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UNIVERSIDAD JUAREZ AUTONOMA DE TABASCO

DIVISION ACADEMICA CIENCIAS DE CIENCIAS DE LA SALUD


LIC. EN PSICOLOGIA

Nombre Del Profesor: Edna Gabriela Castro Martínez

Nombre Del Alumno(A): Lizbeth Del Carmen Gòmez


Alejandro.

Materia: Filosofía y Ética profesional.

Tema: Código éticético.

Semestre: 3.

Grupo: “D”.

Villahermosa Tabasco México, 23 de Octubre de 2019.


Cap 02. Calidad y responsabilidad del psicólogo. Gurús, falsos psicólogos, terapias en
entredicho… La dificultad de tratar los problemas de la mente

"La regulación de la psicología en nuestro país es deficiente: cualquier persona


sin ningún tipo de formación puede llamarse 'terapeuta", sostiene el decano del
Colegio de Psicólogos de Madrid. Doce millones y medio de españoles sufrió un
episodio relacionado con una enfermedad mental el año pasado, según los datos
del Consejo General de la Psicología de España. Para muchos de ellos fue
como experimentar el averno que Dante pintó en La divina comedia, y no por los
síntomas de sus patologías. Para ellos, la búsqueda de atención médica supuso
salir de un círculo de sufrimiento para entrar en otro igual de infernal, el del
negocio de los falsos terapeutas de la psique.
Según el decano del Colegio de Psicólogos de Madrid y vicepresidente del
Consejo General de la Psicología de España, Fernando Chacón, sus problemas
derivaron, por una parte, del hecho de que la ratio de profesionales de salud
mental en el sistema sanitario español es una de las más bajas de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Por la
otra, esta situación obliga a muchas personas a buscar ayuda
desesperadamente, una búsqueda que las conduce a comprobar que "la
regulación de la psicología en nuestro país es deficiente: cualquier persona sin
ningún tipo de formación puede llamarse 'terapeuta', lo que genera una enorme
confusión", añade Chacón.
Cap 03. Información de resultados. praxis psicológica evidencian el vacío legal
de la profesión
Pacientes perjudicados por un error de diagnóstico, terapeutas que violan el
secreto profesional y hasta tráfico de favores entre analista y analizado. Los
proyectos de ley para definir derechos y deberes de los psicólogos. Las pólizas
de seguro que se suman al millonario negocio del diván. Cuando llegó al hospital,
la mujer se encontraba entre desconcertada, dolorida y angustiada. El yeso que
le colocaron en su brazo era el símbolo de una extraña paradoja: la persona que
debía encargarse de cuidar y curar su salud psíquica era la misma que la había
agredido. En plena sesión, su psicólogo se violentó, le gritó, la empujó contra
una pared y le causó una fractura. Cuando el caso llegó hasta el tribunal de ética
de una asociación de psicólogos, la excusa del agresor fue, al menos,
singular. El profesional se escudó en una ignota teoría que sostenía que era
necesario motorizar e instar al paciente para que reaccione. La respuesta fue
contundente: ninguna teoría sostiene una mala praxis, ni la violencia, ni el abuso
de poder.

Este es sólo un ejemplo de los casos de denuncias de prácticas incorrectas que


llegan a las comisiones de ética de los colegios o asociaciones que nuclean a
los psicólogos. En los últimos años a esto se suma que algunas personas están
empezando a hacer llegar su reclamo también a la Justicia. Aunque menos
conocida y visible que en medicina, la mala praxis en psicología también existe.
Capitulo 04. Confidencialidad. Denuncian el uso de datos privados de una terapia
en un proceso de divorcio en Valladolid. Un padre separado espera, desde hace
un año, la respuesta del Colegio de Psicólogos a un requerimiento por falta de
ética.
Poco podía sospechar Pablo Simonetti que aquellas terapias de pareja
propuestas por la que entonces era su mujer para salvar el matrimonio
terminarían en un informe psicológico para defender la petición de la custodia de
los hijos en favor de la madre.

