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nante y más ardua que nos sea dado emprender. Significa conocer lo
que somos, y especialmente lo que quemamos ser, partiendo de una
situación privilegiada en la que no vamos a encontramos jamás: de li
bertad frente a prejuicios y de generosidad frente a las limitaciones de
nuestra situación particular, que nos lleva a ocupamos un tanto mez
quinamente de nuestro yo, a sabiendas de que otros yoes van a sufrir
injusta e injustificadamente con tal de que nuestras ambiciones y afa
nes encuentren cumplimiento.
La ética o la «aventura ética» —por usar una figura literaria más
apropiada que la que pudiera sugerir la frialdad del discurso filosófico
racional— es, tal vez, la aventura por excelencia, a la que se debe acu
dir con cierta ingenuidad deliberada y con el deseo de encontrar ver
dades provisionales que nos ayuden a mejorar nuestra vida y las vidas
humanas y no humanas que nos rodean. El estudio y comprensión de
la ética no supone un aumento cuantitativo de nuestros saberes —la
ética es, en el sentido más genuino, sabiduría. Constituye una técnica,
ana ciencia y un arte. Nos muestra no sólo los límites, sino las infini
tas posibilidades de nuestro llegar a saber: las posibilidades de crea
ción y recreación de las relaciones humanas, el orden social, político,
económico, etcétera.
( Por eso, en un sentido determinado J a ética está en todo, se preo
cupa por todo: la biología, la psicología/Ja historia de las culturas, los
órdenes económicos, los regímenes políticos, los códigos penales y ju
rídicos en general, la educación, la sociología, la atención sanitaria, la
investigación eh ciencias de la salud. ^Todo lo que constituye el queha
cer humano —el arte, la medicina y la ingeniería genética, el medio
ambiente, la economía, la política, la justicia, la educación, el ocio y
el entretenimiento— ha de ser supervisado y en última instancia justi
ficado en alguna medida por la ética. )
Porque no sólo el mundo, sino todos los mundos y todos los ór
denes del saber (la cultura y la ciencia especialmente) son susceptibles
de ser recreados, examinados y mejorados.
La ética nos muestra esa pequeña pero poderosísima arma que
constituye la voluntad de transformación, liberación y cambio del ser
humano, con sus limitaciorfes pero también a veces con sus potencia
lidades. Por eso, considerar la ética como una mera disciplina acadé
mica sería tan absurdo como creer que el agua es solamente un líqui
do susceptible de ser analizado en el laboratorio.
La ética es o puede ser un saber sistematizado, disciplinado, que
puede diferenciarse a modo de orientación en un curso universitario.
Embarcarse en la «aventura ética» es algo que queda más allá, que
resulta mucho más difícil, pero que es también mucho más apasionan
te y gratificante. Este tratado de ética no pretende solamente enseñar
algunas nociones más o menos elementales sobre un saber sistemati
zado, que constituye el corazón de los conocimientos filosóficos.
Todos los filósofos prestigiosos en la historia de la humanidad han
' hecho sus incursiones más o menos intensas y extensas en el ámbito
de la ética. Todos han sido moralistas, utopistas y diseñadores de órde
nes distintos de los que les ofrecía la sociedad de su tiempo: desde Pla
tón con sus críticas a la democracia ateniense, hasta Kant con sus pro
puestas de una razón pura práctica que sobrepasase las ambiciones
vulgares del hombre medio de su tiempo, pasando por los ilustrados
ingleses y franceses, los socialismos románticos y de todos los signos,
los anarquismos, los liberalismos, etc. De Protágoras a Bertrand Rus-
sell, sin olvidar a Hegel, Hume, Mili o Sartre, Wittgenstein o Putman,
todos los filósofos de la política, el lenguaje, la ciencia, etc.;(todos los
teóricos del conocimiento han sucumbido a la tentación cte contri
buir a esta materia, la ética, que constituye toda una sabiduría y un
arte relativos a la buena vida y a la vida buena.' \
Aunque pueda parecer un tanto exagerado^ historia de la filoso
fía, y en buena medida la de la literatura y el ensayo, forman parte de
la historia de la ética.(A pocos, a poquísimos seres humanos les ha de
jado indiferentes el mundo de los valores, los derechos y los deberes;
el mundo de las normas que constituyen la vestimenta que el ser hu
mano puede tejer y destejer a su gusto, dentro de un orden.)
Dado que el ámbito de la ética es un ámbito de libertad y creativi
dad, amén de un discurso razonado acerca de la justificación de toda
suerte de normatividad (la moral cotidiana, la norma jurídica, los có
digos formales e informales, etc.), cabe esperar que la lectura de este
pequeño tratado iniciador en la disciplina despierte esas ansias, más
que justificadas, no sólo de reflexionar acerca de la ética, sino de con
tribuir con nuestros escritos y nuestra propia vida a la realización de
los ideales de vivencia y convivencia que brotan de nuestros sueños y
son sancionados favorablemente por la razón humana.
Sólo si esto ocurre, este pequeño tratado habrá cumplido con hol
gura los objetivos, indebidamente ambiciosos tal vez, para los que fue
concebido.
PRIMERA PARTE
CUESTIONES PRELIMINARES
Las ramas de la ética
1.1. C ie n c i a d e la m o r a l
1.3. La é t i c a n o r m a t i v a
1.4. La METAÉTICA 4
1.6. B i b l i o g r a f í a