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Alianza Universidad Textos Josefina Gómez Mendoza,

Julio Muñoz Jiménez,


y Nicolás Ortega Cantero

El pensamiento geográfico
Estudio interpretativo y antología de textos
(De Humboldt a las tendencias radicales)

Segunda edición corregida y aumentada

Alianza
Editorial
Capítulo 1
EL PENSAMIENTO GEOGRAFICO
DECIMONONICO

Las interpretaciones sobre la articulación y la evolución del saber


geográfico coinciden frecuentemente en la afirmación del carácter resuel-
tamente innovador y científicamente fundacional de las elaboraciones de-
cimonónicas. El pensamiento geográfico del siglo pasado — y, en particu-
lar, el procedente de Alexander von Humboldt y de Karl Ritter— ex-
presaría así tanto una sensible solución de continuidad respecto a los
planteamientos anteriores como el surgimiento de perspectivas llamadas
a configurar el soporte de lo que suele considerarse geografía moderna
y científica.
«Bajo la poderosa inspiración de Alejandro de Humboldt — escribía
en 1873 Louis Vivien de Saint-Martin— se ha fundado una escuela nueva
de geografía científica, que tiene por maestro al eminente Cari Ritter, de
Berlín, cuya obra, el Erdkunde, ha «ido saludada como el código y evan-
gelio» *. En el siglo xix se habría asistido, según la valoración intetipre-
tativa de Jean Brunhes, «al verdadero renacimiento de la geografía en
Europa», renacimiento iniciado precisamente por Humboldt-v-JUtter, y que
conlleva la~sustitución de la «antigua geografía» — descriptiva, inventarial
y enumerativa— por una «nueva geografía» _o «geografía moderna» de-
finitivamente explicativa, sistemática y científica2.
1 Vivien de Saint-Martin, L. (1873): Historia de la geografía y de los descubri-
mientos geográficos. Traducida y anotada por M. Sales y Ferré, Sevilla y Madrid,
Administración de la Biblioteca Científico-Literaria y Librería de D. Victoriano Suárez,
2 tomos, 1878, t. II, p. 504. [El año que aparece, entre paréntesis, inmediatamente
después del nombre del autor es siempre el de la edición original del trabajo. Cuando
se ha utilizado alguna reedición o traducción del trabajo, la fecha de ésta aparece pos-
teriormente, después del nombre de la editorial.]
2 Cfr. Brunhes, J. (1910): Geografía humana. Edición abreviada por Moje. M. Jean-
Brunhes Delamarre y P. Deffontaines, Traducción de J. Coma Ros, Barcelona, Juven-
tud, 3.a ed., 1964, pp. 25-26.
20 E l pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 21
Este tipo de interpretaciones tiene el mérito de resaltar las indudables principales: por una parte, la asunción de la Historia como definidora
y fecundas modificaciones introducidas por el pensamiento geográfico de- de una empiricidad basada en el orden temporal de las cosas, de forma
cimonónico. Pero el entendimiento del alcance y dé la significación de que la inteligibilidad de las mismas se anuda a su devenir, y, por otra,
esas modificaciones — y de las dificultades conceptuales y metodológicas f la introducción de una conciencia epistemológica del Hombre como tal
sucesivamente planteadas— requiere tener en cuenta las estrechas rela- y, en consecuencia, la aceptación de una nueva positividad que se refiere
ciones existentes entre pensamiento geográfico y orden cognoscitivo ge- a las relaciones entre Naturaleza y Naturaleza humana6. La inédita , pe-
neral. Son esas relaciones, en efecto, las que permiten comprender en su netración de la Historicidad y del Hombre en el campo del saber occi-
contexto algunas de las" características definitorias y de las innovaciones dental es lo que caracteriza prioritariamente al nuevo sistema„de. positi-
relevantes de las sistematizaciones geográficas del siglo pasado, tales como, vidades decimonónico: el orden temporal y el orden humano — así como
por ejemplo, su clara autoconciencia fundacional o su expresa asunción las conexiones de este último con el orden natural— aparecen ahora como
de perspectivas explicativas de signo progresista y cientifista. el soporte positivo de los conocimientos. Y en el campo del conocimiento
Porque si algo caracteriza primordialmente al pensamiento geográfico geográfico esas nuevas positividades van a desempeñar, como veremos,
decimonónico, es precisamente su expresa voluntad — acorde con las as- un papel fundamental.
piraciones cognoscitivas generales del siglo— de fundar un sistema cien- El nuevo sistema de positividades configura el contexto en el que se
tífico de conocimiento definitivamente superador de las deficiencias, erro- , enraízan y se hacen posibles las sucesivas racionalidades decimonónicas:
res y limitaciones del saber tradicional. Al igual que en otros campos del esas racionalidades — y, entre ellas, las racionalidades geográficas— ad-
conocimiento, en el campo de la geografía se manifiesta vigorosamente quieren sentido al procurar definir un orden cognoscitivo que ilumine
la intención de «establecer originariamente el Nuevo Orden Significante y explique racionalmente las modalidades del orden percibido y aceptado
del Mundo», de iluminar semánticamente, por tanto, «lo que, siendo hasta que configuran el nuevo sistema de positividades. El conocimiento reflexivo
ahora caos y confusión tradicional, "debe-ser-desde-ahora” cosmos ordenado y el saber científico definen así un orden cognoscitivo que explícita y ex-
y lleno de sentido» i . plica el orden implícito en el espacio general del saber. Y tanto un orden
como otro — el del sistema de positividades y el de las racionalidades
Las claves definitorias del proyecto científico decimonónico explicativas— se encuentran relacionados, en el siglo xix, con el ascenso
del nuevo orden industrial y con la autoconciencia fundacional de la nueva
Los últimos años del siglo xviii y los primeros del xix delimitan, sociedad industrial. Algo de verdad parecen encerrar las sintomáticas
como ha advertido Michel Foucault en su investigación sobre la arqueolo- palabras que Henri de Saint-Simon escribió en 1808: «Las revoluciones
gía de las ciencias humanas, un período de transición en el que se consuma científicas siguen de cerca a las revoluciones políticas» 7.
una notable modificación en la configuración del sistema de positividades, Este es, en resumen, el entramado en el que hay que situar el pro-
en la caracterización del espacio general del saber: «No se trata de que yecto científico decimonónico y el orden cognoscitivo que proclama. Y uno
la razón haya hecho progresos, sino de que el modo de ser de las cosas y otro se apoyan, por otra parte, en un conjunto de pretensiones y de
y el orden,que, al repartirlas, las ofrece al saber se ha alterado profun- creencias básicas — que en ocasiones prolongan y reformulan algunos de
damente»4. Lo que se produce es una mutación del espacio de orden los ingredientes ya presentes en el pensamiento occidental anterior— que
que sustenta al saber reflexivo, una transformación del campo epistemo- pueden ser sistematizadas en torno a cuatro grandes apartados. En primer
lógico — de la episteme— en el que el conocimiento arraiga su positividad lugar, la expresa pretensión de racionalidad, entendida como adaptación
y se hace posible. Y es precisamente esa discontinuidad en la episteme de los medios a los fines tanto en los procesos de intervención sobre el
de la cultura occidental, patente a principios del siglo xix, la que «señala medio natural como en las propias operaciones del conocimiento; y los
el umbral de nuestra modernidad» 5. fines predominantemente aceptados tenderán a situarse, de uno u otro
La modificación del espacio general del saber que se produce en torno modo, en la línea de la producción y de la adquisición de riqueza ma-
a los comienzos del siglo xix aparece basada, según Foucault, en dos hechos terial.
3 Moya, C. (1975): «Henri de Saint-Simon y la fundación del positivismo cien- En segundo lugar, culminada ya la dinámica de desacralización y ba-
tífico social», en Saint-Simon, H. de (1821): El sistema industrial. Prólogo de C. Moya. nalización de la Naturaleza que, como señala Mircea Eliade, posibilita
Traducción de A. Méndez, Madrid, Ediciones de la Revista de Trabajo, 1975, pp. VII- la intervención humana en el orden natural y la constitución de la rienda
”^Foucault, M. (1966): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias .
humanas. Traducción de E. C. Frost, México, etc., Siglo X X I Ed., 9 “ ed., 1978, 4 Cfr. Ibid., especialmente pp. 1-10 y 213-333.
p. 8. T Saint-Simon, H. de (1808): La physiologie sociale, París, Presses Universitaires
5 Ibid., p. 7. de France, 1965, p. 47.

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22 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 23

