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Pen) tee eet) ry) A es c is Jie Be Toa: Rafa Saavedra Dios me persigue Rafa Saavedra Fotografias de Rafa Saavedra DISENO DEL LIBRO: YOLANDA M. GUADARRAMA Fo Ot eR A Rave RACE A SAA NED. A ASISTENCIA EDITORIAL: ALEJANDRO VALENZUELA ©] Be one ROA RA Sy A AYE) ORI UA) pr © 2014 POR YOLANDA MARTINEZ GUADARRAMA END lias TAO Ce REL TAD ECL, Mi Ol aH i GUILLERMO FADANELLI, YOLANDA MARTINEZ, RENE VELAZQUEZ w s eh seen revyistamoho @hotmatt. cam Piet MEL RACE IDM (PGuN | dEoNiu AUB RIEL y aiD TEs (2,0) tied rl Indice M Pewee ates Dios me persigue Big in Japan Las cosas que hemos perdido «Aquello» Lo tnico que queda Psychocandy Afterhours ‘ Come out and play Fall on me Just came back Fukuoka crew carlosxerror.blogspot.com B.r.e.a.k.u.p. (r)aforismos Aiem Dear Lagun 404 kids La gente se droga 13 19 23 29 31 37 41 47 53 59 65 77 33 85 91 95 105 OYOW ap 103!pa je opueiedsip eyey misiva de hecibecto Yépez Fa bie Hablé con Rafa dos semanas antes de su muerte. Hablamos quiza una hora 0 dos, dificil calcular el tiempo que ya termi- né. En algin momento de la platica Ilegamos al tema de su libro con Moho. No estaba seguro cuando saldrfa. Pero si de que el libro se quedaba en el lugar adecuado. Rafa estimaba a Fadanelli. Eran amigos desde el principio; era una especie de cémplice del underground. Rafa preferia llamar a su zona de operaciones “snobground” (obviamente con ironia a la expresi6n). Snobground y underground. Dos zonas distintas, dirfa yo, con un barrio de encuentro: la noche en exceso. Para un escritor, un nuevo libro es, sobre todo, 5 © 10 ejemplares. Rafa siempre se refa que yo vendiera ejemplares de mis libros en los bares, para pagar liquido frio dentro de botellas de algo que parecia cerveza. Yo le decfa que era la mejor manera de deshacerme de los pocos ejemplares que te dan las editoriales y evitar regalarlos. Quiza lo decia para esconder que no siempre tenia dinero 9 los sabados. Rafa se refa de todo eso. una noche, Rafa Ilegé mas tarde de lo habitual, como si hubiera estado debatiendo alguna minucia, y se sent6 en la mesa del Turistico, nuestro bar preferido aquellos esos meses (de todo tipo de crisis). Discretamen- te, me pasé una bolsa negra debajo de la mesa. “No los vendas aqui”. Ahora era yo quien refa. Regresé en media hora y con el dinero de la venta, pudi- mos salvar aquel sébado. Cada vez que aparecia un libro mio o de Rafa, nos veiamos. Debo confesar que era mucho més facil vender los libros de Rafa. El lo sabia y nos refamos bastante. Imagino que este prélogo me valdra unos cuantos ejem- plares. Imagino que los venderé en algtin bar de Tijuana. Pero esta vez me sentaré solo en la mesa. Nunca le pregunté a Rafa si crefa en fantasmas. Creo que Rafa dirfa que los fantasmas son demasia- do sentimentales. Rafa evitaba todo sentimentalismo y, sin embargo, todos sus mundos estén llenos de intensidades y paisajes emocionales. Asf era Rafa. Escribia de aquello que era mejor no hablar y, a la vez, sus textos estdn Ilenos de palabras de otros, conversaciones © lo que él pensaba en silencio y no decfa en vivo. Una buena parte de sus libros, son las palabras que Rafa guardaba. Anoche terminé de releer este libro. Estos escritos son de los m4s cercanos a Rafa. Junto a cada uno, hay una historia. Podria escribir sobre esas historias cola- terales. Pero no hay tiempo. A cada teclazo, se acaba el espacio. Y quiza es mejor que esas historias nunca sean contadas. Sélo queden los textos. Donde hay un libro, un mundo se ha vuelto fantasma. Rafa diria: bajale, Hache, bAjale. Sin embargo, es cierto, Rafa. Td lo sabes mejor que nadie. Antes Rafa era el amigo con quien mejor podia hablar de escritura. Ahora Rafa es una voz que tengo en la mente, respondiéndome, iniciando platicas, queriendo no terminarlas. Aqui, ya, estoy terminando este texto. Sdlo me queda esperar algunos ejemplares. Decidir qué hacer con el dinero de la sucinta venta. No habré soluci6n satisfactoria. Rafa se ha vuelto un fantasma. Aqui esta su primer libro péstumo. La noche es extrafia, my friends. Algo asf dirfa él. Hache 11 d ios me pecrsigue 1, Dios es un stalker. Me sigue a todas partes, se mete en mis suefios y adn asf, no cree que mis actos sean bue- nos. Dios critica todo lo que hago, cualquier acto le parece sin sentido 0 mal hecho. Insiste en que debo tomar una postura que le sea afin, que firme el compromiso de todos, que me ajuste a los dictados de su sucia ortodoxia, que participe en la ma- nutencién y equilibrio del edificio social de puta hegemonia politica, que ayude en algo a preservar las normas que nos sodomizan a pelo. Dios enfatiza a sus acélitos que, conmigo suelto, el mundo es tan imperfecto. Lo entiendo, aunque no lo justifico. Dios quiere seguir detentando el poder y ensefia el cobre al declarar sin pudor en la TV que eso del libre albedrfo fue un pequefio error, que para él soy una foto mal revelada que necesita otro proceso. Dios es 13 un tramposo que siempre apuesta a ganar y si pierde, arrebata como vulgar jalisquillo. Lo sé. Dios me persigue. 2. Dios quiere atemorizarme. Aparece en los sitios inesperados para manifestarse con ampliaciones fotograficas de las tortu- ras de la Santa Inquisicion, de clinicas de abortos hechas peda- zos y de limpiezas étnicas de corte fundamentalista que cau- san cierto estupor. zSientes miedo?, grita a todo pulmén. Dios quiere que vuelva a la senda del bien, a lo moral y correcto segun su sociedad limitada, al molde hecho a su entera seme- janza, Me reclama como algo suyo y aunque lo tengo bloquea- do en todas mis redes, Dios no se entera y sigue insistiendo. Dios deberia de preocuparse por otras cosas. El viejo fantasma fascista recorre de nuevo a la vieja Europa, un muro que no sabemos si se levanta 0 esté a menos de un kilémetro de mi casa, el feminicidio sigue en alza, la narco-impunidad ya nos gané la calle (mi ultimo refugio). Todos esos fragmentos de odio en el hocico del cerdo le importan poco. Dios quiere que me ponga de rodillas, yo le digo que no puedo, que las tengo lastimadas desde aquel dia Iluvioso en que volé por las escaleras de un hotel gran turismo. ¢Dénde estabas tt?, le inquiero. El, por primera vez en mucho tiempo, se queda callado. Dios es asf. 3. Dios me persigue a todas partes (é! es tan omnipresente). La ultima vez lo sacaron de mi bar favorito. Llego de improviso cuando yo estaba en plena fiesta. Un par de amigos escritores, un musico electrénico, un par de chicas guapas y con marcha que conocf en otro club, la sefiorita interesante que no falta a nuestras reuniones y un tipo recién Ilegado de Alemania. Puros compas. Dios no sabe beber, se puso drunkie de inmediato. Tomé por asalto la rockola, le eché veinte délares. Creo que andaba depre. jAy dolor!, puras canciones de ardor y (des)amor. Lue- go, vino a nuestra mesa. Se puso pendejisimo e intransigente. Répido Ilegé la mesera con unos brazos dignos de He-Man a poner orden. —zQué? eViene contigo?, me pregunto. —He wishes, zafos. Si fuera mi amigo estuviera en mi mesa. He’s a pain in the ass. Sdcalo, al rato estara de vo- mitomi en el bafio. Cuando lo cargaban casi en vilo, iba gritando, de pena ajena, un patético “Yo te amo, yo te amo”. “God, you're so gay”, le grité drunkisima la sefiorita interesante. El par de chicas guapas y con marcha que conseguf en otro club nos in- citaron a echarle una porra burlona. Dame una “D” Dame una “I” Dame una “O” Dame una “S” 2Qué dice? 15 4. Dios antes me daba pases VIP, claves de acceso, rutinas de engafios. Ahora cree que formo parte del eje del mal, que debe salvar mi alma o condenarme. Sus huestes me llaman blasfe- mo, hereje, impio, loser, no creyente, gentil o infiel. Dios yeu gente son tan predecibles. No saben que todas sus ces de miedo y persuasién se encuentran en los libros de Historia o en multitud de sitios en Ia red. Creo que Dios nunca aceptaré que yo sea un agnéstico fronterizo. mit se desespera. Un dia Ilego con cuatro esbirros para con- vencerme a la mala. Un “levant6n’ casi en la puerta de mi tra- bajo. Me mantuvo un mes encerrado en una jaula, con los ojos cubiertos con masking tape de avién y el pie derecho atado a un barrote con un cinto de piel de vibora. Dios sabe que tengo problemas de circulacién, pero eso no le import6. Sus spines s6lo me daban galletitas y jugo de naranja americano. Al final, me dejé libre. Gracias a él, bajé 12 kilos. 6. Dios es amor, vaya falacia. 7 ‘ : ue Dios, que no soporta que lo contradigan, me maldice en secr: to. Lo sé porque me lo han dicho. Dios no ceja en su propdsito de tenerme a su lado, controlado y sumiso, Hizo su mejor in- tento al mandar como intermediario a mi maestro favorito: un padre franciscano Ilamado Boronchito. Fue un gusto saludarlo, pero humildemente acepto el fracaso de su misi6n. Dios no. Luego probé con una pareja de buenos chicos mormones que resultaron fans del indie pop, una familia de Testigos de Jeho- va que no aguantaron ni un round de debate biblico y hasta un par de Hare Krishnas que me dejaron fiado un libro de cocina vegetariana. It’s true, Dios me persigue. 8. Dios apela a mi herencia judia (please, don’t bother me). Dios juega la carta guadalupana (falla por mucho). Dios se pone turbante (yo s6lo sonrié y le digo que ten- dra problemas con los gringos). Dios enmudece y sélo me observa (“ahora le dio por lo budista”, pienso en silencio). Dios entra en trance con el bleep bleep de un viejo sin- tetizador y el beat marcado de una caja de ritmos (good try, pero esa musica ya no me gusta). Dios nunca seria el DJ de las fiestas a las que asisto. 9 Dios ni siquiera sabe el nombre de mi cancién favorita. Dios no entiende que voy a un ritmo que no puede seguir. Evoluciono tan de prisa que sus palabras no pueden pie atraparme. Le digo que ya haga caso a esas plegarias no atendidas, que lo mfo es otro asunto. Que si insiste conmigo, perderd a sus mejores clientes. Dios, insisto, es un puto necio. 10. Aun asf, Dios me persigue. Bie in japan Al verlo hacer un Kennedy de infima categoria —desnudo, tan sélo con una t-shirt blanca de Armani y los calce- tines puestos—, Kinietta sonrie. Aun bajo ese aspecto tremendamente ri- diculo, hay algo atractivo en él. Sin querer, repara en esa erecci6n de medio pelo y lo desigual de sus calcetines. Uno rojo y otro azul, a rayas los dos. Para no soltar la carcajada, voltea hacia otro lado y descubre en la silla, la chaqueta azul acomodada como en una foto de trendy magazine. Kinietta no puede evitar distraerse al mirar un pe- quefio pin dorado colocado en la parte superior izquierda de la solapa que simboliza, por lo menos, diez afios de servicios. Al instante recuerda haber lefdo en el periédico algo sobre una gran convencién en la ciudad. El murmura un “Turn the lights off, the night is fading away”, mientras se aproxima a la cama. Kinietta vuelve a 19 sonreir al pensar que aquello fue casi una linea de esa balada ochentera omnipresente en todas y cada una de las recopila- ciones musicales que hace su hermana mayor. Cierto, no tiene el tiempo del mundo para sofiar en una habitaci6n sin sorpre- sas, con la decoracién tipica de los noventa tardios, Ilena de detalles neutros y colores palidos que reflejan un lujo dificil de aspirar, tanto que casi le dan ganas de Ilorar, sin embargo toma la mejor opcién y se tira a la cama. Una débil luz roja se enciende. El siempre ha sostenido ante quien quiera escucharlo que el sexo es acrobacia, un con- tinuo empujar, subir y bajar; tan facil y peligroso como el tran- sitar por una avenida sin seméforos, Ilena de cémaras ocultas capaces de registrar cualquier accién ilicita; una demostracién de fe y sapiencia que resiste cualquier debate ideolégico. Ahi estan los dos, frente a frente. El se muestra inquieto por un récord maltrecho e intuye que es necesario pasar rapido la etapa de insipidos besos y tibios arrumacos al abandono de los instintos porque sabe que el efecto de media pastilla no dura tanto y no quiere que se frustre la posibilidad de contar a los amigos en la borrachera del préximo weekend esa anécdota de sexo salvaje. Kinietta se deja llevar con el furor propio de sus BF’s en temporada de rebajas. Se relaja pensando en cosas de la fantasia, en licuados chinos; recordando el toque primitivo del guitarrista de The Pantano Boas; en que esto podria ser un segmento de “This American Life”, el radio show favorito de su madre; en la empatia sugerida por la profesora de Marketing, tan politicamente correcta