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Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Prólogo. Un oficio de tinieblas
INTRODUCCIÓN
1. ESPERANZA
2. FORJANDO EL CARÁCTER
3. UN PIE EN LA VIDA
4. 2 + 2 NO SON CUATRO
5. PEÓN EN CASILLA OCHO
6. DEJAR QUE LAS COSAS PASEN O HACER QUE LAS COSAS
PASEN
7. MINUTO 93
8. «¡OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN!»
9. NUNCA SABES DE LO QUE ERES CAPAZ HASTA QUE LO
INTENTAS
10. LA ESPAÑA YEYÉ
11. JAQUE MATE
12. «THE WAR ROOM»
13. DE CATALUÑA A CATALUNYA
14. «TE LLAMO EN UN MINUTO»
15. «THE LAST DANCE»: LA ETAPA POST-IVÁN REDONDO
16. FÉNIX
Epílogo. LEVANTARSE PRONTO
AGRADECIMIENTOS
Notas
Créditos
Gracias por adquirir este eBook
Toni Bolaño
Un oficio de tinieblas
ANTONIO LUCAS,
MADRID, JULIO DE 2021
INTRODUCCIÓN
Tres años después, escribo este libro. El error que creí que cometía Iván
Redondo, hoy mi error, ha llevado al PSOE a ganar varias elecciones y ha
situado a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. No voy
a caer en la mitomanía afirmando que Iván ha cambiado la historia, pero sí
a constatar una realidad. Su trabajo en la sala de máquinas del PSOE, sus
movimientos audaces y arriesgados, su concepción de la comunicación
política como la suma de estrategia-gestión-comunicación-mercadotecnia-
información-datos se está revelando como una fórmula que funciona en un
mundo altamente mediatizado, rápido y fragmentado.
«Entiendo las resistencias que hay en el partido, pero no me considero en
situación de juzgar las decisiones del presidente. Creyó que fichar a Iván
como jefe de Gabinete era lo mejor y lo hizo, y creo que ha tenido un alto
nivel de satisfacción con su fichaje. Por eso sigue siendo una persona de su
absoluta confianza. El presidente toma las decisiones hablando con mucha
gente, no solo con Iván. Hay gente que se resiste, sí, pero la sociedad ha
cambiado y la política tiene que cambiar con ella. Este cambio no se
entiende sin alguien que te pueda ayudar a interpretar la realidad. El PSOE
tiene una inercia muy poderosa, sus más de ciento cuarenta años de vida,
pero también necesita una modernización que todo secretario general ha
llevado a cabo con independencia del momento. Cuando el presidente toma
la decisión de dar su confianza a alguien, a esa confianza no se le pueden
poner limitaciones. El que tiene boca se equivoca, pero a la presidencia y al
Gobierno la presencia de Iván les ha sido muy útil», Guillermo Fernández
Vara, presidente de la Junta de Extremadura.
El binomio Sánchez-Redondo ha dado la vuelta, como un calcetín, a la
política española, aunque no está exento de críticas. «Tiene una inteligencia
desbordante para lo malo y para lo bueno. Es como los jugadores de
ajedrez, va diez jugadas por delante. Es capaz de ver lo que va a pasar y
maneja muy bien el timing. El problema son sus objetivos. Lo digo con
respeto porque le tengo admiración y mantengo una buena relación, pero
quizá soy un poco naif y pienso que el objetivo es buscar el bienestar de la
sociedad y no simplemente mantenerse en el poder. La política va de otra
cosa y de centrarse más en los ciudadanos. Para dar jaque mate no vale
todo, por eso estoy desilusionado con este Gobierno, porque me han
mentido. Cambian de objetivos según el calendario y lo que vaya
ocurriendo. Para tener esta flexibilidad hay que ser muy hábil. Tienen el
poder, el talento y mantienen la iniciativa en un mundo comunicacional
muy abierto. Fuera hay muy poco talento. Si hubiera gente potente capaz de
generar un relato de oposición, lo tendrían más complicado», afirma Nacho
Cardero, director de El Confidencial.
Este libro es sobre Iván Redondo, sobre su trayectoria profesional, pero,
ante todo, sobre estrategia y comunicación política. Está escrito desde una
óptica plural y transversal, y han participado más de cien voces, que aportan
su visión sobre la nueva concepción de la política en el siglo XXI en una
sociedad que cambia a la velocidad del rayo, al igual que la política. Es un
libro sobre la asesoría política, sobre el asesor, que es tan parecido al
militante, ya que milita en un proyecto para que el líder gane. Es un libro
sobre el soldado desconocido, sobre las personas en la sombra que hacen
que gane el número 10, como le gusta decir al propio Redondo. Es un libro
sobre la forma de comunicar la política, que no es solo un discurso, es la
estrategia desarrollada en un discurso. Es construir el Ferrari ganador, el
coche rojo, por usar otra de sus expresiones.
Algunos se resisten a los cambios y es lógico, pero ahora no basta con
comunicar, hay que gestionar, hay que estar en la cocina de las decisiones,
hay que saber qué piensa el ciudadano, cómo lo piensa, cómo lanzar el
mensaje para que llegue a quien tú quieres que llegue, cómo fijar el objetivo
alejándolo del ruido. Es la profesionalización de la política, de la
comunicación política. Ya nada será lo mismo porque ya no se trata de
comunicar, se trata de conectar a través de una estructura de peones que,
bien movidos, se convierten en dama y permiten el jaque.
En una entrevista que le hizo Pablo Iglesias en abril de 2016 en La
Tuerka, dijo: «Yo creo mucho en la cultura popular y en la cultura de masas.
En muy buena medida, lo que le falta a la política española también es, y lo
digo técnicamente [...], la gestión de lo que quiere la gente. [...] es muy
importante simplificar el mensaje desde la honradez, no simplificar por
reducir la realidad, eso jamás. Pero yo creo en esa cultural popular y luego
creo en una cultura mucho más intelectual. [...] e incluso cuando nos ha
tocado asesorar a políticos, le he dado mucha importancia a ese proceso de
simplificación porque hay que hacer llegar el mensaje a la gente, y te digo
más, el mensaje siempre está en la gente, solo hay que conectar con él».
Más adelante sentencia: «Simplicidad de ideas, pero con intelectualidad
detrás. Olvidaos de las ideologías, vayamos a por las personas». «Algunos
lo califican de mercenario, de trabajar para el PP o el PSOE. Es una virtud,
no un defecto. Acuérdate de que el papa le dijo a Sánchez que no es
momento para ideologías. Ahora tenemos una epidemia social, económica y
política. Es el momento de tender puentes, de dejar de lado las ideologías y
buscar soluciones. Siempre dice que es más de personas que de partidos y
lo demuestra. Además, no tiene una posición sectaria, que te encuentras en
otros partidos, casi más en la nueva política que en la vieja, es más dúctil.
Esto se le critica cuando es una virtud», afirma Susanna Griso, presentadora
de Espejo Público.
Iván Redondo no ha inventado nada, pero es un pionero, un tipo osado.
Ha profesionalizado la comunicación política porque sin una comunicación
política profesional es imposible dar respuestas en un mundo totalmente
fragmentado en el ámbito de los medios, lleno de fake news, absolutamente
«infoxicado», un término acuñado por Toni Aira, doctor en Comunicación,
exresponsable de comunicación del PDeCAT, profesor de Comunicación
Política en la Universidad Pompeu Fabra, colaborador en diferentes
universidades e investigador académico pionero en el estudio de los
asesores de comunicación estratégica en España, tarea que ha desarrollado
en los últimos veinte años, que combina los conceptos de información e
intoxicación. Esto lo ha hecho Iván Redondo en un país en el que ser
profesional está mal visto por quienes siguen defendiendo que las
ideologías son las únicas palancas que mueven el mundo. Lo ha hecho con
menos de cuarenta años y sin estar afiliado al PSOE ni a ninguno de los
partidos para los que ha trabajado.
«Es un punto de inflexión con sus predecesores. No tiene nada que ver.
Eran patas negras del partido e Iván no lo es. Profesionaliza la figura del
que hace esta función de estratega para administraciones distintas y partidos
distintos. Por eso adquiere una dimensión distinta. Iván es un extraterrestre
en un sistema en el que todo se produce por adhesión partidista. Los
equipos se conforman a partir de la militancia, la afinidad dentro del
partido, la familia... Iván es distinto. Ignoro su ideología y a mí tampoco me
ha preguntado la mía», señala Enric Hernández, exdirector de RTVE.
Este chico de provincias ha forjado su carrera de consultor desde la
independencia y la profesionalidad, sin padrinos, y ha crecido al lado de
candidatos desahuciados. Desahuciados por sus propios partidos. Su amigo
del alma, su compañero de fatigas desde La Salle Loiola, José Blanco, lo
explica así: «Es un “chavo” venido de la nada, no de la alta sociedad, ni de
la media. Su única palanca ha sido su trabajo, sin conexiones, sin contactos.
No los tenía cuando llegó a Madrid. Lo ha hecho todo solo con trabajo. Su
madre, humilde, sencilla y con cuatro hijos en un barrio obrero, se esforzó
por llevarlos a buenos colegios. Es lo que ha mamado desde pequeño.
Siempre ha sido muy responsable».
Que Xavier García Albiol pudiera aspirar en 2007 a gobernar Badalona
parecía la veleidad de un gurú con pesadillas; que Antonio Basagoiti salvara
en 2009 los muebles del PP vasco y favoreciera que Patxi López fuera
lehendakari desalojando al todopoderoso PNV era un deseo utópico; que
José Antonio Monago ganara las elecciones autonómicas de Extremadura
era un imposible, ya que nadie daba un euro por el triunfo del PP en la
comunidad socialista por excelencia; y que Pedro Sánchez pudiera llegar en
2018 a la Moncloa no era más que un espejismo que solo veía este vasco
que siempre habla con conocimiento de causa, con convicción, que lo lee y
escudriña todo, que defiende sus posiciones con argumentos, con datos y
con vehemencia, y no habla por boca de ganso.
En este libro también descubriremos a Pablo Rodríguez Valido, que en
2011 se presentó como candidato en Telde, en medio de una monumental
crisis del nacionalismo canario que dejó a Coalición Canaria al borde de la
desaparición en su isla de Gran Canaria. Obtuvo representación en el
municipio y se convirtió en vicealcalde. Años después fue vicepresidente
del Gobierno canario. Y qué decir de Salvador Illa, el candidato del PSC a
la presidencia de la Generalitat en las autonómicas de 2021. Los socialistas
catalanes estaban condenados a ser la tercera fuerza, a mejorar sus
resultados, sí, pero sin situarse como primera fuerza política. El 30 de
diciembre de 2020 se soltó la bomba, Miquel Iceta, el líder del PSC, daba
un paso al lado y el ministro de Sanidad, Salvador Illa, tomaba el relevo. El
Partido Socialista ganó las elecciones. No lo hacía desde 1999. Illa felicitó a
Redondo en público la noche electoral. Nunca, en quince años de carrera, lo
había hecho nadie. «Iván Redondo ha vuelto a hacerlo», titulé un artículo
publicado en La Razón tras las elecciones, cuando el PSC ganó en votos y
en escaños. Lucía Méndez escribió en El Mundo ese mismo día: «El
director del Gabinete sigue abriendo caminos hasta ahora inéditos en la
Moncloa».
«Es el hombre de las causas perdidas. Ha trabajado con diferentes líderes
y ninguno de ellos, ninguno, estaba en las mejores condiciones. Iván no los
escogió, sino que diferentes circunstancias le llevaron a ellos. Con esta
trayectoria se ha construido una figura que se ha preparado para luchar
contra la adversidad, que prefiere apostar para ganar por un caballo que no
se ve ganador. Lo ha conseguido con todos. Su estilo agresivo y de riesgo es
básico, porque solo puedes arriesgar más con alguien que viene desde muy
atrás», afirma Jordi Juan, director de La Vanguardia.
«No es habitual en España que un profesional trabaje para partidos
diferentes, pero fuera sí existe esta tradición. En 1950 se debatía sobre si
quien unía política y comunicación debía ser una persona que viviera con
intensidad el lenguaje político y lo tradujera o, por el contrario, una persona
que, como ya decían en tiempos de Jacques Séguéla, amplificara el mensaje
para que llegara a los ciudadanos con claridad. Nadie le pide ideología a
este proceso técnico y tecnológico. Este es el debate: incluir a personas frías
con capacidad de análisis que no pertenezcan al aparato de los partidos o
mantener como jefes del Gabinete a militantes con carga política.
Personalmente, creo más en los “personigramas” que en los organigramas.
En el caso de Pedro Sánchez, Iván encaja a la perfección. Es normal que
choque con el partido, el mismo partido con el que chocó Pedro Sánchez»,
señala José Miguel Contreras, doctor en comunicación, empresario de la
comunicación y comunicador político. Y pone un ejemplo para ilustrar su
afirmación: «Iván representa muy bien el nuevo papel del jefe del Gabinete.
Joe Biden ha elegido para este puesto a una persona con este perfil, Ron
Klain, especialista en debates electorales y con experiencia en convertir los
mensajes en realidad.» Durante su nombramiento, Biden dijo: «Ron ha sido
indispensable para mí durante los muchos años que hemos trabajado juntos
[fue su jefe de Gabinete cuando era vicepresidente]. Su profunda y amplia
experiencia y su capacidad para trabajar con personas de todo el espectro
político es precisamente lo que necesito en un jefe de Gabinete de la Casa
Blanca mientras enfrentamos este momento de crisis y unimos nuevamente
a nuestro país».
«La ideología es necesaria, existe y está presente en todas las decisiones.
Puede haber diferentes modelos de consultores, profesionales
independientes o ligados al partido, porque la ideología está en el líder, no
en el consultor. Iván Redondo sugiere estrategias. Decide el líder, el
presidente. Lo contrario sería un absurdo democrático. El líder debe tener la
capacidad de escuchar y de decidir, porque la responsabilidad es suya.
Nadie piensa en otorgar la capacidad de decisión al consultor político; es
una leyenda. Otra cosa es su capacidad de influencia. Iván tiene una
capacidad de análisis extraordinaria, sus consejos y estrategias han sido
acertados y se ha cargado de razón, pero si decidiera el consultor, solo
demostraría la debilidad del líder», señala Daniel Anido, exdirector de la
Cadena SER.
«La política española se simplifica mucho. Hay mucha brocha gorda. Le
quieren convertir en un Rasputín. Mi experiencia es que no va en esa
dirección. Un líder lo que quiere es que le presenten propuestas. Le dije a
Iván que estaba desaparecido y que me ayudara —comenta Antonio
Basagoiti, presidente de un PP vasco inmerso en 2009 en una grave crisis a
las puertas de las elecciones—. Necesitábamos recuperar posiciones y se
afanó en presentarme ideas. Y fueron buenas. Las decisiones las tomaba yo.
Jamás le vi en ninguna reunión hacer un planteamiento político que
modificara las posiciones que teníamos en el partido, ni de los principios
del PP. Es un profesional y muy inteligente.»
«La política y el mundo han cambiado, y él lo vio antes que nadie,
aplicando la comunicación política de forma novedosa. Eso genera recelos,
envidias y mala leche. Nos acusaban siempre de marketing. Hacías un acto,
ponías un escenario chulo y te decían que era marketing. Un día le dije a
uno: “¿Qué hago entonces, pongo un sombrajo?”, porque ese escenario
también era una forma de comunicar con la sociedad. Con Iván montamos
un equipo muy interdisciplinar, disruptivo, con gente joven y con ganas,
con hambre de hacer cosas. Siempre hay resistencias al cambio, porque no
todo el mundo tiene capacidad de otear el futuro y de adivinar nuevos
escenarios», afirma José Antonio Monago, expresidente de la Junta de
Extremadura.
Su manera de trabajar y su independencia le han llevado a lo más alto de
la consultoría política y lo han convertido en un oscuro objeto de deseo,
forjándose a su alrededor una leyenda negra. Se ha escrito mucho sobre
Iván Redondo y, sin duda, se escribirá aún más. Su irrupción en la primera
línea de la política no deja a nadie indiferente. Tiene acérrimos defensores,
que lo han convertido en un referente, y detractores irredentos que lo atacan
por tierra, mar y aire, por todos los flancos, incluido el personal.
En el mundo de la comunicación política se le empieza a conocer en
torno a 2007, cuando realiza sus primeros trabajos. No fue bien recibido
precisamente. Sus planteamientos rompían las costuras del establishment
del sector y la visión tradicional de los partidos políticos. Por eso no
extrañaba verlo trabajar en causas perdidas, en causas perdidas para los que
no habían cambiado los axiomas de la comunicación política. Lo que para
algunos eran problemas, para él eran ventanas de oportunidad.
«Hay dos elementos clave que utiliza muy bien, la marca personal de su
cliente y adelantarse a los acontecimientos. Como buen aficionado al
ajedrez, lo que determina realmente las victorias tiene más que ver con la
estructura que se construye en silencio y con el espacio del que se va
apoderando que con mover primero. Construir esta estructura de silencio es
fundamental en esta etapa de la modernidad líquida, en la que la política
líquida es un elemento base de la nueva realidad, donde el cambio es
esencial. Se maneja perfectamente en esa dinámica y otros ni se han
enterado. El cambio llegó para quedarse y las teorías del antiguo
establishment tienen poco que hacer. Tanto a derecha como a izquierda, y
desde luego en el centro, los que manejen este elemento fundamental
tendrán réditos. Esa es la clave», sostiene Mikel Urretavizcaya, periodista,
redactor jefe en EiTB, doctor en Comunicación y profesor de Redondo en la
Universidad de Deusto.
«La figura de Iván Redondo es muy parecida a la figura histórica del
valido de la España de los Austrias y de los Borbones. Algunos reyes
depositaron el poder en una persona para que gestionara en su nombre.
Salvando las diferencias, el símil sirve. Todos estos validos tenían su propia
leyenda negra. Hay una figura que tiene cierto parecido con Iván. Es
Manuel Godoy. Carlos IV lo nombra porque no forma parte de las grandes
familias de la aristocracia española, viene de la pequeña nobleza, de los
hidalgos. A diferencia de Sánchez, Carlos IV era un rey poco preparado,
pero para protegerse busca a alguien no condicionado, como Iván con el
PSOE. Todo político lleva su propia mochila, con gente a la que
promocionar porque son sus apoyos. La diferencia es que Iván no tiene que
promocionar a nadie. Sus propuestas no tienen detrás ningún interés
partidista, por lo que no presiona al presidente. Insisto, si yo fuera político,
querría a una persona de fuera del partido para que me ayudara, porque esa
persona me va a dar el contraste. Te pone al alcance otra opinión», afirma
Francisco Marhuenda, director de La Razón.
ESPERANZA
Muchas gracias primero a las familias por asistir. Es un abrazo íntimo, como queríamos, y
fantástico. En primer lugar, quiero agradecer al presidente del Gobierno de España [se gira para
mirarlo] su confianza. Al final, quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo.
España entra en la modernidad. Hay muchísimos desafíos, como siempre nos recuerda el
presidente, porque los tiempos han cambiado y la política tiene que cambiar con los tiempos.
A mí me gusta siempre recordar que en la vida se gana y se pierde. El fracaso enseña lo que
el éxito oculta y, como me dice siempre mi madre, uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo
intenta. Yo, simplemente, soy una persona muy discreta. Quiero agradecer a mi ama por toda la
fuerza que siempre me ha dado, que es una luchadora, a mi mujer Sandra, a José Ramón y a Mari
Luz, a mis hermanos, que hoy están aquí, a mi hermana Lourdes, a mi hermano Manu y a mi
hermano Txema, a Paula, a todos los que me conocen que también hoy están aquí, pues muchas
gracias. Y, por supuesto, a mi hermana Esperanza, que no está con nosotros y a la que yo no pude
conocer, pero que allí desde el cielo siempre está cada vez que estoy haciendo algo.
Muchísimas gracias
Con estas palabras tomó posesión Iván Redondo Bacaicoa como Secretario
de Estado, director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, en junio de
2018, bajo la atenta mirada del recién elegido presidente, Pedro Sánchez, y
de sus compañeros en la Moncloa. Félix Bolaños, Secretario General de
Presidencia, y Miguel Ángel Oliver, Secretario de Estado de
Comunicación.
Fue un momento emotivo para este guipuzcoano que acababa de cumplir
treinta y siete años. Había ganado la meta volante más importante de su
vida, al menos hasta ese momento. Sus aspiraciones profesionales se habían
cumplido después de catorce años de actividad en una profesión muy
competitiva, donde los nuevos lo tienen difícil para entrar y hacerse un
hueco. Y más, un chico de provincias con ideas disruptivas, casi blasfemas,
que rompía los estereotipos establecidos.
Llegó a Madrid casi con lo puesto en 2003, recién licenciado en
Humanidades-Comunicación por la Universidad de Deusto: sin contactos,
sin amigos bien situados dentro de la almendra de la M-30, sin experiencia,
sin una familia de relumbrón detrás, sin padrinos y casi sin dinero. La
carrera costó un dineral y durante su primer año en Madrid fue su madre,
Juana Mari, quién le proporcionó los recursos. Ahorró toda la vida para
ayudar a sus hijos, incluso a Lourdes, que iba cerrando filas, porque son una
familia trabajadora y austera. Iván estuvo en la primera promoción de la
carrera que el Plan Bolonia cercenó diez años después, dando tiempo a que
Lourdes formara parte de la última.
«El fracaso enseña lo que el éxito oculta y, como me dice siempre mi
madre, uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta», declaró en su
toma de posesión. No se arredró ante las dificultades y le puso tesón.
Saboreó el triunfo y también el fracaso. Pasó de sentirse un incomprendido,
incluso un apestado, a llegar a lo más alto en la profesión, a un puesto que
parecía vetado a una persona independiente, sin cultura de partido, a un
profesional de la asesoría política, a un comunicador que cree en la gestión.
FORJANDO EL CARÁCTER
EL TEUTÓN DE XIAN
La ruptura familiar fue un punto de inflexión en la vida del joven Iván. Con
quince años cristalizaron los principios y valores que se irían proyectando
en su vida desde el punto de vista político, pero también personal. «Es una
persona mentalmente muy resistente, que se curtió en esos años —explica
Sandra, que añade mientras sonríe—: Cuando discutes con él, se convierte
en un guerrero de Xian, firme, impertérrito ante lo que dices. Es un hombre
de piedra que ni gesticula. Es como un rompeolas que no se viene abajo
ante la adversidad.»
Paco Salazar ilustra esta forma de ser con un ejemplo: la negociación del
protocolo de la visita del presidente Sánchez a Joaquim Torra en el Palau de
la Generalitat. «Fue un momento de gran tensión. El Gobierno de España
quería trasladar el mensaje de que era el Gobierno de toda España y de que,
como presidente, visitaba la sede de la Generalitat de Catalunya. Queríamos
ocupar un espacio y dar a conocer los acuerdos en el lugar donde se hacen
las comparecencias del presidente catalán: la galería gótica. La idea
incomodó a la Generalitat. No les gustaba que el presidente Sánchez fuera
al Palau y no les hacía ninguna gracia la rueda de prensa en la galería
gótica. Lo que no sabían es que, al día siguiente, y eso tampoco les gustó, el
Gobierno contestaría a las 44 demandas del Govern.»
«El día antes de la visita Iván y yo fuimos al Palau y la respuesta a
nuestra propuesta fue un no rotundo. La galería es solo para el president,
dijeron. “¿Cómo que solo para el president?”, pregunté, haciendo un poco
el papel de poli malo. Estábamos enrocados. Nos ofrecieron el Pati dels
Tarongers y otras instalaciones. Argumentaron que allí habían presentado
hasta un vehículo de Fórmula 1, pero un vehículo de Fórmula 1 no es el
presidente de España. La reunión duró dos o tres horas. La tensión bloqueó
la situación. Se negaron a que el presidente Sánchez ocupara ese espacio
porque sabían lo que representaba. Eran conscientes de que era un mensaje
inequívoco de la unidad de España, se caía su relato de que se trataba de la
visita del presidente de un país a otro país. Aquí surge el teutón. “Nosotros
nos vamos y os lo pensáis. Si consideráis que no puede ser así, se suspende
la reunión y ya está”, dijo Iván. Dos horas más tarde llamaron para dar el
visto bueno a la galería gótica. Al día siguiente, el presidente marcó la
agenda dando respuestas a las demandas de la Generalitat y lanzó un
mensaje muy claro de lo que se podía hacer y lo que no. Con ello, la visita
quedó fijada como una visita del presidente a una comunidad autónoma.
Habíamos ganado la batalla del simbolismo, habíamos ganado el mensaje.
La estrategia se tiene que ver en cada momento, en cada discurso, en cada
eslogan, en cada frase, en cada mensaje. Y la foto del Palau era todo eso.
Para lograrlo había que actuar con firmeza», cuenta Paco Salazar.
Firmeza y convicción son sus características. Su mujer, Sandra, lo define
así: «Si está convencido, no se doblega, es un muro, puro mármol, pero
dialoga, escucha, absorbe lo que le dicen». «Otra característica suya es la
paciencia. No se deja llevar por el pánico. Sabe estar, es tranquilo. La
mayoría nos dejamos llevar por el pánico ante el conflicto. He aprendido
con él que lo importante es distinguir lo importante de lo accesorio.
Parafraseándolo, lo importante es la señal, no el ruido», añade César Mogo,
senador del PSOE por Lugo, que empezó a trabajar con Iván cuando se
incorporó como asesor del secretario general. «Nunca quiso despacho en
Ferraz. Nos reuníamos habitualmente en la sala Txiki Benegas, la sala del
secretario de organización, José Luis Ábalos, quien participaba en muchas
de las reuniones. Además de nosotros, normalmente asistían Paco Salazar,
Santos Cerdán, Sergio Vázquez (actual secretario general de
Infraestructuras), David Giménez, Julio Navalpotro (actualmente diputado
en el Congreso), Jesús Perea (director de Información Autonómica en la
Moncloa) y el equipo de Iván: Fran Gómez, Alfredo Franco y Carmen
Galbete.» Hoy todos ellos forman parte de su núcleo duro en el Palacio de
Semillas.
Para Rosauro Varo, presidente del grupo GatTechnology y
vicepresidente del Grupo Prisa: «No es un vende humos. Es realista y un
gran negociador. Sabe reconducirse para seducir y tiene capacidad para dar
la vuelta a la situación inicial. Puede partir de una premisa, pero se adapta a
las circunstancias en pro de su objetivo final. Escucha activamente,
pregunta, se interesa, a pesar de los marrones que tiene. Es un mago
proponiendo ayudas o soluciones».
MENSAJES ENCRIPTADOS
Su carácter teutón le marca en todas sus acciones. No dice más de lo
necesario, mide sus palabras y utiliza a veces un lenguaje críptico que su
interlocutor debe interpretar. Hay que leer entre líneas. «Concibe la política
por semanas, define el tema y las planifica desde el principio hasta el final,
analizando cada movimiento como si fuera una partida de ajedrez: cómo se
posiciona el Gobierno, qué tiene que decir el presidente, qué va a pasar con
el caballo o el alfil si muevo esta pieza. Te cuenta no solo lo que quiere que
se publique, sino cómo lo ve personalmente y cómo encaja en su marco
mental, que es difícil de interpretar, aunque al final lo acabas conociendo.
Es bastante críptico en sus análisis, pero creo que juega a que no se le
entienda. Es su estrategia. Cuando le cuentas algo, te suelta una chapa de
tres minutos que tendrías que hacer tantas preguntas para descifrarla, que
llegas a la conclusión de que no quiere que le entiendas. Desde que estoy en
RTVE, ha seguido enviando mensajes encriptados. En ocasiones envía
algunos que solo descifran correctamente quienes han hablado previamente
con él sobre ese tema. Cuando los ves, te das cuenta de que te has perdido
alguna conversación, de que te faltan datos. Es monosilábico cuando se
trata de un tema operativo, pero si conversas con él sobre la acción del
Gobierno a través de mensajes, tienes que leerlos más de una vez», dice
Enric Hernández, exdirector de RTVE.
No es el único. Fernando Ónega incluso colecciona SMS: «Fernando,
entre nosotros, si dicen que no o abstención a la propuesta lentejas, se
destruyen. Si votan sí quedándose en la oposición, nos dan el Gobierno
monocolor. Jaque mate». «Algo inconfesable entre nosotros como
cocineros. Si el presidente hubiera propuesto los pactos de la Moncloa
directamente, no tendrían la mayor oportunidad. Había que ser más
inteligente para que la idea viniera de fuera y ganara en credibilidad y
autenticidad. La política es el arte de lo que no se ve.» «El mensaje ya está
en la gente, solo hay que conectar con él. En ajedrez aleatorio todo
movimiento es bueno si conoces la dirección del viento.» «Mentor, ya has
visto que vamos avanzando en los pactos con el PP. Hay que dar oxígeno al
rival», le dijo el 20 de abril de 2020. Estas son perlas que Fernando guarda
celosamente. Hay decenas más y una confesión: «Muchas veces no le llamo
porque tengo dificultades para entenderlo. El que parece que lo entiende
bien es Enric Juliana, de La Vanguardia». Sin embargo, este periodista no
ha respondido ni a una sola de las peticiones realizadas para que colaborara
en este libro. Una lástima.
Pedro J. Ramírez apostilla: «Hay algunas de sus expresiones que solo
puedes interpretar si antes has tenido una conversación sobre el tema. Te
dice: “Cuidado con los movimientos”. ¿Qué coño quiere decir con cuidado
con los movimientos? Son señales que dicen más de lo que parecen; por
tanto, nosotros a la señal. ¿Qué está diciendo? Ciertamente son mensajes
encriptados. Por ejemplo, cuando me envió un SMS definiendo el triunfo de
Biden. El voto por correo ha sido la nueva forma de tecnología que ha
derrotado a Trump. Una nueva forma de tecnología que es la más clásica de
todas. Pura poesía».
«Si me preguntas si me cuesta a veces entenderlo, la respuesta es sí. Da
la sensación de que su mente va más deprisa que su lengua, con ese
latiguillo vasco de “¿no sabes?”. A veces dan ganas de interrumpirlo y
decirle: “No sé, no sé”. Es su punto peculiar, como con el ajedrez. Siempre
está haciendo comparaciones de la política con el ajedrez. Tanto es así, que
un día le reté a jugar una partida. Hizo como los de Bilbao. Soy de Bilbao,
pero no del mismo Bilbao. No la jugamos», dice Jordi Juan.
Tampoco hay excepciones en el mundo político. Miquel Iceta, primer
secretario del PSC y ministro de Política Territorial y Función Pública,
comentó antes de dar un paso al lado como cabeza de lista en las catalanas:
«He estado algunas veces con él y le acabas dando la razón. Vas con tus
ideas y sales con las suyas. Es, salvando las distancias, como Alfredo Pérez
Rubalcaba, que te decía: “¿Lo ves?”. Iván dice: “¿No sabes?”. De repente,
con algo que no se te ha ocurrido, o de lo que recelas o tienes rechazo
inicial, te cuenta la jugada y te acaba metiendo en ella, te proyecta». No
cabe duda de que Iceta vivió esta experiencia.
«Tiene mucha capacidad de síntesis. Escucha, analiza y pregunta. Es
críptico cuando habla porque su mensaje es profundo. Sus conversaciones
tienen profundidad y contenidos muy pensados. Está siempre pensando en
el por qué, para qué y con quién», afirma Jokin Aperribay. Eso sí, Jokin
Aperribay se enteró de que Iván Redondo estuvo en el equipo de atletismo
de la Real Sociedad y participó en la selección de Euskadi durante la
conversación que mantuvimos para este libro. Iván nunca le había dicho
una sola palabra. Aperribay ya está buscando alguna foto. Una nueva
víctima del no decir más de lo necesario.
Juanma del Olmo, su otro yo en el Gobierno de coalición, lo justifica:
«Tienes que interpretar muchas cosas de las que dice. Es lógico que sea
críptico, porque seguramente no puede decir según qué cosas a su
interlocutor, pero tiene que orientarlo. En determinados espacios tienes que
dar mucha importancia al valor de las palabras. Es consciente de lo que dice
y lo traslada, no divaga. Antes de la reunión ha reflexionado sobre lo que
quiere decir y cómo lo quiere decir».
Personalmente, tengo que reconocer que todavía me descoloca.
Conversamos de forma habitual y me explica su posición, su interpretación.
Si pierdes el hilo, dos o tres días más tarde te encuentras la información en
otro medio y te maldices porque eres consciente de que ya te lo había dicho.
Otras veces, quizá porque escuchas más, eres capaz de interpretar la noticia
que te ha envuelto en su discurso. «Su lenguaje críptico forma parte de su
propia leyenda y la ejerce, porque le hace parecer más listo de lo que en
realidad es y no lo menosprecio: me parece listo. Lo que digo es que esta
leyenda que cultiva tiene parte de leyenda y parte de impostura, porque el
poder tiene impostura y él está en el centro del poder. Tiene que impostar su
leyenda y su poder. No puede no estar a la altura de lo que se espera de él»,
remacha Lucía Méndez.
UN PIE EN LA VIDA
Este es el día de san Crispín. El que sobreviva a este día y vuelva sano y salvo a su casa, se
izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí
mismo al oír el nombre de san Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año,
en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es san Crispín». Entonces
se subirá las mangas y, al mostrar sus cicatrices, dirá: «Recibí estas heridas el día de san
Crispín». Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo recordará aún las
proezas que llevará a cabo hoy. Y nuestros nombres serán para todos tan familiares como los
nombres de sus parientes y serán recordados con copas rebosantes de vino: el rey Enrique,
Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester. Esta historia la enseñará un buen
hombre a su hijo y, desde este día hasta el fin del mundo, la fiesta de san Crispín nunca llegará
sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro
pequeño y feliz ejército, de nuestra banda de hermanos. Porque quien vierta hoy su sangre
conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición. Y los
caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra se considerarán malditos por no estar
aquí, y será humillada su nobleza cuando escuchen hablar a uno de los que haya combatido con
nosotros el día de san Crispín.
Se trata del discurso pronunciado por Enrique V el día de san Crispín, en el
momento previo a la batalla de Agincourt en 1415. Las tropas francesas les
doblaban en número y todo hacía presagiar una derrota, pero no fue así. El
rey las arengó enunciando valores como el compañerismo, el liderazgo, el
valor, el compromiso, la camaradería, la fe, el honor, la motivación o la
inspiración ante una situación de máxima dificultad.
«Esa es una de las características de Iván. Trabaja en equipo, comparte
desde la lealtad. Somos como hermanos de sangre porque hemos vivido de
todo y eso une mucho», cuenta Paco Salazar, que se conoce el discurso de
Enrique V casi al dedillo, tanto como la Revolución francesa, su gran
afición y adicción. En una cena, Pedro J. Ramírez, también un hooligan de
este tema, quedó sorprendido de sus conocimientos: «¡Conocía la historia
de personajes secundarios de la Revolución y documentos históricos!».
«Iván se ha ganado el respeto de todos por el trabajo. Es una batalla
permanente y, como en toda batalla, respetas la valentía del otro, su
compañerismo, el trabajo en equipo en el día a día. Lo conocía por lo que
leía y veía en los medios. Me enteré de que iba a trabajar con él por el
secretario general del PSOE. Me dijo que quería que lo conociera y que nos
lleváramos bien. Entendí la sugerencia porque es importante trabajar en
equipo, así se funciona mejor. Fue una comida larguísima y hablamos de
estrategia, de nuestras vidas, de política, de cosas frikis, de campañas
americanas... Salí a gusto del encuentro», cuenta Paco Salazar.
«Monago no habla de Iván. Sabe que el PP odia a Iván porque ahora es
el soldado de Pedro Sánchez. En los partidos no se soportan las figuras
externas. Viví en primera persona como asesora en los ministerios las malas
relaciones de Chaves y Zarrias con Susana Díaz. El de fuera está marcado y
su cerrazón les impide ver que ha obtenido resultados con quien ha estado.
Le puedes criticar las campañas como ciudadano, pero en consultoría
política ha obtenido resultados. Marca estrategias claras porque está por
encima del partido, es independiente y se desconoce su ideología. Trabaja
como soldado para su general y gana elecciones. La ideología la pone el
líder. Solo es un ejecutivo y trabaja de la mañana a la noche. Vive para y
por el trabajo», apunta Ana Pardo de Vera, directora corporativa de Público
y autora de las informaciones sobre los viajes a Canarias del presidente
Monago. Un poco más adelante contará su versión de estos hechos. Sus
afirmaciones son una fotografía gélida de cómo puede actuar la política.
Es cierto que el expresidente Monago no ha hablado de Iván en todo este
tiempo, pero ha roto su silencio para este libro, lo que le agradezco porque
sin su presencia quedaría cojo: «Soy de personas más que de ideologías, ya
lo dije en la campaña de 2011, en el vídeo electoral. Iván es un profesional
de la comunicación. Ha trabajado con personas sin crear barreras con las
ideologías. Es un unicornio objeto de deseo. Lo quiso Podemos y lo quiso el
PP. El que no lo tiene lo mira con recelo. Mi partido lo mira con recelo. Yo
no, porque ha trabajado conmigo. Sería tanto como hablar mal de mí. He
tenido la fortuna de trabajar casi seis años con él y piensa más en las
personas que en las ideologías, ya que mucha gente te vota porque cree en ti
como persona». Un alto dirigente del PP que prefiere mantener el
anonimato apunta un poco más allá: «Iván pudo haber trabajado con el PP a
nivel nacional porque es un animal político. Quería dar el salto de la
política extremeña a la nacional, pero Jorge Moragas y su mano derecha,
Alfonso de Senillosa, lo calificaron de friki. Le sentó mal y le dolió mucho,
porque es un hombre que cree en lo que hace. Lo ridiculizaron, le faltaron
al respeto, traspasaron la frontera y le cerraron la puerta». Iván no volvió a
llamar a esa puerta.
«El PP ha intentado montar una estructura con algunos comunicadores,
aunque realmente todo se construye bajo el radar de Teo García Egea. Los
grandes titulares del PP vienen por él. En otros partidos no hay figuras
potentes que hagan su papel. No hay nada similar en la oposición y en la
oposición hace mucho frío», dice Nacho Cardero.
«A veces el político confunde las figuras del estratega de comunicación
con el jefe de prensa. Debes tener un jefe de prensa que te acompañe, te
ayudé a trabajar con la prensa y que aporte ideas. Otra cosa es el que está en
un despacho pensando, diseñando estrategias y controlando la
comunicación política. A la oposición le falta esta figura de estrategia,
análisis, diseño y comunicación. Están en una larga travesía en el desierto
porque tres formaciones se están peleando por media España. Además, si la
derecha depende de VOX, la España periférica nunca votará con la derecha.
Sánchez sale, de entrada, con más de veinte diputados. La estrategia de
confrontación ha sido manejada mucho mejor por el Gobierno que por la
oposición, contando además con la Moncloa, que es una máquina de
publicidad y poder brutal. En la oposición, la potencia de fuego
comunicativa está mermada. Por eso hay que ser hábil e Iván lo fue cuando
preparó un gran golpe con la moción de censura. Era un win-win. Se ganaba
siempre; si se ganaba, evidentemente, pero también si se perdía. La moción
fue muy importante porque, además de ganar o ganar, vio la ventana de
oportunidad, que se agrandó con la mala gestión de Rajoy de la moción y de
la Gürtel», dice Paco Marhuenda.
«Me gustaría que la rara avis que representa se extendiera en la política.
Quitaría tensión. Soy transversal en mis opiniones y también admiro a
personas de ámbitos políticos muy distintos al de Iván. Seguro que hay
talento en otras organizaciones para seguir sus pasos, pero lo que está claro
es que abre un camino, una senda para hacer las cosas de otra manera, de
forma diferente. El problema es que cuando hay un Michael Jordan en una
generación es difícil que surja otro en la misma. Creo que en el mundo de la
comunicación política ha transmitido las características que lo hacen
especial, que su legado va más allá de una estructura, un organigrama en un
Gobierno. Su legado es la construcción de un liderazgo», sostiene Rosauro
Varo.
«El problema de Pablo Casado es que ha llegado demasiado pronto al
liderazgo del PP. Tiene un marrón, porque el partido pasa por un momento
delicado y le falta equipo. Nunca he visto en el principal partido de la
oposición un nivel tan bajo. Almeida podría asumir este papel, jugar ese rol
de comunicación política, pero es difícil que funcione porque es el portavoz
del partido, quiere tener carrera política propia y es el alcalde de Madrid. La
gran diferencia es que Iván no compite y Almeida sí», afirma Casimiro
García Abadillo.
«El PP comunica fatal, es un desastre. Quedan lejos aquellos tiempos en
los que manejaba la comunicación y el PSOE no tenía nada que hacer.
Necesitan a alguien como Iván, sobre todo siendo la oposición. Veo su
perfil más arriesgado para una institución, pero en un partido es
imprescindible. Tiene montado un tinglado muy potente, nada que ver con
el de Zapatero, que era un entorno de políticos y diplomáticos. Iván ha
montado otra cosa, una amalgama multidisciplinar», dice Ana Pardo de
Vera.
«Echo a faltar una figura similar en el PP y esa ausencia es uno de sus
grandes problemas. Lo único que se asemeja es Isabel Díaz Ayuso, que sin
Miguel Ángel Rodríguez sería imposible de entender. MAR es de este
mundo, lo conoce bien y tiene su peculiar forma de trabajar, un estilo casi
antagónico al de Iván. MAR es impulsivo, más de combate. Iván es más de
reflexión, de organización y planificación. Esto todavía hace más evidente
que Pablo Casado no tiene esta figura, que no tiene una estructura potente
de gabinete, lo que lastra su comunicación política. Le falta coherencia y
continuidad», señala José Miguel Contreras.
«Hay partidos que ven en esta nueva era de la comunicación política,
que el covid ha acelerado, una nueva forma de hacer. El PP no lo está
sabiendo ver. VOX, sí; Podemos y la Moncloa, también. El PSOE tampoco
lo ve, porque el PSOE no es el contrapeso del Gobierno, ya no existe. Esa
es la tesis crítica de Nacho Varela, que afirma que el PSOE ha sido opado
por Pedro Sánchez. El PSOE histórico, ese que algunos intentan resucitar,
lo único que hace es afianzar a Sánchez, porque todo lo que sea
establishment y vieja guardia no es bien visto. Y se equivocan en una cosa,
Sánchez no ha opado al PSOE, han sido los militantes», apunta Nacho
Cardero.
Iván no volvió a llamar a esa puerta, que el PP cerró. Hubiera sido su
crecimiento natural. No cuajó porque el aparato del partido, la diferencia
generacional con el líder y las viejas formas de hacer se impusieron y lo
relegaron. El PSOE de Pedro Sánchez sí vio el unicornio. Otros, solo un
patito feo. La situación hoy es la que es. «Iván acabó asesorando a Sánchez
porque en Génova no le hicieron ni caso. Se conocieron antes de aquel
Comité Federal que acabó tan mal. Estoy convencido de que, como en
Génova le cerraron las puertas, vio en Sánchez una oportunidad», dice Iñaki
Oyarzábal.
LA MODERNIDAD LÍQUIDA
«Le gusta hablar de la política líquida y del ajedrez como un juego que
sirve para manejarse de modo adecuado en la vida política, porque ya nada
es lo que parece, todo cambia y la verdad inmutable es precisamente el
cambio. Es un gran lector de autores como Zygmunt Bauman, que explica
esta modernidad líquida. Como todo cambia de un momento a otro, somos
conscientes de que somos cambiantes y, por tanto, tenemos miedo de no
poder fijar nada para siempre, porque las realidades sólidas de nuestros
abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, han
desaparecido», explica Mikel Urretavizcaya.
Jaume Giró, conseller de Economía de la Generalitat de Catalunya con el
gobierno de Pere Aragonès, consultor empresarial y exdirector general de la
Fundación Bancaria La Caixa, fue uno de los primeros en acceder a la
gestión desde la comunicación en las empresas que ha trabajado y también
cita a Bauman: «Tomar una decisión u otra es trascendental, pero sobre todo
depende del momento. Estamos en una sociedad líquida, una sociedad muy
voluble. Su papel no es solo apagar incendios, que también, y poniendo
todos los coches de bomberos, su papel es la comunicación estratégica, no
la táctica, anticiparse a los distintos escenarios, como hacen las grandes
compañías. Debe anticiparlos y ver cómo actuar en ellos para bien del
presidente. Este es un elemento inédito en el Gobierno español, que haya
alguien que piense en la táctica, pero también en la estrategia, con todos los
elementos de información y de datos para hacer fácil la toma de decisiones.
El éxito no está nunca garantizado al 100 % porque la comunicación
estratégica es un arte, no una ciencia. Los datos son fundamentales, deben
medir de forma objetiva cómo percibe la opinión pública determinadas
cuestiones. La oportunidad de una decisión, las alianzas y complicidades,
todo ello debe tratarse de forma profesional. Esto es lo que hace y por eso
supone un punto de inflexión y es un precursor de fórmulas nuevas. No está
debajo del mostrador, sino encima, de forma oficial y transparente, en un
centro de poder como la Moncloa».
Zygmunt Bauman es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen
judío que desarrolló el concepto de «modernidad líquida». El líquido es
fluido, se adapta a cualquier tipo de forma, tiene un flujo, no conserva
fácilmente su forma, no se fija en el espacio. En los líquidos lo que importa
es el tiempo, se adecuan con facilidad y, a diferencia de los sólidos, es
difícil contenerlos.
