero también del actual jefe de Gabinete
de la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Lo explicó MAR en su libro Y Aznar
llegó a presidente: retrato en tres dimensiones.
«La comunicación política es esto, la muerte o todo. Siempre he actuado
así. En las tertulias, en mi vida, en la empresa privada, siempre. A veces
triunfas y a veces no. Lo que hace la presidenta, a diferencia de Sánchez, es
equipo. Nunca los consejeros de la Comunidad han sido tan conocidos en
los medios como ahora. La comunicación es coral. Cuanta más gente tengas
hablando de las cosas que interesan a los ciudadanos, además de quitar
espacio al adversario en los medios de comunicación, más se engrandece tu
posición. Es lo contrario de lo que hace Sánchez. El Gobierno es él y, de
vez en cuando, alguno de los miembros del Gobierno. La prueba la tienes
en que la mayor parte de los ministros son unos desconocidos. El
protagonismo del Gobierno se concentra en el presidente», dice MAR.
Con este libro de estilo de Miguel Ángel Rodríguez se estaba gestando la
batalla de Madrid, la madre de todas las batallas, que tendría un antes y un
después: un antes desde las elecciones, con pandemia incluida, hasta el 10
de marzo; un después con el adelanto electoral y la ruptura del pacto con
Ciudadanos, todo un efecto mariposa que empezó en Murcia.
«Se ha instalado la moda del “quién está detrás de”. Con Díaz Ayuso hay
un punto de machismo. Cuando lo hace bien es porque detrás hay un
ventrílocuo, porque una chica joven no puede tener tantas ideas. En cambio,
si fuera un señor, se diría otra cosa. No hablan de Redondo por ser el jefe
del Gabinete, sino porque concentra todo el poder, desde el CNI hasta la
gestión de los fondos europeos. Está actuando como un superministro sin
ser ministro. Yo no tengo esas competencias. Por eso se habla de mí
exageradamente, para desdeñar su figura, no para engrandecer la mía,
porque, además, si lees las crónicas soy el broncas, el levantisco... En el
caso de Redondo, es que porque el Boletín Oficial tiene mucho poder.
Tenemos distinto protagonismo», asegura Rodríguez.
«Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez personifican dos estilos y dos
formas de actuar. Hemos visto algunas definiciones a lo largo de este relato.
El de MAR casi se engrandece más por la ausencia de una figura de su
estilo en Génova, donde lo más parecido es Teodoro García Egea, aunque,
con todos los respetos, no es lo mismo. Debido a estos ingredientes
distintos, el pulso apasiona y no deja a nadie indiferente, provocando
opiniones para todos los gustos. Miguel Ángel Rodríguez es la bronca por
la bronca, es ese “a muerte”, es el pasado, aunque sus técnicas siguen
siendo válidas. MAR e Iván tienen una guerra de relatos. MAR convierte a
Ayuso en el epicentro e Iván convierte en el epicentro a Sánchez. Los otros
se quedan descolocados», dice Nacho Escolar.
«Iván Redondo es un emprendedor; MAR, un tratante de ganado. Iván
no puede romper el marco en el que está trabajando, tiene que respetar las
reglas del sistema en el cual está el gobierno. A MAR le da igual, piensa
que para lo que me queda en el convento... Le da igual romper el partido,
romper la confianza. Es la derecha de siempre con dos cubatas o dos
carajillos. La generación de Iván puede romperlo todo, pero con cierta
lógica, una lógica más propia de El lobo de Wall Street. La de Miguel Ángel
Rodríguez es la de Jamón, jamón. La generación de Iván, la de Errejón, es
la generación en la que el ganador se lo merece todo. Hay que ganar al
precio que sea. Esta lógica sistémica puede romper muchas cosas, las
quema por aceleración. La derecha las quema por torpeza y brutalidad»,
afirma Juan Carlos Monedero.
«Están desarrollando una batalla comunicativa impresionante e
interesante. MAR con una técnica muy diferente, de intuición e instinto,
que ya es pasado. Son los hechiceros. Es como comparar la medicina
nuclear con el hechicero de la tribu, que tenía su punto. El binomio
Sánchez-Iván y el binomio Ayuso-Rodríguez son diferentes. El aporte de
Iván es más técnico y más moderno. MAR tiene oficio y un estilo
combativo que la presidenta ha asumido. Otra cosa es cómo ven esto en el
PP, porque tiene consecuencias. La opinión en Madrid sobre la presidenta es
mejor hoy que hace un año, pero esto al PP le perjudica en otros sitios. Ese
madrileñismo enervado no es un carácter apetecible fuera», asegura José
Antonio Llorente.
«MAR ha puesto en el mapa a Isabel Díaz Ayuso, pero la ha puesto en
negativo. Pobrecita, pero si va a un sitio con nieve con calcetines cortos.
Una presidenta de una Comunidad no puede entrar en batallas absurdas en
un momento en el que nos jugamos la vida, la salud y la economía. Es como
los niños en el colegio, que siempre quieren ganar meando más lejos. Iván
es un gran comunicador. MAR es otra cosa. Son el cielo y la tierra. Iván es
un gran profesional. MAR es una víctima de Aznar», dice José María
García.
«El único que ha montado algo similar al modelo de Iván es Miguel
Ángel Rodríguez. Ninguno de los dos se guía por el ruido. Tienen su
objetivo claro con distintas formas. Uno es de una fineza florentina y el otro
es de Getafe, pero los dos tienen claro cuál es su hoja de ruta y no les
importa lo que se diga de ellos. No solo encajan bien la crítica, sino que la
aprovechan en su favor. Esto denota un punto de inteligencia superior al
resto», señala Nacho Cardero.
«Iván construye el relato, lo coloca y le damos veracidad porque su
palabra es palabra de Sánchez. Igual que si en 1996 hablabas con MAR,
hablabas con Aznar. Iván utiliza el elemento de la seducción, no la
imposición. Tampoco con los periodistas. Informa, nos da titulares y nos
aporta conceptos para las crónicas. ¡A quién no le suena el ajedrez
aleatorio!», dice Lucía Méndez.
«En Génova odian a MAR. Es un kamikaze, más listo que el hambre y
no repara en medios. Como lo tengas en contra, estás perdido, pero si está a
favor, se deja la piel. Ha hecho conocida a Ayuso en la prensa extranjera y
deja a Casado noqueado, que, además, va de la mano de Ayuso a ver a los
de emergencias, de la mano de Ayuso a ver un hospital, es el pobrecito al
que hay que sacar porque no tiene puesto y siempre va de la manita de
Ayuso. Es lamentable», asegura Ana Pardo de Vera. Sin embargo, desde
Génova se esfuerzan en que parezca lo contrario. «García Egea ha avalado
y sin fisuras la gestión de la presidenta Ayuso. El enemigo a combatir se
llama Covid y no Comunidad de Madrid, ni Partido Popular. Mientras la
prioridad del Gobierno es atacar a Madrid, España se hunde», decía el
secretario general del PP en El Mundo en octubre de 2020.
«Es cierto que el PP puede ganar por mayoría en Madrid, que se ha
convertido en el hecho diferencial de la derecha. Al tiempo, ganar en
Madrid le puede llevar a sufrir mucho en la periferia», sostiene César
González. El director de informativos de La Sexta tiene razón. El último
ejemplo, el fiasco popular en Cataluña. Un dirigente del PP me decía: «No
sé para qué viene tantas veces Ayuso. No es bueno para nosotros. Beneficia
a VOX». La ultraderecha obtuvo once diputados; el PP, unos míseros tres.
Otra cosa, como dice González, es Madrid, porque el PP de Madrid se
apropia del discurso de VOX, no es el discurso de Pablo Casado, que se
pasó toda la campaña mendigando algo de espacio. El equipo de Ayuso
liderado por Miguel Ángel Rodríguez se encargó de que no lo tuviera.
«MAR es populismo puro, no es ideología. Le gusta el poder y está en
este puesto porque le gusta manejar, provocar. Es su estilo, diferente al de
Iván, que es más sofisticado. MAR es un provocador nato, con discursos
muy elementales, de brocha gorda, pero eso también da frutos, porque en
Madrid es fácil hacer demagogia. Han presentado la pandemia como una
batalla contra el Gobierno y el Gobierno ha sido retratado como el enemigo
de Madrid. Con esta estrategia exenta de pudor, MAR ha convertido a
Madrid en el adalid de la libertad, de la lucha contra el separatismo y en
símbolo de la unidad de España, la ha convertido en la oposición a Sánchez.
Ese «nos atacan» vende mucho. Ayuso es una construcción de Miguel
Ángel, sin él tendría un papel mucho más discreto, con buen resultado para
Madrid, pero no para ella. En Génova también lo agradecerían. La conozco
muchísimo y tengo buena opinión de ella, pero no la reconozco al frente de
Madrid. De la noche a la mañana llegó a la presidencia sin tener una
trayectoria política y vital, se sintió desamparada y llamó a MAR. Le da
seguridad por su personalidad arrolladora. Iván está en otra dimensión»,
afirma Carmelo Encinas.
El 2 de diciembre de 2020 el Frankfurter Allgemeine Zeitung decía que
el «estilo de la presidenta regional es la confrontación», que sigue el
modelo de Aznar y retrata a Madrid como un remanso de libertad. Acababa
la crónica calificándola de la «Trump española» a cuenta del hospital más
caro y más vacío de la historia: el Zendal. «Este hospital tiene pinta de
aeropuerto de Castellón. Ayuso hace el discurso que le conviene levantando
una bandera de victimismo madrileño que le va muy bien a un determinado
grupo de empresas. No tengo claro que le vaya bien al resto del PP, ni a los
territoriales, ni a Génova. Tampoco es que hayan salido en tromba a
apoyarla. Es una falacia cuando los independentistas se refieren a España,
porque en España hay de todo y llamar Madrid a este fenómeno también es
una falacia, porque en Madrid también hay de todo», apunta Albert Sáez.
«MAR es un personaje apasionado de la política y de la comunicación
que hizo un recorrido con Aznar cuando nadie daba un duro por él, lo que
implica talento. Se quedó fuera siendo un hombre clave en el centro del
poder, dejando un gran vacío al presidente. La vida, muchos años después,
le ha dado una segunda oportunidad, aunque tiene un manual más limitado
en cuanto a estrategia. MAR es la confrontación, la agresividad, es un estilo
más monocorde, pero le funciona y le funciona a Ayuso. Es un profesional
de la comunicación política para el que la estrategia es trascendente, es
importante, pero no porque sea comunicación, sino porque es política.
Ahora con Ayuso aplica las técnicas que aplicó con Aznar. Iván es mucho
más variado y con mayor profundidad. MAR ha convertido a Ayuso en la
referencia de la derecha en la política española. Le importa poco el PP. Su
encargo es consolidar a Ayuso y, además, la ha convertido en el referente la
derecha nacional», afirma Antonio García Ferreras.
«No va a bajar la confrontación porque los propios partidos han venido a
destrozar un sistema. Tenemos partidos políticos, partidos antipolítica y
partidos apolíticos. Los partidos políticos son el PP y el PSOE, aunque no
sé si Sánchez está en este escenario. Podemos y VOX son antipolítica y
tenemos un partido apolítico que es Ciudadanos. Los nuevos han llegado a
un sistema para destrozarlo. Ahora tenemos unos presupuestos aprobados
por Bildu, por ERC, un horror. Ni en España ni en Europa se bajará el nivel
de confrontación», dice Paco Marhuenda. Miguel Ángel Rodríguez, a
diferencia de Iván, no enciende la televisión en su despacho. Solo lee
informes porque «hay que estar pendiente de lo que piensan los ciudadanos.
No me importan las encuestas. Quiero saber la percepción de la gente. Mi
trabajo es evaluar nuestras políticas. Política no es hacer lo que piensa la
gente, sino ofrecerle lo que piensas para saber cómo lo perciben. La política
es escuchar y que al tiempo te escuchen a ti. Si te escuchan, configurarás
una opinión pública favorable». Esta teoría la formula MAR, pero ya lo
había hecho Christian Salmon en Storytelling, donde la definió de forma
muy fácil: formatear las mentes.
«Un día llamé a MAR y le conté que me decían en el Gobierno que iban
a hacer esto. Su respuesta fue: “¡Que se atrevan!”. Mi sensación era que
estaba viendo una partida de ajedrez entre ambos. Son muy parecidos. Los
dos tienen un punto de arrojo, son muy estrategas y ambos están moldeando
al político de turno por el que sienten admiración, incluso un punto de
enamoramiento. Ayuso y Sánchez tienen mucha dependencia. Cuando estás
con ellos, sus presidentes no paran de llamarles. Los dos generan
información para adelantarse a la información», dice Susanna Griso.
«Iván es más moderado que MAR, pero los dos tienen talento político
para el marketing. Los dos tuvieron que dar aire y empuje a dos personajes
impenetrables, tirando a antipáticos. Iván pone más ideas que ideología. El
papel de ideólogo ya lo interpreta muy bien Pablo Iglesias al estilo Alfonso
Guerra», declara Raúl del Pozo. «Son muy parecidos porque los dos vienen
de la comunicación política. En la Moncloa, MAR unificó la comunicación
y el marketing. Era la voz de Aznar, pero no entró en otros temas, que dejó
al jefe de Gabinete. La estrategia estaba en otras manos, también la gestión.
Cuando intentó quedársela, se tuvo que ir. Son iguales en un sentido: la
centralidad del factor comunicación, que focalizan en el líder», afirma Toni
Aira.
«Conozco poco a Ayuso. Me dio la sensación de que era una persona de
escaso calado. No había nada y cuando ficha a MAR empieza a cambiar.
Cuando habla por su cuenta es poca cosa, pero cuando obedece a una
estrategia, crece. Esto es obra de MAR. La mano que lo mueve todo es
MAR, siempre en busca de la confrontación. Cuanto más sola la dejen, más
se crece, piensa. MAR es eso, provocación, es el ¡que se jodan! Para mí,
MAR es más insensato que Iván», dice Fernando Ónega.
«MAR es la rotundidad de Aznar. No hay fisuras. Construyó un líder sin
medias tintas. O conmigo o contra mí, con los que matan o con los que
mueren. Iván tiene mayor cintura, multilateralidad. Es capaz de ver la
realidad desde diferentes ópticas y puntos de vista para crear un producto
más destilado. Iván tiene un pensamiento más sofisticado que el mesetario
de MAR y lo digo con todo el respeto», asegura Jesús Mari Gabirondo.
«No juzgo a Redondo, pero, por mi experiencia, los que se acercan a la
política no saben que no se vende como un producto. La política es idea,
ideología y solvencia. Sin solvencia no funciona. Díaz Ayuso demuestra
solvencia, no va por la foto y por eso se engrandece su figura. Es solvente y
con ideas firmes», dice Miguel Ángel Rodríguez.
«El centralismo madrileño hace daño al país. En 2016 planteé la
armonización fiscal. Solo hacía falta ver lo que pasó en Reino Unido, donde
la city de Londres se acabó cargando a Manchester y apagando a otras
ciudades que todavía no se han recuperado. Aquí es peligrosísimo el
dumping fiscal al que nos está sometiendo Madrid, abusando de la
centralidad y de una posición privilegiada con respecto al resto del país, lo
que aumenta el enfrentamiento territorial y los agravios. No lo ha dicho
Rufián ahora, lo dije en 2016 en una Conferencia de Presidentes. La
derecha agita la bandera de o estás conmigo o contra mí, blanqueando a la
extrema derecha, manoseando las instituciones, la figura del rey, la bandera
o símbolos como el Peñón. La derecha está asalvajada y es hipócrita. Lista
más votada, hasta que ganó con la extrema derecha y llamaron a Pedro
golpista cuando ganó la moción de censura. O gobiernan ellos o revientan
las instituciones. Esta derecha es incapaz de poner los intereses de España
por delante de sus intereses partidistas. ¡Son imposibles!», asegura Susana
Díaz.
Acabaremos esta ronda tal y como la empezamos, con Jordi Juan: «Son
del mismo estilo. Son arriesgados. Iván es osado y provocador, pero MAR
lo es mucho más porque siempre ha ido sin el freno de mano puesto. Lo
está haciendo con Díaz Ayuso, colocándola como una outsider: para
muchos no es más que una trumpista con poco recorrido, pero para otros es
una heroína. He visto que le aplauden por la calle y eso no es habitual».