que nunca se atreveria a usar gota alguna de maquillaje que hubiera sido probado en animales; en una felicitud que le viene, vaya bendicién divina, en pequefias rachas sin receta médica. El piensa en el marido engafiado y esboza una pequefia sonrisa al decir de modo casi imperceptible: “Mr. Dutronc, I’m fucking your wife in this fuckin’ three stars hotel. What do you think about it, fucker?” Lo que sea es suficiente como giro dramatico para reforzar la historia cuando los protagonistas no son tan carismaticos. Sin embargo, los amantes no estAn solos. Si Kinietta y él se quedaran callados podrfan escuchar algunas risas vecinas, el crujir de la madera, suspiros de mujer. Las paredes son tan delgadas que nulifican cualquier sensacién de intimidad. Todo en el ambiente deviene en movimientos rapidos y nerviosos, en sentir el vértigo y esquivar el remordimiento. Una fuerza viva, rota, que se atora en cualquier sitio para no saltar por la ventana. Algo tan familiar y convencional como la realidad de una pareja de extrafios que no dan la talla y se atascan en las puertas del metro ante la mediocridad de lo cotidiano. EI se miente a si mismo. Kinietta no es la sefiora Dutronc, tan sélo una distracci6n momentdnea para turistas y agentes de ventas en reacomodo organizacional. Mientras se coge a Kinietta, recuerda las noches eternas en las que el cuerpo le reclama alguien a su lado. Su obsesion por Jesu Dutronc, un joven politico en alza y antiguo amante, no conoce limite. Su sicoanalista le dice que debe dejar de pensar en él, que es un 21 ciclo que ya deberfa cerrar, algo del pasado que le hace dafio en este momento. Le dice que trate de recuperar el placer y de asumir su nueva posicién como ejecutivo junior en una franqui- cia de gran proyecci6n internacional. Vuelve a lo suyo, reconoce que Kinietta es algo delirante para llevarse a casa, un filetito prime choice que se goza mejor a destajo, una chica negra para comerse hasta decir adiés y huir, un mete-saca de consuelo que para muchos otros serfa como pegarle al premio mayor. Concentradisima en su faena de doscientos délares la tanda, Kinietta se mueve con destreza callejera, se coloca jus- to al borde y al girar, grufie y suda como una idiota de la Costa Oeste a la que el verano ha alcanzado con diez libras arriba de su peso ideal. Con sus big tits, le hace una rusa perfecta; luego, Kinietta realiza el acto de la sirena —con tal delicadeza que le haria ganar el titulo de reina absoluta en cualquier concurso que se precie— y muestra diligente su profundidad calamar ante un publico minoritario. Una vez més, a pesar de los des- niveles técnicos y los vaivenes metafisicos, Kinietta y él logran su objetivo: estallan al unisono. El Gltimo acercamiento es casi clinico y eso hace acabar al sefior Yoshikawa. Tras unos segundos en los que casi se le va el aliento, aprieta la cabeza de su pequefio miembro mien- tras lo menea de izquierda a derecha para extraer la ultima gota de semen. Ya recuperado, toma el control remoto y apaga el DVD. Con cierta urgencia, entra a ducharse. Trata de apu- rarse. Llegar tarde al trabajo, lo sabe, nunca sera una opcién, aunque él sea el jefe. Coe cosas Que hemos pecdido Casi por casualidad, Polnareff encontré una de las tantas respuestas posibles a esa situaci6n tan cotidiana. A pesar de que repelia cualquier cuestién me- tafisica sentia —cosa del momento— una rara conexién con el universo que, después de una fase que lo friqueé, le hizo comprender que aquello era algo mas que un feeling de maldito optimista reciclado. Habia asistido por la tarde a una reuni6n de trabajo que terminé de mala manera. Nada extrafio, eso sucedia a me- nudo: en su desesperacién por colocarse en el spotlight, hasta las personas que manifestaban cierta brillantez erraban en los juegos de convivencia sin riesgo; la huida era, entonces, un im- pulso oportuno cuando el ser tolerante frente a la ramplonerfa de las ratas de oficina o a la habitual indiferencia no bastan para entender razones a medias o comprender esas agendas ocultas que, sin pedir permiso, salen a relucir. 23 Camino a casa, en pleno trip, Polnareff se enfrenté a al- gunas de las circunstancias que le preocupan a los habitantes de esta ciudad: la paranoia por la (in)visibilidad policiaca, esa respiracién entrecortada al no saber a ciencia cierta si se esta © no marcado por un destino al que le encanta la violencia sin sentido, el beat intrusivo de los autos placosos conducidos por chinolas y michos malencarados, los retenes que han derivado en un decorado costumbrista que ya no causa alivio o siquie- ra un minimo de miedo, sino un enorme fastidio, los crystal freaks cadavéricos que al sonreir dejan ver lo incompleto de su dentadura mientras intentan darle trapazos al auto, el quiebre violento de ese flujo llamado tiempo. Con un poco de suerte y experiencia, Polnareff logra evitar que esto sea motivo de frus- tracién o un blanco facil para enunciar la descomposicién social. Polnareff, gestor de contenidos en un despacho de di- sefio grafico con prestigio internacional, esta parado en la punta de un alfiler. A la gente le sorprende que logre conser- var el equilibrio. El lo tiene claro: si se mueve a la izquierda caeria de bruces en un suefio utépicamente absurdo que de- berfa declararse ya en bancarrota. Si gira a la derecha, podria oler el dulce fascismo que se nutre de pasion nacionalista y una mirada reduccionista ante lo lejano que resulta el exa- cerbado clima social. La seguridad, lo sabe, es un botin para los ntcleos de poder. “El huir no soluciona nada”, musita Polnareff antes de estacionar el auto frente a su departamento. Ahi lo espera Delerm, el nico vecino al que todavia saluda, quien agita la mano derecha como diciéndole que se acerque. Polnareff sabe que aceptar esa invitacién es escuchar otra tanda de anuncios de corte apocaliptico, entremezclados con las mismas referen- cias biblicas que él atin recuerda tras sus afios como monaguillo. Se acerca, pero decide no dejarlo hablar y toma la ini- ciativa con un ligero “Vengo algo cansado, amigo”. A pesar de su intento, Delerm lo atrapa al continuar la conversacion de modo trivial, como lo harfa cualquier individuo que no tiene segundas intenciones. Polnareff celebra anticipadamente que todavia puedan tener con alguien una platica decente sobre la herencia del post punk inglés o lo mas reciente del cine asiatico de accién. Un comentario suyo —desafortunado, innecesario, naive— abre la puerta a la tem4tica religiosa. Polnareff, quien a los doce afios decidié no participar mas en esos asuntos, acepta la descarga mientras piensa en la sensacién de dividirse, romper el hilo de plata y perderse en el regreso como prueba de resistencia. Delerm, algo presuroso ante la oportunidad de corte y pega, aprovecha sus quince minutos al hablar acerca del coraz6n puesto en el compromiso, de la necesidad de ayudar a cumplir las promesas incumplidas por un Dios multitareas que ya no atiende ni a punta de machetes ni mediante multidinarias marchas blancas y, en un cambio tematico repentino, de recuperar todas las cosas que hemos perdido (la inocencia, las reformas estructurales necesarias para lograr que el sistema funcione, el interés por negociar ante la crispacién periférica, la confianza en una justicia petite 25 que no concreta nada, el espiritu abatido por la suma del nihilismo de todos). Delerm no sabfa nada en realidad, pero fingfa que sf, sabiendo que el ocaso de los trucos es la retérica de un francotirador dispuesto a todo. sin ganas de echar pelea, Polnareff escupe una pre- gunta: De qué sirven tantos discursos si al final son sélo el chiflido de una melodia que de tanto escucharla nos incomo- da? Todo, dice mientras mira fijamente a Delerm, es una sad perfomance sin aplausos, la tragedia del transcurrir urbano que podemos ver a través del circuito cerrado que nos vigila. sin pausa, agrega: “zCémo vamos a enfrentamos al fracaso si ya sabemos que lo Gnico que pudo ahogar al buitre que le picoteaba los pies a Kafka era la sangre de éste? Yo no tengo miedo, sé que esta declaraci6n no es politicamente correcta ni se ajusta al resultado de la ultima encuesta. Soy un tipo sensi- ble pero no un estdpido. Une los puntos, Delerm.” Polnareff lo veia y no reconocia a aquel sujeto que, por una temporada, fue casi su mejor amigo. Sabia que Delerm era un tipo bien intencionado y hasta cierto punto agradable, pero también un gego renacido, un ilustrado ignorante que se tragaba casi a diario la pildora mass-medidtica que lo hacia, vaya problema, vivir esa situacién con un miedo igual a los demas. Time to get away. Tras cortar la conversacién a Delerm, Polnareff entra algo sedado a su casa, justo cuando empiezan las tele-news. Sentado en un sillén de disefio infrarrealista, se le cruzan los cables, la informacién llega a su mente abierta en bit-torrent: once enteipados hacen huelga de hambre frente a la Procura- durfa, una cabeza cercenada se explaya haciendo declaracio- nes en una marcha globalifébica, una banda de secuestradores posa —con un look muy 1986— para la foto que aparecer4 ma- fiana en los diarios, un jefe policiaco corrupto es victima de un shake nocturno, el académico mds celebrado del pafs aclara el por qué las (in)capacidades societales convierten a los narcos en “the new bullies”, las impactantes imagenes de una tragedia se ven coronadas con unos suppers en la que destacan un gran ndmero de faltas de ortografia. La noticia principal informa detalladamente que al obispo le da por hablar en lenguas y su tripeo moreno es una crénica del «desespero y no entiendo» que abochorna a toda la grey. Polnareff anota en un pequefio cuaderno que descansaba en la mesa de la sala la siguiente frase: “Igual que el porno, la violencia, a pesar de que se ha convertido en algo tan familiar, parece afectarnos solamente cuando la vemos en close-up.” Cuando Polnareff ve que Janelle, su esposa, le indica sin decir una sola palabra que hoy es su noche de suerte, algo entusiasmado apaga la TV. Ella le cuenta, mientras intenta sacarle la camisa a cuadros Perry Ellis, que ya no soporta a los nuevos vecinos: “Hoy vino la patrulla dos veces a parar el pleito de las vecinas. jPor Dios, una de ellas es inspectora escolar!.” Polnareff sonrie mientras se desabrocha el cinto y empieza a despojarse de los khakis negros que atin lucen im- pecables gracias al perm-press. Para dar tiempo a que Janelle se quite la ropa, le cuenta que en el despacho nadie hace otra 27 cosa mas que hablar de las amenazas que ha recibido el licen- ciado Marchet. “Parece que le pusieron cola, le hablan a cada rato a su celular. El esta que se caga de miedo y ya pidié su transferencia a L.A.” “:TG crees que ande en malos pasos?”, pregunta intere- sada Janelle antes de tirarse a la cama. Polnareff no contes- ta, se dedica a observarla en su esplendorosa desnudez. La operacién le sent6 bien. Ahora las tetas de su mujer son de primer nivel. Respira tranquilamente al recordar que ya activé la alarma y que, en unos instantes, el vaivén de sus cuerpos sudorosos seré el tinico ruido que es capaz de escuchar. «@ quello» Cuando Burgalat desperté, ni siquiera se inmuto por la presencia absurda de una banda sueca de death metal en su recdmara. El ruido es la venganza mas dulce, habia escuchado decir a alguien. Por eso, nadaba con cierta delicia de jugador primerizo en el absoluto cuando todo era, a vista de los demas, multifactorial. Situaciones asi le persegufan desde hace tres meses. Poco a poco se fue acostumbrando al miasma de exclusién dorada a la hora del desayuno, a las genialidades que salian del grifo cuando tomaba la ducha que siempre se tornaba en bafio exprés. Por fin, ese dia creyo haber ganado. Hace tres meses, Burgalat era un sujeto normal: triste, algo aburrido, con un mal empleo que no daria —lo sabia de antemano— una pensién para vivir decorosamente en su vejez (quiz por esa preocupacién se hizo presente «aquellow que 29 devino en todo lo que ahora enfrentaba diariamente); “Era buen compafiero”, dirfan poco tiempo después sus compa- fieros al saber de su desaparicién antes de volver a lo suyo y perderse en reducidos cubiculos provistos con la luz suficiente que aconsejaba el manual de operaciones. “Fue mi peor amante”, exterioriz6 con sorna una ex, resentida por el cambio repen- tino. “Una zorra —habfa escrito Burgalat en su bitacora— que nunca entendié esa incomodidad que trae el vivir junto a alguien que se conocié en la sala de