moderna8, se potencia decisivamente el sentido faustiano de dominación el cual deben tender las ciencias directamente, el descubrimiento de las
de la N aturaleza9, que se concreta y se expresa a través de la valoración leyes, del principio de unidad que se revela en la vida universal de la
positiva del trabajo. La unión de los dos aspectos citados, racionalidad naturaleza. Siguiendo la senda que acabamos de trazar, los estudios físicos
y dominación de la naturaleza, permite articular una de las pretensiorfes I no serán menos útiles a los progresos de la industria, que también es una
fundamentales del proyecto científico decimonónico que, además, expresa noble conquista de la inteligencia del hombre sobre la materia. Por una
ejemplarmente las relaciones éxistentes entre ese proyecto y el nuevo orden feliz conexión de causas y de efectos, generalmente aun sin que el hombre
industrial: la pretensión de conseguir una manipulación racional del medio lo haya previsto, lo verdadero, lo bello y lo bueno se encuentran unidos
natural que acabase de una vez por todas con lo que cierto autor de la a lo útil. El mejoramiento de ios cultivos entregados a manos libres y en
época denominaba «idolatría de la naturaleza» w. las propiedades de una menor extensión; el estado floreciente de las artes
En tercer lugar, y en estrecha relación confio anterior, hay que se- mecánicas, libres de las trabas que les oponía el espíritu de corporación;
ñalar el relevante papel atribuido al pensamiento científico: la ciencia, el comercio engrandecido y vivificado por la multiplicidad de los medios
convertida en «sustitutivo laico de la religión» u, se concibe y se practica de contacto entre los pueblos, tales son los resultados gloriosos de los
como seguro eslabón entre racionalidad y dominación de la naturaleza. progresos intelectuales y del perfeccionamiento de las instituciones políti-
En la confianza depositada en la ciencia respecto a esa misión se basa cas en las cuales este progreso se refleja. E l cuadro de la historia mo-
tanto la decidida creencia en la infalibilidad científica como la sobrevalo- ) derna es, bajo este respecto, capaz de convencer a los más porfiados» I3.
ración que se hace de la «eficacia» como criterio de delimitación del inte- Como se ve, estamos ante una exposición paradigmática de los ingredien-
rés científico. Finalmente, el cuarto gran ingrediente básico del pensa- tes básicos de la racionalidad decimonónica: y esa exposición remite ciar
miento científico y del orden cognoscitivo decimonónicos es la fe en el ramente a la presencia del orden industrial que posibilita el avance de la
progreso-, aunque se trate de una idea de la que «no puede probarse su razón científica y las condiciones del progreso.
verdad o falsedad» a , lo cierto es que la idea del progreso y la ciega Sobre las premisas configuradoras descritas se articula el proyecto
creencia en ella subyacen firmemente arraigadas en el pensamiento de- científico decimonónico. Un proyecto que considera a la ciencia positiva
cimonónico. E l progreso se entiende como consecuencia ineludible de la como modelo universal de todo conocimiento válido. Y esa ciencia posi-
intervención racional del hombre sobre la naturaleza a través de la efica- tiva, que ahora podrá referirse, salvando antiguas dicotomías, a la totalidad
cia científica. de los objetos de conocimiento naturales, humanos y sociales, se edifica
El pensamiento geográfico de la época se muestra, como tendremos imitando fielmente la caracterización conceptual y metodológica de un
ocasión de comprobar, particularmente receptivo en relación con las pre- conocimiento científico que ha probado sobradamente su eficacia y su fe-
tensiones y creencias enunciadas. A título de ejemplo, parece oportuno cundidad: la ciencia física newtoniana. «El método científico universal,
incluir aquí algunas consideraciones planteadas por Humboldt en su Cosmos el método científico positivo, es el método de la ciencia física, modelo
que articulan magistralmente la pretensión de racionalidad, la positiva universal de todas las ciencias» I4. Se produce así una difusión y universa-
valoración de la dominación del medio natural, la segura confianza en lización del modelo físico de la ciencia', con la pérdida de la modestia cien-
la ciencia y, por último, la fe en el progreso: «Del mismo modo que, en tífica a la que se ha referido Werner Heisenberg, pérdida que supone
las elevadas esferas del pensamiento y del sentimiento, en la filosofía, la olvidar que la ciencia «formula enunciados válidos para dominios estric-
poesía y las bellas artes, es el primer fin de todo estudio un objeto interior, tamente delimitados, y sólo en tales límites les atribuye validez» 15, los
el de ensanchar y fecundizar la inteligencia, es también el término hacia ' planteamientos y los resultados de la física newtoniana pasan a ser con-
siderados como afirmaciones sobre todo el conjunto de la naturaleza y de
8 Cfr. Eliade, M. (1956): Tierreros y alquimistas. Traducción de E. T., Madrid, la sociedad.
Taurus y Alianza (El Libro de Bolsillo, 533), 1974, pp. 153-154. Y como se suponía que el objetivo fundamental de toda ciencia posi-
9 Cfr. Landes, D. S. (1969): Progreso tecnológico y revolución industrial. Traduc- tiva es desentrañar explicativamente las regularidades legales de los fe-
ción de F. Antolín Fargas, Madrid', Tecnos, 1979, p. 39.
10 Marx, K. (1857-1858): Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política (Borrador). 1857-1858. Traducción de P. Scarón. Edición a cargo de J. Aricó, 13 Humboldt, A. de (1845-1862): Cosmos. Ensayo de una descripción física del
M. Murmis y P. Scarón, Buenos Aires, etc., Siglo X X I Ed., 3 vols., 1971-1976, vol. 1, mundo. Traducción de B. Giner y J. de Fuentes, Madrid, Imprenta de Gaspar y Roig,
p. 362. Editores, 4 tomos, 1874-1875, t. I, p. 35. (Obra parcialmente incluida en este libro:
11 Soria y Puig, A. (1979): Hacia una teoría general de la urbanización. Intro- cfr. A. von Humboldt: «Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo».) En las
ducción a la obra teórica de Ildefonso Cerdá (1815-1876), Madrid, Colegio de Inge- citas de esta obra se ha actualizado la ortografía,
nieros de Caminos, Canales y Puertos y Turner, p. 101. l" Moya, C.: Op. cit., p. XXXVI.
12 Bury, J. (1920): La idea del progreso. Traducción de E. Díaz y J. Rodríguez 15 Heisenberg, W. (1955): La imagen de la naturaleza en la física actual. Traduc-
Aramberri, Madrid, Alianza (El Libro de Bolsillo, 323), 1971, p. 16.. ción de G. Ferraté, Barcelona, etc., Ariel, 2.a ed., 1976, p. 148.

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24 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 25

nómenos considerados, lo que conllevaba entender — en estricta coherencia y la geografía humana, si se prefiere— en coordenadas de positividad
con el proceder de la mecánica newtoniana— el principio de determina- similares y con tratamientos científicos análogos. La clave resolutiva para
ción causal como un requerimiento pragmático de la propia ciencia, la estos problemas hay que situarla en la difusión y en la aplicación geográ-
generalización de la racionalidad científica fisicista implantaba una con- fica del instrumental conceptual y metodológico proporcionado por el evo-
cepción de la naturaleza y de la sociedad que tendía a identificar a éstas lucionismo darwinista, en los momentos en que el biologismo extiende,
con complejas maquinarias compuestas por elementos cuya dinámica obe- con diversa suerte, sus criterios explicativos al terreno de los conocimientos
dece a estrictas leyes de ^causalidad. Es, por tanto, la misma pretensión humanos y sociales. Seguidamente intentaremos, teniendo en cuenta el
de cientificidad positiva que impregna el pensamiento decimoriónico la contexto de positividades y la caracterización básica del proyecto cientí-
que conlleva como exigencia insalvable la aceptación de esquemas trans- fico presentes en el siglo xix, aproximarnos a la dinámica del pensamiento
parentes de determinación causal. El determinispio decimonónico es, ante geográfico decimonónico, señalando sus logros y sus fracasos, sus bloqueos
todo, una exigencia — y una garantía— de la cientificidad del discurso. y sus indefiniciones, sus discrepancias y sus propuestas de resolución de
Este hecho, perfectamente detectable en el campo del conocimiento geo- los problemas planteados. Intentaremos, en fin, aproximarnos a la diná-
gráfico, no dejará de plantear graves problemas, sobre todo en la órbita mica de un pensamiento geográfico que, con todas sus ambivalencias,
de las investigaciones humanas y sociales. «Tomando las palabras al pie todavía sorprende por la desmesurada ambición de sus pretensiones y por
de la letra — ha escrito, en este sentido, Arturo Soria y Puig— , para la envergadura de sus resultados.
hacer, emulando a Newton, una "física social”, hay que fisicalizar la socie-
dad, reduciéndola, por ejemplo, a masas movidas por fuerzas económicas
o a autómatas sometidos a un rígido determinismo. O dicho más lapida- Cientifismo universalista y dificultades para la constitución
riamente: para que la razón mecánica explique casi todo — como algunos de la geografía humana com o ciencia positiva
creyeron en el xvm y en el xrx— , es necesario simplificar o reducir casi
todo» 16. Los primeros intentos de sistematización general del conocimiento geo-
La historiografía de las denominadas ciencias humanas y sociales suele gráfico acordes con las intenciones del proyecto científico decimonónico
situar la fundación y el primer desarrollo de las mismas en el contexto se deben a Alexander von Humboldt y a Karl Ritter. En Humboldt se
del proyecto científico decimonónico al que nos acabamos de referir. Pero manifiesta claramente la interpenetración de tres perspectivas culturales
en el caso del conocimiento geográfico la delimitación de los orígenes — y cognoscitivas— diferentes: en primer lugar, la línea del racionalismo
epistemológicamente fundacionales de su moderna configuración se com- ilustrado dieciochesco que impregna profundamente el pensamiento del
plica por la doble vinculación existente, con variable hegemonismo, res- autor: el ideario ilustrado humboldtiano, con sus ingredientes científicos
pecto a los dominios del saber natural y del saber humano y social. Además, e ideológicos, remite a la doble influencia del racionalismo francés17 y de
el decidido afloramiento epistemológico de la Historicidad y del Hombre la ilustración alemana14. También se encuentra presente en Humboldt,
en el campo del saber decimonónico, la aceptación consecuente de la po- por otra parte, la perspectiva del romanticismo alemán: esta adscripción
sibilidad de situar en el mismo horizonte de positividades los fenómenos romántica, que no supone en ningún momento la aceptación humboldtia-
de la Naturaleza y los de la Naturaleza humana, entrañaban, como ve- na de los planteamientos idealistas relacionados con la denominada «filo-
remos, graves dificultades conceptuales y metodológicas que, al menos sofía de la naturaleza» 19 — y buena prueba de ello es la crítica dirigida
en el dominio del conocimiento geográfico, tardarían en ser resueltas contra el método de investigación de Humboldt por parte de Schiller 20— ,
coherentemente y motivarían un cierto retraso en la consecución de una se traduce en una aceptación por parte del autor del sentimiento, junto
sistematización positivamente viable de la geografía humana.
El proceso de configuración de la geografía moderna desarrollado du-
17 Cfr. Minguet, C. (1969): M exanire de Humboldt. Historien et géographe de
rante el siglo xix no es ni un proceso sencillo ni un proceso exento de VAmérique espagnole. 1799-1804, París, Fran?ois Maspero, pp. 64-72.
discrepancias internas. Porque si teóricamente las pretensiones fundamen- 18 Cfr. Melón y Ruiz de Gordejuela, A. (1960): Alejandro de Humboldt. Vida
tales estaban relativamente claras en autores como Humboldt o Ritter, y obra, Madrid, Ediciones de Historia, Geografía y Arte, pp. 8-9.
la vía para poner en práctica esas pretensiones se encontraba obstaculizada 19 Cfr. Aranda, M. A. (1977): «El “Cosmos”: entre la crisis de la Ilustración y
el Romanticismo alemán», en El «Cosmos» de Humboldt. Selección y comentario de
por algunos problemas conceptuales y metodológicos sustanciales: y par- M. A. Aranda, Barcelona, Universidad de Barcelona (Geo-Crítica. Cuadernos Críticos
ticularmente por los problemas subyacentes en la pretensión de ubicar de Geografía Humana, 11), 1977, pp. 8-9.
la investigación natural y la investigación humana — la geografía física 20 Cfr. Ortega y Medina, J. A. (1966): «Estudio preliminar», en Humboldt,_A. de
(1807-1811): Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España. Estudio preliminar,
revisión del texto, cotejos, notas y anexos de J. A. Ortega y Medina. Traducción de
16 Soria y Puig, A.: Op. cit., p. 97. V. González Arnao, México, Porrúa, 1966, pp. IX-CLXVII, p. X II. ,■