MADRID NO ESTÁ A LA DEFENSIVA, ESTÁ AL ATAQUE.


MADRID NO PERDONA
Miguel Ángel Rodríguez me recibió en su despacho de Sol el día 1 de
diciembre. Nos conocemos desde aquel lejano 2008 en el que discutíamos
acaloradamente junto a Susanna Griso en Espejo Público. Marzo de 2021
quedaba muy lejos, pero la filosofía del hombre fuerte de Díaz Ayuso queda
meridianamente clara en estas palabras que describen, a su juicio, la
realidad política: «El Gobierno ha perdido una oportunidad de liderar
España y con esta huida lo pagará. Sánchez pagará dos cosas, no haber
estado al frente de la pandemia y haber buscado la destrucción de Madrid.
Porque Madrid no está a la defensiva, está al ataque. Madrid no perdona».
Y el 10 de marzo Madrid apretó el botón nuclear. Pasó al ataque para
jugárselo a todo o nada.
«La política y la vida son emociones. No soy manipulador, pero tengo
una idea, la presidenta tiene una idea y hay que convencer a la gente de que
es la buena, frente al ruido, frente a que no siempre se cuenta bien. La gente
no recuerda lo que dices, sino cómo lo dices. Esta es la emoción. El
mensaje es cómo te perciben. Si te lo crees o no te lo crees. Cuando eres
capaz de transmitir es porque estás llegando al corazón, no a la cabeza. La
política es idea, es ideología y el modo de transmitirla pasa por la emoción.
Cuando estás entusiasmado por algo, lo transmites», afirma MAR.
Con estas premisas actuó la Comunidad de Madrid tras sentirse apelada
por la moción de Murcia, nonata por los tránsfugas de Ciudadanos bien
cobijados por el PP. «Socialismo o libertad», salió diciendo Isabel Díaz
Ayuso y convocó elecciones el 4 de mayo. De una tacada, dejó en la cuneta
a Ciudadanos, un partido en extinción, y a Génova, a Pablo Casado,
desarbolado. Su idea de reconstruir el centroderecha había muerto. Ahora el
PP se echaba en manos de VOX para gobernar. Los Gobiernos de la
derecha-derecha que tanto se había esmerado Casado por evitar (léase
Andalucía o Madrid) eran ya una realidad. Ayuso, de la mano de Miguel
Ángel Rodríguez, había conseguido su objetivo: situar al PP como líder de
un espacio radical y bronco que abandonaba el centro a su suerte.
Se rompió el tablero político y la batalla de Madrid entró en una nueva
dimensión. Ayuso cesó a los consejeros de Ciudadanos y convocó
elecciones con los sondeos a favor. Dejó al PSOE, a Más Madrid y a
Podemos con el paso cambiado. La batalla por la derecha se libró para ver
quién levantaba la mejor bandera contra el Gobierno, con un lenguaje
agresivo que suplantaba al de la extrema derecha y abandonaba la idea
centrada que Casado había transmitido en la moción de VOX. Se abrió la
veda y Ayuso inició su cruzada.
«La debilidad de Génova hace que Miguel Ángel Rodríguez ponga a
Isabel Díaz Ayuso como referente. MAR, con sus defectos y sus virtudes,
tiene olfato. Quiere aprovechar la debilidad del partido para convertir a
Ayuso en la Esperanza Aguirre del siglo XXI. Este movimiento tiene poco
que ver con Núñez Feijóo. El presidente gallego tiene un perfil de hombre
de Estado, pero solo controla Galicia, que en el ecosistema del PP es un
pigmeo. Madrid es casi un tercio del partido, lo que hace que la batalla de
Madrid sea fundamental», afirma Casimiro García Abadillo.
«Miguel Ángel Rodríguez ha conseguido sin el BOE todo el poder en
Madrid, pero en la política todo el mundo se pone nervioso y el día que
Casado se ponga nervioso con Ayuso, el interruptor a desconectar será
MAR», dice Nacho Escolar. «El enfrentamiento siempre va a existir porque
la política es exclusión y confrontación. Tu objetivo siempre es derrotar, o
humillar, al enemigo. El político quiere ganar y cuanta más mayoría, mejor.
Es la esencia de la política. Iván debería tenerlo claro», añade Paco
Marhuenda.
«La estructura de Sol está dirigida por MAR hasta límites
insospechados. Lo domina todo con un control férreo, jugando al
tremendismo. Está en su salsa. Madrid, a pesar de las torpezas, se sitúa en el
centro de la batalla política solo por el simple hecho de decir que es atacada
por el Gobierno central. MAR arriesga tanto, que se le puede volver en su
contra», sostiene Carmelo Encinas.
«Un Gobierno de coalición se gobierna con paciencia. Como estamos en
política, hemos de gestionar los egos, también los de los periodistas, porque
lo nuestro es la hoguera de las vanidades. En el Gobierno, paciencia. Unos
son más colaboradores y otros prefieren la foto para enmarcar. Paciencia,
pero cada uno en su silla», apunta MAR. Parece que la paciencia se agotó, o
se simuló agotada, para aprovechar la primera oportunidad de dejar en fuera
de juego a Ciudadanos, una formación que ha muerto porque no era más
que una marca y un logo, no un partido.

UN MOVIMIENTO POR SORPRESA CON EFECTOS COLATERALES


Ciudadanos y el Partido Socialista presentaron a primera hora de la mañana
del 10 de marzo una moción de censura en Murcia y el tablero político de la
región saltó por los aires. El acuerdo fue dado a conocer por la Cadena Ser
a las nueve de la mañana y la operación se había cerrado a las siete y media,
hora y media antes. El objetivo de Ciudadanos era asumir poder para
fortalecer al partido en Murcia, pero también para fortalecer su debilitado
proyecto nacional. El objetivo del PSOE era recomponer una nueva
mayoría y frustrar la reunificación del centro derecha. Los seis diputados de
Ciudadanos en Murcia se comprometieron a llevar adelante la moción.
Dos horas más tarde, el efecto mariposa llegó a Madrid y a Castilla y
León. Rafael Tudanca también presentó una moción de censura y Ayuso
convocó elecciones en Madrid. El efecto de Murcia llegó a tres
Comunidades y a un Ayuntamiento, el de Murcia, donde la moción de
censura prosperó, pero también a los centros neurálgicos de los partidos
políticos en la almendra de la M-30. En 1873, la revolución cantonal de la
Primera República empezó en Cartagena, un mes después de que el
presidente de la misma, Estanislao Figueras, dijera aquello de «estoy hasta
los cojones de todos nosotros» y cogiera un tren con destino a París para no
volver. La historia se repite y el movimiento mal calculado del PSOE y de
Ciudadanos hace saltar el tablero. Los primeros noqueados fueron los
inquilinos de la calle Génova. Les llegaban rumores y no daban crédito.
Sobre las siete de la tarde del día anterior a la presentación de la moción de
censura, Teodoro García Egea envió un mensaje a Iván Redondo:
«¿Podemos hablar esta noche?». La llamada de Egea nunca se produjo.
La situación era de tal caos, que La Razón publicó al día siguiente un
artículo titulado «¿Quién hay en la sala de mando?», en el que se
disparaban dardos contra el secretario general del PP. Los populares se
movían entre bambalinas. En el PSOE estaban tranquilos porque tenían las
firmas de los seis diputados de Ciudadanos, pero pronto se les vino abajo la
entelequia con el paso atrás de tres de ellos, los nuevos tránsfugas, y con la
convocatoria sorpresa en Madrid. El PP echó mano de lo que tenía y buscó
una solución política para evitar la moción por los métodos que fuera,
aunque su ética fuese dudosa. De esta forma, no solo consolidaba su poder
territorial, sino que abría en canal una crisis en el partido naranja,
descolocaba a los socialistas, que tuvieron que improvisar, y no digamos a
Podemos, que envió a Pablo Iglesias a salvar una situación insospechada.
Más Madrid aguantó sólida los envites mientras que VOX quedaba
desdibujado ante la fuerza de Ayuso, que ocupaba su espacio y le arrebataba
su mensaje. En los primeros momentos, Miguel Ángel Rodríguez culminó
con nota todos sus objetivos. Parecía que había doblegado a todos sus
rivales con un solo movimiento.
Isabel Díaz Ayuso convocó su Consejo de Gobierno. No dijo nada hasta
el final, cuando les anunció a sus consejeros la convocatoria electoral y el
cese de los miembros de Ciudadanos. La cara de Ignacio Aguado a la salida
de la última reunión del Gobierno lo decía todo. No le dejaron ni hacer la
rueda de prensa a pesar de ser el portavoz. En realidad, en ese momento ya
ni lo era. Ayuso convocaba elecciones, ponía en jaque a Ciudadanos y
dejaba a Génova sola en su camino de reconstrucción del centro derecha. Y
ponía sobre la mesa otra opción: el futuro de la derecha pasaba por la
coalición con VOX. Tenía la excusa perfecta: si no convocaba, PSOE y
Ciudadanos le harían lo mismo que a López Miras. Y sacó aquello de
Madrid está al ataque con su nuevo grito de guerra «socialismo o libertad»,
porque, recuerden, «Madrid no perdona».
«Se trata, claramente, de una cita electoral que certifica la creciente
relevancia totémica de Madrid en el panorama político nacional. Inquieta la
proyección que puede tener un Partido Popular representado por una
candidata que ha roto un acuerdo de gobierno con los liberales en mitad de
una pandemia para lanzarse a una aventura en la que parece estar
perfectamente dispuesta a gobernar con la extrema derecha en caso de que
los resultados indiquen esa opción como camino para retener el poder»,
decía el editorial de El País del 17 de marzo.
Génova quedó vendida, pero se afanó en recuperarse, y Madrid movió
ficha cerrando filas con Ayuso. Los movimientos políticos podían afectar al
actual escenario de las tres derechas. Una podía desaparecer, lo que abría un
nuevo camino para la reunificación. No era la opción de Casado, pero más
valía ponerse al frente de la manifestación, que la manifestación te pasara
por encima. Desde ese momento, Pablo Casado sacó pecho por el fracaso
de la operación de los socialistas y los miembros del partido naranja, sacó
pecho porque retenía el poder territorial y sacó pecho al son de «socialismo
o libertad», el grito de guerra de su candidata madrileña, que había dejado
hecha trizas su estrategia de distanciarse de la extrema derecha. Ahora el
único objetivo era ganar apropiándose del discurso de la ultraderecha y
pactar con ellos, si fuera menester, para poner coto a la «deriva chavista»
del Gobierno de España. De hecho, el argumentario popular sugería a sus
dirigentes vincular al gobierno, al PSOE y Podemos, con el blanqueo de las
dictaduras. Su unión del centro derecha se convirtió en una OPA hostil a un
partido en descomposición, Ciudadanos, y en la absorción del ideario de
VOX.
Antonio García Ferreras, cual druida, se preguntaba tres meses antes:
«¿Te imaginas que Pablo Casado entrara en el electorado de VOX? Eso
sería la clave. Es la carta que juega Miguel Ángel Rodríguez en Madrid
devorando a VOX y Ciudadanos. Si no tiene mayoría absoluta, se quedará
cerca. Esa estrategia le va bien a Ayuso, pero no tengo tan claro cómo le irá
al PP». Casado y García Egea se sumaron a regañadientes a esta estrategia
porque si bien VOX podría ser necesario para gobernar, en unas generales
el PP recuperaría posiciones en el reparto de diputados en numerosas
provincias, sobre todo las más pequeñas, ya que sin tres partidos en la
derecha el tablero español también cambiaba. Su distanciamiento con VOX
tras las duras palabras de Casado a Abascal en la moción de censura será
recordado como pelillos a la mar. Casado ha entrado en el electorado de
VOX, ciertamente, pero esa no era la puerta que quería abrir. Casado y
Ayuso unen su destino en Madrid al apretar el «botón nuclear», como
publicaba la prensa esos días. Lo decidieron en una conversación telefónica
la noche anterior a la presentación de la moción: «Si se atreven con Murcia,
apretamos el botón nuclear». Y lo hicieron. Si ganaban dependerían de la
extrema derecha que, de momento, se presentaba como el «socio fiable»,
uniéndose al grito de Ayuso de «socialismo y libertad», como hizo Rocío
Monasterio al ser convocadas las elecciones. Esto provocaba recelo en los
barones regionales, pero no se les oía, de momento, ni una palabra más alta
que otra. Todo dependería del resultado electoral. Solo se les oiría si Ayuso
no era capaz de obtener la mayoría suficiente.
Ciudadanos vio con estupefacción cómo su intento de recuperación tras
el batacazo electoral se agravaba con las catalanas de febrero y se
dinamitaba en el resto de España con el epicentro en Murcia. Las
deserciones empezaron a ser la tónica, en ayuntamientos, en parlamentos
regionales, en el Congreso y el Senado, y en la propia ejecutiva, con un
Toni Cantó que la teatralizó al máximo para acabar recalando de forma
obscena en las listas del PP de Madrid. El grupo fiel a Inés Arrimadas decía
sentirse agredido por el PP. No les faltaba razón, porque estaban siendo
agredidos, pero no lo vieron venir. Seguro que Ignacio Aguado se arrepiente
de no haber previsto la jugada de Ayuso. Una moción de censura lo hubiera
llevado a la presidencia. Con los movimientos en su partido, no le tocó ni el
premio de consolación.

