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MI VIDA, MI INVESTIGACIÓN
Discovery Publisher
Título original : Nikola Tesla: Ma Vie, Ma Recherche
@2014, Discovery Publisher
Todos los derechos están reservados.
TABLA DE CONTENIDOS
Mi Vida, Mi Investigación 1
Introducción3
Mis Inventos 21
Capítulo I Mi Infancia 23
Capítulo V El transmisor-amplificador 69
Tesla y Ciencia 83
INTRODUCCIÓN
y final a una cuestión pasada y caduca, pues todas las patentes en cues-
tión habían caducado y sus poseedores, fallecido. Respecto al deman-
dante — Marconi Wireless Telegraph Company of America — había
sido absorbido desde hacía tiempo por Radio Corporation of America,
perteneciente al Estado. El demandado en el proceso era el Gobierno de
Estados Unidos, que se había apropiado de toda la tecnología de radio
durante la Primera Guerra Mundial, sin pagar los derechos de autor a
la sociedad Marconi. Debido a que se falló la nulidad en mitad de la
Segunda Guerra Mundial, no se le prestó demasiada atención, y ni si-
quiera la Corte Suprema consiguió acabar con el prestigio de Marconi,
que duraba ya treinta años.
La hermosa carrera de Tesla en el campo de la radio fue eclipsada, ya
desde comienzos del siglo XX, por los numerosos éxitos de la sociedad
Marconi : en 1901 y 1902 las transmisiones transoceánicas de Marconi
revolucionaron las relaciones públicas. No hay ninguna duda de que
Marconi se inspiró en gran parte de los trabajos de Tesla, entre otros.
Sin embargo, su sistema era menos ambicioso y menos caro que el de
Tesla. Después de 1902, Tesla ya no supo reunir el capital necesario para
terminar la construcción de su transmisor gigante de Long Island, que
había comenzado en 1901, y cuyo arquetipo era la instalación experi-
mental de Colorado. Su posición en el campo de la radio era precaria,
aunque pudo obtener patentes potencialmente lucrativas de su técnica
inalámbrica. A pesar de ello, no disponía de socios ni de inversores, de
manera que no pudo defender estas patentes de forma eficaz.
Antes de la guerra, Tesla se dedicó principalmente al desarrollo de una
turbina sin aspas, simple pero potente, cuyo éxito le permitiría rescatar
del olvido su sistema inalámbrico. A las puertas de la guerra, el empe-
rador Guillermo, entre otros, se había dejado seducir por la turbina de
Tesla, pero su desarrollo suponía un coste exorbitado, y los intereses
de la posguerra no eran equiparables a las expectativas de la preguerra.
La contienda acabó con la última esperanza de Tesla en su lucha con
Marconi. Había presentado apelaciones ante los tribunales franceses,
puesto que algunos expertos galos pensaban poder terminar con el mo-
lla de Hollywood. Las metas imposibles del inventor, así como las del
público, condujeron a una falta de credibilidad. Cuando Tesla fue inca-
paz de acallar las críticas con ayuda de su habitual repertorio de nuevos
inventos, sus rivales — antaño indignados por sus primeros éxitos — no
tardaron en promulgar la decadencia del poderoso personaje.
Reginald Kapp — cuyo padre, Gisbert, fue amigo y compañero de
Tesla — dijo un día que « Tesla representa un caso interesante de un
hombre con una personalidad capaz de hacerle cumplir proezas inte-
lectuales y, a la vez, de imponerles límites* », una paradoja común en los
inventores. Sus apasionadas convicciones, que fascinaban a los millona-
rios ; su obstinación más allá de la sabiduría convencional, que hizo de
Tesla un buen y gran inventor, el implacable optimismo que le permitía
recuperarse de las situaciones más desesperadas, le impidieron, sin em-
bargo, reconocer sus propios errores, y le condujeron finalmente a em-
barcarse en arriesgadas empresas en las que estaba condenado a fracasar.
Tesla mostraba siempre una confianza excesiva en sí mismo, hasta
el punto de exasperar a los inventores menos seguros, quienes proba-
blemente no imaginaban que esa actitud le obligaba siempre a exigir
más de sí mismo a medida que la suerte dejaba de sonreírle. Tesla te-
nía la necesidad imperativa del reconocimiento y « Mis inventos » nos
enseñan que las raíces de esa necesidad remontan hasta su infancia.