espera de un dentista.” Burgalat decidi6é postularse a un ascenso. Eso fue an- tes de que Ilegaran las cajas sorpresas repletas de conductas ligeras. Nunca tuvo presente el descaro que se escondia en los entresijos de esos cubiculos, la musicalidad tan contagiosa de unos saludos cordiales al punto de las 5 p.m., el farfulleo de un polftico au revoir. Reunié unas cuantas recomenda- ciones, pequefias firmas que escondian influencias, organiz6 una presentaci6n en uno de esos paquetes informaticos de Ultima generacion, elaboré un plan de ataque que resumfa en cinco puntos su propuesta. Todo era factible. La presencia absurda de una banda sueca de death metal lo despert6 justo en ese momento. Tocaron un par de minutos sin inmutarse (muy fuerte, muy r4pido, con ese tono gutural tan de los primeros noventa). Ese dia, cuando mas seguro se sentia, se dio cuenta de que lo tnico que podria esperar era su répida descomposici6n. As‘ fue. 30 Lo unico gue queda El cartel premiado, la ultima foto autografiada y una gran A de rapida e incestuosa belleza se remezclan por telepatia, recuerdo inaudito de una fiesta brillante. Todo es energia medid- tica, problemas de comprensi6n entre ordenador after punk e hiper textos de Baudrillard para leer fuera de casa. Euforia de propaganda y noches de kickboxing cayendo en el sanatorio de pequefio rendimiento: esa fasci- naci6n, parcialmente transitoria, reflejada por mascaras y enigmas de consolacién. Ayer girasoles perturbados, Angélica flotando en su in- terior de romanticismo ad-hoc. Sin adeudos comprobados, con la mirada de grandes éxitos. Puesta de largo, toda de negro, morbosamente anoréxica; con su inseparable bolso de dise- fiador italiano y las ufias pintadas de rojo. Hoy es una pésima escena de USA como campo de juego; mi amiga, sin perder 31 nunca el estilo murié ahorcada justo al momento de empren- der una nueva trayectoria. An se movian tristemente sus pies desnudos —rocio, diana centrada, festivalitos— cuando el policfa, émulo del peor Elvis, fingiendo velocidad y distracci6n se dispuso a Ilenar el reporte mientras le daba traguitos a su botella de limonada sin aztcar. Super freak. Afuera, un par de agentes de cuello blanco esquivan la futilidad intermitente y denotan poderio de ser maravillas, sus risas pudriéndose groovy histeria verde moho. El éxito es un camino personal que odia a letargicos y libertarios en network. Aqui dentro, rotas las banderas de futuro por construir —al arder todo sin esquemas de triunfo— se paga excesivo peaje por el crujir de tontas ilusiones en pasarela. Es sangre lo que Ilueve, una realidad en la cual las cosas hasta que se caen tres veces son comestibles, puro hype, agridulces sinfonias para adolescentes, racha de soledad escogida, desventajas de la (e)leccién que se intuye en la consigna «The seconds are losers». Ganar no es lo ms importante, es lo Unico. gQuién quiere lanzar un website de pésimo disefio, sin pauta doctrinal y un motivo real para empezar a sentir el peso del derroche? Fuck, ga esto se le llama democracia o perder el toque? Sin duda, algin dia reiremos al preguntar en una de esas tontas reuniones de generaci6n si son tan felices entre tanto inte- gralismo y Ak-47. Olvidaba recalcar, esto es la guerra del ajo. >La campafia de hoy es una jugada sucia. >No hay escape. >La fiesta es tomorrow, no faltes. >eTe conté lo de ayer? >Las mentiras son como navajas. >Dios es un cobarde solicitando ayuda. Mi mas entrafiable amigo estudiaba economia de la ima- gen, abraxas como simbolo, ruido nocturno. Un aliado post www, intensidad acid house y pAnico lingiifstico por el tono miségino empleado por supuestos Nmigos. Sus ojos abiertos como temporal de rofda esperanza y saltos al vacfo, la sonrisa enfundada con la culpa de santa Biblia. El adiés, entre el sol y nuestro coraz6n, fue tan sdlo una pagina compartida en aquel diario de juventud Panasonic. Todos los malos momentos, toda la zozobra, todo eso por fin terminé. Ahora la memoria es como aquella primera corbata colegial que usamos, esa que termina siempre por asfixiarnos como extrafia modalidad auto erética y bizarra extensi6n curricular que impide encontrar las palabras exactas para describir nuestro sentir. —2Qué se puede hacer voyeur? —Think different. Cerca de aquf ocurre otro suicidio con imaginativo pie de foto (Dispara trombé6n, kraut al instante). It’s my birthday, cértame el pelo que nunca més podremos rescatar las imagenes almacenadas en nuestro dafiado hard drive. Yo, de kid, tocaba botones patchinko cuando se facturé la conspiracién que por afios padecimos. Smurfs, surf, turf. gQuién siente el dolor? Mi amiga ahorcada, mi mas entrafiable amigo Demonio de Tasmania, el error de noviembre. Un sticker post-desencanto proclama —como Ultima salida— a cualquier intencién nuestra 33 una légica psi de grandes letras negras: “I'll be your mirror”. Debo ser el tinico que esté esperando que ocurra algo nuevo. Quiz4 un dia de estos sucede y explota todo. Los fragmentos que encontraremos por casualidad se- ran s6lo eso: ego resquebrajado, recortes de vida y artistas. Beber es un negocio piadoso, notas inconclusas y Ilamadas de tres minutos por no molestar a los folks. El resultado son mil idiotas en reportes pinza, babosos aspirantes a la estética skywalker, rudos ancianos en autobuses, misica selecta para sadomadiscoshows, honorables lavaplatos en perfodo de negaci6n, pizzas y putas, fl, movies y relajitos, la libertad de mercado equiparada con la violacién tumultuaria, el hogar que naufragé entre programas de discusién y penitencias de la sociedad post moralista, un revival de anuncios de Corn Flakes. Lo mejor y lo peor. Una cortina de humo para his- torias verdaderas, vertedero para complejos vitaminicos y situacionistas, himnos de amplificacion pansexual y cho- ques en grandes avenidas, jingles para soluciones adversas. Pendejaditas como ésas. Please, jesto es un simulacro! Una guerra casual, una engajiosa sit-com de vida amable y muégano, una coleccion de postales y sonrisas, top models en desfiles de carniceria. De la letra A descrita al inicio sobran los adjetivos y faltan los ins- tintos globalizadores del «Just do it». Una parodia de anuncio para evitar el trabajo cruz de volar de nuevo 0 darse cuenta de que la muerte, como Ia Iluvia, tiene versatilidad cada vez mas extendida, una lista secreta de deudas y misantropia demoniga de folclor surrealista. Ya nunca sentiremos lo mismo que ayer: nuestro ascendente high school no soporta el verano emblema ni slackpies de eterna sonrisa y t-shirts que informan “You are here”, ese feedback quimico que implica una pequefia delgadez y la idea de que todo pensamiento es una brigada de sensacio- nes. Never mind, es el tiempo de v-chips y formas acabadas, destronar héroes sin suerte y mantener la promesa. éUn consejo? Run, run, run. 35 P syuchocandy a fterhourcs “Los recuerdos son una mierda”, digo para intentar poner un poco de orden en el party que se desborda. Johnny habla de nuevos discos y white labels de importaci6n; Sarita, sobre la ultima golpiza que le propiné a un ex novio; Miki, de suefios pachecos; Silvania, de libros y referencias liberales que se discutieron ayer en la radio publica. Las bote- llas vacias —whisky, tequila, cerveza— se acumulan; las risas son nuestro contacto directo, la interface mas drencrom. gLa musica? Algo mas que sdlo el eco de himnos generacionales para los damaged years. Otro viaje al bafio, otra linea que compartir, otros amigos o desconocidos que tocan inopor- tunamente a la puerta cuando se ve en la tele, amplificado por nuestro estupor, el close-up desalmado a una sesién de amputee sex. Nuestra vida? Cotidiana y aburrida. Si, aburrida como 37 la de todos. Cada uno tenia casa propia y trabajo por cumplir, un sueldo que cubria necesidades, gustos y vicios, familias burbuja de jabén cuyos suefios nunca terminaban por cum- plirse y que reventaban en el momento menos propicio; aqui teniamos un 4nfora Ilena de anfetas y spliffs, mascotas afla- mencadas y callejeras, la coleccién de discos imprescindibles segtin el Gltimo listado hipster, suscripciones a revistas subvermodernas, y afios de acceso gratuito a la television digital. En la pared de nuestras casas tenfamos colgadas grandes fotografias de nosotros mismos —reflejo de los afios sucios, el perfodo kawaii, el feeling ligeramente kinky—, car- teles de artistas que adoramos alguna vez y una cartera llena de tickets de conciertos a los cuales no sabemos si asistimos © no, cémics bizarros y un coraz6n de amateurs. Aqui: una lista de amigos/dealers a quienes hablar en caso de emer- gencia, una mascota electrénica que nunca se muere, unos vecinos comprensivos. Pendejadas asf. Teniamos todo eso y algo mas. Weekends felices, ataques de panico. Una cuenta en el banco, Playstations. Sf, pero nuestra vida era cotidiana y aburrida. Decidi- mos cambiar de nombre, desatar un poco la angustia de los Ultimos dias, no repetir referencias y cédigos —éticos, esté- ticos— y brindar por todas las fiestas futuras. Abandonar por un instante lo sensitivo, el peligro al recorrer la post-city, el acoso de los profetas de la zona y el achique mas tropical, 0 ese club de rompecabezas. Todas nuestras esperanzas rotas. Obsesionados por las armas de fuego, los engranes y la comunicaci6n punta de lanza, fuimos empujados a tomar una decision casi alemana. Septiembre no estaba lejos: era el momento crucial para decidir ser algo mAs que propiedad intelectual, un sex toy o esa dicha de aprender a rodar como gente de mediana edad. Por eso salimos huyendo: nuestro bo- tin era la vida, ilusiones, llamamientos de “Race for the prize”, hitmeisters con Ilegada, pocas o nulas plataformas. Nuestro afterhours era punto de encuentro de personas que no deseaban encontrarse, que volaban sin estabilidad ni orden con su egoismo de ONG subordinada a ciertos prin- cipios. Aburridos subfamos el volumen para escuchar otras voces y para no preocuparnos por los anteriores, un top ten de religiones y el informe detallado del crimen cotidiano, la voluntad inoperante de los estridentistas. Life is rara. Always, siempre, sempre. 39 Come out and plage Martin Bonduno desperté enmudeci- do, fuera de foco, super fuzzy, entre anfetaminico y autista. Cansado de le- vantarse cansado. Nervioso como caida libre de parque teméatico, como la brisa de televisor blanco y negro, como noticia mala que se recibe a las tres de la madrugada. Ante el espejo del bafio, viendo reflejada otra vez la pregunta en sus ojos de color vidrioso, pensé si aquello era el efecto del Nootropil adulterado, del anuncio maligno de feroz Iluvia de nifio, del descuido ridiculo al no poner fecha y margen en los sitios establecidos por sistema. Pero de su boca, limpia ya, oliendo a menta ya, no salié respuesta alguna. Aquel momento fue de un silencio total, sombrio y desquiciante como la pre- sencia de aburridos parapléjicos en una fiesta marchosa que, indiscutiblemente, no era la suya. Igual. Si. La misma sensacién. 