MISIÓN IMPOSIBLE OTRA VEZ


En la calle Ferraz pasaron del entusiasmo a la desolación. Tras la
convocatoria, y aún en plena polémica sobre si se celebrarían elecciones o
una moción de censura, y sin saber que lo de Murcia era una pifia, Sánchez
convocó a su núcleo duro. José Luis Ábalos, Adriana Lastra, Santos
Cerdán, Iván Redondo y el secretario general del Partido Socialista de
Madrid, José Manuel Franco, se reunieron con el secretario general para
analizar la situación. «El movimiento se gestó netamente en las tripas de
Ferraz, concretamente en el área de organización y antes de que se tornara
en tragedia, presumían y asumían que el mérito de debilitar al PP era
exclusivamente suyo y no de los estrategas monclovitas. Esta vez el éxito
no era de Redondo. En una reunión de urgencia en Ferraz [...] los
responsables de la operación sacan pecho sobre el éxito de la moción de
Murcia. Todavía los tránsfugas de Ciudadanos no habían salido a la luz y
las elecciones de Madrid estaban en el aire por los recursos presentados»,
escribía Ainhoa Martínez en La Razón el día 25. Al salir de la reunión,
Sánchez le transmitió a Redondo su inquietud y le encargó que se pusiera
en marcha en previsión de que se celebraran elecciones. Los culpables del
desaguisado fueron apartados. Ni Ferraz ni el PSM, que no anduvo ni
rápido ni sagaz en la presentación de la moción, tendrían un protagonismo
en un periodo que se antojaba «chungo» para el PSOE.
La maniobra tensionó la relación entre el partido y la Moncloa, una
rivalidad que siempre está latente. Murcia significó para los críticos de
Redondo una gran victoria. Así se lo explicaban a los periodistas:
«Redondo se enteró ayer noche». Las primeras crónicas apuntaban a cuatro
personas: José Luis Ábalos, Adriana Lastra, Santos Cerdán y Félix Bolaños
como los artífices del avezado movimiento. El problema es que la alegría
duró poco y ese movimiento se convirtió en un grave error en apenas
veinticuatro horas. Los estrategas socialistas no calcularon y no vieron en
ningún momento la posibilidad de que afectara a Madrid, de que se
convocaran elecciones y de que pillaran al PSOE casi sin candidato. Por si
fuera poco, la crisis en Ciudadanos provocó la implosión del partido y lo
dejó a punto de desaparecer por sus efectos directos en el escenario
nacional.
Solo una persona del núcleo duro del presidente conocía los detalles en
tiempo real, el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños, que
mantenía una relación directa con Carlos Cuadrado de Ciudadanos desde la
negociación presupuestaria. Lo reconoció el propio Santos Cerdán en una
entrevista en el Diario de Noticias navarro, donde a la pregunta de si había
tenido Iván Redondo un papel en la cuestión, respondió: «No. Y no estaba
jugando a partidas de ajedrez por muchos relatos que algunos quieran ir
comprando». Lo consiguieron y se jactaron de ello.
Cuando las fichas del dominó empezaron a caer, se puso en evidencia
que Ferraz no había medido los daños colaterales de la operación y que el
Partido Socialista de Madrid no tenía ningún plan para afrontar el nuevo
escenario. Pedro Sánchez no estaba dispuesto a dejar nada al azar y tomó
las riendas. Fue su particular basta ya. No era momento de experimentos.
Ángel Gabilondo fue designado candidato para afrontar una situación
compleja y difícil en la que «hay que tomar decisiones arriesgadas.
Haciendo lo mismo de siempre tendremos el resultado de siempre»,
apuntaba la crónica de La Razón citando fuentes socialistas. «Encárgate —
le dijo a Redondo y añadió—: Habla con Ángel.» Sánchez sabía que no se
debía hacer lo mismo de siempre. Las posibilidades de ganar no superaban
el 1 %, como le dijo Iván a Sánchez. Por eso el presidente dio patente de
corso a su jefe de Gabinete para que explorara un acuerdo con Más Madrid
tras la llamada de Íñigo Errejón a Redondo. No cuajó, pero ya el hecho de
intentarlo demuestra que Pedro Sánchez sabía que dar la vuelta a la tortilla
se antojaba imposible.
Gabilondo, consciente de la situación, aprovecha su conexión personal
con Redondo. Necesita a alguien capaz de ponerle en el mapa, porque la
polarización electoral no ayuda. Además, el engranaje del PSM y el fiasco
de Ferraz no parecen ser los mejores aliados, sobre todo el PSM que, como
casi siempre, está envuelto en peleas cainitas de bajos vuelos. «Échame una
mano», le dijo Gabilondo a Redondo y se puso en marcha la conexión
donostiarra a título personal.
En Ferraz y en el PSM dejaron hacer. No era nada nuevo. En dos años no
habían hecho nada en Madrid. La campaña iba a ser dura, difícil y
compleja, y preferían que fuera otro quien sacara las castañas del fuego y, a
ser posible, quien se la pegara para poder culparle de la derrota y, quién
sabe, si hasta de lo ocurrido en Murcia. El presidente sabe, y sus críticos en
el partido también, que el único que puede hacer algo es Iván Redondo. Los
éxitos de las campañas y de sus estrategia políticas son su principal aval.
Salió a jugar un partido que no había buscado para salvar el desaguisado
provocado por sus enemigos íntimos, esos expertos en «confrontación
interna», como los define Paco Salazar, que hicieron un movimiento para
llegar bajo palio al congreso socialista de octubre. No lo consiguieron y, lo
que es más grave, abrieron un periodo de consecuencias imprevisibles. Y lo
que es aún peor, eludieron toda responsabilidad y no se implicaron en la
campaña.
Redondo afrontó la campaña con un candidato cojo, un partido
inexistente en la oposición, una alianza mediática que apoyaba a una Ayuso
que levantaba la bandera de la libertad confundida con libertinaje. «Iván
Redondo [...] lo dejó claro cuando se convocaron las elecciones. Solo hay
un 1 % de posibilidades de ganar y hay que exprimirlas, dijo en aquellos
días a Ferraz, al PSM y al candidato Gabilondo cuando tuvo que coger las
riendas de una misión imposible. Enfrente, Miguel Ángel Rodríguez
lanzado porque su candidata iba viento en popa devorando a Ciudadanos y
a VOX, convirtiéndola en la líder del Partido Independentista de Madrid.
Las dos estrategias se han puesto frente a frente. Una, la de Rodríguez
Mourinho, una estrategia del siglo XX, frente a otra, la de Redondo
Guardiola, más actual, más del siglo XXI», escribí la jornada de reflexión en
Crónica Global.
El 15 de marzo Pablo Iglesias anuncia que encabezará la candidatura de
Podemos en Madrid y que deja el Gobierno, abriendo un nuevo escenario
en la comunidad y en España. En ese momento Iván sabe qué no hay que
hacer. Redondo y los suyos aprietan el acelerador, Ayuso e Iglesias
polarizan el debate. Hay que ocupar espacio, hay que poner en valor al
candidato y hay que tener un mensaje claro. La preparación de la campaña
se redujo a cinco días. No había tiempo para más. El día 20 se lanzó el
primer mensaje para intentar ocupar espacio. Todo era un riesgo y los datos
no eran ni buenos ni óptimos. El candidato utilizó la táctica del judo, que no
es otra que la de aprovechar la fuerza del rival. «Si dicen que soy soso, serio
y formal, pues sí, soy soso, serio y formal, porque es la hora de “gobernar
en serio”», parafraseando la canción de Loquillo «Feo, fuerte y formal».
En este breve espacio de tiempo se diseñaron los mensajes, se grabaron
vídeos, se planificó la campaña, se construyó una estrategia y se entrenó al
candidato. Había que entrar en campaña, había que meter la política en
campaña para confrontarla con la antipolítica de Ayuso e Iglesias, introducir
en el debate la alternativa de la izquierda de gobierno que no iba contra
nadie. Redondo volvió con Loquillo a las referencias musicales de sus
campañas. Siempre lo hace. La canción «Feo, fuerte, formal» de Loquillo
(tengo que reconocer que en mi juventud era mi ídolo y «Cadillac solitario»
mi referente) tomaba la idea del nombre del epitafio en español que durante
años tuvo la tumba de John Wayne. El actor fue un icono en su país y tenía
su propio eslogan: «Wayne es América». En el PSM las críticas arreciaban
como si su participación fuera un revulsivo que fuera a cambiar las cosas,
cuando el PSM lleva veintiséis años sin ganar ni recuperar posiciones en el
mundo municipal de la comunidad. Redondo se quedó solo frente al peligro
ayudando al equipo de Gabilondo. Ferraz y el PSM se pusieron de perfil y
cuando actuaron, fue para criticar la campaña. Su participación en la
campaña se redujo a la mínima expresión.
«Lo que sucede en el PSM es la paradoja de las máquinas partidistas. Se
tienen recelos del consultor porque es un elemento externo que ocupa un
espacio cercano al candidato, pero, por otra parte, tienden a quedar
paralizadas ante un escenario electoral inesperado y poco optimista. Lo
cierto es que Iván es la única esperanza para el PSOE en la batalla en
Madrid, pero no lo reconocerá porque hacerlo sería tanto como asumir un
nivel de generosidad que rara vez se da entre quienes se dedican al oficio de
la competición interna», afirma Paco Salazar, quien no tiene pelos en la
lengua porque conoce al PSOE como el salón de su casa. Es un hombre de
paso corto y mirada larga, como tituló una información de El Confidencial
en junio de 2020, y, sobre todo, es un experto en procesos electorales. No
en vano es el secretario de Acción Electoral de la Ejecutiva Federal.
Estas paradojas partidistas a las que se refiere Salazar no se dejaron de
alimentar durante toda la campaña. El riesgo de perder las elecciones ante
un escenario difícil, casi imposible, dio munición a quienes juegan a la
tensión interna. El escenario es idóneo. Perder las elecciones se convierte
para ciertos sectores en el maná que están esperando porque saben que las
posibilidades son mínimas. Es el momento más preciado. Que ellos sean los
responsables lo consideran un detalle trivial. Redondo sabe que solo tiene
un 1 % de posibilidades de conseguir dar la vuelta y lo va a intentar porque,
como dice Iceta, es un jugador y lo que le gusta es jugar. O en palabras de
Jaime Miquel, jugar, aunque sea un partido de solteros contra casados.
Jugar y llevarse algún trofeo. Y, sobre todo, jugar para defender tus colores.
Un buen amigo suyo lo resumía en una frase un poco fan: «Su batalla no es
contra los burócratas del partido, contra otros dirigentes, ni siquiera es
contra Ayuso. Su batalla es con la historia. Quien no vea esto, no ha
entendido nada». Eso o que le gustan las misiones imposibles, la primera
con aquel grupo de chavales de su barrio. Luego vinieron otras. No siempre
se gana, pero siempre hay que jugar. Dicho sea de paso, el PSM nunca ha
ganado ni siquiera un partido de solteros contra casados, como dice con
ironía Jaime Miquel.