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26 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 27

a la razón, y de algunos criterios deístas y holistas que, subyacentes en lismo rechazado por Humboldt, la que explica, como ha advertido Georges
toda su obra, se manifiestan con particular nitidez en las páginas de sus Nicolas-Obadia, la particular configuración del pensamiento geográfico del
magníficos Cuadros de la naturaleza2l. Por último, conviviendo coheren- autor: es precisamente el concepto schellingiano de Todo el que aparece
temente con las dos perspectivas anteriores, se encuentra en el pensa- «en el centro de la axiomática geográfica de Cari Ritter» 25. El intento
miento de Humboldt una clara asunción del proyecto positivista del co- de aunar la perspectiva del proyecto científico positivista decimonónico
nocimiento científico decimonónico. De la íntima conexión de los tres con las vías propiciadas por la filosofía de la naturaleza y por el forma-
factores citados surge la articulación del pensamiento humoldtiano. La obra lismo neoplatónico — intento arriesgado y no exento de dificultades con-
de Humboldt, plena de referencias y de interpretaciones originales en di- ceptuales y metodológicas— es uno de los factores que debe ser muy
ferentes campos del saber, aparece como un ambicioso y sugerente intento tenido en cuenta para entender algunas de las contradicciones y de las
de sistematización científica del conocimiento geográfico. Y si ese intento indefiniciones del discurso geográfico ritteriano. Discurso que, con todo,
aparece prioritariamente dirigido, en conjunto, hacia el dominio del co- aparece como un complejo intento de articulación de un sistema de co-
nocimiento natural — de la geografía física— , dominio en el que Humboldt nocimiento geográfico referido al ámbito humano que, además de influir
establece criterios científicos indudablemente fecundos que han sido pos- directamente en autores tan dispares como Hegel y M arx26, fuera del
teriormente reconocidos como germen de desarrollo en variados campos campo geográfico, y Elisée Reclus27, dentro de él, introdujo nociones
del saber, no debe olvidarse, sin embargo, su importante contribución y criterios interpretativos de indudable fecundidad.
al estudio de determinados aspectos inscritos en el terreno de los cono- Las diferencias expuestas entre los planteamientos de Humboldt y de
cimientos humanos: a título de ejemplo, pueden citarse en este sentido Ritter no deben hacer olvidar que, como ya hemos advertido, ambos
los estudios sobre la población y sobre las relaciones entre población manifiestan una afinidad de pretensiones científicas que, por más que se
y recursos agrícolas incluidos en el Ensayo político sobre el Reino de la resuelvan en cada caso por vías metodológicas diferentes, traducen su
Nueva España n , posteriormente utilizados por el propio Malthus 33. común vinculación al programa cognoscitivo decimonónico. Esa afinidad
El pensamiento geográfico de Ritter manifiesta algunas diferencias de pretensiones, que ya advirtió Paul Vidal de la Blachen, remite, en
sensibles respecto al de Humboldt, aunque entre ambos autores exista, efecto, a la común asunción tanto de las nuevas positividades decimonó-
como veremos, un fondo de ideas comunes y de pretensiones epistemo- nicas como de los ingredientes definidores del proyecto científico contem-
lógicamente afines. Lo primero que conviene señalar es que mientras que poráneo. En relación con esto último, ambos apoyan sus discursos en las
Humboldt circunscribe lo principal de su proyecto de sistematización ya comentadas nociones de racionalidad, dominación de la naturaleza y
geográfica al ámbito del conocimiento natural, Ritter aparece, por el con- ciencia, a la vez que consideran hechos de certidumbre empírica incues-
trario, particularmente preocupado por llevar a cabo un proyecto similar tionable los progresos materiales e intelectuales de la humanidad. Así, por
en el dominio del conocimiento humano: es, en efecto, en el horizonte ejemplo, Humboldt, a quien ya nos hemos referido en este sentido, no
de la geografía humana donde se sitúa fundamentalmente el pensamiento sólo reconoce en su Cosmos el advenimiento de «una civilización avan-
ritteriano. Por otra parte, aunque sin duda en estrecha relación con lo zada» que se opone a «la sencillez primitiva de las antiguas edades»,
que acabamos de señalar, las perspectivas culturales — y cognoscitivas— y que el género humano ha trabajado para «conquistar progresivamente
presentes en la obra de Ritter difieren sensiblemente de las actuantes en una gran parte del mundo físico por la fuerza de la inteligencia» 29, sino
el caso de Humboldt. Si ambos comparten claramente los ingredientes que acepta también el «progreso de la razón» y afirma que «lo que du-
característicos del proyecto científico decimonónico, Ritter, por su parte,
completará esa perspectiva a través de la doble vinculación a la filosofía
libro: cfr. K. Ritter: «La organización del espacio en la superficie del globo y su
de la naturaleza articulada por Schelling y al formalismo neoplatónico 24. función en el desarrollo histórico».)
Es esta doble perspectiva, que sitúa a Ritter en las coordenadas del idea- * Ibid., p. 8:
26 Cfr. Quaini, M. (1974): Marxismo e geografía, Florencia, La Nuova Italia,
21 Cfr. Humboldt, A. de (1808): Cuadros de la naturaleza. Traducción de B. Giner, pp. 20-27.
Madrid, Imprenta y Librería de Gaspar, Editores, 1876. 27 Cfr. Nicolas-Obadia, G. (1974): «Biographie de Cari Ritter», en Ritter, C.:
22 Cfr. Humboldt, A. de: Ensayo político..., op. cit. Introduction..., op. cit., pp. 249-253, p. 253. Cfr. asimismo las opiniones sobre
23 Cfr. Malthus, T. R. (1830): «A Summary View of the Principie of Population», K. Ritter escritas por E. Redus en los párrafos de presentación de la traducción
en Demfco, G. J., Rose, H. M., Schnell, G. A., Eds. (1970): Population Geograpby: que este segundo autor realizó en 1859 del texto ritteriano titulado «De la confi-
A Reader, Nueva York, etc., McGraw-Hill, pp. 44-71, p. 44. guration des continents sur la surface du globe et de leurs fonctions dans l’histoire»,
24 Cfr. Nicolas-Obadia, G. (1974): «Cari Ritter et la formation de l’axiomatique en Ritter, C.: Op. cit., p. 221.
géographique», en Ritter, C. (1852): Introduction h la géographie générale comparée. 28 Cfr. Vidal de la Blache, P. (1896): «Le principe de la géographie générale»,
Traduction de D. Nicolas-Obadia. Introduction et notes de G. Nicolas-Obadia, París, Annales de Géographie, V, 15 Janvier, pp. 129-142.
Les Belles Lettres, 1974, pp. 3-32, pp. 7-17. (Obra parcialmente traducida en este 29 Humboldt, A. de: Cosmos..., op. cit., t. I, p. 2.

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rante largo tiempo no ha sido sino objeto de una vaga inspiración; ha a escala mundial y local», intento que no puede plantearse más que
llegado poco a poco a la evidencia de una verdad positiva» 30. mediante la consideración de «leyes generales de todos los tipos domi-
En similar dirección se mueven los planteamientos de Ritter, quien, nantes y fundamentales de la superficie de la tierra inerte y animada»,
al exponer los fundamentos teóricos y metodológicos de su geografía para que «la armonía del mundo de los fenómenos» quede manifestada3Ó.
general comparada, resaltando las relaciones existentes entre conocimiento Y, concretando más su posición teórica, añade Ritter: «Toda reflexión
histórico y conocimiento geográfico, se refiere al papel atribuible al pro- sobre el hombre y sobre la naturaleza nos lleva a considerar lo particular
greso material e intelectual en los siguientes términos: «Los progresos en sus relaciones con el Todo y nos conduce desde lo que parece pura-
realizados en la comunicación con el universo no solamente han trans- mente fortuito hasta lo que obedece fundamentalmente a una ley. ( ...) De
formado las distancias verticales, altura y profundidad, sino también las la misma manera que es el Todo el que hace a la parte, lo particular
horizontales en todas las direcciones; no pensamos aquí tanto en las no tiene existencia propia más que en la medida en que es observado en
numerosas invenciones análogas a las que acabamos de mencionar como función de la ley que le constituye en individuo» 37. Sólo atendiendo a los
en los progresos científicos y en la expansión de las civilizaciones que códigos legales de los fenómenos geográficos pueden articularse siste-
han permitido a los pueblos difundirse por nuevas regiones, aclimatarse máticamente, en opinión de Ritter, los fundamentos de una geografía cien-
a las plantas y a los animales trasplantados a nuevos medios. ( ...) Aquello tífica.
cuya existencia no se suponía penetra súbitamente en la realidad, lo que Las pretensiones científicas universalistas expresadas por Humboldt
resultaba inaccesible se aproxima y los cambios se multiplican» 31. y Ritter van a tropezar, sin embargo, con un importante obstáculo que
También comparten Humboldt y Ritter una clara intencionalidad cien- afectará fundamentalmente, dada su expresa intencionalidad, a la obra
tífica universalista. Humboldt se refiere en su Cosmos — trabajo que del segundo. Ese obstáculo reside en la incapacidad conceptual y meto-
articula y sistematiza magistralmente los planteamientos teóricos, con- dológica que ambos manifiestan para conseguir resolver el problema del
ceptuales y metodológicos humboldtianos— a la grandeza y a la nece- estudio de los fenómenos humanos con un grado de empiricidad ■ — y de
sidad de un trabajo intelectual «que se hace hacia el infinito y para cientificidad— similar al del estudio de los fenómenos naturales, para
abrazar la inmensa e inagotable plenitud de la creación, es decir, de suministrar procedimientos operativos con los que analizar positivamente,
cuanto existe y se desarrolla» 32. Y el «principio fundamental» de su obra atendiendo a los procesos causales, los hechos humanos. Mientras que la
es precisamente «la tendencia constante de recomponer con los fenómenos
historicidad aparece coherentemente integrada en las sistematizaciones
el conjunto de la Naturaleza», la intención de mostrar «las grandes leyes de ambos autores, el tratamiento de la nueva positividad que alude al
por que se regula el mundo y hacer ver ( ...) cómo del conocimiento de Hombre y a sus relaciones con la Naturaleza permanece, aunque se acepte
estas leyes se llega al lazo de causalidad que las une entre sí», consi- teóricamente, sin un aparato conceptual y metodológico que permita ex-
guiendo así, en conclusión, «desenvolver el plan del Mundo y el orden plicarla — iluminarla— racional y científicamente.
de la Naturaleza» 33. Y para conseguir estos objetivos Humboldt propone Pese a la autoconciencia de fundacionalidad científica de la que hace
seguir las fases metodológicas aceptadas en el dominio del conocimiento gala el saber decimonónico, sobre todo en su vertiente humana y social,
científico físico-natural: comenzando por la observación y pasando por la se plantea durante toda la primera mitad del siglo, y como prolongación
experimentación racionalmente controlada, el análisis y la inducción per- de situaciones anteriores, una nítida dicotomía entre los conocimientos
miten seguidamente acceder al descubrimiento de las leyes empíricas. Esas
físicos, matemáticos y naturales, conceptual y metodológicamente cohe-
son, según Humboldt, «las fases que la inteligencia humana ha recorrido»;
rentes y con una rigurosa operatividad, y los conocimientos humanos y
es así «como se ha llegado a reunir el conjunto de hechos que constituyen
sociales, mucho más endebles y confusos en ese sentido. Situación que
hoy la sólida base de las ciencias de la naturaleza» 34. no hace más que reflejar la severa y no resuelta distinción del criticismo
Ritter, por otra parte, señala su intención de tratar «la geografía
kantiano entre el mundo natural, objeto de la razón teórica, y el mundo
general comparada como un conjunto científico»35, y advierte expresa-
moral, dominio de actuación de la razón práctica. Distinción que el saber
mente que la investigación que se propone llevar a cabo debe «expresar
de la primera mitad del siglo xix es incapaz de salvar: el modelo con-
la ley general de todas las formas importantes que muestra la naturaleza
ceptual y metodológico de las ciencias físicas y naturales se mostraba
válido para estudiar la realidad natural o materiál, pero' el dominio de
30 Ibid., t. I, p. 13.
31 Ritter, C.: Op. cit., p. 137.
los fenómenos humanos permanecía aún, a pesar de las repetidas decla-
32 Humboldt, A. de: Cosmos..., op. cit., t. I II , p. 10. raciones de intención en sentido contrario, excluido en general del campo
33 Ibid., t. I II , p. 9.
» Ibid., t. I, pp. 57-58.
35 Ritter, C.: Op. cit., p. 41. 36 Ibid., pp. 4445.
37 Ibid., p. 45.

