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Marco Marios Carrera
Prefacio:
ciara Abril be Vivero
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SERIE CLÁSICOS SANMARQUINOS

POESÍA SOÑADA
UNIVERSIDAD NACIONAL
M A Y O R D E SAN MARCOS
—Fundada en 1551 —

Dr. L u i s Izquierdo V á s q u e z
Rector

D r . Víctor P e ñ a R o d r í g u e z
Vicerrector Académico

D r a . L u z Oyóla de Bardales
Vicerrectora de Investigación

Esta publicación ha sido posible gradas al auspicio de

COFIDE

CORPORACIÓN FINANCIERA
DE DESARROLLO
—COFIDE—

Daniel Schydlowsky Rosenberg


Presidente
X a v i e r A b r i l en su apartamento do la calle Barrios A m o r i n 1531, Montevideo, donde
v i v i ó desde 1979 hasta el momento de s u muerte. E n este mismo espacio fue velado,
teniendo como marco los libros de su biblioteca y las m ú l t i p l e s fotos que lo rodea-
ban, entre las cuales se v i s u a l i z a n la de su madre y la de J . M . Eguren, a la derecha
e izquierda del poeta que lee a Valiejo (1980). [Tomado de Poesía inédita, e d i c i ó n de
Sara A c o s t a , U r u g u a y , 1994.]
Xavier Abril

Poesía soñada

Prefacio:
Clara Abril de Vivero

Edición y estudio introductorio:


Marco Martos Carrera

FONDO EDITORIAL ACADEMIA PERUANA


UNMSM DE LA LENGUA

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U N I V E R S 1 D A P P E

SAN MARTIN DE PORRES


^mcm^miAammmM.-MormaiM
I S B N : 9972-46-320-6
H e c h o el D e p ó s i t o L e g a l
e n l a Biblioteca N a c i o n a l d e l P e r ú n.°: 2006-4486

© D e l estudio introductorio: Marco Martes Carrera

© C l a r a A b r i l de V i v e r o

© U n i v e r s i d a d de San M a r t í n de Porres

F a c u l t a d de Ciencias de l a C o m u n i c a c i ó n , T u r i s m o y Psicología

© A c a d e m i a Peruana de l a Lengua

© Fondo Editorial U N M S M

Primera e d i c i ó n : L i m a , julio de 2006

T i r a j e : 1 000 ejemplares

Fotografías: Derechos Reservados

C E N T R O DE PRODUCCIÓN FONDO EDITORIAL

UNIVERSIDAD N A C I O N A L M A Y O R DE S A N M A R C O S

C a l l e G e r m á n A m é z a g a s / n P a b e l l ó n de l a Biblioteca Central -
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Editor I O d i n R. D e l Pozo O.
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619-7000 (anexo 7530)

—DIFUSIÓN—

M i r i a m Castro C a s t a ñ e d a
619-7000 (anexo 7529)

—ADMINISTRACIÓN—

Erminia Pérez Vásquez


619-7000 (anexo 7529)
Contenido

Prefacio: Xavier Abril, poeta cosmopolita; por Clara Abril de Vivero 13

Introducción: Meditación sobre Xavier Abril; por Marco Marios 19

Contribución a la bibliografía de Xavier Abril 27

PRIMEROS POEMAS DE X A V I E R A B R I L
Juan Devéscovi (París, 1927) 35

HOLLIWOOD
Aclaración y esperanza, p. 47; Autobiografía o invención, p. 49;
Posbiografía o constatación presente, p. 53

Prosas para una dama de europa (París, 1927) 55


Film contemporáneo, p. 55; Presentación de Lily, p. 58, Eclipse de Lily, p. 60

Poemas turistas. América y Europa. 1926 y 1927 61


Manifiesto polar, p. 61; Poema elegante en el cielo de tus uñas, p. 62;
Observación, p. 63; Pero la suerte es buena, p. 63, Poema turista, p. 63;
Del mar Atlántico, p. 63, Harrogate, p. 64; Ivette, p. 65; Piel de verano,
p. 66; Nombre y playa de Baty, p. 67; Odette, p. 67; Poema silvestre del
Brasil, p. 68; Josefina Baker, p. 69; Prosa naranjada, p. 69; Exaltación del
mirlo y las ortigas, p. 70; Escena de género, p. 70; Apunte de África, p. 71;
África, p. 71; ¡Africa!, p. 72; Poema de 1830 a 1930, p. 72; Sanatorio, p. 73;
Cinemático, p. 73; L a llegada a Europa, p. 74; Cuba, p. 74; Geografía,
p. 75; Poema de la voz de Alicia, p. 78; París en dos minutos, p. 78; Poe-
ma del mundo y de la felicidad, p. 78; Viaje, p. 79; Paisaje romántico de
1816, p. 80; Apunte microscópico, p. 80; Prosa del horizonte nivelado, p. 80.

Bulevar (Madrid, 1926) 83


Cuadro de los bailarines rusos, p. 84; Petruschka, p. 84, Fortuny, p. 85;
Nada, p. 86; Apunte para una crónica bastante lejana de este apunte, p. 87;
Xavier Abril ha muerto, p. 87; Colegio, p. 88; Circo, p. 88; Baile, p. 89; Las
moscas, p. 89; Jean y Paulina, p. 90.

P e q u e ñ a estética (1923-1926) 91
Estética de la muerte, p. 91; Cielo, p. 93; Pintura de música, p. 94; Na-
cimiento del nombre, p. 94; Apuntes sobre otras cosas, p. 95; Poema,
p. 95; En la rotonda. París, p. 95; Lo patético, p. 96; Film, p. 98; Stadium,
p. 99; Paisaje, p. 100; Pascua en paisaje, p. 101; Poema de la tortuga
poematizada, p. 102; Circo, 105; Apunte de un minuto sobre el circo,
p. 105; Fin del paraíso, p. 106
DIFÍCIL TRABAJO
La poesía de Xavier Abril (estudio);
por E. A. von Westphalen (1931) 113

Taquicardia (1926) 119

Guía de s u e ñ o (1925-1928) 127


Estado de libertad, p. 127; Instinto, p. 127; Conciencia, p. 128; Experiencia,
P-128; Pureza, p. 128; Rigor del ser, p. 129; Desesperación, p. 129; Retomo a
lo perdido, p. 129; Casa ausente, p. 130; Defensa de la vida, p. 130; Lucha y
vida, p. 130; París, p. 131; Desesperación de lo dichoso, p. 131; Canto de mar
en soledad, p. 132; Naturaleza, p. 132; Poderío del sueño, p. 132; Sangre y
tierra, p. 132; Impresión, p. 133; Adversidad, p. 133; Persecución, p. 134; Poe-
ma a los parados, p. 134; Libertad del cielo, p. 134; Poema del sueño dormi-
do, p. 135; Intimidad, p. 135; Síntesis de vida y de poema, p. 136; Designio,
p. 136; País surrealista, p. 136; Paisaje en el sueño, p. 136; Invitación a la
vida, p. 137; Elogio de la locura, p. 137; Noche, p. 137; Origen, p. 137; Voca-
ción de soledad, p. 138; Forma de la niña muerta, p. 138; Sentido nuevo de
la ciudad, p. 139; La ciudad erótica, p. 139; Hogar en la revolución, p. 139;
Vagabunda, p. 139.

Difícil trabajo (1929) 141


Creación, p. 141; Fantasmas, p. 141; Intimidad del ser, p. 141; Fuego
oculto, p. 142; Riesgo, p. 142; Nombre de algo desconocido, p. 143;
Trópico, p. 144; Recuerdo de animales, p. 145; Sentimiento sin recuer-
do, p. 145; Estatuas, moho y yedra, p. 146; Geometría, p. 147; Ángulo
de luz, p. 147; Materias, p. 148; Calles antiguas, p. 148; Historia del
geranio, p. 149; Muerte, p. 149; Perdido, p. 150; Exaltación, p. 150; Nie-
bla y música de la casa desvelada, p. 151; Ambiente, p. 152; Diagnóstico
de la luz, p. 152; Elegía, p. 152.

Crisis (1928-1929) 155


Alucinación, p. 155; Ánima perdida, p. 156; Voz oculta, p. 158; Itinera-
rio de la locura, p. 158; Diafanidad, p. 159; Mandato, p. 160; Oscuridad
de los perdidos, p. 160; Última crisis, p. 161.

DESCUBRIMIENTO DEL ALBA

Poesía, p. 167; Estética, p. 167; Primera luz del mundo al fondo de la


lluvia o rocío en las flores, p. 167; Paisaje de mujer, p. 168; Elegía a
la mujer inventada, p. 168; Otro tiempo de elegía, p. 169; Silencio de
jazmín, p. 171; Exaltación de las materias elementales, p. 171; Recuerdo
de la mujer entregada entre vegetales, p. 171; Alba o luz de los tri-
gos, p. 172; Plenitud de los seres matinales, p. 172; Elegía final de los
recuerdos. Bajo cielos oscuros y tormentas, p. 173; Nocturno, p. 173;
Elegía a lo perdido y ya borrado del tiempo, p. 174; Sentimiento del
hombre y del surco, p. 175; Asesinado en el alba, p. 176; Penetración
de las materias frágiles, p. 177; Patética, p. 180; Elegía oscura en el
viejo tono de Jorge Manrique, p. 180; La arrepentida del aire, p. 181;
Retorno a lo perdido, p. 181; Voz oculta, p. 182; Cante en las profun-
didades de la sangre, p. 182; Tono íntimo del alba, p. 183.

10
L A ROSA ESCRITA Y o í r o s POEMAS (VERSO Y PROSA)
(1987)

Dialéctica de la rosa, p. 189; La rosa eterna, p. 189; La rosa de su nom-


bre, p. 190; La rosa 13, p. 190; Nacimiento y elegía de la rosa; p. 191; La
rosa humana, p. 191; Intermedio de la rosa, p. 193; La rosa imposible,
p. 194; Eternidad de la rosa, p. 194; Luna y rosa en el misterio, p. 194;
la rosa abstracta, p. 195; Elegía a una rosa, p. 195; La rosa de la sangre,
p. 196; La rosa postuma, p. 196; La rosa de la disipación, p. 197; La rosa
que fue, p. 197.

Otros poemas 199


Patética olvido, p. 199; Primer cuerpo del poema, p. 199; Segundo cuer-
po del poema, p. 200; Tercer cuerpo del poema, p. 201; Cuarto cuerpo
del poema, p. 202; Epílogo, p. 203; Primer poema, p. 203; Segundo poe-
ma, p. 204; Un poema que integra el cosmos, p. 207; Biombo oriental,
p. 208.

Sonetos 209
La mirada en la sangre, p. 209; Plenitud de amor, p. 209; Confidencial,
p. 210; Autorretrato, p. 210; Sepulcro del tiempo, p. 211; Colofón, p. 212.

L A ROSA ESCRITA
(1996)

Advertencia, p. 217; Dialéctica de la rosa, p. 219; Nacimiento y elegía


de la rosa, p. 219; La rosa vacía, p. 220; La rosa del día, p. 220; Variacio-
nes sobre el mismo tema de la rosa, p. 221; La rosa múltiple, p. 221; La
rosa eterna, p. 222; La rosa de su nombre, p. 222; La rosa de la sangre,
p. 222; Eternidad de la rosa, p. 223; La rosa 13, p. 223; Elegía a una rosa,
p. 224; La rosa, p. 224; Luna y rosa en el misterio, p. 225; La rosa humana,
p. 225; Copla, p. 227; Copla, p. 228; Colofón, p. 228.

Las estatuas de la sangre 229


Soneto a Edith, p. 229; La mirada en la sangre, p. 229; Plenitud de amor,
p. 230.

DECLARACIÓN EN NUESTROS DÍAS

Canto de la ciudad y del hombre moderno, p. 235; Poema de Siberia,


p. 235; La puerta de la historia, p. 236; Declaración en nuestros días, 237;
Elegía a la ciudad heroica, p. 240; Asturias: Minas y cementerios, p. 243;
Elegía al poeta César Vallejo, p. 245; Alba y luz de los trigos (n), p. 246;
Padecimiento en París, p. 247; Conflicto entre dos épocas, p. 248.

POESÍA INÉDITA

Noticia bio-bibliográüca de Xavier Abril; por María Luz Canosa Ortega 255

Experiencia de París (1927-1935) 285

11
Crónica, p. 285; Los nombres comunes y las costumbres del sistema,
p. 286; París, p. 286; Incertidumbre sentimental y brumosa, p. 286; París
íntimo, p. 287.

Retratos de mujeres (Madrid, 1934) 291

E l gran onírico (1945) 297


Onírico, p. 297; Gran advertencia del ánimo, p. 298; Permanencia, p. 298;
Fluye lo interior, p. 299; Arquitectura del fuego, p. 299; Estremecido,
p. 300; Nocturno y delirio, p. 301; Ontológicamente, p. 301; Manifiesto
creador de congoja, p. 302; Lo constante, lo incierto, p. 303; Última fe,
p. 303; Su retrato (paleta obscura), p. 303; Canción, p. 304; El perfume
y el alma, p. 305; Poema a un florero del otoño, p. 305; Primer poema,
p. 305; Segundo poema, p. 306; Reflexiones, p. 309.

L a estatua obscura (1949) 311


La estatua (fragmentos), p. 312; La estatua en las tinieblas, p. 316; Al
fragmento, p. 317.

Pausa (1951-57) 319


Los opuestos, p. 319; La pluralidad de los sentidos, p. 320; Discurso
del alma, p. 320; Diafanidad auditiva, p. 321; Discurso invisible del
ser, entre dos orillas, p. 321; Preceptiva geométrica, p. 322; Un poema
que integra el cosmos, p. 322; Núcleo constante, p. 323; E l ala constan-
te, p. 324; Breve prosa encauzada en lo real, p. 327; «Prosa encauzada
en lo real», p. 327; Puede ocurrir, p. 328; Biombo oriental, p. 329; Des-
varío metódico, p. 330; La cuestión de las palabras, p. 331; Acerca del
mismo tema, p. 331; Dialéctica interior, p. 332; ¿Cómo podría ser de
otro modo?, p. 332; Moraleja, p. 333.

A I cisne (1958) 335

Poemas secretos (1957-1960) 349


Poema a un árbol y a una muerte, p. 341; Sepulcro del tiempo, p. 341;
Aforismos poéticos, p. 342; Mascarilla del dolor, p. 343; Retrato de una
mujer en el recuerdo, p. 343.

Otros poemas (1921-76) 345


Poema, p. 345; Poema en prosa, p. 345; Sabor añejo, p. 346; A la noc-
turna profundidad, p. 346; Experiencia vivida y padecida, p. 347; Decla-
ración más allá del tiempo, p. 347; Designio, p. 348; Esperpento, p. 348;
La pasada gloria, p. 349; Poema, p. 350; Ex poema = discurso del ser, p. 350;
Carta a Jorge Guillén, en Florencia, p. 350; «Decisión», p. 351; A los po-
bres empobrecidos del Uruguay, p. 352; Edad del tiempo, p. 352; Escribo
porque escribo, p. 353.

12
Prefacio
Xavier Abril, poeta cosmopolita

Clara Abril de Vivero

Xavier Abril es un mecenas de la literatura en el orden espiritual, estético


e intelectual m á s alto. Corpus Barga, tío de Ramón G ó m e z de la Serna, en
su libro Los pasos contados, lo llama «el m á s cosmopolita de los poetas de
su época»; y es verdad que en E s p a ñ a Xavier se siente en casa: en 1930,
en la revista Bolívar, Abril dice: «la tierra de España es m i abecedario...»,
«Hace cinco siglos americanos que viajo desde E s p a ñ a » , «Santa Teresa
llega a m í y en su sangre... Y o soy España»... L o mismo diría su hermano
Pablo A b r i l de Vivero, fundador y editor de la revista Bolívar, en su san-
gre ancestral del verso castellano:

[L]os que pudieron decir,


dirán mañana
s i acrisolé en m i voz,
como u n dique de luz
contra la sombra del ocaso,
la donosura del de Santillana,
el e n t r a ñ a b l e acento de Manrique
y la elegancia impar de Garcilaso.

En los versos citados de Pablo, tenemos toda la esencia del mundo


intelectual español. Así, E s p a ñ a está en la revista Bolívar y sus mejores
escritores publicaban en ella, comenzando por el artículo «Don Quijote
Bolívar» de Unamuno y otros escritores como R a m ó n G ó m e z de la Serna,
Alberti, Bergantín y Eugenio Dors, entre otros. Sin embargo, Bolívar tam-
bién es cosmopolita pues colaboran en sus p á g i n a s franceses como
Maurois y Paul Valery; rusos como Dostoievski; se incluyen dibujos de
Miró y Picasso y escritos de sudamericanos como Vallejo, Neruda, García
Calderón, Torres, Bidet, Eguren, Martín Adán... Por algo César G o n z á l e z

[13J
Ruano nos da su visión de la famosa revista: «[H]ay una América por
descubrir que p o d r í a colonizar una buena parte de Europa; una América
que no es trópico n i tópico. Esta A m é r i c a nos la ha traído a E s p a ñ a la
revista Bolívar. U n peruano pulido en cultura y v i v o en juventud, Pablo
Abril de Vivero. Otro peruano, todo intuición — doble Abril, porque Abril
está en sus ojos— su hermano Xavier». He hablado de Pablo A b r i l de
Vivero y de su revista Bolívar porque creo que ambos jugaron u n impor-
tante rol en la vida cultural de la época.
Xavier A b r i l es protagonista y testigo privilegiado de las grandes
vanguardias artísticas internacionales del siglo xx. Amigo personal de
todos los surrealistas franceses (Éluard, A r a g ó n , Tristán I z a r a ) , Breton
ha dicho de Xavier Abril que es uno de los pocos y excelentes poetas
surrealistas en lengua española y que s u poesía le recuerda la manera de
los iluminados Rimbaud y L a u t r é a m o n t : «Sus lecciones sobre Desnos,
Soupault, A r t a u d , Michaud y Prevert son inolvidables». E n el mundo
a n g l o s a j ó n varios escritores y poetas en s u tiempo tradujeron sus poe-
mas. E s importante recordar que James Joyce, al deshacerse de su
biblioteca, se q u e d ó con muy pocos libros, entre ellos estaban los poemas
de Xavier. E n Madrid como en París, A b r i l forma parte del mundo inte-
lectual. Sus grandes amigos son Rafael Alberti, a quien A b r i l le prologa
uno de sus libros, Federico García Lorca, R a m ó n G ó m e z de la Serna,
Juan R a m ó n J i m é n e z y José Bergamín; este ú l t i m o consideró que A b r i l
era el m á s sensible, m á s humano y exquisito de los nuevos escritores
peruanos.
Asimismo, Césare Pavese apunta: «Iguala con tu vida el pensamien-
to, Xavier A b r i l lo consiguió. Joven idealista lucha en la revolución espa-
ñola aliado de los republicanos, pone en peligro su vida y así idealista
fue durante toda su vida, nunca envejeció, siempre fue consecuente con
sus ideas».
Cuando yo estudiaba en la Universidad de Madrid hubo una exhi-
bición de pintura y modas pop art en la galería de María Gracia al lado de
la plaza Independencia. Yo, vestida de pop art en blanco y negro, cami-
naba por la pasarela cuando oí gritar: «¡Abril, eres A b r i l , igualita a
Javierito!»; era Maruja Mallo, una famosa pintora surrealista quien con
Dalí y B u ñ u e l h a b í a creado El perro andaluz; sus pinturas están en el
museo metropolitano de Nueva York y fue ella quien d i b u j ó la portada
para el libro Hollyivood de Xavier A b r i l . E n diferentes circunstancias f u i
conociendo a casi todos los intelectuales e s p a ñ o l e s , muchos de ellos
antiguos amigos de Xavier A b r i l y admiradores de su poesía.
Así como Platón dedica toda su vida a recordar las e n s e ñ a n z a s de
Sócrates en sus varios Diálogos, de la misma manera Xavier Abril, ade-
m á s de abrir su escogida biblioteca a los jóvenes poetas escritores y pro-

14
fesores, se dedica a interpretar y propagar el pensamiento de Mallarmé,
Eguren y otros poetas c o n t e m p o r á n e o s , sobre todo el de C é s a r Vallejo,
amigo fraternal suyo; el amigo m á s amado en vida y d e s p u é s de la muer-
te. Y así como P l a t ó n en su Parménides pone sus propios pensamientos
sobre la teoría de las formas en la boca de Sócrates «such entities as the
abstract f o r m of the just, and of the beautiful, and of the good, and of all
things of this sort», así Xavier A b r i l pone sus propias ideas metafísicas
sobre la poesía especialmente sobre «Todo pensamiento lanza una juga-
da de dados» de M a l l a r m é como influencia en la poesía de César Vallejo.
Abril se dedica a hacer conocer profundamente la poesía de Vallejo en el
extranjero y en el P e r ú .
Xavier A b r i l vivía para la poesía y el arte; no tenía tiempo para
reuniones banales, sólo para el espíritu. Recorrí toda Italia, parte de E s -
p a ñ a y algo de Francia con Xavier A b r i l y Sara Acosta, su segunda mu-
jer, discípula de A n d r e Lotte, y gran pintora, quien c o m p a r t í a todo el
espíritu estético, emotivo, intelectual y entusiasta de Xavier. Vimos ciu-
dades, museos, iglesias, pueblecitos y la campiña. Bellini, Carpacio, Piero
de la Francesca, Simoni Martini, Ucello. Recuerdos maravillosos de lec-
ciones celestiales aladas de poesía v i v a de gran lucidez estética y pro-
fundidad; de una gran inteligencia sensible que captaba el mundo vo-
lando; e l e v á n d o s e al mundo del sueno pero con una visión auténtica de
la realidad; explorando en la pintura siempre el lado metafísico y espiri-
tual, no se contentaba con quedarse en lo estético. C a d a viaje era una
lección magistral en el arte y en la vida del espíritu.
Jean Cassou nos dice que los poemas de Xavier A b r i l llevan la marca
del s u e ñ o y de la inquietud y nos transportan a la r e g i ó n del s u e ñ o . E l
mismo Jean Cassou en su libro El espíritu del simbolismo, tratando del
s u e ñ o creativo recuerda a M a l l a r m é hablando de s u amigo Villier de
l i s l e A d a m , comenzando el discurso con estas palabras «Un homme au
revé h a b i t u é vient ici parler d'un autre qui est morb>. A d u e ñ á n d o m e de
estas palabras digo: U n s o ñ a d o r cotidiano viene hoy a hablar sobre otro
s o ñ a d o r que está vivo, porque los poemas de Xavier Abril, a pesar de
todas las dificultades en el pasado para editarlos, e s t á n vivos. Así su
nombre poético está v i v o como él lo presintió en s u tiempo; «Un día
v a g u é en el silencio de Dios diciéndole m i nombre y le supo a rosal.
Desde entonces Dios se hizo jardinero de m i nombre. Y tal vez en el
jardín de la brisa es y a u n rosal m i n o m b r e » .
Cuando Alicia Moctezuma, la primera mujer de Xavier Abril, m u r i ó
en M a d r i d , entre las varias cosas que me dejó estaban las primeras edi-
ciones de las poesías de Xavier dedicadas a ella; estos libros se convirtie-
ron en m i verdadero tesoro y es con ellos que he hecho las fotocopias
para la presente edición.

15
Xavier A b r i l pierde a su madre cuando era muy joven; él mismo nos
habla de esta terrible experiencia: «mas ella me falta como puede faltar-
me el corazón, la boca, las manos o el d e s p e r t a r » . E l poeta joven, que es
místico de la naturaleza, con la muerte tan cercana se vuelve metafísico;
y de allí toda s u poesía sobre e l amor, la mujer y la rosa. L a rosa es la rosa
de Ronsard, de Villamediana, pero sobre todo de Rilke. Xavier A b r i l es-
cribe poemas con títulos como «Elegía a la mujer inventada» en su Descu-
brimiento del alba, pero antes de ello en su primer libro y a nos dice, ha-
blando de una de sus mujeres de París, del goce pasajero del sexo y esto
es lo que no busca decididamente. Él busca a la mujer metafísica, la rosa
eterna. Si bien en los comienzos de su poesía — sobre todo en Hollywood - ,
abraza el surrealismo y explica toda su v i d a con esa técnica usando
también la influencia de L a u t r é a m o n t , luego en sus otros libros e s t á n
vivos los clásicos castellanos como Manrique, no sólo con sus ritmos y
palabras sino t a m b i é n con versos del propio Manrique o alusiones; lo
mismo sucede con San Juan de la Cruz: cita poemas de él y la imagen
amorosa de las cabelleras de las mujeres viene de este poeta, quien a su
vez las toma del Cantar de los Cantares y de las jarchas á r a b e s . L a i n -
fluencia de Quevedo está presente sobre todo en la «Elegía al poeta César
Vallejo»;

Quien te conoció no o l v i d a r á que fuiste la sombra v i v a


Del árbol enamorado,
L a misma tierra herida en que vivimos.

Y Quevedo hablando de la muerte y del amor dice:

Polvo seré, mas polvo enamorado.

T a m b i é n encuentro la influencia de James Joyce, sobre todo en su


poema de Hollywood «Xavier A b r i l ha m u e r t o » . Joyce nos dice lo mismo
en sus memorias de joven en el colegio de los jesuítas en Irlanda en
Retrato de un artista adolescente. E s verdad que esta misma imagen está en
la historia de E s p a ñ a , con Felipe I I que ensaya su propio funeral desde
su dormitorio donde p o d í a ver la iglesia por dentro, en el palacio del
Escorial. E n la revista Bolívar escribe como verso « C o n t e n g o el Escorial
y el p a n t e ó n de los reyes», «A Felipe I I lo llevo habitante de m i estupor».
Con el paso del tiempo, la poesía de Xavier Abril se purifica a ú n m á s
en la busca de lo abstracto, de lo absoluto y q u i z á , como San J u a n de la
Cruz, con la busca de la nada y luego m á s tarde con el sueño de Mallarmé.
E l s u e ñ o , pues, de M a l l a r m é que tan bien ha estudiado Xavier A b r i l , lo
vemos en el mismo A b r i l quien crea un misterio alrededor de las pala-

10
bras, crea un mundo de sugestión, que abre la puerta a la abstracción que
nos lleva a lo absoluto. Y todo esto acompañado de música. De la rosa
eterna, del cisne de cristal.
Mi agradecimiento infinito para Jorge Cornejo Polar, Nelly Talavera,
su mujer, Marco Martos, Ricardo Silva-Santisteban y José Carlos Bailón,
quienes de distintas maneras han hecho posible esta edición.

Londres, enero de 2005

17
Introducción
Meditación sobre Xavier Abril

Marco Marios

Radiografía biográfica

X a v i e r A b r i l de V i v e r o n a c i ó e n L i m a , P e r ú , e l 4 d e n o v i e m b r e de 1905 y
m u r i ó e n M o n t e v i d e o , U r u g u a y , e l 1 d e enero de 1990. E n 1911 i n i c i ó s u s
estudios en el Colegio A l e m á n y p e r m a n e c i ó e n esa i n s t i t u c i ó n hasta
1923, a ñ o e n e l q u e e s t u d i ó e n e l I n s t i t u t o L i m a . V i a j ó a E s p a ñ a e n t r e
1926 y 1927 e h i z o e s t u d i o s e n l a E s c u e l a d e B e l l a s A r t e s de S a n F e r n a n -
do. E n 1929 v o l v i ó a L i m a p o r p o c o t i e m p o . D e s p u é s r e t o r n ó a E u r o p a y
r e s i d i ó e n F r a n c i a y E s p a ñ a h a s t a q u e s e i n i c i ó l a g u e r r a c i v i l e n 1936.
R e g r e s ó a l P e r ú y p e r m a n e c i ó v a r i o s a ñ o s e n t r e nosotros. E n 1948 v o l v i ó
a a u s e n t a r s e y se e s t a b l e c i ó e n M o n t e v i d e o . D e s d e 1958 h a s t a 1990 s i r -
vió como agregado cultural de la E m b a j a d a P e r u a n a e n U r u g u a y . X a v i e r
A b r i l e n 1979 m e r e c i ó e l P r e m i o N a c i o n a l o t o r g a d o a los e n s a y o s l i t e r a -
r i o s y e n 1986 o b t u v o e l P r e m i o N a c i o n a l d e L i t e r a t u r a .

E l ensayista

E n l a b a l u m b a d e p o e t a s d e l s i g l o x x , X a v i e r A b r i l d e s t a c a tanto p o r s u s
v i r t u d e s l í r i c a s c o m o p o r ser u n e s t u d i o s o de los g r a n d e s a u t o r e s c l á s i -
cos y m o d e r n o s y , a l m i s m o t i e m p o , u n e n s a y i s t a d u e ñ o de u n a p r o s a
seductora. Particularmente conviene s e ñ a l a r s u p r o f u n d o i n t e r é s por la
p o e s í a de C é s a r V a l l e j o . X a v i e r A b r i l , a t r a v é s de s u h e r m a n o P a b l o A b r i l
de Vivero, e n t a b l ó u n a p r o f u n d a relación con Vallejo y tuvo u n a admira-
c i ó n p o r la p o e s í a d e l v a t e d e S a n t i a g o de C h u c o . E s t a a f i r m a c i ó n p u e d e
corroborarse s i n n i n g u n a dificultad repasando algunos títulos de traba-
jos de X a v i e r A b r i l : César Vallejo, Antología (1943); Vallejo, ensayo de aproxi-
mación crítica (1958); Dos estudios: Vallejo y Mallarmé (1960); César Vallejo
o la teoría poética (1963); Exegesis trücica (1981). E s t e e s f u e r z o d e c o m p r e n -
s i ó n d e l a p o e s í a d e V a l l e j o , s o s t e n i d o a lo l a r g o d e d é c a d a s , o r i g i n a l ,

[19]
aunque discutido por otros especialistas, no lo ha hecho n i n g ú n otro
poeta o estudioso peruano. L o que sostiene A b r i l de u n modo explícito o
implícito es que Vallejo es el poeta m á s original de la lengua castellana
en el siglo XX y que la profundidad de su trabajo sólo tiene p a r a n g ó n con
la que realizó en la lengua francesa M a l l a r m é . M á s t o d a v í a , A b r i l halla
asombrosas isocronías entre e l trabajo de Vallejo y el de M a l l a r m é ,
a d e m á s de contar detalles del aprecio que el poeta peruano le tenía al
lírico francés. Aparte de Vallejo, A b r i l m o s t r ó dedicación especial por la
poesía de José María Eguren. Por eso publicó en 1979 Egiiren el oscuro.
El simbolismo en América. S u profundo interés por la evolución de la poe-
sía hispanoamericana puede advertirse leyendo su Antología de la poesía
hispanoamericana de 1956.

Valoración del poeta

Dentro de la poesía peruana del siglo xx, Xavier A b r i l es claro represen-


tante de lo que genéricamente se llama modernidad y que no es otra cosa
que incrustar u n desaforado trabajo de innovación dentro de la podero-
sa corriente de la tradición. E s cierto que la circunstancia vital de haber
vivido el debate de las vanguardias en Europa le facilitó u n acercamien-
to a esa forma de escritura, pero es verdad t a m b i é n que tenía desde sus
inicios u n respeto y u n conocimiento de la milenaria tradición castella-
na. Así se explica su primer libro Hollywood (Madrid, 1931). E l título del
libro obviamente hace referencia a la capital del celuloide, pero al mismo
tiempo a la urbe moderna, distinta del París versallesco con que s o ñ a b a n
tanto R u b é n Darío como sus congéneres. Allí, en esos poemas y textos de
humor, la actitud es nueva, la exaltación de la calle, el deseo de ser o
jockey profesional o jinete en pelo de las ideas, pero en muchas ocasiones
la forma es reposada, de un ritmo elemental de sístole o diástole, como la
de algunos escritores españoles, Azorín, por ejemplo, y a cuajado en esos
días. Junto a ello, como se dice en ese texto, el surmenage, la taquicardia, el
temblor, el pathos, el terror al espacio. E n Hollywood, como en sus dos
libros siguientes. Difícil trabajo (Madrid, 1935) y Descubrimiento del alba
( L i m a , 1937), A b r i l no muestra experimentos, poemas en agraz. S i n ex-
cepción posible todos los escritos de esta d é c a d a , los únicos que hasta
u n a ñ o antes de su muerte, en lo que respecta a poesía, tuvieron forma de
libro, merecen ser considerados en cualquier antología de la poesía pe-
ruana o latinoamericana. Extremado elogio éste que ni siquiera de nues-
tro m á s grande escritor César Vallejo puede hacerse, aunque sí probable-
mente de los otros dos grandes poetas vinculados con el surrealismo en
el Perú, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen.

20
Rastreando en las preferencias literarias de A b r i l , no a través de
frases volanderas dichas en entrevistas, o en artículos periodísticos, sino
en los numerosos estudios que d e d i c ó a unos cuantos poetas, podemos
encontrar algunas claves para el conocimiento de su propia poesía. Des-
de una presencia muy fuerte del inconsciente, fruto de una necesidad
expresiva íntima y de un conocimiento de primera mano de la vanguar-
dia y del surrealismo y, sin duda, del psicoanálisis, A b r i l extiende su
interés hacia poetas cuya característica principal es el rigor intelectual,
de emoción, pero de férreo control de la palabra. E n la tradición e s p a ñ o -
la, el Arcipreste de Hita y Jorge Manrique, citados en Descubrimiento del
alba, y luego dos poetas del siglo xvn, Quevedo y G ó n g o r a ; en la poesía
francesa, M a l l a r m é por encima de todos y los surrealistas. E n la poesía
del P e r ú las preferencias de A b r i l son Vallejo y Eguren.
H a y pues u n aire de familiaridad entre Abril y los poetas que admi-
ra y que es seguramente la mejor característica de la poesía del siglo xx, lo
que podemos llamar la emoción bajo control. A b r i l en la poesía peruana
es el justo medio entre Vallejo y Eguren y puede trazarse una línea de
correspondencias entre los tres. Así, por ejemplo, el poema «Xavier Abril
ha muerto», emblemático ciertamente, muestra de u n lado el conocimien-
to de la tradición reciente en esos momentos, la surrealista de Na]da o
L 'amourfon de Breton y los elementos oníricos o de humor característicos
de buena parte de su producción, pero evidencia t a m b i é n la misma acti-
tud esquizoide de Vallejo en «Piedra negra sobre piedra blanca», aquel
poema que empieza: «Me moriré en París con aguacero». Abril se desdo-
bla y ríe. Vallejo se desdobla y sufre. De la misma manera en «Retorno a
lo p e r d i d o » , uno de los excelentes textos de Descubrimiento del alba, Abril
evoca al primer Vallejo, al de las «Canciones del h o g a r » de Los heraldos
negros. E l poema es de una contenida emoción. No hay una sola palabra
de m á s . Integra en sólo ocho líneas todo el universo familiar, lo que pue-
de llamarse el amor filial.
L a alquimia verbal, la tradición en la que se inscribe A b r i l es, resu-
miendo, aquella que viene de Vallejo y Breton, de Quevedo y Manrique,
de M a l l a r m é y Eguren. No otra cosa hizo R u b é n Darío: mezcló una pode-
rosa tradición y dio una quintaesencia nueva. A b r i l , surrealista en sus
comienzos, n í t i d o surrealista, recoge lo que podemos llamar con C . M .
Bowra, la herencia del simbolismo, y a través de esa alianza verbal se
relaciona con la tradición de todos los tiempos. Y ésta es la mejor línea de
la poesía del siglo xx, la que parece c o n t e m p o r á n e a con la poesía de
cualquier poeta de cualquier otra época. Por eso de A b r i l puede decirse
lo mismo que él escribió de José María Eguren:

21
Estás Eguren,
siempre con la i de viaje;
v o l v e r á s a confundirte entre las figuras que cantaste,
en lo que nunca dijiste,
callado de abrumarte.
¡Yo sé que estás Eguren en la corriente que j a m á s
nombraste!

No necesita el lector saber nada de A b r i l para deslumbrarse con los


poemas que escribió. Y esto es probablemente lo mejor que pueda decirse
de u n poeta.

Coda: apuntes sobre l a vanguardia

Desde sus comienzos, la vanguardia europea f u e acogida en Hispano-


américa y en el Brasil con genuino interés, pues se a d v e r t í a que la litera-
tura a d q u i r í a una característica internacional verdaderamente cosmo-
polita. N o en vano algunos de los que serían los m á s caracterizados
escritores nuestros en el siglo xx, Huidobro y Borges, la h a b í a n conocido
de cerca en sus lugares de origen. Ambos consideraban como propias a
las culturas europeas y ambos fueron contagiados, Huidobro m á s que
Borges, por un deseo a d á n i c o de originalidad.
E n el caso peruano, hubo un teórico, seguramente el m á s fino crítico
de los a ñ o s veinte, José Carlos M a r i á t e g u i , quien en numerosas ocasio-
nes m a n i f e s t ó su conocimiento del arte moderno expresado en la v a n -
guardia, y al mismo tiempo señaló que la poesía vanguardista europea
correspondía a una realidad diferente de la nuestra y necesariamente en
nuestras tierras tenía que dar frutos diferentes a los de allende. Corres-
ponde a otro momento hacer el balance de las contribuciones de la revis-
taAmauta, que dirigió Mariátegui, a la difusión d é l a poesía de vanguar-
dia. C o n t e n t é m o n o s ahora en subrayar que M a r i á t e g u i auspició la difu-
sión de una literatura de avanzada, pues consideró que la vanguardia
europea era claro s í n t o m a de la crisis del capitalismo y de la decadencia
del orden b u r g u é s y que era posible en nuestros países asociarla a una
vanguardia político social. Sólo así se explica su parejo entusiasmo, su
diligencia en organizar tanto a la vanguardia política como a la v a n -
guardia literaria. E n una ocasión escribió:

E l futurismo, el dadaísimo, el cubismo, son en las grandes ciudades un


fenómeno espontáneo, un producto genuino de la vida. E l estilo nuevo
de la poesía es cosmopolita y urbano. Es una moda que no encuentra
aquí los elementos necesarios para aclimatarse.

22
César Vallejo, poeta sin par, pero al mismo tiempo acerado crítico,
dijo en 1926 en París-Favorables-Poemas N.° 2. que la poesía nueva no
debería ser la mera a g r e g a c i ó n de palabras y m e t á f o r a s nuevas m á s o
menos a la moda, sino una cuestión de fondo, de verdadera necesidad
expresiva, ligada a la sustancia ideológica que empapa y justifica el uso
de determinadas formas de lenguaje. Reclamaba, pues, una correspon-
dencia entre una poesía nueva y una forma de pensar diferente, que
debería ser propia de nuestros pueblos.
Mientras la vanguardia internacional mantiene una actitud icono-
clasta frente a la tradición literaria precedente, la vanguardia de A m é r i -
ca del Sur, tanto la hispanoamericana a través de César Vallejo, como la
brasileña, representada principalmente por Manuel Bandeira hace uso
de sus propias fuentes y recursos y es radicalmente novedosa sin enfren-
tarse en todos los casos a la tradición inmediatamente anterior, como
ocurre con Trilce de César Vallejo o con Altazor de Vicente Huidobro.
Otro rasgo diferencial de la vanguardia latinoamericana, respecto
de la europea, es que los referentes europeos suelen ser lugares abstrac-
tos, m á s p r ó x i m o s a la ciudad que al campo y m á s cercanos a ciudades
irreales que concretas; en cambio, los referentes de nuestra vanguardia
son históricamente ubicables y están muchas veces signados por la ac-
tualidad. U n escritor p a r a d i g m á t i c o como Vallejo asocia su nombre en la
escritura a Santiago de Chuco, Trujillo, L i m a , España, y Neruda, confor-
me v a avanzando en su p r o d u c c i ó n literaria, cada v e z hace m á s referen-
cia a lugares concretos hasta culminar en un exuberante catálogo de
t o p ó n i m o s en Canto general de 1950. T a m b i é n Juan Parra del Riego en su
«Polirritmo d i n á m i c o a G r a d í n , jugador de f ú t b o l » , r e n d i r á homenaje a
una realidad inmediata y palpable. U n a explicación general sobre este
asunto, que no se ha intentado hasta ahora a cabalidad, es que en nues-
tros países, hasta a ñ o s relativamente cercanos, la poesía y la novela en
particular, y la literatura en general, cumplían los papeles comunicadores
que tenían en la A n t i g ü e d a d , daban noticia, información de lo que ocu-
rría en la sociedad y reemplazaban de u n modo cierto a unas no muy
bien desarrolladas ciencias sociales. Este rasgo, el tener referentes reales
y no ideales, lo comparte la vanguardia latinoamericana con todo tipo
de literatura producida en nuestros países.
E n H i s p a n o a m é r i c a , pero t a m b i é n en el Brasil, nuestros poetas ha-
cen un uso bastante libre de los recursos de la vanguardia, por lo que
resulta bastante difícil clasificarlos como adherentes a u n determinado
movimiento. E n A m é r i c a Latina hubo grupos vanguardistas como el
ultraísmo en Argentina, el creacionismo en Chile, el estridentismo mexi-
cano, y en el Perú un poeta que equivale a un «istmo, ismo», César Vallejo.

23
A I lado de todos ellos hubo una actividad de vanguardia de casi imposi-
ble clasificación.
E l caso de Xavier A b r i l , bastante peculiar, no escapa s i n embargo a
las características generales. Como el propio Vallejo, su modelo inme-
diato, tiene grandes audacias iniciales, especialmente en la é p o c a de su
libro Hollywood, pero d e s p u é s interioriza la vanguardia y los rasgos de
rebeldía se trasladan de lo formal a la realidad. Abril, como Vallejo, es u n
defensor de la causa republicana durante la guerra civil española. E n su
escritura, la ruptura y a no es con la tradición milenaria de la lengua
castellana, sino m á s bien con lo que está de moda. Puede decirse que
A b r i l , cuando toma la pluma para escribir poesía a partir de los años
cuarenta, lo hace con un sentido diacrónico de la lengua. Se relaciona
con todos los modos históricos de escribir poesía, pero no hace versos en
serie. C a d a uno de los escasos poemas que escribió en su etapa final,
responde a una necesidad interior vital. Vanguardista de la primera hora,
A b r i l se reconcilió con la tradición. No otra cosa hizo César Vallejo cuan-
do a p r o v e c h ó todas las formas escritúrales en su libro Poemas humanos.
Tampoco hizo cosa diferente Octavio Paz, quien de ruptura en ruptura
con su propia escritura fue construyendo una obra de sabor clásico, se-
g ú n ahora todos reconocen. Abril, incluye el espíritu de la vanguardia
dentro de la tradición. Para decirlo de otro modo: es un escritor que ad-
mira lo clásico y admira la vanguardia y en esto se diferencia de M a r t í n
A d á n , coetáneo suyo, quien fue abandonando la vanguardia para inter-
narse en los meandros de la tradición.

Esta edición

Para realizar esta edición, que incluye todos los poemas publicados en
libros de Xavier Abril, hemos tenido a la vista las ediciones originales
proporcionadas por Clara A b r i l de Vivero. No hemos considerado los
poemas en versiones traducidas a idiomas diferentes al español, que
Xavier A b r i l ocasionalmente insertaba en sus escritos, ni los poemas de
otros autores que aparecen en algunos de los libros del poeta. E l p r o p ó -
sito de tal decisión es claro: que nada se interponga entre la escritura de
A b r i l y el lector. Somos conscientes de que la publicación de este libro es
sólo el primer paso hacia u n ideal casi imposible de alcanzar: la poesía
completa de Xavier A b r i l . Se sabe que numerosos poemas están en ma-
nos de particulares que a c t ú a n como los avaros: cuentan su oro, leen sus
textos, pero no los difunden ni los publican.
Lo m á s llamativo, en el terreno filológico, de esta edición, es la publi-
cación sucesiva de dos versiones de La rosa escrita. L a primera versión,
que p a r a d ó j i c a m e n t e , señala la voluntad última de Xavier Abril, data de

24
1987 y fue publicada en Montevideo por el propio autor. L a segunda
versión, aunque es de 1996, señala u n estadio anterior de la composición
y corrección de los mismos poemas. A b r i l p r e s e n t ó esos poemas al Pre-
mio de Fomento a la Cultura de 1946, y una copia, llegó a la Biblioteca
Nacional donde la encontró Ricardo Silva-Santisteban. Entre 1946 y 1987,
A b r i l corrigió algo sus poemas, s u p r i m i ó algunos y a ñ a d i ó otros. Justo
es decir que la estructura básica de esos textos, como lo dice en la versión
de 1987, data de 1937.
E n esta edición se han corregido las erratas de las publicaciones
originales y se h a actualizado la acentuación. E l libro se llama Poesía
soñada, pues ese es el título elegido por el propio poeta, s e g ú n testimonio
de Antonio Melis.

Agradecimiento

Como editor de este trabajo de Xavier Abril expreso m i agradecimiento a


las siguientes personas que convirtieron, cada uno a su manera, este
trabajo complejo en una tarea agradable con muchas satisfacciones espi-
rituales: Clara A b r i l de Vivero, Alejandro Neyra, Nelly Talavera, Jorge
Cornejo Polar, José Carlos Bailón Vargas y Magaly Rueda. T a m b i é n a
Ricardo Silva-Santisteban y Miguel Ángel R o d r í g u e z Rea quienes cola-
boraron en la elaboración de la bibliografía.

25
Contribución a la bibliografía de Xavier Abril

Libros

1927 Exposition de poémes et dessins. Xavier A b r i l y Juan Devéscovi. P r é f a c e par


Jean Cassou. P a r í s . Catalogue.
1931 Hollywood. Madrid. Ediciones Ulises. Colección Valores Actuales. 201 pp.
Portada de Maruja Mallo.
1935 Difícil trabajo. A n t o l o g í a (1926-1930). P r ó l o g o de E m i l i o A d o l f o
Westphalen. M a d r i d . Editorial Plutarco. 143 pp.
1937 Descubrimiento del alba. L i m a . Ediciones Front. 47 pp.
1942 Antología de César Vallejo. Selección y prólogo. Buenos Aires. Editorial C l a -
ridad. 175 pp.
1949 La pintura de Bob Gésinus (en c o l a b o r a c i ó n con Ernesto Sábato). Buenos
Aires. Botella al mar. 11 pp.
1957 Antología de la poesía moderna hispanoamericana (Argentina, Cuba, Chile,
México, P e r ú , Uruguay. Montevideo). Cuadernos Julio Herrera y Reissig.
1958 Vallejo, ensayo de aproximación crítica. Buenos Aires. Ediciones Front. C o -
lección Ensayos: Poetas de hoy y de siempre. 263 pp.
1959 Breve antología de la poesía moderna hispanoamericana. Bahía Blanca. Univer-
sidad Nacional del Sur. E x t e n s i ó n Cultural. Serie: E l Viento. 110 pp.
1960 Dos estudios (I. Vallejo y M a l l a r m é . I I . Vigencia de Vallejo). Bahía Blanca.
Instituto de Humanidades. Universidad Nacional del Sur Cuadernos del
Sur. 39 pp.
1961 Antología de Mallarmé (verso y prosa). Recopilación, p r ó l o g o , introduc-
ción y notas de X . A . Montevideo. Ediciones Front. 127 pp.
1963 César Vallejo o la teoría poética. M a d r i d . Taurus. 166 pp.
1970Eguren, el obscuro ( E l simbolismo en A m é r i c a ) . C ó r d o b a . U n i v e r s i d a d
Nacional de C ó r d o b a . 484 pp.
1981 Exégesis trílcica. L i m a . Editorial Gráfica Labor.
1987 La rosa escrita. Montevideo. Editorial M Z . 85 pp.

[27]
1988 Declaración en nuestros días. Ediciones Front. 58 pp.
1993 El autómata. E n Documentos de Literatura. N.° 2/3.159-204 pp.
1994 Poesía inédita (1921-1976). Montevideo. Editorial G r a f f i t i . 181 pp.
19% La rosa escrita. P r e s e n t a c i ó n de Sandro C h i r i Jaime. L i m a . Pontificia U n i -
versidad Católica del P e r ú . 45 pp.

Poemas no recogidos en libros

1924 « N u e s t r o s poetas j ó v e n e s : Javier A b r i l de V i v e r o » . Mundial, número


extraordinario, 9 de diciembre.
1926 « P o e m a s de X a v i e r Abril». Mundial, N.° 315, 25 de junio.
«Canción de n á u f r a g o » . Poliedro N.° 1, agosto.
« P o e m a » . Poliedro N . ° 3, 4 de septiembre.
1927 « N o se ha hecho n a d a y no hay u n h o m b r e » . Amauta N.° 6, febrero.
«Kechua». Amauta N . ° 9, mayo.
« K e s w a » . Amauta N . ° 10, diciembre.
1928 « C o n t r a la naturaleza m u e r t a » . Amauta N.° 1 1 , enero.
« C a n t o de la ciudad y del hombre m o d e r n o » . Amauta N . ° 12, febrero.
« P o e m a de Siberia». A m a u t a , marzo.
1929 « P o e m a s s u p r a r r e a l i s t a s » . La Crónica, 20 de enero.
1935 «Declaración en nuestros días». Nueva Cultura N . ÜS
7-8, octubre-noviem-
bre. Valencia, E s p a ñ a .
1937 «Dialéctica de la rosa». Palabra N.° 5, julio.
1939 «Elegía a l poeta C é s a r Vallejo». Revista de las Indias N.° 2, enero. Bogotá,
Colombia.
1940 «La rosa t a u r i n a » . 3 N.° 6, septiembre.
1941 «Elegía a una r o s a » . Eternidad de la rosa. Revista de las Indias N.° 27,
marzo. Bogotá, Colombia.
«Rosa p r o f u n d a » . C u l t u r a Peruana N.° 4, septiembre
1943 «Sonetos». V V V N . ' 2-3 (Almanac for 1943), marzo. N u e v a Y o r k , E E . U U .
,s

1944 «Elegía de la ciudad heroica» (Superficie y subsuelo de M a d r i d ) (frag-


mento). Nuestro Tiempo N . ° 1, enero.
«Declaración en nuestros días» (Asturias: minas y cementerios). Nuestro
Tiempo N.° 2, marzo.
1945 « L u n a y rosa en el misterio». La Prensa. 25 de febrero.
1957 « C u a t r o poemas de X a v i e r Abril» ( A l fragmento, A l cisne onírico, L a
estatua oscura, L a estatua [fragmento]). Cultura Peruana N.° 106, abril.
1957 «AI Cisne» (Homenaje a S t é p h a n e M a l l a r m é ) . Cuadernos Trimestrales de
Poesía: La luz incorporada, N.° 17, octubre. Trujillo, P e r ú .
1967 «Sepulcro del t i e m p o » . E n u n momento dado... Ad Libitum N . ° 3.10 julio.
Urbino, Italia. [Reproducidos d e s p u é s en Oiga N.° 386, 14 de agosto.
1970].

2X
Relatos no recogidos en libros

1930 «Relato de la mano, del q u e p í , del b o t ó n y de los bigotes». Bolívar N . ° 12,


15 de julio. M a d r i d , E s p a ñ a .
«Lucha y p é r d i d a del m u n d o » (de « P e q u e ñ o crimen b u r g u é s » ) . Bolívar
N . ° 13, noviembre. M a d r i d , E s p a ñ a .

Ensayos y prosa diversa no recogidos en libros

1925 «Las palabras de la e s f i n g e » (Aforismos). Variedades N.° 899,23 de mayo.


1927 «La obra de arte no es e s p e c t a c u l a r » . Amanta N . ° 5, enero.
1928 «Arte p e r u a n o » . Amauta N . ° 13, marzo.
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32
PRIMEROS POEMAS
Estos poemas aparecieron en una plaqueta junto con dibujos del pintor
Juan Devéscovi. La ficha completa dice: «Juan Devéscovi - Xavier Abril.
Association Paris - Amérique Latine. 7-12 Novembre 1927. PARIS».
JUAN DEVÉSCOVI
(París, 1927)

- 1 -
Muévese hasta la curva el instinto.
Yo estoy afuera. Momento sobrenatural
en que me olvido y me caigo a lo largo
de mis brazos.
Pero esto tiene para mí candor de o
tro tiempo. Cuando todavía no llegaba
a entrometer mis dedos más que en
mi boca. Me asusto a veces
cuando doyme en otro tiempo sexual
en cama de un hotel lejano. Se ponen
a reír en mis costados y se me cae todo
por la palma de las manos.
Decididamente, es mi adolescencia
que viene a arrebatarme.

-2-
Sufro cuanto es posible. Me alineo en tus
caderas. Y al encontrar senda infinita suavízase
la carne en tierra de la más pura vida.
Siéntome en tus costados y piérdome entre
tus venas. Así, caigo en la sanguínea
cuenta que para entonces se había vuelto
cuna tu sonrisa. Sufro cuanto es
posible. Y a dolores de tierra buena es
la cama. ¿Qué pasa? Yo siento
que me sufren los dedos menores. E l
cardio. Y el circuito brujo en mi cuello

[35]
y fuera de mi cuello. Es necesario
saber hasta que número millonario, pobre
se va a sufrir. Hasta que golpe de sangre
y qué escalera de huesos habreme
de bajar, subir, rodar, hasta que no suene
nada el sonido de la taquicardia.
Y por fin caer en
M í
Despedazado del andamio que
hice de todo este sufrir cuento es
posible.
Y recordar después hasta acercarme
a gatas a mi cadáver. ¡Y no
tener miedo de tenerme que salir
hasta los pasos y borrarme por
completo de señal y de ojo abierto!
Yo no sé. Nadie me va a creer. Y
caería de honradez a cotizarme
en lo que vale un animal, un hombre.
¡Nadie me va a creer! Y sin
embargo he estado el tiempo justo
en que media vida —saliendo de la
Madre — se miraba el sesgo y doblada
en toda la curva que absorbe aire.

36
Juan Devéscovi aplica la férula derecha a la inocencia negra de los
cubos y la izquierda al corazón lurin de Viracocha. Así se acaba en hom-
bre. Así principia en hombre. Así queda en artista.
Recoja viniendo o are yendo, panteoniza en do de lápiz con los
carneros. Sus dibujos, de este modo, se roturan por la nariz, por el parietal
o por mitad de un ojo, para Iejanizarse en quechua y catedralizarse en
heroica dulzuras políticas.
¿Se librará de toda tentación de folclor? ¿Peleará discretamente con-
sigo mismo? ¿Mojará su pecho en el agua maldita de una escuela?
Devéscovi tiene del rugido el candor y en sus curvas vigila, rectamente,
el peludo lindero alternativo.

37
Xavier A b r i l , por su parte, reemplaza la palabra del poeta por la
palabra del hombre, s i n detenerse en m e t á f o r a s , en patentes de inven-
ción y ni siquiera en marcas de fábrica. Quiera el Todopoderoso que
muchos mozos de A m é r i c a — tan perdidos hoy para d e s p u é s — voten,
como A b r i l , por la terrible causa del Hombre, que, a la larga, no se deja
estafar así n o m á s . Quiera el Todopoderoso que, como A b r i l , recuerden
esos mozos que cuanto se crea en el mundo tiene, hasta nueva orden, un
único sentido: el de avivar la vida, h u m a n i z á n d o l a , y no simplemente
ingeniándola.

CÉSAR V A L L E J O

YíTweáe^ey kafchx trv t v ^ u a ; eX- Í/vv3fcvYi&.

ZAJÓ^ oi^or<\. lpr\rtivv\wn£ii ^Irre^aXwiaf

ftA/v cjtAi mi vhruho ^ m¿ CCX/IÍ^O ex» t o icvtcvo

cU rwU rH&AX)¿. ^

^Isb e¿tc. freva ^OJIOJ wr^ÓJtrf de. o-


trt tievnjyO. bwa^vcU) fcocWna, ¡™ lLíja,U
CKJ e/wt^^w-xcibr wWii ÓJL<KO^ vw<X^ flu-i 4A

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tvuvv\y<jU) ¿U)i/w\£. evv i>tro "tie^vvtoD íc*W?


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&w CCUvrvxy ódb UAv btfel fí^O/wo. Je js-o>u*

X r&w e-w rtwi ¿exhad^ 4 l*- ^ fe*

dU Wr jvoXv^c^ dh lew Ivvc^woi.


«Si aoi oU cUww e/vut<_ , H vwi axio iz¿ u/wa^
l w
Cjiu ir) e/vu, ci/ aru^e-<s»cuayr vvv^,
cuvn CÜ>-ri £

POÉME N
° 3

38
L'AMAUTA N° I I
f ^ v | ^ o , c i M V w t o eA ^Qinhle, OJUYV^Q tua

Cowii/ra/fc. I OÍ e^owi?rafl" ievuico uvij^ta^ÍÁ.

CVm Z O X L > ¿a, CO/TIAX, 6 M , "tie^vro/ ¿U íla ivuL4 ^tvra. tncU

&¿níowt fevi co^facLoi u j n e f d o ^ «/*fcc


líM Ü^VUX4 . Q A * , C<X*<|/0 ÍAv l a , \&MsC^MYWXj

Cu^vxTa, üjuX j^üytaj e/vCte-tutU -U. b aiAco inulto


Cy.-wa' t u ^YX/CIÍ^OJ. SLL|^-D CuxuvCto e4

jtovitíj2,. a d^A^z-e-i <Xsb ÍA^TTCU Lewi


i v OOAHA,. í ^ u , ^a^co f l|o ^e\4o
CjU-£ W\L ¿vt/|^vv -í/04 cb,cto¿ MAQAA&I

COnTíjUo. (| C¿ tvY^vwto UrujO ^VL- Wvi CU2-

tto W ^AÍWCU CU/ t'Vw. Otuoiío. ¿4 i^Ct^Orio

fílitf/T J í C u i í L CjtU. W w v w ¿ Y D Ivw (¡¿CwO/rií? , ^flírre

it íácv i u i r i r $<XA)¿K. Cjui. <^o£jsc ¿k- ícu*--


<j^e ^ íjux eAole/rO/ dU k/v&toé ocJirewv^
¿U o a j a ^ t i u v i H r ( roctoX, Ha/íttL Cjua, VTO
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40
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Cojsnoj (h, Wfrvwcwiü^ <x< CÓ\Á ZJ<XAAA>^JL>
£M* to Gut yaJju UM/ CUAA ÍAAJOJL ( IAA-V IT>$VW.-

i m u l ú ¿ Kvjt, irtw a/ CAÜ/T ! U Uv,


W\J)cw<^ ^ttcLcto ¿ I "U-e^w^o ^ A - f o
4AV CjwX^ ftA^-CA^tA/ i A d ¿ L - íaX»e^í^> c k / ÍA
^-ULcUt^ * ¿X k i A i w * * * <¿ kuc^u ^ C U W A -
J A A^QOLAJ -ta 6U/V0OJ CjujL cJi-w*-fl>6 CU/i6,

y ÍXA>I &Y 6t ( M ?

