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Mile Bluett
Título: La pasión del marqués
Libro 3
Serie: Romances victorianos
Autora: Mile Bluett
Primera edición: Marzo, 2023.
©Mile Bluett, 2023.
mileposdata@gmail.com
Instagram: @milebluett
Twitter: @milebluett
Facebook: Mile Bluett Autora
Amazon: author.to/milebluett
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Próximamente
Mile Bluett
Agradecimientos
Sinopsis
Él tragó en seco.
—Vuelve adentro —dijo mortificado por el bulto en sus
pantalones.
—¿Buscar alivio…?
—Espacio para sosegarme —respondió en una
exhalación—. Tal vez encontrarnos a solas no era tan buena
idea.
—Me encantaría ser tu esposa, pero para eso primero
deberíamos comprometernos.
—¿El obispo?
Él asintió.
—Y ella ha sido una estupenda esposa, gran madre
también. Lleva la casa mejor que muchas de las mujeres de
mis pares, es una anfitriona excelente y ha tomado el timón de
nuestro hogar para sacarnos de una que otra tormenta, cuando
hemos estado a punto de naufragar y yo… no podía hacerlo
solo.
—Sí, describe usted a mi querida madre. Pero lo suyo fue
suerte. Piénselo, padre. Le presentan a una dama de exquisitas
maneras, con supuestas virtudes… Solo le queda confiar en
quienes le hablaron de sus talentos y su buen corazón. Pudo
haberse salido de control tras años de matrimonio, cuando
ambos se hartasen de cumplir un papel. ¿Y si usted con el
tiempo no se hubiera enamorado? ¿Y si mi madre no hubiese
sido tan tratable y poseyese un carácter difícil? ¿Estaría igual
de pleno y feliz?
El lord carraspeó. Esas disertaciones interminables con
Rose eran de continuo, para cada comentario tenía una
respuesta.
—El hijo de mi mejor amigo, quien ya descansa en paz,
es un hombre de principios como su padre. Él ha vuelto a pedir
tu mano, cuando yo creía que era algo imposible y me veía
mendigando un trato decente para ti.
Rose abrió los ojos desmesuradamente. «Ese hijo de su
amigo». Sí, el padre tal vez fue magnífico, pero el hijo tenía
algo en la mirada que no la terminaba de convencer. Todd
Rodhes, duque de Thane, era correcto, caballero, amable, mas
no le gustaba. Era un presentimiento, y ella no solía tenerlos a
menudo, pero a este había decidido prestarle atención. No le
convenía. No se iba atar a él. Le aterraba el matrimonio,
saberse «propiedad» de un hombre que no fuera su padre y
jamás poder escapar… si la convivencia no resultaba. Y estaba
casi segura de que no iba a funcionar porque su corazón se
negaba a dejar entrar a alguien más que no fuera su… «primer
y único amor», pensó con un escalofrío recorriéndole la
espalda.
Tras la muralla que la vida levantó entre ella y Oso
intentó negar mil veces sus sentimientos. Se juraba que no era
por él que rechazaba a uno y otro pretendiente, como un
castillo de naipes gigantes desmoronándose a sus pies.
—Mis únicos planes en esta temporada son concursar
con mis flores y apoyar a Daisy en lo que para ella es
importante.
Rose abrió los ojos esa fría mañana previa a San Valentín.
Pensó en las invitaciones que había recibido.
Afortunadamente, las amenazas de su madre no se cumplieron.
La habían incluido en casi todas las actividades de la
temporada en la que sus padres y Daisy iban a acudir. Tal vez
era el beneficio de ser hermana de una debutante o el de ser la
hija de los anfitriones más queridos de Londres, eventos que
nadie quería perderse.
Daisy estaba feliz porque su hermana la iba a acompañar.
Confiaba en sus consejos para tener éxito encontrando al
caballero que en un futuro cercano la convertiría en su esposa.
Esa tarde era el concierto en casa de los duques de
Weimar, uno de los eventos más esperados. Y había mucho
por hacer, su responsabilidad mayor era supervisar que la
doncella se ocupara de que su atuendo y su peinado lucieran
impecables. Pero antes, había otros asuntos importantes. La
temporada había abierto con un baile colosal en su residencia
y, por supuesto, «él» no había sido invitado. Oso. Sería
distinto esa tarde. Emery era muy cercano a Jason y no
faltaría.
El día siempre comenzaba antes del alba en la mansión
de los barones. Las costumbres de antaño se cumplían al pie
de la letra. Sus padres amaban esas tradiciones, si algo no se
llevaba a cabo sentían que el día terminaría por ser un
desastre.