41 Agua fria sobre el cuerpo, luego tibia, luego caliente. Pensando “Demonios, jqué cosas!”, en tarjetas bancarias con saldo rojo, en discusiones egocentristas por e-mail, en el beat rompedor del tiltimo cd single importado que Ilegé a la caja postal, en flanes y yoghurt, en un matrimonio de riesgo cero, en cudntas cervezas se necesitan para perder la maldita conciencia en la Happy Hour del jueves, en un nuevo juego con imagenes en alta definicion. Salié desnudo del bafio, se tumb6 en la cama para esta- blecer, por lo menos, un vinculo con algo real, con algo conoci- do y aceptado. Intent6 masturbarse, pero le dio risa ver en sus manos su pene tamafio promedio. Le parecié gracioso que, a estas alturas de su vida, cayera en ello y exclamé en voz alta: “Fuck, me acabo de bajar...” y se rié de nuevo. Mas fuerte, mas sincera su risa, mds parecida a un grufiido que a una foto de amor platénico e infantil. Eso lo asust6 un poco, tan sélo un poco. Minutos después se levanté, se vistié rapidamente con ropa funcional y de un manotazo, sacé del closet una corbata azul. De disefiador boing, de estreno circunstancial. Lo id6neo para sus planes del dia. Distrafdamente, mientras se miraba de reojo en otro espejo, rectangular y mucho mas grande, Martin anot6 una a una sus convicciones en un gran pizarr6n; las escribié con plumén indeleble y las recité diez veces, con su tono hardcore y su tono sadcore, remarcando cada erre, cada ese. “Be true to your school”, agreg6 con la actitud tipica en los veinteafieros que descubren las posibilidades del realismo neurético o el positivismo no implicito en la ingenuidad de los sentidos. Al verse en ese espejo, se dio cuenta de algo y solo pudo pensar, “Cambiaste Martin, no eres el mismo de ayer.” Enardecido, salié de casa con ganas de bronca, de exiliar el dolor, de regalar todos los discos —excepto el primero de la velvet— y con la firme, firme idea de irse a un lugar Ileno de sol, quemar banderas e influencias, de beber un poquito de cielo liquido con tequila para aliviar la pena. Divertido, entre tanto ruido, se imaginé leyendo un cémic de justicieros apocalipti- cos, aventurandose a romper el control entre didlogos absur- dos y onomatopeyas. Y, sin querer, se escucho a si mismo —con una voz dis- tinta, inédita—, conversando, tratando de convencer al otro yo, a ese rigor azulado que dormia placidamente la intelesiesta. —Es cierto que no todos somos... (un tic de ojos, herencia de la abuela). —Unos si y otros no (un afio de oportunidad). —Yo no, de veras (una firma al calce). Solo, dentro del auto en camino eterno a la oficina, mientras prendia un cigarro —vicio de antafio, de hoy— se sin- tid agobiado por el enorme vacfo en su alma gemela de treta menor, con la caspa existencial en los hombros, con la camisa rayada y el eco de aquella borrachera de emociones extrafias que emigré ilegalmente. Llegar al lugar indicado es el impulso vital. No valen desvios, ni atajos, ni trucos ni puentes peatonales de esca- sos recursos. Hay un momento en que todas las luces son rojas. Rojas de advertencia, rojas de pasion como los labios 43 de P J Harvey, rojas de rosas rojas y, con el viento a su favor, Martin pide otra oportunidad, se regodea en eventos pay per view que disfruta sin pagar. Toma uno, toma dos, todos ponen. Marcador cero-cero, un tiro de esquina que no llega nunca a su destino, pero Martin Bonduno se desespera, aprovecha el tiempo de receso para cambiar de disco compacto, para pensar en tiempo corrido o en un posible escape por el cen- tro, para agitar los nudillos con el ritmo de un efecto Dolby recién adquirido. Perdiéndose por instantes en laberintos elementales, desconectado automaticamente de la realidad como ese patético maricén vestido para matar en un bar de la zona roja, como si tuviera puesta la mascara de un luchador de provincias o el disfraz de aquel payasito que abucheaban los nifios mas fuertes, cinicos y groseros de aquel colegio de suéter y recuerdos grises. EI claxon, el claxon, el claxon. ¢Por qué todos tocan el claxon? De prisa. Un siga y otro Stop. Divagar. Encerrarse 0 salir. Make a left. Buscar otra opci6n, traicionar esas fotos de inocencia feliz, de olvidar ese proyecto de vida cada vez mas lejano, seducir 0 no a una negrita de enormes tetas que igual responde al nombre de Shystiel o Waterfall, de cantar “Eu sei que vou te amar”, o encender otro cigarrillo, de juntar los 3500 délares necesarios para ponerle su nombre a una estrella do- rada perdida en el piso de una calle que orinan los borrachos y escupen los iracundos adolescentes de la urbe. Tantas cosas. Stop. Friday, siempre un viernes, con una relativa carga promosocial y una pose electro-pura, con desdicha casi migrante y un af4n oportunista por el desenfreno en poten- cia. Mientras aceleraba, pens6 que la sonrisa vertical de Janet swing vale por mil celibatos consolidados aunque, cosas del destino, perdiera de mala manera al jugar con un game boy que hurt6 porque sf de un gran almacén. “Me doy asco” se repite a sf mismo viendo que, justo en ese momento, el auto corre a 100 kilémetros por hora. Speed garage, heroin house, two step, big beat, ruidos6n. Recrea el encuentro y sélo recuer- da esa frase con aliento stutter. “When you find out, I’m the one”. Eso dijo, confiando en toda la fe acumulada por los afios que Ilevaba coleccionando libros de récords deportivos, pero se equivocé. Martin hundié a todo mundo con carteras venci- das y buenas maneras, con una t-shirt de eslogan brillante “My brain thinks bomb-like”, con un signo de arroba y una confe- sién obligada antes de dar la ultima vuelta: “Elévame después.” Un dia del mes en turno, Martin se Ilevé todo: los discos nuevos y los discos viejos, su ropa y recuerdos, las servilletas de papel, los anuncios y fetiches. Saque6 el rin- con de relatos privados, carg6 con la agenda electronica y el celular de Snoopy, con el cartel de la estrella favorita y el banderin de campeones, con el hard drive de influjos techno y las rafagas de tranquilidad que ahora no resolvian nada. Martin no dejé ni siquiera el olor de su ausencia, un pufiado de basura o el humor de una mala broma. Zero, nothing. Cuestion de karma, cuestion de oprimir pausa en el 45 momento correcto. Ahora todo es distinto, Martin esta en- cerrado en el auto, con el camino por delante. Escuchando canciones para desayunar melancolia o para terminar algo que nunca empezo. Enclaustrado, enjaulado y sufriendo a dis- tancia los escasos beneficios de invadir espacios prohibidos o de disparar listas de consejos escritos en clave; como un adicto maquinal sin receta médica ni dinero para evitar los efectos del mono corporativo o el charming del malvivir hor- miga; como si quisiera aprender algo nuevo —un deporte de alto riesgo, por ejemplo— antes de empezar a morir de hastio. Ahi , en ese paradéjico contexto, Martin decide irse para siempre. sin embargo, cosa de genes, no puede resistirse al te- mor que le provocan los drasnos mas puros de su intelecto. Detiene casi en seco el auto y, tras meditarlo por un momen- to, se quita el saco de su hermano y la corbata azul de dise- fiador boing. Sonrfe ampliamente como si supiera que una videoc4mara graba todos sus movimientos. La vida, el aire, los suefios le cambian en un instante: ahora esta dispuesto a alir a jugar como antes. 46 Eke on me Todos los murmullos, las infamias, todo lo que prometimos. Todos lo planes que hicimos, los caminos que pudimos haber recorrido. La locura de otros muertos que no importan, que no son nuestros. Todas las espe- ranzas por salir invariablemente ilesos 0 chocar imprecisos al ver cémo nos encuadra el capitalismo feroz, los dibujos ani- mados y las personas que un dia quisimos. Todos los intentos por registrar nuevas experiencias y separar o editar lo efime- ro de lo obvio. Todos los deseos de atrapar paisajes de décil seguridad, nuevos bailes para momentos de indulgencia; con ganas de no prorrogar ese “for what it’s worth” que trasgrede toda logistica pos revolucionaria. O permanecer en stand-by, sin raz6n, sin darnos cuenta; preocupados por el conflicto, inquietos porque si. Todo mundo se equivoca cuando grita. Az Vivir feliz es algo snob. Quiz4s. No merecer el engafio y ser capaz de ello (lo cotidiano es algo mixto y desordenado). Extrapolar sensaciones que mueven a tantos, la necesidad de nunca separarse, recrear y retomar la noticia mas dinamica; cumplir siendo fragmentos para obtener una visa, diversién aqui y ahora, un caldo de cultivo para la meditacion. O estar dispuesto a cualquier cosa; cruzar el DNA, los pets sounds y el dolor de una vida blanca, pretextando viajes e intercalando la validez de ellos; volver a pintar contra los estimulos, intensos y febriles. Exponer recuerdos que han quedado como un tépico de sobremesa, paradigmas de un agitado ritmo social y ama- bles intentos para escapar del rigor estadistico. Life/espejo/god Lo esencial es indecible (un make-over para esas gran- des oportunidades que nos aguardan). La pureza, la pereza, la pobreza, las cervezas que tomamos y esa fiebre por seguir to- dos los senderos que invitan a perderse o a cambiar el rumbo original. Aquello que fuimos ya no llegar a repetirse una vez ms y sin duda, como colofén, podriamos decir: “Es mejor el amor cuando tt no estas”, pero el tiempo que compartimos, el paisaje afiorado hace un triste reparo y nos ofrece como resultado la imagen en negativo, el traumatismo posterior al ataque kamikaze contra nuestro aburrimiento. Todo ello nos dard la espalda. Estas solo y no estas. Qué nos queda ya por hacer? Beber la herencia de una puta vez, comprar el cielo, salir a la calle, caer del cielo, conformarse con un espfritu abatido tras perder el feeling, vomitar el cielo. Observar como emigré de prisa el componente hist6rico erratico, aquello que un dia nos unié, lo que se fue y ya nunca regreso. El todo. Lo que vale, lo que importa. Un espacio diletante como data smog, es la caida de lo peor, la posibilidad del “Qué sé yo”. Mentir un poco, o mogollén, qué més da. A veces la belleza es horrible, una mentira clavada en s{ misma (un circulo pequefio que por fin nos atrapa). La charla callejera que incita al baile, una galleta china que sélo dice “If you gotta leave, you gotta leave”. El acento de una diferencia integradora o esa maldita (in)seguridad que deviene en colapso casi total. Lo que sintetiza el vivir en una ciudad maliciosa que obliga a luchar por obtener los pormenores bur- gueses, el materialismo jodemadres, todo eso que mata los suefios. Lo que no queremos, lo que nos hace viejos. Lo que suena y nos conmueve es como ese disco nuevo que en repetidas ocasiones desarma nuestra paciencia; como anuncio que incita el natural deseo de consumir y destruir; como vaivén de juego dominical y el adiés infantil tras el correr de los autos, el explotar de cécteles molotov y mendi- gos tristes poetas de «Insumisi6n 0 Muerte» que refrescan en algo el “zGusta cooperar?” Un charlatan rojo, mentalismo y costras, la gente del umbral que repite sin cesar un inttil “Eres el héroe de la historia”. Indiferentes, ensimismados, compla- cientes. Su apariencia se contrapone al mensaje de un vecino espectacular: “Consumption is a treatable disease” (esto hace a los muertos mas elementales). Fin de una época. Narrar desde el palco principal o detenerse para no 49 probar las cosas que no quisimos probar, equivocarse por no callar. La prudencia es como el odio: debemos elegir lo menos sentimental. Obligados a repetir, a contar otra vez lo mismo, son demasiadas noches que no entienden de finales y cuentas por pagar, una pelea facil que ya no excita a nadie. Petardos y compasi6n, una muestra de polvo que es completamente invi- sible (Things like that kill me everyday). Naifas y tornamesas, galletas y frappuccinos, destellos de luxe, desastres en prime time, videos que no estan en su sitio. Otra opcién, Pentotal 0 Halcion, el encanto pasajero, una forma de vida que puede esperar (salto mortal). Entre la dicha y la tristeza, enfatizar la importancia del flujo informativo, decir “And yeah, we've only just begun!”, por esa probabilidad de encuentro y cercania simbélica. Perderse entre DVD’s y POV’s, contener la ira del camino en una gran via disponible para arrancones suicidas, construir nuevas formas de hacer o afirmar: jQué facil es no pensar! Lo que suena no es un valor televisivo; si un maybe de ahogado prestigio, emociones confusas, comercios, salas de arte, hostales, restaurantes, postcards para turistas. Algunas cosas van a estallar, otras lo han hecho ya. Nuestra amistad, el porvenir, los lugares comunes, el estar deprimido por la inevitable presencia del lunes, la capsula de felicidad instantanea y lo que no se ve por aqui, el freeway bloqueado por anarco ecologistas, las campanas que invitan a misa, la erosién de los roles ptblicos, el silencio, la nueva melancolia, el temor por dejar atras ese aire tan vivafamiliar, cicatrices y batallitas por legitimar, una ruptura con lo ordinario, la mafiana en que descubrimos la nada. Por eso no divierte més el esquivar los STOP, las luces rojas de futilidad y tomar la proxima salida para esconder nuestra pequefia fortuna 0 aquella semilla de ingenuidad o lo que se parece tanto a tio aquello tan raro que conduce/destruye a eso que nos separa de nuestros items favoritos. La vida que se vive parece la réplica de un crimen perfecto: aquél que nos obliga a regresar a casa, con lo soul mas magro, a comer detrds de las brasas. Gente so stanchi, un birthday party, nuestro pequefio argumento que refleja esa sonrisa irénica tan caracteristica, las canciones que cantamos bafiados en la euforia de otros veranos. Las canciones que recuerdan al combate, lo que interesa, lo que nos asombra. Aquello que evocamos cuando se apresura a tomar una deci- sion o los sentimientos que convergen nos asustan; cuando el diablo pudo comprobar que la violencia —como las rafces de lo humans, o los perros— era su Gnica amiga; cuando al