POÉME N* 5

41
HOLLYWOOD
COLECCIÓN VALORES ACTUALES

XAVIER ABRIL

HOLLYWOOD
(RELATOS CONTEMPORÁNEOS)

edieiotMMS
I 1

IIBMMÍ
C . I B E R O A M E R I C A N A D E P U B L I C A C I O N E S , S. A .
a

M A D R I D B U E N O S A I R E S
Príncipe de Veráarai 4% y 44 F l o r i d a , 2 * 1
NOTICE

Los viajes modernos han de llevar a HOLLYWOOD


(a los Ángeles o a mi libro)
para ver la pura imagen del mundo, ¡a originaria
imagen del mundo. Así las aventuras os arrastrarán al Polo a no ver
nada sino blanco. El límite. El frío lineal del mundo que se pierde.
El cinema del futuro y ya de los ciegos contemporáneos.
A HOLLYWOOD o al POLO.
ACLARACIÓN Y E S P E R A N Z A

Doy por no escrito este libro. Mejor


dicho: acaba de morir.
En cierto modo, el público es
su autor responsable.
M M Irtttttfll mml
BUOJOT^^. UOOMáL
± - J
AUTOBIOGRAFÍA O INVENCIÓN

Nací el año 1906, en Sudamérica. Una de las cosas de que estoy m á s


seguro es de haber nacido. Este es verdaderamente un dato muy intere-
sante para la biografía, ya que la crítica pequeñoburguesa de Europa,
capitaneada por monsieur Maurois, se reclama de cierto sentido profe-
sional de lo necrológico. No son propiamente vidas, sino muertes, aque-
llo con que el biógrafo francés entretiene a un público sin vida, desen-
cantado y escéptico. A un público verdaderamente deseoso de vida aje-
na. Soy un peligro para monsieur Maurois. Toda biografía que se intente
de mí, para que sea real, tendrá que ser inventada. E l propio RAMÓN
sufriría al ensayar un esquema, un retrato mío. Yo sólo creo en el análi-
sis, en la biología. Mis mejores retratos son aquellos que me han hecho en
los laboratorios. Por esto acompaño entre mi producción poética uno de
carácter eminentemente venéreo.
¿Qué puede haber de más personal a manera de retrato autobiográfico
que una reacción química de la intimidad? Aquí os ofrezco una forma o
fórmula —nada parnasiana ni académica —, en la que desafío ese senti-
do clandestino de la moral que esconde en las biografías aquello que es
más exigente, más vital. Lo más hondo que el hombre ha descubierto es el
gonococo. Es a ú n más arraigado que la mujer en función de calorías.
Esta nota completa, por otra parte, la intención y desenvolvimiento
de un ritmo contagioso de la época. Y que es tan serio y grave en España
en los avisos de los periódicos: «Secretas y de la piel». Este documento
ilustrará a mis lectoras — las lectoras siempre quieren conocer al autor —
del curso de mi vida erótica. No tengo mejor prueba. Es lo único que me
puede diferenciar de los parnasianos de la carne.
L a enfermedad del sueño completó mi técnica poética. Según el in-
efable Rilke, «las enfermedades marcan las grandes transformaciones
del espíritu». Y yo lo creo. Las dimensiones que he ganado, solamente
las puedo comparar a esas desconocidas de otras atmósferas angélicas.
¡Qué bien se está en el sueño, bajo los sótanos marinos, entre las algas,
como en aquariitml Se es completamente pez. Una verdadera felicidad.

[49]
S^SS
He sufrido del s u e ñ o , aparte de esa é p o c a del s u e ñ o que es t a m b i é n la
adolescencia. Para m í la vida sigue siendo u n continuado film de s u e ñ o .
E l H o l l y w o o d del s u e ñ o . Esto no deja de ser una felicidad y u n dolor. L o
que me v i d r i a de la enfermedad del s u e ñ o es esa vaga conciencia de
planta que uno tiene de sí mismo. Por eso debe haberme quedado la
insistencia del geranio en el subconsciente. E l geranio es la flor que m á s
debe grabarse en los ojos de los locos. Por otra parte, la línea del mar me
ha dado una nueva g e o m e t r í a del color. Dentro del sentido místico, la
enfermedad es m á s que una cultura. Este pensamiento lo siento profun-
damente. L a enfermedad me ha hecho a mí, así como otras enfermedades
matan a los hombres.
M i p o e s í a se h a inspirado en la calle. Como y a lo he dicho en C i t y
Block, llevo una calle en el alma. Estuve en varios colegios; pero y a no me
acuerdo de casi nada. L a s biografías verdaderamente modernas no tie-
nen colegio, sino calle. Aquello del seminario, tan en boga en ciertos
escritores «loyolas» de E s p a ñ a , es completamente funerario. L o único
que a p r e n d í bien fueron los palotes. E l no haber asimilado los vicios de
la sensibilidad oficial de la cultura burguesa, me ha dado precisamente
esta gran disposición de á n i m o nuevo. Mis escapadas del colegio — para
librarme y a desde entonces de la letra — eran hacia la naturaleza. Hacer-
me jockey profesional fue siempre m i m á s grande entusiasmo. Pero esto
es lo que soy ahora — por consecuencias y faltas de retórica —: u n m a g n í -
fico jinete en pelo, de las ideas.
T o d a v í a en mis poemas se puede conocer la línea de los palotes. Esta
es m i técnica. E n la escuela hice m i primer aprendizaje erótico; conocí el
carácter de esta plástica en las piernas con malla de una c o m p a ñ e r a que,
s e g ú n M a r t í n A d á n , se llamaba Polack. Y o sólo recuerdo que era m u y fea
y alemana. E n este punto, o en el anterior de las piernas, el colegio tuvo
para m í u n verdadero significado de cultura circense. RAMÓN debió de
ser u n admirable alumno moroso en la observación de las piernas de las
muchachas de su época; yo creo haberlo sido de mis c o n t e m p o r á n e a s .
Muchas veces estuve castigado. Pasé una temporada de señorito
marinero (grumete) en un buque de la Marina peruana. Allí principié a
tomar alcohol —los marinos me daban w h i s k y — y charlaban conmigo
p o r n o g r á f i c a m e n t e — p o r n o g r a f í a horrible y abstencionista— de las
mujeres del puerto. H a b í a conocido una mujer que me e n f e r m ó de una
blenorragia, entonces para m í ideal. L a gonorrea tiene siempre una é p o -
ca ideal de aclimatación en el hombre: la adolescencia. E l fraile que decía
misa en el Grau tenía f a m a de ser u n perfecto cabrón místico. Y a d e m á s
era muy pintoresco {año 1922).
Yo me f u i haciendo una cultura completamente arbitraria. U n viaje a
las sierras y a las m o n t a ñ a s del Perú me dio una dirección y un sentido

50
dentro del trabajo de la naturaleza. Principié a ordenar m i biología des-
orientada y caótica. M i m é t o d o ha sido siempre la especulación psíquica.
De esta manera preparé — sin quererlo — lo que después será una sorpresa
para mí mismo: la locura. Esto es lo que todos preparamos. Y o he traído a
la poesía sudamericana el surmenage, la taquicardia (1926), el temblor, el
pathos, el «terror al espacio» (1927). D e s p u é s de mis primeros ensayos y
experimentos literarios (1923-25), hice u n viaje a Europa. Asistí al debate
del Siirrealisme; pero a m i vuelta al P e r ú (1928) me g a n ó la revolución, el
marxismo, en la prédica de Mariátegui. Y mi vida y mis esperanzas son el
proletariado. No creo en otra clase para la continuación creadora del mun-
do. Mariátegui acaba de morir; pero m i vida está hoy como nunca ligada a
su trabajo, a su orden social revolucionario. Mariátegui ha creado una
conciencia, un nuevo nacimiento de América. M i conocimiento y revela-
ción del mundo político están vinculados a su agonía.
E n m i primera travesía conocí España. Esto es lo que se llama hacer
u n viaje al pasado. Luego, África, Francia, Harrogatte, Ostende. Llegué a
París, en «autocar», como turista. F u i al Polo Norte y n i siquiera en aero-
plano. L o hice de una manera mucho m á s sencilla. Fue una noche en que
cayó demasiada nieve sobre la ciudad. Y como no había adonde ir, p e d í
pasaje a la nieve para el Polo. F u i el primer viajero del color blanco. Otra
noche estuve en Oriente. Viví una temporada en las palmeras de u n
bosque A d á n . E v a se h a b í a divorciado del paraíso. L a primera luz del
mundo comentaba con las flores la ausencia de E v a . E v a vive en la actua-
lidad en un hotel de Europa.
Traje la mirada de la esfinge, que es u n viaje maravilloso para estas
tierras s i n imaginación en el paisaje. Así, ha resultado con intranquili-
dad de pez en el agua mi vida por esos hoteles de Dios, llenos de fonógra-
fos y de ruidos de bidés. Saliendo de u n reservado conocí a Chaplin y a
Hugo, que se encontraban d e s p u é s de un siglo de largos trabajos. Conocí
Ginebra y algunos de los fantasmas de las reuniones secretas internacio-
nales. Me interesó demasiado poco, o si quieren, tanto como saber la
estabilización de los n á u f r a g o s en los bancos del mar. No he servido
jamás al Estado n i he tenido u n haber en m i tener de propagandista, que,
siéndolo, no gano nada del cheque en blanco del cielo. Pero m i mayor
contento fue aquella recién nacida, insospechada de placer y nacida
para él Nació m i dicha al verla abrir los ojos por primera v e z al mundo.
Y no h a b r á e m o c i ó n igual a pesar de lo humano de las d e m á s . H e visto
cuanto se puede ver, y cuanto no se puede ver lo he visto. H e gozado y he
sufrido de cambios a t m o s f é r i c o s , de lunas aprisionadas en círculos de
placer en camas de francesas, italianas, rusas, e s p a ñ o l a s y americanas.
Y m u y particularmente desconocidas de toda intención m á s profunda.
Espero tener u n Picasso y u n Chirico. E n cambio, y a nada espero de
la Venus de Milo. Que se quede en el burdel del Louvre.

51
POSBIOGRAFÍA O C O N S T A T A C I Ó N P R E S E N T E

No soy triste ni alegre. Por otra parte, ya he pasado la etapa de la


desesperación snprarrealista. He nacido revolucionario. Pero sólo
ahora estoy ordenando mi sentido político dentro del marxismo.
Todas las demás especulaciones carecen de vitalidad histórica.
Conozco los vicios psicológicos de mi clase. Lo más terrible
— realista y patético — que he sufrido en los últimos años ha sido
la constatación de proceder de un cuerpo muerto.
En esta auscultación he sentido toda la pureza
de mi nuevo nacimiento.

En este aspecto, Waldo Frank tiene gran autoridad critica.

[53]
PROSAS PARA UNA DAMA DE EUROPA
(París, 1927)

FILM CONTEMPORÁNEO

Todavía no pienso en nada. Tomo mi desayuno. Me lavo con jabón


de Flores del Campo; este asunto femenino vagamente me hace pensar en
ella, cerca de una ñor. Me echo agua de colonia, esa agua de colonia que
aturde la economía discreta del jefe y de las empleadas teclas de la ofici-
na. Haciendo una suma me acuerdo en el matrimonio ofrecido y en los
encargos pedidos a Londres.
Sigo pensando y me llaman por teléfono. Contesta el jefe. E l se hace
suposiciones al respecto. Me dice: «Usted ha venido pálido y bastante
ojeroso; debe haber pasado muy mala noche». No — le rectifico — magní-
fica: la luna lucía desnuda en nuestro lecho. E n esto, se le aturdieron los
ojos, el cabello y su erótica moralidad al sentirse hombre casado y con
hijas.
Sigo pensando. L a veo en su tocador, siguiendo el itinerario de la
china de sus cejas, de una manera sensual, cinemática, imitativa. Los
polvos, el rouge, la hacen pensar en otra cosa. Posiblemente en otro. ¡Qué
disposición más exagerada para los cuernos! Las mujeres, cuando se
pintan los labios, siguen un curso colorado e insinuante. Las mujeres,
aburridas de sus maridos, se pintan con una insistencia de circo; pero
como son honradas en el fondo, se quedan en la opereta, en el tenor que
Ies besa las manos y les hace ofrecimientos vieneses (año 1913), y las deja
en las puertas de sus casas, mientras que ellas creen que el donjuanismo
desvelado del tenor espera en el jardín.
E l teléfono suena sus timbres delgados. Parece una muchacha mo-
derna de oficina, algo histérica, terrible, que cultiva la silueta vegetaria-
na; que conoce los pecados de una manera burguesa, sana, por el cinema
y por los libros de Guido da Verona; que no ha hecho nada con su novio
porque una hermana suya fue despedida de su casa, y que es ahora una

[55]
desgraciada llena de hijos con c h u p ó n , con la casa repleta de latas v a -
cías de leche condensada. ¡Una aventura!
Almuerzo. Leo Lulu y Paris-Midi. Estoy ubicado en mi ciudad desde
una mesa de restaurante. A m i lado izquierdo se h a sentado, sin decir
nada, u n cura que come bien y que al tomar el vino no puede olvidarse de
la liturgia del rito. Y o sufro como en una película de Charles Chaplin.
Todos comen tallarines y miran. Comen y miran. L o mismo se ve repetido
en los espejos. Comen lo del día: noticias, a u t o m ó v i l e s , humo, mujeres,
paredes. ( U n hombre calvo, chivo, bigotudo, se come a una gorda muy
gorda, polaca, que está frente a él.) E l l a es algo ensalada con tomates y
huevos duros alemanes. E n las axilas se le v e n los vellos crespos de los
dibujos intencionados de George Grosz. Hace en su pecho, hasta su cue-
llo, una alegría justa, redonda, de gran zapallo. E l futuro de la polaca me
parece u n campo de verduras: coles, nabos, zanahorias.
H e salido de la siesta. Se siente como que no se tiene pensamiento.
Es agradable. L a s obligaciones se adelgazan. Se es una persona tierna
d e s p u é s que se ha comido, L a siesta es una o p e r a c i ó n de banco, lírica,
brumosa, cablegráfica a Inglaterra. Su origen, entre el siglo xtx y xx.
E l teléfono principió por ser lírico en el a ñ o 1903, época crepuscular
de los coches. Entonces se hablaba con pureza, con temblor. E l amor
decía sus primeras cosas por t e l é f o n o . Y las m á s de las veces, con
anonimismo sentimental, r o m á n t i c o ; como en los bailes de m á s c a r a s ,
con una caretita telefónica: ¡el teléfono!
A los hilos del teléfono hicieron las golondrinas sus primeros vue-
los, aventuras, amores.
E r a la primera época del teléfono.
E l teléfono moderno, cosmopolita, transatlántico, es una perfecta
o r g a n i z a c i ó n de trata de blancas.
L a prostitución del teléfono.

Tres de la tarde. Es una hora de cheque, de estafas en los Bancos. Los


periódicos anuncian un accidente en N u e v a York. D e s p u é s resulta que
no ha sido nada interesante. L o s á n i m o s se ponen serios, contrariados,
defraudados en cinco centavos de dólar. Son bastante hipócritas los áni-
mos. L a hipocresía es algo que tiene que ver con la manera de llevar las
arrugas de la frente, las cejas, la nariz y los ojos. Y por último, se sabe y a
de la hipocresía por la forma como llega —babosa— de la lengua a los
labios. Si las palabras se quedan en la boca, es hipocresía. Adolf Menjou
es u n hipócrita. S u bigote es u n pedazo de invierno, de hongo triste, de
entierro.

56
L a hipocresía es un aspecto de la ironía narcisista, f i s o n ó m i c a , flo-
ral. E s una jardinería maligna de trenzas y de caras chinas; de ojos de
jugadores, soslayados, oblicuos y sutiles en el azar.

Cuatro de la tarde. Marta sufre una hemorragia. Y se v e n trapos por


el suelo. Manchas de sangre. Los empleados se quedan mirando a las
empleadas. Algunas muestran u n candor de catorce a ñ o s sin complica-
ciones. No obstante, ninguna ignora la mensualidad del accidente.
L a secretaria, u n a mujer —edad sin marido— con anteojos redon-
dos, protestantes, y tras de los anteojos como es del caso: ojos feos,
mostacillas, gatos, defunciones.
Miss E r i k a piensa que es inmoral lo sucedido a Marta. L a s que algo
saben de la naturaleza, se ríen, pero miran con rabia a la secretaria, en
cuyas cejas se advierte cierta asexualidad y algo del machismo norte-
americano llegado a A l e m a n i a en los d í a s sin amor de la gran guerra. E l
jefe aprueba sus cartas con movimientos de cabeza, p i d i é n d o l e una cita
en unas palabras sucias, puercas, alemanas, para las siete de la noche en
el gabinete de una calle e q u í v o c a , inmoral en la guía de las s e ñ o r a s res-
petables, canas, de la ciudad.
Miss Erika se parece al jefe por su asexualidad oficinista, mecano-
gráfica, de punto y coma, de dos puntos. Para m í es un verdadero misterio
eso de las relaciones de miss Erika con el jefe. E l mide muy poco de estatu-
ra, tanto tal vez como una persona pequeña. Su cara es triste, breve, medio-
cre, u n poco cera; tiene las p e s t a ñ a s cuadradas, negras, miedosas.
Sus modales, un tanto guantes, miméticos, entre papeles, delicues-
centes, libidinosos, casi de ángel, casi alas, casi nada.
Oscuro. Oscuro. Oscuro.
Miss Erika no se p o d r í a vestir mundanamente para u n baile de jazz.
Aunque no está uniformada, parece estarlo del Ejército de Salvación:
severa, machona, con cuello y corbata.
Cinco de la tarde. Miss Erika v e con malos ojos a Marta, por lo inmo-
ral de su hemorragia. E n plena oficina, miss E r i k a juzga de ligera ia
naturaleza de Marta. E n sus palabras se siente cierta lejanía, turbio, des-
encantado y dulce recuerdo de su adolescencia. Cuando miss E r i k a iba
al colegio a l e m á n y tenía los senos paraditos.
Miss E r i k a llora sobre su m á q u i n a de escribir, en una carta de pedi-
dos a Australia, donde v i v e un primo que ella no conoce. E l jefe no com-
prende esta situación. D a n las cinco y media de la tarde en París, en
Francia, frente a Inglaterra, junto a Alemania, por el lado de miss E r i k a .
Todos han cumplido con s u deber. Esto es lo que se llama una tragedia
colectiva.

57
PRESENTA CIÓN DE LIL Y

A mademoiselle Lily, a su vientre cosmopolita y viajero, que fue la mejor


playa de mi vida en el itinerario del mundo escéptico. A Lily, estas prosas
nacidas de su piel geográfica, del goce pasajero del sexo.
Hoy, a madame Lily, solamente un minuto.

Seis de la tarde. Y a no pienso en nada. Voy por la calle, pero no


pienso en la calle. No s é c ó m o se pueden mover mis piernas, si no pienso
en ellas. U n tranvía amarillo, convaleciente, gana toda m i p r e o c u p a c i ó n
por la m e Royale. Las exposiciones surrealistas de Joan Miró y de Francis
Picabia me han limitado en línea de manicomio. Viajo intranquilo por mi
locura hacia la noche. De mis p e s t a ñ a s salen moscas. Sale negro.
Una desconocida me ofrece sus servicios. Ella es así: barata, cariño-
sa, algo bonita. Noto que tiene un poco de hambre. Viene de Lourdes,
pero le ha ido mal en su p e r e g r i n a c i ó n y arrepentimiento. Quiere volver
a hacer la misma v i d a de antes. Tiene los zapatos rotos. A l verlos, siento
una pena de hombre sencillo, del pueblo, campesino. L e veo un dedo
bastante muchacho, rosado, algo gordo, completamente pobre. Compren-
do que se trata de una buena, ingenua, rosa muchacha.
Y a en casa, se harta de comer, de tomar vino que se le v a a la cabeza.
Se queda dormida. Y o , con mis palabras aprendidas, regularizadas,
medidas, la despierto cerca del alba, y las cosas que la digo le parecen
manzanas. Se ríe. Se pone nerviosa. L a carne se le pone nerviosa.
Me lee a L a u t r é a m o n t , a quien admira con ese misterio de las cocottes
francesas por los hombres célebres que fueron tan pobres y vivieron tan
mal. Se le nublan los ojos a l hablarme del endemoniado Isidoro Ducase,
y se queda deletreando las ú l t i m a s palabras de este canto: «Estoy sucio.
Me comen los piojos. Los cerdos vomitan cuando me m i r a n » .
D e s p u é s de varios días le pregunto por su nombre. Se llama L i l y .
Nació en Chantilly, en fresa. Parece que por cada vez que se ríe le naciera
un lunar rosado, siglo xvin, en su sonrisa, y otro c o n t e m p o r á n e o de
Josefina Baker en el vientre. E s hija de u n general ilustre del barrio de
Saint Germain. Siempre que se enoja me lo dice. (Yo, por m i parte, he
aprendido que es hija de u n general.)
Parece que la vio s u padre d e s p u é s de muchos a ñ o s y la e n c o n t r ó
muy parecida a su mujer, que dio mucho que hablar entre los tenientes
de la Escuela Militar de Saint Cyr. H a b í a sido una perdida. L i l y no vol-
vió a ver a su padre por la pena que le daba oírle hablar así de su m a m á
Margot, de la que me dijo una vez había muerto cuando recién la dejó en
el mundo. E n esto L i l y sintió m á s pena, sintió algo que se m o r d i ó . P e n s ó

- Se conserva el original. (N. del E . )

58
tal v e z en el retrato de su m a m á Margot, donde está hermosa de pechos y
con los ojos enamorados de un gendarme. U n verdadero retrato de mujer
de militar.
De su familia me contaba cosas muy interesantes. Me habló de su tío
Marcel, que la llevó a Buenos Aires (Albert Londres, Le chemin de Buenos
Ayres) con la intención de sacarla del ambiente pervertido de París. Esto
lo recordaba a menudo con tristeza por su tío, que era alcohólico y tenía
la nariz colorada. U n a burla en la nariz. S u tío había tenido disgustos
con su mujer, que vivía en Argel, sirviendo los intereses de la Francia. S u
pasaporte era de modista.
A L i l y no le gustaba el Orfeo de Jean Cocteau, a quien había o í d o
recitar con u n loro en la mano en u n teatro de los bulevares. A d e m á s , no
le agradaba Orfeo, porque sabía que la muerte no es nada francesa.
L i l y tenía sus sospechas m u y femeninas respecto de Jean Cocteau.
A d m i r a b a sinceramente a María Antonieta por su historia y por las
postales que h a b í a visto. E n su a d m i r a c i ó n había cierta deliciosa inten-
ción equivocada. E n esto vivía s u encanto, su sensualidad.
No c o m p r e n d í a a Juana de Arco. Por u n f e n ó m e n o sexual de provin-
ciana rústica estaba alejada de la sensibilidad mística, heroica, inútil.
L i l y , u n animalito encantador, que llegó hasta olvidarse que h a b í a
tenido los zapatos rotos cuando la conocí en la rue Vivienne y me la llevé
al hotel.
Siete de la noche. Me encuentro con Jacques Masson, quien dice a
L i l y una cosa en argot, en el idioma s u b t e r r á n e o y rufo de París. Palabras
que se oyen bajo los arcos de los puentes, cuyos t é r m i n o s son compara-
bles solamente a las enfermedades v e n é r e a s . Luego, nos recita un poema
(«Las mujeres en pedazos son lanzadas a los cuatro vientos por sus
a m a n t e s » ) , que L i l y no comprende, pero que le sugiere sospechas. L a s
mujeres tienen la particularidad de sospecharlo todo. L a sospecha es
policial, femenina. L a sospecha se parece a esa figura levantada de cejas,
de nerviosidad tiritante que se hace a l verse anunciar los senos de la
amiga que se conoce, como tras de un biombo en el sentido erótico. Lily se
pasa las horas del d í a en s u tocador p i n t á n d o s e con rouge los pezones.
L i l y es u n globo colorado que vuela del centro de la tierra. L i l y es una
cosa hecha con miradas, de noche, en el cinema; con una cita, rouge,
cutez, vestido de b a ñ o en Douville, en a u t o m ó v i l a mucha velocidad, con
medias de seda y casa Patou.
L i l y : s u e ñ o inmediato d e s p u é s del goce, en filo de p e s t a ñ a s que se
abren como flores al amanecer. Completo olvido de m í y de ella y de sus
zapatos. Pataditas discretas cuando algo está mal hecho o cuando llue-
ve y es día de carreras en Maisson Laffitte. Olvido total de Chantilly y de
sus primeros a ñ o s .

59
L i l y : veinticuatro años, algo seria por la nariz y por la geografía de
su boca p o r n o g r á f i c a : París-Buenos Aires-Brasil-París. Ojos t o d a v í a de
su v i d a pasada. U n lunar en mejilla de tenis, pintado por Foujita.
Completo encanto: una arruga sensual en su sonrisa.

ECLIPSE DE LILY

L i l y : a ñ o 1955. Casa particular en la avenue des Sycomoros, n ú m e r o


20 bis, junto a la ancianidad homosexual de A n d r é Gide. L i l y , sesenta
años cabales. Afición por los perros y adolescentes. Donativos a las igle-
sias pobres. Viajes por Lourdes, sin recordar para nada los de juventud.
Encanto por los poemas de Jacques Masson y e n s u e ñ o al recuerdo del
primer amor. L i l y , una mujer sentimental, religiosa, cínica.
U n viejo paralítico, inglés, puritano, cornudo hace treinta y cinco
a ñ o s (los de casado), es el amante de L i l y ; sesenta, peluca a lo gargon y
paseos en a u t o m ó v i l con sus perros blancos por el Bois de Boulogne, en
las tardes del verano.
L i l y , su m á m e n t e acabada, deja la histórica clínica del doctor Fouquet,
y sigue viaje por Marseille al Brasil, a l Amazonas, para montar a caballo.
Su sensualidad vieja, arrugada, su sexo Voronof, hace prodigios. E n una
tribu del sudoeste del Amazonas la obligan a que sea amante de u n
animalito negro, m u y bello, algo adonis en la estética de la tribu. Esto
hace que L i l y se olvide del paralítico. Vuélvese bastante joven y agracia-
da. Se pone en la edad de carne de l a mujer. E n los cuarenta años. Regre-
sa a París y propaga la noticia del éxito. Pone avisos en los periódicos.
Organiza una especie de colonización. E l Papa la excomulga.
Torna al Amazonas con viejas asmáticas del recuerdo del sexo y de
la juventud.
A las pocas semanas que habitan la tribu, han hecho sorprendentes
adelantos. E n v í a n retratos a sus maridos. (Hay uno en el que L i l y está
haciendo el amor con el animalito.) Los maridos satisfechos, orgullosos,
los exhiben en las galerías centrales de París.
A l mes, los animalitos amantes m o r í a n entre la alegría sensual y
atronante de las mujeres llegadas de Francia.
Las naturales de la tribu, que tenían t a m b i é n sus cosas con los ani-
malitos efebos, murieron de pena, de histerismo, entregadas a las ser-
pientes m á s atroces de la selva.
A l volver a París, las francesas tuvieron la sorpresa de encontrar
a sus maridos n ó r d i c o s furiosamente entretenidos en la gentil caza de
venados.

60
POEMAS TURISTAS
América y Europa
1926 y 1927

MANIFIESTO POLAR

E l Polo tiene color de ausencia. Todo lo que se ha ido v a en lejanías


glaciales.
Ahora siento que camino con dificultad en el Polo. U n a sombra len-
ta como u n trineo. Es una cortina pesada la oscuridad en el Polo. E l Polo
fue olvidado, e s c a p ó a la i m a g i n a c i ó n de los antiguos. E s necesario
triangulizar el mundo en esta forma: cielo, infierno. Polo. Los viajes al
Polo son falsos. E l Polo se h a de explorar en uno. E l que haya compren-
dido en pura soledad el alargarse p á l i d o de los brazos, plástica, miste-
riosamente, es porque ha c a í d o con las palmas de las manos en el Polo.
E l Polo, por otra parte, es demasiado frío, animal, angélico. E l aduanero
Russeau, gustaba tocar la luna en el límite salvaje de la divinidad. E l
esquimal muerto, alumbra. Y el arpa es tocada por el animal. M a ñ a n a se
p o n d r á n a la venta los paisajes del Polo. L a abstracción será u n nuevo
sentido de la aventura. Y el Polo, la medida de la felicidad. Yo propongo
una cultura polar con s u feminidad y su deseo. Seré completamente di-
choso con m i mujer color.

- 1 -
Es una alegría de cock-taü en la gran terraza del mar que da a las
piernas que Francia ha abierto a l mundo.
L i l y y unas cuantas palabras perfectamente dichas por la equivo-
cación.
A bordo, la carne se estira hasta los trópicos. Verdad. Pero u n viejo
que juega al bridge, no le da importancia a estas palabras.
E n tanto, la m a ñ a n a me sorprende con L i l y jugando al sexo.

[61]
- 2 -
Heme aquí que he llegado en camarote de dicha. Y del Cairo traigo la
media luna.
V e r a n e é en el polo de tu sonrisa.
Bajo tus p á r p a d o s como del Ecuador, bebí menta y me cansé de sol.
¡Qué difícil amarte en media luna!

A q u í me tienes, tierra de E s p a ñ a , a u n costado de África y otro de


Francia.
Y los días en m i cuarto de hotel son libras esterlinas a mal cambio y
mala plaza. ( Y hay m u y poco sol en invierno para mis ganas de él.)
Me da alegría mirarme en los espejos de los pasadizos por donde
pasan los viajeros, porque d e s p u é s he de sentirme en todos los puertos.
Y pagando fuertes impuestos en las Aduanas. Esto es delicioso. Uno ha
franqueado el mundo por el sexo económico.
Y la gran importancia a cuadros de una corbata para cruzar el A t -
lántico. Y para todo esto, en un bar de brisa, el juego de hacarat que me
h a r í a millonario en Monte Cario.

POEMA ELEGANTE EN EL
CIELO DE TUS UÑAS

(Poema dedicado al cuento)

Los pasadizos en el j a r d í n se abren al cielo azul, verde, mujer, de las


glorietas. ¡El cielo está bien cerca!
Y en el fondo del salón un paisaje de 200 m o n ó c u l o s . Porque es
s a b i d u r í a de dandy el saber que el azar sólo se ve con m o n ó c u l o .
Y por una ventana de aire de abanico, yo de espectador viendo el
juego eléctrico.
E l hombre que da las cartas tiene el n ú m e r o 11. Está todo vestido de
negro.
L a nerviosidad de las cartas hace redondas las mesas. Y le digo al
amigo que está junto a mí, que la suerte es buena, pero que hay algo m á s
fuerte y oscuro que la controla, domina y ciega.
Yo soy un espectador que juega. Indudablemente m i nerviosidad v a
haciendo el juego.

(Junto a una reja que da al aire)

62
U n gentleman ha perdido el verano: la estación de menta y risa de
cock-tail. Y ha perdido su rígida sonrisa al doblar su carta y no ser un rey.
E n ese momento, todos y todas las de la mesa lo han dejado de mirar
y se ha quedado solo. Pero en su soledad observa a su m o n ó c u l o y se da
cuenta de que no pasa la visión por la luna.
U n p r í n c i p e negro ha estado toda la noche y no h a logrado una sola
carta, porque el hombre que las da está también de negro y no lo ha visto.

OBSERVACIÓN

H a y u n platillo en medio de la mesa que está como una victrola de


ojos. ¡Está todo el juego!
E l hombre que da las cartas v a eligiendo por s i m p a t í a la suerte a las
personas. Es por esto que no juego.

P E R O LA SUERTE ES BUENA

Veo la tragedia de la sota que quiso ser rey y darle el triunfo a u n


jugador.

POEMA TURISTA
DEL MAR ATLÁNTICO

M i poema mide el Atlántico hasta la marejada de las islas Azores.


L a s Bermudas tienen un raro sabor de pipa inglesa; de buen vera-
neo; de m á q u i n a s kodaks; de amores ingleses largos y muy delicados; de
perros lobos cuidados por lores, p a r e c i é n d o s e mucho m á s los lores a los
perros lobos que los lobos a los perros lores.
L a niebla ha establecido en las Bermudas un veraneo exótico para
las noticias de los alambres telegráficos. Manera agradable de gozar de
los londinenses desde la ancha Inglaterra.
L a Habana me invita a veranear en el trópico con una yanqui exper-
ta en dólares.
Jamaica está bien en el m e d i o d í a del mar; d e s p u é s de leer un libro
con portada amarilla, donde s u c e d i ó una cosa m u y seria.
Jamaica queda necesariamente en uno. A l salir de Jamaica y a se ha
hecho el contrato para regresar. L a s palmeras m á s altas se quedan con
mis divagaciones y paseos de las noches calurosas.

63
Una negra hace conmigo buena inteligencia de senos para lo que
durará el largo viaje a Europa.
Jamaica es el seguro en la vida del hombre cosmopolita. Jamaica nos
da la pauta de la flora alegre; nos hace especialistas en eso de saber lo
que viaja en las maletas seguras de cierre americano. Jamaica nos hace
una infinitud de cosas. Jamaica, buena novia que dejamos de pronto. Isla
de amor, de pantallas modernas. Línea de vapores Paul Morand-
Giraudoux hacia los puertos sin nombre.
Jamaica, dirección espléndida para una carta contemporánea. Ja-
maica, en fin, tierra mineral de la dicha, que yo visitaría otra vez, pero
con el ensoñado y largo de lord Dunsany.
Jamaica: un negro delgado, alto y feo; tan feo como cáscara de pláta-
no seca por el sol. Todo el cuadro precioso. Dos negritos y dos perritos;
pero los perritos blancos, como es natural.

-2-
Con el movimiento de las palmeras en Jamaica, yo veo hacia el Pací-
fico que tu casa se mueve. Cuidas la vida delgada de las palmeras cuan-
do llega tu mirada por los cielos que voy.

-3-
El trópico te lo fumas cuando vamos de viaje a Europa.
Tus perros blancos se quedan sin tu amor, rabiando furiosamente a
los espejos y útiles de concha de tu tocador.
Los novios siguen el curso de nuestros deseos. Pero cuando hace
tanto calor al pasar por el trópico, tengo la sensación de los celos precipi-
tados. Yo soy un cornudo aunque no sea sino por satisfacción emotiva.
Todos los maridos y amantes son cornudos al pasar el trópico. Y
esto es natural. Lo otro, también es natural.

HARROGATE

Los pájaros pican las palabras como flores en la antena del barco.
En soledad de media luna, un pájaro lento, curvo, pico, sabe de los
amores de mademoiselle Georgette.
Georgette me cuenta que ha recibido un radio de su novio que vive
en La Pallice. Yo le hago bromas entre los viajeros que juegan al pocker.
Algunos, naturalmente, aprueban la belleza rubia de Georgette.
Un irlandés, lírico, que recuerda mucho su país, se interesa por mi
conversación. Parece encontrarse envuelto en la bruma de algún puerto
de Irlanda. Mi narración de los pájaros lo ha embargado, entristecido.

64
EL i r l a n d é s no tiene familia. Solamente ama y recuerda a miss
Elizabeth, su novia de veinte años.
E n el paisaje del mar, los ojos de Georgette se abren, miran la F r a n -
cia: una casa en L a Pallice, donde hay un hombre a la puerta, sentado.
Los ojos de Georgette se cierran. ¡Los ojos de Georgette!
Y o recuerdo toda la noche, mezclado al ruido del mar, los ojos de
Georgette. Pienso que el amor, cuando no se realiza, v a en u n barco, en
soledad, en silencio.
Amanece el vapor en Harrogate. Voy con Georgette y mister H a r d y a
tierra.
Harrogate es verde, verde, mar, cielo, verde. Recuerdo, recuerdo, re-
cuerdo. Sol. Tenis. Lagos. Parques.
Inglesas delgadas con los ojos verdes, simpáticas, nada bonitas, fe-
lices del brazo de sus maridos, gozosas.
Almorzamos en el The Prince of Wales Hotel. Georgette pide un cock-
tail; mister H a r d y quisiera tener una noticia de su novia. Yo le ruego al
mozo que me traiga el j a r d í n que da al H u r l o w Moor.

IVETTE

Nos volvemos locos. Yo, hombre; tú, sombra. E n los espejos del ma-
nicomio los contornos de las mujeres perdidas. Las cabelleras que salen
gritando de los gabinetes de cita. Odette con una enfermedad blanca en
los ojos. Suzenne, con u n seno cortado, pero que t o d a v í a es su seno, s u
amante. Ivette y su pierna de caucho con la que tiene conversaciones
dolorosas. Ivette, sus largas u ñ a s de primavera a r a ñ a n los listones del
cielo, las nubes t a m b i é n de goma del cafará. Ivette, líquida en el espejo o
alta en las o r q u í d e a s . Perdida del día, atardecida. Baja en la sombra.
Ivette vuelve la noche m ú s i c a cerrada. Sus manos desveladas toman el
silencio do las fuentes, el vago amor. Los ojos de Ivette se abren a la altura
de las flores. Suben la línea del perfume, el h a r é n del aire. Ivette, delgada
en la luz; el v a i v é n de su cuerpo serena los celajes. Desde las nubes a un
temblor nocturno, el cuerpo de Ivette arde. T o m a r í a la continuidad del
color que ella dispone para el goce y para el crimen.

* * *

65
Sa tete s'endort dans mes mains-
et ma tete mule en ses reves. t

PAUL ÉLUARD

C o n u n calor recién salido de cama, ella izó mis deseos. Díjome con
una voz acabada de despertar: « D o r m í a s en mis orejas». Así son sus
frases cuando no dice nada y parece que no pensara sino en algo muy
p r ó x i m o , perdido y, a la vez, lejano. E n lo que se ha hecho, y ya no Iiay
más.
D e s p u é s viene — creciéndole la cabellera — la caída en el s u e ñ o con
medio cuerpo. E l otro medio — en cálculo y goce pasados — es mío. Dor-
mimos. E l l a debe estar s o ñ a n d o en mis orejas. Y yo, en donde nace la
media luna. Esto y a casi despierto, tembloroso en s u vientre. Luego, el
estarse así, sin motivo, un poco r e g a ñ a d o . Pero en su espalda, m i deseo y
su mirada voltean horizontes de lluvia. E l frío s ú b i t o , transferido de su
piel, afecta la nerviosidad de los ratones. M á s allá de los dedos de sus
pies — espacio blanco, carnoso con vellosidades — otra vez los ratones.
A b r i ó las s á b a n a s de la m a ñ a n a , sobrexcitada, perdida de sí, toma-
da t o d a v í a de la noche en el transcurso del s u e ñ o a la toalla intimidad
del alba. A la última hora del goce en la que apenas queda uno con tierra
por los pies. Debajo, el mar está m á s cerca, dormido en verde.

PIEL DE VERANO

M i piel ha veraneado en los trópicos. Está y a de vuelta para la aventu-


ra de la ciudad y del humo.
Pude adquirir la piel de bisonte o la del pez de u n solo ojo.
Ostende, Amsterdam, Harrogate, me dieron la comodidad y sexo de
este mundo.
Las caderas demuestran la habilidad de las mujeres. Las playas
muy bien pueden ser orillas de los ojos de sus mujeres.
Baby, el perro de madame Orsay, tenía en lugar de dientes un collar
de perlas. Todo esto debido a la cortesanía de madame Orsay. Tenía s u
amante playero. Todo esto debido al mundo de madame Orsay. Tenía su
hora de t é con bridge. Todo esto debido a los senos, a la sonrisa o al
impertinente de madame Orsay. Baby, tenía sexo. Y esto también debido
a madame Orsay.
Madame Orsay, escándalo en Saint Jean de L u z . De noche, en la
ruleta, disposición por las apuestas al 2, al 3 o al 1, en casos de demasia-
da sentimentalidad. Fugas en yate por las nubes del mar vasco. Madame

66
Orsay, pomo de olor coty, rouge, arena, corcho. Corcho. Arena y luz. Luz.
Pelo. Vellos. Humedad del pene por el susto.
Playa. Candor en los ojos de las vírgenes que el mar fornica. E l aire,
cornudo y gordo, pasa galanteando en re, mi, ja. Luego, se abre la flor de
pelo de madame Orsay, y sus ojos suben al cielo. Está en el goce. Una ola
la ha besado en el vientre. Vientre, o más bien sensación.

NOMBRE Y PLAYA DE BATY

... Devant Véternité. Une femme adorable entre sans frapper. C'est elle. Elle
repousse légerement les bras qui la serrent.
(Nadja)
ANDRÉ BRETON

Baty, cintura de mar, ola de caricia. Baty, vuelan dichosos sus senos.
Baty, aurora en los puertos. En Harrogate, Baty, cock-tail veraneante. Sus
ojos arco iris. Canta su cuerpo en el cielo. Baty, sueño, sueño, sueño. Sueño
en las algas decorativas. Baty, alegría para los habitantes del coral. Baty,
agua pura sus manos en la música del día. Baty, sueño para los ángeles.
Baty, Pascua y verde lejano. Baty, cuerpo de mar y cielo. En sus párpados
orilla azul, bosquecito, mar, flor, sueño. Su cara, al Norte, pétalo de sueño
—floral amanecer—; al Sur, playa, automóvil, Polo Sur. Baty, cejas de
Japón marino en brillo de cinema. Baty, nariz junto a la niebla y frente a las
costas escandinavas. Baty, ojos por donde el mar se ha colmado en la
noche. Baty, recuerdo de pintura en filo de uñas, de paisajes. Baty, por un
lado, todo candor. Una nube cae de su frente, enternecida, que me vuelve
baby. Baty, cuerpo oriental que viene de la media luna, de las noches altas
y más allá del cielo, del canto y de las pestañas. Baty, toldito de sol y de
colores sobre la cabeza. Baty, su sonrisa aligera brisas nuevas. Por eso
ahora, junto al mar, el mundo se adelgaza en su cuerpo. Ostende, siente su
lejanía verde, de líneas precisas, en amarillo y verde. Baty, color de sol por
donde me voy a viajar el mundo. Baty, o los últimos descubrimientos. Man
Ray me ha radiografiado la flora lírica de sus palabras y de sus manos.
Baty, yo estoy en el mundo de la piel y del ángel.

ODETTE

Odette tiene la luna en su velador; tiene, entre otras noticias, el mar


de Marsella, desde la última vez que viajó a América. Odette, está muy
bien. De sus viajes a Oriente trajo la palidez de sus mejillas. Y además, en
su mirada, los cielos altos de los cantos persas.

67
En un espejo reservado a la noche, Odette cierra la nariz, los ojos y el
sexo. AI alba llega el humor veraneante de su cuerpo. Algunos hombres
sienten la mañana inmejorable. Su sonrisa se voltea en su ventana, en
abanico. El canario sabe cosas secretas de Odette. Lo sabe en pico y ojos,
en canto, en amarillo, en rubor, en colorado. Al frente de Odette, un piano
cae lento sin deshojarla. Esto es una cortina de lluvia. Después, Odette,
nuevamente, alta, delgada, verde, torna por sus ojeras a Occidente. Yo la
quedo mirando en viaje. El mar fuerte la golpea con golpes de peces en
los senos. La sombra cubre sus pestañas. Ella ha acabado de hacer algo.
Odette se pierde lejos del sueño.

POEMA SIL VESTRE DEL BRASIL

En la costa brasilera del mango,


a la brisa de los refrescos y del verano,
un millonario en sembríos de café
dialoga con el trópico de su sombrero
y con los últimos vuelos de los pájaros;
el Brasil va en el aire caliente;
el Brasil, en el sueño de los indios colorados
y en la flor de la papaya;
el Brasil en los ídolos vegetales;
el Brasil con casas de palmera
y los peligros de la fiebre amarilla;
Brasil, país de fruta y de ninguna ternura
más abierta que la piel de sus frutas;
itinerario del viento adolescente,
collar del calor de los papagayos
que vienen desde Portugal.
Brasil o la temperatura del paraíso.

* * *

He venido al mundo desde donde naces en línea; he llegado con tus


ojeras. Voltea la noche y me verás en las colinas del alba, entre tus bra-
zos, en la corriente interior de tu piel. Me siento un predestinado de la
media luna en el diálogo con Venus. Podría hacer de geometría: exalta-
ción. Tú me conduces a un lugar por el que jamás he caminado. Pierdo el

68
íntimo equilibrio que ya es tuyo. Puedo jugar con tu destino como con un
cabrita. A mi antojo y deleite en el crimen rosado de tus uñas.

* * *

Tu voz horada mi carne. Tus palabras toman mi laringe. Tal vez no


lo sientas igual. Y estamos cerca, a una sola línea del sueño, del color que
es tu vida. Hablo con tu cuerpo. El mundo de mis manos se vuelve sutil
en tu cuello. Luego, se pierde el mundo. Esto es ya el gozo, la media luna,
el canto de primavera. De tus axilas veo emerger la estación, el verano.
Estás adormecida en el alba entre dos rayos.

JOSEFINA BAKER

Josefina Baker es la luna de África. La noche de África. E l calor de


África.
Josefina Baker, cocotero, mono rapado, tribu, sexo que da miedo a
Europa.
Josefina Baker, bisnieta del cornudo de Lafayette. ¡Qué curioso! ¡Qué
escándalo para la señora!
Josefina Baker, camino en la selva de África: vellos negros, negros,
negros. Risa roja del sexo y una gran estupidez de ojos que le nace a la
selva. Ojos blancos: Europa. Europa tiene los ojos blancos.
Josefina Baker, cosas con el Papa.
Josefina Baker, escapulario que llevarán las mujeres eróticas de París.
Yo he visto los pies de Josefina Baker, lindas patitas de cebú. E l
cuerpo de Josefina Baker es lo más nuevo que nos ha dado el mundo.
Josefina Baker, 10 francos, recuerdo para no envejecer.
Europa, año 2940, reconocimiento del África.
Canonización de Josefina Baker.

PROSA NARANJADA
(Chikikutz)

Las siete de la noche llegan al Café naranja en las últimas campana-


das de las torres del Paseo de Recoletos. Vibran las copas en la espera.
Los sonidos las llenan de colores. Cuando Betsa desciende del automó-

3
Se respeta la falta de concordancia de género del original. (N. del E . )

69
vil con su elegancia repentina de pájaro polar, las copas excítanse en un
ofrecimiento rubio, musical, gozoso. Mis dedos apréstanse afilados para
rasgar túnicas de tarde. Ya la luz del pernot son sus senos ebrios o sus
ojos recién nacidos de un canto. Las cejas de Betsa vienen del Norte, de la
caza de venados en la fragilidad de un camino inadaptado a la tierra.
Los venados que pasan con las nubes. Si yo pudiera quedarme aprisio-
nado en su pestañear que vigila mi deseo. Fuera de él, cercándolo, creci-
do hasta el invierno. Sin embargo, temo su caricia como a la resaca de los
mares perdidos en las noches. La temo como una dificultad viva, lla-
meante, alta, serena. Pero que vencería en la voz exótica de su nombre:
¡Betsa!

EXALTACIÓN DEL MIRLO


Y LAS ORTIGAS

Mirlo que cantas en el cuello de mi querida, no la asesines. El tiempo


que dura el martirio es demasiado lento para la belleza del amor, para la
pérdida de la nuca.
Mirlo, si fueras hombre, la mujer preferiría morir gozándote. No ol-
vides que todavía es tiempo de serlo, antes que las ortigas anuncien la
estación con la delgadez de sus uñas y el líquido cuello.
Mirlo, es la hora de salir por la línea del hombre. Si ya coloras el
mundo y excavas el aire de violin, asesina a mi querida. Merece el desti-
no de tu pico. Piensa en la condición de las bajas temperaturas del cue-
llo. E l trabajo es lento, delicado, hebra. Silencio. Nadie advertiría su
muerte.
El crimen del mirlo.
Las ortigas irían al entierro de Betsa. ¿La conocéis? Mi amiga rapta-
da por el mirlo.

ESCENADE GÉNERO

Lily me espera tendiéndome sus senos por toda la casa. Si sigue así
la cosa, yo me voy a quedar entre su carne. Mas ella, con su no es posible
mon petit chéri, me va rondando las partes más dichosas. Le hablo de mi
próximo viaje al Perú. Y se afana misteriosamente y de encanto histórico
por una vicuña igual a la que vio en el Bois de Boulogne.
Pero ¿a qué viene todo esto? Si me da gracia de paraíso vivir por sus
contornos. La gracia de su sexo me hace feliz. Ella lo sabe y se ríe a carne
suelta en curvas que me hacen doler.

70
Yo me voy a ir al Polo Norte. Estrenaremos nuestra casa de novios.
¡Porque para toda la vida seremos novios!
Y de París y Londres se verá el humo de nuestro hogar y dicha. ¡Yo
no sé cómo me voy a poner de gordo!

* * *

Anoche fuiste noche. Mi mismo sueño. Saliste de mí como de una


ducha. Yo tuve el sentido del agua en tus costados. Recién, fuiste tú
salida de mí. Vuelta a mí. En mí. Antes nunca habías sido. Te sentí en tus
lentos pies. En tu apenas tierra después de nuestro goce.
La oscuridad de tu vientre me limitó en paraíso. Yo sentí miedo
peludo, sexual, de carpa de circo en soledad.
Tu goce es el único misterio que quiero poseer en sismógrafo.
E l goce de la mujer es tan fino, que puebla al hombre y pasa sus
tejidos mejor que los rayos X.
Yo no sé hasta dónde se me fuga la mujer en el goce.
Siento celos de las condiciones sexuales del hotel.

APUNIT DE ÁFRICA

Negra de alma divina,


venida de los colores,
tomas perfecto espacio
de naturaleza y amor.

Naturalmente, uno ha conocido en Africa el amor. La piel amplia


del Senegal hasta las carpas de los ingleses en Zanzíbar.
Los senos. E l cuerpo, firme de este amor africano, de buen deseo y
sin ninguna trampa occidental.
He conocido en África el amor, desde la tienda en Fez, de Ben-Kair.

ÁFRICA
(Poema negro)

Cruza el tren por el bosque del alba.


El cielo negro y con árboles. Y el pájaro marruecos que canta y duele
al mundo desde las noticias del cable.
Yo he oído los cantos de las noches sin luna, junto a los cocoteros.

71
Los negros que se mueren nacen en los colmillos de los elefantes.
Los negros se vuelven blancos.
Y en los paisajes los mosquitos, como negros y en millones, son
cuartos de vidrio con miradas de vidrio.
Los malos olores de los negros hacen la guerra en el trópico.

¡ÁFRICA!

E l aire es negro.
H a y que luchar d í a y noche. L a s casas del s u e ñ o , anegadas de ser-
pientes hasta las ventanas.
Los ingleses que v a n al Á f r i c a lo saben. L l e v a n escopetas, negros,
libros para apuntes de viaje y m á q u i n a s Kodak para los monos intere-
santes de los paisajes.

POEMA DE 1830 A1930

E n el paisaje el aire tenía ruedas r o m á n t i c a s .


E l aire f u e de un paisaje j a p o n é s que d o r m í a al candor de sus hojas
de verano.
H a b í a entonces agua hasta los ojos y se les tenía miedo a las n i ñ a s
de catorce años.
L o s n i ñ o s daban vueltas a circunferencias de aire. Y se sabía por
t e l é f o n o que en Coney Island, en casa de los Jonnes, hacía calor en
cinema.
E n Ohio se esperaba l a Pascua en u n á r b o l y junto a u n cielo de
algodón.
Pero como el cielo se nublaba, un muchacho d i b u j ó una estrella
cuadrada.
E n todos los papeles que se pierden los n i ñ o s han pintado estrellas
cuadradas.
Y los ladrones robaron las gallinas al alba. E l alba es u n corral y una
línea blanca.
* * *

72
Un liévre s'arréta dans les sain-
foins et les dochettes motivantes,
el dit sa priére á l'arc-en en del, á
travers la toile d'araignée.
RIMBAUD

E n u n p a r q u e , junto a l sol y a u n perro de c a z a como u n a cola, la


mujer medita. ¡Los ojos entre dos nubes!
D a la l u n a d e l verano al parque. A l l í la e s t a c i ó n canta.
Jardines. T e n i s . ¡Y u n a r e d que es el cielo!
Y por las gradas bajando, la cola de u n perro de c a z a .
L u e g o , otra vista.
U n a mujer p a s é a s e y m i r a con impertinentes las flores que tras sus
l u n a s se v u e l v e n naturales.

SANATORIO

A m i c a m a llega u n a orilla d e l d í a ; la brisa del m a r que h a viajado


por tus mejillas.
E n el aire caliente, u n a m e j o r í a de mariscos y salmonetes.
Se extiende u n a seda leve, brisa m e d i t e r r á n e a , e n el biombo, ahora
blanco, a s é p t i c o .
E n el gras, u n n i ñ o se pone verde, y la m a d r e se pone verde y el padre
se pone verde. L a tía no m á s e s t á amarilla. S ó l o los ojos los tiene verdes.
E l aire. U n a p a l a b r a que no acierto a decir e s t á p r e n d i d a e n el aire.
S i p u d i e r a abrir m i s venas, el aire y el cielo del m a r m e l l e v a r í a n de
viaje.

CINEMÁTICO

C i n e m a . C o n c i e n c i a de lo que no vimos. E s o que a veces dobla por


nuestros ojos, por la radio de la foto h a c i a los Á n g e l e s .
Todo v a a N u e v a Y o r k y por sus calles. E l lente de la v i d a toma todos
los pies.
Se m u e v e n los rieles. E s el ú l t i m o secreto d e l viaje.
Y John, M e r y y u n baby v a n de paseo al s o l de C o n e y I s l a n d .
V e r d e , v e r d e , verde. Se cae la n a t u r a l e z a cerca de las p e s t a ñ a s .
E l n i ñ o juega con la hierba que espiga el sol. Y John piensa en las
acciones del p e t r ó l e o , que bajan. M á s allá, M e r y , ¿ q u é cosa le p o d r é traer
a m i m a r i d o ? Y acaban.

73
LA LLEGADA A EUROPA

L a Coruña. He llegado. Es una hora muy distinta, muy cambiada.


Esto es lo menos que se puede decir al llegar a Europa, d e s p u é s de un
viaje tan largo y sin relojes.
Me olvidaba: L a Coruña pertenece a España.
L a Coruña. E l mar está cerca de la playa. Y más cerca, en una ram-
bla, una burguesa toma una vista al sol. Y parece que el fondo del pano-
rama se adelgaza en el lente de la máquina.
L a ciudad. Las ventanas abiertas son fotografías a la luz.
E l cambio con Londres está a 32 en L a Coruña. Los peques lo saben
de memoria. Los peques, ¡banqueros pobres!
Las voces salen de las esquinas. «Galicia.» «Las Últimas Noticias.»
¡Las malas noticias son las últimas!
Los gritos de las gentes aclaran el día. Es de advertir que los españoles
nunca hablan en voz baja. La ciudad es de una arquitectura de sonidos.
Más allá, las calles de piedras, como en fotografías. Las casas cuchi-
chean y, por el sol, las ventanas han dejado caer sus muestrarios de
vidrios a la calle. Y la luz, que corre como un pájaro, quiebra su vuelo en
los cristales.
Mujeres. Muchas mujeres. Todos los hombres se han ido a Cuba y
Buenos Aires.
L a Coruña es una ciudad hermafrodita.
Mujeres gitanas se cubren con trapos. Mujeres a cuadros.
Se ha templado el arco de las miradas.
L a Coruña: ciudad clara, con sol en la punta de las astas.
Bueyes por las calles, que arrastran el campo a la ciudad.
Una mujer se ríe junto al sol y la brisa del mar le hace un encaje.
L a una del día. Los ingleses no esperan. El Oroya.
Y más tarde, la estela como siempre. ¡Qué lástima!

CUBA

Hace un calor de cobre pegado a las sienes. Y está el sol en la fragua


de mis sentidos.
Vamos a llegar a Cuba.
No sé por qué la brisa del Pacífico no se hace ahora en el recuerdo
una sombrilla. Deberían de haber sombrillas giratorias de brisa, de bar,
para el calor sofocante de esta isla. O debería haber una palmera de
mimbre para subir más alto, y así hacer acuáticas las nubes sobre los

74
rostros de los marineros y de los pasajeros. Estoy seguro de que todos
sentirán un placer de ola.
Me dan ganas de ser una palmera y de agitar el viento a todas las
direcciones.
Todos saben que Cuba es una isla, y creo que todos los que hayan
leído una geografía también lo saben. Pero lo que hasta ahora no se sabe
es la manera de que el mar apague el calor de esta isla.
Cuba, en su situación terrestre, se ha retrasado. Pertenece todavía a
la época de fuego, si es verdaderamente que ha existido.
Pero toda isla es una liberación de la tierra.
Hace un calor de cobre, principié diciendo, y ahora lo afirmo porque
no tengo ganas de terminar.
El calor me ha agotado el pensamiento.

GEOGRAFÍA

A chaqué instant, l'ñme de


l'instant nous vient de l'exteñeur.
P A U L VALÉRY

Yo veo Inglaterra y la niebla difusa de las calles de Irlanda. Las


irlandesas son finas, como el ensueño o como el éxtasis.
Del Pacífico vuelan mis ojos a las islas desconocidas de náufragos
de coral.
Frente a Río Janeiro, la costa de marfil. La África negra del elefante y
del inglés.
Veo Australia y los grandes cargamentos de madera. Sus ciudades
tan limpias, salidas del sol. Me gusta Australia tanto como un match de
boxeo. Como una casa con baño, con ducha de cielo y nubes.
Honolulu está a la distancia exacta de lo que no puede ser. De lo que
me falta en esperanza y camarote.
Yo veo el mundo claramente. Ahora estoy en un sanatorio junto al
mar. Magdalena del Mar. Un pequeño pueblecito de la costa del Pacífico.
Los barcos que pasan parecen perdidos de las manos de los niños. An-
clados en los puertos, son como circos de lo que va y viene.
Deliro en el Senegal. Mi enfermedad es tal vez el histerismo cósmico.
El mar de la China me es familiar. Lo conocí en tiempos de Li-tai-Pe.
El mar me da el hombre, y la tierra, la mujer. Yo soy el buzo cabal de
mi época. Mi lírica tiene, más que calidad estética, geografía, astronomía.
En Londres hace frío. Y en la tarde de té, tras de los cristales humosos,
se ve que la lluvia invita a John Bulnes a querer a su mujer.

