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Guatemala
Alumna
Kimberly Tatiana García
Carné:
2854-20-21107
Sección:
“B”
A mediados de la primera década del siglo XXI, Tijuana, Baja California experimentó un
incremento inusitado de violencia. Algunas de sus expresiones más visibles fueron el
acelerado aumento en el número de secuestros y homicidios (Sánchez, 2011)2 y la
irrupción en el espacio público de prácticas de una violencia simbólica sin precedentes en la
ciudad.
Tanto la magnitud de este fenómeno como la rapidez con la que se produjo causaron gran
desconcierto entre los habitantes de dicha población, quienes debieron transformar
profundamente sus prácticas cotidianas, dando origen a: éxodo de empresarios al otro lado
de la frontera, disminución de las actividades recreativas en el espacio público, restricción
de la movilidad -en particular de los jóvenes-, etcétera (Ortega, 2012).
Ante tal situación, conviene preguntarse cuáles fueron los recursos -culturales, sociales,
materiales- de los que echaron mano los habitantes de Tijuana para hacer frente a la
violencia y, más específicamente, conocer los sistemas simbólicos a partir de los que se
percibió, pensó y actuó ante las nuevas amenazas al patrimonio y la propia vida.
Dentro de esta amplia interrogante, en el presente artículo se busca analizar el papel del
ámbito religioso -creencias, rituales, comunidades e instituciones religiosas-, para quienes
se identifican como creyentes, ante la violencia. En particular nos interesa saber si, ante la
diversidad de sistemas simbólicos, redes sociales e instituciones existentes, los tijuanenses
católicos, evangélicos y testigos de Jehová hicieron de sus creencias, rituales, comunidades
e instituciones religiosas, un recurso ante la violencia. Y de ser así, cuáles son las
principales coincidencias y diferencias en las respuestas que estos tres diferentes sistemas
simbólicos aportan.
Objetivos específicos:
Objetivos generales:
Delincuencia juvenil
Un análisis profundo de la etiología de la delincuencia juvenil nos indica que este
fenómeno es con frecuencia una respuesta personal a una agresión social. La sociedad ha
negado al joven algo que le era necesario. La culpa del delito debe ser repartida entre la
sociedad y el delincuente. La violencia viene a ser una respuesta a ese vacío existencial que
experimenta la juventud, es el efecto personal y colectivo de una reproducción social más
profunda y más grave.
En algunos jóvenes, la delincuencia es algo transitorio, utilizado para llamar la atención a
falta de autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más
joven sea el delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su
vez, son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos.
Un estudio realizado por Philip Feldman reseña un análisis sobre relación entre la
delincuencia juvenil y la clase baja. Feldman concluye que la clase baja tiene más
probabilidad de ser investigada, arrestada por sospechosa, permanecer en prisión, ser
llevada a juicio, ser hallada culpable y recibir castigo severo, que cualquiera de las otras
clases sociales. Pero aunque la delincuencia continúa ligada a la miseria, su práctica se ha
extendido últimamente a los grupos socioeconómicos medios y altos.
La delincuencia juvenil alcanza, de ordinario, su punto máximo entre los 13 y 15 años de
edad; pues, es un periodo en el cual el menor tiende particularmente a relacionarse con los
otros chicos de su edad. Las actividades ilegales que desarrollan jóvenes se manifiestan más
agudamente en la adolescencia, cuando el joven está más capacitado para realizar acciones
por cuenta propia.
La influencia del medio en el desarrollo de la delincuencia juvenil es también muy
importante, los niños colocados en un medio muy pobre o que viven en condiciones
difíciles están fuertemente tentados de descifrar su existencia por el robo o por la búsqueda
de consolaciones dudosas. Estas son una de las razones del enorme número de condenas
por delincuencia juvenil durante la guerra, las privaciones, los cambios del medio social, la
inquietud y el medio han ejercido una influencia disolvente y han dado un golpe a la vida
moral, de la cual todavía no se ha repuesto en los ambientes donde hay malas viviendas,
donde reina la promiscuidad y la miseria, es donde se encuentran la mayor proporción de
delincuentes juveniles.
La violencia, teniendo a los jóvenes como víctimas o victimarios, está íntimamente
vinculada a la condición de vulnerabilidad social de estos individuos. La vulnerabilidad
social es tratada aquí como el resultado negativo de la relación entre la disponibilidad de
los recursos materiales o simbólicos de los actores, sean individuos o grupos, y el acceso a
la estructura de oportunidades sociales, económicas, culturales que provienen del Estado,
del mercado y de la sociedad.
Conclusiones
3. En primer lugar, habría que promover una mayor elaboración del producto turístico,
es necesario facilitar información sobre actividades culturales, oferta gastronómica,
de compras y de transporte urbano, así como crear servicios que faciliten el acceso y
la interpretación de los recursos culturales. Si bien es cierto que parte de esta
información está presente a en los folletos turísticos editados para la promoción de
la Ruta de los Tres Templos, estos no siempre llegan a sus destinatarios. Esa
información debería llegar tanto al turista potencial en su propia sociedad como al
turista en el destino.