LA VICTORIA SIN PALIATIVOS DE AYUSO


Isabel Díaz Ayuso inició la precampaña con todo a favor. Las encuestas le
daban pábulo y su socio de Gobierno, Ciudadanos, caía por debajo del 5 %,
al tiempo que no hacía ascos a VOX, es decir, no negaba la posibilidad de
un acuerdo de coalición, aunque levantando la bandera de un Gobierno
«con manos libres», como dijo Pablo Casado en la presentación de la
campaña popular, un Casado anulado en los planes de Ayuso. El líder del
partido se pasó la campaña buscando su sitio para evitar quedar difuminado.
No lo consiguió. Vagó en este tiempo en el campo de la intrascendencia y
aún más desde que su apuesta, Toni Cantó, quedó relegado de las listas por
el Tribunal Constitucional. El ministro Iceta lo describía así en una
entrevista en eldiario.es: «Una victoria de Ayuso puede ser una derrota del
proyecto político de Casado».
El PP izó dos estandartes para afrontar la contienda: Ayuso contra
Sánchez, ninguneando a Gabilondo, y todos contra Ayuso, erigiéndose en
adalid de la libertad, como reza su eslogan. La dirigente popular empezó
con su «socialismo o libertad», convertido en «comunismo o libertad» con
la llegada de Pablo Iglesias. Josep Cuní lo contextualizaba así en un artículo
publicado en El País el 18 de marzo: «Y cambiando el socialismo por el
comunismo, contraponiéndolos a la libertad, tensa todavía más la cuerda de
una tendencia que es propia de su promoción de derecha desacomplejada,
hija del aznarato descarado y portadora de la corriente internacional que
está imponiendo sus conceptos con tanta facilidad como perversión porque
su hoja de ruta está clara». El director de los matinales de SER Cataluña
analizaba en este artículo titulado «Técnicas de confrontación» la situación
madrileña y señalaba con acierto la estrategia de Ayuso. Primero, «el
agresor se convierte en víctima». Segundo, «tener un rival facilita la elusión
de responsabilidades». Este punto, compartido por su «enemigo íntimo»,
Pablo Iglesias. Y una última maldad de Cuní: «ante dos extremos
radicalizados nadie queda indiferente, la participación electoral sube y la
victoria se celebra mejor».
Ayuso ganó las elecciones. Fagocitó a Ciudadanos, el PSOE quedó
tocado, superado en votos por Más Madrid, y la extrema derecha será su
muleta aunque con menos apoyo del que esperaba Rocío Monasterio. Ayuso
ganó porque la libertad se asemejó a tomarse una caña. Poco importaba la
pandemia. La líder popular se convirtió en una heroína para quienes la
libertad nada tiene que ver con la seguridad sanitaria. Gabilondo puso letra
a esta música en una entrevista en La Razón: «La libertad no es hacer lo que
te gusta, es hacer lo que debes. Puedo ser un presidente sin ensoñaciones».
No tuvo fortuna porque se impuso el discurso popular. En El País se
reflejaba así el 2 de abril: «El momento es determinante: hay una campaña
de acoso y derribo de la izquierda para hacerse con el poder».
La confrontación no benefició a la izquierda. Democracia o fascismo no
cuajó. Daba igual que se enviaran balas a ministros, al candidato de
Podemos, a la directora de la Guardia Civil. Ese no era el eje electoral. «El
ambiente llevaba meses y meses cargándose de electricidad, solo faltaba
que saltase una chispa en el momento oportuno para hacerlo estallar. Y saltó
de súbito, reventando la campaña madrileña, en la mañana de este viernes,
cuando aún faltan diez días para que se abran las urnas. La escena resultó
insólita, incluso en una política tan crispada como la española: un
candidato, Pablo Iglesias, levantándose airado de un debate electoral,
mientras otra, Rocío Monasterio, lo increpaba —“¡lárguese, que es lo que
están deseando muchos españoles!”— al tiempo que arremetía contra la
moderadora, la periodista de la Cadena SER Àngels Barceló. A Iglesias lo
acabaron secundando las otras dos fuerzas de la izquierda, decididas a
plantarse definitivamente ante VOX. Y a poner al PP ante la tesitura de
aclarar si pactará o no con la extrema derecha. “Esto es un punto de
inflexión”, sentenció el candidato socialista, Ángel Gabilondo. Ya es difícil
escuchar a alguien tan templado como Gabilondo atribuir “actitudes
fascistas” a un rival político. Pero esas fueron las palabras que eligió el
profesor y candidato para referirse a lo ocurrido en el debate de la Cadena
SER y a la actitud de Monasterio frente a Iglesias, después de que este
hubiese recibido el jueves una carta con cuatro balas y una amenaza
explícita de muerte», escribía Xosé Hermida en El País el 23 de abril.
Àngels Barceló, la directora de Hoy por Hoy, y moderadora del debate
hizo lo que debía hacer un periodista, preguntar por las cartas amenazantes.
Igual que Íñigo Alfonso en Radio Nacional de España. Ningún periódico
destacó en portada la noticia de las cartas, ninguno, un error profesional que
ambos solventaron para bien de la profesión. Hicieron su trabajo al margen
de la política y es de agradecer. Pero en la política se imponía el voto a la
contra, no el voto a favor. «Los humanos tienen una predisposición
psicológica hacia lo negativo: en igualdad de condiciones, lo malo les
condiciona más que lo bueno. Y este fenómeno no es ajeno a la creciente
personalización de la política, en la que importa más el personaje, quién sea
la candidata, la imagen de los líderes. Es lo que han comprobado dos
investigadores al analizar más de un centenar de elecciones en 14
democracias europeas durante las últimas seis décadas: el peso de la
demonización del dirigente rival determina cada vez más el sentido del
voto. Partidos, campañas, medios y activistas fortalecen este fenómeno al
centrar el mensaje en lo indeseable que es el oponente, lo que genera
además un clima que perjudica la gobernabilidad y el funcionamiento de las
instituciones. Diego Garzia, de la Universidad de Lausana, ha dedicado
buena parte de su carrera a investigar el papel determinante de los líderes en
el comportamiento del electorado. “Los votantes pueden estar razonando
menos en términos de elegir la mejor alternativa política, sino más bien
buscando evitar la que perciben como peor”, señala Garzia, que acaba de
mostrarlo en un estudio. “Nuestros hallazgos confirman la existencia de una
relación sólida y estadísticamente significativa entre las evaluaciones
negativas de los líderes y la elección del voto”, señala en este trabajo,
realizado junto con Frederico Ferreira da Silva, de la misma universidad»,
publicaba El País.
Esta era la realidad. Lo sucedido en la campaña pasó a un segundo
plano. Lo analizaba así el editorial de El País del 24 de abril:
«Provocaciones como la bochornosa actuación de Monasterio apelan a una
sociedad democrática a buscar el punto exacto de una respuesta que rechace
con firmeza y unidad las insidias mientras, a la vez, encapsule el odio y
evite darle protagonismo y capacidad de propagación. En este punto,
Iglesias optó por levantarse de la mesa. Posteriormente siguieron sus pasos
los candidatos del PSOE y de Más Madrid. Todo el episodio, propiciado por
VOX, produce un deterioro de un clima ya envenenado, en el que un tuit de
la cuenta del PP en Madrid cerró el episodio con un “Iglesias, cierra al
salir”. Afortunadamente fue retirado, y los líderes del partido pronunciaron
palabras de condena. Ojalá asumieran también que VOX es una formación
indigna de tener funciones de gobierno. Las palabras y los gestos no son
gratuitos y los discursos del odio van calando de manera sutil: hasta que un
día estallan —el asalto al Parlamento en Washington es un ejemplo reciente
— y sus consecuencias son demoledoras. En España el clima político es
irrespirable. Nadie tiene más responsabilidad que VOX en este
envenenamiento, pero con distintas gradaciones otros han contribuido
también a exacerbar las tensiones».
El politólogo Luis Tejero valoró así la campaña en un reportaje
publicado en El País: «La presidenta madrileña no ha obtenido esta victoria
arrolladora solo por su anticipación —quien golpea primero golpea dos
veces—, sino principalmente por erigirse como la antítesis de Sánchez e
Iglesias y conseguir que la conversación de la campaña girara en torno a
una serie de dilemas tan simples como favorables para sus intereses:
“comunismo o libertad”, cerrar los bares o dejarlos abiertos, subir
impuestos o seguir bajándolos».
«¿Discursos de tierra quemada? Esta es la cuestión que cabe plantearse
tras la apabullante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. El mensaje que
le ha permitido sintonizar con el estado de ánimo de un sector mayoritario
del electorado madrileño —y movilizar a todo su espacio ideológico natural
— podría no ser el que necesita Pablo Casado para conquistar la hegemonía
desde el centro (político y no solo peninsular). Y esta eventual
incompatibilidad suele ser una constante entre elecciones autonómicas y
generales. [...] La razón es sencilla: el partido lo juegan invariablemente
más equipos, y los restantes “príncipes de las tinieblas” intentarán
aprovechar los puntos débiles del relato de Casado en la medida que este
vaya asociado al discurso y la trayectoria triunfadora, pero particularista, de
Ayuso. En otras palabras: los adversarios del líder popular podrían haber
aprendido algunas lecciones de la batalla de Madrid y montar un
contrarrelato argumental que pueda resultar mucho más efectivo ante una
ciudadanía que, en las legislativas, decidirá sobre un proyecto para toda
España», escribía Carles Castro en La Vanguardia.
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FÉNIX

«Mi trabajo es tirarme por el barranco por el candidato, por el cliente», ha


repetido Iván Redondo en multitud de ocasiones. Ya lo dijo en La Tuerka.
Quizá más de uno lamente que no se rompa la crisma, pero el
entrenamiento impide que eso pase. Un colaborador que conoce este chisme
añade; «lo que les molesta a algunos es que los que se dejan la crisma son
ellos». Iván Redondo asumió todos los riesgos en primera persona y, al
igual que en noviembre de 2019, los verdaderos perdedores lo señalaron.
«Las campañas electorales son un juego de equipo, ni siquiera el candidato
es un elemento que pueda jugar solo. No comparto la visión que trata a los
consultores políticos como los únicos responsables del éxito o del fracaso»,
sostiene Verónica Fumanal en un artículo publicado en El País.
En ese mismo reportaje, Silvia Clavería afirma: «Seguramente, tanto lo
mejor y lo peor que ha aportado Rodríguez es el marco populista y
polarizador. [...] En relación a Iván Redondo, tal vez lo mejor es la
conversión de los defectos de Gabilondo en virtudes. Lo peor es la
indefinición ideológica del partido. No quedaba claro su proyecto político».
Otros son críticos con Iván Redondo y con la campaña, como se puede
apreciar en dicho artículo. Es el caso de Ignacio Martín Granados, Luis
Tejero y Guadalupe Morcillo. «El candidato cuenta con el apoyo de
Redondo y su equipo, pero ni Redondo ni su equipo dirigen la campaña. Lo
hace un PSM que tendría matrícula de honor si existiera una carrera de
“confrontación interna”», escribí en Crónica Global.
«Adriana Lastra es vicesecretaria general del Partido Socialista Obrero
Español. Adriana Lastra es la portavoz de ese partido en el Congreso de los
Diputados. Con esta autoridad, que no es menor, puso sobre la mesa un
debate sustancial para sacar al partido del estado de depresión en que lo
dejaron las elecciones de Madrid: ¿quién se está cargando o se ha cargado al
PSOE? Según la ilustre diputada, se lo ha cargado Iván Redondo. Lo dice
así, como un hecho consumado: el PSOE ya está muerto», escribía
Fernando Ónega en La Vanguardia. Y añadía: «si el centro neurálgico del
socialismo se desplazó desde Ferraz a la Moncloa, ha sido porque Ferraz
renunció a la iniciativa». «Iván Redondo es humano, se supone. Comete
errores como todos. Alguna vez tiene que perder, de lo contrario sería un
superhombre. Montó la estructura de poder que corresponde a la
importancia de la presidencia del Gobierno de una potencia como España y
porque la necesita para ser eficaz en las misiones encomendadas. Si no
fuese por Redondo, Pedro Sánchez no estaría al frente del Gobierno, ni
siquiera en la Secretaría General del PSOE y algo más: Unidas Podemos sí
que habría oscurecido al sector socialista», sentencia.
«Todo empezó hace dos meses con un peón mal adelantado en Murcia
—publicó La Vanguardia el 9 de mayo—. Ese error de bulto no se puede
atribuir al influyente Redondo. La respuesta del PP fue audaz, casi tan
audaz como la moción de censura contra Rajoy.» Se volvió a abrir el debate
en el PSOE. No es la primera vez. Lo cierto es que Iván Redondo recogió el
PSOE en 2017 en un estado lamentable. En unos meses, Sánchez ganó una
moción de censura y, en cuatro años, el partido ha ganado dos generales,
unas municipales, autonómicas y europeas, y unas catalanas. Sin embargo,
ha tenido que afrontar críticas duras desde el inicio de su colaboración.
También, evidentemente, desde la oposición. Le pasó en noviembre del
2019 y en las catalanas, aunque, tras la victoria, el sonido del mar de fondo
quedó amortiguado. Iván Redondo Bacaicoa sabe ganar, sabe perder y sabe
parar. Y, sobre todo, sabe reinventarse, porque no es infalible. Como decía
páginas atrás, eso se lo deja al papa.
Estos últimos acontecimientos han sido una etapa más en su carrera...
Los ataques siempre hacen mella moral, por muy estoico que uno sea. Pero
de esos ataques ha surgido una campaña de apoyo que incluye desde
profesionales del sector hasta periodistas, que han explicado razones que
otros obvian, ya que cargar contra el asesor es fácil y cargarse al asesor
tiene un pingüe beneficio porque deja al líder al pairo, y también a sectores
del PSOE otrora hostiles a Redondo, pero que reconocen su valía porque,
sin Redondo, mal que les pese a algunos, el PSOE no sería lo que es.