Describe este padre actualmente divorciado que, hace ya dos años, la pareja
comenzó a acudir a terapia «porque ella me lo propuso y así llegué a acudir a
dos consultas con un psicólogo colegiado con ella, los dos juntos, y a otro par de
citas individuales, yo solo, en el verano de 2016; pero, ya en septiembre, ella
decidió comenzar con el proceso de divorcio y me ofreció ir a su propio abogado
para comenzar a tramitarlo de mutuo acuerdo, propuesta inaceptable según me
indicó después mi letrada y, en enero de 2017, recibí la demanda de divorcio tras
haber roto un mes antes las negociaciones», según el relato de Pablo Simonetti.
Es en esa demanda en la que la mujer presenta un informe psicológico
encargado por ella cuyo contenido «viola la confidencialidad y el secreto
profesional de las conversaciones de la consulta». El estudio clínico realizado
por el psicólogo no se detiene en el estado clínico de la propia interesada sino
que alude a detalles del comportamiento en la consulta de este hombre de 42
años y a los relatos que el que entonces era su paciente le refería durante las
sesiones de terapia, confidencias también de cuando acudía solo a la cita con el
psicólogo. El informe psicológico recoge enunciados como que «mi impresión
clínica sobre Pablo es la de que posee una personalidad...», y añade siempre
detalles negativos del hombre frente a los de la interesada «que aparece como
víctima», dado que es un informe de parte que «persigue conseguir la custodia
de los menores»; pero, insiste en ello el denunciante, «no es un peritaje judicial,
no es un informe encargado por el juez sino por la parte de ella utilizando datos
confidenciales y manifestaciones mías, muy íntimas y en un ambiente de
confianza y secreto profesional, que obviamente luego se ha traicionado y se ha
intentado utilizar en contra mía». El informe además, indica el padre, «recoge
datos de mis hijos, con los que ha mantenido contacto y con uno de ellos incluso
'le conozco profesionalmente' –recoge el informe–. Sin que a mí se me haya
pedido permiso alguno para llevar a mis hijos, menores de edad en ese
momento, y todavía casados su madre y yo, para llevarlos a la consulta del
mismo psicólogo». El interesado también insiste en que «en ningún momento se
le pidió consentimiento» para realizar tal informe en base a las terapias en las
que él participó.
Finalmente, el informe «no fue usado en el proceso que terminó con un acuerdo
y la sentencia de divorcio salió en noviembre de 2017. Creo que es obvio que no
es al menos ético y que es una mala praxis por intereses personales». Pablo
defiende que «perseguía quedarse con la custodia de los niños, algo que logró,
y por lo tanto vivir ella en el piso –del cual yo pago al mitad de la hipoteca–. De
hecho, creo que se los ha trabajado, me ha ido desconectando con ellos,
impidiendo cualquier contacto y como son mayores de 12 años pueden decidir y
no visitar a su padre si no quieren. Están alienados. Ella solo se pone en contacto
conmigo para reclamar pagos en concepto de gastos extraordinarios que, en
realidad, entran en la pensión alimenticia».

Cap 04. Relaciones con el paciente. UN FALLO SIN ANTECEDENTES | MALA


PRAXIS PSICOLOGICA
Condenan a una psicóloga por “enamorar” a un paciente

Los jueces argumentaron que fue una falta de responsabilidad profesional. Y las
pericias mostraron que dejó al ex paciente en “un estado de desesperación”.
Deberá pagarle 28 mil pesos por daños. Ella es psicoanalista, divorciada, unos
40 años; él anda ahora por los 22 y en su adolescencia padeció una fuerte
adicción a las drogas. La cartilla de una prepaga los cruzó en un tratamiento de
dos sesiones semanales. Pero con el correr del tiempo la relación entre ambos
se fue volviendo demasiado personal, al punto que la terapia derivó en un
romance fogoso del cual él salió bastante maltrecho. A ella no le fue mucho
mejor: la Cámara Civil porteña acaba de condenarla por la irresponsabilidad de
haber enamorado a un joven paciente.