75
Viena. Encajes, marfil. Siento su alegría de medio luto. Vals lento a
filos de copas de cristal de Bohemia, ya sin champagne, sin pelo rubio y
sin amante. Viena, ciudad viuda.
Estados Unidos, gran Stadium de los deseos contemporáneos.
La Europa central, llena de montañas granate, de bandidos aurórales.
Turquía, con su Pachá enfermo del estómago y cornudo de cuarenta
mujeres.
En Siam veo la cebra fina. Sus patas amorosas, de tan ágiles, pisan el
amor terrestre.
En E l Cairo, la media luna es un caligrama de Apollinaire.
Los faraones duermen en el tiempo con piedras preciosas, con dro-
gas sutiles y líneas cubistas. E l propio Picasso descubrió su estética en
un ídolo encontrado en Egipto. E l ídolo tenía en una de las manos el
Tiempo.
San Francisco está frente al Japón de las casas bajitas — frente a los
árboles enanos y a las trenzas malignas — antiguas — de los japoneses.
Los americanos de hoy se echan en las playas de San Francisco y
oyen en el mar ese rumor de concha de porcelana que produce el Japón
para la acústica del mundo.
En Kioto se adora la flor y el vientre de las vírgenes. Los vellos de las
japonesas son flores. A Kikou Yamata le ha nacido una flor en el sexo. A l
lado de un tocador de Europa.
Las japonesas son hai kais.
Los chinos son personas antiguas y se les debe tener desconfianza.
Saben todo lo de uno. E l cuerpo diplomático chino está acreditado en
todo el mundo. E n mi casa tengo un gato que es el ministro chino. Los
gatos viejos que se duermen tienen en los bigotes todo el cansancio de la
filosofía de Confucio.
Los chinos son productos de exportación, como el té y el opio. No
colonizan como los ingleses. E n donde estén es para ellos la China un
recuerdo pintado en mica. E l humo del opio es el cielo que Ies llega de la
China.
Los chinos son místicos, pero tienen la particularidad, en América,
de ser sucios. E l idioma chino está inspirado en el arte decorativo anti-
guo. E l chino sería el idioma ideal para el trabajo angustioso de los bu-
zos en el mar.
Los holandeses y noruegos, personas con mucho frío que estudian
filosofía. Oslo: algo así como un oso explorador, científico amundsiano.
En el mundo no hay quien no tenga un muerto en el Polo, cementerio
moderno. A l Polo Norte van a dar todos los vigías del espíritu.
Polo Sur. Balneario futuro de poetas y banqueros. Dirección: Paul
Morand y Blaise Cendrars. Administradores: los falsos católicos Jean

76
Cocteau y Max Jacob. Propagandistas: los rastacueros argentinos de to-
dos los países. Dirección cablegrárica: la poesía.
México, país de choclos y de Pancho Villa; de la chicha, del tamal y
de una palabra muy bonita y bandolera: «¡petate!»
«Pelao» es un ángel. U n corazón del pueblo. Es la ignorancia del
folklor. Pero es la pureza.
Pancho Villa, estirado como un caray, era violento y vegetal. Pancho
Villa, indio, tierra, candela, azteca, se hubiera comido a Cortés y a España.
Argentina. Puerto. Línea de vapores a la civilización colonizadora;
saludo y cercanía alfascio; compromiso con los judíos y tratantes. Repug-
nancia a la Argentina, por lo que tiene de agencia de mujeres y por lo que
tiene, principalmente, de nada.
Chile. Angosto paisaje de salitre, de mar y de hombres que tienen la
nariz colorada. Yo he visto en Europa tu propaganda del salitre. Tus
poetas cantan en todo el litoral. Sus cantos tienen la levadura biológica
del salitre peruano. Antes de la guerra no tenías poetas. Tus hombres se
morían de no cantar. Pero hoy en todos los puertos se oye el canto largo
y hombre de Chile.
Bolivia. U n cholo con poncho apestando a altura, masticando coca
y pesadumbre. Bolivia, una Llama parada en un cerro muy alto. Provin-
cia del Perú, cerca de Puno, por el lago Titicaca. (Datos para el turista.)
Bolivia no tiene grandes hombres. Éste es su mejor síntoma antiburgués.
Es un país de pequeños animales.
Bolivia, sin mar, es aún más terrible y lejana del ministro inglés
(anécdota).
Brasil. Grandeza de la selva y del mar. Café del Brasil, que tomé una
noche calurosa, en la Gran Vía de Madrid. Amazonas del Perú y del
Brasil. Río de plata líquido nacido en el Perú.
Hasta hace poco tiempo, no tenía ideas precisas sobre la Indochina,
país lejano, vecino de París. Hoy mismo conozco apenas su pulso, su
existencia. Sospecho, eso sí, su endiablada situación fronteriza con mis
uñas lejanas.
Todas esas tierras meditativas y exóticas tienen para mí calidad de
conserva. L a piel de esas tierras la he gozado en las cocottes cosmopolitas
de Europa, que llevan en sus cuerpos verdaderos países, mares, cielos y
montañas.
En los senos de una francesa conocí la pureza obtenida en la infan-
cia. Las madres cuidan en Francia los senos de sus hijas. Así, de una
manera tan pura, es como nace la prostitución en Francia.
Se cultivan los senos en jardines.

77
POEMA DE LA VOZ DE ALICIA

Tu voz se hizo una ciudad en Oriente, y yo fui viajero en ella.


Jamás soñé con la luna, porque el sol me decía tu nombre en nuevo
idioma.
Yo veía tu cuerpo desde una palmera. Entonces era un paisaje sexual
la vida.
Y hoy, que voy en la proa del mundo, pido que me des tus ojos para
cruzar el cielo.

PARÍS EN DOS MINUTOS

Las gentes se mueven en cubos de trastorno y hasta por entre las


ruedas de los automóviles y puertas falsas. Aquí, en París, los seres van
a ratoneras mayores de entusiasmo. ¿Es esto? Acaso yo no sé a qué inte-
rioridad sexual muévese cada hombre, mujer o cosa. Me callo, en nombre
de la buena razón, y quédome en umbral de burdel con todas mis ganas
de decir siquiera la mitad.
Me voy hasta la Forte de Champerret. Y en mis pasos de paseos
borro de historia a Francia hasta Napoleón. Lo de la guerra es menos. Se
ven mutilados por las calles. A 30 centavos, L a Guerra Ilustrada. A I
soldado desconocido no lo han terminado de enterrar. La avenue Kleber,
que es aún más larga. Más allá, Víctor Hugo, el más viejo de todos. Yo no
sé por qué hay en París tanta cultura urbana y puesta a la mano para los
turistas.
Esto me tiene descontento. Profundamente descontento. Puesto que
quiero vivir tranquilo en calles llanas como en Nueva York. Quiero ir a
una calle numérica, y no a la rue de madame Recamiére. ¡Esto faltaba!

POEMA DEL MUNDO


Y DE LA FELICIDAD

- 1 -
Es redonda mi felicidad. Los más alegres hombres del mundo viajan
en mi felicidad. Hay un torneo de yates en mi felicidad. El Derby de
Epson se corre en mi felicidad. La inquietud de los viajes al Polo regístrase
en mi felicidad. El exprés de Los Ángeles-Nueva York cruza por mi feli-
cidad. La fauna salvaje del mar y del cielo nace en mi felicidad.

7S
- 2 -
Me tomo u n cock-tail, que es la medida de m i c o n t e m p o r á n e a y viaje-
ra felicidad. Invito a R A M Ó N y al h o m b r e - a u t o m ó v i l de Sandburg, que
ha llegado a M a d r i d para seguir a E l Escorial y poder hablar con Felipe
I I sobre procedimientos de construcción eterna. Sandburg en seguida irá
a viajar por E s p a ñ a , a comprarla un poco con el sistema de dólares que
acostumbran los norteamericanos en los p a í s e s m u y antiguos y
semifeudales. Se volverá d e s p u é s a Chicago. E n su oficina de trabajo
arqueológico t e n d r á de auxiliar a Felipe I I . Pero siempre sentirá un mie-
do terrible de E l Escorial.
Sandburg, magnífico protestante en m i felicidad.

* * *

Tomo el cock-tail en C h a m p s Elysées. M i s amigos son poetas, ban-


queros y cineastas. De otra manera, no p o d r í a soportar la vida urbana de
a dólares y con pasajera mujer.
Mis amigas del mes de julio han sido egipcias.
Yo debo seguir viaje a la Cote d'Azur. Allí me esperan el verano y la
gran playa sexual. Y o sé que e s t a r é dado a mis ganas, en línea. Me com-
p r a r é los perros de moda y algunos otros perros.
Me p a s e a r é en yate por el 2 de la luna hasta ver la palmera y desvelo
de Oriente.
Se está que es un encanto. Entre las gentes de playa no es menester el
menor esfuerzo de gracia o de talento. Por otra parte, uno reposa desde
los pies.
E l m é d i c o se asombra de la manera como sana uno de su gonorrea.
Yo siempre he creído que es u n absurdo curarse de lo que nuevamente se
v a a tener. Siempre me ha parecido absurdo.
Es delicioso estar aquí, a cero, cero, cero orillas del trabajo. Y con tan
delicado y sensual conocimiento del d í a que pasa.

VIAJE

Capilaine du lour du monde,


La nuil esl chande et vous pensez
A l'odeur d'une filie blonde
Qui vit lorsque vous l'embrassez.
GEORGES GABORY

Las g r ú a s caen sobre la noche. Los trabajadores amasan el fierro


entre sus m ú s c u l o s .

7Q
Y en la altura — que es la torre más alta — la luna va saliendo de los
mástiles.
Las nubes que pasan. En las lejanías caen sobre las torres.
Hay niebla entre los mástiles.
E l aire se mece con el aire. Y se mueven las cortinas de lo inesperado.

PAISAJE ROMÁNTICO DE 1816

Los globos del paisaje se fueron por la niebla. Y el aire era un bote
según como se le viera.
Nadie tuvo los ojos de duda en esa tarde. Detrás de los árboles, como
de lunas, estuvieron las miradas ausentes.
Y el cielo, el cielo estuvo de viaje aquella tarde.

APUNTE MICROSCÓPICO

Convaleciente en nube, en mar, en sueño.


Gozoso es sentirse a calor de mar, a piel, a placer, a dos cosas igua-
les, idénticas, por donde principia el hombre y termina vuelo de ángel.
Convaleciente como pez que bajo el agua ve la luz, el día; desde el
aquarium, el pez sigue el itinerario de la luna, de la hierba, del mundo
natural. Sólo que los peces no oyen el ruido de los fantasmas. Los peces
mueren sin mística. Mueren en espacio de agua a geometría, sin música,
pero con algo lejano de sonido en caracola.
E l jardín me apura la sangre. Una niña recién nacida me apura la
sangre. E l verme desnudo me apura la sangre. La presencia diaria del
biombo es una manera, un antecedente de lo que será mi futura idiotez.
Los enfermos de los sanatorios contraen esa enajenación del color blan-
co. Locura terrible.
Ahora, en el sanatorio, enfermo en paisaje de mar y flores — lo que es
mejor, en laboratorio de bacteriología—, veo a las mujeres raras con sus
enfermedades venéreas tenidas en la niñez. Una chica conocí que sufría el
mismo mal de su muñeca: elefantiasis en sus piernas rosadas. Otras, con
sífilis, lindo color. Los ángeles burgueses también tienen elefantiasis.

PROSA DEL HORIZONTE NIVELADO

Tiende el compás, la línea, los diez dedos — abre la flor del alba —;
perfila la marcha de los peces por donde se vierte la luz del mundo. Casi

80
por sus pies — en un tratado novísimo de geometría — se inicia el mar, la
línea que va de la vida a la muerte por cauce de jacinto a desengaño.
A sus senos llega el mensaje de palomas del sueño, que la luna
explora por sus cabellos. Nivela el horizonte del mundo a los perdidos
náufragos. Da la alegría del alba, de laflor,del balido. Devuelve las uñas
largas del entusiasmo de Adán.
Si abre las pasarelas del cielo, nace Venus y el cordero. Si duer-
me, la desesperación fluye de las manicomios por el itinerario de los
espejos donde viven las olas enajenadas. Si apresura el goce de su oreja
izquierda, los habitantes de Marte se ponen verdes. Si enseña sus senos
entre las nubes del Oeste, crecen los lotos del Japón. Pero si duerme, la
dicha se cierra en curva de música. Si investigan su goce las palmeras,
Josefina Baker baila en las islas.
Ignora la lluvia en las montañas del Canadá, en los cuernos de los
búfalos, en la luna. Ignora el invierno. El verano nos viene de su piel, que
es el cielo del Sur de Europa. Es de arena su piel nómada, judía, antigua
como el canto del mineral. Su cuerpo huele a monedas viejas. Su anato-
mía siria, de metal mohoso.
Desesperación, sudor de sus axilas.

Así en el original. (N. del E . )

81
BULEVAR
(Madrid, 1926)

E l bulevar pasea tu elegancia en los a u t o m ó v i l e s .


L a cola de tu traje la lleva la muchedumbre.
Te abanica el aire. Y aroman la curiosidad las notas de tus senos.
Entre los m á s a n ó n i m o s de los hombres hay uno que sabe de tu
carne de m e l o c o t ó n en primavera.
¡Oh, bulevar, en que las mujeres fallecen de histerismo en las mejo-
res tardes del placer y del lujo!
Yo te canto, mujer de todos los hombres, porque toda la ciudad rue-
da hacia ti.
L a s mujeres tienen el lujo de los a u t o m ó v i l e s . L a s mujeres ruedan.
Por las avenidas de espejos, del sexo — siglo xx—, grita la sorpresa:
¡Mujeres hermafroditas!
L a s manos de las mujeres abren las puertas de los a u t o m ó v i l e s al
sueño.
Se mueven las ciudades de espejos.
Las estrellas de los vestidos ruedan por el s u e ñ o terso de la noche.
E n los cabarets, las mujeres f u m a n cigarrillos de topacio al arco iris
del libido.
Ojos rasgados caen perpendiculares a ciudades de humo. Y en la
avenida de espejos, un automóvil rapta a una mujer.
L a subconsciencia canta en los poetas:
¡ C u a n d o los a u t o m ó v i l e s sean hombres!
L a cola de u n pavo real de música sensualiza el aire.
E n el oriente de una vitrina, m i s u e ñ o es una droga.
A q u í v a u n dibujo.
E l blanco — con media luna por los costados — es un hombre sentado.
M i desvelo en los pasadizos deja caer sus túnicas.
Si m i e n s u e ñ o se va, ¿por q u é se queda m i carne?
L a cola de un pavo real de música sensualiza el aire.
Oriente sobre m i carne.

[83]
Junto a las vitrinas de modas, las mujeres aprenden a ser cocottes.
Son platónicas de a l g ú n modo estas mujeres de las ciudades de
terciopelo, de piel de animal, de puro sexo.
¡Cuántas veces las hemos visto p á l i d a s de abandono junto a las
brillantes vidrieras de luz!
E n los abrigos de pieles, las mujeres ponen su desnudez. Indudable-
mente, los abrigos tienen algo de cocottes.
Canto al abrigo c u y a voluptuosidad goza la mujer.

E l mundo es una gran vidriera.


Siete de la noche. Los pobres se prueban las joyas y se engarzan los
dedos con sortijas, cuidadosamente, d e t r á s de los vidrios.
E n las vitrinas, los ó p a l o s tienen deseos criminales.

L a mujer no a c a b ó de comer la manzana. Y quiere t o d a v í a su futuro


amargo, embriagada bajo u n cielo de humos y de tonos.
E n pleno espacio, la mujer tiene el frío del Polo en la nariz.
Todos los colores y las brumas lejanas peregrinan hacia su gozo. Y
está la mujer plena de noche. Sobre su carne de gallina tiembla el pene
del color.
L a noche se ha hecho blanda para su y a extenuada carne blanca.
Cuelga el júbilo de la luna del gozo.
Y en su ombligo se ríe el vicio con dolor.

CUADRO DE LOS BAILARINES RUSOS

Bailan los bailarines. E l cielo es una pantalla verde. Y por las cade-
ras se les huyen los colores a los bailarines.
H a y una tonalidad expectante. L a s nubes se han adelgazado y es-
t á n danzando figuras de agua. E l agua no se quiebra en e l ritmo.
E n la ventana jorobada hay una ceja d e s t e ñ i d a como luna antigua.
E l cielo es una pantalla verde. Bajo sus flecos se han esfumado los
colores. Pero las losetas del patio tienen todos los colores del baile.

PETRUSCHKA

Los brazos colgaban del cielo.


Las torres m á s altas rodaron cintas de colores. Y era un trompo m á s
grande el ruido alegre del baile.

84
El nombre de Petruschka corría en el viento y movía las banderas. Y
por la ancha falda de Petruschka la tierra bailaba.
Los brazos colgaban del cielo. Se desdoblaron de alegrarse tanto. Y
todos los colores cosmopolitas cromatizaron a los bailarines que tenían
los ojos nortálgicos de arañas.
Y sintieron los bailarines que a raros caminos, sin torres ni cintas, el
baile se iba, se iba, se iba. Y el recuerdo de Petruschka era ya una tumba.

FORTUNY

La encontraría en la seguridad del bosque, en la certeza del canto de


un pájaro o quizá en sí misma, o distante, bien vago. Esto es más difícil
aún, pero lo haría. Me ayuda la claridad del cielo, la mínima gota de
agua de sus ojos que reclama el paisaje del gamo. Encontraríala, y sin
sorpresa de mi parte, bajo el vendaval, entre la racha y ventisca de la
ciudad. Ella dobla este momento —sin hora casi, pero con árboles— la
calle Fortuny, donde voy a verla todos los días en una cita imaginaria.
Porque, en verdad, ella tampoco existe. ¡Pero qué bueno sería que vivie-
ra! Sobre todo, en mis atardecidos sin palabras, solo, sombra, pasos,
diálogo inverosímil, persecución en la calle Fortuny. No, ella vive, sale,
camina y habla conmigo por teléfono. La he dicho que voy a verla en las
tardes a la calle Fortuny. No obstante, es la primera sorprendida. Yo no
6

sé qué hacer con este raro amor infantil de colegio, de clase con pizarra y
palotes; dibujos de muchachas con trenzas y las piernas gordas, peque-
ñas, velludas. Piernas con bigotes como en las pizarras. Indudablemen-
te, las monjas tienen la culpa de que las niñas tengan las piernas gordas
y deformes. Las monjas desorientan el sexo y afean a las chicas. ¡Pobres
las monjas, que nunca han sido mujeres!
Yo mismo no me explico ahora, aturdido, sin ella, después que no la
veo, lo absurdo de esta cita, de la que Rosa no sabe nada. Pero ¿es a ella
a quien cito? No lo podría decir. Gozo simplemente, con gran sugestión
para los celos, en la forma de amor imprevisto, que no se piensa, que no
se hace, sin futuro, completamente equivocado de puerta, en el hotel. O
¿acaso soy un enamorado de la calle? ¿Por qué encaminóme siempre a
Fortuny, cuando voy a enajenarme de repentina noche, de veredas sin
sueño? ¿Es tal vez el nombre? ¿Su aparición? Yo debo pensar esto con
más calma, como cumple a un relatador de los insomnios, de los menu-
dos sucesos nocturnos que le cogen a uno de los pelos, de aquellos que
no se ven. Todo esto es extraño. E n otra época quizá pasaría lo mismo.
s
Asi en el original. (N. de! E . )
6
Asi en el original. (N. del E . )
Sólo que en la calle Fortuny había ocurrido un crimen en la cabellera
arrancada de los silencios. Es la sombra de la calle Fortuny. Yo me replie-
go en ella como en roces del azar, dormido. Surgen entonces, húmedas,
labiales mis palabras que yo no digo ya sino a la sombra de la cabellera
asesinada. Debo confesar algún miedo, sobresalto criador de melancolía
oscura, agria, cada vez más sombra y filudo.
Nadie recuerda, yo mismo olvido el lugar, el color de ubicuidad de
la cabellera. ¿Es un amor con la calle, trasunto de mujer? Rosa no lo
comprende tampoco; solamente se ríe como de cosa imposible, pero que
en mí es verdadera, aunque sin sexo. He aquí la seguridad de Rosa, su
dominio de hembra sobre lo absurdo. Fortuny es una antigua calle de
amantes secretos. A veces pienso que es una mujer olvidada, con toca,
casi invisible; en otro tiempo, real, con los senos dibujados, gozosos.
Fortuny es la calle de la felicidad. Basten sus siete letras de hojas otoña-
les para ir de la sombra frutal a la felicidad. Fortuny, nombre de cita
descubierto en la noche del crimen.
¿Qué piensa el olvido, así, doblado de rodillas, tan pálido en la calle
Fortuny? Podría tomarle el cuerpo por donde cae sin padecer, sin ron-
quido, que ha perdido las corrientes hondas del pecho. La inenarrable
condición de ser vivo. Aquí solamente quédale la piel por donde los ojos
ven otro destino muy distante y oculto. Entre la piel, ya sin hombre.

NADA

Un joven de cuatro a seis a ocho líneas.


Un joven de goma. De abrigo también a líneas de militar. Además, de
maleta de apuntes debajo del brazo y de anteojos seguros de observa-
ción.
Ese joven caminando por la avenida con la mirada recta como alam-
bre, era sin duda un joven alemán. Supe que era alemán porque no echa-
ba al caminar un solo paso hacia atrás. Indudablemente, los alemanes
tienen los pies geniales. Y esto en nada asombra, pues los ingleses tienen
las piernas sólidas dado el calor de las medias de lana que usan en todo
tiempo. Los ingleses siempre parecen que acaban de jugar al golf.
La genialidad de los franceses consiste en la cara. La tienen por un
resultado perfecto de espejos.
Ahora sigo con el alemán que ha de ir por una avenida en máquina
de líneas inspeccionando la rígida arquitectura de las casas.
Cuatro, seis, ocho líneas y un cero bien redondo, la cabeza, miran la
romántica y cervecera luna que asoma por media cortina a la ciudad.

86
El alemán sigue ojos al cielo y no se ha emocionado nada. Lleva en el
ojal izquierdo de la solapa una ñor. Y él no sabe por qué la lleva. No
parece tampoco puesta por mano de mujer. Se diría que es la flor
candorosa que los necios llevan en la solapa.
De repente, se ven que cuatro, seis, ocho líneas y un pie lento montan
una bicicleta. Luego, nada se sabe de las líneas.
A la niebla de las líneas, en la noche, cruza el joven alemán la tercera
avenida. Es la avenida de goma. El joven alemán ya no se mueve. Está en
el purgatorio parado en una bicicleta de líneas.
¿Es una cita?
Y el cuento del joven alemán de cuatro, seis y ocho líneas acaba.

APUNTE PARA UNA CRÓNICA


BASTANTE LEJANA DE ESTE APUNTE

Deseo vivir en otro país. Caminar por la rue Vavin. Tener miedo a un
automóvil al cruzar una calle, de noche, a distancia de bujías de una
mujer. En suma, deseo sentir en nueva conciencia lo sutil. Lo que ya ha
sido en otra época de mi piel.
Ahora voy por la rue Vavin. ¿Cómo está usted, me dice un ruso, en
pésimo francés sin dientes, sin bonita boca, amén de la oscuridad de la
noche que cae sobre Montparnasse. Pero nada. Yo voy en busca de esa
diabla de Lily que va por todas las calles de París, que entra y sale.
A la mañana siguiente el periódico Paris Midi, da a conocer esta
noticia:
«Xavier Abril, poeta viajero que vive en la actualidad en el Perú,
perdió el conocimiento en un antiguo estado vital, en la rue Saint Georges.
Se tomaron fotografías.»

XAVIER ABRIL HA MUERTO

Dormía frente al espejo. Y de noche — saliendo de las sombras de las


sábanas que no dejan de ser blancas — Xavier Abril se vio en el espejo
muerto. Que es casi siempre lo más difícil.
¡Qué manera de sentirse muerto, de saberlo y no llamar al médico! El
hecho es que uno a veces sabe cuándo está muerto y no se puede hablar
porque se dejaría de estarlo. Muchos mudos han sufrido los partes facul-
tativos de la muerte y los han tenido que aceptar.
Frente a los espejos que al alba encienden sus luces en el cuarto, yo me
miraba a pausas, disimuladamente, para ver si en verdad estaba vivo o

87
estaba muerto. Cosa que ha de ser bien terrible de saber. Pero determiné en
un suicidio sin voz que estaba muerto. Me eché largo a largo en la cama,
pero uno de los espejos me autentizaba vida cuando estaba muerto.
Y en el calendario —que nunca faltan en las habitaciones de los
hoteles de segunda clase — taché el día de mi vida y mi muerte. Cosa ésta
muy rara para otros, pues por lo general, las gentes mueren nada más.
Y taché el 25 de marzo en su mañana. Y debió aparecer en los perió-
dicos la noticia. Pero no. Ningún testigo estuvo en el momento, único
momento de mi muerte.

COLEGIO

- 1 -
Cuatro líneas la mesa y cuatro niños en ella.
Cuatro líneas. E l mundo lo hicieron con cuatro líneas.
El colegio es un texto de geometría.
Y fuera de las ventanas, al verde liso, el horizonte es una línea bien
hecha: «Primer premio de geometría para el niño cielo».
Pero en sus casas, de noche, los niños tienen miedo a las líneas.
Ellos ven que se salen de los cuadros.

-2-
El niño observa, en su clase, que el asno también tiene cuatro líneas.
Pero no le dan el premio. Entonces piensa que el asno, como el hombre,
tendrá dos líneas. Y en la sala de geometría el profesor le da el premio.
Y ya tiene el niño dos líneas para hacer al asno y dos líneas para
hacer al hombre.

CIRCO

E l payaso del circo, el pequeño Tom, perdió la risa en el redondel. Y


todos miraban al payaso como una manzana de curiosidad.
El payaso ya no estaba en ninguno de los colores. El amarillo de su
cara había corrido a borrarse entre sus ojos de tristeza.
Su risa la buscaba en uno de los espectadores, pues había un rumor
de payaso en los ojos de todos.
¡Cómo se reían los cordeles blancos ante el espectáculo de naturale-
za muerta del payaso!
Los brazos rosados de una niña gorda, redonda, movíanse en el
redondel.

88
Pero la risa no estaba ya en el circo.
«Cinco minutos. Intermedio para niños. U n papagayo de colores
para el que diga dónde está la risa de Tom.»
Todos se vieron las caras. Y un chico acusó a su papá.

BAILE

No es la sombra, el color, el vestido de baile ni las medias tan claras


en el sueño. Es algo más: la pierna postiza o la cara de goma. Es el nau-
fragio del ser, línea pronunciada, desesperanza.
Humo y nada. Careta sola en el baile de máscaras. ¡Horrible soledad
de las máscaras! Y por dentro, la risa de un figurón de cera. Eso es uno:
un figurón de cera dado a ser, a tierra y a pérdida. Un figurón es, además,
una buena persona de smoking y de palabras en algunos idiomas, con
monóculo para ver de soslayo.

LAS MOSCAS

Las patas de las moscas son más delicadas que la sonrisa. Las mos-
cas se comportan deliciosamente en el diálogo con la miel. Esto lo han
aprendido en las tiendas de té en Irlanda. E l pensamiento de las moscas
es mucho m á s sutil que la telegrafía sin hilos. E s nerviosidad, vuelo,
telepatía.
Las moscas son nuestras más fieles amigas: nos acompañan en toda
la enfermedad hasta ese período lánguido, asexual de la convalecencia.
Sin embargo, las moscas tienen un fin trágico debido a los adelantos
modernos. Ellas sufren los m á s rigurosos métodos terapéuticos. Sobre
las moscas se puede escribir cosas geniales. Pero yo nos las escribo por
temores de orden disciplinario de la inteligencia. Siento a veces la reac-
ción del método clásico. A pesar de todo esto estoy convencido de que a
las grandes hazañas epopéyicas, ha sucedido la Era que podríase llamar
microscópica. Así lo creo y entiendo.
Rehabilitación plena de la mosca en la Edad Moderna.
Lo único absurdo en la mosca es que no haya podido terminar con el
sentido sexual. E l coito de las moscas —que yo he observado casi con
intención astronómica — dura demasiado tiempo en el aire. Proceden sin
moral papal; están excomulgadas, en el índice, debido a que hacen el
amor libre excitando malamente a los enfermos de i m a g i n a c i ó n
suprarrealista. Ellas no se casan, prefieren, como en el régimen soviético,
el amor libre. Son comunistas, marxistas como las hormigas y, como

89
éstas, se saben de memoria o de tacto, ias condiciones atmosféricas y
económicas del tiempo. Por ejemplo: el invierno es burgués. Y ellas su-
fren rigurosamente en el invierno.
Con sentimiento sonámbulo podría aventurar la tesis de que las
moscas proceden del sueño negro de nuestras pestañas. Si esto se creye-
ra exagerado, ruego no creer nada entonces.

JEAN Y PAULINA

Mi amigo Jean tenía cuatro años y ya se pintaba sombra, vellos, con


corcho quemado. Su tía católica Paulina —treinta y cinco años y sin
amigo — lo había pervertido buscándole ternuras sexuales que Jean no
tenía, pero que se presentían desde las venitas azules de su pecho a su
cabellera. Paulina adoraba en Jean al amante que nunca pudo tener, con
esa rareza del parentesco que otorga a las mujeres un poco de ternura,
pero nada de pureza. Jean cumplió los quince años con Paulina entre
sábanas. Paulina, el término de su juventud. Él olvidó sus juegos de
infancia con corcho quemado desde la noche en que vio la única reali-
dad de Paulina: su sexo, que también a momentos le parecía pintado con
corcho. El creía que «eso» de las mujeres era cosa que ellas se pintaban
desde chicas, detrás de las puertas, de noche, cuando se abren los poros
de la carne y el rojo color se enciende.
Jean, el horroroso Jean, tenía quince años cuando se le cayó el primer
seno a Paulina.

90
PEQUEÑA ESTÉTICA
1923-1926

Hay individuos que visitan las ciudades con sus instintos; otros,
con Baedeker. Hay hombres sin instintos, pero que tienen Baedeker. Es-
tos son los turistas académicos de las ciudades.

-2-
París es una ciudad cuyo sexo es inteligente, pagano, alegre. Madrid
es una ciudad simplemente sin sexo.

-3-
Los museos son el primer síntoma de reblandecimiento de las ciuda-
des. El que Nueva York tenga magníficos museos no prueba sino que hay
yanquis completamente seniles. E l museo en las Américas es una cosa
falsa.

-4-
Algunas ciudades tienen temperatura sexual. Sospecho que Roma
ha de ser sumamente interesante por el sentido histórico sexual de los
Papas.

-5-
Rasputín fue un Papa salvaje.

ESTÉTICA DE LA MUERTE

Las flores resucitan a las vírgenes muertas. El perfume hace el mila-


gro de recordarles el sexo. Las vírgenes muertas sienten el perfume de la
flor en los senos.
Las vírgenes resucitan sólo por el goce.

[91]
Las flores se marchitan cuando no tienen que recordar ninguna
pureza.
El sexo de la virgen es flor.

Los atardeceres se empinan al cielo.


Las seis es una hora anhelante de ascenso. Los árboles, las casas, las
chimeneas y las banderas pintan las tardes en viaje de ascenso.

La casa roja que se ve junto al mar siempre está ardiendo.


Y la brisa, que entre el humo se hace arco iris, apaga el incendio.

Las casas en Venecia tienen cimientos de agua. De otra manera, es


un absurdo pensar que puedan resistir tantos años.

L a Coruña juega carnaval con la costa de España. El cielo azul y el


rosa de sus casas.
Barcelona juega en las ramblas y Sevilla, en la Giralda. En E l
Escorial no se juega nada.

Amigo Max Jacob: el Cubismo, ¿es algo que se va por dentro? 7

En la ciudad el sol se pone en las vidrieras. A l día siguiente ya está


entre las joyas. Es una lástima que no lo puedan vender.

El humorismo tiene los ojos de gamo.

El ascensor es un negro civilizado.

México es un caballo en el mapa. Cuando estaba niño lo montaba y


dibujaba ríos para ver salpicar el agua.

7
Así en el original. (N. del E . )

92
Es también delicioso seguir a los ferrocarriles en el trazado de los
planos. Sentir ese placer de niño que dice: «Ahora va por aquí, y yo voy
en el tren y no se hace ruido».

Hay en las gentes cierta envidia por los nombres. Cuando el público
oye hablar de un escritor de inmediato averigua por el seudónimo.

Dicen que está en mí, pero ya es tiempo de que me diga su palabra.

Hay dos clases de imbéciles: los que dicen bonito y los que no dicen
nada.

El balcón es la cortesía del edificio.

E l camino es un vagabundo.

Ahora ya se sabe que el escándalo no es sino el choque de cosas


serias.

CIELO

En el fondo de música del cielo las porcelanas danzan.


Las blancas. Las verdes. Las esperanzas.
Las almas duermen el ritmo de las porcelanas y el cielo es un nido de
tacitas blancas.
E l color en el aire es el bozo del cielo efebo.

; No veis esa cruz? Tiene crucificado el viento.

¡Qué vas a conocer! Si el más allá no está en el mapa.

Las orejas son como interrogaciones. ¿Contestarán?

93
E l filósofo es el que escucha, le dijeron a la piedra. Pero ella no dijo
nada.

L a suerte es nacida del Polo.


Dos novios, en trineo, se v a n al Polo.
E l trópico es u n salón de mimbre.
E l calor juega a las cartas.
E n la línea ecuatorial el sol planta palmeras.

Atroz la vida en los hoteles.


Imposible dormir en cuartos tan ligeros, tan juntos. Porque, de segu-
ro, nos d e s p e r t a r í a e l s u e ñ o de los que duermen: comerciantes, poetas y
bandidos.

L l u v i a . Piedras mojadas. Las pestañas de las piedras tienen rimel, el


rimel de las mujeres que pasan.
L a l l u v i a hace el tocado de la ciudad.

PINTURA DE MÚSICA

E l recuerdo del verde es el color de afinidad.


Las ruedas de la m a ñ a n a son blancas y el carro de agua sobre el río
del s u e ñ o .

NACIMIENTO DEL NOMBRE

Lo que con algunos versos que me gustan me pasa con m i nombre:


que lo repito siempre:

XAVIER ABRIL - XAVIER ABRIL

H a y nombres que no me sé de memoria.


Recuerdo. U n día v a g u é en el silencio de Dios diciéndole m i nombre
y le supo a rosal. Desde entonces Dios se hizo jardinero de m i nombre. Y
en las tardes, sobre la brisa, v a deshojando m i nombre.
Y tal vez s i en el j a r d í n de la brisa es y a u n rosal m i nombre.

94
APUNTES SOBRE OTRAS COSAS

E l asno fue el primer creyente. A l menos, los ojos de los asnos son
sinceros. La religión se cree por los ojos y no de otra manera. Cuando
alegran las orejas los asnos, es que ya han hecho la primera comunión.
Cuando tocan a jubileo en las iglesias, sería bueno observar que, tras el
cura, en giro blanco, se encuentra el asno todavía en su limbo. En los
actos religiosos de pueblo — recuerdo de Belén— más se ofrende el asno
que el cura. Es un hecho en altar de palo de pino que la pureza es un
asno. Tras de las orejas, los ojos y el rabo se ve un remanso. Un establo y
mal olor. Esto es lo más delicioso de la religión católica: su mal olor.

POEMA

Hay un lugar adonde se van todas las miradas. Hoy vagaba en las
nubes su mirada.
El cielo se pintaba en la fuga de las nubes. Y las cornisas eran nubes
en mi casa.
Y en el cielo que estaba cerca de la glorieta, era vuelo de palomas el
aire.

EN LA ROTONDA. PARÍS

Gente exótica en humo verde. La Rotonda parece un barco de turis-


tas que acabara de llegar.
Dan ganas de preguntarle a esa mujer gorda: ¿Qué tal viaje? ¿Cómo
dejó usted a la luna?
Yo al alma la pongo entre comillas.

La B se ha comido la estética.

A l pensador de Rodin le falta escribir lo que piensa. Es ésta otra


manifestación de estar inédito.

Los hombres han evolucionado hasta ser modernos. Las mujeres,


nada. Son de un sexo sin imaginación. El sexo de la mujer es típicamente
burocrático.

95
Las sombras. Yo las he visto llorar. Un día vinieron tristes como
demandándome piedad, dijéronme: «¡Todos nos huyen!»

Estoy de duelo. Se me ha muerto una metáfora.

El descubrimiento de Newton es más interesante que la caída de un


aviador inexperto.

LO PATÉTICO

Lo vivo no es lo patético. E l esqueleto de un dinosaurio es más paté-


tico que Sachá Guitry. Este es mi punto de vista sobre el valor puro de lo
plástico, representa do-representativo. La inteligencia de mis ojos, lati-
tud, en relación con lo animado de los cuerpos, superficie.

Schuman es la mañana. E l jardinero del jardín de la música.

El Greco, la pintura.

Virgilio viene del amanecer.

E l esqueleto de la música es de agua.

En el sueño, los árboles se acuestan sobre las villas. E l sueño tiene


roce de hojas.

El oído debería ser una cajita de silencio.

La seriedad es un caballo de talabartería.

96
Los colores se aspiran en el aire. Ya no existe la pintura de lienzo. La
roba el ambiente de luz que se abre en las ventanas de los museos.

En el ocaso se compone el ocre que tiñe los árboles.


En cierta hora del día, en Galicia, el campo y los campesinos suelen
tener ese color de astro muriente y yodado.

* A *

La oscuridad de nuestras palabras


es constante y la adivinación queda
entre las manos de los niños.
ANDRÉ BRETON

De los rincones, de la ausencia de los juegos a los escondidos, salie-


ron los jorobaditos verdes.
¡Cojines ahora de mi cuarto!

Propongo la teoría de la idiotez. Todo lo que habita fuera y a los


lados de atmósfera del planeta.
Los ángeles de cera de las iglesias. Regalos de año nuevo. Los Reyes
Magos.

Picasso. Los hombres en la gran música se desnudaron a vírgenes


líneas. Daban gracia al sexo y se movían en líneas hacia adentro.
Leonardo de Vinci no ha muerto. Yo lo he visto sentado en el
rascacielo de un crepúsculo pintando el cielo de Nueva York-vía Italia.

Las casas que están en mitad de la calle tienen espíritu de pobre


diablo: se abrigan. En cambio, las inmediatas están en la actitud de que
algo necesitan, que alguna cosa está pidiendo despacito. A éstas ya se
les ocurre algo.
Las casas que dan a las esquinas son aristócratas: miran con monó-
culo, alzando la frente para darnos luego la espalda.

Si hay algo detestable en los conciertos, son las posturas graves que
toman los oyentes.

97
No debería de haber público.
Hay espectadores que hasta se creen el deber de hacerse los que
piensan oyendo música.
Tampoco debería de existir el pensamiento.

FILM

- 1 -
Hoy he aprendido mi primera palabra de francés: oui. Esto debería
ser todo el francés. E s la palabra que mejor pronuncian los franceses.
Bajan la cabeza hasta los pies.

- 2 -
Hay gentes de las que no se sabe cómo se conducen sexualmente. E s
un verdadero misterio. ¡Y por más que lo indagamos! Sería cosa maravi-
llosa — y ojalá — el ser un verdadero termómetro de todos los deseos. Ser
la estación y el camino sexual.

- 3 -
Hay mujeres tocadas de pureza entre nubes. Pero éstas suelen forni-
car con los santos, santulones de cera de las iglesias. Esto lo estoy escri-
biendo en el tren y frente a unas monjas. Me encanta preguntarme respe-
tuosamente qué clase de sensualidad tendrán. Siento un goce recóndito
y en viaje, como a un hilo de las personas.

-4-
E l paisaje no permite, dentro de su régimen natural —y de naturale-
za—, la lectura de libros, de esa manera salida de los trenes: un poco al
libro y otro poco al paisaje. Éste tiene una sutil malicia. A veces nos cubre
con un árbol. Sólo el paisaje es apto a la velocidad de un ferrocarril o al
ruido de un poema de Cendrars. Esto, porque quiere lo que le llega a
ritmo. U n libro es demasiado inútil al paisaje. Y los turistas tienen la
manía — los denuncio — de querer hacerlo hablar desde un apunte de
viaje o de un libro que es siempre una cosa que se para. Se sorprenderán
los geólogos y geógrafos de que en mis viajes haya visto paisajes sin
terminar. Cielos a la medida de los lagos y nada más. De la mejor manera
como viajo es mirando. Los ojos apuntan los horizontes y las avenidas
estelares que salen de los párpados de los niños que pasean en primave-
ra. Ved este paisaje del Polo. Una cuna de nieve y el niño cielo.
(En el sudexprés a Henday e-París.)

98
Cuando la muerte sucede en un hombre mozo, es necesario darle el
carácter de suicidio. Pues los jóvenes para heroicidad de la naturaleza
cuando mueren deben simular hasta la realidad el suicidio.
De otra manera, no puedo creer que tenga objeto vital la muerte de
u n hombre joven. Sería completamente absurdo.

STADIUM

E n el stadium, entre salvajes modernos. E l juego. E n el stadium hasta


el aire es robusto, insoportable.
U n boxeador que muestra ingenuamente la perfección de su sistema
muscular, nos dice m u y claramente que no es u n hombre, sino una mus-
culatura.
Luego, otra vista: fútbol. L a pelota es otro jugador. (No lo saben los
sportmans.)

M i r a d t a m b i é n atrás, a los costados, y corred hacia lo que se v a a


nuevo cielo de candor y por vuestros ojos.

Yo hice del spleen de las ciudades mis anteojos blancos.

E l gato es gótico.

E l gato hace ambiente de torres. A veces se sube tan alto, que en los
patios quedan sus pasos caminando.

Los mitos b á r b a r o s se han civilizado en los pomos de perfume.

L a llamada época de L u i s xrv no ha sido m á s que la era rosa de la


prostitución. L a historia burguesa y católica ha pretendido darle otro
sentido. Pero hoy, en pleno desenvolvimiento de la galantería capitalis-
ta, es bueno notarlo.

99
PAISAJE

A Green Mountain boy 1 be,


and a Green Mountain boy I, il
live and die, and take pride int.
SAN LOVEIX

Yo pagaría una fuerte contribución fisiológica a la Naturaleza por


encontrar un paisaje inclinado donde lloviera sobre los cuernos de los
rinocerontes.

La última ordenanza del cielo es que muera nuestro angélico Eguren.


Este envío es puramente astronómico, de fenómeno de luz y de sombra.
La muerte de un poeta se insinúa en el cielo siempre. Con la muerte de
Edgar Alian Poe se transformó el orden celeste y se produjo un nuevo
criterio astronómico. Le nació un verdadero problema a la astronomía
que para ser resuelto los poetas deben morir previamente. Por otra parte,
la muerte es el auténtico misterio de la poesía.
Yo diría, tomando el tono del olvido astral de Poe, muertos, canta-
réis mucho mejor.

El crítico: «El poema está trunco». ¿Y la Venus?

La Naturaleza se presenta desnuda. ¿Carece de moral?

Siempre hay un remordimiento en el triunfo, y es el cómo se quedará


el fracaso.

Con ía cebra nació el sentido natural y pirata del tatuaje.

El cigarrillo es culpable en cierto modo de las divagaciones literarias.

Hay hombres que dan cuenta de «algo», pero no de nada. Es mucho


más difícil.

100
Para el cisne no hay más que el lago. ¡Quitadle esto!

Del sueño a la creación.


Nace Narciso de las caderas a la leyenda griega. Y se hace el mundo
mejor.

La tranquilidad es una rama de olivo que los pájaros traen en el


pico.

Las flores cantan tan despacio que sólo las oigo ya por la noche en
los ojos de Betsa.

PASCUA EN PAISAJE

- 1 -
James Joyce está bien en el tren que lo lleva hacia la Pascua, en su
tren de madera de la infancia. E l humo y su palabra iluminan a los
árboles enanos de las montañas de Saint Moritz.

-2-
No he podido aprender a ver el paisaje solo. El automóvil, como la
nube, es una manera del paisaje. El hombre en su avioneta es más inge-
nuo que un niño. Las cosas que se hacen con seriedad son las de más
candor, las más celestes.

-3-
La Pascua hace crecer en Europa las barbas de los viejos. La Pascua
enternece a miss Amy, la marinera azul de Paris Plage, que extraña con
técnica de cielo —en dos horas de avión— los alrededores de Londres,
donde viven sus nietos bien alistados y con sueño largo sobre la Pascua,
junto al árbol iluminado.

-4-
Herbolarios chinos añoran la Pascua de sus hierbas. Farolitos. Pekín.

-5-
Pascua, casa con familia, con el hijito de Chaplin en celuloide para
reírse como un chicle. Pascua norteamericana con leche, con papás de
treinta años, alegres, auténticos.

101
- 6 -
E l n i ñ o siente la primera revelación del mundo en la Pascua. L a
Pascua es el juego candoroso del n i ñ o con los mitos. E l n i ñ o coge al
mundo por la Pascua. Entra al mundo por la Pascua.

_7_
E n los primeros años no se teme al candor de los animales. Es curio-
so advertir que conforme el hombre v a h a c i é n d o s e , establece s u separa-
ción del animal. Esta es una de sus primeras aristocracias. E l n i ñ o es
m á s fuerte que el hombre dentro del sentido de la Naturaleza: convive
con el animal, tiene su misma ternura y placidez.

- 8 -
L o s garabatos de los n i ñ o s son poemas a la Pascua.

* * *

¿Veis esas manos p á l i d a s y largas? ¿Y c ó m o las habéis visto, hom-


bre maravilloso? ¡Ah, q u é bellas son! Pero no olvidéis que todas en la
v i d a son mendigas. ¡Todas piden algo!

L a niebla en las ciudades no es sino el s u e ñ o que se escapa de las


casas. H a y que cerrar bien las ventanas.

E l hombre que se cayó de la escalera fue el mejor payaso en circo del día.
Y en la rotación del Sol debe de estar dando vueltas como en remolinos.

L a pelota es una desgracia. Y los hombres nuevos patean la desgracia.

POEMA DELA TORTUGAPOEMATIZADA

H e llegado a poematizar la tortuga. Y hoy están todas las tortugas


del mundo en el declive de mis escenarios.

1; 100; 1.000; 1.000.000. L a tortuga tiene un sentido financiero. L a


economía de los miembros es la tortuga.

102
Auténtico: las tortugas salen de los remolinos y los p á j a r o s nacen en
el viento.
Estoy seguro de que ahora la tortuga es u n poema en el fondo s i n
color del espectáculo. E l fondo es la oscuridad de u n tubo.
Nota: H a b í a n nacido las tortugas sin intenciones, pero y a caminan.
Y se han precipitado a la ciudad.
Y a v a n en a u t o m ó v i l e s . ¡Las he poematizado!
¡Que caminen todas las tortugas del mundo!

* * *

Yo me r o b é la tarde para quitarle esta e m o c i ó n a l mundo. H a y que


quitarle todas.

No viene el tranvía. Pero tengo miedo de pasar por los rieles. Me


pisaría la intención.

Fuera de la ciudad, el campo no tiene tarde.

Cansancio. ¡Cómo se cae esta palabra!

Ciudad. Carteles luminosos en donde la muerte no se anuncia jamás.

L a curva es la embriaguez de la recta.

H a muerto el arte. Ahora todo el mundo comprende. ¡Hasta se ense-


ña a comprender!

E l eco no tiene v e r g ü e n z a . Nos pregona su fracaso metafísico del


allá.

Inquietud urbana. Los autos hacen él jazz band callejero. ¡Qué pobre
idea tienen de la m ú s i c a los t r a n s e ú n t e s !

103
Yo lo sé de antiguo. Fueron vagabundos. Y hoy les dicen árboles.

La caricatura será el retrato del futuro. El retrato nunca es sincero.


No esconde intención.

Los griegos tenían el sexo en el cerebro. Por lo intelectual del pueblo


griego, no se tiene noticias de que hubiesen habido mujeres.

¡Quién lo creyera! ¡Tiene treinta partes la hormiga!

El cielo desdobla el panorama. Mi vista ara el horizonte y mece árbo-


les lejanos.
Invierno. Niebla.
Una casa va de viaje al Polo.

Siempre que pienso en alguna persona estoy de luto irremediable.


Muérese en mi corazón.

E l horizonte es de agua.

Esa casa de enfrente es de un sabor recóndito. Muy a menudo me


asaltan deseos de vivir en la pantalla que vi al pasar en un ómnibus muy
alto.
¡Ser el habitante de una pantalla verde! ¡Dormir en tu sueño, desco-
nocida de la ciudad!

Yo siempre dedico las cosas que no me agradan. Es mi manera de


conocer el gusto de los demás.

En Lima hay una cosa que siempre está de moda: que la gente escri-
ba mal.

104
E s positivo que hay gran a n a l o g í a entre m i spleen y las torres tan
altas de las iglesias góticas. Y en las noches de sombras que recortan las
cruces, m i spleen es un color que sube las torres hasta el aire.

Indudablemente — dijo el filósofo, viendo las cruces en el cemente-


rio— es cierto que dan frutos los muertos.

E l relojero, en sus simplicidades mecánicas, en su avidez descubri-


dora, siempre parece tener miedo, como s i para sus adentros, en verdad
se dijera:
«Yo soy también astrónomo.»

CIRCO

Los payasos de los circos tienen una continuación de manos por la


cara. E l aplauso de la gente. L a luna encima de la carpa. Los huecos de la
lona que como ojos miran el espectáculo. Y un chico con miedo cerca del
elefante.
U n payaso está triste de no ser otra cosa. Y un espectador que, por
nerviosidad, es solamente un payaso de dos minutos.
D e s p u é s , se sale la risa por las puertas del circo.

APUNTE DE UN MINUTO
SOBRE EL CIRCO

Los brazos de Venus siempre e s t á n cometiendo u n delito artístico y


criminal en los suicidas amantes.
Los brazos de Venus están en caja de luna. Se conocen sus u ñ a s que
a r a ñ a n el amor de las novias gatas en los tejados lunáticos. Los brazos
de Venus se v a n por las nubes al cinema de la tarde. Y en el espectáculo
no hay nadie. H e e n g a ñ a d o al paisaje diciéndole bellezas s i n motivo. Y
me he ido en la pluma del aire con el s u e ñ o de los brazos de Venus.

* * *

105
La aventura moderna que, históricamente, nace con el mercantilismo
o crecimiento capitalista, tiene su truco en el seguro. La aventura con-
temporánea y deportiva se distingue de la hazaña heroica simplemente
en un juego y truco de candor: en el seguro.
Las escenas medievales y caballerescas se han mineralizado y en-
mohecido tanto en la penumbra del mundo, que son ahora fantasmas
perdidos en el hollín del tiempo.
Respecto de Zola, yo creo que sólo los carniceros están o pueden
estar interesados por vender las carnes descompuestas del naturalismo.
Sospecho, además, que en todos los países del mundo existen buenos
postores deseosos de hartarse de ellas. Los pequeños burgueses. Confie-
mos en que algún día el hambre organizado terminará con el naturalismo.

FIN DEL PARAÍSO

Je crois que mon art est arrive au del.

106
DIFÍCIL T R A B A J O
XAVIER ABRIL

DIFICIL TRABAJO

(ANTOLOGIA)

( 1 926 - 1 930 )

EDITORIAL PLUTARCO
M A D R I D - 1 9 3 5
Este libro representa una etapa ya superada por el autor; debió
publicarse en 2932. La Editorial Plutarco
lo tenía en prensa desde ese año.
Dificultades mayores no han permitido
que saliese hasta la fecha.

E n el ejemplar con el que trabajamos se lee la siguiente dedicatoria de puño y letra del
poeta: «Para A l i c i a , en cuyo corazón he visto nacer ei alba de l a poesía y del amor /
X a v i e r / Madrid, 1936». ( N . del E . )
Vivo, pienso y escribo. No todo escritor vive para pensar; la mayoría piensa
para vivir. Como no soy un puritano ni un inhibido seminarista, amo, gozo
y deliro. Demás está decir que sufro, si todo lo vital concurre en mi destino.

X. A.

[111]
L A POESÍA D E X A V I E R A B R I L
(ESTUDIO)

E. A. von Westphalen

Todavía podemos gozar esta felicidad que levanta en el hombre la segu-


ridad incontestable de unas palabras recién creadas, con u n ritmo a ú n
m á s inédito, la «transubstanciación de cada cosa milagro», el cumplir la
poesía su difícil destino: lograr una nueva expresión, «reculer Ies límites
de l'ineffable», con las palabras de Lucien Fabre. T o d a v í a la imagina-
ción ejerce sobre nosotros todos sus derechos, nos hace aceptar lo inad-
misible para los p r a g m á t i c o s de la razón razonante y razonada, todavía
creemos en la poesía, en la apenas nacida de cada día y cada hora, en «la
inútil, la impura y la m o n ó t o n a » , en la que desde siglos a la g e o m e t r í a
crecer pelos hace, y t a m b i é n que las flores se abran en el minuto asigna-
do por u n verso dicho tal vez con d e s d é n por u n poeta que así declaraba
su existencia, su h á b i t o de imperioso mandar y ser obedecido. Esta pro-
fesión de fe o p e q u e ñ a moral de bolsillo, era necesaria antes de hablar
con la debida iluminación y carácter de inalternable que demanda la
poesía de Xavier A b r i l . Ante ella, nuestra primera constatación es la
autenticidad de su presencia: esto era y nadie sospechaba: lo que es m á s
e x t r a ñ o de lo que cualquiera suposición pudiera entrever, pues se trata
de lo imprevisible e inflexible, de lo inesperado, de la poesía brotando en
la frescura del venero originario, del hondo anímico donde se conservan
los primitivos recuerdos que ponen temblor de dicha en la voz, como
guarda el transcurso y la continuidad de esa angustia propia al hombre,
por las edades, y que cada vez aflora como la primera y es la eterna.
Puestos en el trance de elucidar la condición primordial de la poesía de
Xavier A b r i l , no d e j a r í a m o s de señalar la que es condición de toda poe-
sía: la novedad, el descubrimiento de lo ignorado, los t é r m i n o s que se
suman para la nueva belleza, la i m p ú d i c a y desconcertante creación,
indiferente a lo y a hecho y digerido y muerto: «toute poesie», escribe
Bernard Fay en su Essai sur la poesie, « d a n s la mesure oú elle est reélle, est
neuve et c o n s é q u e m m e n t inattendue, choquante, insolite». Xavier Abril

[113]
ha dado siguiendo la particular disciplina por la que, según Novalis, «lo
involuntario deviene voluntario», enfermo de sueño y ensueño, con vas-
tas y maravillosas floridas, a consecuencia alguna vez de una vibración
demasiado fina de la brisa o las pestañas, otras de la intencionada ternu-
ra de una flor, del súbito goce de un nuevo equilibrio, de un color casi
sueño, del peso tenue de la luz sobre unas retinas hipersensibles, en fin,
del sobresaltado e inacorde galopar de su corazón enfermo. Los ojos de
Xavier Abril se abren con la ineludible significación del que ha batallado
por siglos en atmósfera de mitología, más allá de la «noche oscura».
Todo es allí, por razón de una necesidad irretornable, videncia y palpo
del misterio en su ser natural. Esto es: la alucinación, la actitud poética
espontánea de Xavier Abril. Recuerda la manera de los iluminados, o
sea, que pertenece a la magnífica categoría de los Rimbaud, Jarry, Ducasse,
de los poetas alucinados de los que, como observa T. S. Eliot, «saltan
bruscamente en un mundo de sueño», y les es ya imposible retornar de
él. Y comienza entonces «the experiment», el «difícil trabajo», el conmo-
vido y seguro delinear una arcangélica «guía del sueño», el olvidar si en
algún tiempo existió el descanso, la tranquilidad — descanso, tranquili-
dad?, ya recordamos: «anterior al balido», etc. —: el poeta debe su delirio
proseguir, su locura, y dejar lo establecido, la naturaleza sin fantasía,
«les natures mortes», en que se complace el resto de la especie de los
«hollow men», de los «stuffed men». Así, Xavier Abril ha conseguido en
su poesía presentarnos su experiencia en carne y hueso propio de tales
espeluznantes y enternecedores sucesos:

«su cabellera tira de la ola».


«de la terrible marejada del fuego».

Encontramos en su poema: «Itinerario de la locura», pero más tarde,


en el mismo poema, esto otro:

«su pelo rubio».


«en alemán me habla».