LA PRIMERA ETAPA
Escribir este libro ha sido toda una experiencia profesional porque, además
de la complejidad en su elaboración para construir un relato con más de
ciento veinte opiniones diferentes, hay que sumar las sorpresas cotidianas
de la política española. Desde la salida de Pablo Iglesias del Gobierno hasta
las elecciones madrileñas, pasando por las catalanas, la bronca en la derecha
y un sinfín de situaciones que siempre abrían espacios nuevos. Finalicé su
redacción justo a mediados de mayo. Seguro que antes de su publicación se
producirá alguna sorpresa más —por sí sola, la crisis con Marruecos o los
indultos a los condenados del 1-O—, y habrá otras que se quedarán en
puertas, como la celebración del congreso del PSOE y los interrogantes de
Cataluña y Andalucía, donde Juan Espadas se ha impuesto a Susana Díaz, o
sea, volvió a ganar Sánchez, aunque la espada de Damocles para el
socialismo andaluz es ahora un posible adelanto electoral. Ha sido una
época apasionante, siempre con la espada de Damocles pendiente sobre mi
cabeza, un «susto o muerte» cotidiano que hacía tambalear la estructura
prevista en este relato. En estos dos capítulos está incorporada la actualidad,
porque el libro fue escrito en paralelo a los acontecimientos. En el resto del
relato no, y es curioso observar lo que algunos decían antes y dicen ahora.
El título de este capítulo no es baladí. Esta es una etapa más de la vida
profesional de Iván Redondo. No será la última. Eso solamente la conoce él.
Tomará la decisión que considere cuando lo considere, porque solo tiene
cuarenta años y mucho tiempo y carrera por delante. De momento, ha
vuelto a resurgir de las cenizas. Es Fénix, el muñeco de manga que le regaló
su madre con la complicidad de sus hermanos.
«Me gustaría verlo fuera de la política porque los políticos siempre lo
pagan. Todos mueren, todos salen mal de los Gobiernos. Al menos hasta
hoy, aunque a lo mejor con Pedro Sánchez cambia. Con la capacidad que
tiene Iván, creo que no debería ligar su futuro al del presidente. Tiene
capacidad para reinventarse, aunque me temo que le gusta mucho la
política. Pero estoy más que convencida de que fuera de la política tiene
mucho recorrido. Ha vivido un momento histórico, ha creado una nueva
figura del jefe de Gabinete, no ha habido otro como él. Esto no lo beneficia
para estar en otro partido. Esa etapa la ha acabado y con nota. Y un detalle
no menor, todos los que han trabajado con él hablan bien de él», dice Loli
Izquierdo.
Lleva cuatro años con el presidente Sánchez y las han visto de todos los
colores. Pasaron de la nada a la gloria cuando nadie daba un duro por aquel
PSOE renqueante tras las primarias. Se presentó una moción de censura, la
única que se ha ganado en democracia, y los socialistas volvieron al Palacio
de la Moncloa. Dos elecciones después, siguen lidiando con un tablero
político endiablado. Sánchez y Redondo han construido un tándem que ha
transitado por rutas imposibles.
En estos cuatro años Sánchez ha comprobado que la lealtad de Redondo
es a prueba de bombas. Lo da todo por el proyecto y lo da todo por el líder,
porque vive y trabaja a todas horas para el proyecto y para el líder. Su
máxima aspiración es hacer bien su trabajo y esté donde esté, siempre será
leal. Es su máxima, su forma de entender la estrategia y la comunicación
política, incluso su forma de entender la vida, aunque no esté en el
proyecto. Visto lo visto tras su decisión, consecuente con sus ideas, de dejar
el Gobierno, no parece que ni Sánchez ni el PSOE hayan sido leales con
Redondo. Su máxima es tirarse por el barranco y lo ha hecho en repetidas
ocasiones. El líder lo sabe y, conociéndolos a los dos, todo es posible,
incluso la sorpresa. El 10 de julio la tuvimos porque uno fue consecuente y
el otro no entendió que no aceptara continuar y que era el momento de
parar. Iván se tira por el barranco por el proyecto y por el líder. No tiene que
tirarse por el barranco por el partido, porque simplemente es un profesional
independiente, no es del partido. La resistencia sigue. Estuvo presente en el
PP y está presente en el PSOE, pero, no se equivoquen, el paso está dado y
no hay marcha atrás, aunque los que no ven el bosque porque se lo impide
el árbol crean que las cosas han vuelto a ser como antes.
El equipo de la Moncloa marca distancias con sus predecesores porque
el escenario ha cambiado radicalmente y se necesitan nuevos liderazgos,
hojas de ruta claras y una gestión diaria recogiendo inputs del exterior para
que la Moncloa no sea una burbuja, sino una esponja porosa. Así lo
interpreta Isidre Fainé en un artículo publicado en El Periódico de
Catalunya en diciembre de 2020 titulado «Empresa y compromiso, el
impulso definitivo»: «El momento es también idóneo para sentar las bases
de un nuevo liderazgo transformador. Los gestores deben aprender a vivir
en la incertidumbre, afrontar los problemas con determinación y saber
aplicar medidas correctoras a tiempo. En este entorno complejo, es
importante que el líder aflore la iniciativa y la creatividad de sus
colaboradores. Y lo más relevante, a mi juicio, es que el directivo consiga
que todos los empleados vibren y se identifiquen con los valores y la misión
de la empresa».
Nadie pone en duda que es el líder el que toma las decisiones. Eso solo
lo hacen los mediocres. Sin embargo, no todos los liderazgos son iguales. El
catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Murcia, Fernando
Jiménez Sánchez, dijo el 20 de marzo de 2021 en El Periódico de
Catalunya: «Solo se piensa en el corto plazo y en llegar al poder, pero no
hay proyecto de sociedad ni del país que queremos de aquí a 20 años. El
gran drama de la política española es la falta de liderazgo responsable.
¿Para qué se quiere el poder? La estrategia está bien si sabes poner límites,
porque todo tiene consecuencias». Es una reflexión crítica, pero tiene su
razón. La cuestión está en dilucidar si la estrategia solo se construye para
llegar al poder o para mantenerse en el poder, si se mira al corto o al largo
plazo. Sin duda, todo un debate no exento de ideología. No todo el mundo
lo verá igual, porque las estrategias las marcan las ideologías o, mejor
dicho, las ideas.
«Es una pieza fundamental en la estrategia del ejecutivo y de Pedro
Sánchez. No solo pone los ingredientes para que el presidente tome
decisiones, sino que le ayuda a tomarlas. Hay más personas a las que
consulta el presidente, pero Iván es fundamental. Los asesores y los
consultores presentamos alternativas. El presidente del Real Madrid te
pregunta qué harías y ese es el momento en el que puedes influir y el jefe
hacerte caso o no. Yo quisiera un tipo como él en mi equipo, porque es
analítico y polivalente. Ficharlo te ayudaría a entender la nueva sociedad
dentro o fuera de la política», afirma Carlos Ocaña.
«Trabaja con la señal huyendo del ruido, un ruido que lo llena todo y que
hace que sea muy complicado mantener la cabeza fría. ¡Y si oyes a Aitor
Esteban ni te cuento! [risas]. En Euskadi tenemos algo menos de ruido y
eso nos da más consistencia, porque el ruido te puede llevar a tomar
decisiones equivocadas. Aquí tenemos un Gobierno estable, con unas reglas
de juego acordadas con el Partido Socialista, con lealtad, resultados y
siempre sin pisarnos la manguera. Somos distintos y cada uno busca sus
contrapartidas. Lo importante es la lealtad, espacios de discreción y
confianza. Lo hemos ordenado bastante bien. El ruido de Madrid tiene que
bajar o hay que hacerlo bajar si no baja solo», dice Joseba Aurrekoetxea.
«Siempre que podemos hablo, con discreción, con el presidente y con
Iván. Escuchan y están abiertos a impresiones que muchas veces no
coinciden con su visión. Iván es un gran aliado natural. Quizá por sus
orígenes vascos, porque ha vivido las vicisitudes de Euskadi, entiende al
diferente y tiene un pensamiento elástico que intenta comprender la
posición de su interlocutor. Tiene correa incluso en los desacuerdos. Es
capaz de acordar el desacuerdo. La pandemia fue muy dura y sustituimos la
discrepancia por la lealtad, lealtad mutua entre empresarios y Gobierno.
Cuando se fijó la fecha de finalización de los ERTE, en Foment no
estábamos de acuerdo, pero cerramos filas con el presidente Garamendi.
Había que arrimar el hombro para disminuir la incertidumbre, aunque los
acuerdos no gustaran. En esas múltiples conversaciones ejerció un papel
mediador a pesar de que las relaciones de Foment con el Gobierno se
enfriaron, pero nunca cerró la puerta. Nosotros tampoco», asegura Josep
Sánchez Llibre.
«Es muy perfeccionista y tiene un alto nivel de autoexigencia. Lo mira
todo. No le vale el aprobado, quiere excelencia. Es arriesgado, emprendedor
y disruptivo, y aprovecha la tecnología para hacer diferentes las cosas. No
está anclado ni preso de dogmas ni de formas tradicionales de hacer o
entender las cosas. La política es el arte de lo que no se ve. Mueve las
piezas, piensa en sus jugadas, en las del contrario, separa el ruido de las
señales y, si puede, actúa por sorpresa. Transmite serenidad, rigor y tiene
una gran fortaleza mental», dice Rosauro Varo.
«Es un gran seductor. La clave del cambio en la política de
comunicación fue el momento en el que el presidente le nombró, ahí
decidió el cambio. Todavía le queda mucho camino por delante,
profesionalmente hablando. Está en la cúspide, es admirado y odiado, pero
tiene recorrido. No ha llegado a su cenit. Es brillante y lo transmite. No me
sorprende hasta dónde ha llegado, lo que no esperaba es que lo hiciera tan
rápido. Tiene recorrido al margen de la política. Llegará un día en que
Sánchez no estará, porque en política todo se acaba en un momento u otro,
y algunos dicen que entonces se acabará su carrera. Están totalmente
equivocados. En esta etapa Iván ha tenido prestigio nacional, pero también
prestigio internacional. Es un tipo con una capacidad de trabajo fuera de lo
común y con una gran resistencia. No todo el mundo puede dormir solo
cinco horas y estar al cien por cien. Controla las situaciones, piensa mucho
las cosas y cuando alguien está pensando en la primera jugada, él ya piensa
en la tercera. Todo ha cambiado y hay partidos que no se dan cuenta y otros
que sí, pero no lo ponen en práctica. Las campañas ya no consisten en pegar
carteles, repartir propaganda en el mercado y hacer un mitin. Vender
política, la comunicación política ha cambiado radicalmente. Iván lo ha
visto y otros, no. Esta es su gran ventaja», afirma Rosa Díez Urrestarazu.
«Es un personaje que descoloca. Te haces el arquetipo de una persona y
cuando la conoces, es todo lo contrario. Va mucho al teatro y tengo el placer
de acompañarle muchas veces, le gustan la música y las series muchísimo
porque es un apasionado de la cultura. Me jacto de saber lo que quiere ver
en el teatro, aunque mentiría si no te dijera que también elige Sandra.
Forman un buen equipo, porque le da a Iván una visión profesional, le
aporta otro prisma. Tiene mucha suerte de tenerla a su lado porque juega un
papel importante en su vida, al igual que su familia, su madre, sus
hermanos. Como Iván, creo en las personas, antes y después. Tengo mejor
relación con los políticos cuando dejan el cargo que cuando están en él»,
dice Jesús Cimarro.
«Es un tipo muy inteligente, muy, muy inteligente, que procede de una
manera de entender la política muy distinta a la nuestra, asesorar a la
derecha, asesorar al PSOE, con el que me entiendo y donde he aprendido
muchas cosas. Creo que el hecho de que Pedro Sánchez le haya convertido
en la persona más importante del Gobierno después de él, en su mano
derecha, revela lo que significa Iván Redondo. Es una figura sobre la que
hablarán los historiadores en el futuro», dijo Pablo Iglesias en declaraciones
a Furor TV.
«No ha llegado al final de su carrera. Esta es una etapa más. Vamos al
contenido y no al continente. Está en un ciclo de su vida y tiene la edad que
tiene, está marcando una tendencia clara porque en su profesión se llega
hasta donde él está cuando se es mucho más mayor, está en una etapa
bonita, pero vendrán más. Las nuevas generaciones de profesionales de la
comunicación política se focalizarán mucho en él. Iván es muy de estar en
la sombra, todos somos más de estar en la sombra. Sabe que la familia está
en la sombra, pero que la tiene ahí. No nos verás nunca en primera línea.
Otra cosa es que él tenga que hacerlo porque lo requiere la situación. Le
queda mucho por hacer porque es muy joven. Cuando comentamos lo que
dicen de él, lo hacemos con un punto de ironía, porque ya sabes que el éxito
oculta lo que el fracaso enseña. Iván es lo que se ve, es la persona, no es un
personaje. Esa esencia la tiene, otros la construyen. La tiene muy
desarrollada, y muy presente. Lo que veis es lo que es. Otra cosa es el papel
de la prensa y de las leyendas. La vida es compleja, tiene altibajos y
siempre nos enseña», dice Txema Redondo Bacaicoa.