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(
30 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 31

de actuación operativa científicamente consistente de ese modelo. Esta criterios metodológicos adecuados para observar y constatar las relaciones
dualidad, y las consiguientes fisuras que produce en la articulación del teóricas que se enuncian, desdice claramente de las pretensiones de po-
conocimiento, se manifiestan claramente en los proyectos científicos de sitiva cientificidad que el propio Ritter atribuye a su sistematización del
Humboldt y de Ritter, situándose en la base del bloqueo existente res- conocimiento geográfico.
pecto a la fundación de la geografía humana como ciencia positiva. Si en el terreno del análisis geográfico de los fenómenos naturales
Humboldt no pasa de insinuar, en este sentido, su creencia en que — en el terreno de la geografía física— , en el que se contaba con un
«la descripción del Universo y la historia civil se hallan colocadas en el aparato conceptual y metodológico suficientemente consistente y opera-
mismo grado de empirismo», y en que «las fuerzas inherentes a la ma- tivo, la obra de Humboldt aportó una sistematización científica suma-
teria, y las que rigen el mundo moral, ejercen su acción bajo el imperio mente coherente, por el contrario, a la hora de afrontar el análisis de
de una necesidad primordial»38. Pero, al misino tiempo, recuerda sinto- las caracterizaciones espaciales humanas y sociales tanto ese autor como,
máticamente, aceptando la «sagacidad» kantiana, que «la física ( ...) se sobre todo, Ritter manifiestan sensibles fisuras conceptuales y metodo-
limita a explicar los fenómenos del mundo material por las propiedades lógicas que expresan la carencia de un instrumental científico adecuado
de la materia», de forma que «todo lo que va más allá, no es del do- para abordar, con garantías de positividad, la explicación causal de esas
minio de la física del mundo, y pertenece a un género de especulaciones caracterizaciones situadas en el ámbito de la geografía humana. Y a esa
más elevadas»39. Humboldt acepta, en resumen, «los límites de las ex- carencia fundamental habría que añadir, con mucha menor relevancia y a
plicaciones físicas» señalados por K ant40. Y parece evidente, en todo caso, pesar de la indiscutible coherencia general del pensamiento humboldtiano,
que Humboldt puede contentarse con estas someras insinuaciones en la cierta ausencia en el autor del Cosmos de propuestas concretas de mode-
medida en que su pretensión científica se dirige principalmente hacia la los de clasificación, generalización y normalización.
sistematización positiva del conocimiento geográfico de los hechos na- Son estas carencias y limitaciones las que probablemente expliquen
turales. el hecho frecuentemente señalado de la escasa influencia directa ejercida
Por razones inversas, el problema es mucho más patente y decisivo por Humboldt y Ritter sobre los geógrafos inmediatamente posteriores 42.
en el caso de Ritter, preocupado precisamente por determinar y explicar En efecto, mientras que los discípulos de Ritter «tomaron del maestro
las relaciones entre los fenómenos naturales y las actividades históricas. — como advierte elocuentemente Emmanuel de Martonne— mejor los de-
Ritter recurre a la cohesión interna del Todo y, por ende, a una deter- fectos que las buenas cualidades: se repetían los grandes principios del
minación causal de alcance cósmico que afectaría por igual, en principio, método, pero cada vez se sabía menos la manera de aplicarlos» 43, entre
a fenómenos naturales y humanos, y en la que pretende aislar lo que los geógrafos físicos que suceden a Humboldt se plantea el problema
constituye la caracterización específica del determinismo geográfico. Pero que podemos denominar de la «descripción explicativa», es decir, de cómo
las dificultades del empeño aparecen continuamente en la obra ritteriana: dar sentido científico a los materiales que continuamente iba aportando
así, por ejemplo, tras señalar que «el descubrimiento del equilibrio de la investigación de la superficie terrestre.
las fuerzas de atracción y de repulsión en la superficie del globo» remite
a «un orden natural» que conduce «a admitir una oposición fundamental
en todas las fuerzas que se manifiestan activamente en la naturaleza inerte Evolucionismo darioinista y modificación del horizonte epistemológico
o animada sobre la superficie de la tierra», se ve obligado a advertir que del conocimiento geográfico
esas fuerzas «se manifiestan mucho más en el nivel de la naturaleza física
bruta y en las primeras etapas de la evolución que en el nivel de la vida La publicación y la rápida difusión de El origen de las especies (1859)
consciente donde pierden su intensidad»41. La respuesta a la limitación de Darwin incidió de forma decisiva en el panorama general del cono-
planteada pretende encontrarla Ritter en la utilización sistemática de unos cimiento decimonónico y, en concreto, en el del conocimiento geográfico.
procedimientos analíticos que aparecen apoyados, siguiendo la línea del El planteamiento de Darwin proponía un modelo particularmente riguroso
formalismo neoplatónico, en la supuesta significatividad intrínseca de las y expresamente científico para abordar coherentemente el tratamiento de
formas espaciales. Pero, paradójicamente, al aceptar ese tipo de interpre- las nuevas positividades decimonónicas referentes a la Historicidad y a
tación causal se adentra el autor en una argumentación apoyada en una la incorporación del Hombre y de sus relaciones con la Naturaleza a los
•perspectiva de predestinación teleológica que, además de no explicitar los objetos de conocimiento positivo. La gran fecundidad que habría de
38 Humboldt, A. de: Cosmos..., op. cit., t. I, p. 30. 42 Cfr., por ejemplo, Claval, P. (1964): Evolución de la geografía humana. Tra-
39 Ibid., t. I, p. 30. ducción de A. Ferrer, Barcelona, Oikos-Tau, 1974, pp. 29-35.
40 Ibid., t. I, p. 30. 43 Martonne, E. de (1909): Tratado de geografía física. Traducción de R. Candel
41 Ritter, C.: Op. cit., p. 45. Vila y J. Comas de Candel, Barcelona, Juventud, 3 tomos, 1964-1975, t. I, p. 34.
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( (
32 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 33

mostrar el paradigma explicativo evolucionista, trascendiendo el ámbito los autores que optan claramente, durante el último tercio del siglo xix,
biológico inicial de su perspectiva, fue anunciada por el propio Darwin siguiendo la línea marcada por Julius Frobel, por una dedicación espe-
en su primera obra fundamental: «En un futuro lejano — escribe— veo cializada a la geografía física, rechazando las pretensiones integradoras
abiertos caminos extensos para investigaciones y estudios de bastante de lo físico y lo humano. La receptividad evolucionista de esta perspec-
mayor importancia. Estará basada la Psicología en nuevos cimientos: los tiva es, sin embargo, menor y más lenta que en otros casos: a comienzos
de una precisa, necesaria adquisición por grados de toda energía mental del siglo xx, William M. Davis podía afirmar con razón que «el espíritu
y de toda inteligencia. se proyectará luz sobre el origen del hombre explicativo de la filosofía evolucionista» había penetrado con retraso en
y su historia» M. la geografía física y que todavía quedaba mucho camino por andar47.
La perspectiva darwiniana aportaba una racionalidad general capaz Y sería precisamente la geomorfología davisiana la que asumiría plena-
de interpretar positivamente todos los fenóipenos del mundo viviente: mente los postulados del evolucionismo, desarrollándolos en un campo,
las nociones de «adaptación» y de «selección natural», con las referencias el de las formas de relieve, que se consideraba alejado por su aparente
analíticas que conllevan respecto a las interrelaciones entre me4io natural estabilidad del dominio de aplicación de esos postulados.
y funcionamientos de los seres vivos, podían ser aplicadas, en efecto, al Mucho más rápida y eficaz fue la penetración del darwinismo en el
estudio de las sociedades humanas. Nos encontramos así, como ha señalado horizonte epistemológico de las corrientes geográficas totalizadoras, em-
Diego Núñez, con que la sistematización explicativa basada en el pen- peñadas en la explicación causal y unitaria de los hechos físicos y humanos.
samiento darwiniano se va a convertir, sobrepasando en ocasiones el El evolucionismo suministraba un instrumental analítico e interpretativo
alcance atribuido por él propio Darwin a su teoría, en «un modelo real- fundamental para explicar las conexiones entre unos hechos y otros y, en
mente inédito» y capaz de justificar una «visión global de la realidad», relación con ello, la dinámica de las actuaciones humanas y sociales en
de forma que «el darwinismo, ( ...) bien como punto de cita inevitable, el espado geográfico. Pero esta segunda línea se subdivide a su vez en
bien como impregnación conceptual de otras áreas de pensamiento, ejer- dos perspectivas sensiblemente diferentes que expresan dos modos muy
cerá una influencia omnipresente en la vida intelectual del último tercio distintos de asumir el darwinismo. En primer lugar, se encuentra la
del siglo xix» 45. Y con el aliciente de que en ese modelo evolucionista perspectiva que cristaliza en la elaboradón ratzeliana, caracterizada por
tienen cabida y encuentran explicación positiva las leyes del cambio y del remitir a las categorías darwinistas para argumentar interpretaciones de
progreso. «La idea de progreso, verdadero supuesto básico de la moderna los procesos humanos basadas en rígidos esquemas de determinación na-
cultura europea y motivo de continua satisfacción para el hombre deci- tural, situándose en un horizonte significativamente próximo al del deno-
monónico, se encontraba por fin confirmada científicamente. ( ...) Es como minado darwinismo social. Y , por otro lado, se presenta el enfoque que,
si todo un ambiente cultural, lleno de ingredientes historicistas y den- asumiendo los postulados darwinianos y prolongándolos y matizándolos
tistas, necesitara, para su completa autoafirmación, la obra de Darwin» 46. en una dirección que parece más acorde con la intencionalidad del propio
El modelo mecanicista es sustituido de esta forma por el modelo — por Darwin, fundamenta la adaptación evolutiva de la especie humana res-
la fascinación— biologista. pecto al medio en nociones tales como las de «armonía natural» y «ayuda
Lo que resulta fundamental desde el punto de vista del pensamiento mutua»; insistiendo, además, en la consideración prioritariamente ética
geográfico — y, en general, del pensamiento humano y social— es pre- de las reladones entre naturaleza y naturaleza humana, y rechazando
cisamente la solución aportada por el evolucionismo darwiniano en relación explídtamente las presuposiciones del darwinismo social. Esta ségunda
con las dificultades conceptuales y metodológicas anteriormente expuestas. perspectiva, generalmente eludida o postergada en las historias del pen-
La decisiva influencia del darwinismo en el campo del conocimiento geo- samiento geográfico, es la que protagonizan autores como Elisée Redus
gráfico es sumamente fecunda y claramente diversificada, ya que, en contra o Piotr Kropotkin.
de lo que habitualmente parece creerse, no sólo se detecta en las elabo-
raciones de Ratzel y de sus seguidores, sino que aparece también, aunque
con perspectivas distintas y con ritmos desiguales, en otras líneas del Naturalismo y evolucionismo en la geografía física decimonónica:
pensamiento geográfico. Por una parte, la incidencia de los postulados significado de la geomorfología davisiana
evolucionistas va haciéndose lentamente patente en las formulaciones de
La falta de una propuesta explícita de modelo explicativo por parte
44 Darwin, C. (1859): El origen de las especies por la selección natural. Traduc- de Humboldt — a la que ya nos hemos referido— sume a sus continua-
ción de J. M. Barroso-Bonzón, Madrid, Ediciones Ibéricas, 2 tomos, 2 * ed., 1963,
t. II, p. 280.
45 Núñez, D., Ed. (1977); El darwinismo en España, Madrid, Castalia, pp. 8-11. 47 Cfr. Davis, W. M. (1912): «L’esprit explicatif dans la géographie modeme»,
46 Ibid., pp. 7-8. Amales de Géographie, X X I, 115, pp. 1-19, p. 10.