Es inútil y superfluo indicar que semejante poesía ha sido calificada


de hermética. Porque parece que encuentran la poesía algunos espíritus,
aunque es un equívoco nuestro, debiéramos decir los hombres que po-
seen la prolongación pendular de una nariz y unos dedos dignos de
amasar alguna substancia pegajosa, sin estar muy seguros sí en sus
cerebros germinan las trufas, y que despiden ese color característico de
las materias descompuestas o la basura intelectual, sobras de sistemas
ideológicos, pecios de creencias extinguidas, ellos en fin, encuentran

114
que la poesía tiene un rostro poco agradable en estos últimos años, des-
tila un corrosivo veneno que les ciega y sus pulmones marchita. Su inso-
lencia y sus escupitajos, su seguridad en este principio de propia insufi-
ciencia que se muestra en el artículo 11 de la proclama en «transition»
(n.° 16-17): «the writer expresses, he does not communicate», han lleva-
do a hablar de «the cult of unintelligibirity», como lo denomina Max
Eastman, del hermetismo poético, del carácter incomunicable de la poe-
sía. Nosotros debemos, sin embargo, protestar de esas denominaciones y
aserciones que hacen suponer la existencia y realidad de lo ininteligible.
Nosotros nos lo explicamos todo, aseguraba hace poco Xavier Abril, no-
sotros tenemos esta certeza que expresaba hace medio siglo Isidore
Ducasse, conde de Lautréamont: «II n'y a rien d'incomprehensible».
Nos ofrece Xavier Abril un ejemplo — que la radiografía de su esque-
leto también atestigua: esqueleto «style xx, siecle» — de la poesía de este
siglo con la suya de sigilo y presentimiento, de esta poesía que no quiere
significar nada, se podría decir, si, en verdad, no significara todo, o al
menos nuestra época — ¡todo! — al combatirla y al completarla en lo que
no es y debe ser, al crear, como Bernard Fay piensa, nuestra época. Ase-
veración que podemos oponer a Mr. Aldous Huxley, cuando, preten-
diendo determinar los límites de la poesía encuentra que la actual no es
verdaderamente nueva, pues para ser tal, opina él, debieran los nuevos
descubrimientos de la ciencia y la filosofía ser sus sujetos de emoción
poética. Las esencias, olvida así Aldous Huxley, poéticas, a las que antes
nos hemos referido y que son completamente a los menesteres científicos
y filosóficos ajenas, y, por tanto, imposible que puedan trocarse en su
contrario éstos, en lo que les es opuesto, como no pueden las nubes gua-
recerse en el interior de las casas ni la mano tocar el vacío, en experiencia
poética, y vivir en el poema, ser temas del poema. «Hablar hoy día de
poesía filosófica, escribe Paul Valéry, es confundir ingenuamente condi-
ciones y aplicaciones del espíritu, incompatibles entre ellas». A la poesía
de ideas, falsa poesía, absurda, de metafísicos, teólogos y escolásticos,
a la poesía didáctica al igual que a la de sonidos, la poesía-música o
simbolismo, la que nombra Ezra Pound: «melopeya», «y a la popular y a
la académica», ha sucedido una vital, dinámica, del movimiento del ser,
cinemática. El mundo de la imagen es venido a nos con su séquito de
proporciones y desproporciones, sucesión, desquiciamiento, desvaneci-
miento, desdoblamiento, disminución y ampliación, monstruosa multi-
plicación, lo informe, el microscopio, la lente, los olvidos, la inconciencia,
el mito, con «mitos y más mitos», como desea Eugene Jolas. La calidad de
no esfuerzo aparente, pero, en realidad, de dura labor comparable a la
que determina la cristalización o la sufrida eclosión del vegetal, de ha-
llar y expresarse en la más profunda naturalidad, en lo que es origen y

115
no establecida formalidad de belleza, debe la poesía contemporánea a la
imagen y su absurdo. Porque es ella la síntesis y la nueva creación, la
adánica calificación, las cosas según un fresco nombre y no con el usado
y sucio rótulo que el diccionario adjudica. Sólo el violento salvaje que es
Xavier Abril, el sin miedo explorador de subsuelos y subcielos era capaz
de esta definición: «geranio o pequeño crimen del perfume». Y es de
preguntarse en qué obscuridad y lejanía adquirió su voz tal timbre con-
dicionado de primitiva emoción y admirable ternura, por qué locura y
qué pureza su sensibilidad se afinó e hizo tan lúcida hasta conseguir
sentir esa «flor muerta debajo mi sueño» o «las raíces del cielo se han
profundizado en mi pecho».
(Es de notar la similitud correspondiente a las intenciones parejas
de la imagen en la poesía y el cinema, o mejor dicho, de sus consecuen-
cias. Pues en ambos es el principio copulativo el substancial: el choque
de realidades ajenas que sucede en la frase, transcurrir literario; en el
montaje, transcurrir cinematográfico. Se sujetan, así, poesía y cinema, a
la realidad de la interpretación dialéctica del arte, y, en consecuencia;
«al principio dialéctico del movimiento» —son estas palabras de S. M.
Eisenstein—, que se encarna en el conflicto, como en el «principio ele-
mental y esencial de toda obra de arte y de todas las formas del arte». En
el cinema esta colisión es la de las direcciones gráficas, escala, espacios,
masas, profundidades, etc., en la poesía es originada por el accidente
gramatical, por la catástrofe gramatical que realizan la contradicción
real o aparente, la negación de propiedades físicas elementales, lo con-
creto en lugar de lo abstracto, lo general en lugar de lo particular y vice-
versa, la disyunción, etc., es decir, lo que llama Louis Aragón: «formas de
aprehensiones de la idea puramente sintáxicas, por inventar cada vez»
(sic). Esta última cualidad de impremeditación es importantísima: es la
que asegura espontaneidad, verdad poética, ardiente y profunda y clara
verdad, precisión de íntima realidad, de introvertible realidad, de la que
hace exclamar a Xavier Abril: «en el agua y en el fuego veo el origen de
mi canto». De este modo nos asegura contra todo huero gramaticalismo
de poesía intelectualista, contra toda poesía definible como vasto
«calembour», que quiere Jean Cocteau. Por la perspicacia y agudo olfato
de su proyectante nariz, ha logrado Jean Cocteau percibir que la más
digna y valedera poesía, el más valioso e imperecedero arte, exigían al
poeta, al artista, sentirse, estar, en peligro de muerte de un extremo a otro
del recorrido de su experiencia estética. Y de ello ha sabido aprovecharse
para simular el peligro: peligro circense, siempre de prestidigitador, de
acróbata con red contra el improbable vértigo. En su literatura todo se
convierte en truco, es truco, hasta «Orfeo» no certifica sino del truco de la
muerte, de otro «secreto profesional». A l arabesco, preciosismo, false-

116
dad, ridicula perversión, burgués e inútil estetismo, tecnicismo de la lite-
ratura coctoniana, es bueno oponer, por ejemplo, la pujante voz desga-
rrada y sexual, de terribles tensiones, honda, dolorosa de Rafael Alberti,
o la insistente, amanecida, reveladora, atormentada de Xavier Abril.)
Llegado en la época en que sentimos los primeros vagidos del admi-
rable infante, divino infante: el cinema, del que nos ha dado el excepcio-
nal regalo de un sentido más para lo patético del misterio y por el que
poseemos un ojo arbitrario aunque «más maravilloso». Dice Blaise
Cendrars, «que el ojo a facetas de la mosca», que nos permite inéditas
realidades y una reformada física, era natural que Xavier Abril sintiera
por él algo más que simple entusiasmo divertido y supiera compenetrar-
se del amplio contenido humano y genial que encierra. Que es lo que con
claro instinto y adivinación del nuevo ritmo cardiaco que significa, en su
«Radiografía de Chaplin» nos enseña, conforme a exigencias de novísima
mitología. Radiografía y análisis de Charlie Chaplin en medida exacta
de puras reacciones químicas, fisiológicas y anímicas de más recóndita
humanidad es la que realiza. Y ellas han revelado a Xavier Abril el secre-
to del incomparable trágico: estaba en sus huesos, en lo oscuro de su
osamenta, en las córneas, en lo espectacular y tierno de las pupilas que
un cosmos crean y crían, en su derrotado chaqué de lacerante y lacerado
romanticismo, en lo íntimo humano de cada gesto según el corazón o el
ánima imponen. Sólo él o casi él solo (también recordamos ahora a Louise
Fazenda y la terrible insistencia con que nos hacía pensar en la defeca-
ción de una paloma en el aire) ha salvado lo arbitrario, lírico, puro, gro-
tesco, primitivo del cinema para el duro vegetar del hombre en este siglo,
es decir: la despreocupación, y alegría de la especie joven en legendarios
días de peregrinaje, heroicidad y comunidad con la naturaleza. El senti-
do del humor, gracias a él, subsiste y se ha difundido por las más apar-
tadas regiones del globo; gracias a él se asegura por dar él fe, la posibili-
dad de una auténtica alma ecuménica, emocionable por igual ante la
nueva pantomima: el hombre de los cinco continentes frente a las trému-
las pestañas de Charlie Chaplin, se sabe en pureza y libertad. Y también
nada como el cinema, depurada realidad, menos realidad y más reali-
dad (que podemos demostrar como consecuencia de su producción eco-
nómica y científica, de laboratorio, actitud similar a la del Hebdomeros
de Giorgio de Chirico, que llegó a «prendre des allures de chirurgien de
haute école»: arte con asepsia de guantes cirujanos y erinas), para hacer
vibrar las más emotivas cuerdas, la más fina sensibilidad, la del poeta,
la de Xavier Abril. ¿El cinema o nuestra felicidad? No creemos, sin em-
bargo, necesario hablar en este momento de su grandeza a decadencia
(¿decadencia?, indudablemente del cine hecho en Hollywood de Los
Ángeles o de él imitado; pero los cineastas rusos elaboran la nueva epo-

117
peya a l dar vida artística a su credo que es el nuestro), del porvenir
subsiguiente a su actual crisis; todos sabemos que como expresa Benjamin
Fondane, « u n e gran partie d u p o é m e est sur le seuil du suicide». De la
otra parte estamos seguros, en cambio, de que hoy como nunca está m á s
pletórica de vida y realización: las palabras han llegado a repetir el bor-
donear irreprochable de unas alas batidas de ángel, a imitar el sorpren-
dido y temeroso salto de u n canguro sobre el improvisado o b s t á c u l o de
tres hongos gemelos y nostálgicos, a transparentar el silencio en sus
variadas posturas e increíbles groserías de n i ñ o mimado a l que atraen
los objetos desechados, los miasmas p ú t r i d o s , a realizar nuestros m á s
fervientes deseos: « e n t e n d r e parler u n langage de catapulte, á ecrouler
les plafonds, á d é c o r n e r Ies b o e u f s » . E n el Apocalipsis estaba la imposi-
ción del tono poético que h a b í a de predominar. Louis A r a g ó n hace refe-
rencia en s u Traite du style, al í m p e t u dispar que jadea en e l i n o r g á n i c o
abismo, en lo profundo de la nada poética: la poesía necesita cosmos que
devorar, dioses que destruir, los diluvianos animales que ocupen u n
lugar en su vientre, el infinito desierto para convertir en mar con el des-
borde de sus cotidianas y p e q u e ñ a s necesidades: «la poesie est par
essense orageuse, et c h a q u é image doit produire un cataclysme. I t f a u t
que 9a brúle!».
Cuando el tenso grito y temblor de p o e s í a se desvanece en otra at-
m ó s f e r a , es posible obtener u n dato: la literatura de Xavier A b r i l , por
ejemplo, tiene «color de a u s e n c i a » , sus poemas tienen cuatro patas,
animalidad y resonar y eco de los cascos de la gacela. Aunque igualmen-
te puede permitirse la « d e l g a d e z indecente» y la creación de una dicho-
sa por poética geografía terrestre que cumple en su libro Hollywood. E n él
nos gusta hallar el manifiesto desenfado «que dando vueltas por el idio-
ma se d e s n u d ó de las palabras hasta quedar a pie sobre las íes». T a l v e z
no sea necesario a ñ a d i r que siguiendo el m é t o d o surrealista, h a sido en
gran parte escrito; es decir, siguiendo la línea que v a «del s u e ñ o a la
creación», el m á s exigente y absorbente m é t o d o . Pero sí debemos, ya que
como toda obra literaria, es nudo dialéctico en su presente de una evolu-
ción y u n porvenir, darle el rango e importancia que merece y que es s u
vaticinio de tan esplendorosos frutos: «Taquicardia», «Guía del sueño»,
«Difícil trabajo» y «Crisis». Y t a m b i é n apagar nuestra voz y elogio, por-
que bien puede pasarse sin ellos la poesía cuando de verdadera se trata.
Y éste es el caso de la poesía de Xavier A b r i l .

(1931)

118
TAQUICARDIA
(1926)

DEL SUENO ALA CREACIÓN

Todo el presente de uno rodando por las calles del mundo con sus
choques del alma y su asistencia a tiempo.

Embriaguez. Taquicardia.

La vida nos hace caminar como locos.

En las pupilas llevamos los paisajes suspendidos. Las visiones nos


asaltan de noche en cajas de noche, de muerto. A veces, una mano
—nuestra mano — abre una puerta. Y se está durmiendo dormido en otra
casa y hasta en otro sueño.

En las mañanas resulta que nos han cepillado los ojos y amarrado
las pestañas. Y no podemos salir de nuestro sueño como si hubiéramos
entrado a dormir en casa ajena.

Los viejos de una moral alegórica y lúgubre, en los arcos de las


puertas, nos dictan estúpidamente la experiencia. Esto es cierto. Todo
viene a nosotros —la razón— cuando estamos durmiendo. Nos estira-
mos en la noche y oímos mejor el mundo. Nos vamos. Pero viene una
gran pena de nuestra carne que nos devuelve a la mañana.

* * *

[H9]
Estamos en dos naturalezas a un paisaje sin ruedas, baldado, casi
enajenado, ausente, sin grandes pruebas de verdor.

Nos encontramos en un hospital. Pero en la sala han desaparecido


las puertas y no hay salida.

Hasta el día siguiente.

No se recuerda sino que se estuvo hablando, ¡y la última palabra


con un sabor a sangre en la garganta!

Por toda bondad nos han puesto un vaso de leche y un espanta-


moscas. Es todo lo que se tiene de la demente y mísera sociedad burguesa
en medio de la pérdida de nuestra memoria. La llegada de un amigo le ha
dado a la habitación una ceja de asombro y de dolor. He abierto los ojos
desde el cielo a nube de tranquilidad. Me quedé en suspenso de una
cuerda de sangre que me halaba desde la aorta aortado.

Ni una sola noche se ha podido pegar los ojos. Y se espera amar-


gamente el alba. Se ha de tener luz en los párpados para dormir libre-
mente, pues los sobresaltos llenan de sombras y fantasmas la noche.

Asalta el sueño blanco, silencioso, huido, de las sábanas.

* * *

Estamos angustiados sin noche suave para nuestra vida. ¡Si recor-
dase todo lloraría hasta por la carne!

Recuerdo. El cerebro golpeábase contra el cráneo y no se veía ni la


oscuridad.

Salimos en busca de lo que hemos perdido y no encontramos cami-


no. Y se va hablando solo, y se quisiera estar en todas partes. Pero en una
esquina ha silbado un pito y todo se ha parado como un automóvil o
como la gente que podría ser otra cosa: la humanidad está loca de bús-
queda y alguien se ha quedado con el importe miserable de nuestro día.
¡De nuestro trabajo al fondo de la vida!

¿Y qué es lo que pasa? ¡Que el dolor da vueltas en nuestra cabeza! ¡A


algunos les trepana el cráneo!

120
A veces todo se ha vuelto ruedas. El blanco es el color de telaraña en
que se ha caído, durmiendo. Quizás cuando movemos los ojos nos late el
vientre como a animal o hacemos muecas grotescas. Todo esto puede
suceder sin que lo sepamos.

He pensado lleno de terror — ¡tantas noches! — si estarán durmien-


do dentro del colchón. Cuando se está nervioso se hace lo posible por no
juntar las uñas porque el ruido se sentiría desesperante toda la noche
corriendo y arrastrándose por la médula.

Han tocado una puerta, pero tan despacio, que el aire parece haber-
se vuelto un hombre tímido. Y tampoco se puede abrir por el temor de no
encontrarme con nadie. Porque a veces han tocado en otra parte y no han
abierto.

Ya son muchas noches que no se ha podido dormir. Hay una cama


vacía en la que están durmiendo los vagabundos.

* * *

Las camas desocupadas en la noche dan terrible abandono. Por las


ventanas abiertas del alba llegan a los caminos blancos.

Recuerdo las noches sin luna y sin sueño. Noches al fondo mismo
de nuestra impotencia. Iba caminando. Las narices frías. Y tomándome
el pulso por miedo a la taquicardia. Se ha sufrido bastante. Lo he sentido
honradamente en el correr angustioso, a surcos, de la sangre.

Y siempre he esperado estar bueno para la aurora del día.

Muchas veces he querido morir en la oscuridad a pesar del miedo y


del temblor hasta en los dientes. Pero las sábanas son frías y me han
cambiado. Se vuelve uno brujo y no se quiere pensar en lo que se piensa.

Se ve un paisaje de manos que ajustan las sienes. ¡Se desgarran! Los


nervios hacen ruidos que andan eternamente sobre nosotros.

La vida del hombre en la noche es la de un ratón.

He olvidado la noche y no sé qué multiplicidad de manos amarillas


abren las puertas de sombras al insomnio.

121
¡Los esqueletos! Y con las sábanas me he cubierto los ojos para que
no penetren en ellos.

Sin que lo supiera me he ido a otra parte. Me he llevado un color que


ya en una hilera de noches quería atrapar.

La noche me sigue hasta la cama. Enciendo la luz para que me vele.


En tanto oigo mi nombre y voy en busca de la puerta. Mas es inútil: las
manos de la noche la han cerrado.

* * *

Salgo al balcón y en la calle ya no hay noche.

Hay que esperar el día.

Nada de miedo a la mañana. Entra la luz por los vidrios y las


tinieblas se han refugiado en los vestidos negros de la percha. Parecen
ahorcados.

Hay un gran olvido de todo hasta el toque de las sirenas y el canto de


los gallos, espués de esto la necesidad de vivir. Porque del sueño a la
mañana nos hemos dado de boca con la vida.

* * *

Todavía voy embriagado de la noche con un cosquilleo de aire bizco


en las pestañas. Oigo que pasan a mi lado los automóviles y la gente, y en
un sentir vago me parece que marcho con la muchedumbre a un entierro.

Las manos se me han dormido y las creo ajenas. Estas manos no son
de aquí. Entonces veo mi fuga. ¡Me voy! Pero cada vez más la angustia
me golpea los ojos que van fuera y lejos de mí, despavoridos.

No se duerme. Imposible. La oscuridad me sepulta más adentro de


mi carne. Me levanto varias veces en la noche a encender la luz; camino
cerca del espejo para poder constatar mis movimientos de hombre vivo.
Es bueno siempre saber que se está vivo.

122
Otro día cruzaba por los vidrios de los ventanales y sin hacer rui-
do. Veo mi propia fuga. Se es el mismo gozando, sufriendo, caminando,
durmiendo.

Las cuatro de la mañana y estoy detrás de los visillos viendo la


muerte de la ciudad. Se apagan las luces y no se oyen pasos en las calles.

Todo está a ras de las fachadas, a un lado blanco de los ojos.

* * *

Muy pocos saben lo que sucede en las noches. Los que duermen,
naturalmente, no tienen sino buenas digestiones. Pero los que no dormi-
mos y traspasamos las noches con nuestras miradas, sabemos a qué
exacta y huérfana palidez nos vamos. Conocemos el destino vacío de la
noche y el económico del día.

La taquicardia nos va matando la carne. Ya no se puede con el pe-


cho. Uno quisiera estar en el aire para no ahogarse. ¡Pegado al oxígeno!

Se pasan noches atroces y no se puede más. Pero también nos olvi-


damos. ¡Qué diablos! si uno es un hombre y no una cucaracha.

* * *

Huía de los ruidos y de las paradas del ejército. Esto último daba
náuseas como un criadero de piojos con las cabezas blancas.

Había que salir por las calles con la angustia del cuarto encima,
haciendo esfuerzos por no pensar. ¡Pero maldita la idea! si me tembla-
ban las manos y los pies me pesaban como enraizados a la tierra.

El cuarto me seguía a todas partes. En las noches rondaba la puerta


una, dos horas antes de entrar. Atisbaba por los visillos su soledad que
se movía en viento por los rincones. ¿Y cuántas veces me han sorprendi-
do los rayos de la madrugada, ladrón junto a mi puerta. Ladrón de lo
suyo, quién no lo es?

123
Me da por las m a n í a s . E s u n d í a que me levanto morado. Hablo m a l
del arte y de sus secuaces. M a t a r í a a cuanto imbécil que con u n poco de
inteligencia encontrara. Porque esto es lo peor: ¡ese poco de inteligencia
en los imbéciles!

H a y veces que se tiene ganas de decir: ¡Eso no me importa! ¡Aquello


tampoco! ¡Es una necedad! ¡Una estupidez! Y se lo diría al primer tran-
s e ú n t e de escarpines y guantes blancos.

T a m b i é n se quisiera interrumpir el tráfico y recolectar individuos


gordos para una f u n c i ó n de Circo.

Y todo esto para nada. Pues en la realidad no se estira n i u n elástico.

* * *

Las manos que a b r í a n las puertas. ¡Horror! No había cosa m á s terri-


ble. Sabía miedosamente que eran las que h a b í a n perdido los obreros en
el accidente de la fábrica.

Me quedaba convulso, unido a la pared. No servían para nada los


brazos n i las piernas. Sólo los ojos atormentados y el cerebro apuntaban
las vueltas en carrousel de las tragedias.

H a b í a necesidad de irse por uno mismo. Treparse por la carne y


asesinar los ojos.

De buena gana me e s c o n d e r í a tras de m i pellejo hasta la muerte.


Pero hay que v i v i r . H a y que sostener la casa y, a diario, tener limpia la
camisa y el cuello.

Y para todo esto los viajes que no nos alejan nunca de la playa m á s
mísera. Porque, al contrario, pensamos m á s en nuestra pobreza. E n la
casa cuya chimenea no ha de echar humo.

* * *

No se ha sentido nada. N i u n dolor r e u m á t i c o . Hemos estado des-


contentos y n i lo s a b í a m o s . Como u n descontento para los d e m á s . Por-
que, en verdad, a veces no se sabe cuando se tiene algo.

124
Y después venimos a caer en la cuenta, que es lo peor. Pues el pensa-
miento nos da vueltas en un lugar en el que no estamos.

Se quisiera uno engañar y se olvidaría de lo que se piensa, simulan-


do ratón blanco por salir de su hueco, si no fuera porque esto mismo nos
cierra y ajusta en media vida dolorosa, llevándonos a una pura desola-
ción de playas sin orillas.

Es el día en que nos iríamos desterrados por nuestra propia cuenta,


ya que no se piensa en el suicidio y hay que vivir.

Un golpe de mar o una tempestad en el Atlántico nos volvería


duros para las empresas. Pues hay gran necesidad de algo más fuerte.
De una trompa que venga como golpe de tierra a cambiarnos esta piel
de adolescencia.

* * *

Es una vergüenza. No se puede hacer otra cosa que pensar. Pero en


cambio no podemos ni mover los brazos. Sólo pensar y en la cabeza,
porque de lo contrario nos encontraríamos llenos de cadenas.

- «NO SE PUEDE A L Z A R L A VOZ. ESTÁ TERMINANTEMENTE


PROHIBIDO. A L QUE CONTRADIJERA ESTA ORDEN SE L E APALEA-
RÍA DESNUDO A L A VISTA DE TODOS E N L A PLAZA PÚBLICA». La
autoridad.—

Esto nos va comiendo hasta los huesos. Sube un gran asco a nues-
tras narices.

Y desde todos los dolores caeremos un día en el gran dolor SOCIAL


del que saldremos vivos. Es la única manera de salir.

* * *

125
GUÍA DE SUEÑO
(1925-1928)

El olor de mis axilas


es más puro que la plegaria.
W A L T WHITMAN

ESTADO DE LIBERTAD

Me apesadumbro en lo más y en lo menos.

Échome sobre el dolor y línea a línea póngome a salir de mi cuerpo.

Ya no necesito de las palabras.

Ferrocarril por los dientes y por la muerte, estiróme.

Nada de recuerdo en el último momento de cruzar por la pared.

Línea por línea y sin gravedad, sin densidad, sin volumen, heme
puesto a mirar fuera de mí.

INSTINTO

Muévese hasta la curva el instinto. Yo estoy afuera. Momento sobre-


natural en que me olvido y me caigo a lo largo de mis brazos.

Esto tiene para mí candor de otro tiempo. Cuando todavía no llega-


ba a entrometer mis dedos sino en mi boca.

Me asusto a veces, cuando doyme en otro tiempo sexual, en cama de


un hotel lejano.

Se ponen a reír en mis costados y se me cae todo por la palma de las


manos.

Decididamente, es mi adolescencia que viene a arrebatarme.

[127]
CONCIENCIA

Heme aquí junto a mi nueva conciencia. De pezón a pezón.

Si me alegrara más caería debajo de mis huesos.

Es el caso de quedarse sentado. De mirarse junto a su conciencia. De


verla en todo su calor por los costados.

Hace infinito mes del calendario que ha estado por nacerme esta
conciencia. Y hoy que me sale a los ojos, suéltola a toda correr — sacando
tierra — en la senda de recién nacidos.

Y como a doler no quiero que masturbada quede, doile mi cuerpo a


voluntad, sereno, para su vida Par, uva entre la vida.

EXPERIENCIA

Olvidarme de que a dolor existo. Y que en existir riego mi vida. De


que en mi infancia no contaba a diez. No restaba el cero.

Por esto, por lo más y por lo menos, quiero tizarme de color a colori-
do desde la cabeza hasta los pies.

Ya no es posible despertarse a diario a mismo sobresalto y hueco


más.

PUREZA

Dando vueltas por el idioma me desnudé de las palabras hasta que-


dar a pie sobre las íes.

— ¿Quién ha dicho antes esto que oigo ahora sonorizado mito? —

Y ni para qué hablar de cuando a sentir sentime menos que un ani-


mal sin patas.

128
RIGORDELSER

No quiero decir nada que esté fuera del ritmo que me calza. Y que
todo sea sencillo como mis pies al caminar o como cuando echado sobre
mi cama en expansión de brazos, ciñóla y doime a ella a toda gana, hasta
quedarme libre línea de serenidad.

DESESPERACIÓN

Siento un descontento ácido en los huesos y no tengo ganas de caer-


me en nada. ¡Qué bien me iría por las huellas de bajo tierra donde corren
las sustancias animales!

No os asustéis. Ya tengo experiencia de muerto. Y descontento de


hoyo, de barro y mala horma.

¡Qué se le va a hacer a los diablos!

Mis huesos se aflojan en un camino suave entre dos nubes de vuelo


para dos recién nacidos.

Y mis ojos de fuego quemarán el cielo y las alas de los ángeles.

RETORNO A LO PERDIDO

a PABLO

[E]n la su villa de Ocaña


vino la muerte a llamar
MANRIQUE

Esta vez que vuelvo de viaje no hallo a mi madre muerta. Sólo la casa
vacía, hundida del lado de su ausencia. E n las paredes agrietadas de
desconsuelo, trepan la yedra y el tiempo.

He visto a mi padre en el toque del alba oyendo la voz de mi madre.

Mas ella me falta como puede faltarme el corazón, la boca, las manos
o el despertar.

129
CASA AUSENTE

Me acuerdo de mi casa lejana del Perú. ¡Aquella casa viva en la


memoria! La misma y diversa a través de los años y de la ausencia. Casa
de la infancia, de los primeros asombros, de las alegrías y de los dolores.
En ella me armé de vida, de experiencia amarga, de hondas caídas pre-
maturas.

Casa distante, brumosa, agobiada por tradicionales pesadillas. Pa-


redes curvadas, negra pátina, yedra trepadora y obstinada como las des-
gracias de la casa.

Cuanto pasó aún transcurre por lo sutil del tiempo. Los recuerdos
de imágenes familiares afinan estremecimientos sombríos, patéticas ago-
nías, ahogados silencios nocturnos.

Acida soledad de la casa herida de presagios.

Me invade el día en que murió mi madre. Cuando la sacaron para


enterrarla, se quedó sin fondo, temblando, la morada.

Casa desmoronada como la copa de los cipreses. Sombra mohosa


del tiempo en las aldabas. La calle pesarosa, la puerta cerrada. Ya están
en ella otros inquilinos del dolor. La vida y la muerte clavan sus garfios
en la casa.

DEFENSADELAVIDA

Lo más inútil de la existencia tiene mi voto, mi consonancia entera.

Agotaría todos mis movimientos desde el centro de mis nervios.


Volveríame antiguo en perfecta tensión de ayer. Y lo demás sería cosa de
ponerse de pie. Y quien no lo crea que anime su Verbo para batallar
duros mitos. Opondría azules cálculos que bajen de cero. A la soledad
horizontal de las estepas, ejércitos rojos en marcha.

LUCHA Y VIDA

A cualquier esfuerzo o mito que me sea enemigo, opongo mi palabra,


puesto que mi vida exígeme tal lucha. Movimiento. Y cuanto me sale de

130
las ganas de querer. De hombre contra hombre. O bien de amor contra
amor.

A cada vuelta estoy en pugna conmigo mismo hasta encontrar argo-


lla. De tal suerte que m i vida siempre empieza en donde batallo a garra
de animal y piel de Santo.

PARÍS

a JEAN CASSOU

La vertu américaine
L'alcool de peau et le pain des yeux
La richesse du riche et le vice d'hiver
Le rire tiéde et l'algue d'urine.
RlBEMONT

A q u í todo me es cierto. E l dolor me es cierto. L a Revolución me es


cierta.

Sufro por aquello que me es cierto. V i v o puro ciudadano. Duermo y


no s u e ñ o .

Me reconozco en cuanto es cierto.

Presencio las existencias. A m o lo que se mueve y lucha en son de


verdad. H e seguido el hilo de cuanto hase martirizado y me es ahora
cierto.

DESESPERACIÓN DELO DICHOSO

U ñ a s fuera de las u ñ a s . Dedos entre los dedos. Desesperación en u n


cero.

A q u í me adentro y doy cabida a la porfía para hacerme feliz. Y todo


lo digo en razón de ser y de haber sido y de ser así como soy.

De u n día a otro noto con entusiasmo que las líneas se me ofrecen en


su última virginidad.

131
CANTO DE MAR EN SOLEDAD

Hay días en los que uno no se levantaría. Días hechos con las pastas
de las biblias viejas que leyeron antiguos señores.

Este día de abordo me pesa en puro coral náufrago de soledad.

Este día movido de agua hacia costas de plata es el mismo día en que
yo nací. Lo reconozco en el desorden de tanto amor.

Armonizo las plantas marinas sólo con tu deseo. Yo sé que allí, en


situación geométrica de color, llegan tus manos de cazador inmortal del
tiempo. Allí, señalo de señalarme en futuro.

NATURALEZA

No alcanzaré a ser puro mientras no crezca yerba de mis pies. Hasta


no saber oscuramente, que en mí fluye el agua, crece el fuego, trashuman
animales.

PODERÍO DEL SUEÑO

Nada me es ajeno puesto que todo lo poseo. El ferrocarril, la noche y


el buen sueño. El corazón que late más acá. La luz apenas entrevista. Los
golpes de los coches cuando la marcha es incesante, tendida hacia las
ciudades. También la nerviosidad del comerciante que duerme en pron-
titud de números es mía.

La parada del tren en una estación con sus pequeños detalles, es


cosa que sucede con la mayor tranquiÜdad de frenos, de amor y de ino-
cencia.

El maquinista ofrece su candor cuando toca la sirena como en la


infancia.

SANGREYTIERRA

Me alineo en tus caderas. Y al encontrar senda infinita suavízase la


carne en tierra de la más pura vida.

132
Siéntome a tu costado y entre tus venas me pierdo, Así, caigo en la
sanguínea cuenta de que para entonces se habrá vuelto cuna tu sonrisa.

Sufro cuanto es posible. Y a dolores de tierra buena es la cama.

¿Qué pasa? Siento que sufren los dedos menores. El cardio. El círcu-
lo rojo en mi cuello y fuera de mi cuello. ¿Hasta qué número se va a
sufrir? ¿Hasta qué golpe de sangre y qué escalera de huesos habré de
bajar, subir, rodar?

Y por fin caer en mí, despedazado, del andamio que hice de este
sufrir cuanto es posible.

Recordar después hasta acercarme a gatas a mi cadáver. Sin tener


miedo de tenerme que salir hasta los pasos. Borrarme por completo de
señal y de ojo abierto. Yo no sé. Nadie me va a creer. Y caería de honradez
a cotizarme en lo que vale un animal, un hombre. ¡Nadie me va a creer! Y
sin embargo, he estado el tiempo justo en que media vida —saliendo de
la madre— me miraba al sesgo y doblada en toda la curva que aspira
aire.

IMPRESIÓN

No tengo una gran idea de la vida. Conozco sus desaguaderos, sus


puntos normales, sus algodones sucios. En todas las ciudades de la tie-
rra los seres sufren y se arrastran curvados por la explotación. Viven en
una miseria de subsuelo, oscura a la pantalla.

En los hospitales las gentes mueren desengañadas. Mueren en mala


forma. En las salas todo está unido: el dolor, la muerte y la convalecen-
cia. Las plegarias y las maldiciones.

ADVERSIDAD

Estoy enfermo y sé por dónde corren los malos vientos, a dónde van
a perderse las miradas de los enfermos. Conozco la aproximación de los
árboles en el invierno. E l agua y el fuego luchan como animales en las
entrañas de la tierra.

133
En mi oído percibo el sumergirse de náufragos que se vuelven plan-
tas en el mar o los que sueñan con ir al Polo y establecer un hotel como un
buen negocio.

Tal vez en el hospital nadie oiga nada. Pero va a morir el hombre que
está junto a mí. ¡Horror! Por la manera de mirar la luz sé cómo terrible-
mente va a morir, ahogado y con los ojos salidos como algodones.

Voy a morir. De mi enfermedad no salvan ni los ladrones. Pero antes


quisiera que se contagiaran los que estúpidamente piensan que mi enfer-
medad es grave. Aquellos que acaso tienen como en análisis de laborato-
rio las posibilidades dramáticas de mi sangre.

La taquicardia es como un pulpo que late y corre y se enfría en mi


pecho.

PERSECUCIÓN

Entraría en donde no se produce nada. Donde no existe atmósfera


para vivir. Me fugaría hasta quedarme solo y auroral. Ajustaríame a
ritmos eternos y musicales. Allí, donde principia a gatear el terrible ins-
tinto y va la pureza en cuatro patas. Y se inicia en suave curva de Madre.

POEMA A LOS PARADOS

Los hombres que se mueren de hambre cantan mejor.

En las ramas de los árboles lejanos sus miradas cuelgan y el instinto


del Sol siempre las quema.

E l hambre de los parados ha vuelto lívidos los mármoles de las


casas lujosas.

Y saben esos hombres que el cementerio sostiene a la ciudad desde


su fondo.

LIBERTAD DEL CIELO

Todavía no me he libertado del cielo. Me falta la Übertad del cielo. De


la tierra. La libertad del espacio. L a libertad del silencio y del agua. Y

134
también la mía. La de mis brazos. La libertad en fuga de mis deseos por
los tejidos finos a través de las noches lentas.

Me falta pues la libertad. Cuando salgo de un dedo caigo en otros


dedos. Pero he aquí también la vida. Libertad debe ser sin vida y sin
muerte. Tal la vida del agua. La salida de un tren o una cosa que no se
hace. Esto mismo de que no tenga la libertad del cielo está iluminado de
ángeles.

Vivo de mi falta de libertad. De no salir y de salirme de mí. De cuanto


hago de pie y en el sueño. De pisar a veces tierra con cascos de caballo.

Comprendo que los ratones busquen su libertad. Es natural el deseo


de una libertad inmediata. En cambio, yo busco mi libertad cósmica. La
libertad de la música.

La lluvia me libera de la ciudad. De las miradas de las gentes. Gusto


de la lluvia que viste resplandores. Amo a la lluvia que arrastra deseos.
Que destila el goce en la tierra que hace correr los ríos.

POEMA DEL SUEÑO DORMIDO

E l hombre desvelado es más fino que la brisa nacida en la frente de


las mujeres dormidas. Y si pronuncia palabra es más silencioso que la
llegada del alba.

La soledad de los árboles es menos penetrante que el desvelo. E l


insomnio está Heno de ratones y dientes y pestañas. Verdadera fauna
nerviosa de la que se sale sólo por milagro.

INTIMIDAD

Estás en mí tan lenta que pareces agua continua. Te veo caer en mis
últimos sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia mínima
del deseo y de la belleza.

Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.

135
SÍNTESIS DE VIDA Y DE POEMA

Esta alegría no me cuesta nada.

Este dolor no me cuesta nada.

Así la vida no me cuesta nada.

DESIGNIO

No se puede hablar. No se puede estar en silencio. No se puede estar


en sombra. No se puede estar debajo de la sombra. Bajo la luz.

No se puede estar ya en el mundo. Está completamente usado el


mundo. Se ha muerto la Pascua, el año nuevo y mis siete años.

PAÍS SURREALISTA

1,° Hay otro lejano, verde, cielo país sin nombre, pero en el que pien-
so siempre, en el día, en la media noche; cuando duermo y no duermo, y
yaces en ese país que tiene el color de tus manos salidas del sueño.

2. ° A veces no sé si está en el mar, bajo el mar, junto a la desespera-


ción, ese país. Lo veo luchando, armado de rayos, entre nubes y tempes-
tades. Y en mi alucinación, en mi esqueleto de miedo.

PAISAJE EN EL SUEÑO

De tu sueño al mío no hay sino olvido. E n amorosos mares nos


olvidamos. Tú animas el alba al moverme los brazos. Yo sigo el curso del
día y de la noche. Y en la noche comprendo tu cabellera. Tu cabellera
hace nacer los astros y los jardines.

Tu cabellera es el reino vegetal.

La Luna nace de tu cabellera.

Yo veo los ríos sutiles fotografiados en tu cabellera.

Tu pureza me asusta como un incendio en África.

136
INVITACIÓN A LA VIDA

Existo. Hay que existir.

Exijo que existáis.

ELOGIO DE LA LOCURA

La locura es mi constante existencia. Vivo de mi locura. La locura es


mi clima. Por todas partes yo voy a la locura.

Un caballo blanco es mi locura. La carpa de un circo a donde no


llega el tiempo, es mi locura. La trompa del elefante, además de un niño
con miedo cerca del elefante, es mi locura. La butaca vacía de un teatro es
mi locura. Y una playa con huesos de náufragos.

Soy una manera de la locura. La libertad de la locura. E l fondo, si


queréis, de la locura.

Sé que me aproximo a la vida perfecta de la locura.

NOCHE

Abstraído, solo, lejano, entre el sonido de la lluvia. Debo vérmelas


con mi fantasma nocturno. Estoy cerrado entre las vigas de la noche. Se
apaga mi garganta. Mis manos se alargan con el fuego. Yo que podría
volver a nacer, me pierdo, caído de la voz, en el silencio.

ORIGEN

El deseo de Adán viértese en mi vida. Eva nace oscura y en puro


sentido botánico.

Estoy cruzado de ríos y tempestades. Eva es la finura de mis huesos.

Eva aparece pintada por animales en el Paraíso

137
VOCACIÓN DE SOLEDAD

Yo trabajo mejor en la oscuridad. Cuando no distingo el mundo. A


pura soledad me es dable caerme, herirme sin sollozar.

Las raíces del cielo se han profundizado en mi pecho. No sé verda-


deramente qué distancia puede haber de mi oscuridad al cielo; de mi
cuerpo auroral al Cosmos.

Soy un primitivo y un santo. En el agua y el fuego hallo el origen de


mi canto.

No temo a la lengua de llama ardiente.

Los ríos pasan lejanos por mi espíritu.

E l cielo me es desconocido en la medida que una mujer virgen.

FORMA DE LA NIÑA MUERTA

(Aire y pluma, a RAVEL)

Miran los ojos de venado la tarde alta, en vuelo, junto a la niña


muerta.

E l sueño de la flor enamora a la niña muerta.

Los ríos circulan con una pureza envidiable.

Las palomas comentan el cielo ai lado de la niña muerta.

Un gallo canta por la niña muerta. El día amanece por la niña muer-
ta. El sol muere por la niña muerta.

Está en mi soledad la niña muerta. Por lo demás, ella no ha muerto.


Su madre la ve rosada junto al pájaro que canta y a la flor que la perfuma
en el jardín.

La flor perfuma la soledad. Mi soledad. La soledad de la niña muerta.

138
SENTIDO NUEVO DE LA CIUDAD

La ciudad ama su crimen pero lo condena. Ama la alegría de una


clase pero la condena en el hombre más humilde. Ama al traficante de
las mujeres que la ciudad sostiene. La ciudad es la Bolsa y el Panteón.
Dos cosas serias de la ciudad, que siente únicamente lo que gana y lo que
pierde.

LA CIUDAD ERÓTICA

Aquí, por donde paso, han gozado. En esta cama en donde duermo,
han gozado. A l lado de este cielo, frente a los ojos de mi novia, han
gozado. El mundo lo han gozado. Salido de mi pureza, siento que mis
formas han gozado.

HOGARENLA REVOLUCIÓN

Comprendo la honradez de esta palabra. Vivo en la sangre de las


flores que anuncian a los niños tras de las verjas de las casas.

— Ha vuelto a nacer rojo para los hombres el nuevo hogar del mundo.

Es el Ubre amor, la armonía de nacer y de vivir en una sola madre: la


Revolución.

VAGABUNDA

Me gusta su piel curtida por el mundo —en el placer de las ciuda-


des; en los largos días soleados del desierto; en las fugas de noche; en las
esquinas de las ciudades de Europa—; sus altas cejas claman el paisaje
entrevisto de las palmeras de Túnez, la luna de yeso, las carpas blancas
del mediterráneo donde hacen bailar fuego los gitanos en las noches de
mar bravo. Me agrada su condición favorable para el placer, su piel de
carpa de circo, de ambulatoria desgracia cósmica. Su vida es el equilibrio
falso. En este equilibrio de la cuerda su cuerpo es más puro. Los anima-
les opinan favorablemente. Tiene algo de bestia: su pureza de líneas en el
arrebato de su piel de circo.

139
DIFÍCIL T R A B A J O
(1929)

CREACIÓN

Cuando era de diamante la creación y el mar ardía, las palabras


asumieron una responsabilidad inaudita. Las alas de las palabras no
habían sido dibujadas, y menos aún el desvelo intentaba forzar las puer-
tas. Nada de esto había sucedido al terciar el gallo en la pelea del alba.

La pena de muerte fue el primer invento del hombre. Y el crimen, su


creación primera.

No se comprendió la flor hasta que la sangre no tuvo un sentido.


Con el duelo nació la más alta categoría del corazón. Cuando frío y calor
eran las únicas dimensiones sin hospedaje de la tierra.

FANTASMAS

Las escalinatas, en las noches, daban al vacío, de suerte que sólo los
fantasmas bajaban por ellas sin hacerse daño. Las escalinatas se per-
dían musgosas y húmedas en un secreto de naturaleza. No caían a nin-
guna parte que no fuera a lo desconocido, en certero golpe, en materia
sufrida y por sufrir.

INTIMIDAD DEL SER

¿Quién removía los huesos desde la lejana posición de la ceniza?


¿Quién hacía crecer los dedos a los desesperados de bajo tierra, desde
viviendas habitadas por penas sin reposo?

[141]
Y no comprendimos jamás el significado de un herraje y una palo-
ma sobre el corazón de un hombre muerto.

Lo silenciábamos en nuestra conciencia pavorida.

FUEGO OCULTO

(Un monasterio bizantino de hombres y mujeres ciegos, libertinos,


oscurecíase en la dura noche roquera, en la playa del mal agüero. Azul
de venas perdido; nariz carcomida, sin perfil, de oro muerto, egeo.)

Las cúpulas del cielo, sin fieles, tumbadas al mar de lo deshecho, de


lo que sin espuma clama. Y sin dientes. La furia de la resaca resucita
beodez antigua de bizantinos suplicios: los más premiosos placeres de
uña sin existencia.

El azul y el oro difuntos ocultan los senos de las vírgenes en retablos


de musgo.

El azul languidece en rito y el oro en goce sepultado.

E l fuego oculto de las ruinas aviva y violenta perfiles desdibujados,


curvas cruentas, aristas punzantes, grietas, sexos y lenguas.

Olas bravas tiran de las estatuas y de las rejas; enfurecidas olas,


corrientes adversas cavan tumbas antiguas que mudaron de sitio.

(Pájaros asesinados son descritos en palabras prehumanas, en sím-


bolos. La geometría basta a la verdad, al misterio. De esta suerte, el dolor
queda grabado; nadie lo negará sino en batallas.)

Las fechas borrosas en las lápidas; el amor en las fechas y en las


flores, renovados días.

Los huesos dispuestos en el silencio, en fosos, trabajan al fondo del


tiempo, entre corrientes mortales de gas.

RIESGO

En la rocalla caí de bruces, herime, al punto de no poder pensar sino


en la mala ventura del que sin hembra cae y no se levanta. Amoratado

142
entre el silencio y la dureza de los guijarros, pensé en las formas del
mundo bestia y árido de ternura. La piedra dábame tal susto en su natu-
ral soledad, que no podía articular mis rodillas. Mi pensamiento era
nulo. No pasaba a las rótulas. Por no querer desfallecer no me di lástima
en soledad tan propicia. En el momento de la ira sentí despeñarme. Pero
un cardo que salió de su borrosa y oculta grieta —como de ausencia de
mujer — sin más lamento que su propio tinte, me hizo caer en un mundo
cerrado y penitenciario en que, por igual, hombres, piedras y vegetales
habernos de sufrir.

No es más solo el hombre caído que la flor oculta. Y no es más sola la


flor, ni más solo el hombre. Hay aún pequeñas cosas como para no pen-
sar más en lo que sucede. El mundo es verdaderamente obsceno. Y esto
mata la flor.

En el fondo de nosotros — aunque no lo sintamos — mueren las pri-


meras flores. Vivimos sólo para velarlas. Nuestras vidas ¿qué son? Un
continuo lindar de pétalos caídos, de colores vagos, de sueños no preci-
sos, ni de hechos consumados. Así y todo, no puede ser más triste nues-
tra situación. La nuestra y la de lasflores.No nos olvidemos de la propia
soledad que crece atardecida y tenaz en los peñascos. Los cactus que
hieren el cielo. Y cierzos endemoniados que tiran de la noche en las
ventanas desesperan al hombre que quiere reposar oculto con su mujer.
Porque la unión sexual no es sino para defendernos. En el hondo sentido
del acto, no vive otra esencia que ésta. Unidos en la lucha por el mundo,
hombres y mujeres avanzan nocturnos de dolor y de duelo.

Aún la soledad y el temor. ¿Quién no cae en estos dos principios de


humanidad? El hombre lleva dura la cuenta que olvidar no podría. Ni
olvida.

NOMBRE DE ALGO DESCONOCIDO

Voy por el mismo aire ilustrado de peces de las estampas antiguas.


Adaptaría el aire, este clima, a mi cuarto perdido. Compraría las tierras
perdidas bajo los pasos de hombres perdidos —los dientes, las uñas y
las enfermedades; los ruidos de las noches perdidas en el polo; los ata-
ques de epilepsia de los espejos sin azogue —; el color del hambre ya sin
ojos ni recuerdo del ser. Y una parte del mundo la compraría para per-
derla definitivamente en el mundo.

143
L a s mismas flores envenenadas por ocultos suicidas de primavera,
por el olvido de la respiración de p e q u e ñ a s plantas extrañas y apagadas.
Los frascos de las boticas donde se hacen las grandes tranquilidades.

Pierdo la estación en que me encuentro. Me olvido de mis manos que


apresuraron el grito y la destrucción. Y el s u e ñ o me olvida. Me olvido de
la laringe y de una cantidad de menudos sucesos parecidos — de la pro-
pia humedad de m i laringe.

De las escenas desconcertantes de los ratones cuando encienden la


luz los cabellos rubios o arden los p á r p a d o s cerrados donde duermen
las aguas fatigadas. J a m á s heme perdido fuera de la luz de los desenga-
ñ a d o s o en la sombra donde m á s de un dedo ha llorado de furia. Donde
me crecen las u ñ a s y llego a perder noción y desconozco. Donde el hueso
es m á s puro. Y la r ó t u l a sufre tuberculosis. Y sale la voz por la rótula y
por la rótula sale la voz. Donde el vello cubre apenas el terror, las venas.
Y el espanto quema los p á r p a d o s , el vivir.

E l ruido del a u t o m ó v i l que v a hacia el infierno cobra u n alto color


animal.

TRÓPICO

para CARLOS

Los ratones dialogan a los pies de las mujeres con malaria, ocultas
en el trayecto de la fiebre del bosque, en la extensión perdida de las
manos, en los remansos. Los ratones viven d o m é s t i c a m e n t e con los ojos
en blanco aletargados por u n s u e ñ o faquírico donde crecen flores y ani-
males, avispas, ojos y ñ o r e s . L o s hombres venidos de A s i a claman en
medio cuerpo la temperatura del p l á t a n o , único color del trópico. En
p ó s t u r a s horribles, en las formas del s u e ñ o y de las cejas del silencio. E n
la forma del p á r p a d o o del grito o de la piel o de la madera o del animal
dormido. E n la forma del diente o de la piel reseca del vegetal o en la
forma de la cabeza que cae por lo alto de la muerte dejando en el espacio
una hebra de l á g r i m a s sin ojos.

Los ratones v i v e n en los esqueletos de las mujeres con malaria. E n la


siesta del trópico los ratones recuerdan melancólicos los dedos de las
mujeres con malaria. Las terribles u ñ a s de los ratones entre el sexo de la
malaria, en el s u e ñ o de la malaria, en toda la caída de los hombros, en la
tierra h ú m e d a , cálida, gaseosa. E n la flora amarilla los ratones fornican

144
a las mujeres con malaria. Las u ñ a s de los ratones fornican y fornican los
ratones. Nacen lindos ejemplares japoneses que no son precisamente
flores sino ratones. Que no son l ó g i c a m e n t e ratones sino u ñ a s con mala-
ria y horribles ojos, y lo que es peor t o d a v í a , con patitas blancas, lívidas,
p e q u e ñ i t a s , afiebradas.

RECUERDO DE ANIMALES

a E . A. VON WESTPHALEN

T o d a v í a tengo presentes las paredes azules y los p á r p a d o s de la


vigilia. E l temblor con que silenciabas la m ú s i c a y el vuelo. T u presencia
daba siempre c u r v a a mis dolencias. ¿Pero d ó n d e están, no esas horas
verdes, marinas, sino esos movimientos indolentes de tus brazos que
anunciaban la mejoría de la voz, y sobre todo, de los ojos, paredes azules
y cucharadas de bromuro? Q u é s é yo d ó n d e e s t a r á n sino es en el secreto
í n t i m o , en el silencio del pelo. Debajo de la piel, q u é bien se duerme. Se
está suave, sin sobresaltos, fluido, morado. E n perfecta concordancia
con el aire fino, con los vellos que la a t m ó s f e r a sensualiza, adaniza.
Debajo, sí, y adentro, sin s u e ñ o , por entre la carne no se duerme, se evade
uno del mundo. Se abstiene en la linde del deseo. E s la línea, temperatu-
ra, espacio, soledad. Se vive a la distancia m á s conveniente del mundo.
Como el hombre del roedor. Esta es la hora del paraíso con animales
dorados. E l cielo, culpabilidad del instante o culpabilidad. L a cebra her-
mana del cielo, del alba, del rayado s u e ñ o . L o s h i p o p ó t a m o s sagrados y
el horrible silencio de los insectos rojos.

P o d r í a ser el recuerdo de u ñ a s crecidas a los muertos o de ojos v a -


cíos antes de vivir. S i no quién habla, sí, q u i é n dice la palabra. M u d a
sensualidad que brilla en los ojos: las ojeras de toda creación donde
duerme e l amor. Muslo que viene precediendo a la nube, a la primavera.

U n animal de fuego, desde los orígenes, sale de su aliento. ¿Podría


yo agarrarle antes del aire, de su lenta respiración?

SENTIMIENTO SIN RECUERDO

a J . M . EGUREN

Sus pies casi de m ú s i c a me hicieron pensar en la flor no nacida; en


los ojos cerrados antes del cielo y del color; en el aire y los cabellos sin

145
cuerpo; en los cabellos que caen solos de la muerte; en los cabellos que
viven d e s p u é s de la muerte. M i ojo g o z ó la línea que y a no es la flor sino
el perfume, que no es el perfume sino la flor no nacida.

V i en el bosque perdido a la gacela que perseguía el color de sus ojos.


Llovía sobre sus cuernos como en u n j a r d í n de A s i a . O m á s cerca toda-
vía, en la m ú s i c a que ayudaba el nacimiento de la flor.
i

P e r d í la frente cuando la línea de su pelo subía por el alba cantando;


p e r d í el propio color que me viene desde el p a r a í s o . U n animal raro que
ya no recuerdo, del último s u e ñ o , desdobló entre mis p á r p a d o s un lejano
c o r t i n ó n rojo con crestas. Y desesperaron en dibujo, apenas insinuado,
los cabellos. E l mar tiraba del bosque, de la media luna y del cuerno de la
gacela.

Bajé la nube que c u b r í a m e u n ojo, y sólo v i el esqueleto de una flor


muerta sin amigo. Luego, el color s u b i ó en la gacela, y otra v e z el s u e ñ o .
E n la nube pintados, el seno y los cabellos; las u ñ a s h a b í a n quedado al
filo de u n paisaje naciente, figurado; las cejas no pensaban morir, se las
veía ir dibujadas en m ú s i c a hacia el olvido. U n hongo que había nacido
entre los huesos de la flor, creció del susto de ver una oreja v i v a entre la
tierra. E l hongo sentóse en una butaca y lloró a mares la muerte de la flor.
E n los huesos de la flor murieron los novios azules, azules. Dijo su ora-
ción el hongo sin acordarse de las sustancias amarillas; d u r m i ó s e y el
aire batió sus ojos tan horriblemente, que daba pena verle y a ido (nada,
s u e ñ o , gacela, bosque), conversando con sus hermanitos menores.

O y ó la m ú s i c a y el desprenderse del bosque y de l a muerte.

ESTATUAS, MOHO Y YEDRA

a MARCEL BRION

Las p e q u e ñ a s plantas silvestres son menudos insectos. Las peque-


ñas plantas de la L u n a , monstruosos insectos.

E l musgo es fantasma del tiempo gótico. L a yedra nace en las difun-


tas estatuas góticas. E n los jardines antiguos donde el amor ha olvidado
el eco de su nombre. Allí, nacen y mueren estatuas. Algunas son m á s
oscuras que las colinas que han cerrado los ojos. (Moho de las rotas
estatuas del j a r d í n de Clouny, en Saint Michel.) ¡Esa misma vida de las

146
estatuas carcomidas, sin senos, sin amantes! Yo me siento todavía co-
barde cuando recuerdo que las he abandonado en los días oscuros de lo
gótico.

Mis pequeñas amantes difuntas, las estatuas de la yedra melancóli-


ca. Las más dolidas, yacen casi enterradas. A veces los ojos de las esta-
tuas muertas tienen más abierta ternura que el cielo. Los párpados de las
estatuas, ¡nidos de golondrinas!

Las pequeñas florecitas negras que nacen entre los dedos de las
estatuas. La luz, también en forma de florecitas.

La muerta pared de la iglesia prendida en el aire. La oración en el


musgo entre un cortejo de hormigas en una hoja, en el vientre de una
estatua ya sin sexo. ¡Ah!, el perdido sexo de las estatuas al contacto con
los monjes antiguos.

El mundo terrible de las estatuas rotas, muertas, sin nariz. Las esta-
tuas feas, cuyos brazos están dispuestos bajo la tierra.

GEOMETRÍA

Una línea, casi tus brazos, el alba, tú al nacer, es la vida —; una línea
más pura que el agua, más suave que la muerte de los peces—; una línea
es el secreto del mar y de tu sexo —; una línea el narciso de la geometría —;
qué sencilla es la vida: una línea; qué suave la muerte; nada, principio de
línea, niebla, música, seno y goce: vientre donde se insinúa la línea.

Muerte: mujer fea —; mujer bella, siempre muerte.

ÁNGULO DE LUZ

Canto, digo mi voz, y mi esqueleto rosado; mi mano toma al recién


nacido; gozo una ducha exacta de números, de pequeños gritos sucesi-
vos que dan el color, la temperatura, los orines.

Principio a subir en música, a comprender en sombra la matriz y el


grito que lleva hasta el hombre. Después, la más cerrada Lógica del cuer-
po me da su luz, y quedo en el ángulo de la Música y del número.

147
He bajado a la línea del color, de la carne en 39°. Eso, sí, los párpa-
dos qué pesados corchos rosas; he sido constante con un pequeño ani-
mal muy parecido a la uña, una uña grande y además con baba. El vidrio
era también un pequeño animal. Solamente había una diferencia en el
cuello, en la manera correcta de ponerse la corbata.

Era una uña enorme, un hombre enano y un animal de sólo agujas.


¡Imposible! Era aún peor, la caída detrás del vidrio, que luego ya no se
veía. L a uña siempre se sale con su gusto: con su media luna. La uña,
pequeño paisaje en medio de la noche, ¡horrible animal!

Sin fiebre, hombre cabal y hasta sin uña.

MATERIAS

Está en los límites de la tierra, entre dos llamas, junta al mar. E l


fuego es ya su cuerpo: ojos, senos y cabellos; sus uñas son fuego y su
boca es de fuego. Me asusta el animal encendido de su lengua en un
arrecife de coral y peces. Quémame cuerpo de materiales rabiosas, de
dichosas materias jóvenes respiradas en una brisa defloressubmarinas,
casi estelares en su misión de abandono. Las materias gozadas calien-
tan el desierto. El dromedario crece en una monstruosa necesidad. San-
gra el vivir de arena, y la garganta se aplica a la esperanza cerrada de la
lluvia. La perdida respiración reclama al amante y el cuerpo da sus últi-
mos rayos. Conforme la naturaleza requiere, entre dos llamas.

CALLES ANTIGUAS

a EDUARDO

Voy por las calles de piedra, las antiguas calles de piedra, por las
casas de piedra y los hombres de piedra, a la soledad entre el barro y la
lluvia de piedra. Estoy más solo que nunca entre la historia y los muros
de piedra. Penetro a una iglesia gótica do piedra. Y los fieles negros de
piedra. Y la seguridad de estar completamente perdido en este mundo de
piedra. Anduve solo por las calles, errando entre los seres de piedra, los
terribles seres de piedra y de plegaria. Fui olvidado de los designios de la
luz en esta ciudad sin cielo. En esta ciudad del humo y de la piedra.

148
HISTORIADEL GERANIO

Para SONJA PRINS, en Amsterdam

(Los gamos fueron flores antes de la palabra.)

Antes de la lluvia, mucho antes de la a p a r i c i ó n del ángel, el geranio


había nacido en los ojos de los locos. Se conocía su nombre en el dialecto
de las flores y de los rubios animales feroces, nacidos de la gracia, de la
m á s pura sonrisa.

Se t e m í a su fluido —pétalos, perfume, color — , su propia luz y s u


ambiente asombrado.

Los ojos de u n animal asustado en el geranio, debajo de la tierra y


del origen. M á s antiguo que el primer rocío.

Detrás del Tiempo, de las corrientes de aire, pintó de rojo el geranio.


Mucho antes de la locura en los ojos, en la piel del aire, en la flor. E n el
vuelo asustado de los pájaros del fuego, en las líneas del cielo. Cuando
a ú n no h a b í a nacido el hombre, n i el tallo, el geranio anunció color,
d e s e s p e r a c i ó n de animal geranio.

MUERTE

Vino la muerte por entre la corriente del vidrio y del mineral—; aso-
m ó el ojo y la cabeza, el blanco y la nada. E l aire s i n n i n g ú n ejemplo de la
muerte, pinceló con ternura casi de flores la m á s c a r a donde m o r í a el
propio ruido, el gas, las cartas y la voz. ( E n los ojos del muerto: la madre,
la casa, el j a r d í n y las p e q u e ñ a s necesidades.)

L a verdad está en los ojos del que quiere revelarlo todo —; oscurezco
de terror —; veo los p á r p a d o s vendados de u n m í n i m o cielo —; compren-
do el vagar de u n ojo sólo, de un dedo o de u n a tibia. Y comprendo todo
esto como la muerte dibujada cuando niño. Q u i é n sabe adonde lleven los
p á r p a d o s cerrados, llenos de humo negro — ; los p á r p a d o s cerrados de
los vendedores de cuero y de a l g o d ó n — ; los p á r p a d o s cerrados de la
m á q u i n a — ; los horribles p á r p a d o s cerrados del que no puede abrirlos
por el azul violento que el cielo dispara a los c a d á v e r e s .

E l desvelado color que en las madrugadas sin cielo hace crecer la


muerte para los n i ñ o s recién nacidos desde 1914.

149
PERDIDO

Después de largas curas, estoy ahora enfermo de los sanatorios, de


los biombos blancos, de pequeñas sombras, de ruidos de insectos, de
caca de insectos parecida a dibujos de niños en los reservados públicos.
Origen del surrealismo en los dibujos desnudos. Sexos, vellos, vientres
horribles, narices grotescas, tumores. Fresas con orines que toman los
degenerados. Malas palabras en francés y en otros idiomas; en ruso, en
alemán, peores palabras. Enfermo de gritos sin cielo con los más terribles
colores, con sobresaltos. Así he dado honradamente. He sido leal. En
ningún momento he huido de él.

Cansancio de una cosa que no se sabe qué es. Si el pensamiento, el


olvido o el silencio. Itinerario de un viaje submarino a través de las algas
y las estaciones de estrellas por una débil luz delgada de pez. Desde la
sombra, siento la angustia, el peso azul de los párpados. En la sombra, el
perdido cuerpo borroso en la sala de los experimentos. Los medios cuer-
pos, ojos, narices; las manos en las puertas, los huesos blancos en las
llaves. Las oscuridades. Las llaves, elementos de fotografía pura. El va-
cío y las noticias de los pies perdidos. Las niñas alocadas cruzan los
patios con los aros de los sueños. Las altas paredes, el color, la luz de los
gatos, el blanco espantado. El negro y el blanco. Los canarios azulados.
El azul vuelto canario o reja cerca del cielo, cerca, cerca. La frágil salida
de los cuerpos, la fácil subida del color por el tallo que le crece a la niña
loca, rosa. Término del sueño, alba de la locura. Niña sin seno. Angustia,
límite o, más bien, paloma deshojada. Vuelo por el fuego. ¡Alerta! Los
ojos del sueño. Los cuerpos perdidos, los pequeños barcos, las nubes y
los babadores. Pérdida de la angustia. Pérdida del fuego y de la paloma.
Pérdida de la ascensión y de la iglesia. Pérdida, pérdida, pérdida.

El estómago descompuesto. Malestar de la comunión-


Pérdida de la corrección,
pérdida completa de las cópulas,
completa pérdida.
Nada se pierde. Uno se pierde lo más bien.

EXALTACIÓN

Emoción de un año pasado: exaltación de la sangre en primavera.


Conducto abisinio del goce, de la nube en el perdido aire del bosque
crujiente.

150
El paraíso negro lleno de animales divinos, del bisonte amante de la
virgen y de las estatuas bizantinas.

NIEBLA Y MÚSICA DE LA CASA DESVELADA

La casa desvelada en el alba, en el paseo, medio sonámbula, con las


pestañas aún teñidas de la noche, amanecía sola, abiertas las ventanas.
Sus habitantes dormían en el sótano marino entre música de cámara y
caracola. Por la escala del sueño descendían. Había una leve capa de
marisco, de musgo o de alga verde en las cabelleras de las sonámbulas
del mar. En el día estaban vestidas de toca negra, de luto por el pez del
sueño. La atmósfera, aérea, blanca — en vuelo suspendida —, tenía algo
de venitas azules dibujadas. A veces, un pez fabuloso contaba cuentos a
los pececitos con un solo movimiento extraño de la cola o con la luz de
sus escamas.