10 DE JULIO DE 2021, DOS MESES DESPUÉS

El 15 de mayo de 2021 cerré la edición de este relato. En algún momento


había que poner punto y final para no estar a expensas de la vorágine de la
actualidad. Así lo hice, pero la actualidad fue irredenta: Marruecos, los
indultos a los condenados en el proceso del 1-O, el Tribunal de Cuentas, el
PP subiendo el volumen de sus críticas, Díaz Ayuso convirtiéndose en la
«oposición» del ejecutivo y dejando a Pablo Casado al pairo, o las primarias
andaluzas.
Solo en este último caso hice alguna matización al texto inicial,
incluyendo el resultado que dejó derrotada a Susana Díaz. Y añadí tres
cosas más: el nombramiento de Jaume Giró como conseller de Economía de
la Generalitat de Catalunya, que Enric Hernández y Daniel Anido dejaron
sus responsabilidades en RTVE y la Cadena SER, y la muerte de Currillo el
21 de mayo, que sumió a la pareja Redondo-Rudy en el abatimiento.
No hubo más hasta el 10 de julio, cuando el presidente Sánchez
acometió la remodelación del Gobierno e Iván Redondo decidió dejar el
ejecutivo. En este punto, no ha quedado otro remedio que explicar lo que
sucedió en esos días, los que van desde el 4 de mayo hasta el 10 de julio, 67
días que han concluido con un cambio en el ejecutivo en el que el PSOE y
su secretario general pilotarán el Ferrari rojo hasta las elecciones de 2023.
Por primera vez, lo hará sin Iván Redondo a su lado. Hasta ahora, el Ferrari
rojo era el coche ganador desde 2017. Ahora el piloto sigue siendo el
mismo, pero han cambiado los ingenieros. Está por ver si el Ferrari seguirá
ocupando la pole position y ganará la carrera con los nuevos.

4 DE MAYO. En el PSOE se respiraba desolación. La victoria sin paliativos


de Díaz Ayuso y que Mónica García de Más Madrid desbancara al partido
de la segunda posición desataron todas las alarmas. En la calle Ferraz
culparon nuevamente a su chivo expiatorio favorito: Iván Redondo. Un
clásico. Se le atribuyó la derrota por su estrategia. Se consideraron menores
los hechos de que el PSOE estuviera sin candidato, que el PSM fuera una
pura entelequia y que las elecciones de Madrid fueran consecuencia de un
desastroso movimiento en Murcia liderado por Ábalos, Lastra, Bolaños y
Cerdán, un movimiento avalado por el presidente Sánchez. Redondo estuvo
al margen del desastre (recuerden las declaraciones de Santos Cerdán), pero
fue señalado para salvar los muebles, una misión más que difícil cuando las
posibilidades de victoria no llegaban al 1 %. Lo intentó sin coche, sin motor
y con problemas mecánicos solo por una razón: por el presidente. Única y
exclusivamente. ¿Quién más dio el paso?

6 DE MAYO. «Sánchez dejó claro en la ejecutiva que no habrá adelanto


electoral, transmitió sosiego a la Ejecutiva Federal, pero señaló un camino:
la renovación pendiente. Todos miraron a Andalucía, a Galicia, a País Vasco
y, sobre todo, a Madrid, el pozo negro del socialismo español. ¿Quién es el
culpable? La campaña se asemejó a una misión imposible porque los
errores no están en el final del trayecto, sino que vienen de mucho antes»,
apuntaba en La Razón el 8 de mayo, al día siguiente de la celebración de la
Comisión Ejecutiva.
El presidente era consciente de que los cambios eran necesarios para
retomar la iniciativa, pero el embate del partido contra Redondo ya era una
realidad, otra vez. Como siempre, se le señalaba como responsable de la
situación sin tener en cuenta que las decisiones no las toma Redondo, las
toma el PSOE, las toman los dirigentes del PSOE. En una de sus
innumerables reuniones en el Palacio de la Moncloa, Redondo le dijo al
presidente: «No tenemos ninguna opción». Y le informó de que «me ha
llamado Íñigo Errejón» para hablar de las elecciones en Madrid con el
objetivo de explorar un punto de encuentro con Más Madrid para aunar
esfuerzos y colocar de candidata a Manuela Carmena para ganar las
elecciones. Ambos sabían que las posibilidades del PSM eran nulas.
El presidente ordenó a Redondo mover piezas y el director del Gabinete
se reunió discretamente con Íñigo Errejón. No fructificó el movimiento,
pero tocar esa pieza denotaba la escasa confianza de Sánchez en el
candidato y en el siempre polémico Partido Socialista de Madrid. Quiso
tantear otra posibilidad, consciente de que el PSOE no tenía ni la fuerza ni
el candidato idóneo. El PSM dirigió la campaña, Redondo a título particular
intentaba ayudar a Gabilondo y Félix Bolaños confeccionó las listas
electorales como militante del Partido Socialista Madrileño.
En la ejecutiva del 6 de mayo se abrió la caja de Pandora. El presidente
anunció una renovación en el Congreso Federal de octubre y empezó a
barruntar en su cabeza cambios en el Gabinete. El día antes, Pedro Sánchez
e Iván Redondo se vieron a solas en el despacho del presidente. Iván le
volvió a plantear su marcha. Era la segunda vez que lo hacía. La primera
fue en noviembre de 2019, cuando fue señalado como culpable de la
repetición de las elecciones, cuyo único muñidor tiene nombres y apellidos:
el PSOE y sus dirigentes. Los socialistas ganaron por segunda vez las
elecciones generales en un año y eran los únicos que podían formar
Gobierno, pero la victoria se quiso convertir en derrota para apartar a
Redondo. Sánchez le pidió que se quedara.
La pandemia evitó que reiterara su petición de salida del Gobierno.
Quince meses después, y tras las elecciones madrileñas, la volvió a poner
sobre la mesa. A Sandra se lo prometió en 2017. Solo estaré con Sánchez
hasta que gane las elecciones. Habían pasado dos generales, una pandemia
y Redondo vio que había llegado el momento. Al presidente no le gustó la
decisión de su colaborador de cabecera. De hecho, no volvió a hablar con él
del tema en cuestión hasta el sábado día 8. Iván no lo hizo público nunca
por lealtad y porque nunca se debe decir más de lo necesario. Las
conversaciones entre Iván y Pedro, entre Redondo y Sánchez, se quedaban
en ese ámbito personal. Incluso en plena ruptura. Como dijo el 10 de julio
en su misiva manuscrita: «Ha sido un honor». Ni una mala palabra.

8 DE MAYO. El presidente se marchó a Oporto tras la ejecutiva del partido


para asistir a la Cumbre Social, donde intervino en el panel sobre trabajo y
empleo. El día 8 al mediodía Pedro Sánchez llamó a Iván Redondo. La
conversación telefónica fue larga. Se repitió horas más tarde. Repasaron los
ministerios, surgieron nuevos nombres para incorporar al Gabinete, se habló
de cambios de carteras y de los indultos para los condenados del 1 de
octubre.
La decisión estaba tomada por el presidente. Solo faltaba perfilar cuándo
se llevaría a cabo, quiénes serían los afectados y quiénes los beneficiados.
En ese momento Pedro Sánchez tenía la esperanza de retener a Redondo,
pero su director de Gabinete ya le había comunicado su decisión para dar
coherencia a su trayectoria como profesional independiente. Sánchez
prefirió no darse por enterado. Lo hizo en una reunión el día 5 de mayo en
la Moncloa.

DEL 15 AL 30 DE MAYO. En la tercera semana de mayo, el presidente hizo


un último esfuerzo para retener a Redondo: le propuso ser ministro de la
Presidencia. El ofrecimiento se hizo de forma presencial en el despacho del
presidente y dando un paseo por los jardines del Palacio de la Moncloa.
Redondo se resistió y el presidente le pidió que se tomara su tiempo, que
hablara con su entorno familiar y que aceptara por amistad. No era la
primera vez que el presidente le ofrecía a Iván ser ministro. La historia se
volvía a repetir. Sánchez le pidió que se integrara en el primer Gobierno, el
Gobierno bonito que se constituyó tras la moción de censura. Redondo
rechazó la propuesta. Tres años después, se lo volvía a ofrecer. Iván se
mantuvo en su posición, pero hizo su trabajo y ambos siguieron
configurando el nuevo Gobierno. Redondo tenía claro que se iba y el
presidente se resistía a creerlo.

MES DE JUNIO. El presidente del Gobierno despliega una amplia actividad


durante todo el mes: el homenaje a las víctimas del terrorismo, el viaje a
Libia, el encuentro con Pere Aragonès en Barcelona durante la entrega de la
medalla de Foment de Treball al conde de Godó, Javier Godó, la gira
iberoamericana por Argentina y Costa Rica, la cumbre de la OTAN, la
visita de Estado del presidente de Corea, la aprobación del Plan de
Recuperación, el recibimiento en Moncloa al presidente de Andalucía Juan
Manuel Moreno Bonilla, la cumbre de Italia con Mario Draghi, la clausura
de las Jornadas del Círculo de Economía, la inauguración del Mobile y el
Consejo Europeo. El final del mes fue estelar, con el pleno del Congreso de
los Diputados en el que el presidente explicó los indultos a los condenados
por el procés y con la firma el 1 de julio del acuerdo sobre las pensiones
con los sindicatos y la patronal.
Además de esta frenética actividad, el presidente e Iván Redondo
mantuvieron contactos constantes para perfilar la nueva estructura del
ejecutivo.

21 Y 22 DE JUNIO. El Gobierno llevaba trabajando en los indultos a los


presos del procés desde hacía un año. El día 21 el presidente dio una
conferencia en el Teatro del Liceo en Barcelona ante la sociedad civil
catalana. Al día siguiente, el Gobierno aprobó en el Consejo de Ministros
los indultos parciales que permitieron a los condenados salir de prisión al
día siguiente. El revuelo político fue monumental, con la derecha acusando
al ejecutivo de vender a España, de atentar contra la Constitución y de dejar
a los pies de los caballos al Tribunal Supremo.

3 DE JULIO. El máximo órgano entre congresos del PSOE cierra filas en


torno a los indultos, pero en el debate a puerta cerrada se oyen algunas
palabras gruesas: «Se tiraría por un barranco por el presidente, pero no por
el partido». El presidente sabe ese día que Carmen Calvo y José Luis
Ábalos no seguirán en el ejecutivo y los «enemigos íntimos» de Redondo
ponen el grito en el cielo por la continuidad del director del Gabinete.
Redondo le ha comunicado al presidente que no va a continuar, pero el
presidente no lo cree y sigue apostando por su presencia. El 3 de julio es el
día de la inflexión. Sánchez asume que la situación es compleja. Quiere que
Redondo se quede.
4 DE JULIO. El presidente se reunió ese domingo en su despacho de la
Moncloa con dos personas de su confianza, amigos comunes con Iván
Redondo. Les pidió que intercedieran para que Iván no abandonara el
ejecutivo y se quedara, como mínimo, dirigiendo el Gabinete de la
Presidencia. El presidente sabía de la negativa de Redondo a dirigir un
ministerio, pero esperaba que accediera a continuar como director del
Gabinete.

5 DE JULIO.
Pedro Sánchez e Iván Redondo almuerzan con estos amigos
comunes. Hablaron de diferentes temas, incluida la remodelación. Se
barajaron varios escenarios. Ese fin de semana, la última de julio o
septiembre.

6 DE JULIO. El presidente inicia un viaje a los países bálticos e Iván cena


con dos amigos comunes del presidente. No consiguieron convencerle de su
continuidad en el ejecutivo a pesar de su insistencia. A Iván le sorprendió el
contenido de la cena porque le plantearon cuestiones que no se abordaron el
día anterior en su encuentro con el presidente. Era la primera vez que
sucedía en cuatro años. Eso le generó desconfianza y le reafirmó en su
decisión: «Me voy y pongo fin a una etapa».
Ese día el presidente supo, definitivamente, tras la cena que Redondo no
seguiría a su lado y empezó a buscar sustituto para completar el puzle
mientras el partido preparaba un relato en el que Sánchez era el que había
movido las piezas, el que gana, el que manda y al que hay que obedecer.
Una vez confirmada su marcha, quiere adornar la salida de Iván para
favorecer sus intereses. El argumento: el presidente acepta su salida para
fortalecer al PSOE en el nuevo ejecutivo, porque si salen Ábalos y Calvo,
Redondo no puede seguir. Es decir, construir un relato en el que Redondo
no se va, sino que lo echan. Toda una falacia, porque el presidente ya sabía
desde aquel lejano 5 de mayo que no iba a seguir.
A pesar de su situación, Iván Redondo siguió al mando de la sala de
máquinas. Antonio Lucas lo explica de forma brillante en el prólogo. En
esos días se gestionó el viaje del presidente a los países bálticos y el día a
día cotidiano en el Palacio de Semillas.