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( (
34 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 35

dores inmediatos en el problema de dar sentido positivo y científico Tras el establecimiento de unas firmes bases científicas, a finales del
a unos materiales de observación cada vez más abundantes y heterogé- siglo xviii, por parte de Abraham G. Werner, James Hutton, John
neos. De ello proceden en gran parte los titubeos y los distintos derroteros Playfair, William Smith y Georges Cuvier, la geología había ya llegado,
de la geografía física decimonónica, cuyas manifestaciones más expresivas en torno a 1850, a grandes interpretaciones de conjunto acerca de la
son las controversias alemanas que John Leighly ha interpretado como corteza terrestre, y contaba con un cuerpo teórico ordenado en el que
sucesivas fases del «inevitable conflicto» entre el naturalismo humboldtiano se iban ensamblando de forma relativamente armónica las nuevas apor-
y la teleología de Ritter48. Hay algunos autores, como Julius Frobel, taciones, como las de Charles Lyell, Elie de Beaumont, Eduard Suess
Oskar F. Peschel y Georg Gerland, que, a lo largo del siglo, rechazan o Pierre Termier. Este, y no el del naturalismo geográfico, es el marco
de forma expresa el tratamiento geográfico de los hechos humanos, que en el que surgen los trabajos de A. Surell, exponiendo el esquema clásico
inevitablemente abocaría a una especulación,subjetiva, y exigen para la de la erosión torrencial; de Jean Louis R. Agassiz, estableciendo las bases
geografía un estatuto exclusivo de ciencia natural. No hay 'puente posible, de la morfología glaciar; de J . Jukes, fijando los primeros conceptos
dice Gerland en 1887, entre el método de una ciencia física de la tierra sobre el trazado de los ríos; de Andrew Ramsay y Grove K. Gilbert,
y el estudio de la humanidad; sólo en la primera se puede reconocer poniendo de manifiesto la capacidad de planación de las aguas corrientes;
una causalidad de tipo físico, mientras que el estudio social no puede de John W. Powell y Clarence E. Dutton, calculando los ritmos de
cumplir el requisito científico de la explicación causal49. Esta línea na- arrastre y sedimentación de los materiales51. Al mismo tiempo, una larga
turalista pura propone como objeto del trabajo geográfico la sistemati- serie de investigaciones concretas sobre diferentes regiones o países van
zación de los fenómenos terrestres mediante la investigación de las fuérzas poniendo de manifiesto las relaciones del relieve terrestre con la estructura
y procesos que interactúan en nuestro planeta, sin considerar convincentes geológica y la dinámica interna del planeta; sus resultados aparecen ya
los planteamientos teóricos y metodológicos que tienden a poner al hombre sistematizados y ordenados en Les form es de Terrain, de La Noe y
en el centro del interés científico de la geografía. Emmanuel de Marguerie, publicado en 1888 52.
Pero la gran mayoría de los cultivadores de la geografía física, muchos Dentro de esta avalancha de aportaciones rigurosas y brillantes refe-
de ellos procedentes o instalados en el campo de otras disciplinas y en- rentes a temas concretos muy relacionados con la 'geología, son los in-
troncados con otras tradiciones científicas menos problemáticas, no entran vestigadores alemanes los que mantienen con alguna daridad la pretensión
en discusiones teóricas generales y, sin rechazar expresamente la finalidad humboldtiana de globalidad, de integradón de contenidos; así aun sin
generalizadora, insisten prácticamente en la acumulación de observaciones planteamientos teóricos completos y explídtos, su interés se diversifica,
y en su clasificación e interpretación desde diversos puntos de vista, pos- induyendo el clima, la vegetación, los suelos, etc., pretendiendo explicar
poniendo para un futuro indeterminado, cuando la información sea sufi- las relaciones entre unos y otros. En esta línea se sitúan trabajos como
ciente, la elaboración de leyes rigurosas con valor general. El estudio de los de Alexander Supan, Fritz Mataschek o Wladimir Kóppen, algunas
las formas de relieve es, sin duda, el aspecto fundamental en torno al que de cuyas propuestas de zonificación o de dasifjcadón basadas en las in-
se estructura el contenido de estos numerosos trabajos que, al rechazar fluendas mutuas de varios elementos están aún vigentes. Perteneciente
de hecho la consideración del hombre como integrante de su objeto de a esta escuela, y muy vinculado a las perspectivas de origen geológico
análisis, se pueden englobar en una tendencia naturalista práctica. Y hay por su actividad profesional inicial, Ferdinand von Richthofen plantea
que reconocer con Alain Reynaud que su enfoque deriva en una parte a finales de siglo una definición y una estructuración precisas de los nuevos
muy sustancial de las concepciones geológicas, pudiendo decirse que mu- contenidos dentro del marco de una cienda geográfica caracterizada por
chos de los contenidos actuales de la geografía física llegaron, durante la la articulación armónica de tres niveles metodológicos sucesivos: el des-
segunda mitad del siglo xix, y ya con un alto grado de elaboración, desde criptivo, el corológico y el de abstracción; para ello parte de los nuevos
la geología, lo que dificultó, y aún sigue dificultando, su integración no esquemas conceptuales de las ciencias básicas, entre las que dta ex-
sólo teórica y metodológica, sino también desde el punto de vista aca- presamente la biología, «transformada en sus mismos fundamentos por
démico y administrativoso. Darwin». Define la geografía como ciencia de la superficie terrestre, pro-
pugnando que la estructura del subsuelo y la tectónica, objetos propios
48 Cfr. Leighly, J. (1938): «Methodological Controversy in Nineteen Century Ger-
de la geología, sólo sean consideradas como factores que inciden en la
mán Geography», Atináis of the Association o f American Geographers, X X V III, 4,
pp. 241-256, p. 241. 51 Cfr. Chorley, R. J., Beckinsale, R. P., Dunn, A. J. (1964-1973): The History
49 Gerland, G. (1887): «Vorsrort des Herausgebers», Beitr'áge zur Geophysik, I, of Study of Landforms or the Development o f Geomorphology, Londres, Methuen,
pp. I-LIV. 2 vols.; I: Geomorphology before Davis.
50 Cfr. Reynaud, A. (1971): Epistemologie de la géomorphologie, París, Masson. 52 Cfr. La Nóe, G. de, Marguerie, E. de (1888): Les formes du terrain, Pa-
rís (s. e.). '