El pez conocía los cielos de la paloma, la luna de los cuernos de los


búfalos, los ojos de leche de las gacelas. Había dormido en mi sueño y
sabía deletrear el nombre de alga de mi amiga. Ese pez nació en mis
venas azules.

Relataba el pez a los animales que vuelan. Creía que los geranios
eran ojos de animales encendidos. Un pez con ojos de estampa, de esas
estampas en que los chinos tienen ochenta años de seda.

Por la casa desvelada, se veían las axilas de la señora —; el pequeño


ombligo de la recién nacida y las manitas que tenían cuerpos de pez.

El aire salía por los vidrios con tiernos colores. Una enferma de
asma convalecía lo más bien en la avenida de los crisantemos a la vista
de aquariums que parecían dibujos de ángeles. Una tosecita era en la
mañana como el abrirse de una flor.

San Miguel es un pueblecito que se encuentra en el viaje de la noche


al alba. Pueblecito de vidrio: — aquarium con peces locos, rojos, sin sue-
ño, — que da a las olas y a la luz novia.

La casa desvelada era yo mismo —; ahora que ha pasado el tiempo,


siento que era un espantado de noche, perseguidor amante del pez y del
alga. Un insatisfecho del color y del canto de los pájaros, de la atmósfera
en la reja del cielo. El pez, hombre sin sueño de una época.

151
AMBIENTE

V
Bastante feroz estoy ante el ambiente del perfume. Hay una flor muerta
debajo de mi sueño.

Entraría en el silencio de la sala de cirugía cuando lo blanco ataca a


lo blanco y el crimen está durmiendo.

A la mañana, el jardín, el loro, la niña loca o su cabellera rubia


enferma.

2 o

Geranio o pequeño crimen del perfume.

Oriente de la flor, hombre. Viajero del perfume y del mar.

Encontré el cielo al lado de su reposo. Y me es casi imposible regre-


sar del Paraíso.

DIAGNÓSTICO DELALUZ

El sol viene a la línea: Sombra y Luz. E l horizonte de frente o de


perfil: Oriente u Occidente de la nariz del día.

En la jaula, canario. Idea de tiempo y color. Canto. Una niña nacida


a la distancia del pico y del movimiento del amarillo.

Aquarium: noviazgo de la luz y del pez.

ELEGÍA

¡Cómo recuerdo la delgadez de las flores del cementerio protestante


de Reding! Las palabras de aroma dichas en perfecto inglés.

Con cuánta alucinación la yedra ha crecido sobre los ojos de Dorita.


La siento entre el sueño y el mar en un abandono de algas. Sus ojos son
alegres como la muerte oculta de las flores.

152
Sus cabellos, sus manos y sus senos desvelados abdican lo absolu-
to. Todo esto vive menos ella que no existe sino en la frágil pronuncia-
ción de los tallos o de algún viento dorado, mago de geometría. Todo lo
demás es sueño. Menos ella que es mar y es olvido, yedra y espectro de
idioma pronunciado en el albor de sus dientes y de su emocionado estar
en la vida y en la flor, en el mar y en la muerte.

[Dedicatoria que aparece al final de la copia que sirvió


de base para esta edición]

153
CRISIS
(1928-1929)

ALUCrNACIÓN

Fuga de la uña a la nube,


leve rasguño, caída leve debajo de la marina ensenada;
criatura del mar en la ternura de mis ojos convalecientes;
línea, casi hijo que me dejó un sueño—;
duro dolor de las pestañas buscando un sueño,
tras el dolor, tras el dolor,
bajo el sueño, bajo su muerte, bajo la ola,
cerca de la rosa, más allá de la nube,
ella muere como los ángeles
sostenida sólo de las lágrimas — ;
en su pecho recién agonizante hace clima de recién nacido;
bien podría nacer agua, flor, desesperación—;
susto tremendo de la piel que se muere sin amado,
sin el querido que asesinaba las flores enanas del bosque,
a las hortensias que abría la media luna,
a los nacidos luceros de la noche
que los brindaba en la alcoba de araña,
en la que su cabellera era su locura — ;
y los espejos donde se murió antes del alba
y mi dolor que agarrado al desvelo
la seguirá toda la noche del mundo.

[15S]
ÁNIMA PERDIDA

al D r . OLIBER PASCUAL

Larga desesperación en promontorios


dispuestos al atardecer
entre luces tristísimas
vueltas de espanto
a la mar salada y última.

Hondos barrancos,
huellas de aves
y huesos humanos que endurecen
el acantilado de muerte.

Penden neblinas
del ¡ay! más ténebre y oculto.

La playa sin memoria


de seres ausentes,
de algas fallecidas
— en hora blanquecina —
sepulta dolor
y restos marinos.

Esqueletos cavan
su propia soledad
en piedra olvidada
para los ojos y la luz.

Los hechos extinguidos


claman al mar
en arenosa pérdida
de maderos oxidados.

Sin haber reposo


para la padecida intimidad
que sufre uno.

La resaca trabaja al fondo


del ser perdido.

156
Las olas ayudan
el oscilar angustioso de las sombras.

La locura en las playas


anda suelta.

Si se la mirara,
las cabelleras caerían largas
sobre la ausencia y el desfallecimiento.

El cielo apenas
madura enternecido
en lágrimas vivas

que nadie siente


pero que surcan orillas
no en balde.

A tientas,
el bulto de la tarde
tropieza
en la grande soledad
con el esqueleto del hombre.

¿Qué fluye aun de lo perdido


con tanta saña
que seca pozo y llanto?

El resignado cuerpo
ofrece a la luz muriente
el cadáver del cielo.

Y las olas baten


el refugio del hombre
y su sentido.

La posición borrada ábrese


y en olvido yacen:
la yedra, ia grieta y la morada.

F i n del alma.
VOZ OCULTA

Oculto en la primavera.
Buscadle.
Con el aire daréis en su lenta respiración.
Os enseñe el galgo
la ruta de los setos
y de las lomas,
que en césped albea el corazón
y los ojos del animal
ven siderales flores,
los diminutos nacimientos,
las estrellas,
y todo lo que en la vida nos es dado.

ITINERARIO DE LA LOCURA

Para que grite tanto, tanto,


y tan decididamente,
ha menester el odio, la desesperación.

Sale, en grito de pelo,


desde la sexual raíz;
en presidio de aire,
a eco de mar, de remolino,
al naufragio de sus dientes.

Y nadie más la oye


que lo blanco, la pura línea, el borde.

Si su grito se cierra y oscurece,


la noche lo hace crecer en árbol,
en espanto que tira de su cuarto al mar;
su cabellera tira de la ola,
de la terrible marejada del fuego.

Su uña, uña, uña,


palidece en esqueleto
debajo de su voz que la ahoga,
junto a la nariz del aire,
¡aire, aire, aire!

158
Su grito hace rodar el cielo,
cerrar los p á r p a d o s de la noche,
al recién nacido de la noche.

Y su memoria hueca, hueca, hueca,


del grito que en la noche daba.

Tendida, larga, tendida,


— ¡así mejor se quedara!
que s u pelo rubio
en a l e m á n me habla.

Locura, locura tiene;


en caja negra, negra,
—cortado el pelo desde la nuca—
encerradla.

Gritad al grito: ¡apaga, apaga!


echadle lobos, canes.

Sola la flor, la lluvia,


— m ú s i c a pura —, canto de la linde.

Locura, locura, locura.

DIAFANIDAD

para ALICIA DE MOCTEZUMA

Dime la clara luz


donde le encuentras;
dime q u i é n clama
o q u i é n silencia.

E l bosque no será
ni el cielo de tu senda.

A p á g a t e silenciosa,
mas no te vayas de esta soledad,
mas no tires de m i alma
que a interiores se queja,
en despoblados silencios, desamada.

159
MANDATO

a CÉSAR VALLEJO

L a especie ordena al tiempo


la rudeza del alma,
la hoja c a í d a y sin aire,
la estatua ciega,
la casa sin cielo,
la nube negra en los ojos.

L a oscuridad del pozo,


el agua muerta:
sed s i n agua, s i n boca,
alargada lengua.

Y la dificultad para v i v i r
que es nuestra vida,
de la noche a la aurora
y del s u e ñ o a la muerte.

OSCURIDAD DE LOS PERDIDOS

M á s abajo, abajo encontraréis las caras de los desaparecidos,


por las playas corren animales huidos del cielo,
f u g a n de la ternura de los ángeles;
la resaca mata el e n s u e ñ o de las piedras
y al aire voraz parado en los riscos;
el cielo da vueltas a los seres de esta tierra,
la o r a c i ó n prende en lo m á s frágil, en los labios de los perdidos;
el mar llama a los perdidos —;
todo se muere en nuestra piel:
la flor que apenas se abre al calor de los sexos,
a la lucha de los sexos — los sexos vagos — ;
la oscuridad del goce aumenta para mataros —;
cuidaos bien de p e q u e ñ a s a r a ñ a s ,
las cabezas se pierden en los sótanos — ;
el mar se lleva cada verano lo mejor de vuestros cuerpos —;
huid de l a dicha y se os o l v i d a r á en el mundo —;
cumplid vuestra v i d a de planta y alcanzaréis el itinerario
de los cuerpos perdidos —;

160
llegaré al cielo del m á s fino goce —;
adelgazo la idea de viajar por sus caderas
en la latitud de los cuerpos perdidos
que amenazan sangrientos la última epopeya.

ÚLTIMA CRISIS

a NORMAN MACLEOD

Pienso en mitad del c o r a z ó n de los hombres


de c ó m o es cierto el amor, el odio,
la desolación, la huella animal,
el poblado dolor, las tinieblas,
el deseo insatisfecho, el desgarramiento,
el resuelto golpe de la v i d a
en nuestras cabezas.

L a persecución de una moneda tiránica,


el s u e ñ o sin almohada,
la muerte sin reposo,
las rejas eternas de la sociedad.

E l cuerpo y la mente en d e s v a r í o
entregados al e n g a ñ o de l a relación
y del pensar cobardes.

Los temblores de! alma


a lo largo de la noche,
y el duelo y la intimidad
de un amor no conseguido
que demacra y desvela
la existencia febril.

E l fracaso de los sentidos,


el agobiante peso de cálculos muertos
en s u e ñ o s y realidades truncas:
todo lo que es nuestra erizada vida.

Esta forma de formas


se precipita en el vacío de nuestro ser
como clausura de lo viviente
que ama, sufre y se arrastra.

161
Esta noche estoy asido
a mi propio terror.

En mi recóndito naufragio
se oscurece el cielo del mundo,
se apagan sus ojos encendidos
y quiébrase el vivir.

Me encuentro en los límites de lo creado,


más allá de la alegría del nacimiento
y de la belleza,
de acuerdo con el destino:
mi mal vivir y mi morir a tientas.

162
DESCUBRIMIENTO DEL ALBA
XAVIER ABRIL

DESCUBRIMIENTO
DEL A L B A

EDICIONES FRONT
COLECCION POESIA

1937
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[Dedicatoria que aparece al inicio del ejemplar que sirvió


de base para esta edición]
POESÍA

L a Poesía es una dificultad que se vence a fuerza de perforarse el


hueso íntimo, de quemarse diariamente la sangre, incluso de perderse
uno mismo más allá de toda intención y todo límite. No creo en las rece-
tas preceptivas. La Poesía es un duelo a muerte que se realiza sin que
nosotros podamos resistirnos, al contrario, gana y nos enajena. Esta es
su virtud. No hay zonas neutrales para la terrible experiencia que signi-
fica. Todo el ser le pertenece. En la medida que nos devora, salvamos en
pura imagen lo perdido. Salimos ilesos de sus furias. No puede haber
engaño: su temblor espásmase en la muerte.

ESTÉTICA

(Realidad, incierta realidad o sueño.


Mujer siempre dormida en el poema.
Gacela despierta en suave paisaje de nube,
ausente de césped y horizonte.
POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO).

PRIMERA LUZ DEL MUNDO AL FONDO DE LA LL UVJA


O ROCÍO EN LAS FLORES

He descubierto la inocencia del rocío


sorprender a las flores recién nacidas,
al borde de la noche, antes del alba,
en la sombra, entre el dormido silencio
que no hiere la delgadez de un tallo.

[167]
Así la Poesía nos desnuda a los hombres
sin que haya tiempo para sentir la muerte.
Nuestras vidas son un agudo o leve temblor
que apenas se diferencia de los minutos de la flor eterna.

PAISAJE DE MUJER

(Tú vives justamente en el momento


en que muere la flor.
Ni más ni menos:
parecida al olvido).

Tú vives lenta y suave en tono de nube antigua.


Tu país se eleva a la altura del canto elemental
de las aves y de las florecillas silvestres.

No te ignoran los regatos perdidos


ni las huellas ocultas en el invierno.

El temblor de un tallo responde en tu despertar.

Tu cabellera es la flora del paraíso.

ELEGÍA A LA MUJER INVENTADA

(Sin formas la conocéis:


es la yedra obstinada,
la reja y el amor,
apenas lágrima de otro tiempo).

Una mujer o su sombra de yedra


llena esta soledad de lámparas vacías.

En la memoria del corazón


está marchita una flor,
un nombre de mujer.

Los ojos de la ausencia


están llenos de lluvia, de paisajes helados y sin árboles.

¿Quién conoce el nombre de esa mujer


que olvida su cabellera en los ríos del alba?

168
¡Qué difícil es distinguir entre la noche
y una mujer ahogada hace tiempo en un estanque!

El desmayo de una flor no se compara


al silencio de sus párpados cerrados.

OTRO TIEMPO DE ELEGÍA

Pastores los que fuerdes


allá por las majadas al otero,
si por uentura uierdes
aquel que yo más quiero
dezildc que adolezco, peno y muero
JUAN DE LA C R U Z

A la vista del amor ya me has deshecho,


la paz del corazón no tiene remedio.

Está transida el alma


y la voz y mi mirada.

Cuanto en ti mis ojos


desmayaban,
la sombra de la noche sepultaban.

¿Dónde te has ido que no has dejado huella?

Yo en mi noche tenaz me martirizo.


Veo la estela blanca de tu vida
en el terror sin cielo de la nada.

No más con tus ojeras perfumadas


me he quedado en la vida,
sorteando el infortunio
de la noche y la sombra, tu voz y tu mirada.

169
tu s u e ñ o al m í o no hay sino olvido)
SILENCIO DE JAZMÍN

Esta soledad de luna muerta


sabe el secreto del alba
y de las flores dormidas

EXALTACIÓN DE LAS MATERIAS ELEMENTALES

(En desnudez intacta,


escalofrío, desmayo y sueño.
Debajo de sus senos nace un río
que olvida los temblores de su cuerpo).

¿Te quieres dar a mí hasta palidecer


desmayada en la noche?
¿Y que tu cabellera encienda
los trópicos íntimos del amor?

¿Sentir la claridad del alba


anegada en tus senos?
¿Hundirte en mí,
en la temeraria orfandad de la sangre?

Yo sueño verte un día


desnuda de tallos y de aurora,
señalando la transformación de las esferas,
alta de mediodía, cenital y luminosa,
solitaria, única: ¡eterna rosa!

RECUERDO DE LA MUJER ENTREGADA ENTRE VEGETALES

En Toledo la buena, essa villa real


que iaze sobre Taio, essa agua cabdal
BERCEO

(Fue en los montes de Toledo,


en márgenes de luna y río).

Ayer estabas suelta en los bosques


donde la alta y señera luna cierra su pureza,
cuando la noche brama en los pozos del alma
y la soledad limita con la propia esperanza.

171
Tu cuerpo está cruzado por las tempestades
desde que el mundo existe y el hombre es responsable
de cuanto habita y crece de floral en la vida.

Las estrellas no saben sino por lejanía


del vibrar tan profundo y musical de tus ojos;
ignoran la aurora de tus senos boreales:
el paisaje absoluto y universal de tu vientre.

ALBA O LUZ DE LOS TRIGOS

Tú le das a las flores el silencio nocturno,


las estrellas, la sombra, el misterio de los ojos,
la palidez ahogada a la alcoba del sueño.

Las playas de tu vientre


donde el viento peina
los solitarios trigos del alba.

PLENITUD DELOS SERES MATINALES

(Alba en el arco del violin íntimo,


exaltación de los brazos fugitivos.
Entre los sueños de un color distinto
sólo los ojos que nos quedan vieron
cielo, palidez, desvelo).

La leve teoría de su cuello floral,


curvado de alba y de perfume en el atardecer,
aduerme un cielo tiernísimo de inocente piel.

Se confunden en su ser
las materias dichosas del mundo.

Sus brazos son como dos ríos perdidos


en el puerto oscuro de su cabellera.

Los paisajes de nieve se ocultan bajo sus párpados


donde la soledad del corazón se duerme.

172
ELEGÍA FINAL DELOS RECUERDOS
BAJO CIELOS OSCUROS Y TORMENTAS

(Se ¡a reconoce perdida ya entre las brumas:


solitaria, azul, puros cabellos.
Su voz se oye en los bronces de las tardes ocultas,
entre las ojeras y los crepúsculos,
en los ecos, en los tallos dormidos al borde de los lagos.
Una paloma herida sangra en fondos de trigo,
no muy lejos del piano,
cerca del olvido).

Si tú has venido a desnudarte ante mis ojos


en una noche que es aún muy lenta,
¿no recuerdas, caída de palidez y cabellos,
hacia qué amanecer o vacío te perdías?

Ya estás lejos del recuerdo,


en el fondo quizá de lunas sin historia,
donde se lastiman las raíces de los suspiros
y no cantan flores ni animales.

Esto ha sido así, en tiempo de sombra,


bajo la nube de una mirada.

No eres más que silencio,


apenas el rocío sobre la muerte:
¡flor, minuto, perfume, olvido!

NOCTURNO

(Sin sombras,
amor sin eco
y silencio).

¡Cómo has podido entrar así, nebulosa,


en el silencio de esta noche vacía de amor,
rota de dolor,
a iluminar la soledad de mi vida!

Oculto estaba dentro de mí mismo,


sordo y perdido en la mina del odio.

173
Fue un suave rumor,
una mirada,
¡y me sangró la vida en lo interior!

ELEGÍA A LO PERDIDO Y YA BORRADO DEL TIEMPO

(La sombra de yedra


que aflige tu semblante,
apaga la hondura de tus ojos
como un sepulcro en el fondo del bosque).

Lápida borrosa y oculta en el bosque,


más allá de la muerte del mármol
y de la pátina del tiempo.

Testigos son las bravas corrientes,


los últimos resplandores,
las adelfas y el silencio.

Podéis confundir sus ojos con las letras


blancas de la muerte,
con el negror que cae del cielo todas las noches de la muerte,
con ella misma si la luz la hubiera conocido.

¡La piedra que la cubre desde la muerte,


la sombra que la oculta desde la muerte!

Olvidad el paisaje que la secuestra a fondo de mares y de llanto.


Así será mejor para el olvido,
dura piedra, leve flor.

Muerta en el alba despertará en el aire la música dormida de las flores.

Piérdanse costas de espanto y cabelleras,


piérdese el mundo en sitio tan pequeño:
tumba, oscuridad, tragedia vegetal, mar de su cuerpo.

Y todo lo que es música la exalta en alto vacío,


en bosque incinerado:
¡nube, piedra de martirio, tabla de naufragio,
mudo fuego de sacrificio!

174
Considerad d e t r á s del tiempo de m ú s i c a s y lluvias,
su definitiva posición, su color personal,
su nombre y a perdido y las palabras de su boca.
Como si lo supieran, los p á j a r o s dialogan a duro pico
con arbustos y p e ñ a s de la quietud natural.

A l fondo del cielo, al borde de su lápida,


la tempestad bate boques y cuernos de animales.
L a tempestad, la m ú s i c a total,
envuelve al ser y cuanto ha sido.
L a frágil muerte bajo la piedra, bajo la sombra.
E l olvido, el silencio, la m ú s i c a total.

SENTIMIENTO DEL HOMBRE Y DEL SURCO

Como dice [Aristóteles], cosa es verdadera,


el mando por dos cosas trabaja: por la primera,
por haber mantenencia; la otra cosa era
por haber juntamiento confembra placentera.
ARCIPRESTE DE HITA

Insisto en la estética silueta vegetal


que nos proclama el señorío del paisaje,
la paz de la m o n t a ñ a .

L a libertad que existe entre la tierra y el cielo


es cosa de hoja simple
o de transcurrir de agua.
N o se equivoca el campesino cuando toma los cielos con las lluvias
en las ocultas cisternas del tiempo
y en verdad agrícola se acuesta
como eterna semilla acostumbrada.

E l aire que se agita es prez de la cosecha


y la luz decora lo preciado, dicha y gala.

E l hombre es el paisaje y es su historia


y por tal necesidad trabaja, come y descansa.

Tiene familia que mantiene y duerme


en suave tierra abonada en m á r g e n e s de ríos
que se atreven a inundar dulce floresta,
domicilio y s u e ñ o .

175
Es el padre, son los hijos
quienes tumban los árboles del tiempo
y que en parcelas de quietud
reposarán exentos de tributo,
ausentes del ozono y de la magia de los espantapájaros
que desvalija el vendaval.

Ausentes, perdidos ya para las duras tormentas.

Bajo tumbas removidas duerme el rayo


y todo cuanto fue hombre, trabajo,
apuro, soledad, quebranto.

Pasan guerras civiles de los años


y dejan los campos descarnados,
mutilados los hombres y las rosas.

Cuanto mis ojos han visto,


no digo dónde ni cuándo,
me consuela de morir.

Si duelos fueron, si alegrías,


olvídeme de los nombres, de las fechas.

Ya no son horas ni son flores lo que me aflige.


Es tu ausencia vacía en cada cosa:
soy yo mismo perdido entre mis voces.

ASESINADO EN EL ALBA

La muerte me está mirando


desde las torres de Córdoba.
F . GARCÍA LORCA

(Recuerdo de F. García Lorca)

¿Quién canta dentro el pecho, en vacío de rosa,


en declive de pájaros y finales de aurora,
hacia las luces últimas que fugan de la tierra?

Es la curva del aire sobre trigos teñidos en sangre,


la piel fundamental de la hembra o del toro,

176
es la guitarra muerta en las venas o en los ojos del vino,
la voz seca y gastada, terrosa de la copla que amanece
dolida en las grietas lamentables del hombre,
el desgarro a filo de una reja.
(Una palabra ahogada bordonea en un corazón sin respuesta).

Yo guardo ese paisaje, oculto esa calle, esa sombra dignísima,


ese lento callarse de los arcos a media luna del silencio,
el luto riguroso de un caballero antiguo y medio loco
desterrado del sueño por las proyecciones de su sombrero de copa,
una tarde detenida en las lindes del crepúsculo,
precisamente en el aire que sostiene el verdor de las flores.

Es la tierra de las posadas, Castilla de los mesones,


donde hacen noche la pasión y el crimen,
el trato de los goces y la muerte lograda.

¡Para qué recordar lo que golpea el alma


de luto y de duelo entre jazmines!
La sangre que desnuda el leve olvido
en sombras, músicas, ojos vacíos.

Cantan aún las heridas guitarras de sus venas


en cármenes de luna arrepentida.

Los cielos lo descubren permanente


tal como era, dichoso, lleno de alba en la voz,
alto de muerte.
Me han dicho sierras de dolor,
vegas de sangre,
cuán parecido estaba a la soledad,
bajo el cielo, su grito intenso, amortajado.
LOS OJOS MÁS ABIERTOS QUE E N L A VIDA.

PENETRA CIÓN DE LAS MATERIAS FRÁ GILES

(Plenamente en el éxtasis
de la sangre violenta,
rodo en sus venas despiertas
o flor desvanecida en los senos).

Ill
Si te confunde el cielo, si te descubre la luz en las espigas,
dime, ¿qué haremos con la cabra salvaje que rasga el amanecer?

¿No sientes cómo se desconocen los corazones que reposan juntos?


¿Acaso eres responsable del tiempo que nos separa?

¡Qué suave es la flor nacida en los párpados!


¡Qué lenta la pausa entre el suspiro y el ahogo!

Se pierde el jazmín desvanecido en sus sienes.


Tú misma eres olvido.

Tomemos las quebradas, el verde de las praderas matutinas,


los ocultos cantos, las primeras aguas.
¡Desierta, que nos invade
el alba de los puros animales!

178
La tranquilidad es una rama de olivo
que los pájaros llevan en el pico.
PATÉTICA

Caída del éxtasis,


en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.

Tu frente se eleva como el fuego.

Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.

La hoja independiente, la gota de agua,


iguales a un cosmos o poema.

Estás allí donde la sangre canta,


en lo desnudo del aire, en la vena del alba.

ELEGÍA OSCURA EN EL VIEJO


TONO DE JOR GE MANRIQ UE

Se lastiman los olvidos,


qué apenados, qué dolidos.
Los ensueños dormidos,
¡tan queridos!

¡ Ay, los ojos cerrados,


qué perdidos,
qué apagados,
¡tan heridos!

Los amores recordados,


ya fallidosy llorados,
¡tan hundidos!

Las almas, qué llagadas,


los cuerpos, qué caídos.
¡Se mueren las miradas,
Se lastiman los olvidos!

180
LA ARREPENTIDA DEL AIRE

Es el alba,
la luz nacida en los ojos del caballo.
El río,
corriente perdida de sus manos.

No la despertéis. Dejadla que se pierdaen vegetales músicas.


Duerme en la pausa de los perfumes,
en la nada de los claveles.

Apenas se deriva del rocío o la flor,


quiere ser luna,
lenta curva,
silencio de formas naturales.

No ahondéis olvido. Yace sola,


inútil en su sangre derramada.
Espántanse animales, grita el cielo,
se deshace el alba.

En pendientes precipitadas,
en la luz alta y perfecta,
parece fuga de los aires, intocada.

RETORNO A LO PERDIDO

En la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar.
MANRIQUE
a PABLO

Esta vez que vuelvo de viaje no hallo a mi madre muerta. Sólo la casa
vacía, hundida del lado de su ausencia. En las paredes agrietadas de
desconsuelo, trepan la yedra y el tiempo.

He visto a mi padre en el toque del alba oyendo la voz de mi madre.

Mas ella me falta como puede faltarme el corazón, la boca, las manos
o el despertar.

181
VOZ OCULTA

Oculto en la primavera.
Buscadle.
Con el aire daréis en su lenta respiración.
Os enseñe el galgo
la ruta de los setos
y de las lomas,
que en césped albea el corazón
y los ojos del animal
ven siderales flores,
los diminutos nacimientos,
las estrellas,
y todo lo que en la vida nos es dado.

CANTE EN LAS PROFUNDIDADES


DE LA SANGRE

Aquellos viven, los otros han muerto.


Nadie conoce el sitio, la oscuridad,
la nada de los perdidos.

¿Quién recuerda al asesino,


la noche del delirio, el final de los hombres,
la muerte de las albas y las rosas?

E l corazón no guarda sino memorias y pasos siniestros.


Tumba de los engaños, colmena de los amores.
Es nuestra sangre corriente de los ríos mortales,
vértigo de los espasmos, fuga de las corolas.

¿Alguien ha visto arder la llama en los mares perdidos,


la espada del rayo rasgar los cielos,
los caballos de fuego entre las nubes?

Crujen ios bosques en la noche,


se levantan las furias,
arden los animales,
ocúltanse los relámpagos de la muerte.

Delicados jinetes, fúnebres clavileños,


tierras calcinadas del desgarro.

182
Os recuerdo entre s u e ñ o s , Dulcineas,
guitarras situadas en la sangre,
a l desamparo del aire.

Estáis enterradas en las oscuras calles,


en los fondos en que el dejo se desmaya,
en el ambiente de i m á g e n e s familiares,
en los apagados semblantes de madera,
allí los muertos, guitarras y palabras, se desangran.

TONO ÍNTIMO DEL ALBA

A una sola línea del s u e ñ o , del color que es su vida. E l mundo de mis
manos se vuelve sutil en s u cuello. Luego, se pierde el mundo. Esto y a es
el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axilas veo emerger
la estación, el verano.

Adormecida en el alba entre dos rayos.

183
LA ROSA ESCRITA Y OTROS POEMAS
(VERSO Y PROSA)
(1987)
XAVIER ABRIL

LA ROSA ESCRITA

EDICIONES FRONT
COLECCION POESIA
Vol. V I I I
HISPANOAMERICA
DIALÉCTICA DE LA ROSA

A Valéry Larbaud, Homenaje.

«... a travers la Bulgaria pleine de roses...»


(Les Poésies de Bernabooth)

Ágil escorza la rosa


Despierta en su claridad.
El alto cielo reposa
En el color de la rosa
Dibujada en soledad.

En su ausencia es siempre rosa


Y perfume en su presencia.
Vuela rauda, sutil, posa
En el aire de su esencia.

Espacio..., física rosa


Propensa a la Eternidad.
¡ Ay, dolor, muere la rosa!
¡Corre el tiempo de verdad!

LAROSA ETERNA

En la mañana nacía
Vestida de su alborada.
En la tarde fenecía
Cual la rosa de la nada.

[189]
Estaba abierta de día,
De noche estaba cerrada.
Cantaba como gemía,
Sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,


Que sólo el alma adivina,
De su tallo se alejaba
A ser la rosa divina

LA ROSA DE SUNOMBRE

La rosa, la rosa siempre,


La rosa que me acompaña.
Aquí estoy de rosa a rosa
Esperando la condena
Del que a la rosa se entrega,
Disperso bajo la Luna,
Soñando la rosa que era.

No busquéis rosa ninguna.


Descubridla en Primavera.

LA ROSA 13

En el dolor del que goza,


En el placer del que muere,
Vuelve a su nacer la rosa
En los ojos del que viere.

En la suerte del que quiere


Su destino de querido,
En el perfume que fuere
Amo la rosa que olvido.

De modo que nada espere


El hombre que ama la rosa
Y en amándola perdiere.

190
La espina del que sufriere
Punza el alma que solloza,
Hiere aire con que nos hiere.

NACIMIENTO Y ELEGÍA DE LA ROSA

Nacida en la frágil hora,


Madrugada de la rosa,
Traslucida de su aurora,
Grácil, aérea, olorosa.

Señera de su deshora,
Arcana Luna brumosa,
AI tallo del aire aflora
Vago sexo de la rosa.

¡Ay, que todo goce muere


En la mengua del que goza
Rosa convertida en nieve!

Es el tiempo que nos hiere,


Roce frío de la rosa
Eterna de ser aleve.

LAROSAHUMANA

(Entre sombra y rosa)

Rosa que sueña, espina.


Afila el aire,
¡Ay, hiere la sangre!

Rosa despierta, perfume,


Aroma la muerte,
¡Ay, hiela la sangre!

Rosa viva, permanece,


Goza el tacto,
¡Ay, sufre la sangre!

191
Rosa quieta, vista,
Angustia el ojo,
¡Ay, quema la sangre!

Rosa que vuela, ida,


Desgarra el cielo.
¡Ay, calla la sangre!

Rosa ausente, fija,


Brote de idea,
¡Ay, piensa la sangre!

Rosa pura, geometría,


Color de línea,
¡Ay, forma la sangre!

Rosa en los ojos, olvido.


Sombra del ciego,
¡Ay, mira la sangre!

Rosa al aire, espacio,


Tiempo en el tallo,
¡Ay, vive la sangre!

Rosa que fue, sepulcro,


Sombra en la rosa,
¡Ay, sombra la sangre!

Rosa sola, neurosis,


Queja dormida,
¡Ay, sueña la sangre!

Rosa cerrada, párpados,


Sexo entrevisto,
¡ Ay, mustia la sangre!

Rosa que amé, distante,


Suma el alma,
¡Ay, siente la sangre!

Rosa a la Luna, erguida,


Fuga de música,
¡Ay, siente la sangre!

192
Rosa a la Luna, erguida,
Fuga de música,
¡Ay, eco la sangre!

Rosa íntima, perseguida,


Sien oculta,
¡Ay, ciega la sangre!

Rosa de terror, asida,


Rostro de espanto,
¡Ay, grieta la sangre!

Rosa de noche, clausura,


Cabellera del odio,
¡Ay, huye la sangre!

Rosa que torna, conoce,


Amado cuerpo,
¡Ay, mundo de sangre!

Rosa del alba, lograda,


Abierta pupila,
¡Ay, crece la sangre!

Rosa de alto cristal, día.


Fuego del árbol,
¡Ay, luz en la sangre!

Rosa en la casa, pródiga,


Pájaro que arde,
¡Ay, canta la sangre!

INTERMEDIO DE LA ROSA

Esta Primavera habría que dedicarla a un poema sobre la Rosa que hu-
biera escrito, sin duda, en el caso de haber sido persa. La poesía de la
abstracción atrae más que el objeto fijo y realista. La flor es un pretexto,
en este caso, para embellecer el mundo. Hay que bregar, pues, en la tenaz
locura de dar con la forma de un poema que sea más delicado que el ser
que piensa y que el perfume que aspira. Insistir siempre en la rosa que
recuerde su nombre. ¿Nacerá esta flor que devora la mente? Que ocupe

193
un lugar en el espacio, de una piedra derruida por el tiempo, de un grito
incendiado en el pecho, de un rayo detenido en la frente. En fin, se ha de
confundir con la vida y la muerte. Que sea una rosa sin límites: la rosa
cósmica.

LA ROSA IMPOSIBLE

Me encuentro dibujando la rosa pura. Mi raíz es la llama del mundo.


Me quemo, yo sé, en una tarea harto difícil y hasta se podría decir que en
el fondo es hostil. Quien lucha contra la facihdad se nutre de espacio, de
libertad, de congoja libérrima. ¡Oh, cómo pudiera crear una rosa que no
luzca jamás en el pequeño jardín cotidiano! ¡Una rosa para los vecinos
ciegos! Una rosa para mí mismo que no veo sino la rosa.

ETERNIDAD DE LA ROSA

Lograda sangre perdida


Que la Eternidad revierte:
Cuerpo que pierde la vida,
Alma que logra la muerte.

Lejana forma sentida


Recordará tallo inerte:
Rosa de intención buida
En éxtasis se convierte.

A la sombra es luz lograda,


Pasmo de rosa pasmada,
En sí misma contenida.

Sólo del secreto amada,


Por la mano es acabada
Y en el aire consumida.

L UNA Y ROSA EN EL MISTERIO

Luna cernida en su arcano


Torna rosa los destinos;
El misterio, leve mano,
Dibuja teoría y sinos.

194
Figuras de gobelinos
Beben nostalgias en vano;
El recuerdo de los vinos
Trasunta lagar humano.

La Luna, la rosa, el vino,


El sueño, la parra, el seno,
Sangre de ardiente destino.

La luz, la paja, el estío,


La siesta, el ojo, el sereno:
Amante el cielo del río.

LA ROSA ABSTRACTA

Eres la sublime flor


Cuyo tallo es el olvido.
Eres olvido de flor
En el sueño de mi olvido.

ELEGÍA A UNA ROSA

Mira tú la rosa pura,


Mira tú su sombra muerta.
¡Cómo estaba sin figura,
Sin color, la rosa abierta!

Mira tú, ya no es albura.


Mira tú, ya no es la cierta.
¡Cómo se vuelve futura
La rosa que estaba yerta!

Ama la rosa segura


En el ensueño perdida
O retenida en la mente.

Odia la flor que perdura


En la sien desvanecida
De otra rosa que la siente.

195
LA ROSA DE LA SANGRE
(Sonetillo flamenco)

A Rafael Alberti,
viejo amigo y admirado poeta.

Rosa y guitarra, lamento


De una garganta encendida;
Fuga y fuga del aliento
Que se acuerda de la vida.

Desgarra su sentimiento
—Sombra de saeta herida —
Por el ruedo del tormento
AI toro de la cogida.

Azora la plaza el viento


Negro de ganaderías
Sangrando la soledad.

La vida y muerte que siento


— En guitarras de agonías —
Lidiando la Eternidad.

LAROSAPÓSTUMA

Esa rosa ciega


Que mira en la tiniebla,
Ya no distingo entre ruinas —
Ebrio de mármoles y ocasos —,
Si el corazón se hirió contra la rosa.
Si la muerte también se bebió el vino.

Me veo, distraído.
Hablar con la neblina,
Transitar en la noche,
Agostadamente por las venas,
Si cabe, del sollozo,
A l lado del destino.

Unas veces olvidóme en la rosa


Y otras en el sueño.

196
El transparente hueso
Gime endecasílabo.

El modo de ser, propio.


La sombra de uno:
Eco del cuerpo.
Así la voz,
Onda del esqueleto:
Música de rosa adentro.

LA ROSA DE LA DISIPA CIÓN

Es la rosa disipada
En la noche de la orgía;
Senos de la encantada
Forma que se consumía.

Es la rosa del destino


Que una sola vez nos hiere;
En la embriaguez del vino,
En el amor que se muere.

(Madrid, 1927)

LAROSAQUEFUE

La elegía es una lágrima


Postuma que socava
A la rosa que fue rocío,
Claro amanecer lucífugo
Y que perdura indemne
Oculta en uno mismo.

Rosa interior, secreta,


Lúcida, abstracta que yace
Fija en el obscuro cristal
De la tumba del olvido
Donde sólo acierta a cantar
Un pájaro desconocido
Mensajero del acaso.

197
OTROS POEMAS

PATÉTICA OLVIDO
(Poema dramático)

PRIMER CUERPO DEL POEMA


- I -

Otra vez el fondo sin pupilas mirando dentro del ocaso.


Hojas que han muerto en un jardín de olvido.
Sólo las huellas de los ojos en el aire, en el vacío.
Sombras de los amantes.

-H-

El perdido cielo nos convoca en sus ruinas,


A vuelta de los ecos, tempestades vacías,
Mármoles violentados, clamores, destrucciones,
Desnudos patéticos, raíces de crímenes o sueños,
Silencios que la muerte ocupa,
Vagares de viento y sombra.

-m-

Está ciega al paso de la tarde, oculta en la noche.


Sus ojos guardan las ternuras de las verdades que fueron vivas:
El pequeño jardín, la rosa intransitable,
El retrato que el tiempo ha descolorido,
Las manos inmóviles, la mirada fija en el vacío del mundo,
Los niños enterrados en un pequeño cementerio,
Entre la brisa y el Alba.

[1991
-IV-

¿No respondéis a aquella voz que llama


De los bosques del olvido?
Una voz que no se oye. Voz de nadie.
La madre ciega, la luz ciega, el tiempo ciego.
Verdad que impone silencio,
Limitación despiadada de tierra y de sepulcro.

-V-

Nos seguiremos mirando, ciegos,


En medio del rencor pausado,
Heridos en el Alba.

Es otro cielo, otro color.


Escuchad:
¡Cómo me ahonda el mundo obscuro.
La luz purísima,
El fuego, sus pupilas!

SEGUNDO CUERPO DEL POEMA


- I -

Patética Olvido está sola en su tumba


Cerrando los ámbitos del cielo.
Veo el paisaje internado en su muerte.
Palabras dichas por la misma tierra
Sollozan que murió una mañana sin límites.

Está allí, en el rumor y el viento,


En la corriente de las eras.

Podéis verla cruzar las tempestades


En la música oculta.
Sentirla apagada. Oírla.
La confundiréis con una nube muerta
O con un canto olvidado.

200
-n-
A nadie se parece ni es parecida a nadie.
Está envuelta en las nebulosas de la huida
Deshaciendo las rosas eternas del tiempo.

La piedra es fiel a su forma y el aire la transporta.


¡Oh niebla, obscuridad, sangre, música y silencio del ser!
¡Oh vientos, retened la amarga fuga de sus cabellos!
¡Oh tumba, guardad su sueño en música cerrada!

TERCER CUERPO D E L POEMA


- I -

Patética Olvido nace como el día.


No la podéis diferenciar del rumor
Que produce un río oculto
En los cauces remotos de la sangre.

Patética Olvido está naciendo,


Abierta a la palabra,
En el aire de las nuevas hojas
A la quietud verde.

-n-
AIlí la tenéis: en la rosa abierta,
En la luz del cielo permanente;
Es el Alba que nace en el esparto,
El silencio de una flor jamás vista
Ni reconocida en la sombra de la Luna.

-m-

Patética Olvido, muda y eterna,


Confundida en el cielo, a la vera del aire,
Con un dejo de soledad y lluvias.

201
CUARTO CUERPO DEL POEMA
- I -

Podías haber sido este momento de garzas,


Esta altura de silencio,
El frágil corazón en desvelo
Que ignora si son suaves los labios
O es la flor la sangre que circula.

No quisiera insistir en el tono


Que no sea una lágrima ni un herraje mortal
Ni el hierro de una sombra antigua de muralla
Lo que oculte y disipe su canto en el ser abandonado,
En el dormido ser que perece en el agua,
En los ecos de un estanque,
Rodeado de su familia pálida de olvido.

-n-

Sí, nos vamos a encontrar otra vez


En la misma calle que hemos amado tanto,
Recogida de música, cerrada como flor.
¿Qué digo, si eres sueño que baña dulcemente
La sangre dormida del Alba?
¿Dónde estás tú si no has vivido nunca,
Si no te conoce el aire ni la calma
De una tibia vega adormecida?

-BJ-

Aquellos ojos que jamás hemos visto,


De la mujer que no existe
0 de la que conduce un rebaño de auroras.

Hombre y mujer de un destino perdido,


Somos la forma vacía de un goce.
El eco de la palabra viva,
Un vegetal erguido,
Discurriendo en los jardines que nostalgia el vino,
Entre las sombras y las fuentes.

202
-IV-

Tú no eres, tú no has sido ni podrás ser diferente


A la flor que nace mientras se duerme,
A la palidez que invade el mundo,
Un mundo que no existe fuera de los senos
O de la música perdida en el tiempo.

-V-

Estatuas y quebrantos de ventanas,


Lunas que se han obscurecido
En el entierro de una niña desaparecida.
Nada os extrañe entonces que esté azul una palabra
Allí donde nacía antes un trébol de inocencia.

EPÍLOGO
- I -

Conf iad en la voz que no se apaga


Sino en los pechos que se duermen a vuestro lado,
Cuerpo a cuerpo, silencio a silencio;
Frágil reposo, sueño, cabelleras del sueño
Que la noche secuestra a los amantes.
Pensad en lo que un día no será sino lágrimas,
Una flor, unas palabras, una lápida.

-n-

Estás con un dejo de olvido


Entre pájaros de olvidarte.
Sólo yo te distingo, ciego,
Pura llama, viento, nada.

PRIMER POEMA

al arpa, al rincón,
la lágrima y los mur-
ciélagos de la propia
noche del arpa.

203
Porque el arpa es la atmósfera de la música íntima, del rincón amado, de
la lágrima lenta. E n la amena floresta del entresueño, los párpados se
ocultan y los labios ahóganse en tenaz mutismo. La indiferencia le musita
al Olvido una secreta palabra de tristeza. A l lado del arpa sólo sobrevive
con decoro el silencio. Viste el traje negro de la melancolía o la mortaja
obscura de un recuerdo: sombra de camafeos, indescifrable fisonomía de
ternura remota.

Muérese el rincón, bórranse las miniaturas, arde la levita, sécanse las


lágrimas, piérdense desvanecidas postales eróticas, pero el arpa vive en
escondido misterio, jorobada, lleno de murciélagos, perseguido por infi-
nitas notas de su propio cuerpo sepulturero.

En la indemne quietud noble de la sala, el desmayado cortinón del es-


panto acompaña el arpa solitaria que mátese al fondo de sí misma.

Sólo el arpa y el silencio moran en inhóspita Eternidad.


m

(Buenos Aires, 8/12/1951)

SEGUNDOPOEMA

¡Cómo mueren las casas en el tiempo


y aparecen los fantasmas'.

]'ai revé tant et plus, mais je n'y entends note.


RABELAIS

Las casas mueren inevitablemente. Las que son no fueron Jas mismas en
otro tiempo. ¿Quién advierte el penoso fallecimiento de las casas, de los
hogares? ¿Alguien acierta a percibir cómo mueren, en dónde se inicia la
caída, en qué momento? Hay quienes sospechan que algo se pierde o que
cambia, incluso que desaparece para siempre. E l caso es que una casa
principia a morirse de la misma manera que sus inquilinos. Hubo épo-
cas en que una casa principiaba a decaer, a morirse, por el salón; otras en
las cuales la decadencia se originaba en el comedor y, por último, cabe
recordar, sin intención alguna, que la ruina se señalaba en la alcoba. En
este punto, no mueren los enseres sino las personas: el amor, los pensa-
mientos, los sueños, el quehacer íntimo. Algunas veces, muy pocas, la

1
Se mantiene la concordancia que figura en el original. En el poema, 'arpa' se usa también
como sustantivo masculino. (N. del E . )

204
muerte se iniciaba en la Biblioteca, la cual constituía una especie de
funeral de la frustrada dicha doméstica, en la que sobra la fantasía y
huelga la imaginación. De la cocina no hablemos: muere sólo con la
miseria.

En el salón muere, primero, el órgano, el piano, el arpa. Después sigue,


generalmente, el sofá, el medallón, el desairado camafeo, la aristocrática
miniatura y la inevitable «marina» del 900. Nadie se da cuenta de la
muerte del salón, tal vez porque suele estar cerrado a piedra y lodo. E n
este melancólico inventario faltan el espejo, el cortinón y la alfombra.
Pero el espejo no muere fácilmente, al contrario se obstina en recordar el
pasado del salón muerto. Los espejos que veis en los remates tienen, por
ello mismo, una rara y azogada tristeza elegiaca. El cortinón y la alfom-
bra le dan énfasis a toda mudanza; pregonan un espíritu de transacción,
de cambio, de acomodo. Si la alfombra ha merecido el desprecio, dado
su bajo uso, el cortinón que ha tenido trato con lo pornográfico y clan-
destino, al amparo de una inventada penumbra propicia y fugaz, desde
luego, goza de cierto prestigio táctil que se palpa en la pátina de la
desvergüenza.

Olvidarse de la triste suerte de un florero sería deslealtad y prueba de


desafecto, ya que en el deteriorado florero radicaba el equilibrio del ho-
gar que la coquetería vulnera con una rosa de engaño. E l florero es la
víctima (primera, quizás), que uno retiene de la catástrofe del salón. Nada
se le parece más, sin embargo, que aquellas cinturas que todavía se es-
conden en las páginas de los álbumes, con cierto rubor de época, de
violeta o de postal prohibida. El florero es lo más delicado de la concien-
cia femenina: el enlace de las manos y la flor en complicidad con nubiles
secretos de piel y pétalos.

Peor aún que la desaparición total de la alcoba, es la muerte de uno de los


cónyuges y la ocupación subsiguiente del lugar vacío del lecho por un
aparecido (o aparecida, según los casos) que nada tenía que ver con el
proceso de la casa, ni con el amor, ni con la vida, ni con la muerte. Predo-
mina, en estas circunstancias, un ambiente frustrado de amnesia de es-
píritus nupciales de funeraria.

En el salón muere rigurosamente el piano; se posesiona de él un langoroso


esqueleto con el pavor de la clave en la sonrisa. Pesa el silencio de made-
ra del viejo ataúd familiar. El piano tiene no sé qué complicidad con el
sepelio, con la capilla ardiente, con las exequias.
2
En el original figura el plural irregular 'albums". (N. del E.)

205
E l piano muere a pesar del jardín próximo, del gato hechicero e incluso,
no obstante, de la lluvia nocturna que cala al piano hasta las cuerdas del
sonido. E l piano muere con la dignidad de un antiguo señor de levita y
chistera. Pero, sobre todo, muere el piano, indefectiblemente, cuando lo
toca en una hora increíble una niña difunta. Nadie descubre con qué
decoro de laurel extinguido se evade el piano por entre la sombra de su
propia tortura. El piano entonces acredita el recuerdo de un polaco ge-
nial y maniático que se moría de eso: de Luna abstracta y de piano con-
creto y contumaz. ¿Morirse? Nadie se ha muerto, como Chopin, de piano.
El propio piano sabe de esto. Id a buscar entre la herrumbre de un jardín
abandonado el piano muerto, el acorde insistente, la estatua del amor,
desnarizada, absorta, ciega, pero que sigue oyendo la melodía extingui-
da del piano desaparecido.

Un piano muerto en plena tempestad es más hermoso que un navío


heroico.

Con el piano muere lo individual, lo profundo: el pecho y las vértebras.


El arpa muere sola; la cítara languidece trémola, se desmaya en las ma-
nos de la desesperación, pero no muere. El violin no acierta a morirse del
todo: siempre logra tregua y sobrevive siempre, porque le falta acudir a
una cita de flébiles sollozos delirantes. E l arpa representa otra época:
asila en su atmósfera separada y propia, arrinconada y brumosa, a los
más auténticos fantasmas. Representa el orden de la dignidad onírica,
corporal, abstracta. Fantasma de madera, resto de naufragio.

Los fantasmas nunca tuvieron sitio, lugar, en el salón: no se les quería, se


les echaba con un movimiento desdeñoso de abanico o, todavía, lo que es
peor, se Ies espantaba, sin gracia alguna, con el impertinente. Los fantas-
mas han estado acostumbrados, en cambio, a los ojos vacíos, a las catara-
tas, a los lobanillos de las señoras y a toda clase de protuberancias, pero
se desconcertaban, eso sí, ante la amenaza de ese adminículo óptico que
tiende, no sé por qué, a establecer una extraña relación secreta entre la
miopía y la menopausia.

Los fantasmas no toleran sino las cosas serias. Hace falta adultez en el
trato para ganar su confianza. Los fantasmas no disfrutan del aprecio
social, cortesano. Ellos, por eso, sólo viven en los sueños de los durmien-
tes. Ocupan las alcobas. Nadie se entera, desde luego, cuando un niño
asustado dice papá y algo clandestino se oculta en el fondo del ropero o
en la intimidad de la sangre.

206
E l fantasma está perdido en el mundo: no ha logrado entrar en la edad
adulta de los mortales. M á s bien, s i queréis, se ha salvado, y a que perte-
nece ligado a la infancia, feéricamente, como u n fuego fatuo disfrazado
de m u r c i é l a g o . Los fantasmas no envejecen n i se jubilan. No pertenecen
a ninguna burocracia sino al reinado de la tiniebla.

(Buenos Aires, 8 / 1 2 / 1 9 5 1 )

UN POEMA QUE INTEGRA EL COSMOS

Este verso
línea del horizonte
ojo profundo
luz aire semilla
U n hondo vacío
el hombre
sumergido
en sí
mismo
Es el pasado
actual
Dijo HOMERO
Su HEXÁMETRO FLORIDO
Cantó el rayo
atravesando el
ESPACIO y el T I E M P O
que aún no son palabras ecos
el MAÑANA de SIEMPRE

(1958)

207
BIOMBO ORIENTAL

(Poema a un bulbul pintado en el vergel del sueño)

A la niña Anahí Blanco, futura Delmira


Como
canta trina

la pintura el bulbul
en

persa
De hoja en

hoja
ta nota
desciende

al color
de la música

pura
La escala baja
a la fontana
en el
TIEMPO se diluye en gota
de

agua.

(1973)

208
SONETOS

- I -
LA MIRADA EN LA SANGRE

Antes había, de nacer, mirado


Ensueño y claustro del dolor querido;
En la ternura de la curva, dado,
Gusté la gracia del amor bebido.

Se ve el mundo, la cosa, lo acabado,


En pausa de placer y de sentido;
Llega un día de ritmo terminado
Y comienza de nuevo lo sufrido.

Entre el ser y no ser y haber amado,


Hay la sorpresa apenas de haber sido
Clandestino licor de lo gozado.

No importa cómo, si se nace herido...


Si se ha de amar viviendo lo llorado,
Se ha de morir mirando lo vivido.

- U -
PLENITUD DE AMOR

Amante de la dicha en lo señero.


Amada del amor en lo logrado;
Estás en mí soñando lo primero,
Sintiendo el comenzar de lo acabado.

[209]
Aliento en el escorzo, flor, venero,
Tallo de ardor, fluir desesperado,
Que traspasa el cristal de lo sincero
Cayendo en el placer avergonzado.

Eres la noche, sombra en el sendero,


Que ignora cómo vivo y cómo muero,
Ojos del sueño, ser alucinado.

En el dolor vacío del desvelo


Surges fugaz y eterna de mi cielo,
Cautiva del infierno más amado.

-Ill-
CONFIDENCIAL

No le digas a nadie que te quiero,


Que estoy dentro tu sangre derramado;
De tu cuerpo y de tu alma, prisionero,
Por la vida y la muerte, sólo amado.

En playas de silencio sufro y muero,


— sueño de vida en cuerpo desmayado —;
Busco en el mar el rumbo que prefiero
Aunque puerto de amor nunca es hallado.

Este soneto, amada, el más sincero,


Si no puro, dolido y desolado,
Hijo es de la pasión y del esmero.

Cúmplese aquí rigor que es lo primero,


Presencia del amor en io gozado:
Suave es la rosa y duro es el acero.

(1939)

-IV-
AUTORRETRATO

Si fuera lengua larga y viperina,


Desmesurado deslenguado fuera.

210
Es el dicterio a veces medicina
Que cura vanidades sin mollera.

Figura lenguaraz que vaticina


En nocturno de bruma y calavera,
No se conforma a mi alma matutina
Despierta siempre en luz de Primavera.

Habla aquí mi pasado y mi presente


En el diálogo de oro permanente
Que no amengua jamás en su denuedo.

Esta mi ejecutoria y mi simiente:


El verbo agudo como sangre ardiente.
Nuevo brote en el árbol de Quevedo.

(1940)

- V -
SEPULCRO DEL TIEMPO

El día antiguo, nuevo y sucesivo,


Torna del fondo de su cráter puro,
Yendo en la luz, multiplicado, solo,
En frío fuego apenas sostenido.

Es el nacer y sucumbir constante,


Hecho, deshecho en el contorno fijo;
Flujo y reflujo siempre construido 3

De la apariencia del correr distinto.

Cristal alzado súbito a la altura,


Libre su curso de diamante ciego
Al contrapunto de la orilla obscura.

Germinales destellos, vivos sones,


Batiendo tintes muertos del ocaso
En la secreta tumba de las horas.

Mantenemos el acento para conservar el endecasílabo. (N. del E . )

211
COLOFÓN 4

L a obra poética titulada La rosa escrita y otros poemas como «Patética


O l v i d o » , dos poemas en prosa y cinco sonetos, fueron escritos, la prime-
ra y la segunda, el a ñ o 1937, y los poemas en prosa y los sonetos en a ñ o s
sucesivos. Se editan, pues, por v e z primera, en libro en la ciudad de
Montevideo, a través de las E d i c i o n e s
Front, como recuerdo de la revista Front
que se editaba dirigi- da por Sonia Prins,
en Amsterdam, H o - landa, en que Xavier
estaba encargado de la Sección de Litera-
tura americana, los a ñ o s 1930 y 1931, al-
c a n z a n d o a cuatro n ú m e r o s los que vie-
ron la luz en tres Ien- guas; a l e m á n , f r a n -
cés e inglés. Los edi- tores responsables
fueron cuatro: A b r i l , Ikeda, Macleod y
Prins. L a revista res- p o n d í a a u n fervor
r r i n s . L a revista res- \ <A\
radical a n t i b u r g u é s , £y ^ con u n p r o g r a m a
consistente en la uni- dad de la literatura
avanzada de izquier- •ft da, dirigida, obvia-
mente, contra el fascismo y el nazismo, que por esos años amenazaba,
como hoy, la paz mundial, con los mismos y peores propósitos de domi-
n a c i ó n universal del Imperialismo complotado. L a autora del dibujo es
la pintora Sara Acosta, del Atelier A n d r é Lothe, de París, los años 1955¬
1956. Consta esta edición p r í n c i p e de 300 ejemplares numerados.

Antes del pie de imprenta hay una página que lleva el título de colofón. Al final de esta
figura la numeración del ejemplar: «095». L a incluimos por [a información que brinda.
(N. del E . )

212
LA ROSA ESCRITA
(1996)
XAVIER ABRIL

LA ROSA ESCRITA

Presentación de Sandro Chiri Jaime

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA D E L P E R U


lo vidi ghiaccio e li presso la rosa
PETRARCA

Muchos poetas provenzales hay que hasta cultivan la oscuridad para con los literatos
mismos y se encierran en ese trobar clus o poetizar arcano que constituye la deses-
peración de los filólogos e intérpretes modernos.

RAMÓN MENÉNDEZ FIDAL


(Poesía juglaresca y juglares)

Lo que más hizo pensar que la poesía tradicional era producto misterioso de edades
primitivas, es el hecho de que se va extinguiendo en un país conforme en él va avan-
zando la cultura moderna. Pero también la cultura moderna está en peligro de extin-
guir toda poesía, según profetizan algunos, y, sin embargo, no debemos participar de
tales temores. Claro es que la excesiva exaltación moderna de la individualidad del
artista compromete mucho, no sólo la universalidad de la obra de arte, sino su más
elemental eficacia; la poesía, cada vez más, renuncia a ser expresión de sentimientos
dilatadamente humanos, para encerrarse en cavilaciones reservadas a un cenáculo
de iniciados; las escuelas luchan por crear nuevos tipos de poesía singulares en su
totalidad, apartadizos, aislados, atormentándose tras algún preciosismo que, como
lenguaje cifrado, no quiere ser comprensible para todos, y, más aún, se avergonzaría
de llegar a ser demasiado comprendido de cualquiera. Pero es indudable que, por
último, se afirmará en definitiva el artista que arrogante y sencillamente afronte el
peligro de ser entendido de todos, el que, como los más grandes poetas de todos los
siglos, tenga algo que decir, lo mismo a la muchedumbre que al hombre selecto y
podemos esperar que, aún más allá, una educación más elevada, efectiva e integral
del hombre, podrá traer que la poesía vuelva a ser sentida en común, expresando y
uniendo emociones colectivas, como en los mejores días de otras épocas de gran flore-
cimiento que hoy miramos con admirativa envidia y siendo entonces el arte lo más y
el artista lo menos, podrá renacer cualquier forma de poesía anónima y tradicional,
pues la vida de ésta no depende de la cronología de la cultura, sino de la orientación
del hombre.

RAMÓN MENÉNDEZ PTDAL


(Poesía juglaresca y juglares)
ADVERTENCIA

Me encuentro dibujando la rosa pura: el edificio permanente de la


soledad.
Mi raíz es la llama del mundo. Me quemo contra todo vecino y vecin-
dad. Quien lucha contra la facilidad se nutre de espacio, de libertad, de
congoja libérrima. ¡Oh, cómo pudiera crear una rosa íntima que no luzca
jamás en el pequeño jardín cotidiano! ¡Una rosa para los vecinos ciegos!
Una rosa para mí mismo que no veo sino la rosa.

[217]
1
DIALÉCTICA DE LA ROSA

Crear una sola flor es trabajo de siglos.


WILLIAM BLAKE

Ágil escorza la rosa


despierta en su claridad;
el alto cielo reposa
en el color de la rosa
dibujada en soledad.

En su ausencia es siempre rosa


y perfume en su presencia;
vuela rauda, sutil, posa
en el aire de su esencia.

Espacio... Física rosa


Propensa a la Eternidad.
¡Ay, dolor, muere la rosa!
Corre el tiempo de verdad.

2
NACIMIENTO Y ELEGÍA DELAROSA

Nacida en la soñada hora,


madrugada de la rosa,
traslucida de su aurora,
frágil, aérea, olorosa.

Señera de su deshora,
arcana luna brumosa,
al tallo del aire aflora
vago sexo de la rosa.

¡Ay, que todo goce muere


en la mengua del que goza
rosa convertida en nieve!