recapi- tular nuestra historia, se revive esa infancia de irénica marcha con los pufios cerrados y la necesidad de ubicarse en alguna parte. Ahora, tras el despertar critico, ya s6lo queda enarbo- lar una bandera de resignacién y saudade ante un porvenir de inquietante cotidianidad. We can’t rewind, we've gone too far. Por algtin tiempo fuimos el equivalente a esos pasajeros que transitan del fal- so compromiso social a la inutilidad de la preocupacién, una copia de nosotros mismos, dejo de sol y Iluvia. Distrafdos por una aparente modernidad y el saber que tanto los aciertos 51 como los errores tienen una intenci6n oculta cuya aspiracion al éxito era el tinico requisito por cumplir; perdidos al inten- tar aprender a desaprender lo que nunca debimos aprender. Tiempo después nos atrap6 un caos sensible, chispas de fama y fortuna, que nos hizo perder el control y la imagen en un proceso de normalizacién (todas esas chapuzas que la gente descalifica al uso). Pasamos del correr veloz entre autos y los amici a promulgar la rutina de las certezas y el descaro del potencial humano. Antes, los deseos de infiltrarnos 0 interpo- lar una electrénica de nihilismo colateral con esos momentos de tonterfa, de saborear lo prohibido al burlarse de lo nuevo, verificar la resistencia tradicional mientras se recuerda qué tan profundo es el amor, jugar con la posibilidad de ahorcar a los DJ’s que amenizaban en forma demasiado tangencial el argumento a justificar. Cosas asf. Hoy todo eso que resume un «We the people» se convierte en el invierno que cae sobre mi. I like it. jist came back El tiempo, afirmaba aquel viejo profe- sor erudito en metafisica, somos noso- tros. No me costé trabajo entender eso como punto de partida de algo que se habfa convertido demasiado pronto en tdpico de sobremesa. En situaciones asi, mi Gnica respuesta era la abstracci6n. Una vez iniciado el proceso, no importaban ya gran cosa los ruidos —ese sonso- nete de la musica nortefia, sus letras anodinas, el white noise del televisor, los lamentos vecinos, los murmullos inquietan- tes, el estruendo seco de los golpes— o la nula posibilidad de hacer cualquier nimiedad que formara parte de nuestra vida cotidiana. Si bien es cierto que esto no era una salida légica, al menos ofrecia una posibilidad de desmarcarme de una rea- lidad fracturada por el destino y de asirme a otra mucho mas plausible. Fuera del Yo, lo sabia, todo es ilusién. Sin apostar por lo determinista, aquello fue cercano 53 a la transfiguraci6n. Un torrente: lo WiFi, la inercia fieste- ra de las It Girls, el freno catélico al progreso de la clase media, la fatalidad implicita en lo marginal, los asuntos no resueltos que obligaron a Oscar Wilde a escribirle una larguisima carta a su ex amante, la critica recurrente a una malograda politica internacional, el ecocidio del que ya hablaba Rius en los sixties (la ciencia es la responsable del deterioro y el colapso ecolégico que vivimos), el prag- matismo del an4lisis psicohistérico aplicado a cualquier asunto de interés social, una declaracién de principios de corte ambivalente, los haircuts imposibles que reciclan lo mejor y lo peor de los 80, las prebendas heredadas de los afios de dictadura perfecta, la falta de buen sexo sin amarres ni l4stima posterior, eso que explica la soledad sin pa- labras y lo finito del conjunto de lo conocido, una lista de sit-coms televisivas que merecen ser recordadas, las posibilidades de desarrollo profesional que nos rob6 la crisis del 94, aquellas personas que nunca se abren, las perversas intenciones —una lobotomia con rayo laser— de un duopolio omnipresente en la vida nacional, la envidia de hombres diminutos y el dafio que ésta le hace a su sis- tema digestivo. Cosas asi de vitales que discutiria en mi bar favorito una vez resuelto este pequefio impasse. Ahi estaba yo, sedado como paciente a punto de operacién, con una presencia determinada por el tiempo de otros. No obstante, algo en mi me obligaba a darme cuenta de que habia perdido el sentido de orientacion, un poco de sangre, eso que Ilaman pomposamente «libertad». Estaba tan fuera de mi zona de confort que incluso, vaya cosa, mi habitual calentura se habia apagado en un tris. Seguir siendo humano, en esas condiciones, es inhumano. Empezaba a vivir el efecto fall-out. Era penoso ver como se desintegra la personalidad de alguien y saber que su dispersi6n se torna irremediable. Por eso, el no ver/sentir la tragedia propia es legitimo, algo que se agradecia. Ya no pertenecia a mi tiempo, estaba inmerso en esa extra- fia sensaci6n de lejania (de todo: el ruido, los sentidos, un ideal de tercera mano, el esfuerzo fantasmatico y sus lazos familiares con nuestros deseos, los mensajes no requeridos, la brisa matinal, las campafias en pro de la honestidad). Algo asi era tan triste como la dialéctica aplicada a cuestiones baladfes cuando lo unico que queda es continuar y dar el tipo. Mi ceguera emocional evitaba que observara de frente la crueldad. Ante ese estado de indefensién, también mi autismo actuaba como prdctico salvavidas. Lidiar conmigo era too much hasta para la gente acostumbrada a hacer lo que se tiene que hacer y que no saben ni aceptan que el ser hu- mano es un todo integro y no algo que puede ser separado en partes. Con el riesgo de ser enteipado y abandonado en cualquier lugar o engrosar esa estadistica sangrienta de cabezas cercenadas que incita al miedo ciudadano, recor- daba —cosas de la narrativa— cémo se fragué el desen- lace de una historia particular entretejida por el devenir 55 nacionalista y la lucha de contrarios (ese eco marxista que no termina por diluirse). La posibilidad de ser el encabezado principal o una nota perdida en las paginas interiores se reducia entonces a una cuestién de humor de aquellos que, al quebrantar de golpe toda disposicién de convivencia social, trabajaban bajo un esquema de supe- rioridad impuesta. No mas lamentos, tiempo de escapar. Yo, sin saberlo, querfa desligarme de ese vacio in- menso del que todos hablan, de la anomia como paradoja del mercado de valores, de una discusién apatica ante lo esttipido e innecesario del espectaculo, del déficit que in- tentamos cubrir con una poliza de embute y fantasia, de la enorme capa de abstencionismo que sacude un sistema que se traga a si mismo. Esto —pensaba mientras corria— ha sido un fragmento de una (mala) pelicula que, tras acabar- se, seria una foot note en una historia de alcance mayor. Casi sin aire, recordé aquella cita: “Los malvados no deben ser exterminados. Quererlo hacerlo es sefial de unilateralidad. Lo importante no es erradicarlos, sino combatirlos. Y ni siquiera combatirlos, sino combatir. No debemos jamds destruir la oposici6n dialéctica, sino mantenerla. Nadie puede extirpar la vida. La Vida es la realidad misma, es el universo todo.” Aquel viejo maestro, a pesar de todo, seguia dandome lecciones. El tiempo sigue siendo tan nuestro como esos minu- tos en los que deseamos no ser uno més en la lista de los amparos por consignar ante una autoridad incompetente, las horas muertas en que desconocemos a donde nos di- rigimos, esos tres dias en los que nuestra voluntad estu- vo ala deriva como en el ultimo partido que jugamos en las canchas del Y.M.C.A. local, aquel frustrado weekend con una chica Ilamada Laporsh’e cuya risa corporal nos rejuvenecia, el largo verano del que hablan decenas de canciones o la libertad tras un secuestro que nunca se notific6é. Pensando que la verdadera eternidad la vivimos ahora... ahora. 57 Faaonee crew Algunos mensajes antiguos en el tag-board arrojaban pistas. Tan sélo eco de lo que otros, mejor informados, intufan como algo posible, algo que su- cederfa. En cualquier sitio, una noche cualquiera estaba presente esa locura de reciente estadfstica, puro estimulo frio. Lo que quedaba de la experiencia seria un afiche de juventud perdida, conversa- ciones para fiestas futuras, un camulo de citas signadas por el fracaso, la historia sesgada en poses ambiguas que alguien, algun dia, tratarfa de armar sin considerar que le faltarfan piezas (la mas importante, lo esencial, the easter egg). La rea- lidad era una puta cosa sensible. Encendi el auto y, tras ponerle play a la banda sonora escogida, me dispuse a cumplir el objetivo. Me iba algo glam, disco mutante, casi post punk. Tenfa tanto por hacer en tan Poco tiempo; lograrlo era mi mejor apuesta. Cumplir es una 59 promesa, la excusa perfecta para el jodido idealista que todos llevamos como copiloto. Eso lo supe desde el inicio. Por eso, con afan divertido, imaginé un sin fin de escenarios posibles (la parte alta de la city, la zona mas peligrosa de la frontera, bajo aquella banderota de orgullo nacional) para nuestro encuentro sin las excusas propias de un modo de produccién avasallado por la tendencia neoliberal, la paranoia impuesta por la economia de conocimiento o los intentos histéricos de un stand-up comedian para trivializar una tragedia que, a pesar de lo que se proclame, cada cierto tiempo se repetira: nuestra tambaleante torre existencial, nuestra ola de pasiones mutiladas, nuestra indolente caducidad. L’indifférence. Qué historia contar si no habia historia, sélo retazos de sit-coms, stills life de clase media nulificada ante el in- flujo de realidades periféricas, amplificadas y sedadas por el anonimato y lo hostil del entorno. A veces, cuando la gente observa una pintura vulgar se reconoce a si misma; son sim- ples sujetos de la primera hora, con un valor coreografico que valida ese realismo neurético en dosis de galeria para turistas. Todo era cuestin de suerte o que algo hiciera clic para recordar aquellos quejiditos de placer dinamico que ica como premio sirvieron de enganche a una postura poli de consolacién. We're all pretenders. Recogi a Boo en la central de autobuses. La reconoci de inmediato. Saper skinny, tras capas y capas de ropa. Algo timida por su apariencia barely legal. Con el feeling ultra cute ms cerca del pop luminoso de Shibuya que de la teatralidad gotica que hacia estragos esta temporada en Los Angeles. Subi6 al auto y, antes de saludar, lo primero que dijo fue: “I’m losing my edge”. Entendi de inmediato el sentido de la contradiccién. Sub/ el volumen de la musica y nos hicimos cémplices al instante. Ander fue el siguiente en abordar. Habia quedado en recogerlo en un café del downtown. Puntual as fuck. De apa- riencia taciturna, gafas protectoras, un dejo intelectual mini- mizado por el descuidado corte de cabello. Horas después, tras una conversaci6n en escalones, descubririamos que habfa sido profesor universitario, que abandoné su puesto porque no que- ria pasarse el resto de sus dias tratando de conseguir aquellos pantalones de corte clasico y el saco de tweed que celebrarian su llegada a la élite académica. Ander, cosas del pragmatismo mal aplicado, siempre hablaba en plural cuando mencionaba la docena de libros que habia escrito. Se volvié fokata, vivia pegado al desvarfo que le proporcionaba una pequefia linea delgada. Lo que habia que oir. Puse otro CD, remezclas fortuitas del futuro reciente en mash up. Observé de reojo a mis pasajeros: un borderline progresista, una chica sin fuero. Me senti boy-scout haciendo obras buenas que le harian ganar una medalla al mérito. Sin embargo, lo mio era otra cosa. Nunca estuve desesperado; nunca demasiado triste; nunca fui hermano gemelo de la angustia; nunca imagine la posibilidad de sufrir esa crisis de mediana edad que, sefialan los tests en las revistas de tenden- cias, te mastica y traga de un bocado; nunca senti esa envidia 61 envasada en frascos importados. La felicidad llegaba a borbo- tones, me hacia sudar en espiral. Era, puedo decirlo, un sujeto sin amarres que cogia todo como venia. Boo lo tenia clarfsimo. Nada de enfoques subversivos o pintas con motivos partidistas. Odiaba a la prensa sensaciona- lista, a la virulencia propulsada por un tipo de acné severo que sacaba a flote incompetencias y el falso sentir carioca de los que apoyan la instalacién de las regasificadoras cerca de posi- bles desarrollos turfsticos. Una chica WiFi, conectada con todo, que dedicaba versos online al hombre que se fuma la vida en el bar de los rostros cansados 0 a ese perfil desdibujado, casi humano, que morfa solitario de SIDA. Ella sabia bien lo que queria. Lo tenia planeado con tal precisién metodolégi- ca que podria haber sido su tesis de maestrfa. No obstante, lo nuestro era cosa de cinco, teniamos que ponernos de acuerdo en los