Bauman presenta la analogía entre una sociedad líquida opuesta a una
sólida: la estructura social sólida se mantuvo estable, en peso y forma, hasta
cierto punto inalterable, incuestionable y rígida, se valoraba lo perdurable;
la tradición, la capacidad de comprometerse a largo plazo, por ejemplo, con
la familia y el trabajo partían de moldes que no dejaban lugar para la
improvisación, a diferencia de la sociedad actual, que, como los líquidos, no
tolera las formas perdurables y es cambiante.
Según Bauman, los jóvenes están acostumbrados en la actualidad a los
cambios constantes. Un ejemplo de ello son los dispositivos móviles: no se
deshacen de ellos porque ya no sirvan o porque estén rotos, sino porque hay
un modelo nuevo; no buscan obtener un empleo para toda la vida, sino
ascender rápido y tener experiencias. La tecnología experimenta cambios
constantes y rápidos, tan rápidos que la sociedad líquida se tiene que
adaptar a ella día a día y cada vez se ve más cercana la globalización de
ideas y conceptos. Anteriormente, el poder se mantenía en Estados y
naciones de manera consolidada, ahora el poder se ha evaporado en el
espacio global; es decir, el poder es global, pero las políticas son locales.
Giró tiene a la entrada de su despacho barcelonés unas frases que
guardan similitud con las tesis de Iván: «Las grandes mentes hablan sobre
ideas, las mentes medianas hablan sobre cosas y las mentes pequeñas
hablan sobre gente. Eleonor Roosevelt». El universitario Iván Redondo era
un muchacho muy crítico con la universidad, con los profesores, con los
medios que tenían... «Éramos conejillos de indias», comenta Sandra.
Humanidades, junto con las ramas de Comunicación, Ciencias Sociales y
Empresa, iniciaba su andadura para sustituir a la tradicional Filosofía y
Letras. Los profesores eran unos huesos y algunos llegaban a clase a
primera hora de la mañana fumando un puro que apestaba. Ahora, más de
quince años después, Iván recuerda esos momentos con cierta nostalgia. Se
acuerda de un profesor, Juan Manuel Díaz de Guereñu, que les explicaba
literatura de vanguardia y era un peso pesado en la universidad. Les hacía
leer todo tipo de libros y entre ellos figuraba un autor desconocido para el
gran público llamado Fernando Aramburu, que había escrito un libro
autobiográfico surrealista titulado Fuegos con limón.
El libro entraba en el examen, era voluminoso como Patria y «lo
odiábamos. Sobre todo a Hilario, el protagonista de la historia, pero
también a Aramburu y a Guereñu», dice con guasa Sandra, porque los
obligaron a leer un libro rupturista, surrealista, que tenía sus orígenes en el
grupo Cloc, fundado en 1978 por Álvaro Bermejo, José Félix del Hoyo y
Francisco Javier Irazoki, además del propio Aramburu. Entre las hazañas de
la Revolución Surrealista, que toma su nombre (Cloc) del ruido de los
garbanzos al caer en el plato, figuran la publicación del asesinato de
algunos de sus miembros en la prensa vasca, poner anuncios en medios
pidiendo cosas surrealistas, lanzar esquelas por el Boulevard al grito de
«Viva la Coca Cola» en plena campaña electoral o pintar el Peine del
Viento porque solo era un amasijo de hierros.
Eran los jóvenes del siglo XXI que se inspiraban y bebían de las fuentes
de aquellos que fueron jóvenes en los primeros años de la democracia. «Leí
por primera vez Fuegos con limón de Fernando Aramburu cuando estudiaba
en la Universidad de Deusto. En Donostia hace ya dieciséis años. La
literatura como redención. Esa “bebida” de dragones. Su prosa rebosaba
juventud, ironía y compasión. Lo había publicado en 1996 cuando tenía
treinta y siete años y era lectura obligatoria de literatura española para
nuestro profesor, un visionario, Juan Manuel Díaz de Guereñu, junto a Pío
Baroja o Blas de Otero, entre otros. [...] Su éxito con Patria, tiempo largo
después, a uno no le sorprende», escribió Redondo en su blog The War
Room en abril de 2017, recordando a un escritor que no era nuevo para él.
«Te cuento un secreto. Nunca le gustó la tele, siempre prefería la radio.
En la universidad, cuando tenía que hacer prácticas, siempre decía que en la
tele no. Siempre ha sido muy vergonzoso. ¡Las vueltas que da la vida! Hizo
mucho entrenamiento entre bambalinas y eso le ayudó cuando se
reinventó», comenta Manu.
4
2 + 2 NO SON CUATRO
VIDA EN CRISIS
Según sus amigos de la infancia y la juventud, les marcó una película: El
indomable Will Hunting, que quizá guarde ciertas similitudes con ese Iván
que se plantea su futuro, lleno de dudas, como todos los jóvenes.
Una vez acabada la carrera, se planteó, como Will, qué hacer, cómo
acceder desde la nada a una profesión complicada, en la que la vida en
conflicto es el hábitat de muchos y la vida en crisis, la norma habitual.
Llegó a Madrid por accidente. Quería hacer en Sevilla un máster en
Marketing Político, pero se frustró la opción y tuvo que improvisar. Sandra
tenía claro que su futuro pasaba por Madrid. Gabirondo la había marcado
con sus clases de comunicación empresarial y «me matriculé en la
Complutense para estudiar una titulación de Experto en Gabinetes de
Comunicación en Empresas e Instituciones. Solo me faltaba encontrar
piso». Iván también tenía claro que la información económica y financiera
era lo suyo. Al fallar Sevilla, puso en marcha un plan B y se matriculó en
un máster en Información Económica organizado por la Asociación de
Periodistas de Información Económica (APIE) junto con el semanario El
Nuevo Lunes, también en la Complutense.
Habían forjado una buena amistad en sus años universitarios y, al
cruzarse sus caminos, buscaron piso juntos. Lo consiguieron y no volvieron
a Donostia hasta el final del verano. Su nuevo hogar fue un piso pequeño en
la calle Juan Pradillo, en el que Iván se llevó la peor parte, la habitación
más pequeña. Corría el año 2003. Eran buenos amigos, no una pareja, y
decidieron compartir piso. Para Iván no fue un buen año. Se pasaba los días
encerrado en su habitación porque le costaba adaptarse, se sentía fuera de su
mundo, descolocado, y no tenía un duro. En ese momento se planteó
seriamente volver a Donostia una vez acabado el máster. Además, la
sociedad española convulsionó con los atentados de Atocha. Aquellos días
tensos provocaron un vuelco electoral de gran calibre y el Partido Socialista
ganó las elecciones que auparon a la presidencia a José Luis Rodríguez
Zapatero.
«Iván tiene guiños para todos. Somos muy parecidos en la base y
diferentes en el enfoque. Es un complemento de todos. Es camaleónico,
algo vital para su trabajo, y es una persona de hechos. Quizás es un poco
más felino que nosotros porque eso te lo da Madrid. Es su punto de
inflexión. Es sobrevivir sí o sí en una gran ciudad. Llega a Madrid, tiene
que aprender cómo es, cómo funciona, tiene que adaptarse y saber que no te
puedes dormir. El primer año lo pasó mal, fue complicado, pero no hay
nada imposible. No sabes de lo que eres capaz hasta que lo intentas»,
apostilla Txema Redondo. Otra forma de decir que hay que intentarlo, no
ver que pasen cosas, sino hacer que las cosas pasen.
Según Miquel Martín Gamisans, secretario de Comunicación del último
Govern de Cataluña, leyó un artículo mío en La Razón titulado «Iván
Redondo ha vuelto a hacerlo», en el que destacaba esta frase. Me envió un
mensaje: «Tengo una foto en el despacho con una frase atribuida a Moshe
Dayan, general del ejército israelí y ministro de Defensa en aquel entonces.
La he repetido mil veces desde hace años y dice que no estamos aquí para
explicar todo el día lo que hacemos, que estamos aquí para hacer que lo que
queremos que pase, que suceda».
La relación entre los dos hermanos siempre ha sido intensa, pero quizá
más con Txema por las muchas horas de charla de litera. «Cuando la gente
de lugares pequeños llegamos a Madrid, te pueden pasar dos cosas: que la
rechaces por sus dimensiones, por lo inhumana que es, o que encuentres un
refugio en el que puedas expandirte sin la fiscalización de los sitios
pequeños. Encontré lo segundo. No tenía fronteras, lo podía hacer pequeño
y a la vez todo lo grande que quisiera», dice Jokin Aperribay. Sin duda,
Madrid es una ciudad complicada para muchas personas que llegan en
busca de su espacio profesional. Le pasó a Iván y le pasó también a Juanma
del Olmo, un soriano que se apuntó a un proyecto político, Podemos, desde
el principio, algo que no entraba en sus planes y estaba lejos de sus
aspiraciones como informático.
«Madrid fue su peor época. Lo de Extremadura no lo conozco bien,
porque no hablo mucho con él de lo laboral. Tengo pinceladas, claro,
porque estoy al día de todo lo que se publica y sabe que siempre estoy ahí.
Lo peor fue Madrid. Fue empezar de cero. Cuando abandonas el nido
familiar, tienes que buscarte la vida. Yo fui a Canarias y tampoco es
Donostia. Cuando llegas de novato, hasta que no tienes conciencia de cómo
funciona la ciudad, es el peor momento de la vida porque estás solo, aunque
él se fue con Sandra. No nadaba en la abundancia, pero no le faltaron
recursos y la familia está para lo que está. No pides ayuda porque te puede
el orgullo y eso es una gran estupidez», dice Manu.
Es un tipo callado y la soledad se lo acentuó. Rara vez toma la palabra
para decir algo, es como una especie de rebeldía. Intenta pasar inadvertido,
pero cuando habla sale el Txema que lleva dentro. Es su referente en los
aspectos más personales y profesionales. Es el Iván que se ve. Su lado
Manu es su personalidad independiente, lo que no le impide tener buenos
amigos. Manu era el mayor y con Txema pasaban más tiempo juntos, desde
sus conversaciones de litera hasta las horas en la calle esperando a que su
hermano y sus amigos le dejaran jugar al fútbol mientras los observaba.
Para Iván, las experiencias con Txema siempre eran una primera vez y supo
absorber su fuerte: la comunicación. Ante esta percepción, Txema sonríe:
«Está en una edad avanzada [risas]. Siempre ha marcado la diferencia,
desde muy pequeño, sobre todo por el aporte de tranquilidad, cosa poco
común en un niño de su edad. Lo tiene en el ADN. Tiene duende. Era
constante en todo desde la base, en colaborar con los niños pequeños,
sociable, muy discreto, nada introvertido. Los críos son joviales y el aditivo
de la discreción no lo tienen en un alto porcentaje. Es un gran éxito de
nuestra madre, que es el pilar de todos».
«Cuando te conoce, te examina, te observa. Un día comimos con unos
miembros de la embajada estadounidense que querían conocerlo. Acababa
de tener sus primeros resultados en Badalona y Euskadi. Querían sonsacarle
información y sucedió todo lo contrario. En cierto momento, le preguntó a
uno de ellos si seguía tocando el piano. Lo descolocó. No lo conocía de
nada, pero se fijó en sus manos y vio que tenían las características de las de
un pianista. Acabó contándole su vida. La información que dio Iván fue
ninguna. Esto lo maneja de forma innata. Todos podemos estudiar, pero
Iván tiene un don», sostiene Enrique Simancas.
Sandra afrontó la situación de forma diferente porque es más líquida,
más abierta, más sociable. No le costó construirse una vida nueva y
disponía de más recursos económicos, ya que estaba cobrando el paro que
había acumulado tras trabajar desde los dieciocho años y disfrutaba de una
beca para cursar su grado en la Complutense. A Iván, en una situación
económica más precaria y más retraído, todo se le hacía muy cuesta arriba.
Solo tenía un pequeño reducto, un grupo de colegas que había conocido a
través de José, su compañero de la escuela y de la universidad.
Añoraba su barrio, un barrio fuerte, con vida, con una sociedad civil
consistente. Con la crisis, fue decayendo, pero, en los momentos álgidos,
era un barrio potente, de gente trabajadora con posibilidades, porque
cuando llegaban los barcos corría el dinero. Venían de África, de Australia,
y los marineros ganaban mucho y se lo gastaban. Su padre se ganaba bien la
vida porque era jefe de máquinas y su madre lo administraba de forma
austera, lo que permitió que todos pudieran estudiar. Esa austeridad la
aplicó en Madrid. No le quedó otro remedio.
Sandra ya trabajaba de becaria en Llorente y Cuenca mientras él se
dedicaba a su multitarea. En la agencia entabló amistad con Elisa, la
recepcionista, una estudiante de Recursos Humanos. Cribaba los currículos
que llegaban a la empresa y así se enteró de que estaban buscando a una
persona para el equipo azul. Llorente y Cuenca se organizaban en aquella
época por colores. El equipo azul estaba dirigido por Francisco Hevia:
«Acababa de terminar la carrera. Era un tipo muy inquieto, despierto, con
ganas de aprender, y trabajaba con mucho interés. No le valía hacer lo que
le decías que hiciera. Era un inconformista y le daba la vuelta a los temas,
planteándote nuevas alternativas. Al tiempo, tenía mucha ambición, quería
ir más deprisa de lo que la compañía podía facilitarle. Éramos totalmente
conscientes de que o le ofrecíamos una carrera y crecimiento o se iría,
porque era una persona propensa a aburrirse y quemarse». De Hevia
aprendió que «venimos de una escuela que considera que la comunicación
es estrategia. Como en el ajedrez, haces movimientos que esconden tu
estrategia, tus próximos pasos. No sé cómo lo hace Iván, no tengo
evidencias, pero no me sorprende porque ya lo trabajamos en aquel
tiempo».
Y EMPEZÓ TODO...
En 2005 empezó su vida profesional. «Madrid es dos cosas. Doscientas
conspiraciones por la mañana y por la noche solo sobrevive una. En
Madrid, o das una conferencia o te la dan. Madrid es Palacio, es villa y
corte, es el conflicto permanente.» Esta frase recurrente nos la dicen a todos
cuando llegamos a Madrid con ganas de comernos el mundo. A Iván
también.
En Llorente y Cuenca había que ir a trabajar con traje y corbata, y le
surgió un problema: no tenía ni traje ni corbata. No tenía dinero y se lo
pidió a un amigo. Le costó un dineral, atendiendo a su mermada economía:
116 euros en el Zara de la calle Princesa. No pudo dejarlo en la tienda para
que le arreglaran las mangas y las perneras porque lo necesitaba al día
siguiente. Las amigas de Sandra se afanaron en ayudarle. Lo subieron a una
silla y le cogieron el bajo de los pantalones. Con escaso éxito. Nada más
entrar en el portal de Llorente y Cuenca, el bajo se soltó y se aprestó a
solucionarlo doblándolo hacia dentro con la esperanza de que no se viera.
Mientras se dedicaba a este quehacer, lo saludó un señor. Ese señor era,
nada más y nada menos, que José Antonio Llorente. Iván no lo supo hasta
que le presentaron al conjunto del equipo. Se dieron la mano, pero ya lo
conocía, lo había visto unos minutos antes. «Ah, eres el chico que estaba en
el portal», zanjó con cierta guasa su nuevo jefe. Llorente sonríe cuando le
cuento la anécdota: «No la recuerdo, pero si te lo han dicho, será verdad».
Enrique González, el que fuera director financiero y de recursos
humanos de la firma, ha estado escudriñando sus papeles para tener la
información actualizada. Fue el responsable de hacerle un contrato el
primer mes: «Tiene una inteligencia superdotada y le han construido una
imagen que no se corresponde con la realidad. Le buscan más vueltas que
virtudes. Si lo conoces, estas veleidades se caen como un castillo de naipes.
Lo que pasa es que muchos no lo conocen. Se empolla los temas, los mama,
no habla gratuitamente de nada y domina las materias. Ya era así. Deja
hablar y escucha. Y, algo que me maravilla, respeta los turnos y es amigo de
sus amigos. Se considera un trabajador y un profesional de la comunicación
política y no es ambicioso con el dinero». González lo tiene todo muy
medido: «Entró a trabajar en 2005 cobrando 10.000 euros brutos. Volvió en
el mes de octubre y se le asignó un salario de 15.000, ya como consultor
junior. En enero de 2006 le subimos el sueldo a 17.500 y en noviembre a
23.000. Lo cierto es que no ganó mucho dinero trabajando para nosotros —
dice sonriendo—. Iván es una de las 15 personas que más admiro en el
mundo y eso que hay una diferencia generacional importante. [González se
jubiló en diciembre de 2020.] Eso de admirar a gente más joven que tú no
es fácil. De esa generación de LLYC es el que tiene el currículum más
impactante de todos».
En LLYC conoce una persona con la que sigue manteniendo una relación
profesional y personal, su responsable directo en la firma. Hoy, Francisco
Gómez Loarte es el actual jefe del Gabinete del director del Gabinete de la
Presidencia del Gobierno. En su casa todos le llaman Francisco, pero en el
mundo profesional se le conoce como Fran. Le acompañó a Extremadura y
trabajó en Redondo y Asociados. Llevan juntos toda la vida y se entienden
a la perfección. «En la OPA de Endesa no estuve porque estaba dedicado a
la creación del centro corporativo. Eso lo viví de lejos. Coincidimos bajo la
dirección de Paco Hevia en el sector del tabaco y nos tocaron muchas
batallas, como la de fumar en los bares y restaurantes, los centros de
trabajo... fue duro. Hevia nos enseñó mucho. Es el método por el método.
Teníamos un horario flexible, pero con Paco eso era un oxímoron. Era
inflexible. Se empezaba a las ocho en punto y no permitía retrasos. Iván se
ganó a la gente currando. Su modelo de autoridad es el que tira el primero
del carro. Aquí en la Moncloa también, como en Extremadura. Es capaz de
empezar con el documento uno, el que ni siquiera tiene nombre. Así se gana
al equipo. Otros se lo ganan a voces. No grita y mira que en este trabajo hay
momentos de tensión para aburrir», apunta Gómez Loarte.
Fran se sorprendió de las habilidades del nuevo becario y sugirió a sus
superiores que lo ficharan, aunque no hubieran pasado los seis meses de
rigor. Llorente y Cuenca rompió con sus reglas y lo hizo. Solo se lo dijo a
Sandra y a su madre. La llamó desde una cabina de la calle Hermanos
Becker. Lloraba desconsoladamente. Era su primer trabajo de verdad.
«El conocimiento que tiene de la estrategia y de la comunicación política
es de matrícula de honor. Para aguantar lo que ha aguantado, te tiene que
gustar lo que haces. Es una vocación, es su vocación. Está conectado
permanentemente y su cabeza cavila, le da vueltas a todo. Además, con la
política actual tan cambiante, estar conectado permanentemente es una
virtud», señala Gonzalo Miró, periodista. Llorente defiende la profesión:
«Operamos en el territorio de la libertad de expresión y del derecho a
contarte un punto de vista, a influir en tu opinión, y del derecho a saber y
conocer opiniones. Este trabajo es fundamental, es extraordinariamente útil,
porque la sociedad necesita el intercambio de ideas y el debate para tomar
posición».
Tenía trabajo y los problemas económicos habían pasado a mejor vida,
pero seguía siendo austero. Sandra iba a Llorente en autobús. Iván prefería
patearse cada día la distancia que separaba su piso de Fernando de los Ríos
de la agencia, sita entonces en la calle Hermanos Becker. Era su
entrenamiento para conocer Madrid. Cuando cobró su primera nómina,
devolvió los 116 euros de su primer traje al amigo que se los había
prestado. Era más dinero de lo que le costaba vivir en su piso.
Iván siguió en Llorente y Cuenca, tras su paso por el SATSE, y Sandra
inició su andadura en Ulled Comunicación. Iván estuvo muy integrado en el
equipo de la OPA de Gas Natural sobre Endesa, un asunto empresarial que
adquirió una relevancia política absoluta. El joven Redondo, a sus
veinticuatro años, estuvo en pleno meollo en un momento intenso para los
profesionales de la comunicación institucional, empresarial o política. Lo
puedo afirmar con conocimiento de causa. En esa época dirigía la
comunicación del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio a las
órdenes de José Montilla. Conocí a José Antonio Llorente, pero no al
jovencísimo Iván Redondo, que iba creciendo en la empresa, ascendiendo y
asumiendo más responsabilidades.
Era estajanovista entonces y lo es ahora. «Desayuna a las siete de la
mañana con su chófer y su jefe de Gabinete. Aprovecha para enviarme
mensajes. Es trabajador y capaz, y muy joven. Todavía tiene mucho
desarrollo por delante y la cabeza en su sitio, lejos del engreimiento»,
afirma Miguel Barroso. Para el director de eldiario.es, Nacho Escolar,
Barroso es «el único equivalente como spin doctor que tiene Iván Redondo.
Control del discurso, influencia política, ir más allá de lo que es un jefe de
Gabinete. Ni José Enrique Serrano ni Jorge Moragas tenían un peso
parecido. Barroso sí, aunque fuera en un puesto inferior como secretario de
Estado de Comunicación. Antes de eso, Miguel Ángel Rodríguez».
«La Moncloa de MAR no tiene nada que ver con la actual. Ahora hay un
hecho administrativo y político muy relevante, porque el poder en la
Moncloa siempre ha estado muy repartido. En todas las “moncloas”, los
presidentes situaban a sus peones para que hubiera competencia entre ellos,
aunque se quisieran mucho. La estructura los llevaba al enfrentamiento, a
pelearse por el favor y la agenda del presidente. Por primera vez, la
estructura se concentra en una sola persona», afirma Lucía Méndez,
periodista y en su día jefa del gabinete de Miguel Ángel Rodríguez en la
Moncloa.
Susanna Griso corrobora esta versión: «He comprobado que se despierta
muy pronto. A las cinco le puedo enviar un mensaje y me responde casi de
forma inmediata. No es lo habitual en el sector. Es muy ejecutivo y capta la
atención del periodista porque es muy críptico. Le gusta jugar al misterio y
casi nunca te da el tema resuelto. Siempre te anuncia que va a pasar algo,
pero lo deja abierto. ¿Presión de Iván? Para nada. Fíjate que lo encuentro
sumamente respetuoso con mi trabajo. Más que llamarle, le envío muchos
SMS, lo que me genera problemas en el directo. Estoy atenta al WhatsApp
y no a los SMS. La gente importante de este país usa SMS, desde la Casa
Real hasta el CNI. Hay determinadas antenas de poder que solo utilizan
SMS».
Iván conoció a mucha gente en el plató de Antena3. A mí, por ejemplo.
Y a Raúl del Pozo, Nacho Cardero, Casimiro García Abadillo, Miguel
Ángel Rodríguez, Chema Crespo y tantos otros. Fue su vuelta al ruedo, otra
forma de explicar la estrategia y la comunicación política. Se estaba
reinventando y le picaba el gusanillo del periodismo, que siempre estuvo
ahí. «Cuando estaba haciendo su travesía del desierto y empezó a colaborar
en Espejo Público, me dio mucha alegría, sobre todo después de la
situación que atravesó. En este país no somos capaces de tener altura de
miras. Que yo trabaje para un Gobierno o para otro no significa que sea un
traidor. Soy un profesional que trabaja y pone sus conocimientos al servicio
de una institución, no de un partido. Luego, en privado, opinaré lo que
tenga que opinar», apostilla Jesús Cimarro.
Siempre lleva una libreta encima para apuntar cosas. Allí donde va, su
libreta le acompaña. Anota ideas, conceptos, anécdotas, cosas que le pasan.
Cuando empezó, quería ser periodista, aunque dudaba si estudiar Derecho.
Leyó Cartas a un joven periodista, de Juan Luis Cebrián, con el objetivo de
tomar una decisión. Su madre le inculcó la lectura desde muy pequeño y lo
leía todo, incluso las novelas de Jazmín que compraba su ama. Les gustaba
tanto leer, que eran socios del Círculo de Lectores. Cada mes cogían algún
libro. Así conoció la ufología, a Jiménez del Oso, o la literatura clásica.
Compraban muchos libros, pero también los sacaban de la biblioteca. El de
Cebrián salió de ahí.
Su pasión por la lectura sigue muy viva, tanto que se levanta a las 5:30
de la mañana para repasar la opinión y la información del día, y organizar
su agenda y la del presidente. Eso no es óbice para que pueda escuchar, por
ejemplo, un podcast de Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona, porque «la
Transición fue modélica, pero incompleta», como repite en multitud de
ocasiones.
No se perdía un solo discurso de Felipe González y lo leía todo sobre él.
El episodio que más le impactó de la historia del PSOE fue la dimisión de
Joaquín Almunia, el único que lo ha hecho en una noche electoral. El día de
los hechos todavía estaba en la universidad y cuando ganó Aznar, en 1996,
acababa de terminar la EGB. Fueron sus dos primeras grandes experiencias
con la política de joven, tras una infancia en la que dominó Felipe
González, su conexión con la política y al que consideraba su maestro,
como un senséi.
VIDA EN CONFLICTO
No parece que ahora Felipe González esté por la labor de ser el senséi de
Iván. No creo que le gustara la idea. Se conocieron personalmente en un
mitin de la campaña para las elecciones municipales de Majadahonda, en
2011. Se presentaba Borja Cabezón como cabeza de lista y Felipe accedió a
apoyarle. Iván llevaba la campaña del candidato socialista, al que le unía
una gran amistad.
Varios de los entrevistados apuntan a la existencia de un grupo que bebe
del «rubalcabismo», como lo define uno de ellos. Todos prefieren
permanecer en el anonimato. Es un tema delicado y no quieren poner
nombre a sus palabras: «Vale cualquier cosa para hacer daño al partido,
hacer daño al presidente y, por ende, a Iván. Perdieron las primarias, pero se
consideran la esencia del socialismo». Este grupo, una suerte de think tank,
está integrado por Felipe González, Nacho Varela, Eduardo Madina, Elena
Valenciano, Javier Moscoso (hijo), Rocío Martínez Sempere, Antonio
Caño, Toni Roldán, José Antonio Zarzalejos y José Ignacio Torreblanca.
Desde sus tribunas mediáticas lanzan críticas contra Pedro Sánchez
demonizando el papel y la figura de Iván Redondo. Es un think tank
«antisanchista» liderado por Felipe, que critica el hiperliderazgo de Sánchez
y el escaso papel del partido.
Lo que seguramente no saben estas «esencias» es que Alfredo Pérez
Rubalcaba le pidió a Borja Cabezón que le presentara a Iván Redondo.
Tenía interés en conocerlo. La cita no pudo producirse porque la muerte se
lo impidió. Lo que sí saben todos es que Cabezón mantiene una buena
relación con Iván y eso le está costando caro. «Lo que sufre Borja en el
partido demuestra que no se hace lo que dice Iván. Lo están machacando.
Le han puesto zancadillas y palos en las ruedas por ser su amigo. Es de
mediocres. Se le juzga por ser su amigo, no por su trayectoria profesional y
política en el PSOE. Le presenté en la campaña de Majadahonda porque
éramos dos amigos que iban juntos a la Moncloa a ver a Felipe González
cuando teníamos diez años. En esta mala praxis solo pierde el militante
socialista. No le dejan ser titular porque es amigo de Iván, un Iván que tiene
un poder limitado», dice Gonzalo Miró, periodista y presentador de
televisión, amigo de Borja Cabezón, a quien considera «el hermano que no
ha tenido».
«La personalización de la política por parte de los medios de
comunicación da mayor importancia al líder y, por ende, se diluyen los
contrapesos internos del partido y los que están alrededor del líder. Esto
mismo dijo Felipe González [a Carlos Alsina en Onda Cero el 26 de
noviembre], como si Felipe González no hubiera sido un ejemplo de
hiperliderazgo. Por eso los ataques se centran en los entornos del líder y
cuánto más te ataca el adversario, más poder e influencia revelas. Este es su
caso, le atacan con saña porque le conceden importancia. Roberto Dorado,
durante años jefe del Gabinete de Felipe González, tenía importancia e
influencia, pero no era el objetivo. Lo importante estaba en otro sitio, en los
barones, en el Comité Federal. Ahora no. Las estructuras que están a la
sombra del líder han desaparecido mediáticamente, emerge la figura de
Redondo y se fija en él el objetivo porque es el importante. Hay que
desgastarlo para desgastar al presidente», dice Toni Aira.
«Cada vez debes hablar más para que no hablen por ti. Es normal que se
focalice la comunicación en el líder. A mí me gusta más una comunicación
más coral para llegar a más medios, pero en este mundo donde la
comunicación lo es todo, es lógico que se centre en una persona para
humanizar las instituciones o las empresas», apunta Antonio Garamendi,
presidente de la CEOE. Josep Sánchez Llibre coincide con él: «El
presidente ha acertado teniéndolo a su lado. Es válido y solvente, y no tiene
apriorismos ideológicos al no provenir del Partido Socialista. Se centra en
las ideas y esto es importante porque la situación política, económica y
social se debe resolver con apuestas transversales, no con ideologías
cerradas. Maneja bien la comunicación del líder porque los partidos en
algunas ocasiones son una rémora. El líder es el protagonista porque el
Gobierno es Pedro Sánchez y Pedro Sánchez es el Gobierno». Esta misma
frase dijo Lucia Méndez: «Es el Gobierno más presidencialista de la
democracia, sin ningún género de dudas. Como dicen algunos ministros, el
Gobierno es Pedro Sánchez y Pedro Sánchez es el Gobierno. Por eso Iván
es algo más que un jefe del Gabinete, porque la Moncloa es el Gobierno».
«Pocas veces un jefe del Gabinete ha acumulado tanto poder, lo que
genera fobias y rechazo en algunos sectores del partido. Iván es consciente
de ello y lo ha ido gestionando para evitar conflictos, pero su figura es una
rara avis. El punto de inflexión fue el periodo interelectoral de 2019. Un
sector del PSOE lo señaló como el boicoteador del pacto con Podemos y el
inductor de la repetición electoral. Mi impresión es que no es cierto, pero se
trasladó un arquetipo a los periodistas para fijar buenos y malos. Fue un
salto cualitativo en los ataques. Se le señaló como culpable, pero fue el
primero que se movió tras los resultados electorales y logró un acuerdo en
cuarenta y ocho horas. Iván lideró este giro y lo hizo inteligentemente. Es
obvio que no se gestó en dos horas. Lo tenía planificado. Los conflictos se
agudizan cuando un Gobierno comete errores y se le busca como chivo
expiatorio. Con la pandemia, la oposición ha centrado sus críticas en Iván
porque lo consideran el eslabón más débil y porque es el punto de sustento
del presidente», señala Enric Hernández.
Juan Carlos Monedero, profesor en la Complutense, lo analiza
sustentándose en Mair y Katz, y su teoría del partido cártel: «Asistimos en
la actualidad a un proceso de parlamentarización o gubernamentalización de
los partidos, una tendencia que hace que aumenten las posibilidades de
relegar a un segundo plano al partido de los afiliados y al partido de la
organización central. Se tiende a conceder más peso a los parlamentarios y
a sus líderes en comparación con lo que sucedía en la década de 1960-1970,
reduciéndose así el poder de los representantes del partido que no ostentan
un cargo público.
»Iván es un emprendedor de la nueva política, que ha evolucionado
desde el siglo pasado. Los politólogos explicamos que primero fue el
partido de cuadros, luego el de masas, luego lo que llamamos el partido
atrapalotodo y, por último, lo que Mair y Katz definen como el partido
cártel. Es el partido propio del siglo XX, caracterizado por una serie de
reglas que articulan un cártel: si no las cumples, no entras. No se trata de
mafias. La cartelización tiene que ver con que todos los partidos que juegan
cumplen determinadas normas y también reciben determinadas
recompensas. El que gana no lo gana todo y el que pierde no lo pierde todo,
siempre se mantiene un resquicio de poder para sobrevivir. Este partido
cártel es un partido profesionalizado en el que el líder es lo relevante, los
fondos vienen del Estado y de lo privado, no de los militantes, y las
campañas se han espectacularizado. En el partido cártel las ideologías y los
militantes pierden relevancia y la televisión capta todo el imaginario
político personalizándolo en el líder.
»Esta es la idea central, los partidos se convierten en empresas por la
profesionalización del partido. Iván se adapta muy bien a esta concepción
de la política como una gran empresa, muy típica de los neoliberales. Esa
frase de Erdoğan: “Voy a gobernar Turquía como una gran empresa”. Es la
misma lógica de Macri, Trump o Macron. Los partidos se convierten en una
rémora porque fiscalizan al líder. Repudian al militante, les molesta porque
lastra el éxito. En esta concepción empresarial, el partido, el militante
sobran. Hay ejemplos en las listas de Macron, Manuela Carmena o lo que
ha hecho en España el propio Sánchez con el Partido Socialista. Los
partidos se convierten en creadores de problemas. El gran emprendedor
tiene la idea, el empuje, la capacidad de concitar apoyos sociales, apoyos
políticos concretos; en cambio, el partido genera ruido al líder. Los grandes
problemas de Casado los ha causado gente de su partido; los problemas de
Pablo [Iglesias], también, porque algunos querían ser el califa en lugar del
califa, como Errejón o Bescansa. A mí me preguntan por qué sigo con
Pablo. Sigo con Pablo porque no compito con Pablo.
»Te cito una frase que dijo Rosa Luxemburgo y repitió Trotski. Cuidado
porque el partido sustituye a la sociedad, el Comité Central sustituye al
partido y el secretario general sustituye al Comité Central. Y yo añado: y el
spin doctor sustituye al secretario general. No deja de ser cierto, ya que, en
el modelo liberal, que se basa en los pesos y contrapesos, la división de
poderes, la prensa como gran articulador de este balanceo... estos pesos y
contrapesos han desaparecido porque los órganos con capacidad de
gestionar se han disuelto.»
A esta opinión crítica se contrapone la del diputado andaluz José
Antonio Rodríguez Salas, el único que es miembro de la Ejecutiva Federal
y de la Ejecutiva del PSOE andaluz: «Este hombre ha cambiado al viejo
PSOE por otro que está adaptado a la sociedad del minuto, una sociedad en
la que todo cambia a velocidad de vértigo. Si no actúas rápido, no das
soluciones. La sociedad del minuto o de la visibilidad mutua es lo que no
han entendido los partidos. Los partidos emiten mensajes de ida, solo la
visibilidad mutua permite que lleguen los mensajes de los electores. La
comunicación es interacción. La estructura arcaica del partido subsiste e
Iván ha aportado frescura porque introduce métodos y análisis que
funcionan. Tienes que rodearte de gente que domine estos escenarios».
«Para Iván Redondo, Felipe González es de la época de los Reyes
Católicos. Cuando habla Felipe como símbolo de una época, todos ponemos
el acento en las críticas a Pedro. Iván juega en otra liga. No es que no le
preocupe, es que no le presta atención. Está en otro escenario, en otra
época, en otro nivel y gestionando otra política. Entiende el Estado de
forma diferente a como lo ha entendido nuestra generación. Iván tiene
cuarenta años y es hijo de la nueva política, que como dice es
comunicación, comunicación, comunicación. Esta es la nueva realidad, que
para los antiguos es poco profunda, poco honorable, es humo, líquida, pero
lo que pasa es que nos ha tocado vivir una realidad líquida —apunta Lucía
Méndez—. No tiene ideología, pero tiene las ideas necesarias para crear un
liderazgo. Que eso sea una competencia o un conocimiento más o menos
profundo, tradicional o ajustado a las reglas de la política de toda la vida es
una cosa discutible. Creo, además, que no tiene nada que ver con una
persona con la que lo comparan, Dominic Cummings. No tiene el elemento
populista profundo de Cummings, no es un populista al estilo de Trump,
Salvini, Orbán... Es un consultor político que utiliza las herramientas que
ahora te pueden llevar a ejercer el poder, a ganar las elecciones, a crear una
leyenda y a construir un relato político que sea identificable. Eso es Iván
Redondo.»
Pedro J. Ramírez no lo analiza igual. Más bien, abre un sinfín de
interrogantes: «Si has visto Brexit, te das cuenta de que no hay tanta
diferencia entre Dominic Cummings e Iván Redondo. Cummings está
jodido con el sistema y se toma su desquite con el Brexit. Organiza una
estrategia de Estado Mayor y se prepara en el campo de batalla auxiliándose
con herramientas tecnológicas, igual que Iván. Su única diferencia es la
motivación. Iván no es populista. La tecnología siempre va por delante de la
regulación. Aquí el tema capital es la protección de las libertades públicas
frente a la manipulación de los medios de masas y de las redes sociales.
Cuando el ecosistema es el que es, la actividad que desarrolla Iván se tiene
que profesionalizar necesariamente. Eso no me preocupa. Lo que me
preocupa es saber cuáles son los límites de la comunicación y de la
utilización de las redes. El episodio de Cambridge Analytica es un ejemplo.
No sé si en el Gabinete de la Moncloa están o no programando maneras de
llegar a la gente utilizando big data que tiene que ver con su intimidad. No
sé si hay un Cambridge Analytica trabajando para la Moncloa; entre otras
cosas, porque si lo hubiera podrían decirnos que es legal o que no está
regulado. Creo que la democracia necesita protegerse frente a la inteligencia
combinada con la tecnología».
«Algunos comunicadores de la oposición que hicieron la campaña de
Fernández Vara en 2015 son ahora hooligans de Casado en Twitter. Es el
caso de César Calderón, su fan más entregado en las redes sociales. Sin
duda, ese no es el papel de un consultor de comunicación, hacer la pelota al
líder en las redes. En esta profesión, lo peor siempre es el fuego amigo. En
el Gobierno no hay cacofonía, hay tensiones, y en el PSOE no hay una voz
fuerte. Iván tiene que hacer valer los presupuestos de la fuerza mayoritaria,
pero también tiene que ser el árbitro. No puede ser un rival, debe ser el
continuador, el que asegure la integridad del equipo. Ahora se hace todo
muy difícil porque el actor principal es el presidente y el resto son actores
muy secundarios. Esto es un demérito para dar la imagen de grupo de
espectro amplio y aviva la sensación de que el PSOE ha dejado de ser un
partido, lo que aviva los conflictos internos», señala Miguel Barroso.
Contundente se manifiesta Chema Crespo: «Cuando consigue el
objetivo, formar un Gobierno en España, en una comunidad o un
ayuntamiento, el PSOE solo tiene una misión, arropar al que está en el
poder, al que ha logrado el objetivo. Ahora vienen viejos líderes criticando
al partido diciendo que a mí no me van a callar. Escuchárselo a Alfonso
Guerra me ha llamado la atención, porque me enseñó de niño que al partido
no le queda otra que apoyar al Gobierno, que ya tenemos bastantes
enemigos fuera y que cuando el Gobierno o la Ejecutiva Federal hablan,
todos nos ponemos en fila. Así no le ha ido mal al PSOE y no eliminó la
discrepancia que se reactivaba cuando se perdía el poder. Ahora algunos
militantes de brillante trayectoria no aceptan este principio básico, que sin
embargo sí asume la mayoría de la militancia porque gobierna el que han
elegido y al que han apoyado los ciudadanos. A cualquier militante ilustre,
meritorio, que tuvo su oportunidad y lo hizo bien, le corresponde hacer un
ejercicio de solidaridad y lealtad con humildad, y no están cumpliendo. No
comparto la escenificación de decir que no se sienten identificados con
algo. Los que critican olvidan que Sánchez fue elegido directamente por la
militancia y cuando uno debe su elección directamente a los militantes,
otros intermediarios, como los líderes territoriales y los exlíderes, pasan a
otro plano. En los procesos electorales, el partido no debe estorbar. El líder
debe marcar la hoja de ruta y ese es el espacio de Iván Redondo».
Este debate suscita todo tipo de opiniones. José Luis Ayllón, jefe del
Gabinete de Mariano Rajoy es muy sintético: «Cuando estás en el
Gobierno, el partido no existe. El partido es el Gobierno porque el poder
está en el Gobierno». El director de El Periódico de Catalunya, Albert
Sáez, opina que «Sánchez ganó en el partido antes de ganar el poder, no lo
domina porque ahora lo tenga, sino porque se fundió a una generación de
dirigentes. Ni ZP pudo hacerlo. Sánchez jugó a todo o nada y se quedó con
todo. Los aparatos de los partidos tienen resistencias a figuras como la de
Iván porque compiten directamente. Seguramente, el presidente les llama,
pero cuando lo hace ya tiene una opinión formada porque Iván le ha pasado
la información. Además, Sánchez se lo ha ganado. Su relato empieza
cuando gana las primarias y vuelve a la dirección. Es su manual de
resistencia y aquí tiene un trabajo Iván. Sánchez puede vivir de su asesor
porque ganó en el partido, ganó un momento después de que lo apuñalaran
y se levantó».
«La vida de Pedro en el cine sería un gran guion. Llega como llega al
partido, lo echan por la puerta de atrás y dándole una patada, coge un coche
y da la vuelta a España, vuelve a primera línea con la jugada maestra de la
moción de censura, lidera el partido que le había echado, con el Congreso
de los Diputados más dividido nunca, gana dos elecciones en seis meses,
acaba gobernando en coalición, cosa que no había ocurrido nunca, y cuando
ya por fin empieza su andadura, llega la pandemia, la peor crisis sanitaria en
cien años, y sale con esa presión todos los días en televisión delante de una
cámara. Se le puede criticar políticamente, pero, después de todo eso, yo
hubiera dicho me voy, no hay quien lo soporte. Ese relato lo tiene gracias a
Iván. Esa es la realidad», apunta Gonzalo Miró.
«Iván tiene clara la estrategia, el proyecto y su papel en el Gabinete, que
no es otro que hacerle la vida más fácil al presidente, y se lo toma al pie de
la letra. Es muy organizado. ¿Qué pasa? Pues que el partido no está maduro
para asumir su figura. El partido no, pero el presidente sí, y no les va a
quedar más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos, se llame esa figura
Iván Redondo o Juan Pérez. Los partidos se nutren de militantes y los
líderes de asesores. El mundo de la asesoría está en una nueva dimensión.
Un profesional independiente no tiene los posos que tienen los
profesionales que están inmersos en una organización política. A estos
también hay que tenerlos en cuenta, pero es interesante tener otro criterio,
más objetivo, acercar a una persona que no esté en la organización, ni en las
guerras, ni en las tribus, para reforzar la comunicación de la política, la
comunicación del líder, que además de presidente es secretario general del
PSOE», afirma Borja Cabezón.
El presidente Zapatero también aborda sin prejuicios esta cuestión: «Sin
duda, el presidente tiene las manos más libres porque el gran cambio en el
PSOE lo dio Rubalcaba cuando decidió que al secretario general se elegía
por primarias. Se modificó la legitimidad de elección y, por tanto, el
gobierno del partido. Pasamos de un sistema parlamentario a un sistema
presidencial. Ahora el presidente, el secretario general, es fundamental.
Tengo mis dudas sobre el modelo, sobre su conveniencia para que no se
vacíen de contenido los órganos del partido, que no se pierda el espíritu
deliberativo y de contraste de ideas. Ahora tenemos la superautoridad del
secretario general porque fue elegido por los militantes. Esto me preocupa y
el partido debe tener un debate intenso sobre esta cuestión. No conozco al
equipo de Iván, pero si Pedro lo abraza es porque le suministra ideas,
conocimiento y discurso. Tenía mis suspicacias cuando lo conocí porque
había trabajado con líderes del PP. Me dio buena impresión estratégica,
intelectual, técnica e incluso ideológica, porque puede estar perfectamente
en nuestra familia ideológica. Lo importante en la vida es superar prejuicios
y eso solo se supera con el conocimiento directo. Cabe preguntarse si la
repetición electoral era inevitable, aunque yo sabía que acabaríamos con un
pacto con Podemos, pero a lo mejor no estaba maduro. No fue Iván quien lo
decidió».
MILITANCIA EN EL PROYECTO
Los cambios tecnológicos y comunicativos, los nuevos retos de la sociedad
actual, provocarán que los sectores más críticos al cambio fracasen.
«Estamos en una nueva etapa. Transición ecológica, diversidad de género y
transformación digital. El entorno de Sánchez ha sido listo, se las ha
apropiado y va a tener dinero para ponerlas en marcha. Otro síntoma de la
época: el hiperliderazgo. Ahora se identifican con personas más que con
partidos. Los líderes ocupan espacio e Iván ha sabido verlo», dice Nacho
Cardero. Y cuenta cómo lo conoció: «Tenemos una buena relación desde
que coincidimos en Espejo Público. Ahí ya tenía cierto nombre como
analista, demoscópico, consultor, como Michavila o Varela, y destacaba
porque tenía una inteligencia supina. Al poco tiempo le dieron un espacio
en el programa. Su papel ha crecido hasta llegar a asesorar a Pedro Sánchez
y llegar a la Moncloa. ¡Ves la trayectoria de este tío y tienes que
descubrirte!».
El director de elconfidencial.com pone énfasis en otra cuestión, la
tecnología: «Un día le invité a visitar el periódico. Como sabía que las
nuevas tecnologías le apasionan porque le permiten ir un paso más allá, le
llevé a nuestra unidad de big data. Se quedó alucinado porque es un hombre
que interpreta las encuestas como nadie y le gusta la información,
manejarla. Por eso quiso saber cómo teníamos organizados los datos, cómo
se usaban, cómo manejábamos la información y cómo la cruzábamos». El
big data es, sin duda, el futuro en cualquier materia, en cualquier disciplina.
El País publicó el 4 de abril de 2021 un interesante reportaje titulado
«Carolina Marín y el poder del “big data” en el deporte». Los datos y su
interpretación abren nuevos espacios que permiten afinar estrategias, buscar
nichos receptores y conectar con ellos o predecir movimientos del
adversario.