Oso tenía unos anillos de oro entre los dedos, les daba vueltas,
acariciándolos. Ya había contemplado varias veces la
inscripción de una fecha en el interior de ambos, justo cuando
sus padres contrajeron matrimonio. Nadie pensó que morirían
el mismo día de una forma tan trágica. Los eventos se
sucedieron en su cabeza y los cabos sueltos lo atormentaban
aún.
—¿Tú? —ironizó.
—A responder por mis fallos —alegó con madurez y
seriedad—. Milord, no quería romper las reglas de su casa, ni
traicionar la amistad entre nuestras familias… No es justo que
mis padres tengan que pagar por mis faltas. Vengo a
ofrecerme, a hacer un pacto… Quiero desposar a Rose cuando
usted dé su autorización para ello.
—Nos queremos.
—¡No sabes lo que es el amor! Estás empezando a vivir
—bramó sorprendido por las sórdidas revelaciones—. Dímelo
todo. ¿Has tocado sus cabellos, rozado su piel? —En breve,
las manos de Peasly sujetaban con fuerza a Oso por los
antebrazos, apretándolos con fuerza—. ¿La has mancillado?
¿Te atreviste a deshonrarla?
—Gracias, amiga.
La dejó con una sonrisa y casi corrió por los pasillos
internos de la residencia. Una sonrisilla cómplice se dibujaba
en su rostro, debía estar junto a sus padres lo antes posible o le
reprocharían por haberse escabullido en plena velada.
—¡¿Por qué?!
—Porque, aunque te cueste creerlo, sigo siendo dueña de
mi destino y tengo dignidad.
—¡Te casarás con quien tu padre te ha ordenado! —le
recordó su supuesta afirmación.
—Lo hice hace unos minutos, pero ella me dijo que no.
Asume que no soy sincero y que solo conseguiré que ambos
seamos desdichados. Y tiene razón, le dije que la quería para
engendrar herederos, que la refundiría en Blackblood Priory y
otro montón de sandeces. Quería ser amable y terminé
comportándome como el más frío de los infames. No sé qué se
apodera de mí cuando me mira con esos ojos llenos de
reclamos.
—¿Mi familia?
—Tu padre.
Lo escuchó. Estaba a punto de sucumbir, pero cuando
habló de su progenitor volvió a estar en desacuerdo. No abogó
por Leonard, Emery lo detestaba, así que cualquier intento de
hacerle cambiar de opinión sería en vano. Aunque su corazón
latía acelerado por Oso no le gustaba como este se esforzaba
por ver caer al barón.
—No puedo seguir aquí, no con alguien que detesta a uno
de los míos —espetó Rose titubeante.
—Peasly no es un buen hombre —añadió con serenidad.
—¿Y tú eres mejor que él? —inquirió y lloró más
profusamente.
—Le rogué por tu mano y se negó cada una de las veces.
No llores, por favor, no sé lidiar con ello. —Su voz se quebró
al final dando muestras de su impaciencia. Era bastante frío y
controlado, pero no al tenerla así después de tantos años.
El recuerdo abrumador del altercado entre Emery y su
padre volvió a poblar su mente, desde ese día, en que había
visto de frente hasta dónde podía llegar su furia, no volvió a
ser igual.
Aquella vez que, tras varias súplicas de ella, Oso había
irrumpido en la propiedad para hablar con su padre, todo se
salió de control. El muchacho ni siquiera inició el diálogo,
con la mirada afilada y la esclerótica inyectada en sangre, se
había lanzado contra Peasly, haciéndole honor a su
sobrenombre. Un oso salvaje que había atrapado con sus
mortíferas garras a su presa. El barón forcejeó para tratar de
salvarse. Pero Emery, sin escuchar los gritos desesperados de
Rose y de Aurora, solo conseguía apretar más.
—¡Es un usted un sinvergüenza, canalla! —le decía.
—¿Entonces?
—Que el jardinero comience cuanto antes a hacer las
gestiones. Quiero rosas para la primavera. Ahora necesito un
brandy, por favor —solicitó, pero parecía que le hablaba a la
nada.
—Apenas se está recuperando de la noche anterior,
debería… —Price intentó persuadirlo en vano.
—Mañana será un buen día para recuperarme.
—He dicho que nadie volverá a tocar ese tema. ¿Por qué
se aferran a sacar a la luz un asunto ya enterrado? —siguió
Leonard con exasperación.
—¿Acaso no lo imaginas?
Rose bajó la mirada. Su madre jamás se habría quedado
al lado de alguien que se hubiere manchado de tal forma.
Aurora seguro habría luchado por mantenerse indemne. Y su
padre la iba a seguir hasta el infierno, ese como el que
devoraba a Oso. Todo era un espanto.