10 DE JULIO. El sábado por la mañana, Sánchez citó a Redondo en su


despacho. Hablan durante un rato. Fue una conversación humana, personal
y directa. Iván aplicó una de sus máximas: las decisiones las toma el líder y
simplemente se acatan y se mantiene en un elegante silencio. El presidente
empezó sus movimientos en mayo para configurar un Gobierno: la realidad
67 días después hizo cambios. Hizo cambios y algunos se marcharon
porque no aceptaron premios de consolación o porque habían tomado sus
propias decisiones siendo consecuentes. Otros fueron premiados a pesar de
estar en la cocina del efecto mariposa de Murcia: Bolaños en Presidencia,
Lastra y Cerdán a monitorizar el PSOE al menos hasta el congreso de
octubre. En el entorno de Ferraz se pone en valor el trabajo de Cerdán en
Andalucía. Murcia ni existe. ¡Qué corta es la memoria! El único sacrificado
del grupo de Murcia fue José Luis Ábalos.
«Iván Redondo Bacaicoa, vasco de San Sebastián con corazón
donostiarra —y de la Real con un poquito en el Bernabéu— deja la
dirección del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Sus enemigos
íntimos de la oposición y los de dentro del partido, esos que no aceptan que
un profesional independiente pueda imprimir nuevas formas de hacer
política, estarán encantados. El presidente seguro que también, porque ha
tomado la decisión que ha tomado. A buen seguro se lamentará de no
habérselo pensado dos veces por haber hecho demasiado caso a las voces
del partido que se negaban al cambio. Un cambio que ha dado la vuelta
como un calcetín al PSOE, que ha pasado de la inanición en 2017 a estar en
el Gobierno desde el 2018. Lo que los grandes estrategas del PSOE fueron
incapaces de hacer, lo hizo Redondo. Quiso irse en 2019, cuando le
acusaban de que era el artífice de que se repitieran las elecciones. Y las
ganó. Quiso irse después de las elecciones en la Comunidad de Madrid. Los
que provocaron el tsunami en Murcia, con la fallida moción de censura,
tuvieron los arrestos de culparle de una derrota que sólo los tenía a ellos de
responsables. Iván se siente liberado. Lo ha dado todo a cambio de nada,
aunque asumió su papel de última trinchera del presidente a costa de
aumentar su leyenda negra, atinada por mentirosos, patanes o mediocres
que piensan que el PSOE es una finca de su propiedad. Se va sin
aspavientos con una nota que demuestra lealtad con el presidente. Se va
porque quiere liberarse y porque como dice en su manuscrito: “Hay que
saber ganar, saber perder y saber parar”», escribí en La Razón el 11 de
julio.
Carlos Cué daba forma en El País a la versión contraria, inspirada por el
nuevo equipo de la Moncloa. El objetivo era reforzar la imagen del
presidente a costa de presentar a un Iván Redondo ambicioso, ávido de
poder, que incluso optó por hacer un pulso al presidente. Se plantea la
cuestión no como una marcha de Iván, sino como un cese, porque el
presidente quiere demostrar que manda en el partido y en el Gobierno, lo
que es tanto como decir que antes no mandaba ni tomaba las decisiones.
El artículo reza así:
Después de su última comparecencia en el Congreso, donde salió de su habitual espacio de
sombras —no concede entrevistas ni da discursos en público— para enzarzarse en un debate duro
con la oposición, Redondo parecía madurar, según diversas fuentes del Ejecutivo, la idea de dar
el salto a una mayor exposición pública también como manera de defenderse de los ataques de la
oposición y de algunos medios, que lo habían elegido como diana. [...] Redondo le planteó
entonces a Sánchez una solución, que además resolvía en su forma de entenderlo algunas
disfunciones en La Moncloa. Él sería el nuevo ministro de la Presidencia, y desde allí controlaría
el corazón del Gobierno, el trabajo que hacía hasta ahora Carmen Calvo, que chocó en múltiples
ocasiones con Redondo precisamente porque él quería ocupar cada vez más poder. Sánchez, que
siempre se toma su tiempo, maduró la propuesta, que estuvo encima de la mesa un tiempo. Con
Calvo y Ábalos fuera, eso implicaba convertir a Redondo en el número dos de facto del
Gobierno, que controlaría la estratégica comisión de subsecretarios, que ahora presidirá Bolaños,
que fue finalmente el elegido por el presidente para ese puesto clave. Bolaños iba a ser con
seguridad ministro, pero en este esquema que planteaba Redondo podría haber sido de Justicia,
por ejemplo. [...] Sánchez no lo veía claro. [...] No le parecía el puesto adecuado para su gurú,
más experto en marketing y comunicación política que un hombre de gestión como Bolaños.
Poco a poco Redondo, que se había planteado la idea de dar el salto al control definitivo del
corazón del Gobierno y empezar a tener exposición pública, se dio cuenta de que el presidente no
le iba a dar ese puesto. Hasta que el sábado, ya con la decisión madurada, Sánchez le comunicó
que no solo no sería ministro de Presidencia, un puesto que había reservado a Bolaños, sino que
tampoco sería su jefe de Gabinete. Para ese momento, según estas fuentes, Redondo ya tenía
bastante asumida su salida y los términos del final entre ambos no fueron malos. Sánchez está
agradecido al que ha sido el estratega clave de sus campañas electorales y de muchas de sus
operaciones políticas. Aunque no lo nombró en la despedida, y eso hizo pensar que la ruptura
había sido traumática, no fue así. Quedaron bien, pero muchos en el PSOE, que recelaban de
Redondo, celebraron su salida y la entrada de Óscar López, ex secretario de Organización, como
un gran éxito del partido.

El título del artículo lo dice todo: «Iván Redondo quiso ser ministro y
acabó fuera de la Moncloa». La versión está muy bien. Solo tiene un
problema, es una versión de parte y miente en lo mollar (la versión, no
Carlos Cué, por supuesto). Iván no le planteó esta alternativa al presidente,
fue el presidente quien quería retener a Iván y le ofreció ser ministro. Un
detalle, el Gobierno con Iván Redondo repartía el juego entre los diferentes
medios de comunicación, facilitando información del Gobierno. El fin de
semana de la crisis todos los periodistas tuvimos que seguir lo que ocurría
por la Cadena Ser y El País, que recibieron toda la información. El resto
fuimos meros espectadores. Un cambio sustancial en la política de
comunicación.
En definitiva, se trata de una interpretación edulcorada que da
protagonismo a Sánchez. Como decía José Miguel Contreras en Infolibre,
«Aquí manda el que manda» y no fue así. Lo que no tienen en cuenta es que
tener el poder, la auctoritas, es algo más que tener el Gobierno. La prueba
de que esta versión hace aguas es que la decisión más complicada de
Sánchez fue la elección del nuevo director del Gabinete, Óscar López, un
hombre al que Sánchez rescata. Sus relaciones han sido complejas y se
agriaron en las primarias, cuando López optó por Patxi López. El presidente
le llamó en la recta final tras la certificación de la marcha voluntaria de
Redondo. Era consciente de que se habían agotado todas las posibilidades y
recuperó al presidente de Paradores. No era la primera vez que Óscar López
sonaba para incorporarse al equipo de la Moncloa. En 2019, Iván Redondo
me llamó para sondear mi disposición a aceptar la Secretaría de Estado de
Comunicación. En 2018 también lo sugirió, pero en aquel momento rechacé
la posibilidad. En 2019 acepté. Mi candidatura fue considerada por algunos
como un refuerzo de Iván y eso no se podía permitir. Esos mismos pusieron
un candidato sobre la mesa para evitar mis exiguas posibilidades: Óscar
López.
Ahora Óscar López vuelve y el mejor retrato de su vuelta lo hizo Pedro
J. Ramírez en su videoblog de El Español el 11 de julio: «Los aduladores de
ayer son los más sañudos verdugos de hoy. Por eso ahora que ha dejado de
tener ningún poder digo hoy por primera vez que Iván Redondo ha sido el
mejor jefe de Gabinete de la democracia, el mejor jefe de Gabinete que ha
pasado nunca por Moncloa. Que su inteligencia estratégica, su estilo
organizativo, su capacidad de aunar talentos en una maquinaria bien
engrasada y su capacidad de interlocución siempre con buen talante, con
rostro humano, van a marcar un antes y un después. Sin Redondo, Sánchez
no habría logrado capear ni sus flagrantes contradicciones, ni la alta
exposición durante la pandemia, siendo al final el líder menos mal valorado.
Confiemos en que no quepa decir “otros vendrán que bueno te harán”, pero
en Ferraz deben ser conscientes de que a Óscar López le han dejado el
listón muy, muy alto».
Sánchez ha tomado su decisión. Veremos qué pasa a partir de ahora.
Esperemos que el trabajo realizado durante este tiempo no acabe como agua
de borrajas. Sin Redondo, el PSOE estaba en las raspas; con Redondo, llegó
la victoria, mal que les pese a los que ahora dicen estar «jubilosos» por la
marcha del todopoderoso jefe del Gabinete. Un destacado líder socialista
me apuntaba: «Ha ganado el PSOE en esta crisis, sí, pero ha ganado el
PSOE de 2016». Yo añadiría otra cosa: ha vuelto el PSOE, cierto, pero el de
2014.
Aprovecho este epígrafe para actualizar. Félix Bolaños es ahora ministro
de la Presidencia. José Luis Ábalos, Carmen Calvo, José Manuel Rodríguez
Uribes, Arancha González Laya, Pedro Duque, Juan Carlos Campo e Isabel
Celaá ya no son ministros, y José Manuel Albares es el ministro de
Exteriores. Martxelo Otamendi se quedará con las ganas de entrevistar a su
alumna de euskera, Loli Izquierdo se ha desvinculado de su emisora,
Miquel Iceta se ha puesto la camiseta de ministro de Cultura y Deportes con
poco entusiasmo, Miguel Ángel Oliver volverá a la profesión, Paco Salazar
ha sido enviado al Hipódromo de la Zarzuela y Antonio Lucas tuvo la
ocasión de pasar veinticuatro horas con el jefe del Gabinete, como adelantó
en El Mundo el 12 de julio. Ya sabía que se iba, pero como profesional
siguió al pie del cañón hasta el último minuto. Lucas tuvo ocasión de hablar
largo y tendido con él y escribir el magnífico prólogo.
No voy a entrar a valorar el nuevo ejecutivo, eso ya lo han hecho mis
compañeros en multitud de crónicas y análisis, pero sí les digo, como Pedro
J., que en la Moncloa habrá un antes y un después. Redondo le dio a la
política gubernamental la vuelta como a un calcetín y también al viejo
PSOE, que ha vuelto, dicen, para liderar la remontada. Viendo lo que fue el
PSOE de 2014, el de 2016 y el de los primeros meses de 2017, tengo mis
dudas razonables.
Iván Redondo se va con la conciencia de haber hecho su trabajo. El
presidente sabe que nada será igual sin Iván Redondo en la sala de
máquinas. Ahora se retirará, se tomará su año sabático y pensará. Y como el
Fénix, volverá. Muchos de los entrevistados me preguntaron durante este
año cuál sería el futuro de Iván, cuándo dejaría la Moncloa, cuál era mi
opinión. Ahora uno de estos interrogantes se ha resuelto. Ha dejado el
Gobierno. Todos me lo preguntaban como si estuviera al cabo de la calle.
Nada más lejos de la realidad, porque Iván nunca dice más de lo necesario.
De hecho, ni se lo he preguntado. A todos les he dicho lo mismo. En este
negociado de la política, la estrategia y la comunicación hay que saber
ganar, saber perder y saber parar, porque muchos quieren asesinar «a la
mano del rey», como me decía una buena amiga. La política es cainita y
siempre acabas siendo un cadáver. Tiene una ventaja: Iván no es un político
y ahora lo ha demostrado. No quiere perpetuarse en la vida política. Para él
fue una etapa más en su corta vida. Es un profesional que ha sabido ganar,
perder y parar, frase que dejó por escrito en su despedida. Y, sobre todo, ha
sabido pensar. Ahora quiere descansar y escuchar. El 10 de julio se hizo
pública la respuesta de cuándo iba a dejar la Moncloa. Tuve la suerte de
saberlo el miércoles 7, cuando me lo comunicó. Que nadie se engañe: la
decisión solo dependía de él y, conociéndolo, la tomó consigo mismo. Los
primeros en saberlo fueron Sandra y su familia. El resto lo supo cuando se
hizo público, aunque en mi caso tuvo la honradez de decírmelo para cerrar
este libro. Decidió su momento porque los momentos son importantes. Iván
tiene esta cualidad. Revive y toma sus propias decisiones porque sigue
siendo un profesional independiente: el Fénix.

La vida humana eterna sería insoportable. Cobra valor precisamente


porque su brevedad la aprieta, densifica y hace compacta.