«En la nueva era de los datos, Movistar apoya a sus deportistas de élite
patrocinados con proyectos de analítica avanzada y machine learning
adaptados a las necesidades de cada uno. Además de con Marín en
bádminton, trabajan con el Estudiantes de baloncesto, el Movistar Team de
ciclismo o la Rafa Nadal Academy en tenis. Y no son los únicos. La
Federación Española de Atletismo acaba de invertir este 2021, con apoyo
de una ayuda europea, un millón de euros para digitalización de big data.
La Liga ha invertido más de 200 millones de euros en los últimos seis años
en un enorme proyecto de digitalización, inteligencia artificial y analítica
dirigido por José Carlos Franco. Entre todas las iniciativas, una se centra en
la parte deportiva: han creado una plataforma en la que los clubes tienen
acceso a un exhaustivo estudio estadístico de sus jugadores y resultados
elaborado por Mediacoach, el departamento propio en el que trabajan
matemáticos, físicos y analistas deportivos. “Los equipos pueden ver sus
estadísticas y las de sus contrincantes”, explica Roberto López del Campo,
coordinador de Mediacoach. “Democratizamos el dato para que haya
igualdad de condiciones”», se puede leer en dicho reportaje.
«La comunicación política ha pasado a ser un único concepto. Es
imposible hacer política sin comunicación. Hay que enviar el mensaje,
saber lo que los ciudadanos desean y centrar la estrategia en la figura del
líder, que siempre tiene la última palabra. Los mitos sobre el equipo del
presidente son esotéricos. Estamos en el “momentum” del líder y no se
puede hacer política si el líder no es capaz de atraer la atención. Un partido
sin líder no tiene juego en la comunicación política moderna. Eso sí, es
conveniente una representación coral, repartir papeles y representar
funciones diferentes. El PSOE tiene una deficiencia en este aspecto,
consecuencia de que Pedro Sánchez surja como la solución a una crisis
grave. La única salida era construir un liderazgo fuerte, con mando
indiscutible, para imponer la unidad de criterio y restar fuerza a las
divergencias y evitar la diseminación del poder. El liderazgo de Pedro
Sánchez es la consecuencia del desastre del PSOE desde la crisis 2008, que
se llevó por delante la identidad de la socialdemocracia en España», apunta
José Miguel Contreras.
«Iván aporta al PSOE y lo hace en medio de una pandemia inimaginable
y con una derecha asalvajada. Es un momento muy difícil. Lograr que, con
este ruido, el mensaje del Gobierno llegue a la gente no tiene precio. El
partido es complementario. El peso de la ideología, los valores, lo que
somos y representamos, están ahí. No somos un equipo de marketing,
somos del PSOE y no se nos olvida. Y es importante que estén a nuestra
vera los mejores para trasladar nuestro mensaje a los ciudadanos. Los
necesitas para explicar lo que haces, la gestión y los valores, para que la
gente entienda por qué tomas las decisiones, para explicarnos más y mejor.
El partido es insustituible, lo que no es incompatible con tener buenos
profesionales. La información llega a los hogares en tiempo real, casi sin
filtros. Los consultores adaptan el mensaje del Gobierno, del PSOE, para
que llegue al ciudadano y lo hacen a través de los datos, el big data, y lo
hacen en medio del ruido. El “trumpismo” está presente, con muchas
interferencias, para confundir al ciudadano. Eso son Abascal, VOX y todos
aquellos que promueven el odio, la crispación y el enfrentamiento», afirma
Susana Díaz.
En esta línea se manifiesta también Salvador Illa, secretario de
Organización del PSC y un hombre de partido de toda la vida: «Es una
persona que desarrolla sus labores con un alto nivel de rigor. Lo ficharía, lo
querría tener a mi lado siempre. Me genera confianza y se la genera al
presidente, y el modelo organizativo de la Moncloa le funciona. Alimenta
un clima positivo en la relación política y lo demuestra con el
funcionamiento de la coalición, que no es tarea fácil. No sé cuál será el
futuro, pero sí afirmo que, ante una comunicación más global, más rápida y
volátil, las instituciones deben adaptarse y cambiar la forma de comunicar
en estos nuevos tiempos». Illa hizo estas declaraciones antes de que fuera
anunciada su candidatura a la presidencia de la Generalitat, pero después de
haberla aceptado. Todos mantuvieron la discreción. Illa no dijo ni una
palabra, ni tampoco Miquel Iceta, Paco Salazar o, menos aún, Iván
Redondo. Curiosamente, los cuatro me emplazaron a hablar otra vez tras las
elecciones. Ninguno me confirmó si Illa iba a ser el candidato. Lo pregunté
y lo negaron. La gestión de los tiempos y el no decir nunca más de lo
necesario se cumplieron a rajatabla. Me dejaron en fuera de juego. Me
enteré de que Illa era el candidato mientras entrevistaba a Jesús Cimarro en
el Teatro La Latina. «Yo lo sabía», me dijo entre risas. Me quedé con cara
de circunstancias.
«La política es enfrentamiento entre líderes. Debes acertar el mensaje y
garantizar que llegue a los destinatarios, que puedan reaccionar en positivo,
debes personalizarlo. Al PSOE le queda mucho por hacer en este campo
porque hemos de afrontar un problema de renovación del partido
sustituyendo a las generaciones más mayores por los jóvenes. Las
transiciones son siempre difíciles y hay que estar bien asesorado por gente
que conozca los medios y lo que se está moviendo, con datos y big data
asociados», apunta Miquel Iceta. Mantuvimos la entrevista en plena omertá.
Visto en perspectiva, dijo algo que tendría que haber disparado las alarmas:
«Lo importante en una campaña es saber mover a los tuyos. Cada vez va a
ser más importante el papel de los expertos en comunicación o en opinión
pública, de los estrategas que no solo son capaces de leer una encuesta, sino
que, al verla, son capaces de moverla a favor de su candidato. Las
emociones son muy importantes porque crean movimiento. La izquierda se
siente más cómoda con la razón que con la emoción, justo lo contrario que
el nacionalismo. Somos más de razones, pero cuando se renuncia a las
emociones, se pierde siempre». Se garantizó el efecto sorpresa, el golpe de
efecto, para cumplir con la máxima del «control de los tiempos». No les
tengo en cuenta que me dejaran en el limbo, porque en consultoría política
este control es fundamental y para conseguirlo no hay que decir más de lo
necesario. El control de los tiempos es un tema que le apasiona a Iván desde
que escuchó a Xabier Bariandarán dar una conferencia al respecto en la
Universidad de Deusto.
«Soy una rara avis en esto de la política. Soy programador informático y
un apasionado de la comunicación. Decidí entrar en política por Pablo
Iglesias. Soy militante de un espacio político, pero no es la única forma de
militar. La militancia no solo está adscrita a una formación política y en
estos tiempos mucho menos. Iván no es militante del PSOE, es militante de
este Gobierno. Tu apuesta personal la puede representar un partido o un
proyecto, un Gobierno de coalición. Eso es lo que hace confiable al
interlocutor con el que trabajas. No hay principios del PSOE en el Gobierno
que Iván no se adapte para defenderlos. Es más, creo que los comparte. El
Gobierno de coalición es un proyecto político en el que se puede militar, y
más ahora que todo es mucho más líquido que hace unos años. Antes los
partidos eran unas estructuras rígidas e impermeables. Hoy son mucho más
líquidos. Antes las secretarías de organización lo controlaban todo, ahora
los de comunicación son tan importantes como los de organización», afirma
Juanma del Olmo.
Esta idea de militancia en el Gobierno también la pone sobre la mesa
Carmen Seguín, estrecha colaboradora de Iván en Extremadura: «Tuve la
suerte de ver más allá del personaje y conocer a la persona. No todo el
mundo lo hizo o tuvo esa oportunidad, y por eso surgieron a su alrededor
muchos mitos. Formó un equipo supercohesionado, variopinto, en el que no
se pedía el carné de un partido, donde lo más importante eran las ideas, la
fuerza, el coraje de cada uno por encima de las ideologías. Nuestro único
objetivo era proteger al presidente con alma, vida y corazón. Nos supo
trasladar su pasión. No éramos militantes de un partido, éramos militantes
de un proyecto». Ana Sellers, su compañera en Extremadura y también en
Salamanca, rubrica: «Los profesionales podemos trabajar en cualquier
proyecto. Si alguien pone en marcha un proyecto e Iván accede a trabajar
con él, tiene muchísima suerte. Es de las personas más inteligentes que he
conocido en mi vida».
«Hay gente que mide la lealtad por el carné del partido, cuando los
carnés entienden muy poco de lealtades. En la época de Extremadura había
de todo: socialistas, populares, independientes, funcionarios e incluso
compañeras que habían estado en Izquierda Unida. Todos trabajamos sin
ningún problema, pero las resistencias de los partidos son evidentes»,
apostilla Juan Francisco Caro, Juanfran, miembro primero del equipo
extremeño y ahora en la Moncloa.
«La comunicación se concentra en el líder. En el mundo de antes, al líder
se le sobreprotegía; en el de hoy, está expuesto porque la comunicación es
entre personas, es conversación. Las instituciones no comunican porque no
interactúan, comunica el líder porque es el que conversa. Esto es lo
relevante. Las organizaciones deben estar estructuradas para participar en
esta conversación entre personas. Un ejemplo es Trump, que tiene más
seguidores en las redes que su presidencia», dice José Antonio Llorente.
El periodista José María García pone el punto ácido a esta polémica: «Es
un profesional que está por encima de la militancia. Le importa más la
persona. Tiene buenas ideas, es joven y está preparado. Lo contrario de lo
que sucede en la política española, a la que llegan personas a aprender
cuando se tiene que llegar ya preparado. En los partidos hay una
mediocridad infinita. Si eres un mediocre, te rodeas de mediocres. Si eres
un tipo preparado, te traes a los mejores. ¿Quién asesora al alcalde de
Madrid? ¿Quién lo ha puesto a empujar un coche en plena nevada? El
acalde tiene que coordinar, no empujar coches, no tiene que estar en esas
soplapolleces en pleno desabastecimiento. Al presidente le critico muchas
cosas y se lo he dicho personalmente, pero es un superviviente. Lo echaron
del PSOE a patadas y ahora están a sus pies. Le acusan de querer ser
presidente a toda costa, pero no he conocido a nadie que llegara y quisiera
dejar de serlo. El problema lo tiene Casado. Le faltan muchos ivanes y
doscientos hervores. No tiene consejeros, tiene aduladores. No puedo
entender que estuviese libre. ¿Alguien en el PP sabía quién era Iván? Claro
que lo sabían, pero lo fusilaron porque no les interesó tener a un tío
inteligente. Les interesan los mediocres e Iván es de todo menos
mediocre».
«Es un ideólogo que no está preso de la ideología, lo que no significa ser
equidistante ni cambiar de camiseta. Es sensato y elabora con las
herramientas que tiene el mejor producto, el mejor proyecto. Me molesta
cuando le lanzan críticas por haber trabajado con partidos y líderes
diferentes. En el mundo de la política, de la empresa, del fútbol o del
periodismo hay grandísimos profesionales que cambian de equipo y eso no
nos tiene que hacer dudar de su profesionalidad. Nadie se cuestiona que un
líder empresarial esté en una empresa y luego se vaya a otra. Y ya no
digamos en el fútbol o en el propio periodismo. Si eres un profesional, te
dejas la piel por la camiseta que vistes. Lo importante es el compromiso que
tienes con el proyecto. Para mí no es una contradicción haber trabajado con
el PP y estar ahora con Pedro Sánchez, es una característica, casi un elogio,
un piropo. Hasta ahora, los especialistas en comunicación, en estrategia,
estaban presos de ideología. Iván, no», sostiene Rosauro Varo.
«Si yo fuera el PP, también le daría caña al asesor para debilitar los
puntos de apoyo del presidente. El problema es que a Casado le dicen tantas
veces que necesita un Iván Redondo, que le preguntan quién es su Iván
Redondo, que hay personas a su alrededor que están hasta los cojones de la
comparación, por lo que estimulan los ataques diciendo que tampoco Iván
es para tanto, que no es la leche», señala Pedro J. Ramírez, director de El
Español.
«Recomendé su fichaje a Mariano Rajoy. Lo conocí a través de Fran
Gómez, que estaba en mi equipo de Exteriores, al que llegó de la mano de
mi responsable de comunicación, Tomás Poveda. Fran y Tomás hicieron un
gran trabajo, sobre todo para protegerme de Soraya Sáenz de Santamaría y
de María González Pico, su jefa de gabinete. No cuajó la idea de su fichaje
porque Moragas se opuso. Iván trabaja para personas, por eso siempre dice
que no es socialista, sino sanchista, y construye un relato favorable para la
persona para la que trabaja —afirma José Manuel García-Margallo,
exministro de Asuntos Exteriores y eurodiputado del Partido Popular—.
Iván plantea diversos escenarios, pero otra cosa es que imponga la
estrategia. A mí, algunos intentaron marcármela en el ministerio. Iván no es
de ese estilo. Define escenarios y el líder toma la decisión, la instrumenta y
la comunica.»
Miguel Ángel Rodríguez, jefe de Gabinete de la presidenta Ayuso, me
atiende en la Puerta del Sol. Nos conocemos desde hace años. De hecho,
empezamos en Antena3 en un ya lejano 2008 zurrándonos cada lunes bajo
la atenta mirada de Susanna Griso. Durante toda la entrevista no para de
lanzar rejonazos contra el Gobierno y contra Iván Redondo. «La política es
una idea, una ideología. Lo puedes contar mejor o peor, pero si lideras sin
ideología no hay nada que contar. Idea e ideología son lo mismo y tengo la
ventaja de que la presidenta tiene idea e ideología y sale a explicarla, eso
que llaman ahora relato. Sin la idea, el relato no funciona porque el humo se
va fácilmente. Tengo la ventaja de que la presidenta es una mujer con ideas.
¿Son todas válidas? Pues como en todo: no todas. Esa es mi forma de
trabajar. No estudio lo que va a hacer el de enfrente. Nosotros estamos a lo
nuestro. Hay que tenerlo en cuenta, pero Madrid no está a la defensiva, está
al ataque.»
Iván se consolida en Llorente. Tenía trabajo y estabilidad, pero no se
conformaba. Quería dedicarse a la comunicación política y se devanaba los
sesos para definir su proyecto y cómo introducirse en ese mundo. En su
debe, tesón; en su haber, intentar entrar en un mundo tan competitivo sin
contactos, sin familia política, sin padrinos y con apenas veinticuatro
primaveras. Sus posibilidades eran endebles. Mientras, Sandra sigue
trabajando en Ulled y allí conoce a dos personas que se convierten en
«miembros de mi familia profesional». Son Alfredo Franco, sentado a su
derecha en la oficina en un grupo de cuatro mesas, quien los ha seguido
durante años hasta llegar al Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y
Albert Concepción, su jefe, un catalán muy culé afincado en Madrid desde
hace años. Albert trabaja hoy con ella, codo con codo, en la agencia R&A
Comunicación.
El gusanillo de la estrategia y de la comunicación política no solo había
prendido en Iván. Era ya todo un incendio. Quería dar un paso adelante y
surgió una oportunidad. Leyó en PR Noticias que el SATSE, el Sindicato de
Enfermería, buscaba un técnico en comunicación. Sandra le convence y se
presenta a pesar de sus reticencias. Pasa las pruebas y empieza a trabajar en
el ámbito sindical durante seis meses. En ese periodo coincidió con Paloma
Rocasolano, la madre de la reina Letizia y presidenta de la Fundación del
SATSE. Se ha dicho en algunos medios que tuvieron mucha relación, lo que
contrasta con la realidad. Su relación no fue más allá de coincidir en
algunos actos porque Rocasolano estaba en la fundación e Iván en el
sindicato.
Esta temporada en el SATSE ayudó mucho a un inquieto Iván, que
volvió a Llorente y Cuenca, donde inició una segunda etapa de casi 500
días en los que siguió adquiriendo la experiencia necesaria para dar el salto
en solitario a la consultoría. Se reencuentra con Fran Gómez, con el que, al
finalizar la jornada laboral, se toma casi cada día una caña «corporativa» en
el «Lista», donde charlan de la familia, de la vida y, entre sillones de cuero
y taburetes tapizados, también de política y de cómo poner en marcha un
proyecto entre los dos: una empresa.
Mientras llega ese momento, Iván se forma en la dirección de campañas
electorales y, en un seminario, conoce a Joseba Aurrekoetxea, un hombre
del PNV, del Euskadi Buru Batzar, que será muy importante en su futuro.
Meses más tarde se reencuentran y retoman su relación en un encuentro en
la embajada de Estados Unidos. El 28 de enero de 2007 es la fecha. Deja
Llorente y Cuenca y decide dedicarse a la consultoría política. Por su parte,
Sandra deja Ulled y ficha por otra agencia, que la contrata como implant en
Punto Radio para sustituir a la dircom de la cadena de emisoras, Mónica
Pérez Gallego, durante su baja por maternidad. Allí coincide, en el
momento de máximo esplendor, con María Teresa Campos, Luis del Olmo,
Josep Pedrerol, Félix Madero, José Miguel Azpiroz, Ramón García, Ana
García Lozano, Guillermo Moreno, actual jefe de Deportes de La Sexta, y
un jovencísimo Rafa Latorre. «Lo pasé muy bien y aprendí mucho. Estaba
físicamente en la redacción, pero mis tareas eran de comunicación. Me
ayudaron mucho a fijar los titulares. Estaba muy cuidada», recuerda Sandra.
Desde Punto Radio contempla el año intenso de Iván, un año de tránsito,
acompañando a Xavier García Albiol, el líder del PP de Badalona, que
aspiraba a hacerse con la alcaldía de una ciudad del cinturón rojo en la que
el Partido Popular no avanzaba desde 1999, cuando consiguió cinco
concejales. En 2003, los resultados no habían mejorado.
LA INDEPENDENCIA DE UN PROFESIONAL
Su primera colaboración profesional, con García Albiol en 2007, fue su
primer éxito y su primer peón en casilla ocho, cuando el peón puede
rescatar a la reina y dar jaque mate. Fue el primer desembarco en la
profesión y en Cataluña. No sería el último de su carrera. Tras Albiol,
trabajó para el PP y, desde 2017, con el PSC.
«Es periférico, euskaldún y tiene una forma de ver las cosas que es el
sello de este Gobierno. Nosotros, tú y yo, Toni, somos periféricos. Tenemos
una visión del mundo diferente. No tenemos esa visión mesetaria,
centralista, con esa verdad unívoca e incuestionable. Tenemos una visión
diferente en la que no todo es blanco o negro, hay grises. Somos así porque
estamos acostumbrados a vivir con concepciones diferentes, con
identidades superpuestas, sobre la vida o el Estado. Cuando hablas con
Iván, ves todo esto y no tienes la sensación de que está defendiendo las
esencias socialistas. Puede tender puentes con Ciudadanos o con el PNV, un
partido que conoce bien porque los ha tratado mucho y se le nota. Conoce y
respeta posiciones como las del independentismo catalán y, desde esta
posición de respeto, maneja determinados egos», afirma Susanna Griso.
«Ha conseguido mantener la coherencia en el discurso del presidente. Lo
conozco desde 2014 porque Pedro fue el único dirigente nacional que vino
a Cataluña al día siguiente de la consulta del 9-N. El PSOE no permitirá
ningún referéndum de ruptura, pero busca modular una cuestión clave: la
reconciliación, el encaje, porque el independentismo sigue teniendo peso y
no es previsible que lo pierda a corto plazo. Por eso apuesta por un sector
más sosegado y pragmático, por encima del más irredento o unilateral. No
quiere ganar todas las partidas, prefiere que los demás se lleven alguna
victoria, siempre que redunde en la integración del independentismo en la
gobernabilidad o en un esquema de diálogo con el Estado. Un ejemplo de
una cesión de este tipo es Pedralbes. Se eliminó cualquier referencia a la
Constitución, lo que generó ruido y era un elemento que podía afectar al
electorado socialista. Sin embargo, el objetivo iba más allá del momento, se
pensaba en cómo reconstruir un encaje que se había dinamitado por el
unilateralismo, por un Rajoy que no supo gestionar e incentivó el
victimismo y la pulsión rupturista», señala Enric Hernández. Piensa que
Redondo puede desempeñar un papel clave en este pulso porque «tiene una
posición compleja frente al mensaje patriótico de unos en Cataluña y de
otros en Madrid. Su procedencia donostiarra le permite entender mejor la
idiosincrasia del nacionalismo, del independentismo, y conoce Cataluña
desde su etapa con García Albiol, lo que le separa de esa concepción que se
tiene en el Madrid de la M-30 de “España una y no cincuenta y una”, que
jalea a diario el PP de Madrid en su faceta de Partido Independentista».
«Personalmente estoy muy preocupado por la situación en Cataluña y
aprieto a Iván y al presidente cada vez que tengo oportunidad. Estoy
convencido de que tienen una idea en positivo de Cataluña, a diferencia del
PP y de Rajoy, que no tenía propuestas más allá de la Constitución y no fue
hábil para dar una salida al conflicto más allá de ley. Sánchez e Iván tienen
una idea de Cataluña y han impuesto un relato. Aunque en Cataluña hay
gente que dice que todo esto es una trampa, que detrás del sosiego que
predican no hay nada, yo creo que sí, que hay voluntad de un acuerdo y que
hay un proyecto. Todo acabará en una consulta, no sobre la independencia,
sino en una consulta para definir un nuevo modelo de encaje. Han
entendido que hay gente a la que no le gusta este modelo y no es
independentista, y han visto cómo han aflorado las mentiras de estos años
del independentismo. Detrás de la declaración de independencia no había
nada», afirma Jordi Juan.
«Las palabras no dejan de tener efectos y la falta de valores ideológicos
de Iván y su equipo tiene consecuencias. Lo ven todo en términos técnicos.
Iván es elástico en sus planteamientos, transversal, pero esta elasticidad es
peligrosa porque siempre es utilizada deslealmente por los que quieren
romper la goma, tanto en Cataluña como en Euskadi», dice Pedro J.
Ramírez.
«Hay una parte de la sociedad que dice que si el Estado español quiere
que se encuentre cómoda en España, debe reconocer bien la pluralidad
lingüística. Debe entender que no nos empeñamos en hablar euskera o
catalán, que no es una manía. Hace falta mucha pedagogía del Estado para
hablar de la diversidad. No pasa nada por fomentar las lenguas. Un día leí
un artículo de un periodista catalán en Madrid que decía que estaba harto de
tener que justificar por qué, estando en Madrid, hablaba con su familia en
catalán. Ser de la periferia, de zonas con lengua propia, nos hace tener una
sensibilidad diferente, otra manera de entender España. Aquí tenemos otra
sensibilidad. Rosa [Díaz de Urrestarazu] lo cuenta siempre, la sensibilidad
de Euskadi», apunta Martxelo Otamendi.
«Aquí tenemos una España periférica y una España mesetaria. Hice la
carrera en Deusto y todos mis amigos son de allí. Soy periférico. Tengo una
visión muy distinta a la que tiene la gente de Madrid. Me molesta
muchísimo la gente que, cuando está en Cataluña, dice que le molesta que
se hable en catalán. Ante esto siempre cito unos versos de Gabriel Aresti
dedicados a Tomás Meabe, un socialista: “Cierra los ojos muy suave,
Meabe, pestaña contra pestaña, que solo es español quien sabe, Meabe, las
cuatro lenguas de España”.» Yo quise hacer una ley de lenguas. El error es
considerar al catalán, al gallego, al euskera o al valenciano como lenguas
ofensivas contra el castellano. Las lenguas son nuestras, no de los
nacionalistas ni de los independentistas. La interpretación de España como
Castilla es un error. Hay que defender las culturas españolas, por eso,
porque son españolas, son de todos», declara José Manuel García-Margallo.
«La periferia es algo más que independentistas y nacionalistas, y sin la
periferia no se gobierna. El PSOE los necesita para mantener la estabilidad
del Gobierno, al tiempo que el PP sabe que sin ellos no superará la
debilidad en la que está por la presión de VOX. La derecha no ha asumido
que hay una pulsión centro-periferia, más allá del tradicional paradigma
izquierda-derecha. Sus realidades son diferentes y ser periférico ayuda a
tener una visión más amplia y una perspectiva más rica y abierta», sostiene
Antonio García Ferreras.
«La polarización no es izquierda-derecha. Eso no tiene sentido. La
política económica de un PSOE ortodoxo no sería muy distinta de la del PP.
En geopolítica, este eje ha desaparecido. La tesis de Iván, seguro que la
correcta vista desde la periferia, es que no hay izquierda y derecha, no hay
bipartidismo, que un nuevo eje centro-periferia, con un nuevo populismo y
nacionalpopulismo, ha entrado hasta el tuétano en las estructuras
democráticas promoviendo una nueva transformación, una nueva era»,
afirma Nacho Cardero.
«Iván es un poco PNV, muy vasco. La anomalía política española es
Madrid. Madrid nunca ha sido tan potente económicamente. Tiene poder
económico, pero nunca ha estado tan débil políticamente, porque el resto de
España manda más y eso lo llevan fatal sus élites. Madrid tiene unas
dinámicas electorales y políticas muy diferentes al resto de España y la
sociedad madrileña se ha crispado todavía más. Iván sabe que Madrid no es
España. La derecha mantiene Madrid como eje político, pero mientras la
derecha no se unifique en un partido, y ese partido no sea VOX, tiene
imposible gobernar España porque los catalanes y vascos, los cántabros,
canarios, valencianos y turolenses siempre han sido importantes, pero ahora
son imprescindibles, son los árbitros. VOX provoca en algunas
comunidades un rechazo del 80 o el 90 por ciento. Con VOX, ninguno de
los árbitros cambiará su opción sobre la derecha», señala Nacho Escolar.
Estas palabras de Nacho son anteriores al tsunami de Madrid, pero atinan en
el análisis. Díaz Ayuso convocó elecciones para gobernar con las manos
más libres acompañada por VOX. Rompe la columna vertebral del discurso
de Casado y juega a construir una nueva derecha.
«Tenemos dos bloques, pero son diferentes a la derecha-izquierda de
Pedro Arriola. Ahora surge el bloque de la periferia, que no solo es
nacionalista, y va contra la aspiradora de Madrid. Díaz Ayuso es un regalo
para la estrategia del Gobierno. Iván forma parte de esta visión periférica y
está planteando este nuevo bloque como contrapunto a esa amalgama que
aglutina el eslogan de Madrid, un núcleo de empresas y medios a los que les
da igual lo que le pase al resto del mundo. En la última crisis, con esta
actitud surgieron fenómenos como Podemos o VOX. Ya no estamos en los
viejos esquemas de derecha e izquierda», reitera Albert Sáez.
«Siempre ha tenido mucho interés por Cataluña. Nos conocimos en
2017, cuando se incorporó como asesor, en el momento de los sucesos de
octubre y las elecciones. Tuvimos una relación muy estrecha y hablamos
muchísimo. Hoy seguimos teniendo mucha relación. Y buena. Iván es un
profesional. Aprecio mucho conocer sus puntos de vista y sus consejos. Es
vasco, es periférico, con experiencias importantes y diferentes, que le
permiten tener una visión un poco desviada de la política española, tanto en
el ámbito territorial como en el conocimiento de las administraciones»,
apunta Salvador Illa. El líder del PSC siempre dice que Iván tiene una
visión especial. Sin duda, con él la tuvo.
Miquel Iceta, otro de los afectados por la visión especial, se suma:
«Tiene esa visión no tanto por vasco como por periférico. Si hubiera sido
murciano, también la tendría, porque en Madrid confunden Madrid con
España. Pues mire, no, mal que les pese, Madrid no es España. ¿O es que
no te acuerdas de la campaña de Pepe Borrell en las primarias frente a
Almunia? Recuerdo, y tú Toni tuviste una gran parte de culpa, que hicimos
la campaña del candidato en la prensa local y regional. Desde Madrid nos
llamaron raros porque pusimos un artículo de Pepe en todos los diarios
locales y regionales de referencia. Recuerdo que te encargaste de colocar en
todos ellos la particularidad territorial. Fue una gran campaña porque
tenemos una visión más completa y más parecida a la realidad».
En este punto quiero rendir mi más sincero homenaje a un hombre que
me enseñó mucho de lo que sé hoy de la profesión: mi amigo, mi
compañero y mi maestro Julio de Benito. Un recuerdo muy cariñoso desde
el corazón para el jefe de campaña de Pepe Borrell en aquel año, ya muy
lejano, de 1998.
5
UN CANDIDATO Y UN BURUKIDE
«El PP vasco estaba destrozado. Con la salida traumática de María,
enfrentada a Rajoy, entramos en barrena, con tensión interna y con los
medios de la derecha de Madrid poniéndonos a parir porque todas las
patadas que le daban a Rajoy, las daban en el trasero del PP vasco.
Habíamos pasado de ser los valientes, los héroes, a ser los traidores, a
renunciar a los principios y valores. ¡Éramos los mismos! Los que dimos la
cara en los años más duros. En Euskadi éramos fachas a los que ETA ponía
en el punto de mira y en Madrid nos consideraban unos blandos, unos
traidores. En aquel momento de desconcierto en las bases y entre los
dirigentes, se elige a Antonio como presidente, quien me nombra secretario
general. Teníamos elecciones en pocos meses y empezábamos a trabajar
con el partido hecho trizas, con la gente tocada y desmoralizada», sostiene
Iñaki Oyarzábal, por entonces secretario general del PP vasco y hoy
presidente del partido en Álava.
Quedaban apenas seis meses para afrontar la campaña electoral, aunque
en octubre de 2018 la fecha todavía era una incógnita, ya que aún no se
habían convocado los comicios. Iván Redondo había salido muy bien
parado de la campaña de las municipales en Badalona con García Albiol,
quien le dio la primera carta de presentación en un sector altamente
competitivo.
En esos meses de 2018, le contacta el PNV. Su buena relación con los
nacionalistas vascos se remonta a años atrás, a la embajada de Estados
Unidos, cuando conoce en un curso a Joseba Aurrekoetxea. En la actualidad
es miembro del Euskadi Buru Batzar presidido por Andoni Ortuzar y
cuando se conocieron, lo era bajo el mandato de Iñigo Urkullu. Es el
burukide responsable de los procesos electorales y de organización del
PNV. Los dos son vascos, uno de la Real y otro del Athletic, y los dos son
de Deusto, aunque con una diferencia de edad de veinte años. «Es vasco, es
de Deusto y todo imprime carácter. Es un apasionado de lo que hace», dice
Aurrekoetxea. Tienen buena amistad y se respetan. Para Iván, Joseba es el
CEO de Sabin Etxea, conforme a su visión profesional de la política. En el
argot tradicional, es el fontanero mayor del PNV. Es el jefe de la cocina
peneuvista y ya lo era. Aurrekoetxea es un hombre importante en el
engranaje del partido y fue muy relevante en la moción de censura de 2018.
El PNV votó a favor pese a que días antes había apoyado los presupuestos
de Mariano Rajoy. Muchos se arrogan ese mérito, pero la realidad es
sencilla: Joseba e Iván hablaron mucho durante esos días e Iván es un
hombre de palabra para el PNV.
Según el Diccionario abierto de euskera, burukide significa miembro de
una junta rectora. Buru significa cabeza. El Diccionario de neologismos del
español actual no aporta mucho más: «Dirigente del Partido Nacionalista
Vasco», casi una redundancia. El diario El País en un artículo publicado el
23 de diciembre de 2007 y firmado por Manuel Montero, juega con el
término y su percepción en la sociedad vasca, ya que un burukide no es
simplemente un cargo del partido. Es mucho más en un partido que se
mueve como pez en el agua en la bicefalia, algo a lo que no sobrevive la
gran mayoría, y con una dirección casi desconocida que marca, nada más y
nada menos, que al lehendakari, al presidente de Euskadi. El artículo tiene
su guasa, su ironía, pero define muy bien el aura de la que viven rodeados
los burukides:
Sin embargo no es lo mismo un miembro de la Ejecutiva del PSOE o de la Junta Directiva
del PP, y esas cosas, que burukide. No tiene el mismo empaque. Nada que ver. Aquellos son
cargos internos de partidos, estructuras funcionales. El burukide es eso, pero algo más. Ni hace
falta decir «burukide del PNV», pues es una redundancia. Comparte el estigma del ungido, del
augur que guía al rebaño, una suerte de encarnación del espíritu del pueblo, cada burukide en su
parte alícuota, claro está. Cómo será, que ni siquiera el vocablo mahaikide —otra singularidad de
la tierra—, pese a sus implicaciones siniestras, produce tal temor reverencial ni sobrecoge tanto
el ánimo. En cierto sentido, burukide es lo más a que se puede llegar entre los vascos —casi
como lehendakari, que no deja de ser un gestor, bien que está adquiriendo pátina sacrosanta—.
En cierto sentido, los burukides son el Pueblo vasco.
No sabemos nada sobre el burukide, en realidad. Ahora están eligiendo burukides y apenas
sale una nota en el periódico. En tiempos no muy lejanos, casi ni eso. El burukide como tal y en
el ejercicio de su sacerdocio tiende a la opacidad. Nadie sabe muy bien a qué se dedican
los burukides, qué hacen en la vida, y sin embargo te señalan a uno por la calle y te dicen con
embeleso no exento de aprensión «ese es un burukide» y un escalofrío de respeto te recorre el
cuerpo.
No hacen falta más señas, es burukide y todos le mirarán con alguna devoción o directamente
con fervor. Le rodea un aura, un hálito de respetabilidad, es una especie de Don de la ideología,
un Padrino de los vascos. A primera vista los burukides parecen humanos normales, aunque es
difícil precisar si el burukide nace o se hace. Luego te das cuenta que tienen una seriedad
ancestral, una sonrisa profunda y triste y una mirada que se pierde en lontananza.
No es para menos. El burukide llega a la máxima jerarquía nacionalista y resulta su función
básica vigilar la doctrina, dirigir la comunidad, diseñar la estrategia y la política, controlar a los
cargos nacionalistas... pero no gobernar, sino quedarse con la miel en los labios, al margen del
gobierno al que orientan y marcan directrices, es un suponer. Esta labor doctrinal, de vigilar la
pureza ideológica y definir cada día la ortodoxia, justifica su circunspección tenaz y su carácter
sacral, como el de los druidas.
LA HORA DE LA VERDAD
Los populares vascos fueron decisivos y sus trece diputados, determinantes
para investir lehendakari a Patxi López sin necesitar el voto de Gorka
Manero, de UPyD. La decisión la tomó Antonio Basagoiti la misma noche
electoral: «Logramos trece diputados y fuimos decisivos. Iván no tuvo
ningún papel en esta decisión. La tomó el partido y la respaldó Mariano
Rajoy».
Basagoiti decide apoyar «gratis» a Patxi López. «Fuimos decisivos para
echar a Ibarretxe, para sacar al nacionalismo del Gobierno, demostrar que
era posible la alternancia y que, en España, el PP y el PSOE pactaran. La
noche electoral fue tremenda. Antonio llamó a Patxi cuando sacamos el
escaño número trece. Le dijo: “Te vamos a dar el apoyo, sumamos”. Patxi
se puso remolón. Le argumentó que no hay cultura de que gobierne el
partido que no ha sacado la mayoría. No era como Antonio, no quería ser
lehendakari. Quería ser vicelehendakari y se resistió un poco. Ante las
reticencias de Patxi, le comunicó que iba a anunciar en la rueda de prensa
su apoyo sin contrapartidas, porque no podíamos perder la oportunidad.
Antonio bajó a la rueda de prensa y puso los trece escaños del PP a
disposición de Patxi López», resume Oyarzábal. Redondo no estuvo de
acuerdo porque pensaba que era un error. Solo se lo dijo a Oyarzábal.
Defendió la opción de entrar en el Gobierno con el PSE.
Al joven consultor de veintisiete años no le hicieron caso en estos temas
de nivel, pero otra cosa es que no dijera lo que pensaba. Creyó que para el
PP era mejor opción entrar en el Gobierno, incluso con el PNV pidiendo
que Ibarretxe diera un paso atrás, y sin duda con Patxi López, porque entrar
en el ejecutivo consolidaba al PP vasquista, le habría institucionalizado y
fortalecido con la gestión. Nunca se tomó en consideración esta visión y se
interpretó el Gobierno en minoría de los socialistas como, de facto, un
Gobierno de coalición. Hubiera sido importante visualizar a Basagoiti como
vicelehendakari y compartir el poder real con el PSE, pero se optó por la
oposición, asumiendo el desgaste del Gobierno como si se participara en él.
Iñaki Azkuna, el alcalde de Bilbao por excelencia, tenía como principal
oponente a Basagoiti. Siempre decía que «Antonio tiene que ser ministro»,
porque le veía madera. Algunos piensan que si Basagoiti hubiera optado al
puesto de vicelehendakari, le habría puesto muy cuesta arriba a Azkuna
ganar las municipales. Esta épica, según el relato del PP, es desmontada
desde el Partido Nacionalista Vasco: «Aquello estaba muy acuñado, muy
trabajado desde el Estado. La situación de 2009 empieza a gestarse en 2001,
con la Ley de Partidos Políticos. El PSE tuvo cinco parlamentarios menos,
pero el cambio ya estaba interiorizado por el propio Estado, lo contrario de
lo que pasó con Txiki Benegas y Ardanza unos años antes», sentencia
Joseba Aurrekoetxea. Basagoiti y su nueva dirección dieron el paso,
llevaron a la presidencia del Parlamento a Arantxa Quiroga e hicieron
realidad el cambio en Euskadi al aupar a Patxi López a la Lehendakaritza.
«Tengo que decirte que aquel Iván no es el de ahora. En aquellos años
era un viejo prematuro y un friki de la política, un tipo raro, que te recitaba
las campañas estadounidenses, un tipo pálido al que no le daba la luz del
sol. Dedicaba mucho tiempo a estudiar campañas, anuncios, estrategias.
Una rara avis a la que nadie esperaba y se minusvaloró, excepto Iñaki
Oyarzábal. Muchos lo veían como un iluminado y, de hecho, los siguientes
movimientos de Iván se interpretaron en esa línea. ¿Cómo es que se va a
Extremadura? ¿A Mérida? Eso es una bomberada. ¿Qué hace uno de San
Sebastián en Mérida? Todo esto refleja esa superioridad moral de los
vascos, que pensamos que somos mejores y que del Ebro para abajo no hay
nada», afirma Iñaki Ortega.
«Me hubiese gustado que Iván trabajara con nosotros. Fue una pena no
ficharle en 2015 o 2016. Jorge Moragas se lo curró mucho, pero Iván es
compatible con una agencia de publicidad. Son cosas diferentes. Contar con
él hubiera sido cojonudo», interpreta todavía Oyarzábal. Tras las
autonómicas, continúa trabajando con el PP vasco hasta las municipales de
2011, donde puso en marcha la campaña «Quédate conmigo», que se tocaba
con orquesta en los mítines. Uno de los candidatos que se encontró muy a
gusto fue Javier Maroto, hoy un gran crítico de Iván Redondo. Al contrario
de lo que pueda parecer, Maroto y Redondo no han roto puentes. Se siguen
viendo con discreción. La última vez fue en un almuerzo en casa de Iñaki
Oyarzábal el día de la Constitución de 2020. En el encuentro, Iván les dijo
que el PSC iba a ganar las elecciones en Cataluña y que VOX entraría con
fuerza en el Parlament, haciéndole sorpasso al PP. Maroto respondió con
sonoras carcajadas. Oyarzábal le envió el 14 de febrero de 2021 un SMS a
Iván recordándole el episodio. En el PP no se habían enterado, no quisieron
enterarse, y tampoco quisieron oírle.
Basagoiti encargó a Redondo y Asociados otros trabajos más, trabajos
puntuales relacionados con la Fundación de Estudios Vascos, vinculada al
PP. Iván conoció durante la campaña a Borja Sémper. Sintonizaron y
trabaron amistad, y la relación se intensificó. Sin embargo, Iván, como buen
tímido, mantuvo un secreto. Lanzaba indirectas que sorprendían a Sémper,
que se preguntaba cómo sabía ciertas cosas de su juventud, incluso de su
infancia, aunque no le dio mayor importancia. No supo el porqué hasta
tiempo después. En una fiesta en el Joy Eslava de Madrid organizada por El
Mundo, Borja saludó con efusión a una amiga de la infancia, Sandra Rudy.
Habían sido amigos y vecinos desde niños. Su sorpresa aumentó al
enterarse de que aquella amiga del barrio era la pareja de Iván Redondo.
Cuando se constituye el Parlamento vasco y Patxi López es elegido
lehendakari, Sandra e Iván deciden tomarse unos días de descanso y hacen
su primer gran viaje. Destino: Estados Unidos. Visitan Nueva York, Boston
y Washington. Todavía era primavera, con temperaturas más bien
fresquitas. El hotel de Nueva York no era para tirar cohetes, un hotel
«rancio», en palabras de Sandra. Un comentario sobre el Milford en internet
lo define así: «Un hotel sin atractivo ni encanto. Ofrece pocas prestaciones,
aunque sí un alojamiento limpio y una buena ubicación en el corazón de
Manhattan». La pasión política de Iván le llevó de cabeza a las librerías.
Pasaron muchas horas en las inmensas librerías neoyorquinas , tantas que
en una ocasión Sandra se quedó dormida en un cómodo sillón mientras lo
esperaba. Compraron muchos libros y una maleta para poder traerlos a
España: treinta y dos, incluidos los libros usados a un dólar de Top Books,
junto con todo tipo de merchandising político que todavía conservan en el
despacho en Madrid de R&A COMUNICACIÓN, la empresa sucesora de
Redondo y Asociados. Hasta entonces Iván había viajado poco: un viaje en
Semana Santa a Sevilla y otro a Madrid para participar en la Liga de
Debates Universitarios, sin contar sus idas y venidas a Navarra para ver a la
familia, y fuera de España, además de Francia por proximidad, una vez a
Londres.
La nueva empresa se estaba consolidando. Tenía como activos el éxito
de García Albiol y de Antonio Basagoiti, pero necesitaba prestigio para
darse a conocer. En 2010 presentaron la campaña de Euskadi a los premios
de la Asociación Americana de Consultores Políticos, los PollieAwards, los
«óscar» de la comunicación política. Se presentaron en 2010, 2011 y 2012 y
en las tres ediciones lograron premios. Los PollieAwards exigen que en
cada convocatoria se presente un trabajo del año anterior, por lo que en
2010 presentaron la campaña de Basagoiti, que realizaron en 2009.
Obtuvieron un oro por un anuncio en el que unos niños iban desgranando el
programa del candidato. El último de los niños decía «quiero ser
lehendakari», centrando la pelota al candidato que remataba: «Lo más
importante es el futuro de nuestros hijos, debemos ocuparnos del empleo,
de la libertad y de las libertades. Soy Antonio Basagoiti y también quiero
ser lehendakari». Concluía con una voz en off que decía: «Vuelve a creer en
la política. Aurrera begira. Mirando al futuro».
El vídeo no lo realizó una productora. De la narración y el guion se
encargó Iván Redondo. La grabación, el sonido y el montaje corrieron a
cargo de Enrique Simancas: «Simplemente nos entendemos y nos
compaginamos. Tiene una idea y sé cómo contarla, las imágenes que quiere
y cómo las quiere. Con estas premisas, hacíamos buena calidad y sufrimos
juntos las zancadillas que nos iban poniendo en el mundo de los asesores
del PP». Simancas todavía se acuerda del mal rato que pasaron en Madrid
mientras esperaban a que, a veinticuatro horas del inicio de la campaña en
Euskadi, Jorge Moragas les diera el visto bueno. «Nuestro hueso era
Moragas. Estábamos esperando el OK desde primera hora de la mañana. Lo
teníamos todo preparado para lanzarla, pero nos tuvo de plantón hasta el
mediodía. Estaban cagados porque lo de Basagoiti de niño les ponía
nerviosos», recuerda.
El vídeo lo ideó Iván con el apoyo entusiasta de Oyarzábal. «Me llama y
me cuenta la idea, una idea para ya, no para dentro de un mes. Me habla de
niños, de una casa. Le digo que eso es imposible, que si aparecen críos se
necesita una autorización de la Comunidad de Madrid, varias licencias, y
eso comporta un mínimo de diez días. La respuesta fue taxativa: “No
tenemos tiempo” —cuenta Enrique Simancas, entusiasmado mientras
explica cómo se pergeñó el vídeo, improvisando—. Pensé en mi familia,
con niños para aburrir, y nos pusimos manos a la obra. Alquilamos la casa
de un amigo y les dimos fiesta en el colegio. Estaban encantados. Mi hijo,
un sobrino e hijos de amigos fueron los protagonistas en Villanueva de la
Cañada.» Esto sucedía en el terreno práctico, pero Simancas también tiene
otra explicación más teórica, si se quiere: «El equipo lo formábamos cuatro,
Iván, un servidor, un ayudante y un técnico de sonido. No necesitábamos
más. Si tienes el mensaje, todo fluye. La técnica añade un buen plano y un
buen sonido. Tanto a Iván como a mí nos gustaba la película Tucker, un
hombre y su sueño, que explicaba que lo importante era la idea, que la
técnica se construye sobre la marcha. Con la idea y la técnica ganó los
premios PollieAwards de comunicación política. No había detrás ni una
productora, ni un equipo de producción. Por eso podíamos poner un precio
competitivo. Iván es superhonesto, nunca me ha hecho jugadas feas y
siempre va de cara».