Se trata de un caso judicial inédito de mala praxis psicológica. El chico —tenía


17 años al iniciar la terapia— demandó a su terapeuta con el argumento de que
tanta pasión y un abrupto desplante final empeoraron su salud mental. En
primera instancia, un juez le había rechazado el reclamo y cargado las costas
del juicio. Pero la Sala A de la Cámara revocó esa decisión y, según una
sentencia a la que accedió Clarín, le dio una indemnización de 28 mil pesos: 20
mil por daño moral y 8 mil por daño psicológico.

El fallo se basa en lo que revelaron las pericias: que la actitud de la analista le


generó al paciente "un estado de desesperación con la convicción de no
encontrar una salida" para sus problemas. En las entrevistas con los peritos, el
joven relató que todo empezó cierta sesión en la que ella se le acercó de manera
inusual al diván y —concretamente— le hizo una propuesta sexual. De ese modo
iniciaron un vínculo que se extendió por dos años.

Como pruebas adicionales, el joven aportó al expediente fotos que ella le había
regalado junto a un compilado de temas sugerentes, como "Toda una noche
contigo", "Conociéndote" y "Nuestro amor comenzó a vivir". Sus encuentros
solían ser nocturnos, en lugares escogidos por ella con pedido de máxima
reserva.

La ley 23.277, que rige el ejercicio de la psicología en la Argentina, no prohíbe


expresamente las relaciones tan cercanas entre terapeuta y paciente; en cambio,
sí las veda el Código de Ética de la Asociación de Psicología de Buenos Aires.
Se apunta a que no se trata de un simple vínculo entre pares, porque el
psicoterapeuta se encuentra en un lugar especial respecto de su paciente por
ser el poseedor del conocimiento.

De todos modos, los camaristas —Jorge Escuti Pizarro, Ana Luaces y Hugo
Molteni— no fundaron su decisión en razones morales. Utilizaron una serie de
artículos del Código Civil: los que hablan de la responsabilidad profesional, la
negligencia y la omisión de cuidados de quien tiene un deber sobre la salud de
otro.

Citando al vicepresidente de la Sociedad Iberoamericana de Derecho Médico,


Alfredo Kraut, la Sala A de la Cámara explicó que lo difícil en estos juicios es, a
diferencia de lo que puede ocurrir con una cirugía, "probar el error médico, así
como lo necesario para acreditar que el daño se ha generado como
consecuencia de ese error y no de la propia personalidad y patología del
paciente".

En este expediente, cuyos datos no se publican para preservar la intimidad de


las partes, los jueces no dudaron que se había producido un "abuso de
transferencia". Con esta designación técnica, se suele hacer referencia —de
acuerdo a la definición recogida en el fallo— al "elemento afectivo, en el contrato
psicoterapéutico, sustentado en el vínculo respecto del cual el paciente transfiere
al terapeuta los sentimientos y las sensaciones afectivas de su entorno en la
etapa infantil, que no son otros que los paternales".

La relación en sí se verificó a través de los dichos de una vecina del chico, que
aseguró haber visto varias veces a la pareja entrar al edificio donde vivía él.

La psicoanalista —a su vez— ofreció cinco testigos; entre ellos a su propio novio,


que se quejó de un supuesto acoso del paciente. De hecho, ella lo había
denunciado penalmente por los delitos de coacción y amenazas. En ambos
expedientes el chico fue sobreseído; en uno, porque su adicción a las drogas lo
volvía inimputable. A los testigos de la defensa, los jueces tampoco les dieron
mayor importancia: eran empleados del sanatorio donde ella tenía su consultorio
y cuyo padre es el principal accionista.

Poco antes de esas denuncias, le había avisado que el romance no iba continuar:
la noticia terminó de desequilibrarlo. Según los cálculos que hicieron los peritos
que actuaron en el juicio, el paciente seducido por la psicóloga necesita ahora
de al menos 156 nuevas sesiones para recuperarse de este amor contrariado.
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