Tras dar ese paso que cambiaría la vida que había tenido
hasta la fecha, fue a sus oficinas a ocuparse de sus
responsabilidades. Trató de concentrarse en las actividades del
día: los contratos, las reuniones y la cita con el arquitecto que
diseñaría el invernadero, pero la mente lo traicionaba a cada
segundo. Aquel acercamiento con Rose le trajo reminiscencias
del pasado y, con ellas, todas las interrogantes que habían
quedado sin resolver.
Mientras trabajaba con el arquitecto en la maqueta del
invernadero, y trataba de concentrarse en las tuberías con
aspersores que llevarían el agua para mantener las plantas
hidratadas, seguía pensando. Revelarle a Rose aquellos
detalles tan específicos de su pasado fue necesario. Ella debía
saberlo todo si iba a unir su vida con él para siempre. Había
información que guardó por no tener el valor para confesárselo
de frente. Era un secreto que no sabía si algún día podría decir
en voz alta. Él ya estaba destrozado, no quería borrarle la
sonrisa de golpe y con efecto a largo plazo.
Remover el pasado tenía sus consecuencias, volvía a
pensar en todo lo ocurrido y eso significaba que el dolor, la
culpa, el resentimiento y la frustración por no haber podido
hacer nada, volvían a atormentarlo. Con dieciocho años había
decidido dejar todo atrás, dejarse llevar por la pasión del
momento, adormecer el pensamiento, lo que fuera con tal de
no enfrentar las implicaciones de lo acontecido.
—Madre, creí que yo leía más que usted, pero ya veo que
me supera. Eso solo se ve en novelas.
—Él nos odia. Está esperando el momento de vernos caer
—insistió.
—Confío en Emery —dijo sosteniendo el collar que le
regaló—, no me convencerá de lo contrario.
Un escalofrío la recorrió. La garganta se le secó por
completo. «Oh, Dios mío no lo permitas», suplicó Rose para
sus adentros. Sintió el aguijonazo de la incertidumbre. Creía
en él, pero aquella pútrida historia que le revolvía las entrañas
la estaba calando lentamente, envenenándola. Quería
protegerse de la ponzoña. Pero, demonios, hasta entendía que
Emery quisiera darle un golpe bajo a su padre. Leonard había
deshonrado a la familia de Oso, después había matado a su
padre y su madre se había suicidado por la culpa.
Capítulo 15
—Por favor.
—Hay alguien que era muy amigo de Peasly y vino con
él en esa ocasión. Eran inseparables. Ese sí era su amigo, no el
pobre de Joseph, ese era el cornudo. —Oso casi fulmina a la
señora Scott con la mirada. No le gustaba que usaran ese
término delante de él, pero la escocesa no tenía pelos en la
lengua—. Esos dos se tapaban todos los secretos. El antiguo
lord Sadice. No el hijo, el padre.
—Pero ese hombre está muerto.
—De haber estado vivo, seguramente sabría todo.
—Solo me quedaré esta noche. Tengo que hacerle una
visita a un viejo amigo. Gracias por todo, ahora que preparen
mi habitación debo asearme antes de ver al administrador.
Mañana parto al alba.
—Su habitación ya está lista, milord —dijo poniéndose
de pie y retirándose, no sin antes lanzarle una mirada de pesar.
Capítulo 16
—¿Por qué dices que tal vez tengas que ver con el
regreso de Sadice? —indagó Jason a Oso.
Los amigos tenían sus miradas clavadas en el recién
llegado.
—Lo sé.
—Con el permiso de ambos. —Oso le indicó el camino a
Sadice y al ritmo de la marcha lenta del lord, ambos
caminaron hacia otra de las salas más privadas del lugar.
Oso tomó la delantera al ver que Kilian iba despacio. Dos
pasos atrás, al compás de su bastón, iba el vizconde Sadice.
Lucía un abrigo negro encima de la chaqueta que no había
dejado en el perchero, ni con los lacayos. Sabía que su
permanencia sería muy breve.
—Aún no lo decido.
Oso le agarró la mano y se la apretó hasta que los dedos
de Sadice ya no resistieron la presión demoledora.
—Lo siento mucho por ella, por ti, por tus hermanos.
Ella negó.
—Me fui de mi casa porque no creo poder continuar
viviendo bajo el mismo techo que mi padre —explicó al fin—.
Jamás le perdonaré que nos haya alejado para deshacer nuestro
vínculo —ratificó Rose dándole un poco de esperanza.
—¿Por qué crees que nos separaron? Mientras más lejos
estuviéramos los dos, menos posibilidades tendrías de conocer
la bajeza de tu padre. Entiendo que es tu progenitor y que te
resulte difícil verlo como tu enemigo porque, aunque actuó
como un condenado egoísta, sé que te quiere.
—Estaré encantado.