La aventura en la casa de la sierra madrileña salió bien. A partir de este
momento, Enrique colaboró con la empresa en cursos de formación, vídeos
y otras actividades, y se convirtió en amigo de la pareja. Unos años más
tarde, el 1 de abril de 2017, hizo el vídeo de su boda. En los Pollie
estadounidenses obtuvieron otro premio: un bronce por el cartel de la
campaña en el que Basagoiti de niño aparecía al lado de un «quiero ser
lehendakari».
Los premios, que se entregaron en Phoenix, causaron furor en Redondo
y Asociados. Se presentaron gracias a la ayuda de Alfredo Franco, que les
ayudó a traducir las propuestas al inglés. Alfredo, compañero de Sandra,
también estaba sin trabajo tras dejar Ulled y meses más tarde se incorporó a
Redondo y Asociados. Para celebrarlo hicieron una nota de prensa, porque
la empresa se convirtió en la primera consultora española que recibía esta
distinción por una campaña estrictamente española. Algunas consultoras ya
habían obtenido estos galardones en años anteriores, pero por campañas
realizadas fuera de nuestras fronteras, sobre todo en América Latina.
Alfredo sigue trabajando con Iván en la Moncloa.
«Para nosotros fue lo más», recuerda Sandra, aunque siempre hay un
pájaro de mal agüero. Un periodista se puso en contacto con ellos para
comentarles que le había «llamado una persona del sector afirmando que
sois unos farsantes, que es falso que hayáis ganado estos premios». La
primera reacción fue de sorpresa e incredulidad, hasta que conocieron el
nombre del autor de las llamadas a los medios. Los premios fueron una
realidad y volvieron a ganar con la campaña de Extremadura. Repitieron
triunfo en 2011 y 2012, con tres premios en cada convocatoria. En 2012
consiguieron dos con la campaña de José Antonio Monago, a la mejor cuña
de radio y al mejor anuncio de televisión. Hubo un tercer premio, un Pollie
de oro en la categoría de Asuntos Públicos de ámbito internacional, por el
audiovisual «Memoria, compromiso y libertad», un vídeo de homenaje a las
víctimas de ETA realizado para un acto que organizó la Fundación Popular
de Estudios Vascos y presidió Mariano Rajoy en el Palacio Euskalduna de
Bilbao. Los ocho galardones siguen hoy ocupando un lugar especial en las
oficinas de la empresa.
Algunos en el sector no ven bien los premios Pollie, los «óscar» de la
comunicación política. Luis Arroyo, que dirigió al primer Sánchez que
llegó a Ferraz tras imponerse en las primarias a Eduardo Madina y José
Antonio Pérez Tapias, los menosprecia: «Todo el que se presenta obtiene un
premio. Por eso no me he presentado nunca». Arroyo fue el jefe del
gabinete de Miguel Barroso en su etapa de secretario de Estado de
Comunicación y asesoró a Carme Chacón desde su llegada al Ministerio de
Vivienda hasta la campaña de las primarias abiertas de 2014 que acabó con
su retirada. De esa campaña nonata no guarda un buen recuerdo. En su
despacho de la calle Zorrilla, con vistas en primerísimo primer plano al
Congreso de los Diputados, duermen el sueño de los justos en un altillo
decenas de camisetas con el lema «El cambio empieza por nosotros». Lo
que pudo ser y no fue para una dirigente socialista con fuerza y
convicciones, a la que la muerte nos arrebató muy temprano.
Las camisetas, como la campaña, no vieron la luz. «Carmen no tenía que
haberse retirado. Al hacerlo, dejó abierto a Sánchez el camino hasta la
Secretaría General. Lo estuve asesorando durante dos años con una
estrategia basada en corrupción cero, de ahí la contundencia en el caso de
las tarjetas black; en calle, calle, calle, con el objetivo de darlo a conocer y,
a partir de enero de 2016, fortaleciendo la imagen presidencial.»
Desde entonces, Iván Redondo ha vuelto a Euskadi de vacaciones para
ver a la familia y a los amigos. Alguna vez, también para trabajar. En una
ocasión asistió a una reunión en Sabin Etxea invitado por Joseba
Aurrekoetxea. En esa reunión estaba el lehendakari Iñigo Urkullu. Querían
repasar los datos de las encuestas e Iván les dijo que estaba hecho, que el
PNV volvería a ganar. No era una relación comercial, simplemente querían
la opinión de un experto en el que tenían confianza, lo que demuestra un
tipo de relación que en Madrid no se «pilla». Las relaciones no siempre son
monetizadas, son relaciones personales de un partido con un asesor que no
es un político. Es más, un asesor que es un rival. Me van a permitir que lo
diga: en el PNV son muy profesionales, hablan con quien tienen que hablar
para luego saber qué teclas tocar en momentos complejos. Son hábiles.
La segunda vez fue al Círculo de Empresarios Vascos, cuando ya
ocupaba su puesto en la Moncloa. Lo presentó el presidente de Iberdrola,
José Ignacio Sánchez Galán: «Lo recuerdo muy bien, fue en la Torre
Iberdrola poco después del verano de 2019. Su intervención generó muchos
comentarios entre los asistentes por su brillantez, claridad y transparencia.
Pasamos revista a la situación política, social y económica, como es
habitual con todos los ponentes, y no reparó en contestar a todas las
preguntas de los asistentes de una manera muy precisa. No le voy a revelar
nada de la reunión porque estos encuentros están envueltos en la discreción.
Sí le puedo decir que no se calló nada, dijo las cosas como las pensaba. Fue
directo y transparente. Y un detalle: se sabía jugando en casa».
Iñaki Ortega lo sabe bien. Vinculado al empresariado desde la Deusto
Business School, se lamenta de que el PP lo dejara escapar: «Hay que
entender por qué el PP no ha aprovechado a Iván. Eran otros tiempos. Por
entonces era todo un personaje. Es un tipo muy especial, muy introspectivo,
estudioso, reflexivo, muy joven para la generación que mandaba en el PP de
Madrid y un outsider. Moragas es diplomático, Rajoy registrador de la
propiedad y él era un chico joven con una carrera incipiente en provincias y
con Basagoiti, que era un enfant terrible. Con Monago, que se presentaba
como la izquierda del PP, el barón rojo. Se le menospreciaba y
minusvaloraba porque no estaba en el radar. No es un tipo que haya
demostrado nada, no es un señor de las grandes familias, no venía
recomendado por nadie. ¿Recomendado por García Albiol, Basagoiti y
Monago? ¿Quiénes son esos? En el PP decían que estaban en otro nivel.
Iván enamora a Albiol, Basagoiti y a Monago porque les va mal. Enamora a
Sánchez porque le va mal. Todos se agarran al clavo ardiendo que
representa Iván porque no tienen nada que perder, porque no tienen nada.
¿Quién era Sánchez en ese momento? Un perdedor. Monago se presentaba
en un lugar en el que no se podía ganar nunca. Basagoiti estaba en el peor
sitio para hacer política y Albiol ni te cuento. Si Sánchez hubiera sido
presidente del Gobierno, nunca lo hubiera contratado. Se encontraron en el
momento adecuado. Iván se apuntó con los perdedores, con los que nadie
quería estar. No tenían otra cosa». Así empezó la historia con el PP, que le
dio la oportunidad, y acabó con el PSOE por casualidad.
Iván siempre ha jugado el partido con candidatos que tenían la pátina de
perdedores o se lo parecían a la gran mayoría. Fueron sus «misiones
imposibles» particulares, siempre jugando el partido, siempre con un
equipo, como aquel ya lejano de críos de su barrio. Aceptó entrenarles y
enseñarles a jugar al fútbol, y acabaron ganando trofeos. Nadie creía en
ellos, como nadie creía en Albiol, Basagoiti, Monago, Sánchez e Illa.
Asume sus retos porque «es una persona noble, de palabra, que cumple lo
que dice. Como decimos en el País Vasco, euskaldunhitza, “palabra de
vasco”», afirma Rosa Díez Urrestarazu, la profesora que le puso una
matrícula.
7
MINUTO 93
EMPIEZA EL BAILE
García Albiol se colocó en buena posición en 2007 y se propuso conquistar
la alcaldía en 2011, por lo que mantuvo su relación con la consultora
Redondo y Asociados. Los populares vascos también le renovaron su
confianza. En las elecciones municipales y autonómicas de 2011 se preveía
un gran movimiento en el tablero, ya que el PSOE estaba en horas bajas,
agobiado por una crisis económica cuyas recetas impactaron negativamente
en su electorado. Los comicios municipales y autonómicos se prometían
como una suerte de primarias de las generales de 2011.
Tres personas se pusieron en contacto con Iván Redondo en esas fechas:
un senador extremeño, José Antonio Monago; un joven dirigente socialista
de Madrid, Borja Cabezón, que se presentaba como cabeza de lista en su
pueblo, Majadahonda, un feudo tradicional del Partido Popular en la
Comunidad; y otro joven y desconocido dirigente de Coalición Canaria,
Pablo Rodríguez Valido, que se presentaría en Telde, en la isla de Gran
Canaria.
«Nos conocimos a través de un amigo común, conectamos, tuve buenas
sensaciones y, con el tiempo, le contraté para la campaña en Majadahonda.
Tomé la decisión en un momento difícil, sobre todo en mi ciudad. Todos
teníamos en la retina el 10 de mayo de 2010 y mi municipio no es
precisamente un lugar donde se prodigue el votante socialista. Esta
dificultad nos unió mucho y, además, era mi primera campaña electoral. La
hicimos con mucha ilusión y por amistad. De hecho, nuestro lema fue
“Recupera la ilusión”», recuerda Borja Cabezón. Tuvieron sintonía desde el
primer momento por su forma de entender la política, por su pasión por la
misma y por conexión generacional. Presentarse a esas elecciones fue un
reto sobrehumano si se tiene en cuenta que el PSOE estaba en caída libre y
que Majadahonda es terreno comanche para los socialistas. El panorama era
sombrío, quería intentarlo y pagó los honorarios de la campaña de su
bolsillo.
Felipe González participó en el mitin central. «Fue una campaña muy
profesional, meticulosa, cuidada hasta el más mínimo detalle. Aprendí
mucho y me sirvió cuando coordiné la campaña de Ángel Gabilondo en
2019. Me gustó su conocimiento, la neutralidad con la que analiza las cosas
y la facilidad que tiene para encontrar espacios donde a priori no los hay.
Había que tener valor para presentarse en Majadahonda, trabajó con pasión
y los resultados fueron más que aceptables en un momento en el que al
PSOE se le caía todo», dice Cabezón. Los populares lograron catorce
concejales y revalidaron la mayoría absoluta. El PSOE quedó segundo con
cuatro, pero resistió al empuje de UPyD e Izquierda Unida. No fue un gran
resultado, pero se libró de desaparecer cuando lo tenía todo en contra.
«Detecté que era un profesional como la copa de un pino. Además, da
tranquilidad, explica qué tipo de proyecto tienes que construir, qué
conocimiento debes tener de la población y qué campaña has de hacer.
Realiza el trabajo independientemente del color político que tengas»,
señala. Borja Cabezón tiene claro que no existía un conflicto de intereses.
Redondo trabajó desde la independencia ideológica, además de con el
PSOE en Majadahonda, con Coalición Canaria en Gran Canaria, con el PP
en Badalona, en Euskadi y en las autonómicas de Extremadura. Ninguno de
estos casos colisiona porque sus efectos se circunscriben a sus territorios.
Lo que no se podría es asesorar al PP en Extremadura y al mismo tiempo al
PSOE en Don Benito. El territorio es lo que marca la incompatibilidad.
Borja Cabezón desconocía la existencia del tercer candidato (no decir
más de lo estrictamente necesario) que se había puesto en manos del
consultor Redondo. No pertenecía ni al PP ni al PSOE y estaba de acuerdo
con el axioma de que «el territorio marca la incompatibilidad». Era Pablo
Rodríguez Valido, por entonces líder de las juventudes de Coalición Canaria
en la isla de Gran Canaria: «Nos conocimos en Madrid en 2009 a través de
un amigo común que había hecho un curso con Iván. Conectamos y me
fascinó su capacidad de persuasión». Dos años más tarde, Pablo no tenía
ningún cargo público y solo era el líder de las juventudes de Coalición
Canaria. Sus compañeros le propusieron ser el candidato en Telde, un
municipio de cien mil habitantes. El nacionalismo canario se había dividido
en una convulsa escisión, todas lo son, y todos los cargos electos y casi todo
el partido al completo en Gran Canaria se integraron en Nueva Canarias.
«No teníamos representación en Telde, Nueva Canarias ostentaba la alcaldía
y ocupaba un espacio central. La misión era casi imposible. En 2007
presentamos a un candidato que había sido alcalde y no obtuvimos ni un
regidor. A mí ni siquiera se me conocía y la marca en la isla no estaba en su
mejor momento. Nada sumaba», recuerda Pablo. Por eso le pidió a su
amigo Redondo que le echara una mano.
Siempre que se le pregunta, Iván dice que más que trabajar con
Coalición Canaria, trabajó con Pablo, con quien tuvo una gran conexión, y
el escenario endiablado hizo el resto. Sonríe cuando se le recuerda este
momento: «Hicimos un gran trabajo de equipo y te digo honestamente que
no fue un negocio ni para Iván ni para su agencia. Lo hizo por
convencimiento y por amistad». Coalición Canaria se hizo fuerte en
Tenerife y necesitaba un golpe de efecto para recuperarse en Gran Canaria.
Además del escenario y la amistad, le pareció un reto interesante que en las
islas las campañas sean mucho más americanas, una misión imposible más.
Pablo Rodríguez Valido obtuvo dos regidores, los suficientes para ser
decisivo. Fue vicealcalde en coalición con el PP y gobernó, dejando fuera al
histórico alcalde de Nueva Canarias, Paco Santiago.
«Su trayectoria es de retos imposibles. De haber estado graduándose
como comunicador político, lo de Telde sería un trabajo de final de grado.
Innovamos mucho, hicimos cosas que nadie había hecho y polarizamos con
Nueva Canarias para darme a conocer. Entramos en el consistorio y fuimos
la llave», apunta Rodríguez Valido. Además de la campaña, Iván diseñó el
camino del futuro político más inmediato de Pablo. En 2016, el presidente
Fernando Clavijo lo nombró vicepresidente del Gobierno. Hasta ahí llegó la
fuerza que logró en Telde. El primer consejo que le dio Iván fue que dejara
las juventudes, porque nadie vota al líder de las juventudes. Logró sus
objetivos.
Lo recuerda como si fuera ayer. Ambos lo habían mantenido en secreto
o, más bien, en la discreción: «Es cierto que no era conocido. Nunca lo
habíamos contado y serás el primero que lo hagas. Vino mucho a Canarias y
ahora, desde que está con Pedro Sánchez, me dicen: “Oye, ¿ese no es tu
amigo?”. Me ha hecho mucha ilusión que se sepa que trabajamos juntos.
Tuve ese privilegio. Ahora se dicen verdaderas barbaridades».
«No tenía ningún tipo de experiencia. Era joven y fue todo un reto. Los
eslóganes son efímeros y casi no me acuerdo de los de ninguna campaña de
las que me he presentado. De esa, sí: “Aire nuevo”. Y años después la gente
me seguía asociando con ese lema por mi forma de hacer política. El resto
de formaciones me decían que estaba haciendo una campaña para el futuro.
Vio que Telde solo era un paso, vio mi carrera al completo. Mucho no se
equivocó. He sido vicepresidente del Gobierno, sigo como diputado y
Coalición Canaria ostenta la alcaldía de Telde. La comunicación política, la
pasión por la política, fue nuestro punto de conexión. “Aire nuevo” caló
muchísimo porque había una demanda de renovación. En aquel tiempo se
hablaba mucho de renovación, de regeneración, de gobierno abierto y
términos que hoy son muy habituales pero entonces no lo eran. Iván aportó
esta innovación.»
En esa época se produjo un cuarto contacto que quedó en nada. El PP
nacional le volvió a cerrar las puertas. No era la primera vez. Lo hizo en
2007 en Badalona, miró para otro lado en 2008 y en Génova desconfiaron
en 2009 durante la campaña vasca. Sus éxitos en Euskadi y Cataluña
propiciaron que algunos dirigentes populares insistieran en que el partido lo
fichara para la campaña de Mariano Rajoy. Ante la insistencia, en 2011 se
produce un encuentro con la mano derecha de Rajoy en San Juan de Luz.
Jorge Moragas iba acompañado de una persona de su máxima confianza,
Alfonso de Senillosa, más tarde director de Seguridad Nacional. Iván llegó
a la población vasco francesa acompañado de su suegro, que le llevó en
coche desde Euskadi. El encuentro fue amable, pero no se logró un acuerdo.
Redondo puso como condición sine qua non tener relación directa con
Mariano Rajoy y Moragas no lo aceptó. Quería despachar directamente con
Redondo y no tenía intención de dejar que le «puentearan», según él
entendía la cuestión. Debía pensar que ya tenía bastante puenteo con la
presencia de Pedro Arriola. Moragas ha declinado participar en este libro.
EL PP PIERDE SU OPORTUNIDAD
Más tarde, en 2015, no es que lo rechazaran, es que le cerraron la puerta de
un portazo. «Hay un rumor insistente que me cuentan algunas personas, que
el PP rechazó a Iván sin tener una figura similar. Sigue sin tenerla porque
Miguel Ángel Rodríguez no es el del PP, es de Ayuso. Casado necesita otra
cosa. Para ganar puede esperar el hundimiento de la izquierda o el
hundimiento de VOX, y no parece que vaya a pasar ninguna de las dos
cosas. No ganará nunca si hace un discurso que legitime a VOX. En la
moción de Abascal se desmarcó de la ultraderecha, pero en su día a día
repite el discurso de que estamos ante una dictadura como en Venezuela o
Cuba. Si dices esto y te lo crees, la respuesta es VOX, no el PP, excepto en
Madrid, y más tras la convocatoria electoral. El PP no ha encontrado a
nadie con la finura suficiente. Rajoy tenía a Arriola, que sabía que no podría
gobernar si tenía el mismo discurso que Esperanza Aguirre. Si quieres
gobernar con los no independentistas catalanes o vascos, no puedes hacer
ese discurso. Rajoy lo entendió; Casado, no», apunta Nacho Escolar.
«Lo calificaban de vendehúmos y no era bien recibido en Génova —
recuerda Javier Negre, quien añade—: Visto lo visto, el PP perdió su gran
oportunidad. Si el PP no le hubiera cerrado las puertas, hubiera cambiado la
historia, porque Pedro Sánchez no sería lo que es sin Iván Redondo.
Hubiera sido imposible.» Estas opiniones de Nacho Escolar y Javier Negre
no difieren mucho de la realidad. Iván volvió a Madrid antes de las
generales de 2016 y de las catalanas de 2015. En ese momento, Javier
Negre publicó un artículo en El Mundo: «El hombre que creó a Xavier
García Albiol, el “gigante” de Rajoy para Cataluña», que decía en el último
párrafo: «Cumplido un ciclo, el donostiarra ha rechazado su propuesta [de
Monago] de acompañarle en la oposición. Ahora tiene pensado desconectar
del ámbito político. Tiene dos ofertas, una de ellas de una de las empresas
más punteras del Ibex 35. Sin embargo, una llamada de Albiol le podría
trastocar sus planes. “Él no quiere ser su asesor durante la campaña. Sabe
que es un marrón y que es muy difícil conseguir algo en solo dos meses,
pero si le llama ahí estará”, cuenta un allegado a Redondo. Los contactos ya
se han iniciado».
Javier Negre siempre ha tenido buena información del PP y Redondo
leyó su artículo atentamente. Se cumplió lo que decía. Xavier García Albiol
le llamó y le pidió que le llevara la campaña. La respuesta fue negativa. Le
explicó que presentarse en Cataluña era un error porque su ámbito era local
o nacional, no autonómico. La conversación se produjo por amistad y
porque Iván quiso serle sincero. Las autonómicas no eran el partido de
Xavier. Los datos así lo demuestran. En 2015 ganó las municipales en
Badalona y no tuvo la vara de mando porque toda la oposición se unió tras
el candidato del PSC. Se presentó a las autonómicas de 2015 sin ser el
presidente del partido, con una presidenta que no quería asumir el reto y
dimitió buscando acomodo en la Asamblea de Madrid, y con el partido en
plena crisis. Tras el fiasco, García Albiol volvió a Badalona a jugar en su
liga y en 2019 volvió a ganar las elecciones. A Negre le pasaron la
información para presionar a Iván, para que aceptara llevar la campaña,
aunque en el mismo artículo se puede leer la respuesta: Iván no lo va a
hacer. Que no iba a salir bien no fue una previsión errada. El PP logró once
diputados en 2015 y solo cuatro en 2017. En 2021 casi desaparece del
hemiciclo con tres exiguos diputados. La noche de la derrota, García Albiol
le envió un SMS a su amigo Iván. Estaba tocado.
Hay que tener en cuenta otro elemento. Había ocurrido algo que
predispuso a Iván en contra del PP. Sucedió en la Moncloa cuando tuvo un
encuentro con el presidente Rajoy porque aspiraba a dar el salto a la política
nacional. Como cuenta unas páginas atrás un dirigente del PP, que prefiere
mantener su anonimato, su jefe de Gabinete, Jorge Moragas, ridiculizó su
trabajo delante del presidente e Iván lo consideró una falta de respeto «se
equivocaron».
Aquí acabó una historia que empezó en 2007, cuando el PP le dio una
oportunidad. Le ocurrieron muchas calamidades tras la derrota de
Extremadura y acabó con el presidente Sánchez. Una etapa de locos, de
personas, de momentos, donde hay que saber ganar, saber perder y saber
parar. Quedó muy quemado tras la derrota de 2015 en Mérida y se tomó un
respiro, pero este duró poco.
«Siempre supe que estaba trabajando para el PP. Los partidos políticos
ya no son tal y como los entendíamos en los años ochenta porque la política
evoluciona y muchos van a acabar siendo plataformas electorales al estilo
de la de Macron. Ahora más que ideologías son ideas, alternativas para la
sociedad. El PSOE es socialdemócrata y lo tiene en su ADN, pero los
candidatos modulan su mensaje en función del momento social, del
momento en el que viven. No tiene nada que ver la sociedad de Pedro
Sánchez con la de Felipe González, pero el PSOE siempre ha tenido la
habilidad de detectar por dónde iba la sociedad española y qué hacer para
conectar con ella. Iván Redondo tiene la capacidad de detectar la situación y
lo hace triturando datos. Olfato, talento y trabajo, mucho trabajo: no tiene
suficientes horas el día», señala Borja Cabezón.
«Es un hombre de personas más que de partidos, más de ideas que de
ideología. Estoy absolutamente convencido. Es el momento de los
profesionales que trabajan desde la equidistancia, con capacidad de análisis
y visión de las jugadas más allá de la inmediatez. Iván siempre va un paso
por delante en el tablero político. Tiene una obsesión sana con todo esto, lo
estudia todo desde primera hora de la mañana y tiene una capacidad de
trabajo brutal. Sabe qué fichas mover y qué fichas se van a mover. Nunca
me impuso una propuesta ni tampoco lo pretendía. Ve los diferentes
escenarios, todos, para que cuando tomes la decisión lo hagas con
conocimiento. Es el político el que tiene que tomar la decisión porque es el
que pone la ideología; Iván pone la profesionalidad. Es un camino que no
tiene vuelta atrás —apunta Pablo Rodríguez Valido, quien en la
conversación destaca el apoyo que siempre tuvo de una persona de
Coalición Canaria, la diputada Ana Oramas—. Siempre me ha apoyado
muchísimo. Es un animal político.» No seré yo quien le lleve la contraria.
Oramas no deja a nadie indiferente cada vez que interviene en el hemiciclo.
Es vehemente y razonable, centra el debate en la política y, en los tiempos
que corren, eso es muy de agradecer.
«Lo contrataría sin pensar. Vistos sus resultados, sería un buen fichaje.
Le han creado un personaje que, conociendo su humildad, es falso. No creo
que le guste que se diga que es el que preside los Consejos de Ministros y lo
he leído. Nunca me sentí amenazado por Iván cuando trabajamos juntos y
eso que era un principiante. Creo en el liderazgo colectivo y en el trabajo en
equipo, con decisiones compartidas. Por eso también Iván jamás me impuso
ninguna decisión. Te podía convencer, eso seguro. Y un detalle: nunca me
presentó una opción, te presenta varias alternativas para que elijas aquella
con la que te sientas más cómodo», concluye Pablo.
Borja, por su parte, argumenta que «es el oscuro objeto de deseo de los
de fuera y también de los de dentro, aunque todos saben que el que toma las
decisiones es Pedro. También las tomaba yo cuando trabajé con él. Le
atacan porque entienden que su trabajo es positivo para el presidente y
porque define una nueva concepción, un proyecto nuevo para España. Nos
guste o no, más allá de Iván, e incluso del presidente, en España se está
gestando un nuevo mapa político. Es lo que pasa siempre. Cuando alguien
destaca quieres que esté en tu equipo. Y cuando no está, lo quemas en la
hoguera, porque todos quieren tener un Iván».
Durante la crisis del PSOE, Borja Cabezón acabó en la gestora. Se
reunieron en un sinfín de ocasiones para analizar la situación política y el
hervidero en que se había convertido el partido: «No me dio detalles de su
relación con Pedro, solo me comentó que hablaban a menudo. Cuando ganó
Pedro, volví a mi actividad privada. A finales del verano de 2017 me llamó
y quedamos para tomar unos vinos en Pintor Rosales. Empezó a hablar en
un lenguaje críptico. Recuerdo que me dijo que teníamos que hablar
detenidamente, que la gente con vocación política no podía abandonar... Yo
no entendía nada. ¡Cómo me decía todo eso cuando yo estaba en la gestora
y Pedro había arrasado! Esa misma noche me enteré de que se había hecho
oficial que el secretario general del PSOE lo había fichado para su equipo.
Le mandé un mensaje. Se rio y me dijo sin inmutarse que por eso quería
verme. Pero en la cita no soltó prenda». No fue la última vez que Iván
vaciló a Borja.
LA AVENTURA DE EXTREMADURA
José Antonio Monago lo conoció en el Senado. El joven consultor de
veintinueve años trabajaba con el Grupo Popular en la Cámara Alta y una
persona del Departamento de Comunicación del PP los puso en contacto
porque el senador extremeño buscaba ayuda profesional para su campaña
de las autonómicas. Nadie creía en su proyecto. El PP se había conformado
con ser el segundón en el feudo histórico del PSOE. La primera toma de
contacto se produce en Madrid, en los alrededores del Senado. Ambos
sintonizan y, al cabo de unos días, se vuelven a encontrar. Esta vez Monago
acude acompañado de dos personas de su máxima confianza, Cristina
Teniente y Fernando Manzano. Se cierra el acuerdo.
El expresidente de la Junta rememora aquellos días: «La vida son
casualidades y cruces de caminos. Me eligieron presidente del PP de
Extremadura en 2008 y no tenía ninguna intención de serlo porque teníamos
prevista la transición en la alcaldía de Badajoz, pero las discrepancias en el
seno del partido me llevaron a presentar mi candidatura. Un año antes de las
elecciones hice una reflexión: necesitaba una persona de apoyo para
cambiar la inercia del partido. Quería a alguien para conectar mejor con la
sociedad y le encargué a Luis Alfonso [Hernández Carrón], que luego fue
consejero de Sanidad, que indagara y lo buscara. Me planteó dos o tres
propuestas y me dijo que una era un chaval que había trabajado con
Basagoiti y con García Albiol, pero que era muy joven. Contacté con él y
quedamos en un bar de Madrid para tomar una cerveza. Me cautivó. Lo
primero que me dijo fue: “¿Tú piensas ganar las elecciones, quieres ganar
las elecciones, crees que las puedes ganar?”. Me quedé helado. “Pues claro
que pienso que las puedo ganar. He dejado mi carrera en Badajoz y me
embarco en una historia. ¡Como para no ganar!”, le dije. Me pareció una
impertinencia».
El grupo empieza a prepararse para el asalto al omnipresente poder de
los socialistas extremeños, que se presentaban con el presidente de la Junta
al frente, Guillermo Fernández Vara. En la calle Génova «no daban un duro
por Monago», lo que favoreció la autonomía de los populares extremeños, y
de Iván, en la preparación de la estrategia, la definición del mensaje y la
planificación de los objetivos.
Primer objetivo: cambiar la imagen del Partido Popular extremeño, muy
vinculado a «los señoritos», y doblegar el clientelismo instalado tras años
de gobierno socialista en una comunidad con la mayor tasa de funcionarios
por habitante de España. Los obstáculos eran infinitos. «Teníamos
posibilidades de ganar y creíamos en la victoria, pero la gente, no, e incluso
algunos compañeros se reían. Cuando me eligieron presidente del partido,
fui a Madrid y Ana Mato me lo dejó claro: “No vais a ganar nada”. “Vaya,
pues muchas gracias”, le contesté. La noche electoral me llamó Mariano
Rajoy: “Bueno, José Antonio, felicidades, pero ya sabes que esto no va a
ser posible, yo no lo veo”. Daba por hecho que Izquierda Unida votaría al
PSOE. No lo hizo y lo nuestro salió. Teníamos fe, pero solo Iván y yo, y
tres más y el del tambor», dice Monago, quien casi acierta en el número. El
núcleo duro fueron José Antonio Monago, Cristina Teniente, Luis Alfonso
Hernández Carrón, Juan Parejo y Fernando Manzano, el club de los cinco.
El origen del club de los cinco hay que buscarlo en la infancia de Iván, que
leyó los libros de la colección y trasladó su espíritu a su trabajo porque,
para hacer política, no hace falta mucha gente. Los Cinco (The Famous
Five) es una colección de libros de éxito de Enid Blyton en los que dos
chicas, dos chicos y un perro investigan diferentes casos en los que
converge el misterio y la aventura.
Segundo objetivo: cartografiar la comunidad extremeña y definir los
veinte municipios en los que había que ganar u obtener un buen resultado.
El efecto arrastre llevaría al PP a ganar las elecciones. ¿Cómo hacerlo?
Ofreciendo a la sociedad extremeña un cambio, un cambio político que
aportara un cambio social.
Tercer objetivo: socavar el apoyo que ostentaban los socialistas
definiendo los colectivos sobre los que incidir, como los parados de larga
duración, mayores de cincuenta y cinco años que llevan mucho tiempo en el
paro; los jóvenes, obligados a irse de la comunidad para trabajar; y las
mujeres, que en Extremadura sufren una discriminación adicional.
Cuarto objetivo: una vez definida la estrategia, identificados los
mensajes, cartografiada la geografía y estudiadas las reivindicaciones de los
colectivos, preparar la campaña desempolvando ideas de la reciente
campaña vasca con un relato distinto al tradicional de los populares. Se
trataba de pasar de Carlos Soriano, exlíder del PP en la Comunidad, a José
Antonio Monago, de lo viejo a lo nuevo, de dejar de ser la casta de la mano
de un candidato hecho a sí mismo, nacido en una familia humilde y de
profesión bombero, que en sus ratos libres realizó los estudios de Derecho,
un hombre que sabe de lo que habla.
Quinto objetivo: fijar el mensaje. Lo primero es el empleo; hay razones
para cambiar; Monago, presidente.
Monago no solo ganó las elecciones, sino que remontó 15 puntos, la
mayor remontada de la historia en unas elecciones autonómicas, y se quedó
a 5.000 votos de la mayoría absoluta, a un diputado. Era la primera vez que
el PP ganaba en Extremadura. En Génova seguían sin apostar por él porque,
como Rajoy, daban por hecho un pacto entre los socialistas e Izquierda
Unida, lo que les arrebataría a última hora la presidencia. No confiaban en
una solución alternativa al pacto de las izquierdas. Sin embargo, Iván
Redondo se empecinó en jugar el partido hasta el final, en aprovechar ese
minuto 93 para dar la vuelta a una situación que parecía irreversible. Ya
había previsto y estudiado la fórmula que se debía utilizar para convencer al
líder de Izquierda Unida, Pedro Escobar: se trabajó en un acuerdo de bases
para el cambio, un documento que se gestó un domingo en el que parecía
que todo estaba perdido. Iván insistió en que había que tomar la iniciativa y
el domingo siguiente Monago ya era presidente.
EL ÚLTIMO MINUTO
El cambio en las formas de gobernar, el cambio de Gobierno para cambiar
la sociedad: el concepto de cambio se repitió hasta la saciedad durante la
contienda electoral y se convirtió en un ansiado pase de gol, logrado en el
último minuto del partido aprovechando las malas relaciones entre
comunistas y socialistas, que se habían enquistado tras años de predominio
del PSOE.
Izquierda Unida se abstuvo y Monago fue elegido el primer presidente
del PP de la democracia en Extremadura; Cristina Teniente fue nombrada
primera vicepresidenta de la Junta; y Fernando Manzano, presidente de la
Asamblea. Monago fue el primer presidente en no ser investido en la plaza
del Rastro, sino en el incomparable escenario del Museo de Arte Romano
de Mérida. Sin embargo, ese día el diario Hoy de Badajoz no habló de
Monago y publicó en la primera página una foto de Fernández Vara
tomándose unas cañas en Mérida. Todo un presagio de lo que iba a ocurrir.
Todo el mundo apunta a que la clave de lo que sucedió fue Pedro
Escobar. No van errados, pero no aciertan del todo. Pedro Escobar y José
Antonio Monago mantenían, y mantienen, una relación especial.
Coincidieron durante años en el Ayuntamiento de Badajoz. Sin embargo, un
hombre clave fue Alejandro Nogales. En 1995, el PSOE de Rodríguez
Ibarra ganó las elecciones, aunque perdió la mayoría absoluta. Ibarra
gobernó en minoría, dando la presidencia del Parlamento a Izquierda Unida.
A mitad de legislatura, se rompió la baraja y el PSOE consiguió mayoría
absoluta con los diputados de Nueva Izquierda, que rompieron con
Izquierda Unida. Fue todo un golpe en lo político y en lo personal que
Nogales, diputado en esa época, tenía muy grabado.
En la legislatura de 2011, además de Escobar y Nogales, también fue
elegido diputado Víctor Casco. La dirección de IU convocó una consulta
para decidir qué decisión tomar en la investidura del presidente. Nogales
rompió el pacto de silencio de la dirección y pidió respeto por la lista del PP
en la Asamblea de Villafranca de los Barros. De los 47 posibles votantes, 46
votaron por la abstención. Se abrió el melón. El voto de Alejandro Nogales
fue clave, porque si Escobar y Casco hubieran votado a Vara, Nogales no lo
iba a hacer. Con su posición empezó la oportunidad de cambio de Monago.
Nogales demostró que no olvidaba lo sucedido años antes cuando el PSOE
engulló a IU. No quería que se repitiera.
El líder de Izquierda Unida, Pedro Escobar, ha retomado su trabajo de
profesor y da clases a presos de español, alfabetización y consolidación de
conocimientos para obtener el graduado escolar en el Centro Penitenciario
de Badajoz. No está en primera línea y reconoce que no es asiduo de las
asambleas del partido, aunque sigue acudiendo, sobre todo para decir lo que
piensa. Es un apasionado de la política y se acuerda perfectamente de lo que
ocurrió: «En 2011, Izquierda Unida volvió a la Asamblea, en la que había
estado ausente en los últimos cuatro años. No pude celebrarlo porque ganó
el PP. Vara pagó el descontento por la actuación del gobierno de Zapatero.
Sacamos tres diputados, justo lo que desequilibraba la balanza y podía dar
la presidencia al PSOE. Nunca disfruté de la situación porque ya veía la que
se nos venía encima. Si apoyábamos al PSOE lo debíamos apoyar siempre,
porque el PP era el primer partido. Era un cheque para cuatro años».
Y añade Escobar: «La abstención nos permitía mantener cierta distancia.
Tengo que reconocer que había cierto rencor en la gente de IU, que no
olvidaba lo que pasó en 1997. Pactamos con ellos y nos utilizaron. El PSOE
es el Pragmatismo Socialista Obrero Español. Además, teníamos muy cerca
el ejemplo de Andalucía, donde el PSOE ha utilizado históricamente a
Izquierda Unida. Eran su muleta para todo y este trabajo nunca tuvo réditos
electorales. En Extremadura, la militancia de Izquierda Unida estaba
cansada. El PSOE era omnipresente y no nos dejaba trabajar bien en los
pueblos, donde los socialistas tenían un dominio mayor. La gente
equiparaba al PSOE con los caciques.
»El debate fue intenso, con asambleas a cara de perro. Recuerdo lo que
me dijo un viejo militante: “Si el PSOE se ha ‘cagao’, que se limpie él.
Nosotros no lo limpiamos. Nosotros a lo nuestro”. Casi un aplastante 80 %
dijo que no apoyáramos al PSOE y, por supuesto, que no votáramos a
Monago. Jamás se planteó votar a favor. Si el resultado hubiera sido al
revés, si el PSOE hubiera ganado, jamás habríamos dado el poder al PP.
Cuando se conoció la decisión, la presión aumentó. Vino Cayo Lara a
Mérida y la Asamblea fue tensa. Le silbaron cuando dijo “vais a apoyar a
los que fusilaron a vuestros antepasados en la plaza de toros”. El ambiente
subió de tono. No convenció al Consejo Político Regional. La votación fue
de 26 a 19, con el apoyo del 80 % de la militancia. Nunca gobernamos con
Monago y nunca votamos a favor del PP. Monago ganó las elecciones y no
tuvo mayoría absoluta porque entramos nosotros en la Asamblea. Si no, la
habría tenido. Nuestro papel fue determinante para cambiar algunas cosas».
«IU estaba harta de trastadas históricas, del robo de diputados y de parte
de la cúpula en 1997. Tengo buena relación con Pedro desde el
Ayuntamiento de Badajoz porque nunca los menosprecié y eso que cabían
en un seiscientos —dice con guasa José Antonio Monago—. Tenemos
muchos puntos en común. Es muy amigo de mi hermano Manolo, que son
de la misma quinta. Lo traté siempre con mucho respeto. Se desquitaron
con el PSOE.»
Con esos resultados, el PSOE se movió rápido para salvar la Junta, pero
cometió un error. No reconoció la derrota, no felicitó al ganador y esa noche
ofreció consejerías con IU, lo que esta formación percibió como un acto de
prepotencia. Los socialistas no tuvieron en cuenta que el PP había
recuperado 15 puntos, se había quedado a cinco mil votos de la mayoría
absoluta e Izquierda Unida tenía memoria.
«Vara me dijo que teníamos que hablar y hablamos, pero nunca nos
ofreció consejerías en esas conversaciones. No sé si lo dijo en público, pero
en privado no lo hizo y me voy a la tumba con ello. Esa posibilidad jamás
existió. Nos quedamos a gusto dando un estacazo al PSOE, pero a lo mejor
nos equivocamos. Teníamos otra alternativa más inteligente, como forzar un
Gobierno de coalición. No lo hicimos porque estábamos muy divididos, con
una fuerte oposición interna. En las generales de ese 2011, meses después
de la abstención que llevó a Monago a la presidencia, los extremeños no
nos castigaron. Sacamos más votos que en las autonómicas de cinco meses
antes», remacha Pedro Escobar.
«En la derrota de 2015 influyeron muchos factores. La crisis económica
fue el principal. Tuvimos un pésimo resultado en las ciudades porque la
crisis golpeó con dureza a las clases medias urbanas. El PP lo aprovechó.
Personalmente, me dolió más la abstención de Izquierda Unida. Hablamos
en varias ocasiones, pero mientras yo hablaba con Pedro, los suyos
hablaban con el PP. Todo esto es ya el pleistoceno», contrapone el
presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara.
Mientras Izquierda Unida tomaba la decisión, Monago estaba con su
mujer y sus hijos en el norte de la comunidad. Estaba apesadumbrado. Tenía
la sensación de que Izquierda Unida no se abstendría. «Recibí una llamada
de Iván: “Vuelve inmediatamente, que eres el presidente electo” —recuerda
Monago, quien narra así las vicisitudes del momento—. Me llamó para que
volviera porque me había ido el fin de semana con la familia de camping.
Pedro recibía muchas presiones; la primera, la de Cayo Lara. Le dije a Iván:
“¿Cómo voy a bajar? ¡Si no tengo ropa para ir a Mérida, que estoy de
camping!”. Hablé con un amigo y me llevó ropa a un hotel a medio camino.
El día fue tremendo y empezó con una anécdota que no conocen sus
protagonistas. Estaba en la cafetería del camping, sin gafas, y me sonó el
móvil. Creí leer Carlos Cuesta y, como somos buenos amigos, me puse a
hablar a calzón quitado. Le expliqué cómo estaba la cosa: que la gente de
Izquierda Unida eran unos caballeros de los que quedan pocos; que Pedro,
Alejandro Nogales y Luis, un “pata negra” del PCE, estaban a favor de
abstenerse, pero la presión de una parte de su organización y de Cayo Lara
era brutal; que aquello no iba a salir, que era un desastre, que eran una
banda, que lo que estaba haciendo Cayo Lara, etc. Colgué el teléfono y
busqué las gafas. Me quedé helado: no había hablado con Carlos Cuesta,
sino con Carlos Cué. Tuve suerte, porque a las pocas horas se conoció el
resultado de la consulta a la militancia. Cué lo estaba viviendo en directo.
Los confundí, pero nunca se lo dije ni a Cuesta ni a Cué.»
Tras la victoria electoral, el PP empieza a mover sus piezas en un juego
coral entre el partido y el equipo directo de Monago. Se constituye el
Parlamento y el PP presenta el «Acuerdo de bases para el cambio», una
reedición del documento con el mismo título que le presentó Antonio
Basagoiti a Patxi López. Otros lo llamaron los diez mandamientos, por «el
tono eclesiástico que le encanta al PCE». El PP citó en su sede al PSOE
para pedirle la abstención. Sin embargo, citó antes a Izquierda Unida y se
tomó una foto del momento. Salió un comunicado que incluía dos palabras
que hicieron saltar las alarmas en el PSOE, que daba por hecho el acuerdo
PP-IU: interlocutor preferente. En Euskadi, el PP vasco fue el socio
preferente. Los socialistas cancelaron el encuentro.
El acuerdo estaba lejos de alcanzarse, pero la estrategia del PP de utilizar
un juego de espejos dio los resultados esperados. Con la foto, el PP tomaba
la iniciativa, descolocaba al PSOE y mostraba que tenía un proyecto para la
región. El acuerdo no se cerró hasta que finalizó la Asamblea de IU, el
domingo siguiente. Los populares de Monago estuvieron en posesión del
balón durante toda la semana, jugando al ataque, no al catenaccio, porque
eran un equipo sólido y cohesionado, y marcaron el gol en el minuto 93,
aunque nada fue improvisado.
Los objetivos electorales fueron tres: alcanzar la mayoría absoluta de 33
diputados, lo que implicaba obtener seis diputados más; aumentar en 20
puntos el conocimiento de José Antonio Monago, al que solo conocía el 72
% de los electores porque estaba demasiado vinculado a Badajoz («Era puro
Badajoz», la aldea gala en una comunidad de mayoría socialista), y lograr
las alcaldías de quince de las veinte ciudades más pobladas.
Como en toda partida de ajedrez, hay que averiguar los movimientos del
adversario y estudiar sus debilidades. La primera debilidad que se detectó
fue que el candidato socialista, Fernández Vara, el sucesor del presidente
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, tenía un déficit de liderazgo y de carisma en
la sociedad, no por falta de aptitudes, sino porque no resistía la
comparación con su predecesor y porque representaba, en segundo lugar, el
hartazgo de buena parte de la sociedad extremeña con la hegemonía del
PSOE.
Atendiendo a estas variables, se definieron las líneas maestras, una
especie de llaves de judo encadenadas para aprovechar los puntos fuertes
propios y los débiles del contrario. Así nació una nueva manera de hacer del
candidato, que tomó forma en la precampaña con «Te escuchamos» y, ya en
campaña, con «Razones para cambiar». Se dibujó un perfil cercano que
aportaba savia nueva a la política extremeña, el de un hombre normal que
sabe de lo que habla porque viene de donde viene. Se construye a un
Monago que es el sucesor natural de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, con una
campaña pensada para activar al votante extremeño, que busca el voto útil
con un tono y unas formas cargadas de emoción. Se fijó el mensaje del
cambio y se mostró a Monago como la evolución de un referente político
para una mayoría de extremeños: Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
También se cambiaron las formas de activar al electorado. Monago se
reunió durante meses con la sociedad civil, lo que le permitió construir
nuevos mensajes de nuevas maneras. Como Génova «pasaba» de
Extremadura, les dejaron hacer. Los folletos adquirieron la forma de un
bumerán (frente a la pasividad de Fernández Vara, la movilidad de
Monago), personalizados para que el ciudadano pudiera incluso escribir al
candidato sus propuestas o reivindicaciones. «Tú propones y tu propuesta
vuelve», decía el argumentario. El objetivo era lograr que la ciudadanía
viera en Monago una evolución, aire fresco, un cambio. Los colores del
partido dieron paso a los colores de la bandera extremeña (verde, blanco y
negro), que se unían en un corazón verde que envolvía el logo del Partido
Popular. La campaña televisiva rompió moldes. El locutor de los vídeos,
más tarde premiados en Estados Unidos, fue el propio José Antonio
Monago, que utilizó un lenguaje cercano e intimista para trasladar con una
fuerte carga emotiva la idea del cambio, una idea muy parecida a las ya
explotadas en Badalona y Euskadi, con sus matices, su adaptación a la
situación y, lo más importante, aprovechando los puntos fuertes del
candidato.