Es el tiempo que nos hiere,


roce frío de la rosa
eterna de ser aleve.

[219]
3
LAROSA VACÍA

Esta es la rosa vacía


en su propio ser diverso;
abstracta de mediodía,
teoría de puro verso.

Evade su aire sombría


rosa que ama el universo;
aljofarada armonía
en extraño cielo terso.

Ya no es la rosa que fuera,


tono de amor, primavera,
relación de la sonrisa.

Que soñara hasta el olvido


esencia que había sido
en el jardín de la brisa.

4
LAROSADELDÍA

Vibra la rosa del día


abierta voz de su vida;
florece la melodía
en su alba raíz herida.

Cambia de color, desñora


la sutil forma sagrada;
agoniza en donde mora
vacía de su alborada.

Sueña la rosa perdida,


lejana de nuestra vida,
ensimismada en su sino.

Ausente de primavera,
que la memoria venera
vagando por su destino.

220
5
VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA DE LA ROSA

En la rosaleda trina
la color pausada y leve;
rosa que nos ilumina
con su mirada tan breve.

En el ocaso la rosa
sueña soñando su herida;
desmayada, dolorosa,
fugaz, lejana, dolida.

¡Ay, la rosa, rosa, rosa,


llama que nos es querida,
principio de eterna cosa,
mudanza de nuestra vida!

Es la rosa de la herida
quebranto del ser querido
que nos olvidará la vida
en jardines del olvido.

6
LA ROSA MÚLTIPLE

¡Oh rosa de lejanía,


rosa de rosa lejana,
que su nostalgia bebía
en jardines de Nirvana!

Así la rosa se hacía


al misterio más liviana;
en los sueños revivía
el tiempo que fue lozana.

La rosa toma a la rosa


en vuelo de luz, dichosa,
del cielo rosa al devenir.

Integra forma volvía


a sentir lo que sentía
en soledad de vivir.

221
7
LA ROSA ETERNA

En la mañana nacía
vestida de su alborada;
en la tarde fenecía
cual la rosa de la nada.

Estaba abierta de día,


de noche estaba cerrada;
cantaba como gemía,
sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,


que sólo el alma adivina,
de su tallo se alejaba
a ser la rosa divina.

8
LA ROSA DE SUNOMBRE

La rosa, la rosa siempre,


la rosa que me acompaña.
Aquí estoy de rosa a rosa
esperando la condena
del que a la rosa se entrega,
disperso bajo la luna,
soñando la rosa que era.

No busquéis rosa ninguna.


Descubridla en Primavera.

9
LA ROSA DELA SANGRE

Rosa y guitarra, lamento


de una garganta encendida;
fuga y fuga del aliento
que se acuerda de la vida.

222
Desgarra su sentimiento
en sombra de saeta herida,
por el ruedo del tormento
al toro de la cogida.

Azora la plaza el viento


negro de ganaderías
sangrando la soledad.

La vida y muerte que siento


— en guitarras de agonías —
lidiando la Eternidad.

10
ETERNIDAD DE LA ROSA

Lograda sangre perdida


que la eternidad revierte:
cuerpo que pierde la vida,
alma que logra la muerte.

Lejana forma sentida


recordará tallo inerte:
rosa de intención buida
en éxtasis se convierte.

A la sombra es luz lograda,


pasmo de rosa pasmada,
en sí misma contenida.

Sólo del secreto amada,


por la mano es acabada
y en el aire consumida.

11
LA ROSA 13

En el dolor del que goza,


en el placer del que muere,
vuelve a su nacer la rosa
en los ojos del que viere.

223
En la suerte del que quiere
su destino de querido,
en el perfume que fuere
amo la rosa que olvido.

De modo que nada espere


el hombre que ama la rosa
y en amándola perdiere.

La espina del que sufriere


hinca el alma que solloza,
aroma el aire con que le hiere.

12
ELEGÍA A UNA ROSA

Afín que vif ct morí ton corps ne soit que roses.


PIERRE DE RONSARD

Mira tú la rosa pura,


mira tú su sombra muerta.
¡Cómo estaba sin figura,
Sin color, la rosa abierta!

Mira tú, ya no es albura,


mira tú, ya no es la cierta.
¡Cómo se vuelve futura
La rosa que estaba yerta!

13
LA ROSA

Esta era la rosa altiva,


la desnuda, frágil, pura,
apenas de luz, ardida,
la rosa que estaba viva,
olvidada en su hermosura,
ajena a su propia vida;
soñaba a su sombra, esquiva,
cómo guardar su blancura
sin tocar su leve herida,
los ojos de su figura.

224
14
LUNA YROSA EN EL MISTERIO

Luna cernida en su arcano


torna rosa los destinos;
el misterio, leve mano,
dibuja teoría y sinos.

Figuras de gobelinos
beben nostalgias en vano;
el recuerdo de los vinos
trasunta lagar humano.

La Luna, la Rosa, el Vino,


el Sueño, la Parra, el Seno,
sangre de ardiente destino.

La Luz, la paja, el Estío,


la siesta, el Ojo, el sereno,
amante el cielo del río.

15
LAROSAHUMANA

A Edith, entre sombra y rosa.

Thou art a dreaming thing,


A fever of thyself.
JOHN KEATS

Rosa que sueña, espina,


afila el aire,
ay, hiere la sangre.

Rosa despierta, perfume,


aroma la muerte,
ay, hiela la sangre.

Rosa viva, permanece,


goza el tacto,
ay, sufre la sangre.

225
Rosa quieta, vista,
angustia el ojo,
ay, quema la sangre.

Rosa que vuela, ida,


desgarra el cielo,
ay, calla la sangre.

Rosa ausente, fija,


brote de idea,
ay, piensa la sangre.

Rosa pura, geometría,


color de línea,
ay, forma la sangre.

Rosa en los ojos, olvido,


sombra del ciego,
ay, mira la sangre.

Rosa al aire, espacio,


tiempo en el tallo,
ay,vive la sangre.

Rosa que fue, sepulcro,


sombra en la rosa,
ay, sombra la sangre.

Rosa sola, neurosis,


queja dormida,
ay, sueña la sangre.

Rosa cerrada, párpados,


sexo entrevisto,
ay, mustia la sangre.

Rosa que amé, distante,


suma el alma,
ay, siente la sangre.

Rosa a la Luna, erguida,


fuga de música,
ay, siente la sangre.

226
Rosa a la luna, erguida,
fuga de música,
ay, sigue la sangre.

Rosa íntima, perseguida,


sien oculta,
ay, ciega la sangre.

Rosa de terror, asida,


rostro de espanto,
ay, grieta la sangre.

Rosa de noche, clausura;


cabellera del odio,
ay, huye la sangre.

Rosa que torna, conoce,


amado cuerpo,
ay, mundo de sangre.

Rosa del Alba, lograda,


abierta pupila,
ay, crece la sangre.

Rosa de alto cristal, día,


fuego del árbol,
ay, luz en la sangre.

Rosa en la casa, pródiga,


pájaro que arde,
ay, canta la sangre.

16
COPLA

Eres la sublime flor


cuyo tallo es el olvido.
Eres olvido de flor
en el sueño de mi olvido.

227
17
COPLA

La rosa que no olvida


espina de soledad,
descarnada de la vida,
esencia de su verdad.

18
COLOFÓN

Ya retorno de la rosa
sin brisa ni amanecer.
El ensueño: toda rosa;
la pena: toda mujer.

228
LAS ESTATUAS DE LA SANGRE

I
SONETO A EDITH

No le digas a nadie que te quiero,


que estoy dentro tu sangre derramado;
de tu cuerpo y de tu alma, prisionero,
por la vida y la muerte, sólo amado.

En playas de silencio sufro y muero,


— sueño de vida en cuerpo desmayado —;
busco en el mar el rumbo que prefiero
aunque puerto de amor nunca es hallado.

Este soneto, Edith, el más sincero,


si no puro, perfecto y acabado,
hijo es de la pasión y del esmero.

Cúmplese aquí rigor que es lo primero,


presencia del amor en lo gozado:
suave es la rosa y duro es el acero.

n
LA MIRADA EN LA SANGRE

Antes ya de nacer había mirado


ensueño y claustro del dolor querido;
en la ternura de la curva, dado,
gusté la gracia del amor bebido.

[229]
Se ve el mundo, la cosa, lo acabado,
en pausa de placer y de sentido;
llega un día de ritmo terminado
y comienza de nuevo lo sufrido.

Entre el ser y no ser y haber amado,


hay la sorpresa apenas de haber sido
clandestino licor de lo gozado.

No importa cómo, si se nace herido...


si se ha de amar viviendo lo llorado,
se ha de morir mirando lo vivido.

III
PLENITUD DE AMOR

Amante de la dicha en lo señero,


amada del amor en lo logrado;
estás en mí soñando lo primero,
sintiendo el comenzar de lo acabado.

Aliento en el escorzo, flor, venero,


tallo de ardor, fluir desesperado,
que traspasa el cristal de lo sincero
cayendo en el placer avergonzado.

Eres la noche, sombra en el sendero,


que ignora cómo vivo y cómo muero,
ojos del sueño, ser alucinado.

En el dolor vacío del desvelo,


surges fugaz y eterna de mi cielo,
cautiva del infierno más amado.

230
DECLARACIÓN EN NUESTROS DÍAS
XAVIER ABRIL

DECLARACION EN
NUESTROS DIAS

EDICIONES FRONT
COLECCION POESIA Y PROSA
Vol. I X
HISPANOAMERICA
PRÓLOGO

Mis precursores han sido la Dialéctica, el Subconsciente y la Síntesis. He


escrito extrayendo de mí mismo como de una mina autónoma, todo cuanto
se encuentra en la Naturaleza, la Fantasía y la Imaginación. E l proceso
ha sido el propio y característico de las secreciones internas al mismo
tiempo que externas. El idioma aprendido en la infancia lo he reinventado
en la adultez. Cuanto he expresado, sujeto a una interna y tenaz
autocrítica, ha sido el fruto, no de la inspiración sino de un poder crea-
dor imaginativo que es, en síntesis, la expresión de mi «doble» y de mi
otro yo, de los que soy deudor y, al mismo tiempo, acreedor.
E l verso, la prosa, el ritmo, son siempre los resultados de una activi-
dad de la mente que responde al designio mágico del Inconsciente al que
el hombre, cualquiera que sea su misión, es fiel eco y única causa previa
y final.

X. A.
{1986)
CANTO DE LA CIUDAD Y DEL HOMBRE MODERNO

Hace dos mil años que el hombre nace en la ciudad.


Entornilla sus huesos a la urbe, y vive pobre, grotesco y miserable.
Algún cambio de Bolsa lo fuma millonario, pero él muere roto
Y sin esperanza alguna.
El hombre ciudadano es más triste que la tierra.
Soplan vientos como cuchillos; y él apenas puede caminar,
Porque el dolor lo absorbe y lo golpea y lo llena de tierra
Hasta las narices.

En este sube y baja, el hombre nuevamente se para,


Entornilla sus huesos a la urbe. Y procrea y se extiende,
Pero en cada creación se duele y se joroba.

El hombre ya no tiene camino a donde ir.


Y sabe que ha de comer de su propia carne.

El hombre es un canto de la ciudad. El canto rojo que al fin y al cabo

Ha de entregarse al viento y quemar con su dolor al cielo.

¡El cielo que nos hace tanto daño!

Pero ¿el hombre? ¡Nadie sabe que es un hombre!


Porque lo ven hundido y sucio de barro hasta las solapas.

¡Y él, acaso, muere un día, pero en su muerte se llama Lenin el hombre!

POEMA DE SIBERIA

Siberia, Siberia, Siberia, Siberia.


¡Todo el mundo.
Todo el mundo ha tenido dos destinos:
El Infierno y Siberia!

Siberia tiene la sangre en costra


De todas las gargantas.

A Siberia se ha de ir, se iba por todo el mundo


Y hay quienes van con la palabra Siberia
Hasta las barbas.

[235]
Siberia es donde más se ha dolido la tierra.

Desde los Montes Urales iba la vida


Cargada de cadenas.

Los estudiantes rusos que morían.


¡Siberia! ¡Siberia!

En mi garganta tiembla la tisis de Siberia.

LA PUERTA DE LA HISTORIA
(Smolny, oct. 25 de 1917)

La puerta que más se abrió y se cerró


Sin verse al que entraba o salía,
Por donde pasó, definitivamente,
La Historia,
La que siempre esperó tras acontecimientos sombríos
Que alguna vez fuese, ésa,
La puerta del Hombre,
La puerta de los nuevos tiempos
Que amanecieron con L E N I N ,
Un día de Octubre de 1917,
De un calendario antiguo que registró los hechos de la barbarie
Y del despotismo zarista hasta que le llegó su día.
Por esa puerta estrecha
Del corazón del mundo,
Pasó toda la sangre nueva de los bolcheviques,
Es esa la puerta de pechos y latidos,
La más viva puerta que haya hecho causa común
Con el ansiado nacimiento del tiempo rebelde
Frente a un pasado infame y cadavérico.
Por ella, todavía, siguen pasando cuantos en el día definitivo
el navio «Aurora» anunció una nueva época.
Día que fue la obra de todo el Tiempo,
Pudieron cruzar la puerta con sus pies ágiles y músculos de heroísmo
Los abanderados del Futuro.
La historia, desde entonces,
Tiene siempre abierta al Hombre y a la lucha,
Que no conoció en el pasado sino las puertas cerradas
De las cárceles y de las mazmorras.

236
La puerta del Trabajo está abierta de par en par,
Por ella sólo no pudieron entrar
Las hordas de la barbarie mecanizada,
Los «especímenes superiores»,
Cuyos modelos fueron Hitler, Bermann,
El cerdo Goering, el enano Goebels.
Puerta definitiva de cuantos murieron
Para nacer
Abriéndonos la Puerta del Alba nueva
Para siempre en guardia
Defendiendo los símbolos de la hoz y del martillo
Contra la cruz gamada y el crimen derrotados
En Moscú, Leningrado y, definitivamente, en Stalingrado.

DECLARACIÓN EN NUESTROS DÍAS

Oponemos a vuestro mundo muerto,


Ensangrentado y sin huesos
Ya para caminar,
Ese otro mundo que nace,
Que ha nacido,
De abajo para arriba
En mil cruentas luchas
Horrorosas y mortales,
Sin piedad por un lado,
Sin piedad por el otro,
En el frente que señala
La caída de soldados y obreros asesinados.

En aquellos años de mil novecientos catorce


A mil novecientos diecisiete,
Los hombres más conscientes
De la renovación de la tierra.
Dieron sus vidas, sus días y sus noches
Al trabajo profundo
Que conocen los hombres de nuestros días.

Aquello principió antes de Octubre,


Con el entronizamiento de los déspotas.
La sangre detenida, presa y reprimida
En las venas mejores de los que se alzaron

237
Con un gesto que aún no olvida
El triunfador ni el derrotado.

Ya el mundo tiene su fecha cenital.


Los trabajadores del planeta vigilan
Su motor de acero y de sangre:
Sólo con sangre marcha y canta.
El soldado rojo y el campesino
Y el obrero de las fábricas
Son el único ritmo que hoy tiene el mundo.

Octubre ha borrado las otras fechas


Alegres o dolorosas
De los levantamientos armados.
Ya no hace falta a los que vivimos y comprendemos
La lucha de clases,
La muerte de los hombres,
El nacer de las rosas,
Otros meses del año.
No queremos nada de lo que habita
Hueco y vacío en las fechas heladas;
Debemos cerrar el tiempo en una sola palabra
De lucha y sacrificio: ¡Octubre!

Octubre triunfador, nivelador, heroico,


Ha cruzado los mares, ha germinado en los campos
De Asia, de Europa, de África.
De Oceania y de América.

Los otros meses fueron de duro trabajo,


De muertes, de suicidios, de olvidos,
Fueron y se fueron hasta Octubre.

No amamos esos sórdidos meses del año;


Octubre llena nuestras vidas,
Rebasa nuestra sangre, grita y canta
En nuestros músculos y en la agitación de los átomos.

Desde Octubre no existen para nuestros camaradas soviéticos


Los días y los meses sangrantes y reprimidos
Hoy domina la voluntad creadora
De los obreros y los campesinos.

238
Los días antiguos con hambre y ataúdes.
Cadenas y Siberia, ya no existen.
Los días de largas caminatas
Por bosques y desiertos.
Con tempestades en los riscos y en los cuerpos,
Con cadenas en los brazos
Y sin humedad en las gargantas, ya no existen.
Y no existirán mientras la Revolución y el Sol
Vivifiquen por igual la tierra.

Los días interminables y con rejas,


Hicieron este mundo nuevo de una sola imagen.

Ahí lo tenéis, es Octubre,


Os üumina y os guía,
Mostrando lo edificado:

A los viejos analfabetos de las aldeas


Y las ciudades transformados.

La tierra y el mar son nuevos.


Los niños no saben ya más de la opresión,
También han sido liberados.

Ya no vivirán los otros meses áridos,


Calurosos o fríos.
Los meses oscuros
Yacen sepultados en las catedrales antiguas,
En los museos antirreligiosos,
En las rumbas de los zares
Y de los asesinos y verdugos,
De los popes y de los kulaks.

Los meses alegres de la clase antigua,


Autocrática y parasitaria,
Monstruosa y degenerada, ya no tienen mar.
Los meses estivales con bajo pozo negro en la sangre,
Los meses de reposo y de indolencia cretina
De los opresores, ya no tienen mar.

Allí, en sus palacios


Hoy viven los enfermos que han trabajado;

239
L a s víctimas de la Guerra C i v i l ,
Los depauperados y sin pulmones casi,
Los de la lucha diaria y el corazón excitado.

Luchemos de norte a sur y de este a oeste


Por el Octubre definitivo y siempre multitudinario
Que ocupa la tierra y el mar.

Tenéis la gran muralla de la Plaza Roja,


No es m á s alta que la espada de sus héroes;
H o y sigue creciendo a la vista del mundo
Para los que comprenden la marcha de la Belleza:
L a resuelta vigilia del gran Liberador.
Es Lenin, es la sangre, la marea.
E l río que cursa por nuestras venas.

Ninguna otra fuerza mayor


Agita al mundo como el oleaje de Octubre.
Todos los que a m á i s la t r a n s f o r m a c i ó n
Recordáis esa imagen del asalto al poder:
L a lucha y el fragor en las calles,
Los diez días que estremecieron al mundo
Pertenecen por igual a los que allá lucharon
Y acá comprendieron.

E n la muralla del Kremlin vibran los héroes:


Allí e s t á n Lenin, los bolcheviques y los a n ó n i m o s ;
Los hombres, las mujeres y los adolescentes;
L a sangre directora y m ú l t i p l e
De la t r a n s f o r m a c i ó n matinal de la tierra.

ELEGÍA A LA CIUDAD HEROICA


(Superficie y subsuelo de Madrid)

C'est Madrid et sa voix de miel


PHILIPPE SOUPAULT

Manzanares distantes, lírico río entre encinares;


Crecido en el tiempo de la sangre;
Armado de celajes y estertores
Detiene las tempestades.

240
¡No pudieron remediarlo,
Siglos de siglos imponía
Ese oscuro mensaje de asesinar el Alba,
De apagar la luz en los ojos del cordero!

Es el final de las flores


Y de los ojos vacíos.

Me siento en vuestras ruinas.


Allí, en el sumario de cada escena, escombros,
Cartas íntimas que recuerdan
A los que ayer en caliente fueron felices;
Algunas fechas sombrías, historias frustradas,
Trajes descoloridos y obstinados de las perchas
Son las referencias vacías del sentido.

Cuando se ha caído el techo


Ya no hay seres privados,
Todos somos la misma suerte echada al barro;
Hombre desnudo, verdadero, único.

Nada vale tener nombre, llamarse de esta o de otra manera,


Ni ser el semejante.

No es la tragedia el hombre mismo,


Sino cuanto le rodea:
Un riachuelo humilde, ese árbol seco, aquel pájaro ausente
Del invierno que retorna en el verano
Y emigra siempre en los terrores
Dejando más solo al aire que a los hombres.

Una ciudad se viene abajo como cuerpo vencido.


Se oscurecen los ríos, los ámbitos se cierran,
Los bosques fugitivos desaparecen de la tierra.
Y esto ocurre de un día u otro día,
De hora en hora, de minuto a segundo,
De luz a sombra.

Ya no es el tiempo ni el vacío,
La muerte personal, ni la pared de silencio
Difícilmente recostada en la tarde destruida.

241
Son los ojos heridos de esa mujer
Que mira cómo el cielo que no existe
Es aquel que ha perdido su víspera y su mañana,
Que no reconoce las formas de la luz
Y disperso en la sangre vaga en las oquedades.
¿No sentís cómo se pierde en la mortal relación
Que el tiempo y el aire proporcionan?

En medio de la dispersión,
El luto de las criaturas, la suerte de los vecinos,
Los rostros ennegrecidos en los calabozos,
Los lamentos como ecos de hierro,
Los sollozos de los sótanos,
Los seres que ya no tienen sino tierra encima,
La anticipada oscuridad de los ojos desiertos,
Cuando se han desencadenado los fríos de la especie,
El fin próximo y el deseo de vivir clandestinamente.

A esto hemos llegado; estamos nuevamente de caza,


A la intemperie, entre paredones vencidos, garra a garra.
Fieras desenfrenadas, los elementales principios en fuga,
Los bosques ardiendo, los ríos fuera de su propia corriente.
En cauces de odio, el paisaje amenazado, un hombre tendido en la
cuneta,

Asediado por las ratas, ya no es el hombre


Que hemos visto radiante en la raíz del Alba,
Ayer nomás, cruzar las primeras sendas de la luz,
En los trajines.

Muerto el hombre por su semejante,


Igual da que nos coman las ratas.
Tiene razón ese hombre, ¿qué digo?
Esos ojos mortales que ya no miran el cielo.

Todo esto ocurre claro a claro del hombre,


A la luz ofendida, en los mayores límites en que la muerte
Es aquel perseguido que vive en su escondrijo,
Próximo a ser cuerpo deshecho, vano suceso.

Se repite el duelo, el oscuro sepelio


Que cruza por entre los cardos y los espinos.

242
ASTURIAS: MINAS Y CEMENTERIOS
(Octubre, 1934)

Os hablo desde lejos, entre el torbellino


De espanto y de fuego, de sangre y de locura;
Más allá de las montañas sembradas de huesos,
De miradas insepultas, de gritos de huesos, de voces sin eco,
Lúgubres, como de bronce oxidado y viejo.

Os hablo desde el Alba, después de la tempestad,


Sin memoria humana,,
Seco de lágrimas, vacío, oscuro,
Igual que un pozo antiguo, olvidado.
Lleno de sombra.

Mis palabras han nacido en medio del terror


De una larga noche crujiente de espadas,
Entre las cadenas y los cuerpos desfallecientes,
Entre luz y sombra, ardor y fatiga,
Mi voz ha vivido curvada de desengaños,
Arrastrada de las gargantas clamorosas.

Habéis crecido como los árboles de los bosques vírgenes.


Levantados sobre la gloria, no muertos;
Erguidos en el triunfo final, en el alto relieve del Tiempo,
En la música inaudita de los corazones juntos y abiertos.

Os llamaría a las verdes praderas musicales


Donde germina el amor de las raíces abrazadas,
La clara luz de los tallos, los transparentes arbustos.

{Aún sangran en el espacio,


En alto vuelo, las águilas desgarradas)

Abajo, en las cuevas, en las minas,


En el horror de los subsuelos ahogados, en tinieblas, envenenados,
El odio paga al trabajo su jornal de miseria.

No son nuestras las suaves brisas,


Los resplandores ocultos.
La sangre corre hacia el mañana

243
Por entre riscos de tortura y tenebrosos parajes de muerte
A la elevada luz y la armonía futura.

Ha pasado un año, meses, días,


Los deudos están allí, esperando entre las peñas,
En las cimas sangrantes de la luz,
A la intemperie del dolor y del desamparo,
Hundidos en una noche intensa a fuego de martirio.

Sus gritos desmoronan los montes del alma,


Doblando los hierros de las oscuras, negras mazmorras.

¿Quién, entre todos los hombres, es indiferente,


Quién calla, quién oculta en su silencio
La ignominia de los corazones sangrientos?

La persecución de esos días de otoño está signada


Con cruces y rosarios, fusilamientos y pastorales:
Los ebrios mitos de Dios
En la sangre aterrada de los buitres.

Fue la sombra del pasado


La que levantó el patíbulo
Para ahorcar la primera luz del amanecer.
La luz libre de los hombres que no tienen sino la luz.

Esta es la historia de un cielo ensangrentado,


De la liberación ajusticiada en las encrucijadas de ayer.

Hoy son otras las razones


Que hierven en nuestras venas.

Será dentro de poco, en el Alba total,


En lo desnudo de la luz, entre verdor y savia,
Frágil viento aldeano,
En las venas y surcos de la tierra y del corazón,
Cuando os llame por vuestros nombres
De extraño timbre oscuro de metal.

Entonces nos invadirá


El desbordamiento de los ríos fieles a la aurora,
Los altos y solitarios cielos.

244
Los campos y la luz mollar de los trigos,
La alegre balada de los corderos
Sin vísperas de cuchillo y degüello.

¡No más asesinos de dulces bestias,


De corazones inocentes, de rubios trigos!

Demos final de flor, de hoja caída,


A la noche pasada, al claro amanecer;
Las buenas noches y los buenos días
En el lenguaje de un solo ser.

ELEGÍA AL POETA CÉSAR VALLEJO

ln mcmoriam

Yo te recuerdo siempre vivo,


latido de las arterias,
sinceridad de las venas,
solitario y eterno como un río,
como lo que eras, soberano del hueso,
a la intemperie cubierto de golondrinas.

Yo te digo mis palabras de sangre


tranquilas como un sueño.
Pienso que estás dormido
en la claridad y el aire de tus venas,
internado en mi frente.

Quiero hablarte soltándote palomas,


prender la oscuridad del mundo;
quiero querer lo que tú quieres,
lo que tú querías,
adentrarte en los mundos y las cosas,
en los ojos y las flores,
en la materia virgen de la tierra
que sólo a pan y vino nos madura;
en la palabra que no has dicho
y que está muda como tu muerte.

Quiero la Eternidad donde tú vives,


la nube y tu cordero de silencio,

245
la forma ciega que dibuja el fuego,
y, sobre todo, quiero la misma muerte
que es la muerte que yo pienso.

Estás en medio de la verdad del mundo,


en la soledad que gime ausencias
de los que fueron y se fueron;
donde has estado siempre,
donde nacieron tus primeras palabras,
allí donde ya no existe el cielo
y la raíz te reconoce,
amante de la nada.

Sueño de corazones,
ignoradas relaciones de los seres secretos
que confundió la vida entre candidas flores
y desengaños y esperanzas ahogadas
como estrellas ocultas de tardes que han muerto.

Tú estás allí, en los cielos y confines absortos,


invadido de vidas y de muertes
como un bosque crujiente
donde descansan los pechos m á s débiles
y nace el Alba entre dos lágrimas.

Quien te conoció no olvidará que fuiste la sombra viva


del árbol enamorado,
la misma tierra herida en que vivimos
y recordamos el viernes de tu muerte infinita.

Yo sé que me respondes en tu país de rosas.

(1938)

ALBA Y LUZ DE LOS TRIGOS (II)

Los jardines donde los vampiros beben


L a sangre verde de las venas
A cambio de un desfallecimiento
De rata mortuoria.

246
Los hongos se quitan el sombrero
Para saludar en el Otoño
El rocío de la inocencia vaginal.

(A los que no comprenden esto


Les ruego consultar la astronomía,
Botánica y doméstica)

Principiemos de nuevo. Esto se baila


Así: desnudarse por en medio y abrir
E l chorro tibio de la alegría diurética.

PADECIMIENTO EN PARÍS

¡Oh! Monsieur tú no sabes


Cuánto se sufre en tu país;
E l ensayo de mi vida es aún más duro
Que el peso gris del cielo de París.
En tu calle ya no existe la gracia
Que en tu línea verbal levanta la estética humana.

Se vive a oscuras, bajo el subterráneo,


Como una cañería sin sangre y sin futuro,
Se ennegrece el alma; Alicia Moctezuma
Posee la dramática curva de mi historia.

Una gran parte de los seres de ía ciudad


Vive en la escuela heroica de la muerte.

Se vive ¿para qué? Nadie sabe ni conoce su destino,


Mejor, se muere. A esto se acostumbra la pobre gente.

La costumbre es pasiva y cobarde.


¿Qué harán mañana los que en la vida de hoy
Arrastran sus huesos y su alma?

Una gran salida tienen para la crisis.


No más conformidad. Se impone
Una vida nueva. La unidad
En la lucha es el triunfo seguro.

247
Los hombres de una clase oprimida
Deben darse la mano. (Romped las sangrientas rejas
Que guardan el capital y el c a d á v e r del pueblo.)

París, 3 de febrero de 1935

CONFLICTO ENTRE DOS ÉPOCAS


(Farsa española:
elecciones de 1933 y 1936)

Escenario: Castilla. Personajes: la miseria y el hambre. T é n g a s e en cuen-


ta al clero y a los terratenientes, a los filósofos y a los miembros de la
benemérita: pilares del Estado feudal.

* * *

¿Tenéis razón? ¿ N o será mejor que, por m i parte, no la tenga? Siem-


pre he considerado u n peso demasiado grave tener r a z ó n . ¡Y q u é cosa
m á s e s t ú p i d a e individualista! ¡En estos tiempos!
U n b u r g u é s egoísta no puede comprender el derecho a no tener ra-
zón. Claro que me refiero a la r a z ó n del p e q u e ñ o propietario, a la r a z ó n
estrecha de tener una l á p i d a en el cementerio. ¡Despreciable r a z ó n de
fanega y media o de hoyo de sepultura cuanto m á s !
L a razón le asiste, la justicia de la r a z ó n y otras lindezas por el
estilo. No quiero tener r a z ó n , insisto en que m i r a z ó n es m u y otra: la
r a z ó n de todos, del porvenir.
¡ N a t u r a l m e n t e , es otra razón!
C a d a época tiene la suya...
¿ H a b r á que decir: cada vientre?
Esa es la r a z ó n de cualquiera: la de volverse loco, inclusive, por la
Reforma Agraria y otras que atenían contra natura y religión, s e g ú n dicen
los elementales c r á n e o s de campanario. Nuestra r a z ó n es muy otra, in-
sisto. Vosotros, los sobrevivientes del pasado, la conocéis: la tembláis,
mejor dicho. Esta es la palabra: ¡tembláis!
Sois la r a z ó n de otra época y a descarnada.
¿Es que no os habéis dado miedo alguna vez, sinceramente, en el
espejo roto del c o r a z ó n anegado de oscura y espesa sangre? ¡Especie de
lechuzas agrarias!
Tenéis r a z ó n — entre otras cosas de la r a z ó n — de tener miedo. ¡Ra-
z ó n os asiste! ¡Cuervos, a l i m a ñ a s , sabandijas! L a Muerte se tiene miedo
a sí misma cuando se v e metida en tales luchas de injusticia.

248
En este cruce de dos épocas, ¿quién tiene razón? ¡La vida! Sí, ami-
gos, la vida está de nuestra parte. ¡Somos la vida, la tierra, el taller, el río
y la tormenta! ¡La fuerza unida del campo y de las ciudades! ¿Vosotros,
quiénes sois, en nombre de qué estáis todavía, a duras penas, sobre vues-
tros vacilantes huesos podridos?
Esa es vuestra razón, la razón del espectro, de los fantasmas. L a
peste de la usura y de la avaricia: la muerte lenta a interés. Eso sois. Así
tenéis completa razón atragantada. Nosotros somos el amanecer: la luz
de las alturas; vosotros: las sombras sepultadas.
E l espectro, la sombra, el cacique, el guardia civil, el cura, el militar
y el chulo fascista, todos a una: «ese es teatro, no razón».
¿Desde cuándo la verdad es concepto irreal para los picaros? Deci-
didamente no comprendéis la clara y humilde razón del Alba. ¡Sombras
vacías y sin ojos!
La razón del trabajo proclaman los sindicatos obreros. El señor bur-
gués es ya su sombra hundida, carcomida por dientes de lechuza y de
beata.
(Se supone que ha nacido una nueva época)
La música de campanario se ha callado en la muerte; una salvadora
máquina de hoces ha segado a los podridos vecinos de la parroquia.
«Ja, ja, ja», ríese el viejo tiempo con mueca propietaria. Tenéis razón,
vieja zorra, honorable cadáver, vieja puta desdentada, lechuza religiosa.
¡Tierra sin hambre!
Es nuestra razón sin máscara, la razón de la nueva vida.

Málaga, 1936

249
POESÍA INÉDITA
XAVIER A B R I L

POESIA INEDITA
(1921 - 1976)

EDITORIAL G GRAFFITI
N O T I C I A BIO-BIBLIOGRÁFICA D E X A V I E R A B R I L

María Luz Canosa Ortega

-1905-25-

S e g ú n consta en' la partida bautismal, Xavier A b r i l no nació en 1906


como lo declara en su libro Hollywood, sino en 1905, en Lima, Perú, el 4 de
noviembre. E s el menor de once hermanos, todos hijos de Carlos A b r i l y
Borgoño y Amalia de Vivero, ambos descendientes de antiguas familias
de origen hispánico. S u madre, s e g ú n contaba Xavier, tenía como ascen-
diente, n i m á s ni menos que a don Alonso Pérez de Vivero, h é r o e del
drama de Lope de Vega, El caballero de Olmedo, que el autor ubica en el
siglo xv, en la época del rey don Juan.
Xavier Abril de Vivero c u r s ó estudios en varios colegios de L i m a
siendo u n mal estudiante que p r e f e r í a la calle a las aulas, s e g ú n sus
declaraciones. Estudió en el Instituto L i m a , el colegio A l e m á n y e l San
A g u s t í n , y a nivel superior en las Facultades de Ciencias Económicas y
la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
E n s u libro Hollywood, en la a u t o p r e s e n t a c i ó n que realiza bajo el
título de «Autobiografía o invención», Abril hace interesantísimas y m u y
divertidas declaraciones de su etapa juvenil y de su condición de m a l
estudiante s e g ú n los c á n o n e s convencionales.
E r a rebelde, soñador, s o n á m b u l o , curioso, independiente, aventure-
ro y audaz. Estos rasgos de su personalidad se reflejan en su creación
que fue precoz. Y a a los 17 años aparecieron sus primeras publicaciones
en los diarios y revistas l i m e ñ a s El Tiempo, Mundial y Variedades.
E n esos años adolescentes conoció personalmente a César Vallejo,
que era amigo de su hermano Pablo, mucho mayor que él, y me contó que
una noche en que Vallejo pasó por su casa en busca de Pablo, y como éste
no se encontraba en ese momento, César invitó a Xavier a salir y lo llevó
a hacer u n recorrido por los barrios chinos en una velada nocturna que

[255]
marcó el inicio de una amistad que cultivaron después largamente en
Europa, entre los años 1927 a 1936, en que Xavier se separó definitiva-
mente de Vallejo porque retornó a Perú a raíz de la guerra civil española.

-1926-

Publica poesía y ensayos críticos en la revista Amanta, fundada y dirigi-


da por José Carlos Mariátegui.
Realiza su primer viaje a España beneficiado con una beca del Esta-
do español para estudiar pintura en la Escuela de Bellas Artes de San
Fernando de Madrid. César Vallejo tenía otra similar que había conse-
guido por intermedio de Pablo Abril {igual que Xavier) gracias a las
influencias que Pablo tenía en su calidad de Primer Secretario de la Le-
gación de Perú en España. Vallejo había conseguido una beca para con-
tinuar sus estudios de Derecho.

-1927-

Ambos renunciaron a la misma. El argumento de Xavier fue «causas de


incompatibilidad con la situación de la península Ibérica» (declaración
del autor). Pero según se desprende de la correspondencia existente en-
tre Vallejo y Pablo Abril, no es ésa la única razón, ni la de mayor peso, la
que los condujo a tomar esa resolución conjunta. Xavier estuvo muy
enfermo y se dedicaba a la literatura y la bohemia más que al estudio de
la pintura que siempre le atrajo, pero que no representaba su verdadera
vocación.
Por su parte Vallejo, renunció a la beca (como queda documentado
en la correspondencia antes mencionada) porque no asistía a los cursos,
fue reprobado en un examen, no tenía medios económicos para perma-
necer en España ni para viajar de París a Madrid a cobrar las mensuali-
dades mientras atendía su trabajo en París y por sus continuas enferme-
dades y angustias por la sobrevivencia. Además, le resultaba humillante
ser becario a su edad, no tenía interés en cursar estudios de ese tipo, tan
alejados de su talento y de sus verdaderos objetivos.
Sólo había solicitado la beca a los efectos de tener una fuente de ingre-
sos que le permitiera no morirse de hambre en los períodos en que no
cobraba por su trabajo como periodista o en que no tenía un trabajo fijo.
Tanto Vallejo como Xavier Abril, sabían la dura verdad, que no po-
dían ni debían dar a conocer en ese momento porque implicaba un per-
juicio para Pablo que, como diplomático, ayudaba a su amigo y a su
hermano menor, respectivamente.

256
Ese mismo año (1927) Xavier Abril viajó a París, donde lo esperaba
Vallejo, que, a solicitud de Pablo Abril, funcionó un poco como hermano
mayor de Xavier.
A pesar de la diferencia de edad que los separaba, la relación entre
Vallejo y Xavier se transformó en una amistad auténtica, tal vez por la
coincidencia en la vocación poética de ambos y la vivencia de experien-
cias dolorosas —y también gozosas— compartidas íntimamente. Esta
realidad es desconocida por algunos críticos y especialistas en Vallejo
que ignoran la vida y la obra de Xavier Abril en su verdadera dimensión
y que César captó —con su inteligencia y sensibilidad extraordinarias —
desde un principio.

Es el caso de dos escritores de reconocida fama en las letras hispánicas: Félix Grande y
Américo Ferrari, ambos estudiosos de Vallejo. El primero me expresó, en una breve
entrevista que mantuvimos en Madrid, que le interesaba publicar en la revista que dirige
(Cuadernos Hispanoamericanos) la correspondencia inédita entre Vallejo y Xavier y
me propuso que hiciera un artículo sobre el tema, que no le proporcioné, porque lo que
me interesaba a mí prioritariamente, era publicar un artículo sobre la poesía de Xavier
para divulgarla en España donde pocos lo conocen. Lo mismo había ocurrido con Vallejo,
a quien Xavier se encargó de promover intensamente, en su triple condición de alto
poeta, noble amigo y lúcido y polémico crítico de arte.
Américo Ferrari, con quien conversé en la residencia de estudiantes de Madrid en 1992,
sobre César Vallejo y Xavier Abril, casi nada conocía de la relación entre ambos, tal vez
porque se dieron a conocer las cartas dirigidas a Pablo y las destinadas a Xavier permanecen
inéditas.
En esta oportunidad tuvimos la posibilidad recíproca de conocer verdades importantes
que ambos ignorábamos. Le regalé libros de X . Abril editados en Montevideo a los que no
tenía acceso, y a su vez él tuvo la gentileza de dedicarme tres libros de poemas suyos, que
tampoco se consiguen en mi país. Su condición de creador, la más importante, está
lamentablemente obnubilada por la del ensayista y famoso critico de Vallejo. Este mismo
fenómeno ocurrió con X . Abril en los últimos arios de su vida: le conocían más como
crítico de Vallejo, Eguren, Mariálegui, Mallarmé, etc., que como el poeta que 50 años
antes había sido aplaudido por las personalidades más destacadas de las letras europeas c
hispanoamericanas. La veta más entrañable de ambos, fue la relegada, y este destino
común de algún modo los hermana a pesar de las severas críticas y discrepancias de
Xavier con Ferrari en materia de interpretación de Vallejo. No se conocían personalmente
y, sin embargo, se rechazaban, sobre todo Abril a su compatriota, a quien le hablé de
Xavier para poder esclarecer, por lo menos, alguna de las facetas desconocidas de su
«fantasmal enemigo», el Poeta del Alba. Después de nuestras conversaciones y de la
lectura de sus poemarios, especialmente de La fiesta de los locos (Barcelona, 1991)
llegué a la conclusión de que si se hubieran conocido y compartido una discusión frontal
sobre Vallejo, habría sido otra la actitud de Xavier que -—me consta, porque conozco sus
gustos literarios— habría aplaudido fervorosamente conmigo La fiesta de los locos del
mismo autor que había censurado como vallejista. Desearía que mi intervención sirviera
a Ferrari para «descubrin> a X . Abril —como Vallejo ya lo había hecho casi 70 años
atrás— y las voces de los poetas compatriotas pudieran unirse y hacerse oír a ambas
orillas de los océanos en ¿o fiesta de los locos, que es también la de la palabra poética. [De
aquí en adelante, de no indicarse lo contrario, las notas son de María Luz Canosa Ortega.
(N. del E.)]

257
En 1927, César Vallejo comienza a valorar a Xavier en su condición
de poeta y a su vez va creciendo en Xavier la admiración por su amigo-
hermano mayor al que le dedicará, después de su muerte, los cuatro
libros de crítica que dan fe de ello.
En París, Xavier comparte con César veladas literarias (sobre todo
en el café de la Regencia) y también penurias existenciales. Ello está
documentado en el epistolario entre C. Vallejo y los hermanos Pablo y
Xavier Abril en el que he investigado a fondo.
La correspondencia entre Vallejo y Xavier es escasa con relación a la
que César mantiene con Pablo, que es copiosa entre 1924-31; pero ade-
más de que en 1927 Xavier estaba viviendo en París, siempre que iba, lo
visitaba. Vallejo tampoco podía comunicarse con Xavier como con su
hermano para pedirle apoyo económico y consejo porque no correspon-
día al rol que le había asignado Pablo de «rector» del joven veinteañero
que era Xavier y porque tampoco tenía los recursos de su hermano ma-
yor. No obstante esto, Xavier, siempre que pudo, le prestó ayuda econó-
mica y espiritual a César como está documentado en las pocas cartas
inéditas que aún conservaba Xavier en su poder al momento de su muer-
te {enviadas por Vallejo a Xavier entre 1926 al 36).
En abril de 1927, Pablo Abril se va de España pues será sustituido
en su cargo diplomático, lo que genera en Vallejo y en Xavier una preocu-
pación muy grande. En carta del 4 de abril de ese año dirigida a Pablo,
Vallejo le dice lo siguiente: «He recibido carta de Xavier. Está muy mejor.
La primavera le sienta bien. En estos días ha vuelto a asistir a sus clases
y está resuelto a conservar la beca, por lo menos, hasta que usted vuelva.
No tenga usted cuidado, Pablo. Si ocurre alguna novedad, se lo avisaré
enseguida».
En agosto del 27, la salud de Xavier ha empeorado y está ya instala-
do en Francia. En carta de Vallejo a Pablo del 23 de agosto le dice refirién-
dose a Xavier: «[...] su enfermedad sigue en el mismo estado, aunque está
ya curándose en una forma más seria y regular. Vive en un hotelito muy
cómodo, donde también come y disfruta de absoluto reposo. En cuanto a
sus proyectos de Cannes, Niza y demás puntos turísticos del Mediterrá-
neo, creo que ya no piensa en ellos. Le digo todos los días que es menester
que se cure de preferencia, pues, de lo contrario, nada podrá ya hacer y ni
siquiera escribir versos vanguardistas. Ojalá así lo haga, aunque creo
que lo más prudente es que viva, por el tiempo de su enfermedad, bajo el
cuidado y paternal dirección de usted. En fin, yo le avisaré después cómo
sigue, para que usted tome la decisión que más convenga. Por eí instante,
está curándose y ya no piensa en locuras literario-suicidas. Tranquilíce-
se usted, Pablo, y ya veremos lo que haya que hacer con nuestro poeta
ultra-avanzado [...]».

258
En carta del 12 de septiembre le comunica lo siguiente: «[...] Xavier
vive lejos de mi hotel, en la Porte Champerret. Allí está más tranquilo, un
poco cerca de la campiña de París. Está mejor de su enfermedad y me
dice que lo que le hace falta es dinero para seguir curándose. Nos vemos
con cierta frecuencia. No siempre, dada la distancia a que estamos. Le he
observado que está dispuesto a volver a Madrid, a fines de este mes. Digo
"observado" porque, como varía tanto de decisiones, no hay que atener-
se mucho a lo que él dice "por medio de palabras"».
En carta del 19 de octubre escrita en papel del café de la Regencia,
manuscrita, le dice desesperado: «[...] Me imagino que el Habilitado ig-
nora que hemos renunciado a la beca y por eso exige que estemos ahora
en Madrid, puesto que las labores escolares han empezado ya. Pero no sé
si para evitamos el viaje, convenga decirle que ya no somos alumnos y
que, por consiguiente, no tenemos obligación de estar en Madrid. Temo
que hagamos un viaje inútil, gastando 700 francos que no tenemos [...]
Me parece que, posiblemente, diciendo que no somos alumnos, nos evita-
rán el certificado de examen. Pero si ya lo saben que hemos renunciado,
y aún así se nos exige ir y haber dado examen, estamos perdidos y no
queda ya nada por hacer [...] En cuanto a Xavier, me dice que no tiene
medios para ir a Madrid ni ve de dónde sacar dinero para el viaje. Esto es
terrible. Yo tampoco tengo un céntimo, pero voy a ver a quién le pido
prestados unos 500 frs. Xavier está completamente pobre y estamos ab-
solutamente desconcertados [...]».
Por fin en carta del 29 de octubre, Vallejo plantea: «[...] Xavier ha
decidido volver a Madrid el miércoles 9 de noviembre, en vista de las
reflexiones que usted le hace. Espera solamente su pensión de septiem-
bre para pagar sus deudas y para su pasaje a Madrid. Me dice que así le
escribe ahora a usted largamente. Yo cumplo siempre con sus instruccio-
nes sobre la necesidad de encaminarlo por los caminos reales y vitales del
mundo. De ello le hablo siempre, con todo mí cariño [...]».
Estos testimonios documentales sirven, además de para compren-
der mejor la personalidad del joven poeta «ultra-avanzado», y su cir-
cunstancia vital, para entender sus libros publicados en 1931 y 1935 en
Madrid, {Hollywood y — sobre todo — Difícil trabajo) donde se reflejan sus
experiencias vitales de los viajes, los amores, la bohemia y la desespera-
ción de la enfermedad, trasmitidas a través de un discurso poético van-
guardista y de corte superrealista, pero basado en vivencias de un realis-
mo atroz que están expresadas con una voz totalmente personal y autén-
tica como lo reconoció Vallejo desde un principio.
En Hollywood, Xavier Abril dice: «[...] La enfermedad me ha hecho a
mí, así como otras enfermedades matan a los hombres».

259
Con seriedad y humor desprejuiciado entremezclados, el joven poe-
ta (25 años) dice c u á l e s fueron sus enfermedades: «[...] Mis mejores
retratos son aquellos que me h a n hecho en los laboratorios. Por eso
a c o m p a ñ o entre mi p r o d u c c i ó n poética uno de carácter eminentemente
venéreo».
«¿Qué puede haber de m á s personal a manera de retrato autobio-
gráfico que una reacción química de la intimidad? [...] L o m á s hondo que
el hombre ha descubierto es el gonococo [...] Este documento ilustrará a
mis lectoras — las lectoras siempre quieren conocer al autor — del curso
de m i v i d a erótica».
«La enfermedad del s u e ñ o c o m p l e t ó m i técnica poética [...] Para m í
la v i d a sigue siendo un continuado f i l m del s u e ñ o . E l H o l l y w o o d del
s u e ñ o . Esto no deja de ser una felicidad y u n dolor. Y o he t r a í d o a la
poesía sudamericana el surmenage, la taquicardia (1926), el temblor, el
pathos, el'terror al espacio' (1927)» (citas de la «Autobiografía o inven-
ción» del libro Hollywood).
E n « A d v e r s i d a d » (del poemario en prosa Guía del sueño, 1925-28)
dice:«[...] Estoy enfermo [...] T a l v e z en el hospital nadie oiga nada. Pero
v a a morir el hombre que está junto a mí. ¡Horror!... Voy a morir. De m i
enfermedad no salvan n i los ladrones. Pero antes quisiera que se conta-
giaran los que estúpidamente piensan que m i enfermedad es grave. Aque-
llos que acaso tienen como en análisis de laboratorio las posibilidades
d r a m á t i c a s de m i sangre.
L a taquicardia es como u n pulpo que late y corre y se enfría en m i
pecho.»
E n «Taquicardia» (1926) en u n fragmento «Del s u e ñ o a la creación»
dice: «[...] Nos encontramos en un hospital. Pero en la sala han desapa-
recido las puertas y no hay salida.
Hasta el día siguiente.
No se recuerda sino que se estuvo hablando, ¡y la última palabra
con sabor a sangre en la garganta!
Por toda bondad nos han puesto un vaso de leche y un espanta-
moscas. E s todo lo que se tiene de la demente y mísera sociedad burguesa
en medio de la p é r d i d a de nuestra memoria.
[...] N i una sola noche se ha podido pegar los ojos. Y se espera el
alba. Se ha de tener luz en los p á r p a d o s para dormir libremente, pues los
sobresaltos llenan de sombras y fantasmas la noche.
Asalta el s u e ñ o blanco, silencioso, huido, de las sábanas.»
«[...] He pensado lleno de terror — ¡tantas noches! — si e s t a r á n dur-
miendo dentro del colchón. Cuando se está nervioso se hace lo posible
por no juntar las u ñ a s porque el ruido se sentiría toda la noche corriendo
y a r r a s t r á n d o s e por la m é d u l a . »

260
«[...] He olvidado la noche y no sé q u é multiplicidad de manos ama-
rillas abren las puertas de sombras al insomnio.»
«[...] L a taquicardia nos v a matando la carne. Y a no se puede con el
pecho.»
«Se pasan noches atroces y no se puede m á s . Pero t a m b i é n nos ali-
viamos. ¡Qué diablos! si uno es un hombre y no una cucaracha.»
Y por f i n en «Desesperación» (de Guía del sueño, 1925-28) nos mani-
fiesta; «[...] No os asustéis. Y a tengo experiencia de muerto. Y desconten-
to de hoyo, de barro y mala horma.»
Este poema apareció con el N.° 8 en la «Exposición de once poemas
de Xavier A b r i l y dibujos de Juan Devéscovi» ( t a m b i é n peruano) que se
realizó en París en noviembre de 1927 y cuyo C a t á l o g o lleva u n prefacio
de Jean Cassou y una nota crítica de C é s a r Vallejo (que aplicada a X .
A b r i l , es m á s u n voto o p r o f e s i ó n de fe [...]). Todos estos poemas (en
prosa) fueron publicados m á s tarde en la sección Guía del sueño de la
antología poética Difícil trabajo; uno de ellos, el N.° 5 en la exposición, y
uno de los dos poemas manuscritos que figuraron en el Catálogo, el
titulado «Sangre y tierra», apareció en el libro con algunas modificacio-
nes de la versión original (Exposition de poémes et dessins, Imprimeries
A m é d é e - C h i r o u t r e , 10, rue de Rochechouart, Paris, 7-12 nov., 1927).
L a carta del 29 de octubre de 1927 de C . Vallejo a Pablo A b r i l antes
citada y la fecha de la exposición, así como el contenido poético de estos
textos, son m á s que explícitos en materia documental biográfica y biblio-
gráfica, e incuestionables.
Durante esos dos primeros años de su e s t a d í a en Europa, años tan
intensos en vivencias contradictorias (placenteras y dolorosas), de des-
cubrimientos de paisajes, ciudades, mujeres, museos, arte superrealista,
veladas y debates literarios, hoteles, clases, y hospital, deslumbramiento
y miedo a la muerte, v a escribiendo los poemas en prosa que en 1931 y
1935 publicará en sus antologías Hollywood y Difícil trabajo respectiva-
mente, en M a d r i d . Vallejo leía esos poemas y por eso se refiere a Xavier
como el «poeta u l t r a - a v a n z a d o » .
Las cuatro secciones de su Libro Hollywood (Relatos contemporáneos)
excepto la ú l t i m a titulada «Pequeña estética», que es de greguerías y
que fue escrita entre 1923 y 1926, fueron compuestas en Madrid y París
durante los años 1926 y 1927 («Prosas para una dama de E u r o p a » , París,
1927; «Poemas turistas», 1926 y 1927; «Bulevar», Madrid, 1926). Este
libro no mereció alabanzas de C . Vallejo porque evidentemente no era
el estilo que le gustaba aunque no pudo dejar de reconocer el talento
de s u joven amigo. Fue la crítica francesa la que festejó esta obra van-
guardista y Marcel Brion fundamentalmente desde Les Nouvelles
Litteraires, así como R. G ó m e z de la Serna. T a l vez el hecho de que Vallejo

261
no lo criticara favorablemente, f u e lo que llevó a X. A b r i l a querer como
«renunciar» a esta obra en la ú l t i m a etapa de su vida, porque a d e m á s en
ella no hay textos de compromiso ideológico político. Pude convencerlo
a partir de 1985 de que los valores estéticos de Hollywood bien m e r e c í a n
la reedición y decidió hacerla, pero le g a n ó la enfermedad que tronchó el
proyecto; no obstante eso la h a b í a incluido en el índice de su Obra poética
completa que tenía pensado — desde antes — publicar. (Hollywood d e b e r á
ser publicada nuevamente, como testimonio de una etapa creadora del
autor que es reveladora de u n tipo de literatura vanguardista de alta
calidad poética, así como en esta edición que hoy sale a l u z de su Poesía
inédita, yo incluí el libro Retratos de mujeres que el poeta tampoco quería o
tenía pensado editar.)
E n estos a ñ o s 1926 y 1927 Xavier escribe t a m b i é n los poemarios en
prosa Taquicardia (1926) y Guía del sueño (1925-28) que luego i n t e g r a r á n
la antología Difícil trabajo, que recogen su visión poética, y a no de los
viajes y los amores como el libro anterior, sino de la enfermedad y el
miedo a la muerte. Estos poemas fueron aplaudidos por Vallejo, así como
por Juan C h a b á s y José D í a z F e r n á n d e z (en Madrid) y por los franceses
M . Brion, J. Cassou y Jules Supervielíe.
Muchos de los poemas de Guía del sueño fueron publicados en la
revista Amanta en 1928, cuando A b r i l retornó al Perú.

-1928-

Y a en P e r ú , X . A b r i l e s t á en permanente contacto con José Carlos


M a r i á t e g u i y colabora en su revista Amanta hasta 1930 en que vuelve a
Europa. Mariátegui marca definitivamente a Xavier en el plano ideológi-
co en su calidad de marxista, como lo declara el propio A b r i l en su libro
Hollywood en la «Autobiografía»: «[...] Asistí al debate del surrealisme,
pero a mi vuelta al Perú (1928) me g a n ó la revolución, el marxismo, en la
prédica de M a r i á t e g u i [...] M a r i á t e g u i acaba de morir; pero m i v i d a está
hoy como nunca ligada a s u trabajo, a s u orden social revolucionario.
M a r i á t e g u i ha creado una conciencia, u n nuevo nacimiento de América.
M i conocimiento y revelación del mundo político e s t á n vinculados a su
agonía».
No obstante declararse marxista, X. A b r i l j a m á s se afilió al partido
comunista, de acuerdo con ese rasgo de la personalidad que lo caracteri-
zaba: su independencia. Esta actitud lo llevó a distanciarse de algunos
amigos.

262
-1930-

V u e l v e a instalarse en España. Colabora asiduamente en el quincenario


literario Bolívar, fundado y dirigido por Pablo A b r i l . Esta revista tuvo
capital importancia en su momento porque f u e u n foco de d i f u s i ó n del
pensamiento de los intelectuales hispanoamericanos m á s relevantes de
la época.
A q u í , p u b l i c ó Xavier numerosos artículos de crítica, poemas, y un
capítulo de s u novela El autómata o Pequeño crimen burgués, titulado «Lu-
cha y p é r d i d a en el m u n d o » , de orientación superrealista. E n este relato
Xavier trabajaba diariamente en M a d r i d en el a ñ o 1930. Otros capítulos
de esta obra fueron publicados en la revista peruana Creación y Crítica
( L i m a , 1971, N.° 9-10) dedicada a X. A b r i l . 2

E n la revista Bolívar colaboraba asiduamente C . Vallejo; allí salieron


publicados sus artículos sobre Rusia, a la que conocía desde hacía dos
años.
T a m b i é n aparecieron poemas de una de las pocas mujeres e s p a ñ o -
las integrantes de la generación del 27, Ernestina de C h a m p u r c í n , amiga
de Xavier, a quien tuve oportunidad de conocer y visitar en Madrid el
a ñ o 1992 y que a pesar de ser una especie de sombra de m á s de 90 a ñ o s ,
conservaba una lucidez y una capacidad poética maravillosas. L e regalé
los libros de poemas de Xavier A b r i l que h a b í a editado en Montevideo y
q u e d ó , entre sus recuerdos y sus fantasmas, retrocedida en e l tiempo
emocionado.

-1931-

X. A b r i l realiza la publicación de Hollywood (Relatos contemporáneos) en la


Editorial Ulises de Madrid, Colección Valores Actuales, con ilustración
de carátula de la pintora gallega M a r u j a Mallo. Esta obra, que r e ú n e
textos escritos entre 1923 al 27, iba a ser prologada por R a m ó n G ó m e z de
la Serna, fundamentalmente porque una sección del libro es de gregue-
rías, g é n e r o que impuso don R a m ó n . U n viaje de éste i m p i d i ó que así
fuera y el libro apareció sin ese prólogo. No obstante ello, muchos a ñ o s
m á s tarde, en Buenos Aires, un día se encontraron R a m ó n G ó m e z y Xavier
en una librería céntrica de la calle Viamonte y Xavier me contaba emocio-
2
Actualmente, el ex agregado cultural de la Embajada de Francia en Uruguay, Sr. Daniel
Lefort, está realizando la traducción al francés de este libro que le entregué en 1992 con
la intención de que sea publicado en Francia en la revista Pleine-Marge que se especializa
—sobre todo— en rescatar figuras del surrealisme americano y europeo que han sido
desconocidas u olvidadas.
Esta traducción irá acompañada según tenía previsto el Prof. Lefort, de una breve reseña
sobre X . A b r i l que realizare yo en mi calidad de estudiosa de su obra en el Uruguay.