( (
1, El pensamiento geográfico decimonónico 37
36 El pensamiento geográfico
de lo que se ha denominado «descripción explicativa» mediante los plan-
evolución de las formas que dicha superficie presenta, y aboga por el
teamientos darwinianos: «Hemos creado una nueva filosofía de la Geo-
desarrollo de una «geografía biológica general» entroncada con los tra-
grafía, una filosofía racional y evolucionista, uno de cuyos principios es
bajos de Humboldt, admitiendo — influido por Ratzel— la posibilidad
que la mejor descripción de un paisaje se encuentra en su origen»57.
de integrar al hombre en tanto que ser vivo que forma parte e interactúa,
Davis, sin embargo, sólo aplica prácticamente los nuevos planteamien-
aunque de forma muy especial, en la cambiante superficie del planeta.
tos al campo- de la geografía física que le interesa, a la geomorfología
Sin embargo, el modo que propone para alcanzar esos objetivos no es
que él mismo organiza y a la que da nombre propio, y apenas se preocupa
del todo acorde con la metodología positivista: se debe a Richthofen la for-
en sus investigaciones concretas — aunque sí lo hace en términos teóri-
mulación explícita de una idea — que subyace en la mayoría de l^s pers-
cos— por la integración real de este dominio con el resto del saber geo-
pectivas regionales posteriores— según la cual «el método de la geografía
gráfico. Por otra parte, el marcado y explícito acento deductivo de su
general ( ...) no es progresivo, sino esencialmente regresivo, ya que de
método choca con el meticuloso empirismo de la corriente geográfica
lo particular retrocede a lo general; va del efecto a la causa, del fenómeno
naturalista, fundamentalmente representada por los autores alemanes, en
individualizado al conjunto de fenómenos que guardan entre sí relación
la que la observación directa y minuciosa y la consideración de las dife-
de analogía»; de acuerdo con esto, no se puede ni se debe pretender una
rencias se valoran como el soporte fundamental de la verdadera ciencia.
labor generalizadora continuada, ya que los avances teóricos se han pro-
Esta corriente naturalista, que desde Richthofen ha recibido la influencia
ducido siempre y sólo se producen en «períodos singulares», en los que,
evolucionista pero no la ha asumido de un modo tan incondicional como
tras largas etapas de recogida y de comparación de datos, aparece de
Davis, está representada a finales de siglo por Albrecht Penck, cuyo
forma natural «la necesidad de reunir los materiales análogos bajo la
planteamiento fue la única alternativa opuesta al davisianismo capaz de
perspectiva de principios sistemáticos» 53.
resistir el enorme éxito de la «teoría del ciclo»: según Penck, el método
Es William M. Davis, continuador de los estudios sobre el relieve
consiste también en describir, clasificar e interpretar el origen y la evo-
terrestre de G. K. Gilbert y J. W . Powell, quien aporta una respuesta
lución de las formas que presenta la superficie terrestre, pero considera
sistemática a gran parte de los problemas planteados al asumir y poten-
que para ello es preciso el establecimiento previo de una taxonomía lo
ciar plenamente, en el campo de la geografía física, los postulados evo-
más completa posible de esas formas, la elaboración de clasificaciones ba-
lucionistas: «El tratamiento moderno y racional de los problemas geográ-
sadas en su configuración fisionómica y la consideración de factores no
ficos — afirma— exige que la forma del terreno sea estudiada desde el
estrictamente geomorfológicos, como el clima y su evolución c la vege-
punto de vista de la evolución al igual que una forma orgánica» 54. En efec-
to, según Davis, las formas superficiales son producto de una serie de tación pasada y actual58.
Más que un método, el de Penck es un sistema riguroso de trabajo
procesos y, por ende, pueden ser adecuadamente descritas en esos tér-
sobre cuyos resultados podría montarse a largo plazo un paradigma teórico
minos. Basada en las nociones de «estructura, proceso y tiempo», la
descripción se hace «genética» y por tanto «explicativa», abocada a la general; frente a él, la metodología davisiana es completa, cerrada y afir-
obtención de leyes 55. A través del evolucionismo, Davis enlaza metodo- mativa, y se encuentra mucho más entroncada con las perspectivas cien-
lógicamente el estudio del relieve, al que se dedica plenamente, con el tíficas del último tercio del siglo xix. Es lógico, por tanto, que el modelo
resto de los estudios geográficos, al ofrecer una «descripción sistemática, de Davis triunfase en toda la línea sobre otros enfoques aparentemente
aceptada y utilizada por todos los geógrafos, del mismo género que las anticuados, poco elaborados y con menor aspecto de cientificidad; sin em-
usadas por los biólogos para las plantas y los animales»56. Y el propio bargo, la geografía física alemana mantuvo en general sus puntos de
autor afirma que su aportación fundamental es la resolución del problema vista y continuó centrada en la delimitación de unidades fisionómicas, en
su clasificación detallada y en su explicación particularmente atenta a la
53 Cfr. Richthofen, F. von (1883): «Tareas y métodos de la Geografía actual: conexión del relieve con los demás elementos o fenómenos de la superficie
el método de la Geografía General». Traducción de P. Plans, Didáctica Geográfica, 3, terrestre59.
1978, pp. 49-62.
54 Davis, W. M. (1904): «Complications of the Geographical Cyde», Compte Rendu
8me. Congres de Géographie (Washington), pp. 150-163, p. 150. (Comunicadón par- n Ibid., p. 4.
dalmente tradudda en este libro: cfr. W. M. Davis: «Complicadones del ddo geo- 58 Cfr. Penck, A. (1894): Morphologie der Erdoberflache, Stuttgart, Engelhoms,
gráfico».) 2 vols.
55 Davis, W. M. (1899): «The Geographical Cyde», Geographical Journal, XIV, 59 Penck, A. (1910): «Versuch einer Klimaklassification auf physiographischer
pp. 481-504. (Artículo pardalmente traduddo en este Úbro: cfr. W. M. Davis: «El Grundlage», Preussen Akademie der Wissenchaft Site, der physicalisch-matematischen,
ddo geográfico».) Klasse 12, pp. 236-246. (Artículo parcialmente traduddo en este libro: cfr. A. Penck:
56 Davis, W. M. (1912): «L’esprit explicatif dans la géographie modeme», op. cit., «Propuesta de una dasificadón climática basada en la fisiografía».)
p. 12.

c (
38 El pensamiento geográfico 39
1. El pensamiento geográfico decimonónico
Biologismo y determinación geográfica en el pensamiento ratzeliano y los lím ites de la adaptación. Si «la humanidad constituye un todo, por
más que éste sea múltiple en sus manifestaciones» 63, esas múltiples ma-
La incorporación de los criterios conceptuales y metodológicos del evo-
nifestaciones, esas distintas situaciones evolutivas deben explicarse en fun-
lucionismo al estudio de los fenómenos humanos y sociales y de sus re- ción de las circunstancias geográficas exteriores. En este sentido llega
laciones con los procesos naturales permitirá a Friedrich Ratzel — y a otros
incluso a polarizar visiblemente la noción de «adaptación», resaltando
autores que posteriormente estudiaremos— superar coherentemente los
explícitamente el papel predominante que debe concederse, en todo m o -
obstáculos conceptuales y metodológicos anteriormente planteados respecto
mento, a la influencia de los factores naturales, y limitando consecuente-
al análisis geográfico de los hechos humanos y sociales y, en consecuencia,
mente la significación atribuible a las «aptitudes» humanas respecto a los
respecto al entendimiento unitario y totalizador del conocimiento geográ-
procesos selectivos de adaptación evolutiva. «Cierto que dentro de los
fico. Contando con una inicial formación naturalista, que sin duda le
pueblos naturales encontramos gran diferencia en punto a aptitudes — es-
facilitó la adecuada valoración de la aportación evolucionista, Ratzel se
cribe, por ejemplo, en esta línea— , y que en el curso del desenvolvimiento
muestra particularmente preocupado por encontrar una rigurosa funda-
civilizador, los pueblos dotados de más relevantes cualidades se han ido
mentación física y natural para la geografía humana: «La geografía del
asimilando cada vez más los elementos de cultura, dando a sus progresos
hombre — escribe en la introducción de su Anthropogeographie— no
un carácter de fijeza y de seguridad, mientras que los pueblos menos
podrá tener una sólida base científica hasta que se sitúen como piedra
aptos han quedado atrasados; pero respecto de esta acción de progreso
angular de sus fundamentos las leyes generales que regulan la difusión
o de atraso deben reconocerse claramente y apreciarse las causas exteriores,
de toda la vida orgánica sobre la tierra» 60.
por lo que es más justo y más lógico mencionarlas en primer lugar» M.
La cientificidad de la geografía humana se logra, por tanto, cuando
Se trata, en suma, de no olvidar «cuán invariables permanecen, mientras
se reconoce la ley de evolución de las especies como ley natural que
vivimos, la mayor parte de los fundamentos de nuestro desenvolvi-
regula toda la dinámica social. Y esa ley permite, además, interpretar
y explicar positivamente una de las creencias básicas decimonónicas: la miento» 65.
Este entendimiento de la dinámica evolutiva, que Ratzel expuso am-
creencia en el progreso material e intelectual de la humanidad, así como
pliamente en sus trabajos etnográficos, es el que subyace y actúa como
la existencia de etapas diferenciadas en esa secuencialidad progresiva.
argumento básico en sus elaboraciones geográficas. En los dos dominios
Y todo ello puede plantearse coherentemente en el pensamiento ratzeliano
en los que esas elaboraciones resultan más acabadas y fecundas — en los
en la medida en que aparece basado en la adopción de «un punto de
de la geografía humana y la geografía política— , se encuentra siempsp
vista darwiniano» 61: porque, como advierte expresamente Ratzel, los plan-
presente la idea ratzeliana de que los procesos humanos, sociales y po-
teamientos de Darwin habían producido «en el estudio de la vida de
líticos que tienen lugar en el espacio geográfico responden a esquemas
los pueblos, como en el de la vida en general, un movimiento del cual
brotaron trascendentales verdades» 62. de determinación causal en los que las condiciones naturales desempeñan
un papel incuestionablemente decisivo. Y , junto a esa idea, el discurso
El pensamiento ratzeliano, bastante acorde con las ideas evolucionistas
ratzeliano incorpora una dimensión organicista que aparece asimismo vincu-
generalmente aceptadas en su tiempo, entiende que la humanidad se com-
lada a las perspectivas biologistas dominantes en la época. Sobre esa
porta como un todo unitario que, sin embargo, muestra distintas y gra-
doble base, deterninismo natural y organicismo, articula Ratzel sus plan-
duales situaciones evolutivas que expresarían, según el autor, la incidencia
teamientos geográficos: las nociones de «espacio» y de «posición», fun-
ejercida en cada caso por los factores naturales — las causas exteriores— ,
damentales en todo su discurso, aparecen así cargadas de sentido en la
que son los que determinan fundamentalmente el carácter de la evolución
medida en que interfieren continuamente en la dinámica evolutiva de
sociedades o de estados que se comportan como verdaderos organismos.
60 Ratzel, F. (1882-1891): Anthropogeographie. I : Grttndzüge der Anwendung der La dimensión espacial o geográfica se encuentra así congruentemente inte-
Erdkunde auf die Geschichte, I I: Die Geographische Verbreitung des Menschen,
Stuttgart, J. Engelhorn, 2 vols., vol. 1 (la cita procede de la traducción italiana del grada en la perspectiva evolucionista y organicista que articula el razo-
primer volumen: cfr. Ratzel, F.: Geografía dell’Uomo (Antropogeografia). Principl namiento ratzeliano. El símil biologista adquiere asf una lógica inexorable
d’aplicazióne della scienza geográfica alia storia. Tradotta da U. Cavallero, Milán, etc., y permite integrar en el interior de la argumentación los hechos espaciales.
Fratelli Bocca, 1914), p. 9. «Al igual que sucede con la lucha por la vida — escribe, por ejemplo,
41 Tatham, G. (1951): «Geography in the Ninfteenth Century», en Taylor, G.,
Ed. (1951): Geography in the Twentieth Century. A Study o f Growth, Vields, Tech- Ratzel en su Politische Geographie— , cuyo objeto fundamental es ganar
niques, Aims and Trends, Nueva York y Londres. Philosophical Library y Me-
thuen, 3.* ed. ampliada, 1957, pp. 28-69, p. 64.
62 Ratzel, F. (1887-1888): Las razas humanas, Barcelona, Montaner y Simón, 2 to- a Ibid., t. I, p. 2.
mos, 1888, t. I, p. 4. En las citas de esta obra se ha actualizado la ortografía. « Ibid., t. I, p. 10
“ Ibid., t. I, p. 1.