JOSÉ ORTEGA Y GASSET


Epílogo

LEVANTARSE PRONTO

FOUCHÉ, TALLEYRAND O SIMPLEMENTE IVÁN


Desde que Séguéla le hizo limarse los caninos a Mitterrand, le aconsejó que
no bloqueara las manos en televisión y que cambiara de sastre, detrás de un
gran político hay un spin doctor, que es algo así como el gran fontanero de
la democracia. Toni Bolaño retrata con maestría al más famoso spin de
nuestra historia, si descontamos a los validos de los reyes del absolutismo.
No se parece nada un spin doctor a un valido, excepto en que ambos suelen
ser decisivos en los acontecimientos históricos, porque ahora el spin doctor
es algo más. No solo es comunicación, es estrategia. Es, en definitiva,
política.
Toni Bolaño titula Moncloa, el nombre de un complejo que huele mal
como Versalles, donde los que viven ahí sufren el famoso síndrome de la
Moncloa o enfermedad terminal de las presidencias. Ha realizado más de
120 entrevistas, que son el armazón de la vida y milagros de un personaje al
que retrata como un chaval de provincias, sin contactos en Madrid, que
llegó a ser líder en un sector complejo como es el de la fontanería y la
estrategia y la comunicación política, de palacio sin estar afiliado a partido
alguno.
Llegó a la corte con una sencilla sentencia: la política es el arte de lo que
no se ve. El autor de Moncloa ha hablado con líderes de partido, de todos
los partidos del arco parlamentario, desde VOX a Podemos, pasando por el
PNV, la izquierda abertzale o los independentistas catalanes, amigos de la
infancia, profesores, empresarios, miembros de su equipo en la Moncloa y
otros que picaron piedra con él en Extremadura, representantes de todos los
medios de comunicación y, claro está, con todos aquellos para los que ha
trabajado; y hasta con el otro jugador de la partida de «ajedrez aleatorio»,
MAR, Miguel Ángel Rodríguez. El estratega cree que en el ajedrez, como
en la política, en cada jugada que haces muestras un fragmento de tu
personalidad. El libro dibuja con talento a un joven muy independiente, con
ideas más que ideologías, que piensa que primero es la política y luego la
comunicación.
Ya se sabe que los enemigos son más leales en el odio que los amigos en
el afecto y salen en el texto sin mascarilla. Fernando Ónega, que conoce el
síndrome de la Moncloa, ha sentenciado que si no fuera por Redondo,
Pedro Sánchez no estaría al frente del Gobierno y ni siquiera estaría en la
Secretaría General del PSOE. Y añade: Unidas Podemos sí que hubiera
oscurecido al sector socialista.
Los enemigos se preguntan: ¿quién será esa mezcla de Fouché y
Talleyrand, ese canalla que está hundiendo España, el verdadero
conspirador del Frankenstein? A mí me parece un tipo muy inteligente, de
una sencillez rarísima en su gremio, que madruga, lee, trabaja y está
asesorado por la aristocracia del matriarcado vasco: su madre, su hermana y
su esposa. A mí jamás me ha intoxicado con noticias falsas, ni me ha dejado
de contestar aunque acabara de dar un palo al político por el que él se tiraría
por un barranco.
En el libro y en la vida piensa que primero es la política y luego la
comunicación, y que no es lo mismo practicar el ajedrez, el saber del largo
plazo, que las damas, el conocimiento a corto. Como Séguéla antes del
Elíseo, Iván no tenía más partido que el de la publicidad. Cuenta el autor
que Iván empezó a trabajar al lado de Pedro Sánchez cuando el PSOE
estaba hecho trizas y, al lado del esforzado dirigente, los dos lograron tres
años ininterrumpidos de victorias con humildad y trabajo. Ganaron cinco
elecciones en un año. Suele explicar que en la vida, como en la política, en
estos tiempos gaseosos, el fracaso enseña lo que el éxito oculta y las
carreras se ganan en la última curva. Ese minuto 93 al que recurre con
asiduidad, tan habitual en la historia de este país. Piensa que hay que saber
qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. Cuenta la leyenda
que gracias a él se decidió el instante preciso y se ganó la primera moción
de censura sin abstenciones, la moción con más respaldo al Gobierno.
Ha sido odiado a partes iguales por el aparato y por los que detestan al
Gobierno. Según cuenta Bolaño, Iván no se inmuta, es parte de su trabajo
recibir palos y más palos, porque es la última defensa del baluarte
presidencial. Su éxito y su fracaso tienen origen en sus madrugones. Se
levanta todos los días a las cinco y su trabajo consiste en estar dispuesto a
tirarse por el barranco por el candidato, por el cliente. Yo mismo, en una
madrugada de insomnio, le llamé a las 05:05 pidiéndole una información y
a las 05:15 me la facilitó, sin inmutarse.
En el libro Iván se quita importancia cuando dice que las campañas
electorales son un juego de equipo y ni siquiera el candidato es un ariete
que pueda jugar y meter goles solo. «No comparto —dice muchas veces—
la visión que trata a los consultores políticos como los únicos responsables
del éxito.» Sin embargo, es el señalado. Hasta sus más críticos, los que le
fustigan sin piedad, reconocen que Iván es el más poderoso fontanero en la
historia de España. «Sin Redondo, Sánchez no sabría qué hacer», no dudan
en señalar.
Se cumplen tres años de la llegada de Pedro Sánchez al Palacio de la
Moncloa después de una moción de censura que se presentó sin ninguna
garantía de que pudiera prosperar y triunfó por primera vez en esta
democracia, a pesar de la insignificancia del candidato. Los periodistas
cercanos a Ferraz se burlaron de mí cuando dije que fue Iván Redondo no
solo el que indicó al futuro presidente que su momento había llegado, sino
que además enredó al PNV para que cambiara su voto horas antes de la
moción. Si se debiera al spin lo que yo escribí, el inquilino de la Moncloa le
debería la presidencia. Pero dicen que eso es una intoxicación de Iván.
Reconozco que nunca me habló del asunto. En el libro, Bolaño revela la
versión de esos días en boca de Joseba Aurrekoetxea, el secretario de
organización del PNV, el burukide que dirige la cocina de los nacionalistas
vascos, el CEO de Sabin Etxea, según la definición del propio Redondo.
El libro aporta datos y más datos, algunos relevantes, otros muy curiosos
y novedosos, de las entretelas de momentos estelares de la política
española, vistos con la lupa de la comunicación y la estrategia política.
Bolaño me cuenta que sudó tinta para saber cuándo cerrar el libro, que era
un imposible buscar un momento dulce. No lo hay en la política española
porque la oposición no da tregua. Tomó la decisión de dar carpetazo a la
historia tras las elecciones de la Comunidad de Madrid, sabiendo que
pasarían cosas como las primarias andaluzas, el follón con Marruecos o los
indultos de los independentistas.
A Bolaño no le quedó más remedio que abrir de nuevo su relato dos
meses después de dejarlo aparcado porque el corral estaba muy
revolucionado. Sánchez llegó con su guadaña. A mí me pilló con el bicho
desatado a pesar de estar vacunado. El maldito bicho me tuvo acojonado.
Ábalos, Calvo, González Laya, Duque, Celaá, Campo e Iván fueron los que
pasaron a mejor vida. Unos vieron su carrera truncada. Iván obtuvo su
liberación cerrando una etapa de su vida.
Seguirá levantándose de madrugada no solo para ver las cosas que pasan,
que son ingentes, sino pensando en qué hacer para que pasen cosas. Es su
sino. Siempre moviendo piezas para hacer jaque mate y para que no te lo
hagan, aunque la política es una ciencia inexacta. Trata con personas y las
personas no somos previsibles. Por eso no siempre se gana, pero si lo haces,
te conviertes en el oscuro objeto de deseo. Por eso es importante saber
parar, como dijo en la nota manuscrita de su despedida. Tiene cuarenta años
y es un espartano. Seguirá siendo un spin doctor, un estratega, allí dónde le
lleve su curiosidad por explorar nuevos caminos. Volverá porque lleva su
profesión en la sangre. Solo espero que las venganzas cainitas, las
venganzas del grajo de vuelo bajo, no liquiden su trabajo de estos años.
Volverá aunque no sabemos dónde. No duden que se notará, porque por
donde pasa deja huella.

RAÚL DEL POZO


AGRADECIMIENTOS

La lista de agradecimientos es inmensa, empezando por las más de cien


personas que han accedido a colaborar para dar forma a este libro, además
de todas aquellas que me han ayudado a conseguir contactos y convencer a
algunos de los protagonistas para que participaran. Ha sido una ardua tarea
que se inició con una conversación informal con Sandra antes de la
pandemia. Me dijo: «Tendrías que hacer un libro sobre la trayectoria de
Iván». No era siquiera una propuesta y acabó durmiendo el sueño de los
justos. Luego llegó la pandemia y no volví a acordarme de este comentario
hasta que en octubre de 2020 falleció mi padre.
En ese momento decidí que iba a hacerlo, que me iba a aventurar a
escribir un libro sobre los nuevos tiempos en la comunicación política, y
qué mejor que centrarme en la figura de Iván Redondo como la expresión
de esos aires nuevos en un mundo que no me resulta desconocido. Aquí
tengo que hacer una mención especial a Oriol Alcorta, mi director editorial,
que aceptó la idea, me animó y siempre me prestó su apoyo, y me hizo
interesantes sugerencias para un libro que no es una biografía, sino un
análisis plural y transversal de una figura que ha revolucionado la
profesión, enmarcado en la actualidad política española. En este punto, no
puedo dejar de hacer mención a mi editora Rosario Gómez y a Yolanda, que
puso todo el cariño en la corrección del texto.
Los primeros días viví con el síndrome del folio en blanco. Lo cierto es
que no sabía por dónde empezar. En este periodo mi musa fue, sin lugar a
dudas, Sandra Rudy, porque sin su ayuda hubiera sido todo mucho más
difícil. Fueron horas y horas de conversaciones para profundizar en una
persona, para adentrarse en su juventud, para conocer detalles, chismes,
conexiones personales... A este respecto, quiero hacer también una mención
especial a Lourdes, la hermana pequeña de Iván, que también jugó el papel
de centrocampista para repartir juego y entender el entorno familiar.
Tengo que reconocer que uno de los episodios más complicados fue el de
Extremadura. Han pasado ya muchos años, pero los sentimientos siguen a
flor de piel. Por eso quiero dar las gracias a los dos presidentes, José
Antonio Monago y Guillermo Fernández Vara, por participar, así como a
Pedro Escobar, el líder de Izquierda Unida. Sin ellos el libro hubiera
quedado más que cojo. Y cojo hubiera quedado sin las aportaciones de
todos aquellos que estuvieron en aquel primer núcleo duro, y denostado por
los críticos, de la Plaza del Rastro. A Iñaki Oyarzábal, Antonio Basagoiti,
Pablo Rodríguez Valido, Borja Cabezón, García Albiol, Salvador Illa o
Miquel Iceta, todo mi cariño por abrirse con franqueza a hablar de unos
momentos políticos que para ellos fueron muy importantes. Y cómo no, a
José Montilla, el expresidente de la Generalitat, parco en palabras y poco
dado a explicar intimidades.
A todos los compañeros de profesión, directores de medios o
representantes genuinos de ellos que han aportado una visión plural y
transversal, a los profesionales del sector, a los empresarios que han osado
participar a sabiendas de que serán criticados por hacerlo, a sus amigos de
juventud, con los que nos hemos reído con algunas anécdotas, y a la legión
de personas que me han echado un cable cuando la cosa se ponía cuesta
arriba. Quiero poner en valor la paciencia de mis jefes en La Razón, mi
presidente Mauricio Casals, mi director Paco Marhuenda y mi jefa, así sin
más, sin cargo concreto, Pilar Gómez, que me han apoyado y ayudado en
este tiempo porque el día tiene las horas que tiene y no me daba la vida. No
puedo olvidarme de Xavier Salvador de Crónica Global, que junto con la
directora, Cristina Farrés, me han dado manga ancha en estos meses.
Gracias por su comprensión.
También quiero hacer una mención especial a Manu y a Txema. Hablar
con ellos es hablar con otro Iván, con sus alter ego. Su tono, su forma de
expresarse, los delatan. No los he podido conocer personalmente porque la
pandemia ha impedido que la gran mayoría de las entrevistas sean
presenciales. Sí lo fueron con su guardia pretoriana. Fran Gómez, Carmen
Galbete, Alfredo Franco, Juanfran Caro, Nuria Lera, Manu Cavanilles,
Jaime Miquel, Mónica Belinchón, Visi, Óscar Abou-Kassem, Magdalena,
su equipo de dirección de la Moncloa y un largo etcétera me aguantaron
durante horas. Sobre todo, quiero dar las gracias a Paco Salazar, que tiene
todo el derecho a recibir de mí el premio a la paciencia, y al mismísimo
Iván Redondo, que me ha abierto las puertas de su intimidad, personal y
profesional, y con el que hemos sabido compaginar nuestra relación y
nuestro trabajo cotidiano.
No puedo poner punto y final sin agradecer el cariño y el apoyo de
Ainhoa Martínez y Javi Gallego, que encima fueron obligados por mi parte
a leerse el original. Su apoyo ha sido básico para compaginar la redacción
del libro y el trabajo diario en La Razón. Han sido mis muletas necesarias.
Gracias de todo corazón. Y un último apunte para Sonia Doménech, mi
exjefa en La Razón y gran amiga, que también tuvo la paciencia de leerse
uno de los últimos borradores junto a mi mujer Montse, que no solo los
leyó, sino que me aguantó.
Notas
1. Traducción de Tino Clandes, <https://es.wikipedia.org/wiki/O_Captain!_My_Captain!>
Moncloa. Iván Redondo. La política o el arte de lo que no se ve
Toni Bolaño

No se permite la reproducción total o parcial de este libro,


ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción
de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes
del Código Penal)

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos)


si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com
o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

© Antonio Bolaño Gancedo, 2021

Prólogo: Antonio Lucas, 2021


Epílogo: Raúl del Pozo, 2021

© del diseño de la colección y de la cubierta, Planeta Arte & Diseño


© de la fotografía de la cubierta, Carlos Spottorno

© de esta edición: Edicions 62, S.A., 2021


Ediciones Península
Diagonal, 662-664
08034 Barcelona
edicionespeninsula@planeta.es
www.edicionespeninsula.com

Primera edición en libro electrónico (epub): octubre de 2021

ISBN: 978-84-1100-022-2 (epub)

Conversión a libro electrónico: Realización Planeta


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