El partido, el PP, pasó a un segundo plano, haciendo buena la filosofía de
Redondo, que no es otra que «trabajar para las personas, no para los
partidos», algo que ha demostrado a lo largo de los años. Con todos los
candidatos que ha trabajado, la marca política no era un valor añadido, sino
un lastre que generaba rechazo en amplios segmentos de la población. De
ahí la importancia de creer en el candidato, de convertirlo en ese valor
añadido que se pierde por el sobrepeso de la «marca partido». Con Pedro
Sánchez pasó algo similar. Las siglas del PSOE eran una rémora. Podemos
apretaba por dar el sorpasso. La derecha ninguneaba al candidato y líder del
partido de la oposición para arrinconarlo en esa oposición, acentuando las
contradicciones internas, ya que en el PSOE siempre se encontrarán voces
discordantes. Jóvenes y mayores. Los medios de comunicación convirtieron
sus críticas en un deporte nacional, en el que zumbar al líder socialista era
un común denominador. Como resultado, el partido era rechazado de
entrada por amplias capas de la población.
Ese es el modus operandi de Iván Redondo. Cualquiera puede hacer una
campaña con una marca partido fuerte. El candidato apenas aporta nada
nuevo. Sin embargo, la campaña de un candidato que tiene una rémora de la
marca partido puede acabar triunfando con una condición previa: creer en el
candidato y que el candidato esté convencido. Otros expertos en materia de
comunicación no lo ven así. El predecesor de Redondo en el PSOE, Luis
Arroyo, considera que «Iván se ha vendido muy bien, vende un relato en el
que afirma que planifica varias estrategias para conseguir sus éxitos. A toro
pasado, todo se puede explicar. Iván lo que tiene es mucha suerte».
Enric Hernández, exdirector de El Periódico de Catalunya y de la
edición catalana de El País no da crédito a esta versión y explica una
anécdota de cuando se conocieron: «Me contó que concebía la política por
semanas. Esta semana va de esto y la tengo planificada desde el principio
hasta el final, viendo cada movimiento como si fuera una partida de ajedrez.
Tiene su mente cuadriculada por semanas, tiene esquemas mentales
articulados y orientados a una estrategia determinada, pensada, a la que le
da vueltas todo el día».
Tampoco está de acuerdo Verónica Fumanal: «Los partidos nunca llaman
a un consultor cuando están bien y menos aún si es disruptivo. Somos como
los médicos, te llaman cuando están en campaña o cuando tienen
problemas. Los consultores independientes siempre tenemos una
vinculación con el reto muy importante, porque nos gusta la superación.
Los comunicadores no somos la solución a todos los males ni el bálsamo de
Fierabrás. No hacemos milagros y no siempre sale todo bien. Hacemos un
trabajo profesional, con objetivos, un mensaje identificable, averiguamos
quiénes son los votantes, por qué canales se informan, entrenamos al líder,
creamos su perfil... En definitiva, estrategia».
Fumanal lo sabe bien. En las últimas elecciones catalanas llevó la
campaña del PDeCAT. No fue una campaña fácil y los neoconvergentes
estuvieron a punto de entrar en el Parlamento. No lo consiguieron, pero sus
76.000 votos permitieron que Junts per Catalunya no ganara ni en votos ni
en escaños a ERC. Su trabajo con el PDeCAT cambió el escenario político
el 14F, ya que habría sido muy diferente si Puigdemont hubiera vuelto a
ganar a ERC. Por primera vez, no lo consiguió.
LA ESPIRAL DEL SILENCIO
En todas estas campañas hay también otro cordón umbilical que las une: el
rechazo que genera el partido hace aumentar el voto oculto. La gente, el
ciudadano de a pie, no reconoce que vota a un partido porque «está mal
visto», condicionado por los mensajes que se lanzan a través de los medios
de comunicación. Estaba mal visto decir que se iba a votar al PP en
Badalona y, no digamos, en Euskadi, al igual que al PSOE en Majadahonda,
a Coalición Canaria en Telde o, en 2015, a Pedro Sánchez. En 2011, sucedía
lo mismo en Extremadura. No se reconocía el voto al PP.
La espiral del silencio, teorizada por la politóloga alemana Elisabeth
Noelle-Neumann, expone que las personas ocultan sus opiniones cuando
son minoritarias, o cuando creen que lo son, por miedo al rechazo social, a
las consecuencias. Nos apuntamos a la mayoría, a lo que interpretamos
como pensamiento mayoritario, que equiparamos con pensamiento único.
Esta interpretación viene mediatizada por los medios de comunicación, que
trasladan una forma de pensar que sitúa a unos en una posición frágil y a
otros en una posición fuerte. Según la autora alemana, tenemos intuición
para identificar esta dicotomía y nos sumamos a la mayoría en nuestro rol
social, no expresando públicamente lo que pensamos.
Para superar este miedo escénico, esta espiral del silencio, había que
normalizar a los candidatos. Se hizo con todos en todas las campañas,
también con Monago. Recorrió el territorio, escuchó y habló de todos los
temas de tú a tú, sacó los mítines a la calle (para romper esta espiral y para
insuflar ilusión a un partido que se había resignado a ser el segundón), sin
escenario, con micros de diadema y con la música haciendo acto de
presencia para aportar un aire nuevo.
Iván Redondo, encerrado en el Hotel Trip de Mérida con un calor
asfixiante aunque era primavera, empezó a pergeñar el vídeo en el que
concretar todos estos objetivos. Lo llamó, como no podía ser de otra
manera, «Espiral del silencio». En él, un Monago protagonista, intimista y
cercano apelaba directamente al votante, a su responsabilidad para dar
fuerza al cambio, y lo situaba en el centro de la campaña, quitándole, en
definitiva, el miedo y haciéndolo salir de la espiral del silencio. No había en
el vídeo ni una sola propuesta política, no se basaba en la retórica de
enumerar acciones de gobierno. Se apelaba a la emoción, a la voluntad de
gobernar, a la confianza en la persona, al cambio. Esta estrategia ya la
utilizó Barak Obama con su «Yes, We Can». Obama pronunció un discurso
que le llevó a la victoria sin hacer una sola propuesta, solo con un gran
objetivo emocional que cautivó a millones de estadounidenses. Monago
hizo lo mismo.
La campaña extremeña ganó dos premios Pollie. El propio Redondo
explicó su estrategia en una nota de prensa emitida por su firma el 4 de abril
de 2012: «En política hay que saber siempre qué puente hay que cruzar y
qué puente hay que quemar. Y una vez decidido el puente, había que
mantenerlo lo suficientemente ancho y fuerte como para que todos aquellos
que no nos conocían pudieran cruzarlo [...] acercar, desde una perspectiva
estratégica y profesional, a los políticos españoles a sus votantes. Y trabajar
para que nuestros políticos no olviden, ni ellos ni el sistema político en
general, que en política en primera instancia, no en última, todos estamos al
servicio de las ideas y de las personas».
Cree «en ideas más que en ideologías, en personas más que en partidos»,
como escribió en el texto al que puso voz Monago en el vídeo electoral, un
texto en el que aparecen frases que han sido un denominador común en el
trabajo profesional del consultor Redondo: «Dicen que somos esclavos de
nuestras palabras, pero dueños de nuestros silencios» y «En política, lo más
importante es lo que no se dice». La política de las emociones ganó las
elecciones extremeñas. Dos años antes, Basagoiti rompió en Euskadi el
techo de cristal del Partido Popular con aquel «quiero ser lehendakari» y
Albiol cogió el bastón de mando de la alcaldía de Badalona. Años más
tarde, esa política de las emociones llevó a Pedro Sánchez a la presidencia
del Gobierno cuando el PSOE recuperó la confianza del electorado, que se
había refugiado en el rechazo al Partido Socialista, y Salvador Illa ganó las
elecciones en 2021, dieciocho años después de la victoria de Maragall.
Fran Bragado, un joven gallego que estudia Ciencias Políticas y ha
creado en Twitter la cuenta no oficial «Iván Redondo info», lo explica de
forma muy explícita: «Busca lo mejor para su candidato. Es una forma de
rejuvenecer y modernizar la política española. Es muy anglosajón, y muy
norteamericano, en su forma de trabajar. Antes de Iván hubo grandes
comunicadores, pero él rompe la dinámica. No es un hombre de partido.
Busca a la persona, no busca al partido; las ideas, no las ideologías. Lo dice
cuando afirma que no es del PSOE, sino sanchista». Sobre la política de las
emociones se ha escrito y teorizado mucho, al igual que sobre el papel del
consultor político. También sobre Iván, porque atacarlo es atacar al líder
político. «Cuando estaba con Monago ya le acusaban de ser la mano del
poder», comenta Bragado, que saca a colación durante nuestra conversación
un episodio muy concreto. Iván Redondo participó en la Escuela de Buen
Gobierno del PSOE hablando de campañas, de emociones, al lado del
director de eldiario.es, Nacho Escolar, y de Guillermo Fernández Vara.
«Cuando vi el vídeo colgado en YouTube, no tuve dudas de que sería
malinterpretado para atacarlo. No dice nada que no esté escrito, pero lo han
sacado de contexto», cuenta Bragado.
Macarena Olona, la portavoz de VOX en el Congreso de los Diputados,
criticó con dureza lo que consideraba una manipulación de los ciudadanos.
En el corte que circula por las redes sociales sobre este acto del PSOE, Iván
dice en síntesis que «estamos en una época de cambio o en un cambio de
época». Y afirma, parafraseando la famosa frase de Bill Clinton, que «son
las emociones, estúpido». En su reflexión, dice que «primero nos
emocionamos, luego pensamos. Pienso, siento y luego decido. Esta es la
manera de afrontar una campaña electoral y la política». Y acaba diciendo
que «las principales emociones son el miedo, el rechazo y la esperanza». La
reacción de algunos medios fue virulenta y muy crítica. Se le caricaturizó
como un manipulador que agitaba sentimientos para controlar a la gente.
Algo así como el «formateador de mentes» teorizado por Christian Salmon
en su libro Storytelling. El profesor Aira lo defendió en un artículo
publicado en septiembre de 2020 en el Huffington Post, dónde afirmó que
Iván Redondo «sabe clarísimamente que emocionas o no existes».
A los ataques mediáticos seguirían los políticos. Macarena Olona lo hace
en una entrevista en OKdiario. En la web de su partido se lee: «Apunta,
entonces, a Iván Redondo, el jefe de Gabinete de Sánchez. Dice que
manipula los sentimientos y que juega con el miedo de los españoles
aprovechando la pandemia. “Es el hombre de poder en la sombra y usa a
Pablo Iglesias como tonto útil. Cuando necesitan una cortina de humo,
azuzan a la bestia, le quitan el bozal y lo sueltan al campo. Iván Redondo
manipula nuestros sentimientos. En una intervención que está en las redes
dice que el mejor instrumento de poder, de manipulación y de dominio de
un pueblo son los sentimientos y, en particular, el miedo”». «Lo que dice
Olona y la realidad no se parecen en nada, pero a Olona ya le vale —
puntualiza Bragado, quien añade—: Hoy nadie se lee los programas
electorales. La gente vota por emociones. Si quieres ganar, tienes que agitar
esas emociones, agitar a la persona.»
«No soy crítica con Iván Redondo, soy crítica con el Gobierno del que
forma parte y donde tiene un papel estelar. Es un hombre clave en el
Gobierno de coalición y, sobre todo, en el Gobierno de propaganda. Desde
Soraya Sáenz de Santamaría no ha habido una figura tan relevante en
política, e Iván está a años luz de Soraya. A España le iría mucho mejor si
Iván no formara parte del Gobierno. Es el hombre que está consiguiendo
todos los aciertos, no para España, pero sí para su Gobierno. Es brillante.
Ciertamente, los sentimientos son los que mueven la política y el Gobierno
ha jugado con los sentimientos durante la pandemia. Nos mueve, nos ha
movido, mejor dicho, nos ha paralizado con el miedo. Los sentimientos son
el arma más poderosa, son los que movilizan a la sociedad, y cuando tienes
el Gobierno de España, tienes un plus de responsabilidad. Nosotros lo que
decimos es que abusan de la propaganda, están en un ejercicio constante de
propaganda, tienen perfectamente identificado el leitmotiv, el punto que
deben tocar, y a partir de ahí movilizan todos los recursos e instrumentos
que tienen a su disposición, y que deberían utilizarse desde el principio de
neutralidad política, no para mover o paralizar a la ciudadanía a su antojo»,
dice Olona.
Días después de realizar la entrevista a Bragado, el joven fue recibido
por el jefe del Gabinete del presidente del Gobierno en su despacho en el
Palacio de la Moncloa, a escasos 50 metros del de Pedro Sánchez. «He
dejado de temblar hace poco», comenta Fran días después del encuentro.
Sin duda, no se esperaba que Redondo viera y leyera sus comentarios en las
redes sociales. Y menos aún que lo recibiera en Semillas.
8
Algún portavoz del PSOE también fue obsequiado con un libro de Walt
Whitman en la Asamblea, o con alguna intervención de Iván Redondo sobre
la literatura estadounidense, sobre el papel de los asesores o, simplemente,
con una comparación entre Abraham Lincoln y Extremadura. Inició su
intervención recogiendo el guante de Guillermo Fernández Vara para
mostrarle su respeto, por entonces en la de oposición, con el «barón rojo» al
frente de la Junta.
En la primera intervención en el Parlamento extremeño se centró en el
ajedrez. Le habían puesto el sambenito de que lo controlaba todo. Combatir
una leyenda es difícil, pero recogió el guante, escogió otro camino y habló
de la literatura del siglo XIX en Estados Unidos, de ajedrez, y citó a Robert
Frost, a Walt Whitman... Los diputados se quedaron atónitos. No sabían de
qué estaba hablando. No entró al trapo porque su trabajo es estar en el back
office. El trabajo del asesor consiste es formular la mejor recomendación,
no en tomar decisiones. Tiene que estar preparado para que el presidente
pulse el interruptor, no hacerlo él. En Extremadura siempre le preguntaban
por eso y nunca contestó. Alguna vez les habló de los poetas muertos y
pensaron que se refería a la película, pero se refería a Whitman o a Frost.
Fue un mensaje de respeto a Guillermo Fernández Vara en un lenguaje que
solo entendieron ellos dos.
«Cuando compareció en el Parlamento de Extremadura, se los comió con
patatas. Se equivocaron porque no le tuvieron respeto y hay que tenerle
mucho respeto porque tiene la cabeza muy bien amueblada. No puedes ir de
“sobrao” con él y menos contra él. Hizo un discurso magnífico con citas de
libros, de series; los dejó KO», afirma Enrique Simancas.
EL CLAVO EN EL ABANICO
Tienes once años y pareces una vieja,
sigues prisionera de tus gustos ancestrales.
Mueves tus resortes para hacer todos los males,
siempre te alimentas de los vicios nacionales.
¡No te importa nada! ¡No te importa nada!
Y me sancionas,
y me presionas,
y distorsionas.
Yo tu prisionero he dejado de ser,
pues me he librado a tiempo de ti.
Y una pesadilla ya nunca serás,
de mis sueños te alejarás.
José Antonio Monago inició su andadura en la presidencia de la Junta de
Extremadura dispuesto a romper moldes y consolidar un hito histórico. En
poco tiempo se convirtió en el «barón rojo», en un verso suelto, en el
representante de una nueva forma de hacer política en la derecha española.
Pronto tuvo relevancia en la política nacional y su admirado grupo musical,
al que recibió en la plaza del Rastro, sede de la Presidencia, le regaló el
sobrenombre por el que fue conocido durante esos años. Se convirtió en un
calificativo que reflejaba una nueva manera de hacer política inspirada en la
estrategia que puso en marcha Iván Redondo primero como asesor externo
del ejecutivo y, desde septiembre de 2012, como consejero del Gobierno.
No dudaron, ni el asesor ni el presidente, en bajar al tajo y mancharse las
botas. Sonríe Monago cuando le recuerdo la canción que más le gusta de
Barón Rojo: «Tenía en el despacho una cinta de casete porque los conocí
por mi hermano Luis, que tiene quince años más que yo. Cuando era
adolescente tenía un casete y cada mes me compraba una cinta. He ido a sus
conciertos en Extremadura, a los de Miguel Ríos, Alaska y los Pegamoides,
Siniestro Total... La canción que más me gustaba era “Con botas sucias”,
porque siempre me he metido en el barro».
Quizá el título de esta canción fuera una premonición, porque la música
siempre está ligada a la actividad profesional de Iván. Se metieron en el
barro para sacar adelante un Gobierno que lo tenía difícil, con propuestas
como el IVA cultural, la renta básica, la ley LGTBI, la ley anticorrupción,
Agrotech o el Centro de Cirugía de Mínima Invasión.
«Fueron años muy duros. Para el PSOE fue bueno perder porque nos
regeneramos, aprendimos, nos reactivamos, pero para los ciudadanos fue
malo. No le eché la culpa a nadie, ni a Izquierda Unida. Lo importante fue
reconocer deficiencias. Había una pata coja en mi primer mandato, las
relaciones empresariales, e hice un programa de alta dirección para entender
mejor a las empresas, lo que quieren y lo que necesitan. Por eso hicimos
toda una serie de cambios legislativos en la legislatura pasada. En la
oposición, nos dedicamos a construir nuestro nuevo programa. Un elemento
clave fue la moción de censura, que nos permitió dar a conocer un
programa de Gobierno», sostiene Guillermo Fernández Vara.
El nuevo Gobierno de Extremadura empezó creando nuevas estructuras
y marcando un nuevo estilo, formando un «aparato» multidisciplinar,
transversal y profesional al que no estaban acostumbrados en la comunidad.
Fue el primer The War Room de Iván Redondo, al que descalificaban desde
dentro y fuera del partido calificándolo desdeñosamente de Redondistán.
«No fue nada fácil. A Iván lo veían como el que no nos dejaba hacer lo que
nos daba la gana. Los que no entraban en la Administración le atacaban
porque le culpabilizaban de no tener cargo. Había conexiones extrañas
porque la política al por menor es muy compleja —dice Francisco Gómez
Loarte, Fran, compañero desde los tiempos de Llorente y Cuenca—. Recibí
una propuesta y no lo tuve claro. Acababa de montar una empresa y mi
relación con Extremadura era cero. Me animó, conocí al presidente y a
Cristina Teniente, el tema me pareció apasionante y entré como director
General de Comunicación y Relaciones Informativas. Estuvimos viviendo
un tiempo en un hotel y cuando llegó mi familia en diciembre, nos fuimos a
vivir a Badajoz.»
«Siempre he dicho que era el clavo del abanico. Era el que marcaba las
alertas y supervisaba a los consejeros. Tenía potestas porque le di potestas,
igual que se la ha dado Sánchez. Iván se la gana, pero se la tienes que dar.
Preparaba escenarios y yo decidía. Sánchez también lo hace. Iván sugiere
cómo hacerlo, en qué momento comunicarlo, pero la decisión es tuya. Si le
rechazas una idea, prepara inmediatamente otro escenario para que puedas
tomar la mejor decisión. Lo hice consejero para que fuera de verdad el
clavo del abanico. Había que hacer la cuña de la misma madera que la del
resto de consejeros. Algunos se resistían, pero ese era su papel y les puse a
todos los mismos galones. Necesitas a alguien que tenga el radar puesto
más allá del día a día. Fíjate que siempre está detrás de Sánchez, a distancia,
oteando. Conmigo también lo hacía. Extremadura fue su gran universidad,
aprendió mucho y lo aprendió aquí. El equipo que tiene en la Moncloa lo
tenía en Mérida. Ahora es mucho más potente, pero con los mismos
elementos, interdisciplinar. Fue un teatro de operaciones a pequeña escala.
Para mí es un orgullo y mira que nos criticaron. Iván me dijo un día que era
lo mismo, pero ahora más grande. Y, además, allí en la Moncloa están Fran,
Juanfran, Alfredo, gente que estuvo aquí con nosotros», apunta José
Antonio Monago.
El culpable de la decisión de Iván de proponer a Fran Gómez fue Paco
Hevia, su jefe directo en Llorente, que era «el método por el método». Y
eso se necesitaba en Extremadura, un método que Fran había perfeccionado
«en la última empresa que trabajé, Porter Novelli. Trabajábamos mucho la
metodología y esa experiencia la llevé a la Administración».
El PP extremeño había estado veintiséis años en la oposición y muchos
se aprestaron a ocupar la finca recién conquistada. Toparon con una nueva
forma de hacer. «Me miraban como si fuera el espía de Iván. Fue una época
muy tensa. En 2012 pasé a ser secretario general y se fichó como
responsable de comunicación al director de Europa Press en la región, Juan
Rodríguez. A partir de ahí, mi equipo estudiaba la acción de Gobierno en
todas las comunidades y si había algún tema interesante, hacíamos un
informe por si podía serlo también para nosotros. La rebaja del IVA cultural
fue un estudio de nuestro departamento. El origen de muchas medidas
estuvo en este equipo, en el que cada seis meses se hacía una evaluación de
la gestión de Gobierno, del programa o de las propuestas del presidente.
Este trabajo lo parametrizaba Alfredo Franco, que hizo una labor
impagable.»
«Entré en el Gobierno porque me transmitió un proyecto transformador
para Extremadura. Había que empujar y me pareció una oportunidad
interesante para rescatar a una comunidad maltratada por la historia. Con
Iván como soporte técnico de la estrategia, se creó un gran equipo que
respiraba ilusión por hacer cosas nuevas para avanzar posiciones en el mapa
nacional, crecer económicamente, despertar el interés de grandes empresas
de fuera y de casa para dar ese impulso inversor y de internacionalización.
Era un propósito noble e interesante que compensaba la durísima
dedicación», afirma Juan Rodríguez Plaza, secretario general de
Comunicación.
«Iván me puso sobre la pista de Juanfran [Caro], un hombre que había
trabajado para gobiernos socialistas. Desde el PP me pasaron tochos de
perfiles para colocar a gente en la Administración y en la televisión. Era
todo muy primario. “Llevamos veintiséis años esperando y ahora ficháis a
gente del PSOE”, nos decían. Ficharlo fue poco menos que una afrenta,
cuando es un tío imbatible en cuanto a los datos. En aquel momento
colaboraba con el diario Hoy, pero lo vieron como un atentado contra la
personalidad del PP. Era el mejor perfil y Monago quería en el Gobierno a
los mejores, el PP tenía un hándicap de talento y muchos no querían entrar
en un Gobierno en minoría apoyado en Izquierda Unida», dice Fran Gómez
Loarte.
«Trabajé durante seis años con los Gobiernos de Rodríguez Ibarra y
Fernández Vara, siempre en áreas económicas. La que se lio cuando me
ficharon. Aunque soy un profesional, no se entendió que entrara a trabajar
con Monago. Hubo compañeros míos que me dejaron directamente de
hablar y, en la parte contraria, en el PP, acusaron a Iván de fichar a un
socialista, a un infiltrado del PSOE. Cuando me contrató, se lo comuniqué a
la que fue mi jefa, la vicepresidenta María Dolores Pallero. Me dijo que lo
entendía, pero que no le pidiera que lo comprendiera. Profesionalmente fue
una gran oportunidad», explica Juan Francisco Caro, hoy también
enquistado en el equipo de la Moncloa. Acabó de director general de
Economía, una dirección de análisis creada tras una crisis por el control de
la Caja de Ahorros de Extremadura, «que acabó con el cese del consejero
de Economía, Antonio Fernández, en 2014. En el PP de Extremadura
siempre hubo camarillas, no eran disputas abiertas, pero ahí estaban, eran
una constante».
El «núcleo duro» se empezó a formalizar desde el primer momento con
profesionales. El epicentro fue una funcionaria que había sido la jefa del
Servicio de Contratación y Gestión Económica durante la presidencia de
Fernández Vara. «Estaba esperando el cese para volver a mi plaza. Me
sorprendieron. Me ofrecieron seguir de secretaria general, un alto cargo
técnico, que se ocupa de toda la tramitación en presidencia. Absolutamente
todo —explica Marina Godoy, que hoy sigue trabajando como alta
funcionaria en la Administración del presidente Vara—. Fue un cambio
histórico después de años de una Administración construida por un partido,
el PSOE, pero hay que entender que los funcionarios trabajan con todos los
Gobiernos porque, ante todo, somos profesionales.»
Marina lo conoció antes de formalizar su puesto: «Fue muy seco, muy
del norte, y tímido, pero si no sabes que es tímido la primera impresión es
que es un tipo antipático. Llegué a casa y le dije a mi marido que había ido
fatal. Al principio tuvimos muchos encontronazos. Iván no conocía bien el
funcionamiento de la Administración y yo defendía a los funcionarios, su
trabajo. Decía “vamos a hacer” y yo le cortaba: “No, no lo vamos a hacer,
no se puede”. Nos llevábamos tan mal, que pensé que me iban a cesar, pero
no me echó. Al final nos hicimos amigos porque es una persona que sabe
hacer equipo».
«Soy una profesional que entiende que se puede ser leal a una persona, a
un equipo y a un proyecto sin necesidad de tener carné. No es raro que
venga alguien de fuera para sumar. Fue un orgullo trabajar en el Gobierno
de mi comunidad y ser jefa del Gabinete del alcalde de Salamanca sin ser
charrita», dice Ana Sellers, quien desempeñó este último cargo hasta 2020.
La joven periodista, que trabajaba con una beca de comunicación en la
Asociación de la Prensa de Cáceres, no había oído hablar en su vida de Iván
y se unió a Monago porque «los profesionales podemos trabajar en
cualquier proyecto. El tiempo que estuve allí fue un máster y cada reunión
con él era una clase magistral. Es apasionado, se levanta y está conectado al
minuto, desde por la mañana hasta que se acuesta. No pierde la calma, se
adelanta siempre a los acontecimientos y no le afecta el ruido. Sabe
diferenciar lo que es una tontería de lo que no».
«Puso en valor el trabajo de los directores de comunicación, convenció a
los políticos de nuestra importancia en la comunicación estratégica. No
éramos solo los que hacían las notas de prensa, teníamos un papel.
Construyó un equipo cohesionado en torno a un proyecto que
considerábamos propio, trabajando con una sola voz y en una sola
dirección. No te daba miedo el trabajo, siempre querías estar activo, porque
el que lo dirigía era el primero que llegaba y el último que se iba. Nuestro
objetivo era ganar semana a semana, ganar dominando la agenda
informativa», añade Sellers.
«Cada maestrillo tiene su librillo», reza el dicho castellano. Todos sus
colaboradores tienen grabada una fórmula: 7×1=0 y 3×3=1. Dicen que Iván
recuerda constantemente la fórmula de la comunicación, que obliga a elegir
bien los mensajes y repetirlos para que calen. Si lanzas siete mensajes una
sola vez, no calará ninguno de ellos. Si lanzas tres y los repites tres veces,
calará al menos uno. Es la manera de ganar la semana, una fórmula que se
repite en la Moncloa, en el complicado entramado de un Gobierno de
coalición: «Cada lunes se planifica, se definen los mensajes y cómo
transmitirlos. Ese es el objetivo de los maitines de la Moncloa. Se habla de
temas internos para que la coalición afronte la mirada a una semana,
además de los temas políticos o el desatranque de algunas cuestiones.
También tenemos otras reuniones para hacer el seguimiento del programa
de coalición y el día a día, donde surgen las polémicas. Trabajamos para
engrasar la comunicación, para que no se pierda el contacto entre los
actores. En este punto, trabajamos mucho Iván y yo», dice Juanma del
Olmo. Semana a semana. Estos maitines se suspendieron debido a la crisis
de principios de año. Sin embargo, del Olmo y Redondo siempre
mantuvieron su contacto semanal.
«Prepara semanas binarias que tienen que ser 0, 1 o -1. Ganar la semana
es 1 y perder -1. El 0 es quedarse igual. Nuestro trabajo es que cada semana
sea positiva, crear un marco favorable, planificar hasta el más mínimo
detalle de la estrategia, la agenda y los mensajes. Lo que más me fascina es
la preparación de los debates parlamentarios del presidente. Cada
intervención es un mensaje, no cuatro o cinco. Se trabaja para que tenga un
mensaje en todas y cada una de sus apariciones públicas, y se hace con
previsión», apunta Manuel de la Rocha.
«Al principio pensaba que no llegaría a la siguiente semana por el
volumen de llamadas. Generamos información, tenemos una agenda potente
con mensajes continuos y un presidente que lidera un proyecto y cree en la
comunicación de lo que haces, en una nueva forma de comunicación de la
política, un proyecto de transformación con el que me siento identificado,
aunque no soy militante socialista. Siento respeto por el liderazgo de Iván.
Somos un equipo cohesionado al servicio del presidente. Le damos razones
para que tome decisiones», dice el secretario de Estado de Comunicación
Miguel Ángel Oliver, miembro del nuevo club de los cinco.
«Los asesores no toman las decisiones. Eso se dice desde el
desconocimiento. Lo cierto es que tienes capacidad de influencia y en
Extremadura la teníamos porque Iván nos dio un papel en las propuestas y
los análisis. No nos limitábamos a tomar notas. Otra cosa es que en política
todo el mundo cree que sabe de comunicación. Dio a la comunicación un
estatus que era inaudito en Extremadura, pero creo que en muchos sitios
también. Éramos unos niñatos y opinábamos de la estrategia de un
Gobierno. Para nosotros fue toda una experiencia», afirma Carmen Seguín,
miembro del equipo de Extremadura y hoy directora de Comunicación del
Gobierno popular del Ayuntamiento de Salamanca, al que llegó de la mano
de su compañera Ana Sellers.
«Sigo aprendiendo de su trabajo y le tengo mucho cariño. Aprendió en
Extremadura, lo que le ha servido para llegar hasta donde está ahora. Ha
conseguido lo que nadie: coger a Pedro Sánchez, que estaba como estaba,
primero en el partido y luego en el Gobierno gracias a la moción de
censura, y consolidarlo en la Moncloa. Tiene un don, es un erudito y un
estratega político, social y económico. Ve las cosas venir, traza las
estrategias y hace equipo. Lo tiene todo muy claro y, como buen líder, deja
opinar. No se cierra a otras ideas. Le interesa el punto de vista de su
equipo», dice Chema Timón, director del Gabinete de la Federación
Española de Fútbol. Su padre le incitó a enviar el currículum al Gobierno
porque Monago había dicho por televisión que quería a los mejores y lo
hizo.
«Siempre me he rodeado de gente joven, con talento. Me pasó con Iván,
que tenía todos los mimbres para crecer, o con Chema Timón. El niño,
dicho con mucho cariño porque en esa época era realmente un crío, me
envió un correo con mucho desparpajo. Le llamamos y lo fiché por ese
desparpajo y porque estaba muy preparado.» Timón tiene una frase en su
perfil de LinkedIn que recuerda a lo que dijo Iván Redondo en La Tuerka:
«Simplicidad de ideas, pero con intelectualidad detrás». Chema apuesta por
«todo debe ser tan simple como es, pero no más sencillo».
«Empecé en el gabinete de prensa llevando las redes sociales,
participando en la realización de eventos y realizando argumentarios. Había
trabajado en varias empresas en Madrid y estaba especializado en la gestión
de redes, un tema que estaba en pañales en la comunicación. Era muy joven
y cogí mucha experiencia, me curtí en un cambio comunicacional
importante. Se trabajaban las redes y se construía un relato. Por ejemplo,
pasamos de ser la Junta de Extremadura a ser el Gobierno de Extremadura.
Era otro mundo porque con Monago hubo un gran cambio de imagen»,
explica Chema Timón.
Dicen que hay momentos en la vida en los que hay que abrir los brazos y otros en los que hay
que cerrar los ojos. [...] En esa imagen [el abrazo entre Monago e Iván Redondo] se recoge con
precisión uno de esos días de tu vida en los que recibes una herida inmortal de la que sabes que
nunca te vas a recuperar. No hace falta que pase el tiempo para darte cuenta de ello. En política la
permanencia se percibe al instante. Y desde entonces, Extremadura se ha convertido en lo
profesional y en lo personal, pase lo que pase, en parte de mi vida. Ese día, un vasco de San
Sebastián que llevaba varios años siendo madrileño, se hizo también extremeño.
Durante cuatro años ha sido un lujo formar parte de una generación irrepetible de personas
que han hecho historia en esta preciosa región. A Cristina Teniente, Fernando Manzano, Juan
Parejo y Luis Alfonso Hernández Carrón les agradezco su confianza, su tiempo y su amistad. Y a
los consejeros Pedro Nevado, Antonio Fernández, José Antonio Echávarri, Trinidad Nogales,
Víctor del Moral, Jerónima Sayagués, Javier Perianes, Clemente Checa y Marian Muñoz sus
ideas y sus experiencias. A mis treinta y cuatro años no sólo me han enriquecido sus
conocimientos, sino que ha sido un privilegio formar parte de este Centro de Alto Rendimiento
en el que habíamos convertido, entre todos, no sólo el PP extremeño, sino también la Junta de
Extremadura bajo el liderazgo fuerte del presidente del Gobierno de Extremadura en funciones,
José Antonio Monago.
Agradezco a Marina Godoy su rigor, su defensa de los empleados públicos y su lealtad a esta
Administración y a las anteriores. A Javier Castaño su sentido histórico. Me acordaré siempre del
periodismo de Loly López, del orden estratégico en los discursos de Myriam Simón, de los
análisis de Francisco Gómez y de las recomendaciones de comunicación, siempre muy pegadas a
la calle, de Juan Rodríguez.
Pero esta distinción sería incompleta si no la hiciera extensible, en diferentes etapas, a
muchas otras personas como Luis García, Juan Francisco Caro, Alfredo Franco, Juan Manuel
Merchán, Carmen Seguín, Matías García, Fran Montoya, Diego Espinosa, Chema Timón, Ana
Sellers, Kike Arias, Esperanza Pérez, Beatriz Bravo, María José Rodríguez, Mer Bibiloni, Javier
Álvarez, Guadalupe Martínez, Carmen Martínez, Ana Benítez, Rosa Coroba, Alba Reigada, Nati
Hernández, Antonio Galván, Alicia Pajuelo o Antonio Corrales.
LA LEYENDA NEGRA
En 2011 Extremadura vivió un seísmo en el statu quo de la región. El PP
ganó las elecciones, pactó con Izquierda Unida y gobernó cuatro años. Fue
un triplete que rompió moldes. Iván fue duramente criticado durante toda la
legislatura y se le atribuyó la derrota, un clásico. Se dijeron muchas cosas
sobre su trabajo y surgió una leyenda negra a la que no respondió. Hoy sabe
que debía haber hablado más con los periodistas. Pensaba que no era su
trabajo. Aprendió de los errores porque es su resistencia, esa que se sustenta
en el «saber ganar, saber perder y saber parar», y resurgió como el ave fénix
dos años más tarde. Ahora se ve con todo el mundo, hasta con Federico
Jiménez Losantos, que lo visitó en la Moncloa. El periodista lo contó en su
programa y dijo que hizo con Redondo de todo menos sexo en el Palacio de
Semillas. Ahora cultiva al discrepante y dedica a todos muchas horas. En
política no puedes vivir recluido, aunque tu trabajo implique tener que
estarlo. Tras su paso por Extremadura, su vida profesional cambió.
Le acusaron de todo: de comprar a los medios de comunicación con
dinero, de intentar controlarlos, de presionar a periodistas, de poner
detectives a sus oponentes, de montar Redondistán en la plaza del Rastro,
de buscarse enemigos, de utilizar la guerra sucia, de egocentrismo, todo ello
para acabar siendo «el octavo consejero». Redondistán es el pazguato apodo
que pusieron a la oficina del presidente que montó en Extremadura y el
octavo consejero, una parodia de Alien, el octavo pasajero, aquel
«organismo infiltrado en un entorno extraño (el PP) que acaba parasitando a
su líder», según escribió en febrero de 2020 Carlos Prieto en un artículo
titulado «Cosas que Iván Redondo hizo de joven y nuestros hijos deberían
saber», publicado en El Confidencial. En el texto, muy crítico, el secretario
general de CCOO hasta 2017, Julián Carretero, afirma: «Redondo siempre
termina parasitando a sus clientes. Es un killer experto en candidatos
maleables y sin ideología clara».
Todo un visionario. Sánchez estaba desahuciado y ahora es presidente
del Gobierno. Monago llegó a la presidencia de la Junta. Se les puede
criticar casi todo, pero calificarlos de maleables y de estar parasitados es
simple y pura ignorancia. García Albiol, un hombre imposible de malear, es
alcalde de Badalona y habla con mucho cariño del que fuera su guardia de
corps desde 2006 hasta 2011. Iñaki Oyarzábal, su álter ego en el PP vasco y
actual presidente del PP de Álava, comparte con Iván mesa y mantel a
menudo, la última vez acompañados por Javier Maroto, el látigo del
Gobierno en la Cámara Alta. Basagoiti sigue recordándolo con cariño y el
propio Monago cenó con Iván en Madrid poco antes de fin de año de 2020.
«No es el futuro, el futuro ya está aquí. Desde hace unos años todo el
mundo es consciente de que tienen que existir comunicadores que trabajen
en paralelo a la dirección política y a los partidos tradicionales nos costó
verlo y hacer este cambio, porque el cambio llegó con dirigentes un poco
mayores que no lo supieron ver. Las nuevas generaciones lo ven mucho más
rápido porque ahora la comunicación política es acción de cada a día. La
izquierda y los partidos nuevos llegaron antes que nosotros, le dieron
importancia al cambio. Me hubiese gustado que trabajara con nosotros. Fue
una pena no ficharle en 2015 o 2016», dice Iñaki Oyarzábal.
Ángel Ortiz, director de El Norte de Castilla y otrora director del diario
Hoy de Badajoz, es uno de los periodistas más críticos. Lo descalifica por
todas sus actuaciones, desde por la figura opaca de su gabinete, ya sea en la
Moncloa o en Mérida, hasta por la creación de la Oficina Nacional de
Prospectiva y Estrategia, a la que compara con una oficina de empleo,
pasando por el control de los medios o la abducción de Monago y el control
absoluto de los consejeros de la Junta. Lo hace sentando cátedra. Lo que no
cuenta Ángel Ortiz es que Iván lo citó en la plaza del Rastro. Corría el
rumor de que iba a ser cesado e Iván le transmitió a Ortiz un mensaje claro:
«Haz lo que tengas que hacer. Ten presente que si te despiden, yo dimito».
Se lo dijo a solas y cara a cara. Ortiz nunca lo ha contado y ha declinado
toda conversación para explicarse en este libro, a pesar de las insistentes
llamadas a la redacción de El Norte de Castilla, a las que ni siquiera ha
contestado.
Quizá no lo ha hecho porque no puede explicar que «va siempre de
“sobrao” y apuntala opiniones en contra de Iván. El problema empezó
cuando a su mujer, que es médico, la trasladaron de hospital. Iván no tenía
nada que ver, pero le daba igual. Lo entendió como una declaración de
guerra, como una represalia porque Hoy no se doblegaba a lo que decía el
Gobierno. Es un tema de animadversión personal», apunta un periodista
conocedor de la realidad extremeña que prefiere mantener el anonimato
porque sigue trabajando en Extremadura.
Las relaciones con Hoy fueron duras desde el principio. «Arranca de
antes de que Monago tomase posesión. En campaña, Hoy realizó mayor
cobertura de Vara y lo dio como favorito. Ganó Monago y se situó la
incógnita en Izquierda Unida. La línea informativa del diario se orientó a
empujar a IU a apoyar al PSOE. Así empezó el desencuentro, que Monago
llevaba muy dentro y Hoy también», afirman estas fuentes y corrobora a su
manera Juan Rodríguez.
«Los recortes en publicidad fueron durísimos porque venían impuestos
desde Madrid y Bruselas. Los padecieron todos los medios, no solo Hoy,
pero al principal periódico de Extremadura no le sentó bien. Intenté que las
relaciones fueran cordiales, pero el desencuentro ya venía de muy atrás»,
señala Rodríguez. Además, según él, «se puso en marcha un estilo de
comunicación que hasta entonces nunca se había llevado a cabo. Los
consejeros no eran fuentes. El teléfono lo cogía el servicio de prensa y no
directamente el consejero. Estaban acostumbrados al trato directo y, al ser el
principal diario de la región, no querían un trato igual al resto. No
entendían, ni querían entender, un modelo que potenciaba la figura del líder,
porque preferían a un presidente con un perfil más bajo, más burócrata, más
sosegado, justo lo contrario de Monago, que tenía un punto enérgico que el
estilo de comunicación acentuaba. Lo interpretaron como una imposición,
como abrumar a los medios. No aceptaron ser uno más». Sin embargo, Juan
Rodríguez quita algo de hierro al asunto: «Desde Hoy había una crítica
feroz, pero no una cacería. Ahora hay incluso más dureza con el Gobierno
de Vara. Hoy era “no a Monago”. Fue un enfrentamiento habitual y normal
entre el primer medio de la región y el Gobierno».
«Nunca amenazó a periodistas. Eso es una patraña. Ahora es más
proactivo y en Extremadura no adoptó ese papel. El reparto de fondos fue
un detonante, porque se definió el mapa de medios y se distribuyó lo que
había, que no era mucho, también entre medios nacionales para poner a la
región en el mapa. A los que tenían una situación cómoda, los que tenían
garantizada la cuenta de resultados, no les gustó y surgió esa leyenda negra.
Han salido informaciones sobre las ayudas a los medios que son
desorbitadas y tienen poco sentido. Hasta se criticaron las campañas
internacionales de turismo porque se hicieron en inglés. No sé si sabían que
estaban dirigidas al mercado internacional», sostiene Juanfran Caro.
«Jamás me dijeron lo que tenía que decir, ni siquiera cuando se produjo
el debate sobre el aborto. Monago estaba en contra de la ley Gallardón. Iván
sabía perfectamente que me iba a tener enfrente. Me respetó y siempre
respetó mi libertad —dice Loli Izquierdo, empresaria de la comunicación,
tertuliana en radios y platós de televisión, y directora de Antena Regional
de Extremadura, asociada a la COPE—. Lo conocí en las elecciones de
2011 y hemos trabado una gran amistad, lo que me ha dado disgustos
porque muchos amigos míos del PP no lo entienden. Me dijo ¡en 2011! que
íbamos a ganar las elecciones. Pensé que no estaba bien de la cabeza, que la
tenía llena de pájaros. Me llamó la atención la seguridad que tenía.»
El presidente Fernández Vara pone orden en las trifulcas del pasado:
«Iván sigue manteniendo buena relación con Monago. Yo, también. Nunca
nos hemos perdido la cara ni hemos volado los puentes. Es un valor en
política hablar con tu adversario y te aseguro que son charlas largas, sobre
la familia, los hijos, los nuevos tiempos, la nueva economía, la evolución de
la sociedad y mucha política. Son conversaciones muy interesantes porque
no están viciadas por el momento, están alejadas de los trabajos de aliño.
Tratamos de entender la sociedad que tenemos delante y la comunicación
política es fundamental. El PP de ahora es diferente. Antes José Antonio
tenía una persona en la que depositó mucha confianza y le hizo la vida muy
agradable porque se sentía muy apoyado. Atribuyo importancia a los
asesores, pero la ideología no está en ellos, sino en el líder y en el partido.
La ideología la pone el líder, no el asesor. No me creo esa leyenda negra, ni
en el caso de Pedro Sánchez ni en el de José Antonio Monago. Iván lo que
hace es ayudar a que tomes decisiones, no toma las decisiones».
Todos los periodistas y directores de medios de comunicación
entrevistados para este libro coinciden en que no se avienen con esta
leyenda negra. De hecho, sus opiniones se parecen tanto a lo que se dijo
como un huevo a una castaña, lo que no quita para que publiquen opiniones
e informaciones que le dan pábulo, ya que siempre hay quien tiene interés
en divulgarlas porque en los aparatos de los partidos existe resistencia, ya
sea en el PSOE de hoy o en el PP de ayer. Siempre hay quien tiene
aspiraciones.
Un periodista extremeño lo cuenta así: «Un columnista estrella del PP en
Hoy, Tomás Martín Tamayo, mantenía un enfrentamiento muy duro y
utilizaba términos ofensivos, machistas e incluso humillantes contra la
vicepresidenta Cristina Teniente. Eso duró toda la legislatura y Martín
Tamayo publicó todas las columnas que quiso. Era difícil convivir con ello.
Algunas personas dicen que esta animadversión viene de que se
autopropuso para un puesto y no lo consiguió». «En pueblo pequeño,
infierno grande», reza el dicho; de ahí que muchos prefieran el anonimato.
«He aprendido mucho de los periodistas extremeños que he tenido el
honor de conocer y también de los que escriben sin saber quién soy. He
tomado la palabra tras cuatro años de silencio fundamentalmente para
homenajear a mis compañeros. Poniendo en valor a los políticos y a los
asesores. Seguiré luchando por la excelencia en el trabajo, también en la
política y echaré de menos nuestros debates, pero os aseguro que esté donde
esté, si está en mi mano, seguiré a vuestro servicio, y que si de mi depende,
ayudaré siempre a Extremadura», escribía Iván Redondo en El Periódico
Extremadura.
LA ESPAÑA YEYÉ
GANAR LA OPORTUNIDAD...