En cuanto se despidió de Edward, quien no dejaba de
maravillarle por su madurez y rectitud a sus años, se recordó a
sí mismo en esa etapa. Había sido un joven centrado,
apasionado, pero con valores bien cimentados, los que su
padre le había trasmitido. Todo se había ido al cuerno cuando
los sucesos del pasado trastocaron el que creyó sería su futuro.
Respiró hondo y caminó hacia la estancia donde aguardaba
Jacob. Si su sola presencia ya era suficiente motivo para
intrigarlo, al verlo con el rostro desencajado por la
preocupación, las gotas de sudor corriéndole por la frente y la
impaciencia a flor de piel, se preocupó por completo.
—Sáquenme de aquí.
Tuvo que reprimir sus intentos de arrojarse a los brazos
de Emery que la contemplaba con un inmenso amor, que se
escapaba de sus pupilas. No tenía ojos para nadie más. Se
trasmitieron tantas palabras con las miradas… Él también
estaba aliviado de verla en una pieza y lejos de estar a solas
con Thane. Sin embargo, el saber que había sufrido una lesión
que la había llevado al hospital no permitía que ese alivio
fuera completo.
—Tus besos… tus labios, mujer, son los más dulces que
he probado jamás, me están matando. No me digas eso, porque
soy capaz de cambiar todos mis planes y raptarte esta misma
noche para llevarte conmigo a Escocia. Cielo, quiero que seas
mi esposa, que tengas todos los privilegios, que nadie te
rechace y que todas las puertas se abran ante ti. Por eso, tendré
que contenerme esta noche, porque me tienes tan loco que ni
siquiera he trazado el ardid perfecto para llevarte a mi casa, sin
que nadie se percate, para amarte sin clemencia hasta que
amanezca. Pero tras mi regreso de Escocia nos casaremos y no
dejaré trozo de tu piel sin que mi lengua lo recorra —prometió
con la voz ronca por la necesidad. Haré los arreglos antes de
irme.
—Enseguida, milord.
—Sí.
—¿Acaso tienes una ligera sospecha?
—Sí.
—¿Jacob vino a hablar con usted antes de dormir?
—No he visto a tu hermano desde que vino a reclamarme
por dejar a Todd al mando de la familia. ¿También vienes a
exigirme?
—¿Dónde guarda sus armas? —inquirió sin retener las
palabras de su padre.
—¿Mis armas? ¿Para qué quieres saberlo?
—Yo también.
—Esa misma.
—¿Dónde está ahora?
—Se retiró a descansar, pero me dijo que mañana
empieza mi entrenamiento. ¿A qué se refiere?
Por todos los abrazos que se habían tenido que negar por
mantener a salvo el honor de los dos, se fundieron en un
ardoroso lazo. Los labios de ambos se buscaron con desespero.
Las manos de ella quedaron sobre las mejillas de él, lo miró
largamente.
—Aquí no ha venido.
—Me preocupa.
—Ya es un hombre. No necesita de tu protección. No
dispararé si él se retracta. Doy mi palabra. No importa cuánto
me haya ofendido. Retrocederé en el momento en que él se dé
cuenta que no somos enemigos.
—Hay algo que debo decirte también de Annalise, no
creo que…
—También mi padre.
Oso volvió a abrazarla con fuerza. La besó en la frente
con una exhalación. Después, respiró hondo para volver a
llenarse de oxígeno. Tardaría en asimilar cada palabra y frase.
Era funesto y enrevesado y… triste.
Un vínculo fuerte lo unía a Jacob. Debía ponerle fin a
todos los duelos que seguían abiertos y luchar por su
tranquilidad. En algo Rose tenía razón, siempre sintió una
simpatía especial por el muchacho. La sangre le había hablado
de alguna manera, pero él vivió demasiado obcecado para
entenderlo.
Querida Rose:
Espero que el amor que se tienen siga creciendo y que su
estancia en Francia sea emocionante. Pero no olviden que
aquí se les echa de menos. ¿Cuánto tiempo seguirán lejos?
Te cuento cómo va todo por aquí. La época de caza del
urogallo rojo en Goldenshadow Castle fue un éxito. Tuvimos
muchos invitados, y alguna que otra pareja dio el paso,
motivados por la belleza de los atardeceres en el castillo. Se
concretaron compromisos.
Isabelle Raleigh
Londres, 1867
Mientras tomaban el desayuno en Bloodworth House en
una mesa dispuesta en su recién estrenado y magnífico
invernadero, Oso se dirigió a su amada esposa.
—Oh, mira esta noticia que ha publicado el Times, amor.
En Francia se logró el primer híbrido de rosales de té,
marcando así la frontera entre las Rosas Antiguas y las Rosas
Modernas. Estuvo a cargo de Jean-Baptiste Guillot y la llamó
La France.