263
nado y admirado de la memoria de su amigo-maestro en este género, que
don R a m ó n lo m i r ó como desde lejos y le dijo: «El gato es gótico» (una
greguería de Xavier publicada en Hollywood que le d e m o s t r ó que no sólo
lo h a b í a reconocido, sino que lo valoraba como creador. De esta obra se
hicieron dos ediciones en Madrid.
Este mismo a ñ o X . A b r i l publica en el suplemento dominical del
diario El Sol de M a d r i d críticas literarias. A p a r e c i ó una, por ejemplo,
destinada al Romancero gitano de F . G . Lorca que f u e negativa y que de
algún modo lo mostraba como u n joven audaz que iba contra la corriente
de o p i n i ó n generalizada. Valoraba mucho el «Romance s o n á m b u l o » ,
porque para Xavier el sonambulismo siempre fue una poderosa fuente
de inspiración poética. Me contó una noche en su casa de la calle J .
Barrios A m o r í n , donde vivió hasta el f i n de sus d í a s , que cuando era
n i ñ o le atacaba el sonambulismo y salía de su habitación y de su propia
casa, al extremo de que una noche su hermano Carlos (el mayor de todos)
le recogió en la calle de «La A m a r g u r a » en L i m a , donde vivían, sentado
hablando solo.
Xavier valoraba inmensamente a Lorca como dramaturgo y , como
poeta, decía que su gran obra era Poeta en Nueva York (juicio que compartí
con él siempre).
X. Abril es nombrado coeditor de la revista trilingüe (francés, inglés,
alemán) Front, que se p u b l i c ó en Amsterdam los años 30 y 31 y que esta-
ba dirigida por Sonia Prins. E n honor a ella, en el a ñ o 1937, cuando
regresó a Lima, A b r i l t o m ó el sello editorial que utilizó hasta el f i n de sus
días, para hacer las publicaciones de sus poemas y críticas literarias.
T a m b i é n colabora en la revista de Eugene Jolas, Transition.
E n esta época participa intensamente en la vida cultural de E s p a ñ a
y conoce y / o se hace amigo de muchos de los m á s representativos escri-
tores españoles e hispanoamericanos del momento, caso de Rafael Alberti,
los hermanos Antonio y Manuel Machado, Juan R a m ó n Jiménez, R a m ó n
del Valle Inclán, R a m ó n G ó m e z de la Serna, Gabriela Mistral, F . García
Lorca, Ortega y Gasset y otros. A G . Mistral la conoció en 1932 paseando
por la calle de Alcalá pero no f u e en esa oportunidad que se hicieron
amigos, sino a ñ o s d e s p u é s , en 1939, en L i m a donde c o m e n z ó el inter-
cambio de cartas y de obras poéticas entre ambos.

-1933-

X. A b r i l funda con Rafael Alberti y César Arconada la revista Octubre, de


cuya dirección se retira m á s tarde «por no aceptar las orientaciones i m -
puestas por Henri Barbusse, de corte c inspiración servil y moscovita»
(declaraciones del propio Abril).

264
Prologa el libro Consignas de R. Alberti { E d . Octubre). E l autor de
estos poemas revolucionarios y X . A b r i l salieron a la calle a «vocearlo»
s e g ú n contaba el prologuista.
A través de s u gran amigo Alberti, Xavier conoce personalmente a
Federico García Lorca a quien, el primero, se lo presenta en el estreno de
Bodas desangre.
Concurre asiduamente ai café Pombo, a las tertulias de don R a m ó n
G ó m e z de la Serna, y a Granja «El H e n a r » , a la tertulia dirigida por don
R a m ó n del Valle Inclán con quien cultivó una gran amistad y a quien le
d e d i c ó muchos años m á s tarde (1956) u n poema titulado «Esperpento»
que e n c o n t r é entre sus originales inéditos — d e s p u é s de su muerte — y
que incluí en esta publicación.

-1934-

X. A b r i l escribe Retratos de mujeres (ver m á s abajo nota a esa obra) que


p e r m a n e c i ó inédita hasta ahora.

-1935-

Viajó a París invitado al Congreso de la Defensa de la Cultura donde


p r e s e n t ó una m o c i ó n en la que sostenía la tesis de «la cultura d e m o c r á -
tica, libre, opuesta al sistema totalitario, equidistante de Roma como de
Moscú» (declaraciones del autor).
L a editorial Plutarco de M a d r i d , Colección Autores C o n t e m p o r á -
neos, publica su obra Difícil trabajo (antología de poemas en verso y pro-
sa compuestos entre 1926 y 1930) que debió haber salido a luz en 1932,
pero que d e m o r ó m á s de lo previsto. Esta obra, de la que se hicieron ese
a ñ o dos ediciones, iba a c o m p a ñ a d a de u n prólogo del poeta peruano
Emilio Westphalen. E l director literario de la E d . Plutarco, J o s é Bergamfn,
e el c a t á l o g o , saca u n comentario muy breve pero elocuente destacando
n

los valores de la obra, así como C . Vallejo en carta del 13 de junio de 1936
dirigida a Xavier, manifiesta su entusiasmo por ella. Marcel Brion, J .
Cassou, Concha M e l é n d e z , José D í a z F e r n á n d e z , Jean A u b r y y otros,
publicaron comentarios expresivos de las excelencias del libro.
Este a ñ o c o n t i n ú a escribiendo Declaración en nuestros días (épica re-
volucionaria) compuesta entre 1933-37 que publica en 1935 parcialmen-
te en la revista valenciana Nueva Cultura, N . 7 y 8, octubre y noviembre,
o s

y m á s tarde, en 1944 en la revista peruana Nuestro Tiempo N.° 2, fundada


por X . Abril, el poeta Juan Ríos y Fernando H e r n á n d e z de A g ü e r o en
1943, en Lima.

265
E n u n poema de este libro, fechado el 3 de febrero de 1935 en París,
titulado « P a d e c i m i e n t o en París» dice X . A b r i l en unos versos: «[...] A l i -
cia Moctezuma / posee la d r a m á t i c a curva de m i historia».
E l autor mantuvo velada esa relación amorosa y creo que no ha
llegado el momento — si es que llega — de develar «la dramática curva de
esa historia» que él me d e m o s t r ó en m á s de una oportunidad, que prefe-
ría guardar en el espacio del olvido, o de una nebulosa poética y patética
a la vez. Siempre intuí — y así se lo manifesté a Xavier — que el misterioso
poema «Patética olvido», tenía su explicación en relación con esta mujer
y esta historia que, por voluntad del poeta, «para que sea real deberá ser
inventada».

-1936-

Xavier A b r i l retorna a E s p a ñ a (había estado viajando por Europa, ade-


m á s de su estadía en París). C o n t i n ú a trabajando en un tipo de literatura
revolucionaria que no fue evidentemente la mejor, n i mucho menos. E s -
cribe artículos en Mundo Obrero sobre temas literarios y políticos, por
ejemplo uno titulado «Picasso, pintor y poeta» a p r o p ó s i t o de una confe-
rencia de Paul É l u a r d dictada en Madrid sobre Picasso. E l 16 de febrero,
víspera de las elecciones, publica en Mundo Obrero su mensaje dirigido a
los intelectuales en defensa de la democracia antifascista.
Viaja a Marruecos y retorna a Madrid donde ofrece en el Ateneo una
lectura de sus poemas de Declaración en nuestros días, obra que concluyó en
Perú al a ñ o siguiente y que X . A b r i l tenía proyectado publicar con u n
prólogo de César Falcón —que desconozco— pero que Concha Meléndez
sí leyó, s e g ú n deja constancia en su estudio crítico sobre X. Abril publica-
do en el boletín del Instituto de las Españas de la Revista Hispánica Moderna
(Columbia University, A ñ o iv, abril de 1938) y que el poeta incluyó en la
edición del libro que realizó en Montevideo en sustitución del prólogo de
Falcón. T a m b i é n desconozco la r a z ó n por la cual el autor no publicó este
prólogo, pero sospecho, por los comentarios que hace C . Meléndez en su
estudio, que no era apropiado para Xavier de acuerdo con el cargo diplo-
mático que a ú n tenia en 1988, en que realizó la primera edición en Monte-
video de esta obra revolucionaria de tanto tiempo atrás. Decidió evidente-
mente dejar su propio mensaje revelador de su ideología, despojado del
texto crítico con que originalmente lo iba a a c o m p a ñ a r .
D e s p u é s de la muerte de Xavier, estudiando su archivo epistolar,
e n c o n t r é la carta de C . Falcón, fechada el 20 de agosto de 1935, en M a -
drid, y escrita en papel membretado del Ateneo de Madrid, donde éste le
responde a Xavier que «con mucho gusto —y h o n r a » h a r á el prólogo de
ese libro. No e n c o n t r é lamentablemente, el texto del mismo. Sí conservó

266
la edición príncipe montevideana el poema de Rafael Alberti que desde
el a ñ o 37 tenía decidido X. A b r i l que a c o m p a ñ a r a sus textos de Declara-
ción en nuestros días, a pesar de que en 1988 A b r i l y Alberti estaban total-
mente distanciados y h a b í a n roto los estrechos v í n c u l o s amistosos de
a n t a ñ o . E l poema de Alberti «Oíd el alba de las manos arriba», compues-
to en Berlín en 1932, aparece al comienzo del libro, como estaba previsto
originalmente por Abril, pero a c o m p a ñ a d o de u n soneto de Carlos Sabat
Ercasty dedicado a Xavier, lo que hace de esta edición, u n ejemplar extra-
ñ o que r e ú n e diferentes tiempos, sin romper — pese a las modificaciones
que le introdujo el creador — el mensaje original de corte social y revolu-
cionario, adaptado al momento actual.
L a «Elegía a la ciudad heroica» junto con el poema «Asturias: M i -
nas y Cementerios» (octubre, 1934) constituyen — a m i criterio — las me-
jores expresiones de su discurso poético comprometido con el entorno
sociopolítico. L a primera la comienza a escribir en Madrid en 1936 y la
termina en su país natal, puesto que estalla la guerra civil e s p a ñ o l a y X .
A b r i l retorna al P e r ú . E n plena guerra conoce al poeta León Felipe, con
quien cultiva la amistad años m á s tarde en Buenos Aires en 1941 cuando
se reencuentran.
X. Abril se traslada a Francia (una vez declarada la guerra civil) «en
misión de propaganda intelectual», s e g ú n dice el salvoconducto firma-
do por Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros.

-1937-

Retorna a L i m a donde permanece hasta 1941. Ese a ñ o (1937) publica


Descubri?niento del alba (Editorial Front, Colección Poesía, vol. i), donde
aparece su elegía a Federico García Lorca, compuesta apenas tuvo noti-
cia del asesinato del poeta granadino, titulada «Asesinado en el alba».
Este poemario, el preferido de X . A b r i l entre los éditos, y el m á s
elogiado por la crítica, fue escogido por J. Joyce cuando en 1939 debió
reducir SU biblioteca con motivo de su mudanza de casa. U n ejemplar de
esta obra que X. Abril le dedicó a Joyce en 1937, figura como libro elegido
por el escritor i r l a n d é s , con e l n ú m e r o 454 en el C a t á l o g o de «Le
Rayonnement de Joyce» en la exposición realizada por la librería L a
Hune de París entre octubre y noviembre de 1949.
Este mismo a ñ o escribe La rosa escrita y Patética olvido (poema d r a m á -
tico). L a segunda obra f u e publicada í n t e g r a m e n t e (por tratarse de u n
texto poético unitario y bastante breve) en la revista peruana Creación y
Crítica (N.° 9-10, nov.-dic. de 1971) dedicada exclusivamente a X. A b r i l .
Del poemario La rosa escrita aparecieron algunos poemas en esa misma
revista.

267
-1938-

A raíz de la muerte de su e n t r a ñ a b l e y admirado amigo C . Vallejo, X .


A b r i l comienza inmediatamente a preparar la antología poética del com-
patriota que se publicará recién en 1942. Escribe el poema «Elegía al
poeta César Vallejo» que apareció nuevamente publicada en la edición
de 1988 de Declaración en nuestros días. Este poema lo leyó Xavier por
primera vez en 1940, públicamente, en el acto de homenaje a Vallejo que
o r g a n i z ó juntamente con la Asociación Nacional de Escritores y la Or-
questa Sinfónica Nacional, en el Auditorio del Campo de Marte, frente a
diez m i l espectadores (12/10/40).

-1941-

X. A b r i l parte a Chile invitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores


a conocer el sur del país. E n Santiago se reencuentra con el chileno V i -
cente Huidobro, con quien había estado en contacto en Europa años
antes. Ese a ñ o se ven diariamente y la amistad se reafirma, así como la
a d m i r a c i ó n . Viaja a Buenos Aires, donde entra en contacto con antiguos
amigos de Europa. E l Pen Club lo agasaja, siendo a c o m p a ñ a d o por los
escritores argentinos Fifa C r u z de Caprile y Conrado N a l é Roxlo.

-1942-

Contrata con la Editorial Claridad de Buenos Aires la publicación de la


Antología de C. Vallejo que v a a c o m p a ñ a d a de u n p r ó l o g o y de la elegía
escrita por X . A b r i l el a ñ o 38.
E n e l Instituto de Filología que dirige A m a d o Alonso, inicia su tra-
bajo sobre la poesía hispanoamericana titulado «Poesía del nuevo mun-
do» (historia y antología) obra en varios tomos que estaba previsto por el
autor que se publicara en 1946, cosa que no se concretó.
Permanece m á s de u n a ñ o en Buenos Aires.
Entre los escritores argentinos famosos, X. A b r i l logra establecer re-
laciones amistosas con E . Sábato, con los poetas Molinari y O. Girondo;
no ocurre lo mismo con J. L u i s Borges con quien nunca tuvo afinidad, así
como era amigo de G . Mistral y de V. Huidobro pero no de Pablo Neruda,
a quien h a b í a conocido en Europa, pero, como le ocurrió con R. Alberti,
no compartía sus posturas empecinadamente dogmáticas y a que X. Abril,
no obstante s u ideología marxista, no era — por su espíritu crítico y liber-
tario — u n hombre que pudiera inscribirse dentro de una postura parti-
dista esquemática.

268
-1943-

Abril, de nuevo en Perú, funda la revista Nuestro Tiempo a que antes hice
referencia.
L a revista VVV de André Breton en Nueva York le publica dos
sonetos: «La mirada en la sangre» y «Plenitud de amor» («Almanac for
1943», V W , Ed. Advesers: A. Breton, Marcel Duchamp, Max Ernst, N . M

2-3, marzo de 1943). E s muy significativo que uno de los patriarcas del
surrealisme al que X. Abril había seguido en sus años mozos al escribir
Taquicardia, Guía del sueño, Crisis y Difícil trabajo (que reunió en la obra
Difícil trabajo), así como el relato Pequeño crimen burgués, a los que ya
aludí, lo publicara en esa nueva faceta lírica sujeta a convenciones tradi-
cionales. Estos dos sonetos, en el año 1987, X. Abril los incluyó en la
sección «Sonetos» de su libro La rosa escrita, publicado en Montevideo.

-1944 y 1 9 4 5 -

E l poeta continúa en su tierra. Escribe El gran onírico, poemario inédito


como tal hasta la fecha (remitirse más abajo a las notas a dicho poemario).

-1946-47 y 4 8 -

X. Abril viaja por Argentina de norte a sur dictando conferencias.

-1949-

Escribe el poemario —también inédito como tal hasta la fecha— La


estatua obscura. 3

Una copia de este libro, así como copias de los poemarios Experiencia de Paris, A! cisne
y Poemas secretos le entregué en agosto de 1992 al Ingeniero peruano Jorge Kishimoto,
cuando vino invitado por la esposa de X . Abril en busca de materiales del poeta que
pudiera ayudar a difundir en su país. Desconozco lo que pueda haber acordado con Sara
Acosta en cuanto a publicaciones en Perú que escapen a los textos que yo seleccioné,
anoté, y preparé para la edición ésta que es la que me incumbe directamente. Sí debo dejar
constancia de que este Ingeniero y periodista peruano se comprometió (por escrito) a
publicar ese mismo año estos textos en las Ediciones SEA, Casa del Artista, Municipalidad
Provincial de Trujillo, Colección Homenaje al centenario de C. Vallejo (1892-1992).
Hasta la fecha no hemos recibido ningún ejemplar ni comunicación alguna en lo relativo
a este asunto. Si el Ing. Kishimoto realizó alguna publicación, sería de festejar •—por un
lado— y de lamentar —por otro— en tanto la desconocemos los más interesados: su
esposa, yo (en mi condición de «preparadora» de esta edición y de apoderada literaria del
autor) y e! editor de esta obra de inéditos. Suponemos que estará luchando —como
nosotros— por sacar adelante esta empresa.

269
E n 1949 viene por primera vez al Uruguay, invitado por el poeta
M a n u e l de Castro, a dictar conferencias, como lo venía haciendo desde
1941 por Argentina, pues ésa era su fuente de ingresos por esos tiempos.
L a primera que dictó en nuestra capital fue el 1 4 / 1 2 / 5 0 sobre C . Vallejo,
en la galería S u r e ñ a que —según recordaba Xavier con nostalgia— esta-
ba ubicada en esa época, en el Palacio Salvo.
Entre este a ñ o y 1952, en que y a se radica definitivamente en nuestro
país, continúa con la labor de conferencista en la capital y el interior
{Minas, Treinta y Tres). E n 1952 habla en «Amigos del Arte» y en la
Universidad de la República sobre Vallejo y Quevedo.
L a Comisión Nacional de Bellas Artes del Uruguay lo invita a diser-
tar sobre arte moderno. A d e m á s de temas literarios escoge otros vincula-
dos con la pintura (antigua y eterna pasión del poeta). Habla sobre Goya
(uno de sus pintores predilectos), Picasso, Bob Gésinus, el h o l a n d é s que
c o n q u i s t ó la fama entre 1946 y 1949 en P e r ú y Buenos Aires. Junto con
Ernesto Sábato, X. A b r i l p u b l i c ó una crítica sobre Gésinus en 1949, E d i -
ciones Botella al Mar, Buenos Aires (Colección Color del Tiempo).

-1954-

Se casa con Sara Acosta, pintora uruguaya que se había enamorado del
P e r ú mucho tiempo antes de conocer al poeta peruano. C o n ella empren-
de viaje a Europa, de donde r e g r e s a r á n dos años m á s tarde. Durante su
estadía en Francia, Abril termina de preparar su libro de crítica (poética)
titulado Vallejo (Ensayo de aproximación critica), que aparecerá publicado
en 1958 (Ed. Front, Colección Poetas de H o y y de Siempre, Buenos Aires).
L a m a y o r í a de las fotos que aparecen en este libro fueron tomadas por
Sara, así como la carátula del mismo, d i s e ñ a d a por ella.

-1957-

X. Abril viaja a P e r ú con su esposa y cuando retorna al Uruguay publica


en Montevideo su Antología de poesía moderna hispanoamericana (Argenti-
na, Cuba, México, Chile, P e r ú y Uruguay), en Cuadernos Julio Herrera y
Reissig, N.° 46, serie 1956, dirigida por Juvenal Ortiz Saralegui.
E l poeta se dedica de lleno a la crítica de arte y literatura a través de
la p r e p a r a c i ó n de libros y conferencias aunque continúa componiendo
poemas de los que aparecen en esta edición, y que v a entregando en
forma aislada para que se los publiquen en revistas.

* E n esta edición se ha prescindido de las fotografías por no contar con los originales. (N.
del E . )

270
-1958-

Escribe el poemario titulado Al cisne (homenaje a S t é p h a n e Mallarmé)


publicado parcialmente en la revista peruana Creación y Crítica ( L i m a ,
1971), dedicada a X. A b r i l y en s u totalidad recién ahora (ver m á s abajo
notas correspondientes a este libro).

-1959-

X. A b r i l propone al profesor Montenegro, Decano de la Universidad de


C ó r d o b a , Argentina, la realización de u n congreso o simposio sobre C .
Vallejo que se llevó a cabo, por iniciativa s u y a —y no de Juan Larrea,
como piensan muchos— del 12 al 15 de agosto de ese mismo a ñ o . L o s
relatores d e b í a n ser los cuatro escritores que en 1958 h a b í a n publicado
en la Argentina estudios sobre el poeta peruano (Abril, Larrea, Yurkievich
y Bazán). A los tres primeros que estuvieron presentes, se agregaron
Orrego y Spelucín. Éste fue un encuentro que p e r m i t i ó conocer m á s a
fondo a Vallejo y que demostró una vez m á s que X. A b r i l siempre funcio-
n ó como un promotor de homenajes y estudios sobre s u inolvidable ami-
go. (Las actas de este simposio se publicaron recién en 1961-62).
Este mismo a ñ o , Xavier A b r i l publica su Breve historia de la poesía
moderna hispanoamericana (Universidad del Sur, Bahía Blanca, Argenti-
na). E l p r ó l o g o de este libro, es igual al de la publicación hecha en Mon-
tevideo dos años antes, pero esta antología es m á s completa que la ante-
rior e incluye otros poemas diferentes de los mismos autores que figura-
ban en la primera, y a d e m á s agrega nuevos creadores.

-1960-

X . A b r i l publica en Argentina, Universidad del Sur, Bahía Blanca, en


Cuadernos del Sur, Dos estudios: Vallejo y Mallarmé y Vigencia de Vallejo.
E n materia poética c o n t i n ú a escribiendo Poemas secretos (1957-60),
inédito hasta ahora como libro.

-1961-

Publica Antología de Mallarmé (recopilación, p r ó l o g o , introducción y no-


tas de X. Abril), E d . Front, Colección Poesía, vol, m, Montevideo.

-1963-

Publica César Vallejo o la teoría poética, E d . Taurus, Madrid. (Se trata del
tercer libro de crítica dedicado a Vallejo).

271
-1965-67-

Regresa a Europa con su mujer y vive en Florencia trabajando en el Ins-


tituto de Lengua Española de la Universidad de Florencia junto al reco-
nocido hispanista, profesor Orestes Macri. Allí prosigue sus estudios y
enseñanzas sobre Vallejo, José María Eguren y José Carlos Mariátegui. 5

En ese períodoflorentino(1965-67), Xavier se hace muy amigo del


español Jorge Guillen a quien no había conocido en sus años mozos en
Madrid pues el poeta de la generación del 27 estaba en Sevilla trabajan-
do como profesor. A partir de ese encuentro mantuvieron interesantísi-
ma correspondencia y Abril le dedicó un poema a su amigo que cuando
estructuré este libro, lo incluí en la sección que titulé «Otros poemas» por
no pertenecer a ninguno de los poemarios inéditos del autor.
En cuanto a la correspondencia, merece destacarse que X. Abril cul-
tivó el género epistolar siempre. En su archivo encontré cartas dirigidas
por las personalidades más destacadas de las letras hispanoamericanas
y europeas entre los años 1927 hasta la década del 80, lo cual demuestra
que fue estimado personal e íntelectualmente por muchos grandes escri-
tores: E. Westphalen, J. M. Eguren, J. C. Mariátegui, Martín Adán (seudó-
nimo), Luis A. Sánchez, José VaraUanos, V. Haya de la Torre, Héctor
Velarde, G. Valcárcel, A. Miró Quesada, Ricardo Peña Barrenechea y
Enrique Peña, Estuardo Núñez, Manuel Scorza, Juan Ríos, entre los pe-
5
En esa oportunidad conoce al actualmente famoso mariateguista italiano Antonio Mellis,
quien mucho debe a Xavier del conocimiento de J . C. Mariátegui, maestro y rector
ideológico del poeta peruano.
A. Mellis, con quien Xavier mantuvo gran amistad y fluida correspondencia, iba a ser el
encargado de prologar la Obra poética completa de X . Abril (por voluntad del poeta). El
gobierno peruano —a través de alguna de sus instituciones— se iba a hacer cargo de la
publicación de la misma; esto se lo habían propuesto a Abril, en más de una oportunidad y
se lo reiteraron diplomáticos peruanos a su esposa, el mismo día de la muerte del escritor,
en presencia mía. en el velorio y en el cementerio del Buceo, donde quedó enterrado.
Este proyecto, no obstante todas las gestiones que realizamos con su esposa, quedó sin
concretar puesto que nunca obtuvimos la respuesta afirmativa de los posibles editores
peruanos que cristalizaran las propuestas formuladas, que desde 1990 hasta la fecha,
quedaron como flotando en una extraña y enmarañada nebulosa. A. Mellis, con quien nos
comunicamos varias veces y que aceptó realizar el prólogo, nunca supimos finalmente si
lo entregó a los Mariátegui o si no hizo nada; tampoco volvió a lomar contacto con
nosotros. Comprobé —una vez más— que los gobiernos de algunos países, después de
desaparecidos físicamente sus creadores, tienen más facilidad que los muertos para cruzar
el Leteo. Esta lamentable conclusión nos decidió a publicar en Uruguay la obra poética
inédita de X. Abril, que me encargué de preparar basándome en la confianza intelectual
que el autor había manifestado públicamente tenerme cuando me solicitó expresamente
que le presentara sus libros editados en Montevideo a partir de 1985 (Embajada del Perú)
y apoyándome, sobre todo, en el estudio de los originales del poeta que me permitió
cotejar los textos que éste tenía previsto incluir en su Obra completa, con otras versiones
y otros poemas que no figuraban en el plan de su publicación original para lo cual había
elaborado un índice que conocían Mellis y muchos peruanos del medio editorial.

272
con creces por su inmensa capacidad de ternura, lo que configuraba una
personalidad compleja, contradictoria, difícil de convencer, excepto por
la vía del argumento inteligente, meditado y h u m o r í s t i c o (tenía u n hu-
mor «negro» temible), o de l a sensibilidad afectiva y estética exquisitas
que —más que poseer— lo p o s e í a n .
S u ateísmo de «escorpión» empecinado, chocaba con m i postura
cristiana, pero heterodoxa y a n t i d o g m á t i c a , que me llevaba a hacer una
h e r m e n é u t i c a de su creación, y de la de cualquier poeta o escritor, que le
desmoronaba los esquemas y le provocaba u n sentimiento contradicto-
rio de malestar y satisfacción a la vez. Entonces me solicitaba que le
leyera en voz alta sus poemas, para aflojar la tensión nuestra y de los
contertulios, que a veces eran Sara y Rafael Gomensoro, y otras muchos
m á s , tales como Sabat Ercasty y su esposa Violeta, el poeta Beltrán
M a r t í n e z , el crítico Walter Reía, los narradores Alfredo Gravina y A r i e l
M é n d e z , el Dr. Juvenal Botto, narrador y m é d i c o de Xavier y familiares
de Sara que siempre lo rodeaban. (Xavier adoraba las medicinas y las
coleccionaba como si fueran figuritas, porque le a t r a í a n sus diferentes
colores y composiciones químicas.) A pesar de la p é r d i d a progresiva del
oído, lograba escucharme perfectamente, y luego leía él a sus preferidos:
Eguren y C . Vallejo. L a poesía de Vallejo la decía mucho mejor; la vibra-
ción de su voz se acompasaba con el dolor del poeta e n t r a ñ a b l e m e n t e
captado. T a m b i é n le p e d í a a Rafael que le leyera sus poemas y luego los
releía él en voz alta y los comentaba. L e gustaban y cuando Gomensoro
le p r e g u n t ó si p o d r í a prologar su poemario Hemisferios de silencio que
estaba por publicar, a c e p t ó entusiastamente. C o n Rafael, Xavier tenía
una actitud fraterna que repetía, de algún modo (me daba la i m p r e s i ó n ) ,
lo que le había ocurrido a él con Vallejo. Siempre le decía « h e r m a n o » , y
no tenía nunca una actitud paternal, sino la que se tiene con el hermano
menor, por eso le p e r m i t í a cosas inusitadas que t e n í a m o s prohibidos
todos, por ejemplo ingresar a su escritorio que estaba siempre cerrado
con llave. Detestaba que le tocaran sus libros y sus papeles, motivo por el
cual andaba con u n voluminoso llavero a cuestas, jugando un papel,
entre severo y ridículo, de carcelero del espacio de su libertad.
U n día me prestó Hollywood para llevármelo a casa; cuando le mani-
festé el interés que me había provocado trató de rebatirme hasta quedar
sin argumentos porque terminamos riendo con las g r e g u e r í a s y disfru-
tando con la belleza lírica y refinada de algunas composiciones que de-
jan entrever al autor de Descubrimiento del alba.
Ese mismo a ñ o (1980) X. A b r i l publica Exégesis trñceca ( E d . Gráfica
Labor, Lima), dirigida por J. C . Mariátegui, hijo. Se trata del cuarto ensa-
yo dedicado a C . Vallejo.

275
culturales, sobre todo en el Instituto Italiano de Cultura y en la Alianza
Francesa de Montevideo. E n una de esas memorables y conmovedoras
disertaciones sobre Vallejo fue que le conocí personalmente aunque no
me atreví, en esa ocasión, a demostrarle mi interés por acceder a su mun-
do poético, puesto que su erudita personalidad me intimidaba mientras
no nos conocimos a fondo.

-1980-

Organicé un espectáculo sobre García Lorca — que creé, dirigí y en el que


actué y me atreví a invitarlo con la recóndita esperanza de que concu-
rriera y me alcanzara su elegía a Lorca, aunque no se la p e d í por temor a
que no fuera.
E l día del estreno, en el invierno de ese a ñ o en que se inició nuestra
amistad, honda y transparente por m u y frontal, finalizada la f u n c i ó n , el
poeta s u b i ó al escenario y parafraseando al granadino que acababa de
citar yo en unos versos de Poeta en Nueva York donde dice:«[...] Porque ya
no hay quien reparta el pan n i el vino [...]» Xavier me c o n v i d ó a su casa
a compartirlos, con lo cual q u e d ó sellada hasta el día de su desaparición
física, y m á s allá de ella, la ritual comunicación entre ambos —que se
hizo extensiva a su mujer Sara y a m i esposo el poeta Rafael Gomensoro
con quien A b r i l tuvo una relación fraternal extraordinaria.
L a noche de la segunda r e p r e s e n t a c i ó n dije, ante un p ú b l i c o nume-
roso y emocionado, el poema de Abril dedicado a Lorca, que mereció uno
de los aplausos m á s vehementes que escuché en m i p a í s por esos tristes
años.
A partir de ese momento comenzamos a frecuentar la casa de Xavier
y él la nuestra. Se t r a n s f o r m ó la suya — de a l g ú n modo — en una de las
tertulias de su pasado m a d r i l e ñ o y europeo y esto fue despertando en el
poeta un rebrote de entusiasmo, de actividad productiva y la necesidad
de compartir, junto con las preciosas y f e r m é n t a l e s veladas literarias, su
obra poética que tenía «oculta» en su escritorio.
C o m e n z ó a mostrarnos poemas de su libro preferido, Descubrimiento
del alba para que lo c o m e n t á r a m o s juntos; luego siguió con Difícil trabajo;
d e s p u é s con poemas aislados que no me decía a q u é libro pertenecían.
Me iba testando paulatinamente; me dejaba que le hiciera la crítica de
sus textos poéticos, tarea que me provocaba pavor al comienzo y que m á s
tarde desarrollé con soltura y audacia (cuando f u i comprobando que
contaba con su pleno consentimiento). A veces d i s c u t í a m o s vehemente-
mente a p r o p ó s i t o de discrepancias en torno a la interpretación de un
texto literario suyo o ajeno o a l simple enfoque de u n hecho cotidiano.
Xavier era bastante intransigente, rasgo negativo que era compensado

274
-1985-

X. A b r i l hace la reedición facsimilar de esta obra en la Editorial de M .


Zanocchi, que, a solicitud suya, se la p r e s e n t é en 1986 en la Embajada
del P e r ú en Montevideo.
Decidí hacerle u n homenaje en vida porque siempre detesté las hon-
ras postumas cuando se tiene a l creador «al alcance de la m a n o » y m á s
teniendo tan patente el caso de Vallejo, a f u e r z a de frecuentar a Xavier.
E n m i condición de profesora de Práctica Docente del Instituto de
Profesores «Artigas», y con el f i n de que los estudiantes de Literatura a
nivel superior tuvieran acceso directo a la poesía de X. A b r i l y pudieran
conocer a este autor vanguardista de tan larga y reconocida trayectoria,
propuse hacer el homenaje en dicho Instituto. No pudo realizarse allí y
se llevó a cabo en el Instituto Italiano de C u l t u r a de Montevideo, donde
di u n a larga conferencia sobre el autor y sus tres obras éditas. T a m b i é n
realicé en el salón del Instituto una exposición de todos sus libros de
creación y crítica publicados. L a m a y o r í a del numeroso público allí pre-
sente t o m ó contacto por primera v e z con el poeta. Exceptuando a los
«viejos» y a pesar de que A b r i l vivía en nuestro país desde hacía m á s de
30 años, conocían al ensayista y fundamentalmente al vallejista, y des-
conocían al poeta.
Ese mismo a ñ o (1986) p r e s e n t é una ponencia en la Universidad de
Salta, Argentina, sobre la poesía de X. Abril en el m Simposio Internacional
de Crítica de la Literatura Latinoamericana del siglo xx que fue publicada
en la revista Deslindes de la Biblioteca Nacional de Uruguay en 1992.
Xavier decide en 1986 darle su sello editorial a Rafael Gomensoro
para que haga la publicación de su tercer libro de poemas Las viejas
estaciones (Ediciones Front, Colección Poesía, vol. vir, Editorial Mario
Zanocchi, Montevideo, 1986). Este poemario apareció con una breve nota
crítica de A b r i l como epílogo.

-1987-

Publica La rosa escrita y otros poemas (Ed. Front, Colección Poesía, vol. vni,
M . Zanocchi editor, Montevideo). L a sección «Otros p o e m a s » incluye to-
dos los textos que yo m á s le había festejado de los poemarios que perma-
necían inéditos en forma de libro porque y a Patética olvido (poema d r a m á -
tico) — uno de mis preferidos — había sido publicado en la revista perua-
na Creación y Crítica en 1971. Esta publicación, de la cual no me enteré
hasta que no me la entregó, fue el mejor regalo que Xavier pudo hacerme,
a pesar de que no dejó ninguna constancia en el libro, salvo en el ejemplar
a m í dedicado. T u v e que «pelearlo», desafiarlo, provocarlo; tuve que l u -

277
-1981-

Se publicaron los Hemisferios de silencio de Rafael Gomensoro con prólo-


go de X. Abril, en la Editorial de Mario Zanocchi, en Montevideo. E l éxito
que tuvo este libro sumado a los encuentros y conversaciones, lecturas y
e s t í m u l o s permanentes que recibe el poeta en su calidad de tal, lo trans-
forman de nuevo en el joven que s o ñ a b a con ser jockey y en el hombre
emprendedor que decide mostrarse en su faceta m á s auténtica. Resuelve
reeditar, en Montevideo, Descubrimiento del alba en la misma editorial que
publicó Rafael Gomensoro.

-1982-

Hace la edición facsimilar del poemario. E l ejemplar que usa para esa
i m p r e s i ó n no es cualquiera de los publicados en L i m a en 1937, sino el
N.° 10 dedicado a su amigo, el poeta compatriota Ricardo Peña, que tiene
la particularidad de que está ilustrado por él y a c o m p a ñ a d o por u n poe-
ma que éste escribió a propósito del poemario de A b r i l y que la v i u d a de
P e ñ a le d e v o l v i ó a Xavier para que lo conservara. L a otra novedad que
ofrece con respecto a la edición príncipe limeña, es que en el colofón hay
un retrato del autor hecho a lápiz por Sara Acosta que vuelve a aparecer
en la edición uruguaya de La rosa escrita.
Este mismo a ñ o , A b r i l obtiene el Premio Nacional de Literatura del
P e r ú , otorgado por el Ministerio de Cultura de su país, correspondiente
al bienio 1979-80. No viaja a recibir ese g a l a r d ó n ; recién volverá a su
tierra en 1988, poco tiempo antes de su muerte, a recibir la condecoración
de la Orden del Sol, Libertador José de San Martín, m á x i m o reconoci-
miento que se otorga en Perú, en mérito a toda una v i d a dedicada a la
defensa de la cultura.
Mientras tanto siguen las veladas; Xavier permanece entusiasta;
acepta que le tome notas, que le haga preguntas y propuestas directas de
que c o n t i n ú e m o s t r á n d o s e en nuestro país como poeta. Comienzo a i n -
sistir en que reedite Difícil trabajo, que me provocó u n gran impacto desde
u n principio. C a d a vez que me habla de Vallejo, le respondo con u n
ejemplo de s u libro; le retengo en casa un ejemplar hasta que se enoja
porque, como era m u y desconfiado, cree que se lo perdí. «La sospecha es
policial y f e m e n i n a » , dice Xavier en Hollywood y lo hago caer en la tram-
pa de la sospecha para que se decida. Estoy escribiendo sobre su poesía
y le digo que he resucito dar una conferencia sobre ella cuando se cum-
pla el cincuentenario de la publicación en E s p a ñ a de su Difícil trabajo y
que lo coherente sería que coincidiera con la reaparición del libro.

276
datos m u y importantes que marcan contradicciones y discrepancias se-
veras con algunos de los planteos formulados por el Premio Nobel.
E n estos ú l t i m o s años, A b r i l no escribió poemas; se d e d i c ó a prepa-
rar la edición de su Obra poética completa para la cual reelaboró un índice
general en el cual no figuraba un conjunto de 18 poemas que yo integré
bajo el rótulo de «Otros p o e m a s » para esta edición de la Poesía inédita, así
como muchos otros textos poéticos que incluí (ver notas a lo largo del
libro). E l orden del índice preparado por Xavier lo m o d i f i q u é totalmente
siguiendo un criterio cronológico que él no h a b í a respetado en absoluto
pero que, al no aparecer en esta edición preparada por m í , las mismas
obras que tenía pensado incluir el autor, puesto que todas las publica-
das desaparecieron, y a no tenía sentido conservar el criterio n i la estruc-
tura original proyectada por Xavier.
E n los primeros días de diciembre de 1989, Xavier debió ser interna-
do en forma urgente en el sanatorio de «La Española», sito en bulevar
Artigas 1465 de la capital, donde m u r i ó el primer día de enero de 1990. E l
mismo problema circulatorio que le i m p e d í a caminar ú l t i m a m e n t e , se
le complicó a nivel cerebral. No p e r d i ó el conocimiento, pero sí cayó
en u n estado de d e p r e s i ó n y de postración terribles. C o m e n z ó a revivir
las experiencias de hospital de su libro del a ñ o 27; c o m e n z ó la vivencia
— ahora sí definitiva — del «difícil trabajo» de la muerte.
«Nos encontramos en u n hospital. Pero en la sala han desaparecido
las puertas y no hay salida...» Intuía que Xavier estaba pensando en esos
versos suyos y disimulaba mientras severamente le daba de comer en la
boca una gelatina que se negaba a ingerir con Sara, que era permanente-
mente requerida por él cuando «sospechaba» que lo h a b í a n dejado solo
y estaba con los ojos cerrados. Su mujer no se s e p a r ó de su lado; no vivió
m á s en su casa, sino en el sanatorio, hasta el final, que le tocó afrontar
sola con Xavier, en la madrugada del primer día del año. A m í volvió a
asumirme como el niño a la madre: obediente y molesto a la vez por tener
que tomar los medicamentos y las comidas, que ahora y a no eran placen-
teras por lúdicas, sino exigencias inútiles. A Rafael le p e d í a que le recita-
ra poemas; esto lo confortaba y lo sacaba de un estado de excitación que
alternaba con el de postración.
L a v í s p e r a de su muerte, le pidió que le dijera el « R o m a n c e s o n á m -
bulo» de Lorca y cuando Rafael concluyó, dijo que d e b í a m o s reiterar con
m á s frecuencia esas tertulias y le pidió vino a s u amigo para brindar. No
nos atrevimos a cumplir su deseo; los médicos y enfermeras hubieran
puesto el grito en el cielo y acusado de dementes. «Por toda bondad nos
han puesto u n vaso de leche y u n espantamoscas. E s todo lo que se tiene
de la m í s e r a sociedad burguesa en medio de la p é r d i d a de nuestra me-
moria». Continuaba el «difícil trabajo» suyo y nuestro, de compartir la

279
char con y contra él para lograr que editara su poesía en Uruguay, su otra
patria. Sabía el poeta —como Vallejo — que era la que había elegido para
morir, la tierra que lo iba a guardar definitivamente. Y este libro lo publicó
sin necesidad de insistencias m í a s , y me lo e n t r e g ó como la sorpresa que
el n i ñ o tiene reservada a la madre para compensarla.

-1988-

Publica Declaración en nuestros días ( E d . Front, Colección Poesía, vol ix, M .


Zanocchi editor, Montevideo).

-1989-

X. A b r i l , que y a se había retirado de su cargo en la Embajada, pasa los


d í a s entregado a la lectura, la escritura de artículos y la continuación de
antiguos trabajos (entre ellos el dedicado a Mariátegui). Proyecta reedi-
tar Hollywood. Reescribe obras críticas y a publicadas, sobre todo agrega
notas complementarias a los libros dedicados a Vallejo y a Eguren. Po-
dría decirse q ue estos ejemplares enriquecidos pasaron a ser nuevas obras
que e s t á n inéditas y que constituyen un material de gran interés.
Corrige las ediciones de sus libros de poemas y relee los que e s t á n
inéditos. Las veladas continúan siendo un instrumento de aprendizaje y
de descubrimiento de conocimientos.
X. A b r i l tenía una memoria prodigiosa y una erudición que hacían
que las dificultades de diálogo que generaba s u temperamento discreto y
la p é r d i d a progresiva del oído, fueran compensadas con creces por el
interés que representaba el ejemplo siempre bien escogido en un dato, una
anécdota, una cita, un verso, una nota que sacaba a colación de u n libro
que sabía con exactitud q u é lugar ocupaba en su biblioteca de la cual era
profundamente celoso y cuidadoso. A pesar de la gran dificultad que tenía
en los últimos tiempos para desplazarse, nos indicaba —sin equivocarse
nunca— d ó n d e encontrar el material bibliográfico que necesitaba para
corroborar sus planteos. Abril debe ser imaginado — como le vimos los que
compartimos sus últimos meses de vida en su casa — sentado en un sillón,
al lado de una l á m p a r a de píe de bronce, rodeado de pilas altísimas de
libros para tener al alcance de la mano. Siguió leyendo y produciendo
intelectualmente hasta fines de noviembre de ese año.
E l viaje a Perú que había hecho para recibir la condecoración del Sol
lo agotó. E l día de su ú l t i m o c u m p l e a ñ o s me e n t e r é que había escrito las
notas sobre Confieso que he vivido de Neruda a quien había conocido en
París el a ñ o 27 y a quien no apreciaba como persona. Estas notas críticas
al libro confesional del poeta chileno e s t á n también inéditas y contienen

278
es el mismo en sus e n g a ñ o s o s cambios» ( s e g ú n Xavier) el resultado i n -
mediato fue la realización de una exposición bibliográfica y documental
de Xavier A b r i l en la Biblioteca Nacional de U r u g u a y que decidió su
amigo Rafael Gomensoro, entonces director general de dicha institución,
llevar a cabo como homenaje a su colega desaparecido. E n esa oportuni-
dad (6 al 20 de diciembre de 1990) se m o s t r ó — por primera vez en nues-
tro país— todo lo vinculado a la trayectoria cultural y literaria de este
escritor (libros, revistas, periódicos, cartas, fotos, diplomas y documen-
tos en general). Esta muestra f u e a c o m p a ñ a d a de otra de pintura de su
mujer Sara Acosta «reiterando de alguna manera, la primera Exposición
de poemas de X . A b r i l realizada en París, el a ñ o 1927, que t a m b i é n fue
a c o m p a ñ a d a de dibujos de su compatriota Juan Devéscovi» (Catálogo).
X. A b r i l siempre fue u n verdadero amante de la pintura; lo demuestran
los hechos intelectuales y vitales: sus estudios en E s p a ñ a (siendo u n
jovencito), sus conferencias sobre pintores, su casamiento con Sara.
E l resultado fundamental de lo que he llamado la «inmersión» en el
mundo poético de X. A b r i l es la salida de este libro como voluntad com-
partida de «Permanencia»:

Yo mismo soy
lo que f u i ,
lo que seré
ahí.

No importa tierra,
cielo, ni tiempo:
sino ser,
haber sido;
¡ser ahí!

Haber estado,
huella del humus:
¡permanecer ahí!

Y a de pie
o yacente,
esqueleto fugaz:
¡ser ahí!
X. A b r i l

María Luz Canosa Ortega


Montevideo, 1993-94

281
a g o n í a sin poder hacerlo como d e s e á b a m o s . H a b í a en realidad recupe-
rado la memoria de otro espacio y otro tiempo, por eso quiso hacer el
brindis último con vino, en la última velada compartida con Lorca, como
la primera, que nos h a b í a hecho encontrar.
« P o r q u e y a no hay quien reparta el pan n i el vino [...].»
«Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. / E l barco
sobre la mar. / Y el caballo en l a m o n t a ñ a [...].»
E l destino circular cerrando y abriendo sus espirales misteriosas, como
siempre, nos sacó esa noche del sanatorio, con un sabor a despedida que
nos «dejaba en la boca un raro gusto de hiél, de menta, de albahaca».
Nos fuimos para afuera a pasar el 31, lo mismo ocurrió con los fami-
liares de Sara y a la m a ñ a n a siguiente e s t á b a m o s todos de regreso velán-
dolo en su casa, en el mismo espacio donde produjo su creación, con sus
libros, sus fotos y retratos, s u l á m p a r a , los cuadros de Sara, los muebles,
y a la cabecera del cajón que mostraba u n rostro que y a había «descubier-
to el alba», un atril con dos retratos a lápiz de Sara: uno de Xavier que es
el que aparece en La rosa escrita y en la edición montevideana de su Descu-
brimiento del alba y otro de su «hermano» y colega menor Rafael Gomensoro
que ocupaba ese lugar exacto desde 1981 y que a ú n permanece sin cam-
biar en el apartamento de Xavier y Sara en la calle Javier Barrios A m o r í n
1531, donde su mujer c o n t i n ú a viviendo sola y a c o m p a ñ a d a por todos
sus cuadros y los libros y objetos de Xavier. M u y pocos le rodeamos e l
día de su muerte: familiares de Sara, diplomáticos de la Embajada de
P e r ú y algunos funcionarios de la misma que le apreciaban (caso de la
Sra. E l i n a Braseras Lussich). L o s amigos estaban ausentes por ser d í a
festivo; otros de los contertulios estaban y a muertos (Sabat Ercasty y
Juvenal Botto). Alfredo Gravina — que nos a c o m p a ñ ó apesadumbrado —,
se lamentaba del reducido grupo de personas que fuimos al cementerio
del Buceo cuyos cipreses crucifican al río Mar de la Plata.
D e s p u é s vino la lucha con los papeles que llegaban casi hasta el
techo de s u escritorio, y a abierto. Comenzamos a escribir a P e r ú para
editar a Xavier; comencé mi tarea de «ordenar» el caos, de separar pape-
les mezclados, rastrear originales, cotejarlos con otras versiones, éditas o
inéditas. Encontraba la p á g i n a 10 y me faltaban las cinco siguientes;
conferencias, cartas, poemas, anotaciones hechas en boletas de compra
de libros, en recibos de la cuenta de la luz, en invitaciones a actos cultu-
rales, todo mezclado con fotos de todos los tiempos y personajes y Sara
respondiendo lo que p o d í a mientras los recuerdos le bloqueaban la me-
moria — eso pasa — y el mueble crujiendo solo, el armario donde se es-
c o n d í a n los fantasmas.
De esta «inmersión» en el á m b i t o del poeta, en sus originales, su
archivo epistolar, su vida y su obra, en «el fantasma, el doble del ser, que

280
Elisio. Hay que existir.
Exijo que existáis.

XAVIER ABRIL
EXPERIENCIA DE PARÍS
(1927-1935)

CRÓNICA

Allí pasa un amigo que en caso de necesitarlo, lo precipitaría a la quiebra


de su moral.

Ese otro hombre es inútil. Ya tiene una segunda hipoteca: la de sus cua-
renta y cinco años sin buena casa, sin automóvil y con el historial de la
fuga de su mujer con el pastor protestante.

Aquel otro es el picaro de la ciudad. Usa un bigote galán aprendido en


las películas del año 1913. Pero debe ser un héroe cuando todavía sobre-
vive entre los grandes estafadores de la posguerra.

Pero entre todo esto: hombres, mujeres, dinero, felicidad, fama u olvido,
lo más puro es el olor a gasolina de los automóviles.

El olor de la gasolina es la novia de la ciudad.

(París, 1927)

[285]
La sombra de un abrigo me responde
desde una habitación obscura.

La lluvia baja de tus antiguos ojos


a mojar el invierno de mi alma.

¡Cuánto me cuesta este mundo


y sus dolores!

Mi pecho es como un río tempestuoso


donde el torbellino de la vida
agrieta las montañas del corazón.

(París, 1935)

PARÍS ÍNTIMO

11 n'est bon bec que de Paris


VILLON

¡Oh cuántas veces amé


en este quartier
de la Opera!

En Champs Elysées
y en Passy,
¡oh cuántas veces amé!

En la Cité,
en Saint-Louis
y en Ctuny,
¡oh cuántas veces amé!

En Chátelet
- O h Villon -
siempre entregué,
fugaz, el corazón.

Nunca quebré
— porque partí—

287
LOS NOMBRES COMUNES
Y LAS COSTUMBRES DEL SISTEMA

Preferible es a todo esto la condición del enemigo: hombre modelo, pe-


queño, religioso y picaro; tiene asegurada su eternidad con su rodilla
mísera cuando gira a Dios y se engulle la inocencia: tal es su redomada
abstracción de cordero profesional.

Ese hombre tiene luz en el bolsillo y no en los ojos;


ese hombre tiene alma en el bolsillo y no en el cuerpo;
ese hombre tiene espíritu en la moneda y no en el ser;
ese hombre, por fin, tiene a Dios en su casa, en su letra de cambio, en sus
noventa días, en su esposa, en sus hijos, en su pequeña propiedad, en su
reuma.

¡Ese hombre está crucificado en su cuenta corriente, pagando más de las


treinta monedas para ser un hombre respetable, para que se le salude por
su nombre, sombrero en mano y a viva voz:

¡Señor Pérez, monsieur Durand, mister Smith!

(1927)

PARÍS

Están las calles limpias de dolores urbanos.


París semeja una magnolia sin quebrantos.
En los balcones las rubias neurastenias
deshojan las flores de sus tardes.

(Enero, 1935)

INCERTID UMBRE SENTIMENTAL Y BRUMOSA

¿Cuánto cuesta la Luna


y el Sol?

¿Y las estrellas solitarias y brillantes?

¿Cuánto cuesta
la soledad mortal de esta calle?

286
al corazón,
y llora con él,
hiriente,
esta canción
ya sin laurel:

Tiempos de ayer,
sois siempre engaño:
pasáis como la mujer
con su daño.
y salvé
la emoción
que di.
En Champerret
yen Portd'Ivry,

¡oh qué feliz


que fui!

En el Rond Point,
otra vez,
amé su doncellez
y altivez
au point.

¡Cómo olvidaré
su faz
que es la embriaguez
falaz
del derecho y el revés!

¡Oh, París!,
¡oh ilusión,
que me toca
con su languidez loca
en el corazón!

¡Oh, cuántas veces fui


y cuántas fue
las que bebí
la quimera
ardiente
de la primavera
viviente
de París!

Hoy, doliente,
recuerdo en vano
lo lejano
solamente;
llevo suavemente
la mano

288
RETRATOS DE MUJERES
(Madrid, 1934) 6

ALICIA

«En Ebreu en verté est Aliz: lans de Dé»


(«Alix en vérité, signifie en
hébreu; louange de Dieu»)
P H I L I P P E DE T H A U N (siglo x n )

ALICIA

A L I C I A e s t á recogida en s u ternura. V i v e en e l centro d e c a d a cosa. V i b r a


a l u n í s o n o de l a V e r d a d , de l a B e l l e z a . E s a p a s i o n a d a en e l d i á l o g o , fría
e n s u silencio. C u a n d o calla, s u p l á s t i c a m u s i c a l i z a a g u d a m e n t e , p e r f o -
r á n d o l e a uno l a r a z ó n de u n o s m i n u t o s de e t e r n i d a d .

T O M A D O por s u á u r e a r a í z c o n m o v e d o r a , e l ser se agita e n u n a desco-


n o c i d a d i m e n s i ó n e s p a s m ó d i c a . A l i c i a , c o r t i n a c o r r i d a en el v i v i r h o n -
do, p a u s a d o y c r u e l .

Esta obra inédita de X . Abril no sólo me era desconocida sino que el propio autor no tenía
proyectada su publicación dentro de la obra completa que dejó en preparación. Supongo
que la o m i s i ó n obedecería a la creencia de que se había perdido puesto que estaba
traspapelada (junto con la traducción al francés de Mathilde Camhi) entre sus múltiples
documentos y por eso tal vez no a p a r e c í a en el índice general de la Obra poética
completa por él elaborado. E l dato que tenía de su existencia fue tomado de la edición
príncipe de Descubrimiento del alba (1937) donde figura como obra inédita junto con
«Clave y Signo» (1924-26) que no encontré después de la muerte de Xavier. E l título
original de esta obra era « N o m b r e s de m u j e r e s » y de acuerdo con este es que l a versión
francesa de Mathilde Camhi (también fechada en Madrid en 1934) aparece con el de
Prénoms féminins. No se registra cuándo el autor hizo la modificación (manuscrita) por
el título Retratos de mujeres con que ya figura en el a ñ o 1937 y en una de las versiones
mecanografiadas originales que encontré firmada por X . A b r i l .

[291]
«Dort la ro'íne Berte, son chief sor une pierre»
(Berte égarée dans laforét du mans)'

BERTA

BERTA tiene los ojos verdes. No ve nada, ni lo que ocurre en sus ojos.
Berta no tiene vida interior. Es epidérmica y sabrosa como una fruta. Los
ojos verdes de Berta no distinguen colores. Ahogada en el mar, vería el
horizonte de sus ojos verdes.

LAURA

LAURA es un eco en la nieve. Laura es un eco en la nieve.

TERESA

TERESA es de mármol, recuerda a la indiferencia.

CARMEN

CARMEN es fina como la navaja, suave como la sangre vertida. En los


ruedos taurinos, Carmen es la herida de España.

DOLORES

DOLORES, monacal, arcaica.

IRENE

IRENE es el alba de puntillas.

ISIDORA

ISIDORA, procesión, morado.

FLORENCIA

FLORENCIA es un nombre sin flores; una sombra de jardín.

' Esta cita aparece manuscrita por ei autor en la versión original mecanografiada y firmada
por X . Abril. Lo mismo ocurre con la que acompaña a «Alicia».

293
HAY aún otra vida en su vida, en la vida de Alicia. Ésta pertenece al
dominio de lo sobrenatural. En el bosque del amor vibran sus brazos. Su
cabellera extiende, en contraste con las estrellas, el luto silencioso de la
noche.

ALICIA aduerme a la quimera, desvela a la sangre en el jardín o en las


venas.

ALICIA, relación y desmayo por la a con la luna solitaria y errante. Ra-


zón demás para estar fluido y permanente en las materias que la dicha
rezuma, ensaya y melodiza.

OFELIA

L A primera preocupación estética que sentimos al pronunciar este nom-


bre nos la da la F. La O no indica nada. La L y la I adelgazan en una vaga
teoría floral, casi astronómica, difícilmente vegetal, a la mujer que se llama
Ofelia en el poema o en la intimidad. En cualquiera de estas dos situacio-
nes, Ofelia es la misma y distinta. En el poema o en el sueño, lejana de la
vida, su nombre se concreta en la F musical. La L esbelta es la síntesis de su
cuerpo auroral. La o, la e y la a están en relación con su vida consciente.
Las vocales responden de su intimidad, de su condición sexual. Ofelia es
un nombre que determina una sensación eufónica, amorosa, en espiral. Si
algún color sugiere es el de su nombre en la primavera. La temperatura
influye en la visión de este color. En las estaciones violentas su tono es
invisible. Ofelia está oculta como el misterio de las flores nonatas. Enton-
ces, Ofelia es una perspectiva, una esperanza de primavera.

¿QUÉ dice el nombre de Ofelia a los seres de oído y de ojos emocionales?


Ofelia es en sí misma un preludio, un florecimiento en la f y en la 1. E n el
cauce abierto entre ambas letras se dilata una suave temperatura de vein-
te grados con vegetación y alta luna vegetal. Quien quiera vivir en el
paraíso de este nombre de mujer, ha de pronunciarlo en los límites de la
luz — en la corriente del tiempo — hacia el amor. En esta zona de la gran
Música, Ofelia extiende su dominio blanco, geométrico, abstracto. Allí,
Ofelia extralimitase de palpitaciones en las ignotas curvas de la sangre.

AÚN más, para los claros timbres de la Estética: Ofelia se adelgaza en los
floreros.

ESTA es la teoría de Ofelia: las flores de sus letras. Su talle o su tallo.

292
E L veneno de Elsa hace aún sus estragos en la reforma del vals de nues-
tros días. Las parejas se desmayan taxativamente. La Elsa moderna per-
cibe un tanto por ciento de Terpsícore. L a sombra de los jardines ha
perdido su encanto. El candor de lo imprevisto ha muerto para siempre.
Vivimos una época de ritmo quebrado. El cadáver de Elsa flota en el
sangriento Danubio. Ya no es el deÜquio del vals el que hace temblar la
fronda. Nuestro tiempo es el reino de la artillería pesada.

(Fragmento, Madrid, 1934)

295
ANGÉLICA

ANGELICA en el cielo es de música; en la tierra es una beata de sacristía.

ENRIQUETA

ENRIQUETA es agria, hostil en las fotografías. En familia no hay quien


la quiera. Es una usurpadora de las herencias. En el fondo no ama la
vida: es ascética y escéptica.

IRMA

IRMA es desnuda como un tallo sin letras.

CLORINDA

CLORINDA es autoritaria, dictatorial, fanática. Aparece en la historia


de la moda con una severidad de cuello alto, espigado de barbas.

ELSA

ELSA, suavidad de onda en el lago. Talle de vals, piano. Norte de nieve,


árbol. Ojos azules. Cielos intensos, enamorados. Elsa vive y late en el
paisaje romántico.

SU nombre en los salones es una referencia melancólica de jardín, de flor


deshojada y marchita.

PARA conocer a Elsa es preciso indagar en los bosques abandonados de


la música por su silueta brumosa y su caballera tenue, ambarina, nórdica.

ELSA se diluye en los sueños del alba. Los ríos del amor nacen bajo sus
leves pies de flor.

ELSA es, además de mujer, la historia de una época lenta y alfombrada.


El poema musical. A la sombra de su nombre ha nacido la primera yedra.

ES mil ochocientos treinta. E l claro de luna proclama su inocencia abso-


luta. Las tímidas margaritas salen a escena y se desquicia el vivir sereno.

SE registra el primer suicidio.

294
EL GRAN ONÍRICO
(1945) 8

ONÍRICO

Tiene dos cuerpos, dos almas:


su casa y su muerte.

Pero no ha nacido.

Apenas es un sueño,
un cuerpo obscuro en
el olvido.

De frente, de perfil,
ausente,
¡siniestro frío!

E l Onírico,
evadido
a ventana y hielo,
está presente,
fijo,
oculto en fuego,
apagado en sueño,
dentro,
en el desvelo.

Onírico,
cubre el espejo
de su cuerpo.

Poemario ordenado por X . Abril, sin editar como tal. Podrá observarse que no todos los
textos que lo integran coinciden con la fecha de composición registrada por el autor.

[297]
haber sido:
¡ser ahí!

Haber estado,
huella del humus:
¡permanecer ahí!

Ya de pie
o yacente,
esqueleto fugaz:
¡ser ahí!

FLUYE LO INTERIOR

Qué importa el río


si uno es propia corriente.

Angustia y tiempo
corren en uno:
¡van hacia la muerte!

ARQUITECTURA DEL FUEGO

Se quema el ojo, el hígado, el riñon,


el esqueleto amado,
el cuerpo con que amamos;
se quema el alma, la niebla que cubre la memoria,
se quema el pelo, el sueño, el mar y la delicia.

Todo se ha de quemar
para que nadie se engañe,
engañados de sus visceras y el alma.

Se quema, sí, el dedo


que logra la perfección de la rosa,
se vuelve espina, espacio, aire ahogado,
el pasado, el presente, ¡ay! el porvenir.

Se quemaron hasta las llamas


de las tumbas, los oros y los mármoles de la antigüedad,

299
GRAN ADVERTENCIA DEL ÁNIMO

No soy yo, no es la pluma:


es eltiempoen el poema.