Paradójicamente, era capaz de lamentar la exagerada atención mediática
un día, y al día siguiente alimentar a los periodistas con promesas y pre-
dicciones impactantes. La prensa científica, aunque dudaba en rechazar
de plano las afirmaciones de Tesla a causa de su extraordinaria reputa-
ción, le reclamaba más concreción en sus declaraciones. Sin embargo,
la prensa popular era más indulgente : Tesla, el controvertido visionario
contribuía a la venta de periódicos y revistas al mismo ritmo que Tesla,
el genio científico. Sin embargo, en junio de 1900, cuando publicó « El
problema de incrementar la energía humana† », el rumbo de sus rela-
ciones con la prensa cambió. Tras haber agotado todos sus fondos en las
investigaciones sobre la radio en Colorado, regresó a Nueva York. Con
la esperanza de atraer nuevos acreedores para su « sistema mundial »
de transmisión eléctrica y comunicaciones inalámbricas, se las arregló
para que Robert Johnson, editor de la revista Century, publicase un lar-
go artículo sobre sus últimos trabajos. Johnson, al cabo de la década de
1890, había contribuido para que Tesla fuera conocido por inversores
riquísimos, la mayor parte de ellos predispuestos a admirar al inventor
porque las patentes Tesla tenían mucho peso en materia de corriente
alterna. Con su artículo publicado en la revista Century, Tesla decidió
aprovechar el poder de la prensa voluntariamente para obtener dinero.
Con este objetivo, amenizó el artículo con fotos de descargas eléctri-
cas espectaculares que todavía hoy en día suscitan admiración, aunque
sepamos que son fotos instantáneas que representan varias descargas
diferentes. El artículo tuvo para Tesla el efecto esperado : J. P. Morgan
quedó impresionado hasta el punto de invertir 150 000 dólares en su
sistema inalámbrico.
Ahora bien, su artículo « El problema de incrementar la energía hu-
mana » causó también una gran controversia. Aunque Robert Johnson
anunció que se trataba de un artículo « documental » y no « metafísico* »,
Tesla dio descripciones muy poco concretas sobre su sistema de radio.
Por otro lado, dedicó mucho espacio a su vasto proyecto de reformar
el mundo mediante sistemas tecnológicos de bajo consumo. Tesla dis-
frutaba llevando sus teorías mecanicistas sobre la vida al extremo de la
lógica : no solo cada ser humano es un autómata, sino que la humanidad,
en su globalidad, obedece a las leyes de la física de la misma forma que
las moléculas de gas obedecen a las leyes de los gases. De esta manera,
basándose en sus teorías, a comienzos de la Primera Guerra Mundial,
Tesla predijo con asombrosa precisión la duración del conflicto mediante
la extrapolación de guerras anteriores†.
que esta falleció, la visión de su madre sobre una nube rodeada de va-
rias formas angélicas. Por entonces, Tesla no salía de la cama (no lejos
de su madre), destrozado por la presión de sus conferencias en Europa
y de su precipitado retorno « sin una hora de descanso ». Finalmente,
permaneció junto a su madre durante las últimas semanas de su vida.
Algún tiempo después de su muerte, tras haber reencontrado el equi-
librio, Tesla explicó esta visión desde un punto de vista racional, pero
por lo que parece O’Neill jamás aceptó tal explicación. Tras la muer-
te de Tesla, cuando ya no podía defenderse, O’Neill inventó un nuevo
episodio sobrenatural -la historia de la « predicción »- e hizo de él el
elemento central para explicar los dones psíquicos de Tesla.
Los numerosos errores en Prodigal genius se imputan a la prisa de
O’Neill por imprimir su libro (su salud flaqueaba y sin embargo esta-
ba determinado a publicar la primera biografía americana sobre Tesla).
No obstante, para la historia de la « predicción », reescribió un pasaje de
Mis inventos para hacer creer que Tesla había predicho la muerte de
su madre y los acontecimientos relacionados con ella. Tesla, de hecho,
describió únicamente una « visión posterior » que había tenido en el cli-
max de una amnesia, algún tiempo después de la muerte de su madre,
en el año 1892 (él dijo, en un primer momento, que este incidente se
había producido debido a los problemas relacionados con su transmi-
sor terrestre, mientras que más tarde afirmó no haber comenzado sus
investigaciones en radio hasta 1893).
El relato de Tesla es muy claro para aquel que no haya leído la ver-
sión de O’Neill : Tesla explicó que había olvidado todo sobre su exis-
tencia, salvo su primera juventud, y que poco a poco había recuperado
la memoria. El climax de la singular depresión nerviosa de Tesla fue el
mismo que el primero : sintió « un dolor y un desasosiego enormes » al
revivir la muerte de su madre por segunda vez. O’Neill retomó palabra
por palabra la descripción de este traumatismo, pero disimuló sus refe-
rencias y suprimió la única frase que situaba la muerte de la madre de
Tesla en el pasado, y no en el futuro : « Recuerdo mi largo viaje de re-
greso, sin poder descansar ni una sola hora, y de su muerte tras semanas
de agonía » (O’Neill resumió poéticamente, en una sola tarde, las seis
* íd. p. 101.