detalles (eso, ella lo desconocia). Enfilé a un bar alejado del circuito de los chicos felices. Un sitio trendy a la inversa, misica selecta y ese 2x1 toda la noche. Estuvimos tranquilos, bebiendo cerveza barata y ha- blando de cosas inciertas: del nuevo ansiolitico que se podia comprar sin receta, del sexo sin juego ni riesgo, del amor fou e insipidos intentos de ligar la belleza en forma exacta y neutral. Boo era graciosa, pasaba de los gags a los gadgets o al trick or threat sin alguna transicién casposa; Ander, algo nervioso, mencionaba a cada instante que trafa un regalito para noso- tros; y yo, sonriendo, confesaba que nunca habia tocado unas tetas de silicona mientras presumia mi chapita de Deleuze. Afuera, sin que nos enteraramos, un grupo radical de chicas gordas tiraba piedras a esqueléticas modelos que lo nico que hacfan era protegerse la cara y correr hacia la puerta del club. No las dejaron entrar. Tamborine Ileg6 con Nanilkah. Se conocian de nada pero, a nuestros ojos, parecian grandes amigos. De esos imposibles, ridiculos. La frase “The suffering’s going to come to everyone someday”, impresa en la t-shirt de Tamborine (alto, pelo largo, rubio, algo fornido) reafirmaba la estética death metalera que (re)cargaba en forma simbélica; ella, por su parte, encajaba en nuestra idealizacién de las amas de casas que vimos en la pasada temporada televisiva: puro deseo insatisfecho, una provocaci6n aletargada para el onanista que Ilevamos dentro. Ya de cerca, en el trato intimo, Nanilkah era un 4 queriendo ser 9, alguien que pedia a gritos un poquito de atencion, que pretendia escapar a una estrategia familiar hegemonica con el firme propésito de ejercer la individualidad en dosis freak. Lo consiguié a medias. Con el brio que nos dio el polvo que Ander extrajo de unas bolsitas de plastico negro y que compartimos de forma apurada en el bafio, hicimos una fiesta. En ese estado saludé a un par de amigos que habia invitado para la ocasién: a Hache que no entendia el motivo de nuestra euforia pero brindaba por ella, a Monique que insistia en tomarnos fotos con su ce- lular de baja resolucién para un proyecto artistico, y aun eléc- trico Shawn que externé sincero un “Los hombres son unos pendejos. Este es mi ultimo ano como gay”, antes de perderse 63 en la pista de baile con Melissa, la chica con los hombros mas inquietantes y sexies en la city. En ese momento, antes del grito “Last call for drinks” del mesero en turno, olvidamos que un dfa la violencia co- tidiana y su entorno desencantado nos atrap6 con su carga sin sentido para, mejor opcién, concentrarnos en ver a una pareja borracha haciéndolo en el ala izquierda del mintsculo dance floor, o en contar nuestros hébitos de consumo cul- tural. ~cuadndo empezamos a ser s6lo siluetas?, inquirié sin resultado Tamborine antes de exigirle al DJ que pusiera Lust For Life, de Iggy Pop. En la mesa, medio acalorados por tan- to derroche de emotividad, brindamos cuando escuchamos las primeras notas. Todos refmos y, por un largo instante, aquella fue la noche ideal: the perfect choice, the perfect drug, the perfect time. Horas después, ya en otro sitio, mirando de frente a la ciudad y su amanecer aun pude escuchar los primeros acordes de “Magic”, mi cancién favorita. Segundos después, un ligero olor a gas hizo que perdiera el sentido. Los demas ya habian partido. 64 caclosxerror.blogspot.com 1. Soy Carlos por error. Podria haber sido Ricardo, Fernando o Mario. Tal vez la puta de Malena o la nifia de los dul- ces juegos que suefia a ser grande en el parque. Pero no, soy Carlos por error. Malena era mi novia. Yo soy bi, ella también. Hace quince dias me dejo por Inés, una compafera suya del trabajo. Me senté muy mal, no lo esperaba. Estoy be- biendo vodka puro para caerme de borracho. No, no bebo con el fin de olvidar, ni siquiera para dejar de sufrir. Bebo porque asi me quedo dormido y no salgo a buscar peligro. Este vaso va por ellas, par de putas. Una vez més, soy Carlos por error. 2, Las semanas se han ido como agua. Hice un par de viajes: uno con mi padre, a Nueva York. Ahi terminé perdiendo lo poco que me faltaba perder: el pudor de hacerlo en publico. Salf con una pareja de amigos que radican alla desde el 2003, son artis- tas (0 al menos eso creen). Me pasearon por todos los antros 65 bares, discotecas y restaurantes que me interesaba conocer. No big deal. Helena intent6 seducirme, pero a mi me llené el ojo la pareja formada por Diandra y John, veinteafieros, B42" pos y adictos a la cocaina. Le habia hecho la promesa a mi pa dre de no meterme ms droga pero, estando ahi, me importo madres. Vengan las rayas. John besa bien, Diandra me la chupé en el bafio. Eso es lo bueno de los depas neoyorquinos, tienen tantos closets. Helena, mi amiga, me sacé de ahi pedisisimo e intenté, otra vez, seducirme. Pero yo borracho no funciono. Ademéas, creo que el sexo ha dejado de interesarme. 3. Puta ciudad. Ayer me asaltaron al salir del cine. Iba solo. Detesto ir al cine acompafiado. A menos de que quiera que me la chupen. No importa quien. Lo que me gusta es la sensacion. Fui el dltimo en salir, me gusta ver hasta el mds pequenisimo crédito. Malena decfa que era un obsesivo. Sf lo soy, 2a alguien le importa? No creo que al par de cabrones que me dieron baje con tarjetas y reloj. “Cero tolerancia”, anuncia el jefe de gobierno en la tele. Mejor la apago. 4. Hay dias que me aburren tanto que pienso que mejor no deberia haberme levantado. Mi padre dice que soy un hue- von de mierda, que s6lo estiro el brazo para que deposite di- nero en mi mano. Su puto dinero. Me sirve. Quiere que regrese a la universidad. Otra vez. Ahora, equé carrera escoger? Ya pasé por derecho, administracién y disefio. La escuela nunca me gust6. Apunto en otra direccién. En este momento, lo Gnico que deseo es beberme un clamato y chingarme otra raya. Por cierto, el regalo que me envi6 Olivia con su chofer era un jersey del Real Madrid, mi equipo favorito. Horas mas tarde, tan sdlo por eso, le di la cogida de su vida. 5. Olivia me pidié “de favorcito” que no escriba acerca de ella en mi blog. Le digo que nadie la conoce, que a nadie le importa. Que es una Olivia mas, como todas las demas. Oli- via es una chica de buena familia, pero también puede ser una guarra. Le encanta viajar y ponerse hasta el culo con vodka y jugo de naranja. No bebe cerveza ni usa drogas. Sélo vodka y jugo de naranja. Eso le basta para ponerse idiota y dejar que se la coja quien quiera. Dice que nunca ha estado con otra mujer. Yo le creo: una vez que salimos pedisisimos de un antro del centro histérico, se me ocurrié ir por una puta. Barata y corriente. Querfa acostarme con una puta que estudia en Europa y con una mas vulgar que su puta madre. Olivia se resistié y no me dejé cerrar el trato. Olivia, en el fondo, es una pinche nifiita fresa que se empeda con vodka y juego de naranja y deja que se la coja quien sea. Hombre, por supuesto. 6. Lo siento. Demasiadas drogas en mi cabeza. Olivia estu- vo casi un mes emputadisima conmigo porque se enteré que Sanne sf escribi de ella. Un dia de estos pongo su apellido y digo que, ademas del vodka con jugo de naranja y coger con quien sea, ahora ya se besa con otras chicas. Es la moda aho- ra: las nifias nice se besan con chicas punk que recogen de los conciertos. Very hipsters. Su berrinche me importé poco ya que mi padre me envié a cuidar a mi abuela a Spring Valley. La nona se porté de pelos. Soy su nieto favorito y le vale madres 67 que haga rayas en el comedor. Mes y medio. Fui a Disneylandia bien armado y me tomé una foto con el pinche Pato Donald. La nona ya est mejor, por eso regresé aunque no queria hacerlo. La nona me compr6 ropa en Banana Republic y The Gap. La con la nueva a Oli- convenci que podria morirme sino regresaba a casa Mac. La envidia de los putos amigos que tengo. Le traje via un reloj de Minnie Mouse y a Juan una playera de Mickey. Creo que los amo. zEstaré pasando por una buena reed Mi padre se la vive preguntandome qué es lo que quiero de regalo. Un autooooo nuevo. Eso es lo que quiero. ¥ un millon de rayas. 7. Suena el teléfono. Malena, la puta de Malena Ilorando por- que su novia la dejé. Quiere verme. Yo le digo que se vaya a chingar a su madre. Todavia la quiero. Pero asi estan las oa Ahora salgo un viernes con Olivia y el s4bado con Juan. El dejé a su novia que me cafa sdper. Una nifia preciosa. La dejé por mi. Es un nifio precioso. Olivia es mi novia oficial. A mi papa le agrad6 mucho saber de quién era hija aquella joven que me daba dinero para llevarla a un buen sitio y no a esos antros de mierda a los que intuye que voy. Ay papa, cen dénde crees que la conoc{? Maldita Malena, epor qué tenia que hablarme? Ahora voy a imaginarme cosas y mas cosas. Puta, que rica es- taba, extrafio sus gritos de placer. Olivia es mas timida en eso. Lo Unico que dice es un mmm, mmmm, ahhh. Me masturbo pensando en ellas. 8. En la radio no hay nada que me interese y NO encuentro el puto control remoto de la tele. Voy a bajar a desayunar. Mi padre no est. Viaje de negocios a Monterrey. Quiero ir a Mon- terrey para visitar a mis primos. Siempre andan bien armados. Con ellos, las rayas nunca me faltan. Luis es mi primo favorito. Antonio es mi segundo primo favorito. Los dos son hermanos y son rajamadres. Cuando voy me presentan como su brother. Nos parecemos mucho aunque yo soy un poco mas alto. Luis va para abogado y Antonio dice que estudia administracién. Se encargar4n, eso si, de los negocios de mi tfo. Quiero ir a Monterrey. Por ahora, a mis primos el mundo les vale madre y tienen las mejores rayas. Eso me gusta. Creo que iré por mi desayuno preferido. Café americano, huevos rancheros, pan integral, jugo y tres rayas. Aprovecharé la ausencia de mi pa- dre y me pasearé desnudo por la casa. No hay servicio hoy, les dio el dia libre. Se siente tan rico andar en pelotas. ~ 9. Un largo fin de semana. Apenas me recupero. Al final su- cedié lo que temi que fuera a pasar. Todo comenzé en La Martinera. Unos drinks, idas al bafio para marcar unas rayas. Esnifar y esnifar. Solo, acompafiado, solo, acompafiado. Juan bailando, sosteniendo en su mano el martini preferido. Olivia se fue a Acapulco con unas amigas de la universidad, Acapulco, quién demonios quiere estar en Acapulco cuando puedo estar aqui con Juan. Bailo con una nifia que responde a uno de esos nombres de moda. Sophie, Sophy, Sofii. Guapa, buen cuerpo, pechos firmes y labios carnosos, rojos, muy rojos. Baila como si fuera lo Gnico que pudiera hacer. No suda. Me encanta. Lue- go, lo mejor. Me quedé a dormir en el depa de Juan. Fue bonito despertar y saber que todavia seguia abrazado de mi. 69 10. Una raya por favor. Una mas. 11. Quiero una foto con Olivia, quiero sentirla mia y que me muerda los huevos como sélo ella sabe hacerlo. Quiero que Juan esté conmigo por la mafiana y que bebamos chocolate ai la cama. Quiero que mi padre no insista en que vaya a esquiar con él a Colorado. Quiero un momento feliz que dure mas que un instante. Quiero una super raya que me aliviane todo el fin de semana. 12. Olivia se fue a Miami. Tiene un par de dias alla. Cuando llama dice que deberia ir, que esta de pelos. Nunca se le quité lo pinche naca. Con tanto dinero y tan ridicula. Me la imagino de un moreno pavoroso, chupandole la chicha, asi le dice ella al pene, a cuanto cubanito ve. Me dan ganas de masturbarme cuando lo pienso. Hoy me pondré borracho. Recordé que Juan tiene cena con su enorme parentela en Valle de Bravo, se que- daré alld toda la semana. Yo no quiero estar aqui con mi padre. Nos vemos la cara todos los dias y creo que ya fue suficiente. Le hablé a Fernando. Quedamos en vernos en un antro de Po- lanco. Luego, lo que deba pasar, pasara. Adiés, papa. Tengo suficiente para quedar bien rayado. Me pondré boxers. Voy @ pelear toda la noche. 13. Todo ha salido mal. Cada vez va peor. Una raya y otra raya, dos mas hasta que acabe con todo esto. La vida es una putada cuando pasan cosas a la gente que quieres. La nona muri6 ayer. 14. Ni un millén de rayas pueden hacerme sentir hoy mejor. 15. Tres rayas. Fui a casa de Olivia. Querfa coger. No estaba, sigue de vacaciones. O sf estaba y no quiso recibirme. Queria coger asi que le hablé a Fernando. Iria esta noche al cine con sus amigos. Quedo en llamar después. Queria coger asi que me fui a un centro comercial a ligar. Pensé en un Vips. Pensé en ir a.un cine porno. Pensé en ir por un par de putas. Pensé y pensé mientras buscaba estacionamiento. Nada. Todo muerto. Un café, Un cigarrillo. En el coche otra raya para aguantar hasta que Fernando Ilame. 