( ;
1. El pensamiento geográfico decimonónico 41
40 El pensamiento geográfico
simplificación unilateral de las nociones darwinianas como, por otra parte,
espacio, las luchas de los pueblos son la mayoría de las veces motivadas una sensible y distorsionadora reducción de la complejidad de las diná-
por lo mismo. En la historia moderna, la recompensa de las victorias micas espaciales — humanas, sociales o políticas— analizadas. Esa reduc-
ha sido siempre — o así ha sido interpretada— una ganancia de terri- ción, bastante generalizada en el contexto de un conocimiento decimonó-
torio» nico empeñado, como vimos, en descubrir leyes universales garantes de un
El discurso geográfico ratzeliano aparece así articulado como una saber totalizador, aparece fuertemente intensificada en el pensamiento
construcción rigurosamente consistente en términos conceptuales y me-
ratzeliano, y ello supone una acentuada polarización naturalista en la
todológicos: la perspectiva biologista permite edificar un razonamiento en
caracterización de los esquemas de determinación causal adoptados. Al uni-
el que los procesos humanos, sociales y políticos responden siempre a una
lateralizar excesivamente las nociones evolucionistas, el planteamiento rat-
dinámica evolutiva decisivamente determinada por las condiciones geo- zeliano llega a dificultar, paradójicamente, la propia explicación positiva
gráficas. «En esta poderosa acción de la tienra — escribe Ratzel— , que
de las relaciones existentes: si el determinismo geográfico estaba presente
se manifiesta a través de todas las fases de la historia al igual que en en los planteamientos de Humboldt y de Ritter, en el pensamiento de
todas las esferas de la vida actual, hay algo de misterioso que no puede
Ratzel ese determinismo aparece ya desprovisto de sus anteriores con-
dejar de producir cierta angustia espiritual; porque la aparente libertad
notaciones cosmogónicas o teleológicas — lo que puede producir esa im-
del hombre parece aniquilada. Vemos, en efecto, en la tierra el origen presión de pérdida de «la rigidez y simplicidad generalizadora de sus
de toda servidumbre. El territorio, siempre el mismo y siempre situado precursores» a la que se ha referido Manuel de Terán69— , mostrándose,
en el mismo lugar del espacio, sirve de soporte rígido a los humores,
por el contrario, fuertemente afianzado, y de ahí su mayor envergadura
a las volubles aspiraciones de los hombres, y cuando se les ocurre olvidar
y su capacidad de influencia, en unas categorías analíticas sistemáticas y,
este sustrato les hace sentir su autoridad y les recuerda, mediante serias
lo que es más importante, conceptual y metodológicamente operativas.
advertencias, que toda la vida del Estado tiene sus raíces en la tierra.
Así se instala dentro del conocimiento geográfico un enfoque interpretativo
Regula los destinos de los pueblos con ciega brutalidad. Un pueblo tiene
de signo unitario apoyado en una razón evolucionista significativamente
que vivir sobre el territorio que ha recibido en suerte, tiene que morit
próxima a la peculiar lectura potenciada por el denominado darwinismo
en él, tiene que soportar su ley» 67. social.
Ratzel consigue elaborar una ambiciosa perspectiva de sistematización
Las prolongaciones, más o menos fidedignas, de los planteamientos
del conocimiento geográfico en la que los fenómenos humanos, sociales
geográficos ratzelianos resultaron bastante variadas. En el campo de lo
y políticos aparecen justificados y explicados, en términos positivamente
estrictamente geográfico, las obras de Ellen Churchill Semple70 y de
científicos, en función de su indisociable pertenencia al mundo de las
Ellsworth Huntington71 aportan acabados — y distintos— ejemplos de
regularidades naturales. La importancia de esa perspectiva resulta evidente:
la prolongación y de la reelaboración de los fundamentos del sistema
Manuel de Terán ha señalado, por ejemplo, que Ratzel «planteó de un
geográfico ratzeliano, que a través de los autores citados influyó notoria-
modo sistemático y científico el problema de las relaciones entre el hombre
mente en la geografía norteamericana. Lo mismo puede decirse de la
y el medio», intentando «poner de manifiesto la intervención del factor
geografía inglesa, en la que los planteamientos — cargados de consecuen-
geográfico en la vida y actividad de los hombres y acometer el trata-
cias—■de Halford J. Mackinder ante la Real Sociedad Geográfica de Lon-
miento metódico y sistemático, equipado con el saber científico acumulado
dres, en 1887, sobre el objeto de la geografía72 suponen una decidida
en los decenios que le separan de Ritter, del viejo tema de las influencias
toma de postura positivista, una resuelta y programática aceptación del
que- el medio natural ejerce en la vida humana»68. determinismo como clave explicativa de los hechos sociales, y finalmente
Pero el pensamiento ratzeliano, bastante influyente en posteriores ela-
una explícita consideración pragmática del saber geográfico. Según Mackin-
boraciones geográficas, no se encuentra exento de problemas y dificultades.
der, en efecto, «la geografía política» tiene como misión «desentrañar
El determinismo natural o ambiental, planteado en la obra ratzeliana con
y demostrar las relaciones entre el hombre en sociedad y las variaciones
generalizada inflexibilidad •
— y vinculado a una lectura del evolucionismo
próxima a la del darwinismo social— , conlleva tanto una injustificada
« Ibid., p. 285.
70 Cfr. Semple, E. C. (1911): Influences o f Géographie Environment: on the Basis
64 Ratzel, F. (1897): Politische Geographie. Durchgesehen und Erganzt von E. Ober- o f Ratzel's System of Anthropogeography, Nueva York, Henry Holt and Company.
hummer, Munich y Berlín, R. Oldenbourg, 3 * ed., 1923, p. 270. 71 Cfr. Huntington, E. (1915): Civilización y clima. Traducción de L. Perriaux,
67 Ratzel, F. (1898-1899): «Le sol, la société et l’Etat», L ’Année Sociologtque, III, Madrid, Revista de Occidente, 1942.
pp. 1-14, p. 12. (Artículo traducido en esta obra: cfr. F. Ratzel: «El territorio, la so- 72 Cfr. Mackinder, H. J. (1887): «On the Scope and Methods of Geography»,
ciedad y el Estado».) Proceedings o f the Royal Geographical Society, IX , pp. 141-160. (Artículo traducido
68 Terán, M. de (1957): «La causalidad en geografía humana. Determinismo, po- en este Ebro: cfr. H. J . Mackinder: «El objeto y los métodos de la geografía».)
sibilismo, probabflismo», Estudios Geográficos, X V III, 67-68, pp. 273-308, p. 284.
42 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 43

locales de su medio», y «nadie más puede realizar esta función de forma nistas al tratamiento geográfico de los fenómenos humanos y sociales.
adecuada porque ningún otro análisis puede presentar los hechos en sus Existe, en efecto, otra línea de pensamiento geográfico que asume igual-
relaciones causales y su perspectiva verdadera»73. Ahora bien, «no puede mente esos planteamientos, aunque esa asunción se lleva a cabo en este
existir una geografía política racional si no se construye sobre la base de caso rechazando explícitamente las connotaciones y las extrapolaciones ca-
la geografía física y consiguientemente a ella» 74, por lo que «las cuestiones racterísticas de las diversas modalidades del darwinismo social. Y es pre-
políticas dependerán, en todos los casos, de los resultados del estudio cisamente está perspectiva la que se encuentra coherentemente articulada
físico» 7S, y el análisis del^hombre en sociedad será más breve que el del en el pensamiento geográfico de Reclus y Kropotkin.
medio. En este estudio de las relaciones del hombre y su medio, Mackinder, EUsée Reclus expone sus planteamientos en una obra múltiple, en la
fiel al biologismo ratzeliano, cree que hay que considerar, con fines ana- que se aúnan una profunda cultura, un amplio conocimiento de las apor-
líticos, a las comunidades de hombres como «tunidades en la lucha por taciones geográficas anteriores y una sugestiva riqueza literaria. Piotr
la existencia, más o menos favorecida por sus diversos medios»76. Con Kropotkin aparece, por su parte, como un consumado científico que, con
estos requisitos se podrá elaborar un cuerpo teórico y cognoscitivo que una formación naturalista y matemática importante, dedicó una particular
«satisfaga tanto los requerimientos prácticos del hombre de estado y del atención a la investigación en el dominio de la geografía física, en el que
comerciante, como los requerimientos teóricos del historiador y del cien- destacaron sus trabajos geomorfológicos y biogeográficos, a la vez que se
tífico y los requerimientos intelectuales del profesor» 77. Como puede ad- ocupaba igualmente del tratamiento sistemático de los procesos humanos
vertirse, semejantes planteamientos suponen una versión fidedigna — y, y sociales.
desde luego, más pragmática— de la perspectiva cognoscitiva ratzeliana. Ambos autores afirman sin ambigüedades la decisiva importancia de
Finalmente, algunos de los ingredientes interpretativos ratzelianos se- la perspectiva evolucionista para conseguir un entendimiento integrador
rían profusamente utilizados, extrapolando al máximo los aspectos más de los hechos naturales y humanos. «La evolución — escribe Reclus—
expresivos de lo que ya Lucien Febvre había considerado el «megaloesta- es el movimiento infinito de cuanto existe, la transformación incesante
tismo del maestro alemán» 78, por la perspectiva de la denominada geopo- del Universo y de todas sus partes, desde los orígenes eternos y durante
litik, inaugurada por el sueco Rudolf Kjellen en 1905 y convertida por el infinito del tiempo»81. Y esa dinámica evolutiva se manifiesta con
el alemán Karl Haushofer, como ha señalado André-Louis Sanguin, en una regularidad que afecta por igual a todos los fenómenos físicos y hu-
una verdadera «máquina política a partir de 1924»79. Máquina política manos: «En los límites reducidos de nuestro pequeño planeta, las mon-
que se apoyaba en la afirmación de que «el objetivo práctico de la geopo- tañas que surgen y desaparecen, los océanos que se forman para luego
lítica era la restauración del Estado alemán en su fuerza y en su grande- agotarse, los ríos que fertilizan los valles y se secan como tenue rocío
za» 80. Así eran aplicados y prolongados determinados gérmenes de la matutino, las generaciones de plantas, de animales y de hombres que se
obra ratzeliana: de una obra ambiciosa y ambivalente que no dejaba de suceden, y los millones de vidas imperceptibles, desde el hombre hasta
contener afirmaciones dogmáticas susceptibles de las más variadas utili- el mosquito, no son sino manifestaciones de la gran evolución, que arrastra
zaciones. todo en su torbellino sin fin» 82. Además, la perspectiva evolucionista per-
mitía racionalizar y argumentar en términos cientáistas la decidida creencia
en el progreso que ambos autores comparten: «Los progresos se consolidan
Racionalismo positivista y dimensión ética en las formulaciones entre sí — afirma, por ejemplo, Reclus— , y por eso nosotros los queremos
de Reclus y Kropotkin a todos, según la medida de nuestra fuerza y de nuestros conocimientos:
progresos sociales y políticos, morales y materiales, de ciencias, artes o in-
La perspectiva ratzeliana no fue, como ya hemos advertido, la única dustria» a .
que incorporó los planteamientos conceptuales y metodológicos evolucio- Con una lógica cientifista más inflexible, la adscripción evolucionista
de Kropotkin es igualmente manifiesta: el autor expone su identificación
73 Ibid., pp. 144-145. con una perspectiva evolucionista qúe pretende «elaborar una filosofía
74 Ibid., p. 144. El subrayado es del autor.
75 Ibid., p. 156. sintética que abarque en una generalización todos los fenómenos de la
16 Ibid., p. 143, nota 3. naturaleza y, en consecuencia, también la vida de las sociedades» M. Siguien-
77 Ibid., p. 159.
78 Febvre, L. (1922): La Terre et l’évólution humaine. Introduction géographique 81 Reclus, E. (1897): Evolución, revolución y anarquismo. Traducción de A. López
a l'histoire. Avec le concours de L. Bataillon, París, Albín Michel, 1970, p. 38. Rodrigo, Buenos Aires, Proyección, 1969, p. 7.
79 Sanguin, A.-L. (1975): «L’évolution et le renouveau de la géographie politique», 82 Ibid., p. 7.
Anuales de Géographie, LXXXIV , 463, pp. 275-296, p. 277. 83 Ibid., p. 11.
80 Ibid., p. 278. 84 Kropotkin, P. (1913): «Ciencia moderna y anarquismo», en Kropotkin, P. (1971):