† Swezey, Kenneth. «NikolaTesla». Science (16 mayo 1958):
1147-1158.
CAPÍTULO I
MI INFANCIA
E
l desarrollo progresivo de la humanidad depende en gran medida
de las invenciones que produce, los productos por excelencia del
espíritu creador. El objetivo de estos productos es el dominio
total del mundo material, la explotación de las fuerzas de la naturaleza
en función de las necesidades del ser humano. Es ahí donde reside la
difícil tarea del inventor, con frecuencia incomprendido y mal recom-
pensado. No obstante, encuentra la recompensa en el placer de ejercer
sus poderes y en el hecho de saber que pertenece a una clase excepcio-
nalmente privilegiada sin la cual la raza humana habría perecido desde
hace largo tiempo en la difícil lucha contra los despiadados elementos.
Por mi parte, ya he podido disfrutar de ese exquisito placer más de lo
que habría esperado, hasta tal punto que durante varios años viví casi
permanentemente en éxtasis. Tengo reputación de ser un trabajador
concienzudo : podría ser cierto con la condición de que la reflexión sea
sinónimo de trabajo, pues a ella he dedicado casi todas mis horas de vi-
gilia. Sin embargo, si definimos el trabajo como una prestación concreta
que realizar en un tiempo dado y en función de reglas estrictas, en ese
caso, debo ser el mayor de los perezosos. Cada esfuerzo realizado bajo
obligación exige sacrificar un poco de energía vital. Jamás he pagado
tal precio, al contrario, siempre me he sentido realizado en mis pensa-
mientos. Con el fin de dar buena cuenta de mis actividades de manera
honesta y coherente, en este conjunto de artículos publicados en cola-
boración con los editores de la revista Electrical Experimenter, artículos
destinados sobre todo a nuestros jóvenes lectores, debo rescatar mis ex-
periencias de juventud, aunque sea de mala gana, así como recordar las
circunstancias y los acontecimientos que han jugado un papel decisivo
y determinante en mi carrera.
* Posible errata en el texto original : *son pére (¿El padre de la madre de Tesla o
el padre de Tesla?). Teniendo en cuenta el contexto, nos hemos decantado por la
segunda opción.
que designaba, y a veces era incapaz de afirmar si lo que veía era real
o no. Aquello me molestaba y me angustiaba mucho. Ninguno de los
estudiantes de psicología o de fisiología que consulté podía darme una
explicación convincente del fenómeno. Parecía que mi caso era único,
aunque debía estar predispuesto a este tipo de experiencias, pues sabía
que mi hermano había pasado por lo mismo. Según mi propia teoría, las
imágenes eran resultado de un acto reflejo del cerebro sobre la retina en
situaciones de gran excitación. No eran ni mucho menos alucinaciones
como las que aparecen en los cerebros enfermos y angustiados, porque
en lo que respecta a todo lo demás era completamente normal y tran-
quilo. Por daros una idea de mi « enfermedad », imaginad, por ejemplo,
que hubiese asistido en el día a un entierro o a otro acontecimiento
duro. En el silencio de la noche de después, una imagen muy real de la
escena aparecía sin falta ante mis ojos sin que pudiera hacer nada por
borrarla. A veces, la imagen permanecía en el mismo lugar aunque pu-
diese atravesarla con la mano. Si mi explicación es correcta, se podría
proyectar sobre una pantalla cualquier imagen y hacer que sea percep-
tible. Tal avance supondría una verdadera revolución en las relaciones
humanas. Estoy convencido de que este prodigio puede y va a realizarse
en un futuro no muy lejano. Puedo también añadir que he reflexionado
mucho sobre la cuestión para intentar encontrarle una solución.
Para deshacerme del trauma de estas imágenes, intentaba concentrar
mi mente en la imagen de una visión anterior. Con ello obtenía un ali-
vio pasajero, pero era necesario que fabricase continuamente nuevas
imágenes. Sin embargo, pronto fui consciente de que había agotado mi
reserva de imágenes, el final de mi « película », porque aún no sabía gran
cosa sobre este mundo : únicamente los elementos familiares y mi en-
torno más inmediato. Mientras practicaba este tipo de ejercicio mental
por segunda o tercera vez con el fin de expulsar aquellas imágenes de
mi mente, me di cuenta de que cada vez me aliviaba menos. De manera
instintiva, decidí explorar más allá de los límites de mi mundo familiar,
pero, restringido, vi nuevas imágenes. Al principio eran difusas y vagas,
y se esfumaban cuando intentaba concentrarme en ellas. No obstante,
con el tiempo se hicieron cada vez más nítidas y claras, hasta tomar la