«Lo que ahora se ve tan claro ya lo escribió en The War Room cuando habló
de una nueva mayoría y de una moción de censura. Corría el mes de octubre
de 2016 y Redondo había vuelto a la empresa tras la salida del Gobierno de
Extremadura. Estoy convencido de que la teoría de ese artículo es lo que le
lleva a Pedro. Ahora es muy obvio, pero en aquel momento planteó una
suma diferente. Tiempo después repitió el argumento de los bloques, la
derecha, la izquierda y la España periférica, y me dijo que se presentaría la
moción. Estaba en Kiev en un partido de la Champions, me llamó y me dijo
que era el momento», cuenta César González, el director de informativos de
La Sexta, quien se enteró de este modo del movimiento que estaba
preparando el PSOE tras la sentencia del caso Gürtel.
Para llegar a la presentación de la moción de censura todavía quedaban
nueve meses. Sánchez había recuperado la Secretaría General gracias al
voto directo de la militancia y había configurado a la ejecutiva a su imagen
y semejanza en el 39 Congreso Federal. En el verano de 2017, la situación
del PSOE distaba mucho de ser brillante. Hacía falta construirlo todo
porque el partido era un erial consumido por el proceso de primarias, una
crisis política e institucional en Cataluña con un riesgo serio de escisión, la
Casa Real en un mal momento y un Gobierno del PP que se mantenía en el
poder por la debilidad de un PSOE sin liderazgo y sin un relato atractivo.
El capital político del PSOE solo era uno. «El concepto Pedro Sánchez y
militancia. Ahí es donde Iván vio un diamante en bruto para tallar», resalta
Jaime Miquel, que se autodefine como «un obrero del dato» (El Nacional
04-09-2017). Jaime aprendió el oficio con su padre, que fue director general
de Gallup. Se encargaron durante la transición de hacer las encuestas del
rey, por ejemplo. Hoy es el director de la Unidad de Desarrollo en la
encarnación del «CIS de la Moncloa» y fue invitado por Iván Redondo a
una entrevista con Pedro Sánchez: «No da puntada sin hilo y concertó la
reunión a sabiendas de lo que le iba a decir a Pedro, que el PSOE no
representa a nadie porque es tan uninacional como la derecha. Lo sabía bien
porque trabajaba para diferentes formaciones políticas como Podemos,
Ciudadanos o el PDeCAT de Marta Pascal. Según mis datos, en aquel
momento VOX entraba en el Congreso y en abril de 2018 Ciudadanos
podía ganar porque el PSOE no remontaba. Ciudadanos se planteaba que
entrara VOX para romper al PP, con mayores e indignados de un perfil
autoritario. VOX se dimensiona con dos conceptos: familia tradicional y
modelo autonómico. Este era el escenario antes de la moción de censura».
El Luis Aragonés de la sociología, como lo define desde que lo conoció
Iván Redondo, un «no sociólogo» porque estudió Geografía e Historia, es la
mente gris de la investigación del comportamiento electoral del Gabinete
del presidente del Gobierno. Miquel dibujaba así la situación: «El PSOE
estaba asediado por las encuestas. La gestora llevó al partido a un 17 % de
intención directa de voto, un mínimo histórico. El viejo PSOE era incapaz
de definir una España distinta a la que está en manos de la derecha,
autoritaria, con un poder judicial que no se ha reformado desde el principio
de la democracia y con una concepción territorial del Estado agotada. El
viejo PSOE no es España, no es un factor de renovación. Era necesaria una
reforma muy profunda de la oferta socialista y una perestroika en el país».
Lo dijo en Público ese mismo verano: «Quien sepa explicar España tendrá
la confianza de los ciudadanos».
Con este panorama empieza a trabajar Redondo. El primer objetivo era
reforzar el perfil de Pedro Sánchez, ampliar su espacio en la sociedad civil
como secretario general del PSOE, líder de la oposición y alternativa. La
izquierda de Gobierno y oposición de Estado. Se centró toda la estrategia en
el «valor añadido», el secretario general, porque la marca PSOE estaba
tocada y casi hundida, con Ciudadanos achicando espacios por el centro y
Podemos lanzada al sorpasso, mientras el PP se atrincheraba en la Moncloa
amparado por la crisis institucional de Cataluña.
El segundo objetivo consistía en reconstruir el relato del PSOE, por lo
que los grupos de trabajo enfocaron el «Plan estratégico nuevo PSOE», un
plan pensado para tres años que tenía su base en una frase de Pablo Iglesias,
el fundador del Partido Socialista: «por mucho que valgan las ideas, no
pueden prosperar en el grado que deben si sus sostenedores, y
principalmente los que ocupan las primeras filas, no son enteros, serios y
morales. No solo hacen adeptos los partidos con sus doctrinas, sino con
buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres». A toro pasado, todo
un aviso para navegantes.
El documento se sustentaba en tres líneas de trabajo: 1) recuperar la
España de derechos; 2) restaurar el contrato social entre generaciones, y 3)
unir a todos los pueblos de España, dando forma a las resoluciones del 39
Congreso Federal. Los grupos de trabajo se afanaron en los objetivos
basándose en propuestas sobre derechos, libertades y convivencia. Se hizo
el trabajo en silencio y con discreción, aguantando el chaparrón de los que
acusaban al PSOE de estar desaparecido. Las apariciones públicas de Pedro
Sánchez se dosificaron y buscaron causar impacto. La primera fue en la
Feria del Libro y dijo: «Me siento próximo a los votantes de Podemos, pero
no a su dirección». Fue su forma de acercarse a los miles de votantes
socialistas que habían huido del barco, reclamando para el PSOE el papel
de la izquierda de Gobierno. Se pensaba ya en la triple cita electoral de
2019, con comicios municipales, autonómicos y europeos.
Se aguantaron las críticas porque había que pertrechar al líder, y al
partido, de argumentos, ya que los líderes, según la filosofía de Redondo,
deben elegir las batallas que libran para poder luchar al día siguiente. Los
líderes han de elegir las batallas que libran, incluso dejar alguna para luchar
otro día. Mientras se trabajaba en el relato, se dosificaban las apariciones y
se elegían los momentos porque no sobraban fuerzas. Para librar estas
batallas, acertar en su elección, se eligió a un «interior derecho», el
secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, un hombre que
podía seducir a la izquierda plantando cara a la derecha.
Planear a futuro es un leitmotiv en el trabajo de Iván Redondo. Un
ejemplo de ello: en la Moncloa se están trabajando en 2021 escenarios y
objetivos para 2023. En 2017 se trabajaba pensando en 2019, cita electoral,
y en el escenario de 2020. Sánchez creía en sus posibilidades, en su
disposición de ganar, porque había dimitido de diputado para ser presidente.
Y también creía Iván Redondo, que se puso manos a la obra y elaboró el
«Glosario estratégico» que definía a qué públicos dirigirse y construía el
relato más adecuado para lograr el objetivo:
Sin duda, un repaso de estos criterios sitúa negro sobre blanco algunas
de las actuaciones del PSOE, incluso en 2021: su apoyo a Rajoy ante el
desafío independentista, que presentó a Sánchez como un hombre de
Estado; las políticas de izquierda sensata y gubernamental que, a pesar del
cambio de guion provocado por la pandemia, se han mantenido como eje
argumental; el Gobierno de izquierdas que se hizo realidad en 2019; un
modelo de Estado político y económico impulsado por una estrategia de
transformación que es la base del actual Gobierno para afrontar la crisis
pandémica; sin olvidar la posibilidad de una moción de censura que se
puede leer entre líneas en «construir alternativa». Se trataba de crear un
nuevo PSOE que se abriera paso en la España yeyé, esa España donde todo
es posible, donde se mueven piezas por doquier y en la que debes tener un
papel protagonista para poder influir, y para influir debes trabajar las formas
y los contenidos y ser audaz en los movimientos. Así trabajó Sánchez para
convertirse en el líder de la oposición y así se mostró cuando se acentuó la
crisis catalana y el presidente Rajoy le llamó a la Moncloa. A pesar de las
diferencias y las distancias, más de las que Casado tiene con Sánchez,
según recuerdan algunos colaboradores, se vio con Rajoy y el PSOE apoyó
la aplicación del 155. El presidente y el líder de la oposición se vieron
muchas veces, muchas más de las que se hicieron públicas. Se marcó el
perfil de hombre de Estado.
Pulir el «diamante en bruto» obligaba a dar a conocer al nuevo Pedro
Sánchez. Sirva este ejemplo que cuenta Iñaki Ortega para ilustrar estos
movimientos: «Me pidió que lo llevara a conocer a empresarios para
explicarles quién era y cuál era su proyecto. Ahí estuvo involucrado
también un buen amigo nuestro, Manu Escudero. Concerté encuentros
discretos del ahora presidente. Lo hice por la convicción de que era bueno
que el PSOE estuviera cerca del mundo empresarial, que es mi mundo, y
porque hay que evitar malentendidos y prejuicios. Lo hice desde una
posición no partidista, por amistad con Iván y buena relación con Pedro, al
que conocí cuando era portavoz de Economía del PSOE en el Ayuntamiento
de Madrid y yo director de Promoción Económica. Un mes antes de la
moción, Iván me llamó para que Pedro Sánchez diera un masterclass sobre
pensiones. Montamos un acto en Deusto, en la sede de la calle Castelló, y
salió muy bien».
El PSOE crea un Gobierno en la sombra y Pedro Sánchez multiplica su
agenda de contactos pensando en la llegada al poder, algo que ahora parece
lógico, pero entonces se antojaba una utopía. En ese tiempo, el ahora
presidente contacta con algunas personas que luego formaron parte de su
Gobierno. Dolores Delgado y Fernando Grande Marlaska son dos ejemplos.
La razón de estos movimientos hay que buscarla en que la sala de máquinas
del PSOE pensaba que se podían ganar las elecciones de 2019 y se
trabajaba para ello. Se trataba de aprovechar la oportunidad que abrieron las
primarias, que llevaron de nuevo a Pedro Sánchez a la Secretaría General
del PSOE.
JAQUE MATE
DÍA D, HORA H
«En política y en el ajedrez, la estrategia es fundamental al tiempo que hay
que estar atento al adversario para detectar un movimiento en falso que le
pueda dejar con la guardia baja. Entonces es el momento de actuar porque
en la política y en el ajedrez no vale con cobrarte piezas. Para ganar, hay
que hacer jaque mate. Pedro Sánchez y su equipo más cercano habían
trazado la estrategia de hace meses con solo un objetivo concreto: no
equivocarse ni errar. Así Sánchez fue escaso en actuaciones mediáticas en
el primer trimestre del año, centrándose sobre todo en el partido realizando
asambleas abiertas por todo el territorio. Era una forma de estar presente, de
estrechar lazos con las bases que lo encumbraron a la Secretaría General,
mientras se alejaba del ruido mediático de la pelea PP y Ciudadanos.
Cataluña, su apoyo a la aplicación del 155, y la moción de censura en la
Comunidad de Madrid que acabó con el mandato de Cifuentes fueron su
línea argumental, en paralelo a la configuración de las listas electorales de
la triple contienda de 2019. Sin embargo, en esta estrategia también
figuraba la moción de censura. Estaba durmiente hasta que la sentencia del
caso Gürtel la despertó», escribía en junio de 2018 en La Razón sobre los
meses de Redondo en la fontanería de Ferraz hasta la moción de censura.
Una estrategia medida para consolidar un relato, un proyecto, una
alternativa y un candidato. Alberto Surio resumía en El Diario Vasco de
forma brillante el relato del PSOE que, como en el juego de los barcos,
estaba tocado y hundido: «Como experto en consultoría política tiene la
tesis de que “es mucho más importante conectar que comunicar” y hacerlo
con “un relato épico” que sepa “humanizar” los mensajes ideológicos».
Fueron meses de sinsabores en los que arreció la crítica interna y la
incomprensión externa. El trabajo silencioso, la argamasa del nuevo PSOE,
llegó compacta al momento clave: la moción de censura.
«Tengo que decir que en política la suerte es muy importante. La moción
de censura fue uno de esos momentos. Fue un momento inverosímil,
parecía un imposible. De hecho, era imposible. El papel de Marta Pascal
vacilando a Puigdemont, que el PNV se sintiera concernido por este asunto
y que, en dos días, el edificio rocoso del PP se derrumbara, perdóname,
pero era inverosímil. No le quito mérito a Pedro Sánchez, pero francamente
tuvieron mucha suerte. Hicieron una operación relámpago y tuvieron la
suerte de que el PP se desmoronara por completo, que Rajoy estuviera
devastado personal y políticamente, que el partido estuviera dividido y
envenenado internamente, que no fuera capaz de reaccionar... ¿En qué
acertó Iván? En la búsqueda del momento, pero no podía saber que Rajoy
estaba destruido emocionalmente y que el PP era un gigante con pies de
barro, que el PNV iba a tener tanto miedo a quedarse solo apoyando a
Rajoy y que Pascal iba a plantar cara a Puigdemont. Le costó el puesto.
Todo eso no lo podía saber porque no lo podía saber nadie. No podía saber
que el PP estaba en shock. Eso sí, para tener suerte, hay que estar. En eso
acertó», dice Lucía Méndez.
«En este mundo hay una combinación de contingencia y profesionalidad.
No sé si ha tenido suerte, pero la suerte hay que ganársela. Está de jefe del
Gabinete porque el presidente quiere que esté. No es por suerte. Me siento
muy identificada con su figura porque hemos trabajado con líderes de
diferentes partidos sin que a nosotros nos resultara molesto o extraño.
Partimos de un modelo de comunicación que nace en Estados Unidos,
donde entienden la comunicación como algo mucho más normalizado en la
política. Aquí todavía es algo excepcional», apunta Verónica Fumanal.
Lucía Méndez se acercó por detrás a Iván Redondo y le dijo: «¡Quién
nos lo iba a decir!». Estaba en la tribuna de invitados, encima de los
escaños del PP. A su lado, José Antonio Rodríguez Salas, Santos Cerdán y
Paco Salazar. El primer mensaje que recibió tras la moción de censura fue
de Fernando Ónega, lo que para Iván supuso, nada más y nada menos, que
una transferencia de conocimiento de una persona que vivió la Transición,
algo así como un remake del «Puedo prometer y prometo». Anabel Díez, a
la que admiro porque tiene al PSOE en la cabeza por su trabajo a lo largo de
toda su trayectoria profesional, le dijo a Iván que el «fotoperiodismo existe»
y hubo una foto para la historia: estaba contando con los ojos cerrados los
votos necesarios.
La clave para el equipo de Redondo fue cuando el presidente dijo:
«Dimita, señor Rajoy, aquí y ahora, y todo terminará». Con esta frase Pedro
Sánchez lanzaba un mensaje muy claro: quiero el poder, pero no a cualquier
precio. El PP permaneció impasible. Lo explicaba Iván Redondo en
aquellos momentos en los que todos vivimos la política con pasión en los
pasillos del Congreso. Recuerdo una dura discusión con mis compañeros de
Onda Cero en el programa Más de Uno de Carlos Alsina, en un estudio
improvisado en los pasillos de la cámara. El único que creía que la moción
salía adelante era yo. Mi principal adversario ese día, el jueves 31 de mayo,
fue mi director, Paco Marhuenda.
Días después escribía: «Oficialmente, los socialistas afirman que no
conocieron la posición final del PNV hasta el jueves. Oficiosamente,
trabajaban en este escenario desde el martes. De hecho, se prepararon desde
ese momento a contemplar un nuevo movimiento defensivo del PP para
proteger a su rey: la dimisión de Rajoy». Por este motivo, Sánchez le pidió
a Rajoy su dimisión en el pleno: «Si quiere que esto acabe, dimita». Casi
aguantando la respiración, el equipo de Sánchez esperó la respuesta del
todavía presidente del Gobierno. No contestó. El último bastión, su
dimisión y la convocatoria electoral, no iba a ser utilizado porque también
sabía que las posibilidades del PP de mantener el Gobierno eran casi nulas.
Rajoy sabía hacía horas, igual que Sánchez, que el PNV no le iba a dar
cobertura. Los nacionalistas solo pusieron dos condiciones: no tirar atrás los
presupuestos recientemente aprobados y convocar elecciones en un
horizonte no lejano. Todos se apuntaron ese tanto. La verdad, unas páginas
más adelante.
Charlé con Iván varias veces esos días y siempre señalaba que la
«moción era un homenaje a la Transición» y que cuando dijo esa frase
estaba demostrando que Sánchez no quería ser presidente a cualquier precio
y que Rajoy volvió a ser un ciudadano de a pie, el samurái «transfiriendo la
presidencia al candidato». Redondo siempre cita la Transición política. Es
un estudioso de ese periodo y la considera ejemplar, pero incompleta. La
nueva generación tiene que completarla. Difiere de Podemos porque no está
en contra de la Transición, que para él es una fuente de sabiduría y a la que
dedica horas, al igual que a la historia política española.
«La moción de censura nos sorprendió a todos. Se movieron rápido. Se
acababan de pactar los presupuestos con PNV y Ciudadanos, y Albert
estaba de subidón. Se tenía la sensación de que Rajoy había ganado tres
años de tranquilidad. Que saliera la moción era lo último que nos
esperábamos. Solo podía salir si se fraguaba desde la rapidez y la
discreción, y aquí Iván supo conjurar muchos intereses. El PNV había
ganado mucho en la negociación de los presupuestos, pero sus votantes no
querían a Rajoy. Igual que ERC, JxCAT, Podemos... Fue una alianza contra
Rajoy, no a favor de Pedro. Fue capaz de ver el movimiento y que Pedro lo
ejecutara», cuenta Susanna Griso.
Javier Negre relataba así el 7 de junio de 2018 en El Mundo lo que
acababa de suceder en España. Se unieron el arrojo de unos y el
apalancamiento de otros:
Jueves 24 de mayo. Hay júbilo en el búnker de Mariano Rajoy. Su Gobierno acaba de
aprobar los presupuestos. La felicidad en el inexpugnable núcleo duro del PP es tal que ni el
estruendo de la condena por el caso Gürtel les borra la sonrisa. Creen que las cuentas son un
salvavidas hasta 2020. Ven el mar calmado. Sin otear el virulento tsunami que se les viene
encima. Un tsunami que desatará uno de los suyos. El hijo del jefe de máquinas de un barco. Un
hombre de la casa al que no quisieron convertir en capitán de su transatlántico. Que tuvo que
saltar a una embarcación rival que se encontraba en el astillero ante la falta de oportunidades en
Génova. Con un horizonte tan ambicioso como él: hacer caer al presidente y aupar a Pedro
Sánchez a La Moncloa. Su sueño más deseado desde que era un adolescente adicto al Ala Oeste
de la Casa Blanca. Un sueño que Iván Redondo siempre supo que lograría. Tarde o temprano.
Pero no con el PSOE.
Este consultor político de treinta y siete años fue quien recomendó al líder socialista que
apretase el botón rojo para acabar con el «rinoceronte» Rajoy. Para activar la moción de censura.
Un as en la manga que se había guardado durante meses en espera de la tormenta perfecta. Y la
tormenta llegó en forma de condena de la Audiencia. Tres llamadas bastaron para orquestar el fin
de Rajoy.
Tras conocerse la sentencia el jueves, Sánchez (46) telefoneó a Redondo para preguntarle
cómo veía una moción. El estratega, según fuentes socialistas, fue tajante. «Es el momento de
hacer jaque mate. Puedes ser presidente del Gobierno». Redondo vio cómo Ciudadanos había
retirado su apoyo y cómo la oposición estaba harta de que Rajoy no asumiese su responsabilidad.
El ruido de la calle acompañaba. Sólo había que hacer ver al resto de actores que era posible
hacer caza mayor. Sánchez llamó a su secretario de organización, José Luis Ábalos, que se
encontraba en Copenhague, y a la vicesecretaria Adriana Lastra. Dieron su OK. Es ese sanedrín
el que diseña una hoja de ruta para batir a Rajoy que había avanzado Redondo en su blog de
Expansión The War Room el 22 de mayo de 2017. «Si enfocamos bien el ajedrez político que se
avecina deben saber que hay altas probabilidades de que Sánchez pueda ser presidente. Bien a
través de una moción de censura (si se suceden más escándalos en el PP y se conforma esa
mayoría alternativa) o tras el resultado de unas elecciones anticipadas.» Su profecía se cumplió
hace dos días.
«En la política he aprendido que hay gente que utiliza como palanca
fundamental la exageración de los problemas. Alfredo Pérez Rubalcaba era
de esta escuela y era magistral. Creaba el problema, ficticio e inexistente, y
llegaba con la caja de herramientas para solucionarlo. Iván es justo lo
contrario. No incita al pánico, intenta presentar el problema de forma
aséptica y serena. Es de los que se pone a buscar la solución, transmite
calma. No relativiza los problemas, pero busca serenidad —comenta
Miguel Barroso, que echa mano de una película para ilustrar esta
aseveración—. Michael Caine protagonizó una película malísima que se
llamaba Ejecutivo ejecutor. Había una crisis en la empresa y todos gritaban,
y el CEO, Michael Caine, le decía a su equipo: “Vosotros dos, 'pánico'; el
resto, a pensar”. Iván es de los que se pone a buscar una solución a los
continuos problemas sobrevenidos. Es el que piensa y le presenta diversos
escenarios al presidente. En esos momentos, entiendo que las pasiones
fueron desbordantes y eso llevó a Pedro a confiar en un profesional externo,
alejado de este mundo. Que lo mire con distancia y frialdad es un
suplemento de servicio.»
El momento de locura llegó con la sentencia del caso Gürtel. Se abre una
ventana de oportunidad para cumplir lo escrito dos años antes en
Expansión. Pedro Sánchez está en la SER y sabe que sus adversarios están
en la COPE y en Onda Cero. El secretario general pide un informe sobre lo
que dicen y otro sobre cómo ven las redes la presentación de la moción de
censura. «Jun» lo prepara y se lo envía a Pedro, con copia a Iván: «Hay un
movimiento a favor de la presentación de la moción. Si la presentamos,
ganamos en la calle, aunque se pierda en el Congreso. Esa fue mi
conclusión». La moción se presentó al día siguiente, a primera hora, para
evitar que el PP reaccionara. Rajoy tuvo todo un día para dimitir y convocar
elecciones, pero no lo hizo porque el PP estaba paralizado: «Se le dio
tiempo para que reaccionara en un juego de comunicar sin comunicar».
«El 24 de mayo de 2018 empezó a cambiar la vida de Pedro Sánchez de
un modo tan monstruoso que ni él mismo se enteró. Esa mañana, tras salir
de una entrevista con Pepa Bueno en el programa Hoy por Hoy de la
Cadena SER, Sánchez desayunaba con los directivos de la radio cuando los
móviles empezaron a sonar: la sentencia del caso Gürtel era cuestión de
minutos. “¿Harás una moción de censura?”, le preguntaron. Se lo había
preguntado Iglesias hace meses y la respuesta de Sánchez fue la misma que
espetó en la planta noble de la SER: “¿Para perderla?”. De esa reunión da
cuenta la periodista Carmen Torres en el libro Instinto de poder (La Esfera,
2019). [...] Sánchez hizo dos llamadas al salir de la radio: una a Margarita
Robles para que fuese a Ferraz a detallar la sentencia y otra a Iván Redondo
Bacaicoa [...] para saber qué hacer con ella», escribía Manuel Jabois en un
artículo titulado «La sala de guerra de Iván Redondo», publicado en El País
el 19 de enero de 2020.
«Después de la entrevista, Sánchez tuvo un sinfín de reuniones. Ábalos y
Paco Salazar llegaron a última hora de la noche de Copenhague. A las
reuniones asistió mucha gente, desde Carmen Calvo a Adriana Lastra,
desde Iván a Juanma Serrano, Margarita Robles y José Luis Ábalos. En la
última no éramos más de ocho personas. La situación era muy compleja
porque un tercio de la ejecutiva estaba en contra de presentarla. Ahora todos
dirán que estaban a favor, pero la realidad no fue esa. Y no me refiero solo a
las secretarías ejecutivas (lo contemplo en su conjunto), también a las
importantes. Estaban en contra porque pensaban que si fracasaba, Pedro
tendría que dimitir como ya había dicho Pablo Iglesias», recuerda José
Antonio Rodríguez Salas.
«No creí en la moción. Me equivoqué. Se lo dije a Pedro. Iván lo veía
clarísimo y me dio un argumento de peso. Ante un hecho tan grave como el
que acaba de confirmar el Supremo, si no pedíamos responsabilidad y
explicaciones, como primer partido de la oposición, estábamos perdiendo
una oportunidad de oro. Debíamos hacerlo. Otra cosa era que la moción se
ganara. Pedro tomó la decisión con Iván a su lado», dice Quico Toscano.
Dos años antes, Iván Redondo había fijado claramente su posición en La
Tuerka: «A las personas que han robado en este país hay que apartarlas e ir
a por ellas sin piedad». Y en el memorándum del PSOE en el que había
empezado a trabajar nueve meses antes se decía: «No solo hacen adeptos
los partidos con sus doctrinas, sino con buenos ejemplos y la recta conducta
de sus hombres». Así se construyó la alternativa alrededor de Pedro
Sánchez frente a Mariano Rajoy. El motor del Ferrari, del coche rojo que
llevaba en boxes varios meses, empezó a correr, aceleró y se puso en
primera posición.
La excepcionalidad política sorprende a Ábalos y Salazar mientras se
dirigen a Copenhague para asistir a una reunión de los socialistas europeos.
«Nos dice que se va a presentar la moción, aunque en el debate en Ferraz
había posiciones para todos los gustos. Nos plantea suspender el viaje, pero
Ábalos le comenta que no podemos ausentarnos de la cumbre del PSE.
Cuando aterrizamos en Dinamarca, ya teníamos dos billetes de vuelta para
España cinco horas después. Antes de coger el vuelo, Pedro vuelve a llamar
a José Luis para ponerlo al día de la situación. Me pasó el teléfono y le dije:
“Pedro, la moción está ganada. Si no se gana en el Congreso, la ganamos en
la calle. Hay que presentarla porque si no lo hacemos, tendremos que dar
explicaciones”», recuerda Salazar.
«El 24 de mayo de 2018, ya con Pedro Sánchez al frente del PSOE, Iván
Redondo no valoraba la moción de censura en función de ganarla o
perderla, siendo lo primero prioritario y lo segundo positivo. Contaba que
se trataba de neutralizar a Podemos y marcar distancia: recuperar la
hegemonía de la izquierda. Le había salido bien a Felipe González cuando
perdió la moción en 1980 y en 1982 arrasó. Aunque, por supuesto, se iría a
ganar. La periodista Lucía Gómez-Lobato relata en su libro La moción
(Samarcanda, 2019) cómo pedir la dimisión de Rajoy para convocar nuevas
elecciones durante la sesión de moción de censura legitimaba, según el
elástico código Redondo, el acceso al poder: “Es Rajoy quien elige
presidente a Sánchez al no dimitir”. Voilà», escribe Manuel Jabois en el
artículo ya citado.
Sánchez decide aguantar y guardar silencio. El PSOE no diría nada a la
espera de la reacción del Gobierno. Se mantuvo el silencio a pesar de la
presión mediática, de la sorpresa en el conjunto del PSOE y de las críticas
de otros partidos, porque la estrategia se ejecuta, no se cuenta. Si quieres
aprovechar el efecto sorpresa, debes ser cauto. En definitiva, Sánchez se
preparaba para su jaque mate. El Gobierno no movió pieza. Se presentó la
moción de censura.
El texto fue registrado por sorpresa el viernes por la mañana con el
leitmotiv «o Rajoy o cambio». El relato era potente. No se trataba de votar a
Sánchez como candidato, sino que Sánchez «se convertía en la única
posibilidad de desalojar a un Rajoy señalado por una sentencia que dejaba
al PP embadurnado de corrupción. El jaque a Rajoy se había consumado. Si
la moción se perdía, el PSOE ganaba porque lo volvía a situar en la pole
position, de donde había sido desalojado. Si se ganaba se consumaba el
jaque mate. A ello se puso Sánchez después de marcar la línea argumental
en el Comité Federal y en el Grupo Parlamentario, el secretario general
socialista empezó a realizar llamadas. Pablo Iglesias y Marta Pascal,
coordinadora general del PDeCAT, fueron los primeros. Pascal fue
fundamental para que la antigua Convergència diera su apoyo a Sánchez
porque le paró los pies a Carles Puigdemont, partidario de la abstención, y
porque se convirtió en un canal de comunicación con el PNV. Pedro
Sánchez en ningún momento llamó ni a Puigdemont ni a Joaquim Torra. Sin
embargo, sí llamó a Puigdemont Pablo Iglesias», expliqué en La Razón, en
un artículo firmado con Ainhoa Martínez.
Ábalos y Salazar llegaron a las 12 de la noche y Sánchez los esperaba en
Ferraz. Mientras estaban en Copenhague, se reunió el núcleo duro:
Margarita Robles, Juanma Serrano, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Pedro
Sánchez e Iván, que asume el papel de defender la posición de Ábalos y
Salazar, con los que había hablado por teléfono. Algunos estaban en contra
porque temían una mala reacción del partido y planteaban que la derrota
dejaría al secretario general en una posición delicada y tendría que dimitir.
Un tercio de la ejecutiva no veía la moción. «Cuando llegamos, leímos la
sentencia y analizamos el documento que se remitiría al Congreso. Pedro
nos convocó de nuevo a primera hora de la mañana, aunque creo que en ese
momento ya tenía tomada la decisión. Llevaba todo el día consultando a
todo el partido, también a Iván. Ambos coincidíamos, como también el
secretario de organización. Otros, no», explica Paco Salazar, aunque en la
ejecutiva del día siguiente todos estuvieron en línea.
«Fue una semana muy intensa. Recuerdo que se nos dijo de todo, pero
los ataques se desactivaron cuando Pedro dijo en la tribuna aquello de “hoy,
aquí y ahora, si usted renuncia, se acaba todo”. Fueron torpes en su reacción
y Rajoy, por las luchas internas, se quedó bloqueado. El movimiento y la
reacción estaban encima de la mesa, previstos por Iván —añade Salazar—.
Se le dio tiempo al PP para que reaccionara, pero sus líos internos lo habían
momificado.»
«Llamé a Félix Bolaños. Le expliqué que estábamos liados con la
moción y que nadie pensaba en la posibilidad de ganarla. Sin embargo, le
pedí que pensara en la estructura de un Gobierno. Más tarde me pidió abrir
el equipo para que participara más gente en la tarea. Le dije que no, que lo
hiciera solo. El jueves ya lo tenía claro. Volvimos a hablar y le dije:
“Mañana tienes que estar aquí con todo lo que hayas preparado”. Mañana
era el viernes, el día que se votaba. Llegó Félix con un montón de carpetas
de colores y cuando acabó la moción, se las enseñó a Pedro.»
La versión de Paco Salazar difiere poco de la Félix Bolaños: «Me llamó
Ábalos y, acto seguido, Paco. “Hemos estado hablando con el presidente y
pensamos que esto no va a salir, pero por si acaso encárgate de todo el tema
legal, de cómo sería la estructura del Gobierno, los primeros decretos, los
primeros nombramientos, la estructura de los ministerios.” El lunes me
vuelve a llamar para informarme. La moción no va a salir, pero al menos no
nos envían a hacer puñetas. No nos dicen que no, nos escuchan, y muchos
nos dicen que dónde hay que votar para echar a Rajoy. Aun así, José Luis
me insistía en que no iba a salir y al mismo tiempo me metía presión: “Pero
tú estás con eso, ¿eh?”. Estaba y acabé con una carpeta ciertamente
voluminosa». Si alguien hubiera echado un vistazo más a fondo a las
carpetas que custodiaba como un centinela Félix Bolaños, en las que se
detallaba la estructura del Gobierno, ya hubiera intuido que Iván Redondo
iba a ser el próximo jefe del Gabinete.
Bolaños prosigue: «El PNV anunció el jueves que iba a votar que sí. El
día anterior me había llamado José Luis para informarme de la posición del
PNV. “Félix, ¡que esto sale, que el viernes Pedro es presidente!”, me dijo.
Era mediodía y estaba comiendo con un amigo mío. “¿Qué te pasa?”, me
preguntó. Me había quedado pálido y el corazón me había dado un vuelco.
Aquella tarde le di un acelerón al trabajo, con organigramas, competencias.
Cuando salió elegido presidente, Pedro convocó una reunión en su
despacho en el Congreso a la que fui arrastrando mi carpetón de un lado
para otro. Había una diferencia en esas salas: los que se quedaban fuera del
despacho y los que estábamos dentro. Por la tarde nos fuimos a Ferraz.
Ábalos, Santos, Iván y yo repasamos todo el dosier. Acabamos a la 1 de la
madrugada. El fin de semana estuve en mi casa y hablé con Pedro a través
de mensajes. Me pidió el teléfono de dos ministras y me preguntó alguna
cosa».
Acabado el pleno y, con Sánchez ya presidente, se trasladaron todos al
edificio de grupos, en la otra acera de la Carrera de San Jerónimo. Reinaba
la alegría y muchos se acercaron a donde se estaba cociendo el futuro. El
presidente Sánchez entró en su despacho y, en un momento determinado,
llamó solo a Iván. Mantuvieron una conversación corta y directa. «Pídeme
lo que quieras», dijo Sánchez. «Yo, nada», respondió Iván. «¿Quieres ser
ministro?». «Yo no, para nada. ¿Qué quieres tú?». «Quiero que seas el
director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno», añadió Sánchez. Iván
le pidió tiempo para hablarlo con Sandra porque no estaba en sus planes.
No tenía intención de hacerlo. Era consciente de que si daba ese paso, la
colocaba otra vez en un escenario de «vuelta a empezar» y ya lo había
vivido en Extremadura. Llamó a su mujer, que estaba comiendo con el resto
del equipo que había trabajado en la preparación de la moción. La llamada
pasó inadvertida para todo el mundo, para todos menos para Carmen
Galbete. Iván no contestó al presidente hasta muchos días después.
«Félix hizo los deberes. Había preparado toda una estructura, que llegaba
hasta las empresas públicas. Algunos acudieron a la reunión con un decreto
de tres páginas. El momento más feliz fue cuando vimos desde la tribuna,
junto a Iván, cómo se ganaba la moción», recuerda Paco Salazar. «Tienes
que saber qué datos son buenos y relevantes, cuáles impactan. Este trabajo
es sofisticado y técnico, y en la cabeza de Iván este sistema funciona. Como
a todos los buenos, le da una ventaja competitiva porque va con dos jugadas
de ventaja. Toma una decisión y sabe cuál es el movimiento siguiente.
Dibujar el escenario es fundamental. Ese es su ajedrez aleatorio. Has de
tener claro el viaje, el camino, la ruta, a dónde quieres llegar», dice José
Antonio Llorente, quien tiene claro que el movimiento de la moción de
censura estaba trabajado.
Con él coincide Miquel Iceta, que lo relaciona con el ajedrez: «Una cosa
que me maravilla es el ajedrez aleatorio. El objetivo es único, pero plantea
la manera de llegar de forma diversa, con diferentes alternativas y con
muchas piezas moviéndose. Tiene una visión del tablero, de lo que es
importante y de lo que no».
Iván Redondo es una tumba sobre sus movimientos en la moción de
censura. Contactó con el PNV y puso en valor su relación con Joseba
Aurrekoetxea. Hablaron a menudo y establecieron los puentes. ¿Qué
puentes? ¿Qué conversaciones? Redondo es inflexible: «Solo lo sabe el
presidente». Otros, sin duda, se apuntan el mérito, pero Iván Redondo hizo
valer su «palabra de vasco» y la garantía de su palabra ante la cúpula del
PNV, ante sus amigos del Euskadi Buru Batzar, algo que sigue haciendo.
No necesitan demasiadas palabras: es un código que está encriptado y es
difícil de entender en Madrid.
Esta es la versión íntegra de la conversación que mantuve con Joseba
Aurrekoetxea, responsable de procesos electorales del PNV y burukide del
Euskadi Buru Batzar. Es la única manera de entender esta relación. La
transcripción es absolutamente literal.
¿Iván fue básico en el año 2018?
Yo creo que sí, que fue importante.
¿Hablaste con Iván, habló con el PNV?
Hubo dos movimientos. Uno era para posicionarse, porque, aunque no hubiera salido, era un
movimiento que iba a traer consecuencias. Era un movimiento que si no lo hubiera hecho el
PSOE, lo hubieran hecho otros. La moción tenía las dos virtualidades. Al final, al PSOE la
moción le daba un papel. Iván estaba en eso, tenía la cabeza en eso. Tiene capacidad para ver los
movimientos y para anticiparlos, y esa capacidad de arriesgar. Otra cosa es que su candidato se lo
compre, pero, como te decía antes, es un hombre propositivo. Es un hombre rápido. Otra cosa es
que luego te salga bien o te salga mal. Iván tenía la información. Si solo te fías de las encuestas,
te puedes pegar un sopapo, pero tienes la información y tienes que trabajar en las lecturas. Es lo
que hacemos en el PNV. No es una cuestión solo de técnicos ni solo de pura mercadotecnia.
Ciertamente, aquí el mercado es más pequeño. Aquí pulsas la realidad con solo salir a la calle e ir
por los pueblos. Iván tiene esa capacidad. El que puso la valentía fue Iván y nos metió a todos en
un lío.
¿Tuvisteis contactos durante esos días?
Nosotros siempre hablamos y en aquellos días lo hicimos con mucha discreción. Hablamos
sí, sí. También hablamos con el partido, sobre todo para detectar, para testar el movimiento.
¡Imagínate que la hubieran retirado! Nosotros estábamos un poco en el alambre. La situación era
de mucho riesgo. Habíamos aprobado los presupuestos y les habíamos forzado a que se levantara
el 155 y esas cosas. La caldera estaba muy en ebullición, también aquí. Iván hizo el movimiento
pensando en lo que les tocaba a ellos. Fue para él un acierto. Nosotros tuvimos un papel para que
no se echaran atrás, claro, porque había movimientos anteriores. El pacto con Ciudadanos, la
investidura que no salió. Tenías que fiarte de que lo que se estaba haciendo saliera adelante.
¿Me estás diciendo que, para fiarte, para que el PNV tuviera confianza, Iván ayudó?
Sí, Iván ayudó con las claves que nos dio, sí. También el presidente, claro. Con Iván tenemos
mucha lealtad, siempre hemos sabido distinguir cuándo se habla en clave institucional, de manera
más oficial, y cuándo se habla de la situación política. Hemos tratado siempre de cuidarlo y
nunca nos hemos hecho daño. Creo que hay que cuidarlo y mantenerlo. Siempre hay que tener
líneas calientes. Eso fue muy importante.
HISTORIAS MONCLOVITAS
«¿Que si ha cambiado la Moncloa? Yo era un pardillo y la Moncloa, una
entelequia», responde Fernando Ónega, quien casi se pone sentimental
cuando le hago esta pregunta. No es para menos. «Cuando llego y entro por
la puerta, literalmente, me topo con Carmen Díaz de Rivera, la jefa de
Gabinete de Suárez, que acababa de cesar. Dimitió justo antes de las
elecciones de 1977. Me mira y me pregunta: “¿Qué haces aquí? ¿Cómo
vienes ahora si se puede ir todo al carajo?”. Me quedé helado. Mi primer
trabajo fue hacer una nota de prensa de su dimisión.»
Han pasado nada más y nada menos que cuarenta y cuatro años. «El
Departamento de Comunicación estaba formado por dos periodistas y un
servidor. El Gabinete del presidente del Gobierno lo formaban Alberto Aza,
que sustituyó a Carmen Díaz de Rivera, y dos secretarias. ¡Ese era el
aparato del Estado de la décima potencia industrial del mundo! Eso sí, tenía
el apoyo logístico y documental de los ministerios», recuerda Ónega.
«Como gran aportación, hacía un briefing diario a las cuatro de la tarde y
un resumen de prensa de un par de hojas que se entregaba en el Consejo de
Ministros —explica con esa guasa que solo los gallegos saben decir con el
semblante serio e impasible—. Me pasaba el día viendo periodistas,
hablando con Adolfo Suárez. El briefing era diario porque me obligaba
también a tener contacto con los ministerios, con lo que se cocía.»
Esta relación con los periodistas, nacionales e internacionales, le valió un
susto morrocotudo años después: «Me llamó el jefe de los servicios secretos
y me invitó a desayunar. No sabía para qué, pero estaba encantado de volver
a pisar el Palacio de la Moncloa. Entré en el recinto y me llevaron a una
sala donde había dispuestos varios servicios de desayuno. Pensé que Emilio
Alonso Manglano habría convocado a más periodistas». La sorpresa llegó
en ese momento, cuando no entraron más periodistas: «Todos los que
aparecieron por allí eran del CNI, que todavía se llamaba CESID. Me quedé
de piedra».
Imaginemos la cara de Fernando Ónega cuando le explican que «“se
acaba de publicar una lista de espías de la Unión Soviética. En esa
información hay una lista de España y en esa lista está usted como espía”.
Estaba yo ¡como espía del KGB!». Para acabar de meterle presión, Alonso
Manglano inició la reunión diciendo: «El presidente del Gobierno sabe que
estamos manteniendo esta conversación».
«Aluciné. No daba crédito a la situación y más cuando me empezaron a
preguntar si conocía a algún ruso. “¿Cuál es o ha sido su relación con
Rusia?” “Pero ¡si no conozco a ningún ruso!”» La procesión de preguntas
parecía no tener fin: «Me atornillaban y no paraban de preguntar hasta que
caí de la burra. Conocía a un ruso. Cuando estuve en la Moncloa hablé
muchas veces con el corresponsal de una revista soviética que me llamaba
constantemente. Le atendía y le daba información, la que les daba a todos
los periodistas. Pues bien, el tipo me puso en una lista, imagino que para
justificarse. Salía mi nombre, con una cita, como persona cercana al
presidente del Gobierno». Fernando es un tipo muy educado, pero se le veía
con ganas de decir: «¡Manda carallo!». En aquella época, la Moncloa era,
como dice, una entelequia. Aun así, sin medios, este maestro de periodistas
nos dejó para la historia aquel inolvidable «Puedo prometer y prometo».
José Miguel Contreras da una curiosa explicación que deja en evidencia
a todos aquellos que dicen que el Gabinete encapsula al presidente, que es
un rehén al que se le cierran las puertas al mundo exterior. Y no es una
explicación sesuda. Es más bien sencilla y real. «La evolución de la
comunicación política está muy ligada a los cambios tecnológicos. Primero
fue el teléfono. Zapatero fue el primer presidente que gobernó con el móvil.
Acceder a Felipe González requería un esfuerzo, era difícil. Se creaban
estructuras con filtros y más filtros. Los equipos lo blindaban para bien o
para mal. Los móviles cambiaron la forma de comunicación. El presidente
no necesita intermediarios para hablar con quien quiera. Todo el mundo
puede hablar directamente con él. Por eso, antes del móvil, los jefes de
Gabinete eran personas de confianza que les resolvían tareas de gestión,
jurídicas o de procedimiento, pero no tenían nada que ver con la
comunicación política, con un planteamiento estratégico global, y si querían
bloqueaban el acceso. Ahora eso es imposible: el presidente habla con
quien le da la gana», afirma. Inapelable.
«Que haya concentrado todo el poder en la Moncloa elimina los
diferentes corralitos que existían en la época de Zapatero. Se parece mucho
a José Enrique Serrano porque los dos tienen el Estado en la cabeza, pero
José Enrique solo disfrutaba en la Comisión de Subsecretarios. En los
maitines, ni abría la boca. Iván actúa en todos los campos, en el
administrativo, en el aparato del Estado, en la comunicación, en las
relaciones con el mundo exterior y en la fabricación de percepciones,
porque la política es estrategia, pero, sin duda, percepción. La Moncloa ha
dado un gran salto adelante con la integración de los equipos, una estructura
vertical y una dinámica de trabajo integral. El presidente Zapatero no se
preocupaba de integrar, sino que incluso se recreaba fomentando la
diferencia, el debate en sus equipos. Cuando alguien se quejaba de que no le
dejaban trabajar, el presidente siempre contestaba que eso eran “celopatías”,
aunque solo quisieras trabajar sin que tus compañeros te apuñalaran por la
espalda. Iván ha dado un cambio radical. Es un buen esquema, sobre todo
en los momentos más complejos de la política española. Ahora los cuatro
centros de poder, el jefe del Gabinete, la dirección de comunicación, la
dirección de la Oficina Económica y Secretaría General, todos están
alineados en la misma estructura, lo que reduce los problemas al líder. En la
época de Zapatero el peso de la vicepresidenta primera era impresionante.
También pasó en la época del PP. En la Moncloa se llegaron a cerrar o abrir
puertas para facilitar el acceso al presidente. Ahora este modelo es más
saludable, menos patológico», asegura Miguel Barroso.
El expresidente Zapatero se defiende de la indirecta de su antiguo
colaborador y buen amigo Barroso: «Nosotros tuvimos una buena
coordinación de Gobierno. Los dimes y diretes no van a ningún lado. En la
Moncloa siempre había una competencia sana entre vicepresidencia, prensa,
Secretaría General, economía... Todos querían tener el mayor tiempo
posible con el presidente. La coordinación horizontal no es fácil. Procuraba
dar a cada unidad una parte del papel y cuando se desequilibraba, actuaba
para equilibrar».
«La diferencia entre el Gabinete del presidente Sánchez y el del
presidente Zapatero es el perfil de los equipos. Ahora somos un equipo de
gente joven, multidisciplinar y con espíritu de superación. En la época de
Zapatero primaba lo jurídico frente a lo político. Se trabajaba de forma
diferente. Por ejemplo, ahora los informes son sintéticos, se nos hace
pensar, ser creativos. Una frase o una palabra pueden ayudar más que un
informe sesudo. En la época de Zapatero eran verdaderos tochos. Los
equipos son proactivos, hacemos trabajos que nadie pide, rastreamos,
buscamos información y preparamos un informe que, no tengas dudas, Iván
se lee», dice Nuria Lera, la única persona que ha hecho doblete.