11 p.m. ¢Si?, en X disco. Qué desilusién, Fernando llevé a un par de amigos. Pido un whisky. Rubén y Tito, de la Ibero. Actdan raro. Tito me abraza muy efusivo. Fer- nando confiesa que se tragaron dos tachas cada uno. Decido probar. Rubén se rie cuando nos sorprende besandonos a Tito y a mien el bafio. Les invito una raya. Bailo como nunca. Me voy con ellos al depa de Tito. Ahi seguimos la fiesta. 16. Sexo. Todo mundo quiere tener sexo. Y yo, gpor qué no de- beria de tenerlo? Salgo a buscarlo. Decidf que iba a hacerlo con la primera persona que viera en la calle. Quien fuera. Un pobre taxista que habia chocado un dia antes y se habia quedado sin coche. Cincuenta afios. Simpatico. Creo que pens6 que le iba a pagar. Dijo que a él no le gustaban estas cosas pero al final admitié que si habia estado antes con hombres. O ya soy muy cinico o me dio tanta ternura su sonrisa que decidi no irme con éla un motel. Me metia una cantina, pedi una cerveza oscura, pagué con un billete de cien pesos y no espere el cambio. Fui al bafio. Una raya para aguantar el ritmo. Un tipo se ofrece a chuparmela. Un putén fisiculturista, de bigote recortado y pan- talones de mezclilla ajustadisimos. Me rio por su descaro y dejo @1 que lo haga. Tiene buena dentadura. Eso me gusta. Termina la faena. Me pasa una tarjeta de su gimnasio. Es instructor. Sale del bafio. Otra raya. Tiré la tarjeta en el cesto de basura. Odio que me den teléfonos. Nunca llamo. Salgo armado. Ya es de madrugada. 17. No hay rayas de calidad en este puto pafs. Lo peor y lo me- jor me sucede asf. Sin rayas. Invitaciones para salir a reventar, la préxima llegada de mi madre, Juan disculpandose por telé- fono. Ni una puta raya. A mi diler se lo llevaron ayer al bote. salié en el periddico. Letra pequefia. Hasta entonces supe cual era su verdadero nombre. Lo estimo. Creo que lo extrafiaré. Busco por toda la recémara un guardadito: nada. Ni modo, ten- dré que hablarle a Tito para ver si puede conseguir tachas. En este momento me da lo mismo. Hora de abandonar este sitio. 18, Una raya. Su amigo ocasional lo abandoné en la barra. Entonces me vio ir camino al bafio. Me siguid. No le hice caso a su oferta. Me dijo que no era marica y le contesté que me daba igual. Salf del bafio, pedi otro whisky, él lo pagd. A mi me daba igual. Fui a bailar con una chava. Cuando regresé, ahf seguia. A mi me dio igual salir del bar con él. Caminamos hacia el coche. Iba temblando de miedo. Treinta y ocho afios. Dijo que nunca antes habia hecho algo as{. A mi me daba igual pero lo tomé de la mano. La quité. Si te sientes mal podemos ir aun café, le dije. No, contest. Enfilamos al hotel. Cuatro o cinco minutos después llegamos. Ya no temblaba. Ahora habia pasado a una pose machito. A mf me daba igual. Dijo algo de no penetracién. Si, vamos ya. Chaparrito, delgado, promedio. A mi me daba igual, sélo querfa llegar al cuarto para echarme otra raya. Empez6 a hacerse el dificil. No le gusté el hotel. Trescientos pesos el cuarto. Eres muy corriente, me dijo el muy cabrén. Dijo otras cosas. A mf me dio igual. Le dije: “Madura, pinche marica snob”. y lo dejé hablando sélo en el lobby. Me subf al auto y no volvi la vista atras. Necesitaba urgentemente otra raya. 19. No pude inscribirme en la universidad. Es mAs, ni fui. Mi padre no me habla, esta furioso. Quiere que entre de nuevo a estudiar. Lo que sea pero que estudie algo. Yo sdlo quiero una raya y otra més. Es mi Gnico soporte. Extrafio a mama. 20. La tercera raya la hago en una mesa de una cantina en Garibaldi. Las mismas preguntas. .Qué haces por aqui giie- rito?, y gvienes s6lo? Borrachos, sardos, travestis, putas otofiales. Me siento como en casa. Bebo tequila. Un trago y se acaba. Me gusta esa sensacién. Rapido, uno més. Una chi- ca de grandes y operadas tetas insiste en sacarme a bailar. Prefiero beber. Canciones de José Alfredo. Puta soledad, zpor qué siempre me agarras asi? Ebrio, rayado. Ya era tarde. Los machitos empiezan a quebrarse. Me dan risa. Con sus bigotes y la foto de la esposa e hijos en la cartera. Una pista lena de borrachos, putas otofiales, sardos y travestis. Divertidos, con las facciones perdidas, sonrientes. Un sefior de cuarenta y tantos sigue pagando mis tequilas. Voy al bafio. Me sigue. La misma historia. Oficinista, se Ilama Pablo, le recuerdo a su hijo. El hotel esta tan cerca, me dice. Cogemos. Antes de salir, me preparo otra raya. 73 21. Cuatro rayas. La cabeza iba a explotarme cuando son6 el celular. 7 p.m., era Juan, Puta madre olvidé la fiesta de su her- mana. Un bafio. A la hora pasa por mi. Reclamos y regafios. Se ve tan guapo enojado que lo convenzo para no Ira la fiesta y llegarle a un hotel. Unas rayas primero; después, la felicidad. 22. Regresando a casa. Ha sido un largo camino para volver. Dejé a mi madre en el aeropuerto. Vino para mi cumpleafios. Se quedé tan slo tres dias en casa de mi tia Alejandra. Fui a comer con ella. Comida francesa, su favorita. Paseamos por la Condesa. Ahi le presenté a Olivia. Mi mamé insistié en que fuéramos los tres después a tomar café. Mi mama no dej6 de hablar super bien de mi. Una vergiienza. Yo slo queria esca- parme y conseguir una rayita. 23. Mi padre me regalé el nuevo iPod y un fajo gordo de bille- tes. Mi madre, un teléfono con cAmara integrada y un vale por un viaje a Espafia. Le prometi visitarla este verano. Decidié quedarse alla. Le sienta bien el clima y el estar tan lejos de mi padre. También me habl6 Malena, insiste en que volvamos. La muy puta dejé decenas de recados en la contestadora. Me ref como tonto cuando dijo: “Tengo un chingo de rayas para tiny Casi caigo en su juego. 24. Lo vi, me vid. No dijimos nada. Me siguié. Se subié al auto. Entramos a un hotel. “Me dicen Oso”, dijo. Le inventé un nom- bre cualquiera. Roberto, creo. Abogado, con el cuerpo bofo y unas grandes tetas que insistfa mordiera. No lo hice. Me la chupé por buen rato. No tenia ganas de cogérmelo pero lo hice. Por ldstima, se habia esforzado tanto. Mientras lo hacia estaba pensando “Una raya o dos me vendrian bien. Me las merezco por ser tan buena gente.” 25. Mi dealer salié libre hace un par de dias. Alguien pag6 una buena, buena fianza. Me hablo para decirme que tenia merca de quality. Asi dijo y yo le cref. Fui con Olivia a Tepito, pero como todavia siguen los operativos nos regresamos sin nada. Le hablamos desde el Sanborns de Bellas Artes. Lleg6 una hora después. Hicimos el trato en el bafio. Un gusto. Rayas de cali- dad, por fin. Olivia y yo quedamos listos para ir a coger. Esta noche le pediré matrimonio. 7s ah Lifes cements We sah Ru LW sone methay C055! nvestnm : ud, ob dolor, los avsenans cpa reghilt, , y S eco de la espa) oe menor yeu te 2 pow dd amet, \a amisteh Ga. PLM . csed momuntor fehov ey (ye Vivre _ oh ety Solos con nosed 5m Smos. [Bierce ache oo Estamos en blanco, intentando (re)descubrir el lado menos disperso de las cosas, los vinculos que unen y atrapan, instrumentos y espacios que (r)evocan una situacién de amplitud luminosa. Abstracciones intrascenden- tes y un poco més. La casualidad propicia encuentros, un acep- tar de retos, beats melancdlicos e infinitas curvas que rompen la monotonfa del camino. Las coincidencias matan, aniquilan nuestra razén dejandonos a merced del “Y, ési eso fuera po- sible...?” Una ilusién que conduce al fracaso, el motivo ideal para abandonar, para romper con todo e irse lejos de aqui. (Correr siempre funciona). TOO GOOD TO BE TRUE Es irénico, lo bueno nunca perdura. Por eso, tratar de decir adiés nos parece un acto de salud mental. Como premisa de TP fado, era obvio que algo vital tbamos a perder al conocernos mejor, ya fuese el aire de seguridad que tanto nos enorgullecia, esa inocencia que no regresaré jamés 0 la posibilidad fisica de continuar avanzando con apremio y firmeza en una autopista que celebra, sin saber, la inquebrantable tendencia a equivo- carse y hacer de ello una puta tragedia. Lo nuestro se fue des- gastando de modo prodigioso. La felicidad nos pas6 de prisa como un solo de arménica que explota justo en la memoria mientras pensamos que, efectivamente, con lo emocional a la baja, nada genial nos puede ocurrir. Rara sensacién. NEED TO BE ALERT A veces sobran las preguntas y se necesitan urgentemente respuestas que expliquen lo que gira y gira, un reactivo que rompa la narcosis entre el control remoto y las telecomedias de vida diaria, ecos de uniformidad y el feedback del psycho- candy ingerido en un afterhours de lujo y miseria. Apunte cru- cial: alguien dijo, sin ironia aparente, que no podemos seguir viviendo si no conocemos ni la risa de una chiva. 2Es eso algo aprehensible? El supuesto devenir histérico que prepara y se merienda nuestros temores y grandes proyectos; ese material corrosivo, presente para los que acaban y los que no, se oculta en una banda de ruido blanco que marca el STOP en un fin de semana aparentemente interminable. Un sefialamiento poco visible que impide dinamitar ese loop brutal de almas solita- rias e impuestos por declarar, lo que queda cuando ya no hay marcha atras. (Una reaccién en cadena). ABIG MISTAKE IS TO GIVE UP Esto no es una salida, nunca lo fue. gQué se puede hacer? cApagar las luces, romper el escenario, cancelar la funcién? cAlgo que haga menos ruido? Nuestro pasado somos nosotros. Cada eleccién que hacemos tiene una consecuencia. 2Quién nos juzga? Nosotros mismos. Insatisfechos, procuramos recu- perar la intensidad en las cintas que intercambiamos, las que escuchamos hundidos en un sofa de expresiones aburridas por la globalidad mediatizada que diluye nuestro interés por todo. Canciones para dias espectaculares, trozos de vida, plegarias y exvotos, espinas clavadas, e-mails difusos, anarcofrases in- tercaladas en largas platicas a coraz6n abierto, deseos dificiles de explicar. (La obsesi6n por el futuro arruina el presente). LISTEN FIRST, NEVER ARGUE Disfuncién comunicativa. Hablando y escuchando voces que no son nuestras. Sin entender el mensaje, sin querer enten- derlo. La trascendencia es una palabra dura y compleja. Nos mentimos al sefialar que el cambio sera el mejor camino. El tinico. gEs eso posible? Sélo eran suefios, pero los disfru- tamos tanto. Ahora, al despertar e instalarnos en eso que llaman vida cotidiana, ya no hay lazos de confianza que poda- mos recuperar. Estamos cansados de volar, de repasar dias de algoritmos y formulismos sociales, de sonreir dialécticamen- te o de estar en perfecta sincronia con la oferta. Todo oscila, se resume en presentimientos, un espectaculo que desafia a la gravedad, maquetas de rigurosa precision, un quedarse 7o quieto por la indecision de volver 0 no a esos sitios a los que juntos solfamos ir. WHERE WILL IT END? Seguimos esperando que suceda lo que tenga que ocurrir, que alguien arroje una esperanza que evoque la lucidez de nuestro pensamiento 0 que pugne por el rapido disparo que aniquile lo poco que permanece vigente. Algo que evite reducir la belle- za a un estereotipo de premios y citas, que detenga toda esa alegria casi despreciable, que borre el video tape de rutas y destinos que, justo en momentos como este, se activa de ma- nera automética. Grabar historias, planos americanos de tanto sufrimiento, guifios y confusién en perspectiva lejos del noise. Es triste recordar que, flipando en la violencia, llegamos a pensar que esto seria diferente sin reconocer que atin antes de empezar, se desmoronaba ya. (Cuidado: Tramo en reparacién). YOU WILL HAVE A GREAT HAIR DAY TOMORROW compartir algo, aprender de ello y despedirse. Hay ocasio- nes en que se requiere agitar las cosas para evitar que se solidifiquen; si nada cambia, todo es tan aburrido y poco divertido. La seguridad nos produce estrfas de falso con- fort. El futuro es un suefio a consumir; la felicidad, una mercancia con fecha de caducidad. Necesitamos un golpe para reaccionar; luego, uno mas para asimilar la situacion y seguir adelante. Si algo se mueve, lo demas inevitablemente se movera. Entonces conviene esperar otro momento para tomar fotograffas en las que nunca saldremos con las nu- bes detras 0 buscar efectos que nos ayuden a crecer, explicar y detallar lo que nos Ilevo al olvido, o simplemente a disfrutar un encuentro fortuito. Aterrizar la vida, volver a brillar —al filo de lo irreparable— con el fulgor de billboard nocturno. (Las malas decisiones son algo de todos los dfas) FORGET THE PAST AND BE HAPPY EI dolor provoca conciencia. El desapego no conduce a nada la tristeza sf es un estadio vacio, el pretexto para evadir is braciones que jams Ilegan a buen término, el feeling de error, eso que nos estremece y no podemos vencer. Abstencionismo como regla, indiferencia como consuelo. Una banda sonora que, discusiones aparte, en una multiplicidad de clicks & cuts nos deja sin nada que decir. O ese no saber qué hacer que obli- ga a tomar un sendero diferente porque las cosas al final son asi. (Are we still in the game?). THE FUTURE IS OPEN WIDE Si nos encontramos algtn dia, te diré de manera convin- cente: “Estoy en mi mejor momento”, y ta pronunciards un aes “Me estoy perdiendo tantas cosas”. Confesaré sincero: Todo eso me abruma’” y td, casi sin querer, musitar4s un “Eso me hace sentir sin enfoque”. Al hacer las preguntas equivocadas, nos daremos cuenta que tenfamos algo bueno en coman. Y diras "Mil gracias por todo” y te dir a ‘ “Extrafio © y aquello”. Veremos con asombro, antes de sellar con 81 i itl cae una sonrisa de video clip el inevitable rompimiento, a. En ese instante, nos j ttpido de nuestra trayectori eae ndo de todo lo daremos cuenta que, otra vez, estamos huye que pudimos ser. 382 (£)aforismos 1. A veces olvidamos que los conflic- tos y t6picos de moda son, vamos, parte de la realidad en que vivimos. 