No es el cielo, no es la ola,
ni el mar ni el aire:
es el tiempo
en el ansia, en el hueso.

No es el Sol ni la Tierra,
no es el Hombre:
es el tiempo
que escribe lo eterno.

No es nadie, no es el ente,
no es la sangre:
es el tiempo
que hiende adentro.

PERMANENCIA 9

Yo mismo soy
lo que fui,
lo que seré
ahí.

Lo que ahí
fui,
lo que soy
ahí.

No importa tierra,
cielo, ni tiempo:
sino ser,

Encontré una versión original que tiene la siguiente indicación al pie: «Montevideo,
Punta Gorda, 1952». Pese a no haber coincidencia cronológica con el resto del poemario
(1945), el autor lo incluyó en este orden que respete.
Este poema fue leído por primera vez en Montevideo en el homenaje que le rendimos en
la Biblioteca Nacional del Uruguay, acompañado de una exposición bibliográfica
documental de Xavier Abril y plástica de su esposa SaraAcosla realizada entre el 6 y el 21
de diciembre de 1990.

298
En la vena del día,
cauce seguro,
consumido en el tiempo.

NOCTURNO Y DELIRIO"

¡Oh viejas rejas! ¡Oh lunas de luto!


Negras herrerías del potro,
en ti reconocemos el vino,
el lagar o los lechos de las novias de Baco.

La noche, qué certera; la luna, qué lejana.


Sólo los ojos brillan al fondo del fuego;
sólo la muerte ama lo que acaba en el cuerpo.

Decidle adiós al día, buenas noches


a un ataúd sonoro y laureado en la eternidad.

(Buenos Aires, 1942)

ONTOLÓGICAMENTE 12

E l mundo es una ventana obscura


a la que se asoma una estrella muerta, apagada,
El día, la noche, la luz o la sombra,
nada existe más allá de esta ventana.
Ayer, hoy, mañana.

El tiempo ha muerto en el paisaje


estrechando al hombre solitario en el sendero.

Sólo los ojos miran la ciega eternidad del hombre solo.


Tras de la ventana, ¡mirad!:
la junta del hambre, la ceremonia de la muerte.
1 1
Este texto figuraba como «Poema I» en la versión primera. Encontré las versiones
originales de éste y los cinco poemas que siguen que aparecían con el rótulo de Poema I,
I I , I I I . I V y V; el último, numerado con el V I originalmente ya se titulaba «Canción». De
esas viejas hojas mecanografiadas con pocas correcciones manuscritas, extraje las fechas
y lugares de composición que no constaban en las nuevas versiones preparadas por X .
Abril para la publicación de este poemario. El poema «Su retrato» (Paleta obscura) fue
interpolado, antes de «Canción» que originalmente seguía al poema V después titulado
por el autor, «Ultima fe».
1 3
Poema II en versión original.

301
los ritos, las religiones;
se quemaron los mares de Afrodita,
las olas, los senos, los secretos
de las playas del mundo;
el reposo y el sueño,
todo se ha de quemar,
—principio y fuego—,
palabra del espíritu,
dispersa y vaga catedral de la luz,
eternidad de la llama construida y deshecha,
lengua que va hasta el coro para lamer el mal.

El fuego que soy yo mismo,


mies y flor, gracia del grano:
llama que nace en las raíces.

El fuego, cabellera,
torre de la luz y los cristales;
la alegoría más pura del infierno,
los ríos o los ojos del paraíso.

El fuego, lo que perdura y desaparece


del existir eterno:
ojo de mi riñon y alma.

E l hombre, su casa
y su pequeña tumba que arde al infinito.

ESTREMECIDO 10

En el lecho me tenéis ardiendo,


infernal,
acariciado por diosas de laurel,
soberano.

No hace falta el rayo


que atraviesa la fronda
golpeando la cabeza,
del relámpago.
1 0
Otra versión de este texto fue incluida por el autor en el libro Pausa (1951-57) bajo el
título «La pluralidad de los sentidos».

300
LO CONSTANTE, LO INCIERTO 14

A la linfa insondable,
que repite en el sueño
la imagen del río
constantemente en el pecho.

Entre la luz y la sombra,


el minuto y el momento;
casualidad de la nube,
el resplandor y la sangre:
¡lástima de Heráclito!

Senda obscura del Arcano,


claro misterio del agua:
¡Canta la luz en el cuerpo,
baja la sombra hasta el alma!

17 de septiembre de 1953

ÚLTIMA FE 15

¡Sostened, sufrid
esa música lenta!

Morid por la belleza,


pero sostenedla en el aire,
en la luz de la barca.

¡Oh, la ribera de oro,


pescador de redes infinitas!

SU RETRATO 16

(Paleta obscura)

Tenia la cara muerta.


Era el horror.
Los ojos perdidos en la noche, en la muerte.

Poema IV en versión original.


Poema V en versión original.
Poema interpolado por X . Abril en el índice de este poemario que sustituye a! orden
primeramente dado por el autor.

303
Nada más que una ventana obscura y el vacío del mundo.
Nada más que el hombre destruido, la sombra del árbol y de la amada.

Una ventana, una ventana amada.


Un camino, un árbol. Y tú, dentro de cada cosa,
en la flor, pero también en la nada del perfume.
Tú, idéntica a una lágrima que resbala
a una hoja del otoño, amada.

(Buenos Aires, 1942)

MANIFIESTO CREADOR DE CONGOJA 13

Construye lentamente,
devora la palabra,
intérnate en el silencio,
vuelve al puro sonido,
a la mañana.

No te confundas,
penetra a fondo,
aunque te duela el ser,
el Cosmos.

Sean breves los elementos,


no habite dios en tu pecho,
sino la vena pura,
la fatiga, acaso el reposo,
la mirada segura,
los claros ojos.

Sea el idioma como las manos


en el inicio del mundo,
en que era el pensamiento al ritmo
el natural trabajo.

Siempre el hombre en su voz,


en su destino;
vacilando entre llamas,
imagen de sí mismo.

(Lima, 1945)
I J
Poema III en versión original.

302
EL PERFUME Y EL ALMA 18

El perfume de la memoria nos avisa de la distante situación del alma, del


peligro que en el espacio y en el tiempo corren la soledad, la figura: el
resplandor único.

¿Cómo llegó ese perfume, esa lejana presencia? ¿O es sólo ilusorio? No se


ve, no se palpa, apenas se presiente. Mas hay algo que no sabemos defi-
nir, ni acertamos a nombrar, que dialoga en lo obscuro con el perfume
que es el alma, que es acaso el vuelo, el movimiento, la palabra escondida
y justa.

El perfume. Adorable ventura. Claro cristal. Hechizo y contacto.

(París, Biblioteca Nacional, febrero de 1956)

POEMA A UN FLORERO DEL OTOÑO

El Otoño ingresa suavemente, con respetuosa hoja melancólica, en el


talle de la viuda. El Otoño está en su forma de florero. No tras la ventana
de su intimidad donde juegan sus ojos y sus lágrimas. Las ojeras de la
dama nacen de los senos que el Otoño poda. El Otoño, en los párpados,
dormido. El Otoño conoce todas las piezas de la casa, sobre todo, penetra
insistente, amarillo y obscuro, con caído follaje, en el desván de los
maniquíes abandonados, que fraguan un invierno escalofriante, patéti-
co, letal. El Otoño se prueba los guantes envejecidos de una obstinada y
caduca señora muerta detrás de un espejo, de su biombo favorito, al lado
del ruiseñor vacío y silencioso.

El Otoño en su carro de musgo, monarca de la desesperación.

PRIMER POEMA

al arpa, al rincón,
la lágrima y los murciélagos
de la propia noche del arpa.

Porque el arpa es la atmósfera de la música íntima, del rincón amado, de


la lágrima lenta. En la amena floresta del entresueño, los párpados se
l s
Si bien este poema es posterior a 1945. c! propio autor lo incluyó en el mismo orden con
que figura aquí, al igual que otros. Fue leído en el Homenaje a X . A . realizado en la
Biblioteca Nacional Uruguaya en diciembre de 1990.

305
La sombra de la mirada vacía.
Pero era una estrella,
una nube,
una rosa frágil,
lo que ya no existe,
el oro de una noche remota.

¿Recuerdas cómo se hundió


en la marejada de la yedra del muro?

¡Cómo estaba en su lecho de olvidada violeta,


en su propia sombra, en su cara,
en el horror de sus ojos que no la dejaban
igual que la ola a la playa!

¡Es ella!

La que era rosa, perfume, aureola,


hoy es sombra de sonrisa y hielo,
espejo en que la muerte se mira
dejando la tiniebla de un sueño.

Duro diamante es el ojo


que perdura después de la mirada,
detrás de la pálida alameda
donde se oculta la sombra de Laura,
su cabellera antigua,
su anillo olvidado,
su minuto de esqueleto vacío,
su estatua de amor sola.

CANCIÓN17

¡Cómo para cantar


urge el silencio,
el eco mismo
de la voz,
el secreto!

París (21 de junio de 1955)


17
Poema VI en versión original ya titulado «Canción».

304
cié de funeral de la frustrada dicha doméstica, en la que sobra la fantasía
y huelga la imaginación. De la cocina no hablemos: muere sólo con la
miseria.

En el salón muere primero el órgano, el piano, el arpa. Después sigue,


generalmente, el sofá, el medallón, el desairado camafeo, la aristocrática
miniatura y la inevitable «marina» del 900. Nadie se da cuenta de la
muerte del salón, tal vez porque suele estar cerrado a piedra y lodo. En
este melancólico inventario faltan el espejo, el cortinón y la alfombra.
Pero el espejo no muere fácilmente, al contrario se obstina en recordar el
pasado del salón muerto. Los espejos que veis en los remates tienen, por
ello mismo, una rara y azogada tristeza elegiaca. El cortinón y la alfom-
bra le dan énfasis a toda mudanza; pregonan un espíritu de transacción,
de cambio, de acomodo. Si la alfombra ha merecido el desprecio, dado su
bajo uso, el cortinón ba tenido trato con lo pornográfico y clandestino, al
amparo de una inventada penumbra propicia y fugaz, goza de cierto
prestigio táctil que se advierte en la pátina de la desvergüenza.

Olvidarse de la triste suerte de un florero sería deslealtad y prueba de


desafecto, ya que en el deteriorado florero radicaba el equilibrio del ho-
gar que la coquetería vulnera con una rosa de engaño. E l florero es la
víctima (primera, quizás), que uno retiene de la catástrofe del salón. Nada
se le parece más, sin embargo, que aquellas cinturas que todavía se es-
conden en las páginas de los álbumes, con cierto rubor de época, de
violeta o de postal prohibida. El florero representa lo más delicado de la
conciencia femenina: el enlace de las manos y la flor en complicidad con
nubiles secretos de piel y pétalos.

Peor aún que la desaparición total de la alcoba, es la muerte de uno de los


cónyuges y la ocupación subsiguiente del lugar vacío del lecho por un
aparecido (o aparecida, según el caso) que nada tenía que ver con el
proceso de la casa, ni con el amor, ni con la vida, ni con la muerte. Predo-
mina, en estas circunstancias, un ambiente frustrado de amnesia de es-
píritus nupciales de funeraria.

En el salón muere rigurosamente el piano: se posesiona de él un langoroso


esqueleto con el pavor de la clave en la sonrisa. Pesa el silencio de made-
ra del viejo ataúd familiar. El piano tiene no sé qué complicidad con el
sepelio, con la capilla ardiente, con las exequias. El piano muere a pesar
del jardín próximo, del gato hechicero e incluso no obstante la lluvia
nocturna que cala al piano hasta las cuerdas del sonido. El piano muere
con la dignidad de un antiguo señor de levita y chistera. Pero, sobre todo,
muere el piano, indefectiblemente, cuando lo toca en una hora increíble

307
ocultan y los labios ahóganse en tenaz mutismo. La indiferencia le musita
al Olvido una secreta palabra de tristeza. AI lado del arpa sólo sobrevive
con decoro el silencio. Viste el traje negro de la melancolía o la mortaja
obscura de un recuerdo: sombra de camafeos, indescifrable fisonomía de
ternura remota.

Muérese el rincón, bórranse las miniaturas, arde la levita, sécanse las


lágrimas, piérdense desvanecidas postales eróticas, pero el arpa vive en
escondido misterio, jorobada, llena de murciélagos, perseguida por infi-
nitas notas de su propio cuerpo sepulturero.

En la indemne quietud noble de la sala, el desmayado cortinón del es-


panto acompaña al arpa solitaria que mátase al fondo de sí misma.

Sólo el arpa y el silencio moran en inhóspita Eternidad.

(Buenos Aires, 8 de diciembre de 1951)

SEGUNDO POEMA 19

¡Cómo mueren las casas en el tiempo


y aparecen los fantasmas!

]'ai revé tant et plus, mais je n'y entends note.


RABELAIS

Las casas mueren inevitablemente. Las que son no fueron las mismas en
otro tiempo. ¿Quién advierte el penoso fallecimiento de las casas, de los
hogares? ¿Alguien acierta a reconocer cómo mueren, en dónde se inicia
la caída, en qué momento? Hay quienes sospechan que algo se pierde o
que cambia, incluso que desaparece para siempre. El caso es que una
casa principia a morirse de la misma manera que sus moradores. Hubo
épocas en que una casa principiaba a decaer, a morirse, por el salón;
otras en las cuales la decadencia se originaba en el comedor y, por últi-
mo, cabe recordar, sin intención alguna, que la ruina se señalaba en la
alcoba. En este punto, no mueren los enseres sino las personas: el amor,
los pensamientos, los sueños, el quehacer íntimo. Algunas veces, muy
pocas, la muerte se iniciaba en la Biblioteca, la cual constituía una espe-

' 5
Estos dos poemas en prosa fueron publicados en libro por vez primera y a instancias mías
en La rosa escrita (Ed. Front. Mario Zanocchi editor, Montevideo, 1987), en la sección
«Otros poemas».

306
REFLEXIONES20

Siento madurar la época totalmente en mi sangre. Dentro tengo asilado


un rayo, oculta una tempestad que quiero expresar en una forma acaba-
da, sin flores de auxilio ni octosílabos gastados por juglares quiméricos.
Hasta que no logre el ritmo permaneceré oculto y ardiendo. Sé que me
quemo con llama de alargada lengua en rescoldos de angustia. Toda la
voz me nacerá muriendo. Pero de la muerte misma surgirá una extraña
formación estelar de vocablos. La sangre que no puede beber la muerte es
la del poema hermético; la sangre de una fuente que mana en el Misterio.

* * *

Debo acreditar mi sombra de destierro, aceptar esta guitarra vacía.

* * *

El dibujo de un árbol nocturno, monstruosamente crecido en la tempes-


tad, parece mi lecho de agónico, de febril desaparecido.

* * *

l u
Encontré un original de este texto fechado en 1946 en Lima.

309
una niña difunta. Nadie descubre con qué decoro de laurel extinguido se
evade el piano por entre la sombra de su propia tortura. El piano enton-
ces acredita el recuerdo de un polaco genial y maniático que se moría de
eso: de Luna abstracta y de piano concreto y contumaz. ¿Morirse? Nadie
se ha muerto, como Chopin, de piano. El propio piano sabe de esto. Id a
buscar entre la herrumbre de un jardín abandonado el piano muerto, el
acorde insistente, la estatua del amor, desnarizada, absorta, ciega, pero
que sigue oyendo la melodía extinguida del piano desaparecido.

Un piano muerto en plena tempestad es más hermoso que un navio heroico.

Con el piano muere lo individual, lo profundo: el pecho y las vértebras.


El arpa muere sola; la cítara languidece trémola, se desmaya en las ma-
nos de la desesperación, pero no muere. El violin no acierta a morirse del
todo: siempre logra tregua y sobrevive siempre, porque le falta acudir a
una cita de flébiles sollozos delirantes. E l arpa representa otra época:
asila en su atmósfera separada y propia, arrinconada y brumosa, a los
más auténticos fantasmas. Representa el orden de la dignidad onírica,
corporal, abstracta. Fantasma de madera, resto de naufragio.

Los fantasmas nunca tuvieron sitio, lugar, en el salón: no se les quería, se


les echaba con un golpe desdeñoso de abanico o, todavía, lo que es peor,
se Ies espantaba, sin gracia alguna, con el impertinente. Los fantasmas
han estado acostumbrados, en cambio, a los ojos vacíos, a las cataratas,
a los lobanillos de las señoras y a toda clase de protuberancias, pero se
desconcertaban, eso sí, ante la amenaza de ese adminículo óptico que
tiende, no sé por qué, a establecer una extraña relación secreta entre la
miopía y la menopausia.

Los fantasmas no toleran sino las cosas serias. Hace falta adultez en el
trato para ganar su confianza. Los fantasmas no disfrutan del aprecio
social, cortesano. Ellos, por eso, sólo viven en los sueños. Ocupan las alco-
bas. Nadie se entera, desde luego, salvo cuando un niño asustado dice
papá y algo se oculta en el fondo del ropero o en la intimidad de la sangre.

El fantasma está perdido en el mundo: no ha logrado entrar en la edad


adulta de los mortales. Más bien, si queréis, se ha salvado, ya que perma-
nece ligado a la infancia, feéricamente, como un fuego fatuo disfrazado
de murciélago. Los fantasmas no envejecen ni se jubilan. No pertenecen
a ninguna burocracia sino al reinado de la tiniebla.

(Buenos Aires, 8 de diciembre de 1951)

308
LA ESTATUA OBSCURA 21

(1949)

Je sens, sous les rayons, fñssonner ma statue


PAULVALÉKY

- I -

¡La Esfinge! Sí, lo ignoto,


con el perfil distinto
cambiará eternamente.

En la Luna, en el cielo,
sonrisa de los astros,
casi de arena móvil:
estatua del tiempo,
muerte intacta, silencio,
movimiento frontal, nariz,
perfil sobre la nada.
Sola la Esfinge, sola.

Tenga ojos el laurel,


ía mirra beso, el ocaso
Diosa, Venus, sexo.

Abstracta, inhallable,
ya giraba en el alma,
letal o luminosa,
sólo de sí, figura,
sólo de sí, olvido.

Este poemario inédito corresponde al en que en otro tiempo Xavier Abril había titulado
Las estatuas de la sangre. Así figura en la revista Creación y Critica (Lima, 1971)
dedicada a X . Abril, dentro de la nómina de obras poéticas inéditas del autor.

[311]
Persígala dios mismo,
el cuerpo, el ojo, el alma,
elevado en el cráter
—violenta cima, nave —
de volcánica nieve.

Anide en el infierno
de su propio sentido.
Vuelva, trans figúrese,
Metempsicosis, Psique.

Siga de pie o yacente,


en el odio, en la ciénaga.
Dése toda al misterio,
parecida a lo obscuro.

No estará ya en nada
— ni en lugar ni tiempo —
tal vez en el Orco,
acariciado hueso,
a fondo, hondo, dentro.

-n-

Cruzaba la tempestad
en navio del rayo,
como espada de fuego
hiriendo el triste ocaso.

Viaje en sí misma, frágil,


detenida en la muerte;
arrójese en el mármol
de eternidad remota.

Cante el cielo y el céfiro


en la estatua;
grite su lepra la vena
de la estatua.
Muera la estatua
heroicamente;
sea postuma al laurel,
a la cifra,
¡eternamente!
No hay cincel que despierte
lo que fue su gemido,
que no es árbol ni mármol
ni siquiera centella
— pavoroso frío —,
la quimera que huye,
el tiempo sobre la nuca,
la luz entre los dedos,
incesante, perenne,
delicada ruina.

Donde estuvo su estatua


— oh destruido cielo —
arde el canto,
el celaje, el martirio.

Sólo el grito quedará de su forma


si no perece el aura que pregona el arcano.

La palabra, corona del silencio.

LA ESTATUA
(fragmentos)

- I -

Si confundí la forma
con el aire perfecto,
Venus huyó en la rosa
que nacía del tiempo.

Oh estatua de la estatua,
soledad de la Luna:
se perdía su rostro,
navegaba sin día.

¡Cómo zumba en el mármol


la perenne indolencia!

Continúe la estatua
en la muerte, en la nada.

312
vibra su propia línea
en el lúgubre ocaso.
Olvidada en su forma
¡aparece en lo externo!

-TV-
Es ta tu a de la nada
que fijó la belleza:
¡volverá de alborada,
morirá de tristeza!

¿En qué orden del misterio


avanzará la estatua,
se ayuntará al mito,
sumará lo divino?
¿Restará lo terreno?
¿Se perderá la estatua?
¿Encontrará su sino?

Estatua de tiniebla
que agoniza sin tiempo.

¿Me elevaré en la estatua?


¿Me quemaré en el mármol?
¿Confundiré en la onda,
el destino, la estrella?
¿Me salvará la altura
de la forma invisible?

¿Afianzaré en la sima
mortal gracilidad?
¿Nacerá la palabra
sin contacto divino?
¿Responderá a las penas,
apenas con el alma?
¡La divina presencia
se callará en la nada!

_V-

¡Oh sagrado equilibrio!


Renaciendo en la pausa,
devorando el minuto.
Irá en mármol violento
su gracia y donosura.
¡Sentirá el pensamiento!
¡Dirá la estatua pura!

La estatua crea su esencia


consumiendo el espacio.
¡Oh tiempo sin presencia:
memoria del palacio!

-m-
La estatua del véspero
recorría el sollozo,
elevando la especie,
la ternura, los huesos.

Decidida, en contorno,
suavemente en la gracia,
¡oh torrente del día!,
nacía en los elementos.
¡Oh, rosa del frontis!

El río de Heráclito
¡oh, la fatal corriente!

¡Oh, colmena del sueño,


zumbadora en la nada!
¡Oh, transparencia!
¡Oh, párpado de luz!

¡Cúbrala la sombra
de infinito!
¡Devuélvala rosa
el aura!

Estatua que numera


proximidad al Todo,
perpetuase en ondas
de ignorado misterio.

Vacía hasta de sangre,


—esquelética danza—,

314
Pero si está distante
si la hubiere presente
nada más que un instante:
¡ora Luna creciente,
ora Luna menguante!

ALFRAGMENTO 22

¡Oh, desprendido, íntegro,


Número del instante!
La luz apenas toca
el cristal de lo cierto,
rostro propio, fragmento.

A ti, diamante vivo,


tormento ígneo, grimorio,
hoja que es uno mismo.

Donde te palpo huyes


a ser forma del tiempo.
En el espejo vives:
sombra y luz de lo eterno.

Si persigo en la mente
lo fugaz, lo concreto,
quedóme solo, a tientas,
delirante fragmento.

Escapas a la noche,
de la escondida estatua,
a sumar la tiniebla.

Mas si miro en el cielo,


será el destello breve
corona del fragmento.

1 1
«fPJiu framenti; poeta grande, meno framenti, poeta mediocre». (Mención hecha por
B . Croce en Letture dipoeti. Barí: Gius. Laterza & Figlo, 1950, p. 273.) [Nota de Xavier
Abril.]

317
¡Cante siempre la estatua
— su más callada vena —
en inhóspito pecho!

¡Domine mármol ígneo


la blancura sedante!
Agregue muerte al ritmo
el flujo del contorno.
Sálvase en la desgracia
de pensada materia.
Quédase así en el humo,
sepulcro de la rosa.

Estatua que en la niebla


perecía de sola,
la encontraba lo ignoto
floreciendo en la sombra.

Ardía ya en la furia,
por las lenguas del sueño
que lamen estructuras,
la firmeza, los aires,

Se quemaba, así, entera,


dibujada y paciente.
¡Sólo la atravesaba
el frío de su especie!

LA ESTATUA ENLAS TINIEBLAS

A LYCOPI IRON

La estatua verdadera,
la que vive en la mente,
es la de la quimera
que el paisaje no siente.

La estatua que yo quiero


la quisiera muriente.
De pensarla yo muero
si estuviera viviente.

316
PAUSA 23

(1951-57)

LOS OPUESTOS 24

¿Qué hay después del Tiempo


— sonrisas secas y muecas dobladas—,
que no sea la tumba
de la rosa, la rosa
ya sola y fija?

En el incendiado espejo
aún se refleja
la sombra de un perfume fluido.

La forma permanece,
¡Oh, avatar!
cambiando en el ramo
de su disolución.

Entre el movimiento y la permanencia


— presente " ausente—,
el color del ser
deriva al acaso,
seguro de su fin:
interminable y latente.

Trabajando con los originales he verificado que la mayoría de los textos que integran este
libro no coinciden con la fecha de composición (entre 1951-57) marcada por el autor
(véanse notas al pie de varios poemas).
En otra versión fechada en 1962 aparece con el título «¿Qué?» y el verso «corriente
entre corriente» no figura.

[319]
Las estrellas coronan
la estatua de la noche.

El cielo y la mirada
penetran en el sueño.

El tiempo mismo toca


la sonata celeste.

¡Oh altura constelada!


¡Frente, del aire, pura!

(Miraflores-Lima, 12 de junio de 1957)

DIAFANIDAD AUDITIVA

El espejo repite la lámpara del día.


El espacio sonoro, la siesta del laúd.
El dromedario mira su azorado destino
Que oculta dentro el tiempo su cuello florecido.

DISCURSO INVISIBLE DEL SER,


ENTREDOS ORILLAS

El que amanece distinto


Se parece a quien quería ser.

Grave conflicto en que es más grave


Que parecerse
Ser idéntico a sí mismo.

Entre uno y otro punto,


Del Ser al Sueño,
El recorrido va de cuerpo
A neblina, a lago,
A desnudez de agua.

Oh gran camino de los ojos,


De la absoluta obscuridad,
Donde sólo permanece
La constancia del ademán involuntario,

321
Está donde descansa el celaje
— la misma y distinta aura —
más allá del cristal puro
del aire,
entre la Música y el rumor
de lo desaparecido,
corriente entre corriente,
el acento
de lo que no perece
en el sepulcro de la memoria.

Antes, después, aún,


ser el acorde que no se esfuma,
la rosa que no se apaga
en el nombre y el número de siempre.

(1962)

LA PLURALIDAD DE LOS SENTIDOS 25

En el lecho me tenéis ardiendo,


infernal,
acariciado, de laurel,
por diosas de intensa fronda.

No hace falta que el rayo


se consuma en el pecho.

En la vena
audaz del día,
— dios seguro — ,
dormido en el tiempo.

(Noviembre de 1951)

DISCURSO DEL ALMA

He descubierto el alma,
el aura del cuerpo.

1 5
Otra versión modificada de este texto fue incluida por el autor en «El gran onírico» bajo
el título «Estremecido».

320
Es el PASADO actual
Dijo HOMERO
su hexámetro florido
cantó el rayo
atravesando el espacio y el tiempo
que aún no son sino palabras ecos
el mañana de siempre

(1958)

NUCLEO CONSTANTE

A Luis ALBERTO VÁRELA

Esta habitación, ciertamente un cuadrilátero ilusorio, tenaz, esta mesa,


esta máquina, sino todas las habitaciones, las mesas y las máquinas que
en este momento son idénticos fenómenos multiplicados en el mundo.

Ahora mismo se vislumbra, nítidamente, superpuesta a la habitación-


biblioteca, en una sola imagen de aliento y de pulso concordes, junto a
los papeles y el tintero y a la pluma, el taller del zapatero de enfrente, la
mesa de operaciones de la clínica, las sabias tijeras del cirujano, la com-
plicidad del paciente, la ventanilla del banco, el grito del día, el puesto
de verduras del mercado, la farmacia tranquila de la plaza, la fuente, el
árbol, el viandante, el automóvil, el sol, la sombra y la nube.

No está solo, callado, en silencio, quien se abruma por dentro de rumores


ajenos, tanto como de los propios. Todos los actos, los que se cree perso-
nales, originales, íntimos, como las secreciones internas, no son sino
reflejos, suma indivisible de un hecho cósmico, de un suceso inmenso
como el de los cuerpos en la red inagotable, de una especie sucesiva y sin
pausa, como el tiempo.

E l perro que duerme en el hogar se confunde con el sueño del amo en un


solo sueño, que el soñar es alivio, unificación animal y superior del
hombre.

Quien está de verdad en lo suyo, como el pescador en la mar, ¿no ha de


tocar el todo, playa y luz, pez, persona, apetito y naufragio, el abierto
dolor y la alegría en el aire?

323
Apenas el conocimiento íntimo
De la luz, del párpado,
De la urna en que navega
Ese cuerpo desnudo que es el soñar
O volver a los orígenes.

PRECEPTIVA GEOMÉTRICA 26

¡Callad, poetas del Caos!


Reconoced la claridad:
la torre del espacio,
la ánfora eterna,
la forma pura!
Pero ocultad,
al mismo tiempo,
lo que sabéis.

Salvad lo ignoto,
la sombra,
lo obscuro:
el río y su corriente
postuma.

UN POEMA QUE INTEGRA EL COSMOS 27

En este verso
línea del horizonte
ojo profundo
la luz el aire la semilla

Hay un hondo vacío

un hombre sumergido
en sí
mismo
1 6
Versión originalmente escrita a máquina y continuada en forma manuscrita por el autor
no sé cuándo, pues no encontré copia mecanografiada.
2 7
Este poema fue publicado en La rosa escrita (Ed. Front, Colección Poesía vol. vra,
Montevideo, 1987) con otra disposición gráfica de los versos y algunas variantes en el
texto, así como en la revista Creación y Crítica (2. época, N.°l, 1974, Lima), dirigida
a

por Jorge Cornejo Polar.

322
nave,
ave,
muerta.

Ala, antes y después,


continua, no afuera,
en uno, espacio
¡Belleza!,
tiempo
— apuro —
de su certeza.

Mirad más allá,


dentro,

el ala postuma.

(1960)

A
JOSÉ MARÍA EGUREN,
en su clara noche,
en su oscuro cristal.

¿Dónde estás, Eguren,


en qué playa abandonada,
en qué arrecife
de espuma y canto,
náufrago, en la soledad
del verso?

Dime, ¿acaso en el violin


desengañado,
en el marfil
de la sonrisa muerta?

Estás pálido, Eguren,


siempre de vuelta
de la muerte,
en un viaje constante
de color a olvido.

325
Quien se afianza en la palabra, lo mismo que en el yunque, en el panal,
en el papel que vuela, ¿no lia de acertar con la verdad igual que con el
error?

¿Quién, digo, no mezcla de algún modo sus mejores intenciones a las


necesidades violentas e impostergables de los que rugen en el fondo del
planeta, y cuyas iras se confunden, a menudo, con el eco de las tempes-
tades?

A este refugio espacial viene a dar, de contragolpe, igual que las olas en
su flujo y reflujo, las más sutiles nociones de la atmósfera, con su corte o
escala de ruiseñores diplomados a la intemperie, de mañana a ocaso, de
noche a alba, como si de animalillos volanderos se transformasen, pro-
gresivamente, en ala, trino, luz, línea y color.

Mi amigo Luis Alberto Várela, portador de sorpresas, me obsequia siem-


pre con sus cultivos de esperanzas, tal es la generosidad matinal de su
sonrisa y del idioma que posee. Sin abandonar la tarea, su oficio, tempo-
ral, físico y ávido, acude a la cita del diálogo. Sus palabras tienen la
seguridad de un combatiente del futuro: testigo diario, y sin pausa, del
trigo y del odio: violentamente armado de invencibles quejas, suavemen-
te arrullado por el eco con que le devuelve Eolo sus más tenaces trémolos.

En este cuarto entra el espacio y el tiempo. Se ha instalado la ilusión con


sus títulos y símbolos germinales. Cobra, a momentos, una categoría
extraña, móvil, sustrayéndose a las cuatro paredes. Este aposento quie-
to, fijo, de cemento, hierro y cristal, navega y vuela al encuentro de los
satélites cordiales, nuevos vástagos de un Cosmos socializado.

(1963)

EL ALA CONSTANTE 18

E l ala, no la que nace,


viva,
sino la que deriva,

1 8
E l mismo poema aparece en otro ejemplar con el título «Al griego cantor del ala». Como
podrá observarse, estos poemas por las fechas que figuran al pie no correspondería que
integraran este libro; sin embargo, he respetado el orden que X . Abril les dio en el índice
general de su obra poética elaborado con un criterio que no coincide muchas veces con las
pautas cronológicas dadas por él mismo en los encabezamientos de los poemarios.

324
sola corona
de la voz que nunca
apaga
la muerte.
Estás, Eguren,
siempre en la i
del viaje;
volverás a confundirte
entre las figuras
que cantaste,
en lo que nunca dijiste,
callado de abrumarte.

¡Yo sé que estás, Eguren,


en la corriente
que jamás nombraste!
29

Costa Azul, Canelones, Uruguay, 1964.

BREVE PROSA ENCAUZADA EN LO REAL 30

Por cualquier costado de lo que pueda ser, de lo ya ocurrido, calcularé y


mediré la técnica precisa, rescataré el tiempo sucesivo en su canal imper-
ceptible, mediante no sé qué conflicto en el que el espejo vendría a ser, a
confundirse con el esqueleto en la corriente misma de la figura y del
paisaje frondoso, capaz de prolongar la experiencia del sueño traslúci-
do en un estanque ni próximo ni lejano de la Luna. Ni del olvido, sí de
todo cuanto existe raudamente en el día despierto y fulgurante.

(Florencia, febrero de 1965)

«PROSA ENCAUZADA EN LO REAL»

Por cualquier costado de lo que pueda ser, de lo ya ocurrido, calcularé la


técnica precisa, rescataré el tiempo sucesivo en su canal imperceptible,
mediante no sé qué conflicto en el que el espejo vendría a confundirse

** Este poema apareció publicado en la revista Creación y Crítica (nov.-dic, 1971, L i m a ) ,


dedicada a Xavier A b r i l .
3 0
Encontré un original manuscrito de este misino texto de! a ñ o I9S5 con modificaciones;
se presenta a continuación de este. Aparece escrito por el autor en el reverso de una
tarjeta-invitación de ese a ñ o .

327
En la playa, espejo,
de ti mismo,
juegas al ajedrez
—matemático —
del diamante,
embebido de luz
y sombra.

¡Oh, poeta!,
la palabra,
mineral ciego,
nace muriendo
y renace
en el lampo.

Inefable vocal,
— i, entre todas —,
luz y torre,
más vuelo y ala
que se pierden
en la memoria.

¿En qué mar,


en qué barca /

onda o nube,
te cortejó la Parca?

Como la cometa,
sube,
Eguren, en el vértigo
del abismo.

Canta el retorno
de tu viaje blanco.

Te acompaña el alba
hasta la rosa
que oculta,
del sino,
la sombra.

Sé prueba
solar,

326
En un momento dado
terrible silencio:
recobramos la dignidad
permanente del sueño
del que no conocemos
sino sus alas cansadas.

En un momento dado
puede ser que no estemos.

No hará falta el lenguaje


allí donde seguirá creciendo
— árbol de la Nada —,
constantemente,
el equívoco balbuceo
de un resplandor,
vecino consecutivo
de un quejido largo.

Inevitablemente,
en un momento dado.

(Florencia, 1966)

BIOMBO ORIENTAL

Poema a un Bulbul pintado en el vergel del s u e ñ o


A ANAHÍBLANCO, futura Delmira.

Cómo canta,
trina
el
Bulbul
en la pintura
persa.
De
hoja
en
hoja
la
nota
desciende

329
con el esqueleto oculto en la corriente misma de la figura única capaz de
prolongar la experiencia del sueño en un estanque ni próximo ni lejano
de la Luna. Ni del olvido, sí de todo cuanto existe pesadamente en el día
despierto y fulgurante.

PUEDE OCURRIR 31

En un momento dado
amanece,
cruza un pájaro,
vacía el silencio
la nota
que lo alcanza a uno
soñando:
el fulgor del día
soñado.

He ahí la belleza:
desconocer la hora
y el color de sus ojos.

En un momento dado
envejece
cano el tiempo,
blanco el dolor.

Se destilan las lágrimas,


se hace más secreto
el sentido,
más libre el eco
dentro del pecho.

Es el tormento mismo:
el otro que viaja
por la sangre y el alma.

En un momento dado
la palabra huye a su abandono
último.
3 1
Publicado en revista Oiga (N.° 386, Lima, 1970) y grabado en disco también en Perú en
«Antología viva de la poesía peruana» (Ed. Retablo).

328
No está fuera de ti
cosa reservada;
misterio o acaso,
noche o alborada.

No valen, no, cautela ni frenesí:


¡ha de incendiarse el ocaso
dentro de mí!

LA CUESTIÓN DE LAS PALABRAS

Debajo, sí, de las palabras,


estrellas — acaso la luz,
la sombra—,
la construcción, igual, del sonido,
de la casa o del bosque,
del puro tiempo
que no pasa en las horas,
ni conocemos fuera de la rosa,
fuga del color
en el resplandor constante
— oculto o visible —,
confundiéndose con el fondo
de los ecos,
las palabras nacientes,
las grutas de las letras,
los acentos del aura
del purísimo viento idiomático.

(Florencia, Istituto di Spagnolo,


15 de febrero del.966) 34

ACERCA DEL MISMO TEMA

Hubo un tiempo, no, un fulgor,


en el cual el espacio y la sangre
ardieron, no, nacieron
el árbol y el hombre, no,
3 J
E n este Instituto de la Universidad de Florencia, X . Abril trabajó entre 1965-67 junto al
destacado hispanista Orestes Macri en el estudio sobre la poesía peruana y especialmente
de César Vallejo y José María Eguren.

331
al
color
de
la
música
pura.
La
escala
baja
a
la
fontana
en la que el
espacio
se diluye
en
tiempo
de
agua.

(En Costa Azul, Canelones, Uruguay, 6 de enero de 1973) 32

DESVARÍO METÓDICO 33

¿Hasta dónde ha subido la altura


de tu última jugada?

Ya estás, mano a mano,


con la Nada;
de frente, cara a cara,
con los números
de la Eternidad ganada.

Este poema fue publicado en La rosa escrita ( E d . Front, v o l . vm, Colección Poesía,
Montevideo, 1987) con una disposición gráfica diferente a ésta y con los últimos versos
modificados.
E l paisaje marino del balneario Costa A z u l fue profundamente amado y gozado por
X a v i e r A b r i l . Todos los veranos iba allí, a la casa de su esposa, la pintora uruguaya Sara
Acosta, a compartir con el!a, otros familiares y creadores amigos, arte y naturaleza.
Este poema figura en otra versión con el título «Perspectiva global e intransferible». L a
versión manuscrita que encontré de este poema (sin título) corrobora mi nota inicial de
este poemario. Hay una diferencia de 20 años entre la fecha de composición original o
definitiva de este texto y la propuesta por Abril (1951-57) para la totalidad del libro. He
revisado exhaustivamente las diferentes copias y versiones de un mismo poema y en este
caso parecería ser la fecha del manuscrito (1976) la de composición aunque hay algunas
diferencias en la disposición gráfica de los versos con respecto a la versión mecanografiada.

0
Lo que diga
Será sucesión
Del ser mismo
En los opuestos
Y en la vertiente
De los instantes.

Si acaso llega a constituirse


El propósito,
La figura inhallada,
El ritmo será diferente
E igual a sí mismo.

Claro sujeto
Que en el espejo obscuro
De la noche
Labra el diamante,
El fuego, mira
La palabra.

(Montevideo, 1967)

MORALEJA

Nuestro tiempo, sin columna, a no ser quebrada;


sin templo, a no ser obscuridad
y rodillas dóciles de rótula.

333
se oyeron los primeros quejidos,
no,

las palabras, sí, ¡los rayos!

(Florencia, Is h tu to di Spagnolo, 1966)

DIALÉCTICA INTERIOR

¿Cómo podré escribir


el poema
que de inmediato
no se precipite en su contrario?

Lo que diga
sucesión será
del ser,
en los opuestos:
vertiente del instante.

Si acaso llega a constituirse


el propósito, la figura inhallada,
siempre esquiva
y mutable,
el ritmo será diferente
e igual a sí mismo.

Claro sujeto
que en el espejo obscuro
de la noche,
oye el diamante,
labra el fuego,
mira la palabra.

(Montevideo, 1967)

¿ CÓMO PODRÍA SER DE OTRO MODO T 35

¿Cómo podré escribir


El poema que
De inmediato,
No se precipite en su contrario?

Esta nueva versión del poema anterior no integraba el poemario preparado por el autor.
La incluyo como elemento de interés para los estudiosos que puedan cotejar diferentes
versiones que corroboran lo anotado por mí anteriormente.

332
AL CISNE
(1958)

Homenaje a Stéphane Mallarmé

- I -

Un cygne d'aulrefois se souvient que c'est lui


Magnifique...
MALLARMÉ

Un cisne, sí, evaporado y puro,


evadido de Febo,
del alba de sus días,
—color remoto —
bogando ya en la ausencia,
en el olvido.

Un cisne, sí, líquido


cristal suspenso,
en el aire mismo,
confidencial, eterno,
vuelto recuerdo, vacío
de la memoria, intenso
en el desmayo.

Un cisne, sí, transido


— suspiro muerto —,
eco de luz,
espejo.

[335]
-Ill-

En el sueño el cisne
duerme benévolo, esquivo,
al margen de la Luna
y el tiempo.

La onda riza
la soledad del lago,
espejo del fluir.

¡Claro cisne del tiempo!

-IV-
Apenas desprendido de la luz,
el alto cuello lívido,
sabe el secreto, sabe
lo soñado.

El lago, la blancura
y el olvido.

-V-

Desaparecido en el agua,
— también muerta —,
el cisne busca la línea de la luz.
Entre el ocaso,
su cuello extático
anuncia
lo blanco.

Dibújase cisne,
asimismo, en la huida:
seguro en la onda,
ala de su minuto.

Ya no le queda
más que el cielo,
su retrato.

337
Un cisne, sí, en la tiniebla
— transparente —
. , 36
del secreto.

-II-

jOh cisne!
Iniciada blancura,
mago del misterio,
morador del cielo.

¡Oh cisne!
Hermano de Apolo,
blancamente herido.
Amado por la luz,
llorado por la sombra.

¡Oh cisne!
Eres el secreto
de la abstracción:
apariencia
y espejo.

¡Oh cisne!
Que no vives
sino en la mente/
alejado de lo constante;
negador de lo real,
separado del color
por la blancura perfecta.
¡Oh cisne!
Concierto de soledad,
esquivo acorde,
sagrado silencio:
t en sit mismo.
solo
3 7

3 6
Este poema aparece grabado en disco en la «Antología viva de la poesía peruana» (Ed.
Retablo, Lima).
3 7
Este poema fue publicado por primera vez en la revista Creación y Critica Lima, (nov.-
dic. 1971) en el número 9-10 dedicado a X. Abril.

336
Ondas ocultas, perdidas,
cisne en el cristal cierto;
cuello leve de la fuga,
martirizado delirio.

Siga el desvelo la obscura


estela, el rostro de la onda.
De la luz, el cielo, el aire,
nacen las alas, el rumbo
ágil, deslizado engaño.

-vm-
Audaz y sigiloso
huésped de la blancura,
— cuello niveo del tiempo —
en los límites y ondas
del acuoso silencio,
asciende de sí mismo.

-IX-
Está vuelto en el espacio:
— Lago, aire, serenidad —.
Corre secreto en el tiempo.
Fuga del color: blancura.

- X -
Amante de lejanía,
Lánguido cisne mágico,
Torna a su oculto silencio.

-XI-
«EL CISNE» 39

El cisne nació en el límite.


Su cuello prolonga el éxtasis;
dialoga eternamente, canta
la blancura, ágil, desdeñoso.
3
* Encontré el original manuscrito de este poema, firmado por Xavier Abril en Santiago de
Chile (3-II-1957), escrito en papel membretado del hotel Savoy (Santiago, Ahumada
165, teléf. 64251). Este texto tampoco había sido incluido por el autor en su proyectada
publicación de la Obra poética completa. No encontré copia mecanografiada del mismo.
E l creador propone dos opciones diferentes del primer verso además de la que se transcribe
aquí: «Ei cisne floreció en el límite» y «El cisne es hijo del limite».

339
-VI-
(Columnas del Templo de Salónica, en el Louvre.)
Lésbico cisne
HORACIO

¡El cisne, el cisne, el cisne!


Atraviesa el cuerpo,
el sueño.
¡Oh misterio de Leda!

El cisne,
columna misma, cisne,
llave de Salónica,
templo de puro cuello
que ama eterna diosa.
Hermético sexo,
cisne, flor de loto,
en el que sólo fuego
nace de su lago.

Ya el muslo de Leda
es el cisne dormido.

-VH-
Cuando al vuelo de la noche
aparece el yo dormido
en oculto lago obscuro
desconocido del sueño,
sólo se divisa, apenas,
en el fondo de los cuerpos,
antiguo cisne dormido.

Separado de uno el tiempo


va trizando las blancuras
de un pálido huido espejo.

(Figuras solas, perfiles,


tinieblas, aparecidos
insistentes, letales,
sombras, deseos lúcidos.)

Este poema fue publicado por primera vez en la revista Creación y Critica (Lima, nov.-
dic. 1971) en el número 9-10 especialmente dedicado a X . Abril.

338
POEMAS SECRETOS
(1957-1960)

POEMAA UN ÁRBOL YA UNA MUERTE

Nuestro viejo árbol se ha inclinado.


¡Oh resplandor ignoto
en la hoja última de su sonrisa!

Nacido de sus raíces,


ahora que mudó el tallo,
dormiré a la sombra de su ocaso.

¡Cómo la duración se mide


cuando se ha acabado el aliento!

Su follaje ausente,
hasta las lágrimas,
da lástima al espacio.

Seguirá creciendo en nuestra muerte.

SEPULCRO DEL TIEMPO 41

( E n t r e JODELLE (Le flamboyant, l'argentin, le vermeil)


y MALLARMÉ: (Le vierge, le vivace et le bel uujourd'hui).}

El día antiguo, nuevo y sucesivo,


torna del fondo de su cráter puro,

Publicado en la revista Creación v Crítica (Lima, 1971), Rev. Ad. Libitum N.° 3: Urbino
1967 (articulo de Antonio Melis sobre la poesía de X . Abril) y en L a rasa escrita
(Montevideo: M Z editor, 1987). Está grabado en disco en «Antología viva de la poesía
peruana» (Ed. Retablo, Lima).

[341]
Símbolo del desdén,
¡Oh, gran separado!
¡Cisne de silencio
hecho cisne!

-xn-

AL CISNE 40

¡Oh!, suplicio del cisne


Cuello niveo del tiempo
En el límite del silencio,
—huésped de la blancura — ,
Desciende de sí mismo
Por la flor que se hunde
en el Tiempo.

(1945)

Este libro parcialmente inédito del autor está constituido por ocho poemas.
Los poemas IX, X , X I y X I I del poemario «Al Cisne» no figuraban integrando el libro
preparado por X . Abril. Los he agregado por la vinculación temática con los de esta
misma serie en lugar de incluirlos entre los poemas sueltos inéditos. Véase la diferencia en
la fecha de composición de! último poema (1945) con respecto a los de la totalidad de la
obra (1958).

340
MASCARILLA DEL DOLOR

Con horrible mortaja, más solitario y desnudo de muerte, me reconoce-


réis un día de fiesta, que es siempre júbilo para los otros la fecha de la
propia y frágil desgracia. El día, propiamente, no importe, ni tampoco la
mortaja, el feo disfraz con que la familia pretende atenuar el dolor del
muerto, o hacer más hondo, de lo contrario, el patetismo de la figura y del
silencio en su tremendo cerco de cristal y madera. El muerto solo, el que
no hiere a nadie con su estado, he allí, el desamparo, la orfandad, la
miseria. Porque lo que rodea al muerto es lo más doloroso de su olvido,
de su memoria, de su presencia de muerto y de tenaz ausencia.

¿Qué más le ocurre al muerto al lado o más allá de su situación de aban-


donado del amor y del movimiento? Ni el idioma — ya música perdida
en sus párpados — ni el gesto vacío, ni la palabra trunca, ni tampoco los
ojos ocultos en la tiniebla pueden devolvernos su verdadera imagen in-
terrumpida por el derrumbe del tiempo.

En su mascarilla encontraréis el ocaso, el pómulo macerado y el último


árbol, tal como lo vieron sus ojos en escurridizas orñlas de Eternidad.

La muerte que muerde el anillo de los novios confiados, cuya música no


es la de la boda, sino la postuma, de cortinón negro, de campana y lechu-
za en campanario desaparecido.

RETRATO DE UNA MUJER EN EL RECUERDO

Te recuerdo como una imagen dormida en la brisa nocturna de la mente.

Hablo al borde de la noche desnuda, donde crece y se ensancha el silen-


cio entre un bosque de heléchos. ¡Oh, su encendida sonrisa trigueña de
magnolia cálida y abierta!

Nos hemos amado de noche a noche. ¡La noche del mundo ha crecido en
nuestros amados cuerpos, en nuestros nocturnos cuerpos cubiertos por
la yedra y la canción y el vino y la embriaguez!

¡Oh clara noche de espejo, Venus del Beso y del torso que dibuja el desve-
lo del hombre! ¡Oh profunda noche sin orillas, Eternidad del Sueño en el
vientre obscuro, vendaval del odio en los sentidos!

Los ojos del tigre oculto en la caverna iluminan el fondo de la noche


obscura. El sexo y la fronda, Venus y Baco hacen la noche, terciopelo del
tiempo.

343
yendo en la luz, multiplicado, solo,
en frío fuego apenas sostenido.

Es el nacer y sucumbir constante,


hecho, deshecho en el contorno fijo;
flujo y reflujo siempre construido
de la apariencia del correr distinto.

Cristal alzado súbito a la altura,


libre su curso de diamante ciego
al contrapunto de la orilla obscura.

Germinales destellos, vivos sones,


batiendo tintes muertos del ocaso
en la secreta tumba de las horas.

AFORISMOS POÉTICOS

La línea más pura la dibuja el hombre libre en el infortunio. Escuchad a


Beethoven: está cayéndose del mundo desde el nacimiento del hombre,
pero más profunda es su voz cuanto más intacta es su lágrima interna,
patética y callada.

* * *

Desconfiad del virtuoso de la palabra y del perfil: está vacío de música y


descarnado de nariz.

* * *

Podéis entregar al vértigo vuestra hermosa nuca para que la devore la


gula del obispo o la hormiga blanca, horrible y lenta, del Otoño.

* * *

Séate benigno el párpado del murciélago que cubre el sueño de la noche.

342
EXPERIENCIA VIVIDA Y PADECIDA

No es el verso que he vivido


Ni es la mujer que he llorado
Lo que despierta de olvido,
Lo que se olvida callado.

Es la voz del que ha sufrido,


Los labios del que ha besado,
El pecho del que ha querido,
Los ojos del condenado.

Tanto el verso que he sentido


Como la mujer que he amado:
¡Cuánto lo que he sufrido,
apenas lo que he gozado!

(Buenos Aires, enero de 1942)

DECLARACIÓN MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

Yo soy aquel que traspasaba el aire de la muerte


Diciendo la palabra que no teme a la noche;
El poeta riza las ondas del olvido en el lecho
Aun cuando las tinieblas coronan su cabeza.

La muerte bien podría continuar su cosecha


Mientras la vida afínase en el rostro del odio,
Penetrando de frío su vehemente nariz,
La descarnada rosa, su porfiado minuto.

Por donde pasa deja fabulosa lágrima,


Su corte de menores huesecillos fugaces,
A l tiempo que la sombra en su tronco magnífico
Concierta con la noche su boda de jacintos.

(Tal como las estatuas dejadas al orgasmo


En un bosque plácido de rayos y de faunos.)

Allí donde la muerte corre entre relámpagos


Veis al hombre mismo que fue la pura gracia,

347
Entre el cogote bronco y la mirada infinita
— La córnea delicada, su hábito de lechuza —,
El sacerdote rumia los placeres venéreos.

Revisa en la memoria d¿ la sangre estancada


Los deleites mentales, espasmos y terrores,
En tanto disimula musitando su rezo.

(París-Montevideo, 1956)

LA PASADA GLORIA

Carro de triunfo
Hundido en el infinito
Contra el cielo,
Contra la luz,
El tiempo y la muerte.

Sólo el naufragio perdura


Sobre el más allá,
Prolongación falaz;
La ilusión y la transparencia
Luminosa interior.

El hombre recuperado
Torna de los hondos abismos
Vencedor de sí mismo.

Donde ya no hay más límites


Se alza el día invisible,
El resplandor fugaz,
El tiempo abierto de colores.

Permanecen los símbolos.


Y el imperio de la ausencia
Y el olvido.

(1961)

349
La realidad es una tendencia hacia la muerte. ¡Ay, del que compren-
de su ámbito! El fin devora todo principio. Permanezco como lo que soy:
una forma alucinada y temerosa en vías de ser fuego o pura música.

(Madrid, 1927)

SABOR AÑEJO

Que no son mis penas


Las penas de un día;
Que son las espinas
De penas antiguas.

Calla la guitarra
Sus quejas dolidas,
En noche cerrada
De penas antiguas.

(Madrid, 1927)

A LA NOCTURNA PROFUNDIDAD

Para ti que no sabes lo que es perder


La noche
A orillas de un puñal
O del sexo.

¡Yaces entredormida
en una Luna de heléchos!

Yo duermo después de las fiestas


Del vino
Y despierto en un rayo
De la tempestad íntima.

(Buenos Aires, 1941)

346
reducido al silencio,
ha de alcanzarle la expresión
del frustrado epistolario;
no cabe siquiera la soledad
de uno ni de nadie,
ni de la vida ni de la muerte.

Sólo silente
solitud
de la Nada
en la que la inmensidad
se refleja en una
gota
de
agua:
la vida misma que ignora
los términos de la conciencia.

(26 de septiembre de 1969)

«DECISIÓN»

Poniendo
Orden, disciplina,
Poniendo, digo,
El propio ser
En la cabeza de la niebla
Y el Alba.

Poniendo, sólo,
La luz escondida
En el arte de la sombra
Y el secreto.

Poniendo todo lo puesto


Que invita a jugar a ciegas
El último dado
De la palabra sueño.

(Montevideo, 5 de enero de 1972)

351
Sostenido en la brisa de un eco de suspiros,
Caminando en silencio, derruido de estatuas.

Yo quiero esos caminos, ese sendero estrecho,


Donde un día se unirá con el dolor el tiempo;
Como en un diálogo mudo, resignado y eterno,
El silencio es la pausa de mi profundo ruego.

(Lima, 1944)

DESIGNIO 44

En la noche he abierto
L a ventana obscura
Que da al pozo mismo
Del misterio;
Allí donde amenaza, oculto,
Tal vez, el duro diamante,
La claridad eterna.

(1945)

ESPERPENTO

Dedicado, postumamente, a don Ramón María


del Valle Inclán, quien fuera mi gran
amigo que yo tanto admiraba.

Estos atrabiliarios monseñores de ajenjo


Que hurtan a los morados la pena del violeta,
Se santiguan ladinos, se confiesan orondos,
De amarilla tonsura pecan libidinosos.

Las altas rojas mitras, las casullas violentas,


Deploran los marfiles las duras oraciones;
Cristos más que exangües; obispos opulentos
Con la gula y el éxtasis cataban el orgasmo.

Nada tiene que ver este poema con otro titulado igual publicado en 1935 en Difícil
trabajo (Madrid, E d . Plutarco).

348
_n-

Rodeado del eco,


en propio y absorto
cristal muerto,
el árbol de la muerte
va subiendo por el tiempo,
va bajando por el muerto.

El fuego de la música
va entrando por el hueso,
lamiendo obscuro cuerpo,
puro cristal del muerto.

ESCRIBO PORQUE ESCRIBO

Escribo este poema con la pluma rota,


con la voz rota, ¿qué más da?
si está roto el cielo
y el pecho, pluma, mano y razón
nada importan.

Puede estar rota la forma, el instrumento,


y el canto virgen.
Puede estar uno ciego, a tientas,
y la luz en la frente.

353
POEMA

Naufraga el que nace,


Naufraga el que muere:
Uno comienza en cuna.
Otro en ataúd termina.

Unos vienen, otros van


En perfecto movimiento:
Marcando la danza del hueso,
Descarnada figura del tiempo.

(Copenhague, 16 de septiembre de 1962)

EX POEMA m DISCURSO DEL SER 45

E l que amanece distinto


Se parece a quien quería ser.

Grave conflicto
En que es más grave
Que parecerse
Ser idéntico a sí mismo.

(Florencia, 1965)

CARTA A JORGE GUILLEN, EN FLORENCIA

En la tumba
está sujeto el hombre
a muertes sucesivas,
a perderse, de nuevo, en su casa
eterna y pasajera.

A no encontrarse
siquiera solo,
si es que el silencio
abarca a la Obra Completa,

4 5
E n el libro Pausa (1951-57) aparece otra versión desarrollada de este poema bajo el
título «Discurso invisible del ser entre dos orillas».

350
.SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES GRÁFICOS DF.
TAREA ASOCIACIÓN GRÁFICA EDUCATIVA
PASAJE M A R Í A A U X I L I A D O R A ! 5 6 - BREÑA
Correo e.: tarcagratica@terra.com.pe
TELÉF. 332-3229 F A X : 424-1582
J i r u o 2006 L I M A - PERÚ
A LOS POBRES EMPOBRECIDOS DEL URUGUAY

Os vi alargaros en la interminable cola,


haciendo cola para cobrar,
haciendo cola para comprar,
haciendo cola para morir
en los vacíos hospitales
de la larga cola de la nada.

Os vi apretujaros en la larga cola


de todos los días,
soportando igual el sol, la lluvia,
el viento, la miseria.

Algún día, que no tardará,


romperéis el viejo orden de la cola,
para volver con un nuevo tiempo
en el rostro y en los ojos,
en las manos y en los pies liberados
de las dimensiones monótonas
y diarias de la necesidad.

De la cola sólo quedará en el recuerdo


la cadena langorosa
de la cotidianidad amarga y ordenada.

Montevideo, 1 de junio de 1976

EDAD DEL TIEMPO

- I -

Cuerpo no más alto que el pensamiento,


que la palabra, no más vacío que el eco;
no más hueso, no más hondo
y obscuro que el cerebro;
lleno de tiempo, en la soledad del eco,
en la tempestad del pensamiento,
en el vacío del cuerpo
con palabras y manos
y fuego y edad y tiempo y cuerpo.

352
UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE S A N MARCOS
/.<i universidad es lo que publica
Xavier Abril (Lima, 1905-Montevideo, 1990)
es claro representante de lo que genéricamente se
llama modernidad. Ello no es otra cosa que
incrustar un desaforado trabajo de innovación
. ••

_ -<T*-. dentro de la poderosa corriente de la tradición.


*^hn* ^ * - . * -
La alquimia verbal, la tradición en que se inscribe
Abril, es aquella que viene deVallejo y Breton, de
Quevedo y Manrique, de Mátlarfné y Eguren.

. -
La presente edición incluye todos los poemas
fe publicados en libros, excepto aquellos que están .**

en versiones traducidas a idiomas diferentesjú


' — - ' -<"— , > —
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español, ni los de otros autores que -


. • •
"— ~ - ^ _

ocasionalmente aparecen enlos libros del poeta. ;


Í

Así, la publicación de este libro se constituye en J '

un primer paso hacia un ideal casi imposible de


alcanzar: la poesía jcompleta de Xavier Abril.

UNIVERSIDAD NACIONAL A C A D E M I A PERUANA


MAYOR D E SAN M A R C O S D E LA L E N G U A

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Í . 9 K . 1 V . E R S I D A D

-^SJSA.N MARTIN DE PORRES


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