«MAR fue el primer secretario de Estado de Comunicación. Sus
antecesores fueron directores generales. Después de Aznar nadie ha
cambiado esta estructura. Es el primer presidente, es la primera Moncloa en
la que el jefe del Gabinete concentra todo el poder sin contrapesos, porque
Carmen Calvo no es un contrapeso. Ni Félix Bolaños. Me parece llamativo
que todos los que están ahí en el palacio reconozcan la autoridad de Iván y
nadie pretenda ir en paralelo. Nadie le desafía lo más mínimo y todos le
reconocen como líder y como autoridad. Eso le da mucho poder, por lo que
es un hombre envidiado en el partido, en el Gobierno», apunta Lucía
Méndez, exjefa del gabinete de Miguel Ángel Rodríguez.
«La comunicación ha cambiado mucho. Cuando estuve en la Moncloa
no existían ni las redes sociales ni WhatsApp, y el teléfono móvil solo
servía para hablar. Cuando llegué, me reuní con los periodistas y les dije
que la información la recibirían por mail. Se montó una bien gorda.
Formaron una comisión que me vino a ver para quejarse y me dijo: “¿Tú te
crees que vamos a encender el ordenador todos los días para ver si nos
envías un e-mail? No, de eso nada, las informaciones las mandas por fax,
como siempre”. Fíjate lo que hemos evolucionado», dice Miguel Ángel
Rodríguez, primer secretario de Estado de Comunicación.
Carlos Ocaña llegó en 2004 a la Moncloa de la mano de Miguel
Sebastián, a la Oficina Económica, como adjunto a la dirección de su
gabinete. Le siguió a las municipales de Madrid para volver a la Oficina ya
dirigida por David Taguas. «Me acuerdo de que teníamos un ordenador para
trabajar y otro para internet. En el que tenía internet descargaba los archivos
del INE en un USB que luego me llevaba al otro para trabajar», dice. En ese
mismo año, el Gobierno de Zapatero aprobó la campaña «Todos.es» para
impulsar el uso de internet en la sociedad española. La campaña, justo es
decirlo, la impulsó el Gobierno de Aznar, pero no la aprobó porque perdió
las elecciones. El concurso lo dilucidó el Ministerio de Industria,
comandado por José Montilla y con Francisco Ros al frente de la Secretaría
de Estado de Telecomunicaciones. Yo era el director de Comunicación y
aprobé la campaña. Se dividió en dos paquetes: uno publicitario, en el que
participaron los actores de la serie Cuéntame cómo pasó, en aquel momento
la más vista en España, y otro de marketing directo, con autobuses que
recorrieron la geografía española. Visto lo visto, parece que funcionó.
Visi y Magdalena son los baluartes del Gabinete de la Moncloa. Visi fue
secretaria de José Luis Ayllón desde sus tiempos al frente de la Secretaría
de Estado de Relaciones con las Cortes y, antes, de su antecesor, José de
Francisco. Magdalena lleva cuarenta años en la administración y ha visto de
todo. Empezó con el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de
Mendívil, luego con el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, con
Alfonso Guerra, Calvo Sotelo, Carlos Aragonés, José Enrique Serrano en su
época con Felipe y con Zapatero, Jorge Moragas y Ayllón. «Mis hijos me
dicen que podría escribir un libro, pero no lo haré nunca. En este puesto
siempre sumas muchas anécdotas —cuenta Magdalena, quien añade—: Que
yo recuerde, Iván es el único secretario de Estado que se ha reunido con
todos los jefes de Gabinete anteriores. Otros no lo hicieron, se vieron solo
con los de su partido. Se reunió con todos y habló por teléfono con
Moragas, que estaba en Estados Unidos. Por encima de la política, se lleva
bien con todo el mundo. A veces me ha extrañado que se viera con según
qué personas. Sorprende, pero siempre dice que esto es una institución. A
nosotras nos pasa igual. Somos profesionales al margen de quién esté
dirigiendo la secretaría. Trabajamos con todos y luego cada uno, cuando
vota, se manifiesta como le apetece.» Ciertamente, se vio con todos sus
predecesores y seguro que escuchó sugerencias e ideas. Algunos dicen que
le dieron ideas a Iván. Todos los jefes de Gabinete ponen su impronta en la
configuración de su equipo. Iván también lo ha hecho, pero lo ha construido
como una expresión de la experiencia de los anteriores.
Un estudio publicado en la Revista Española de Ciencia Política por los
profesores Antonio Garrido y María Antonia Martínez, de la Universidad de
Murcia, titulado «El poder en Moncloa: el jefe de Gabinete del presidente
del Gobierno», explica muy bien la evolución de este cargo con mucho
poder, «que deriva del que le delega el presidente del Gobierno en el marco
de su propia relación de confianza y ha sido construido como una disputa
permanente con otras fuentes de poder institucional en el entorno
presidencial». El poder del jefe de Gabinete ha ido aumentando en todos los
aspectos, un poder «derivado de la influencia» sobre el presidente, y ha
crecido arrebatando, por ejemplo, el control de la agenda a la Secretaría
General o a Comunicación. «¿Cómo es que el que hace la agenda y prepara
las intervenciones del presidente no hace la comunicación, como se hace en
otros gabinetes?», se pregunta el que fuera subdirector en el Gabinete del
presidente Aznar, Gabriel Elorriaga. No hacer la comunicación
desencadenó enfrentamientos con Comunicación, como reconoce el propio
Elorriaga. Estos enfrentamientos provocaron, por ejemplo, la salida de
Miguel Ángel Rodríguez del ejecutivo y una larga lista de damnificados en
los Gobiernos de Zapatero, no tanto por el enfrentamiento con el jefe de
Gabinete, José Enrique Serrano, como por el omnipresente poder de la
vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega.
El estudio abarca hasta Iván Redondo, pero, lamentablemente, no llega a
analizar el modelo porque acababa de acceder al Palacio de la Moncloa. En
su análisis, examina la función del gatekeeper de los jefes de Gabinete, el
«portero» que controla el acceso al presidente: «Algunos directores del
Gabinete han tenido un acceso exclusivo al jefe del Ejecutivo y solo ellos
despachan con él, como Lalonde con Pierre Trudeau». Esto varía
dependiendo de la personalidad del primer ministro y para gustos, los
colores. El gatekeeper tiene otra función: «el reclutamiento de los distintos
asesores y colaboradores», una labor de filtro que «en la Casa Blanca suele
conocerse como “get the right people in the room”», es decir, conseguir que
estén en la habitación, en la sala de guerra, las personas adecuadas.
La estructura del Gabinete ha evolucionado con los años. La figura de
director de gabinete del jefe del Gabinete no aparece hasta 2008, con
Serrano: Ana María Soto. Moragas contó con Valentina Martínez y
Abelardo Bethencourt, y Ayllón con Eduardo Ribas. Hoy ocupa el cargo
Fran Gómez Loarte. Otro elemento que aporta este estudio es la conexión
entre el jefe de Gabinete y los ministerios, y su centralidad en el poder. La
hipótesis de la centralidad ha ido creciendo con los años, convirtiendo a esta
figura en un actor clave que, hasta la llegada de Redondo, siempre había
estado ligado a la tradición partidista. Este análisis es interesante porque,
además, se puede cuantificar «a través del índice de modularidad». Las
conclusiones de los profesores Garrido y Martínez se podrían resumir así:
Cabe afirmar que, con Iván Redondo, ha llegado una tercera tradición, el
jefe de Gabinete es un hombre que no está ligado al partido.
EL PENSAMIENTO LATERAL
«El pensamiento lateral (del inglés lateral thinking) es un método de
pensamiento que puede ser empleado como una técnica para la resolución
de problemas de manera imaginativa. El término fue acuñado por Edward
de Bono, en su libro New Think: The Use of Lateral thinking y publicado en
1967, que se refiere a la técnica que permite la resolución de problemas de
una manera indirecta y con un enfoque creativo. El pensamiento lateral es
una forma específica de organizar los procesos de pensamiento, que busca
una solución mediante estrategias o algoritmos no ortodoxos, que
normalmente serían ignorados por el pensamiento lógico. [...] se caracteriza
por producir ideas que estén fuera del patrón de pensamiento habitual. La
idea central es la siguiente: al evaluar un problema existiría la tendencia a
seguir un patrón natural o habitual de pensamiento [...] lo cual limitaría las
soluciones posibles. Con el pensamiento lateral sería posible romper con
este patrón rígido, lo que permitiría obtener ideas mucho más creativas e
innovadoras para representar todos esos caminos alternativos o
desacostumbrados, que permiten la resolución de los problemas de forma
indirecta y con un enfoque creativo. En particular, la técnica se basa en que,
mediante provocaciones del pensamiento, se haría posible un desvío del
camino o patrón habitual del pensamiento», se puede leer en la Wikipedia.
«Lo de Illa no se lo esperaba nadie. Se amagó en un momento, pero no.
Es la solución de los problemas de forma imaginativa. No es la solución del
día a día, es audacia pura. No es el pensamiento lógico. El partido tenía un
problema en Cataluña, con un liderazgo quemado, y surgió una alternativa
que ganó las elecciones —dice Óscar Abou-Kassem Rubio, que está en el
grupo más cercano a Redondo, compartiendo despacho con Isabel León,
una funcionaria de carrera y abogada de profesión, que ya estaba en el
equipo de José Luis Ayllón—. El modelo de Gabinete dependerá de quién
venga, pero te digo más, en el PP deben estar tirándose de los pelos por
haberlo perdido. El que venga lo aprovechará porque es una forma de
entender la política, no solo la comunicación política. Iván está en el futuro,
en lo que va a venir. En el PSOE están a veces en el pasado, no han
evolucionado. Un ejemplo es el pensamiento lateral, que no es el
pensamiento lógico que enseñamos a nuestros hijos. Si te caes, te vas a
hacer daño. Es el que te permite afrontar los problemas no de la manera que
te pide el cuerpo, sino con otro prisma.» Estos movimientos no son
improvisados ni son excentricidades, aunque los críticos se acogen a esta
última interpretación. Tienen una base rigurosa y se sustentan en la
información que procesan todas las unidades.
«El primer día de trabajo mi hermano me preguntó si veía a Iván
Redondo y le contesté “¿tú qué te crees?”, pero sí, sí se le ve. De hecho,
entra en las reuniones sin avisar, comenta cosas y nos escucha, y siempre
aporta. No es un gerifalte, ni esto es una suma de compartimentos estancos.
Vengo de jugar en el equipo filial de mi pueblo y ahora, de repente, me veo
en el pasillo con Messi, y encima Messi me tira un balón. La primera
semana hice un documento y me dijeron que se lo enviara. No daba crédito.
Lo envié y al ratito me salió la respuesta. Había pasado tan poco tiempo,
que pensé que me había equivocado. “No he mandado el archivo”, me dije.
Pero sí lo había hecho y me dio las gracias. Cuando lo ves sabe quién eres y
lo que haces», asegura Coral Nieto.
Una vez por semana se reúnen los responsables de las direcciones
generales de política nacional, institucional, economía y G20, Unión
Europea, internacional, análisis y estudios, y asuntos políticos, que son el
cordón umbilical con la Secretaría de Estado de Comunicación y con
Seguridad Nacional, que coordina la dirección adjunta. Es el segundo nivel
del equipo de la Moncloa. Todos están bajo la tutela del Comité de
Dirección. «En el equipo hay de todo, desde diplomáticos hasta sociólogos,
pasando por economistas, ingenieros, politólogos, periodistas. Todo se
coordina en la dirección adjunta, el departamento de Paco Salazar, donde se
engrasa la maquinaria para preparar lo que pide el director del Gabinete. Se
buscan datos, se hacen informes, se recaba toda la información y la
documentación para los dosieres que piden el director o el propio
presidente. También nos coordinamos con el resto de los ministerios y las
embajadas. Todo se centraliza, se depura el producto hasta que se configura
la nota estratégica para el presidente, desde esas notas hasta los discursos
del presidente, los borradores», afirma Mónica Belinchón.
«Donde pueda estar el presidente, a donde vaya, lo que haga, algún papel
hemos hecho en Asuntos Nacionales. Nuestra principal función es darle
toda la información sobre cualquier tema en informes basados en datos que
recogen la posición del Gobierno, qué le pueden preguntar, cuáles son los
temas más candentes, qué temas le pueden plantear. No es un informe
político, es técnico y sintético. Otra de nuestras funciones es la preparación
de las Comisiones de Subsecretarios. Trabajamos siete días a la semana las
veinticuatro horas. Siempre hay alguien de guardia. Esto solo te puede pasar
una vez en la vida. Bueno a mí dos, que ya estuve cuando era muy joven
con el presidente Zapatero. Entonces tenía veintisiete años», dice Nuria
Lera.
«Uno de sus valores añadidos es su gestión de los recursos humanos:
construye equipos y saca lo mejor de cada uno, y trabaja en equipo. Todos
se orientan a la excelencia en el trabajo. Los informes se van mejorando
cada día y, al final, es un material procesado con miles de datos de
información, transformado y destilado en una materia que es la gasolina del
presidente. Transformar la información en conocimiento, en conocimiento
de un folio o dos como máximo sobre cualquier tema que se esté
sustanciando. Esta gasolina vale su precio en oro. El grupo es rocoso,
aunque como en todos los sitios hay de todo, y hay que gestionar perfiles de
todo tipo, con sus proyecciones, con sus agendas, con sus egos, con sus
intereses. Iván no se pierde en estas cosas, está orientado al objetivo y el
objetivo es la excelencia del trabajo para el presidente. La gestión de los
recursos humanos es lo más importante y en eso Iván es impecable, porque
da a todos su espacio de crecimiento con el presidente», apunta Fran Gómez
Loarte, jefe del gabinete de Iván Redondo.
«El cambio en la Moncloa es brutal. Lo que sí ha conseguido es que, a
pesar de ser un Gobierno de coalición, se coordine al ejecutivo y no se haga
nada, más allá del día a día, política, gubernamental o estratégicamente sin
que pase por el equipo. En mi etapa no era así. El Gabinete de la Moncloa
no conseguía tener el control que tiene Iván ahora, con un Gabinete muy
analítico, demoscópico, de estudios, de datos, muy adaptado a la coyuntura
política que toca vivir en este momento. Por poner un pero, en mis tiempos
la Oficina Económica era una unidad de estudios a medio plazo y al
presidente este Gabinete de estudios a medio plazo le venía muy bien para
no depender directamente de los ministerios. Si tienes el control de los
ministerios, no hay problema, pero antes, en mi época, o tenías este
contrapeso o si no estabas más vendido», sostiene Carlos Ocaña.
«Es un consultor independiente que conoce mucho al PSOE. Cuando me
dio clase, ya me hablaba del Ferrari, el coche rojo, y que podía ganar. Tiene
un profundo conocimiento de la historia de España, del sistema de partidos,
de la sociedad. Los partidos siguen resistiéndose, pero la consultoría ha
cambiado. Si todo cambia, cómo no va a cambiar también. Los partidos
también han cambiado. Tenemos un liderazgo como el de Pedro Sánchez,
que llega apoyado por la militancia, dejando en fuera de juego a las
estructuras de los partidos. Veremos más cambios a partir de ahora porque
la sociedad cambia mucho más», dice Jesús Herrero.
«Pone en valor tu trabajo, da autonomía. A mi equipo le digo que nadie
puede ir de listo, ni una sola vez, y que el margen de error es cero. No te
puedes relajar, es un killer que no permite un error que perjudique al
presidente. Ciertamente, disfruto de mi labor, pero no te relajas nunca
porque se levanta a horas intempestivas y no sé de dónde saca el tiempo. Si
yo fuera el presidente del Gobierno, también querría un Iván. Cada día a
primera hora tienen una primera conversación. Mientras el presidente
desayuna, ya sabe qué hará, qué marrones le vienen y qué dice la prensa.
Hablan mucho e Iván claro que influye, pero no te quepa ninguna duda de
que el que decide es el presidente. Iván es el cancerbero, prepara las
estrategias, quién gana, quién pierde y qué camino hay que seguir para
llevar adelante sus decisiones», afirma Manuel de la Rocha.
«Viaja poco con el presidente porque ese no es su papel. Es el que
mueve y organiza el Gabinete, mientras que yo tengo un papel más
operador, más ejecutivo. Es una esponja, lo lee todo, absolutamente todo, lo
que es un acicate para un equipo de gente joven con mucho talento, un
equipo que atrae talento. Tenemos gente de todas las disciplinas en un
Gabinete muy estructurado, que se sustenta en el análisis y en estudios.
Tenemos que saber de todo, tener conocimiento de cualquier tema. Si no
tienes información y datos, no puedes proyectar el futuro», asegura Paco
Salazar.
«Tiene tres puntales. El primero es su mujer, Sandra. ¡Ojo con Sandra!
Tiene una gran calidad y consistencia personal y profesional, porque
también sabe de esto, lo que genera una empatía muy especial en torno a
Iván. Es la relaciones públicas de la pareja. El segundo puntal es Paco
Salazar, mi gran descubrimiento. Y el tercero es Félix Bolaños. Su equipo
es, cualitativa y cuantitativamente, una máquina bien engrasada. Es
multidisciplinar y cubre todas las circunscripciones, porque es muy difícil
desarrollar un proyecto sin tener el flanco de la comunicación integral bien
cubierto. Además, Iván se ha encontrado con alguien muy moderno en su
mentalidad que le ha dotado con todos los medios soñados», declara Pedro
J. Ramírez.
«No es un Rasputín que quiere coger todo el poder. Al revés. Es un tipo
que hace bien su trabajo. El Gobierno ha hecho cosas criticables, pero no
son responsabilidad de Iván Redondo, son responsabilidad del PSOE y del
presidente. Él ha hecho su trabajo y ha construido un Gabinete que ya me
hubiera gustado a mí. Iván es un modelo, un modelo turbante, siempre para
adelante. ¡Que hablen! Eso es ruido y el ruido no se interpone en el
objetivo. Con el ruido no pasa nada, porque está por todos los lados. Hay
tanto, que al final ya no sabes a qué ruido atender. Su camino es: “Voy a
atender a mi parroquia y el resto me da absolutamente lo mismo. No me
asusto ante cualquier runrún, al revés, lo magnifico en sentido contrario”. Y
como no hay alternativa en la derecha, pues puedes ir tirando así un montón
de años, salvo que estos míos se paren algún día a pensar», dice José Luis
Ayllón.
«Ha montado una amalgama multidisciplinar para mantener la iniciativa,
un objetivo difícil porque los medios quieren marcar la agenda y las redes
amplifican los mensajes de los medios. La mayoría de las televisiones no
están a favor del Gobierno debido a la alianza con Podemos y los
independentistas. Necesitas un sistema muy potente para poder competir. Es
toda una novedad lo que ha montado y tiene un riesgo total, porque este
país tiene sus peculiaridades. Puede salirle mal, pero, con todo lo que ha
pasado, con todas las críticas, la valoración es positiva. Ha hecho del
presidente Sánchez un presidente distinto, una rara avis. Con todo lo que ha
caído, el PSOE se mantiene y, como dice Raúl del Pozo, el PSOE es el
partido que manda en España. Cuando no podía dormir, no era por
Podemos, sino por la responsabilidad que tiene sobre los hombros», señala
Ana Pardo de Vera.
«Las críticas que recibimos, las tortas y los palos que nos dan a veces,
son consecuencia del desconocimiento. Es una leyenda negra que es Iván el
que decide, como lo es que no deja libertad para trabajar. Al contrario, da
libertad y trabaja en equipo. Todos trabajamos para ejecutar las decisiones
del presidente. Decide y actuamos. Otra cosa es que su equipo más directo
tenga más influencia. Somos los que más cerca estamos de él», apunta
Miguel Ángel Oliver.
Cinco secretarias llevan la secretaría de Redondo. «Es fácil de tratar y de
llevar, es correcto, un chico joven que sabe lo que quiere hacer y lo tiene
claro. Es fundamental que la persona que tienes por encima de ti sepa lo que
quiere y te deje trabajar. A nosotras nos deja llevar la secretaría sin
interferencias, sabe perfectamente lo que hacemos. Es muy organizado y
metódico en su actividad y no le chirría si las cosas no salen. Esto es un no
parar. Desde las siete y media de la mañana hay gente trabajando y
acabamos cuando acabamos, y durante la pandemia esto ha sido muy duro»,
asegura Visi.
«Tiene una agenda tremenda. Se pone una reunión tras otra. Solo de
verla me agobio. Sin embargo, es resolutivo, no se pone nervioso y no le he
oído gritar nunca. Es sencillo, cercano, no está por encima del bien y del
mal. Saluda a todo el mundo. Otros jefes ni siquiera sabían si había un ujier
en la puerta. Me cuesta pensar en la jubilación porque estoy disfrutando.
Hay mucha leyenda a su alrededor. Cuando leo algunas cosas, pienso si le
conocerán para decir lo que dicen de él. Deja hablar y escucha, y te pide tu
opinión. No estamos acostumbradas a esto. Me sorprende mucho lo que leo
y lo que hace. Atiende a todo el mundo y contesta todas las llamadas, tanto
al fijo como al móvil», dice Magdalena.
DE CATALUÑA A CATALUNYA
La última vez que ganaron los socialistas en Cataluña fue en 2008. «Si tú no
vas, ellos vuelven», rezaba un controvertido lema de campaña. Carme
Chacón era la candidata y obtuvo veinticinco diputados, el mejor resultado
del PSC desde la instauración de la democracia en España. Los artífices
fueron Pepe Zaragoza y Miquel Iceta, y tuve el placer de trabajar con ellos
llevando la comunicación de la campaña. No se olvidará en mucho tiempo
aquel lema, que llevaba de fondo una identificación gráfica de los líderes
del Partido Popular. Zapatero se jugaba la reelección. Ganó. En su análisis
de la victoria dio las gracias a los ocho diputados vascos; a los veinticinco
catalanes no les dedicó ni una palabra, ni buena, ni mala.
La crisis económica de 2008 llevó al PSOE a entrar en un bucle que
desembocó en aquel fatídico mes de mayo de 2010. Los socialistas
catalanes se vieron arrastrados a la derrota en las elecciones celebradas ese
año, lastrados por un PSOE que había renunciado a ser la izquierda y
rebasados por el debate político catalán, que no se situaba en el tradicional
eje izquierda-derecha, sino en el eje nacionalistas-no nacionalistas, un
terreno siempre resbaladizo para el PSC, que ya entonces levantaba la
bandera del federalismo.
Años antes, en plena negociación del Estatut, el presidente Zapatero dijo
en un mitin en el Palau Sant Jordi aquello de «aprobaré el Estatut que salga
del Parlament», unas palabras que fueron utilizadas hasta la saciedad, y lo
siguen siendo, por el independentismo, que juzga ese momento como la
clave del «España no nos quiere». Miguel Barroso señala que esta frase
surge de una conversación entre Alfredo Pérez Rubalcaba y José Montilla.
El expresidente de la Generalitat lo niega: «Hablé con Zapatero para que
dijera en el mitin algo a favor del Estatut que se estaba negociando, que
dejara una puerta abierta para aprobarlo en Madrid. En el mitin se calentó y
fue cuando dijo lo que dijo. Fue toda una improvisación». En eso coincide
con Miguel Barroso, en que fue una improvisación, pero una improvisación
que ha marcado la batalla política durante años.
«En 2004 este tema ya estaba presente. Tuve la audacia, como
presidente, de abordar la situación de Cataluña y del País Vasco, este último
con más de cuarenta años de terrorismo. Casi todos los países tienen un
problema estructural recurrente, incluso los mejores. Tuve ese mandato y lo
tiene este Gobierno, tiene el mandato y la responsabilidad. Será el elemento
que lo defina y que lo juzgue a largo plazo. Si el mensaje es bueno, dura,
aunque es verdad que menos que antes», afirma José Luis Rodríguez
Zapatero. ¡Vaya si dura! Sus palabras en el Sant Jordi todavía resuenan.
La derrota electoral, que conllevó la pérdida del Gobierno, llevó también
al PSC a entrar en un torbellino que casi lo aboca a la desaparición por la
trituradora del procés que puso en marcha Mas tras las autonómicas de
2012. Las convocó con el objetivo de lograr la mayoría absoluta para
Convergència i Unió, pero fracasó estrepitosamente. Tenían que decidir
quién sería su socio. En 2010 eligieron al PP; en 2012, a ERC, con la
intención de arrinconar definitivamente a su adversario más peligroso, el
socialismo catalán, siempre incómodo y el único muro de contención a sus
aspiraciones. Prácticamente, Mas se subió a la ola independentista para
enterrar al catalanismo de izquierdas. Todo sería más fácil con una
oposición centrada en el Partido Popular y en Ciudadanos. Ya saben aquello
de que contra la derecha española se lucha mucho mejor.
El procés hizo mella en el partido. Escisiones, marchas airadas a las filas
del independentismo, fugas a Ciudadanos y los Comunes, y bajas en cientos
de pueblos dejaron a los socialistas catalanes en las raspas. Por si fuera
poco, la ausencia de liderazgo agravaba la situación. Pere Navarro fracasó y
Núria Parlón abandonó el barco antes de subirse a la sala de mandos. El
PSC naufragaba hasta que Miquel Iceta salió a la tribuna en un Consell
Nacional que se asemejaba a un velatorio y dijo algo así como «si me
necesitáis, aquí estoy».
Nadie daba un euro por él, ni por el PSC, que en 2014 estaba en sus
horas más bajas. Las elecciones de 2015 auguraban una debacle
descomunal. Pedro Sánchez, que acababa de llegar a la arena política, se
puso a remar junto a Miquel Iceta al frente de las mermadas huestes del
socialismo catalán. Las encuestas eran muy pesimistas (les otorgaban un
máximo de doce diputados) hasta que un baile alocado de Iceta lo puso en
el mapa y lo salvó de la inanición, aunque el partido quedó muy maltrecho.
Se iniciaba una época que se auguraba difícil con solo dieciséis diputados.
Detrás de Iceta ya trabajaba para coser el partido un hombre serio, poco
dado a los desmanes, que se pateó el territorio para dar vida a un partido
socialista que en las municipales de ese año perdió la joya de la corona, el
cinturón rojo de Barcelona, amén de quedar diezmado en la Cataluña
interior. A pesar de los malos resultados, el municipalismo del PSC fue
básico en los hechos de octubre del 2017, ya que era el único partido
constitucionalista afianzado en el territorio.
Con estas costuras, los socialistas catalanes transitaron hasta 2017 a
trancas y barrancas. La situación política estaba envenenada y la económica
también, lo que les llevó a vender la histórica sede de la calle Nicaragua. El
155, el referéndum, la declaración unilateral de independencia y las
elecciones fueron un cóctel que puso a prueba la cohesión del PSC. El
complejo escenario vivía de la confrontación constante con los líderes
independentistas en la cárcel o fugados y la tensión en la calle era evidente.
En las generales de 2015 y 2016, el PSC no levantó cabeza. No solo le
ganó ERC, sino que el primer partido fueron los Comunes de Ada Colau,
que había llegado a la alcaldía en 2015 con un PSC reducido a la mínima
expresión con solo cuatro concejales. En el resto de España, el PSOE seguía
noqueado. Podemos le había comido terreno y Ciudadanos ensanchaba su
espacio aupado por el arrollador triunfo en las catalanas.
Iván conocía bien la política catalana. Su primer aterrizaje fue en 2007
en Badalona, donde estuvo hasta 2011. En esos años también colaboró con
el Partido Popular de Cataluña, tanto a nivel nacional como local, con
Alberto Fernández Díaz y Alicia Sánchez Camacho, aunque no estuvo en
primera línea. En 2015 rechazó el ofrecimiento de García Albiol para que
llevara su campaña. Le dijo que no iba a salir bien y así fue. En 2017 ya
estaba en la sala de máquinas de la calle Ferraz.
ELECCIONES O REFERÉNDUM
«En 2017 había una discrepancia de fondo sobre cómo lo llevaba Rajoy,
pero al mismo tiempo teníamos un compromiso de colaboración. No lo
estaban llevando bien, pero teníamos que colaborar con ellos desde la
oposición porque nos estábamos jugando algo muy importante», dice
Miquel Iceta. El primer secretario del PSC traslada su mente a los días 6 y 7
de septiembre: «Se quebró todo, fue el peor momento de mi vida política.
Lo pasé fatal también en el tema personal». Tras estos hechos, Iceta
mantuvo abierto un canal de comunicación con la vicepresidenta Soraya
Sáenz de Santamaría: «Estaba hablando con Soraya y se puso Rajoy al
teléfono. Estuvimos charlando y me invitó a comer para hablar de la
situación. Recuerdo que me dijo que si quería, llevara a Pedro. Entonces le
respondí que eso no iba así, que en todo caso invitara a Pedro y, si eso, me
invitaran a mí. Ese día le dije: “Presidente, los días 6 y 7 se tenía que haber
intervenido”. Y me contestó: “¿Vosotros me hubierais seguido?”. Estaba
claro que solo podía actuar aplicando el 155 si tenía un gran consenso».
«Lo de 2017 fue muy duro. No estuvieron a la altura. Ni Puigdemont, ni
Junqueras. En el último Consell de Govern, Puigdemont les pidió a todos
que se pronunciaran y Junqueras no lo hizo. Solo dijo: “Haré lo que diga mi
partido”. Lo interpreto como una falta de coraje. Junqueras debería explicar
si esto es así. Si es lo primero es cinismo. Si es lo segundo, que lo explique,
porque si se hubieran convocado las elecciones las podría haber ganado
ERC. De esta indefinición surgió un proceso muy negativo para Cataluña
porque había una pugna casi personal entre Puigdemont y Junqueras. Los
independentistas estaban prisioneros de esta rivalidad y la política catalana,
también», afirma Salvador Illa.
«No quiero utilizar palabras malsonantes, pero la noche de autos
Junqueras se quiebra, no dice lo que piensa. Se decide convocar elecciones
y se pone de perfil, y al día siguiente envía a Marta Rovira a acusar a todos
de traidores y a Rufián con el tuit de las 155 monedas de plata. Junqueras
no tuvo valor de acompañar a Puigdemont para no irse por el barranco. De
hecho, Puigdemont lo apunta en sus libros. Se puso de perfil delante de
mucha gente», dice Miquel Iceta.
En esos días previos a la declaración unilateral de independencia, los
socialistas se desplegaron para conseguir que se optara por las elecciones y
no por «implementar el 1 de octubre», como reza el catecismo
independentista. El objetivo era dar garantías a Carles Puigdemont de que el
155 se aprobaría en el Senado, pero no se aplicaría si convocaba elecciones
autonómicas. Aplicarlo era potestad del ejecutivo de Rajoy. Núria Marín,
alcaldesa de L’Hospitalet y viceprimera secretaria del PSC, acudió al Palau
de la Generalitat. También fueron Miquel Iceta y el expresidente de la
Generalitat José Montilla.
Montilla era senador y, como tal, mantenía contactos con el presidente
Rajoy. Se vieron en un par de ocasiones en la Cámara Alta. Después del
pleno del 6 y el 7 de septiembre, Montilla le interpela en el Senado y
después se reúnen: «Fue una entrevista larga de la que estaban informados
Pedro Sánchez y Miquel Iceta. La reunión la pidió el presidente Rajoy
porque quería hablar con el PSC. Iceta me lo remitió a mí. En el encuentro
le dije que el referéndum se iba a celebrar y el presidente me respondió que
no, que lo tenían todo controlado, incluidas las urnas. Le insistí en que,
aunque fuera así, no tendrían capacidad para controlarlo todo, en todos los
pueblos y todas las mesas. Sería imposible impedirlo. “Los míos me dicen
que no pasará”, aseguró. El presidente lo decía convencido. Viendo lo que
pasó, creo que le mentían».
El centro de mando del PSC lo comandaba Salvador Illa. Mantenía un
contacto constante con los alcaldes y concejales para pulsar el estado de la
situación en el territorio, un rudimentario sistema de escucha que ayudaba a
los socialistas a afinar posiciones en sus conversaciones con el Gobierno de
España. «Nosotros veíamos que el PP y Rajoy no estaban tomando la
iniciativa. El que fuera delegado del Gobierno, Enric Millo, sí planteó
algunas propuestas, que nunca aceptaron. No se llegó a ningún acuerdo. El
Gobierno contaba con nosotros porque solo tenían un alcalde en Cataluña,
el de Pontons. Para saber qué pasaba solo podía hablar con los socialistas»,
recuerda Miquel Iceta.
En esos días Salvador Illa conoció a Iván. En solo cuatro años han
compartido elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas, una
pandemia, los sucesos de 2017 y las elecciones de 2021. «Es un buen
compañero que, en momentos complejos, da confianza y, lo más
importante, seguridad. Me lo envió Pedro, quien me dijo: “Es una persona
que me asesora a mí y lo tienes a tu disposición a título particular”. Y así
fue, trabajamos codo con codo. Los días 1, 2 y 3 de octubre también tuvo
un papel muy activo Paco Salazar. Me ayudó mucho porque es un hombre
integrador, hace de cemento y rompe barreras. Es más sofisticado e
inteligente de lo que aparenta; más allá de ese andaluz campechano hay una
gran capacidad y es un gran intelectual. Iván y Paco tienen perfiles
diferentes, pero forman un gran equipo. Paco es peculiar y hábil. Recuerdo
que te llamaba: “Hola, Salvador, ¿cómo estás? Te paso a Ábalos, que lo
tengo aquí al lado”. Iba por el camino de en medio. Quería que hablaras con
Ábalos y si no lo hacías, te cercaba. Es su forma de trabajar, siempre
remando en favor de una visión estratégica, que siempre tiene muy clara.
Como Iván, va tres pasos más allá.»
Rajoy lo tenía claro: «El 155 solo lo aplicaré si hay un acuerdo con los
socialistas, porque Ciudadanos aprieta», le dijo al president Montilla.
Después del día 1 se puso en marcha la tramitación del 155 y «el único
socialista catalán que debía votarlo era yo. Hablé con Ander Gil, el
portavoz del PSOE y le sugerí no estar en el proceso de tramitación del 155
en la comisión. Podía ser miembro, pero consideraba que no debía estar. No
le dije cuál era mi posición, solo le dije que se la explicaría cuando
correspondiera», afirma Montilla. No estuvo presente en la comisión, pero
durante el proceso de tramitación estuvo encima, analizando todas las
enmiendas y controlando el proceso.
Montilla había tomado una decisión: «Un president de la Generalitat no
puede votar el 155». La misma semana de la aprobación almorzamos en el
centro de Barcelona. Una señora se le acercó y le dijo: «President, por
favor, no vote el 155». «No se preocupe, que sé lo que tengo que hacer»,
respondió. En ese momento tuve la certeza de que no votaría y de que
tampoco se abstendría, porque sería tanto como dar alas a los
independentistas. Salirse del pleno era la única opción y así fue.
Sabía qué hacer, pero quería hacerlo bien, quería que su posición fuera
entendida en el PSC. Y en el PSOE. «Hablé con Miquel, quien me dijo: “Lo
que hagas bien hecho estará. Daremos cobertura a tu decisión”. Hablaron
del tema en la ejecutiva y se me dio carta blanca. Lo dije claro: “No voy a
votar el 155, ni en contra ni a favor, porque he sido presidente de la
Generalitat, pero daré explicaciones”», dice Montilla. Un compañero de
partido cuenta una anécdota: «Se encontró con Soraya y con Alicia en la
cafetería del Senado y Alicia le dijo: “Me imagino que esto [el 155] no lo
podrás votar”. Hasta el PP lo tenía asumido».
«Hicimos un intento desesperado de que no se rompiera todo.
Personalmente, estuve hablando con Urkullu y con el propio Puigdemont.
De hecho, enviamos al Palau a Núria Marín y a José Montilla. Yo mismo
fui para intentar convencerle de que el 155 no se aplicaría si no declaraba la
DUI y convocaba elecciones. Intentamos darle garantías si no hacía locuras,
pero no hubo forma», dice Miquel Iceta, quien pivotaba la situación
hablando constantemente con Pedro Sánchez, porque en esta cuestión el
PSOE y el PSC coincidían en el análisis, en el diagnóstico y en la
estrategia. El PSOE había virado en sus planteamientos sobre el modelo de
Estado. Ya no estaba en aquel punto uninacional. La unidad de España, sí,
pero atendiendo a la diversidad y a la diferencia, un nuevo encaje más
acorde con los tiempos. El PSOE de Pedro Sánchez y el PSC de Miquel
Iceta actuaban al unísono superando un tema un tanto espinoso que había
tenido en tensión al socialismo español durante años.
Dos días antes de votar el 155 en el pleno del Senado, Montilla se
entrevistó con Puigdemont en el Palau. La cita se concretó el día anterior
tras una llamada de Montilla. «Todavía estás a tiempo, convoca
elecciones», cuenta el expresident que le dijo al titular de la Generalitat. La
reunión se celebró con conocimiento de Pedro Sánchez y de Mariano
Rajoy: «Hablé con los dos antes de ir al Palau».
«Cuando lo vi ese miércoles lo vi en shock, demacrado, con cara de
cansado, de no haber dormido, sin afeitar. Estaba afectado por la presión del
entorno, sobre todo de ERC. Le pedí que convocara elecciones para evitar
la aplicación del 155, que la garantía que le planteaba estaba suscrita por el
presidente Mariano Rajoy y el líder de la oposición, Pedro Sánchez. “Si
hago eso me costará pasearme por Girona”, me contestó e insistió en “pedir
más garantías porque los 'Jordis' están en la cárcel”», afirma Montilla.
Puigdemont obtuvo respuesta de Montilla: «No hay garantías de ningún
tipo en los temas judiciales. El Gobierno no puede darlas aunque quiera y
seguramente no querrá. Tampoco te pueden dar garantías en el tema de la
fiscalía. Las garantías son políticas. No se aplicará el 155 si convocas
elecciones. Se aprobará, pero la aplicación depende del Gobierno y el
Gobierno puede decidir no aplicarla. Tienes que fiarte porque nunca te lo
darán por escrito». Ese día también se entrevistó una delegación catalana
con el lehendakari Urkullu para pedir su mediación. Le pidieron que
convenciera a Puigdemont de que con la convocatoria electoral se
difuminaba el 155. Iñigo Urkullu lo hizo, pero tampoco tuvo éxito.
«Salí de la reunión con Puigdemont al mediodía y me quedé con la idea
de que estaba confuso. Quería convocar elecciones, estoy convencido, pero
no resistió tras el aquelarre del miércoles por la tarde y el jueves por la
mañana —afirma Montilla, quien en este punto es contundente—. El
culpable de que no se convocaran elecciones fue Santi Vila. Se tomó la
decisión de madrugada y salió diciendo que era mejor esperar al día
siguiente porque no se podía publicar en el DOGC. Ese fue el gran error,
porque al día siguiente vino el apretón de ERC y de los fundamentalistas
con sus 155 monedas de plata.»
Montilla salió del Palau y se subió al AVE. Había quedado esa tarde con
Pedro Sánchez y con sus compañeros del Senado para cerrar todos los
flecos de la ley que se iba a aprobar al día siguiente. «Cuando iba en el
AVE, ya me llegaron malas vibraciones. Hablé con los que fueron a Euskadi
y de las conversaciones entre Urkullu y Puigdemont. Llegué a Ferraz y me
reuní con Pedro y Ábalos. “¿Qué vas a hacer?” “No voy a votar, como te
puedes imaginar”, le dije al secretario general. Todos fueron muy
respetuosos conmigo en el PSOE y en el PSC. Pedro solo me pidió que
fuera capaz de explicárselo a los compañeros. Y así lo hice. No voté y salí a
dar explicaciones justo cuando comenzaba la votación. En ese momento
todos los senadores socialistas recibieron una carta mía exponiendo mis
razones y di explicaciones ante los medios de comunicación.»
Después de ver a Pedro Sánchez, Montilla se entrevistó con el presidente
Rajoy para comentarle la reunión con Puigdemont. Rajoy se ancló: no
aplicaría el 155 si convocaba elecciones y no hablaría con el fiscal general.
Rajoy no tenía intención de decir nada porque las malas lenguas contaban
por entonces que «si Rajoy le decía algo al fiscal general, al día siguiente lo
sabría todo Madrid». Rajoy esos días estaba sobrepasado, pero tenía
algunas cosas claras. Cuando se vio con Iceta, el primer secretario del PSC
le planteó el tema de si se iba a modificar la ley de indultos: «La ley de
indultos no se tocará porque el Estado debe guardarse la última llave».
Miquel Iceta es muy crítico con lo que sucedió el 1 de octubre: «Ese día
el Gobierno de España se dividió. No sabemos con certeza lo que pasó, pero
se dividió. Y, además, ¿cómo es posible que no se hubiera detectado nada?
Otra gran incógnita. ¿Cómo es posible que no se encontrara ni una sola
urna? Más tarde fui al CNI a preguntar. La única respuesta que obtuve fue
que el centro se limita a proporcionar la información y las decisiones
corresponden a otra esfera. La verdad es que no sé si le dijeron algo al
Gobierno, si no se hizo nada o si simplemente no tuvieron ni siquiera la
información. En aquel momento falló la política, falló la información y falló
la política internacional».
Y, entre esos fallos, el hoy ministro de Cultura y Deporte señala uno: «El
discurso del rey no era el discurso del rey, era el discurso de la Casa Real».
EL EFECTO ILLA
«Pedro me habló de dos cosas. La candidatura se debe anunciar cuando
estén los presupuestos aprobados, porque si esto sale antes, vete a saber si
ERC no entra en crisis, y el plan de vacunación debe estar preparado. Hasta
aquí lo que yo sé —me dice muy serio el ya ministro Iceta, quien añade—:
Curiosidad o no, el CIS ya preguntaba por Salvador mucho antes. No
descarto que el presidente hubiera dado ya muchas vueltas al tema. Carolina
Darias estuvo en todas las reuniones y ruedas de prensa del ministro de
Sanidad, desde septiembre. Conclusión, el presidente lo había pensado, pero
a mí no me había dicho nada. Estoy convencido de que en la Moncloa le
habían dado vueltas al tema. Les hubiera agradecido que me lo hubieran
dicho porque estuve unos meses pensando sin poderlo hablar con nadie.
Desconozco si a Salva le llegaron campanas antes de hablar con él.»
«Iceta se lo dijo a Pedro no por una cuestión jerárquica, como se ha
dicho, sino porque quería contar con el apoyo del presidente, ya que Illa era
ministro de su Gobierno y estábamos en medio de una pandemia, y quería
el apoyo del secretario general del PSOE porque se tenían que encarrilar los
presupuestos —comenta Paco Salazar, que pone el acento en esta cuestión
—. La clave era el elemento sorpresa y que el anuncio lo hiciera Miquel por
dos razones; la primera, por el impacto mediático; y la segunda, por tener la
iniciativa. No fue una imposición, fue su reflexión. La frase que lo explica
todo es “Cataluña no necesita un candidato, necesita un presidente”, una
frase que ponía el foco de la paternidad en Miquel Iceta.»
César Mogo se acercó a Iván el día 29 de diciembre y le dijo: «Estoy
impactado. Vamos a ganar las elecciones en Cataluña». Iván le contestó sin
más datos: «Pues espérate a mañana». La candidatura de Illa se anunció el
día 30. Todo cuadraba porque incluso el Consell Nacional estaba convocado
para ese día. «La estrategia de Iván era anunciarlo y a partir de ese día no
perder la iniciativa. Todo se planificó y agendó. De hecho, estaba
planificado que Salvador iba a ser ministro hasta el último día, aunque yo
no lo veía porque se nos podía girar en contra. Cada día tenía su impacto
mediático. No se dejó nada a la improvisación, ni siquiera mi toma de
posesión. En mi caso es curioso: todo el mundo lo daba por hecho y no tuve
presión mediática. Iván me dijo: “Lo que no haremos será confirmarlo”. Y
otra cosa, Iván pronosticó que todos iban a hacer una campaña de todos
contra Illa y eso jugaría a nuestro favor. Lo que dicen en Estados Unidos de
convertir cada elección en un plebiscito. Es un sí o no a alguien», afirma
Víctor Francos.
«Las catalanas fueron un referéndum sobre la gestión sanitaria del
Gobierno de España, pero no solo eso. No se plantearon en estos términos,
pero si la gente hubiera pensado que la gestión de los socialistas había sido
nefasta, no hubiéramos ganado las elecciones. En determinados episodios y
momentos, la gente quiere unidad, que estemos a la altura, que no se intente
sacar rédito político de una situación de emergencia. Para mí esta campaña
ha sido reivindicar un cierto estilo de hacer política, reconocer errores y
méritos del adversario. No se puede estar siempre en una confrontación
permanente. No entré en la campaña en ningún momento a criticar la
gestión de la Generalitat. Sí que les he dado mi opinión en privado», dice
Salvador Illa.
«Illa convulsionó el mercado. Antes de Illa, nuestros datos indicaban un
PSC con cierta desmovilización y 25 escaños. Se auguraban unos ingresos
de poco más de cien mil votos provenientes de Ciudadanos, los Comunes y
ERC. Con Illa el PSC subió, incorporando también a votantes del PP. A este
movimiento de Iván le puse pegas. Apenas subíamos a 27 y encima me
decía que podía ganar el PSC. “Quítatelo de la cabeza, es imposible”, le
respondía. Lo empecé a ver con la certidumbre de las vacunas. Se podía dar
por cerrada la etapa del ministro. Además, Cataluña no estaba devastada,
estaba en decadencia. Illa era el revulsivo y se convertía en el voto útil.