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44 El pensamiento geográfico 1. E l pensamiento geográfico decimonónico 45

do esa perspectiva puede elaborarse una concepción completa del mundo potkin, por su parte, enfrentado con el mismo problema, opta por atri-
que se refiera indistintamente a los hechos físicos y naturales y a los buir a la ley de «ayuda mutua» — que matiza y prolonga el pensamiento
hechos humanos y sociales: y ello sólo podrá lograrse en la medida en del propio Darwin88— , fundamentalmente dependiente de la voluntad de
que se emplee también en el dominio de lo humano y de lo social la cooperación, mayor importancia respecto a la evolución que a la ley de
metodología científica que tan positivos resultados ha obtenido en el campo lucha recíproca, anteponiendo así los principios de sociabilidad y de soli-
del conocimiento físico y natural. Intransigente positivista, Kropotkin daridad, con lo que se posibilita la compatibilización de los ingredientes
rechaza explícitamente -£l «método dialéctico» como «algo desechado y sustentadores del pensamiento kropotkiniano.
felizmente olvidado ya por la ciencia»85. Su propuesta metodológica es Ambas respuestas — no exentas, desde luego, de ambivalencias— apa-
clara y tajante: «Los descubrimientos del siglo diecinueve en los campos recen, además, profundamente impregnadas de una dimensión ética que
de la mecánica, la física, la química, la biolpgía, la psicología física, la ilumina en gran medida la significación de los respectivos proyectos de
antropología, la psicología de las naciones, etcétera, no se hicieron me- conocimiento geográfico. Reclus plantea un entendimiento de las relaciones
diante el "método dialéctico”, sino mediante el método científico-natural, entre naturaleza y naturaleza humana basado en la idea de progresiva
el método de la inducción y la deducción. Y puesto que el hombre es armonización liberadora: propone así un modelo que, a pesar de las con-
parte de la naturaleza, y puesto que la vida de su "espíritu”, tanto personal tradicciones locales que su obra manifiesta, tiene el indudable mérito de
como social, no es más que un fenómeno de la naturaleza, ( ...) no hay procurar solventar el antagonismo entre determinación y libertad, afir-
motivo alguno para que cambiemos bruscamente nuestro método de inves- mando la feliz coincidencia entre el orden natural y un orden humano que
tigación por pasar de la flor al hombre, o de la colonia de castores a una sólo es tal en la medida en que se encuentre armónicamente integrado en
población humana» 86. el primero. Si el hombre forma parte inseparable del orden natural y si
La articulación de los criterios evolucionistas en el pensamiento de el ejercicio de la libertad es la condición inexcusable de todo acto verda-
Reclus y de Kropotkin se plantea con unas características originales que deramente humano, ambas condiciones pueden realizarse simultáneamente
proporcionan a sus elaboraciones geográficas un indudable interés. Ambos porque es precisamente en la equilibrada pertenencia al orden natural — en
se encuentran empeñados en la difícil empresa de compatibilizar la entu- las relaciones armónicas entre naturaleza y naturaleza humana— donde
siasta creencia en el cientifismo universalista y, por ende, en la existencia el hombre encuentra la razón misma de su libertad y las seguras posibili-
de leyes naturales de alcance global que inciden también sobre las actua- dades de su ejercicio. El conocimiento científico de la naturaleza es, por
ciones humanas y sociales — la geografía tiene como objetivo «descubrir tanto, fundamental para conseguir hombres verdaderamente libres. Y el
las leyes que rigen el desarrollo de la tierra» 87— , y, por otra parte, el conocimiento geográfico aparece así como la clave de un proceso racional
convencimiento, congruente con su adscripción anarquista, de que la li- — y progresivo— de armonización entre naturaleza y naturaleza humana
bertad humana aparece como un factor primordial de los procesos humanos que es, ante todo, un proyecto ético en el que la libertad se acrecienta.
y sociales. Y es en ese empeño compartido en el que se encuentra la clave La noción kropotkiniana de ayuda mutua remite igualmente a un hori-
para entender las sensibles diferencias existentes entre la lectura evolucio- zonte en el que la dimensión ética resulta fundamental y definitoria: «la
nista ratzeliana y la que proponen Reclus y Kropotkin. gran importancia del principio de ayuda mutua — escribe Kropotkin—
El primero de estos autores, atendiendo siempre a las interrelaciones aparece principalmente en el campo de la ética, o estudio de la moral.
que se presentan, favoreciendo o dificultando la adaptación positiva y Que la ayuda mutua es la base de todas nuestras concepciones éticas, es
progresiva, entre los factores naturales y los de índole social, económica cosa bastante evidente» 89. Y el mismo autor añade: «En la práctica de la
y política, articula su respuesta afirmando que la libertad humana sólo ayuda mutua, cuyas huellas podemos seguir hasta los más antiguos rudi-
puede encontrarse garantizada y potenciada cuando el hombre sabe inte- mentos de la evolución, hallamos ( ...) el origen positivo e indudable de
grarse armónicamente en un orden natural que no tiende sino a apoyar, nuestras concepciones morales, éticas, y podemos afirmar que el principal
cuando no se le violenta, sus legítimas aspiraciones de libertad. Y Kro- papel en la evolución ética de la humanidad fue desempeñado por la
ayuda mutua y no por la lucha mutua. En la amplia difusión de los prin-
cipios de ayuda mutua, aún en la época presente, vemos también la mejor
Fottetos revolucionarios. Edición, introducción y notas de R. N. Baldwin. Traducción
de J. M. Alvarez- Flores y A. Pérez, Barcelona, Tusquets, 2 vols., 1977, vol. I, pp. 163- garantía de una evolución aún más elevada del género humano» 90.
219, p. 169.
85 Ibid., p. 171.
84 Ibid., p. 171. 88 Cfr. Kropotkin, P. (1902): El apoyo mutuo. Un factor de la evolución. Intro-
87 Kropotkin, P. (1885): «What Geography Ought to Be», Antipode, X , 3 -X I, 1, ducción de C. Díaz. Prólogo de A. Montagu, Madrid, Zero-Zyx, 2.* ed., 1978, pp. 39-41.
1979, pp. 6-15, p. 10. (Artículo traducido en este libro: cfr. P. Kropotkin: «Lo que ss Ibid., p. 286.
la geografía debe ser».) so Ibid., p. 287.

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46 El pensamiento geográfico 1. El pensamiento geográfico decimonónico 47

Así se articula, en la obra de Reclus y de Kropotkin, una importante radigma explicativo universal de signo evolucionista en el que la crítica
perspectiva del conocimiento geográfico en la que los planteamientos con- de lo existente se aúna con la sugerencia utópica.
ceptuales y metodológicos evolucionistas sustentan coherentemente un cien-
tifismo integrador que abarca simultáneamente, sin eludir la compleja pre- QG QG Q
sencia activa de los factores humanos y sociales, el entendimiento positivo
de las interrelaciones geográficas y de los mecanismos causales. Y esa Las consideraciones anteriores pueden ayudar a entender y a valorar
perspectiva, frecuentemente ignorada o marginada en los estudios sobre la las líneas generales del proyecto decimonónico de sistematización del co-
configuración del pensamiento geográfico, merece ser conocida y valorada nocimiento geográfico. Proyecto variado y complejo que se concreta en
debidamente, ya que aporta tanto un entendimiento general del conoci- diferentes opciones que, sin embargo, comparten la pretensión de convertir
miento geográfico ambicioso y fecundo como,, en relación con ello, un a la geografía, de una u otra forma, en una ciencia positiva. Según algunos
tratamiento crítico y bastante original de numerosos temas concretos. Baste autores, la cientificidad sólo quedaría asegurada en la medida en que se
citar aquí, a título de ejemplo, el interesante tratamiento que Reclus y atendiese especializadamente a alguno de los dominios integrantes del saber
Kropotkin dedican a temas como la enseñanza de la geografía — preocu- geográfico. Pero otros autores estiman que debe y puede plantearse un
pación importante en ambos y que condice con su ya expuesto entendi- conocimiento geográfico totalizador en el que queden científicamente sub-
miento de la dimensión ética conllevada por las relaciones del hombre y sumidos todos los fenómenos y procesos — naturales y humanos— que
su entorno— , las consecuencias de los procesos de industrialización y de interactúan en el espacio. Esta pretensión, sin duda difícil y compleja,
urbanización o las relaciones entre población y recursos naturales. encontró en el discurso evolucionista el instrumento adecuado para articu-
Conviene advertir, además, que el horizonte teórico definido por ambos lar una respuesta que resolviese las dificultades conceptuales y metodo-
autores — horizonte impregnado de las rigurosas exigencias del cientifismo lógicas inicialmente planteadas por el proyecto. El modelo evolucionista
positivista— aporta algunas ideas referentes a las regularidades espaciales abría así una perspectiva inédita y decisiva para construir un conocimiento
que anticipan, en el campo de la geografía, ciertos enfoques analíticos geográfico integrador, en el que por fin los hechos humanos y sociales
posteriores. Así sucede, por ejemplo, con las consideraciones planteadas quedasen explicados en términos positivos similares a los empleados en
el campo del conocimiento físico y natural. La decidida voluntad de con-
por Reclus sobre las pautas teóricas de localización de los núcleos urbanos,
seguir una sistematización científica del conocimiento geográfico se traduce
que conllevan un entendimiento del orden espacial significativamente pró- en la sucesiva articulación y en el desenvolvimiento de un pensamiento
ximo al que más tarde propondrán autores como Walter Christaller. geográfico decimonónico que sorprende, como ya se ha indicado, por la
Reclus advierte, en efecto, que si se diesen condiciones espaciales unifor- desmesurada ambición de sus pretensiones y por la fecunda envergadura
mes, la localización de los núcleos seguiría una disposición geométrica- de sus resultados teóricos, conceptuales y metodológicos.
mente regularizada: «Suponiendo una región llana, sin obstáculos naturales,
sin río, sin puerto, situada de una manera particularmente favorable, y no
dividida en Estados políticos distintos, la mayor ciudad se habría levantado
directamente en el centro del país: las ciudades secundarias se habrían
repartido en intervalos iguales en el contorno, espaciadas rítmicamente,
y cada una de ellas habría tenido su sistema planetario de ciudades infe-
riores, con su cortejo de pueblos» 91.
Y, por último, el análisis de los hechos y de las situaciones existentes
se completa en todo momento con numerosas sugerencias dirigidas a mo-
dificar lo que se considera perjudicial y a conseguir un orden espacial
en el que naturaleza y naturaleza humana puedan convivir armónicamente.
Se trata, en suma, de un proyecto en el que el conocimiento geográfico,
cumpliendo los requisitos de la cientificidad positiva, proporciona un pa-

91 Reclus, E. (1905-1908): L'Homme et la Terre, París, Librairie UniverseUe, 6 to-


mos, t. V, pp. 341-342. (Obra parcialmente traducida en este libro: cfr. E. Reclus:
«El hombre y la tierra».)

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