2. Aunque la mayorfa lo crea, la sub- version casi nunca tiene algo que ver con la estética (aunque hay quien hable de la estética de la subversi6n 0, mas a menudo, de una subversién a la estética predominante). En los tiempos que corren, lo mas subversi- vo es tratar de aparentar una normalidad ut6pica. 3. En una relacién, el respeto casi siempre es el primero en caer. El amor se puede fingir. 4. Soy brutalmente optimista en estos momentos. La posibi- lidad de concretar algo siempre me motiva a concentrarme en ello y olvidar lo demas. 83 5. zComo se lleva a escena el fracaso en la busqueda de la felicidad en el mundo occidental? Me gustaria ser un fracaso internacional. 6. Trivialidades: Después del fin de la historia, el hombre, el capitalismo y etc..., viene el de las corbatas. 7. La ubicuidad es un don peligroso. 8. Ninguna parte es aqui, todo mundo lo sabe. 9. La realidad es una vieja amiga que ya no reconocemos. 10. En lo absoluto, nada es el recuerdo de lo que has leido. B84 aiem Soy la paranoia de que la verdad exis- ta y no sea nuestra; el que siempre re- prime a todos los dems, aquel que no cuestiona nada, el fdolo del momento que canta about nothing in particular; la happy face en la camiseta de un hippie gordo que piensa en como salvar a los manatfes; la histeria, los hornos crematorios, la ironfa punk de “Belsen was a gas”. El olvido. Soy el ultimo emperador chino, Atahualpa Yupanqui, Néstor el cyborg, el bully que te perseguia en la escuela, una porrista con el trasero de acero que resume lo mas htimedo de tus suefios, el policfa que sostiene la sefial de Stop justo al filo del vacfo, un judfo que quiere ser negro, el que maté a Buda cuando lo encontré en su camino. Soy un re-run que ves por tercera ocasi6n, una tarde de ticket to ride, el lugar reserva- do que nunca se ocupa en un restaurante de postin, a long 85 Manchester overcoat, un sweet and tender hooligan, la irreme- diable caida, la universidad de autonomfa vencida por la oferta de una trasnacional, un ejercicio de estilo que no se decide a estirar la pata, el remanente de una relacién que se desdibujo una madrugada, algo que nunca pasé la etapa platénica, un plagiador en ciernes, a blind date from hell, la ira de Marado- na, ese talk show que sigue y sigue y sigue, la escolastica que acompafia a la tristeza. soy la felicitud, una casa abierta, un espfritu ad-free, la oferta de hoy, el sonido del farfisa, la linea de jueces que no tiene ni puta idea de que es lo que ocurre aqui, la ultima can- cién que se escuché en The Hacienda, la noche en que Franco murié, la devaluaci6n del 82, el grito de Lager! Lager! Lager!, el rostro precioso, algo que nunca tendras, el protagonista de tus pesadillas, una voz en off que cuenta la historia oficial, el bello verano, a walking Hallelujah, un disidente que bebe champagne a deshoras, lo mas casposo, una situacién urgente que no atienden los partidos politicos. Soy la anarquia, el pensamiento de Gramsci que nun- ca comprendiste, pero que citas a cada rato para explicar el problema de la hegemonfa cultural; un ejecutivo de cuenta, alguien que se roba el servicio de Cable, un circuito cerrado que graba todas tus acciones, Osama Bin Laden, el exiliado que todo mundo hace «fuchi fuchi», el que dice I hate all the dikes & fags mientras sostiene una pancarta que dice “Ban Marriage”, el que te hace dafio, el que habla por teléfono para ver si caes en una extorsion originada en el miedo, el policia en tu mente, uno de los cortados en la lista de prioridades de un pafs a punto del meltdown. Soy Joey Ramone, la mantis religiosa del punk, el trauma buena onda; el fascismo duro y la izquierda trasnochada que han vuelto a estar en boga, los novios que se besan mientras piensan en otra persona, un creyente, la prudencia, un anima- dor de TV impulsando la energia del universo; el murmullo de la city, un dictador sudaca que persigue el ideal bolivariano mientras se enfunda en un traje de disefiador, un junkie con las venas abiertas de una jodida Latinoamérica, el viejo truco del bad cop & the good cop, the minutemen, la falsa moral que Ilevamos dentro, el ultimo kiliwa, un white riot, la cucaracha que sobrevivird la explosién nuclear. Soy alguien que te salvaré de todo problema, el placebo, la panacea, una raya de cristal, un aumento de sueldo, el gol- pe de suerte en la loterfa nacional; un sujeto que nunca pasa desapercibido en el bar de las caras tristes, una g-string diva que no escucha a sujetos pobres, tu maldita opinién, el libre albedrio que puede hacer distinto lo que vemos por television. Soy la verdad esquiva, el mas terrible de los huracanes, el terapeuta que ya dejé atras el nihilismo, 1968, 1987, 1976, los 5 segundos antes de que explote el céctel molotov, Ray Loriga en una entrevista, la sifilis de Nietzsche, Elvis dispues- to a vencer a la bascula, Russ Meyer haciendo casting, una puta muerta de envidia, el vémito del que perdié la pelea, un conector casual e intermitente, un video de Coil, el estado de sitio a nuestra conciencia. 87 Soy un hipécrita, las declaraciones mas viles del obis- po, el mesianismo de un politico que lucra con la esperanza de un pueblo, el que no puede esperar mas para denunciar un abuso sufrido afios atras, un hardcore kid, una caja de rit- mos, el grito silente de las mujeres mutiladas, el arrebato de rareza pos-finisecular, los beats de DFA, el testigo presencial de nuestra derrota. Soy un producto mas en el catalogo de Ikea, el arbitro en el partido, la chica semi desnuda en el diario de la tarde, el “Sieg Heil Hitler” que te cabrea, un fashion spread en Vogue, la conciencia de Julio Scherer; el ruido vital de Sonic Youth, la modernidad fatigada, los cojones de Deleuze, un incompetente gurd, el new negro que nunca dice «mande>, la madre patria, una pifiata escarlata, el éxtasis de Holanda, la caida de Occi- dente, la gran tragicomedia humana. Soy the real Bukowski rascdndose los sobacos, la son- risa de una curadora, el mash up de la historia, la desidia de corbata y estilo raro, la afasia tipica de los criticos seniles, la pegatina que enuncia que el pop nos haré libres, un mensaje SMS que no vale la pena leer. Soy el que roba nicknames en Internet, un poeta de nivel intermedio, algo tan japonés que te resulta incomprensible, lo que sigue, la pandrogenia que se aproxima, un crucigrama para recién casados, el héroe de Mocorito, un billboard que dice “SOS Queremos seguridad”, el que reta al peligro. Soy una batucada que celebra la nada, a date-rape, un actor que es bueno para fingir acentos, cincuenta opciones en el mercado, someone looking for the number one spot, un pro- mosexual que juega a ganar, el Ilanto coreografiado de nuestra mejor actriz televisiva. Soy un ente que piensa distinto, el que sélo hace las cosas cuando van por buen camino, un serial killer descono- cido, un homeless empujando un carrito de supermercado en Sunset Blvd, alguien que ha perdido la cabeza por esa cosa llamada amor, una dosis de Prozac antes de ir a trabajar, un shakedown, el trastabilleo, ese trip pacheco que recordards por siempre, a small talk, un cuento de sicarios que se publica antes de irse de viaje, the revolting stuff, una falla en el siste- ma, el que olvida las Ilaves en un afterhours, el hijo ilegitimo de Jesucristo, la puta ostia. Soy un outcast, el que juega bonito, un tatuado en la fila del paro, El Mafiana después de la granada, el que trajo un arma a la high school, una pelea de perros, alguien que baila y resiste, the reckless youth, a german joke; el desaso- siego adolescente, un epigono de la clase trabajadora, el rock angular, un concepto por probar, el jubileo de algo pomposo y aburrido, un régimen que articula el cambio en concertace- siones, el hombre que cae de la Torre 2, el ama de Ilaves de la decencia clasemediaera, el ultimo expulsado en el reality show Ilamado LIFE. Soy Homero Simpson rascandose el trasero, el futuro de la cocina gourmet, un chilletas, la rubia tonta en las pe- lfculas de los afios 50, el letrero de ne6n que Barry Gifford compré en Tijuana, una chapita de Crass en la chaqueta 389g negra de una teenager embarazada, un grupo de volun- tarios americanos haciendo labor social lejos de casa, el pronéstico de Iluvia y apagones, la fuerza armada que pone en peligro el estado de derecho, la cancién del verano, la categoria «super freak», the breaks. Soy todas las voces que escuchas en tu mente, la nocién de velocidad segan Virilio, una gufa azarosa, Terry persiguien- do a Candy Candy, la Teoria del Caos, un dolor mas 0 menos musical, una manifestaci6n a favor del ultimo dictador (y otra mds numerosa, en contra), todos los ismos que enlista la enci- clopedia Britanica, el trasero de una adicta al funk carioca, la falsa ceguera de Borges, una etiqueta, el logotipo que aparece en eventos subvencionados, el que saqueé al pais, un heredero de la crisis de valores que proclama el mismo grupo de funda- mentalistas, alguien tan normal que da risa. soy un archipiélago de fiestas, un mito generacional, el grito de jOi! {Oi! ;jOi!, una campafia de publicidad que no funcio- na, uno de los desaparecidos en la Guerra Sucia, un dispositivo de destruccién masiva, an ageing pop star, un ex drogadicto que ofrece lollipops en los cruceros, el primero que hizo pogo, un panfleto seudo revolucionario, la silla eléctrica, una iniciativa de ley que nunca pasar, un ringtone que llega al tope de los charts, una argumentaci6n repetitiva, the final score. soy ese de la t-shirt que dice: “Siempre es ahora”. dear L agun Una primavera cero para dolores eternos, aquella madrugada de fu- gaz alivio para nuevas formas y costumbres, esa farra inolvidable con whisky genuino, flores e inter- ferencias monetarias (un problema afiejo por solucionar). Predispuestos al vortex e ignoran- do el freno, nunca hemos querido conservar las costras de angustia facil y machacona, preferimos el remedio proporcionado por un ruidoso esplendor que nos ilumina simbélicamente a las cinco a.m. Si el tiempo pasa tan lento o tan rapido, qué importa ya. Estamos hartos de tirar pa’delante porque no hay nada detras, de hincarnos para aceptar nuestras pequefias culpas, de cerrarnos puertas por nuestro afan de pelea o de negarnos a bailar mondo suburbia para evitar decirle adiés a Miss Tristeza, esa perra inmunda que carcome el alma y que nos obliga a huir casi 91 desde que empezamos. That scrabble days are gone. Pero vamos, somos tan esttpidos e ilusos al querer pul- sar «Delete» a ese menosprecio virtual que se ejerce contra todo lo que no es homogéneo (aquello que nos mata o asusta). No han comprendido que podemos cometer errores, empren- der un vuelo suicida en un instante de locura 0 de miedo. O de risa, qué mas da! Una seleccién activa y temporal como el meter nuestras manos al fuego de la indecision; la posibilidad de admitir que el riesgo nos parece divertido o un decir mentiras para no tener que enfrentarnos con una multitud de sonrisas de cajén, con bocas que hablan y callan como impulsos bina- rios por no tener nada mejor que hacer.

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