Empecé a pensar que se podían ganar las elecciones», asegura Jaime
Miquel.
Seguramente, el resto de los partidos también lo vieron en sus sondeos.
El efecto Illa no fue un grito de guerra del PSC, sino una realidad. Y ante la
realidad, Pere Aragonès se planteó posponer las elecciones con el respaldo
tácito del resto de formaciones políticas. «La decisión de desconvocar las
elecciones estuvo muy ligada al revulsivo que provocamos. La situación
epidemiológica del 14F estaba en un escenario mejor del que preveían y en
cambio esgrimieron que no se podían celebrar. Los datos lo han desmentido
de forma rotunda. La abstención tuvo bastante que ver con la inseguridad
que ellos crearon. Provocamos un efecto, un revulsivo, que dio un vuelco a
la situación», apunta Víctor Francos. La sospecha está ahí. Además, qué
casualidad que, quince días después de las elecciones, la Generalitat anulara
más de 74.000 contagios porque eran datos duplicados.
No pudieron posponer la convocatoria y se desató el «todos contra Illa».
«Durante la planificación de la campaña pensamos que los independentistas
no iban a caer en eso y fue lo primero que hicieron, consolidando la
campaña del PSC —apunta Víctor Francos, quien añade—: Cuando
firmaron el documento contra el PSC, diciendo que no pactarían con el
PSC, tuvimos la convicción de que les perjudicaba y utilizamos el judo para
dar la vuelta a la situación. Como en el caso de las PCR, pusimos énfasis en
que era una campaña orquestada. En ambos casos, lo aprovechamos para
visibilizar el “todos contra Illa”. Lo hicimos desde el minuto cero. Así
diseñamos la campaña, pero no pensábamos que iban a ser tan torpes y lo
fueron cuando firmaron el cordón sanitario al PSC.» Raül Muto pone un
contrapunto: «No quedaba otra alternativa para nosotros. Si no lo
firmábamos, nos acusarían de botiflers, de traidores. Si lo hacíamos, le
quitábamos la cartera a Junts y polarizábamos con el PSC. Eso era lo que
nos interesaba. Si polarizábamos con el PSC, implicaba que liderábamos el
mundo independentista».
«Me encontré cómodo con el “todos contra Illa” porque el equipo de
campaña me dijo que era lo que buscábamos. Cuanto más iban todos contra
Illa, mejor. Era un signo de que las cosas irían bien. Como ya estaba
acostumbrado al pim, pam, pum en el ministerio no viví esta situación de
una forma especial. Era una forma de meternos en el centro de la campaña,
en cuyo diseño Iván tuvo un papel muy importante. Durante la pandemia
consolidamos una relación personal y es un lujo tenerlo al lado. Es
ejecutivo, reflexivo, aporta y es muy competitivo, y amigo de las metáforas
deportivas, como la del Ferrari, el coche rojo, que es el partido, el piloto
que es el candidato y los mecánicos que son el equipo. El circuito es el
mismo para todos. También usa metáforas de fútbol o de básquet y repite
que siempre se puede ganar en el último minuto. Ese minuto 93. Además,
tiene intuición y es audaz. Es intuitivo y encuentra la frase de forma natural.
En este campo solo conozco a una persona igual, Miquel Iceta. Sacan frases
casi sin esfuerzo. En la audacia se parece a Pepe Zaragoza», dice Illa. Quizá
por eso Illa incorporó a Zaragoza a su comité de campaña.
Miquel Iceta tiene apuntada en una libreta la evolución de las encuestas
día a día, porque si algo no está en papel, no existe, como recuerda más de
una vez. Illa no puede enseñar esos datos. Cuando la cosa se puso mal al
final de la primera semana, se los dejaron de enviar. Cuando empezó la
remontada en la segunda semana, siguieron sin pasárselos. El mejor
tracking del PSC se produjo el 1 de febrero. Los socialistas conseguían 36
diputados, «con tres en Lleida y Girona. El resultado logrado se situaba en
la banda alta de las previsiones. Iván siempre dijo que como máximo
tendríamos 34 diputados. Tuvimos 33», dice Iceta.
«Hubo dos momentos complicados. El primero cuando los
independentistas firmaron un documento contra el PSC y el segundo, con
las PCR en TV3. En el primero reaccionamos y lo hicimos bien, a tenor de
cómo se movieron las encuestas. Teníamos un control demoscópico
permanente y esto nos dio un alto nivel de profesionalización. El electorado
estaba monitorizado y sabíamos su pulsión diaria en el campo cuantitativo y
cualitativo. Salvador solo puso como condición mantener el discurso de su
vida política, por eso se negó a hacerse la PCR, porque no quiso saltarse el
protocolo que había recomendado a los ciudadanos. Me dijo que prefería
pagar un coste que saltárselo, porque entonces no le quedaba nada. Eso
determinó mucho cómo era el candidato», afirma Víctor Francos.
Para los miembros de la campaña socialista, el episodio de las PCR tiene
un autor, el jefe de informativos de TV3, David Bassa. Se inventaron un
protocolo que no había seguido nadie más. La información salió en Nació
Digital, saltó a todos los medios y los candidatos entraron a saco en el
«todos contra Illa». «Pensaron que nos iría mal y se equivocaron», apunta
Francos. David Bassa es autor de Terra Lliure, punt final y Totes les
preguntes sobre Cristòfor Colom, donde entrevista a Jordi Bilbeny, el
lumbreras que ha descubierto que Colón, santa Teresa de Jesús, Cervantes o
Shakespeare eran catalanes. La noticia la publicó un diario dirigido por
Ferran Casas, que en su día sustituyó a Bassa en el Grup de Periodistes
Ramon Barnils.
«Redondo se ha sacado la espina que tenía clavada el 10N de 2019,
cuando los resultados de la repetición electoral no fueron los que esperaban
ni él ni Sánchez. Una parte del PSOE le responsabilizaba de la repetición
electoral en la que los socialistas perdieron escaños. Hasta cierto punto,
Redondo se considera redimido de esa supuesta falta después del 14F. Y la
redención la ha logrado en Cataluña, donde en vísperas de las generales se
incendiaron las calles, lo que afectó directamente al resultado electoral»,
escribió Lucía Méndez el 16 de febrero. De hecho, los que estuvieron en esa
campaña recuerdan que «no fue una campaña normal. No se pudo dirigir
igual. Iván estaba todas las mañanas reunido en el Consejo de Seguridad
Nacional. Fue muy extraña».
Más le valió a Iván Redondo que Illa ganara en Cataluña. En Ferraz se
preparaban para una nueva noche de los cuchillos largos. El maremoto
contra Redondo se situaba en los votos. Se daba por hecho que el PSC iba a
subir en escaños, pero se consideraría un fracaso que el partido no superara
los votos obtenidos en 2017. En esos comicios la participación fue de casi
el 80 % y en 2021 cayó más de 20 puntos. Para los que estaban afilando las
hachas era un detalle menor. El PSC fue el único partido, junto con VOX,
que mejoró sus números absolutos. Si la participación hubiera sido la
misma que en 2017, hubiera obtenido 1.200.000 votos. «Algunos continúan
con su trauma del 10 de noviembre porque fue un éxito. El PSOE volvió a
ganar», apunta un colaborador cercano a Redondo.
La verdad es que no sé si es un hombre querido en el partido, pero sí lo
es entre la militancia. La noche del 10N chavales que estaban en Ferraz
quisieron hacerse una foto con él. En Cataluña, la militancia socialista no
oculta ese fervor. Se pudo ver la noche del 14F, cuando habló con Ábalos
para darle algunas ideas para la rueda de prensa. El secretario de
Organización del PSOE no habló más de un minuto y medio aquella noche.
«Cada uno decide quién le susurra y la gestión de Iván se mide por los
resultados. Si a alguien no le gusta, que lo diga. El PSC sacó 33 diputados y
fuimos los primeros en votos. Pedro está cómodo con lo que hay y el
partido, como a todos los que han llegado a ser presidentes, les aburre.
Seguirá contando con Iván para tener resultados. O sabes convivir o te
quedas al margen. Algunos tendrán que tomar nota y entenderlo», asegura
Miquel Iceta.
Lucía Méndez apuntaba esta valoración monclovita en su artículo: «La
fórmula exitosa del candidato Illa, al decir de las fuentes consultadas,
incluye como elemento central a Sánchez. El presidente se la jugó sacando
del Gobierno al responsable de la gestión sanitaria. Era una apuesta
arriesgada en la segunda ola y en el comienzo del plan de vacunación. Esta
demostración de audacia, el perfil de gestor templado y prudente del
candidato, una campaña fresca, dinámica y actual, que representa muy bien
al PSOE de Pedro Sánchez, ha sido la clave del éxito electoral. El
presidente es el valor más sólido de la generación de los jóvenes líderes que
relevaron a los anteriores por la crisis de los partidos. Es el único que
garantiza la estabilidad, se ha consolidado como presidente y las elecciones
catalanas lo confirman sin duda».
«La noche electoral felicité a mi equipo: Iván, Paco, Víctor, Miriam y
Eva Granados. Lo hice de forma muy sentida, porque tenía los sentimientos
a flor de piel, en lo político y en lo personal. Me acababa de enviar un
mensaje muy bonito la mujer de Sergi Mingote», dice Illa. Mingote e Illa
eran buenos amigos desde los tiempos en que los dos fueron alcaldes: Illa
en La Roca y Mingote en Parets, desde 2011 hasta 2018. Mingote, un
alpinista de prestigio, falleció el 16 de enero en Pakistán, en una caída
fatídica en el K2. «Me envió un mensaje tras el debate de TV3 y otro la
noche electoral. Esos mensajes me dieron fuerza para decir lo que dije. Me
salió de dentro. Por eso también cité a Sergi», añade. Illa y la mujer de
Sergi Mingote se vieron tras las elecciones. Fue un encuentro muy sentido.
Mientras me contaba esta anécdota, Salvador Illa se emocionó y se puso a
llorar. No podía ni hablar: «Es la segunda entrevista en la que me emociono.
No me había pasado nunca. Me emocioné también cuando me entrevistó
María Llapart [compañera de La Sexta] para un libro que estaba
escribiendo. Me preguntó si el ministerio era mi casa y me rompí».
«El agradecimiento es público. Con Iván fue muy especial, porque no es
ni del PSOE ni del PSC. Agradecerle su trabajo es un síntoma. Puso un
punto de calidad en la campaña, pero la clave del éxito no fue la
profesionalidad, la clave fue que nos respetaba y se nos quería. Disfrutamos
realmente de la campaña, en la que incluso asistí a reuniones del Comité
Electoral. Lo hice también en 2017, pero eso no es lo habitual», dice Paco
Salazar.
Illa había ganado unas elecciones imposibles. Francesc-Marc Álvaro
escribía en La Vanguardia en diciembre de 2020, el día de los Inocentes
para ser exactos, un artículo titulado «Batalla por la autenticidad» en el que
decía que «el candidato será auténtico o no será» y, refiriéndose a los
republicanos y los socialistas, apuntaba: «ERC y el PSC tienen un problema
parecido. Los republicanos y los socialistas deben hacer llegar a los
electores un mensaje que sea lo bastante atractivo para anular la pregunta
sobre la autenticidad en beneficio de otra cuestión, más potente. Para los de
Iceta, eso es más fácil: se trata de vincular su oferta a la estabilidad, la
seguridad y una cierta normalización, en conexión con el Ejecutivo de
Sánchez. En cambio, Aragonès deberá salpimentar su posibilismo con algún
guiño a los electores que dudan (esta vez son muchos) entre ERC, JxCat y
la CUP». A la vista de los resultados, parece que lo consiguieron. «En
Cataluña entramos en una etapa nueva. Es irreversible pase lo que pase en
la formación del nuevo Gobierno. Los resultados no reflejan que haya una
pulsión independentista porque han perdido más de 700.000 votos. Por
mucho que digan, hay una mayoría clara de izquierdas, la gente ha apostado
por el cambio, por cosas nuevas», afirma Salvador Illa.
«Hacía muchos años que la militancia socialista no estaba tan
entusiasmada. El que le echaba agua al vino era Iván, que siempre repetía
que el máximo posible eran 34. Obtuvimos un gran resultado. Conmigo de
candidato, la mejor encuesta nos daba 26-27 diputados. Hice lo que tenía
que hacer. Mis previsiones no eran malas, pero con Salvador todas las
encuestas nos ponían por encima de los treinta. Todo es un riesgo, porque si
el resultado no hubiera sido tan bueno, habríamos podido quemar a
Salvador, pero al final el PSC ha obtenido un gran resultado y no hemos
quemado posibilidades de futuro. En 1999 Pasqual también ganó, pero no
gobernó. Ahora Salvador tendrá que montar su película con un Gobierno en
la sombra. El pacto independentista irá al hambre, tendrán un mal vivir,
porque le harán la vida imposible a Aragonès y al final lo harán caer como
traidor», dice Miquel Iceta.
«Contar con Iván no te garantiza ganar, te da calidad y capacidad para
competir. El PSC hacía años que no jugaba por la primera plaza. Con Illa lo
hizo. Iván deja hacer, pero siempre está atento y aprovecha los momentos
clave. Sacó petróleo de los errores de los independentistas —dice Paco
Salazar, quien, además, explica—: La campaña se planificó desde el 30 de
diciembre hasta el 14 de febrero. Cada día tenía su afán. Planificamos, pero
atentos a tener cintura. El PSC llevaba varias campañas desfondándose en
la última semana. En 2017 se achacó al indulto, pero, con o sin indulto, la
semana se hizo eterna. El objetivo era salir fuertes y llegar fuertes. El éxito
fue la planificación, una buena campaña y un buen candidato. Se leyó bien
el escenario. En ciencia política se denomina “consigna de referencia
dominante”. En 2017 fue “independencia sí, independencia no”. Nuestro
“diàleg”, no tuvo encaje. En 2021, era el cambio. Y se acertó.»
Los independentistas tienen, ciertamente, la mayoría. En el nuevo
Parlament habrá 11 diputados de la extrema derecha. «Iván me advirtió del
crecimiento de VOX en Cataluña, fue el primero y muchos meses antes.
Tienes que creerte lo que dice porque analiza las encuestas como nadie»,
sostiene Casimiro García Abadillo.
Con el 5 % del voto escrutado, Iván Redondo habló con Illa: «Vas a
ganar». Con el 10 %, clavó el resultado. No era la primera vez. Ya lo hizo
en Extremadura y en las generales. Algunos no se lo creen hasta que lo
viven. La mujer de Salvador Illa lo conoció esa noche y le dijo a su marido:
«Te puedes fiar de este hombre para cualquier cosa».
«Nunca maniobré para ser el candidato por mi estima y lealtad a Miquel.
Un día el presidente me dijo que tenía que disfrutar y compartió conmigo
experiencias personales: “Tendrás contacto con la gente, una campaña es
una experiencia irrepetible. Disfrútala”. Paco Salazar me dijo: “Olvídate de
todo. La campaña la dirigen otros. Tú preocúpate de lo tuyo. Te lo daremos
todo y te lo daremos todo muy pensado”», recuerda Illa. El primer día de
campaña, cuando llegó a la sede de Pallars, al candidato Illa le apeteció un
McDonald’s. Anna Sendra, su directora de Comunicación, le dijo:
«“Hombre, como ministro de Sanidad no sé yo si queda muy bien que lo
digas.” No lo hago nunca, pero no sé por qué aquel día me apetecía. Fue un
capricho».
Illa no paró en una campaña en la que se hicieron cuatro debates. El
primero fue en La Vanguardia. «Ahí me situé, me lo preparé mucho. En ese
momento me di cuenta de que llevaba otro traje, no el del ministro de
Sanidad, sino el del candidato del PSC», afirma. Para preparar estos debates
contó con la ayuda de José Miguel Contreras y Miguel Barroso, que
tuvieron su bautismo de fuego en estas lides con Felipe González en el
segundo debate con Aznar en 1993.
«En aquella época no había procedimientos, ni experiencia, era una
época de inocencia. Tuve que improvisar. Sabía de teórica, de cómo
preparar un debate. Había estado en Estados Unidos, había hecho la tesis
doctoral sobre este tema, pero carecía de toda práctica. Investigación
académica, mucha; práctica, cero. Recuerdo que tuvimos que poner negro
sobre blanco lo que sabíamos, dar forma, diseñarlo y, en horas, inventamos
un procedimiento de debate y acertamos bastante. Las técnicas de
preparación de los debates han cambiado poco, mantienen su esencia: cara a
cara, varios candidatos, televisado, en directo... Siempre es lo mismo y el
candidato está bastante desnudo, apenas puede manejar información y no se
puede parar el reloj. Las técnicas han cambiado poco», dice José Miguel
Contreras.
«Barroso y Contreras me ayudaron, repasaron intervenciones mías y me
criticaron. Me ayudaron a tener un lenguaje televisivo y me gustó mucho
que me dijeran lo que hacía bien y lo que hacía mal. Me dieron buenas
instrucciones y recomendaciones. Me costó, pero lo hice. Se trabajaron los
mensajes, cómo no perder los papeles y mantenerse siempre pausado, pero
firme a la hora de trasladarlos. Los debates fueron duros, pero iba tranquilo.
No me hice el test porque no me tocaba, pero sobre todo porque no estaba
dispuesto a saltarme los protocolos que habíamos establecido para todos los
ciudadanos», añade Illa.
«Iván coordinó la preparación de los debates y tenía sus apartes con
Salvador. Se conocen desde 2017, se respetan, son una piña. Se ha
estudiado todas las campañas del PSC, conoce sus puntos fuertes y sus
habilidades. Fíjate, la última frase de campaña fue la de “ponga usted el
voto, yo pongo el cambio”. En el debate esta frase impactó», asegura Paco
Salazar.
«Son muy profesionales, tienen método y conocían al candidato, que es
muy cartesiano. Salvador se encontró a gusto. También nos ayudó Javier
Vilamajor, militante del PSC. El único que no estuvo en este grupo y que
estuvo con Montilla fue Luis Arroyo», comenta Víctor Francos, quien
apunta otro elemento curioso de la campaña, el momento en el que se
decidió arriesgar pasando del candidato Illa al president Illa. «Salvador
estaba encantado con la precampaña de “Vuelve Cataluña”. Aquí miraba de
lado, con una imagen poco retocada, realista. Le tuvimos que convencer
porque no le gustaba la foto. Nos decía que él no era así. Ciertamente, era
una imagen dura, melancólica. En campaña, cambiamos a president Illa, no
a Illa president. Lo hicimos presidente, arriesgando, en los carteles. El
hashtag #presidentilla nos jugó una mala pasada, nos jodió, pero nos salió
bien.»
La campaña acabó y el PSC ganó las autonómicas por primera vez desde
1999. Toda la campaña la dirigió el club de los cinco. Los eslóganes, los
mensajes, salían de dentro del comité de campaña. «No hemos colaborado
con ninguna agencia de comunicación. Solo teníamos una empresa que
ejecutaba el diseño y el grafismo. Todo lo decidíamos nosotros», afirma
Víctor Francos, a la sazón el jefe de este comité porque Iván la codirigía.
Víctor era el director y trabajaba codo con codo con Eva Granados.
Sun Tzu afirma en El arte de la guerra que «los buenos guerreros hacen
que los adversarios vengan a ellos y de ningún modo se dejan atraer fuera
de su fortaleza». Así definió la campaña catalana el hermano mayor de
Iván, Manu.
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«“Te llamo en un minuto”, dice muchas veces. Tiene los SMS llenos, pero
bueno eso es muy particular. Llamar te llama, otra cosa es que el minuto
dure días», dice Manu Redondo.
No es de extrañar que no cumpla siempre con ese minuto, porque estos
años al frente del Gabinete han sido intensos: una moción de censura y un
Gobierno con solo 84 diputados, las elecciones de abril y el pacto fallido, la
repetición electoral y el acuerdo exprés con Podemos, la pandemia y otros
momentos como los presupuestos, las fake news, la exhumación del
dictador Franco, las elecciones municipales, autonómicas y europeas,
además de las catalanas y madrileñas, o RTVE. En este contexto, lo
complicado era encontrar un minuto.
UN GOBIERNO EN FASES
«Es la primera vez que una persona de la comunicación política llega a la
jefatura del Gabinete. Antes el jefe del Gabinete era un viceministro y la
comunicación iba por otro lado. Ahora las dos figuras están en una. Iván
Redondo lo controla todo, tiene todo el poder, más poder que algunos
vicepresidentes, porque además del aparato de la Moncloa, la cercanía al
líder hace mucho. Tienen sintonía y está en la toma de decisiones. En todas.
Le tienen envidia porque aunque el presidente habla con todos, con Iván
habla todo el día», asegura Casimiro García Abadillo.
La leyenda de Iván Redondo ha ido aumentando de intensidad desde que
Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno. Se le achacan todos los males
y, aunque menos, también los éxitos. Lo lleva con deportividad, para
desesperación de los que lo despellejan en las tribunas de los medios de
comunicación, de los que lo machacan desde la oposición y de quienes
azuzan desde dentro del partido todo tipo de patrañas y conspiraciones. Es
la resistencia frente al ruido, consciente de su papel de cancerbero. Sin
embargo, la presión y el ruido no cejan y cualquier oportunidad es buena
para segarle la hierba bajo sus pies.
«Hay tres líneas de ataque a Iván Redondo, lo que indica que es una
persona fundamental en la estabilidad del Gobierno de coalición, mejor
dicho, es una persona fundamental hoy por hoy para la presidencia de
Sánchez. Le disparan los socios de coalición, Unidas Podemos, porque lo
ven como un rival a batir, con filtraciones, con comentarios, acusándole de
ser el hacedor del giro al centro, etc. También le atacan desde las entrañas
del Partido Socialista porque, igualmente, lo ven como un rival, como
alguien que no es un pata negra con carné del PSOE y que tiene una
influencia, y eso es verdad, muy determinante en la estrategia política de
Sánchez. Y el tercer flanco es la dirección actual del Partido Popular, que
no entiende cómo uno de los que consideran “de los nuestros” es clave en
esa estrategia y clave en el triunfo del PSOE», señala Antonio García
Ferreras.
La realidad es que el PSOE lleva tres años en el Gobierno, pese a las
disensiones, los problemas internos de la coalición y los ataques
descarnados de la oposición, que se las prometió muy felices al inicio de la
pandemia augurando una rápida caída del ejecutivo, que se redoblaron tras
la victoria de Ayuso y tras la concesión de los indultos. Han sido tres años
intensos: debilidad en los primeros meses, convocatoria electoral en abril,
fracaso del acuerdo con Podemos, nuevas elecciones, Gobierno de
coalición, pandemia y la ruptura del tablero político en mayo, con las
elecciones en Madrid y sus consecuencias en la política nacional que
Casado se ufana en equiparar con un cambio de ciclo, aunque las elecciones
no tienen una fecha inmediata. Eso sin tener en cuenta el escenario andaluz
y la incertidumbre ante la legislatura en Cataluña y, sin duda, la polémica de
los indultos y la mesa de diálogo.
«Lo primero que hay que hacer en política es no menospreciar al
adversario. Ese fue el error del PP, que pensó que este Gobierno iba a caer a
la primera de cambio. Menospreciaron la capacidad de resistencia de un
tipo que fue elegido en primarias, defenestrado, que tiene el coraje y la
fortaleza mental de volverse a presentar, de ganar, de presentar una moción
de censura, ganarla y convertirse en presidente del Gobierno... y de escribir
un libro que se llama Manual de resistencia. Esto tiene un gran valor y el
PP no supo valorarlo», dice Verónica Fumanal. Tras Madrid, parece que el
PP vuelve a cometer el error del menosprecio. No cabe duda de que el
PSOE y el Gobierno reaccionarán para recuperar la iniciativa política, y
herramientas tienen. Veremos cómo se concretan.
La prueba del algodón del nivel del Partido Popular la encontramos en lo
que supuestamente era un reportaje de investigación titulado «La Moncloa
acapara el 47 % de los 730 asesores a dedo del Gobierno» y publicado en
ABC el 7 de marzo de 2021. Es un ejemplo de la visión que tienen los
populares del Gabinete del presidente, que bien querrían para ellos. Rajoy
tuvo 618 asesores; el Gobierno socialista, 730, según los datos, pero la
potencia de este equipo con respecto a los anteriores no tiene parangón. Lo
que queda claro con esta crítica es que el árbol no les deja ver el bosque,
porque el actual Gabinete de la Moncloa es una cuestión de Estado, no es
solo una cuestión de Gobierno, de este Gobierno. Tras la crisis de Gobierno,
la nueva dirección quiere cambiar la estructura del Gabinete. Dicen que
debe ser más política, con menos marketing y más presencia del PSOE, una
forma de decir que quieren cargarse la estructura del Gabinete, una forma
de amputarse 3/4 del cerebro. Ciertamente, cada uno se suicida como
quiere. El Gabinete de la Moncloa es una estructura de Estado, no de
Gobierno. Lo que pasa es que es muy difícil gestionarla y no todo el mundo
puede o sabe.
FÉNIX
LA PRIMERA ETAPA
Escribir este libro ha sido toda una experiencia profesional porque, además
de la complejidad en su elaboración para construir un relato con más de
ciento veinte opiniones diferentes, hay que sumar las sorpresas cotidianas
de la política española. Desde la salida de Pablo Iglesias del Gobierno hasta
las elecciones madrileñas, pasando por las catalanas, la bronca en la derecha
y un sinfín de situaciones que siempre abrían espacios nuevos. Finalicé su
redacción justo a mediados de mayo. Seguro que antes de su publicación se
producirá alguna sorpresa más —por sí sola, la crisis con Marruecos o los
indultos a los condenados del 1-O—, y habrá otras que se quedarán en
puertas, como la celebración del congreso del PSOE y los interrogantes de
Cataluña y Andalucía, donde Juan Espadas se ha impuesto a Susana Díaz, o
sea, volvió a ganar Sánchez, aunque la espada de Damocles para el
socialismo andaluz es ahora un posible adelanto electoral. Ha sido una
época apasionante, siempre con la espada de Damocles pendiente sobre mi
cabeza, un «susto o muerte» cotidiano que hacía tambalear la estructura
prevista en este relato. En estos dos capítulos está incorporada la actualidad,
porque el libro fue escrito en paralelo a los acontecimientos. En el resto del
relato no, y es curioso observar lo que algunos decían antes y dicen ahora.
El título de este capítulo no es baladí. Esta es una etapa más de la vida
profesional de Iván Redondo. No será la última. Eso solamente la conoce él.
Tomará la decisión que considere cuando lo considere, porque solo tiene
cuarenta años y mucho tiempo y carrera por delante. De momento, ha
vuelto a resurgir de las cenizas. Es Fénix, el muñeco de manga que le regaló
su madre con la complicidad de sus hermanos.
«Me gustaría verlo fuera de la política porque los políticos siempre lo
pagan. Todos mueren, todos salen mal de los Gobiernos. Al menos hasta
hoy, aunque a lo mejor con Pedro Sánchez cambia. Con la capacidad que
tiene Iván, creo que no debería ligar su futuro al del presidente. Tiene
capacidad para reinventarse, aunque me temo que le gusta mucho la
política. Pero estoy más que convencida de que fuera de la política tiene
mucho recorrido. Ha vivido un momento histórico, ha creado una nueva
figura del jefe de Gabinete, no ha habido otro como él. Esto no lo beneficia
para estar en otro partido. Esa etapa la ha acabado y con nota. Y un detalle
no menor, todos los que han trabajado con él hablan bien de él», dice Loli
Izquierdo.
Lleva cuatro años con el presidente Sánchez y las han visto de todos los
colores. Pasaron de la nada a la gloria cuando nadie daba un duro por aquel
PSOE renqueante tras las primarias. Se presentó una moción de censura, la
única que se ha ganado en democracia, y los socialistas volvieron al Palacio
de la Moncloa. Dos elecciones después, siguen lidiando con un tablero
político endiablado. Sánchez y Redondo han construido un tándem que ha
transitado por rutas imposibles.
En estos cuatro años Sánchez ha comprobado que la lealtad de Redondo
es a prueba de bombas. Lo da todo por el proyecto y lo da todo por el líder,
porque vive y trabaja a todas horas para el proyecto y para el líder. Su
máxima aspiración es hacer bien su trabajo y esté donde esté, siempre será
leal. Es su máxima, su forma de entender la estrategia y la comunicación
política, incluso su forma de entender la vida, aunque no esté en el
proyecto. Visto lo visto tras su decisión, consecuente con sus ideas, de dejar
el Gobierno, no parece que ni Sánchez ni el PSOE hayan sido leales con
Redondo. Su máxima es tirarse por el barranco y lo ha hecho en repetidas
ocasiones. El líder lo sabe y, conociéndolos a los dos, todo es posible,
incluso la sorpresa. El 10 de julio la tuvimos porque uno fue consecuente y
el otro no entendió que no aceptara continuar y que era el momento de
parar. Iván se tira por el barranco por el proyecto y por el líder. No tiene que
tirarse por el barranco por el partido, porque simplemente es un profesional
independiente, no es del partido. La resistencia sigue. Estuvo presente en el
PP y está presente en el PSOE, pero, no se equivoquen, el paso está dado y
no hay marcha atrás, aunque los que no ven el bosque porque se lo impide
el árbol crean que las cosas han vuelto a ser como antes.
El equipo de la Moncloa marca distancias con sus predecesores porque
el escenario ha cambiado radicalmente y se necesitan nuevos liderazgos,
hojas de ruta claras y una gestión diaria recogiendo inputs del exterior para
que la Moncloa no sea una burbuja, sino una esponja porosa. Así lo
interpreta Isidre Fainé en un artículo publicado en El Periódico de
Catalunya en diciembre de 2020 titulado «Empresa y compromiso, el
impulso definitivo»: «El momento es también idóneo para sentar las bases
de un nuevo liderazgo transformador. Los gestores deben aprender a vivir
en la incertidumbre, afrontar los problemas con determinación y saber
aplicar medidas correctoras a tiempo. En este entorno complejo, es
importante que el líder aflore la iniciativa y la creatividad de sus
colaboradores. Y lo más relevante, a mi juicio, es que el directivo consiga
que todos los empleados vibren y se identifiquen con los valores y la misión
de la empresa».
Nadie pone en duda que es el líder el que toma las decisiones. Eso solo
lo hacen los mediocres. Sin embargo, no todos los liderazgos son iguales. El
catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Murcia, Fernando
Jiménez Sánchez, dijo el 20 de marzo de 2021 en El Periódico de
Catalunya: «Solo se piensa en el corto plazo y en llegar al poder, pero no
hay proyecto de sociedad ni del país que queremos de aquí a 20 años. El
gran drama de la política española es la falta de liderazgo responsable.
¿Para qué se quiere el poder? La estrategia está bien si sabes poner límites,
porque todo tiene consecuencias». Es una reflexión crítica, pero tiene su
razón. La cuestión está en dilucidar si la estrategia solo se construye para
llegar al poder o para mantenerse en el poder, si se mira al corto o al largo
plazo. Sin duda, todo un debate no exento de ideología. No todo el mundo
lo verá igual, porque las estrategias las marcan las ideologías o, mejor
dicho, las ideas.
«Es una pieza fundamental en la estrategia del ejecutivo y de Pedro
Sánchez. No solo pone los ingredientes para que el presidente tome
decisiones, sino que le ayuda a tomarlas. Hay más personas a las que
consulta el presidente, pero Iván es fundamental. Los asesores y los
consultores presentamos alternativas. El presidente del Real Madrid te
pregunta qué harías y ese es el momento en el que puedes influir y el jefe
hacerte caso o no. Yo quisiera un tipo como él en mi equipo, porque es
analítico y polivalente. Ficharlo te ayudaría a entender la nueva sociedad
dentro o fuera de la política», afirma Carlos Ocaña.
«Trabaja con la señal huyendo del ruido, un ruido que lo llena todo y que
hace que sea muy complicado mantener la cabeza fría. ¡Y si oyes a Aitor
Esteban ni te cuento! [risas]. En Euskadi tenemos algo menos de ruido y
eso nos da más consistencia, porque el ruido te puede llevar a tomar
decisiones equivocadas. Aquí tenemos un Gobierno estable, con unas reglas
de juego acordadas con el Partido Socialista, con lealtad, resultados y
siempre sin pisarnos la manguera. Somos distintos y cada uno busca sus
contrapartidas. Lo importante es la lealtad, espacios de discreción y
confianza. Lo hemos ordenado bastante bien. El ruido de Madrid tiene que
bajar o hay que hacerlo bajar si no baja solo», dice Joseba Aurrekoetxea.
«Siempre que podemos hablo, con discreción, con el presidente y con
Iván. Escuchan y están abiertos a impresiones que muchas veces no
coinciden con su visión. Iván es un gran aliado natural. Quizá por sus
orígenes vascos, porque ha vivido las vicisitudes de Euskadi, entiende al
diferente y tiene un pensamiento elástico que intenta comprender la
posición de su interlocutor. Tiene correa incluso en los desacuerdos. Es
capaz de acordar el desacuerdo. La pandemia fue muy dura y sustituimos la
discrepancia por la lealtad, lealtad mutua entre empresarios y Gobierno.
Cuando se fijó la fecha de finalización de los ERTE, en Foment no
estábamos de acuerdo, pero cerramos filas con el presidente Garamendi.
Había que arrimar el hombro para disminuir la incertidumbre, aunque los
acuerdos no gustaran. En esas múltiples conversaciones ejerció un papel
mediador a pesar de que las relaciones de Foment con el Gobierno se
enfriaron, pero nunca cerró la puerta. Nosotros tampoco», asegura Josep
Sánchez Llibre.
«Es muy perfeccionista y tiene un alto nivel de autoexigencia. Lo mira
todo. No le vale el aprobado, quiere excelencia. Es arriesgado, emprendedor
y disruptivo, y aprovecha la tecnología para hacer diferentes las cosas. No
está anclado ni preso de dogmas ni de formas tradicionales de hacer o
entender las cosas. La política es el arte de lo que no se ve. Mueve las
piezas, piensa en sus jugadas, en las del contrario, separa el ruido de las
señales y, si puede, actúa por sorpresa. Transmite serenidad, rigor y tiene
una gran fortaleza mental», dice Rosauro Varo.
«Es un gran seductor. La clave del cambio en la política de
comunicación fue el momento en el que el presidente le nombró, ahí
decidió el cambio. Todavía le queda mucho camino por delante,
profesionalmente hablando. Está en la cúspide, es admirado y odiado, pero
tiene recorrido. No ha llegado a su cenit. Es brillante y lo transmite. No me
sorprende hasta dónde ha llegado, lo que no esperaba es que lo hiciera tan
rápido. Tiene recorrido al margen de la política. Llegará un día en que
Sánchez no estará, porque en política todo se acaba en un momento u otro,
y algunos dicen que entonces se acabará su carrera. Están totalmente
equivocados. En esta etapa Iván ha tenido prestigio nacional, pero también
prestigio internacional. Es un tipo con una capacidad de trabajo fuera de lo
común y con una gran resistencia. No todo el mundo puede dormir solo
cinco horas y estar al cien por cien. Controla las situaciones, piensa mucho
las cosas y cuando alguien está pensando en la primera jugada, él ya piensa
en la tercera. Todo ha cambiado y hay partidos que no se dan cuenta y otros
que sí, pero no lo ponen en práctica. Las campañas ya no consisten en pegar
carteles, repartir propaganda en el mercado y hacer un mitin. Vender
política, la comunicación política ha cambiado radicalmente. Iván lo ha
visto y otros, no. Esta es su gran ventaja», afirma Rosa Díez Urrestarazu.
«Es un personaje que descoloca. Te haces el arquetipo de una persona y
cuando la conoces, es todo lo contrario. Va mucho al teatro y tengo el placer
de acompañarle muchas veces, le gustan la música y las series muchísimo
porque es un apasionado de la cultura. Me jacto de saber lo que quiere ver
en el teatro, aunque mentiría si no te dijera que también elige Sandra.
Forman un buen equipo, porque le da a Iván una visión profesional, le
aporta otro prisma. Tiene mucha suerte de tenerla a su lado porque juega un
papel importante en su vida, al igual que su familia, su madre, sus
hermanos. Como Iván, creo en las personas, antes y después. Tengo mejor
relación con los políticos cuando dejan el cargo que cuando están en él»,
dice Jesús Cimarro.
«Es un tipo muy inteligente, muy, muy inteligente, que procede de una
manera de entender la política muy distinta a la nuestra, asesorar a la
derecha, asesorar al PSOE, con el que me entiendo y donde he aprendido
muchas cosas. Creo que el hecho de que Pedro Sánchez le haya convertido
en la persona más importante del Gobierno después de él, en su mano
derecha, revela lo que significa Iván Redondo. Es una figura sobre la que
hablarán los historiadores en el futuro», dijo Pablo Iglesias en declaraciones
a Furor TV.
«No ha llegado al final de su carrera. Esta es una etapa más. Vamos al
contenido y no al continente. Está en un ciclo de su vida y tiene la edad que
tiene, está marcando una tendencia clara porque en su profesión se llega
hasta donde él está cuando se es mucho más mayor, está en una etapa
bonita, pero vendrán más. Las nuevas generaciones de profesionales de la
comunicación política se focalizarán mucho en él. Iván es muy de estar en
la sombra, todos somos más de estar en la sombra. Sabe que la familia está
en la sombra, pero que la tiene ahí. No nos verás nunca en primera línea.
Otra cosa es que él tenga que hacerlo porque lo requiere la situación. Le
queda mucho por hacer porque es muy joven. Cuando comentamos lo que
dicen de él, lo hacemos con un punto de ironía, porque ya sabes que el éxito
oculta lo que el fracaso enseña. Iván es lo que se ve, es la persona, no es un
personaje. Esa esencia la tiene, otros la construyen. La tiene muy
desarrollada, y muy presente. Lo que veis es lo que es. Otra cosa es el papel
de la prensa y de las leyendas. La vida es compleja, tiene altibajos y
siempre nos enseña», dice Txema Redondo Bacaicoa.
5 DE JULIO.
Pedro Sánchez e Iván Redondo almuerzan con estos amigos
comunes. Hablaron de diferentes temas, incluida la remodelación. Se
barajaron varios escenarios. Ese fin de semana, la última de julio o
septiembre.
El título del artículo lo dice todo: «Iván Redondo quiso ser ministro y
acabó fuera de la Moncloa». La versión está muy bien. Solo tiene un
problema, es una versión de parte y miente en lo mollar (la versión, no
Carlos Cué, por supuesto). Iván no le planteó esta alternativa al presidente,
fue el presidente quien quería retener a Iván y le ofreció ser ministro. Un
detalle, el Gobierno con Iván Redondo repartía el juego entre los diferentes
medios de comunicación, facilitando información del Gobierno. El fin de
semana de la crisis todos los periodistas tuvimos que seguir lo que ocurría
por la Cadena Ser y El País, que recibieron toda la información. El resto
fuimos meros espectadores. Un cambio sustancial en la política de
comunicación.
En definitiva, se trata de una interpretación edulcorada que da
protagonismo a Sánchez. Como decía José Miguel Contreras en Infolibre,
«Aquí manda el que manda» y no fue así. Lo que no tienen en cuenta es que
tener el poder, la auctoritas, es algo más que tener el Gobierno. La prueba
de que esta versión hace aguas es que la decisión más complicada de
Sánchez fue la elección del nuevo director del Gabinete, Óscar López, un
hombre al que Sánchez rescata. Sus relaciones han sido complejas y se
agriaron en las primarias, cuando López optó por Patxi López. El presidente
le llamó en la recta final tras la certificación de la marcha voluntaria de
Redondo. Era consciente de que se habían agotado todas las posibilidades y
recuperó al presidente de Paradores. No era la primera vez que Óscar López
sonaba para incorporarse al equipo de la Moncloa. En 2019, Iván Redondo
me llamó para sondear mi disposición a aceptar la Secretaría de Estado de
Comunicación. En 2018 también lo sugirió, pero en aquel momento rechacé
la posibilidad. En 2019 acepté. Mi candidatura fue considerada por algunos
como un refuerzo de Iván y eso no se podía permitir. Esos mismos pusieron
un candidato sobre la mesa para evitar mis exiguas posibilidades: Óscar
López.
Ahora Óscar López vuelve y el mejor retrato de su vuelta lo hizo Pedro
J. Ramírez en su videoblog de El Español el 11 de julio: «Los aduladores de
ayer son los más sañudos verdugos de hoy. Por eso ahora que ha dejado de
tener ningún poder digo hoy por primera vez que Iván Redondo ha sido el
mejor jefe de Gabinete de la democracia, el mejor jefe de Gabinete que ha
pasado nunca por Moncloa. Que su inteligencia estratégica, su estilo
organizativo, su capacidad de aunar talentos en una maquinaria bien
engrasada y su capacidad de interlocución siempre con buen talante, con
rostro humano, van a marcar un antes y un después. Sin Redondo, Sánchez
no habría logrado capear ni sus flagrantes contradicciones, ni la alta
exposición durante la pandemia, siendo al final el líder menos mal valorado.
Confiemos en que no quepa decir “otros vendrán que bueno te harán”, pero
en Ferraz deben ser conscientes de que a Óscar López le han dejado el
listón muy, muy alto».
Sánchez ha tomado su decisión. Veremos qué pasa a partir de ahora.
Esperemos que el trabajo realizado durante este tiempo no acabe como agua
de borrajas. Sin Redondo, el PSOE estaba en las raspas; con Redondo, llegó
la victoria, mal que les pese a los que ahora dicen estar «jubilosos» por la
marcha del todopoderoso jefe del Gabinete. Un destacado líder socialista
me apuntaba: «Ha ganado el PSOE en esta crisis, sí, pero ha ganado el
PSOE de 2016». Yo añadiría otra cosa: ha vuelto el PSOE, cierto, pero el de
2014.
Aprovecho este epígrafe para actualizar. Félix Bolaños es ahora ministro
de la Presidencia. José Luis Ábalos, Carmen Calvo, José Manuel Rodríguez
Uribes, Arancha González Laya, Pedro Duque, Juan Carlos Campo e Isabel
Celaá ya no son ministros, y José Manuel Albares es el ministro de
Exteriores. Martxelo Otamendi se quedará con las ganas de entrevistar a su
alumna de euskera, Loli Izquierdo se ha desvinculado de su emisora,
Miquel Iceta se ha puesto la camiseta de ministro de Cultura y Deportes con
poco entusiasmo, Miguel Ángel Oliver volverá a la profesión, Paco Salazar
ha sido enviado al Hipódromo de la Zarzuela y Antonio Lucas tuvo la
ocasión de pasar veinticuatro horas con el jefe del Gabinete, como adelantó
en El Mundo el 12 de julio. Ya sabía que se iba, pero como profesional
siguió al pie del cañón hasta el último minuto. Lucas tuvo ocasión de hablar
largo y tendido con él y escribir el magnífico prólogo.
No voy a entrar a valorar el nuevo ejecutivo, eso ya lo han hecho mis
compañeros en multitud de crónicas y análisis, pero sí les digo, como Pedro
J., que en la Moncloa habrá un antes y un después. Redondo le dio a la
política gubernamental la vuelta como a un calcetín y también al viejo
PSOE, que ha vuelto, dicen, para liderar la remontada. Viendo lo que fue el
PSOE de 2014, el de 2016 y el de los primeros meses de 2017, tengo mis
dudas razonables.
Iván Redondo se va con la conciencia de haber hecho su trabajo. El
presidente sabe que nada será igual sin Iván Redondo en la sala de
máquinas. Ahora se retirará, se tomará su año sabático y pensará. Y como el
Fénix, volverá. Muchos de los entrevistados me preguntaron durante este
año cuál sería el futuro de Iván, cuándo dejaría la Moncloa, cuál era mi
opinión. Ahora uno de estos interrogantes se ha resuelto. Ha dejado el
Gobierno. Todos me lo preguntaban como si estuviera al cabo de la calle.
Nada más lejos de la realidad, porque Iván nunca dice más de lo necesario.
De hecho, ni se lo he preguntado. A todos les he dicho lo mismo. En este
negociado de la política, la estrategia y la comunicación hay que saber
ganar, saber perder y saber parar, porque muchos quieren asesinar «a la
mano del rey», como me decía una buena amiga. La política es cainita y
siempre acabas siendo un cadáver. Tiene una ventaja: Iván no es un político
y ahora lo ha demostrado. No quiere perpetuarse en la vida política. Para él
fue una etapa más en su corta vida. Es un profesional que ha sabido ganar,
perder y parar, frase que dejó por escrito en su despedida. Y, sobre todo, ha
sabido pensar. Ahora quiere descansar y escuchar. El 10 de julio se hizo
pública la respuesta de cuándo iba a dejar la Moncloa. Tuve la suerte de
saberlo el miércoles 7, cuando me lo comunicó. Que nadie se engañe: la
decisión solo dependía de él y, conociéndolo, la tomó consigo mismo. Los
primeros en saberlo fueron Sandra y su familia. El resto lo supo cuando se
hizo público, aunque en mi caso tuvo la honradez de decírmelo para cerrar
este libro. Decidió su momento porque los momentos son importantes. Iván
tiene esta cualidad. Revive y toma sus propias decisiones porque sigue
siendo un profesional independiente: el Fénix.
LEVANTARSE PRONTO